Serie de Trabajos Varios 128
Artesanías en hueso, asta, cuerno y marfil en el mundo ibérico
Marta Blasco Martín
2022
Museu de Prehistòria de València , ISBN 978-84-7795-056-1
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SE RV IC IO D E IN VESTI GACI ÓN PREHI STÓRI CA
D E L MU SE O D E PREHI STORI A DE VALENCI A
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 128
Artesanías en hueso, asta, cuerno
y marfil en el mundo ibérico
Marta Blasco Martín
DIP UTA C IÓN DE VAL E NC IA
2022
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 128
Artesanías en hueso, asta,
cuerno y marfil en el mundo ibérico
Marta Blasco Martín
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
2022
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DIPUTACIÓN DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 128
La Serie de Trabajos Varios del SIP se intercambia con publicaciones dedicadas a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias o
disciplinas relacionadas (Antropología cultural o Etnología, Antropología física o Paleoantropología, Paleontología, Paleolingüística,
Epigrafía, Numismática, etc.), a fin de incrementar los fondos de la Biblioteca del Museu de Prehistòria de València.
We exchange Trabajos Varios del SIP with any publication concerning Prehistory, Archaeology in general, and related sciences
(Cultural Anthropology or Ethnology, Physical Anthropology or Human Palaeontology, Palaeolinguistics, Epigraphy, Numismatics,
etc) in order to increase the batch of the Library of the Prehistory Museum of Valencia.
INTERCAMBIOS
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Tel.: +34 963 883 599
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Los Trabajos Varios del SIP y el resto de publicaciones del Museu de Prehistòria de València son de libre acceso en la URL permanente:
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Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA – DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA
Creative Commons. Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España (CC BY-NC-SA 3.0)
Excepto para aquellas imágenes donde se indican reservas de derechos
ISBN: 978-84-7795-056-1
eISSN: 1989–540
Depósito legal: V-3770-2022
Diseño y maquetación: iMunarriz estudio
Imprime: Blanch & Blanch Comunicación
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A Isidro, mi padre,
que me define, que me guía, que me sostiene.
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Prólogo
El libro que tienen entre sus manos no sólo contiene un importante volumen de información sino que es
el resultado de un minucioso trabajo de investigación llevado a cabo con gran entusiasmo y dedicación
por Marta Blasco Martín.
Fue en el curso 2013-2014, durante las clases del Master en Arqueología, cuando tomé contacto más
a fondo con Marta Blasco Martín. En ese mismo período me concedieron el proyecto de investigación
“Madera, Hueso, Marfil, Asta y Concha. ¿Artesanías marginales o marginadas?” (HAR2013-45770-P) y
Marta empezó a colaborar en el mismo sin dudarlo, realizando un brillante Trabajo Fin de Master sobre
la industria ósea del poblado ibérico de Covalta (Albaida). En el mismo se identificaron, por primera
vez, restos asociados al trabajo del hueso y el asta en la Cultura Ibérica.
Desde entonces, Marta Blasco Martín no ha dejado de trabajar en la temática principal del proyecto
-la industria ósea- visitando museos y colecciones nacionales, estudiando y documentando directamente
todos los materiales a tratar tanto en el proyecto como en su tesis doctoral y ampliando sus conocimientos con dos estancias en el extranjero (San Luis de Potosí y París). Ambas estancias fueron muy
provechosas para su trayectoria, pero quiero destacar, especialmente, las realizadas en la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí (México) en 2015 y 2018 gracias a sendas becas Iberoamérica del Banco
de Santander. Allí, de la mano del Dr. Gilberto Pérez Roldán, tomó contacto con la importante industria
ósea prehispánica y tuvo ocasión de tratar con artesanos que todavía mantienen viva dicha tradición.
Prueba de su buen hacer, es que mantiene excelentes vínculos de investigación con dicha universidad.
En estos casi diez años de colaboración he sido testigo de su tesón, capacidad de trabajo y entusiasmo. Durante la duración del proyecto, visitamos colecciones y aprendimos juntas el gran potencial que
tienen unos materiales olvidados en todos los niveles de la cadena operativa: adquisición de materia
prima, tipología, elaboración, uso, reparación y transmisión de conocimiento. Y hemos tenido la oportunidad de redescubrir piezas magníficas de elaboración compleja en las que la colaboración entre varios/
as artesanos/as fue necesaria, poniendo en evidencia el interés de una artesanía que no fue marginal pero
que ha estado marginada por la investigación arqueológica.
Sin embargo, esta marginación ha sido una oportunidad para tener abiertas las puertas de casi todos
los museos y colecciones a los que Marta ha solicitado ver sus fondos. Los conservadores y las conservadoras de estas instituciones se han quedado gratamente sorprendidos de lo que daban de sí estos objetos que estaban enterrados en apartados de las publicaciones llamados “otros” o “varia” y mezclados
con restos de fauna no trabajada.
El abanico de posibilidades que ha abierto esta línea de investigación va mucho más allá de la
tipología: el análisis tafonómico aporta/rá datos sobre la captación de los recursos, la traceología y la
experimentación informan/rán sobre la fabricación, uso y reparación de las piezas, las herramientas utilizadas o necesarias para elaborarlas, los lugares o espacios de trabajo, la colaboración entre artesanos/
as, la evidente transmisión del conocimiento que apuntan algunos objetos, las redes de intercambio, el
reciclaje, etc. Con la ventaja de ser una disciplina diacrónica: el uso del hueso, el asta, el marfil se utilizó
desde el paleolítico hasta la actualidad, aunque cada vez menos, para elaborar peines, adornos, cajas,
figuras, alfileres, fichas, etc. Y las formas de trabajar estas materias primas apenas han cambiado puesto
que estamos ante una actividad cien por cien artesanal.
Las circunstancias han hecho coincidir la publicación de este libro en 2022, año en el que me jubilo
formalmente de mi carrera docente. No puedo cerrarla con un broche mejor.
Consuelo Mata Parreño
Universitat de València
VII
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Agradecimientos
Las palabras, ideas y reflexiones que componen este trabajo no
me pertenecen solo a mí, todas y cada una de ellas son fruto de
un camino largo, maravilloso, que he tenido la suerte de recorrer
acompañada y apoyada. Todo aquello que pueda ayudar a otras
personas e investigaciones nace de ese recorrido y soporte
colectivos, aunque cualquier carencia o error debe recaer, por
supuesto, únicamente en mí.
En primer lugar, debo agradecer el apoyo institucional y
económico de la Universitat de València por concederme una
ayuda predoctoral “Atracció del Talent” con la que desarrollé,
entre 2016 y 2020, la investigación doctoral de la que es fruto
este trabajo y por la financiación de una estancia de tres meses
de duración, en 2018, en el laboratorio UMR 7055 Préhistoire
et Technologie de la MAE (CNRS - Université Paris Nanterre,
París). Al Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert por
otorgarme, en la convocatoria de 2019, una de sus “Ayudas a la
Investigación y realización de tesis doctorales”. Al programa de
movilidad del Banco Santander: “Becas Iberoamérica Jóvenes
Profesores Investigadores y alumnos de Doctorado - España”
que en las convocatorias de 2015 y 2017 me permitieron
realizar estancias de cuatro y dos meses, respectivamente,
en el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí (UASLP, México). También
al Ajuntament de València por reactivar en 2020 su “Beca de
Arqueología” con la que poco tiempo después de defender mi
tesis doctoral me incorporé durante ocho meses a la Sección
de Investigación Arqueológica Municipal, donde amplié mis
horizontes arropada por una pequeña y bonita familia de
trabajadoras y trabajadores infatigables. Así como al Ministerio
de Ciencia e Innovación por el contrato postdoctoral Juan de
la Cierva-Formación (FJC2020-045770-I) que comencé en
enero de 2022 en el Institut Català d’Arqueologia Clàssica y
que me permitió desarrollar los últimos meses de trabajo de
conversión del trabajo doctoral en este libro. Aunque han sido
finalmente menos meses los pasados allí de lo esperado solo
puedo dar las gracias a este magnífico centro de investigación,
al personal que lo integra y, sobre todo, a Carme Belarte, por
su confianza y profesionalidad.
Por otra parte, nada de esto habría sido posible si Consuelo
Mata Parreño no me hubiera apoyado desde el principio. No
podré dejar nunca de darte las gracias, Xelo, por todo. Por
el aprendizaje, por ser como eres, por haber podido tener
una referente como tú: generosa, fuerte, divertida, amable,
luchadora, trabajadora, buena y presente. Por muchas cosas
más, por nuevas ideas, conversaciones y viajes. Por seguir
caminando juntas para ver yacimientos, ciudades y olivos.
Y cómo no pensar en esas otras mujeres también brillantes,
buenas y fuertes con las que realizamos juntas descubrimientos
increíbles en el proyecto MHUMAC: Lucía Soria Combadiera,
Mercedes Fuentes Albero y Eva Collado Mataix. No puedo
imaginar mejores compañeras que vosotras.
Siento también una increíble gratitud por todos los y las
profesionales y compañeros/as del Departament de Prehistòria,
Arqueologia i Història Antiga de la Universitat de València, por
la complicidad, las enseñanzas, la amistad y el apoyo. Sentirte
en casa cuando estás trabajando es un privilegio.
A veces creo que también deberíamos dar las gracias a los
lugares, de modo que: gracias a La Mola d’Agres, a La Lloma de
Betxí, al Tossal de la Vila y a La Bastida de les Alcusses. Luego
pienso que esos lugares son personas. Personas esenciales en mi
vida, compañeras y compañeros, gente a la que admiro, amigas
y amigos con las que he buscado y recorrido caminos pasados
y presentes, con las que he visto mares de nubes, con las que he
compartido los mejores septiembres de mi vida, con las que me
sorprendí por primera vez al ver piezas de marfil. Gracias.
A todos los trabajadores y las trabajadoras que me han
atendido en todas las instituciones visitadas, por facilitarnos
el trabajo y estar dispuestos a ayudar con entusiasmo: MACBarcelona, MAC-Girona, MAC-Ullastret, Servei d’Investigació
Prehistòrica-Museu de Prehistòria de València (SIP-MPV),
IX
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Museo Provincial de Teruel, Museo de Albacete, Museu de
Belles Arts de Castelló, Universitat de Lleida, Laboratorio de
Mas Castellar de Pontós, Museu de les Terres del Ebre, Museu
Arqueològic Camil Visedo Moltó, Museo de El Cigarralejo,
Museo Arqueológico de Moncada, Museo Arqueológico
Municipal Jerónimo Molina, Museo de Ciudad Real, Museu
Torre Balldovina, Parque Arqueológico de L’Alcúdia, Servei
d’Atenció als Museus de Girona, Parc arqueològic de la cultura
dels Ibers, Casa O’Connor. Mi reconocimiento sobre todo
a aquellos que han hecho muchísimo más de lo necesario: a
Gabriel de Prado, Ferran Codina, Núria Molist, Enriqueta Pons,
Natàlia Alonso, Carmen Escriche, José María Segura, Daniel
Giner y Arturo Oliver. Gracias por tanto.
En especial he de remarcar mi más sincera gratitud al SIPMPV, tanto a la institución, porque es un orgullo que esta obra
se integre en su histórica y magnífica serie de “Trabajos Varios”,
como a las personas que la integran y sin cuya ayuda, en diferentes
maneras (edición, formación, búsquedas y consultas sobre
piezas, resolución de dudas…), este libro no habría llegado a su
fin. Sobre todo, a Mª Jesús de Pedro, a Jesu, por su apoyo y sus
enseñanzas, por los buenos momentos vividos, por confiar en mí
hace ya tantos años en ese maravilloso rincón compartido junto
al río Turia. Y a Jaime Vives-Ferrándiz al que le debo demasiado.
No solo ha impulsado que este libro se materialice, sino que a
lo largo de los años ha hecho que mi pasión por la arqueología
aumente; también mis preguntas. Quizás no lo sepa, pero en casi
todas las conversaciones que compartimos me hace pensar y
eso es fascinante. Por creer en mí, por acercarme a La Bastida
y a La Cua, por su nobleza, porque hace fácil lo complejo. Es un
privilegio poder trabajar junto a él.
Buena parte de las identificaciones anatómicas y taxonómicas
de este trabajo las hemos podido llevar a cabo gracias a la ayuda
desinteresada de diferentes especialistas en arqueozoología que
han respondido a nuestras dudas en distintos momentos y en
distintas instituciones. Sobre todo, gracias a Manuel Pérez Ripoll,
profesor destacado de nuestra universidad, a Alfred Sanchis (SIPMPV) y a Gilberto Pérez Roldán (Universidad Autónoma de
San Luis Potosí, México). A Gilberto le debo además un mundo
de horizontes nuevos, por acogerme con los brazos abiertos
X
en México, por las artesanías compartidas, por forjar vínculos
que siguen creciendo. Gracias también a Ricard Marlasca por
la identificación de los restos de ictiofauna, a Silvia Valenzuela
(CSIC) y Ariadna Nieto (Universitat de Lleida), con las que he
coincidido ya en diferentes lugares y siempre se han mostrado
amables y dispuestas a echarme una mano. Da gusto cruzarse
con personas así. A Marta Pérez Polo, amiga y compañera atenta
siempre a solucionar nuestras preguntas sobre huesos o sobre
lo que hiciera falta, sostén fundamental de muchas cosas por
venir y que ya están aquí, y a Elisa García Prósper, antropóloga
física del grupo Paleolab, por trabajar juntas en la identificación
del primer hueso humano manufacturado conocido del mundo
ibérico, por el afecto mostrado a lo largo de este trabajo.
A Teresa Chapa Brunet, Juan Antonio López Padilla,
Isabelle Sidéra, Feliciana Sala Selles, Gema E. Adán Álvarez
y Alexandra Legrand, las personas encargadas de la revisión
de esta tesis y, las tres primeras, miembros del tribunal de su
defensa. Por el tiempo dedicado a estas páginas y porque su
saber hacer, su visión, sus comentarios y sus ideas han resultado
fundamentales para mejorar el resultado final, por hacerme
buscar a través de sus miradas expertas matices esenciales.
A todos los amigos y las amigas que me han apoyado de una
u otra manera en esta travesía, por subir conmigo montañas,
por escucharme hablar tanto tiempo sobre este tema, por ser
personas que valen la vida. Tengo la inmensa suerte de que sean
demasiados nombres. Por las amistades que salvan kilómetros,
por aquellas que nacieron donde soy y otras que han nacido de
donde he llegado a ser.
Las gracias más esenciales y más difíciles que he de poner
por escrito son a mi familia: a mi madre y a mi padre, Teresa e
Isidro, por darme mil vidas, porque tanto amor y tantas cosas
buenas no caben solo en una; porque son y serán siempre la
causa de lo mejor que hay en mí. También a mis hermanas, Elena
y Ana, por crecer junto a ellas y gracias a ellas. A Rodolfo, por
unirnos más.
Y a Víctor que me ha enseñado arqueología y vida. Su entusiasmo y soporte son el norte de todos mis caminos. Ha sido revisor,
artesano, traductor, fotógrafo, crítico (de los buenos, de los que
te hacen pensar) y artífice de este trabajo. A on anem ara?
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Índice
PRÓLOGO
AGRADECIMIENTOS
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Premisas, objetivos y preguntas
2. REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA
2.1. Estudios prehistóricos
VII
IX
1
1
3
3
2.1.1. Marco europeo. Se sientan las bases. Último tercio del siglo XX
3
2.1.2. Siglo XXI. The Worked Bone Research Group
4
2.1.3. Marco peninsular
4
2.2. Edad del Hierro
5
2.2.1. Marco europeo
5
2.2.2. Marco peninsular e insular
6
2.3. Mundo romano
7
2.3.1. Marco europeo
7
2.3.2. Marco peninsular
7
3. LAS MATERIAS PRIMAS
9
3.1. Apuntes introductorios
9
3.2. Hueso
9
3.3. Asta
11
3.3.1. Cervus elaphus
11
3.3.2. Capreolus capreolus
12
3.4. Marfil
3.4.1. Proboscidea
3.4.2. Hippopotamus amphibius
3.4.3. Otros marfiles
3.5. Cuerno
12
12
13
13
13
XI
[page-n-13]
4. METODOLOGÍA
4.1. Análisis anatómico y taxonómico
15
4.2. Análisis tipológico
16
4.2.1. Justificación de la elaboración de una nueva tipología
16
4.2.2. Explicación del listado tipológico
17
4.2.3. Tipología
17
4.3. Análisis tecnológico
29
4.3.1. Aspectos teóricos. Cadenas operativas. Saber hacer
29
4.3.2. Marcas tecnológicas
29
4.3.3. Algunos trabajos de arqueología experimental
33
4.4. Análisis funcional
36
4.4.1. ¿Para qué sirve este objeto?
36
4.4.2. Macrotrazas
37
4.5. Análisis decorativo
38
4.6. Registro y base de datos
40
5. ESTUDIO DE LOS OBJETOS POR YACIMIENTOS
XII
15
41
5.1. Mas Castellar (Pontós, Girona)
41
5.2. Saus (Saus-Camallera-Llampaies, Girona)
52
5.3. Camp de l’Ylla (Viladamant, Girona)
53
5.4. Illa d’en Reixac (Ullastret, Girona)
55
5.5. Camp d’en Gou-Gorg d’en Batlle (Ullastret, Girona)
61
5.6. Puig de Sant Andreu (Ullastret, Girona)
61
5.7. La Creueta (Quart, Girona)
89
5.8. Turó del Montgròs (El Brull, Barcelona)
91
5.9. El Tossal de les Tenalles (Sidamon, Lleida)
93
5.10. Els Vilars (Arbeca, Lleida)
95
5.11. Turó de Ca n’Oliver (Cerdanyola del Vallès, Barcelona)
102
5.12. Puig Castellar (Santa Coloma de Gramenet, Barcelona)
105
5.13. Turó de la Rovira (Barcelona, Barcelona)
109
5.14. Penya del Moro (Sant Just Desvern, Barcelona)
113
5.15. Olèrdola (Olèrdola, Barcelona)
116
5.16. El Vilar (Valls, Tarragona)
119
5.17. San Antonio (Calaceite, Teruel)
120
5.18. El Palomar (Oliete, Teruel)
122
5.19. La Morranda (El Ballestar, Castellón)
126
5.20. La Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona)
128
5.21. Puig de la Misericòrdia (Vinaròs, Castellón)
132
5.22. Puig de la Nau (Benicarló, Castellón)
134
[page-n-14]
5.23. Alto Chacón (Teruel, Teruel)
138
5.24. Els Estrets / Racó de Rata (Vilafamés, Castellón)
143
5.25. La Torre de Foios (Llucena del Cid, Castellón)
144
5.26. La Celadilla (Ademuz, Valencia)
145
5.27. Torre del Prospinal (Pina de Montalgrao, Castellón)
147
5.28. Peña de las Majadas (El Toro, Castellón)
149
5.29. El Castellet de Bernabé (Llíria, València)
151
5.30. La Seña (Villar del Arzobispo, València)
155
5.31. El Puntal dels Llops (Olocau, València)
156
5.32. El Tossal de Sant Miquel (Llíria, València)
160
5.33. Tos Pelat (Moncada, València)
167
5.34. Kelin / Los Villares (Caudete de las Fuentes, València)
168
5.35. El Amarejo (Bonete, Albacete)
173
5.36. Covalta (Albaida, Valencia)
177
5.37. La Bastida de les Alcusses (Moixent, València)
180
5.38. La Serreta (Alcoi-Cocentaina-Penàguila, Alicante)
195
5.39. El Puig (Alcoi, Alicante)
205
5.40. Otros yacimientos ibéricos con piezas destacadas
208
5.40.1. El Cerro de las Cabezas (Valdepeñas, Ciudad Real)
208
5.40.2. Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia)
210
5.40.3. L’Alcúdia (Elx, Alicante)
211
5.40.4. Pajar de Artillo (Santiponce, Sevilla)
211
5.40.5. Cerro de la Cruz (Almedinilla, Córdoba)
212
5.40.6. El Chuche (Benahadux, Almería)
212
6. VALORACIÓN GLOBAL: SIMILITUDES Y PARTICULARIDADES
213
6.1. Grupos de objetos
213
6.2. Materias primas
220
6.2.1. Hueso
220
6.2.2. Asta
220
6.2.3. Cuerno
221
6.2.4. Marfil
224
6.2.5. Diente
226
6.3. Tipos de piezas terminadas
6.3.1. Más de diez ejemplares
227
227
6.3.1.1. Alfileres
227
6.3.1.2. Mangos
231
6.3.1.3. Cuentas
233
6.3.1.4. Agujas
234
XIII
[page-n-15]
6.3.1.5. Punzones
236
6.3.1.6. Bisagras
236
6.3.1.7. Peines
236
6.3.1.8. Fusayolas
237
6.3.1.9. Placas/apliques
239
6.3.1.10. Stili
239
240
6.3.2. Entre diez y tres ejemplares
241
6.3.2.1. Biapuntados
241
6.3.2.2. Tubos
241
6.3.2.3. Varillas
241
6.3.2.4. Punzones dobles
243
6.3.2.5. Cajas
243
6.3.2.6. Placas perforadas
243
6.3.2.7. Discos
245
6.3.2.8. Cachas
245
6.3.2.9. Apuntados planos
245
6.3.2.10. Piezas pseudotriangulares
245
6.3.3. Dos ejemplares
245
6.3.3.1. Cinceles
245
6.3.3.2. Cucharitas
245
6.3.3.3. Pasadores
245
6.3.3.4. Tapones
247
6.3.3.5. Percutores
247
6.3.3.6. Anillos
247
6.3.3.7. Botones
248
6.3.3.8. Colgantes
248
XIV
6.3.1.11. Espátulas
6.3.4. Un ejemplar
248
7. ARTESANÍAS, ESPACIOS DE TRABAJO Y HERRAMIENTAS
249
8. CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FINALES
253
BIBLIOGRAFÍA
257
[page-n-16]
[page-n-17]
[page-n-18]
1
Introducción
1.1. PREMISAS, OBJETIVOS Y PREGUNTAS
Esta investigación es el resultado de nuestra tesis doctoral titulada “Piezas de hueso, asta, cuerno y marfil en época ibérica.
De su elaboración a su interpretación”, defendida en 2020 en
la Universitat de València. Está centrada en el estudio de los
trabajos artesanales y piezas elaboradas sobre materias duras
de origen animal como son el hueso, el asta, el cuerno y el
marfil en época ibérica (s. VI - s. I a.C.). Hasta el momento no
se habían efectuado estudios globales sobre este tipo de artefactos para la Edad del Hierro en territorio peninsular. Por ello,
este trabajo contribuye al desarrollo de un discurso más completo acerca del mundo ibero a través de una parte de su cultura
material que había sido, por demasiado tiempo, relegada en la
investigación. Se han analizado más de 1400 piezas procedentes de 45 poblados iberos, centrando nuestra atención en contextos de hábitat con la intención de detectar posibles espacios
de trabajo, así como con el objetivo de comprender los objetos
dentro de los lugares donde fueron elaborados, utilizados y en
función de las tareas en las que se emplearon. Así pues, se han
llevado a cabo análisis taxonómicos y anatómicos, tipológicos,
tecnológicos/artesanales, contextuales y funcionales de estos
útiles y adornos. Es decir, los artefactos revisados han sido analizados especificando, en los casos en los que ha sido posible,
sobre qué especies animales y partes anatómicas fueron realizados; cómo fueron fabricados: qué herramientas y criterios de
elaboración se emplearon (know-how o savoir-faire); así como
planteamos los diversos usos que se les dieron (la vida de los
objetos). Un peso especialmente relevante de nuestra investigación recae en el análisis tecnológico, centrado en la cadena
operativa (chaîne opératoire) profundizando en el trabajo artesanal, buscando los posibles talleres o espacios de trabajo, así
como a los/as artesanos/as y usuarios/as que hay detrás de las
piezas elaboradas sobre estas materias primas. Asimismo, hemos estudiado todos los artefactos en función de los contextos
arqueológicos en los que fueron hallados, teniendo en cuenta la
cronología de los asentamientos y de las propias piezas, con el
objetivo de llevar a cabo una investigación completa y detallada, que incida en la evolución de estos objetos en función de las
variables tiempo y espacio.
El estudio de este tipo de piezas es un medio para comprender mejor el modo de vida en época ibérica, un medio para alcanzar un fin, ya que consideramos que estas piezas han de ser
valoradas, entendidas y estudiadas en relación con el resto de
la cultura material. En palabras de I. Sidéra (1993: 7): “L’outillage osseux doit être associé et confronté avec tous les autres
documents archéologiques. Je le considère, en effet, comme un
document qui peut globalement alimenter les connaissances sur
la période prise en compte, ou en confirmant ce qui est déjà
pressenti, ou en permettant de traiter des problèmes inédits”.
Problemas inéditos, esa puede ser una de las claves. Problemas
inéditos porque no se ha prestado suficiente atención a este tipo
de materiales, de modo que nos hemos encontrado con dificultades inéditas, pero también con datos y conclusiones nuevos y
originales que nos ayudan a acercarnos a una parte de los modos
de vida de época ibérica hasta ahora desdibujados.
Por lo general, cuando se ha hablado de estas piezas, se ha
prestado atención a casos singulares, sin desarrollar un discurso
completo y objetivo sobre todo el trabajo y proceso artesanal
de las materias duras animales. Sin embargo, consideramos
que la falta de publicaciones sobre estos objetos no implica
que no existieran, sino que han quedado relegadas en investigaciones centradas en otras partes de la cultura material. Así,
quizás, recalcamos que el objetivo y base principal de nuestro
trabajo es subsanar ese vacío y analizar las piezas elaboradas
sobre hueso, asta, cuerno y marfil de época ibérica, tanto como
objetos terminados como en los procesos de su manufactura,
buscando a las personas detrás de estos objetos (Calvo y García
Rosselló 2014), tanto a quienes las elaboraron como a quienes
las utilizaron. Ya que partimos de la hipótesis de que se tratan
1
[page-n-19]
de artesanías que han sido marginadas de la investigación y no
de artesanías marginales. En relación con ello debemos señalar
que este trabajo y nuestra investigación doctoral partió y formó
parte del proyecto dirigido por nuestra tutora, C. Mata Parreño:
“Madera, Hueso, Marfil, Asta y Concha. ¿Artesanías marginales
o marginadas?” (MHUMAC), financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad (HAR2013-45770-P) (2014-2017)
y por la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport de la Generalitat Valenciana (ACOMP2015/256).
De manera concreta nuestros objetivos han pasado por:
- Revisión de la cultura material de las excavaciones antiguas y actuales de diferentes enclaves ibéricos desde el área
catalana hasta Andalucía, analizando las piezas ya catalogadas
como industria ósea, así como examinando toda la fauna recuperada en los trabajos arqueológicos de cada yacimiento en
busca de piezas que se pasaran por alto inicialmente, tanto objetos terminados como, fundamentalmente, matrices, soportes,
desechos de trabajo o piezas descartadas en hueso, asta, cuerno
o marfil. Con ello nos acercamos a la identificación de posibles
lugares de trabajo sobre estas materias primas no reconocidos
con anterioridad.
- Comparación geográfica y cronológica para identificar diferencias o similitudes en el tipo de objetos fabricados en los
distintos territorios iberos, así como de los motivos decorativos
presentes en estos, intentando dar respuesta a una serie de preguntas: ¿Podemos documentar lugares o áreas de producción
de ciertas piezas o materias primas? ¿Todos los yacimientos
estudiados cuentan con la presencia de objetos de marfil, una
materia prima de marcado prestigio social y valor económico
que debía llegar a la península ibérica, como materia prima o
como objetos elaborados, a través de intercambios comercia-
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les? ¿Existe una copia de los objetos de asta y hueso de los
realizados en marfil? ¿El estudio de las piezas elaboradas en
hueso, asta y cuerno nos permite hablar de la artesanía sobre
otras materias primas menos conocidas debido a su carácter
perecedero en el registro arqueológico como son el cuerno o
la madera? ¿Qué herramientas se utilizaban? ¿Quién las realizaba? ¿Quién las utilizaba? ¿Existían distintos grados de saber
hacer de estas artesanías?
Estas son algunas de las preguntas de las que partimos para
realizar este estudio. Con todo ello pretendemos obtener una
visión compleja de todo aquello de lo que nos pueden llegar a
informar las piezas elaboradas sobre materias duras animales a
través de una lectura meticulosa.
En conclusión, el análisis de este tipo de útiles nos ayuda
a acercarnos a aspectos relegados de la vida cotidiana, económica, simbólica, social y funeraria de los pueblos iberos. Las
piezas recuperadas en espacios habitacionales (en los que hemos centrado nuestro estudio) nos permiten reflexionar sobre
el trabajo artesanal realizado en estas materias primas, el uso
dado a los restos de fauna más allá de su consumo (tanto domésticos como silvestres) y sobre los fenómenos de manufactura,
contacto, copia, circulación e intercambio de estos petits objets
que nos acercan al conocimiento de le petit artisanat (Feugère
y Charpentier 1989-1990) en el territorio ibero y que podemos
poner en relación con otros pueblos y culturas mediterráneos,
como son griegos, etruscos, púnicos o romanos. Por tanto, a través de una visión global y comparativa, el estudio de esta clase
de industrias nos revela diferencias, evoluciones y similitudes,
tanto temporales como espaciales, en la realización y utilización
de los artefactos de hueso, asta, cuerno y marfil.
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Revisión historiográfica
2.1. ESTUDIOS PREHISTÓRICOS
2.1.1. marco europeo. se sientan las bases.
último tercio del siglo xx
Los estudios acerca de las industrias sobre materias duras animales comenzaron a desarrollarse con fuerza, salvo excepciones
puntuales anteriores (Henri-Martin 1907-1910; Breuil 1938), en
la década de los setenta del s. XX, impulsados, fundamentalmente, por la escuela francesa. Se crearon tipologías de trabajo
de la denominada industria ósea siguiendo unos criterios de clasificación sistemáticos tanto en la descripción como en el dibujo
de unas piezas que, en gran medida, habían sido marginadas
en las investigaciones y publicaciones arqueológicas. Los estudios se centraron en la Prehistoria, en el Paleolítico Medio y en
el Paleolítico Superior ya que la presencia de útiles y adornos
elaborados sobre materias duras animales resultó habitual. Se
realizaron estudios completos centrados en tipos específicos de
artefactos como Les aiguilles à chas au Paléolithique (Stordeur
1979) o los arpones de hueso para el Magdaleniense (Julien
1982). En abril de 1974 tuvo lugar el Primer Coloquio Internacional sobre la Industria ósea en la Prehistoria celebrado en
L’abbaye de Sénanque (Vaucluse). En él, un importante número
de especialistas se reunieron para tratar problemas metodológicos, dudas y confusiones en la identificación de las materias
primas empleadas en ciertas piezas, ya que puede resultar complejo distinguir de visu una pieza fabricada en marfil, hueso o
asta si ha sido intensamente trabajada; se plantearon trabajos y
protocolos de arqueología experimental y, quizás como el objetivo más destacado, se propuso una clasificación normalizada
de los diferentes útiles y adornos (Camps-Fabrer 1974). A raíz
de esta primera reunión en Francia se crearon grupos de trabajo
específicos, impulsando así, paulatinamente, el estudio de las
industrias sobre materias duras animales. Estos grupos de trabajo empezaron, poco a poco, a estudiar artefactos óseos del
Neolítico y de la Edad del Bronce (Camps-Fabrer 1979, 1982,
1983). De igual modo y bajo la dirección de H. Camps-Fabrer,
junto con la Commission de nomenclature sur l’industrie de l’os
préhistorique, se publicaron a partir del año 1988 las reconocidas Fiches typologiques de l’industrie osseuse préhistorique;
en la actualidad esta colección consta de 13 cahiers (CampsFabrer 1988a, 1988b, 1990, 1991, 1992, 1993a, 1995 y 1998;
Ramseyer 2001 y 2004; Patou-Mathis 2002; Clodoré Tissot et
al. 2009; Mons et al. 2014).
En estos cuadernos se definieron las categorías de catalogación de diferentes objetos realizados sobre materias duras
animales en la Prehistoria, como azagayas, propulsores, puntas,
punzones, mangos o percutores, entre otros. Se ideó un plan de
trabajo para: “…trouver des éléments de comparaison entre les
niveaux et les sites dans le but d’une classification chrono-culturelle” (Camps-Fabrer 1988a: 1). La clasificación se vertebró
mediante fichas generales que incluyeran la definición del grupo
principal, un repaso histórico a los sistemas de clasificación desarrollados para catalogar esas piezas, su expansión cronológica
y geográfica, la metodología aplicada, la morfología y morfometría de cada tipo, las técnicas empleadas en su fabricación,
así como las hipótesis de utilización y la bibliografía.
Así pues, de manera gradual, en el último cuarto del s. XX,
comenzaron a enlazarse una serie de publicaciones y reuniones
de grupos internacionales que trazaron las líneas generales de la
investigación sobre las industrias en materias duras animales.
Se desarrollaron unos criterios sistemáticos tanto en los estudios
tipológicos como tecnológicos que, progresivamente y con ciertas variaciones, revisarían y prestarían más atención a los artefactos realizados sobre estas materias primas en diferentes áreas
y territorios europeos en cronologías prehistóricas (Billamboz
1977; Choyke 1983; Olsen 1984; Patou-Mathis y Aguirre 1986;
Campana 1989; Krausz 1992a; Sidéra 1993; Averbouch y Provenzano 1998-1999; Provenzano 1999, 2001; entre otros).
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2.1.2. siglo xxi. the worked bone research group
Durante el s. XXI las publicaciones relacionadas con aspectos
tipológicos, tecnológicos, traceológicos o contextuales de este
tipo de piezas han continuado creciendo. Como ya hemos apuntado, dentro de la escuela francesa, los cuadernos X (PatouMathis 2002), XI (Ramseyer 2004), XII (Clodoré Tissot et al.
2009) y XIII (Mons et al. 2014) de las Fiches typologiques de
l’industrie osseuse préhistorique fueron publicados en esta centuria. Especialmente relevante resultó la creación formal en el
año 2000 del Worked Bone Research Group (WBRG) (https://
www.wbrg.net/) como un grupo de trabajo propio dentro del
International Council for ArchaeoZoology (ICAZ) fundado en
1971. El WBRG nació con la intención de mantener en contacto
a los y las especialistas mundiales en el estudio de las piezas
realizadas sobre materias duras animales en diversos ámbitos territoriales y para cronologías tanto prehistóricas como protohistóricas o históricas. Desde su fundación, este grupo de trabajo ha
ido creciendo y ha organizado, de manera anual o bianual, congresos y publicaciones que buscan compartir e incentivar el debate y el conocimiento científico (Choyke y Bartosiewick 2001;
Riddler 2003; Luik et al. 2005; Legrand et al. 2010; Baron y
Kufel-Diakowska 2011; Lang 2013; Choyke y O’Connor 2013;
Ma y Hou 2014; Vitezović 2016; Bejenaru 2018; Altamirano y
Alarcón 2019).
Así pues, el núcleo de investigadores franceses, con sus diversidades y particularidades sigue predominando en los estudios
sobre les industries osseuses préhistoriques, aunque también la
revisión de esos materiales en otras áreas europeas como la península de los Balcanes, Chipre, Rusia o Siria ha sido enérgicamente impulsada, especialmente gracias a las acciones del WBRG,
abogando por enfoques diversificados que incidan en aspectos
complejos e interrelacionados, como los modos de identificación
de las materias primas, la conjugación del valor tipológico, tecnológico y funcional de los objetos, así como las implicaciones
sociales, culturales, económicas y simbólicas que podemos llegar
a conocer a través de los mismos (Maigrot 2003a, 2003b; Choyke
2005, 2006; Luik y Maldre 2005; Sidéra 2005, 2011; Sidéra y
Giacovini 2002; Legrand 2005; Christidou et al. 2009; Zidarov
2009; Legrand et al. 2010; Vitezović 2010; entre otros).
2.1.3. marco peninsular
En la península ibérica se siguieron de cerca los progresos realizados por los investigadores europeos y, en concreto, por los
franceses. En 1967, en la Universidad de Zaragoza, I. Barandiarán presentó su tesis doctoral sobre: El Paleomesolítico del
Pirineo Occidental: bases para una sistematización tipológica
del instrumental óseo paleolítico. Este estudio marcó el inicio
de este tipo de trabajos en nuestro territorio. Barandiarán sistematizó la ordenación de las industrias óseas en una lista abierta en la que se pudieran añadir nuevos útiles no contemplados
inicialmente. Esta lista constaba de cinco grandes familias:
apuntados; aplanados; dentados; perforados y varios. Familias
que se desglosaban en 31 grupos tipológicos y que se dividían,
a su vez, en 82 tipos primarios y 16 secundarios.
Desde entonces y durante los últimos 35 años se han impulsado los estudios de las industrias sobre materias duras animales de diversas áreas peninsulares en cronologías paleolíticas,
eneolíticas, neolíticas, calcolíticas y de la Edad del Bronce. J. A.
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Mujika (1983), empleando la tipología de Barandiarán, centró
sus investigaciones en el País Vasco, sobre todo en Guipúzcoa,
en cronologías prehistóricas. Aplicó esa clasificación abierta
complementándola con estudios específicos, como el de Julien
(1982) sobre los arpones magdalenienses de asta y con las directrices planteadas por la Commission de nomenclature sur
l’industrie de l’os préhistorique. Mujika continuó realizando
estudios sobre industria ósea, algunos de ellos centrados en temas tecnológicos más que en clasificaciones tipológicas (1990,
2007-2008). En 1987, J. M. Rodanés publicó su tesis doctoral
La industria ósea prehistórica en el valle del Ebro. Trabajo enmarcado en la cuenca hidrográfica del río Ebro que pretendía
determinar la evolución de los útiles y adornos realizados sobre
materias duras animales entre el Neolítico antiguo y la Edad
del Bronce. Estudió un total de 2093 piezas de 228 yacimientos
para desarrollar su propuesta tipológica compuesta por 31 grupos desglosados en 70 tipos primarios.
En 1996 J. L. Pascual defendió su tesis doctoral sobre Utillaje óseo, adornos e ídolos neolíticos valencianos (publicada
en 1998). Tras una exposición del marco cronocultural de los
yacimientos estudiados y una serie de apuntes acerca de las técnicas de fabricación documentadas y los análisis morfológicos,
métricos y traceológicos que pueden llevarse a cabo en este tipo
de piezas, el grueso del trabajo está centrado en el estudio tipológico de los materiales, distinguiendo entre “Utillaje óseo” y
“Elementos de adorno”, así como en la evolución de ambos entre el Neolítico y la Edad del Bronce en el territorio valenciano.
Sus trabajos estuvieron también ligados a los avances franceses.
Participó como autor y coordinador de las Fiches typologiques
de l’industrie osseuse préhistorique. Cahier VIII: Biseaux et
tranchants (Camps-Fabrer 1998). Ha analizado las piezas de
marfil de yacimientos como La Mola (Agres, Alicante) (Pascual
2012a) o La Lloma de Betxí (Paterna, València) (Pascual 2015),
así como diversas colecciones malacológicas e ictiológicas manufacturadas (Pascual 2005; Pascual y García Puchol 2015, Pascual y Marlasca 2019); entre otras.
La industria ósea prehistórica del yacimiento eneolítico de El
Prado (Jumilla, Murcia) fue estudiada por M. D. de Jara (19911992), siguiendo igualmente los trabajos de Barandiarán (1967)
y de la escuela francesa. M. D. Meneses y M. García (1999) estudiaron los Objetos de hueso, cuerno y concha de época prehispánica de las Islas Canarias: tipología y tecnología, en esta
publicación, en la medida de lo posible y con el fin de homogeneizar la descripción y dibujo del material, se adoptó la clasificación tipológica propuesta por la Commission de nomenclature
sur l’industrie de l’os préhistorique. R. Maicas Ramos (2007)
se centró, por su parte, en el estudio sobre la Industria ósea y
funcionalidad: Neolítico y Calcolítico en la Cuenca de Vera
(Almería); investigaciones que ha continuado con los materiales
recuperados en Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería)
(Maicas Ramos 2019). G. E. Adán publicó hace unos años un
análisis tipológico-tecnológico de la industria ósea del Tardiglaciar en Asturias, Producciones óseas, funcionales y decorativas
(2013), una actualización de su tesis doctoral defendida en 1997.
Otra obra de gran relevancia es la de J. A. López Padilla
(2011): Asta, hueso y marfil. Artefactos óseos de la Edad del
Bronce en el Levante y Sureste de la Península Ibérica (c. 2500
- c. 1300 cal BC). En este estudio tipológico-tecnológico el autor vertebra su tipología distinguiendo entre “artefactos media-
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les”, los que están involucrados en la producción de otros bienes
materiales (como agujas, cinceles o alisadores) y “artefactos finales”, aquellos que no participan en ningún proceso productivo
posterior (como cuentas de collar, botones o peines).
Por su parte, J. M. Tejero destaca por sus estudios sobre
conjuntos auriñacienses (2013 y 2014) y magdalenienses (2005)
enfatizando en los aspectos morfotecnológicos y tecnoeconómicos. Asimismo, siguiendo los trabajos de Tejero (2005 y 2009)
y de la escuela francesa, M. Borao (2012 y 2020) ha analizado
también desde un punto de vista tecnológico y tipológico las
piezas de hueso y asta de los niveles badeguilenses y magadalenienses de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante)
y de la Cova del Parpalló (Gandia, València).
En los últimos años podemos destacar también el trabajo de
investigadores como M. Altamirano, V. Barciela y M. Luciañez.
El primero de ellos ha realizado diversos trabajos prestando
atención a la combinación de aspectos tipológicos, tecnológicos, funcionales y sociales de los materiales realizados en hueso, asta, cuerno y marfil del Calcolítico y de la Edad del Bronce
del sureste de la península ibérica, así como a los cambios y a
las evoluciones cronológicas de los mismos (Altamirano 2013
y 2014; Altamirano y Luciañez 2016; entre otros). En su tesis
doctoral, Barciela (2015) estudió los elementos de adorno personal en diferentes materias primas, entre las que se incluyen
las materias duras animales, en el territorio entre los ríos Júcar
y Segura en la Edad del Bronce, abordando tanto cuestiones
teóricas como aspectos vinculados a la tecnología, experimentación, uso y función. Previamente, la autora había realizado
diferentes estudios centrados exclusivamente en piezas elaboradas sobre marfil (Barciela 2002, 2007, 2012). Luciañez,
por su parte, ha centrado su trabajo en los materiales ebúrneos
calcolíticos del suroeste peninsular, en concreto, del enclave
de Valencina de la Concepción (Castilleja de Guzmán, Sevilla)
(Luciañez 2018; Luciañez et al. 2022). En sus investigaciones
aboga por un enfoque multidisciplinar aunando conservación,
restauración, experimentación, análisis contextual y el estudio
de la chaîne opératoire y de los procesos tecnológicos. Estos
trabajos deben entenderse dentro del impulso al estudio de las
piezas realizadas sobre una materia prima exótica como es el
marfil que, para la prehistoria reciente en el ámbito peninsular,
han centrado numerosas investigaciones, como las ya señaladas, tratando su papel como bienes de prestigio y como indicadores de actividades y rutas comerciales, proponiendo incluso
la identificación de su procedencia, mediante el uso de diversos métodos arqueométricos (Schuhmacher y Banerjee 2012;
Schuhmacher et al. 2013; Sastri et al. 2013; Nocete et al. 2013;
Schuhmacher 2017) y de ADN (Goffette et al. 2021).
2.2. EDAD DEL HIERRO
2.2.1. marco europeo
Como hemos visto, los estudios acerca de las piezas de hueso,
marfil y asta son abundantes para cronologías prehistóricas desde los años setenta del siglo pasado, si bien ese desarrollo no se
extiende, con la misma intensidad, para cronologías del I milenio a.C. En cierta forma se asumió que su presencia era menor
debido a la mayor abundancia de objetos metálicos que podrían
sustituir a este tipo de materias primas.
Fueron fundamentalmente las piezas de marfil, bienes de
adorno y de prestigio con un importante desarrollo decorativo,
las que más atención recibieron. Así, encontramos los trabajos de Y. Huls (1957) quien analizó los marfiles etruscos y los
motivos y estilos decorativos identificables. De igual forma, se
estudiaron las decoraciones realizadas sobre esta materia prima por los artesanos del mundo griego (Barnett 1948), egipcio,
mesopotámico, sirio y fenicio (Barnett 1954; De Mertzenfeld
1954; Winter 1976; Stephan 1996; Ben-Shlomo y Dothan 2006;
Feldman 2015; entre otros).
Debemos destacar la obra editada por J. Lesley (1992). Trabajo fundamental para reflexionar no solo sobre la presencia de
marfil en lugares tan paradigmáticos como Ugarit (Siria) o los
templos de Artemisa en Éfeso (Grecia) y de Zeus en Olimpia
(Grecia), sino para acercarnos a la producción artesanal de esta
materia prima en el mundo griego y a su evolución cronológica
desde la Edad del Bronce hasta el periodo helenístico, incidiendo en los aspectos de producción, adquisición, intercambio y
significación econonómico-social del marfil en todo el área mediterránea. Encontramos también trabajos monográficos sobre
distintas excavaciones del mundo griego en las que se recogen
los objetos realizados en hueso y en marfil como el trabajo sobre
L’îlot de la Maison des Comédiens de Delos (Grecia) (Bruneau
et al. 1970) o sobre Kenchreai, región del puerto oriental de
Corinto (Grecia) donde los pequeños objetos de hueso y marfil
se tratan de manera conjunta con los de madera (Olch Stern et
al. 2007). Asimismo, las colecciones de astrágalos trabajados y
naturales también han recibido una atención especial por parte
de diferentes investigadores, tal es el caso de los yacimientos
sirios de Tell Mardikh-Ebla (Minniti y Peyronel 2005) y TellAfis (Affani 2008) o de la necrópolis griega de Locri Epizefiri
(Carè 2003).
Centrándonos en los estudios desarrollados en el ámbito
francés debemos remarcar la investigación sistemática
de S. Krausz sobre la manufactura de las materias duras
animales en el enclave de Arènes à Levroux (Indre, Francia) (Krausz 1992a y 1992b) y el análisis de D. Minni sobre
Technologie des matières dures d’origine animale à l’Âge
du Fer en Europe celtique (2008), en el que se reivindica la
necesidad de realizar estudios tipológicos y tecnológicos completos que nos permitan acercarnos a los usos cotidianos y
simbólicos de los artefactos elaborados sobre materias duras
animales en la Europa céltica. La autora señala que la presencia
de objetos de hueso, asta y marfil es menor en la Edad del Hierro que durante la prehistoria y también que en época romana,
pero incide en que una presencia menor no implique un olvido
injustificado dentro de la investigación arqueológica. Ligado a
ello, J. P. Guillaumet aborda también, a través del estudio de
los trabajos artesanales en el territorio Galo entre el s. VII s. I a.C., el caso de las materias primas duras de origen animal:
“Comme aux périodes précédentes et suivantes, l’époque celtique utilise les matières animales, l’os, le bois du cerf, le corne et
l’ivoire, pour fabriquer et orner des objets. Leur nombre et leurs
types sont moins nombreux qu’à l’époque gallo-romaine mais
beaucoup plus variés dans les formes et des décors” (Guillaumet 2018: 495).
M. Py en su Dictionnaire des objets protohistoriques de
Gaule Méditerranéenne (IXe - Ier siècles avant notre ère) (2016)
recoge un amplio catálogo de pequeños artefactos (objetos in5
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determinados, apuntados, fusayolas, fíbulas, cuentas y colgantes, entre otros) en el que tienen cabida tanto piezas elaboradas
sobre materias duras animales, como sobre metales, piedra o
arcilla, remarcando así que una materia prima no implica exclusividad tipológica o funcional, siendo necesarias perspectivas
transversales para acercarse al estudio de la cultura material.
En el mundo anglosajón debemos destacar el trabajo de S.
O’Connor, investigadora que trabaja desde perspectivas centradas en la caracterización de las materias duras de origen animal
a través de métodos arqueométricos. Para la Edad del Hierro
ha estudiado los mangos de un conjunto de espadas de South
Cave (East Yorkshire, UK) a través de su caracterización macro
y microscópica (O’Connor et al. 2015).
Asimismo, es posible encontrar estudios de piezas individualizadas, como por ejemplo, el trabajo centrado en un artefacto decorado realizado sobre asta en Noordhof (La Haya, Países
Bajos) (Rijkelijkhuizen et al. 2015) o la publicación de un bol
de marfil de elefante decorado de inicios de la Edad del Hierro
(s. XI a.C.) recuperado en el yacimiento sirio de Tell es-Safi/
Gath (Israel) (Maeir et al. 2015).
2.2.2. marco peninsular e insular
No existe un trabajo que, de forma global, abarque la producción
de objetos elaborados en materias duras animales de la Edad de
Hierro en la península ibérica. De hecho, como ya hemos señalado, el objetivo fundamental de este trabajo es completar ese espacio casi en blanco para el mundo ibérico, analizando la presencia, elaboración, utilización y significación de este tipo de piezas.
Por lo general, su estudio se ha llevado a cabo de manera
tangencial, otorgándoles un relativo protagonismo, destinados a
ocupar las categorías de “otros”, “objetos diversos” o el último
epílogo en la descripción de los materiales recuperados en un
yacimiento; aportando una descripción somera de los mismos
y no estandarizada entre investigadores, junto a un dibujo o fotografía de las piezas más destacadas sin profundizar en interpretaciones. Igualmente, han quedado relegadas a la categoría
de “fauna” piezas que pertenecen al proceso de fabricación de
objetos sobre materias duras animales, como matrices, soportes,
desechos de trabajo o piezas descartadas, imposibilitando así
documentar y valorar la significación social que implica el trabajo artesanal sobre estas materias primas.
Encontramos algunos trabajos centrados en piezas excepcionales que llamaron de forma especial la atención de los investigadores, como el caso de los peines de hueso de La Serreta
(Alcoi-Penàguila-Cocentaina, Alicante) (Font 1970) o el de las
placas perforadas de hueso de la necrópolis de El Cigarralejo (Mula, Murcia) (Ruano y Montero 1989). Cabe matizar que
dichos peines de La Serreta se revisaron y se documentó que
están realizados sobre marfil (Mata Parreño et al. 2018). De
forma general, sin duda alguna, han sido precisamente los materiales ebúrneos del sur peninsular y de influjo orientalizante
(s. VIII - s. VI a.C.) los que más interés han generado para época protohistórica, de manera similar a los casos de estudio de
los contextos calcolíticos y de la Edad del Bronce ya señalados:
M. E. Aubet centró sus investigaciones en los materiales de las
necrópolis tartésicas sevillanas del Bajo Guadalquivir: Cruz del
Negro (Carmona) (Aubet 1979), El Acebuchal (Carmona), La
Alcantarilla (Carmona) (Aubet 1980), Bencarrón (Mairena del
Alcor/Alcalá de Guadaira), Santa Lucía (Mairena de Alcor) y
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Setefilla (Mairena de Alcor) (Aubet 1981-1982) y M. AlmagroGorbea (2005-2008) en la de Medellín (Badajoz). H. Le Meaux
(2006 y 2010) repasa los marfiles recuperados en la península para cronologías que abarcan desde el Bronce Final hasta
la Edad del Hierro, reflexionando sobre la circulación de los
marfiles por las rutas comerciales tanto del Atlántico como del
Mediterráneo, así como incidiendo en sus aspectos artesanales
y decorativos.
En el ámbito insular podemos destacar la publicación de un
trabajo de catalogación de más de 450 amuletos púnicos realizados en hueso procedentes de diferentes necrópolis ibicencas
(Fernández et al. 2009). Resulta interesante que este tipo de
adornos, habituales en el mundo púnico, apenas estén presentes
en los contextos ibéricos.
Para el área celtibérica del interior peninsular y los enclaves
castreños de la región septentrional encontramos varias publicaciones que versan sobre industrias sobre materias duras animales. C. Liesau (1988) recoge los mangos y evidencias de la
cadena operativa del trabajo de las astas de ciervo del yacimiento celtibérico de El Soto de Medinilla (Valladolid), trabajo que
amplía con el estudio global de toda la fauna y la industria ósea
de dicho asentamiento (Liesau 1994). A. Castiella presentó un
estudio sobre las piezas manufacturadas sobre hueso y asta de
cinco yacimientos de la Edad del Hierro de la actual provincia
de Navarra (1994). Su clasificación, basada en los trabajos de
Rodanés (1987), señalaba también, al igual que en el caso de El
Soto de Medinilla, la preponderancia de los mangos en los conjuntos analizados. B. Pastor-Vélez (1994) presenta otro trabajo
centrado en seis mangos de marfil procedentes de seis yacimientos localizados en la zona del Alto y Medio Ebro con ocupaciones del Bronce Final-Edad del Hierro. Del yacimiento castreño
de El Castiello de Cellagú (Latores, Oviedo) se analizaron más
de 15000 piezas correspondientes a los restos zooarqueológicos
naturales y antrópicamente modificados de la ocupación prerromana y romana del asentamiento (Adán 2003). La autora presta especial atención a la chaîne opératoire y clasifica en siete
tipos indicativos los artefactos terminados (objetos apuntados,
biselados, romos, enmangables, perforados, dentados y otros).
Una vez más, son los mangos de hueso y sobre todo de asta los
objetos más abundantes; fenómeno similar al documentado en
la Numancia celtibérica (Quintero 2012). Para el territorio del
noreste peninsular y, en concreto, en el área del País Vasco, se
han llevado a cabo estudios que de forma conjunta analizan las
piezas y los procesos tecnológicos de fabricación de objetos en
hueso, asta y marfil desde el Calcolítico hasta la Edad del Hierro
(Tardío y Zamolla 2011; Arévalo-Muñoz 2015, Arévalo-Muñoz
y Camarero 2018).
Para el área ibérica debemos destacar el impulso llevado a
cabo, en los últimos años, por el proyecto “Madera, hueso, marfil, asta, concha ¿Artesanías marginales o marginadas?” (Mata
Parreño et al. 2020a), continuación de los trabajos previos sobre
“Flora y Fauna Ibérica. De lo Real a lo Imaginario” (Badal et
al. 2010; Mata Parreño et al. 2014; http://www.florayfaunaiberica.org/). Fruto de ello han visto la luz una serie de estudios
centrados tanto en el proceso de manufactura de las piezas de
hueso y marfil realizando trabajos de arqueología experimental
(Mata Parreño et al. 2018), como en el análisis de piezas destacadas de la eboraria ibérica, como los peines del s. III - s. II
a.C. (Mata Parreño et al. 2017) o los mangos decorados con
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incrustaciones de ámbar adheridas mediante estaño (s. IV - s.
III a.C.), técnica por primera vez documentada en la península
ibérica (Blasco Martín et al. 2019) y aquellos ornamentados con
apliques metálicos de bronce y plata (s. IV - s. II a.C.) (Mata Parreño et al. 2020b). Asimismo, se ha reflexionado acerca de las
formas de transmisión cultural de los trabajos artesanales sobre
hueso y marfil a través de las placas perforadas y peines desde
el marco de la Cultural Inheritance Theory (Mata Parreño et al.
2021). Además, se ha estudiado la industria en hueso y asta de
yacimientos como Covalta (Albaida, València) (Blasco Martín
2015) o El Palomar (Oliete, Teruel) (Blasco Martín 2018) o las
vértebras de peces perforadas y empleadas como cuentas (Marlasca et al. 2019). Por otra parte, se han analizado conjuntamente las placas de hueso perforadas recuperadas en necrópolis y
en poblados (Mora García 2018) y los astrágalos en el mundo
funerario (García Romero 2019).
Sirva señalar que otras materias duras animales como los
huevos de avestruz decorados, documentados en época protohistórica en el territorio peninsular e insular, han sido también
objeto de diversos estudios (Astruc 1957; San Nicolás Pedraz
1975; Barrachina y Adroher 2018; entre otros).
2.3. MUNDO ROMANO
2.3.1. marco europeo
Los estudios sobre las industrias en materias duras animales
para el mundo romano son numerosos. Su impulso tuvo lugar a
partir de los años ochenta del s. XX. En 1979 se presentó en el
Museo de Dijon (Francia) la exposición: Le cycle de la matière:
l’os, comisariada por M-C. Frère-Sautot y J-C. Béal (1980) la
cual, para el período galo-romano, centraba la atención tanto
de arqueólogos/as como del público en general en unos objetos
hasta entonces obviados en exposiciones y publicaciones. Unos
años después, Béal (1983 y 1984), continuando con esta línea de
trabajo, sentó las bases de una tipología de clasificación exhaustiva de estos artefactos para época romana que se convertiría en
referente. Desde entonces y hasta la actualidad en el territorio
francés son recurrentes las publicaciones que se centran en el
trabajo de estas materias primas. Además, es habitual el empleo
de los términos petits objets y tabletterie (Leri et al. 1996). El
primero de ellos tiene una definición de alcance amplio con límites no muy marcados y que aglutina a todos esos pequeños
objetos a veces olvidados en los registros arqueológicos entre
los que se incluyen los materiales aquí estudiados (Feugère y
Charpentier 1989-1990). Por su parte, por tabletterie: “…on entend la transformation des matières dures animales –os, bois de
cerf, ivoire ou corne– en objets manufacturés. Cet artisanat jouit
d’une grande popularité tout au long de la période romaine”
(Schenk 2010).
Siguiendo en el ámbito galo, debemos citar el trabajo centrado en las colecciones óseas de L’Espace Mangin à Fréjus
(Var, Francia) con una cronología amplia que abarca desde finales del s. IV a.C. hasta el s. V d.C. (Leomine y Rodet-Belarbi
2005-2006); así como la publicación Le travail de l’os, du bois
de cerf et de la corne à l’époque romaine: un artisanat en marge (Bertrand 2008), en la que, desde diferentes puntos de vista,
varios investigadores reflexionan sobre el valor social de estas
artesanías en época romana.
En el ámbito anglosajón otra obra clave que continúa siendo de obligada consulta en la actualidad es el libro de A. MacGregor: Bone, antler, ivory & horn: the technology of skeletal
materials since the roman period (1985). MacGregor aporta
una visión taxonómica, tipológica, tecnológica y funcional a las
piezas conocidas en la Europa de influencia celta desde época
romana hasta la Edad Moderna, incidiendo en las características propias de cada materia prima. Por su parte, para el ámbito italiano podemos destacar las investigaciones de C. Bianchi
centradas, de forma preferente, en elementos funerarios entre
los que destacan los lecti funebres decorados con hueso o marfil
(2000 y 2010).
Huelga señalar que para puntos diferentes de todo el territorio romano se han realizado estudios de la tabletterie centrados en aspectos tipológicos, tecnológicos, funcionales o simbólicos, muchos de ellos ligados al desarrollo, en los últimos
años, del ya citado WBRG (Vass 2010; Kovac 2012; Nuţu et
al. 2014; Hrnčiarik 2017, 2018; Deschler-Erb y Ammann 2019;
entre otros). Asimismo, se han desarrollo estudios que buscan, a través de la arqueología experimental, comprender los
procesos artesanales detrás de la fabricación de estos objetos
(Barbier 2016).
2.3.2. marco peninsular
En territorio peninsular para época romana se han podido identificar espacios que funcionarían como talleres de fabricación de
objetos sobre estas materias primas: en la “Casa de los Estucos”
de Complutum (Madrid) con especial presencia de acus crinalis
relacionadas con los peinados femeninos (Rascón et al. 1995;
Rascón 1998); en la villa de Torre Águila (Bardaño, Badajoz)
(Rodríguez Martín 1991-1992); en la Legio IIII Macedónica
(Herrera del Pisuerga, Palencia) (Pérez González e Ilarregui
1994); en Baetulo (Badalona, Barcelona) (Colominas 2013); en
Calagurris (Calahorra, La Rioja) (Tirado 1998); en el área navarra en la villa de Arellano, en ciudades como Pompelo (Pamplona), Cara (Santacara) y Andelo (Andión) e incluso en el área
extramuros de la propia Pompelo (Mezquíriz 2009: 162).
En otros yacimientos romanos no se ha podido identificar la
presencia de talleres, pero sí de conjuntos de piezas elaboradas
en hueso, asta o marfil, como en La Orden (Guadajira, Badajoz);
El Cuco (Lobón, Badajoz); Las Viñas (Lobón, Badajoz); Perales
(Mérida) o en Las Termas, El Conde-1 y El Conde-3 (todos ellos
en Talavera de la Reina, Toledo) (Rodríguez Martín y Jerez Linde 1994); en el Cerro de Álvar-Fáñez (Huete, Cuenca) (Aguado
Molina et al. 2007); Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza) (Andreu Pintado 2013); la villa de Cornelius (L’Ènova, València)
(Pascual 2006); Villanueva de la Fuente (Ciudad Real) (Tormo
Ortiz 2013) o en Saguntum (Sagunto, València) (Llorens 2005);
entre otros. La mayor parte de estos resultados han sido recopilados en el trabajo sobre Artesanos y talleres del hueso en la
Hispania Romana de F. German Rodríguez Martín (2014) en el
que el autor habla de 41 lugares que se pueden relacionar con
la industria ósea y 19 de ellos con la presencia de talleres sobre
estas materias primas, teniendo en cuenta que no se ha podido
documentar ningún taller de eboraria. En cuanto a la cronología,
la mayoría de los talleres localizados en Hispania sitúan su producción en Época Imperial, entre el s. III y el s. IV d.C., siendo
una minoría los del Alto Imperio.
7
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3
Las materias primas
3.1. APUNTES INTRODUCTORIOS
La producción de cualquier útil está condicionada por la materia
prima en la que ha sido elaborado, aunque está claro que no es
el único factor de influencia. Las herramientas con las que se elaboraron y la pericia y conocimiento técnico del artesano resultan
fundamentales en la manufactura de cualquier objeto, así como la
necesidad, demanda y gustos de cada consumidor; además de otros
factores profundos de sesgo cultural (consideraciones estéticas y
modas dentro del grupo), medioambiental (disponibilidad de la
materia prima en el medio, época del año) y económico (capacidad
adquisitiva o exclusividad de la materia, entre otras).
Teniendo en cuenta todo ello, podemos asegurar que la materia prima es un condicionante primordial de la pieza que se
va a fabricar. La elección de una u otra materia prima tendrá en
cuenta sus propiedades físicas, la disponibilidad en el medio, el
grado de especialización necesario para trabajarla y su posible
valor estético, económico e incluso simbólico.
El hueso, el asta, el cuerno y el marfil forman parte del endoesqueleto o exoesqueleto de los animales y, por lo tanto, su uso
como materias primas va ligado, en la mayoría de los casos, al propio aprovechamiento animal. No debemos olvidar que los restos
óseos no reflejan únicamente un tratamiento alimenticio, sino que
debemos tener en cuenta los distintos usos que se pueden dar de
un animal muerto o sacrificado, citando solo algunos ejemplos, la
piel, el pelo (la crin del caballo, entre otros) o las plumas de las aves
pueden amplearse tanto como vestimenta o como adorno, o la grasa
animal se aprovecharía no solo con fines alimenticios sino como
aceite de lámpara, velas, impermeabilización o lubricación (Reitz
y Wing 2008: 133). Así, la utilización de huesos, astas, cuernos y
dientes como matrices sobre las que fabricar artefactos, sería una
parte más de estos múltiples aprovechamientos.
Las materias duras animales poseen diferentes características que las hacen atractivas como son dureza, color, forma,
resistencia, flexibilidad o translucidez (esta última sobre todo
en el caso del cuerno). Sus propiedades físicas las convierten en idóneas para ser empleadas como herramientas, adornos o elementos lúdicos. De hecho, su selección y trabajo por
el ser humano están atestiguados desde el paleolítico hasta
la actualidad.
Cada materia dura animal posee características físicas y químicas propias que le confieren distinto valor y condicionan su
elección y su empleo. Presentamos a continuación los rasgos
singulares y también compartidos de cada una de las materias
primas tratadas.
3.2. HUESO
Los huesos conforman el endoesqueleto de los animales vertebrados. Constituyen la estructura sólida que sostiene el cuerpo, protege los órganos y demás tejidos blandos y hacen posible el movimiento. El hueso es el más fuerte de los tejidos
conjuntivos de los vertebrados. Tienen formas variadas y una
estructura interna compleja y funcional que determina su morfología, aportándoles dureza y resistencia, pero también elasticidad. No todos los huesos son iguales en tamaño y consistencia, pero en promedio su composición química es de
un 25 % de agua, 45 % de componentes inorgánicos y 30 %
de materia orgánica: células óseas, colágeno y otras proteínas
(López Padilla 2011: 311). Entre los constituyentes inorgánicos, destacan las sales minerales cristalizadas de la hidroxiapatita [Ca5(PO4)3(OH)], el fosfato tricálcico [Ca3(PO4)2] y el
carbonato cálcico [CaCO3]; en cantidades pequeñas se encuentran los sulfatos, fluoruros e hidróxido de magnesio. Son los
9
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componentes minerales los que aportan dureza al hueso. Por
su parte, las fibras de colágeno mineralizadas y otras proteínas
presentes en la matriz ósea le aportan la flexibilidad y la resistencia a la tensión.
El esqueleto de los mamíferos se divide, fundamentalmente, en dos grandes conjuntos: el esqueleto axial y el apendicular.
El esqueleto axial comprende la columna vertebral, las costillas,
el esternón y el cráneo. Mientras que el esqueleto apendicular está constituido por los huesos del miembro anterior o torácico y los del miembro posterior o pelviano. Según su forma, además, podemos distinguir entre huesos irregulares, planos, cortos
y largos (fig. 3.1). Los huesos irregulares tienen formas diversas,
presentando funciones variadas como las vértebras que actúan
como sostén principal de cuerpo humano y del cráneo, ayudando
a sujetar el peso total del mismo y a proteger la médula espinal.
En los huesos planos la longitud y el ancho predominan sobre el
diámetro o grosor (costillas, escápula, etcétera). Su función más
importante es la protección de los órganos. En los huesos cortos se equilibran las tres dimensiones. Su principal función es la
amortiguación (huesos carpianos, huesos del tarso, etcétera). Por
su parte, los huesos largos actúan de sostén de las extremidades
anterior y posterior (húmero, radio, fémur, tibia, metacarpo, etcétera). Son los soportes más empleados en la industria ósea ibérica.
Su estructura está compuesta por (fig. 3.2):
- Diáfisis: parte alargada y central del hueso de tendencia
cilíndrica.
- Epífisis: ambos extremos del hueso (proximal y distal), son
más anchos que la diáfisis.
- Metáfisis: zona de unión de las epífisis con la diáfisis,
mientras el individuo y el hueso están en fase de desarrollo
se encuentra en estado cartilaginoso, osificándose al alcanzar
la madurez.
- Cartílago articular: fina capa de cartílago hialiano (tejido
conectivo) que cubre la epífisis en el punto de articulación con
otro hueso. Reduce la fricción y absorbe choques y vibraciones.
- Periostio: membrana que recubre los huesos. Contiene los
vasos sanguíneos y nervios que proporcionan sensibilidad al
hueso y permiten su nutrición, por lo que resulta fundamental para asegurar su crecimiento y el correcto funcionamiento
vascular.
- Foramen nutricio: pequeño agujero en el hueso que da
paso a los vasos que van a la médula ósea. Su función principal
es la de suministrar los nutrientes al hueso para su desarrollo a
través de la arteria nutricia.
- Cavidad medular: espacio situado en la zona central de la
diáfisis destinado a albergar la médula ósea.
- Endostio: capa delgada de tejido conectivo que cubre tanto
la parte interna y compacta del hueso, como la esponjosa. Contiene células osteoprogenitoras que le permiten participar del
proceso de osteogénesis o regeneración del tejido óseo.
- Tejido esponjoso: estructura porosa cuyos huecos internos los ocupa la médula ósea, se sitúa por debajo de la cortical
de los huesos compactos. Encontramos tejido óseo esponjoso sobre todo a nivel de la epífisis de los huesos largos, pero
también en la parte interna de la mayor parte de los huesos.
Está formado por trabéculas óseas que le confieren una fuerte resistencia.
- Hueso compacto: constituye la mayor parte de la diáfisis
de los huesos largos, así como la parte externa de todos los
huesos. A nivel microscópico está formado por una matriz
ósea calcificada dispuesta en una serie de anillos concéntricos. En estos anillos se encuentran unas cavidades (lagunas),
rellenas de osteocitos (células óseas) interconectados por
conductos minúsculos denominados canalículos. Lagunas y
canalículos forman un cilindro alargado denominado osteona
o sistema de Havers. Las osteonas están conectadas por vasos
sanguíneos y nervios, lo que convierte al hueso en un tejido
vivo a pesar de que las sustancias minerales sean las predominantes en su composición (Hickman et al. 2002: 648-649
y fig. 31.7).
Equus caballus (Linnaeus, 1758)
Huesos irregulares
Français:
Cheval
Huesos plano
English:
Horse
Epífisis
proximal
Metáfisis
Cartílago articular
Tejido esponjoso
Español:
Caballo
Huesos planos
Diáfisis
Endostio
Hueso compacto
Periostio
Cavidad medular
Arteria nutricia en
foramen nutricio
Esqueleto apendicular
Esqueleto axial
Huesos largos
Huesos cortos
Huesos cortos
Metáfisis
Epífisis
distal
Figura 3.1. Partes y tipos de huesos del esqueleto de los mamíferos. © 1996 ArcheoZoo.
org / Michel Coutureau (Inrap), en collaboration avec Vianney Forest. D’après: Robert
Barone. Anatomie comparée des mammifères domestiques, Tome I : Ostéologie - atlas.
Paris: Vigot, 1976, pl. 6 (p21).
10
Cartílago articular
Figura 3.2. Partes de un hueso largo. Modificado de: http://anatomysciences.com/longitudinal-long-bone/ (28/05/2019).
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Los huesos, sin duda alguna, representan la materia prima
predilecta de la industria sobre materias duras animales. Se trata
de una materia habitual y fácil de conseguir en el medio natural ya que, más allá de una selección intencionada, se pueden
aprovechar los desechos de alimentación. Sus características y
formas distintas implican una selección por parte del artesano
o artesana en función de la pieza que se quiera elaborar. Por
lo tanto, podemos llegar a conocer la planificación del trabajo realizado.
Cabe señalar que no solo se ha documentado la manufactura
de huesos de mamíferos en el mundo ibérico, sino que también,
a menor escala, se ha identificado la elaboración de artefactos
sobre huesos de aves y de peces.
3.3. ASTA
Las astas o cuernas son excrecencias óseas ramificadas situadas en el cráneo de los cérvidos y otras especies de ungulados
que crecen de forma ramificada a través de los pedículos, estructuras óseas de sostén que se desarrollan en la región lateral
de los huesos frontales. Están cubiertas por piel y un pelaje
denominado terciopelo o felpa que, una vez osificado, aportan el característico aspecto rugoso y estriado que presenta
su superficie. Las astas crecen y se desprenden anualmente
en el proceso de muda o desmogue. Son un rasgo anatómico
propio de los machos, excepto en el caso del reno y del caribú, ya que las hembras cuentan también con cuernas de menores dimensiones.
La composición química de las astas es similar a la de
los huesos, presentando más colágeno que estos, lo que les
confiere mayor dureza y resistencia a los impactos. Tienen
una masa o médula esponjosa interior, similar al tejido óseo
esponjoso, y una capa dura y compacta que la recubre en
el exterior, en parte equiparable al hueso compacto, cuya
proporción varía de unas partes a otras de la cuerna, siendo
las puntas de los candiles totalmente compactas, debido a su
completa calcificación (fig. 3.3).
Según MacGregor (1985: 28), fracturar un asta transversalmente requiere del doble de fuerza que la necesaria para fracturar un hueso, y hasta tres veces más si la fractura es longitudinal
En nuestro caso hemos documentado el trabajo sobre astas
en dos especies animales presentes en el territorio de la península ibérica durante la II Edad del Hierro: Cervus elaphus y Capreolus capreoulus.
3.3.1. cervus elaphus
Las astas de ciervo se desarrollan en los machos a partir del primer año de vida. Comienzan a crecer a través de los pedículos del
cráneo todos los años en primavera, hacia finales de marzo o abril,
justo después de que se haya producido la caída o desmogue de las
astas de la temporada anterior. Entre finales de septiembre y octubre, período de celo de las hembras, las cuernas de los ciervos están
en su punto máximo de desarrollo y es entonces cuando comienza
el enfrentamiento entre ellos entrechocando sus astas en la berrea.
En la base de las astas, en contacto con el pedículo se encuentra el medallón y la roseta desde la que arranca la percha o tallo,
rama principal de la cuerna de la que surgen diversos candiles: la
garceta o luchadera, el candil de hierro, el candil medio y los candiles distales que están presentes en número variable (fig. 3.4).
A medida que los ciervos se hacen adultos sus cornamentas suelen ser mayores y más ramificadas en candiles, aunque no existe
una correlación exacta entre el tamaño de las astas y el número
de candiles de un ciervo y su edad. En los ejemplares de mayor
tamaño las astas pueden llegar a alcanzar los 120 cm de longitud. Podemos distinguir, en función de la presencia alterada o no
del medallón y de la roseta del asta, si esta ha sido obtenida por
desmogue o, por el contrario, por la caza del animal. Si presenta
marcas de trabajo en la base del cráneo e incluso parte del pedículo o restos craneales, el animal fue sacrificado.
Las astas recien mudadas o recién cortadas o aserradas de
un animal resultan relativamente blandas, endureciéndose con
el tiempo (Davis 1989: 60). Sin embargo, estas pueden volver a ablandarse tras sumergirlas en agua durante un tiempo
o hirviéndolas.
Candiles distales
Corona
Candiles medio
Tallo o percha
Candiles de hierro
Roseta
Pedículo
Figura 3.3. Sección de un asta de ciervo.
Luchadera o garceta
Medallón
Figura 3.4. Partes de un asta de ciervo. A partir de Billamboz (1977:
66).
11
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Punta medial
Punta posterior
cachalote y narval, entre otros. Generalmente, el término marfil
se utiliza en arqueología para denominar a estas especies, en
especial a las defensas de elefantes y mamuts y a los dientes de
los hipopótamos o, como señala López Padilla (2011: 322): “El
término «marfil» ha acabado por hacerse extensivo a cualquier
diente o colmillo de mamífero suficientemente grande para que
pueda ser tallado o grabado”.
3.4.1. proboscidea
Punta anterior
Percha
Roseta
Figura 3.5. Partes de un asta de corzo. Ejemplar recuperado en
Covalta (Blasco Martín 2014: fig. 4).
3.3.2. capreolus capreolus
Es el más pequeño de los cérvidos europeos. Los machos son
de mayor tamaño que las hembras, pero el grado de dimorfismo sexual es relativamente bajo. Estos presentan astas con tres
puntas de menos de 30 centímetros y de color pardo que cuentan con unas pequeñas y características rugosidades en la base
denominadas perlado que las hacen fácilmente distinguibles. El
desmogue de los corzos se produce en invierno, hacia el mes de
noviembre, contando con las cuernas totalmente formadas entre
marzo y abril del año siguiente. La presencia de astas de corzos
trabajadas es mucho menor en comparación a las de ciervos, si
bien está documentada en el mundo ibérico (fig. 3.5).
3.4. MARFIL
La palabra marfil proviene del árabe ‘aẓm alfíl cuyo significado
literal es “hueso de elefante”. Sin embargo, a nivel anatómico,
el marfil es una materia dura y compacta (dentina) de la que
están formados los dientes de los vertebrados, junto a otras sustancias orgánicas y minerales como el esmalte y el cemento. Así
pues, los dientes están integrados por tres capas de tejido calcificado: el esmalte, que está compuesto en un 98 % por materia
mineral y es el material más duro del cuerpo; la dentina, de la
que está constituida la mayor parte del diente y que contiene un
75 % de materia mineral; y el cemento, que forma la fina capa
que reviste la dentina en la raíz del diente, con una composición
muy parecida a la de los huesos compactos. La cavidad pulpar
presenta un tejido conjuntivo laxo, vasos sanguíneos, nervios y
las células que forman el diente (Hickman et al. 2002).
Por tanto, el marfil o dentina es una sustancia común a los
dientes de todos los mamíferos, sin embargo, en algunas especies animales, la dentina es el componente principal de determinadas piezas dentales como las defensas de proboscídeo, los
caninos e incisivos de hipopótamo o los colmillos de morsa,
12
El orden de los mamíferos proboscídeos (Proboscidea) incluye,
en la actualidad, una única familia viva, los Elephantidae, representada por tres especies: el elefante asiático (Elephas maximus) y los elefantes africanos de bosque (Loxodonta africana
cyclotis) y de sabana (Loxodonta africana africana). Dentro de
este orden se incluirían también los extintos mamuts.
El marfil de proboscídeos procede de los terceros incisivos
superiores (Virág 2012: 1406). Está compuesto por materia orgánica y, en mayor medida, inorgánica: fosfato de calcio o hidroxiapatita (82 %), fosfato de magnesio (15 %), carbonato de
calcio (2 %) y fluoruro de calcio (0,25 %), reforzado con fibras
elásticas de colágeno y de lípidos (Christensen 1999: 43). Así,
presenta una composición interna considerablemente más mineralizada que la del hueso, lo que provoca que su textura sea
mucho más fina y compacta y sin las porosidades que presentan
los huesos como consecuencia de su sistema de canales.
En el caso de los elefantes africanos (Loxodonta africana),
que en la actualidad conforman la especie de proboscídeos de
mayor talla, sus colmillos pueden llegar a alcanzar los 3,5 m
de longitud (Espinoza y Mann 1992: 10). Las defensas de elefante presentan una morfología curva y una sección circular u
ovalada. Cuentan con la misma estructura que los dientes formada por una gran cavidad pulpar de forma cónica situada en
la parte proximal e interna, la dentina, el esmalte y el cemento, este último presente únicamente en la punta distal (fig. 3.6)
(Heckel 2009). Si no aparece alterado, su forma y dimensiones
son definitorias, pero si se encuentra trabajado puede resultar
más difícil de distinguir, especialmente teniendo en cuenta el
grado de alteración sufrido. En cualquier caso, el marfil de
proboscídeos presenta una serie de rasgos internos propios que
pueden ayudarnos a diferenciarlo del marfil de otros animales.
Al efectuar un corte transversal sobre los colmillos tanto de
elefante como de mamut pueden observarse las denominadas
líneas de Schreger, líneas características dispuestas en retícula observables especialmente en la parte externa del colmillo,
cerca del cemento (fig. 3.7). Según señalan Spinoza y Mann
(1992: 11), si el ángulo formado por el cruce de estas líneas es
menor de 90º se trata de marfil de mamut, si por el contrario es
mayor de 115º corresponde a elefante. El patrón de Schreger
no está presente en los dientes de otros animales. Por otra parte, en el marfil de proboscídeos también se pueden distinguir
las líneas de Owen que se presentan como anillos concéntricos de tendencia circular/oval, espaciados aproximadamente
1 cm entre sí, y que se forman cada período de entre 6 y 8
años que vive el animal (López Padilla 2011: 323). Son el
resultado del crecimiento regular en capas de formación de la
dentina, depositadas a partir de la pulpa central. Son visibles
en los cortes transversales y longitudinales a modo de líneas
paralelas, de forma similar a los anillos de crecimiento de la
madera (fig. 3.8).
[page-n-30]
3.4.2. hippopotamus amphibius
Figura 3.6. Esquema de la estructura de los colmillos de proboscídeos. Pulp cavity: cavidad pulpar; dentine: dentina; enamel: esmalte; cementum: cemento (R. White en Heckel 2009: fig. 2).
La manufactura del marfil de hipopótamos está también atestiguada en la Edad del Hierro y en cronologías anteriores, especialmente en las culturas sirio-palestina, micénica y egipcia
(Caubet y Poplin 1987 y 2010; Krzyszkowska 1988 y 1990;
Greenfield et al. 2018; Shatil 2020), así como en el territorio
cartaginés (Banerjee et al. 2017).
El marfil del Hippopotamus amphibius se obtiene de los
dientes incisivos y caninos. Estas piezas dentales presentan un
acusado dimorfismo sexual entre machos y hembras, llegando
a alcanzar, en el primer caso, los 70 cm de longitud y 1,5 kg
de peso. Tiene una densidad y blancura mayor a la del marfil
de proboscídeo debido a que en el caso de los hipopótamos los
pequeños tubos dentinales se encuentran más compactados. Su
morfología varía en cada pieza dentaria: los caninos presentan
una forma curva y una sección transversal de forma pseudotriangular en la que se aprecian las líneas de crecimiento del
diente y cuentan con una zona interseccional, semejante a una
fractura angulada, reflejo de la cavidad pulpar. Por su parte, los
incisivos son más rectilíneos, con una sección casi circular y el
extremo distal plano (Krzyskowska 1990: 24; Caubet y Poplin
1987: 274-276; Espinoza y Mann 1992: 20-21).
El marfil de hipopótamo es más difícil de trabajar que el de
elefante debido a la dureza del esmalte de su superficie y a la
forma curva de sus caninos inferiores, por lo que se ha apuntado que su utilización se concentraba en aquellos lugares donde
era una materia prima fácilmente disponible y conocida por los
artesanos locales (Caubet y Poplin 1987: 299-300). En el caso
del mundo ibérico, por el momento, no se puede señalar que este
tipo de marfil esté presente en los contextos estudiados.
3.4.3. otros marfiles
Figura 3.7. Detalle de las líneas de Schreger visibles en la pieza de
Els Vilars - 1007 (el ángulo de intersección es mayor de 115º).
Como ya hemos apuntado, existen otros marfiles que pueden
ser trabajados como los colmillos de animales marinos como
la morsa (Odobenus rosmarus), el cachalote (Physeter macrocephalus) o el narval (Monodon monoceros) e incluso el marfil
fósil de mamut (Elephas antiquus) cuya utilización en la península ibérica parece estar documentada durante el Calcolítico y
la Edad del Bronce (Schuhmacher et al. 2013: 186); si bien no
hemos documentado ninguno de ellos en el registro ibérico.
Por otra parte, los caninos e incisivos de jabalí (Sus scrofa)
son un material habitual dentro de la industria sobre materias
duras de origen animal, especialmente durante el Neolítico y la
Edad del Bronce, perforados y utilizados como adornos (Pascual 1998: 134; López Padilla 2011: 448-450). Para el mundo
ibérico no identificamos ningún diente de suido perforado y
utilizado como colgante, pero sí hemos podido atestiguar otras
modificaciones antrópicas intencionadas sobre los mismos. Por
otro lado, contamos con un ejemplar de diente de Ursus arctos
perforado y empleado como colgante.
3.5. CUERNO
Figura 3.8. Detalle de la sección transversal de un colmillo de mamut en la que se aprecian las líneas de Owen y los ángulos de Schreger menores de 90º. Lugar de hallazgo: Predio Subestación Diana
(Ciudad de México). Depositado en el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (México).
El cuerno es una prolongación ósea apuntada que nace del hueso
frontal, cubierta por una capa epidérmica (en el caso de animales como la jirafa o el okapi) o por una vaina dura y consistente
(queratina) en el caso de los rumiantes artiodáctilos, como en las
vacas/toros, cabras, ovejas y antílopes. Se desarrollan de forma
13
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gradual y simétrica desde el hueso frontal del cráneo durante su
primer año de vida. La superficie externa es granulosa y delgada
y varía en función de la alimentación y edad del animal. Los
rumiantes artiodáctilos utilizan los cuernos como defensa. Su
dimensión, sección, color y curvatura varían según el animal y
las condiciones ambientales (O’Connor et al. 2015).
Los cuernos, al contrario que las astas, no caen ni se mudan
cada año, salvo en el caso de los antílopes americanos (Davis
1989: 59). Los poseen tanto las hembras como los machos, pero
en los machos su tamaño suele ser mayor.
Morfológicamente debemos distinguir dos partes (fig. 3.9):
la clavija ósea y el estuche córneo. Esta primera es una prolongación del hueso frontal que está recubierta por el estuche
córneo. Este último, también denominado vaina o funda, está
formado por tejido queratinizado y en la zona terminal es macizo y se conoce como pitón. A menudo en la literatura el estuche
córneo y la clavija ósea son erróneamente asimilados o confundidos. Los tejidos queratinosos son tejidos fibrosos que surgen
de la dermis y la epidermis de la piel, pero, como la secreción
de queratina en las células (cornificación) hace que mueran, no
se consideran tejidos vivos (O’Connor et al. 2015).
En comparación con el hueso, el asta o el marfil, las materias
queratinosas como el cuerno están muy poco representadas en el
registro arqueológico debido a su composición interna, que provoca su desaparición con el paso de los años, y también debido a
que las únicas evidencias de su trabajo distinguibles sean las marcas iniciales dejadas sobre las clavijas óseas al separar la queratina del cuerno. Una acción que, además, ni si quiera requiere dejar
rastro: al hervir o dejar los cuernos en agua durante cierto tiempo,
dependiendo de su grosor y tamaño, y con la ayuda si fuera necesario de un golpe final, puede obtenerse la vaina queratinosa, sin
llevar a cabo ninguna otra acción tecnológica.
Una de las primeras investigadoras que puso el foco de
atención en esta materia prima olvidada fue S. Krausz (1992a),
quien estudio los restos del trabajo del cuerno en Levroux (Indre, Francia). Krausz señala que, a pesar de no tratarse de una
materia prima de gran valor económico, es más noble y agradable de trabajar que el hueso (1992b: 43). Su diversidad de
14
Parte maciza
(pitón)
Estuche córneo
Clavija ósea
Hueso frontal
Figura 3.9. Sección y partes esquematizadas de un cuerno. Adaptado de Krausz (1992a: fig.1).
colores y su elasticidad y plasticidad (puede ser cortada, torneada y/o aserrada con gran facilidad) le otorgan un gran valor
artesanal. De modo que, por sus cualidades estéticas y técnicas
y su disponibilidad en el medio, presente en animales comunes como vacas y toros y ciertas variedades de ovejas y cabras
(MacGregor 1985: 22), la convierten en una materia prima que,
casi con total seguridad, jugó un rol esencial en la producción
artesanal de útiles y adornos en todas las épocas.
[page-n-32]
4
Metodología
4.1. ANÁLISIS ANATÓMICO Y TAXONÓMICO
Los análisis anatómico y taxonómico tienen como objetivo identificar la parte anatómica y la especie animal empleadas para
elaborar los diferentes artefactos. De este modo, podemos analizar e interpretar las decisiones económicas y artesanales detrás
de la elección de cada materia prima. Este apartado metodológico se lleva a cabo desde la perspectiva de la arqueozoología.
Las identificaciones se han realizado mediante la contrastación
morfológica de los restos arqueológicos con colecciones de referencia actuales, así como con criterios diagnósticos siguiendo
diferentes obras de referencia (Pales 1971; Schmid 1972; Barone 1976; entre otros).
Debemos tener en cuenta las particularidades de los artefactos realizados sobre materias duras animales, ya que en la mayoría de los casos el soporte original ha sido totalmente modificado, por lo que no contamos con elementos que nos permitan
precisar, de forma clara, la parte anatómica a la que pertenece o
la especie animal. Por ello, cuando la especie no ha podido identificarse se señala el género o la familia a la que corresponde; si
estas tampoco se han podido determinar se matiza si se trata de
un resto de macromamífero (animales de talla grande como el
caballo, ciervo o vaca/toro/buey) o mesomamíferos (animales
de talla media como la oveja, la cabra o el cerdo) (Iborra 2004:
21). De la misma manera, si la parte anatómica empleada no ha
podido ser identificada, se especifica si se trata de un hueso largo (parte de la diáfisis y/o epífisis), plano, corto o irregular. La
identificación anatómica se centra en la presencia o no de rasgos
distintivos como la forma ósea, las secciones, las epífisis, la estructura y disposición del tejido esponjoso o el grosor del hueso compacto; características que podemos apreciar fácilmente
en huesos completos, pero que son más difíciles de precisar en
aquellos que han sufrido fuertes transformaciones de carácter
antrópico, animal o natural.
En la mayoría de los casos no se ha podido precisar la edad
del individuo o el sexo al que pertenecen. La lateralidad de los
restos óseos, por su parte, se ha señalado en prácticamente todos
los astrágalos analizados.
En el caso de las astas podemos identificar, si conservan la
parte del medallón y la roseta, si el ejemplar procede de la muda
(no presenta alteraciones) o de la caza (con marcas de aserrado,
percusión, flexión o de corte). Se detalla además si el artefacto
ha sido manufacturado sobre la percha o tallo o si procede de
alguno de los candiles o de la luchadera. Todas las cuernas trabajadas pertenecen a ciervos o corzos.
En el caso del cuerno, aunque la materia prima empleada
sería la queratina de los estuches córneos, al tratarse de una sustancia de carácter perecedero, el trabajo sobre estos se ha identificado por la presencia de marcas de aserrado en las clavijas
óseas. La identificación de la especie, género o familia a la que
pertenecen se ha llevado a cabo en función de las características formales de estas (sección, longitud, grosor) (Schmid 1972:
lám. VII).
En cuanto a la identificación del marfil, en los últimos años,
principalmente desarrollados por T. X. Schuhmacher del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y A. Banerjee y su equipo del International Centre of Ivory Study (INCENTIVS) de la
Universidad de Maguncia (Alemania), se han llevado a cabo
una serie de análisis químicos y mineralógicos para determinar su procedencia, centrados en la identificación de piezas del
calcolítico y de la Edad del Bronce peninsular (Schuhmacher y
Banerjee 2012; Schuhmacher et al. 2013; Schuhmacher 2017).
15
[page-n-33]
En estos trabajos los marfiles se han analizado mediante los métodos de espectroscopia FTIR, espectroscopia Raman y Medición de carbono y nitrógeno mediante espectroscopía de masas
de relación isotópica (IRMS) (Schuchmacher y Banerjee 2012),
comparando los datos tomados con su propia base de datos INCENTIVS de marfiles actuales y arqueológicos. Los resultados
obtenidos han reflejado que el marfil analizado procedía de colmillos de elefantes africanos y asiáticos, así como de mamut,
de hipopótamo y cachalote (Schuhmacher et al. 2013: 186). Por
nuestra parte, tras una cuidada revisión bibliográfica de estos
trabajos, dentro del proyecto MHUMAC, intentamos aplicar dichas técnicas analíticas de procedencia ebúrnea en el Instituto
Universitario de Ciencia de los Materiales de la Universitat de
València (ICMUV), junto al equipo del Dr. Clodoaldo Roldán
García. Partiendo de una pequeña muestra de marfiles arqueológicos y actuales aplicamos tres técnicas espectroscópicas no
destructivas: Espectroscopia IR, Raman y de Fluorescencia de
rayos X. Sin embargo, consideramos que en nuestro caso los
resultados obtenidos no resultaban concluyentes y no permitían
identificar el origen del marfil. Cuando se trata de muestras arqueológicas, las alteraciones que produce el tiempo y el entorno hacen más difícil establecer mediciones e interpretaciones
claras, ya que la presencia de carbonatos y la descomposición
de parte de los componentes orgánicos de la materia prima dificultan la obtención de espectros de calidad. Además, los espectros resultaron muy similares y no contábamos con acceso a una
base de datos potente sobre la que poder realizar comparaciones. Por ello, por el momento, no hemos efectuado más análisis
arqueométricos de identificación de la procedencia de las materias primas ebúrneas, debido a las limitaciones analíticas que requerirían de una mayor inversión de dinero que la concecida al
proyecto MHUMAC y también de tiempo. Esperamos que, en el
futuro, gracias a un planteamiento interdisciplinar, que tenga en
cuenta estos estudios y nuevos procesos analíticos a través del
ADN (Goffette et al. 2021), puedan reexaminarse los marfiles
peninsulares de la Edad del Hierro, llevando a cabo analíticas
que tengan en cuenta las alteraciones postdeposicionales y, por
ende, las variaciones de las mediciones del marfil actual con las
piezas arqueológicas. Todo ello condicionado a la preservación
y conservación de las piezas arqueológicas, ya que parte de estos estudios requieren de toma de muestras microdestructivas.
Así, la caracterización del marfil de las piezas ibéricas la
hemos llevado a cabo por sus aspectos identificativos a nivel
morfológico de forma macro y microscópica: textura, sección y
la presencia o no de las líneas de Schreger y líneas de Owen en
determinados ejemplares. Hemos documentado únicamente el
uso de marfil de elefante, más allá del trabajo sobre determinados dientes de mamíferos de menor tamaño que se especifican
en cada caso. Si bien es cierto que en algunas de las piezas ebúrneas de menor tamaño no es posible asegurar, con total seguridad, su identificación taxonómica al no contar en ellas, por su
reducido tamaño y/o por el grado de modificación sufrido, con
rasgos definitorios suficientes, por lo que en estos casos se han
clasificado de forma genérica como marfil.
Por otra parte, para llevar a cabo un estudio completo de
toda la industria sobre materias duras animales es necesario, no
solo analizar las piezas que previamente han sido catalogadas
como “industria ósea” en los museos o centros de investigación
en los que están depositadas, sino revisar toda la fauna recupe16
rada en los trabajos arqueológicos de cada yacimiento, en busca
de piezas que hayan podido pasar inadvertidas, tanto objetos
terminados como, fundamentalmente, matrices, soportes, desechos de trabajo o piezas descartadas y astrágalos trabajados. Así,
en los yacimientos en los que ha sido posible llevarlo a cabo (se
especifica en cada caso) hemos revisado los restos faunísticos
con el objetivo de identificar estas piezas. Asimismo, hemos
comparado las caracterizaciones anatómicas y taxonómicas de
nuestros artefactos con los datos zooarqueológicos publicados
de los yacimientos investigados (Iborra 2004; Colominas 2008;
Nieto 2012; Iborra y Vives-Ferrándiz 2015; Valenzuela-Lamas
et al. 2017; entre otros), con el objetivo de contrastar las piezas
manufacturadas con el grueso de los restos faunísticos de cada
asentamiento, para poder identificar pautas de consumo, producción y aprovechamiento artesanal de los animales domésticos y silvestres equivalentes o disímiles.
4.2. ANÁLISIS TIPOLÓGICO
4.2.1. justificación de la elaboración
de una nueva tipología
Con el objetivo de entender de forma óptima las piezas elaboradas sobre materias duras animales de época ibérica hemos desarrollado una tipología de estudio adaptada a las características
y necesidades del corpus analizado. Para su elaboración hemos
seguido diversos trabajos que previamente han abordado, desde
diferentes perspectivas, el análisis tipológico de estos objetos
tanto en la Prehistoria Reciente, en este caso fundamentalmente en el ámbito peninsular (Pascual 1998; López Padilla 2011;
Adán 2013), como en época romana (ámbito europeo y peninsular) (Béal 1983; MacGregor 1985; Mezquíriz 2009).
Desde las primeras clasificaciones establecidas por la escuela francesa en el último cuarto del s. XX, recogidas en los
cuadernos de las Fiches typologiques de l’industrie osseuse
préhistorique, se definieron una serie de criterios esenciales
que las tipologías de las piezas de hueso, asta y marfil debían
tener en cuenta: la morfología de la extremidad distal, el origen anatómico y las técnicas empleadas (Camps-Fabrer 1979:
17). Teniendo como base estos criterios y, yendo un poco más
allá, consideramos que el análisis de una pieza debe reflejar la
interacción entre morfología, técnica y función (Sidéra 1993;
Legrand 2005). La forma, la materia prima, la función, la tecnología y la decoración definen un objeto (Calvo 1999: 32). Así
pues, la forma de un objeto está determinada, en gran parte,
por la función para la que fue creado y para su comprensión
deben considerarse variables como eficacia (para su fabricación, producción tecnológica y elección de la materia prima, y
también para cumplir la función para la que ha sido creado) y
gusto (adaptándose en forma y en decoración al ideal del objeto buscado). Dos grandes aspectos estilístico-culturales y funcional-culturales que deben valorarse a la hora de comprender
cualquier parte de la cultura material.
Motu proprio queremos plantear cierta autocrítica, ya que
existe una innegable problemática en reducir algo complejo a una
tipología. Las categorías no siempre son cerradas, ciertas piezas
comparten atributos a pesar de ser distintas y objetos de formas
similares o incluso idénticos pueden servir para realizar funciones diversas. Hemos intentado expresar la mayor claridad posible
[page-n-34]
Figura 4.1. Matriz de asta
de Cervus elaphus del Puig de
Sant Andreu.
con esta tipología. Se centra en los atributos morfológicos, especialmente en las características del extremo o extremos activos y
en la funcionalidad de las piezas que podemos conocer gracias
a trabajos previos, a paralelos históricos (fundamentalmente las
fuentes gráficas y escritas del mundo antiguo) y etnográficos,
así como a nuestros propios trabajos experimentales. Al fin y al
cabo, de una u otra manera, todo conocimiento ordenado de la
cultura material arqueológica supone una simplificación de una
realidad más profunda, pero no por ello debemos disuadirnos de
intentar acercarnos a los objetos para después poder leer en ellos,
tras su estudio taxonómico, tipológico, tecnológico, decorativo,
funcional y contextual, realidades culturales más complejas.
Por tanto, no pretendemos únicamente hacer un listado de
piezas ordenado, que no contemple la variabilidad social que
existe detrás de estas, tanto de las personas que las producen
como de las personas que las usan. Los estudios tipológicos,
complementarios a los análisis tecnológicos, siempre deben
aspirar al conocimiento social que puede leerse en ellos. Resultan necesarios para entender el trabajo artesanal detrás de
un objeto y son los primeros escalones que subir para entender
su funcionalidad y su valor cultural. Así pues, son un medio
para acercarnos a los grupos sociales del pasado y no un fin
en sí mismos. “Si centramos nuestra atención sobre la gente y
su conducta el artefacto se convierte esencialmente en un medio para alcanzar este objetivo. Los artefactos siguen siendo
nuestros datos operativos, y la clasificación nuestro método básico, pero la unidad primaria que merece consideración debe
conceptualizarse en otro nivel más importante, en términos de
gente” (Chang 1967: 25-26). Aspecto que esperamos justificar
con la globalidad de este trabajo.
de cada una de esas familias se realiza una distinción entre tipos de piezas, atendiendo a su morfología (secciones y forma)
y a aspectos tecnológicos que las puedan definir. En la medida
de lo posible los tipos de piezas se asocian con sus funcionalidades matizando su interpretación cuando no se conoce con
exactitud para qué pudieron ser empleadas. Hemos definido un
total de 37 tipos. A su vez, atendiendo a los distintos rasgos que
permitan establecer diferencias dentro de ellos se han creado
subtipos numerados también de forma correlativa. En cada caso
se especifica cuáles son los criterios que se han considerado más
adecuados para llevar a cabo cada subdivisión. Por último, en
algunos subtipos se señalan además diversidades entre ellos,
que se especificarán como variantes (ligadas fundamentales a
elecciones de acabados estéticos) precedidas de una letra minúscula en orden alfabético.
4.2.3. tipología
I. Matrices. Piezas enteras o fragmentos de materia prima que
apenas han sido modificadas anatómicamente, en ellas se
pueden ver marcas relacionadas con la acción de extraer soportes. Este tipo de marcas pueden aparecer combinadas con
otras huellas de consumo, carnicería o despiece. Se trata del
primer estadio del proceso de elaboración de objetos (fig.
4.1).
II. Soportes o piezas en proceso de elaboración. Piezas no acabadas, obtenidas de las matrices y que por lo general tienen,
o al menos se intuye, la forma y dimensiones de los objetos
que se van a configurar. Se corresponden con el segundo
estadio del proceso de manufactura (fig. 4.2).
4.2.2. explicación del listado tipológico
En esta tipología diferenciamos, en primera instancia, seis grandes grupos identificados con números romanos, los cinco primeros hacen alusión al estado o fase en el que se encuentran
las piezas dentro del proceso de transformación de la materia
prima: I. Matrices, II. Soportes o piezas en proceso de elaboración, III. Piezas terminadas, IV. Piezas de orden secundario
y V. Desechos de trabajo. En último lugar hemos diferenciado
el grupo VI. Astrágalos, grupo particular que explicamos más
adelante en este capítulo. Dentro de las piezas terminadas (III),
realizamos una distinción en diez grandes familias (numeradas
de forma correlativa en números arábigos) en función, esencialmente, de la forma del extremo o de las partes activas de la pieza
que condicionan su funcionalidad. En el caso de la décima familia se incluyen aquellas piezas indeterminadas que no encajan
claramente en ninguna de las anteriormente presentadas. Dentro
Figura 4.2. Soporte sobre diáfisis de hueso largo de macromamífero
de La Bastida de les Alcusses.
17
[page-n-35]
III. Piezas terminadas. Objetos manufacturados en su estadio
final. Atendiendo a la morfología de la parte activa distinguimos entre familias y tipos; matizándose posteriormente
en cada caso, en función de características formales o tecnológicas, diversos subtipos y, en ocasiones particulares,
variantes.
1. Objetos apuntados. Piezas definidas por presentar su
extremidad distal y activa apuntada mediante diferentes
técnicas de trabajo.
1.1. Aguja. Útil alargado que en su extremo distal se encuentra apuntado y en el proximal perforado. Puede presentar secciones variadas, si bien en la parte
distal suele ser circular. Establecemos subtipos en
función del número de perforaciones que presenta,
en el caso del mundo ibérico todas las documentadas son de forma circular u ovalada (fig. 4.3).
1.1.1. Una perforación.
1.1.2. Dos perforaciones.
1.2. Alfiler. Útil alargado y apuntado similar a la aguja
pero que, por lo general, no presenta perforación
alguna en su extremidad proximal. La sección es
circular, oval o cuadrada en la parte proximal y
disminuye de grosor desde la cabeza a la punta,
siendo siempre circular en su extremo distal. El
extremo proximal (cabeza) está trabajado, y puede presentar diferentes remates. Habitualmente la
1.1.1
1.1.2
Figura 4.3. Subtipos de agujas. 1.1.1. Mas Castellar. 1.1.2. Kelin.
1.2.1.a
1.2.1.b
1.2.1.c
1.2.2.a
1.2.2.b
cabeza y la parte mesial de la pieza están decoradas. En función de la terminación de la cabeza
distinguimos diferentes subtipos (fig. 4.4):
1.2.1. Sin cabeza diferenciada. No existe una
distinción entre el cuerpo de la pieza y el extremo proximal. Entre las variantes diferenciamos
aquellas con:
1.2.1.a. Remate redondeado.
1.2.1.b. Remate cónico.
1.2.1.c. Remate plano.
1.2.2. Cabeza diferenciada. Entendemos por cabeza diferenciada toda aquella que sobresalga
de la proyección original del cuerpo del alfiler.
Debe haber una planificación técnica previa para
adaptar la materia prima a la forma deseada.
1.2.2.a. Esférica.
1.2.2.b. Compuesta.
1.2.2.c. Segmentada.
1.2.2.d. Poligonal irregular.
1.2.2.e. Zoomorfa.
1.2.2.f. Vegetal.
1.2.2.g. Antropomorfa.
1.3. Biapuntado. Instrumento terminado en punta
por ambos extremos, con fuste recto o curvo y
secciones diversas (fig. 4.5).
1.4. Apuntado plano. Objeto terminado en punta en
su sección distal. Está definido por la sección
plana de la pieza, especialmente en las partes
proximal y mesial. Suele contar con molduras
decorativas. Son piezas poco habituales en el registro ibérico (fig. 4.5).
1.5. Punta de flecha. Útil apuntado por su extremidad
distal de morfología variada, totalmente facetado
y que puede presentar o no pedúnculo. Suele estar
realizada sobre asta de cérvido. Su presencia es habitual en cronologías prehistóricas (fig. 4.5).
1.6. Punzón. Útil manufacturado sobre huesos largos
o planos y, en menor medida, sobre astas de cérvido. Su extremidad distal es apuntada y la proximal conserva la estructura natural del soporte
sin trabajar o ligeramente acondicionada. Por
tanto, se trata de útiles parcialmente facetados y
de sección variable, condicionados por el soporte
sobre el que han sido elaborados (fig. 4.5).
1.2.2.c
1.2.2.d
1.2.2.e
1.2.2.f
1.2.2.g
Figura 4.4. Subtipos y variantes de alfileres ibéricos. 1.2.1.a. Covalta; 1.2.1.b. La Bastida de les Alcusses; 1.2.1.c. El Tossal de Sant Miquel; 1.2.2.a. El Palomar; 1.2.2.b. El Amarejo; 1.2.2.c. La Serreta; 1.2.2.d. La Serreta; 1.2.2.e. Covalta; 1.2.2.f. Finca Gil de Olid; 1.2.2.g.
Finca Gil de Olid (los ejemplares de Finca de Gil de Olid adaptados de Ruiz Rodríguez et al. 1984: fig. 9).
18
[page-n-36]
1.3
1.7
1.6
1.4
1.8.1.a
1.8.2.a
1.8.2.b
1.5
Figura 4.5. Diversas piezas apuntadas. 1.3. Biapuntado de la Penya del Moro; 1.4. Apuntado plano de San Antonio de Calaceite;
1.5. Punta de flecha de Mas Castellar; 1.6. Punzón del Amarejo; 1.7. Punzón doble del Alto Chacón. 1.8.1.a. Stilus sin cabeza
diferenciada y remate biselado de El Palomar; 1.8.2.a. Stilus con cabeza diferenciada y remate tipo clavo de La Serreta; 1.8.2.b.
Stilus con cabeza diferenciada y remate redondeado del Tossal de Sant Miquel.
extremo distal es apuntado y el proximal espatulado o facetado, por lo que podría actuar como
borrador y alisador, o esférico/ovalado (fig. 4.5).
Se trata de una pieza propia de cronologías romanas o ibero-romanas.
1.8.1 Sin cabeza diferenciada.
1.8.1.a. Remate biselado.
1.8.2. Con cabeza diferenciada.
1.8.2.a. Tipo clavo.
1.8.2.b. Esférica/ovalada.
2. Objetos biselados. Útiles en los que al menos uno de
sus extremos o lados ha sido obtenido mediante uno o
dos planos oblicuos, transversales o paralelos al eje mayor de la pieza realizados por técnicas como el aserrado,
la abrasión y/o el pulido formando un bisel.
2.1. Cincel. Útil con una parte activa formada mediante un bisel simple o doble. Suelen realizarse
sobre materias primas robustas, como huesos largos de macromamíferos o sobre astas de ciervos
(fig. 4.6).
Figura 4.6. Cincel de asta de Els Vilars.
1.7. Punzón doble. Útil similar al punzón pero que
presenta dos puntas finas y paralelas entre sí en
el extremo activo, mientras en el proximal cuenta con la epífisis ósea natural o parcialmente modificada. Algunos autores lo denominan “horquilla” (VV.AA. 2007: 313). Distinguimos subtipos
en función de si presentan o no perforación circular en el extremo proximal (fig. 4.5).
1.7.1. Sin perforar.
1.7.2. Perforado.
1.8. Stilus. Pieza alargada, de sección circular, que
habitualmente presenta un engrosamiento en su
parte mesial o distal que facilita su prensión; el
2.2. Retocador. Objeto definido por presentar al menos un extremo activo biselado. Suelen elaborarse sobre huesos poco modificados o astas de cérvidos. Algunos autores los incluyen en objetos
biselados (Adán 1997: 46), otros en objetos romos (Rodanés 1987: 11) o en objetos redondeados o romos (Maicas Ramos 2007: 189). Actúan
de forma directa o indirecta sobre otras materias
primas, realizando retoques o extracciones sobre
las mismas por lo que es común que presenten
marcas de uso como el piqueteado y/o el embotado en el extremo activo (fig. 4.7). Su presencia
es habitual en el Paleolítico Superior, decreciendo a partir del Neolítico (Maicas Ramos 2007:
189); de hecho, resultan excepcionales en época
ibérica.
19
[page-n-37]
relacionarse con la mezcla y aplicación de ungüentos, perfumes o sustancias similares. Son
útiles habituales en época romana (fig. 4.8).
3.3. Espátula. Artefacto alargado de sección plana que
presenta los laterales y el frente romo (fig. 4.8).
3.4. Pasador. Útil con dos extremos romos o redondeados diferenciados de la parte mesial de la pieza, más estrecha que los extremos (fig. 4.8).
Figura 4.7. Retocador de hueso de Els Vilars.
3. Objetos romos. Útiles que presentan su parte o partes
activas sin aristas, de forma lisa o redondeada. Su uso
prolongado puede acrecentar la regularización o embotado del extremo o extremos activos.
3.1. Varilla. Instrumento de morfología y sección
rectangulares que presenta el cuerpo alargado y
liso, acabado en forma plana (fig. 4.8).
3.2. Cucharita. Útil definido por una pala de sección cóncava más o menos pronunciada en su
extremidad distal y por un mango más estrecho que la sección distal. Su longitud, grosor
y sección pueden ser variables. No son muy
abundantes en los yacimientos ibéricos, seguramente porque la mayoría de ellas se fabricarían sobre materias primas de carácter perecedero. Las cucharas de pequeño tamaño pueden
3.5. Tapón. Pieza roma en al menos uno de sus extremos. Morfología variable, adaptados al recipiente
que tendrían que tapar, aunque lo más habitual es
que presenten sección circular y sean de pequeño tamaño (< 2,5 cm de longitud) (fig. 4.8). La
distinción en el uso de estas piezas como tapones
o como otros útiles como fichas puede resultar
compleja, siendo necesario prestar atención a los
contextos de hallazgo y a los objetos asociados.
Algunos tapones aparecen perforados en el extremo distal para reforzar el mecanismo de cierre
del útil en el que van insertos.
3.6. Disco. Pieza de forma circular y sección plana. Aparecen en un número variado de materias
primas y pueden estar o no decorados. Tendrían
usos diversos, pudiendo actuar como fichas de
juego, elementos para contar, útiles decorativos,
etcétera (fig. 4.8).
3.7. Bobina. Pieza de sección circular y cuerpo cilíndrico con una característica forma más estrecha
en la parte mesial, los extremos distales son de
forma roma, redondeada o plana (fig. 4.8).
3.8. Percutor. Pieza roma y robusta realizada, de forma habitual, sobre astas de cérvidos, para golpear superficies, con la finalidad de extraer partes de estas, como en el caso de la industria lítica
y la obtención de lascas (fig. 4.8).
3.1
3.3
3.8
3.4
3.2
3.5
3.7
3.6
Figura 4.8. Objetos romos. 3.1. Varilla de La Serreta; 3.2. Cucharita de La Bastida de les Alcusses; 3.3. Espátula del Puig de Sant Andreu;
3.4. Pasador de La Peña de las Majadas; 3.5. Tapón del Puig de Sant Andreu; 3.6. Disco del Puig Castellar; 3.7. Bobina de El Puig d’Alcoi;
3.8. Percutor del Puig de la Nau.
20
[page-n-38]
4. Objetos receptores. Piezas en la que una o dos de sus
extremidades han sido preparadas para encajar en ellas
otro útil (lítico, metálico, orgánico…). Para obtener este
tipo de objetos es necesario acondicionar o vaciar parcial o totalmente el interior de los soportes y habilitar
los bordes para que pueda ensamblarse la pieza activa.
4.1. Mango. Son útiles ideados como parte complementaria de otros instrumentos (metálicos, orgánicos, líticos, etcétera) con la finalidad de facilitar
la utilización de estos, permitiendo su prensión y
mejorando su rendimiento. Así pues, son objetos
realizados con la intención de cubrir y enmangar
parte de otro elemento en su interior, para lo cual
deben ser adaptados vaciando de forma total o
parcial su interior o mediante una abertura transversal a la pieza en forma de V. Distinguimos
subtipos según la forma que presentan y, en relación con ello, según las acciones tecnológicas
realizadas en su manufactura (fig. 4.9):
4.1.1. Mangos que mantienen la forma del soporte (candil o hueso): aserrados o cortados únicamente en un extremo.
4.1.2. Mangos cilíndricos: aserrados o cortados
por ambos extremos.
4.1.3. Mango con talón. Piezas laminares con talón
redondeado de mayor anchura que el cuerpo de la
pieza y un pequeño saliente como defensa o guarda
de la mano. Soporte totalmente modificado y regularizado. La hoja probablemente se sujetaba
con unas virolas y remaches de bronce o hierro.
4.1.4. Mango rectangular. Mango con una forma
rectangular o pseudorectangular. Soporte modificado y regularizado para obtener la forma deseada.
4.1.1
4.2. Cacha. Similar al mango, pero cubre únicamente
una de las caras de la pieza a la que enmanga. Serían necesarias al menos dos cachas por pieza para
la prensión del útil. Presentes en las empuñaduras
de las espadas o de pequeños cuchillos. Suelen
presentar perforaciones en las que se encajan los
clavos que la aseguran al útil enmangado (fig. 4.9).
4.3. Tubo. Útil cilíndrico de sección anular realizado
sobre huesos largos de paredes finas de aves o de
mesomamíferos que se acondicionan aserrando
o cortando de modo transversal una o ambas epífisis, siendo esta última opción la más habitual.
Distinguimos subtipos en función de la materia
prima sobre la que han sido elaborados, ya que
su elección resulta singular (especialmente en el
caso de los huesos de ave) y condiciona las dimensiones del útil (fig. 4.10):
4.3.1. Realizados sobre diáfisis de huesos largos
de mesomamíferos. No superan los 9 cm de longitud. En función de si presentan o no perforaciones diferenciamos dos variantes:
4.3.1.a. Perforado. Con dos perforaciones
circulares, de menos de 3 mm de diámetro,
enfrentadas en uno de sus extremos, donde
se encajaría una pieza de otra materia prima como un pequeño palo de madera o una
cuerda para cerrar y abrir un tapón inserto en
el tubo (realizado en hueso, madera, corcho,
etcétera) que contaría también con una perforación del mismo diámetro que la del tubo.
De esta manera, podrían ser utilizados como
pequeños recipientes.
4.3.1.b. Sin perforar.
4.2
4.1.2
4.1.3
4.1.4
Figura 4.9. Subtipos de mangos y cacha. 4.1.1. Puig de Sant Andreu; 4.1.2. Puig de Sant Andreu; 4.1.3. Turó del Montgròs; 4.1.4. Illa d’en
Reixac. 4.2. La Bastida de les Alcusses.
4.3.1
4.3.2
Figura 4.10. Subtipos de tubos. 4.3.1. Covalta; 4.3.2. La Seña.
21
[page-n-39]
4.3.2. Realizados sobre diáfisis de huesos largos
de aves rapaces. Su longitud en los ejemplares
completos puede superar los 20 cm. Todos los
ejemplares documentados tienen dos perforaciones enfrentadas en uno de sus extremos, de menos de 3 mm de diámetro y, en ocasiones, atravesadas por un remache metálico.
4.4. Caja. Pieza elaborada sobre asta de ciervo totalmente vaciada en su parte interna, normalmente
realizada en una parte ancha de la cornamenta,
como la parte central de la luchadera. Presenta
perforaciones enfrentadas en sus extremos. En
ellos, con la ayuda de las perforaciones, se insertarían tapones de otras materias primas (como
madera o corcho) que actuarían como cierre del
pequeño contenedor. El grosor de la pared del
asta es menor a 5 mm. La sección es anular en
cada uno de los extremos, de forma circular/pseudocircular u ovalada/pseudoovalada (fig. 4.11).
4.5. Bisagra. Pieza de forma cilíndrica y de sección circular que presenta en la parte mesial una o varias
perforaciones que, generalmente, solo atraviesan
una de las paredes óseas. Forma parte de un herraje
compuesto, articulado, que posibilita el giro de las
tapaderas de arquetas, cajas o pequeños muebles.
En la parte interna y hueca de la pieza se ensambla un eje de madera que permite el movimiento
de apertura y cierre del conjunto (fig. 4.12). La
mayoría de las bisagras presentan en la parte externa finas estrías paralelas entre sí originadas por
el movimiento continuo de la las mismas en el
ensamblaje del que forma parte. Están realizadas
fundamentalmente sobre metacarpos o metatarsos
aserrados de animales de talla media, como ovicaprinos, y de talla grande, como equinos y bovinos,
ya que son soportes óseos con una forma idónea
para la función buscada. También en época romana
es habitual encontrar bisagras realizadas sobre metápodos de Equus caballus y Bos taurus (Schmid
1972: 44). Presentamos tres subtipos en función
del número y de la forma de perforaciones que,
en la mayoría de los casos, solamente atraviesan una de las paredes óseas.
Figura 4.11. Caja de asta de ciervo de El Puntal dels Llops.
22
4.5.1. Una perforación circular.
4.5.2. Dos perforaciones circulares.
4.5.3. Una perforación circular y una rectangular.
En el estudio sobre las bisagras de hueso del
mobiliario fenicio de la necrópolis de Campos
Elíseos (Gibralfaro, Málaga) se realiza una tipología de las mismas basada, de igual manera, en
la forma y número de perforaciones que presentan, distinguiendo entre aquellas que no tienen
perforación; las que cuentan con una de forma
circular; con una rectangular; con dos perforaciones: una rectangular y una circular; o con
tres: una rectangular y dos circulares (PérezMalumbres et al. 2000).
4.6. Pomo. Pieza empleada como implemento y/o
adorno de otros útiles como mangos, armas o bastones. El único ejemplar ibérico identificado hasta
el momento está realizado sobre marfil y presenta
una perforación circular que atraviesa toda la pieza
en sentido longitudinal (fig. 4.13). En cronologías
de la Edad del Bronce se documentan piezas similares (López Padilla 2011: 459-462).
5. Objetos dentados. Piezas definidas por tener al menos
uno de sus extremos dentados.
5.1. Peine sencillo. Placa de forma rectangular o trapezoidal, que se caracteriza por tener, en uno de
sus lados largos, dientes destacados y separados,
de diverso número y tamaño (fig. 4.14). Las dimensiones de los ejemplares completos oscilan
entre 7,6-10,3 cm de longitud, 3-4,5 cm de altura
y 0,3-0,8 cm de grosor. Todos los peines realizados sobre materias duras animales en época ibérica han sido elaborados sobre marfil. En función
de la morfología del puente hemos establecido
dos subtipos (Mata Parreño et al. 2017: 144).
5.1.1. Puente trabajado; la mayoría presentan
una parte central moldurada.
5.1.2. Puente recto.
Figura 4.12. Reconstrucción del funcionamiento de las bisagras de hueso. Dibujo de Emili Revilla. Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona (Mezquíriz 2009: 187).
[page-n-40]
Figura 4.13. Pomo de Els
Vilars. Imagen: Servei de
Reproducció d’Imatge de la
Universitat de Lleida.
Puente
Proximal
Parte
medial
Medial
Lateral
Pata
Distal
Pata
Parte distal
Pata
Cabe apuntar que en el depósito votivo de El Amarejo (Bonete, Alicante) (Broncano 1989: 38, fig. 4, 3
y lám. XXXI; Mata Parreño et al. 2017: 152-153),
se halló un peine doble, esto es, con dos hileras de
dientes en los dos lados largos opuestos, realizado
en madera. Por esta razón se ha diferenciado el tipo
5.1. como peine sencillo. El tipo peine doble, por el
momento, no se incluye expresamente en este listado tipológico ya que no se conoce ningún ejemplar
realizado sobre materias duras animales.
6. Objetos perforados. Piezas definidas por presentar
una o más perforaciones que resultan fundamentales
para procurarle la utilidad deseada al artefacto. Las piezas aquí integradas poseen formas y usos variables.
6.1. Anillo. Objeto perforado de un diámetro exterior
no superior a 35 mm. Presenta un gran orificio
central de entre 9 y 26 mm (Pascual 1998: 152)
(fig. 4.15).
6.2. Botón. Pieza que puede presentar formas diversas
(triangular, redondeado, rectangular, entre otras)
y que cuenta con al menos una o dos perforaciones por las que se pasarían fibras vegetales o animales. Son útiles habituales en cronologías neolíticas y de la Edad del Bronce (fig. 4.15) (Pascual
1998: 164-170; López Padilla 2011: 464-473).
Figura. 4.14. Denominación de
las partes de un peine sencillo
sobre un ejemplar del Cerro de
las Cabezas (Mata Parreño et
al. 2017: fig. 2).
6.4
6.1
6.2
6.3
Figura 4.15. Diversos tipos de objetos perforados. 6.1. Anillo de
Libisosa (adaptado de Uroz 2012: fig. 129); 6.2. Posible botón de
Olèrdola; 6.3. Pieza pseudotriangular del Tos Pelat; 6.4. Colgante
de la Illa d’en Reixac.
23
[page-n-41]
6.3. Pieza pseudotriangular. Parte central de asta de
cérvido aserrada en sentido longitudinal y perforada en los extremos (fig. 4.15). No hay acuerdo
respecto a la funcionalidad de este tipo de piezas.
Se ha apuntado a su posible utilización como camas de caballo (Tardío y Zamolla 2011: 62-63) o
para elaborar cuerdas (Provenzano y Boucherat
2010). Estos últimos autores basan su teoría en el
análisis traceológico de las perforaciones en las
que documentan una fuerte deformación que, según sus estudios experimentales, se debe al roce
continuado de materias primas blandas animales
o vegetales; por ello proponen su utilización en
las tareas de cordería. Cabe tener en cuenta que
al utilizar estas piezas en cualquier otra tarea que
requiriese introducir en las perforaciones cuerdas vegetales o animales se podrían provocar
alteraciones similares.
6.4. Colgante. Objeto de forma, tamaño y sección
variables que presenta al menos una perforación,
a través de la cual se puede pasar un hilo o cuerda para colgar la pieza (fig. 4.15). El grado de
transformación del soporte puede variar considerablemente y pueden estar o no decorados.
6.5. Cuenta. Pieza simétrica de pequeño tamaño con
perforación central normalmente única. En función
de la forma distinguimos tres subtipos (fig. 4.16):
6.5.1. Circular. Realizada sobre diáfisis de hueso largo de meso/macromamíferos totalmente
transformadas. Son las más habituales en el registro ibérico.
6.5.2. Sobre vértebra de pez.
6.5.3. Cilíndrica.
6.6. Fusayola. Útil de forma semiesférica o troncocónica, de sección circular que presenta un orificio
central que atraviesa el cuerpo de la pieza longitudinalmente. Realizadas sobre cabezas femorales de meso/macromamíferos. En función de su
forma distinguimos dos subtipos (fig. 4.17):
6.6.1. Semiesférica.
6.6.2. Troncocónica.
6.7. Candil/hueso con una abertura. Candil o hueso
con una abertura o perforación irregular o poligonal en uno de sus extremos que solo atraviese una de las paredes del asta o del hueso
(fig. 4.18). Algunos autores asocian estas piezas
con silbatos (Maicas Ramos 2007: 186), otros
con camas de bocado de caballos (Escudero y
Balado 1990).
6.6.1
6.6.2
6.5.1
Figura 4.17. Subtipos de fusayolas. 6.6.1. La Moleta del Remei y
6.6.2. Kelin.
6.5.2
6.5.3
Figura 4.16. Subtipos de cuentas. 6.5.1. Puig de Sant Andreu; 6.5.2.
El Puig d’Alcoi; 6.5.3. La Hoya de Santa Ana.
24
Figura 4.18. Candil con abertura en el extremo distal del Tossal de
Sant Miquel.
[page-n-42]
6.8. Placa perforada. Pieza plana, fabricada generalmente sobre hueso, con un desarrollo mayor
en su eje longitudinal que en el transversal.
Tiene forma rectangular y culmina en unos
remates en los extremos de formas variadas
(redondeados, rectos, dentados, triangulares).
Se caracteriza por presentar múltiples perforaciones agrupadas en una, dos o tres hileras
y, normalmente, una perforación de mayor tamaño en sus dos extremos (fig. 4.19). Por su
morfología, por la presencia de los orificios
y tras haberse realizado estudios experimentales, se han interpretado, mayoritariamente,
como pequeños telares horizontales (LeroiGourhan 1943: 263-265; Ruano y Montero
1989; Ramseryer 2001: 37-41; Mata Parreño
et al. 2018). En función del número de hileras
de perforaciones y de la forma de sus extremos
distinguimos:
6.8.1. Placa con una hilera de perforaciones.
6.8.1.a. Extremos redondeados.
6.8.1.b. Extremos rectos.
6.8.1.c. Extremos dentados.
6.8.1.d. Extremos triangulares.
6.8.2. Placa con dos hileras de perforaciones.
6.8.2.a. Extremos redondeados.
6.8.2.b. Extremos rectos.
6.8.2.c. Extremos dentados.
6.8.2.d. Extremos triangulares.
6.8.3. Placa con tres hileras de perforaciones.
6.8.3.a. Extremos redondeados.
6.8.3.b. Extremos rectos.
6.8.3.c. Extremos dentados.
6.8.3.d. Extremos triangulares.
6.8.1
6.8.2
7. Objetos poliédricos. En este grupo se incluyen las
piezas definidas por la configuración de su cuerpo en
forma de poliedro, bien tengan una sección maciza
o hueca.
7.1. Dado. Pieza cúbica obtenida por el aserrado y
abrasión/pulido de la materia prima elegida hasta
obtener unas caras regulares en forma de cubo o
paralelepípedo que, normalmente, aparecen numeradas con círculos incisos simples o dobles y
se puntúan del 1 al 6 (fig. 4.20).
8. Objetos fusiformes. Piezas definidas por su forma
alargada y elipsoide, así como por presentar los extremos más delgados que el centro.
8.1. Huso. Útil que presenta una sección redondeada en la parte mesial que se vuelve más estrecha hacia los extremos. Ese engrosamiento del
fuste de la pieza favorecería la confección de
las bobinas de hilo (Béal 1983: lám. 29). Puede tratarse de una pieza compuesta, realizada
mediante la combinación de partes diferentes
que se ensamblan entre sí. Los husos de hueso
de época ibérica aparecen documentos casi exclusivamente en espacios funerarios, como es
el caso de la necrópolis de L’Albufereta (Verdú 2015: 409, fig. 3.463) o de El Cigarralejo
(fig. 4.21).
9. Piezas decorativas. Piezas fabricadas sobre materias
duras de origen animal de características especiales en
las que prevalece su funcionalidad ornamental y, por
tanto, su valor artístico y/o simbólico.
9.1. Placa o aplique. Lámina de hueso, asta o marfil de sección plana y de formas diversas. Diseñada para que funcione como aplique de otro
objeto: cajas, arquetas, muebles, herramientas,
etcétera. Presentan la cara frontal y los laterales trabajados y con un acabado cuidado,
la cara dorsal, por su parte, apenas ha sufrido
modificación y suele contar con unos motivos
incisos reticulados que servirían para adherir
mejor la pieza a la superficie a la que cubriría
o en la que iría inserta. Resulta común que las
6.8.3
Figura 4.19. Subtipos de placas perforadas. 6.8.1. La Bastida de les
Alcusses; 6.8.2. Necrópolis de la Serreta; 6.8.3. Els Vilars.
Figura 4.20. Dados de marfil de la tumba 43 de Coimbra del Barranco Ancho. S. II a.C.
Figura 4.21. Huso de El Cigarralejo.
25
[page-n-43]
placas de mayor tamaño presentan decoración
incisa con motivos decorativos figurados o
geométricos. En función de su forma distinguimos entre (fig. 4.22):
9.1.1. Rectangular.
9.1.2. Triangular.
9.1.3. Lanceolada.
9.1.4. Circular u ovalada.
9.1.5. Trapezoidal.
9.1.6. Meandros.
9.1.7. Figurada.
9.1.8. Otras. Formas variables que no encajan en
ninguna de los subtipos señalados.
Las placas o apliques están relacionados con las
técnicas ornamentales del revestimiento y de la
taracea; estas se colocan o encajan formando un
diseño decorativo, lo cual requiere de un trabajo
cuidadoso y de una planificación artesanal previa
en la que se busca el efecto de contraste entre colores, diseños e incluso entre texturas de los materiales empleados.
9.2. Falange decorada. Falanges de meso o macromamíferos que han sido modificadas y/o decoradas (fig. 4.23).
10. Indeterminados. Piezas trabajadas que no encajan en
ninguna de las familias y tipos expuestos y de las que
desconocemos su función. Como es lógico, en esta categoría se incluyen objetos de formas y tamaños diversos
(en cada caso se especificarán sus características y posibles interpretaciones).
9.1.1
9.1.2
9.1.3
9.1.4
9.1.5
9.1.6
9.1.7
9.1.8
Figura 4.22. Subtipos de apliques. 9.1.1. Puig de Serra; 9.1.2. Puig de Serra; 9.1.3. Necrópolis del
Poblado de Coimbra del Barranco Ancho; 9.1.4. Necrópolis del Poblado de Coimbra del Barranco
Ancho; 9.1.5. Puig de Serra; 9.1.6. Puig de Serra; 9.1.7. Puig de Sant Andreu; 9.1.8. Puig de Serra.
26
[page-n-44]
IV. Piezas de orden secundario. Aquellos restos de materias
duras de origen animal que apenas presentan modificación
anatómica y han sido trabajados de forma muy superficial
permitiendo configurar con ello una parte más o menos activa (fig. 4.24). Se denominan también en la bibliografía
como útiles de fortuna, industria de hueso poco elaborada,
idustria banal del hueso o expeditiva (Adán 2013; Pérez
Roldán 2013: 16).
V. Desechos de trabajo. Fragmentos de morfología dispar obtenidos como piezas sobrantes en los diferentes estadios de
trabajo de las materias duras de origen animal. Pueden distinguirse en ellas marcas superficiales relacionadas con la
preparación previa de las matrices. Comparables, en cierta
manera, con los desechos producidos por el proceso de talla
de la industria lítica (fig. 4.25).
VI. Astrágalos. El astrágalo es un hueso corto que forma parte del tarso de los plantígrados y ungulados, conecta con
la tibia y el peroné por su parte superior y con el calcáneo por la inferior (fig. 4.26). Se le denomina astrágalo
o taba. Hemos diferenciado los astrágalos del resto de
piezas por lo específico de su caso. Son huesos naturales, seleccionados intencionadamente por sí mismos, por
su forma y características, no como soporte sobre el que
realizar un útil determinado. Se trata, por tanto, de una
elección cultural intencionada de estos huesos. Los astrágalos trabajados se documentan al menos desde el neolítico (Gilmour 1997: 170) en culturas y yacimientos diversos del Próximo Oriente y del Mediterráneo (Zidarov
2005: 119) continuando su presencia durante el calcolítico (Kogălniceanu et al. 2014; Sidéra y Vornicu 2016), la
Edad del Bronce (Gilmour 1997) y, de forma ininterrumpida, hasta nuestros días, fundamentalmente como piezas
de juego, extendiéndose a lo largo de todo el mundo. En
el mundo ibérico el valor socio-económico y simbólicocultural de los astrágalos resulta también evidente. Contamos con grandes concentraciones de astrágalos naturales y trabajados en determinadas necrópolis ibéricas,
como en Alarcos (Ciudad Real), donde en la tumba nº 4,
perteneciente a un varón de unos 30 - 40 años, se recuperaron 453 astrágalos trabajados y naturales (García
Huerta et al. 2018: 178-182) o en la necrópolis del Poblado de Coimbra del Barranco Ancho, en cuya tumba
75 se depositaron 208 tabas de ovicaprinos trabajadas y
sin trabajar (García Cano et al. 2008: 111); así como en
El Cigarralejo con 150 tabas presentes en la tumba 209
Figura 4.23. Falange de bóvido pintada. La Serreta.
Figura 4.25. Desechos de trabajo de Covalta. Epífisis aserradas de
Cervus elaphus. Arriba: epífisis distal de metápodo. Abajo (de izquierda a derecha): epífisis distal de metatarso y proximal de metacarpo (Blasco Martín 2015: 51).
Plantar
Figura 4.24. Piezas de orden secundario de Covalta. Derecha:
Costilla de Sus sp. con el extremo
activo biselado. Izquierda: diáfisis
de mesomamífero con extremo
apuntado y ligeras marcas de uso.
Medial
Dorsal
Lateral
Figura 4.26. Denominación de las caras de un astrágalo.
27
[page-n-45]
(Cuadrado 1987: 389); entre otras. No podemos obviar
este tipo de depósitos que nos indican un valor ritual de
los astrágalos, pero que también suponen una referencia
indirecta a la riqueza económica del grupo o, al menos,
del individuo enterrado; puesto que para obtener cada par
de tabas es necesaria la muerte de, al menos, un animal (o
de dos si no se seleccionan las de ambas extremidades).
Consideramos que los astrágalos naturales deben ser tenidos en cuenta, ya que un objeto no tiene por qué estar
modificado intencionadamente para cumplir una función
o tener un valor. Si bien es cierto que las tabas naturales,
per se, no están incluidas como ítems en nuestra clasificación tipológica, ya que en determinadas ocasiones puede
resultar confusa la distinción entre un resto de fauna o un
hueso seleccionado y podemos caer en la sobrerepresentación de los mismos. Además, una parte fundamental de
esta investigación se centra en el peso dado a las modificaciones tecnológicas, al trabajo artesanal, realidad que
no está presente en una taba sin modificaciones. A pesar
de ello, en los conjuntos o contextos cerrados que nos
permiten asegurar que un astrágalo, esté modificado o no,
ha sido seleccionado y su función ha trascendido de la de
hueso a útil, bien sea con una finalidad social, ritual y/o
económica, lo hemos considerado en la valoración global
de cada asentamiento.
6.1. Astrágalos trabajados.
Entendemos por astrágalos trabajados todos aquellos que
presentan alguna modificación antrópica intencionada de
la forma de hueso. Realizamos subdivisiones entre ellos
según la cara o caras que presenten modificadas (mediante abrasión, cortes y/o perforación), con el objetivo
de identificar un patrón predominante en su trabajo; así
como de señalar aquellos casos singulares.
A. Cara lateral.
A1. Recta.
A2. Recta y perforación.
A3. Diagonal.
A4. Redondeada. La modificación de la cara lateral llega a afectar a la cara plantar.
A5. Redondeada. La modificación de la cara lateral llega a afectar a la cara plantar. Además, están perforados. Resultan excepcionales, trabajo
poco habitual.
B. Cara medial.
B1. Recta.
B2. Recta y perforación.
B3. Redondeada. La modificación de la cara lateral llega a afectar a la cara medial. Resultan
excepcionales. Trabajo poco habitual.
B4. Diagonal.
C. Caras lateral y medial.
C1. Recta en ambas caras.
C2. Recta en ambas caras y perforación.
C3. Diagonal en ambas caras.
C4. Diagonal en la cara lateral y recta en la cara
medial.
C5. Recta en la cara lateral y diagonal en la cara
medial.
C6. Diagonal en ambas caras y perforación.
28
D. Caras lateral, medial y plantar.
D1. Recta en todas ellas.
E. Caras lateral, medial y dorsal.
E1. Recta en todas ellas.
E2. Recta en todas ellas y perforación.
E3. Diagonal en la cara lateral y recta en las caras medial y dorsal.
E4. Diagonal en las caras lateral y medial y recta
en la cara dorsal.
E5. Diagonal en la cara lateral y recta en las caras medial y dorsal y perforación.
F. Caras lateral y dorsal.
F1. Diagonal en ambas caras.
G. Perforada, sin modificación de las caras
G1. Sin modificación de las caras, con una o varias perforaciones.
H. Cara plantar.
H1. Diagonal.
H2. Diagonal y con perforación.
I. Caras lateral, dorsal y plantar.
I1. Cara lateral diagonal, recto en las caras dorsal
y plantar.
6.2. Otras materias duras animales trabajadas en forma
de astrágalo.
Una de las muestras más evidentes de que los astrágalos poseían un valor que iba más allá del de un mero
hueso es que se realicen tabas en otras materias primas, entre las que se incluye el marfil. Así, en la tumba 43 de la necrópolis del Poblado de Coimbra del
Barranco Ancho se recuperaron “tres huesos de talla
media trabajados en forma de taba” (García Cano et
al. 2008: 57, figs. 66. 9-10) (fig. 4.27). Pudimos revisar estas piezas en el Museo Arqueológico Jerónimo
Molina de Jumilla (Murcia) y se trata de tres pequeños astrágalos tallados sobre marfil, recuperados en
el mismo enterramiento en el que se recuperaron los
tres dados ebúrneos (fig. 4.20). Así pues, aunque no
contamos con ningún ejemplar conocido en contextos
de hábitat, consideramos oportuno incluir en esta tipología estas piezas excepcionales.
Figura 4.27. Astrágalos de marfil de Coimbra del Barranco Ancho.
[page-n-46]
4.3. ANÁLISIS TECNOLÓGICO
4.3.1. aspectos teóricos. cadenas operativas. saber hacer
La investigación de los procesos tecnológicos implica dar respuesta a cómo se ha creado la cultura material. Este tipo de estudios, tal como recogen González Ruibal y Ayán (2018), empezaron a desarrollarse desde inicios del s. XIX, si bien, será
en el último tercio del s. XX cuando los análisis tecnológicos
jueguen un papel fundamental a nivel teórico y metodológico
en los estudios de materias primas, artesanías y artefactos (Stordeur 1974; Campana 1989; entre otros).
Desde la perspectiva etnológica Lemonnier (1986) abogó
por un enfoque más antropológico de los conocimientos tecnológicos. Los objetos seguían siendo el centro de la investigación, resultando prioritaria la discusión arqueológica sobre
cómo fueron hechos, pero enmarcados dentro de otros elementos tecnológicos fundamentales: materia, energía (tracción
animal, manual, eléctrica, etc.), herramientas, medios de producción, gestos y conocimiento específico (Lemonnier 1992).
En ello está implícito el concepto, ampliamente desarrollado
por la escuela francesa, de chaîne opératoire (cadena operativa) (Lemonnier 1986 y 1992; Pelegrin et al. 1988). El análisis
de las cadenas operativas implica el estudio de un conjunto de
procesos, de acciones (secuencia técnica), de objetos y de conocimiento (know-how o saber hacer) indisociables; solamente
la mirada completa a todo ello nos dará una perspectiva adecuada del proceso de fabricación de cualquier artefacto, bien
sea de cerámica, lítica, hueso, vidrio o la creación de un color,
entre otros. Por lo tanto, debemos analizar la pieza terminada, el desecho, la elección de la materia prima, así como las
herramientas, los gestos, las técnicas, el espacio de trabajo, la
habilidad o destreza técnica y los conocimientos artesanales.
En el aprendizaje de un conocimiento práctico se revela cierta
forma de comprensión del mundo, del espacio social y cultural
ocupado por las personas que ejecutan objetos, que realizan una
parte tangible de la cultura de una sociedad. Por tanto, un todo
definido e integrado dentro del contexto económico, social, tecnológico y cultural de cada sociedad.
Dentro de la industria sobre materias duras de origen animal
debemos destacar el impulso inicial marcado por la tesis doctoral de S. A. Semenov: Tecnología prehistórica. Estudio de las
herramientas y objetos antiguos a través de las huellas de uso,
publicada en ruso en 1957, siendo traducida al inglés en 1964 y
al español en 1981. Esta obra supuso un acicate fundamental
a los estudios tecnológicos y funcionales del instrumental arqueológico sobre cualquier materia prima y, especialmente, de
las industrias lítica y ósea. Por su parte, en el último cuarto del
s. XX, los trabajos de D. Stordeur (1974), D. V. Campana
(1989), A. Averbouch y N. Provenzano (1998-1999) e I. Sidéra
(1993), centrados en el análisis de los objetos sobre materias duras de origen animal de cronologías prehistóricas, asentaron las
bases terminológicas sobre las técnicas utilizadas en el trabajo
de estas materias primas.
Como hemos señalado, no puede haber conocimiento tecnológico real si no se valora todo el proceso, no únicamente el
producto final. Por ello, se ha insistido en la relevancia de las
cadenas operativas, cuya base radica en entender la fabricación
de los objetos como un proceso, no como un acto instantáneo de
creación. Asimismo, dentro de la cadena operativa podríamos
diferenciar varias fases. En primer lugar, tendríamos que hablar
de la adquisición que incluye la obtención y la selección de la
materia prima idónea para confeccionar el artefacto: en el caso
de las materias duras animales la elección puede darse a través
del consumo de los propios animales (huesos), a través de la
caza sin que sea necesario el consumo (astas de cérvido o marfil
de elefante), mediante la recolección (astas de cérvido en época
de desmogue) y el comercio (especialmente en el caso del marfil, materia prima alóctona en la Edad del Hierro a la península
ibérica). Una vez obtenida y seleccionada esta puede ser transportada o almacenada, etapa que muchas veces no se ha tenido
en cuenta; una acumulación de astas o de huesos puede estar
reflejando este fenómeno y no responder a aspectos rituales o
simbólicos como, en ciertas ocasiones, se ha señalado. Por otra
parte, la producción es la fase tecnológica en la que la materia
prima es transformada en el objeto deseado, desde los primeros
tratamientos a los que se somete a la matriz para su preparación
(hervido, sumergirla en agua o vinagre, exposición al aire libre,
etcétera), hasta los distintos pasos realizados en la confección
del soporte o preforma del objeto buscado y su acabado final.
Asimismo, las piezas pueden ser decoradas. Una vez elaborados, los objetos pueden ser utilizados (o no) o depositados (por
ejemplo, como parte de un ajuar para el que la pieza se realiza
ex profeso). En función del tipo y grado de uso a los que se
vean sometidos sufrirán modificaciones a nivel micro o macroscópico. El dejar de usar un objeto puede responder al simple
abandono de este, ya no sirve o ya no interesa utilizarlo, puede
perderse, romperse o ser depositado como ofrenda. Resulta muy
interesante socialmente distinguir si un objeto es descartado o es
reavivado o modificado para alargar su vida. De esta manera se
reflejan actos culturales: decisiones de la gente en relación con
su memoria, con su experiencia, con sus necesidades y/o con
su aprendizaje social. Hay una persona o personas detrás de esa
decisión de desechar un objeto o volver a utilizarlo y modificarlo. Todo ello, nos ayuda a esbozar individual tool biographies
(Choyke 2006: 50), es decir, a trazar la propia vida de los objetos, siempre teniendo presentes las redes o relaciones indisociables entre las personas y las cosas (Vives-Ferrándiz 2017: 93).
Se ha de tener en cuenta que, aunque es lo más habitual, la
cadena operativa no implica obligatoriamente linealidad, cada
paso no tiene por qué seguir siempre un orden estricto. La decoración puede realizarse después de su uso, o un útil terminado puede acabar convirtiéndose en la materia prima sobre la
que realizar otro artefacto diferente. Todos estos matices son
los que buscamos individualizar a través de los estudios tecnológicos y funcionales.
4.3.2. marcas tecnológicas
Una elección tecnológica puede reflejar identidad, ¿podemos
leer esto en nuestras piezas? Junto a las técnicas de fabricación
se transmiten ideas, tradiciones, pautas sociales que definen al
grupo, ya que cada técnica es fruto de diversas interacciones
constantemente pautadas y ajustadas dentro de un sistema más
amplio (Lemonnier 1986). Así pues, el saber hacer es el conocimiento tecnológico que adquiere un individuo mediante el
aprendizaje e implica tanto la habilidad de crear un objeto como
el pensamiento, el planteamiento mental de cómo ser capaz de
hacerlo. Por supuesto, la experiencia es un proceso fundamental
en ello.
29
[page-n-47]
No se deben confundir las marcas tecnológicas con otras acciones antrópicas producidas por el procesamiento de los huesos
para el consumo (carnicería) o para la obtención de pieles (desollamiento) (fig. 4.28), marcas que reflejan otros procesos culturales (Reitz y Wing 2008: 123-134); o por la acción de agentes
naturales o animales sobre huesos, astas, marfiles y cuernos.
Para ello es necesario realizar un buen estudio tafonómico.
Las marcas tafonómicas de origen natural que aparecen en
los objetos de materias duras animales son:
- Meteorización o intemperismo (Moreno García 2013: 181;
Pérez Roldán 2013: 50-51): se trata de una de las alteraciones
postdeposicionales más comunes en los huesos, estos sufren
alteraciones fisicoquímicas en sus componentes orgánicos e
inorgánicos al estar sometidos a variaciones en temperatura y
humedad, por lo que se agrieta la superficie ósea.
- Raíces: secretan ácidos orgánicos que tienen el efecto de
disolver el fosfato de calcio en los tejidos óseos, lo que genera
surcos sobre las superficies óseas de formas irregulares siguiendo el perfil de las raíces (Johnson 1985: 183-184).
- Elementos abióticos como el agua, el viento o el pH del
suelo afectan también a la conservación diferencial de los restos
orgánicos y a su proceso de conservación.
Por otro lado, las alteraciones animales más habituales son:
- Acción de insectos y microorganismos, especialmente de
los derméstidos, que pueden llegar a perforar los huesos.
- Mordeduras de animales carnívoros u omnívoros.
- Masticado por herbívoros, en especial los animales de la
familia Cervidae que mastican las cornamentas para extraer de
ellas minerales y nutrientes que necesitan para el buen funcionamiento de su metabolismo, dejando como huellas unas pequeñas depresiones cercanas a las puntas de las luchaderas (Johnson 1985: 181).
- Roído: producido por los dientes incisivos de los roedores
(orden Rodentia) y conejos o liebres (orden Lagomorpha), estas
especies tienen la necesidad de desgastar sus incisivos, pues les
continúan creciendo a lo largo de su vida. La marca es en forma
de una ranura doble, recta y en sección transversal se observa en
forma de W (Pérez Roldán 2013: 49).
Valga anotar que los huesos digeridos y regurgitados por
carnívoros o aves rapaces sufren alteraciones por el ácido
clorhídrico de los jugos gástricos que pueden reflejarse en un
aspecto más pulido de las superficies con una destrucción variable del tejido óseo (Moreno García 2013: 352). Si bien es
cierto que los huesos que han sufrido estos procesos, por su
forma y su tamaño, no resultan una materia prima idónea para
la industria ósea.
Una vez diferenciadas las marcas tafonómicas y de carnicería podemos centrarnos en el estudio tecnológico. Como hemos
apuntado, entendemos por técnica toda acción intencionada sobre la materia definida por la asociación de un modo de acción,
un tipo de objeto y un gesto (Averbouch y Provenzano 19981999; Tejero 2009). En otras palabras: “No tool is complete
without the gesture used to put the tool into action. This concept of a technical act as both participating in the social world
of technical plans as well as the physical world of gestures in
action has profound ramifications for the utility of the chaîne
opératoire” (Tostevin 2011: 7). Para la definición de las técnicas
de trabajo documentadas nos hemos basado, fundamentalmente,
en los trabajos de Averbouch y Provenzano (1998-1999), López
Padilla (2011) y Adán (1997 y 2013).
- Percusión (Pe): consiste en la división de la materia prima
en partes mediante una fuerza violenta, un golpe, realizado con
un percutor en un movimiento de amplitud variable. Se trata de
una de las formas más simple de obtener un soporte; aunque
también el proceso está menos controlado y, por tanto, resulta
menos fiable. Puede ser activa: golpe directo del percutor duro
contra la materia prima; o pasiva: golpe aplicado de forma indirecta, mediante una pieza intermedia. A nivel macroscópico
se aprecia un plano de fractura en el lugar donde se ha aplicado
el golpe, si bien, con frecuencia, estas fracturas son rectificadas o eliminadas mediante acciones tecnológicas posteriores
(fig. 4.29).
- Flexión (F): técnica de fragmentación mediante un movimiento en el que la materia prima se dobla hasta conseguir su fractura. El resultado característico es un pequeño resalte o lengüeta
que varía en función de la fuerza e intensidad empleada y que so-
Figura 4.28. Marcas de carnicería/desollamiento en la cara plantar
del astrágalo 0638 del Tossal de les Tenalles (20x).
Figura 4.29. Evidencias de percusión y cortes en el pedículo de un
asta de Cervus elaphus. La Serreta - 0259.
30
[page-n-48]
bresale en el perfil de fracturación de la materia prima (fig. 4.30).
Casi siempre la encontramos en el lado opuesto al que se ha
ejecutado la fuerza. La flexión suele ejecutarse con las propias
manos, aunque también, de forma excepcional, puede requerir
la ayuda de herramientas tipo cuña. Esta técnica, habitualmente,
es una acción complementaria al aserrado o a los cortes.
- Aserrado (A): técnica realizada mediante el uso de una herramienta, generalmente una sierra, que se desplaza mediante un
movimiento de ida y vuelta sobre la materia prima manteniendo, casi siempre, un ángulo recto del filo con relación a la superficie trabajada. Según Averbouch y Provenzano: “L’apparition,
encore timide mais avérée, de la scie en bronze vers la fin du
Bronze moyen, inaugurera une nouvelle ère pour le sciage qui
sera la principale technique utilisée dans le débitage des matières osseuses au Bronze Final” (1998-1999: 17). En nuestro caso,
todas las evidencias de aserrado documentadas han sido realizadas con sierras metálicas. Las huellas obtenidas por el aserrado
mediante útiles líticos destacan por sus característicos perfiles
en V, mientras que las estrías dejadas por las sierras metálicas
presentan la distancia de los dientes metálicos paralelos entre
sí, normalmente en planos rectilíneos (Liesau 1988) (fig. 4.30).
En ocasiones, debido al perfil laminar de las sierras resulta complicado llegar a cierta profundidad de la materia prima por lo
que, al igual que ocurre en la actualidad, se cambia la dirección
de la herramienta sobre la materia provocando un aserrado desde diferentes planos o ángulos. Esta rotación provoca la aparición de grupos de estrías de forma escalonada o estrías que se
entrecruzan (Liesau 2002: 281).
- Ranurado (Rn): realización de un surco profundo generalmente largo y estrecho sobre la materia prima mediante cortes
sucesivos con un movimiento unidireccional repetido con una
herramienta lítica (normalmente un buril) o metálica apuntada y
cortante. Los estigmas reflejados de esta técnica son surcos alargados con estrías paralelas entre sí y profundos, con una sección
con tendencia en U más o menos abierta en función de la parte activa de la herramienta utilizada (Averbouch y Provenzano
1998-1999: 16). Sin embargo, estas estrías pueden resultar difíciles de individualizar debido a la regularización posterior de
la materia prima mediante la abrasión y por el hecho de tratarse
de una técnica que suele utilizarse junto a la percusión indirecta.
El ranurado longitudinal sobre hueso largos y el ranurado doble
sobre astas de ciervo para obtener lengüetas son las variantes
más habituales documentadas. Esta técnica está ampliamente
atestiguada en conjuntos peninsulares desde el Paleolítico Superior hasta la Edad del Bronce (Pascual 1998: 26; López Padilla 2011: 332), si bien su presencia no resulta tan habitual en la
Edad del Hierro.
- Cortes (C): seccionado de la materia prima mediante la acción directa de instrumental afilado en planos perpendiculares
o ligeramente oblicuos a la pieza. De forma general para cronologías de la Edad del Hierro se realizarían con útiles metálicos
como hachas, cuchillos o azuelas. Los cortes pueden efectuarse
también para reavivar la parte activa de los artefactos apuntados. Las evidencias sobre la materia prima son planos o estrías
rectilíneos, muy marcados y que resultan fácilmente distinguibles (fig. 4.31), teniendo siempre en cuenta que no deben
ser confundidos con otras acciones sobre los huesos como son
aquellas derivadas de procesos de carnicería o desollamiento.
- Vaciado (V): retirada del tejido esponjoso de forma parcial o total de soportes de hueso o asta. Técnica habitual en la
fabricación de mangos o cajas. Se emplea un útil fino y cortante
con movimientos alternos como un punzón metálico, un cincel
o un cuchillo. Las marcas dejadas son estrías irregulares en las
paredes internas de las cuernas o huesos. También es posible
que mediante el uso de otras técnicas posteriores se hayan eliminado los rastros del mismo y solo quede como testimonio de
este trabajo el propio vaciado de la pieza. Presentes, sobre todo,
en las piezas integradas en el grupo III.4. Objetos receptores
(figs. 4.9, 4.11 y 4.12).
- Raspado (Rs): preparación de una superficie mediante
el empleo de útiles líticos o metálicos cortantes en posición
perpendicular u oblicua con respecto al eje longitudinal de la
pieza con la finalidad de desbastar, alisar y reducir parte del
objeto. El empleo de esta técnica produce estrías perpendiculares al eje mayor de la pieza y paralelas entre sí, En el mundo
ibérico se utilizan para su ejecución herramientas metálicas
Figura 4.30. Candil de ciervo con marcas de aserrado y lengüeta de
flexión. Mas Castellar - 0796.
Figura 4.31. Diferentes cortes sobre un soporte de asta de Cervus
elaphus. Kelin - 0727
31
[page-n-49]
como cuchillos. Esta técnica también aparece definida como
desbastado (Rascón et al. 1995: fig. 6) o cepillado (Adán 2013:
519) (fig. 4.32).
- Abrasión (Ab): se trata de una de las técnicas más empleadas, realizada mediante la fricción continuada de la pieza por
movimientos rotativos con un material abrasivo, durmiente o
móvil, como placas de arenisca o diferentes arenas. Las estrías
obtenidas son finas, uniformes, y se disponen en diversas direcciones en función de los movimientos realizados. Es una acción
ejecutada, fundamentalmente, en la fase de acabado (fig. 4.33).
- Pulido (P): técnica similar a la abrasión pero que se diferencia de esta por la utilización de agentes abrasivos más
suaves como son arenas de grano fino, pieles, grasas animales y/o fibras vegetales. Según MacGregor la cola de caballo
(Equisetum arvense) resulta idónea para realizar esta tarea
(1985: 58). El pulido sirve para regularizar y embellecer la
superficie de los objetos, obteniendo un acabado brillante
con el que, de forma habitual, se eliminan otras evidencias
tecnológicas (fig. 4.34).
Figura 4.32. Estrías de raspado con cuchillo metálico en un útil
óseo apuntado. Castellet de Bernabé - 0749.
Figura 4.33. Marcas de abrasión en la cara dorsal de una pieza manufacturada en un diente de Sus scrofa. La Bastida de les Alcusses - 0105.
32
- Tratamiento térmico (Tt): posible técnica de tratamiento de las materias óseas, compleja, sobre la que no existe un
consenso claro. La presencia de una coloración marrón rojiza
o marrón grisácea, provocadas por la acción del fuego en algunas partes de los útiles fabricados sobre materias duras de
origen animal, lleva a pensar que la exposición de estos al fuego se produce con alguna intencionalidad dentro del proceso
de fabricación. Así, según ciertos tratamientos experimentales
en los que se han sometido las piezas de hueso y asta al fuego,
se ha comprobado que se reduce considerablemente su dureza,
por lo que se plantea que esta técnica se utilizase para fracturar
matrices o soportes (Pascual 1998: 26). También se ha señalado
que el fuego se empleó de forma intencional y controlada para
dar color y brillo a la superficie de algunos objetos óseos (Sidéra 2000) (fig. 4.35).
- Perforación (Pr): realización de uno o varios orificios de
forma que atraviesen la materia prima. En ocasiones puede
prepararse inicialmente la pieza creando un plano de orificio
(reduciendo mediante diversas técnicas el lugar donde va a
efectuarse el mismo) y, posteriormente, se perfora (Adán 1997:
42). Las perforaciones se realizan con útiles punzantes por presión y rotación; en el caso ibérico su regularidad y abundancia
(fundamentalmente en placas perforadas, pero también en otras
piezas como agujas, bisagras, cuentas o fusayolas) nos remiten
al uso de taladros impulsados por arcos. Por medio de la experimentación se ha defendido el empleo de este tipo de herramientas desde época neolítica en el territorio peninsular (Noain
1999), generalizándose para cronologías del III - II milenio cal
BC (López Padilla 2011: 334). Según G. Tortajada (2012: 302):
“Los taladros son varillas insertadas en un mango de madera
con una punta cortante en su extremo capaz de perforar cuando al mango se le imprimen revoluciones alternas mediante la
cuerda de un arco”. En contextos ibéricos se han documentado
dos tipos de puntas de taladro, el de punta de lanza y el de tres
puntas (Tortajada 2012: 302). Los círculos incisos en torno a
las perforaciones de algunas placas de hueso (fig. 4.36) indican
que, en los de tres puntas, los dientes laterales debieron tener el
extremo cortante menos apuntado que el central (Mata Parreño
et al. 2018: 119).
Figura 4.34. Detalle del pulido de la cabeza de un alfiler. Covalta
- 0021.
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Algunos investigadores diferencian entre las fases de débitage y façonnage (Averbouch y Provenzano 1998-1999: 8)
o, de forma similar, entre técnicas de extracción y técnicas de
elaboración (Adán 1997: 42). La primera de estas fases implicaría la modificación de las matrices y la obtención de soportes;
mientras que en la segunda los soportes son transformados has-
ta obtener la forma del artefacto final. En nuestro caso hemos
preferido no predeterminar el análisis en esa división inicial, siguiendo el trabajo de autores como López Padilla (2011), si bien
es cierto que la abrasión y el pulido son técnicas que se llevan a
cabo para regularizar la superficie de las piezas y su realización,
de forma habitual, elimina otras evidencias tecnológicas de las
primeras acciones técnicas de manufactura.
4.3.3. algunos trabajos de arqueología experimental
Con el objetivo de acercarnos de forma práctica a la comprensión de los procesos tecnológicos sobre las materias duras animales en época ibérica llevamos a cabo diferentes ejercicios
experimentales que nos permitieron aproximarnos a la manufactura del hueso y del asta. Por supuesto, debemos tener en cuenta
que cualquier experimento sobre el pasado, en sus dimensiones
socioculturales, se desarrolla bajo parámetros de simplificación
actuales. De hecho, variables como el propio concepto de tiempo resultan distantes entre nuestra sociedad y las sociedades del
pasado. Por tanto, lo que pretendíamos lograr con los trabajos
experimentales, desarrollados desde una base metodológica y un
marco de investigación, era hacer converger teoría y práctica, experimentando de forma propia el conocimiento artesanal, el dominio de las técnicas y los gestos necesarios para elaborar diferentes piezas sobre estas materias primas. Una experiencia tanto
cognitiva como sensitiva que comenzamos a desarrollar dentro
del proyecto MHUMAC, así como en un trabajo interdisciplinar
sobre las agujas de hueso del enclave posclásico de San Pedro
de Xochimilco (Ciudad de México, México), a cuyas lecturas
remitimos (Mata Parreño et al. 2018; Blasco Martín et al. 2018).
4.3.3.1. Experimentación sobre tibias de Ovis aries
Figura 4.35. Posible tratamiento térmico en un alfiler. Covalta 0024.
Figura 4.36. Detalle de las perforaciones en una placa de hueso.
La Bastida de les Alcusses - 0098.
En una visita a una casa de campo familiar recogimos de un
basurero al aire libre, formado por los desechos de alimentación
de animales domésticos, siete tibias de ovejas, cada una de ellas
conservada completa junto al astrágalo y al calcáneo, con restos
de carne en proceso de putrefacción y derméstidos. Hervimos
los huesos en una cazuela durante media hora con agua, sal y
romero, esta hierba aromática fue utilizada para disimular, en
parte, el olor desprendido. Una vez hervidos, con un cuchillo
procedimos a la separación de las tibias del astrágalo y del calcáneo y al raspado de los restos de carne todavía adheridos a la
superficie ósea. Tras su limpieza los dejamos secar durante una
semana al aire libre. Sobre tres de estas tibias procedimos a su
manufactura para la elaboración de punzones.
Comenzamos sumergiendo las tibias en agua para facilitar
el trabajo, tal como habíamos comprobado con experimentaciones anteriores (Mata Parreño et al. 2018: 119). En dos de
los huesos aserramos en un plano recto la epífisis distal en un
caso, y la proximal en el otro. En el tercer hueso, el aserrado
se realizó de forma superficial y la acción de separación de la
epífisis proximal fue realizada mediante la percusión indirecta
utilizando un pequeño cincel metálico. Una vez obtenidos los
soportes ejecutamos con la sierra, en el extremo en el que habíamos eliminado la epífisis, una forma apuntada; posteriormente
se regularizó mediante la abrasión del hueso con una piedra de
rodeno pasiva, ayudándonos de nuevo con el agua para facilitar
la fricción. En uno de los punzones, en la parte proximal, realizamos siete incisiones con la sierra a modo de decoración que
cubrimos con carbón vegetal mezclado con agua para resaltar
33
[page-n-51]
Figura 4.37. Cadena operativa de punzones sobre
tibias de Ovis aries.
conformar esta pieza. En total, realizamos estos cuatro artefactos (los tres punzones y el aplique) en 1 h y 20 minutos (sin
contar el tiempo de preparación de la materia prima, cocción,
limpiado del hueso y secado).
Figura 4.38. Abrasión de astrágalos con piedra de rodeno.
así el motivo geométrico. En la figura 4.37 podemos observar la
cadena operativa de fabricación de dichos punzones. En la parte
derecha, para comparar el resultado final con la materia prima
utilizada, vemos una tibia de oveja completa; a la izquierda de
esta se presentan los desechos de trabajo, desde las epífisis separadas hasta los fragmentos irregulares de las diáfisis obtenidos,
fundamentalmente, por el cincelado y al dar la forma apuntada
a los punzones con la sierra. Es importante destacar que si analizáramos estos restos óseos dentro del conjunto de la la fauna
de un yacimiento, en el caso de las epífisis aserradas no habría
duda de su adscripción como desechos de trabajo, sin embargo,
para el resto de fragmentos, originados mediante la percusión,
no podríamos asegurar su pertenencia a la cadena operativa de
manufactura del hueso, pudiendo ser confundidos con procesos tafonómicos posteriores o con otras alteraciones antrópicas,
por lo que estas evidencias artesanales quedarían desdibujadas
dentro del registro “fauna”. Para terminar, se presentan los tres
punzones y un aplique triangular que realizamos regularizando
mediante la abrasión un desecho óseo que había resultado con
una forma prácticamente triangular y que aprovechamos para
34
4.3.3.2. Experimentación sobre astrágalos de Ovis aries
En un segundo trabajo procedimos a la modificación de las caras
de los tres astrágalos obtenidos en la experimentación anterior.
Las caras fueron trabajadas mediante la abrasión por fricción
directa de los huesos con una arenisca de rodeno, se utilizó agua
para facilitar el trabajo (fig. 4.38). En dos astrágalos derechos se
realizó la abrasión recta de las caras lateral y medial (tipología
VI.1.C1), en el primer caso se llevó a cabo en 9 minutos y en el
segundo en 15. Por otra parte, un astrágalo izquierdo fue modificado hasta obtener un plano diagonal de la cara lateral (tipología
VI.1.A3), en lo que se invirtieron 31 min. Así pues, la dirección
y el gesto realizado contribuyen a la inversión mayor o menor
de tiempo en cada proceso de modificación de los astrágalos. En
cualquier caso, se trata de un trabajo que no requiere especialización, resultando rápido y fácil de realizar; por lo que podría
ser ejecutado tanto por adultos como por por niños/as.
4.3.3.3. Recreación de una pieza de asta de El Puntal dels
Llops
En las excavaciones del fortín edetano de El Puntal dels Llops
dirigidas por H. Bonet Rosado y C. Mata Parreño se recuperó
una pieza realizada sobre la parte central de un asta de Cervus
elaphus prácticamente única en el registro ibérico. La pieza
presenta además incisa una palabra escrita en el signario levantino o nororiental ibérico, leída como nauiba. Se interpretó
que podría haber sido usada como pectoral o como colgante
(Bonet y Mata 2002: 162) (fig. 4.11 y 4.39). Por nuestra parte
quisimos, a través de la arqueología experimental, recreando
la pieza, entender su funcionalidad partiendo de la idea de que
el vaciado interno del asta (acción tecnológica) era la clave de
su funcionalidad ya que, a priori, esta acción parecía implicar
una significativa inversión de tiempo. Ello, junto al haber documentado paralelos de otras piezas arqueológicas e históricas
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Figura 4.39. Pieza de asta de ciervo de El Puntal dels Llops con detalle de su inscripción a distintos aumentos.
similares (Rijkelijkhuizen 2011: 232; Haak et al. 2012: fig.
17), nos llevó a plantear que podría haber sido utilizada como
caja (Blasco Martín 2017).
Las herramientas que utilizamos para llevar a cabo nuestra experimentación fueron: sierra de dientes finos, cuchillo
afalcatado (recreación de los modelos ibéricos realizada por I.
Fuertes Cabo), punzones metálicos, piedras de rodeno, cuero, y
una barrena moderna manual para realizar las perforaciones. La
materia prima de la que partíamos era una cuerna de ciervo de
desmogue recolectada en la Sierra de Albarracín (Teruel). En la
segunda pieza, una vez que aserramos el soporte, lo hervimos
con la idea de facilitar el proceso de vaciado que, en la primera, había resultado excesivamente costoso. Así, en la segunda
réplica el tiempo invertido en el vaciado fue tan solo de una
hora, mientras que en la primera, sin hervir el asta, el proceso se
alargó durante tres horas. Una vez manufacturada la forma de
la pieza se realizaron las perforaciones, la inscripción incisa y
se aserraron y adaptaron tres tapones de madera, dos fijos y uno
móvil, que actuan como sistema de apertura/cierre, realizados
sobre carrasca (Quercus ilex) y abedul (Betula sp.) (fig. 4.40).
En total, entre una réplica y otra redujimos el tiempo de trabajo
en una hora y media (algo más de 6 h y 30 minutos para la primera y 5 h para la segunda). No obstante, debe tenerse en cuenta que las distintas fases de trabajo podrían llevarse a cabo en
momentos espaciados. La pieza, como ocurre con casi todos los
artefactos que analicemos, no tiene por qué ser elaborada en un
único momento, puede realizarse durante diferentes momentos,
incluso a lo largo de varios días.
El resultado obtenido a nivel formal y tecnológico fue satisfactorio y, a su vez, nos permitió comprobar que, una vez incorporados
los tapones de madera a la pieza, podía realizar perfectamente la
función de recipiente hermético, ideal para contener pequeñas sustancias como podrían ser sal, hierbas aromáticas o pequeños frutos.
De hecho, comprobamos ambas réplicas guardando en ellas sal de
grano grueso. La primera pudo albergar un volumen de 100 ml; por
su parte, la segunda, al contar con un acabado interno mejor ejecutado, pudo contener casi el doble de volumen, en torno a 180 ml.
Cabe apuntar que tras la realización de estas réplicas los desechos del asta, partes de la percha, candiles y la roseta, han sido
almacenados, ya que sobre ellos pueden realizarse nuevas piezas.
De una sola cornamenta se obtendrían un gran número de objetos,
manufacturados sobre la parte más análoga a la forma de la pieza
que se quiera realizar; como es el caso de esta caja que aprovecha la
bifurcación de la parte central de la percha con los candiles.
4.3.3.4. Recreación de una fusayola de hueso
Sobre un desecho de la epífisis proximal de un fémur de Bos
taurus obtenido al separar la diáfisis de las epífisis en una experimentación previa procedimos al aserrado, con una sierra
metálica actual, de la cabeza femoral. Una vez obtenida, con un
35
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Aserrado
Vaciado con punzón metálico
Vaciado con cuchillo
Desbastado con cuchillo
Abrasión con rodeno
Perforación con punzón y barrena
Inscripción con punzón
Aserrado tapones de madera
Piezas terminadas
2ª RÉPLICA
1ª RÉPLICA
Figura 4.40. Cadena operativa de la elaboración de ambas réplicas.
punzón metálico y de forma manual realizamos una perforación
central sobre dicha cabeza femoral (fig. 4.41). Todo el proceso de trabajo apenas nos llevó 20 minutos, diez en el aserrado
y otros diez en la perforación. La pieza, sencilla en su ejecución, resulta idéntica a otras halladas en enclaves ibéricos como
El Puig de la Nau, Els Estrets o La Moleta del Remei, entre
otros (fig. 4.17).
Resulta interesante apreciar cómo los desechos de manufactura de otras piezas pueden ser aprovechados para elaborar
nuevos artefactos. Aunque el hueso pueda resultar una materia
prima de fácil acceso, cuanto mayor sea su aprovechamiento,
mayor será su rendimiento y menor el tiempo invertido, ya
que se pueden aprovechar planos de aserrado, fractura o cortes
ya formados.
4.4. ANÁLISIS FUNCIONAL
4.4.1. ¿para qué sirve este objeto?
El análisis funcional está ligado, en gran medida, tal como hemos expuesto previamente, al análisis tipológico. Hemos asociado tipos de objetos por sus características morfológicas, pero
también intentando plantear y entender la función de cada uno
de ellos. En este punto, debemos tener en cuenta la distinción
entre uso y función: “Se entiende por uso, al empleo concreto
de un útil, empleo que no debe identificarse necesariamente con
la función a la que está destinado dicho objeto. Por ejemplo,
la función de un cuchillo es cortar, pero el uso concreto de un
cuchillo puede ser diferente a esta función, por ejemplo, puede
utilizarse para destornillar un tornillo” (Calvo 1999: 25). Así
pues, aunque consideremos que la función mayoritaria de un
objeto, por ejemplo, un alfiler, es la de utilizarse para la sujeción del cabello y el peinado, ello no implica que no pueda ser
36
Figura 4.41. Fusayola realizada sobre una cabeza femoral de Bos
taurus. El fémur se había utilizado previamente en un taller de experimentación en el Laboratorio de Arqueozoología de La Universidad
Autónoma de San Luis Potosí (México), por lo que contaba con marcas previas de aserrado en la diáfisis.
usado para otras actividades como realizar incisiones o perforaciones sobre materias blandas como pieles, cera o arcilla. M.
Calvo (1999) planteó cuatro características fundamentales para
entender la vida funcional de los artefactos: la multiplicidad, la
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polifuncionalidad, la falta de especialización y la redundancia.
Por multiplicidad entendemos que dos útiles que serían clasificados dentro del mismo tipo de objeto por sus características
físicas pueden ser usados para actividades diversas, como puede ser el caso expuesto de los alfileres. La polifuncionalidad es
el hecho de que un útil sea empleado para una tarea para la que
originalmente no se creó, por ejemplo, utilizar una ficha como
tapón. La falta de especialización supone que un mismo objeto
es utilizado indistintamente para la realización de diferentes tareas, como podría ser el caso de los punzones, y la redundancia
implica que una forma diferente no excluye un mismo uso, por
ejemplo, un punzón doble y un alfiler podrían emplearse para
el mismo trabajo y, de manera contraria, la similitud formal
de los objetos no implica necesariamente una igualdad de uso
(Calvo 1999: 37).
De hecho, las piezas 0932 de la Illa d’en Reixac y 0103 de
La Bastida de les Alcusses (fig. 4.42) pueden servirnos para
ilustrar esta realidad. Ambas son piezas de forma cilíndrica,
utilizadas como objetos receptores, realizadas sobre diáfisis de
huesos largos de mesomamíferos, con perforaciones en uno de
sus extremos, sin embargo, una de ellas es un mango (0932) y
la segunda un tubo perforado que actuaría como pequeño contenedor (0103). Las perforaciones o bien sirven para insertar
los clavos que afianzan la hoja metálica enmangada o bien para
fijar el sistema de cierre con el tapón y otro útil accesorio. Cada
pieza debe entenderse dentro de su contexto, de forma conjunta
y también individualmente.
Así pues, para conocer la funcionalidad de cada pieza nos
hemos basado tanto en investigaciones previas realizadas por diferentes especialistas, en trabajos experimentales y en paralelos
históricos o etnográficos, en referencias escritas y/o gráficas del
mundo antiguo que puedan servirnos como comparativa (fundamentalmente del mundo egipcio, romano, etrusco y griego) y en
los análisis macro y microscópico de las marcas de utilización
presentes en algunos artefactos (estudios traceológicos).
Fig. 4.42. Izquierda: Objeto receptor de la Illa d’en Reixac - 0932.
Derecha: Objeto receptor y tapón de La Bastida de les Alcusses 0103 y 0104.
4.4.2. macrotrazas
A partir de los años 90 del siglo pasado se produjo una sistematización de las aproximaciones funcionales y de las referencias
experimentales sobre industria ósea a nivel extrapeninsular y
en cronologías prehistóricas (Sidéra 1993; Maigrot 2003b; Legrand 2005; Sidéra y Legrand 2006; Gates 2007; Legrand y
Sidéra 2007, 2015; Bradfield 2015); no obstante, este campo
apenas ha sido tratado para conjuntos materiales de la Edad del
Hierro o de cronologías más recientes. Consideramos que hace
falta un desarrollo futuro completo y sistemático de los estudios
traceológicos para la industria sobre materias duras en el territorio peninsular tanto para época ibérica, como para el mundo
romano e, inclusive, para las numerosas colecciones de época
medieval y moderna de este tipo de objetos.
En nuestro caso, hemos especificado cuándo las piezas estudiadas presentan marcas de utilización o reavivado que modifican la superficie o superficies activas. Para realizar este análisis hemos seguido fundamentalmente el trabajo de A. Legrand
(2005). Las alteraciones a nivel de macrotrazas y de modificación de las superficies y del volumen de los artefactos que esta
autora diferencia y con los que hemos trabajado son:
- Embotamiento o redondeamiento (émoussé): se trata
de una alteración directamente ligada con la fricción del útil
contra otra materia prima de forma repetida, lo que provoca a
corto o largo plazo una transformación del volumen inicial de
la parte activa. Por ejemplo, es habitual que en los útiles apuntados, con el uso, se redondee la punta por el contacto contra
diferentes materias primas como pueden ser tejidos, pieles, cerámica, cabello, etcétera. Así, por ejemplo, las puntas de las
agujas acaban viéndose alteradas, redondeándose por la acción
del tejido; al igual que las perforaciones, otra de las partes activas de las agujas, que de manera similar pueden ver alterada
su superficie por la acción del hilo (Legrand 2005: 81).
- Esquirlado o astillado (éclats): relacionado con el modo de
acción de la herramienta, la dureza del material trabajado o el
grado de avance del proceso o procesos de uso. También pueden
aparecer cuando la parte activa está debilitada o cuando los gestos están mal controlados. Dentro de este grupo se diferencia, de
menor a mayor afección de la superficie activa, entre (Legrand
2005: 31, fig. 24):
· Desconchado (écaillures): alteraciones de pequeño tamaño que modifican el útil de forma moderada.
· Mellado (ébréchures): alteraciones de tamaño medio
que modifican el contorno inicial del extremo activo
· Levantamiento (enlèvements): mellado de talla grande
de la superficie del útil que produce deformaciones avanzadas
en el contorno del extremo activo.
- Aplastamiento (écrasement): son resultado de un golpe o una
fuerte presión sobre la superficie de los objetos (Legrand 2005: 32,
figs. 25 y 26). El grado dependerá de la posición del útil sobre la
materia prima, de la naturaleza de esta, de los gestos realizados y
del tiempo de utilización. Este tipo de alteración suele estar relacionado con objetos que actúan como piezas intermediarias sobre
otras materias, como cinceles para trabajar madera u otras materias
primas, por lo tanto, las marcas de trabajo pueden estar presentes
tanto en el extremo distal como proximal.
Haremos también referencias a las estrías de uso en el caso de
aquellas piezas cuya utilización resulta clara, como es el caso de las
bisagras de hueso que, en la mayoría de los ejemplares, presentan
estrías rectas, finas y paralelas producidas por el giro (fig. 4.43).
37
[page-n-55]
4.5. ANÁLISIS DECORATIVO
La decoración suele ser la última fase de la cadena de producción, realizada una vez que los objetos han sido confeccionados a nivel formal; si bien no todas las piezas tienen por qué
presentar decoración. Se trata de una decisión estética, ligada
a los gustos del artesano y/o del consumidor. Así pues: “La decoración suele estar estructurada siguiendo unos principios que
sólo se pueden entender dentro de la estructura general de la
sociedad que la ha creado” (González Rubial 2003: 146).
Los aspectos decorativos de la cultura material, en nuestro
caso de los objetos elaborados sobre materias duras animales,
deben ser analizados de forma individual prestando especial
atención a las técnicas empleadas y a los motivos decorativos
que podemos diferenciar; para poder relacionarlos con otros
rasgos culturales tales como son la forma, el modo en el que se
han fabricado y la función para la que fueron elaborados.
Entre las técnicas decorativas empleadas distinguimos:
- Incisión: acción mediante la que se ejecutan hendiduras
sobre la materia prima formando decoraciones de tipo geométrico o figurado. Se utilizan herramientas metálicas cortantes y/o
apuntadas de diversas medidas, confeccionando los motivos a
mano alzada y/o con la ayuda de útiles auxiliares como pueden ser reglas o compases para trasladar medidas. En el caso de
los círculos concéntricos, cuya presencia es habitual en placas
y peines, se emplearían brocas de puntas impares y de perfiles
variados, una de las cuales marcaría el punto central y las otras
los círculos en torno a esta con un grado de profundidad variable
(Mata Parreño et al. 2018: 119).
- Tallado: técnica para realizar molduras o acabados de formas geométricas o figuradas con un sentido estético. Para su
realización se emplean herramientas cortantes metálicas de tamaños diversos como pequeños cuchillos. Las marcas dejadas
sobre la superficie de la pieza son irregulares y multidireccionales, dependiendo de los gestos realizados y del perfil buscado,
aunque pueden suavizarse posteriormente mediante el pulido o
la abrasión.
- Torneado: de forma similar al tallado, mediante el uso de
un torno se pueden conseguir acabados uniformes moldurados
de forma más regularizada. A pesar de que resulta interesante tener en cuenta esta técnica artesanal, su identificación para
época ibérica resulta controvertida. El torno, aunque poco documentado, se empleó para trabajar la madera, el ámbar y las materias duras de origen animal en la Edad del Hierro, pero no será
hasta época romana cuando se generalice (Broncano 1989: 38;
Ruano 1992: 99-100; Minni 2004: 113 y 2008: 18). Las marcas
que deja la rotación del torno sobre los artefactos trabajados son
uniformes, de longitud amplia, muy finas, paralelas entre sí y
perpendiculares al eje mayor de la pieza (fig. 4.44) (Picod 2004:
72-74; Schenk 2010: 17); las cuales no hemos documentado con
seguridad sobre las piezas ibéricas. Sin embargo, al igual que
con el tallado, dichas marcas podrían suavizarse mediante la
abrasión o, fundamentalmente, mediante el pulido.
Se ha propuesto que los tornos que fueron utilizados en Europa durante la Edad del Hierro para el trabajo de la madera, el
marfil, el bronce o la piedra son aquellos en los que se obtenía
el sistema de rotación mediante la tracción antrópica con una
cuerda (Feugère 2004: fig. 2) o, de forma más práctica, con una
cuerda sujeta a un arco de madera colocada alrededor del eje de
madera del torno (Armbruster 2004: 55; Feugère 2004: 11-13 y
38
fig. 4). Se trata de los denominados tornos de arco o de violín
cuyo funcionamiento parece no experimentar grandes variaciones hasta el periodo medieval (Hrnčiarik 2017: 24) e, incluso,
hasta el s. XX (fig. 4.45).
- Pintura: aplicación de materias colorantes y/o pigmentos
sobre las piezas con la finalidad de darles color. La coloración
permite resaltar tanto la pieza en sí como su decoración, en el
caso de que sean las incisiones previamente realizadas las que
se vean sometidas a esta técnica.
- Taracea: decoración de superficies u objetos diversos
mediante la incrustación de pequeñas piezas talladas en materias primas diversas, como madera, metal, ámbar o hueso.
Aunque resulta más habitual su realización sobre muebles,
cajas o arquetas de madera (Ruano 1992: 100), la hemos
documentado sobre mangos de marfil (Blasco Martín et al.
2019). Esta técnica artesanal requiere de conocimientos especializados que comienzan con el dibujo de la obra que se
Figura 4.43. Bisagra de hueso con estrías de uso producidas por el
giro (6x). Tossal de Sant Miquel - 0407.
Figura 4.44. Marcas de torneado sobre un cilindro de hueso de
L’Almoina del s. I d.C. Nº Inv. 0/1836 de la Sección de Investigación
Arqueológica Municipal de València.
[page-n-56]
va a realizar y la preparación y grabado de los apliques que se
desea embutir. Asimismo, será necesario emplear algún tipo
de sustancia adherente como pegamentos a base de resina
(Ruano 1992: 100-101) o estaño (Blasco Martín et al. 2019)
para fijar las incrustaciones.
- Revestimiento: técnica mediante la que se resguarda y/o adorna una superficie cubriéndola con otra materia prima.
Por otro lado, los tipos básicos de motivos decorativos documentados son:
- Geométricos: en este grupo se engloban disímiles tipos de
decoraciones como retículas, zigzags, líneas paralelas, triángulos, círculos simples, círculos concéntricos, etcétera. Cada pieza
decorada con estos motivos se describirá y se pondrá en relación
con otras para identificar similitudes o particularidades, con el
objetivo de establecer patrones, estilos, gustos y, con ello, manos detrás de su realización (Calvo y García Rosselló 2014: 8).
Suelen realizarse mediante la incisión y, en ocasiones, destacarse a través de su coloración.
- Moldurados: parte saliente de perfil uniforme que puede
presentar diferentes formas. Esta técnica puede efectuarse mediante el tallado o el torneado.
- Figurados: dentro de los cuales diferenciamos entre motivos
zoomorfos, vegetales o antropomorfos. También lo hemos denominado como “decoración compleja” (Blasco Martín 2015: 47).
Figura 4.45. Luis Suárez Becerril, artesano tradicional del hueso y la
madera, en su taller en 2018 utilizando el torno de violín de su padre
y de su abuelo (San Antonio la Isla, México).
Asimismo, en las incrustaciones o revestimientos que presentan algunas piezas se especificará la forma y composición
de dichos motivos decorativos y, siempre que sea posible, el
sistema o sustancia adherente empleada para su fijación.
Además, resulta habitual la combinación de diferentes técnicas y motivos decorativos en un mismo artefacto (fig. 4.46).
La ejecución de la ornamentación dependerá de la persona que
la realizase, de sus ideas y gustos (o las del propietario/a), de su
habilidad, de las herramientas empleadas, de la materia prima
trabajada, de la fase de aprendizaje en la que se encontrase y,
por ende, de su experiencia.
Para analizar de manera sistemática los motivos decorativos, al igual que para la revisión tecnológica, las piezas se han
revisado de forma microscópica (con microscopio digital Dinolite portable de 10 a 200x y microscopio esteresocópico Leica
M165C con un rango de aumentos de 7,5 a 120x, ambos con
sistemas de medición integrados). Sumado a ello, para determinar la naturaleza de las incrustaciones y sustancias adherentes
presentes en los mangos con talón de marfil (Blasco Martín et
al. 2019), así como la identificación de las posibles sustancias
colorantes presentes en una selección de alfileres y en una falange pintada, se llevaron a cabo análisis arqueométricos no destructivos en colaboración con equipos de trabajo multidisciplinares. Por un lado, con el grupo ArchaeChemis de la Universitat
de València (UV), en el Laboratorio de Química Analítica, junto
a G. Gallello y su equipo se realizaron análisis FT-NIR y XRF
y, por otra parte, en el Instituto Universitario de Ciencia de los
Materiales de la UV junto a C. Roldán y S. Murcia se llevó a
cabo la espectrocoscopia RAMAN.
- Fourier transforme near-infrared spectrometer (FTNIR): se trata de un tipo de espectrometría de absorción que
utiliza la región infrarroja del espectro electromagnético. La
tecnología NIR involucra luz interactuando con un material,
donde una radiación electromagnética ocurre en forma de on-
Figura 4.46. Alfiler decorado mediante incisión y tallado con motivos
geométricos, moldurados y con remate zoomorfo. Covalta - 0028.
39
[page-n-57]
das, por tanto, se miden diferentes puntos de la pieza sin la
necesidad de un contacto directo. Así, gracias a la distinta
adquisición de los espectros podemos identificar, cuantitativa y cualitavemente, los distintos compuestos que integran
las muestras. Se trata de una técnica no destructiva que no
requiere preparación de muestras ni el uso de reactivo y
que aporta medidas rápidas y fiables tanto para aplicaciones
cuantitativas como cualitativas.
- X-ray fluorescence (XRF): esta técnica permite obtener
información multielemental de la muestra en un breve período
de tiempo. El principio físico que la rige es el de la radiación
electromagnética originada por las transiciones electrónicas
que tienen lugar entre capas profundas de la estructura de los
átomos. Estas transacciones están inducidas por radiación electromagnética o partículas cargadas. La emisión de la radiación
está relacionada con el tipo de componentes de la muestra analizada y varía según su mayor o menor abundancia. Se trata de
una técnica muy útil para la identificación y caracterización de
elementos inorgánicos.
- Espectroscopia RAMAN: técnica de análisis molecular
basada en el comportamiento reactivo de los fotones de un elemento poliatómico al ser irradiado por láser. A partir de la recogida y cuantificación diferencial entre los fotones incidentes y
esparcidos se extraen resultados sobre la composición química
de la muestra.
40
4.6. REGISTRO Y BASE DE DATOS
Para llevar a cabo esta investigación todas las piezas de hueso, asta,
cuerno y marfil han sido indexadas en una base de datos desarrolada específicamente para tal fin. Cada pieza posee un identificador
formado por un número de cuatro dígitos, asignado de forma correlativa según fueran incoporadas al estudio. Cada ficha está integrada por cinco grandes apartados atendiendo a la información
referente sobre su contexto de hallazgo; a su descripción tipológica;
a las marcas tecnológicas y funcionales identificadas; a la presencia
o no de decoración y a su caracterización y un último bloque integrado por otro tipo de rasgos y aclaraciones no incorporados en el
resto de apartados que pudieran resultar relevantes.
La información original recogida en esta base de datos de
trabajo se presenta en el capítulo 5 de forma necesariamente sintética (por espacio), en tablas e imágenes por cada yacimiento
analizado, desarrollando cualquier información adicional necesaria en la parte escrita. Además, las piezas que previamente ya
han sido publicadas están incorporadas en el apartado “Objetos
de materias duras de origen animal” de la base de datos online
del proyecto “Flora y Fauna Ibérica. De lo real a lo imaginario”
(http://www.florayfaunaiberica.org/). En el futuro se ampliará la
indexación de estos objetos para facilitar su consulta por cualquier persona interesada y complementar la información disponible sobre las artesanías en materias duras animales.
[page-n-58]
5
Estudio de los objetos por yacimientos
Presentamos los resultados del estudio de los materiales en cada
yacimiento, planteando las particularidades de cada contexto arqueológico y de cada grupo de objetos analizados. Para mayor
claridad, hemos optado por su exposición siguiendo un orden
geográfico en sentido norte-sur (fig. 5.1).
5.1. MAS CASTELLAR (PONTÓS, GIRONA)
5.1.1. introducción al yacimiento
Mas Castellar está situado en el municipio de Pontós, en un pequeño altiplano, en el extremo oeste de la llanura del Empordà
(fig. 5.2), a unos 17 km de la costa mediterránea, en un enclave
convergente entre el río Fluvià al sur y el río Muga al norte;
el primero desembocaba en Emporion y el segundo en Rhode.
Su ubicación privilegiada y equidistante con respecto a ambas
colonias determinará el desarrollo económico y la evolución
histórica del asentamiento. Esta posición interfluvial diseñó en
su momento un paisaje peculiar formado por dos terrazas escalonadas, característica que condiciona la topografía del sitio
delimitando dos áreas diferenciadas: el Camp de Dalt (2,5 ha)
y el Camp de Baix (1,5 ha) (fig. 5.3). Desde el primero de ellos
se controla visualmente un territorio de entre 15 y 25 km a la
redonda, distinguiéndose las sierras del Prepirineo gerundense
al norte, el macizo del Montgrí al sur, y al este la costa mediterránea con el golfo de Roses (Pons 2002: 11-12; Pons et al.
2016a: 17).
Los restos arqueológicos corresponden al menos a tres asentamientos sucesivos de naturaleza y características diferentes.
Se ha documentado una primera ocupación entre el s. VII s. VI. a.C. a través de fosas dispersas y restos de hábitat en el án-
gulo suroeste de la colina, por donde resulta más sencillo el acceso del Camp de Dalt al Camp de Baix. En este mismo lugar se
excavaron los restos de un edificio señorial de influencia griega
datado en el s. V a.C. destruido tras un episodio violento (Pons
et al. 2016c); sobre él se erigió un poblado fortificado protegido
por doble foso que tuvo también una vida corta, ya que se amortizó hacia mediados del s. IV a.C., y que se sustituyó por un asentamiento rural sin fortificar ubicado en el extremo sureste del
Camp de Dalt, que perdurará hasta el primer cuarto del s. II a.C.,
momento final de ocupación documentado. A todo ello se deben añadir los campos de silos concentrados y apartados de las
zonas urbanizadas, ocupando unas 2,5 ha de terreno de las 5 ha
que ocupa todo el yacimiento. Su cronología es amplia, del 650
al 180 a.C., si bien su presencia mayoritaria se atestigua entre
el s. IV - s. III a.C. (fig. 5.3) (Pons 2002: 22-23; Ferrer et al.
2014-2016: 117-118).
Las primeras intervenciones arqueológicas se llevaron a
cabo en 1975, centrándose dentro de las propiedades de la masía moderna, en diversas fosas localizadas en el patio de esta.
Poco a poco se sucedieron nuevas intervenciones y hallazgos
que, a partir de la década de los noventa, bajo la dirección de
E. Pons Brun, supondrán un desarrollo sistemático de prospecciones, reconocimientos aéreos y geomagnéticos, excavaciones
e investigación en laboratorio que han permitido conocer detalladamente la larga secuencia de ocupación de este enclave y
que continúan desarrollándose en la actualidad (Pons y Rovira
1997; Pons 2002; Pons et al. 2005; Asensio y Pons 2004-2005
y 2009; Pons y García Petit 2008; Colominas 2008; Ferrer et
al. 2014-2016; Pons et al. 2016a, 2016b, 2016c y 2016d; entre
otros). Los trabajos arqueológicos continúan en la actualidad
por lo que se trata de un proyecto vivo.
41
[page-n-59]
Figura 5.1. Ubicación de los yacimientos estudiados. 1) Mas Castellar; 2) Saus; 3) Camp de l’Ylla; 4) Illa d’en Reixac; 5) Gou-Batlle;
6) Puig de Sant Andreu; 7) La Creueta; 8) Turó del Montgròs; 9) Tossal de les Tenalles; 10) Els Vilars; 11) Turó de Ca n’Oliver;
12) Puig Castellar; 13) Turó de la Rovira; 14) La Penya del Moro; 15) Olèrdola; 16) Vilar; 17) San Antonio; 18) El Palomar; 19) La
Morranda; 20) La Moleta del Remei; 21) Puig de la Misericòrdia; 22) Puig de la Nau; 23) Alto Chacón; 24) Els Estrets/Racó de Rata;
25) Torre de Foios; 26) La Celadilla; 27) Torre del Prospinal; 28) La Peña de las Majadas; 29) El Castellet de Bernabé; 30) La Seña:
31) El Puntal dels Llops; 32) El Tossal de Sant Miquel; 33) Tos Pelat; 34) Kelin/Los Villares; 35) Amarejo; 36) Covalta; 37) La Bastida
de les Alcusses; 38) La Serreta; 39) El Puig; 40) El Cerro de las Cabezas; 41) Coimbra del Barranco Ancho; 42) L’Alcúdia; 43) Pajar de
Artillo; 44) Cerro de la Cruz; 45) El Chuche.
5.1.2. el conjunto analizado
Presentamos la descripción y ubicación de 45 piezas elaboradas
sobre materias duras animales documentadas en el yacimiento
(tabla 5.1). Debido a la complejidad cronológica y estratigráfica
del mismo hemos optado por exponer las piezas en función de
sus contextos de excavación, haciendo alusión a las zonas, fosas
o unidades estratigráficas donde se recuperaron, señalando en
cada caso las particularidades materiales más interesantes de los
contextos de hallazgo, así como las variaciones cronológicas.
5.1.2.1. Campos de fosas
Figura 5.2. Yacimientos revisados de la provincia de Girona: 1)
Mas Castellar (Pontós); 2) Saus (Saus-Camallera-Llampaies); 3)
Camp de l’Ylla (Viladamant); a-Puig Serra (Serra de Daró); 4) Illa
d’en Reixac (Ullastret); 5) Gou-Batlle (Ullastret); 6) Puig de Sant
Andreu (Ullastret); 7) La Creueta (El Gironés).
42
Fosas sin información arqueológica precisa
Fosa 17: no hay información precisa de la fosa 17 porque fue “excavada” por el propietario del terreno antes de que comenzasen los trabajos arqueológicos. Posteriormente algunos de estos
materiales fueron cedidos al equipo de investigación de Mas
Castellar. En ella se recuperó un asta izquierda de desmogue
de Cervus elaphus que sirvió como matriz. La pieza presenta
aserrados la luchadera y los candiles mediales; en la parte de la
percha encontramos una fractura reciente, por lo que no podemos saber si también fue trabajada (fig. 5.4).
[page-n-60]
Figura 5.3. Emplazamiento y áreas excavadas hasta 2019. En mayor tamaño se muestran las zonas de fosas 4 y 20 y se señalan en azul
aquellas donde se recuperaron piezas de asta o hueso. Imagen adaptada de los archivos de excavación facilitados por Enriqueta Pons Brun
y de las publicaciones Pons 2012: fig. 2 y Asensio y Pons 2004-2005: fig. 4.
Tabla 5.1. Industria sobre materias duras animales de Mas Castellar ordenada por contextos.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
790
-
Fosa 17
I. Matriz
Percha y roseta Ciervo
A
No
782
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 104
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab
No
779
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 105
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Macromamíf.
F/P
No
780
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 105
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
781
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 105
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Mesomamíf.
P
No
788
400-300 a.C.
Z-4. Fosa 107
I. Matriz
Asta
Ciervo
C
No
679
300-275 a.C.
Z-20. Fosa 138
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Cabra
Ab
No
688
300-275 a.C.
Z-20. Fosa 138
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Cabra
Ab
No
689
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
690
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
691
275-250 a.C.
Z-20.Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
692
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
807
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
792
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/Ab
No
793
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamífero
No
C
43
[page-n-61]
Tabla 5.1 (continuación). Industria sobre materias duras animales de Mas Castellar ordenada por contextos.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
794
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.4.5.Bisagra
Diáfisis
Meso/Macromamíf. A/Pr
No
795
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab
No
796
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
V. Desecho
Candil
Ciervo
F/A
No
810
450-400 a.C.
Z-20. Fosa 137
III.4.1. Mango
Diáfisis
Mesomamífero
C/P
No
818
425-400 a.C.
Z-20. Fosa 137
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab/P/Pr
No
1173 450-400 a.C.
Z-20. Fosa 137
V. Desecho/
II. Soporte
Candil
Ciervo
A
No
820
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
821
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
787
425-400 a.C.
Z-30. Sector 3
V. Desecho/
II. Soporte
Candil
Ciervo
P/Ab/C
No
791
425-400 a.C.
Z-30. Sector 3
III.1.5. Punta flecha
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/Pe
No
797
425-375 a.C.
Z-30. Basurero 38
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/P/Pr
Sí
809
425-350 a.C.
Z-30. Sondeo entrada
V. Desecho
Candil
Ciervo
C/A
No
811
375-325 a.C.
Z-30. Fosa 362
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/Ab
No
798
225-200 a.C.
Z-30. Fosa 373
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
P/Pr
No
783
ca. 450 a.C.
Z-32. Exterior ES516
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamíf. P/A/V
Sí
784
400-375 a.C.
Z-32
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr/Ab
No
789
400-375 a.C.
Z-32
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr/Ab
No
785
425-400 a.C.
Z-33-1
IV. Ind. secundaria
Colmillo
Jabalí
C/Pe
No
786
425-400 a.C.
Z-33-1
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab
No
801
200-175 a.C.
Est. rural. Casa 2. Dep. 3 III.4.2. Cacha
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab/P/Pr
No
812
200-175 a.C.
Est. rural. Z-11-S10a
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
Ab/Pr
No
817
200-175 a.C.
Est. rural. Norte calle
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/C/Pr
Sí
819
200-175 a.C.
Est. rural. Casa 1.
Dep. 7a
III.3.2. Cucharita (?)
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
822
225-200 a.C.
Est. rural. Casa 1. Dep. 4 III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
799
425-375 a.C.
Z-14. Sector 1
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Meso/Macromamíf. -
No
800
425-375 a.C.
Z-14. Sector 1
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
Ab/Pr
No
802
425-375 a.C.
Z-14. Sector 3
II. Soporte
Candil
Ciervo
C/Pr
No
804
425-375 a.C.
Z-14. Sector 2c
V. Desecho
Cuerno
Cabra
A
No
805
325-275 a.C.
Z-14. Sector 4
II. Soporte
Percha
Ciervo
A/C
No
803
450-300 a.C.
Z-15. Calle
V. Desecho
Cuerno
Bóvido
A
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Fosas de la zona 4
La zona 4 se corresponde con un área de fosas localizada al noroeste del Camp de Dalt excavada a partir de 1992 (Pons 2002:
175-176). En tres de estas fosas se hallaron elementos manufacturados sobre materias duras animales (fig. 5.3).
Fosa 104: está situada al sureste de la zona 4, superando
el límite de la excavación. Excavada en el año 2012 (fig. 5.3).
Cronología: 275 - 225 a.C. Medidas conservadas: 2 m de diámetro de boca; profundidad de 0,60 m. En la UE 4031 se recuperó un fragmento de la parte distal de un punzón de hueso
(0782) (fig. 5.4).
44
Fosa 105: se localiza en la parte media del límite oeste de la
zona 4 (fig. 5.3). Cronología: 275 - 250 a.C. Medidas conservadas: 2 m de diámetro de boca; profundidad máx. 0,92 m. Entre
los materiales documentados destacan unas tenazas de hierro y
restos de ovicaprinos, suidos, conejos y bovinos (Pons 2012:
73-75). Se recuperaron tres piezas realizadas sobre huesos largos de meso/macromamíferos identificados como útiles expeditivos o industria ósea secundaria (0779, 0780 y 0781) (fig. 5.4),
con evidencias de haber sido utilizados, presentando un ligero
embotamiento en las partes activas, pero sin sufrir apenas modificaciones tecnológicas. La pieza 0779, debido al acabado que
[page-n-62]
Fosa 107
0790
Fosa 105
0779
Fosa 104
0782
0780
Figura 5.4. Objetos recuperados en las fosas 17, 104 y 105.
presenta su extremo activo, podría haber sido empleada para
realizar perforaciones; mientras que los otros dos artefactos tienen un extremo o extremos activos con tendencia redondeada o
roma (la pieza 0780 está fragmentada).
Fosa 107: localizada en la parte media del límite este de la
zona 4, al oeste de la fosa 106 que la corta desde la superficie
(fig. 5.3). Cronología: s. VI a.C. Medidas conservadas: 1,60 m
diámetro de boca; profundidad máxima de 0,80 m (Pons 2012).
En la UE 4039 (fig. 5.5), formada por un sedimento heterogéneo arcilloso-arenoso de color marrón oscuro y con abundantes
inclusiones de cenizas, se recuperó apoyada en la pared oeste
una cornamenta entera de ciervo procedente de la muda, ya que
no presenta alteraciones antrópicas en el medallón. Se trata de
una cuerna izquierda, muy fragmentada, con una longitud total
de 70 cm, pertenecería a un ejemplar subadulto/adulto, por las
dimensiones y el número de candiles que presenta. En el extremo distal se aprecian marcas de cortes con una herramienta
metálica y de flexión de uno de los candiles distales que podría
haber sido separado del resto de la cuerna para realizar sobre él
algún artefacto (fig. 5.5). Junto a ella se encontraron restos de
cerámica mano y a torno del ibérico antiguo.
Fosas de la zona 20
La zona 20 está definida por la presencia de estructuras negativas excavadas en un sustrato rocoso cubierto por una capa
superficial de poca potencia, entre 15 y 20 cm. Se localiza en
la parte noreste del Camp de Dalt, en contacto directo con las
estructuras positivas de la casa 2 del asentamiento rural y al noroeste de la zona 14 (Pons 2005). En cuatro de estas fosas se han
documentado piezas elaboradas sobre hueso y asta (fig. 5.3).
Fosa 114: localizada al noroeste de la zona 20 del Camp de
Dalt (fig. 5.3). Cronología: 275 - 250 a.C. Medidas conservadas:
2,18 m diámetro de boca y 2 m en la base; profundidad máx.
de 1,60 m. En la UE 20074, interpretada como un basurero con
restos domésticos y culinarios, se recogió un conjunto de trece
pequeñas cuentas circulares realizadas en hueso, piedra y pasta
vítrea que, muy probablemente, formarían parte del mismo collar, pulsera, implemento textil o adorno similar (fig. 5.6). Cinco
de ellas se realizaron sobre diáfisis de huesos largos de meso
Figura 5.5. Perfil de las fosas 106 y 107 (Pons 2012: fig. 10) y fragmentos superiores del asta 0788.
0818
0689 0690 0807
0810
Figura 5.6. Piezas de hueso recuperadas en las fosas 114 y 137.
45
[page-n-63]
o macromamíferos, aparecen totalmente modificadas y con un
acabado exterior muy pulido. Sus dimensiones son reducidas
con un diámetro de 3 mm y una perforación central de 1,6 mm.
Tres de ellas están enteras (0689, 0690 y 0807) y otras dos fracturadas e incompletas (0691 y 0692) en uno y tres fragmentos
respectivamente. Fueron recuperadas en el proceso de cribado
del sedimento tomado de la fosa con una malla de 1 mm (Pons
2002: 183-184).
Fosa 137: está situada en el centro-sur de la zona 20 (fig. 5.3).
Medidas conservadas: 1,20 m diámetro de boca y 2,20 m de
fondo; profundidad 2 m; volumen 5000 litros. Cronología: 450
- 400 a.C. Coincide con el periodo de construcción, vida y destrucción del poblado fortificado. Se ha interpretado como un
silo de almacenaje que una vez perdió su función original fue
utilizado, en primer lugar, para depositar el cuerpo de un perro
cubierto o protegido por 24 molinos de vaivén de basalto (Pons
et al. 2016d). Sobre este entierro se localiza un segundo depósito con una gran cantidad de restos orgánicos carbonizados:
semillas, carbones, fauna, así como restos de cerámica, material
de construcción y objetos metálicos (UUEE 20119 y 20118).
Los restos faunísticos presentan numerosas alteraciones térmicas
y una fragmentación alta, todas las especies documentadas son
domésticas, destacando los ovicaprinos, a excepción de un resto
de asta de ciervo con evidencias de aserrado en uno de los extremos (se corresponde con la pieza 1173 –tabla 5.1– de nuestro
estudio, no se incluye imagen porque no pudimos verla en directo). Además, en este silo documentamos, en la UE 20119, un
pequeño mango cilíndrico manufacturado sobre la diáfisis de un
hueso largo de mesomamífero (longitud 2,2 cm, anchura 1,2 cm),
está fragmentado y ha sufrido la acción del fuego, presentando un
coloración marrón-negra (0817). Por otro lado, en la UE 20118
se recuperó una aguja de hueso (0818) (longitud 6,8 cm; anchura
máx. 0,6; grosor máx. 0,3 cm), realizada sobre la diáfisis de un
hueso largo de macromamífero con una perforación circular en el
extremo proximal (diámetro 0,3 cm). La punta está embotada por
el uso y no presenta alteraciones térmicas (fig. 5.6).
Fosa 138: se localiza en la parte norte de la zona 20 (fig. 5.3).
Medidas conservadas: 1,44 m diámetro de boca y 1,08 m de fondo; profundidad máx. de 1,60 m; volumen 2600 litros. Cronología: 300 - 275 a.C. En el estrato inferior de la fosa, por debajo de
niveles de relleno y de basurero, se depositó en conexión anatómica, en decúbito dorsal, un esqueleto humano de un perinatal;
además, se identificaron dos fragmentos craneales de un segundo individuo (posible perinatal) (Agustí et al. 2008: 144-145).
Entre los materiales asociados con el ajuar de estos individuos
infantiles encontramos cuatro astrágalos de ovicaprinos, dos de
ellos sin alteraciones antrópicas y otros dos (0679 y 0688) con
las caras mediales y laterales regularizadas mediante abrasión
(tipo C1) (tabla 5.1). Las tabas trabajadas corresponden a un
ejemplar izquierdo y otro derecho de cabra que, por su tamaño
similar, podrían pertenecer al mismo animal (Agustí et al. 2008:
fig. 10). Otros materiales recuperados en este depósito fueron
dos alfileres de bronce similares a los que podemos documentar
en hueso, cuatro fusayolas, varios tejuelos cerámicos, así como
una mandíbula de Bos taurus (Agustí et al. 2008: tabla 3).
Fosa 153: localizada en la parte suroeste de la zona 20 del
Camp de Dalt (fig. 5.3) Cronología: 225 - 200 a.C. Medidas
conservadas: diámetro de boca entre 2,10 x 1,80 m y de base
1,80 m; profundidad 2,50 m, volumen: 8500 litros. Durante su
46
excavación se distinguieron seis estratos de relleno, ricos en materiales arqueológicos, entre los que destacan restos de construcciones de estuco y opus signinum decorados con motivos de
frisos y ovas que podrían pertenecer a la remodelación o destrucción de un edificio singular. Esta estructura negativa es el
espacio con mayor concentración de industria sobre materias
duras animales del Mas Castellar, documentándose en ella siete
piezas (tabla 5.1 y fig. 5.7).
En la UE 20165 se recuperaron dos fragmentos de una bisagra de hueso (0794) que se encuentra calcinada (coloración
blanca) y en un estado de conservación delicado, presenta estrías en la superficie externa originadas por el giro, así como
señales de desgaste en la perforación. En esta unidad estratigráfica se documentaron numerosos restos de madera carbonizada
que podrían haber pertenecido a algún pequeño mueble o caja
del que la bisagra formara parte. Contamos con otra pieza terminada, un biapuntado de dimensiones reducidas (4,8 x 0,3 x
0,2 cm) (0795) y marcas de uso en ambos extremos y en uno
de sus laterales: estrías multidireccionales, embotamiento y un
ligero desconchado. Por otro lado, documentamos un desecho
de fabricación del trabajo del asta, un candil de Cervus elaphus
aserrado por su parte proximal y con una lengüeta de flexión
(0796). Podría tratarse de una evidencia de la cadena operativa
del trabajo de la cornamenta que ha sido descartada. Por último, en este estrato identificamos un astrágalo derecho perforado
de ovicaprino (0820), tipo G1 de nuestra tipología, con orificio
central (0,3 cm).
Por su parte, en la UE 20162 documentamos tres artefactos
realizados sobre hueso: dos piezas terminadas, un biapuntado de
sección plana que presenta marcas de un ligero embotamiento
en sus dos extremos (0792), un punzón (0793) realizado sobre
la diáfisis de un hueso largo de meso/macro mamífero con una
ligera fractura en su parte activa y un astrágalo tipo G1 con
perforación central (0,3 cm) (fig. 5.7). Se trata de un ejemplar
izquierdo de ovicaprino, por lo que cabría pensar que, junto a
0820, debido a sus dimensiones similares (3 y 2,8 cm de longitud y 2 y 1,8 cm de anchura respectivamente) pudieran haberse
obtenido del mismo animal.
5.1.2.2. Poblado fortificado (zona 30)
El poblado fortificado se localiza en la parte sur del Camp
de Dalt, fue construido fundamentalmente en la 2ª mitad del
s. V a.C. y experimentó un proceso de desmantelamiento y abandono que culminó hacia el 3er cuarto del s. IV a.C. Esta zona
está definida por estructuras positivas y negativas tanto de hábitat y almacenamiento como de defensa (fig. 5.3). Gran parte
de los últimos trabajos arqueológicos llevados a cabo en el yacimiento se han centrado aquí, identificándose distintas fases de
ocupación y una interesante complejidad estructural (Pons et al.
2016b: 118). Se han documentado seis piezas realizadas sobre
hueso (tabla 5.1 y fig. 5.8), recuperadas cada una de ellas en un
espacio distinto: el basurero 38, la habitación 3, el sondeo 30a,
el interior de la torre y las fosas 362 y 373 (fig. 5.9).
Basurero 38: Este basurero se extiende por el pasillo de entrada al poblado (fig. 5.9), su excavación ha resultado especialmente interesante por la riqueza material atestiguada, lo que ha
permitido analizar aspectos cotidianos de la vida del asentamiento, destacando los estudios de carbones, semillas y fauna (Pons
2002: 86). En la UE 20165 (425 - 375 a.C.) se recuperó una diáfisis de hueso largo de mesomamífero fragmentada con dos peque-
[page-n-64]
ñas perforaciones circulares enfrentadas entre sí en el extremo
conservado con un diámetro de 0,3 cm. Se trata de un tubo perforado, variante III.4.3.1.a (0797) (fig. 5.8). Presenta un motivo
geométrico inciso en el extremo proximal con forma de hexágono irregular, con dos de sus lados de mayor longitud, y relleno de
cortas incisiones rectas dispuestas en direcciones diversas.
Habitación 3: espacio de hábitat al norte de la muralla meridional (fig. 5.9), situado entre las habitaciones 2 y 4. Tiene
forma rectangular alargada y ocupa una superficie total de
41,70 m2 (Pons 2002: 77). En la UE 30177, fechada entre el
450 - 425 a.C., en la campaña del 2001 se recuperó una pieza inusual en el registro ibérico, una punta de flecha realizada
sobre parte de la diáfisis de un hueso largo de un meso/macro-
UE 20162
mamífero (0791) (fig. 5.8). Si bien, la pieza pudo haber sido
descartada ya que no presenta marcas de uso ni un acabado
regularizado apreciándose, especialmente en la parte del pedúnculo, el tejido esponjoso del hueso.
Sondeo 30a: sondeo de 4 x 4 m, realizado para comprender mejor el bastión de la muralla (Asensio y Pons 2009: 275)
(fig. 5.9). En él se recuperó una pieza muy interesante a nivel
tecnológico sobre el trabajo del asta. Se trata de un pequeño
desecho de manufactura de la obtención de un candil (0809)
con unas medidas de 1,7 cm de longitud y 2,2 cm de anchura
y de grosor (fig. 5.10). Las marcas de trabajo presentes en la
pieza evidencian diferentes acciones sobre la materia prima: en
primer lugar el candil fue cortado con un útil metálico en varias
UE 20165
0792
0793
0794
0795
0796
0820
0821
Figura 5.7. Piezas de hueso y asta de la Fosa 153.
0787
0797
0809
0798
0791
0811
Figura 5.8. Conjunto de las piezas óseas recuperadas en la Zona 30.
47
[page-n-65]
Figura 5.9. Aspecto del
oppidum durante la fase de
desmantelamiento de la muralla meridional y el expolio
de la torre, s. IV a.C. En azul
se señalan los espacios donde
se ha recuperado industria
ósea (adaptado de Pons et al.
2016a: fig. 5b).
0786
0784
0785
0783
0789
Figura 5.10. Piezas de hueso
y diente recuperados en las
Zonas 32 y 33.
direcciones para separarlo del resto de la cuerna; posteriormente, probablemente no satisfechos con el resultado obtenido, intentaron aserrar el candil ya separado para obtener un acabado
más homogéneo en el extremo trabajado, sin embargo, el intento resultó fallido y quedó a medio realizar. Así, se ejecutó un
nuevo aserrado, esta vez con éxito, junto a una ligera flexión.
En la campaña de 2010, en la UE 3064, en las excavaciones
realizadas en los estratos del interior de la torre se documentó otra evidencia del trabajo del asta de ciervo: un candil con
numerosas marcas de corte con un útil metálico tipo hacha o
cuchillo en el extremo proximal (0787) (fig. 5.8).
Fosa 362: localizada en el rincón noroeste de la sala 2 del
poblado fortificado (fig. 5.9). Fue realizada poco tiempo después del abandono del poblado, datada entre el 375 - 325 a.C.
48
Se excavó en las campañas del 2000 y 2001. Medidas conservadas: diámetro máx. 1,2 m; profundidad 2 m; volumen:
4200 litros (Pons y García Petit 2008: 15). La singularidad
de la fosa se basa en la gran cantidad de restos alimentarios
que contenía, especialmente huesos de mamíferos domésticos
(bóvidos, suidos y ovicaprinos), de aves domésticas y de caza,
así como de restos de peces tanto de agua dulce como de agua
salada. Fue arrojado también ex profeso un repertorio destacado de vajilla de mesa, donde sobresalen más de 20 skyphoi de
cerámica gris de la costa catalana. Todo ello se ha interpretado
como la evidencia material de un banquete, de una celebración
social donde los alimentos fueron consumidos a la vez que
se arrojaban sus restos y la vajilla utilizada a la fosa (Pons y
García Petit 2008: 19-20).
[page-n-66]
geramente fracturado, con las caras laterales abrasionadas y
perforadas (diámetro de orificio 0,3 cm en ambos ejemplares).
Se corresponden con el tipo C2 (0784 y 0789) (fig. 5.12).
Por su parte, en la zona 33, en la UE 33030 del sector I, fechada a finales del s. V a.C., en un espacio interpretado como un
posible granero se recuperaron dos útiles expeditivos, dos piezas apuntadas realizadas sobre un colmillo de Sus scrofa (0785)
y sobre una ulna de mesomamífero (0786) (fig. 5.10).
Por último, en la campaña de 2016, en el exterior de la puerta este de la casa se identificó un fragmento de un pequeño mango cilíndrico de hueso (longitud total 3,2 cm) con decoración
geométrica formada por dos líneas incisas paralelas en la parte
proximal, y un círculo inciso con punto central en la parte mesial seguido de otras tres líneas paralelas (0783) (fig. 5.10).
Figura 5.11. Vista aérea de las casas del asentamiento rural y de
las zonas, 11, 14 y 105. Se han señalado los espacios con industria
sobre materias duras animales. Imagen adaptada de los archivos de
trabajo del equipo de excavación del Mas Castellar.
Dentro de ella se documentó un único objeto realizado sobre
materias duras animales. Se trata de una pieza discoidal aparentemente sin terminar realizada sobre la diáfisis de un animal
de talla grande (0811) (fig. 5.8). Casi con toda seguridad, por
la forma que presenta, sobre este soporte o pieza descartada se
pretendía realizar una cuenta circular. Tiene unas medidas de
2,1 cm x 0,5 cm y una perforación central de 0,8 cm. Resulta
complejo explicar la presencia de este objeto en la fosa, pero su
función no parece estar ligada al banquete.
Fosa 373: corta el muro este de la habitación 3 (fig. 5.9), por
tanto, pertenece a una fase posterior del poblado, concretamente, por los materiales hallados en ella, se ha podido datar entre
el 225 - 200 a.C. Medidas conservadas: diámetro de boca entre
0,80 y 0,90 m; profundidad máx. 1,40 m; volumen 1285 litros.
En la UE 30023 se recuperó un astrágalo izquierdo de ovicaprino con marcas de carnicería, con las caras medial y lateral
regularizadas mediante abrasión y con una perforación circular
central de 0,35 cm de diámetro (tipo C2) (0798) (fig. 5.8). Debemos destacar que el 100 % de los restos de fauna recuperados
en la fosa pertenecen a especies domésticas, destacando los bovinos, seguidos de los ovicaprinos y cerdos. La mayoría de los
huesos, al igual que lo que ocurre con este astrágalo trabajado,
presentan marcas antrópicas de su procesado para el consumo.
Por otro lado, también se encontraron restos, en menor proporción, de aves y de peces.
Zonas 32 y 33
Edificio ES516: en las campañas de 2012-2013 en la zona 32,
situada en la parte extramuros del poblado fortificado, y en la
zona 33, un área situada por debajo de la torre de la zona 30
(Pons et al. 2016b: 111 y 2016c: 16) (fig. 5.3), se definió un edificio (ES516) del s. V a.C. de más de 200 m2, planta ortogonal
y espacios compartimentados situado por debajo de la torre del
oppidum (Agustí y Pons 2014-2016: fig. 2; Pons et al. 2016c:
113). En esta construcción de marcada influencia griega documentamos cinco piezas de hueso. En la campaña de 2017 en
la UE 32084 de la zona 32, datada a principios del s. IV a.C.,
se hallaron dos astrágalos izquierdos de ovicaprino, uno li-
5.1.2.3. Asentamiento rural
El denominado establiment rural está ubicado en la parte este
del Camp de Dalt (fig. 5.3). Se ha excavado un área de más de
1200 m2 donde se han delimitado tres casas complejas y otras
dos de ámbito doméstico-familiar. Una calle de 5 m de ancho
en sentido N-S separa los diferentes conjuntos arquitectónicos
(Pons 2002: 97) (fig. 5.11). En este asentamiento agrario se han
recuperado cinco piezas elaboradas en hueso y asta con una cronología del último cuarto del s. III a.C. y el primer cuarto del
s. II a.C. (tabla 5.1. y fig. 5.12).
En el departamento 3 de la casa compleja 2 se recuperó en la
campaña de 1996 una placa de hueso rectangular y fragmentada
en dos (0801) (longitud conservada 6,7 cm; 0,7 cm de anchura;
0,1 cm grosor) que presenta una perforación circular de 0,18 cm
en la parte mesial y una segunda que no atraviesa la pared ósea
de medidas similares con evidencias en su interior de una sustancia, posiblemente para aportarle color (fig. 5.12). Actuaría
como cacha o método de sujeción de otro útil, quizás metálico.
Cuenta, en la cara dorsal, con un conjunto de líneas diagonales
incisas que facilitarían su adhesión al elemento que cubriese y
decorase. También en la casa 2, en la zona 11, S10a (fig. 5.11)
en la UE 11221, se halló una cuenta circular de hueso realizada
sobre una diáfisis de macromamífero de 2,1 cm de diámetro y
0,5 cm de grosor (0812) (fig. 5.12).
Por su parte, en la casa compleja 1, en la UE 10183 del departamento 4 se encontró un mango realizado sobre un candil
de ciervo (0822) de 8,5 cm de longitud, 2,5 cm de anchura y
1,7 cm de grosor (Pons 2002: 408-409). En el dep. 7a de esta
misma casa, que se corresponde con un vestíbulo, se recuperó
una posible cucharita realizada sobre una diáfisis de macromamífero de 7,5 cm de longitud, 1,2 cm de anchura y 0,3 cm de
grosor (0819), con abundantes marcas de abrasión, especialmente en el extremo distal, así como evidencias de desconchado
por el uso en su parte activa (fig. 5.11).
En la calle norte que delimita el asentamiento rural, en la UE
100005, se recuperó un scalptorium de bronce con mango de hueso (0817) (fig. 5.11). Este tipo de piezas están ligadas al cuidado
personal y su presencia se extiende por toda el área emporitana
durante la Edad del Hierro (Pons 2002: 339). En el ejemplar de
Mas Castellar destaca la delicada factura del mango, realizado sobre una diáfisis ósea. En la parte proximal cuenta con un acabado
redondeado con una gran perforación circular de 0,7 cm de diámetro en la que se mantiene todavía inserta una arandela de bronce. En la parte mesial presenta cuatro círculos incisos simples de
0,44 cm de diámetro realizados con la misma punta o broca; por
49
[page-n-67]
0822
0819
0817
0801
0812
Figura 5.12. Industria de hueso
y asta del asentamiento rural.
0805
Zona 14
Zona 105
0802
0799
0803
0804
0800
Figura 5.13. Piezas identificadas
en las zonas 14 y 105.
último, tiene un cuerpo ornamentado con trece pequeñas molduras. Por los laterales se distingue un corte profundo para insertar
la hoja metálica que se sujeta al mango mediante dos clavitos,
uno de ellos perfectamente conservado en una de las perforaciones (0, 1 cm). En la necrópolis de Ensérune (Hérault, Francia) se
recuperó una pieza casi idéntica (Jannoray 1955: lám. LXI).
Zona 14
Espacio doméstico resultado de la ampliación del área de excavación llevada a cabo en el año 2002 al sur de la zona 20 y al oeste del
establecimiento rural (fig. 5.11). Núcleo de ocupación ibérica de finales del s. V al s. IV a.C. En esta zona se recuperaron, cada una de
ellas en diferentes sectores y unidades estratigráficas, cinco piezas
realizadas en hueso, asta y cuerno que reflejan diferentes aspectos de
50
la cadena operativa. En el sector 1 en la UE 14038 se halló un objeto
secundario (0799), una diáfisis de hueso largo de meso/macromamífero a la que se le dio un acabado apuntado y que cuenta con ligeras
marcas de embotamiento en su parte activa y una cuenta circular de
hueso (0800) (fig. 5.13).
En el sector 3, en la UE 14013, se recuperó un candil de asta
de ciervo de 14 cm de longitud (0802). En el extremo proximal
presenta marcas de corte con un útil metálico para separarlo del
resto de la cuerna. Además, tiene tres pequeños intentos de perforación, ya que no atraviesan la pared del asta, dos de ellos
enfrentados en el extremo proximal y un tercero en la parte mesial de una de las caras (se señalan con flechas en la fig. 5.13).
Podrían indicarnos que se trata de un objeto en proceso de elaboración o de un soporte que fue descartado antes de terminar la
[page-n-68]
Figura 5.14. Representación de la industria sobre materias duras
animales de Mas Castellar.
Figura 5.15. Tipos de piezas terminadas en Mas Castellar.
pieza que se buscaba realizar. En el sector 2c, UE 14007 se halló
una clavija ósea de cabra con marcas de aserrado en el extremo
proximal (0804) (fig. 5.13). Las cuatro piezas presentadas se
recuperaron en estratos fechados entre el 425 - 375 a.C.
Por último, con una cronología más reciente, 325 - 275 a.C.,
en el sector 4, UE 14010, encontramos un fragmento de la percha de un ciervo con marcas de aserrado en el extremo distal y
de cortes aislados con una herramienta metálica en el proximal;
posiblemente se trataría de un soporte para realizar otro tipo de
artefactos (0805) (fig. 5.13).
Zona 105
Esta zona es un espacio alargado, abierto y de tránsito, de unos
15,5 metros de largo por 3 de ancho situado entre las zonas
14 y 11 (fig. 5.11). En la UE 105001, estrato superior que cubría la zona en la que se recuperaron materiales de la 2ª mitad
del s. V y el s. IV a.C., se recuperó otra clavija ósea de cabra
con marcas claras de aserrado por ambos extremos que podemos poner en relación con el aprovechamiento de la queratina
del estuche córneo (0803) (fig. 5.13).
5.1.3. breve valoración global
En total el conjunto analizado de Mas Castellar está integrado
por 45 piezas elaboradas sobre materias duras de origen animal. Como hemos visto, su distribución es heterogénea estan-
do presentes en diferentes fosas y espacios de hábitat con cronologías diversas que abarcan desde el s. VI a.C., para el asta
de ciervo 0788 de la fosa 107, hasta finales del s. III - inicios
s. II a.C., especialmente en el caso de los materiales del asentamiento rural (tabla 5.1).
Resulta interesante observar que tan solo el 47 % de estas
piezas, es decir, 21 de ellas, son artefactos terminados; el 53 %
restante está integrado por astrágalos trabajados, industria secundaria, soportes y/o desechos de trabajo, así como por matrices en el caso de las cornamentas de ciervo (fig. 5.14). Por
tanto, queda evidenciado el trabajo del hueso, el asta y el cuerno
dentro del asentamiento, si bien de forma esporádica, teniendo
en cuenta el reducido número de piezas presentes en la amplia
horquilla cronológica de ocupación atestiguada.
La materia prima más empleada es el hueso, con 33 piezas (73 %) realizadas sobre diáfisis de huesos largos de meso
o macromamíferos y astrágalos: 21 piezas terminadas, siete
astrágalos trabajados, cinco elementos de industria secundaria y un único soporte documentado en la fosa 362 de una posible cuenta circular descartada o en proceso de elaboración.
Por otro lado, contamos con nueve piezas (20 %) elaboradas
en asta de ciervo: dos matrices, dos soportes, dos desechos,
otras dos piezas que podrían tratarse tanto de soportes como
de desechos y una pieza terminada, un mango cilíndrico decorado recuperado en el asentamiento rural. Por tanto, en el
caso del asta, aunque con una representación reducida, evidenciamos todas las fases de la cadena operativa. Además,
se han documentado dos clavijas óseas de bóvidos (5 %) con
marcas de aserrado que remiten al aprovechamiento del estuche córneo como materia prima y un colmillo de jabalí (2
%), materia prima poco empleada en época ibérica, empleado
como útil expeditivo. Asimismo, llama la atención la ausencia de piezas elaboradas sobre marfil de grandes mamíferos,
más teniendo en cuenta la escasa distancia que separa Mas
Castellar de los puertos y colonias griegas del golfo de Roses, desde donde podría haberse comercializado con esta materia prima o con las piezas terminadas.
El tipo más representado de objeto son las cuentas circulares, ya que encontramos siete ejemplares, si bien cinco de ellas
fueron recuperadas juntas en la fosa 114 junto a otras ocho de
piedra y pasta vítrea. Le siguen los mangos, con dos realizados
sobre hueso y dos sobre asta de ciervo. Del resto de tipos de
piezas encontramos únicamente uno o dos artefactos (fig. 5.15).
Por otro lado, solo tres de las piezas están decoradas, un
6,66 % del total: los mangos de hueso 0783 y 0817 y el tubo
perforado realizado sobre diáfisis de mesomamífero 0797. Los
tres artefactos cuentan con motivos incisos y de carácter geométrico, además de molduras en el caso de la pieza 0817.
Cabe señalar que los metódicos estudios de la fauna recuperada
en el yacimiento han permitido documentar la presencia mayoritaria de animales domésticos frente a los salvajes, así como el empleo
de los restos animales como alimento, en sacrificios rituales, para
obtener de ellos productos secundarios como la lana y la leche y
como elementos de prestigio social como reflejaría la propiedad
de caballos (Pons 2002; Colominas 2004-2005 y 2008). Así pues,
aunque la producción y distribución de cereales sea la actividad
principal documentada en el asentamiento, los estudios arqueofaunísticos reflejan la explotación animal con diferentes fines en
Mas Castellar, entre los que debemos incluir las artesanías sobre
51
[page-n-69]
materias duras animales; siendo especialmente interesante la explotación de las cornamentas de ciervo, ya que se ha documentado el uso de las astas de muda como matrices, contando con evidencias de todas las fases del proceso de manufactura, al menos
de forma restringida.
5.2. SAUS (SAUS - CAMALLERA - LLAMPAIES,
GIRONA)
5.2.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de Saus es un pequeño asentamiento agrícola
situado en el término municipal de Saus-Camallera-Llampaies
(fig. 5.2), a 12 km de distancia en línea recta de Emporion, por
lo que debe ponerse en relación con la influencia del asentamiento focense. Se localizaba en un territorio agrícola fértil, dominado por el lago de Camallera, actualmente desaparecido tras
su desecación en el s. XIX debido a la construcción de la línea
de ferrocarril de Barcelona a Francia (Casas 2010: 67).
Los trabajos de excavación han permitido definirlo como un
establecimiento rural, una granja ibérica cuyos restos han desaparecido casi por completo, pero del que se han podido estudiar
46 silos, estructuras negativas características de la comarca del
Empordà (fig. 5.16). Los materiales arqueológicos indican una
cronología acotada entre finales del s. VI a.C. e inicios del s. IV a.C.
(Casas y Soler 2012: 214).
5.2.2. el conjunto analizado
En él documentamos un total de siete piezas manufacturadas en
hueso y en asta recuperadas, cada una de ellas, en silos diferentes (tabla 5.2):
El silo 5 tiene una forma irregular, seguramente debido a
su deterioro una vez abandonado y conserva una profundidad
máxima de 60 cm. En su excavación únicamente se diferenció
la UE 0501, estrato de tierras cenicientas con abundante material cerámico que permite datarlo a finales del s. V a.C. (Casas
2012: 51-52), donde se halló un posible aplique óseo de forma
pseudoromboidal (0677) (fig. 5.17).
En el silo 8 se halló un fragmento de una diáfisis de hueso
largo de mesomamífero con marcas de cortes que parece corresponderse con un desecho de manufactura del hueso o con una
pieza descartada (0808) (fig. 5.17).
Por su parte, en los silos 14, 37 y 44 se recuperaron tres
mangos cilíndricos (III.4.1.2) realizados sobre asta de Cervus
elaphus 0678, 0813 y 0816 (fig. 5.17). La factura de 0816 resulta la más delicada, con toda la superficie externa pulida, y
cuenta con un amplio corte en V para insertar la hoja metálica
que se fijaría al mango a través de clavos insertos en las dos
perforaciones circulares que presenta (0,55 cm).
En el silo 16 encontramos un punzón manufacturado sobre
un húmero de Bos taurus (0814) (fig. 5.17), en el extremo distal
se aprecia un ligero pulido o embotamiento que podría reflejar
el uso de la pieza; sin embargo, la superficie ósea se encuentra
muy alterada por procesos postdeposicionales, por lo que resulta complejo asegurarlo.
Por último, en el silo 26 se recuperó una bisagra realizada sobre un metacarpo o metatarso de macromamífero (0815)
(fig. 5.17). Como en el caso anterior, la pieza se encuentra
52
Figura 5.16. Planta general de las excavaciones de Saus. Se han
señalado en azul los silos con industria ósea (adaptada de Casas y
Soler 2012: fig. 14).
alterada por procesos tafonómicos. Tiene unas medidas de
4,1 x 3,4 cm y cuenta con dos perforaciones, una de ellas circular (0,5 cm) y otra rectangular (1,7 x 0,6 cm), por lo que se
corresponde con el subtipo III.4.5.3.
5.2.3. breve valoración global
Así pues, la presencia de piezas manufacturadas en hueso o en
asta es escasa en este yacimiento, tan solo se han recuperado en
siete de los 46 silos excavados (15 %) y, en todos los casos, se
trata de un único ejemplar. Por tanto, las piezas elaboradas sobre
materias duras animales resultan prácticamente anecdóticas en
Saus. Aún con ello, forman un conjunto interesante, bien datado en el s. V a.C. del cual debemos destacar los tres mangos
realizados sobre cornamenta, ya que en los estudios de la fauna
recuperada en los silos realizados por L. Colominas y M. Saña
(Casas y Soler 2012: 277-291) llama la atención que únicamente se ha identificado un resto óseo de ciervo: un tercer premolar
inferior de un ejemplar de edad adulta; por lo que estas piezas
terminadas podrían estar evidenciando de forma indirecta el
aprovechamiento de las cornamentas de los ciervos obtenidas
mediante su recolección tras el periodo de muda.
Al igual que en el caso de Mas Castellar, a pesar de la cercanía de Saus con Emporion y Roses no se ha constatado la
presencia de material ebúrneo. Además, ninguna de las piezas
está decorada.
[page-n-70]
Tabla 5.2. Industria sobre materias duras animales de Saus.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
677
Fin. s. V a.C.
Silo 5
III.9.1. Aplique
Diáfisis
Meso/Macromamíf. P
678
Fin. s. V - in. s. IV a.C.
Silo 37
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C
808
1ª m. s. V a.C.
Silo 8
V. Desecho
Diáfisis
Mesomamífero
C
813
Fin. s. V a.C.
Silo 14
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
A/F/V
814
Fin. s. V a.C.
Silo 16
III.1.6. Punzón
Húmero
Bovino
C
815
2ª m. s. V a.C.
Silo 26
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamífero
Ab/A/Pr
816
1ª m. s. V a.C.
Silo 44
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/P/Pr
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0678
0813
0815
0816
0814
0808
0677
Figura 5.17. Industria de hueso y asta de Saus. Imágenes de las piezas 0808, 0813, 0814, 0815 y 0816 que pudimos examinar en el
MAC-Girona. Además, se incorporan los dibujos de las piezas 0677 y 0678 recogidas por Casas y Soler 2012: fig. 44.6 y 141.14.
5.3. CAMP DE L’YLLA (VILADAMANT, GIRONA)
5.3.1. introducción al yacimiento
Con la finalidad de delimitar y excavar la supuesta necrópolis
asociada a la villa romana de Tolegassos (Viladamant), en julio
de 2009 se llevó a cabo una campaña de sondeos y excavaciones
en el terreno contiguo conocido como Camp de l’Ylla (fig. 5.2).
En la ejecución de estos trabajos se hallaron dos silos ibéricos
excavados en la roca, a unos 0,80 m por debajo del nivel actual
de la finca, cuyos materiales de relleno permitieron fecharlos a
finales del s. V a.C. (Casas et al. 2010: 223-224 y fig. 1).
5.3.2. el conjunto analizado
Examinamos los restos de astas manufacturadas halladas en
estos silos en el Servei d’Atenció als Museus de Girona; sin
embargo, las piezas elaboradas sobre hueso no se encontraban
depositadas, por lo que haremos alusión a la información aportada por los arqueólogos encargados de la excavación de Camp
de l’Ylla (Casas et al. 2010).
El tamaño de ambos silos varía, el primero contaba con un
diámetro de boca de 1 m y una anchura y profundidad máximas
de 1,80 m; mientras que el segundo, de menor tamaño, presentaba un diámetro de boca de 1 m y una anchura y profundidad
máximas de 1,30 m (Casas et al. 2010: 224). En el silo 1 se re-
cuperaron 15 objetos manufacturadas en hueso y asta, mientras
que tan solo se ha documentado una pieza sobre hueso en el
silo 2 (tabla 5.3).
De las 15 piezas elaboradas sobre materias duras animales
halladas en el silo 1, diez se corresponden con desechos y soportes de trabajo de las astas de ciervo (fig. 5.18). Son restos de
candiles y partes de la percha de una o varias cuernas de Cervus
elaphus que presentan marcas de aserrado y, en el caso de la pieza de mayor envergadura (0827), también evidencias de cortes
con un útil metálico, seguramente un hacha, un cuchillo o una
azuela. Son el reflejo del trabajo sobre esta materia prima, ya
que los desechos, una vez obtenido el soporte o la pieza terminada, son retirados y arrojados a los niveles de relleno del silo.
Además de estas piezas se documentaron cinco artefactos
realizados sobre hueso: “Una peça tubular, motllurada, feta a
torn, i un segon objecte cònic, també amb motllures tallades a
torn” (Casas et al. 2010: 235), que se corresponden en nuestro
estudio con los ejemplares 0693 y 0694 (fig. 5.19). Aunque se
señale que las piezas están hechas a torno tenemos dudas de ello
y consideramos que podrían tratarse de molduras decorativas
realizadas manualmente. Podemos interpretarlas como pequeños apliques decorativos o incluso, en el caso de 0693, como
un pequeño mango cilíndrico. Por otro lado: “Es van recuperar
algunes tiges d’ossos plans, de secció rectangular, llargs, tallats
a punt de ser polits per donar-los-hi forma” (Casas et al. 2010:
235). Según la descripción, estaríamos ante un pequeño con53
[page-n-71]
Tabla 5.3. Industria sobre materias duras animales de Camp de l’Ylla.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
Materia prima
Animal
Marcas* Decor.
693
Fin. s. V a.C.
Silo 1
III.4. Obj. receptor/III.9. Pieza decorativa (?)
Hueso
-
-
Sí
694
Fin. s. V a.C.
Silo 1
III.9. Pieza decorativa (?)
Hueso
-
-
Sí
827
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A/C
No
828
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
829
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
830
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
831
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
832
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
833
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
834
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
835
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
836
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
1168
Fin. s. V a.C.
Silo 1
II. Soporte (?)
Hueso
-
-
No
1169
Fin. s. V a.C.
Silo 1
II. Soporte (?)
Hueso
-
-
No
1170
Fin. s. V a.C.
Silo 1
II. Soporte (?)
Hueso
-
-
No
1171
Fin. s. V a.C.
Silo 2
III.6.5. Cuenta
Hueso
-
Pr
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Pr-Perforación.
0693
0694
Figura 5.18. Evidencias del trabajo del asta en el silo 1 de Camp de
l’Ylla. De izquierda a derecha y de arriba abajo: piezas 0827 a 0836.
54
1168
1169
1170
1171
Figura 5.19. Piezas de hueso de los silos 1 (0693, 0694, 1168, 1169
y 1170) y 2 (1171). Adaptado de Casas et al. 2010: figs. 5 y 8.
[page-n-72]
junto de piezas en proceso de elaboración (1068, 1069 y 1070)
(fig. 5.19). A pesar de que se señala que están realizadas sobre
huesos planos, siguiendo la pauta habitual en la industria del
hueso y debido al tamaño de la sección que presentan creemos
que podrían ser varillas de diáfisis de huesos largos de animales
de talla media o grande.
En el silo 2 se recuperó una pequeña cuenta cilíndrica
(III.6.5.3) realizada sobre la diáfisis de un hueso largo de meso o
macromamífero (1171), presenta dos perforaciones, una central
y otra diagonal desde el lateral de un extremo a la parte central
(fig. 5.19). En este silo se halló otro pequeño colgante pulido en
forma de lágrima realizado sobre basalto y de tonalidad verdosa
(Casas et al. 2010: 239). Ambas piezas podrían formar parte del
mismo collar, pulsera o adorno.
5.3.1. breve valoración global
De forma conjunta resulta interesante destacar el hecho de que
en tan solo dos silos conocidos y excavados en Camp de l’Ylla
se han recuperado más piezas de hueso y asta (16), que en los 46
silos de Saus (con siete artefactos), sobre todo teniendo en cuenta
las características similares entre ambos enclaves. Estas piezas
forman parte de estratos de relleno fechados a finales del s. V a.C.
y, tan solo tres de ellas (19 %), son piezas terminadas, una cuenta
tubular y dos posibles apliques decorativos; las otras 13 (81 %)
evidencian distintas fases de la manufactura del hueso y del asta
en el territorio de Camp de l’Ylla, es decir, son reflejo de actividades artesanales.
5.4. ILLA D’EN REIXAC (ULLASTRET, GIRONA)
5.4.1. introducción al complejo arqueológico de ullastret
El yacimiento de la Illa d’en Reixac se integra dentro del denominado complejo arqueológico de Ullastret, localizado en el
extremo nordeste de la península ibérica en la parte interior del
territorio del Baix Empordà (Girona), distante apenas 8 km de
la costa mediterránea y 15 km de la colonia griega de Emporion (Plana y Martin 2005). Está considerado como uno de los
conjuntos arqueológicos más relevantes de la Edad del Hierro
en el Mediterráneo occidental. Lo integran una densa red de yacimientos de diferente naturaleza (hábitat, necrópolis, barrios
periurbanos, canteras, caminos…), entre los que destacan los
dos núcleos de hábitat de la Illa d’en Reixac y el Puig de Sant
Andreu (figs. 5.2 y 5.20) separados entre sí por unos 400 m
de distancia. La Illa d’en Reixac se encontraba rodeado por el
lago de Ullastret, desecado artificialmente en el siglo XIX para
obtener nuevas tierras de cultivo. Ambos asentamientos llegaron a ocupar, conjuntamente, una extensión intramuros superior
a 15 hectáreas y constituyeron la capital de la tribu ibérica de
los indigetes o indiketes que aparece citada por autores clásicos como Avieno, Ptolomeo o Estrabón (según recogen Codina
et al. 2017). Estuvieron habitados desde el s. VII a.C. hasta el
s. II a.C., experimentando su máximo apogeo económico y social entre el s. IV y el s. III a.C. A lo largo de su historia este
oppidum mantuvo contacto con diferentes culturas del Mediterráneo, como griegos, etruscos, o púnicos. Así como, por su
ubicación geográfica, con el mundo celta peninsular y allende
los Pirineos. Todo ello queda reflejado en su cultura material.
Presentaremos en sentido norte-sur: Illa d’en Reixac, Camp
d’en Gou del Batlle y Puig de Sant Andreu, las evidencias de
la industria sobre materias duras animales recuperadas en este
complejo arqueológico. Los materiales han sido analizados en
el MAC-Ullastret, donde se estudiaron tanto las piezas ya catalogadas en el inventario del museo como “industria ósea”, como
se revisó toda la fauna de las excavaciones. Con ello se recuperaron, especialmente, astrágalos trabajados y evidencias de la
cadena operativa: matrices, soportes y desechos.
Debemos señalar el caso de la necrópolis de Puig de Serra
(Serra de Daró, Girona), descubierta en 1982 y excavada entre
1982 y 1986 por parte del equipo de MAC-Ullastret bajo la dirección de A. Martin, donde se descubrieron 87 enterramientos
con una cronología que abarca de la primera mitad del s. V a.C.
al tercer cuarto del s. IV a.C. (Martin 2016: 35). Aunque también
revisamos las piezas manufacturadas sobre materias óseas recuperadas en la necrópolis, no las incluimos en este trabajo por
tratarse de un contexto funerario, diferente de los aquí analizados. No obstante, haremos referencia a algunos datos y comparaciones interesantes con respecto a las piezas documentadas en
los núcleos de hábitat de Ullastret. Cabe apuntar que una futura
monografía centrada en este espacio funerario verá pronto la luz.
5.4.2. introducción al yacimiento
La Illa d’en Reixac se localiza en una pequeña colina a 13 m s.
n.m., rodeada por el lago de Ullastret y posiblemente conectada
con tierra firme por un camino por su parte oeste (fig. 5.20). Fue
descubierta a principios de los años sesenta del s. XX por M.
Oliva i Prat que, en aquel entonces, excavaba el Puig de Sant
Andreu. Oliva realizó tres campañas arqueológicas en la Illa, entre
1965-1967 y 1973-1974. Estos trabajos se retomaron a partir de
1976 por parte del Servei d’Investigacions Arqueològiques de la
Diputació de Girona y, desde 1992, por el Museu d’Arqueologia
de Catalunya. A lo largo de las campañas de 1987-1995 el yacimiento fue excavado en extensión, permitiendo conocer diferentes secuencias de ocupación desde la segunda mitad del
s. VII a.C. hasta el primer cuarto del s. II a.C. En su momento
inicial, a finales del s. VII a.C., tenía una superficie de, como
mínimo, 6000 m2, siendo superior al núcleo habitado del Puig de
Sant Andreu en el mismo momento. Sin embargo, este crecerá
considerablemente en época ibérica y la situación se invertirá.
En el s. IV a.C., cuando la Illa d’en Reixac se fortifica, ocupa al
menos una extensión de cinco hectáreas (Martin 2016: 32).
Los trabajos de geoprospección realizados por el equipo de
MAC-Ullastret en 2012 permitieron documentar prácticamente
todo el entramado urbano del asentamiento, diferenciando una
trama densamente ocupada de tendencia ortogonal, adaptada a
la colina y con un gran eje de circulación central en sentido
norte-sur (Codina et al. 2016: 90-91). Por otro lado, en los últimos años se ha intervenido en él realizando tareas de prevención (Codina y Prado 2018a).
Todas las piezas revisadas están depositadas en el MACUllastret. En inicio, catalogadas como “industria ósea” en el
registro del museo contábamos con dos piezas, pero tras la revisión de las colecciones de fauna (18 cajas de 40 litros de capacidad cada una) la colección aumentó de 2 a 36 objetos. Su
cronología se sitúa en una horquilla entre la 2ª mitad del s. IV y
el s. III a.C., matizándose cada caso siempre que ha sido posible
(tablas 5.4 y 5.5).
55
[page-n-73]
Figura 5.20. Vista aérea del complejo arqueológico de Ullastret (Martin 2016: fig. 2.2).
Tabla 5.4. Piezas terminadas y en proceso de manufactura de la Illa d’en Reixac.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
932
Fin. s. IV - s. III a.C.
Z-15. S-1. UE 15070
III.4.1. Mango
Metatarso
Ovicaprino
P/Pr
1000 S. III a.C.
Dep. 1. E-III
III.6.4. Colgante
Canino
Oso pardo
Pr
1121 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-1. UE 4011
III.2. Obj. biselado
Diáfisis
Mesomamíf.
Ab/P
1122 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-1. UE 4010
III.4.2. Cacha
Percha o candil
Ciervo
Ab/P/Pr
1124 2ª m. s. V - in. s. III a.C.
Z-5. S-6. UE 5063
II. Soporte
Candil
Ciervo
Ab
1125 S. IV a.C.
Z-5. S-2. UE 5023
V. Desecho
Roseta/
inicio percha
Ciervo
A
1126 S. IV a.C.
Z-7. S-1. UE 7015
III.4.1. Mango/
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamíf.
C
1131 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-4. Cala C01. E-II
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
C
1133 1ª m. s. IV a.C.
Z-10. S-2. UE 10044
III.9.1. Placa-aplique Diáfisis
Macromamíf.
Ab
1134 1ª m. s. IV a.C.
Z-10. S-2. UE 10044
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
Ab/P/Pr
1135 1ª m. s. IV a.C.
Z-10. S-2. UE 10044
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
1136 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-4. Cala C01. E-III
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
1139 S. III a.C.
Z-15. S-1/3. UE 15001 V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
1141 S. III a.C.
Z-1. UE 1019
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
1145 S. III a.C.
Z-1. UE 1010
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
1146 S. III a.C.
Z-1. UE 1010
III.1.6. Punzón (?)
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab
1147 S. V a.C.
Z-7. S-4. UE 7083
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
A/C
1148 S. III a.C.
Z-15. S-1. UE 15068
III.4.1. Mango (?)
Percha
Ciervo
A/Ab
1155 In. s. IV a.C.
Z-4. S-2A. UE 4051
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/F
1156 S. III a.C.
Z-1. UE 1025
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
1159 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-4. S-2B. UE 4013
III.6.5. Cuenta
Metápodo
Macromamíf.
P/Pr
1160 S. IV a.C.
Z-7. S-8. Fosa 76
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
56
[page-n-74]
Tabla 5.5. Astrágalos trabajados de la Illa d’en Reixac. Las medidas se expresan en cm.
ID
Ubicación
Cronología
Tipo
Lateralidad
Animal
Longitud Anchura Grosor
1120 Z-9. UE 9001
Ss. V-III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,7
1,6
1123 Z-5. UE 5009
Ss. V-III a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,5
1,4
1,25
1127 Z-7. S-7. Fosa 116
S. IV a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,8
1,5
1128 Z-7. S-7. Fosa 116
S. IV a.C.
B4
Derecha
Cerdo
3,8
1,7
1,65
1129 Z-7. S-6. UE 7126
Fin. s. VI - 1ª m. s. V a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,8
1,5
1,3
1130 Z-5. S-8. UE 5137
S. IV a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
3,15
1,9
1,7
1132 Z-4. Cala C01
2ª m. s. IV - s. III a.C.
A1
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,8
1,5
1137 Z-15. S-3. UE 15053 Fin. s. IV a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,6
1,6
1,4
1138 Z-15. S-2. UE 15078 S. III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,7
1,6
1140 Z-1. UE 1009
S. III a.C.
E1
Derecha
Ovicaprino
2,8
1,7
1,5
1142 Z-1. UE 1013
S. III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,7
1,6
1143 Z-1. UE 1007
S. III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
3
1,7
1,4
1144 Z-1. UE 1010
S. III a.C.
E2
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,6
1,4
1149 Z-15. S-4. UE 15149 S. III a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,7
1,4
5.4.3. el conjunto analizado
Para comenzar, valga apuntar que el registro estratigráfico de la
Illa se estructura espacialmente en torno a zonas y sectores. La
zona 1 se reserva para el registro de niveles superficiales y el resto
se numeran de forma correlativa; las zonas 2 y 10 son intervenciones centradas en los sistemas defensivos; las zonas 3, 4, 5, 7, 8,
15, 16, 17 y 18 se corresponden con insulae o espacios de hábitat,
mientras que las zonas 6, 9, 11, 12, 13 y 14 con calles o espacios
de circulación (Martin et al. 1999: 15-16) (fig. 5.21).
Así pues, en niveles superficiales de la zona 1 contamos con
ocho piezas: cuatro astrágalos (1140, 1142, 1143, 1144), tres
desechos de trabajo (1141, 1145 y 1156) y un posible punzón
(1146). En el espacio de circulación de la zona 9 documentamos
también en niveles superficiales de tierras removidas por el cultivo, en la UE 9001 (Martin et al. 1987-1989: 80), un astrágalo
trabajado (1120). En la zona 4, encontramos siete piezas, seis
de ellas terminadas (1121, 1122, 1131, 1136, 1155, 1159) y una
taba (1132), siendo la zona con mayor presencia de artefactos.
En la zona 5 se recuperaron dos astrágalos (1123, 1130), un soporte (1124) y un desecho de trabajo (1125). Por su parte, en las
zonas 7 y 15 encontramos, en cada una, seis objetos. En concreto, en la primera de ellas, tres astrágalos (1127, 1128, 1129),
dos piezas terminadas (1126 y 1160) y un soporte de trabajo,
un candil aserrado (1147). La zona 15, situada en la parte sur
del yacimiento, se corresponde con un conjunto arquitectónico
destacado que, en su fase final, contaba con 1000 m2 compartimentados en diferentes ámbitos o sectores; fue interpretado
inicialmente por su cultura material mueble e inmueble como
un espacio destinado al culto (Martin 1996: 40 y Martin et al.
1997) y, posteriormente, como una gran casa aristocrática (Martin 2016: 37). En cualquier caso, una construcción destacada
en la que se recuperaron dos mangos (0932, 1148) en el sector
1 y tres astrágalos trabajados (1137, 1138, 1149) dispersos en
los sectores 1, 2 y 4, con una cronología acotada al s. III a.C.
(tabla 5.4). En la UE 15078 (sector 2), en la que se recuperó la
taba 1138, aparecieron también restos de una mandíbula y un
fragmento craneal de individuos masculinos adultos (Martin et
al. 1997: 64). En el sector 3 se recuperó un desecho de trabajo
del cuerno (1139), una clavija ósea de cabra con marcas de aserrado; sin embargo, la UE 150001 en la que se halló contenía
materiales diversos relacionados con las alteraciones de tierra
aportadas para nivelar la colina y ponerla en cultivo en la primera mitad del s. XVIII (Martin 1996: 13), por lo que no tiene por
qué estar reflejando el trabajo del cuerno en esta zona.
Por último, en la zona 10, en el sector sur de la muralla
(fig. 5.21), se recuperó un mango realizado sobre asta de ciervo
(1134), un aplique triangular (1133) y otra clavija ósea de bóvido con marcas de aserrado (1135).
5.4.4. breve valoración global
De forma conjunta, de las 36 piezas catalogadas, los astrágalos
trabajados son los objetos más numerosos en el yacimiento,
ya que suponen un 39 % del total con 14 ejemplares, mientras que en el caso de las piezas terminadas se ha documentado un ejemplar menos (36 %). Llama la atención también
el número representativo de evidencias del proceso de manufactura, con siete desechos y dos soportes, que suponen un
25 % del conjunto.
Centrándonos primero en los astrágalos podemos señalar
que 13 pertenecen a ejemplares de oveja o de cabra, siete de
ellos derechos y seis izquierdos y además se ha documentado una taba derecha de Sus domesticus (1128) con marcas de
trabajo en la cara medial (B4). En el caso de los astrágalos de
ovicaprino diez de ellos han sido modificados mediante la abrasión de sus caras lateral y medial (C1). Solo uno cuenta con una
perforación circular en la parte central de las caras plantar y
dorsal (1144) (E2) (fig. 5.22 y tabla 5.5).
De las piezas terminadas el tipo más representado es el de
los mangos, con cuatro ejemplares (0932, 1134, 1148 y 1155),
uno de ellos realizado sobre un metatarso de ovicaprino (0932)
57
[page-n-75]
Figura 5.21. Planimetría de la Illa d’en Reixac. Se señalan en azul los ámbitos con industria sobre materias duras animales (adaptado
de Martin 2016: fig. 7 y Martin et al. 1999: fig. 2.2).
y los otros tres sobre asta de ciervo. El ejemplar 1148 se encuentra incompleto y muy fragmentado (por lo que no se ha
incoporado imagen). La pieza 1126, una diáfisis de mesomamífero seccionada en ambos extremos, podría corresponderse
o bien con un III.4.1. Mango o con un III.4.3. Tubo (tabla 5.4
y fig.5.23).
El resto de los tipos de objetos están representados en cada
caso por un único ejemplar, entre los cuales queremos destacar
dos artefactos: el colgante (1000) y la placa o aplique triangular
(1133) (fig. 5.23). El primero fue recuperado en 1966 en las
excavaciones dirigidas por Oliva en el departamento 1, fue publicado inicialmente como diente de lobo (Oliva 1976: 752), si
bien su revisión arqueozoológica permite asegurar que se trata
de un canino de Ursus arctos. Los dientes de oso no son adornos frecuentes en el área ibérica, de hecho, es la única pieza
documentada con estas características inequívocas, ya que en
la habitación 1 del Turó de Ca n’Oliver se encontró otra pieza
dental de oso con posibles marcas de pulido que podría corresponderse con un colgante pero que no parece presentar perforación (Barberá et al. 1960-1961: 218). En algunos yacimientos la
presencia de osos está representada dentro del conjunto zooarqueológico como en La Morranda (El Ballestar, Castellón) donde se recuperaron siete fragmentos óseos de un único individuo
que pudo ser consumido, tal como hace suponer la presencia
de huesos de diferentes partes del esqueleto, y del que también
58
pudo aprovecharse su piel, como indican las marcas de carnicería documentadas sobre el calcáneo. Además, los restos fueron
recuperados, junto a otras especies, dentro de la basura doméstica (Iborra 2004: 31-32). Restos de otro individuo de Ursus
arctos fueron identificados en Mas Castellar (Colominas 2008).
Una tercera falange de oso sin marcas de corte se recuperó en
la UE 1037 de Gou-Batlle (Valenzuela-Lamas et al. 2017), así
como también está presente en la necrópolis de Puig de Serra,
suponiendo un 0,7 % del registro de fauna (Martin y Genís
1993: fig. 27). Cabe destacar la relevancia de que restos de este
gran animal salvaje hayan sido recuperados en tres núcleos del
conjunto arqueológico de Ullastret: Illa d’en Reixac, Camp d’en
Gou-Gorg d’en Batlle y Puig de Serra.
Por otra parte, colgantes realizados sobre otros dientes de
animales, aunque tampoco son usuales, se documentan en yacimientos como la Cueva de la Nariz (Moratalla, Murcia) con
un canino interpretado como de lobo con una perforación transversal (Lillo 1981: 40) que posteriormente fue revisado y podría
pertenecer a un gran felino, probablemente Linx pardinus (Ocharan 2013: 299) o en la tumba 40 de la necrópolis de Los Castellones de Céal (Hinojares, Jaén) donde se halló un colmillo de
cánido aserrado y perforado (Chapa et al. 1998: 83 y fig. 34.18).
Continuando con la Illa d’en Reixac, la pieza interpretada
como un aplique triangular 1133 (fig. 5.23) resulta especialmente
interesante ya que en la tumba 46 de Puig de Serra se documen-
[page-n-76]
1120
1123
1127
1129
1130
1137
1138
1140
1142
1143
1144
1149
1128
1132
Figura 5.22. Astrágalos de la Illa
d’en Reixac.
0932
1122
1126
1121
1000
1134
1131
1155
1133
1160
1146
1159
Figura 5.23. Piezas terminadas de la Illa d’en Reixac.
59
[page-n-77]
1125
1135
1124
1136
1141
1139
1145
Figura 5.24. Soportes y desechos de trabajo del asta y el cuerno.
60
1147
1156
[page-n-78]
tó también un conjunto de 13 apliques de forma triangular, seis
rectangulares y uno trapezoidal realizados sobre diáfisis de huesos largos de macromamíferos totalmente modificados que seguramente formarían parte de la decoración de una posible caja,
arqueta o pequeño mueble de madera de la que no se han conservado evidencias. Sus medidas son similares a las de la pieza
de la Illa d’en Reixac (25 x 8,5 x 4 mm), si bien el grosor de esta
es ligeramente superior a las de Puig de Serra. Quizás este hallazgo podría estar señalándonos que estos apliques presentes en
las ofrendas funerarias fueron elaborados en la Illa d’en Reixac.
Asimismo, entre los desechos y soportes encontramos un
conjunto de nueve piezas, cinco de ellas manufacturadas sobre astas de Cervus elaphus (1124, 1125, 1141, 1147, 1156)
y cuatro clavijas óseas de bóvidos con marcas de aserrado
(1135, 1136, 1139, 1145) (fig. 5.24). Teniendo en cuenta que
todas las piezas terminadas elaboradas sobre cuerna de ciervo en la Illa se corresponden con mangos (1134, 1148, 1155)
o cachas (1122), cabe pensar que las evidencias de trabajo
de esta materia prima estén en relación con su manufactura.
Las clavijas óseas nos permiten atestiguar el trabajo sobre el
cuerno para utilizar los estuches córneos. Debemos destacar
la pieza 1124, la única que cuenta con decoración de todo el
conjunto del asentamiento, se trata de un soporte que, aunque fracturado, en el extremo distal presenta unas pequeñas
líneas paralelas incisas en sentido diagonal y una línea más
marcada horizontal por todo el diámetro del candil. Aunque
inicialmente consideramos que puede tratarse de un candil de
ciervo en proceso de elaboración para ser transformado en
un mango, la decoración presente en la pieza nos recuerda a
la pieza de asta con forma similar del Tossal de Sant Miquel
(0165) (fig. 5.147) que clasificamos como III.6.7. Candil con
abertura y cuya utilización todavía nos plantea incógnitas.
La materia prima más utilizada en las piezas de la Illa d’en
Reixac es el hueso, con 22 artefactos (61 %), si bien todos ellos
son piezas terminadas, por lo que no hemos podido distinguir
ninguna evidencia fehaciente de su trabajo en el asentamiento.
Contamos con nueve piezas manufacturadas en asta que, como
ya se ha señalado, reflejan diferentes fases de la cadena operativa y representan un 25 % del conjunto. Por otro lado, se han
recuperado cuatro restos de cuerno con marcas claras de manufactura (11 %) y un único ejemplar de un diente completo de
macromamífero empleado como adorno (3 %).
5.5. CAMP D’EN GOU-GORG D’EN BATLLE
(ULLASTRET, GIRONA)
5.5.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de Camp d’en Gou-Gorg d’en Batlle (GouBatlle) es un barrio periurbano del oppidum del Puig de Sant
Andreu, situado a 100 m de distancia de este (fig. 5.20). Fue
descubierto en 1972 por M. Oliva, director del MAC-Ullastret,
quien realizó algunos sondeos puntuales en él. El equipo actual
del MAC-Ullastret intervino en Gou-Batlle en un proyecto de
colaboración con la Université de Pau et des Pays de l’Adour
(Francia) y la Université Paul-Valèry-Montpellier 3 (Francia),
entre 2003 y 2008 (Codina et al. 2012b), excavando una superficie de 4700 m2 ocupada por estructuras positivas y negativas
de cronología similar a las constatadas en la Illa d’en Reixac
y el Puig de Sant Andreu. Se ha interpretado como un posible
barrio artesanal dedicado a la producción metalúrgica debido a
la abundante presencia de escorias en toda el área excavada y
por los fragmentos de paredes de horno y tierras quemadas con
restos de fundición de metal recuperadas en una de las fosas
(Martin et al. 2008).
5.5.2. el conjunto analizado
Contamos con cinco piezas en este yacimiento (tabla 5.6): un
astrágalo derecho de ovicaprino con las caras lateral y medial
regularizadas mediante abrasión (C1) y que presenta marcas
de esquirlado en las partes más elevadas de las caras plantar
y dorsal debido al uso (1161); dos desechos o soportes de trabajo sobre asta de ciervo: un fragmento de 23 cm de longitud
de la percha (1162) y un candil (1163), ambos con marcas de
aserrado. En la misma UE que 1163 localizamos un pequeño
fragmento de un cuerno de bóvido aserrado (1164) (fig. 5.25) y,
por último, también en el sector 3, un asta de Cervus elaphus en
mal estado de conservación, incompleta y muy fracturada (de la
que no se incluye imagen) que habría servido como matriz del
trabajo de la cuerna al distinguirse también marcas de aserrado
en la parte distal (1165).
En el sector 15 se han recuperado dos de las cinco piezas
(1161 y 1162). Se trata de un conjunto arquitectónico aislado
en la parte septentrional de la zona 1 (junto al sector 13) donde
se documentaron dos fases de ocupación diferentes, siendo la
segunda la mejor conservada con niveles asociados a una gran
cantidad de restos cerámicos y huesos (Martin et al. 2008: 169).
Por otro lado, tres de las piezas fueron recuperadas en la zona 2,
en el sector 3, un posible eje de circulación donde se han atestiguado una serie de rellenos de gran potencia y evidencias de
dos niveles de circulación muy mal conservados (Martin et al.
2008: 169) (fig. 5.26).
5.5.3. breve valoración global
En definitiva, aunque solo se han documentado cinco piezas
en Gou-Batlle y ninguna de ellas es un artefacto terminado, su
presencia refleja el trabajo sobre las materias duras animales,
especialmente de las cornamentas de ciervo, y se puede vincular con las evidencias de manufactura documentadas tanto en
la Illa d’en Reixac como en el Puig de Sant Andreu. Como ya
se señaló al analizar los conjuntos de fauna recuperados en este
yacimiento: “L’abundància de porcs i bovins, juntament amb la
presencia de parts riques en carn, especialment als nivells del
segle III aC, suggereix que es tracta d’una comunitat amb un
bon nivell de recursos, on també es duen a terme treballs artesanals en os, sobretot amb banya de cérvol” (Valenzuela-Lamas
et al. 2017: 22).
5.6. PUIG DE SANT ANDREU (ULLASTRET, GIRONA)
5.6.1. introducción al yacimiento
En 1947 y 1949, bajo la dirección de M. Oliva, se realizaron las dos primeras campañas de excavación en el Puig
de Sant Andreu (PSA), trabajos que se reemprendieron
de forma continuada a partir de 1952 (Oliva 1955, 1957,
1963; entre otros). Así pues, tal como recogen A. Martin y
61
[page-n-79]
Tabla 5.6. Industria sobre materias duras animales de Gou-Batlle.
ID
Cronología
Ubicación
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
1161
Ss. IV-III a.C.
Z-1. Sector 15
1150
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
1162
Ss. IV-III a.C.
Z-1. Sector 15
1133
V. Desecho/II. Soporte
Percha
Ciervo
A
1163
Ss. IV-III a.C.
Z-2. Sector 3
1037
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
A/V
1164
Ss. IV-III a.C.
Z-2. Sector 3
1037
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
1165
Ss. IV-III a.C.
Z-2. Sector 3
1052
I. Matriz
Percha
Ciervo
A
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; V-Vaciado; Ab-Abrasión.
1162
1161
1163
1164
Figura 5.25. Astrágalo trabajado y evidencias de la manufactura del
asta y del cuerno en Gou-Batlle.
Figura 5.26. Planta general del Gou-Batlle. En azul se señalan los
sectores con industria en hueso o asta (adaptado de Martin et al.
2008: fig. 4).
R. Plana (2001) entre la década de los cincuenta y de los
ochenta del s. XX la investigación arqueológica en el área
del noreste catalán se va a centrar, en gran medida, en
los yacimientos de Emporion y del Puig de Sant Andreu.
De especial relevancia resultó la inauguración del Museo del sitio de Ullastret (sede del Museu d’Arqueologia
de Catalunya) en 1961, impulsada por Luis Pericot
(Prado 2017).
De igual manera, continuaron llevándose a cabo intervenciones arqueológicas en el oppidum promovidas por el
MAC-Ullastret, bajo la dirección de A. Martin y, en la actualidad, de G. de Prado (Gracia Alonso et al. 2002; Casas
et al. 2004; Martin et al. 2004; Plana y Martin 2005; Codina
et al. 2006, 2008, 2010, 2012a, 2012b, 2014, 2018; Codina
y Prado 2018a y 2018b). Cabe destacar la aplicación de técnicas de prospección geofísica que han permitido alcanzar
un alto grado de conocimiento de su estructura urbana y defensiva, tanto del Puig de Sant Andreu como de la Illa d’en
Reixac, así como de su territorio circundante (Codina et al.
2012b; García-García et al. 2016). Lo cual ha supuesto la
creación de un proyecto de reconstrucción virtual completa
en 3D del oppidum de Ullastret en torno a mediados del s. III
a.C., puesto que se trata del periodo mejor conocido a nivel
arqueológico (Codina et al. 2017).
En los últimos años se han realizado intervenciones arqueológicas en el sector de la muralla, identificando la forma y dimensiones del gran foso que rodeaba la ciudad, excavaciones
que siguen en curso de cara a la investigación arqueológica y a
la musealización del yacimiento (Codina y Prado 2018b).
Contamos con un total de 186 objetos documentados en el
Puig de Sant Andreu entre las piezas previamente inventariadas en el MAC-Ullastret y los artefactos identificados tras la
62
[page-n-80]
Figura 5.27. Planimetría del Puig de Sant Andreu. En letra azul se señalan las áreas excavadas bajo la dirección de Miquel Oliva. El resto
de zonas, en letra negra y coloreadas, corresponden a las intervenciones más recientes del MAC-Ullastret. El área del “Camp Triangular”
se ha marcado con color para no dar lugar a error con otras zonas excavadas en torno a ella. Imagen adaptada de los archivos de trabajo
del equipo de excavación y de Oliva 1970: 77.
revisión del conjunto de materiales de fauna desde las excavaciones de 1995 hasta la actualidad (40 cajas de 15 litros de
capacidad cada una).
5.6.2. el conjunto analizado
Para facilitar la exposición de las piezas las presentamos por zonas de excavación, primero siguiendo las áreas marcadas por las
intervenciones antiguas dirigidas por Oliva y, posteriormente,
por las zonas y sectores de las campañas dirigidas por Martin y
de Prado. Prestaremos atención a las diferencias cronológicas, así
como a las distintas fases de las cadenas operativas identificadas.
5.6.2.1. Excavaciones hasta la década de los noventa del s. XX
La acrópolis
Situada en la explanada superior del Puig de San Andreu (fig.
5.27), fue excavada por Oliva en la década de los cincuenta y
sesenta del s. XX y en ella se localiza el área sacra del oppidum
(Codina et al. 2006: 177). En la cisterna 1 (Prado 2008: 191)
se recuperó una cuenta circular de hueso (0914). En el silo 12,
situado en la vertiente oeste de la cisterna 1 (Oliva 1957: 277)
se hallaron cuatro piezas: un posible anillo o anilla de hueso
(0862); otra cuenta circular prácticamente idéntica a la de la cisterna (0912); un mango de asta de ciervo que conserva inserto
un vástago semicircular de hierro (0919) y una interesante pieza
de marfil (0933) inicialmente publicada como: “Basto botón de
hueso inacabado, perforado en el centro, y muy burdo” (Oliva
1957: 277). Desconocemos la funcionalidad exacta de la pieza,
por lo que la hemos clasificado como indeterminada. Tiene unas
medidas de 3,8 x 4,8 x 1,6 cm. Presenta marcas de cortes y aserrado por los laterales que podrían haberse efectuado para modificar la pieza original, quizá un posible pomo o parte de una
pieza decorativa (ya que cuenta con molduras en la parte proximal que separan un cuerpo circular del resto del artefacto), con
la intención de aprovechar la materia prima para confeccionar
nuevos objetos (tabla 5.7 y fig. 5.28). Es una de las dos únicas
piezas de marfil documentadas en todo el conjunto arqueológico de Ullastret. Además, en este silo se recuperaron: “Ocho
astrágalos de cordero y otro partido; dos huesos de cápridos y
bóvidos. Tres incisivos y un molar de jabalí; dos trozos de la
mandíbula de un perro, varios incisivos de lobo y roedores. Dos
extremos finales de una tibia humana, estos quizás idos a parar
entre las tierras del silo en época posterior” (Oliva 1957: 284).
En el silo 19 de la habitación 3 se recuperó una bisagra
(5,2 x 2,7 cm) realizada sobre un metápodo de un posible équido con una perforación circular de 0,45 cm de diámetro que
atraviesa una de las paredes óseas (0868). La pieza presenta el
orificio desgastado y estrías en la parte externa producidas por
el giro. Además, cuenta con tres líneas incisas paralelas en el
extremo proximal.
La cronología de las piezas de la acrópolis se sitúa en la
2ª mitad del s. III a.C.
Predi Nord Subirana
Área situada en la parte alta del asentamiento, entre la acrópolis
y el Camp Gran Sagrera, excavada prácticamente en su totalidad en 1970 (Oliva 1970: 84) (fig. 5.27).
63
[page-n-81]
Tabla 5.7. Industria sobre materias duras animales de la acrópolis.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
868
2ª m. s. III a.C.
Hab. 3. Silo 19
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/Pr
Sí
862
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.6.1. Anillo (?)
Candil
Ciervo
C/P/V
No
912
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
914
2ª m. s. III a.C.
Cisterna 1
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
919
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/C/V/Ab/Pr No
933
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.10. Indeterm.
Colmillo
Elefante
P/A/C/Pr
Sí
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0919
0933
0862
0868
0912
0914
Figura 5.28. Piezas recuperadas en la acrópolis.
En el departamento 32 encontramos el mayor conjunto de bisagras documentado de época ibérica, formado por 19 ejemplares (tabla 5.8 y fig. 5.30), todas con una perforación circular de
0,3 cm de diámetro (únicamente en 0875 atraviesa todo el hueso) y con marcas de desgaste lateral en la perforación y estrías
por el giro en la parte externa. Algunas con manchas de óxido de
hierro. Dos de ellas, las de mayor tamaño, 0937 y 0940, presentan tres líneas incisas paralelas entre sí de 1 mm de grosor en uno
de sus extremos. Consideramos que las cuatro bisagras 0937,
0938, 0939 y 0940 por la medida y forma de sus secciones pertenecerían al mismo hueso, un metacarpo o metatarso de un posible équido o bóvido (fig. 5.29). Por su parte, 0875, 0876, 0877,
0878 pudieron obtenerse también del mismo hueso, así como
las bisagras más pequeñas que podrían pertenecer a cuatro metápodos distintos de mesomamíferos o macromamíferos jóvenes
(0879, 0880 / 0881, 0882, 0883 / 0884, 0885, 0888 / 0886, 0887,
0889). Son piezas de diferente tamaño, de modo que podrían
haber formado parte de uno o varios objetos de madera como
cajas o muebles. Su cronología se sitúa en el s. IV - s. III a.C.
En este mismo departamento se recuperó un desecho de
trabajo, un fragmento de la percha de una cuerna de ciervo de
sección plana y con evidencias de cortes y aserrado (0894);
64
así como en el silo 177 se recuperó la parte proximal de una
cornamenta de ciervo obtenida por la muda con extracciones
mediante aserrado y cortes en la luchadera y en la percha, por
lo que habría sido empleada como matriz para su manufactura
(0934) (fig. 5.31). Ambas piezas pertenecerían a una cronología
de los ss. VI-V a.C.
En el área 25, en el silo 165, se hallaron otras tres piezas que
reflejan el trabajo sobre las cuernas de Cervus elaphus, un fragmento de una matriz (0965), un desecho (0957) y un candil con
marcas diversas de cortes y una perforación inacabada (1003)
(fig. 5.31). Además, en el Corte 3, en niveles del s. III a.C.
se documentó una cornamenta derecha de Cervus elaphus de
68,5 cm de longitud con los candiles aserrados (0935), una evidencia más del trabajo del asta en el Puig de Sant Andreu a lo
largo de los diferentes siglos de su ocupación.
Camp Alt Sagrera
El Camp Alt Sagrera se localiza en la parte suroeste del asentamiento (fig. 5.27), los trabajos en él comenzaron en 1947 y en
los años sucesivos fue excavado prácticamente en su totalidad
(Oliva 1970: 82). Se recuperaron 22 piezas manufacturadas en
materias duras animales (tabla 5.9): nueve de ellas son eviden-
[page-n-82]
Tabla 5.8. Industria sobre materias duras animales del área Predi Nord Subirana.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
875
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
876
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
877
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
878
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
879
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
880
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
881
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
882
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
883
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
884
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
885
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
886
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
887
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
888
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
889
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
894
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/C
No
934
S. III a.C.
Dep. 32,
silo 177
-
I. Matriz
Percha/roseta Ciervo
A/C
No
935
S. III a.C.
Corte 3
E-II final I. Matriz
Percha/roseta Ciervo
A/F
No
937
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
Sí
938
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
No
939
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
No
940
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
Sí
957
Ss. VI-V a.C.
Área 25,
silo 165
-
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
No
965
Ss. VI-V a.C.
Área 25,
silo 165
-
I. Matriz
Percha
Ciervo
A/C
No
1003 Ss. VI-V a.C.
Área 25,
silo 165
-
V. Desecho/
II. Soporte
Candil
Ciervo
C/Pr
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; P-Pulido; Pr-Perforación.
Figura 5.29.
Posible
disposición de
las bisagras
0937-09380939-0940.
65
[page-n-83]
0875
0879
0876
0877
0880
0885
0881
0886
0882
0887
0883
0884
0888
0889
0940
0937
0938
0939
Figura 5.30. Bisagras óseas recuperadas en el departamento 32 del área Predi Nord Subirana.
66
0878
[page-n-84]
0957
0894
0965
0934
1003
0935
Figura 5.31. Evidencias del trabajo del asta en el área Predi Nord Subirana.
Tabla 5.9. Industria sobre materias duras animales del Camp Alt Sagrera.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato Clasif. tipológica
U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
864
S. V a.C.
Corte J
E-VII
III.6.5. Cuenta
Cuerna
Ciervo
P/Pr
No
865
S. V a.C.
Corte J
E-VII
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
897
S. III a.C.
Calle 1, silo 13
-
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/C/Ab/V No
903
S. III a.C.
Corte J, testigo este
E-VI
III.1.3. Biapuntado Incisivo
Jabalí
P
No
904
S. III a.C.
Corte J, testigo este
E-VI
III.1.3. Biapuntado Diáfisis
Macromamífero
Ab
No
905
S. III a.C.
Corte O nau central
E-II
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamíf. A
No
907
S. V a.C.
Corte J
E-VII
III.9.1. Aplique
Diáfisis
Meso/Macromamíf. A/P
No
917
S. III a.C.
Hab. final calle 1
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
920
S. IV a.C.
Ampliación Corte B, SO E-V
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
926
Ss. V-IV a.C.
Corte V-2
E-V
III.8.1. Huso (?)
Diáfisis
Macromamífero
P
No
928
S. III a.C.
Corte G
E-II
VI. Astrágalo trab. Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
948
S. IV a.C.
Corte J
E-III A III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
Ab/V
No
949
Ss. VI-V a.C.
Corte J
E-IV-A V. Desecho
Percha/candil Ciervo
V/A/C
No
952
S. III a.C.
Cala SO, ampliación 2a E-II
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
955
S. III a.C.
Cala SO, ampliación 2a E-II
V. Desecho
Candil
Ciervo
-
No
956
S. III a.C.
Corte D
E-II
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
No
958
S. IV a.C.
Corte J, oeste 1
E-V
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
959
S. III a.C.
Hab. 1 Norte plaza
E-III
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
961
S. IV a.C.
Corte L4
E-VII
II. Soporte
Candil
Ciervo
A/V
No
962
S. III a.C.
Corte L4
E-VII
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
No
963
S. IV a.C.
Corte J
E-IV-A V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A/C
No
Corte J
E-IV-A III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
P
No
1005 Ss. IV-III a.C.
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
67
[page-n-85]
0920
0959
0949
0955
0961
0952
0962
0963
0956
Figura 5.32. Desechos y soportes del Camp Alt Sagrera.
0864
0865
0907
0926
Figura 5.33. Piezas del Camp Alt Sagrera. Ss. V-IV a.C
cias de manufactura del cuerno de Capra hircus (0920, 0963) o
de la cornamenta de Cervus elaphus (0897, 0949, 0952, 0955,
0956, 0958, 0959, 0961, 0962), se encuentran en diferentes
cortes y estratos que atestiguan esta actividad, al menos puntualmente, desde el s. V al s. III a. C (fig. 5.32). Por otro lado,
contamos con cuatro piezas terminadas cuya cronología podría
establecerse en el s. V a.C. (fig. 5.33). Se trata de dos cuentas circulares de medidas y forma similar a otras recuperadas en la Illa
d’en Reixac o en el Puig de Sant Andreu, pero destaca que una
de ellas (0864) ha sido elaborada sobre asta de cérvido, siendo
inusual el uso de esta materia prima para la realización de este
tipo de piezas, ya que suelen manufacturarse sobre diáfisis de
macromamíferos, como es el caso de la cuenta 0865. Además,
encontramos un pequeño aplique de hueso (2,2 x 1,8 x 0,65 cm)
que posiblemente funcionase como embellecedor de un objeto
(0907). Destaca su factura cuidada, con un acabado muy pulido
68
en la cara frontal, sin embargo, en la cara dorsal presenta marcas de desgaste (estrías de tendencia semicircular paralelas entre sí) e improntas de óxido de hierro. También, recuperada en
un estrato datado entre el s. V - s. IV a.C. encontramos una pieza
fracturada de forma fusiforme que podría corresponderse con
un huso, si bien al no contar con ambos extremos conservados
resulta complejo asegurarlo.
En los niveles del s. IV - s. III a.C. documentamos ocho
piezas terminadas (fig. 5.34). Se trata de dos biapuntados, uno
de ellos manufacturado sobre un incisivo de Sus scrofa (0903)
y otro sobre parte de la diáfisis de un hueso largo de macromamífero (0904). Ambos conservan evidencias de embotamiento
en sus extremos. Tres posibles mangos elaborados sobre candiles de Cervus elaphus con marcas de aserrado y vaciado (0897,
0905, 0948). Una cuenta circular realizada sobre hueso (0917).
Dos fragmentos de un posible punzón al que le falta la parte ac-
[page-n-86]
0948
1005
0905
0917
0904
0897
0903
0928
Figura 5.34. Piezas terminadas del Camp Alt Sagrera. Ss. IV-III a.C.
Tabla 5.10. Industria sobre materias duras animales del Camp Gran Sagrera.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
867
S. III a.C.
Corte central 5
E-I
III.6.5. Cuenta
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
893
Ss. IV-III a. C
Corte central 10, silo 21
-
III.10. Indeterm. Candil
Ciervo
A/P/C
No
930
Ss. V-IV a.C.
Corte central 3, silo 6/
E-V/E-VI III.9.1. Placa o
Camp Alt Sagrera Corte X
aplique
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
951
s. IV a.C.
Corte central 9
E-IV
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
No
953
s. VI a.C.
Corte central 8
E-IX
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
954
s. V a.C.
Corte central 3
E-VI
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
964
s. III a.C.
Corte central 3
E-I
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/C
No
Diáfisis
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
tiva elaborado sobre una fíbula de Sus sp. (1005). Y, por último,
de un astrágalo izquierdo de ovicaprino con marcas de abrasión
en sus caras lateral y medial (C1) (0928).
Camp Gran Sagrera
Situado en una amplia área en la parte suroccidental del oppidum, junto a la muralla Frigoleta, delimitado por las calles C y
D en sentido norte-sur, su excavación proporcionó una dilatada
estratigrafía (Oliva 1970: 84) (fig. 5.27).
En esta zona se recuperaron un total de siete objetos: tres
de ellos terminados y cuatro desechos de trabajo de las astas de
ciervos (tabla 5.10 y fig. 5.35).
Entre las piezas terminadas destacamos la placa de hueso 0930
decorada con motivos geométricos incisos. Para su realización tuvo
que utilizarse una herramienta similar a un pequeño compás con al
menos dos puntas (una fija y una móvil) con una precisión comparable a un trabajo de orfebrería. En el fragmento de la izquierda se
puede ver cómo los trazos de los círculos no llegan a superponerse,
sin embargo, en el de la derecha sí aparecen unidos, sin converger
de forma exacta. El fragmento izquierdo se recuperó en silo 6 del
corte central 3 del Camp Gran Sagrera, mientras que el fragmento
derecho en el Corte X del Camp Alt Sagrera, dos espacios distantes
entre sí. Sin embargo, su tamaño similar a pesar de que se encuetran
fragmentados (1,6 x 1,1 x 0,1 cm y 1,9 x 1,1 x 0,1 cm), el motivo
decorativo formado por un punto central inciso y cuatro círculos de
tendencia oval concéntricos no documentado en ninguna otra pieza
del Puig de Sant Andreu y el hecho de encontrarse ambos calcinados nos sugiere que pertenecerían a la misma pieza. Si no fuera así,
se trataría de dos objetos ornamentales muy similares, realizados
probablemente con el mismo saber hacer, el mismo instrumento y
por el mismo artesano o, quizás, por maestro y aprendiz.
Su cronología del s. V - s. IV a.C. nos remite a las placas
decoradas con motivos geométricos y figurados documentadas
en espacios funerarios, como el silicernium de la tumba 20 de
Los Villares (Hoya Gonzalo, Albacete), (s. V a.C.) o en la tumba 95 de la Hoya de Santa Ana (Chinchilla, Albacete) (Blánquez 1987). Otros ejemplares de placas de hueso decoradas se
han recuperado en los ajuares de la 1ª mitad del s. IV a.C. de la
necrópolis de Puig de Serra (Martin y Genís 1993: 38).
Por otra parte, en Camp Gran Sagrera encontramos una
cuenta de hueso circular (0867) y una pieza indeterminada
(0893) realizada sobre cuerna de ciervo. A nivel tecnológico
presenta marcas de aserrado en el extremo proximal, aunque
se encuentra fracturada. La superficie fue pulida y tiene numerosas marcas de cortes multidireccionales, concentrados en su
parte distal y mesial. En el extremo distal cuenta con cuatro
perforaciones parciales de 0,2 x 0,2 (circulares) que penetran
69
[page-n-87]
0893
0964
0953
0930
0951
0954
0867
Figura 5.35. Piezas terminadas y desechos de trabajo del Camp Gran Sagrera.
Tabla 5.11. Industria sobre materias duras animales de la Muralla Frigoleta.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica
U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
863
S. III a.C.
Sector D-E
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
913
S. III a.C.
Corte interior
-
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
922
S. III a.C.
Hab. exterior 1
E-I
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/C/V
No
925
Ss. VI-V a.C.
Torre 2
E-VIII
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
927
Ss. V-IV a.C.
Sector V-1B
E-V
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
960
S. III a.C.
Hab. exterior 1
E-I
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
C/A
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; P-Pulido; Pr-Perforación.
en la superficie de la pieza 0,2 cm. Están situadas de forma
simétrica e intencionada. Se trata de una pieza singular de la
que desconocemos su funcionalidad, pero consideramos que
las “perforaciones” resultarían fundamentales en su utilización,
quizás incidiendo sobre una materia prima blanda. Contamos
también con cuatro desechos de manufactura de las astas de
Cervus elaphus (0951, 0953, 0954, 0964) recuperados en niveles diferentes, datados entre el s. VI - s. III a.C.
Muralla Frigoleta
Lienzo de la muralla oeste del oppidum denominado Frigoleta,
al norte de la puerta 1 (Oliva 1955: 328) (fig. 5.27). Se recogieron seis piezas, dos de ellas en los niveles del s. VI - s. V a.C. y
el resto en estratos del s. III a.C. (tabla 5.11):
- Una espátula de hueso (0927) de cuidada factura y dimensiones: 7,8 cm de longitud, anchura máxima y mínima de 1 y
0,25 cm y grosor de 0,3 cm. Fue recuperada en el sector V-1B,
en la campaña de 1955, junto a dos fusayolas, cinco pesas de
telar y fragmentos cerámicos entre los que destacaban diferentes ánforas y cerámica gris ampuritana (Oliva 1955: 346-347).
Podría haberse empleado en diferentes actividades, como la
aplicación o mezcla de ungüentos con carácter medicinal o cosmético (fig. 5.36a).
- Un alfiler sin decorar prácticamente completo (11,8 x 0,65
cm) al que solo le falta una pequeña parte del extremo distal
fracturado probablemente por su utilización (0925) (fig. 5.36a).
En los niveles del s. III a.C. se localizaron (fig. 5.36b):
70
- Dos cuentas circulares de hueso (0863, 0913).
- Un mango sobre candil de ciervo (III.4.1.1) con marcas de
aserrado, flexión y vaciado en el extremo proximal para insertar
un útil de hierro (profundidad de 3 cm). En la parte mesial y proximal presenta evidencias de múltiples cortes en sentido oblicuo
y un acabado pulido (0922).
- Una clavija ósea de Capra hircus con cortes profundos en
la parte distal para separar el cuerno del cráneo y evidencias de
aserrado en la parte distal, seguramente para facilitar la obtención del estuche córneo (0960).
Camp Triangular
Amplia trinchera transversal excavada al sur de la puerta 4
(fig. 5.27), en ella se recuperaron materiales destacados como
un tesorillo de dracmas y divisores ampuritanos (Maluquer y
Oliva 1965; Oliva 1970: 86). También se hallaron seis artefactos
de hueso y asta (tabla 5.12).
La pieza 0936 (fig. 5.37), datada a finales del s. V a.C., es un
tapón de hueso ajustado al diámetro de la boca del lécito aribalístico, decorado con un cisne y un motivo fitomorfo de figuras
rojas, junto al que fue recuperado (Oliva 1970: 81). Aunque la
pieza cerámica proceda del mundo griego, el tapón pudo ser
realizado en el Puig de Sant Andreu ex profeso, adaptándose a
la apertura del recipiente cerámico para que actuara como cierre
hermético que protegiera el contenido de su interior. Sobre el
tapón se observan marcas de desgaste en los laterales debido al
roce continuo con la cerámica.
[page-n-88]
a)
b)
0922
0925
0960
0927
0863
0913
Figura 5.36. Piezas recuperadas
en la Muralla Frigoleta en niveles de los ss. V-IV a.C. (a) y del
s. III a.C. (b).
Tabla 5.12. Industria sobre materias duras animales del Camp Triangular.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
869
S. III a.C.
Corte 6A (oeste)
E-IIIb
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/Pr
Sí
873
S. III a.C.
Calle 2
E-II
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Ovicaprino
A/P/Pr
No
891
S. III a.C.
Corte 6 (oeste) Silo 93 -
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
A/P/V
No
898
S. III a.C.
-
1005
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
A/P/Ab/C/Pr No
901
S. III a.C.
Corte 6A (oeste)
E-IIIb
III.9.1. Placa o aplique Diáfisis
Macromamíf.
Ab/C
Sí
936
Fin. s. V a.C. Cuadro Q1
E-III
III.3.5. Tapón
Macromamíf.
P/C
No
Diáfisis
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
En los niveles del s. III a.C. se recuperaron cinco piezas terminadas (fig. 5.38):
- Dos bisagras de hueso de medidas significativamente diferentes (0869: 4,3 x 2,7 x 2,7 cm y 0873: 1,4 x 1,7 x 1,7) ambas con una perforación circular atravesando una de las paredes
óseas y que presentan estrías provocadas por el giro de la pieza.
- Dos mangos de características dispares. Uno cilíndrico
realizado sobre parte de la percha o de un candil de ciervo (10
x 2,5 x 2,1 cm) con restos de un útil de hierro fragmentado que
revestiría la pieza por su extremo proximal (0891) y con tres
perforaciones ovaladas, dos en el extremo proximal y una en el
distal (0,45 x 0,4 cm). Y un mango de hueso con talón que presenta en la parte mesial/distal del lateral derecho tres pequeños
salientes de menos de 1 mm. En el extremo proximal tiene una
perforación circular de 2 mm de diámetro que probablemente
serviría para colgarlo. Conserva parte de la abertura en V donde
se insertaría la hoja metálica (0898).
- Una placa triangular de hueso (5,8 x 1,7 x 0,6 cm) (0901).
Está manufacturada con la intención de ser vista por la cara frontal,
ya que por la dorsal no está trabajada ni decorada, siendo visible el
tejido esponjoso (sería la cara que iría insertada en otra superficie,
como podría ser una caja de madera). La cara frontal está decorada
con motivos incisos profundos: dos líneas rectas que convergen en
el extremo distal delimitado un espacio decorativo con dos triángulos y un rombo. En estas incisiones parecen conservarse posibles
restos de pigmento negro que resaltarían la decoración geométrica
del artefacto. Su forma y dimensiones recuerdan a la placa triangular 0720 del Turó de la Rovira (fig. 5.89) que, en su caso, está
decorada con tres círculos dobles concéntricos.
Istme
Al noreste del Camp Triangular se encuentra el sector denominado Istme, en el que destacan una gran cantidad de silos y
habitaciones tallados en la roca natural. Por su vertiente noreste
está delimitado por la calle F, de 4 metros de anchura (Martin
1977: 11) (fig. 5.27).
En esta área contamos con 14 piezas de hueso y asta terminadas, dos de ellas halladas en niveles de los s. VI - s. V a.C. (0950,
0931) y, el resto, datadas entre los s. IV - s. III a.C. (tabla 5.13):
- La pieza 0950 está realizada sobre un candil de ciervo,
está fragmentada y en ella destacan unas estrías de entre 1 y 2
mm de distancia y profundidad, visibles en el extremo distal.
Consideramos que se tratan de marcas producidas por la fricción repetida de la pieza contra otra materia prima. Debido a
las limitaciones en su interpretación la hemos clasificado como
pieza indeterminada (fig. 5.39).
- La pieza 0931 es quizás uno de los objetos más icónicos
del Puig de San Andreu: una placa de hueso tallada en forma
de esfinge (fig. 5.40). Es de estilo egiptizante, está representada de perfil recostada sobre las piernas delanteras extendi71
[page-n-89]
0936
Figura 5.37. Tapón de hueso recuperado en el Camp
Triangular que servía de cierre a un lécito aribalístico
de figuras rojas.
0898
0869
0891
0901
0873
Figura 5.38. Piezas terminadas del Camp Triangular, s. III a.C.
72
[page-n-90]
Tabla 5.13. Industria sobre materias duras animales del Istme.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica
U. anatóm.
Animal
Marcas*
Decor.
861
S. III a.C.
Muralla Este
Talud final
muralla
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
874
Ss. IV-III a.C
Silo 145
-
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Ovicaprino
A/P/Pr
No
906
Ss. IV-III a.C
Dep. 1
E-III
III.6.4. Colgante (?) Diáfisis/Epí- Meso/Macromafisis
míf.
V/C/P/Pr
No
910
Ss. IV-III a.C
Muralla Este
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
911
S. III a.C.
Camino 2,
Hab. Izq.
E-I
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
915
S. III a.C.
Camino 2
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
918
S. III a.C.
Zona central
E-II
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
921
S. III a.C.
Al lado
muralla Este
E-I
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/C/V/Ab
No
923
Ss. IV-III a.C
Dep. 15
E-III
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
P/V/Pr
No
924
S. IV a.C.
Pedrera
E-V
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
931
Fin. s. V a.C.
Pedrera,
final NE
Sobre la
roca
III.9.1. Placa o
aplique
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/A/C
Sí
950
Ss. VI-V a.C.
Calle F
E-II
III.2. Obj.
biselado (?)
Candil
Ciervo
-
No
1004 S. IV a.C.
Dep. 8
E-IV
III.4.1. Mango/
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamíf.
Ab/A
No
1269 1ª m. s. IV a. C.
Zona central
E-III
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
V/A/Pr
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
das hacia delante, portando sobre la cabeza el klaft o nemes
real, pañuelo egipcio de tela rayada, y un pectoral representado por medio de cuatro líneas curvas y seis pequeños triángulos incisos que podrían representar colgantes. Se trataría de
una esfinge alada, aunque se encuentra fragmentada y solo se
conserva el arranque del ala derecha (Aubet 1973: 63; Padró
1983: 75 y lám. XLVII). El motivo de la esfinge es recurrente
en la iconografía oriental y aparece en otras piezas de hueso y
marfil en la península ibérica, como en el peine de marfil del
Acebuchal (Le Meaux 2006: fig. 3) o en la placa recuperada
en el hipogeo XXIII de la necrópolis púnica de El Puig des
Molins (Ibiza) (Aubet 1973: 60) (fig. 5.41b), identificada como
un fragmento de la parte delantera de una esfinge representada
de perfil datada a finales del s. VI a.C. Se interpretó como una
placa de marfil (Aubet 1973), sin embargo, en su cara dorsal se
observan rastros del tejido esponjoso propio del hueso (ficha
CERES 04172). El trabajo de talla de la silueta de la pieza,
así como la decoración incisa: el detalle del ojo, el klaft, la
boca… es más minucioso en la pieza de El Puig des Molins,
sugiriendo un grado inferior de saber hacer en la ejecución de
la pieza del Puig de Sant Andreu. ¿Podría ello indicar que se
trata de una copia indígena de un modelo orientalizante? Aubet
relaciona ambas piezas con el mundo púnico, señalando que es
posible que la pieza del Puig de Sant Andreu llegara a través
del comercio con la isla de Ibiza (1973: 64). Asimismo, cabe
señalar otro paralelo documentado en el complejo monumental
C1/tumba 26-27-28 de la necrópolis púnica de Cádiz (s. VI s. V a.C.) (Pisano 1993: 63 y fig. 1.a), donde se recuperó un
0950
15x
Figura 5.39. Pieza indeterminada 0950.
fragmento de la mitad inferior de una placa de hueso con forma
de esfinge muy similar en la decoración y ejecución a la del
Puig de Sant Andreu que también nos remitiría de forma clara
a esa influencia fenicio/púnica (fig. 5.41a).
73
[page-n-91]
0931
Figura 5.40. Esfinge de hueso del
Puig de Sant Andreu. Fotografía
cara frontal: MAC-Ullastret.
Figura 5.41. a) Esfinge de la
necrópolis de Cádiz. b) Esfinge
de Puig dels Molins (adaptado de
Pisano 1993: fig. 1).
Piezas similares, pero con otros motivos figurados, son
conocidas en el mundo etrusco. Algunas han sido interpretadas como marcas de reconocimiento de hospitalidad, tanto por
resultar fácilmente intercambiables como por contar, en algunos casos, con inscripciones incisas, como la placa de marfil
tallada con forma de león datada en la segunda mitad del s.
VI a.C. y depositada en el Antiquarium Comunale de Roma
(Camporeale 1995: 44).
Entre las piezas del s. IV - s. III a.C. distinguimos (fig. 5.42):
- Un mango con talón y nervio recto que, en el extremo distal, presenta dos perforaciones circulares de 1,5 mm
de diámetro cada una en los que se insertarían unos pequeños clavos que afianzarían la hoja metálica no conservada
(0923). Recuerda al mango con talón recuperado en el Camp
Triangular (0898) (fig. 5.38).
- La pieza 0906, realizada sobre hueso, se corresponde con
la parte superior de un tipo de útil compuesto, habitual en cronologías romanas, interpretado como bulla o colgante (fichas CERES 20557 o 37883) o como pequeño contenedor de cera (Adkins y Adkins 2004: 229; Milovanović y Raičković Savić 2013).
Ejemplares similares se realizaban también en metal, con ligeras
variaciones en forma y decoración. Dentro de la pieza, formada por dos partes móviles unidas por un eje superior fijo, podrían guardarse diferentes sustancias como cabello, hierbas
medicinales, piedras o amuletos, a modo de protección y adorno según esta primera interpretación; o los sellos de cera relacionados con la práctica de la escritura de acuerdo con la segunda
opción. En cualquier caso, la pieza sería atada y colgada a través
de las perforaciones que presenta. Piezas iguales a esta han sido
recuperadas en enclaves como Numancia, Ampurias, Ensérune,
el ágora de Atenas, Corinto o Delos (Božič 1998: 145) o en el
Cabeço de Mariola (Grau y Segura 2021: fig. 5.38).
- Cinco cuentas circulares de hueso (0861, 0910, 0911,
0915, 0918).
- Una aguja con una perforación circular a la que le falta el
extremo distal (0924).
74
- Un mango cilíndrico realizado sobre un candil de asta
de ciervo que conserva inserto parte del vástago de un útil
del hierro (0921).
- Un mango de hueso (III.4.1.2) que todavía enmanga la
hoja completa de un cuchillo u hoz de hierro. Tiene insertos
unos pequeños clavos de hierro que permiten fijar la hoja metálica. La longitud total del útil es de 23,2 cm (forma parte de las
colecciones del MAC-Girona).
- Un artefacto que puede intepretarse tanto como un mango
cilíndrico (III.4.1.2) o como un tubo realizado sobre una diáfisis
de mesomamífero (III.4.3.1), probablemente de Canis familiaris (1004).
Otras áreas
En el Hort de les Estrelles, uno de los sondeos realizado en la vertiente este del yacimiento, junto al torrente de Salsá (Oliva 1970:
86) y en los trabajos realizados en 1968 delante del Pou del Glaç
(fig. 5.27) se recuperaron dos cuentas circulares de hueso (0866,
0916). Ambas tienen medidas casi idénticas: 2,2 x 0,5 cm y perforación de 0,7 cm de diámetro para la primera y de 0,6 cm para
la segunda. Este tipo de piezas ofrecen medidas muy regulares,
apuntando a la estandarización. Por otro lado, recogemos también
un hallazgo casual, sin ubicación, de una taba derecha de ovicaprino con las caras lateral y medial regularizadas y perforación central de 0,5 cm de diámetro (0900) (tipo C2) (tabla 5.14 y fig. 5.43).
5.6.2.2. Excavaciones desde la década de los noventa del s. XX
hasta la actualidad
Nos centraremos, a continuación, en los trabajos y en las piezas
recuperadas en las excavaciones llevadas a cabo en el Puig de
Sant Andreu bajo la dirección de A. Martin, G. de Prado y F.
Codina entre la década de los noventa del s. XX y la actualidad. Seguiremos el mismo criterio utilizado hasta el momento,
presentando los hallazgos en función de las zonas en las que
fueron recuperados.
[page-n-92]
1269
0906
0861
0874
0921
0910
0911
0915
0918
1004
0923
0924
Figura 5.42. Objetos terminados del Istme, ss. IV-III a.C.
Tabla 5.14. Industria sobre materias duras animales documentada en otras áreas.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
866
S. III a.C.
Hort de les Estrelles
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
900
S. III a.C. (?) Hallazgo casual
VI. Astrágalo trab.
Astrágalo
Cabra
Ab/Pr
No
916
S. III a.C.
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
Delante Pou del Glaç
* Marcas de trabajo: Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0866
0900
0916
Figura 5.43. Piezas recuperadas en otras áreas de las excavaciones antiguas.
75
[page-n-93]
Zona 13
La zona 13 es una de las principales vías de comunicación del
oppidum, alcanza los 4 m de ancho y dispone de tramos pavimentados con cantos rodados y piedras y un sistema de recogida
y evacuación del agua de lluvia (Martin et al. 2004: 274). Con
anterioridad a la reurbanización de la puerta 1 comunicaba esta
entrada con la puerta 4 (Martin et al. 2004: 266) (fig. 5.27).
En el sector 1, en la UE 13017 (s. IV - s. III a.C.), se recuperó un asta de Cervus elaphus obtenida por la caza del animal
(54,2 cm de longitud; 7 cm anchura máxima; 5 cm de grosor).
Se trata de un ejemplo perfecto de matriz (1069) (fig. 4.1). En la
base del cráneo presenta marcas de al menos seis cortes realizados con un útil metálico, tipo hacha. Se ha eliminado la luchadera y se han aserrado los candiles y la percha en su parte distal.
Además, en el centro de la cuerna conserva evidencias de la
sustracción de posibles cuentas circulares, como la pieza 0864
documentada en el corte J del Camp Alt Sagrera (fig. 5.33). Los
cortes en el cráneo para separar la cuerna, el aserrado de los
candiles y el negativo de la extracción de esos soportes en la
parte central reflejan, en una única pieza, diferentes pasos de la
cadena de manufactura de esta materia prima.
Zona 14
Conjunto arquitectónico de forma trapezoidal alargada, con una
superficie de 1023,50 m2. Adosado a la muralla occidental por
su parte oeste, delimitado por la calle 13 al este, la calle 15 al
norte y por un área sin excavar al sur (Martin et al. 2004: 266)
(fig. 5.27). Se trata de una construcción con una organización y
distribución interna complejas, formada por diferentes sectores
o unidades funcionales que presentan un alto grado de especialización, estructuradas en torno a patios y espacios de circulación abiertos (Martin 2012: 23). Se debe poner en relación con
la zona 15 de la Illa d’en Reixac, ya que ambos espacios han
permitido definir un tipo de edificio de gran superficie y planta
compleja vertebrada en función de uno o más patios de medidas
considerables (Martin et al. 2004: 280).
En esta zona hemos documentado 47 piezas realizadas sobre materias duras de origen animal: 15 objetos terminados, 12
restos del trabajo del hueso, el asta y el cuerno (tabla 5.15) y 20
astrágalos modificados (tabla 5.16).
Entre los objetos terminados documentamos (fig. 5.44):
- Siete mangos: seis manufacturados en asta (0890, 0892,
1067, 1109, 1110, 1112) y uno sobre hueso (0872). Entre ellos
destaca, por los motivos decorativos que presenta, el ejemplar
0890, un mango cilíndrico de cuidada factura. Ha sido aserrado
por ambos extremos y totalmente pulido por su parte externa.
En el extremo proximal cuenta con un corte en V para insertar
la hoja metálica de un posible cuchillo. Para afianzar la hoja se
realizaron cuatro perforaciones de 0,45 x 0,4 cm, enfrentadas
dos a dos, en las que se insertaron clavos de hierro (dos de ellas
todavía los conservan). Esta pieza fue recuperada en el sector
25, una estancia anexa a la entrada meridional al conjunto arquitectónico de la zona 14 que parece asociarse a una actividad
de culto (Martin et al. 2004: 275).
- Dos fragmentos mesiales y distales de objetos apuntados
de hueso (1117, 1153). La pieza 1153 presenta marcas de un
ligero esquirlado en la parte activa.
- Dos cuentas de hueso circulares (0966, 1157) recuperadas
en los sectores 3 y 10, respectivamente.
76
- Una posible bisagra, singular en el registro ibérico (0870),
realizada sobre parte de una percha de Cervus elaphus aserrada y vaciada, decorada por la parte externa con diez incisiones paralelas y que cuenta con dos perforaciones de 0,6 x
0,5 cm (0870).
- Dos placas o apliques decorativos: la pieza 1071 fue recuperada en la revisión de la fauna, los motivos apenas resultan perceptibles de visu, pero con su revisión microscópica se
puede distinguir que, en la cara dorsal, tiene motivos incisos
en forma de retícula que seguramente se realizaron para adherir la pieza a otra superficie. En la cara frontal, en uno de
los extremos, está ornamentada con trazos ondulados en los
que resulta complejo discernir un motivo concreto (fig. 5.45).
Nos planteamos si, debido a que no parece terminada y a la
escasa visibilidad de su decoración, no se trataría de una pieza
descartada o de una prueba de la decoración a realizar en otra
pieza o superficie, por lo que podría representar un proceso de
aprendizaje. Por su parte, la pieza 0908 es una placa realizada
sobre diáfisis de macromamífero totalmente modificada, con
una factura y decoración cuidadas. Fue realizada para ser vista
por su cara frontal, posiblemente iría insertada en otra materia
prima, formando parte de un objeto compuesto (como podría
ser una caja o un mueble de madera). Tiene tres ovas completas
incisas y parte de otras dos en los extremos que arrancan de
la base de una moldura (bajorrelieve). Varias placas decoradas
con motivos de ovas se han recuperado también en la necrópolis de Puig de Serra (Martin y Genís 1993: fig. 26). Se trata de
un motivo habitual también en placas ornamentales de época
romana (Béal 1983: 362, lám. XIX).
- Una pieza indeterminada: hemos clasificado la pieza 0909
como objeto indeterminado debido a que desconocemos su funcionalidad y su presencia resulta prácticamente un unicum en
el registro ibérico. Fue descubierta en el sector 10, habitación
en el ángulo noreste de la zona 14, a la que presumiblemente
solo se podría acceder desde la calle 13 a través de un acceso
porticado (sector 30) y que podría haber servido como espacio
de almacenaje (Martin et al. 2004: 271) (fig. 5.46). Las dimensiones de la pieza son: 10,3 cm longitud; 9,3 cm anchura; 2,8 cm
grosor. Tiene forma de una gran placa de hueso recta en un extremo y semiredondeada en el contrario. Presenta señales de la
acción del fuego en una de sus caras. Por sus dimensiones y por
la revisión macroscópica de las trabéculas y del canal esponjoso consideramos que se trata de una pieza realizada sobre un
hueso de ballena1, posiblemente una costilla. Bernal-Casola et
al. (2016) recogen en un trabajo evidencias de piezas manufacturadas sobre huesos de cetáceos en asentamientos del Mediterráneo occidental desde el Paleolítico Superior hasta la Edad
Media (s. IX d.C.), entre ellos destacamos por similitud cronológica y cercanía geográfica los diferentes útiles realizados
sobre costillas y vértebras de ballena que se han documentado
en Lattara (Hérault, Francia) (Bernal-Casalosa et al. 2016: 917921). Útiles de características similares a la pieza del Puig de
Sant Andreu, robustos, manufacturados sobre huesos de ballena
y cuyos usos son desconocidos han sido también documentados en el yacimiento de la Edad del Hierro de Broch of Burrian
(North Ronaldsay, Escocia) (MacGregor 1974: 86 y fig. 14).
1
Asimismo, los especialistas Ricard Marlasca y Marianne Christensen
están de acuerdo con esta identificación (comunicación personal).
[page-n-94]
Tabla 5.15. Evidencias de trabajo y piezas terminadas de la zona 14.
ID
Cronología
Ubicación
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
380
S. III a.C.
S-12
14188
I. Matriz
Cuerna
Ciervo
C/A
No
870
S. IV a.C.
S-28
14863
III.4.5. Bisagra
Percha o candil
Ciervo
A/V/Pr
Sí
872
2ª m. s. III a.C.
S-9
14743
III.4.1. Mango (?)
Metápodo
Ovicaprino
A/P
No
890
2ª m. s. III a.C.
S-25
14228
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
A/P/Pr
Sí
892
2ª m. s. III a.C.
S-8
14996
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/P/V/C
No
895
2ª m. s. III a.C.
S-9
14755
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
No
908
S. III a.C.
S-11
14272
III.9.1. Placa o
aplique
Diáfisis
Macromamíf.
A/P/Pr
Sí
909
S. IV a.C.
S-10
14877
III.10. Indeterm.
Costilla (?)
Ballena ind.
A
No
966
2ª m. s. IV a.C.
S-3
141046
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
967
2ª m. s. IV 1ª m. s. III a.C.
S-3
141227
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1066 S. III a.C.
S-16
14233
V. Desecho
Percha y roseta
Ciervo
A/C
No
1067 2ª m. s. III a.C.
S-12
14268
III.4.1. Mango (?)
Candil
Ciervo
A/C/V
No
1071 2ª m. s. III a.C.
S-28
14381
III.9.1. Placa
o aplique
Hueso plano
Meso/
Macro mamífero
Sí
1072 2ª m. s. III a.C.
S-1
14472
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1073 2ª m. s. III a.C.
S-16
14512
II. Soporte
Percha
Ciervo
A
No
1076 2ª m. s. III a.C.
S-28
14703
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/C
No
1086 2ª m. s. IV 1ª m. s. III a.C.
S-3
141216
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1103 2ª m. s. III a.C.
S-5
14496
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
1109 2ª m. s. III a.C.
S-8
141163
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
Ab/P/Pr
No
1110 2ª m. s. IV 1ª m. s. III a.C.
S-9
14766
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
-
Sí
1111 2ª m. s. III a.C.
S-9
14743
V. Desecho
Parte craneal y
arranque asta
Corzo
A/Pe
No
1112 2ª m. s. III a.C.
S-9
14743
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
P/A/C/F
No
1117 1ª m. s. IV a.C.
S-28
14732
III.1. Obj. apuntado
Fíbula
Cerdo
Ab/P
No
1119 2ª m. s. IV a.C.
S-28
14703
II. Soporte
Cabeza femoral
Bóvido
A
No
1153 -
S-12
14267
III.1. Obj. apuntado
Percha o candil
Ciervo
C
No
1157 S. III a.C.
S-10
14645
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
1158 2ª m. s. IV a.C.
S-9
14743
V. Desecho
Candil
Ciervo
F
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Los huesos de cetáceos pueden ser aprovechados de forma
oportunista de animales varados en las playas. Se ha prestado
poca atención a la interacción con los cetáceos en los yacimientos arqueológicos y, sin embargo, de este tipo de animales se
pueden obtener diferentes productos valiosos, como carne, aceite o los propios huesos (Bernal-Casalosa et al. 2016: 924-925).
Por otro lado, las 12 piezas en proceso de elaboración identificadas en la zona 14 se corresponden con una matriz, dos
soportes y nueve desechos de manufactura hallados entre los
sectores 1, 3, 5, 9, 12, 16 y 28 (tabla 5.15 y fig. 5.46).
En los sectores 1 (1072), 3 (0967 y 1086) y 5 (1103) documentamos fragmentos de clavijas óseas de bóvidos con marcas
de aserrado, probablemente para el aprovechamiento del estu-
che córneo (fig. 5.47). En el sector 12 se recuperó una matriz de
asta de ciervo muy fragmentada con marcas de extracción por
cortes y aserrado de la luchadera y el candil de hierro (0380)
(tabla 5.15, no se incluye fotografía). En el 16 fue hallada la
parte distal de otra cuerna de ciervo con marcas de desbastado
en la roseta, se trata de una cornamenta de desmogue de un
individuo joven (1066) y un fragmento de la luchadera de otra
con aserrado longitudinal y abrasión en la parte externa, conformando un soporte para obtener una posible varilla (1073)
(fig. 5.47). Las tres piezas son evidencias claras del trabajo del
asta de ciervo halladas en el área integrada por los sectores 12,
15, 16 y 17 que fue interpretada como un posible taller metalúrgico (Martin et al. 2004: 272).
77
[page-n-95]
0870
0966
0908
0872
1071
1157
0892
1067
0890
1117
1109
1153
0909
1110
1112
Figura 5.44. Piezas terminadas de la zona 14.
En el sector 9, un espacio doméstico probablemente de cocina (Martin et al. 2004: 271) (fig. 5.46), se recogieron también tres
evidencias del trabajo de la cuerna: un fragmento con parte del
hueso del cráneo y del arranque del asta de un ejemplar de Capreolus capreolus con marcas claras de aserrado en la percha, para separarla y poder utilizarla (1111), y dos fragmentos de los extremos
distales de dos candiles de ciervo (0895 y 1158) (fig. 5.47). Además, se recuperaron tres mangos (0872, 1110 y 112) (fig. 5.44).
78
En el sector 28 se hallaron las únicas dos evidencias del
trabajo del hueso en la zona 14: una cabeza femoral aserrada de bóvido que podría corresponderse con una pieza en
proceso de elaboración (1119) y una diáfisis de hueso largo de macromamífero con marcas de cortes y de abrasión
(1076) (fig. 5.47). En este espacio se recuperaron también un fragmento mesial de un objeto apuntado realizado sobre fíbula de Sus domesticus (1117), una posible bi-
[page-n-96]
Figura 5.45. Detalle caras frontal dorsal de la decoración de la pieza 1071 (20x).
Figura 5.46. Distribución de la industria sobre materias duras animales en la zona 14.
79
[page-n-97]
0895
0967
1066
1072
1073
1076
1103
1086
1111
1119
1158
Figura 5.47. Desechos y soportes de trabajo de la zona 14.
sagra de asta de ciervo (0870), un fragmento de placa decorada quizás descartada o en proceso de trabajo (1071)
(figs. 5.44 y 5.45) y dos astrágalos trabajados de ovicaprino
(tabla 5.16). Se trata del sector del yacimiento con una concentración mayor de objetos manufacturados sobre materias
duras animales (fig. 5.46).
Por tanto, en este complejo arquitectónico se han registrado evidencias del proceso de trabajo de astas, tanto de ciervo
como de corzo, de cuernos de bóvidos y también de huesos
de macromamíferos.
80
Por último, para la zona 14 nos queda hacer alusión a los
veinte astrágalos trabajados identificados (tabla 5.16 y fig. 5.48).
Cuatro de ellos están perforados, con orificios circulares en la
parte central de las caras plantar y dorsal de 0,3 cm de diámetro
(0378, 1068, 1070, 1083). A nivel taxonómico encontramos dos
astrágalos de Bos taurus, ambos derechos (0379 y 1077); uno
de Sus sp. (1084) con marcas de abrasión en la cara medial y
el resto de Ovis aries o Capra hircus, siendo entre ellos el tipo
C1, con las caras laterales y mediales modificadas por abrasión
o cortes, el más habitual.
[page-n-98]
Tabla 5.16. Astrágalos de la zona 14. Las medidas se expresan en cm.
ID
Cronología
Ubicación
Tipo
Lateralidad
Animal
Longitud
Anchura
Grosor
378
300-200 a.C.
S-12
C2
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,6
1,3
379
250-200 a.C.
S-15
C1
Derecha
Bovino
5,6
2,8
3
1068
250-200 a.C.
S-15
C2
Izquierda
Ovicaprino
3
1,7
1,5
1070
300-200 a.C.
S-13
C2
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,6
1,6
1075
350-250 a.C.
S-3
C1
Derecha
Ovicaprino
2,7
1,7
1,4
1077
350-250 a.C.
S-4
C5
Derecha
Bovino
5,5
2,9
2,8
1078
350-250 a.C.
S-31
A1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,8
1,6
1079
400-300 a.C.
S-10
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,8
1,6
1080
350-300 a.C.
S-8
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,6
1,7
1,5
1081
350-300 a.C.
S-4
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,6
1,5
1082
350-300 a.C.
S-4
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,5
1,4
1083
300-200 a.C.
S-11
C2
Izquierda
Ovicaprino
2,75
1,65
1,45
1084
350-300 a.C.
S-22
B1
Izquierda
Cerdo/Jabalí
4
2,1
2
1085
350-300 a.C.
S-8
C1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,6
1,4
1107
350-300 a.C.
S-8
C1
Izquierda
Ovicaprino
3
1,6
1,5
1108
350-300 a.C.
S-8
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,6
1,7
1113
300-200 a.C.
S-11
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,7
1,4
1114
300-200 a.C.
S-11
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,6
1,3
1116
400-350 a.C.
S-28
C1
Derecha
Ovicaprino
2,8
1,8
1,6
1118
400-350 a.C.
S-28
A1
Izquierda
Oveja
3,2
1,9
1,6
En palabras del equipo de excavación: “A la zona 14 del Puig
de Sant Andreu s’han documentat activitats de caràcter domèstic,
artesanals a petita escala i d’emmagatzematge i transformació de
productes alimentaris. Al mateix temps s’hi van realitzar activitats
que tenen relació amb el funcionament de la muralla i per tant amb
la defensa de l’oppidum. També són importants per a definir la
seva funció els nombrosos actes rituals que s’hi relacionen” (Martin et al. 2004: 275). Las actividades rituales incluyen ofrendas de
fauna, fundamentalmente de ovicaprinos y perros; así como la
exposición en las fachadas de cabezas cortadas de enemigos ajusticiados junto con restos de armamento (Martin 2004: 275; Prado
y Rovira 2015). Consideramos que, tras las evidencias expuestas,
dentro de esas actividades artesanales a pequeña escala a las que
se hace alusión deben incluirse la manufactura del asta, del cuerno
y del hueso.
Zona 15
Eje de comunicación entre la torre 4 y la parte norte de la zona 14
(Martin et al. 2004: 266) (fig. 5.27). En esta calle se han documentado tres piezas (tabla 5.17 y fig. 5.49). Un posible mango manufacturado sobre asta de ciervo (0368) que en la parte
externa presenta incisiones semiprofundas con perfiles en V
que parecen actuar como decoración: líneas rectas aisladas y
que se entrecruzan. En uno de los 13 fragmentos conservados
de la pieza se aprecia una mancha circular de hierro (0,2 cm
de diámetro). Podría tratarse de un pequeño clavo incrustado,
sin embargo, resulta complicado asegurarlo ya que el artefacto
se encuentra muy alterado por la fragmentación y por procesos tafonómicos. Por otro lado, se recuperaron dos fragmen-
tos de un posible desecho o soporte de asta de ciervo (0367)
y un fragmento de un útil apuntado, seguramente de un alfiler
por su forma y sección circular, al que le falta el extremo proximal (0899).
Zona 16
La zona 16 está situada al norte de la zona 14, adosada a la
muralla, separada de esta por la calle que da acceso a la torre 4
(zona 15). Cuenta con un patio enlosado y los niveles excavados
manifiestan una cronología de la 1ª mitad del s. IV a.C. y algunas estructuras descontextualizadas ya que la zona fue parcialmente arrasada por las tareas modernas de acondicionamiento
de la colina para el cultivo, por lo que su interpretación resulta
problemática (Martin et al. 2004: 266) (fig. 5.27).
Se han recuperado dos piezas terminadas, tres desechos de
trabajo del asta y del cuerno (fig. 5.50) y un conjunto de diez
astrágalos trabajados (tablas 5.18 y 5.19).
La pieza 1105 es un metatarso izquierdo de oveja al que se le
ha eliminado la epífisis proximal y se ha vaciado parcialmente para
que pudiera actuar como elemento receptor; se trata del subtipo de
mango que mantiene la forma natural del soporte (III.4.1.1). Por su
parte, 1106 es un fragmento de un mango realizado sobre la percha
o el candil de un asta de ciervo. Hemos documentado dos clavijas
óseas de Capra hircus aserradas en su parte proximal, para la obtención del estuche córneo (1064, 1065) y un soporte de cuerna de
ciervo, con marcas de aserrado en la parte de la luchadera y cortes
tanto en la roseta como en la parte superior de la percha que parecen evidenciar un acondicionamiento de la materia prima antes de
la extracción de soportes (0430) (fig. 5.50).
81
[page-n-99]
0379
1077
0378
1068
1070
1075
1078
1079
1080
1081
1082
1084
1083
1085
1107
1108
1113
1114
1116
1118
Figura 5.48. Astrágalos trabajados de la zona 14.
Tabla 5.17. lndustria de hueso y asta de la zona 15.
ID
Cronología
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
367
Ss. IV-III a.C.
15001
II. Soporte/V. Desecho
Percha o candil
Ciervo
A/F
No
368
Ss. IV-III a.C.
15001
III.4.1. Mango (?)
Percha
Ciervo
C
Sí
899
S. III a.C.
15008
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; P-Pulido.
82
[page-n-100]
0368
0367
0899
Zona 18
La zona 18 se corresponde con las habitaciones construidas adosadas a la muralla a la altura de la torre 5, al sur de la zona 20
(escalera 17) y al norte del Camp Triangular (Casas et al. 2002:
238) (fig. 5.27). En esta zona solo hemos documentado una pieza recuperada en el sector 1. Se trata de un astrágalo izquierdo
de ovicaprino con marcas de abrasión en las caras lateral, medial y dorsal (tipo E1), además parece presentar evidencias de
desconchado, quizás provocado por su uso, en las partes más
elevadas de las caras dorsal y plantar (fig. 5.51).
Zona 22
En la zona 22 solo se ha diferenciado un sector (sector 1)
(fig. 5.27). En él, en la UE 22074 datada entre los s. V - s. IV a.C.,
se recuperaron tres pequeñas cuentas circulares de hueso con
unas medidas de 0,9 cm de diámetro y 0,4 cm de grosor, con
perforación central de 0, 45 cm (1150, 1151, 1152) y, en la UE
22073 un astrágalo izquierdo de ovicaprino con marcas de abrasión en sentido diagonal en la cara plantar y una perforación
central de 0,2 cm de diámetro (tipo H2). Por su parte, en los
niveles del s. III a.C., en la UE 22024 documentamos un alfiler
y un fragmento de un objeto apuntado. El alfiler 0902 presenta
un remate plano sin cabeza diferenciada (III.1.2.1), tiene 9,8 cm
de longitud y una pequeña perforación circular bicónica (realizada desde ambas caras) en el extremo proximal de 0,2 cm de
diámetro. Asimismo, en el extremo distal presenta evidencias
de embotamiento por su utilización. Está decorado con motivos
geométricos de líneas horizontales y aspas por los cuatro lados.
El fragmento apuntado se corresponde con la parte mesial de una
fíbula de Sus domesticus (1104) con ligeras marcas de abrasión,
seguramente se trataría de un punzón (tabla 5.20 y fig. 5.52).
Figura 5.49. Piezas de la zona 15.
0430
Zona 25
La zona 25 se encuentra al este de la zona 14, separada de esta
por el espacio de circulación de la zona 13 (fig. 5.27). En ella,
en el estrato superficial UE 25001 (Codina et al. 2006: 182),
se recuperó un astrágalo derecho de ovicaprino con una perforación central circular de 0,3 cm de diámetro (tipo G1) (1074)
(fig. 5.51).
1105
1065
1064
1106
Figura 5.50. Piezas de la zona 16.
El conjunto de diez astrágalos trabajados fue hallado en la
UE 16037 del sector 3, junto a otros cinco astrágalos naturales
de ovicaprinos (cuatro derechos y uno izquierdo). La mayoría
de las tabas presentan las caras lateral y medial modificadas mediante abrasión (tipo C1), cuatro de ellas, además, están perforadas (tipo C2). Tan solo 0432, el único astrágalo de cerdo del
conjunto presenta otro tipo de alteraciones, la cara lateral modificada en sentido diagonal y recto en las caras dorsal y plantar
(I1) (tabla 5.19).
Zona 30
En la zona 30 localizada al norte de la puerta 1 (fig. 5.27), en la
parte exterior del poblado, en la UE 30008 del sector 1 (s. IV s. III a.C.) se recuperó un mango incompleto y fragmentado en
cuatro partes (1063). Está manufacturado sobre asta de ciervo
y presenta evidencias de una abrasión muy marcada por toda la
parte externa (fig. 5.53).
Zona 32
Zona situada al este de la zona 30, intramuros del oppidum
(fig. 5.27). En ella se recuperó una pieza pseudotriangular perforada realizada sobre la parte central de un asta de ciervo, aserrada longitudinal y transversalmente (0896) (fig. 5.54). Cuenta
con una perforación en cada uno de los extremos conservados
de 0,9 cm de diámetro, con evidencias de desgaste por uso. Fue
recuperada en la UE 32003, con una cronología del s. III a.C.
Sondeo 5
El sondeo 5 se realizó extramuros en perpendicular a la muralla occidental de la zona del Istme (Codina y Prado 2018b:
fig. 5) (fig. 5.27). Forma parte de las intervenciones arqueoló83
[page-n-101]
Tabla 5.18. Piezas terminadas y desechos de trabajo de la zona 16.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
430
1ª m. s. III a.C. - s. II a.C.
S-3. UE 16033
V. Desecho
Percha y luchadera
Ciervo
C/A
No
1064 S. IV a.C.
S-6. UE 16045
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
1065 S. IV a.C.
S-6. UE 16043
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
1105 Ss. IV-III a.C.
S-2. UE 16007
III.4.1. Mango (?) Metatarso izq.
Oveja
Ab/C/V
No
1106 Ss. IV-III a.C.
S-2. UE 16026
III.4.1. Mango
Ciervo
Ab/C
No
Percha o candil
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-abrasión.
Tabla 5.19. Astrágalos de la zona 16. Las medidas se expresan en cm. *0428 presenta restos en la parte superior de la cara dorsal de una
arandela de hierro que atravesaría la perforación de la pieza.
ID
Cronología
Ubicación
Lateralidad
Tipo
Animal
Longitud
Anchura
Grosor
422
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C1
Ovicaprino
2,8
1,6
1,4
423
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C1
Ovicaprino
2,9
1,7
1,3
424
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Izquierda
C1
Ovicaprino
2,5
1,6
1,4
425
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Izquierda
C1
Ovicaprino
2,9
1,7
1,5
426
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C2
Ovicaprino
2,8
1,6
1,5
427
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C2
Ovicaprino
2,9
1,8
1,5
428
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C2*
Ovicaprino
2,7
1,7
1,5
429
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Izquierda
C2
Ovicaprino
2,7
1,7
1,5
431
250-150 a.C.
S-3. UE 16031
Izquierda
C1
Ovicaprino
2,9
1,7
1,6
432
250-150 a.C.
S-3. UE 16031
Derecha
I1
Cerdo
3,4
1,75
1,7
Tabla 5.20. Industria sobre materias duras animales de la zona 22.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
902
S. III a.C.
S-1. UE 22024
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
Sí
1104 S. III a.C.
S-1. UE 22024
III.1. Obj. apuntado
Fíbula
Cerdo
Ab
No
1115 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22073
VI. Astrágalos trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab/Pr
No
1150 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22074
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
1151 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22074
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
1152 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22074
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
* Marcas de trabajo: Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0902
0369
1104
1150
1151
1152
1074
1115
Figura 5.51. Tabas de las zonas 18
(0369) y 25 (1074).
84
Figura 5.52. Piezas de la zona 22.
[page-n-102]
0896
Figura 5.54. Pieza pseudotriangular de la zona 32.
Figura 5.53. Pieza 1063 de la zona 30. Foto: Víctor Chaos López.
gicas llevadas a cabo en el Puig de Sant Andreu desde el año
2013 con el objetivo de definir el foso de defensa del oppidum
identificado a raíz de dos tomografías de resistividad eléctrica
3D realizadas en el año 2012 (Codina y Prado 2018b); trabajos
de gran envergadura que actualmente continúan en proceso de
excavación e investigación.
En los niveles de relleno de finales del s. III a.C. del foso
se recuperaron seis piezas de asta y cuerno que posiblemente
fueron descartadas (tabla 5.21): una pieza biapuntada de factura poco cuidada y con marcas de embotamiento en ambas
puntas realizada sobre asta de ciervo (1093); el fragmento
distal de un candil con marcas de aserrado y flexión (1091)
y cuatro clavijas óseas de Capra hircus y Bos taurus (fig.
5.55). Todas ellas presentan marcas de aserrado, pero resulta
especialmente significativo el ejemplar 1097 que cuenta además en el extremo proximal con una perforación circular de
0,5 cm de diámetro. Se trata de una pieza excepcional ya que
corrobora diferentes técnicas de trabajo sobre los cuernos de
bóvidos y quizás, ligado a ello, diversos usos; ya que en este
caso es la propia clavija ósea la que parece que ha sido intencionadamente modificada, no solo para obtener el estuche
córneo. No hemos documentado ninguna otra pieza de cuerno, en los poblados ibéricos estudiados, con perforaciones en
la clavija ósea.
Zona 41
La zona 41 se corresponde con el foso de defensa del Puig
de Sant Andreu por su parte oeste; como hemos señalado, se
encuentra actualmente en proceso de excavación (fig. 5.27).
Entre las campañas de 2016 y 2018 se han recuperado seis piezas manufacturadas sobre materias duras de origen animal entre
los sectores 1 y 3, que se corresponden con las estructuras construidas en su interior en el s. III a.C. (tabla 5.22).
Hemos documentado tres desechos de manufactura de cuerno de Capra hircus (1098) y de asta de Cervus elaphus (1099,
1100); un soporte de trabajo en mal estado de conservación
realizado también sobre asta de ciervo (1102) y un astrágalo
izquierdo de Bos taurus con marcas de abrasión en las caras
lateral y medial (tipo C1) (1101) (fig. 5.56).
Asimismo, en el sector 3, en la campaña del 2018 se recuperó una pieza de marfil (0365): un peine sencillo, con una
hilera de dientes, rectangular y de puente recto (III.5.1.2)
(fig. 5.57). Está realizado sobre marfil de elefante. Se encuentra
incompleto (longitud conservada 5,1 cm; anchura 3,7 cm; grosor máx. 0,5 y mín. 0,1 cm), pero tras su restauración cuenta con
24 dientes con sección triangular en el arranque y circular en el
extremo distal, cuatro de ellos completos (longitud de 1,5 cm).
Conserva solo una de las dos patas que protegerían los dientes,
la parte más frágil de la pieza, que está decorada con cuatro
líneas incisas que forman un motivo en zigzag. En ambas caras,
el cuerpo o parte central cuenta con tres motivos en espiral, y un
pequeño friso delimitado por cinco líneas paralelas horizontales
(dos y tres) que encierran un cuerpo de rectángulos incisos divididos por su diagonal y separados entre sí por una línea vertical.
Otras tres líneas horizontales cierran este friso y la decoración
central. La última de estas sirve, a su vez, de límite para la realización del aserrado de los dientes. Se observa como alguno de
ellos no alcanza o sobrepasa dicha línea, evidenciando diferentes gestos en el proceso de manufactura.
Se trata de una pieza excepcional tanto por la complejidad
técnica de su ejecución, como por la materia prima alóctona a
la península ibérica en la que está realizada y por su presencia
relativamente escasa en el registro arqueológico de época ibérica (Mata Parreño et al. 2017). En el área catalana únicamente
se han documentado otros dos peines de marfil: en la necrópolis
del Turó de dos Pins (Cabrera de Mar) (García y Roselló 1993)
y en el poblado del Puig Castellar (fig. 5.85).
Zonas 61-63
En el año 2009 se abrió una nueva zona de excavación en la vertiente meridional del Puig de Sant Andreu a unos 20 metros de distancia de la puerta 6 del oppidum y dos metros por debajo del nivel
de dicho acceso (fig. 5.27). En total, la zona excavada ocupa una
extensión de 143 m2 y fue dividida en cuatro zonas: 61, 62, 63 y 64
(Martin 2012: 65). Se ha recuperado un conjunto de cinco piezas
(tabla 5.23): una cuerna de ciervo que fue utilizada como matriz,
aserrándole los candiles (1006) (fig. 5.58); dos candiles con marcas
de aserrado (1089) y de flexión (1154); un fragmento de un posible
85
[page-n-103]
Tabla 5.21. Industria sobre materias duras animales del sondeo 5.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
1090
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
1091
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
1092
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1093
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
III.1.3. Biapuntado
Percha o candil
Ciervo
Ab
No
1094
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
1096
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A/P
No
1097
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A/Pr
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
1094
1090
1096
1093
1092
1097
1091
Figura 5.55. Piezas recuperadas en el sondeo 5.
Tabla 5.22. Industria sobre materias duras animales de la zona 41.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
365
S. III a.C.
S-3. UE 41177
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante
Ab/P
Sí
1098
S. III a.C.
S-3. UE 41080
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A/C
No
1099
S. III a.C.
Tramo O-E. UE 41107
V. Desecho
Percha
Ciervo
A
No
1100
S. III a.C.
S-1. UE 41144
V. Desecho
Candil
Ciervo
Rn
No
1101
S. III a.C.
S-1. UE 41145
VI. Astrágalo trab.
Astrágalo
Bovino
Ab
No
1102
S. III a.C.
S-3. UE 41177
II. Soporte
Percha y roseta
Ciervo
C/A
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Rn-Ranurado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido.
1098
1102
1099
1100
1101
Figura 5.56. Piezas
recuperadas en la zona 41.
86
[page-n-104]
Figura 5.57. Peine del Puig de Sant Andreu. Imágenes de detalle (35x). A1 y A2: medidas de la anchura de los dientes
y del espacio interdental. B1 y B2: detalle de los motivos decorativos y de las marcas de abrasión sobre la pieza. B3:
Detalle de la línea incisa que serviría como límite de referencia al aserrado de los dientes. B4: Detalle de la parte distal
de los dientes, estos aparecen ligeramente redondeados, seguramente por su uso.
87
[page-n-105]
Tabla 5.23. Industria de materias duras animales de las zonas 61-63.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
1006
S. III a.C.
Z-61. Sondeo 1. UE 61001
I. Matriz
Cuerna
Ciervo
A/Pe
No
1087
S. III a.C.
Z-62. Sondeo 3. UE 62024
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
1088
S. III a.C.
Z-62. Sondeo 3. UE 63007
III.4.1. Mango (?)
Diáfisis
Macromamíf.
A
No
1089
S. III a.C.
Z-62. Sondeo 1. UE 62024
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
No
1154
S. III a.C.
Z-63. Sondeo 1. UE 61021
II. Soporte/V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado.
Figura 5.58. Excavación matriz 1006, zona 62, sondeo 1 (Martin
2012: fig. 39).
1088
Figura 5.60. Representación de los grupos de objetos del Puig de
Sant Andreu.
1154
1089
Figura 5.59. Piezas de la zona 61-63.
88
Figura 5.61. Objetos terminados del Puig de Sant Andreu.
[page-n-106]
mango elaborado sobre hueso (1088) (fig. 5.59) y una clavija ósea
de Bos taurus muy fracturada y en mal estado de conservación (por
lo que no se incluye imagen), pero en la que se distinguen marcas
de aserrado en el extremo distal (1087).
5.6.3. breve valoración global
El yacimiento del Puig de Sant Andreu cuenta con uno de los
conjuntos más numerosos, interesante y variados de piezas manufacturadas sobre materias duras animales de época ibérica,
tanto en comparación con otros contextos de hábitat como funerarios. Se han documentado 186 piezas: 55 de ellas corresponden a diferentes pasos de la cadena de producción: matrices,
soportes y desechos; 95 objetos terminados y 36 astrágalos trabajados (fig. 5.60), estando presentes en diferentes zonas (desde
la acrópolis hasta el foso) y en niveles que abarcan desde el
s. VI al s. III a.C., siendo su presencia más habitual en la fase
del s. IV - s. III a.C.
Son los huesos de macromamíferos la materia prima más
empleada, con 109 piezas (58 %). Las astas de ciervos y de corzos (estos últimos representados por una pieza) suponen el 30 %
del conjunto con 56 objetos, fundamentalmente mangos y evidencias de las diferentes fases del proceso de manufactura. Asimismo, se han identificado también 18 desechos del trabajo del
cuerno de bóvidos (10 %), dos piezas de marfil de elefante (1 %)
y un diente de jabalí modificado (1 %).
Dentro de las piezas terminadas las bisagras son las piezas
más representadas con 24 ejemplares, 19 de ellas forman parte
del mismo conjunto documentado en el departamento 32 de la
zona Predi Nord Subirana. A continuación, destaca la presencia
de mangos y de cuentas circulares, con 22 y 20 piezas respectivamente. El resto de los objetos son menos numerosos, pero
evidencian una gran variabilidad formal y funcional (fig. 5.61).
Entre los tres objetos indeterminados expuestos debemos destacar la pieza manufacturada sobre hueso de ballena, un unicum
en el registro ibérico peninsular.
Es interesante también destacar que, de las 95 piezas terminadas del Puig de Sant Andreu, tan solo 16 (un 17 %) están
decoradas. Se trata de una proporción reducida, pero en consonancia con lo constatado en otros enclaves ibéricos.
En el oppidum de Ullastret se han documentado, en diferentes espacios, tareas artesanales como actividades metalúrgicas,
producción de materiales de construcción, elaboración cerámica,
extracción de piedras (Martin et al. 2000) o fabricación de molinos (Codina et al. 2021). Con los materiales presentados podemos asegurar que también se deberían incluir, dentro de esas
tareas artesanales, la manufactura del asta, el cuerno y el hueso,
para la elaboración de útiles y adornos que formarían parte de la
cultura material habitual del asentamiento. Si bien es cierto que
ciertas piezas o al menos ciertas materias primas como el marfil
llegarían al poblado a través de los intercambios comerciales.
5.7. LA CREUETA (QUART, GIRONA)
5.7.1. introducción al yacimiento
El poblado de la Creueta se localiza sobre la colina del Puig
d’en Rovira, en el actual municipio de Quart, al sureste de la
comarca de El Gironés (fig. 5.2). Se trata de un asentamiento
fortificado del cual se conoce parcialmente su muralla y apenas
una parte de su organización interna, debido a la poca superficie
excavada (Martin 1994: 100-101) (fig. 5.62). El conocimiento
de este asentamiento es fruto del estudio sobre el poblamiento
ibérico en el área en torno a la ciudad de Girona impulsado en la
década de los treinta y cuarenta del s. XX en yacimientos como
Sant Julià de Ramis y la propia Creueta (Riuró 1936, 1943).
Así, F. Riuró realizó en La Creueta cuatro campañas arqueológicas entre 1942 y 1949; posteriormente, según recoge A. Martin
(1994: 90), no se realizaron más trabajos de excavación debido
a una falta de permisos de la propiedad.
El estudio de los materiales cerámicos de importación ha
permitido establecer una cronología de ocupación del asentamiento desde la segunda mitad del s. V a.C. hasta el s. II a. C
(Martin 1994: 100).
5.7.2. el conjunto analizado
En la sede del MAC-Girona pudimos revisar las piezas inventariadas como industria ósea, así como parte de la fauna de las
excavaciones de los años cuarenta. Tras ello, contamos con un
conjunto de diez piezas que nos ofrecen una visión del aprovechamiento de las materias duras animales en este poblado, si
bien no podremos matizar su ubicación contextual ni cronológica (tabla 5.24).
A pesar de tratarse de una muestra reducida llama la atención que hay más piezas manufacturadas sobre asta (6) que
sobre hueso (3). Sobre cuernas de ciervos tenemos dos piezas terminadas (0838, 0842), dos soportes (0826, 0841) y
dos desechos de trabajo (0825, 0840); por tanto, queda evidenciada la manufactura de esta materia prima en el asentamiento, aunque sea de forma esporádica. Sobre el soporte
0841 se intuye la forma de una punta de flecha en proceso
de elaboración, un tipo de útil cuya presencia es más común
en cronologías prehistóricas que de época ibérica. También
contamos con una clavija ósea de Capra hircus aserrada por
la parte proximal (0824) (fig. 5.63).
Dentro de las piezas terminadas encontramos dos cuentas
circulares elaboradas sobre diáfisis de macromamíferos (0837,
0839); un fragmento distal de un útil apuntado de hueso, probablemente un punzón (0823); un mango realizado sobre asta
(0838) (fig. 5.63) y lo que hemos clasificado como un artefacto
indeterminado pero que merece una mención detallada (0842)
(fig. 5.64). Se trata de un asta izquierda de ciervo, no sabemos
si obtenida por la caza o por la muda ya que la roseta perlada
y el medallón han sido modificados mediante cortes, que tiene
una gran perforación rectangular (3,8 x 1,6 cm) en la parte central. La pieza parece ser un “elemento intermedio”, probablemente un pico (López Padilla 2011: 390), que debió contar con
un mango de madera, sujeto por una cuña transversal encajado
en la perforación central. El candil medio y la percha han sido
aserrados y vaciados, seguramente para introducir un elemento
de otra materia prima como madera o metal que actuara como
parte activa de la pieza. En el extremo de la roseta tiene evidencias de golpes. Es probable que esta herramienta fuera utilizada en el trabajo de materiales muy duros, como podrían ser
tareas de cantería, minería o similares. Se trata de un artefacto
excepcional para el registro ibérico, habiéndose documentado
piezas similares en yacimientos europeos del neolítico, calcolítico y de la Edad del Bronce (Maigrot 2003b: fig. 5; Choyke
89
[page-n-107]
Figura 5.62. Planimetría de las
excavaciones en La Creueta
(Riuró 1943: fig. 1).
Tabla 5.24. Industria sobre materias duras animales de La Creueta.
ID
Cronología
Campaña
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
823
S. V - in. s. II a.C.
1945
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
824
S. V - in. s. II a.C.
1945
V. Desecho
Cuerno
Cabra
A
No
825
S. V - in. s. II a.C.
1945
V. Desecho
Percha
Ciervo
A
No
826
S. V - in. s. II a.C.
1943
II. Soporte
Percha
Ciervo
A/C/F
No
837
S. V - in. s. II a.C.
1949
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/Pr
No
838
S. V - in. s. II a.C.
1942
III.4.1. Mango
Percha
Ciervo
Ab/P/V/A
No
839
S. V - in. s. II a.C.
1942
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
840
S. V - in. s. II a.C.
1945
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
841
S. V - in. s. II a.C.
1945
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
C/A
No
842
S. V - in. s. II a.C.
1945
III.10. Indeterm.
Percha
Ciervo
C/A/V/Pr
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
y Schibler 2007: 60-61; Legrand y Sidera 2007: 72; Vitezović
2017: 212-213), por lo que cabría considerar que se tratara de
una intrusión de niveles anteriores. Sin embargo, debemos tener en cuenta que herramientas muy parecidas al ejemplar de
la Creueta, han sido documentadas en contextos ibéricos del
s. IV a.C. en el Tossal de les Bases, realizadas sobre madera de
fresno (Fraxinus sp.); los artefactos se conservaron dentro de
pozos, en sedimentos anóxicos anegados debajo del nivel freático, lo que evitó su degradación microbiológica (Carrión y Rosser 2010). Por tanto, no podemos descartar que se trate de una
pieza utilizada hacia el s. V - s. IV a.C. en este asentamiento.
5.7.3. breve valoración global
Se trata, como hemos señalado, de un conjunto reducido, con
diez piezas identificadas, en las que el asta de ciervo trabajada
es preponderante (60 %), representando tantos piezas terminadas (entre ellas la pieza 0842, cuya presencia resulta singular
para niveles de la Edad del Hierro) como evidencias del proceso
90
de manufactura. También el cuerno, con un único ejemplar, está
presente como materia prima trabajada, frente a tres piezas terminadas de hueso, ninguna de ellas decorada.
En la valoración general de los materiales recuperados en sus
excavaciones, Riuró señalaba que se recogieron: “…gran cantidad de huesos, en su mayor parte de jabalí, algunos de óvido y
bóvido; la mitad de una mandíbula de un carnicero de pequeño
tamaño, conejo, etc.; algunos huesos trabajados, entre los cuales
figuran un disco perforado o botón; un astrágalo de jabalí, con
uno de sus lados cortado a bisel; un hueso cilíndrico cortado y
rebajado” (1943: 118). Así pues, aunque sea de forma genérica,
parece que las piezas manufacturadas en materias duras animales están en consonancia con los restos de fauna recuperados en
el yacimiento. Por otra parte, valga apuntar que consideramos
que el disco perforado se corresponde con nuestra pieza 0839 y
el hueso cilíndrico cortado y rebajado seguramente con la pieza
0838; el astrágalo, por su parte, no hemos podido revisarlo. Ni
en las piezas revisadas ni en las investigaciones sobre este yacimiento se ha documentado ninguna pieza de naturaleza ebúrnea.
[page-n-108]
0840
0825
0837
0824
0823
0839
0826
0841
0838
Figura 5.63. Industria sobre materias duras animales de La Creueta.
0842
5.8. TURÓ DEL MONTGRÒS (EL BRULL,
BARCELONA)
5.8.1. introducción al yacimiento
Figura 5.64. Pieza 0842 de La Creueta.
El Turó del Montgròs está situado al sureste del municipio de
El Brull (Osona), en el extremo noroccidental del Parc Natural del Montseny a una altitud de 759 m s.n.m., en una pequeña península sobre la garganta del Montanyà que, rodeada de
acantilados, ofrece una excelente defensa natural y una posición de dominio estratégico de los caminos de comunicación
entre la costa mediterránea y la Plana de Vic (López et al.
2005: 141) (fig. 5.65).
El yacimiento fue descubierto de forma fortuita en 1974,
comenzándose los trabajos arqueológicos al año siguiente y
prolongándose hasta la actualidad, impulsados por el Museu
d’Arqueologia de Catalunya y el Servei de Patrimoni Arquitectònic Local de la Diputació de Barcelona. Se han atestiguado diferentes fases de ocupación: desde niveles de finales de
la Edad del Bronce, a una fase ibérica del s. VI al s. II a.C. En
91
[page-n-109]
Figura 5.65. Detalle de la
ubicación de los yacimientos:
8) Turó del Montgròs (El Brull)
9) Tossal de les Tenalles
(Sidamon)
10) Els Vilars (Arbeca)
11) Turó de Ca n’Oliver
(Cerdanyola del Vallès)
12) Puig Castellar
(Santa Coloma de Gramenet)
13) Turó de la Rovira
(Barcelonés)
14) La Penya del Moro
(Sant Just Desvern)
15) Olèrdola (Alt Penedés)
16) El Vilar (Valls)
el s. IV a.C. la muralla protegía un terreno de 9 hectáreas. En
la Edad Media la fortificación ibérica será reutilizada, desde
el s. XIII hasta mediados del s. XIV, momento en el que definitivamente fue abandonada (Molist y Rovira 1986; López
2016) (fig. 5.66).
5.8.2. el conjunto analizado
En el MAC-Barcelona pudimos revisar tres piezas manufacturadas sobre materias duras animales, todas ellas recuperadas durante la campaña de 1986. Los trabajos de esta intervención se
centraron en diversos puntos de la parte meridional del recinto
fortificado, concretamente, en la torre sur y en cuatro casamatas
o phulacteria, construcciones dentro del cuerpo de la muralla,
situadas entre la entrada al oppidum y dicha torre (Molist y Rovira 1986: 124).
Así, en el interior de una de estas casamatas de la parte sur
de la muralla, junto con cerámicas áticas de figuras rojas que
permiten datar el conjunto material a finales del s. IV a.C., se
recuperaron una posible caja realizada sobre asta de Cervus elaphus (0048) y la parte superior de una cornamenta de ciervo
con marcas de trabajo (aserrados, flexión y cortes), tanto en la
percha como en los candiles (0049) (fig. 5.67). La pieza 0048
está fragmentada en ocho partes, tiene una longitud total de 10
cm y una anchura conservada de 5,5 cm. Llama la atención el
metódico trabajo de vaciado de la superficie interna del asta, así
como la regularización de la cara externa mediante abrasión. A
pesar de que podríamos considerar que se tratara de un mango
creemos que, tal como ocurre con la pieza de El Puntal dels
Llops que recreamos mediante experimentación (figs. 4.39 y
92
4.40), el vaciado es la clave de su funcionalidad y nos remitiría a
su utilización como un pequeño contenedor o recipiente cerrado
mediante tapones, posiblemente de madera.
Por su parte, el desecho 0049, recuperado en la misma UE
que la caja de asta, podría indicarnos que la pieza 0048 fue elaborada en el propio asentamiento, ya que existen evidencias de
la manufactura de esta materia prima.
Por último, debemos destacar la relevancia del mango
con talón (III.4.1.3) recuperado en el interior de otra casamata, datada en la primera mitad del s. III a.C. Aunque inicialmente fue publicado como una pieza de hueso con decoración de metal y madera (Molist y Rovira 1986: 134 y fig.
26.55), su revisión en el MAC-Barcelona y su posterior análisis mediante XRF y FT-NIR en la Universitat de València
por el grupo ArchaeChemis, nos permite asegurar que se trata
de un mango de marfil de elefante ornamentado con incrustaciones de ámbar adheridas mediante estaño (Blasco Martín
et al. 2019). En concreto, el mango cuenta con ocho rebajos
de forma lanceolada, tres en cada cara (en una de las caras
se conservan restos de dos de las incrustaciones de ámbar) y
dos en uno de los laterales, dos grandes rebajos circulares en
la guarda y otros dos rectangulares en la parte proximal de
las caras frontal y dorsal. Además, conserva dos remaches de
hierro separados entre sí 1,3 cm (seguramente tendría tres remaches, pero actualmente uno está perdido) y parte de la hoja
metálica, con un grosor máximo de 1,5 mm y mínimo de 1
mm, incrustada longitudinalmente en el mango (fig. 5.68).
Sin duda, se trata de un elemento de prestigio, tanto por su
ejecución, como por su decoración y por las materias primas
en las que fue elaborado. Es un artefacto que destaca dentro del
[page-n-110]
Figura 5.66. Planimetría del asentamiento. Imagen adaptada del folleto sobre el Turó del Montgròs del Servei de Patrimoni de la Diputació
de Barcelona.
Figura 5.67. De izquierda
a derecha: cara dorsal de
pieza 0048; cara frontal
de 0048; pieza 0049.
Fotografías: MAC-Barcelona.
0662
Figura 5.68. Mango de marfil del Turó del Montgròs.
conjunto analizado y que ha sido objeto de un estudio detallado
junto a otros similares, lo cual nos ha permitido reflexionar
sobre la artesanía y el comercio del marfil en época ibérica, así
como sobre la significación social de los productos ebúrneos
y la propia valía artesanal y económica de los objetos (Blasco
Martin et al. 2019; Mata Parreño et al. 2020), temas sobre los
que volveremos más adelante en este trabajo.
5.8.3. breve valoración global
En el caso del Turó del Montgròs no hemos llevado a cabo la revisión de todo el conjunto de materiales arqueofaunísticos recuperados durante las campañas de excavación del yacimiento; por
ello cabe plantearse que el conjunto de objetos elaborados sobre
materias duras animales sería más amplio, tal como apuntan los tres
objetos presentados. Estos, aunque reducidos en número, revelan la
posible manufactura de astas de ciervo en el asentamiento para realizar objetos como las cajas (por lo que cabría pensar que también
de otras piezas habituales en esta materia prima como los mangos),
así como la presencia de una de las piezas mejor conservadas y más
elaboradas de marfil de todos los conjuntos analizados: un mango
ebúrneo decorado con incrustaciones de ámbar, adheridas con estaño, reflejo material de una artesanía especializada y de gran valor al
alcance solo de élites sociales y económicas.
5.9. EL TOSSAL DE LES TENALLES
(SIDAMON, LLEIDA)
5.9.1. introducción al yacimiento
El Tossal de les Tenalles se localiza en una pequeña colina de
forma alargada en la sierra de Miralcamp, a 50 metros sobre
el Llano de Urgel (Barberá 1964: 135) (figs. 5.65 y 5.69). El
93
[page-n-111]
Figura 5.69. Vista meridional del Tossal de les Tenalles.
Fotografía: D. Calpena y A. Ravotto
(http://invarque.cultura.gencat.cat/).
Tabla 5.25. Industria sobre materias duras animales del Tossal de les Tenalles.
ID
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
636
Ss. IV-II a.C
III.3.6. Disco
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
Sí
637
Ss. IV-II a.C (?)
III.3.6. Disco
Roseta (?)
Ciervo
Ab/Pr
No
638
Ss. IV-II a.C
VI.I. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
639
Ss. IV-II a.C
VI. I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
* Marcas de trabajo: Ab-abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
nombre del yacimiento proviene de la cantidad de tenalles
(tinajas) que se recuperaron en el enclave en el s. XX por las
tareas agrícolas. Las primeras intervenciones arqueológicas
en este poblado ilergeta tuvieron lugar en 1915 por parte del
Institut d’Estudis Catalans. La revisión de materiales y las excavaciones continuaron, de forma intermitente, a lo largo del
s. XX (Pérez i Conill 1978-1981, 2005; Ten i Carne y Pérez i
Conill 1982). Actualmente, el Ajuntament de Sidamon i el Grup
de Recerques de les Terres de Ponent han planificado retomar
los trabajos arqueológicos. Su cronología en época ibérica se
extiende de mediados del s. IV a.C. a finales del s. II a.C., según
refleja el estudio de las cerámicas de importación halladas en el
yacimiento (Barberà 1964), si bien parece que también estuvo
ocupado previamente entre el 900 - 650 a.C.
5.9.2. el conjunto analizado
Los materiales recuperados en las excavaciones del primer
cuarto del s. XX fueron depositados en el MAC-Barcelona,
donde hemos podido revisar los artefactos inventariados como
industria ósea. Así, presentamos cuatro piezas: dos discos y
dos astrágalos perforados (tabla 5.25 y fig. 5.70). Las piezas
0636 y 0637, aunque tipológicamente podamos incluirlas en la
categoría de III.3.6.Discos, presentan características diferentes. El primero de ellos (2,7 cm de longitud; 1,3 cm de anchura
conservada; 0,4 cm de grosor) está decorado por la cara frontal con incisiones rectilíneas que convergen en el centro de la
pieza, dividiéndola en sectores circulares. En la cara dorsal,
por su parte, quedan evidencias del tejido esponjoso del hueso.
Cabe pensar que la pieza pudo haber servido como elemento
lúdico y/o decorativo. Se encuentra totalmente quemada, con
94
una coloración negra. Por su parte, la pieza 0637 está realizada sobre asta de Cervus elaphus, probablemente sobre la parte
basal de la cornamenta (4 x 3,5 x 1,7 cm). En una de las caras
de la pieza, hacia el lateral, se distingue un proceso de perforación que no llega a atravesar el artefacto de 0,45 cm de
diámetro y 0,3 cm de profundidad. Además, tiene numerosas
evidencias de utilización en ambas caras: estrías marcadas rectas y multidireccionales que podrían indicar que ha sido utilizado como alisador, bruñidor o como una herramienta similar. También está quemada y presenta coloración negra. Cabe
plantearse que esta pieza, a pesar de estar catalogada como
material ibérico, pueda pertenecer a los niveles del Bronce
Final - I Edad del Hierro.
Por otro lado, los dos astrágalos son ejemplares izquierdos de
ovicaprinos perforados. En el caso de 0638 (2,5 x 1,7 x 1,5 cm)
la perforación es de 0,3 cm de diámetro y presenta cierta desviación desde la parte izquierda de la cara plantar a la parte central
de la cara dorsal. Además, en la parte interior de la cara dorsal
tiene evidencias claras de cortes metálicos producidos en el proceso de carnicería (fig. 4.28). Por su parte, la taba 0639 (2,6 x
1,5 x 1,4 cm) tiene una perforación circular en la parte superior
de 0,35 cm de diámetro, desviada ligeramente desde el lado izquierdo de la cara plantar al derecho de la cara dorsal. Ambas
pertenecen al tipo G1 de nuestra tipología, ya que han sido perforadas pero sus caras no han sido modificadas.
5.9.2. breve valoración global
Así, aunque no se trata de un conjunto numeroso de objetos,
reflejan la presencia en el asentamiento tanto de piezas terminadas manufacturadas en hueso y en asta como de astrágalos
[page-n-112]
0636
0637
0638
0639
Figura 5.70. Industria en
hueso y asta del Tossal de
les Tenalles.
trabajados. De nuevo cabe pensar, al igual que en el caso del
Turó del Montgròs, que la presencia de objetos elaborados sobre materias duras animales podría haber sido mayor que la que
reflejan estos materiales. Seguramente, nuevas excavaciones
arqueológicas proporcionarían un corpus mayor. En cualquier
caso, resulta muy sugerente la posible vinculación de los objetos identificados, sobre todo de los astrágalos y de los discos
decorados, con la esfera lúdica.
5.10. ELS VILARS (ARBECA, LLEIDA)
5.10.1. introducción al yacimiento
La fortaleza ibérica de Els Vilars está situada a unos 300 m s.n.m.,
al noreste del término municipal de Arbeca (Les Garrigues,
Lleida), en una extensa plana de acumulación aluvial (fig. 5.65).
Por medio de un vecino de Arbeca, en 1974, E. Junyent
Sánchez tuvo constancia de la existencia de un posible asentamiento arrasado por las tareas de cultivo. En 1985 tienen lugar
los primeros trabajos de excavación que permitieron descubrir
este yacimiento excepcional del que debemos destacar sus sistemas defensivos y de aprovechamiento y control del agua
(Alonso et al. 2010). Desde entonces una serie de trabajos multidisciplinares orquestados por el Grup d’Investigació Prehistòrica de la Universitat de Lleida, centrados tanto en intervenciones y estudios científicos como en la difusión arqueológica
del enclave, han permitido rescatar la historia de Els Vilars. La
bibliografía sobre la fortaleza es extensa y se ha convertido en
un referente de cualquier estudio sobre la I Edad del Hierro y
el mundo ibérico en el área catalana, peninsular y europea
(Alonso et al. 2018: 89).
Los trabajos arqueológicos, que cotinuan en la actualidad,
han permitido constatar que se erigió durante la primera Edad
del Hierro, hacia mediados del s. VIII a.C., y se abandonó a
inicios del s. IV a.C. Su amplia ocupación permite acercarnos
al surgimiento de la cultura ibera en el área ilergeta y a su evolución durante el ibérico antiguo y pleno. En función del desarrollo arquitectónico de la fortaleza y gracias a las dataciones
aportadas por los análisis cerámicos y de C14 los investigadores
han diferenciado cinco grandes fases de ocupación (Alonso et
al. 2010; Junyent y López 2017: 33) (fig. 5.71): Vilars 0 (775 700 a.C.), Vilars I (700 - 550 a.C.), Vilars II (550 - 450 a.C.),
Vilars III (450 - 350/325 a.C) y Vilars IV (350/325 - 300 a.C.).
5.10.2. el conjunto analizado
Revisamos la industria sobre materias duras animales de Els Vilars en el Laboratori d’Arqueologia de la Universitat de Lleida.
La fauna previamente había sido analizada por A. Nieto (2012),
documentando piezas terminadas y en proceso de elaboración,
como las matrices y desechos de astas de ciervo recuperadas en
el pozo-cisterna (zona 7). Presentamos a continuación la descripción detallada de las piezas de Els Vilars según la fase a la que
pertenecen y, por consiguiente, de su cronología (tabla 5.26):
5.10.2.1. Vilars 0
Esta fase se corresponde con el inicio de la fortaleza en el s.
VIII a.C., la consideramos en nuestro estudio con la finalidad
de entender la evolución global de la industria sobre materias
duras animales en el asentamiento. Este está ya definido por
un potente sistema defensivo de muralla y torres y un urbanismo radial con casas de planta rectangular (Junyent y López 2017: 35). Para esta fase documentamos dos piezas: una
fusayola semiesférica realizada sobre una cabeza femoral de
Bos taurus (0687) (Nieto 2012: fig. 5.62) y un objeto perforado y fragmentado de marfil, probablemente de elefante (1019)
(fig. 5.72). En el primer ejemplar llama la atención que la
perforación central no llega a atravesar por completo la pieza, sino que está realizada por el extremo distal y ligeramente marcada por el proximal. A pesar de esta particularidad
tecnológica podría haberse empleado perfectamente como
95
[page-n-113]
Figura 5.71. Planta general de Els Vilars en la que se han señalado los espacios identificados con industria sobre materias duras animales.
Imagen: GIP 2009 (adaptada de Nieto 2012: fig. 4.3).
fusayola, siendo posible insertar el huso en el extremo parcialmente perforado. En la segunda pieza destaca su cuidada factura con un acabado pulido, al encontrarse incompleta
resulta complejo afirmar a qué tipo de objeto pertenecería,
pudiendo identificarse como un colgante o adorno, incluso
con una pequeña cacha de un útil metálico, por lo que la clasificamos como objeto perforado. Las medidas conservadas
son 3,1 x 1,4 x 0,4 cm.
5.10.2.2. Vilars I
Se desarrolla entre el s. VII y mediados del s. VI a.C.
Se refuerzan la muralla y las torres, se construye el campo frisio
y la puerta oeste de acceso a la fortaleza se cierra, los espacios
intramuros se hacen más largos y estrechos (Junyent y López
2017: 35; Junyent et al. 2009: 312).
Para esta fase identificamos cuatro objetos terminados,
todos elaborados sobre hueso: una fusayola semiesférica realizada sobre una cabeza femoral de Bos taurus (0684) con
una perforación central de 0,7 cm de diámetro (Nieto 2012:
fig. 5.62); un fragmento de un útil apuntado (1018) y dos
punzones óseos, uno elaborado sobre una diáfisis de macro96
1019
1010
1032
0687
1018
0684
Figura 5.72. Industria sobre materias duras animales de las fases
Vilars 0 (1019 y 0687) y Vilars I (0684, 1010, 1019 y 1032).
mamífero (1010) y otro sobre una tibia de ovicaprino (1032)
(fig. 5.72). Los tres objetos apuntados han sido utilizados, ya
que presentan marcas de embotamiento y un ligero desconchado en el extremo activo.
[page-n-114]
Tabla 5.26. Industria sobre materias duras animales de Els Vilars ordenada por fases cronológicas.
ID
Fase
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
495
Superficial
-
Z-4/S-25
II. Soporte
Cabeza femoral
Bóvido
A
No
1016
Superficial
-
-
III.2.2. Retocador
Mandíbula
Bóvido
-
No
1017
Superficial
-
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf. Ab
No
1021
Superficial
-
Zona 2
III.10. Indeterm.
Tibia
Macromamíf. C
No
687
Vilars-0
775-700 a.C.
Zona 13
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
No
1019
Vilars-0
775-700 a.C.
Z-4/S-23
III.6. Obj. perforado Marfil
Macromamíf. P
No
684
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-4/S-17
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
Ab/Pr
No
1010
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-13/S-10
III.1.6. Punzón
Metatarso
Ovicaprino
Ab/C
No
1018
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-13/S-10
III.1. Obj. apuntado
Ulna
Macromamíf. Ab
No
1032
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-2, S8
III.1.6. Punzón
Tibia
Ovicaprino
C
No
276
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-6/S-23
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
A/Pr
No
607
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-6/S-3
III.4.1. Mango (?)
Percha o candil
Ciervo
V/A/Pr
No
1009
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-4
III.1.1. Aguja (?)
Fíbula/Peroné
Cerdo
Ab/Pr
No
1015
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-6. S-13
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf. C
No
1022
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-4/S-24
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf. P
No
1033
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-2, S8
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf. P
No
1008
Vilars-IIa
550-525 a.C.
Z-13/S-14
III.6.2. Botón
Diáfisis
Macromamíf. Ab/P/Pr
No
1011
Vilars-IIa
550-525 a.C.
Z-10. S-2
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamíf. Ab/P/Pr
No
1007
Vilars-IIa-IIb 550-475 a.C.
Z-5
III.4.6. Pomo
Marfil
Elefante ind.
No
1020
Vilars-IIc
475-450 a.C
Z-3/S-10
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/
P
macromamíf.
No
1023
Vilars-IIc
475-450 a.C
Z-6/S-44
III.2.1. Cincel
Percha
Ciervo
C/A
No
363
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7/S-3
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
A/Pr
No
517
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
IV. Ind. secundaria
Escápula
Macromamíf. Ab
No
1024
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
V. Desecho
Percha
Ciervo
C/F
No
1025
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
V. Desecho
Percha
Ciervo
C/F
No
1026
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Asta
Ciervo
C
No
1027
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
V. Desecho
Percha
Ciervo
C
No
1028
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Percha
Ciervo
C/F
No
1029
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Percha
Ciervo
C/F
No
1030
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Asta
Ciervo
C/F
No
1031
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Asta
Ciervo
A
No
1012
Vilars-III-IV
400-300 a.C.
Z-7. Cisterna III.9.1. Placa/aplique Marfil (?)
Macromamíf. -
Sí
1013
Vilars-III-IV
400-300 a.C.
Z-7. Cisterna III.9.1. Placa/aplique Marfil (?)
Macromamíf. -
No
1014
Vilars-III-IV
450-300 a.C.
Z-4/S-31
Macromamíf. C/Ab
No
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
A/Pr
A/P/Pr
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; F-Flexión; C-Corte; V-Vaciado; Ab-abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
97
[page-n-115]
Figura 5.73. Pomo de marfil de elefante 1007. Imagen: Servei de Reproducció d’Imatge de la Universitat de Lleida.
5.10.2.3. Vilars II
Corresponde con el desarrollo del Ibérico Antiguo, entre mediados del s. VI y la primera mitad del s. V a.C. En función de la
actividad constructiva de este periodo se diferencian tres subfases: IIa, IIb y IIc. A nivel doméstico las viviendas de la fortaleza
se compartimentan y doblan su superficie (Nieto 2012: 114).
Para este periodo identificamos 11 piezas manufacturas sobre
materias duras animales (tabla 5.26).
- Un mango realizado sobre un candil de Cervus elaphus
(0607) (Nieto 2012: fig. 5.62). Cuenta con marcas de aserrado
en el extremo conservado, con dos perforaciones en la parte
central y está parcialmente vaciado. A pesar de encontrarse
fragmentado e incompleto podemos confirmar que se trata
de un mango, probablemente cilíndrico (III.4.1.2) por su clara similitud formal con los ejemplares 0816 del yacimiento
de Saus (fig. 5.17) y con el mango recuperado en el poblado ibero de Mas Castell (Porqueres, Girona), datado entre el
s. IV - s. II a.C., y que todavía conserva inserta la hoja del cuchillo de hierro (MACB 880/9, Museu Arqueològic Comarcal
de Banyoles).
- Pomo de marfil (1007) (fig. 5.73), recuperado en la UE
10028 (Nieto 2012: 470), su cronología se encuadra en la
2ª mitad del s. VI y el primer cuarto del s. V a.C. (Vilars
IIa-IIb) (Junyent y López 2017: 135). Es posible que actuara como ornamentación de la empuñadura de una espada de
hierro (Farnié y Quesada 2005: fig.148). Está realizado sobre
un colmillo de elefante, se aprecian perfectamente las líneas
de crecimiento del marfil y, en la parte externa del extremo
proximal, las líneas de Schreger, entrecruzadas en ángulos
de 120º, característicos del marfil de los elefantes (fig. 3.7).
Una perforación circular de 0,7 cm de diámetro atraviesa la
pieza longitudinalmente desde la parte central. Esta serviría
para fijar el pomo al útil al que acompañara. Por el momento
no contamos con paralelos de este tipo de objetos en otros
asentamientos ibéricos. Debemos remarcar el prestigio económico y social que denota el empleo de una materia prima
tan preciada como esta en un acabado decorativo. Paralelos
similares los encontramos en el registro argárico del sureste
peninsular, donde los pomos o conteras destinados a adornar
el remate de los mangos de puñales y cuchillos metálicos
son relativamente habituales (López Padilla 2009: 14-15). Es
98
en el horizonte del ibérico antiguo, al igual que esta pieza,
donde se concentran las escasas armas documentadas en el
yacimiento (Junyent y López 2018: 135).
- La pieza 1011 es una placa perforada con una hilera de perforaciones y con extremos redondeados, aunque solo conserva
uno de ellos (III.6.8.1.a) (fig. 5.74). Está realizada sobre una diáfisis de hueso largo de macromamífero y, aunque está incompleta,
se puede apreciar que sus dimensiones eran reducidas: longitud
conservada 5,8 cm.; anchura 0,8 cm y grosor 0,3 cm. Tiene tres
perforaciones circulares completas de 0,3 cm de diámetro y evidencias de otras 11 fraccionadas. Su presencia en el yacimiento
resulta interesante ya que este tipo de objetos se documentan de
forma mayoritaria en contextos funerarios del s. IV - s. II a.C. y
concentradas en el sureste peninsular (Ruano y Montero 1989;
Mora García 2018; Mata Parreño et al. 2021). Sin embargo, esta
placa está asociada a contextos domésticos del s. VI a.C. en el
territorio del noreste de la península, por lo que su presencia nos
permite atestiguar su dispersión, si bien puntual, en diferentes
puntos del área ibérica. Tradicionalmente estos objetos se han
identificado como pequeños telares horizontales (Leroi-Gourhan
1943: 263-265; Ruano y Montero 1989).
- La pieza 1008 la interpretamos con un posible botón (fig.
5.74). Es un objeto cuadrado de sección semicircular (1,2 x 1,2
x 0,35 cm) con una perforación circular central de 0,3 cm de
diámetro. Fue realizada sobre una diáfisis de un animal de talla
grande aserrada longitudinal y transversalmente hasta obtener la
forma deseada. Posteriormente fue regularizada mediante abrasión y pulido.
- 1009 y 1020 son objetos apuntados con una perforación
circular en su extremo proximal, por lo que podemos clasificarlas como agujas (III.1.1.1) (fig. 5.74). El primer ejemplar fue
realizado sobre una fíbula de Sus domesticus. A pesar de que
su extremo distal está ligeramente fracturado la pieza está casi
completa, con una longitud de 11,8 cm y una anchura y grosor
máximos de 1,5 y 0,5 cm, respectivamente. Por ello, la parte proximal resultaría demasiado ancha para realizar tareas de costura
de acabado fino. Por su parte, la pieza 1020 aunque está incompleta longitudinalmente, posee una anchura y grosor máximos
de 0,5 y 0,3 cm, pudiendo emplearse en labores más delicadas.
- Las piezas 1015 y 1022 se corresponden con dos fragmentos mesiales de útiles apuntados y 1033 con un fragmento de
una posible espátula de hueso (1033) (fig. 5.74).
[page-n-116]
0276
1023
1008
1009
1011
1020
1015
1022
1033
Figura 5.74. Industria sobre materias duras animales de la fase Vilars II.
- 0276 es una cabeza femoral de Bos taurus aserrada que
presenta en la parte distal una perforación parcial sobre el tejido
esponjoso que, como en el caso de la fusayola 0687 (fase Vilars
0), consideramos que podría resultar igualmente útil para fijar
un huso de madera (fig. 5.74).
- La pieza 1023 está elaborada sobre la percha de una cuerna de Cervus elaphus. Llama la atención por sus medidas y su
robustez (19 x 3,5 x 3,7 cm). Se trata de un gran cincel con
el extremo distal biselado y el proximal con marcas de cortes
efectuados con un útil metálico y vaciado parcial. Habría sido
utilizado en tareas en las que se requiriese ejercer fuerza sobre
otra materia prima, como la talla de madera o incluso en actividades de carácter agrícola (fig. 5.74).
5.10.2.4. Vilars III - Vilars IV
Entre la segunda mitad del s. V y el s. IV a.C. la defensa de la
fortaleza adquiere su máxima complejidad a través de un sistema de fosos inundables. Es también el momento en el que se ha
identificado la construcción del pozo-cisterna en medio del recinto radial (zona 7) (fig. 5.71). Se trata de una estructura comunitaria en el centro de la fortaleza con una boca oval de 9 x 6 m,
cuyas paredes están revestidas de piedra y alcanza los 9 m
de profundidad. En ella se diferencian dos sectores: el propio
pozo cisterna (sector 7/1) y su rampa de acceso (sector 7/3)
(Nieto et al. 2017). Estratigráficamente se han constatado tres
grandes paquetes sedimentarios: los niveles más profundos
vinculados a su propio funcionamiento, en la parte interme-
dia se ha podido comprobar que fue utilizado como basurero
por los habitantes del poblado y en la parte superior restos
más heterogéneos de bloques, tierra y materiales que reflejan el abandono de la fortaleza. Además, gran parte de los
restos materiales permanecieron en una atmósfera anaeróbica
e inundados por los niveles freáticos del pozo, por lo que se
han conservado de manera extraordinaria materias orgánicas
como la madera. Asimismo, se empleó un sistema meticuloso
de excavación y de cribado de todo el sedimento que permitió
recuperar microrrestos animales y vegetales y extraer muestras polínicas para la reconstrucción paleoambiental (Alonso
et al. 2018: 95).
Así, salvo la pieza 1014, el resto de los artefactos de materias duras animales de las fases III-V fueron recuperados en la
cisterna (12 piezas) (tabla 5.26). Esta pieza, 1014, recuperada en
el sector 31 de la Zona 4, presenta un extremo biapuntado que
podría haberse producido por procesos tafonómicos, como la alteración por mordeduras de animales, sin embargo, tiene marcas
de cortes longitudinales y abrasión, por lo que lo consideramos
un útil expeditivo o secundario que muy probablemente fue empleado para perforar alguna materia blanda (fig. 5.75).
Dentro de los materiales de la cisterna la presencia de astas
es mayoritaria con nueve piezas documentadas, pero también se
recuperaron dos posibles objetos de marfil y dos de hueso. Entre
las piezas óseas distinguimos otro útil secundario, una escápula
de un animal de talla grande con marcas de embotamiento en
99
[page-n-117]
0517
1014
0363
Figura 5.75.
Piezas de hueso de las
fases Vilars III-IV.
1012
1013
Figura 5.76. Posibles piezas de marfil de Vilars III-IV.
uno de los extremos (0517) y una fusayola realizada sobre una
cabeza femoral de Bos taurus aserrada y fracturada por la perforación (0363) (fig. 5.75).
En las fases Vilars III-IV del pozo-cisterna detectamos dos
placas o apliques rectangulares (III.9.1.1) que servirían como
revestimiento y decoración de dos útiles metálicos, uno de
bronce (1012) y otro de hierro (1013) (fig. 5.76). El deterioro
de las mismas impide asegurar inequívocamente que se trate
de marfil (se encontraban en proceso de restauración cuando
las revisamos), pero su acabado, delicadeza y color están en
consonancia con esta materia prima. Sería interesante realizar
análisis químicos sobre ellas para corroborar su naturaleza.
El ejemplar 1012 está decorado por la cara frontal con un friso
delimitado por dos líneas horizontales de pequeños puntos que
encuadran un desarrollo decorativo formado por motivos en aspas y círculos dobles con punto central. En uno de los laterales,
100
por encima de la línea de puntos, se distingue una línea de pequeños zigzags ondulados. Es la única pieza ornamentada que
hemos identificado en Els Vilars.
Por otro lado, se han recuperado diversas matrices y desechos del trabajo de astas de ciervos (fig. 5.77). Entre las cuernas
identificadas como matrices llama la atención que los ejemplares 1026, 1028 y 1030 son cornamentas de desmogue, ya que
conservan sin alteraciones la roseta y el medallón; mientras que
1029 y 1031 fueron obtenidas mediante la caza, conservando
ambas partes del cráneo de los ciervos. Por tanto, ello refleja
que convivían dos estrategias de aprovisionamiento de esta
materia prima: la caza y la recolección. En general, todas las
piezas de asta están muy fragmentadas (en la fig. 5.77 se muestra la parte mejor preservada de las piezas), algunas en más de
60 fragmentos; su conservación en contacto con el agua ha alterado su composición física. Además de las matrices, las piezas
1024, 1025 y 1027 se corresponden con desechos de manufactura, presentando marcas de cortes efectuadas con útiles metálicos
como hachas o azuelas.
En el pozo-cisterna se documentan, por consiguiente, astas de
ciervo desestimadas que reflejan la elaboración de objetos sobre
esta materia prima, así como restos de fauna de consumo alimentario, entre las que encontramos también huesos de ciervo como
radios, ulnas y vértebras (Nieto 2012: 466) y de otros animales
como ovicaprinos, bovinos y cerdos, así como la presencia menor
de lobos, perros, caballos y conejos (Nieto et al. 2017: fig. 6).
Las características propias de esta gran estructura de almacenaje de agua utilizada posteriormente como basurero han
permitido, como hemos apuntado, la conservación de diversos
útiles de madera entre los que destacamos un fragmento de un
peine manufacturado sobre madera de boj (Buxus sempervirens), en niveles del s. IV a.C. (Junyent y López 2017: 136),
con decoración impresa y que podría tratarse de un peine doble,
con dos hileras de púas, como el ejemplar recuperado en el pozo
votivo del Amarejo (Bonete, Alicante), en niveles del s. III a.C.
(Broncano 1989: 38, fig. 4.3 y lám. XXXI). Su forma y su factura, muy similar a las de los peines de marfil, reflejan la relación
de la ebanistería con el trabajo artesanal sobre materias duras
animales, siendo necesarias habilidades y herramientas similares para llevar a cabo ambos trabajos de resultados similares.
[page-n-118]
1024
1025
1026
1027
1028
1029
1030
1031
Figura 5.77. Astas de ciervo con marcas de trabajo recuperadas en el pozo-cisterna.
1021
0495
1016
1017
Figura 5.78. Industria ósea sobre materias duras animales,
hallazgos superficiales.
5.10.2.5. Superficial
En último lugar nos queda hacer alusión a cuatro artefactos manufacturados sobre hueso recuperados en niveles superficiales
(tabla 5.26 y fig. 5.78):
- Un posible soporte para la elaboración de una fusayola semiesférica. Se trata de una cabeza femoral de Bos taurus que
en este caso no presenta ningún tipo de perforación, ni total ni
parcial, por lo que creemos que puede tratarse de una pieza que
no fue terminada (0495).
- Un retocador realizado sobre un fragmento de mandíbula
de bóvido que presenta el extremo activo modificado y con marcas de mellado producidas al utilizar la pieza para modificar o
retocar otras materias primas (1016).
- Un fragmento mesial de un útil apuntado (1017).
- Un artefacto indeterminado realizado sobre la tibia de un
macromamífero que presenta el extremo distal modificado mediante pequeños cortes (1021). La sección de esta parte de la
101
[page-n-119]
pieza es pseudocircular, adaptada al canal óseo, con unas dimensiones de 1,5 x 1,3 cm, presenta marcas de embotamiento
por su utilización. La forma de la pieza y las marcas de trabajo
sobre el extremo activo nos sugieren que pudo ser empleada
como perforador de materias blandas tales como pieles.
5.10.3. breve valoración global
De manera sintética, si tomamos de forma conjunta todas las
piezas más allá de la fase cronológica a la que se adscriben, contamos con 34 artefactos manufacturados sobre materias duras de
origen animal: 20 de ellos sobre huesos de mamíferos (59 %),
10 sobre astas de ciervo (29 %) y cuatro sobre marfil (12 %).
No hemos constatado la presencia del trabajo del cuerno.
Por otra parte, identificamos 23 objetos terminados (67 %
del conjunto), siendo el grupo mayoritario documentado; seguido de las matrices (15 %), con cinco astas de ciervo recuperadas
en el pozo-cisterna que habrían servido para elaborar diversos
útiles y con tres desechos del trabajo también de astas (9 %). Por
ende, queda constada la manufactura de esta materia prima en
la fortaleza. Además, referimos dos útiles secundarios (6 %) y
un soporte óseo (3 %). Resulta llamativo que no tengamos constancia de la presencia de astrágalos trabajados. Entre las piezas
terminadas, más allá de los fragmentos de objetos apuntados,
son las fusayolas las piezas óseas más numerosas con cuatro
ejemplares recuperados en distintas fases del yacimiento (Vilars
0, I, III y también en niveles superficiales). El resto de objetos
terminados están representados tan solo por uno o dos ejemplares en cada caso (tabla 5.26).
5.11. TURÓ DE CA N’OLIVER (CERDANYOLA DEL
VALLÈS, BARCELONA)
5.11.1. introducción al yacimiento
El poblado ibérico del Turó de Ca n’Oliver se localiza en una
de las primeras estribaciones de la vertiente vallesana de la
sierra de Collserola (Cerdanyola del Vallès), a 138 m s.n.m.,
ocupando una extensión de 2 ha. Debido a su localización y
altitud controla visualmente el actual territorio de Cerdanyola
y toda la plana del Vallès hasta el Montseny (fig. 5.65). Se trata de un asentamiento con una vida amplia, habitado entre el
s. VI y el s. I a.C., reflejando una marcada complejidad estructural y estratigráfica, ya que se han identificado ocho momentos
de ocupación superpuestos, agrupados en cuatro grandes fases
cronológicas. A esta dilatada ocupación hay que añadir un asentamiento posterior de época altomedieval (Francès y Guàrdia
2012; Francès 2017).
Las primeras excavaciones sistemáticas tuvieron lugar a
partir de 1954 (Barberá et al. 1960-1961 y 1962). Se excavaron unos 10 ámbitos y parte de la posible muralla de cierre del
poblado y se distinguieron dos fases de ocupación: una entre el
450 - 330 a.C. y la segunda, tras un supuesto hiatus ocupacional,
entre el 250 - 50 a.C. Los restos arqueológicos fueron tapados
y quedaron semiolvidados. Durante las décadas posteriores el
asentamiento sufrió un fuerte proceso de deterioro, acrecentado por las acciones de los clandestinos. Así, a partir de 1986,
debido al impulso de diferentes profesionales y el apoyo del
ayuntamiento de Cerdanyola del Vallès y de la Generalitat de
102
Figura 5.79. Vertiente sur del Turó de Ca n’Oliver. Fotografía: Museu de Ca n’Oliver.
Catalunya los trabajos arqueológicos se retomaron, matizando la cronología del asentamiento desde el s. VI a.C. hasta el
s. I a.C., con diferentes fases de ocupación continuadas (Barrial
y Francès 1991; Asensio et al. 2000-2001; Francès y Guàrdia
2012; Francès 2017). Actualmente el yacimiento es visitable y
desde 2010 está abierto el propio Museu de Ca n’Oliver, así
como continúan desarrollándose trabajos de excavación y divulgación (Francès 2017) (fig. 5.79).
5.11.2. el conjunto analizado
Revisamos los materiales procedentes de las excavaciones
antiguas (Barberá et al. 1960-1961 y 1962) depositados en
el MAC-Barcelona, así como hemos añadido aquellas piezas óseas que no hemos podido ver personalmente pero que
están publicadas de forma detallada en diferentes artículos
de investigación (Barberá et al. 1960-1961 y 1962; Barrial y
Francès 1991). De esta manera, contamos con un conjunto de
18 piezas (tabla 5.27).
A pesar de no tratarse de un conjunto muy numeroso resulta
representativo, ya que están documentados diferentes grupos y
tipos de artefactos sobre diversas materias primas. En concreto
contamos con 13 piezas manufacturadas en huesos de mamíferos
(72 %), cuatro sobre astas de ciervo (22 %) y una sobre un diente
de jabalí (6 %). Valga destacar que se ha podido detectar la manufactura en el asentamiento de las astas, a través de una matriz
(0649) y tres desechos o soportes de trabajo (0650, 0651, 0652),
entre los que destaca la pieza 0650 que presenta una serie de
cortes marcados de perfil en V que podrían haber sido realizados
para conformar algún útil específico o, quizás, podrían ser evidencias de la utilización de una herramienta cortante de la cual
se quisiera probar su filo, como un hacha o una azuela (fig. 5.80).
Se recuperaron también cinco astrágalos trabajados de los
que desconocemos su ubicación (tabla 5.28). Todos ellos pertenecen a ejemplares de Ovis aries o Capra hircus, tres son
izquierdos (0641, 0642, 0643) y dos derechos (0644, 0645),
con las caras lateral, medial y/o dorsal modificadas de forma recta mediante abrasión. La pieza 0645 cuenta con una
perforación central de forma circular (0,4 cm de diámetro)
[page-n-120]
Tabla 5.27. Industria sobre materias duras animales del Turó de Ca n’Oliver.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
640
Ss. III-II a.C.
Hab. 5
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/Pr
No
641
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
642
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
643
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
644
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
645
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab/Pr
No
646
Ss. VI-II a.C.
-
III. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
647
Ss. VI-II a.C.
-
III. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
648
Ss. VI-II a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P
No
649
Ss. VI-II a.C.
Hab. 5
I. Matriz
Roseta y
luchadera
Ciervo
Pe
No
650
Ss. VI-II a.C.
Hab. 5
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
C/Pe
No
651
Ss. VI-II a.C.
Hab. 5
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
C
No
652
Ss. VI-II a.C.
Cata IX
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
C
No
676
Ss. VI-II a.C.
Cata IX
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
707
2ª m. s. IV - s. III a.C.
Cata II
III.4.1. Mango (?)
Colmillo
Jabalí
Pr
No
711
2ª m. s. IV - s. III a.C.
Cata II
III.1.6. Punzón
Hueso largo
Meso/Macromamíf.
-
No
718
2ª m. s. IV - s. III a.C.
Calle II
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1046
2ª m. s. V - s. IV a.C.
Cata VI
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
Sí
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0650
0651
0652
0649
Figura 5.80. Evidencias del trabajo del asta del Turó de Ca n’Oliver depositadas en el MAC-Barcelona.
103
[page-n-121]
Tabla 5.28. Astrágalos trabajados Turó de Ca n’Oliver. Las medidas se expresan en cm.
ID
Tipo
Lateralidad
Animal
Longitud
Anchura
Grosor
641
A1
Izquierda
Ovicaprino
2,6
1,7
1,5
642
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,4
1,2
643
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,5
1,4
644
C1
Derecha
Ovicaprino
3,1
1,8
1,6
645
E2
Derecha
Ovicaprino
2,6
1,5
1,5
0641
0711
0642
0648
0640
0647
0707
0676
0718
0643
0646
1046
0644
0645
Figura 5.81. Piezas terminadas y astrágalos documentados en el Turó de Ca n’Oliver. Imágenes de 0676-0707-0711 y 0718 (adaptado
de Barberá et al. 1960-1961: figs. 2 y 15, 1962: fig. 4.11; Barrial y Francés 1991: fig. 12); el resto de piezas fotografiadas en el MACBarcelona.
(fig. 5.81). Cabe señalar que en la excavación de la denominada
Cata VI del sector sur, donde se recuperó el alfiler 1046, se señala la presencia de: “dos astrágalos, uno con perforación” (Barberá et al. 1960-1961: 208), que podrían corresponderse con dos
de estas tabas. Además, en el silo 327, en el ámbito 15 de la
zona 2 en la parte suroeste se hallaron: “Cuatro diáfisis completas de perinatales acompañadas por 16 astrágalos de cabra, 8
derechos y 8 izquierdos. Doce de estos astrágalos presentaban
señales de exposición al fuego, ocho tenían un aspecto alisado
en los laterales y dos presentaban perforaciones anteroposteriores en su zona central […] También se constataron otros restos
faunísticos aislados de diferentes ovicaprinos (un astrágalo, dos
metapodios, un radio y cuatro mandíbulas), de un suido (un astrágalo y un premolar), de bovino (una clavija ósea)” (Albizuri
2011: 192). Por lo que parece que un pequeño conjunto de tabas
trabajadas y naturales fue empleado como ajuar de un enterramiento infantil, suponiendo una diversificación de contextos de
hallazgo de astrágalos en el asentamiento.
104
Por otra parte, documentamos nueve piezas terminadas,
ocho de ellas se corresponden con objetos apuntados: un fragmento mesial (0646) y un fragmento distal (0647) indeterminados; cuatro agujas, todas ellas del subtipo III.1.1.1, con una perforación circular (0640, 0648, 0676, 0718); un punzón (0711) y
un fragmento proximal de un alfiler con la cabeza diferenciada
en forma de remate zoomorfo (III.1.2.2.e), concretamente un
equino (1046) (fig. 5.81). Por la decoración zoomorfa y por la
perforación que presenta en el extremo proximal, de 0,5 cm de
diámetro, nos remite a ejemplares similares documentados en
El Cigarralejo, como el alfiler con cabeza en forma de ave y
perforado de la tumba 97 datado en la 2ª mitad del s. IV a.C.
(Cuadrado 1987: 230).
Además, en la Cata II, junto a otros materiales como siete
astrágalos sin pulir ni decorar, fragmentos de cerámica campaniense A y catorce fusayolas (Barberá et al. 1960-191: 189) se
halló otra pieza terminada: “Un mango de punzón o cuchillo,
tallado en un colmillo de Sus scrofa antiquus Cannestrin, con-
[page-n-122]
Figura 5.82. Vista aérea
del Puig Castellar. Imagen:
Museu d’Arqueologia
de Catalunya.
servando restos de la espiga de hierro de la hoja, la cual estaba
sujeta mediante plomo vertido en dos perforaciones laterales del
mango” (Barberá et al. 1960-1961: 189-190), que se corresponde con nuestra pieza 0707 (fig. 5.81).
5.11.3. breve valoración global
Centrándonos en el análisis contextual, aunque carecemos de
información cronológica y de ubicación precisa de ciertos artefactos, podemos destacar que la habitación 5 (Barberá et al.
1960-1961: 203) es el lugar en el que se concentra un mayor
número de piezas: una aguja y evidencias del trabajo del asta de
ciervo, por la presencia de una matriz con marcas de percusión
(0640) y dos desechos o soportes de trabajo (0649, 0650), lo
que podría indicar que en ella se realizaron tareas de manufactura de las cornamentas de ciervo. La aguja 0640 fue recuperada en los niveles superiores, por lo que cabría adscribirla al
s. III - s. II a.C.
Por su parte, en la Cata IX, es interesante destacar que, junto
a la aguja de hueso 0676, se recuperó también otra aguja de
bronce de longitud similar (Barberá et al. 1962: fig. 4.12), lo
que refleja la coexistencia de útiles realizados sobre diferentes
materias primas empleados para labores similares.
Asimismo, como ya señalamos al tratar el caso del colgante sobre diente de oso de la Illa d’en Reixac, en la Habitación 1 del Turó
de Ca n’Oliver se halló una pieza dentaria de oso interpretada como
colgante. La cual no hemos incluido con registro en nuestra base de
datos al no contar con imágenes del ejemplar y al no tratarse de una
adscripción clara (Barberá et al. 1960-1961: 218).
5.12. PUIG CASTELLAR (SANTA COLOMA DE
GRAMENET, BARCELONA)
5.12.1. introducción al yacimiento
El Puig Castellar se localiza en una colina homónima, conocida
también como Turó del Pollo, a 303 m s.n.m., en el extremo occidental de Santa Coloma de Gramenet dentro del Parc de la Se-
rralada de Marina (fig. 5.65). Dista apenas 4,5 km del mar Mediterráneo y 1,5 km del río Besòs, por lo que controlaba un tramo
importante de la línea de costa, la desembocadura del Besòs, la
plana de Barcelona y el paso hacia el interior por el territorio
del Vallès. Tenía una extensión de unos 4000 m2 y su cronología
se extiende desde finales del s. VI hasta principios del s. II a.C.
Su abandono se relaciona con los contextos conflictivos de la
Segunda Guerra Púnica o con el inicio de la ocupación romana
(Serra-Ràfols 1942: 85; Sanmartí et al. 1992: 52-54).
El poblado fue descubierto en 1902 y las primeras excavaciones arqueológicas se llevaron a cabo entre 1904 y 1905
por F. de Sagarra, propietario de la finca donde está ubicado
el yacimiento. En 1919 este donó los terrenos del Puig Castellar y los materiales recuperados en sus excavaciones al
Institut d’Estudis Catalans, los cuales serían depositados en
el MAC-Barcelona. Entre 1922 y 1925 se impulsaron nuevas
intervenciones arqueológicas dirigidas por J. Colomines y J.
C. Serra-Ràfols, en estas campañas destacaron especialmente
los hallazgos de cráneos de individuos adultos, uno de ellos
atravesado por un gran clavo de hierro, recuperados al pie de
la muralla (Serra-Ràfols 1942: 103 y lám. 10). Los trabajos
se reanudarían décadas después, entre 1954 y 1958, por parte
del Centro Excursionista Puig Castellar, con el asesoramiento
de Serra-Ràfols. En 1992 una publicación centrada en Santa
Coloma de Gramenet recopilará buena parte de la información
conocida sobre el yacimiento, aportando información complementaria sobre las excavaciones realizadas a lo largo del s. XX
y sobre su cultura material (Sanmartí et al. 1992) (fig. 5.82).
Desde 1997 el Museu Torre Balldovina en Santa Coloma de
Gramenet ha realizado diferentes proyectos de conservación,
dinamización social e investigación arqueológica para mejorar
el conocimiento sobre el oppidum (Clavell 2017).
5.12.2. el conjunto analizado
Presentamos un conjunto de 55 piezas, 37 de ellas analizadas
directamente en el MAC-Barcelona y en el Museu Torre Balldovina; los otros 18 artefactos han sido incorporados a nuestro
estudio por su descripción y reproducción, bien sea mediante
105
[page-n-123]
Tabla 5.29. Industria sobre materias duras animales del Puig Castellar.
ID
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
567
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/Ab/P/V
No
575
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.6.5. Cuenta
Roseta Perlada
Ciervo
A/Ab/P/Pr
Sí
576
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante ind.
A/C/P
Sí
577
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.2.1. Cincel
Metatarso
Vaca/Toro
Pe
No
578
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
579
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/P
No
580
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
581
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/P/Pr
No
582
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamífero
C/P/Pr
No
599
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
600
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Ab
No
601
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/P/Pr
No
602
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.3.6. Disco
Percha
Macromamífero
C/P
Sí
603
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamífero
Ab/Pr
No
604
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C
No
605
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
606
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
V. Desecho
Candil
Ciervo
C
No
609
S. II a.C.
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
619
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
V. Desecho
Percha
Ciervo
A
No
625
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
1174
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1175
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1176
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1177
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1178
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1179
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1180
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1181
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1182
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1183
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1184
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
Sí
1185
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1186
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
No
1187
Ss. V-III a.C.
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
1188
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.3.6. Disco
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
1189
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.3.6. Disco
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
1190
S. III a.C. (?)
III.4.4. Caja
Parte central percha
Ciervo
V
Sí
1191
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
I. Matriz
Percha
Ciervo
A/C
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
106
[page-n-124]
0606
0619
Figura 5.83. Desechos del trabajo del asta.
fotografía o dibujo, en diferentes publicaciones sobre el Puig
Castellar (Serra-Ràfols 1942; De la Pinta y Río Miranda 1981;
Sanmartí et al. 1992). Por desgracia, debido a que la mayor
parte del material analizado pertenece a las excavaciones desarrolladas en la primera mitad del s. XX, no podemos relacionar
los artefactos con sus contextos de hallazgo, ni otorgarles dataciones precisas, más allá de aquellos casos en que los tipos
de piezas, por paralelos, pueden ser enmarcados en una horquilla cronológica más concreta que la ocupación general del
asentamiento entre finales del s. VI a.C. e inicios del s. II a.C.
(tabla 5.29).
De manera inicial llama la atención, dentro del grupo de
piezas terminadas, la abundante presencia de agujas, con 12
ejemplares con una perforación circular (III.1.1.1), realizadas sobre diáfisis de huesos largos de meso o macromamíferos –0581, 0582, 0599, 0601, 0603, 1178, 1179, 1180, 1181,
1182, 1183, 1185– (figs. 5.84 y 5.85). Además de siete fragmentos de la parte distal o mesial de objetos apuntados que,
al no contar con rasgos distintivos claros, no podemos asociar a un tipo de objeto apuntado en concreto –0578, 1174,
1175, 1176, 1177, 1184, 1186– (fig. 5.84 y tabla 5.29). Por
su parte, el fragmento distal 0609, al presentar un marcado y
característico estrechamiento en su parte activa y con marcas
de embotamiento en la punta, puede asociarse con un fragmento de stilus, objeto de escritura vinculado al periodo de
contacto entre la cultura ibera y romana (fig. 5.85) (Blasco
Martín 2018: 142).
Se recuperaron dos punzones: 0600 y 0605. El ejemplar
0605 presenta en su extremo proximal una perforación circular
de 0,2 cm de diámetro, que remite a las agujas recuperadas en
el asentamiento, si bien debido a que tiene un acabado en el que
la epífisis es evidente en la pieza y a que la anchura máxima de
su extremo proximal es de 1,4 cm consideramos que la pieza no
resultaría muy funcional como aguja (fig. 5.85).
Por último, dentro de los objetos apuntados, se recuperaron
dos alfileres. Por un lado, la pieza 0580 (fig. 5.84) que, con
ciertas dudas debido a su semejanza formal con la aguja 0581
aunque no presenta perforación, hemos clasificado como alfiler
con cabeza diferenciada, variante III.1.2.2.d. Por otro lado, la
pieza 1187 que actualmente se encuentra desubicada pero que
fue publicada por De la Pinta y Río Miranda (1981: 68), se trata
de otro alfiler con la cabeza diferenciada con remate zoomorfo (III.1.2.2.e), concretamente tallada en forma de ave y decorada también con al menos dos motivos romboidales incisos
(fig. 5.85). Ejemplares similares los documentamos en Covalta
y en el Tossal de Sant Miquel (Blasco Martín 2015: 54) o en las
tumbas 97 y 217 de El Cigarralejo, datadas a finales del s. V s. IV a.C. (Cuadrado 1987: 229 y 398).
Además, contamos con un metatarso de Bos taurus con
marcas de percusión que pudo emplarse como un posible cincel (0577) (fig. 5.85). Llaman la atención también, dentro de
los objetos romos, tres discos (0602, 1188, 1189). Presentan
decoración de tres o dos líneas incisas que se cruzan en el
centro de la pieza y delimitan seis o cuatro sectores circulares
(figs. 5.84 y 5.85), recuerdan a la pieza fragmentada 0636 del
Tossal de les Tenalles (fig. 5.70). Además, en el Puig Castellar
se recuperó un disco de piedra con la misma decoración y con
forma y medidas similares a 0602 (fig. 5.85). Cabría plantearse
si fueron realizadas por la misma persona y si al estar manufacturados en diversas materias primas respondería a necesidades
o gustos diversos.
Hemos podido documentar un mango realizado sobre un
candil de Cervus elaphus aserrado por ambos extremos (subtipo
III.4.1.2) y que conserva en su interior parte de la espiga del útil
de hierro inserto en él (0567) (fig. 5.85). Por su parte, la pieza
1190, que no hemos podido revisar personalmente al encontrarse ilocalizable (Sanmartí et al. 1992: fig. 90), se correspondería
con una caja casi idéntica en forma a la documentada en El Puntal dels Llops (0653) (fig. 4.39), según las imágenes publicadas
por Serra-Ràfols (1942: lám. V) y De la Pinta y Río Miranda
(1981: fig. 20). Atenidiendo a su descripción la pieza está vaciada y decorada, al menos en una de sus caras, con 30 motivos
incisos de círculos dobles con punto central.
Se halló también un fragmento de un peine (0576) (fig. 5.85),
inicialmente publicado como de hueso (Serra-Ràfols 1942: lám.
VIII) pero cuyo análisis nos ha permitido clasificarlo como marfil. Se trata de un peine sencillo, de puente liso (III.5.1.2). No
conserva dientes completos y cuenta con un pequeño motivo
inciso de tipo vegetal en una de sus caras bastante perdido en la
actualidad: una hoja oblonga sobre la que, aparentemente, hay
otras dos, en peor estado de conservación. El contorno se marca
con una línea y se rellena con una serie de líneas oblicuas en
paralelo (Mata Parreño et al. 2017: 152).
Hemos constatado la presencia en el yacimiento de cinco
evidencias de manufactura del hueso y del asta: una cornamenta
de Cervus elaphus empleada como matriz, con cortes o aserrado y flexión en la parte distal de la percha y en el candil medio
(1191) (Sanmartí et al. 1992: fig. 36); dos desechos del trabajo de la cuerna que se corresponden con los candiles distales
separados de la percha mediante la percusión (0606) y el aserrado (0619) (fig. 5.83) y dos diáfisis de huesos largos de macromamíferos en proceso de manufactura, seguramente para la
confección de objetos apuntados como alfileres o agujas (0579
(fig. 5.84 - 0578 y fig. 5.85 - 0604).
Por último, queda hacer referencia a un total de 17 astrágalos trabajados documentados en el asentamiento (fig. 5.86 y
tabla 5.30), todos ellos, salvo el ejemplar 0623 perteneciente a
un Bos taurus, son huesos de ovicaprinos de al menos 10 indi107
[page-n-125]
0581*
0580*
1174
0582*
1178
1176
1177
1179
1175
0579*
1180
0578*
1188
1181
1182
1183
1184
1185
1186
1189
Figura 5.84. Industria ósea conservada en el MAC-Barcelona según Sanmartí et al. 1992: 161 y fig. 67b. Con un asterisco aparecen
marcadas las piezas que pudimos ver en directo en el MAC-Barcelona.
108
[page-n-126]
0567
0575
0576
Obj. piedra
0602
0625
1187
0601
0605
0600
0599
0604
0609
0603
Figura 5.85. Objetos del Puig Castellar revisados en el MAC-Barcelona y en el Museu de la Torre Balldovina, salvo la pieza 1187 actualmente desubicada (adaptado de De la Pinta y Río Miranda 1981: fig. 20.4).
viduos, ya que hay 10 astrágalos derechos y 6 izquierdos. Presentan la cara lateral y/o medial modificadas mediante abrasión,
siendo el tipo más habitual el C1, tal como hemos identificado en otros asentamientos. Por su parte, las tabas 0586 y 0611
únicamente están perforadas, sin presentar sus caras trabajadas
(G1). De las 17 tabas, ocho están perforadas (47 %). Cabe destacar el caso del astrágalo 0586 en el cual la perforación no llega a
atravesar todo el hueso y está realizada, de forma poco habitual,
desde la cara medial.
5.12.3. breve valoración global
En definitiva, se trata de una colección interesante, con un número de piezas significativo (55 artefactos), atestiguándose la
presencia del marfil, evidencias del trabajo del asta y también
del hueso y donde las piezas terminadas más habituales son sin
duda las agujas (tabla 5.29). Las piezas terminadas suponen el
60 % del conjunto, con 33 artefactos; a continuación, los astrágalos trabajados representan un 31 % del total con 17 ejemplares. El 9 % restante lo integran cinco piezas que evidencian la
manufactura del hueso y del asta en el asentamiento. En total,
nueve de los objetos están decorados (16 %), lo que refleja un
cierto cuidado estilístico y dedicación en la manufactura de las
materias duras animales. Llama también la atención el hecho de
que se produzcan discos tanto en hueso como en piedra con los
mismos motivos decorativos.
5.13. TURÓ DE LA ROVIRA
(BARCELONA, BARCELONA)
5.13.1. introducción al yacimiento
El Turó de la Rovira se localiza en el distrito de Horta-Guinardó, dentro de la ciudad de Barcelona (figs. 5.65 y 5.87),
en las últimas estribaciones de sierra de Collserola a una altitud de 267 m s.n.m. En 1932, bajo el patrocinio del Institut
d’Estudis Catalans y la dirección de J. Colominas i Roca se
realizaron los primeros trabajos de excavación extensiva en
este oppidum layetano, localizándose un conjunto de 44 silos
y parte de la muralla (Colominas 1945-1946). Desde entonces en el yacimiento han tenido lugar diferentes intervenciones arqueológicas de urgencia o prevención: 1992, 2006,
2007, 2010, 2014 y 2015 (Giner Iranzo 2018: fig. 3). Por
los materiales recuperados, especialmente por la cerámica de
importación, se planteó la ocupación del asentamiento entre
el s. IV y el s. II a.C. (Granados 1977).
5.13.2. el conjunto analizado
Hemos revisado la industria sobre materias duras animales
recuperada en el yacimiento en las excavaciones de los años
treinta del s. XX (Colominas 1945-1946) y en las últimas intervenciones arqueológicas (Giner Iranzo 2014 y 2018). En total,
contamos con 11 artefactos, todos ellos pertenecen al grupo III.
109
[page-n-127]
0583
0584
0585
0586
0587
0610
0611
0612
0613
0614
0615
0616
0617
0618
0622
0623
0624
Figura 5.86. Astrágalos del Puig Castellar.
Piezas terminadas, nueve elaborados sobre huesos de animales
de talla media y grande (82 %), uno sobre asta de Cervus elaphus (9 %) y otro sobre marfil (9 %) (tabla 5.31).
En los 44 silos excavados por Colominas (1945-1946) documentamos (fig. 5.88):
110
- Una bisagra manufacturada probablemente sobre un metápodo de macromamífero (0630). Está aserrada y tiene una perforación circular de 0,3 cm de diámetro que atraviesa una de las paredes
óseas. En su parte externa presenta estrías producidas por el giro.
Fue recuperada en el silo 26, donde se hallaron también dos ánforas
[page-n-128]
Tabla 5.30. Astrágalos trabajados del Puig Castellar. Las medidas se expresan en cm.
ID
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
Perf.
583
Derecho
Ovicaprino
C2
2,9
1,6
1,5
0,3 x 0,3
584
Derecho
Ovicaprino
C2
2,7
1,4
1,7
0,3 x 0,3
585
Izquierdo
Ovicaprino
B1
2,7
1,4
1,7
0,35 x 0,3
586
Derecho
Ovicaprino
G1
2,5
1,5
1,3
0,3 x 0,3
587
Izquierdo
Ovicaprino
C2
2,6
1,5
1,3
0,4 x 0,4
610
Izquierdo
Ovicaprino
C1
2,6
1,5
1
No
611
Derecho
Ovicaprino
G1
2.6
1,5
1,5
0,2 x 0,2
612
Derecho
Ovicaprino
B2
2.7
1,7
1,4
0,1 x 0,1
613
Izquierdo
Ovicaprino
C2
2.1
1,3
1,4
0,3 x 0,3
614
Izquierdo
Ovicaprino
C1
2.5
2,1
1,9
No
615
Derecho
Ovicaprino
C1
2,7
1,9
1,4
No
616
Izquierdo
Ovicaprino
C1
2,7
2
1,9
No
617
Derecho
Ovicaprino
C1
3,2
1,8
1,3
No
618
Derecho
Ovicaprino
C1
2,5
1,8
1,3
No
622
Derecho
Ovicaprino
C1
2,6
1,5
1,3
No
623
Derecho
Bóvido
C1
6,2
3,9
3,2
No
624
Derecho
Ovicaprino
C1
2,6
1,5
1,5
No
Figura 5.87. Delimitación de las distintas intervenciones arqueológicas que han tenido lugar en el Turó de la Rovira, dentro del entramado
de la ciudad de Barcelona. Fuente: Carta Arqueológica de Barcelona - Ajuntament de Barcelona (http://cartaarqueologica.bcn.cat/ consulta 19/03/2022).
y restos de cerámica campaniense. En inicio, la pieza fue interpretada como un fragmento de flauta (Colominas 1945-1946: 213).
- En el silo 28 encontramos dos agujas con una perforación
circular (III.1.1.a), al igual que en la bisagra, de 0,3 cm de diámetro (lo que nos permitiría apuntar a la estandarización de la
herramienta o herramientas utilizadas para realizar las perforaciones sobre las materias duras animales); ambas están fracturadas por su extremo distal (0768, 0739).
- La pieza 0734 se corresponde con un objeto apuntado al
que le falta el extremo proximal, recuperado en el silo 3 o 26.
111
[page-n-129]
Tabla 5.31. Industria sobre materias duras animales del Turó de la Rovira.
ID
Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
630
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 26
III.4.5. Bisagra
Diáfisis
Meso/
Macromamíf.
A/C/P/V/Pr No
720
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 10019
III.9.1. Placa
Diáfisis
Macromamíf.
C/Pr
Sí
721
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 1087
III.6.5. Cuenta
Marfil
Macromamíf.
P/Pr
No
722
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 763
III.1.6. Punzón
Metatarso
Macromamíf.
C/P/Ab
No
723
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 821
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macroma- P/Ab/Pr
míf.
No
724
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 755
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
725
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 763
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macroma- P/Ab/Pr
míf.
No
726
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 761
III.4.4. Caja
Percha
Ciervo
P/Ab/V/Pr
Sí
734
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 3 o 26
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
738
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 28
III.1.1. Aguja
Hueso largo/
plano
Meso/Macroma- Pr
míf.
No
739
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 28
III.1.1. Aguja
Hueso largo/
plano
Meso/Macroma- Pr
míf.
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0734
0738
0739
0630
Figura 5.88. Industria ósea recuperada en las excavaciones de 1932 en el Turó de la Rovira.
112
Decor.
[page-n-130]
0726
0725
0721
0724
0720
0722
0723
Figura 5.89. Piezas de hueso y asta recuperadas en las excavaciones de 2014 en el Turó de la Rovira.
En las intervenciones arqueológicas del 2014-2015, se sacaron a la luz otros 12 silos, así como nueva información acerca
de las construcciones positivas del oppidum (Giner Iranzo 2014,
2018). Otras siete piezas elaboradas sobre materias duras animales han podido ser identificadas (fig. 5.89):
- Una placa triangular elaborada sobre un posible húmero de
un macromamífero que presenta decoración geométrica incisa
de dos círculos dobles y un círculo simple con punto central en
la cara frontal (0720). Recuerda a la placa triangular recuperada
en el Puig de Sant Andreu 0901 (fig. 5.38) y, como en el caso
anterior, consideramos que habría sido utilizada como aplique,
al presentar la cara dorsal mucho menos trabajada que la frontal.
- Dos cuentas circulares, 0721 y 0724, la primera de ellas
manufacturada sobre marfil y la segunda sobre hueso.
- Un fragmento proximal de un punzón (0722).
- Dos agujas de hueso, una fragmentada a la que le falta el
extremo activo (0723) y una completa sin marcas evidentes de
utilización (0725).
- Una caja realizada sobre parte de la percha de un ciervo
de gran tamaño aserrada por ambos extremos, cuidadosamente
vaciada, pulida y decorada con motivos incisos geométricos de
cuerpos de líneas formando triángulos, rombos y bandas relleno
de finas líneas oblicuas (0726).
5.13.3. breve valoración global
De forma conjunta debemos destacar, al igual que en el Puig
Castellar, la presencia mayoritaria de agujas, suponiendo estas
un 36 % del conjunto (4 piezas de 11) (tabla 5.31) Además, a
pesar de tratarse de una muestra reducida, referimos un objeto de adorno realizado sobre marfil. Llama también la atención
que todas las piezas catalogadas sean objetos terminados, por lo
que no se ha podido constatar ninguna evidencia aislada de la
manufactura de materias duras animales en el asentamiento, ni
la presencia de matrices o desechos de trabajo en los 56 silos excavados, como es habitual en otros campos de silos del noreste
peninsular que hemos analizado, especialmente en el caso de las
astas de Cervus elaphus. Si bien es cierto que J. Colominas hace
alusión a la presencia de un asta de ciervo en el silo 20, aunque
no se menciona que en ella se aprecie ninguna marca de trabajo
(1945-1946: 212).
5.14. PENYA DEL MORO
(SANT JUST DESVERN, BARCELONA)
5.14.1. introducción al yacimiento
El oppidum layetano de la Penya del Moro se localiza en una
colina a 275 m s.n.m. en la línea divisoria de los términos municipales de Sant Just Desvern (Barcelonés) y St. Feliu de Llobregat (Baix Llobregat). Desde su posición dominaba el antiguo
estuario del río Llobregat, vía natural de penetración comercial
desde la costa mediterránea hacia el interior peninsular (Miró y
Molist 1990: 311) (fig. 5.65).
En 1972 se iniciaron en el poblado las excavaciones sistemáticas que continuaron de forma ininterrumpida hasta 1990,
con un total de 22 campañas. El área excavada se distribuye en
dos grandes sectores, el principal situado en la vertiente sureste
con una extensión de unos 1300 m2 (fig. 5.90) y otro complementario en la vertiente oeste de en torno a 200 m2. Los espacios de
hábitat excavados se enmarcan cronológicamente entre la segunda mitad del s. V a.C. y su abandono progresivo y aparentemente
pacífico a finales del s. IV a.C., situando el momento de mayor
actividad entre el 425 - 350 a.C. (Barberá 1989-1990: 4-5).
113
[page-n-131]
Figura 5.90. Planta de sector principal excavado de la Penya del Moro (adaptado de Barberá 1989-1990: anexo 4; indicamos
los nombres que conocemos de los espacios donde se recuperó industria ósea).
5.14.2. el conjunto analizado
Hemos identificado 15 piezas realizadas sobre materias duras animales (tabla 5.32): una cuerna de desmogue de Cervus elaphus empleada como matriz con marcas de cortes en
el candil medio (0598); dos fragmentos de una diáfisis ósea
de un animal de talla grande con cortes en la cara externa
que parece corresponderse con un desecho de trabajo (0594)
(fig. 5.91) y trece artefactos terminados, ninguno de ellos
decorado (fig. 5.92).
Dentro de las piezas terminadas las agujas son las más numerosas, con cinco ejemplares, al igual que hemos documentado en otros asentamientos layetanos como el Puig Castellar o el
Turó de la Rovira (tabla 5.32). Todas ellas están realizadas sobre
hueso y presentan una perforación circular (0571, 0589, 0590,
0591, 0597). Son ejemplares anchos, sobre todo en el caso de
las piezas 0571 (13,7 cm longitud; 1,3 cm anchura y 0,4 cm
grosor), 0590 (anchura 1,1 cm y grosor 0,4 cm) y 0591 (anchura 1,1 cm y grosor 0,3 cm) por lo que cabría relacionarlas con
la costura de tejidos bastos. Encontramos otros dos útiles apuntados, la parte distal y mesial de una pieza fracturada (0595) y
un biapuntado (0569) con marcas de embotamiento en ambos
extremos. Además, hemos identificado cuatro objetos receptores: tres mangos realizados sobre astas de ciervos (0573, 0574,
0592) y una cacha de hueso (0588). El ejemplar 0592 presenta
en el extremo proximal una perforación de 0,7 cm de diámetro
que podía servir para colgarlo. Por su parte, la pieza 0573 en el
extremo distal, aunque se encuentra parcialmente vaciado para
poder insertar la parte activa de la herramienta, tiene una serie
de cortes profundos realizados con un útil metálico en varias
114
direcciones, presentando un acabado poco cuidado que podría
indicar que se trata de un mango que fue descartado. La pieza
0588, que está incompleta, fue realizada sobre una diáfisis de
hueso largo de macromamífero y tiene dos perforaciones circulares de 0,2 cm de diámetro. Consideramos que habría servido
como una pequeña cacha de un útil de metal o madera. Por
otra parte, en la Penya del Moro también se recuperó una pieza
pseudotriangular (III.6.3) elaborada sobre la parte central de la
percha y el arranque de uno de los candiles de un asta de ciervo,
aserrada longitudinalmente y regularizada mediante abrasión,
que cuenta con al menos dos perforaciones ovales, cada una
de ellas en los dos extremos conservados (0,8 x 1 cm y 1,3 x 1
cm). Aunque fragmentada, tiene unas medidas de 17 x 5,5 x 2
cm (Barberá y Molist 2002: 54). Solo hemos documentado tres
piezas como estas en los poblados ibéricos estudiados (ver en
el capítulo 6).
Por último, queda referirnos a la pieza clasificada como
indeterminada 0596 (fig. 5.92): está realizada sobre marfil y
se encuentra alterada por la acción del fuego, presentando
una coloración marrón-negra. Desconocemos su funcionalidad exacta, aunque podría estar relacionada con la sujeción
de algún elemento textil o similar de forma que la pieza resultara visible.
5.14.3. breve valoración global
Dentro de la industria sobre materias duras animales de la Penya del Moro identificamos una proporción mucho mayor de
objetos terminados (87 %) que de piezas que reflejen el proceso de manufactura de estas materias primas (13 %). Además,
[page-n-132]
Tabla 5.32. Industria sobre materias duras animales de la Penya del Moro.
ID
Cronología Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
569
S. IV a.C.
-
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Macromamíf.
C/P
No
571
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Fíbula
Suido (?)
C/Ab/P/Pr
No
573
S. IV a.C.
-
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/A/V
No
574
S. IV a.C.
-
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/V/A/F
No
588
S. IV a.C.
-
III.4.2. Cacha
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
589
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/Ab/Pr
No
590
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
591
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Mesomamíf.
C/Ab/Pr
No
592
S. IV a.C.
Sector B-E
III.4.1. Mango (?)
Percha
Ciervo
C/V/Pr
No
593
S. IV a.C.
-
III.6.3. Pieza
pseudotriangular
Percha/
arranque candil
Ciervo
C/Ab/A/Pr
No
594
S. IV a.C.
Sector C
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
595
S. IV a.C.
H-14-15-16
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
596
S. IV a.C.
-
III.10. Indeterm.
Marfil
Macromamíf.
P
No
597
S. IV a.C.
Zona intramuros
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
598
S. IV a.C.
-
I. Matriz
Asta
Ciervo
C
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0598
0594
Figura 5.91. Asta de ciervo empleada como matriz y desecho
de trabajo del hueso.
0571
0589
0569
0588
0592
0596
0591
0573
0595
0574
0590
0597
Figura 5.92. Objetos terminados de la Penya del Moro.
115
[page-n-133]
no hemos constatado la presencia de ningún astrágalo trabajado. Tal como hemos referido en otros yacimientos del noreste de
la península son las agujas las piezas terminadas con una mayor representación.
Dentro de este asentamiento los animales jugaron un rol preponderante como elementos ligados a rituales domésticos, mediante las ofrendas y sacrificios de ovicaprinos y de huevos de gallina
(Miró y Molist 1990). En la alimentación son también los ovicaprinos los animales más consumidos, seguidos por los restos de
cerdo y de aves. Los animales silvestres, por su parte, parece que
tuvieron una importancia residual en la dieta de los habitantes del
oppidum (Barberá y Molist 2002: 82). Así pues, encontramos restos de materias duras animales como reflejo de elementos rituales,
de consumo y, debemos añadir también, como evidencias de su
trabajo artesanal. En total, se han documentado nueve piezas manufacturadas sobre huesos largos de animales de talla media y grande
(60 %), cinco sobre cornamenta de ciervo (33 %) y una realizada
sobre marfil (7 %), llegada al asentamiento probablemente a través
del comercio o intercambio. Se trata, por tanto, de un reflejo interesante de la industria sobre materias duras animales en un poblado
layetano a lo largo del s. IV a.C.
5.15. OLÈRDOLA (OLÈRDOLA, BARCELONA)
5.15.1. introducción al yacimiento
El conjunto arqueológico de Olèrdola se localiza en la montaña
de Sant Miquel d’Olèrdola, en una plataforma rocosa inclinada
en las estribaciones de poniente de la comarca del Garraf a 358
m s.n.m., protegida de forma natural por diversos acantilados y
con un control visual marcado del territorio (fig. 5.65).
Las excavaciones arqueológicas han permitido establecer
la ocupación del asentamiento desde el Calcolítico/Bronce Antiguo hasta la Edad Media, con largos hiatus de ocupación. A
partir del s. IX - s. VIII a.C. se documenta un hábitat más estable
y fortificado. El oppidum ibérico tenía una extensión de 3,5 ha,
ocupando fundamentalmente la parte baja de la plataforma rocosa, adaptando las construcciones a la orografía y aprovechando
la muralla de la Edad del Hierro. Se han identificado varios talleres artesanales que funcionarían a lo largo del s. IV - s. III a.C.:
una adobería y un espacio destinado al curtido de pieles y al
lavado y teñido de fibras, tejidos o pieles (Molist et al. 2005).
Tal como recoge Molist (2009: 19-22), las primeras intervenciones arqueológicas en Olèrdola tuvieron lugar a finales del
s. XIX, desarrollándose a lo largo de la primera mitad del s. XX
por diferentes instituciones y direcciones, ligadas a la investigación histórica y arqueológica de este conjunto monumental.
Entre 1983 y 1987 se llevaron a término diferentes campañas
de excavación centradas en el sector 1, en la parte izquierda de
la entrada al recinto amurallado (fig. 5.93). En total, se excavaron seis grandes cuadros, dejando testigos entre ellos (Molist
2009: fig. 26).
A partir de 1995, año en el que Olèrdola se convirtió en una
de las sedes del Museu d’Arqueologia de Catalunya, se reemprendieron las excavaciones en el sector 1, eliminando los testigos dejados en las intervenciones anteriores que dificultaban su
lectura espacial y continuando con la identificación de las diferentes fases evolutivas del yacimiento en este sector de 325 m2
(Molist 2009: fig. 16.1). Los trabajos continuaron hasta 2006 y
los principales resultados y conclusiones obtenidas han sido publicados (Molist 2009); así como también se ha priorizado la conservación, musealización y difusión del conjunto excavado.
Fig. 5.93. Vista aérea del conjunto arqueológico de Olèrdola. Imagen: Unitat Aèria Agents Rurals (http: //invarque.cultura.gencat.cat/
VistaImatge?codImatge=43128).
116
[page-n-134]
5.15.2. el conjunto analizado
Mediante la revisión en el MAC-Barcelona de los materiales
recuperados en Olèrdola en las campañas de 1983-1987 y 19952006, así como gracias al estudio de la industria ósea del yacimiento realizado por Molist (2009: 437-440), presentamos un
conjunto de 18 piezas elaboradas sobre huesos de mamíferos y
astas de ciervo. La mayoría de los objetos pueden adscribirse a
las últimas fases de la ocupación ibérica del asentamiento, entre
final del s. II a.C. y principio del s. I a.C., ya en contacto e influenciada por la cultura romana, a excepción de un fragmento
distal de un útil apuntado recuperado por debajo del ámbito 1,
en los niveles de la Edad del Hierro (0657) (tabla 5.33).
En el ámbito 3, que durante el ibérico pleno habría funcionado
como taller metalúrgico y que resulta peor conocido para el s. II
a.C. (Molist 2009: 195), se han recuperado en niveles del ibérico
final tres fragmentos de objetos apuntados (0634, 0635, 0658) (figs.
5.94 y 5.95). En la cata 5 realizada en las excavaciones de los años
ochenta (Molist 2009: fig. 2.6) y en la UE 8094, se recuperaron
otros dos fragmentos de útiles apuntados (0628, 1095) (fig. 5.94).
Más allá de los objetos apuntados indeterminados son los stili
las piezas más representadas. Así, contamos con tres ejemplares:
0361, 0626 y 0627 (fig. 5.94), uno de ellos con cabeza diferenciada redondeada realizada mediante tallado y abrasión (0361). Todos
ellos están asociados a la ocupación de finales del s. II e inicios del
s. I a.C., no en vano, este tipo de artefactos están relacionados con
el mundo romano, así como con el control de actividades económicas y con cierto grado de difusión de la escritura (Feugère y Prévot
2008: 242; Blasco Martín 2018: 142).
Se han identificado también una aguja (0656) y dos posibles espátulas (0629, 0655) con el extremo proximal en forma
de pequeña pala, ligeramente cóncava (por lo que no podemos considerarlas como agujas) y una perforación en la parte distal que podría servir para llevarlas colgadas o para atarlas
(fig. 5.94) (Molist 2009: 440), podrían ser objetos relacionados con
la aplicación de ungüentos cosméticos o medicinales.
Dentro del grupo de los objetos perforados encontramos un
artefacto de hueso de dimensiones reducidas (2,6 x 1,4 x 0,2) con
dos perforaciones circulares de 0,4 cm de diámetro que podría
haber sido utilizado como botón o para pasar alguna cuerda o te-
Tabla 5.33. Industria sobre materias duras animales de Olèrdola.
ID
Cronología
Campaña Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
71
1ª m. s. I a.C.
2002
UE 8313
III.6.5. Cuenta/
III.6.6. Fusayola
Cabeza
femoral (?)
Meso/
P/Pr
Macromamíf.
Sí
361
Fin. s. II - in. s. I a.C.
1986
UE 5044
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf. P
Sí
626
Fin. s. II - in. s. I a.C
1998
UE 8068
III.1.8. Stilus (?)
Diáfisis
Macromamíf. -
No
627
Fin. s. II - in. s. I a.C
1998
UE 8094
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf. P
No
628
Fin. s. II - in. s. I a.C
1998
UE 8094
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/
Macromamíf.
No
629
Fin. s. II - in. s. I a.C
1986
Ámbito 6.
UE 8097
III.3.3. Espátula
Hueso largo
Meso/Macro- mamíf.
No
632
Ss. IV-I a.C.
1986
Test. interior 3
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf. P/Ab/Pr
No
633
Ss. IV-I a.C.
1986
Cata 3.
UE 3004
III.6.2. Botón
Hueso largo/
plano
Meso/Macro- P/Ab/Pr
mamíf.
No
634
Inicio s. II a. C
2003
Ámbito 3.
UE 8368
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macro- P/Ab
mamíf.
No
635
Inicio s. II a. C
2003
Ámbito 3.
UE 8368
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Mesomamíf.
No
655
Ss. IV-II a.C.
1986
Test. interior 3
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Meso/Macro- Pr
mamíf.
No
656
Fin. s. II - in. s. I a.C
1986
UE 5037
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macro- Pr
mamíf.
No
657
S. VII a.C.
2000
Debajo ámbito
1. UE 8168
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macro- P
mamíf.
No
658
Fin. s. II - in. s. I a.C
2003
Ámbito 3.
UE 8368
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macro- P
mamíf.
No
659
Ss. II-I a.C.
-
-
V. Desecho/II. Soporte Metatarso
Ciervo
A
No
660
Ss. II-I a.C.
-
-
V. Desecho/II. Soporte Percha
Ciervo
A
No
661
Ss. II-I a.C.
-
-
I. Matriz
Parte del
Ciervo
cráneo y cuerna
Pe/C
No
1986
Cata 5
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
1095 Ss. II-I a.C.
Marcas*
P/Ab/R
Meso/Macro- mamíf.
Decor.
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
117
[page-n-135]
jido (0633); una cuenta circular (0632) (fig. 5.95) y, según recoge Molist (2009: 439): “Una peça de forma circular –30 mm de
diàmetre– amb perforació central recuperada en el nivell d’abandó
de primera meitat del segle I aC podia haver tingut diversos usos:
fitxa de joc, fusaiola, botó o aplic. La cara superior està polida i
és lleugerament còncava; la cara inferior, plana, presenta una quadrícula tallada irregular així com un rebaix radial que va des del
centre fins a l’extrem. El perfil és d’arc de cercle” (0071) (fig. 5.94).
Posiblemente, se manufacturó sobre una cabeza femoral de macromamífero. Atendiendo a sus características formales, podría considerarse una cuenta, una fusayola o, incluso, un disco.
Aparte de las 15 piezas terminadas, en Olèrdola se ha documentado también el trabajo, al menos puntual, sobre hueso y asta
de Cervus elaphus. Así, incluimos dos desechos de trabajo (0569,
0660) y una matriz (0661) identificados durante el análisis de los
restos faunísticos: “El cérvol està representat per 10 restes procedents de la UH 5, la UH 10, l’abocament i el carrer. Les restes
corresponen a un mínim de dos animals adults (...) El cérvol és
0361
l’éspecie que registra una proporció més elevada de restes amb
traces antròpiques (4 sobre 10). Les traces d’asserrat sobre un metatars i sobre un fragment d’asta indiquen una activitat artesanal a
partir de aquests ossos. Un fragment de frontal porta impactes sagitals, fets per separar la part de l’asta de la resta del crani, i també
impactes a la base de l’asta per tal d’aïllar-la” (Molist 2009: 461).
Aunque no hemos podido ver las piezas personalmente la descripción resulta clara y evidencia que, en el caso de la matriz, ha sido
aprovechada tras la caza del animal, por lo que cabría considerar
que también se emplearían las cornamentas obtenidas mediante la
recolección tras la época de muda.
5.15.3. breve valoración global
La gran mayoría de los objetos se corresponden con piezas terminadas (83 %), aunque también contamos con evidencias reducidas
del trabajo de los huesos de mamíferos y de las astas de ciervos (17
%). No hay ningún astrágalo modificado antrópicamente.
0626
0627
0628
0071
1095
0629
0655
0656
0658
0657
Figura 5.94. Objetos
terminados de hueso de
Olèrdola (adaptado de
Molist 2009: fig. 16.1).
0635
0634
0632
0633
Figura 5.95. Objetos
terminados de hueso
de Olèrdola del MACBarcelona.
118
[page-n-136]
Para finalizar, resulta interesante destacar que se han atestiguado piezas similares a las manufacturadas en hueso, realizadas
sobre otras materias primas, como es el caso de las agujas metálicas (Molist 2009: figs. 15.1 y 15.6). También se ha documento al
menos un alfiler en niveles de la segunda mitad del s. II a.C. realizado sobre bronce. Aunque no se ha identificado ningún alfiler de
hueso en el yacimiento, este tipo de objeto es habitual dentro de
la industria ósea ibérica, pero su realización sobre materias duras
animales, como constatamos en Olèrdola, no resulta exclusiva.
El conjunto de piezas analizadas nos aporta una perspectiva interesante sobre los artefactos documentados en un asentamiento
ibérico, principalmente durante el s. II - s. I a.C., evidenciando la
aparición de ciertos tipos de piezas confeccionadas sobre mate-
rias duras animales que no documentamos en centurias anteriores, como es el caso de los stili que reflejan, por tanto, un cambio
en lo material y cultural, en este caso desde la perspectiva de los
petits objets (Feugère y Charpentier 1989-1990).
5.16. EL VILAR (VALLS, TARRAGONA)
5.16.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de El Vilar está emplazado en la actual ciudad de
Valls, en su extremo este, en una pequeña elevación del terreno
a 230 m s.n.m. flanqueada por los barrancos del Catllar y el Fornac (Curulla et al. 1997) (fig. 5.65). La existencia del poblado es
Figura 5.96. Planta de El Vilar en la que se señala la ubicación del silo 4 (Fabra y Vilalta 2016: fig. 2).
119
[page-n-137]
Tabla 5.34. Industria sobre materias duras animales de El Vilar.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anátomica
Animal
Marcas*
Decor.
257
Fin. s. III - in. s. II a.C.
Silo 4
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf. Pr/A
No
268
Fin. s. III - in. s. II a.C.
Silo 4
III.4.3. Tubo/III.4.1. Mango
Diáfisis
Mesomamíf.
P
Sí
269
Ss. III-II a.C.
-
III.1.1. Aguja
Metápodo
Macromamíf.
Pr
No
436
Fin. s. III - in. s. II a.C.
Silo 4
I. Matriz
Asta
Ciervo
A
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; P-Pulido; Pr-Perforación.
conocida desde inicios del s. XX, habiendo sido objeto de diferentes intervenciones arqueológicas y urbanísticas que, en este
último caso, han afectado a la comprensión del asentamiento. Se
han documentado restos dispersos de época ibérica en un área
de unas 6 ha, ocupando instalaciones deportivas, educativas y
ferroviarias del entramado urbano actual (Curulla et al. 1997)
(fig. 5.96). La cronología del yacimiento, según las importaciones cerámicas estudiadas, se sitúa entre el s. IV y el s. II a.C.
(Fabra y Burguete 1986).
Este enclave cessetano debió jugar un papel destacado en
época ibérica al localizarse en un lugar de tránsito hacia las regiones interiores de las llanuras del Urgell a través de los caminos naturales del coll de Lille y del río Francolí, contando a su
vez con una relación privilegiada con el mundo ilergete (Fabra
y Vilalta 2016: 174).
Figura 5.97. Izquierda: tubo o mango 0268. Derecha: bisagra 0257.
Imágenes: Museu de Valls (Tarragona).
5.16.2. el conjunto analizado
5.16.3. breve valoración global
Incluimos cuatro piezas manufacturadas sobre hueso y asta de
El Vilar, de una desconocemos su lugar de hallazgo y las otras
tres fueron recuperadas en el silo 4 excavado de urgencia en
1983 (Fabra y Vilalta 2016: 150) (tabla 5.34). Este silo tenía,
aproximadamente, 3 m de altura y unos 2,5 m de anchura y se
encontraba seccionado por su parte más ancha. En su interior
se recuperó abundante material cerámico: ánforas, lebetes, kalathoi, caliciformes, cerámica de cocina, campaniense A, ponderas… cuyo estudio ha permitido datar el relleno del silo entre
finales del s. III e inicios del s. II a.C. Se recogieron también
418 restos de fauna, el 92 % de los mismos pertenecientes a, al
menos, 3 suidos, seguidos de los ovicaprinos (5,2 %) y restos
aislados de conejo, avifauna, roedores y un fragmento de una
mandíbula de un posible équido (Fabra y Vilalta 2016: 166).
Dentro de la industria sobre materias duras animales documentamos: una cuerna de Cervus elaphus con la luchadera y los
candiles aserrados (0436) (Fabra y Vilalta 2016: fig. 32.2); una
bisagra con una perforación en una de sus caras y marcas de
estrías por su utilización en la parte externa (0257) y un pequeño
objeto receptor que podría tratarse tanto de un mango cilíndrico
como de un tubo realizado sobre una diáfisis de mesomamífero
que presenta una factura cuidada y una pequeña moldura decorativa en su extremo distal (0268) (fig. 5.97).
Aparte de los artefactos recuperados en el silo 4 tenemos
constancia de una aguja de hueso recuperada en una ubicación
que desconocemos. Está realizada sobre un probable metápodo
de macromamífero, con unas dimensiones de 10,4 cm de longitud x 1 cm de anchura máxima; tiene el extremo activo fracturado y una pequeña perforación circular en la parte proximal
(0269) (VV.AA. 2002: 134).
La constatación de este reducido lote de materiales compuesto
por tres objetos terminados de hueso y un asta de ciervo trabajada nos hace suponer que podrían existir más piezas acabadas
o evidencias de manufactura de materias duras animales en este
oppidum. El yacimiento de El Vilar se enfrenta a sus propias
particularidades al situarse dentro de un núcleo urbano habitado
como es la ciudad de Valls, pero quizás la revisión global de
todos los materiales excavados en un futuro próximo o la continuación de nuevos proyectos arqueológicos, tal como están teniendo lugar actualmente, permitan aclarar ciertos interrogantes
y ampliar el corpus material del mismo.
120
5.17. SAN ANTONIO (CALACEITE, TERUEL)
5.17.1. introducción al yacimiento
El asentamiento de San Antonio de Calaceite ocupa la colina
del mismo nombre en el extremo meridional de la sierra de San
Cristóbal (Teruel) (fig. 5.98). Es conocido al menos desde el s.
XVIII, ya que existen diversas referencias escritas de religiosos
sobre restos en el cerro de San Cristóbal de “los tiempos de
los moros” (Jornet i Niella 2017: 41). Las primeras excavaciones sistemáticas se desarrollaron entre 1902 y 1903 impulsadas
por J. Cabré, S. Vidiella y J. Ejerique. Los trabajos continuaron
durante las primeras décadas del s. XX dirigidos por P. Bosch
Gimpera, del Institut d´Estudis Catalans (Gracia Alonso y Fullola 2008). En 2015 R. Jornet i Niella presentó su tesis doctoral
acerca de las excavaciones y estudios llevados a cabo en este
asentamiento ibérico, trabajo que fue publicado posteriormente
como monografía (Jornet i Niella 2017).
[page-n-138]
El poblado tuvo una vida amplia, entre el s. V e inicios del
s. II a.C. En una primera fase (s. V - s. IV a.C.) se ocupó la parte más elevada del cerro construyéndose, en torno a una calle
central, diversas estancias de planta rectangular protegidas por
una muralla y varios torreones. En el s. III a.C. tuvo lugar una
segunda fase de ocupación y reordenación del espacio, coincidiendo con el momento de su máximo esplendor. Se amplió el
núcleo urbano mediante el poblamiento en terrazas y se proyectó una nueva muralla de mayor envergadura en la que destaca
un gran torreón semicircular (fig. 5.99). El yacimiento fue abandonado hacia finales del s. III - inicios del s. II a.C. en relación
con la conquista romana del territorio.
5.17.2. el conjunto analizado
Hemos podido documentar un pequeño conjunto de siete piezas
terminadas (tabla 5.35): cuatro de ellas las pudimos revisar directamente en el MAC-Barcelona e incluimos otras tres referenciadas
por Jornet i Niella (2015 y 2017) (fig. 5.100). Destaca la presencia
mayoritaria de tres piezas apuntadas planas de hueso (III.1.4), un
tipo de artefacto que no constatamos en los yacimientos estudiados
del área catalana. Todos ellos están decorados con motivos moldurados y/o geométricos incisos. La pieza 0439 fue recuperada en el
edificio 25 junto a restos de cerámica ibérica y una punta de lanza
de hierro en niveles datados entre el 220 - 180 a. C (Jornet i Niella
2017: 237). En la misma cronología, en el edificio 6, se halló la
pieza 0631, solo hemos podido revisar un fragmento mesial de la
misma en el MAC-Barcelona, sin embargo, gracias al dibujo de
Cabré recogido por Jornet i Niella (2017: fig. 9.39.1) podemos clasificarlo con un apuntado plano con decoración incisa en el que
destacan los motivos en zigzag, aspas y rombos. Por otro lado, dentro de los materiales sin contexto claro encontramos un fragmento
de otro útil apuntado plano con decoración geométrica (0439). Cabría pensar que, como las piezas anteriores, pertenecería a niveles
de final del s. III a.C. - inicios del s. II a.C.
Otro objeto del que desconocemos su ubicación es el posible punzón o varilla 0572, que tiene su extremo distal fragmentado (lo que no nos permite asegurar su clasificación) y
una pequeña incisión en el extremo proximal. Sus medidas
son bastante notorias, conservando una longitud de 18,3 cm
y una anchura y grosor máximos de 1,2 y 0,7 cm respectivamente, posiblemente fue manufacturado sobre un metápodo
de equino o bovino.
Por otro lado, encontramos un fragmento distal de un útil
apuntado (0437), recuperado en los niveles de derrumbe de la
torre 1, junto a fragmentos de molino y una intrusión de una
hebilla de cinturón visigoda (Jornet i Niella 2017: 114); una
posible caja (0438) que, aunque se señala que está realizada
sobre hueso (Jornet i Niella 2017: 237), consideramos que
por sus dimensiones (9,9 x 4,1 x 3,5 cm) y por comparación
con piezas similares como las documentadas en el Turó del
Montgròs (0048) (fig. 5.67) o en el Turó de la Rovira (0726)
(fig. 5.89) seguramente se trate de parte de la percha de una
cornamenta de Cervus elaphus aserrada y vaciada y, por último, un mango de marfil (0568). Este fue recuperado en el
edificio 3 junto a otros materiales como restos de cerámica
campaniense A, cerámica ibérica a mano, pondus con decoración incisa, una lanza de hierro, puntas de proyectil de hierro, dos rejas de arado, unas pinzas de bronce y un pulidor de
piedra en forma de prisma (Jornet i Niella 2017: 90-91). Aunque se ha publicado como de hueso (Pallarés 1965: 100), su
revisión directa nos permite afirmar que está realizado sobre
marfil, apreciándose las capas de crecimiento características
de los colmillos en el lateral de la pieza. Tipológicamente es
Figura 5.98. Detalle de
la ubicación de los yacimientos:
17) San Antonio (Calaceite)
18) El Palomar (Oliete)
19) La Morranda (El Ballestar)
20) La Moleta del Remei
(Alcanar)
21) Puig de la Misericòrdia
(Vinaròs)
22) Puig de la Nau (Benicarló).
121
[page-n-139]
Figura 5.99. Planta de San
Antonio de Calaceite con los
espacios con industria ósea en
azul (adaptado de Melguizo y
Moret 2007: fig. 2.1.).
Tabla 5.35. Industria sobre materias duras animales de San Antonio.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
437
220-180 a.C.
Torre 1
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamífero
-
No
438
220-180 a.C.
Edificio 12
III.4.4. Caja
Percha
Ciervo
A/Pr
No
439
220-180 a.C.
Edificio 25
III.1.4. Apuntado plano
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
568
220-180 a.C.
Edificio 3
III.4.1. Mango
Colmillo
Elefante ind.
P/Pr
Sí
570
400-180 a.C.
Sin contexto
III.1.4. Apuntado plano
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
572
400-180 a.C.
Sin contexto
III.1.6. Punzón/III.3.1. Varilla Metápodo
Macromamífero
C/P
Sí
631
220-180 a.C.
Edificio 6
III.1.4. Apuntado plano
Macromamífero
Ab/P
Sí
Diáfisis
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
un mango con talón (III.4.1.3) decorado con dos plaquitas
circulares de bronce, cada una en el extremo proximal de las
caras dorsal y frontal de la empuñadura (Mata Parreño et al.
2020: 75-76). En la parte superior se conservan todavía los
restos de un clavo de bronce que uniría el mango a la hoja
metálica. Además, presenta otra perforación circular en la
parte central de 0,2 cm de diámetro.
5.17.3. breve valoración global
Se trata de un conjunto reducido, integrado por siete piezas.
Cinco de ellas están realizadas sobre hueso (71,4 %), una sobre
asta de ciervo (14,30 %) y otra sobre marfil (14,30 %). No se
han documentado evidencias del trabajo sobre materias duras
animales dentro del asentamiento, si bien cabe tener en cuenta
que apenas se tiene constancia de la fauna recuperada en el oppidum durante las excavaciones de la primera mitad del s. XX.
Asimismo, resulta llamativo que cinco de las siete piezas documentadas están decoradas (71 %), lo que remarca el carácter
ornamental dado a este tipo de artefactos en San Antonio.
122
5.18. EL PALOMAR (OLIETE, TERUEL)
5.18.1. introducción al yacimiento
El Palomar se ubica en una pequeña loma sobre el río Martín,
afluente del Ebro, aproximadamente a un kilómetro de distancia de la localidad de Oliete (fig. 5.98). Junto con otros poblados como San Pedro (Oliete, Teruel) o el Cabezo de la Guardia
(Alcorisa, Teruel) es uno de los yacimientos que mejor ilustran
el desarrollo de la cultura ibera y, concretamente, sedetana, en la
margen izquierda del valle del Ebro (Vicente et al. 1990).
Conocido desde finales del s. XIX, las primeras intervenciones arqueológicas tuvieron lugar en 1948 dirigidas por J. Galiay.
Se llevaron a cabo tres campañas que sacaron a la luz cuatro
calles, todas ellas enlosadas, que delimitan una manzana en la
que se han identificado once espacios domésticos y cuatro almacenes (fig. 5.101). No se conservan elementos de fortificación,
con excepción de un foso que completa el aislamiento natural
del cerro (Vicente et al. 1990). Los trabajos arqueológicos continuaron entre 1977 y 1981, dirigidos por J. Vicente Redón desde el Museo Provincial de Teruel.
[page-n-140]
0437
0439
0572
0568
0631
0570
0438
Figura 5.100. Piezas de San Antonio. Fotografías de la autora en el MAC-Barcelona. Dibujos de Jornet i Niella: 0631 (2017: fig. 9.39);
0437 (2015: fig.6.81-1); 0438 (2015: fig. 6.86); 0439 (2015: 6.120).
Con todo ello, tras los estudios de la cultura material recuperada, en los que se prestó especial atención a los hallazgos
monetarios y cerámicos, se acotó la cronología del sitio entre el
s. III - s. I a.C. De esta manera, El Palomar es un ejemplo perfecto de un pequeño enclave ibérico, de unas 0,8 ha, en contacto
con la cultura romana que se va asentando en el sur y este peninsular y que penetra hacia el interior por los valles de grandes
ríos como el Ebro. La destrucción del poblado se sitúa en torno
al año 74 a.C., en el trascurso de las guerras sertorianas. Tan
solo volverá a estar ocupado en el s. VI d.C. por una necrópolis
visigoda. Se localizaron diez tumbas que contenían un total de
once individuos y cuyas fosas de enterramiento cortaban los niveles de ocupación ibero-romanos (Vicente 2007).
5.18.2. el conjunto analizado
Todas las piezas son de época ibero-romana, del momento final
de ocupación del asentamiento en el 1er tercio del s. I a.C. Contamos con 25 objetos elaborados sobre materias duras animales:
16 piezas terminadas, seis astrágalos trabajados, dos soportes y
un artefacto secundario (tablas 5.36 y 5.37).
La mayoría de las piezas de hueso de El Palomar, 12 objetos
(48 %), son útiles apuntados (fig. 5.102). Dentro de ellos destaca la presencia de cuatro stili del subtipo y variante III.1.8.1.a.
sin cabeza diferenciada y con remate en forma de bisel (0172,
0173, 0180, 0183) y un ejemplar con cabeza diferenciada esférica/ovalada (III.1.8.2.b) (0171). Asociamos los stili con el contacto ibero-romano, así como configuran un reflejo material de
la penetración de la escritura y de la lectura en las sociedades
del pasado (Feugère y Prévot, 2008). Aspecto especialmente interesante y en consonancia con las inscripciones halladas, entre
otros, sobre varias fusayolas, un olpe y un ánfora (Vicente et
al. 1990: 28). El resto de los útiles apuntados son un punzón
realizado sobre un metatarso de Cervus elaphus (0177) y seis
apuntados fracturados (0186, 0188, 0232, 0233, 0181, 0182).
Cabe señalar que en la revisión de la industria de hueso y asta de
El Palomar en el Museo Provincial de Teruel hallamos un fragmento del extremo distal de un útil apuntado de madera de sección rectangular-redondeada y 2,5 cm de longitud conservada,
0,5 cm de anchura y 0,6 cm de grosor (fig. 5.102). Su similitud
con los apuntados óseos resulta evidente, lo cual nos permite
poner en relación artesanías como la ebanistería y el trabajo
sobre materias duras animales (Blasco Martín 2018: 143-144).
Aparte del conjunto de piezas apuntadas documentamos
otros cuatro objetos terminados: dos posibles espátulas (0179,
0184), un mango (0175) y un objeto indeterminado (0174)
(fig. 5.103). La espátula 0179 se encuentra en mal estado de
conservación, presenta un acabado poco elaborado y el extremo
romo ligeramente embotado. Por su parte, la pieza 0184 cuenta con una factura cuidada y un cuerpo tallado y diferenciado
del extremo activo, el cual se encuentra fracturado, lo que dificulta su identificación; sin embargo, consideramos que podría tratarse de una espátula característica del mundo romano.
Por su parte, el mango 0175 es el único objeto realizado sobre
asta de Cervus elaphus, en concreto, sobre un candil aserrado
y vaciado para insertar el vástago metálico. El objeto indeterminado 0174 es un artefacto cilíndrico hueco realizado sobre
un fémur de Bos taurus decorado en su parte externa mediante
123
[page-n-141]
Figura 5.101. Planimetría del
yacimiento donde se señalan
los lugares de hallazgo de
las piezas de hueso y asta
(adaptado de Vicente et al.
1990: 15).
Tabla 5.36. Industria sobre materias duras animales de El Palomar.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
171
1 tercio s. I a.C.
Almacén 4
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P/C
Sí
172
1er tercio s. I a.C.
Casa 7-3
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
173
1er tercio s. I a.C.
Almacén 3
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
Ab
No
174
1er tercio s. I a.C.
Almacén 2
III.10. Indeterm.
Fémur
Bovino
C/V/P/A/Pr
Sí
175
1er tercio s. I a.C.
Casa 7
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
177
1 tercio s. I a.C.
Casa 7
III.1.6. Punzón
Metatarso
Ciervo
C/Rn
No
179
1 tercio s. I a.C.
Casa 6
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Macromamífero
P
No
180
1 tercio s. I a.C.
Casa 4-1
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
181
1 tercio s. I a.C.
Casa 7-3
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
182
1 tercio s. I a.C.
Casa 7-1
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
183
1er tercio s. I a.C.
Norte 1
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
184
1er tercio s. I a.C.
Calle I
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
185
1er tercio s. I a.C.
Almacén 2
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
186
1 tercio s. I a.C.
Almacén 2
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab
No
187
1 tercio s. I a.C.
-
IV. Ind. secundaria
Costilla
Ovicaprino
C
No
188
1 tercio s. I a.C.
Casa 4
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
232
1 tercio s. I a.C.
Casa 8-2
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
233
1 tercio s. I a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
308
1 tercio s. I a.C.
-
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
Ab/C
No
er
er
er
er
er
er
er
er
er
er
er
er
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Rn-Ranurado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
124
[page-n-142]
Tabla 5.37. Astrágalos trabajados del Palomar. Las medidas se expresan en cm.
ID
Ubicación
Lateralidad
Animal
Tipo
Long.
Anchura
Grosor
Ø Perf.
176
Casa 6. Enterramiento infantil
Izquierda
Ovicaprino
G1
2,3
1,5
1,2
0,3
178
Casa 5-2
Derecha
Ovicaprino
G1
2,7
1,9
1,5
0,3
234
Casa 6. Enterramiento infantil
Derecha
Ovicaprino
G1
2,5
1,5
1
0,3
564
Casa 11-1
Derecha
Ovicaprino
G1
2,6
1,8
1,3
0,3
565
Casa 11-1
Izquierda
Ovicaprino
G1
2,6
1,8
1,3
0,3
566
Casa 11-1
Derecha
Ovicaprino
B2
3
2,6
1,8
0,3
0186
0171
0188
0232
0233
0180
0172
0173
0177
0183
0181
0182
Apunt.
Madera
Figura 5.102. Piezas apuntadas de hueso de El Palomar.
incisiones poco profundas formando diversos motivos geométricos. En algunos estudios ha sido clasificado como colgante
(VV. AA., 2007: 321), si bien solo una de las perforaciones
que presenta atraviesa la pared ósea (0,5 x 0,5 cm). La otra supuesta perforación enfrentada, además de ser de menor tamaño
(0,2 x 0,2 cm), no llega a resultar operativa. Aparte de ello, la
pieza cuenta con tres salientes tallados en uno de sus extremos
que podrían actuar como soporte o servir para encajarlos en otra
pieza o superficie formando un útil compuesto. Quizás podría
tratarse de una pequeña cajita similar a las que hemos identificado en otros asentamientos.
Asimismo, documentamos dos piezas en proceso de elaboración: el soporte 0308, una lámina de una diáfisis de un hueso
largo de animal de talla grande con marcas de cortes y abrasión
y la pieza 0185, un posible soporte fallido o descartado que presenta cortes a lo largo del cuerpo y del extremo proximal en lo
que parece un intento de tallar la forma deseada del objeto sin
que el resultado resultara satisfactorio, quedando la forma poco
definida y las dimensiones reducidas (longitud conservada 4,4
cm). Como industria de orden secundario documentamos una
costilla de ovicaprino (0187) en la que apenas se realizaron dos
cortes para conseguir un extremo activo apuntado que presenta
marcas de embotamiento por utilización (fig. 5.103).
Por último, nos queda destacar el conjunto de seis astrágalos
de ovicaprinos perforados documentados en distintas estancias
del asentamiento (tabla 5.37 y fig. 5.103): en la casa 5-2, la casa
11-1 y, dos de ellos formando parte del ajuar que acompañaba a
uno de los cinco enterramientos infantiles localizados en el subsuelo de la casa 6. Llama la atención que todos presenten una
perforación central circular de 0,3 cm de diámetro (G1), lo cual
podría indicar que fueron realizadas por la misma herramienta
apuntada o por varios modelos muy similares. Además de la
125
[page-n-143]
0176
0178
0234
0564
0565
0566
0174
0187
0175
0179
0308
0184
0185
Figura 5.103. Piezas no apuntadas de hueso y asta de El Palomar.
perforación tan solo el ejemplar 0566 ha sido modificado mediante abrasión en su cara medial hasta obtener una superficie
recta (B2). Para los tres astrágalos de la casa 11 hay que resaltar
su asociación con un dado de arcilla recuperado en la misma
estancia. Debido a ello y a la presencia en otras habitaciones
de El Palomar de fichas circulares de piedra, consideramos que
esas tabas formarían parte, junto con el dado y las fichas, de uno
o varios juegos. Al igual que los stili, la presencia de ese dado
nos refleja la penetración de la cultura material romana en los
asentamientos iberos (Blasco Martín 2016).
obtenidos por la caza, como es el caso del ciervo. Las cornamentas, como ya hemos apuntado con anterioridad, pueden ser
recolectadas tras el desmogue de los cérvidos o aprovecharse
tras la caza. Todo ello nos evidencia las distintas estrategias de
aprovisionamiento de la materia prima para realizar el trabajo
sobre materias duras animales en este asentamiento de contacto
entre el mundo ibérico y celtibérico en un momento, inicios del
s. I a.C., de clara influencia y convivencia con la cultura romana.
5.18.3. breve valoración global
5.19.1. introducción al yacimiento
Del total de 25 objetos manufacturados sobre materias duras de
El Palomar, el 64 % se corresponden con piezas terminadas, el 24
% con astrágalos trabajados, el 8 % con soportes y un 4 % con industria expeditiva. Cabe remarcar la presencia mayoritaria de stili
de hueso, de distintos subtipos y variantes, asi como enfatizar la
presencia de tabas de ovicaprinos que, recuperadas en contextos
domésticos y funerarios (como ajuar de un enterramiento infantil
dentro de una de las casas) podrían relacionarse con el mundo lúdico, más teniendo en cuenta la presencia de un dado de arcilla en
el poblado, y con el mundo simbólico, como ofrendas al más allá.
Por otra parte, hemos podido documentar el trabajo sobre
huesos de Bos taurus y ovicaprino (Ovis aries/Capra hircus),
así como sobre huesos y asta de Cervus elaphus, por lo que estas
piezas se han realizado tanto sobre animales domésticos, propios de la actividad ganadera del poblado, como sobre animales
El yacimiento de La Morranda se localiza en los montes de la
Tinença de Benifassà al sureste de la población de El Ballestar, a 653 m s.n.m., en un pequeño cerro sobre el cauce del río
Sénia (Iborra 2004) (fig. 5.98). Las excavaciones revelaron la
existencia de un asentamiento ibérico, ocupado entre el s. II y
el s. I a.C., del que se excavó parte de la muralla y del espacio
de hábitat, delimitando diversas áreas, recintos y habitaciones
(Flors y Marcos 1998) (fig. 5.104).
En 1996 un vecino de El Ballestar recogió unos materiales
arqueológicos en el emplazamiento de La Morranda que fueron cedidos al ayuntamiento de la localidad. Ese mismo año
el Servei d’Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques de
Castelló realiza los primeros trabajos de reconocimiento del yacimiento. En 1997 y 1998 se llevaron a cabo dos campañas de
excavaciones (Flors y Marcos 1998).
126
5.19. LA MORRANDA (EL BALLESTAR, CASTELLÓN)
[page-n-144]
0696
Figura 5.105. Punzón de hueso de la Morranda (0696).
modificadas antrópicamente identificadas en el estudio arquezoológico realizado por P. Iborra (2004). Así, contamos con 12
objetos elaborados sobre huesos de animales de talla media y
grande y astas de ciervo (tabla 5.38): una matriz (8 %), tres piezas terminadas (25 %) y ocho astrágalos trabajados (67 %).
En el recinto 3, en la UE 3002, identificada como un nivel de
incendio en el que se hallaron abundantes restos de adobes, derrumbes de piedra enlucidos y restos de madera (Flors y Marcos
1998: 301) se recuperó un punzón de hueso (0696) realizado sobre un metápodo de macromamífero (14,2 x 0,8 x 0,6 cm) con el
extremo proximal ligeramente diferenciado del resto de la pieza
(fig. 5.105). Resulta similar a la pieza 0572 de San Antonio de
Calaceite fracturada en su parte distal (fig. 5.100).
Las piezas de hueso y asta recogidas por Iborra son (2004: 26):
- En la habitación A: un astrágalo izquierdo de oveja con
las facetas lateral y medial pulidas (0345), un astrágalo derecho
de cabra montés con las mismas evidencias de trabajo (0347) y
un fragmento de asta de ciervo trabajada (0348). Además, en el
ángulo suroeste de la estancia, por debajo de una estructura de
piedras planas que podrían haber actuado como una banqueta
adosada a las paredes de la habitación se descubrieron: “D’allò
que hem interpretat com una ofrena o un sacrifici que deu estar
relacionat amb la construcció del recinte. Es tracta d’unes banyes de cérvol, les quals conserven la corona i les dues banyes
posteriors, havent estat serrada la cornamenta major. Junt a les
banyes aparegué una anella de ferro, abundants restes de carbons, fragments de ceràmica de cuina pertanyents a una base
plana, alguns fragments informes de ceràmica a torn, restes de
peix i algunes altres restes inconnexes de fauna encara no analitzades” (Flors y Marcos 1998: 298). Por la descripción que se
Figura 5.104. Planimetría de la Morranda. En azul espacios con
industria de hueso o asta (adaptado de Flors y Marcos 1998: fig. 1).
5.19.2. el conjunto analizado
Hemos analizado una pieza depositada en el Museu de Belles
Arts de Castelló (0696) y, aunque no hemos podido revisar personalmente la fauna del yacimiento al no encontrarse depositada en esta institución, recogemos la información de las piezas
Tabla 5.38. Industria sobre materias duras animales de La Morranda.
ID
Ubicación
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Lateral
Animal
Marcas*
345
Hab. A
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Oveja
P/Ab
347
Hab. A
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Cabra montés
P/Ab
348
Hab. A
Ss. II-I a.C.
III.4.1. Mango
Asta
-
Ciervo
-
349
Hab. B
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Ciervo
P/Ab
350
Hab. B
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Oveja
P/Ab
351
Hab. B
Ss. II-I a.C.
III.4.1. Mango
Asta
-
Ciervo
-
663
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Oveja
P/Ab
696
Recinto 3
Ss. II-I a.C.
III.1.6. Punzón
Metápodo
-
Macromamífero
P
751
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Oveja
P/Ab
943
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Cabra montés
P/Ab
1166
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Cabra montés
P/Ab
1167
Hab. A
Ss. II-I a.C.
I. Matriz
Asta
-
Ciervo
A
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Ab-Abrasión; P-Pulido.
127
[page-n-145]
presenta parece que se trata de las dos cuernas de un ejemplar
de ciervo obtenidas por el desmogue. Asimismo, consideramos
que es posible que se trataran de matrices para la manufactura
de útiles sobre esta materia prima, no de una ofrenda o sacrificio
para la construcción del recinto (1167).
- En la habitación B: un astrágalo izquierdo de ciervo (0349)
y un astrágalo izquierdo de oveja (0350), ambos con las caras
lateral y medial pulidas. También un fragmento de asta trabajado como posible mango (0351).
- En el área 3: dos astrágalos derechos de oveja (0663 y
0751) y dos astrágalos de cabra montés, uno derecho (0943) y
otro izquierdo (1166), con las facetas lateral y medial pulidas.
Todos los astrágalos referenciados, por su descripción, se
corresponderían con el tipo C1 de nuestra tipología.
5.19.3. breve valoración global
Así pues, en La Morranda registramos, aunque sea de manera
reducida a través de 12 objetos, diferentes fases del proceso
de trabajo de las cornamentas de Cervus elaphus, así como el
aprovechamiento de huesos de macromamíferos para la confección de punzones y el uso de astrágalos de Ovis aries y Capra pyrenaica como posibles elementos de carácter lúdico. Estos objetos están en consonancia con los resultados obtenidos
en el estudio arqueozoológico del yacimiento donde se señala
que predominan las especies domésticas (77,08 %), aunque la
presencia de especies silvestres es elevada (22,92 %). Entre las
especies domésticas destacan los ovicaprinos, cerdos y bovinos. Por su parte, la importancia de las especies silvestres está
relacionada con el carácter montañoso del entorno del asentamiento y entre ellas predominan el ciervo y la cabra montés
(Iborra 2004: 27-33).
5.20. LA MOLETA DEL REMEI
(ALCANAR, TARRAGONA)
5.20.1. introducción al yacimiento
La Moleta del Remei se localiza en un promontorio plano
y amplio en la vertiente sur de la Serra de Montsià a 209 m
s.n.m. La visibilidad desde la muela es extensa, controla la
línea de costa y mantiene contacto visual con los poblados
ibéricos del Puig de la Nau y del Puig de la Misericòrdia
de los cuales dista, en línea recta, 6 y 9 km respectivamente
(Gracia Alonso et al. 1988: 17) (fig. 5.98).
Es un asentamiento fortificado de tendencia ovalada que
se adapta a la orografía de la muela y que alcanza los 4000
m2 de extensión. Las unidades habitacionales aprovechan el
Tabla 5.39. Industria sobre materias duras animales de la Moleta del Remei.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
757
S. IV a.C.
Hab. 64
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
758
S. IV a.C.
Hab. 3
III.1.6. Punzón
Candil
Ciervo
P/Ab
No
759
S. II a.C.
Hab. 20 (exterior sur) III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Ab
No
760
S. II a.C.
Hab. 14B
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/C/Pr
No
761
S. II a.C.
Hab. 20 (exterior sur) III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Pr
No
762
S. IV a.C.
Hab. 13
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/P
No
763
S. II a.C.
Hab. 20
III.3.3. Espátula
Fíbula
Mesomamíf.
Ab/Pr
No
765
S. II a.C.
Hab. 66
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/C/Pr
No
766
S. II a.C.
Hab. 20
III.1.1. Aguja
Costilla
Mesomamíf.
P/C/Pr
No
767
S. IV a.C.
Hab. 3
III.6. Obj. perforado
Diente
Jabalí
P/C/A/Pr
No
768
S. IV a.C.
Hab. 3
V. Desecho/II. Soporte
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C
No
769
S. IV a.C.
Hab. 3
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macro
mamífero
P/Ab
No
770
S. IV a.C.
Hab. 41
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
771
S. IV a.C.
Hab. 41
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
772
S. IV a.C.
Hab. 13
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
773
S. II a.C.
Hab. 5
III.6.5. Cuenta
Vértebra
Tiburón
Pr
No
774
S. II a.C.
Hab. 51
III.4.1. Mango (?)
Roseta/luchadera
Ciervo
C/V
No
775
S. IV a.C.
Hab. 4
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
776
S. IV a.C.
Hab. 1
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
777
S. IV a.C.
Hab. 1
III.4.1.Mango
Metápodo
Meso/Macromamíf.
P/V
Sí
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
128
[page-n-146]
0761
0772
0766
0758
0769
0760
0765
0775
0776
0759
Figura 5.106. Objetos apuntados de la Moleta del Remei.
trazado de la muralla y se disponen en torno a un gran espacio
central. Se han excavado un total de 66 departamentos (Gracia Alonso et al. 2006).
Aunque la existencia del yacimiento era conocida desde el primer cuarto del s. XX, las primeras excavaciones se
realizaron en 1961 por el Servei d’Excavacions de la Diputació de Barcelona y, posteriormente, por el Grup de Recerca
en Arqueologia Protohistòrica (GRAP) de la Universitat de
Barcelona. Con estos trabajos se documentaron diversas fases de ocupación entre el s. VII - s. II a.C., lo que permitió
ahondar en el conocimiento de la Edad del Hierro en el área
catalana y en el desarrollo de la cultura ibérica en el territorio
ilercavón (Gracia Alonso et al. 1988, 2000 y 2006; Garcia y
Rubert 2004).
5.20.2. el conjunto analizado
Tras revisar los materiales depositados en el Museu de les Terres
de l’Ebre (Amposta) y en el Parc arqueològic de la cultura dels
Ibers - Casa O’Connor (Alcanar) hemos registrado 20 piezas
129
[page-n-147]
0762
0767
0768
0777
0763
0773
0757
0774
0770
0771
Figura 5.107. Parte de la industria de hueso y asta de la Moleta del Remei.
elaboradas sobre materias duras animales (tabla 5.39). El 85 %
de ellas están realizadas sobre hueso, 16 sobre mamífero y una sobre pescado; dos sobre asta de ciervo (10 %) y una sobre diente de
jabalí (5 %). Además, el 95 % son objetos terminados (19) y el 5 %
restante se corresponde con un desecho o soporte.
Diez de las piezas terminadas pertenecen a la familia de los
apuntados: un fragmento distal, cuatro agujas con una perforación circular u ovalada, cuatro punzones y un alfiler con deco130
ración incisa en el extremo proximal con tres bandas de zigzags
(fig. 5.106). La aguja 0765 destaca por su forma inusual, ya que a
la altura central del cuerpo tiene un saliente que diferencia el extremo distal de la pieza. Cabe considerar que, debido a esta característica, no resultara idónea para la costura, por lo que pudo ser
empleada en alguna otra tarea. Además, las cuatro agujas tienen
marcas de embotamiento y de un ligero pulido por el uso tanto en
las perforaciones como en la punta.
[page-n-148]
Figura 5.108. Distribución de la industria sobre materias duras animales en La Moleta del Remei. Adaptado de la planimetría realizada
por el GRAP (http://www.ub.edu/grap/index.php/yaciments/el-poblat-de-la-moleta-del-remei-alcanar-montsia).
Por otro lado, hemos identificado dos espátulas de hueso, dos
mangos de asta de Cervus elaphus, tres fusayolas manufacturadas sobre cabezas femorales, una cuenta realizada sobre una
vértebra de pez y un objeto perforado (fig. 5.107). Las espátulas
están realizadas sobre una diáfisis de un animal de talla grande
(0762) y sobre una fíbula o peroné de un posible suido (0763),
la primera de ellas tiene el extremo activo mellado por su utilización. El mango 0777 está manufacturado sobre un metápodo,
está decorado con molduras y presenta un acabado muy pulido, mientras que el objeto receptor 0774 lo identificamos como
un posible mango que mantiene la forma del soporte (III.4.1.1),
siendo visible el medallón y el arranque de la percha de una cuerna de ciervo que ha sido vaciado por su interior y regularizado
en la parte externa mediante cortes que han eliminado el perlado característico de la roseta. La cuenta 0773 está realizada
sobre una vértebra de un tiburón de la familia Carcharhinidae,
posiblemente de un ejemplar de tiburón jaquetón (Carcharhinus
falciformes) o de un tiburón trozo (Carcharhinus plumbeus).
Está completa (2,5 x 1,2 cm) y tiene una perforación circular
en el orificio medular de 0,4 cm de diámetro (canalis centralis)
realizada mediante un punzón metálico (Marlasca et al. 2019).
Las tres fusayolas están realizadas sobre cabezas femorales de
Bos taurus. Han sido aserradas por su parte distal para separarlas
del resto del hueso y perforadas en la parte central. Se corresponden con el subtipo de fusayolas semiesféricas (III.6.6.1). Las
medidas conservadas son: 3,2 x 2,7 x 1,2 cm (0757); 4,3 x 4,2 x
2 cm (0770); 4 x 4,2 x 2,2 cm (0771). La perforación de la primera de ellas es sensiblemente inferior (0,3 cm) a los otros dos
ejemplares (0,8 cm), lo que indicaría su utilización junto con un
huso de menor grosor. Se ha recuperado también un fragmento
de una pieza perforada realizada sobre parte de un colmillo de
Sus scrofa (0767). El orificio tiene un diámetro por la parte interna de 0,35 cm y 0,15 cm por la parte externa, por lo que se
realizó desde la cara interna a la externa y conserva inserto parte
de un clavito de bronce. Por último, se ha recuperado un pequeño
fragmento de una diáfisis de hueso largo con marcas de cortes
que se corresponde con una pieza en proceso de elaboración o
desechada (0768) (fig. 5.107).
5.20.3. breve valoración global
La distribución de las piezas es dispar, destacando su presencia en el ámbito 3, un espacio de forma rectangular localizado en la muralla interior (fig. 5.108). Para su construcción se emplearon bloques de gran tamaño con una anchura
media de 1,40 m, el doble de las paredes del resto de las
131
[page-n-149]
construcciones y casi igual al grueso de la muralla, por lo
que se ha interpretado como una torre (Gracia Alonso 1988:
23). En él se recuperaron dos de los objetos apuntados fragmentados, uno realizado sobre hueso (0769) y otro sobre asta
(0758), la pieza perforada manufacturada sobre diente de Sus
scrofa (0767) y el artefacto óseo en proceso de elaboración
o desechado (0768). Por ello cabría pensar que, al menos de
forma ocasional, en el espacio de la torre, durante la ocupación del s. IV a.C. del oppidum, se trabajó el hueso.
En torno al ámbito 20 también documentamos una concentración de cuatro piezas de hueso en niveles del s. II a.C.:
una aguja y una espátula en su interior y un punzón y una
segunda aguja en la parte externa de la pared sur. Este ámbito
se ha interpretado como un patio o espacio complementario
del Edificio singular 2, situado al este del mismo y que, junto con los edificios singulares 1 y 3, han sido identificados
como graneros elevados destinados al almacenaje de grano
en atmósfera abierta (Gracia Alonso et al. 1998: 26).
De manera general, toda la industria sobre materias duras
animales de la Moleta se concentra en el denominado barrio
occidental, a excepción del mango 0774 del ámbito 51 recuperado en la zona sureste (Garcia i Rubert 2004: fig. 9).
A nivel cronológico resulta interesante enfatizar ciertas
particularidades documentadas en cada caso: las agujas pertenecen a los s. II - s. I a.C., al igual que la cuenta sobre vértebra.
Además, documentamos una espátula, un punzón y un mango en esta horquilla cronológica, pero son tipos de piezas
registrados también en la Moleta en el s. IV a.C. junto a las
fusayolas sobre cabezas femorales. Por tanto, agujas y fusayolas sí parecen delimitadas a fases concretas del asentamiento, no así el resto de los útiles que resultan habituales a
lo largo de diferentes momentos de la ocupación ibérica de
la Moleta del Remei. Además, la única evidencia de trabajo
sobre hueso se adscribe al s. IV a.C.
5.21. PUIG DE LA MISERICÒRDIA
(VINARÒS, CASTELLÓN)
5.21.1. introducción al yacimiento
El yacimiento del Puig de la Misericòrdia se localiza en lo alto
de un pequeño cerro a 165 m s.n.m. sobre la plana de VinaròsBenicarló en la margen izquierda del río Cérvol (fig. 5.98).
Desde el yacimiento se alcanza a ver las montañas del Montsià
y el delta del Ebro por el norte, la sierra de Irta por el sur, las
primeras estribaciones montañosas del interior por el oeste y,
por el este, la costa mediterránea (Oliver 1977: 315).
Conocido desde inicios del s. XX, las primeras excavaciones arqueológicas se llevaron a cabo en los años setenta del
s. XX (Oliver 1977), trabajos que continúan en la actualidad por
parte del Servei d’Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques de Castelló bajo la dirección de A. Oliver, G. Aguilella y
F. Falomir (Oliver et al. 2021) (fig. 5.109). Se han documentado tres fases diferentes de ocupación: un asentamiento inicial
en el s. VII a.C.; una fase del ibérico antiguo entre el segundo
cuarto del s. VI a.C. e inicios del s. V a.C. y una reocupación
a mediados del s. II a.C. en la que se modifica su urbanismo,
convirtiéndose en un pequeño asentamiento de carácter agrícola
abandonado a finales de la misma centuria (Oliver 1994).
132
5.21.2. el conjunto analizado
Revisamos en el Museu de Belles Arts de Castelló tanto las piezas inventariadas como industria ósea como los restos de fauna recuperados a lo largo las distintas excavaciones (hasta la
campaña de 2019). Así, identificamos un conjunto de 12 artefactos: cuatro evidencias del proceso de manufactura de astas
de ciervo y ocho piezas terminadas, seis de hueso y dos de marfil
(tabla 5.40 y fig. 5.110).
Entre las piezas terminadas documentamos, al igual
que en la Moleta del Remei, tres fusayolas semiesféricas
(III.6.6.1) realizadas sobre cabezas femorales de Bos taurus perforadas por la parte central. Sus dimensiones y su
peso resultan bastante similares. Así, la pieza 0681 tiene
unas medidas de 3,9 x 3,7 x 1,8 cm, una perforación de 0,7
cm de diámetro y un peso de 10,66 g; la pieza 1054 está
fragmentada en cuatro partes presentando unas dimensiones de 4,2 x 3,7 x 1,7, una perforación cuyo diámetro podemos situar en torno a los 0,6 cm y un peso de 9,39 g; por
su parte la fusayola 1055 tiene unas dimensiones de 3,7 x
3,5 x 1,6, una perforación de 0,5 cm de diámetro y 9,11 g.
Debemos tener en cuenta que el peso conservado actualmente no sería el original, ya que debido a los procesos postdeposicionales el hueso pierde parte de su materia ósea.
Junto con las fusayolas, las cuentas son el tipo de artefacto más documentado en el poblado, con tres ejemplares. Una de ellas (1056) está realizada sobre una vértebra
caudal de una trucha común (Salmo trutta L.) y tiene unas
medidas de 1,1 x 1,1 x 0,85 x cm. Para su elaboración se
eliminaron los canales neural y hemal del hueso, apéndices óseos desarrollados por los lados superior e inferior y
se realizó una perforación central circular de 0,2 cm de diámetro (Marlasca et al. 2019). Junto a ella, en la misma UE
150001, se recuperaron otras dos cuentas circulares de marfil. Una de ellas de tamaño similar a la vértebra modificada
(1,2 x 1,2 x 0,6 cm) y con una perforación central de 0,2 cm
de diámetro (1057). En sus caras frontal y dorsal se distingue
una coloración morada que podría evidenciar su decoración
mediante pintura. Por su parte, la pieza 1058 tiene un diámetro máx. de 2,2 cm y grosor de 0,5 cm, y una perforación
circular de 0,35 cm de diámetro. Está decorada con al menos
cinco círculos simples incisos con punto central. Quizás los
tres adornos podrían haber formado parte del mismo collar u
ornamento.
Por otro lado, documentamos también dos fragmentos
distales de útiles apuntados realizados sobre diáfisis de huesos largos de macromamíferos (0682, 1059).
5.21.3. breve valoración global
Como valoración conjunta llama la atención que hayamos
documentado cuatro desechos y/o soportes de trabajo sobre
astas de Cervus elaphus (33 %) pero ninguno de los objetos
finales esté realizado sobre esta materia prima.
Resulta también interesante la presencia de dos elementos ornamentales manufacturados sobre marfil, suponiendo
el 17 % del conjunto. Por otro lado, dentro de las seis piezas elaboradas sobre hueso (50 %) documentamos tanto el
trabajo sobre huesos largos de macromamíferos, habitual en
casi todos los poblados ibéricos estudiados, como el aprove-
[page-n-150]
Figura 5.109. Vista aérea del
Puig de la Misericòrdia.
Fotografía: SIAP. Diputación de
Castellón.
chamiento y modificación de una vértebra de osteíctio o pez
óseo, práctica inusual en el registro arqueológico de la Edad
del Hierro peninsular (Marlasca et al. 2019).
Salvo tres de las piezas (0142, 0143, 0299) halladas en
las excavaciones llevadas a cabo entre los años 1985-1987
(Oliver 1994: 37-44), el resto de ellas se han recuperado en
excavaciones recientes en el yacimiento, entre las campañas
de 2016 y 2018, y sus contextos de hallazgo se encuentran
en proceso de investigación (desde el SIAP ya hay planteada una futura publicación completa de todas las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento). Podemos señalar que
pertenecen a la primera fase de ocupación del poblado en la
segunda mitad del s. VII a.C., en un momento de evolución
entre el final de la I Edad de Hierro y el Ibérico Antiguo.
Tabla 5.40. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Misericòrdia (de las piezas 0142, 0143 y 0299 no hemos podido precisar
su cronología).
ID
Campaña
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
139
2016
Ss. VII-VI a.C.
-
142
1985-1987
Ss. VII-II a.C.
143
1985-1987
299
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
V. Desecho/II. Soporte Percha y candil
Ciervo
C
No
C-3
V. Desecho
Candil
Ciervo
-
No
Ss. VII-II a.C.
C-10
V. Desecho
Percha o candil
Cerdo
C
No
1987
Ss. VII-II a.C.
C-3
II. Soporte
Candil
Ciervo
C/F
No
681
2016
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
682
2016
S. VII a.C.
C-6
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
1054 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
Ab/C/Pr
No
1055 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
Ab/C/Pr
No
1056 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.5. Cuenta
Vértebra
Trucha
Pr
No
1057 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.5. Cuenta
Marfil
Elefante ind. (?) P/Pr
Sí
1058 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.5. Cuenta
Marfil
Elefante ind. (?) P/C/Pr
Sí
1059 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
No
P
* Marcas de trabajo: F-Flexión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
133
[page-n-151]
0139
0681
1056
0299
0142
1057
1054
0143
1058
0682
1055
1059
Figura 5.110. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Misericòrdia.
5.22. PUIG DE LA NAU (BENICARLÓ, CASTELLÓN)
5.22.1. introducción al yacimiento
El Puig de la Nau se localiza en la ladera sudeste de la colina que
le da nombre, formando parte del llano litoral de Vinaròs (fig.
5.98). La colina sirvió en 1886 y en la década de los años treinta
del siglo pasado como cantera para la obtención de piedra caliza,
lo que llevó a la destrucción de dos terceras partes del yacimiento.
En la actualidad cuenta con con una extensión de 2000 m2 y los
restos arqueológicos se sitúan entre los 95 y 109 m s.n.m. Dista
de la línea de costa 4,5 km y abarca visualmente una longitud de
ribera marítima de 25 km (Oliver 2007: 9).
Conocido desde mediados del siglo XX, las primeras excavaciones arqueológicas se desarrollaron de 1975 a 1988, cuyos
principales resultados fueron recogidos en un trabajo monográfico (Oliver y Gusi 1995). Las intervenciones se remprendieron
de nuevo en una segunda fase de excavación entre 1996 y 2004
(Oliver 2007).
El poblado estuvo habitado entre el s. VII e inicios del
s. IV a.C. Se han diferenciado seis fases de ocupación, siendo
la del s. V a.C. la mejor conocida y la más destacada (Oliver y
Gusi 1995: 120-122).
5.22.2. el conjunto analizado
Revisamos en el Museu de Belles Arts de Castelló tanto las piezas inventariadas como industria ósea como los restos de fauna
recuperados a lo largo de todas las excavaciones. Así, contamos
con 13 piezas (tabla 5.41 y fig. 5.111): cuatro desechos de trabajo y nueve piezas terminadas.
134
Todos los artefactos, salvo uno, corresponden a la fase de
ocupación del s. V a.C. Se trata de una fusayola semiesférica de
hueso (0719) recuperada en la campaña de 1988 en la Habitación
33, en la UE 1049 de la fase II (650 - 575/550 a.C.) (Oliver y
Gusi 1995: 183). Es, sin duda, una de las piezas más destacadas de todas las analizadas en este trabajo, ya que es el único
ejemplar que hemos documentado manufacturado sobre hueso
humano2 (Blasco Martín et al. 2021) En concreto, está realizada sobre la cabeza femoral de un individuo inmaduro, ya que
no está fusionada, con medidas de 3,7 x 3,8 x 2 cm. La única
modificación antrópica realizada sobre ella ha sido la perforación central unidireccional con un útil metálico, obteniendo un
orificio circular de 0,5 cm de diámetro. Junto a ella, en un nivel
por debajo del pavimiento de losas de la habitación 33, se recuperaron varios fragmentos de cerámica a mano y dos fragmentos
de cerámica fenicia (Oliver y Gusi 1995: 75). Cabe plantearse el
porqué de la utilización de un hueso humano para la confección
de un artefacto ligado al hilado como son las fusayolas. ¿Existe
la posibilidad de que la persona que realizó esa perforación no
supiera que se trataba de un hueso humano? Consideramos que
no debemos descartar esta opción ya que las cabezas femorales
de Homo sapiens y Bos taurus resultan muy similares a nivel
macroscópico y al no estar fusionada no tuvo que ser aserrada
para separarla del fémur, como sí hemos documentado en otras
fusayolas como las del Puig de la Misericòrdia, Els Vilars o el
propio Puig de la Nau (1053); por lo que el hueso pudo suponer
2
Su identificación fue confirmada por Elisa García Prósper,
antropóloga física del grupo Paleolab, a quien agradezco de nuevo
su generosidad.
[page-n-152]
Tabla 5.41. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Nau.
ID
Cronología
Ubicación
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
683
S. V a.C.
Hab. 26
-
III.6. Obj.perforado
Percha o candil
Ciervo
C/Pr
706
S. V a.C.
Hab. 28
Nivel 3A
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/P
708
S. V a.C.
Hab. 4
Nivel 3
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C
709
Ss. VI-V a.C.
Hab. 16
-
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
C/A
710
S. V a.C.
Hab. 14
-
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
712
2ª m. s. V a.C.
Hab. 23
23004
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/Ab
713
S. V a.C.
Hab. 40
40010
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
714
2ª m. s. V a.C.
Hab. 38
38028
V. Desecho
Percha o candil
Ciervo
A
715
Fin. s. V a.C.
Hab. 38
38014
III.3.8. Percutor
Percha y roseta
Ciervo
Ab/P
716
S. V a.C.
Hab. 26
26017
V. Desecho
Percha o candil
Ciervo
A
717
S. V a.C.
Hab. 26
26022
III.3.8. Percutor
Arranque percha
Ciervo
-
719
1ª m. s. VII - 2ª m. s.
VI a.C.
Hab. 33
1049
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Humano
Pr
1053
S. V a.C.
Hab. 14
Nivel 5
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
A/Pr
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; F-Flexión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
un hallazgo más o menos fortuito, aprovechado por su forma
para confeccionar esta pieza semiesférica. También es cierto que
cabe pensar en una práctica simbólica detrás de este objeto. Los
datos a favor son la propia particularidad de la materia prima que
pudo ser seleccionada expresamente; se ha planteado también un
posible uso cultual del recinto 33, sin embargo, para cronologías
posteriores (s. VI - s. V a.C.) debido a que se encuentra señalada su entrada por un umbral que sobresale a la calle, a la posible existencia en el centro de un elemento paralelepipédico, así
como por la presencia de dos enterramientos infantiles (Oliver
2007: 142). Asimismo, en niveles de derrumbe del s. V a.C. en el
recinto 9 y en las calles A, B y C se documentaron diferentes evidencias de esqueletos de individuos adultos de hombres y mujeres que se han puesto en relación con una posible exposición en
las fachadas de personas descuartizadas (Oliver 2007: 213-216)
(fig. 5.112), práctica posiblemente en relación con la exposición
de cabezas cortadas y clavadas en la muralla del Puig Castellar
y en los edificios singulares del Puig de San Andreu entre los s.
III - s. II a.C. (Prado y Rovira 2015 y 2017). Sin embargo, esta
fusayola está fechada en la segunda mitad del s. VII a. C o inicios
del s. VI a.C. y, por tanto, antes de que se produjeran todas estas
prácticas vinculadas a esqueletos humanos.
No conocemos paralelos del trabajo del hueso humano en
otros yacimientos ibéricos. Tampoco debemos descartar que,
simplemente, no hayan sido correctamente identificados o estudiados. En cronologías prehistóricas sí tenemos constancia de
algunos útiles, también aislados, realizados sobre esta materia
prima. Por ejemplo, en los niveles neolíticos de la Cueva de
Nerja (Málaga) se recogió un alisador realizado sobre un húmero humano junto a otros alisadores prácticamente idénticos
realizados sobre húmeros de ovicaprino (Adán y Nieto 1995); o
en el dolmen con ocupación calcolítica y de la Edad del Bronce
de Aizkomendi (Egilaz, Álava) se recuperó también un disco
craneal humano regularizado mediante abrasión (Tardío y Zamolla 2011: 13 y fig. 8). Por otra parte, fusayolas realizadas
sobre cabezas femorales humanas han sido documentadas en
asentamientos europeos con cronologías diversas, como un
ejemplar del que se desconoce su ubicación estratigráfica en el
yacimiento de Buckquoy (Orkney, Escocia) con ocupación pictia y vikinga (Ritchie 1977: 197).
Dentro de los niveles del s. V a.C. del Puig de la Nau, en la
habitación 14, se documentó otra fusayola semiesférica realizada sobre una cabeza femoral de Bos taurus (1053) (4,2 x 3,8
x 1,9 cm) con perforación circular de 0,5 cm, junto a un candil
de Cervus elaphus con marcas de aserrado (0710) interpretado
como un desecho de manufactura.
En el recinto 26 (fig. 5.112), muy afectado por la destrucción de la cantera, pero interpretado como una unidad doméstica por la cerámica a mano recuperada y por el hogar documentado (Oliver 2007: 143), se hallaron tres piezas manufacturadas
sobre asta de ciervo: un percutor fracturado y en mal estado
de conservación (0717), un desecho de trabajo con marcas de
aserrado y vaciado parcial (0716) y un objeto perforado del que
desconocemos su funcionalidad (0683). Se trata de un pequeño
fragmento (1,9 cm longitud; 1,7 cm anchura conservada; 0,5 cm
grosor), lo cual dificulta su interpretación; la perforación central
circular tiene 0,55 cm de diámetro. No creemos que se trate de
una placa perforada por el trabajo que presentan los laterales y
por la materia prima sobre la que está elaborada.
En el recinto 38 (fig. 5.112), en la UE 38014 que se corresponde con la fase de destrucción de las paredes de tapial del
recinto, se recuperó otro percutor realizado sobre el medallón y
el arranque de la percha de una cuerna de ciervo con numerosas
evidencias de golpes y estrías de uso en la superficie, reflejo de
que ha sido utilizado de forma recurrente (0715) y parte de la
percha o el candil de una cuerna aserrada por el extremo conservado y parcialmente vaciada, pudiendo tratarse de un desecho
de trabajo (0714) (fig. 5.111). Apareció en la UE 38028, identificada como una nivelación sobre la roca natural. En esta habitación se hallaron numerosos molinos, una alta concentración
de restos de cerdo, ánforas ebusitanas y un pequeño tesorillo de
oro y plata (Oliver y Perea 1999).
135
[page-n-153]
0708
0712
0710
0713
0706
0683
0719
0714
0716
1053
0709
0715
0717
Figura 5.111. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Nau.
El resto de las piezas se han encontrado en habitaciones diferentes: dos fragmentos de objetos apuntados, uno en la habitación 40 (0713) y otro en el espacio abierto de la calle B (0704);
un punzón de hueso en el recinto 28 (0706); dos fragmentos
de una clavija ósea de Capra hircus con marcas de aserrado en
sentido diagonal para separar el cuerno del cráneo y dos evidencias de aserrados rectilíneos presentes en el fragmento menor
del cuerno (0709) y otros dos fragmentos, en mal estado de conservación y quemados, de un mango o una posible cacha en el
recinto 23 (0712) (figs. 5.111 y 5.112).
Además de las piezas presentadas consideramos relevante
señalar una concentración anómala de 18 metápodos enteros de
ovicaprino en el recinto 44, entre las unidades estratigráficas
44130, 44031 y 44140: “Lo más singular del fenómeno descrito
136
es que la falta de fragmentación se limita a metapodios y no
hay en un conjunto de más de medio millar ningún otro hueso
largo que se conserve entero. Esta circunstancia hace pensar que
esta selección puede tener relación con técnicas de descuartizado y procesado de las reses que por alguna razón les lleva a
separar estos huesos enteros con alguna finalidad concreta que
con los datos actuales se nos escapa” (Oliver 2007: 161). Se
han documentado concentraciones de metacarpos y metatarsos
de ovicaprinos en diversos asentamientos europeos de la Edad
del Hierro (May 1996: 353-357; Webley et al. 2007: 82) y se
ha sugerido su posible uso como bobinas de hilo o como parte
de telares (Webley et al. 2007: 82). Para el neolítico, las concentraciones de metápodos y también de falanges de pequeños
rumiantes sin modificar o, en algunos casos, perforadas y/o con
[page-n-154]
Figura 5.112. Distribución industria sobre materias duras animales en el Puig de la Nau (adaptado de
Oliver 2007).
marcas de abrasión y pulido en la parte mesial, se han interpretado como representaciones de muñecas, por paralelos etnográficos con pueblos africanos. Se seleccionarían estos huesos
porque su forma recuerda, en cierta manera, una representación
antropomorfa, con los pies y la cabeza simbolizados por cada
una de las epífisis y el desarrollo del cuerpo por la diáfisis (Sidéra y de Maret 2016). Para el mundo ibérico, aparte del conjunto
del Puig de la Nau, hemos constatado otra concentración significativa de metatarsos y metacarpos de ovicaprinos completos
en el Amarejo (ver más adelante en este estudio; fig. 5.161). En
ambos yacimientos consideramos que se tratan de concentraciones anómalas y que estarían en relación con la industria del hueso; si bien no podemos asegurar su finalidad: como elementos
de juego, como implementos utilizados de forma accesoria en el
hilado o, quizás, como una especie de reserva o almacenaje de
materia prima sobre la que confeccionar otros útiles (punzones,
tubos, etcétera) o, incluso, empleados en artefactos compuestos
junto a materias perecederas como madera o fibras vegetales o
animales como la lana o el esparto, pudiendo conformar piezas
que no somos capaces de identificar.
5.22.3. breve valoración global
Las piezas identificadas en el Puig de la Nau nos aportan información relevante sobre el aprovechamiento de los huesos,
astas y cuernos en el territorio ibérico entre los s.VII - s. V a.C.
En total, identificamos más piezas elaboradas sobre cornamentas de ciervo (54 %) que sobre huesos (38 %) y, gracias a la
evidencia de, al menos, una clavija ósea de cabra claramente
aserrada (8 %), podemos tener en consideración el trabajo de la
queratina del cuerno en el poblado.
Desde el punto de vista del análisis faunístico son los ganados
ovicaprino y porcino los que más peso tienen, tal como ocurre en
el contiguo Puig de la Misericòrdia (Oliver 2007: 158), sirva como
muestra la concentración de metatarsos y matacarpos que hemos
señalado del departamento 44. Las piezas manufacturadas nos permiten destacar la relevancia del ciervo, especialmente en el aprovechamiento de sus cornamentas. En la presentación del análisis
faunístico de la primera monografía del yacimiento, Oliver y Gusi
señalaron que: “Además de su aprovechamiento cárnico, el ciervo
se utiliza como fuente de material para la fabricación de útiles. A
este respecto es elocuente la presencia de un fragmento de cráneo
137
[page-n-155]
con el arranque de la cuerna perfectamente seccionada” (1995:
315). Aunque no hemos podido analizar la pieza y no contamos
con imágenes de esta, su descripción referencia el aprovechamiento como matriz de las cuernas de los ciervos cazados.
Ninguna de las piezas que hemos presentado está decorada
y a pesar de que el yacimiento se encuentra a una distancia muy
reducida de la costa y se ha documentado explotación marina a
través de restos malacológicos (Oliver 2007: 170-174) no contamos con ejemplares de vértebras perforadas de peces ni, tampoco, con artefactos confeccionados sobre marfil. Sin embargo,
debemos destacar de nuevo la excepcionalidad del ejemplar de
cabeza de fémur de Homo sapiens perforado, recuperado en una
cronología que nos remite al tránsito entre la I Edad del Hierro
y el inicio de la cultura ibera.
5.23. ALTO CHACÓN (TERUEL, TERUEL)
5.23.1. introducción al yacimiento
El yacimiento del Alto Chacón se localiza en el extremo occidental de la Muela de Teruel, a unos 4 km de la actual capital
turolense, en una meseta a 990 m s.n.m., dominando la vertiente
derecha del río Guadalaviar y el nacimiento del río Turia. Desde allí se controlan las vías naturales de comunicación hacia la
Sierra de Albarracín, el valle del Jiloca y hacia las costas mediterráneas (Escriche 2007) (fig. 5.113). Se excavó, bajo la dirección de Purificación Atrián y del Museo de Teruel, entre 1969 y
1976. El esquema urbanístico del área descubierta se define por
dos calles centrales entrecruzadas pavimentadas con empedrado
irregular. Se identificaron 25 estancias que podrían pertenecer a
unas 8 o 10 viviendas. Se trata de un asentamiento amurallado,
con torres, y reforzado con un foso en los lados sur y este. El
poblado tuvo una vida extensa, con una ocupación continuada
del s. V a.C. al s. I d.C. (Atrián 1976); aunque se desconoce, en
gran medida, la relación estratigráfica y la identificación de las
fases constructivas. La revisión de parte de su cultura material
apunta a una fase álgida entre el s. III - s. II a.C. (Atrián 1976:
83; Vicente y Escriche 2014: 73).
Es un asentamiento de frontera y de contacto entre dos culturas: la ibérica y la celtibérica. En el valle del Jiloca y las sierras
de Albarracín se han documentado inscripciones celtibéricas,
mientras que en el Alto Chacón las inscripciones localizadas
denotan su pertenencia cultural al mundo ibero. Por otro lado,
apenas dista 8 km en línea recta del santuario celtibérico al aire
libre de Peñalba (Villastar) (Burillo 1997; Alfayé 2009: 89-123).
En cualquier caso: “Se trata, en este momento, de un territorio de
contacto cultural, con relaciones fluidas entre los distintos pobladores, que se extienden también hacia la zona del valle del Ebro,
la Meseta y la costa levantina” (Vicente y Escriche 2014: 72).
5.23.2. el conjunto analizado
Tras la revisión en el Museo Provincial de Teruel de las piezas
catalogadas como industria ósea y del conjunto de fauna recuperada en el yacimiento hemos identificado un total de 36 objetos:
cuatro soportes y tres desechos de trabajo del asta, 19 piezas terminadas y 10 astrágalos trabajados (tablas 5.42 y 5.43). Conocemos la ubicación espacial de la mitad de las piezas y, aunque
no tenemos referencias claras de su adscripción cronológica,
por sus características formales y decorativas, así como por el
hecho de que el momento álgido de ocupación del yacimiento
se sitúa entre el s. III - s. II a.C., creemos que la mayoría de ellas
se situarían en esa horquilla temporal.
Dentro de las piezas terminadas destaca la presencia de un
tipo de objeto documentado únicamente en el Alto Chacón: los
punzones dobles (III.1.7) (tabla 5.42 y fig. 5.114). Así, contamos con seis ejemplares, tres perforados (subtipo III.1.7.2) y
tres sin perforar (subtipo III.1.7.1). Todos ellos están realizados sobre metápodos de ovicaprino y, concretamente, las piezas
0194, 0195, 0196, 0197 sobre metacarpos. A nivel tecnológico
tienen marcas de abrasión, pulido y cortes visibles especialmente en las partes mesial y distal (fig. 5.115). Además, 0193 y 0197
presentan decoración incisa profunda en la parte superior de la
epífisis, aprovechándose su forma natural para definir ocho segmentos. Por su parte, 0192 está decorado mediante incisiones
geométricas desde la epífisis hasta la parte mesial, con un motivo en aspa, una línea horizontal, otro motivo en aspa y otras dos
Figura 5.113. Detalle de la ubicación
de los yacimientos:
23) Alto Chacón (Teruel)
24) Els Estrets/Racó de Rata
(Vilafamés)
25) La Torre de Foios
(Llucena del Cid, Castellón)
26) La Celadilla (Ademuz)
27) La Torre del Prospinal
(Pina de Montalgrao)
28) La Peña de las Majadas (El Toro)
138
[page-n-156]
Tabla 5.42. Industria sobre materias duras animales del Alto Chacón.
ID
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
189
Dep. 27
III.1.4. Apunt. plano (?)
Fémur (?)
Bovino
Ab/P
Sí
190
Dep. 1B
III.1.2. Alfiler/III.1.4. Apunt. plano
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
191
Dep. 23
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
192
Dep. 12
III.1.7. Punzón doble
Metápodo
Ovicaprino
C/Ab/Pr
Sí
193
Dep. 23
III.1.7. Punzón doble
Metápodo
Ovicaprino
C/Ab
Sí
194
Dep. 22
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/P
No
195
Dep. 20
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/P/Ab/Pr
No
196
Dep. 23
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/Ab/Pr
No
197
Dep. 23
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/Ab
Sí
198
Dep. 6
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
199
Dep. 3
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
200
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
201
Dep. 20
III.9.1. Placa o aplique
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/Pr
Sí
202
Dep. 1B
III.6.8. Placa perf.
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
Sí
203
Dep. 6
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
204
Dep. 3
II. Soporte
Percha
Ciervo
C/A
No
205
-
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe/F
No
235
Dep. 23
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/Ab/C/V
No
305
Dep. 8
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
306
-
III.1. Obj. apuntado
Metacarpo
Ovicaprino
P
No
352
-
V. Desecho
Fémur
Cabra
C
No
354
Dep. 1B
II. Soporte
Percha
Ciervo
C/A/Ab
No
355
-
III.1.6. Punzón
Metacarpo IV
Caballo
C
No
366
-
V. Desecho
Percha/candil
Ciervo
Pe
No
371
-
II. Soporte
Percha
Ciervo
-
No
372
-
II. Soporte
Candil
Ciervo
Pe/F
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Tabla 5.43. Astrágalos recuperados en el Alto Chacón. Las medidas se expresan en cm.
ID
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
Perforación
206
Derecha
Ovicaprino
C1
2,8
1,7
1,5
No
307
Derecha
Ovicaprino
C1
2,7
1,5
1,7
No
353
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,9
1,4
1,4
No
356
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,7
1,4
1,5
No
357
Derecha
Ovicaprino
G1
2,4
1,5
1,2
0,2 x 0,2
358
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,8
1,7
1,7
No
359
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,2
1,3
1,2
No
373
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,5
1,3
1,4
No
374
Derecha
Oveja
C2
2,3
1,4
1,2
0,2 x 0,2
377
Izquierda
Ovicaprino
G1
2,6
1,5
1,3
0,25 x 0,25 x 0,4
139
[page-n-157]
líneas horizontales paralelas. Desconocemos la funcionalidad
de estas piezas; se ha planteado su uso como horquillas para el
cabello (VV.AA. 2007: 313), si bien creemos que no resultarían
prácticas. Además, al mantener la forma del hueso y al contar
solo tres de ellas con decoración no creemos que se trate de
objetos en los que prevalezca su uso como adorno. En el Cahier
III de la industria sobre materias duras animales (Camps-Fabrer
1990) se corresponderían con el ítem: III.12. Punta bífida sobre
metápodo. En su explicación se señala que son objetos poco comunes, citando únicamente siete ejemplares en la región alpina
y subalpina de Francia meridional en cronologías del neolítico
final de los que tampoco se tiene claro su utilización, aunque
se apunta su posible uso como peines. Se conocen piezas compuestas realtivamente similares, documentadas en la Europa
del s. XV, denominadas toilet sets e integradas por un extremo
biapuntado y por un acabado en forma de cuchara en el otro
(MacGregor et al. 1999: 1941). Está claro que la clave de su uso
está definida por su parte distal y activa que, con la doble punta
o punta bífida, podría servir para introducirse, sujetar o pinchar
superficies blandas como cabello, fibras textiles, arcilla o incluso alimentos. A pesar de las dudas planteadas lo que podemos
afirmar es que en el mundo ibero su presencia no es usual, documentándose por el momento de forma exclusiva en el Alto
Chacón. Cabe pensar que podrían ser un ejemplo de artefactos
que, de forma más habitual, se realizaran en madera y de los que
no tenemos constancia arqueológica.
Por otro lado, documentamos un punzón (III.1.6) realizado
aprovechando la forma del metacarpo IV de un Equus caballus
(0355), así como dos alfileres manufacturados sobre diáfisis de
animales de talla grande (fig. 5.114). Uno de ellos, 0191, está
completo y no presenta decoración, correspondería a la variante
III.1.2.1.c. Sin cabeza diferenciada y con remate plano (15,2 x
0,55 x 0,4 cm). El otro ejemplar, 0199, es un fragmento de la
cabeza de un alfiler con decoración reticulada incisa en la que
se distinguen evidencias de pigmentación de color negro, quizás
realizada a base de carbón, con la intención de resaltar los motivos ornamentales (fig. 5.115). La pieza 0198 está decorada en
la parte proximal con los mismos motivos reticulados, entrecruzándose, por cada cara, 14 x 13 líneas rectas en sentido diagonal. En este caso no se han conservado evidencias de coloración
en las incisiones. Se trata de un artefacto incompleto, al cual
le falta el extremo activo, por lo que no se puede asegurar su
clasificación tipológica o funcional, si bien creemos que podría
tratarse de una espátula (fig. 5.114).
La misma decoración la encontramos en la pieza 0190 realizada sobre una diáfisis de hueso largo de animal de talla grande
(15,1 x 1,35 x 0,5 cm), un objeto apuntado que, por su sección plana, podríamos clasificar tanto como un alfiler o como un apuntado
plano (fig. 5.114). La parte proximal presenta un perfil moldurado
con salientes pronunciados y está decorada por ambas caras con los
motivos incisos reticulados. En la cara dorsal se aprecia parte del
canal óseo y cuenta con abundantes marcas de abrasión, especialmente en el extremo distal. Este artefacto tiene claras similitudes
formales y decorativas (molduras) con el fragmento proximal de
un útil de sección rectangular plana recuperado en los trabajos de
consolidación y restauración llevados a cabo entre 1972 y 1975 en
la vertiente sur del yacimiento, donde se distinguieron hasta cinco
nuevos departamentos muy arrasados por las tareas agrícolas. Así,
en el dep. 27 se recuperó este fragmento de un objeto de hueso
140
(9,1 cons. x 1,7 x 0,35 cm) que podría tratarse de un útil apuntado plano en el que destacan las inscripciones incisas que presenta
(0189) (fig. 5.114). En una de las caras la inscripción ocupa 5 cm,
contando también con cinco líneas incisas de mayor tamaño dispuestas en sentido diagonal y horizontal que se entrecruzan. En la
otra, la inscripción ocupa 7 cm. Ambas se encuentran completas.
La escritura se realizó mediante trazos finos, seguramente con un
útil metálico apuntado, es dextrógira y resulta un tanto difícil de
leer en la parte central por el deterioro de la pieza. Carece de separadores de palabra y está efectuada en el signario ibérico levantino
o nororiental. El estilo de la inscripción por ambas caras parece
indicar que fue realizada por la misma persona. Podría leerse como:
uŕkeatinḿ balkar kikalka (cara A) y iltuneśkerkośkokaś iśaŕkatan
(cara B). En negrita se resaltan aquellas lecturas que presentan dudas (Atrián y Untermann 1982: 58; BDHespTE.16.03, consulta
30-05-2021). Tanto uŕkeatin como iltuneśker son antropónimos
que aparecen en el Bronce de Ascoli (Atrián y Untermann 1982:
58). De esta manera, cabría pensar en que se esté mencionando
a la persona propietaria de la pieza y a aquella que se la regala
y/o, incluso, a aquella que la ha realizado. Por tanto, se trata de
un artefacto relevante tanto por sus particularidades tipológicas
como por las inscripciones que presenta. Solo hemos documentado epígrafes en tres piezas ibéricas elaboradas en materias duras animales. Más aun teniendo en cuenta que la pieza supone
una evidencia material clara de la influencia de la cultura ibera en
un yacimiento situado en un territorio de contacto entre diversas
áreas lingüísticas.
Por su parte, las piezas 0200, 0305 y 0306 se corresponden
con fragmentos mesiales y/o distales de objetos apuntados incompletos (fig. 5.114).
Encontramos otros dos piezas terminadas manufacturadas
en hueso interesantes: un fragmento de una placa o aplique
rectangular con decoración en la cara frontal formada por 16
pequeños círculos simples con punto central que seguramente
serviría para decorar otro objeto o superficie, en la cara dorsal
se aprecia un acabado menos cuidado, sin decorar y con el canal esponjoso del hueso visible (0201); y un fragmento de una
singular placa perforada con 11 perforaciones circulares enteras
de 0,25 cm de diámetro y 11 fracturadas (0202) (fig. 5.114).
Las perforaciones tienen marcas de desgaste (pulido) producidas por su uso; están dispuestas en tres hileras, aunque en una
de ellas solo hay dos perforaciones. En la mitad de una de las
caras y en el lateral conservado presenta motivos reticulados
de mayores dimensiones que los vistos en las piezas anteriores.
Se recuperó en el espacio abierto 1B, mismo lugar en el que se
halló el útil apuntado 0190 y una pieza de asta en proceso de
elaboración (0354) (fig. 5.116).
Entre las ocho piezas documentadas de asta de Cervus
elaphus (fig. 5.117) debemos destacar las piezas 0204 y 0354,
ejemplos inequívocos del trabajo sobre las cornamentas de
ciervo en el asentamiento: son partes de la percha aserradas y/o
cortadas con útiles metálicos tanto transversal como longitudinalmente para conformar un soporte tipo placa idóneo para la
posterior confección de artefactos terminados. Además de desechos y soportes de trabajo también contamos con dos ejemplares de mangos cilíndricos (III.4.1.2) elaborados mediante
aserrado y vaciado de dos candiles (0203, 0235), de hecho, el
segundo conserva todavía la hoja de hierro completa del cuchillo al que enmangaba.
[page-n-158]
0189
0194
0190
0195
0191
0198
0196
0199
0200
0197
0201
0202
0193
0305
0306
0355
0192
Figura 5.114. Objetos terminados de hueso del Alto Chacón. Fotografías de la autora y dibujo de la pieza 0189 adaptado de Atrián y
Untermann 1982: 61.
Figura 5.115. Detalle de los punzones dobles 0192, 0194, 0195 y 0197 y del alfiler 0199 (de izquierda a derecha).
Con seguridad solo hemos documentado una evidencia
del trabajo del hueso. Se trata de una epífisis proximal de un
fémur izquierdo de Capra hircus que ha sido separada de la
diáfisis mediante cinco planos de cortes ejecutados con un
hacha o una azuela (0352) (fig. 5.118). Aparte de esta pieza durante la revisión de la fauna pudimos comprobar que
existía una alta proporción de huesos largos completos y sin
fracturas, especialmente metacarpos y metatarsos de ovica-
prinos y ciervos, que podrían haber servido como matrices de
trabajo. En cualquier caso, esto refleja la necesidad e interés
de efectuar un estudio zooarqueológico completo de la fauna
recuperada en el Alto Chacón.
Por último, queda hacer alusión a los diez astrágalos de ovicaprinos modificados (fig. 5.119 y tabla 5.43). No tenemos clara
su procedencia, pero Atrián (1976) señala aquellos astrágalos
con marcas de trabajo o de uso recuperados en sus excavacio141
[page-n-159]
Figura 5.116. Planta del Alto Chacón con la ubicación de las piezas estudiadas (adaptado de Atrián 1976: fig. 2).
0366
0371
0372
0235
0204
Figura 5.117. Piezas de asta del Alto Chacón.
142
0354
0203
0205
[page-n-160]
nes: dos en el dep. 5; cuatro en el dep. 6; tres en el dep. 12 y
dos en el dep. 13. Sumados, harían un total de once tabas, una
más de las aquí presentadas. Valga apuntar que en el caso de
los astrágalos del dep. 6 se señala que estarían coloreados, uno
en rojo y otro en amarillo (Atrián 1976: 35). Creemos que ello
podría deberse a alteraciones por factores químicos o fúngicos.
Por el momento, no hemos documentado decoración pintada
sobre ningún astrágalo. Dentro de este pequeño conjunto del
Alto Chacón el tipo de modificación más habitual es la abrasión
recta sobre las caras lateral y medial (C1), constatada en siete
ejemplares. Además, encontramos un ejemplar (0374) con estas evidencias de trabajo y una perforación circular en la parte
proximal en la que se conserva parte de una arandela de bronce
(C2) y dos astrágalos con la forma natural del hueso perforados
(G1), uno en la parte proximal (0357) y otro con un orificio en la
cara plantar que no llega a atravesar la taba (0377). Seis de ellos
son izquierdos y cuatro derechos (NMI = 6). La cronología de
las piezas no puede matizarse, ya que son artefactos habituales
a lo largo de toda la ocupación del poblado. El hecho de que una
de ellas cuente con restos de una arandela de bronce refleja que
pudieron utilizarse como colgantes, además de como posibles
elementos de juego.
5.23.3. breve valoración global
Grosso modo, vemos que el conjunto de la industria sobre materias duras animales del Alto Chacón resulta muy llamativo.
No se trata de un yacimiento muy grande y no está totalmente excavado y, sin embargo, aporta información cultural muy
interesante a través de este tipo de objetos, tanto terminados,
como del aprovechamiento y trabajo del hueso y del asta en el
poblado. Entre las materias primas empleadas sobresalen los
huesos de ovicaprinos, identificados en 19 de las piezas (50
%), destacando los astrágalos y los metápodos sobre los que
se han realizados los punzones dobles; las astas de ciervos (22
%) y el 28 % restante está integrado por huesos largos de macromamíferos sobre los que se han realizado diferentes útiles.
Estos datos reflejan la explotación tanto del ganado doméstico
habitual en el mundo ibérico como el aprovechamiento, bien
por la caza, bien por la recolección o, seguramente, por ambos
procesos, de las cuernas de los ciervos habituales en el territorio en torno al Alto Chacón.
La mayor concentración de objetos la hemos documentado
en el dep. 23 (fig. 5.116), donde se hallaron tres punzones dobles, un alfiler, y un mango cilíndrico de un cuchillo que aún
conserva la hoja de hierro. En este recinto, además, se recuperó
abundante material cerámico, entre el que podemos destacar
dos kalathoi y un umbo de escudo de hierro decorado con siete esferas decoradas con motivos reticulados incisos (Atrián
1976: 76-77).
Consideramos que futuros trabajos, tanto de revisión de materiales de las excavaciones antiguas como nuevas intervenciones arqueológicas, aportarán información fundamental para la
comprensión de este asentamiento ibérico de frontera que presenta un conjunto de piezas elaboradas sobre materias duras animales con rasgos propios, como es el caso de la presencia exclusiva de punzones dobles, muy sugerentes. De hecho, valga señalar que desde junio de 2022 se ha impulsado un nuevo programa
de excavaciones por parte del Museo Provincial de Teruel.
0352
Figura 5.118. Desecho de trabajo del hueso 0352.
0206
0307
0353
0356
0357
0358
0359
0373
0374
0377
Figura 5.119. Astrágalos trabajados del Alto Chacón.
5.24. ELS ESTRETS / RACÓ DE RATA
(VILAFAMÉS, CASTELLÓN)
5.24.1. introducción al yacimiento
El yacimiento ibérico dels Estrets / Racó de Rata se localiza en
el término municipal de Vilafamés (La Plana Alta), en la cima
de una colina a 283 m s.n.m., en el barranco homónimo desde
donde domina todo el Pla de Vilafamés (fig. 5.113). Ocupa una
extensión aproximada de 3000 m2, está protegido por un recinto
amurallado que delimita un espacio de forma elíptica de 62 m
de largo por 48 m de ancho máximos. En la vertiente noreste,
dominando el punto de acceso más sencillo, se alza una torre
circular con un diámetro de 7,40 m (fig. 5.120). Desde 1990 se
llevaron a cabo diferentes intervenciones arqueológicas (Barrachina y Llorens 1996 y 1998). La cronología del asentamiento
se delimitó entre los s. III - s. I a.C. Se excavaron los elementos
defensivos y dos grandes sectores de hábitat y trabajo (molienda) en las áreas noreste y suroeste.
143
[page-n-161]
0680
0695
0732
Figura 5.120. Vista de los departamentos excavados en el sector
noreste, al fondo, la torre circular.
Figura 5.121. Piezas de hueso de Els Estrets.
Tabla 5.44. Industria sobre materias duras animales de Els Estrets.
ID
Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
680
S. II a.C.
1994
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
695
Ss. II-I a.C.
1998
Torre. UE 2005
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
A/Pr
No
732
Ss. II-I a.C.
1990
UE 1003
VI.1. Astrágalo trab. Astrágalo
Cabra
Ab
No
733
Ss. II-I a.C.
1998
Torre. UE 2007
I. Matriz (?)
Ciervo
-
No
Asta
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
5.24.1. el conjunto analizado
Tras la revisión de las piezas inventariadas y de la fauna depositada
en el Museu de Belles Arts de Castelló contamos con cuatro piezas:
dos objetos terminados, un astrágalo trabajado y una posible matriz
(tabla 5.44 y fig. 5.121). La pieza 0680 se corresponde con dos fragmentos de la parte distal y mesial de un útil apuntado, posiblemente
un alfiler. Por su parte 0695 puede clasificarse como una fusayola
semiesférica (III.6.6.1) realizada sobre una cabeza femoral de Bos
taurus aserrada por la parte distal. Tiene unas dimensiones de: 4,3 x
4,2 x 2,6 cm, una perforación circular con 0,9 cm de diámetro en la
parte distal y 0,7 cm en la parte proximal y un peso de 21,68 g. Fue
recuperada en el interior de la torre, al igual que el asta de Cervus
elaphus 0733 que se encuentra en muy mal estado de conservación,
fragmentada en más de 30 partes (por lo que no incluimos fotografía de la misma). No podemos distinguir en ella, debido a su estado
de preservación, evidencias claras de trabajo. Por otro lado, en la
campaña de 1990, en la UE 1990 se halló un astrágalo derecho de
ovicaprino con marcas de abrasión en la cara lateral (A1).
5.24.1. breve valoración global
Como podemos comprobar, se trata de un conjunto de materiales reducido con apenas cuatro piezas que, además, como en
el caso de la posible matriz, no se encuentran en un estado de
conservación idóneo, por lo que las limitaciones del conjunto
material nos impiden llevar a cabo evaluaciones conjuntas, más
teniendo en cuenta que se ha revistado toda la fauna recogida
en las excavaciones. Cabría plantear que los objetos elaborados
sobre materias duras animales no jugaron un rol prepondetante
en Els Estrets / Racó de Rata.
144
5.25. LA TORRE DE FOIOS
(LLUCENA DEL CID, CASTELLÓN)
5.25.1. introducción al yacimiento
La Torre de Foios está situada en la localidad de Llucena del Cid,
en la cima de un promontorio a 898 m s.n.m., controlando uno
de los caminos naturales que comunican el territorio turolense,
siguiendo las redes hidrográficas de los ríos Millars y Llucena,
con la costa mediterránea (Gil-Mascarell 1978: 252) (fig. 5.113).
El yacimiento fue descubierto a inicios del s. XX por el propietario de las tierras al realizar tareas agrícolas y en 1969 se
realizó la primera campaña de excavación dirigida por M. GilMascarell, que tendría continuidad en 1973, 1977 y 1978 (GilMascarell 1977 y 1978). Se delimitó cronológicamente en el
ibérico antiguo, entre los s. VI - s. V a.C. con una posible reocupación parcial y tardía en el s. II a.C., debido a la documentación de materiales cerámicos itálicos republicanos en superficie
(Gil-Mascarell et al. 1996: 243).
La torre posee una forma elíptica, cuyos diámetros máximos son 14,35 x 12 m, por lo que se ha calculado que podría
llegar a alcanzar una altura de 15 m (Gil-Mascarell 1977: 306)
(fig. 5.122). Las sucesivas campañas de sondeos e intervenciones arqueológicas revelaron una serie de construcciones alejadas de la torre y que la rodean tanto por su parte norte como
por la parte sur. Cabría resumirlo como: “En Torre de Foios,
nos encontramos por tanto ante un asentamiento de hábitat caracterizado por su situación topográfica y por la estructuración
urbanística: una muralla que cierra un espacio elipsoidal, en
cuyo extremo y en la cota más elevada a modo de acrópolis se
encontraba una torre de defensa y vigilancia, seguramente no
[page-n-162]
5.26. LA CELADILLA (ADEMUZ, VALÈNCIA)
5.26.1. introducción al yacimiento
Figura 5.122. Torre de Foios. Fotografía: Castellón Arqueológico.
0700
0699
El yacimiento de La Celadilla se localiza a escasos metros del
núcleo urbano de Ademuz, en el Pico de la Muela, a 773 m
s.n.m., en la margen izquierda del río Turia dominando un pronunciado meandro (Giner Iranzo et al. 2014-2015) (fig. 5.113).
Ocupa una superficie de unas 0,5 ha.
Desde el año 2009 se desarrolla un proyecto de intervención arqueológica, restauración y puesta en valor codirigido en inicio por
los investigadores Daniel Giner Iranzo y Laia Creus Gispert y dirigido en la actualidad por el primero de ellos. El resultado ha sido
el descubrimiento de buena parte del espacio habitacional y de sus
estructuras defensivas (muralla y torre), con un excepcional nivel
de conservación derivado de su destrucción final por un incendio
datado a mediados del s. IV a.C. y en el que perecieron parte de sus
habitantes, de los que se han encontrado sus esqueletos en el mismo
asentamiento (Giner Iranzo y Creus Gispert 2015).
De forma similar a lo que ocurre con el Alto Chacón, se trata
de un yacimiento situado en el linde entre el territorio ibero y
celtíbero, permitiendo analizar el carácter del río Turia como ruta
de penetración de influencias culturales desde las zonas costeras
hacia el Bajo Aragón (Giner Iranzo y Creus Gispert 2015).
5.26.2. el conjunto analizado
Figura 5.123. Industria ósea de la Torre de Foios.
sólo del asentamiento en sí, sino también del entorno. El espacio destinado al hábitat podría alcanzar las 2 hectáreas, mientras que la torre tan solo ocupa 0,17 hectáreas” (Gil-Mascarell
et al. 1996: 243).
5.25.2. el conjunto analizado
Contamos con dos piezas adscritas a los niveles del ibérico antiguo: un astrágalo derecho de ovicaprino con una perforación
que no llega a atravesar la pieza en la parte central de la cara
dorsal (G1) (0699) y un fragmento distal de un objeto apuntado
(0700) (fig. 5.123). El astrágalo fue recuperado en el sondeo I
realizado en la campaña de 1978 en un bancal inferior situado a
la altura de la entrada de la torre, de 3 x 2 m, donde se recuperó
abundante cerámica ibérica, un kylix griego y tres piedras de
molino, entre otros materiales (Gil-Mascarell et al. 1996: 232239). Por su parte, el fragmento del útil apuntado apareció en el
nivel superficial de la zona 5, un área de 54 m2 excavada entre
1977 - 1978 (Gil-Mascarell et al. 1996: 230).
5.25.3. breve valoración global
Al igual que en el caso de Els Estrets, el material de la Torre de
Foios es muy reducido. Se ha revisado toda la fauna del yacimiento, recogida en las excavaciones de Gil-Mascarell y depositada en los almacenes del Museu de Belles Arts de Castelló,
lo que nos permite afirmar que no se han producido errores de
clasificación, sino más bien que esta clase de materiales no tuvieron una gran presencia en el enclave.
Se han analizado las piezas identificadas durante los trabajos
de excavación como artefactos óseos manufacturados, y se han
revisado los restos de fauna en busca de posibles evidencias de
procesos de trabajo sobre materias duras animales, sin que, en
este segundo proceso, se haya constatado ningún nuevo artefacto. En total, hay cinco piezas, todas ellas elaboradas sobre astas
de ciervo (tabla 5.45 y fig. 5.124).
Cuatro de los objetos fueron recuperados en la calle A
(fig. 5.125). Se trata de un espacio de tránsito en forma de calle
perimetral que circunda el poblado por la parte interior de la
muralla. Tiene 14 m de longitud, 2 m de anchura máxima y una
orientación suroeste-noreste. Da acceso a dos departamentos
contiguos incrustados en el paramento de la muralla, el 1 y el 5,
que permitirían acceder a la parte superior del entramado defensivo (Giner Iranzo et al. 2014-2015: 53-54). Se recuperaron dos
piezas muy similares manufacturadas sobre parte de la percha
o de un candil que fue aserrado transversal y longitudinalmente
para obtener el soporte al que, a través de la abrasión y el pulido,
se le dio la forma de una aguja con una perforación circular en
el extremo proximal. La pieza 0563 tiene unas medidas de 9,3 x
2,1 x 0,6 cm y un diámetro de perforación de 0,6 cm. La pieza
0664, por su parte, mide 9,2 x 1,7 x 0,7 cm y también 0,6 cm de
diámetro de perforación. Como podemos apreciar la forma y las
medidas son muy similares, por lo que pudieron ser realizadas
incluso por la misma persona y/o para realizar tareas similares.
Son piezas anchas, lo cual disminuiría su eficacia en las tareas
de costura; sin embargo, pudieron emplearse para la confección
de tejidos bastos con hilos gruesos o algún tipo de cestería o
cordería. Ambas presentan, además, evidencias de uso en el extremo distal, la primera de ellas cuenta con una ligera fractura
que pudo ser provocada por la tensión ejercida en la pieza, en
contacto con otra materia prima, durante su uso. Por otro lado,
la segunda presenta un ligero esquirlado en la punta.
145
[page-n-163]
Tabla 5.45. Industria sobre materias duras animales de La Celadilla.
ID
Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
435
2º m. s. IV a.C.
2012
Dep. 5
III.6. Obj. perforado
Asta
Ciervo
Ab/P/Pr
563
2º m. s. IV a.C.
2009
Calle A
III.1.1. Aguja (?)
Asta
Ciervo
Ab/C/Pr
664
2º m. s. IV a.C.
2016
Calle A
III.1.1. Aguja (?)
Asta
Ciervo
Ab/C/Pr
665
2º m. s. IV a.C.
2016
Calle A
III.1. Obj. apuntado
Asta
Ciervo
C
1192
2º m. s. IV a.C.
2015
Calle A
II. Soporte (?)
Asta
Ciervo
-
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0563
0664
0435
0665
Figura 5.124. Piezas terminadas de asta
de ciervo de la Celadilla.
Figura 5.125. Ubicación de los objetos de asta de La Celadilla. Planimetría: Daniel Giner Iranzo.
146
[page-n-164]
En este espacio abierto se halló también un fragmento distal de
un útil apuntado (0665) y un candil recuperado al lado de la pierna
izquierda del esqueleto nº 4 (fig. 5.126). El análisis antropológico
ha permitido determinar que se trata de un individuo masculino de
entre 16 y 18 años (Giner Iranzo et al. 2014-2015: 64). La pieza fue
recuperada justo por debajo del esqueleto, asociada al individuo.
Se trata de un candil o luchadera de una cornamenta de ciervo que
podría corresponder tanto a un posible soporte de trabajo o a un
mango u otro elemento receptor.
Por último, en el departamento 5 se recuperó el objeto
0435. Se trata de un útil fracturado con una longitud conservada de 1,6 cm x 0,9 cm de anchura y 0,6 cm de grosor. Además,
se distinguen dos perforaciones, una de ellas incompleta y otra
de forma ligeramente ovalada (0,4 x 0,3 cm). Podría tratarse
de un fragmento de una placa perforada con una hilera de perforaciones (III.6.8.1) o de algún tipo de colgante (III.6.4). Así
pues, al no contar con el desarrollo total de la forma del objeto
no podemos afirmar su clasificación ni su funcionalidad, por lo
que lo hemos considerado como un fragmento indeterminado
de un objeto perforado (III.6). Fue recuperado en la UE 1182,
a unos centímetros de distancia del esqueleto nº 2 (fig. 5.126).
Se trata de un individuo masculino de entre 20 y 24 años al que
le asocian diversos objetos de bronce: un anillo, el plato de una
balanza, un contrapeso y un ponderal de cobre (Giner Iranzo et
al. 2014-2015: 62).
5.26.3. breve valoración global
A pesar de contar con solo cinco piezas, llama la atención que
todas ellas estén elaboradas en una única materia prima: el asta.
Se trata del único yacimiento en el que no hemos atestiguado
ningún objeto de hueso. Quizás futuros trabajos de excavación
varíen estos datos pero, de momento, podemos señalar que dicha realidad supone una elección intencionada económica y tecnológica significativa.
5.27. TORRE DEL PROSPINAL (PINA DE
MONTALGRAO, CASTELLÓN)
5.27.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de la Torre del Prospinal se localiza a una altitud de 1022 m s.n.m. en el extremo occidental de la comarca
del Alto Palancia, en la zona del altiplano entre las localidades
de El Toro y Barracas (fig. 5.113). La torre fue descubierta en
la década de los cuarenta del siglo pasado como consecuencia
de unas tareas de adecuación del terreno para fines agrícolas.
Entre 1999 y 2001 se realizaron las primeras excavaciones en
el yacimiento por parte del Servei d’Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques de Castelló (Cura y Falomir 2001 y
2002-2003).
Figura 5.126. Ubicación de las piezas asociadas a dos de los esqueletos. Planimetría: Daniel Giner Iranzo.
147
[page-n-165]
El elemento estructural más destacado de este enclave es la
torre de planta cuadrada de 7 m de lado, con unas paredes que
alcanzan 1,60 m de anchura y que conserva en la actualidad
unos 3 m de altura. No obstante, el yacimiento no está integrado únicamente por un elemento de defensa aislado, sino que
responde a una estructura territorial más compleja vinculada a
diversos espacios de hábitat y de almacenaje y al menos a otras
dos grandes torres defensivas en la Hoya de Huguet. En el caso
concreto de la Torre del Prospinal se cree que existiría un pequeño hábitat a finales del s. V a.C. sobre el cual se erigió, a finales
del s. III a.C. y en relación con el conflicto púnico-romano, la
destacada torre y los espacios asociados, estando en vigencia
hasta inicios del s. II a.C. (Cura y Falomir 2001: 481-482 y
2002-2003: 180) (fig. 5.127).
5.27.2. el conjunto analizado
Contamos con dos piezas (fig. 5.128): el fragmento proximal
de un alfiler decorado inventariado previamente en el Museu
de Belles Arts de Castelló y una rodaja de marfil de elefante
que identificamos, en dicha institución, durante la revisión
de la fauna del yacimiento junto a P. Medina Gil. Ambas se
datan entre finales del s. III e inicios del s. II a.C.
El fragmento proximal de alfiler (0697) está realizado sobre una diáfisis de hueso largo de un animal de talla grande,
está pulido, decorado, y presenta un motivo tallado zoomorfo (III.1.2.2.e), concretamente, en forma de cabeza de ave.
Cuenta además con una línea incisa horizontal en el extremo
fracturado y con líneas diagonales que en el lateral y en una
de las caras llegan a entrecruzarse.
Por su parte, la pieza 1060 es el único ejemplar de una rodaja de marfil de elefante documentada hasta el momento en el
mundo ibérico. Aunque se encuentra muy fragmentada y en mal
estado de conservación (laminada por las propias capas de crecimiento del colmillo) tiene unas medidas de 4,6 x 6,8 cm y un
peso, teniendo en cuenta que se encuentra incompleta, de 60,19
gramos. Fue recuperada en el cuadro III2 de la campaña de 1999
junto a otros restos de fauna como molares de oveja y huesos
largos de grandes ungulados. Aunque se están revisando las estructuras, materiales y excavaciones de 1999-2001, el nivel en
el que fue hallada parece corresponderse con tierras de aportación al yacimiento, seguramente de la última fase de ocupación
del ibérico final. En uno de los extremos de la pieza se aprecian
evidencias de un aserrado que se rectificó. Cabe considerar que
lo más probable es que se trate de un soporte obtenido de un
colmillo de elefante africano (Loxodonta africana), teniendo en
cuenta la intensa relación del mundo ibérico con la costa mediterránea del continente africano en un momento de gran impacto
en el territorio por los acontecimientos derivados de la Segunda
Guerra Púnica.
5.27.3. breve valoración global
Queda mucho por conocer de la Torre del Prospinal y, en
general, de la ocupación ibérica en el Alto Palancia. Nuevos
estudios permitirán poner en relación las dos interesantes
piezas identificadas, el remate zoomorfo de un alfiler de hueso y un soporte de trabajo del marfil, con el resto de la cultura
material recuperada en la Torre del Prospinal y con el resto
de construcciones ibéricas en torno a ella, prestando especial
atención a posibles herramientas identificadas, así como a
otros materiales de importación que nos permitan acercarnos con mayor detalle a aspectos comerciales y artesanales
de la eboraria en el mundo ibérico. Al fin y al cabo, dicha
rodaja de marfil resulta un soporte idóneo sobre el que elaborar útiles y adornos de marcado prestigio social y de gran
valor económico. Así pues, esta pieza nos está referenciado
la manufactura de esta materia prima en el enclave ibero de
la Torre del Prospinal hacia finales del s. III a.C. - s. II a.C.
o bien su posible almacenamiento con fines comerciales para
la producción de objetos ebúrneos en otros enclaves.
1060
0697
Figura 5.127. Estructuras excavadas en La Torre del Prospinal.
148
Figura 5.128. Alfiler con decoración zoomorfa y rodaja de marfil de
elefante de La Torre del Prospinal.
[page-n-166]
5.28. PEÑA DE LAS MAJADAS (EL TORO, CASTELLÓN)
5.28.1. introducción al yacimiento
La Peña de las Majadas se localiza a 1081 m s.n.m. en el término municipal de El Toro (Castellón), entre los barrancos de
Taconar y de Agualobos (fig. 5.113). El yacimiento no ha sido
excavado, sino que se conoce por las prospecciones realizadas
en 1967 por I. Sarrión, trabajador del Museu de Prehistòria de
València. Según Sarrión, en la Peña de las Majadas se recuperaron materiales cerámicos y metálicos tanto de la Edad del Bronce, como de la Edad del Hierro y de época ibérica, así como restos de cerámica campaniense y una moneda celtibérica; lo cual
refleja la existencia de un asentamiento de tradición prehistórica
que perduraría hasta que: “…sufrió los avatares de las guerras
ibero-romanas” (Sarrión 1978: 188). En las prospecciones se
recogieron también fragmentos de objetos realizados en hueso y
restos de fauna, fundamentalmente doméstica.
5.28.2. el conjunto analizado
Hemos revisado un total de 26 objetos óseos depositados en el
SIP-MPV: 13 piezas terminadas y 13 astrágalos trabajados. No
hemos identificado ninguna otra materia dura animal trabajada
más allá del hueso.
Así, encontramos un pasador realizado sobre una diáfisis de
macromamífero con evidencias de exposición al fuego y marcas
de abrasión y pulido en la superficie (0538). Por otra parte, den-
0538
0552
0553 0554
0555
0556
0557
0558
tro de los objetos terminados, contamos con 23 fragmentos de
objetos apuntados, probablemente alfileres, que formarían parte
de 12 ejemplares. La mayoría se encuentran quemados (color
marrón-negro, al igual que el pasador) y se distinguen marcas de
abrasión, pulido y raspado. Entre todos estos fragmentos destaca la pieza 0654 que presenta una inscripción incisa en signario
ibérico levantino o nororiental (figs. 5.129 y 5.130).
Se trata de un fragmento mesial de un alfiler óseo con marcas de raspado, pulido y abrasión realizado sobre una diáfisis de
macromamífero, tiene sección circular de 0,4 cm de diámetro y
la longitud conservada es de 2,8 cm. Fue el objeto al que Sarrión
prestó mayor atención, clasificándolo como un fragmento de
punzón de hueso con una inscripción incisa en la que identificó
14 signos a los que dio la lectura: n e r s e ti ka n te gi a r ḿ i;
llegando incluso a proponer su posible traducción como: “A ti,
hecho por Nertse” (Sarrión 1978: 188 y fig. 8).
De visu la inscripción incisa resulta difícilmente legible,
la profundidad de las incisiones y su tamaño reducido dificultan hacer una lectura clara de todos los signos. En uno de sus
extremos presenta también decoración geométrica formada
por dos líneas paralelas entre las que se distingue un cuerpo
de cortas líneas oblicuas. La inscripción está dispuesta en una
única línea, sin separadores de palabra y se lee de izquierda
a derecha (dextrógira). A pesar de la fractura de la pieza se
considera que el epígrafe está completo, debido a que en la
parte izquierda está delimitada por la decoración geométrica
y por la derecha se identifica un frecuente final de palabra en
lengua ibera (Ngomo 2018: 43).
0559 0560
0561 0562
0654
Figura 5.129. Piezas
terminadas de la Peña de
las Majadas.
149
[page-n-167]
Figura 5.130. Detalle de la inscripción de la
pieza 0654 (5x).
Tabla 5.46. Astrágalos de la Peña de las Majadas. Las medidas se expresan en cm.
ID
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
539
Izquierda
Ovicaprino
A1
3,2
1,1
1,8
540
Derecha
Ovicaprino
A1
3
1,9
1,4
541
Izquierda
Ovicaprino
B1
2,1
1,7
1,4
542
Izquierda
Ovicaprino
B1
2,4
1,3
1,9
543
Izquierda
Ovicaprino
B1
2,2
1,5
1,3
544
Derecha
Ovicaprino
C1
3,3
1,8
1,6
545
Derecha
Ovicaprino
C1
2,9
1,7
1,7
546
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,5
1,5
1,5
547
Izquierda
Ovicaprino
C1
3
1,9
1,8
548
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,7
1,7
1,5
549
Derecha
Suido
C4
3,4
1,8
1,8
550
Izquierda
Suido
C4
3,2
1,8
1,7
551
Derecha
Suido
C6
3,5
1,8
1,9
En nuestro caso analizamos la pieza y realizamos fotografías de detalle, de 5 a 20x, con microscopio estereoscópico en el SIP-MPV. Las imágenes obtenidas, jugando con la
incidencia de la luz sobre la inscripción, han sido revisadas y
tratadas con filtros de imagen que permitieran apreciar mejor
los trazos de la escritura. Así, debemos señalar que, según lo
que apreciamos en su revisión, existen ciertas disonancias
con la lectura inicial de la inscripción (Sarrión 1978) que,
posteriormente, ha sido recogida por diversos especialistas
(BDHespCS.16.01, consulta: 16-02-2022), con ligeras variaciones en su lectura: n e ŕ s e ti ga n de gi a r ḿ [i] (Ferrer
2014: 229). Desde nuestro punto de vista, el octavo símbolo
interpretado como una N (n) no puede afirmarse como tal,
ya que la pieza está rota en esa parte, tal como se aprecia en
la figura 5.130. Lo que se ha tomado como la línea oblicua
ascendente de N se corresponde con la línea de fractura de la
pieza, por lo que el signo visible sería ⋀, que podría interpretarse como l, según la variante l2 recogida por el equipo
de Hesperia (http://hesperia.ucm.es/). Si bien, al encontrarse
partida, resulta difícil confirmarlo. Además, el decimotercer
signo leído como r, no presenta los trazos unidos, por lo que
haría falta considerar la opción de que se trate de dos sig150
nos diferentes: una variante de ḿ (-) y el signo ba (ǀ). No
obstante, por comparación, la lectura original como tekiar
cuenta con paralelos documentados en soportes cerámicos
de Edeta/Tossal de Sant Miquel que la hacen factible (BDHespV.06.026, consulta: 16-02-2022). Dicho lo cual, nuestra
propuesta de lectura quedaría como: n e ŕ s e ti ga l de gi a
r? ḿ [i] (fig. 5.130).
Por otro lado, en las prospecciones se recogió también un
lote de 12 tabas, diez de ovicaprino y dos de suido, con las caras
lateral y/o medial modificadas (tabla 5.46) junto con otros diez
astrágalos naturales: seis de ovicaprino, tres izquierdos y tres
derechos, y cuatro de Sus scrofa, dos izquierdos y dos derechos.
5.28.3. breve valoración global
Para la Peña de las Majadas llama la atención que su cultura material, a pesar de tratarse exclusivamente de materiales recogidos
en prospección, resulte tan rica en objetos de hueso. El conjunto
de doce astrágalos trabajados, el pasador de hueso y los 23 fragmentos de alfileres entre los que destaca aquel que presenta una
inscripción finamente incisa en signario levantino remiten a una
importancia manifiesta de esta clase de objetos y materias primas en este posible enclave de cronología ibero-romana.
[page-n-168]
Figura 5.131. Detalle de la
ubicación de los yacimientos:
29) El Castellet de Bernabé (Llíria)
30) La Seña (Villar del Arzobispo)
31) El Puntal dels Llops (Olocau)
32) El Tossal de Sant Miquel
(Llíria)
33) Tos Pelat (Moncada)
34) Kelin/Los Villares
(Caudete de las Fuentes)
5.29. EL CASTELLET DE BERNABÉ
(LLÍRIA, VALÈNCIA)
5.29.1. introducción al yacimiento
El Castellet de Bernabé se ubica en las estribaciones noroccidentales de la Sierra Calderona, macizo que rodea la comarca
del Camp de Túria por su parte septentrional. Se encuentra a
15 km de distancia de Edeta/Tossal de Sant Miquel, formando
parte de la red de asentamientos ibéricos articulados en torno a
esta. Refleja cómo las élites edetanas ocupan núcleos de poder
dispersos en el territorio más allá de la capital (fig. 5.131).
El poblado aprovecha un altozano defendido naturalmente
por todo su perímetro, destacando en el territorio, aunque sin
escarpes marcados y desde cuya posición controla el camino
natural que comunica Edeta con el Bajo Aragón y el Alto Valle
del Palancia. El perfil natural de la superficie rocosa del cerro
fue retocado para conseguir un piso transitable. El espacio de
hábitat se encuentra totalmente amurallado, siguiendo un perímetro pseudorectangular que delimita un área de aproximadamente 1000 m2 vertebrada por un eje de tránsito longitudinal en
sentido NW-SE de 60 m de largo (la anchura máx. es de 27 m
en la parte norte) (Guérin 2003: 3-4).
Se tiene constancia de la existencia del yacimiento desde
inicios del s. XX. En 1978 se llevó a cabo un primer sondeo a
cargo de H. Bonet Rosado. En 1984, tras los ataques sufridos
por las acciones de clandestinos que hicieron temer por su
integridad y, ante el buen estado de conservación de los restos
constructivos, se inició un plan de excavaciones sistemáticas
bajo el patrocinio del SIP-MPV con el objetivo de enriquecer
el conocimiento del área edetana. Los trabajos fueron dirigidos por P. Guérin, que realizaría su tesis doctoral sobre este
asentamiento en 1995. Esta sería ampliada con datos de nuevas excavaciones y publicada en el año 2003. Las campañas
arqueológicas culminaron en 1998, desde entonces se ha intervenido en el sitio para llevar a cabo trabajos de consolidación, vallado y restauración.
La vida del poblado se sitúa entre la segunda mitad del s.
V y finales del s. III a.C. Las evidencias arqueológicas reflejan
dos incendios en los últimos años del s. III a.C.: “…como si
la segunda ocupación no fuera más que un último sobresalto”
(Guérin 2003: 10). El primero de ellos marca la fecha de grandes cambios en la organización arquitectónica del asentamiento,
de tal manera que no queda clara su disposición original. Desde
el punto de vista urbanístico, la principal diferencia entre los
dos momentos radica en la configuración de una gran casa al
noreste del poblado, modelo propio de una familia extensa de
las clases gentilicias, y de una entrada particular al mismo en la
parte septentrional. Posteriormente, el segundo incendio arrasará finalmente el caserío y supondrá su abandono: “En su fase
final, el Castellet de Bernabé es un poblado ibérico en tiempos
de guerra y es inevitable que esta circunstancia repercuta en la
interpretación” (Guérin 2003: 10).
5.29.2. el conjunto analizado
Hemos revisado las piezas catalogadas como hueso trabajado, así como toda la fauna depositada en el SIP-MPV. Contamos con un total de 20 piezas elaboradas sobre materias
duras animales: diez piezas terminadas, cuatro evidencias
del trabajo del asta y del cuerno y seis astrágalos trabajados
(tablas 5.47 y 5.48).Dentro de las piezas terminadas documentamos (fig. 5.132):
- Tres objetos apuntados realizados sobre diáfisis de huesos
largos de animales de talla media/grande (0746, 0747, 0749).
Fueron recuperados en los niveles del s. III a.C. de la calle central, en las catas 25 y 28. La cata 25, de unos 15 m2, se localiza en
el espacio comprendido entre los deps. 13 y 22 (Guérin 2003: 22)
151
[page-n-169]
Tabla 5.47. Piezas terminadas, soportes y desechos del Castellet de Bernabé.
ID
Ubicación
UE
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
728
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
729
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
730
Dep. 24
Capa 7
2ª m. s. V - s. IV a.C. III.4.4. Caja (?)
Percha
Ciervo
C/V/A/Pr
No
731
Dep. 26
Capa 7
2ª m. s. V - s. IV a.C. V. Desecho/II. Soporte Candil
Ciervo
C/V
No
735
Cata 10.
Calle acceso
Capa 4
S. III a.C.
V. Desecho/II. Soporte Percha o can- Ciervo
dil
C
No
736
Cata 43.
Cisterna
Capa 11
Fin. s. V - 2ª m. s.
IV a.C.
III.1.1. Aguja
Meso/Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
737
Cata 4.
Pasillo Este
-
Fin. s. III a.C.
V. Desecho/II. Soporte Candil
Ciervo
F/Pe
No
746
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P
No
747
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
748
Cata 31.
Calle central
Capa 4-5
2ª m. s. V - s. III a.C. V. Desecho
Cráneo y cla- Cabra
vija ósea
F/C
No
749
Cata 25.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
Fíbula
Cerdo/Jabalí
Ab/P/Rs
No
750
Cata 31.
Calle central
Capa 5
2ª m. s. V - s. III a.C. III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
843
Dep. 2
-
2ª m. s. V - s. III a.C. III.4.3. Tubo
Ulna izq.
Buitre
C/Pr
Sí
844
Cata 4.
Pasillo Este
-
F. s. III a.C.
Colmillo
Elefante ind.
P/A/Pr
Sí
III.1. Obj. apuntado
III.4.1. Mango
Diáfisis
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Rs-Raspado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Tabla 5.48. Astrágalos trabajados del Castellet de Bernabé. Las medidas se expresan en cm.
ID
Ubicación
UE
Cronología
Animal
Lateralidad
Tipo
Long.
Anchura
Grosor
740
Dep. 26
Capa 2
S. III a.C.
Ovicaprino
Derecha
A3
2,6
1,6
1,3
742
Dep. 26
Capa 2
S. III a.C.
Ovicaprino
Derecha
C4
2,8
1,7
1,9
743
Cata 4. Pasillo Este
-
Fin. s. III a.C.
Suido
Izquierda
E4
3,8
1,8
1,8
744
Cata 25. Calle central Capa 3
S. III a.C.
Oveja
Izquierda
C1
3
2,8
1,8
745
Cata 25. Calle central Capa 3
S. III a.C.
Cabra
Derecha
A5
2,4
1,4
1,3
845
-
Ss. V-III a.C.
Suido
Derecha
C4
3,2
1,6
1,9
-
(fig. 5.133). Por su parte, la cata 28, de unos 16 m2, corresponde al área entre los deps. 24 y 26, donde la calle se ensancha
(Guérin 2003: 96). El fragmento 0749 presenta marcas de utilización, embotamiento y modificación de la parte activa del útil
que podrían indicar que fue empleado en tareas de perforación o
sujeción de fibras, elementos textiles o similares.
- Una aguja fracturada a la altura de la perforación (0736) hallada en el nivel 11 de la cisterna. La cisterna (cata 43) es una estructura rectangular localizada en la parte sureste del caserío, en
el centro de la calle principal, entre los deps. 40 y 45 (fig. 5.133).
Tiene unas dimensiones de 2,5 m de norte a sur y 1,9 m de este
a oeste, alcanzando una profundidad de 3 m. Podría contener un
máximo de 14 m3 de agua (Guérin 2003: 153). Fue construida
152
en la ocupación inicial del yacimiento, pero de forma temprana,
a finales del s. V o principios del s. IV a.C., se abandonó y fue
reutilizada como basurero.
- Un alfiler completo (13,7 x 0,5 x 0,55 cm) con marcas de
embotamiento en la punta y decoración incisa geométrica en
la parte proximal de motivos reticulados, en aspa y una línea
horizontal (0728). Al igual que los apuntados indeterminados,
fue recuperado en los niveles del s. III a.C. de la calle central.
- Un fragmento de una varilla de hueso con marcas de cortes
hallada también en la cata 28 (0729).
- Dos mangos: uno de ellos manufacturado mediante aserrado y
vaciado parcial sobre un candil de ciervo (0750) hallado en la cata
31, en la calle central entre los departamentos 29/30 y 27 (Guérin
[page-n-170]
0730
0728
0843
0750
0844
0736
0749
0729
0746
0747
Figura 5.132. Piezas terminadas del Castellet de Bernabé.
Figura 5.133. Planta del
Castellet de Bernabé
con la distribución de la
industria sobre materias
duras animales (adaptada
de Guérin 2003: fig. 15).
153
[page-n-171]
2003: 100). Por su parte, el mango 0844 se encontró en la cata 4
(pasillo este), un espacio abierto interpretado como una plaza, entre
abundante material cerámico y una reducida presencia de objetos
de hierro y bronce, entre los que se encuentra una hoja incompleta
de podón o cuchillo afalcatado que quizás podría relacionarse con
este (Guérin 2003: 85, fig. 124, 411 y 414) (fig. 5.133). Fue publicado como de hueso (Guérin 2003: 85, fig. 124, 414), pero su
revisión nos ha permitido identificar que fue manufacturado sobre
marfil. Está fragmentado, conserva parte de la espiga y el inicio del
talón redondeado. En una de las caras del talón se aprecia parte de
un rebajo circular, por lo que cabe pensar que estaría decorado con
un disco de bronce similar a las piezas 0568 de San Antonio (fig.
5.100) y 0608 de El Puntal dels Llops (fig. 5.142). En la espiga
se ha conservado una perforación circular de 0,15 cm de diámetro
donde permanece inserto un clavo de hierro que fijaría la hoja del
útil, parcialmente conservada. Cronológicamente se adscribe a los
niveles finales de ocupación del yacimiento. Resulta interesante
que, en una de las caras de la pieza, en la parte distal por encima del
rebajo circular, se distingue una sutil decoración incisa de círculo
simple con punto central (Mata Parreño et al. 2020: fig. 4). No hemos documentado este tipo de motivos decorativos en ningún otro
mango de marfil.
- Fragmento de un tubo realizado sobre una diáfisis de un hueso
largo de ave rapaz (III.4.3.2), en concreto, sobre una ulna izquierda
de un posible buitre (Gyps fulvus) (0843). En el extremo conservado
cuenta con evidencias de un pequeño clavo de hierro de 0,4 cm de
largo por 0,2 cm de diámetro, incrustado en una de las dos perforaciones enfrentadas. Además, por la parte externa, está decorado con
una franja reticulada que ocupa 1,1 cm delimitada por dos líneas
paralelas, los trazos incisos son finos y descuidados. Otras dos líneas
paralelas horizontales son visibles en la parte superior de la fractura
de la pieza. Fue recuperada en el departamento 2, uno de los espacios más complejos a nivel estratigráfico del caserío (fig. 5.133).
Para la fase antigua, mediados s. V a.C., se evidenciaron restos de
fundición propios de un taller metalúrgico. En la fase posterior el espacio fue remodelado y se ha interpretado como una capilla debido
a la abundante cultura material recuperada, entre la que destacan las
importaciones y un gran hogar rectangular, de dimensiones mayores
al resto, situado en el centro de la estancia (Guérin 2003: 17). Por
desgracia, desconocemos el estrato en el que apareció, por lo que
no podemos matizar su contexto de hallazgo. Se trata de un objeto
singular, realizado en una materia prima inusual. En el Castellet de
Bernabé se han documentado algunos restos de aves como la perdiz
común (Alectoris rufa) y la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) en la ocupación del s. V a.C., pero no de grandes rapaces
(Iborra 2004: 150-151). Contamos con una pieza similar, conservada entera, en el asentamiento edetano de La Seña (fig. 5.137).
- Una posible caja cilíndrica realizada sobre la percha de una
cornamenta de ciervo (10,3 x 4,3 x 3,4 cm), con marcas claras
de cortes y vaciado interno (0730) y con una perforación en uno
de sus extremos de 0,7 x 0,6 cm (fig. 5.132). Fue recuperada
en la fase inicial del departamento 24, interpretado como una
unidad doméstica (Guérin 2003: 112).
Por otro lado, contamos con tres evidencias directas del
trabajo del asta de ciervo (0731, 0735, 0737) (fig. 5.134) y un
fragmento de cráneo de Capra hircus y del arranque del cuerno
con numerosas marcas de cortes y flexión en la clavija ósea,
seguramente realizadas para separar el estuche córneo con la
finalidad de aprovecharlo. Todas ellas, salvo la pieza 0731 recuperada junto a dos astrágalos en el dep. 26, interpretado como
una posible vivienda unicelular (Guérin 2003: 267), aparecieron
en espacios de tránsito del caserío (fig. 5.133).
0737
0731
0735
0748
Figura 5.134. Evidencias del trabajo del asta y el cuerno en el Castellet de Bernabé.
154
[page-n-172]
0740
0742
0743
0744
0745
0865
Figura 5.135. Astrágalos trabajados del Castellet de Bernabé.
Por último, nos queda tratar el caso de los seis astrágalos
trabajados de Ovis aries, Capra hircus y Sus sp. (tabla 5.48 y
fig. 5.135). Su análisis evidencia diferentes tipos de modificación
de las tabas, predominando la alteración diagonal u oblicua de su
cara lateral. Solo una de ellas está perforada, 0745, con un orificio
circular central de 0,35 cm de diámetro. En el ejemplar 0865 llama
la atención la coloración que presenta fruto de la acción del fuego
(negra, blanca y marrón), aunque resulta casi decorativa consideramos que se debe a la exposición diferencial de la taba a la acción del
fuego, viéndose alterada directamente por las caras plantar y medial.
5.29.2. breve valoración global
En lo que respecta a la disposición de la industria sobre materias duras en el yacimiento, llama la atención su concentración mayoritaria en espacios abiertos (fig. 5.133), algo que también ocurre
con los restos de fauna (Iborra 2004: 155). Asimismo, podemos
señalar una notable variedad de taxones manufacturados en un
conjunto relativamente reducido de piezas: ciervo, elefante, buitre,
oveja, cabra, cerdo/jabalí y animales de talla grande. El 65 % de
ellas han sido manufacturadas sobre hueso (12 de mamífero y uno
de ave); cinco sobre astas de ciervo (tres evidencias de manufactura y dos piezas terminadas) (25 %); una evidencia del trabajo del
cuerno (5 %) y un mango de marfil (5 %) que pudo llegar hasta el
asentamiento a través del comercio o intercambio.
5.30. LA SEÑA (VILLAR DEL ARZOBISPO, VALÈNCIA)
5.30.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de La Seña se ubica en pleno llano de la actual
localidad de Villar del Arzobispo junto a la rambla de la Aceña o
Seña y se encuentra atravesado de norte a sur por la carretera local de Villar del Arzobispo a Bugarra (fig. 5.131). Ha sido definido como un centro de producción agrícola, de aproximadamente
1 ha de extensión, orientado al abastecimiento de la capital edetana. Se trata de un poblado de nueva planta construido a finales
del s. VI a.C. (fase I) a unos 10 km al noroeste del Tossal de Sant
Miquel. Su trazado interior original quedó prácticamente arrasado por una restructuración urbanística a finales del s. V a.C.
(fase II) que perdurará hasta mediados del s. II a.C. (Bonet y
Mata 1997: 36). Su estudio estratigráfico permite evidenciar el
tránsito del Ibérico Antiguo al Ibérico Pleno.
Las primeras referencias académicas del yacimiento fueron recogidas por Domingo Fletcher (1947: 69). Décadas
más tarde, en 1971, el asentamiento será incluido por M.
Gil-Mascarell en su tesis doctoral. Dada su relevancia y el
peligro que corría debido a acciones de alteración agrícola
y de expolio por parte de clandestinos, en 1985, debido al
impulso de H. Bonet Rosado y del SIP-MPV, se llevó a cabo
una campaña de urgencia que acabaría convirtiéndose en un
proyecto de intervenciones sistemáticas hasta 1989. Posteriormente, entre 1990 y 1992 se consolidaron las estructuras del recinto amurallado con la intención de fomentar su
preservación y la visita y difusión cultural de este enclave
ibérico (Bonet et al. 1999).
5.30.2. el conjunto analizado
Tan solo contamos con un ejemplar de industria ósea, recuperado en el departamento 3, espacio cuadrangular en la esquina
noreste de una gran vivienda formada por los departamentos 1,
3, 6, 7, 8, 9, 10 (Bonet et al. 1999) (fig. 5.136).
Se trata de un tubo realizado sobre una diáfisis de un ave
rapaz (III.4.3.2), en concreto, sobre una ulna de buitre leonado (0847) (Mata Parreño et al. 2014: 117 y fig. 200) (fig.
5.137). Tiene unas medidas de 25,3 cm de longitud y una
sección circular de 1,4 cm de diámetro. En uno de sus extremos presenta una incisión transversal; en el opuesto tiene un
pequeño remache de hierro inserto entre dos perforaciones
cuyo diámetro se sitúa entre 0,2 - 0,3 cm (fig. 5.138). Ambos
extremos han sido cortados para eliminar las epífisis y se distinguen marcas de pulido en toda la pared externa, aunque se
encuentra muy afectada por alteraciones tafonómicas producidas, fundamentalmente, por raíces. Su funcionalidad por el
momento resulta desconocida: ¿podría tratarse de un tipo de
mango o elemento receptor para sujetar algún útil de una materia prima perecedera, lo que explicaría la necesidad de poner un remache metálico? ¿Podría tratarse de un instrumento
musical? En la península ibérica, desde el periodo romano
hasta la Edad Moderna se han documentado al menos 30
fragmentos de instrumentos musicales realizados sobre ulnas
de buitre (Moreno García et al. 2005). La mayoría de estos
fragmentos presentan una serie de perforaciones a lo largo
del cuerpo del hueso, que facilitarían la creación de la música. Además, ninguno de ellos conserva inserto un remache
155
[page-n-173]
Figura 5.137. Objeto realizado sobre una ulna de buitre.
Figura 5.138. Detalle de ambos extremos de la pieza 0847.
Figura 5.136. Sector central de la Seña. En azul se resalta la
localización de la pieza 0847. Planimetría adaptada de Enrique
Díes Cusí.
metálico entre perforaciones en los extremos, tal como pasa
con los ejemplares de La Seña y del Castellet de Bernabé, por
lo que cabría plantearse que su funcionalidad es diferente y
no se tratan de instrumentos musicales.
5.30.3. breve valoración global
Llama la atención que, más allá de ese tubo realizado sobre un
hueso largo de buitre leonado, ni en nuestra revisión de fauna
ni en el estudio zooarqueológico de Iborra (2004: 201-216) se
haya documentado ninguna otra pieza manufacturada sobre materias duras analimales, ni un fragmento de asta de cérvido, ni
ninguna taba. La ausencia de elementos manufacturados sobre
materias duras animales también nos aporta información de que
su presencia no era primordial en la Seña (o, al menos, en la parte excavada), lo que aporta mayor significancia a la única pieza
identificada, más aún al haber sido elaborada sobre una materia
prima singular como son los huesos de grandes aves rapaces.
Los restos de estos imponentes animales son muy escasos en
el registro ibérico, podemos señalar el hallazgo de un esqueleto
parcial de buitre en el silo 1004 del yacimiento del Serrat de
Espinyers (Isona, Lleida), ligado a prácticas rituales del s. III 1ª mitad del s. II a.C. (Belmonte et al. 2013: 209).
5.31. EL PUNTAL DELS LLOPS (OLOCAU, VALÈNCIA)
5.31.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de El Puntal dels Llops se localiza en las estribaciones meridionales de la Sierra Calderona, en un cerro a 427 m
s.n.m., también conocido como El Colmenar, con un importante
156
dominio visual del Camp de Túria y del corredor del Barranco del
Carraixet (fig. 5.131). Se trata de un fortín defensivo o atalaya de
unos 800 m2 perteneciente a la red defensiva del territorio de Edeta,
de la que dista 10 km. Por lo tanto, su ubicación y funcionalidad
solo pueden entenderse dentro de un plan estratégico, militar y político de control del territorio por parte del Tossal de Sant Miquel.
El asentamiento ibérico (s. V - inicio s. II a.C.) se superpone a una
ocupación inicial de la Edad del Bronce. Cuenta con una muralla
ciclópea y una torre maciza de base cuadrada de vigilancia en la
parte norte y su organización interna está vertebrada por una calle
central en torno a la que se dispone un conjunto de 17 departamentos (Bonet y Mata 2002: 23-24).
Conocido y catalogado desde principios del s. XX como “despoblado eneolítico e ibérico” (Archivo SIP) fue completamente
excavado entre 1978 y 1988 bajo la dirección de H. Bonet Rosado
y C. Mata Parreño dentro de los proyectos de investigación de la
cultura ibérica impulsados por el SIP-MPV (Bonet et al. 1981; Bonet y Mata 2002). El yacimiento ha sido consolidado y restaurado,
convirtiéndose en un enclave central dentro de la difusión sobre el
valor de la arqueología y del pasado edetano.
5.31.2. el conjunto analizado
Revisamos las piezas catalogadas en el SIP-MPV, así como la
fauna depositada en dicha institución. Por desgracia, algunas de
las piezas de hueso trabajado a las que se hace referencia en las
publicaciones previas del yacimiento (Bonet et al. 1981; Bonet
y Mata 2002) están en la actualidad desubicadas por lo que no
hemos podido revisarlas personalmente; en estos casos recopilamos la información previamente publicada.
Hemos identificado diez piezas terminadas: siete manufacturadas en huesos largos de animales de talla media y grande
(70 %), una en asta de ciervo (10 %) y dos en marfil de elefante
(20 %) (tabla 5.49).
[page-n-174]
Tabla 5.49. Piezas terminadas de El Puntal dels Llops.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
480
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 2
III.4.1. Mango (?)
Diáfisis
Mesomamíf.
P/C/Ab
No
481
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 1
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
482
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 4
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Meso/Macroma- Ab
míf.
No
484
S. IV - fin. s. III a.C
Calle. Dep. 6 III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
C
No
485
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 6
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf.
Ab/P
No
489
In. s. II a. C
Dep. 4
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
A/Pr
Sí
523
S. IV - fin. s. III a.C
Calle
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Mesomamíf.
P
No
608
S. III a.C.
Dep. 4
III.4.1. Mango
Marfil
Elefante ind.
-
Sí
620
S. III a.C.
Dep. 12
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
653
S. IV - fin. s. III a.C
Calle. Dep. 6 III.4.4. Caja
Percha
Ciervo
A/V/Ab/P
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0484
0482
0480
0523
0481
0620
0485
Figura 5.139. Objetos terminados de hueso de El Puntal dels Llops.
Las piezas de hueso se corresponden con tres fragmentos
de partes mesiales y/o distales de elementos apuntados (0481,
0482, 0523); un fragmento proximal de un alfiler de sección
circular y decorado con motivos geométricos de espigas, bandas y líneas horizontales (0620); dos punzones incompletos,
uno de ellos totalmente quemado (0485) y otro elaborado sobre
una fíbula de Sus sp. (0484) y una diáfisis de un mesomamífero
fragmentada con marcas de cortes, pulido y abrasión utilizada
como elemento receptor, posiblemente como un mango de forma cilíndrica (0480) (fig. 5.139).
Enfrente del dep. 6, en la calle central, fue hallada la pieza
de asta de ciervo 0653 (figs. 4.39 y 5.140) que interpretamos
como una caja o pequeño recipiente. Además de su singularidad
tipológica y del metódico trabajo tecnológico necesario para regularizar y vaciar la parte central de la cuerna, en este objeto
destaca la identificación de un vocablo inciso escrito en signario
levantino que puede leerse como N l U I B (n a u i ba), y que
ha sido interpretado como un posible antropónimo o cargo (Bonet y Mata 2002: 172). El primer signo inciso N (n) es el que
está trazado de forma más firme. Por su parte, el último de ellos
ha generado dudas en su lectura, ya que J. Velaza propuso su
identificación con una variante del signo ḿ, pudiendo transcribirse como n a u i ḿ (i) (recogido por Bonet 2013: 393). Sin embargo, las fotografías de detalle realizadas con microscopio estereoscópico parecen reflejar que la lectura original es correcta
(fig. 4.39), ya que el supuesto trazo oblicuo que parece formar la
variante de la ḿ en el último signo es una evidencia del propio
tejido del asta que resulta imposible de regularizar en toda su
superficie, por lo que cabría leerlo como B (ba).
En el dep. 4, junto a uno de los objetos apuntados (0482) y
un conjunto de 84 astrágalos (Bonet y Mata 2002: cuadro 17),
se localizaron las dos piezas de marfil documentadas en el fortín
(fig. 5.140). Se ha interpretado como un espacio aristocrático
donde las actividades domésticas están asociadas a otras con un
fuerte componente masculino: acicates, ronzalera, campanita,
armamento, apliques de la cabezada del caballo y pinzas, entre
otros. Su cronología es la del momento de destrucción y abandono del lugar, esto es, inicios del s. II a.C. (Bonet y Mata 2002:
68, 162, figs. 72-4128 y 176).
Por un lado, encontramos el peine 0489. Se trata de un
peine sencillo, rectangular y de puente recto (III.5.1.2) (fig.
5.141). Está incompleto y totalmente calcinado: 4,3 cm de
longitud conservada; 2,4 cm de anchura del cuerpo y 0,4 cm
de grosor; ninguno de los dientes está entero. Presenta una
perforación circular en su parte mesial, próxima al puente,
de 0,2 cm de diámetro. Más cerca del puente, se aprecia otro
orificio abierto de menores dimensiones. El arranque de los
dientes está marcado por una línea horizontal incisa. La ornamentación se ha realizado mediante la incisión: en el puente
hay una línea longitudinal y en ambas caras se representa un
jabalí con las patas delanteras estiradas, las orejas hacia atrás
y el pelaje señalado mediante reticulado. Por la disposición
de sus extremidades y cuerpo, parecen estar en movimiento (Mata Parreño et al. 2017: 150). Los motivos de jabalíes
están representados en monedas, metalistería y cerámica en
otros asentamientos ibéricos como el Tossal de Sant Miquel y
se asocian a cazadores a caballo o a pie (Mata Parreño et al.
2013 y 2014: 171-172).
157
[page-n-175]
Figura 5.140. Planimetría y ubicación de la industria sobre materias duras animales de El Puntal dels Llops (adaptado de Bonet y Mata
2002: fig. 5).
Figura 5.141. Peine de marfil
0489.
Por otra parte, en el mismo departamento se recuperó un mango fracturado de talón redondeado (III.4.1.3), presenta dos arandelas y dos placas circulares de bronce incrustadas en ambas caras (en una de las caras la placa circular está desprendida) y una
virola metálica muy alterada por procesos postdeposicionales
(fig. 5.142). Aunque fue publicado como de hueso (Bonet y Mata
2002: 162) su revisión en el SIP-MPV nos permite afirmar que
está realizado sobre marfil. Por su semejanza formal y por la materia prima en la que está elaborado debe ponerse en relación con
los mangos 0568 de San Antonio (fig. 5.100) y 0844 del Castellet
de Bernabé (fig. 5.132), si bien esta pieza de El Puntal dels Llops
resulta singular por la virola y el revestimiento metálico que
presenta por sus laterales que servirían tanto como decoración
como sistema de refuerzo y protección del mango. Virola y revesimiento que incrementan su valía ya que están elaborados sobre
plata de alta pureza, tal como han reflejado los análisis de pXRF
efectuados sobre la pieza (Mata Parreño et al. 2020: 76 y fig. 7).
No resulta trivial que las únicas dos piezas de naturaleza ebúrnea documentadas en el yacimiento estén presentes en el departamento 4, identificado como una estancia aristocrática. La ostentación de las élites se ve reflejada en la propiedad de estas piezas
realizadas en una materia prima exótica, escasa y valiosa. Más aún
en el caso de la pieza 0608 donde se combina el marfil con la plata
y el bronce como ornamentación. Son bienes de prestigio y suponen una plasmación material clara de diferenciación social.
158
En esta atalaya destaca la presencia de otro tipo de industria
ósea: los astrágalos. Según los estudios faunísticos efectuados
por Sarrión (1981) e Iborra (2004) se recuperaron un total de
348 astrágalos entre los que destaca el gran conjunto de 251 tabas del departamento 15 y los 84 astrágalos del departamento 4
(tabla 5.50).
Los astrágalos del dep. 15 (cata B) fueron estudiados por Sarrión, identificándolos como de ovicaprinos y suidos, señalando
que presentaban: “Raspaduras en sus carillas, preferentemente
la lateral, que algunas veces llega a invadir la mitad del grosor
del cuerpo, en su desgaste oblicuo” (1981: 164). Por su parte, en
la descripción de esta estancia se señala que: “Desgraciadamente, la erosión del extremo meridional de la cima y el saqueo de
clandestinos hace imposible su interpretación. Hasta nosotros
solo ha llegado una pequeña muestra de actividad textil –pesas
de telar y fusayolas–, y una posible zona de almacenaje en el
fondo de la estancia. En el ángulo NE, procedentes de la excavación de 1978 (cata B), había una concentración de unas 250
tabas calcinadas, la mayoría de ellas desgastadas por un lado”
(Bonet y Mata 2002: 89).
En el análisis del resto de astrágalos identificados en el
yacimiento se expone que: “Los astrágalos han sido modificados mediante la abrasión de las superficies angulosas en
las facetas lateral y medial, hasta crear superficies planas
(…) Todos los astrágalos presentaban las superficies lateral y
[page-n-176]
Figura 5.142. Mango de marfil 0608, decorado con
bronce y plata.
Tabla 5.50. Clasificación taxonómica y localización de los astrágalos de El Puntal dels Llops (adaptado a partir de los datos de Bonet y
Mata 2002: cuadro 17 e Iborra 2004: cuadro 121).
Dep. 1
Dep. 3
Ovicaprino
Oveja
2
Cabra
1
Cerdo
Dep. 14
Calle
52
69
8
17
36
1
22
1
95
3
139
94
1
118
2
2
1
1
2
4
Total
7
Jabalí
Total
Dep. 15
17
3
Bovino
Ciervo
Dep. 4
4
84
medial trabajadas, a excepción de la concentración del dep.
4. En este departamento de todos los astrágalos sólo hay 6
de cabra, 5 de oveja, 4 de ovicaprino y 8 de cerdo pulidos”
(Iborra, en Bonet y Mata 2002: 182).
Debido a que no hemos podido revisar todos los astrágalos
a los que se han hecho referencia, especialmente en el caso del
dep. 15, hemos optado por tomar los datos aportados por Sarrión
(1981) e Iborra (2004 y recogido en Bonet y Mata 2002: 181182) considerando que nos encontramos ante acumulaciones
intencionadas de astrágalos, especialmente en los dos grandes
conjuntos de los deps. 4 y 15, que responden a la utilización e
interpretación de estos huesos cortos como algo más que restos
de fauna. Como vemos en la tabla 5.50 pertenecen mayoritariamente a ejemplares de Ovis aries, Capra hircus y Sus domesticus y su selección reflejaría, de forma indirecta, una importante
riqueza económica individual o colectiva, puesto que cada animal cuenta con dos astrágalos en las extremidades posteriores
y, por tanto, una acumulación de 348 tabas implica la muerte
y/o sacrificio de más de un centenar de cabezas de ganado, bien
sea en uno, en varios momentos en el tiempo o de forma paulatina. Se trata de la acumulación conocida más numerosa de
astrágalos en un espacio de hábitat del mundo ibérico. Resulta
1
251
2
4
348
todavía más relevante teniendo en cuenta que en el resto de los
yacimientos edetanos solo se han documentado 30 ejemplares
en el Tossal de Sant Miquel, seis ejemplares en el Castellet de
Bernabé y uno en el Tos Pelat.
5.31.3. breve valoración global
La industria sobre materias duras animales de El Puntal dels
Llops plantea vías interesantes de comprensión de las realidades cotidianas y económicas de esta atalaya ibérica. Encontramos representados objetos utilitarios, como punzones y
mangos sobre diáfisis de hueso, habituales en la mayoría de
los asentamientos y que no resultarían difíciles de elaborar.
Sin embargo, la caja de asta requiere de pericia técnica en
su ejecución y en ella se ha grabado una inscripción, práctica muy poco habitual en el mundo ibérico sobre este tipo de
materias primas y, de hecho, la única documentada sobre asta
de cérvido. Por su parte, el peine y el mango requieren de un
conocimiento artesanal, técnico y decorativo sin duda alguno
elevado y, lo más importante, del acceso a una materia prima
restringida y destinada seguramente a las élites aristocráticas
(incidimos en que no puede tomarse como baladí que ambas
159
[page-n-177]
piezas hayan sido recuperadas en la misma estancia del fortín,
el dep. 4). Más aún, en el caso del mango supone el dominio
por un mismo artesano o artesana de diferentes técnicas especializadas de trabajo sobre distintas materias primas (marfil,
plata, bronce y presumiblemente el hierro de la hoja enmangada hoy desaparecida) o la comunicación entre diferentes
especilistas para elaborar este bien de prestigio. Por último,
si contabilizamos todos los astrágalos documentados en El
Puntal dels Llops, recuperados grosso modo integrando dos
grandes conjuntos en los departamentos 4 y 15, obtenemos un
total de 358 objetos óseos en esta atalaya edetana, siendo así el
yacimiento con un mayor número de objetos elaborados sobre
materias duras animales. No obstante, cabe apuntar también
que no se ha identificado evidencia alguna del trabajo directo
de estas materias primas en el asentamiento.
5.32. EL TOSSAL DE SANT MIQUEL
(LLÍRIA, VALÈNCIA)
5.32.1. introducción al yacimiento
El Tossal de Sant Miquel es un yacimiento en ladera emplazado
en el Cerro de San Miguel, a 272 m s.n.m., en la actual localidad
de Llíria (fig. 5.131). Ha sido identificado como la antigua ciudad de Edeta y, por ende, como la capital de la regio Edetania,
denominación latina empleada por autores clásicos como Plinio el viejo, Claudio Ptolomeo o Estrabón (recogido por Bonet
1995: 497). A pesar de que se han documentado estructuras y
niveles de ocupación del II milenio a.C. es su desarrollo durante
época ibérica, s. V - s. II a.C., la fase mejor conocida, especialmente para el s. III a.C. y hasta su abandono a principios del s.
II a.C. (Bonet y Mata 1982; Bonet 1995: 513-518).
Su núcleo urbano, con una extensión de entre 10 y 15 ha,
fue durante época ibérica el lugar de residencia de una élite
aristocrática y guerrera que mantuvo un importante dominio
sobre el territorio circundante desde la propia ciudad, a través
de la interrelación y dependencia con otros yacimientos cercanos como las aldeas y caseríos del Castellet de Bernabé y
la Seña, dedicados a la explotación de los recursos agrícolas
y ganaderos, y de las atalayas de defensa y vigilancia como El
Puntal dels Llops.
Se conocen referencias escritas al Tossal de Sant Miquel
desde el s. XVIII, pero será en 1933 cuando comiencen las primeras excavaciones sistemáticas impulsadas por el SIP-MPV;
trabajos que se extenderán hasta 1953. El yacimiento se convirtió rápidamente en un referente para la arqueología ibérica
valenciana y peninsular. Se excavaron 131 departamentos, localizados fundamentalmente en la ladera sur del cerro. Entre
los numerosos hallazgos sobresale la colección de vasos con
decoración figurada y con inscripciones pintadas (Ballester et
al. 1954); así como, a nivel urbanístico, la identificación de un
santuario urbano de carácter colectivo, en los deps. 12, 13 y 14,
definido por sus elementos arquitectónicos, entre los que destaca la favissa del dep. 12 y el betilo del dep. 14, así como por la
cultura material que albergaba (Bonet 1995: 364-37).
En 1985 un proyecto de investigación dirigido por H. Bonet
Rosado sobre “El territorio de Llíria-Edeta en época Ibérica Plena”, ligado al desarrollo de su tesis doctoral sobre el Tossal de
Sant Miquel, implicaría un metódico trabajo de revisión de las
excavaciones antiguas y la realización de nuevas planimetrías,
limpiezas y consolidaciones en el yacimiento (Bonet 1995).
5.32.2. el conjunto analizado
Contamos con 81 piezas elaboradas sobre materias duras animales: 49 de ellas las hemos podido revisar directamente en el
SIP-MPV (tabla 5.51) y, las 32 restantes las hemos considerado
a partir de la identificación de piezas de hueso trabajado en el estudio de los restos faunísticos realizado por Iborra (2004: 135).
Cabe señalar que la fauna de las excavaciones de 1933-1953
fue recogida de forma parcial, seleccionando aquellos restos
óseos más llamativos por estar enteros o por presentar marcas
de alteraciones antrópicas. Por consiguiente, algunas evidencias
del trabajo sobre las materias duras animales menos llamativas,
como los desechos o los soportes de manufactura, pudieron ser
descartadas en el proceso de excavación.
Tabla 5.51. Industria sobre materias duras animales revisada en el SIP-MPV del Tossal de Sant Miquel.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
164
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 25
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
165
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 25
III.6.7. Candil
con abertura
Candil
Ciervo
A/V/Ab/Pr
Sí
166
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 123
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
167
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 5
III.1.2. Alfiler
Metápodo
Macromamíf.
P/Ab/Tt
Sí
168
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 16
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
Sí
169
In. s. II a. C.
Dep. 106
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
170
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/P
No
381
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 15
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
382
In. s. II a. C.
Dep. 91
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
383
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 46
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
160
[page-n-178]
Tabla 5.51 (continuación). Industria sobre materias duras animales revisada en el SIP-MPV del Tossal de Sant Miquel.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
384
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 14
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
385
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 111
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/V
No
386
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 4
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamif.
P
No
387
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
388
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 21
III.10. Indeterminado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/C
No
389
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 100
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
390
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 61
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
391
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 61
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
392
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 34
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
393
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
394
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
395
In. s. II a. C.
-
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
396
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
397
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
398
In. II a. C.
Dep. 34
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
399
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
Sí
400
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
401
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 33
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Tt
Sí
402
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Tt
Sí
403
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 123
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
404
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 103
III.4.3. Tubo
Ulna
Águila
P/C/Tt/Pr
Sí
405
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 103
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
406
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 102
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
407
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 102
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamíf.
A
No
408
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 18
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
409
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 108
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
410
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 114
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
411
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 111
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/P/Pr
No
412
Fin. s. III - in. s. II a. C. Dep. 111
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
A
Sí
413
S. III - in. s. II a. C.
Dep. 111
III.10. Indeterm.
Hueso
Meso/Macromamif.
Ab/P
No
414
S. III - in. s. II a. C.
-
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
P/C
Sí
415
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 114
III.1.2. Alfiler (?)
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
416
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 114
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/V
No
417
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 111
III.4.1. Mango
Percha
Ciervo
C/V/Pr
No
418
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 73
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
419
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
420
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 5
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Tt
No
421
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 5
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamif.
P/Tt
No
434
S. III - in. s. II a. C.
-
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
P/C
No
* Marcas de trabajo: C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
161
[page-n-179]
0166
0164
0167
0168
0399
0383
0384
0392
0389
0393
0401
0415
0400
0381
0402
0419
0408
0420
Figura 5.143. Alfileres del Tossal de Sant Miquel.
Dentro de las piezas de hueso trabajado Iborra referencia
(2004: 135): Un astrágalo en el dep. 2; un fragmento de candil
de ciervo cortado por la parte distal en el dep. 25; dos astrágalos
de ovicaprino, nueve de cabra, siete de oveja y cinco de cerdo
con las caras medial y lateral pulidas en el dep. 102; otro astrágalo de cerdo, perforado, en el dep. 111, junto a un metacarpo
incompleto y un fragmento de asta de ciervo ambos con marcas
de cortes y pulido y, por último, en el dep. 114 otras cinco tabas, una de ovicaprino, una de cabra y tres de cerdo con las caras
medial y lateral pulidas. Contamos, por tanto, con 30 astrágalos
trabajados. Salvo el ejemplar perforado del departamento 111
(G1), todos ellos parecen corresponder con nuestro tipo C1: con
las caras lateral y medial modificadas mediante abrasión en ángulo recto. Están repartidos entre cuatro departamentos, siendo el
102 el que presenta un conjunto más numeroso de tabas con 23
ejemplares de tres especies diferentes: Ovis aries, Capra hircus
y Sus domesticus.
Por otro lado, las piezas de asta de Cervus elaphus descritas
con marcas de cortes y pulidas del dep. 111 creemos que podrían tratarse de soportes de trabajo. Sin embargo, el candil de
162
asta de ciervo cortado del dep. 25 no lo hemos considerado ya
que podría corresponderse con nuestra pieza 0165, recuperada
en dicho espacio.
De las 81 piezas identificadas en este yacimiento, 73 de ellas
(90 %) están realizadas sobre hueso: 30 astrágalos y 43 piezas
trabajadas; sobre asta de ciervo documentamos dos posibles soportes de trabajo y cuatro piezas terminadas (5 %); de cuerno
contamos con el desecho de una clavija ósea de cabra aserrada
(1 %) y sobre marfil con tres peines sencillos (4 %). Así pues,
existe cierta diversidad en las materias duras animales empleadas para confeccionar objetos, aunque con una destacada mayoría del hueso.
Tras los astrágalos trabajados, los alfileres son los objetos
más representados, todos ellos elaborados sobre diáfisis de macromamíferos (fig. 5.143). Contamos con 18 ejemplares: 15 corresponden al subtipo III.1.2.1. Sin cabeza diferenciada, dentro
de ellos encontramos siete ejemplares con remate redondeado
(0164; 0167; 0389; 0401; 0402; 0419; 0420); dos con remate
cónico (0392; 0400) y seis con remate plano (0166; 0383; 0384;
0393; 0408; 415). Por su parte, las piezas 0168 y 0381 son dos
[page-n-180]
a
b
c
d
Figura 5.144. Detalle alfileres con restos de pigmentación en las incisiones. a) Cabeza de la pieza 0164 con restos de color rojo; b) parte
proximal de 0164 con evidencias de color negro; c) Pieza 0166 con pigmentación negra; d) remate del alfiler 0400 con restos de color rojo.
fragmentos de alfileres con cabeza diferenciada y remate zoomorfo (III.1.2.2.e), la primera de ellas, de más difícil adscripción, parece representar el cuerpo de un ave, sin ningún otro
detalle. Podría tratarse de una pieza que se fracturó y fue posteriormente modificada. Además, cuenta con una perforación
central circular de 0,3 cm de diámetro. Por su parte, el ejemplar
0381 está decorado con un ave en la que se distingue de forma
clara la parte del cuerpo y la cabeza. Por último, el alfiler 0399,
al presentar el remate proximal fracturado no puede clasificarse
dentro de ningún subtipo ni variante.
Salvo las piezas 0389, 0393, 0408, 0419 y 0420 el resto de
los alfileres (13) están decorados con molduras y/o con motivos geométricos incisos de reticulados, aspas y líneas oblicuas
y horizontales.
La pieza 0164 fue analizada mediante espectroscopia de RAMAN por C. Roldán y S. Murcia en el Instituto Universitario de
Ciencias de los Materiales de la UV detectando en las zonas rojas
hematita y en las negras carbón (laser 785nm). Podríamos considerar que en las piezas 0166 y 0400, con evidencias de sustancias
colorantes, se habrían utilizado también este tipo de pigmentos (fig.
5.144). De todas las piezas analizadas en este trabajo, estos alfileres
son los ejemplos más claros de la utilización de sustancias colorantes para resaltar los motivos ornamentales incisos.
Por otra parte, documentamos otros 11 ejemplares incompletos de objetos apuntados realizados en hueso; un punzón
(0170) y cuatro stili: el ejemplar 0169 con cabeza diferenciada
esférica (III.1.8.2.b.); 0170 con cabeza diferenciada tipo clavo
(III.1.8.2.a); un fragmento distal (0395) y el stilus 0398 sin la cabeza diferenciada y con remate biselado (III.1.8.1.a) (fig. 5.145).
Llama especialmente la atención la pieza 0169, de cabeza y fuste gruesos, 1,2 y 0,65 cm de anchura máxima respectivamente, y con una longitud de 6,5 cm. Presenta evidentes
marcas de utilización en el extremo distal, que han alterado
el extremo apuntado (fig. 5.146). Consideramos que se trata
de una pieza en origen de mayor longitud que fue reavivada y
utilizada de nuevo.
Más allá de los objetos terminados apuntados encontramos
diferentes piezas manufacturadas en hueso, asta, cuerno y marfil
que reflejan una interesante diversidad morfológica, decorativa y funcional. La pieza 0404 tipológicamente se corresponde
con un tubo realizado sobre una diáfisis de hueso largo de ave
rapaz (III.4.3.2), posiblemente sobre una ulna de águila (Aquila sp.). Toda la pieza está decorada con incisiones muy finas
formando bandas de motivos geométricos diversos (fig. 5.147).
Su longitud es de 11,5 cm, el diámetro de 1,2 cm y tiene dos
perforaciones enfrentadas en uno de sus extremos de 0,2 cm de
diámetro cada una. A diferencia de los tubos realizados sobre
ulnas de buitres de La Seña (fig. 5.137) y el Castellet de Bernabé (fig. 5.132), esta no conserva ningún remache de hierro en
las perforaciones. Consideramos que, añadiéndole unos tapones
de madera o corcho en los extremos, podría haber funcionado
como un pequeño recipiente de alguna sustancia valiosa o de
una pieza pequeña.
La pieza 0165 está realizada sobre un candil de ciervo que ha sido aserrado, vaciado, regularizado mediante abrasión por la parte externa y decorado con motivos geométricos incisos (figs. 5.147 y 5.148). En la
parte proximal presenta una abertura ovalada de 0,8 x
163
[page-n-181]
0170
0382
0409
0398
0410
0169
0403
0397
0395
0390
0405
0394
0387
0391
0421
0396
Figura 5.145. Puzón, stili
y fragmentos de objetos
apuntados del Tossal de
Sant Miquel.
Figura 5.146. Detalle del extremo distal del stilus 0169.
0,4 cm que atraviesa una de las paredes del candil. En
el extremo distal tiene dos pequeñas perforaciones de
0,2 cm de diámetro máximo que, intencionadamente, están
abiertas por el extremo de la pieza. Consideramos que esta
particularidad tecnológica debe estar relacionada con el uso
dado al objeto, al igual que la abertura lateral. Tal como hemos señalado en el apartado tipológico, se ha propuesto la
interpretación de estas piezas como silbatos (Maicas Ramos
2007: 186) o como camas de bocados de caballo (Escude164
ro y Balado 1990). Las perforaciones abiertas del extremo
proximal podrían indicar que parte de otro útil iría encajado
en la pieza a través de esos dos pequeños salientes. Aunque
no podemos asegurar su funcionalidad creemos que es más
plausible que se tratara de un instrumento musical o de una
parte de él, que de una pieza de un bocado de caballo.
Hemos documentado cuatro mangos: uno de ellos del
subtipo III.4.1.1. Mangos que mantienen la forma del soporte, manufacturado sobre la parte proximal de una cuerna de
ciervo (0417); dos cilíndricos (III.4.1.2), uno elaborado en
hueso (0386) y otro en asta (0416); y un cuarto rectangular de hueso (III.4.1.3) (0385). Contamos también con dos
cuentas circulares (0406, 0411); una bisagra de hueso con
una perforación circular (III.4.5.1) con marcas de utilización
(0407); dos objetos indeterminados (0388, 0413) y tres peines de marfil fragmentados (0412, 0414, 0432) (tabla 5.51
y fig. 5.147). Ambos objetos indeterminados están incompletos, la pieza 0388 está realizada sobre hueso, consta de
un extremo más ancho (1,4 cm) que el cuerpo de la pieza
(0,7 cm) y su sección es circular. Está quemada, presentando
tonos grises y blancos. Podría tratarse de un posible tapón,
pero al estar fracturada no podemos asegurarlo. Por su parte
0413 está también realizado sobre un hueso largo de meso o
macromamífero, tiene unas medidas de 1,5 x 1,2 x 0,2 cm,
una sección rectangular plana y una forma que recuerda a
un pequeño anzuelo. Los tres peines sencillos identificados
están fracturados, dos de ellos fueron recuperados en zonas
indeterminadas del oppidum (0414 y 0434) y el tercero en el
dep. 111 (0412). Ese último presenta el puente moldurado
[page-n-182]
0165
0385
0404
0412
0414
0388
0386
0406
0411
0434
0407
0413
0417
0418
0416
Figura 5.147. Piezas no apuntadas de hueso, asta y marfil del Tossal de Sant Miquel.
(subtipo III.5.1.1) y los dientes arrancan de una línea horizontal incisa. Por su parte, el ejemplar 0414 está decorado
con motivos incisos en los que se distingue un cuadrado dividido por sus diagonales en cuatro triángulos, dos de ellos
(el superior e inferior) rellenos con finas líneas oblicuas. Presenta la misma decoración por ambas caras (Mata Parreño
et al. 2017: 150). Se trata de las tres únicas piezas de marfil
documentadas en el Tossal de Sant Miquel.
Por último, cabe hacer alusión a la clavija ósea del dep.
73 con marcas claras de aserrado por el extremo proximal que
nos evidencia el trabajo sobre el cuerno, aprovechando la queratina del estuche córneo en el oppidum. Aunque se trate de
una pieza aislada debemos tener en cuenta que, al no haberse
recogido de forma sistemática toda la fauna del asentamiento,
otros desechos del trabajo de esta materia prima podrían haber
sido obviados (fig. 5.147).
165
[page-n-183]
Figura 5.148. Pieza 0165. Izquierda: Detalle de la decoración del extremo distal. Derecha: Detalle de una de las perforaciones intencionadamente abiertas del extremo proximal.
Figura 5.149. Distribución de la industria sobre materias duras animales en el Tossal de Sant Miquel (planimetría según Bonet 1995).
5.32.3. Breve valoración global
En lo que se refiere a la distribución de las piezas en el oppidum (fig.
5.149), los departamentos 102 y 103 del Sector II y los departamentos 111 y 114 del Sector I son los espacios con una concentración
mayor de objetos. Así pues, en el conjunto formado por los espacios
166
102 y 103 se concentran 23 astrágalos trabajados de cabra, oveja y
cerdo, el tubo perforado y decorado manufacturado sobre un hueso
de ave rapaz, una cuenta circular, una bisagra y un fragmento de un
objeto apuntado. Estos departamentos se excavaron en 1947 y están
localizados al norte de la ladera este del cerro. En ellos se recuperó
también abundante material cerámico (Bonet 1995: 234-245).
[page-n-184]
El departamento 111 no está señalado en la planta del yacimiento ya que es un espacio aislado y alejado de los sectores
I y II identificado en trabajos de prospección en 1948, de él
apenas se realizó un pequeño croquis. Por el abundante material
cerámico recuperado se ha interpretado como una habitación de
un sector de viviendas (Bonet 1995: 253). Se recogieron ocho
piezas de hueso, asta y marfil: dos mangos, un peine, una cuenta
circular, dos soportes de trabajo del asta, la pieza indeterminada
0413 y un astrágalo perforado de cerdo.
Otras ocho piezas fueron recuperadas en el dep. 114: cinco astrágalos de ovicaprinos y cerdos, un alfiler, varios fragmentos de un
objeto apuntado y un mango de asta de ciervo. En este espacio aparecieron también varios fragmentos de cerámica ática e ibérica, una
fusayola y una terracota de una cabeza femenina (Bonet 1995: 260).
Llama la atención que no se haya recuperado ninguna pieza
en la manzana 9 ni en la manzana 7, identificada esta última
como una vivienda aristocrática en la que se recogieron abundantes materiales cerámicos y se definieron espacios diversos,
desde una posible área sacra a estancias destinadas a trabajos
artesanales como la molienda, el tejido o la producción de aceite
(Bonet 1995: 368-371). Asimismo, en el recinto cultual de carácter urbano formado por los departamentos 12, 13 y 14 (Bonet
1995: 364) solamente se ha documentado un alfiler (0384); esta
escasa presencia de piezas manufacturadas sobre materias duras
animales contrasta con el depósito votivo del Amarejo donde se
econtraron numerosos alfileres de materias duras animales, así
como un punzón y al menos un astrágalo trabajado.
Resulta también significativo que los 18 alfileres documentados en el oppidum estén dispersos, encontrado uno o a lo sumo
dos de ellos en cada departamento. Además, su decoración, aunque similar en la utilización de motivos en aspa y líneas oblicuas
y horizontales, es diferente en cada ejemplar, pudiendo indicar
que estas piezas se empleaban como útiles personales, ornamentados atendiendo al gusto de cada usuaria o usuario.
5.33. TOS PELAT (MONCADA, VALÈNCIA)
5.33.1. introducción al yacimiento
El yacimiento del Tos Pelat se localiza en el término municipal
de Moncada, en la comarca de L’Horta Nord, sobre un cerro
amesetado a 92 m s.n.m. Su ubicación resulta estratégica, situándose a 10 km de distancia de la costa mediterránea y a medio camino entre Arse/Saguntum y Edeta/Tossal de Sant Miquel
de los que dista 15 km respectivamente (fig. 5.131). Probable-
mente ejerció de intermediario comercial entre ambas ciudades
desde finales del s. VI a.C. hasta su abandono progresivo a mediados del s. IV a.C. Alcanzó una extensión de entre 2-3 hectáreas (Burriel et al. 2011: 192-193).
Aunque se conocen reseñas del yacimiento desde las primeras décadas del s. XX no será hasta 1991 cuando se publique
por primera vez una referencia a la muralla del oppidum y un
croquis de la planta (Bonet y Mata 1991). En los años siguientes
se dieron a conocer materiales recuperados en superficie, fundamentalmente cerámicos (Burriel 1997; Mata y Burriel 2001).
Entre los años 2002-2009 se llevaron a cabo las primeras excavaciones arqueológicas bajo la dirección de J. M. Burriel Alberich y C. Mata Parreño, trabajos que actualmente continúan
coordinados por el primero de ellos. Se han excavado parte de
las estructuras defensivas (una muralla del ibérico antiguo y otra
del ibérico pleno), una calle y un sector de grandes viviendas
complejas. En la denominada casa 1 se han documentado pinturas murales en azul, blanco y rojo (Roldán et al. 2005; Burriel et
al. 2011; Burriel y Mata 2013).
5.33.2. el conjunto analizado
Tras revisar los materiales inventariados como industria ósea,
así como la fauna depositada en el Museo Arqueológico de
Moncada, contamos con un conjunto de seis objetos elaborados
sobre materias duras animales: cuatro piezas terminadas, un astrágalo y una matriz (tabla 5.52).
Entre las piezas terminadas identificamos dos agujas de
hueso con una perforación circular en el extremo proximal
(III.1.1.1) (0336, 0337); dos fragmentos de un objeto apuntado, seguramente un alfiler (0340) (fig. 5.150) y una pieza
pseudotriangular realizada sobre la parte central de una asta
de ciervo aserrada y regularizada mediante abrasión, con medidas 16 x 4,9 x 0,9 cm y una perforación circular en cada
extremo de 1,1 cm de diámetro (fig. 5.151). Solo contamos
con otros dos ejemplares documentados en el mundo ibérico
de este tipo de piezas: en la Penya del Moro (0593) y en el
Puig de Sant Andreu (0896), siendo el ejemplar del Tos Pelat
el mejor conservado. Fue hallado en el dep. 2 de la casa compleja 2 (que no está excavada en su totalidad), interpretado
como un posible almacén (Burriel y Mata 2013: 86). Por su
parte, la aguja 0337 se recuperó en el dep. 11 de la casa 1, un
espacio de casi 15 m2 pavimentado con losas (Burriel y Mata
2013: 87) (fig. 5.152). Las otras dos piezas terminadas se
recuperaron en niveles superficiales, así como el astrágalo de
Tabla 5.52. Industria sobre materias duras animales del Tos Pelat.
ID
Cronología Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
336
-
Superficial
III.1.1. Aguja
Fíbula
Mesomamíf.
Ab/Pr
No
337
S. IV a.C.
Dep. 11. UE 1158
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Mesomamíf.
Pr
No
340
-
Superficial
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
360
S. IV a.C.
Dep. 2. UE 1062
III.6.3. Pieza
pseudotriangular
Percha
Ciervo
Ab/A/C/Pr
No
362
S. IV a.C.
Dep. 8. UE 1166
I. Matriz
Cuerna
Ciervo
C
No
364
-
Superficial
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Oveja
Ab/Pr
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; Pr-Perforación.
167
[page-n-185]
0336
0337
0340
Figura 5.150. Piezas apuntadas del Tos Pelat.
0360
Figura 5.153. Proceso de excavación del asta de ciervo 0362.
Fotografía: Josep M. Burriel Alberich
Ovis aries modificado mediante la abrasión en ángulo recto
de su cara lateral y con una perforación central de 0,25 cm de
diámetro (tipo A2) (0364) (tabla 5.52).
Por último, en la casa compleja 3, una gran unidad doméstica
con una superficie aproximada de 151 m2 estructurada en nueve
habitaciones (fig. 5.152), en la UE 1166, identificada como el nivel
de ocupación del departamento 8 localizado en el ángulo noroeste
de la casa, se recuperó una cuerna de ciervo con marcas de corte
en la parte proximal y en la luchadera (la restauración realizada
dificulta la identificación de otras posibles marcas antrópicas), por
lo que cabe considerarla como una matriz (fig. 5.153).
Figura 5.151. Pieza pseudotriangular perforada.
5.33.3. breve valoración global
Como conclusión cabe matizar que se trata de un conjunto reducido integrado por seis artefactos, más teniendo en cuenta que
hemos revisado toda la fauna recuperada en el yacimiento; pero
aun así nos ha permitido identificar el trabajo del asta de ciervo
en el asentamiento, con la caracterización de una matriz y de
una inusual pieza trabajada poco frecuente en otros yacimientos
ibericos (III.6.3); así como la presencia de objetos apuntados de
hueso y de, al menos, un astrágalo trabajado.
5.34. KELIN / LOS VILLARES
(CAUDETE DE LAS FUENTES, VALÈNCIA)
5.34.1. introducción al yacimiento
Figura 5.152. Espacios domésticos del Tos Pelat con ubicación de
las piezas. Imagen adaptada de Josep M. Burriel Alberich.
168
El yacimiento de Kelin / Los Villares se localiza sobre una loma
cercana a la actual localidad de Caudete de las Fuentes, al suroeste de esta a 800 m s.n.m. (fig. 5.131). Los restos arqueológicos ocupan toda la loma, alcanzando una extensión de 10 ha.
Desde su emplazamiento ejerce un amplio dominio visual sobre el
llano circundante, por ser una de las elevaciones más destacadas
[page-n-186]
de la zona. Se ubica junto al río Madre de Cabañas, afluente del río
Magro, que con sus aportes hídricos configura un fértil valle agrícola conocido como la Vega. Además, está junto a una de las vías naturales que comunica la Meseta con la costa mediterránea, lo cual le
permitió controlar el tránsito de personas y mercancías. Así, Kelin
llegó a convertirse en capital de un amplio territorio que superó los
límites de la actual comarca de Requena-Utiel, y estuvo habitada
de forma continuada entre los s. VII - s. I a.C. La ciudad organizó
una red de poblados interdependientes, en la que cada uno tuvo una
función, bien defensiva y de control o bien de tipo productivo (Mata
Parreño 1991: 7). La asociación de Los Villares con la ceca ibérica
de Kelin fue posible gracias al hallazgo y estudio de semis y unidades recuperados en el mismo yacimiento (Ripollés 1980).
Se tienen referencias escritas de la existencia del yacimiento desde el s. XVIII, pero hasta 1956 no se realizó la primera intervención arqueológica dirigida por E. Pla Ballester;
campañas de excavación que se prolongarían en 1957, 1959,
1975, 1979 y 1980 (Pla 1980).
Desde 1987 los trabajos arqueológicos se retomarían bajo
la dirección de C. Mata Parreño, realizándose campañas anuales ininterrumpidas hasta el 2004. Mata Parreño realizaría su
tesis doctoral, dirigida por M. Gil-Mascarell, sobre parte de los
materiales y estructuras documentadas en este oppidum (Mata
Parreño 1991). Asimismo, se han llevado a cabo diversos estudios centrados en el paisaje y en las relaciones territoriales
en torno a Kelin desde la Edad del Hierro hasta la romanización (Moreno Martín 2011; Quixal 2015). La información
del yacimiento se ha complementado con la publicación de
los resultados de las últimas campañas de excavación en una
monografía en la que participamos analizando las piezas de
materias duras animales recuperadas entre 1989 y 2004 (Mata
Parreño 2019).
Las estructuras excavadas han sido consolidadas y restauradas, impulsándose en los últimos años diferentes actividades
con la intención de preservar, difundir y enfatizar el valor social
y cultural de este yacimiento ibérico.
Tabla 5.53. Industria sobre materias duras animales de Kelin/Los Villares ordenada por fases cronológicas.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
675
S. VII a.C.
Conjunto 4
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
701
S. VII a.C.
Sondeo XI.
Campo L. Capa 7
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
702
S. VII a.C.
Dep. 1 (1959)
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
704
S. VII a.C.
SIII C4 (1984)
II. Soporte
Percha
Ciervo
C/F/A
No
1037 S. VII a.C.
A3, asociado a muro
III.6.6. Fusayola
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
1038 S. VII a.C.
AB3/4, espacio abierto
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Mesomamíf.
-
No
1039 S. VII a.C.
AB1, espacio abierto
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Ciervo
-
No
674
Conjunto 1
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral Bovino
Pr
No
1036 Ss. VII-VI a.C.
Conjuntos 3 y 4
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
669
Ss. VI-V a.C.
Calle 3-0101b
II. Soporte
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
703
S. IV a.C.
Vivienda 2
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral Bovino
C
No
670
Ss. III-II a.C.
Z- A. Cuadro D3 (1980)
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
673
Ss. III-II a.C.
Z- A. Casa 1. Dep. 2 (1983)
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
-
No
1035 Ss. III-II a.C.
Z- B. Dep. 19
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf.
-
No
668
Z- B. Casa 2. Hogar
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
1052 Fin. s. III - in. s.
II a.C.
Z- A. Calle/pasillo.
UE 6012
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Mesomamíf.
Pr
No
672
Ss. II-I a.C.
E2/E3, Espacio indet. 8
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
778
In. s. II a. C
Z- A. Dep. 24
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
A/P/Pr
Sí
698
Ibérico fin.-Repu- AB/4. Superficial
blicano
I. Matriz
Roseta perlada
Ciervo
-
No
671
-
AB2, Silo islámico (F1)
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
705
-
A2 superficial
III.4.1. Mango/III.4.2. Diáfisis
Tubo
Macromamíf.
C/P
Sí
727
-
Silo islámico (41)
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
C/A
No
667
-
-
V. Desecho
Clavija ósea
Oveja
C/A
No
Ss. VII-VI a.C.
Fin. s. III - in. s.
II a.C.
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; F-Flexión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
169
[page-n-187]
5.34.2. el conjunto analizado
Contamos con un conjunto de 23 piezas manufacturas sobre
materias duras animales, en concreto, 16 sobre hueso (70 %),
5 sobre asta (22 %), una sobre cuerno (4 %) y una sobre marfil
(4 %). Debido a la dilatada ocupación del yacimiento presentamos las piezas según su adscripción cronológica a la I Edad
del Hierro, época ibérica o aquellas recuperadas en niveles de
relleno de época islámica (tabla 5.53).
5.34.2.1. Edad del Hierro
Se trata de un lote de nueve piezas del s. VII - s. VI a.C. realizadas en huesos de animales de talla media y grande y en asta de
ciervo (fig. 5.154).
Encontramos dos fusayolas troncocónicas (III.6.6.2) realizadas sobre cabezas femorales de Bos taurus. Se aprovecha la
forma natural de esta parte del fémur, se separa la cabeza de
la epífisis proximal mediante aserrado y la forma semiesférica
natural del hueso se vuelve a serrar en el otro extremo obteniendo un útil de tendencia troncocónica. Posteriormente la pieza
se perfora en la parte central con un instrumento metálico. El
ejemplar 0674 cuenta con una perforación circular ligeramente
irregular de 0,9 cm de diámetro en la cara distal y 1 cm en la
cara proximal y un peso de 14 g; por su parte, en la pieza 1037,
incompleta, se distingue una perforación circular fracturada
cuya longitud conservada es de 0,5 cm.
0674
Identificamos cuatro objetos apuntados: dos fragmentos distales (0675, 1038) un biapuntado (1036) y un punzón
(1039), todos ellos realizados sobre huesos. La pieza 0702,
también manufacturada sobre la diáfisis de un hueso largo,
aunque fracturada, presenta un extremo romo por lo que podría considerarse como una posible espátula. Se encuentra muy
alterada por procesos tafonómicos, fundamentalmente por la
acción de las raíces. Aparte de estas piezas terminadas, dos artefactos de asta, 0701 y 0704, reflejan procesos de manufactura
sobre esta materia prima en el asentamiento, ya que se corresponden con un candil separado del resto de la cuerna y seguramente desechado y de la parte central de la percha de la que
se han extraído los candiles posiblemente para confeccionar
artefactos como mangos.
5.34.2.2. Época ibérica
El conjunto de piezas de época ibérica, desde el s. VI al s. I. a.C.,
está integrado por diez artefactos: una fusayola, cuatro astrágalos, un peine de marfil, el fragmento distal de una pieza apuntada, un soporte óseo, una aguja y la parte proximal de una cuerna
de ciervo (tabla 5.53 y fig. 5.155).
La fusayola 0703 es troncocónica (III.6.6.2), al igual que las
dos documentadas en niveles de la I Edad del Hierro, presenta
una perforación central circular realizada de forma unidireccional desde la cara proximal a la distal (0,7 cm de diámetro en la
cara proximal y 0,5 cm en la distal) y pesa 7 g.
0675
0701
0702
1036
0704
1037
1038
Figura 5.154. Piezas de la I Edad del Hierro.
170
1039
[page-n-188]
Los cuatro astrágalos son de ovicaprinos, dos de ellos derechos (0668, 0670) y dos izquierdos (0672, 0673) (NMI 2).
La pieza 0672 cuenta con una perforación circular bidireccional
(desde la cara dorsal y plantar) en la parte central de 0,2 cm (tipo
G1), mientras que las otras tres tabas tienen las caras lateral y
medial modificadas mediante abrasión (tipo C4 para 0668 y C1
para 0670 y 0673).
Los otros tres artefactos de hueso de época ibérica se corresponden con el fragmento distal de un útil apuntado, probablemente un punzón (1035); con una pieza en proceso de elaboración de fuste alargado, sección pseudoredondeada y con marcas
de cortes (0669) y con una aguja (1052). Sobre el soporte de
hueso podría elaborarse un alfiler, aguja o un útil similar. Fue
recuperado en la calle 3, en niveles del s. VI - s. V a.C., lo que
podría indicar que parte del trabajo del hueso era elaborado en
espacios abiertos o que se tratase de una pieza fallida, desechada
en la calle por no adaptarse a las características deseadas del útil
final que se fuese a manufacturar. Por su parte, la aguja cuenta
con dos perforaciones circulares en el extremo proximal, una
de ellas fracturada de 0,3 cm de diámetro. Se trata del único
ejemplar que hemos documentado del subtipo III.1.1.2 (aguja
con dos perforaciones).
Una de las piezas más destacadas de la colección de materias duras animales de Kelin es el peine de marfil recuperado en
el dep. 24 datado a inicios del s. II a.C. (0778). Se trata de un
peine sencillo, rectangular, cuyo puente, recto, está ligeramente
combado (III.5.1.2). Decorado por ambas caras con decoración
incisa, en una de ellas aparecen dos aves esquemáticas de perfil,
dispuestas hacia el lado izquierdo, con cuello largo y pico corto
con las alas extendidas y el plumaje detallado. En la cara opuesta, dos cánidos enfrentados con la cola alzada y las patas estiradas en actitud de salto o ataque. En las partes medial y proximal
de los laterales se tallaron unas molduras. Cuenta con 41 dientes
protegidos por dos patas rectilíneas. En ambas caras tiene una
doble línea horizontal incisa que marcaría, para el artesano o
artesana, el límite de ejecución del dentado. Además presenta
una perforación circular de 0,4 cm de diámetro que permitiría
colgar la pieza (Mata Parreño et al. 2017: 150). Se trata del único objeto de marfil documentado en el asentamiento y una de
las únicas dos piezas de materias duras animales decorada. Su
ejecución debe ponerse en relación con un artesanado especializado, capaz de trabajar una materia prima delicada, exótica y
cara. Lo más probable es que este objeto llegara a Kelin / Los
Villares a través del intercambio o del comercio.
Por último, debemos hacer alusión a la parte basal de una
gran cornamenta de asta de ciervo recuperada en niveles superficiales, por lo que cabría asociarla con la ocupación final
del yacimiento a principios del s. I a.C. (0698). Al conservar el
medallón intacto podemos afirmar que se trata de una cuerna
recolectada tras el proceso de desmogue, muy posiblemente con
la intención de fabricar diferentes artefactos.
La distribución espacial de las piezas en época ibérica no
refleja ninguna concentración significativa, cada uno de los artefactos ha sido hallado en espacios distintos, tal como se puede
apreciar en las figuras 5.156 y 5.157 de las zonas A y B de excavación para los s. III - s. II a.C.
0668
0778
0670
1035
0672
0669
0673
0698
1052
0703
Figura 5.155. Piezas de época ibérica.
171
[page-n-189]
5.34.2.3. Otros. Rellenos de fosas islámicas
Tratamos en este apartado cuatro piezas más (tabla 5.53 y
fig. 5.158): una clavija ósea de bóvido con marcas de cortes (0667)
de la que no tenemos claro su lugar de hallazgo ni su cronología y,
por otra parte, las piezas 0671, 0705 y 0727 que fueron recuperadas
en estratos de relleno de fosas islámicas por lo que podrían perte-
necer a cualquiera de los momentos de ocupación del yacimiento.
El desecho de trabajo 0671, posiblemente de la elaboración de una
placa o lámina de hueso, pertenece a una diáfisis de un animal de
talla media/grande con marcas de corte y abrasión; sus dimensiones
son reducidas (1,8 x 2,6 x 0,4 cm). Por su parte, 0705 constituye
una pieza terminada elaborada sobre la diáfisis de un hueso lar-
Figura 5.156. Distribución de las piezas elaboradas sobre materias
duras animales en la Zona A (ss. III-II a.C.). Planimetría adaptada
del equipo de excavación de Kelin/Los Villares.
Figura 5.157. Distribución de las piezas elaboradas sobre materias
duras animales en la Zona B (ss. III-II a.C.). Planimetría adaptada
del equipo de excavación de Kelin/Los Villares.
0727
0671
0667
0705
Figura 5.158. Piezas sin
contexto y recuperadas en
niveles de relleno de las
fosas islámicas.
172
[page-n-190]
go de mesomamífero al que cortaron las epífisis y posteriormente
pulieron. Está decorada mediante incisiones geométricas de motivos en aspa con una factura poco cuidada. Tanto el pulido como
la decoración resultan difíciles de apreciar a simple vista debido a
que la superficie ósea se encuentra en mal estado de conservación
por las alteraciones postdeposicionales, sobre todo por la acción
de pequeñas raíces. Piezas similares de época islámica, aunque de
factura más cuidada que el ejemplar de Kelin, interpretadas como
empuñaduras de hueso y decoradas con diversos motivos incisos,
fueron recuperados en el castillo de Albarracín con una cronología
entre el s. X - s. XII (Ortega 2007). En nuestro caso consideramos
que podría tratarse tanto de un mango como de un tubo que, taponado por ambos extremos, pudiese actuar como pequeño contenedor. Por último, 0727 es un ejemplo claro de un soporte de asta de
ciervo, se aprecian de forma evidente diferentes marcas de cortes
y flexión en los extremos y aserrado longitudinal para obtener una
lámina sobre la que realizar otro artefacto.
5.34.3. breve valoración global
De las piezas analizadas en Kelin / Los Villares son los artefactos terminados los más numerosos, con 12 ejemplares (52 %),
sobre todo elaborados en hueso y excepcionalmente en marfil.
Por otra parte, contamos con cuatro astrágalos trabajados (17 %)
y con siete evidencias del proceso de manufactura del hueso, el
asta y el cuerno (31 %) (tabla 5.53). Por lo tanto, se puede hacer
alusión al trabajo al menos esporádico de las materias óseas en
el yacimiento, a excepción del marfil. De hecho, es muy probablemente que el peine, un objeto de ostentación social y económica, llegara a Kelin a través del comercio peninsular como
pieza terminada. Para época ibérica cabe destacar también la
presencia de la aguja de hueso con dos perforaciones, la única
de ese subtipo documentada en los yacimientos estudiados. Asimismo, resulta interesante haber documentado la pervivencia
de las fusayolas troncocónicas de hueso tanto para las fases de
ocupación del s. VII - s. VI a.C. como para el s. IV a.C.
5.35. EL AMAREJO (BONETE, ALBACETE)
5.35.1. introducción al yacimiento
El poblado de El Amarejo se emplaza en la cima y laderas del cerro
homónimo a 977 m s.n.m. y a 53 m de altura sobre los terrenos
circundantes; está situado en el área de transición natural entre el
sureste meseteño y la costa oriental peninsular (fig. 5.159).
En 1898 y 1899 el arqueólogo P. Paris realizó dos campañas
de excavaciones en el yacimiento. Casi un siglo después, en 1978
y hasta 1992 se llevaron a cabo nuevas intervenciones arqueológicas que permitieron delimitar su cronología entre el s. IV s. III a.C. Su abandono se produjo tras una destrucción violenta,
según indican los niveles de incendio hallados en el entramado
urbano del asentamiento. Se han excavado varios departamentos
de carácter doméstico y de almacenaje (Broncano y Blánquez
1985) y una favissa o depósito votivo tallado en la roca de hasta
4 m de profundidad relacionada con un santuario de tipo urbano
y con abundantes ofrendas en su interior (Broncano 1989).
5.35.2. el conjunto analizado
Documentamos 42 artefactos elaborados sobre materias duras
animales, 22 de ellos pudimos analizarlos en el Museo de Albacete: 20 piezas terminadas y dos desechos de trabajo (tabla 5.54);
los otros 20 restantes se corresponden con astrágalos trabajados
que incorporamos según la descripción dada por el equipo de
excavación y que no tuvimos la oportunidad de examinar en
dicha institución. En concreto, se trata de 19 tabas recuperadas
en el departamento 3 y una en el depósito votivo (Broncano y
Blánquez 1985: 130; Broncano 1989: 59). Así, presentamos las
piezas según su lugar de hallazgo.
5.35.2.1. Departamento 3
Departamento excavado entre 1979 y 1981 en el que se definieron dos ambientes distintos, en el A, una dependencia interior
semiexcavada en la roca, se recuperaron dos fragmentos distales de objetos apuntados, probablemente de punzones (0470,
0471); un fragmento proximal de un alfiler decorado con una
banda de pequeñas líneas incisas diagonales delimitadas por dos
líneas horizontales (0473) (fig. 5.160) y un lote de 23 astrágalos
de ovicaprinos: 15 de ellos con las caras lateral y medial modificadas mediante abrasión (1225 - 1238) (tipo C1), otras 4 tabas
con el mismo trabajo y, además, perforadas (tipo C2) y cuatro
más naturales (Broncano y Blánquez 1985: 130).
En esta estancia se halló también una significativa concentración de 96 metápodos de ovicaprinos completos y 73
fragmentos que debieron formar parte de un conjunto de al
menos 108 huesos (fig. 5.161). Aunque no presentan modificaciones antrópicas evidentes su acumulación debe responder a un criterio intencionado. Aparecieron en el centro
del ambiente A, junto a los 23 astrágalos y a cinco falanges de ovicaprinos (Broncano y Blánquez 1985: 128-129).
Figura 5.159. Detalle de la ubicación
de los yacimientos:
35) El Amarejo (Bonete)
36) Covalta (Albaida)
37) La Bastida de les Alcusses (Moixent)
38) La Serreta
(Alcoi-Cocentaina-Penàguila)
39) El Puig (Alcoi)
173
[page-n-191]
Tabla 5.54. Piezas terminadas y desechos identificados de El Amarejo ordenadas por ubicación.
ID
Cronología
470
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. Dep. 3. Ambiente A
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
471
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. Dep. 3. Ambiente A
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf.
C
No
473
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. Dep. 3. Ambiente A
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
456
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
457
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab
No
458
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
459
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
460
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
461
S. III a.C.
Depósito votivo
V. Desecho
Candil
Ciervo
-
No
462
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab
Sí
463
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
464
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/C/Pr
Sí
465
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
466
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Colmillo
Elefante ind.
P
Sí
476
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
478
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.6. Punzón
Metápodo
Caballo
Ab/P
No
468
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
469
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamíf.
P
Sí
472
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
474
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1.6. Punzón (?)
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/C
No
475
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1. Obj. apuntado
Candil o percha Ciervo
Ab
No
479
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1.6. Punzón (?)
Diáfisis
Ab
No
Macromamíf.
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0471
0470
0473
Figura 5.160. Industria ósea del departamento 3.
174
Figura 5.161. Concentración de metápodos de ovicaprino del departamento 3. Fotografía: Eva Collado Mataix.
[page-n-192]
Al tratar otra concentración anómala de 16 metápodos en el
Puig de la Nau ya hemos planteado los posibles usos que
se han propuesto para este tipo de huesos: como bobinas de
hilo o como parte de telares (Webley et al. 2007: 82), como
juegos representando muñecas (Sidéra y de Maret 2016),
como parte de artefactos compuestos o también como materia prima almacenada. Sirva como ejemplo, para este último caso, el hallazgo en el barrio artesanal de Daubonneau
(s. I - s. II d.C.) de Mediolanum Santonum en la Aquitania
romana, en una fosa (F3024) de 492 metápodos (con un peso
de más de 6 kg) de Bos taurus (78 %), Equus caballus (14
%) y Sus domesticus (7,5 %), interpretados como una reserva
de huesos para los trabajos artesanales documentados en este
asentamiento (Robin et al. 2010).
Significativamente el departamento 3 de El Amarejo ha sido
interpretado como un espacio de almacén o despensa a tenor de
los grandes recipientes cerámicos recuperados, especialmente,
en el ambiente A (Broncano y Blánquez 1985: 133) (fig. 5.162);
por lo que quizás cabría considerar que esta concentración anómala de huesos largos y cortos de ovicaprinos respondiera a su
almacenaje con la finalidad de realizar con ellos diferentes tareas o útiles.
5.35.2.2. Depósito votivo
Ha sido interpretado por los investigadores debido al cariz de
la mayoría de los objetos recuperados en la favissa, útiles relacionados con las actividades textil, alfileres para el cabello
y representaciones de aves, así como por la significativa au-
Figura 5.162. Planta general de la zona oriental del yacimiento
(adaptado de Broncano 1989: fig. 1). En azul, espacios donde se
recuperaron piezas elaboradas sobre materias duras animales.
sencia de armas y herramientas, como un pozo votivo reflejo
de una ritualidad ibérica vinculada a una divinidad femenina
(Broncano 1989: 33).
Hemos documentado 14 piezas manufacturadas en hueso,
asta y marfil: 12 piezas terminadas, un posible desecho y un
astrágalo trabajado (tabla 5.54 y fig. 5.163). De este último no
incluimos imagen al no haberlo visto en el Museo de Albacete, pero es recogido por Broncano (1989: 59). Se hace también
alusión a otra taba: “con finos cortes transversales hechos con
un útil de filo cortante” (Broncano 1989: 59), que no hemos
incorporado ya que parece tratarse de un astrágalo con marcas
de carnicería, no de manufactura.
La pieza 0461 es un fragmento distal de un candil de Cervus
elaphus, aunque no se aprecien sobre él marcas de trabajo su
presencia implica una selección del asta para un lugar y un ritual destacados. El astrágalo (0467) pertenece a un ovicaprino y
cuenta con las caras lateral y medial modificadas (seguramente
tipo C1 de nuestra tipología) (Broncano 1989: fig. 6.1). Por su
parte, todas las piezas terminadas entrarían dentro de la categoría de objetos apuntados. Entre ellos distinguimos ocho alfileres
completos o que conservan la parte proximal (0463, 0476, 0458,
0456, 0462, 0466, 0465, 0464), tres fragmentos distales o mesiales que probablemente también pertenecerían a alfileres (0457,
0459, 0460) y un punzón realizado sobre un metápodo de Equus
caballus (0478) (fig. 5.163). Los ocho alfileres identificados con
seguridad están decorados con motivos geométricos incisos,
fundamentalmente con zigzags, líneas oblicuas, horizontales y
aspas; ninguno de ellos es exactamente igual a otro. Sin duda
destaca el ejemplar 0464, se trata de un alfiler completo (12,7 cm
de longitud), variante tipológica III.1.2.2.b. Con cabeza diferenciada compuesta. Además, el extremo distal está embotado y
redondeado por su uso. Está decorado con motivos geométricos
incisos y moldurados. El remate de la cabeza es singular, tallado en forma de “corona”. Presenta cuatro colgantes insertos en
la parte superior unidos por arandelas de bronce. Cada uno de
esos colgantes de hueso cuenta con tres pequeñas molduras. Sus
medidas son: 1,2 cm de longitud y 0,35 cm de diámetro; con
una perforación circular de 0,1 cm. Se trata, por consiguiente,
de una pieza compuesta. Es uno de los alfileres con una forma y
acabados más complejos del mundo ibero.
Debemos destacar también la presencia de un alfiler de marfil (posiblemente de elefante): el ejemplar 0466 variante tipológica: III.1.2.1.b. Sin cabeza diferenciada y con remate cónico,
decorado con tres bandas de líneas incisas oblicuas formando
zigzags. Tiene unas medidas de 10,1 cm de longitud y 0,6 cm de
diámetro máximo, su sección es circular.
Resulta importante subrayar que en esta favissa encontramos tanto alfileres de hueso y marfil como de oro y bronce.
Así, sobre oro se ha documentado un pequeño alfiler con la
cabeza rematada en forma de lazo y con una longitud de 3,7
cm (Broncano 1989: 83). Por otra parte, los alfileres de bronce
recuperados tienen unas dimensiones y ornamentaciones similares a los de hueso. Tal es el caso de un ejemplar completo de
sección circular (0,45 cm de diámetro) y 12,5 cm de longitud,
decorado con tres bandas de líneas oblicuas dispuestas en zigzag y delimitadas por líneas horizontales (Broncano 1989: 87).
Estos motivos geométricos sencillos son casi idénticos a los
documentados en el fragmento proximal del alfiler de hueso
0476 y al alfiler de marfil 0466. Por tanto, debemos remarcar
175
[page-n-193]
la idea de que este tipo de útiles no son elaborados exclusivamente sobre una única materia prima, sino que los encontramos
tanto en soportes metálicos como de materias duras animales y,
cabría considerar, que fueran realizados sobre materias perecederas, como madera o cuerno.
En el pozo votivo se recuperaron también agujas de bronce
con una perforación en el extremo proximal (Broncano 1989:
87-89); en este caso no se ha identificado ningún ejemplar realizado sobre hueso, aunque contamos con agujas de hueso en
otros enclaves ibéricos. Fue en este contexto cerrado donde se
halló también un peine doble, con dos hileras de dientes, manufacturado en madera de boj (Broncano 1989: 38, fig. 4, 3 y lám.
XXXI; Mata Parreño et al. 2017: 152-153).
En cuanto a los restos de fauna recuperados en el depósito
votivo se ha señalado la preponderancia de animales domésticos, especialmente ovicaprinos, sacrificados en una edad infantil o juvenil. Además, se ha documentado la presencia minoritaria de restos de Cervus elaphus y de Equus caballus. Resulta
interesante el hallazgo de cáscaras de huevo de gallina y restos
marinos, concretamente, un fragmento de espina dorsal y una
vértebra completa de mielga (Squalus acanthias) (Broncano
1989: 76 y lám. LII), un pequeño tiburón que no suele superar
el metro de longitud. Su presencia remite al contacto con la costa mediterránea y debe entenderse como parte de una ofrenda
exótica revestida de valor simbólico (Marlasca et al. 2019).
0461
0459
0460
0463
0476
Figura 5.163. Piezas del depósito votivo.
176
0457
0458
0462
0456
5.35.2.3. Sin contexto
Incluimos en este apartado seis piezas de las que desconocemos
su ubicación (fig. 5.164):
- 0468 es una clavija ósea izquierda de Capra hircus con
unas interesantes marcas de aserrado. Se trata de una modificación tecnológica inusual en este tipo de materia prima, que
podría hacer alusión a un aprovechamiento diferente del estuche
córneo. Las marcas de aserrado distan entre sí 4,2 cm y 3,4 cm.
- 0469 es un fragmento de un tubo realizado sobre la diáfisis
de un hueso largo de mesomamifero (III.4.3.1.). Aunque está
fracturado se distingue decoración geométrica de ocho líneas
horizontales y paralelas en la parte proximal.
- Las otras cuatro piezas parecen corresponderse con fragmentos o ejemplares completos de punzones (0472, 0474,
0475, 0479).
Además, cabe señalar que en los departamentos 1, 2 y 3 se
recuperó también material de final de la Edad del Bronce, incluyendo una punta de flecha fracturada con pedúnculo y aletas
realizada sobre asta de ciervo (Broncano y Blánquez 1985: 353).
5.35.3. breve valoración global
De manera global y de forma sintética cabe señalar que los
astrágalos trabajados son los objetos óseos con mayor presencia en el enclave con 20 ejemplares, seguidos de los nueve
alfileres y de los punzones y fragmentos de objetos apuntados,
0466
0465
0464
0478
[page-n-194]
0468
0479
0474
0475
0469
0472
Figura 5.164. Piezas sin ubicación del Amarejo.
con cinco piezas en cada caso. Además, contamos con un tubo
óseo y con un desecho del trabajo del asta de ciervo y otro del
cuerno de cabra. Se trata de un conjunto interesante que nos
permite acercarnos al papel de este tipo de artefactos en ofrendas de carácter ritual en un contexto cerrado como es el del
depósito votivo; así como a la posible utilización, manufactura
o almacenaje de los más de cien metacarpos y metatarsos de
ovicaprinos del departamento 3.
5.36. COVALTA (ALBAIDA, VALÈNCIA)
5.36.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de Covalta está situado en la cima del monte homónimo, a 893 m s.n.m., en el tramo oriental de la Serra d’Agullent (fig. 5.159). Controla el paso natural de la Vall
d’Albaida, vía de acceso fundamental desde la costa mediterránea peninsular hacia el interior, así como de la Vall d’Agres
por su parte sur. Toma su nombre de una cueva natural conocida como la Cova Alta, característica de un terreno en el que
predomina el modelado kárstico y la presencia de caudales de
agua subterráneos. Esta se situa unos metros por debajo del
yacimiento, al pie del potente escarpe que impide el acceso al
mismo por su parte noroccidental, a una altura de 821 m s.n.m.
(Raga 1994: 14-15).
Los trabajos arqueológicos en la cima de Covalta se desarrollaron en el primer tercio del s. XX dirigidos por I. Ballester. Se
excavaron más de 83 departamentos, además de la muralla que
protegía el poblado por su parte oriental. En ella se distinguieron dos puertas de acceso, una al este y otra al oeste (fig. 5.165).
En la década de los setenta del s. XX, M. A. Vall de Pla (1971)
estudió las cerámicas de barniz negro recuperadas en Covalta, lo que
sirvió, junto a trabajos anteriores efectuados sobre las cerámicas áticas de figuras rojas, para delimitar su cronología desde mediados del
s. V a.C. hasta comienzos del s. III a.C. Posteriormente la identificación de dos ánforas fenicias tipo Trayamar I y de una fíbula de doble
resorte, permitieron adelantar el momento inicial de su ocupación al
s. VI a.C. (Pla y Bonet 1991: 247). Ocupación que se extendería hasta mediados del s. III a.C., según reflejó la revisión de las cerámicas
ibéricas y de importación (Raga 1994: 300). Tras su abandono en el
s. III a.C. no volvería a ocuparse hasta época medieval de forma
puntual, como demuestran algunos vestigios materiales (Vall 1971:
38-39).
5.36.2. el conjunto analizado
Partiendo de los trabajos realizados sobre el yacimiento por Raga
a finales del s. XX (1994, 1995, 1996), en el año 2014 procedimos a la revisión de las piezas elaboradas sobre materias duras
de origen animal de Covalta depositadas en el SIP-MPV (Blasco
Martín 2014 y 2015). Recopilamos a continuación los principales resultados obtenidos en estos trabajos de investigación para
poder comparar así las piezas de hueso, asta, cuerno y marfil de
Covalta con las de los otros poblados ibéricos analizados.
Contamos con 47 piezas (tabla 5.55), 42 están realizadas sobre hueso (89 %). Frente a esa clara mayoría, cuatro son objetos
de asta (9 %), tres de Cervus elaphus y uno de Capreolus capreolus y documentamos un alfiler de marfil incompleto (2 %).
Desafortunadamente, desconocemos su ubicación o el estrato
en el que fueron recuperados, por lo que no podemos proponer
177
[page-n-195]
Figura 5.165. Planimetría de Covalta
(Moret 1996: fig. 68).
Tabla 5.55. Industria sobre materias duras animales de Covalta.
ID
Clasif tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
1
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
2
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
3
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab/C
Sí
4
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
5
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
No
6
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
No
7
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
8
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
9
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
10
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
No
11
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
No
12
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
13
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
14
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
15
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Tt (?)
Sí
16
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
17
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
18
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
19
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
20
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
21
III.1.2. Alfiler
Colmillo
Elefante ind. (?)
P
Sí
22
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Pr
No
23
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
24
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Tt
Sí
25
III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
Ab/P
No
26
III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
Ab/P
No
27
II. Soporte
Tibia
Ciervo
Pe/C/Tt
No
178
[page-n-196]
Tabla 5.55 (continuación). Industria sobre materias duras animales de Covalta.
ID
Clasif tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
28
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
29
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
Pe/C/Ab
No
30
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
31
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
32
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
33
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
34
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
35
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
Sí
36
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
37
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
Sí
38
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/V
No
39
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
A
No
40
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/V
No
41
V. Desecho
Metapodio
Ciervo
A
No
42
V. Desecho
Metatarso
Ciervo
A
No
43
V. Desecho
Metacarpo
Ciervo
A
No
44
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Ovicaprino
A/Ab/P/V/Pr
No
45
I. Matriz
Cuerna
Corzo
C
No
46
IV. Ind. secundaria
Costilla
Cerdo
Ab/P/C
No
47
IV. Ind. secundaria
Metatarso
Corzo/Ovicaprino
C/Rs
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Rs- Raspado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
datos específicos relacionados con sus contextos de hallazgo y
piezas asociadas, así como matizaciones en su cronología más
allá de la general del asentamiento.
Los artefactos terminados son las piezas más numerosas del
conjunto con 38 ejemplares. No obstante, contamos con evidencias de todas las fases de la cadena operativa del trabajo del asta
y el hueso (una matriz, tres soportes y tres desechos de trabajo);
así como dos objetos que pueden clasificarse dentro del grupo
de la industria de orden secundario.
De los 38 objetos terminados, 35 de ellos se corresponden
con objetos apuntados, siendo los alfileres las piezas más numerosas (tabla 5.55) con 19 alfileres completos o prácticamente
completos y otros siete de los que solo se ha conservado parte
de la cabeza y del fuste (figs. 5.166 y 5.167). Cuentan con abundantes variedades morfológicas y decorativas que nos reflejan,
una vez más, la diversidad existente dentro de este tipo de piezas
que posiblemente respondería a gustos individuales de sus usuarias y usuarios: 25 de ellos pertenecen al subtipo III.1.2.1. Sin
cabeza diferenciada; frente a un único ejemplar (0028) clasificado como alfiler con cabeza diferenciada de forma zoomorfa
(III.1.2.1.e), representado un ave y que, además, está decorado
con motivos geométricos. Por su parte, el fragmento proximal
0021 es la única pieza manufacturada posiblemente sobre marfil
documentada en el yacimiento.
Además de los alfileres, se documentan dos agujas de hueso,
una fragmentada y otra entera con una perforación circular (0,3 cm
de diámetro), dos punzones realizados sobre fíbulas de Sus sp. con
marcas de embotamiento en el extremo distal por su utilización y
cinco fragmentos distales de objetos apuntados (fig. 5.168).
Por otro lado, se recuperaron dos mangos realizados sobre
asta de ciervo, uno de forma cilíndrica (III.4.1.2) (0038) y otro
manufacturado sobre un candil aserrado por uno de sus extremos (III.4.1.1) (0040); y un tubo realizado sobre una diáfisis
de ovicaprino que presenta dos pequeñas perforaciones circulares de 0,2 cm de diámetro en el extremo conservado (0044)
(III.4.3.1.a) (fig. 5.168). Seguramente se trate de un pequeño
recipiente para guardar sustancias o piezas delicadas, similar a
los documentados en La Bastida de les Alcusses (fig. 5.174).
Dentro de la industria secundaria o expeditiva incluimos la
pieza 0046, una costilla de Sus sp. que presenta un extremo activo biselado y cuatro profundas incisiones trasversales dispuestas a 1,4 cm de distancia entre sí y la pieza 0047, una diáfisis
fragmentada, probablemente de corzo u ovicaprino, que posee
un extremo apuntado con marcas de utilización (fig. 5.169).
Hemos podido distinguir dos soportes sobre huesos largos de
macromamíferos y uno sobre asta de ciervo (fig. 5.169). En la pieza
0027 apreciamos marcas evidentes de cortes metálicos realizadas
por el desbastado de la pieza para conformar el útil final. Consideramos que se trataría de una posible aguja debido a la forma que
presenta, a su tamaño y al hecho de que su extremo no apuntado
presenta marcas de quemado que podrían haber sido realizadas para
trabajarlo y efectuar posteriormente la perforación característica de
las agujas. Por el grosor de la pared de la pieza podemos señalar
que se trata de un hueso de ciervo, probablemente de una tibia (uno
de los huesos más aptos para trabajar y crear objetos apuntados por
su desarrollo rectilíneo). Es, en definitiva, un objeto inacabado pero
que adopta ya la forma del útil que va a componer. Algo similar
ocurre con 0029, un hueso largo de mesomamífero con cortes a lo
179
[page-n-197]
0020
0001
0005
0017 0003
0037
0002
0004
0018
0007
0008
0006
0009
0012
0010
0013
0035
0011
0036
Figura 5.166. Alfileres completos.
0014
0015
0016
0019
0021
0024
0028
Por último, cabe referirnos a una cuerna de Capreolus capreolus identificada como una matriz recolectada para el trabajo
del asta (0045) (fig. 3.5).
5.36.3. breve valoración global
A pesar de no contar con la distribución de los materiales en el
yacimiento y, por ende, no poder matizar su adscripción contextual o cronológica, las evidencias inequívocas de soportes y
desechos de trabajo tanto de huesos de macromamíferos como
de astas de cérvidos nos permiten afirmar, sin duda alguna, que
ambas materias primas fueron manufacturadas en este poblado
(Blasco Martín 2015: 55). Además, contamos con un conjunto
destacado de piezas terminadas entre las que identificamos fragmentos de objetos apuntados, agujas, mangos, tubos perforados,
punzones y, sobre todo, más de 25 alfileres de hueso que representan un rico repertorio técnico y decorativo.
Figura 5.167. Fragmentos de alfileres.
largo del cuerpo para adelgazar el soporte y darle una forma recta y
apuntada. Por su parte, 0039 es una lengüeta de asta de ciervo, un
soporte sobre el que poder obtener un objeto de reducido tamaño.
Asimismo, se han identificado tres desechos claros del trabajo del hueso: la pieza 0041 se corresponde con la epífisis distal aserrada de un metápodo, 0042 con la epífisis distal aserrada
de un metatarso y la 0043 con la epífisis proximal aserrada de un
metacarpo, todas ellas de Cervus elaphus (fig. 5.169).
180
5.37. LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
(MOIXENT, VALÈNCIA)
5.37.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de La Bastida de les Alcusses está ubicado en
el extremo suroeste de la Serra Grossa, a 742 m s.n.m., en un
emplazamiento estratégico que le permitiría controlar el corredor de Montesa y el curso bajo del río Vinalopó, vías naturales de comunicación entre la Meseta y el litoral mediterráneo
(fig. 5.159).
[page-n-198]
0022
0023
0025
0025
0030
0031
0032
0033
0034
0038
0040
0044
Figura 5.168. Objetos terminados de hueso y asta (sin incluir los alfileres) de Covalta.
0046
0047
0027
0029
0039
0041
0042
0043
Figura 5.169. Piezas de orden secundario y evidencias de trabajo del hueso y del asta de Covalta.
Conocido desde inicios del s. XX., las primeras excavaciones arqueológicas tuvieron lugar entre 1928 y 1931, impulsadas
por I. Ballester desde el recién creado Servicio de Investigación
Prehistórica (SIP) en 1927. El yacimiento se convirtió en un
lugar emblemático para el conocimiento de la cultura ibérica
en el territorio valenciano y peninsular. Tras cuatro años de excavaciones sistemáticas se dio a conocer un entramado urbano
complejo y diverso con más de 240 departamentos identificados
y con una cultura material mueble muy bien conservada, en la
que de forma temprana adquirieron relevancia algunos objetos
como el plomo escrito del departamento 48 o, tiempo después,
el denominado “Guerrer de Moixent” del departamento 218
(Vives-Ferrándiz 2006). El oppidum ocupó una extensión de 4
ha delimitadas por una potente muralla de forma elíptica y de
tendencia sinuosa con cuatro puertas de acceso. Estuvo habitado
durante un periodo corto de tiempo, entre finales del s. V y el
tercer cuarto del s. IV a.C. El abandono fue desencadenado por
un episodio violento, como sugiere el hecho de que dos de sus
cuatro puertas se tapiaran y de que se haya documentado un
importante nivel de incendio; además, sus habitantes abandonaron sus casas dejando atrás buena parte de sus pertenencias,
como herramientas, adornos y otros objetos cotidianos (VivesFerrándiz 2013: 97; Vives-Ferrándiz et al. 2015: 282).
El yacimiento fue declarado en 1931 Monumento HistóricoArtístico. A partir de ese año, debido a las reducciones presupuestarias, el proyecto de excavaciones en Moixent se vio paralizado, comenzando entonces los trabajos de prospección en Llíria
y la futura excavación del Tossal de Sant Miquel, más cercano
181
[page-n-199]
a València (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 12). En la década de
los sesenta, tras años de trabajo de gabinete, vieron la luz los resultados del estudio de los primeros 100 departamentos (Fletcher
et al. 1965 y 1969), quedando pendientes de publicación el resto.
Desde las excavaciones de 1928 - 1931, el trabajo de campo
quedó paralizado, solo en 1952 N. Lamboglia realizó un sondeo
y, hasta 1975, no se volvió a intervenir directamente en el yacimiento, con la finalidad de acondicionar el camino de acceso y
de limpiar y consolidar el área excavada y el perímetro de la muralla (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 29). En 1990 se reanudó el
proyecto de investigación bajo la dirección de H. Bonet Rosado y
E. Díes Cusí (Díes et al. 1997) y, posteriormente, por parte de H.
Bonet Rosado y J. Vives-Ferrándiz Sánchez, con un enfoque multidisciplinar, centrado en aspectos urbanísticos, paisajísticos, sociales y de difusión que ha continuado hasta la actualidad (Bonet
y Vives-Ferrándiz 2011; Vives-Ferrándiz 2013; Vives-Ferrándiz
et al. 2015). Las primeras campañas de este nuevo proyecto arqueológico se centraron en la excavación de las cuatro puertas de
acceso al poblado y en la comprensión de su sistema defensivo.
Posteriormente, desde el año 2008 se planificó la apertura de una
nueva área de trabajo localizada junto a la puerta oeste (puerta
principal del oppidum) intramuros de la Muralla Oeste (Sector
M.O.N.). En los últimos años se han dado a conocer algunos de
los principales resultados obtenidos, como el hallazgo de un gran
depósito ritual en la puerta oeste datado en el segundo cuarto del
s. IV a.C. que conmemoró la renovación de la entrada principal
y de parte de las estructuras defensivas del poblado (Vives-Ferrándiz et al. 2015).
5.37.2. el conjunto analizado
Hemos revisado los materiales de las excavaciones antiguas y
recientes en el SIP-MPV; así como los restos de fauna de las
intervenciones realizadas desde finales del s. XX hasta la actualidad, ya que de las campañas de 1928 - 1931 disponemos de
una proporción menor de materiales arqueozológicos (Iborra y
Vives-Ferrándiz 2015: 288). En total, identificamos 146 objetos
realizados sobre materias duras animales: el 98 % de ellos sobre
hueso (143 piezas) y el 2 % restante lo integran un diente de
jabalí modificado y dos restos de cuerno aserrado. Resulta significativo que en una colección tan numerosa no contemos con
ninguna pieza de marfil y, sobre todo, con ninguna evidencia del
trabajo de astas de ciervo.
Asimismo, hemos podido identificar tres soportes óseos o
piezas en proceso de elaboración, cinco desechos de trabajo del
hueso y del cuerno y dos conjuntos numerosos de 98 piezas terminadas y de 40 astrágalos con marcas evidentes de modificaciones antrópicas.
Entre las piezas terminadas, los alfileres, con 40 ejemplares,
son los objetos más numerosos (41 %); seguidos de 35 fragmentos de objetos apuntados (36 %). De las 23 piezas restantes
(23 %) podemos señalar que su número es menos destacado,
habiéndose recuperado entre uno o, a lo sumo, cuatro ejemplares de cada tipo. A continuación presentamos la exposición más
detallada de cada uno de estos bloques de piezas terminadas.
5.37.2.1. Alfileres
El conjunto de 40 alfileres de la Bastida de les Alcusses supone
la concentración más numerosa identificada de este tipo de objetos en contextos de hábitat de época ibérica (tabla 5.56): 23 de
182
ellos están completos, si bien algunos tienen la punta ligeramente fracturada, y contamos con otros 17 ejemplares de los que se
conserva el extremo proximal (figs. 5.170 y 5.171). Sus dimensiones varían de los 6 cm de longitud del ejemplar más pequeño
y los 0,5 cm de diámetro (sección circular) (0059), a los 12,2 cm
de longitud y 0,5 cm de diámetro del ejemplar de mayor tamaño (0051). El hecho de que su diámetro sea el mismo nos
permite intuir que, inicialmente, su tamaño sería similar. Además, hemos podido documentar con seguridad el reavivado de
al menos uno de los alfileres: en la pieza 0059 podemos apreciar
los cortes producidos en el extremo distal para darle de nuevo
forma al extremo apuntado que se habría visto comprometido
(fig. 5.172). Resulta interesante de cara a comprender el valor
de los objetos el hecho de identificar tareas de mantenimiento
de estos: hay una persona detrás de ese gesto decidiendo darle
una nueva oportunidad a un útil, bien para obtener su máximo
aprovechamiento, bien por una estima especial al mismo. En el
caso de la pieza 0062, el segundo alfiler de tamaño más reducido del conjunto (6,6 cm de longitud y 0,5 cm de diámetro),
aunque su extremo distal está fracturado y su superficie externa afectada por procesos tafonómicos, al compararlo con las
piezas 0081 (11 cm de longitud y 0,4 cm de diámetro) y 0129
(8,7 cm de longitud y 0,6 cm de diámetro) que presentan idéntica decoración incisa de una banda de líneas en zigzag delimitada
por dos líneas horizontales paralelas, nos sugiere que pudo tener
también una longitud mayor y que fue reavivada con el paso del
tiempo (fig. 5.170). Cada uno de estos tres alfileres se recuperó
en un lugar diferente: el dep. 230 para el ejemplar 0062; el dep.
137 para el ejemplar 0081 y la pieza 0129 en la UE 1000 en la
Zanja C realizada en el sector M.O.N., en la UE 1000 (campaña
2008) que pertenecería a la última fase de ocupación del poblado. Su decoración idéntica, si bien sencilla, podría responder
a un motivo ornamental que actuase como distintivo personal
o social, a que fueron realizados por las mismas manos, por el
mismo artesano o artesana del poblado o efectuados a través de
la copia de un modelo.
Otro motivo decorativo que se repite, si bien no de manera idéntica, es el de las aspas. Lo encontramos en los alfileres
0059 y 0087 (figs. 5.170 y 5.171), así como en la aguja 0097
(fig. 5.174). También está presente en alfileres de otros yacimientos como en el ejemplar 0019 de Covalta (fig. 5.167); en
las piezas 0166 y 0415 del Tossal de Sant Miquel (fig. 5.143);
o en un fragmento mesial de otro alfiler en la tumba 151 de
Coimbra del Barranco Ancho, datada entre el 375 - 350 a.C.
(García Cano et al. 2008: 184); entre otros. Debemos tener en
cuenta que se trata de un motivo sencillo y que no requiere de
un gran dominio técnico y artístico para llevarlo a cabo, por
lo que es lógico que aparezca en piezas diversas y en lugares
distintos.
En total, 32 de los alfileres están decorados con motivos
geométricos y/o moldurados (80 %), frente a ocho de ellos sin
decorar (20 %). Aunque lo habitual es encontrar este tipo de
objetos apuntados ornamentados no es un rasgo exclusivo a
todos ellos.
5.37.2.2. Fragmentos de objetos apuntados
Recogemos un total de 35 fragmentos, fundamentalmente distales o mesiales, de útiles apuntados. Solamente uno de ellos
presenta decoración incisa de líneas horizontales, lo que nos indica que es probable que se trate de un alfiler (0105). Por otro
[page-n-200]
Tabla 5.56. Alfileres de La Bastida de les Alcusses. Todos han sido elaborados sobre diáfisis de macromamíferos.
ID
Cronología
Ubicación
Tipo
Variante
Marcas*
Decor.
51
S. IV a.C.
Dep. 142
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
52
S. IV a.C.
Calle Norte del Dep. 28
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
53
S. IV a.C.
Dep. 37
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
54
S. IV a.C.
Dep. 197
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
55
S. IV a.C.
Oeste grupo III
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
56
S. IV a.C.
Dep. 107
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
57
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Ab/P
No
58
S. IV a.C.
Dep. 46
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Ab/P
No
59
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
P
Sí
60
S. IV a.C.
Dep. 27
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
61
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.2. Alfiler (?) -
Ab/P
Sí
62
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Ab/P
Sí
65
S. IV a.C.
Dep. 162
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
No
70
S. IV a.C.
Dep. 107
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
73
S. IV a.C.
-
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
78
S. IV a.C.
Dep. 50
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
79
S. IV a.C.
Dep. 123
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
No
80
S. IV a.C.
Dep. 2
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
P
Sí
81
S. IV a.C.
Dep. 137
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
82
S. IV a.C.
Dep. 125
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
83
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
84
S. IV a.C.
Dep. 50
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
85
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
86
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
Sí
87
S. IV a.C.
Dep. 186
III.1.2. Alfiler
-
Tt/P
Sí
88
S. IV a.C.
Dep. 135
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
89
S. IV a.C.
Dep. 78
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
90
S. IV a.C.
Dep. 186
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
107
S. IV a.C.
Entre grupos II-III hacia el S-SE
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Ab/P/C
Sí
112
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.2. Alfiler
-
C
No
113
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Ab/P
No
122
S. IV a.C.
Dep. 169
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
123
S. IV a.C.
Dep. 221
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
126
S. IV a.C.
Dep. 273
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
No
129
S. IV a.C.
Sector M.O.N. Zanja C
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
136
S. IV a.C.
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
Sí
153
S. IV a.C.
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
No
158
S. IV a.C.
Dep. 23
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
159
S. IV a.C.
Dep. 142
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
160
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
Sí
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; Tt-Tratamiento térmico; P-Pulido.
183
[page-n-201]
0059 0062 0073 0070 0056 0158 0078 0053 0129
0055 0052 0054 0065 0160 0061 0058 0057
0113 0159
Figura 5.170. Alfileres completos de La Bastida de les Alcusses.
0123 0087
0089 0086 0085 0136 0153 0088 0080
0083
0107 0090 0084 0082 0112 0126
Figura 5.171. Fragmentos proximales y mesiales de alfileres.
Figura 5.172. Detalle del extremo distal reavivado del alfiler 0059.
184
0079
0081
0122 0060
0051
[page-n-202]
lado, también es interesante señalar el caso de la pieza 0091, con
evidencias en el extremo proximal de un intento de perforación,
lo que podría indicar que se quisiera haber realizado una aguja
de costura.
Todos los fragmentos han sido manufacturados sobre diáfisis de huesos largos de animales de talla media o grande (tabla
5.57 y fig. 5.173).
De los 35 fragmentos identificados, 32 fueron recuperados
en las excavaciones de 1928 - 1931, si bien en las últimas campañas en la parte oeste del oppidum (sector M.O.N.) se han documentado tres fragmentos distales (0162, 0163, 0860).
5.37.2.3. Otros objetos terminados y evidencias de manufactura
Los otros 23 objetos terminados identificados reflejan una interesante diversidad tipológica en el conjunto del asentamiento.
El hecho de que su presencia sea menor a la de los alfileres no
les resta valor, sino que denota una variabilidad material dentro
de la industria sobre materias duras animales que busca dar respuesta a otro tipo de necesidades funcionales y/o decorativas.
Además, contamos con dos soportes y cinco desechos del trabajo del hueso y del cuerno que manifiestan la manufactura de
dichas materias primas (tabla 5.58 y fig. 5.174).
Así, identificamos tres placas perforadas realizadas sobre
diáfisis de huesos largos de macromamífero. No son objetos
habituales en espacios domésticos, de hecho, La Bastida de les
Alcusses es el poblado con un mayor número de estas. Cada una
de las placas, además, presenta diferencias formales:
- La pieza 0098 tiene tres hileras de perforaciones circulares
de 0,2 cm de diámetro y sus extremos están dentados, en cada uno
de ellos hay una perforación de mayor tamaño al resto (0,5 cm
de diámetro) (subtipo y variante tipológica III.6.8.3.c). En total,
la pieza tiene 37 orificios y unas medidas de 10,9 x 2 x 0,45
cm. Fue recuperada en el dep. 47 (Fletcher et al. 1965: 226-227;
Bonet et al. 2011: 168, fig. 32). Las perforaciones de las hileras
presentan alrededor un círculo inciso de fondo plano realizado
mediante un taladro de arco con una broca metálica de tres puntas. Estos círculos incisos se aprecian en todas las perforaciones
de la cara frontal, y en las de la hilera central de la cara dorsal lo
que indicaría que en esta fila se realizaron por ambas caras.
- La placa 0099 presenta dos hileras de perforaciones, a
pesar de estar fracturada el extremo conservado es redondeado (subtipo y variante III.6.8.2.a). Cuenta con 16 perforaciones
completas, ocho en cada hilera, de 0,2 cm de diámetro y una
perforación mayor en el extremo de 0,5 cm. En este caso no
tiene círculos en torno a los orificios, por lo que cabría pensar
que las perforaciones se realizaron con un taladro de arco (todas
están muy regularizadas) con una bronca sencilla de una punta.
- La placa 0100 tiene una factura menos cuidada que el resto, se trata de un fragmento mesial por lo que desconocemos la
forma de sus extremos. Conserva seis perforaciones circulares
completas de 0,2 cm de diámetro y una fracturada, están dispuestas en una sola hilera (subtipo III.6.8.1).
Dentro de este conjunto de objetos distinguimos otras cuatro
piezas apuntadas: un biapuntado realizado sobre un metatarso o
metacarpo de un animal de talla grande, posiblemente un bovino o un equino (0148) y tres agujas de hueso. Las tres poseen
dimensiones reducidas, con longitudes inferiores a los 5 cm y
tienen marcas de embotamiento por uso en el extremo apuntado,
salvo la aguja 0097 que está fracturada. Además, esta última, de
sección cuadrangular en la parte distal y mesial, está ornamenta-
da por sus cuatro lados con tres aspas delimitadas por conjuntos
de tres o dos líneas horizontales. De las 47 agujas que hemos
documentado en poblados ibéricos esta es la única decorada,
por lo que cabría resaltar ese valor artístico que se le ha querido
otorgar a una pieza utilitaria empleada en la costura de diferentes tejidos y fibras vegetales y/o animales.
Por otra parte, contamos con otros tres objetos romos: una
espátula, una cucharita y un pasador. La espátula (0063) tiene
una forma similar a los alfileres, pero presenta el extremo distal
redondeado (fig. 5.175). De hecho, la decoración de su extremo
proximal con dos líneas horizontales paralelas y con cortas líneas incisas formando zigzags resulta casi idéntica a los alfileres
0062, 0081 y 0129 (fig. 5.170), por lo que cabría relacionar su
manufactura con estos. Podría haber sido utilizada para actividades cosméticas o medicinales, al igual que la cucharita 0106.
Esta última, de cuidada factura, tiene una longitud de 4,5 cm y
un anchura y grosor máximos de 0,5 y 0,3 cm. Está decorada
por ambas caras con incisiones poco profundas de líneas cortas
oblicuas delimitadas por dos líneas horizontales, fue recuperada
en el dep. 135.
El artefacto 0108 lo hemos identificado como un pasador
fusiforme de sección plano-convexa con los extremos diferenciados del cuerpo de la pieza decorados con cinco acanaladuras
transversales. Está realizado sobre una diáfisis de hueso largo
de un animal de talla grande. Tiene unas medidas de 3,7 cm de
longitud, 0,7 cm de anchura máx. y 0,3 cm de grosor. Fue encontrado en el dep. 78 (Fletcher et al. 1969: 175).
Dentro del grupo de objetos receptores identificamos seis
piezas, cuatros tubos de mesomamíferos, y dos cachas, una de
hueso y otra de diente de jabalí:
Entre los tubos manufacturados sobre diáfisis de mesomamíferos (III.4.3.1) el ejemplar más relevante, que nos ha permitido plantear la utilización de estas piezas como pequeños
contenedores de sustancias delicadas o de útiles pequeños como
agujas u otras piezas similares, es el recuperado en el dep. 30
(Fletcher et al. 1965: 162). Se trata de un objeto compuesto formado por un tubo perforado (0103) y un tapón de hueso (0104).
El tubo está fragmentado, pero conserva uno de los extremos
completo con dos perforaciones circulares enfrentadas de 0,2
cm de diámetro y decoración con motivos geométricos incisos
de zigzags y una línea transversal. Por su parte, el tapón de hueso de 1,7 cm de longitud encaja perfectamente en el hueco del
tubo y cuenta en su parte distal con una perforación de 0,2 cm
de diámetro que coincide con las del tubo. De esta manera, entre ellas, se podría insertar un elemento de cuerda, madera o de
metal que fijara el sistema de cierre, protegiendo aquello que se
hubiera guardado en su interior.
El tubo 0117, con unas medidas de 5,7 x 1 x 0,8 cm, también
presenta dos perforaciones en uno de sus extremos de 0,2 cm de
diámetro. En este caso, no está decorado ni fue hallado junto a
un tapón de hueso; sin embargo, consideramos que tendría la
misma utilidad. Está quemado, por lo que presenta una coloración marrón-negra. El sistema de cierre podría efectuarse mediante tapones de hueso o de sustancias orgánicas y, por tanto,
perecederas como la madera o el corcho. Cabe apuntar que en
el depósito votivo de El Amarejo se halló un tapón de alabastro
similar al tapón de hueso 0104 de La Bastida de les Alcusses
(Broncano 1989: 82), por lo que no podemos descartar su manufactura sobre otras materias primas.
185
[page-n-203]
Tabla 5.57. Fragmentos de objetos apuntados de La Bastida de les Alcusses.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
64
S. IV a.C.
Dep. 13
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
66
S. IV a.C.
Dep. 15
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
67
S. IV a.C.
Dep. 123
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
68
S. IV a.C.
Dep. 187
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
69
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
72
S. IV a.C.
Dep. 230 (?)
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
74
S. IV a.C.
Dep. 78
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
75
S. IV a.C.
Dep. 87
III.1. Obj. apuntado
Metápodo
Macromamíf.
-
No
76
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
77
S. IV a.C.
Dep. 126
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
91
S. IV a.C.
Dep. 208
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Macromamíf.
P/C/Tt
No
92
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1. Obj. apuntado
Ulna (?)
Meso/Macromamíf.
C
No
93
S. IV a.C.
Dep. 150
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P
No
105
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Macro mamífero
A/P
Sí
114
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
115
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
124
S. IV a.C.
Dep. 227
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
127
S. IV a.C.
Dep. 274
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab
No
128
S. IV a.C.
Sondeo II
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
131
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
132
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
133
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
134
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
135
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
137
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
146
S. IV a.C.
Dep. 58
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
147
S. IV a.C.
Dep. 58
III.1. Obj. apuntado
Metapodo
Macromamíf.
-
No
149
S. IV a.C.
Dep. 97
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
151
S. IV a.C.
Dep. 43
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
No
152
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
154
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
156
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
162
S. IV a.C.
Sector M.O.N.
UE 1158B
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
163
S. IV a.C.
Sector M.O.N.
UE 1158C
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
860
S. IV a.C.
Sector M.O.N.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; Tt-Tratamiento térmico; P-Pulido.
186
[page-n-204]
0124
0066
0068
0091
0067
0064
0092
0069
0072
0074
0093
0076
0075
0077
0114
0115
0105
0147
0156
0127
0149
0134
0146
0133
0151
0152
0860
0162
0154
0132
0135
0128
0131
0137
0163
Figura 5.173. Fragmentos de objetos apuntados de hueso.
Las piezas 0101 y 0102 entrarían también dentro de la categoría de tubo, aunque se tratan de fragmentos distales con un
extremo redondeado. Ambas están decoradas con cortas líneas
oblicuas dispuestas en zigzags. El primer ejemplar fue recuperado en el dep. 80 y el segundo en el dep. 93 (Fletcher et al.
1969: 191 y 245).
Por otra parte, destaca la pieza 0161. Se trata de una cacha
de hueso de una empuñadura de una espada de frontón, se ha
conservado prácticamente entera: 11,6 cm de longitud; 4,2 cm
de anchura máx.; 0,9 cm de grosor. Está realizada sobre una
diáfisis de hueso largo de un animal de talla grande y presenta
decoración de hilos metálicos embutidos formando roleos en las
partes distal y proximal de la cara frontal. Por su parte, en la cara
dorsal, la cual no sería visible, el acabado de la pieza está menos
cuidado y se aprecian perfectamente marcas multidireccionales
de abrasión producidas durante la fase de acabado. En su extremo distal, de forma semicircular, se conservan restos de cinco
apliques de hierro; en la parte mesial tiene dos perforaciones
circulares de 0,25 cm de diámetro. Cabría pensar que existiría
otra parte igual, una segunda cacha, que permitiría enmangar
la espada por ambos lados. Formaría parte de una espada corta de hoja recta con empuñadura de frontón, característica del
s. V y principios del s. IV a.C. (Quesada 2010: 72). De acuerdo
a los especialistas: “El rasgo más característico de estas armas
es su empuñadura de tipo lengüeta plana. Esto significa que
su «alma» metálica no es una espiga o vástago como en las
187
[page-n-205]
Tabla 5.58. Objetos diversos de La Bastida de les Alcusses.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
63
S. IV a.C.
Dep. 94
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
95
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Rs/P/Pr
No
96
S. IV a.C.
Dep. 94
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf
Ab/P/Rs/Pr
No
97
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
98
S. IV a.C.
Dep. 47
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamífero
C/P/Pr
Sí
99
S. IV a.C.
MS-1
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
100
S. IV a.C.
Oeste grupo III
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Pr
No
101
S. IV a.C.
Dep. 80
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamífero
V/Ab/P/C/A
Sí
102
S. IV a.C.
Dep. 93
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamífero
V/P
Sí
103
S. IV a.C.
Dep. 30
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamífero
A/V/P/Rs/Pr
Sí
104
S. IV a.C.
Dep. 30
III.3.5. Tapón
Diáfisis
Macromamífero
C/Rs/P
Sí
106
S. IV a.C.
Dep. 135
III.3.2. Cucharita
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
108
S. IV a.C.
Dep. 78
III.3.4. Pasador
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
Sí
109
S. IV a.C.
Dep. 73
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Pr
No
110
S. IV a.C.
Dep. 123
III.9.1. Placa o aplique
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
111
S. IV a.C.
Dep. 101
III.9. Pieza decorativa (?) Diáfisis
Macromamífero
C
Sí
116
S. IV a.C.
Dep. 122
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/F
No
117
S. IV a.C.
Dep. 126
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Pr
No
118
S. IV a.C.
Dep. 155
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/Ab/A
No
119
S. IV a.C.
Dep. 155
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/Ab/A
No
120
S. IV a.C.
Dep. 155
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
121
S. IV a.C.
Dep. 155
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
125
S. IV a.C.
Dep. 248
III.9. Pieza decorativa (?) Hueso largo
Meso/Macromamíf.
C/Rs/P/Tt
Sí
130
S. IV a.C.
Puerta Sur
III.9. Pieza decorativa (?) Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
138
S. IV a.C.
Dep. 57
V. Desecho
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/F
No
140
S. IV a.C.
Dep. 23
V. Desecho
Diáfisis
Mesomamífero
Rn/C
No
141
S. IV a.C.
Dep. 23
V. Desecho
Diáfisis
Mesomamífero
C
No
157
S. IV a.C.
-
III.10. Indeterm.
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/C
No
161
S. IV a.C.
Dep. 48
III.4.2. Cacha
Diáfisis
Macromamífero
Ab/A/P/Pr
Sí
621
S. IV a.C.
Dep. 37
III.4.2. Cacha (?)
Canino
Jabalí
Ab/P
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; Rn-Ranurado; C-Corte; V-Vaciado; Rs-Raspado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
espadas celtibéricas de antenas, sino una placa plana de hierro de forma romboidal, prolongación de la hoja, a la que se
remachaban por ambos lados cachas de hueso o de asta. Esta
empuñadura remataba en un pomo semicircular (de ahí el apelativo de «frontón») que se fijaba de maneras diversas, y que
por lo general estaba fabricado en lámina de bronce, que en
su momento brillaría dorada en contraste con la hoja oscura”
(Quesada 2010: 72).
188
Se trata de una pieza excepcional tanto por formar parte de
un elemento de prestigio de las élites guerreras iberas como sería una espada de frontón, como en sí por la cuidada factura de
la cacha, adaptada a la hoja metálica y delicadamente decorada.
Además, su conservación es excepcional. Existen pocos ejemplares de cachas de espadas en el mundo ibérico y, aquellos documentados, reafirman el valor artesanal de este tipo de objetos;
tal es el caso de en una espada de frontón de la necrópolis de
[page-n-206]
0098
0148
0063
0095
0097
0096
0099
0100
0101
0109
0117
0102
0106
0103/0104
0108
0111
0110
0130
0161
0125
0157
0621
Figura 5.174. Otras piezas terminadas de La Bastida de les Alcusses.
189
[page-n-207]
Las Peñas (Zarra, València) que conserva parte de la cacha en
el tercio superior decorada con incrustaciones de hilo metálicas
(Quesada 2010: 76).
En el caso de la cacha de esta espada de frontón resulta muy
sugerente que se hallara en el dep. 48, el mismo espacio en el
que se recuperó el plomo escrito enrollado y una placa de cinturón decorada, de nuevo, elementos de prestigio asociados a las
élites del oppidum (Fletcher et al. 1965: 234-235).
La pieza 0621 recuperada en el dep. 37 (Fletcher et al. 1965:
190) es una laminilla de sección plana realizada sobre un canino
de Sus scrofa con marcas de abrasión y de pulido. La identificación del tipo de pieza y de su uso es complicada debido al
estado incompleto en el que se encuentra, podría tratarse de una
cacha de un elemento metálico como un cuchillo o de una placa
utilizada en marquetería.
Un problema similar nos ocurre con las piezas 0101 y 0102,
ambas se encuentran fragmentadas, aunque su longitud sí está
completa (2,4 cm y 2,5 cm respectivamente). Creemos que podrían actuar como elementos decorativos que cubrirían un útil
de otro material quizás orgánico o metálico, como pudiera ser
un pequeño mueble o una herramienta. De hecho, aunque de
manera inicial consideramos que pudieran tratarse de mangos,
su reducido tamaño y el perfil marcadamente moldurado de la
pieza 0101 no resultarían confortables como enmangues, por lo
que las identificamos como piezas decorativas (III.9). Dentro
de este grupo, incluimos otro fragmento de una pieza de hueso
hallada de forma fortuita (por el guarda del yacimiento, V. Revert) en niveles superficiales en la zona de la puerta sur (0130).
El desarrollo decorativo del fragmento resulta interesante, en el
extremo superior y en el lateral conservado está decorada con
incisiones oblicuas, cinco en el extremo superior y 20 en el lateral. En las caras dorsal y frontal presenta círculos simples con
un punto central y cortas líneas horizontales y oblicuas. Está
fracturada y realizada sobre una diáfisis de un hueso largo de
macromamífero. Desconocemos su forma y su uso, pero llama
la atención la conjugación de los motivos circulares con las líneas oblicuas y horizontales, por lo que creemos que, en cierta
manera, la decoración resultaría fundamental en el objeto. Así,
aparte de las piezas presentadas, dentro del grupo de piezas decorativas distinguimos con seguridad una placa lanceolada de
hueso (III.9.1.3), de cuidada factura y medidas: 4,2 x 0,9 x 0,2
cm recuperada en el dep. 123 (0110).
Nos queda mencionar dos objetos terminados: una cuenta
circular de hueso con perforación central de 0,6 cm de diámetro
y medidas 1,5 x 1,5 x 0,3 cm (0109) que fue recuperada en el
Figura 5.175. Detalle del extremo distal de la espátula 0063.
190
dep. 73 (Fletcher et al. 1969: 140) y un objeto indeterminado
con marcas de uso por la cara dorsal que fue cortado, pero se encuentra regularizado y ligeramente embotado y pulido (0157).
Presenta los extremos redondeados, una sección semicircular y
unas medidas de 4,7 x 0,7 x 0,4 cm. Desconocemos su contexto
de hallazgo.
5.37.2.4. Astrágalos
Como ya hemos señalado, hemos documentado 40 astrágalos
trabajados distribuidos entre el dep. 60, donde identificamos
una taba singular, el dep. 78 con un conjunto de 27 astrágalos
trabajados y 58 naturales, y 12 tabas recuperadas en las excavaciones de los últimos años en el sector M.O.N. (tabla 5.59).
- En el dep. 60 se recuperó un astrágalo derecho de Bos taurus
(Fletcher et al. 1969: 87) con cuatro perforaciones localizadas en
la parte mesial de cada una de las caras y con evidencias de abrasión en ángulo recto de las caras lateral, medial y dorsal (tipo E2)
(fig. 5.176). No tenemos constancia de ninguna pieza similar a
esta taba perforada longitudinal y transversalmente en yacimientos ibéricos. El paralelo más parecido que hemos constatado ha
sido en el yacimiento de Ugarit (Siria), donde en el patio 5 de
uno de los palacios del Bronce Final, se recuperó un astrágalo de
Bos taurus perforado de igual manera a este. El ejemplar de Ugarit lleva incorporado dentro de sí una pieza de plomo de cuatro
brazos (de ahí las cuatro perforaciones que presenta) que le sirve
como soporte (Holmgren 2004: fig. 2). Esta pieza compuesta ha
sido interpretada como un tipo específico de juego de las tabas,
ya que, según recoge Gilmour (1997: 167), todavía se utilizan
piezas similares para jugar en algunos pueblos de Siria. Si bien
el astrágalo perforado recuperado en La Bastida de les Alcusses
no presenta rastros de haber estado ensamblado con ninguna pieza metálica, quizás una modalidad similar de este tipo de juego
podría haberse realizado con un soporte fabricado sobre alguna
materia prima perecedera como la madera. Se trata, además, del
único astrágalo perforado documentado en el poblado.
- Conjunto de astrágalos del dep. 78. En la publicación original de estas piezas (Fletcher et al. 1969: 175) se hace referencia
a 90 tabas; en nuestro caso hemos revisado todas las depositadas
actualmente en el Museu de Prehistòria de València y hemos
documentado un lote de 85 astrágalos: 27 de ellos con marcas
de trabajo (32 %), frente a 58 sin modificaciones antrópicas evidentes (68 %). De ellas, 82 son de Ovis aries o Capra hircus y
tres de Sus sp. Pertenecerían a un NMI de 22 ovejas, 11 cabras,
11 ovicaprinos y dos suidos (tabla 5.60). Dentro de estos astrágalos trabajados lo habitual es documentar la cara lateral o las
caras lateral y medial modificadas mediante abrasión en ángulo
recto (tipo A1 y C1); aunque el ejemplar 0145 únicamente ha
sido modificado por la cara medial (B1), la pieza 0448 presenta
marcas de abrasión por las caras lateral, medial y plantar (D1)
y el ejemplar 0752 tiene las caras lateral y medial modificadas,
pero esta primera está facetada diagonalmente (C4) (tabla 5.59).
En este mismo departamento junto a los astrágalos se recuperaron cuatro cantos de piedra ovalados y circulares, dos pequeños
guijarros de menos de 2 cm de longitud y tres tejuelos de cerámica de entre 2 y 6 cm de longitud (Fletcher et al. 1969: 174175). Cabría considerar este conjunto como partes distintas de
algún tipo de juego de habilidad y/o azar.
- En la campaña del 2015 en el sector M.O.N., fundamentalmente en las UUEE 1127 y 1172, se recogieron 12 astrágalos
trabajados de ovicaprinos y cerdos (tabla 5.61). Fueron modifi-
[page-n-208]
Tabla 5.59. Astrágalos de La Bastida de les Alcusses. Las medidas se expresan en cm.
ID
Campaña
Ubicación
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
144
1929
Dep. 66
Der.
Bovino
E2
6,3
3,6
3
94
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
A1
2,6
1,6
1,3
145
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
B1
2,6
1,5
1,3
155
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,6
1,6
1,2
440
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,4
1,4
1,3
441
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,7
1,4
1,2
442
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,7
1,4
1,4
443
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,2
1,3
1,3
444
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
A1
2,8
1,7
1,5
445
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
A1
2,7
1,7
1,4
446
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
A1
2,3
1,4
1,4
447
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
C1
2,4
1,4
1,3
448
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
D1
2,5
1,5
1,25
449
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
A1
3,2
1,8
1,7
450
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
A1
2,8
1,7
1,4
451
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
C1
2,6
1,5
1,1
452
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
C1
2,8
1,7
1,4
453
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
A1
2,9
1,7
1,6
454
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
A1
2,7
1,7
1,4
455
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
A1
2,6
1,6
1,4
752
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
C4
2,8
1,6
1,45
753
1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
A1/C1
2,5
1,1 (cons.)
1,3
754
1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
C1
2,3
1,3
1,3
755
1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
C1
2,4
1,3
1,2
1047 1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
C4
2,7
1,7
1,4
1048 1929
Dep. 78
Izq.
Ovicaprino
A1/C1
2,1 (cons.)
1,1 (cons.)
1,5
1049 1929
Dep. 78
Izq.
Ovicaprino
C1
2,4
1,6
1,4
1050 1929
Dep. 78
Der.
Suido
A1
3,6
1,85
2,2
856
2015
Sector M.O.N.
Der.
Cabra
A1
3
1,9
1,5
848
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Izq.
Ovicaprino
C1
2,5
1,4
1,3
857
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Der.
Ovicaprino
C1
2,8
1,6
1,4
858
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Izq.
Ovicaprino
A3
2,4
1,4
1,3
859
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Izq.
Oveja
A1
2,6
1,6
1,4
849
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Ovicaprino
C4
2,3
1,3
1,1
850
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Ovicaprino
C4
3
1,5
1,5
851
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Cerdo
C3
3
1,5
1,5
852
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Ovicaprino
Singular
2,7
1,7
1,4
853
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Der.
Cerdo
C1
3,4
1,6
1,5
854
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Der.
Cabra
C1
2,7
1,7
1,4
855
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Oveja
A1
2,4
1,5
1,3
191
[page-n-209]
Tabla 5.61. Astrágalos del Sector M.O.N. Identificación taxonómica realizada por P. Iborra.
0144
Figura 5.176. Astrágalo de Bos taurus perforado.
Tabla 5.60. Astrágalos del departamento 78. Identificación taxonómica realizada por P. Iborra.
Der.
Izq.
Total
Ovicaprino
1
5
6
Oveja
0
2
2
Cabra
2
0
2
Cerdo
1
1
2
Total
3
8
12
Tabla 5.62. Conjunto de astrágalos hallados en torno a la valla
perimetral de cierre de La Bastida de les Alcusses. Identificación
taxonómica realizada por P. Iborra.
Naturales
(58 tabas)
Trabajados
(27 tabas)
Total
(85 tabas)
Naturales
(427 tabas)
Trabajados
(207 tabas)
Total*
(634 tabas)
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Oveja (39 tabas)
10
17
7
5
17
22
Oveja (315 tabas)
111
127
46
31
157 158
Cabra (22 tabas)
7
7
4
4
11
11
Cabra (137 tabas)
47
53
19
18
66
71
Ovicaprino (20 tabas)
5
9
4
2
9
11
Ovicaprino (150 tabas)
35
42
24
39
59
81
Suido (4 tabas)
1
2
1
0
2
2
Suido (42 tabas)
8
4
14
16
22
20
* No se incluyen 10 astrágalos de ovicaprino de identificación incierta.
cados mediante abrasión en sentido recto o diagonal de las caras
lateral y medial, salvo el ejemplar 0852 que presenta dos marcados cortes realizados con un útil metálico que modificaron
totalmente la forma del hueso (tabla 5.59).
El simbolismo de los astrágalos dentro de La Bastida de les
Alcusses alcanza mayor relevancia si tenemos en cuenta que en
el dep. 68 se recuperó un ascos o guttus de cerámica ática de barniz negro con la forma de este hueso (Ballester y Pericot 1929:
21; Lamboglia 1954: 131; Amorós López y Vives-Ferrándiz
2022: 8, fig. 7.3). Estas piezas reflejan el valor que tuvieron las
tabas para las culturas de la Antigüedad en toda el área mediterránea, ya que su forma llegó a ser copiada y empleada en diferentes materias primas, como es el caso de estos pequeños recipientes cerámicos. Llegó a La Bastida a través del intercambio o
el comercio, siendo una pieza poco habitual en otros contextos
peninsulares de la Edad del Hierro (Lamboglia 1954: 131).
Además, en los trabajos de 1978 de acondicionamiento e
instalación de la valla perimetral que rodea el yacimiento se
recuperó un lote de 644 astrágalos, 427 naturales y 207 trabajados, de un NMI de 158 Ovis aries, 71 Capra hircus, 81
ovicaprinos y 22 Sus sp. (tabla 5.62). Junto a este conjunto se
encontraron también cinco tabas de plomo. Se trata de uno de
los mayores depósitos de astrágalos de toda la península ibérica. Por desgracia, no conocemos su contexto exacto, ya que en
su día no se prestó especial atención a este hallazgo y la única
ubicación que se señaló fue: “Colocando la valla” (de más de
1,5 km de perímetro). Estas piezas han sido revisadas por la
zooarqueóloga P. Iborra, el director del yacimiento J. VivesFerrándiz y por nuestra parte (estudio en proceso de finalización y publicación). Consideramos necesario hacer referencia
a esta concentración tan destacada para enfatizar el valor de
este tipo de huesos en el mundo ibérico y, en especial, en La
192
Bastida de les Alcusses. Sin embargo, no pertenecen al espacio
de hábitat del oppidum, ya que la valla rodea el yacimiento
siguiendo en gran medida el trazado de la muralla, por lo que
se trataría de un depósito extramuros datado entre finales del s.
V y el tercer cuarto del s. IV a.C., quizás asociado a espacios
públicos, cultuales o funerarios no identificados. No en vano,
las grandes concentraciones de astrágalos en el mundo ibérico
son habituales en las necrópolis, como es el caso de las 453
tabas depositadas en la tumba 4 de un varón adulto en Alarcos
(García Huerta et al. 2018: 178-182).
5.37.3. breve valoración global
Si centramos nuestra mirada en la distribución de los objetos,
aparte del dep. 78 previamente comentado con la gran concentración de astrágalos y donde además se recuperó un objeto apuntado (0074), un alfiler (0089) y un pasador de hueso
(0108); destacan tres departamentos, todos ellos espacios abiertos: el 122, el 155 y el 230 (fig. 5.177).
El dep. 122 es un espacio empedrado situado al suroeste del
conjunto 7, interpretado como un gran espacio de almacenaje, actuaría como zona de acceso desde la calle central a este conjunto
urbanístico (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 89). En él se recuperaron seis objetos terminados y un soporte (fig. 5.178). Todas las
piezas terminadas, aunque algunas de ellas están fragmentadas,
se han identificado como objetos apuntados; mientras que el
soporte 0116 parece tratarse, precisamente, de un objeto apuntado en proceso de elaboración, lo que podría indicar que dichos
artefactos fueron realizados en este mismo departamento.
El dep. 155 es sin duda el espacio más destacado en lo que
respecta a la industria sobre materias duras animales del poblado.
Se localiza al lado del conjunto 7, en su parte sureste y abierto a
[page-n-210]
Figura 5.177. Planimetría de La Bastida de les Alcusses con la distribución de la industria sobre materias duras animales.
0113
0116
0112
0097
0114
0085
0115
Figura 5.178. Piezas del departamento 122.
la calle central (fig. 5.177). Se ha interpretado como un posible
espacio porticado en el que hay dos estructuras de mampostería
de gran tamaño que podrían ser las bases de un molino y de un
horno de usos colectivos (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 89).
En él se han recuperado cinco alfileres, dos de ellos completos y tres fragmentados por su parte distal (fig. 5.179). Uno de
ellos es el ejemplar 0059 que, como hemos indicado antes, fue
reavivado, seguramente en más de una ocasión. Encontramos
también un fragmento distal de un objeto apuntado muy fino,
con una sección circular de 0,15 cm de diámetro y cuatro piezas
que evidencian de forma clara el trabajo del hueso y del cuerno. Así, la pieza 0118 con unas medidas de 9,1 x 1,5 x 0,5 cm
es una lámina de sección rectangular con marcas de cortes
y abrasión con un extremo recto y otro redondeado. La pieza no está terminada y, sobre ella, podría realizarse una placa
perforada o quizás, si volviera a dividirse longitudinalmente,
dos piezas apuntadas. La pieza 0119 es un fragmento de otra
diáfisis de hueso de un animal de talla grande, conserva una
longitud de 5,7 cm y una anchura y grosor de 0,9 y 0,7 cm respectivamente, con una sección rectangular. Presenta marcas de
abrasión por toda su superficie y una incisión realizada con un
útil metálico en uno de sus extremos; consideramos que tam193
[page-n-211]
0057
0059
0083
0086
0105
0137
0120
0118
0119
0121
Figura 5.179. Piezas del departamento 155.
0061
0160
0062
0092
0069
0140
0072
0095
0138
0141
Figura 5.180. Piezas del departamento 230.
194
Figura 5.181. Desechos del trabajo del hueso de los departamentos
23 y 57.
[page-n-212]
bién se trata de un artefacto en proceso de elaboración. Por
su parte, las piezas 0120 y 0121 son dos rodajas de medidas
bastante similares, en torno a 4 x 3 x 1,4 cm, de la clavija ósea
de un cuerno de bóvido, posiblemente el mismo ejemplar, con
marcas de aserrado por ambos extremos. Evidencian el trabajo
y el aprovechamiento de los estuches córneos. En este departamento se recuperaron herramientas que pudieron utilizarse
en el trabajo de las materias duras animales, como hachas de
pequeño tamaño (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 131) o cuchillos de hierro (consultado en documentación inédita del archivo
SIP-MPV). Es el espacio más claro de manufactura de las materias duras animales documentado en el oppidum y uno de los
más evidentes en todos los poblados ibéricos analizados. Como
vemos, no se trata de un taller per se exclusivo del trabajo de
estas materias primas, sino que, en un espacio abierto en el que
se realizaron tareas diversas entre las que destaca el espacio de
molienda y el horno de carácter colectivo, se llevaron a cabo
acciones artesanales con cuernos y huesos.
Por su parte, en el dep. 230, un espacio abierto al sureste
del Conjunto 3 en la vertiente meridional del cerro (fig. 5.177),
se recogieron siete piezas apuntadas (fig. 5.180), entre las que
podemos destacar el alfiler 0062 que, como ya hemos indicado,
presenta la misma decoración que otros dos ejemplares documentados en el yacimiento. Se recuperó también una pequeña
aguja de hueso (0095); valga señalar que en este espacio se
documentaron siete fusayolas cerámicas (consultado en documentación inédita del archivo SIP del Museu de Prehistòria de
València), relacionadas también con las actividades textiles.
El resto de la industria sobre materias duras animales se
distribuye de forma disímil por los diversos espacios domésticos del oppidum, concentrada de forma mayoritaria en espacios abiertos.
Aparte de las evidencias de trabajo de los deps. 122 y 155,
en los deps. 23 y 57 también hemos documentados desechos de
trabajo del hueso (fig. 5.181). Así, en el dep. 23 contamos con
dos posibles desechos de diáfisis de huesos con marcas de corte
y ranurado. Este departamento forma parte del Conjunto 1 que
corresponde a la casa 1 y es uno de los edificios que muestra con
mayor claridad la distribución de los distintos espacios domésticos (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 263). En el dep. 57, por su
parte, un espacio abierto de 10 m de largo por 5,5 m de ancho,
situado al norte de los departamentos 26 y 27, se recuperaron
pocos objetos, entre los que podemos destacar tres fusayolas,
tres conchas de cardium, varios útiles de hierro y una diáfisis
de mesomamífero con marcas de cortes transversales en ambos
extremos (0141) (Fletcher et al. 1969: 27).
Consideramos interesante apuntar que, en el conjunto 5, un
gran edificio de 400 m2 situado en la parte más alta del poblado
que consta de cuatro estancias y dos espacios anexos de unos
250 m2 interpretado como un gran edificio en el que se pudieron
llevar a cabo actividades públicas, como reuniones, celebraciones o incluso intercambios significativos (Vives-Ferrándiz
2013: 105), no se ha recuperado ni un solo objeto manufacturado sobre materias duras animales.
En definitiva, la información obtenida a través del estudio
formal, tecnológico, funcional, decorativo y de distribución
de los artefactos elaborados sobre materias duras animales en
La Bastida de les Alcusses, puede sumarse a los datos conseguidos
tras años de investigación acerca de otras evidencias de la
cultura material como son las herramientas de carácter agrícola,
los restos de trabajos metalúrgicos, los molinos, las armas,
la escritura (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011; Vives-Ferrándiz
2013), las herramientas de carpintería (Tortajada 2012), los
restos malacológicos (Pascual y Vives-Ferrándiz 2015), la fauna
(Iborra 2004; Iborra y Vives-Ferrándiz 2015) o las cerámicas
áticas (Amorós López y Vives-Ferrándiz 2022), entre otros;
dibujando así, estudio tras estudio, un entramado completo
de los espacios habitados en el s. IV a.C., de las actividades
que en ellos tuvieron lugar y de las personas y de los objetos
protagonistas de la vida del poblado.
5.38. LA SERRETA
(ALCOI-COCENTAINA-PENÀGUILA, ALICANTE)
5.38.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de La Serreta se ubica sobre la montaña del mismo nombre, a 1051 m s.n.m. en una posición central en las
comarcas de L’Alcoià y El Comtat (en su cumbre convergen
los términos municipales de Cocentaina, Alcoi y Penàguila)
(fig. 5.159). El poblado se adapta a la orografía del terreno y
desde su posición elevada, en un área preeminente de la Contestania ibérica, ejerció un papel central en el control estratégico,
defensivo, económico, social y simbólico del territorio circundante (Llobregat et al. 1992: 41; Olcina 2000: 105).
Fue descubierta en 1917 y entre 1920 y 1928 se realizaron
ocho campañas de excavación dirigidas por C. Visedo Moltó (1922a, 1922b, 1923). En 1931, al igual que La Bastida
de les Alcusses, se declaró Monumento Histórico Artístico.
El interés en el yacimiento aumentó a medida que se dieron
a conocer los abundantes hallazgos materiales realizados:
vasos cerámicos decorados, terracotas, plomos escritos en
grafías greco-ibéricas, entre otros; así como se identificaron
diferentes espacios de hábitat y un santuario ibero-romano
(Grau et al. 2017). Entre 1949 y 1955 Visedo Moltó realizó
otras siete campañas de excavación; trabajos que continuarían, entre 1956 y 1969, dirigidos por V. Pascual Pérez y M.
Tarradell Mateu. Tras más de quince años sin excavaciones a
partir de 1985 un equipo de profesionales ligados al Museu
Arqueològic d’Alcoi y al Museo Arqueológico Provincial de
Alicante, dirigidos por E. Llobregat Conesa, retomó los trabajos en el yacimiento. Así, se llevaron a cabo nuevos estudios urbanísticos (Llobregat et al. 1992: 37-70) y campañas
de excavación en la muralla y en la puerta de acceso al oppidum (Llobregat et al. 1995; Olcina 1997); en la necrópolis del
s. IV a.C. hallada en 1987 (Cortell et al. 1992; Olcina 1997;
Moltó y Reig 1996; Reig 2000) y en nuevos sectores en la zona
de hábitat (Olcina et al. 2000); así como se revisaron parte de
las excavaciones antiguas (Grau 1996) (fig. 5.182).
Aunque se han constatado materiales cerámicos del s. VII
- s. VI a.C., la cronología del poblado abarca fundamentalmente desde el s. IV a.C. a inicios del s. II a.C. No obstante,
por los materiales recuperados y por el estudio urbanístico,
es la fase del s. III - finales del s. II a.C., que arrasó parte de
las estructuras anteriores, la mejor conocida de este oppidum
que llegó a ocupar al menos 5,5 ha (Grau 1996; Olcina et al.
1998; Olcina 2000).
195
[page-n-213]
Figura 5.182. Planimetría de La Serreta (adaptado de Olmos y Grau 2005: fig. 2 y Grau et al. 2017: fig. 3.1.) en la que señalamos los sectores donde conocemos que se ha recuperado industria ósea. Destacamos el Sector G, con un mayor número de piezas localizadas (adaptado
de Amorós López: fig. 2).
5.38.2. el conjunto analizado
La mayoría de las piezas analizadas proceden de las excavaciones antiguas por lo que la información sobre sus contextos de
hallazgo, en los casos en los que la conocemos, es somera. Así,
en aquellas piezas en las que podamos precisar su análisis contextual lo señalamos. Resulta por ello arriesgado proponer una
cronología precisa para las piezas, si bien ciertos tipos como los
stili o los peines nos remiten a la última etapa de ocupación del
yacimiento, finales del s. III a.C. - inicio s. II a.C., la fase mejor
conocida del oppidum y a la que creemos que podemos adscribir
la gran mayoría de los objetos aquí detallados.
Se han analizado 85 artefactos elaborados sobre materias duras animales recuperados en el poblado, depositados en el Museu Arqueològic Camil Visedo Moltó (Alcoi). El 89 % de ellos
(76 objetos) están manufacturados sobre huesos de mamíferos;
el 6 % lo representan cinco artefactos elaborados sobre marfil de
elefante y el 4 % y 1 % restantes están integrados por tres piezas
de asta de ciervo y un cuerno de bóvido, respectivamente.
La mayor parte del conjunto lo componen los objetos terminados con 74 ejemplares. Las evidencias de otras fases de la cadena operativa: matrices, soportes y desechos, están integradas por
siete piezas que, aunque exiguas en número, resultan significativas ya que reflejan procesos claros del trabajo del hueso, el asta y
el cuerno. Además, contamos con cuatro astrágalos modificados.
De forma similar a lo documentado en Covalta y en La Bastida de les Alcusses, los alfileres son las piezas más numerosas
identificadas en La Serreta con 28 ejemplares, 14 de ellos completos y 14 fragmentados (tabla 5.63 y figs. 5.183 y 5.184).
196
No en vano, Visedo ya señaló que: “De hueso destacan bellos punzones finamente labrados. Las estaciones de Covalta y
la Serreta los han producido en cierta abundancia” (1959: 59).
El 50 % de ellos (14 ejemplares) están decorados mediante incisiones y tallado, formando motivos geométricos, fundamentalmente espigas, reticulados y líneas horizontales, y
con molduras en el extremo superior. Ningún alfiler presenta
exactamente la misma decoración que otro. Debemos destacar el caso del ejemplar 0214, decorado con cortas incisiones
oblicuas dispuestas de forma asimétrica en las que se diferencian restos de un pigmento de color negro, posiblemente
a base de carbón vegetal (fig. 5.183) que resaltaría dichos
motivos incisos.
Igualmente, llama la atención la longitud de los alfileres
0220 y 0236, con 16,6 cm de longitud y 0,6 cm de diámetro
(sección circular) y 19,7 cm de longitud y 0,65 cm de diámetro, respectivamente (fig. 5.183). Ello nos lleva a pensar
que los ejemplares de menor tamaño, aunque no lo hemos
documentado directamente ya que están muy regularizados y
varios de ellos fragmentados por su parte distal, podrían haberse reparado y reavivado con el paso del tiempo, al igual
que atestiguamos en el conjunto de alfileres de La Bastida de
les Alcusses.
El ejemplar de menor tamaño, 0239, tiene una longitud de
6,7 cm, un extremo muy apuntado y una cabeza diferenciada
poligonal irregular (III.1.2.2.d). Aunque considerado como un
alfiler debido a su extremo apuntado, por su inusual remate proximal, podría haberse utilizado en distintas tareas.
[page-n-214]
Tabla 5.63. Alfileres de La Serreta.
ID
Ubicación
Tipo
Variante
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
211
Sector F
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
213
-
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
214
-
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
215
Sector F
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
217
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
220
-
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
221
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
226
-
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
227
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
229
-
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
236
Sector G. Dep G4
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
237
Sector C. Dep. C26 III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
239
-
III.1.2. Alfiler (?) 2.d. Poligonal irregular
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
246
Superficial.
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
250
Sector G. Dep. G7
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
251
Cata clandestina
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
253
Sector G. Dep. G34 III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
254
Sector G. Dep. G34 III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
Sí
255
Sector G. Dep. G4
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
281
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
282
-
III.1.2. Alfiler
-
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
283
-
III.1.2. Alfiler
1.c.Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
Sí
292
-
III.1.2. Alfiler
-
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
293
-
III.1.2. Alfiler
1.b.Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
300
-
III.1.2. Alfiler
1.a.Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
301
-
III.1.2. Alfiler
1.b.Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
303
-
III.1.2. Alfiler
1.c.Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
309
-
III.1.2. Alfiler
-
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido.
Como es habitual, hemos identificado también varios fragmentos mesiales y distales de objetos apuntados (16) (fig. 5.185
y tabla 5.64) realizados sobre diáfisis de huesos largos de animales de talla media y grande. Además, contamos con otros siete útiles apuntados: una aguja con una perforación circular de
0,3 cm de diámetro a la que le falta el extremo distal (0244); un
objeto biapuntado de 11,4 cm de longitud y sección circular de
0,5 cm de diámetro (0225); cuatro punzones incompletos (0295,
0224, 0294, 0222) y un stilus con cabeza diferenciada tipo clavo
(III.1.8.2.a) (0238) con una longitud de 9,7 cm y que nos remite
a las fases finales de ocupación del sitio a inicios del s. II a.C.
con influencia del mundo romano (tabla 5.64 y fig. 5.186).
Más allá de los objetos apuntados en La Serreta contamos
con otros 33 objetos (tabla 5.65). Entre ellos, debemos destacar
los cinco artefactos realizados sobre marfil: dos peines sencillos, dos mangos con talón y una cuenta (fig. 5.187).
- El mango 0218 conserva parte de la hoja de hierro. Se localizó en un área doméstica del sector F, aunque se desconoce
en qué lugar exacto (Grau 1996: 113). Está decorado, por ambos
lados, con nueve rebajos lanceolados, dos de los cuales conservan ámbar incrustado. Dos circulares de mayor tamaño se sitúan
a ambos lados del talón y otro lanceolado está en el lomo. En
uno de los lados, se conserva el rebajo para colocar la virola que
sujetaría la hoja de hierro. En casi todos los rebajos lanceolados
y alrededor del ámbar incrustado se aprecian restos del estaño
utilizado como adherente para fijar las incrustaciones (Blasco
Martín et al. 2019) (fig. 5.188). Es una pieza casi idéntica al
mango del Turó del Montgròs (0662) (fig. 5.68).
- Se ha documentado un segundo mango que carece de decoración y solo conserva el talón redondeado y el arranque de la
espiga. Desconocemos su lugar de hallazgo. Debido a la ausencia de motivos decorativos nos planteamos que pudiera tratarse
197
[page-n-215]
0239
0229
0211
0303
0227 0318
0213
0254
0246
0283
0255
0251
0217
0302
Figura 5.184. Fragmentos de alfileres de La Serreta.
198
0215
0226
0237
0309
0292
0221
0293
0214
0304
0220
0250
0236
0253
Figura 5.183. Alfileres
completos de La Serreta.
0281
0300
0301
0282
[page-n-216]
Tabla 5.64. Otros objetos apuntados de La Serreta (salvo los alfileres).
ID
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
216
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
222
-
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
223
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
224
-
III.1.6. Punzón
Metápodo
Macromamífero
P/Ab
No
225
-
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
228
-
III.1. Obj. apuntado
Metapodo
Macromamífero
P
No
238
-
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
244
Sector C. Superficial
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamífero
Ab/P/Pr
No
252
Cata clandestina
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
294
-
III.1.6. Punzón
Ulna
Mesomamífero
P
No
295
-
III.1.6. Punzón
Ulna
Mesomamífero
P
No
302
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
304
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
310
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
311
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
312
-
III.1.6. Punzón
Ulna
Mesomamífero
P
No
313
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamífero
P/C
No
314
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
315
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
316
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamífero
-
No
317
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
318
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
319
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
320
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
de una pieza no terminada, aunque no podemos afirmarlo, ya
que la ausencia de motivos decorativos puede ser una elección
en sí misma.
Los dos peines de La Serreta fueron publicados como de
hueso (Font 1970), aunque su revisión posterior nos ha permitido comprobar que están elaborados sobre marfil de elefante.
Se recuperaron en espacios domésticos, aunque desconocemos
con exactitud dónde. Su cronología se puede ajustar a finales del
s. III a.C. - inicios del s. II a.C. (Font 1970: 124).
- 0208: peine sencillo, rectangular y de puente moldurado
(III.5.1.1). Fue transformado a posteriori, tal vez por una rotura
fortuita, lo que le dotó de una forma peculiar que no se corresponde con la original. En uno de los lados del puente se ve con
claridad un orificio circular parcialmente conservado, de 0,4 cm
de diámetro, y se intuye otro al lado. Tras la readecuación del
peine, ambos quedaron inutilizados. Otros dos pequeños orificios abiertos se sitúan a ambos lados de la parte inferior de la
elevación del puente. Los laterales están incompletos, por lo
que no se puede afirmar que tuviera patas, aunque es lo más
probable. Sus dientes arrancan de una línea horizontal incisa
en la parte mesial. La ornamentación se repite en ambas caras,
aunque una de ellas está más deteriorada: se individualizan tres
metopas separadas mediante una doble línea vertical; en ambos
extremos se representa una herbácea vista de frente, incompleta
por la modificación del peine; en la metopa central se realizaron
dos L, orientadas de forma inversa, rellenadas con una retícula,
y entre ellas una línea discontinua de pequeños rectángulos impresos. Las manos que lo retocaron y permitieron que siguiera
en uso eran sin duda de una persona con conocimiento del trabajo en materias duras, pues el trabajo del marfil, por el tamaño
y calidad de las piezas y la escasez de la materia, estaría destinado, preferentemente, a artesanos bien capacitadados. Por ejemplo, en época romana está atestiguada la reparación de peines
por el refector pectinarius (Jiménez Melero 2011: 83).
- 0207: peine sencillo, trapezoidal y de puente moldurado (III.5.1.1). Los dientes arrancan de una doble línea horizontal incisa y están flanqueados por sendas patas. Dos
pequeños orificios abiertos se sitúan a ambos lados de la
parte inferior de la sobreelevación del puente. Ambas caras
tienen la misma decoración vegetal, incisa, dispuesta en banda continua; en las zonas próximas a los laterales se realizan
triples círculos concéntricos con orificio central; de la parte superior de cada uno de ellos surge una línea curva que
converge hacia la parte central del peine y, por debajo, un
199
[page-n-217]
0223
0313
0320
0316
0216
0228
0311
0314
0315
0304
0302
0319
0310
0318
0317
0252
Figura 5.185. Fragmentos de objetos apuntados de La Serreta.
0222
0225
0294
0238
0295
0224
0244
0312
Figura 5.186. Aguja, biapuntado,
stilus y punzones de La Serreta.
200
[page-n-218]
triángulo relleno con líneas rectas. En medio de todo ello,
una flor longitudinal con dos pétalos, rellena de trazos rectos y verticales. El estudio directo de la pieza permite ofrecer esta nueva interpretación, desestimando el que se trate de dos aves afrontadas, con el pico cerrado, y una doble
hoja entre ambas (Font 1970: 124-125). El motivo vegetal
está compuesto por una flor abierta, con los extremos de la
corola terminados en capullo (Badal et al. 2010: 108-109,
fig. 100A). En la parte frontal de las patas, líneas paralelas incisas, en horizontal; en la zona medial del lateral, decoración
tallada en horizontal, mientras que en la proximal conserva
en mal estado dos cortos salientes parecidos a los realizados
en algunos peines del Cerro de las Cabezas, por lo que podría
tratarse de una representación esquemática del prótomo de un
caballo. Además, en la parte elevada del puente cuenta con
una serie de tres líneas incisas, en diagonal.
- Se recuperó también una cuenta fracturada e incompleta,
fragmentada por las capas de crecimiento propias del marfil, sus
medidas conservadas son: 2,05 x 1,8 x 0,55 cm. La perforación
central circular tiene un diámetro de 0,6 cm. Fue recuperada en
la campaña de 1968 realizada en el Sector G, el área más oriental del poblado, en el departamento G29, un espacio doméstico
(fig. 5.182) (Llobregat et al. 1992: 64).
Por otro lado, se han documentado siete varillas manufacturadas sobre diáfisis de macromamíferos (0212, 0286, 0287,
0288, 0289, 0289, 0291) (fig. 5.189). No consideramos que
se traten de soportes sobre los que realizar otras piezas ya que
presentan todas las caras muy regularizadas mediante abrasión y/o pulido, por lo que cabría pensar que se tratan de objetos terminados cuya función no podemos precisar con seguridad. Su anchura está estandarizada entre 0,9 - 0,7 cm. Ninguno
se ha conservado completo, por lo que desconocemos sus longitudes totales.
Asimismo, identificamos cuatro bisagras realizadas sobre
metápodos de animales de talla media y grande (0209, 0245,
0247, 0278) (tabla 5.65 y fig. 5.190). El ejemplar 0209 tiene
dos perforaciones circulares de 0,4 cm de diámetro que atraviesan una de las paredes óseas (subtipo III.4.5.2). Fue realizada
sobre un metatarso de un macromamífero, quizás de un equino.
Tiene una longitud de 6 cm y una sección circular de 0,4 cm. En
uno de sus extremos presenta tres líneas incisas horizontales.
Fue recuperada en el sector F, habitado entre el s. III e inicios
del s. II a.C., concretamente en el dep. F1, espacio en el que
se halló el conocido Vas dels Guerrers (Olmos y Grau 2005) y
el grupo de terracota de la Diosa Madre, interpretado como un
lugar de culto de carácter privado o la habitación de un personaje destacado de la comunidad que poseía materiales de gran
valor (Grau 1996: 115). Pudo formar parte de algún mueble o
caja de madera existente en dicho departamento. Por su cara
externa la pieza presenta estrías de utilización provocadas por
el giro continuado.
La bisagra 0245 tiene unas medidas comparativamente inferiores: 1,35 x 1,8 x 1,6 cm y una perforación circular de 0,3 cm
de diámetro (subtipo III.4.5.1). Por la cara externa cuenta también con evidencias de su utilización. Por su parte, los ejemplares 0247 y 0278 se encuentran incompletos, en el primer caso no
podemos asegurar si la pieza tendría una o varias perforaciones;
0278, aunque fracturada, creemos que podría contar con una
perforación circular y otra rectangular enfrentada (III.4.5.3), sí
conserva la longitud total: 3,8 cm. Por la parte externa presenta
unas llamativas manchas de metal, que parecen provocadas por
el contacto continuo con alguna materia prima en esos puntos.
Aparte de la cuenta de marfil, documentamos otras tres
cuentas circulares realizadas sobre hueso: 0241, 0242 y 0248
con diámetros de 2,5 cm (0241), 2,2 cm (0242) y 1,7 cm
(0248). Además, encontramos otra pequeña cuenta circular que
funciona como embellecedor de una fíbula de hierro (0231)
(fig. 5.190 y tabla 5.65). Al publicar la fíbula, recuperada
en las excavaciones antiguas, se describio como: “Fíbula de
La Tène, que conserva el puente, el pie largo y un lateral del
resorte, cuyo eje remata en una bolita de materia orgánica,
posiblemente hueso o marfil” (Grau y Reig 2002-2003: 108).
Tras revisar macro y microscópica la pieza consideramos que,
aunque parecía una cuenta ósea, lo más adecuado era llevar
a cabo un análisis específico mediante X-Ray Fluorescence (XRF) para asegurar su composición. Este fue realizado
por G. Gallello del grupo ArchaeChemis (UV). Así, se examinaron cuatro puntos, tres de ellos sobre la posible cuenta
de hueso y uno sobre el arco de la fíbula de hierro. Como se
aprecia en la tabla 5.66 los resultados obtenidos en los tres
primeros puntos indican que P2O5 y CaO son los principales
elementos detectados, se trata de componentes de la hidroxiapatita, por lo que corroboraríamos que está realizada sobre
hueso. Por su parte, en el punto 4, como cabía esperar al ser
tomado sobre el puente de la fíbula, el hierro (Fe) es el principal elemento identificado.
Asimismo, se efectuaron también análisis de XRF sobre
una falange primera de Bos taurus recuperada en la revisión
de la fauna de La Serreta para identificar la composición del
color rojo presente, de forma evidente, en su superficie (0260)
(fig. 5.190). Como podemos apreciar en la tabla 5.67 en los tres
puntos de medición de nuevo P2O5 y CaO son los principales
elementos detectados (componentes inorgánicos propios del
hueso). Sin embargo, los valores de hierro son altos, sobre todo
en el primer punto de medida (2 %), donde la intensidad del
color está más acentuada. Por tanto, ello nos indica que la coloración de la falange se obtuvo a través de un pigmento con base
de óxido de hierro.
Se trata del único hueso totalmente pintado que documentamos en los registros ibéricos. Además, no es un objeto
utilitario, ya que el hueso no ha sufrido modificación alguna
más allá de la coloración. Por tanto, es una pieza excepcional. Se conocen falanges de caballo modificadas e interpretadas como ídolos en yacimientos neolíticos como Çatalhöyük
(Konya, Turquía) (Russell y Griffitts 2013) o Tell Dja’de el
Mughara (Siria) (Christidou et al. 2009), aunque no se señala
la presencia de pigmentos en ninguna de ellas. Por su parte,
los denominados ídolos falange, realizados sobre la primera
falange de bóvidos, cérvidos, equinos, ovicaprinos o suidos,
se distribuyen por el sureste peninsular, entre el estuario del
Tajo, la cuenca media del Guadiana y, de forma más dispersa,
en el Algarve portugués para cronologías del Neolítico final y
Calcolítico (Pascual 2012b: 19-20). Para época ibérica, como
hemos señalado, no conocemos la existencia de este tipo de
ídolos, si bien la cuidada coloración de la falange nos remite a
un posible uso y significado simbólicos. Desafortunadamente,
la ausencia de un contexto claro de hallazgo no nos permite
aclarar mucho más acerca de su vinculación a otros elementos
201
[page-n-219]
Tabla 5.65. Industria sobre materias duras animales de La Serreta (salvo los objetos apuntados).
ID
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
207
-
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante
A/P
Sí
208
-
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante
A/P/Pr
Sí
209
Sector F. Dep. F1
III.4.5. Bisagra
Metatarso
Macromamíf.
P/C/V/Pr
Sí
212
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
218
Sector F
III.4.1. Mango
Colmillo
Elefante ind.
P
Sí
231
Sector G. Dep. G6
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
-
P/Pr
No
240
-
III.4.1. Mango
Colmillo
Elefante ind.
P
No
241
-
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
242
-
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
243
Sector G. Dep. G29
III.6.5. Cuenta
Colmillo
Elefante ind.
P/Pr
No
245
-
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf. A/P/Pr
No
247
Sector C. Dep. C2
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamíf.
C/V/Pr
No
248
Sector G. G2
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
249
Sector B (?)
VI.I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Bovino
C
No
256
Sondeo 3. Entrada poblado
VI.I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
C/Ab
No
258
Cata clandestina
VI. Astrágalo
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
259
-
I. Matriz
Cráneo y arranque asta Ciervo
Pe/F/C
No
260
Sector B (?)
III.9.2. Falange decorada Falange I
Bovino
-
Sí
278
Puerta. Entrada poblado
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamíf.
A/Pr
No
279
-
II. Soporte
Tibia (?)
Macromamíf.
A
No
280
-
III.6.1. Anillo (?)
Tibia (?)
Macromamíf.
P/V/Pr
Sí
284
-
II. Soporte
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
285
-
II. Soporte
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
286
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
287
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
288
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
289
-
III.3.1.Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
290
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
291
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
296
Sector B (?)
I. Matriz
Percha y luchadera
Ciervo
C
No
297
Sector B (?)
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
-
No
298
Sector B (?)
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
VI.I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
1051 Sondeo 3. Entrada poblado
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
materiales. Cabe apuntar que, en las memorias de los primeros
años de excavaciones en el yacimiento se recoge que: “En una
de las falanges se aprecian detalles de haber sido labrada como
para hacer algún idolillo” (Visedo 1923: 8). No hemos tenido
la oportunidad de ver dicha pieza y no sabemos cuáles son esos
detalles, pero llama la atención que, en un momento en el que
la atención no se centraba especialmente en la fauna, Visedo
describiera esta particularidad. Por ello, cabría preguntarse si
en La Serreta persistió o existió algún tipo de uso ritual o simbólico de estos huesos que no hemos documentado en otros
poblados ibéricos.
202
Por otra parte, hemos identificado una pieza, 0280, que podría considerarse como un anillo o anilla realizado sobre una
diáfisis de macromamífero aserrada; por la forma de su sección
se trataría seguramente de una tibia. La pieza presenta marcas
de pulido por la parte externa y tiene una línea incisa paralela
al extremo proximal del que dista 0,15 cm. Resulta interesante
prestar atención al soporte 0280 que parece encajar con la forma
y sección de este anillo (fig. 5.190 y tabla 5.65)
Por otro lado, documentamos otras evidencias de la manufactura sobre materias duras animales (fig. 5.190 y tabla 5.65),
como dos matrices de asta de ciervo. Se corresponden con las
[page-n-220]
0207
0243
0218
0240
0208
Figura 5.187. Piezas de marfil de La Serreta.
Figura 5.188. Detalle de parte de los rebajos, incrustaciones de ámbar y del estaño empleado como adherente en el mango de marfil
0218. Fotografía: Eva Collado Mataix.
partes basales, una de ellas de un asta obtenida mediante la caza
y sacrificio del animal (0259) y otra obtenida mediante su recolección tras el desmogue (0296). Ambas tienen marcas de cortes
profundos realizados con útiles metálicos, probablemente azuelas o hachas. Reflejan las dos vías de aprovisionamiento de esta
materia prima.
Además, contamos con otro candil de asta de ciervo, con dos
soportes de hueso y con una clavija ósea de Bos taurus aserrada
por el extremo proximal. El soporte 0284 resulta especialmente
interesante ya que en él se distingue la forma de un útil alargado,
con un extremo biselado y otro posiblemente apuntado, al que
le falta tallar el cuerpo y realizar la fase de acabado y regularización; todo indica que se trataría de un stilus en proceso de
elaboración. Por su parte, el soporte 0285 aunque es semejante
a las varillas tiene en el cuerpo marcas de cortes del proceso de
0286
0212
0290
0291
0287
0288
0289
Figura 5.189. Varillas de hueso de La Serreta.
203
[page-n-221]
0241
0209
0278
0247
0242
0245
0248
0279
0296
0260
0231
0280
0297
0298
0284
0259
0285
Figura 5.190. Otras piezas terminadas y evidencias de trabajo del hueso, asta y cuerno de La Serreta. En las piezas 0231 y 0260 se señalan
los puntos medidos en los análisis de XRF.
Tabla 5.66. Composición química de los puntos de análisis por
XRF de la pieza 0231. La concentración de elementos se expresa
en porcentajes (%). Autor: G. Gallello.
Tabla 5.67. Composición química de los puntos de análisis por
XRF de la pieza 0260. La concentración de elementos se expresa
en porcentajes (%). Autor: G. Gallello.
ID
P2O5
CaO
Fe
Sr
1
10
14
3
0,03
ID
P2O5
CaO
Fe
Sr
2
9
13
2
0,02
1
47
60
2
0,04
3
8
12
2
0,02
2
25
28
0.5
0,03
4
< LOD
0.3
29
< LOD
3
12
16
0.5
0,04
204
[page-n-222]
desbastado y ninguna evidencia de pulido o abrasión. Por tanto,
como podemos ver, las piezas de otras fases de la cadena operativa son escasas, pero muy representativas.
Por último, nos queda hacer alusión a cuatro astrágalos trabajados: tres de ovicaprinos, todos izquierdos (NMI = 3), uno
de ellos, 0256, con las caras lateral y medial modificadas en
ángulo recto mediante abrasión (tipo C1) y los otros dos, 0258 y
1051, con las mismas marcas tecnológicas, pero únicamente por
la cara lateral (tipo A1) y un ejemplar de Bos taurus (0249) también izquierdo cuya cara lateral fue cortada en sentido oblicuo
(tipo A3) (tabla 5.65). Las tabas 0256 y 1051 fueron recuperadas en el sondeo 3 realizado en la puerta de entrada al poblado
en la campaña de 1993.
5.38.3. breve valoración global
De la colección de industrias sobre materias duras animales
de La Serreta podemos destacar la relevancia de las piezas de
marfil, las interesantes evidencias de huesos, astas y cuernos en
proceso de trabajo y el conjunto de piezas terminadas entre las
que sobresalen los alfileres. Encontramos además una diversa
representación de útiles y de adornos que remiten a una presencia destacada de este tipo de objetos en el poblado. Su revisión
desde diferentes puntos de vista: tipológico, tecnológico, decorativo, etc. y con diversos métodos de trabajo (análisis macroscópico, microscópico y de XRF) nos ha permitido configurar un
panorama heterogéneo.
Así, en este oppidum debió existir una o varias personas
que manufacturaran las materias duras animales. Los desechos
y soportes de hueso identificados en el yacimiento remiten a
la ejecución clara de objetos apuntados y de posibles anillos
o arandelas; así como el aprovisionamiento y manufactura de
las astas de ciervos obtenidas tanto por la caza como por la
recolección demuestran su utilización para realizar objetos. Al
mismo tiempo, la identificación de al menos una clavija ósea
de Bos taurus aserrada nos permite plantear que los estuches
córneos serían aprovechados, al menos de forma puntual. En
cuanto a los objetos de marfil podemos destacar que los dos
peines recuperados en el yacimiento pertenecen al denominado
estilo I, inspirados o quizás fabricados en el Cerro de las Cabezas (Mata Parreño et al. 2017: 150); no obstante, uno de ellos
está rectificado a consecuencia de una rotura fortuita, quizás
en el propio poblado. Las manos que lo retocaron y permitieron que siguiera en uso eran sin duda las de una persona con
conocimiento del trabajo en materias duras (know-how), pues
el trabajo del marfil, por la escasez de la materia prima y por el
tamaño y calidad de las piezas sería realizado por artesanos y
artesanas con altas capacidades.
5.39. EL PUIG (ALCOI, ALICANTE)
5.39.1. introducción al yacimiento
El poblado fortificado de El Puig (Alcoi, Alicante) está situado
en el extremo noreste de La Canal d’Alcoi, se alza sobre un cerro a 888 m s.n.m. cortado por los barrancos de la Batalla y les
Florències, ocupando un área de 1,5 ha (Grau et al. 2012: 45)
(fig. 5.159). La existencia del yacimiento es conocida, al menos,
desde inicios del s. XIX. A principios del s. XX, C. Visedo Mol-
tó realizó varios reconocimientos del sitio denunciado las desafortunadas intervenciones de “buscadores de tesoros” (Visedo
1959: 69). Entre 1958 y 1976, V. Pascual Pérez, sucesor de Visedo como conservador del Museo Arqueológico Municipal de
Alcoi, llevó a cabo diversos estudios acerca de los materiales recogidos en El Puig (Pascual Pérez 1952). Las primeras excavaciones sistemáticas se realizaron entre 1959 y 1964, gracias a la
colaboración de M. Tarradell (Tarradell 1969; Llobregat 1972:
52-55). Posteriormente, en la década de 1980, F. Rubio dirigió
otras seis campañas de excavación, proponiendo una ocupación
discontinua del yacimiento entre la Edad del Bronce y época
ibérica (Rubio 1985). Sin embargo, las revisiones posteriores
de los fondos materiales de El Puig y las nuevas intervenciones
de excavación y consolidación realizadas en colaboración entre la Universitat d’Alacant y el Museu Arqueològic Municipal
Camil Visedo Moltó entre 2004 y 2012, dirigidas por I. Grau,
permitieron definir que el inicio de la ocupación se produjo en
la I Edad del Hierro, en el tránsito del s. VIII al s. VII a.C. Esta
ocupación se extendería hasta el s. IV a.C. (Grau et al. 2012: 46;
Grau y Segura 2013: 93). La localización estratégica en altura
del poblado le permitió ejercer un control óptimo de las tierras
y vías de comunicación circundantes, lo que contribuyó a hacer
de este enclave uno de los más importantes de la zona central
de la Contestania ibérica en el s. IV a.C. (Grau et al. 2012: 45).
5.39.2. el conjunto analizado
La revisión de la industria sobre materias duras animales de este
yacimiento se ha llevado a cabo en el Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó (Alcoi). En total, hemos documentado 18 piezas elaboradas sobre materias duras animales que presentamos en función de su cronología (tabla 5.68 y fig. 5.191).
5.39.2.1. Edad del Hierro
Hemos revisado seis piezas que fueron halladas en el cuadro 8D, en la parte alta del poblado, en las excavaciones de
los años ochenta del siglo pasado (Rubio 1985: 96-97) (fig.
5.191.a y tabla 5.68). Resulta difícil precisar información sobre sus contextos de hallazgo al no haber sido publicados de
manera global y no formar parte de la revisión de los materiales de las excavaciones antiguas de El Puig: “Los materiales de las excavaciones de Rubio constituyen un estudio
en buena parte independiente, pues afectan principalmente
a una zona de la Corona, o parte cimera del poblado, que
constituye un agregado urbano o barrio, perfectamente individualizado, lo que justifica un estudio en sí mismo” (Grau
y Segura 2013: 31). Sabemos que fueron recuperados en la
denominada capa 3 que, según la explicación estratigráfica de Rubio, se correspondía con una capa de tierras grises
donde solo se recuperaron materiales de la Edad del Bronce
(Rubio 1985: 100). Como hemos señalado, las revisiones de
materiales indican que esta fase identificada de la Edad del
Bronce parece corresponderse realmente con el Hierro I, por
lo que es probable que estas piezas pertenezcan a esta fase
cronocultural. Documentamos cuatro punzones, dos de ellos
realizados sobre tibias de ovicaprino (tipo A121a de López
Padilla 2011); un astrágalo derecho de Bos taurus con la cara
lateral modificada ligeramente por abrasión (tipo A1) y un
desecho del trabajo del hueso: una diáfisis con marcas claras
de facetado por cortes con un útil metálico (0263). Conside205
[page-n-223]
Tabla 5.68. Industria sobre materias duras animales de El Puig ordenada por fase cronológica.
ID Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
261 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1986 - Rubio
Cuadro 8D-a. Capa 3
III.1.6. Punzón
Tibia
Ovicaprino
C
No
262 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1986 - Rubio
Cuadro 8D-a. Capa 3
VI.1. Astrágalo
trab.
Astrágalo
Bovino
Ab
No
263 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1986 - Rubio
Cuadro 8D-a. Capa 3
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf. C
No
264 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1987 - Rubio
Cuadro BD-b3. Capa 3 III.1.6. Punzón
Tibia
Ovicaprino
No
265 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1987 - Rubio
Cuadro BD-b3. Capa 3 III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf. Ab/P/C
No
266 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1988 - Rubio
Cuadro BD-b2. Capa 3 III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/macro- Ab/P
mamíf.
No
272 Ss. VIII-VI a.C. (?)
-
-
III.1.6. Punzón
Tibia
Oveja
No
275 Ss. VIII-VI a.C. (?)
-
-
III.1.6.P unzón
Diáfisis
Meso/macro- C/P
mamíf.
No
342 s. VIII - VII a.C.
2010 - Grau
UE 10000
III.6.6. Fusayola Cabeza
femoral
Bovino
No
270 Fin. s. V - s. IV a.C. -
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf. P
Sí
271 Fin. s. V - s. IV a.C. -
-
III.1.2. Alfiler
Colmillo
Elefante
P
Sí
III.6.5. Cuenta
Vértebra
Tiburón
sedoso
Ab/Pr
No
Fíbula
Mesomamíf. C
No
277 S. IV a.C.
1964 - Tarradell Sondeo C-4
Ab/C
C
C/Pr
341 Fin. s. V - s. IV a.C. 2008 - Grau
Casa A. Ámbito 1000
III.1.6. Punzón
343 Fin. s. V - s. IV a.C. 2011 - Grau
Ámbito 20000
III.1. Obj. apun- Diáfisis
tado
Mesomamíf. P/C
No
346 Final s. V - IV a.C.
2009 - Grau
Casa A. Ámbito 4000
III.3.7. Bobina
Colmillo
Elefante (?)
No
267 -
1964 - Tarradell Sondeo A-2
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf. -
No
273 -
1964 - Tarradell Sondeo A-4
III.10. Indeterm. Candil
Ciervo
Ab/P/A
No
274 -
-
V. Desecho/II.
Soporte
Ciervo
A/V
No
-
Candil
P/Tt
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
ramos además que, por similitud de las piezas, los ejemplares
0272 y 0275, de los que desconocemos su ubicación, pertenecerían también a esta primera etapa de vida del poblado.
Cabe señalar que el punzón 0272 presenta cinco cortes marcados de perfil en V. Por su parte, la fusayola semiesférica
(III.6.6.1) realizada sobre una cabeza femoral de Bos taurus
de dimensiones: 3,7 x 3,6 x 2 cm, con una perforación circular de 0,7 cm y un peso de 11 g fue recuperada en la campaña
del año 2010 en la UE 10000 en los estratos del Hierro antiguo (Basso Rial 2018: 51).
5.39.2.2. Época ibérica
Contamos con seis piezas que pueden asociarse a la fase ibérica
de finales del s. V - s. IV a.C. (fig. 5.191.b y tabla 5.68). Por un
lado, documentamos dos alfileres: uno de ellos (0270) se conserva completo con una longitud de 8 cm y una sección circular de
0,5 cm de diámetro. La parte proximal, terminada en forma de
remate redondeado (III.1.2.1.a) está decorada con dos molduras y
ocho líneas incisas horizontales y paralelas, está realizado sobre
una diáfisis de hueso largo de macromamífero. Desconocemos su
ubicación. El segundo alfiler está incompleto, fue manufacturado
sobre marfil, apreciándose la textura, el color y la fracturación por
capas propia de esta materia prima. La parte proximal, rematada
206
de forma plana (III.1.2.1.c) es de sección cuadrada y está decorada por las cuatro caras con dos motivos en aspa delimitados por líneas horizontales (0271). Consideramos que no se trata de la única pieza de marfil del oppidum, ya que la bobina 0346 parece estar
manufacturada sobre marfil, ya que en sus extremos se aprecian
finas capas diferenciadas y la superficie externa resulta más pulida
que el hueso; aunque por su pequeño tamaño (1,8 cm de longitud
y 0,9 cm de diámetro máx.) y debido a que la pieza está muy modificada y quemada (color negro) no podemos precisarlo con total
seguridad. Fue recuperada en el ámbito 4000 de la Casa A. Por
su parte, en el ámbito 1000 de esta misma vivienda se halló un
punzón realizado sobre una fíbula de mesomamífero. Cabe señalar que la casa A está compuesta de cuatro estancias, dos de ellas
excavadas por el equipo de V. Pascual en 1975 y dos departamentos excavados a principios del s. XXI, precisamente, los ámbitos
1000 y 4000 (Grau y Segura 2013: 173) (fig. 5.192).
En el ámbito 20000 (Grau y Segura 2013: 120-121) se recuperó también un fragmento de la parte distal de un útil apuntado (0343). Especialmente interesante resulta la pieza 0277,
se trata de una cuenta realizada sobre una vértebra de pescado
(III.6.5.2), en concreto sobre una vértebra de un tiburón de grandes dimensiones de la familia Carcharhinidae, probablemente
un tiburón jaquetón (Carcharhinus falciformes) o un tiburón
[page-n-224]
a)
0263
0342
0265
0261
0264
0266
0275
0272
0262
b)
0270
0341
0271
0343
0346
0277
0273
c)
0267
0274
Figura 5.191. Industria sobre materias duras animales de El Puig. a) Piezas de la Edad del Hierro I. b) Piezas de época ibérica. c) Piezas
de las que desconocemos su contexto y cronología.
trozo (Carcharhinus plumbeus). La pieza está completa (2,5 x
1,7 cm) y ha sido modificada realizando una perforación central
en el canal medular de forma circular (0,9 cm) para que pueda
ser colgada (Marlasca et al. 2019). Se encontró en el sondeo
C-4, uno de los 11 sondeos realizados en la meseta superior de
El Puig en la campaña de 1964 dirigida por Tarradell y Pascual
(Grau y Segura 2013: 26). A pesar de que no se conoce el contenido de la memoria de excavación de ese año algunos de los
hallazgos más relevantes fueron publicados con posterioridad,
como un kylix de barniz negro con una inscripción ibérica en
su fondo exterior (Fletcher 1972: 123-124). Por ello, podríamos
situarla cronológicamente en el s. IV a.C.
5.39.2.3. Contexto desconocido
En otros dos de los sondeos realizados en 1964, A-2 y A-4, cuya
ubicación aparece señalada por Llobregat (1972: 53) y Grau y
Segura (2013: fig. 1.16), se recuperaron un fragmento distal de
un punzón (0267) y una pieza indeterminada manufacturada
sobre un candil de Cervus elaphus (0273) (fig. 5.191.c y tabla
Figura 5.192. Planta de las Casas A y B (Grau et al. 2015: fig. 13).
Subrayadas en azul las estancias de la Casa A donde se ha recuperado industria sobre materias duras animales.
207
[page-n-225]
5.68). Desconocemos la funcionalidad de esta última pieza,
siendo característica la forma de bisel que presenta en el extremo modificado; su ausencia de paralelos en época ibérica nos
hace pensar que podría pertenecer a fases anteriores. De hecho,
López Padilla (2011: 397-398) recoge esta pieza en su revisión
de materiales de la Edad del Bronce identificándola como un
pico tipo P233, con un vaciado parcial del tejido esponjoso del
asta en el extremo opuesto a la parte apuntada y que podría haber funcionado como refuerzo al extremo de instrumentos elaborados en madera. Por último, sin contexto claro, encontramos
otro candil de ciervo que, en este caso, tiene evidencias de aserrado y de un vaciado parcial que podrían indicar que se encontraba en proceso de elaboración o que fue descartado (0274)
(figs. 5.191.c y tabla 5.67).
5.39.3. breve valoración global
Así con todo, a pesar de tratarse de un conjunto reducido integrado por 18 piezas y para el cual hemos tenido problemas de
asociaciones cronológicas y contextuales, las piezas analizadas
nos indican que, aunque de forma puntual, los objetos elaborados sobre materias duras animales estuvieron presentes a lo
largo de toda la vida del poblado, siendo los punzones los útiles
más representados, especialmente en la fase del Hierro I. Para
la ocupación ibérica, en el s. IV a.C., debemos destacar la presencia de dos materias primas alóctonas al territorio inmediato
de El Puig como son la vértebra de un gran tiburón y las dos
posibles piezas elaboradas sobre marfil. Ello nos reflejaría un
intercambio comercial del asentamiento de este tipo de pequeños objetos, en cierto modo exóticos y en los que prevalece su
función de adorno y de distintivo económico y social.
5.40. OTROS YACIMIENTOS IBÉRICOS CON PIEZAS
DESTACADAS
Por último, en este bloque incluimos seis yacimientos del sureste peninsular (fig. 5.193) de los que no hemos revisado toda
su industria sobre materias duras animales ni sus colecciones de
fauna, pero sí hemos analizado piezas destacadas, fundamentalmente peines y mangos de marfil que incorporamos a nuestro
estudio para poder aportar una visión más precisa de la dispersión de este tipo de piezas en los poblados iberos en todo el territorio peninsular. Esperamos que en un futuro puedan llevarse
a cabo revisiones completas de todas las colecciones de objetos
de materias duras animales de cada uno de estos asentamientos,
ya que la presencia de objetos ebúrneos apunta, casi con total
seguridad, a la existencia de otros objetos manufacturados en
hueso, cuerno y asta.
esta última discutida por otros autores (García Huerta y Morales
2009: 183). Uno de ellos depositado en el Museo de Ciudad
Real (1040) y los otros cinco en el Museo Municipal de Valdepeñas (1041, 1042, 103, 1044, 1045) (fig. 5.194).
- 1040: peine sencillo, trapezoidal y de puente recto
(III.5.1.2). Los dientes están protegidos por dos anchas patas.
Se encontró junto a una torre anexa al posible santuario N. En
ambas caras la decoración incisa, geométrica, se estructura en
metopas de ancho variable; en la parte frontal de las patas, una
línea incisa en zigzag, con los espacios triangulares rellenos de
trazos longitudinales; la parte medial del lateral presenta molduras y, en el puente, la decoración es una sucesión de cortos
trazos incisos.
- 1041: peine sencillo, rectangular y de puente moldurado
(III.5.1.2), está alabeado. Los dientes parten de un doble trazo
fino longitudinal que llega hasta las patas. Se recuperó en una
zona de trabajo y algunas partes están bastante deterioradas. En
ambas caras la decoración geométrica e incisa se estructura en
metopas de tamaño variable, teniendo la central mayores dimensiones; en la parte frontal de las patas, doble trazo inciso
en zigzag de factura irregular, con los espacios alternos rellenos
de incisiones longitudinales en cantidad y tamaño variables; en
la parte proximal y medial del lateral, mediante tallado e incisión se han realizado sendas cabezas de equino, detallándose las
frontaleras y narigudas con líneas horizontales. En el puente,
la parte sobreelevada tiene círculos incisos con punto central,
separados por trazos transversales; en los laterales rebajados,
trazos incisos en espiga rematados por dos pequeños triángulos
sobreelevados. Cuando se mira de frente, conforman las orejas
y cabeza, con crin detallada, de un caballo.
- 1042: peine sencillo, rectangular y de puente moldurado
(III.5.1.2). Los dientes surgen a partir de una doble línea horizontal incisa que se prolonga por las patas. Se recuperó en un
espacio anexo a uno de los posibles santuarios del yacimiento.
La decoración en ambas caras es incisa y geométrica estructurada en metopas de tamaño variable, separadas por una sucesión
de líneas diagonales, cuya anchura está delimitada por dos lí-
5.40.1. el cerro de las cabezas (valdepeñas, ciudad real)
El Cerro de las Cabezas es un asentamiento de 14 ha habitado
desde el Bronce Final a finales del s. III a.C. (Vélez y Pérez
Avilés 2008: 38). Las excavaciones se han centrado en la parte
baja del yacimiento y en la ocupación más reciente (s. III a.C.).
Se han exhumado espacios domésticos y de trabajo, lugares de
culto y calles, así como buena parte de la muralla. Se conocen
seis peines de marfil, el conjunto más numeroso detectado en
un yacimiento ibérico, procedentes de zonas artesanales y santuarios (Vélez y Pérez Avilés 2010; Carmona 2013), atribución
208
Figura 5.193. Ubicación de los yacimientos: 40) El Cerro de las
Cabezas (Valdepeñas); 41) Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla);
42) L’Alcúdia (Elche); 43) Pajar de Artillo (Santiponce); 44) Cerro
de la Cruz (Almedinilla); 45) El Chuche (Benahadux).
[page-n-226]
1040
1041
1042
1043
1045
1044
Figura 5.194. Peines de marfil del Cerro de las Cabezas.
209
[page-n-227]
neas verticales; en la parte frontal de las patas, una línea incisa
en zigzag; en los laterales, mediante molduras en la parte proximal y medial, se reproducen sendas cabezas de caballo con las
orejas triangulares sobreelevadas; también se indican con trazos
incisos las frontaleras y las narigudas. En el puente, las incisiones en espiga en las zonas rebajadas simulan las crines de los
animales, que surgen justo tras las puntiagudas orejas.
- 1043: peine sencillo y de puente recto (III.5.1.2), incompleto. Los dientes parten de una doble línea horizontal incisa.
A ambos lados del peine se desarrollarían las patas no muy
anchas, de las que sólo se conserva el arranque de una. Se
halló en una zona de trabajo. En ambas caras la decoración
geométrica, incisa, se desarrolla en una banda continua; en la
parte medial del lateral presenta una moldura; y en el puente,
círculos incisos.
- 1044: peine sencillo, trapezoidal, de puente recto y ligeramente combado (III.5.1.2). Todos los dientes están incompletos,
de hecho, pocos superan el espacio en el que empiezan a quedar
exentos. Se encontró en una zona de trabajo. En ambas caras la
decoración es incisa compuesta por una línea horizontal próxima al puente y otras dos en la zona inferior de la parte medial,
marcando el arranque de los dientes; en la parte medial del lateral presenta una pequeña moldura.
- 1045: fragmento correspondiente a la parte mesial de un peine sencillo que, aparentemente, tiene el puente recto, ligeramente redondeado en el lateral conservado (III.5.1.2). De los dientes
apenas se conserva su arranque, están bien definidos, casi completamente exentos desde su inicio y debieron estar protegidos
por un par de patas no muy gruesas. No tiene decoración.
Los tres primeros peines presentados, 1040, 1041 y 1042 pertenecerían a lo que hemos denominado Estilo I: integrado por los
ejemplares de morfología predominantemente trapezoidal y puente
moldurado (III.5.1.1) y con decoración estructurada en metopas en
la parte mesial en las que predominan los círculos concéntricos con
punto central, acompañados de otros motivos geométricos como
cuadrados o grecas rellenos de líneas oblicuas. Las patas están decoradas con motivos en zigzag y en los laterales presentan molduras que, junto a las incisiones en el extremo del puente, componen
la cabeza de un caballo vista de frente, tal como se aprecia perfectamente en los ejemplares 1041 y 1042 (fig. 5.194). Este motivo
ornamental es un aspecto exclusivo de los peines ibéricos (Mata
Parreño et al. 2017: 153).
Por otra parte, el peine fragmentado 1043 está decorado,
tanto en ambas caras como en el puente, exclusivamente con
círculos concéntricos con un punto central. No conserva ninguna de las patas por lo que no sabemos si también estarían
talladas con forma de prótomo de caballo.
Los ejemplares 1044 y 1045 llaman la atención por su ausencia
de motivos decorativos, si bien el primero de ellos cuenta con molduras simples en los laterales y dos líneas horizontales que marcarían el arranque de los dientes y que serían de utilidad, como límite,
a la hora de aserrar dichos dientes. El segundo ejemplar está incompleto, conservándose solo un fragmento sin ningún tipo de decoración. La ausencia de decoración podría responder tanto a una
decisión artesanal como a que las piezas no estuvieran terminadas.
En los trabajos experimentales que hemos realizado (Mata Parreño
et al. 2018) comprobamos que la decoración sería el último paso
en la cadena operativa de elaboración de un peine, ya que la pieza
podría fragmentarse en el aserrado de los dientes, por lo que con210
vendría realizar la decoración una vez se tuviera asegurada la forma
y funcionalidad de la pieza. Por ello, debido a la concentración de
hasta seis piezas de marfil de elefante y la presencia de tres peines
del Estilo I cuyos patrones decorativos aparecen de forma similar
en ejemplares de La Serreta (fig. 5.187), el Tossal de Sant Miquel
(fig. 5.147) y El Chuche (fig. 5.198) nos lleva a proponer que en
este oppidum existiría un artesano o artesanos dedicados a la eboraria (Mata Parreño et al. 2017: 157).
5.40.2. coimbra del barranco ancho (jumilla, murcia)
El conjunto arqueológico de Coimbra del Barranco Ancho está
formando por el poblado, un santuario y tres necrópolis ibéricas: la del Barranco, al oeste del poblado; la de La Senda,
en la ladera norte del cerro del Maestre y la del Poblado, la
de mayores dimensiones situada en la parte más oriental. El
asentamiento se conoce desde finales del s. XVIII, aunque las
primeras intervenciones no se producirán hasta 1956 dirigidas
por J. Molina. Las excavaciones en este conjunto arqueológico
continúan desde 1977 con ciertos paréntesis (García Cano y
Page 2007; García Cano 2018).
Aunque es en la necrópolis del Poblado donde se ha localizado
una mayor concentración de piezas elaboradas sobre materias duras
animales, entre las que podemos destacar numerosos conjuntos de
astrágalos, placas perforadas y alfileres de hueso y mangos, dados
y tabas tallados en marfil (García Cano et al. 2008; Blasco Martín
2016; Mora García 2018; Mata Parreño et al. 2021); en el espacio
de hábitat se recuperó un mango con talón (III.4.1.3) manufacturado sobre marfil de elefante (0846) (fig. 5.195). No se conoce su
contexto de hallazgo, por lo que se data con la cronología general
del asentamiento entre el s. IV y el s. III a.C. (Page et al. 1987: 67).
La pieza tiene rebajos circulares, lanceolados, escutiformes y rectangulares en los que se insertarían incrustaciones de ámbar adheridas con estaño como soldadura blanda, tal como nos han permitido
identificar los análisis de XRF y FT-NIR efectuados sobre esta pieza, un mango de pequeño tamaño recuperado en la necrópolis del
Poblado, un ejemplar de El Cigarralejo y los dos mangos del Turó
de Montgròs (0662) (fig. 5.68) y de la Serreta (0218) (fig. 5.187)
incluidos también en este trabajo (Blasco Martín et al. 2019).
0846
Figura 5.195. Mango de marfil de Coimbra del Barranco Ancho.
[page-n-228]
0150
Figura 5.196. Peine de marfil de L’Alcúdia.
5.40.3. l’alcúdia (elx, alicante)
Asentamiento de unas 6 ha (Moratalla 2004-2005: 93) conocido
por el hallazgo de la famosa “Dama de Elche” y por sus cerámicas decoradas con motivos figurados. Se convirtió en colonia
romana y acuñó moneda con el nombre de Ilici. Los niveles
ibéricos más antiguos se datan en el s. V a.C. El yacimiento fue
excavado desde finales del s. XIX y durante el s. XX, sin que
se tenga una visión clara de su estratigrafía; no obstante, en los
últimos años se han llevado a cabo trabajos centrados en los
estudios de las excavaciones antiguas (Ronda 2018) y nuevos
proyectos de intervenciones arqueológicas con el objetivo de
entender de forma global este asentamiento ibero y romano del
sureste peninsular.
En el informe de las excavaciones de 1952 se publican, entre
otros materiales, un peine de marfil y una placa de hueso perforada, que podríamos datar entre el s. III y el s. II a.C., hallados
por debajo de un vertedero junto a varios objetos de plomo (Ramos Folqués 1956: 113, lám. CXIX).
El peine (0150) tiene una hilera de dientes, es de forma
trapezoidal y presenta el puente moldurado (III.5.1.1) (fig.
5.196). En la parte medial el inicio de los dientes está marcado por una doble línea horizontal incisa. Se conserva en buen
estado, aunque incompleto. En ambas caras tiene decoración
incisa: próximo a los laterales se realizan dos círculos concéntricos, dobles, con orificio central, enmarcados por un rombo
de varios trazos; hacia el interior surgen trazos en zigzag, simulando el pico abierto de dos aves, representadas de perfil y
enfrentadas. En la cara frontal de las patas cuenta con líneas
horizontales incisas; mientras que en la parte medial del lateral
aparecen molduras y en la proximal un saliente triangular que
recuerdan las cabezas de caballo de los peines del Cerro de
las Cabezas; por último, en la parte elevada del puente tiene
una serie de líneas paralelas, incisas y transversales. Por los
motivos decorativos que presenta lo incluimos dentro del denominado Estilo I de los peines 0140, 0141 y 0142 del Cerro
de las Cabezas (fig. 5.194).
Por su parte, la placa perforada (1172) está realizada sobre una
diáfisis de hueso largo de un animal de talla grande (fig. 5.197).
Está incompleta, tiene una longitud conservada de 7,5 cm y una
anchura total de 2,5 cm. Pertenecería al subtipo y variante tipológicos III.6.8.2.b: placa con dos hileras de perforaciones y
extremos rectos (si bien ligeramente redondeados), aunque solo
se conserva uno de ellos. Presenta 19 perforaciones circulares
completas dispuestas en las dos hileras de 0,2 cm de diámetro y
un orificio mayor en el extremo de 0,45 cm de diámetro.
5.40.4. pajar de artillo (santiponce, sevilla)
En el yacimiento de Pajar de Artillo, asentamiento indígena sobre el que se fundó en el año 206 a.C. la ciudad romana de Itálica, se localizó otro peine de marfil en el exterior de un espacio
doméstico datado por una moneda hispano-cartaginesa a inicios
del s. II a.C. (Luzón 1973: 15 y 55-56, fig. 15), aunque Jiménez
Melero en su revisión lo fecha a finales del s. III a.C. (2011:
271). Inicialmente se publicó como de hueso, pero está elaborado sobre marfil de elefante (Mata Parreño et al. 2017: 152).
Se trata de un peine sencillo, trapezoidal y de puente recto (III.5.1.2) (Mata Parreño et al. 2017: fig. 10-11.1). Solo
conserva una de las dos patas. El arranque de los dientes está
marcado por dos líneas horizontales incisas. Su decoración se
limita a unas molduras en la parte proximal del lateral, lo que
nos lleva a plantearnos, al igual que en el caso de los peines
Figura 5.197. Placa perforada 1172. Fotografía: Parque Arqueológico de L’Alcúdia.
211
[page-n-229]
0685
Figura 5.198. Peine de marfil de El Chuche. Fotografía: Museo Arqueológico de Almería.
1044 y 1045 del Cerro de las Cabezas (fig. 5.194), si pudiera
tratarse de un ejemplar sin terminar o de una elección personal
de carácter estilístico.
5.40.5. cerro de la cruz (almedinilla, córdoba)
El oppidum del Cerro de la Cruz está datado entre el s. III y el
s. II a.C. y tiene una extensión de 5 ha. Los trabajos arqueológicos han sacado a la luz una importante trama urbanística y
abundantes materiales, entre ellos, un fragmento de un peine,
publicado como de hueso, hallado en un basurero del s. II a.C.
(Vaquerizo et al. 2001: 228, fig. 122). Aunque no hemos podido revisarlo en directo consideramos que, al igual que el resto de los peines iberos documentados, estaría realizado sobre
marfil. Se trata de un fragmento de un peine sencillo (III.5.1)
(Vaquerizo et al. 2001; Mata Parreño et al. 2017: fig. 5) que
presenta una doble línea horizontal incisa en el arranque de
los dientes y decoración por ambas caras de motivos figurados
vegetales, al igual que el ejemplar 0208 de La Serreta (fig.
5.187). En el puente, además, se distinguen cortas líneas oblicuas (Mata Parreño et al. 2017: 147).
5.40.6. el chuche (benahadux, almería)
El yacimiento fue excavado en la segunda mitad de los años setenta y principios de la década de los ochenta del siglo pasado
bajo la dirección de A. Pérez Casas. Los resultados permanecen inéditos, aunque se identificó la existencia de un importante asentamiento ibérico en el que se recuperó abundante material arqueológico. Se documentó también una ocupación de
212
época romana. En 1999, tras la afección de la zona por trabajos
de demolición agrícola y de las obras del ferrocarril, se decretó
Bien de Interés Cultural la Zona arqueológica del Chuche, que
abarca 17,5 ha. Se identifica con la ceca ibérica de Urkesken
y con la ciudad romana de Urci (BOE-A-1999-11186). En El
Chuche se halló un peine de marfil, sin que conozcamos su
procedencia exacta, profusamente decorado y en buen estado
de conservación que se data de forma genérica entre los s. IV y
s. II a.C. (ficha CERES DJ83082; http://www.museosdeandalucia.es/web/museodealmeria/-/pei-1?inheritRedirect=true,
consultado 24/02/2022).
Se trata de un peine sencillo, trapezoidal y de puente moldurado (III.5.1.1) realizado sobre marfil (0685) (fig. 5.198).
Cuenta con una doble línea horizontal incisa que marca el
límite de aserrado de los dientes. Conserva una de las patas
decoradas con líneas en zigzag y en el lateral con molduras e
incisiones con las que se simula, de forma esquemática, un prótomo de caballo con las orejas triangulares sobreelevadas. En
ambas caras la decoración geométrica es incisa estructurada en
metopas de tamaño variable con motivos de triángulos rellenos
de líneas horizontales y de cuadrados con líneas oblicuas en
las esquinas y círculos concéntricos en la parte central. Por su
decoración remite a los motivos de El Cerro de las Cabezas y
del Tossal de Sant Miquel y, por ende, al estilo I de los peines
de marfil ibéricos. Todo ello permite plantearnos que las similitudes formales y decorativas de estas piezas con un marcado
carácter de ostentación social y económico responden a patrones conocidos, copiados o adaptados entre los diferentes peines
que serían realizados por artesanos o artesanas con experiencia
y quizás itinerantes (Mata Parreño et al. 2017).
[page-n-230]
6
Valoración global: similitudes y particularidades
6.1. GRUPOS DE OBJETOS
Se han presentado un total de 1470 piezas recuperadas en 45
poblados iberos con una cronología que abarca fundamentalmente del s. VI al s. I a.C. y, en ciertos casos, desde finales de
la I Edad del Hierro.
Dentro de este conjunto, los objetos terminados son los más
numerosos, con 698 ejemplares, lo que supone el 47,5 % del
total de piezas analizadas, seguidos de los astrágalos con 575.
En la contabilización global de estos incluimos los 348 de El
Puntal dels Llops, pero no así las 622 tabas, 207 trabajadas y
427 naturales, de La Bastida de les Alcusses recuperadas en la
valla perimetral que en la actualidad cerca el yacimiento, ya que
no conocemos con exactitud su contexto de hallazgo y podrían
reflejar un depósito no doméstico. Las evidencias de las cadenas
operativas están atestiguadas a través de 186 piezas entre matrices, soportes y desechos de trabajos (12,7 %). Entre ellas, los
desechos son los más representados con 101 piezas. Además,
hemos identificado 11 artefactos incluidos dentro de la industria
de orden secundario o expeditiva, es decir, partes anatómicas
apenas modificadas tecnológicamente, pero que fueron empleadas para realizar distintas tareas (0,7 %) (fig. 6.1).
Si centramos la atención en cada yacimiento podemos ver
como en casi todos ellos se identifican distintas fases de las cadenas operativas (tabla 6.1 y fig. 6.2). Entre los poblados en
los que hemos documentado más de diez piezas, únicamente
en el Turó de la Rovira, El Puntal dels Llops y La Peña de las
Majadas no identificamos ninguna matriz, soporte o desecho de
trabajo. En todos los demás encontramos evidencias de las fases
de producción de objetos en hueso, asta y/o cuerno; e incluso la
rodaja de un colmillo recuperada en la Torre del Prospinal nos
revela de forma directa la manufactura del marfil de elefante en
la cultura ibérica (fig. 5.128).
En el caso del Gou-Batlle, barrio artesanal del conjunto del oppidum de Ullastret, entre sus cinco piezas identificadas ninguna de
ellas pertenece a objetos terminados y, sin embargo, cuenta con
cuatro piezas en proceso de elaboración, tres sobre asta de ciervo y
un cuerno de bóvido aserrado (tabla 6.1 y fig. 6.2).
El asta es la materia prima más identificada en proceso de
manufactura, si bien debe tenerse en cuenta que resulta más
sencillo documentar su modificación intencionada que la del
hueso, ya que ciertas evidencias artesanales, como los cortes o
la percusión, pueden quedar desdibujadas dentro de otras alteraciones antrópicas o animales, como el despiece (carnicería) o
el propio consumo.
Así, las 26 matrices que hemos documentado están realizadas sobre astas (tabla 6.2), 25 sobre cuernas de Cervus elaphus
y una sobre Capreolus capreolus. Las cuernas pertenecen tanto
a ejemplares de caza como de muda, aprovechadas de forma
conjunta indistintamente, según su disponibilidad bien a través
Figura 6.1. Representación del total de artefactos analizados según
su clasificación por grupos.
213
[page-n-231]
Tabla 6.1. Grupos de piezas de cada yacimiento ordenados por la cantidad total de hallazgos.
Puig de Sant Andreu
I. Matriz
II. Soporte
III. Pieza
terminada
6
4
95
42
3
98
5
3
74
1
2
48
1
2
17
55
La Bastida de les Alcusses
La Serreta
2
Tossal de Sant Miquel
IV. Orden
secundario
V. Desecho V. Desecho/ VI. Astrágalo
II. Soporte
Puig Castellar
1
2
33
Covalta
1
3
38
2
3
Mas Castellar
2
3
21
6
4
El Amarejo
3
1
TOTAL
36
186
40
146
4
85
30
81
47
2
7
45
20
2
20
42
Illa d'en Reixac
2
13
7
14
36
Alto Chacón
4
19
3
10
36
1
23
Els Vilars
5
Peña de las Majadas
3
34
13
El Palomar
Kelin
2
1
2
16
3
12
La Moleta del Remei
19
Castellet de Bernabé
10
1
3
15
2
La Morranda
1
Puig Misericòrdia
15
1
1
Turó de la Rovira
18
1
3
10
16
1
15
9
4
13
8
8
2
1
2
El Puntal dels Llops
5
12
12
11
La Creueta
18
13
3
1
20
18
1
Puig de la Nau
23
5
Olèrdola
3
4
20
3
1
25
6
9
Penya del Moro
6
3
1
Camp de l'Ylla
26
1
1
Turó de Ca n'Oliver
El Puig
13
11
3
10
10
(348*)
Saus
6
San Antonio
7
7
Cerro de las Cabezas
6
6
Tos Pelat
1
Gou-Batlle
1
La Celadilla
1
1
1
3
Els Estrets
1
2
2
Torre de Foios
1
1
6
1
5
5
2
Turó del Montgròs
2
1
4
El Vilar
214
7
4
Tossal de les Tenalles
Torre Prospinal
1
10 (358*)
1
2
4
4
1
1
4
3
1
2
2
[page-n-232]
Tabla 6.1 (continuación). Grupos de piezas de cada yacimiento ordenados por la cantidad total de hallazgos.
I. Matriz
II. Soporte
III. Pieza
terminada
IV. Orden
secundario
V. Desecho V. Desecho/ VI. Astrágalo
II. Soporte
TOTAL
L'Alcúdia
2
2
La Seña
1
1
Coimbra Barranco Ancho
1
1
Pajar de Artillo
1
1
Cerro de la Cruz
1
1
El Chuche
TOTAL
1
26
40
698
1
11
101
19
227 (575*)
1122 (1470*)
* Incluyendo el conjunto de astrágalos de El Puntal dels Llops.
Figura 6.2. Representación gráfica de los grupos de objetos por yacimiento.
215
[page-n-233]
Tabla 6.2. Piezas identificadas por grupos tipológicos y materias primas sin incluir los astrágalos.
Hueso
I. Matriz
II. Soporte
Asta
Marfil
Total
26
19
1
III. Pieza terminada
580
73
40
IV. Ind. secundaria
10
V. Desecho
13
54
2
17
625
189
Total
Cuerno
26
20
V. Desecho/II. Soporte
Diente
40
5
698
1
11
34
101
19
41
6
34
895
Figura 6.3. Fotografías realizadas en un taller actual de artesanías sobre hueso y madera en San Antonio la Isla (México) (marzo, 2018).
de la matanza del animal, bien mediante la recolección tras su
caída natural, tal como hemos documentado en enclaves como
el Puig de Sant Andreu, Els Vilars o La Serreta.
Resulta interesante que, en total, entre matrices, soportes
y desechos tenemos documentados 116 evidencias de trabajo
sobre cuernas, frente a una representación menor de piezas terminadas, con 73 ejemplares (tabla 6.2). En determinados yacimientos contamos con todas las fases de trabajo sobre esta
materia prima, como sería el caso del Alto Chacón, Kelin o el
oppidum de Ullastret con evidencias de la manufactura del asta
tanto en el Puig de Sant Andreu, como en la Illa d’en Reixac y
en el Gou-Batlle.
Por otro lado, identificamos 580 objetos acabados de hueso
y 45 evidencias de su manufactura (tabla 6.2), entre las que no
hemos constatado ninguna matriz, ya que como hemos señalado
es difícil documentar la selección inequívoca de huesos para su
trabajo artesanal. Además, tal como hemos expuesto en el capítulo 4, en la realización de ciertas piezas, como los punzones
sobre tibias de Ovis aries al emplear la flexión, el corte y/o la
percusión indirecta se generan desechos de trabajo que pueden
llegar a confundirse con evidencias de carnicería o con restos
óseos alterados por procesos tafonómicos (fig. 4.37). Sirva
también como ejemplo la figura 6.3, se trata de un taller actual
de manufactura de huesos y de madera que pudimos visitar en
San Antonio la Isla (México). En este taller, sobre metatarsos
y metacarpos de Bos taurus, el artesano Luis Suárez realizaba
pequeños objetos como peonzas, botones o piezas de ajedrez.
Al visitar su taller y acompañarle en su trabajo diario pudimos
comprobar cómo al aserrar las epífisis de los huesos utilizados
como matrices para preparar los soportes sobre los que realizar
los objetos finales, su perro, que se encontraba junto a él en el
espacio abierto donde trabajaba, tal como se aprecia en la imagen, cogía estos restos descartados de los huesos y se los llevaba
216
consigo para comérselos o los mordía directamente en el suelo
del taller. ¿Por qué es relevante hacer referencia a este ejemplo?
Porque nos refleja cómo, a nivel arqueológico, no hubiéramos
clasificado esa epífisis de metacarpo alterada y mordida como
un desecho de trabajo, sino como un resto óseo con marcas de
mordeduras de Canis familiaris. Valga señalar además que,
Teresa, la esposa del artesano, una vez que él había terminado la jornada, limpiaba el suelo del taller, arrojando fuera del
mismo las evidencias de trabajo que habían quedado tiradas,
fundamentalmente desechos y el polvo y las esquirlas producidos durante el aserrado del hueso. Por tanto, el grueso de los
restos de manufactura no quedaba dentro del taller, bien por la
acción antrópica, bien por la acción animal. Debemos plantearnos que este fenómeno se diera también en los poblados iberos
y en los espacios de trabajo donde se realizara la manufactura de
los huesos, condicionando, por tanto, nuestro conocimiento de
estas actividades y la identificación de estos lugares.
Aún con todo, hemos identificado desechos puntuales del
trabajo del hueso, entre tres y un ejemplares, en Covalta, La
Bastida de les Alcusses, El Puig d’Alcoi, Alto Chacón, La Penya del Moro, Kelin, Saus, Puig de Sant Andreu, Olèrdola y La
Moleta del Remei.
En el caso de los cuernos, hemos documentado 34 clavijas
óseas de bóvidos con marcas de aserrado, esto es, desechos de
trabajo para la obtención de los estuches córneos que se emplearían para la realización de diferentes útiles, adornos o incluso
para otras tareas (volveremos a ellos más adelante en la valoración global de las materas primas identificadas).
Por su parte, de los 40 soportes que hemos podido identificar, 20 están realizados sobre huesos de mamíferos, 19 sobre
astas de cérvidos y uno sobre marfil de elefante (tabla 6.2). Por
tanto, vemos aquí una proporción más similar en la comparación entre huesos y astas que en el caso de las matrices y dese-
[page-n-234]
chos. Este paso de la cadena operativa resulta más evidente en
el registro arqueológico y nos habla de procesos concretos de
manufactura de tipos de artefactos: como la pieza 0811 del Mas
Castellar con forma de cuenta (fig. 5.8); la cabeza femoral sin
perforar de Els Vilars que podríamos considerar como una fusayola en proceso de elaboración (0495) (fig. 5.78); los soportes
0025 y 0027 de forma apuntada de Covalta (fig. 5.169); los soportes también apuntados 0579 (fig. 5.84) y 0604 (fig. 5.85) del
Puig Castellar, sobre los que se podrían manufacturar alfileres
o agujas; o el soporte 0284 de La Serreta en el que se intuye la
forma de un stilus (fig. 5.190), así como, en este mismo yacimiento, la diáfisis aserrada base para hacer anillos o arandelas
(0279) (fig. 5.190).
Entre los seis grupos de objetos diferenciados en este estudio debemos dedicar especial atención a la presencia, usos y
simbolismo de los astrágalos trabajados.
Así, los astrágalos están documentados en 22 de los 45 yacimientos estudiados (tabla 6.1 y fig. 6.2), si bien solo en nueve
de ellos su número es igual o superior a los 10 ejemplares: Alto
Chacón (10); Peña de las Majadas (13); Illa d’en Reixac (14);
Puig Castellar (17); Tossal de Sant Miquel (30); Puig de Sant
Andreu (36); La Bastida de les Alcusses (40, más el depósito
hallado en algún punto de la valla perimetral) y El Puntal dels
Llops (348), destacando en este último yacimiento la concentración de 251 tabas del dep. 15 y de 84 tabas en el dep. 4 (Sarrión
1981: 164; Iborra 2004: cuadro 121) (tabla 5.50). En La Bastida de les Alcusses, en el dep. 78, contamos con 27 astrágalos
trabajados y 58 sin modificar (tabla 5.60); así como el ya mencionado conjunto de 644 tabas, 427 naturales y 207 trabajadas
en un depósito del que desconocemos su ubicación exacta, situado en torno al perímetro de la valla que cerca el yacimiento
más allá de la muralla perimetral del oppidum (tabla 5.62). Por
tanto, podemos afirmar que de todos los poblados estudiados
la presencia de los astrágalos es especialmente relevante en La
Bastida de les Alcusses y en El Puntal dels Llops. El hecho de
que en 13 yacimientos se identifiquen entre ocho y una tabas
(tabla 6.1) y en los 23 restantes no se haya podido documentar ninguno de estos huesos cortos en agrupaciones destacadas
y/o con marcas de trabajo o de utilización refleja una presencia
diferencial en los poblados iberos. Debemos considerar que es
cierto que son piezas que han podido quedar relegadas dentro
de las colecciones de fauna o incluso pueden no haber sido recogidas en ciertas excavaciones, pero en yacimientos en los que
hemos podido revisar toda su colección de fauna como el Puig
de la Misericòrdia, el Puig de la Nau o La Celadilla, o aquellos
para los que contamos con estudios completos sobre los restos
de animales como Els Vilars (Nieto 2012) no podemos señalar
la presencia de este tipo de artefactos.
¿Por qué los astrágalos? y, ¿para qué se emplearon? Como
ya hemos apuntado, los astrágalos trabajados se documentan
desde época neolítica en culturas y yacimientos diversos del
Próximo Oriente y del Mediterráneo (Zidarov 2005: 119),
continuando su presencia durante el calcolítico (Kogălniceanu
2014; Sidéra y Vornicu 2016), la Edad del Bronce (Gilmour
1997) y, de forma ininterrumpida hasta nuestros días, extendiéndose a lo largo de todo el mundo y utilizándose, sobre todo,
como piezas de juego. Gilmour (1997: 172) señala dos razones
fundamentales para el porqué de la selección del astrágalo, la
primera de ellas sería la caracterización en sí misma del hueso,
que lo hace distintivo, con un tamaño que se acopla a la mano
y, por ello, fácil de asir. La segunda tendría que ver con una
de las técnicas empleadas para quitar la piel de un animal sin
apenas alterarla, que consiste en efectuar un corte a la altura
del astrágalo, introducir un pequeño tubo y soplar a través de
él, lo que facilita la separación de la piel de la carne del animal.
Seleccionar el astrágalo supondría entonces, una reverencia al
animal sacrificado a través del reconocimiento del hueso por
el que entró el cuchillo para separar la carne de la piel. Otros
autores como Affani (2008) comparten estas dos explicaciones
primordiales dadas por Gilmour; también en esa misma línea y
yendo un paso más allá se posiciona Poplin (1991) al señalar
que el astrágalo es una representación en sí misma del animal,
un ideograma natural de este y, por ello, es seleccionado y recreado en otros materiales. Si, en inicio, los astrágalos fueron
seleccionados por estos motivos, no debemos olvidar que el
uso de estos huesos pudo variar a largo del tiempo y del espacio, a medida que su difusión aumentaba (Gilmour 1997: 171).
Los contextos cambian, los significados también y los objetos e
ideas evolucionan y se reinterpretan. No en vano: “Ideas about
animals have never been static or unchanging. The stories
were constantly re-interpreted and continuously transformed
in evolving social contexts and by the ever changing cultural
interactions between people and animals” (Choyke 2010: 199).
Por ello consideramos importante destacar que estas piezas no
tendrían por qué tener el mismo significado para todas las sociedades de la antigüedad.
Lo cierto es que su importancia y su simbolismo es tal que
ello llevó a copiar estos huesos, en diferentes momentos y culturas, en materiales diversos y valiosos como el oro (Poplin 1991;
Zidarov 2005: 129); la pasta vítrea (Lillo 1981: 429); el marfil
(Gilmour 1997: 170) o, tal y como hemos señalado en el caso de
La Bastida de les Alcusses, sobre plomo y sobre cerámica ática
(Fletcher et al. 1969: 104, fig. 66; Amorós López y Vives-Ferrándiz Sánchez 2022: fig. 7.3). Dos astrágalos realizados sobre
marfil fueron recuperados en la tumba de Tutankamon (Gilmour
1997: 170). Así como también en el mundo ibero se documentan en la tumba 43 de la necrópolis del Poblado de Coimbra del
Barranco Ancho (fig. 4.27). Este hecho de copia del astrágalo
en otras materias primas no se da, en tal magnitud, con el resto
de los huesos que integran el esqueleto de los mamíferos, por lo
que nos sirve como indicador para referenciar su singularidad
y su valía. Una de las muestras más evidentes de que los astrágalos tenían un valor simbólico más allá del de un mero hueso.
En cuanto a su funcionalidad debemos hacer referencia a
fuentes clásicas e investigaciones que han planteado diferentes
usos de estas piezas:
Así, Pausanias recogió en su obra Descripción de Grecia
(s. II) su empleo en la adivinación, denominándolo como astragalomancia, arrojando las tabas para leer el porvenir y los
designios de las divinidades: “Bajando de Bura hacia el mar
hay también un río llamado Buraico y una imagen de Heracles
no grande está en la cueva. El sobrenombre de éste es Buraico, y se puede practicar la adivinación por medio de una tabla
y tabas. Efectivamente, el que consulta al dios reza delante de
la imagen, y después de rezar toma cuatro tabas –hay muchas
junto a Heracles– y las deja sobre la mesa. Para todas las figuras
de las tabas hay una explicación expresamente escrita sobre la
tabla” (VII, XXV, 10). En relación con ello y en función de las
217
[page-n-235]
Figura 6.4. Terracota que representa una escena de juego con tabas.
Procedencia: Beocia. 500-475 a.C. Musée du Louvre. Fotografía:
Marta Blasco Martín.
tabas que aparecen perforadas y/o con arandelas metálicas se ha
apuntado que pudieran servir como amuletos o colgantes (Fernández et al. 2009: 188). Se ha señalado también su posible utilización como bruñidores de cerámica, especialmente en el caso
de aquellas que presentan sus caras modificadas por la abrasión
(Meier 2013; Kogălniceanu et al. 2014: 285). Así como se interpretaron como posibles instrumentos contractuales (Ripollés
1994: 138-140). Bien es cierto que su presencia en un conjunto
destacado constituye un indicador económico, a través de la representación de cabezas de ganado (cada animal cuenta con dos
astrágalos, uno en cada extremidad posterior); especialmente en
el caso de los ajuares de las necrópolis, pudiendo hacer alusión
a la riqueza del individuo fallecido o a la relevancia social del
mismo y de su linaje a través del ajuar que intencionadamente
depositaron con él o con ella sus seres queridos (García Huerta
et al. 2018: 183).
No obstante, la opción más extendida y que incluso perdura
hoy en día es el uso de las tabas como elementos de juego (Segura y Cuenca 2007; De Grossi y Minniti 2013; Sidéra y Vornicu 2016; Blasco Martín 2016; entre otros). Encontramos asimismo referencias en los autores clásicos al juego de las tabas:
Heródoto de Halicarnaso atribuye, en el s. V a.C., la invención del juego de las tabas y de los dados a los lidios: “Los
mismos lidios afirman que los juegos a los que hoy se juega
entre los griegos son invención suya. Y al mismo tiempo que
los inventaron, esto es lo que los lidios cuentan, colonizaron
Tirrenia. He aquí lo que explican. En tiempos del rey Atis, hijo
de Manes, hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de
comida. Primero los lidios la soportaron con acopio de paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos, y uno
inventó una cosa, y otro otra. De manera que data de entonces
la invención del juego de dados, del juego de tabas, del juego de
la pelota y de todos los demás juegos a excepción del juego de
218
damas, el cual los lidios no dicen haber inventado. Y explican
que, tras haberlos inventado, engañaban así el hambre: jugaban
un día entero para no tener que haber de buscar comida; al día
siguiente dejaban el juego y comían” (Heródoto, Historia, I, 94).
El autor romano Ovidio (43 a.C. - 17 d.C.) en su célebre
obra Ars Amatoria, dando consejos a las mujeres para conquistar a los hombres, entre otras cualidades destaca que es preciso
saber jugar: “Me avergüenza dar consejos de poca monta: que
sepa el nombre de las jugadas de tabas y tu valor cada vez que te
tiran, dado, y que unas veces arroje los tres dados y otras veces
cavile sobre qué ficha tiene que perseguir y a cuál debe atraer
con su astucia” (Am. III, 352-358).
De igual forma, se constatan diversas evidencias materiales
del juego de las tabas en el Mediterráneo antiguo, como la escena representada en una pintura monócrama sobre mármol recuperada en Herculano y hoy depositada en el Museo Arqueológico de Nápoles (Italia) donde se ve a un grupo de cinco mujeres
jóvenes jugando a un juego en el que una de ellas ha atrapado en
el dorso de su mano derecha dos o tres astrágalos (no se aprecia
con claridad) mientras que otros dos caen al suelo (https://www.
kollectium.com/product/giocatrici-dastragali-le-figlie-di-niobesec-i-d-c/, consultado 06/04/2022). Se trataría de un juego de
habilidad al que se podría jugar de forma individual, en parejas
o incluso por equipos.
Por otra parte, en la figura 6.4 vemos una terracota procedente de Beocia datada a inicios del s. V a.C. en la que se representa una escena cotidiana en la que tres personas (una de ellas
fracturada e incompleta) han trazado un círculo dividido por la
mitad con una línea recta y, sobre este tablero están lanzando
tres tabas, posiblemente una por cada jugador o jugadora. Desconocemos con exactitud en qué consistiría el juego, pero parece una actividad que requiera puntería y en la que seguramente
se ganaría quedando dentro de los límites del tablero y en una
posición más cercana a un punto establecido dentro del mismo.
Por la propia forma del astrágalo, en la que se distinguen
cuatro caras con características diferentes (desde el punto de
vista anatómico las caras dorsal, plantar, medial y lateral) se
podría asociar una puntuación para cada una de ellas, lanzando
uno o varios astrágalos, pudiendo apostar sobre qué cara o caras
caerían los huesos dando a cada una de ellas un valor (Ramos
Folqués 1977: 768).
Así pues, es evidente que no se puede obviar el carácter lúdico de las tabas. Aunque no sea su único uso ni significado son
un reflejo material del juego. Son pequeños objetos que evidencian actos cotidianos y simbólicos, porque el juego puede ser
la mejor escuela y el mejor recuerdo, una herramienta a través
de la que crecer, aprender e interactuar socialmente. “El juego
es una escuela donde aprender a incrementar la complejidad”
(Sennet 2010: 335).
Además, debemos destacar la importancia del ocio, un hecho social que implica mucho más que un juego de niños/as:
“For a long time, the domain of game was considered anodyne.
But theoreticians see it as an integral part of culture and, much
more, a source of dynamism within societies, since its presence is active and fruitful in the major forms of community life:
cult, poetry, music and war. Indeed, the sphere of game does not
refer so much to the child’s universe and bagatelle, but rather
to the social relationships between adults” (Sidéra y Vornicu
2016: 386).
[page-n-236]
El juego o mejor dicho los múltiples juegos de las tabas podrían llevarse a cabo tanto por niños y niñas, a partir de los 8
años según señala T. Chapa (2003: 129), como por los adultos.
Los juegos y todos los ritos sociales en torno a ellos, aunque
fundamentales en la infancia como forma de entretenimiento
y de aprendizaje, no son exclusivos de esta, ya que permiten
también forjar vínculos y ocupar el tiempo y cotidianidad del
mundo de los adultos y de los ancianos.
Por tanto, consideramos que los usos, los significados y el
simbolismo de los astrágalos son amplios para el mundo ibero
y una única respuesta no podría abarcar todos sus matices; no
obstante, abogamos por su interpretación mayoritaria, que no
exclusiva, como piezas de juego. En algunos contextos aparecen asociadas a fichas cerámicas (tejuelos), pequeñas fichas
de piedra e incluso, puntualmente, a dados, lo que refuerza su
interpretación como piezas lúdicas. Tal es el caso de la tumba
43 de Coimbra del Barranco Ancho (s. II a.C.) donde se encontraron tres dados y tres tabas de marfil (García Cano et al.
2008: 57; Blasco Martín 2016: 250); el departamento 11 de
El Palomar (s. I a.C.) donde junto a los astrágalos perforados
0564, 0565, 0566 (fig. 5.103) se recuperó un dado de cerámica
(Vicente et al. 1990: 7; Blasco Martín 2016: 251) o en el dep.
78 de La Bastida de les Alcusses con el conjunto de 85 astrágalos (58 naturales y 27 trabajados) hallados junto a cuatro cantos
de piedra ovalados o circulares, dos pequeños guijarros y tres
tejuelos de cerámica de entre 2 y 6 cm de longitud (Fletcher et
al. 1969: 174-175).
Asimismo, entre los 575 astrágalos analizados en este trabajo contamos con al menos dos ejemplares, la pieza 0374
del Alto Chacón (5.119) y 0428 del Puig de Sant Andreu
(tabla 5.19), que conservan evidencias de una arandela de bronce y de hierro, respectivamente, engarzadas en las perforaciones
y que permitirían llevarlos colgados.
Hemos recogido también algunos astrágalos que actuaron
como ajuar de enterramientos infantiles, como es el caso de
las tabas 0176 y 0234 de la casa 6 de El Palomar (fig. 5.103 y
tabla 5.37). Así como otras dos tabas que formarían parte del
ajuar de dos individuos perinatales localizados en la fosa 138
de Mas Castellar (0679 y 0688) (Agustí et al. 2008: fig.10).
De forma global, desde el punto de vista taxonómico los
astrágalos seleccionados pertenecen mayoritariamente a Ovis
aries y/o Capra hircus con 420 ejemplares; seguidos de 133
tabas de Sus domesticus. Por su parte la presencia de astrágalos
trabajados de Bos taurus, Sus scrofa, Capra pyrenaica y Cervus
elaphus, aunque se ha atestiguado, resulta comparativamente
muy inferior al caso de los ovicaprinos y cerdos (tabla 6.3).
Las modificaciones tecnológicas mayoritarias son la abrasión en las caras lateral (grupo A) o en las caras lateral y medial
(grupo C), tal como podemos apreciar en la tabla 6.4. Cabe tener
en cuenta que en esta tabla no se incluyen los 348 astrágalos de
El Puntal dels Llops al no haber podido revisarlos en directo,
pero, tal como indicamos, por la descripción de los zooarqueólogos I. Sarrión (1981: 164) y P. Iborra (2004: 182) consideramos que pertenecerían mayoritariamente al tipo A1 o C1.
Vemos por tanto que resulta inusual la abrasión únicamente de
la cara medial (grupo B); así como anecdótica el resto de las
modificaciones de las caras de los astrágalos, a excepción del
tipo G1, en el que se incluyen aquellos perforados que no presentan alteraciones en ninguna de sus caras (tabla 6.4). Tan solo
Tabla 6.3. Identificación taxonómica de
los astrágalos trabajados.
Animal
Total
Ovis/capra
213
Capra hircus
162
Sus domesticus
133
Ovis aries
45
Bos taurus
9
Sus sp.
6
Capra pyrenaica
3
Cervus elaphus
2
Sus scrofa
2
Total
575
Tabla 6.4. Tipos de astrágalos.
Tipo
A1. Cara lateral recta
A1/C1. Cara lateral recta / Caras lateral y medial rectas
Total
23
2
A2. Cara lateral recta y perforación
1
A3. Cara lateral diagonal
3
A5. Cara lateral redondeada y perforación
1
B1. Cara medial recta
6
B2. Cara medial recta y perforación
2
B4. Cara medial diagonal
1
C1. Caras lateral y medial rectas
C2. Caras lateral y medial rectas y perforación
126
22
C3. Caras lateral y medial diagonales
1
C4. Cara lateral diagonal y cara medial recta
9
C5. Cara lateral recta y cara medial diagonal
1
C6. Caras lateral y medial diagonales y perforación
1
D1. Caras lateral, medial y plantar rectas
1
E1. Caras lateral, medial y dorsal rectas
2
E2. Caras lateral, medial y dorsal rectas y perforación
3
E4. Caras lateral y medial diagonales y cara dorsal recta
1
G1. Perforada sin modificación de las caras
17
H2. Cara plantar diagonal y perforación
1
I1. Cara lateral diagonal, caras dorsal y plantar rectas
1
Indeterminados
2
en seis tabas hemos identificado marcas de cortes en el proceso
de manufactura; la abrasión, sencilla y rápida de realizar sobre
las caras del hueso es la técnica más utilizada.
Cabe tener en consideración que, ciertos astrágalos, aunque
no presenten marcas de trabajo ni de uso evidentes pudieron ser
igualmente utilizados, al menos de forma esporádica, ya que se
requiere de una acción constante sobre los mismos para documentar alteraciones macro o microscópicas.
219
[page-n-237]
6.2. MATERIAS PRIMAS
La materia prima más representada es el hueso (fig. 6.5). Aunque, como hemos señalado, identificamos más astas en proceso
de trabajo (matrices, soportes y desechos) que huesos (tabla 6.2).
Trazamos a continuación una valoración global de los análisis
taxonómico y anatómico de las materias primas y de las principales implicaciones de su utilización y aprovechamiento.
6.2.1. hueso
Contamos con 580 piezas terminadas elaboradas en hueso, 45 evidencias del proceso de trabajo y 575 astrágalos trabajados, esto
es, con un total de 1200 objetos (fig. 6.5). Los astrágalos son las
unidades anatómicas más identificadas en la industria ósea ibérica
(575), pero las diáfisis de huesos largos de mamíferos de talla media y grande son los soportes preferentes para elaborar piezas terminadas. En la mayoría de los casos, debido a la alta modificación
tecnológica de los objetos, no podemos concretar una clasificación
anatómica más detallada (487 diáfisis), pero bien es cierto que hemos identificado la utilización, más concreta, de metatarsos, metacarpos, tibias, fíbulas, fémures y húmeros (tabla 6.5). Por su parte,
los huesos planos apenas han sido aprovechados detectándose menos de diez ejemplares: cuatro costillas, una escápula, una mandíbula y un hueso plano indeterminado. Cabe apuntar que además de
los astrágalos hemos identificado la selección y aprovechamiento
casi anecdótico de otros cuatro huesos cortos: una falange de Bos
taurus pintada en La Serreta (0260) (fig. 5.190), dos vértebras de
tiburones utilizadas como cuentas en La Moleta del Remei (0773)
(fig. 5.107) y El Puig d’Alcoi (0277) (fig. 5.143), así como una
vértebra de trucha empleada también como adorno del Puig de la
Misericòrdia (1056) (fig. 5.110).
Identificamos, por tanto, de forma clara y mayoritaria el
aprovechamiento de las diáfisis de huesos largos de meso y
macromamíferos y la selección de astrágalos trabajados, prácticas habituales dentro de la industria sobre materias duras
animales.
En relación con lo planteado y de nuevo limitados por la
potente modificación tecnológica de las piezas que dificultan
su clasificación taxonómica podemos señalar que los huesos de
macro y mesomamíferos son los más empleados en la manufactura del hueso (tabla 6.6), identificando la explotación de especies habituales en los poblados iberos, bien a través de la ganadería (fundamentalmente) como son el ganado bovino, ovino,
caprino y porcino y también la presencia equina; así como a
través de la caza, con la presencia más esporádica de huesos trabajados de ciervo, corzo, cabra montés o jabalí. Debemos destacar la singularidad y las interesantes implicaciones culturales
y económicas que hay detrás de los huesos manufacturados de
grandes aves rapaces como son el buitre y el águila presentes en La Seña, Castellet de Bernabé y Tossal de Sant Miquel
(fig. 6.6); o el fragmento de hueso de cetáceo trabajado del
Puig de Sant Andreu (0909) (fig. 5.44); de la selección y perforación ya referenciada de las vértebras de tiburones en La
Moleta del Remei y El Puig d’Alcoi (figs. 5.107 y 5.191); así
como del hueso humano modificado del Puig de la Nau (0719)
(fig. 5.111), una cabeza femoral de un individuo inmaduro
cuya selección taxonómica, más allá de posibles implicaciones
rituales, se adapta perfectamente a la funcionalidad de la pieza
elaborada, una fusayola ósea.
220
Figura 6.5. Proporción de las materias primas identificadas.
Tabla 6.5. Partes anatómicas identificadas en la
industria ósea.
Parte anatómica
Total
Parte anatómica
Total
Astrágalo
575
Ulna
8
Diáfisis
488
Costilla
4
Metápodo
46
Fémur
3
Cabeza femoral
20
Vértebra
3
Fíbula
12
Escápula
1
Indeterminado
10
Falange
1
Metatarso
10
Hueso plano
1
Metacarpo
8
Húmero
1
Tibia
8
Mandíbula
1
Grosso modo, vemos que en casi todos los asentamientos
estudiados el hueso es la materia prima mayoritaria, documentándose en todos los yacimientos en los que hemos identificado
más de diez piezas trabajadas; tan solo en El Puig de la Nau, el
Camp de l’Ylla y en La Creueta el asta ocupa un lugar preferente frente al hueso (fig. 6.7).
6.2.2. asta
Contamos con 189 objetos de asta, en concreto, 187 sobre
cornamentas de Cervus elaphus y 2 de Capreolus capreolus. Recordemos que 116 de ellos pertenecen a matrices, desechos y soportes que evidencian el proceso de manufactura
de esta materia prima, frente a 73 piezas terminadas (tabla 6.2).
De esas 73 piezas terminadas, el 53 % son mangos (39 piezas) (fig.
6.8), destacando de forma clara frente al resto de artefactos identificados en asta. Valga señalar que hay tipos de objetos como las cajas
(III.4.4) o las piezas pseudotriangulares perforadas (III.6.3) que se
documentan exclusivamente elaborados sobre cuernas de ciervo,
por lo que son un ejemplo claro de la selección de la materia prima
en función de la pieza que se quisiera elaborar.
Asimismo, podemos destacar el hecho de que las astas, recogidas tanto por la recolección como por la caza del animal,
suponen una representación mayor del uso de materias duras
animales silvestres que los huesos en los que se atestigua preferentemente el uso de animales domésticos.
[page-n-238]
6.2.3. cuerno
Tabla 6.6. Especies animales identificadas en la industria ósea.
Animal
Total
Animal
Total
Macromamífero
389
Capra pyrenaica
3
Ovis/Capra
229
Equus caballus
3
Capra hircus
163
Bovidae
2
Sus domesticus
137
Sus scrofa
2
Meso/Macromamífero
113
Carcharhinus sp.
2
Ovis aries
48
Gyps fulvus
2
Mesomamífero
38
Capreolus capreoulus
1
Bos taurus
30
Aquila sp.
1
Sus sp.
12
Balaeinadae
1
Cervus elaphus
9
Homo sapiens
1
Indeterminado
7
Salmo trutta
1
Equidae
6
Salvo en La Bastida de les Alcusses y en la Peña de las
Majadas, en todos los poblados en los que hemos documentado
más de diez artefactos contamos con una presencia, en ocasiones destacada como el Puig de Sant Andreu, Els Vilars o El
Puig Castellar, de objetos elaborados en asta. Para la Peña de
las Majadas esta ausencia puede ser explicada por las características del propio enclave ya que no ha sido excavado y solo
se recogieron materiales por prospección (Sarrión 1978). La
explicación para La Bastida de les Alcusses resulta más compleja, ya que es uno de los yacimientos iberos con más objetos
elaborados sobre materias duras animales, con 146 artefactos,
pero ninguno de ellos, ni evidencias de manufactura ni piezas terminadas está realizado sobre astas de cérvidos. Cabría
plantearse que estos no hayan sido documentados por no estar
completamente excavado el yacimiento, aunque parece poco
probable; que fueran desechados por la selección de los restos
de fauna de las grandes excavaciones de la prima mitad del s.
XX, lo que tampoco explicaría porqué no se han documentado
en los trabajos arqueológicos más recientes, o que su ausencia
responda a un patrón cultural intencionado en el que esta materia prima no interesara ni fuera seleccionada. En los estudios
faunísticos, aunque en una proporción reducida, los ciervos sí
están presentes en el registro del yacimiento (Iborra 2004: 261;
Iborra y Vives-Ferrándiz 2015: 294).
Documentamos desechos del trabajo del cuerno en 12 asentamientos (tabla 6.7). En total contamos con 34 clavijas óseas
aserradas. Destaca su presencia en el conjunto arqueológico de
Ullastret, con 18 ejemplares en el Puig de Sant Andreu, cuatro
en la Illa d’en Reixac y uno en el Gou-Batlle. En el resto de
los asentamientos hay entre uno o dos ejemplares. Taxonómicamente 15 de ellos pertenecen a cabras, uno a oveja, nueve
a bovinos y nueve entrarían dentro de la familia Bovidae, sin
haber podido matizar su adscripción.
Aunque las evidencias del trabajo del cuerno resultan difíciles de interpretar debido al carácter perecedero del estuche
córneo sobre el que se elaborarían las piezas, se ha señalado su
posible aprovechamiento y trabajo desde cronologías prehistóricas, como es el caso de los yacimientos neolíticos de Saint
Léonard, Sion-Saint Guérin y Sion-Petit-Chasseur en el valle
superior del Ródano o en Petit-Chasseur (Suiza) (Chaix 2000).
Como ya hemos expuesto, a nivel metodológico hemos
seguido el criterio planteado por especialistas como Krausz
(1992b), Méniel (2000) o Albarella (2003) que toman las marcas de aserrado sobre las clavijas óseas como una muestra inequívoca del aprovechamiento de los estuches córneos ya que
las evidencias del uso de sierras por carniceros para separar
los cuernos del cráneo del animal en tareas de despiece no se
documentan y generalizan hasta la Edad Moderna (Albarella
2003: 74). Asimismo, estos autores diferencian dos maneras
de separar los cuernos: aserrar la clavija ósea desde la base
del cráneo o aserrarla por tres partes: la punta, el cuerpo y la
base. La clavija ósea de Capra hircus de El Amarejo sería un
buen ejemplo del uso de esta última técnica en época ibérica (fig. 5.164). Una vez obtenido el estuche córneo, si este se
quisiera modificar, se trabajaría con calor (MacGregor 1985:
66-67; Krausz 1992b) y con herramientas cortantes como sierras o cuchillos para obtener láminas sobre las que elaborar
diferentes útiles. Por ejemplo, Aristóteles escribe que las materias córneas se ablandan con el fuego (De generatione animalium, II, 6, 742b).
Chardon-Picault y Rodet-Belarbi (2000: 39) matizan que
el trabajo del cuerno de oveja y cabra resulta diferente al de
los bovinos desde un punto de vista tecnológico. Los cuernos
de los ovicaprinos son más duros y su superficie externa es
menos homogénea, el estuche córneo posee unas medidas más
pequeñas por lo que la operación de cortar la queratina y abrirla mediante calor para obtener una plancha que poder trabajar
resultaría más compleja. Por ello plantean que los cuernos de
ovejas y cabras, al menos en época romana, sean empleados
Figura 6.6. Tubos de aves rapaces.
De arriba a abajo: 0843-Castellet
de Bernabé; 0404-Tossal de Sant
Miquel; 0847-La Seña.
221
[page-n-239]
Figura 6.7. Distribución de las materias primas identificadas en los poblados estudiados.
Figura 6.8 Objetos terminados realizados sobre asta.
222
[page-n-240]
Tabla 6.7. Distribución de clavijas
óseas en los yacimientos ibéricos
Yacimiento
Puig Sant Andreu
Total
18
Illa d'en Reixac
4
La Bastida de les Alcusses
2
Mas Castellar
2
La Serreta
1
Tossal de Sant Miquel
1
El Amarejo
1
Kelin
1
Castellet de Bernabé
1
Puig de la Nau
1
La Creueta
1
Gou-Batlle
1
Total
34
para otras actividades más allá de la elaboración de artefactos
como podría ser su transformación para producir sustancias
adhesivas. Asimismo estudios sobre las sustancias córneas (estuches córneos de bovinos pero también pezuñas de animales
como el caballo) en épocas históricas señalan la utilización de
esta materia prima dentro de actividades como la cuchillería
(para fabricar los mangos de cuchillos, cucharas y tenedores),
pero también en la realización de vidrios para coches y linternas, en agricultura como fertilizante y en química para la fabricación de sustancias adhesivas y pigmentos “bleu de Prusse et
de noir animal” (Forest 2000: 48).
Por tanto, una vez atestiguada la modificación intencional
de las clavijas óseas de bóvidos, cabe plantearse: ¿qué artefactos podrían realizarse con estos estuches córneos? Lo cierto es
que existen muy pocas evidencias arqueológicas de los propios
objetos realizados en cuerno en la Antigüedad (Béal 2000).
En nuestro caso, para la Edad del Hierro no tenemos constancia de ninguno de estos objetos terminados, si bien queremos destacar los contenedores cilíndricos de cuerno de bóvido
conservados en La Cova des Càrritx (Menorca) (1100 - 800
cal ANE) que formaron parte de los rituales funerarios de la
cultura talayótica, en cuyo interior se depositaron mechones
de cabello de las personas enterradas en la cueva (Lull et al.
1999: 334). Este tipo de piezas resultan equiparables a las cajas
de asta que hemos documentado en este trabajo, pero en el caso
de La Cova des Càrritx destaca la identificación y conservación de una materia prima de carácter perecedero como son las
estuches córneos debido a las condiciones tafonómicas singulares de la cueva, así como por el ritual del que formaron parte. Aparecieron además junto a otros contenedores cilíndricos
realizados en madera de boj (Buxus cf. balerica) y acebuche
(Olea europaea) y tapones de forma discoidal que actuarían
como sistema de cierre y apertura de estas piezas cilíndricas
por ambos extremos realizados en hueso y en madera de brezo (Erica sp.) y lentisco (Pistacia lentiscus) (Lull et al. 1999:
316). Cabría pensar que en el mundo ibero pudieran existir es-
tos contenedores realizados con el estuche córneo de bóvidos,
ya que piezas similares han sido documentadas manufacturadas en cuernas de ciervos.
Además, J. C. Béal (2000) siguiendo las referencias epigráficas de autores griegos y latinos señala la posible existencia
para el mundo galo-romano (que podemos hacer extensible al
mundo ibero) de diferentes instrumentos realizados sobre materia córnea:
- Cuernos para beber asociados con lo exótico y lo “bárbaro” por la literatura romana. Plinio el Viejo explica: “Los bárbaros del norte beben en los cuernos de los uros, y dos cuernos
de una cabeza tienen la capacidad de una urna; algunos rematan
las lanzas clavándolos en la punta. Entre nosotros, cortados en
láminas se hacen transparentes e incluso difunden a gran distancia la luz que se recoge en ellos, y se aprovechan para otros
refinamientos, a veces teñidos, a veces recubiertos de barniz, a
veces trabajados con aquella técnica pictórica que llaman «a buril»” (Naturalis Historia, IX, 45, 126). Sin embargo, en ciertas
tumbas aristocráticas del área celta aparecen objetos de oro o
plata con forma de cuernos, como las descubiertas en Hocdorf
(Würtemberg, Alemania) del s. VI a.C. que remarcan la relevancia de esta clase de objetos (Perrin 2000).
- Lanterna cornea: Se trata de “linternas” portátiles que permitían trasportar fuego, protegiéndolo del aire y que por las paredes translúcidas del cuerno permitían proyectar una correcta
iluminación, a las cuales se hacen distintas referencias en las
fuentes clásicas desde el siglo IV a.C. (Béal 2000: 17-18).
- Cuernos utilizados como instrumentos musicales. Por ejemplo, en la Biblia encontramos referencias al uso de los cuernos
como sistema de llamada. Así, refiriéndose al pueblo de Israel se
señala en los Salmos: “Toquen el cuerno de carnero en la luna
nueva, y en la luna llena, día de nuestra fiesta” (Salmos 81, 3).
De hecho, para el mundo romano J. C. Béal reivindica la
importancia de los objetos elaborados en cuerno, destacando sus
propiedades físicas y su manufactura, la cual sitúa por encima
del hueso “Son aptitude à la déformation, et sa translucité ont
fait de la corne une matière nécessaire, noble parfois, que le verre ne semble pas avoir remplacée dans l’Antiquité. Ainsi, alors
que jusqu’à nos jours, les traces de cet artisanat ont été rarement
relevées, c’ést à une activité de quelque conséquence qu’on a ici
affaire, constituée à date ancienne en un métier bien identifié, à
la différence de celui de l’os” (Béal 2000: 26).
Debido a la debilidad de la presencia de esta materia en el
registro arqueológico ibérico debemos señalar el uso de los estuches córneos con ciertos interrogantes; si bien, consideramos
que el haber atestiguado su trabajo supone un paso importante
hacia delante. Se trata de una materia prima de fácil acceso,
cuyo trabajo no resultaría complicado y que permitiría crear objetos variados de funciones diversas. Buscarlos en el registro,
aunque deba ser a través de los desechos de las clavijas óseas,
nos ayuda a acercarnos al menos a la realidad de su existencia.
E. Schmid (1972: 47-48) señala también que el estudio de
las clavijas óseas aserradas por uno o varios extremos del enclave romano de Augst (Basilea-Campiña, Suiza) corrobora el
trabajo del cuerno, y permite constatar que se seleccionan las
clavijas óseas en función de la longitud de la pieza que se quiera
elaborar, de forma similar a lo documentado para el hueso. Podemos relacionar esta premisa con los desechos de dos clavijas
óseas aserradas de La Bastida de les Alcusses (0120 y 0121)
223
[page-n-241]
(fig. 5.179), en forma de estrechas rodajas y que creemos podrían corresponder a la elaboración de pequeñas piezas como
anillos o arandelas.
Por otra parte, en uno de los sondeos efectuados en el foso
que rodea al Puig de Sant Andreu se recuperaron varias clavijas
óseas de bóvidos probablemente desechadas tras la obtención
del estuche córneo, entre la que destacamos el ejemplar 1097
(fig. 5.55) que, además de las marcas de aserrado documentadas
en todos los desechos de trabajo, presenta una perforación en
uno de los laterales del extremo proximal lo que podría reflejar
un aprovechamiento diferente de este cuerno o quizás que la
pieza se llevara colgada.
6.2.4. marfil
El marfil, las piezas dentales de animales de gran tamaño, fundamentalmente de colmillos de elefante, es considerada una
materia prima exótica, de elevado valor económico y prestigio
social. Tuvo que llegar al territorio peninsular a través del intercambio o comercio mediterráneo, seguramente tanto como materia prima (aunque escasamente documentada podemos señalar
la rodaja de un colmillo de elefante en la Torre del Prospinal)
como en objetos terminados. Debemos tener en cuenta que a
través de este comercio no solo llegan objetos, sino que se produciría también un trasvase de ideas, costumbres y modas fruto
del contacto social (Verdú 2015: 483).
En total, contamos con 40 objetos ebúrneos (tabla 6.8 y
fig. 6.9). Los peines son las piezas más numerosas con 19 ejemplares, además, para época ibérica no hemos documentado ninguno de ellos elaborado ni en hueso ni en asta. A continuación,
el tipo de objeto más representado son los mangos, con siete
ejemplares, todos ellos del subtipo III.4.1.3. Mangos con talón.
Por otra parte, encontramos cuatro cuentas, tres alfileres, dos
placas o apliques decorativos, un pomo, una bobina, un objeto
perforado, un soporte y dos piezas terminadas indeterminadas.
Debemos destacar la distribución cronológica de este tipo
de objetos, 30 de ellos se datan entre el s. III y el s. II a.C. De
hecho, la presencia de piezas de marfil en poblados iberos entre
el s. VI y el s. IV a.C. resulta casi anecdótica.
Tres de las piezas de marfil incorporadas se encuadran dentro de la I Edad del Hierro, s. VIII - s. VII a.C., antes del desarrollo de la cultura ibérica. Es el caso de un objeto perforado de
Els Vilars y de dos cuentas circulares del Puig de la Misericòrdia. Cabe destacar que, para estas centurias, al igual que durante
la Edad del Bronce (Barciela 2002, 2015; López Padilla 2001,
2009, 2011; Pascual 2015; entre otros) la presencia de objetos
de marfil está atestiguada en mayor grado en el territorio peninsular. Así, destacan las piezas, fundamentalmente de carácter
ornamental, de las necrópolis tartésicas del periodo orientalizante (s. VIII - s. VI a.C.) como Los Alcores (Carmona), Medellín (Badajoz) o Cruz del Negro (Carmona) (Aubet 1979) en las
que se ve una clara influencia fenicia y, a su vez, una adaptación
estilística a los gustos locales, que llevó a M. E. Aubet a señalar la existencia de un artesanado del marfil que “constituye la
última y más occidental manifestación del arte fenicio arcaico,
centrada en torno a un taller cuya producción se destina, en su
totalidad, a la clientela tartésica local” (1981-1982: 279). En el
caso de la necrópolis de Medellín (Badajoz) los numerosos objetos de marfil recuperados, en los ajuares de las sepulturas, 63
piezas procedentes de 30 tumbas (20 % del total), han permitido
224
precisar la fabricación y uso, por generaciones, de los productos
ebúrneos hispano-fenicios entre el 675 y el 450 a.C. (AlmagroGorbea 2005). Resulta significativo, como M. Almagro-Gorbea
plantea, que el escaso grosor de las piezas de marfil hispanofenicias denota cierta escasez de materia prima, en contraste con
el grosor de las de Oriente (2005: 190-191).
Asimismo, para los s. VIII - s. VII a.C. documentamos la
llegada de colmillos de marfil de elefante como matrices de trabajo a la península ibérica, como los colmillos recuperado en los
estratos fenicios de Huelva (González de Canales et al. 2004:
165-166) y en una de las tumbas de la necrópolis de Cruz del
Negro (Martín Ruiz 2011: 89); la presencia de marfil en bruto
en Cancho Roano (Celestino 1997: 364); o las más 60 defensas
de elefante de entre 70 y 150 cm de longitud recuperadas como
parte de la carga del pecio de Bajo de la Campana (Mazarrón,
Murcia) (Mederos y Ruiz 2004; Pinedo 2017).
A partir del s. V a.C. identificamos una serie de placas de
marfil y hueso en el territorio ibérico, especialmente en contextos funerarios como L’Albufereta (Verdú 2015: 406 y fig.
3.457); Los Villares (Hoya Gonzalo) (Roldán 1995-1996); Hoya
de Santa Ana (Chinchilla) (Blánquez 1987) o Los Castellones
del Céal (Hinojares) (Chapa et al. 1998) que deben ponerse en
relación con la eboraria de Etruria y Grecia (perviviendo hasta
el s. IV a.C.) cuyo influjo entrará en competencia con los talleres fenicio-orientales (Huls 1957; Le Meaux 2010; Martín Ruiz
2011). Los artesanos peninsulares tomarían inspiración de estas
influencias mediterráneas, pero también las adaptarían, las interpretarían, conservando en ocasiones las técnicas, las materias
primas y/o las imágenes, pero dentro de una evolución propia
(Le Meaux 2010). Las dos posibles placas de marfil de Els Vilars adheridas a soportes metálicos deben ser entendidas dentro
de esta dinámica (fig. 5.76 y tabla 6.8).
Por otra parte, cabe apuntar que aunque la presencia destacada de marfil en Oriente Próximo y especialmente en Fenicia
en el I milenio a.C. está evidenciada por los hallazgos arqueológicos (Stephan 1996; Feldman 2015) e incluso por referencias
escritas en el Antiguo Testamento a los abundantes colmillos
de marfil (entre otras materias primas suntuosas) que llegaban
a la ciudad de Tiro (Ezequiel XXVII, 4-46), se ha apuntado a
la extinción de los elefantes sirios, una variante de los elefantes
asiáticos, tras una reducción progresiva de los mismos entre los
s. VIII - s. VII a.C. (Mas García 1987: 29; Martín Ruiz 2011:
84) y en Siria y Mesopotamia en el s. VIII a.C. (Schuchmacher
y Banerjee 2012: 293). Sin duda, ello comprometería la ruta
comercial de distribución de marfil de elefante asiático hacia
Occidente, encareciendo todavía más esta materia prima, lo cual
podría en parte dar respuesta al descenso de la presencia de materiales ebúrneos en los poblados iberos entre los s. VI - s. IV
a.C., un momento en el que la materia prima escasea y las rutas
comerciales varían.
Así pues, el aumento a partir del s. III a.C. de la presencia
de objetos de marfil en la península se debe relacionar con la
llegada de los Bárquidas en el contexto de los enfrentamientos
bélicos entre púnicos y romanos y, en consecuencia, con un establecimiento de redes comerciales entre las costas norteafricanas y peninsulares que permitirían la llegada tanto de la materia
prima como de objetos terminados elaborados en marfil. La presencia de elefantes está documentada en la costa norteafricana,
especialmente en la región septentrional de Marruecos, en torno
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Tabla 6.8. Tipos de objetos ebúrneos según su cronología y lugar de hallazgo.
ID
Poblado
Cronología
Tipo de pieza
1019
Els Vilars
2ª m. s. VIII a.C.
III.6. Obj. perforado
1057
Puig de la Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.5. Cuenta
1058
Puig de la Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.5. Cuenta
1007
Els Vilars
1ª m. s. VI - in. s. V a.C.
III.4.6. Pomo
21
Covalta
S. VI - 1ª m. s. III a.C.
III.1.2. Alfiler
346
El Puig
Fin. s. V - s. IV a.C.
III.3.7. Bobina
1012
Els Vilars
S. IV a.C.
III.9.1. Placa-aplique
596
La Penya del Moro
S. IV a.C.
III.10. Indeterminado
846
Coimbra Barranco Ancho
Ss. IV-III a. C
III.4.1. Mango
933
Puig de Sant Andreu
Ss. IV-III a. C
III.10. Indeterminado
466
Amarejo
S. III a.C.
III.1.2. Alfiler
1040
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1041
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1042
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1043
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1044
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1045
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
685
El Chuche
S. III a.C.
III.5.1. Peine
608
El Puntal dels Llops
S. III a.C.
III.4.1. Mango
365
Puig de Sant Andreu
S. III a.C.
III.5.1. Peine
662
Turó del Montgròs
1ª m. s. III a.C.
III.4.1. Mango
844
Castellet de Bernabé
Finales s. III a.C.
III.4.1. Mango
568
San Antonio
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.4.1. Mango
412
Tossal de Sant Miquel
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
414
Tossal de Sant Miquel
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
434
Tossal de Sant Miquel
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
207
La Serreta
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
208
La Serreta
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
576
Puig Castellar
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
721
Turó de la Rovira
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.6.5. Cuenta
1060
Torre del Prospinal
Fin. s. III - in. s. II a.C.
II. Soporte
271
El Puig
Ss. III-II a.C.
III.1.2. Alfiler
218
La Serreta
Ss. III-II a.C.
III.4.1. Mango
240
La Serreta
Ss. III-II a.C.
III.4.1. Mango
243
La Serreta
Ss. III-II a.C.
III.6.5. Cuenta
150
L'Alcúdia
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
686
Pajar de Artillo
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
489
El Puntal dels Llops
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
778
Kelin/Los Villlares
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
756
Cerro de la Cruz
S. II a.C.
III.5.1. Peine
1013
Els Vilars
-
III.9.1. Placa-aplique
225
[page-n-243]
Figura 6.9. Distribución de las piezas de marfil. 6) Puig de Sant Andreu; 8) Turó del Montgròs; 10) Els
Vilars; 12) Puig Castellar; 13) Turó de la Rovira; 14) La Penya del Moro; 17) San Antonio; 21) Puig de la
Misericòrdia; 27) Torre del Prospinal; 29) El Castellet de Bernabé: 31) El Puntal dels Llops; 32) El Tossal de Sant Miquel; 35) Amarejo; 36) Covalta; 38) La Serreta; 39) El Puig; 40) El Cerro de las Cabezas;
41) Coimbra del Barranco Ancho; 42) L’Alcúdia; 43) Pajar de Artillo; 44) Cerro de la Cruz; 45) El Chuche.
al valle del río Loukos (Le Meaux 2010: 113). Además, los colmillos de los elefantes africanos son de mayores dimensiones
que los de los asiáticos (Martín Ruiz 2011).
Es cierto que no tenemos documentado ningún taller per se
de eboraria en época ibérica, pero la rodaja de un colmillo de
elefante en la Torre del Prospinal evidencia que esta materia
prima llegaba en bruto a la península ibérica, al menos de forma puntual a finales del s. III - inicios del s. II a.C. Además,
los peines de marfil, las piezas más numerosas documentadas
sobre esta materia prima, tienen características morfológicas
y decorativas que responden al gusto y estética ibérica, por lo
que cabe pensar en su elaboración peninsular (Mata Parreño et
al. 2017). Las similitudes detectadas en cuanto a dimensiones,
morfología, tallado de los laterales y decoración, sugieren que
los artesanos que fabricaron estos peines tenían un modelo de
referencia que aplicaban a la materia prima. El resultado final
dependía de su experiencia y pericia, lo que explica que dos
piezas nunca sean exactamente iguales, aunque sí próximas entre sí. La existencia de artesanos y artesanas itinerantes es una
opción plausible para explicar la presencia de peines con formas
y ornamentaciones similares en lugares distantes (Mata Parreño
et al. 2017: 156-157).
De esta manera, la detección de espacios de trabajo del
marfil puede resultar prácticamente imposible si hablamos de
expertos itinerantes que no trabajaran en un lugar fijo, en un único espacio entendido tradicionalmente como “taller”, sino que
transportaran consigo la materia prima, las herramientas y el
226
conocimiento tecnológico. En la Hispania romana, donde la artesanía sobre el marfil resulta abundante, hasta el momento tampoco se conoce taller eborario alguno (Rodríguez Martín 2012:
363). Cabe señalar que en el mundo romano no hay menciones
directas de los artesanos especializados en el trabajo hueso, pero
sí de los eborarii et citrarii artífices que elaborarían el mobiliario de lujo, para lo que se requerirían materiales especiales
como marfil, bronce y maderas finas y, por supuesto, un dominio de las técnicas notable (Rodríguez Neila et al. 1999: 73).
Las agrupaciones más destacadas de piezas de marfil en los
poblados ibéricos las documentamos en el Cerro de las Cabezas
con seis peines (fig. 5.194) y en La Serreta con otros cinco objetos: dos mangos, dos peines y una cuenta (figs. 5.187 y 6.9); dos
oppida en los que, como hemos apuntado, consideramos que se
pudo llevar a cabo el trabajo al menos puntual sobre esta materia
prima en torno al s. III a.C. Por su parte, en Els Vilars la presencia
de cuatro piezas ebúrneas con una cronología dispar que abarca
del s. VIII al s. IV a.C. (tabla 6.8) evidencia la llegada a esta fortaleza del interior peninsular de objetos suntuosos elaborados en
marfil a lo largo de diferentes momentos de su existencia.
6.2.5. diente
Como ya apuntábamos al exponer las características de cada
materia prima en el capítulo 3, hemos realizado una distinción
de carácter práctico entre marfil y diente para diferenciar el marfil de proboscídeos y otros grandes mamíferos como el hipopó-
[page-n-244]
Figura 6.10. A la izquierda canino de oso pardo perforado de la Illa d’en Reixac (1000). A continuación, piezas manufacturadas sobre
caninos o colmillos de jabalí: cacha de La Bastida de les Alcusses (0621); mango del Turó de Ca n’Oliver (0707) (tomado de Barberà et al.
1960-1961: fig.2.10); fragmento de objeto perforado de La Moleta del Remei (0767); útil expeditivo de Mas Castellar (0785); biapuntado
del Puig de Sant Andreu (0903).
tamo, de aquellas piezas dentales trabajadas de menor tamaño
propias de animales cuya presencia está documentada en territorio peninsular. Dentro de esta categoría de diente encontramos
seis objetos, el singular canino perforado de Ursus arctos de la
Illa d’en Reixac y cinco objetos diversos elaborados sobre piezas dentales de Sus scrofa: un útil expeditivo de Mas Castellar
datado en el último cuarto del s. V a.C. y cuatro piezas terminadas de La Bastida de les Alcusses, el Turó de Ca n’Oliver,
La Moleta del Remei y el Puig de Sant Andreu con cronologías
entre el s. IV - s. III a.C. (fig. 6.10). Como podemos ver, no se
trata de una materia prima de uso extendido en los poblados
ibéricos, sino que su uso remite a la utilización excepcional de
dientes de grandes animales como el oso como adornos diferenciadores, símbolos de prestigio social, de posibles hazañas
o ritos de paso y al aprovechamiento esporádico y dispar de los
caninos y colmillos de jabalí para elaborar ciertos útiles apuntados, perforados o receptores que encontramos también en otras
materias duras animales.
resaltar esta marcada presencia de fragmentos del grupo de los
apuntados, incidiremos en los tipos de piezas que hemos podido
identificar de forma precisa. Así, aquellos con una representación mayor son: alfileres, mangos, cuentas, agujas, punzones,
bisagras, peines, fusayolas, placas/apliques decorativos, stili y
espátulas (tabla 6.9). Cabe apuntar que dentro del tipo III.10.
Indeterminados hemos incluido también 11 piezas. Se trata de
objetos de los que no hemos podido precisar rasgos comunes a
otros ni conocemos de forma clara para qué pudieron emplearse. Cada uno de ellos ha sido tratado según el yacimiento en el
que fue recuperado, a través de la exposición de sus principales
características y de la propuesta, cuando ha sido posible hacerlo
de potenciales usos. Se trata de las piezas: 0157-La Bastida de
les Alcusses (fig. 5.174); 0174-El Palomar (fig. 5.103); 0273-El
Puig d’Alcoi (fig. 5.191.c); 0388 y 0413- Tossal de Sant Miquel (fig. 5.147); 0596-La Penya del Moro (fig. 5.92); 0842La Creueta (fig. 5.64); 0893, 0909 y 0933-Puig de Sant Andreu
(figs. 5.34, 5.44 y 5.28) y 1021-Els Vilars (fig. 5.78).
6.3. TIPOS DE PIEZAS TERMINADAS
6.3.1.1. Alfileres
Presentamos a continuación la valoración conjunta de las piezas
terminadas. Valga señalar que para evitar repeticiones con lo
expuesto anteriormente realizamos una síntesis y reagrupación
de ideas de lo ya señalado a medida que se trataba el corpus
detallado de cada asentamiento e incidimos sobre todo en aspectos funcionales y en interpretaciones y comparaciones entre los asentamientos estudiados. Estas se exponen en función
del número de ejemplares identificados, ordenadas de acuerdo
a su mayor o menor representación. Diferenciamos, en primer
lugar, aquellos tipos de piezas para los que contamos más de
diez ejemplares documentados; en segundo lugar trataremos
aquellas integradas por entre diez y tres piezas y, finalmente,
haremos referencia a aquellos tipos de objetos de los que tan
solo contamos con dos ejemplares o con un único modelo.
6.3.1. más de diez ejemplares
Los fragmentos apuntados (que no se pueden adscribir a un tipo
concreto de objeto por no contar con rasgos representativos claros), bien sean partes mesiales, distales y/o proximales, son las
piezas más numerosas con 137 ejemplares identificados, pero
cabe tener en cuenta que no podemos matizar a qué objeto concreto pertenecen. Por ello, aunque consideramos significativo
Entre las piezas terminadas los alfileres (III.1.2), con 134, son
las más numerosas. A pesar de su abundancia llama la atención
su concentración mayoritaria en cuatro yacimientos enmarcados en la Edetania y la Contestania ibéricas: La Bastida de les
Alcusses (40), La Serreta (28), Covalta (26) y Tossal de Sant
Miquel (18). Además, en El Amarejo se recuperaron nueve piezas de cuidada factura formando parte de los materiales recuperados en el pozo votivo (Broncano 1989) (fig. 6.11).
Sabemos también que su presencia es habitual en los ajuares
de las necrópolis del sureste peninsular, como en El Cigarralejo
(Cuadrado 1987), Coimbra del Barranco Ancho (García Cano
et al. 2008) o Fuente de Gil de Olid (Puente del Obispo-Baeza,
Jaén) (Ruiz Rodríguez et al. 1984).
Aparte de las cinco concentraciones destacadas de alfileres,
en otros 10 asentamientos documentamos uno o dos de ellos
(tabla 6.9 y fig. 6.11). Llama la atención, por ejemplo, que en los
enclaves del conjunto arqueológico de Ullastret del Puig de Sant
Andreu, la Illa d’en Reixac y Gou-Batlle con un total de 227 objetos, apenas se han documentado dos alfileres en el primero de
ellos. Su dispersión y abundancia de forma desigual puede estar
evidenciando que eran más utilizados en los yacimientos donde
se ha identificado su presencia mayoritaria o que en el resto de
poblados este tipo de piezas fueran manufacturadas en materias
227
[page-n-245]
duras perecederas, como podrían ser la madera o el cuerno. Ya
hemos recogido en este trabajo referencias a alfileres elaborados
en metal, como en el caso de Olèrdola (Molist 2009: fig. 15.1) o
el Amarejo (Broncano 1989: 83); así como se han documentado
en necrópolis como la del Poblado de Coimbra del Barranco
Ancho (García Cano y Page 2007: 158) o en Orleyl II (La Vall
d’Uixó, Castellón) (García Fuertes y Moraño 2013: fig. 8).
El alfiler de mayor tamaño alcanza los 19,7 cm de longitud
(0236, La Serreta) (fig. 5.183), aunque lo habitual es que la longitud de los alfileres completos se situe entre los 12 y 7 cm de
longitud, con una sección circular entre 0,3 - 0,7 cm de diámetro. El alfiler de menor longitud lo encontramos en La Bastida
de les Alcusses (0059) con marcas claras de reavivado (figs.
5.170 y 5.172). En palabras de R. Sennet (2010: 146): “Es la
reparación de las cosas lo que nos permite comprender su funcionamiento”. Por nuestra parte, consideramos que, si bien este
fenómeno no tiene por qué dar respuesta a su funcionalidad, sí
marca el valor dado a las mismas.
El 75 % de los alfileres presenta decoración, bien incisa,
bien tallada o ambas. Como ya hemos apuntado los motivos
resultan similares: fundamentalmente molduras y patrones
geométricos de reticulados, aspas, líneas diagonales y horizontales. En algunos hemos podido determinar el uso de sustancias
colorantes negras y rojas para destacar esta decoración incisa,
siendo el caso más claro el del Tossal de Sant Miquel con los
alfileres 0164, 0166, 0400 (fig. 5.144). Resulta interesante remarcar también los motivos decorativos no realizados, es decir,
las ausencias intencionadas, como son los círculos simples o
concéntricos con un punto central presentes en otro tipo de objetos como peines, mangos o placas perforadas. Resulta lógico
pensar que, por su sección normalmente circular y por el escaso
espacio disponible estas decoraciones no resultarían cómodas
de realizar; así como las incisiones de líneas verticales tampoco
son comunes. Además, aunque no encontramos motivos figurados incisos, sí contamos con remates tallados con formas zoomorfas, habitualmente acompañados de motivos geométricos
incisos que remarcan el aspecto ornamental de estas piezas. Así
pues, identificamos cinco alfileres con cabezas talladas en forma
de aves en los ejemplares de Covalta (0028), Tossal de Sant Miquel (0168, 0381), Torre del Prospinal (0697) y Puig Castellar
(1187), por otra parte, un alfiler del Turó de Ca n’Oliver presenta tallada la forma de un caballo (1046) (fig. 6.12).
En ninguno de los alfileres de los poblados encontramos
motivos vegetales o antropomorfos. Este tipo de decoraciones,
aunque no son muy habituales, sí se han documentado en los
contextos funerarios de El Cigarralejo, con un alfiler con la cabeza en forma de piña en la tumba 133 (Cuadrado 1987: 283) o
los alfileres del conjunto C-3B de la Finca de Gil de Olid, uno
con cabeza en forma de bellota y otro con decoración antropomorfa representando una dama ibera (Ruiz Rodríguez et al.
1984: fig. 9).
Los alfileres sin cabeza diferenciada son más numerosos que
los que presentan remates diferenciados. Así identificamos 115
ejemplares, 38 de ellos de la variante a. con remate redondeado;
41 de la variante b. cónico y 23 de la variante c. plano. De los
otros 23 por su estado incompleto no hemos podido matizarlo.
En cuanto a las materias primas, la gran mayoría están realizadas sobre hueso, sobre diáfisis de macromamíferos. Tan solo
tres alfileres fueron elaborados posiblemente sobre marfil: el
228
ejemplar 0021 de Covalta (fig. 5.167), 0271 de El Puig d’Alcoi
(fig. 5.191) y 0466 de El Amarejo (fig. 5.163). Desde los puntos
de vista formal y ornamental estos no presentan características
distintas al resto, el único rasgo que los diferencia es la utilización de una materia prima alóctona a la península ibérica y, por
ende, de un valor económico mayor. Sin embargo, cabe tener
en cuenta que los alfileres de hueso de acabados cuidados, con
un pulido delicado final, presentarían una superficie externa brillante, de tono blanquecino que poco distaría del acabado del
marfil, por lo que podrían resultar casi indistinguibles entre sí,
al menos en primera instancia. Los motivos decorativos presentes (o ausentes) en cada pieza resultarían más distintivos que la
materia prima en la que fueron elaborados.
Desde el punto de vista funcional los interpretamos de forma mayoritaria como útiles para el peinado, similares a las acus
crinalis del mundo romano. Eran unos utensilios que, como han
permitido documentar las fuentes escritas, los testimonios gráficos y las evidencias arqueológicas, eran empleados para sujetar los cabellos de las mujeres (Claveria 2012: 49-50). Son,
por tanto, testimonios arqueológicos de una actividad reservada
al ámbito de lo femenino, a lo que en época romana se conoce como mundus muliebris y, concretamente, al ornamentum,
como útiles empleados para resaltar la belleza exterior de la mujer (Rascón et al. 1995: 298). De hecho, tal y como recogen Daremberg y Saglio (1918: 239-240) la ornatrix era una persona
especializada en elaborar el tocado de la señora romana y, para
ello, empleaba este tipo de instrumentos para fijar los peinados.
Un gesto natural y unos objetos que, en la actualidad, fabricados en materiales muy variados, todavía existen y se emplean
con el mismo fin. Contamos con diferentes fuentes clásicas que
hablan de estas piezas. Sirva como ejemplo que en uno de sus
epigramas el poeta Marcial señala: “Acus Áurea, splendida ne
maldivi violent bombycina crines, figat acus tortas sustineatque
comas” (Marcial, Ep., XIV, 24). Su traducción, según Dulce
Estefania (recogido por Rascón et al. 1995: 301) sería: “Aguja
de oro, para que los cabellos de quien los llevan perfumados no
manchen sus vestidos que esta aguja sujete y sostenga su rizada
cabellera”. Diferentes hallazgos arqueológicos han corroborado
los usos de estas piezas como elementos para el cabello, por
ejemplo, en York (Yorkshire, Inglaterra) se descubrió la tumba
de una mujer romana que tenía un alfiler para el cabello situado
al lado de su cráneo (MacGregor 1985: 113) y en la zona de
El-Fayum (Egipto) se recuperó una diadema de cabello postizo
ensartada con alfileres de bronce, de una cronología del s. II d.C.
(Bianchi 2012: 83).
No podemos afirmar que estas piezas fueran solo utilizadas
por las mujeres iberas, aunque parece lo más plausible, si bien
su uso sería provechoso para cualquier persona que llevase el
cabello largo. Ahora bien, queremos destacar el caso especial
de los alfileres ornamentados con forma de ave. Consideramos
que esta no es una decoración casual: “El ave, símbolo de la divinidad femenina, sanciona con su presencia los ritos de paso”
(Prados 2004: 91). Por lo que este motivo del ave nos remite
al mundo de ellas, un símbolo asociado con la mujer, con la
divinidad femenina, presente tanto en el mundo ibérico (Mata
Parreño et al. 2014: 212-214) como en el celtibérico y de una
fuerte influencia orientalizante, asociada con las diosas Astarté
o Tanit, e incluso con la diosa griega Afrodita (Prados 2004:
100). Por tanto, podemos plantear que sus usuarias fueran mu-
[page-n-246]
Tabla 6.9. Tipos de objetos con más de diez ejemplares (5. Gou-Batlle y 9. Tossal de les Tenalles no tienen estos tipos).
III.1
III.1.2 III.4.1 III.6.5 III.1.1 III.1.6 III.4.5 III.5.1 III.6.6 III.9.1 III.1.8 III.3.3
1. Mas Castellar
4
2. Saus
3
3. Camp de l'Ylla
7
2
1
1
1
1
1
4. Illa d'en Reixac
1
6. Puig de Sant Andreu
4
7. La Creueta
1
2
8. Turó del Montgròs
4
1
22
20
1
2
2
1
1
1
1
2
2
4
1
2
12
2
2
4
1
1
24
1
6
1
2
1
1
10. Els Vilars
4
11. Turó de Ca n'Oliver
2
1
1
12. Puig Castellar
7
2
1
13. Turó de la Rovira
1
14. Penya del Moro
1
15. Olèrdola
6
3
1
6
1
2
22. Puig de la Nau
1
23. Alto Chacón
3
24. Els Estrets
1
25. Torre de Foios
1
26. La Celadilla
1
27. Torre del Prospinal
1
2
2
5
2
1
1
1
4
4
3
3
2
3
1
2
21. Puig Misericòrdia
1
1
1
19. La Morranda
20. Moleta del Remei
1
1
1
1
17. San Antonio
4
5
1
16. Vilar
18. El Palomar
1
2
3
1
2
2
1
2
1
1
1
2
1
28. Peña de las Majadas
12
29. Castellet de Bernabé
3
1
2
3
1
2
11
18
4
1
30. La Seña
31. El Puntal dels Llops
32. Tossal de Sant Miquel
33. Tos Pelat
1
34. Kelin
2
35. El Amarejo
5
9
36. Covalta
1
1
1
3
1
5
26
35
40
38. La Serreta
16
28
1
2
2
1
3
1
5
2
2
2
1
3
5
1
1
2
1
5
4
2
8
1
1
1
40. Cerro de las Cabezas
6
41. Coimbra Barranco Ancho
1
42. L'Alcúdia
1
43. Pajar de Artillo
1
44. Cerro de la Cruz
1
45. El Chuche
1
TOTAL
4
2
37. La Bastida de les Alcusses
39. El Puig
2
2
137
134
63
49
47
45
33
19
17
15
14
11
III.1. Apuntado; III.1.2. Alfiler; III.4.1. Mango; III.6.5. Cuenta; III.1.1. Aguja; III.1.6. Punzón; III.4.5. Bisagra; III.5.1. Peine; III.6.6. Fusayola; III.9.1.
Placa-aplique; III.1.8. Stilus; III.3.3. Espátula.
229
[page-n-247]
Figura 6.11. Mapa con la distribución
de alfileres.
6) Puig de Sant Andreu;
11) Turó de Ca n’Oliver;
12) Puig Castellar;
20) La Moleta del Remei;
23) Alto Chacón;
27) Torre del Prospinal;
29) El Castellet de Bernabé;
31) El Puntal dels Llops;
32) El Tossal de Sant Miquel;
35) Amarejo;
36) Covalta;
37) La Bastida de les Alcusses;
38) La Serreta;
39) El Puig.
0697
0168
0028
0381
1046
1187
Figura 6.12. Alfileres con
decoración zoomorfa.
0697) Torre del Prospinal;
0168) Tossal de Sant Miquel;
0028) Covalta;
0381) Tossal de Sant Miquel;
1046) Turó de Ca n’Oliver;
1187) Puig Castellar.
230
[page-n-248]
jeres. Si bien, también debemos tener en cuenta el alfiler del
Turó de Ca n’Oliver con el remate de un caballo, animal ligado
por excelencia al universo masculino (Mata Parreño et al. 2014:
204-207). De modo que quizás cabría pensar en la utilización
de estas piezas fundamentalmente por mujeres y niñas, pero no
de forma exclusiva.
Encontramos también imágenes de escenas de peinado en
las que se emplean alfileres en diferentes culturas del Mediterráneo antiguo como la egipcia, por ejemplo en una de las
decoraciones en bajorelieve del sarcófago de la reina Kawit de
la dinastía XI aparece una escena de peinado con alfileres (Garetto 1955: fig. 4) o la etrusca, donde es relativamente habitual
identificar en la cara dorsal de los espejos de bronce también
escenas de peinado de mujeres utilizando esta clase de piezas
(Rallo 1989). Asimismo, en los conocidos retratos naturalistas de El-Fayum de la provincia romana de Egipto, realizados
entre el s. I a.C. y el s. II d. C, varias de las mujeres presentan
de forma evidente alfileres para sujetar sus recogidos (https://
foundinantiquity.com/ 2013/10/11/a-gallery-of-fayum-portraits/, consulta 07/04/2022). No conocemos ninguna escultura ibérica con estas piezas visibles en el peinado, si bien cabe
tener en cuenta que la mayoría de representaciones femeninas
presentan el cabello cubierto.
Aunque consideramos que esta pudiera ser su función mayoritaria, es cierto que, por su forma, podrían ser empleados
para otras actividades similares a los punzones o los stili (estos
últimos presentes en el registro ibérico para el s. II - s. I a.C.),
como son la escritura sobre soportes blandos o semiblandos (barro, plomo, cera), para sujetar la ropa o para realizar perforaciones sobre tejido bien sea cuero, lana, lino, etcétera. Únicamente
un estudio traceológico profundo podría ayudar a obtener algo
de luz en esta disyuntiva. Sin embargo, los estudios traceológicos también presentan limitaciones si tenemos en cuenta que
una misma pieza puede ser utilizada para diferentes usos, por
diferentes personas y en diferentes momentos.
Consideramos que el registro de alfileres de época ibérica
refleja una realidad documentada también para época romana:
es muy probable que existiesen, al menos, dos escalas de producción y decoración de estos objetos. A tenor de su alta variabilidad estilística diferenciamos entre aquellos más sencillos
(sobre todo en el acabado de la cabeza) que podrían ser realizados por personas no expertas según sus gustos y necesidades;
y los alfileres manufacturados de forma más cuidada como los
que presentan remates zoomorfos, vegetales, antropomorfos o
complejos, que debían ser realizados por artesanos o artesanas
con mayor especialización y marcadas habilidades tecnológicas
y estilísticas; aunque no siempre resulte sencillo determinar esta
escala en cada pieza (MacGregor 1985: 115).
La interesante variedad decorativa y de tamaño de estos objetos responde a criterios de gusto personal y pericia artesanal.
Además, el hecho de constatar el reavivado de algunos de ellos
nos indica que son piezas apreciadas, a las que se les quiere dar
continuidad. Su cronología se centra fundamentalmente entre el
s. IV e inicios del s. II a.C.
Así pues, como vemos, son piezas relevantes, las más numerosas en general en el registro de la industria ósea de época
ibérica, pero no las más habituales en todos asentamientos. Son
útiles personales, que reflejan particularidades de sus usuarias
o usuarios.
6.3.1.2. Mangos
El segundo tipo de piezas más numeroso es el de los mangos
(III.4.1) con 63 ejemplares. En este caso no apreciamos una distribución desigual; están presentes en 22 de los asentamientos
analizados (tabla 6.9). Bien es cierto que en el Puig de Sant
Andreu encontramos el conjunto más numeroso con 22 de ellos,
pero proporcionalmente es también el yacimiento con más piezas documentadas. Sí que debemos destacar, al contrario que en
el caso de los alfileres, la variabilidad en la materia prima sobre
la que están elaborados: contamos con 39 ejemplares realizados
sobre astas de ciervo (62 %), 16 sobre huesos largos de meso
y macromamíferos (25 %), 7 sobre marfil de elefante (10 %) y
uno sobre un colmillo de jabalí (3 %).
Tipológicamente 13 pertenecen al subtipo III.4.1.1. en el
que mantienen la forma del soporte (11 sobre asta, sobre todo
candiles aserrados por un extremo; uno sobre colmillo de jabalí y otro ejemplar sobre un metatarso); 22 al subtipo III.4.2.2.
mangos cilíndricos con ambos extremos aserrados o cortados y
parcialmente vaciados (15 sobre asta y siete sobre hueso); nueve
al subtipo III.4.1.3. con talón (siete de marfil y dos de hueso del
Puig de Sant Andreu) y, por último, documentamos dos rectangulares (III.4.1.4), en la Illa d’en Reixac y en Mas Castellar. No
hemos podido precisar la clasificación tipológica de 17 de ellos
debido a su estado fracturado e incompleto.
Documentamos ejemplares desde finales del s. VI - inicios
del s. V a.C. en Els Vilars (0607) (tabla 5.26) hasta el primer
tercio del s. I a.C. en El Palomar (0175) (tabla 5.36), aunque
es en el periodo del s. IV - s. III a.C. cuando más número identificamos. Sus dimensiones varían entre 5,2 cm de longitud en
el ejemplar menor (1155 - Illa d’en Reixac) (fig. 5.23) a los
15,4 cm de longitud en el ejemplar mayor (0892 - Puig de Sant
Andreu) (fig. 5.44) que, valga señalar, cuenta con una marca de
aserrado inacabado en el cuerpo que parece indicar que fuera a
realizarse un mango de menor tamaño.
Su finalidad es utilitaria facilitando la prensión y protección de un útil, generalmente de una herramienta o de una
pequeña arma metálica, como los cuchillos afalcatados. En
algunos ejemplares la pieza a la que sirven de enmangue y resguardo todavía está inserta, como en el caso de 0235 del Alto
Chacón (fig. 5.117) y 1269 del Puig de Sant Andreu (fig. 5.42).
Más allá de su finalidad práctica vemos diferente dedicación artesanal y decoración en cada uno de ellos. El 19 % de
los mismos están decorados (12 ejemplares). El mango 0844
de marfil del Castellet de Bernabé (fig. 5.132) y el pequeño
mango cilíndrico 0783 y el enmangue 0817 del scalptorium
de hierro de Mas Castellar (figs. 5.10 y 5.12) presentan círculos simples incisos con punto central, un tipo decorativo recurrente en otras piezas como placas perforadas o peines. Llama
también la atención el mango 0890 del Puig de Sant Andreu
recuperado en una posible estancia de culto de la zona 14, muy
pulido y con motivos incisos en zigzags (Martín et al. 2004:
275) (fig. 5.44).
Por otra parte, destacan los seis ejemplares ebúrneos con
decoración incrustada, bien de ámbar: 0218-La Serreta, 0662Turó del Montgròs y 0846-Coimbra del Barranco Ancho (en
este último no se han conservado restos de las incrustaciones
o la materia adherente pero sí son visibles perfectamente los
rebajos); o bien de bronce: 0568-San Antonio, 0608-El Puntal
dels Llops y 0844-Castellet de Bernabé (fig. 6.13). Además,
231
[page-n-249]
0662
0218
0846
0568
0844
0608
Figura 6.13. Mangos de marfil decorados con incrustaciones recuperados en poblados ibéricos.
el mango de El Puntal dels Llops está revestido de una lámina
de plata por los laterales y la virola. Se trata de la única pieza
conocida en el mundo ibérico en la que se emplearon conjuntamente marfil, plata y bronce. Los paralelos más cercanos los
encontramos en la necrópolis de la Joya (Huelva), en la tumba
17, datada entre los s.VII - s.VI a.C. donde se recuperaron dos
cuchillos de hierro de hoja curva con enmangues de marfil sujetos por clavos de plata y una anilla de bronce (Garrido y Orta
1978: 103-108).
Los análisis no invasivos de Fluorescencia de Rayos X
(XRF) y de Espectrometría de transformada de Fourier (FTNIR) realizados sobre estos mangos han permitido identificar la
naturaleza ambarina de las incrustaciones lanceoladas en parte
todavía presentes en los mangos de La Serreta y Turó del Montgròs y el empleo del estaño como soldadura blanda para fijarlas.
En el caso de los ejemplares decorados mediante apliques metálicos no se ha podido determinar la presencia del estaño como
materia adherente, siendo posible la utilización de algún tipo
de materia natural o resina no identificada en nuestros análisis.
Ejemplares muy similares a los de La Serreta (0218), Turó del
Montgròs (0662) y del poblado de Coimbra del Barranco Ancho
(0846), del subtipo III.4.1.3, con rebajos lanceolados, rectangulares y circulares (sin que se conserven las incrustaciones) se
han identificado en las necrópolis de El Poblado de Coimbra
del Barranco Ancho, de El Cigarralejo y en niveles del s. II a.C.
del poblado de El Coll de Moro (Gandesa, Tarragona) (Blasco Martín et al. 2019; Mata Parreño et al. 2020). Por tanto, la
presencia de estos objetos excepcionales se atestigua tanto en
espacios funerarios como de hábitat.
Tanto los mangos con incrustaciones de ámbar, como los
mangos decorados con plaquitas de bronce reflejan la conjunción de diferentes técnicas, materias primas y decoraciones. Son
una muestra de una producción de artesanos/as de prestigio, que
dominan perfectamente las técnicas y pueden permitirse traba232
jar (tanto por su habilidad como por su posición económico/
social) una materia prima de elevado coste como es el marfil,
junto a otras materias primas: metálicas, minerales y pétreas que
configuran el todo de unas piezas de pequeño tamaño, pero en
las que se ve reflejado un destacado trabajo manual que requiere pericia y control, en otras palabras, saber hacer. Las claras
similitudes formales y decorativas entre ellos, en especial entre
los decorados con incrustaciones de ámbar y los que presentan
apliques metálicos, remiten a su manufactura siguiendo un modelo conocido o copiado, o incluso, sobre todo en el caso de La
Serreta y del Turó del Montgròs, a haber sido realizados por la
misma persona. Cabría pensar también en la posibilidad de que
diferentes artesanos, especializados en la producción de diversas materias primas, por ejemplo, en el trabajo de las materias
duras animales y la metalurgia, trabajaran conjuntamente en la
producción de estos bienes de prestigio. De hecho, la producción de mangos va ligada a los útiles, generalmente metálicos,
que protegerían y decorarían, por lo que el trabajo sobre el metal
para generar las armas o herramientas y la manufactura sobre
las materias duras animales para elaborar los mangos de dichos
útiles debería darse de forma conjunta, teniendo en cuenta las
características morfométricas de ambas partes del útil. Son objetos de prestigio, cuya cronología se enmarca entre los s. IV y
s. II a.C. y que más allá de su indudable valor artesanal, reflejarían el estatus socioeconómico de sus propietarios, pudiendo ser
objetos realizados por encargo directo de las élites locales como
un modo más de legitimación material de su relevancia social y
poder (Mata Parreño et al. 2020).
Así pues, desde el punto de vista general vemos para los mangos, al igual que en el caso de los alfileres, distintos grados de
artesanías, ligados a los acabados más o menos perfeccionados
de las piezas y a las materias primas trabajadas, sobre todo en
el caso de los ejemplares de marfil decorados con incrustaciones
a través de la taracea. Cabe tener en cuenta que los mangos de
[page-n-250]
materias duras animales son un reflejo de los de madera que, sin
duda, serían los más habituales en el mundo ibero y de los que no
nos han llegado apenas evidencias arqueológicas.
6.3.1.3. Cuentas
Documentamos 49 cuentas (III.6.5) presentes en 14 yacimientos, destacando las 20 del Puig de Sant Andreu y, tras ellas, las
siete de Mas Castellar; en el resto de los poblados constatamos
su presencia mediante uno, dos o tres ejemplares (tabla 6.9).
Un total de 43 están manufacturadas sobre hueso: tres sobre
vértebras de peces y 40 sobre diáfisis de huesos largos de meso
y macromamíferos; además identificamos dos ejemplares manufacturadas en asta: una en el Puig de Sant Andreu (0864) (fig.
5.33) y otra en el Puig Castellar (0575) (fig. 5.85) y cuatro en
marfil: en La Serreta (0243) (fig. 5.187); en el Turó de la Rovira
(0721) (fig. 5.89) y en el Puig de la Misericòrdia (1057 y 1058)
(fig. 5.110).
Tipológicamente la única cuenta cilíndrica (subtipo
III.6.5.3) la encontramos en el silo 2 del Camp de l’Ylla (1171),
datada a finales del s. V a.C. Ejemplares similares aparecen en
la sepultura 137 de la Hoya de Santa Ana del s. V a.C. donde se
recuperaron nueve piezas de hueso formando parte de un collar
con más de 190 cuentas de piedra (Chinchilla, Albacete) (revisado en el Museo de Albacete) o en la tumba 4 del Castillejo de
los Baños (Fortuna, Murcia), del s. IV a.C. (García Cano y Page
2001). Por tanto, sus contextos de hallazgos parecen mayoritariamente funerarios.
El subtipo más numeroso es el III.6.5.1. circular con 44
cuentas. Dentro de estas evidenciamos un proceso de estandarización: entre 2,6 y 2 cm de diámetro y entre 0,7 y 0,4 cm de
grosor y con una perforación central circular de 0,8 - 0,6 cm de
diámetro (aunque alguna pueda sobrepasar ligeramente estos límites). Su regularidad hace pensar en el empleo de herramientas
sistematizadas, sobre todo para la obtención de la forma circular
de la cuenta y la realización de la perforación, como podrían ser
brocas metálicas de taladros de tres puntas, donde la central tuviera mayor longitud, actuando como perforador y las dos de los
extremos delimitaran la forma de las cuentas. Además, llama la
atención que estas piezas las encontramos en otros yacimientos
del Mediterráneo con medidas prácticamente idénticas, como en
Morgantina (Sicilia) (Jacob 2012: fig. 27-29) o en el ágora de
Atenas (Camp 1986: fig. 125).
De hecho, esta estandarización es también señalada en el
estudio experimental efectuado por B. Khan y C. Picod para
comprender los gestos y acciones tecnológicas efectuados para
la confección de cuentas circulares de hueso en el enclave de
Qasr al Bint (Petra, Jordania). Tras la documentación de un
posible taller con desechos de elaboración de estas piezas óseas
en niveles del s. IV - s. I a.C. y, posteriormente, del s. IV al s.
VI d.C., su regularidad y las estrías visibles en los desechos
de trabajo y en las piezas fallidas han permitido plantear a los
investigadores el uso del torno de arco en su proceso de manufactura (Khan y Picod 2018). Para época ibérica también cabe
plantearnos que este pudiera utilizarse; no obstante, el acabado
regularizado de las piezas mediante abrasión y/o pulido no permite afirmarlo.
Así pues, la cadena de manufactura de estas cuentas implicaría (fig. 6.14):
1. Selección de los huesos largos de macromamíferos.
2. Tratamiento previo de la materia prima. Posiblemente los
huesos se hervirían o sumergirían en agua o en otros líquidos como vinagre para facilitar su posterior modificación (Kovac 2012: 177; Mata Parreño et al. 2018: 118).
3. Aserrado de las epífisis.
4. Aserrado longitudinal de la diáfisis para obtener una lámina de hueso.
5. Aserrado transversal de la lámina de hueso para obtener
uno o varios soportes de forma cuadrada sobre el que
realizar las cuentas.
6. Sobre el soporte de hueso de forma cuadrada, o bien,
como hemos señalado, a través del torno de arco o mediante el aserrado y la abrasión siguiendo un patrón posiblemente marcado con carbón u otras sustancias colorantes sobre el hueso se obtendría la forma circular de
la cuenta.
7. Realización de la perforación con un taladro de arco con
una broca simple.
8. Regularización de la cuenta mediante la abrasión y pulido, utilizando materiales abrasivos suaves como rocas
de grano fino, plantas o pieles o lana con grasa para darle
un acabado brillante. Hemos podido comprobar que en
la actualidad los artesanos del hueso de San Antonio la
Isla (México) utilizan este sistema de lana y grasa animal para dar brillo a las piezas que elaboran. Al igual
que pudimos atestiguar que todos los huesos que utilizaban los dejaban reposar al menos 24 horas en agua antes
de manufacturarlos, para ablandarlos y facilitar posteriormente su trabajo.
Cabe apuntar que no todas las cuentas circulares de hueso que hemos documentado presentan estas medidas (aunque
sean mayoritarias), ya que también hemos identificado algunos
ejemplares de tamaño más reducido, como las cinco cuentas de
hueso de apenas 3 mm de diámetro recuperadas en la fosa 114
de Mas Castellar (tabla 5.1 y fig. 5.6).
Por otra parte, contamos con una pieza recuperada en la fosa
362 de Mas Castellar (0811) con la forma de una cuenta circular
de hueso que no está totalmente regularizada, ya que se distingue el tejido esponjoso del hueso en la cara dorsal (fig. 5.8).
Sus medidas son 2,1 cm de diámetro; 0,5 cm de grosor y una
perforación de 0,8 cm de diámetro. Consideramos que podría
Figura 6.14. Cadena operativa esquematizada de producción de
cuentas sobre huesos largos de mamífero.
233
[page-n-251]
tratarse de una cuenta en proceso de elaboración o descartada en
la que podemos apreciar como su perímetro no es perfectamente
circular y todavía quedaría realizar la fase final de abrasión y
pulido para regularizar la pieza y eliminar el tejido esponjoso.
Sí llama la atención que la perforación esté ya realizada, por lo
que este paso se habría realizado antes de regularizar el acabado
de la pieza.
Este tipo de cuentas circulares son piezas habituales en contextos funerarios, como los 43 ejemplares recuperados en la
necrópolis de L’Albufereta (Verdú 2015: 410) o la necrópolis
de El Cigarralejo, donde destaca su presencia en la tumba 200
(425 - 375 a.C.) con 35 cuentas elaboradas sobre diáfisis de
macromamíferos recuperadas junto a, al menos, cuatro vértebras intencionalmente seleccionadas y perforadas de un gran
tiburón de la familia Lamnidae, posiblemente un marrajo sardinero (Lamna nasus) (Cuadrado 1987: 358-360; Marlasca et
al. 2019: fig. 3).
Del mismo modo, como ya se ha señalado, en los poblados
de El Puig y la Moleta del Remei se recuperaron, en niveles
del s. IV a.C. y del s. II a.C., respectivamente, dos cuentas
(una en cada enclave) realizadas sobre vértebras de tiburones
de la familia Carcharhinidae, posiblemente de tiburón jaquetón
o trozo (Carcharhinus falciformes o Carcharhinus plumbeus).
Estas vértebras no muestran alteración de la forma anatómica natural, y el único tratamiento realizado es el aumento del
orificio medular (canalis centralis), localizado en el centro de
las facies vertebrales, ampliándolo, para pasar un hilo o cuerda o cuero para colgarlas. Las perforaciones se realizarían de
forma sencilla y rápida con un punzón metálico. Estos huesos
resultan llamativos por sí mismos, no solo por el animal al
que pertenecen sino porque por sus características anatómicas
parecen presentar dibujos o motivos geométricos atrayentes en
los laterales. Cabría considerar también que en su elección influyera un componente simbólico, relacionado con las especies
de las que proceden, poco habituales en el imaginario ibero.
Otras vértebras de tiburón perforadas fueron recuperadas en la
nombrada tumba 200 de El Cigarralejo, una de las más ricas
de toda la necrópolis, y también en la sepultura 267 (400 275 a.C.) donde al menos seis cuentas de tiburón zorro formaban parte del ajuar (Alopias vulpinus) (Marlasca et al. 2019:
fig. 4).
En la ocupación del s. VII a.C. del Puig de la Misericòrdia documentamos una vértebra de trucha (Salmo trutta L.), en
este caso su presencia en el yacimiento podría indicar la pesca
de estos peces en el río Cérvol, a tan solo 900 metros de distancia en dirección sur del asentamiento. Junto a esta vértebra
perforada fueron halladas dos cuentas circulares de marfil (fig.
5.110), la segunda de ellas decorada con cinco círculos simples
incisos con punto central. Las tres piezas podrían haber formado parte del mismo collar, adorno o implemento decorativo,
quizás junto a otros adornos de materias orgánicas como madera, semillas o plumas.
Por otra parte, en La Serreta y en el Turó de la Rovira para
cronologías del s. III - s. II a.C. documentamos otras dos cuentas
circulares de marfil, 0243 (fig. 5.187) y 0721 (fig. 5.89), ambas
fracturadas e incompletas.
Las dos únicas cuentas de asta de cérvido las encontramos
en el Puig de Sant Andreu (0864) (fig. 5.33) y en el Puig Castellar (0575) (fig. 5.85). La primera de ellas tiene las medidas
234
y forma habituales de las cuentas circulares de hueso (2 cm
de diámetro, grosor 0,5 cm y perforación de 0,8 cm), por lo
que parece que simplemente se decidió realizar sobre asta de
ciervo. Por su parte, el caso del ejemplar 0575 es diferente.
Tipológicamente la podemos clasificar como una cuenta circular, pero bien es cierto que sus dimensiones son más amplias
(4,7 x 4,5 x 1 cm y con una perforación central de 1,1 cm
de diámetro), está realizada sobre la parte del medallón y de
la roseta de la cuerna, fue regularizada mediante abrasión y
presenta dos incisiones circulares profundas por la cara frontal como decoración, mientras que la cara dorsal apenas está
trabajada. Se trata de una pieza que podría relacionarse con
los medallones de asta recuperados en el mundo galo-romano,
cuya función parece ligarse a su utilización en vestimentas u
otros elementos textiles, así como, en ciertos ejemplares, con
un posible carácter de protección al considerarse como amuletos (Alonso 2006: 214).
6.3.1.4. Agujas
Las agujas (III.1.1) son útiles habituales utilizados por el ser
humano desde el Paleolítico Superior, cuya presencia se expande durante el magdaleniense superior (Camps Fabrer 1989: fiche III.16) y llega hasta nuestros días. Se emplean para coser,
pueden realizarse sobre diferentes materias primas y presentan
medidas diversas. Resulta habitual el uso de las más delgadas
y frágiles para coser telas de textura ligera, y las más gruesas
y de gran tamaño para tejidos compactos como pieles, cuero o
esparto. Es frecuente distinguir marcas de uso en estas piezas
tanto en el extremo activo como en el ojal (agujero de las agujas) provocadas por la perforación de los tejidos y por el roce de
los hilos (Legrand 2005: 339 y 2008).
En el mundo ibero, al contrario que en el caso de los alfileres, la presencia mayoritaria de estas se da en el actual área catalana (tabla 6.9 y fig. 6.15) y, concretamente, en los yacimientos
barceloneses de Puig Castellar (con 12 ejemplares) (figs. 5.84 y
5.85), la Penya del Moro (5) (fig. 5.92), Turó de Ca n’Oliver (4)
(fig. 5.81) y Turó de la Rovira (4) (figs. 5.88 y 5.89). Asimismo,
en la Moleta del Remei se hallaron también cuatro agujas de
hueso (fig. 5.106). Su presencia se extiende a otros 12 yacimientos pero solo con uno o dos ejemplares, salvo en el caso de La
Bastida de les Alcusses, donde encontramos tres agujas, una de
ellas decorada con motivos geométricos (fig. 5.174).
Para época ibérica se documentan igualmente agujas de
metal, tanto de cuerpo recto como de tendencia curva, estas
últimas interpretadas como agujas esparteras o saqueras (Pérez Jordà et al. 2011: 137 y fig. 50). Casi con toda seguridad
se realizarían también en materias primas perecederas como
la madera o incluso el cuerno. Las agujas están ligadas obviamente al mundo textil, a la costura, una labor de carácter
social y en la que convergen diversos matices. Cabe pensar
que se trataría de una tarea realizada mayoritariamente por
mujeres ya que, aunque no encontramos escenas específicas
de costura en el mundo ibérico, las fuentes gráficas y escritas
indican que eran ellas las que se encargaban de las tareas de
hilado y de tejido (Prados e Izquierdo 2011). Seguramente las
niñas ayudarían en esta labor que se enseñaría y transmitiría
de forma generacional.
Debemos tener en cuenta que la actividad textil va más allá
del ámbito exclusivo de lo doméstico, ya que ocuparía un espacio importante en la economía de las familias y del poblado.
[page-n-252]
Además, estas tareas y productos estarían íntimamente ligadas
con otros aspectos sociales, políticos y religiosos, tales como el
estatus social, el prestigio o los ritos de paso (Prados e Izquierdo
2011: 15-16).
La aguja de mayor tamaño la encontramos en el Puig Castellar con 14,1 cm de longitud (0581) (fig. 5.84); por su parte el
ejemplar menor, con 3,8 cm de longitud, se documenta en La
Bastida de les Alcusses (0096) (fig. 5.174). En anchura, salvo
los dos ejemplares de asta clasificados con ciertas dudas de La
Celadilla (0563 y 0664) (fig. 5.124) con 2,1 y 1,7 cm de ancho
respectivamente (por lo que si se utilizaron como agujas debió
de ser para coser tejidos bastos de trama amplia); el resto de las
piezas no superan los 1,5 cm, siendo lo más habitual una anchura y un grosor de entre 0,5 y 1 cm. Así, de nuevo salvo las dos
posibles agujas de asta de ciervo de la Celadilla, las 45 agujas
restantes están realizadas sobre huesos largos de animales de
talla media y grande. Son útiles relativamente sencillos de manufacturar (Blasco Martín et al. 2018) por lo que podrían realizarse por personas sin conocimientos especializados, que aprovecharan los huesos que habitualmente tendrían a su alcance por
la propia alimentación para elaborar esos útiles necesarios para
la realización de una tarea habitual como sería la costura. Cabe
plantearnos que si asumimos que son ellas las que cosen y realizan las tareas textiles de forma mayoritaria (Prados e Izquierdo
2011: 15), pudieran ser las propias mujeres, en el espacio doméstico, las que realizaran estos útiles que han de adaptarse al
trabajo de sus usuarias y que, con toda seguridad, tendrían que
ser reavivados de forma habitual, aguzando el extremo distal y
apuntado de la pieza.
Tipológicamente solo contamos con una aguja con dos
perforaciones (III.1.1.2), el ejemplar 1052 de Kelin (final s. III
- inicios s. II a.C.) (fig. 5.155), todas las demás presentan un
único orificio (III.1.1.1). Las agujas con dos o tres perforaciones son habituales en contextos romanos y se ha planteado que
sus diferentes tamaños y formas (circular, oval, cuadrangular
y rectangular) podrían responder a la utilización de hilos y de
patrones de costura variados (Béal 1983: láms. 31-32; Tabar y
Unzu 1985; Tormo Ortiz 2003).
Para aquellas agujas de las que ha sido posible adscribir una
cronología acotada podemos señalar que tan solo el ejemplar
1009 de Els Vilars (fig. 5.74 y tabla 5.26) se data entre la segunda mitad del s. VI y la primera mitad del s. V a.C; el resto se
Figura 6.15. Yacimientos en los que se han documentado agujas: 1) Mas Castellar; 6) Puig de
Sant Andreu; 10) Els Vilars; 11) Turó de Ca n’Oliver; 12) Puig Castellar; 13) Turó de la Rovira;
14) La Penya del Moro; 15) Olèrdola; 16) El Vilar; 20) La Moleta del Remei; 26) La Celadilla;
29) El Castellet de Bernabé; 33) Tos Pelat; 34) Kelin; 36) Covalta; 37) La Bastida de les Alcusses; 38) La Serreta.
235
[page-n-253]
documentan mayoritariamente en el s. IV a.C. en yacimientos
como La Bastida de les Alcusses, el Tos Pelat o la Penya del
Moro y en el ibérico final, s. II - inicio s. I a.C., en La Moleta
del Remei y Olèrdola.
6.3.1.5. Punzones
Los punzones (III.1.6) son útiles habituales en los yacimientos
prehistóricos, desde el Paleolítico a la Edad del Bronce, tanto en
enclaves peninsulares como extrapeninsulares. Se han realizado
numerosos estudios traceológicos y experimentales para determinar sus usos en tareas como la perforación de pieles o cortezas,
la decoración sobre arcilla o la cestería (Legrand 2005; Sidéra y
Legrand 2006; Gates 2007; Pérez Roldán 2013: 118; entre otros).
En el mundo ibero están presentes, pero en una forma proporcionalmente inferior si lo comparamos con contextos neolíticos, calcolíticos o de la Edad del Bronce de la península ibérica
(Pascual 1998; López Padilla 2011; Pérez Romero et al. 2015,
entre otros). Es probable que este tipo de útiles se sustituyeran por otros elaborados tanto en metal como en madera. Aún
así, contamos con 45 punzones repartidos en 20 yacimientos
(tabla 6.9). La concentración mayor se da en El Puig con ocho
ejemplares, pero sus cronologías se asociarían fundamentalmente a la I Edad del Hierro (fig. 5.191 y tabla 5.68).
Son útiles multifuncionales, que no requieren de una gran
habilidad para su elaboración ni el acceso a una materia prima o
herramientas específicas. En la mayoría de ellos se ha constatado que han sido utilizados ya que cuentan con fracturas por presión, embotamiento o piqueteado. Ninguno de los ejemplares
está decorado, por lo que podemos afirmar que lo que los define
es su carácter utilitario.
Dos han sido elaborados sobre asta de ciervo, uno de La
Moleta del Remei (0758) (fig. 5.106) y otro de Kelin (1039)
(fig. 5.154), los 43 restantes han sido manufacturados sobre
huesos largos como húmeros, tibias, metatarsos, metacarpos y
fíbulas de suidos, ovicaprinos, bovinos y equinos. De hecho, las
medidas de los punzones varían considerablemente en función
del tipo de hueso seleccionado y del grado en el que este ha sido
modificado: así el ejemplar de mayor longitud alcanza los 20 cm
(0772, La Moleta del Remei) (fig. 5.106), frente a los 6 cm del
punzón de menor tamaño (0474, Amarejo) (fig. 5.164).
Como hemos señalado, son útiles con una tradición cronológica amplia cuya presencia, de hecho, va reduciéndose en época
ibérica. Sin embargo, todavía los documentamos tanto en niveles de la I Edad del Hierro en yacimientos como Kelin, El Puig
o Los Villares como perduran en el s. I a.C. en los poblados de
El Ballestar y El Palomar.
6.3.1.6. Bisagras
Las bisagras (III.4.5) forman parte del mobiliario de pequeñas
cajas o muebles. La mayoría están realizadas sobre metatarsos
o metacarpos de animales de talla media y grande, huesos que
por su diáfisis recta y de sección de tendencia circular resultan idóneos para la confección de este tipo de piezas. Sobre
el mismo hueso podrían realizarse varias bisagras, una acción
tecnológica que optimizaría el aprovechamiento de la materia
prima y reduciría la cantidad de tiempo invertida. Además, de
esta manera, podría conseguirse con mayor seguridad la uniformidad en sus diámetros para su óptimo ensamblaje y funcionamiento conjunto en los ejes de giro de las cajas, arquetas
o muebles de madera.
236
Durante mucho tiempo las bisagras fueron interpretadas
como fragmentos de flautas, pero su revisión permite afirmar
que se tratan de bisagras, piezas terminadas, aserradas por ambos extremos. Además, en la mayoría de ellas se distingue, en
la parte externa, finas estrías paralelas provocadas por el giro
de la pieza.
Contamos con evidencias de este tipo de artefactos en siete yacimientos (tabla 6.9). Destaca la concentración de 24 en
el Puig de Sant Andreu; de ellas, 19 pertenecen a un mismo
conjunto hallado en el departamento 32 de la zona Predi Nord
Subirana (fig. 5.30). Se trata de la mayor agrupación de bisagras
en un mismo espacio del mundo ibero. Además, también en el
Puig de Sant Andreu, en el sector 28 de la zona 14 identificamos
la única bisagra realizada sobre asta de Cervus elaphus decorada con diez incisiones paralelas (fig. 5.44). Por otra parte, en
La Serreta identificamos cuatro bisagras de hueso y una pieza
en Mas Castellar, Saus, Turó de la Rovira, El Vilar y Tossal de
Sant Miquel.
El ejemplar de mayor tamaño se localiza en La Serreta (6 x
2,4 x 2,3 cm) (5.190 - 0209) y el menor en el Puig de Sant Andreu (0,6 x 1,4 x 1,4 cm) (fig. 5.38 - 0874). Es lógico pensar que
sus tamaños dependerían de la envergadura de la caja, arqueta o
mueble del que formaran parte.
Desde el punto de vista cronológico, salvo el ejemplar 0815
de Saus (fig. 5.17 y tabla 5.2), recuperado en niveles de la 2ª mitad del s. V a.C., el resto de bisagras las documentamos entre el
s. IV e inicio del s. II a.C.; si bien sabemos que son piezas que
perduran en el tiempo. Su presencia es habitual como parte del
mobiliario de época romana, tanto republicana como imperial (Béal 1983: láms. XX-XXIII; MacGregor 1985: 203-205;
Schenk 2010: figs. 128 y 129; entre otros).
6.3.1.7. Peines
Todos los peines sencillos (III.5.1) recogidos en esta investigación han sido publicados y estudiados por el equipo de
trabajo del proyecto MHUMAC (Mata Parreño et al. 2017 y
2021), salvo el ejemplar de Ullastret recuperado en las excavaciones de los últimos años en el foso del oppidum (0365)
(fig. 5.57). Sus dimensiones oscilan, en los ejemplares completos, entre los 10,3 - 7,6 cm de longitud; 4,5 - 3 cm de altura;
0,8 - 0,3 cm de grosor. En total son 19 los ejemplares recuperados en espacios de hábitat (tabla 6.9). Aparte de estos, conocemos otro que formaba parte del ajuar de la tumba 71 de la
necrópolis del Turó de dos Pins, datada en el último cuarto del
s. III a.C. Los restos óseos de la cremación corresponden a un
individuo adulto de sexo indeterminado. En esta tumba se recuperaron también dos piezas de oro, un anillo y un aplique decorado, lo que permite incidir en la riqueza del depósito (García i
Roselló 1993: 151-153). Los peines ibéricos son, por tanto, tal
como revela el registro arqueológico, objetos ligados mayoritariamente a los espacios de hábitat.
Son piezas excepcionales por la complejidad técnica de su
ejecución, por su presencia relativamente escasa en el registro
arqueológico y por la materia exótica y alóctona a la península
ibérica en la que están elaborados. Tienen características morfológicas y ornamentales que responden al gusto y estética ibérica, por lo que cabe pensar en su elaboración peninsular. Las
similitudes detectadas en cuanto a dimensiones, morfología y
tallado de los laterales y decoración, sugieren que los artesanos
o artesanas que fabricaron estos peines tenían un modelo de
[page-n-254]
referencia que aplicaban a la materia prima. El resultado final
dependía de su experiencia y pericia, lo que explica que dos
piezas nunca sean exactamente iguales, pero sí próximas entre
sí. Se ha apuntado que la existencia de artesanos itinerantes
es una opción posible para explicar la presencia de peines con
formas y ornamentaciones similares en lugares distantes (Mata
Parreño et al. 2017: 156-157). Todo ello permite considerar
estos objetos como un reflejo de una artesanía especializada
concentrada en pocas manos, en personas con un dominio elevado de las técnicas de trabajo. No en vano, el aserrado de los
dientes es una de las fases más delicadas del proceso de manufactura de todas las piezas elaboradas sobre materias duras animales (Mata Parreño et al. 2018). Más, teniendo en cuenta que
el marfil es una materia prima escasa y valiosa, por lo que es
lógico pensar que no sería malgastada. Por tanto, las personas
detrás de su elaboración dominaban estas técnicas y poseían un
alto grado de saber hacer (Mata Parreño et al. 2017 y 2021).
La concentración destacada de seis peines ebúrneos en el
Cerro de las Cabezas (fig. 5.194), con tres ejemplares del denominado estilo I (1040, 1041 y 1042), decorados con prótomos
de caballos tallados en los laterales, motivo decorativo que después parece extenderse de forma esquematizada en otros ejemplares (Mata Parreño et al. 2017: 149); así como la presencia en
este asentamiento de dos peines sin decorar que podrían entenderse como artefactos en proceso de elaboración, nos permite
plantear que un posible espacio de producción de estas piezas
se localizara en este oppidum del interior peninsular. Desde allí
circularían los productos, los artesanos y/o las ideas hacia el sur
y este peninsulares, ya que encontramos piezas con rasgos formales y decorativos similares en El Chuche (fig. 5.198 - 0685),
L’Alcúdia (fig. 5.196 - 0150), La Serreta (fig. 5.187 - 0207 y
0208) y, posiblemente, en el Tossal de Sant Miquel (fig. 5.147,
- 0414) y Pajar de Artillo, aunque este último no cuente con decoración incisa estructurada en metopas, quizás porque fuera la
última fase de ejecución y faltara realizarse (Mata Parreño et al.
2017: fig. 10-11.1). Todos ellos grandes asentamientos situados
a una distancia de entre 220 y 360 km del Cerro de las Cabezas,
reflejo de una extensa red de movilidad de objetos, artesanos e
información (Mata Parreño et al. 2017: 157).
En La Serreta también pudo existir uno o varios lugares
donde se transformaron, de forma no exclusiva, materias duras
animales, tanto hueso, asta y cuerno, como marfil, al menos de
forma esporádica hacia el s. III - inicio s. II a.C., ya que llama
la atención la presencia de cinco piezas ebúrneas y el caso particular del peine 0208 (fig. 5.187). Esta pieza fue rectificada,
seguramente por una rotura, en los extremos del puente, alterando la forma original rectangular o trapezoidal del peine e incluso fragmentando los motivos decorativos fitomorfos presentes
en ambas caras. Las manos que lo retocaron y permitieron que
siguiera en uso eran las de una persona con conocimiento del
trabajo en materias duras animales.
El peine del Puig de Sant Andreu (fig. 5.57 - 0365), aunque
fragmentado, presenta una forma rectangular sin molduras en
las patas que lo diferencia sutilmente del resto. Su decoración
de espirales resulta también particular, aunque en la patas sí
porta motivos incisos en zigzag al igual que los documentados en ejemplares del Cerro de las Cabezas o El Chuche. Cabría pensar que se trata de una pieza ornamentada y adaptada,
como en el caso de los otros ejemplares, a gustos personales
y que probablemente llegó al Puig de Sant Andreu a través
del comercio, ya que en un oppidum con abundantes objetos
elaborados sobre materias duras animales (186 en el Puig de
Sant Andreu y 227 si tenemos también en cuenta las piezas de
la Illa d’en Reixac y el Gou-Batlle) solo documentamos dos
piezas de marfil.
La función de los peines estaría asociada al aseo, peinado y cuidado del cabello o incluso de la barba en el caso de
los hombres (Mata Parreño et al. 2017: 158-159). Este tipo de
piezas se elaborarían también en madera, tal como refleja el
hallazgo de un peine doble en el depósito votivo de El Amarejo
(Broncano 1989: 38, fig. 4.3 y lám. XXXI; Mata Parreño et al.
2017: 152-153) y en el pozo/cisterna de Els Vilars (Junyent y
López 2017: 36). Sin embargo, cabe pensar que el valor económico de los ejemplares ebúrneos sería considerablemente mayor a los de madera, reflejo de una posición social más elevada
de sus usarias y usuarios y/o de un intento de ostentación. Por
su parte, los peines de madera, una materia prima habitual en
el mundo ibero, podrían estar al alcance de un mayor número
de personas.
6.3.1.8. Fusayolas
Contamos con 17 fusayolas (III.6.6) manufacturadas sobre cabezas femorales presentes en ocho yacimientos iberos (tabla
6.9). En cada uno de ellos se han documentado entre una y cuatro piezas, siendo Els Vilars el enclave con un mayor número
de estas.
Se han identificado también fusayolas de hueso en contextos
de la Edad del Bronce como en el asentamiento del Cerro de la
Encina (Monachil, Granada) (Altamirano 2012) o posibles fusayolas manufacturadas sobre el medallón y la roseta de astas de
ciervo en yacimientos del sureste peninsular como el Cabezo Redondo (Villena, Alicante) o La Almoloya (Pliego, Murcia) (Basso 2018: 48-50). Sin embargo, la presencia de fusayolas óseas
es más habitual en la I Edad del Hierro (Adán 2013: 538; Basso
2018), especialmente en enclaves del norte peninsular (Castiella
Rodríguez 1994; Adán 2003; Arévalo-Muñoz y Camarero 2018).
Asimismo, este tipo de útiles continúan presentes en Europa en
el mundo romano (MacGregor 1985: 187) y altomedieval (Luik
y Maldre 2005; Gutiérrez y Hierro 2010). Cabe señalar que se
ha planteado su uso como posibles redes de pesca (Adán 2013:
538), como botones y como colgantes (Becker 2005; Serna Gancedo et al. 2005); si bien su similitud en forma y dimensiones
con las fusayolas de cerámica y piedra no plantea dudas para la
mayoría de los especialistas de que se tratan de contrapesos de
husos (MacGregor 1985, Mezquíriz 2009, Adán 2013).
Así pues son útiles empleados como contrapesos de los husos para facilitar el hilado, en el mundo ibérico lo habitual es
encontrarlas elaboradas en cerámica; no obstante tenemos constancia de su presencia en hueso, tal como recogemos en este
trabajo; en madera, como demuestra el hallazgo de un ejemplar de forma troncocónica en el depósito votivo de El Amarejo
(Broncano 1989: 38, lám. XXXII); en piedra e incluso en pasta
vítrea, tal como reflejan las piezas recuperadas en los departamentos 8 y 1 de El Puntal dels Llops, respectivamente (Bonet y Mata 2002: fig. 85; Bonet et al. 1981: lám. XX nº 505).
Según M. E. Antón Peset, grosso modo, las fusayolas con un
peso comprendido entre los 4 y los 15 gramos se emplearían
para elaborar hilos finos; de 15 a 30 g para hilos medios; de 30
a 50 g para hilos gruesos y aquellas con más de 60 g de peso,
237
[page-n-255]
Tabla 6.10. Fusayolas ordenadas cronológicamente. Las medidas se expresan en cm.
ID
Yacimiento
Cronología
Tipología: subtipo
Peso (g)
Long.
Ancho Grosor Perf. Ø
687 Els Vilars
S. VIII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
5,8
5
-
0,7
684 Els Vilars
S. VIII - 1ª m. s. VI a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
5,4
5,8
-
0,7
681 Puig Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
10,66
3,7
3,9
1,8
0,7
1037 Kelin
S. VII a.C.
III.6.6.2. Troncocónica
Fracturada 4,6
2,6
1,45
Fracturada
1054 Puig Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
9,39
4,2
3,7
1,7
0,6
1055 Puig Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
9,11
3,7
3,5
1,6
0,5
342 El Puig
Ss. VII-VI a.C. (?)
III.6.6.1. Semiesférica
11
3,7
3,6
2
0,7
674 Kelin
Ss. VII-VI a.C.
III.6.6.2. Troncocónica
14
4
3,5
1,9
0,9 distal/1
proximal
719 Puig de la Nau
2ª m. s. VII - 1ª m. s. VI a.C. III.6.6.1. Semiesférica
13,64
2
3,7
3,8
0,5
276 Els Vilars
1ª m. s. VI a.C. - 1ª m. s. V
a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
3,7
3,85
-
0,4
1053 Puig de la Nau
S. V a. C.
III.6.6.1. Semiesférica
10,73
4,2
3,8
1,9
0,5
363 Els Vilars
1ª m. s. V a.C. - in. s. IV
a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
5,2
3,1
-
Fracturada
703 Kelin
S. IV a.C.
III.6.6.2. Troncocónica
7
4,2
3,5
1,4
0,5 distal/0,7
proximal
757 La Moleta del Remei S. IV a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
3,2
2,7
1,2
0,4 distal/0,3
proximal
770 La Moleta del Remei S. IV a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
4,3
4,2
2
0,8
771 La Moleta del Remei S. IV a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
4
4,2
2,2
1,1 distal/0,7
proximal
695 Els Estrets
III.6.6.1. Semiesférica
21,68
2,6
4,3
4,2
0,9 distal/0,7
proximal
Ss. II-I a.C.
para confeccionar hilos muy gruesos o dobles. Asimismo, ello
dependería de la materia prima empleada para el trabajo textil.
De hecho, según los trabajos experimentales que desarrolló, con
una misma fusayola de 15 g se obtiene un hilo de lino de unos
0,33 - 0,35 mm de grosor y un hilo de lana de entre 0,22 - 0,47
mm; mientras que con una de 25 gramos se produce un hilo
vegetal de 0,39 - 0,47 mm de grosor y de entre 0,35 - 0,60 mm
de lana (Antón Peset 2018: 242).
Aunque no contamos con el peso de todas las fusayolas, en
el caso de las nueve piezas de las que sí tenemos esa información (tabla 6.10) vemos como su peso solo supera los 15 g en el
caso del ejemplar 0695 de Els Estrets, con 21,68 g, por lo que
se habría utilizado para la confección de hilos medios. Los otros
ocho ejemplares (0681, 1054, 1055, 0342, 0674, 0719, 1053,
0703) permitirían realizar hilos finos. Cabe tener en cuenta que
el hueso, con el paso del tiempo, pierde tejido óseo por lo que
su peso inicial no sería el que se conserva hoy en día, sino algo
superior. En general, las dimensiones de todas ellas son similares, ligeramente superiores en los ejemplares más antiguos de
Els Vilars (0687 y 0684), por lo que cabría pensar que los pesos
del resto de fusayolas óseas no superarían los 30 g, de modo que
se emplearían para la confección de hilos de fibras vegetales o
animales finos o medios. También se ha apuntado el uso de estas
piezas como complemento al peso de fusayolas realizadas sobre
otros materiales (MacGregor 1974: 89).
238
Ninguna de ellas está decorada. Además, solo los tres ejemplares de Kelin (fig. 5.154 - 0674 y 1037; fig. 5.155 - 0703), con
cronologías del s. VII al s. IV a.C., tienen forma troncocónica
(subtipo III.6.6.2). Nos encontramos, por tanto, ante una particularidad tecnológica, ya que se requiere del aserrado o corte
de ambos extremos de la cabeza femoral para conseguir esta
forma. Si bien es cierto que en los niveles de final de la Edad
del Bronce e inicios de la I Edad del Hierro de los yacimientos
de Penya Negra (Crevillent, Alicante) y del Cabeço de Mariola (Alfafara/Bocairent, Alicante/València) se han recuperados
también fusayolas troncocónicas (Basso 2018: 51 y fig. 4).
Son piezas con una presencia mayoritaria en niveles del
s. VIII - s. VI a.C. (I Edad del Hierro), pero que perviven en
época ibérica, presentes desde el s. VI hasta el s. IV a.C. en
poblados como Els Vilars, el Puig de la Nau, Kelin y la Moleta
del Remei. De hecho, resulta interesante que en estos tres primeros yacimientos su presencia se documente desde el s. VIII/
VII a.C. al s. IV a.C. El ejemplar más tardío que conocemos es
el de Els Estrets con una cronología asociada al ibérico final
(tabla 6.10).
Por otra parte, no podemos dejar de señalar de nuevo la particularidad de la fusayola 0719 del Puig de la Nau (fig. 5.111)
realizada sobre una cabeza femoral de un individuo joven de
Homo sapiens (Blasco Martín et al. 2021). Es la única evidencia
del trabajo del hueso humano documentada en los yacimien-
[page-n-256]
tos estudiados. Además, resulta significativo que encontremos
ejemplares casi idénticos en el mismo poblado realizadas sobre Bos taurus (fig. 5.111 - 1053). Como ya hemos señalado
al tratar la industria ósea de este yacimiento la selección y manufactura de esta pieza excepcional puede responder a factores
tanto simbólicos como, hasta cierto punto, fortuitos, ya que al
tratarse de una epífisis no fusionada puede responder a un hallazgo casual o al aprovechamiento de una parte ósea (quizás
de cronologías anteriores) simplemente por sus características
formales. De hecho, el caso de las cabezas femorales evidencia
de manera perfecta la elección de soportes sobre materias duras
animales adaptados a la forma y al tipo de la pieza que se quiere
elaborar, a través de la economización de tiempo y esfuerzo de
trabajo. Son, asimismo, piezas sencillas de realizar, como hemos expuesto en el capítulo 4 (Recreación de una fusayola de
hueso). Cabría plantearse si fueron fundamentalmente mujeres
o niñas, en el ámbito doméstico, las que realizaron este tipo de
piezas ligadas al universo femenino y que, por consiguiente, deberían adaptarse a sus propias necesidades.
Además, debemos señalar la particularidad de las cabezas
femorales de bovinos aserradas y sin perforar de Els Vilars
(0495) (fig. 5.78) y el Puig de Sant Andreu (1119) (fig. 5.47),
la primera de ellas sin contexto claro de hallazgo y la segunda
recuperada en el sector 28 de la zona 14 en un estrato fechado
en la 2ª mitad del s. IV a.C. Consideramos que ambos ejemplares podrían pertenecer a fusayolas en proceso de elaboración
o descartadas, si bien las dimensiones algo más reducidas del
ejemplar del Puig de Sant Andreu (3,1 x 2,4 x 1 cm, ligeramente fracturada) podrían también indicar que esa cabeza femoral
fuera utilizada para elaborar otro tipo de pieza como un disco.
6.3.1.9. Placas/apliques
En general, identificamos las placas o apliques (III.9.1) como
piezas de carácter decorativo que se encajan o colocan sobre
la superficie de otros objetos formando diseños ornamentales
y embelleciendo los acabados. Para su realización se requiere
de un conocimiento artesanal elevado, tanto para confeccionar
las propias placas y apliques como para ajustar su tamaño a la
pieza que debieran cubrir o en la que debieran insertarse, ya que
la precisión ha de ser milimétrica. Es un trabajo artesanal que
requiere de herramientas delicadas y de un alto dominio técnico
por parte de las personas que lo llevaran a cabo.
Documentos un total de 15 placas o apliques decorativos
presentes en ocho poblados iberos (tabla 6.9 y fig. 6.16): seis
de ellas se recuperaron en el Puig de Sant Andreu y entre una o
dos en los yacimientos de Saus, la Illa d’en Reixac, Els Vilars,
Turó de la Rovira, Alto Chacón, La Bastida de les Alcusses y
Camp de l’Ylla. Cronológicamente se documentan en contextos
del s. V al s. IV a.C., si bien identificamos algunos ejemplares
en el s. III a.C.
Las placas rectangulares de mayor tamaño suelen asociarse
con la decoración de cajas o muebles de madera (Ruano 1992:
100; Chapa y Mayoral 2007: 121). Se documentan de forma
mayoritaria en las necrópolis del sureste peninsular y del norte
en el caso de Puig de Serra con una cronología centrada en el s.
V a.C. con influencia de los marfiles orientalizantes, tal como
ocurre con las placas con escenas de banquetes, silenos y ánades del silicernium de la tumba 20 de Los Villares (Hoya Gonzalo, Albacete), con claros paralelos etruscos (Roldán Goméz
1995-1996). Si bien, como podemos apreciar en la figura 6.16
los apliques óseos documentados en los poblados presentan una
gran variabilidad formal y estilística.
De forma habitual las placas de hueso o marfil de mayor
tamaño presentan en la cara dorsal incisiones diagonales o reticuladas a menudo irregulares que servirían para facilitar su
adhesión a otras superficies, quizás mediante el empleo de sustancias vegetales como resinas que actuaran a modo de pegamento (Ruano 1992: 101). Además, en casi todas las placas o
apliques la cara dorsal presenta un acabado poco cuidado, en
comparación con la cara frontal, debido a que esta parte de
la pieza está ideada para no ser vista. Este fenómeno lo identificamos, por ejemplo, en las placas rectangulares del Alto
Chacón (0201) y Puig de Sant Andreu (0908), en los apliques
triangulares del Turó de la Rovira (0720) y Puig de Sant Andreu (0901), así como en la placa tallada en forma de esfinge
también del Puig de Sant Andreu (0931) (fig. 6.16). Salvo esta
última pieza, con forma y decoración figurada representando
un ser fantástico, el resto de los apliques de los poblados están
decorados con motivos geométricos, como círculos concéntricos simples y dobles en el Alto Chacón (0201) y en el Turó de
la Rovira (0720) o motivos con ovas en la pieza 0908 del Puig
de Sant Andreu.
Contamos con dos placas rectangulares recuperadas en
Els Vilars (1012 y 1013) que, aunque con ciertas dudas, consideramos que pueden estar realizadas sobre marfil (fig. 6.16)
(Junyent y López 2017: 146). Todavía están adheridas a los soportes metálicos (de útiles indeterminados) a los que revestirían
y ornamentarían, lo que hace más difícil su identificación. La
primera de ellas está decorada con motivos geométricos incisos,
difíciles de apreciar por su reducido tamaño y por el estado de
conservación a nivel macroscópico (fig. 6.16).
En definitiva, son piezas en las que prevalece su finalidad
estética. Y, aunque atestiguadas en los poblados, su presencia
es más común en contextos funerarios como en el Puig de Serra
(Serra de Daró); Los Villares (Hoya Gonzalo) (Roldán 19951996); Hoya de Santa Ana (Chinchilla) (Blánquez 1987) o Los
Castellones del Céal (Hinojares) (Chapa et al. 1998); entre otros.
6.3.1.10. Stili
Contamos con 14 stili (III.1.8) repartidos en cinco yacimientos:
cinco en El Palomar (tabla 5.36 y fig. 5.102), tres en Olèrdola
(tabla 5.33 y fig. 5.94) y un ejemplar en el Puig Castellar (tabla 5.29 y fig. 5.85 - 0609) en cronologías del s. II - s. I a.C.;
y cuatro ejemplares en el Tossal de Sant Miquel (tabla 5.51 y
fig. 5.145) y uno en La Serreta (fig. 5.186 - 0238) probablemente de sus últimas fases de ocupación entre finales del
s. III a.C. e inicio del s. II a.C. (tabla 6.9). Valga señalar que en
los asentamientos de El Palomar y de Olèrdola son el tipo de
piezas terminadas más numerosas.
Los stili son útiles característicos del mundo romano realizados sobre madera, metal, hueso o marfil, utilizados para escribir
sobre láminas de plomo o tablillas de cera (Daremberg y Saglio
1918: 1510-1511). Existen varias representaciones romanas,
tanto grabadas como pintadas, en las que aparecen estas piezas
en su contexto, entre las que podemos destacar un fresco pompeyano en el que se ve a una joven, interpretada como la poetisa
Safo de Mytilene, meditando con un stilus apoyado sobre su
mentón (Božič y Feugère 2004). En numerosas ocasiones, en
los estudios sobre la tabletterie de época romana el mismo tipo
de pieza es considerada como stilus, utensilio cosmético, alfiler,
239
[page-n-257]
0693
0930
1012
0201
0677
0110
1071
0907
1013
0694
0720
0901
0908
0931
1133
Figura 6.16. Placas y apliques óseos. 0693 y 0694-Camp de l’Ylla (adaptado de Casas et al. 2010: fig. 5); 0677-Saus (adaptado de Casas y
Soler 2012: fig. 44); 0201-Alto Chacón; 0110-La Bastida de les Alcusses; 1012 y 1013-Els Vilars; 1071, 0930, 0907, 0908, 0931 y 0901Puig de Sant Andreu; 0720-Turó de la Rovira; 1133-Illa d’en Reixac.
huso o punzón (subulae), dificultando un análisis global, claro
y comparativo entre objetos y yacimientos. En nuestro caso, hemos definido como stili aquellas piezas alargadas, de sección
circular, que presentan un engrosamiento en la parte mesial o
distal que facilita su prensión, característica que los diferencia
de los alfileres. Su extremo distal es esférico, facetado o biselado, en este último caso sirve especialmente como borrador o
alisador en las tablillas de cera (Feugère y Prévot 2008).
Los stili se documentan en yacimientos italianos desde el
s. III a.C. (Gostenčnik 2001), y se expanden por las provincias
romanas desde inicios del s. II a.C. (Feugère y Prévot 2008).
Por tanto, son piezas que nos permiten acotar una cronología
post quem y que, al ser propias de la cultura romana, nos hablan
del contacto entre dos mundos, el ibérico y el romano y de la
adopción por parte del primero de elementos característicos del
segundo. Asimismo, se entiende que la presencia de stili en un
asentamiento se puede poner en relación con el control de actividades económicas y la penetración de la lectura y de la escritura,
al menos en parte de la sociedad (Feugère y Prévot 2008: 242).
Los 14 stili se realizaron sobre diáfisis de hueso largos de
macromamíferos, ninguno de ellos presenta decoración incisa.
A nivel tipológico documentamos cinco con remate biselado (III.1.8.1.a), cuatro ejemplares de El Palomar (0172, 0173,
0180, 0183) (Blasco Martín 2016) (fig. 5.102) y uno del Tossal
de Sant Miquel (0398) (fig. 5.145); tres con cabeza diferenciada
esférica u ovalada (III.1.8.2.b), uno del Tossal de Sant Miquel
(0169) (fig. 5.145), otro de El Palomar (0171) (fig. 5.102) y uno
de Olèrdola (0361) (fig. 5.94) y dos ejemplares con la cabeza
tipo clavo (III.1.8.2.a), uno de La Serreta (0238) (fig. 5.186)
y otro del Tossal de Sant Miquel (0382) (fig. 5.145). Por tanto, no diferenciamos rasgos morfotecnológicos definidos entre
yacimientos. Otros cuatro ejemplares están incompletos por lo
que no podemos asociarlos a ninguna variante concreta (0626 y
0627 de Olèrdola; 0395 del Tossal de Sant Miquel y 0609 del
Puig Castellar). El ejemplar de mayores dimensiones lo encon240
tramos en El Palomar (13,3 x 0,7 x 0,6 cm) (0626), frente al stilus de menor tamaño documentado en el Tossal de Sant Miquel
(6,4 x 1,2 x 1 cm) (0169).
De igual manera, debemos destacar la pieza en proceso de
elaboración 0284 de La Serreta en la que se intuye claramente la
forma de un stilus con remate biselado (fig. 5.190). En este yacimiento se documentan un ejemplar completo y uno en proceso
de manufactura, pareciendo referenciar el trabajo de un artesano
ibero-romano en el asentamiento realizando, entre otros, esta
clase de útiles.
6.3.1.11. Espátulas
El uso de las espátulas (III.3.3) se ha ligado a la preparación de
ungüentos con fines cosméticos o medicinales (Schenk 2010:
42). Contamos con 11 ejemplares, distribuidos en ocho yacimientos con una presencia reducida, entre una y dos piezas
(tabla 6.9). Todas están elaboradas sobre diáfisis de huesos
largos de meso o macromamíferos. Su factura varía ya que encontramos piezas realizadas de forma muy cuidada, como el
ejemplar 0927 del Puig de Sant Andreu (fig. 5.36) o el 0063
de La Bastida de les Alcusses (fig. 5.174) y otras que apenas
presentan el extremo activo modificado, sin un gran trabajo
en el cuerpo de la pieza, pudiendo llegar a relacionarse con
la industria expeditiva, como las piezas 0179 de El Palomar
(fig. 5.103) o 0702 de Kelin (fig. 5.154).
A nivel cronológico, aunque documentamos pocos ejemplares, su cronología se extiende desde el s. VII al s. I a.C. En
época romana las espátulas de hueso (ligulae) y las cucharillas
(coclhearia) eran utilizadas por las mujeres romanas para la preparación y aplicación de ungüentos, cremas, aceites y perfumes,
con fines cosméticos y de carácter farmacológico (Mezquíriz
2009: 177). De las 11 espátulas identificadas solamente una de
ellas, la 0655 de Olèrdola, se ha conservado completa con una
longitud de 10,1 cm y un grosor máximo en el extremo distal de
0,8 cm (fig. 5.94).
[page-n-258]
6.3.2. entre diez y tres ejemplares
Nos centramos a continuación en aquellas piezas de las que hemos documentado entre 10 y 3 ejemplares (tabla 6.11).
6.3.2.1. Biapuntados
Los útiles biapuntados (III.1.3) son habituales en los yacimientos arqueológicos neolíticos y de la Edad del Bronce (CampsFabrer 1990: fiche 15; Pascual 1998: 58). Su presencia, en menor proporción, se extiende también a la Edad del Hierro. En
nuestro caso, hemos documentado 10 biapuntados en siete yacimientos (tabla 6.11 y fig. 6.17), con cronologías que abarcan
del s. VII/VI a.C. (1036, Kelin) a finales del s. III a.C. (0225,
La Serreta; 0792 y 0795, Mas Castellar). De ellos, ocho están
manufacturados sobre diáfisis de huesos largos de animales de
talla media y grande, uno sobre asta de ciervo (1093, Puig de
Sant Andreu) y otro sobre un incisivo de jabalí (0903, PSA).
Los ejemplares de mayor tamaño tienen una longitud de 12 cm
(0148, La Bastida de les Alcusses; 1036, Kelin) y, por el contrario, el ejemplar más pequeño tiene una longitud de 4,7 cm
(0903, Puig de Sant Andreu).
Sobre su función se han planteado diversas posibilidades:
que sirvieran para realizar incisiones o perforaciones en materias blandas como pieles o arcilla; que pudiesen emplearse
como instrumentos complementarios en actividades textiles o
de cestería (Camps-Fabrer 1990: fiche 15) e incluso, para época neolítica, se han considerado como anzuelos para la pesca
que irían atados por la parte mesial a un enmangue de madera (Pascual 1998: 59). Por nuestra parte consideramos que,
al igual que los punzones, serían útiles multifuncionales empleados en tareas diversas en las que prevalecería su acción
como perforadores, para los que han sido apuntados sus dos
extremos activos.
6.3.2.2. Tubos
Debemos distinguir entre los tubos de mesomamíferos (III.4.3.1)
y los de ave (III.4.3.2).
Tubos de mesomamíferos: contamos con siete ejemplares
identificados de forma clara, cuatro de ellos de La Bastida de
les Alcusses (fig. 6.18), resultando de especial interés el ejemplar 0103 recuperado en el dep. 30 junto a un tapón de hueso
(0104) que serviría como sistema de cierre y apertura del tubo
(Fletcher et al. 1965: 162). Así, los tubos 0117 de La Bastida de
les Alcusses, 0044 de Covalta y 0797 de Mas Castellar resultan
totalmente similares a la pieza 0103 en su forma, sección y en
la disposición de dos perforaciones circulares enfrentadas de 0,2
cm de diámetro en el extremo conservado que permitirían la fijación de un tapón que no ha sido conservado, quizás por haberse elaborado en materias primas perecederas como el corcho, la
madera o incluso la piel. La pieza 0469 de El Amarejo está fragmentada, sin que sean visibles ninguno de sus extremos, pero
por su forma y por el hecho de encontrarse totalmente regularizada internamente con un grosor de la pared ósea de 0,2 cm nos
lleva a tomarlo como la parte mesial de un tubo. Por su parte, los
ejemplares 0101 y 0102 de La Bastida de les Alcusses, decorados con líneas oblicuas incisas, se corresponden con el extremo
distal de tubos de pequeño tamaño. Así pues, ninguna de las
piezas se ha conservado completa. Dentro de ellas podrían contenerse tanto objetos pequeños, como agujas finas, metálicas o
de otras materias primas; como sustancias valiosas, como hier-
bas medicinales o cosméticos. Valga apuntar como paralelo que
en el yacimiento de Cancho Roano se halló, en la estancia O-2,
una diáfisis ósea empleada inequívocamente como un estuche
para agujas, ya que todavía contenía en su interior cuando fue
encontrada cinco agujas de bronce fragmentadas (Celestino y
Jiménez Ávila 1996: 113, fig. 29).
El ejemplar de Mas Castellar se fecha a finales del s. V inicios del s. IV a.C., los de La Bastida de les Alcusses en una
cronología similar centrada en el s. IV a.C. y la pieza de El
Amarejo a mediados del s. IV a.C. - s. III a.C. Por su parte, de
Covalta no contamos con una estratigrafía clara. Por tanto, a
nivel general, podíamos considerar que se trata de unas piezas
cuya presencia se concentra, grosso modo, en el s. IV a.C.
Cabe recopilar otras cuatro piezas de los yacimientos de El
Vilar, Kelin, Puig de Sant Andreu y la Illa d’en Reixac que no
tenemos claro en considerar como tubos o como mangos cilíndricos, al presentar sección anular y tratarse de diáfisis de mesomamíferos aserradas y parcialmente vaciadas que no presentan
ninguna perforación (fig. 6.18).
Tubos realizados sobre diáfisis de rapaces: Contamos con
tres tubos manufacturados sobre diáfisis de huesos largos de
aves (fig. 6.6). Los ejemplares del Castellet de Bernabé y de
La Seña conservan inserto en el extremo un remache de hierro
y fueron realizados sobre ulnas de buitres leonados (Gyps fulvus). Por su parte, el tubo del Tossal de Sant Miquel, decorado
con finas incisiones geométricas fue manufacturado sobre una
ulna de águila (Aquila sp.) y, en este caso, no cuenta con ninguna inserción metálica. Por su forma y por las perforaciones
que presenta en el extremo conservado podríamos pensar que
se tratara, al igual que en el caso de los tubos de mesomamíferos, de una posible cajita de hueso en la que guardar algún útil
o sustancia delicada y valiosa. Para los otros dos ejemplares,
como ya hemos apuntado con anterioridad, no tenemos clara
su función. Diáfisis de aves rapaces aserradas por las epífisis
han sido interpretadas tanto en contextos neolíticos como la
Cova de l’Or (Beniarrés, Alicante) (Pascual 1998: 93) como
para época romana y la Edad Moderna, como instrumentos
musicales (Moreno García et al. 2005); sin embargo, en ninguno de esos tubos se ha documentado ninguna inserción de hierro. Así pues, no podemos afirmar su funcionalidad, al menos
por el momento, pero sí remarcar la singularidad del trabajo
sobre los huesos de estas grandes aves rapaces. Moreno García et al. (2005: 346) señalan que los huesos de aves rapaces
manufacturados aportan complejidad, riqueza y belleza a las
expresiones culturales humanas, algo que vemos reflejado en
estas tres piezas del Castellet de Bernabé, La Seña y el Tossal
de Sant Miquel. Son, además, tres yacimientos situados en el
área edetana, cercanos entre sí, a menos de 19 km de distancia entre ellos, por lo que cabría hablar de cierta singularidad
territorial en el uso de estos huesos. El tubo de la Seña se data
entre el s. V y el s. IV a.C.; el del Castellet de Bernabé entre
la 2ª mitad del s. V y el s. III a.C. y el del Tossal de Sant Miquel, del cual no poseemos gran información estratigráfica y
que asociamos al final de ocupación del oppidum, a finales del
s. III - inicios del s. II a.C.
6.3.2.3. Varillas
Las varillas (III.3.1) están concentradas, fundamentalmente, en
La Serreta con siete piezas elaboradas sobre diáfisis de huesos
largos de macromamíferos (posibles metápodos) (tabla 6.11 y
241
[page-n-259]
Tabla 6.11. Tipos de objetos con entre diez y tres ejemplares (los poblados sin estos tipos no se reflejan).
III.1.3
III.4.3
1. Mas Castellar
2
1
4. Illa d’en Reixac
1
6. Puig de Sant Andreu
3
III.3.1
III.1.7
III.4.4
III.6.8
III.3.6
III.4.2
III.1.4
III.6.3
1
1
1
8. Turó del Montgròs
1
9. Tossal de les Tenalles
2
10. Els Vilars
1
12. Puig Castellar
1
13. Turó de la Rovira
3
1
14. Penya del Moro
1
1
17. San Antonio
1
18. El Palomar
1
3
1
23. Alto Chacón
6
29. Castellet de Bernabé
1
30. La Seña
1
1
1
2
1
31. El Puntal dels Llops
1
32. Tossal de Sant Miquel
1
33. Tos Pelat
1
34. Kelin
1
35. El Amarejo
1
36. Covalta
1
37. La Bastida de les Alcusses
1
38. La Serreta
1
4
3
2
7
42. L'Alcúdia
1
TOTAL
10
10
8
7
6
6
5
5
5
3
III.1.3. Biapuntado; III.4.3. Tubo; III.3.1. Varilla; III.1.7. Punzón doble; III.4.4. Caja; III.6.8. Placa perforada; III.3.6. Disco; III.4.2. Cacha; III.1.4. Apuntado plano; III.6.3. Pieza pseudotriangular.
0148
0225
1036
0569
0904
0792
1093
1160
0795
0903
Figura 6.17. Biapuntados de hueso, diente y asta. 0148-La Bastida de les Alcusses; 0225-La Serreta; 0569-Penya del Moro; 0792-Mas
Castellar; 0795-Mas Castellar; 0903-Puig de Sant Andreu; 0904-Puig de Sant Andreu; 1036-Kelin; 1093-Puig de Sant Andreu; 1160-Illa
d’en Reixac.
242
[page-n-260]
0101
0705
1004
1126
0797
0044
0102
0117
0103/0104
0469
0268
Figura 6.18. Tubos de mesomamíferos: 0044-Covalta; 0101-0102-0103-0117-La Bastida de les Alcusses; 0469-El Amarejo; 0797-Mas
Castellar. Tubos o mangos de mesomamíferos. 0268-El Vilar; 0705-Kelin; 1004-Puig de Sant Andreu; 1126-Illa d’en Reixac.
fig. 5.189). No conservamos ningún ejemplar completo longitudinalmente, pero su anchura se sitúa entre 0,9 y 0,7 cm y su
grosor entre 0,6 y 0,3 cm. En el Castellet de Bernabé documentamos otro fragmento de una posible varilla (0729) (fig. 5.132)
en una zona de tránsito en la calle central del caserío (Guérin
2003: 97 y fig. 138). Todas estas piezas podrían datarse a finales
del s. III a.C. - inicio del s. II a.C.
6.3.2.4. Punzones dobles
Los punzones dobles (III.1.7) se documentan en el mundo ibero exclusivamente en El Alto Chacón (tabla 6.11 y fig. 5.114),
por tanto, están ligados a un poblado y a un territorio. Han sido
realizados sobre metacarpos y metatarsos de Ovis aries. Dos
de ellos están perforados y tres presentan decoraciones incisas
profundas. Como ya señalamos, no podemos afirmar para qué
se utilizaron, habiéndose planteado su uso como horquillas para
el cabello (VV.AA. 2007: 313) o incluso como peines en cronologías prehistóricas (Camps Fabrer 1990). Consideramos que
resulta aventurado afirmar cualquiera de esas interpretaciones.
Gracias a su punta bífida podrían servir para introducirse, sujetar o pinchar superficies blandas como cabello, fibras textiles,
arcilla o incluso alimentos.
6.3.2.5. Cajas
Las evidencias tecnológicas sobre la pieza de asta de ciervo regularizada y vaciada de El Puntal dels Llops (0653) (figs. 4.39 y
6.19), nos llevaron a plantear la función de este artefacto como
caja (III.4.4), a través de la realización de dos réplicas experimentales (fig. 4.40); así como por la comparación con paralelos arqueológicos e históricos de piezas similares de astas de
ciervo utilizadas en Época Vikinga, la Edad Media y la Edad
Moderna como contenedores (Rijkelijkhuizen 2011: 232; Haak
et al. 2012: fig. 17). Recordemos que la pieza de El Puntal dels
Llops presenta además una palabra incisa en signario levantino,
N l U I B (n a u i ba), que podría interpretarse como el nombre
del dueño o dueña de la caja, indicando así propiedad (Bonet y
Mata 2002: 172).
En el yacimiento del Puig de Castellar se recuperó otra pieza (1190) (fig. 6.19), hoy en día “ilocalizable” (Sanmartí et al.
1992: fig. 90) que presenta una forma muy similar al ejemplar
de El Puntal dels Llops, decorada en este caso con más de 30
círculos dobles concéntricos con punto central. Son los dos únicos ejemplares de cajas de ciervo con tres aberturas documentados en contextos ibéricos, tanto de hábitat como funerarios. Para
la pieza de El Puig Castellar no podemos matizar su cronología
más allá de época ibérica, pero el ejemplar de El Puntal dels
Llops, hallado en la calle central de la atalaya frente al dep. 15,
podría asociarse al momento final del fortín en torno a finales
del s. III - inicios del s. II a.C.
Por otra parte, hemos identificado otras cuatro posibles cajas
realizadas sobre perchas de ciervo aserradas transversalmente
(dos extremos) y metódicamente vaciadas en el Turó de Montgròs (0048) (fig. 5.67); en San Antonio de Calaceite (0438) (fig.
5.100); en el Turó de la Rovira (0726) (fig. 5.89) y en el Castellet de Bernabé (0730) (fig. 5.132), si bien este último ejemplar
no presenta un acabado tan delicado como el resto. Por su parte,
el ejemplar 0726 del Turó de la Rovira cuenta con un amplio
desarrollo decorativo de motivos geométricos diversos.
Es la primera vez que se ha asociado estas piezas con la
función de pequeños contenedores. Podrían servir para guardar
dentro de sí semillas o hierbas medicinales o alucinógenas, sal
u otras sustancias o instrumentos delicados y apreaciados que
necesitaran ser protegidos y preservados.
6.3.2.6. Placas perforadas
Las placas perforadas (III.6.8) tienen forma rectangular, sección plana o ligeramente cóncava y culminan en los extremos en remates variados que nos permiten establecer variantes (redondeados, rectos, dentados o triangulares). Además,
se definen por presentar dos o tres hileras de perforaciones y,
normalmente, una perforación de mayor tamaño en sus extremos. En ocasiones presentan decoraciones incisas de motivos
geométricos. La mayor parte de los ejemplares recuperados en
contextos ibéricos proceden de necrópolis datadas en el siglo
243
[page-n-261]
Figura 6.19. Cajas de asta con tres extremos abiertos. Izquierda: 0653-El Puntal dels Llops. Derecha: 1190-Puig Castellar (Serra-Ràfols
1942: lám. V). Desconocemos las medidas de la pieza del Puig Castellar al no haberse publicado esta información (actualmente se desconoce la ubicación de la pieza); el ejemplar El Puntal dels Llops mide 15,5 cm de longitud.
0098
0099
0202
1011
0100
1172
Figura 6.20. Placas perforadas en poblados. 0098-0099-0100-La Bastida de les Alcusses; 0202-Alto Chacón; 1011-Els Vilars; 1172-L’Alcúdia.
IV a.C., con escasos ejemplares documentados a principios del
siglo II a.C (Mata Parreño et al. 2021). Tradicionalmente, se han
identificado con telares móviles (Leroi-Gourhan 1943; Ruano y
Montero 1989).
Así, destaca su presencia en dos necrópolis: El Cigarralejo,
donde se recuperaron 45 placas perforadas todas ellas formando parte de ajuares datados en el s. IV a.C. (Cuadrado 1987) y
en Coimbra del Barranco Ancho con un total de 26 ejemplares
halladas en tumbas datadas entre el s. IV y el s. III a.C. (García
Cano 1997, 1999; García Cano et al. 2008). Según el análisis de
todas las que se han conservado completas sus medidas oscilan
entre los 8 y 22 cm de longitud y los 1,3 y 2,5 cm de anchura
(Mora García 2018: 156).
En espacios de hábitat documentamos seis placas: tres en
La Bastida de les Alcusses y un ejemplar en los yacimientos del
Alto Chacón, Els Vilars y L’Alcúdia (fig. 6.20).
El funcionamiento de este tipo de telar en principio sería
sencillo: atando los hilos de urdimbre por uno de sus extremos
a la cintura de la persona encargada de tejer y, por el otro extremo, a un punto fijo o a la propia rodilla de la tejedora, y pasando dichos hilos entre los orificios de la placa, bien tensados, se
podrían elaborar piezas textiles estrechas y con diferentes tramas que servirían, por ejemplo, de elementos decorativos en los
atuendos (Mora García 2018: 159).
244
Se han formulado propuestas alternativas acerca de su funcionalidad, como su uso como separadores de cuentas de collares (Carrasco et al. 2009), como colgantes rígidos, pasando unas cintas por las
perforaciones de los extremos, o como peine o peineta para sujetar
el cabello, introduciendo para ello pequeñas púas en los agujeros
de la pieza (Ruano y Montero 1989). Sin embargo, gracias a los
resultados obtenidos a través de trabajos experimentales (en nuestro
caso llevados a cabo en el Museu de Prehistòria de València junto a
E. Ripollès Adelantado y C. Mata Parreño) (fig. 6.21), así como por
los realizados por otras investigadoras para las placas perforadas de
cronologías prehistóricas (Meneses 1993: 332) y para época ibérica
(trabajos realizados por A. Macián Fuster, recogidos por Mora García 2018: 158), podemos afirmar, tal como apuntó Leroi-Gourhan
hace décadas (1943), que cabe interpretarlos como pequeños telares
horizontales. Dicho lo cual, no obstante, también podrían facilitar
la tarea del tejido con telares de placas cuadradas (Alfaro 1984: 8586) funcionando como tensadores de los hilos, evitando su excesiva
torsión (Ruiz de Haro 2014) (fig. 6.21).
Cabe apuntar que se ha planteado que los motivos incisos puedan ser un código o patrón para elaborar la trama del tejido (Ruiz
de Haro 2014: 46). Sin embargo, la mayoría aparecen sin decorar. Como hemos comprobado en nuestros trabajos experimentales, el número de perforaciones (tanto total como su distribución
en hileras) sí podría resultar determinante en la trama realizada.
[page-n-262]
6.3.2.7. Discos
Documentamos un total de cinco discos (III.3.6) elaborados sobre materias duras animales (tabla 6.11 y fig. 6.22). En el caso
de los ejemplares 0602, 0636, 1188 y 1189 su decoración en
sectores circulares, su cuidada factura y el hecho de haber documentado un paralelo idéntico en el Puig Castellar elaborado sobre piedra sin apenas alteraciones nos llevan a pensar que pudieron ser empleados como fichas en algún tipo de juego (Blasco
Martín 2016). Sin embargo, la pieza 0637 del Tossal de les Tenalles, manufacturada sobre asta de ciervo, presenta numerosas
estrías provocadas por la fricción continuada de su superficie
contra otra materia prima, por lo que cabría considerar que se
tratara de un disco empleado en alguna acción práctica como el
tratamiento de las pieles o como alisador o bruñidor.
Estas piezas, especialmente en el caso del Puig Castellar,
nos permiten ahondar en la visión comparativa, identificando
los mismos tipos de objetos elaborados en diferentes materias
primas. Y es que: “El útil no sólo responde a una materia prima determinada” (Serrallonga 1994). Una premisa básica, pero
que a veces queda desdibujada en las interpretaciones de la cultura material.
6.3.2.8. Cachas
Se han identificado cinco cachas (III.4.2) realizadas sobre hueso de animales de talla media/grande (3), asta de ciervo (1) y
colmillo de jabalí (1) (fig. 6.23). Entre ellas sin duda destaca el
ejemplar de La Bastida de les Alcusses 0161 utilizado en una
espada de frontón, un arma que refleja el dominio de las élites
guerreras en el mundo ibero. El resto de las cachas son de menor
tamaño y posiblemente se utilizarían sobre pequeños cuchillos
u otras herramientas. Sobre todas ellas, excepto en el ejemplar
fracturado 0621 de La Bastida de les Alcusses, se distinguen
perforaciones en la parte central en las que se insertarían clavos
metálicos para fijar la pieza a la hoja que enmangase y protegiese; incluso en la cacha de asta de la Illa d’en Reixac (1122)
todavía conserva inserto en ella dicho clavo metálico. Salvo el
ejemplar 0801 de Mas Castellar recuperado en el establecimiento rural en una unidad estratigráfica datada en el primer tercio
del s. II a.C. el resto de cachas tienen una cronología centrada
fundamentalmente en el s. IV a.C.
Al igual que en el caso de las placas o apliques ornamentales
también podrían emplearse sustancas adhesivas para asegurar
su sujeción. Sería común la utilización de materias primas perecederas como la madera y el cuerno para la confección de este
tipo de piezas.
6.3.2.9. Apuntados planos
Este tipo de piezas, los apuntados planos (III.1.4) de forma similar
al caso de los punzones dobles o de las varillas, también denotan
una delimitación y caracterización territorial, ya que solo se han
recuperado cinco ejemplares, tres en San Antonio (0570-04390631) (fig. 5.100) y dos en el Alto Chacón (0189 y 0190) (fig.
5.114), dos asentamientos de la actual provincia turolense que distan entre sí 134 km. Al haber sido recuperados en excavaciones
antiguas del siglo pasado y por el registro arqueológico llevado
a cabo, no podemos precisar su datación más allá de apuntar que
0439 y 0631 fueron recuperados en niveles de los deps. 25 y 6,
respectivamente, fechados a finales del s. III e inicios del s. II a.C.
Todos ellos han sido elaborados sobre huesos largos de animales de talla grande y cuentan con decoración moldurada y/o
geométrica. Además, la pieza 0189 del Alto Chacón presenta
en ambas caras una serie de inscripciones en signario levantino
entre las que se distinguen, entre otros términos, los vocablos
uŕkeatin e iltuneśker (uno por cada cara), antropónimos documentados en el Bronce de Ascoli (Atrián y Untermann 1982:
58). De esta manera, cabría pensar en que se esté mencionando
a la persona propietaria de la pieza y a aquella que se la regala o,
incluso, a aquella que la ha realizado, reflejando de esta manera
la valía dada a este tipo de objetos, que se convierten en útiles
personales ligados totalmente a sus usuarios o usuarias.
6.3.2.10. Piezas pseudotriangulares
Las piezas pseudotriangulares (III.6.3) son instrumentos singulares para los que, como ya hemos señalado, no hay acuerdo
sobre su funcionalidad. Se ha apuntado a su posible utilización
como camas de caballo (Tardío y Zamolla 2011: 62-63) o como
herramientas auxiliares para preparar cuerdas (Provenzano y
Boucherat 2010). Hemos documentado un único ejemplar en
tres yacimientos diferentes (tabla 6.11): Tos Pelat (fig. 5.151 0360), Puig de Sant Andreu (fig. 5.54 - 0896) y La Penya del
Moro (Barberá y Molist 2002: 54) (0896). El ejemplar del PSA
se encuadra cronológicamente en el s. III a.C. y los otros dos en
el s. IV a.C. Por el momento no tenemos constancia de su aparición en contextos funerarios. Cabe señalar que en yacimientos
del norte e interior peninsular como el castro de las Peñas de
Oro (Valle de Zuya-Álava) se recuperaron tambien dos de estas
piezas, por lo que su presencia no queda reducida al mundo ibérico (Tardío y Zamolla 2011: 62-63).
6.3.3. dos ejemplares
Finalmente, contamos con una serie de piezas que solo están
representadas por dos objetos.
6.3.3.1. Cinceles
Contamos con las piezas 0577-Puig Castellar y 1023-Els Vilars
manufacturadas sobre un metatarso de Bos taurus y sobre parte
de la percha de una cuerna de Cervus elaphus (fig. 6.24). Ambas
son útiles contundentes, ideados para realizar tareas de fuerza.
El ejemplar de Els Vilars fue recuperado en niveles de la fase
IIc del yacimiento por lo que su cronología se fija en el tercer
cuarto del s. V a.C.; para el ejemplar de Puig Castellar, por su
parte, no podemos precisar su datación más allá de la general
del yacimiento, finales del s. VI - inicios del s. II a.C..
6.3.3.2. Cucharitas
Identificamos una cucharita en La Bastida de les Alcusses
(0106) y otra en Mas Castellar (0819), ambas realizadas sobre
hueso, la primera con una cronología del s. IV a.C. y con decoraciones incisas, la segunda a principios del s. II a.C. y con una
factura menos cuidada (fig. 6.25.a). Pudieron emplearse para la
aplicación de sustancias cosméticas o para el consumo de sustancias medicinales.
6.3.3.3. Pasadores
Ambos pasadores identificados, de La Bastida de les Alcusses
(0108) y de la Peña de las Majadas (0538) están realizados sobre
diáfisis de macromamíferos (fig. 6.25.b). En el primer caso con una
cronología del s. IV a.C.; para los materiales de la Peña de las Majadas no podemos especificar su cronología al haber sido recuperados en trabajos de prospección. Pudieron utilizarse para la sujeción
de prendas de ropa u otros elementos textiles.
245
[page-n-263]
Figura 6.21. Izquierda: Recreación del tejido con lana con una placa de hueso de doble hilera. Derecha: Recreación de un telar de placas
de madera utilizado junto a una placa de hueso de doble hilera como tensador textil. Experimentaciones realizadas por Eva Ripollés Adelantado y Consuelo Mata Parreño.
0602
0636
0637
Disco de piedra
1188
1189
Figura 6.22. Discos. 0602-1088-1089 y disco de piedra del Puig Castellar; 0636-0637 del Tossal de les Tenalles (dibujos de Sanmartí et
al. 1992: fig. 67B: 154 y 155).
0588
0621
0161
1122
0801
Figura 6.23. Cachas de materias duras animales. 0161-0621-La Bastida de les Alcusses; 0588-La Penya del Moro; 0801-Mas Castellar;
1122-Illa d’en Reixac.
246
[page-n-264]
1023
0577
0715
0717
Figura 6.24. Cinceles y percutores de hueso y asta. 0577-Puig Castellar; 1023-Els Vilars; 0715 y 0717-Puig de la Nau.
a)
0819
b)
c)
0538
0936
0104
0106
0108
1000
0906
f)
e)
d)
0280
0862
0633
1008
Figura 6.25. Tipos de objetos con dos ejemplares. A) Cucharita: 0106-La Bastida de les Alcusses y 0819-Mas Castellar; b) pasador: 0108La Bastida de les Alcusses y 0538-La Penya de las Majadas; c) tapón: 0104-La Bastida de les Alcusses y 0936-Puig de Sant Andreu; d)
anillo: 0280-La Serreta y 0862-Puig de Sant Andreu; e) botón: 0633-Olèrdola y 1008-Els Vilars; f) colgante: 0906-Puig de Sant Andreu
y 1000-Illa d’en Reixac.
6.3.3.4. Tapones
Hallados dos ejemplares en La Bastida de les Alcusses (0104)
y en el Puig de Sant Andreu (0936), el primero datado en el
s. IV a.C. y el segundo a finales del s. V a.C. (fig. 6.25.c). Ambos se
recuperaron junto a los objetos de los que funcionaron como sistema de cierre y apertura, adaptados a las características físicas de los
mismos, como es el caso de un lécito aribalístico en el Puig de Sant
Andreu (fig. 5.37) y de un tubo de hueso que funcionaría como un
pequeño recipiente en La Bastida de les Alcusses (fig. 5.174).
6.3.3.5. Percutores
Los dos únicos percutores documentados han sido recuperados
en el Puig de la Nau: 0715 y 0717, datados en el s. V a.C. (fig.
6.24). Ambos están manufacturados sobre asta de ciervo. Los
componentes minerales de las astas les aportan mayor dureza y
resistencia a los impactos que los huesos, resultando una materia prima idónea para tareas en las que se requiera ejercer una
fuerza sobre otro objeto o sustancia, bien sea por percusión activa o pasiva (MacGregor 1985: 28).
6.3.3.6. Anillos
Solo hemos distinguido, en los yacimientos incluidos en
este trabajo, dos posibles anillos o anillas: 0280-La Serreta
y 0862-Puig de Sant Andreu (fig. 6.25.d), realizados sobre
diáfisis de huesos largos de animales de talla grande. El del
Puig de Sant Andreu se data en la segunda mitad del s. III
a.C., y la pieza 0280 en el momento final de ocupación de La
Serreta, s. III - inicio s. II a.C.
247
[page-n-265]
0791
1016
0260
0346
0926
0165
1007
Figura 6.26. Tipos de objetos de los que solo contamos con un ejemplar.
6.3.3.7. Botones
Se tratan de dos objetos de pequeño tamaño y sección plana
o plano-convexa realizados sobre hueso que presentan una o
dos perforaciones recuperados en Olèrdola (0633) y Els Vilars
(1008) (fig. 6.25.e). La cronología del ejemplar de Olèrdola no
pudo ser matizada por los contextos de hallazgo más allá del s.
IV - s. I a.C. (recogido por Molist 2009: fig. 16.1), mientras que
la pieza de Els Vilars se data en la 2ª mitad del s. VI a.C.
6.3.3.8. Colgantes
Los colgantes pueden presentar formas muy diversas, así como
es lógico pensar que fueron realizados en numerosas materias
primas, más allá de las materias duras animales. En este trabajo
hemos identificado en el Puig de Sant Andreu (0906) (s. IV s. III a.C.) una de las partes de un útil compuesto dentro del
cual podrían guardarse sustancias como mechones de cabello
(práctica habitual en el mundo romano), pequeños amuletos o
hierbas medicinales o incluso cera, ya que útiles similares se
han interpretado como pequeños contenedores de sellos de cera
(Adkins y Adkins 2004: 229; Milovanović y Raičković Savić
2013); y en la Illa d’en Reixac un canino de oso pardo perforado
(1000) (s. III a.C.) que, sin duda, sería utilizado como elemento
de prestigio por su portador o portadora, plasmando quizás de
forma física y visual el haber dado caza a un gran animal en un
acto que bien pudo haber marcado la vida de su protagonista
(fig. 6.25.f).
248
6.3.4. un ejemplar
Además, contamos con una serie de piezas de las que solo hemos
definido un ejemplar (fig. 6.26): una punta de flecha en el Mas
Castellar (III.1.5) (0791); un retocador de hueso (III.2.2) y un
pomo de marfil (III.4.6) en Els Vilars (1016 y 1007); una bobina
de marfil en El Puig d’Alcoi (III.3.7) (0346); un candil con abertura en el Tossal de Sant Miquel (III.6.7) (0165); un posible huso
en el Puig de Sant Andreu (III.8.1) (0926) y una falange pintada
en La Serreta (III.9.2) (0260).
Son, por tanto, objetos poco representativos dentro de la industria sobre materias duras animales de época ibérica; pero
su presencia evidencia variabilidad de objetos, de usos, de significados y de producciones artesanales. Además, estas piezas son
testimonio de objetos que pudieron elaborarse de igual forma sobre
materias primas perecederas como la madera o el cuerno. De ahí,
que debamos reivindicar la valía de estos pequeños objetos que,
por su singularidad, hemos intentado comprender especialmente en
función de sus contextos particulares de hallazgo.
No hemos constatado ningun dado (III.7.1) realizado sobre
materas duras animales en poblados, pero sí están presentes en
espacios funerarios, como los tres ejemplares de la tumba 43 de
Coimbra del Barranco Ancho (García Cano et al. 2008: 57). Si
bien se trata de instrumentos escasamente representados en el
mundo ibero, tanto sobre materias duras animales, como sobre
otras materias primas (Blasco Martín 2016).
[page-n-266]
7
Artesanías, espacios de trabajo y herramientas
La abundante concentración de objetos terminados elaborados
sobre materias duras animales y, en especial, las evidencias de
su cadena operativa nos permiten asegurar que, en el mundo
ibero, existieron artesanías sobre el hueso, el asta, el cuerno y
el marfil.
Aunque es cierto que en casi todos los poblados analizados
documentamos evidencias de la elaboración de objetos sobre
estas materias primas, especialmente de huesos y de astas, no
identificamos espacios únicos con grandes concentraciones de
objetos terminados, de piezas en proceso de manufactura y de
herramientas de trabajo que nos hagan pensar en la existencia de un taller exclusivo de elaboración de objetos sobre estas
materias primas. El espacio mejor definido para el trabajo del
hueso y del cuerno es el departamento 155 de La Bastida de les
Alcusses donde se encontraron cinco alfileres (uno de ellos reavivado), un objeto apuntado, dos soportes de trabajo de hueso
en forma de placa y de varilla y dos desechos del trabajo del
cuerno (figs. 5.177 y 5.179). Por otra parte, constatamos una
presencia significativa de matrices, desechos y/o soportes de
trabajo en asentamientos como el Puig de Sant Andreu, la Illa
d’en Reixac, el Alto Chacón o La Serreta, localizados de forma
dispersa por diferentes estancias y espacios abiertos. Así como
es habitual documentar restos de cuernas de ciervo aserradas y
desechadas en las fosas de los yacimientos del noreste peninsular como Mas Castellar o Camp de l’Ylla o también en el pozo/
cisterna de Els Vilars.
Cabe pensar que los lugares de trabajo deberían localizarse
de forma preferente en espacios abiertos, como en patios o en
las propias calles, para contar con una buena iluminación y ventilación donde se realizaran diversas tareas propias de la vida de
los poblados, desde elaboración de artesanías en otras materias
primas como la madera, a actividades domésticas y de mantenimiento. Por ejemplo, de nuevo en La Bastida de les Alcusses
vemos como los tres departamentos con mayor acumulación de
piezas y evidencias de trabajo del hueso y del cuerno son espacios abiertos: departamentos 122, 155 y 230 (fig. 5.177); o en
el Castellet de Bernabé los desechos y soportes de trabajo se
recuperaron fundamentalmente en la calle central (fig. 5.133),
donde pudieron quedar descartados tras la elaboración de los
artefactos finales.
Debemos tener en cuenta que convivirían diferentes niveles
de artesanía sobre estas materias primas, desde la ejecución de
piezas sencillas que pudieran realizarse casi por cualquier persona con restos de materia primas habituales en los poblados
iberos como los propios huesos obtenidos por su consumo y
realizados con herramientas de fácil acceso y manejo; a aquellos
trabajos artesanales que requiriesen de una mayor planificación
tecnológica y ornamental o de un dominio y acceso más restringido a la materia trabajada y a las herramientas necesarias para
llevarlos a término. De modo que no todas las acciones artesanales serían iguales ni reflejan el mismo conocimiento teóricopráctico. Podemos distinguir niveles de dedicación y cada pieza
o desecho no refleja necesariamente una persona dedicada en
exclusiva al trabajo de estas materias primas.
Además, debemos destacar el caso de aquellas piezas que
por el acceso a materias primas exóticas como sería el marfil
(aún más en el caso de los mangos ebúrneos decorados con
ámbar, estaño, bronce y/o plata) o por la necesidad de dominar
técnicas complejas y específicas como la taracea o la talla de
motivos ornamentales figurados, requieren ser ejecutadas por
expertos/as, por personas con conocimientos especializados.
En ese sentido cabe considerar la existencia de artesanos itinerantes, una posibilidad especialmente interesante en el caso
del trabajo de una materia prima alóctona y de gran valor como
son los colmillos de elefante. Ya hemos planteado esta teoría al
estudiar los peines y los mangos de marfil, pudiendo ser una de
249
[page-n-267]
las respuestas que explicara la presencia de piezas muy similares en poblados distantes entre sí cientos de kilómetros (Mata
Parreño et al. 2017 y 2021); otros autores también han abogado
por esta posibilidad en el mundo ibero al hablar de la eboraria
(Mas García 1987; Blech y Ruano 1998: 307). Sirva asimismo
como reflexión la investigación sobre las industrias sobre materias duras animales desde época romana a la Edad Moderna
realizada por A. MacGregor en la que critica que la presencia
de desechos de trabajo sea asumida de forma constante como un
sinónimo de talleres permanentes de dedicación a tiempo completo; y reivindica el importante papel jugado por el artesanado
itinerante (MacGregor 1985: 48).
Así, los artesanos del marfil podrían realizar sus trabajos in
situ portando consigo herramientas y medios de trabajo especializados presumiblemente no muy voluminosos. Ello no contradice que ciertas piezas, como pudieran ser cuentas o placas
decorativas con motivos figurados llegaran al territorio peninsular a través del comercio con otros pueblos del Mediterráneo.
Como es lógico pensar, la artesanía, en este caso sobre materias duras animales, respondería a distintas realidades sociales
y económicas, adaptándose a contextos, momentos, utilidades y
gustos múltiples.
En cuanto a las herramientas utilizadas para elaborar estos
objetos, por las evidencias tecnológicas identificadas y por los
trabajos experimentales realizados podemos destacar que se
utilizarían sierras de dientes finos, hachas, azuelas, cuchillos,
punzones, pequeños cinceles y martillos y taladros impulsados
por arco con brocas de una o tres puntas para la ejecución de las
perforaciones y de las decoraciones de círculos concéntricos.
Todas esas herramientas metálicas se documentan en el mundo
ibero asociadas, de forma habitual, con el trabajo de la madera
(Pla 1968; Sanahuja 1971; Tortajada 2008 y 2012). Asimismo,
se emplearían materiales abrasivos como piedras de distinta
granulometría o elementos vegetales y pieles, lana o incluso
cenizas y grasa para la limpieza y pulido final de la superficie
externa de las piezas. Ya nos hemos referido a la utilidad de
hervir las materias primas o dejarlas sumergidas en agua para
facilitar su trabajo. En nuestra revisión etnológica de los talleres
contemporáneos de trabajo tradicional de hueso de San Antonio la Isla (México), el artesano Luis Suarez nos explicó que
él sumergía los huesos en agua porque de esta manera el ruido
producido durante el aserrado (en su caso con sierras metálicas)
disminuía al estar el hueso húmedo. Resulta interesante tener
en cuenta estas referencias a los sentidos. En relación con ello
también debemos considerar que la manufactura de esta materia
prima desprende olores que no resultan agradables, por lo que
resulta idóneo trabajar en espacios con una adecuada ventilación. Además, contamos con referencias de autores clásicos que
para época romana señalan técnicas para ablandar el marfil y el
hueso y facilitar su manufactura. Según recoge el autor griego
Pedanio Dioscórides Anazerbeo (s. I d.C.) en su obra De Materia Medica sobre la mandrágora “… dicen que la raíz, cociéndola con el marfil seis horas, le ablanda, y hace de tal fuerte
tratable, que recibirá cualquier forma que se le diere” (Libro
IIII, Cap. LXXVII). Plutarco (s. I d.C.) también apunta al uso
de ceniza, vinagre e incluso cerveza para llevar a cabo esta preparación de la materia prima: “Como el hilo atraviesa el hueso
que se ha bañado en ceniza y vinagre, y los artesanos doblan
y dan figura al marfil que se ha vuelto blando y flexible por la
250
cerveza” (Moralia, libro VII, 4). Así pues, utensilios para hervir o sumergir en agua u otros líquidos la materia prima, como
ollas, tinajas o grandes recipientes formarían también parte de
las primeras fases de trabajo.
El instrumental metálico para trabajar las materias duras
animales se ha documentado desde la prehistoria reciente, se ha
planteado incluso el vínculo entre el desarrollo de los medios de
producción metálicos con la artesanía del marfil en la península
ibérica a lo largo del III - II milenio a.C., ya que a nivel traceológico sobre prácticamente todos los artefactos se documenta el
uso de herramientas metálicas como sierras, cinceles, escoplos,
punzones y taladros (López Padilla 2009: 8). Esto es, los mismos tipos de útiles que, realizados mayoritariamente en hierro,
vemos en el mundo ibero. De igual forma, en su estudio sobre
la producción artesanal en la Galia durante la Edad del Hierro,
J-P. Guillaumet incluye a los artesanos que trabajan las materias duras animales y apunta que producen piezas similares a
las identificadas en nuestro estudio como son alfileres, cuentas,
punzones y elementos de adorno y de mobiliario. Al tratar las
herramientas utilizadas para llevar a cabo estos trabajos señala
que serían las mismas empleadas con la madera y, sobre todo,
con la ebanistería: “Pour mettre en œuvre ces matières, on utilise les mêmes outils que pour le bois mais de plus petite taille,
scie à main, petite serpe à dos épais, plane, un genre de râpe appelée quarelette, couteau, gouge ou ciseau, poinçon et emportepièce. Le compas et le trusquin tracent, ébauchent, construisent
et organisent la pièce et son décor” (2018: 495).
Queremos reivindicar, a su vez, el papel imprescindible de
las herramientas auxiliares que, en ocasiones, pasan desapercibidas en la reproducción del proceso tecnológico. Sería el caso
de la utilización de soportes o bancos de trabajo probablemente
de madera que aportarían precisión y comodidad en el proceso
de manufactura (Mata Parreño et al. 2018); así como reglas y
compases que servirían para realizar circunferencias y transportar medidas relativas (Tortajada 2008: 34-36 y 2012: 295).
Estas tareas también se podrían efectuar con cuerdas e, incluso, con las propias manos. En relación con ello consideramos
significativo señalar la experiencia de nuevo de los artesanos
contemporáneos del hueso, el cuerno y la madera que visitamos
en México en 2018. Así, según las palabras del artesano Víctor
López: “Mi herramienta principal son mis manos, mis ojos, el
pulso firme, la paciencia y la creatividad”. Ese saber hacer tan
defendido de forma teórica es una realidad totalmente práctica
de la que los propios artesanos se enorgullecen. De hecho, hay
un orgullo artesanal en el trabajo bien hecho, no en vano: “El
trabajo trasciende a quien lo ha hecho” (Sennet 2010: 362).
La decoración suele ser la última fase dentro de la cadena
operativa (Feugére et al. 2008: 29-32), aunque, lógicamente,
no todas las piezas presentan decoración. Los motivos decorativos pueden ser geométricos, moldurados o figurados, ejecutados por incisión, tallado (no hemos podido documentar con
seguridad el uso del torneado en este tipo de piezas en época
ibérica), pintado, incrustación o revestimiento. Debemos tener
en cuenta que existen tipos y motivos decorativos más complejos que otros y que la ejecución de cada uno variará en inversión de trabajo y tiempo, así como en el resultado final. Dependerá también de la persona que las realizase, de su habilidad,
de la fase de aprendizaje en la que se encontrase y, por tanto, de
su experiencia. Ya hemos tratado los motivos decorativos por
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yacimientos y por tipos de piezas. A nivel global cabe destacar
que, como es lógico, son las piezas terminadas las que presentan decoración, si bien contamos con una pieza en proceso de
elaboración sobre un candil de ciervo de la Illa d’en Reixac que
cuenta con decoración de finas y cortas líneas diagonales en el
extremo distal (1124) (fig. 5.24). Por su parte, de las 698 piezas
terminadas documentadas, 204 están decoradas (el 29 %). Decorar o no una pieza o cómo hacerlo es una decisión personal
que puede responder a criterios tanto de los propios artesanos/
as como de sus propietarios/as.
En definitiva, el trabajo artesanal es un conocimiento práctico y teórico que precisa de acción y pensamiento y que revela
cierta forma de comprensión y adaptación al espacio social y
cultural. Implica habilidad, memoria, aprendizaje, constancia,
ser capaz de tomar decisiones adecuadas sobre la materia y sobre las acciones técnicas idóneas que realizar sobre esta, refleja
transmisión cultural al realizar una parte tangible de la cultura
de una sociedad.… transitando, por tanto, por diferentes peldaños de comprensión de la compleja sociedad humana (Vidal y
García Roselló 2009).
251
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8
Conclusiones y reflexiones finales
Consideramos que este trabajo nos ha permitido reivindicar el
valor de los objetos elaborados sobre materias duras animales,
no solo por sí mismos, sino por todo lo que conlleva su realización, el conocimiento, el saber hacer que podemos leer tras
cada pieza trabajada, prestando especial atención a los artesanos y artesanas que elaboraron estos artefactos, así como a las
personas que los utilizaron. Hemos buscado identificar tanto
los atributos compartidos como particulares de estas piezas, lo
que nos ha ayudado a desarrollar interpretaciones sobre los significados y vidas de estos artefactos que formaron parte de la
cultura ibérica.
De esta manera, el análisis de más de 1400 objetos recuperados en 45 poblados nos ha permitido obtener una visión amplia
de una artesanía y de unos artefactos que habían quedado desdibujados en la investigación arqueológica. Consideramos que
la revisión de los restos de fauna ha resultado fundamental para
evidenciar diferentes fases de la cadena operativa, incidiendo
en los procesos de trabajo y en los análisis tecnológicos, documentando evidencias de aserrados, de cortes, de abrasión, de
pulido, etc. realizados para elaborar estos objetos. Los trabajos
experimentales desarrollados, así como las comparaciones etnográficas (fundamentalmente con artesanos actuales del cuerno,
hueso y madera de San Antonio la Isla, México) han resultado
determinantes para comprender y comparar mejor los procesos
de trabajo, los espacios, los gestos y las herramientas utilizadas;
enfatizando así la importancia de las manos detrás de los objetos, de la experiencia y del repertorio de gestos aprendidos.
La elaboración de una tipología adaptada al corpus material
revisado ha permitido sistematizar su análisis, proponiendo un
modelo de trabajo que no había sido desarrollado para las colecciones de la Edad del Hierro de la península ibérica, adaptada
a las características morfotecnológicas y funcionales de los artefactos. Además, se trata de una tipología abierta, susceptible
de ampliarse y adaptarse, añadiendo nuevas familias, tipos, subtipos o variantes de objetos en función de nuevos hallazgos o
mejoras metodológicas.
El análisis funcional de estas piezas nos ha permitido acercarnos a aspectos fundamentalmente cotidianos, pero también
de carácter social, económico o simbólico del mundo ibero.
Hemos documentado que se utilizaron en diferentes tareas
como coser, tejer, perforar pieles y otras materias primas, escribir, jugar, adornar, para guardar piezas o sustancias valiosas,
para aplicar cosméticos o medicinas, para asearse y cuidarse el
cabello… Asimismo, han sido recuperadas en espacios domésticos diversos y en lugares simbólicos como la favissa de El
Amarejo o incluso formando parte del ajuar de enterramientos
infantiles dentro de las propias casas como en El Palomar. Así,
todo ello nos ha supuesto acercarnos a diversos escenarios y
personas. Vemos, detrás de estos objetos, a mujeres y hombres,
tanto adultos como ancianos y también a niñas y niños, de diferentes posiciones sociales, con distintas capacidades adquisitivas y gustos propios. Vemos también cómo aprovecharon
los recursos animales que tenían a su alcance, más allá de su
consumo alimentario. Detectamos una utilización preferente de
los huesos obtenidos de los animales de talla media y grande,
domésticos y silvestres, habituales en los poblados iberos (ovejas, cabras, vacas, caballos, cerdos, jabalíes, ciervos…), de las
astas recolectadas u obtenidas tras la caza de ciervos y corzos,
de los cuernos de los bóvidos, así como el aprovechamiento
esporádico y singular de huesos de grandes aves rapaces, de tiburones y cetáceos, de dientes de oso e incluso hemos llegado a
identificar en el Puig de la Nau el aprovechamiento de un hueso
humano. Además, también debemos considerar el intercambio
comercial, tal como refleja la presencia de artefactos de marfil
de elefante que llegarían al territorio ibero seguramente tanto
como materia prima como objetos terminados comercializados
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desde diferentes puntos del Mediterráneo, reflejando ostentación y poder económico y social por parte de las élites que los
adquirieron.
Así pues, a lo largo de este trabajo también hemos incidido en la importancia de encontrar a los artesanos y artesanas
del mundo ibero que, en diferentes grados, según su pericia,
conocimiento, herramientas y el acceso a las materias primas
manufacturaban artefactos en los que identificamos diferentes
niveles de complejidad. Así podríamos hablar de un trabajo doméstico no especializado que, hasta cierto punto, cualquier persona con herramientas cotidianas y accesibles, podría realizar,
confeccionando piezas de una factura sencilla como punzones
o astrágalos modificados. De un nivel intermedio en el que se
realizaban objetos más elaborados como placas perforadas o alfileres y mangos de cuidada factura y ornamentación para cuya
producción se requeriría de unos conocimientos técnicos aprendidos, de pericia en la práctica, así como sería necesario poseer
ciertas herramientas específicas como taladros de arco o sierras
de dientes finos. Y de una artesanía especializada dentro de la
cual distinguimos piezas complejas cuya ejecución requeriría
de un verdadero dominio técnico y artístico y del acceso a materias primas y conocimientos de técnicas de acceso restringido,
como sería el caso de los mangos decorados con incrustaciones
de ámbar y de metal, la cacha de hueso de La Bastida de les
Alcusses con decoración metálica embutida de roleos o los peines de marfil cuya decoración y dentado evidencian la dificultad
de su ejecución técnica. Cabría plantearse incluso que algunos
de estos artesanos fueran itinerantes y transportaran consigo su
materia prima, su saber hacer y sus ideas.
Lo cierto es que no hemos documentado talleres exclusivos
de elaboración de objetos sobre estas materias primas, pero sí
en casi todos los yacimientos estudiados detectamos evidencias,
en algunos casos muy interesantes como en La Bastida de les
Alcusses, Covalta, El Puig de Sant Andreu, la Illa d’en Reixac,
Gou-Batlle, El Alto Chacón o La Serreta, del trabajo sobre el
asta, el hueso y el cuerno e incluso del marfil, sirviendo como
ejemplo la Torre del Prospinal. Se trata además de una artesanía
(o artesanías) que debemos poner en relación con la ebanistería,
dos mundos artesanales cercanos, que podrían compartir herramientas, espacios y técnicas e, inclusive, en el caso de las piezas
más elaboradas y especializadas, con la orfebrería.
Cabe destacar que hemos revisado materiales que, en ocasiones, llevan alrededor de cien años almacenados en los depósitos de los museos sin que se les haya prestado excesiva
atención y lo cierto es que cien años después de haber sido recuperados todos esos materiales nos siguen aportando, a través
de nuevas investigaciones, metodologías de trabajo y de nuevas
preguntas formuladas, una información esencial para conocer el
devenir y el quehacer de los poblados iberos, de sus casas, de
sus habitantes y de sus propios objetos. Esta arqueología de los
museos tiene, desde luego, mucho que seguir aportando.
Por todo lo planteado, consideramos que ha quedado plasmado a lo largo de este trabajo la importancia de las artesanías
sobre el hueso, el asta, el cuerno y el marfil. Hablamos de unas
artesanías que no son marginales, sino que han sido invisibilizadas por un conocimiento arqueológico centrado en otra clase
de objetos más habituales en los yacimientos iberos como son
la cerámica, los metales o la propia fauna. Pero lo cierto es que,
como hemos repetido, los objetos elaborados sobre materias
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duras animales se han documentado en todos los poblados analizados, en mayor o menor medida, como piezas de adorno y
objetos utilitarios que formarían parte de actividades cotidianas
y, en ocasiones, de prácticas rituales. Su presencia se extiende
durante toda la época ibérica, desde el s. VI al s. I a.C., reflejando rasgos comunes y particularidades territoriales y cronológicas, tal como hemos visto a lo largo de este trabajo.
Hay que incentivar nuevas miradas, nuevas ideas, todo con
la finalidad de establecer un conocimiento todavía más completo, complejo y real de las sociedades iberas. Aunque consideramos que hemos respondido muchas preguntas hay otras que todavía nos planteamos y que seguramente nunca podremos llegar
a contestar, pero el hecho de formularlas ya supone un avance
en el conocimiento del pasado, un avance que en este caso ha
sido posible gracias a la revisión de los objetos realizados en
hueso, asta, cuerno y marfil:
¿Quién escribió nauiba en su caja de asta de ciervo? ¿Fueron niños y niñas los que lanzaron las tabas de La Bastida de les
Alcusses, de El Puntal dels Llops, del Puig de Sant Andreu…?
¿O fueron adultos? ¿Cuántas astas se recogieron caminando por
el bosque? ¿Quién fue la persona que llevaba el diente de oso
colgado de la Illa d’en Reixac?, ¿un gran cazador o guerrero?,
¿una persona de relevancia del poblado?, ¿acaso era una herencia del pasado memorable de un antepasado? ¿Quién arreglaba los punzones y alfileres? ¿Cuántas palabras se escribieron
con los stili de hueso? ¿Cuántas agujas se rompieron cosiendo?
¿Cómo llegó la rodaja de marfil de elefante a la Torre del Prospinal? ¿Cuántos cortes se hicieron en la mano las personas que
realizaron estos objetos?
Son preguntas sugerentes que quizás ayuden a reflejar la
parte más humana de este recorrido transitado a través de los
aspectos cotidianos y también simbólicos del mundo ibero de la
mano de parte de su cultura material.
Consideramos que es un trabajo que plantea caminos, reivindicando que vale la pena seguirlos. La continuación lógica
y necesaria de este trabajo pasa por analizar con el mismo rigor
y profundidad los objetos elaborados sobre materias duras animales recuperados en las necrópolis iberas. El análisis de los
contextos funerarios, realizando adscripciones antropológicas
correctas, siempre que estas sean posible, entre la persona o personas incineradas y su ajuar, permitirá ahondar en las posibles
asociaciones de objetos por género y por rango de edad. De esta
forma, contaremos con nueva información para comparar con lo
documentado tras el estudio de las industrias sobre materias duras en los poblados, donde hemos podido enfatizar en el mundo
artesanal, en las cadenas operativas y en los análisis funcionales. Ya hemos señalado el caso de objetos que se documentan de
forma mayoritaria en poblados, como los peines; y a la inversa,
objetos cuya presencia es mayoritaria en las necrópolis, como
el caso de las placas perforadas. Es necesario profundizar en
estas distribuciones diferenciales, buscando el porqué de ello,
trazando con toda esta información una imagen global de las
industrias sobre materias duras animales en el mundo ibero
Asimismo, esperamos desarrollar un proyecto experimental más amplio, tanto a nivel tecnológico como funcional, que
incida en los análisis traceológicos y preste especial atención a
los modos, tiempos de uso y a las personas que llevaran a cabo
estos trabajos experimentales/artesanales valorando su propio
saber hacer así como sus capacidades y métodos de aprendizaje.
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Cabe también apuntar que este trabajo ha pretendido llenar
un vacío de información destacado sobre las industrias sobre
materias duras animales, por lo que el análisis ha sido amplio;
sentadas estas bases se pueden desarrollar estudios que se centren en áreas geográficas y/o culturales para identificar y profundizar prácticas o patrones propios.
Asimismo, es cierto que en este trabajo hemos realizado
comparativas con el mundo etrusco, fenicio-púnico, griego o
romano, pero se requiere de un mayor impulso en este aspecto
y del desarrollo de nuevas investigaciones que se centren en
piezas, en estos universos culturales, más allá del marfil, así
como comparar lo documentado en el territorio ibero con otros
pueblos peninsulares como los celtas y celtíberos. Es decir, una
ineludible línea de avance de la investigación sobre las industrias sobre materias duras animales de la Edad del Hierro pasa
por vertebrar estudios comparativos intra y extrapeninsulares.
Confiamos en que este estudio pueda incentivar el desarrollo
de esas nuevas líneas de trabajo y preguntas, y de muchas más.
255
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277
[page-n-295]
[page-n-296]
Si usted me pregunta si creo en el espíritu de las cosas usadas, le diré que sí.
Ahí están todas esas cosas que sirvieron algún día para algo.
Nunca podremos utilizarlas sin sentirnos incómodos.
Y esas montañas, por ejemplo, tienen nombres…
Nunca nos serán familiares; las bautizaremos de nuevo,
pero sus verdaderos nombres son los antiguos
Ray Bradbury, Crónicas Marcianas
…toda la colección de objetos y recuerdos
que marcan las fronteras de nuestro territorio
Luis García Montero, Pronósticos en una mañana de domingo
[page-n-297]
[page-n-298]
[page-n-299]
SE RV IC IO D E IN VESTI GACI ÓN PREHI STÓRI CA
D E L MU SE O D E PREHI STORI A DE VALENCI A
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 128
Artesanías en hueso, asta, cuerno
y marfil en el mundo ibérico
Marta Blasco Martín
DIP UTA C IÓN DE VAL E NC IA
2022
[page-n-2]
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SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 128
Artesanías en hueso, asta,
cuerno y marfil en el mundo ibérico
Marta Blasco Martín
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
2022
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DIPUTACIÓN DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DEL MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 128
La Serie de Trabajos Varios del SIP se intercambia con publicaciones dedicadas a la Prehistoria, Arqueología en general y ciencias o
disciplinas relacionadas (Antropología cultural o Etnología, Antropología física o Paleoantropología, Paleontología, Paleolingüística,
Epigrafía, Numismática, etc.), a fin de incrementar los fondos de la Biblioteca del Museu de Prehistòria de València.
We exchange Trabajos Varios del SIP with any publication concerning Prehistory, Archaeology in general, and related sciences
(Cultural Anthropology or Ethnology, Physical Anthropology or Human Palaeontology, Palaeolinguistics, Epigraphy, Numismatics,
etc) in order to increase the batch of the Library of the Prehistory Museum of Valencia.
INTERCAMBIOS
Biblioteca del Museu de Prehistòria de València
Corona, 36 – 46003 València
Tel.: +34 963 883 599
bibliotecasip@dival.es
Los Trabajos Varios del SIP y el resto de publicaciones del Museu de Prehistòria de València son de libre acceso en la URL permanente:
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Edita: MUSEU DE PREHISTÒRIA DE VALÈNCIA – DIPUTACIÓ DE VALÈNCIA
Creative Commons. Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España (CC BY-NC-SA 3.0)
Excepto para aquellas imágenes donde se indican reservas de derechos
ISBN: 978-84-7795-056-1
eISSN: 1989–540
Depósito legal: V-3770-2022
Diseño y maquetación: iMunarriz estudio
Imprime: Blanch & Blanch Comunicación
[page-n-6]
A Isidro, mi padre,
que me define, que me guía, que me sostiene.
[page-n-7]
[page-n-8]
Prólogo
El libro que tienen entre sus manos no sólo contiene un importante volumen de información sino que es
el resultado de un minucioso trabajo de investigación llevado a cabo con gran entusiasmo y dedicación
por Marta Blasco Martín.
Fue en el curso 2013-2014, durante las clases del Master en Arqueología, cuando tomé contacto más
a fondo con Marta Blasco Martín. En ese mismo período me concedieron el proyecto de investigación
“Madera, Hueso, Marfil, Asta y Concha. ¿Artesanías marginales o marginadas?” (HAR2013-45770-P) y
Marta empezó a colaborar en el mismo sin dudarlo, realizando un brillante Trabajo Fin de Master sobre
la industria ósea del poblado ibérico de Covalta (Albaida). En el mismo se identificaron, por primera
vez, restos asociados al trabajo del hueso y el asta en la Cultura Ibérica.
Desde entonces, Marta Blasco Martín no ha dejado de trabajar en la temática principal del proyecto
-la industria ósea- visitando museos y colecciones nacionales, estudiando y documentando directamente
todos los materiales a tratar tanto en el proyecto como en su tesis doctoral y ampliando sus conocimientos con dos estancias en el extranjero (San Luis de Potosí y París). Ambas estancias fueron muy
provechosas para su trayectoria, pero quiero destacar, especialmente, las realizadas en la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí (México) en 2015 y 2018 gracias a sendas becas Iberoamérica del Banco
de Santander. Allí, de la mano del Dr. Gilberto Pérez Roldán, tomó contacto con la importante industria
ósea prehispánica y tuvo ocasión de tratar con artesanos que todavía mantienen viva dicha tradición.
Prueba de su buen hacer, es que mantiene excelentes vínculos de investigación con dicha universidad.
En estos casi diez años de colaboración he sido testigo de su tesón, capacidad de trabajo y entusiasmo. Durante la duración del proyecto, visitamos colecciones y aprendimos juntas el gran potencial que
tienen unos materiales olvidados en todos los niveles de la cadena operativa: adquisición de materia
prima, tipología, elaboración, uso, reparación y transmisión de conocimiento. Y hemos tenido la oportunidad de redescubrir piezas magníficas de elaboración compleja en las que la colaboración entre varios/
as artesanos/as fue necesaria, poniendo en evidencia el interés de una artesanía que no fue marginal pero
que ha estado marginada por la investigación arqueológica.
Sin embargo, esta marginación ha sido una oportunidad para tener abiertas las puertas de casi todos
los museos y colecciones a los que Marta ha solicitado ver sus fondos. Los conservadores y las conservadoras de estas instituciones se han quedado gratamente sorprendidos de lo que daban de sí estos objetos que estaban enterrados en apartados de las publicaciones llamados “otros” o “varia” y mezclados
con restos de fauna no trabajada.
El abanico de posibilidades que ha abierto esta línea de investigación va mucho más allá de la
tipología: el análisis tafonómico aporta/rá datos sobre la captación de los recursos, la traceología y la
experimentación informan/rán sobre la fabricación, uso y reparación de las piezas, las herramientas utilizadas o necesarias para elaborarlas, los lugares o espacios de trabajo, la colaboración entre artesanos/
as, la evidente transmisión del conocimiento que apuntan algunos objetos, las redes de intercambio, el
reciclaje, etc. Con la ventaja de ser una disciplina diacrónica: el uso del hueso, el asta, el marfil se utilizó
desde el paleolítico hasta la actualidad, aunque cada vez menos, para elaborar peines, adornos, cajas,
figuras, alfileres, fichas, etc. Y las formas de trabajar estas materias primas apenas han cambiado puesto
que estamos ante una actividad cien por cien artesanal.
Las circunstancias han hecho coincidir la publicación de este libro en 2022, año en el que me jubilo
formalmente de mi carrera docente. No puedo cerrarla con un broche mejor.
Consuelo Mata Parreño
Universitat de València
VII
[page-n-9]
[page-n-10]
Agradecimientos
Las palabras, ideas y reflexiones que componen este trabajo no
me pertenecen solo a mí, todas y cada una de ellas son fruto de
un camino largo, maravilloso, que he tenido la suerte de recorrer
acompañada y apoyada. Todo aquello que pueda ayudar a otras
personas e investigaciones nace de ese recorrido y soporte
colectivos, aunque cualquier carencia o error debe recaer, por
supuesto, únicamente en mí.
En primer lugar, debo agradecer el apoyo institucional y
económico de la Universitat de València por concederme una
ayuda predoctoral “Atracció del Talent” con la que desarrollé,
entre 2016 y 2020, la investigación doctoral de la que es fruto
este trabajo y por la financiación de una estancia de tres meses
de duración, en 2018, en el laboratorio UMR 7055 Préhistoire
et Technologie de la MAE (CNRS - Université Paris Nanterre,
París). Al Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert por
otorgarme, en la convocatoria de 2019, una de sus “Ayudas a la
Investigación y realización de tesis doctorales”. Al programa de
movilidad del Banco Santander: “Becas Iberoamérica Jóvenes
Profesores Investigadores y alumnos de Doctorado - España”
que en las convocatorias de 2015 y 2017 me permitieron
realizar estancias de cuatro y dos meses, respectivamente,
en el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad
Autónoma de San Luis Potosí (UASLP, México). También
al Ajuntament de València por reactivar en 2020 su “Beca de
Arqueología” con la que poco tiempo después de defender mi
tesis doctoral me incorporé durante ocho meses a la Sección
de Investigación Arqueológica Municipal, donde amplié mis
horizontes arropada por una pequeña y bonita familia de
trabajadoras y trabajadores infatigables. Así como al Ministerio
de Ciencia e Innovación por el contrato postdoctoral Juan de
la Cierva-Formación (FJC2020-045770-I) que comencé en
enero de 2022 en el Institut Català d’Arqueologia Clàssica y
que me permitió desarrollar los últimos meses de trabajo de
conversión del trabajo doctoral en este libro. Aunque han sido
finalmente menos meses los pasados allí de lo esperado solo
puedo dar las gracias a este magnífico centro de investigación,
al personal que lo integra y, sobre todo, a Carme Belarte, por
su confianza y profesionalidad.
Por otra parte, nada de esto habría sido posible si Consuelo
Mata Parreño no me hubiera apoyado desde el principio. No
podré dejar nunca de darte las gracias, Xelo, por todo. Por
el aprendizaje, por ser como eres, por haber podido tener
una referente como tú: generosa, fuerte, divertida, amable,
luchadora, trabajadora, buena y presente. Por muchas cosas
más, por nuevas ideas, conversaciones y viajes. Por seguir
caminando juntas para ver yacimientos, ciudades y olivos.
Y cómo no pensar en esas otras mujeres también brillantes,
buenas y fuertes con las que realizamos juntas descubrimientos
increíbles en el proyecto MHUMAC: Lucía Soria Combadiera,
Mercedes Fuentes Albero y Eva Collado Mataix. No puedo
imaginar mejores compañeras que vosotras.
Siento también una increíble gratitud por todos los y las
profesionales y compañeros/as del Departament de Prehistòria,
Arqueologia i Història Antiga de la Universitat de València, por
la complicidad, las enseñanzas, la amistad y el apoyo. Sentirte
en casa cuando estás trabajando es un privilegio.
A veces creo que también deberíamos dar las gracias a los
lugares, de modo que: gracias a La Mola d’Agres, a La Lloma de
Betxí, al Tossal de la Vila y a La Bastida de les Alcusses. Luego
pienso que esos lugares son personas. Personas esenciales en mi
vida, compañeras y compañeros, gente a la que admiro, amigas
y amigos con las que he buscado y recorrido caminos pasados
y presentes, con las que he visto mares de nubes, con las que he
compartido los mejores septiembres de mi vida, con las que me
sorprendí por primera vez al ver piezas de marfil. Gracias.
A todos los trabajadores y las trabajadoras que me han
atendido en todas las instituciones visitadas, por facilitarnos
el trabajo y estar dispuestos a ayudar con entusiasmo: MACBarcelona, MAC-Girona, MAC-Ullastret, Servei d’Investigació
Prehistòrica-Museu de Prehistòria de València (SIP-MPV),
IX
[page-n-11]
Museo Provincial de Teruel, Museo de Albacete, Museu de
Belles Arts de Castelló, Universitat de Lleida, Laboratorio de
Mas Castellar de Pontós, Museu de les Terres del Ebre, Museu
Arqueològic Camil Visedo Moltó, Museo de El Cigarralejo,
Museo Arqueológico de Moncada, Museo Arqueológico
Municipal Jerónimo Molina, Museo de Ciudad Real, Museu
Torre Balldovina, Parque Arqueológico de L’Alcúdia, Servei
d’Atenció als Museus de Girona, Parc arqueològic de la cultura
dels Ibers, Casa O’Connor. Mi reconocimiento sobre todo
a aquellos que han hecho muchísimo más de lo necesario: a
Gabriel de Prado, Ferran Codina, Núria Molist, Enriqueta Pons,
Natàlia Alonso, Carmen Escriche, José María Segura, Daniel
Giner y Arturo Oliver. Gracias por tanto.
En especial he de remarcar mi más sincera gratitud al SIPMPV, tanto a la institución, porque es un orgullo que esta obra
se integre en su histórica y magnífica serie de “Trabajos Varios”,
como a las personas que la integran y sin cuya ayuda, en diferentes
maneras (edición, formación, búsquedas y consultas sobre
piezas, resolución de dudas…), este libro no habría llegado a su
fin. Sobre todo, a Mª Jesús de Pedro, a Jesu, por su apoyo y sus
enseñanzas, por los buenos momentos vividos, por confiar en mí
hace ya tantos años en ese maravilloso rincón compartido junto
al río Turia. Y a Jaime Vives-Ferrándiz al que le debo demasiado.
No solo ha impulsado que este libro se materialice, sino que a
lo largo de los años ha hecho que mi pasión por la arqueología
aumente; también mis preguntas. Quizás no lo sepa, pero en casi
todas las conversaciones que compartimos me hace pensar y
eso es fascinante. Por creer en mí, por acercarme a La Bastida
y a La Cua, por su nobleza, porque hace fácil lo complejo. Es un
privilegio poder trabajar junto a él.
Buena parte de las identificaciones anatómicas y taxonómicas
de este trabajo las hemos podido llevar a cabo gracias a la ayuda
desinteresada de diferentes especialistas en arqueozoología que
han respondido a nuestras dudas en distintos momentos y en
distintas instituciones. Sobre todo, gracias a Manuel Pérez Ripoll,
profesor destacado de nuestra universidad, a Alfred Sanchis (SIPMPV) y a Gilberto Pérez Roldán (Universidad Autónoma de
San Luis Potosí, México). A Gilberto le debo además un mundo
de horizontes nuevos, por acogerme con los brazos abiertos
X
en México, por las artesanías compartidas, por forjar vínculos
que siguen creciendo. Gracias también a Ricard Marlasca por
la identificación de los restos de ictiofauna, a Silvia Valenzuela
(CSIC) y Ariadna Nieto (Universitat de Lleida), con las que he
coincidido ya en diferentes lugares y siempre se han mostrado
amables y dispuestas a echarme una mano. Da gusto cruzarse
con personas así. A Marta Pérez Polo, amiga y compañera atenta
siempre a solucionar nuestras preguntas sobre huesos o sobre
lo que hiciera falta, sostén fundamental de muchas cosas por
venir y que ya están aquí, y a Elisa García Prósper, antropóloga
física del grupo Paleolab, por trabajar juntas en la identificación
del primer hueso humano manufacturado conocido del mundo
ibérico, por el afecto mostrado a lo largo de este trabajo.
A Teresa Chapa Brunet, Juan Antonio López Padilla,
Isabelle Sidéra, Feliciana Sala Selles, Gema E. Adán Álvarez
y Alexandra Legrand, las personas encargadas de la revisión
de esta tesis y, las tres primeras, miembros del tribunal de su
defensa. Por el tiempo dedicado a estas páginas y porque su
saber hacer, su visión, sus comentarios y sus ideas han resultado
fundamentales para mejorar el resultado final, por hacerme
buscar a través de sus miradas expertas matices esenciales.
A todos los amigos y las amigas que me han apoyado de una
u otra manera en esta travesía, por subir conmigo montañas,
por escucharme hablar tanto tiempo sobre este tema, por ser
personas que valen la vida. Tengo la inmensa suerte de que sean
demasiados nombres. Por las amistades que salvan kilómetros,
por aquellas que nacieron donde soy y otras que han nacido de
donde he llegado a ser.
Las gracias más esenciales y más difíciles que he de poner
por escrito son a mi familia: a mi madre y a mi padre, Teresa e
Isidro, por darme mil vidas, porque tanto amor y tantas cosas
buenas no caben solo en una; porque son y serán siempre la
causa de lo mejor que hay en mí. También a mis hermanas, Elena
y Ana, por crecer junto a ellas y gracias a ellas. A Rodolfo, por
unirnos más.
Y a Víctor que me ha enseñado arqueología y vida. Su entusiasmo y soporte son el norte de todos mis caminos. Ha sido revisor,
artesano, traductor, fotógrafo, crítico (de los buenos, de los que
te hacen pensar) y artífice de este trabajo. A on anem ara?
[page-n-12]
Índice
PRÓLOGO
AGRADECIMIENTOS
1. INTRODUCCIÓN
1.1. Premisas, objetivos y preguntas
2. REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA
2.1. Estudios prehistóricos
VII
IX
1
1
3
3
2.1.1. Marco europeo. Se sientan las bases. Último tercio del siglo XX
3
2.1.2. Siglo XXI. The Worked Bone Research Group
4
2.1.3. Marco peninsular
4
2.2. Edad del Hierro
5
2.2.1. Marco europeo
5
2.2.2. Marco peninsular e insular
6
2.3. Mundo romano
7
2.3.1. Marco europeo
7
2.3.2. Marco peninsular
7
3. LAS MATERIAS PRIMAS
9
3.1. Apuntes introductorios
9
3.2. Hueso
9
3.3. Asta
11
3.3.1. Cervus elaphus
11
3.3.2. Capreolus capreolus
12
3.4. Marfil
3.4.1. Proboscidea
3.4.2. Hippopotamus amphibius
3.4.3. Otros marfiles
3.5. Cuerno
12
12
13
13
13
XI
[page-n-13]
4. METODOLOGÍA
4.1. Análisis anatómico y taxonómico
15
4.2. Análisis tipológico
16
4.2.1. Justificación de la elaboración de una nueva tipología
16
4.2.2. Explicación del listado tipológico
17
4.2.3. Tipología
17
4.3. Análisis tecnológico
29
4.3.1. Aspectos teóricos. Cadenas operativas. Saber hacer
29
4.3.2. Marcas tecnológicas
29
4.3.3. Algunos trabajos de arqueología experimental
33
4.4. Análisis funcional
36
4.4.1. ¿Para qué sirve este objeto?
36
4.4.2. Macrotrazas
37
4.5. Análisis decorativo
38
4.6. Registro y base de datos
40
5. ESTUDIO DE LOS OBJETOS POR YACIMIENTOS
XII
15
41
5.1. Mas Castellar (Pontós, Girona)
41
5.2. Saus (Saus-Camallera-Llampaies, Girona)
52
5.3. Camp de l’Ylla (Viladamant, Girona)
53
5.4. Illa d’en Reixac (Ullastret, Girona)
55
5.5. Camp d’en Gou-Gorg d’en Batlle (Ullastret, Girona)
61
5.6. Puig de Sant Andreu (Ullastret, Girona)
61
5.7. La Creueta (Quart, Girona)
89
5.8. Turó del Montgròs (El Brull, Barcelona)
91
5.9. El Tossal de les Tenalles (Sidamon, Lleida)
93
5.10. Els Vilars (Arbeca, Lleida)
95
5.11. Turó de Ca n’Oliver (Cerdanyola del Vallès, Barcelona)
102
5.12. Puig Castellar (Santa Coloma de Gramenet, Barcelona)
105
5.13. Turó de la Rovira (Barcelona, Barcelona)
109
5.14. Penya del Moro (Sant Just Desvern, Barcelona)
113
5.15. Olèrdola (Olèrdola, Barcelona)
116
5.16. El Vilar (Valls, Tarragona)
119
5.17. San Antonio (Calaceite, Teruel)
120
5.18. El Palomar (Oliete, Teruel)
122
5.19. La Morranda (El Ballestar, Castellón)
126
5.20. La Moleta del Remei (Alcanar, Tarragona)
128
5.21. Puig de la Misericòrdia (Vinaròs, Castellón)
132
5.22. Puig de la Nau (Benicarló, Castellón)
134
[page-n-14]
5.23. Alto Chacón (Teruel, Teruel)
138
5.24. Els Estrets / Racó de Rata (Vilafamés, Castellón)
143
5.25. La Torre de Foios (Llucena del Cid, Castellón)
144
5.26. La Celadilla (Ademuz, Valencia)
145
5.27. Torre del Prospinal (Pina de Montalgrao, Castellón)
147
5.28. Peña de las Majadas (El Toro, Castellón)
149
5.29. El Castellet de Bernabé (Llíria, València)
151
5.30. La Seña (Villar del Arzobispo, València)
155
5.31. El Puntal dels Llops (Olocau, València)
156
5.32. El Tossal de Sant Miquel (Llíria, València)
160
5.33. Tos Pelat (Moncada, València)
167
5.34. Kelin / Los Villares (Caudete de las Fuentes, València)
168
5.35. El Amarejo (Bonete, Albacete)
173
5.36. Covalta (Albaida, Valencia)
177
5.37. La Bastida de les Alcusses (Moixent, València)
180
5.38. La Serreta (Alcoi-Cocentaina-Penàguila, Alicante)
195
5.39. El Puig (Alcoi, Alicante)
205
5.40. Otros yacimientos ibéricos con piezas destacadas
208
5.40.1. El Cerro de las Cabezas (Valdepeñas, Ciudad Real)
208
5.40.2. Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia)
210
5.40.3. L’Alcúdia (Elx, Alicante)
211
5.40.4. Pajar de Artillo (Santiponce, Sevilla)
211
5.40.5. Cerro de la Cruz (Almedinilla, Córdoba)
212
5.40.6. El Chuche (Benahadux, Almería)
212
6. VALORACIÓN GLOBAL: SIMILITUDES Y PARTICULARIDADES
213
6.1. Grupos de objetos
213
6.2. Materias primas
220
6.2.1. Hueso
220
6.2.2. Asta
220
6.2.3. Cuerno
221
6.2.4. Marfil
224
6.2.5. Diente
226
6.3. Tipos de piezas terminadas
6.3.1. Más de diez ejemplares
227
227
6.3.1.1. Alfileres
227
6.3.1.2. Mangos
231
6.3.1.3. Cuentas
233
6.3.1.4. Agujas
234
XIII
[page-n-15]
6.3.1.5. Punzones
236
6.3.1.6. Bisagras
236
6.3.1.7. Peines
236
6.3.1.8. Fusayolas
237
6.3.1.9. Placas/apliques
239
6.3.1.10. Stili
239
240
6.3.2. Entre diez y tres ejemplares
241
6.3.2.1. Biapuntados
241
6.3.2.2. Tubos
241
6.3.2.3. Varillas
241
6.3.2.4. Punzones dobles
243
6.3.2.5. Cajas
243
6.3.2.6. Placas perforadas
243
6.3.2.7. Discos
245
6.3.2.8. Cachas
245
6.3.2.9. Apuntados planos
245
6.3.2.10. Piezas pseudotriangulares
245
6.3.3. Dos ejemplares
245
6.3.3.1. Cinceles
245
6.3.3.2. Cucharitas
245
6.3.3.3. Pasadores
245
6.3.3.4. Tapones
247
6.3.3.5. Percutores
247
6.3.3.6. Anillos
247
6.3.3.7. Botones
248
6.3.3.8. Colgantes
248
XIV
6.3.1.11. Espátulas
6.3.4. Un ejemplar
248
7. ARTESANÍAS, ESPACIOS DE TRABAJO Y HERRAMIENTAS
249
8. CONCLUSIONES Y REFLEXIONES FINALES
253
BIBLIOGRAFÍA
257
[page-n-16]
[page-n-17]
[page-n-18]
1
Introducción
1.1. PREMISAS, OBJETIVOS Y PREGUNTAS
Esta investigación es el resultado de nuestra tesis doctoral titulada “Piezas de hueso, asta, cuerno y marfil en época ibérica.
De su elaboración a su interpretación”, defendida en 2020 en
la Universitat de València. Está centrada en el estudio de los
trabajos artesanales y piezas elaboradas sobre materias duras
de origen animal como son el hueso, el asta, el cuerno y el
marfil en época ibérica (s. VI - s. I a.C.). Hasta el momento no
se habían efectuado estudios globales sobre este tipo de artefactos para la Edad del Hierro en territorio peninsular. Por ello,
este trabajo contribuye al desarrollo de un discurso más completo acerca del mundo ibero a través de una parte de su cultura
material que había sido, por demasiado tiempo, relegada en la
investigación. Se han analizado más de 1400 piezas procedentes de 45 poblados iberos, centrando nuestra atención en contextos de hábitat con la intención de detectar posibles espacios
de trabajo, así como con el objetivo de comprender los objetos
dentro de los lugares donde fueron elaborados, utilizados y en
función de las tareas en las que se emplearon. Así pues, se han
llevado a cabo análisis taxonómicos y anatómicos, tipológicos,
tecnológicos/artesanales, contextuales y funcionales de estos
útiles y adornos. Es decir, los artefactos revisados han sido analizados especificando, en los casos en los que ha sido posible,
sobre qué especies animales y partes anatómicas fueron realizados; cómo fueron fabricados: qué herramientas y criterios de
elaboración se emplearon (know-how o savoir-faire); así como
planteamos los diversos usos que se les dieron (la vida de los
objetos). Un peso especialmente relevante de nuestra investigación recae en el análisis tecnológico, centrado en la cadena
operativa (chaîne opératoire) profundizando en el trabajo artesanal, buscando los posibles talleres o espacios de trabajo, así
como a los/as artesanos/as y usuarios/as que hay detrás de las
piezas elaboradas sobre estas materias primas. Asimismo, hemos estudiado todos los artefactos en función de los contextos
arqueológicos en los que fueron hallados, teniendo en cuenta la
cronología de los asentamientos y de las propias piezas, con el
objetivo de llevar a cabo una investigación completa y detallada, que incida en la evolución de estos objetos en función de las
variables tiempo y espacio.
El estudio de este tipo de piezas es un medio para comprender mejor el modo de vida en época ibérica, un medio para alcanzar un fin, ya que consideramos que estas piezas han de ser
valoradas, entendidas y estudiadas en relación con el resto de
la cultura material. En palabras de I. Sidéra (1993: 7): “L’outillage osseux doit être associé et confronté avec tous les autres
documents archéologiques. Je le considère, en effet, comme un
document qui peut globalement alimenter les connaissances sur
la période prise en compte, ou en confirmant ce qui est déjà
pressenti, ou en permettant de traiter des problèmes inédits”.
Problemas inéditos, esa puede ser una de las claves. Problemas
inéditos porque no se ha prestado suficiente atención a este tipo
de materiales, de modo que nos hemos encontrado con dificultades inéditas, pero también con datos y conclusiones nuevos y
originales que nos ayudan a acercarnos a una parte de los modos
de vida de época ibérica hasta ahora desdibujados.
Por lo general, cuando se ha hablado de estas piezas, se ha
prestado atención a casos singulares, sin desarrollar un discurso
completo y objetivo sobre todo el trabajo y proceso artesanal
de las materias duras animales. Sin embargo, consideramos
que la falta de publicaciones sobre estos objetos no implica
que no existieran, sino que han quedado relegadas en investigaciones centradas en otras partes de la cultura material. Así,
quizás, recalcamos que el objetivo y base principal de nuestro
trabajo es subsanar ese vacío y analizar las piezas elaboradas
sobre hueso, asta, cuerno y marfil de época ibérica, tanto como
objetos terminados como en los procesos de su manufactura,
buscando a las personas detrás de estos objetos (Calvo y García
Rosselló 2014), tanto a quienes las elaboraron como a quienes
las utilizaron. Ya que partimos de la hipótesis de que se tratan
1
[page-n-19]
de artesanías que han sido marginadas de la investigación y no
de artesanías marginales. En relación con ello debemos señalar
que este trabajo y nuestra investigación doctoral partió y formó
parte del proyecto dirigido por nuestra tutora, C. Mata Parreño:
“Madera, Hueso, Marfil, Asta y Concha. ¿Artesanías marginales
o marginadas?” (MHUMAC), financiado por el Ministerio de
Economía y Competitividad (HAR2013-45770-P) (2014-2017)
y por la Conselleria d’Educació, Cultura i Esport de la Generalitat Valenciana (ACOMP2015/256).
De manera concreta nuestros objetivos han pasado por:
- Revisión de la cultura material de las excavaciones antiguas y actuales de diferentes enclaves ibéricos desde el área
catalana hasta Andalucía, analizando las piezas ya catalogadas
como industria ósea, así como examinando toda la fauna recuperada en los trabajos arqueológicos de cada yacimiento en
busca de piezas que se pasaran por alto inicialmente, tanto objetos terminados como, fundamentalmente, matrices, soportes,
desechos de trabajo o piezas descartadas en hueso, asta, cuerno
o marfil. Con ello nos acercamos a la identificación de posibles
lugares de trabajo sobre estas materias primas no reconocidos
con anterioridad.
- Comparación geográfica y cronológica para identificar diferencias o similitudes en el tipo de objetos fabricados en los
distintos territorios iberos, así como de los motivos decorativos
presentes en estos, intentando dar respuesta a una serie de preguntas: ¿Podemos documentar lugares o áreas de producción
de ciertas piezas o materias primas? ¿Todos los yacimientos
estudiados cuentan con la presencia de objetos de marfil, una
materia prima de marcado prestigio social y valor económico
que debía llegar a la península ibérica, como materia prima o
como objetos elaborados, a través de intercambios comercia-
2
les? ¿Existe una copia de los objetos de asta y hueso de los
realizados en marfil? ¿El estudio de las piezas elaboradas en
hueso, asta y cuerno nos permite hablar de la artesanía sobre
otras materias primas menos conocidas debido a su carácter
perecedero en el registro arqueológico como son el cuerno o
la madera? ¿Qué herramientas se utilizaban? ¿Quién las realizaba? ¿Quién las utilizaba? ¿Existían distintos grados de saber
hacer de estas artesanías?
Estas son algunas de las preguntas de las que partimos para
realizar este estudio. Con todo ello pretendemos obtener una
visión compleja de todo aquello de lo que nos pueden llegar a
informar las piezas elaboradas sobre materias duras animales a
través de una lectura meticulosa.
En conclusión, el análisis de este tipo de útiles nos ayuda
a acercarnos a aspectos relegados de la vida cotidiana, económica, simbólica, social y funeraria de los pueblos iberos. Las
piezas recuperadas en espacios habitacionales (en los que hemos centrado nuestro estudio) nos permiten reflexionar sobre
el trabajo artesanal realizado en estas materias primas, el uso
dado a los restos de fauna más allá de su consumo (tanto domésticos como silvestres) y sobre los fenómenos de manufactura,
contacto, copia, circulación e intercambio de estos petits objets
que nos acercan al conocimiento de le petit artisanat (Feugère
y Charpentier 1989-1990) en el territorio ibero y que podemos
poner en relación con otros pueblos y culturas mediterráneos,
como son griegos, etruscos, púnicos o romanos. Por tanto, a través de una visión global y comparativa, el estudio de esta clase
de industrias nos revela diferencias, evoluciones y similitudes,
tanto temporales como espaciales, en la realización y utilización
de los artefactos de hueso, asta, cuerno y marfil.
[page-n-20]
2
Revisión historiográfica
2.1. ESTUDIOS PREHISTÓRICOS
2.1.1. marco europeo. se sientan las bases.
último tercio del siglo xx
Los estudios acerca de las industrias sobre materias duras animales comenzaron a desarrollarse con fuerza, salvo excepciones
puntuales anteriores (Henri-Martin 1907-1910; Breuil 1938), en
la década de los setenta del s. XX, impulsados, fundamentalmente, por la escuela francesa. Se crearon tipologías de trabajo
de la denominada industria ósea siguiendo unos criterios de clasificación sistemáticos tanto en la descripción como en el dibujo
de unas piezas que, en gran medida, habían sido marginadas
en las investigaciones y publicaciones arqueológicas. Los estudios se centraron en la Prehistoria, en el Paleolítico Medio y en
el Paleolítico Superior ya que la presencia de útiles y adornos
elaborados sobre materias duras animales resultó habitual. Se
realizaron estudios completos centrados en tipos específicos de
artefactos como Les aiguilles à chas au Paléolithique (Stordeur
1979) o los arpones de hueso para el Magdaleniense (Julien
1982). En abril de 1974 tuvo lugar el Primer Coloquio Internacional sobre la Industria ósea en la Prehistoria celebrado en
L’abbaye de Sénanque (Vaucluse). En él, un importante número
de especialistas se reunieron para tratar problemas metodológicos, dudas y confusiones en la identificación de las materias
primas empleadas en ciertas piezas, ya que puede resultar complejo distinguir de visu una pieza fabricada en marfil, hueso o
asta si ha sido intensamente trabajada; se plantearon trabajos y
protocolos de arqueología experimental y, quizás como el objetivo más destacado, se propuso una clasificación normalizada
de los diferentes útiles y adornos (Camps-Fabrer 1974). A raíz
de esta primera reunión en Francia se crearon grupos de trabajo
específicos, impulsando así, paulatinamente, el estudio de las
industrias sobre materias duras animales. Estos grupos de trabajo empezaron, poco a poco, a estudiar artefactos óseos del
Neolítico y de la Edad del Bronce (Camps-Fabrer 1979, 1982,
1983). De igual modo y bajo la dirección de H. Camps-Fabrer,
junto con la Commission de nomenclature sur l’industrie de l’os
préhistorique, se publicaron a partir del año 1988 las reconocidas Fiches typologiques de l’industrie osseuse préhistorique;
en la actualidad esta colección consta de 13 cahiers (CampsFabrer 1988a, 1988b, 1990, 1991, 1992, 1993a, 1995 y 1998;
Ramseyer 2001 y 2004; Patou-Mathis 2002; Clodoré Tissot et
al. 2009; Mons et al. 2014).
En estos cuadernos se definieron las categorías de catalogación de diferentes objetos realizados sobre materias duras
animales en la Prehistoria, como azagayas, propulsores, puntas,
punzones, mangos o percutores, entre otros. Se ideó un plan de
trabajo para: “…trouver des éléments de comparaison entre les
niveaux et les sites dans le but d’une classification chrono-culturelle” (Camps-Fabrer 1988a: 1). La clasificación se vertebró
mediante fichas generales que incluyeran la definición del grupo
principal, un repaso histórico a los sistemas de clasificación desarrollados para catalogar esas piezas, su expansión cronológica
y geográfica, la metodología aplicada, la morfología y morfometría de cada tipo, las técnicas empleadas en su fabricación,
así como las hipótesis de utilización y la bibliografía.
Así pues, de manera gradual, en el último cuarto del s. XX,
comenzaron a enlazarse una serie de publicaciones y reuniones
de grupos internacionales que trazaron las líneas generales de la
investigación sobre las industrias en materias duras animales.
Se desarrollaron unos criterios sistemáticos tanto en los estudios
tipológicos como tecnológicos que, progresivamente y con ciertas variaciones, revisarían y prestarían más atención a los artefactos realizados sobre estas materias primas en diferentes áreas
y territorios europeos en cronologías prehistóricas (Billamboz
1977; Choyke 1983; Olsen 1984; Patou-Mathis y Aguirre 1986;
Campana 1989; Krausz 1992a; Sidéra 1993; Averbouch y Provenzano 1998-1999; Provenzano 1999, 2001; entre otros).
3
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2.1.2. siglo xxi. the worked bone research group
Durante el s. XXI las publicaciones relacionadas con aspectos
tipológicos, tecnológicos, traceológicos o contextuales de este
tipo de piezas han continuado creciendo. Como ya hemos apuntado, dentro de la escuela francesa, los cuadernos X (PatouMathis 2002), XI (Ramseyer 2004), XII (Clodoré Tissot et al.
2009) y XIII (Mons et al. 2014) de las Fiches typologiques de
l’industrie osseuse préhistorique fueron publicados en esta centuria. Especialmente relevante resultó la creación formal en el
año 2000 del Worked Bone Research Group (WBRG) (https://
www.wbrg.net/) como un grupo de trabajo propio dentro del
International Council for ArchaeoZoology (ICAZ) fundado en
1971. El WBRG nació con la intención de mantener en contacto
a los y las especialistas mundiales en el estudio de las piezas
realizadas sobre materias duras animales en diversos ámbitos territoriales y para cronologías tanto prehistóricas como protohistóricas o históricas. Desde su fundación, este grupo de trabajo ha
ido creciendo y ha organizado, de manera anual o bianual, congresos y publicaciones que buscan compartir e incentivar el debate y el conocimiento científico (Choyke y Bartosiewick 2001;
Riddler 2003; Luik et al. 2005; Legrand et al. 2010; Baron y
Kufel-Diakowska 2011; Lang 2013; Choyke y O’Connor 2013;
Ma y Hou 2014; Vitezović 2016; Bejenaru 2018; Altamirano y
Alarcón 2019).
Así pues, el núcleo de investigadores franceses, con sus diversidades y particularidades sigue predominando en los estudios
sobre les industries osseuses préhistoriques, aunque también la
revisión de esos materiales en otras áreas europeas como la península de los Balcanes, Chipre, Rusia o Siria ha sido enérgicamente impulsada, especialmente gracias a las acciones del WBRG,
abogando por enfoques diversificados que incidan en aspectos
complejos e interrelacionados, como los modos de identificación
de las materias primas, la conjugación del valor tipológico, tecnológico y funcional de los objetos, así como las implicaciones
sociales, culturales, económicas y simbólicas que podemos llegar
a conocer a través de los mismos (Maigrot 2003a, 2003b; Choyke
2005, 2006; Luik y Maldre 2005; Sidéra 2005, 2011; Sidéra y
Giacovini 2002; Legrand 2005; Christidou et al. 2009; Zidarov
2009; Legrand et al. 2010; Vitezović 2010; entre otros).
2.1.3. marco peninsular
En la península ibérica se siguieron de cerca los progresos realizados por los investigadores europeos y, en concreto, por los
franceses. En 1967, en la Universidad de Zaragoza, I. Barandiarán presentó su tesis doctoral sobre: El Paleomesolítico del
Pirineo Occidental: bases para una sistematización tipológica
del instrumental óseo paleolítico. Este estudio marcó el inicio
de este tipo de trabajos en nuestro territorio. Barandiarán sistematizó la ordenación de las industrias óseas en una lista abierta en la que se pudieran añadir nuevos útiles no contemplados
inicialmente. Esta lista constaba de cinco grandes familias:
apuntados; aplanados; dentados; perforados y varios. Familias
que se desglosaban en 31 grupos tipológicos y que se dividían,
a su vez, en 82 tipos primarios y 16 secundarios.
Desde entonces y durante los últimos 35 años se han impulsado los estudios de las industrias sobre materias duras animales de diversas áreas peninsulares en cronologías paleolíticas,
eneolíticas, neolíticas, calcolíticas y de la Edad del Bronce. J. A.
4
Mujika (1983), empleando la tipología de Barandiarán, centró
sus investigaciones en el País Vasco, sobre todo en Guipúzcoa,
en cronologías prehistóricas. Aplicó esa clasificación abierta
complementándola con estudios específicos, como el de Julien
(1982) sobre los arpones magdalenienses de asta y con las directrices planteadas por la Commission de nomenclature sur
l’industrie de l’os préhistorique. Mujika continuó realizando
estudios sobre industria ósea, algunos de ellos centrados en temas tecnológicos más que en clasificaciones tipológicas (1990,
2007-2008). En 1987, J. M. Rodanés publicó su tesis doctoral
La industria ósea prehistórica en el valle del Ebro. Trabajo enmarcado en la cuenca hidrográfica del río Ebro que pretendía
determinar la evolución de los útiles y adornos realizados sobre
materias duras animales entre el Neolítico antiguo y la Edad
del Bronce. Estudió un total de 2093 piezas de 228 yacimientos
para desarrollar su propuesta tipológica compuesta por 31 grupos desglosados en 70 tipos primarios.
En 1996 J. L. Pascual defendió su tesis doctoral sobre Utillaje óseo, adornos e ídolos neolíticos valencianos (publicada
en 1998). Tras una exposición del marco cronocultural de los
yacimientos estudiados y una serie de apuntes acerca de las técnicas de fabricación documentadas y los análisis morfológicos,
métricos y traceológicos que pueden llevarse a cabo en este tipo
de piezas, el grueso del trabajo está centrado en el estudio tipológico de los materiales, distinguiendo entre “Utillaje óseo” y
“Elementos de adorno”, así como en la evolución de ambos entre el Neolítico y la Edad del Bronce en el territorio valenciano.
Sus trabajos estuvieron también ligados a los avances franceses.
Participó como autor y coordinador de las Fiches typologiques
de l’industrie osseuse préhistorique. Cahier VIII: Biseaux et
tranchants (Camps-Fabrer 1998). Ha analizado las piezas de
marfil de yacimientos como La Mola (Agres, Alicante) (Pascual
2012a) o La Lloma de Betxí (Paterna, València) (Pascual 2015),
así como diversas colecciones malacológicas e ictiológicas manufacturadas (Pascual 2005; Pascual y García Puchol 2015, Pascual y Marlasca 2019); entre otras.
La industria ósea prehistórica del yacimiento eneolítico de El
Prado (Jumilla, Murcia) fue estudiada por M. D. de Jara (19911992), siguiendo igualmente los trabajos de Barandiarán (1967)
y de la escuela francesa. M. D. Meneses y M. García (1999) estudiaron los Objetos de hueso, cuerno y concha de época prehispánica de las Islas Canarias: tipología y tecnología, en esta
publicación, en la medida de lo posible y con el fin de homogeneizar la descripción y dibujo del material, se adoptó la clasificación tipológica propuesta por la Commission de nomenclature
sur l’industrie de l’os préhistorique. R. Maicas Ramos (2007)
se centró, por su parte, en el estudio sobre la Industria ósea y
funcionalidad: Neolítico y Calcolítico en la Cuenca de Vera
(Almería); investigaciones que ha continuado con los materiales
recuperados en Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería)
(Maicas Ramos 2019). G. E. Adán publicó hace unos años un
análisis tipológico-tecnológico de la industria ósea del Tardiglaciar en Asturias, Producciones óseas, funcionales y decorativas
(2013), una actualización de su tesis doctoral defendida en 1997.
Otra obra de gran relevancia es la de J. A. López Padilla
(2011): Asta, hueso y marfil. Artefactos óseos de la Edad del
Bronce en el Levante y Sureste de la Península Ibérica (c. 2500
- c. 1300 cal BC). En este estudio tipológico-tecnológico el autor vertebra su tipología distinguiendo entre “artefactos media-
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les”, los que están involucrados en la producción de otros bienes
materiales (como agujas, cinceles o alisadores) y “artefactos finales”, aquellos que no participan en ningún proceso productivo
posterior (como cuentas de collar, botones o peines).
Por su parte, J. M. Tejero destaca por sus estudios sobre
conjuntos auriñacienses (2013 y 2014) y magdalenienses (2005)
enfatizando en los aspectos morfotecnológicos y tecnoeconómicos. Asimismo, siguiendo los trabajos de Tejero (2005 y 2009)
y de la escuela francesa, M. Borao (2012 y 2020) ha analizado
también desde un punto de vista tecnológico y tipológico las
piezas de hueso y asta de los niveles badeguilenses y magadalenienses de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, Alicante)
y de la Cova del Parpalló (Gandia, València).
En los últimos años podemos destacar también el trabajo de
investigadores como M. Altamirano, V. Barciela y M. Luciañez.
El primero de ellos ha realizado diversos trabajos prestando
atención a la combinación de aspectos tipológicos, tecnológicos, funcionales y sociales de los materiales realizados en hueso, asta, cuerno y marfil del Calcolítico y de la Edad del Bronce
del sureste de la península ibérica, así como a los cambios y a
las evoluciones cronológicas de los mismos (Altamirano 2013
y 2014; Altamirano y Luciañez 2016; entre otros). En su tesis
doctoral, Barciela (2015) estudió los elementos de adorno personal en diferentes materias primas, entre las que se incluyen
las materias duras animales, en el territorio entre los ríos Júcar
y Segura en la Edad del Bronce, abordando tanto cuestiones
teóricas como aspectos vinculados a la tecnología, experimentación, uso y función. Previamente, la autora había realizado
diferentes estudios centrados exclusivamente en piezas elaboradas sobre marfil (Barciela 2002, 2007, 2012). Luciañez,
por su parte, ha centrado su trabajo en los materiales ebúrneos
calcolíticos del suroeste peninsular, en concreto, del enclave
de Valencina de la Concepción (Castilleja de Guzmán, Sevilla)
(Luciañez 2018; Luciañez et al. 2022). En sus investigaciones
aboga por un enfoque multidisciplinar aunando conservación,
restauración, experimentación, análisis contextual y el estudio
de la chaîne opératoire y de los procesos tecnológicos. Estos
trabajos deben entenderse dentro del impulso al estudio de las
piezas realizadas sobre una materia prima exótica como es el
marfil que, para la prehistoria reciente en el ámbito peninsular,
han centrado numerosas investigaciones, como las ya señaladas, tratando su papel como bienes de prestigio y como indicadores de actividades y rutas comerciales, proponiendo incluso
la identificación de su procedencia, mediante el uso de diversos métodos arqueométricos (Schuhmacher y Banerjee 2012;
Schuhmacher et al. 2013; Sastri et al. 2013; Nocete et al. 2013;
Schuhmacher 2017) y de ADN (Goffette et al. 2021).
2.2. EDAD DEL HIERRO
2.2.1. marco europeo
Como hemos visto, los estudios acerca de las piezas de hueso,
marfil y asta son abundantes para cronologías prehistóricas desde los años setenta del siglo pasado, si bien ese desarrollo no se
extiende, con la misma intensidad, para cronologías del I milenio a.C. En cierta forma se asumió que su presencia era menor
debido a la mayor abundancia de objetos metálicos que podrían
sustituir a este tipo de materias primas.
Fueron fundamentalmente las piezas de marfil, bienes de
adorno y de prestigio con un importante desarrollo decorativo,
las que más atención recibieron. Así, encontramos los trabajos de Y. Huls (1957) quien analizó los marfiles etruscos y los
motivos y estilos decorativos identificables. De igual forma, se
estudiaron las decoraciones realizadas sobre esta materia prima por los artesanos del mundo griego (Barnett 1948), egipcio,
mesopotámico, sirio y fenicio (Barnett 1954; De Mertzenfeld
1954; Winter 1976; Stephan 1996; Ben-Shlomo y Dothan 2006;
Feldman 2015; entre otros).
Debemos destacar la obra editada por J. Lesley (1992). Trabajo fundamental para reflexionar no solo sobre la presencia de
marfil en lugares tan paradigmáticos como Ugarit (Siria) o los
templos de Artemisa en Éfeso (Grecia) y de Zeus en Olimpia
(Grecia), sino para acercarnos a la producción artesanal de esta
materia prima en el mundo griego y a su evolución cronológica
desde la Edad del Bronce hasta el periodo helenístico, incidiendo en los aspectos de producción, adquisición, intercambio y
significación econonómico-social del marfil en todo el área mediterránea. Encontramos también trabajos monográficos sobre
distintas excavaciones del mundo griego en las que se recogen
los objetos realizados en hueso y en marfil como el trabajo sobre
L’îlot de la Maison des Comédiens de Delos (Grecia) (Bruneau
et al. 1970) o sobre Kenchreai, región del puerto oriental de
Corinto (Grecia) donde los pequeños objetos de hueso y marfil
se tratan de manera conjunta con los de madera (Olch Stern et
al. 2007). Asimismo, las colecciones de astrágalos trabajados y
naturales también han recibido una atención especial por parte
de diferentes investigadores, tal es el caso de los yacimientos
sirios de Tell Mardikh-Ebla (Minniti y Peyronel 2005) y TellAfis (Affani 2008) o de la necrópolis griega de Locri Epizefiri
(Carè 2003).
Centrándonos en los estudios desarrollados en el ámbito
francés debemos remarcar la investigación sistemática
de S. Krausz sobre la manufactura de las materias duras
animales en el enclave de Arènes à Levroux (Indre, Francia) (Krausz 1992a y 1992b) y el análisis de D. Minni sobre
Technologie des matières dures d’origine animale à l’Âge
du Fer en Europe celtique (2008), en el que se reivindica la
necesidad de realizar estudios tipológicos y tecnológicos completos que nos permitan acercarnos a los usos cotidianos y
simbólicos de los artefactos elaborados sobre materias duras
animales en la Europa céltica. La autora señala que la presencia
de objetos de hueso, asta y marfil es menor en la Edad del Hierro que durante la prehistoria y también que en época romana,
pero incide en que una presencia menor no implique un olvido
injustificado dentro de la investigación arqueológica. Ligado a
ello, J. P. Guillaumet aborda también, a través del estudio de
los trabajos artesanales en el territorio Galo entre el s. VII s. I a.C., el caso de las materias primas duras de origen animal:
“Comme aux périodes précédentes et suivantes, l’époque celtique utilise les matières animales, l’os, le bois du cerf, le corne et
l’ivoire, pour fabriquer et orner des objets. Leur nombre et leurs
types sont moins nombreux qu’à l’époque gallo-romaine mais
beaucoup plus variés dans les formes et des décors” (Guillaumet 2018: 495).
M. Py en su Dictionnaire des objets protohistoriques de
Gaule Méditerranéenne (IXe - Ier siècles avant notre ère) (2016)
recoge un amplio catálogo de pequeños artefactos (objetos in5
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determinados, apuntados, fusayolas, fíbulas, cuentas y colgantes, entre otros) en el que tienen cabida tanto piezas elaboradas
sobre materias duras animales, como sobre metales, piedra o
arcilla, remarcando así que una materia prima no implica exclusividad tipológica o funcional, siendo necesarias perspectivas
transversales para acercarse al estudio de la cultura material.
En el mundo anglosajón debemos destacar el trabajo de S.
O’Connor, investigadora que trabaja desde perspectivas centradas en la caracterización de las materias duras de origen animal
a través de métodos arqueométricos. Para la Edad del Hierro
ha estudiado los mangos de un conjunto de espadas de South
Cave (East Yorkshire, UK) a través de su caracterización macro
y microscópica (O’Connor et al. 2015).
Asimismo, es posible encontrar estudios de piezas individualizadas, como por ejemplo, el trabajo centrado en un artefacto decorado realizado sobre asta en Noordhof (La Haya, Países
Bajos) (Rijkelijkhuizen et al. 2015) o la publicación de un bol
de marfil de elefante decorado de inicios de la Edad del Hierro
(s. XI a.C.) recuperado en el yacimiento sirio de Tell es-Safi/
Gath (Israel) (Maeir et al. 2015).
2.2.2. marco peninsular e insular
No existe un trabajo que, de forma global, abarque la producción
de objetos elaborados en materias duras animales de la Edad de
Hierro en la península ibérica. De hecho, como ya hemos señalado, el objetivo fundamental de este trabajo es completar ese espacio casi en blanco para el mundo ibérico, analizando la presencia, elaboración, utilización y significación de este tipo de piezas.
Por lo general, su estudio se ha llevado a cabo de manera
tangencial, otorgándoles un relativo protagonismo, destinados a
ocupar las categorías de “otros”, “objetos diversos” o el último
epílogo en la descripción de los materiales recuperados en un
yacimiento; aportando una descripción somera de los mismos
y no estandarizada entre investigadores, junto a un dibujo o fotografía de las piezas más destacadas sin profundizar en interpretaciones. Igualmente, han quedado relegadas a la categoría
de “fauna” piezas que pertenecen al proceso de fabricación de
objetos sobre materias duras animales, como matrices, soportes,
desechos de trabajo o piezas descartadas, imposibilitando así
documentar y valorar la significación social que implica el trabajo artesanal sobre estas materias primas.
Encontramos algunos trabajos centrados en piezas excepcionales que llamaron de forma especial la atención de los investigadores, como el caso de los peines de hueso de La Serreta
(Alcoi-Penàguila-Cocentaina, Alicante) (Font 1970) o el de las
placas perforadas de hueso de la necrópolis de El Cigarralejo (Mula, Murcia) (Ruano y Montero 1989). Cabe matizar que
dichos peines de La Serreta se revisaron y se documentó que
están realizados sobre marfil (Mata Parreño et al. 2018). De
forma general, sin duda alguna, han sido precisamente los materiales ebúrneos del sur peninsular y de influjo orientalizante
(s. VIII - s. VI a.C.) los que más interés han generado para época protohistórica, de manera similar a los casos de estudio de
los contextos calcolíticos y de la Edad del Bronce ya señalados:
M. E. Aubet centró sus investigaciones en los materiales de las
necrópolis tartésicas sevillanas del Bajo Guadalquivir: Cruz del
Negro (Carmona) (Aubet 1979), El Acebuchal (Carmona), La
Alcantarilla (Carmona) (Aubet 1980), Bencarrón (Mairena del
Alcor/Alcalá de Guadaira), Santa Lucía (Mairena de Alcor) y
6
Setefilla (Mairena de Alcor) (Aubet 1981-1982) y M. AlmagroGorbea (2005-2008) en la de Medellín (Badajoz). H. Le Meaux
(2006 y 2010) repasa los marfiles recuperados en la península para cronologías que abarcan desde el Bronce Final hasta
la Edad del Hierro, reflexionando sobre la circulación de los
marfiles por las rutas comerciales tanto del Atlántico como del
Mediterráneo, así como incidiendo en sus aspectos artesanales
y decorativos.
En el ámbito insular podemos destacar la publicación de un
trabajo de catalogación de más de 450 amuletos púnicos realizados en hueso procedentes de diferentes necrópolis ibicencas
(Fernández et al. 2009). Resulta interesante que este tipo de
adornos, habituales en el mundo púnico, apenas estén presentes
en los contextos ibéricos.
Para el área celtibérica del interior peninsular y los enclaves
castreños de la región septentrional encontramos varias publicaciones que versan sobre industrias sobre materias duras animales. C. Liesau (1988) recoge los mangos y evidencias de la
cadena operativa del trabajo de las astas de ciervo del yacimiento celtibérico de El Soto de Medinilla (Valladolid), trabajo que
amplía con el estudio global de toda la fauna y la industria ósea
de dicho asentamiento (Liesau 1994). A. Castiella presentó un
estudio sobre las piezas manufacturadas sobre hueso y asta de
cinco yacimientos de la Edad del Hierro de la actual provincia
de Navarra (1994). Su clasificación, basada en los trabajos de
Rodanés (1987), señalaba también, al igual que en el caso de El
Soto de Medinilla, la preponderancia de los mangos en los conjuntos analizados. B. Pastor-Vélez (1994) presenta otro trabajo
centrado en seis mangos de marfil procedentes de seis yacimientos localizados en la zona del Alto y Medio Ebro con ocupaciones del Bronce Final-Edad del Hierro. Del yacimiento castreño
de El Castiello de Cellagú (Latores, Oviedo) se analizaron más
de 15000 piezas correspondientes a los restos zooarqueológicos
naturales y antrópicamente modificados de la ocupación prerromana y romana del asentamiento (Adán 2003). La autora presta especial atención a la chaîne opératoire y clasifica en siete
tipos indicativos los artefactos terminados (objetos apuntados,
biselados, romos, enmangables, perforados, dentados y otros).
Una vez más, son los mangos de hueso y sobre todo de asta los
objetos más abundantes; fenómeno similar al documentado en
la Numancia celtibérica (Quintero 2012). Para el territorio del
noreste peninsular y, en concreto, en el área del País Vasco, se
han llevado a cabo estudios que de forma conjunta analizan las
piezas y los procesos tecnológicos de fabricación de objetos en
hueso, asta y marfil desde el Calcolítico hasta la Edad del Hierro
(Tardío y Zamolla 2011; Arévalo-Muñoz 2015, Arévalo-Muñoz
y Camarero 2018).
Para el área ibérica debemos destacar el impulso llevado a
cabo, en los últimos años, por el proyecto “Madera, hueso, marfil, asta, concha ¿Artesanías marginales o marginadas?” (Mata
Parreño et al. 2020a), continuación de los trabajos previos sobre
“Flora y Fauna Ibérica. De lo Real a lo Imaginario” (Badal et
al. 2010; Mata Parreño et al. 2014; http://www.florayfaunaiberica.org/). Fruto de ello han visto la luz una serie de estudios
centrados tanto en el proceso de manufactura de las piezas de
hueso y marfil realizando trabajos de arqueología experimental
(Mata Parreño et al. 2018), como en el análisis de piezas destacadas de la eboraria ibérica, como los peines del s. III - s. II
a.C. (Mata Parreño et al. 2017) o los mangos decorados con
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incrustaciones de ámbar adheridas mediante estaño (s. IV - s.
III a.C.), técnica por primera vez documentada en la península
ibérica (Blasco Martín et al. 2019) y aquellos ornamentados con
apliques metálicos de bronce y plata (s. IV - s. II a.C.) (Mata Parreño et al. 2020b). Asimismo, se ha reflexionado acerca de las
formas de transmisión cultural de los trabajos artesanales sobre
hueso y marfil a través de las placas perforadas y peines desde
el marco de la Cultural Inheritance Theory (Mata Parreño et al.
2021). Además, se ha estudiado la industria en hueso y asta de
yacimientos como Covalta (Albaida, València) (Blasco Martín
2015) o El Palomar (Oliete, Teruel) (Blasco Martín 2018) o las
vértebras de peces perforadas y empleadas como cuentas (Marlasca et al. 2019). Por otra parte, se han analizado conjuntamente las placas de hueso perforadas recuperadas en necrópolis y
en poblados (Mora García 2018) y los astrágalos en el mundo
funerario (García Romero 2019).
Sirva señalar que otras materias duras animales como los
huevos de avestruz decorados, documentados en época protohistórica en el territorio peninsular e insular, han sido también
objeto de diversos estudios (Astruc 1957; San Nicolás Pedraz
1975; Barrachina y Adroher 2018; entre otros).
2.3. MUNDO ROMANO
2.3.1. marco europeo
Los estudios sobre las industrias en materias duras animales
para el mundo romano son numerosos. Su impulso tuvo lugar a
partir de los años ochenta del s. XX. En 1979 se presentó en el
Museo de Dijon (Francia) la exposición: Le cycle de la matière:
l’os, comisariada por M-C. Frère-Sautot y J-C. Béal (1980) la
cual, para el período galo-romano, centraba la atención tanto
de arqueólogos/as como del público en general en unos objetos
hasta entonces obviados en exposiciones y publicaciones. Unos
años después, Béal (1983 y 1984), continuando con esta línea de
trabajo, sentó las bases de una tipología de clasificación exhaustiva de estos artefactos para época romana que se convertiría en
referente. Desde entonces y hasta la actualidad en el territorio
francés son recurrentes las publicaciones que se centran en el
trabajo de estas materias primas. Además, es habitual el empleo
de los términos petits objets y tabletterie (Leri et al. 1996). El
primero de ellos tiene una definición de alcance amplio con límites no muy marcados y que aglutina a todos esos pequeños
objetos a veces olvidados en los registros arqueológicos entre
los que se incluyen los materiales aquí estudiados (Feugère y
Charpentier 1989-1990). Por su parte, por tabletterie: “…on entend la transformation des matières dures animales –os, bois de
cerf, ivoire ou corne– en objets manufacturés. Cet artisanat jouit
d’une grande popularité tout au long de la période romaine”
(Schenk 2010).
Siguiendo en el ámbito galo, debemos citar el trabajo centrado en las colecciones óseas de L’Espace Mangin à Fréjus
(Var, Francia) con una cronología amplia que abarca desde finales del s. IV a.C. hasta el s. V d.C. (Leomine y Rodet-Belarbi
2005-2006); así como la publicación Le travail de l’os, du bois
de cerf et de la corne à l’époque romaine: un artisanat en marge (Bertrand 2008), en la que, desde diferentes puntos de vista,
varios investigadores reflexionan sobre el valor social de estas
artesanías en época romana.
En el ámbito anglosajón otra obra clave que continúa siendo de obligada consulta en la actualidad es el libro de A. MacGregor: Bone, antler, ivory & horn: the technology of skeletal
materials since the roman period (1985). MacGregor aporta
una visión taxonómica, tipológica, tecnológica y funcional a las
piezas conocidas en la Europa de influencia celta desde época
romana hasta la Edad Moderna, incidiendo en las características propias de cada materia prima. Por su parte, para el ámbito italiano podemos destacar las investigaciones de C. Bianchi
centradas, de forma preferente, en elementos funerarios entre
los que destacan los lecti funebres decorados con hueso o marfil
(2000 y 2010).
Huelga señalar que para puntos diferentes de todo el territorio romano se han realizado estudios de la tabletterie centrados en aspectos tipológicos, tecnológicos, funcionales o simbólicos, muchos de ellos ligados al desarrollo, en los últimos
años, del ya citado WBRG (Vass 2010; Kovac 2012; Nuţu et
al. 2014; Hrnčiarik 2017, 2018; Deschler-Erb y Ammann 2019;
entre otros). Asimismo, se han desarrollo estudios que buscan, a través de la arqueología experimental, comprender los
procesos artesanales detrás de la fabricación de estos objetos
(Barbier 2016).
2.3.2. marco peninsular
En territorio peninsular para época romana se han podido identificar espacios que funcionarían como talleres de fabricación de
objetos sobre estas materias primas: en la “Casa de los Estucos”
de Complutum (Madrid) con especial presencia de acus crinalis
relacionadas con los peinados femeninos (Rascón et al. 1995;
Rascón 1998); en la villa de Torre Águila (Bardaño, Badajoz)
(Rodríguez Martín 1991-1992); en la Legio IIII Macedónica
(Herrera del Pisuerga, Palencia) (Pérez González e Ilarregui
1994); en Baetulo (Badalona, Barcelona) (Colominas 2013); en
Calagurris (Calahorra, La Rioja) (Tirado 1998); en el área navarra en la villa de Arellano, en ciudades como Pompelo (Pamplona), Cara (Santacara) y Andelo (Andión) e incluso en el área
extramuros de la propia Pompelo (Mezquíriz 2009: 162).
En otros yacimientos romanos no se ha podido identificar la
presencia de talleres, pero sí de conjuntos de piezas elaboradas
en hueso, asta o marfil, como en La Orden (Guadajira, Badajoz);
El Cuco (Lobón, Badajoz); Las Viñas (Lobón, Badajoz); Perales
(Mérida) o en Las Termas, El Conde-1 y El Conde-3 (todos ellos
en Talavera de la Reina, Toledo) (Rodríguez Martín y Jerez Linde 1994); en el Cerro de Álvar-Fáñez (Huete, Cuenca) (Aguado
Molina et al. 2007); Los Bañales (Uncastillo, Zaragoza) (Andreu Pintado 2013); la villa de Cornelius (L’Ènova, València)
(Pascual 2006); Villanueva de la Fuente (Ciudad Real) (Tormo
Ortiz 2013) o en Saguntum (Sagunto, València) (Llorens 2005);
entre otros. La mayor parte de estos resultados han sido recopilados en el trabajo sobre Artesanos y talleres del hueso en la
Hispania Romana de F. German Rodríguez Martín (2014) en el
que el autor habla de 41 lugares que se pueden relacionar con
la industria ósea y 19 de ellos con la presencia de talleres sobre
estas materias primas, teniendo en cuenta que no se ha podido
documentar ningún taller de eboraria. En cuanto a la cronología,
la mayoría de los talleres localizados en Hispania sitúan su producción en Época Imperial, entre el s. III y el s. IV d.C., siendo
una minoría los del Alto Imperio.
7
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3
Las materias primas
3.1. APUNTES INTRODUCTORIOS
La producción de cualquier útil está condicionada por la materia
prima en la que ha sido elaborado, aunque está claro que no es
el único factor de influencia. Las herramientas con las que se elaboraron y la pericia y conocimiento técnico del artesano resultan
fundamentales en la manufactura de cualquier objeto, así como la
necesidad, demanda y gustos de cada consumidor; además de otros
factores profundos de sesgo cultural (consideraciones estéticas y
modas dentro del grupo), medioambiental (disponibilidad de la
materia prima en el medio, época del año) y económico (capacidad
adquisitiva o exclusividad de la materia, entre otras).
Teniendo en cuenta todo ello, podemos asegurar que la materia prima es un condicionante primordial de la pieza que se
va a fabricar. La elección de una u otra materia prima tendrá en
cuenta sus propiedades físicas, la disponibilidad en el medio, el
grado de especialización necesario para trabajarla y su posible
valor estético, económico e incluso simbólico.
El hueso, el asta, el cuerno y el marfil forman parte del endoesqueleto o exoesqueleto de los animales y, por lo tanto, su uso
como materias primas va ligado, en la mayoría de los casos, al propio aprovechamiento animal. No debemos olvidar que los restos
óseos no reflejan únicamente un tratamiento alimenticio, sino que
debemos tener en cuenta los distintos usos que se pueden dar de
un animal muerto o sacrificado, citando solo algunos ejemplos, la
piel, el pelo (la crin del caballo, entre otros) o las plumas de las aves
pueden amplearse tanto como vestimenta o como adorno, o la grasa
animal se aprovecharía no solo con fines alimenticios sino como
aceite de lámpara, velas, impermeabilización o lubricación (Reitz
y Wing 2008: 133). Así, la utilización de huesos, astas, cuernos y
dientes como matrices sobre las que fabricar artefactos, sería una
parte más de estos múltiples aprovechamientos.
Las materias duras animales poseen diferentes características que las hacen atractivas como son dureza, color, forma,
resistencia, flexibilidad o translucidez (esta última sobre todo
en el caso del cuerno). Sus propiedades físicas las convierten en idóneas para ser empleadas como herramientas, adornos o elementos lúdicos. De hecho, su selección y trabajo por
el ser humano están atestiguados desde el paleolítico hasta
la actualidad.
Cada materia dura animal posee características físicas y químicas propias que le confieren distinto valor y condicionan su
elección y su empleo. Presentamos a continuación los rasgos
singulares y también compartidos de cada una de las materias
primas tratadas.
3.2. HUESO
Los huesos conforman el endoesqueleto de los animales vertebrados. Constituyen la estructura sólida que sostiene el cuerpo, protege los órganos y demás tejidos blandos y hacen posible el movimiento. El hueso es el más fuerte de los tejidos
conjuntivos de los vertebrados. Tienen formas variadas y una
estructura interna compleja y funcional que determina su morfología, aportándoles dureza y resistencia, pero también elasticidad. No todos los huesos son iguales en tamaño y consistencia, pero en promedio su composición química es de
un 25 % de agua, 45 % de componentes inorgánicos y 30 %
de materia orgánica: células óseas, colágeno y otras proteínas
(López Padilla 2011: 311). Entre los constituyentes inorgánicos, destacan las sales minerales cristalizadas de la hidroxiapatita [Ca5(PO4)3(OH)], el fosfato tricálcico [Ca3(PO4)2] y el
carbonato cálcico [CaCO3]; en cantidades pequeñas se encuentran los sulfatos, fluoruros e hidróxido de magnesio. Son los
9
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componentes minerales los que aportan dureza al hueso. Por
su parte, las fibras de colágeno mineralizadas y otras proteínas
presentes en la matriz ósea le aportan la flexibilidad y la resistencia a la tensión.
El esqueleto de los mamíferos se divide, fundamentalmente, en dos grandes conjuntos: el esqueleto axial y el apendicular.
El esqueleto axial comprende la columna vertebral, las costillas,
el esternón y el cráneo. Mientras que el esqueleto apendicular está constituido por los huesos del miembro anterior o torácico y los del miembro posterior o pelviano. Según su forma, además, podemos distinguir entre huesos irregulares, planos, cortos
y largos (fig. 3.1). Los huesos irregulares tienen formas diversas,
presentando funciones variadas como las vértebras que actúan
como sostén principal de cuerpo humano y del cráneo, ayudando
a sujetar el peso total del mismo y a proteger la médula espinal.
En los huesos planos la longitud y el ancho predominan sobre el
diámetro o grosor (costillas, escápula, etcétera). Su función más
importante es la protección de los órganos. En los huesos cortos se equilibran las tres dimensiones. Su principal función es la
amortiguación (huesos carpianos, huesos del tarso, etcétera). Por
su parte, los huesos largos actúan de sostén de las extremidades
anterior y posterior (húmero, radio, fémur, tibia, metacarpo, etcétera). Son los soportes más empleados en la industria ósea ibérica.
Su estructura está compuesta por (fig. 3.2):
- Diáfisis: parte alargada y central del hueso de tendencia
cilíndrica.
- Epífisis: ambos extremos del hueso (proximal y distal), son
más anchos que la diáfisis.
- Metáfisis: zona de unión de las epífisis con la diáfisis,
mientras el individuo y el hueso están en fase de desarrollo
se encuentra en estado cartilaginoso, osificándose al alcanzar
la madurez.
- Cartílago articular: fina capa de cartílago hialiano (tejido
conectivo) que cubre la epífisis en el punto de articulación con
otro hueso. Reduce la fricción y absorbe choques y vibraciones.
- Periostio: membrana que recubre los huesos. Contiene los
vasos sanguíneos y nervios que proporcionan sensibilidad al
hueso y permiten su nutrición, por lo que resulta fundamental para asegurar su crecimiento y el correcto funcionamiento
vascular.
- Foramen nutricio: pequeño agujero en el hueso que da
paso a los vasos que van a la médula ósea. Su función principal
es la de suministrar los nutrientes al hueso para su desarrollo a
través de la arteria nutricia.
- Cavidad medular: espacio situado en la zona central de la
diáfisis destinado a albergar la médula ósea.
- Endostio: capa delgada de tejido conectivo que cubre tanto
la parte interna y compacta del hueso, como la esponjosa. Contiene células osteoprogenitoras que le permiten participar del
proceso de osteogénesis o regeneración del tejido óseo.
- Tejido esponjoso: estructura porosa cuyos huecos internos los ocupa la médula ósea, se sitúa por debajo de la cortical
de los huesos compactos. Encontramos tejido óseo esponjoso sobre todo a nivel de la epífisis de los huesos largos, pero
también en la parte interna de la mayor parte de los huesos.
Está formado por trabéculas óseas que le confieren una fuerte resistencia.
- Hueso compacto: constituye la mayor parte de la diáfisis
de los huesos largos, así como la parte externa de todos los
huesos. A nivel microscópico está formado por una matriz
ósea calcificada dispuesta en una serie de anillos concéntricos. En estos anillos se encuentran unas cavidades (lagunas),
rellenas de osteocitos (células óseas) interconectados por
conductos minúsculos denominados canalículos. Lagunas y
canalículos forman un cilindro alargado denominado osteona
o sistema de Havers. Las osteonas están conectadas por vasos
sanguíneos y nervios, lo que convierte al hueso en un tejido
vivo a pesar de que las sustancias minerales sean las predominantes en su composición (Hickman et al. 2002: 648-649
y fig. 31.7).
Equus caballus (Linnaeus, 1758)
Huesos irregulares
Français:
Cheval
Huesos plano
English:
Horse
Epífisis
proximal
Metáfisis
Cartílago articular
Tejido esponjoso
Español:
Caballo
Huesos planos
Diáfisis
Endostio
Hueso compacto
Periostio
Cavidad medular
Arteria nutricia en
foramen nutricio
Esqueleto apendicular
Esqueleto axial
Huesos largos
Huesos cortos
Huesos cortos
Metáfisis
Epífisis
distal
Figura 3.1. Partes y tipos de huesos del esqueleto de los mamíferos. © 1996 ArcheoZoo.
org / Michel Coutureau (Inrap), en collaboration avec Vianney Forest. D’après: Robert
Barone. Anatomie comparée des mammifères domestiques, Tome I : Ostéologie - atlas.
Paris: Vigot, 1976, pl. 6 (p21).
10
Cartílago articular
Figura 3.2. Partes de un hueso largo. Modificado de: http://anatomysciences.com/longitudinal-long-bone/ (28/05/2019).
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Los huesos, sin duda alguna, representan la materia prima
predilecta de la industria sobre materias duras animales. Se trata
de una materia habitual y fácil de conseguir en el medio natural ya que, más allá de una selección intencionada, se pueden
aprovechar los desechos de alimentación. Sus características y
formas distintas implican una selección por parte del artesano
o artesana en función de la pieza que se quiera elaborar. Por
lo tanto, podemos llegar a conocer la planificación del trabajo realizado.
Cabe señalar que no solo se ha documentado la manufactura
de huesos de mamíferos en el mundo ibérico, sino que también,
a menor escala, se ha identificado la elaboración de artefactos
sobre huesos de aves y de peces.
3.3. ASTA
Las astas o cuernas son excrecencias óseas ramificadas situadas en el cráneo de los cérvidos y otras especies de ungulados
que crecen de forma ramificada a través de los pedículos, estructuras óseas de sostén que se desarrollan en la región lateral
de los huesos frontales. Están cubiertas por piel y un pelaje
denominado terciopelo o felpa que, una vez osificado, aportan el característico aspecto rugoso y estriado que presenta
su superficie. Las astas crecen y se desprenden anualmente
en el proceso de muda o desmogue. Son un rasgo anatómico
propio de los machos, excepto en el caso del reno y del caribú, ya que las hembras cuentan también con cuernas de menores dimensiones.
La composición química de las astas es similar a la de
los huesos, presentando más colágeno que estos, lo que les
confiere mayor dureza y resistencia a los impactos. Tienen
una masa o médula esponjosa interior, similar al tejido óseo
esponjoso, y una capa dura y compacta que la recubre en
el exterior, en parte equiparable al hueso compacto, cuya
proporción varía de unas partes a otras de la cuerna, siendo
las puntas de los candiles totalmente compactas, debido a su
completa calcificación (fig. 3.3).
Según MacGregor (1985: 28), fracturar un asta transversalmente requiere del doble de fuerza que la necesaria para fracturar un hueso, y hasta tres veces más si la fractura es longitudinal
En nuestro caso hemos documentado el trabajo sobre astas
en dos especies animales presentes en el territorio de la península ibérica durante la II Edad del Hierro: Cervus elaphus y Capreolus capreoulus.
3.3.1. cervus elaphus
Las astas de ciervo se desarrollan en los machos a partir del primer año de vida. Comienzan a crecer a través de los pedículos del
cráneo todos los años en primavera, hacia finales de marzo o abril,
justo después de que se haya producido la caída o desmogue de las
astas de la temporada anterior. Entre finales de septiembre y octubre, período de celo de las hembras, las cuernas de los ciervos están
en su punto máximo de desarrollo y es entonces cuando comienza
el enfrentamiento entre ellos entrechocando sus astas en la berrea.
En la base de las astas, en contacto con el pedículo se encuentra el medallón y la roseta desde la que arranca la percha o tallo,
rama principal de la cuerna de la que surgen diversos candiles: la
garceta o luchadera, el candil de hierro, el candil medio y los candiles distales que están presentes en número variable (fig. 3.4).
A medida que los ciervos se hacen adultos sus cornamentas suelen ser mayores y más ramificadas en candiles, aunque no existe
una correlación exacta entre el tamaño de las astas y el número
de candiles de un ciervo y su edad. En los ejemplares de mayor
tamaño las astas pueden llegar a alcanzar los 120 cm de longitud. Podemos distinguir, en función de la presencia alterada o no
del medallón y de la roseta del asta, si esta ha sido obtenida por
desmogue o, por el contrario, por la caza del animal. Si presenta
marcas de trabajo en la base del cráneo e incluso parte del pedículo o restos craneales, el animal fue sacrificado.
Las astas recien mudadas o recién cortadas o aserradas de
un animal resultan relativamente blandas, endureciéndose con
el tiempo (Davis 1989: 60). Sin embargo, estas pueden volver a ablandarse tras sumergirlas en agua durante un tiempo
o hirviéndolas.
Candiles distales
Corona
Candiles medio
Tallo o percha
Candiles de hierro
Roseta
Pedículo
Figura 3.3. Sección de un asta de ciervo.
Luchadera o garceta
Medallón
Figura 3.4. Partes de un asta de ciervo. A partir de Billamboz (1977:
66).
11
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Punta medial
Punta posterior
cachalote y narval, entre otros. Generalmente, el término marfil
se utiliza en arqueología para denominar a estas especies, en
especial a las defensas de elefantes y mamuts y a los dientes de
los hipopótamos o, como señala López Padilla (2011: 322): “El
término «marfil» ha acabado por hacerse extensivo a cualquier
diente o colmillo de mamífero suficientemente grande para que
pueda ser tallado o grabado”.
3.4.1. proboscidea
Punta anterior
Percha
Roseta
Figura 3.5. Partes de un asta de corzo. Ejemplar recuperado en
Covalta (Blasco Martín 2014: fig. 4).
3.3.2. capreolus capreolus
Es el más pequeño de los cérvidos europeos. Los machos son
de mayor tamaño que las hembras, pero el grado de dimorfismo sexual es relativamente bajo. Estos presentan astas con tres
puntas de menos de 30 centímetros y de color pardo que cuentan con unas pequeñas y características rugosidades en la base
denominadas perlado que las hacen fácilmente distinguibles. El
desmogue de los corzos se produce en invierno, hacia el mes de
noviembre, contando con las cuernas totalmente formadas entre
marzo y abril del año siguiente. La presencia de astas de corzos
trabajadas es mucho menor en comparación a las de ciervos, si
bien está documentada en el mundo ibérico (fig. 3.5).
3.4. MARFIL
La palabra marfil proviene del árabe ‘aẓm alfíl cuyo significado
literal es “hueso de elefante”. Sin embargo, a nivel anatómico,
el marfil es una materia dura y compacta (dentina) de la que
están formados los dientes de los vertebrados, junto a otras sustancias orgánicas y minerales como el esmalte y el cemento. Así
pues, los dientes están integrados por tres capas de tejido calcificado: el esmalte, que está compuesto en un 98 % por materia
mineral y es el material más duro del cuerpo; la dentina, de la
que está constituida la mayor parte del diente y que contiene un
75 % de materia mineral; y el cemento, que forma la fina capa
que reviste la dentina en la raíz del diente, con una composición
muy parecida a la de los huesos compactos. La cavidad pulpar
presenta un tejido conjuntivo laxo, vasos sanguíneos, nervios y
las células que forman el diente (Hickman et al. 2002).
Por tanto, el marfil o dentina es una sustancia común a los
dientes de todos los mamíferos, sin embargo, en algunas especies animales, la dentina es el componente principal de determinadas piezas dentales como las defensas de proboscídeo, los
caninos e incisivos de hipopótamo o los colmillos de morsa,
12
El orden de los mamíferos proboscídeos (Proboscidea) incluye,
en la actualidad, una única familia viva, los Elephantidae, representada por tres especies: el elefante asiático (Elephas maximus) y los elefantes africanos de bosque (Loxodonta africana
cyclotis) y de sabana (Loxodonta africana africana). Dentro de
este orden se incluirían también los extintos mamuts.
El marfil de proboscídeos procede de los terceros incisivos
superiores (Virág 2012: 1406). Está compuesto por materia orgánica y, en mayor medida, inorgánica: fosfato de calcio o hidroxiapatita (82 %), fosfato de magnesio (15 %), carbonato de
calcio (2 %) y fluoruro de calcio (0,25 %), reforzado con fibras
elásticas de colágeno y de lípidos (Christensen 1999: 43). Así,
presenta una composición interna considerablemente más mineralizada que la del hueso, lo que provoca que su textura sea
mucho más fina y compacta y sin las porosidades que presentan
los huesos como consecuencia de su sistema de canales.
En el caso de los elefantes africanos (Loxodonta africana),
que en la actualidad conforman la especie de proboscídeos de
mayor talla, sus colmillos pueden llegar a alcanzar los 3,5 m
de longitud (Espinoza y Mann 1992: 10). Las defensas de elefante presentan una morfología curva y una sección circular u
ovalada. Cuentan con la misma estructura que los dientes formada por una gran cavidad pulpar de forma cónica situada en
la parte proximal e interna, la dentina, el esmalte y el cemento, este último presente únicamente en la punta distal (fig. 3.6)
(Heckel 2009). Si no aparece alterado, su forma y dimensiones
son definitorias, pero si se encuentra trabajado puede resultar
más difícil de distinguir, especialmente teniendo en cuenta el
grado de alteración sufrido. En cualquier caso, el marfil de
proboscídeos presenta una serie de rasgos internos propios que
pueden ayudarnos a diferenciarlo del marfil de otros animales.
Al efectuar un corte transversal sobre los colmillos tanto de
elefante como de mamut pueden observarse las denominadas
líneas de Schreger, líneas características dispuestas en retícula observables especialmente en la parte externa del colmillo,
cerca del cemento (fig. 3.7). Según señalan Spinoza y Mann
(1992: 11), si el ángulo formado por el cruce de estas líneas es
menor de 90º se trata de marfil de mamut, si por el contrario es
mayor de 115º corresponde a elefante. El patrón de Schreger
no está presente en los dientes de otros animales. Por otra parte, en el marfil de proboscídeos también se pueden distinguir
las líneas de Owen que se presentan como anillos concéntricos de tendencia circular/oval, espaciados aproximadamente
1 cm entre sí, y que se forman cada período de entre 6 y 8
años que vive el animal (López Padilla 2011: 323). Son el
resultado del crecimiento regular en capas de formación de la
dentina, depositadas a partir de la pulpa central. Son visibles
en los cortes transversales y longitudinales a modo de líneas
paralelas, de forma similar a los anillos de crecimiento de la
madera (fig. 3.8).
[page-n-30]
3.4.2. hippopotamus amphibius
Figura 3.6. Esquema de la estructura de los colmillos de proboscídeos. Pulp cavity: cavidad pulpar; dentine: dentina; enamel: esmalte; cementum: cemento (R. White en Heckel 2009: fig. 2).
La manufactura del marfil de hipopótamos está también atestiguada en la Edad del Hierro y en cronologías anteriores, especialmente en las culturas sirio-palestina, micénica y egipcia
(Caubet y Poplin 1987 y 2010; Krzyszkowska 1988 y 1990;
Greenfield et al. 2018; Shatil 2020), así como en el territorio
cartaginés (Banerjee et al. 2017).
El marfil del Hippopotamus amphibius se obtiene de los
dientes incisivos y caninos. Estas piezas dentales presentan un
acusado dimorfismo sexual entre machos y hembras, llegando
a alcanzar, en el primer caso, los 70 cm de longitud y 1,5 kg
de peso. Tiene una densidad y blancura mayor a la del marfil
de proboscídeo debido a que en el caso de los hipopótamos los
pequeños tubos dentinales se encuentran más compactados. Su
morfología varía en cada pieza dentaria: los caninos presentan
una forma curva y una sección transversal de forma pseudotriangular en la que se aprecian las líneas de crecimiento del
diente y cuentan con una zona interseccional, semejante a una
fractura angulada, reflejo de la cavidad pulpar. Por su parte, los
incisivos son más rectilíneos, con una sección casi circular y el
extremo distal plano (Krzyskowska 1990: 24; Caubet y Poplin
1987: 274-276; Espinoza y Mann 1992: 20-21).
El marfil de hipopótamo es más difícil de trabajar que el de
elefante debido a la dureza del esmalte de su superficie y a la
forma curva de sus caninos inferiores, por lo que se ha apuntado que su utilización se concentraba en aquellos lugares donde
era una materia prima fácilmente disponible y conocida por los
artesanos locales (Caubet y Poplin 1987: 299-300). En el caso
del mundo ibérico, por el momento, no se puede señalar que este
tipo de marfil esté presente en los contextos estudiados.
3.4.3. otros marfiles
Figura 3.7. Detalle de las líneas de Schreger visibles en la pieza de
Els Vilars - 1007 (el ángulo de intersección es mayor de 115º).
Como ya hemos apuntado, existen otros marfiles que pueden
ser trabajados como los colmillos de animales marinos como
la morsa (Odobenus rosmarus), el cachalote (Physeter macrocephalus) o el narval (Monodon monoceros) e incluso el marfil
fósil de mamut (Elephas antiquus) cuya utilización en la península ibérica parece estar documentada durante el Calcolítico y
la Edad del Bronce (Schuhmacher et al. 2013: 186); si bien no
hemos documentado ninguno de ellos en el registro ibérico.
Por otra parte, los caninos e incisivos de jabalí (Sus scrofa)
son un material habitual dentro de la industria sobre materias
duras de origen animal, especialmente durante el Neolítico y la
Edad del Bronce, perforados y utilizados como adornos (Pascual 1998: 134; López Padilla 2011: 448-450). Para el mundo
ibérico no identificamos ningún diente de suido perforado y
utilizado como colgante, pero sí hemos podido atestiguar otras
modificaciones antrópicas intencionadas sobre los mismos. Por
otro lado, contamos con un ejemplar de diente de Ursus arctos
perforado y empleado como colgante.
3.5. CUERNO
Figura 3.8. Detalle de la sección transversal de un colmillo de mamut en la que se aprecian las líneas de Owen y los ángulos de Schreger menores de 90º. Lugar de hallazgo: Predio Subestación Diana
(Ciudad de México). Depositado en el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí (México).
El cuerno es una prolongación ósea apuntada que nace del hueso
frontal, cubierta por una capa epidérmica (en el caso de animales como la jirafa o el okapi) o por una vaina dura y consistente
(queratina) en el caso de los rumiantes artiodáctilos, como en las
vacas/toros, cabras, ovejas y antílopes. Se desarrollan de forma
13
[page-n-31]
gradual y simétrica desde el hueso frontal del cráneo durante su
primer año de vida. La superficie externa es granulosa y delgada
y varía en función de la alimentación y edad del animal. Los
rumiantes artiodáctilos utilizan los cuernos como defensa. Su
dimensión, sección, color y curvatura varían según el animal y
las condiciones ambientales (O’Connor et al. 2015).
Los cuernos, al contrario que las astas, no caen ni se mudan
cada año, salvo en el caso de los antílopes americanos (Davis
1989: 59). Los poseen tanto las hembras como los machos, pero
en los machos su tamaño suele ser mayor.
Morfológicamente debemos distinguir dos partes (fig. 3.9):
la clavija ósea y el estuche córneo. Esta primera es una prolongación del hueso frontal que está recubierta por el estuche
córneo. Este último, también denominado vaina o funda, está
formado por tejido queratinizado y en la zona terminal es macizo y se conoce como pitón. A menudo en la literatura el estuche
córneo y la clavija ósea son erróneamente asimilados o confundidos. Los tejidos queratinosos son tejidos fibrosos que surgen
de la dermis y la epidermis de la piel, pero, como la secreción
de queratina en las células (cornificación) hace que mueran, no
se consideran tejidos vivos (O’Connor et al. 2015).
En comparación con el hueso, el asta o el marfil, las materias
queratinosas como el cuerno están muy poco representadas en el
registro arqueológico debido a su composición interna, que provoca su desaparición con el paso de los años, y también debido a
que las únicas evidencias de su trabajo distinguibles sean las marcas iniciales dejadas sobre las clavijas óseas al separar la queratina del cuerno. Una acción que, además, ni si quiera requiere dejar
rastro: al hervir o dejar los cuernos en agua durante cierto tiempo,
dependiendo de su grosor y tamaño, y con la ayuda si fuera necesario de un golpe final, puede obtenerse la vaina queratinosa, sin
llevar a cabo ninguna otra acción tecnológica.
Una de las primeras investigadoras que puso el foco de
atención en esta materia prima olvidada fue S. Krausz (1992a),
quien estudio los restos del trabajo del cuerno en Levroux (Indre, Francia). Krausz señala que, a pesar de no tratarse de una
materia prima de gran valor económico, es más noble y agradable de trabajar que el hueso (1992b: 43). Su diversidad de
14
Parte maciza
(pitón)
Estuche córneo
Clavija ósea
Hueso frontal
Figura 3.9. Sección y partes esquematizadas de un cuerno. Adaptado de Krausz (1992a: fig.1).
colores y su elasticidad y plasticidad (puede ser cortada, torneada y/o aserrada con gran facilidad) le otorgan un gran valor
artesanal. De modo que, por sus cualidades estéticas y técnicas
y su disponibilidad en el medio, presente en animales comunes como vacas y toros y ciertas variedades de ovejas y cabras
(MacGregor 1985: 22), la convierten en una materia prima que,
casi con total seguridad, jugó un rol esencial en la producción
artesanal de útiles y adornos en todas las épocas.
[page-n-32]
4
Metodología
4.1. ANÁLISIS ANATÓMICO Y TAXONÓMICO
Los análisis anatómico y taxonómico tienen como objetivo identificar la parte anatómica y la especie animal empleadas para
elaborar los diferentes artefactos. De este modo, podemos analizar e interpretar las decisiones económicas y artesanales detrás
de la elección de cada materia prima. Este apartado metodológico se lleva a cabo desde la perspectiva de la arqueozoología.
Las identificaciones se han realizado mediante la contrastación
morfológica de los restos arqueológicos con colecciones de referencia actuales, así como con criterios diagnósticos siguiendo
diferentes obras de referencia (Pales 1971; Schmid 1972; Barone 1976; entre otros).
Debemos tener en cuenta las particularidades de los artefactos realizados sobre materias duras animales, ya que en la mayoría de los casos el soporte original ha sido totalmente modificado, por lo que no contamos con elementos que nos permitan
precisar, de forma clara, la parte anatómica a la que pertenece o
la especie animal. Por ello, cuando la especie no ha podido identificarse se señala el género o la familia a la que corresponde; si
estas tampoco se han podido determinar se matiza si se trata de
un resto de macromamífero (animales de talla grande como el
caballo, ciervo o vaca/toro/buey) o mesomamíferos (animales
de talla media como la oveja, la cabra o el cerdo) (Iborra 2004:
21). De la misma manera, si la parte anatómica empleada no ha
podido ser identificada, se especifica si se trata de un hueso largo (parte de la diáfisis y/o epífisis), plano, corto o irregular. La
identificación anatómica se centra en la presencia o no de rasgos
distintivos como la forma ósea, las secciones, las epífisis, la estructura y disposición del tejido esponjoso o el grosor del hueso compacto; características que podemos apreciar fácilmente
en huesos completos, pero que son más difíciles de precisar en
aquellos que han sufrido fuertes transformaciones de carácter
antrópico, animal o natural.
En la mayoría de los casos no se ha podido precisar la edad
del individuo o el sexo al que pertenecen. La lateralidad de los
restos óseos, por su parte, se ha señalado en prácticamente todos
los astrágalos analizados.
En el caso de las astas podemos identificar, si conservan la
parte del medallón y la roseta, si el ejemplar procede de la muda
(no presenta alteraciones) o de la caza (con marcas de aserrado,
percusión, flexión o de corte). Se detalla además si el artefacto
ha sido manufacturado sobre la percha o tallo o si procede de
alguno de los candiles o de la luchadera. Todas las cuernas trabajadas pertenecen a ciervos o corzos.
En el caso del cuerno, aunque la materia prima empleada
sería la queratina de los estuches córneos, al tratarse de una sustancia de carácter perecedero, el trabajo sobre estos se ha identificado por la presencia de marcas de aserrado en las clavijas
óseas. La identificación de la especie, género o familia a la que
pertenecen se ha llevado a cabo en función de las características formales de estas (sección, longitud, grosor) (Schmid 1972:
lám. VII).
En cuanto a la identificación del marfil, en los últimos años,
principalmente desarrollados por T. X. Schuhmacher del Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y A. Banerjee y su equipo del International Centre of Ivory Study (INCENTIVS) de la
Universidad de Maguncia (Alemania), se han llevado a cabo
una serie de análisis químicos y mineralógicos para determinar su procedencia, centrados en la identificación de piezas del
calcolítico y de la Edad del Bronce peninsular (Schuhmacher y
Banerjee 2012; Schuhmacher et al. 2013; Schuhmacher 2017).
15
[page-n-33]
En estos trabajos los marfiles se han analizado mediante los métodos de espectroscopia FTIR, espectroscopia Raman y Medición de carbono y nitrógeno mediante espectroscopía de masas
de relación isotópica (IRMS) (Schuchmacher y Banerjee 2012),
comparando los datos tomados con su propia base de datos INCENTIVS de marfiles actuales y arqueológicos. Los resultados
obtenidos han reflejado que el marfil analizado procedía de colmillos de elefantes africanos y asiáticos, así como de mamut,
de hipopótamo y cachalote (Schuhmacher et al. 2013: 186). Por
nuestra parte, tras una cuidada revisión bibliográfica de estos
trabajos, dentro del proyecto MHUMAC, intentamos aplicar dichas técnicas analíticas de procedencia ebúrnea en el Instituto
Universitario de Ciencia de los Materiales de la Universitat de
València (ICMUV), junto al equipo del Dr. Clodoaldo Roldán
García. Partiendo de una pequeña muestra de marfiles arqueológicos y actuales aplicamos tres técnicas espectroscópicas no
destructivas: Espectroscopia IR, Raman y de Fluorescencia de
rayos X. Sin embargo, consideramos que en nuestro caso los
resultados obtenidos no resultaban concluyentes y no permitían
identificar el origen del marfil. Cuando se trata de muestras arqueológicas, las alteraciones que produce el tiempo y el entorno hacen más difícil establecer mediciones e interpretaciones
claras, ya que la presencia de carbonatos y la descomposición
de parte de los componentes orgánicos de la materia prima dificultan la obtención de espectros de calidad. Además, los espectros resultaron muy similares y no contábamos con acceso a una
base de datos potente sobre la que poder realizar comparaciones. Por ello, por el momento, no hemos efectuado más análisis
arqueométricos de identificación de la procedencia de las materias primas ebúrneas, debido a las limitaciones analíticas que requerirían de una mayor inversión de dinero que la concecida al
proyecto MHUMAC y también de tiempo. Esperamos que, en el
futuro, gracias a un planteamiento interdisciplinar, que tenga en
cuenta estos estudios y nuevos procesos analíticos a través del
ADN (Goffette et al. 2021), puedan reexaminarse los marfiles
peninsulares de la Edad del Hierro, llevando a cabo analíticas
que tengan en cuenta las alteraciones postdeposicionales y, por
ende, las variaciones de las mediciones del marfil actual con las
piezas arqueológicas. Todo ello condicionado a la preservación
y conservación de las piezas arqueológicas, ya que parte de estos estudios requieren de toma de muestras microdestructivas.
Así, la caracterización del marfil de las piezas ibéricas la
hemos llevado a cabo por sus aspectos identificativos a nivel
morfológico de forma macro y microscópica: textura, sección y
la presencia o no de las líneas de Schreger y líneas de Owen en
determinados ejemplares. Hemos documentado únicamente el
uso de marfil de elefante, más allá del trabajo sobre determinados dientes de mamíferos de menor tamaño que se especifican
en cada caso. Si bien es cierto que en algunas de las piezas ebúrneas de menor tamaño no es posible asegurar, con total seguridad, su identificación taxonómica al no contar en ellas, por su
reducido tamaño y/o por el grado de modificación sufrido, con
rasgos definitorios suficientes, por lo que en estos casos se han
clasificado de forma genérica como marfil.
Por otra parte, para llevar a cabo un estudio completo de
toda la industria sobre materias duras animales es necesario, no
solo analizar las piezas que previamente han sido catalogadas
como “industria ósea” en los museos o centros de investigación
en los que están depositadas, sino revisar toda la fauna recupe16
rada en los trabajos arqueológicos de cada yacimiento, en busca
de piezas que hayan podido pasar inadvertidas, tanto objetos
terminados como, fundamentalmente, matrices, soportes, desechos de trabajo o piezas descartadas y astrágalos trabajados. Así,
en los yacimientos en los que ha sido posible llevarlo a cabo (se
especifica en cada caso) hemos revisado los restos faunísticos
con el objetivo de identificar estas piezas. Asimismo, hemos
comparado las caracterizaciones anatómicas y taxonómicas de
nuestros artefactos con los datos zooarqueológicos publicados
de los yacimientos investigados (Iborra 2004; Colominas 2008;
Nieto 2012; Iborra y Vives-Ferrándiz 2015; Valenzuela-Lamas
et al. 2017; entre otros), con el objetivo de contrastar las piezas
manufacturadas con el grueso de los restos faunísticos de cada
asentamiento, para poder identificar pautas de consumo, producción y aprovechamiento artesanal de los animales domésticos y silvestres equivalentes o disímiles.
4.2. ANÁLISIS TIPOLÓGICO
4.2.1. justificación de la elaboración
de una nueva tipología
Con el objetivo de entender de forma óptima las piezas elaboradas sobre materias duras animales de época ibérica hemos desarrollado una tipología de estudio adaptada a las características
y necesidades del corpus analizado. Para su elaboración hemos
seguido diversos trabajos que previamente han abordado, desde
diferentes perspectivas, el análisis tipológico de estos objetos
tanto en la Prehistoria Reciente, en este caso fundamentalmente en el ámbito peninsular (Pascual 1998; López Padilla 2011;
Adán 2013), como en época romana (ámbito europeo y peninsular) (Béal 1983; MacGregor 1985; Mezquíriz 2009).
Desde las primeras clasificaciones establecidas por la escuela francesa en el último cuarto del s. XX, recogidas en los
cuadernos de las Fiches typologiques de l’industrie osseuse
préhistorique, se definieron una serie de criterios esenciales
que las tipologías de las piezas de hueso, asta y marfil debían
tener en cuenta: la morfología de la extremidad distal, el origen anatómico y las técnicas empleadas (Camps-Fabrer 1979:
17). Teniendo como base estos criterios y, yendo un poco más
allá, consideramos que el análisis de una pieza debe reflejar la
interacción entre morfología, técnica y función (Sidéra 1993;
Legrand 2005). La forma, la materia prima, la función, la tecnología y la decoración definen un objeto (Calvo 1999: 32). Así
pues, la forma de un objeto está determinada, en gran parte,
por la función para la que fue creado y para su comprensión
deben considerarse variables como eficacia (para su fabricación, producción tecnológica y elección de la materia prima, y
también para cumplir la función para la que ha sido creado) y
gusto (adaptándose en forma y en decoración al ideal del objeto buscado). Dos grandes aspectos estilístico-culturales y funcional-culturales que deben valorarse a la hora de comprender
cualquier parte de la cultura material.
Motu proprio queremos plantear cierta autocrítica, ya que
existe una innegable problemática en reducir algo complejo a una
tipología. Las categorías no siempre son cerradas, ciertas piezas
comparten atributos a pesar de ser distintas y objetos de formas
similares o incluso idénticos pueden servir para realizar funciones diversas. Hemos intentado expresar la mayor claridad posible
[page-n-34]
Figura 4.1. Matriz de asta
de Cervus elaphus del Puig de
Sant Andreu.
con esta tipología. Se centra en los atributos morfológicos, especialmente en las características del extremo o extremos activos y
en la funcionalidad de las piezas que podemos conocer gracias
a trabajos previos, a paralelos históricos (fundamentalmente las
fuentes gráficas y escritas del mundo antiguo) y etnográficos,
así como a nuestros propios trabajos experimentales. Al fin y al
cabo, de una u otra manera, todo conocimiento ordenado de la
cultura material arqueológica supone una simplificación de una
realidad más profunda, pero no por ello debemos disuadirnos de
intentar acercarnos a los objetos para después poder leer en ellos,
tras su estudio taxonómico, tipológico, tecnológico, decorativo,
funcional y contextual, realidades culturales más complejas.
Por tanto, no pretendemos únicamente hacer un listado de
piezas ordenado, que no contemple la variabilidad social que
existe detrás de estas, tanto de las personas que las producen
como de las personas que las usan. Los estudios tipológicos,
complementarios a los análisis tecnológicos, siempre deben
aspirar al conocimiento social que puede leerse en ellos. Resultan necesarios para entender el trabajo artesanal detrás de
un objeto y son los primeros escalones que subir para entender
su funcionalidad y su valor cultural. Así pues, son un medio
para acercarnos a los grupos sociales del pasado y no un fin
en sí mismos. “Si centramos nuestra atención sobre la gente y
su conducta el artefacto se convierte esencialmente en un medio para alcanzar este objetivo. Los artefactos siguen siendo
nuestros datos operativos, y la clasificación nuestro método básico, pero la unidad primaria que merece consideración debe
conceptualizarse en otro nivel más importante, en términos de
gente” (Chang 1967: 25-26). Aspecto que esperamos justificar
con la globalidad de este trabajo.
de cada una de esas familias se realiza una distinción entre tipos de piezas, atendiendo a su morfología (secciones y forma)
y a aspectos tecnológicos que las puedan definir. En la medida
de lo posible los tipos de piezas se asocian con sus funcionalidades matizando su interpretación cuando no se conoce con
exactitud para qué pudieron ser empleadas. Hemos definido un
total de 37 tipos. A su vez, atendiendo a los distintos rasgos que
permitan establecer diferencias dentro de ellos se han creado
subtipos numerados también de forma correlativa. En cada caso
se especifica cuáles son los criterios que se han considerado más
adecuados para llevar a cabo cada subdivisión. Por último, en
algunos subtipos se señalan además diversidades entre ellos,
que se especificarán como variantes (ligadas fundamentales a
elecciones de acabados estéticos) precedidas de una letra minúscula en orden alfabético.
4.2.3. tipología
I. Matrices. Piezas enteras o fragmentos de materia prima que
apenas han sido modificadas anatómicamente, en ellas se
pueden ver marcas relacionadas con la acción de extraer soportes. Este tipo de marcas pueden aparecer combinadas con
otras huellas de consumo, carnicería o despiece. Se trata del
primer estadio del proceso de elaboración de objetos (fig.
4.1).
II. Soportes o piezas en proceso de elaboración. Piezas no acabadas, obtenidas de las matrices y que por lo general tienen,
o al menos se intuye, la forma y dimensiones de los objetos
que se van a configurar. Se corresponden con el segundo
estadio del proceso de manufactura (fig. 4.2).
4.2.2. explicación del listado tipológico
En esta tipología diferenciamos, en primera instancia, seis grandes grupos identificados con números romanos, los cinco primeros hacen alusión al estado o fase en el que se encuentran
las piezas dentro del proceso de transformación de la materia
prima: I. Matrices, II. Soportes o piezas en proceso de elaboración, III. Piezas terminadas, IV. Piezas de orden secundario
y V. Desechos de trabajo. En último lugar hemos diferenciado
el grupo VI. Astrágalos, grupo particular que explicamos más
adelante en este capítulo. Dentro de las piezas terminadas (III),
realizamos una distinción en diez grandes familias (numeradas
de forma correlativa en números arábigos) en función, esencialmente, de la forma del extremo o de las partes activas de la pieza
que condicionan su funcionalidad. En el caso de la décima familia se incluyen aquellas piezas indeterminadas que no encajan
claramente en ninguna de las anteriormente presentadas. Dentro
Figura 4.2. Soporte sobre diáfisis de hueso largo de macromamífero
de La Bastida de les Alcusses.
17
[page-n-35]
III. Piezas terminadas. Objetos manufacturados en su estadio
final. Atendiendo a la morfología de la parte activa distinguimos entre familias y tipos; matizándose posteriormente
en cada caso, en función de características formales o tecnológicas, diversos subtipos y, en ocasiones particulares,
variantes.
1. Objetos apuntados. Piezas definidas por presentar su
extremidad distal y activa apuntada mediante diferentes
técnicas de trabajo.
1.1. Aguja. Útil alargado que en su extremo distal se encuentra apuntado y en el proximal perforado. Puede presentar secciones variadas, si bien en la parte
distal suele ser circular. Establecemos subtipos en
función del número de perforaciones que presenta,
en el caso del mundo ibérico todas las documentadas son de forma circular u ovalada (fig. 4.3).
1.1.1. Una perforación.
1.1.2. Dos perforaciones.
1.2. Alfiler. Útil alargado y apuntado similar a la aguja
pero que, por lo general, no presenta perforación
alguna en su extremidad proximal. La sección es
circular, oval o cuadrada en la parte proximal y
disminuye de grosor desde la cabeza a la punta,
siendo siempre circular en su extremo distal. El
extremo proximal (cabeza) está trabajado, y puede presentar diferentes remates. Habitualmente la
1.1.1
1.1.2
Figura 4.3. Subtipos de agujas. 1.1.1. Mas Castellar. 1.1.2. Kelin.
1.2.1.a
1.2.1.b
1.2.1.c
1.2.2.a
1.2.2.b
cabeza y la parte mesial de la pieza están decoradas. En función de la terminación de la cabeza
distinguimos diferentes subtipos (fig. 4.4):
1.2.1. Sin cabeza diferenciada. No existe una
distinción entre el cuerpo de la pieza y el extremo proximal. Entre las variantes diferenciamos
aquellas con:
1.2.1.a. Remate redondeado.
1.2.1.b. Remate cónico.
1.2.1.c. Remate plano.
1.2.2. Cabeza diferenciada. Entendemos por cabeza diferenciada toda aquella que sobresalga
de la proyección original del cuerpo del alfiler.
Debe haber una planificación técnica previa para
adaptar la materia prima a la forma deseada.
1.2.2.a. Esférica.
1.2.2.b. Compuesta.
1.2.2.c. Segmentada.
1.2.2.d. Poligonal irregular.
1.2.2.e. Zoomorfa.
1.2.2.f. Vegetal.
1.2.2.g. Antropomorfa.
1.3. Biapuntado. Instrumento terminado en punta
por ambos extremos, con fuste recto o curvo y
secciones diversas (fig. 4.5).
1.4. Apuntado plano. Objeto terminado en punta en
su sección distal. Está definido por la sección
plana de la pieza, especialmente en las partes
proximal y mesial. Suele contar con molduras
decorativas. Son piezas poco habituales en el registro ibérico (fig. 4.5).
1.5. Punta de flecha. Útil apuntado por su extremidad
distal de morfología variada, totalmente facetado
y que puede presentar o no pedúnculo. Suele estar
realizada sobre asta de cérvido. Su presencia es habitual en cronologías prehistóricas (fig. 4.5).
1.6. Punzón. Útil manufacturado sobre huesos largos
o planos y, en menor medida, sobre astas de cérvido. Su extremidad distal es apuntada y la proximal conserva la estructura natural del soporte
sin trabajar o ligeramente acondicionada. Por
tanto, se trata de útiles parcialmente facetados y
de sección variable, condicionados por el soporte
sobre el que han sido elaborados (fig. 4.5).
1.2.2.c
1.2.2.d
1.2.2.e
1.2.2.f
1.2.2.g
Figura 4.4. Subtipos y variantes de alfileres ibéricos. 1.2.1.a. Covalta; 1.2.1.b. La Bastida de les Alcusses; 1.2.1.c. El Tossal de Sant Miquel; 1.2.2.a. El Palomar; 1.2.2.b. El Amarejo; 1.2.2.c. La Serreta; 1.2.2.d. La Serreta; 1.2.2.e. Covalta; 1.2.2.f. Finca Gil de Olid; 1.2.2.g.
Finca Gil de Olid (los ejemplares de Finca de Gil de Olid adaptados de Ruiz Rodríguez et al. 1984: fig. 9).
18
[page-n-36]
1.3
1.7
1.6
1.4
1.8.1.a
1.8.2.a
1.8.2.b
1.5
Figura 4.5. Diversas piezas apuntadas. 1.3. Biapuntado de la Penya del Moro; 1.4. Apuntado plano de San Antonio de Calaceite;
1.5. Punta de flecha de Mas Castellar; 1.6. Punzón del Amarejo; 1.7. Punzón doble del Alto Chacón. 1.8.1.a. Stilus sin cabeza
diferenciada y remate biselado de El Palomar; 1.8.2.a. Stilus con cabeza diferenciada y remate tipo clavo de La Serreta; 1.8.2.b.
Stilus con cabeza diferenciada y remate redondeado del Tossal de Sant Miquel.
extremo distal es apuntado y el proximal espatulado o facetado, por lo que podría actuar como
borrador y alisador, o esférico/ovalado (fig. 4.5).
Se trata de una pieza propia de cronologías romanas o ibero-romanas.
1.8.1 Sin cabeza diferenciada.
1.8.1.a. Remate biselado.
1.8.2. Con cabeza diferenciada.
1.8.2.a. Tipo clavo.
1.8.2.b. Esférica/ovalada.
2. Objetos biselados. Útiles en los que al menos uno de
sus extremos o lados ha sido obtenido mediante uno o
dos planos oblicuos, transversales o paralelos al eje mayor de la pieza realizados por técnicas como el aserrado,
la abrasión y/o el pulido formando un bisel.
2.1. Cincel. Útil con una parte activa formada mediante un bisel simple o doble. Suelen realizarse
sobre materias primas robustas, como huesos largos de macromamíferos o sobre astas de ciervos
(fig. 4.6).
Figura 4.6. Cincel de asta de Els Vilars.
1.7. Punzón doble. Útil similar al punzón pero que
presenta dos puntas finas y paralelas entre sí en
el extremo activo, mientras en el proximal cuenta con la epífisis ósea natural o parcialmente modificada. Algunos autores lo denominan “horquilla” (VV.AA. 2007: 313). Distinguimos subtipos
en función de si presentan o no perforación circular en el extremo proximal (fig. 4.5).
1.7.1. Sin perforar.
1.7.2. Perforado.
1.8. Stilus. Pieza alargada, de sección circular, que
habitualmente presenta un engrosamiento en su
parte mesial o distal que facilita su prensión; el
2.2. Retocador. Objeto definido por presentar al menos un extremo activo biselado. Suelen elaborarse sobre huesos poco modificados o astas de cérvidos. Algunos autores los incluyen en objetos
biselados (Adán 1997: 46), otros en objetos romos (Rodanés 1987: 11) o en objetos redondeados o romos (Maicas Ramos 2007: 189). Actúan
de forma directa o indirecta sobre otras materias
primas, realizando retoques o extracciones sobre
las mismas por lo que es común que presenten
marcas de uso como el piqueteado y/o el embotado en el extremo activo (fig. 4.7). Su presencia
es habitual en el Paleolítico Superior, decreciendo a partir del Neolítico (Maicas Ramos 2007:
189); de hecho, resultan excepcionales en época
ibérica.
19
[page-n-37]
relacionarse con la mezcla y aplicación de ungüentos, perfumes o sustancias similares. Son
útiles habituales en época romana (fig. 4.8).
3.3. Espátula. Artefacto alargado de sección plana que
presenta los laterales y el frente romo (fig. 4.8).
3.4. Pasador. Útil con dos extremos romos o redondeados diferenciados de la parte mesial de la pieza, más estrecha que los extremos (fig. 4.8).
Figura 4.7. Retocador de hueso de Els Vilars.
3. Objetos romos. Útiles que presentan su parte o partes
activas sin aristas, de forma lisa o redondeada. Su uso
prolongado puede acrecentar la regularización o embotado del extremo o extremos activos.
3.1. Varilla. Instrumento de morfología y sección
rectangulares que presenta el cuerpo alargado y
liso, acabado en forma plana (fig. 4.8).
3.2. Cucharita. Útil definido por una pala de sección cóncava más o menos pronunciada en su
extremidad distal y por un mango más estrecho que la sección distal. Su longitud, grosor
y sección pueden ser variables. No son muy
abundantes en los yacimientos ibéricos, seguramente porque la mayoría de ellas se fabricarían sobre materias primas de carácter perecedero. Las cucharas de pequeño tamaño pueden
3.5. Tapón. Pieza roma en al menos uno de sus extremos. Morfología variable, adaptados al recipiente
que tendrían que tapar, aunque lo más habitual es
que presenten sección circular y sean de pequeño tamaño (< 2,5 cm de longitud) (fig. 4.8). La
distinción en el uso de estas piezas como tapones
o como otros útiles como fichas puede resultar
compleja, siendo necesario prestar atención a los
contextos de hallazgo y a los objetos asociados.
Algunos tapones aparecen perforados en el extremo distal para reforzar el mecanismo de cierre
del útil en el que van insertos.
3.6. Disco. Pieza de forma circular y sección plana. Aparecen en un número variado de materias
primas y pueden estar o no decorados. Tendrían
usos diversos, pudiendo actuar como fichas de
juego, elementos para contar, útiles decorativos,
etcétera (fig. 4.8).
3.7. Bobina. Pieza de sección circular y cuerpo cilíndrico con una característica forma más estrecha
en la parte mesial, los extremos distales son de
forma roma, redondeada o plana (fig. 4.8).
3.8. Percutor. Pieza roma y robusta realizada, de forma habitual, sobre astas de cérvidos, para golpear superficies, con la finalidad de extraer partes de estas, como en el caso de la industria lítica
y la obtención de lascas (fig. 4.8).
3.1
3.3
3.8
3.4
3.2
3.5
3.7
3.6
Figura 4.8. Objetos romos. 3.1. Varilla de La Serreta; 3.2. Cucharita de La Bastida de les Alcusses; 3.3. Espátula del Puig de Sant Andreu;
3.4. Pasador de La Peña de las Majadas; 3.5. Tapón del Puig de Sant Andreu; 3.6. Disco del Puig Castellar; 3.7. Bobina de El Puig d’Alcoi;
3.8. Percutor del Puig de la Nau.
20
[page-n-38]
4. Objetos receptores. Piezas en la que una o dos de sus
extremidades han sido preparadas para encajar en ellas
otro útil (lítico, metálico, orgánico…). Para obtener este
tipo de objetos es necesario acondicionar o vaciar parcial o totalmente el interior de los soportes y habilitar
los bordes para que pueda ensamblarse la pieza activa.
4.1. Mango. Son útiles ideados como parte complementaria de otros instrumentos (metálicos, orgánicos, líticos, etcétera) con la finalidad de facilitar
la utilización de estos, permitiendo su prensión y
mejorando su rendimiento. Así pues, son objetos
realizados con la intención de cubrir y enmangar
parte de otro elemento en su interior, para lo cual
deben ser adaptados vaciando de forma total o
parcial su interior o mediante una abertura transversal a la pieza en forma de V. Distinguimos
subtipos según la forma que presentan y, en relación con ello, según las acciones tecnológicas
realizadas en su manufactura (fig. 4.9):
4.1.1. Mangos que mantienen la forma del soporte (candil o hueso): aserrados o cortados únicamente en un extremo.
4.1.2. Mangos cilíndricos: aserrados o cortados
por ambos extremos.
4.1.3. Mango con talón. Piezas laminares con talón
redondeado de mayor anchura que el cuerpo de la
pieza y un pequeño saliente como defensa o guarda
de la mano. Soporte totalmente modificado y regularizado. La hoja probablemente se sujetaba
con unas virolas y remaches de bronce o hierro.
4.1.4. Mango rectangular. Mango con una forma
rectangular o pseudorectangular. Soporte modificado y regularizado para obtener la forma deseada.
4.1.1
4.2. Cacha. Similar al mango, pero cubre únicamente
una de las caras de la pieza a la que enmanga. Serían necesarias al menos dos cachas por pieza para
la prensión del útil. Presentes en las empuñaduras
de las espadas o de pequeños cuchillos. Suelen
presentar perforaciones en las que se encajan los
clavos que la aseguran al útil enmangado (fig. 4.9).
4.3. Tubo. Útil cilíndrico de sección anular realizado
sobre huesos largos de paredes finas de aves o de
mesomamíferos que se acondicionan aserrando
o cortando de modo transversal una o ambas epífisis, siendo esta última opción la más habitual.
Distinguimos subtipos en función de la materia
prima sobre la que han sido elaborados, ya que
su elección resulta singular (especialmente en el
caso de los huesos de ave) y condiciona las dimensiones del útil (fig. 4.10):
4.3.1. Realizados sobre diáfisis de huesos largos
de mesomamíferos. No superan los 9 cm de longitud. En función de si presentan o no perforaciones diferenciamos dos variantes:
4.3.1.a. Perforado. Con dos perforaciones
circulares, de menos de 3 mm de diámetro,
enfrentadas en uno de sus extremos, donde
se encajaría una pieza de otra materia prima como un pequeño palo de madera o una
cuerda para cerrar y abrir un tapón inserto en
el tubo (realizado en hueso, madera, corcho,
etcétera) que contaría también con una perforación del mismo diámetro que la del tubo.
De esta manera, podrían ser utilizados como
pequeños recipientes.
4.3.1.b. Sin perforar.
4.2
4.1.2
4.1.3
4.1.4
Figura 4.9. Subtipos de mangos y cacha. 4.1.1. Puig de Sant Andreu; 4.1.2. Puig de Sant Andreu; 4.1.3. Turó del Montgròs; 4.1.4. Illa d’en
Reixac. 4.2. La Bastida de les Alcusses.
4.3.1
4.3.2
Figura 4.10. Subtipos de tubos. 4.3.1. Covalta; 4.3.2. La Seña.
21
[page-n-39]
4.3.2. Realizados sobre diáfisis de huesos largos
de aves rapaces. Su longitud en los ejemplares
completos puede superar los 20 cm. Todos los
ejemplares documentados tienen dos perforaciones enfrentadas en uno de sus extremos, de menos de 3 mm de diámetro y, en ocasiones, atravesadas por un remache metálico.
4.4. Caja. Pieza elaborada sobre asta de ciervo totalmente vaciada en su parte interna, normalmente
realizada en una parte ancha de la cornamenta,
como la parte central de la luchadera. Presenta
perforaciones enfrentadas en sus extremos. En
ellos, con la ayuda de las perforaciones, se insertarían tapones de otras materias primas (como
madera o corcho) que actuarían como cierre del
pequeño contenedor. El grosor de la pared del
asta es menor a 5 mm. La sección es anular en
cada uno de los extremos, de forma circular/pseudocircular u ovalada/pseudoovalada (fig. 4.11).
4.5. Bisagra. Pieza de forma cilíndrica y de sección circular que presenta en la parte mesial una o varias
perforaciones que, generalmente, solo atraviesan
una de las paredes óseas. Forma parte de un herraje
compuesto, articulado, que posibilita el giro de las
tapaderas de arquetas, cajas o pequeños muebles.
En la parte interna y hueca de la pieza se ensambla un eje de madera que permite el movimiento
de apertura y cierre del conjunto (fig. 4.12). La
mayoría de las bisagras presentan en la parte externa finas estrías paralelas entre sí originadas por
el movimiento continuo de la las mismas en el
ensamblaje del que forma parte. Están realizadas
fundamentalmente sobre metacarpos o metatarsos
aserrados de animales de talla media, como ovicaprinos, y de talla grande, como equinos y bovinos,
ya que son soportes óseos con una forma idónea
para la función buscada. También en época romana
es habitual encontrar bisagras realizadas sobre metápodos de Equus caballus y Bos taurus (Schmid
1972: 44). Presentamos tres subtipos en función
del número y de la forma de perforaciones que,
en la mayoría de los casos, solamente atraviesan una de las paredes óseas.
Figura 4.11. Caja de asta de ciervo de El Puntal dels Llops.
22
4.5.1. Una perforación circular.
4.5.2. Dos perforaciones circulares.
4.5.3. Una perforación circular y una rectangular.
En el estudio sobre las bisagras de hueso del
mobiliario fenicio de la necrópolis de Campos
Elíseos (Gibralfaro, Málaga) se realiza una tipología de las mismas basada, de igual manera, en
la forma y número de perforaciones que presentan, distinguiendo entre aquellas que no tienen
perforación; las que cuentan con una de forma
circular; con una rectangular; con dos perforaciones: una rectangular y una circular; o con
tres: una rectangular y dos circulares (PérezMalumbres et al. 2000).
4.6. Pomo. Pieza empleada como implemento y/o
adorno de otros útiles como mangos, armas o bastones. El único ejemplar ibérico identificado hasta
el momento está realizado sobre marfil y presenta
una perforación circular que atraviesa toda la pieza
en sentido longitudinal (fig. 4.13). En cronologías
de la Edad del Bronce se documentan piezas similares (López Padilla 2011: 459-462).
5. Objetos dentados. Piezas definidas por tener al menos
uno de sus extremos dentados.
5.1. Peine sencillo. Placa de forma rectangular o trapezoidal, que se caracteriza por tener, en uno de
sus lados largos, dientes destacados y separados,
de diverso número y tamaño (fig. 4.14). Las dimensiones de los ejemplares completos oscilan
entre 7,6-10,3 cm de longitud, 3-4,5 cm de altura
y 0,3-0,8 cm de grosor. Todos los peines realizados sobre materias duras animales en época ibérica han sido elaborados sobre marfil. En función
de la morfología del puente hemos establecido
dos subtipos (Mata Parreño et al. 2017: 144).
5.1.1. Puente trabajado; la mayoría presentan
una parte central moldurada.
5.1.2. Puente recto.
Figura 4.12. Reconstrucción del funcionamiento de las bisagras de hueso. Dibujo de Emili Revilla. Museo de Historia de la Ciudad de Barcelona (Mezquíriz 2009: 187).
[page-n-40]
Figura 4.13. Pomo de Els
Vilars. Imagen: Servei de
Reproducció d’Imatge de la
Universitat de Lleida.
Puente
Proximal
Parte
medial
Medial
Lateral
Pata
Distal
Pata
Parte distal
Pata
Cabe apuntar que en el depósito votivo de El Amarejo (Bonete, Alicante) (Broncano 1989: 38, fig. 4, 3
y lám. XXXI; Mata Parreño et al. 2017: 152-153),
se halló un peine doble, esto es, con dos hileras de
dientes en los dos lados largos opuestos, realizado
en madera. Por esta razón se ha diferenciado el tipo
5.1. como peine sencillo. El tipo peine doble, por el
momento, no se incluye expresamente en este listado tipológico ya que no se conoce ningún ejemplar
realizado sobre materias duras animales.
6. Objetos perforados. Piezas definidas por presentar
una o más perforaciones que resultan fundamentales
para procurarle la utilidad deseada al artefacto. Las piezas aquí integradas poseen formas y usos variables.
6.1. Anillo. Objeto perforado de un diámetro exterior
no superior a 35 mm. Presenta un gran orificio
central de entre 9 y 26 mm (Pascual 1998: 152)
(fig. 4.15).
6.2. Botón. Pieza que puede presentar formas diversas
(triangular, redondeado, rectangular, entre otras)
y que cuenta con al menos una o dos perforaciones por las que se pasarían fibras vegetales o animales. Son útiles habituales en cronologías neolíticas y de la Edad del Bronce (fig. 4.15) (Pascual
1998: 164-170; López Padilla 2011: 464-473).
Figura. 4.14. Denominación de
las partes de un peine sencillo
sobre un ejemplar del Cerro de
las Cabezas (Mata Parreño et
al. 2017: fig. 2).
6.4
6.1
6.2
6.3
Figura 4.15. Diversos tipos de objetos perforados. 6.1. Anillo de
Libisosa (adaptado de Uroz 2012: fig. 129); 6.2. Posible botón de
Olèrdola; 6.3. Pieza pseudotriangular del Tos Pelat; 6.4. Colgante
de la Illa d’en Reixac.
23
[page-n-41]
6.3. Pieza pseudotriangular. Parte central de asta de
cérvido aserrada en sentido longitudinal y perforada en los extremos (fig. 4.15). No hay acuerdo
respecto a la funcionalidad de este tipo de piezas.
Se ha apuntado a su posible utilización como camas de caballo (Tardío y Zamolla 2011: 62-63) o
para elaborar cuerdas (Provenzano y Boucherat
2010). Estos últimos autores basan su teoría en el
análisis traceológico de las perforaciones en las
que documentan una fuerte deformación que, según sus estudios experimentales, se debe al roce
continuado de materias primas blandas animales
o vegetales; por ello proponen su utilización en
las tareas de cordería. Cabe tener en cuenta que
al utilizar estas piezas en cualquier otra tarea que
requiriese introducir en las perforaciones cuerdas vegetales o animales se podrían provocar
alteraciones similares.
6.4. Colgante. Objeto de forma, tamaño y sección
variables que presenta al menos una perforación,
a través de la cual se puede pasar un hilo o cuerda para colgar la pieza (fig. 4.15). El grado de
transformación del soporte puede variar considerablemente y pueden estar o no decorados.
6.5. Cuenta. Pieza simétrica de pequeño tamaño con
perforación central normalmente única. En función
de la forma distinguimos tres subtipos (fig. 4.16):
6.5.1. Circular. Realizada sobre diáfisis de hueso largo de meso/macromamíferos totalmente
transformadas. Son las más habituales en el registro ibérico.
6.5.2. Sobre vértebra de pez.
6.5.3. Cilíndrica.
6.6. Fusayola. Útil de forma semiesférica o troncocónica, de sección circular que presenta un orificio
central que atraviesa el cuerpo de la pieza longitudinalmente. Realizadas sobre cabezas femorales de meso/macromamíferos. En función de su
forma distinguimos dos subtipos (fig. 4.17):
6.6.1. Semiesférica.
6.6.2. Troncocónica.
6.7. Candil/hueso con una abertura. Candil o hueso
con una abertura o perforación irregular o poligonal en uno de sus extremos que solo atraviese una de las paredes del asta o del hueso
(fig. 4.18). Algunos autores asocian estas piezas
con silbatos (Maicas Ramos 2007: 186), otros
con camas de bocado de caballos (Escudero y
Balado 1990).
6.6.1
6.6.2
6.5.1
Figura 4.17. Subtipos de fusayolas. 6.6.1. La Moleta del Remei y
6.6.2. Kelin.
6.5.2
6.5.3
Figura 4.16. Subtipos de cuentas. 6.5.1. Puig de Sant Andreu; 6.5.2.
El Puig d’Alcoi; 6.5.3. La Hoya de Santa Ana.
24
Figura 4.18. Candil con abertura en el extremo distal del Tossal de
Sant Miquel.
[page-n-42]
6.8. Placa perforada. Pieza plana, fabricada generalmente sobre hueso, con un desarrollo mayor
en su eje longitudinal que en el transversal.
Tiene forma rectangular y culmina en unos
remates en los extremos de formas variadas
(redondeados, rectos, dentados, triangulares).
Se caracteriza por presentar múltiples perforaciones agrupadas en una, dos o tres hileras
y, normalmente, una perforación de mayor tamaño en sus dos extremos (fig. 4.19). Por su
morfología, por la presencia de los orificios
y tras haberse realizado estudios experimentales, se han interpretado, mayoritariamente,
como pequeños telares horizontales (LeroiGourhan 1943: 263-265; Ruano y Montero
1989; Ramseryer 2001: 37-41; Mata Parreño
et al. 2018). En función del número de hileras
de perforaciones y de la forma de sus extremos
distinguimos:
6.8.1. Placa con una hilera de perforaciones.
6.8.1.a. Extremos redondeados.
6.8.1.b. Extremos rectos.
6.8.1.c. Extremos dentados.
6.8.1.d. Extremos triangulares.
6.8.2. Placa con dos hileras de perforaciones.
6.8.2.a. Extremos redondeados.
6.8.2.b. Extremos rectos.
6.8.2.c. Extremos dentados.
6.8.2.d. Extremos triangulares.
6.8.3. Placa con tres hileras de perforaciones.
6.8.3.a. Extremos redondeados.
6.8.3.b. Extremos rectos.
6.8.3.c. Extremos dentados.
6.8.3.d. Extremos triangulares.
6.8.1
6.8.2
7. Objetos poliédricos. En este grupo se incluyen las
piezas definidas por la configuración de su cuerpo en
forma de poliedro, bien tengan una sección maciza
o hueca.
7.1. Dado. Pieza cúbica obtenida por el aserrado y
abrasión/pulido de la materia prima elegida hasta
obtener unas caras regulares en forma de cubo o
paralelepípedo que, normalmente, aparecen numeradas con círculos incisos simples o dobles y
se puntúan del 1 al 6 (fig. 4.20).
8. Objetos fusiformes. Piezas definidas por su forma
alargada y elipsoide, así como por presentar los extremos más delgados que el centro.
8.1. Huso. Útil que presenta una sección redondeada en la parte mesial que se vuelve más estrecha hacia los extremos. Ese engrosamiento del
fuste de la pieza favorecería la confección de
las bobinas de hilo (Béal 1983: lám. 29). Puede tratarse de una pieza compuesta, realizada
mediante la combinación de partes diferentes
que se ensamblan entre sí. Los husos de hueso
de época ibérica aparecen documentos casi exclusivamente en espacios funerarios, como es
el caso de la necrópolis de L’Albufereta (Verdú 2015: 409, fig. 3.463) o de El Cigarralejo
(fig. 4.21).
9. Piezas decorativas. Piezas fabricadas sobre materias
duras de origen animal de características especiales en
las que prevalece su funcionalidad ornamental y, por
tanto, su valor artístico y/o simbólico.
9.1. Placa o aplique. Lámina de hueso, asta o marfil de sección plana y de formas diversas. Diseñada para que funcione como aplique de otro
objeto: cajas, arquetas, muebles, herramientas,
etcétera. Presentan la cara frontal y los laterales trabajados y con un acabado cuidado,
la cara dorsal, por su parte, apenas ha sufrido
modificación y suele contar con unos motivos
incisos reticulados que servirían para adherir
mejor la pieza a la superficie a la que cubriría
o en la que iría inserta. Resulta común que las
6.8.3
Figura 4.19. Subtipos de placas perforadas. 6.8.1. La Bastida de les
Alcusses; 6.8.2. Necrópolis de la Serreta; 6.8.3. Els Vilars.
Figura 4.20. Dados de marfil de la tumba 43 de Coimbra del Barranco Ancho. S. II a.C.
Figura 4.21. Huso de El Cigarralejo.
25
[page-n-43]
placas de mayor tamaño presentan decoración
incisa con motivos decorativos figurados o
geométricos. En función de su forma distinguimos entre (fig. 4.22):
9.1.1. Rectangular.
9.1.2. Triangular.
9.1.3. Lanceolada.
9.1.4. Circular u ovalada.
9.1.5. Trapezoidal.
9.1.6. Meandros.
9.1.7. Figurada.
9.1.8. Otras. Formas variables que no encajan en
ninguna de los subtipos señalados.
Las placas o apliques están relacionados con las
técnicas ornamentales del revestimiento y de la
taracea; estas se colocan o encajan formando un
diseño decorativo, lo cual requiere de un trabajo
cuidadoso y de una planificación artesanal previa
en la que se busca el efecto de contraste entre colores, diseños e incluso entre texturas de los materiales empleados.
9.2. Falange decorada. Falanges de meso o macromamíferos que han sido modificadas y/o decoradas (fig. 4.23).
10. Indeterminados. Piezas trabajadas que no encajan en
ninguna de las familias y tipos expuestos y de las que
desconocemos su función. Como es lógico, en esta categoría se incluyen objetos de formas y tamaños diversos
(en cada caso se especificarán sus características y posibles interpretaciones).
9.1.1
9.1.2
9.1.3
9.1.4
9.1.5
9.1.6
9.1.7
9.1.8
Figura 4.22. Subtipos de apliques. 9.1.1. Puig de Serra; 9.1.2. Puig de Serra; 9.1.3. Necrópolis del
Poblado de Coimbra del Barranco Ancho; 9.1.4. Necrópolis del Poblado de Coimbra del Barranco
Ancho; 9.1.5. Puig de Serra; 9.1.6. Puig de Serra; 9.1.7. Puig de Sant Andreu; 9.1.8. Puig de Serra.
26
[page-n-44]
IV. Piezas de orden secundario. Aquellos restos de materias
duras de origen animal que apenas presentan modificación
anatómica y han sido trabajados de forma muy superficial
permitiendo configurar con ello una parte más o menos activa (fig. 4.24). Se denominan también en la bibliografía
como útiles de fortuna, industria de hueso poco elaborada,
idustria banal del hueso o expeditiva (Adán 2013; Pérez
Roldán 2013: 16).
V. Desechos de trabajo. Fragmentos de morfología dispar obtenidos como piezas sobrantes en los diferentes estadios de
trabajo de las materias duras de origen animal. Pueden distinguirse en ellas marcas superficiales relacionadas con la
preparación previa de las matrices. Comparables, en cierta
manera, con los desechos producidos por el proceso de talla
de la industria lítica (fig. 4.25).
VI. Astrágalos. El astrágalo es un hueso corto que forma parte del tarso de los plantígrados y ungulados, conecta con
la tibia y el peroné por su parte superior y con el calcáneo por la inferior (fig. 4.26). Se le denomina astrágalo
o taba. Hemos diferenciado los astrágalos del resto de
piezas por lo específico de su caso. Son huesos naturales, seleccionados intencionadamente por sí mismos, por
su forma y características, no como soporte sobre el que
realizar un útil determinado. Se trata, por tanto, de una
elección cultural intencionada de estos huesos. Los astrágalos trabajados se documentan al menos desde el neolítico (Gilmour 1997: 170) en culturas y yacimientos diversos del Próximo Oriente y del Mediterráneo (Zidarov
2005: 119) continuando su presencia durante el calcolítico (Kogălniceanu et al. 2014; Sidéra y Vornicu 2016), la
Edad del Bronce (Gilmour 1997) y, de forma ininterrumpida, hasta nuestros días, fundamentalmente como piezas
de juego, extendiéndose a lo largo de todo el mundo. En
el mundo ibérico el valor socio-económico y simbólicocultural de los astrágalos resulta también evidente. Contamos con grandes concentraciones de astrágalos naturales y trabajados en determinadas necrópolis ibéricas,
como en Alarcos (Ciudad Real), donde en la tumba nº 4,
perteneciente a un varón de unos 30 - 40 años, se recuperaron 453 astrágalos trabajados y naturales (García
Huerta et al. 2018: 178-182) o en la necrópolis del Poblado de Coimbra del Barranco Ancho, en cuya tumba
75 se depositaron 208 tabas de ovicaprinos trabajadas y
sin trabajar (García Cano et al. 2008: 111); así como en
El Cigarralejo con 150 tabas presentes en la tumba 209
Figura 4.23. Falange de bóvido pintada. La Serreta.
Figura 4.25. Desechos de trabajo de Covalta. Epífisis aserradas de
Cervus elaphus. Arriba: epífisis distal de metápodo. Abajo (de izquierda a derecha): epífisis distal de metatarso y proximal de metacarpo (Blasco Martín 2015: 51).
Plantar
Figura 4.24. Piezas de orden secundario de Covalta. Derecha:
Costilla de Sus sp. con el extremo
activo biselado. Izquierda: diáfisis
de mesomamífero con extremo
apuntado y ligeras marcas de uso.
Medial
Dorsal
Lateral
Figura 4.26. Denominación de las caras de un astrágalo.
27
[page-n-45]
(Cuadrado 1987: 389); entre otras. No podemos obviar
este tipo de depósitos que nos indican un valor ritual de
los astrágalos, pero que también suponen una referencia
indirecta a la riqueza económica del grupo o, al menos,
del individuo enterrado; puesto que para obtener cada par
de tabas es necesaria la muerte de, al menos, un animal (o
de dos si no se seleccionan las de ambas extremidades).
Consideramos que los astrágalos naturales deben ser tenidos en cuenta, ya que un objeto no tiene por qué estar
modificado intencionadamente para cumplir una función
o tener un valor. Si bien es cierto que las tabas naturales,
per se, no están incluidas como ítems en nuestra clasificación tipológica, ya que en determinadas ocasiones puede
resultar confusa la distinción entre un resto de fauna o un
hueso seleccionado y podemos caer en la sobrerepresentación de los mismos. Además, una parte fundamental de
esta investigación se centra en el peso dado a las modificaciones tecnológicas, al trabajo artesanal, realidad que
no está presente en una taba sin modificaciones. A pesar
de ello, en los conjuntos o contextos cerrados que nos
permiten asegurar que un astrágalo, esté modificado o no,
ha sido seleccionado y su función ha trascendido de la de
hueso a útil, bien sea con una finalidad social, ritual y/o
económica, lo hemos considerado en la valoración global
de cada asentamiento.
6.1. Astrágalos trabajados.
Entendemos por astrágalos trabajados todos aquellos que
presentan alguna modificación antrópica intencionada de
la forma de hueso. Realizamos subdivisiones entre ellos
según la cara o caras que presenten modificadas (mediante abrasión, cortes y/o perforación), con el objetivo
de identificar un patrón predominante en su trabajo; así
como de señalar aquellos casos singulares.
A. Cara lateral.
A1. Recta.
A2. Recta y perforación.
A3. Diagonal.
A4. Redondeada. La modificación de la cara lateral llega a afectar a la cara plantar.
A5. Redondeada. La modificación de la cara lateral llega a afectar a la cara plantar. Además, están perforados. Resultan excepcionales, trabajo
poco habitual.
B. Cara medial.
B1. Recta.
B2. Recta y perforación.
B3. Redondeada. La modificación de la cara lateral llega a afectar a la cara medial. Resultan
excepcionales. Trabajo poco habitual.
B4. Diagonal.
C. Caras lateral y medial.
C1. Recta en ambas caras.
C2. Recta en ambas caras y perforación.
C3. Diagonal en ambas caras.
C4. Diagonal en la cara lateral y recta en la cara
medial.
C5. Recta en la cara lateral y diagonal en la cara
medial.
C6. Diagonal en ambas caras y perforación.
28
D. Caras lateral, medial y plantar.
D1. Recta en todas ellas.
E. Caras lateral, medial y dorsal.
E1. Recta en todas ellas.
E2. Recta en todas ellas y perforación.
E3. Diagonal en la cara lateral y recta en las caras medial y dorsal.
E4. Diagonal en las caras lateral y medial y recta
en la cara dorsal.
E5. Diagonal en la cara lateral y recta en las caras medial y dorsal y perforación.
F. Caras lateral y dorsal.
F1. Diagonal en ambas caras.
G. Perforada, sin modificación de las caras
G1. Sin modificación de las caras, con una o varias perforaciones.
H. Cara plantar.
H1. Diagonal.
H2. Diagonal y con perforación.
I. Caras lateral, dorsal y plantar.
I1. Cara lateral diagonal, recto en las caras dorsal
y plantar.
6.2. Otras materias duras animales trabajadas en forma
de astrágalo.
Una de las muestras más evidentes de que los astrágalos poseían un valor que iba más allá del de un mero
hueso es que se realicen tabas en otras materias primas, entre las que se incluye el marfil. Así, en la tumba 43 de la necrópolis del Poblado de Coimbra del
Barranco Ancho se recuperaron “tres huesos de talla
media trabajados en forma de taba” (García Cano et
al. 2008: 57, figs. 66. 9-10) (fig. 4.27). Pudimos revisar estas piezas en el Museo Arqueológico Jerónimo
Molina de Jumilla (Murcia) y se trata de tres pequeños astrágalos tallados sobre marfil, recuperados en
el mismo enterramiento en el que se recuperaron los
tres dados ebúrneos (fig. 4.20). Así pues, aunque no
contamos con ningún ejemplar conocido en contextos
de hábitat, consideramos oportuno incluir en esta tipología estas piezas excepcionales.
Figura 4.27. Astrágalos de marfil de Coimbra del Barranco Ancho.
[page-n-46]
4.3. ANÁLISIS TECNOLÓGICO
4.3.1. aspectos teóricos. cadenas operativas. saber hacer
La investigación de los procesos tecnológicos implica dar respuesta a cómo se ha creado la cultura material. Este tipo de estudios, tal como recogen González Ruibal y Ayán (2018), empezaron a desarrollarse desde inicios del s. XIX, si bien, será
en el último tercio del s. XX cuando los análisis tecnológicos
jueguen un papel fundamental a nivel teórico y metodológico
en los estudios de materias primas, artesanías y artefactos (Stordeur 1974; Campana 1989; entre otros).
Desde la perspectiva etnológica Lemonnier (1986) abogó
por un enfoque más antropológico de los conocimientos tecnológicos. Los objetos seguían siendo el centro de la investigación, resultando prioritaria la discusión arqueológica sobre
cómo fueron hechos, pero enmarcados dentro de otros elementos tecnológicos fundamentales: materia, energía (tracción
animal, manual, eléctrica, etc.), herramientas, medios de producción, gestos y conocimiento específico (Lemonnier 1992).
En ello está implícito el concepto, ampliamente desarrollado
por la escuela francesa, de chaîne opératoire (cadena operativa) (Lemonnier 1986 y 1992; Pelegrin et al. 1988). El análisis
de las cadenas operativas implica el estudio de un conjunto de
procesos, de acciones (secuencia técnica), de objetos y de conocimiento (know-how o saber hacer) indisociables; solamente
la mirada completa a todo ello nos dará una perspectiva adecuada del proceso de fabricación de cualquier artefacto, bien
sea de cerámica, lítica, hueso, vidrio o la creación de un color,
entre otros. Por lo tanto, debemos analizar la pieza terminada, el desecho, la elección de la materia prima, así como las
herramientas, los gestos, las técnicas, el espacio de trabajo, la
habilidad o destreza técnica y los conocimientos artesanales.
En el aprendizaje de un conocimiento práctico se revela cierta
forma de comprensión del mundo, del espacio social y cultural
ocupado por las personas que ejecutan objetos, que realizan una
parte tangible de la cultura de una sociedad. Por tanto, un todo
definido e integrado dentro del contexto económico, social, tecnológico y cultural de cada sociedad.
Dentro de la industria sobre materias duras de origen animal
debemos destacar el impulso inicial marcado por la tesis doctoral de S. A. Semenov: Tecnología prehistórica. Estudio de las
herramientas y objetos antiguos a través de las huellas de uso,
publicada en ruso en 1957, siendo traducida al inglés en 1964 y
al español en 1981. Esta obra supuso un acicate fundamental
a los estudios tecnológicos y funcionales del instrumental arqueológico sobre cualquier materia prima y, especialmente, de
las industrias lítica y ósea. Por su parte, en el último cuarto del
s. XX, los trabajos de D. Stordeur (1974), D. V. Campana
(1989), A. Averbouch y N. Provenzano (1998-1999) e I. Sidéra
(1993), centrados en el análisis de los objetos sobre materias duras de origen animal de cronologías prehistóricas, asentaron las
bases terminológicas sobre las técnicas utilizadas en el trabajo
de estas materias primas.
Como hemos señalado, no puede haber conocimiento tecnológico real si no se valora todo el proceso, no únicamente el
producto final. Por ello, se ha insistido en la relevancia de las
cadenas operativas, cuya base radica en entender la fabricación
de los objetos como un proceso, no como un acto instantáneo de
creación. Asimismo, dentro de la cadena operativa podríamos
diferenciar varias fases. En primer lugar, tendríamos que hablar
de la adquisición que incluye la obtención y la selección de la
materia prima idónea para confeccionar el artefacto: en el caso
de las materias duras animales la elección puede darse a través
del consumo de los propios animales (huesos), a través de la
caza sin que sea necesario el consumo (astas de cérvido o marfil
de elefante), mediante la recolección (astas de cérvido en época
de desmogue) y el comercio (especialmente en el caso del marfil, materia prima alóctona en la Edad del Hierro a la península
ibérica). Una vez obtenida y seleccionada esta puede ser transportada o almacenada, etapa que muchas veces no se ha tenido
en cuenta; una acumulación de astas o de huesos puede estar
reflejando este fenómeno y no responder a aspectos rituales o
simbólicos como, en ciertas ocasiones, se ha señalado. Por otra
parte, la producción es la fase tecnológica en la que la materia
prima es transformada en el objeto deseado, desde los primeros
tratamientos a los que se somete a la matriz para su preparación
(hervido, sumergirla en agua o vinagre, exposición al aire libre,
etcétera), hasta los distintos pasos realizados en la confección
del soporte o preforma del objeto buscado y su acabado final.
Asimismo, las piezas pueden ser decoradas. Una vez elaborados, los objetos pueden ser utilizados (o no) o depositados (por
ejemplo, como parte de un ajuar para el que la pieza se realiza
ex profeso). En función del tipo y grado de uso a los que se
vean sometidos sufrirán modificaciones a nivel micro o macroscópico. El dejar de usar un objeto puede responder al simple
abandono de este, ya no sirve o ya no interesa utilizarlo, puede
perderse, romperse o ser depositado como ofrenda. Resulta muy
interesante socialmente distinguir si un objeto es descartado o es
reavivado o modificado para alargar su vida. De esta manera se
reflejan actos culturales: decisiones de la gente en relación con
su memoria, con su experiencia, con sus necesidades y/o con
su aprendizaje social. Hay una persona o personas detrás de esa
decisión de desechar un objeto o volver a utilizarlo y modificarlo. Todo ello, nos ayuda a esbozar individual tool biographies
(Choyke 2006: 50), es decir, a trazar la propia vida de los objetos, siempre teniendo presentes las redes o relaciones indisociables entre las personas y las cosas (Vives-Ferrándiz 2017: 93).
Se ha de tener en cuenta que, aunque es lo más habitual, la
cadena operativa no implica obligatoriamente linealidad, cada
paso no tiene por qué seguir siempre un orden estricto. La decoración puede realizarse después de su uso, o un útil terminado puede acabar convirtiéndose en la materia prima sobre la
que realizar otro artefacto diferente. Todos estos matices son
los que buscamos individualizar a través de los estudios tecnológicos y funcionales.
4.3.2. marcas tecnológicas
Una elección tecnológica puede reflejar identidad, ¿podemos
leer esto en nuestras piezas? Junto a las técnicas de fabricación
se transmiten ideas, tradiciones, pautas sociales que definen al
grupo, ya que cada técnica es fruto de diversas interacciones
constantemente pautadas y ajustadas dentro de un sistema más
amplio (Lemonnier 1986). Así pues, el saber hacer es el conocimiento tecnológico que adquiere un individuo mediante el
aprendizaje e implica tanto la habilidad de crear un objeto como
el pensamiento, el planteamiento mental de cómo ser capaz de
hacerlo. Por supuesto, la experiencia es un proceso fundamental
en ello.
29
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No se deben confundir las marcas tecnológicas con otras acciones antrópicas producidas por el procesamiento de los huesos
para el consumo (carnicería) o para la obtención de pieles (desollamiento) (fig. 4.28), marcas que reflejan otros procesos culturales (Reitz y Wing 2008: 123-134); o por la acción de agentes
naturales o animales sobre huesos, astas, marfiles y cuernos.
Para ello es necesario realizar un buen estudio tafonómico.
Las marcas tafonómicas de origen natural que aparecen en
los objetos de materias duras animales son:
- Meteorización o intemperismo (Moreno García 2013: 181;
Pérez Roldán 2013: 50-51): se trata de una de las alteraciones
postdeposicionales más comunes en los huesos, estos sufren
alteraciones fisicoquímicas en sus componentes orgánicos e
inorgánicos al estar sometidos a variaciones en temperatura y
humedad, por lo que se agrieta la superficie ósea.
- Raíces: secretan ácidos orgánicos que tienen el efecto de
disolver el fosfato de calcio en los tejidos óseos, lo que genera
surcos sobre las superficies óseas de formas irregulares siguiendo el perfil de las raíces (Johnson 1985: 183-184).
- Elementos abióticos como el agua, el viento o el pH del
suelo afectan también a la conservación diferencial de los restos
orgánicos y a su proceso de conservación.
Por otro lado, las alteraciones animales más habituales son:
- Acción de insectos y microorganismos, especialmente de
los derméstidos, que pueden llegar a perforar los huesos.
- Mordeduras de animales carnívoros u omnívoros.
- Masticado por herbívoros, en especial los animales de la
familia Cervidae que mastican las cornamentas para extraer de
ellas minerales y nutrientes que necesitan para el buen funcionamiento de su metabolismo, dejando como huellas unas pequeñas depresiones cercanas a las puntas de las luchaderas (Johnson 1985: 181).
- Roído: producido por los dientes incisivos de los roedores
(orden Rodentia) y conejos o liebres (orden Lagomorpha), estas
especies tienen la necesidad de desgastar sus incisivos, pues les
continúan creciendo a lo largo de su vida. La marca es en forma
de una ranura doble, recta y en sección transversal se observa en
forma de W (Pérez Roldán 2013: 49).
Valga anotar que los huesos digeridos y regurgitados por
carnívoros o aves rapaces sufren alteraciones por el ácido
clorhídrico de los jugos gástricos que pueden reflejarse en un
aspecto más pulido de las superficies con una destrucción variable del tejido óseo (Moreno García 2013: 352). Si bien es
cierto que los huesos que han sufrido estos procesos, por su
forma y su tamaño, no resultan una materia prima idónea para
la industria ósea.
Una vez diferenciadas las marcas tafonómicas y de carnicería podemos centrarnos en el estudio tecnológico. Como hemos
apuntado, entendemos por técnica toda acción intencionada sobre la materia definida por la asociación de un modo de acción,
un tipo de objeto y un gesto (Averbouch y Provenzano 19981999; Tejero 2009). En otras palabras: “No tool is complete
without the gesture used to put the tool into action. This concept of a technical act as both participating in the social world
of technical plans as well as the physical world of gestures in
action has profound ramifications for the utility of the chaîne
opératoire” (Tostevin 2011: 7). Para la definición de las técnicas
de trabajo documentadas nos hemos basado, fundamentalmente,
en los trabajos de Averbouch y Provenzano (1998-1999), López
Padilla (2011) y Adán (1997 y 2013).
- Percusión (Pe): consiste en la división de la materia prima
en partes mediante una fuerza violenta, un golpe, realizado con
un percutor en un movimiento de amplitud variable. Se trata de
una de las formas más simple de obtener un soporte; aunque
también el proceso está menos controlado y, por tanto, resulta
menos fiable. Puede ser activa: golpe directo del percutor duro
contra la materia prima; o pasiva: golpe aplicado de forma indirecta, mediante una pieza intermedia. A nivel macroscópico
se aprecia un plano de fractura en el lugar donde se ha aplicado
el golpe, si bien, con frecuencia, estas fracturas son rectificadas o eliminadas mediante acciones tecnológicas posteriores
(fig. 4.29).
- Flexión (F): técnica de fragmentación mediante un movimiento en el que la materia prima se dobla hasta conseguir su fractura. El resultado característico es un pequeño resalte o lengüeta
que varía en función de la fuerza e intensidad empleada y que so-
Figura 4.28. Marcas de carnicería/desollamiento en la cara plantar
del astrágalo 0638 del Tossal de les Tenalles (20x).
Figura 4.29. Evidencias de percusión y cortes en el pedículo de un
asta de Cervus elaphus. La Serreta - 0259.
30
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bresale en el perfil de fracturación de la materia prima (fig. 4.30).
Casi siempre la encontramos en el lado opuesto al que se ha
ejecutado la fuerza. La flexión suele ejecutarse con las propias
manos, aunque también, de forma excepcional, puede requerir
la ayuda de herramientas tipo cuña. Esta técnica, habitualmente,
es una acción complementaria al aserrado o a los cortes.
- Aserrado (A): técnica realizada mediante el uso de una herramienta, generalmente una sierra, que se desplaza mediante un
movimiento de ida y vuelta sobre la materia prima manteniendo, casi siempre, un ángulo recto del filo con relación a la superficie trabajada. Según Averbouch y Provenzano: “L’apparition,
encore timide mais avérée, de la scie en bronze vers la fin du
Bronze moyen, inaugurera une nouvelle ère pour le sciage qui
sera la principale technique utilisée dans le débitage des matières osseuses au Bronze Final” (1998-1999: 17). En nuestro caso,
todas las evidencias de aserrado documentadas han sido realizadas con sierras metálicas. Las huellas obtenidas por el aserrado
mediante útiles líticos destacan por sus característicos perfiles
en V, mientras que las estrías dejadas por las sierras metálicas
presentan la distancia de los dientes metálicos paralelos entre
sí, normalmente en planos rectilíneos (Liesau 1988) (fig. 4.30).
En ocasiones, debido al perfil laminar de las sierras resulta complicado llegar a cierta profundidad de la materia prima por lo
que, al igual que ocurre en la actualidad, se cambia la dirección
de la herramienta sobre la materia provocando un aserrado desde diferentes planos o ángulos. Esta rotación provoca la aparición de grupos de estrías de forma escalonada o estrías que se
entrecruzan (Liesau 2002: 281).
- Ranurado (Rn): realización de un surco profundo generalmente largo y estrecho sobre la materia prima mediante cortes
sucesivos con un movimiento unidireccional repetido con una
herramienta lítica (normalmente un buril) o metálica apuntada y
cortante. Los estigmas reflejados de esta técnica son surcos alargados con estrías paralelas entre sí y profundos, con una sección
con tendencia en U más o menos abierta en función de la parte activa de la herramienta utilizada (Averbouch y Provenzano
1998-1999: 16). Sin embargo, estas estrías pueden resultar difíciles de individualizar debido a la regularización posterior de
la materia prima mediante la abrasión y por el hecho de tratarse
de una técnica que suele utilizarse junto a la percusión indirecta.
El ranurado longitudinal sobre hueso largos y el ranurado doble
sobre astas de ciervo para obtener lengüetas son las variantes
más habituales documentadas. Esta técnica está ampliamente
atestiguada en conjuntos peninsulares desde el Paleolítico Superior hasta la Edad del Bronce (Pascual 1998: 26; López Padilla 2011: 332), si bien su presencia no resulta tan habitual en la
Edad del Hierro.
- Cortes (C): seccionado de la materia prima mediante la acción directa de instrumental afilado en planos perpendiculares
o ligeramente oblicuos a la pieza. De forma general para cronologías de la Edad del Hierro se realizarían con útiles metálicos
como hachas, cuchillos o azuelas. Los cortes pueden efectuarse
también para reavivar la parte activa de los artefactos apuntados. Las evidencias sobre la materia prima son planos o estrías
rectilíneos, muy marcados y que resultan fácilmente distinguibles (fig. 4.31), teniendo siempre en cuenta que no deben
ser confundidos con otras acciones sobre los huesos como son
aquellas derivadas de procesos de carnicería o desollamiento.
- Vaciado (V): retirada del tejido esponjoso de forma parcial o total de soportes de hueso o asta. Técnica habitual en la
fabricación de mangos o cajas. Se emplea un útil fino y cortante
con movimientos alternos como un punzón metálico, un cincel
o un cuchillo. Las marcas dejadas son estrías irregulares en las
paredes internas de las cuernas o huesos. También es posible
que mediante el uso de otras técnicas posteriores se hayan eliminado los rastros del mismo y solo quede como testimonio de
este trabajo el propio vaciado de la pieza. Presentes, sobre todo,
en las piezas integradas en el grupo III.4. Objetos receptores
(figs. 4.9, 4.11 y 4.12).
- Raspado (Rs): preparación de una superficie mediante
el empleo de útiles líticos o metálicos cortantes en posición
perpendicular u oblicua con respecto al eje longitudinal de la
pieza con la finalidad de desbastar, alisar y reducir parte del
objeto. El empleo de esta técnica produce estrías perpendiculares al eje mayor de la pieza y paralelas entre sí, En el mundo
ibérico se utilizan para su ejecución herramientas metálicas
Figura 4.30. Candil de ciervo con marcas de aserrado y lengüeta de
flexión. Mas Castellar - 0796.
Figura 4.31. Diferentes cortes sobre un soporte de asta de Cervus
elaphus. Kelin - 0727
31
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como cuchillos. Esta técnica también aparece definida como
desbastado (Rascón et al. 1995: fig. 6) o cepillado (Adán 2013:
519) (fig. 4.32).
- Abrasión (Ab): se trata de una de las técnicas más empleadas, realizada mediante la fricción continuada de la pieza por
movimientos rotativos con un material abrasivo, durmiente o
móvil, como placas de arenisca o diferentes arenas. Las estrías
obtenidas son finas, uniformes, y se disponen en diversas direcciones en función de los movimientos realizados. Es una acción
ejecutada, fundamentalmente, en la fase de acabado (fig. 4.33).
- Pulido (P): técnica similar a la abrasión pero que se diferencia de esta por la utilización de agentes abrasivos más
suaves como son arenas de grano fino, pieles, grasas animales y/o fibras vegetales. Según MacGregor la cola de caballo
(Equisetum arvense) resulta idónea para realizar esta tarea
(1985: 58). El pulido sirve para regularizar y embellecer la
superficie de los objetos, obteniendo un acabado brillante
con el que, de forma habitual, se eliminan otras evidencias
tecnológicas (fig. 4.34).
Figura 4.32. Estrías de raspado con cuchillo metálico en un útil
óseo apuntado. Castellet de Bernabé - 0749.
Figura 4.33. Marcas de abrasión en la cara dorsal de una pieza manufacturada en un diente de Sus scrofa. La Bastida de les Alcusses - 0105.
32
- Tratamiento térmico (Tt): posible técnica de tratamiento de las materias óseas, compleja, sobre la que no existe un
consenso claro. La presencia de una coloración marrón rojiza
o marrón grisácea, provocadas por la acción del fuego en algunas partes de los útiles fabricados sobre materias duras de
origen animal, lleva a pensar que la exposición de estos al fuego se produce con alguna intencionalidad dentro del proceso
de fabricación. Así, según ciertos tratamientos experimentales
en los que se han sometido las piezas de hueso y asta al fuego,
se ha comprobado que se reduce considerablemente su dureza,
por lo que se plantea que esta técnica se utilizase para fracturar
matrices o soportes (Pascual 1998: 26). También se ha señalado
que el fuego se empleó de forma intencional y controlada para
dar color y brillo a la superficie de algunos objetos óseos (Sidéra 2000) (fig. 4.35).
- Perforación (Pr): realización de uno o varios orificios de
forma que atraviesen la materia prima. En ocasiones puede
prepararse inicialmente la pieza creando un plano de orificio
(reduciendo mediante diversas técnicas el lugar donde va a
efectuarse el mismo) y, posteriormente, se perfora (Adán 1997:
42). Las perforaciones se realizan con útiles punzantes por presión y rotación; en el caso ibérico su regularidad y abundancia
(fundamentalmente en placas perforadas, pero también en otras
piezas como agujas, bisagras, cuentas o fusayolas) nos remiten
al uso de taladros impulsados por arcos. Por medio de la experimentación se ha defendido el empleo de este tipo de herramientas desde época neolítica en el territorio peninsular (Noain
1999), generalizándose para cronologías del III - II milenio cal
BC (López Padilla 2011: 334). Según G. Tortajada (2012: 302):
“Los taladros son varillas insertadas en un mango de madera
con una punta cortante en su extremo capaz de perforar cuando al mango se le imprimen revoluciones alternas mediante la
cuerda de un arco”. En contextos ibéricos se han documentado
dos tipos de puntas de taladro, el de punta de lanza y el de tres
puntas (Tortajada 2012: 302). Los círculos incisos en torno a
las perforaciones de algunas placas de hueso (fig. 4.36) indican
que, en los de tres puntas, los dientes laterales debieron tener el
extremo cortante menos apuntado que el central (Mata Parreño
et al. 2018: 119).
Figura 4.34. Detalle del pulido de la cabeza de un alfiler. Covalta
- 0021.
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Algunos investigadores diferencian entre las fases de débitage y façonnage (Averbouch y Provenzano 1998-1999: 8)
o, de forma similar, entre técnicas de extracción y técnicas de
elaboración (Adán 1997: 42). La primera de estas fases implicaría la modificación de las matrices y la obtención de soportes;
mientras que en la segunda los soportes son transformados has-
ta obtener la forma del artefacto final. En nuestro caso hemos
preferido no predeterminar el análisis en esa división inicial, siguiendo el trabajo de autores como López Padilla (2011), si bien
es cierto que la abrasión y el pulido son técnicas que se llevan a
cabo para regularizar la superficie de las piezas y su realización,
de forma habitual, elimina otras evidencias tecnológicas de las
primeras acciones técnicas de manufactura.
4.3.3. algunos trabajos de arqueología experimental
Con el objetivo de acercarnos de forma práctica a la comprensión de los procesos tecnológicos sobre las materias duras animales en época ibérica llevamos a cabo diferentes ejercicios
experimentales que nos permitieron aproximarnos a la manufactura del hueso y del asta. Por supuesto, debemos tener en cuenta
que cualquier experimento sobre el pasado, en sus dimensiones
socioculturales, se desarrolla bajo parámetros de simplificación
actuales. De hecho, variables como el propio concepto de tiempo resultan distantes entre nuestra sociedad y las sociedades del
pasado. Por tanto, lo que pretendíamos lograr con los trabajos
experimentales, desarrollados desde una base metodológica y un
marco de investigación, era hacer converger teoría y práctica, experimentando de forma propia el conocimiento artesanal, el dominio de las técnicas y los gestos necesarios para elaborar diferentes piezas sobre estas materias primas. Una experiencia tanto
cognitiva como sensitiva que comenzamos a desarrollar dentro
del proyecto MHUMAC, así como en un trabajo interdisciplinar
sobre las agujas de hueso del enclave posclásico de San Pedro
de Xochimilco (Ciudad de México, México), a cuyas lecturas
remitimos (Mata Parreño et al. 2018; Blasco Martín et al. 2018).
4.3.3.1. Experimentación sobre tibias de Ovis aries
Figura 4.35. Posible tratamiento térmico en un alfiler. Covalta 0024.
Figura 4.36. Detalle de las perforaciones en una placa de hueso.
La Bastida de les Alcusses - 0098.
En una visita a una casa de campo familiar recogimos de un
basurero al aire libre, formado por los desechos de alimentación
de animales domésticos, siete tibias de ovejas, cada una de ellas
conservada completa junto al astrágalo y al calcáneo, con restos
de carne en proceso de putrefacción y derméstidos. Hervimos
los huesos en una cazuela durante media hora con agua, sal y
romero, esta hierba aromática fue utilizada para disimular, en
parte, el olor desprendido. Una vez hervidos, con un cuchillo
procedimos a la separación de las tibias del astrágalo y del calcáneo y al raspado de los restos de carne todavía adheridos a la
superficie ósea. Tras su limpieza los dejamos secar durante una
semana al aire libre. Sobre tres de estas tibias procedimos a su
manufactura para la elaboración de punzones.
Comenzamos sumergiendo las tibias en agua para facilitar
el trabajo, tal como habíamos comprobado con experimentaciones anteriores (Mata Parreño et al. 2018: 119). En dos de
los huesos aserramos en un plano recto la epífisis distal en un
caso, y la proximal en el otro. En el tercer hueso, el aserrado
se realizó de forma superficial y la acción de separación de la
epífisis proximal fue realizada mediante la percusión indirecta
utilizando un pequeño cincel metálico. Una vez obtenidos los
soportes ejecutamos con la sierra, en el extremo en el que habíamos eliminado la epífisis, una forma apuntada; posteriormente
se regularizó mediante la abrasión del hueso con una piedra de
rodeno pasiva, ayudándonos de nuevo con el agua para facilitar
la fricción. En uno de los punzones, en la parte proximal, realizamos siete incisiones con la sierra a modo de decoración que
cubrimos con carbón vegetal mezclado con agua para resaltar
33
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Figura 4.37. Cadena operativa de punzones sobre
tibias de Ovis aries.
conformar esta pieza. En total, realizamos estos cuatro artefactos (los tres punzones y el aplique) en 1 h y 20 minutos (sin
contar el tiempo de preparación de la materia prima, cocción,
limpiado del hueso y secado).
Figura 4.38. Abrasión de astrágalos con piedra de rodeno.
así el motivo geométrico. En la figura 4.37 podemos observar la
cadena operativa de fabricación de dichos punzones. En la parte
derecha, para comparar el resultado final con la materia prima
utilizada, vemos una tibia de oveja completa; a la izquierda de
esta se presentan los desechos de trabajo, desde las epífisis separadas hasta los fragmentos irregulares de las diáfisis obtenidos,
fundamentalmente, por el cincelado y al dar la forma apuntada
a los punzones con la sierra. Es importante destacar que si analizáramos estos restos óseos dentro del conjunto de la la fauna
de un yacimiento, en el caso de las epífisis aserradas no habría
duda de su adscripción como desechos de trabajo, sin embargo,
para el resto de fragmentos, originados mediante la percusión,
no podríamos asegurar su pertenencia a la cadena operativa de
manufactura del hueso, pudiendo ser confundidos con procesos tafonómicos posteriores o con otras alteraciones antrópicas,
por lo que estas evidencias artesanales quedarían desdibujadas
dentro del registro “fauna”. Para terminar, se presentan los tres
punzones y un aplique triangular que realizamos regularizando
mediante la abrasión un desecho óseo que había resultado con
una forma prácticamente triangular y que aprovechamos para
34
4.3.3.2. Experimentación sobre astrágalos de Ovis aries
En un segundo trabajo procedimos a la modificación de las caras
de los tres astrágalos obtenidos en la experimentación anterior.
Las caras fueron trabajadas mediante la abrasión por fricción
directa de los huesos con una arenisca de rodeno, se utilizó agua
para facilitar el trabajo (fig. 4.38). En dos astrágalos derechos se
realizó la abrasión recta de las caras lateral y medial (tipología
VI.1.C1), en el primer caso se llevó a cabo en 9 minutos y en el
segundo en 15. Por otra parte, un astrágalo izquierdo fue modificado hasta obtener un plano diagonal de la cara lateral (tipología
VI.1.A3), en lo que se invirtieron 31 min. Así pues, la dirección
y el gesto realizado contribuyen a la inversión mayor o menor
de tiempo en cada proceso de modificación de los astrágalos. En
cualquier caso, se trata de un trabajo que no requiere especialización, resultando rápido y fácil de realizar; por lo que podría
ser ejecutado tanto por adultos como por por niños/as.
4.3.3.3. Recreación de una pieza de asta de El Puntal dels
Llops
En las excavaciones del fortín edetano de El Puntal dels Llops
dirigidas por H. Bonet Rosado y C. Mata Parreño se recuperó
una pieza realizada sobre la parte central de un asta de Cervus
elaphus prácticamente única en el registro ibérico. La pieza
presenta además incisa una palabra escrita en el signario levantino o nororiental ibérico, leída como nauiba. Se interpretó
que podría haber sido usada como pectoral o como colgante
(Bonet y Mata 2002: 162) (fig. 4.11 y 4.39). Por nuestra parte
quisimos, a través de la arqueología experimental, recreando
la pieza, entender su funcionalidad partiendo de la idea de que
el vaciado interno del asta (acción tecnológica) era la clave de
su funcionalidad ya que, a priori, esta acción parecía implicar
una significativa inversión de tiempo. Ello, junto al haber documentado paralelos de otras piezas arqueológicas e históricas
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Figura 4.39. Pieza de asta de ciervo de El Puntal dels Llops con detalle de su inscripción a distintos aumentos.
similares (Rijkelijkhuizen 2011: 232; Haak et al. 2012: fig.
17), nos llevó a plantear que podría haber sido utilizada como
caja (Blasco Martín 2017).
Las herramientas que utilizamos para llevar a cabo nuestra experimentación fueron: sierra de dientes finos, cuchillo
afalcatado (recreación de los modelos ibéricos realizada por I.
Fuertes Cabo), punzones metálicos, piedras de rodeno, cuero, y
una barrena moderna manual para realizar las perforaciones. La
materia prima de la que partíamos era una cuerna de ciervo de
desmogue recolectada en la Sierra de Albarracín (Teruel). En la
segunda pieza, una vez que aserramos el soporte, lo hervimos
con la idea de facilitar el proceso de vaciado que, en la primera, había resultado excesivamente costoso. Así, en la segunda
réplica el tiempo invertido en el vaciado fue tan solo de una
hora, mientras que en la primera, sin hervir el asta, el proceso se
alargó durante tres horas. Una vez manufacturada la forma de
la pieza se realizaron las perforaciones, la inscripción incisa y
se aserraron y adaptaron tres tapones de madera, dos fijos y uno
móvil, que actuan como sistema de apertura/cierre, realizados
sobre carrasca (Quercus ilex) y abedul (Betula sp.) (fig. 4.40).
En total, entre una réplica y otra redujimos el tiempo de trabajo
en una hora y media (algo más de 6 h y 30 minutos para la primera y 5 h para la segunda). No obstante, debe tenerse en cuenta que las distintas fases de trabajo podrían llevarse a cabo en
momentos espaciados. La pieza, como ocurre con casi todos los
artefactos que analicemos, no tiene por qué ser elaborada en un
único momento, puede realizarse durante diferentes momentos,
incluso a lo largo de varios días.
El resultado obtenido a nivel formal y tecnológico fue satisfactorio y, a su vez, nos permitió comprobar que, una vez incorporados
los tapones de madera a la pieza, podía realizar perfectamente la
función de recipiente hermético, ideal para contener pequeñas sustancias como podrían ser sal, hierbas aromáticas o pequeños frutos.
De hecho, comprobamos ambas réplicas guardando en ellas sal de
grano grueso. La primera pudo albergar un volumen de 100 ml; por
su parte, la segunda, al contar con un acabado interno mejor ejecutado, pudo contener casi el doble de volumen, en torno a 180 ml.
Cabe apuntar que tras la realización de estas réplicas los desechos del asta, partes de la percha, candiles y la roseta, han sido
almacenados, ya que sobre ellos pueden realizarse nuevas piezas.
De una sola cornamenta se obtendrían un gran número de objetos,
manufacturados sobre la parte más análoga a la forma de la pieza
que se quiera realizar; como es el caso de esta caja que aprovecha la
bifurcación de la parte central de la percha con los candiles.
4.3.3.4. Recreación de una fusayola de hueso
Sobre un desecho de la epífisis proximal de un fémur de Bos
taurus obtenido al separar la diáfisis de las epífisis en una experimentación previa procedimos al aserrado, con una sierra
metálica actual, de la cabeza femoral. Una vez obtenida, con un
35
[page-n-53]
Aserrado
Vaciado con punzón metálico
Vaciado con cuchillo
Desbastado con cuchillo
Abrasión con rodeno
Perforación con punzón y barrena
Inscripción con punzón
Aserrado tapones de madera
Piezas terminadas
2ª RÉPLICA
1ª RÉPLICA
Figura 4.40. Cadena operativa de la elaboración de ambas réplicas.
punzón metálico y de forma manual realizamos una perforación
central sobre dicha cabeza femoral (fig. 4.41). Todo el proceso de trabajo apenas nos llevó 20 minutos, diez en el aserrado
y otros diez en la perforación. La pieza, sencilla en su ejecución, resulta idéntica a otras halladas en enclaves ibéricos como
El Puig de la Nau, Els Estrets o La Moleta del Remei, entre
otros (fig. 4.17).
Resulta interesante apreciar cómo los desechos de manufactura de otras piezas pueden ser aprovechados para elaborar
nuevos artefactos. Aunque el hueso pueda resultar una materia
prima de fácil acceso, cuanto mayor sea su aprovechamiento,
mayor será su rendimiento y menor el tiempo invertido, ya
que se pueden aprovechar planos de aserrado, fractura o cortes
ya formados.
4.4. ANÁLISIS FUNCIONAL
4.4.1. ¿para qué sirve este objeto?
El análisis funcional está ligado, en gran medida, tal como hemos expuesto previamente, al análisis tipológico. Hemos asociado tipos de objetos por sus características morfológicas, pero
también intentando plantear y entender la función de cada uno
de ellos. En este punto, debemos tener en cuenta la distinción
entre uso y función: “Se entiende por uso, al empleo concreto
de un útil, empleo que no debe identificarse necesariamente con
la función a la que está destinado dicho objeto. Por ejemplo,
la función de un cuchillo es cortar, pero el uso concreto de un
cuchillo puede ser diferente a esta función, por ejemplo, puede
utilizarse para destornillar un tornillo” (Calvo 1999: 25). Así
pues, aunque consideremos que la función mayoritaria de un
objeto, por ejemplo, un alfiler, es la de utilizarse para la sujeción del cabello y el peinado, ello no implica que no pueda ser
36
Figura 4.41. Fusayola realizada sobre una cabeza femoral de Bos
taurus. El fémur se había utilizado previamente en un taller de experimentación en el Laboratorio de Arqueozoología de La Universidad
Autónoma de San Luis Potosí (México), por lo que contaba con marcas previas de aserrado en la diáfisis.
usado para otras actividades como realizar incisiones o perforaciones sobre materias blandas como pieles, cera o arcilla. M.
Calvo (1999) planteó cuatro características fundamentales para
entender la vida funcional de los artefactos: la multiplicidad, la
[page-n-54]
polifuncionalidad, la falta de especialización y la redundancia.
Por multiplicidad entendemos que dos útiles que serían clasificados dentro del mismo tipo de objeto por sus características
físicas pueden ser usados para actividades diversas, como puede ser el caso expuesto de los alfileres. La polifuncionalidad es
el hecho de que un útil sea empleado para una tarea para la que
originalmente no se creó, por ejemplo, utilizar una ficha como
tapón. La falta de especialización supone que un mismo objeto
es utilizado indistintamente para la realización de diferentes tareas, como podría ser el caso de los punzones, y la redundancia
implica que una forma diferente no excluye un mismo uso, por
ejemplo, un punzón doble y un alfiler podrían emplearse para
el mismo trabajo y, de manera contraria, la similitud formal
de los objetos no implica necesariamente una igualdad de uso
(Calvo 1999: 37).
De hecho, las piezas 0932 de la Illa d’en Reixac y 0103 de
La Bastida de les Alcusses (fig. 4.42) pueden servirnos para
ilustrar esta realidad. Ambas son piezas de forma cilíndrica,
utilizadas como objetos receptores, realizadas sobre diáfisis de
huesos largos de mesomamíferos, con perforaciones en uno de
sus extremos, sin embargo, una de ellas es un mango (0932) y
la segunda un tubo perforado que actuaría como pequeño contenedor (0103). Las perforaciones o bien sirven para insertar
los clavos que afianzan la hoja metálica enmangada o bien para
fijar el sistema de cierre con el tapón y otro útil accesorio. Cada
pieza debe entenderse dentro de su contexto, de forma conjunta
y también individualmente.
Así pues, para conocer la funcionalidad de cada pieza nos
hemos basado tanto en investigaciones previas realizadas por diferentes especialistas, en trabajos experimentales y en paralelos
históricos o etnográficos, en referencias escritas y/o gráficas del
mundo antiguo que puedan servirnos como comparativa (fundamentalmente del mundo egipcio, romano, etrusco y griego) y en
los análisis macro y microscópico de las marcas de utilización
presentes en algunos artefactos (estudios traceológicos).
Fig. 4.42. Izquierda: Objeto receptor de la Illa d’en Reixac - 0932.
Derecha: Objeto receptor y tapón de La Bastida de les Alcusses 0103 y 0104.
4.4.2. macrotrazas
A partir de los años 90 del siglo pasado se produjo una sistematización de las aproximaciones funcionales y de las referencias
experimentales sobre industria ósea a nivel extrapeninsular y
en cronologías prehistóricas (Sidéra 1993; Maigrot 2003b; Legrand 2005; Sidéra y Legrand 2006; Gates 2007; Legrand y
Sidéra 2007, 2015; Bradfield 2015); no obstante, este campo
apenas ha sido tratado para conjuntos materiales de la Edad del
Hierro o de cronologías más recientes. Consideramos que hace
falta un desarrollo futuro completo y sistemático de los estudios
traceológicos para la industria sobre materias duras en el territorio peninsular tanto para época ibérica, como para el mundo
romano e, inclusive, para las numerosas colecciones de época
medieval y moderna de este tipo de objetos.
En nuestro caso, hemos especificado cuándo las piezas estudiadas presentan marcas de utilización o reavivado que modifican la superficie o superficies activas. Para realizar este análisis hemos seguido fundamentalmente el trabajo de A. Legrand
(2005). Las alteraciones a nivel de macrotrazas y de modificación de las superficies y del volumen de los artefactos que esta
autora diferencia y con los que hemos trabajado son:
- Embotamiento o redondeamiento (émoussé): se trata
de una alteración directamente ligada con la fricción del útil
contra otra materia prima de forma repetida, lo que provoca a
corto o largo plazo una transformación del volumen inicial de
la parte activa. Por ejemplo, es habitual que en los útiles apuntados, con el uso, se redondee la punta por el contacto contra
diferentes materias primas como pueden ser tejidos, pieles, cerámica, cabello, etcétera. Así, por ejemplo, las puntas de las
agujas acaban viéndose alteradas, redondeándose por la acción
del tejido; al igual que las perforaciones, otra de las partes activas de las agujas, que de manera similar pueden ver alterada
su superficie por la acción del hilo (Legrand 2005: 81).
- Esquirlado o astillado (éclats): relacionado con el modo de
acción de la herramienta, la dureza del material trabajado o el
grado de avance del proceso o procesos de uso. También pueden
aparecer cuando la parte activa está debilitada o cuando los gestos están mal controlados. Dentro de este grupo se diferencia, de
menor a mayor afección de la superficie activa, entre (Legrand
2005: 31, fig. 24):
· Desconchado (écaillures): alteraciones de pequeño tamaño que modifican el útil de forma moderada.
· Mellado (ébréchures): alteraciones de tamaño medio
que modifican el contorno inicial del extremo activo
· Levantamiento (enlèvements): mellado de talla grande
de la superficie del útil que produce deformaciones avanzadas
en el contorno del extremo activo.
- Aplastamiento (écrasement): son resultado de un golpe o una
fuerte presión sobre la superficie de los objetos (Legrand 2005: 32,
figs. 25 y 26). El grado dependerá de la posición del útil sobre la
materia prima, de la naturaleza de esta, de los gestos realizados y
del tiempo de utilización. Este tipo de alteración suele estar relacionado con objetos que actúan como piezas intermediarias sobre
otras materias, como cinceles para trabajar madera u otras materias
primas, por lo tanto, las marcas de trabajo pueden estar presentes
tanto en el extremo distal como proximal.
Haremos también referencias a las estrías de uso en el caso de
aquellas piezas cuya utilización resulta clara, como es el caso de las
bisagras de hueso que, en la mayoría de los ejemplares, presentan
estrías rectas, finas y paralelas producidas por el giro (fig. 4.43).
37
[page-n-55]
4.5. ANÁLISIS DECORATIVO
La decoración suele ser la última fase de la cadena de producción, realizada una vez que los objetos han sido confeccionados a nivel formal; si bien no todas las piezas tienen por qué
presentar decoración. Se trata de una decisión estética, ligada
a los gustos del artesano y/o del consumidor. Así pues: “La decoración suele estar estructurada siguiendo unos principios que
sólo se pueden entender dentro de la estructura general de la
sociedad que la ha creado” (González Rubial 2003: 146).
Los aspectos decorativos de la cultura material, en nuestro
caso de los objetos elaborados sobre materias duras animales,
deben ser analizados de forma individual prestando especial
atención a las técnicas empleadas y a los motivos decorativos
que podemos diferenciar; para poder relacionarlos con otros
rasgos culturales tales como son la forma, el modo en el que se
han fabricado y la función para la que fueron elaborados.
Entre las técnicas decorativas empleadas distinguimos:
- Incisión: acción mediante la que se ejecutan hendiduras
sobre la materia prima formando decoraciones de tipo geométrico o figurado. Se utilizan herramientas metálicas cortantes y/o
apuntadas de diversas medidas, confeccionando los motivos a
mano alzada y/o con la ayuda de útiles auxiliares como pueden ser reglas o compases para trasladar medidas. En el caso de
los círculos concéntricos, cuya presencia es habitual en placas
y peines, se emplearían brocas de puntas impares y de perfiles
variados, una de las cuales marcaría el punto central y las otras
los círculos en torno a esta con un grado de profundidad variable
(Mata Parreño et al. 2018: 119).
- Tallado: técnica para realizar molduras o acabados de formas geométricas o figuradas con un sentido estético. Para su
realización se emplean herramientas cortantes metálicas de tamaños diversos como pequeños cuchillos. Las marcas dejadas
sobre la superficie de la pieza son irregulares y multidireccionales, dependiendo de los gestos realizados y del perfil buscado,
aunque pueden suavizarse posteriormente mediante el pulido o
la abrasión.
- Torneado: de forma similar al tallado, mediante el uso de
un torno se pueden conseguir acabados uniformes moldurados
de forma más regularizada. A pesar de que resulta interesante tener en cuenta esta técnica artesanal, su identificación para
época ibérica resulta controvertida. El torno, aunque poco documentado, se empleó para trabajar la madera, el ámbar y las materias duras de origen animal en la Edad del Hierro, pero no será
hasta época romana cuando se generalice (Broncano 1989: 38;
Ruano 1992: 99-100; Minni 2004: 113 y 2008: 18). Las marcas
que deja la rotación del torno sobre los artefactos trabajados son
uniformes, de longitud amplia, muy finas, paralelas entre sí y
perpendiculares al eje mayor de la pieza (fig. 4.44) (Picod 2004:
72-74; Schenk 2010: 17); las cuales no hemos documentado con
seguridad sobre las piezas ibéricas. Sin embargo, al igual que
con el tallado, dichas marcas podrían suavizarse mediante la
abrasión o, fundamentalmente, mediante el pulido.
Se ha propuesto que los tornos que fueron utilizados en Europa durante la Edad del Hierro para el trabajo de la madera, el
marfil, el bronce o la piedra son aquellos en los que se obtenía
el sistema de rotación mediante la tracción antrópica con una
cuerda (Feugère 2004: fig. 2) o, de forma más práctica, con una
cuerda sujeta a un arco de madera colocada alrededor del eje de
madera del torno (Armbruster 2004: 55; Feugère 2004: 11-13 y
38
fig. 4). Se trata de los denominados tornos de arco o de violín
cuyo funcionamiento parece no experimentar grandes variaciones hasta el periodo medieval (Hrnčiarik 2017: 24) e, incluso,
hasta el s. XX (fig. 4.45).
- Pintura: aplicación de materias colorantes y/o pigmentos
sobre las piezas con la finalidad de darles color. La coloración
permite resaltar tanto la pieza en sí como su decoración, en el
caso de que sean las incisiones previamente realizadas las que
se vean sometidas a esta técnica.
- Taracea: decoración de superficies u objetos diversos
mediante la incrustación de pequeñas piezas talladas en materias primas diversas, como madera, metal, ámbar o hueso.
Aunque resulta más habitual su realización sobre muebles,
cajas o arquetas de madera (Ruano 1992: 100), la hemos
documentado sobre mangos de marfil (Blasco Martín et al.
2019). Esta técnica artesanal requiere de conocimientos especializados que comienzan con el dibujo de la obra que se
Figura 4.43. Bisagra de hueso con estrías de uso producidas por el
giro (6x). Tossal de Sant Miquel - 0407.
Figura 4.44. Marcas de torneado sobre un cilindro de hueso de
L’Almoina del s. I d.C. Nº Inv. 0/1836 de la Sección de Investigación
Arqueológica Municipal de València.
[page-n-56]
va a realizar y la preparación y grabado de los apliques que se
desea embutir. Asimismo, será necesario emplear algún tipo
de sustancia adherente como pegamentos a base de resina
(Ruano 1992: 100-101) o estaño (Blasco Martín et al. 2019)
para fijar las incrustaciones.
- Revestimiento: técnica mediante la que se resguarda y/o adorna una superficie cubriéndola con otra materia prima.
Por otro lado, los tipos básicos de motivos decorativos documentados son:
- Geométricos: en este grupo se engloban disímiles tipos de
decoraciones como retículas, zigzags, líneas paralelas, triángulos, círculos simples, círculos concéntricos, etcétera. Cada pieza
decorada con estos motivos se describirá y se pondrá en relación
con otras para identificar similitudes o particularidades, con el
objetivo de establecer patrones, estilos, gustos y, con ello, manos detrás de su realización (Calvo y García Rosselló 2014: 8).
Suelen realizarse mediante la incisión y, en ocasiones, destacarse a través de su coloración.
- Moldurados: parte saliente de perfil uniforme que puede
presentar diferentes formas. Esta técnica puede efectuarse mediante el tallado o el torneado.
- Figurados: dentro de los cuales diferenciamos entre motivos
zoomorfos, vegetales o antropomorfos. También lo hemos denominado como “decoración compleja” (Blasco Martín 2015: 47).
Figura 4.45. Luis Suárez Becerril, artesano tradicional del hueso y la
madera, en su taller en 2018 utilizando el torno de violín de su padre
y de su abuelo (San Antonio la Isla, México).
Asimismo, en las incrustaciones o revestimientos que presentan algunas piezas se especificará la forma y composición
de dichos motivos decorativos y, siempre que sea posible, el
sistema o sustancia adherente empleada para su fijación.
Además, resulta habitual la combinación de diferentes técnicas y motivos decorativos en un mismo artefacto (fig. 4.46).
La ejecución de la ornamentación dependerá de la persona que
la realizase, de sus ideas y gustos (o las del propietario/a), de su
habilidad, de las herramientas empleadas, de la materia prima
trabajada, de la fase de aprendizaje en la que se encontrase y,
por ende, de su experiencia.
Para analizar de manera sistemática los motivos decorativos, al igual que para la revisión tecnológica, las piezas se han
revisado de forma microscópica (con microscopio digital Dinolite portable de 10 a 200x y microscopio esteresocópico Leica
M165C con un rango de aumentos de 7,5 a 120x, ambos con
sistemas de medición integrados). Sumado a ello, para determinar la naturaleza de las incrustaciones y sustancias adherentes
presentes en los mangos con talón de marfil (Blasco Martín et
al. 2019), así como la identificación de las posibles sustancias
colorantes presentes en una selección de alfileres y en una falange pintada, se llevaron a cabo análisis arqueométricos no destructivos en colaboración con equipos de trabajo multidisciplinares. Por un lado, con el grupo ArchaeChemis de la Universitat
de València (UV), en el Laboratorio de Química Analítica, junto
a G. Gallello y su equipo se realizaron análisis FT-NIR y XRF
y, por otra parte, en el Instituto Universitario de Ciencia de los
Materiales de la UV junto a C. Roldán y S. Murcia se llevó a
cabo la espectrocoscopia RAMAN.
- Fourier transforme near-infrared spectrometer (FTNIR): se trata de un tipo de espectrometría de absorción que
utiliza la región infrarroja del espectro electromagnético. La
tecnología NIR involucra luz interactuando con un material,
donde una radiación electromagnética ocurre en forma de on-
Figura 4.46. Alfiler decorado mediante incisión y tallado con motivos
geométricos, moldurados y con remate zoomorfo. Covalta - 0028.
39
[page-n-57]
das, por tanto, se miden diferentes puntos de la pieza sin la
necesidad de un contacto directo. Así, gracias a la distinta
adquisición de los espectros podemos identificar, cuantitativa y cualitavemente, los distintos compuestos que integran
las muestras. Se trata de una técnica no destructiva que no
requiere preparación de muestras ni el uso de reactivo y
que aporta medidas rápidas y fiables tanto para aplicaciones
cuantitativas como cualitativas.
- X-ray fluorescence (XRF): esta técnica permite obtener
información multielemental de la muestra en un breve período
de tiempo. El principio físico que la rige es el de la radiación
electromagnética originada por las transiciones electrónicas
que tienen lugar entre capas profundas de la estructura de los
átomos. Estas transacciones están inducidas por radiación electromagnética o partículas cargadas. La emisión de la radiación
está relacionada con el tipo de componentes de la muestra analizada y varía según su mayor o menor abundancia. Se trata de
una técnica muy útil para la identificación y caracterización de
elementos inorgánicos.
- Espectroscopia RAMAN: técnica de análisis molecular
basada en el comportamiento reactivo de los fotones de un elemento poliatómico al ser irradiado por láser. A partir de la recogida y cuantificación diferencial entre los fotones incidentes y
esparcidos se extraen resultados sobre la composición química
de la muestra.
40
4.6. REGISTRO Y BASE DE DATOS
Para llevar a cabo esta investigación todas las piezas de hueso, asta,
cuerno y marfil han sido indexadas en una base de datos desarrolada específicamente para tal fin. Cada pieza posee un identificador
formado por un número de cuatro dígitos, asignado de forma correlativa según fueran incoporadas al estudio. Cada ficha está integrada por cinco grandes apartados atendiendo a la información
referente sobre su contexto de hallazgo; a su descripción tipológica;
a las marcas tecnológicas y funcionales identificadas; a la presencia
o no de decoración y a su caracterización y un último bloque integrado por otro tipo de rasgos y aclaraciones no incorporados en el
resto de apartados que pudieran resultar relevantes.
La información original recogida en esta base de datos de
trabajo se presenta en el capítulo 5 de forma necesariamente sintética (por espacio), en tablas e imágenes por cada yacimiento
analizado, desarrollando cualquier información adicional necesaria en la parte escrita. Además, las piezas que previamente ya
han sido publicadas están incorporadas en el apartado “Objetos
de materias duras de origen animal” de la base de datos online
del proyecto “Flora y Fauna Ibérica. De lo real a lo imaginario”
(http://www.florayfaunaiberica.org/). En el futuro se ampliará la
indexación de estos objetos para facilitar su consulta por cualquier persona interesada y complementar la información disponible sobre las artesanías en materias duras animales.
[page-n-58]
5
Estudio de los objetos por yacimientos
Presentamos los resultados del estudio de los materiales en cada
yacimiento, planteando las particularidades de cada contexto arqueológico y de cada grupo de objetos analizados. Para mayor
claridad, hemos optado por su exposición siguiendo un orden
geográfico en sentido norte-sur (fig. 5.1).
5.1. MAS CASTELLAR (PONTÓS, GIRONA)
5.1.1. introducción al yacimiento
Mas Castellar está situado en el municipio de Pontós, en un pequeño altiplano, en el extremo oeste de la llanura del Empordà
(fig. 5.2), a unos 17 km de la costa mediterránea, en un enclave
convergente entre el río Fluvià al sur y el río Muga al norte;
el primero desembocaba en Emporion y el segundo en Rhode.
Su ubicación privilegiada y equidistante con respecto a ambas
colonias determinará el desarrollo económico y la evolución
histórica del asentamiento. Esta posición interfluvial diseñó en
su momento un paisaje peculiar formado por dos terrazas escalonadas, característica que condiciona la topografía del sitio
delimitando dos áreas diferenciadas: el Camp de Dalt (2,5 ha)
y el Camp de Baix (1,5 ha) (fig. 5.3). Desde el primero de ellos
se controla visualmente un territorio de entre 15 y 25 km a la
redonda, distinguiéndose las sierras del Prepirineo gerundense
al norte, el macizo del Montgrí al sur, y al este la costa mediterránea con el golfo de Roses (Pons 2002: 11-12; Pons et al.
2016a: 17).
Los restos arqueológicos corresponden al menos a tres asentamientos sucesivos de naturaleza y características diferentes.
Se ha documentado una primera ocupación entre el s. VII s. VI. a.C. a través de fosas dispersas y restos de hábitat en el án-
gulo suroeste de la colina, por donde resulta más sencillo el acceso del Camp de Dalt al Camp de Baix. En este mismo lugar se
excavaron los restos de un edificio señorial de influencia griega
datado en el s. V a.C. destruido tras un episodio violento (Pons
et al. 2016c); sobre él se erigió un poblado fortificado protegido
por doble foso que tuvo también una vida corta, ya que se amortizó hacia mediados del s. IV a.C., y que se sustituyó por un asentamiento rural sin fortificar ubicado en el extremo sureste del
Camp de Dalt, que perdurará hasta el primer cuarto del s. II a.C.,
momento final de ocupación documentado. A todo ello se deben añadir los campos de silos concentrados y apartados de las
zonas urbanizadas, ocupando unas 2,5 ha de terreno de las 5 ha
que ocupa todo el yacimiento. Su cronología es amplia, del 650
al 180 a.C., si bien su presencia mayoritaria se atestigua entre
el s. IV - s. III a.C. (fig. 5.3) (Pons 2002: 22-23; Ferrer et al.
2014-2016: 117-118).
Las primeras intervenciones arqueológicas se llevaron a
cabo en 1975, centrándose dentro de las propiedades de la masía moderna, en diversas fosas localizadas en el patio de esta.
Poco a poco se sucedieron nuevas intervenciones y hallazgos
que, a partir de la década de los noventa, bajo la dirección de
E. Pons Brun, supondrán un desarrollo sistemático de prospecciones, reconocimientos aéreos y geomagnéticos, excavaciones
e investigación en laboratorio que han permitido conocer detalladamente la larga secuencia de ocupación de este enclave y
que continúan desarrollándose en la actualidad (Pons y Rovira
1997; Pons 2002; Pons et al. 2005; Asensio y Pons 2004-2005
y 2009; Pons y García Petit 2008; Colominas 2008; Ferrer et
al. 2014-2016; Pons et al. 2016a, 2016b, 2016c y 2016d; entre
otros). Los trabajos arqueológicos continúan en la actualidad
por lo que se trata de un proyecto vivo.
41
[page-n-59]
Figura 5.1. Ubicación de los yacimientos estudiados. 1) Mas Castellar; 2) Saus; 3) Camp de l’Ylla; 4) Illa d’en Reixac; 5) Gou-Batlle;
6) Puig de Sant Andreu; 7) La Creueta; 8) Turó del Montgròs; 9) Tossal de les Tenalles; 10) Els Vilars; 11) Turó de Ca n’Oliver;
12) Puig Castellar; 13) Turó de la Rovira; 14) La Penya del Moro; 15) Olèrdola; 16) Vilar; 17) San Antonio; 18) El Palomar; 19) La
Morranda; 20) La Moleta del Remei; 21) Puig de la Misericòrdia; 22) Puig de la Nau; 23) Alto Chacón; 24) Els Estrets/Racó de Rata;
25) Torre de Foios; 26) La Celadilla; 27) Torre del Prospinal; 28) La Peña de las Majadas; 29) El Castellet de Bernabé; 30) La Seña:
31) El Puntal dels Llops; 32) El Tossal de Sant Miquel; 33) Tos Pelat; 34) Kelin/Los Villares; 35) Amarejo; 36) Covalta; 37) La Bastida
de les Alcusses; 38) La Serreta; 39) El Puig; 40) El Cerro de las Cabezas; 41) Coimbra del Barranco Ancho; 42) L’Alcúdia; 43) Pajar de
Artillo; 44) Cerro de la Cruz; 45) El Chuche.
5.1.2. el conjunto analizado
Presentamos la descripción y ubicación de 45 piezas elaboradas
sobre materias duras animales documentadas en el yacimiento
(tabla 5.1). Debido a la complejidad cronológica y estratigráfica
del mismo hemos optado por exponer las piezas en función de
sus contextos de excavación, haciendo alusión a las zonas, fosas
o unidades estratigráficas donde se recuperaron, señalando en
cada caso las particularidades materiales más interesantes de los
contextos de hallazgo, así como las variaciones cronológicas.
5.1.2.1. Campos de fosas
Figura 5.2. Yacimientos revisados de la provincia de Girona: 1)
Mas Castellar (Pontós); 2) Saus (Saus-Camallera-Llampaies); 3)
Camp de l’Ylla (Viladamant); a-Puig Serra (Serra de Daró); 4) Illa
d’en Reixac (Ullastret); 5) Gou-Batlle (Ullastret); 6) Puig de Sant
Andreu (Ullastret); 7) La Creueta (El Gironés).
42
Fosas sin información arqueológica precisa
Fosa 17: no hay información precisa de la fosa 17 porque fue “excavada” por el propietario del terreno antes de que comenzasen los trabajos arqueológicos. Posteriormente algunos de estos
materiales fueron cedidos al equipo de investigación de Mas
Castellar. En ella se recuperó un asta izquierda de desmogue
de Cervus elaphus que sirvió como matriz. La pieza presenta
aserrados la luchadera y los candiles mediales; en la parte de la
percha encontramos una fractura reciente, por lo que no podemos saber si también fue trabajada (fig. 5.4).
[page-n-60]
Figura 5.3. Emplazamiento y áreas excavadas hasta 2019. En mayor tamaño se muestran las zonas de fosas 4 y 20 y se señalan en azul
aquellas donde se recuperaron piezas de asta o hueso. Imagen adaptada de los archivos de excavación facilitados por Enriqueta Pons Brun
y de las publicaciones Pons 2012: fig. 2 y Asensio y Pons 2004-2005: fig. 4.
Tabla 5.1. Industria sobre materias duras animales de Mas Castellar ordenada por contextos.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
790
-
Fosa 17
I. Matriz
Percha y roseta Ciervo
A
No
782
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 104
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab
No
779
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 105
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Macromamíf.
F/P
No
780
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 105
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
781
275-225 a.C.
Z-4. Fosa 105
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Mesomamíf.
P
No
788
400-300 a.C.
Z-4. Fosa 107
I. Matriz
Asta
Ciervo
C
No
679
300-275 a.C.
Z-20. Fosa 138
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Cabra
Ab
No
688
300-275 a.C.
Z-20. Fosa 138
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Cabra
Ab
No
689
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
690
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
691
275-250 a.C.
Z-20.Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
692
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
807
275-250 a.C.
Z-20. Fosa 114
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Pr
No
792
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/Ab
No
793
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamífero
No
C
43
[page-n-61]
Tabla 5.1 (continuación). Industria sobre materias duras animales de Mas Castellar ordenada por contextos.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
794
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.4.5.Bisagra
Diáfisis
Meso/Macromamíf. A/Pr
No
795
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab
No
796
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
V. Desecho
Candil
Ciervo
F/A
No
810
450-400 a.C.
Z-20. Fosa 137
III.4.1. Mango
Diáfisis
Mesomamífero
C/P
No
818
425-400 a.C.
Z-20. Fosa 137
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab/P/Pr
No
1173 450-400 a.C.
Z-20. Fosa 137
V. Desecho/
II. Soporte
Candil
Ciervo
A
No
820
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
821
225-200 a.C.
Z-20. Fosa 153
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
787
425-400 a.C.
Z-30. Sector 3
V. Desecho/
II. Soporte
Candil
Ciervo
P/Ab/C
No
791
425-400 a.C.
Z-30. Sector 3
III.1.5. Punta flecha
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/Pe
No
797
425-375 a.C.
Z-30. Basurero 38
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/P/Pr
Sí
809
425-350 a.C.
Z-30. Sondeo entrada
V. Desecho
Candil
Ciervo
C/A
No
811
375-325 a.C.
Z-30. Fosa 362
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/Ab
No
798
225-200 a.C.
Z-30. Fosa 373
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
P/Pr
No
783
ca. 450 a.C.
Z-32. Exterior ES516
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamíf. P/A/V
Sí
784
400-375 a.C.
Z-32
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr/Ab
No
789
400-375 a.C.
Z-32
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr/Ab
No
785
425-400 a.C.
Z-33-1
IV. Ind. secundaria
Colmillo
Jabalí
C/Pe
No
786
425-400 a.C.
Z-33-1
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab
No
801
200-175 a.C.
Est. rural. Casa 2. Dep. 3 III.4.2. Cacha
Diáfisis
Meso/Macromamíf. Ab/P/Pr
No
812
200-175 a.C.
Est. rural. Z-11-S10a
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
Ab/Pr
No
817
200-175 a.C.
Est. rural. Norte calle
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/C/Pr
Sí
819
200-175 a.C.
Est. rural. Casa 1.
Dep. 7a
III.3.2. Cucharita (?)
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
822
225-200 a.C.
Est. rural. Casa 1. Dep. 4 III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
799
425-375 a.C.
Z-14. Sector 1
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
Meso/Macromamíf. -
No
800
425-375 a.C.
Z-14. Sector 1
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
Ab/Pr
No
802
425-375 a.C.
Z-14. Sector 3
II. Soporte
Candil
Ciervo
C/Pr
No
804
425-375 a.C.
Z-14. Sector 2c
V. Desecho
Cuerno
Cabra
A
No
805
325-275 a.C.
Z-14. Sector 4
II. Soporte
Percha
Ciervo
A/C
No
803
450-300 a.C.
Z-15. Calle
V. Desecho
Cuerno
Bóvido
A
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Fosas de la zona 4
La zona 4 se corresponde con un área de fosas localizada al noroeste del Camp de Dalt excavada a partir de 1992 (Pons 2002:
175-176). En tres de estas fosas se hallaron elementos manufacturados sobre materias duras animales (fig. 5.3).
Fosa 104: está situada al sureste de la zona 4, superando
el límite de la excavación. Excavada en el año 2012 (fig. 5.3).
Cronología: 275 - 225 a.C. Medidas conservadas: 2 m de diámetro de boca; profundidad de 0,60 m. En la UE 4031 se recuperó un fragmento de la parte distal de un punzón de hueso
(0782) (fig. 5.4).
44
Fosa 105: se localiza en la parte media del límite oeste de la
zona 4 (fig. 5.3). Cronología: 275 - 250 a.C. Medidas conservadas: 2 m de diámetro de boca; profundidad máx. 0,92 m. Entre
los materiales documentados destacan unas tenazas de hierro y
restos de ovicaprinos, suidos, conejos y bovinos (Pons 2012:
73-75). Se recuperaron tres piezas realizadas sobre huesos largos de meso/macromamíferos identificados como útiles expeditivos o industria ósea secundaria (0779, 0780 y 0781) (fig. 5.4),
con evidencias de haber sido utilizados, presentando un ligero
embotamiento en las partes activas, pero sin sufrir apenas modificaciones tecnológicas. La pieza 0779, debido al acabado que
[page-n-62]
Fosa 107
0790
Fosa 105
0779
Fosa 104
0782
0780
Figura 5.4. Objetos recuperados en las fosas 17, 104 y 105.
presenta su extremo activo, podría haber sido empleada para
realizar perforaciones; mientras que los otros dos artefactos tienen un extremo o extremos activos con tendencia redondeada o
roma (la pieza 0780 está fragmentada).
Fosa 107: localizada en la parte media del límite este de la
zona 4, al oeste de la fosa 106 que la corta desde la superficie
(fig. 5.3). Cronología: s. VI a.C. Medidas conservadas: 1,60 m
diámetro de boca; profundidad máxima de 0,80 m (Pons 2012).
En la UE 4039 (fig. 5.5), formada por un sedimento heterogéneo arcilloso-arenoso de color marrón oscuro y con abundantes
inclusiones de cenizas, se recuperó apoyada en la pared oeste
una cornamenta entera de ciervo procedente de la muda, ya que
no presenta alteraciones antrópicas en el medallón. Se trata de
una cuerna izquierda, muy fragmentada, con una longitud total
de 70 cm, pertenecería a un ejemplar subadulto/adulto, por las
dimensiones y el número de candiles que presenta. En el extremo distal se aprecian marcas de cortes con una herramienta
metálica y de flexión de uno de los candiles distales que podría
haber sido separado del resto de la cuerna para realizar sobre él
algún artefacto (fig. 5.5). Junto a ella se encontraron restos de
cerámica mano y a torno del ibérico antiguo.
Fosas de la zona 20
La zona 20 está definida por la presencia de estructuras negativas excavadas en un sustrato rocoso cubierto por una capa
superficial de poca potencia, entre 15 y 20 cm. Se localiza en
la parte noreste del Camp de Dalt, en contacto directo con las
estructuras positivas de la casa 2 del asentamiento rural y al noroeste de la zona 14 (Pons 2005). En cuatro de estas fosas se han
documentado piezas elaboradas sobre hueso y asta (fig. 5.3).
Fosa 114: localizada al noroeste de la zona 20 del Camp de
Dalt (fig. 5.3). Cronología: 275 - 250 a.C. Medidas conservadas:
2,18 m diámetro de boca y 2 m en la base; profundidad máx.
de 1,60 m. En la UE 20074, interpretada como un basurero con
restos domésticos y culinarios, se recogió un conjunto de trece
pequeñas cuentas circulares realizadas en hueso, piedra y pasta
vítrea que, muy probablemente, formarían parte del mismo collar, pulsera, implemento textil o adorno similar (fig. 5.6). Cinco
de ellas se realizaron sobre diáfisis de huesos largos de meso
Figura 5.5. Perfil de las fosas 106 y 107 (Pons 2012: fig. 10) y fragmentos superiores del asta 0788.
0818
0689 0690 0807
0810
Figura 5.6. Piezas de hueso recuperadas en las fosas 114 y 137.
45
[page-n-63]
o macromamíferos, aparecen totalmente modificadas y con un
acabado exterior muy pulido. Sus dimensiones son reducidas
con un diámetro de 3 mm y una perforación central de 1,6 mm.
Tres de ellas están enteras (0689, 0690 y 0807) y otras dos fracturadas e incompletas (0691 y 0692) en uno y tres fragmentos
respectivamente. Fueron recuperadas en el proceso de cribado
del sedimento tomado de la fosa con una malla de 1 mm (Pons
2002: 183-184).
Fosa 137: está situada en el centro-sur de la zona 20 (fig. 5.3).
Medidas conservadas: 1,20 m diámetro de boca y 2,20 m de
fondo; profundidad 2 m; volumen 5000 litros. Cronología: 450
- 400 a.C. Coincide con el periodo de construcción, vida y destrucción del poblado fortificado. Se ha interpretado como un
silo de almacenaje que una vez perdió su función original fue
utilizado, en primer lugar, para depositar el cuerpo de un perro
cubierto o protegido por 24 molinos de vaivén de basalto (Pons
et al. 2016d). Sobre este entierro se localiza un segundo depósito con una gran cantidad de restos orgánicos carbonizados:
semillas, carbones, fauna, así como restos de cerámica, material
de construcción y objetos metálicos (UUEE 20119 y 20118).
Los restos faunísticos presentan numerosas alteraciones térmicas
y una fragmentación alta, todas las especies documentadas son
domésticas, destacando los ovicaprinos, a excepción de un resto
de asta de ciervo con evidencias de aserrado en uno de los extremos (se corresponde con la pieza 1173 –tabla 5.1– de nuestro
estudio, no se incluye imagen porque no pudimos verla en directo). Además, en este silo documentamos, en la UE 20119, un
pequeño mango cilíndrico manufacturado sobre la diáfisis de un
hueso largo de mesomamífero (longitud 2,2 cm, anchura 1,2 cm),
está fragmentado y ha sufrido la acción del fuego, presentando un
coloración marrón-negra (0817). Por otro lado, en la UE 20118
se recuperó una aguja de hueso (0818) (longitud 6,8 cm; anchura
máx. 0,6; grosor máx. 0,3 cm), realizada sobre la diáfisis de un
hueso largo de macromamífero con una perforación circular en el
extremo proximal (diámetro 0,3 cm). La punta está embotada por
el uso y no presenta alteraciones térmicas (fig. 5.6).
Fosa 138: se localiza en la parte norte de la zona 20 (fig. 5.3).
Medidas conservadas: 1,44 m diámetro de boca y 1,08 m de fondo; profundidad máx. de 1,60 m; volumen 2600 litros. Cronología: 300 - 275 a.C. En el estrato inferior de la fosa, por debajo de
niveles de relleno y de basurero, se depositó en conexión anatómica, en decúbito dorsal, un esqueleto humano de un perinatal;
además, se identificaron dos fragmentos craneales de un segundo individuo (posible perinatal) (Agustí et al. 2008: 144-145).
Entre los materiales asociados con el ajuar de estos individuos
infantiles encontramos cuatro astrágalos de ovicaprinos, dos de
ellos sin alteraciones antrópicas y otros dos (0679 y 0688) con
las caras mediales y laterales regularizadas mediante abrasión
(tipo C1) (tabla 5.1). Las tabas trabajadas corresponden a un
ejemplar izquierdo y otro derecho de cabra que, por su tamaño
similar, podrían pertenecer al mismo animal (Agustí et al. 2008:
fig. 10). Otros materiales recuperados en este depósito fueron
dos alfileres de bronce similares a los que podemos documentar
en hueso, cuatro fusayolas, varios tejuelos cerámicos, así como
una mandíbula de Bos taurus (Agustí et al. 2008: tabla 3).
Fosa 153: localizada en la parte suroeste de la zona 20 del
Camp de Dalt (fig. 5.3) Cronología: 225 - 200 a.C. Medidas
conservadas: diámetro de boca entre 2,10 x 1,80 m y de base
1,80 m; profundidad 2,50 m, volumen: 8500 litros. Durante su
46
excavación se distinguieron seis estratos de relleno, ricos en materiales arqueológicos, entre los que destacan restos de construcciones de estuco y opus signinum decorados con motivos de
frisos y ovas que podrían pertenecer a la remodelación o destrucción de un edificio singular. Esta estructura negativa es el
espacio con mayor concentración de industria sobre materias
duras animales del Mas Castellar, documentándose en ella siete
piezas (tabla 5.1 y fig. 5.7).
En la UE 20165 se recuperaron dos fragmentos de una bisagra de hueso (0794) que se encuentra calcinada (coloración
blanca) y en un estado de conservación delicado, presenta estrías en la superficie externa originadas por el giro, así como
señales de desgaste en la perforación. En esta unidad estratigráfica se documentaron numerosos restos de madera carbonizada
que podrían haber pertenecido a algún pequeño mueble o caja
del que la bisagra formara parte. Contamos con otra pieza terminada, un biapuntado de dimensiones reducidas (4,8 x 0,3 x
0,2 cm) (0795) y marcas de uso en ambos extremos y en uno
de sus laterales: estrías multidireccionales, embotamiento y un
ligero desconchado. Por otro lado, documentamos un desecho
de fabricación del trabajo del asta, un candil de Cervus elaphus
aserrado por su parte proximal y con una lengüeta de flexión
(0796). Podría tratarse de una evidencia de la cadena operativa
del trabajo de la cornamenta que ha sido descartada. Por último, en este estrato identificamos un astrágalo derecho perforado
de ovicaprino (0820), tipo G1 de nuestra tipología, con orificio
central (0,3 cm).
Por su parte, en la UE 20162 documentamos tres artefactos
realizados sobre hueso: dos piezas terminadas, un biapuntado de
sección plana que presenta marcas de un ligero embotamiento
en sus dos extremos (0792), un punzón (0793) realizado sobre
la diáfisis de un hueso largo de meso/macro mamífero con una
ligera fractura en su parte activa y un astrágalo tipo G1 con
perforación central (0,3 cm) (fig. 5.7). Se trata de un ejemplar
izquierdo de ovicaprino, por lo que cabría pensar que, junto a
0820, debido a sus dimensiones similares (3 y 2,8 cm de longitud y 2 y 1,8 cm de anchura respectivamente) pudieran haberse
obtenido del mismo animal.
5.1.2.2. Poblado fortificado (zona 30)
El poblado fortificado se localiza en la parte sur del Camp
de Dalt, fue construido fundamentalmente en la 2ª mitad del
s. V a.C. y experimentó un proceso de desmantelamiento y abandono que culminó hacia el 3er cuarto del s. IV a.C. Esta zona
está definida por estructuras positivas y negativas tanto de hábitat y almacenamiento como de defensa (fig. 5.3). Gran parte
de los últimos trabajos arqueológicos llevados a cabo en el yacimiento se han centrado aquí, identificándose distintas fases de
ocupación y una interesante complejidad estructural (Pons et al.
2016b: 118). Se han documentado seis piezas realizadas sobre
hueso (tabla 5.1 y fig. 5.8), recuperadas cada una de ellas en un
espacio distinto: el basurero 38, la habitación 3, el sondeo 30a,
el interior de la torre y las fosas 362 y 373 (fig. 5.9).
Basurero 38: Este basurero se extiende por el pasillo de entrada al poblado (fig. 5.9), su excavación ha resultado especialmente interesante por la riqueza material atestiguada, lo que ha
permitido analizar aspectos cotidianos de la vida del asentamiento, destacando los estudios de carbones, semillas y fauna (Pons
2002: 86). En la UE 20165 (425 - 375 a.C.) se recuperó una diáfisis de hueso largo de mesomamífero fragmentada con dos peque-
[page-n-64]
ñas perforaciones circulares enfrentadas entre sí en el extremo
conservado con un diámetro de 0,3 cm. Se trata de un tubo perforado, variante III.4.3.1.a (0797) (fig. 5.8). Presenta un motivo
geométrico inciso en el extremo proximal con forma de hexágono irregular, con dos de sus lados de mayor longitud, y relleno de
cortas incisiones rectas dispuestas en direcciones diversas.
Habitación 3: espacio de hábitat al norte de la muralla meridional (fig. 5.9), situado entre las habitaciones 2 y 4. Tiene
forma rectangular alargada y ocupa una superficie total de
41,70 m2 (Pons 2002: 77). En la UE 30177, fechada entre el
450 - 425 a.C., en la campaña del 2001 se recuperó una pieza inusual en el registro ibérico, una punta de flecha realizada
sobre parte de la diáfisis de un hueso largo de un meso/macro-
UE 20162
mamífero (0791) (fig. 5.8). Si bien, la pieza pudo haber sido
descartada ya que no presenta marcas de uso ni un acabado
regularizado apreciándose, especialmente en la parte del pedúnculo, el tejido esponjoso del hueso.
Sondeo 30a: sondeo de 4 x 4 m, realizado para comprender mejor el bastión de la muralla (Asensio y Pons 2009: 275)
(fig. 5.9). En él se recuperó una pieza muy interesante a nivel
tecnológico sobre el trabajo del asta. Se trata de un pequeño
desecho de manufactura de la obtención de un candil (0809)
con unas medidas de 1,7 cm de longitud y 2,2 cm de anchura
y de grosor (fig. 5.10). Las marcas de trabajo presentes en la
pieza evidencian diferentes acciones sobre la materia prima: en
primer lugar el candil fue cortado con un útil metálico en varias
UE 20165
0792
0793
0794
0795
0796
0820
0821
Figura 5.7. Piezas de hueso y asta de la Fosa 153.
0787
0797
0809
0798
0791
0811
Figura 5.8. Conjunto de las piezas óseas recuperadas en la Zona 30.
47
[page-n-65]
Figura 5.9. Aspecto del
oppidum durante la fase de
desmantelamiento de la muralla meridional y el expolio
de la torre, s. IV a.C. En azul
se señalan los espacios donde
se ha recuperado industria
ósea (adaptado de Pons et al.
2016a: fig. 5b).
0786
0784
0785
0783
0789
Figura 5.10. Piezas de hueso
y diente recuperados en las
Zonas 32 y 33.
direcciones para separarlo del resto de la cuerna; posteriormente, probablemente no satisfechos con el resultado obtenido, intentaron aserrar el candil ya separado para obtener un acabado
más homogéneo en el extremo trabajado, sin embargo, el intento resultó fallido y quedó a medio realizar. Así, se ejecutó un
nuevo aserrado, esta vez con éxito, junto a una ligera flexión.
En la campaña de 2010, en la UE 3064, en las excavaciones
realizadas en los estratos del interior de la torre se documentó otra evidencia del trabajo del asta de ciervo: un candil con
numerosas marcas de corte con un útil metálico tipo hacha o
cuchillo en el extremo proximal (0787) (fig. 5.8).
Fosa 362: localizada en el rincón noroeste de la sala 2 del
poblado fortificado (fig. 5.9). Fue realizada poco tiempo después del abandono del poblado, datada entre el 375 - 325 a.C.
48
Se excavó en las campañas del 2000 y 2001. Medidas conservadas: diámetro máx. 1,2 m; profundidad 2 m; volumen:
4200 litros (Pons y García Petit 2008: 15). La singularidad
de la fosa se basa en la gran cantidad de restos alimentarios
que contenía, especialmente huesos de mamíferos domésticos
(bóvidos, suidos y ovicaprinos), de aves domésticas y de caza,
así como de restos de peces tanto de agua dulce como de agua
salada. Fue arrojado también ex profeso un repertorio destacado de vajilla de mesa, donde sobresalen más de 20 skyphoi de
cerámica gris de la costa catalana. Todo ello se ha interpretado
como la evidencia material de un banquete, de una celebración
social donde los alimentos fueron consumidos a la vez que
se arrojaban sus restos y la vajilla utilizada a la fosa (Pons y
García Petit 2008: 19-20).
[page-n-66]
geramente fracturado, con las caras laterales abrasionadas y
perforadas (diámetro de orificio 0,3 cm en ambos ejemplares).
Se corresponden con el tipo C2 (0784 y 0789) (fig. 5.12).
Por su parte, en la zona 33, en la UE 33030 del sector I, fechada a finales del s. V a.C., en un espacio interpretado como un
posible granero se recuperaron dos útiles expeditivos, dos piezas apuntadas realizadas sobre un colmillo de Sus scrofa (0785)
y sobre una ulna de mesomamífero (0786) (fig. 5.10).
Por último, en la campaña de 2016, en el exterior de la puerta este de la casa se identificó un fragmento de un pequeño mango cilíndrico de hueso (longitud total 3,2 cm) con decoración
geométrica formada por dos líneas incisas paralelas en la parte
proximal, y un círculo inciso con punto central en la parte mesial seguido de otras tres líneas paralelas (0783) (fig. 5.10).
Figura 5.11. Vista aérea de las casas del asentamiento rural y de
las zonas, 11, 14 y 105. Se han señalado los espacios con industria
sobre materias duras animales. Imagen adaptada de los archivos de
trabajo del equipo de excavación del Mas Castellar.
Dentro de ella se documentó un único objeto realizado sobre
materias duras animales. Se trata de una pieza discoidal aparentemente sin terminar realizada sobre la diáfisis de un animal
de talla grande (0811) (fig. 5.8). Casi con toda seguridad, por
la forma que presenta, sobre este soporte o pieza descartada se
pretendía realizar una cuenta circular. Tiene unas medidas de
2,1 cm x 0,5 cm y una perforación central de 0,8 cm. Resulta
complejo explicar la presencia de este objeto en la fosa, pero su
función no parece estar ligada al banquete.
Fosa 373: corta el muro este de la habitación 3 (fig. 5.9), por
tanto, pertenece a una fase posterior del poblado, concretamente, por los materiales hallados en ella, se ha podido datar entre
el 225 - 200 a.C. Medidas conservadas: diámetro de boca entre
0,80 y 0,90 m; profundidad máx. 1,40 m; volumen 1285 litros.
En la UE 30023 se recuperó un astrágalo izquierdo de ovicaprino con marcas de carnicería, con las caras medial y lateral
regularizadas mediante abrasión y con una perforación circular
central de 0,35 cm de diámetro (tipo C2) (0798) (fig. 5.8). Debemos destacar que el 100 % de los restos de fauna recuperados
en la fosa pertenecen a especies domésticas, destacando los bovinos, seguidos de los ovicaprinos y cerdos. La mayoría de los
huesos, al igual que lo que ocurre con este astrágalo trabajado,
presentan marcas antrópicas de su procesado para el consumo.
Por otro lado, también se encontraron restos, en menor proporción, de aves y de peces.
Zonas 32 y 33
Edificio ES516: en las campañas de 2012-2013 en la zona 32,
situada en la parte extramuros del poblado fortificado, y en la
zona 33, un área situada por debajo de la torre de la zona 30
(Pons et al. 2016b: 111 y 2016c: 16) (fig. 5.3), se definió un edificio (ES516) del s. V a.C. de más de 200 m2, planta ortogonal
y espacios compartimentados situado por debajo de la torre del
oppidum (Agustí y Pons 2014-2016: fig. 2; Pons et al. 2016c:
113). En esta construcción de marcada influencia griega documentamos cinco piezas de hueso. En la campaña de 2017 en
la UE 32084 de la zona 32, datada a principios del s. IV a.C.,
se hallaron dos astrágalos izquierdos de ovicaprino, uno li-
5.1.2.3. Asentamiento rural
El denominado establiment rural está ubicado en la parte este
del Camp de Dalt (fig. 5.3). Se ha excavado un área de más de
1200 m2 donde se han delimitado tres casas complejas y otras
dos de ámbito doméstico-familiar. Una calle de 5 m de ancho
en sentido N-S separa los diferentes conjuntos arquitectónicos
(Pons 2002: 97) (fig. 5.11). En este asentamiento agrario se han
recuperado cinco piezas elaboradas en hueso y asta con una cronología del último cuarto del s. III a.C. y el primer cuarto del
s. II a.C. (tabla 5.1. y fig. 5.12).
En el departamento 3 de la casa compleja 2 se recuperó en la
campaña de 1996 una placa de hueso rectangular y fragmentada
en dos (0801) (longitud conservada 6,7 cm; 0,7 cm de anchura;
0,1 cm grosor) que presenta una perforación circular de 0,18 cm
en la parte mesial y una segunda que no atraviesa la pared ósea
de medidas similares con evidencias en su interior de una sustancia, posiblemente para aportarle color (fig. 5.12). Actuaría
como cacha o método de sujeción de otro útil, quizás metálico.
Cuenta, en la cara dorsal, con un conjunto de líneas diagonales
incisas que facilitarían su adhesión al elemento que cubriese y
decorase. También en la casa 2, en la zona 11, S10a (fig. 5.11)
en la UE 11221, se halló una cuenta circular de hueso realizada
sobre una diáfisis de macromamífero de 2,1 cm de diámetro y
0,5 cm de grosor (0812) (fig. 5.12).
Por su parte, en la casa compleja 1, en la UE 10183 del departamento 4 se encontró un mango realizado sobre un candil
de ciervo (0822) de 8,5 cm de longitud, 2,5 cm de anchura y
1,7 cm de grosor (Pons 2002: 408-409). En el dep. 7a de esta
misma casa, que se corresponde con un vestíbulo, se recuperó
una posible cucharita realizada sobre una diáfisis de macromamífero de 7,5 cm de longitud, 1,2 cm de anchura y 0,3 cm de
grosor (0819), con abundantes marcas de abrasión, especialmente en el extremo distal, así como evidencias de desconchado
por el uso en su parte activa (fig. 5.11).
En la calle norte que delimita el asentamiento rural, en la UE
100005, se recuperó un scalptorium de bronce con mango de hueso (0817) (fig. 5.11). Este tipo de piezas están ligadas al cuidado
personal y su presencia se extiende por toda el área emporitana
durante la Edad del Hierro (Pons 2002: 339). En el ejemplar de
Mas Castellar destaca la delicada factura del mango, realizado sobre una diáfisis ósea. En la parte proximal cuenta con un acabado
redondeado con una gran perforación circular de 0,7 cm de diámetro en la que se mantiene todavía inserta una arandela de bronce. En la parte mesial presenta cuatro círculos incisos simples de
0,44 cm de diámetro realizados con la misma punta o broca; por
49
[page-n-67]
0822
0819
0817
0801
0812
Figura 5.12. Industria de hueso
y asta del asentamiento rural.
0805
Zona 14
Zona 105
0802
0799
0803
0804
0800
Figura 5.13. Piezas identificadas
en las zonas 14 y 105.
último, tiene un cuerpo ornamentado con trece pequeñas molduras. Por los laterales se distingue un corte profundo para insertar
la hoja metálica que se sujeta al mango mediante dos clavitos,
uno de ellos perfectamente conservado en una de las perforaciones (0, 1 cm). En la necrópolis de Ensérune (Hérault, Francia) se
recuperó una pieza casi idéntica (Jannoray 1955: lám. LXI).
Zona 14
Espacio doméstico resultado de la ampliación del área de excavación llevada a cabo en el año 2002 al sur de la zona 20 y al oeste del
establecimiento rural (fig. 5.11). Núcleo de ocupación ibérica de finales del s. V al s. IV a.C. En esta zona se recuperaron, cada una de
ellas en diferentes sectores y unidades estratigráficas, cinco piezas
realizadas en hueso, asta y cuerno que reflejan diferentes aspectos de
50
la cadena operativa. En el sector 1 en la UE 14038 se halló un objeto
secundario (0799), una diáfisis de hueso largo de meso/macromamífero a la que se le dio un acabado apuntado y que cuenta con ligeras
marcas de embotamiento en su parte activa y una cuenta circular de
hueso (0800) (fig. 5.13).
En el sector 3, en la UE 14013, se recuperó un candil de asta
de ciervo de 14 cm de longitud (0802). En el extremo proximal
presenta marcas de corte con un útil metálico para separarlo del
resto de la cuerna. Además, tiene tres pequeños intentos de perforación, ya que no atraviesan la pared del asta, dos de ellos
enfrentados en el extremo proximal y un tercero en la parte mesial de una de las caras (se señalan con flechas en la fig. 5.13).
Podrían indicarnos que se trata de un objeto en proceso de elaboración o de un soporte que fue descartado antes de terminar la
[page-n-68]
Figura 5.14. Representación de la industria sobre materias duras
animales de Mas Castellar.
Figura 5.15. Tipos de piezas terminadas en Mas Castellar.
pieza que se buscaba realizar. En el sector 2c, UE 14007 se halló
una clavija ósea de cabra con marcas de aserrado en el extremo
proximal (0804) (fig. 5.13). Las cuatro piezas presentadas se
recuperaron en estratos fechados entre el 425 - 375 a.C.
Por último, con una cronología más reciente, 325 - 275 a.C.,
en el sector 4, UE 14010, encontramos un fragmento de la percha de un ciervo con marcas de aserrado en el extremo distal y
de cortes aislados con una herramienta metálica en el proximal;
posiblemente se trataría de un soporte para realizar otro tipo de
artefactos (0805) (fig. 5.13).
Zona 105
Esta zona es un espacio alargado, abierto y de tránsito, de unos
15,5 metros de largo por 3 de ancho situado entre las zonas
14 y 11 (fig. 5.11). En la UE 105001, estrato superior que cubría la zona en la que se recuperaron materiales de la 2ª mitad
del s. V y el s. IV a.C., se recuperó otra clavija ósea de cabra
con marcas claras de aserrado por ambos extremos que podemos poner en relación con el aprovechamiento de la queratina
del estuche córneo (0803) (fig. 5.13).
5.1.3. breve valoración global
En total el conjunto analizado de Mas Castellar está integrado
por 45 piezas elaboradas sobre materias duras de origen animal. Como hemos visto, su distribución es heterogénea estan-
do presentes en diferentes fosas y espacios de hábitat con cronologías diversas que abarcan desde el s. VI a.C., para el asta
de ciervo 0788 de la fosa 107, hasta finales del s. III - inicios
s. II a.C., especialmente en el caso de los materiales del asentamiento rural (tabla 5.1).
Resulta interesante observar que tan solo el 47 % de estas
piezas, es decir, 21 de ellas, son artefactos terminados; el 53 %
restante está integrado por astrágalos trabajados, industria secundaria, soportes y/o desechos de trabajo, así como por matrices en el caso de las cornamentas de ciervo (fig. 5.14). Por
tanto, queda evidenciado el trabajo del hueso, el asta y el cuerno
dentro del asentamiento, si bien de forma esporádica, teniendo
en cuenta el reducido número de piezas presentes en la amplia
horquilla cronológica de ocupación atestiguada.
La materia prima más empleada es el hueso, con 33 piezas (73 %) realizadas sobre diáfisis de huesos largos de meso
o macromamíferos y astrágalos: 21 piezas terminadas, siete
astrágalos trabajados, cinco elementos de industria secundaria y un único soporte documentado en la fosa 362 de una posible cuenta circular descartada o en proceso de elaboración.
Por otro lado, contamos con nueve piezas (20 %) elaboradas
en asta de ciervo: dos matrices, dos soportes, dos desechos,
otras dos piezas que podrían tratarse tanto de soportes como
de desechos y una pieza terminada, un mango cilíndrico decorado recuperado en el asentamiento rural. Por tanto, en el
caso del asta, aunque con una representación reducida, evidenciamos todas las fases de la cadena operativa. Además,
se han documentado dos clavijas óseas de bóvidos (5 %) con
marcas de aserrado que remiten al aprovechamiento del estuche córneo como materia prima y un colmillo de jabalí (2
%), materia prima poco empleada en época ibérica, empleado
como útil expeditivo. Asimismo, llama la atención la ausencia de piezas elaboradas sobre marfil de grandes mamíferos,
más teniendo en cuenta la escasa distancia que separa Mas
Castellar de los puertos y colonias griegas del golfo de Roses, desde donde podría haberse comercializado con esta materia prima o con las piezas terminadas.
El tipo más representado de objeto son las cuentas circulares, ya que encontramos siete ejemplares, si bien cinco de ellas
fueron recuperadas juntas en la fosa 114 junto a otras ocho de
piedra y pasta vítrea. Le siguen los mangos, con dos realizados
sobre hueso y dos sobre asta de ciervo. Del resto de tipos de
piezas encontramos únicamente uno o dos artefactos (fig. 5.15).
Por otro lado, solo tres de las piezas están decoradas, un
6,66 % del total: los mangos de hueso 0783 y 0817 y el tubo
perforado realizado sobre diáfisis de mesomamífero 0797. Los
tres artefactos cuentan con motivos incisos y de carácter geométrico, además de molduras en el caso de la pieza 0817.
Cabe señalar que los metódicos estudios de la fauna recuperada
en el yacimiento han permitido documentar la presencia mayoritaria de animales domésticos frente a los salvajes, así como el empleo
de los restos animales como alimento, en sacrificios rituales, para
obtener de ellos productos secundarios como la lana y la leche y
como elementos de prestigio social como reflejaría la propiedad
de caballos (Pons 2002; Colominas 2004-2005 y 2008). Así pues,
aunque la producción y distribución de cereales sea la actividad
principal documentada en el asentamiento, los estudios arqueofaunísticos reflejan la explotación animal con diferentes fines en
Mas Castellar, entre los que debemos incluir las artesanías sobre
51
[page-n-69]
materias duras animales; siendo especialmente interesante la explotación de las cornamentas de ciervo, ya que se ha documentado el uso de las astas de muda como matrices, contando con evidencias de todas las fases del proceso de manufactura, al menos
de forma restringida.
5.2. SAUS (SAUS - CAMALLERA - LLAMPAIES,
GIRONA)
5.2.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de Saus es un pequeño asentamiento agrícola
situado en el término municipal de Saus-Camallera-Llampaies
(fig. 5.2), a 12 km de distancia en línea recta de Emporion, por
lo que debe ponerse en relación con la influencia del asentamiento focense. Se localizaba en un territorio agrícola fértil, dominado por el lago de Camallera, actualmente desaparecido tras
su desecación en el s. XIX debido a la construcción de la línea
de ferrocarril de Barcelona a Francia (Casas 2010: 67).
Los trabajos de excavación han permitido definirlo como un
establecimiento rural, una granja ibérica cuyos restos han desaparecido casi por completo, pero del que se han podido estudiar
46 silos, estructuras negativas características de la comarca del
Empordà (fig. 5.16). Los materiales arqueológicos indican una
cronología acotada entre finales del s. VI a.C. e inicios del s. IV a.C.
(Casas y Soler 2012: 214).
5.2.2. el conjunto analizado
En él documentamos un total de siete piezas manufacturadas en
hueso y en asta recuperadas, cada una de ellas, en silos diferentes (tabla 5.2):
El silo 5 tiene una forma irregular, seguramente debido a
su deterioro una vez abandonado y conserva una profundidad
máxima de 60 cm. En su excavación únicamente se diferenció
la UE 0501, estrato de tierras cenicientas con abundante material cerámico que permite datarlo a finales del s. V a.C. (Casas
2012: 51-52), donde se halló un posible aplique óseo de forma
pseudoromboidal (0677) (fig. 5.17).
En el silo 8 se halló un fragmento de una diáfisis de hueso
largo de mesomamífero con marcas de cortes que parece corresponderse con un desecho de manufactura del hueso o con una
pieza descartada (0808) (fig. 5.17).
Por su parte, en los silos 14, 37 y 44 se recuperaron tres
mangos cilíndricos (III.4.1.2) realizados sobre asta de Cervus
elaphus 0678, 0813 y 0816 (fig. 5.17). La factura de 0816 resulta la más delicada, con toda la superficie externa pulida, y
cuenta con un amplio corte en V para insertar la hoja metálica
que se fijaría al mango a través de clavos insertos en las dos
perforaciones circulares que presenta (0,55 cm).
En el silo 16 encontramos un punzón manufacturado sobre
un húmero de Bos taurus (0814) (fig. 5.17), en el extremo distal
se aprecia un ligero pulido o embotamiento que podría reflejar
el uso de la pieza; sin embargo, la superficie ósea se encuentra
muy alterada por procesos postdeposicionales, por lo que resulta complejo asegurarlo.
Por último, en el silo 26 se recuperó una bisagra realizada sobre un metacarpo o metatarso de macromamífero (0815)
(fig. 5.17). Como en el caso anterior, la pieza se encuentra
52
Figura 5.16. Planta general de las excavaciones de Saus. Se han
señalado en azul los silos con industria ósea (adaptada de Casas y
Soler 2012: fig. 14).
alterada por procesos tafonómicos. Tiene unas medidas de
4,1 x 3,4 cm y cuenta con dos perforaciones, una de ellas circular (0,5 cm) y otra rectangular (1,7 x 0,6 cm), por lo que se
corresponde con el subtipo III.4.5.3.
5.2.3. breve valoración global
Así pues, la presencia de piezas manufacturadas en hueso o en
asta es escasa en este yacimiento, tan solo se han recuperado en
siete de los 46 silos excavados (15 %) y, en todos los casos, se
trata de un único ejemplar. Por tanto, las piezas elaboradas sobre
materias duras animales resultan prácticamente anecdóticas en
Saus. Aún con ello, forman un conjunto interesante, bien datado en el s. V a.C. del cual debemos destacar los tres mangos
realizados sobre cornamenta, ya que en los estudios de la fauna
recuperada en los silos realizados por L. Colominas y M. Saña
(Casas y Soler 2012: 277-291) llama la atención que únicamente se ha identificado un resto óseo de ciervo: un tercer premolar
inferior de un ejemplar de edad adulta; por lo que estas piezas
terminadas podrían estar evidenciando de forma indirecta el
aprovechamiento de las cornamentas de los ciervos obtenidas
mediante su recolección tras el periodo de muda.
Al igual que en el caso de Mas Castellar, a pesar de la cercanía de Saus con Emporion y Roses no se ha constatado la
presencia de material ebúrneo. Además, ninguna de las piezas
está decorada.
[page-n-70]
Tabla 5.2. Industria sobre materias duras animales de Saus.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
677
Fin. s. V a.C.
Silo 5
III.9.1. Aplique
Diáfisis
Meso/Macromamíf. P
678
Fin. s. V - in. s. IV a.C.
Silo 37
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C
808
1ª m. s. V a.C.
Silo 8
V. Desecho
Diáfisis
Mesomamífero
C
813
Fin. s. V a.C.
Silo 14
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
A/F/V
814
Fin. s. V a.C.
Silo 16
III.1.6. Punzón
Húmero
Bovino
C
815
2ª m. s. V a.C.
Silo 26
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamífero
Ab/A/Pr
816
1ª m. s. V a.C.
Silo 44
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/P/Pr
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0678
0813
0815
0816
0814
0808
0677
Figura 5.17. Industria de hueso y asta de Saus. Imágenes de las piezas 0808, 0813, 0814, 0815 y 0816 que pudimos examinar en el
MAC-Girona. Además, se incorporan los dibujos de las piezas 0677 y 0678 recogidas por Casas y Soler 2012: fig. 44.6 y 141.14.
5.3. CAMP DE L’YLLA (VILADAMANT, GIRONA)
5.3.1. introducción al yacimiento
Con la finalidad de delimitar y excavar la supuesta necrópolis
asociada a la villa romana de Tolegassos (Viladamant), en julio
de 2009 se llevó a cabo una campaña de sondeos y excavaciones
en el terreno contiguo conocido como Camp de l’Ylla (fig. 5.2).
En la ejecución de estos trabajos se hallaron dos silos ibéricos
excavados en la roca, a unos 0,80 m por debajo del nivel actual
de la finca, cuyos materiales de relleno permitieron fecharlos a
finales del s. V a.C. (Casas et al. 2010: 223-224 y fig. 1).
5.3.2. el conjunto analizado
Examinamos los restos de astas manufacturadas halladas en
estos silos en el Servei d’Atenció als Museus de Girona; sin
embargo, las piezas elaboradas sobre hueso no se encontraban
depositadas, por lo que haremos alusión a la información aportada por los arqueólogos encargados de la excavación de Camp
de l’Ylla (Casas et al. 2010).
El tamaño de ambos silos varía, el primero contaba con un
diámetro de boca de 1 m y una anchura y profundidad máximas
de 1,80 m; mientras que el segundo, de menor tamaño, presentaba un diámetro de boca de 1 m y una anchura y profundidad
máximas de 1,30 m (Casas et al. 2010: 224). En el silo 1 se re-
cuperaron 15 objetos manufacturadas en hueso y asta, mientras
que tan solo se ha documentado una pieza sobre hueso en el
silo 2 (tabla 5.3).
De las 15 piezas elaboradas sobre materias duras animales
halladas en el silo 1, diez se corresponden con desechos y soportes de trabajo de las astas de ciervo (fig. 5.18). Son restos de
candiles y partes de la percha de una o varias cuernas de Cervus
elaphus que presentan marcas de aserrado y, en el caso de la pieza de mayor envergadura (0827), también evidencias de cortes
con un útil metálico, seguramente un hacha, un cuchillo o una
azuela. Son el reflejo del trabajo sobre esta materia prima, ya
que los desechos, una vez obtenido el soporte o la pieza terminada, son retirados y arrojados a los niveles de relleno del silo.
Además de estas piezas se documentaron cinco artefactos
realizados sobre hueso: “Una peça tubular, motllurada, feta a
torn, i un segon objecte cònic, també amb motllures tallades a
torn” (Casas et al. 2010: 235), que se corresponden en nuestro
estudio con los ejemplares 0693 y 0694 (fig. 5.19). Aunque se
señale que las piezas están hechas a torno tenemos dudas de ello
y consideramos que podrían tratarse de molduras decorativas
realizadas manualmente. Podemos interpretarlas como pequeños apliques decorativos o incluso, en el caso de 0693, como
un pequeño mango cilíndrico. Por otro lado: “Es van recuperar
algunes tiges d’ossos plans, de secció rectangular, llargs, tallats
a punt de ser polits per donar-los-hi forma” (Casas et al. 2010:
235). Según la descripción, estaríamos ante un pequeño con53
[page-n-71]
Tabla 5.3. Industria sobre materias duras animales de Camp de l’Ylla.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
Materia prima
Animal
Marcas* Decor.
693
Fin. s. V a.C.
Silo 1
III.4. Obj. receptor/III.9. Pieza decorativa (?)
Hueso
-
-
Sí
694
Fin. s. V a.C.
Silo 1
III.9. Pieza decorativa (?)
Hueso
-
-
Sí
827
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A/C
No
828
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
829
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
830
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
831
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
832
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
833
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
834
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
835
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
836
Fin. s. V a.C.
Silo 1
V. Desecho
Asta
Ciervo
A
No
1168
Fin. s. V a.C.
Silo 1
II. Soporte (?)
Hueso
-
-
No
1169
Fin. s. V a.C.
Silo 1
II. Soporte (?)
Hueso
-
-
No
1170
Fin. s. V a.C.
Silo 1
II. Soporte (?)
Hueso
-
-
No
1171
Fin. s. V a.C.
Silo 2
III.6.5. Cuenta
Hueso
-
Pr
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Pr-Perforación.
0693
0694
Figura 5.18. Evidencias del trabajo del asta en el silo 1 de Camp de
l’Ylla. De izquierda a derecha y de arriba abajo: piezas 0827 a 0836.
54
1168
1169
1170
1171
Figura 5.19. Piezas de hueso de los silos 1 (0693, 0694, 1168, 1169
y 1170) y 2 (1171). Adaptado de Casas et al. 2010: figs. 5 y 8.
[page-n-72]
junto de piezas en proceso de elaboración (1068, 1069 y 1070)
(fig. 5.19). A pesar de que se señala que están realizadas sobre
huesos planos, siguiendo la pauta habitual en la industria del
hueso y debido al tamaño de la sección que presentan creemos
que podrían ser varillas de diáfisis de huesos largos de animales
de talla media o grande.
En el silo 2 se recuperó una pequeña cuenta cilíndrica
(III.6.5.3) realizada sobre la diáfisis de un hueso largo de meso o
macromamífero (1171), presenta dos perforaciones, una central
y otra diagonal desde el lateral de un extremo a la parte central
(fig. 5.19). En este silo se halló otro pequeño colgante pulido en
forma de lágrima realizado sobre basalto y de tonalidad verdosa
(Casas et al. 2010: 239). Ambas piezas podrían formar parte del
mismo collar, pulsera o adorno.
5.3.1. breve valoración global
De forma conjunta resulta interesante destacar el hecho de que
en tan solo dos silos conocidos y excavados en Camp de l’Ylla
se han recuperado más piezas de hueso y asta (16), que en los 46
silos de Saus (con siete artefactos), sobre todo teniendo en cuenta
las características similares entre ambos enclaves. Estas piezas
forman parte de estratos de relleno fechados a finales del s. V a.C.
y, tan solo tres de ellas (19 %), son piezas terminadas, una cuenta
tubular y dos posibles apliques decorativos; las otras 13 (81 %)
evidencian distintas fases de la manufactura del hueso y del asta
en el territorio de Camp de l’Ylla, es decir, son reflejo de actividades artesanales.
5.4. ILLA D’EN REIXAC (ULLASTRET, GIRONA)
5.4.1. introducción al complejo arqueológico de ullastret
El yacimiento de la Illa d’en Reixac se integra dentro del denominado complejo arqueológico de Ullastret, localizado en el
extremo nordeste de la península ibérica en la parte interior del
territorio del Baix Empordà (Girona), distante apenas 8 km de
la costa mediterránea y 15 km de la colonia griega de Emporion (Plana y Martin 2005). Está considerado como uno de los
conjuntos arqueológicos más relevantes de la Edad del Hierro
en el Mediterráneo occidental. Lo integran una densa red de yacimientos de diferente naturaleza (hábitat, necrópolis, barrios
periurbanos, canteras, caminos…), entre los que destacan los
dos núcleos de hábitat de la Illa d’en Reixac y el Puig de Sant
Andreu (figs. 5.2 y 5.20) separados entre sí por unos 400 m
de distancia. La Illa d’en Reixac se encontraba rodeado por el
lago de Ullastret, desecado artificialmente en el siglo XIX para
obtener nuevas tierras de cultivo. Ambos asentamientos llegaron a ocupar, conjuntamente, una extensión intramuros superior
a 15 hectáreas y constituyeron la capital de la tribu ibérica de
los indigetes o indiketes que aparece citada por autores clásicos como Avieno, Ptolomeo o Estrabón (según recogen Codina
et al. 2017). Estuvieron habitados desde el s. VII a.C. hasta el
s. II a.C., experimentando su máximo apogeo económico y social entre el s. IV y el s. III a.C. A lo largo de su historia este
oppidum mantuvo contacto con diferentes culturas del Mediterráneo, como griegos, etruscos, o púnicos. Así como, por su
ubicación geográfica, con el mundo celta peninsular y allende
los Pirineos. Todo ello queda reflejado en su cultura material.
Presentaremos en sentido norte-sur: Illa d’en Reixac, Camp
d’en Gou del Batlle y Puig de Sant Andreu, las evidencias de
la industria sobre materias duras animales recuperadas en este
complejo arqueológico. Los materiales han sido analizados en
el MAC-Ullastret, donde se estudiaron tanto las piezas ya catalogadas en el inventario del museo como “industria ósea”, como
se revisó toda la fauna de las excavaciones. Con ello se recuperaron, especialmente, astrágalos trabajados y evidencias de la
cadena operativa: matrices, soportes y desechos.
Debemos señalar el caso de la necrópolis de Puig de Serra
(Serra de Daró, Girona), descubierta en 1982 y excavada entre
1982 y 1986 por parte del equipo de MAC-Ullastret bajo la dirección de A. Martin, donde se descubrieron 87 enterramientos
con una cronología que abarca de la primera mitad del s. V a.C.
al tercer cuarto del s. IV a.C. (Martin 2016: 35). Aunque también
revisamos las piezas manufacturadas sobre materias óseas recuperadas en la necrópolis, no las incluimos en este trabajo por
tratarse de un contexto funerario, diferente de los aquí analizados. No obstante, haremos referencia a algunos datos y comparaciones interesantes con respecto a las piezas documentadas en
los núcleos de hábitat de Ullastret. Cabe apuntar que una futura
monografía centrada en este espacio funerario verá pronto la luz.
5.4.2. introducción al yacimiento
La Illa d’en Reixac se localiza en una pequeña colina a 13 m s.
n.m., rodeada por el lago de Ullastret y posiblemente conectada
con tierra firme por un camino por su parte oeste (fig. 5.20). Fue
descubierta a principios de los años sesenta del s. XX por M.
Oliva i Prat que, en aquel entonces, excavaba el Puig de Sant
Andreu. Oliva realizó tres campañas arqueológicas en la Illa, entre
1965-1967 y 1973-1974. Estos trabajos se retomaron a partir de
1976 por parte del Servei d’Investigacions Arqueològiques de la
Diputació de Girona y, desde 1992, por el Museu d’Arqueologia
de Catalunya. A lo largo de las campañas de 1987-1995 el yacimiento fue excavado en extensión, permitiendo conocer diferentes secuencias de ocupación desde la segunda mitad del
s. VII a.C. hasta el primer cuarto del s. II a.C. En su momento
inicial, a finales del s. VII a.C., tenía una superficie de, como
mínimo, 6000 m2, siendo superior al núcleo habitado del Puig de
Sant Andreu en el mismo momento. Sin embargo, este crecerá
considerablemente en época ibérica y la situación se invertirá.
En el s. IV a.C., cuando la Illa d’en Reixac se fortifica, ocupa al
menos una extensión de cinco hectáreas (Martin 2016: 32).
Los trabajos de geoprospección realizados por el equipo de
MAC-Ullastret en 2012 permitieron documentar prácticamente
todo el entramado urbano del asentamiento, diferenciando una
trama densamente ocupada de tendencia ortogonal, adaptada a
la colina y con un gran eje de circulación central en sentido
norte-sur (Codina et al. 2016: 90-91). Por otro lado, en los últimos años se ha intervenido en él realizando tareas de prevención (Codina y Prado 2018a).
Todas las piezas revisadas están depositadas en el MACUllastret. En inicio, catalogadas como “industria ósea” en el
registro del museo contábamos con dos piezas, pero tras la revisión de las colecciones de fauna (18 cajas de 40 litros de capacidad cada una) la colección aumentó de 2 a 36 objetos. Su
cronología se sitúa en una horquilla entre la 2ª mitad del s. IV y
el s. III a.C., matizándose cada caso siempre que ha sido posible
(tablas 5.4 y 5.5).
55
[page-n-73]
Figura 5.20. Vista aérea del complejo arqueológico de Ullastret (Martin 2016: fig. 2.2).
Tabla 5.4. Piezas terminadas y en proceso de manufactura de la Illa d’en Reixac.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
932
Fin. s. IV - s. III a.C.
Z-15. S-1. UE 15070
III.4.1. Mango
Metatarso
Ovicaprino
P/Pr
1000 S. III a.C.
Dep. 1. E-III
III.6.4. Colgante
Canino
Oso pardo
Pr
1121 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-1. UE 4011
III.2. Obj. biselado
Diáfisis
Mesomamíf.
Ab/P
1122 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-1. UE 4010
III.4.2. Cacha
Percha o candil
Ciervo
Ab/P/Pr
1124 2ª m. s. V - in. s. III a.C.
Z-5. S-6. UE 5063
II. Soporte
Candil
Ciervo
Ab
1125 S. IV a.C.
Z-5. S-2. UE 5023
V. Desecho
Roseta/
inicio percha
Ciervo
A
1126 S. IV a.C.
Z-7. S-1. UE 7015
III.4.1. Mango/
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamíf.
C
1131 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-4. Cala C01. E-II
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
C
1133 1ª m. s. IV a.C.
Z-10. S-2. UE 10044
III.9.1. Placa-aplique Diáfisis
Macromamíf.
Ab
1134 1ª m. s. IV a.C.
Z-10. S-2. UE 10044
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
Ab/P/Pr
1135 1ª m. s. IV a.C.
Z-10. S-2. UE 10044
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
1136 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-4. Cala C01. E-III
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
1139 S. III a.C.
Z-15. S-1/3. UE 15001 V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
1141 S. III a.C.
Z-1. UE 1019
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
1145 S. III a.C.
Z-1. UE 1010
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
1146 S. III a.C.
Z-1. UE 1010
III.1.6. Punzón (?)
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab
1147 S. V a.C.
Z-7. S-4. UE 7083
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
A/C
1148 S. III a.C.
Z-15. S-1. UE 15068
III.4.1. Mango (?)
Percha
Ciervo
A/Ab
1155 In. s. IV a.C.
Z-4. S-2A. UE 4051
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/F
1156 S. III a.C.
Z-1. UE 1025
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
1159 2ª m. s. IV - s. III a.C.
Z-4. S-2B. UE 4013
III.6.5. Cuenta
Metápodo
Macromamíf.
P/Pr
1160 S. IV a.C.
Z-7. S-8. Fosa 76
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
56
[page-n-74]
Tabla 5.5. Astrágalos trabajados de la Illa d’en Reixac. Las medidas se expresan en cm.
ID
Ubicación
Cronología
Tipo
Lateralidad
Animal
Longitud Anchura Grosor
1120 Z-9. UE 9001
Ss. V-III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,7
1,6
1123 Z-5. UE 5009
Ss. V-III a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,5
1,4
1,25
1127 Z-7. S-7. Fosa 116
S. IV a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,8
1,5
1128 Z-7. S-7. Fosa 116
S. IV a.C.
B4
Derecha
Cerdo
3,8
1,7
1,65
1129 Z-7. S-6. UE 7126
Fin. s. VI - 1ª m. s. V a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,8
1,5
1,3
1130 Z-5. S-8. UE 5137
S. IV a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
3,15
1,9
1,7
1132 Z-4. Cala C01
2ª m. s. IV - s. III a.C.
A1
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,8
1,5
1137 Z-15. S-3. UE 15053 Fin. s. IV a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,6
1,6
1,4
1138 Z-15. S-2. UE 15078 S. III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,7
1,6
1140 Z-1. UE 1009
S. III a.C.
E1
Derecha
Ovicaprino
2,8
1,7
1,5
1142 Z-1. UE 1013
S. III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,7
1,6
1143 Z-1. UE 1007
S. III a.C.
C1
Izquierda
Ovicaprino
3
1,7
1,4
1144 Z-1. UE 1010
S. III a.C.
E2
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,6
1,4
1149 Z-15. S-4. UE 15149 S. III a.C.
C1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,7
1,4
5.4.3. el conjunto analizado
Para comenzar, valga apuntar que el registro estratigráfico de la
Illa se estructura espacialmente en torno a zonas y sectores. La
zona 1 se reserva para el registro de niveles superficiales y el resto
se numeran de forma correlativa; las zonas 2 y 10 son intervenciones centradas en los sistemas defensivos; las zonas 3, 4, 5, 7, 8,
15, 16, 17 y 18 se corresponden con insulae o espacios de hábitat,
mientras que las zonas 6, 9, 11, 12, 13 y 14 con calles o espacios
de circulación (Martin et al. 1999: 15-16) (fig. 5.21).
Así pues, en niveles superficiales de la zona 1 contamos con
ocho piezas: cuatro astrágalos (1140, 1142, 1143, 1144), tres
desechos de trabajo (1141, 1145 y 1156) y un posible punzón
(1146). En el espacio de circulación de la zona 9 documentamos
también en niveles superficiales de tierras removidas por el cultivo, en la UE 9001 (Martin et al. 1987-1989: 80), un astrágalo
trabajado (1120). En la zona 4, encontramos siete piezas, seis
de ellas terminadas (1121, 1122, 1131, 1136, 1155, 1159) y una
taba (1132), siendo la zona con mayor presencia de artefactos.
En la zona 5 se recuperaron dos astrágalos (1123, 1130), un soporte (1124) y un desecho de trabajo (1125). Por su parte, en las
zonas 7 y 15 encontramos, en cada una, seis objetos. En concreto, en la primera de ellas, tres astrágalos (1127, 1128, 1129),
dos piezas terminadas (1126 y 1160) y un soporte de trabajo,
un candil aserrado (1147). La zona 15, situada en la parte sur
del yacimiento, se corresponde con un conjunto arquitectónico
destacado que, en su fase final, contaba con 1000 m2 compartimentados en diferentes ámbitos o sectores; fue interpretado
inicialmente por su cultura material mueble e inmueble como
un espacio destinado al culto (Martin 1996: 40 y Martin et al.
1997) y, posteriormente, como una gran casa aristocrática (Martin 2016: 37). En cualquier caso, una construcción destacada
en la que se recuperaron dos mangos (0932, 1148) en el sector
1 y tres astrágalos trabajados (1137, 1138, 1149) dispersos en
los sectores 1, 2 y 4, con una cronología acotada al s. III a.C.
(tabla 5.4). En la UE 15078 (sector 2), en la que se recuperó la
taba 1138, aparecieron también restos de una mandíbula y un
fragmento craneal de individuos masculinos adultos (Martin et
al. 1997: 64). En el sector 3 se recuperó un desecho de trabajo
del cuerno (1139), una clavija ósea de cabra con marcas de aserrado; sin embargo, la UE 150001 en la que se halló contenía
materiales diversos relacionados con las alteraciones de tierra
aportadas para nivelar la colina y ponerla en cultivo en la primera mitad del s. XVIII (Martin 1996: 13), por lo que no tiene por
qué estar reflejando el trabajo del cuerno en esta zona.
Por último, en la zona 10, en el sector sur de la muralla
(fig. 5.21), se recuperó un mango realizado sobre asta de ciervo
(1134), un aplique triangular (1133) y otra clavija ósea de bóvido con marcas de aserrado (1135).
5.4.4. breve valoración global
De forma conjunta, de las 36 piezas catalogadas, los astrágalos
trabajados son los objetos más numerosos en el yacimiento,
ya que suponen un 39 % del total con 14 ejemplares, mientras que en el caso de las piezas terminadas se ha documentado un ejemplar menos (36 %). Llama la atención también
el número representativo de evidencias del proceso de manufactura, con siete desechos y dos soportes, que suponen un
25 % del conjunto.
Centrándonos primero en los astrágalos podemos señalar
que 13 pertenecen a ejemplares de oveja o de cabra, siete de
ellos derechos y seis izquierdos y además se ha documentado una taba derecha de Sus domesticus (1128) con marcas de
trabajo en la cara medial (B4). En el caso de los astrágalos de
ovicaprino diez de ellos han sido modificados mediante la abrasión de sus caras lateral y medial (C1). Solo uno cuenta con una
perforación circular en la parte central de las caras plantar y
dorsal (1144) (E2) (fig. 5.22 y tabla 5.5).
De las piezas terminadas el tipo más representado es el de
los mangos, con cuatro ejemplares (0932, 1134, 1148 y 1155),
uno de ellos realizado sobre un metatarso de ovicaprino (0932)
57
[page-n-75]
Figura 5.21. Planimetría de la Illa d’en Reixac. Se señalan en azul los ámbitos con industria sobre materias duras animales (adaptado
de Martin 2016: fig. 7 y Martin et al. 1999: fig. 2.2).
y los otros tres sobre asta de ciervo. El ejemplar 1148 se encuentra incompleto y muy fragmentado (por lo que no se ha
incoporado imagen). La pieza 1126, una diáfisis de mesomamífero seccionada en ambos extremos, podría corresponderse
o bien con un III.4.1. Mango o con un III.4.3. Tubo (tabla 5.4
y fig.5.23).
El resto de los tipos de objetos están representados en cada
caso por un único ejemplar, entre los cuales queremos destacar
dos artefactos: el colgante (1000) y la placa o aplique triangular
(1133) (fig. 5.23). El primero fue recuperado en 1966 en las
excavaciones dirigidas por Oliva en el departamento 1, fue publicado inicialmente como diente de lobo (Oliva 1976: 752), si
bien su revisión arqueozoológica permite asegurar que se trata
de un canino de Ursus arctos. Los dientes de oso no son adornos frecuentes en el área ibérica, de hecho, es la única pieza
documentada con estas características inequívocas, ya que en
la habitación 1 del Turó de Ca n’Oliver se encontró otra pieza
dental de oso con posibles marcas de pulido que podría corresponderse con un colgante pero que no parece presentar perforación (Barberá et al. 1960-1961: 218). En algunos yacimientos la
presencia de osos está representada dentro del conjunto zooarqueológico como en La Morranda (El Ballestar, Castellón) donde se recuperaron siete fragmentos óseos de un único individuo
que pudo ser consumido, tal como hace suponer la presencia
de huesos de diferentes partes del esqueleto, y del que también
58
pudo aprovecharse su piel, como indican las marcas de carnicería documentadas sobre el calcáneo. Además, los restos fueron
recuperados, junto a otras especies, dentro de la basura doméstica (Iborra 2004: 31-32). Restos de otro individuo de Ursus
arctos fueron identificados en Mas Castellar (Colominas 2008).
Una tercera falange de oso sin marcas de corte se recuperó en
la UE 1037 de Gou-Batlle (Valenzuela-Lamas et al. 2017), así
como también está presente en la necrópolis de Puig de Serra,
suponiendo un 0,7 % del registro de fauna (Martin y Genís
1993: fig. 27). Cabe destacar la relevancia de que restos de este
gran animal salvaje hayan sido recuperados en tres núcleos del
conjunto arqueológico de Ullastret: Illa d’en Reixac, Camp d’en
Gou-Gorg d’en Batlle y Puig de Serra.
Por otra parte, colgantes realizados sobre otros dientes de
animales, aunque tampoco son usuales, se documentan en yacimientos como la Cueva de la Nariz (Moratalla, Murcia) con
un canino interpretado como de lobo con una perforación transversal (Lillo 1981: 40) que posteriormente fue revisado y podría
pertenecer a un gran felino, probablemente Linx pardinus (Ocharan 2013: 299) o en la tumba 40 de la necrópolis de Los Castellones de Céal (Hinojares, Jaén) donde se halló un colmillo de
cánido aserrado y perforado (Chapa et al. 1998: 83 y fig. 34.18).
Continuando con la Illa d’en Reixac, la pieza interpretada
como un aplique triangular 1133 (fig. 5.23) resulta especialmente
interesante ya que en la tumba 46 de Puig de Serra se documen-
[page-n-76]
1120
1123
1127
1129
1130
1137
1138
1140
1142
1143
1144
1149
1128
1132
Figura 5.22. Astrágalos de la Illa
d’en Reixac.
0932
1122
1126
1121
1000
1134
1131
1155
1133
1160
1146
1159
Figura 5.23. Piezas terminadas de la Illa d’en Reixac.
59
[page-n-77]
1125
1135
1124
1136
1141
1139
1145
Figura 5.24. Soportes y desechos de trabajo del asta y el cuerno.
60
1147
1156
[page-n-78]
tó también un conjunto de 13 apliques de forma triangular, seis
rectangulares y uno trapezoidal realizados sobre diáfisis de huesos largos de macromamíferos totalmente modificados que seguramente formarían parte de la decoración de una posible caja,
arqueta o pequeño mueble de madera de la que no se han conservado evidencias. Sus medidas son similares a las de la pieza
de la Illa d’en Reixac (25 x 8,5 x 4 mm), si bien el grosor de esta
es ligeramente superior a las de Puig de Serra. Quizás este hallazgo podría estar señalándonos que estos apliques presentes en
las ofrendas funerarias fueron elaborados en la Illa d’en Reixac.
Asimismo, entre los desechos y soportes encontramos un
conjunto de nueve piezas, cinco de ellas manufacturadas sobre astas de Cervus elaphus (1124, 1125, 1141, 1147, 1156)
y cuatro clavijas óseas de bóvidos con marcas de aserrado
(1135, 1136, 1139, 1145) (fig. 5.24). Teniendo en cuenta que
todas las piezas terminadas elaboradas sobre cuerna de ciervo en la Illa se corresponden con mangos (1134, 1148, 1155)
o cachas (1122), cabe pensar que las evidencias de trabajo
de esta materia prima estén en relación con su manufactura.
Las clavijas óseas nos permiten atestiguar el trabajo sobre el
cuerno para utilizar los estuches córneos. Debemos destacar
la pieza 1124, la única que cuenta con decoración de todo el
conjunto del asentamiento, se trata de un soporte que, aunque fracturado, en el extremo distal presenta unas pequeñas
líneas paralelas incisas en sentido diagonal y una línea más
marcada horizontal por todo el diámetro del candil. Aunque
inicialmente consideramos que puede tratarse de un candil de
ciervo en proceso de elaboración para ser transformado en
un mango, la decoración presente en la pieza nos recuerda a
la pieza de asta con forma similar del Tossal de Sant Miquel
(0165) (fig. 5.147) que clasificamos como III.6.7. Candil con
abertura y cuya utilización todavía nos plantea incógnitas.
La materia prima más utilizada en las piezas de la Illa d’en
Reixac es el hueso, con 22 artefactos (61 %), si bien todos ellos
son piezas terminadas, por lo que no hemos podido distinguir
ninguna evidencia fehaciente de su trabajo en el asentamiento.
Contamos con nueve piezas manufacturadas en asta que, como
ya se ha señalado, reflejan diferentes fases de la cadena operativa y representan un 25 % del conjunto. Por otro lado, se han
recuperado cuatro restos de cuerno con marcas claras de manufactura (11 %) y un único ejemplar de un diente completo de
macromamífero empleado como adorno (3 %).
5.5. CAMP D’EN GOU-GORG D’EN BATLLE
(ULLASTRET, GIRONA)
5.5.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de Camp d’en Gou-Gorg d’en Batlle (GouBatlle) es un barrio periurbano del oppidum del Puig de Sant
Andreu, situado a 100 m de distancia de este (fig. 5.20). Fue
descubierto en 1972 por M. Oliva, director del MAC-Ullastret,
quien realizó algunos sondeos puntuales en él. El equipo actual
del MAC-Ullastret intervino en Gou-Batlle en un proyecto de
colaboración con la Université de Pau et des Pays de l’Adour
(Francia) y la Université Paul-Valèry-Montpellier 3 (Francia),
entre 2003 y 2008 (Codina et al. 2012b), excavando una superficie de 4700 m2 ocupada por estructuras positivas y negativas
de cronología similar a las constatadas en la Illa d’en Reixac
y el Puig de Sant Andreu. Se ha interpretado como un posible
barrio artesanal dedicado a la producción metalúrgica debido a
la abundante presencia de escorias en toda el área excavada y
por los fragmentos de paredes de horno y tierras quemadas con
restos de fundición de metal recuperadas en una de las fosas
(Martin et al. 2008).
5.5.2. el conjunto analizado
Contamos con cinco piezas en este yacimiento (tabla 5.6): un
astrágalo derecho de ovicaprino con las caras lateral y medial
regularizadas mediante abrasión (C1) y que presenta marcas
de esquirlado en las partes más elevadas de las caras plantar
y dorsal debido al uso (1161); dos desechos o soportes de trabajo sobre asta de ciervo: un fragmento de 23 cm de longitud
de la percha (1162) y un candil (1163), ambos con marcas de
aserrado. En la misma UE que 1163 localizamos un pequeño
fragmento de un cuerno de bóvido aserrado (1164) (fig. 5.25) y,
por último, también en el sector 3, un asta de Cervus elaphus en
mal estado de conservación, incompleta y muy fracturada (de la
que no se incluye imagen) que habría servido como matriz del
trabajo de la cuerna al distinguirse también marcas de aserrado
en la parte distal (1165).
En el sector 15 se han recuperado dos de las cinco piezas
(1161 y 1162). Se trata de un conjunto arquitectónico aislado
en la parte septentrional de la zona 1 (junto al sector 13) donde
se documentaron dos fases de ocupación diferentes, siendo la
segunda la mejor conservada con niveles asociados a una gran
cantidad de restos cerámicos y huesos (Martin et al. 2008: 169).
Por otro lado, tres de las piezas fueron recuperadas en la zona 2,
en el sector 3, un posible eje de circulación donde se han atestiguado una serie de rellenos de gran potencia y evidencias de
dos niveles de circulación muy mal conservados (Martin et al.
2008: 169) (fig. 5.26).
5.5.3. breve valoración global
En definitiva, aunque solo se han documentado cinco piezas
en Gou-Batlle y ninguna de ellas es un artefacto terminado, su
presencia refleja el trabajo sobre las materias duras animales,
especialmente de las cornamentas de ciervo, y se puede vincular con las evidencias de manufactura documentadas tanto en
la Illa d’en Reixac como en el Puig de Sant Andreu. Como ya
se señaló al analizar los conjuntos de fauna recuperados en este
yacimiento: “L’abundància de porcs i bovins, juntament amb la
presencia de parts riques en carn, especialment als nivells del
segle III aC, suggereix que es tracta d’una comunitat amb un
bon nivell de recursos, on també es duen a terme treballs artesanals en os, sobretot amb banya de cérvol” (Valenzuela-Lamas
et al. 2017: 22).
5.6. PUIG DE SANT ANDREU (ULLASTRET, GIRONA)
5.6.1. introducción al yacimiento
En 1947 y 1949, bajo la dirección de M. Oliva, se realizaron las dos primeras campañas de excavación en el Puig
de Sant Andreu (PSA), trabajos que se reemprendieron
de forma continuada a partir de 1952 (Oliva 1955, 1957,
1963; entre otros). Así pues, tal como recogen A. Martin y
61
[page-n-79]
Tabla 5.6. Industria sobre materias duras animales de Gou-Batlle.
ID
Cronología
Ubicación
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
1161
Ss. IV-III a.C.
Z-1. Sector 15
1150
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
1162
Ss. IV-III a.C.
Z-1. Sector 15
1133
V. Desecho/II. Soporte
Percha
Ciervo
A
1163
Ss. IV-III a.C.
Z-2. Sector 3
1037
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
A/V
1164
Ss. IV-III a.C.
Z-2. Sector 3
1037
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
1165
Ss. IV-III a.C.
Z-2. Sector 3
1052
I. Matriz
Percha
Ciervo
A
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; V-Vaciado; Ab-Abrasión.
1162
1161
1163
1164
Figura 5.25. Astrágalo trabajado y evidencias de la manufactura del
asta y del cuerno en Gou-Batlle.
Figura 5.26. Planta general del Gou-Batlle. En azul se señalan los
sectores con industria en hueso o asta (adaptado de Martin et al.
2008: fig. 4).
R. Plana (2001) entre la década de los cincuenta y de los
ochenta del s. XX la investigación arqueológica en el área
del noreste catalán se va a centrar, en gran medida, en
los yacimientos de Emporion y del Puig de Sant Andreu.
De especial relevancia resultó la inauguración del Museo del sitio de Ullastret (sede del Museu d’Arqueologia
de Catalunya) en 1961, impulsada por Luis Pericot
(Prado 2017).
De igual manera, continuaron llevándose a cabo intervenciones arqueológicas en el oppidum promovidas por el
MAC-Ullastret, bajo la dirección de A. Martin y, en la actualidad, de G. de Prado (Gracia Alonso et al. 2002; Casas
et al. 2004; Martin et al. 2004; Plana y Martin 2005; Codina
et al. 2006, 2008, 2010, 2012a, 2012b, 2014, 2018; Codina
y Prado 2018a y 2018b). Cabe destacar la aplicación de técnicas de prospección geofísica que han permitido alcanzar
un alto grado de conocimiento de su estructura urbana y defensiva, tanto del Puig de Sant Andreu como de la Illa d’en
Reixac, así como de su territorio circundante (Codina et al.
2012b; García-García et al. 2016). Lo cual ha supuesto la
creación de un proyecto de reconstrucción virtual completa
en 3D del oppidum de Ullastret en torno a mediados del s. III
a.C., puesto que se trata del periodo mejor conocido a nivel
arqueológico (Codina et al. 2017).
En los últimos años se han realizado intervenciones arqueológicas en el sector de la muralla, identificando la forma y dimensiones del gran foso que rodeaba la ciudad, excavaciones
que siguen en curso de cara a la investigación arqueológica y a
la musealización del yacimiento (Codina y Prado 2018b).
Contamos con un total de 186 objetos documentados en el
Puig de Sant Andreu entre las piezas previamente inventariadas en el MAC-Ullastret y los artefactos identificados tras la
62
[page-n-80]
Figura 5.27. Planimetría del Puig de Sant Andreu. En letra azul se señalan las áreas excavadas bajo la dirección de Miquel Oliva. El resto
de zonas, en letra negra y coloreadas, corresponden a las intervenciones más recientes del MAC-Ullastret. El área del “Camp Triangular”
se ha marcado con color para no dar lugar a error con otras zonas excavadas en torno a ella. Imagen adaptada de los archivos de trabajo
del equipo de excavación y de Oliva 1970: 77.
revisión del conjunto de materiales de fauna desde las excavaciones de 1995 hasta la actualidad (40 cajas de 15 litros de
capacidad cada una).
5.6.2. el conjunto analizado
Para facilitar la exposición de las piezas las presentamos por zonas de excavación, primero siguiendo las áreas marcadas por las
intervenciones antiguas dirigidas por Oliva y, posteriormente,
por las zonas y sectores de las campañas dirigidas por Martin y
de Prado. Prestaremos atención a las diferencias cronológicas, así
como a las distintas fases de las cadenas operativas identificadas.
5.6.2.1. Excavaciones hasta la década de los noventa del s. XX
La acrópolis
Situada en la explanada superior del Puig de San Andreu (fig.
5.27), fue excavada por Oliva en la década de los cincuenta y
sesenta del s. XX y en ella se localiza el área sacra del oppidum
(Codina et al. 2006: 177). En la cisterna 1 (Prado 2008: 191)
se recuperó una cuenta circular de hueso (0914). En el silo 12,
situado en la vertiente oeste de la cisterna 1 (Oliva 1957: 277)
se hallaron cuatro piezas: un posible anillo o anilla de hueso
(0862); otra cuenta circular prácticamente idéntica a la de la cisterna (0912); un mango de asta de ciervo que conserva inserto
un vástago semicircular de hierro (0919) y una interesante pieza
de marfil (0933) inicialmente publicada como: “Basto botón de
hueso inacabado, perforado en el centro, y muy burdo” (Oliva
1957: 277). Desconocemos la funcionalidad exacta de la pieza,
por lo que la hemos clasificado como indeterminada. Tiene unas
medidas de 3,8 x 4,8 x 1,6 cm. Presenta marcas de cortes y aserrado por los laterales que podrían haberse efectuado para modificar la pieza original, quizá un posible pomo o parte de una
pieza decorativa (ya que cuenta con molduras en la parte proximal que separan un cuerpo circular del resto del artefacto), con
la intención de aprovechar la materia prima para confeccionar
nuevos objetos (tabla 5.7 y fig. 5.28). Es una de las dos únicas
piezas de marfil documentadas en todo el conjunto arqueológico de Ullastret. Además, en este silo se recuperaron: “Ocho
astrágalos de cordero y otro partido; dos huesos de cápridos y
bóvidos. Tres incisivos y un molar de jabalí; dos trozos de la
mandíbula de un perro, varios incisivos de lobo y roedores. Dos
extremos finales de una tibia humana, estos quizás idos a parar
entre las tierras del silo en época posterior” (Oliva 1957: 284).
En el silo 19 de la habitación 3 se recuperó una bisagra
(5,2 x 2,7 cm) realizada sobre un metápodo de un posible équido con una perforación circular de 0,45 cm de diámetro que
atraviesa una de las paredes óseas (0868). La pieza presenta el
orificio desgastado y estrías en la parte externa producidas por
el giro. Además, cuenta con tres líneas incisas paralelas en el
extremo proximal.
La cronología de las piezas de la acrópolis se sitúa en la
2ª mitad del s. III a.C.
Predi Nord Subirana
Área situada en la parte alta del asentamiento, entre la acrópolis
y el Camp Gran Sagrera, excavada prácticamente en su totalidad en 1970 (Oliva 1970: 84) (fig. 5.27).
63
[page-n-81]
Tabla 5.7. Industria sobre materias duras animales de la acrópolis.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
868
2ª m. s. III a.C.
Hab. 3. Silo 19
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/Pr
Sí
862
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.6.1. Anillo (?)
Candil
Ciervo
C/P/V
No
912
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
914
2ª m. s. III a.C.
Cisterna 1
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
919
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/C/V/Ab/Pr No
933
2ª m. s. III a.C.
Silo 12
III.10. Indeterm.
Colmillo
Elefante
P/A/C/Pr
Sí
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0919
0933
0862
0868
0912
0914
Figura 5.28. Piezas recuperadas en la acrópolis.
En el departamento 32 encontramos el mayor conjunto de bisagras documentado de época ibérica, formado por 19 ejemplares (tabla 5.8 y fig. 5.30), todas con una perforación circular de
0,3 cm de diámetro (únicamente en 0875 atraviesa todo el hueso) y con marcas de desgaste lateral en la perforación y estrías
por el giro en la parte externa. Algunas con manchas de óxido de
hierro. Dos de ellas, las de mayor tamaño, 0937 y 0940, presentan tres líneas incisas paralelas entre sí de 1 mm de grosor en uno
de sus extremos. Consideramos que las cuatro bisagras 0937,
0938, 0939 y 0940 por la medida y forma de sus secciones pertenecerían al mismo hueso, un metacarpo o metatarso de un posible équido o bóvido (fig. 5.29). Por su parte, 0875, 0876, 0877,
0878 pudieron obtenerse también del mismo hueso, así como
las bisagras más pequeñas que podrían pertenecer a cuatro metápodos distintos de mesomamíferos o macromamíferos jóvenes
(0879, 0880 / 0881, 0882, 0883 / 0884, 0885, 0888 / 0886, 0887,
0889). Son piezas de diferente tamaño, de modo que podrían
haber formado parte de uno o varios objetos de madera como
cajas o muebles. Su cronología se sitúa en el s. IV - s. III a.C.
En este mismo departamento se recuperó un desecho de
trabajo, un fragmento de la percha de una cuerna de ciervo de
sección plana y con evidencias de cortes y aserrado (0894);
64
así como en el silo 177 se recuperó la parte proximal de una
cornamenta de ciervo obtenida por la muda con extracciones
mediante aserrado y cortes en la luchadera y en la percha, por
lo que habría sido empleada como matriz para su manufactura
(0934) (fig. 5.31). Ambas piezas pertenecerían a una cronología
de los ss. VI-V a.C.
En el área 25, en el silo 165, se hallaron otras tres piezas que
reflejan el trabajo sobre las cuernas de Cervus elaphus, un fragmento de una matriz (0965), un desecho (0957) y un candil con
marcas diversas de cortes y una perforación inacabada (1003)
(fig. 5.31). Además, en el Corte 3, en niveles del s. III a.C.
se documentó una cornamenta derecha de Cervus elaphus de
68,5 cm de longitud con los candiles aserrados (0935), una evidencia más del trabajo del asta en el Puig de Sant Andreu a lo
largo de los diferentes siglos de su ocupación.
Camp Alt Sagrera
El Camp Alt Sagrera se localiza en la parte suroeste del asentamiento (fig. 5.27), los trabajos en él comenzaron en 1947 y en
los años sucesivos fue excavado prácticamente en su totalidad
(Oliva 1970: 82). Se recuperaron 22 piezas manufacturadas en
materias duras animales (tabla 5.9): nueve de ellas son eviden-
[page-n-82]
Tabla 5.8. Industria sobre materias duras animales del área Predi Nord Subirana.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
875
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
876
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
877
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
878
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
879
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
880
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
881
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
882
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
883
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
884
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
885
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
886
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
887
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
888
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
889
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf.
A/P/Pr
No
894
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/C
No
934
S. III a.C.
Dep. 32,
silo 177
-
I. Matriz
Percha/roseta Ciervo
A/C
No
935
S. III a.C.
Corte 3
E-II final I. Matriz
Percha/roseta Ciervo
A/F
No
937
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
Sí
938
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
No
939
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
No
940
Ss. IV-III a.C.
Dep. 32
E-III
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/P/Pr
Sí
957
Ss. VI-V a.C.
Área 25,
silo 165
-
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
No
965
Ss. VI-V a.C.
Área 25,
silo 165
-
I. Matriz
Percha
Ciervo
A/C
No
1003 Ss. VI-V a.C.
Área 25,
silo 165
-
V. Desecho/
II. Soporte
Candil
Ciervo
C/Pr
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; P-Pulido; Pr-Perforación.
Figura 5.29.
Posible
disposición de
las bisagras
0937-09380939-0940.
65
[page-n-83]
0875
0879
0876
0877
0880
0885
0881
0886
0882
0887
0883
0884
0888
0889
0940
0937
0938
0939
Figura 5.30. Bisagras óseas recuperadas en el departamento 32 del área Predi Nord Subirana.
66
0878
[page-n-84]
0957
0894
0965
0934
1003
0935
Figura 5.31. Evidencias del trabajo del asta en el área Predi Nord Subirana.
Tabla 5.9. Industria sobre materias duras animales del Camp Alt Sagrera.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato Clasif. tipológica
U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
864
S. V a.C.
Corte J
E-VII
III.6.5. Cuenta
Cuerna
Ciervo
P/Pr
No
865
S. V a.C.
Corte J
E-VII
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
897
S. III a.C.
Calle 1, silo 13
-
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/C/Ab/V No
903
S. III a.C.
Corte J, testigo este
E-VI
III.1.3. Biapuntado Incisivo
Jabalí
P
No
904
S. III a.C.
Corte J, testigo este
E-VI
III.1.3. Biapuntado Diáfisis
Macromamífero
Ab
No
905
S. III a.C.
Corte O nau central
E-II
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamíf. A
No
907
S. V a.C.
Corte J
E-VII
III.9.1. Aplique
Diáfisis
Meso/Macromamíf. A/P
No
917
S. III a.C.
Hab. final calle 1
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
920
S. IV a.C.
Ampliación Corte B, SO E-V
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
926
Ss. V-IV a.C.
Corte V-2
E-V
III.8.1. Huso (?)
Diáfisis
Macromamífero
P
No
928
S. III a.C.
Corte G
E-II
VI. Astrágalo trab. Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
948
S. IV a.C.
Corte J
E-III A III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
Ab/V
No
949
Ss. VI-V a.C.
Corte J
E-IV-A V. Desecho
Percha/candil Ciervo
V/A/C
No
952
S. III a.C.
Cala SO, ampliación 2a E-II
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
955
S. III a.C.
Cala SO, ampliación 2a E-II
V. Desecho
Candil
Ciervo
-
No
956
S. III a.C.
Corte D
E-II
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
No
958
S. IV a.C.
Corte J, oeste 1
E-V
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
959
S. III a.C.
Hab. 1 Norte plaza
E-III
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
961
S. IV a.C.
Corte L4
E-VII
II. Soporte
Candil
Ciervo
A/V
No
962
S. III a.C.
Corte L4
E-VII
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
No
963
S. IV a.C.
Corte J
E-IV-A V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A/C
No
Corte J
E-IV-A III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
P
No
1005 Ss. IV-III a.C.
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
67
[page-n-85]
0920
0959
0949
0955
0961
0952
0962
0963
0956
Figura 5.32. Desechos y soportes del Camp Alt Sagrera.
0864
0865
0907
0926
Figura 5.33. Piezas del Camp Alt Sagrera. Ss. V-IV a.C
cias de manufactura del cuerno de Capra hircus (0920, 0963) o
de la cornamenta de Cervus elaphus (0897, 0949, 0952, 0955,
0956, 0958, 0959, 0961, 0962), se encuentran en diferentes
cortes y estratos que atestiguan esta actividad, al menos puntualmente, desde el s. V al s. III a. C (fig. 5.32). Por otro lado,
contamos con cuatro piezas terminadas cuya cronología podría
establecerse en el s. V a.C. (fig. 5.33). Se trata de dos cuentas circulares de medidas y forma similar a otras recuperadas en la Illa
d’en Reixac o en el Puig de Sant Andreu, pero destaca que una
de ellas (0864) ha sido elaborada sobre asta de cérvido, siendo
inusual el uso de esta materia prima para la realización de este
tipo de piezas, ya que suelen manufacturarse sobre diáfisis de
macromamíferos, como es el caso de la cuenta 0865. Además,
encontramos un pequeño aplique de hueso (2,2 x 1,8 x 0,65 cm)
que posiblemente funcionase como embellecedor de un objeto
(0907). Destaca su factura cuidada, con un acabado muy pulido
68
en la cara frontal, sin embargo, en la cara dorsal presenta marcas de desgaste (estrías de tendencia semicircular paralelas entre sí) e improntas de óxido de hierro. También, recuperada en
un estrato datado entre el s. V - s. IV a.C. encontramos una pieza
fracturada de forma fusiforme que podría corresponderse con
un huso, si bien al no contar con ambos extremos conservados
resulta complejo asegurarlo.
En los niveles del s. IV - s. III a.C. documentamos ocho
piezas terminadas (fig. 5.34). Se trata de dos biapuntados, uno
de ellos manufacturado sobre un incisivo de Sus scrofa (0903)
y otro sobre parte de la diáfisis de un hueso largo de macromamífero (0904). Ambos conservan evidencias de embotamiento
en sus extremos. Tres posibles mangos elaborados sobre candiles de Cervus elaphus con marcas de aserrado y vaciado (0897,
0905, 0948). Una cuenta circular realizada sobre hueso (0917).
Dos fragmentos de un posible punzón al que le falta la parte ac-
[page-n-86]
0948
1005
0905
0917
0904
0897
0903
0928
Figura 5.34. Piezas terminadas del Camp Alt Sagrera. Ss. IV-III a.C.
Tabla 5.10. Industria sobre materias duras animales del Camp Gran Sagrera.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
867
S. III a.C.
Corte central 5
E-I
III.6.5. Cuenta
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
893
Ss. IV-III a. C
Corte central 10, silo 21
-
III.10. Indeterm. Candil
Ciervo
A/P/C
No
930
Ss. V-IV a.C.
Corte central 3, silo 6/
E-V/E-VI III.9.1. Placa o
Camp Alt Sagrera Corte X
aplique
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
951
s. IV a.C.
Corte central 9
E-IV
V. Desecho
Percha
Ciervo
A/F
No
953
s. VI a.C.
Corte central 8
E-IX
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
954
s. V a.C.
Corte central 3
E-VI
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
964
s. III a.C.
Corte central 3
E-I
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/C
No
Diáfisis
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
tiva elaborado sobre una fíbula de Sus sp. (1005). Y, por último,
de un astrágalo izquierdo de ovicaprino con marcas de abrasión
en sus caras lateral y medial (C1) (0928).
Camp Gran Sagrera
Situado en una amplia área en la parte suroccidental del oppidum, junto a la muralla Frigoleta, delimitado por las calles C y
D en sentido norte-sur, su excavación proporcionó una dilatada
estratigrafía (Oliva 1970: 84) (fig. 5.27).
En esta zona se recuperaron un total de siete objetos: tres
de ellos terminados y cuatro desechos de trabajo de las astas de
ciervos (tabla 5.10 y fig. 5.35).
Entre las piezas terminadas destacamos la placa de hueso 0930
decorada con motivos geométricos incisos. Para su realización tuvo
que utilizarse una herramienta similar a un pequeño compás con al
menos dos puntas (una fija y una móvil) con una precisión comparable a un trabajo de orfebrería. En el fragmento de la izquierda se
puede ver cómo los trazos de los círculos no llegan a superponerse,
sin embargo, en el de la derecha sí aparecen unidos, sin converger
de forma exacta. El fragmento izquierdo se recuperó en silo 6 del
corte central 3 del Camp Gran Sagrera, mientras que el fragmento
derecho en el Corte X del Camp Alt Sagrera, dos espacios distantes
entre sí. Sin embargo, su tamaño similar a pesar de que se encuetran
fragmentados (1,6 x 1,1 x 0,1 cm y 1,9 x 1,1 x 0,1 cm), el motivo
decorativo formado por un punto central inciso y cuatro círculos de
tendencia oval concéntricos no documentado en ninguna otra pieza
del Puig de Sant Andreu y el hecho de encontrarse ambos calcinados nos sugiere que pertenecerían a la misma pieza. Si no fuera así,
se trataría de dos objetos ornamentales muy similares, realizados
probablemente con el mismo saber hacer, el mismo instrumento y
por el mismo artesano o, quizás, por maestro y aprendiz.
Su cronología del s. V - s. IV a.C. nos remite a las placas
decoradas con motivos geométricos y figurados documentadas
en espacios funerarios, como el silicernium de la tumba 20 de
Los Villares (Hoya Gonzalo, Albacete), (s. V a.C.) o en la tumba 95 de la Hoya de Santa Ana (Chinchilla, Albacete) (Blánquez 1987). Otros ejemplares de placas de hueso decoradas se
han recuperado en los ajuares de la 1ª mitad del s. IV a.C. de la
necrópolis de Puig de Serra (Martin y Genís 1993: 38).
Por otra parte, en Camp Gran Sagrera encontramos una
cuenta de hueso circular (0867) y una pieza indeterminada
(0893) realizada sobre cuerna de ciervo. A nivel tecnológico
presenta marcas de aserrado en el extremo proximal, aunque
se encuentra fracturada. La superficie fue pulida y tiene numerosas marcas de cortes multidireccionales, concentrados en su
parte distal y mesial. En el extremo distal cuenta con cuatro
perforaciones parciales de 0,2 x 0,2 (circulares) que penetran
69
[page-n-87]
0893
0964
0953
0930
0951
0954
0867
Figura 5.35. Piezas terminadas y desechos de trabajo del Camp Gran Sagrera.
Tabla 5.11. Industria sobre materias duras animales de la Muralla Frigoleta.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica
U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
863
S. III a.C.
Sector D-E
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
913
S. III a.C.
Corte interior
-
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
922
S. III a.C.
Hab. exterior 1
E-I
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/C/V
No
925
Ss. VI-V a.C.
Torre 2
E-VIII
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
927
Ss. V-IV a.C.
Sector V-1B
E-V
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
960
S. III a.C.
Hab. exterior 1
E-I
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
C/A
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; P-Pulido; Pr-Perforación.
en la superficie de la pieza 0,2 cm. Están situadas de forma
simétrica e intencionada. Se trata de una pieza singular de la
que desconocemos su funcionalidad, pero consideramos que
las “perforaciones” resultarían fundamentales en su utilización,
quizás incidiendo sobre una materia prima blanda. Contamos
también con cuatro desechos de manufactura de las astas de
Cervus elaphus (0951, 0953, 0954, 0964) recuperados en niveles diferentes, datados entre el s. VI - s. III a.C.
Muralla Frigoleta
Lienzo de la muralla oeste del oppidum denominado Frigoleta,
al norte de la puerta 1 (Oliva 1955: 328) (fig. 5.27). Se recogieron seis piezas, dos de ellas en los niveles del s. VI - s. V a.C. y
el resto en estratos del s. III a.C. (tabla 5.11):
- Una espátula de hueso (0927) de cuidada factura y dimensiones: 7,8 cm de longitud, anchura máxima y mínima de 1 y
0,25 cm y grosor de 0,3 cm. Fue recuperada en el sector V-1B,
en la campaña de 1955, junto a dos fusayolas, cinco pesas de
telar y fragmentos cerámicos entre los que destacaban diferentes ánforas y cerámica gris ampuritana (Oliva 1955: 346-347).
Podría haberse empleado en diferentes actividades, como la
aplicación o mezcla de ungüentos con carácter medicinal o cosmético (fig. 5.36a).
- Un alfiler sin decorar prácticamente completo (11,8 x 0,65
cm) al que solo le falta una pequeña parte del extremo distal
fracturado probablemente por su utilización (0925) (fig. 5.36a).
En los niveles del s. III a.C. se localizaron (fig. 5.36b):
70
- Dos cuentas circulares de hueso (0863, 0913).
- Un mango sobre candil de ciervo (III.4.1.1) con marcas de
aserrado, flexión y vaciado en el extremo proximal para insertar
un útil de hierro (profundidad de 3 cm). En la parte mesial y proximal presenta evidencias de múltiples cortes en sentido oblicuo
y un acabado pulido (0922).
- Una clavija ósea de Capra hircus con cortes profundos en
la parte distal para separar el cuerno del cráneo y evidencias de
aserrado en la parte distal, seguramente para facilitar la obtención del estuche córneo (0960).
Camp Triangular
Amplia trinchera transversal excavada al sur de la puerta 4
(fig. 5.27), en ella se recuperaron materiales destacados como
un tesorillo de dracmas y divisores ampuritanos (Maluquer y
Oliva 1965; Oliva 1970: 86). También se hallaron seis artefactos
de hueso y asta (tabla 5.12).
La pieza 0936 (fig. 5.37), datada a finales del s. V a.C., es un
tapón de hueso ajustado al diámetro de la boca del lécito aribalístico, decorado con un cisne y un motivo fitomorfo de figuras
rojas, junto al que fue recuperado (Oliva 1970: 81). Aunque la
pieza cerámica proceda del mundo griego, el tapón pudo ser
realizado en el Puig de Sant Andreu ex profeso, adaptándose a
la apertura del recipiente cerámico para que actuara como cierre
hermético que protegiera el contenido de su interior. Sobre el
tapón se observan marcas de desgaste en los laterales debido al
roce continuo con la cerámica.
[page-n-88]
a)
b)
0922
0925
0960
0927
0863
0913
Figura 5.36. Piezas recuperadas
en la Muralla Frigoleta en niveles de los ss. V-IV a.C. (a) y del
s. III a.C. (b).
Tabla 5.12. Industria sobre materias duras animales del Camp Triangular.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
869
S. III a.C.
Corte 6A (oeste)
E-IIIb
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Équido (?)
A/Pr
Sí
873
S. III a.C.
Calle 2
E-II
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Ovicaprino
A/P/Pr
No
891
S. III a.C.
Corte 6 (oeste) Silo 93 -
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
A/P/V
No
898
S. III a.C.
-
1005
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
A/P/Ab/C/Pr No
901
S. III a.C.
Corte 6A (oeste)
E-IIIb
III.9.1. Placa o aplique Diáfisis
Macromamíf.
Ab/C
Sí
936
Fin. s. V a.C. Cuadro Q1
E-III
III.3.5. Tapón
Macromamíf.
P/C
No
Diáfisis
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
En los niveles del s. III a.C. se recuperaron cinco piezas terminadas (fig. 5.38):
- Dos bisagras de hueso de medidas significativamente diferentes (0869: 4,3 x 2,7 x 2,7 cm y 0873: 1,4 x 1,7 x 1,7) ambas con una perforación circular atravesando una de las paredes
óseas y que presentan estrías provocadas por el giro de la pieza.
- Dos mangos de características dispares. Uno cilíndrico
realizado sobre parte de la percha o de un candil de ciervo (10
x 2,5 x 2,1 cm) con restos de un útil de hierro fragmentado que
revestiría la pieza por su extremo proximal (0891) y con tres
perforaciones ovaladas, dos en el extremo proximal y una en el
distal (0,45 x 0,4 cm). Y un mango de hueso con talón que presenta en la parte mesial/distal del lateral derecho tres pequeños
salientes de menos de 1 mm. En el extremo proximal tiene una
perforación circular de 2 mm de diámetro que probablemente
serviría para colgarlo. Conserva parte de la abertura en V donde
se insertaría la hoja metálica (0898).
- Una placa triangular de hueso (5,8 x 1,7 x 0,6 cm) (0901).
Está manufacturada con la intención de ser vista por la cara frontal,
ya que por la dorsal no está trabajada ni decorada, siendo visible el
tejido esponjoso (sería la cara que iría insertada en otra superficie,
como podría ser una caja de madera). La cara frontal está decorada
con motivos incisos profundos: dos líneas rectas que convergen en
el extremo distal delimitado un espacio decorativo con dos triángulos y un rombo. En estas incisiones parecen conservarse posibles
restos de pigmento negro que resaltarían la decoración geométrica
del artefacto. Su forma y dimensiones recuerdan a la placa triangular 0720 del Turó de la Rovira (fig. 5.89) que, en su caso, está
decorada con tres círculos dobles concéntricos.
Istme
Al noreste del Camp Triangular se encuentra el sector denominado Istme, en el que destacan una gran cantidad de silos y
habitaciones tallados en la roca natural. Por su vertiente noreste
está delimitado por la calle F, de 4 metros de anchura (Martin
1977: 11) (fig. 5.27).
En esta área contamos con 14 piezas de hueso y asta terminadas, dos de ellas halladas en niveles de los s. VI - s. V a.C. (0950,
0931) y, el resto, datadas entre los s. IV - s. III a.C. (tabla 5.13):
- La pieza 0950 está realizada sobre un candil de ciervo,
está fragmentada y en ella destacan unas estrías de entre 1 y 2
mm de distancia y profundidad, visibles en el extremo distal.
Consideramos que se tratan de marcas producidas por la fricción repetida de la pieza contra otra materia prima. Debido a
las limitaciones en su interpretación la hemos clasificado como
pieza indeterminada (fig. 5.39).
- La pieza 0931 es quizás uno de los objetos más icónicos
del Puig de San Andreu: una placa de hueso tallada en forma
de esfinge (fig. 5.40). Es de estilo egiptizante, está representada de perfil recostada sobre las piernas delanteras extendi71
[page-n-89]
0936
Figura 5.37. Tapón de hueso recuperado en el Camp
Triangular que servía de cierre a un lécito aribalístico
de figuras rojas.
0898
0869
0891
0901
0873
Figura 5.38. Piezas terminadas del Camp Triangular, s. III a.C.
72
[page-n-90]
Tabla 5.13. Industria sobre materias duras animales del Istme.
ID
Cronología
Ubicación
Estrato
Clasif. tipológica
U. anatóm.
Animal
Marcas*
Decor.
861
S. III a.C.
Muralla Este
Talud final
muralla
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
874
Ss. IV-III a.C
Silo 145
-
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Ovicaprino
A/P/Pr
No
906
Ss. IV-III a.C
Dep. 1
E-III
III.6.4. Colgante (?) Diáfisis/Epí- Meso/Macromafisis
míf.
V/C/P/Pr
No
910
Ss. IV-III a.C
Muralla Este
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
911
S. III a.C.
Camino 2,
Hab. Izq.
E-I
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
915
S. III a.C.
Camino 2
E-III
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
918
S. III a.C.
Zona central
E-II
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
921
S. III a.C.
Al lado
muralla Este
E-I
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/C/V/Ab
No
923
Ss. IV-III a.C
Dep. 15
E-III
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
P/V/Pr
No
924
S. IV a.C.
Pedrera
E-V
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
931
Fin. s. V a.C.
Pedrera,
final NE
Sobre la
roca
III.9.1. Placa o
aplique
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/A/C
Sí
950
Ss. VI-V a.C.
Calle F
E-II
III.2. Obj.
biselado (?)
Candil
Ciervo
-
No
1004 S. IV a.C.
Dep. 8
E-IV
III.4.1. Mango/
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamíf.
Ab/A
No
1269 1ª m. s. IV a. C.
Zona central
E-III
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
V/A/Pr
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
das hacia delante, portando sobre la cabeza el klaft o nemes
real, pañuelo egipcio de tela rayada, y un pectoral representado por medio de cuatro líneas curvas y seis pequeños triángulos incisos que podrían representar colgantes. Se trataría de
una esfinge alada, aunque se encuentra fragmentada y solo se
conserva el arranque del ala derecha (Aubet 1973: 63; Padró
1983: 75 y lám. XLVII). El motivo de la esfinge es recurrente
en la iconografía oriental y aparece en otras piezas de hueso y
marfil en la península ibérica, como en el peine de marfil del
Acebuchal (Le Meaux 2006: fig. 3) o en la placa recuperada
en el hipogeo XXIII de la necrópolis púnica de El Puig des
Molins (Ibiza) (Aubet 1973: 60) (fig. 5.41b), identificada como
un fragmento de la parte delantera de una esfinge representada
de perfil datada a finales del s. VI a.C. Se interpretó como una
placa de marfil (Aubet 1973), sin embargo, en su cara dorsal se
observan rastros del tejido esponjoso propio del hueso (ficha
CERES 04172). El trabajo de talla de la silueta de la pieza,
así como la decoración incisa: el detalle del ojo, el klaft, la
boca… es más minucioso en la pieza de El Puig des Molins,
sugiriendo un grado inferior de saber hacer en la ejecución de
la pieza del Puig de Sant Andreu. ¿Podría ello indicar que se
trata de una copia indígena de un modelo orientalizante? Aubet
relaciona ambas piezas con el mundo púnico, señalando que es
posible que la pieza del Puig de Sant Andreu llegara a través
del comercio con la isla de Ibiza (1973: 64). Asimismo, cabe
señalar otro paralelo documentado en el complejo monumental
C1/tumba 26-27-28 de la necrópolis púnica de Cádiz (s. VI s. V a.C.) (Pisano 1993: 63 y fig. 1.a), donde se recuperó un
0950
15x
Figura 5.39. Pieza indeterminada 0950.
fragmento de la mitad inferior de una placa de hueso con forma
de esfinge muy similar en la decoración y ejecución a la del
Puig de Sant Andreu que también nos remitiría de forma clara
a esa influencia fenicio/púnica (fig. 5.41a).
73
[page-n-91]
0931
Figura 5.40. Esfinge de hueso del
Puig de Sant Andreu. Fotografía
cara frontal: MAC-Ullastret.
Figura 5.41. a) Esfinge de la
necrópolis de Cádiz. b) Esfinge
de Puig dels Molins (adaptado de
Pisano 1993: fig. 1).
Piezas similares, pero con otros motivos figurados, son
conocidas en el mundo etrusco. Algunas han sido interpretadas como marcas de reconocimiento de hospitalidad, tanto por
resultar fácilmente intercambiables como por contar, en algunos casos, con inscripciones incisas, como la placa de marfil
tallada con forma de león datada en la segunda mitad del s.
VI a.C. y depositada en el Antiquarium Comunale de Roma
(Camporeale 1995: 44).
Entre las piezas del s. IV - s. III a.C. distinguimos (fig. 5.42):
- Un mango con talón y nervio recto que, en el extremo distal, presenta dos perforaciones circulares de 1,5 mm
de diámetro cada una en los que se insertarían unos pequeños clavos que afianzarían la hoja metálica no conservada
(0923). Recuerda al mango con talón recuperado en el Camp
Triangular (0898) (fig. 5.38).
- La pieza 0906, realizada sobre hueso, se corresponde con
la parte superior de un tipo de útil compuesto, habitual en cronologías romanas, interpretado como bulla o colgante (fichas CERES 20557 o 37883) o como pequeño contenedor de cera (Adkins y Adkins 2004: 229; Milovanović y Raičković Savić 2013).
Ejemplares similares se realizaban también en metal, con ligeras
variaciones en forma y decoración. Dentro de la pieza, formada por dos partes móviles unidas por un eje superior fijo, podrían guardarse diferentes sustancias como cabello, hierbas
medicinales, piedras o amuletos, a modo de protección y adorno según esta primera interpretación; o los sellos de cera relacionados con la práctica de la escritura de acuerdo con la segunda
opción. En cualquier caso, la pieza sería atada y colgada a través
de las perforaciones que presenta. Piezas iguales a esta han sido
recuperadas en enclaves como Numancia, Ampurias, Ensérune,
el ágora de Atenas, Corinto o Delos (Božič 1998: 145) o en el
Cabeço de Mariola (Grau y Segura 2021: fig. 5.38).
- Cinco cuentas circulares de hueso (0861, 0910, 0911,
0915, 0918).
- Una aguja con una perforación circular a la que le falta el
extremo distal (0924).
74
- Un mango cilíndrico realizado sobre un candil de asta
de ciervo que conserva inserto parte del vástago de un útil
del hierro (0921).
- Un mango de hueso (III.4.1.2) que todavía enmanga la
hoja completa de un cuchillo u hoz de hierro. Tiene insertos
unos pequeños clavos de hierro que permiten fijar la hoja metálica. La longitud total del útil es de 23,2 cm (forma parte de las
colecciones del MAC-Girona).
- Un artefacto que puede intepretarse tanto como un mango
cilíndrico (III.4.1.2) o como un tubo realizado sobre una diáfisis
de mesomamífero (III.4.3.1), probablemente de Canis familiaris (1004).
Otras áreas
En el Hort de les Estrelles, uno de los sondeos realizado en la vertiente este del yacimiento, junto al torrente de Salsá (Oliva 1970:
86) y en los trabajos realizados en 1968 delante del Pou del Glaç
(fig. 5.27) se recuperaron dos cuentas circulares de hueso (0866,
0916). Ambas tienen medidas casi idénticas: 2,2 x 0,5 cm y perforación de 0,7 cm de diámetro para la primera y de 0,6 cm para
la segunda. Este tipo de piezas ofrecen medidas muy regulares,
apuntando a la estandarización. Por otro lado, recogemos también
un hallazgo casual, sin ubicación, de una taba derecha de ovicaprino con las caras lateral y medial regularizadas y perforación central de 0,5 cm de diámetro (0900) (tipo C2) (tabla 5.14 y fig. 5.43).
5.6.2.2. Excavaciones desde la década de los noventa del s. XX
hasta la actualidad
Nos centraremos, a continuación, en los trabajos y en las piezas
recuperadas en las excavaciones llevadas a cabo en el Puig de
Sant Andreu bajo la dirección de A. Martin, G. de Prado y F.
Codina entre la década de los noventa del s. XX y la actualidad. Seguiremos el mismo criterio utilizado hasta el momento,
presentando los hallazgos en función de las zonas en las que
fueron recuperados.
[page-n-92]
1269
0906
0861
0874
0921
0910
0911
0915
0918
1004
0923
0924
Figura 5.42. Objetos terminados del Istme, ss. IV-III a.C.
Tabla 5.14. Industria sobre materias duras animales documentada en otras áreas.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
866
S. III a.C.
Hort de les Estrelles
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
900
S. III a.C. (?) Hallazgo casual
VI. Astrágalo trab.
Astrágalo
Cabra
Ab/Pr
No
916
S. III a.C.
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
Delante Pou del Glaç
* Marcas de trabajo: Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0866
0900
0916
Figura 5.43. Piezas recuperadas en otras áreas de las excavaciones antiguas.
75
[page-n-93]
Zona 13
La zona 13 es una de las principales vías de comunicación del
oppidum, alcanza los 4 m de ancho y dispone de tramos pavimentados con cantos rodados y piedras y un sistema de recogida
y evacuación del agua de lluvia (Martin et al. 2004: 274). Con
anterioridad a la reurbanización de la puerta 1 comunicaba esta
entrada con la puerta 4 (Martin et al. 2004: 266) (fig. 5.27).
En el sector 1, en la UE 13017 (s. IV - s. III a.C.), se recuperó un asta de Cervus elaphus obtenida por la caza del animal
(54,2 cm de longitud; 7 cm anchura máxima; 5 cm de grosor).
Se trata de un ejemplo perfecto de matriz (1069) (fig. 4.1). En la
base del cráneo presenta marcas de al menos seis cortes realizados con un útil metálico, tipo hacha. Se ha eliminado la luchadera y se han aserrado los candiles y la percha en su parte distal.
Además, en el centro de la cuerna conserva evidencias de la
sustracción de posibles cuentas circulares, como la pieza 0864
documentada en el corte J del Camp Alt Sagrera (fig. 5.33). Los
cortes en el cráneo para separar la cuerna, el aserrado de los
candiles y el negativo de la extracción de esos soportes en la
parte central reflejan, en una única pieza, diferentes pasos de la
cadena de manufactura de esta materia prima.
Zona 14
Conjunto arquitectónico de forma trapezoidal alargada, con una
superficie de 1023,50 m2. Adosado a la muralla occidental por
su parte oeste, delimitado por la calle 13 al este, la calle 15 al
norte y por un área sin excavar al sur (Martin et al. 2004: 266)
(fig. 5.27). Se trata de una construcción con una organización y
distribución interna complejas, formada por diferentes sectores
o unidades funcionales que presentan un alto grado de especialización, estructuradas en torno a patios y espacios de circulación abiertos (Martin 2012: 23). Se debe poner en relación con
la zona 15 de la Illa d’en Reixac, ya que ambos espacios han
permitido definir un tipo de edificio de gran superficie y planta
compleja vertebrada en función de uno o más patios de medidas
considerables (Martin et al. 2004: 280).
En esta zona hemos documentado 47 piezas realizadas sobre materias duras de origen animal: 15 objetos terminados, 12
restos del trabajo del hueso, el asta y el cuerno (tabla 5.15) y 20
astrágalos modificados (tabla 5.16).
Entre los objetos terminados documentamos (fig. 5.44):
- Siete mangos: seis manufacturados en asta (0890, 0892,
1067, 1109, 1110, 1112) y uno sobre hueso (0872). Entre ellos
destaca, por los motivos decorativos que presenta, el ejemplar
0890, un mango cilíndrico de cuidada factura. Ha sido aserrado
por ambos extremos y totalmente pulido por su parte externa.
En el extremo proximal cuenta con un corte en V para insertar
la hoja metálica de un posible cuchillo. Para afianzar la hoja se
realizaron cuatro perforaciones de 0,45 x 0,4 cm, enfrentadas
dos a dos, en las que se insertaron clavos de hierro (dos de ellas
todavía los conservan). Esta pieza fue recuperada en el sector
25, una estancia anexa a la entrada meridional al conjunto arquitectónico de la zona 14 que parece asociarse a una actividad
de culto (Martin et al. 2004: 275).
- Dos fragmentos mesiales y distales de objetos apuntados
de hueso (1117, 1153). La pieza 1153 presenta marcas de un
ligero esquirlado en la parte activa.
- Dos cuentas de hueso circulares (0966, 1157) recuperadas
en los sectores 3 y 10, respectivamente.
76
- Una posible bisagra, singular en el registro ibérico (0870),
realizada sobre parte de una percha de Cervus elaphus aserrada y vaciada, decorada por la parte externa con diez incisiones paralelas y que cuenta con dos perforaciones de 0,6 x
0,5 cm (0870).
- Dos placas o apliques decorativos: la pieza 1071 fue recuperada en la revisión de la fauna, los motivos apenas resultan perceptibles de visu, pero con su revisión microscópica se
puede distinguir que, en la cara dorsal, tiene motivos incisos
en forma de retícula que seguramente se realizaron para adherir la pieza a otra superficie. En la cara frontal, en uno de
los extremos, está ornamentada con trazos ondulados en los
que resulta complejo discernir un motivo concreto (fig. 5.45).
Nos planteamos si, debido a que no parece terminada y a la
escasa visibilidad de su decoración, no se trataría de una pieza
descartada o de una prueba de la decoración a realizar en otra
pieza o superficie, por lo que podría representar un proceso de
aprendizaje. Por su parte, la pieza 0908 es una placa realizada
sobre diáfisis de macromamífero totalmente modificada, con
una factura y decoración cuidadas. Fue realizada para ser vista
por su cara frontal, posiblemente iría insertada en otra materia
prima, formando parte de un objeto compuesto (como podría
ser una caja o un mueble de madera). Tiene tres ovas completas
incisas y parte de otras dos en los extremos que arrancan de
la base de una moldura (bajorrelieve). Varias placas decoradas
con motivos de ovas se han recuperado también en la necrópolis de Puig de Serra (Martin y Genís 1993: fig. 26). Se trata de
un motivo habitual también en placas ornamentales de época
romana (Béal 1983: 362, lám. XIX).
- Una pieza indeterminada: hemos clasificado la pieza 0909
como objeto indeterminado debido a que desconocemos su funcionalidad y su presencia resulta prácticamente un unicum en
el registro ibérico. Fue descubierta en el sector 10, habitación
en el ángulo noreste de la zona 14, a la que presumiblemente
solo se podría acceder desde la calle 13 a través de un acceso
porticado (sector 30) y que podría haber servido como espacio
de almacenaje (Martin et al. 2004: 271) (fig. 5.46). Las dimensiones de la pieza son: 10,3 cm longitud; 9,3 cm anchura; 2,8 cm
grosor. Tiene forma de una gran placa de hueso recta en un extremo y semiredondeada en el contrario. Presenta señales de la
acción del fuego en una de sus caras. Por sus dimensiones y por
la revisión macroscópica de las trabéculas y del canal esponjoso consideramos que se trata de una pieza realizada sobre un
hueso de ballena1, posiblemente una costilla. Bernal-Casola et
al. (2016) recogen en un trabajo evidencias de piezas manufacturadas sobre huesos de cetáceos en asentamientos del Mediterráneo occidental desde el Paleolítico Superior hasta la Edad
Media (s. IX d.C.), entre ellos destacamos por similitud cronológica y cercanía geográfica los diferentes útiles realizados
sobre costillas y vértebras de ballena que se han documentado
en Lattara (Hérault, Francia) (Bernal-Casalosa et al. 2016: 917921). Útiles de características similares a la pieza del Puig de
Sant Andreu, robustos, manufacturados sobre huesos de ballena
y cuyos usos son desconocidos han sido también documentados en el yacimiento de la Edad del Hierro de Broch of Burrian
(North Ronaldsay, Escocia) (MacGregor 1974: 86 y fig. 14).
1
Asimismo, los especialistas Ricard Marlasca y Marianne Christensen
están de acuerdo con esta identificación (comunicación personal).
[page-n-94]
Tabla 5.15. Evidencias de trabajo y piezas terminadas de la zona 14.
ID
Cronología
Ubicación
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
380
S. III a.C.
S-12
14188
I. Matriz
Cuerna
Ciervo
C/A
No
870
S. IV a.C.
S-28
14863
III.4.5. Bisagra
Percha o candil
Ciervo
A/V/Pr
Sí
872
2ª m. s. III a.C.
S-9
14743
III.4.1. Mango (?)
Metápodo
Ovicaprino
A/P
No
890
2ª m. s. III a.C.
S-25
14228
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
A/P/Pr
Sí
892
2ª m. s. III a.C.
S-8
14996
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/P/V/C
No
895
2ª m. s. III a.C.
S-9
14755
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
No
908
S. III a.C.
S-11
14272
III.9.1. Placa o
aplique
Diáfisis
Macromamíf.
A/P/Pr
Sí
909
S. IV a.C.
S-10
14877
III.10. Indeterm.
Costilla (?)
Ballena ind.
A
No
966
2ª m. s. IV a.C.
S-3
141046
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
967
2ª m. s. IV 1ª m. s. III a.C.
S-3
141227
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1066 S. III a.C.
S-16
14233
V. Desecho
Percha y roseta
Ciervo
A/C
No
1067 2ª m. s. III a.C.
S-12
14268
III.4.1. Mango (?)
Candil
Ciervo
A/C/V
No
1071 2ª m. s. III a.C.
S-28
14381
III.9.1. Placa
o aplique
Hueso plano
Meso/
Macro mamífero
Sí
1072 2ª m. s. III a.C.
S-1
14472
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1073 2ª m. s. III a.C.
S-16
14512
II. Soporte
Percha
Ciervo
A
No
1076 2ª m. s. III a.C.
S-28
14703
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/C
No
1086 2ª m. s. IV 1ª m. s. III a.C.
S-3
141216
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1103 2ª m. s. III a.C.
S-5
14496
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
1109 2ª m. s. III a.C.
S-8
141163
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
Ab/P/Pr
No
1110 2ª m. s. IV 1ª m. s. III a.C.
S-9
14766
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
-
Sí
1111 2ª m. s. III a.C.
S-9
14743
V. Desecho
Parte craneal y
arranque asta
Corzo
A/Pe
No
1112 2ª m. s. III a.C.
S-9
14743
III.4.1. Mango
Percha o candil
Ciervo
P/A/C/F
No
1117 1ª m. s. IV a.C.
S-28
14732
III.1. Obj. apuntado
Fíbula
Cerdo
Ab/P
No
1119 2ª m. s. IV a.C.
S-28
14703
II. Soporte
Cabeza femoral
Bóvido
A
No
1153 -
S-12
14267
III.1. Obj. apuntado
Percha o candil
Ciervo
C
No
1157 S. III a.C.
S-10
14645
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
1158 2ª m. s. IV a.C.
S-9
14743
V. Desecho
Candil
Ciervo
F
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Los huesos de cetáceos pueden ser aprovechados de forma
oportunista de animales varados en las playas. Se ha prestado
poca atención a la interacción con los cetáceos en los yacimientos arqueológicos y, sin embargo, de este tipo de animales se
pueden obtener diferentes productos valiosos, como carne, aceite o los propios huesos (Bernal-Casalosa et al. 2016: 924-925).
Por otro lado, las 12 piezas en proceso de elaboración identificadas en la zona 14 se corresponden con una matriz, dos
soportes y nueve desechos de manufactura hallados entre los
sectores 1, 3, 5, 9, 12, 16 y 28 (tabla 5.15 y fig. 5.46).
En los sectores 1 (1072), 3 (0967 y 1086) y 5 (1103) documentamos fragmentos de clavijas óseas de bóvidos con marcas
de aserrado, probablemente para el aprovechamiento del estu-
che córneo (fig. 5.47). En el sector 12 se recuperó una matriz de
asta de ciervo muy fragmentada con marcas de extracción por
cortes y aserrado de la luchadera y el candil de hierro (0380)
(tabla 5.15, no se incluye fotografía). En el 16 fue hallada la
parte distal de otra cuerna de ciervo con marcas de desbastado
en la roseta, se trata de una cornamenta de desmogue de un
individuo joven (1066) y un fragmento de la luchadera de otra
con aserrado longitudinal y abrasión en la parte externa, conformando un soporte para obtener una posible varilla (1073)
(fig. 5.47). Las tres piezas son evidencias claras del trabajo del
asta de ciervo halladas en el área integrada por los sectores 12,
15, 16 y 17 que fue interpretada como un posible taller metalúrgico (Martin et al. 2004: 272).
77
[page-n-95]
0870
0966
0908
0872
1071
1157
0892
1067
0890
1117
1109
1153
0909
1110
1112
Figura 5.44. Piezas terminadas de la zona 14.
En el sector 9, un espacio doméstico probablemente de cocina (Martin et al. 2004: 271) (fig. 5.46), se recogieron también tres
evidencias del trabajo de la cuerna: un fragmento con parte del
hueso del cráneo y del arranque del asta de un ejemplar de Capreolus capreolus con marcas claras de aserrado en la percha, para separarla y poder utilizarla (1111), y dos fragmentos de los extremos
distales de dos candiles de ciervo (0895 y 1158) (fig. 5.47). Además, se recuperaron tres mangos (0872, 1110 y 112) (fig. 5.44).
78
En el sector 28 se hallaron las únicas dos evidencias del
trabajo del hueso en la zona 14: una cabeza femoral aserrada de bóvido que podría corresponderse con una pieza en
proceso de elaboración (1119) y una diáfisis de hueso largo de macromamífero con marcas de cortes y de abrasión
(1076) (fig. 5.47). En este espacio se recuperaron también un fragmento mesial de un objeto apuntado realizado sobre fíbula de Sus domesticus (1117), una posible bi-
[page-n-96]
Figura 5.45. Detalle caras frontal dorsal de la decoración de la pieza 1071 (20x).
Figura 5.46. Distribución de la industria sobre materias duras animales en la zona 14.
79
[page-n-97]
0895
0967
1066
1072
1073
1076
1103
1086
1111
1119
1158
Figura 5.47. Desechos y soportes de trabajo de la zona 14.
sagra de asta de ciervo (0870), un fragmento de placa decorada quizás descartada o en proceso de trabajo (1071)
(figs. 5.44 y 5.45) y dos astrágalos trabajados de ovicaprino
(tabla 5.16). Se trata del sector del yacimiento con una concentración mayor de objetos manufacturados sobre materias
duras animales (fig. 5.46).
Por tanto, en este complejo arquitectónico se han registrado evidencias del proceso de trabajo de astas, tanto de ciervo
como de corzo, de cuernos de bóvidos y también de huesos
de macromamíferos.
80
Por último, para la zona 14 nos queda hacer alusión a los
veinte astrágalos trabajados identificados (tabla 5.16 y fig. 5.48).
Cuatro de ellos están perforados, con orificios circulares en la
parte central de las caras plantar y dorsal de 0,3 cm de diámetro
(0378, 1068, 1070, 1083). A nivel taxonómico encontramos dos
astrágalos de Bos taurus, ambos derechos (0379 y 1077); uno
de Sus sp. (1084) con marcas de abrasión en la cara medial y
el resto de Ovis aries o Capra hircus, siendo entre ellos el tipo
C1, con las caras laterales y mediales modificadas por abrasión
o cortes, el más habitual.
[page-n-98]
Tabla 5.16. Astrágalos de la zona 14. Las medidas se expresan en cm.
ID
Cronología
Ubicación
Tipo
Lateralidad
Animal
Longitud
Anchura
Grosor
378
300-200 a.C.
S-12
C2
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,6
1,3
379
250-200 a.C.
S-15
C1
Derecha
Bovino
5,6
2,8
3
1068
250-200 a.C.
S-15
C2
Izquierda
Ovicaprino
3
1,7
1,5
1070
300-200 a.C.
S-13
C2
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,6
1,6
1075
350-250 a.C.
S-3
C1
Derecha
Ovicaprino
2,7
1,7
1,4
1077
350-250 a.C.
S-4
C5
Derecha
Bovino
5,5
2,9
2,8
1078
350-250 a.C.
S-31
A1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,8
1,6
1079
400-300 a.C.
S-10
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,8
1,6
1080
350-300 a.C.
S-8
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,6
1,7
1,5
1081
350-300 a.C.
S-4
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,6
1,5
1082
350-300 a.C.
S-4
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,8
1,5
1,4
1083
300-200 a.C.
S-11
C2
Izquierda
Ovicaprino
2,75
1,65
1,45
1084
350-300 a.C.
S-22
B1
Izquierda
Cerdo/Jabalí
4
2,1
2
1085
350-300 a.C.
S-8
C1
Derecha
Ovicaprino
2,9
1,6
1,4
1107
350-300 a.C.
S-8
C1
Izquierda
Ovicaprino
3
1,6
1,5
1108
350-300 a.C.
S-8
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,6
1,7
1113
300-200 a.C.
S-11
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,7
1,4
1114
300-200 a.C.
S-11
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,6
1,3
1116
400-350 a.C.
S-28
C1
Derecha
Ovicaprino
2,8
1,8
1,6
1118
400-350 a.C.
S-28
A1
Izquierda
Oveja
3,2
1,9
1,6
En palabras del equipo de excavación: “A la zona 14 del Puig
de Sant Andreu s’han documentat activitats de caràcter domèstic,
artesanals a petita escala i d’emmagatzematge i transformació de
productes alimentaris. Al mateix temps s’hi van realitzar activitats
que tenen relació amb el funcionament de la muralla i per tant amb
la defensa de l’oppidum. També són importants per a definir la
seva funció els nombrosos actes rituals que s’hi relacionen” (Martin et al. 2004: 275). Las actividades rituales incluyen ofrendas de
fauna, fundamentalmente de ovicaprinos y perros; así como la
exposición en las fachadas de cabezas cortadas de enemigos ajusticiados junto con restos de armamento (Martin 2004: 275; Prado
y Rovira 2015). Consideramos que, tras las evidencias expuestas,
dentro de esas actividades artesanales a pequeña escala a las que
se hace alusión deben incluirse la manufactura del asta, del cuerno
y del hueso.
Zona 15
Eje de comunicación entre la torre 4 y la parte norte de la zona 14
(Martin et al. 2004: 266) (fig. 5.27). En esta calle se han documentado tres piezas (tabla 5.17 y fig. 5.49). Un posible mango manufacturado sobre asta de ciervo (0368) que en la parte
externa presenta incisiones semiprofundas con perfiles en V
que parecen actuar como decoración: líneas rectas aisladas y
que se entrecruzan. En uno de los 13 fragmentos conservados
de la pieza se aprecia una mancha circular de hierro (0,2 cm
de diámetro). Podría tratarse de un pequeño clavo incrustado,
sin embargo, resulta complicado asegurarlo ya que el artefacto
se encuentra muy alterado por la fragmentación y por procesos tafonómicos. Por otro lado, se recuperaron dos fragmen-
tos de un posible desecho o soporte de asta de ciervo (0367)
y un fragmento de un útil apuntado, seguramente de un alfiler
por su forma y sección circular, al que le falta el extremo proximal (0899).
Zona 16
La zona 16 está situada al norte de la zona 14, adosada a la
muralla, separada de esta por la calle que da acceso a la torre 4
(zona 15). Cuenta con un patio enlosado y los niveles excavados
manifiestan una cronología de la 1ª mitad del s. IV a.C. y algunas estructuras descontextualizadas ya que la zona fue parcialmente arrasada por las tareas modernas de acondicionamiento
de la colina para el cultivo, por lo que su interpretación resulta
problemática (Martin et al. 2004: 266) (fig. 5.27).
Se han recuperado dos piezas terminadas, tres desechos de
trabajo del asta y del cuerno (fig. 5.50) y un conjunto de diez
astrágalos trabajados (tablas 5.18 y 5.19).
La pieza 1105 es un metatarso izquierdo de oveja al que se le
ha eliminado la epífisis proximal y se ha vaciado parcialmente para
que pudiera actuar como elemento receptor; se trata del subtipo de
mango que mantiene la forma natural del soporte (III.4.1.1). Por su
parte, 1106 es un fragmento de un mango realizado sobre la percha
o el candil de un asta de ciervo. Hemos documentado dos clavijas
óseas de Capra hircus aserradas en su parte proximal, para la obtención del estuche córneo (1064, 1065) y un soporte de cuerna de
ciervo, con marcas de aserrado en la parte de la luchadera y cortes
tanto en la roseta como en la parte superior de la percha que parecen evidenciar un acondicionamiento de la materia prima antes de
la extracción de soportes (0430) (fig. 5.50).
81
[page-n-99]
0379
1077
0378
1068
1070
1075
1078
1079
1080
1081
1082
1084
1083
1085
1107
1108
1113
1114
1116
1118
Figura 5.48. Astrágalos trabajados de la zona 14.
Tabla 5.17. lndustria de hueso y asta de la zona 15.
ID
Cronología
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
367
Ss. IV-III a.C.
15001
II. Soporte/V. Desecho
Percha o candil
Ciervo
A/F
No
368
Ss. IV-III a.C.
15001
III.4.1. Mango (?)
Percha
Ciervo
C
Sí
899
S. III a.C.
15008
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; P-Pulido.
82
[page-n-100]
0368
0367
0899
Zona 18
La zona 18 se corresponde con las habitaciones construidas adosadas a la muralla a la altura de la torre 5, al sur de la zona 20
(escalera 17) y al norte del Camp Triangular (Casas et al. 2002:
238) (fig. 5.27). En esta zona solo hemos documentado una pieza recuperada en el sector 1. Se trata de un astrágalo izquierdo
de ovicaprino con marcas de abrasión en las caras lateral, medial y dorsal (tipo E1), además parece presentar evidencias de
desconchado, quizás provocado por su uso, en las partes más
elevadas de las caras dorsal y plantar (fig. 5.51).
Zona 22
En la zona 22 solo se ha diferenciado un sector (sector 1)
(fig. 5.27). En él, en la UE 22074 datada entre los s. V - s. IV a.C.,
se recuperaron tres pequeñas cuentas circulares de hueso con
unas medidas de 0,9 cm de diámetro y 0,4 cm de grosor, con
perforación central de 0, 45 cm (1150, 1151, 1152) y, en la UE
22073 un astrágalo izquierdo de ovicaprino con marcas de abrasión en sentido diagonal en la cara plantar y una perforación
central de 0,2 cm de diámetro (tipo H2). Por su parte, en los
niveles del s. III a.C., en la UE 22024 documentamos un alfiler
y un fragmento de un objeto apuntado. El alfiler 0902 presenta
un remate plano sin cabeza diferenciada (III.1.2.1), tiene 9,8 cm
de longitud y una pequeña perforación circular bicónica (realizada desde ambas caras) en el extremo proximal de 0,2 cm de
diámetro. Asimismo, en el extremo distal presenta evidencias
de embotamiento por su utilización. Está decorado con motivos
geométricos de líneas horizontales y aspas por los cuatro lados.
El fragmento apuntado se corresponde con la parte mesial de una
fíbula de Sus domesticus (1104) con ligeras marcas de abrasión,
seguramente se trataría de un punzón (tabla 5.20 y fig. 5.52).
Figura 5.49. Piezas de la zona 15.
0430
Zona 25
La zona 25 se encuentra al este de la zona 14, separada de esta
por el espacio de circulación de la zona 13 (fig. 5.27). En ella,
en el estrato superficial UE 25001 (Codina et al. 2006: 182),
se recuperó un astrágalo derecho de ovicaprino con una perforación central circular de 0,3 cm de diámetro (tipo G1) (1074)
(fig. 5.51).
1105
1065
1064
1106
Figura 5.50. Piezas de la zona 16.
El conjunto de diez astrágalos trabajados fue hallado en la
UE 16037 del sector 3, junto a otros cinco astrágalos naturales
de ovicaprinos (cuatro derechos y uno izquierdo). La mayoría
de las tabas presentan las caras lateral y medial modificadas mediante abrasión (tipo C1), cuatro de ellas, además, están perforadas (tipo C2). Tan solo 0432, el único astrágalo de cerdo del
conjunto presenta otro tipo de alteraciones, la cara lateral modificada en sentido diagonal y recto en las caras dorsal y plantar
(I1) (tabla 5.19).
Zona 30
En la zona 30 localizada al norte de la puerta 1 (fig. 5.27), en la
parte exterior del poblado, en la UE 30008 del sector 1 (s. IV s. III a.C.) se recuperó un mango incompleto y fragmentado en
cuatro partes (1063). Está manufacturado sobre asta de ciervo
y presenta evidencias de una abrasión muy marcada por toda la
parte externa (fig. 5.53).
Zona 32
Zona situada al este de la zona 30, intramuros del oppidum
(fig. 5.27). En ella se recuperó una pieza pseudotriangular perforada realizada sobre la parte central de un asta de ciervo, aserrada longitudinal y transversalmente (0896) (fig. 5.54). Cuenta
con una perforación en cada uno de los extremos conservados
de 0,9 cm de diámetro, con evidencias de desgaste por uso. Fue
recuperada en la UE 32003, con una cronología del s. III a.C.
Sondeo 5
El sondeo 5 se realizó extramuros en perpendicular a la muralla occidental de la zona del Istme (Codina y Prado 2018b:
fig. 5) (fig. 5.27). Forma parte de las intervenciones arqueoló83
[page-n-101]
Tabla 5.18. Piezas terminadas y desechos de trabajo de la zona 16.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
430
1ª m. s. III a.C. - s. II a.C.
S-3. UE 16033
V. Desecho
Percha y luchadera
Ciervo
C/A
No
1064 S. IV a.C.
S-6. UE 16045
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
1065 S. IV a.C.
S-6. UE 16043
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
1105 Ss. IV-III a.C.
S-2. UE 16007
III.4.1. Mango (?) Metatarso izq.
Oveja
Ab/C/V
No
1106 Ss. IV-III a.C.
S-2. UE 16026
III.4.1. Mango
Ciervo
Ab/C
No
Percha o candil
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-abrasión.
Tabla 5.19. Astrágalos de la zona 16. Las medidas se expresan en cm. *0428 presenta restos en la parte superior de la cara dorsal de una
arandela de hierro que atravesaría la perforación de la pieza.
ID
Cronología
Ubicación
Lateralidad
Tipo
Animal
Longitud
Anchura
Grosor
422
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C1
Ovicaprino
2,8
1,6
1,4
423
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C1
Ovicaprino
2,9
1,7
1,3
424
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Izquierda
C1
Ovicaprino
2,5
1,6
1,4
425
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Izquierda
C1
Ovicaprino
2,9
1,7
1,5
426
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C2
Ovicaprino
2,8
1,6
1,5
427
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C2
Ovicaprino
2,9
1,8
1,5
428
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Derecha
C2*
Ovicaprino
2,7
1,7
1,5
429
250-150 a.C.
S-3. UE 16037
Izquierda
C2
Ovicaprino
2,7
1,7
1,5
431
250-150 a.C.
S-3. UE 16031
Izquierda
C1
Ovicaprino
2,9
1,7
1,6
432
250-150 a.C.
S-3. UE 16031
Derecha
I1
Cerdo
3,4
1,75
1,7
Tabla 5.20. Industria sobre materias duras animales de la zona 22.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
902
S. III a.C.
S-1. UE 22024
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
Sí
1104 S. III a.C.
S-1. UE 22024
III.1. Obj. apuntado
Fíbula
Cerdo
Ab
No
1115 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22073
VI. Astrágalos trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab/Pr
No
1150 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22074
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
1151 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22074
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
1152 Ss. V-IV a.C.
FS-127. UE 22074
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
* Marcas de trabajo: Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0902
0369
1104
1150
1151
1152
1074
1115
Figura 5.51. Tabas de las zonas 18
(0369) y 25 (1074).
84
Figura 5.52. Piezas de la zona 22.
[page-n-102]
0896
Figura 5.54. Pieza pseudotriangular de la zona 32.
Figura 5.53. Pieza 1063 de la zona 30. Foto: Víctor Chaos López.
gicas llevadas a cabo en el Puig de Sant Andreu desde el año
2013 con el objetivo de definir el foso de defensa del oppidum
identificado a raíz de dos tomografías de resistividad eléctrica
3D realizadas en el año 2012 (Codina y Prado 2018b); trabajos
de gran envergadura que actualmente continúan en proceso de
excavación e investigación.
En los niveles de relleno de finales del s. III a.C. del foso
se recuperaron seis piezas de asta y cuerno que posiblemente
fueron descartadas (tabla 5.21): una pieza biapuntada de factura poco cuidada y con marcas de embotamiento en ambas
puntas realizada sobre asta de ciervo (1093); el fragmento
distal de un candil con marcas de aserrado y flexión (1091)
y cuatro clavijas óseas de Capra hircus y Bos taurus (fig.
5.55). Todas ellas presentan marcas de aserrado, pero resulta
especialmente significativo el ejemplar 1097 que cuenta además en el extremo proximal con una perforación circular de
0,5 cm de diámetro. Se trata de una pieza excepcional ya que
corrobora diferentes técnicas de trabajo sobre los cuernos de
bóvidos y quizás, ligado a ello, diversos usos; ya que en este
caso es la propia clavija ósea la que parece que ha sido intencionadamente modificada, no solo para obtener el estuche
córneo. No hemos documentado ninguna otra pieza de cuerno, en los poblados ibéricos estudiados, con perforaciones en
la clavija ósea.
Zona 41
La zona 41 se corresponde con el foso de defensa del Puig
de Sant Andreu por su parte oeste; como hemos señalado, se
encuentra actualmente en proceso de excavación (fig. 5.27).
Entre las campañas de 2016 y 2018 se han recuperado seis piezas manufacturadas sobre materias duras de origen animal entre
los sectores 1 y 3, que se corresponden con las estructuras construidas en su interior en el s. III a.C. (tabla 5.22).
Hemos documentado tres desechos de manufactura de cuerno de Capra hircus (1098) y de asta de Cervus elaphus (1099,
1100); un soporte de trabajo en mal estado de conservación
realizado también sobre asta de ciervo (1102) y un astrágalo
izquierdo de Bos taurus con marcas de abrasión en las caras
lateral y medial (tipo C1) (1101) (fig. 5.56).
Asimismo, en el sector 3, en la campaña del 2018 se recuperó una pieza de marfil (0365): un peine sencillo, con una
hilera de dientes, rectangular y de puente recto (III.5.1.2)
(fig. 5.57). Está realizado sobre marfil de elefante. Se encuentra
incompleto (longitud conservada 5,1 cm; anchura 3,7 cm; grosor máx. 0,5 y mín. 0,1 cm), pero tras su restauración cuenta con
24 dientes con sección triangular en el arranque y circular en el
extremo distal, cuatro de ellos completos (longitud de 1,5 cm).
Conserva solo una de las dos patas que protegerían los dientes,
la parte más frágil de la pieza, que está decorada con cuatro
líneas incisas que forman un motivo en zigzag. En ambas caras,
el cuerpo o parte central cuenta con tres motivos en espiral, y un
pequeño friso delimitado por cinco líneas paralelas horizontales
(dos y tres) que encierran un cuerpo de rectángulos incisos divididos por su diagonal y separados entre sí por una línea vertical.
Otras tres líneas horizontales cierran este friso y la decoración
central. La última de estas sirve, a su vez, de límite para la realización del aserrado de los dientes. Se observa como alguno de
ellos no alcanza o sobrepasa dicha línea, evidenciando diferentes gestos en el proceso de manufactura.
Se trata de una pieza excepcional tanto por la complejidad
técnica de su ejecución, como por la materia prima alóctona a
la península ibérica en la que está realizada y por su presencia
relativamente escasa en el registro arqueológico de época ibérica (Mata Parreño et al. 2017). En el área catalana únicamente
se han documentado otros dos peines de marfil: en la necrópolis
del Turó de dos Pins (Cabrera de Mar) (García y Roselló 1993)
y en el poblado del Puig Castellar (fig. 5.85).
Zonas 61-63
En el año 2009 se abrió una nueva zona de excavación en la vertiente meridional del Puig de Sant Andreu a unos 20 metros de distancia de la puerta 6 del oppidum y dos metros por debajo del nivel
de dicho acceso (fig. 5.27). En total, la zona excavada ocupa una
extensión de 143 m2 y fue dividida en cuatro zonas: 61, 62, 63 y 64
(Martin 2012: 65). Se ha recuperado un conjunto de cinco piezas
(tabla 5.23): una cuerna de ciervo que fue utilizada como matriz,
aserrándole los candiles (1006) (fig. 5.58); dos candiles con marcas
de aserrado (1089) y de flexión (1154); un fragmento de un posible
85
[page-n-103]
Tabla 5.21. Industria sobre materias duras animales del sondeo 5.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
1090
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
1091
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
1092
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
1093
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
III.1.3. Biapuntado
Percha o candil
Ciervo
Ab
No
1094
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
1096
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A/P
No
1097
Fin. s. III a.C.
Sondeo 5
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A/Pr
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
1094
1090
1096
1093
1092
1097
1091
Figura 5.55. Piezas recuperadas en el sondeo 5.
Tabla 5.22. Industria sobre materias duras animales de la zona 41.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
365
S. III a.C.
S-3. UE 41177
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante
Ab/P
Sí
1098
S. III a.C.
S-3. UE 41080
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A/C
No
1099
S. III a.C.
Tramo O-E. UE 41107
V. Desecho
Percha
Ciervo
A
No
1100
S. III a.C.
S-1. UE 41144
V. Desecho
Candil
Ciervo
Rn
No
1101
S. III a.C.
S-1. UE 41145
VI. Astrágalo trab.
Astrágalo
Bovino
Ab
No
1102
S. III a.C.
S-3. UE 41177
II. Soporte
Percha y roseta
Ciervo
C/A
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Rn-Ranurado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido.
1098
1102
1099
1100
1101
Figura 5.56. Piezas
recuperadas en la zona 41.
86
[page-n-104]
Figura 5.57. Peine del Puig de Sant Andreu. Imágenes de detalle (35x). A1 y A2: medidas de la anchura de los dientes
y del espacio interdental. B1 y B2: detalle de los motivos decorativos y de las marcas de abrasión sobre la pieza. B3:
Detalle de la línea incisa que serviría como límite de referencia al aserrado de los dientes. B4: Detalle de la parte distal
de los dientes, estos aparecen ligeramente redondeados, seguramente por su uso.
87
[page-n-105]
Tabla 5.23. Industria de materias duras animales de las zonas 61-63.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
1006
S. III a.C.
Z-61. Sondeo 1. UE 61001
I. Matriz
Cuerna
Ciervo
A/Pe
No
1087
S. III a.C.
Z-62. Sondeo 3. UE 62024
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
1088
S. III a.C.
Z-62. Sondeo 3. UE 63007
III.4.1. Mango (?)
Diáfisis
Macromamíf.
A
No
1089
S. III a.C.
Z-62. Sondeo 1. UE 62024
V. Desecho
Candil
Ciervo
A
No
1154
S. III a.C.
Z-63. Sondeo 1. UE 61021
II. Soporte/V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado.
Figura 5.58. Excavación matriz 1006, zona 62, sondeo 1 (Martin
2012: fig. 39).
1088
Figura 5.60. Representación de los grupos de objetos del Puig de
Sant Andreu.
1154
1089
Figura 5.59. Piezas de la zona 61-63.
88
Figura 5.61. Objetos terminados del Puig de Sant Andreu.
[page-n-106]
mango elaborado sobre hueso (1088) (fig. 5.59) y una clavija ósea
de Bos taurus muy fracturada y en mal estado de conservación (por
lo que no se incluye imagen), pero en la que se distinguen marcas
de aserrado en el extremo distal (1087).
5.6.3. breve valoración global
El yacimiento del Puig de Sant Andreu cuenta con uno de los
conjuntos más numerosos, interesante y variados de piezas manufacturadas sobre materias duras animales de época ibérica,
tanto en comparación con otros contextos de hábitat como funerarios. Se han documentado 186 piezas: 55 de ellas corresponden a diferentes pasos de la cadena de producción: matrices,
soportes y desechos; 95 objetos terminados y 36 astrágalos trabajados (fig. 5.60), estando presentes en diferentes zonas (desde
la acrópolis hasta el foso) y en niveles que abarcan desde el
s. VI al s. III a.C., siendo su presencia más habitual en la fase
del s. IV - s. III a.C.
Son los huesos de macromamíferos la materia prima más
empleada, con 109 piezas (58 %). Las astas de ciervos y de corzos (estos últimos representados por una pieza) suponen el 30 %
del conjunto con 56 objetos, fundamentalmente mangos y evidencias de las diferentes fases del proceso de manufactura. Asimismo, se han identificado también 18 desechos del trabajo del
cuerno de bóvidos (10 %), dos piezas de marfil de elefante (1 %)
y un diente de jabalí modificado (1 %).
Dentro de las piezas terminadas las bisagras son las piezas
más representadas con 24 ejemplares, 19 de ellas forman parte
del mismo conjunto documentado en el departamento 32 de la
zona Predi Nord Subirana. A continuación, destaca la presencia
de mangos y de cuentas circulares, con 22 y 20 piezas respectivamente. El resto de los objetos son menos numerosos, pero
evidencian una gran variabilidad formal y funcional (fig. 5.61).
Entre los tres objetos indeterminados expuestos debemos destacar la pieza manufacturada sobre hueso de ballena, un unicum
en el registro ibérico peninsular.
Es interesante también destacar que, de las 95 piezas terminadas del Puig de Sant Andreu, tan solo 16 (un 17 %) están
decoradas. Se trata de una proporción reducida, pero en consonancia con lo constatado en otros enclaves ibéricos.
En el oppidum de Ullastret se han documentado, en diferentes espacios, tareas artesanales como actividades metalúrgicas,
producción de materiales de construcción, elaboración cerámica,
extracción de piedras (Martin et al. 2000) o fabricación de molinos (Codina et al. 2021). Con los materiales presentados podemos asegurar que también se deberían incluir, dentro de esas
tareas artesanales, la manufactura del asta, el cuerno y el hueso,
para la elaboración de útiles y adornos que formarían parte de la
cultura material habitual del asentamiento. Si bien es cierto que
ciertas piezas o al menos ciertas materias primas como el marfil
llegarían al poblado a través de los intercambios comerciales.
5.7. LA CREUETA (QUART, GIRONA)
5.7.1. introducción al yacimiento
El poblado de la Creueta se localiza sobre la colina del Puig
d’en Rovira, en el actual municipio de Quart, al sureste de la
comarca de El Gironés (fig. 5.2). Se trata de un asentamiento
fortificado del cual se conoce parcialmente su muralla y apenas
una parte de su organización interna, debido a la poca superficie
excavada (Martin 1994: 100-101) (fig. 5.62). El conocimiento
de este asentamiento es fruto del estudio sobre el poblamiento
ibérico en el área en torno a la ciudad de Girona impulsado en la
década de los treinta y cuarenta del s. XX en yacimientos como
Sant Julià de Ramis y la propia Creueta (Riuró 1936, 1943).
Así, F. Riuró realizó en La Creueta cuatro campañas arqueológicas entre 1942 y 1949; posteriormente, según recoge A. Martin
(1994: 90), no se realizaron más trabajos de excavación debido
a una falta de permisos de la propiedad.
El estudio de los materiales cerámicos de importación ha
permitido establecer una cronología de ocupación del asentamiento desde la segunda mitad del s. V a.C. hasta el s. II a. C
(Martin 1994: 100).
5.7.2. el conjunto analizado
En la sede del MAC-Girona pudimos revisar las piezas inventariadas como industria ósea, así como parte de la fauna de las
excavaciones de los años cuarenta. Tras ello, contamos con un
conjunto de diez piezas que nos ofrecen una visión del aprovechamiento de las materias duras animales en este poblado, si
bien no podremos matizar su ubicación contextual ni cronológica (tabla 5.24).
A pesar de tratarse de una muestra reducida llama la atención que hay más piezas manufacturadas sobre asta (6) que
sobre hueso (3). Sobre cuernas de ciervos tenemos dos piezas terminadas (0838, 0842), dos soportes (0826, 0841) y
dos desechos de trabajo (0825, 0840); por tanto, queda evidenciada la manufactura de esta materia prima en el asentamiento, aunque sea de forma esporádica. Sobre el soporte
0841 se intuye la forma de una punta de flecha en proceso
de elaboración, un tipo de útil cuya presencia es más común
en cronologías prehistóricas que de época ibérica. También
contamos con una clavija ósea de Capra hircus aserrada por
la parte proximal (0824) (fig. 5.63).
Dentro de las piezas terminadas encontramos dos cuentas
circulares elaboradas sobre diáfisis de macromamíferos (0837,
0839); un fragmento distal de un útil apuntado de hueso, probablemente un punzón (0823); un mango realizado sobre asta
(0838) (fig. 5.63) y lo que hemos clasificado como un artefacto
indeterminado pero que merece una mención detallada (0842)
(fig. 5.64). Se trata de un asta izquierda de ciervo, no sabemos
si obtenida por la caza o por la muda ya que la roseta perlada
y el medallón han sido modificados mediante cortes, que tiene
una gran perforación rectangular (3,8 x 1,6 cm) en la parte central. La pieza parece ser un “elemento intermedio”, probablemente un pico (López Padilla 2011: 390), que debió contar con
un mango de madera, sujeto por una cuña transversal encajado
en la perforación central. El candil medio y la percha han sido
aserrados y vaciados, seguramente para introducir un elemento
de otra materia prima como madera o metal que actuara como
parte activa de la pieza. En el extremo de la roseta tiene evidencias de golpes. Es probable que esta herramienta fuera utilizada en el trabajo de materiales muy duros, como podrían ser
tareas de cantería, minería o similares. Se trata de un artefacto
excepcional para el registro ibérico, habiéndose documentado
piezas similares en yacimientos europeos del neolítico, calcolítico y de la Edad del Bronce (Maigrot 2003b: fig. 5; Choyke
89
[page-n-107]
Figura 5.62. Planimetría de las
excavaciones en La Creueta
(Riuró 1943: fig. 1).
Tabla 5.24. Industria sobre materias duras animales de La Creueta.
ID
Cronología
Campaña
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
823
S. V - in. s. II a.C.
1945
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
824
S. V - in. s. II a.C.
1945
V. Desecho
Cuerno
Cabra
A
No
825
S. V - in. s. II a.C.
1945
V. Desecho
Percha
Ciervo
A
No
826
S. V - in. s. II a.C.
1943
II. Soporte
Percha
Ciervo
A/C/F
No
837
S. V - in. s. II a.C.
1949
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/Pr
No
838
S. V - in. s. II a.C.
1942
III.4.1. Mango
Percha
Ciervo
Ab/P/V/A
No
839
S. V - in. s. II a.C.
1942
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
840
S. V - in. s. II a.C.
1945
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
841
S. V - in. s. II a.C.
1945
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
C/A
No
842
S. V - in. s. II a.C.
1945
III.10. Indeterm.
Percha
Ciervo
C/A/V/Pr
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
y Schibler 2007: 60-61; Legrand y Sidera 2007: 72; Vitezović
2017: 212-213), por lo que cabría considerar que se tratara de
una intrusión de niveles anteriores. Sin embargo, debemos tener en cuenta que herramientas muy parecidas al ejemplar de
la Creueta, han sido documentadas en contextos ibéricos del
s. IV a.C. en el Tossal de les Bases, realizadas sobre madera de
fresno (Fraxinus sp.); los artefactos se conservaron dentro de
pozos, en sedimentos anóxicos anegados debajo del nivel freático, lo que evitó su degradación microbiológica (Carrión y Rosser 2010). Por tanto, no podemos descartar que se trate de una
pieza utilizada hacia el s. V - s. IV a.C. en este asentamiento.
5.7.3. breve valoración global
Se trata, como hemos señalado, de un conjunto reducido, con
diez piezas identificadas, en las que el asta de ciervo trabajada
es preponderante (60 %), representando tantos piezas terminadas (entre ellas la pieza 0842, cuya presencia resulta singular
para niveles de la Edad del Hierro) como evidencias del proceso
90
de manufactura. También el cuerno, con un único ejemplar, está
presente como materia prima trabajada, frente a tres piezas terminadas de hueso, ninguna de ellas decorada.
En la valoración general de los materiales recuperados en sus
excavaciones, Riuró señalaba que se recogieron: “…gran cantidad de huesos, en su mayor parte de jabalí, algunos de óvido y
bóvido; la mitad de una mandíbula de un carnicero de pequeño
tamaño, conejo, etc.; algunos huesos trabajados, entre los cuales
figuran un disco perforado o botón; un astrágalo de jabalí, con
uno de sus lados cortado a bisel; un hueso cilíndrico cortado y
rebajado” (1943: 118). Así pues, aunque sea de forma genérica,
parece que las piezas manufacturadas en materias duras animales están en consonancia con los restos de fauna recuperados en
el yacimiento. Por otra parte, valga apuntar que consideramos
que el disco perforado se corresponde con nuestra pieza 0839 y
el hueso cilíndrico cortado y rebajado seguramente con la pieza
0838; el astrágalo, por su parte, no hemos podido revisarlo. Ni
en las piezas revisadas ni en las investigaciones sobre este yacimiento se ha documentado ninguna pieza de naturaleza ebúrnea.
[page-n-108]
0840
0825
0837
0824
0823
0839
0826
0841
0838
Figura 5.63. Industria sobre materias duras animales de La Creueta.
0842
5.8. TURÓ DEL MONTGRÒS (EL BRULL,
BARCELONA)
5.8.1. introducción al yacimiento
Figura 5.64. Pieza 0842 de La Creueta.
El Turó del Montgròs está situado al sureste del municipio de
El Brull (Osona), en el extremo noroccidental del Parc Natural del Montseny a una altitud de 759 m s.n.m., en una pequeña península sobre la garganta del Montanyà que, rodeada de
acantilados, ofrece una excelente defensa natural y una posición de dominio estratégico de los caminos de comunicación
entre la costa mediterránea y la Plana de Vic (López et al.
2005: 141) (fig. 5.65).
El yacimiento fue descubierto de forma fortuita en 1974,
comenzándose los trabajos arqueológicos al año siguiente y
prolongándose hasta la actualidad, impulsados por el Museu
d’Arqueologia de Catalunya y el Servei de Patrimoni Arquitectònic Local de la Diputació de Barcelona. Se han atestiguado diferentes fases de ocupación: desde niveles de finales de
la Edad del Bronce, a una fase ibérica del s. VI al s. II a.C. En
91
[page-n-109]
Figura 5.65. Detalle de la
ubicación de los yacimientos:
8) Turó del Montgròs (El Brull)
9) Tossal de les Tenalles
(Sidamon)
10) Els Vilars (Arbeca)
11) Turó de Ca n’Oliver
(Cerdanyola del Vallès)
12) Puig Castellar
(Santa Coloma de Gramenet)
13) Turó de la Rovira
(Barcelonés)
14) La Penya del Moro
(Sant Just Desvern)
15) Olèrdola (Alt Penedés)
16) El Vilar (Valls)
el s. IV a.C. la muralla protegía un terreno de 9 hectáreas. En
la Edad Media la fortificación ibérica será reutilizada, desde
el s. XIII hasta mediados del s. XIV, momento en el que definitivamente fue abandonada (Molist y Rovira 1986; López
2016) (fig. 5.66).
5.8.2. el conjunto analizado
En el MAC-Barcelona pudimos revisar tres piezas manufacturadas sobre materias duras animales, todas ellas recuperadas durante la campaña de 1986. Los trabajos de esta intervención se
centraron en diversos puntos de la parte meridional del recinto
fortificado, concretamente, en la torre sur y en cuatro casamatas
o phulacteria, construcciones dentro del cuerpo de la muralla,
situadas entre la entrada al oppidum y dicha torre (Molist y Rovira 1986: 124).
Así, en el interior de una de estas casamatas de la parte sur
de la muralla, junto con cerámicas áticas de figuras rojas que
permiten datar el conjunto material a finales del s. IV a.C., se
recuperaron una posible caja realizada sobre asta de Cervus elaphus (0048) y la parte superior de una cornamenta de ciervo
con marcas de trabajo (aserrados, flexión y cortes), tanto en la
percha como en los candiles (0049) (fig. 5.67). La pieza 0048
está fragmentada en ocho partes, tiene una longitud total de 10
cm y una anchura conservada de 5,5 cm. Llama la atención el
metódico trabajo de vaciado de la superficie interna del asta, así
como la regularización de la cara externa mediante abrasión. A
pesar de que podríamos considerar que se tratara de un mango
creemos que, tal como ocurre con la pieza de El Puntal dels
Llops que recreamos mediante experimentación (figs. 4.39 y
92
4.40), el vaciado es la clave de su funcionalidad y nos remitiría a
su utilización como un pequeño contenedor o recipiente cerrado
mediante tapones, posiblemente de madera.
Por su parte, el desecho 0049, recuperado en la misma UE
que la caja de asta, podría indicarnos que la pieza 0048 fue elaborada en el propio asentamiento, ya que existen evidencias de
la manufactura de esta materia prima.
Por último, debemos destacar la relevancia del mango
con talón (III.4.1.3) recuperado en el interior de otra casamata, datada en la primera mitad del s. III a.C. Aunque inicialmente fue publicado como una pieza de hueso con decoración de metal y madera (Molist y Rovira 1986: 134 y fig.
26.55), su revisión en el MAC-Barcelona y su posterior análisis mediante XRF y FT-NIR en la Universitat de València
por el grupo ArchaeChemis, nos permite asegurar que se trata
de un mango de marfil de elefante ornamentado con incrustaciones de ámbar adheridas mediante estaño (Blasco Martín
et al. 2019). En concreto, el mango cuenta con ocho rebajos
de forma lanceolada, tres en cada cara (en una de las caras
se conservan restos de dos de las incrustaciones de ámbar) y
dos en uno de los laterales, dos grandes rebajos circulares en
la guarda y otros dos rectangulares en la parte proximal de
las caras frontal y dorsal. Además, conserva dos remaches de
hierro separados entre sí 1,3 cm (seguramente tendría tres remaches, pero actualmente uno está perdido) y parte de la hoja
metálica, con un grosor máximo de 1,5 mm y mínimo de 1
mm, incrustada longitudinalmente en el mango (fig. 5.68).
Sin duda, se trata de un elemento de prestigio, tanto por su
ejecución, como por su decoración y por las materias primas
en las que fue elaborado. Es un artefacto que destaca dentro del
[page-n-110]
Figura 5.66. Planimetría del asentamiento. Imagen adaptada del folleto sobre el Turó del Montgròs del Servei de Patrimoni de la Diputació
de Barcelona.
Figura 5.67. De izquierda
a derecha: cara dorsal de
pieza 0048; cara frontal
de 0048; pieza 0049.
Fotografías: MAC-Barcelona.
0662
Figura 5.68. Mango de marfil del Turó del Montgròs.
conjunto analizado y que ha sido objeto de un estudio detallado
junto a otros similares, lo cual nos ha permitido reflexionar
sobre la artesanía y el comercio del marfil en época ibérica, así
como sobre la significación social de los productos ebúrneos
y la propia valía artesanal y económica de los objetos (Blasco
Martin et al. 2019; Mata Parreño et al. 2020), temas sobre los
que volveremos más adelante en este trabajo.
5.8.3. breve valoración global
En el caso del Turó del Montgròs no hemos llevado a cabo la revisión de todo el conjunto de materiales arqueofaunísticos recuperados durante las campañas de excavación del yacimiento; por
ello cabe plantearse que el conjunto de objetos elaborados sobre
materias duras animales sería más amplio, tal como apuntan los tres
objetos presentados. Estos, aunque reducidos en número, revelan la
posible manufactura de astas de ciervo en el asentamiento para realizar objetos como las cajas (por lo que cabría pensar que también
de otras piezas habituales en esta materia prima como los mangos),
así como la presencia de una de las piezas mejor conservadas y más
elaboradas de marfil de todos los conjuntos analizados: un mango
ebúrneo decorado con incrustaciones de ámbar, adheridas con estaño, reflejo material de una artesanía especializada y de gran valor al
alcance solo de élites sociales y económicas.
5.9. EL TOSSAL DE LES TENALLES
(SIDAMON, LLEIDA)
5.9.1. introducción al yacimiento
El Tossal de les Tenalles se localiza en una pequeña colina de
forma alargada en la sierra de Miralcamp, a 50 metros sobre
el Llano de Urgel (Barberá 1964: 135) (figs. 5.65 y 5.69). El
93
[page-n-111]
Figura 5.69. Vista meridional del Tossal de les Tenalles.
Fotografía: D. Calpena y A. Ravotto
(http://invarque.cultura.gencat.cat/).
Tabla 5.25. Industria sobre materias duras animales del Tossal de les Tenalles.
ID
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
636
Ss. IV-II a.C
III.3.6. Disco
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
Sí
637
Ss. IV-II a.C (?)
III.3.6. Disco
Roseta (?)
Ciervo
Ab/Pr
No
638
Ss. IV-II a.C
VI.I. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
639
Ss. IV-II a.C
VI. I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
* Marcas de trabajo: Ab-abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
nombre del yacimiento proviene de la cantidad de tenalles
(tinajas) que se recuperaron en el enclave en el s. XX por las
tareas agrícolas. Las primeras intervenciones arqueológicas
en este poblado ilergeta tuvieron lugar en 1915 por parte del
Institut d’Estudis Catalans. La revisión de materiales y las excavaciones continuaron, de forma intermitente, a lo largo del
s. XX (Pérez i Conill 1978-1981, 2005; Ten i Carne y Pérez i
Conill 1982). Actualmente, el Ajuntament de Sidamon i el Grup
de Recerques de les Terres de Ponent han planificado retomar
los trabajos arqueológicos. Su cronología en época ibérica se
extiende de mediados del s. IV a.C. a finales del s. II a.C., según
refleja el estudio de las cerámicas de importación halladas en el
yacimiento (Barberà 1964), si bien parece que también estuvo
ocupado previamente entre el 900 - 650 a.C.
5.9.2. el conjunto analizado
Los materiales recuperados en las excavaciones del primer
cuarto del s. XX fueron depositados en el MAC-Barcelona,
donde hemos podido revisar los artefactos inventariados como
industria ósea. Así, presentamos cuatro piezas: dos discos y
dos astrágalos perforados (tabla 5.25 y fig. 5.70). Las piezas
0636 y 0637, aunque tipológicamente podamos incluirlas en la
categoría de III.3.6.Discos, presentan características diferentes. El primero de ellos (2,7 cm de longitud; 1,3 cm de anchura
conservada; 0,4 cm de grosor) está decorado por la cara frontal con incisiones rectilíneas que convergen en el centro de la
pieza, dividiéndola en sectores circulares. En la cara dorsal,
por su parte, quedan evidencias del tejido esponjoso del hueso.
Cabe pensar que la pieza pudo haber servido como elemento
lúdico y/o decorativo. Se encuentra totalmente quemada, con
94
una coloración negra. Por su parte, la pieza 0637 está realizada sobre asta de Cervus elaphus, probablemente sobre la parte
basal de la cornamenta (4 x 3,5 x 1,7 cm). En una de las caras
de la pieza, hacia el lateral, se distingue un proceso de perforación que no llega a atravesar el artefacto de 0,45 cm de
diámetro y 0,3 cm de profundidad. Además, tiene numerosas
evidencias de utilización en ambas caras: estrías marcadas rectas y multidireccionales que podrían indicar que ha sido utilizado como alisador, bruñidor o como una herramienta similar. También está quemada y presenta coloración negra. Cabe
plantearse que esta pieza, a pesar de estar catalogada como
material ibérico, pueda pertenecer a los niveles del Bronce
Final - I Edad del Hierro.
Por otro lado, los dos astrágalos son ejemplares izquierdos de
ovicaprinos perforados. En el caso de 0638 (2,5 x 1,7 x 1,5 cm)
la perforación es de 0,3 cm de diámetro y presenta cierta desviación desde la parte izquierda de la cara plantar a la parte central
de la cara dorsal. Además, en la parte interior de la cara dorsal
tiene evidencias claras de cortes metálicos producidos en el proceso de carnicería (fig. 4.28). Por su parte, la taba 0639 (2,6 x
1,5 x 1,4 cm) tiene una perforación circular en la parte superior
de 0,35 cm de diámetro, desviada ligeramente desde el lado izquierdo de la cara plantar al derecho de la cara dorsal. Ambas
pertenecen al tipo G1 de nuestra tipología, ya que han sido perforadas pero sus caras no han sido modificadas.
5.9.2. breve valoración global
Así, aunque no se trata de un conjunto numeroso de objetos,
reflejan la presencia en el asentamiento tanto de piezas terminadas manufacturadas en hueso y en asta como de astrágalos
[page-n-112]
0636
0637
0638
0639
Figura 5.70. Industria en
hueso y asta del Tossal de
les Tenalles.
trabajados. De nuevo cabe pensar, al igual que en el caso del
Turó del Montgròs, que la presencia de objetos elaborados sobre materias duras animales podría haber sido mayor que la que
reflejan estos materiales. Seguramente, nuevas excavaciones
arqueológicas proporcionarían un corpus mayor. En cualquier
caso, resulta muy sugerente la posible vinculación de los objetos identificados, sobre todo de los astrágalos y de los discos
decorados, con la esfera lúdica.
5.10. ELS VILARS (ARBECA, LLEIDA)
5.10.1. introducción al yacimiento
La fortaleza ibérica de Els Vilars está situada a unos 300 m s.n.m.,
al noreste del término municipal de Arbeca (Les Garrigues,
Lleida), en una extensa plana de acumulación aluvial (fig. 5.65).
Por medio de un vecino de Arbeca, en 1974, E. Junyent
Sánchez tuvo constancia de la existencia de un posible asentamiento arrasado por las tareas de cultivo. En 1985 tienen lugar
los primeros trabajos de excavación que permitieron descubrir
este yacimiento excepcional del que debemos destacar sus sistemas defensivos y de aprovechamiento y control del agua
(Alonso et al. 2010). Desde entonces una serie de trabajos multidisciplinares orquestados por el Grup d’Investigació Prehistòrica de la Universitat de Lleida, centrados tanto en intervenciones y estudios científicos como en la difusión arqueológica
del enclave, han permitido rescatar la historia de Els Vilars. La
bibliografía sobre la fortaleza es extensa y se ha convertido en
un referente de cualquier estudio sobre la I Edad del Hierro y
el mundo ibérico en el área catalana, peninsular y europea
(Alonso et al. 2018: 89).
Los trabajos arqueológicos, que cotinuan en la actualidad,
han permitido constatar que se erigió durante la primera Edad
del Hierro, hacia mediados del s. VIII a.C., y se abandonó a
inicios del s. IV a.C. Su amplia ocupación permite acercarnos
al surgimiento de la cultura ibera en el área ilergeta y a su evolución durante el ibérico antiguo y pleno. En función del desarrollo arquitectónico de la fortaleza y gracias a las dataciones
aportadas por los análisis cerámicos y de C14 los investigadores
han diferenciado cinco grandes fases de ocupación (Alonso et
al. 2010; Junyent y López 2017: 33) (fig. 5.71): Vilars 0 (775 700 a.C.), Vilars I (700 - 550 a.C.), Vilars II (550 - 450 a.C.),
Vilars III (450 - 350/325 a.C) y Vilars IV (350/325 - 300 a.C.).
5.10.2. el conjunto analizado
Revisamos la industria sobre materias duras animales de Els Vilars en el Laboratori d’Arqueologia de la Universitat de Lleida.
La fauna previamente había sido analizada por A. Nieto (2012),
documentando piezas terminadas y en proceso de elaboración,
como las matrices y desechos de astas de ciervo recuperadas en
el pozo-cisterna (zona 7). Presentamos a continuación la descripción detallada de las piezas de Els Vilars según la fase a la que
pertenecen y, por consiguiente, de su cronología (tabla 5.26):
5.10.2.1. Vilars 0
Esta fase se corresponde con el inicio de la fortaleza en el s.
VIII a.C., la consideramos en nuestro estudio con la finalidad
de entender la evolución global de la industria sobre materias
duras animales en el asentamiento. Este está ya definido por
un potente sistema defensivo de muralla y torres y un urbanismo radial con casas de planta rectangular (Junyent y López 2017: 35). Para esta fase documentamos dos piezas: una
fusayola semiesférica realizada sobre una cabeza femoral de
Bos taurus (0687) (Nieto 2012: fig. 5.62) y un objeto perforado y fragmentado de marfil, probablemente de elefante (1019)
(fig. 5.72). En el primer ejemplar llama la atención que la
perforación central no llega a atravesar por completo la pieza, sino que está realizada por el extremo distal y ligeramente marcada por el proximal. A pesar de esta particularidad
tecnológica podría haberse empleado perfectamente como
95
[page-n-113]
Figura 5.71. Planta general de Els Vilars en la que se han señalado los espacios identificados con industria sobre materias duras animales.
Imagen: GIP 2009 (adaptada de Nieto 2012: fig. 4.3).
fusayola, siendo posible insertar el huso en el extremo parcialmente perforado. En la segunda pieza destaca su cuidada factura con un acabado pulido, al encontrarse incompleta
resulta complejo afirmar a qué tipo de objeto pertenecería,
pudiendo identificarse como un colgante o adorno, incluso
con una pequeña cacha de un útil metálico, por lo que la clasificamos como objeto perforado. Las medidas conservadas
son 3,1 x 1,4 x 0,4 cm.
5.10.2.2. Vilars I
Se desarrolla entre el s. VII y mediados del s. VI a.C.
Se refuerzan la muralla y las torres, se construye el campo frisio
y la puerta oeste de acceso a la fortaleza se cierra, los espacios
intramuros se hacen más largos y estrechos (Junyent y López
2017: 35; Junyent et al. 2009: 312).
Para esta fase identificamos cuatro objetos terminados,
todos elaborados sobre hueso: una fusayola semiesférica realizada sobre una cabeza femoral de Bos taurus (0684) con
una perforación central de 0,7 cm de diámetro (Nieto 2012:
fig. 5.62); un fragmento de un útil apuntado (1018) y dos
punzones óseos, uno elaborado sobre una diáfisis de macro96
1019
1010
1032
0687
1018
0684
Figura 5.72. Industria sobre materias duras animales de las fases
Vilars 0 (1019 y 0687) y Vilars I (0684, 1010, 1019 y 1032).
mamífero (1010) y otro sobre una tibia de ovicaprino (1032)
(fig. 5.72). Los tres objetos apuntados han sido utilizados, ya
que presentan marcas de embotamiento y un ligero desconchado en el extremo activo.
[page-n-114]
Tabla 5.26. Industria sobre materias duras animales de Els Vilars ordenada por fases cronológicas.
ID
Fase
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
495
Superficial
-
Z-4/S-25
II. Soporte
Cabeza femoral
Bóvido
A
No
1016
Superficial
-
-
III.2.2. Retocador
Mandíbula
Bóvido
-
No
1017
Superficial
-
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf. Ab
No
1021
Superficial
-
Zona 2
III.10. Indeterm.
Tibia
Macromamíf. C
No
687
Vilars-0
775-700 a.C.
Zona 13
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
No
1019
Vilars-0
775-700 a.C.
Z-4/S-23
III.6. Obj. perforado Marfil
Macromamíf. P
No
684
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-4/S-17
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
Ab/Pr
No
1010
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-13/S-10
III.1.6. Punzón
Metatarso
Ovicaprino
Ab/C
No
1018
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-13/S-10
III.1. Obj. apuntado
Ulna
Macromamíf. Ab
No
1032
Vilars-I
700-550 a.C.
Z-2, S8
III.1.6. Punzón
Tibia
Ovicaprino
C
No
276
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-6/S-23
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
A/Pr
No
607
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-6/S-3
III.4.1. Mango (?)
Percha o candil
Ciervo
V/A/Pr
No
1009
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-4
III.1.1. Aguja (?)
Fíbula/Peroné
Cerdo
Ab/Pr
No
1015
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-6. S-13
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf. C
No
1022
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-4/S-24
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf. P
No
1033
Vilars-II
550-450 a.C.
Z-2, S8
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf. P
No
1008
Vilars-IIa
550-525 a.C.
Z-13/S-14
III.6.2. Botón
Diáfisis
Macromamíf. Ab/P/Pr
No
1011
Vilars-IIa
550-525 a.C.
Z-10. S-2
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamíf. Ab/P/Pr
No
1007
Vilars-IIa-IIb 550-475 a.C.
Z-5
III.4.6. Pomo
Marfil
Elefante ind.
No
1020
Vilars-IIc
475-450 a.C
Z-3/S-10
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/
P
macromamíf.
No
1023
Vilars-IIc
475-450 a.C
Z-6/S-44
III.2.1. Cincel
Percha
Ciervo
C/A
No
363
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7/S-3
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bóvido
A/Pr
No
517
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
IV. Ind. secundaria
Escápula
Macromamíf. Ab
No
1024
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
V. Desecho
Percha
Ciervo
C/F
No
1025
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
V. Desecho
Percha
Ciervo
C/F
No
1026
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Asta
Ciervo
C
No
1027
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
V. Desecho
Percha
Ciervo
C
No
1028
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Percha
Ciervo
C/F
No
1029
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Percha
Ciervo
C/F
No
1030
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Asta
Ciervo
C/F
No
1031
Vilars-III
450-325 a.C.
Z-7, S-1.
Cisterna
I. Matriz
Asta
Ciervo
A
No
1012
Vilars-III-IV
400-300 a.C.
Z-7. Cisterna III.9.1. Placa/aplique Marfil (?)
Macromamíf. -
Sí
1013
Vilars-III-IV
400-300 a.C.
Z-7. Cisterna III.9.1. Placa/aplique Marfil (?)
Macromamíf. -
No
1014
Vilars-III-IV
450-300 a.C.
Z-4/S-31
Macromamíf. C/Ab
No
IV. Ind. secundaria
Diáfisis
A/Pr
A/P/Pr
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; F-Flexión; C-Corte; V-Vaciado; Ab-abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
97
[page-n-115]
Figura 5.73. Pomo de marfil de elefante 1007. Imagen: Servei de Reproducció d’Imatge de la Universitat de Lleida.
5.10.2.3. Vilars II
Corresponde con el desarrollo del Ibérico Antiguo, entre mediados del s. VI y la primera mitad del s. V a.C. En función de la
actividad constructiva de este periodo se diferencian tres subfases: IIa, IIb y IIc. A nivel doméstico las viviendas de la fortaleza
se compartimentan y doblan su superficie (Nieto 2012: 114).
Para este periodo identificamos 11 piezas manufacturas sobre
materias duras animales (tabla 5.26).
- Un mango realizado sobre un candil de Cervus elaphus
(0607) (Nieto 2012: fig. 5.62). Cuenta con marcas de aserrado
en el extremo conservado, con dos perforaciones en la parte
central y está parcialmente vaciado. A pesar de encontrarse
fragmentado e incompleto podemos confirmar que se trata
de un mango, probablemente cilíndrico (III.4.1.2) por su clara similitud formal con los ejemplares 0816 del yacimiento
de Saus (fig. 5.17) y con el mango recuperado en el poblado ibero de Mas Castell (Porqueres, Girona), datado entre el
s. IV - s. II a.C., y que todavía conserva inserta la hoja del cuchillo de hierro (MACB 880/9, Museu Arqueològic Comarcal
de Banyoles).
- Pomo de marfil (1007) (fig. 5.73), recuperado en la UE
10028 (Nieto 2012: 470), su cronología se encuadra en la
2ª mitad del s. VI y el primer cuarto del s. V a.C. (Vilars
IIa-IIb) (Junyent y López 2017: 135). Es posible que actuara como ornamentación de la empuñadura de una espada de
hierro (Farnié y Quesada 2005: fig.148). Está realizado sobre
un colmillo de elefante, se aprecian perfectamente las líneas
de crecimiento del marfil y, en la parte externa del extremo
proximal, las líneas de Schreger, entrecruzadas en ángulos
de 120º, característicos del marfil de los elefantes (fig. 3.7).
Una perforación circular de 0,7 cm de diámetro atraviesa la
pieza longitudinalmente desde la parte central. Esta serviría
para fijar el pomo al útil al que acompañara. Por el momento
no contamos con paralelos de este tipo de objetos en otros
asentamientos ibéricos. Debemos remarcar el prestigio económico y social que denota el empleo de una materia prima
tan preciada como esta en un acabado decorativo. Paralelos
similares los encontramos en el registro argárico del sureste
peninsular, donde los pomos o conteras destinados a adornar
el remate de los mangos de puñales y cuchillos metálicos
son relativamente habituales (López Padilla 2009: 14-15). Es
98
en el horizonte del ibérico antiguo, al igual que esta pieza,
donde se concentran las escasas armas documentadas en el
yacimiento (Junyent y López 2018: 135).
- La pieza 1011 es una placa perforada con una hilera de perforaciones y con extremos redondeados, aunque solo conserva
uno de ellos (III.6.8.1.a) (fig. 5.74). Está realizada sobre una diáfisis de hueso largo de macromamífero y, aunque está incompleta,
se puede apreciar que sus dimensiones eran reducidas: longitud
conservada 5,8 cm.; anchura 0,8 cm y grosor 0,3 cm. Tiene tres
perforaciones circulares completas de 0,3 cm de diámetro y evidencias de otras 11 fraccionadas. Su presencia en el yacimiento
resulta interesante ya que este tipo de objetos se documentan de
forma mayoritaria en contextos funerarios del s. IV - s. II a.C. y
concentradas en el sureste peninsular (Ruano y Montero 1989;
Mora García 2018; Mata Parreño et al. 2021). Sin embargo, esta
placa está asociada a contextos domésticos del s. VI a.C. en el
territorio del noreste de la península, por lo que su presencia nos
permite atestiguar su dispersión, si bien puntual, en diferentes
puntos del área ibérica. Tradicionalmente estos objetos se han
identificado como pequeños telares horizontales (Leroi-Gourhan
1943: 263-265; Ruano y Montero 1989).
- La pieza 1008 la interpretamos con un posible botón (fig.
5.74). Es un objeto cuadrado de sección semicircular (1,2 x 1,2
x 0,35 cm) con una perforación circular central de 0,3 cm de
diámetro. Fue realizada sobre una diáfisis de un animal de talla
grande aserrada longitudinal y transversalmente hasta obtener la
forma deseada. Posteriormente fue regularizada mediante abrasión y pulido.
- 1009 y 1020 son objetos apuntados con una perforación
circular en su extremo proximal, por lo que podemos clasificarlas como agujas (III.1.1.1) (fig. 5.74). El primer ejemplar fue
realizado sobre una fíbula de Sus domesticus. A pesar de que
su extremo distal está ligeramente fracturado la pieza está casi
completa, con una longitud de 11,8 cm y una anchura y grosor
máximos de 1,5 y 0,5 cm, respectivamente. Por ello, la parte proximal resultaría demasiado ancha para realizar tareas de costura
de acabado fino. Por su parte, la pieza 1020 aunque está incompleta longitudinalmente, posee una anchura y grosor máximos
de 0,5 y 0,3 cm, pudiendo emplearse en labores más delicadas.
- Las piezas 1015 y 1022 se corresponden con dos fragmentos mesiales de útiles apuntados y 1033 con un fragmento de
una posible espátula de hueso (1033) (fig. 5.74).
[page-n-116]
0276
1023
1008
1009
1011
1020
1015
1022
1033
Figura 5.74. Industria sobre materias duras animales de la fase Vilars II.
- 0276 es una cabeza femoral de Bos taurus aserrada que
presenta en la parte distal una perforación parcial sobre el tejido
esponjoso que, como en el caso de la fusayola 0687 (fase Vilars
0), consideramos que podría resultar igualmente útil para fijar
un huso de madera (fig. 5.74).
- La pieza 1023 está elaborada sobre la percha de una cuerna de Cervus elaphus. Llama la atención por sus medidas y su
robustez (19 x 3,5 x 3,7 cm). Se trata de un gran cincel con
el extremo distal biselado y el proximal con marcas de cortes
efectuados con un útil metálico y vaciado parcial. Habría sido
utilizado en tareas en las que se requiriese ejercer fuerza sobre
otra materia prima, como la talla de madera o incluso en actividades de carácter agrícola (fig. 5.74).
5.10.2.4. Vilars III - Vilars IV
Entre la segunda mitad del s. V y el s. IV a.C. la defensa de la
fortaleza adquiere su máxima complejidad a través de un sistema de fosos inundables. Es también el momento en el que se ha
identificado la construcción del pozo-cisterna en medio del recinto radial (zona 7) (fig. 5.71). Se trata de una estructura comunitaria en el centro de la fortaleza con una boca oval de 9 x 6 m,
cuyas paredes están revestidas de piedra y alcanza los 9 m
de profundidad. En ella se diferencian dos sectores: el propio
pozo cisterna (sector 7/1) y su rampa de acceso (sector 7/3)
(Nieto et al. 2017). Estratigráficamente se han constatado tres
grandes paquetes sedimentarios: los niveles más profundos
vinculados a su propio funcionamiento, en la parte interme-
dia se ha podido comprobar que fue utilizado como basurero
por los habitantes del poblado y en la parte superior restos
más heterogéneos de bloques, tierra y materiales que reflejan el abandono de la fortaleza. Además, gran parte de los
restos materiales permanecieron en una atmósfera anaeróbica
e inundados por los niveles freáticos del pozo, por lo que se
han conservado de manera extraordinaria materias orgánicas
como la madera. Asimismo, se empleó un sistema meticuloso
de excavación y de cribado de todo el sedimento que permitió
recuperar microrrestos animales y vegetales y extraer muestras polínicas para la reconstrucción paleoambiental (Alonso
et al. 2018: 95).
Así, salvo la pieza 1014, el resto de los artefactos de materias duras animales de las fases III-V fueron recuperados en la
cisterna (12 piezas) (tabla 5.26). Esta pieza, 1014, recuperada en
el sector 31 de la Zona 4, presenta un extremo biapuntado que
podría haberse producido por procesos tafonómicos, como la alteración por mordeduras de animales, sin embargo, tiene marcas
de cortes longitudinales y abrasión, por lo que lo consideramos
un útil expeditivo o secundario que muy probablemente fue empleado para perforar alguna materia blanda (fig. 5.75).
Dentro de los materiales de la cisterna la presencia de astas
es mayoritaria con nueve piezas documentadas, pero también se
recuperaron dos posibles objetos de marfil y dos de hueso. Entre
las piezas óseas distinguimos otro útil secundario, una escápula
de un animal de talla grande con marcas de embotamiento en
99
[page-n-117]
0517
1014
0363
Figura 5.75.
Piezas de hueso de las
fases Vilars III-IV.
1012
1013
Figura 5.76. Posibles piezas de marfil de Vilars III-IV.
uno de los extremos (0517) y una fusayola realizada sobre una
cabeza femoral de Bos taurus aserrada y fracturada por la perforación (0363) (fig. 5.75).
En las fases Vilars III-IV del pozo-cisterna detectamos dos
placas o apliques rectangulares (III.9.1.1) que servirían como
revestimiento y decoración de dos útiles metálicos, uno de
bronce (1012) y otro de hierro (1013) (fig. 5.76). El deterioro
de las mismas impide asegurar inequívocamente que se trate
de marfil (se encontraban en proceso de restauración cuando
las revisamos), pero su acabado, delicadeza y color están en
consonancia con esta materia prima. Sería interesante realizar
análisis químicos sobre ellas para corroborar su naturaleza.
El ejemplar 1012 está decorado por la cara frontal con un friso
delimitado por dos líneas horizontales de pequeños puntos que
encuadran un desarrollo decorativo formado por motivos en aspas y círculos dobles con punto central. En uno de los laterales,
100
por encima de la línea de puntos, se distingue una línea de pequeños zigzags ondulados. Es la única pieza ornamentada que
hemos identificado en Els Vilars.
Por otro lado, se han recuperado diversas matrices y desechos del trabajo de astas de ciervos (fig. 5.77). Entre las cuernas
identificadas como matrices llama la atención que los ejemplares 1026, 1028 y 1030 son cornamentas de desmogue, ya que
conservan sin alteraciones la roseta y el medallón; mientras que
1029 y 1031 fueron obtenidas mediante la caza, conservando
ambas partes del cráneo de los ciervos. Por tanto, ello refleja
que convivían dos estrategias de aprovisionamiento de esta
materia prima: la caza y la recolección. En general, todas las
piezas de asta están muy fragmentadas (en la fig. 5.77 se muestra la parte mejor preservada de las piezas), algunas en más de
60 fragmentos; su conservación en contacto con el agua ha alterado su composición física. Además de las matrices, las piezas
1024, 1025 y 1027 se corresponden con desechos de manufactura, presentando marcas de cortes efectuadas con útiles metálicos
como hachas o azuelas.
En el pozo-cisterna se documentan, por consiguiente, astas de
ciervo desestimadas que reflejan la elaboración de objetos sobre
esta materia prima, así como restos de fauna de consumo alimentario, entre las que encontramos también huesos de ciervo como
radios, ulnas y vértebras (Nieto 2012: 466) y de otros animales
como ovicaprinos, bovinos y cerdos, así como la presencia menor
de lobos, perros, caballos y conejos (Nieto et al. 2017: fig. 6).
Las características propias de esta gran estructura de almacenaje de agua utilizada posteriormente como basurero han
permitido, como hemos apuntado, la conservación de diversos
útiles de madera entre los que destacamos un fragmento de un
peine manufacturado sobre madera de boj (Buxus sempervirens), en niveles del s. IV a.C. (Junyent y López 2017: 136),
con decoración impresa y que podría tratarse de un peine doble,
con dos hileras de púas, como el ejemplar recuperado en el pozo
votivo del Amarejo (Bonete, Alicante), en niveles del s. III a.C.
(Broncano 1989: 38, fig. 4.3 y lám. XXXI). Su forma y su factura, muy similar a las de los peines de marfil, reflejan la relación
de la ebanistería con el trabajo artesanal sobre materias duras
animales, siendo necesarias habilidades y herramientas similares para llevar a cabo ambos trabajos de resultados similares.
[page-n-118]
1024
1025
1026
1027
1028
1029
1030
1031
Figura 5.77. Astas de ciervo con marcas de trabajo recuperadas en el pozo-cisterna.
1021
0495
1016
1017
Figura 5.78. Industria ósea sobre materias duras animales,
hallazgos superficiales.
5.10.2.5. Superficial
En último lugar nos queda hacer alusión a cuatro artefactos manufacturados sobre hueso recuperados en niveles superficiales
(tabla 5.26 y fig. 5.78):
- Un posible soporte para la elaboración de una fusayola semiesférica. Se trata de una cabeza femoral de Bos taurus que
en este caso no presenta ningún tipo de perforación, ni total ni
parcial, por lo que creemos que puede tratarse de una pieza que
no fue terminada (0495).
- Un retocador realizado sobre un fragmento de mandíbula
de bóvido que presenta el extremo activo modificado y con marcas de mellado producidas al utilizar la pieza para modificar o
retocar otras materias primas (1016).
- Un fragmento mesial de un útil apuntado (1017).
- Un artefacto indeterminado realizado sobre la tibia de un
macromamífero que presenta el extremo distal modificado mediante pequeños cortes (1021). La sección de esta parte de la
101
[page-n-119]
pieza es pseudocircular, adaptada al canal óseo, con unas dimensiones de 1,5 x 1,3 cm, presenta marcas de embotamiento
por su utilización. La forma de la pieza y las marcas de trabajo
sobre el extremo activo nos sugieren que pudo ser empleada
como perforador de materias blandas tales como pieles.
5.10.3. breve valoración global
De manera sintética, si tomamos de forma conjunta todas las
piezas más allá de la fase cronológica a la que se adscriben, contamos con 34 artefactos manufacturados sobre materias duras de
origen animal: 20 de ellos sobre huesos de mamíferos (59 %),
10 sobre astas de ciervo (29 %) y cuatro sobre marfil (12 %).
No hemos constatado la presencia del trabajo del cuerno.
Por otra parte, identificamos 23 objetos terminados (67 %
del conjunto), siendo el grupo mayoritario documentado; seguido de las matrices (15 %), con cinco astas de ciervo recuperadas
en el pozo-cisterna que habrían servido para elaborar diversos
útiles y con tres desechos del trabajo también de astas (9 %). Por
ende, queda constada la manufactura de esta materia prima en
la fortaleza. Además, referimos dos útiles secundarios (6 %) y
un soporte óseo (3 %). Resulta llamativo que no tengamos constancia de la presencia de astrágalos trabajados. Entre las piezas
terminadas, más allá de los fragmentos de objetos apuntados,
son las fusayolas las piezas óseas más numerosas con cuatro
ejemplares recuperados en distintas fases del yacimiento (Vilars
0, I, III y también en niveles superficiales). El resto de objetos
terminados están representados tan solo por uno o dos ejemplares en cada caso (tabla 5.26).
5.11. TURÓ DE CA N’OLIVER (CERDANYOLA DEL
VALLÈS, BARCELONA)
5.11.1. introducción al yacimiento
El poblado ibérico del Turó de Ca n’Oliver se localiza en una
de las primeras estribaciones de la vertiente vallesana de la
sierra de Collserola (Cerdanyola del Vallès), a 138 m s.n.m.,
ocupando una extensión de 2 ha. Debido a su localización y
altitud controla visualmente el actual territorio de Cerdanyola
y toda la plana del Vallès hasta el Montseny (fig. 5.65). Se trata de un asentamiento con una vida amplia, habitado entre el
s. VI y el s. I a.C., reflejando una marcada complejidad estructural y estratigráfica, ya que se han identificado ocho momentos
de ocupación superpuestos, agrupados en cuatro grandes fases
cronológicas. A esta dilatada ocupación hay que añadir un asentamiento posterior de época altomedieval (Francès y Guàrdia
2012; Francès 2017).
Las primeras excavaciones sistemáticas tuvieron lugar a
partir de 1954 (Barberá et al. 1960-1961 y 1962). Se excavaron unos 10 ámbitos y parte de la posible muralla de cierre del
poblado y se distinguieron dos fases de ocupación: una entre el
450 - 330 a.C. y la segunda, tras un supuesto hiatus ocupacional,
entre el 250 - 50 a.C. Los restos arqueológicos fueron tapados
y quedaron semiolvidados. Durante las décadas posteriores el
asentamiento sufrió un fuerte proceso de deterioro, acrecentado por las acciones de los clandestinos. Así, a partir de 1986,
debido al impulso de diferentes profesionales y el apoyo del
ayuntamiento de Cerdanyola del Vallès y de la Generalitat de
102
Figura 5.79. Vertiente sur del Turó de Ca n’Oliver. Fotografía: Museu de Ca n’Oliver.
Catalunya los trabajos arqueológicos se retomaron, matizando la cronología del asentamiento desde el s. VI a.C. hasta el
s. I a.C., con diferentes fases de ocupación continuadas (Barrial
y Francès 1991; Asensio et al. 2000-2001; Francès y Guàrdia
2012; Francès 2017). Actualmente el yacimiento es visitable y
desde 2010 está abierto el propio Museu de Ca n’Oliver, así
como continúan desarrollándose trabajos de excavación y divulgación (Francès 2017) (fig. 5.79).
5.11.2. el conjunto analizado
Revisamos los materiales procedentes de las excavaciones
antiguas (Barberá et al. 1960-1961 y 1962) depositados en
el MAC-Barcelona, así como hemos añadido aquellas piezas óseas que no hemos podido ver personalmente pero que
están publicadas de forma detallada en diferentes artículos
de investigación (Barberá et al. 1960-1961 y 1962; Barrial y
Francès 1991). De esta manera, contamos con un conjunto de
18 piezas (tabla 5.27).
A pesar de no tratarse de un conjunto muy numeroso resulta
representativo, ya que están documentados diferentes grupos y
tipos de artefactos sobre diversas materias primas. En concreto
contamos con 13 piezas manufacturadas en huesos de mamíferos
(72 %), cuatro sobre astas de ciervo (22 %) y una sobre un diente
de jabalí (6 %). Valga destacar que se ha podido detectar la manufactura en el asentamiento de las astas, a través de una matriz
(0649) y tres desechos o soportes de trabajo (0650, 0651, 0652),
entre los que destaca la pieza 0650 que presenta una serie de
cortes marcados de perfil en V que podrían haber sido realizados
para conformar algún útil específico o, quizás, podrían ser evidencias de la utilización de una herramienta cortante de la cual
se quisiera probar su filo, como un hacha o una azuela (fig. 5.80).
Se recuperaron también cinco astrágalos trabajados de los
que desconocemos su ubicación (tabla 5.28). Todos ellos pertenecen a ejemplares de Ovis aries o Capra hircus, tres son
izquierdos (0641, 0642, 0643) y dos derechos (0644, 0645),
con las caras lateral, medial y/o dorsal modificadas de forma recta mediante abrasión. La pieza 0645 cuenta con una
perforación central de forma circular (0,4 cm de diámetro)
[page-n-120]
Tabla 5.27. Industria sobre materias duras animales del Turó de Ca n’Oliver.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
640
Ss. III-II a.C.
Hab. 5
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/Pr
No
641
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
642
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
643
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
644
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
645
Ss. VI-II a.C.
-
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab/Pr
No
646
Ss. VI-II a.C.
-
III. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
647
Ss. VI-II a.C.
-
III. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
648
Ss. VI-II a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P
No
649
Ss. VI-II a.C.
Hab. 5
I. Matriz
Roseta y
luchadera
Ciervo
Pe
No
650
Ss. VI-II a.C.
Hab. 5
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
C/Pe
No
651
Ss. VI-II a.C.
Hab. 5
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
C
No
652
Ss. VI-II a.C.
Cata IX
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
C
No
676
Ss. VI-II a.C.
Cata IX
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
707
2ª m. s. IV - s. III a.C.
Cata II
III.4.1. Mango (?)
Colmillo
Jabalí
Pr
No
711
2ª m. s. IV - s. III a.C.
Cata II
III.1.6. Punzón
Hueso largo
Meso/Macromamíf.
-
No
718
2ª m. s. IV - s. III a.C.
Calle II
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1046
2ª m. s. V - s. IV a.C.
Cata VI
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
Sí
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0650
0651
0652
0649
Figura 5.80. Evidencias del trabajo del asta del Turó de Ca n’Oliver depositadas en el MAC-Barcelona.
103
[page-n-121]
Tabla 5.28. Astrágalos trabajados Turó de Ca n’Oliver. Las medidas se expresan en cm.
ID
Tipo
Lateralidad
Animal
Longitud
Anchura
Grosor
641
A1
Izquierda
Ovicaprino
2,6
1,7
1,5
642
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,7
1,4
1,2
643
C1
Izquierda
Ovicaprino
2,9
1,5
1,4
644
C1
Derecha
Ovicaprino
3,1
1,8
1,6
645
E2
Derecha
Ovicaprino
2,6
1,5
1,5
0641
0711
0642
0648
0640
0647
0707
0676
0718
0643
0646
1046
0644
0645
Figura 5.81. Piezas terminadas y astrágalos documentados en el Turó de Ca n’Oliver. Imágenes de 0676-0707-0711 y 0718 (adaptado
de Barberá et al. 1960-1961: figs. 2 y 15, 1962: fig. 4.11; Barrial y Francés 1991: fig. 12); el resto de piezas fotografiadas en el MACBarcelona.
(fig. 5.81). Cabe señalar que en la excavación de la denominada
Cata VI del sector sur, donde se recuperó el alfiler 1046, se señala la presencia de: “dos astrágalos, uno con perforación” (Barberá et al. 1960-1961: 208), que podrían corresponderse con dos
de estas tabas. Además, en el silo 327, en el ámbito 15 de la
zona 2 en la parte suroeste se hallaron: “Cuatro diáfisis completas de perinatales acompañadas por 16 astrágalos de cabra, 8
derechos y 8 izquierdos. Doce de estos astrágalos presentaban
señales de exposición al fuego, ocho tenían un aspecto alisado
en los laterales y dos presentaban perforaciones anteroposteriores en su zona central […] También se constataron otros restos
faunísticos aislados de diferentes ovicaprinos (un astrágalo, dos
metapodios, un radio y cuatro mandíbulas), de un suido (un astrágalo y un premolar), de bovino (una clavija ósea)” (Albizuri
2011: 192). Por lo que parece que un pequeño conjunto de tabas
trabajadas y naturales fue empleado como ajuar de un enterramiento infantil, suponiendo una diversificación de contextos de
hallazgo de astrágalos en el asentamiento.
104
Por otra parte, documentamos nueve piezas terminadas,
ocho de ellas se corresponden con objetos apuntados: un fragmento mesial (0646) y un fragmento distal (0647) indeterminados; cuatro agujas, todas ellas del subtipo III.1.1.1, con una perforación circular (0640, 0648, 0676, 0718); un punzón (0711) y
un fragmento proximal de un alfiler con la cabeza diferenciada
en forma de remate zoomorfo (III.1.2.2.e), concretamente un
equino (1046) (fig. 5.81). Por la decoración zoomorfa y por la
perforación que presenta en el extremo proximal, de 0,5 cm de
diámetro, nos remite a ejemplares similares documentados en
El Cigarralejo, como el alfiler con cabeza en forma de ave y
perforado de la tumba 97 datado en la 2ª mitad del s. IV a.C.
(Cuadrado 1987: 230).
Además, en la Cata II, junto a otros materiales como siete
astrágalos sin pulir ni decorar, fragmentos de cerámica campaniense A y catorce fusayolas (Barberá et al. 1960-191: 189) se
halló otra pieza terminada: “Un mango de punzón o cuchillo,
tallado en un colmillo de Sus scrofa antiquus Cannestrin, con-
[page-n-122]
Figura 5.82. Vista aérea
del Puig Castellar. Imagen:
Museu d’Arqueologia
de Catalunya.
servando restos de la espiga de hierro de la hoja, la cual estaba
sujeta mediante plomo vertido en dos perforaciones laterales del
mango” (Barberá et al. 1960-1961: 189-190), que se corresponde con nuestra pieza 0707 (fig. 5.81).
5.11.3. breve valoración global
Centrándonos en el análisis contextual, aunque carecemos de
información cronológica y de ubicación precisa de ciertos artefactos, podemos destacar que la habitación 5 (Barberá et al.
1960-1961: 203) es el lugar en el que se concentra un mayor
número de piezas: una aguja y evidencias del trabajo del asta de
ciervo, por la presencia de una matriz con marcas de percusión
(0640) y dos desechos o soportes de trabajo (0649, 0650), lo
que podría indicar que en ella se realizaron tareas de manufactura de las cornamentas de ciervo. La aguja 0640 fue recuperada en los niveles superiores, por lo que cabría adscribirla al
s. III - s. II a.C.
Por su parte, en la Cata IX, es interesante destacar que, junto
a la aguja de hueso 0676, se recuperó también otra aguja de
bronce de longitud similar (Barberá et al. 1962: fig. 4.12), lo
que refleja la coexistencia de útiles realizados sobre diferentes
materias primas empleados para labores similares.
Asimismo, como ya señalamos al tratar el caso del colgante sobre diente de oso de la Illa d’en Reixac, en la Habitación 1 del Turó
de Ca n’Oliver se halló una pieza dentaria de oso interpretada como
colgante. La cual no hemos incluido con registro en nuestra base de
datos al no contar con imágenes del ejemplar y al no tratarse de una
adscripción clara (Barberá et al. 1960-1961: 218).
5.12. PUIG CASTELLAR (SANTA COLOMA DE
GRAMENET, BARCELONA)
5.12.1. introducción al yacimiento
El Puig Castellar se localiza en una colina homónima, conocida
también como Turó del Pollo, a 303 m s.n.m., en el extremo occidental de Santa Coloma de Gramenet dentro del Parc de la Se-
rralada de Marina (fig. 5.65). Dista apenas 4,5 km del mar Mediterráneo y 1,5 km del río Besòs, por lo que controlaba un tramo
importante de la línea de costa, la desembocadura del Besòs, la
plana de Barcelona y el paso hacia el interior por el territorio
del Vallès. Tenía una extensión de unos 4000 m2 y su cronología
se extiende desde finales del s. VI hasta principios del s. II a.C.
Su abandono se relaciona con los contextos conflictivos de la
Segunda Guerra Púnica o con el inicio de la ocupación romana
(Serra-Ràfols 1942: 85; Sanmartí et al. 1992: 52-54).
El poblado fue descubierto en 1902 y las primeras excavaciones arqueológicas se llevaron a cabo entre 1904 y 1905
por F. de Sagarra, propietario de la finca donde está ubicado
el yacimiento. En 1919 este donó los terrenos del Puig Castellar y los materiales recuperados en sus excavaciones al
Institut d’Estudis Catalans, los cuales serían depositados en
el MAC-Barcelona. Entre 1922 y 1925 se impulsaron nuevas
intervenciones arqueológicas dirigidas por J. Colomines y J.
C. Serra-Ràfols, en estas campañas destacaron especialmente
los hallazgos de cráneos de individuos adultos, uno de ellos
atravesado por un gran clavo de hierro, recuperados al pie de
la muralla (Serra-Ràfols 1942: 103 y lám. 10). Los trabajos
se reanudarían décadas después, entre 1954 y 1958, por parte
del Centro Excursionista Puig Castellar, con el asesoramiento
de Serra-Ràfols. En 1992 una publicación centrada en Santa
Coloma de Gramenet recopilará buena parte de la información
conocida sobre el yacimiento, aportando información complementaria sobre las excavaciones realizadas a lo largo del s. XX
y sobre su cultura material (Sanmartí et al. 1992) (fig. 5.82).
Desde 1997 el Museu Torre Balldovina en Santa Coloma de
Gramenet ha realizado diferentes proyectos de conservación,
dinamización social e investigación arqueológica para mejorar
el conocimiento sobre el oppidum (Clavell 2017).
5.12.2. el conjunto analizado
Presentamos un conjunto de 55 piezas, 37 de ellas analizadas
directamente en el MAC-Barcelona y en el Museu Torre Balldovina; los otros 18 artefactos han sido incorporados a nuestro
estudio por su descripción y reproducción, bien sea mediante
105
[page-n-123]
Tabla 5.29. Industria sobre materias duras animales del Puig Castellar.
ID
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
567
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/Ab/P/V
No
575
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.6.5. Cuenta
Roseta Perlada
Ciervo
A/Ab/P/Pr
Sí
576
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante ind.
A/C/P
Sí
577
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.2.1. Cincel
Metatarso
Vaca/Toro
Pe
No
578
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
579
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/P
No
580
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
581
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/P/Pr
No
582
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamífero
C/P/Pr
No
599
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
600
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Ab
No
601
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/P/Pr
No
602
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.3.6. Disco
Percha
Macromamífero
C/P
Sí
603
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamífero
Ab/Pr
No
604
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C
No
605
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
606
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
V. Desecho
Candil
Ciervo
C
No
609
S. II a.C.
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
619
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
V. Desecho
Percha
Ciervo
A
No
625
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
1174
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1175
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1176
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1177
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
1178
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1179
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1180
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1181
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1182
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1183
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1184
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
Sí
1185
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Pr
No
1186
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
No
1187
Ss. V-III a.C.
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
1188
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.3.6. Disco
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
1189
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
III.3.6. Disco
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
1190
S. III a.C. (?)
III.4.4. Caja
Parte central percha
Ciervo
V
Sí
1191
Fin. s. VI - in. s. II a.C.
I. Matriz
Percha
Ciervo
A/C
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
106
[page-n-124]
0606
0619
Figura 5.83. Desechos del trabajo del asta.
fotografía o dibujo, en diferentes publicaciones sobre el Puig
Castellar (Serra-Ràfols 1942; De la Pinta y Río Miranda 1981;
Sanmartí et al. 1992). Por desgracia, debido a que la mayor
parte del material analizado pertenece a las excavaciones desarrolladas en la primera mitad del s. XX, no podemos relacionar
los artefactos con sus contextos de hallazgo, ni otorgarles dataciones precisas, más allá de aquellos casos en que los tipos
de piezas, por paralelos, pueden ser enmarcados en una horquilla cronológica más concreta que la ocupación general del
asentamiento entre finales del s. VI a.C. e inicios del s. II a.C.
(tabla 5.29).
De manera inicial llama la atención, dentro del grupo de
piezas terminadas, la abundante presencia de agujas, con 12
ejemplares con una perforación circular (III.1.1.1), realizadas sobre diáfisis de huesos largos de meso o macromamíferos –0581, 0582, 0599, 0601, 0603, 1178, 1179, 1180, 1181,
1182, 1183, 1185– (figs. 5.84 y 5.85). Además de siete fragmentos de la parte distal o mesial de objetos apuntados que,
al no contar con rasgos distintivos claros, no podemos asociar a un tipo de objeto apuntado en concreto –0578, 1174,
1175, 1176, 1177, 1184, 1186– (fig. 5.84 y tabla 5.29). Por
su parte, el fragmento distal 0609, al presentar un marcado y
característico estrechamiento en su parte activa y con marcas
de embotamiento en la punta, puede asociarse con un fragmento de stilus, objeto de escritura vinculado al periodo de
contacto entre la cultura ibera y romana (fig. 5.85) (Blasco
Martín 2018: 142).
Se recuperaron dos punzones: 0600 y 0605. El ejemplar
0605 presenta en su extremo proximal una perforación circular
de 0,2 cm de diámetro, que remite a las agujas recuperadas en
el asentamiento, si bien debido a que tiene un acabado en el que
la epífisis es evidente en la pieza y a que la anchura máxima de
su extremo proximal es de 1,4 cm consideramos que la pieza no
resultaría muy funcional como aguja (fig. 5.85).
Por último, dentro de los objetos apuntados, se recuperaron
dos alfileres. Por un lado, la pieza 0580 (fig. 5.84) que, con
ciertas dudas debido a su semejanza formal con la aguja 0581
aunque no presenta perforación, hemos clasificado como alfiler
con cabeza diferenciada, variante III.1.2.2.d. Por otro lado, la
pieza 1187 que actualmente se encuentra desubicada pero que
fue publicada por De la Pinta y Río Miranda (1981: 68), se trata
de otro alfiler con la cabeza diferenciada con remate zoomorfo (III.1.2.2.e), concretamente tallada en forma de ave y decorada también con al menos dos motivos romboidales incisos
(fig. 5.85). Ejemplares similares los documentamos en Covalta
y en el Tossal de Sant Miquel (Blasco Martín 2015: 54) o en las
tumbas 97 y 217 de El Cigarralejo, datadas a finales del s. V s. IV a.C. (Cuadrado 1987: 229 y 398).
Además, contamos con un metatarso de Bos taurus con
marcas de percusión que pudo emplarse como un posible cincel (0577) (fig. 5.85). Llaman la atención también, dentro de
los objetos romos, tres discos (0602, 1188, 1189). Presentan
decoración de tres o dos líneas incisas que se cruzan en el
centro de la pieza y delimitan seis o cuatro sectores circulares
(figs. 5.84 y 5.85), recuerdan a la pieza fragmentada 0636 del
Tossal de les Tenalles (fig. 5.70). Además, en el Puig Castellar
se recuperó un disco de piedra con la misma decoración y con
forma y medidas similares a 0602 (fig. 5.85). Cabría plantearse
si fueron realizadas por la misma persona y si al estar manufacturados en diversas materias primas respondería a necesidades
o gustos diversos.
Hemos podido documentar un mango realizado sobre un
candil de Cervus elaphus aserrado por ambos extremos (subtipo
III.4.1.2) y que conserva en su interior parte de la espiga del útil
de hierro inserto en él (0567) (fig. 5.85). Por su parte, la pieza
1190, que no hemos podido revisar personalmente al encontrarse ilocalizable (Sanmartí et al. 1992: fig. 90), se correspondería
con una caja casi idéntica en forma a la documentada en El Puntal dels Llops (0653) (fig. 4.39), según las imágenes publicadas
por Serra-Ràfols (1942: lám. V) y De la Pinta y Río Miranda
(1981: fig. 20). Atenidiendo a su descripción la pieza está vaciada y decorada, al menos en una de sus caras, con 30 motivos
incisos de círculos dobles con punto central.
Se halló también un fragmento de un peine (0576) (fig. 5.85),
inicialmente publicado como de hueso (Serra-Ràfols 1942: lám.
VIII) pero cuyo análisis nos ha permitido clasificarlo como marfil. Se trata de un peine sencillo, de puente liso (III.5.1.2). No
conserva dientes completos y cuenta con un pequeño motivo
inciso de tipo vegetal en una de sus caras bastante perdido en la
actualidad: una hoja oblonga sobre la que, aparentemente, hay
otras dos, en peor estado de conservación. El contorno se marca
con una línea y se rellena con una serie de líneas oblicuas en
paralelo (Mata Parreño et al. 2017: 152).
Hemos constatado la presencia en el yacimiento de cinco
evidencias de manufactura del hueso y del asta: una cornamenta
de Cervus elaphus empleada como matriz, con cortes o aserrado y flexión en la parte distal de la percha y en el candil medio
(1191) (Sanmartí et al. 1992: fig. 36); dos desechos del trabajo de la cuerna que se corresponden con los candiles distales
separados de la percha mediante la percusión (0606) y el aserrado (0619) (fig. 5.83) y dos diáfisis de huesos largos de macromamíferos en proceso de manufactura, seguramente para la
confección de objetos apuntados como alfileres o agujas (0579
(fig. 5.84 - 0578 y fig. 5.85 - 0604).
Por último, queda hacer referencia a un total de 17 astrágalos trabajados documentados en el asentamiento (fig. 5.86 y
tabla 5.30), todos ellos, salvo el ejemplar 0623 perteneciente a
un Bos taurus, son huesos de ovicaprinos de al menos 10 indi107
[page-n-125]
0581*
0580*
1174
0582*
1178
1176
1177
1179
1175
0579*
1180
0578*
1188
1181
1182
1183
1184
1185
1186
1189
Figura 5.84. Industria ósea conservada en el MAC-Barcelona según Sanmartí et al. 1992: 161 y fig. 67b. Con un asterisco aparecen
marcadas las piezas que pudimos ver en directo en el MAC-Barcelona.
108
[page-n-126]
0567
0575
0576
Obj. piedra
0602
0625
1187
0601
0605
0600
0599
0604
0609
0603
Figura 5.85. Objetos del Puig Castellar revisados en el MAC-Barcelona y en el Museu de la Torre Balldovina, salvo la pieza 1187 actualmente desubicada (adaptado de De la Pinta y Río Miranda 1981: fig. 20.4).
viduos, ya que hay 10 astrágalos derechos y 6 izquierdos. Presentan la cara lateral y/o medial modificadas mediante abrasión,
siendo el tipo más habitual el C1, tal como hemos identificado en otros asentamientos. Por su parte, las tabas 0586 y 0611
únicamente están perforadas, sin presentar sus caras trabajadas
(G1). De las 17 tabas, ocho están perforadas (47 %). Cabe destacar el caso del astrágalo 0586 en el cual la perforación no llega a
atravesar todo el hueso y está realizada, de forma poco habitual,
desde la cara medial.
5.12.3. breve valoración global
En definitiva, se trata de una colección interesante, con un número de piezas significativo (55 artefactos), atestiguándose la
presencia del marfil, evidencias del trabajo del asta y también
del hueso y donde las piezas terminadas más habituales son sin
duda las agujas (tabla 5.29). Las piezas terminadas suponen el
60 % del conjunto, con 33 artefactos; a continuación, los astrágalos trabajados representan un 31 % del total con 17 ejemplares. El 9 % restante lo integran cinco piezas que evidencian la
manufactura del hueso y del asta en el asentamiento. En total,
nueve de los objetos están decorados (16 %), lo que refleja un
cierto cuidado estilístico y dedicación en la manufactura de las
materias duras animales. Llama también la atención el hecho de
que se produzcan discos tanto en hueso como en piedra con los
mismos motivos decorativos.
5.13. TURÓ DE LA ROVIRA
(BARCELONA, BARCELONA)
5.13.1. introducción al yacimiento
El Turó de la Rovira se localiza en el distrito de Horta-Guinardó, dentro de la ciudad de Barcelona (figs. 5.65 y 5.87),
en las últimas estribaciones de sierra de Collserola a una altitud de 267 m s.n.m. En 1932, bajo el patrocinio del Institut
d’Estudis Catalans y la dirección de J. Colominas i Roca se
realizaron los primeros trabajos de excavación extensiva en
este oppidum layetano, localizándose un conjunto de 44 silos
y parte de la muralla (Colominas 1945-1946). Desde entonces en el yacimiento han tenido lugar diferentes intervenciones arqueológicas de urgencia o prevención: 1992, 2006,
2007, 2010, 2014 y 2015 (Giner Iranzo 2018: fig. 3). Por
los materiales recuperados, especialmente por la cerámica de
importación, se planteó la ocupación del asentamiento entre
el s. IV y el s. II a.C. (Granados 1977).
5.13.2. el conjunto analizado
Hemos revisado la industria sobre materias duras animales
recuperada en el yacimiento en las excavaciones de los años
treinta del s. XX (Colominas 1945-1946) y en las últimas intervenciones arqueológicas (Giner Iranzo 2014 y 2018). En total,
contamos con 11 artefactos, todos ellos pertenecen al grupo III.
109
[page-n-127]
0583
0584
0585
0586
0587
0610
0611
0612
0613
0614
0615
0616
0617
0618
0622
0623
0624
Figura 5.86. Astrágalos del Puig Castellar.
Piezas terminadas, nueve elaborados sobre huesos de animales
de talla media y grande (82 %), uno sobre asta de Cervus elaphus (9 %) y otro sobre marfil (9 %) (tabla 5.31).
En los 44 silos excavados por Colominas (1945-1946) documentamos (fig. 5.88):
110
- Una bisagra manufacturada probablemente sobre un metápodo de macromamífero (0630). Está aserrada y tiene una perforación circular de 0,3 cm de diámetro que atraviesa una de las paredes
óseas. En su parte externa presenta estrías producidas por el giro.
Fue recuperada en el silo 26, donde se hallaron también dos ánforas
[page-n-128]
Tabla 5.30. Astrágalos trabajados del Puig Castellar. Las medidas se expresan en cm.
ID
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
Perf.
583
Derecho
Ovicaprino
C2
2,9
1,6
1,5
0,3 x 0,3
584
Derecho
Ovicaprino
C2
2,7
1,4
1,7
0,3 x 0,3
585
Izquierdo
Ovicaprino
B1
2,7
1,4
1,7
0,35 x 0,3
586
Derecho
Ovicaprino
G1
2,5
1,5
1,3
0,3 x 0,3
587
Izquierdo
Ovicaprino
C2
2,6
1,5
1,3
0,4 x 0,4
610
Izquierdo
Ovicaprino
C1
2,6
1,5
1
No
611
Derecho
Ovicaprino
G1
2.6
1,5
1,5
0,2 x 0,2
612
Derecho
Ovicaprino
B2
2.7
1,7
1,4
0,1 x 0,1
613
Izquierdo
Ovicaprino
C2
2.1
1,3
1,4
0,3 x 0,3
614
Izquierdo
Ovicaprino
C1
2.5
2,1
1,9
No
615
Derecho
Ovicaprino
C1
2,7
1,9
1,4
No
616
Izquierdo
Ovicaprino
C1
2,7
2
1,9
No
617
Derecho
Ovicaprino
C1
3,2
1,8
1,3
No
618
Derecho
Ovicaprino
C1
2,5
1,8
1,3
No
622
Derecho
Ovicaprino
C1
2,6
1,5
1,3
No
623
Derecho
Bóvido
C1
6,2
3,9
3,2
No
624
Derecho
Ovicaprino
C1
2,6
1,5
1,5
No
Figura 5.87. Delimitación de las distintas intervenciones arqueológicas que han tenido lugar en el Turó de la Rovira, dentro del entramado
de la ciudad de Barcelona. Fuente: Carta Arqueológica de Barcelona - Ajuntament de Barcelona (http://cartaarqueologica.bcn.cat/ consulta 19/03/2022).
y restos de cerámica campaniense. En inicio, la pieza fue interpretada como un fragmento de flauta (Colominas 1945-1946: 213).
- En el silo 28 encontramos dos agujas con una perforación
circular (III.1.1.a), al igual que en la bisagra, de 0,3 cm de diámetro (lo que nos permitiría apuntar a la estandarización de la
herramienta o herramientas utilizadas para realizar las perforaciones sobre las materias duras animales); ambas están fracturadas por su extremo distal (0768, 0739).
- La pieza 0734 se corresponde con un objeto apuntado al
que le falta el extremo proximal, recuperado en el silo 3 o 26.
111
[page-n-129]
Tabla 5.31. Industria sobre materias duras animales del Turó de la Rovira.
ID
Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
630
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 26
III.4.5. Bisagra
Diáfisis
Meso/
Macromamíf.
A/C/P/V/Pr No
720
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 10019
III.9.1. Placa
Diáfisis
Macromamíf.
C/Pr
Sí
721
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 1087
III.6.5. Cuenta
Marfil
Macromamíf.
P/Pr
No
722
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 763
III.1.6. Punzón
Metatarso
Macromamíf.
C/P/Ab
No
723
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 821
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macroma- P/Ab/Pr
míf.
No
724
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 755
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
725
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 763
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macroma- P/Ab/Pr
míf.
No
726
Fin. s. III - in. s. II a.C. 2014
UE 761
III.4.4. Caja
Percha
Ciervo
P/Ab/V/Pr
Sí
734
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 3 o 26
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
738
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 28
III.1.1. Aguja
Hueso largo/
plano
Meso/Macroma- Pr
míf.
No
739
Ss. III-II a.C.
1932
Silo 28
III.1.1. Aguja
Hueso largo/
plano
Meso/Macroma- Pr
míf.
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0734
0738
0739
0630
Figura 5.88. Industria ósea recuperada en las excavaciones de 1932 en el Turó de la Rovira.
112
Decor.
[page-n-130]
0726
0725
0721
0724
0720
0722
0723
Figura 5.89. Piezas de hueso y asta recuperadas en las excavaciones de 2014 en el Turó de la Rovira.
En las intervenciones arqueológicas del 2014-2015, se sacaron a la luz otros 12 silos, así como nueva información acerca
de las construcciones positivas del oppidum (Giner Iranzo 2014,
2018). Otras siete piezas elaboradas sobre materias duras animales han podido ser identificadas (fig. 5.89):
- Una placa triangular elaborada sobre un posible húmero de
un macromamífero que presenta decoración geométrica incisa
de dos círculos dobles y un círculo simple con punto central en
la cara frontal (0720). Recuerda a la placa triangular recuperada
en el Puig de Sant Andreu 0901 (fig. 5.38) y, como en el caso
anterior, consideramos que habría sido utilizada como aplique,
al presentar la cara dorsal mucho menos trabajada que la frontal.
- Dos cuentas circulares, 0721 y 0724, la primera de ellas
manufacturada sobre marfil y la segunda sobre hueso.
- Un fragmento proximal de un punzón (0722).
- Dos agujas de hueso, una fragmentada a la que le falta el
extremo activo (0723) y una completa sin marcas evidentes de
utilización (0725).
- Una caja realizada sobre parte de la percha de un ciervo
de gran tamaño aserrada por ambos extremos, cuidadosamente
vaciada, pulida y decorada con motivos incisos geométricos de
cuerpos de líneas formando triángulos, rombos y bandas relleno
de finas líneas oblicuas (0726).
5.13.3. breve valoración global
De forma conjunta debemos destacar, al igual que en el Puig
Castellar, la presencia mayoritaria de agujas, suponiendo estas
un 36 % del conjunto (4 piezas de 11) (tabla 5.31) Además, a
pesar de tratarse de una muestra reducida, referimos un objeto de adorno realizado sobre marfil. Llama también la atención
que todas las piezas catalogadas sean objetos terminados, por lo
que no se ha podido constatar ninguna evidencia aislada de la
manufactura de materias duras animales en el asentamiento, ni
la presencia de matrices o desechos de trabajo en los 56 silos excavados, como es habitual en otros campos de silos del noreste
peninsular que hemos analizado, especialmente en el caso de las
astas de Cervus elaphus. Si bien es cierto que J. Colominas hace
alusión a la presencia de un asta de ciervo en el silo 20, aunque
no se menciona que en ella se aprecie ninguna marca de trabajo
(1945-1946: 212).
5.14. PENYA DEL MORO
(SANT JUST DESVERN, BARCELONA)
5.14.1. introducción al yacimiento
El oppidum layetano de la Penya del Moro se localiza en una
colina a 275 m s.n.m. en la línea divisoria de los términos municipales de Sant Just Desvern (Barcelonés) y St. Feliu de Llobregat (Baix Llobregat). Desde su posición dominaba el antiguo
estuario del río Llobregat, vía natural de penetración comercial
desde la costa mediterránea hacia el interior peninsular (Miró y
Molist 1990: 311) (fig. 5.65).
En 1972 se iniciaron en el poblado las excavaciones sistemáticas que continuaron de forma ininterrumpida hasta 1990,
con un total de 22 campañas. El área excavada se distribuye en
dos grandes sectores, el principal situado en la vertiente sureste
con una extensión de unos 1300 m2 (fig. 5.90) y otro complementario en la vertiente oeste de en torno a 200 m2. Los espacios de
hábitat excavados se enmarcan cronológicamente entre la segunda mitad del s. V a.C. y su abandono progresivo y aparentemente
pacífico a finales del s. IV a.C., situando el momento de mayor
actividad entre el 425 - 350 a.C. (Barberá 1989-1990: 4-5).
113
[page-n-131]
Figura 5.90. Planta de sector principal excavado de la Penya del Moro (adaptado de Barberá 1989-1990: anexo 4; indicamos
los nombres que conocemos de los espacios donde se recuperó industria ósea).
5.14.2. el conjunto analizado
Hemos identificado 15 piezas realizadas sobre materias duras animales (tabla 5.32): una cuerna de desmogue de Cervus elaphus empleada como matriz con marcas de cortes en
el candil medio (0598); dos fragmentos de una diáfisis ósea
de un animal de talla grande con cortes en la cara externa
que parece corresponderse con un desecho de trabajo (0594)
(fig. 5.91) y trece artefactos terminados, ninguno de ellos
decorado (fig. 5.92).
Dentro de las piezas terminadas las agujas son las más numerosas, con cinco ejemplares, al igual que hemos documentado en otros asentamientos layetanos como el Puig Castellar o el
Turó de la Rovira (tabla 5.32). Todas ellas están realizadas sobre
hueso y presentan una perforación circular (0571, 0589, 0590,
0591, 0597). Son ejemplares anchos, sobre todo en el caso de
las piezas 0571 (13,7 cm longitud; 1,3 cm anchura y 0,4 cm
grosor), 0590 (anchura 1,1 cm y grosor 0,4 cm) y 0591 (anchura 1,1 cm y grosor 0,3 cm) por lo que cabría relacionarlas con
la costura de tejidos bastos. Encontramos otros dos útiles apuntados, la parte distal y mesial de una pieza fracturada (0595) y
un biapuntado (0569) con marcas de embotamiento en ambos
extremos. Además, hemos identificado cuatro objetos receptores: tres mangos realizados sobre astas de ciervos (0573, 0574,
0592) y una cacha de hueso (0588). El ejemplar 0592 presenta
en el extremo proximal una perforación de 0,7 cm de diámetro
que podía servir para colgarlo. Por su parte, la pieza 0573 en el
extremo distal, aunque se encuentra parcialmente vaciado para
poder insertar la parte activa de la herramienta, tiene una serie
de cortes profundos realizados con un útil metálico en varias
114
direcciones, presentando un acabado poco cuidado que podría
indicar que se trata de un mango que fue descartado. La pieza
0588, que está incompleta, fue realizada sobre una diáfisis de
hueso largo de macromamífero y tiene dos perforaciones circulares de 0,2 cm de diámetro. Consideramos que habría servido
como una pequeña cacha de un útil de metal o madera. Por
otra parte, en la Penya del Moro también se recuperó una pieza
pseudotriangular (III.6.3) elaborada sobre la parte central de la
percha y el arranque de uno de los candiles de un asta de ciervo,
aserrada longitudinalmente y regularizada mediante abrasión,
que cuenta con al menos dos perforaciones ovales, cada una
de ellas en los dos extremos conservados (0,8 x 1 cm y 1,3 x 1
cm). Aunque fragmentada, tiene unas medidas de 17 x 5,5 x 2
cm (Barberá y Molist 2002: 54). Solo hemos documentado tres
piezas como estas en los poblados ibéricos estudiados (ver en
el capítulo 6).
Por último, queda referirnos a la pieza clasificada como
indeterminada 0596 (fig. 5.92): está realizada sobre marfil y
se encuentra alterada por la acción del fuego, presentando
una coloración marrón-negra. Desconocemos su funcionalidad exacta, aunque podría estar relacionada con la sujeción
de algún elemento textil o similar de forma que la pieza resultara visible.
5.14.3. breve valoración global
Dentro de la industria sobre materias duras animales de la Penya del Moro identificamos una proporción mucho mayor de
objetos terminados (87 %) que de piezas que reflejen el proceso de manufactura de estas materias primas (13 %). Además,
[page-n-132]
Tabla 5.32. Industria sobre materias duras animales de la Penya del Moro.
ID
Cronología Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
569
S. IV a.C.
-
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Macromamíf.
C/P
No
571
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Fíbula
Suido (?)
C/Ab/P/Pr
No
573
S. IV a.C.
-
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/A/V
No
574
S. IV a.C.
-
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/V/A/F
No
588
S. IV a.C.
-
III.4.2. Cacha
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
No
589
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C/Ab/Pr
No
590
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
591
S. IV a.C.
-
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Mesomamíf.
C/Ab/Pr
No
592
S. IV a.C.
Sector B-E
III.4.1. Mango (?)
Percha
Ciervo
C/V/Pr
No
593
S. IV a.C.
-
III.6.3. Pieza
pseudotriangular
Percha/
arranque candil
Ciervo
C/Ab/A/Pr
No
594
S. IV a.C.
Sector C
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
595
S. IV a.C.
H-14-15-16
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
596
S. IV a.C.
-
III.10. Indeterm.
Marfil
Macromamíf.
P
No
597
S. IV a.C.
Zona intramuros
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/Pr
No
598
S. IV a.C.
-
I. Matriz
Asta
Ciervo
C
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0598
0594
Figura 5.91. Asta de ciervo empleada como matriz y desecho
de trabajo del hueso.
0571
0589
0569
0588
0592
0596
0591
0573
0595
0574
0590
0597
Figura 5.92. Objetos terminados de la Penya del Moro.
115
[page-n-133]
no hemos constatado la presencia de ningún astrágalo trabajado. Tal como hemos referido en otros yacimientos del noreste de
la península son las agujas las piezas terminadas con una mayor representación.
Dentro de este asentamiento los animales jugaron un rol preponderante como elementos ligados a rituales domésticos, mediante las ofrendas y sacrificios de ovicaprinos y de huevos de gallina
(Miró y Molist 1990). En la alimentación son también los ovicaprinos los animales más consumidos, seguidos por los restos de
cerdo y de aves. Los animales silvestres, por su parte, parece que
tuvieron una importancia residual en la dieta de los habitantes del
oppidum (Barberá y Molist 2002: 82). Así pues, encontramos restos de materias duras animales como reflejo de elementos rituales,
de consumo y, debemos añadir también, como evidencias de su
trabajo artesanal. En total, se han documentado nueve piezas manufacturadas sobre huesos largos de animales de talla media y grande
(60 %), cinco sobre cornamenta de ciervo (33 %) y una realizada
sobre marfil (7 %), llegada al asentamiento probablemente a través
del comercio o intercambio. Se trata, por tanto, de un reflejo interesante de la industria sobre materias duras animales en un poblado
layetano a lo largo del s. IV a.C.
5.15. OLÈRDOLA (OLÈRDOLA, BARCELONA)
5.15.1. introducción al yacimiento
El conjunto arqueológico de Olèrdola se localiza en la montaña
de Sant Miquel d’Olèrdola, en una plataforma rocosa inclinada
en las estribaciones de poniente de la comarca del Garraf a 358
m s.n.m., protegida de forma natural por diversos acantilados y
con un control visual marcado del territorio (fig. 5.65).
Las excavaciones arqueológicas han permitido establecer
la ocupación del asentamiento desde el Calcolítico/Bronce Antiguo hasta la Edad Media, con largos hiatus de ocupación. A
partir del s. IX - s. VIII a.C. se documenta un hábitat más estable
y fortificado. El oppidum ibérico tenía una extensión de 3,5 ha,
ocupando fundamentalmente la parte baja de la plataforma rocosa, adaptando las construcciones a la orografía y aprovechando
la muralla de la Edad del Hierro. Se han identificado varios talleres artesanales que funcionarían a lo largo del s. IV - s. III a.C.:
una adobería y un espacio destinado al curtido de pieles y al
lavado y teñido de fibras, tejidos o pieles (Molist et al. 2005).
Tal como recoge Molist (2009: 19-22), las primeras intervenciones arqueológicas en Olèrdola tuvieron lugar a finales del
s. XIX, desarrollándose a lo largo de la primera mitad del s. XX
por diferentes instituciones y direcciones, ligadas a la investigación histórica y arqueológica de este conjunto monumental.
Entre 1983 y 1987 se llevaron a término diferentes campañas
de excavación centradas en el sector 1, en la parte izquierda de
la entrada al recinto amurallado (fig. 5.93). En total, se excavaron seis grandes cuadros, dejando testigos entre ellos (Molist
2009: fig. 26).
A partir de 1995, año en el que Olèrdola se convirtió en una
de las sedes del Museu d’Arqueologia de Catalunya, se reemprendieron las excavaciones en el sector 1, eliminando los testigos dejados en las intervenciones anteriores que dificultaban su
lectura espacial y continuando con la identificación de las diferentes fases evolutivas del yacimiento en este sector de 325 m2
(Molist 2009: fig. 16.1). Los trabajos continuaron hasta 2006 y
los principales resultados y conclusiones obtenidas han sido publicados (Molist 2009); así como también se ha priorizado la conservación, musealización y difusión del conjunto excavado.
Fig. 5.93. Vista aérea del conjunto arqueológico de Olèrdola. Imagen: Unitat Aèria Agents Rurals (http: //invarque.cultura.gencat.cat/
VistaImatge?codImatge=43128).
116
[page-n-134]
5.15.2. el conjunto analizado
Mediante la revisión en el MAC-Barcelona de los materiales
recuperados en Olèrdola en las campañas de 1983-1987 y 19952006, así como gracias al estudio de la industria ósea del yacimiento realizado por Molist (2009: 437-440), presentamos un
conjunto de 18 piezas elaboradas sobre huesos de mamíferos y
astas de ciervo. La mayoría de los objetos pueden adscribirse a
las últimas fases de la ocupación ibérica del asentamiento, entre
final del s. II a.C. y principio del s. I a.C., ya en contacto e influenciada por la cultura romana, a excepción de un fragmento
distal de un útil apuntado recuperado por debajo del ámbito 1,
en los niveles de la Edad del Hierro (0657) (tabla 5.33).
En el ámbito 3, que durante el ibérico pleno habría funcionado
como taller metalúrgico y que resulta peor conocido para el s. II
a.C. (Molist 2009: 195), se han recuperado en niveles del ibérico
final tres fragmentos de objetos apuntados (0634, 0635, 0658) (figs.
5.94 y 5.95). En la cata 5 realizada en las excavaciones de los años
ochenta (Molist 2009: fig. 2.6) y en la UE 8094, se recuperaron
otros dos fragmentos de útiles apuntados (0628, 1095) (fig. 5.94).
Más allá de los objetos apuntados indeterminados son los stili
las piezas más representadas. Así, contamos con tres ejemplares:
0361, 0626 y 0627 (fig. 5.94), uno de ellos con cabeza diferenciada redondeada realizada mediante tallado y abrasión (0361). Todos
ellos están asociados a la ocupación de finales del s. II e inicios del
s. I a.C., no en vano, este tipo de artefactos están relacionados con
el mundo romano, así como con el control de actividades económicas y con cierto grado de difusión de la escritura (Feugère y Prévot
2008: 242; Blasco Martín 2018: 142).
Se han identificado también una aguja (0656) y dos posibles espátulas (0629, 0655) con el extremo proximal en forma
de pequeña pala, ligeramente cóncava (por lo que no podemos considerarlas como agujas) y una perforación en la parte distal que podría servir para llevarlas colgadas o para atarlas
(fig. 5.94) (Molist 2009: 440), podrían ser objetos relacionados con
la aplicación de ungüentos cosméticos o medicinales.
Dentro del grupo de los objetos perforados encontramos un
artefacto de hueso de dimensiones reducidas (2,6 x 1,4 x 0,2) con
dos perforaciones circulares de 0,4 cm de diámetro que podría
haber sido utilizado como botón o para pasar alguna cuerda o te-
Tabla 5.33. Industria sobre materias duras animales de Olèrdola.
ID
Cronología
Campaña Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
71
1ª m. s. I a.C.
2002
UE 8313
III.6.5. Cuenta/
III.6.6. Fusayola
Cabeza
femoral (?)
Meso/
P/Pr
Macromamíf.
Sí
361
Fin. s. II - in. s. I a.C.
1986
UE 5044
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf. P
Sí
626
Fin. s. II - in. s. I a.C
1998
UE 8068
III.1.8. Stilus (?)
Diáfisis
Macromamíf. -
No
627
Fin. s. II - in. s. I a.C
1998
UE 8094
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf. P
No
628
Fin. s. II - in. s. I a.C
1998
UE 8094
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/
Macromamíf.
No
629
Fin. s. II - in. s. I a.C
1986
Ámbito 6.
UE 8097
III.3.3. Espátula
Hueso largo
Meso/Macro- mamíf.
No
632
Ss. IV-I a.C.
1986
Test. interior 3
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf. P/Ab/Pr
No
633
Ss. IV-I a.C.
1986
Cata 3.
UE 3004
III.6.2. Botón
Hueso largo/
plano
Meso/Macro- P/Ab/Pr
mamíf.
No
634
Inicio s. II a. C
2003
Ámbito 3.
UE 8368
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macro- P/Ab
mamíf.
No
635
Inicio s. II a. C
2003
Ámbito 3.
UE 8368
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Mesomamíf.
No
655
Ss. IV-II a.C.
1986
Test. interior 3
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Meso/Macro- Pr
mamíf.
No
656
Fin. s. II - in. s. I a.C
1986
UE 5037
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macro- Pr
mamíf.
No
657
S. VII a.C.
2000
Debajo ámbito
1. UE 8168
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macro- P
mamíf.
No
658
Fin. s. II - in. s. I a.C
2003
Ámbito 3.
UE 8368
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macro- P
mamíf.
No
659
Ss. II-I a.C.
-
-
V. Desecho/II. Soporte Metatarso
Ciervo
A
No
660
Ss. II-I a.C.
-
-
V. Desecho/II. Soporte Percha
Ciervo
A
No
661
Ss. II-I a.C.
-
-
I. Matriz
Parte del
Ciervo
cráneo y cuerna
Pe/C
No
1986
Cata 5
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
1095 Ss. II-I a.C.
Marcas*
P/Ab/R
Meso/Macro- mamíf.
Decor.
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
117
[page-n-135]
jido (0633); una cuenta circular (0632) (fig. 5.95) y, según recoge Molist (2009: 439): “Una peça de forma circular –30 mm de
diàmetre– amb perforació central recuperada en el nivell d’abandó
de primera meitat del segle I aC podia haver tingut diversos usos:
fitxa de joc, fusaiola, botó o aplic. La cara superior està polida i
és lleugerament còncava; la cara inferior, plana, presenta una quadrícula tallada irregular així com un rebaix radial que va des del
centre fins a l’extrem. El perfil és d’arc de cercle” (0071) (fig. 5.94).
Posiblemente, se manufacturó sobre una cabeza femoral de macromamífero. Atendiendo a sus características formales, podría considerarse una cuenta, una fusayola o, incluso, un disco.
Aparte de las 15 piezas terminadas, en Olèrdola se ha documentado también el trabajo, al menos puntual, sobre hueso y asta
de Cervus elaphus. Así, incluimos dos desechos de trabajo (0569,
0660) y una matriz (0661) identificados durante el análisis de los
restos faunísticos: “El cérvol està representat per 10 restes procedents de la UH 5, la UH 10, l’abocament i el carrer. Les restes
corresponen a un mínim de dos animals adults (...) El cérvol és
0361
l’éspecie que registra una proporció més elevada de restes amb
traces antròpiques (4 sobre 10). Les traces d’asserrat sobre un metatars i sobre un fragment d’asta indiquen una activitat artesanal a
partir de aquests ossos. Un fragment de frontal porta impactes sagitals, fets per separar la part de l’asta de la resta del crani, i també
impactes a la base de l’asta per tal d’aïllar-la” (Molist 2009: 461).
Aunque no hemos podido ver las piezas personalmente la descripción resulta clara y evidencia que, en el caso de la matriz, ha sido
aprovechada tras la caza del animal, por lo que cabría considerar
que también se emplearían las cornamentas obtenidas mediante la
recolección tras la época de muda.
5.15.3. breve valoración global
La gran mayoría de los objetos se corresponden con piezas terminadas (83 %), aunque también contamos con evidencias reducidas
del trabajo de los huesos de mamíferos y de las astas de ciervos (17
%). No hay ningún astrágalo modificado antrópicamente.
0626
0627
0628
0071
1095
0629
0655
0656
0658
0657
Figura 5.94. Objetos
terminados de hueso de
Olèrdola (adaptado de
Molist 2009: fig. 16.1).
0635
0634
0632
0633
Figura 5.95. Objetos
terminados de hueso
de Olèrdola del MACBarcelona.
118
[page-n-136]
Para finalizar, resulta interesante destacar que se han atestiguado piezas similares a las manufacturadas en hueso, realizadas
sobre otras materias primas, como es el caso de las agujas metálicas (Molist 2009: figs. 15.1 y 15.6). También se ha documento al
menos un alfiler en niveles de la segunda mitad del s. II a.C. realizado sobre bronce. Aunque no se ha identificado ningún alfiler de
hueso en el yacimiento, este tipo de objeto es habitual dentro de
la industria ósea ibérica, pero su realización sobre materias duras
animales, como constatamos en Olèrdola, no resulta exclusiva.
El conjunto de piezas analizadas nos aporta una perspectiva interesante sobre los artefactos documentados en un asentamiento
ibérico, principalmente durante el s. II - s. I a.C., evidenciando la
aparición de ciertos tipos de piezas confeccionadas sobre mate-
rias duras animales que no documentamos en centurias anteriores, como es el caso de los stili que reflejan, por tanto, un cambio
en lo material y cultural, en este caso desde la perspectiva de los
petits objets (Feugère y Charpentier 1989-1990).
5.16. EL VILAR (VALLS, TARRAGONA)
5.16.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de El Vilar está emplazado en la actual ciudad de
Valls, en su extremo este, en una pequeña elevación del terreno
a 230 m s.n.m. flanqueada por los barrancos del Catllar y el Fornac (Curulla et al. 1997) (fig. 5.65). La existencia del poblado es
Figura 5.96. Planta de El Vilar en la que se señala la ubicación del silo 4 (Fabra y Vilalta 2016: fig. 2).
119
[page-n-137]
Tabla 5.34. Industria sobre materias duras animales de El Vilar.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anátomica
Animal
Marcas*
Decor.
257
Fin. s. III - in. s. II a.C.
Silo 4
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf. Pr/A
No
268
Fin. s. III - in. s. II a.C.
Silo 4
III.4.3. Tubo/III.4.1. Mango
Diáfisis
Mesomamíf.
P
Sí
269
Ss. III-II a.C.
-
III.1.1. Aguja
Metápodo
Macromamíf.
Pr
No
436
Fin. s. III - in. s. II a.C.
Silo 4
I. Matriz
Asta
Ciervo
A
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; P-Pulido; Pr-Perforación.
conocida desde inicios del s. XX, habiendo sido objeto de diferentes intervenciones arqueológicas y urbanísticas que, en este
último caso, han afectado a la comprensión del asentamiento. Se
han documentado restos dispersos de época ibérica en un área
de unas 6 ha, ocupando instalaciones deportivas, educativas y
ferroviarias del entramado urbano actual (Curulla et al. 1997)
(fig. 5.96). La cronología del yacimiento, según las importaciones cerámicas estudiadas, se sitúa entre el s. IV y el s. II a.C.
(Fabra y Burguete 1986).
Este enclave cessetano debió jugar un papel destacado en
época ibérica al localizarse en un lugar de tránsito hacia las regiones interiores de las llanuras del Urgell a través de los caminos naturales del coll de Lille y del río Francolí, contando a su
vez con una relación privilegiada con el mundo ilergete (Fabra
y Vilalta 2016: 174).
Figura 5.97. Izquierda: tubo o mango 0268. Derecha: bisagra 0257.
Imágenes: Museu de Valls (Tarragona).
5.16.2. el conjunto analizado
5.16.3. breve valoración global
Incluimos cuatro piezas manufacturadas sobre hueso y asta de
El Vilar, de una desconocemos su lugar de hallazgo y las otras
tres fueron recuperadas en el silo 4 excavado de urgencia en
1983 (Fabra y Vilalta 2016: 150) (tabla 5.34). Este silo tenía,
aproximadamente, 3 m de altura y unos 2,5 m de anchura y se
encontraba seccionado por su parte más ancha. En su interior
se recuperó abundante material cerámico: ánforas, lebetes, kalathoi, caliciformes, cerámica de cocina, campaniense A, ponderas… cuyo estudio ha permitido datar el relleno del silo entre
finales del s. III e inicios del s. II a.C. Se recogieron también
418 restos de fauna, el 92 % de los mismos pertenecientes a, al
menos, 3 suidos, seguidos de los ovicaprinos (5,2 %) y restos
aislados de conejo, avifauna, roedores y un fragmento de una
mandíbula de un posible équido (Fabra y Vilalta 2016: 166).
Dentro de la industria sobre materias duras animales documentamos: una cuerna de Cervus elaphus con la luchadera y los
candiles aserrados (0436) (Fabra y Vilalta 2016: fig. 32.2); una
bisagra con una perforación en una de sus caras y marcas de
estrías por su utilización en la parte externa (0257) y un pequeño
objeto receptor que podría tratarse tanto de un mango cilíndrico
como de un tubo realizado sobre una diáfisis de mesomamífero
que presenta una factura cuidada y una pequeña moldura decorativa en su extremo distal (0268) (fig. 5.97).
Aparte de los artefactos recuperados en el silo 4 tenemos
constancia de una aguja de hueso recuperada en una ubicación
que desconocemos. Está realizada sobre un probable metápodo
de macromamífero, con unas dimensiones de 10,4 cm de longitud x 1 cm de anchura máxima; tiene el extremo activo fracturado y una pequeña perforación circular en la parte proximal
(0269) (VV.AA. 2002: 134).
La constatación de este reducido lote de materiales compuesto
por tres objetos terminados de hueso y un asta de ciervo trabajada nos hace suponer que podrían existir más piezas acabadas
o evidencias de manufactura de materias duras animales en este
oppidum. El yacimiento de El Vilar se enfrenta a sus propias
particularidades al situarse dentro de un núcleo urbano habitado
como es la ciudad de Valls, pero quizás la revisión global de
todos los materiales excavados en un futuro próximo o la continuación de nuevos proyectos arqueológicos, tal como están teniendo lugar actualmente, permitan aclarar ciertos interrogantes
y ampliar el corpus material del mismo.
120
5.17. SAN ANTONIO (CALACEITE, TERUEL)
5.17.1. introducción al yacimiento
El asentamiento de San Antonio de Calaceite ocupa la colina
del mismo nombre en el extremo meridional de la sierra de San
Cristóbal (Teruel) (fig. 5.98). Es conocido al menos desde el s.
XVIII, ya que existen diversas referencias escritas de religiosos
sobre restos en el cerro de San Cristóbal de “los tiempos de
los moros” (Jornet i Niella 2017: 41). Las primeras excavaciones sistemáticas se desarrollaron entre 1902 y 1903 impulsadas
por J. Cabré, S. Vidiella y J. Ejerique. Los trabajos continuaron
durante las primeras décadas del s. XX dirigidos por P. Bosch
Gimpera, del Institut d´Estudis Catalans (Gracia Alonso y Fullola 2008). En 2015 R. Jornet i Niella presentó su tesis doctoral
acerca de las excavaciones y estudios llevados a cabo en este
asentamiento ibérico, trabajo que fue publicado posteriormente
como monografía (Jornet i Niella 2017).
[page-n-138]
El poblado tuvo una vida amplia, entre el s. V e inicios del
s. II a.C. En una primera fase (s. V - s. IV a.C.) se ocupó la parte más elevada del cerro construyéndose, en torno a una calle
central, diversas estancias de planta rectangular protegidas por
una muralla y varios torreones. En el s. III a.C. tuvo lugar una
segunda fase de ocupación y reordenación del espacio, coincidiendo con el momento de su máximo esplendor. Se amplió el
núcleo urbano mediante el poblamiento en terrazas y se proyectó una nueva muralla de mayor envergadura en la que destaca
un gran torreón semicircular (fig. 5.99). El yacimiento fue abandonado hacia finales del s. III - inicios del s. II a.C. en relación
con la conquista romana del territorio.
5.17.2. el conjunto analizado
Hemos podido documentar un pequeño conjunto de siete piezas
terminadas (tabla 5.35): cuatro de ellas las pudimos revisar directamente en el MAC-Barcelona e incluimos otras tres referenciadas
por Jornet i Niella (2015 y 2017) (fig. 5.100). Destaca la presencia
mayoritaria de tres piezas apuntadas planas de hueso (III.1.4), un
tipo de artefacto que no constatamos en los yacimientos estudiados
del área catalana. Todos ellos están decorados con motivos moldurados y/o geométricos incisos. La pieza 0439 fue recuperada en el
edificio 25 junto a restos de cerámica ibérica y una punta de lanza
de hierro en niveles datados entre el 220 - 180 a. C (Jornet i Niella
2017: 237). En la misma cronología, en el edificio 6, se halló la
pieza 0631, solo hemos podido revisar un fragmento mesial de la
misma en el MAC-Barcelona, sin embargo, gracias al dibujo de
Cabré recogido por Jornet i Niella (2017: fig. 9.39.1) podemos clasificarlo con un apuntado plano con decoración incisa en el que
destacan los motivos en zigzag, aspas y rombos. Por otro lado, dentro de los materiales sin contexto claro encontramos un fragmento
de otro útil apuntado plano con decoración geométrica (0439). Cabría pensar que, como las piezas anteriores, pertenecería a niveles
de final del s. III a.C. - inicios del s. II a.C.
Otro objeto del que desconocemos su ubicación es el posible punzón o varilla 0572, que tiene su extremo distal fragmentado (lo que no nos permite asegurar su clasificación) y
una pequeña incisión en el extremo proximal. Sus medidas
son bastante notorias, conservando una longitud de 18,3 cm
y una anchura y grosor máximos de 1,2 y 0,7 cm respectivamente, posiblemente fue manufacturado sobre un metápodo
de equino o bovino.
Por otro lado, encontramos un fragmento distal de un útil
apuntado (0437), recuperado en los niveles de derrumbe de la
torre 1, junto a fragmentos de molino y una intrusión de una
hebilla de cinturón visigoda (Jornet i Niella 2017: 114); una
posible caja (0438) que, aunque se señala que está realizada
sobre hueso (Jornet i Niella 2017: 237), consideramos que
por sus dimensiones (9,9 x 4,1 x 3,5 cm) y por comparación
con piezas similares como las documentadas en el Turó del
Montgròs (0048) (fig. 5.67) o en el Turó de la Rovira (0726)
(fig. 5.89) seguramente se trate de parte de la percha de una
cornamenta de Cervus elaphus aserrada y vaciada y, por último, un mango de marfil (0568). Este fue recuperado en el
edificio 3 junto a otros materiales como restos de cerámica
campaniense A, cerámica ibérica a mano, pondus con decoración incisa, una lanza de hierro, puntas de proyectil de hierro, dos rejas de arado, unas pinzas de bronce y un pulidor de
piedra en forma de prisma (Jornet i Niella 2017: 90-91). Aunque se ha publicado como de hueso (Pallarés 1965: 100), su
revisión directa nos permite afirmar que está realizado sobre
marfil, apreciándose las capas de crecimiento características
de los colmillos en el lateral de la pieza. Tipológicamente es
Figura 5.98. Detalle de
la ubicación de los yacimientos:
17) San Antonio (Calaceite)
18) El Palomar (Oliete)
19) La Morranda (El Ballestar)
20) La Moleta del Remei
(Alcanar)
21) Puig de la Misericòrdia
(Vinaròs)
22) Puig de la Nau (Benicarló).
121
[page-n-139]
Figura 5.99. Planta de San
Antonio de Calaceite con los
espacios con industria ósea en
azul (adaptado de Melguizo y
Moret 2007: fig. 2.1.).
Tabla 5.35. Industria sobre materias duras animales de San Antonio.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
437
220-180 a.C.
Torre 1
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamífero
-
No
438
220-180 a.C.
Edificio 12
III.4.4. Caja
Percha
Ciervo
A/Pr
No
439
220-180 a.C.
Edificio 25
III.1.4. Apuntado plano
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
568
220-180 a.C.
Edificio 3
III.4.1. Mango
Colmillo
Elefante ind.
P/Pr
Sí
570
400-180 a.C.
Sin contexto
III.1.4. Apuntado plano
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
572
400-180 a.C.
Sin contexto
III.1.6. Punzón/III.3.1. Varilla Metápodo
Macromamífero
C/P
Sí
631
220-180 a.C.
Edificio 6
III.1.4. Apuntado plano
Macromamífero
Ab/P
Sí
Diáfisis
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
un mango con talón (III.4.1.3) decorado con dos plaquitas
circulares de bronce, cada una en el extremo proximal de las
caras dorsal y frontal de la empuñadura (Mata Parreño et al.
2020: 75-76). En la parte superior se conservan todavía los
restos de un clavo de bronce que uniría el mango a la hoja
metálica. Además, presenta otra perforación circular en la
parte central de 0,2 cm de diámetro.
5.17.3. breve valoración global
Se trata de un conjunto reducido, integrado por siete piezas.
Cinco de ellas están realizadas sobre hueso (71,4 %), una sobre
asta de ciervo (14,30 %) y otra sobre marfil (14,30 %). No se
han documentado evidencias del trabajo sobre materias duras
animales dentro del asentamiento, si bien cabe tener en cuenta
que apenas se tiene constancia de la fauna recuperada en el oppidum durante las excavaciones de la primera mitad del s. XX.
Asimismo, resulta llamativo que cinco de las siete piezas documentadas están decoradas (71 %), lo que remarca el carácter
ornamental dado a este tipo de artefactos en San Antonio.
122
5.18. EL PALOMAR (OLIETE, TERUEL)
5.18.1. introducción al yacimiento
El Palomar se ubica en una pequeña loma sobre el río Martín,
afluente del Ebro, aproximadamente a un kilómetro de distancia de la localidad de Oliete (fig. 5.98). Junto con otros poblados como San Pedro (Oliete, Teruel) o el Cabezo de la Guardia
(Alcorisa, Teruel) es uno de los yacimientos que mejor ilustran
el desarrollo de la cultura ibera y, concretamente, sedetana, en la
margen izquierda del valle del Ebro (Vicente et al. 1990).
Conocido desde finales del s. XIX, las primeras intervenciones arqueológicas tuvieron lugar en 1948 dirigidas por J. Galiay.
Se llevaron a cabo tres campañas que sacaron a la luz cuatro
calles, todas ellas enlosadas, que delimitan una manzana en la
que se han identificado once espacios domésticos y cuatro almacenes (fig. 5.101). No se conservan elementos de fortificación,
con excepción de un foso que completa el aislamiento natural
del cerro (Vicente et al. 1990). Los trabajos arqueológicos continuaron entre 1977 y 1981, dirigidos por J. Vicente Redón desde el Museo Provincial de Teruel.
[page-n-140]
0437
0439
0572
0568
0631
0570
0438
Figura 5.100. Piezas de San Antonio. Fotografías de la autora en el MAC-Barcelona. Dibujos de Jornet i Niella: 0631 (2017: fig. 9.39);
0437 (2015: fig.6.81-1); 0438 (2015: fig. 6.86); 0439 (2015: 6.120).
Con todo ello, tras los estudios de la cultura material recuperada, en los que se prestó especial atención a los hallazgos
monetarios y cerámicos, se acotó la cronología del sitio entre el
s. III - s. I a.C. De esta manera, El Palomar es un ejemplo perfecto de un pequeño enclave ibérico, de unas 0,8 ha, en contacto
con la cultura romana que se va asentando en el sur y este peninsular y que penetra hacia el interior por los valles de grandes
ríos como el Ebro. La destrucción del poblado se sitúa en torno
al año 74 a.C., en el trascurso de las guerras sertorianas. Tan
solo volverá a estar ocupado en el s. VI d.C. por una necrópolis
visigoda. Se localizaron diez tumbas que contenían un total de
once individuos y cuyas fosas de enterramiento cortaban los niveles de ocupación ibero-romanos (Vicente 2007).
5.18.2. el conjunto analizado
Todas las piezas son de época ibero-romana, del momento final
de ocupación del asentamiento en el 1er tercio del s. I a.C. Contamos con 25 objetos elaborados sobre materias duras animales:
16 piezas terminadas, seis astrágalos trabajados, dos soportes y
un artefacto secundario (tablas 5.36 y 5.37).
La mayoría de las piezas de hueso de El Palomar, 12 objetos
(48 %), son útiles apuntados (fig. 5.102). Dentro de ellos destaca la presencia de cuatro stili del subtipo y variante III.1.8.1.a.
sin cabeza diferenciada y con remate en forma de bisel (0172,
0173, 0180, 0183) y un ejemplar con cabeza diferenciada esférica/ovalada (III.1.8.2.b) (0171). Asociamos los stili con el contacto ibero-romano, así como configuran un reflejo material de
la penetración de la escritura y de la lectura en las sociedades
del pasado (Feugère y Prévot, 2008). Aspecto especialmente interesante y en consonancia con las inscripciones halladas, entre
otros, sobre varias fusayolas, un olpe y un ánfora (Vicente et
al. 1990: 28). El resto de los útiles apuntados son un punzón
realizado sobre un metatarso de Cervus elaphus (0177) y seis
apuntados fracturados (0186, 0188, 0232, 0233, 0181, 0182).
Cabe señalar que en la revisión de la industria de hueso y asta de
El Palomar en el Museo Provincial de Teruel hallamos un fragmento del extremo distal de un útil apuntado de madera de sección rectangular-redondeada y 2,5 cm de longitud conservada,
0,5 cm de anchura y 0,6 cm de grosor (fig. 5.102). Su similitud
con los apuntados óseos resulta evidente, lo cual nos permite
poner en relación artesanías como la ebanistería y el trabajo
sobre materias duras animales (Blasco Martín 2018: 143-144).
Aparte del conjunto de piezas apuntadas documentamos
otros cuatro objetos terminados: dos posibles espátulas (0179,
0184), un mango (0175) y un objeto indeterminado (0174)
(fig. 5.103). La espátula 0179 se encuentra en mal estado de
conservación, presenta un acabado poco elaborado y el extremo
romo ligeramente embotado. Por su parte, la pieza 0184 cuenta con una factura cuidada y un cuerpo tallado y diferenciado
del extremo activo, el cual se encuentra fracturado, lo que dificulta su identificación; sin embargo, consideramos que podría tratarse de una espátula característica del mundo romano.
Por su parte, el mango 0175 es el único objeto realizado sobre
asta de Cervus elaphus, en concreto, sobre un candil aserrado
y vaciado para insertar el vástago metálico. El objeto indeterminado 0174 es un artefacto cilíndrico hueco realizado sobre
un fémur de Bos taurus decorado en su parte externa mediante
123
[page-n-141]
Figura 5.101. Planimetría del
yacimiento donde se señalan
los lugares de hallazgo de
las piezas de hueso y asta
(adaptado de Vicente et al.
1990: 15).
Tabla 5.36. Industria sobre materias duras animales de El Palomar.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
171
1 tercio s. I a.C.
Almacén 4
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P/C
Sí
172
1er tercio s. I a.C.
Casa 7-3
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
173
1er tercio s. I a.C.
Almacén 3
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
Ab
No
174
1er tercio s. I a.C.
Almacén 2
III.10. Indeterm.
Fémur
Bovino
C/V/P/A/Pr
Sí
175
1er tercio s. I a.C.
Casa 7
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
177
1 tercio s. I a.C.
Casa 7
III.1.6. Punzón
Metatarso
Ciervo
C/Rn
No
179
1 tercio s. I a.C.
Casa 6
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Macromamífero
P
No
180
1 tercio s. I a.C.
Casa 4-1
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
181
1 tercio s. I a.C.
Casa 7-3
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
182
1 tercio s. I a.C.
Casa 7-1
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
183
1er tercio s. I a.C.
Norte 1
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
184
1er tercio s. I a.C.
Calle I
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
185
1er tercio s. I a.C.
Almacén 2
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
186
1 tercio s. I a.C.
Almacén 2
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab
No
187
1 tercio s. I a.C.
-
IV. Ind. secundaria
Costilla
Ovicaprino
C
No
188
1 tercio s. I a.C.
Casa 4
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
232
1 tercio s. I a.C.
Casa 8-2
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
233
1 tercio s. I a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
308
1 tercio s. I a.C.
-
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
Ab/C
No
er
er
er
er
er
er
er
er
er
er
er
er
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Rn-Ranurado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
124
[page-n-142]
Tabla 5.37. Astrágalos trabajados del Palomar. Las medidas se expresan en cm.
ID
Ubicación
Lateralidad
Animal
Tipo
Long.
Anchura
Grosor
Ø Perf.
176
Casa 6. Enterramiento infantil
Izquierda
Ovicaprino
G1
2,3
1,5
1,2
0,3
178
Casa 5-2
Derecha
Ovicaprino
G1
2,7
1,9
1,5
0,3
234
Casa 6. Enterramiento infantil
Derecha
Ovicaprino
G1
2,5
1,5
1
0,3
564
Casa 11-1
Derecha
Ovicaprino
G1
2,6
1,8
1,3
0,3
565
Casa 11-1
Izquierda
Ovicaprino
G1
2,6
1,8
1,3
0,3
566
Casa 11-1
Derecha
Ovicaprino
B2
3
2,6
1,8
0,3
0186
0171
0188
0232
0233
0180
0172
0173
0177
0183
0181
0182
Apunt.
Madera
Figura 5.102. Piezas apuntadas de hueso de El Palomar.
incisiones poco profundas formando diversos motivos geométricos. En algunos estudios ha sido clasificado como colgante
(VV. AA., 2007: 321), si bien solo una de las perforaciones
que presenta atraviesa la pared ósea (0,5 x 0,5 cm). La otra supuesta perforación enfrentada, además de ser de menor tamaño
(0,2 x 0,2 cm), no llega a resultar operativa. Aparte de ello, la
pieza cuenta con tres salientes tallados en uno de sus extremos
que podrían actuar como soporte o servir para encajarlos en otra
pieza o superficie formando un útil compuesto. Quizás podría
tratarse de una pequeña cajita similar a las que hemos identificado en otros asentamientos.
Asimismo, documentamos dos piezas en proceso de elaboración: el soporte 0308, una lámina de una diáfisis de un hueso
largo de animal de talla grande con marcas de cortes y abrasión
y la pieza 0185, un posible soporte fallido o descartado que presenta cortes a lo largo del cuerpo y del extremo proximal en lo
que parece un intento de tallar la forma deseada del objeto sin
que el resultado resultara satisfactorio, quedando la forma poco
definida y las dimensiones reducidas (longitud conservada 4,4
cm). Como industria de orden secundario documentamos una
costilla de ovicaprino (0187) en la que apenas se realizaron dos
cortes para conseguir un extremo activo apuntado que presenta
marcas de embotamiento por utilización (fig. 5.103).
Por último, nos queda destacar el conjunto de seis astrágalos
de ovicaprinos perforados documentados en distintas estancias
del asentamiento (tabla 5.37 y fig. 5.103): en la casa 5-2, la casa
11-1 y, dos de ellos formando parte del ajuar que acompañaba a
uno de los cinco enterramientos infantiles localizados en el subsuelo de la casa 6. Llama la atención que todos presenten una
perforación central circular de 0,3 cm de diámetro (G1), lo cual
podría indicar que fueron realizadas por la misma herramienta
apuntada o por varios modelos muy similares. Además de la
125
[page-n-143]
0176
0178
0234
0564
0565
0566
0174
0187
0175
0179
0308
0184
0185
Figura 5.103. Piezas no apuntadas de hueso y asta de El Palomar.
perforación tan solo el ejemplar 0566 ha sido modificado mediante abrasión en su cara medial hasta obtener una superficie
recta (B2). Para los tres astrágalos de la casa 11 hay que resaltar
su asociación con un dado de arcilla recuperado en la misma
estancia. Debido a ello y a la presencia en otras habitaciones
de El Palomar de fichas circulares de piedra, consideramos que
esas tabas formarían parte, junto con el dado y las fichas, de uno
o varios juegos. Al igual que los stili, la presencia de ese dado
nos refleja la penetración de la cultura material romana en los
asentamientos iberos (Blasco Martín 2016).
obtenidos por la caza, como es el caso del ciervo. Las cornamentas, como ya hemos apuntado con anterioridad, pueden ser
recolectadas tras el desmogue de los cérvidos o aprovecharse
tras la caza. Todo ello nos evidencia las distintas estrategias de
aprovisionamiento de la materia prima para realizar el trabajo
sobre materias duras animales en este asentamiento de contacto
entre el mundo ibérico y celtibérico en un momento, inicios del
s. I a.C., de clara influencia y convivencia con la cultura romana.
5.18.3. breve valoración global
5.19.1. introducción al yacimiento
Del total de 25 objetos manufacturados sobre materias duras de
El Palomar, el 64 % se corresponden con piezas terminadas, el 24
% con astrágalos trabajados, el 8 % con soportes y un 4 % con industria expeditiva. Cabe remarcar la presencia mayoritaria de stili
de hueso, de distintos subtipos y variantes, asi como enfatizar la
presencia de tabas de ovicaprinos que, recuperadas en contextos
domésticos y funerarios (como ajuar de un enterramiento infantil
dentro de una de las casas) podrían relacionarse con el mundo lúdico, más teniendo en cuenta la presencia de un dado de arcilla en
el poblado, y con el mundo simbólico, como ofrendas al más allá.
Por otra parte, hemos podido documentar el trabajo sobre
huesos de Bos taurus y ovicaprino (Ovis aries/Capra hircus),
así como sobre huesos y asta de Cervus elaphus, por lo que estas
piezas se han realizado tanto sobre animales domésticos, propios de la actividad ganadera del poblado, como sobre animales
El yacimiento de La Morranda se localiza en los montes de la
Tinença de Benifassà al sureste de la población de El Ballestar, a 653 m s.n.m., en un pequeño cerro sobre el cauce del río
Sénia (Iborra 2004) (fig. 5.98). Las excavaciones revelaron la
existencia de un asentamiento ibérico, ocupado entre el s. II y
el s. I a.C., del que se excavó parte de la muralla y del espacio
de hábitat, delimitando diversas áreas, recintos y habitaciones
(Flors y Marcos 1998) (fig. 5.104).
En 1996 un vecino de El Ballestar recogió unos materiales
arqueológicos en el emplazamiento de La Morranda que fueron cedidos al ayuntamiento de la localidad. Ese mismo año
el Servei d’Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques de
Castelló realiza los primeros trabajos de reconocimiento del yacimiento. En 1997 y 1998 se llevaron a cabo dos campañas de
excavaciones (Flors y Marcos 1998).
126
5.19. LA MORRANDA (EL BALLESTAR, CASTELLÓN)
[page-n-144]
0696
Figura 5.105. Punzón de hueso de la Morranda (0696).
modificadas antrópicamente identificadas en el estudio arquezoológico realizado por P. Iborra (2004). Así, contamos con 12
objetos elaborados sobre huesos de animales de talla media y
grande y astas de ciervo (tabla 5.38): una matriz (8 %), tres piezas terminadas (25 %) y ocho astrágalos trabajados (67 %).
En el recinto 3, en la UE 3002, identificada como un nivel de
incendio en el que se hallaron abundantes restos de adobes, derrumbes de piedra enlucidos y restos de madera (Flors y Marcos
1998: 301) se recuperó un punzón de hueso (0696) realizado sobre un metápodo de macromamífero (14,2 x 0,8 x 0,6 cm) con el
extremo proximal ligeramente diferenciado del resto de la pieza
(fig. 5.105). Resulta similar a la pieza 0572 de San Antonio de
Calaceite fracturada en su parte distal (fig. 5.100).
Las piezas de hueso y asta recogidas por Iborra son (2004: 26):
- En la habitación A: un astrágalo izquierdo de oveja con
las facetas lateral y medial pulidas (0345), un astrágalo derecho
de cabra montés con las mismas evidencias de trabajo (0347) y
un fragmento de asta de ciervo trabajada (0348). Además, en el
ángulo suroeste de la estancia, por debajo de una estructura de
piedras planas que podrían haber actuado como una banqueta
adosada a las paredes de la habitación se descubrieron: “D’allò
que hem interpretat com una ofrena o un sacrifici que deu estar
relacionat amb la construcció del recinte. Es tracta d’unes banyes de cérvol, les quals conserven la corona i les dues banyes
posteriors, havent estat serrada la cornamenta major. Junt a les
banyes aparegué una anella de ferro, abundants restes de carbons, fragments de ceràmica de cuina pertanyents a una base
plana, alguns fragments informes de ceràmica a torn, restes de
peix i algunes altres restes inconnexes de fauna encara no analitzades” (Flors y Marcos 1998: 298). Por la descripción que se
Figura 5.104. Planimetría de la Morranda. En azul espacios con
industria de hueso o asta (adaptado de Flors y Marcos 1998: fig. 1).
5.19.2. el conjunto analizado
Hemos analizado una pieza depositada en el Museu de Belles
Arts de Castelló (0696) y, aunque no hemos podido revisar personalmente la fauna del yacimiento al no encontrarse depositada en esta institución, recogemos la información de las piezas
Tabla 5.38. Industria sobre materias duras animales de La Morranda.
ID
Ubicación
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Lateral
Animal
Marcas*
345
Hab. A
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Oveja
P/Ab
347
Hab. A
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Cabra montés
P/Ab
348
Hab. A
Ss. II-I a.C.
III.4.1. Mango
Asta
-
Ciervo
-
349
Hab. B
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Ciervo
P/Ab
350
Hab. B
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Oveja
P/Ab
351
Hab. B
Ss. II-I a.C.
III.4.1. Mango
Asta
-
Ciervo
-
663
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Oveja
P/Ab
696
Recinto 3
Ss. II-I a.C.
III.1.6. Punzón
Metápodo
-
Macromamífero
P
751
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Oveja
P/Ab
943
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Der.
Cabra montés
P/Ab
1166
Área 3
Ss. II-I a.C.
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Izq.
Cabra montés
P/Ab
1167
Hab. A
Ss. II-I a.C.
I. Matriz
Asta
-
Ciervo
A
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Ab-Abrasión; P-Pulido.
127
[page-n-145]
presenta parece que se trata de las dos cuernas de un ejemplar
de ciervo obtenidas por el desmogue. Asimismo, consideramos
que es posible que se trataran de matrices para la manufactura
de útiles sobre esta materia prima, no de una ofrenda o sacrificio
para la construcción del recinto (1167).
- En la habitación B: un astrágalo izquierdo de ciervo (0349)
y un astrágalo izquierdo de oveja (0350), ambos con las caras
lateral y medial pulidas. También un fragmento de asta trabajado como posible mango (0351).
- En el área 3: dos astrágalos derechos de oveja (0663 y
0751) y dos astrágalos de cabra montés, uno derecho (0943) y
otro izquierdo (1166), con las facetas lateral y medial pulidas.
Todos los astrágalos referenciados, por su descripción, se
corresponderían con el tipo C1 de nuestra tipología.
5.19.3. breve valoración global
Así pues, en La Morranda registramos, aunque sea de manera
reducida a través de 12 objetos, diferentes fases del proceso
de trabajo de las cornamentas de Cervus elaphus, así como el
aprovechamiento de huesos de macromamíferos para la confección de punzones y el uso de astrágalos de Ovis aries y Capra pyrenaica como posibles elementos de carácter lúdico. Estos objetos están en consonancia con los resultados obtenidos
en el estudio arqueozoológico del yacimiento donde se señala
que predominan las especies domésticas (77,08 %), aunque la
presencia de especies silvestres es elevada (22,92 %). Entre las
especies domésticas destacan los ovicaprinos, cerdos y bovinos. Por su parte, la importancia de las especies silvestres está
relacionada con el carácter montañoso del entorno del asentamiento y entre ellas predominan el ciervo y la cabra montés
(Iborra 2004: 27-33).
5.20. LA MOLETA DEL REMEI
(ALCANAR, TARRAGONA)
5.20.1. introducción al yacimiento
La Moleta del Remei se localiza en un promontorio plano
y amplio en la vertiente sur de la Serra de Montsià a 209 m
s.n.m. La visibilidad desde la muela es extensa, controla la
línea de costa y mantiene contacto visual con los poblados
ibéricos del Puig de la Nau y del Puig de la Misericòrdia
de los cuales dista, en línea recta, 6 y 9 km respectivamente
(Gracia Alonso et al. 1988: 17) (fig. 5.98).
Es un asentamiento fortificado de tendencia ovalada que
se adapta a la orografía de la muela y que alcanza los 4000
m2 de extensión. Las unidades habitacionales aprovechan el
Tabla 5.39. Industria sobre materias duras animales de la Moleta del Remei.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
757
S. IV a.C.
Hab. 64
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
758
S. IV a.C.
Hab. 3
III.1.6. Punzón
Candil
Ciervo
P/Ab
No
759
S. II a.C.
Hab. 20 (exterior sur) III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Ab
No
760
S. II a.C.
Hab. 14B
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/C/Pr
No
761
S. II a.C.
Hab. 20 (exterior sur) III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Pr
No
762
S. IV a.C.
Hab. 13
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/P
No
763
S. II a.C.
Hab. 20
III.3.3. Espátula
Fíbula
Mesomamíf.
Ab/Pr
No
765
S. II a.C.
Hab. 66
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamíf.
P/C/Pr
No
766
S. II a.C.
Hab. 20
III.1.1. Aguja
Costilla
Mesomamíf.
P/C/Pr
No
767
S. IV a.C.
Hab. 3
III.6. Obj. perforado
Diente
Jabalí
P/C/A/Pr
No
768
S. IV a.C.
Hab. 3
V. Desecho/II. Soporte
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C
No
769
S. IV a.C.
Hab. 3
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macro
mamífero
P/Ab
No
770
S. IV a.C.
Hab. 41
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
771
S. IV a.C.
Hab. 41
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
772
S. IV a.C.
Hab. 13
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
773
S. II a.C.
Hab. 5
III.6.5. Cuenta
Vértebra
Tiburón
Pr
No
774
S. II a.C.
Hab. 51
III.4.1. Mango (?)
Roseta/luchadera
Ciervo
C/V
No
775
S. IV a.C.
Hab. 4
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab
No
776
S. IV a.C.
Hab. 1
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
777
S. IV a.C.
Hab. 1
III.4.1.Mango
Metápodo
Meso/Macromamíf.
P/V
Sí
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
128
[page-n-146]
0761
0772
0766
0758
0769
0760
0765
0775
0776
0759
Figura 5.106. Objetos apuntados de la Moleta del Remei.
trazado de la muralla y se disponen en torno a un gran espacio
central. Se han excavado un total de 66 departamentos (Gracia Alonso et al. 2006).
Aunque la existencia del yacimiento era conocida desde el primer cuarto del s. XX, las primeras excavaciones se
realizaron en 1961 por el Servei d’Excavacions de la Diputació de Barcelona y, posteriormente, por el Grup de Recerca
en Arqueologia Protohistòrica (GRAP) de la Universitat de
Barcelona. Con estos trabajos se documentaron diversas fases de ocupación entre el s. VII - s. II a.C., lo que permitió
ahondar en el conocimiento de la Edad del Hierro en el área
catalana y en el desarrollo de la cultura ibérica en el territorio
ilercavón (Gracia Alonso et al. 1988, 2000 y 2006; Garcia y
Rubert 2004).
5.20.2. el conjunto analizado
Tras revisar los materiales depositados en el Museu de les Terres
de l’Ebre (Amposta) y en el Parc arqueològic de la cultura dels
Ibers - Casa O’Connor (Alcanar) hemos registrado 20 piezas
129
[page-n-147]
0762
0767
0768
0777
0763
0773
0757
0774
0770
0771
Figura 5.107. Parte de la industria de hueso y asta de la Moleta del Remei.
elaboradas sobre materias duras animales (tabla 5.39). El 85 %
de ellas están realizadas sobre hueso, 16 sobre mamífero y una sobre pescado; dos sobre asta de ciervo (10 %) y una sobre diente de
jabalí (5 %). Además, el 95 % son objetos terminados (19) y el 5 %
restante se corresponde con un desecho o soporte.
Diez de las piezas terminadas pertenecen a la familia de los
apuntados: un fragmento distal, cuatro agujas con una perforación circular u ovalada, cuatro punzones y un alfiler con deco130
ración incisa en el extremo proximal con tres bandas de zigzags
(fig. 5.106). La aguja 0765 destaca por su forma inusual, ya que a
la altura central del cuerpo tiene un saliente que diferencia el extremo distal de la pieza. Cabe considerar que, debido a esta característica, no resultara idónea para la costura, por lo que pudo ser
empleada en alguna otra tarea. Además, las cuatro agujas tienen
marcas de embotamiento y de un ligero pulido por el uso tanto en
las perforaciones como en la punta.
[page-n-148]
Figura 5.108. Distribución de la industria sobre materias duras animales en La Moleta del Remei. Adaptado de la planimetría realizada
por el GRAP (http://www.ub.edu/grap/index.php/yaciments/el-poblat-de-la-moleta-del-remei-alcanar-montsia).
Por otro lado, hemos identificado dos espátulas de hueso, dos
mangos de asta de Cervus elaphus, tres fusayolas manufacturadas sobre cabezas femorales, una cuenta realizada sobre una
vértebra de pez y un objeto perforado (fig. 5.107). Las espátulas
están realizadas sobre una diáfisis de un animal de talla grande
(0762) y sobre una fíbula o peroné de un posible suido (0763),
la primera de ellas tiene el extremo activo mellado por su utilización. El mango 0777 está manufacturado sobre un metápodo,
está decorado con molduras y presenta un acabado muy pulido, mientras que el objeto receptor 0774 lo identificamos como
un posible mango que mantiene la forma del soporte (III.4.1.1),
siendo visible el medallón y el arranque de la percha de una cuerna de ciervo que ha sido vaciado por su interior y regularizado
en la parte externa mediante cortes que han eliminado el perlado característico de la roseta. La cuenta 0773 está realizada
sobre una vértebra de un tiburón de la familia Carcharhinidae,
posiblemente de un ejemplar de tiburón jaquetón (Carcharhinus
falciformes) o de un tiburón trozo (Carcharhinus plumbeus).
Está completa (2,5 x 1,2 cm) y tiene una perforación circular
en el orificio medular de 0,4 cm de diámetro (canalis centralis)
realizada mediante un punzón metálico (Marlasca et al. 2019).
Las tres fusayolas están realizadas sobre cabezas femorales de
Bos taurus. Han sido aserradas por su parte distal para separarlas
del resto del hueso y perforadas en la parte central. Se corresponden con el subtipo de fusayolas semiesféricas (III.6.6.1). Las
medidas conservadas son: 3,2 x 2,7 x 1,2 cm (0757); 4,3 x 4,2 x
2 cm (0770); 4 x 4,2 x 2,2 cm (0771). La perforación de la primera de ellas es sensiblemente inferior (0,3 cm) a los otros dos
ejemplares (0,8 cm), lo que indicaría su utilización junto con un
huso de menor grosor. Se ha recuperado también un fragmento
de una pieza perforada realizada sobre parte de un colmillo de
Sus scrofa (0767). El orificio tiene un diámetro por la parte interna de 0,35 cm y 0,15 cm por la parte externa, por lo que se
realizó desde la cara interna a la externa y conserva inserto parte
de un clavito de bronce. Por último, se ha recuperado un pequeño
fragmento de una diáfisis de hueso largo con marcas de cortes
que se corresponde con una pieza en proceso de elaboración o
desechada (0768) (fig. 5.107).
5.20.3. breve valoración global
La distribución de las piezas es dispar, destacando su presencia en el ámbito 3, un espacio de forma rectangular localizado en la muralla interior (fig. 5.108). Para su construcción se emplearon bloques de gran tamaño con una anchura
media de 1,40 m, el doble de las paredes del resto de las
131
[page-n-149]
construcciones y casi igual al grueso de la muralla, por lo
que se ha interpretado como una torre (Gracia Alonso 1988:
23). En él se recuperaron dos de los objetos apuntados fragmentados, uno realizado sobre hueso (0769) y otro sobre asta
(0758), la pieza perforada manufacturada sobre diente de Sus
scrofa (0767) y el artefacto óseo en proceso de elaboración
o desechado (0768). Por ello cabría pensar que, al menos de
forma ocasional, en el espacio de la torre, durante la ocupación del s. IV a.C. del oppidum, se trabajó el hueso.
En torno al ámbito 20 también documentamos una concentración de cuatro piezas de hueso en niveles del s. II a.C.:
una aguja y una espátula en su interior y un punzón y una
segunda aguja en la parte externa de la pared sur. Este ámbito
se ha interpretado como un patio o espacio complementario
del Edificio singular 2, situado al este del mismo y que, junto con los edificios singulares 1 y 3, han sido identificados
como graneros elevados destinados al almacenaje de grano
en atmósfera abierta (Gracia Alonso et al. 1998: 26).
De manera general, toda la industria sobre materias duras
animales de la Moleta se concentra en el denominado barrio
occidental, a excepción del mango 0774 del ámbito 51 recuperado en la zona sureste (Garcia i Rubert 2004: fig. 9).
A nivel cronológico resulta interesante enfatizar ciertas
particularidades documentadas en cada caso: las agujas pertenecen a los s. II - s. I a.C., al igual que la cuenta sobre vértebra.
Además, documentamos una espátula, un punzón y un mango en esta horquilla cronológica, pero son tipos de piezas
registrados también en la Moleta en el s. IV a.C. junto a las
fusayolas sobre cabezas femorales. Por tanto, agujas y fusayolas sí parecen delimitadas a fases concretas del asentamiento, no así el resto de los útiles que resultan habituales a
lo largo de diferentes momentos de la ocupación ibérica de
la Moleta del Remei. Además, la única evidencia de trabajo
sobre hueso se adscribe al s. IV a.C.
5.21. PUIG DE LA MISERICÒRDIA
(VINARÒS, CASTELLÓN)
5.21.1. introducción al yacimiento
El yacimiento del Puig de la Misericòrdia se localiza en lo alto
de un pequeño cerro a 165 m s.n.m. sobre la plana de VinaròsBenicarló en la margen izquierda del río Cérvol (fig. 5.98).
Desde el yacimiento se alcanza a ver las montañas del Montsià
y el delta del Ebro por el norte, la sierra de Irta por el sur, las
primeras estribaciones montañosas del interior por el oeste y,
por el este, la costa mediterránea (Oliver 1977: 315).
Conocido desde inicios del s. XX, las primeras excavaciones arqueológicas se llevaron a cabo en los años setenta del
s. XX (Oliver 1977), trabajos que continúan en la actualidad por
parte del Servei d’Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques de Castelló bajo la dirección de A. Oliver, G. Aguilella y
F. Falomir (Oliver et al. 2021) (fig. 5.109). Se han documentado tres fases diferentes de ocupación: un asentamiento inicial
en el s. VII a.C.; una fase del ibérico antiguo entre el segundo
cuarto del s. VI a.C. e inicios del s. V a.C. y una reocupación
a mediados del s. II a.C. en la que se modifica su urbanismo,
convirtiéndose en un pequeño asentamiento de carácter agrícola
abandonado a finales de la misma centuria (Oliver 1994).
132
5.21.2. el conjunto analizado
Revisamos en el Museu de Belles Arts de Castelló tanto las piezas inventariadas como industria ósea como los restos de fauna recuperados a lo largo las distintas excavaciones (hasta la
campaña de 2019). Así, identificamos un conjunto de 12 artefactos: cuatro evidencias del proceso de manufactura de astas
de ciervo y ocho piezas terminadas, seis de hueso y dos de marfil
(tabla 5.40 y fig. 5.110).
Entre las piezas terminadas documentamos, al igual
que en la Moleta del Remei, tres fusayolas semiesféricas
(III.6.6.1) realizadas sobre cabezas femorales de Bos taurus perforadas por la parte central. Sus dimensiones y su
peso resultan bastante similares. Así, la pieza 0681 tiene
unas medidas de 3,9 x 3,7 x 1,8 cm, una perforación de 0,7
cm de diámetro y un peso de 10,66 g; la pieza 1054 está
fragmentada en cuatro partes presentando unas dimensiones de 4,2 x 3,7 x 1,7, una perforación cuyo diámetro podemos situar en torno a los 0,6 cm y un peso de 9,39 g; por
su parte la fusayola 1055 tiene unas dimensiones de 3,7 x
3,5 x 1,6, una perforación de 0,5 cm de diámetro y 9,11 g.
Debemos tener en cuenta que el peso conservado actualmente no sería el original, ya que debido a los procesos postdeposicionales el hueso pierde parte de su materia ósea.
Junto con las fusayolas, las cuentas son el tipo de artefacto más documentado en el poblado, con tres ejemplares. Una de ellas (1056) está realizada sobre una vértebra
caudal de una trucha común (Salmo trutta L.) y tiene unas
medidas de 1,1 x 1,1 x 0,85 x cm. Para su elaboración se
eliminaron los canales neural y hemal del hueso, apéndices óseos desarrollados por los lados superior e inferior y
se realizó una perforación central circular de 0,2 cm de diámetro (Marlasca et al. 2019). Junto a ella, en la misma UE
150001, se recuperaron otras dos cuentas circulares de marfil. Una de ellas de tamaño similar a la vértebra modificada
(1,2 x 1,2 x 0,6 cm) y con una perforación central de 0,2 cm
de diámetro (1057). En sus caras frontal y dorsal se distingue
una coloración morada que podría evidenciar su decoración
mediante pintura. Por su parte, la pieza 1058 tiene un diámetro máx. de 2,2 cm y grosor de 0,5 cm, y una perforación
circular de 0,35 cm de diámetro. Está decorada con al menos
cinco círculos simples incisos con punto central. Quizás los
tres adornos podrían haber formado parte del mismo collar u
ornamento.
Por otro lado, documentamos también dos fragmentos
distales de útiles apuntados realizados sobre diáfisis de huesos largos de macromamíferos (0682, 1059).
5.21.3. breve valoración global
Como valoración conjunta llama la atención que hayamos
documentado cuatro desechos y/o soportes de trabajo sobre
astas de Cervus elaphus (33 %) pero ninguno de los objetos
finales esté realizado sobre esta materia prima.
Resulta también interesante la presencia de dos elementos ornamentales manufacturados sobre marfil, suponiendo
el 17 % del conjunto. Por otro lado, dentro de las seis piezas elaboradas sobre hueso (50 %) documentamos tanto el
trabajo sobre huesos largos de macromamíferos, habitual en
casi todos los poblados ibéricos estudiados, como el aprove-
[page-n-150]
Figura 5.109. Vista aérea del
Puig de la Misericòrdia.
Fotografía: SIAP. Diputación de
Castellón.
chamiento y modificación de una vértebra de osteíctio o pez
óseo, práctica inusual en el registro arqueológico de la Edad
del Hierro peninsular (Marlasca et al. 2019).
Salvo tres de las piezas (0142, 0143, 0299) halladas en
las excavaciones llevadas a cabo entre los años 1985-1987
(Oliver 1994: 37-44), el resto de ellas se han recuperado en
excavaciones recientes en el yacimiento, entre las campañas
de 2016 y 2018, y sus contextos de hallazgo se encuentran
en proceso de investigación (desde el SIAP ya hay planteada una futura publicación completa de todas las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento). Podemos señalar que
pertenecen a la primera fase de ocupación del poblado en la
segunda mitad del s. VII a.C., en un momento de evolución
entre el final de la I Edad de Hierro y el Ibérico Antiguo.
Tabla 5.40. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Misericòrdia (de las piezas 0142, 0143 y 0299 no hemos podido precisar
su cronología).
ID
Campaña
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
139
2016
Ss. VII-VI a.C.
-
142
1985-1987
Ss. VII-II a.C.
143
1985-1987
299
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
V. Desecho/II. Soporte Percha y candil
Ciervo
C
No
C-3
V. Desecho
Candil
Ciervo
-
No
Ss. VII-II a.C.
C-10
V. Desecho
Percha o candil
Cerdo
C
No
1987
Ss. VII-II a.C.
C-3
II. Soporte
Candil
Ciervo
C/F
No
681
2016
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
C/Pr
No
682
2016
S. VII a.C.
C-6
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
1054 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
Ab/C/Pr
No
1055 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
Ab/C/Pr
No
1056 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.5. Cuenta
Vértebra
Trucha
Pr
No
1057 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.5. Cuenta
Marfil
Elefante ind. (?) P/Pr
Sí
1058 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.6.5. Cuenta
Marfil
Elefante ind. (?) P/C/Pr
Sí
1059 2018
S. VII a.C.
Hab. 15
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
No
P
* Marcas de trabajo: F-Flexión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
133
[page-n-151]
0139
0681
1056
0299
0142
1057
1054
0143
1058
0682
1055
1059
Figura 5.110. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Misericòrdia.
5.22. PUIG DE LA NAU (BENICARLÓ, CASTELLÓN)
5.22.1. introducción al yacimiento
El Puig de la Nau se localiza en la ladera sudeste de la colina que
le da nombre, formando parte del llano litoral de Vinaròs (fig.
5.98). La colina sirvió en 1886 y en la década de los años treinta
del siglo pasado como cantera para la obtención de piedra caliza,
lo que llevó a la destrucción de dos terceras partes del yacimiento.
En la actualidad cuenta con con una extensión de 2000 m2 y los
restos arqueológicos se sitúan entre los 95 y 109 m s.n.m. Dista
de la línea de costa 4,5 km y abarca visualmente una longitud de
ribera marítima de 25 km (Oliver 2007: 9).
Conocido desde mediados del siglo XX, las primeras excavaciones arqueológicas se desarrollaron de 1975 a 1988, cuyos
principales resultados fueron recogidos en un trabajo monográfico (Oliver y Gusi 1995). Las intervenciones se remprendieron
de nuevo en una segunda fase de excavación entre 1996 y 2004
(Oliver 2007).
El poblado estuvo habitado entre el s. VII e inicios del
s. IV a.C. Se han diferenciado seis fases de ocupación, siendo
la del s. V a.C. la mejor conocida y la más destacada (Oliver y
Gusi 1995: 120-122).
5.22.2. el conjunto analizado
Revisamos en el Museu de Belles Arts de Castelló tanto las piezas inventariadas como industria ósea como los restos de fauna
recuperados a lo largo de todas las excavaciones. Así, contamos
con 13 piezas (tabla 5.41 y fig. 5.111): cuatro desechos de trabajo y nueve piezas terminadas.
134
Todos los artefactos, salvo uno, corresponden a la fase de
ocupación del s. V a.C. Se trata de una fusayola semiesférica de
hueso (0719) recuperada en la campaña de 1988 en la Habitación
33, en la UE 1049 de la fase II (650 - 575/550 a.C.) (Oliver y
Gusi 1995: 183). Es, sin duda, una de las piezas más destacadas de todas las analizadas en este trabajo, ya que es el único
ejemplar que hemos documentado manufacturado sobre hueso
humano2 (Blasco Martín et al. 2021) En concreto, está realizada sobre la cabeza femoral de un individuo inmaduro, ya que
no está fusionada, con medidas de 3,7 x 3,8 x 2 cm. La única
modificación antrópica realizada sobre ella ha sido la perforación central unidireccional con un útil metálico, obteniendo un
orificio circular de 0,5 cm de diámetro. Junto a ella, en un nivel
por debajo del pavimiento de losas de la habitación 33, se recuperaron varios fragmentos de cerámica a mano y dos fragmentos
de cerámica fenicia (Oliver y Gusi 1995: 75). Cabe plantearse el
porqué de la utilización de un hueso humano para la confección
de un artefacto ligado al hilado como son las fusayolas. ¿Existe
la posibilidad de que la persona que realizó esa perforación no
supiera que se trataba de un hueso humano? Consideramos que
no debemos descartar esta opción ya que las cabezas femorales
de Homo sapiens y Bos taurus resultan muy similares a nivel
macroscópico y al no estar fusionada no tuvo que ser aserrada
para separarla del fémur, como sí hemos documentado en otras
fusayolas como las del Puig de la Misericòrdia, Els Vilars o el
propio Puig de la Nau (1053); por lo que el hueso pudo suponer
2
Su identificación fue confirmada por Elisa García Prósper,
antropóloga física del grupo Paleolab, a quien agradezco de nuevo
su generosidad.
[page-n-152]
Tabla 5.41. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Nau.
ID
Cronología
Ubicación
UE
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
683
S. V a.C.
Hab. 26
-
III.6. Obj.perforado
Percha o candil
Ciervo
C/Pr
706
S. V a.C.
Hab. 28
Nivel 3A
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/P
708
S. V a.C.
Hab. 4
Nivel 3
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/Macromamíf. C
709
Ss. VI-V a.C.
Hab. 16
-
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
C/A
710
S. V a.C.
Hab. 14
-
V. Desecho
Candil
Ciervo
A/F
712
2ª m. s. V a.C.
Hab. 23
23004
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/Ab
713
S. V a.C.
Hab. 40
40010
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
714
2ª m. s. V a.C.
Hab. 38
38028
V. Desecho
Percha o candil
Ciervo
A
715
Fin. s. V a.C.
Hab. 38
38014
III.3.8. Percutor
Percha y roseta
Ciervo
Ab/P
716
S. V a.C.
Hab. 26
26017
V. Desecho
Percha o candil
Ciervo
A
717
S. V a.C.
Hab. 26
26022
III.3.8. Percutor
Arranque percha
Ciervo
-
719
1ª m. s. VII - 2ª m. s.
VI a.C.
Hab. 33
1049
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Humano
Pr
1053
S. V a.C.
Hab. 14
Nivel 5
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
A/Pr
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; F-Flexión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
un hallazgo más o menos fortuito, aprovechado por su forma
para confeccionar esta pieza semiesférica. También es cierto que
cabe pensar en una práctica simbólica detrás de este objeto. Los
datos a favor son la propia particularidad de la materia prima que
pudo ser seleccionada expresamente; se ha planteado también un
posible uso cultual del recinto 33, sin embargo, para cronologías
posteriores (s. VI - s. V a.C.) debido a que se encuentra señalada su entrada por un umbral que sobresale a la calle, a la posible existencia en el centro de un elemento paralelepipédico, así
como por la presencia de dos enterramientos infantiles (Oliver
2007: 142). Asimismo, en niveles de derrumbe del s. V a.C. en el
recinto 9 y en las calles A, B y C se documentaron diferentes evidencias de esqueletos de individuos adultos de hombres y mujeres que se han puesto en relación con una posible exposición en
las fachadas de personas descuartizadas (Oliver 2007: 213-216)
(fig. 5.112), práctica posiblemente en relación con la exposición
de cabezas cortadas y clavadas en la muralla del Puig Castellar
y en los edificios singulares del Puig de San Andreu entre los s.
III - s. II a.C. (Prado y Rovira 2015 y 2017). Sin embargo, esta
fusayola está fechada en la segunda mitad del s. VII a. C o inicios
del s. VI a.C. y, por tanto, antes de que se produjeran todas estas
prácticas vinculadas a esqueletos humanos.
No conocemos paralelos del trabajo del hueso humano en
otros yacimientos ibéricos. Tampoco debemos descartar que,
simplemente, no hayan sido correctamente identificados o estudiados. En cronologías prehistóricas sí tenemos constancia de
algunos útiles, también aislados, realizados sobre esta materia
prima. Por ejemplo, en los niveles neolíticos de la Cueva de
Nerja (Málaga) se recogió un alisador realizado sobre un húmero humano junto a otros alisadores prácticamente idénticos
realizados sobre húmeros de ovicaprino (Adán y Nieto 1995); o
en el dolmen con ocupación calcolítica y de la Edad del Bronce
de Aizkomendi (Egilaz, Álava) se recuperó también un disco
craneal humano regularizado mediante abrasión (Tardío y Zamolla 2011: 13 y fig. 8). Por otra parte, fusayolas realizadas
sobre cabezas femorales humanas han sido documentadas en
asentamientos europeos con cronologías diversas, como un
ejemplar del que se desconoce su ubicación estratigráfica en el
yacimiento de Buckquoy (Orkney, Escocia) con ocupación pictia y vikinga (Ritchie 1977: 197).
Dentro de los niveles del s. V a.C. del Puig de la Nau, en la
habitación 14, se documentó otra fusayola semiesférica realizada sobre una cabeza femoral de Bos taurus (1053) (4,2 x 3,8
x 1,9 cm) con perforación circular de 0,5 cm, junto a un candil
de Cervus elaphus con marcas de aserrado (0710) interpretado
como un desecho de manufactura.
En el recinto 26 (fig. 5.112), muy afectado por la destrucción de la cantera, pero interpretado como una unidad doméstica por la cerámica a mano recuperada y por el hogar documentado (Oliver 2007: 143), se hallaron tres piezas manufacturadas
sobre asta de ciervo: un percutor fracturado y en mal estado
de conservación (0717), un desecho de trabajo con marcas de
aserrado y vaciado parcial (0716) y un objeto perforado del que
desconocemos su funcionalidad (0683). Se trata de un pequeño
fragmento (1,9 cm longitud; 1,7 cm anchura conservada; 0,5 cm
grosor), lo cual dificulta su interpretación; la perforación central
circular tiene 0,55 cm de diámetro. No creemos que se trate de
una placa perforada por el trabajo que presentan los laterales y
por la materia prima sobre la que está elaborada.
En el recinto 38 (fig. 5.112), en la UE 38014 que se corresponde con la fase de destrucción de las paredes de tapial del
recinto, se recuperó otro percutor realizado sobre el medallón y
el arranque de la percha de una cuerna de ciervo con numerosas
evidencias de golpes y estrías de uso en la superficie, reflejo de
que ha sido utilizado de forma recurrente (0715) y parte de la
percha o el candil de una cuerna aserrada por el extremo conservado y parcialmente vaciada, pudiendo tratarse de un desecho
de trabajo (0714) (fig. 5.111). Apareció en la UE 38028, identificada como una nivelación sobre la roca natural. En esta habitación se hallaron numerosos molinos, una alta concentración
de restos de cerdo, ánforas ebusitanas y un pequeño tesorillo de
oro y plata (Oliver y Perea 1999).
135
[page-n-153]
0708
0712
0710
0713
0706
0683
0719
0714
0716
1053
0709
0715
0717
Figura 5.111. Industria sobre materias duras animales del Puig de la Nau.
El resto de las piezas se han encontrado en habitaciones diferentes: dos fragmentos de objetos apuntados, uno en la habitación 40 (0713) y otro en el espacio abierto de la calle B (0704);
un punzón de hueso en el recinto 28 (0706); dos fragmentos
de una clavija ósea de Capra hircus con marcas de aserrado en
sentido diagonal para separar el cuerno del cráneo y dos evidencias de aserrados rectilíneos presentes en el fragmento menor
del cuerno (0709) y otros dos fragmentos, en mal estado de conservación y quemados, de un mango o una posible cacha en el
recinto 23 (0712) (figs. 5.111 y 5.112).
Además de las piezas presentadas consideramos relevante
señalar una concentración anómala de 18 metápodos enteros de
ovicaprino en el recinto 44, entre las unidades estratigráficas
44130, 44031 y 44140: “Lo más singular del fenómeno descrito
136
es que la falta de fragmentación se limita a metapodios y no
hay en un conjunto de más de medio millar ningún otro hueso
largo que se conserve entero. Esta circunstancia hace pensar que
esta selección puede tener relación con técnicas de descuartizado y procesado de las reses que por alguna razón les lleva a
separar estos huesos enteros con alguna finalidad concreta que
con los datos actuales se nos escapa” (Oliver 2007: 161). Se
han documentado concentraciones de metacarpos y metatarsos
de ovicaprinos en diversos asentamientos europeos de la Edad
del Hierro (May 1996: 353-357; Webley et al. 2007: 82) y se
ha sugerido su posible uso como bobinas de hilo o como parte
de telares (Webley et al. 2007: 82). Para el neolítico, las concentraciones de metápodos y también de falanges de pequeños
rumiantes sin modificar o, en algunos casos, perforadas y/o con
[page-n-154]
Figura 5.112. Distribución industria sobre materias duras animales en el Puig de la Nau (adaptado de
Oliver 2007).
marcas de abrasión y pulido en la parte mesial, se han interpretado como representaciones de muñecas, por paralelos etnográficos con pueblos africanos. Se seleccionarían estos huesos
porque su forma recuerda, en cierta manera, una representación
antropomorfa, con los pies y la cabeza simbolizados por cada
una de las epífisis y el desarrollo del cuerpo por la diáfisis (Sidéra y de Maret 2016). Para el mundo ibérico, aparte del conjunto
del Puig de la Nau, hemos constatado otra concentración significativa de metatarsos y metacarpos de ovicaprinos completos
en el Amarejo (ver más adelante en este estudio; fig. 5.161). En
ambos yacimientos consideramos que se tratan de concentraciones anómalas y que estarían en relación con la industria del hueso; si bien no podemos asegurar su finalidad: como elementos
de juego, como implementos utilizados de forma accesoria en el
hilado o, quizás, como una especie de reserva o almacenaje de
materia prima sobre la que confeccionar otros útiles (punzones,
tubos, etcétera) o, incluso, empleados en artefactos compuestos
junto a materias perecederas como madera o fibras vegetales o
animales como la lana o el esparto, pudiendo conformar piezas
que no somos capaces de identificar.
5.22.3. breve valoración global
Las piezas identificadas en el Puig de la Nau nos aportan información relevante sobre el aprovechamiento de los huesos,
astas y cuernos en el territorio ibérico entre los s.VII - s. V a.C.
En total, identificamos más piezas elaboradas sobre cornamentas de ciervo (54 %) que sobre huesos (38 %) y, gracias a la
evidencia de, al menos, una clavija ósea de cabra claramente
aserrada (8 %), podemos tener en consideración el trabajo de la
queratina del cuerno en el poblado.
Desde el punto de vista del análisis faunístico son los ganados
ovicaprino y porcino los que más peso tienen, tal como ocurre en
el contiguo Puig de la Misericòrdia (Oliver 2007: 158), sirva como
muestra la concentración de metatarsos y matacarpos que hemos
señalado del departamento 44. Las piezas manufacturadas nos permiten destacar la relevancia del ciervo, especialmente en el aprovechamiento de sus cornamentas. En la presentación del análisis
faunístico de la primera monografía del yacimiento, Oliver y Gusi
señalaron que: “Además de su aprovechamiento cárnico, el ciervo
se utiliza como fuente de material para la fabricación de útiles. A
este respecto es elocuente la presencia de un fragmento de cráneo
137
[page-n-155]
con el arranque de la cuerna perfectamente seccionada” (1995:
315). Aunque no hemos podido analizar la pieza y no contamos
con imágenes de esta, su descripción referencia el aprovechamiento como matriz de las cuernas de los ciervos cazados.
Ninguna de las piezas que hemos presentado está decorada
y a pesar de que el yacimiento se encuentra a una distancia muy
reducida de la costa y se ha documentado explotación marina a
través de restos malacológicos (Oliver 2007: 170-174) no contamos con ejemplares de vértebras perforadas de peces ni, tampoco, con artefactos confeccionados sobre marfil. Sin embargo,
debemos destacar de nuevo la excepcionalidad del ejemplar de
cabeza de fémur de Homo sapiens perforado, recuperado en una
cronología que nos remite al tránsito entre la I Edad del Hierro
y el inicio de la cultura ibera.
5.23. ALTO CHACÓN (TERUEL, TERUEL)
5.23.1. introducción al yacimiento
El yacimiento del Alto Chacón se localiza en el extremo occidental de la Muela de Teruel, a unos 4 km de la actual capital
turolense, en una meseta a 990 m s.n.m., dominando la vertiente
derecha del río Guadalaviar y el nacimiento del río Turia. Desde allí se controlan las vías naturales de comunicación hacia la
Sierra de Albarracín, el valle del Jiloca y hacia las costas mediterráneas (Escriche 2007) (fig. 5.113). Se excavó, bajo la dirección de Purificación Atrián y del Museo de Teruel, entre 1969 y
1976. El esquema urbanístico del área descubierta se define por
dos calles centrales entrecruzadas pavimentadas con empedrado
irregular. Se identificaron 25 estancias que podrían pertenecer a
unas 8 o 10 viviendas. Se trata de un asentamiento amurallado,
con torres, y reforzado con un foso en los lados sur y este. El
poblado tuvo una vida extensa, con una ocupación continuada
del s. V a.C. al s. I d.C. (Atrián 1976); aunque se desconoce, en
gran medida, la relación estratigráfica y la identificación de las
fases constructivas. La revisión de parte de su cultura material
apunta a una fase álgida entre el s. III - s. II a.C. (Atrián 1976:
83; Vicente y Escriche 2014: 73).
Es un asentamiento de frontera y de contacto entre dos culturas: la ibérica y la celtibérica. En el valle del Jiloca y las sierras
de Albarracín se han documentado inscripciones celtibéricas,
mientras que en el Alto Chacón las inscripciones localizadas
denotan su pertenencia cultural al mundo ibero. Por otro lado,
apenas dista 8 km en línea recta del santuario celtibérico al aire
libre de Peñalba (Villastar) (Burillo 1997; Alfayé 2009: 89-123).
En cualquier caso: “Se trata, en este momento, de un territorio de
contacto cultural, con relaciones fluidas entre los distintos pobladores, que se extienden también hacia la zona del valle del Ebro,
la Meseta y la costa levantina” (Vicente y Escriche 2014: 72).
5.23.2. el conjunto analizado
Tras la revisión en el Museo Provincial de Teruel de las piezas
catalogadas como industria ósea y del conjunto de fauna recuperada en el yacimiento hemos identificado un total de 36 objetos:
cuatro soportes y tres desechos de trabajo del asta, 19 piezas terminadas y 10 astrágalos trabajados (tablas 5.42 y 5.43). Conocemos la ubicación espacial de la mitad de las piezas y, aunque
no tenemos referencias claras de su adscripción cronológica,
por sus características formales y decorativas, así como por el
hecho de que el momento álgido de ocupación del yacimiento
se sitúa entre el s. III - s. II a.C., creemos que la mayoría de ellas
se situarían en esa horquilla temporal.
Dentro de las piezas terminadas destaca la presencia de un
tipo de objeto documentado únicamente en el Alto Chacón: los
punzones dobles (III.1.7) (tabla 5.42 y fig. 5.114). Así, contamos con seis ejemplares, tres perforados (subtipo III.1.7.2) y
tres sin perforar (subtipo III.1.7.1). Todos ellos están realizados sobre metápodos de ovicaprino y, concretamente, las piezas
0194, 0195, 0196, 0197 sobre metacarpos. A nivel tecnológico
tienen marcas de abrasión, pulido y cortes visibles especialmente en las partes mesial y distal (fig. 5.115). Además, 0193 y 0197
presentan decoración incisa profunda en la parte superior de la
epífisis, aprovechándose su forma natural para definir ocho segmentos. Por su parte, 0192 está decorado mediante incisiones
geométricas desde la epífisis hasta la parte mesial, con un motivo en aspa, una línea horizontal, otro motivo en aspa y otras dos
Figura 5.113. Detalle de la ubicación
de los yacimientos:
23) Alto Chacón (Teruel)
24) Els Estrets/Racó de Rata
(Vilafamés)
25) La Torre de Foios
(Llucena del Cid, Castellón)
26) La Celadilla (Ademuz)
27) La Torre del Prospinal
(Pina de Montalgrao)
28) La Peña de las Majadas (El Toro)
138
[page-n-156]
Tabla 5.42. Industria sobre materias duras animales del Alto Chacón.
ID
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
189
Dep. 27
III.1.4. Apunt. plano (?)
Fémur (?)
Bovino
Ab/P
Sí
190
Dep. 1B
III.1.2. Alfiler/III.1.4. Apunt. plano
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
191
Dep. 23
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
192
Dep. 12
III.1.7. Punzón doble
Metápodo
Ovicaprino
C/Ab/Pr
Sí
193
Dep. 23
III.1.7. Punzón doble
Metápodo
Ovicaprino
C/Ab
Sí
194
Dep. 22
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/P
No
195
Dep. 20
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/P/Ab/Pr
No
196
Dep. 23
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/Ab/Pr
No
197
Dep. 23
III.1.7. Punzón doble
Metacarpo
Ovicaprino
C/Ab
Sí
198
Dep. 6
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
199
Dep. 3
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
200
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
201
Dep. 20
III.9.1. Placa o aplique
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/Pr
Sí
202
Dep. 1B
III.6.8. Placa perf.
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
Sí
203
Dep. 6
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
204
Dep. 3
II. Soporte
Percha
Ciervo
C/A
No
205
-
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe/F
No
235
Dep. 23
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
P/Ab/C/V
No
305
Dep. 8
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
306
-
III.1. Obj. apuntado
Metacarpo
Ovicaprino
P
No
352
-
V. Desecho
Fémur
Cabra
C
No
354
Dep. 1B
II. Soporte
Percha
Ciervo
C/A/Ab
No
355
-
III.1.6. Punzón
Metacarpo IV
Caballo
C
No
366
-
V. Desecho
Percha/candil
Ciervo
Pe
No
371
-
II. Soporte
Percha
Ciervo
-
No
372
-
II. Soporte
Candil
Ciervo
Pe/F
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Tabla 5.43. Astrágalos recuperados en el Alto Chacón. Las medidas se expresan en cm.
ID
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
Perforación
206
Derecha
Ovicaprino
C1
2,8
1,7
1,5
No
307
Derecha
Ovicaprino
C1
2,7
1,5
1,7
No
353
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,9
1,4
1,4
No
356
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,7
1,4
1,5
No
357
Derecha
Ovicaprino
G1
2,4
1,5
1,2
0,2 x 0,2
358
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,8
1,7
1,7
No
359
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,2
1,3
1,2
No
373
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,5
1,3
1,4
No
374
Derecha
Oveja
C2
2,3
1,4
1,2
0,2 x 0,2
377
Izquierda
Ovicaprino
G1
2,6
1,5
1,3
0,25 x 0,25 x 0,4
139
[page-n-157]
líneas horizontales paralelas. Desconocemos la funcionalidad
de estas piezas; se ha planteado su uso como horquillas para el
cabello (VV.AA. 2007: 313), si bien creemos que no resultarían
prácticas. Además, al mantener la forma del hueso y al contar
solo tres de ellas con decoración no creemos que se trate de
objetos en los que prevalezca su uso como adorno. En el Cahier
III de la industria sobre materias duras animales (Camps-Fabrer
1990) se corresponderían con el ítem: III.12. Punta bífida sobre
metápodo. En su explicación se señala que son objetos poco comunes, citando únicamente siete ejemplares en la región alpina
y subalpina de Francia meridional en cronologías del neolítico
final de los que tampoco se tiene claro su utilización, aunque
se apunta su posible uso como peines. Se conocen piezas compuestas realtivamente similares, documentadas en la Europa
del s. XV, denominadas toilet sets e integradas por un extremo
biapuntado y por un acabado en forma de cuchara en el otro
(MacGregor et al. 1999: 1941). Está claro que la clave de su uso
está definida por su parte distal y activa que, con la doble punta
o punta bífida, podría servir para introducirse, sujetar o pinchar
superficies blandas como cabello, fibras textiles, arcilla o incluso alimentos. A pesar de las dudas planteadas lo que podemos
afirmar es que en el mundo ibero su presencia no es usual, documentándose por el momento de forma exclusiva en el Alto
Chacón. Cabe pensar que podrían ser un ejemplo de artefactos
que, de forma más habitual, se realizaran en madera y de los que
no tenemos constancia arqueológica.
Por otro lado, documentamos un punzón (III.1.6) realizado
aprovechando la forma del metacarpo IV de un Equus caballus
(0355), así como dos alfileres manufacturados sobre diáfisis de
animales de talla grande (fig. 5.114). Uno de ellos, 0191, está
completo y no presenta decoración, correspondería a la variante
III.1.2.1.c. Sin cabeza diferenciada y con remate plano (15,2 x
0,55 x 0,4 cm). El otro ejemplar, 0199, es un fragmento de la
cabeza de un alfiler con decoración reticulada incisa en la que
se distinguen evidencias de pigmentación de color negro, quizás
realizada a base de carbón, con la intención de resaltar los motivos ornamentales (fig. 5.115). La pieza 0198 está decorada en
la parte proximal con los mismos motivos reticulados, entrecruzándose, por cada cara, 14 x 13 líneas rectas en sentido diagonal. En este caso no se han conservado evidencias de coloración
en las incisiones. Se trata de un artefacto incompleto, al cual
le falta el extremo activo, por lo que no se puede asegurar su
clasificación tipológica o funcional, si bien creemos que podría
tratarse de una espátula (fig. 5.114).
La misma decoración la encontramos en la pieza 0190 realizada sobre una diáfisis de hueso largo de animal de talla grande
(15,1 x 1,35 x 0,5 cm), un objeto apuntado que, por su sección plana, podríamos clasificar tanto como un alfiler o como un apuntado
plano (fig. 5.114). La parte proximal presenta un perfil moldurado
con salientes pronunciados y está decorada por ambas caras con los
motivos incisos reticulados. En la cara dorsal se aprecia parte del
canal óseo y cuenta con abundantes marcas de abrasión, especialmente en el extremo distal. Este artefacto tiene claras similitudes
formales y decorativas (molduras) con el fragmento proximal de
un útil de sección rectangular plana recuperado en los trabajos de
consolidación y restauración llevados a cabo entre 1972 y 1975 en
la vertiente sur del yacimiento, donde se distinguieron hasta cinco
nuevos departamentos muy arrasados por las tareas agrícolas. Así,
en el dep. 27 se recuperó este fragmento de un objeto de hueso
140
(9,1 cons. x 1,7 x 0,35 cm) que podría tratarse de un útil apuntado plano en el que destacan las inscripciones incisas que presenta
(0189) (fig. 5.114). En una de las caras la inscripción ocupa 5 cm,
contando también con cinco líneas incisas de mayor tamaño dispuestas en sentido diagonal y horizontal que se entrecruzan. En la
otra, la inscripción ocupa 7 cm. Ambas se encuentran completas.
La escritura se realizó mediante trazos finos, seguramente con un
útil metálico apuntado, es dextrógira y resulta un tanto difícil de
leer en la parte central por el deterioro de la pieza. Carece de separadores de palabra y está efectuada en el signario ibérico levantino
o nororiental. El estilo de la inscripción por ambas caras parece
indicar que fue realizada por la misma persona. Podría leerse como:
uŕkeatinḿ balkar kikalka (cara A) y iltuneśkerkośkokaś iśaŕkatan
(cara B). En negrita se resaltan aquellas lecturas que presentan dudas (Atrián y Untermann 1982: 58; BDHespTE.16.03, consulta
30-05-2021). Tanto uŕkeatin como iltuneśker son antropónimos
que aparecen en el Bronce de Ascoli (Atrián y Untermann 1982:
58). De esta manera, cabría pensar en que se esté mencionando
a la persona propietaria de la pieza y a aquella que se la regala
y/o, incluso, a aquella que la ha realizado. Por tanto, se trata de
un artefacto relevante tanto por sus particularidades tipológicas
como por las inscripciones que presenta. Solo hemos documentado epígrafes en tres piezas ibéricas elaboradas en materias duras animales. Más aun teniendo en cuenta que la pieza supone
una evidencia material clara de la influencia de la cultura ibera en
un yacimiento situado en un territorio de contacto entre diversas
áreas lingüísticas.
Por su parte, las piezas 0200, 0305 y 0306 se corresponden
con fragmentos mesiales y/o distales de objetos apuntados incompletos (fig. 5.114).
Encontramos otros dos piezas terminadas manufacturadas
en hueso interesantes: un fragmento de una placa o aplique
rectangular con decoración en la cara frontal formada por 16
pequeños círculos simples con punto central que seguramente
serviría para decorar otro objeto o superficie, en la cara dorsal
se aprecia un acabado menos cuidado, sin decorar y con el canal esponjoso del hueso visible (0201); y un fragmento de una
singular placa perforada con 11 perforaciones circulares enteras
de 0,25 cm de diámetro y 11 fracturadas (0202) (fig. 5.114).
Las perforaciones tienen marcas de desgaste (pulido) producidas por su uso; están dispuestas en tres hileras, aunque en una
de ellas solo hay dos perforaciones. En la mitad de una de las
caras y en el lateral conservado presenta motivos reticulados
de mayores dimensiones que los vistos en las piezas anteriores.
Se recuperó en el espacio abierto 1B, mismo lugar en el que se
halló el útil apuntado 0190 y una pieza de asta en proceso de
elaboración (0354) (fig. 5.116).
Entre las ocho piezas documentadas de asta de Cervus
elaphus (fig. 5.117) debemos destacar las piezas 0204 y 0354,
ejemplos inequívocos del trabajo sobre las cornamentas de
ciervo en el asentamiento: son partes de la percha aserradas y/o
cortadas con útiles metálicos tanto transversal como longitudinalmente para conformar un soporte tipo placa idóneo para la
posterior confección de artefactos terminados. Además de desechos y soportes de trabajo también contamos con dos ejemplares de mangos cilíndricos (III.4.1.2) elaborados mediante
aserrado y vaciado de dos candiles (0203, 0235), de hecho, el
segundo conserva todavía la hoja de hierro completa del cuchillo al que enmangaba.
[page-n-158]
0189
0194
0190
0195
0191
0198
0196
0199
0200
0197
0201
0202
0193
0305
0306
0355
0192
Figura 5.114. Objetos terminados de hueso del Alto Chacón. Fotografías de la autora y dibujo de la pieza 0189 adaptado de Atrián y
Untermann 1982: 61.
Figura 5.115. Detalle de los punzones dobles 0192, 0194, 0195 y 0197 y del alfiler 0199 (de izquierda a derecha).
Con seguridad solo hemos documentado una evidencia
del trabajo del hueso. Se trata de una epífisis proximal de un
fémur izquierdo de Capra hircus que ha sido separada de la
diáfisis mediante cinco planos de cortes ejecutados con un
hacha o una azuela (0352) (fig. 5.118). Aparte de esta pieza durante la revisión de la fauna pudimos comprobar que
existía una alta proporción de huesos largos completos y sin
fracturas, especialmente metacarpos y metatarsos de ovica-
prinos y ciervos, que podrían haber servido como matrices de
trabajo. En cualquier caso, esto refleja la necesidad e interés
de efectuar un estudio zooarqueológico completo de la fauna
recuperada en el Alto Chacón.
Por último, queda hacer alusión a los diez astrágalos de ovicaprinos modificados (fig. 5.119 y tabla 5.43). No tenemos clara
su procedencia, pero Atrián (1976) señala aquellos astrágalos
con marcas de trabajo o de uso recuperados en sus excavacio141
[page-n-159]
Figura 5.116. Planta del Alto Chacón con la ubicación de las piezas estudiadas (adaptado de Atrián 1976: fig. 2).
0366
0371
0372
0235
0204
Figura 5.117. Piezas de asta del Alto Chacón.
142
0354
0203
0205
[page-n-160]
nes: dos en el dep. 5; cuatro en el dep. 6; tres en el dep. 12 y
dos en el dep. 13. Sumados, harían un total de once tabas, una
más de las aquí presentadas. Valga apuntar que en el caso de
los astrágalos del dep. 6 se señala que estarían coloreados, uno
en rojo y otro en amarillo (Atrián 1976: 35). Creemos que ello
podría deberse a alteraciones por factores químicos o fúngicos.
Por el momento, no hemos documentado decoración pintada
sobre ningún astrágalo. Dentro de este pequeño conjunto del
Alto Chacón el tipo de modificación más habitual es la abrasión
recta sobre las caras lateral y medial (C1), constatada en siete
ejemplares. Además, encontramos un ejemplar (0374) con estas evidencias de trabajo y una perforación circular en la parte
proximal en la que se conserva parte de una arandela de bronce
(C2) y dos astrágalos con la forma natural del hueso perforados
(G1), uno en la parte proximal (0357) y otro con un orificio en la
cara plantar que no llega a atravesar la taba (0377). Seis de ellos
son izquierdos y cuatro derechos (NMI = 6). La cronología de
las piezas no puede matizarse, ya que son artefactos habituales
a lo largo de toda la ocupación del poblado. El hecho de que una
de ellas cuente con restos de una arandela de bronce refleja que
pudieron utilizarse como colgantes, además de como posibles
elementos de juego.
5.23.3. breve valoración global
Grosso modo, vemos que el conjunto de la industria sobre materias duras animales del Alto Chacón resulta muy llamativo.
No se trata de un yacimiento muy grande y no está totalmente excavado y, sin embargo, aporta información cultural muy
interesante a través de este tipo de objetos, tanto terminados,
como del aprovechamiento y trabajo del hueso y del asta en el
poblado. Entre las materias primas empleadas sobresalen los
huesos de ovicaprinos, identificados en 19 de las piezas (50
%), destacando los astrágalos y los metápodos sobre los que
se han realizados los punzones dobles; las astas de ciervos (22
%) y el 28 % restante está integrado por huesos largos de macromamíferos sobre los que se han realizado diferentes útiles.
Estos datos reflejan la explotación tanto del ganado doméstico
habitual en el mundo ibérico como el aprovechamiento, bien
por la caza, bien por la recolección o, seguramente, por ambos
procesos, de las cuernas de los ciervos habituales en el territorio en torno al Alto Chacón.
La mayor concentración de objetos la hemos documentado
en el dep. 23 (fig. 5.116), donde se hallaron tres punzones dobles, un alfiler, y un mango cilíndrico de un cuchillo que aún
conserva la hoja de hierro. En este recinto, además, se recuperó
abundante material cerámico, entre el que podemos destacar
dos kalathoi y un umbo de escudo de hierro decorado con siete esferas decoradas con motivos reticulados incisos (Atrián
1976: 76-77).
Consideramos que futuros trabajos, tanto de revisión de materiales de las excavaciones antiguas como nuevas intervenciones arqueológicas, aportarán información fundamental para la
comprensión de este asentamiento ibérico de frontera que presenta un conjunto de piezas elaboradas sobre materias duras animales con rasgos propios, como es el caso de la presencia exclusiva de punzones dobles, muy sugerentes. De hecho, valga señalar que desde junio de 2022 se ha impulsado un nuevo programa
de excavaciones por parte del Museo Provincial de Teruel.
0352
Figura 5.118. Desecho de trabajo del hueso 0352.
0206
0307
0353
0356
0357
0358
0359
0373
0374
0377
Figura 5.119. Astrágalos trabajados del Alto Chacón.
5.24. ELS ESTRETS / RACÓ DE RATA
(VILAFAMÉS, CASTELLÓN)
5.24.1. introducción al yacimiento
El yacimiento ibérico dels Estrets / Racó de Rata se localiza en
el término municipal de Vilafamés (La Plana Alta), en la cima
de una colina a 283 m s.n.m., en el barranco homónimo desde
donde domina todo el Pla de Vilafamés (fig. 5.113). Ocupa una
extensión aproximada de 3000 m2, está protegido por un recinto
amurallado que delimita un espacio de forma elíptica de 62 m
de largo por 48 m de ancho máximos. En la vertiente noreste,
dominando el punto de acceso más sencillo, se alza una torre
circular con un diámetro de 7,40 m (fig. 5.120). Desde 1990 se
llevaron a cabo diferentes intervenciones arqueológicas (Barrachina y Llorens 1996 y 1998). La cronología del asentamiento
se delimitó entre los s. III - s. I a.C. Se excavaron los elementos
defensivos y dos grandes sectores de hábitat y trabajo (molienda) en las áreas noreste y suroeste.
143
[page-n-161]
0680
0695
0732
Figura 5.120. Vista de los departamentos excavados en el sector
noreste, al fondo, la torre circular.
Figura 5.121. Piezas de hueso de Els Estrets.
Tabla 5.44. Industria sobre materias duras animales de Els Estrets.
ID
Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
680
S. II a.C.
1994
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
695
Ss. II-I a.C.
1998
Torre. UE 2005
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral
Bovino
A/Pr
No
732
Ss. II-I a.C.
1990
UE 1003
VI.1. Astrágalo trab. Astrágalo
Cabra
Ab
No
733
Ss. II-I a.C.
1998
Torre. UE 2007
I. Matriz (?)
Ciervo
-
No
Asta
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
5.24.1. el conjunto analizado
Tras la revisión de las piezas inventariadas y de la fauna depositada
en el Museu de Belles Arts de Castelló contamos con cuatro piezas:
dos objetos terminados, un astrágalo trabajado y una posible matriz
(tabla 5.44 y fig. 5.121). La pieza 0680 se corresponde con dos fragmentos de la parte distal y mesial de un útil apuntado, posiblemente
un alfiler. Por su parte 0695 puede clasificarse como una fusayola
semiesférica (III.6.6.1) realizada sobre una cabeza femoral de Bos
taurus aserrada por la parte distal. Tiene unas dimensiones de: 4,3 x
4,2 x 2,6 cm, una perforación circular con 0,9 cm de diámetro en la
parte distal y 0,7 cm en la parte proximal y un peso de 21,68 g. Fue
recuperada en el interior de la torre, al igual que el asta de Cervus
elaphus 0733 que se encuentra en muy mal estado de conservación,
fragmentada en más de 30 partes (por lo que no incluimos fotografía de la misma). No podemos distinguir en ella, debido a su estado
de preservación, evidencias claras de trabajo. Por otro lado, en la
campaña de 1990, en la UE 1990 se halló un astrágalo derecho de
ovicaprino con marcas de abrasión en la cara lateral (A1).
5.24.1. breve valoración global
Como podemos comprobar, se trata de un conjunto de materiales reducido con apenas cuatro piezas que, además, como en
el caso de la posible matriz, no se encuentran en un estado de
conservación idóneo, por lo que las limitaciones del conjunto
material nos impiden llevar a cabo evaluaciones conjuntas, más
teniendo en cuenta que se ha revistado toda la fauna recogida
en las excavaciones. Cabría plantear que los objetos elaborados
sobre materias duras animales no jugaron un rol prepondetante
en Els Estrets / Racó de Rata.
144
5.25. LA TORRE DE FOIOS
(LLUCENA DEL CID, CASTELLÓN)
5.25.1. introducción al yacimiento
La Torre de Foios está situada en la localidad de Llucena del Cid,
en la cima de un promontorio a 898 m s.n.m., controlando uno
de los caminos naturales que comunican el territorio turolense,
siguiendo las redes hidrográficas de los ríos Millars y Llucena,
con la costa mediterránea (Gil-Mascarell 1978: 252) (fig. 5.113).
El yacimiento fue descubierto a inicios del s. XX por el propietario de las tierras al realizar tareas agrícolas y en 1969 se
realizó la primera campaña de excavación dirigida por M. GilMascarell, que tendría continuidad en 1973, 1977 y 1978 (GilMascarell 1977 y 1978). Se delimitó cronológicamente en el
ibérico antiguo, entre los s. VI - s. V a.C. con una posible reocupación parcial y tardía en el s. II a.C., debido a la documentación de materiales cerámicos itálicos republicanos en superficie
(Gil-Mascarell et al. 1996: 243).
La torre posee una forma elíptica, cuyos diámetros máximos son 14,35 x 12 m, por lo que se ha calculado que podría
llegar a alcanzar una altura de 15 m (Gil-Mascarell 1977: 306)
(fig. 5.122). Las sucesivas campañas de sondeos e intervenciones arqueológicas revelaron una serie de construcciones alejadas de la torre y que la rodean tanto por su parte norte como
por la parte sur. Cabría resumirlo como: “En Torre de Foios,
nos encontramos por tanto ante un asentamiento de hábitat caracterizado por su situación topográfica y por la estructuración
urbanística: una muralla que cierra un espacio elipsoidal, en
cuyo extremo y en la cota más elevada a modo de acrópolis se
encontraba una torre de defensa y vigilancia, seguramente no
[page-n-162]
5.26. LA CELADILLA (ADEMUZ, VALÈNCIA)
5.26.1. introducción al yacimiento
Figura 5.122. Torre de Foios. Fotografía: Castellón Arqueológico.
0700
0699
El yacimiento de La Celadilla se localiza a escasos metros del
núcleo urbano de Ademuz, en el Pico de la Muela, a 773 m
s.n.m., en la margen izquierda del río Turia dominando un pronunciado meandro (Giner Iranzo et al. 2014-2015) (fig. 5.113).
Ocupa una superficie de unas 0,5 ha.
Desde el año 2009 se desarrolla un proyecto de intervención arqueológica, restauración y puesta en valor codirigido en inicio por
los investigadores Daniel Giner Iranzo y Laia Creus Gispert y dirigido en la actualidad por el primero de ellos. El resultado ha sido
el descubrimiento de buena parte del espacio habitacional y de sus
estructuras defensivas (muralla y torre), con un excepcional nivel
de conservación derivado de su destrucción final por un incendio
datado a mediados del s. IV a.C. y en el que perecieron parte de sus
habitantes, de los que se han encontrado sus esqueletos en el mismo
asentamiento (Giner Iranzo y Creus Gispert 2015).
De forma similar a lo que ocurre con el Alto Chacón, se trata
de un yacimiento situado en el linde entre el territorio ibero y
celtíbero, permitiendo analizar el carácter del río Turia como ruta
de penetración de influencias culturales desde las zonas costeras
hacia el Bajo Aragón (Giner Iranzo y Creus Gispert 2015).
5.26.2. el conjunto analizado
Figura 5.123. Industria ósea de la Torre de Foios.
sólo del asentamiento en sí, sino también del entorno. El espacio destinado al hábitat podría alcanzar las 2 hectáreas, mientras que la torre tan solo ocupa 0,17 hectáreas” (Gil-Mascarell
et al. 1996: 243).
5.25.2. el conjunto analizado
Contamos con dos piezas adscritas a los niveles del ibérico antiguo: un astrágalo derecho de ovicaprino con una perforación
que no llega a atravesar la pieza en la parte central de la cara
dorsal (G1) (0699) y un fragmento distal de un objeto apuntado
(0700) (fig. 5.123). El astrágalo fue recuperado en el sondeo I
realizado en la campaña de 1978 en un bancal inferior situado a
la altura de la entrada de la torre, de 3 x 2 m, donde se recuperó
abundante cerámica ibérica, un kylix griego y tres piedras de
molino, entre otros materiales (Gil-Mascarell et al. 1996: 232239). Por su parte, el fragmento del útil apuntado apareció en el
nivel superficial de la zona 5, un área de 54 m2 excavada entre
1977 - 1978 (Gil-Mascarell et al. 1996: 230).
5.25.3. breve valoración global
Al igual que en el caso de Els Estrets, el material de la Torre de
Foios es muy reducido. Se ha revisado toda la fauna del yacimiento, recogida en las excavaciones de Gil-Mascarell y depositada en los almacenes del Museu de Belles Arts de Castelló,
lo que nos permite afirmar que no se han producido errores de
clasificación, sino más bien que esta clase de materiales no tuvieron una gran presencia en el enclave.
Se han analizado las piezas identificadas durante los trabajos
de excavación como artefactos óseos manufacturados, y se han
revisado los restos de fauna en busca de posibles evidencias de
procesos de trabajo sobre materias duras animales, sin que, en
este segundo proceso, se haya constatado ningún nuevo artefacto. En total, hay cinco piezas, todas ellas elaboradas sobre astas
de ciervo (tabla 5.45 y fig. 5.124).
Cuatro de los objetos fueron recuperados en la calle A
(fig. 5.125). Se trata de un espacio de tránsito en forma de calle
perimetral que circunda el poblado por la parte interior de la
muralla. Tiene 14 m de longitud, 2 m de anchura máxima y una
orientación suroeste-noreste. Da acceso a dos departamentos
contiguos incrustados en el paramento de la muralla, el 1 y el 5,
que permitirían acceder a la parte superior del entramado defensivo (Giner Iranzo et al. 2014-2015: 53-54). Se recuperaron dos
piezas muy similares manufacturadas sobre parte de la percha
o de un candil que fue aserrado transversal y longitudinalmente
para obtener el soporte al que, a través de la abrasión y el pulido,
se le dio la forma de una aguja con una perforación circular en
el extremo proximal. La pieza 0563 tiene unas medidas de 9,3 x
2,1 x 0,6 cm y un diámetro de perforación de 0,6 cm. La pieza
0664, por su parte, mide 9,2 x 1,7 x 0,7 cm y también 0,6 cm de
diámetro de perforación. Como podemos apreciar la forma y las
medidas son muy similares, por lo que pudieron ser realizadas
incluso por la misma persona y/o para realizar tareas similares.
Son piezas anchas, lo cual disminuiría su eficacia en las tareas
de costura; sin embargo, pudieron emplearse para la confección
de tejidos bastos con hilos gruesos o algún tipo de cestería o
cordería. Ambas presentan, además, evidencias de uso en el extremo distal, la primera de ellas cuenta con una ligera fractura
que pudo ser provocada por la tensión ejercida en la pieza, en
contacto con otra materia prima, durante su uso. Por otro lado,
la segunda presenta un ligero esquirlado en la punta.
145
[page-n-163]
Tabla 5.45. Industria sobre materias duras animales de La Celadilla.
ID
Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
435
2º m. s. IV a.C.
2012
Dep. 5
III.6. Obj. perforado
Asta
Ciervo
Ab/P/Pr
563
2º m. s. IV a.C.
2009
Calle A
III.1.1. Aguja (?)
Asta
Ciervo
Ab/C/Pr
664
2º m. s. IV a.C.
2016
Calle A
III.1.1. Aguja (?)
Asta
Ciervo
Ab/C/Pr
665
2º m. s. IV a.C.
2016
Calle A
III.1. Obj. apuntado
Asta
Ciervo
C
1192
2º m. s. IV a.C.
2015
Calle A
II. Soporte (?)
Asta
Ciervo
-
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0563
0664
0435
0665
Figura 5.124. Piezas terminadas de asta
de ciervo de la Celadilla.
Figura 5.125. Ubicación de los objetos de asta de La Celadilla. Planimetría: Daniel Giner Iranzo.
146
[page-n-164]
En este espacio abierto se halló también un fragmento distal de
un útil apuntado (0665) y un candil recuperado al lado de la pierna
izquierda del esqueleto nº 4 (fig. 5.126). El análisis antropológico
ha permitido determinar que se trata de un individuo masculino de
entre 16 y 18 años (Giner Iranzo et al. 2014-2015: 64). La pieza fue
recuperada justo por debajo del esqueleto, asociada al individuo.
Se trata de un candil o luchadera de una cornamenta de ciervo que
podría corresponder tanto a un posible soporte de trabajo o a un
mango u otro elemento receptor.
Por último, en el departamento 5 se recuperó el objeto
0435. Se trata de un útil fracturado con una longitud conservada de 1,6 cm x 0,9 cm de anchura y 0,6 cm de grosor. Además,
se distinguen dos perforaciones, una de ellas incompleta y otra
de forma ligeramente ovalada (0,4 x 0,3 cm). Podría tratarse
de un fragmento de una placa perforada con una hilera de perforaciones (III.6.8.1) o de algún tipo de colgante (III.6.4). Así
pues, al no contar con el desarrollo total de la forma del objeto
no podemos afirmar su clasificación ni su funcionalidad, por lo
que lo hemos considerado como un fragmento indeterminado
de un objeto perforado (III.6). Fue recuperado en la UE 1182,
a unos centímetros de distancia del esqueleto nº 2 (fig. 5.126).
Se trata de un individuo masculino de entre 20 y 24 años al que
le asocian diversos objetos de bronce: un anillo, el plato de una
balanza, un contrapeso y un ponderal de cobre (Giner Iranzo et
al. 2014-2015: 62).
5.26.3. breve valoración global
A pesar de contar con solo cinco piezas, llama la atención que
todas ellas estén elaboradas en una única materia prima: el asta.
Se trata del único yacimiento en el que no hemos atestiguado
ningún objeto de hueso. Quizás futuros trabajos de excavación
varíen estos datos pero, de momento, podemos señalar que dicha realidad supone una elección intencionada económica y tecnológica significativa.
5.27. TORRE DEL PROSPINAL (PINA DE
MONTALGRAO, CASTELLÓN)
5.27.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de la Torre del Prospinal se localiza a una altitud de 1022 m s.n.m. en el extremo occidental de la comarca
del Alto Palancia, en la zona del altiplano entre las localidades
de El Toro y Barracas (fig. 5.113). La torre fue descubierta en
la década de los cuarenta del siglo pasado como consecuencia
de unas tareas de adecuación del terreno para fines agrícolas.
Entre 1999 y 2001 se realizaron las primeras excavaciones en
el yacimiento por parte del Servei d’Investigacions Arqueològiques i Prehistòriques de Castelló (Cura y Falomir 2001 y
2002-2003).
Figura 5.126. Ubicación de las piezas asociadas a dos de los esqueletos. Planimetría: Daniel Giner Iranzo.
147
[page-n-165]
El elemento estructural más destacado de este enclave es la
torre de planta cuadrada de 7 m de lado, con unas paredes que
alcanzan 1,60 m de anchura y que conserva en la actualidad
unos 3 m de altura. No obstante, el yacimiento no está integrado únicamente por un elemento de defensa aislado, sino que
responde a una estructura territorial más compleja vinculada a
diversos espacios de hábitat y de almacenaje y al menos a otras
dos grandes torres defensivas en la Hoya de Huguet. En el caso
concreto de la Torre del Prospinal se cree que existiría un pequeño hábitat a finales del s. V a.C. sobre el cual se erigió, a finales
del s. III a.C. y en relación con el conflicto púnico-romano, la
destacada torre y los espacios asociados, estando en vigencia
hasta inicios del s. II a.C. (Cura y Falomir 2001: 481-482 y
2002-2003: 180) (fig. 5.127).
5.27.2. el conjunto analizado
Contamos con dos piezas (fig. 5.128): el fragmento proximal
de un alfiler decorado inventariado previamente en el Museu
de Belles Arts de Castelló y una rodaja de marfil de elefante
que identificamos, en dicha institución, durante la revisión
de la fauna del yacimiento junto a P. Medina Gil. Ambas se
datan entre finales del s. III e inicios del s. II a.C.
El fragmento proximal de alfiler (0697) está realizado sobre una diáfisis de hueso largo de un animal de talla grande,
está pulido, decorado, y presenta un motivo tallado zoomorfo (III.1.2.2.e), concretamente, en forma de cabeza de ave.
Cuenta además con una línea incisa horizontal en el extremo
fracturado y con líneas diagonales que en el lateral y en una
de las caras llegan a entrecruzarse.
Por su parte, la pieza 1060 es el único ejemplar de una rodaja de marfil de elefante documentada hasta el momento en el
mundo ibérico. Aunque se encuentra muy fragmentada y en mal
estado de conservación (laminada por las propias capas de crecimiento del colmillo) tiene unas medidas de 4,6 x 6,8 cm y un
peso, teniendo en cuenta que se encuentra incompleta, de 60,19
gramos. Fue recuperada en el cuadro III2 de la campaña de 1999
junto a otros restos de fauna como molares de oveja y huesos
largos de grandes ungulados. Aunque se están revisando las estructuras, materiales y excavaciones de 1999-2001, el nivel en
el que fue hallada parece corresponderse con tierras de aportación al yacimiento, seguramente de la última fase de ocupación
del ibérico final. En uno de los extremos de la pieza se aprecian
evidencias de un aserrado que se rectificó. Cabe considerar que
lo más probable es que se trate de un soporte obtenido de un
colmillo de elefante africano (Loxodonta africana), teniendo en
cuenta la intensa relación del mundo ibérico con la costa mediterránea del continente africano en un momento de gran impacto
en el territorio por los acontecimientos derivados de la Segunda
Guerra Púnica.
5.27.3. breve valoración global
Queda mucho por conocer de la Torre del Prospinal y, en
general, de la ocupación ibérica en el Alto Palancia. Nuevos
estudios permitirán poner en relación las dos interesantes
piezas identificadas, el remate zoomorfo de un alfiler de hueso y un soporte de trabajo del marfil, con el resto de la cultura
material recuperada en la Torre del Prospinal y con el resto
de construcciones ibéricas en torno a ella, prestando especial
atención a posibles herramientas identificadas, así como a
otros materiales de importación que nos permitan acercarnos con mayor detalle a aspectos comerciales y artesanales
de la eboraria en el mundo ibérico. Al fin y al cabo, dicha
rodaja de marfil resulta un soporte idóneo sobre el que elaborar útiles y adornos de marcado prestigio social y de gran
valor económico. Así pues, esta pieza nos está referenciado
la manufactura de esta materia prima en el enclave ibero de
la Torre del Prospinal hacia finales del s. III a.C. - s. II a.C.
o bien su posible almacenamiento con fines comerciales para
la producción de objetos ebúrneos en otros enclaves.
1060
0697
Figura 5.127. Estructuras excavadas en La Torre del Prospinal.
148
Figura 5.128. Alfiler con decoración zoomorfa y rodaja de marfil de
elefante de La Torre del Prospinal.
[page-n-166]
5.28. PEÑA DE LAS MAJADAS (EL TORO, CASTELLÓN)
5.28.1. introducción al yacimiento
La Peña de las Majadas se localiza a 1081 m s.n.m. en el término municipal de El Toro (Castellón), entre los barrancos de
Taconar y de Agualobos (fig. 5.113). El yacimiento no ha sido
excavado, sino que se conoce por las prospecciones realizadas
en 1967 por I. Sarrión, trabajador del Museu de Prehistòria de
València. Según Sarrión, en la Peña de las Majadas se recuperaron materiales cerámicos y metálicos tanto de la Edad del Bronce, como de la Edad del Hierro y de época ibérica, así como restos de cerámica campaniense y una moneda celtibérica; lo cual
refleja la existencia de un asentamiento de tradición prehistórica
que perduraría hasta que: “…sufrió los avatares de las guerras
ibero-romanas” (Sarrión 1978: 188). En las prospecciones se
recogieron también fragmentos de objetos realizados en hueso y
restos de fauna, fundamentalmente doméstica.
5.28.2. el conjunto analizado
Hemos revisado un total de 26 objetos óseos depositados en el
SIP-MPV: 13 piezas terminadas y 13 astrágalos trabajados. No
hemos identificado ninguna otra materia dura animal trabajada
más allá del hueso.
Así, encontramos un pasador realizado sobre una diáfisis de
macromamífero con evidencias de exposición al fuego y marcas
de abrasión y pulido en la superficie (0538). Por otra parte, den-
0538
0552
0553 0554
0555
0556
0557
0558
tro de los objetos terminados, contamos con 23 fragmentos de
objetos apuntados, probablemente alfileres, que formarían parte
de 12 ejemplares. La mayoría se encuentran quemados (color
marrón-negro, al igual que el pasador) y se distinguen marcas de
abrasión, pulido y raspado. Entre todos estos fragmentos destaca la pieza 0654 que presenta una inscripción incisa en signario
ibérico levantino o nororiental (figs. 5.129 y 5.130).
Se trata de un fragmento mesial de un alfiler óseo con marcas de raspado, pulido y abrasión realizado sobre una diáfisis de
macromamífero, tiene sección circular de 0,4 cm de diámetro y
la longitud conservada es de 2,8 cm. Fue el objeto al que Sarrión
prestó mayor atención, clasificándolo como un fragmento de
punzón de hueso con una inscripción incisa en la que identificó
14 signos a los que dio la lectura: n e r s e ti ka n te gi a r ḿ i;
llegando incluso a proponer su posible traducción como: “A ti,
hecho por Nertse” (Sarrión 1978: 188 y fig. 8).
De visu la inscripción incisa resulta difícilmente legible,
la profundidad de las incisiones y su tamaño reducido dificultan hacer una lectura clara de todos los signos. En uno de sus
extremos presenta también decoración geométrica formada
por dos líneas paralelas entre las que se distingue un cuerpo
de cortas líneas oblicuas. La inscripción está dispuesta en una
única línea, sin separadores de palabra y se lee de izquierda
a derecha (dextrógira). A pesar de la fractura de la pieza se
considera que el epígrafe está completo, debido a que en la
parte izquierda está delimitada por la decoración geométrica
y por la derecha se identifica un frecuente final de palabra en
lengua ibera (Ngomo 2018: 43).
0559 0560
0561 0562
0654
Figura 5.129. Piezas
terminadas de la Peña de
las Majadas.
149
[page-n-167]
Figura 5.130. Detalle de la inscripción de la
pieza 0654 (5x).
Tabla 5.46. Astrágalos de la Peña de las Majadas. Las medidas se expresan en cm.
ID
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
539
Izquierda
Ovicaprino
A1
3,2
1,1
1,8
540
Derecha
Ovicaprino
A1
3
1,9
1,4
541
Izquierda
Ovicaprino
B1
2,1
1,7
1,4
542
Izquierda
Ovicaprino
B1
2,4
1,3
1,9
543
Izquierda
Ovicaprino
B1
2,2
1,5
1,3
544
Derecha
Ovicaprino
C1
3,3
1,8
1,6
545
Derecha
Ovicaprino
C1
2,9
1,7
1,7
546
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,5
1,5
1,5
547
Izquierda
Ovicaprino
C1
3
1,9
1,8
548
Izquierda
Ovicaprino
C1
2,7
1,7
1,5
549
Derecha
Suido
C4
3,4
1,8
1,8
550
Izquierda
Suido
C4
3,2
1,8
1,7
551
Derecha
Suido
C6
3,5
1,8
1,9
En nuestro caso analizamos la pieza y realizamos fotografías de detalle, de 5 a 20x, con microscopio estereoscópico en el SIP-MPV. Las imágenes obtenidas, jugando con la
incidencia de la luz sobre la inscripción, han sido revisadas y
tratadas con filtros de imagen que permitieran apreciar mejor
los trazos de la escritura. Así, debemos señalar que, según lo
que apreciamos en su revisión, existen ciertas disonancias
con la lectura inicial de la inscripción (Sarrión 1978) que,
posteriormente, ha sido recogida por diversos especialistas
(BDHespCS.16.01, consulta: 16-02-2022), con ligeras variaciones en su lectura: n e ŕ s e ti ga n de gi a r ḿ [i] (Ferrer
2014: 229). Desde nuestro punto de vista, el octavo símbolo
interpretado como una N (n) no puede afirmarse como tal,
ya que la pieza está rota en esa parte, tal como se aprecia en
la figura 5.130. Lo que se ha tomado como la línea oblicua
ascendente de N se corresponde con la línea de fractura de la
pieza, por lo que el signo visible sería ⋀, que podría interpretarse como l, según la variante l2 recogida por el equipo
de Hesperia (http://hesperia.ucm.es/). Si bien, al encontrarse
partida, resulta difícil confirmarlo. Además, el decimotercer
signo leído como r, no presenta los trazos unidos, por lo que
haría falta considerar la opción de que se trate de dos sig150
nos diferentes: una variante de ḿ (-) y el signo ba (ǀ). No
obstante, por comparación, la lectura original como tekiar
cuenta con paralelos documentados en soportes cerámicos
de Edeta/Tossal de Sant Miquel que la hacen factible (BDHespV.06.026, consulta: 16-02-2022). Dicho lo cual, nuestra
propuesta de lectura quedaría como: n e ŕ s e ti ga l de gi a
r? ḿ [i] (fig. 5.130).
Por otro lado, en las prospecciones se recogió también un
lote de 12 tabas, diez de ovicaprino y dos de suido, con las caras
lateral y/o medial modificadas (tabla 5.46) junto con otros diez
astrágalos naturales: seis de ovicaprino, tres izquierdos y tres
derechos, y cuatro de Sus scrofa, dos izquierdos y dos derechos.
5.28.3. breve valoración global
Para la Peña de las Majadas llama la atención que su cultura material, a pesar de tratarse exclusivamente de materiales recogidos
en prospección, resulte tan rica en objetos de hueso. El conjunto
de doce astrágalos trabajados, el pasador de hueso y los 23 fragmentos de alfileres entre los que destaca aquel que presenta una
inscripción finamente incisa en signario levantino remiten a una
importancia manifiesta de esta clase de objetos y materias primas en este posible enclave de cronología ibero-romana.
[page-n-168]
Figura 5.131. Detalle de la
ubicación de los yacimientos:
29) El Castellet de Bernabé (Llíria)
30) La Seña (Villar del Arzobispo)
31) El Puntal dels Llops (Olocau)
32) El Tossal de Sant Miquel
(Llíria)
33) Tos Pelat (Moncada)
34) Kelin/Los Villares
(Caudete de las Fuentes)
5.29. EL CASTELLET DE BERNABÉ
(LLÍRIA, VALÈNCIA)
5.29.1. introducción al yacimiento
El Castellet de Bernabé se ubica en las estribaciones noroccidentales de la Sierra Calderona, macizo que rodea la comarca
del Camp de Túria por su parte septentrional. Se encuentra a
15 km de distancia de Edeta/Tossal de Sant Miquel, formando
parte de la red de asentamientos ibéricos articulados en torno a
esta. Refleja cómo las élites edetanas ocupan núcleos de poder
dispersos en el territorio más allá de la capital (fig. 5.131).
El poblado aprovecha un altozano defendido naturalmente
por todo su perímetro, destacando en el territorio, aunque sin
escarpes marcados y desde cuya posición controla el camino
natural que comunica Edeta con el Bajo Aragón y el Alto Valle
del Palancia. El perfil natural de la superficie rocosa del cerro
fue retocado para conseguir un piso transitable. El espacio de
hábitat se encuentra totalmente amurallado, siguiendo un perímetro pseudorectangular que delimita un área de aproximadamente 1000 m2 vertebrada por un eje de tránsito longitudinal en
sentido NW-SE de 60 m de largo (la anchura máx. es de 27 m
en la parte norte) (Guérin 2003: 3-4).
Se tiene constancia de la existencia del yacimiento desde
inicios del s. XX. En 1978 se llevó a cabo un primer sondeo a
cargo de H. Bonet Rosado. En 1984, tras los ataques sufridos
por las acciones de clandestinos que hicieron temer por su
integridad y, ante el buen estado de conservación de los restos
constructivos, se inició un plan de excavaciones sistemáticas
bajo el patrocinio del SIP-MPV con el objetivo de enriquecer
el conocimiento del área edetana. Los trabajos fueron dirigidos por P. Guérin, que realizaría su tesis doctoral sobre este
asentamiento en 1995. Esta sería ampliada con datos de nuevas excavaciones y publicada en el año 2003. Las campañas
arqueológicas culminaron en 1998, desde entonces se ha intervenido en el sitio para llevar a cabo trabajos de consolidación, vallado y restauración.
La vida del poblado se sitúa entre la segunda mitad del s.
V y finales del s. III a.C. Las evidencias arqueológicas reflejan
dos incendios en los últimos años del s. III a.C.: “…como si
la segunda ocupación no fuera más que un último sobresalto”
(Guérin 2003: 10). El primero de ellos marca la fecha de grandes cambios en la organización arquitectónica del asentamiento,
de tal manera que no queda clara su disposición original. Desde
el punto de vista urbanístico, la principal diferencia entre los
dos momentos radica en la configuración de una gran casa al
noreste del poblado, modelo propio de una familia extensa de
las clases gentilicias, y de una entrada particular al mismo en la
parte septentrional. Posteriormente, el segundo incendio arrasará finalmente el caserío y supondrá su abandono: “En su fase
final, el Castellet de Bernabé es un poblado ibérico en tiempos
de guerra y es inevitable que esta circunstancia repercuta en la
interpretación” (Guérin 2003: 10).
5.29.2. el conjunto analizado
Hemos revisado las piezas catalogadas como hueso trabajado, así como toda la fauna depositada en el SIP-MPV. Contamos con un total de 20 piezas elaboradas sobre materias
duras animales: diez piezas terminadas, cuatro evidencias
del trabajo del asta y del cuerno y seis astrágalos trabajados
(tablas 5.47 y 5.48).Dentro de las piezas terminadas documentamos (fig. 5.132):
- Tres objetos apuntados realizados sobre diáfisis de huesos
largos de animales de talla media/grande (0746, 0747, 0749).
Fueron recuperados en los niveles del s. III a.C. de la calle central, en las catas 25 y 28. La cata 25, de unos 15 m2, se localiza en
el espacio comprendido entre los deps. 13 y 22 (Guérin 2003: 22)
151
[page-n-169]
Tabla 5.47. Piezas terminadas, soportes y desechos del Castellet de Bernabé.
ID
Ubicación
UE
Cronología
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
728
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
729
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
730
Dep. 24
Capa 7
2ª m. s. V - s. IV a.C. III.4.4. Caja (?)
Percha
Ciervo
C/V/A/Pr
No
731
Dep. 26
Capa 7
2ª m. s. V - s. IV a.C. V. Desecho/II. Soporte Candil
Ciervo
C/V
No
735
Cata 10.
Calle acceso
Capa 4
S. III a.C.
V. Desecho/II. Soporte Percha o can- Ciervo
dil
C
No
736
Cata 43.
Cisterna
Capa 11
Fin. s. V - 2ª m. s.
IV a.C.
III.1.1. Aguja
Meso/Macromamíf.
C/Ab/Pr
No
737
Cata 4.
Pasillo Este
-
Fin. s. III a.C.
V. Desecho/II. Soporte Candil
Ciervo
F/Pe
No
746
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P
No
747
Cata 28.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
748
Cata 31.
Calle central
Capa 4-5
2ª m. s. V - s. III a.C. V. Desecho
Cráneo y cla- Cabra
vija ósea
F/C
No
749
Cata 25.
Calle central
Capa 4
S. III a.C.
Fíbula
Cerdo/Jabalí
Ab/P/Rs
No
750
Cata 31.
Calle central
Capa 5
2ª m. s. V - s. III a.C. III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
A/V
No
843
Dep. 2
-
2ª m. s. V - s. III a.C. III.4.3. Tubo
Ulna izq.
Buitre
C/Pr
Sí
844
Cata 4.
Pasillo Este
-
F. s. III a.C.
Colmillo
Elefante ind.
P/A/Pr
Sí
III.1. Obj. apuntado
III.4.1. Mango
Diáfisis
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Rs-Raspado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
Tabla 5.48. Astrágalos trabajados del Castellet de Bernabé. Las medidas se expresan en cm.
ID
Ubicación
UE
Cronología
Animal
Lateralidad
Tipo
Long.
Anchura
Grosor
740
Dep. 26
Capa 2
S. III a.C.
Ovicaprino
Derecha
A3
2,6
1,6
1,3
742
Dep. 26
Capa 2
S. III a.C.
Ovicaprino
Derecha
C4
2,8
1,7
1,9
743
Cata 4. Pasillo Este
-
Fin. s. III a.C.
Suido
Izquierda
E4
3,8
1,8
1,8
744
Cata 25. Calle central Capa 3
S. III a.C.
Oveja
Izquierda
C1
3
2,8
1,8
745
Cata 25. Calle central Capa 3
S. III a.C.
Cabra
Derecha
A5
2,4
1,4
1,3
845
-
Ss. V-III a.C.
Suido
Derecha
C4
3,2
1,6
1,9
-
(fig. 5.133). Por su parte, la cata 28, de unos 16 m2, corresponde al área entre los deps. 24 y 26, donde la calle se ensancha
(Guérin 2003: 96). El fragmento 0749 presenta marcas de utilización, embotamiento y modificación de la parte activa del útil
que podrían indicar que fue empleado en tareas de perforación o
sujeción de fibras, elementos textiles o similares.
- Una aguja fracturada a la altura de la perforación (0736) hallada en el nivel 11 de la cisterna. La cisterna (cata 43) es una estructura rectangular localizada en la parte sureste del caserío, en
el centro de la calle principal, entre los deps. 40 y 45 (fig. 5.133).
Tiene unas dimensiones de 2,5 m de norte a sur y 1,9 m de este
a oeste, alcanzando una profundidad de 3 m. Podría contener un
máximo de 14 m3 de agua (Guérin 2003: 153). Fue construida
152
en la ocupación inicial del yacimiento, pero de forma temprana,
a finales del s. V o principios del s. IV a.C., se abandonó y fue
reutilizada como basurero.
- Un alfiler completo (13,7 x 0,5 x 0,55 cm) con marcas de
embotamiento en la punta y decoración incisa geométrica en
la parte proximal de motivos reticulados, en aspa y una línea
horizontal (0728). Al igual que los apuntados indeterminados,
fue recuperado en los niveles del s. III a.C. de la calle central.
- Un fragmento de una varilla de hueso con marcas de cortes
hallada también en la cata 28 (0729).
- Dos mangos: uno de ellos manufacturado mediante aserrado y
vaciado parcial sobre un candil de ciervo (0750) hallado en la cata
31, en la calle central entre los departamentos 29/30 y 27 (Guérin
[page-n-170]
0730
0728
0843
0750
0844
0736
0749
0729
0746
0747
Figura 5.132. Piezas terminadas del Castellet de Bernabé.
Figura 5.133. Planta del
Castellet de Bernabé
con la distribución de la
industria sobre materias
duras animales (adaptada
de Guérin 2003: fig. 15).
153
[page-n-171]
2003: 100). Por su parte, el mango 0844 se encontró en la cata 4
(pasillo este), un espacio abierto interpretado como una plaza, entre
abundante material cerámico y una reducida presencia de objetos
de hierro y bronce, entre los que se encuentra una hoja incompleta
de podón o cuchillo afalcatado que quizás podría relacionarse con
este (Guérin 2003: 85, fig. 124, 411 y 414) (fig. 5.133). Fue publicado como de hueso (Guérin 2003: 85, fig. 124, 414), pero su
revisión nos ha permitido identificar que fue manufacturado sobre
marfil. Está fragmentado, conserva parte de la espiga y el inicio del
talón redondeado. En una de las caras del talón se aprecia parte de
un rebajo circular, por lo que cabe pensar que estaría decorado con
un disco de bronce similar a las piezas 0568 de San Antonio (fig.
5.100) y 0608 de El Puntal dels Llops (fig. 5.142). En la espiga
se ha conservado una perforación circular de 0,15 cm de diámetro
donde permanece inserto un clavo de hierro que fijaría la hoja del
útil, parcialmente conservada. Cronológicamente se adscribe a los
niveles finales de ocupación del yacimiento. Resulta interesante
que, en una de las caras de la pieza, en la parte distal por encima del
rebajo circular, se distingue una sutil decoración incisa de círculo
simple con punto central (Mata Parreño et al. 2020: fig. 4). No hemos documentado este tipo de motivos decorativos en ningún otro
mango de marfil.
- Fragmento de un tubo realizado sobre una diáfisis de un hueso
largo de ave rapaz (III.4.3.2), en concreto, sobre una ulna izquierda
de un posible buitre (Gyps fulvus) (0843). En el extremo conservado
cuenta con evidencias de un pequeño clavo de hierro de 0,4 cm de
largo por 0,2 cm de diámetro, incrustado en una de las dos perforaciones enfrentadas. Además, por la parte externa, está decorado con
una franja reticulada que ocupa 1,1 cm delimitada por dos líneas
paralelas, los trazos incisos son finos y descuidados. Otras dos líneas
paralelas horizontales son visibles en la parte superior de la fractura
de la pieza. Fue recuperada en el departamento 2, uno de los espacios más complejos a nivel estratigráfico del caserío (fig. 5.133).
Para la fase antigua, mediados s. V a.C., se evidenciaron restos de
fundición propios de un taller metalúrgico. En la fase posterior el espacio fue remodelado y se ha interpretado como una capilla debido
a la abundante cultura material recuperada, entre la que destacan las
importaciones y un gran hogar rectangular, de dimensiones mayores
al resto, situado en el centro de la estancia (Guérin 2003: 17). Por
desgracia, desconocemos el estrato en el que apareció, por lo que
no podemos matizar su contexto de hallazgo. Se trata de un objeto
singular, realizado en una materia prima inusual. En el Castellet de
Bernabé se han documentado algunos restos de aves como la perdiz
común (Alectoris rufa) y la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax) en la ocupación del s. V a.C., pero no de grandes rapaces
(Iborra 2004: 150-151). Contamos con una pieza similar, conservada entera, en el asentamiento edetano de La Seña (fig. 5.137).
- Una posible caja cilíndrica realizada sobre la percha de una
cornamenta de ciervo (10,3 x 4,3 x 3,4 cm), con marcas claras
de cortes y vaciado interno (0730) y con una perforación en uno
de sus extremos de 0,7 x 0,6 cm (fig. 5.132). Fue recuperada
en la fase inicial del departamento 24, interpretado como una
unidad doméstica (Guérin 2003: 112).
Por otro lado, contamos con tres evidencias directas del
trabajo del asta de ciervo (0731, 0735, 0737) (fig. 5.134) y un
fragmento de cráneo de Capra hircus y del arranque del cuerno
con numerosas marcas de cortes y flexión en la clavija ósea,
seguramente realizadas para separar el estuche córneo con la
finalidad de aprovecharlo. Todas ellas, salvo la pieza 0731 recuperada junto a dos astrágalos en el dep. 26, interpretado como
una posible vivienda unicelular (Guérin 2003: 267), aparecieron
en espacios de tránsito del caserío (fig. 5.133).
0737
0731
0735
0748
Figura 5.134. Evidencias del trabajo del asta y el cuerno en el Castellet de Bernabé.
154
[page-n-172]
0740
0742
0743
0744
0745
0865
Figura 5.135. Astrágalos trabajados del Castellet de Bernabé.
Por último, nos queda tratar el caso de los seis astrágalos
trabajados de Ovis aries, Capra hircus y Sus sp. (tabla 5.48 y
fig. 5.135). Su análisis evidencia diferentes tipos de modificación
de las tabas, predominando la alteración diagonal u oblicua de su
cara lateral. Solo una de ellas está perforada, 0745, con un orificio
circular central de 0,35 cm de diámetro. En el ejemplar 0865 llama
la atención la coloración que presenta fruto de la acción del fuego
(negra, blanca y marrón), aunque resulta casi decorativa consideramos que se debe a la exposición diferencial de la taba a la acción del
fuego, viéndose alterada directamente por las caras plantar y medial.
5.29.2. breve valoración global
En lo que respecta a la disposición de la industria sobre materias duras en el yacimiento, llama la atención su concentración mayoritaria en espacios abiertos (fig. 5.133), algo que también ocurre
con los restos de fauna (Iborra 2004: 155). Asimismo, podemos
señalar una notable variedad de taxones manufacturados en un
conjunto relativamente reducido de piezas: ciervo, elefante, buitre,
oveja, cabra, cerdo/jabalí y animales de talla grande. El 65 % de
ellas han sido manufacturadas sobre hueso (12 de mamífero y uno
de ave); cinco sobre astas de ciervo (tres evidencias de manufactura y dos piezas terminadas) (25 %); una evidencia del trabajo del
cuerno (5 %) y un mango de marfil (5 %) que pudo llegar hasta el
asentamiento a través del comercio o intercambio.
5.30. LA SEÑA (VILLAR DEL ARZOBISPO, VALÈNCIA)
5.30.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de La Seña se ubica en pleno llano de la actual
localidad de Villar del Arzobispo junto a la rambla de la Aceña o
Seña y se encuentra atravesado de norte a sur por la carretera local de Villar del Arzobispo a Bugarra (fig. 5.131). Ha sido definido como un centro de producción agrícola, de aproximadamente
1 ha de extensión, orientado al abastecimiento de la capital edetana. Se trata de un poblado de nueva planta construido a finales
del s. VI a.C. (fase I) a unos 10 km al noroeste del Tossal de Sant
Miquel. Su trazado interior original quedó prácticamente arrasado por una restructuración urbanística a finales del s. V a.C.
(fase II) que perdurará hasta mediados del s. II a.C. (Bonet y
Mata 1997: 36). Su estudio estratigráfico permite evidenciar el
tránsito del Ibérico Antiguo al Ibérico Pleno.
Las primeras referencias académicas del yacimiento fueron recogidas por Domingo Fletcher (1947: 69). Décadas
más tarde, en 1971, el asentamiento será incluido por M.
Gil-Mascarell en su tesis doctoral. Dada su relevancia y el
peligro que corría debido a acciones de alteración agrícola
y de expolio por parte de clandestinos, en 1985, debido al
impulso de H. Bonet Rosado y del SIP-MPV, se llevó a cabo
una campaña de urgencia que acabaría convirtiéndose en un
proyecto de intervenciones sistemáticas hasta 1989. Posteriormente, entre 1990 y 1992 se consolidaron las estructuras del recinto amurallado con la intención de fomentar su
preservación y la visita y difusión cultural de este enclave
ibérico (Bonet et al. 1999).
5.30.2. el conjunto analizado
Tan solo contamos con un ejemplar de industria ósea, recuperado en el departamento 3, espacio cuadrangular en la esquina
noreste de una gran vivienda formada por los departamentos 1,
3, 6, 7, 8, 9, 10 (Bonet et al. 1999) (fig. 5.136).
Se trata de un tubo realizado sobre una diáfisis de un ave
rapaz (III.4.3.2), en concreto, sobre una ulna de buitre leonado (0847) (Mata Parreño et al. 2014: 117 y fig. 200) (fig.
5.137). Tiene unas medidas de 25,3 cm de longitud y una
sección circular de 1,4 cm de diámetro. En uno de sus extremos presenta una incisión transversal; en el opuesto tiene un
pequeño remache de hierro inserto entre dos perforaciones
cuyo diámetro se sitúa entre 0,2 - 0,3 cm (fig. 5.138). Ambos
extremos han sido cortados para eliminar las epífisis y se distinguen marcas de pulido en toda la pared externa, aunque se
encuentra muy afectada por alteraciones tafonómicas producidas, fundamentalmente, por raíces. Su funcionalidad por el
momento resulta desconocida: ¿podría tratarse de un tipo de
mango o elemento receptor para sujetar algún útil de una materia prima perecedera, lo que explicaría la necesidad de poner un remache metálico? ¿Podría tratarse de un instrumento
musical? En la península ibérica, desde el periodo romano
hasta la Edad Moderna se han documentado al menos 30
fragmentos de instrumentos musicales realizados sobre ulnas
de buitre (Moreno García et al. 2005). La mayoría de estos
fragmentos presentan una serie de perforaciones a lo largo
del cuerpo del hueso, que facilitarían la creación de la música. Además, ninguno de ellos conserva inserto un remache
155
[page-n-173]
Figura 5.137. Objeto realizado sobre una ulna de buitre.
Figura 5.138. Detalle de ambos extremos de la pieza 0847.
Figura 5.136. Sector central de la Seña. En azul se resalta la
localización de la pieza 0847. Planimetría adaptada de Enrique
Díes Cusí.
metálico entre perforaciones en los extremos, tal como pasa
con los ejemplares de La Seña y del Castellet de Bernabé, por
lo que cabría plantearse que su funcionalidad es diferente y
no se tratan de instrumentos musicales.
5.30.3. breve valoración global
Llama la atención que, más allá de ese tubo realizado sobre un
hueso largo de buitre leonado, ni en nuestra revisión de fauna
ni en el estudio zooarqueológico de Iborra (2004: 201-216) se
haya documentado ninguna otra pieza manufacturada sobre materias duras analimales, ni un fragmento de asta de cérvido, ni
ninguna taba. La ausencia de elementos manufacturados sobre
materias duras animales también nos aporta información de que
su presencia no era primordial en la Seña (o, al menos, en la parte excavada), lo que aporta mayor significancia a la única pieza
identificada, más aún al haber sido elaborada sobre una materia
prima singular como son los huesos de grandes aves rapaces.
Los restos de estos imponentes animales son muy escasos en
el registro ibérico, podemos señalar el hallazgo de un esqueleto
parcial de buitre en el silo 1004 del yacimiento del Serrat de
Espinyers (Isona, Lleida), ligado a prácticas rituales del s. III 1ª mitad del s. II a.C. (Belmonte et al. 2013: 209).
5.31. EL PUNTAL DELS LLOPS (OLOCAU, VALÈNCIA)
5.31.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de El Puntal dels Llops se localiza en las estribaciones meridionales de la Sierra Calderona, en un cerro a 427 m
s.n.m., también conocido como El Colmenar, con un importante
156
dominio visual del Camp de Túria y del corredor del Barranco del
Carraixet (fig. 5.131). Se trata de un fortín defensivo o atalaya de
unos 800 m2 perteneciente a la red defensiva del territorio de Edeta,
de la que dista 10 km. Por lo tanto, su ubicación y funcionalidad
solo pueden entenderse dentro de un plan estratégico, militar y político de control del territorio por parte del Tossal de Sant Miquel.
El asentamiento ibérico (s. V - inicio s. II a.C.) se superpone a una
ocupación inicial de la Edad del Bronce. Cuenta con una muralla
ciclópea y una torre maciza de base cuadrada de vigilancia en la
parte norte y su organización interna está vertebrada por una calle
central en torno a la que se dispone un conjunto de 17 departamentos (Bonet y Mata 2002: 23-24).
Conocido y catalogado desde principios del s. XX como “despoblado eneolítico e ibérico” (Archivo SIP) fue completamente
excavado entre 1978 y 1988 bajo la dirección de H. Bonet Rosado
y C. Mata Parreño dentro de los proyectos de investigación de la
cultura ibérica impulsados por el SIP-MPV (Bonet et al. 1981; Bonet y Mata 2002). El yacimiento ha sido consolidado y restaurado,
convirtiéndose en un enclave central dentro de la difusión sobre el
valor de la arqueología y del pasado edetano.
5.31.2. el conjunto analizado
Revisamos las piezas catalogadas en el SIP-MPV, así como la
fauna depositada en dicha institución. Por desgracia, algunas de
las piezas de hueso trabajado a las que se hace referencia en las
publicaciones previas del yacimiento (Bonet et al. 1981; Bonet
y Mata 2002) están en la actualidad desubicadas por lo que no
hemos podido revisarlas personalmente; en estos casos recopilamos la información previamente publicada.
Hemos identificado diez piezas terminadas: siete manufacturadas en huesos largos de animales de talla media y grande
(70 %), una en asta de ciervo (10 %) y dos en marfil de elefante
(20 %) (tabla 5.49).
[page-n-174]
Tabla 5.49. Piezas terminadas de El Puntal dels Llops.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
480
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 2
III.4.1. Mango (?)
Diáfisis
Mesomamíf.
P/C/Ab
No
481
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 1
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
482
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 4
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Meso/Macroma- Ab
míf.
No
484
S. IV - fin. s. III a.C
Calle. Dep. 6 III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
C
No
485
S. IV - fin. s. III a.C
Dep. 6
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf.
Ab/P
No
489
In. s. II a. C
Dep. 4
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
A/Pr
Sí
523
S. IV - fin. s. III a.C
Calle
III.1. Obj. apuntado Diáfisis
Mesomamíf.
P
No
608
S. III a.C.
Dep. 4
III.4.1. Mango
Marfil
Elefante ind.
-
Sí
620
S. III a.C.
Dep. 12
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
653
S. IV - fin. s. III a.C
Calle. Dep. 6 III.4.4. Caja
Percha
Ciervo
A/V/Ab/P
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0484
0482
0480
0523
0481
0620
0485
Figura 5.139. Objetos terminados de hueso de El Puntal dels Llops.
Las piezas de hueso se corresponden con tres fragmentos
de partes mesiales y/o distales de elementos apuntados (0481,
0482, 0523); un fragmento proximal de un alfiler de sección
circular y decorado con motivos geométricos de espigas, bandas y líneas horizontales (0620); dos punzones incompletos,
uno de ellos totalmente quemado (0485) y otro elaborado sobre
una fíbula de Sus sp. (0484) y una diáfisis de un mesomamífero
fragmentada con marcas de cortes, pulido y abrasión utilizada
como elemento receptor, posiblemente como un mango de forma cilíndrica (0480) (fig. 5.139).
Enfrente del dep. 6, en la calle central, fue hallada la pieza
de asta de ciervo 0653 (figs. 4.39 y 5.140) que interpretamos
como una caja o pequeño recipiente. Además de su singularidad
tipológica y del metódico trabajo tecnológico necesario para regularizar y vaciar la parte central de la cuerna, en este objeto
destaca la identificación de un vocablo inciso escrito en signario
levantino que puede leerse como N l U I B (n a u i ba), y que
ha sido interpretado como un posible antropónimo o cargo (Bonet y Mata 2002: 172). El primer signo inciso N (n) es el que
está trazado de forma más firme. Por su parte, el último de ellos
ha generado dudas en su lectura, ya que J. Velaza propuso su
identificación con una variante del signo ḿ, pudiendo transcribirse como n a u i ḿ (i) (recogido por Bonet 2013: 393). Sin embargo, las fotografías de detalle realizadas con microscopio estereoscópico parecen reflejar que la lectura original es correcta
(fig. 4.39), ya que el supuesto trazo oblicuo que parece formar la
variante de la ḿ en el último signo es una evidencia del propio
tejido del asta que resulta imposible de regularizar en toda su
superficie, por lo que cabría leerlo como B (ba).
En el dep. 4, junto a uno de los objetos apuntados (0482) y
un conjunto de 84 astrágalos (Bonet y Mata 2002: cuadro 17),
se localizaron las dos piezas de marfil documentadas en el fortín
(fig. 5.140). Se ha interpretado como un espacio aristocrático
donde las actividades domésticas están asociadas a otras con un
fuerte componente masculino: acicates, ronzalera, campanita,
armamento, apliques de la cabezada del caballo y pinzas, entre
otros. Su cronología es la del momento de destrucción y abandono del lugar, esto es, inicios del s. II a.C. (Bonet y Mata 2002:
68, 162, figs. 72-4128 y 176).
Por un lado, encontramos el peine 0489. Se trata de un
peine sencillo, rectangular y de puente recto (III.5.1.2) (fig.
5.141). Está incompleto y totalmente calcinado: 4,3 cm de
longitud conservada; 2,4 cm de anchura del cuerpo y 0,4 cm
de grosor; ninguno de los dientes está entero. Presenta una
perforación circular en su parte mesial, próxima al puente,
de 0,2 cm de diámetro. Más cerca del puente, se aprecia otro
orificio abierto de menores dimensiones. El arranque de los
dientes está marcado por una línea horizontal incisa. La ornamentación se ha realizado mediante la incisión: en el puente
hay una línea longitudinal y en ambas caras se representa un
jabalí con las patas delanteras estiradas, las orejas hacia atrás
y el pelaje señalado mediante reticulado. Por la disposición
de sus extremidades y cuerpo, parecen estar en movimiento (Mata Parreño et al. 2017: 150). Los motivos de jabalíes
están representados en monedas, metalistería y cerámica en
otros asentamientos ibéricos como el Tossal de Sant Miquel y
se asocian a cazadores a caballo o a pie (Mata Parreño et al.
2013 y 2014: 171-172).
157
[page-n-175]
Figura 5.140. Planimetría y ubicación de la industria sobre materias duras animales de El Puntal dels Llops (adaptado de Bonet y Mata
2002: fig. 5).
Figura 5.141. Peine de marfil
0489.
Por otra parte, en el mismo departamento se recuperó un mango fracturado de talón redondeado (III.4.1.3), presenta dos arandelas y dos placas circulares de bronce incrustadas en ambas caras (en una de las caras la placa circular está desprendida) y una
virola metálica muy alterada por procesos postdeposicionales
(fig. 5.142). Aunque fue publicado como de hueso (Bonet y Mata
2002: 162) su revisión en el SIP-MPV nos permite afirmar que
está realizado sobre marfil. Por su semejanza formal y por la materia prima en la que está elaborado debe ponerse en relación con
los mangos 0568 de San Antonio (fig. 5.100) y 0844 del Castellet
de Bernabé (fig. 5.132), si bien esta pieza de El Puntal dels Llops
resulta singular por la virola y el revestimiento metálico que
presenta por sus laterales que servirían tanto como decoración
como sistema de refuerzo y protección del mango. Virola y revesimiento que incrementan su valía ya que están elaborados sobre
plata de alta pureza, tal como han reflejado los análisis de pXRF
efectuados sobre la pieza (Mata Parreño et al. 2020: 76 y fig. 7).
No resulta trivial que las únicas dos piezas de naturaleza ebúrnea documentadas en el yacimiento estén presentes en el departamento 4, identificado como una estancia aristocrática. La ostentación de las élites se ve reflejada en la propiedad de estas piezas
realizadas en una materia prima exótica, escasa y valiosa. Más aún
en el caso de la pieza 0608 donde se combina el marfil con la plata
y el bronce como ornamentación. Son bienes de prestigio y suponen una plasmación material clara de diferenciación social.
158
En esta atalaya destaca la presencia de otro tipo de industria
ósea: los astrágalos. Según los estudios faunísticos efectuados
por Sarrión (1981) e Iborra (2004) se recuperaron un total de
348 astrágalos entre los que destaca el gran conjunto de 251 tabas del departamento 15 y los 84 astrágalos del departamento 4
(tabla 5.50).
Los astrágalos del dep. 15 (cata B) fueron estudiados por Sarrión, identificándolos como de ovicaprinos y suidos, señalando
que presentaban: “Raspaduras en sus carillas, preferentemente
la lateral, que algunas veces llega a invadir la mitad del grosor
del cuerpo, en su desgaste oblicuo” (1981: 164). Por su parte, en
la descripción de esta estancia se señala que: “Desgraciadamente, la erosión del extremo meridional de la cima y el saqueo de
clandestinos hace imposible su interpretación. Hasta nosotros
solo ha llegado una pequeña muestra de actividad textil –pesas
de telar y fusayolas–, y una posible zona de almacenaje en el
fondo de la estancia. En el ángulo NE, procedentes de la excavación de 1978 (cata B), había una concentración de unas 250
tabas calcinadas, la mayoría de ellas desgastadas por un lado”
(Bonet y Mata 2002: 89).
En el análisis del resto de astrágalos identificados en el
yacimiento se expone que: “Los astrágalos han sido modificados mediante la abrasión de las superficies angulosas en
las facetas lateral y medial, hasta crear superficies planas
(…) Todos los astrágalos presentaban las superficies lateral y
[page-n-176]
Figura 5.142. Mango de marfil 0608, decorado con
bronce y plata.
Tabla 5.50. Clasificación taxonómica y localización de los astrágalos de El Puntal dels Llops (adaptado a partir de los datos de Bonet y
Mata 2002: cuadro 17 e Iborra 2004: cuadro 121).
Dep. 1
Dep. 3
Ovicaprino
Oveja
2
Cabra
1
Cerdo
Dep. 14
Calle
52
69
8
17
36
1
22
1
95
3
139
94
1
118
2
2
1
1
2
4
Total
7
Jabalí
Total
Dep. 15
17
3
Bovino
Ciervo
Dep. 4
4
84
medial trabajadas, a excepción de la concentración del dep.
4. En este departamento de todos los astrágalos sólo hay 6
de cabra, 5 de oveja, 4 de ovicaprino y 8 de cerdo pulidos”
(Iborra, en Bonet y Mata 2002: 182).
Debido a que no hemos podido revisar todos los astrágalos
a los que se han hecho referencia, especialmente en el caso del
dep. 15, hemos optado por tomar los datos aportados por Sarrión
(1981) e Iborra (2004 y recogido en Bonet y Mata 2002: 181182) considerando que nos encontramos ante acumulaciones
intencionadas de astrágalos, especialmente en los dos grandes
conjuntos de los deps. 4 y 15, que responden a la utilización e
interpretación de estos huesos cortos como algo más que restos
de fauna. Como vemos en la tabla 5.50 pertenecen mayoritariamente a ejemplares de Ovis aries, Capra hircus y Sus domesticus y su selección reflejaría, de forma indirecta, una importante
riqueza económica individual o colectiva, puesto que cada animal cuenta con dos astrágalos en las extremidades posteriores
y, por tanto, una acumulación de 348 tabas implica la muerte
y/o sacrificio de más de un centenar de cabezas de ganado, bien
sea en uno, en varios momentos en el tiempo o de forma paulatina. Se trata de la acumulación conocida más numerosa de
astrágalos en un espacio de hábitat del mundo ibérico. Resulta
1
251
2
4
348
todavía más relevante teniendo en cuenta que en el resto de los
yacimientos edetanos solo se han documentado 30 ejemplares
en el Tossal de Sant Miquel, seis ejemplares en el Castellet de
Bernabé y uno en el Tos Pelat.
5.31.3. breve valoración global
La industria sobre materias duras animales de El Puntal dels
Llops plantea vías interesantes de comprensión de las realidades cotidianas y económicas de esta atalaya ibérica. Encontramos representados objetos utilitarios, como punzones y
mangos sobre diáfisis de hueso, habituales en la mayoría de
los asentamientos y que no resultarían difíciles de elaborar.
Sin embargo, la caja de asta requiere de pericia técnica en
su ejecución y en ella se ha grabado una inscripción, práctica muy poco habitual en el mundo ibérico sobre este tipo de
materias primas y, de hecho, la única documentada sobre asta
de cérvido. Por su parte, el peine y el mango requieren de un
conocimiento artesanal, técnico y decorativo sin duda alguno
elevado y, lo más importante, del acceso a una materia prima
restringida y destinada seguramente a las élites aristocráticas
(incidimos en que no puede tomarse como baladí que ambas
159
[page-n-177]
piezas hayan sido recuperadas en la misma estancia del fortín,
el dep. 4). Más aún, en el caso del mango supone el dominio
por un mismo artesano o artesana de diferentes técnicas especializadas de trabajo sobre distintas materias primas (marfil,
plata, bronce y presumiblemente el hierro de la hoja enmangada hoy desaparecida) o la comunicación entre diferentes
especilistas para elaborar este bien de prestigio. Por último,
si contabilizamos todos los astrágalos documentados en El
Puntal dels Llops, recuperados grosso modo integrando dos
grandes conjuntos en los departamentos 4 y 15, obtenemos un
total de 358 objetos óseos en esta atalaya edetana, siendo así el
yacimiento con un mayor número de objetos elaborados sobre
materias duras animales. No obstante, cabe apuntar también
que no se ha identificado evidencia alguna del trabajo directo
de estas materias primas en el asentamiento.
5.32. EL TOSSAL DE SANT MIQUEL
(LLÍRIA, VALÈNCIA)
5.32.1. introducción al yacimiento
El Tossal de Sant Miquel es un yacimiento en ladera emplazado
en el Cerro de San Miguel, a 272 m s.n.m., en la actual localidad
de Llíria (fig. 5.131). Ha sido identificado como la antigua ciudad de Edeta y, por ende, como la capital de la regio Edetania,
denominación latina empleada por autores clásicos como Plinio el viejo, Claudio Ptolomeo o Estrabón (recogido por Bonet
1995: 497). A pesar de que se han documentado estructuras y
niveles de ocupación del II milenio a.C. es su desarrollo durante
época ibérica, s. V - s. II a.C., la fase mejor conocida, especialmente para el s. III a.C. y hasta su abandono a principios del s.
II a.C. (Bonet y Mata 1982; Bonet 1995: 513-518).
Su núcleo urbano, con una extensión de entre 10 y 15 ha,
fue durante época ibérica el lugar de residencia de una élite
aristocrática y guerrera que mantuvo un importante dominio
sobre el territorio circundante desde la propia ciudad, a través
de la interrelación y dependencia con otros yacimientos cercanos como las aldeas y caseríos del Castellet de Bernabé y
la Seña, dedicados a la explotación de los recursos agrícolas
y ganaderos, y de las atalayas de defensa y vigilancia como El
Puntal dels Llops.
Se conocen referencias escritas al Tossal de Sant Miquel
desde el s. XVIII, pero será en 1933 cuando comiencen las primeras excavaciones sistemáticas impulsadas por el SIP-MPV;
trabajos que se extenderán hasta 1953. El yacimiento se convirtió rápidamente en un referente para la arqueología ibérica
valenciana y peninsular. Se excavaron 131 departamentos, localizados fundamentalmente en la ladera sur del cerro. Entre
los numerosos hallazgos sobresale la colección de vasos con
decoración figurada y con inscripciones pintadas (Ballester et
al. 1954); así como, a nivel urbanístico, la identificación de un
santuario urbano de carácter colectivo, en los deps. 12, 13 y 14,
definido por sus elementos arquitectónicos, entre los que destaca la favissa del dep. 12 y el betilo del dep. 14, así como por la
cultura material que albergaba (Bonet 1995: 364-37).
En 1985 un proyecto de investigación dirigido por H. Bonet
Rosado sobre “El territorio de Llíria-Edeta en época Ibérica Plena”, ligado al desarrollo de su tesis doctoral sobre el Tossal de
Sant Miquel, implicaría un metódico trabajo de revisión de las
excavaciones antiguas y la realización de nuevas planimetrías,
limpiezas y consolidaciones en el yacimiento (Bonet 1995).
5.32.2. el conjunto analizado
Contamos con 81 piezas elaboradas sobre materias duras animales: 49 de ellas las hemos podido revisar directamente en el
SIP-MPV (tabla 5.51) y, las 32 restantes las hemos considerado
a partir de la identificación de piezas de hueso trabajado en el estudio de los restos faunísticos realizado por Iborra (2004: 135).
Cabe señalar que la fauna de las excavaciones de 1933-1953
fue recogida de forma parcial, seleccionando aquellos restos
óseos más llamativos por estar enteros o por presentar marcas
de alteraciones antrópicas. Por consiguiente, algunas evidencias
del trabajo sobre las materias duras animales menos llamativas,
como los desechos o los soportes de manufactura, pudieron ser
descartadas en el proceso de excavación.
Tabla 5.51. Industria sobre materias duras animales revisada en el SIP-MPV del Tossal de Sant Miquel.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
164
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 25
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
165
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 25
III.6.7. Candil
con abertura
Candil
Ciervo
A/V/Ab/Pr
Sí
166
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 123
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
167
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 5
III.1.2. Alfiler
Metápodo
Macromamíf.
P/Ab/Tt
Sí
168
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 16
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Pr
Sí
169
In. s. II a. C.
Dep. 106
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
170
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/P
No
381
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 15
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
382
In. s. II a. C.
Dep. 91
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
383
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 46
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
160
[page-n-178]
Tabla 5.51 (continuación). Industria sobre materias duras animales revisada en el SIP-MPV del Tossal de Sant Miquel.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
384
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 14
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
385
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 111
III.4.1. Mango
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/V
No
386
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 4
III.4.1. Mango
Diáfisis
Meso/Macromamif.
P
No
387
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
388
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 21
III.10. Indeterminado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/C
No
389
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 100
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
390
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 61
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
391
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 61
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
392
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 34
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
393
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
394
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
395
In. s. II a. C.
-
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
396
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
397
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
398
In. II a. C.
Dep. 34
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
399
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
Sí
400
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
401
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 33
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Tt
Sí
402
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Tt
Sí
403
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 123
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
404
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 103
III.4.3. Tubo
Ulna
Águila
P/C/Tt/Pr
Sí
405
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 103
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
406
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 102
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
407
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 102
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamíf.
A
No
408
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 18
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
409
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 108
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
410
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 114
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
411
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 111
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
C/Ab/P/Pr
No
412
Fin. s. III - in. s. II a. C. Dep. 111
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
A
Sí
413
S. III - in. s. II a. C.
Dep. 111
III.10. Indeterm.
Hueso
Meso/Macromamif.
Ab/P
No
414
S. III - in. s. II a. C.
-
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
P/C
Sí
415
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 114
III.1.2. Alfiler (?)
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
416
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 114
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/V
No
417
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 111
III.4.1. Mango
Percha
Ciervo
C/V/Pr
No
418
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 73
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
419
S. III - in. s. II a.C.
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
420
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 5
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Tt
No
421
S. III - in. s. II a.C.
Dep. 5
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamif.
P/Tt
No
434
S. III - in. s. II a. C.
-
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
P/C
No
* Marcas de trabajo: C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
161
[page-n-179]
0166
0164
0167
0168
0399
0383
0384
0392
0389
0393
0401
0415
0400
0381
0402
0419
0408
0420
Figura 5.143. Alfileres del Tossal de Sant Miquel.
Dentro de las piezas de hueso trabajado Iborra referencia
(2004: 135): Un astrágalo en el dep. 2; un fragmento de candil
de ciervo cortado por la parte distal en el dep. 25; dos astrágalos
de ovicaprino, nueve de cabra, siete de oveja y cinco de cerdo
con las caras medial y lateral pulidas en el dep. 102; otro astrágalo de cerdo, perforado, en el dep. 111, junto a un metacarpo
incompleto y un fragmento de asta de ciervo ambos con marcas
de cortes y pulido y, por último, en el dep. 114 otras cinco tabas, una de ovicaprino, una de cabra y tres de cerdo con las caras
medial y lateral pulidas. Contamos, por tanto, con 30 astrágalos
trabajados. Salvo el ejemplar perforado del departamento 111
(G1), todos ellos parecen corresponder con nuestro tipo C1: con
las caras lateral y medial modificadas mediante abrasión en ángulo recto. Están repartidos entre cuatro departamentos, siendo el
102 el que presenta un conjunto más numeroso de tabas con 23
ejemplares de tres especies diferentes: Ovis aries, Capra hircus
y Sus domesticus.
Por otro lado, las piezas de asta de Cervus elaphus descritas
con marcas de cortes y pulidas del dep. 111 creemos que podrían tratarse de soportes de trabajo. Sin embargo, el candil de
162
asta de ciervo cortado del dep. 25 no lo hemos considerado ya
que podría corresponderse con nuestra pieza 0165, recuperada
en dicho espacio.
De las 81 piezas identificadas en este yacimiento, 73 de ellas
(90 %) están realizadas sobre hueso: 30 astrágalos y 43 piezas
trabajadas; sobre asta de ciervo documentamos dos posibles soportes de trabajo y cuatro piezas terminadas (5 %); de cuerno
contamos con el desecho de una clavija ósea de cabra aserrada
(1 %) y sobre marfil con tres peines sencillos (4 %). Así pues,
existe cierta diversidad en las materias duras animales empleadas para confeccionar objetos, aunque con una destacada mayoría del hueso.
Tras los astrágalos trabajados, los alfileres son los objetos
más representados, todos ellos elaborados sobre diáfisis de macromamíferos (fig. 5.143). Contamos con 18 ejemplares: 15 corresponden al subtipo III.1.2.1. Sin cabeza diferenciada, dentro
de ellos encontramos siete ejemplares con remate redondeado
(0164; 0167; 0389; 0401; 0402; 0419; 0420); dos con remate
cónico (0392; 0400) y seis con remate plano (0166; 0383; 0384;
0393; 0408; 415). Por su parte, las piezas 0168 y 0381 son dos
[page-n-180]
a
b
c
d
Figura 5.144. Detalle alfileres con restos de pigmentación en las incisiones. a) Cabeza de la pieza 0164 con restos de color rojo; b) parte
proximal de 0164 con evidencias de color negro; c) Pieza 0166 con pigmentación negra; d) remate del alfiler 0400 con restos de color rojo.
fragmentos de alfileres con cabeza diferenciada y remate zoomorfo (III.1.2.2.e), la primera de ellas, de más difícil adscripción, parece representar el cuerpo de un ave, sin ningún otro
detalle. Podría tratarse de una pieza que se fracturó y fue posteriormente modificada. Además, cuenta con una perforación
central circular de 0,3 cm de diámetro. Por su parte, el ejemplar
0381 está decorado con un ave en la que se distingue de forma
clara la parte del cuerpo y la cabeza. Por último, el alfiler 0399,
al presentar el remate proximal fracturado no puede clasificarse
dentro de ningún subtipo ni variante.
Salvo las piezas 0389, 0393, 0408, 0419 y 0420 el resto de
los alfileres (13) están decorados con molduras y/o con motivos geométricos incisos de reticulados, aspas y líneas oblicuas
y horizontales.
La pieza 0164 fue analizada mediante espectroscopia de RAMAN por C. Roldán y S. Murcia en el Instituto Universitario de
Ciencias de los Materiales de la UV detectando en las zonas rojas
hematita y en las negras carbón (laser 785nm). Podríamos considerar que en las piezas 0166 y 0400, con evidencias de sustancias
colorantes, se habrían utilizado también este tipo de pigmentos (fig.
5.144). De todas las piezas analizadas en este trabajo, estos alfileres
son los ejemplos más claros de la utilización de sustancias colorantes para resaltar los motivos ornamentales incisos.
Por otra parte, documentamos otros 11 ejemplares incompletos de objetos apuntados realizados en hueso; un punzón
(0170) y cuatro stili: el ejemplar 0169 con cabeza diferenciada
esférica (III.1.8.2.b.); 0170 con cabeza diferenciada tipo clavo
(III.1.8.2.a); un fragmento distal (0395) y el stilus 0398 sin la cabeza diferenciada y con remate biselado (III.1.8.1.a) (fig. 5.145).
Llama especialmente la atención la pieza 0169, de cabeza y fuste gruesos, 1,2 y 0,65 cm de anchura máxima respectivamente, y con una longitud de 6,5 cm. Presenta evidentes
marcas de utilización en el extremo distal, que han alterado
el extremo apuntado (fig. 5.146). Consideramos que se trata
de una pieza en origen de mayor longitud que fue reavivada y
utilizada de nuevo.
Más allá de los objetos terminados apuntados encontramos
diferentes piezas manufacturadas en hueso, asta, cuerno y marfil
que reflejan una interesante diversidad morfológica, decorativa y funcional. La pieza 0404 tipológicamente se corresponde
con un tubo realizado sobre una diáfisis de hueso largo de ave
rapaz (III.4.3.2), posiblemente sobre una ulna de águila (Aquila sp.). Toda la pieza está decorada con incisiones muy finas
formando bandas de motivos geométricos diversos (fig. 5.147).
Su longitud es de 11,5 cm, el diámetro de 1,2 cm y tiene dos
perforaciones enfrentadas en uno de sus extremos de 0,2 cm de
diámetro cada una. A diferencia de los tubos realizados sobre
ulnas de buitres de La Seña (fig. 5.137) y el Castellet de Bernabé (fig. 5.132), esta no conserva ningún remache de hierro en
las perforaciones. Consideramos que, añadiéndole unos tapones
de madera o corcho en los extremos, podría haber funcionado
como un pequeño recipiente de alguna sustancia valiosa o de
una pieza pequeña.
La pieza 0165 está realizada sobre un candil de ciervo que ha sido aserrado, vaciado, regularizado mediante abrasión por la parte externa y decorado con motivos geométricos incisos (figs. 5.147 y 5.148). En la
parte proximal presenta una abertura ovalada de 0,8 x
163
[page-n-181]
0170
0382
0409
0398
0410
0169
0403
0397
0395
0390
0405
0394
0387
0391
0421
0396
Figura 5.145. Puzón, stili
y fragmentos de objetos
apuntados del Tossal de
Sant Miquel.
Figura 5.146. Detalle del extremo distal del stilus 0169.
0,4 cm que atraviesa una de las paredes del candil. En
el extremo distal tiene dos pequeñas perforaciones de
0,2 cm de diámetro máximo que, intencionadamente, están
abiertas por el extremo de la pieza. Consideramos que esta
particularidad tecnológica debe estar relacionada con el uso
dado al objeto, al igual que la abertura lateral. Tal como hemos señalado en el apartado tipológico, se ha propuesto la
interpretación de estas piezas como silbatos (Maicas Ramos
2007: 186) o como camas de bocados de caballo (Escude164
ro y Balado 1990). Las perforaciones abiertas del extremo
proximal podrían indicar que parte de otro útil iría encajado
en la pieza a través de esos dos pequeños salientes. Aunque
no podemos asegurar su funcionalidad creemos que es más
plausible que se tratara de un instrumento musical o de una
parte de él, que de una pieza de un bocado de caballo.
Hemos documentado cuatro mangos: uno de ellos del
subtipo III.4.1.1. Mangos que mantienen la forma del soporte, manufacturado sobre la parte proximal de una cuerna de
ciervo (0417); dos cilíndricos (III.4.1.2), uno elaborado en
hueso (0386) y otro en asta (0416); y un cuarto rectangular de hueso (III.4.1.3) (0385). Contamos también con dos
cuentas circulares (0406, 0411); una bisagra de hueso con
una perforación circular (III.4.5.1) con marcas de utilización
(0407); dos objetos indeterminados (0388, 0413) y tres peines de marfil fragmentados (0412, 0414, 0432) (tabla 5.51
y fig. 5.147). Ambos objetos indeterminados están incompletos, la pieza 0388 está realizada sobre hueso, consta de
un extremo más ancho (1,4 cm) que el cuerpo de la pieza
(0,7 cm) y su sección es circular. Está quemada, presentando
tonos grises y blancos. Podría tratarse de un posible tapón,
pero al estar fracturada no podemos asegurarlo. Por su parte
0413 está también realizado sobre un hueso largo de meso o
macromamífero, tiene unas medidas de 1,5 x 1,2 x 0,2 cm,
una sección rectangular plana y una forma que recuerda a
un pequeño anzuelo. Los tres peines sencillos identificados
están fracturados, dos de ellos fueron recuperados en zonas
indeterminadas del oppidum (0414 y 0434) y el tercero en el
dep. 111 (0412). Ese último presenta el puente moldurado
[page-n-182]
0165
0385
0404
0412
0414
0388
0386
0406
0411
0434
0407
0413
0417
0418
0416
Figura 5.147. Piezas no apuntadas de hueso, asta y marfil del Tossal de Sant Miquel.
(subtipo III.5.1.1) y los dientes arrancan de una línea horizontal incisa. Por su parte, el ejemplar 0414 está decorado
con motivos incisos en los que se distingue un cuadrado dividido por sus diagonales en cuatro triángulos, dos de ellos
(el superior e inferior) rellenos con finas líneas oblicuas. Presenta la misma decoración por ambas caras (Mata Parreño
et al. 2017: 150). Se trata de las tres únicas piezas de marfil
documentadas en el Tossal de Sant Miquel.
Por último, cabe hacer alusión a la clavija ósea del dep.
73 con marcas claras de aserrado por el extremo proximal que
nos evidencia el trabajo sobre el cuerno, aprovechando la queratina del estuche córneo en el oppidum. Aunque se trate de
una pieza aislada debemos tener en cuenta que, al no haberse
recogido de forma sistemática toda la fauna del asentamiento,
otros desechos del trabajo de esta materia prima podrían haber
sido obviados (fig. 5.147).
165
[page-n-183]
Figura 5.148. Pieza 0165. Izquierda: Detalle de la decoración del extremo distal. Derecha: Detalle de una de las perforaciones intencionadamente abiertas del extremo proximal.
Figura 5.149. Distribución de la industria sobre materias duras animales en el Tossal de Sant Miquel (planimetría según Bonet 1995).
5.32.3. Breve valoración global
En lo que se refiere a la distribución de las piezas en el oppidum (fig.
5.149), los departamentos 102 y 103 del Sector II y los departamentos 111 y 114 del Sector I son los espacios con una concentración
mayor de objetos. Así pues, en el conjunto formado por los espacios
166
102 y 103 se concentran 23 astrágalos trabajados de cabra, oveja y
cerdo, el tubo perforado y decorado manufacturado sobre un hueso
de ave rapaz, una cuenta circular, una bisagra y un fragmento de un
objeto apuntado. Estos departamentos se excavaron en 1947 y están
localizados al norte de la ladera este del cerro. En ellos se recuperó
también abundante material cerámico (Bonet 1995: 234-245).
[page-n-184]
El departamento 111 no está señalado en la planta del yacimiento ya que es un espacio aislado y alejado de los sectores
I y II identificado en trabajos de prospección en 1948, de él
apenas se realizó un pequeño croquis. Por el abundante material
cerámico recuperado se ha interpretado como una habitación de
un sector de viviendas (Bonet 1995: 253). Se recogieron ocho
piezas de hueso, asta y marfil: dos mangos, un peine, una cuenta
circular, dos soportes de trabajo del asta, la pieza indeterminada
0413 y un astrágalo perforado de cerdo.
Otras ocho piezas fueron recuperadas en el dep. 114: cinco astrágalos de ovicaprinos y cerdos, un alfiler, varios fragmentos de un
objeto apuntado y un mango de asta de ciervo. En este espacio aparecieron también varios fragmentos de cerámica ática e ibérica, una
fusayola y una terracota de una cabeza femenina (Bonet 1995: 260).
Llama la atención que no se haya recuperado ninguna pieza
en la manzana 9 ni en la manzana 7, identificada esta última
como una vivienda aristocrática en la que se recogieron abundantes materiales cerámicos y se definieron espacios diversos,
desde una posible área sacra a estancias destinadas a trabajos
artesanales como la molienda, el tejido o la producción de aceite
(Bonet 1995: 368-371). Asimismo, en el recinto cultual de carácter urbano formado por los departamentos 12, 13 y 14 (Bonet
1995: 364) solamente se ha documentado un alfiler (0384); esta
escasa presencia de piezas manufacturadas sobre materias duras
animales contrasta con el depósito votivo del Amarejo donde se
econtraron numerosos alfileres de materias duras animales, así
como un punzón y al menos un astrágalo trabajado.
Resulta también significativo que los 18 alfileres documentados en el oppidum estén dispersos, encontrado uno o a lo sumo
dos de ellos en cada departamento. Además, su decoración, aunque similar en la utilización de motivos en aspa y líneas oblicuas
y horizontales, es diferente en cada ejemplar, pudiendo indicar
que estas piezas se empleaban como útiles personales, ornamentados atendiendo al gusto de cada usuaria o usuario.
5.33. TOS PELAT (MONCADA, VALÈNCIA)
5.33.1. introducción al yacimiento
El yacimiento del Tos Pelat se localiza en el término municipal
de Moncada, en la comarca de L’Horta Nord, sobre un cerro
amesetado a 92 m s.n.m. Su ubicación resulta estratégica, situándose a 10 km de distancia de la costa mediterránea y a medio camino entre Arse/Saguntum y Edeta/Tossal de Sant Miquel
de los que dista 15 km respectivamente (fig. 5.131). Probable-
mente ejerció de intermediario comercial entre ambas ciudades
desde finales del s. VI a.C. hasta su abandono progresivo a mediados del s. IV a.C. Alcanzó una extensión de entre 2-3 hectáreas (Burriel et al. 2011: 192-193).
Aunque se conocen reseñas del yacimiento desde las primeras décadas del s. XX no será hasta 1991 cuando se publique
por primera vez una referencia a la muralla del oppidum y un
croquis de la planta (Bonet y Mata 1991). En los años siguientes
se dieron a conocer materiales recuperados en superficie, fundamentalmente cerámicos (Burriel 1997; Mata y Burriel 2001).
Entre los años 2002-2009 se llevaron a cabo las primeras excavaciones arqueológicas bajo la dirección de J. M. Burriel Alberich y C. Mata Parreño, trabajos que actualmente continúan
coordinados por el primero de ellos. Se han excavado parte de
las estructuras defensivas (una muralla del ibérico antiguo y otra
del ibérico pleno), una calle y un sector de grandes viviendas
complejas. En la denominada casa 1 se han documentado pinturas murales en azul, blanco y rojo (Roldán et al. 2005; Burriel et
al. 2011; Burriel y Mata 2013).
5.33.2. el conjunto analizado
Tras revisar los materiales inventariados como industria ósea,
así como la fauna depositada en el Museo Arqueológico de
Moncada, contamos con un conjunto de seis objetos elaborados
sobre materias duras animales: cuatro piezas terminadas, un astrágalo y una matriz (tabla 5.52).
Entre las piezas terminadas identificamos dos agujas de
hueso con una perforación circular en el extremo proximal
(III.1.1.1) (0336, 0337); dos fragmentos de un objeto apuntado, seguramente un alfiler (0340) (fig. 5.150) y una pieza
pseudotriangular realizada sobre la parte central de una asta
de ciervo aserrada y regularizada mediante abrasión, con medidas 16 x 4,9 x 0,9 cm y una perforación circular en cada
extremo de 1,1 cm de diámetro (fig. 5.151). Solo contamos
con otros dos ejemplares documentados en el mundo ibérico
de este tipo de piezas: en la Penya del Moro (0593) y en el
Puig de Sant Andreu (0896), siendo el ejemplar del Tos Pelat
el mejor conservado. Fue hallado en el dep. 2 de la casa compleja 2 (que no está excavada en su totalidad), interpretado
como un posible almacén (Burriel y Mata 2013: 86). Por su
parte, la aguja 0337 se recuperó en el dep. 11 de la casa 1, un
espacio de casi 15 m2 pavimentado con losas (Burriel y Mata
2013: 87) (fig. 5.152). Las otras dos piezas terminadas se
recuperaron en niveles superficiales, así como el astrágalo de
Tabla 5.52. Industria sobre materias duras animales del Tos Pelat.
ID
Cronología Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
336
-
Superficial
III.1.1. Aguja
Fíbula
Mesomamíf.
Ab/Pr
No
337
S. IV a.C.
Dep. 11. UE 1158
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Mesomamíf.
Pr
No
340
-
Superficial
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
360
S. IV a.C.
Dep. 2. UE 1062
III.6.3. Pieza
pseudotriangular
Percha
Ciervo
Ab/A/C/Pr
No
362
S. IV a.C.
Dep. 8. UE 1166
I. Matriz
Cuerna
Ciervo
C
No
364
-
Superficial
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Oveja
Ab/Pr
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; Pr-Perforación.
167
[page-n-185]
0336
0337
0340
Figura 5.150. Piezas apuntadas del Tos Pelat.
0360
Figura 5.153. Proceso de excavación del asta de ciervo 0362.
Fotografía: Josep M. Burriel Alberich
Ovis aries modificado mediante la abrasión en ángulo recto
de su cara lateral y con una perforación central de 0,25 cm de
diámetro (tipo A2) (0364) (tabla 5.52).
Por último, en la casa compleja 3, una gran unidad doméstica
con una superficie aproximada de 151 m2 estructurada en nueve
habitaciones (fig. 5.152), en la UE 1166, identificada como el nivel
de ocupación del departamento 8 localizado en el ángulo noroeste
de la casa, se recuperó una cuerna de ciervo con marcas de corte
en la parte proximal y en la luchadera (la restauración realizada
dificulta la identificación de otras posibles marcas antrópicas), por
lo que cabe considerarla como una matriz (fig. 5.153).
Figura 5.151. Pieza pseudotriangular perforada.
5.33.3. breve valoración global
Como conclusión cabe matizar que se trata de un conjunto reducido integrado por seis artefactos, más teniendo en cuenta que
hemos revisado toda la fauna recuperada en el yacimiento; pero
aun así nos ha permitido identificar el trabajo del asta de ciervo
en el asentamiento, con la caracterización de una matriz y de
una inusual pieza trabajada poco frecuente en otros yacimientos
ibericos (III.6.3); así como la presencia de objetos apuntados de
hueso y de, al menos, un astrágalo trabajado.
5.34. KELIN / LOS VILLARES
(CAUDETE DE LAS FUENTES, VALÈNCIA)
5.34.1. introducción al yacimiento
Figura 5.152. Espacios domésticos del Tos Pelat con ubicación de
las piezas. Imagen adaptada de Josep M. Burriel Alberich.
168
El yacimiento de Kelin / Los Villares se localiza sobre una loma
cercana a la actual localidad de Caudete de las Fuentes, al suroeste de esta a 800 m s.n.m. (fig. 5.131). Los restos arqueológicos ocupan toda la loma, alcanzando una extensión de 10 ha.
Desde su emplazamiento ejerce un amplio dominio visual sobre el
llano circundante, por ser una de las elevaciones más destacadas
[page-n-186]
de la zona. Se ubica junto al río Madre de Cabañas, afluente del río
Magro, que con sus aportes hídricos configura un fértil valle agrícola conocido como la Vega. Además, está junto a una de las vías naturales que comunica la Meseta con la costa mediterránea, lo cual le
permitió controlar el tránsito de personas y mercancías. Así, Kelin
llegó a convertirse en capital de un amplio territorio que superó los
límites de la actual comarca de Requena-Utiel, y estuvo habitada
de forma continuada entre los s. VII - s. I a.C. La ciudad organizó
una red de poblados interdependientes, en la que cada uno tuvo una
función, bien defensiva y de control o bien de tipo productivo (Mata
Parreño 1991: 7). La asociación de Los Villares con la ceca ibérica
de Kelin fue posible gracias al hallazgo y estudio de semis y unidades recuperados en el mismo yacimiento (Ripollés 1980).
Se tienen referencias escritas de la existencia del yacimiento desde el s. XVIII, pero hasta 1956 no se realizó la primera intervención arqueológica dirigida por E. Pla Ballester;
campañas de excavación que se prolongarían en 1957, 1959,
1975, 1979 y 1980 (Pla 1980).
Desde 1987 los trabajos arqueológicos se retomarían bajo
la dirección de C. Mata Parreño, realizándose campañas anuales ininterrumpidas hasta el 2004. Mata Parreño realizaría su
tesis doctoral, dirigida por M. Gil-Mascarell, sobre parte de los
materiales y estructuras documentadas en este oppidum (Mata
Parreño 1991). Asimismo, se han llevado a cabo diversos estudios centrados en el paisaje y en las relaciones territoriales
en torno a Kelin desde la Edad del Hierro hasta la romanización (Moreno Martín 2011; Quixal 2015). La información
del yacimiento se ha complementado con la publicación de
los resultados de las últimas campañas de excavación en una
monografía en la que participamos analizando las piezas de
materias duras animales recuperadas entre 1989 y 2004 (Mata
Parreño 2019).
Las estructuras excavadas han sido consolidadas y restauradas, impulsándose en los últimos años diferentes actividades
con la intención de preservar, difundir y enfatizar el valor social
y cultural de este yacimiento ibérico.
Tabla 5.53. Industria sobre materias duras animales de Kelin/Los Villares ordenada por fases cronológicas.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
675
S. VII a.C.
Conjunto 4
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
701
S. VII a.C.
Sondeo XI.
Campo L. Capa 7
V. Desecho
Candil
Ciervo
Pe
No
702
S. VII a.C.
Dep. 1 (1959)
III.3.3. Espátula (?)
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
704
S. VII a.C.
SIII C4 (1984)
II. Soporte
Percha
Ciervo
C/F/A
No
1037 S. VII a.C.
A3, asociado a muro
III.6.6. Fusayola
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
1038 S. VII a.C.
AB3/4, espacio abierto
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Mesomamíf.
-
No
1039 S. VII a.C.
AB1, espacio abierto
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Ciervo
-
No
674
Conjunto 1
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral Bovino
Pr
No
1036 Ss. VII-VI a.C.
Conjuntos 3 y 4
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
669
Ss. VI-V a.C.
Calle 3-0101b
II. Soporte
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
703
S. IV a.C.
Vivienda 2
III.6.6. Fusayola
Cabeza femoral Bovino
C
No
670
Ss. III-II a.C.
Z- A. Cuadro D3 (1980)
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
673
Ss. III-II a.C.
Z- A. Casa 1. Dep. 2 (1983)
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
-
No
1035 Ss. III-II a.C.
Z- B. Dep. 19
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf.
-
No
668
Z- B. Casa 2. Hogar
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
1052 Fin. s. III - in. s.
II a.C.
Z- A. Calle/pasillo.
UE 6012
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Mesomamíf.
Pr
No
672
Ss. II-I a.C.
E2/E3, Espacio indet. 8
VI.1. Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Pr
No
778
In. s. II a. C
Z- A. Dep. 24
III.5.1. Peine
Marfil
Elefante ind.
A/P/Pr
Sí
698
Ibérico fin.-Repu- AB/4. Superficial
blicano
I. Matriz
Roseta perlada
Ciervo
-
No
671
-
AB2, Silo islámico (F1)
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
705
-
A2 superficial
III.4.1. Mango/III.4.2. Diáfisis
Tubo
Macromamíf.
C/P
Sí
727
-
Silo islámico (41)
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
C/A
No
667
-
-
V. Desecho
Clavija ósea
Oveja
C/A
No
Ss. VII-VI a.C.
Fin. s. III - in. s.
II a.C.
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; F-Flexión; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
169
[page-n-187]
5.34.2. el conjunto analizado
Contamos con un conjunto de 23 piezas manufacturas sobre
materias duras animales, en concreto, 16 sobre hueso (70 %),
5 sobre asta (22 %), una sobre cuerno (4 %) y una sobre marfil
(4 %). Debido a la dilatada ocupación del yacimiento presentamos las piezas según su adscripción cronológica a la I Edad
del Hierro, época ibérica o aquellas recuperadas en niveles de
relleno de época islámica (tabla 5.53).
5.34.2.1. Edad del Hierro
Se trata de un lote de nueve piezas del s. VII - s. VI a.C. realizadas en huesos de animales de talla media y grande y en asta de
ciervo (fig. 5.154).
Encontramos dos fusayolas troncocónicas (III.6.6.2) realizadas sobre cabezas femorales de Bos taurus. Se aprovecha la
forma natural de esta parte del fémur, se separa la cabeza de
la epífisis proximal mediante aserrado y la forma semiesférica
natural del hueso se vuelve a serrar en el otro extremo obteniendo un útil de tendencia troncocónica. Posteriormente la pieza
se perfora en la parte central con un instrumento metálico. El
ejemplar 0674 cuenta con una perforación circular ligeramente
irregular de 0,9 cm de diámetro en la cara distal y 1 cm en la
cara proximal y un peso de 14 g; por su parte, en la pieza 1037,
incompleta, se distingue una perforación circular fracturada
cuya longitud conservada es de 0,5 cm.
0674
Identificamos cuatro objetos apuntados: dos fragmentos distales (0675, 1038) un biapuntado (1036) y un punzón
(1039), todos ellos realizados sobre huesos. La pieza 0702,
también manufacturada sobre la diáfisis de un hueso largo,
aunque fracturada, presenta un extremo romo por lo que podría considerarse como una posible espátula. Se encuentra muy
alterada por procesos tafonómicos, fundamentalmente por la
acción de las raíces. Aparte de estas piezas terminadas, dos artefactos de asta, 0701 y 0704, reflejan procesos de manufactura
sobre esta materia prima en el asentamiento, ya que se corresponden con un candil separado del resto de la cuerna y seguramente desechado y de la parte central de la percha de la que
se han extraído los candiles posiblemente para confeccionar
artefactos como mangos.
5.34.2.2. Época ibérica
El conjunto de piezas de época ibérica, desde el s. VI al s. I. a.C.,
está integrado por diez artefactos: una fusayola, cuatro astrágalos, un peine de marfil, el fragmento distal de una pieza apuntada, un soporte óseo, una aguja y la parte proximal de una cuerna
de ciervo (tabla 5.53 y fig. 5.155).
La fusayola 0703 es troncocónica (III.6.6.2), al igual que las
dos documentadas en niveles de la I Edad del Hierro, presenta
una perforación central circular realizada de forma unidireccional desde la cara proximal a la distal (0,7 cm de diámetro en la
cara proximal y 0,5 cm en la distal) y pesa 7 g.
0675
0701
0702
1036
0704
1037
1038
Figura 5.154. Piezas de la I Edad del Hierro.
170
1039
[page-n-188]
Los cuatro astrágalos son de ovicaprinos, dos de ellos derechos (0668, 0670) y dos izquierdos (0672, 0673) (NMI 2).
La pieza 0672 cuenta con una perforación circular bidireccional
(desde la cara dorsal y plantar) en la parte central de 0,2 cm (tipo
G1), mientras que las otras tres tabas tienen las caras lateral y
medial modificadas mediante abrasión (tipo C4 para 0668 y C1
para 0670 y 0673).
Los otros tres artefactos de hueso de época ibérica se corresponden con el fragmento distal de un útil apuntado, probablemente un punzón (1035); con una pieza en proceso de elaboración de fuste alargado, sección pseudoredondeada y con marcas
de cortes (0669) y con una aguja (1052). Sobre el soporte de
hueso podría elaborarse un alfiler, aguja o un útil similar. Fue
recuperado en la calle 3, en niveles del s. VI - s. V a.C., lo que
podría indicar que parte del trabajo del hueso era elaborado en
espacios abiertos o que se tratase de una pieza fallida, desechada
en la calle por no adaptarse a las características deseadas del útil
final que se fuese a manufacturar. Por su parte, la aguja cuenta
con dos perforaciones circulares en el extremo proximal, una
de ellas fracturada de 0,3 cm de diámetro. Se trata del único
ejemplar que hemos documentado del subtipo III.1.1.2 (aguja
con dos perforaciones).
Una de las piezas más destacadas de la colección de materias duras animales de Kelin es el peine de marfil recuperado en
el dep. 24 datado a inicios del s. II a.C. (0778). Se trata de un
peine sencillo, rectangular, cuyo puente, recto, está ligeramente
combado (III.5.1.2). Decorado por ambas caras con decoración
incisa, en una de ellas aparecen dos aves esquemáticas de perfil,
dispuestas hacia el lado izquierdo, con cuello largo y pico corto
con las alas extendidas y el plumaje detallado. En la cara opuesta, dos cánidos enfrentados con la cola alzada y las patas estiradas en actitud de salto o ataque. En las partes medial y proximal
de los laterales se tallaron unas molduras. Cuenta con 41 dientes
protegidos por dos patas rectilíneas. En ambas caras tiene una
doble línea horizontal incisa que marcaría, para el artesano o
artesana, el límite de ejecución del dentado. Además presenta
una perforación circular de 0,4 cm de diámetro que permitiría
colgar la pieza (Mata Parreño et al. 2017: 150). Se trata del único objeto de marfil documentado en el asentamiento y una de
las únicas dos piezas de materias duras animales decorada. Su
ejecución debe ponerse en relación con un artesanado especializado, capaz de trabajar una materia prima delicada, exótica y
cara. Lo más probable es que este objeto llegara a Kelin / Los
Villares a través del intercambio o del comercio.
Por último, debemos hacer alusión a la parte basal de una
gran cornamenta de asta de ciervo recuperada en niveles superficiales, por lo que cabría asociarla con la ocupación final
del yacimiento a principios del s. I a.C. (0698). Al conservar el
medallón intacto podemos afirmar que se trata de una cuerna
recolectada tras el proceso de desmogue, muy posiblemente con
la intención de fabricar diferentes artefactos.
La distribución espacial de las piezas en época ibérica no
refleja ninguna concentración significativa, cada uno de los artefactos ha sido hallado en espacios distintos, tal como se puede
apreciar en las figuras 5.156 y 5.157 de las zonas A y B de excavación para los s. III - s. II a.C.
0668
0778
0670
1035
0672
0669
0673
0698
1052
0703
Figura 5.155. Piezas de época ibérica.
171
[page-n-189]
5.34.2.3. Otros. Rellenos de fosas islámicas
Tratamos en este apartado cuatro piezas más (tabla 5.53 y
fig. 5.158): una clavija ósea de bóvido con marcas de cortes (0667)
de la que no tenemos claro su lugar de hallazgo ni su cronología y,
por otra parte, las piezas 0671, 0705 y 0727 que fueron recuperadas
en estratos de relleno de fosas islámicas por lo que podrían perte-
necer a cualquiera de los momentos de ocupación del yacimiento.
El desecho de trabajo 0671, posiblemente de la elaboración de una
placa o lámina de hueso, pertenece a una diáfisis de un animal de
talla media/grande con marcas de corte y abrasión; sus dimensiones
son reducidas (1,8 x 2,6 x 0,4 cm). Por su parte, 0705 constituye
una pieza terminada elaborada sobre la diáfisis de un hueso lar-
Figura 5.156. Distribución de las piezas elaboradas sobre materias
duras animales en la Zona A (ss. III-II a.C.). Planimetría adaptada
del equipo de excavación de Kelin/Los Villares.
Figura 5.157. Distribución de las piezas elaboradas sobre materias
duras animales en la Zona B (ss. III-II a.C.). Planimetría adaptada
del equipo de excavación de Kelin/Los Villares.
0727
0671
0667
0705
Figura 5.158. Piezas sin
contexto y recuperadas en
niveles de relleno de las
fosas islámicas.
172
[page-n-190]
go de mesomamífero al que cortaron las epífisis y posteriormente
pulieron. Está decorada mediante incisiones geométricas de motivos en aspa con una factura poco cuidada. Tanto el pulido como
la decoración resultan difíciles de apreciar a simple vista debido a
que la superficie ósea se encuentra en mal estado de conservación
por las alteraciones postdeposicionales, sobre todo por la acción
de pequeñas raíces. Piezas similares de época islámica, aunque de
factura más cuidada que el ejemplar de Kelin, interpretadas como
empuñaduras de hueso y decoradas con diversos motivos incisos,
fueron recuperados en el castillo de Albarracín con una cronología
entre el s. X - s. XII (Ortega 2007). En nuestro caso consideramos
que podría tratarse tanto de un mango como de un tubo que, taponado por ambos extremos, pudiese actuar como pequeño contenedor. Por último, 0727 es un ejemplo claro de un soporte de asta de
ciervo, se aprecian de forma evidente diferentes marcas de cortes
y flexión en los extremos y aserrado longitudinal para obtener una
lámina sobre la que realizar otro artefacto.
5.34.3. breve valoración global
De las piezas analizadas en Kelin / Los Villares son los artefactos terminados los más numerosos, con 12 ejemplares (52 %),
sobre todo elaborados en hueso y excepcionalmente en marfil.
Por otra parte, contamos con cuatro astrágalos trabajados (17 %)
y con siete evidencias del proceso de manufactura del hueso, el
asta y el cuerno (31 %) (tabla 5.53). Por lo tanto, se puede hacer
alusión al trabajo al menos esporádico de las materias óseas en
el yacimiento, a excepción del marfil. De hecho, es muy probablemente que el peine, un objeto de ostentación social y económica, llegara a Kelin a través del comercio peninsular como
pieza terminada. Para época ibérica cabe destacar también la
presencia de la aguja de hueso con dos perforaciones, la única
de ese subtipo documentada en los yacimientos estudiados. Asimismo, resulta interesante haber documentado la pervivencia
de las fusayolas troncocónicas de hueso tanto para las fases de
ocupación del s. VII - s. VI a.C. como para el s. IV a.C.
5.35. EL AMAREJO (BONETE, ALBACETE)
5.35.1. introducción al yacimiento
El poblado de El Amarejo se emplaza en la cima y laderas del cerro
homónimo a 977 m s.n.m. y a 53 m de altura sobre los terrenos
circundantes; está situado en el área de transición natural entre el
sureste meseteño y la costa oriental peninsular (fig. 5.159).
En 1898 y 1899 el arqueólogo P. Paris realizó dos campañas
de excavaciones en el yacimiento. Casi un siglo después, en 1978
y hasta 1992 se llevaron a cabo nuevas intervenciones arqueológicas que permitieron delimitar su cronología entre el s. IV s. III a.C. Su abandono se produjo tras una destrucción violenta,
según indican los niveles de incendio hallados en el entramado
urbano del asentamiento. Se han excavado varios departamentos
de carácter doméstico y de almacenaje (Broncano y Blánquez
1985) y una favissa o depósito votivo tallado en la roca de hasta
4 m de profundidad relacionada con un santuario de tipo urbano
y con abundantes ofrendas en su interior (Broncano 1989).
5.35.2. el conjunto analizado
Documentamos 42 artefactos elaborados sobre materias duras
animales, 22 de ellos pudimos analizarlos en el Museo de Albacete: 20 piezas terminadas y dos desechos de trabajo (tabla 5.54);
los otros 20 restantes se corresponden con astrágalos trabajados
que incorporamos según la descripción dada por el equipo de
excavación y que no tuvimos la oportunidad de examinar en
dicha institución. En concreto, se trata de 19 tabas recuperadas
en el departamento 3 y una en el depósito votivo (Broncano y
Blánquez 1985: 130; Broncano 1989: 59). Así, presentamos las
piezas según su lugar de hallazgo.
5.35.2.1. Departamento 3
Departamento excavado entre 1979 y 1981 en el que se definieron dos ambientes distintos, en el A, una dependencia interior
semiexcavada en la roca, se recuperaron dos fragmentos distales de objetos apuntados, probablemente de punzones (0470,
0471); un fragmento proximal de un alfiler decorado con una
banda de pequeñas líneas incisas diagonales delimitadas por dos
líneas horizontales (0473) (fig. 5.160) y un lote de 23 astrágalos
de ovicaprinos: 15 de ellos con las caras lateral y medial modificadas mediante abrasión (1225 - 1238) (tipo C1), otras 4 tabas
con el mismo trabajo y, además, perforadas (tipo C2) y cuatro
más naturales (Broncano y Blánquez 1985: 130).
En esta estancia se halló también una significativa concentración de 96 metápodos de ovicaprinos completos y 73
fragmentos que debieron formar parte de un conjunto de al
menos 108 huesos (fig. 5.161). Aunque no presentan modificaciones antrópicas evidentes su acumulación debe responder a un criterio intencionado. Aparecieron en el centro
del ambiente A, junto a los 23 astrágalos y a cinco falanges de ovicaprinos (Broncano y Blánquez 1985: 128-129).
Figura 5.159. Detalle de la ubicación
de los yacimientos:
35) El Amarejo (Bonete)
36) Covalta (Albaida)
37) La Bastida de les Alcusses (Moixent)
38) La Serreta
(Alcoi-Cocentaina-Penàguila)
39) El Puig (Alcoi)
173
[page-n-191]
Tabla 5.54. Piezas terminadas y desechos identificados de El Amarejo ordenadas por ubicación.
ID
Cronología
470
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. Dep. 3. Ambiente A
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
No
471
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. Dep. 3. Ambiente A
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf.
C
No
473
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. Dep. 3. Ambiente A
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
456
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
457
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab
No
458
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
Ab
Sí
459
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
460
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
461
S. III a.C.
Depósito votivo
V. Desecho
Candil
Ciervo
-
No
462
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab
Sí
463
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
464
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P/Ab/C/Pr
Sí
465
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
466
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Colmillo
Elefante ind.
P
Sí
476
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
478
S. III a.C.
Depósito votivo
III.1.6. Punzón
Metápodo
Caballo
Ab/P
No
468
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
V. Desecho
Clavija ósea
Cabra
A
No
469
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamíf.
P
Sí
472
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
474
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1.6. Punzón (?)
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/C
No
475
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1. Obj. apuntado
Candil o percha Ciervo
Ab
No
479
2ª m. s. IV - fin. s. III a.C. -
III.1.6. Punzón (?)
Diáfisis
Ab
No
Macromamíf.
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
0471
0470
0473
Figura 5.160. Industria ósea del departamento 3.
174
Figura 5.161. Concentración de metápodos de ovicaprino del departamento 3. Fotografía: Eva Collado Mataix.
[page-n-192]
Al tratar otra concentración anómala de 16 metápodos en el
Puig de la Nau ya hemos planteado los posibles usos que
se han propuesto para este tipo de huesos: como bobinas de
hilo o como parte de telares (Webley et al. 2007: 82), como
juegos representando muñecas (Sidéra y de Maret 2016),
como parte de artefactos compuestos o también como materia prima almacenada. Sirva como ejemplo, para este último caso, el hallazgo en el barrio artesanal de Daubonneau
(s. I - s. II d.C.) de Mediolanum Santonum en la Aquitania
romana, en una fosa (F3024) de 492 metápodos (con un peso
de más de 6 kg) de Bos taurus (78 %), Equus caballus (14
%) y Sus domesticus (7,5 %), interpretados como una reserva
de huesos para los trabajos artesanales documentados en este
asentamiento (Robin et al. 2010).
Significativamente el departamento 3 de El Amarejo ha sido
interpretado como un espacio de almacén o despensa a tenor de
los grandes recipientes cerámicos recuperados, especialmente,
en el ambiente A (Broncano y Blánquez 1985: 133) (fig. 5.162);
por lo que quizás cabría considerar que esta concentración anómala de huesos largos y cortos de ovicaprinos respondiera a su
almacenaje con la finalidad de realizar con ellos diferentes tareas o útiles.
5.35.2.2. Depósito votivo
Ha sido interpretado por los investigadores debido al cariz de
la mayoría de los objetos recuperados en la favissa, útiles relacionados con las actividades textil, alfileres para el cabello
y representaciones de aves, así como por la significativa au-
Figura 5.162. Planta general de la zona oriental del yacimiento
(adaptado de Broncano 1989: fig. 1). En azul, espacios donde se
recuperaron piezas elaboradas sobre materias duras animales.
sencia de armas y herramientas, como un pozo votivo reflejo
de una ritualidad ibérica vinculada a una divinidad femenina
(Broncano 1989: 33).
Hemos documentado 14 piezas manufacturadas en hueso,
asta y marfil: 12 piezas terminadas, un posible desecho y un
astrágalo trabajado (tabla 5.54 y fig. 5.163). De este último no
incluimos imagen al no haberlo visto en el Museo de Albacete, pero es recogido por Broncano (1989: 59). Se hace también
alusión a otra taba: “con finos cortes transversales hechos con
un útil de filo cortante” (Broncano 1989: 59), que no hemos
incorporado ya que parece tratarse de un astrágalo con marcas
de carnicería, no de manufactura.
La pieza 0461 es un fragmento distal de un candil de Cervus
elaphus, aunque no se aprecien sobre él marcas de trabajo su
presencia implica una selección del asta para un lugar y un ritual destacados. El astrágalo (0467) pertenece a un ovicaprino y
cuenta con las caras lateral y medial modificadas (seguramente
tipo C1 de nuestra tipología) (Broncano 1989: fig. 6.1). Por su
parte, todas las piezas terminadas entrarían dentro de la categoría de objetos apuntados. Entre ellos distinguimos ocho alfileres
completos o que conservan la parte proximal (0463, 0476, 0458,
0456, 0462, 0466, 0465, 0464), tres fragmentos distales o mesiales que probablemente también pertenecerían a alfileres (0457,
0459, 0460) y un punzón realizado sobre un metápodo de Equus
caballus (0478) (fig. 5.163). Los ocho alfileres identificados con
seguridad están decorados con motivos geométricos incisos,
fundamentalmente con zigzags, líneas oblicuas, horizontales y
aspas; ninguno de ellos es exactamente igual a otro. Sin duda
destaca el ejemplar 0464, se trata de un alfiler completo (12,7 cm
de longitud), variante tipológica III.1.2.2.b. Con cabeza diferenciada compuesta. Además, el extremo distal está embotado y
redondeado por su uso. Está decorado con motivos geométricos
incisos y moldurados. El remate de la cabeza es singular, tallado en forma de “corona”. Presenta cuatro colgantes insertos en
la parte superior unidos por arandelas de bronce. Cada uno de
esos colgantes de hueso cuenta con tres pequeñas molduras. Sus
medidas son: 1,2 cm de longitud y 0,35 cm de diámetro; con
una perforación circular de 0,1 cm. Se trata, por consiguiente,
de una pieza compuesta. Es uno de los alfileres con una forma y
acabados más complejos del mundo ibero.
Debemos destacar también la presencia de un alfiler de marfil (posiblemente de elefante): el ejemplar 0466 variante tipológica: III.1.2.1.b. Sin cabeza diferenciada y con remate cónico,
decorado con tres bandas de líneas incisas oblicuas formando
zigzags. Tiene unas medidas de 10,1 cm de longitud y 0,6 cm de
diámetro máximo, su sección es circular.
Resulta importante subrayar que en esta favissa encontramos tanto alfileres de hueso y marfil como de oro y bronce.
Así, sobre oro se ha documentado un pequeño alfiler con la
cabeza rematada en forma de lazo y con una longitud de 3,7
cm (Broncano 1989: 83). Por otra parte, los alfileres de bronce
recuperados tienen unas dimensiones y ornamentaciones similares a los de hueso. Tal es el caso de un ejemplar completo de
sección circular (0,45 cm de diámetro) y 12,5 cm de longitud,
decorado con tres bandas de líneas oblicuas dispuestas en zigzag y delimitadas por líneas horizontales (Broncano 1989: 87).
Estos motivos geométricos sencillos son casi idénticos a los
documentados en el fragmento proximal del alfiler de hueso
0476 y al alfiler de marfil 0466. Por tanto, debemos remarcar
175
[page-n-193]
la idea de que este tipo de útiles no son elaborados exclusivamente sobre una única materia prima, sino que los encontramos
tanto en soportes metálicos como de materias duras animales y,
cabría considerar, que fueran realizados sobre materias perecederas, como madera o cuerno.
En el pozo votivo se recuperaron también agujas de bronce
con una perforación en el extremo proximal (Broncano 1989:
87-89); en este caso no se ha identificado ningún ejemplar realizado sobre hueso, aunque contamos con agujas de hueso en
otros enclaves ibéricos. Fue en este contexto cerrado donde se
halló también un peine doble, con dos hileras de dientes, manufacturado en madera de boj (Broncano 1989: 38, fig. 4, 3 y lám.
XXXI; Mata Parreño et al. 2017: 152-153).
En cuanto a los restos de fauna recuperados en el depósito
votivo se ha señalado la preponderancia de animales domésticos, especialmente ovicaprinos, sacrificados en una edad infantil o juvenil. Además, se ha documentado la presencia minoritaria de restos de Cervus elaphus y de Equus caballus. Resulta
interesante el hallazgo de cáscaras de huevo de gallina y restos
marinos, concretamente, un fragmento de espina dorsal y una
vértebra completa de mielga (Squalus acanthias) (Broncano
1989: 76 y lám. LII), un pequeño tiburón que no suele superar
el metro de longitud. Su presencia remite al contacto con la costa mediterránea y debe entenderse como parte de una ofrenda
exótica revestida de valor simbólico (Marlasca et al. 2019).
0461
0459
0460
0463
0476
Figura 5.163. Piezas del depósito votivo.
176
0457
0458
0462
0456
5.35.2.3. Sin contexto
Incluimos en este apartado seis piezas de las que desconocemos
su ubicación (fig. 5.164):
- 0468 es una clavija ósea izquierda de Capra hircus con
unas interesantes marcas de aserrado. Se trata de una modificación tecnológica inusual en este tipo de materia prima, que
podría hacer alusión a un aprovechamiento diferente del estuche
córneo. Las marcas de aserrado distan entre sí 4,2 cm y 3,4 cm.
- 0469 es un fragmento de un tubo realizado sobre la diáfisis
de un hueso largo de mesomamifero (III.4.3.1.). Aunque está
fracturado se distingue decoración geométrica de ocho líneas
horizontales y paralelas en la parte proximal.
- Las otras cuatro piezas parecen corresponderse con fragmentos o ejemplares completos de punzones (0472, 0474,
0475, 0479).
Además, cabe señalar que en los departamentos 1, 2 y 3 se
recuperó también material de final de la Edad del Bronce, incluyendo una punta de flecha fracturada con pedúnculo y aletas
realizada sobre asta de ciervo (Broncano y Blánquez 1985: 353).
5.35.3. breve valoración global
De manera global y de forma sintética cabe señalar que los
astrágalos trabajados son los objetos óseos con mayor presencia en el enclave con 20 ejemplares, seguidos de los nueve
alfileres y de los punzones y fragmentos de objetos apuntados,
0466
0465
0464
0478
[page-n-194]
0468
0479
0474
0475
0469
0472
Figura 5.164. Piezas sin ubicación del Amarejo.
con cinco piezas en cada caso. Además, contamos con un tubo
óseo y con un desecho del trabajo del asta de ciervo y otro del
cuerno de cabra. Se trata de un conjunto interesante que nos
permite acercarnos al papel de este tipo de artefactos en ofrendas de carácter ritual en un contexto cerrado como es el del
depósito votivo; así como a la posible utilización, manufactura
o almacenaje de los más de cien metacarpos y metatarsos de
ovicaprinos del departamento 3.
5.36. COVALTA (ALBAIDA, VALÈNCIA)
5.36.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de Covalta está situado en la cima del monte homónimo, a 893 m s.n.m., en el tramo oriental de la Serra d’Agullent (fig. 5.159). Controla el paso natural de la Vall
d’Albaida, vía de acceso fundamental desde la costa mediterránea peninsular hacia el interior, así como de la Vall d’Agres
por su parte sur. Toma su nombre de una cueva natural conocida como la Cova Alta, característica de un terreno en el que
predomina el modelado kárstico y la presencia de caudales de
agua subterráneos. Esta se situa unos metros por debajo del
yacimiento, al pie del potente escarpe que impide el acceso al
mismo por su parte noroccidental, a una altura de 821 m s.n.m.
(Raga 1994: 14-15).
Los trabajos arqueológicos en la cima de Covalta se desarrollaron en el primer tercio del s. XX dirigidos por I. Ballester. Se
excavaron más de 83 departamentos, además de la muralla que
protegía el poblado por su parte oriental. En ella se distinguieron dos puertas de acceso, una al este y otra al oeste (fig. 5.165).
En la década de los setenta del s. XX, M. A. Vall de Pla (1971)
estudió las cerámicas de barniz negro recuperadas en Covalta, lo que
sirvió, junto a trabajos anteriores efectuados sobre las cerámicas áticas de figuras rojas, para delimitar su cronología desde mediados del
s. V a.C. hasta comienzos del s. III a.C. Posteriormente la identificación de dos ánforas fenicias tipo Trayamar I y de una fíbula de doble
resorte, permitieron adelantar el momento inicial de su ocupación al
s. VI a.C. (Pla y Bonet 1991: 247). Ocupación que se extendería hasta mediados del s. III a.C., según reflejó la revisión de las cerámicas
ibéricas y de importación (Raga 1994: 300). Tras su abandono en el
s. III a.C. no volvería a ocuparse hasta época medieval de forma
puntual, como demuestran algunos vestigios materiales (Vall 1971:
38-39).
5.36.2. el conjunto analizado
Partiendo de los trabajos realizados sobre el yacimiento por Raga
a finales del s. XX (1994, 1995, 1996), en el año 2014 procedimos a la revisión de las piezas elaboradas sobre materias duras
de origen animal de Covalta depositadas en el SIP-MPV (Blasco
Martín 2014 y 2015). Recopilamos a continuación los principales resultados obtenidos en estos trabajos de investigación para
poder comparar así las piezas de hueso, asta, cuerno y marfil de
Covalta con las de los otros poblados ibéricos analizados.
Contamos con 47 piezas (tabla 5.55), 42 están realizadas sobre hueso (89 %). Frente a esa clara mayoría, cuatro son objetos
de asta (9 %), tres de Cervus elaphus y uno de Capreolus capreolus y documentamos un alfiler de marfil incompleto (2 %).
Desafortunadamente, desconocemos su ubicación o el estrato
en el que fueron recuperados, por lo que no podemos proponer
177
[page-n-195]
Figura 5.165. Planimetría de Covalta
(Moret 1996: fig. 68).
Tabla 5.55. Industria sobre materias duras animales de Covalta.
ID
Clasif tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
1
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
2
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
3
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab/C
Sí
4
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
5
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
No
6
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
No
7
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
8
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
9
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
10
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
No
11
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
No
12
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
13
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
14
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
15
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Tt (?)
Sí
16
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
17
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
18
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
19
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
20
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P/Ab
Sí
21
III.1.2. Alfiler
Colmillo
Elefante ind. (?)
P
Sí
22
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/Pr
No
23
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
24
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Tt
Sí
25
III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
Ab/P
No
26
III.1.6. Punzón
Fíbula
Suido
Ab/P
No
27
II. Soporte
Tibia
Ciervo
Pe/C/Tt
No
178
[page-n-196]
Tabla 5.55 (continuación). Industria sobre materias duras animales de Covalta.
ID
Clasif tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
28
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
29
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
Pe/C/Ab
No
30
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
31
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
32
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
33
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
34
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
35
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
Sí
36
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
37
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
Sí
38
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/V
No
39
II. Soporte
Percha o candil
Ciervo
A
No
40
III.4.1. Mango
Candil
Ciervo
C/V
No
41
V. Desecho
Metapodio
Ciervo
A
No
42
V. Desecho
Metatarso
Ciervo
A
No
43
V. Desecho
Metacarpo
Ciervo
A
No
44
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Ovicaprino
A/Ab/P/V/Pr
No
45
I. Matriz
Cuerna
Corzo
C
No
46
IV. Ind. secundaria
Costilla
Cerdo
Ab/P/C
No
47
IV. Ind. secundaria
Metatarso
Corzo/Ovicaprino
C/Rs
No
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Rs- Raspado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
datos específicos relacionados con sus contextos de hallazgo y
piezas asociadas, así como matizaciones en su cronología más
allá de la general del asentamiento.
Los artefactos terminados son las piezas más numerosas del
conjunto con 38 ejemplares. No obstante, contamos con evidencias de todas las fases de la cadena operativa del trabajo del asta
y el hueso (una matriz, tres soportes y tres desechos de trabajo);
así como dos objetos que pueden clasificarse dentro del grupo
de la industria de orden secundario.
De los 38 objetos terminados, 35 de ellos se corresponden
con objetos apuntados, siendo los alfileres las piezas más numerosas (tabla 5.55) con 19 alfileres completos o prácticamente
completos y otros siete de los que solo se ha conservado parte
de la cabeza y del fuste (figs. 5.166 y 5.167). Cuentan con abundantes variedades morfológicas y decorativas que nos reflejan,
una vez más, la diversidad existente dentro de este tipo de piezas
que posiblemente respondería a gustos individuales de sus usuarias y usuarios: 25 de ellos pertenecen al subtipo III.1.2.1. Sin
cabeza diferenciada; frente a un único ejemplar (0028) clasificado como alfiler con cabeza diferenciada de forma zoomorfa
(III.1.2.1.e), representado un ave y que, además, está decorado
con motivos geométricos. Por su parte, el fragmento proximal
0021 es la única pieza manufacturada posiblemente sobre marfil
documentada en el yacimiento.
Además de los alfileres, se documentan dos agujas de hueso,
una fragmentada y otra entera con una perforación circular (0,3 cm
de diámetro), dos punzones realizados sobre fíbulas de Sus sp. con
marcas de embotamiento en el extremo distal por su utilización y
cinco fragmentos distales de objetos apuntados (fig. 5.168).
Por otro lado, se recuperaron dos mangos realizados sobre
asta de ciervo, uno de forma cilíndrica (III.4.1.2) (0038) y otro
manufacturado sobre un candil aserrado por uno de sus extremos (III.4.1.1) (0040); y un tubo realizado sobre una diáfisis
de ovicaprino que presenta dos pequeñas perforaciones circulares de 0,2 cm de diámetro en el extremo conservado (0044)
(III.4.3.1.a) (fig. 5.168). Seguramente se trate de un pequeño
recipiente para guardar sustancias o piezas delicadas, similar a
los documentados en La Bastida de les Alcusses (fig. 5.174).
Dentro de la industria secundaria o expeditiva incluimos la
pieza 0046, una costilla de Sus sp. que presenta un extremo activo biselado y cuatro profundas incisiones trasversales dispuestas a 1,4 cm de distancia entre sí y la pieza 0047, una diáfisis
fragmentada, probablemente de corzo u ovicaprino, que posee
un extremo apuntado con marcas de utilización (fig. 5.169).
Hemos podido distinguir dos soportes sobre huesos largos de
macromamíferos y uno sobre asta de ciervo (fig. 5.169). En la pieza
0027 apreciamos marcas evidentes de cortes metálicos realizadas
por el desbastado de la pieza para conformar el útil final. Consideramos que se trataría de una posible aguja debido a la forma que
presenta, a su tamaño y al hecho de que su extremo no apuntado
presenta marcas de quemado que podrían haber sido realizadas para
trabajarlo y efectuar posteriormente la perforación característica de
las agujas. Por el grosor de la pared de la pieza podemos señalar
que se trata de un hueso de ciervo, probablemente de una tibia (uno
de los huesos más aptos para trabajar y crear objetos apuntados por
su desarrollo rectilíneo). Es, en definitiva, un objeto inacabado pero
que adopta ya la forma del útil que va a componer. Algo similar
ocurre con 0029, un hueso largo de mesomamífero con cortes a lo
179
[page-n-197]
0020
0001
0005
0017 0003
0037
0002
0004
0018
0007
0008
0006
0009
0012
0010
0013
0035
0011
0036
Figura 5.166. Alfileres completos.
0014
0015
0016
0019
0021
0024
0028
Por último, cabe referirnos a una cuerna de Capreolus capreolus identificada como una matriz recolectada para el trabajo
del asta (0045) (fig. 3.5).
5.36.3. breve valoración global
A pesar de no contar con la distribución de los materiales en el
yacimiento y, por ende, no poder matizar su adscripción contextual o cronológica, las evidencias inequívocas de soportes y
desechos de trabajo tanto de huesos de macromamíferos como
de astas de cérvidos nos permiten afirmar, sin duda alguna, que
ambas materias primas fueron manufacturadas en este poblado
(Blasco Martín 2015: 55). Además, contamos con un conjunto
destacado de piezas terminadas entre las que identificamos fragmentos de objetos apuntados, agujas, mangos, tubos perforados,
punzones y, sobre todo, más de 25 alfileres de hueso que representan un rico repertorio técnico y decorativo.
Figura 5.167. Fragmentos de alfileres.
largo del cuerpo para adelgazar el soporte y darle una forma recta y
apuntada. Por su parte, 0039 es una lengüeta de asta de ciervo, un
soporte sobre el que poder obtener un objeto de reducido tamaño.
Asimismo, se han identificado tres desechos claros del trabajo del hueso: la pieza 0041 se corresponde con la epífisis distal aserrada de un metápodo, 0042 con la epífisis distal aserrada
de un metatarso y la 0043 con la epífisis proximal aserrada de un
metacarpo, todas ellas de Cervus elaphus (fig. 5.169).
180
5.37. LA BASTIDA DE LES ALCUSSES
(MOIXENT, VALÈNCIA)
5.37.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de La Bastida de les Alcusses está ubicado en
el extremo suroeste de la Serra Grossa, a 742 m s.n.m., en un
emplazamiento estratégico que le permitiría controlar el corredor de Montesa y el curso bajo del río Vinalopó, vías naturales de comunicación entre la Meseta y el litoral mediterráneo
(fig. 5.159).
[page-n-198]
0022
0023
0025
0025
0030
0031
0032
0033
0034
0038
0040
0044
Figura 5.168. Objetos terminados de hueso y asta (sin incluir los alfileres) de Covalta.
0046
0047
0027
0029
0039
0041
0042
0043
Figura 5.169. Piezas de orden secundario y evidencias de trabajo del hueso y del asta de Covalta.
Conocido desde inicios del s. XX., las primeras excavaciones arqueológicas tuvieron lugar entre 1928 y 1931, impulsadas
por I. Ballester desde el recién creado Servicio de Investigación
Prehistórica (SIP) en 1927. El yacimiento se convirtió en un
lugar emblemático para el conocimiento de la cultura ibérica
en el territorio valenciano y peninsular. Tras cuatro años de excavaciones sistemáticas se dio a conocer un entramado urbano
complejo y diverso con más de 240 departamentos identificados
y con una cultura material mueble muy bien conservada, en la
que de forma temprana adquirieron relevancia algunos objetos
como el plomo escrito del departamento 48 o, tiempo después,
el denominado “Guerrer de Moixent” del departamento 218
(Vives-Ferrándiz 2006). El oppidum ocupó una extensión de 4
ha delimitadas por una potente muralla de forma elíptica y de
tendencia sinuosa con cuatro puertas de acceso. Estuvo habitado
durante un periodo corto de tiempo, entre finales del s. V y el
tercer cuarto del s. IV a.C. El abandono fue desencadenado por
un episodio violento, como sugiere el hecho de que dos de sus
cuatro puertas se tapiaran y de que se haya documentado un
importante nivel de incendio; además, sus habitantes abandonaron sus casas dejando atrás buena parte de sus pertenencias,
como herramientas, adornos y otros objetos cotidianos (VivesFerrándiz 2013: 97; Vives-Ferrándiz et al. 2015: 282).
El yacimiento fue declarado en 1931 Monumento HistóricoArtístico. A partir de ese año, debido a las reducciones presupuestarias, el proyecto de excavaciones en Moixent se vio paralizado, comenzando entonces los trabajos de prospección en Llíria
y la futura excavación del Tossal de Sant Miquel, más cercano
181
[page-n-199]
a València (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 12). En la década de
los sesenta, tras años de trabajo de gabinete, vieron la luz los resultados del estudio de los primeros 100 departamentos (Fletcher
et al. 1965 y 1969), quedando pendientes de publicación el resto.
Desde las excavaciones de 1928 - 1931, el trabajo de campo
quedó paralizado, solo en 1952 N. Lamboglia realizó un sondeo
y, hasta 1975, no se volvió a intervenir directamente en el yacimiento, con la finalidad de acondicionar el camino de acceso y
de limpiar y consolidar el área excavada y el perímetro de la muralla (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 29). En 1990 se reanudó el
proyecto de investigación bajo la dirección de H. Bonet Rosado y
E. Díes Cusí (Díes et al. 1997) y, posteriormente, por parte de H.
Bonet Rosado y J. Vives-Ferrándiz Sánchez, con un enfoque multidisciplinar, centrado en aspectos urbanísticos, paisajísticos, sociales y de difusión que ha continuado hasta la actualidad (Bonet
y Vives-Ferrándiz 2011; Vives-Ferrándiz 2013; Vives-Ferrándiz
et al. 2015). Las primeras campañas de este nuevo proyecto arqueológico se centraron en la excavación de las cuatro puertas de
acceso al poblado y en la comprensión de su sistema defensivo.
Posteriormente, desde el año 2008 se planificó la apertura de una
nueva área de trabajo localizada junto a la puerta oeste (puerta
principal del oppidum) intramuros de la Muralla Oeste (Sector
M.O.N.). En los últimos años se han dado a conocer algunos de
los principales resultados obtenidos, como el hallazgo de un gran
depósito ritual en la puerta oeste datado en el segundo cuarto del
s. IV a.C. que conmemoró la renovación de la entrada principal
y de parte de las estructuras defensivas del poblado (Vives-Ferrándiz et al. 2015).
5.37.2. el conjunto analizado
Hemos revisado los materiales de las excavaciones antiguas y
recientes en el SIP-MPV; así como los restos de fauna de las
intervenciones realizadas desde finales del s. XX hasta la actualidad, ya que de las campañas de 1928 - 1931 disponemos de
una proporción menor de materiales arqueozológicos (Iborra y
Vives-Ferrándiz 2015: 288). En total, identificamos 146 objetos
realizados sobre materias duras animales: el 98 % de ellos sobre
hueso (143 piezas) y el 2 % restante lo integran un diente de
jabalí modificado y dos restos de cuerno aserrado. Resulta significativo que en una colección tan numerosa no contemos con
ninguna pieza de marfil y, sobre todo, con ninguna evidencia del
trabajo de astas de ciervo.
Asimismo, hemos podido identificar tres soportes óseos o
piezas en proceso de elaboración, cinco desechos de trabajo del
hueso y del cuerno y dos conjuntos numerosos de 98 piezas terminadas y de 40 astrágalos con marcas evidentes de modificaciones antrópicas.
Entre las piezas terminadas, los alfileres, con 40 ejemplares,
son los objetos más numerosos (41 %); seguidos de 35 fragmentos de objetos apuntados (36 %). De las 23 piezas restantes
(23 %) podemos señalar que su número es menos destacado,
habiéndose recuperado entre uno o, a lo sumo, cuatro ejemplares de cada tipo. A continuación presentamos la exposición más
detallada de cada uno de estos bloques de piezas terminadas.
5.37.2.1. Alfileres
El conjunto de 40 alfileres de la Bastida de les Alcusses supone
la concentración más numerosa identificada de este tipo de objetos en contextos de hábitat de época ibérica (tabla 5.56): 23 de
182
ellos están completos, si bien algunos tienen la punta ligeramente fracturada, y contamos con otros 17 ejemplares de los que se
conserva el extremo proximal (figs. 5.170 y 5.171). Sus dimensiones varían de los 6 cm de longitud del ejemplar más pequeño
y los 0,5 cm de diámetro (sección circular) (0059), a los 12,2 cm
de longitud y 0,5 cm de diámetro del ejemplar de mayor tamaño (0051). El hecho de que su diámetro sea el mismo nos
permite intuir que, inicialmente, su tamaño sería similar. Además, hemos podido documentar con seguridad el reavivado de
al menos uno de los alfileres: en la pieza 0059 podemos apreciar
los cortes producidos en el extremo distal para darle de nuevo
forma al extremo apuntado que se habría visto comprometido
(fig. 5.172). Resulta interesante de cara a comprender el valor
de los objetos el hecho de identificar tareas de mantenimiento
de estos: hay una persona detrás de ese gesto decidiendo darle
una nueva oportunidad a un útil, bien para obtener su máximo
aprovechamiento, bien por una estima especial al mismo. En el
caso de la pieza 0062, el segundo alfiler de tamaño más reducido del conjunto (6,6 cm de longitud y 0,5 cm de diámetro),
aunque su extremo distal está fracturado y su superficie externa afectada por procesos tafonómicos, al compararlo con las
piezas 0081 (11 cm de longitud y 0,4 cm de diámetro) y 0129
(8,7 cm de longitud y 0,6 cm de diámetro) que presentan idéntica decoración incisa de una banda de líneas en zigzag delimitada
por dos líneas horizontales paralelas, nos sugiere que pudo tener
también una longitud mayor y que fue reavivada con el paso del
tiempo (fig. 5.170). Cada uno de estos tres alfileres se recuperó
en un lugar diferente: el dep. 230 para el ejemplar 0062; el dep.
137 para el ejemplar 0081 y la pieza 0129 en la UE 1000 en la
Zanja C realizada en el sector M.O.N., en la UE 1000 (campaña
2008) que pertenecería a la última fase de ocupación del poblado. Su decoración idéntica, si bien sencilla, podría responder
a un motivo ornamental que actuase como distintivo personal
o social, a que fueron realizados por las mismas manos, por el
mismo artesano o artesana del poblado o efectuados a través de
la copia de un modelo.
Otro motivo decorativo que se repite, si bien no de manera idéntica, es el de las aspas. Lo encontramos en los alfileres
0059 y 0087 (figs. 5.170 y 5.171), así como en la aguja 0097
(fig. 5.174). También está presente en alfileres de otros yacimientos como en el ejemplar 0019 de Covalta (fig. 5.167); en
las piezas 0166 y 0415 del Tossal de Sant Miquel (fig. 5.143);
o en un fragmento mesial de otro alfiler en la tumba 151 de
Coimbra del Barranco Ancho, datada entre el 375 - 350 a.C.
(García Cano et al. 2008: 184); entre otros. Debemos tener en
cuenta que se trata de un motivo sencillo y que no requiere de
un gran dominio técnico y artístico para llevarlo a cabo, por
lo que es lógico que aparezca en piezas diversas y en lugares
distintos.
En total, 32 de los alfileres están decorados con motivos
geométricos y/o moldurados (80 %), frente a ocho de ellos sin
decorar (20 %). Aunque lo habitual es encontrar este tipo de
objetos apuntados ornamentados no es un rasgo exclusivo a
todos ellos.
5.37.2.2. Fragmentos de objetos apuntados
Recogemos un total de 35 fragmentos, fundamentalmente distales o mesiales, de útiles apuntados. Solamente uno de ellos
presenta decoración incisa de líneas horizontales, lo que nos indica que es probable que se trate de un alfiler (0105). Por otro
[page-n-200]
Tabla 5.56. Alfileres de La Bastida de les Alcusses. Todos han sido elaborados sobre diáfisis de macromamíferos.
ID
Cronología
Ubicación
Tipo
Variante
Marcas*
Decor.
51
S. IV a.C.
Dep. 142
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
52
S. IV a.C.
Calle Norte del Dep. 28
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
53
S. IV a.C.
Dep. 37
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
54
S. IV a.C.
Dep. 197
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
55
S. IV a.C.
Oeste grupo III
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
56
S. IV a.C.
Dep. 107
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
57
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Ab/P
No
58
S. IV a.C.
Dep. 46
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Ab/P
No
59
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
P
Sí
60
S. IV a.C.
Dep. 27
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
61
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.2. Alfiler (?) -
Ab/P
Sí
62
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Ab/P
Sí
65
S. IV a.C.
Dep. 162
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
No
70
S. IV a.C.
Dep. 107
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
73
S. IV a.C.
-
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
78
S. IV a.C.
Dep. 50
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
79
S. IV a.C.
Dep. 123
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
No
80
S. IV a.C.
Dep. 2
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
P
Sí
81
S. IV a.C.
Dep. 137
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
82
S. IV a.C.
Dep. 125
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
83
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
84
S. IV a.C.
Dep. 50
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
85
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
86
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
Sí
87
S. IV a.C.
Dep. 186
III.1.2. Alfiler
-
Tt/P
Sí
88
S. IV a.C.
Dep. 135
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
89
S. IV a.C.
Dep. 78
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
90
S. IV a.C.
Dep. 186
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
107
S. IV a.C.
Entre grupos II-III hacia el S-SE
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Ab/P/C
Sí
112
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.2. Alfiler
-
C
No
113
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Ab/P
No
122
S. IV a.C.
Dep. 169
III.1.2. Alfiler
-
P
Sí
123
S. IV a.C.
Dep. 221
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
126
S. IV a.C.
Dep. 273
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
No
129
S. IV a.C.
Sector M.O.N. Zanja C
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
136
S. IV a.C.
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
Sí
153
S. IV a.C.
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
No
158
S. IV a.C.
Dep. 23
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
P
Sí
159
S. IV a.C.
Dep. 142
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
P
Sí
160
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
-
Sí
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; Tt-Tratamiento térmico; P-Pulido.
183
[page-n-201]
0059 0062 0073 0070 0056 0158 0078 0053 0129
0055 0052 0054 0065 0160 0061 0058 0057
0113 0159
Figura 5.170. Alfileres completos de La Bastida de les Alcusses.
0123 0087
0089 0086 0085 0136 0153 0088 0080
0083
0107 0090 0084 0082 0112 0126
Figura 5.171. Fragmentos proximales y mesiales de alfileres.
Figura 5.172. Detalle del extremo distal reavivado del alfiler 0059.
184
0079
0081
0122 0060
0051
[page-n-202]
lado, también es interesante señalar el caso de la pieza 0091, con
evidencias en el extremo proximal de un intento de perforación,
lo que podría indicar que se quisiera haber realizado una aguja
de costura.
Todos los fragmentos han sido manufacturados sobre diáfisis de huesos largos de animales de talla media o grande (tabla
5.57 y fig. 5.173).
De los 35 fragmentos identificados, 32 fueron recuperados
en las excavaciones de 1928 - 1931, si bien en las últimas campañas en la parte oeste del oppidum (sector M.O.N.) se han documentado tres fragmentos distales (0162, 0163, 0860).
5.37.2.3. Otros objetos terminados y evidencias de manufactura
Los otros 23 objetos terminados identificados reflejan una interesante diversidad tipológica en el conjunto del asentamiento.
El hecho de que su presencia sea menor a la de los alfileres no
les resta valor, sino que denota una variabilidad material dentro
de la industria sobre materias duras animales que busca dar respuesta a otro tipo de necesidades funcionales y/o decorativas.
Además, contamos con dos soportes y cinco desechos del trabajo del hueso y del cuerno que manifiestan la manufactura de
dichas materias primas (tabla 5.58 y fig. 5.174).
Así, identificamos tres placas perforadas realizadas sobre
diáfisis de huesos largos de macromamífero. No son objetos
habituales en espacios domésticos, de hecho, La Bastida de les
Alcusses es el poblado con un mayor número de estas. Cada una
de las placas, además, presenta diferencias formales:
- La pieza 0098 tiene tres hileras de perforaciones circulares
de 0,2 cm de diámetro y sus extremos están dentados, en cada uno
de ellos hay una perforación de mayor tamaño al resto (0,5 cm
de diámetro) (subtipo y variante tipológica III.6.8.3.c). En total,
la pieza tiene 37 orificios y unas medidas de 10,9 x 2 x 0,45
cm. Fue recuperada en el dep. 47 (Fletcher et al. 1965: 226-227;
Bonet et al. 2011: 168, fig. 32). Las perforaciones de las hileras
presentan alrededor un círculo inciso de fondo plano realizado
mediante un taladro de arco con una broca metálica de tres puntas. Estos círculos incisos se aprecian en todas las perforaciones
de la cara frontal, y en las de la hilera central de la cara dorsal lo
que indicaría que en esta fila se realizaron por ambas caras.
- La placa 0099 presenta dos hileras de perforaciones, a
pesar de estar fracturada el extremo conservado es redondeado (subtipo y variante III.6.8.2.a). Cuenta con 16 perforaciones
completas, ocho en cada hilera, de 0,2 cm de diámetro y una
perforación mayor en el extremo de 0,5 cm. En este caso no
tiene círculos en torno a los orificios, por lo que cabría pensar
que las perforaciones se realizaron con un taladro de arco (todas
están muy regularizadas) con una bronca sencilla de una punta.
- La placa 0100 tiene una factura menos cuidada que el resto, se trata de un fragmento mesial por lo que desconocemos la
forma de sus extremos. Conserva seis perforaciones circulares
completas de 0,2 cm de diámetro y una fracturada, están dispuestas en una sola hilera (subtipo III.6.8.1).
Dentro de este conjunto de objetos distinguimos otras cuatro
piezas apuntadas: un biapuntado realizado sobre un metatarso o
metacarpo de un animal de talla grande, posiblemente un bovino o un equino (0148) y tres agujas de hueso. Las tres poseen
dimensiones reducidas, con longitudes inferiores a los 5 cm y
tienen marcas de embotamiento por uso en el extremo apuntado,
salvo la aguja 0097 que está fracturada. Además, esta última, de
sección cuadrangular en la parte distal y mesial, está ornamenta-
da por sus cuatro lados con tres aspas delimitadas por conjuntos
de tres o dos líneas horizontales. De las 47 agujas que hemos
documentado en poblados ibéricos esta es la única decorada,
por lo que cabría resaltar ese valor artístico que se le ha querido
otorgar a una pieza utilitaria empleada en la costura de diferentes tejidos y fibras vegetales y/o animales.
Por otra parte, contamos con otros tres objetos romos: una
espátula, una cucharita y un pasador. La espátula (0063) tiene
una forma similar a los alfileres, pero presenta el extremo distal
redondeado (fig. 5.175). De hecho, la decoración de su extremo
proximal con dos líneas horizontales paralelas y con cortas líneas incisas formando zigzags resulta casi idéntica a los alfileres
0062, 0081 y 0129 (fig. 5.170), por lo que cabría relacionar su
manufactura con estos. Podría haber sido utilizada para actividades cosméticas o medicinales, al igual que la cucharita 0106.
Esta última, de cuidada factura, tiene una longitud de 4,5 cm y
un anchura y grosor máximos de 0,5 y 0,3 cm. Está decorada
por ambas caras con incisiones poco profundas de líneas cortas
oblicuas delimitadas por dos líneas horizontales, fue recuperada
en el dep. 135.
El artefacto 0108 lo hemos identificado como un pasador
fusiforme de sección plano-convexa con los extremos diferenciados del cuerpo de la pieza decorados con cinco acanaladuras
transversales. Está realizado sobre una diáfisis de hueso largo
de un animal de talla grande. Tiene unas medidas de 3,7 cm de
longitud, 0,7 cm de anchura máx. y 0,3 cm de grosor. Fue encontrado en el dep. 78 (Fletcher et al. 1969: 175).
Dentro del grupo de objetos receptores identificamos seis
piezas, cuatros tubos de mesomamíferos, y dos cachas, una de
hueso y otra de diente de jabalí:
Entre los tubos manufacturados sobre diáfisis de mesomamíferos (III.4.3.1) el ejemplar más relevante, que nos ha permitido plantear la utilización de estas piezas como pequeños
contenedores de sustancias delicadas o de útiles pequeños como
agujas u otras piezas similares, es el recuperado en el dep. 30
(Fletcher et al. 1965: 162). Se trata de un objeto compuesto formado por un tubo perforado (0103) y un tapón de hueso (0104).
El tubo está fragmentado, pero conserva uno de los extremos
completo con dos perforaciones circulares enfrentadas de 0,2
cm de diámetro y decoración con motivos geométricos incisos
de zigzags y una línea transversal. Por su parte, el tapón de hueso de 1,7 cm de longitud encaja perfectamente en el hueco del
tubo y cuenta en su parte distal con una perforación de 0,2 cm
de diámetro que coincide con las del tubo. De esta manera, entre ellas, se podría insertar un elemento de cuerda, madera o de
metal que fijara el sistema de cierre, protegiendo aquello que se
hubiera guardado en su interior.
El tubo 0117, con unas medidas de 5,7 x 1 x 0,8 cm, también
presenta dos perforaciones en uno de sus extremos de 0,2 cm de
diámetro. En este caso, no está decorado ni fue hallado junto a
un tapón de hueso; sin embargo, consideramos que tendría la
misma utilidad. Está quemado, por lo que presenta una coloración marrón-negra. El sistema de cierre podría efectuarse mediante tapones de hueso o de sustancias orgánicas y, por tanto,
perecederas como la madera o el corcho. Cabe apuntar que en
el depósito votivo de El Amarejo se halló un tapón de alabastro
similar al tapón de hueso 0104 de La Bastida de les Alcusses
(Broncano 1989: 82), por lo que no podemos descartar su manufactura sobre otras materias primas.
185
[page-n-203]
Tabla 5.57. Fragmentos de objetos apuntados de La Bastida de les Alcusses.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
64
S. IV a.C.
Dep. 13
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
66
S. IV a.C.
Dep. 15
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
67
S. IV a.C.
Dep. 123
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
68
S. IV a.C.
Dep. 187
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
69
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
72
S. IV a.C.
Dep. 230 (?)
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
74
S. IV a.C.
Dep. 78
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
75
S. IV a.C.
Dep. 87
III.1. Obj. apuntado
Metápodo
Macromamíf.
-
No
76
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
77
S. IV a.C.
Dep. 126
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
91
S. IV a.C.
Dep. 208
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Macromamíf.
P/C/Tt
No
92
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1. Obj. apuntado
Ulna (?)
Meso/Macromamíf.
C
No
93
S. IV a.C.
Dep. 150
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab/P
No
105
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Macro mamífero
A/P
Sí
114
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
115
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
124
S. IV a.C.
Dep. 227
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
127
S. IV a.C.
Dep. 274
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Ab
No
128
S. IV a.C.
Sondeo II
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
131
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
132
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
133
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
134
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
135
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
137
S. IV a.C.
Dep. 155
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
146
S. IV a.C.
Dep. 58
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
147
S. IV a.C.
Dep. 58
III.1. Obj. apuntado
Metapodo
Macromamíf.
-
No
149
S. IV a.C.
Dep. 97
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
151
S. IV a.C.
Dep. 43
III.1. Obj. apuntado (?)
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
No
152
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
154
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
156
S. IV a.C.
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P
No
162
S. IV a.C.
Sector M.O.N.
UE 1158B
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
163
S. IV a.C.
Sector M.O.N.
UE 1158C
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
860
S. IV a.C.
Sector M.O.N.
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
-
No
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; Ab-Abrasión; Tt-Tratamiento térmico; P-Pulido.
186
[page-n-204]
0124
0066
0068
0091
0067
0064
0092
0069
0072
0074
0093
0076
0075
0077
0114
0115
0105
0147
0156
0127
0149
0134
0146
0133
0151
0152
0860
0162
0154
0132
0135
0128
0131
0137
0163
Figura 5.173. Fragmentos de objetos apuntados de hueso.
Las piezas 0101 y 0102 entrarían también dentro de la categoría de tubo, aunque se tratan de fragmentos distales con un
extremo redondeado. Ambas están decoradas con cortas líneas
oblicuas dispuestas en zigzags. El primer ejemplar fue recuperado en el dep. 80 y el segundo en el dep. 93 (Fletcher et al.
1969: 191 y 245).
Por otra parte, destaca la pieza 0161. Se trata de una cacha
de hueso de una empuñadura de una espada de frontón, se ha
conservado prácticamente entera: 11,6 cm de longitud; 4,2 cm
de anchura máx.; 0,9 cm de grosor. Está realizada sobre una
diáfisis de hueso largo de un animal de talla grande y presenta
decoración de hilos metálicos embutidos formando roleos en las
partes distal y proximal de la cara frontal. Por su parte, en la cara
dorsal, la cual no sería visible, el acabado de la pieza está menos
cuidado y se aprecian perfectamente marcas multidireccionales
de abrasión producidas durante la fase de acabado. En su extremo distal, de forma semicircular, se conservan restos de cinco
apliques de hierro; en la parte mesial tiene dos perforaciones
circulares de 0,25 cm de diámetro. Cabría pensar que existiría
otra parte igual, una segunda cacha, que permitiría enmangar
la espada por ambos lados. Formaría parte de una espada corta de hoja recta con empuñadura de frontón, característica del
s. V y principios del s. IV a.C. (Quesada 2010: 72). De acuerdo
a los especialistas: “El rasgo más característico de estas armas
es su empuñadura de tipo lengüeta plana. Esto significa que
su «alma» metálica no es una espiga o vástago como en las
187
[page-n-205]
Tabla 5.58. Objetos diversos de La Bastida de les Alcusses.
ID
Cronología
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
63
S. IV a.C.
Dep. 94
III.3.3. Espátula
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
95
S. IV a.C.
Dep. 230
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
Rs/P/Pr
No
96
S. IV a.C.
Dep. 94
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamíf
Ab/P/Rs/Pr
No
97
S. IV a.C.
Dep. 122
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
98
S. IV a.C.
Dep. 47
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamífero
C/P/Pr
Sí
99
S. IV a.C.
MS-1
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamífero
P/Pr
No
100
S. IV a.C.
Oeste grupo III
III.6.8. Placa
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Pr
No
101
S. IV a.C.
Dep. 80
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamífero
V/Ab/P/C/A
Sí
102
S. IV a.C.
Dep. 93
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamífero
V/P
Sí
103
S. IV a.C.
Dep. 30
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Mesomamífero
A/V/P/Rs/Pr
Sí
104
S. IV a.C.
Dep. 30
III.3.5. Tapón
Diáfisis
Macromamífero
C/Rs/P
Sí
106
S. IV a.C.
Dep. 135
III.3.2. Cucharita
Diáfisis
Macromamífero
P
Sí
108
S. IV a.C.
Dep. 78
III.3.4. Pasador
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
Sí
109
S. IV a.C.
Dep. 73
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Pr
No
110
S. IV a.C.
Dep. 123
III.9.1. Placa o aplique
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P
No
111
S. IV a.C.
Dep. 101
III.9. Pieza decorativa (?) Diáfisis
Macromamífero
C
Sí
116
S. IV a.C.
Dep. 122
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/F
No
117
S. IV a.C.
Dep. 126
III.4.3. Tubo
Diáfisis
Macromamífero
Ab/P/Pr
No
118
S. IV a.C.
Dep. 155
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/Ab/A
No
119
S. IV a.C.
Dep. 155
II. Soporte
Diáfisis
Macromamífero
C/Ab/A
No
120
S. IV a.C.
Dep. 155
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
121
S. IV a.C.
Dep. 155
V. Desecho
Clavija ósea
Bóvido
A
No
125
S. IV a.C.
Dep. 248
III.9. Pieza decorativa (?) Hueso largo
Meso/Macromamíf.
C/Rs/P/Tt
Sí
130
S. IV a.C.
Puerta Sur
III.9. Pieza decorativa (?) Diáfisis
Macromamífero
-
Sí
138
S. IV a.C.
Dep. 57
V. Desecho
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
C/F
No
140
S. IV a.C.
Dep. 23
V. Desecho
Diáfisis
Mesomamífero
Rn/C
No
141
S. IV a.C.
Dep. 23
V. Desecho
Diáfisis
Mesomamífero
C
No
157
S. IV a.C.
-
III.10. Indeterm.
Diáfisis
Meso/Macromamíf.
P/C
No
161
S. IV a.C.
Dep. 48
III.4.2. Cacha
Diáfisis
Macromamífero
Ab/A/P/Pr
Sí
621
S. IV a.C.
Dep. 37
III.4.2. Cacha (?)
Canino
Jabalí
Ab/P
No
* Marcas de trabajo: F-Flexión; A-Aserrado; Rn-Ranurado; C-Corte; V-Vaciado; Rs-Raspado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
espadas celtibéricas de antenas, sino una placa plana de hierro de forma romboidal, prolongación de la hoja, a la que se
remachaban por ambos lados cachas de hueso o de asta. Esta
empuñadura remataba en un pomo semicircular (de ahí el apelativo de «frontón») que se fijaba de maneras diversas, y que
por lo general estaba fabricado en lámina de bronce, que en
su momento brillaría dorada en contraste con la hoja oscura”
(Quesada 2010: 72).
188
Se trata de una pieza excepcional tanto por formar parte de
un elemento de prestigio de las élites guerreras iberas como sería una espada de frontón, como en sí por la cuidada factura de
la cacha, adaptada a la hoja metálica y delicadamente decorada.
Además, su conservación es excepcional. Existen pocos ejemplares de cachas de espadas en el mundo ibérico y, aquellos documentados, reafirman el valor artesanal de este tipo de objetos;
tal es el caso de en una espada de frontón de la necrópolis de
[page-n-206]
0098
0148
0063
0095
0097
0096
0099
0100
0101
0109
0117
0102
0106
0103/0104
0108
0111
0110
0130
0161
0125
0157
0621
Figura 5.174. Otras piezas terminadas de La Bastida de les Alcusses.
189
[page-n-207]
Las Peñas (Zarra, València) que conserva parte de la cacha en
el tercio superior decorada con incrustaciones de hilo metálicas
(Quesada 2010: 76).
En el caso de la cacha de esta espada de frontón resulta muy
sugerente que se hallara en el dep. 48, el mismo espacio en el
que se recuperó el plomo escrito enrollado y una placa de cinturón decorada, de nuevo, elementos de prestigio asociados a las
élites del oppidum (Fletcher et al. 1965: 234-235).
La pieza 0621 recuperada en el dep. 37 (Fletcher et al. 1965:
190) es una laminilla de sección plana realizada sobre un canino
de Sus scrofa con marcas de abrasión y de pulido. La identificación del tipo de pieza y de su uso es complicada debido al
estado incompleto en el que se encuentra, podría tratarse de una
cacha de un elemento metálico como un cuchillo o de una placa
utilizada en marquetería.
Un problema similar nos ocurre con las piezas 0101 y 0102,
ambas se encuentran fragmentadas, aunque su longitud sí está
completa (2,4 cm y 2,5 cm respectivamente). Creemos que podrían actuar como elementos decorativos que cubrirían un útil
de otro material quizás orgánico o metálico, como pudiera ser
un pequeño mueble o una herramienta. De hecho, aunque de
manera inicial consideramos que pudieran tratarse de mangos,
su reducido tamaño y el perfil marcadamente moldurado de la
pieza 0101 no resultarían confortables como enmangues, por lo
que las identificamos como piezas decorativas (III.9). Dentro
de este grupo, incluimos otro fragmento de una pieza de hueso
hallada de forma fortuita (por el guarda del yacimiento, V. Revert) en niveles superficiales en la zona de la puerta sur (0130).
El desarrollo decorativo del fragmento resulta interesante, en el
extremo superior y en el lateral conservado está decorada con
incisiones oblicuas, cinco en el extremo superior y 20 en el lateral. En las caras dorsal y frontal presenta círculos simples con
un punto central y cortas líneas horizontales y oblicuas. Está
fracturada y realizada sobre una diáfisis de un hueso largo de
macromamífero. Desconocemos su forma y su uso, pero llama
la atención la conjugación de los motivos circulares con las líneas oblicuas y horizontales, por lo que creemos que, en cierta
manera, la decoración resultaría fundamental en el objeto. Así,
aparte de las piezas presentadas, dentro del grupo de piezas decorativas distinguimos con seguridad una placa lanceolada de
hueso (III.9.1.3), de cuidada factura y medidas: 4,2 x 0,9 x 0,2
cm recuperada en el dep. 123 (0110).
Nos queda mencionar dos objetos terminados: una cuenta
circular de hueso con perforación central de 0,6 cm de diámetro
y medidas 1,5 x 1,5 x 0,3 cm (0109) que fue recuperada en el
Figura 5.175. Detalle del extremo distal de la espátula 0063.
190
dep. 73 (Fletcher et al. 1969: 140) y un objeto indeterminado
con marcas de uso por la cara dorsal que fue cortado, pero se encuentra regularizado y ligeramente embotado y pulido (0157).
Presenta los extremos redondeados, una sección semicircular y
unas medidas de 4,7 x 0,7 x 0,4 cm. Desconocemos su contexto
de hallazgo.
5.37.2.4. Astrágalos
Como ya hemos señalado, hemos documentado 40 astrágalos
trabajados distribuidos entre el dep. 60, donde identificamos
una taba singular, el dep. 78 con un conjunto de 27 astrágalos
trabajados y 58 naturales, y 12 tabas recuperadas en las excavaciones de los últimos años en el sector M.O.N. (tabla 5.59).
- En el dep. 60 se recuperó un astrágalo derecho de Bos taurus
(Fletcher et al. 1969: 87) con cuatro perforaciones localizadas en
la parte mesial de cada una de las caras y con evidencias de abrasión en ángulo recto de las caras lateral, medial y dorsal (tipo E2)
(fig. 5.176). No tenemos constancia de ninguna pieza similar a
esta taba perforada longitudinal y transversalmente en yacimientos ibéricos. El paralelo más parecido que hemos constatado ha
sido en el yacimiento de Ugarit (Siria), donde en el patio 5 de
uno de los palacios del Bronce Final, se recuperó un astrágalo de
Bos taurus perforado de igual manera a este. El ejemplar de Ugarit lleva incorporado dentro de sí una pieza de plomo de cuatro
brazos (de ahí las cuatro perforaciones que presenta) que le sirve
como soporte (Holmgren 2004: fig. 2). Esta pieza compuesta ha
sido interpretada como un tipo específico de juego de las tabas,
ya que, según recoge Gilmour (1997: 167), todavía se utilizan
piezas similares para jugar en algunos pueblos de Siria. Si bien
el astrágalo perforado recuperado en La Bastida de les Alcusses
no presenta rastros de haber estado ensamblado con ninguna pieza metálica, quizás una modalidad similar de este tipo de juego
podría haberse realizado con un soporte fabricado sobre alguna
materia prima perecedera como la madera. Se trata, además, del
único astrágalo perforado documentado en el poblado.
- Conjunto de astrágalos del dep. 78. En la publicación original de estas piezas (Fletcher et al. 1969: 175) se hace referencia
a 90 tabas; en nuestro caso hemos revisado todas las depositadas
actualmente en el Museu de Prehistòria de València y hemos
documentado un lote de 85 astrágalos: 27 de ellos con marcas
de trabajo (32 %), frente a 58 sin modificaciones antrópicas evidentes (68 %). De ellas, 82 son de Ovis aries o Capra hircus y
tres de Sus sp. Pertenecerían a un NMI de 22 ovejas, 11 cabras,
11 ovicaprinos y dos suidos (tabla 5.60). Dentro de estos astrágalos trabajados lo habitual es documentar la cara lateral o las
caras lateral y medial modificadas mediante abrasión en ángulo
recto (tipo A1 y C1); aunque el ejemplar 0145 únicamente ha
sido modificado por la cara medial (B1), la pieza 0448 presenta
marcas de abrasión por las caras lateral, medial y plantar (D1)
y el ejemplar 0752 tiene las caras lateral y medial modificadas,
pero esta primera está facetada diagonalmente (C4) (tabla 5.59).
En este mismo departamento junto a los astrágalos se recuperaron cuatro cantos de piedra ovalados y circulares, dos pequeños
guijarros de menos de 2 cm de longitud y tres tejuelos de cerámica de entre 2 y 6 cm de longitud (Fletcher et al. 1969: 174175). Cabría considerar este conjunto como partes distintas de
algún tipo de juego de habilidad y/o azar.
- En la campaña del 2015 en el sector M.O.N., fundamentalmente en las UUEE 1127 y 1172, se recogieron 12 astrágalos
trabajados de ovicaprinos y cerdos (tabla 5.61). Fueron modifi-
[page-n-208]
Tabla 5.59. Astrágalos de La Bastida de les Alcusses. Las medidas se expresan en cm.
ID
Campaña
Ubicación
Lateralidad
Animal
Tipo
Longitud
Anchura
Grosor
144
1929
Dep. 66
Der.
Bovino
E2
6,3
3,6
3
94
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
A1
2,6
1,6
1,3
145
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
B1
2,6
1,5
1,3
155
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,6
1,6
1,2
440
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,4
1,4
1,3
441
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,7
1,4
1,2
442
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,7
1,4
1,4
443
1929
Dep. 78
Der.
Oveja
C1
2,2
1,3
1,3
444
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
A1
2,8
1,7
1,5
445
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
A1
2,7
1,7
1,4
446
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
A1
2,3
1,4
1,4
447
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
C1
2,4
1,4
1,3
448
1929
Dep. 78
Izq.
Oveja
D1
2,5
1,5
1,25
449
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
A1
3,2
1,8
1,7
450
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
A1
2,8
1,7
1,4
451
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
C1
2,6
1,5
1,1
452
1929
Dep. 78
Der.
Cabra
C1
2,8
1,7
1,4
453
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
A1
2,9
1,7
1,6
454
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
A1
2,7
1,7
1,4
455
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
A1
2,6
1,6
1,4
752
1929
Dep. 78
Izq.
Cabra
C4
2,8
1,6
1,45
753
1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
A1/C1
2,5
1,1 (cons.)
1,3
754
1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
C1
2,3
1,3
1,3
755
1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
C1
2,4
1,3
1,2
1047 1929
Dep. 78
Der.
Ovicaprino
C4
2,7
1,7
1,4
1048 1929
Dep. 78
Izq.
Ovicaprino
A1/C1
2,1 (cons.)
1,1 (cons.)
1,5
1049 1929
Dep. 78
Izq.
Ovicaprino
C1
2,4
1,6
1,4
1050 1929
Dep. 78
Der.
Suido
A1
3,6
1,85
2,2
856
2015
Sector M.O.N.
Der.
Cabra
A1
3
1,9
1,5
848
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Izq.
Ovicaprino
C1
2,5
1,4
1,3
857
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Der.
Ovicaprino
C1
2,8
1,6
1,4
858
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Izq.
Ovicaprino
A3
2,4
1,4
1,3
859
2015
Sector M.O.N. UE 1127
Izq.
Oveja
A1
2,6
1,6
1,4
849
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Ovicaprino
C4
2,3
1,3
1,1
850
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Ovicaprino
C4
3
1,5
1,5
851
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Cerdo
C3
3
1,5
1,5
852
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Ovicaprino
Singular
2,7
1,7
1,4
853
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Der.
Cerdo
C1
3,4
1,6
1,5
854
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Der.
Cabra
C1
2,7
1,7
1,4
855
2015
Sector M.O.N. UE 1172
Izq.
Oveja
A1
2,4
1,5
1,3
191
[page-n-209]
Tabla 5.61. Astrágalos del Sector M.O.N. Identificación taxonómica realizada por P. Iborra.
0144
Figura 5.176. Astrágalo de Bos taurus perforado.
Tabla 5.60. Astrágalos del departamento 78. Identificación taxonómica realizada por P. Iborra.
Der.
Izq.
Total
Ovicaprino
1
5
6
Oveja
0
2
2
Cabra
2
0
2
Cerdo
1
1
2
Total
3
8
12
Tabla 5.62. Conjunto de astrágalos hallados en torno a la valla
perimetral de cierre de La Bastida de les Alcusses. Identificación
taxonómica realizada por P. Iborra.
Naturales
(58 tabas)
Trabajados
(27 tabas)
Total
(85 tabas)
Naturales
(427 tabas)
Trabajados
(207 tabas)
Total*
(634 tabas)
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Der. Izq.
Oveja (39 tabas)
10
17
7
5
17
22
Oveja (315 tabas)
111
127
46
31
157 158
Cabra (22 tabas)
7
7
4
4
11
11
Cabra (137 tabas)
47
53
19
18
66
71
Ovicaprino (20 tabas)
5
9
4
2
9
11
Ovicaprino (150 tabas)
35
42
24
39
59
81
Suido (4 tabas)
1
2
1
0
2
2
Suido (42 tabas)
8
4
14
16
22
20
* No se incluyen 10 astrágalos de ovicaprino de identificación incierta.
cados mediante abrasión en sentido recto o diagonal de las caras
lateral y medial, salvo el ejemplar 0852 que presenta dos marcados cortes realizados con un útil metálico que modificaron
totalmente la forma del hueso (tabla 5.59).
El simbolismo de los astrágalos dentro de La Bastida de les
Alcusses alcanza mayor relevancia si tenemos en cuenta que en
el dep. 68 se recuperó un ascos o guttus de cerámica ática de barniz negro con la forma de este hueso (Ballester y Pericot 1929:
21; Lamboglia 1954: 131; Amorós López y Vives-Ferrándiz
2022: 8, fig. 7.3). Estas piezas reflejan el valor que tuvieron las
tabas para las culturas de la Antigüedad en toda el área mediterránea, ya que su forma llegó a ser copiada y empleada en diferentes materias primas, como es el caso de estos pequeños recipientes cerámicos. Llegó a La Bastida a través del intercambio o
el comercio, siendo una pieza poco habitual en otros contextos
peninsulares de la Edad del Hierro (Lamboglia 1954: 131).
Además, en los trabajos de 1978 de acondicionamiento e
instalación de la valla perimetral que rodea el yacimiento se
recuperó un lote de 644 astrágalos, 427 naturales y 207 trabajados, de un NMI de 158 Ovis aries, 71 Capra hircus, 81
ovicaprinos y 22 Sus sp. (tabla 5.62). Junto a este conjunto se
encontraron también cinco tabas de plomo. Se trata de uno de
los mayores depósitos de astrágalos de toda la península ibérica. Por desgracia, no conocemos su contexto exacto, ya que en
su día no se prestó especial atención a este hallazgo y la única
ubicación que se señaló fue: “Colocando la valla” (de más de
1,5 km de perímetro). Estas piezas han sido revisadas por la
zooarqueóloga P. Iborra, el director del yacimiento J. VivesFerrándiz y por nuestra parte (estudio en proceso de finalización y publicación). Consideramos necesario hacer referencia
a esta concentración tan destacada para enfatizar el valor de
este tipo de huesos en el mundo ibérico y, en especial, en La
192
Bastida de les Alcusses. Sin embargo, no pertenecen al espacio
de hábitat del oppidum, ya que la valla rodea el yacimiento
siguiendo en gran medida el trazado de la muralla, por lo que
se trataría de un depósito extramuros datado entre finales del s.
V y el tercer cuarto del s. IV a.C., quizás asociado a espacios
públicos, cultuales o funerarios no identificados. No en vano,
las grandes concentraciones de astrágalos en el mundo ibérico
son habituales en las necrópolis, como es el caso de las 453
tabas depositadas en la tumba 4 de un varón adulto en Alarcos
(García Huerta et al. 2018: 178-182).
5.37.3. breve valoración global
Si centramos nuestra mirada en la distribución de los objetos,
aparte del dep. 78 previamente comentado con la gran concentración de astrágalos y donde además se recuperó un objeto apuntado (0074), un alfiler (0089) y un pasador de hueso
(0108); destacan tres departamentos, todos ellos espacios abiertos: el 122, el 155 y el 230 (fig. 5.177).
El dep. 122 es un espacio empedrado situado al suroeste del
conjunto 7, interpretado como un gran espacio de almacenaje, actuaría como zona de acceso desde la calle central a este conjunto
urbanístico (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 89). En él se recuperaron seis objetos terminados y un soporte (fig. 5.178). Todas las
piezas terminadas, aunque algunas de ellas están fragmentadas,
se han identificado como objetos apuntados; mientras que el
soporte 0116 parece tratarse, precisamente, de un objeto apuntado en proceso de elaboración, lo que podría indicar que dichos
artefactos fueron realizados en este mismo departamento.
El dep. 155 es sin duda el espacio más destacado en lo que
respecta a la industria sobre materias duras animales del poblado.
Se localiza al lado del conjunto 7, en su parte sureste y abierto a
[page-n-210]
Figura 5.177. Planimetría de La Bastida de les Alcusses con la distribución de la industria sobre materias duras animales.
0113
0116
0112
0097
0114
0085
0115
Figura 5.178. Piezas del departamento 122.
la calle central (fig. 5.177). Se ha interpretado como un posible
espacio porticado en el que hay dos estructuras de mampostería
de gran tamaño que podrían ser las bases de un molino y de un
horno de usos colectivos (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 89).
En él se han recuperado cinco alfileres, dos de ellos completos y tres fragmentados por su parte distal (fig. 5.179). Uno de
ellos es el ejemplar 0059 que, como hemos indicado antes, fue
reavivado, seguramente en más de una ocasión. Encontramos
también un fragmento distal de un objeto apuntado muy fino,
con una sección circular de 0,15 cm de diámetro y cuatro piezas
que evidencian de forma clara el trabajo del hueso y del cuerno. Así, la pieza 0118 con unas medidas de 9,1 x 1,5 x 0,5 cm
es una lámina de sección rectangular con marcas de cortes
y abrasión con un extremo recto y otro redondeado. La pieza no está terminada y, sobre ella, podría realizarse una placa
perforada o quizás, si volviera a dividirse longitudinalmente,
dos piezas apuntadas. La pieza 0119 es un fragmento de otra
diáfisis de hueso de un animal de talla grande, conserva una
longitud de 5,7 cm y una anchura y grosor de 0,9 y 0,7 cm respectivamente, con una sección rectangular. Presenta marcas de
abrasión por toda su superficie y una incisión realizada con un
útil metálico en uno de sus extremos; consideramos que tam193
[page-n-211]
0057
0059
0083
0086
0105
0137
0120
0118
0119
0121
Figura 5.179. Piezas del departamento 155.
0061
0160
0062
0092
0069
0140
0072
0095
0138
0141
Figura 5.180. Piezas del departamento 230.
194
Figura 5.181. Desechos del trabajo del hueso de los departamentos
23 y 57.
[page-n-212]
bién se trata de un artefacto en proceso de elaboración. Por
su parte, las piezas 0120 y 0121 son dos rodajas de medidas
bastante similares, en torno a 4 x 3 x 1,4 cm, de la clavija ósea
de un cuerno de bóvido, posiblemente el mismo ejemplar, con
marcas de aserrado por ambos extremos. Evidencian el trabajo
y el aprovechamiento de los estuches córneos. En este departamento se recuperaron herramientas que pudieron utilizarse
en el trabajo de las materias duras animales, como hachas de
pequeño tamaño (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 131) o cuchillos de hierro (consultado en documentación inédita del archivo
SIP-MPV). Es el espacio más claro de manufactura de las materias duras animales documentado en el oppidum y uno de los
más evidentes en todos los poblados ibéricos analizados. Como
vemos, no se trata de un taller per se exclusivo del trabajo de
estas materias primas, sino que, en un espacio abierto en el que
se realizaron tareas diversas entre las que destaca el espacio de
molienda y el horno de carácter colectivo, se llevaron a cabo
acciones artesanales con cuernos y huesos.
Por su parte, en el dep. 230, un espacio abierto al sureste
del Conjunto 3 en la vertiente meridional del cerro (fig. 5.177),
se recogieron siete piezas apuntadas (fig. 5.180), entre las que
podemos destacar el alfiler 0062 que, como ya hemos indicado,
presenta la misma decoración que otros dos ejemplares documentados en el yacimiento. Se recuperó también una pequeña
aguja de hueso (0095); valga señalar que en este espacio se
documentaron siete fusayolas cerámicas (consultado en documentación inédita del archivo SIP del Museu de Prehistòria de
València), relacionadas también con las actividades textiles.
El resto de la industria sobre materias duras animales se
distribuye de forma disímil por los diversos espacios domésticos del oppidum, concentrada de forma mayoritaria en espacios abiertos.
Aparte de las evidencias de trabajo de los deps. 122 y 155,
en los deps. 23 y 57 también hemos documentados desechos de
trabajo del hueso (fig. 5.181). Así, en el dep. 23 contamos con
dos posibles desechos de diáfisis de huesos con marcas de corte
y ranurado. Este departamento forma parte del Conjunto 1 que
corresponde a la casa 1 y es uno de los edificios que muestra con
mayor claridad la distribución de los distintos espacios domésticos (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011: 263). En el dep. 57, por su
parte, un espacio abierto de 10 m de largo por 5,5 m de ancho,
situado al norte de los departamentos 26 y 27, se recuperaron
pocos objetos, entre los que podemos destacar tres fusayolas,
tres conchas de cardium, varios útiles de hierro y una diáfisis
de mesomamífero con marcas de cortes transversales en ambos
extremos (0141) (Fletcher et al. 1969: 27).
Consideramos interesante apuntar que, en el conjunto 5, un
gran edificio de 400 m2 situado en la parte más alta del poblado
que consta de cuatro estancias y dos espacios anexos de unos
250 m2 interpretado como un gran edificio en el que se pudieron
llevar a cabo actividades públicas, como reuniones, celebraciones o incluso intercambios significativos (Vives-Ferrándiz
2013: 105), no se ha recuperado ni un solo objeto manufacturado sobre materias duras animales.
En definitiva, la información obtenida a través del estudio
formal, tecnológico, funcional, decorativo y de distribución
de los artefactos elaborados sobre materias duras animales en
La Bastida de les Alcusses, puede sumarse a los datos conseguidos
tras años de investigación acerca de otras evidencias de la
cultura material como son las herramientas de carácter agrícola,
los restos de trabajos metalúrgicos, los molinos, las armas,
la escritura (Bonet y Vives-Ferrándiz 2011; Vives-Ferrándiz
2013), las herramientas de carpintería (Tortajada 2012), los
restos malacológicos (Pascual y Vives-Ferrándiz 2015), la fauna
(Iborra 2004; Iborra y Vives-Ferrándiz 2015) o las cerámicas
áticas (Amorós López y Vives-Ferrándiz 2022), entre otros;
dibujando así, estudio tras estudio, un entramado completo
de los espacios habitados en el s. IV a.C., de las actividades
que en ellos tuvieron lugar y de las personas y de los objetos
protagonistas de la vida del poblado.
5.38. LA SERRETA
(ALCOI-COCENTAINA-PENÀGUILA, ALICANTE)
5.38.1. introducción al yacimiento
El yacimiento de La Serreta se ubica sobre la montaña del mismo nombre, a 1051 m s.n.m. en una posición central en las
comarcas de L’Alcoià y El Comtat (en su cumbre convergen
los términos municipales de Cocentaina, Alcoi y Penàguila)
(fig. 5.159). El poblado se adapta a la orografía del terreno y
desde su posición elevada, en un área preeminente de la Contestania ibérica, ejerció un papel central en el control estratégico,
defensivo, económico, social y simbólico del territorio circundante (Llobregat et al. 1992: 41; Olcina 2000: 105).
Fue descubierta en 1917 y entre 1920 y 1928 se realizaron
ocho campañas de excavación dirigidas por C. Visedo Moltó (1922a, 1922b, 1923). En 1931, al igual que La Bastida
de les Alcusses, se declaró Monumento Histórico Artístico.
El interés en el yacimiento aumentó a medida que se dieron
a conocer los abundantes hallazgos materiales realizados:
vasos cerámicos decorados, terracotas, plomos escritos en
grafías greco-ibéricas, entre otros; así como se identificaron
diferentes espacios de hábitat y un santuario ibero-romano
(Grau et al. 2017). Entre 1949 y 1955 Visedo Moltó realizó
otras siete campañas de excavación; trabajos que continuarían, entre 1956 y 1969, dirigidos por V. Pascual Pérez y M.
Tarradell Mateu. Tras más de quince años sin excavaciones a
partir de 1985 un equipo de profesionales ligados al Museu
Arqueològic d’Alcoi y al Museo Arqueológico Provincial de
Alicante, dirigidos por E. Llobregat Conesa, retomó los trabajos en el yacimiento. Así, se llevaron a cabo nuevos estudios urbanísticos (Llobregat et al. 1992: 37-70) y campañas
de excavación en la muralla y en la puerta de acceso al oppidum (Llobregat et al. 1995; Olcina 1997); en la necrópolis del
s. IV a.C. hallada en 1987 (Cortell et al. 1992; Olcina 1997;
Moltó y Reig 1996; Reig 2000) y en nuevos sectores en la zona
de hábitat (Olcina et al. 2000); así como se revisaron parte de
las excavaciones antiguas (Grau 1996) (fig. 5.182).
Aunque se han constatado materiales cerámicos del s. VII
- s. VI a.C., la cronología del poblado abarca fundamentalmente desde el s. IV a.C. a inicios del s. II a.C. No obstante,
por los materiales recuperados y por el estudio urbanístico,
es la fase del s. III - finales del s. II a.C., que arrasó parte de
las estructuras anteriores, la mejor conocida de este oppidum
que llegó a ocupar al menos 5,5 ha (Grau 1996; Olcina et al.
1998; Olcina 2000).
195
[page-n-213]
Figura 5.182. Planimetría de La Serreta (adaptado de Olmos y Grau 2005: fig. 2 y Grau et al. 2017: fig. 3.1.) en la que señalamos los sectores donde conocemos que se ha recuperado industria ósea. Destacamos el Sector G, con un mayor número de piezas localizadas (adaptado
de Amorós López: fig. 2).
5.38.2. el conjunto analizado
La mayoría de las piezas analizadas proceden de las excavaciones antiguas por lo que la información sobre sus contextos de
hallazgo, en los casos en los que la conocemos, es somera. Así,
en aquellas piezas en las que podamos precisar su análisis contextual lo señalamos. Resulta por ello arriesgado proponer una
cronología precisa para las piezas, si bien ciertos tipos como los
stili o los peines nos remiten a la última etapa de ocupación del
yacimiento, finales del s. III a.C. - inicio s. II a.C., la fase mejor
conocida del oppidum y a la que creemos que podemos adscribir
la gran mayoría de los objetos aquí detallados.
Se han analizado 85 artefactos elaborados sobre materias duras animales recuperados en el poblado, depositados en el Museu Arqueològic Camil Visedo Moltó (Alcoi). El 89 % de ellos
(76 objetos) están manufacturados sobre huesos de mamíferos;
el 6 % lo representan cinco artefactos elaborados sobre marfil de
elefante y el 4 % y 1 % restantes están integrados por tres piezas
de asta de ciervo y un cuerno de bóvido, respectivamente.
La mayor parte del conjunto lo componen los objetos terminados con 74 ejemplares. Las evidencias de otras fases de la cadena operativa: matrices, soportes y desechos, están integradas por
siete piezas que, aunque exiguas en número, resultan significativas ya que reflejan procesos claros del trabajo del hueso, el asta y
el cuerno. Además, contamos con cuatro astrágalos modificados.
De forma similar a lo documentado en Covalta y en La Bastida de les Alcusses, los alfileres son las piezas más numerosas
identificadas en La Serreta con 28 ejemplares, 14 de ellos completos y 14 fragmentados (tabla 5.63 y figs. 5.183 y 5.184).
196
No en vano, Visedo ya señaló que: “De hueso destacan bellos punzones finamente labrados. Las estaciones de Covalta y
la Serreta los han producido en cierta abundancia” (1959: 59).
El 50 % de ellos (14 ejemplares) están decorados mediante incisiones y tallado, formando motivos geométricos, fundamentalmente espigas, reticulados y líneas horizontales, y
con molduras en el extremo superior. Ningún alfiler presenta
exactamente la misma decoración que otro. Debemos destacar el caso del ejemplar 0214, decorado con cortas incisiones
oblicuas dispuestas de forma asimétrica en las que se diferencian restos de un pigmento de color negro, posiblemente
a base de carbón vegetal (fig. 5.183) que resaltaría dichos
motivos incisos.
Igualmente, llama la atención la longitud de los alfileres
0220 y 0236, con 16,6 cm de longitud y 0,6 cm de diámetro
(sección circular) y 19,7 cm de longitud y 0,65 cm de diámetro, respectivamente (fig. 5.183). Ello nos lleva a pensar
que los ejemplares de menor tamaño, aunque no lo hemos
documentado directamente ya que están muy regularizados y
varios de ellos fragmentados por su parte distal, podrían haberse reparado y reavivado con el paso del tiempo, al igual
que atestiguamos en el conjunto de alfileres de La Bastida de
les Alcusses.
El ejemplar de menor tamaño, 0239, tiene una longitud de
6,7 cm, un extremo muy apuntado y una cabeza diferenciada
poligonal irregular (III.1.2.2.d). Aunque considerado como un
alfiler debido a su extremo apuntado, por su inusual remate proximal, podría haberse utilizado en distintas tareas.
[page-n-214]
Tabla 5.63. Alfileres de La Serreta.
ID
Ubicación
Tipo
Variante
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
211
Sector F
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
213
-
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
214
-
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
215
Sector F
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
217
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
220
-
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
221
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
226
-
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
227
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
229
-
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
-
Sí
236
Sector G. Dep G4
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
237
Sector C. Dep. C26 III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
239
-
III.1.2. Alfiler (?) 2.d. Poligonal irregular
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
246
Superficial.
III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
250
Sector G. Dep. G7
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
251
Cata clandestina
III.1.2. Alfiler
1.c. Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
253
Sector G. Dep. G34 III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
No
254
Sector G. Dep. G34 III.1.2. Alfiler
1.a. Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P/C
Sí
255
Sector G. Dep. G4
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
281
-
III.1.2. Alfiler
1.b. Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
282
-
III.1.2. Alfiler
-
Diáfisis
Macromamíf.
P
Sí
283
-
III.1.2. Alfiler
1.c.Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
Sí
292
-
III.1.2. Alfiler
-
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
293
-
III.1.2. Alfiler
1.b.Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
300
-
III.1.2. Alfiler
1.a.Remate redondeado
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
301
-
III.1.2. Alfiler
1.b.Remate cónico
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
303
-
III.1.2. Alfiler
1.c.Remate plano
Diáfisis
Macromamíf.
-
No
309
-
III.1.2. Alfiler
-
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido.
Como es habitual, hemos identificado también varios fragmentos mesiales y distales de objetos apuntados (16) (fig. 5.185
y tabla 5.64) realizados sobre diáfisis de huesos largos de animales de talla media y grande. Además, contamos con otros siete útiles apuntados: una aguja con una perforación circular de
0,3 cm de diámetro a la que le falta el extremo distal (0244); un
objeto biapuntado de 11,4 cm de longitud y sección circular de
0,5 cm de diámetro (0225); cuatro punzones incompletos (0295,
0224, 0294, 0222) y un stilus con cabeza diferenciada tipo clavo
(III.1.8.2.a) (0238) con una longitud de 9,7 cm y que nos remite
a las fases finales de ocupación del sitio a inicios del s. II a.C.
con influencia del mundo romano (tabla 5.64 y fig. 5.186).
Más allá de los objetos apuntados en La Serreta contamos
con otros 33 objetos (tabla 5.65). Entre ellos, debemos destacar
los cinco artefactos realizados sobre marfil: dos peines sencillos, dos mangos con talón y una cuenta (fig. 5.187).
- El mango 0218 conserva parte de la hoja de hierro. Se localizó en un área doméstica del sector F, aunque se desconoce
en qué lugar exacto (Grau 1996: 113). Está decorado, por ambos
lados, con nueve rebajos lanceolados, dos de los cuales conservan ámbar incrustado. Dos circulares de mayor tamaño se sitúan
a ambos lados del talón y otro lanceolado está en el lomo. En
uno de los lados, se conserva el rebajo para colocar la virola que
sujetaría la hoja de hierro. En casi todos los rebajos lanceolados
y alrededor del ámbar incrustado se aprecian restos del estaño
utilizado como adherente para fijar las incrustaciones (Blasco
Martín et al. 2019) (fig. 5.188). Es una pieza casi idéntica al
mango del Turó del Montgròs (0662) (fig. 5.68).
- Se ha documentado un segundo mango que carece de decoración y solo conserva el talón redondeado y el arranque de la
espiga. Desconocemos su lugar de hallazgo. Debido a la ausencia de motivos decorativos nos planteamos que pudiera tratarse
197
[page-n-215]
0239
0229
0211
0303
0227 0318
0213
0254
0246
0283
0255
0251
0217
0302
Figura 5.184. Fragmentos de alfileres de La Serreta.
198
0215
0226
0237
0309
0292
0221
0293
0214
0304
0220
0250
0236
0253
Figura 5.183. Alfileres
completos de La Serreta.
0281
0300
0301
0282
[page-n-216]
Tabla 5.64. Otros objetos apuntados de La Serreta (salvo los alfileres).
ID
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
216
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
222
-
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
223
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
224
-
III.1.6. Punzón
Metápodo
Macromamífero
P/Ab
No
225
-
III.1.3. Biapuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
228
-
III.1. Obj. apuntado
Metapodo
Macromamífero
P
No
238
-
III.1.8. Stilus
Diáfisis
Macromamífero
P
No
244
Sector C. Superficial
III.1.1. Aguja
Diáfisis
Meso/Macromamífero
Ab/P/Pr
No
252
Cata clandestina
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
294
-
III.1.6. Punzón
Ulna
Mesomamífero
P
No
295
-
III.1.6. Punzón
Ulna
Mesomamífero
P
No
302
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
304
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
310
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
311
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
312
-
III.1.6. Punzón
Ulna
Mesomamífero
P
No
313
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamífero
P/C
No
314
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
315
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
316
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Meso/Macromamífero
-
No
317
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
-
No
318
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
319
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P/C
No
320
-
III.1. Obj. apuntado
Diáfisis
Macromamífero
P
No
* Marcas de trabajo: C-Corte; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
de una pieza no terminada, aunque no podemos afirmarlo, ya
que la ausencia de motivos decorativos puede ser una elección
en sí misma.
Los dos peines de La Serreta fueron publicados como de
hueso (Font 1970), aunque su revisión posterior nos ha permitido comprobar que están elaborados sobre marfil de elefante.
Se recuperaron en espacios domésticos, aunque desconocemos
con exactitud dónde. Su cronología se puede ajustar a finales del
s. III a.C. - inicios del s. II a.C. (Font 1970: 124).
- 0208: peine sencillo, rectangular y de puente moldurado
(III.5.1.1). Fue transformado a posteriori, tal vez por una rotura
fortuita, lo que le dotó de una forma peculiar que no se corresponde con la original. En uno de los lados del puente se ve con
claridad un orificio circular parcialmente conservado, de 0,4 cm
de diámetro, y se intuye otro al lado. Tras la readecuación del
peine, ambos quedaron inutilizados. Otros dos pequeños orificios abiertos se sitúan a ambos lados de la parte inferior de la
elevación del puente. Los laterales están incompletos, por lo
que no se puede afirmar que tuviera patas, aunque es lo más
probable. Sus dientes arrancan de una línea horizontal incisa
en la parte mesial. La ornamentación se repite en ambas caras,
aunque una de ellas está más deteriorada: se individualizan tres
metopas separadas mediante una doble línea vertical; en ambos
extremos se representa una herbácea vista de frente, incompleta
por la modificación del peine; en la metopa central se realizaron
dos L, orientadas de forma inversa, rellenadas con una retícula,
y entre ellas una línea discontinua de pequeños rectángulos impresos. Las manos que lo retocaron y permitieron que siguiera
en uso eran sin duda de una persona con conocimiento del trabajo en materias duras, pues el trabajo del marfil, por el tamaño
y calidad de las piezas y la escasez de la materia, estaría destinado, preferentemente, a artesanos bien capacitadados. Por ejemplo, en época romana está atestiguada la reparación de peines
por el refector pectinarius (Jiménez Melero 2011: 83).
- 0207: peine sencillo, trapezoidal y de puente moldurado (III.5.1.1). Los dientes arrancan de una doble línea horizontal incisa y están flanqueados por sendas patas. Dos
pequeños orificios abiertos se sitúan a ambos lados de la
parte inferior de la sobreelevación del puente. Ambas caras
tienen la misma decoración vegetal, incisa, dispuesta en banda continua; en las zonas próximas a los laterales se realizan
triples círculos concéntricos con orificio central; de la parte superior de cada uno de ellos surge una línea curva que
converge hacia la parte central del peine y, por debajo, un
199
[page-n-217]
0223
0313
0320
0316
0216
0228
0311
0314
0315
0304
0302
0319
0310
0318
0317
0252
Figura 5.185. Fragmentos de objetos apuntados de La Serreta.
0222
0225
0294
0238
0295
0224
0244
0312
Figura 5.186. Aguja, biapuntado,
stilus y punzones de La Serreta.
200
[page-n-218]
triángulo relleno con líneas rectas. En medio de todo ello,
una flor longitudinal con dos pétalos, rellena de trazos rectos y verticales. El estudio directo de la pieza permite ofrecer esta nueva interpretación, desestimando el que se trate de dos aves afrontadas, con el pico cerrado, y una doble
hoja entre ambas (Font 1970: 124-125). El motivo vegetal
está compuesto por una flor abierta, con los extremos de la
corola terminados en capullo (Badal et al. 2010: 108-109,
fig. 100A). En la parte frontal de las patas, líneas paralelas incisas, en horizontal; en la zona medial del lateral, decoración
tallada en horizontal, mientras que en la proximal conserva
en mal estado dos cortos salientes parecidos a los realizados
en algunos peines del Cerro de las Cabezas, por lo que podría
tratarse de una representación esquemática del prótomo de un
caballo. Además, en la parte elevada del puente cuenta con
una serie de tres líneas incisas, en diagonal.
- Se recuperó también una cuenta fracturada e incompleta,
fragmentada por las capas de crecimiento propias del marfil, sus
medidas conservadas son: 2,05 x 1,8 x 0,55 cm. La perforación
central circular tiene un diámetro de 0,6 cm. Fue recuperada en
la campaña de 1968 realizada en el Sector G, el área más oriental del poblado, en el departamento G29, un espacio doméstico
(fig. 5.182) (Llobregat et al. 1992: 64).
Por otro lado, se han documentado siete varillas manufacturadas sobre diáfisis de macromamíferos (0212, 0286, 0287,
0288, 0289, 0289, 0291) (fig. 5.189). No consideramos que
se traten de soportes sobre los que realizar otras piezas ya que
presentan todas las caras muy regularizadas mediante abrasión y/o pulido, por lo que cabría pensar que se tratan de objetos terminados cuya función no podemos precisar con seguridad. Su anchura está estandarizada entre 0,9 - 0,7 cm. Ninguno
se ha conservado completo, por lo que desconocemos sus longitudes totales.
Asimismo, identificamos cuatro bisagras realizadas sobre
metápodos de animales de talla media y grande (0209, 0245,
0247, 0278) (tabla 5.65 y fig. 5.190). El ejemplar 0209 tiene
dos perforaciones circulares de 0,4 cm de diámetro que atraviesan una de las paredes óseas (subtipo III.4.5.2). Fue realizada
sobre un metatarso de un macromamífero, quizás de un equino.
Tiene una longitud de 6 cm y una sección circular de 0,4 cm. En
uno de sus extremos presenta tres líneas incisas horizontales.
Fue recuperada en el sector F, habitado entre el s. III e inicios
del s. II a.C., concretamente en el dep. F1, espacio en el que
se halló el conocido Vas dels Guerrers (Olmos y Grau 2005) y
el grupo de terracota de la Diosa Madre, interpretado como un
lugar de culto de carácter privado o la habitación de un personaje destacado de la comunidad que poseía materiales de gran
valor (Grau 1996: 115). Pudo formar parte de algún mueble o
caja de madera existente en dicho departamento. Por su cara
externa la pieza presenta estrías de utilización provocadas por
el giro continuado.
La bisagra 0245 tiene unas medidas comparativamente inferiores: 1,35 x 1,8 x 1,6 cm y una perforación circular de 0,3 cm
de diámetro (subtipo III.4.5.1). Por la cara externa cuenta también con evidencias de su utilización. Por su parte, los ejemplares 0247 y 0278 se encuentran incompletos, en el primer caso no
podemos asegurar si la pieza tendría una o varias perforaciones;
0278, aunque fracturada, creemos que podría contar con una
perforación circular y otra rectangular enfrentada (III.4.5.3), sí
conserva la longitud total: 3,8 cm. Por la parte externa presenta
unas llamativas manchas de metal, que parecen provocadas por
el contacto continuo con alguna materia prima en esos puntos.
Aparte de la cuenta de marfil, documentamos otras tres
cuentas circulares realizadas sobre hueso: 0241, 0242 y 0248
con diámetros de 2,5 cm (0241), 2,2 cm (0242) y 1,7 cm
(0248). Además, encontramos otra pequeña cuenta circular que
funciona como embellecedor de una fíbula de hierro (0231)
(fig. 5.190 y tabla 5.65). Al publicar la fíbula, recuperada
en las excavaciones antiguas, se describio como: “Fíbula de
La Tène, que conserva el puente, el pie largo y un lateral del
resorte, cuyo eje remata en una bolita de materia orgánica,
posiblemente hueso o marfil” (Grau y Reig 2002-2003: 108).
Tras revisar macro y microscópica la pieza consideramos que,
aunque parecía una cuenta ósea, lo más adecuado era llevar
a cabo un análisis específico mediante X-Ray Fluorescence (XRF) para asegurar su composición. Este fue realizado
por G. Gallello del grupo ArchaeChemis (UV). Así, se examinaron cuatro puntos, tres de ellos sobre la posible cuenta
de hueso y uno sobre el arco de la fíbula de hierro. Como se
aprecia en la tabla 5.66 los resultados obtenidos en los tres
primeros puntos indican que P2O5 y CaO son los principales
elementos detectados, se trata de componentes de la hidroxiapatita, por lo que corroboraríamos que está realizada sobre
hueso. Por su parte, en el punto 4, como cabía esperar al ser
tomado sobre el puente de la fíbula, el hierro (Fe) es el principal elemento identificado.
Asimismo, se efectuaron también análisis de XRF sobre
una falange primera de Bos taurus recuperada en la revisión
de la fauna de La Serreta para identificar la composición del
color rojo presente, de forma evidente, en su superficie (0260)
(fig. 5.190). Como podemos apreciar en la tabla 5.67 en los tres
puntos de medición de nuevo P2O5 y CaO son los principales
elementos detectados (componentes inorgánicos propios del
hueso). Sin embargo, los valores de hierro son altos, sobre todo
en el primer punto de medida (2 %), donde la intensidad del
color está más acentuada. Por tanto, ello nos indica que la coloración de la falange se obtuvo a través de un pigmento con base
de óxido de hierro.
Se trata del único hueso totalmente pintado que documentamos en los registros ibéricos. Además, no es un objeto
utilitario, ya que el hueso no ha sufrido modificación alguna
más allá de la coloración. Por tanto, es una pieza excepcional. Se conocen falanges de caballo modificadas e interpretadas como ídolos en yacimientos neolíticos como Çatalhöyük
(Konya, Turquía) (Russell y Griffitts 2013) o Tell Dja’de el
Mughara (Siria) (Christidou et al. 2009), aunque no se señala
la presencia de pigmentos en ninguna de ellas. Por su parte,
los denominados ídolos falange, realizados sobre la primera
falange de bóvidos, cérvidos, equinos, ovicaprinos o suidos,
se distribuyen por el sureste peninsular, entre el estuario del
Tajo, la cuenca media del Guadiana y, de forma más dispersa,
en el Algarve portugués para cronologías del Neolítico final y
Calcolítico (Pascual 2012b: 19-20). Para época ibérica, como
hemos señalado, no conocemos la existencia de este tipo de
ídolos, si bien la cuidada coloración de la falange nos remite a
un posible uso y significado simbólicos. Desafortunadamente,
la ausencia de un contexto claro de hallazgo no nos permite
aclarar mucho más acerca de su vinculación a otros elementos
201
[page-n-219]
Tabla 5.65. Industria sobre materias duras animales de La Serreta (salvo los objetos apuntados).
ID
Ubicación
Clasif. tipológica
U. anatómica
Animal
Marcas*
Decor.
207
-
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante
A/P
Sí
208
-
III.5.1. Peine
Colmillo
Elefante
A/P/Pr
Sí
209
Sector F. Dep. F1
III.4.5. Bisagra
Metatarso
Macromamíf.
P/C/V/Pr
Sí
212
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
218
Sector F
III.4.1. Mango
Colmillo
Elefante ind.
P
Sí
231
Sector G. Dep. G6
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
-
P/Pr
No
240
-
III.4.1. Mango
Colmillo
Elefante ind.
P
No
241
-
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Pr
No
242
-
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
243
Sector G. Dep. G29
III.6.5. Cuenta
Colmillo
Elefante ind.
P/Pr
No
245
-
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Meso/Macromamíf. A/P/Pr
No
247
Sector C. Dep. C2
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamíf.
C/V/Pr
No
248
Sector G. G2
III.6.5. Cuenta
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P/Pr
No
249
Sector B (?)
VI.I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Bovino
C
No
256
Sondeo 3. Entrada poblado
VI.I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
C/Ab
No
258
Cata clandestina
VI. Astrágalo
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
259
-
I. Matriz
Cráneo y arranque asta Ciervo
Pe/F/C
No
260
Sector B (?)
III.9.2. Falange decorada Falange I
Bovino
-
Sí
278
Puerta. Entrada poblado
III.4.5. Bisagra
Metápodo
Macromamíf.
A/Pr
No
279
-
II. Soporte
Tibia (?)
Macromamíf.
A
No
280
-
III.6.1. Anillo (?)
Tibia (?)
Macromamíf.
P/V/Pr
Sí
284
-
II. Soporte
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
285
-
II. Soporte
Diáfisis
Macromamíf.
C
No
286
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
287
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
Ab/P
No
288
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
289
-
III.3.1.Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
290
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
291
-
III.3.1. Varilla
Diáfisis
Macromamíf.
P
No
296
Sector B (?)
I. Matriz
Percha y luchadera
Ciervo
C
No
297
Sector B (?)
V. Desecho/II. Soporte
Candil
Ciervo
-
No
298
Sector B (?)
V. Desecho
Clavija ósea
Bovino
A
No
VI.I.Astrágalo trab.
Astrágalo
Ovicaprino
Ab
No
1051 Sondeo 3. Entrada poblado
* Marcas de trabajo: Pe-Percusión; F-Flexión; A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Pr-Perforación.
materiales. Cabe apuntar que, en las memorias de los primeros
años de excavaciones en el yacimiento se recoge que: “En una
de las falanges se aprecian detalles de haber sido labrada como
para hacer algún idolillo” (Visedo 1923: 8). No hemos tenido
la oportunidad de ver dicha pieza y no sabemos cuáles son esos
detalles, pero llama la atención que, en un momento en el que
la atención no se centraba especialmente en la fauna, Visedo
describiera esta particularidad. Por ello, cabría preguntarse si
en La Serreta persistió o existió algún tipo de uso ritual o simbólico de estos huesos que no hemos documentado en otros
poblados ibéricos.
202
Por otra parte, hemos identificado una pieza, 0280, que podría considerarse como un anillo o anilla realizado sobre una
diáfisis de macromamífero aserrada; por la forma de su sección
se trataría seguramente de una tibia. La pieza presenta marcas
de pulido por la parte externa y tiene una línea incisa paralela
al extremo proximal del que dista 0,15 cm. Resulta interesante
prestar atención al soporte 0280 que parece encajar con la forma
y sección de este anillo (fig. 5.190 y tabla 5.65)
Por otro lado, documentamos otras evidencias de la manufactura sobre materias duras animales (fig. 5.190 y tabla 5.65),
como dos matrices de asta de ciervo. Se corresponden con las
[page-n-220]
0207
0243
0218
0240
0208
Figura 5.187. Piezas de marfil de La Serreta.
Figura 5.188. Detalle de parte de los rebajos, incrustaciones de ámbar y del estaño empleado como adherente en el mango de marfil
0218. Fotografía: Eva Collado Mataix.
partes basales, una de ellas de un asta obtenida mediante la caza
y sacrificio del animal (0259) y otra obtenida mediante su recolección tras el desmogue (0296). Ambas tienen marcas de cortes
profundos realizados con útiles metálicos, probablemente azuelas o hachas. Reflejan las dos vías de aprovisionamiento de esta
materia prima.
Además, contamos con otro candil de asta de ciervo, con dos
soportes de hueso y con una clavija ósea de Bos taurus aserrada
por el extremo proximal. El soporte 0284 resulta especialmente
interesante ya que en él se distingue la forma de un útil alargado,
con un extremo biselado y otro posiblemente apuntado, al que
le falta tallar el cuerpo y realizar la fase de acabado y regularización; todo indica que se trataría de un stilus en proceso de
elaboración. Por su parte, el soporte 0285 aunque es semejante
a las varillas tiene en el cuerpo marcas de cortes del proceso de
0286
0212
0290
0291
0287
0288
0289
Figura 5.189. Varillas de hueso de La Serreta.
203
[page-n-221]
0241
0209
0278
0247
0242
0245
0248
0279
0296
0260
0231
0280
0297
0298
0284
0259
0285
Figura 5.190. Otras piezas terminadas y evidencias de trabajo del hueso, asta y cuerno de La Serreta. En las piezas 0231 y 0260 se señalan
los puntos medidos en los análisis de XRF.
Tabla 5.66. Composición química de los puntos de análisis por
XRF de la pieza 0231. La concentración de elementos se expresa
en porcentajes (%). Autor: G. Gallello.
Tabla 5.67. Composición química de los puntos de análisis por
XRF de la pieza 0260. La concentración de elementos se expresa
en porcentajes (%). Autor: G. Gallello.
ID
P2O5
CaO
Fe
Sr
1
10
14
3
0,03
ID
P2O5
CaO
Fe
Sr
2
9
13
2
0,02
1
47
60
2
0,04
3
8
12
2
0,02
2
25
28
0.5
0,03
4
< LOD
0.3
29
< LOD
3
12
16
0.5
0,04
204
[page-n-222]
desbastado y ninguna evidencia de pulido o abrasión. Por tanto,
como podemos ver, las piezas de otras fases de la cadena operativa son escasas, pero muy representativas.
Por último, nos queda hacer alusión a cuatro astrágalos trabajados: tres de ovicaprinos, todos izquierdos (NMI = 3), uno
de ellos, 0256, con las caras lateral y medial modificadas en
ángulo recto mediante abrasión (tipo C1) y los otros dos, 0258 y
1051, con las mismas marcas tecnológicas, pero únicamente por
la cara lateral (tipo A1) y un ejemplar de Bos taurus (0249) también izquierdo cuya cara lateral fue cortada en sentido oblicuo
(tipo A3) (tabla 5.65). Las tabas 0256 y 1051 fueron recuperadas en el sondeo 3 realizado en la puerta de entrada al poblado
en la campaña de 1993.
5.38.3. breve valoración global
De la colección de industrias sobre materias duras animales
de La Serreta podemos destacar la relevancia de las piezas de
marfil, las interesantes evidencias de huesos, astas y cuernos en
proceso de trabajo y el conjunto de piezas terminadas entre las
que sobresalen los alfileres. Encontramos además una diversa
representación de útiles y de adornos que remiten a una presencia destacada de este tipo de objetos en el poblado. Su revisión
desde diferentes puntos de vista: tipológico, tecnológico, decorativo, etc. y con diversos métodos de trabajo (análisis macroscópico, microscópico y de XRF) nos ha permitido configurar un
panorama heterogéneo.
Así, en este oppidum debió existir una o varias personas
que manufacturaran las materias duras animales. Los desechos
y soportes de hueso identificados en el yacimiento remiten a
la ejecución clara de objetos apuntados y de posibles anillos
o arandelas; así como el aprovisionamiento y manufactura de
las astas de ciervos obtenidas tanto por la caza como por la
recolección demuestran su utilización para realizar objetos. Al
mismo tiempo, la identificación de al menos una clavija ósea
de Bos taurus aserrada nos permite plantear que los estuches
córneos serían aprovechados, al menos de forma puntual. En
cuanto a los objetos de marfil podemos destacar que los dos
peines recuperados en el yacimiento pertenecen al denominado
estilo I, inspirados o quizás fabricados en el Cerro de las Cabezas (Mata Parreño et al. 2017: 150); no obstante, uno de ellos
está rectificado a consecuencia de una rotura fortuita, quizás
en el propio poblado. Las manos que lo retocaron y permitieron que siguiera en uso eran sin duda las de una persona con
conocimiento del trabajo en materias duras (know-how), pues
el trabajo del marfil, por la escasez de la materia prima y por el
tamaño y calidad de las piezas sería realizado por artesanos y
artesanas con altas capacidades.
5.39. EL PUIG (ALCOI, ALICANTE)
5.39.1. introducción al yacimiento
El poblado fortificado de El Puig (Alcoi, Alicante) está situado
en el extremo noreste de La Canal d’Alcoi, se alza sobre un cerro a 888 m s.n.m. cortado por los barrancos de la Batalla y les
Florències, ocupando un área de 1,5 ha (Grau et al. 2012: 45)
(fig. 5.159). La existencia del yacimiento es conocida, al menos,
desde inicios del s. XIX. A principios del s. XX, C. Visedo Mol-
tó realizó varios reconocimientos del sitio denunciado las desafortunadas intervenciones de “buscadores de tesoros” (Visedo
1959: 69). Entre 1958 y 1976, V. Pascual Pérez, sucesor de Visedo como conservador del Museo Arqueológico Municipal de
Alcoi, llevó a cabo diversos estudios acerca de los materiales recogidos en El Puig (Pascual Pérez 1952). Las primeras excavaciones sistemáticas se realizaron entre 1959 y 1964, gracias a la
colaboración de M. Tarradell (Tarradell 1969; Llobregat 1972:
52-55). Posteriormente, en la década de 1980, F. Rubio dirigió
otras seis campañas de excavación, proponiendo una ocupación
discontinua del yacimiento entre la Edad del Bronce y época
ibérica (Rubio 1985). Sin embargo, las revisiones posteriores
de los fondos materiales de El Puig y las nuevas intervenciones
de excavación y consolidación realizadas en colaboración entre la Universitat d’Alacant y el Museu Arqueològic Municipal
Camil Visedo Moltó entre 2004 y 2012, dirigidas por I. Grau,
permitieron definir que el inicio de la ocupación se produjo en
la I Edad del Hierro, en el tránsito del s. VIII al s. VII a.C. Esta
ocupación se extendería hasta el s. IV a.C. (Grau et al. 2012: 46;
Grau y Segura 2013: 93). La localización estratégica en altura
del poblado le permitió ejercer un control óptimo de las tierras
y vías de comunicación circundantes, lo que contribuyó a hacer
de este enclave uno de los más importantes de la zona central
de la Contestania ibérica en el s. IV a.C. (Grau et al. 2012: 45).
5.39.2. el conjunto analizado
La revisión de la industria sobre materias duras animales de este
yacimiento se ha llevado a cabo en el Museu Arqueològic Municipal Camil Visedo Moltó (Alcoi). En total, hemos documentado 18 piezas elaboradas sobre materias duras animales que presentamos en función de su cronología (tabla 5.68 y fig. 5.191).
5.39.2.1. Edad del Hierro
Hemos revisado seis piezas que fueron halladas en el cuadro 8D, en la parte alta del poblado, en las excavaciones de
los años ochenta del siglo pasado (Rubio 1985: 96-97) (fig.
5.191.a y tabla 5.68). Resulta difícil precisar información sobre sus contextos de hallazgo al no haber sido publicados de
manera global y no formar parte de la revisión de los materiales de las excavaciones antiguas de El Puig: “Los materiales de las excavaciones de Rubio constituyen un estudio
en buena parte independiente, pues afectan principalmente
a una zona de la Corona, o parte cimera del poblado, que
constituye un agregado urbano o barrio, perfectamente individualizado, lo que justifica un estudio en sí mismo” (Grau
y Segura 2013: 31). Sabemos que fueron recuperados en la
denominada capa 3 que, según la explicación estratigráfica de Rubio, se correspondía con una capa de tierras grises
donde solo se recuperaron materiales de la Edad del Bronce
(Rubio 1985: 100). Como hemos señalado, las revisiones de
materiales indican que esta fase identificada de la Edad del
Bronce parece corresponderse realmente con el Hierro I, por
lo que es probable que estas piezas pertenezcan a esta fase
cronocultural. Documentamos cuatro punzones, dos de ellos
realizados sobre tibias de ovicaprino (tipo A121a de López
Padilla 2011); un astrágalo derecho de Bos taurus con la cara
lateral modificada ligeramente por abrasión (tipo A1) y un
desecho del trabajo del hueso: una diáfisis con marcas claras
de facetado por cortes con un útil metálico (0263). Conside205
[page-n-223]
Tabla 5.68. Industria sobre materias duras animales de El Puig ordenada por fase cronológica.
ID Cronología
Campaña
Ubicación
Clasif. tipológica U. anatómica Animal
Marcas*
Decor.
261 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1986 - Rubio
Cuadro 8D-a. Capa 3
III.1.6. Punzón
Tibia
Ovicaprino
C
No
262 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1986 - Rubio
Cuadro 8D-a. Capa 3
VI.1. Astrágalo
trab.
Astrágalo
Bovino
Ab
No
263 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1986 - Rubio
Cuadro 8D-a. Capa 3
V. Desecho
Diáfisis
Macromamíf. C
No
264 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1987 - Rubio
Cuadro BD-b3. Capa 3 III.1.6. Punzón
Tibia
Ovicaprino
No
265 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1987 - Rubio
Cuadro BD-b3. Capa 3 III.1.6. Punzón
Diáfisis
Mesomamíf. Ab/P/C
No
266 Ss. VIII-VI a.C. (?)
1988 - Rubio
Cuadro BD-b2. Capa 3 III.1.6. Punzón
Diáfisis
Meso/macro- Ab/P
mamíf.
No
272 Ss. VIII-VI a.C. (?)
-
-
III.1.6. Punzón
Tibia
Oveja
No
275 Ss. VIII-VI a.C. (?)
-
-
III.1.6.P unzón
Diáfisis
Meso/macro- C/P
mamíf.
No
342 s. VIII - VII a.C.
2010 - Grau
UE 10000
III.6.6. Fusayola Cabeza
femoral
Bovino
No
270 Fin. s. V - s. IV a.C. -
-
III.1.2. Alfiler
Diáfisis
Macromamíf. P
Sí
271 Fin. s. V - s. IV a.C. -
-
III.1.2. Alfiler
Colmillo
Elefante
P
Sí
III.6.5. Cuenta
Vértebra
Tiburón
sedoso
Ab/Pr
No
Fíbula
Mesomamíf. C
No
277 S. IV a.C.
1964 - Tarradell Sondeo C-4
Ab/C
C
C/Pr
341 Fin. s. V - s. IV a.C. 2008 - Grau
Casa A. Ámbito 1000
III.1.6. Punzón
343 Fin. s. V - s. IV a.C. 2011 - Grau
Ámbito 20000
III.1. Obj. apun- Diáfisis
tado
Mesomamíf. P/C
No
346 Final s. V - IV a.C.
2009 - Grau
Casa A. Ámbito 4000
III.3.7. Bobina
Colmillo
Elefante (?)
No
267 -
1964 - Tarradell Sondeo A-2
III.1.6. Punzón
Diáfisis
Macromamíf. -
No
273 -
1964 - Tarradell Sondeo A-4
III.10. Indeterm. Candil
Ciervo
Ab/P/A
No
274 -
-
V. Desecho/II.
Soporte
Ciervo
A/V
No
-
Candil
P/Tt
* Marcas de trabajo: A-Aserrado; C-Corte; V-Vaciado; Ab-Abrasión; P-Pulido; Tt-Tratamiento térmico; Pr-Perforación.
ramos además que, por similitud de las piezas, los ejemplares
0272 y 0275, de los que desconocemos su ubicación, pertenecerían también a esta primera etapa de vida del poblado.
Cabe señalar que el punzón 0272 presenta cinco cortes marcados de perfil en V. Por su parte, la fusayola semiesférica
(III.6.6.1) realizada sobre una cabeza femoral de Bos taurus
de dimensiones: 3,7 x 3,6 x 2 cm, con una perforación circular de 0,7 cm y un peso de 11 g fue recuperada en la campaña
del año 2010 en la UE 10000 en los estratos del Hierro antiguo (Basso Rial 2018: 51).
5.39.2.2. Época ibérica
Contamos con seis piezas que pueden asociarse a la fase ibérica
de finales del s. V - s. IV a.C. (fig. 5.191.b y tabla 5.68). Por un
lado, documentamos dos alfileres: uno de ellos (0270) se conserva completo con una longitud de 8 cm y una sección circular de
0,5 cm de diámetro. La parte proximal, terminada en forma de
remate redondeado (III.1.2.1.a) está decorada con dos molduras y
ocho líneas incisas horizontales y paralelas, está realizado sobre
una diáfisis de hueso largo de macromamífero. Desconocemos su
ubicación. El segundo alfiler está incompleto, fue manufacturado
sobre marfil, apreciándose la textura, el color y la fracturación por
capas propia de esta materia prima. La parte proximal, rematada
206
de forma plana (III.1.2.1.c) es de sección cuadrada y está decorada por las cuatro caras con dos motivos en aspa delimitados por líneas horizontales (0271). Consideramos que no se trata de la única pieza de marfil del oppidum, ya que la bobina 0346 parece estar
manufacturada sobre marfil, ya que en sus extremos se aprecian
finas capas diferenciadas y la superficie externa resulta más pulida
que el hueso; aunque por su pequeño tamaño (1,8 cm de longitud
y 0,9 cm de diámetro máx.) y debido a que la pieza está muy modificada y quemada (color negro) no podemos precisarlo con total
seguridad. Fue recuperada en el ámbito 4000 de la Casa A. Por
su parte, en el ámbito 1000 de esta misma vivienda se halló un
punzón realizado sobre una fíbula de mesomamífero. Cabe señalar que la casa A está compuesta de cuatro estancias, dos de ellas
excavadas por el equipo de V. Pascual en 1975 y dos departamentos excavados a principios del s. XXI, precisamente, los ámbitos
1000 y 4000 (Grau y Segura 2013: 173) (fig. 5.192).
En el ámbito 20000 (Grau y Segura 2013: 120-121) se recuperó también un fragmento de la parte distal de un útil apuntado (0343). Especialmente interesante resulta la pieza 0277,
se trata de una cuenta realizada sobre una vértebra de pescado
(III.6.5.2), en concreto sobre una vértebra de un tiburón de grandes dimensiones de la familia Carcharhinidae, probablemente
un tiburón jaquetón (Carcharhinus falciformes) o un tiburón
[page-n-224]
a)
0263
0342
0265
0261
0264
0266
0275
0272
0262
b)
0270
0341
0271
0343
0346
0277
0273
c)
0267
0274
Figura 5.191. Industria sobre materias duras animales de El Puig. a) Piezas de la Edad del Hierro I. b) Piezas de época ibérica. c) Piezas
de las que desconocemos su contexto y cronología.
trozo (Carcharhinus plumbeus). La pieza está completa (2,5 x
1,7 cm) y ha sido modificada realizando una perforación central
en el canal medular de forma circular (0,9 cm) para que pueda
ser colgada (Marlasca et al. 2019). Se encontró en el sondeo
C-4, uno de los 11 sondeos realizados en la meseta superior de
El Puig en la campaña de 1964 dirigida por Tarradell y Pascual
(Grau y Segura 2013: 26). A pesar de que no se conoce el contenido de la memoria de excavación de ese año algunos de los
hallazgos más relevantes fueron publicados con posterioridad,
como un kylix de barniz negro con una inscripción ibérica en
su fondo exterior (Fletcher 1972: 123-124). Por ello, podríamos
situarla cronológicamente en el s. IV a.C.
5.39.2.3. Contexto desconocido
En otros dos de los sondeos realizados en 1964, A-2 y A-4, cuya
ubicación aparece señalada por Llobregat (1972: 53) y Grau y
Segura (2013: fig. 1.16), se recuperaron un fragmento distal de
un punzón (0267) y una pieza indeterminada manufacturada
sobre un candil de Cervus elaphus (0273) (fig. 5.191.c y tabla
Figura 5.192. Planta de las Casas A y B (Grau et al. 2015: fig. 13).
Subrayadas en azul las estancias de la Casa A donde se ha recuperado industria sobre materias duras animales.
207
[page-n-225]
5.68). Desconocemos la funcionalidad de esta última pieza,
siendo característica la forma de bisel que presenta en el extremo modificado; su ausencia de paralelos en época ibérica nos
hace pensar que podría pertenecer a fases anteriores. De hecho,
López Padilla (2011: 397-398) recoge esta pieza en su revisión
de materiales de la Edad del Bronce identificándola como un
pico tipo P233, con un vaciado parcial del tejido esponjoso del
asta en el extremo opuesto a la parte apuntada y que podría haber funcionado como refuerzo al extremo de instrumentos elaborados en madera. Por último, sin contexto claro, encontramos
otro candil de ciervo que, en este caso, tiene evidencias de aserrado y de un vaciado parcial que podrían indicar que se encontraba en proceso de elaboración o que fue descartado (0274)
(figs. 5.191.c y tabla 5.67).
5.39.3. breve valoración global
Así con todo, a pesar de tratarse de un conjunto reducido integrado por 18 piezas y para el cual hemos tenido problemas de
asociaciones cronológicas y contextuales, las piezas analizadas
nos indican que, aunque de forma puntual, los objetos elaborados sobre materias duras animales estuvieron presentes a lo
largo de toda la vida del poblado, siendo los punzones los útiles
más representados, especialmente en la fase del Hierro I. Para
la ocupación ibérica, en el s. IV a.C., debemos destacar la presencia de dos materias primas alóctonas al territorio inmediato
de El Puig como son la vértebra de un gran tiburón y las dos
posibles piezas elaboradas sobre marfil. Ello nos reflejaría un
intercambio comercial del asentamiento de este tipo de pequeños objetos, en cierto modo exóticos y en los que prevalece su
función de adorno y de distintivo económico y social.
5.40. OTROS YACIMIENTOS IBÉRICOS CON PIEZAS
DESTACADAS
Por último, en este bloque incluimos seis yacimientos del sureste peninsular (fig. 5.193) de los que no hemos revisado toda
su industria sobre materias duras animales ni sus colecciones de
fauna, pero sí hemos analizado piezas destacadas, fundamentalmente peines y mangos de marfil que incorporamos a nuestro
estudio para poder aportar una visión más precisa de la dispersión de este tipo de piezas en los poblados iberos en todo el territorio peninsular. Esperamos que en un futuro puedan llevarse
a cabo revisiones completas de todas las colecciones de objetos
de materias duras animales de cada uno de estos asentamientos,
ya que la presencia de objetos ebúrneos apunta, casi con total
seguridad, a la existencia de otros objetos manufacturados en
hueso, cuerno y asta.
esta última discutida por otros autores (García Huerta y Morales
2009: 183). Uno de ellos depositado en el Museo de Ciudad
Real (1040) y los otros cinco en el Museo Municipal de Valdepeñas (1041, 1042, 103, 1044, 1045) (fig. 5.194).
- 1040: peine sencillo, trapezoidal y de puente recto
(III.5.1.2). Los dientes están protegidos por dos anchas patas.
Se encontró junto a una torre anexa al posible santuario N. En
ambas caras la decoración incisa, geométrica, se estructura en
metopas de ancho variable; en la parte frontal de las patas, una
línea incisa en zigzag, con los espacios triangulares rellenos de
trazos longitudinales; la parte medial del lateral presenta molduras y, en el puente, la decoración es una sucesión de cortos
trazos incisos.
- 1041: peine sencillo, rectangular y de puente moldurado
(III.5.1.2), está alabeado. Los dientes parten de un doble trazo
fino longitudinal que llega hasta las patas. Se recuperó en una
zona de trabajo y algunas partes están bastante deterioradas. En
ambas caras la decoración geométrica e incisa se estructura en
metopas de tamaño variable, teniendo la central mayores dimensiones; en la parte frontal de las patas, doble trazo inciso
en zigzag de factura irregular, con los espacios alternos rellenos
de incisiones longitudinales en cantidad y tamaño variables; en
la parte proximal y medial del lateral, mediante tallado e incisión se han realizado sendas cabezas de equino, detallándose las
frontaleras y narigudas con líneas horizontales. En el puente,
la parte sobreelevada tiene círculos incisos con punto central,
separados por trazos transversales; en los laterales rebajados,
trazos incisos en espiga rematados por dos pequeños triángulos
sobreelevados. Cuando se mira de frente, conforman las orejas
y cabeza, con crin detallada, de un caballo.
- 1042: peine sencillo, rectangular y de puente moldurado
(III.5.1.2). Los dientes surgen a partir de una doble línea horizontal incisa que se prolonga por las patas. Se recuperó en un
espacio anexo a uno de los posibles santuarios del yacimiento.
La decoración en ambas caras es incisa y geométrica estructurada en metopas de tamaño variable, separadas por una sucesión
de líneas diagonales, cuya anchura está delimitada por dos lí-
5.40.1. el cerro de las cabezas (valdepeñas, ciudad real)
El Cerro de las Cabezas es un asentamiento de 14 ha habitado
desde el Bronce Final a finales del s. III a.C. (Vélez y Pérez
Avilés 2008: 38). Las excavaciones se han centrado en la parte
baja del yacimiento y en la ocupación más reciente (s. III a.C.).
Se han exhumado espacios domésticos y de trabajo, lugares de
culto y calles, así como buena parte de la muralla. Se conocen
seis peines de marfil, el conjunto más numeroso detectado en
un yacimiento ibérico, procedentes de zonas artesanales y santuarios (Vélez y Pérez Avilés 2010; Carmona 2013), atribución
208
Figura 5.193. Ubicación de los yacimientos: 40) El Cerro de las
Cabezas (Valdepeñas); 41) Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla);
42) L’Alcúdia (Elche); 43) Pajar de Artillo (Santiponce); 44) Cerro
de la Cruz (Almedinilla); 45) El Chuche (Benahadux).
[page-n-226]
1040
1041
1042
1043
1045
1044
Figura 5.194. Peines de marfil del Cerro de las Cabezas.
209
[page-n-227]
neas verticales; en la parte frontal de las patas, una línea incisa
en zigzag; en los laterales, mediante molduras en la parte proximal y medial, se reproducen sendas cabezas de caballo con las
orejas triangulares sobreelevadas; también se indican con trazos
incisos las frontaleras y las narigudas. En el puente, las incisiones en espiga en las zonas rebajadas simulan las crines de los
animales, que surgen justo tras las puntiagudas orejas.
- 1043: peine sencillo y de puente recto (III.5.1.2), incompleto. Los dientes parten de una doble línea horizontal incisa.
A ambos lados del peine se desarrollarían las patas no muy
anchas, de las que sólo se conserva el arranque de una. Se
halló en una zona de trabajo. En ambas caras la decoración
geométrica, incisa, se desarrolla en una banda continua; en la
parte medial del lateral presenta una moldura; y en el puente,
círculos incisos.
- 1044: peine sencillo, trapezoidal, de puente recto y ligeramente combado (III.5.1.2). Todos los dientes están incompletos,
de hecho, pocos superan el espacio en el que empiezan a quedar
exentos. Se encontró en una zona de trabajo. En ambas caras la
decoración es incisa compuesta por una línea horizontal próxima al puente y otras dos en la zona inferior de la parte medial,
marcando el arranque de los dientes; en la parte medial del lateral presenta una pequeña moldura.
- 1045: fragmento correspondiente a la parte mesial de un peine sencillo que, aparentemente, tiene el puente recto, ligeramente redondeado en el lateral conservado (III.5.1.2). De los dientes
apenas se conserva su arranque, están bien definidos, casi completamente exentos desde su inicio y debieron estar protegidos
por un par de patas no muy gruesas. No tiene decoración.
Los tres primeros peines presentados, 1040, 1041 y 1042 pertenecerían a lo que hemos denominado Estilo I: integrado por los
ejemplares de morfología predominantemente trapezoidal y puente
moldurado (III.5.1.1) y con decoración estructurada en metopas en
la parte mesial en las que predominan los círculos concéntricos con
punto central, acompañados de otros motivos geométricos como
cuadrados o grecas rellenos de líneas oblicuas. Las patas están decoradas con motivos en zigzag y en los laterales presentan molduras que, junto a las incisiones en el extremo del puente, componen
la cabeza de un caballo vista de frente, tal como se aprecia perfectamente en los ejemplares 1041 y 1042 (fig. 5.194). Este motivo
ornamental es un aspecto exclusivo de los peines ibéricos (Mata
Parreño et al. 2017: 153).
Por otra parte, el peine fragmentado 1043 está decorado,
tanto en ambas caras como en el puente, exclusivamente con
círculos concéntricos con un punto central. No conserva ninguna de las patas por lo que no sabemos si también estarían
talladas con forma de prótomo de caballo.
Los ejemplares 1044 y 1045 llaman la atención por su ausencia
de motivos decorativos, si bien el primero de ellos cuenta con molduras simples en los laterales y dos líneas horizontales que marcarían el arranque de los dientes y que serían de utilidad, como límite,
a la hora de aserrar dichos dientes. El segundo ejemplar está incompleto, conservándose solo un fragmento sin ningún tipo de decoración. La ausencia de decoración podría responder tanto a una
decisión artesanal como a que las piezas no estuvieran terminadas.
En los trabajos experimentales que hemos realizado (Mata Parreño
et al. 2018) comprobamos que la decoración sería el último paso
en la cadena operativa de elaboración de un peine, ya que la pieza
podría fragmentarse en el aserrado de los dientes, por lo que con210
vendría realizar la decoración una vez se tuviera asegurada la forma
y funcionalidad de la pieza. Por ello, debido a la concentración de
hasta seis piezas de marfil de elefante y la presencia de tres peines
del Estilo I cuyos patrones decorativos aparecen de forma similar
en ejemplares de La Serreta (fig. 5.187), el Tossal de Sant Miquel
(fig. 5.147) y El Chuche (fig. 5.198) nos lleva a proponer que en
este oppidum existiría un artesano o artesanos dedicados a la eboraria (Mata Parreño et al. 2017: 157).
5.40.2. coimbra del barranco ancho (jumilla, murcia)
El conjunto arqueológico de Coimbra del Barranco Ancho está
formando por el poblado, un santuario y tres necrópolis ibéricas: la del Barranco, al oeste del poblado; la de La Senda,
en la ladera norte del cerro del Maestre y la del Poblado, la
de mayores dimensiones situada en la parte más oriental. El
asentamiento se conoce desde finales del s. XVIII, aunque las
primeras intervenciones no se producirán hasta 1956 dirigidas
por J. Molina. Las excavaciones en este conjunto arqueológico
continúan desde 1977 con ciertos paréntesis (García Cano y
Page 2007; García Cano 2018).
Aunque es en la necrópolis del Poblado donde se ha localizado
una mayor concentración de piezas elaboradas sobre materias duras
animales, entre las que podemos destacar numerosos conjuntos de
astrágalos, placas perforadas y alfileres de hueso y mangos, dados
y tabas tallados en marfil (García Cano et al. 2008; Blasco Martín
2016; Mora García 2018; Mata Parreño et al. 2021); en el espacio
de hábitat se recuperó un mango con talón (III.4.1.3) manufacturado sobre marfil de elefante (0846) (fig. 5.195). No se conoce su
contexto de hallazgo, por lo que se data con la cronología general
del asentamiento entre el s. IV y el s. III a.C. (Page et al. 1987: 67).
La pieza tiene rebajos circulares, lanceolados, escutiformes y rectangulares en los que se insertarían incrustaciones de ámbar adheridas con estaño como soldadura blanda, tal como nos han permitido
identificar los análisis de XRF y FT-NIR efectuados sobre esta pieza, un mango de pequeño tamaño recuperado en la necrópolis del
Poblado, un ejemplar de El Cigarralejo y los dos mangos del Turó
de Montgròs (0662) (fig. 5.68) y de la Serreta (0218) (fig. 5.187)
incluidos también en este trabajo (Blasco Martín et al. 2019).
0846
Figura 5.195. Mango de marfil de Coimbra del Barranco Ancho.
[page-n-228]
0150
Figura 5.196. Peine de marfil de L’Alcúdia.
5.40.3. l’alcúdia (elx, alicante)
Asentamiento de unas 6 ha (Moratalla 2004-2005: 93) conocido
por el hallazgo de la famosa “Dama de Elche” y por sus cerámicas decoradas con motivos figurados. Se convirtió en colonia
romana y acuñó moneda con el nombre de Ilici. Los niveles
ibéricos más antiguos se datan en el s. V a.C. El yacimiento fue
excavado desde finales del s. XIX y durante el s. XX, sin que
se tenga una visión clara de su estratigrafía; no obstante, en los
últimos años se han llevado a cabo trabajos centrados en los
estudios de las excavaciones antiguas (Ronda 2018) y nuevos
proyectos de intervenciones arqueológicas con el objetivo de
entender de forma global este asentamiento ibero y romano del
sureste peninsular.
En el informe de las excavaciones de 1952 se publican, entre
otros materiales, un peine de marfil y una placa de hueso perforada, que podríamos datar entre el s. III y el s. II a.C., hallados
por debajo de un vertedero junto a varios objetos de plomo (Ramos Folqués 1956: 113, lám. CXIX).
El peine (0150) tiene una hilera de dientes, es de forma
trapezoidal y presenta el puente moldurado (III.5.1.1) (fig.
5.196). En la parte medial el inicio de los dientes está marcado por una doble línea horizontal incisa. Se conserva en buen
estado, aunque incompleto. En ambas caras tiene decoración
incisa: próximo a los laterales se realizan dos círculos concéntricos, dobles, con orificio central, enmarcados por un rombo
de varios trazos; hacia el interior surgen trazos en zigzag, simulando el pico abierto de dos aves, representadas de perfil y
enfrentadas. En la cara frontal de las patas cuenta con líneas
horizontales incisas; mientras que en la parte medial del lateral
aparecen molduras y en la proximal un saliente triangular que
recuerdan las cabezas de caballo de los peines del Cerro de
las Cabezas; por último, en la parte elevada del puente tiene
una serie de líneas paralelas, incisas y transversales. Por los
motivos decorativos que presenta lo incluimos dentro del denominado Estilo I de los peines 0140, 0141 y 0142 del Cerro
de las Cabezas (fig. 5.194).
Por su parte, la placa perforada (1172) está realizada sobre una
diáfisis de hueso largo de un animal de talla grande (fig. 5.197).
Está incompleta, tiene una longitud conservada de 7,5 cm y una
anchura total de 2,5 cm. Pertenecería al subtipo y variante tipológicos III.6.8.2.b: placa con dos hileras de perforaciones y
extremos rectos (si bien ligeramente redondeados), aunque solo
se conserva uno de ellos. Presenta 19 perforaciones circulares
completas dispuestas en las dos hileras de 0,2 cm de diámetro y
un orificio mayor en el extremo de 0,45 cm de diámetro.
5.40.4. pajar de artillo (santiponce, sevilla)
En el yacimiento de Pajar de Artillo, asentamiento indígena sobre el que se fundó en el año 206 a.C. la ciudad romana de Itálica, se localizó otro peine de marfil en el exterior de un espacio
doméstico datado por una moneda hispano-cartaginesa a inicios
del s. II a.C. (Luzón 1973: 15 y 55-56, fig. 15), aunque Jiménez
Melero en su revisión lo fecha a finales del s. III a.C. (2011:
271). Inicialmente se publicó como de hueso, pero está elaborado sobre marfil de elefante (Mata Parreño et al. 2017: 152).
Se trata de un peine sencillo, trapezoidal y de puente recto (III.5.1.2) (Mata Parreño et al. 2017: fig. 10-11.1). Solo
conserva una de las dos patas. El arranque de los dientes está
marcado por dos líneas horizontales incisas. Su decoración se
limita a unas molduras en la parte proximal del lateral, lo que
nos lleva a plantearnos, al igual que en el caso de los peines
Figura 5.197. Placa perforada 1172. Fotografía: Parque Arqueológico de L’Alcúdia.
211
[page-n-229]
0685
Figura 5.198. Peine de marfil de El Chuche. Fotografía: Museo Arqueológico de Almería.
1044 y 1045 del Cerro de las Cabezas (fig. 5.194), si pudiera
tratarse de un ejemplar sin terminar o de una elección personal
de carácter estilístico.
5.40.5. cerro de la cruz (almedinilla, córdoba)
El oppidum del Cerro de la Cruz está datado entre el s. III y el
s. II a.C. y tiene una extensión de 5 ha. Los trabajos arqueológicos han sacado a la luz una importante trama urbanística y
abundantes materiales, entre ellos, un fragmento de un peine,
publicado como de hueso, hallado en un basurero del s. II a.C.
(Vaquerizo et al. 2001: 228, fig. 122). Aunque no hemos podido revisarlo en directo consideramos que, al igual que el resto de los peines iberos documentados, estaría realizado sobre
marfil. Se trata de un fragmento de un peine sencillo (III.5.1)
(Vaquerizo et al. 2001; Mata Parreño et al. 2017: fig. 5) que
presenta una doble línea horizontal incisa en el arranque de
los dientes y decoración por ambas caras de motivos figurados
vegetales, al igual que el ejemplar 0208 de La Serreta (fig.
5.187). En el puente, además, se distinguen cortas líneas oblicuas (Mata Parreño et al. 2017: 147).
5.40.6. el chuche (benahadux, almería)
El yacimiento fue excavado en la segunda mitad de los años setenta y principios de la década de los ochenta del siglo pasado
bajo la dirección de A. Pérez Casas. Los resultados permanecen inéditos, aunque se identificó la existencia de un importante asentamiento ibérico en el que se recuperó abundante material arqueológico. Se documentó también una ocupación de
212
época romana. En 1999, tras la afección de la zona por trabajos
de demolición agrícola y de las obras del ferrocarril, se decretó
Bien de Interés Cultural la Zona arqueológica del Chuche, que
abarca 17,5 ha. Se identifica con la ceca ibérica de Urkesken
y con la ciudad romana de Urci (BOE-A-1999-11186). En El
Chuche se halló un peine de marfil, sin que conozcamos su
procedencia exacta, profusamente decorado y en buen estado
de conservación que se data de forma genérica entre los s. IV y
s. II a.C. (ficha CERES DJ83082; http://www.museosdeandalucia.es/web/museodealmeria/-/pei-1?inheritRedirect=true,
consultado 24/02/2022).
Se trata de un peine sencillo, trapezoidal y de puente moldurado (III.5.1.1) realizado sobre marfil (0685) (fig. 5.198).
Cuenta con una doble línea horizontal incisa que marca el
límite de aserrado de los dientes. Conserva una de las patas
decoradas con líneas en zigzag y en el lateral con molduras e
incisiones con las que se simula, de forma esquemática, un prótomo de caballo con las orejas triangulares sobreelevadas. En
ambas caras la decoración geométrica es incisa estructurada en
metopas de tamaño variable con motivos de triángulos rellenos
de líneas horizontales y de cuadrados con líneas oblicuas en
las esquinas y círculos concéntricos en la parte central. Por su
decoración remite a los motivos de El Cerro de las Cabezas y
del Tossal de Sant Miquel y, por ende, al estilo I de los peines
de marfil ibéricos. Todo ello permite plantearnos que las similitudes formales y decorativas de estas piezas con un marcado
carácter de ostentación social y económico responden a patrones conocidos, copiados o adaptados entre los diferentes peines
que serían realizados por artesanos o artesanas con experiencia
y quizás itinerantes (Mata Parreño et al. 2017).
[page-n-230]
6
Valoración global: similitudes y particularidades
6.1. GRUPOS DE OBJETOS
Se han presentado un total de 1470 piezas recuperadas en 45
poblados iberos con una cronología que abarca fundamentalmente del s. VI al s. I a.C. y, en ciertos casos, desde finales de
la I Edad del Hierro.
Dentro de este conjunto, los objetos terminados son los más
numerosos, con 698 ejemplares, lo que supone el 47,5 % del
total de piezas analizadas, seguidos de los astrágalos con 575.
En la contabilización global de estos incluimos los 348 de El
Puntal dels Llops, pero no así las 622 tabas, 207 trabajadas y
427 naturales, de La Bastida de les Alcusses recuperadas en la
valla perimetral que en la actualidad cerca el yacimiento, ya que
no conocemos con exactitud su contexto de hallazgo y podrían
reflejar un depósito no doméstico. Las evidencias de las cadenas
operativas están atestiguadas a través de 186 piezas entre matrices, soportes y desechos de trabajos (12,7 %). Entre ellas, los
desechos son los más representados con 101 piezas. Además,
hemos identificado 11 artefactos incluidos dentro de la industria
de orden secundario o expeditiva, es decir, partes anatómicas
apenas modificadas tecnológicamente, pero que fueron empleadas para realizar distintas tareas (0,7 %) (fig. 6.1).
Si centramos la atención en cada yacimiento podemos ver
como en casi todos ellos se identifican distintas fases de las cadenas operativas (tabla 6.1 y fig. 6.2). Entre los poblados en
los que hemos documentado más de diez piezas, únicamente
en el Turó de la Rovira, El Puntal dels Llops y La Peña de las
Majadas no identificamos ninguna matriz, soporte o desecho de
trabajo. En todos los demás encontramos evidencias de las fases
de producción de objetos en hueso, asta y/o cuerno; e incluso la
rodaja de un colmillo recuperada en la Torre del Prospinal nos
revela de forma directa la manufactura del marfil de elefante en
la cultura ibérica (fig. 5.128).
En el caso del Gou-Batlle, barrio artesanal del conjunto del oppidum de Ullastret, entre sus cinco piezas identificadas ninguna de
ellas pertenece a objetos terminados y, sin embargo, cuenta con
cuatro piezas en proceso de elaboración, tres sobre asta de ciervo y
un cuerno de bóvido aserrado (tabla 6.1 y fig. 6.2).
El asta es la materia prima más identificada en proceso de
manufactura, si bien debe tenerse en cuenta que resulta más
sencillo documentar su modificación intencionada que la del
hueso, ya que ciertas evidencias artesanales, como los cortes o
la percusión, pueden quedar desdibujadas dentro de otras alteraciones antrópicas o animales, como el despiece (carnicería) o
el propio consumo.
Así, las 26 matrices que hemos documentado están realizadas sobre astas (tabla 6.2), 25 sobre cuernas de Cervus elaphus
y una sobre Capreolus capreolus. Las cuernas pertenecen tanto
a ejemplares de caza como de muda, aprovechadas de forma
conjunta indistintamente, según su disponibilidad bien a través
Figura 6.1. Representación del total de artefactos analizados según
su clasificación por grupos.
213
[page-n-231]
Tabla 6.1. Grupos de piezas de cada yacimiento ordenados por la cantidad total de hallazgos.
Puig de Sant Andreu
I. Matriz
II. Soporte
III. Pieza
terminada
6
4
95
42
3
98
5
3
74
1
2
48
1
2
17
55
La Bastida de les Alcusses
La Serreta
2
Tossal de Sant Miquel
IV. Orden
secundario
V. Desecho V. Desecho/ VI. Astrágalo
II. Soporte
Puig Castellar
1
2
33
Covalta
1
3
38
2
3
Mas Castellar
2
3
21
6
4
El Amarejo
3
1
TOTAL
36
186
40
146
4
85
30
81
47
2
7
45
20
2
20
42
Illa d'en Reixac
2
13
7
14
36
Alto Chacón
4
19
3
10
36
1
23
Els Vilars
5
Peña de las Majadas
3
34
13
El Palomar
Kelin
2
1
2
16
3
12
La Moleta del Remei
19
Castellet de Bernabé
10
1
3
15
2
La Morranda
1
Puig Misericòrdia
15
1
1
Turó de la Rovira
18
1
3
10
16
1
15
9
4
13
8
8
2
1
2
El Puntal dels Llops
5
12
12
11
La Creueta
18
13
3
1
20
18
1
Puig de la Nau
23
5
Olèrdola
3
4
20
3
1
25
6
9
Penya del Moro
6
3
1
Camp de l'Ylla
26
1
1
Turó de Ca n'Oliver
El Puig
13
11
3
10
10
(348*)
Saus
6
San Antonio
7
7
Cerro de las Cabezas
6
6
Tos Pelat
1
Gou-Batlle
1
La Celadilla
1
1
1
3
Els Estrets
1
2
2
Torre de Foios
1
1
6
1
5
5
2
Turó del Montgròs
2
1
4
El Vilar
214
7
4
Tossal de les Tenalles
Torre Prospinal
1
10 (358*)
1
2
4
4
1
1
4
3
1
2
2
[page-n-232]
Tabla 6.1 (continuación). Grupos de piezas de cada yacimiento ordenados por la cantidad total de hallazgos.
I. Matriz
II. Soporte
III. Pieza
terminada
IV. Orden
secundario
V. Desecho V. Desecho/ VI. Astrágalo
II. Soporte
TOTAL
L'Alcúdia
2
2
La Seña
1
1
Coimbra Barranco Ancho
1
1
Pajar de Artillo
1
1
Cerro de la Cruz
1
1
El Chuche
TOTAL
1
26
40
698
1
11
101
19
227 (575*)
1122 (1470*)
* Incluyendo el conjunto de astrágalos de El Puntal dels Llops.
Figura 6.2. Representación gráfica de los grupos de objetos por yacimiento.
215
[page-n-233]
Tabla 6.2. Piezas identificadas por grupos tipológicos y materias primas sin incluir los astrágalos.
Hueso
I. Matriz
II. Soporte
Asta
Marfil
Total
26
19
1
III. Pieza terminada
580
73
40
IV. Ind. secundaria
10
V. Desecho
13
54
2
17
625
189
Total
Cuerno
26
20
V. Desecho/II. Soporte
Diente
40
5
698
1
11
34
101
19
41
6
34
895
Figura 6.3. Fotografías realizadas en un taller actual de artesanías sobre hueso y madera en San Antonio la Isla (México) (marzo, 2018).
de la matanza del animal, bien mediante la recolección tras su
caída natural, tal como hemos documentado en enclaves como
el Puig de Sant Andreu, Els Vilars o La Serreta.
Resulta interesante que, en total, entre matrices, soportes
y desechos tenemos documentados 116 evidencias de trabajo
sobre cuernas, frente a una representación menor de piezas terminadas, con 73 ejemplares (tabla 6.2). En determinados yacimientos contamos con todas las fases de trabajo sobre esta
materia prima, como sería el caso del Alto Chacón, Kelin o el
oppidum de Ullastret con evidencias de la manufactura del asta
tanto en el Puig de Sant Andreu, como en la Illa d’en Reixac y
en el Gou-Batlle.
Por otro lado, identificamos 580 objetos acabados de hueso
y 45 evidencias de su manufactura (tabla 6.2), entre las que no
hemos constatado ninguna matriz, ya que como hemos señalado
es difícil documentar la selección inequívoca de huesos para su
trabajo artesanal. Además, tal como hemos expuesto en el capítulo 4, en la realización de ciertas piezas, como los punzones
sobre tibias de Ovis aries al emplear la flexión, el corte y/o la
percusión indirecta se generan desechos de trabajo que pueden
llegar a confundirse con evidencias de carnicería o con restos
óseos alterados por procesos tafonómicos (fig. 4.37). Sirva
también como ejemplo la figura 6.3, se trata de un taller actual
de manufactura de huesos y de madera que pudimos visitar en
San Antonio la Isla (México). En este taller, sobre metatarsos
y metacarpos de Bos taurus, el artesano Luis Suárez realizaba
pequeños objetos como peonzas, botones o piezas de ajedrez.
Al visitar su taller y acompañarle en su trabajo diario pudimos
comprobar cómo al aserrar las epífisis de los huesos utilizados
como matrices para preparar los soportes sobre los que realizar
los objetos finales, su perro, que se encontraba junto a él en el
espacio abierto donde trabajaba, tal como se aprecia en la imagen, cogía estos restos descartados de los huesos y se los llevaba
216
consigo para comérselos o los mordía directamente en el suelo
del taller. ¿Por qué es relevante hacer referencia a este ejemplo?
Porque nos refleja cómo, a nivel arqueológico, no hubiéramos
clasificado esa epífisis de metacarpo alterada y mordida como
un desecho de trabajo, sino como un resto óseo con marcas de
mordeduras de Canis familiaris. Valga señalar además que,
Teresa, la esposa del artesano, una vez que él había terminado la jornada, limpiaba el suelo del taller, arrojando fuera del
mismo las evidencias de trabajo que habían quedado tiradas,
fundamentalmente desechos y el polvo y las esquirlas producidos durante el aserrado del hueso. Por tanto, el grueso de los
restos de manufactura no quedaba dentro del taller, bien por la
acción antrópica, bien por la acción animal. Debemos plantearnos que este fenómeno se diera también en los poblados iberos
y en los espacios de trabajo donde se realizara la manufactura de
los huesos, condicionando, por tanto, nuestro conocimiento de
estas actividades y la identificación de estos lugares.
Aún con todo, hemos identificado desechos puntuales del
trabajo del hueso, entre tres y un ejemplares, en Covalta, La
Bastida de les Alcusses, El Puig d’Alcoi, Alto Chacón, La Penya del Moro, Kelin, Saus, Puig de Sant Andreu, Olèrdola y La
Moleta del Remei.
En el caso de los cuernos, hemos documentado 34 clavijas
óseas de bóvidos con marcas de aserrado, esto es, desechos de
trabajo para la obtención de los estuches córneos que se emplearían para la realización de diferentes útiles, adornos o incluso
para otras tareas (volveremos a ellos más adelante en la valoración global de las materas primas identificadas).
Por su parte, de los 40 soportes que hemos podido identificar, 20 están realizados sobre huesos de mamíferos, 19 sobre
astas de cérvidos y uno sobre marfil de elefante (tabla 6.2). Por
tanto, vemos aquí una proporción más similar en la comparación entre huesos y astas que en el caso de las matrices y dese-
[page-n-234]
chos. Este paso de la cadena operativa resulta más evidente en
el registro arqueológico y nos habla de procesos concretos de
manufactura de tipos de artefactos: como la pieza 0811 del Mas
Castellar con forma de cuenta (fig. 5.8); la cabeza femoral sin
perforar de Els Vilars que podríamos considerar como una fusayola en proceso de elaboración (0495) (fig. 5.78); los soportes
0025 y 0027 de forma apuntada de Covalta (fig. 5.169); los soportes también apuntados 0579 (fig. 5.84) y 0604 (fig. 5.85) del
Puig Castellar, sobre los que se podrían manufacturar alfileres
o agujas; o el soporte 0284 de La Serreta en el que se intuye la
forma de un stilus (fig. 5.190), así como, en este mismo yacimiento, la diáfisis aserrada base para hacer anillos o arandelas
(0279) (fig. 5.190).
Entre los seis grupos de objetos diferenciados en este estudio debemos dedicar especial atención a la presencia, usos y
simbolismo de los astrágalos trabajados.
Así, los astrágalos están documentados en 22 de los 45 yacimientos estudiados (tabla 6.1 y fig. 6.2), si bien solo en nueve
de ellos su número es igual o superior a los 10 ejemplares: Alto
Chacón (10); Peña de las Majadas (13); Illa d’en Reixac (14);
Puig Castellar (17); Tossal de Sant Miquel (30); Puig de Sant
Andreu (36); La Bastida de les Alcusses (40, más el depósito
hallado en algún punto de la valla perimetral) y El Puntal dels
Llops (348), destacando en este último yacimiento la concentración de 251 tabas del dep. 15 y de 84 tabas en el dep. 4 (Sarrión
1981: 164; Iborra 2004: cuadro 121) (tabla 5.50). En La Bastida de les Alcusses, en el dep. 78, contamos con 27 astrágalos
trabajados y 58 sin modificar (tabla 5.60); así como el ya mencionado conjunto de 644 tabas, 427 naturales y 207 trabajadas
en un depósito del que desconocemos su ubicación exacta, situado en torno al perímetro de la valla que cerca el yacimiento
más allá de la muralla perimetral del oppidum (tabla 5.62). Por
tanto, podemos afirmar que de todos los poblados estudiados
la presencia de los astrágalos es especialmente relevante en La
Bastida de les Alcusses y en El Puntal dels Llops. El hecho de
que en 13 yacimientos se identifiquen entre ocho y una tabas
(tabla 6.1) y en los 23 restantes no se haya podido documentar ninguno de estos huesos cortos en agrupaciones destacadas
y/o con marcas de trabajo o de utilización refleja una presencia
diferencial en los poblados iberos. Debemos considerar que es
cierto que son piezas que han podido quedar relegadas dentro
de las colecciones de fauna o incluso pueden no haber sido recogidas en ciertas excavaciones, pero en yacimientos en los que
hemos podido revisar toda su colección de fauna como el Puig
de la Misericòrdia, el Puig de la Nau o La Celadilla, o aquellos
para los que contamos con estudios completos sobre los restos
de animales como Els Vilars (Nieto 2012) no podemos señalar
la presencia de este tipo de artefactos.
¿Por qué los astrágalos? y, ¿para qué se emplearon? Como
ya hemos apuntado, los astrágalos trabajados se documentan
desde época neolítica en culturas y yacimientos diversos del
Próximo Oriente y del Mediterráneo (Zidarov 2005: 119),
continuando su presencia durante el calcolítico (Kogălniceanu
2014; Sidéra y Vornicu 2016), la Edad del Bronce (Gilmour
1997) y, de forma ininterrumpida hasta nuestros días, extendiéndose a lo largo de todo el mundo y utilizándose, sobre todo,
como piezas de juego. Gilmour (1997: 172) señala dos razones
fundamentales para el porqué de la selección del astrágalo, la
primera de ellas sería la caracterización en sí misma del hueso,
que lo hace distintivo, con un tamaño que se acopla a la mano
y, por ello, fácil de asir. La segunda tendría que ver con una
de las técnicas empleadas para quitar la piel de un animal sin
apenas alterarla, que consiste en efectuar un corte a la altura
del astrágalo, introducir un pequeño tubo y soplar a través de
él, lo que facilita la separación de la piel de la carne del animal.
Seleccionar el astrágalo supondría entonces, una reverencia al
animal sacrificado a través del reconocimiento del hueso por
el que entró el cuchillo para separar la carne de la piel. Otros
autores como Affani (2008) comparten estas dos explicaciones
primordiales dadas por Gilmour; también en esa misma línea y
yendo un paso más allá se posiciona Poplin (1991) al señalar
que el astrágalo es una representación en sí misma del animal,
un ideograma natural de este y, por ello, es seleccionado y recreado en otros materiales. Si, en inicio, los astrágalos fueron
seleccionados por estos motivos, no debemos olvidar que el
uso de estos huesos pudo variar a largo del tiempo y del espacio, a medida que su difusión aumentaba (Gilmour 1997: 171).
Los contextos cambian, los significados también y los objetos e
ideas evolucionan y se reinterpretan. No en vano: “Ideas about
animals have never been static or unchanging. The stories
were constantly re-interpreted and continuously transformed
in evolving social contexts and by the ever changing cultural
interactions between people and animals” (Choyke 2010: 199).
Por ello consideramos importante destacar que estas piezas no
tendrían por qué tener el mismo significado para todas las sociedades de la antigüedad.
Lo cierto es que su importancia y su simbolismo es tal que
ello llevó a copiar estos huesos, en diferentes momentos y culturas, en materiales diversos y valiosos como el oro (Poplin 1991;
Zidarov 2005: 129); la pasta vítrea (Lillo 1981: 429); el marfil
(Gilmour 1997: 170) o, tal y como hemos señalado en el caso de
La Bastida de les Alcusses, sobre plomo y sobre cerámica ática
(Fletcher et al. 1969: 104, fig. 66; Amorós López y Vives-Ferrándiz Sánchez 2022: fig. 7.3). Dos astrágalos realizados sobre
marfil fueron recuperados en la tumba de Tutankamon (Gilmour
1997: 170). Así como también en el mundo ibero se documentan en la tumba 43 de la necrópolis del Poblado de Coimbra del
Barranco Ancho (fig. 4.27). Este hecho de copia del astrágalo
en otras materias primas no se da, en tal magnitud, con el resto
de los huesos que integran el esqueleto de los mamíferos, por lo
que nos sirve como indicador para referenciar su singularidad
y su valía. Una de las muestras más evidentes de que los astrágalos tenían un valor simbólico más allá del de un mero hueso.
En cuanto a su funcionalidad debemos hacer referencia a
fuentes clásicas e investigaciones que han planteado diferentes
usos de estas piezas:
Así, Pausanias recogió en su obra Descripción de Grecia
(s. II) su empleo en la adivinación, denominándolo como astragalomancia, arrojando las tabas para leer el porvenir y los
designios de las divinidades: “Bajando de Bura hacia el mar
hay también un río llamado Buraico y una imagen de Heracles
no grande está en la cueva. El sobrenombre de éste es Buraico, y se puede practicar la adivinación por medio de una tabla
y tabas. Efectivamente, el que consulta al dios reza delante de
la imagen, y después de rezar toma cuatro tabas –hay muchas
junto a Heracles– y las deja sobre la mesa. Para todas las figuras
de las tabas hay una explicación expresamente escrita sobre la
tabla” (VII, XXV, 10). En relación con ello y en función de las
217
[page-n-235]
Figura 6.4. Terracota que representa una escena de juego con tabas.
Procedencia: Beocia. 500-475 a.C. Musée du Louvre. Fotografía:
Marta Blasco Martín.
tabas que aparecen perforadas y/o con arandelas metálicas se ha
apuntado que pudieran servir como amuletos o colgantes (Fernández et al. 2009: 188). Se ha señalado también su posible utilización como bruñidores de cerámica, especialmente en el caso
de aquellas que presentan sus caras modificadas por la abrasión
(Meier 2013; Kogălniceanu et al. 2014: 285). Así como se interpretaron como posibles instrumentos contractuales (Ripollés
1994: 138-140). Bien es cierto que su presencia en un conjunto
destacado constituye un indicador económico, a través de la representación de cabezas de ganado (cada animal cuenta con dos
astrágalos, uno en cada extremidad posterior); especialmente en
el caso de los ajuares de las necrópolis, pudiendo hacer alusión
a la riqueza del individuo fallecido o a la relevancia social del
mismo y de su linaje a través del ajuar que intencionadamente
depositaron con él o con ella sus seres queridos (García Huerta
et al. 2018: 183).
No obstante, la opción más extendida y que incluso perdura
hoy en día es el uso de las tabas como elementos de juego (Segura y Cuenca 2007; De Grossi y Minniti 2013; Sidéra y Vornicu 2016; Blasco Martín 2016; entre otros). Encontramos asimismo referencias en los autores clásicos al juego de las tabas:
Heródoto de Halicarnaso atribuye, en el s. V a.C., la invención del juego de las tabas y de los dados a los lidios: “Los
mismos lidios afirman que los juegos a los que hoy se juega
entre los griegos son invención suya. Y al mismo tiempo que
los inventaron, esto es lo que los lidios cuentan, colonizaron
Tirrenia. He aquí lo que explican. En tiempos del rey Atis, hijo
de Manes, hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de
comida. Primero los lidios la soportaron con acopio de paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos, y uno
inventó una cosa, y otro otra. De manera que data de entonces
la invención del juego de dados, del juego de tabas, del juego de
la pelota y de todos los demás juegos a excepción del juego de
218
damas, el cual los lidios no dicen haber inventado. Y explican
que, tras haberlos inventado, engañaban así el hambre: jugaban
un día entero para no tener que haber de buscar comida; al día
siguiente dejaban el juego y comían” (Heródoto, Historia, I, 94).
El autor romano Ovidio (43 a.C. - 17 d.C.) en su célebre
obra Ars Amatoria, dando consejos a las mujeres para conquistar a los hombres, entre otras cualidades destaca que es preciso
saber jugar: “Me avergüenza dar consejos de poca monta: que
sepa el nombre de las jugadas de tabas y tu valor cada vez que te
tiran, dado, y que unas veces arroje los tres dados y otras veces
cavile sobre qué ficha tiene que perseguir y a cuál debe atraer
con su astucia” (Am. III, 352-358).
De igual forma, se constatan diversas evidencias materiales
del juego de las tabas en el Mediterráneo antiguo, como la escena representada en una pintura monócrama sobre mármol recuperada en Herculano y hoy depositada en el Museo Arqueológico de Nápoles (Italia) donde se ve a un grupo de cinco mujeres
jóvenes jugando a un juego en el que una de ellas ha atrapado en
el dorso de su mano derecha dos o tres astrágalos (no se aprecia
con claridad) mientras que otros dos caen al suelo (https://www.
kollectium.com/product/giocatrici-dastragali-le-figlie-di-niobesec-i-d-c/, consultado 06/04/2022). Se trataría de un juego de
habilidad al que se podría jugar de forma individual, en parejas
o incluso por equipos.
Por otra parte, en la figura 6.4 vemos una terracota procedente de Beocia datada a inicios del s. V a.C. en la que se representa una escena cotidiana en la que tres personas (una de ellas
fracturada e incompleta) han trazado un círculo dividido por la
mitad con una línea recta y, sobre este tablero están lanzando
tres tabas, posiblemente una por cada jugador o jugadora. Desconocemos con exactitud en qué consistiría el juego, pero parece una actividad que requiera puntería y en la que seguramente
se ganaría quedando dentro de los límites del tablero y en una
posición más cercana a un punto establecido dentro del mismo.
Por la propia forma del astrágalo, en la que se distinguen
cuatro caras con características diferentes (desde el punto de
vista anatómico las caras dorsal, plantar, medial y lateral) se
podría asociar una puntuación para cada una de ellas, lanzando
uno o varios astrágalos, pudiendo apostar sobre qué cara o caras
caerían los huesos dando a cada una de ellas un valor (Ramos
Folqués 1977: 768).
Así pues, es evidente que no se puede obviar el carácter lúdico de las tabas. Aunque no sea su único uso ni significado son
un reflejo material del juego. Son pequeños objetos que evidencian actos cotidianos y simbólicos, porque el juego puede ser
la mejor escuela y el mejor recuerdo, una herramienta a través
de la que crecer, aprender e interactuar socialmente. “El juego
es una escuela donde aprender a incrementar la complejidad”
(Sennet 2010: 335).
Además, debemos destacar la importancia del ocio, un hecho social que implica mucho más que un juego de niños/as:
“For a long time, the domain of game was considered anodyne.
But theoreticians see it as an integral part of culture and, much
more, a source of dynamism within societies, since its presence is active and fruitful in the major forms of community life:
cult, poetry, music and war. Indeed, the sphere of game does not
refer so much to the child’s universe and bagatelle, but rather
to the social relationships between adults” (Sidéra y Vornicu
2016: 386).
[page-n-236]
El juego o mejor dicho los múltiples juegos de las tabas podrían llevarse a cabo tanto por niños y niñas, a partir de los 8
años según señala T. Chapa (2003: 129), como por los adultos.
Los juegos y todos los ritos sociales en torno a ellos, aunque
fundamentales en la infancia como forma de entretenimiento
y de aprendizaje, no son exclusivos de esta, ya que permiten
también forjar vínculos y ocupar el tiempo y cotidianidad del
mundo de los adultos y de los ancianos.
Por tanto, consideramos que los usos, los significados y el
simbolismo de los astrágalos son amplios para el mundo ibero
y una única respuesta no podría abarcar todos sus matices; no
obstante, abogamos por su interpretación mayoritaria, que no
exclusiva, como piezas de juego. En algunos contextos aparecen asociadas a fichas cerámicas (tejuelos), pequeñas fichas
de piedra e incluso, puntualmente, a dados, lo que refuerza su
interpretación como piezas lúdicas. Tal es el caso de la tumba
43 de Coimbra del Barranco Ancho (s. II a.C.) donde se encontraron tres dados y tres tabas de marfil (García Cano et al.
2008: 57; Blasco Martín 2016: 250); el departamento 11 de
El Palomar (s. I a.C.) donde junto a los astrágalos perforados
0564, 0565, 0566 (fig. 5.103) se recuperó un dado de cerámica
(Vicente et al. 1990: 7; Blasco Martín 2016: 251) o en el dep.
78 de La Bastida de les Alcusses con el conjunto de 85 astrágalos (58 naturales y 27 trabajados) hallados junto a cuatro cantos
de piedra ovalados o circulares, dos pequeños guijarros y tres
tejuelos de cerámica de entre 2 y 6 cm de longitud (Fletcher et
al. 1969: 174-175).
Asimismo, entre los 575 astrágalos analizados en este trabajo contamos con al menos dos ejemplares, la pieza 0374
del Alto Chacón (5.119) y 0428 del Puig de Sant Andreu
(tabla 5.19), que conservan evidencias de una arandela de bronce y de hierro, respectivamente, engarzadas en las perforaciones
y que permitirían llevarlos colgados.
Hemos recogido también algunos astrágalos que actuaron
como ajuar de enterramientos infantiles, como es el caso de
las tabas 0176 y 0234 de la casa 6 de El Palomar (fig. 5.103 y
tabla 5.37). Así como otras dos tabas que formarían parte del
ajuar de dos individuos perinatales localizados en la fosa 138
de Mas Castellar (0679 y 0688) (Agustí et al. 2008: fig.10).
De forma global, desde el punto de vista taxonómico los
astrágalos seleccionados pertenecen mayoritariamente a Ovis
aries y/o Capra hircus con 420 ejemplares; seguidos de 133
tabas de Sus domesticus. Por su parte la presencia de astrágalos
trabajados de Bos taurus, Sus scrofa, Capra pyrenaica y Cervus
elaphus, aunque se ha atestiguado, resulta comparativamente
muy inferior al caso de los ovicaprinos y cerdos (tabla 6.3).
Las modificaciones tecnológicas mayoritarias son la abrasión en las caras lateral (grupo A) o en las caras lateral y medial
(grupo C), tal como podemos apreciar en la tabla 6.4. Cabe tener
en cuenta que en esta tabla no se incluyen los 348 astrágalos de
El Puntal dels Llops al no haber podido revisarlos en directo,
pero, tal como indicamos, por la descripción de los zooarqueólogos I. Sarrión (1981: 164) y P. Iborra (2004: 182) consideramos que pertenecerían mayoritariamente al tipo A1 o C1.
Vemos por tanto que resulta inusual la abrasión únicamente de
la cara medial (grupo B); así como anecdótica el resto de las
modificaciones de las caras de los astrágalos, a excepción del
tipo G1, en el que se incluyen aquellos perforados que no presentan alteraciones en ninguna de sus caras (tabla 6.4). Tan solo
Tabla 6.3. Identificación taxonómica de
los astrágalos trabajados.
Animal
Total
Ovis/capra
213
Capra hircus
162
Sus domesticus
133
Ovis aries
45
Bos taurus
9
Sus sp.
6
Capra pyrenaica
3
Cervus elaphus
2
Sus scrofa
2
Total
575
Tabla 6.4. Tipos de astrágalos.
Tipo
A1. Cara lateral recta
A1/C1. Cara lateral recta / Caras lateral y medial rectas
Total
23
2
A2. Cara lateral recta y perforación
1
A3. Cara lateral diagonal
3
A5. Cara lateral redondeada y perforación
1
B1. Cara medial recta
6
B2. Cara medial recta y perforación
2
B4. Cara medial diagonal
1
C1. Caras lateral y medial rectas
C2. Caras lateral y medial rectas y perforación
126
22
C3. Caras lateral y medial diagonales
1
C4. Cara lateral diagonal y cara medial recta
9
C5. Cara lateral recta y cara medial diagonal
1
C6. Caras lateral y medial diagonales y perforación
1
D1. Caras lateral, medial y plantar rectas
1
E1. Caras lateral, medial y dorsal rectas
2
E2. Caras lateral, medial y dorsal rectas y perforación
3
E4. Caras lateral y medial diagonales y cara dorsal recta
1
G1. Perforada sin modificación de las caras
17
H2. Cara plantar diagonal y perforación
1
I1. Cara lateral diagonal, caras dorsal y plantar rectas
1
Indeterminados
2
en seis tabas hemos identificado marcas de cortes en el proceso
de manufactura; la abrasión, sencilla y rápida de realizar sobre
las caras del hueso es la técnica más utilizada.
Cabe tener en consideración que, ciertos astrágalos, aunque
no presenten marcas de trabajo ni de uso evidentes pudieron ser
igualmente utilizados, al menos de forma esporádica, ya que se
requiere de una acción constante sobre los mismos para documentar alteraciones macro o microscópicas.
219
[page-n-237]
6.2. MATERIAS PRIMAS
La materia prima más representada es el hueso (fig. 6.5). Aunque, como hemos señalado, identificamos más astas en proceso
de trabajo (matrices, soportes y desechos) que huesos (tabla 6.2).
Trazamos a continuación una valoración global de los análisis
taxonómico y anatómico de las materias primas y de las principales implicaciones de su utilización y aprovechamiento.
6.2.1. hueso
Contamos con 580 piezas terminadas elaboradas en hueso, 45 evidencias del proceso de trabajo y 575 astrágalos trabajados, esto
es, con un total de 1200 objetos (fig. 6.5). Los astrágalos son las
unidades anatómicas más identificadas en la industria ósea ibérica
(575), pero las diáfisis de huesos largos de mamíferos de talla media y grande son los soportes preferentes para elaborar piezas terminadas. En la mayoría de los casos, debido a la alta modificación
tecnológica de los objetos, no podemos concretar una clasificación
anatómica más detallada (487 diáfisis), pero bien es cierto que hemos identificado la utilización, más concreta, de metatarsos, metacarpos, tibias, fíbulas, fémures y húmeros (tabla 6.5). Por su parte,
los huesos planos apenas han sido aprovechados detectándose menos de diez ejemplares: cuatro costillas, una escápula, una mandíbula y un hueso plano indeterminado. Cabe apuntar que además de
los astrágalos hemos identificado la selección y aprovechamiento
casi anecdótico de otros cuatro huesos cortos: una falange de Bos
taurus pintada en La Serreta (0260) (fig. 5.190), dos vértebras de
tiburones utilizadas como cuentas en La Moleta del Remei (0773)
(fig. 5.107) y El Puig d’Alcoi (0277) (fig. 5.143), así como una
vértebra de trucha empleada también como adorno del Puig de la
Misericòrdia (1056) (fig. 5.110).
Identificamos, por tanto, de forma clara y mayoritaria el
aprovechamiento de las diáfisis de huesos largos de meso y
macromamíferos y la selección de astrágalos trabajados, prácticas habituales dentro de la industria sobre materias duras
animales.
En relación con lo planteado y de nuevo limitados por la
potente modificación tecnológica de las piezas que dificultan
su clasificación taxonómica podemos señalar que los huesos de
macro y mesomamíferos son los más empleados en la manufactura del hueso (tabla 6.6), identificando la explotación de especies habituales en los poblados iberos, bien a través de la ganadería (fundamentalmente) como son el ganado bovino, ovino,
caprino y porcino y también la presencia equina; así como a
través de la caza, con la presencia más esporádica de huesos trabajados de ciervo, corzo, cabra montés o jabalí. Debemos destacar la singularidad y las interesantes implicaciones culturales
y económicas que hay detrás de los huesos manufacturados de
grandes aves rapaces como son el buitre y el águila presentes en La Seña, Castellet de Bernabé y Tossal de Sant Miquel
(fig. 6.6); o el fragmento de hueso de cetáceo trabajado del
Puig de Sant Andreu (0909) (fig. 5.44); de la selección y perforación ya referenciada de las vértebras de tiburones en La
Moleta del Remei y El Puig d’Alcoi (figs. 5.107 y 5.191); así
como del hueso humano modificado del Puig de la Nau (0719)
(fig. 5.111), una cabeza femoral de un individuo inmaduro
cuya selección taxonómica, más allá de posibles implicaciones
rituales, se adapta perfectamente a la funcionalidad de la pieza
elaborada, una fusayola ósea.
220
Figura 6.5. Proporción de las materias primas identificadas.
Tabla 6.5. Partes anatómicas identificadas en la
industria ósea.
Parte anatómica
Total
Parte anatómica
Total
Astrágalo
575
Ulna
8
Diáfisis
488
Costilla
4
Metápodo
46
Fémur
3
Cabeza femoral
20
Vértebra
3
Fíbula
12
Escápula
1
Indeterminado
10
Falange
1
Metatarso
10
Hueso plano
1
Metacarpo
8
Húmero
1
Tibia
8
Mandíbula
1
Grosso modo, vemos que en casi todos los asentamientos
estudiados el hueso es la materia prima mayoritaria, documentándose en todos los yacimientos en los que hemos identificado
más de diez piezas trabajadas; tan solo en El Puig de la Nau, el
Camp de l’Ylla y en La Creueta el asta ocupa un lugar preferente frente al hueso (fig. 6.7).
6.2.2. asta
Contamos con 189 objetos de asta, en concreto, 187 sobre
cornamentas de Cervus elaphus y 2 de Capreolus capreolus. Recordemos que 116 de ellos pertenecen a matrices, desechos y soportes que evidencian el proceso de manufactura
de esta materia prima, frente a 73 piezas terminadas (tabla 6.2).
De esas 73 piezas terminadas, el 53 % son mangos (39 piezas) (fig.
6.8), destacando de forma clara frente al resto de artefactos identificados en asta. Valga señalar que hay tipos de objetos como las cajas
(III.4.4) o las piezas pseudotriangulares perforadas (III.6.3) que se
documentan exclusivamente elaborados sobre cuernas de ciervo,
por lo que son un ejemplo claro de la selección de la materia prima
en función de la pieza que se quisiera elaborar.
Asimismo, podemos destacar el hecho de que las astas, recogidas tanto por la recolección como por la caza del animal,
suponen una representación mayor del uso de materias duras
animales silvestres que los huesos en los que se atestigua preferentemente el uso de animales domésticos.
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6.2.3. cuerno
Tabla 6.6. Especies animales identificadas en la industria ósea.
Animal
Total
Animal
Total
Macromamífero
389
Capra pyrenaica
3
Ovis/Capra
229
Equus caballus
3
Capra hircus
163
Bovidae
2
Sus domesticus
137
Sus scrofa
2
Meso/Macromamífero
113
Carcharhinus sp.
2
Ovis aries
48
Gyps fulvus
2
Mesomamífero
38
Capreolus capreoulus
1
Bos taurus
30
Aquila sp.
1
Sus sp.
12
Balaeinadae
1
Cervus elaphus
9
Homo sapiens
1
Indeterminado
7
Salmo trutta
1
Equidae
6
Salvo en La Bastida de les Alcusses y en la Peña de las
Majadas, en todos los poblados en los que hemos documentado
más de diez artefactos contamos con una presencia, en ocasiones destacada como el Puig de Sant Andreu, Els Vilars o El
Puig Castellar, de objetos elaborados en asta. Para la Peña de
las Majadas esta ausencia puede ser explicada por las características del propio enclave ya que no ha sido excavado y solo
se recogieron materiales por prospección (Sarrión 1978). La
explicación para La Bastida de les Alcusses resulta más compleja, ya que es uno de los yacimientos iberos con más objetos
elaborados sobre materias duras animales, con 146 artefactos,
pero ninguno de ellos, ni evidencias de manufactura ni piezas terminadas está realizado sobre astas de cérvidos. Cabría
plantearse que estos no hayan sido documentados por no estar
completamente excavado el yacimiento, aunque parece poco
probable; que fueran desechados por la selección de los restos
de fauna de las grandes excavaciones de la prima mitad del s.
XX, lo que tampoco explicaría porqué no se han documentado
en los trabajos arqueológicos más recientes, o que su ausencia
responda a un patrón cultural intencionado en el que esta materia prima no interesara ni fuera seleccionada. En los estudios
faunísticos, aunque en una proporción reducida, los ciervos sí
están presentes en el registro del yacimiento (Iborra 2004: 261;
Iborra y Vives-Ferrándiz 2015: 294).
Documentamos desechos del trabajo del cuerno en 12 asentamientos (tabla 6.7). En total contamos con 34 clavijas óseas
aserradas. Destaca su presencia en el conjunto arqueológico de
Ullastret, con 18 ejemplares en el Puig de Sant Andreu, cuatro
en la Illa d’en Reixac y uno en el Gou-Batlle. En el resto de
los asentamientos hay entre uno o dos ejemplares. Taxonómicamente 15 de ellos pertenecen a cabras, uno a oveja, nueve
a bovinos y nueve entrarían dentro de la familia Bovidae, sin
haber podido matizar su adscripción.
Aunque las evidencias del trabajo del cuerno resultan difíciles de interpretar debido al carácter perecedero del estuche
córneo sobre el que se elaborarían las piezas, se ha señalado su
posible aprovechamiento y trabajo desde cronologías prehistóricas, como es el caso de los yacimientos neolíticos de Saint
Léonard, Sion-Saint Guérin y Sion-Petit-Chasseur en el valle
superior del Ródano o en Petit-Chasseur (Suiza) (Chaix 2000).
Como ya hemos expuesto, a nivel metodológico hemos
seguido el criterio planteado por especialistas como Krausz
(1992b), Méniel (2000) o Albarella (2003) que toman las marcas de aserrado sobre las clavijas óseas como una muestra inequívoca del aprovechamiento de los estuches córneos ya que
las evidencias del uso de sierras por carniceros para separar
los cuernos del cráneo del animal en tareas de despiece no se
documentan y generalizan hasta la Edad Moderna (Albarella
2003: 74). Asimismo, estos autores diferencian dos maneras
de separar los cuernos: aserrar la clavija ósea desde la base
del cráneo o aserrarla por tres partes: la punta, el cuerpo y la
base. La clavija ósea de Capra hircus de El Amarejo sería un
buen ejemplo del uso de esta última técnica en época ibérica (fig. 5.164). Una vez obtenido el estuche córneo, si este se
quisiera modificar, se trabajaría con calor (MacGregor 1985:
66-67; Krausz 1992b) y con herramientas cortantes como sierras o cuchillos para obtener láminas sobre las que elaborar
diferentes útiles. Por ejemplo, Aristóteles escribe que las materias córneas se ablandan con el fuego (De generatione animalium, II, 6, 742b).
Chardon-Picault y Rodet-Belarbi (2000: 39) matizan que
el trabajo del cuerno de oveja y cabra resulta diferente al de
los bovinos desde un punto de vista tecnológico. Los cuernos
de los ovicaprinos son más duros y su superficie externa es
menos homogénea, el estuche córneo posee unas medidas más
pequeñas por lo que la operación de cortar la queratina y abrirla mediante calor para obtener una plancha que poder trabajar
resultaría más compleja. Por ello plantean que los cuernos de
ovejas y cabras, al menos en época romana, sean empleados
Figura 6.6. Tubos de aves rapaces.
De arriba a abajo: 0843-Castellet
de Bernabé; 0404-Tossal de Sant
Miquel; 0847-La Seña.
221
[page-n-239]
Figura 6.7. Distribución de las materias primas identificadas en los poblados estudiados.
Figura 6.8 Objetos terminados realizados sobre asta.
222
[page-n-240]
Tabla 6.7. Distribución de clavijas
óseas en los yacimientos ibéricos
Yacimiento
Puig Sant Andreu
Total
18
Illa d'en Reixac
4
La Bastida de les Alcusses
2
Mas Castellar
2
La Serreta
1
Tossal de Sant Miquel
1
El Amarejo
1
Kelin
1
Castellet de Bernabé
1
Puig de la Nau
1
La Creueta
1
Gou-Batlle
1
Total
34
para otras actividades más allá de la elaboración de artefactos
como podría ser su transformación para producir sustancias
adhesivas. Asimismo estudios sobre las sustancias córneas (estuches córneos de bovinos pero también pezuñas de animales
como el caballo) en épocas históricas señalan la utilización de
esta materia prima dentro de actividades como la cuchillería
(para fabricar los mangos de cuchillos, cucharas y tenedores),
pero también en la realización de vidrios para coches y linternas, en agricultura como fertilizante y en química para la fabricación de sustancias adhesivas y pigmentos “bleu de Prusse et
de noir animal” (Forest 2000: 48).
Por tanto, una vez atestiguada la modificación intencional
de las clavijas óseas de bóvidos, cabe plantearse: ¿qué artefactos podrían realizarse con estos estuches córneos? Lo cierto es
que existen muy pocas evidencias arqueológicas de los propios
objetos realizados en cuerno en la Antigüedad (Béal 2000).
En nuestro caso, para la Edad del Hierro no tenemos constancia de ninguno de estos objetos terminados, si bien queremos destacar los contenedores cilíndricos de cuerno de bóvido
conservados en La Cova des Càrritx (Menorca) (1100 - 800
cal ANE) que formaron parte de los rituales funerarios de la
cultura talayótica, en cuyo interior se depositaron mechones
de cabello de las personas enterradas en la cueva (Lull et al.
1999: 334). Este tipo de piezas resultan equiparables a las cajas
de asta que hemos documentado en este trabajo, pero en el caso
de La Cova des Càrritx destaca la identificación y conservación de una materia prima de carácter perecedero como son las
estuches córneos debido a las condiciones tafonómicas singulares de la cueva, así como por el ritual del que formaron parte. Aparecieron además junto a otros contenedores cilíndricos
realizados en madera de boj (Buxus cf. balerica) y acebuche
(Olea europaea) y tapones de forma discoidal que actuarían
como sistema de cierre y apertura de estas piezas cilíndricas
por ambos extremos realizados en hueso y en madera de brezo (Erica sp.) y lentisco (Pistacia lentiscus) (Lull et al. 1999:
316). Cabría pensar que en el mundo ibero pudieran existir es-
tos contenedores realizados con el estuche córneo de bóvidos,
ya que piezas similares han sido documentadas manufacturadas en cuernas de ciervos.
Además, J. C. Béal (2000) siguiendo las referencias epigráficas de autores griegos y latinos señala la posible existencia
para el mundo galo-romano (que podemos hacer extensible al
mundo ibero) de diferentes instrumentos realizados sobre materia córnea:
- Cuernos para beber asociados con lo exótico y lo “bárbaro” por la literatura romana. Plinio el Viejo explica: “Los bárbaros del norte beben en los cuernos de los uros, y dos cuernos
de una cabeza tienen la capacidad de una urna; algunos rematan
las lanzas clavándolos en la punta. Entre nosotros, cortados en
láminas se hacen transparentes e incluso difunden a gran distancia la luz que se recoge en ellos, y se aprovechan para otros
refinamientos, a veces teñidos, a veces recubiertos de barniz, a
veces trabajados con aquella técnica pictórica que llaman «a buril»” (Naturalis Historia, IX, 45, 126). Sin embargo, en ciertas
tumbas aristocráticas del área celta aparecen objetos de oro o
plata con forma de cuernos, como las descubiertas en Hocdorf
(Würtemberg, Alemania) del s. VI a.C. que remarcan la relevancia de esta clase de objetos (Perrin 2000).
- Lanterna cornea: Se trata de “linternas” portátiles que permitían trasportar fuego, protegiéndolo del aire y que por las paredes translúcidas del cuerno permitían proyectar una correcta
iluminación, a las cuales se hacen distintas referencias en las
fuentes clásicas desde el siglo IV a.C. (Béal 2000: 17-18).
- Cuernos utilizados como instrumentos musicales. Por ejemplo, en la Biblia encontramos referencias al uso de los cuernos
como sistema de llamada. Así, refiriéndose al pueblo de Israel se
señala en los Salmos: “Toquen el cuerno de carnero en la luna
nueva, y en la luna llena, día de nuestra fiesta” (Salmos 81, 3).
De hecho, para el mundo romano J. C. Béal reivindica la
importancia de los objetos elaborados en cuerno, destacando sus
propiedades físicas y su manufactura, la cual sitúa por encima
del hueso “Son aptitude à la déformation, et sa translucité ont
fait de la corne une matière nécessaire, noble parfois, que le verre ne semble pas avoir remplacée dans l’Antiquité. Ainsi, alors
que jusqu’à nos jours, les traces de cet artisanat ont été rarement
relevées, c’ést à une activité de quelque conséquence qu’on a ici
affaire, constituée à date ancienne en un métier bien identifié, à
la différence de celui de l’os” (Béal 2000: 26).
Debido a la debilidad de la presencia de esta materia en el
registro arqueológico ibérico debemos señalar el uso de los estuches córneos con ciertos interrogantes; si bien, consideramos
que el haber atestiguado su trabajo supone un paso importante
hacia delante. Se trata de una materia prima de fácil acceso,
cuyo trabajo no resultaría complicado y que permitiría crear objetos variados de funciones diversas. Buscarlos en el registro,
aunque deba ser a través de los desechos de las clavijas óseas,
nos ayuda a acercarnos al menos a la realidad de su existencia.
E. Schmid (1972: 47-48) señala también que el estudio de
las clavijas óseas aserradas por uno o varios extremos del enclave romano de Augst (Basilea-Campiña, Suiza) corrobora el
trabajo del cuerno, y permite constatar que se seleccionan las
clavijas óseas en función de la longitud de la pieza que se quiera
elaborar, de forma similar a lo documentado para el hueso. Podemos relacionar esta premisa con los desechos de dos clavijas
óseas aserradas de La Bastida de les Alcusses (0120 y 0121)
223
[page-n-241]
(fig. 5.179), en forma de estrechas rodajas y que creemos podrían corresponder a la elaboración de pequeñas piezas como
anillos o arandelas.
Por otra parte, en uno de los sondeos efectuados en el foso
que rodea al Puig de Sant Andreu se recuperaron varias clavijas
óseas de bóvidos probablemente desechadas tras la obtención
del estuche córneo, entre la que destacamos el ejemplar 1097
(fig. 5.55) que, además de las marcas de aserrado documentadas
en todos los desechos de trabajo, presenta una perforación en
uno de los laterales del extremo proximal lo que podría reflejar
un aprovechamiento diferente de este cuerno o quizás que la
pieza se llevara colgada.
6.2.4. marfil
El marfil, las piezas dentales de animales de gran tamaño, fundamentalmente de colmillos de elefante, es considerada una
materia prima exótica, de elevado valor económico y prestigio
social. Tuvo que llegar al territorio peninsular a través del intercambio o comercio mediterráneo, seguramente tanto como materia prima (aunque escasamente documentada podemos señalar
la rodaja de un colmillo de elefante en la Torre del Prospinal)
como en objetos terminados. Debemos tener en cuenta que a
través de este comercio no solo llegan objetos, sino que se produciría también un trasvase de ideas, costumbres y modas fruto
del contacto social (Verdú 2015: 483).
En total, contamos con 40 objetos ebúrneos (tabla 6.8 y
fig. 6.9). Los peines son las piezas más numerosas con 19 ejemplares, además, para época ibérica no hemos documentado ninguno de ellos elaborado ni en hueso ni en asta. A continuación,
el tipo de objeto más representado son los mangos, con siete
ejemplares, todos ellos del subtipo III.4.1.3. Mangos con talón.
Por otra parte, encontramos cuatro cuentas, tres alfileres, dos
placas o apliques decorativos, un pomo, una bobina, un objeto
perforado, un soporte y dos piezas terminadas indeterminadas.
Debemos destacar la distribución cronológica de este tipo
de objetos, 30 de ellos se datan entre el s. III y el s. II a.C. De
hecho, la presencia de piezas de marfil en poblados iberos entre
el s. VI y el s. IV a.C. resulta casi anecdótica.
Tres de las piezas de marfil incorporadas se encuadran dentro de la I Edad del Hierro, s. VIII - s. VII a.C., antes del desarrollo de la cultura ibérica. Es el caso de un objeto perforado de
Els Vilars y de dos cuentas circulares del Puig de la Misericòrdia. Cabe destacar que, para estas centurias, al igual que durante
la Edad del Bronce (Barciela 2002, 2015; López Padilla 2001,
2009, 2011; Pascual 2015; entre otros) la presencia de objetos
de marfil está atestiguada en mayor grado en el territorio peninsular. Así, destacan las piezas, fundamentalmente de carácter
ornamental, de las necrópolis tartésicas del periodo orientalizante (s. VIII - s. VI a.C.) como Los Alcores (Carmona), Medellín (Badajoz) o Cruz del Negro (Carmona) (Aubet 1979) en las
que se ve una clara influencia fenicia y, a su vez, una adaptación
estilística a los gustos locales, que llevó a M. E. Aubet a señalar la existencia de un artesanado del marfil que “constituye la
última y más occidental manifestación del arte fenicio arcaico,
centrada en torno a un taller cuya producción se destina, en su
totalidad, a la clientela tartésica local” (1981-1982: 279). En el
caso de la necrópolis de Medellín (Badajoz) los numerosos objetos de marfil recuperados, en los ajuares de las sepulturas, 63
piezas procedentes de 30 tumbas (20 % del total), han permitido
224
precisar la fabricación y uso, por generaciones, de los productos
ebúrneos hispano-fenicios entre el 675 y el 450 a.C. (AlmagroGorbea 2005). Resulta significativo, como M. Almagro-Gorbea
plantea, que el escaso grosor de las piezas de marfil hispanofenicias denota cierta escasez de materia prima, en contraste con
el grosor de las de Oriente (2005: 190-191).
Asimismo, para los s. VIII - s. VII a.C. documentamos la
llegada de colmillos de marfil de elefante como matrices de trabajo a la península ibérica, como los colmillos recuperado en los
estratos fenicios de Huelva (González de Canales et al. 2004:
165-166) y en una de las tumbas de la necrópolis de Cruz del
Negro (Martín Ruiz 2011: 89); la presencia de marfil en bruto
en Cancho Roano (Celestino 1997: 364); o las más 60 defensas
de elefante de entre 70 y 150 cm de longitud recuperadas como
parte de la carga del pecio de Bajo de la Campana (Mazarrón,
Murcia) (Mederos y Ruiz 2004; Pinedo 2017).
A partir del s. V a.C. identificamos una serie de placas de
marfil y hueso en el territorio ibérico, especialmente en contextos funerarios como L’Albufereta (Verdú 2015: 406 y fig.
3.457); Los Villares (Hoya Gonzalo) (Roldán 1995-1996); Hoya
de Santa Ana (Chinchilla) (Blánquez 1987) o Los Castellones
del Céal (Hinojares) (Chapa et al. 1998) que deben ponerse en
relación con la eboraria de Etruria y Grecia (perviviendo hasta
el s. IV a.C.) cuyo influjo entrará en competencia con los talleres fenicio-orientales (Huls 1957; Le Meaux 2010; Martín Ruiz
2011). Los artesanos peninsulares tomarían inspiración de estas
influencias mediterráneas, pero también las adaptarían, las interpretarían, conservando en ocasiones las técnicas, las materias
primas y/o las imágenes, pero dentro de una evolución propia
(Le Meaux 2010). Las dos posibles placas de marfil de Els Vilars adheridas a soportes metálicos deben ser entendidas dentro
de esta dinámica (fig. 5.76 y tabla 6.8).
Por otra parte, cabe apuntar que aunque la presencia destacada de marfil en Oriente Próximo y especialmente en Fenicia
en el I milenio a.C. está evidenciada por los hallazgos arqueológicos (Stephan 1996; Feldman 2015) e incluso por referencias
escritas en el Antiguo Testamento a los abundantes colmillos
de marfil (entre otras materias primas suntuosas) que llegaban
a la ciudad de Tiro (Ezequiel XXVII, 4-46), se ha apuntado a
la extinción de los elefantes sirios, una variante de los elefantes
asiáticos, tras una reducción progresiva de los mismos entre los
s. VIII - s. VII a.C. (Mas García 1987: 29; Martín Ruiz 2011:
84) y en Siria y Mesopotamia en el s. VIII a.C. (Schuchmacher
y Banerjee 2012: 293). Sin duda, ello comprometería la ruta
comercial de distribución de marfil de elefante asiático hacia
Occidente, encareciendo todavía más esta materia prima, lo cual
podría en parte dar respuesta al descenso de la presencia de materiales ebúrneos en los poblados iberos entre los s. VI - s. IV
a.C., un momento en el que la materia prima escasea y las rutas
comerciales varían.
Así pues, el aumento a partir del s. III a.C. de la presencia
de objetos de marfil en la península se debe relacionar con la
llegada de los Bárquidas en el contexto de los enfrentamientos
bélicos entre púnicos y romanos y, en consecuencia, con un establecimiento de redes comerciales entre las costas norteafricanas y peninsulares que permitirían la llegada tanto de la materia
prima como de objetos terminados elaborados en marfil. La presencia de elefantes está documentada en la costa norteafricana,
especialmente en la región septentrional de Marruecos, en torno
[page-n-242]
Tabla 6.8. Tipos de objetos ebúrneos según su cronología y lugar de hallazgo.
ID
Poblado
Cronología
Tipo de pieza
1019
Els Vilars
2ª m. s. VIII a.C.
III.6. Obj. perforado
1057
Puig de la Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.5. Cuenta
1058
Puig de la Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.5. Cuenta
1007
Els Vilars
1ª m. s. VI - in. s. V a.C.
III.4.6. Pomo
21
Covalta
S. VI - 1ª m. s. III a.C.
III.1.2. Alfiler
346
El Puig
Fin. s. V - s. IV a.C.
III.3.7. Bobina
1012
Els Vilars
S. IV a.C.
III.9.1. Placa-aplique
596
La Penya del Moro
S. IV a.C.
III.10. Indeterminado
846
Coimbra Barranco Ancho
Ss. IV-III a. C
III.4.1. Mango
933
Puig de Sant Andreu
Ss. IV-III a. C
III.10. Indeterminado
466
Amarejo
S. III a.C.
III.1.2. Alfiler
1040
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1041
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1042
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1043
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1044
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
1045
Cerro de las Cabezas
S. III a.C.
III.5.1. Peine
685
El Chuche
S. III a.C.
III.5.1. Peine
608
El Puntal dels Llops
S. III a.C.
III.4.1. Mango
365
Puig de Sant Andreu
S. III a.C.
III.5.1. Peine
662
Turó del Montgròs
1ª m. s. III a.C.
III.4.1. Mango
844
Castellet de Bernabé
Finales s. III a.C.
III.4.1. Mango
568
San Antonio
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.4.1. Mango
412
Tossal de Sant Miquel
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
414
Tossal de Sant Miquel
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
434
Tossal de Sant Miquel
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
207
La Serreta
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
208
La Serreta
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
576
Puig Castellar
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.5.1. Peine
721
Turó de la Rovira
Fin. s. III - in. s. II a.C.
III.6.5. Cuenta
1060
Torre del Prospinal
Fin. s. III - in. s. II a.C.
II. Soporte
271
El Puig
Ss. III-II a.C.
III.1.2. Alfiler
218
La Serreta
Ss. III-II a.C.
III.4.1. Mango
240
La Serreta
Ss. III-II a.C.
III.4.1. Mango
243
La Serreta
Ss. III-II a.C.
III.6.5. Cuenta
150
L'Alcúdia
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
686
Pajar de Artillo
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
489
El Puntal dels Llops
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
778
Kelin/Los Villlares
Ss. III-II a.C.
III.5.1. Peine
756
Cerro de la Cruz
S. II a.C.
III.5.1. Peine
1013
Els Vilars
-
III.9.1. Placa-aplique
225
[page-n-243]
Figura 6.9. Distribución de las piezas de marfil. 6) Puig de Sant Andreu; 8) Turó del Montgròs; 10) Els
Vilars; 12) Puig Castellar; 13) Turó de la Rovira; 14) La Penya del Moro; 17) San Antonio; 21) Puig de la
Misericòrdia; 27) Torre del Prospinal; 29) El Castellet de Bernabé: 31) El Puntal dels Llops; 32) El Tossal de Sant Miquel; 35) Amarejo; 36) Covalta; 38) La Serreta; 39) El Puig; 40) El Cerro de las Cabezas;
41) Coimbra del Barranco Ancho; 42) L’Alcúdia; 43) Pajar de Artillo; 44) Cerro de la Cruz; 45) El Chuche.
al valle del río Loukos (Le Meaux 2010: 113). Además, los colmillos de los elefantes africanos son de mayores dimensiones
que los de los asiáticos (Martín Ruiz 2011).
Es cierto que no tenemos documentado ningún taller per se
de eboraria en época ibérica, pero la rodaja de un colmillo de
elefante en la Torre del Prospinal evidencia que esta materia
prima llegaba en bruto a la península ibérica, al menos de forma puntual a finales del s. III - inicios del s. II a.C. Además,
los peines de marfil, las piezas más numerosas documentadas
sobre esta materia prima, tienen características morfológicas
y decorativas que responden al gusto y estética ibérica, por lo
que cabe pensar en su elaboración peninsular (Mata Parreño et
al. 2017). Las similitudes detectadas en cuanto a dimensiones,
morfología, tallado de los laterales y decoración, sugieren que
los artesanos que fabricaron estos peines tenían un modelo de
referencia que aplicaban a la materia prima. El resultado final
dependía de su experiencia y pericia, lo que explica que dos
piezas nunca sean exactamente iguales, aunque sí próximas entre sí. La existencia de artesanos y artesanas itinerantes es una
opción plausible para explicar la presencia de peines con formas
y ornamentaciones similares en lugares distantes (Mata Parreño
et al. 2017: 156-157).
De esta manera, la detección de espacios de trabajo del
marfil puede resultar prácticamente imposible si hablamos de
expertos itinerantes que no trabajaran en un lugar fijo, en un único espacio entendido tradicionalmente como “taller”, sino que
transportaran consigo la materia prima, las herramientas y el
226
conocimiento tecnológico. En la Hispania romana, donde la artesanía sobre el marfil resulta abundante, hasta el momento tampoco se conoce taller eborario alguno (Rodríguez Martín 2012:
363). Cabe señalar que en el mundo romano no hay menciones
directas de los artesanos especializados en el trabajo hueso, pero
sí de los eborarii et citrarii artífices que elaborarían el mobiliario de lujo, para lo que se requerirían materiales especiales
como marfil, bronce y maderas finas y, por supuesto, un dominio de las técnicas notable (Rodríguez Neila et al. 1999: 73).
Las agrupaciones más destacadas de piezas de marfil en los
poblados ibéricos las documentamos en el Cerro de las Cabezas
con seis peines (fig. 5.194) y en La Serreta con otros cinco objetos: dos mangos, dos peines y una cuenta (figs. 5.187 y 6.9); dos
oppida en los que, como hemos apuntado, consideramos que se
pudo llevar a cabo el trabajo al menos puntual sobre esta materia
prima en torno al s. III a.C. Por su parte, en Els Vilars la presencia
de cuatro piezas ebúrneas con una cronología dispar que abarca
del s. VIII al s. IV a.C. (tabla 6.8) evidencia la llegada a esta fortaleza del interior peninsular de objetos suntuosos elaborados en
marfil a lo largo de diferentes momentos de su existencia.
6.2.5. diente
Como ya apuntábamos al exponer las características de cada
materia prima en el capítulo 3, hemos realizado una distinción
de carácter práctico entre marfil y diente para diferenciar el marfil de proboscídeos y otros grandes mamíferos como el hipopó-
[page-n-244]
Figura 6.10. A la izquierda canino de oso pardo perforado de la Illa d’en Reixac (1000). A continuación, piezas manufacturadas sobre
caninos o colmillos de jabalí: cacha de La Bastida de les Alcusses (0621); mango del Turó de Ca n’Oliver (0707) (tomado de Barberà et al.
1960-1961: fig.2.10); fragmento de objeto perforado de La Moleta del Remei (0767); útil expeditivo de Mas Castellar (0785); biapuntado
del Puig de Sant Andreu (0903).
tamo, de aquellas piezas dentales trabajadas de menor tamaño
propias de animales cuya presencia está documentada en territorio peninsular. Dentro de esta categoría de diente encontramos
seis objetos, el singular canino perforado de Ursus arctos de la
Illa d’en Reixac y cinco objetos diversos elaborados sobre piezas dentales de Sus scrofa: un útil expeditivo de Mas Castellar
datado en el último cuarto del s. V a.C. y cuatro piezas terminadas de La Bastida de les Alcusses, el Turó de Ca n’Oliver,
La Moleta del Remei y el Puig de Sant Andreu con cronologías
entre el s. IV - s. III a.C. (fig. 6.10). Como podemos ver, no se
trata de una materia prima de uso extendido en los poblados
ibéricos, sino que su uso remite a la utilización excepcional de
dientes de grandes animales como el oso como adornos diferenciadores, símbolos de prestigio social, de posibles hazañas
o ritos de paso y al aprovechamiento esporádico y dispar de los
caninos y colmillos de jabalí para elaborar ciertos útiles apuntados, perforados o receptores que encontramos también en otras
materias duras animales.
resaltar esta marcada presencia de fragmentos del grupo de los
apuntados, incidiremos en los tipos de piezas que hemos podido
identificar de forma precisa. Así, aquellos con una representación mayor son: alfileres, mangos, cuentas, agujas, punzones,
bisagras, peines, fusayolas, placas/apliques decorativos, stili y
espátulas (tabla 6.9). Cabe apuntar que dentro del tipo III.10.
Indeterminados hemos incluido también 11 piezas. Se trata de
objetos de los que no hemos podido precisar rasgos comunes a
otros ni conocemos de forma clara para qué pudieron emplearse. Cada uno de ellos ha sido tratado según el yacimiento en el
que fue recuperado, a través de la exposición de sus principales
características y de la propuesta, cuando ha sido posible hacerlo
de potenciales usos. Se trata de las piezas: 0157-La Bastida de
les Alcusses (fig. 5.174); 0174-El Palomar (fig. 5.103); 0273-El
Puig d’Alcoi (fig. 5.191.c); 0388 y 0413- Tossal de Sant Miquel (fig. 5.147); 0596-La Penya del Moro (fig. 5.92); 0842La Creueta (fig. 5.64); 0893, 0909 y 0933-Puig de Sant Andreu
(figs. 5.34, 5.44 y 5.28) y 1021-Els Vilars (fig. 5.78).
6.3. TIPOS DE PIEZAS TERMINADAS
6.3.1.1. Alfileres
Presentamos a continuación la valoración conjunta de las piezas
terminadas. Valga señalar que para evitar repeticiones con lo
expuesto anteriormente realizamos una síntesis y reagrupación
de ideas de lo ya señalado a medida que se trataba el corpus
detallado de cada asentamiento e incidimos sobre todo en aspectos funcionales y en interpretaciones y comparaciones entre los asentamientos estudiados. Estas se exponen en función
del número de ejemplares identificados, ordenadas de acuerdo
a su mayor o menor representación. Diferenciamos, en primer
lugar, aquellos tipos de piezas para los que contamos más de
diez ejemplares documentados; en segundo lugar trataremos
aquellas integradas por entre diez y tres piezas y, finalmente,
haremos referencia a aquellos tipos de objetos de los que tan
solo contamos con dos ejemplares o con un único modelo.
6.3.1. más de diez ejemplares
Los fragmentos apuntados (que no se pueden adscribir a un tipo
concreto de objeto por no contar con rasgos representativos claros), bien sean partes mesiales, distales y/o proximales, son las
piezas más numerosas con 137 ejemplares identificados, pero
cabe tener en cuenta que no podemos matizar a qué objeto concreto pertenecen. Por ello, aunque consideramos significativo
Entre las piezas terminadas los alfileres (III.1.2), con 134, son
las más numerosas. A pesar de su abundancia llama la atención
su concentración mayoritaria en cuatro yacimientos enmarcados en la Edetania y la Contestania ibéricas: La Bastida de les
Alcusses (40), La Serreta (28), Covalta (26) y Tossal de Sant
Miquel (18). Además, en El Amarejo se recuperaron nueve piezas de cuidada factura formando parte de los materiales recuperados en el pozo votivo (Broncano 1989) (fig. 6.11).
Sabemos también que su presencia es habitual en los ajuares
de las necrópolis del sureste peninsular, como en El Cigarralejo
(Cuadrado 1987), Coimbra del Barranco Ancho (García Cano
et al. 2008) o Fuente de Gil de Olid (Puente del Obispo-Baeza,
Jaén) (Ruiz Rodríguez et al. 1984).
Aparte de las cinco concentraciones destacadas de alfileres,
en otros 10 asentamientos documentamos uno o dos de ellos
(tabla 6.9 y fig. 6.11). Llama la atención, por ejemplo, que en los
enclaves del conjunto arqueológico de Ullastret del Puig de Sant
Andreu, la Illa d’en Reixac y Gou-Batlle con un total de 227 objetos, apenas se han documentado dos alfileres en el primero de
ellos. Su dispersión y abundancia de forma desigual puede estar
evidenciando que eran más utilizados en los yacimientos donde
se ha identificado su presencia mayoritaria o que en el resto de
poblados este tipo de piezas fueran manufacturadas en materias
227
[page-n-245]
duras perecederas, como podrían ser la madera o el cuerno. Ya
hemos recogido en este trabajo referencias a alfileres elaborados
en metal, como en el caso de Olèrdola (Molist 2009: fig. 15.1) o
el Amarejo (Broncano 1989: 83); así como se han documentado
en necrópolis como la del Poblado de Coimbra del Barranco
Ancho (García Cano y Page 2007: 158) o en Orleyl II (La Vall
d’Uixó, Castellón) (García Fuertes y Moraño 2013: fig. 8).
El alfiler de mayor tamaño alcanza los 19,7 cm de longitud
(0236, La Serreta) (fig. 5.183), aunque lo habitual es que la longitud de los alfileres completos se situe entre los 12 y 7 cm de
longitud, con una sección circular entre 0,3 - 0,7 cm de diámetro. El alfiler de menor longitud lo encontramos en La Bastida
de les Alcusses (0059) con marcas claras de reavivado (figs.
5.170 y 5.172). En palabras de R. Sennet (2010: 146): “Es la
reparación de las cosas lo que nos permite comprender su funcionamiento”. Por nuestra parte, consideramos que, si bien este
fenómeno no tiene por qué dar respuesta a su funcionalidad, sí
marca el valor dado a las mismas.
El 75 % de los alfileres presenta decoración, bien incisa,
bien tallada o ambas. Como ya hemos apuntado los motivos
resultan similares: fundamentalmente molduras y patrones
geométricos de reticulados, aspas, líneas diagonales y horizontales. En algunos hemos podido determinar el uso de sustancias
colorantes negras y rojas para destacar esta decoración incisa,
siendo el caso más claro el del Tossal de Sant Miquel con los
alfileres 0164, 0166, 0400 (fig. 5.144). Resulta interesante remarcar también los motivos decorativos no realizados, es decir,
las ausencias intencionadas, como son los círculos simples o
concéntricos con un punto central presentes en otro tipo de objetos como peines, mangos o placas perforadas. Resulta lógico
pensar que, por su sección normalmente circular y por el escaso
espacio disponible estas decoraciones no resultarían cómodas
de realizar; así como las incisiones de líneas verticales tampoco
son comunes. Además, aunque no encontramos motivos figurados incisos, sí contamos con remates tallados con formas zoomorfas, habitualmente acompañados de motivos geométricos
incisos que remarcan el aspecto ornamental de estas piezas. Así
pues, identificamos cinco alfileres con cabezas talladas en forma
de aves en los ejemplares de Covalta (0028), Tossal de Sant Miquel (0168, 0381), Torre del Prospinal (0697) y Puig Castellar
(1187), por otra parte, un alfiler del Turó de Ca n’Oliver presenta tallada la forma de un caballo (1046) (fig. 6.12).
En ninguno de los alfileres de los poblados encontramos
motivos vegetales o antropomorfos. Este tipo de decoraciones,
aunque no son muy habituales, sí se han documentado en los
contextos funerarios de El Cigarralejo, con un alfiler con la cabeza en forma de piña en la tumba 133 (Cuadrado 1987: 283) o
los alfileres del conjunto C-3B de la Finca de Gil de Olid, uno
con cabeza en forma de bellota y otro con decoración antropomorfa representando una dama ibera (Ruiz Rodríguez et al.
1984: fig. 9).
Los alfileres sin cabeza diferenciada son más numerosos que
los que presentan remates diferenciados. Así identificamos 115
ejemplares, 38 de ellos de la variante a. con remate redondeado;
41 de la variante b. cónico y 23 de la variante c. plano. De los
otros 23 por su estado incompleto no hemos podido matizarlo.
En cuanto a las materias primas, la gran mayoría están realizadas sobre hueso, sobre diáfisis de macromamíferos. Tan solo
tres alfileres fueron elaborados posiblemente sobre marfil: el
228
ejemplar 0021 de Covalta (fig. 5.167), 0271 de El Puig d’Alcoi
(fig. 5.191) y 0466 de El Amarejo (fig. 5.163). Desde los puntos
de vista formal y ornamental estos no presentan características
distintas al resto, el único rasgo que los diferencia es la utilización de una materia prima alóctona a la península ibérica y, por
ende, de un valor económico mayor. Sin embargo, cabe tener
en cuenta que los alfileres de hueso de acabados cuidados, con
un pulido delicado final, presentarían una superficie externa brillante, de tono blanquecino que poco distaría del acabado del
marfil, por lo que podrían resultar casi indistinguibles entre sí,
al menos en primera instancia. Los motivos decorativos presentes (o ausentes) en cada pieza resultarían más distintivos que la
materia prima en la que fueron elaborados.
Desde el punto de vista funcional los interpretamos de forma mayoritaria como útiles para el peinado, similares a las acus
crinalis del mundo romano. Eran unos utensilios que, como han
permitido documentar las fuentes escritas, los testimonios gráficos y las evidencias arqueológicas, eran empleados para sujetar los cabellos de las mujeres (Claveria 2012: 49-50). Son,
por tanto, testimonios arqueológicos de una actividad reservada
al ámbito de lo femenino, a lo que en época romana se conoce como mundus muliebris y, concretamente, al ornamentum,
como útiles empleados para resaltar la belleza exterior de la mujer (Rascón et al. 1995: 298). De hecho, tal y como recogen Daremberg y Saglio (1918: 239-240) la ornatrix era una persona
especializada en elaborar el tocado de la señora romana y, para
ello, empleaba este tipo de instrumentos para fijar los peinados.
Un gesto natural y unos objetos que, en la actualidad, fabricados en materiales muy variados, todavía existen y se emplean
con el mismo fin. Contamos con diferentes fuentes clásicas que
hablan de estas piezas. Sirva como ejemplo que en uno de sus
epigramas el poeta Marcial señala: “Acus Áurea, splendida ne
maldivi violent bombycina crines, figat acus tortas sustineatque
comas” (Marcial, Ep., XIV, 24). Su traducción, según Dulce
Estefania (recogido por Rascón et al. 1995: 301) sería: “Aguja
de oro, para que los cabellos de quien los llevan perfumados no
manchen sus vestidos que esta aguja sujete y sostenga su rizada
cabellera”. Diferentes hallazgos arqueológicos han corroborado
los usos de estas piezas como elementos para el cabello, por
ejemplo, en York (Yorkshire, Inglaterra) se descubrió la tumba
de una mujer romana que tenía un alfiler para el cabello situado
al lado de su cráneo (MacGregor 1985: 113) y en la zona de
El-Fayum (Egipto) se recuperó una diadema de cabello postizo
ensartada con alfileres de bronce, de una cronología del s. II d.C.
(Bianchi 2012: 83).
No podemos afirmar que estas piezas fueran solo utilizadas
por las mujeres iberas, aunque parece lo más plausible, si bien
su uso sería provechoso para cualquier persona que llevase el
cabello largo. Ahora bien, queremos destacar el caso especial
de los alfileres ornamentados con forma de ave. Consideramos
que esta no es una decoración casual: “El ave, símbolo de la divinidad femenina, sanciona con su presencia los ritos de paso”
(Prados 2004: 91). Por lo que este motivo del ave nos remite
al mundo de ellas, un símbolo asociado con la mujer, con la
divinidad femenina, presente tanto en el mundo ibérico (Mata
Parreño et al. 2014: 212-214) como en el celtibérico y de una
fuerte influencia orientalizante, asociada con las diosas Astarté
o Tanit, e incluso con la diosa griega Afrodita (Prados 2004:
100). Por tanto, podemos plantear que sus usuarias fueran mu-
[page-n-246]
Tabla 6.9. Tipos de objetos con más de diez ejemplares (5. Gou-Batlle y 9. Tossal de les Tenalles no tienen estos tipos).
III.1
III.1.2 III.4.1 III.6.5 III.1.1 III.1.6 III.4.5 III.5.1 III.6.6 III.9.1 III.1.8 III.3.3
1. Mas Castellar
4
2. Saus
3
3. Camp de l'Ylla
7
2
1
1
1
1
1
4. Illa d'en Reixac
1
6. Puig de Sant Andreu
4
7. La Creueta
1
2
8. Turó del Montgròs
4
1
22
20
1
2
2
1
1
1
1
2
2
4
1
2
12
2
2
4
1
1
24
1
6
1
2
1
1
10. Els Vilars
4
11. Turó de Ca n'Oliver
2
1
1
12. Puig Castellar
7
2
1
13. Turó de la Rovira
1
14. Penya del Moro
1
15. Olèrdola
6
3
1
6
1
2
22. Puig de la Nau
1
23. Alto Chacón
3
24. Els Estrets
1
25. Torre de Foios
1
26. La Celadilla
1
27. Torre del Prospinal
1
2
2
5
2
1
1
1
4
4
3
3
2
3
1
2
21. Puig Misericòrdia
1
1
1
19. La Morranda
20. Moleta del Remei
1
1
1
1
17. San Antonio
4
5
1
16. Vilar
18. El Palomar
1
2
3
1
2
2
1
2
1
1
1
2
1
28. Peña de las Majadas
12
29. Castellet de Bernabé
3
1
2
3
1
2
11
18
4
1
30. La Seña
31. El Puntal dels Llops
32. Tossal de Sant Miquel
33. Tos Pelat
1
34. Kelin
2
35. El Amarejo
5
9
36. Covalta
1
1
1
3
1
5
26
35
40
38. La Serreta
16
28
1
2
2
1
3
1
5
2
2
2
1
3
5
1
1
2
1
5
4
2
8
1
1
1
40. Cerro de las Cabezas
6
41. Coimbra Barranco Ancho
1
42. L'Alcúdia
1
43. Pajar de Artillo
1
44. Cerro de la Cruz
1
45. El Chuche
1
TOTAL
4
2
37. La Bastida de les Alcusses
39. El Puig
2
2
137
134
63
49
47
45
33
19
17
15
14
11
III.1. Apuntado; III.1.2. Alfiler; III.4.1. Mango; III.6.5. Cuenta; III.1.1. Aguja; III.1.6. Punzón; III.4.5. Bisagra; III.5.1. Peine; III.6.6. Fusayola; III.9.1.
Placa-aplique; III.1.8. Stilus; III.3.3. Espátula.
229
[page-n-247]
Figura 6.11. Mapa con la distribución
de alfileres.
6) Puig de Sant Andreu;
11) Turó de Ca n’Oliver;
12) Puig Castellar;
20) La Moleta del Remei;
23) Alto Chacón;
27) Torre del Prospinal;
29) El Castellet de Bernabé;
31) El Puntal dels Llops;
32) El Tossal de Sant Miquel;
35) Amarejo;
36) Covalta;
37) La Bastida de les Alcusses;
38) La Serreta;
39) El Puig.
0697
0168
0028
0381
1046
1187
Figura 6.12. Alfileres con
decoración zoomorfa.
0697) Torre del Prospinal;
0168) Tossal de Sant Miquel;
0028) Covalta;
0381) Tossal de Sant Miquel;
1046) Turó de Ca n’Oliver;
1187) Puig Castellar.
230
[page-n-248]
jeres. Si bien, también debemos tener en cuenta el alfiler del
Turó de Ca n’Oliver con el remate de un caballo, animal ligado
por excelencia al universo masculino (Mata Parreño et al. 2014:
204-207). De modo que quizás cabría pensar en la utilización
de estas piezas fundamentalmente por mujeres y niñas, pero no
de forma exclusiva.
Encontramos también imágenes de escenas de peinado en
las que se emplean alfileres en diferentes culturas del Mediterráneo antiguo como la egipcia, por ejemplo en una de las
decoraciones en bajorelieve del sarcófago de la reina Kawit de
la dinastía XI aparece una escena de peinado con alfileres (Garetto 1955: fig. 4) o la etrusca, donde es relativamente habitual
identificar en la cara dorsal de los espejos de bronce también
escenas de peinado de mujeres utilizando esta clase de piezas
(Rallo 1989). Asimismo, en los conocidos retratos naturalistas de El-Fayum de la provincia romana de Egipto, realizados
entre el s. I a.C. y el s. II d. C, varias de las mujeres presentan
de forma evidente alfileres para sujetar sus recogidos (https://
foundinantiquity.com/ 2013/10/11/a-gallery-of-fayum-portraits/, consulta 07/04/2022). No conocemos ninguna escultura ibérica con estas piezas visibles en el peinado, si bien cabe
tener en cuenta que la mayoría de representaciones femeninas
presentan el cabello cubierto.
Aunque consideramos que esta pudiera ser su función mayoritaria, es cierto que, por su forma, podrían ser empleados
para otras actividades similares a los punzones o los stili (estos
últimos presentes en el registro ibérico para el s. II - s. I a.C.),
como son la escritura sobre soportes blandos o semiblandos (barro, plomo, cera), para sujetar la ropa o para realizar perforaciones sobre tejido bien sea cuero, lana, lino, etcétera. Únicamente
un estudio traceológico profundo podría ayudar a obtener algo
de luz en esta disyuntiva. Sin embargo, los estudios traceológicos también presentan limitaciones si tenemos en cuenta que
una misma pieza puede ser utilizada para diferentes usos, por
diferentes personas y en diferentes momentos.
Consideramos que el registro de alfileres de época ibérica
refleja una realidad documentada también para época romana:
es muy probable que existiesen, al menos, dos escalas de producción y decoración de estos objetos. A tenor de su alta variabilidad estilística diferenciamos entre aquellos más sencillos
(sobre todo en el acabado de la cabeza) que podrían ser realizados por personas no expertas según sus gustos y necesidades;
y los alfileres manufacturados de forma más cuidada como los
que presentan remates zoomorfos, vegetales, antropomorfos o
complejos, que debían ser realizados por artesanos o artesanas
con mayor especialización y marcadas habilidades tecnológicas
y estilísticas; aunque no siempre resulte sencillo determinar esta
escala en cada pieza (MacGregor 1985: 115).
La interesante variedad decorativa y de tamaño de estos objetos responde a criterios de gusto personal y pericia artesanal.
Además, el hecho de constatar el reavivado de algunos de ellos
nos indica que son piezas apreciadas, a las que se les quiere dar
continuidad. Su cronología se centra fundamentalmente entre el
s. IV e inicios del s. II a.C.
Así pues, como vemos, son piezas relevantes, las más numerosas en general en el registro de la industria ósea de época
ibérica, pero no las más habituales en todos asentamientos. Son
útiles personales, que reflejan particularidades de sus usuarias
o usuarios.
6.3.1.2. Mangos
El segundo tipo de piezas más numeroso es el de los mangos
(III.4.1) con 63 ejemplares. En este caso no apreciamos una distribución desigual; están presentes en 22 de los asentamientos
analizados (tabla 6.9). Bien es cierto que en el Puig de Sant
Andreu encontramos el conjunto más numeroso con 22 de ellos,
pero proporcionalmente es también el yacimiento con más piezas documentadas. Sí que debemos destacar, al contrario que en
el caso de los alfileres, la variabilidad en la materia prima sobre
la que están elaborados: contamos con 39 ejemplares realizados
sobre astas de ciervo (62 %), 16 sobre huesos largos de meso
y macromamíferos (25 %), 7 sobre marfil de elefante (10 %) y
uno sobre un colmillo de jabalí (3 %).
Tipológicamente 13 pertenecen al subtipo III.4.1.1. en el
que mantienen la forma del soporte (11 sobre asta, sobre todo
candiles aserrados por un extremo; uno sobre colmillo de jabalí y otro ejemplar sobre un metatarso); 22 al subtipo III.4.2.2.
mangos cilíndricos con ambos extremos aserrados o cortados y
parcialmente vaciados (15 sobre asta y siete sobre hueso); nueve
al subtipo III.4.1.3. con talón (siete de marfil y dos de hueso del
Puig de Sant Andreu) y, por último, documentamos dos rectangulares (III.4.1.4), en la Illa d’en Reixac y en Mas Castellar. No
hemos podido precisar la clasificación tipológica de 17 de ellos
debido a su estado fracturado e incompleto.
Documentamos ejemplares desde finales del s. VI - inicios
del s. V a.C. en Els Vilars (0607) (tabla 5.26) hasta el primer
tercio del s. I a.C. en El Palomar (0175) (tabla 5.36), aunque
es en el periodo del s. IV - s. III a.C. cuando más número identificamos. Sus dimensiones varían entre 5,2 cm de longitud en
el ejemplar menor (1155 - Illa d’en Reixac) (fig. 5.23) a los
15,4 cm de longitud en el ejemplar mayor (0892 - Puig de Sant
Andreu) (fig. 5.44) que, valga señalar, cuenta con una marca de
aserrado inacabado en el cuerpo que parece indicar que fuera a
realizarse un mango de menor tamaño.
Su finalidad es utilitaria facilitando la prensión y protección de un útil, generalmente de una herramienta o de una
pequeña arma metálica, como los cuchillos afalcatados. En
algunos ejemplares la pieza a la que sirven de enmangue y resguardo todavía está inserta, como en el caso de 0235 del Alto
Chacón (fig. 5.117) y 1269 del Puig de Sant Andreu (fig. 5.42).
Más allá de su finalidad práctica vemos diferente dedicación artesanal y decoración en cada uno de ellos. El 19 % de
los mismos están decorados (12 ejemplares). El mango 0844
de marfil del Castellet de Bernabé (fig. 5.132) y el pequeño
mango cilíndrico 0783 y el enmangue 0817 del scalptorium
de hierro de Mas Castellar (figs. 5.10 y 5.12) presentan círculos simples incisos con punto central, un tipo decorativo recurrente en otras piezas como placas perforadas o peines. Llama
también la atención el mango 0890 del Puig de Sant Andreu
recuperado en una posible estancia de culto de la zona 14, muy
pulido y con motivos incisos en zigzags (Martín et al. 2004:
275) (fig. 5.44).
Por otra parte, destacan los seis ejemplares ebúrneos con
decoración incrustada, bien de ámbar: 0218-La Serreta, 0662Turó del Montgròs y 0846-Coimbra del Barranco Ancho (en
este último no se han conservado restos de las incrustaciones
o la materia adherente pero sí son visibles perfectamente los
rebajos); o bien de bronce: 0568-San Antonio, 0608-El Puntal
dels Llops y 0844-Castellet de Bernabé (fig. 6.13). Además,
231
[page-n-249]
0662
0218
0846
0568
0844
0608
Figura 6.13. Mangos de marfil decorados con incrustaciones recuperados en poblados ibéricos.
el mango de El Puntal dels Llops está revestido de una lámina
de plata por los laterales y la virola. Se trata de la única pieza
conocida en el mundo ibérico en la que se emplearon conjuntamente marfil, plata y bronce. Los paralelos más cercanos los
encontramos en la necrópolis de la Joya (Huelva), en la tumba
17, datada entre los s.VII - s.VI a.C. donde se recuperaron dos
cuchillos de hierro de hoja curva con enmangues de marfil sujetos por clavos de plata y una anilla de bronce (Garrido y Orta
1978: 103-108).
Los análisis no invasivos de Fluorescencia de Rayos X
(XRF) y de Espectrometría de transformada de Fourier (FTNIR) realizados sobre estos mangos han permitido identificar la
naturaleza ambarina de las incrustaciones lanceoladas en parte
todavía presentes en los mangos de La Serreta y Turó del Montgròs y el empleo del estaño como soldadura blanda para fijarlas.
En el caso de los ejemplares decorados mediante apliques metálicos no se ha podido determinar la presencia del estaño como
materia adherente, siendo posible la utilización de algún tipo
de materia natural o resina no identificada en nuestros análisis.
Ejemplares muy similares a los de La Serreta (0218), Turó del
Montgròs (0662) y del poblado de Coimbra del Barranco Ancho
(0846), del subtipo III.4.1.3, con rebajos lanceolados, rectangulares y circulares (sin que se conserven las incrustaciones) se
han identificado en las necrópolis de El Poblado de Coimbra
del Barranco Ancho, de El Cigarralejo y en niveles del s. II a.C.
del poblado de El Coll de Moro (Gandesa, Tarragona) (Blasco Martín et al. 2019; Mata Parreño et al. 2020). Por tanto, la
presencia de estos objetos excepcionales se atestigua tanto en
espacios funerarios como de hábitat.
Tanto los mangos con incrustaciones de ámbar, como los
mangos decorados con plaquitas de bronce reflejan la conjunción de diferentes técnicas, materias primas y decoraciones. Son
una muestra de una producción de artesanos/as de prestigio, que
dominan perfectamente las técnicas y pueden permitirse traba232
jar (tanto por su habilidad como por su posición económico/
social) una materia prima de elevado coste como es el marfil,
junto a otras materias primas: metálicas, minerales y pétreas que
configuran el todo de unas piezas de pequeño tamaño, pero en
las que se ve reflejado un destacado trabajo manual que requiere pericia y control, en otras palabras, saber hacer. Las claras
similitudes formales y decorativas entre ellos, en especial entre
los decorados con incrustaciones de ámbar y los que presentan
apliques metálicos, remiten a su manufactura siguiendo un modelo conocido o copiado, o incluso, sobre todo en el caso de La
Serreta y del Turó del Montgròs, a haber sido realizados por la
misma persona. Cabría pensar también en la posibilidad de que
diferentes artesanos, especializados en la producción de diversas materias primas, por ejemplo, en el trabajo de las materias
duras animales y la metalurgia, trabajaran conjuntamente en la
producción de estos bienes de prestigio. De hecho, la producción de mangos va ligada a los útiles, generalmente metálicos,
que protegerían y decorarían, por lo que el trabajo sobre el metal
para generar las armas o herramientas y la manufactura sobre
las materias duras animales para elaborar los mangos de dichos
útiles debería darse de forma conjunta, teniendo en cuenta las
características morfométricas de ambas partes del útil. Son objetos de prestigio, cuya cronología se enmarca entre los s. IV y
s. II a.C. y que más allá de su indudable valor artesanal, reflejarían el estatus socioeconómico de sus propietarios, pudiendo ser
objetos realizados por encargo directo de las élites locales como
un modo más de legitimación material de su relevancia social y
poder (Mata Parreño et al. 2020).
Así pues, desde el punto de vista general vemos para los mangos, al igual que en el caso de los alfileres, distintos grados de
artesanías, ligados a los acabados más o menos perfeccionados
de las piezas y a las materias primas trabajadas, sobre todo en
el caso de los ejemplares de marfil decorados con incrustaciones
a través de la taracea. Cabe tener en cuenta que los mangos de
[page-n-250]
materias duras animales son un reflejo de los de madera que, sin
duda, serían los más habituales en el mundo ibero y de los que no
nos han llegado apenas evidencias arqueológicas.
6.3.1.3. Cuentas
Documentamos 49 cuentas (III.6.5) presentes en 14 yacimientos, destacando las 20 del Puig de Sant Andreu y, tras ellas, las
siete de Mas Castellar; en el resto de los poblados constatamos
su presencia mediante uno, dos o tres ejemplares (tabla 6.9).
Un total de 43 están manufacturadas sobre hueso: tres sobre
vértebras de peces y 40 sobre diáfisis de huesos largos de meso
y macromamíferos; además identificamos dos ejemplares manufacturadas en asta: una en el Puig de Sant Andreu (0864) (fig.
5.33) y otra en el Puig Castellar (0575) (fig. 5.85) y cuatro en
marfil: en La Serreta (0243) (fig. 5.187); en el Turó de la Rovira
(0721) (fig. 5.89) y en el Puig de la Misericòrdia (1057 y 1058)
(fig. 5.110).
Tipológicamente la única cuenta cilíndrica (subtipo
III.6.5.3) la encontramos en el silo 2 del Camp de l’Ylla (1171),
datada a finales del s. V a.C. Ejemplares similares aparecen en
la sepultura 137 de la Hoya de Santa Ana del s. V a.C. donde se
recuperaron nueve piezas de hueso formando parte de un collar
con más de 190 cuentas de piedra (Chinchilla, Albacete) (revisado en el Museo de Albacete) o en la tumba 4 del Castillejo de
los Baños (Fortuna, Murcia), del s. IV a.C. (García Cano y Page
2001). Por tanto, sus contextos de hallazgos parecen mayoritariamente funerarios.
El subtipo más numeroso es el III.6.5.1. circular con 44
cuentas. Dentro de estas evidenciamos un proceso de estandarización: entre 2,6 y 2 cm de diámetro y entre 0,7 y 0,4 cm de
grosor y con una perforación central circular de 0,8 - 0,6 cm de
diámetro (aunque alguna pueda sobrepasar ligeramente estos límites). Su regularidad hace pensar en el empleo de herramientas
sistematizadas, sobre todo para la obtención de la forma circular
de la cuenta y la realización de la perforación, como podrían ser
brocas metálicas de taladros de tres puntas, donde la central tuviera mayor longitud, actuando como perforador y las dos de los
extremos delimitaran la forma de las cuentas. Además, llama la
atención que estas piezas las encontramos en otros yacimientos
del Mediterráneo con medidas prácticamente idénticas, como en
Morgantina (Sicilia) (Jacob 2012: fig. 27-29) o en el ágora de
Atenas (Camp 1986: fig. 125).
De hecho, esta estandarización es también señalada en el
estudio experimental efectuado por B. Khan y C. Picod para
comprender los gestos y acciones tecnológicas efectuados para
la confección de cuentas circulares de hueso en el enclave de
Qasr al Bint (Petra, Jordania). Tras la documentación de un
posible taller con desechos de elaboración de estas piezas óseas
en niveles del s. IV - s. I a.C. y, posteriormente, del s. IV al s.
VI d.C., su regularidad y las estrías visibles en los desechos
de trabajo y en las piezas fallidas han permitido plantear a los
investigadores el uso del torno de arco en su proceso de manufactura (Khan y Picod 2018). Para época ibérica también cabe
plantearnos que este pudiera utilizarse; no obstante, el acabado
regularizado de las piezas mediante abrasión y/o pulido no permite afirmarlo.
Así pues, la cadena de manufactura de estas cuentas implicaría (fig. 6.14):
1. Selección de los huesos largos de macromamíferos.
2. Tratamiento previo de la materia prima. Posiblemente los
huesos se hervirían o sumergirían en agua o en otros líquidos como vinagre para facilitar su posterior modificación (Kovac 2012: 177; Mata Parreño et al. 2018: 118).
3. Aserrado de las epífisis.
4. Aserrado longitudinal de la diáfisis para obtener una lámina de hueso.
5. Aserrado transversal de la lámina de hueso para obtener
uno o varios soportes de forma cuadrada sobre el que
realizar las cuentas.
6. Sobre el soporte de hueso de forma cuadrada, o bien,
como hemos señalado, a través del torno de arco o mediante el aserrado y la abrasión siguiendo un patrón posiblemente marcado con carbón u otras sustancias colorantes sobre el hueso se obtendría la forma circular de
la cuenta.
7. Realización de la perforación con un taladro de arco con
una broca simple.
8. Regularización de la cuenta mediante la abrasión y pulido, utilizando materiales abrasivos suaves como rocas
de grano fino, plantas o pieles o lana con grasa para darle
un acabado brillante. Hemos podido comprobar que en
la actualidad los artesanos del hueso de San Antonio la
Isla (México) utilizan este sistema de lana y grasa animal para dar brillo a las piezas que elaboran. Al igual
que pudimos atestiguar que todos los huesos que utilizaban los dejaban reposar al menos 24 horas en agua antes
de manufacturarlos, para ablandarlos y facilitar posteriormente su trabajo.
Cabe apuntar que no todas las cuentas circulares de hueso que hemos documentado presentan estas medidas (aunque
sean mayoritarias), ya que también hemos identificado algunos
ejemplares de tamaño más reducido, como las cinco cuentas de
hueso de apenas 3 mm de diámetro recuperadas en la fosa 114
de Mas Castellar (tabla 5.1 y fig. 5.6).
Por otra parte, contamos con una pieza recuperada en la fosa
362 de Mas Castellar (0811) con la forma de una cuenta circular
de hueso que no está totalmente regularizada, ya que se distingue el tejido esponjoso del hueso en la cara dorsal (fig. 5.8).
Sus medidas son 2,1 cm de diámetro; 0,5 cm de grosor y una
perforación de 0,8 cm de diámetro. Consideramos que podría
Figura 6.14. Cadena operativa esquematizada de producción de
cuentas sobre huesos largos de mamífero.
233
[page-n-251]
tratarse de una cuenta en proceso de elaboración o descartada en
la que podemos apreciar como su perímetro no es perfectamente
circular y todavía quedaría realizar la fase final de abrasión y
pulido para regularizar la pieza y eliminar el tejido esponjoso.
Sí llama la atención que la perforación esté ya realizada, por lo
que este paso se habría realizado antes de regularizar el acabado
de la pieza.
Este tipo de cuentas circulares son piezas habituales en contextos funerarios, como los 43 ejemplares recuperados en la
necrópolis de L’Albufereta (Verdú 2015: 410) o la necrópolis
de El Cigarralejo, donde destaca su presencia en la tumba 200
(425 - 375 a.C.) con 35 cuentas elaboradas sobre diáfisis de
macromamíferos recuperadas junto a, al menos, cuatro vértebras intencionalmente seleccionadas y perforadas de un gran
tiburón de la familia Lamnidae, posiblemente un marrajo sardinero (Lamna nasus) (Cuadrado 1987: 358-360; Marlasca et
al. 2019: fig. 3).
Del mismo modo, como ya se ha señalado, en los poblados
de El Puig y la Moleta del Remei se recuperaron, en niveles
del s. IV a.C. y del s. II a.C., respectivamente, dos cuentas
(una en cada enclave) realizadas sobre vértebras de tiburones
de la familia Carcharhinidae, posiblemente de tiburón jaquetón
o trozo (Carcharhinus falciformes o Carcharhinus plumbeus).
Estas vértebras no muestran alteración de la forma anatómica natural, y el único tratamiento realizado es el aumento del
orificio medular (canalis centralis), localizado en el centro de
las facies vertebrales, ampliándolo, para pasar un hilo o cuerda o cuero para colgarlas. Las perforaciones se realizarían de
forma sencilla y rápida con un punzón metálico. Estos huesos
resultan llamativos por sí mismos, no solo por el animal al
que pertenecen sino porque por sus características anatómicas
parecen presentar dibujos o motivos geométricos atrayentes en
los laterales. Cabría considerar también que en su elección influyera un componente simbólico, relacionado con las especies
de las que proceden, poco habituales en el imaginario ibero.
Otras vértebras de tiburón perforadas fueron recuperadas en la
nombrada tumba 200 de El Cigarralejo, una de las más ricas
de toda la necrópolis, y también en la sepultura 267 (400 275 a.C.) donde al menos seis cuentas de tiburón zorro formaban parte del ajuar (Alopias vulpinus) (Marlasca et al. 2019:
fig. 4).
En la ocupación del s. VII a.C. del Puig de la Misericòrdia documentamos una vértebra de trucha (Salmo trutta L.), en
este caso su presencia en el yacimiento podría indicar la pesca
de estos peces en el río Cérvol, a tan solo 900 metros de distancia en dirección sur del asentamiento. Junto a esta vértebra
perforada fueron halladas dos cuentas circulares de marfil (fig.
5.110), la segunda de ellas decorada con cinco círculos simples
incisos con punto central. Las tres piezas podrían haber formado parte del mismo collar, adorno o implemento decorativo,
quizás junto a otros adornos de materias orgánicas como madera, semillas o plumas.
Por otra parte, en La Serreta y en el Turó de la Rovira para
cronologías del s. III - s. II a.C. documentamos otras dos cuentas
circulares de marfil, 0243 (fig. 5.187) y 0721 (fig. 5.89), ambas
fracturadas e incompletas.
Las dos únicas cuentas de asta de cérvido las encontramos
en el Puig de Sant Andreu (0864) (fig. 5.33) y en el Puig Castellar (0575) (fig. 5.85). La primera de ellas tiene las medidas
234
y forma habituales de las cuentas circulares de hueso (2 cm
de diámetro, grosor 0,5 cm y perforación de 0,8 cm), por lo
que parece que simplemente se decidió realizar sobre asta de
ciervo. Por su parte, el caso del ejemplar 0575 es diferente.
Tipológicamente la podemos clasificar como una cuenta circular, pero bien es cierto que sus dimensiones son más amplias
(4,7 x 4,5 x 1 cm y con una perforación central de 1,1 cm
de diámetro), está realizada sobre la parte del medallón y de
la roseta de la cuerna, fue regularizada mediante abrasión y
presenta dos incisiones circulares profundas por la cara frontal como decoración, mientras que la cara dorsal apenas está
trabajada. Se trata de una pieza que podría relacionarse con
los medallones de asta recuperados en el mundo galo-romano,
cuya función parece ligarse a su utilización en vestimentas u
otros elementos textiles, así como, en ciertos ejemplares, con
un posible carácter de protección al considerarse como amuletos (Alonso 2006: 214).
6.3.1.4. Agujas
Las agujas (III.1.1) son útiles habituales utilizados por el ser
humano desde el Paleolítico Superior, cuya presencia se expande durante el magdaleniense superior (Camps Fabrer 1989: fiche III.16) y llega hasta nuestros días. Se emplean para coser,
pueden realizarse sobre diferentes materias primas y presentan
medidas diversas. Resulta habitual el uso de las más delgadas
y frágiles para coser telas de textura ligera, y las más gruesas
y de gran tamaño para tejidos compactos como pieles, cuero o
esparto. Es frecuente distinguir marcas de uso en estas piezas
tanto en el extremo activo como en el ojal (agujero de las agujas) provocadas por la perforación de los tejidos y por el roce de
los hilos (Legrand 2005: 339 y 2008).
En el mundo ibero, al contrario que en el caso de los alfileres, la presencia mayoritaria de estas se da en el actual área catalana (tabla 6.9 y fig. 6.15) y, concretamente, en los yacimientos
barceloneses de Puig Castellar (con 12 ejemplares) (figs. 5.84 y
5.85), la Penya del Moro (5) (fig. 5.92), Turó de Ca n’Oliver (4)
(fig. 5.81) y Turó de la Rovira (4) (figs. 5.88 y 5.89). Asimismo,
en la Moleta del Remei se hallaron también cuatro agujas de
hueso (fig. 5.106). Su presencia se extiende a otros 12 yacimientos pero solo con uno o dos ejemplares, salvo en el caso de La
Bastida de les Alcusses, donde encontramos tres agujas, una de
ellas decorada con motivos geométricos (fig. 5.174).
Para época ibérica se documentan igualmente agujas de
metal, tanto de cuerpo recto como de tendencia curva, estas
últimas interpretadas como agujas esparteras o saqueras (Pérez Jordà et al. 2011: 137 y fig. 50). Casi con toda seguridad
se realizarían también en materias primas perecederas como
la madera o incluso el cuerno. Las agujas están ligadas obviamente al mundo textil, a la costura, una labor de carácter
social y en la que convergen diversos matices. Cabe pensar
que se trataría de una tarea realizada mayoritariamente por
mujeres ya que, aunque no encontramos escenas específicas
de costura en el mundo ibérico, las fuentes gráficas y escritas
indican que eran ellas las que se encargaban de las tareas de
hilado y de tejido (Prados e Izquierdo 2011). Seguramente las
niñas ayudarían en esta labor que se enseñaría y transmitiría
de forma generacional.
Debemos tener en cuenta que la actividad textil va más allá
del ámbito exclusivo de lo doméstico, ya que ocuparía un espacio importante en la economía de las familias y del poblado.
[page-n-252]
Además, estas tareas y productos estarían íntimamente ligadas
con otros aspectos sociales, políticos y religiosos, tales como el
estatus social, el prestigio o los ritos de paso (Prados e Izquierdo
2011: 15-16).
La aguja de mayor tamaño la encontramos en el Puig Castellar con 14,1 cm de longitud (0581) (fig. 5.84); por su parte el
ejemplar menor, con 3,8 cm de longitud, se documenta en La
Bastida de les Alcusses (0096) (fig. 5.174). En anchura, salvo
los dos ejemplares de asta clasificados con ciertas dudas de La
Celadilla (0563 y 0664) (fig. 5.124) con 2,1 y 1,7 cm de ancho
respectivamente (por lo que si se utilizaron como agujas debió
de ser para coser tejidos bastos de trama amplia); el resto de las
piezas no superan los 1,5 cm, siendo lo más habitual una anchura y un grosor de entre 0,5 y 1 cm. Así, de nuevo salvo las dos
posibles agujas de asta de ciervo de la Celadilla, las 45 agujas
restantes están realizadas sobre huesos largos de animales de
talla media y grande. Son útiles relativamente sencillos de manufacturar (Blasco Martín et al. 2018) por lo que podrían realizarse por personas sin conocimientos especializados, que aprovecharan los huesos que habitualmente tendrían a su alcance por
la propia alimentación para elaborar esos útiles necesarios para
la realización de una tarea habitual como sería la costura. Cabe
plantearnos que si asumimos que son ellas las que cosen y realizan las tareas textiles de forma mayoritaria (Prados e Izquierdo
2011: 15), pudieran ser las propias mujeres, en el espacio doméstico, las que realizaran estos útiles que han de adaptarse al
trabajo de sus usuarias y que, con toda seguridad, tendrían que
ser reavivados de forma habitual, aguzando el extremo distal y
apuntado de la pieza.
Tipológicamente solo contamos con una aguja con dos
perforaciones (III.1.1.2), el ejemplar 1052 de Kelin (final s. III
- inicios s. II a.C.) (fig. 5.155), todas las demás presentan un
único orificio (III.1.1.1). Las agujas con dos o tres perforaciones son habituales en contextos romanos y se ha planteado que
sus diferentes tamaños y formas (circular, oval, cuadrangular
y rectangular) podrían responder a la utilización de hilos y de
patrones de costura variados (Béal 1983: láms. 31-32; Tabar y
Unzu 1985; Tormo Ortiz 2003).
Para aquellas agujas de las que ha sido posible adscribir una
cronología acotada podemos señalar que tan solo el ejemplar
1009 de Els Vilars (fig. 5.74 y tabla 5.26) se data entre la segunda mitad del s. VI y la primera mitad del s. V a.C; el resto se
Figura 6.15. Yacimientos en los que se han documentado agujas: 1) Mas Castellar; 6) Puig de
Sant Andreu; 10) Els Vilars; 11) Turó de Ca n’Oliver; 12) Puig Castellar; 13) Turó de la Rovira;
14) La Penya del Moro; 15) Olèrdola; 16) El Vilar; 20) La Moleta del Remei; 26) La Celadilla;
29) El Castellet de Bernabé; 33) Tos Pelat; 34) Kelin; 36) Covalta; 37) La Bastida de les Alcusses; 38) La Serreta.
235
[page-n-253]
documentan mayoritariamente en el s. IV a.C. en yacimientos
como La Bastida de les Alcusses, el Tos Pelat o la Penya del
Moro y en el ibérico final, s. II - inicio s. I a.C., en La Moleta
del Remei y Olèrdola.
6.3.1.5. Punzones
Los punzones (III.1.6) son útiles habituales en los yacimientos
prehistóricos, desde el Paleolítico a la Edad del Bronce, tanto en
enclaves peninsulares como extrapeninsulares. Se han realizado
numerosos estudios traceológicos y experimentales para determinar sus usos en tareas como la perforación de pieles o cortezas,
la decoración sobre arcilla o la cestería (Legrand 2005; Sidéra y
Legrand 2006; Gates 2007; Pérez Roldán 2013: 118; entre otros).
En el mundo ibero están presentes, pero en una forma proporcionalmente inferior si lo comparamos con contextos neolíticos, calcolíticos o de la Edad del Bronce de la península ibérica
(Pascual 1998; López Padilla 2011; Pérez Romero et al. 2015,
entre otros). Es probable que este tipo de útiles se sustituyeran por otros elaborados tanto en metal como en madera. Aún
así, contamos con 45 punzones repartidos en 20 yacimientos
(tabla 6.9). La concentración mayor se da en El Puig con ocho
ejemplares, pero sus cronologías se asociarían fundamentalmente a la I Edad del Hierro (fig. 5.191 y tabla 5.68).
Son útiles multifuncionales, que no requieren de una gran
habilidad para su elaboración ni el acceso a una materia prima o
herramientas específicas. En la mayoría de ellos se ha constatado que han sido utilizados ya que cuentan con fracturas por presión, embotamiento o piqueteado. Ninguno de los ejemplares
está decorado, por lo que podemos afirmar que lo que los define
es su carácter utilitario.
Dos han sido elaborados sobre asta de ciervo, uno de La
Moleta del Remei (0758) (fig. 5.106) y otro de Kelin (1039)
(fig. 5.154), los 43 restantes han sido manufacturados sobre
huesos largos como húmeros, tibias, metatarsos, metacarpos y
fíbulas de suidos, ovicaprinos, bovinos y equinos. De hecho, las
medidas de los punzones varían considerablemente en función
del tipo de hueso seleccionado y del grado en el que este ha sido
modificado: así el ejemplar de mayor longitud alcanza los 20 cm
(0772, La Moleta del Remei) (fig. 5.106), frente a los 6 cm del
punzón de menor tamaño (0474, Amarejo) (fig. 5.164).
Como hemos señalado, son útiles con una tradición cronológica amplia cuya presencia, de hecho, va reduciéndose en época
ibérica. Sin embargo, todavía los documentamos tanto en niveles de la I Edad del Hierro en yacimientos como Kelin, El Puig
o Los Villares como perduran en el s. I a.C. en los poblados de
El Ballestar y El Palomar.
6.3.1.6. Bisagras
Las bisagras (III.4.5) forman parte del mobiliario de pequeñas
cajas o muebles. La mayoría están realizadas sobre metatarsos
o metacarpos de animales de talla media y grande, huesos que
por su diáfisis recta y de sección de tendencia circular resultan idóneos para la confección de este tipo de piezas. Sobre
el mismo hueso podrían realizarse varias bisagras, una acción
tecnológica que optimizaría el aprovechamiento de la materia
prima y reduciría la cantidad de tiempo invertida. Además, de
esta manera, podría conseguirse con mayor seguridad la uniformidad en sus diámetros para su óptimo ensamblaje y funcionamiento conjunto en los ejes de giro de las cajas, arquetas
o muebles de madera.
236
Durante mucho tiempo las bisagras fueron interpretadas
como fragmentos de flautas, pero su revisión permite afirmar
que se tratan de bisagras, piezas terminadas, aserradas por ambos extremos. Además, en la mayoría de ellas se distingue, en
la parte externa, finas estrías paralelas provocadas por el giro
de la pieza.
Contamos con evidencias de este tipo de artefactos en siete yacimientos (tabla 6.9). Destaca la concentración de 24 en
el Puig de Sant Andreu; de ellas, 19 pertenecen a un mismo
conjunto hallado en el departamento 32 de la zona Predi Nord
Subirana (fig. 5.30). Se trata de la mayor agrupación de bisagras
en un mismo espacio del mundo ibero. Además, también en el
Puig de Sant Andreu, en el sector 28 de la zona 14 identificamos
la única bisagra realizada sobre asta de Cervus elaphus decorada con diez incisiones paralelas (fig. 5.44). Por otra parte, en
La Serreta identificamos cuatro bisagras de hueso y una pieza
en Mas Castellar, Saus, Turó de la Rovira, El Vilar y Tossal de
Sant Miquel.
El ejemplar de mayor tamaño se localiza en La Serreta (6 x
2,4 x 2,3 cm) (5.190 - 0209) y el menor en el Puig de Sant Andreu (0,6 x 1,4 x 1,4 cm) (fig. 5.38 - 0874). Es lógico pensar que
sus tamaños dependerían de la envergadura de la caja, arqueta o
mueble del que formaran parte.
Desde el punto de vista cronológico, salvo el ejemplar 0815
de Saus (fig. 5.17 y tabla 5.2), recuperado en niveles de la 2ª mitad del s. V a.C., el resto de bisagras las documentamos entre el
s. IV e inicio del s. II a.C.; si bien sabemos que son piezas que
perduran en el tiempo. Su presencia es habitual como parte del
mobiliario de época romana, tanto republicana como imperial (Béal 1983: láms. XX-XXIII; MacGregor 1985: 203-205;
Schenk 2010: figs. 128 y 129; entre otros).
6.3.1.7. Peines
Todos los peines sencillos (III.5.1) recogidos en esta investigación han sido publicados y estudiados por el equipo de
trabajo del proyecto MHUMAC (Mata Parreño et al. 2017 y
2021), salvo el ejemplar de Ullastret recuperado en las excavaciones de los últimos años en el foso del oppidum (0365)
(fig. 5.57). Sus dimensiones oscilan, en los ejemplares completos, entre los 10,3 - 7,6 cm de longitud; 4,5 - 3 cm de altura;
0,8 - 0,3 cm de grosor. En total son 19 los ejemplares recuperados en espacios de hábitat (tabla 6.9). Aparte de estos, conocemos otro que formaba parte del ajuar de la tumba 71 de la
necrópolis del Turó de dos Pins, datada en el último cuarto del
s. III a.C. Los restos óseos de la cremación corresponden a un
individuo adulto de sexo indeterminado. En esta tumba se recuperaron también dos piezas de oro, un anillo y un aplique decorado, lo que permite incidir en la riqueza del depósito (García i
Roselló 1993: 151-153). Los peines ibéricos son, por tanto, tal
como revela el registro arqueológico, objetos ligados mayoritariamente a los espacios de hábitat.
Son piezas excepcionales por la complejidad técnica de su
ejecución, por su presencia relativamente escasa en el registro
arqueológico y por la materia exótica y alóctona a la península
ibérica en la que están elaborados. Tienen características morfológicas y ornamentales que responden al gusto y estética ibérica, por lo que cabe pensar en su elaboración peninsular. Las
similitudes detectadas en cuanto a dimensiones, morfología y
tallado de los laterales y decoración, sugieren que los artesanos
o artesanas que fabricaron estos peines tenían un modelo de
[page-n-254]
referencia que aplicaban a la materia prima. El resultado final
dependía de su experiencia y pericia, lo que explica que dos
piezas nunca sean exactamente iguales, pero sí próximas entre
sí. Se ha apuntado que la existencia de artesanos itinerantes
es una opción posible para explicar la presencia de peines con
formas y ornamentaciones similares en lugares distantes (Mata
Parreño et al. 2017: 156-157). Todo ello permite considerar
estos objetos como un reflejo de una artesanía especializada
concentrada en pocas manos, en personas con un dominio elevado de las técnicas de trabajo. No en vano, el aserrado de los
dientes es una de las fases más delicadas del proceso de manufactura de todas las piezas elaboradas sobre materias duras animales (Mata Parreño et al. 2018). Más, teniendo en cuenta que
el marfil es una materia prima escasa y valiosa, por lo que es
lógico pensar que no sería malgastada. Por tanto, las personas
detrás de su elaboración dominaban estas técnicas y poseían un
alto grado de saber hacer (Mata Parreño et al. 2017 y 2021).
La concentración destacada de seis peines ebúrneos en el
Cerro de las Cabezas (fig. 5.194), con tres ejemplares del denominado estilo I (1040, 1041 y 1042), decorados con prótomos
de caballos tallados en los laterales, motivo decorativo que después parece extenderse de forma esquematizada en otros ejemplares (Mata Parreño et al. 2017: 149); así como la presencia en
este asentamiento de dos peines sin decorar que podrían entenderse como artefactos en proceso de elaboración, nos permite
plantear que un posible espacio de producción de estas piezas
se localizara en este oppidum del interior peninsular. Desde allí
circularían los productos, los artesanos y/o las ideas hacia el sur
y este peninsulares, ya que encontramos piezas con rasgos formales y decorativos similares en El Chuche (fig. 5.198 - 0685),
L’Alcúdia (fig. 5.196 - 0150), La Serreta (fig. 5.187 - 0207 y
0208) y, posiblemente, en el Tossal de Sant Miquel (fig. 5.147,
- 0414) y Pajar de Artillo, aunque este último no cuente con decoración incisa estructurada en metopas, quizás porque fuera la
última fase de ejecución y faltara realizarse (Mata Parreño et al.
2017: fig. 10-11.1). Todos ellos grandes asentamientos situados
a una distancia de entre 220 y 360 km del Cerro de las Cabezas,
reflejo de una extensa red de movilidad de objetos, artesanos e
información (Mata Parreño et al. 2017: 157).
En La Serreta también pudo existir uno o varios lugares
donde se transformaron, de forma no exclusiva, materias duras
animales, tanto hueso, asta y cuerno, como marfil, al menos de
forma esporádica hacia el s. III - inicio s. II a.C., ya que llama
la atención la presencia de cinco piezas ebúrneas y el caso particular del peine 0208 (fig. 5.187). Esta pieza fue rectificada,
seguramente por una rotura, en los extremos del puente, alterando la forma original rectangular o trapezoidal del peine e incluso fragmentando los motivos decorativos fitomorfos presentes
en ambas caras. Las manos que lo retocaron y permitieron que
siguiera en uso eran las de una persona con conocimiento del
trabajo en materias duras animales.
El peine del Puig de Sant Andreu (fig. 5.57 - 0365), aunque
fragmentado, presenta una forma rectangular sin molduras en
las patas que lo diferencia sutilmente del resto. Su decoración
de espirales resulta también particular, aunque en la patas sí
porta motivos incisos en zigzag al igual que los documentados en ejemplares del Cerro de las Cabezas o El Chuche. Cabría pensar que se trata de una pieza ornamentada y adaptada,
como en el caso de los otros ejemplares, a gustos personales
y que probablemente llegó al Puig de Sant Andreu a través
del comercio, ya que en un oppidum con abundantes objetos
elaborados sobre materias duras animales (186 en el Puig de
Sant Andreu y 227 si tenemos también en cuenta las piezas de
la Illa d’en Reixac y el Gou-Batlle) solo documentamos dos
piezas de marfil.
La función de los peines estaría asociada al aseo, peinado y cuidado del cabello o incluso de la barba en el caso de
los hombres (Mata Parreño et al. 2017: 158-159). Este tipo de
piezas se elaborarían también en madera, tal como refleja el
hallazgo de un peine doble en el depósito votivo de El Amarejo
(Broncano 1989: 38, fig. 4.3 y lám. XXXI; Mata Parreño et al.
2017: 152-153) y en el pozo/cisterna de Els Vilars (Junyent y
López 2017: 36). Sin embargo, cabe pensar que el valor económico de los ejemplares ebúrneos sería considerablemente mayor a los de madera, reflejo de una posición social más elevada
de sus usarias y usuarios y/o de un intento de ostentación. Por
su parte, los peines de madera, una materia prima habitual en
el mundo ibero, podrían estar al alcance de un mayor número
de personas.
6.3.1.8. Fusayolas
Contamos con 17 fusayolas (III.6.6) manufacturadas sobre cabezas femorales presentes en ocho yacimientos iberos (tabla
6.9). En cada uno de ellos se han documentado entre una y cuatro piezas, siendo Els Vilars el enclave con un mayor número
de estas.
Se han identificado también fusayolas de hueso en contextos
de la Edad del Bronce como en el asentamiento del Cerro de la
Encina (Monachil, Granada) (Altamirano 2012) o posibles fusayolas manufacturadas sobre el medallón y la roseta de astas de
ciervo en yacimientos del sureste peninsular como el Cabezo Redondo (Villena, Alicante) o La Almoloya (Pliego, Murcia) (Basso 2018: 48-50). Sin embargo, la presencia de fusayolas óseas
es más habitual en la I Edad del Hierro (Adán 2013: 538; Basso
2018), especialmente en enclaves del norte peninsular (Castiella
Rodríguez 1994; Adán 2003; Arévalo-Muñoz y Camarero 2018).
Asimismo, este tipo de útiles continúan presentes en Europa en
el mundo romano (MacGregor 1985: 187) y altomedieval (Luik
y Maldre 2005; Gutiérrez y Hierro 2010). Cabe señalar que se
ha planteado su uso como posibles redes de pesca (Adán 2013:
538), como botones y como colgantes (Becker 2005; Serna Gancedo et al. 2005); si bien su similitud en forma y dimensiones
con las fusayolas de cerámica y piedra no plantea dudas para la
mayoría de los especialistas de que se tratan de contrapesos de
husos (MacGregor 1985, Mezquíriz 2009, Adán 2013).
Así pues son útiles empleados como contrapesos de los husos para facilitar el hilado, en el mundo ibérico lo habitual es
encontrarlas elaboradas en cerámica; no obstante tenemos constancia de su presencia en hueso, tal como recogemos en este
trabajo; en madera, como demuestra el hallazgo de un ejemplar de forma troncocónica en el depósito votivo de El Amarejo
(Broncano 1989: 38, lám. XXXII); en piedra e incluso en pasta
vítrea, tal como reflejan las piezas recuperadas en los departamentos 8 y 1 de El Puntal dels Llops, respectivamente (Bonet y Mata 2002: fig. 85; Bonet et al. 1981: lám. XX nº 505).
Según M. E. Antón Peset, grosso modo, las fusayolas con un
peso comprendido entre los 4 y los 15 gramos se emplearían
para elaborar hilos finos; de 15 a 30 g para hilos medios; de 30
a 50 g para hilos gruesos y aquellas con más de 60 g de peso,
237
[page-n-255]
Tabla 6.10. Fusayolas ordenadas cronológicamente. Las medidas se expresan en cm.
ID
Yacimiento
Cronología
Tipología: subtipo
Peso (g)
Long.
Ancho Grosor Perf. Ø
687 Els Vilars
S. VIII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
5,8
5
-
0,7
684 Els Vilars
S. VIII - 1ª m. s. VI a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
5,4
5,8
-
0,7
681 Puig Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
10,66
3,7
3,9
1,8
0,7
1037 Kelin
S. VII a.C.
III.6.6.2. Troncocónica
Fracturada 4,6
2,6
1,45
Fracturada
1054 Puig Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
9,39
4,2
3,7
1,7
0,6
1055 Puig Misericòrdia
S. VII a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
9,11
3,7
3,5
1,6
0,5
342 El Puig
Ss. VII-VI a.C. (?)
III.6.6.1. Semiesférica
11
3,7
3,6
2
0,7
674 Kelin
Ss. VII-VI a.C.
III.6.6.2. Troncocónica
14
4
3,5
1,9
0,9 distal/1
proximal
719 Puig de la Nau
2ª m. s. VII - 1ª m. s. VI a.C. III.6.6.1. Semiesférica
13,64
2
3,7
3,8
0,5
276 Els Vilars
1ª m. s. VI a.C. - 1ª m. s. V
a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
3,7
3,85
-
0,4
1053 Puig de la Nau
S. V a. C.
III.6.6.1. Semiesférica
10,73
4,2
3,8
1,9
0,5
363 Els Vilars
1ª m. s. V a.C. - in. s. IV
a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
5,2
3,1
-
Fracturada
703 Kelin
S. IV a.C.
III.6.6.2. Troncocónica
7
4,2
3,5
1,4
0,5 distal/0,7
proximal
757 La Moleta del Remei S. IV a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
3,2
2,7
1,2
0,4 distal/0,3
proximal
770 La Moleta del Remei S. IV a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
4,3
4,2
2
0,8
771 La Moleta del Remei S. IV a.C.
III.6.6.1. Semiesférica
-
4
4,2
2,2
1,1 distal/0,7
proximal
695 Els Estrets
III.6.6.1. Semiesférica
21,68
2,6
4,3
4,2
0,9 distal/0,7
proximal
Ss. II-I a.C.
para confeccionar hilos muy gruesos o dobles. Asimismo, ello
dependería de la materia prima empleada para el trabajo textil.
De hecho, según los trabajos experimentales que desarrolló, con
una misma fusayola de 15 g se obtiene un hilo de lino de unos
0,33 - 0,35 mm de grosor y un hilo de lana de entre 0,22 - 0,47
mm; mientras que con una de 25 gramos se produce un hilo
vegetal de 0,39 - 0,47 mm de grosor y de entre 0,35 - 0,60 mm
de lana (Antón Peset 2018: 242).
Aunque no contamos con el peso de todas las fusayolas, en
el caso de las nueve piezas de las que sí tenemos esa información (tabla 6.10) vemos como su peso solo supera los 15 g en el
caso del ejemplar 0695 de Els Estrets, con 21,68 g, por lo que
se habría utilizado para la confección de hilos medios. Los otros
ocho ejemplares (0681, 1054, 1055, 0342, 0674, 0719, 1053,
0703) permitirían realizar hilos finos. Cabe tener en cuenta que
el hueso, con el paso del tiempo, pierde tejido óseo por lo que
su peso inicial no sería el que se conserva hoy en día, sino algo
superior. En general, las dimensiones de todas ellas son similares, ligeramente superiores en los ejemplares más antiguos de
Els Vilars (0687 y 0684), por lo que cabría pensar que los pesos
del resto de fusayolas óseas no superarían los 30 g, de modo que
se emplearían para la confección de hilos de fibras vegetales o
animales finos o medios. También se ha apuntado el uso de estas
piezas como complemento al peso de fusayolas realizadas sobre
otros materiales (MacGregor 1974: 89).
238
Ninguna de ellas está decorada. Además, solo los tres ejemplares de Kelin (fig. 5.154 - 0674 y 1037; fig. 5.155 - 0703), con
cronologías del s. VII al s. IV a.C., tienen forma troncocónica
(subtipo III.6.6.2). Nos encontramos, por tanto, ante una particularidad tecnológica, ya que se requiere del aserrado o corte
de ambos extremos de la cabeza femoral para conseguir esta
forma. Si bien es cierto que en los niveles de final de la Edad
del Bronce e inicios de la I Edad del Hierro de los yacimientos
de Penya Negra (Crevillent, Alicante) y del Cabeço de Mariola (Alfafara/Bocairent, Alicante/València) se han recuperados
también fusayolas troncocónicas (Basso 2018: 51 y fig. 4).
Son piezas con una presencia mayoritaria en niveles del
s. VIII - s. VI a.C. (I Edad del Hierro), pero que perviven en
época ibérica, presentes desde el s. VI hasta el s. IV a.C. en
poblados como Els Vilars, el Puig de la Nau, Kelin y la Moleta
del Remei. De hecho, resulta interesante que en estos tres primeros yacimientos su presencia se documente desde el s. VIII/
VII a.C. al s. IV a.C. El ejemplar más tardío que conocemos es
el de Els Estrets con una cronología asociada al ibérico final
(tabla 6.10).
Por otra parte, no podemos dejar de señalar de nuevo la particularidad de la fusayola 0719 del Puig de la Nau (fig. 5.111)
realizada sobre una cabeza femoral de un individuo joven de
Homo sapiens (Blasco Martín et al. 2021). Es la única evidencia
del trabajo del hueso humano documentada en los yacimien-
[page-n-256]
tos estudiados. Además, resulta significativo que encontremos
ejemplares casi idénticos en el mismo poblado realizadas sobre Bos taurus (fig. 5.111 - 1053). Como ya hemos señalado
al tratar la industria ósea de este yacimiento la selección y manufactura de esta pieza excepcional puede responder a factores
tanto simbólicos como, hasta cierto punto, fortuitos, ya que al
tratarse de una epífisis no fusionada puede responder a un hallazgo casual o al aprovechamiento de una parte ósea (quizás
de cronologías anteriores) simplemente por sus características
formales. De hecho, el caso de las cabezas femorales evidencia
de manera perfecta la elección de soportes sobre materias duras
animales adaptados a la forma y al tipo de la pieza que se quiere
elaborar, a través de la economización de tiempo y esfuerzo de
trabajo. Son, asimismo, piezas sencillas de realizar, como hemos expuesto en el capítulo 4 (Recreación de una fusayola de
hueso). Cabría plantearse si fueron fundamentalmente mujeres
o niñas, en el ámbito doméstico, las que realizaron este tipo de
piezas ligadas al universo femenino y que, por consiguiente, deberían adaptarse a sus propias necesidades.
Además, debemos señalar la particularidad de las cabezas
femorales de bovinos aserradas y sin perforar de Els Vilars
(0495) (fig. 5.78) y el Puig de Sant Andreu (1119) (fig. 5.47),
la primera de ellas sin contexto claro de hallazgo y la segunda
recuperada en el sector 28 de la zona 14 en un estrato fechado
en la 2ª mitad del s. IV a.C. Consideramos que ambos ejemplares podrían pertenecer a fusayolas en proceso de elaboración
o descartadas, si bien las dimensiones algo más reducidas del
ejemplar del Puig de Sant Andreu (3,1 x 2,4 x 1 cm, ligeramente fracturada) podrían también indicar que esa cabeza femoral
fuera utilizada para elaborar otro tipo de pieza como un disco.
6.3.1.9. Placas/apliques
En general, identificamos las placas o apliques (III.9.1) como
piezas de carácter decorativo que se encajan o colocan sobre
la superficie de otros objetos formando diseños ornamentales
y embelleciendo los acabados. Para su realización se requiere
de un conocimiento artesanal elevado, tanto para confeccionar
las propias placas y apliques como para ajustar su tamaño a la
pieza que debieran cubrir o en la que debieran insertarse, ya que
la precisión ha de ser milimétrica. Es un trabajo artesanal que
requiere de herramientas delicadas y de un alto dominio técnico
por parte de las personas que lo llevaran a cabo.
Documentos un total de 15 placas o apliques decorativos
presentes en ocho poblados iberos (tabla 6.9 y fig. 6.16): seis
de ellas se recuperaron en el Puig de Sant Andreu y entre una o
dos en los yacimientos de Saus, la Illa d’en Reixac, Els Vilars,
Turó de la Rovira, Alto Chacón, La Bastida de les Alcusses y
Camp de l’Ylla. Cronológicamente se documentan en contextos
del s. V al s. IV a.C., si bien identificamos algunos ejemplares
en el s. III a.C.
Las placas rectangulares de mayor tamaño suelen asociarse
con la decoración de cajas o muebles de madera (Ruano 1992:
100; Chapa y Mayoral 2007: 121). Se documentan de forma
mayoritaria en las necrópolis del sureste peninsular y del norte
en el caso de Puig de Serra con una cronología centrada en el s.
V a.C. con influencia de los marfiles orientalizantes, tal como
ocurre con las placas con escenas de banquetes, silenos y ánades del silicernium de la tumba 20 de Los Villares (Hoya Gonzalo, Albacete), con claros paralelos etruscos (Roldán Goméz
1995-1996). Si bien, como podemos apreciar en la figura 6.16
los apliques óseos documentados en los poblados presentan una
gran variabilidad formal y estilística.
De forma habitual las placas de hueso o marfil de mayor
tamaño presentan en la cara dorsal incisiones diagonales o reticuladas a menudo irregulares que servirían para facilitar su
adhesión a otras superficies, quizás mediante el empleo de sustancias vegetales como resinas que actuaran a modo de pegamento (Ruano 1992: 101). Además, en casi todas las placas o
apliques la cara dorsal presenta un acabado poco cuidado, en
comparación con la cara frontal, debido a que esta parte de
la pieza está ideada para no ser vista. Este fenómeno lo identificamos, por ejemplo, en las placas rectangulares del Alto
Chacón (0201) y Puig de Sant Andreu (0908), en los apliques
triangulares del Turó de la Rovira (0720) y Puig de Sant Andreu (0901), así como en la placa tallada en forma de esfinge
también del Puig de Sant Andreu (0931) (fig. 6.16). Salvo esta
última pieza, con forma y decoración figurada representando
un ser fantástico, el resto de los apliques de los poblados están
decorados con motivos geométricos, como círculos concéntricos simples y dobles en el Alto Chacón (0201) y en el Turó de
la Rovira (0720) o motivos con ovas en la pieza 0908 del Puig
de Sant Andreu.
Contamos con dos placas rectangulares recuperadas en
Els Vilars (1012 y 1013) que, aunque con ciertas dudas, consideramos que pueden estar realizadas sobre marfil (fig. 6.16)
(Junyent y López 2017: 146). Todavía están adheridas a los soportes metálicos (de útiles indeterminados) a los que revestirían
y ornamentarían, lo que hace más difícil su identificación. La
primera de ellas está decorada con motivos geométricos incisos,
difíciles de apreciar por su reducido tamaño y por el estado de
conservación a nivel macroscópico (fig. 6.16).
En definitiva, son piezas en las que prevalece su finalidad
estética. Y, aunque atestiguadas en los poblados, su presencia
es más común en contextos funerarios como en el Puig de Serra
(Serra de Daró); Los Villares (Hoya Gonzalo) (Roldán 19951996); Hoya de Santa Ana (Chinchilla) (Blánquez 1987) o Los
Castellones del Céal (Hinojares) (Chapa et al. 1998); entre otros.
6.3.1.10. Stili
Contamos con 14 stili (III.1.8) repartidos en cinco yacimientos:
cinco en El Palomar (tabla 5.36 y fig. 5.102), tres en Olèrdola
(tabla 5.33 y fig. 5.94) y un ejemplar en el Puig Castellar (tabla 5.29 y fig. 5.85 - 0609) en cronologías del s. II - s. I a.C.;
y cuatro ejemplares en el Tossal de Sant Miquel (tabla 5.51 y
fig. 5.145) y uno en La Serreta (fig. 5.186 - 0238) probablemente de sus últimas fases de ocupación entre finales del
s. III a.C. e inicio del s. II a.C. (tabla 6.9). Valga señalar que en
los asentamientos de El Palomar y de Olèrdola son el tipo de
piezas terminadas más numerosas.
Los stili son útiles característicos del mundo romano realizados sobre madera, metal, hueso o marfil, utilizados para escribir
sobre láminas de plomo o tablillas de cera (Daremberg y Saglio
1918: 1510-1511). Existen varias representaciones romanas,
tanto grabadas como pintadas, en las que aparecen estas piezas
en su contexto, entre las que podemos destacar un fresco pompeyano en el que se ve a una joven, interpretada como la poetisa
Safo de Mytilene, meditando con un stilus apoyado sobre su
mentón (Božič y Feugère 2004). En numerosas ocasiones, en
los estudios sobre la tabletterie de época romana el mismo tipo
de pieza es considerada como stilus, utensilio cosmético, alfiler,
239
[page-n-257]
0693
0930
1012
0201
0677
0110
1071
0907
1013
0694
0720
0901
0908
0931
1133
Figura 6.16. Placas y apliques óseos. 0693 y 0694-Camp de l’Ylla (adaptado de Casas et al. 2010: fig. 5); 0677-Saus (adaptado de Casas y
Soler 2012: fig. 44); 0201-Alto Chacón; 0110-La Bastida de les Alcusses; 1012 y 1013-Els Vilars; 1071, 0930, 0907, 0908, 0931 y 0901Puig de Sant Andreu; 0720-Turó de la Rovira; 1133-Illa d’en Reixac.
huso o punzón (subulae), dificultando un análisis global, claro
y comparativo entre objetos y yacimientos. En nuestro caso, hemos definido como stili aquellas piezas alargadas, de sección
circular, que presentan un engrosamiento en la parte mesial o
distal que facilita su prensión, característica que los diferencia
de los alfileres. Su extremo distal es esférico, facetado o biselado, en este último caso sirve especialmente como borrador o
alisador en las tablillas de cera (Feugère y Prévot 2008).
Los stili se documentan en yacimientos italianos desde el
s. III a.C. (Gostenčnik 2001), y se expanden por las provincias
romanas desde inicios del s. II a.C. (Feugère y Prévot 2008).
Por tanto, son piezas que nos permiten acotar una cronología
post quem y que, al ser propias de la cultura romana, nos hablan
del contacto entre dos mundos, el ibérico y el romano y de la
adopción por parte del primero de elementos característicos del
segundo. Asimismo, se entiende que la presencia de stili en un
asentamiento se puede poner en relación con el control de actividades económicas y la penetración de la lectura y de la escritura,
al menos en parte de la sociedad (Feugère y Prévot 2008: 242).
Los 14 stili se realizaron sobre diáfisis de hueso largos de
macromamíferos, ninguno de ellos presenta decoración incisa.
A nivel tipológico documentamos cinco con remate biselado (III.1.8.1.a), cuatro ejemplares de El Palomar (0172, 0173,
0180, 0183) (Blasco Martín 2016) (fig. 5.102) y uno del Tossal
de Sant Miquel (0398) (fig. 5.145); tres con cabeza diferenciada
esférica u ovalada (III.1.8.2.b), uno del Tossal de Sant Miquel
(0169) (fig. 5.145), otro de El Palomar (0171) (fig. 5.102) y uno
de Olèrdola (0361) (fig. 5.94) y dos ejemplares con la cabeza
tipo clavo (III.1.8.2.a), uno de La Serreta (0238) (fig. 5.186)
y otro del Tossal de Sant Miquel (0382) (fig. 5.145). Por tanto, no diferenciamos rasgos morfotecnológicos definidos entre
yacimientos. Otros cuatro ejemplares están incompletos por lo
que no podemos asociarlos a ninguna variante concreta (0626 y
0627 de Olèrdola; 0395 del Tossal de Sant Miquel y 0609 del
Puig Castellar). El ejemplar de mayores dimensiones lo encon240
tramos en El Palomar (13,3 x 0,7 x 0,6 cm) (0626), frente al stilus de menor tamaño documentado en el Tossal de Sant Miquel
(6,4 x 1,2 x 1 cm) (0169).
De igual manera, debemos destacar la pieza en proceso de
elaboración 0284 de La Serreta en la que se intuye claramente la
forma de un stilus con remate biselado (fig. 5.190). En este yacimiento se documentan un ejemplar completo y uno en proceso
de manufactura, pareciendo referenciar el trabajo de un artesano
ibero-romano en el asentamiento realizando, entre otros, esta
clase de útiles.
6.3.1.11. Espátulas
El uso de las espátulas (III.3.3) se ha ligado a la preparación de
ungüentos con fines cosméticos o medicinales (Schenk 2010:
42). Contamos con 11 ejemplares, distribuidos en ocho yacimientos con una presencia reducida, entre una y dos piezas
(tabla 6.9). Todas están elaboradas sobre diáfisis de huesos
largos de meso o macromamíferos. Su factura varía ya que encontramos piezas realizadas de forma muy cuidada, como el
ejemplar 0927 del Puig de Sant Andreu (fig. 5.36) o el 0063
de La Bastida de les Alcusses (fig. 5.174) y otras que apenas
presentan el extremo activo modificado, sin un gran trabajo
en el cuerpo de la pieza, pudiendo llegar a relacionarse con
la industria expeditiva, como las piezas 0179 de El Palomar
(fig. 5.103) o 0702 de Kelin (fig. 5.154).
A nivel cronológico, aunque documentamos pocos ejemplares, su cronología se extiende desde el s. VII al s. I a.C. En
época romana las espátulas de hueso (ligulae) y las cucharillas
(coclhearia) eran utilizadas por las mujeres romanas para la preparación y aplicación de ungüentos, cremas, aceites y perfumes,
con fines cosméticos y de carácter farmacológico (Mezquíriz
2009: 177). De las 11 espátulas identificadas solamente una de
ellas, la 0655 de Olèrdola, se ha conservado completa con una
longitud de 10,1 cm y un grosor máximo en el extremo distal de
0,8 cm (fig. 5.94).
[page-n-258]
6.3.2. entre diez y tres ejemplares
Nos centramos a continuación en aquellas piezas de las que hemos documentado entre 10 y 3 ejemplares (tabla 6.11).
6.3.2.1. Biapuntados
Los útiles biapuntados (III.1.3) son habituales en los yacimientos arqueológicos neolíticos y de la Edad del Bronce (CampsFabrer 1990: fiche 15; Pascual 1998: 58). Su presencia, en menor proporción, se extiende también a la Edad del Hierro. En
nuestro caso, hemos documentado 10 biapuntados en siete yacimientos (tabla 6.11 y fig. 6.17), con cronologías que abarcan
del s. VII/VI a.C. (1036, Kelin) a finales del s. III a.C. (0225,
La Serreta; 0792 y 0795, Mas Castellar). De ellos, ocho están
manufacturados sobre diáfisis de huesos largos de animales de
talla media y grande, uno sobre asta de ciervo (1093, Puig de
Sant Andreu) y otro sobre un incisivo de jabalí (0903, PSA).
Los ejemplares de mayor tamaño tienen una longitud de 12 cm
(0148, La Bastida de les Alcusses; 1036, Kelin) y, por el contrario, el ejemplar más pequeño tiene una longitud de 4,7 cm
(0903, Puig de Sant Andreu).
Sobre su función se han planteado diversas posibilidades:
que sirvieran para realizar incisiones o perforaciones en materias blandas como pieles o arcilla; que pudiesen emplearse
como instrumentos complementarios en actividades textiles o
de cestería (Camps-Fabrer 1990: fiche 15) e incluso, para época neolítica, se han considerado como anzuelos para la pesca
que irían atados por la parte mesial a un enmangue de madera (Pascual 1998: 59). Por nuestra parte consideramos que,
al igual que los punzones, serían útiles multifuncionales empleados en tareas diversas en las que prevalecería su acción
como perforadores, para los que han sido apuntados sus dos
extremos activos.
6.3.2.2. Tubos
Debemos distinguir entre los tubos de mesomamíferos (III.4.3.1)
y los de ave (III.4.3.2).
Tubos de mesomamíferos: contamos con siete ejemplares
identificados de forma clara, cuatro de ellos de La Bastida de
les Alcusses (fig. 6.18), resultando de especial interés el ejemplar 0103 recuperado en el dep. 30 junto a un tapón de hueso
(0104) que serviría como sistema de cierre y apertura del tubo
(Fletcher et al. 1965: 162). Así, los tubos 0117 de La Bastida de
les Alcusses, 0044 de Covalta y 0797 de Mas Castellar resultan
totalmente similares a la pieza 0103 en su forma, sección y en
la disposición de dos perforaciones circulares enfrentadas de 0,2
cm de diámetro en el extremo conservado que permitirían la fijación de un tapón que no ha sido conservado, quizás por haberse elaborado en materias primas perecederas como el corcho, la
madera o incluso la piel. La pieza 0469 de El Amarejo está fragmentada, sin que sean visibles ninguno de sus extremos, pero
por su forma y por el hecho de encontrarse totalmente regularizada internamente con un grosor de la pared ósea de 0,2 cm nos
lleva a tomarlo como la parte mesial de un tubo. Por su parte, los
ejemplares 0101 y 0102 de La Bastida de les Alcusses, decorados con líneas oblicuas incisas, se corresponden con el extremo
distal de tubos de pequeño tamaño. Así pues, ninguna de las
piezas se ha conservado completa. Dentro de ellas podrían contenerse tanto objetos pequeños, como agujas finas, metálicas o
de otras materias primas; como sustancias valiosas, como hier-
bas medicinales o cosméticos. Valga apuntar como paralelo que
en el yacimiento de Cancho Roano se halló, en la estancia O-2,
una diáfisis ósea empleada inequívocamente como un estuche
para agujas, ya que todavía contenía en su interior cuando fue
encontrada cinco agujas de bronce fragmentadas (Celestino y
Jiménez Ávila 1996: 113, fig. 29).
El ejemplar de Mas Castellar se fecha a finales del s. V inicios del s. IV a.C., los de La Bastida de les Alcusses en una
cronología similar centrada en el s. IV a.C. y la pieza de El
Amarejo a mediados del s. IV a.C. - s. III a.C. Por su parte, de
Covalta no contamos con una estratigrafía clara. Por tanto, a
nivel general, podíamos considerar que se trata de unas piezas
cuya presencia se concentra, grosso modo, en el s. IV a.C.
Cabe recopilar otras cuatro piezas de los yacimientos de El
Vilar, Kelin, Puig de Sant Andreu y la Illa d’en Reixac que no
tenemos claro en considerar como tubos o como mangos cilíndricos, al presentar sección anular y tratarse de diáfisis de mesomamíferos aserradas y parcialmente vaciadas que no presentan
ninguna perforación (fig. 6.18).
Tubos realizados sobre diáfisis de rapaces: Contamos con
tres tubos manufacturados sobre diáfisis de huesos largos de
aves (fig. 6.6). Los ejemplares del Castellet de Bernabé y de
La Seña conservan inserto en el extremo un remache de hierro
y fueron realizados sobre ulnas de buitres leonados (Gyps fulvus). Por su parte, el tubo del Tossal de Sant Miquel, decorado
con finas incisiones geométricas fue manufacturado sobre una
ulna de águila (Aquila sp.) y, en este caso, no cuenta con ninguna inserción metálica. Por su forma y por las perforaciones
que presenta en el extremo conservado podríamos pensar que
se tratara, al igual que en el caso de los tubos de mesomamíferos, de una posible cajita de hueso en la que guardar algún útil
o sustancia delicada y valiosa. Para los otros dos ejemplares,
como ya hemos apuntado con anterioridad, no tenemos clara
su función. Diáfisis de aves rapaces aserradas por las epífisis
han sido interpretadas tanto en contextos neolíticos como la
Cova de l’Or (Beniarrés, Alicante) (Pascual 1998: 93) como
para época romana y la Edad Moderna, como instrumentos
musicales (Moreno García et al. 2005); sin embargo, en ninguno de esos tubos se ha documentado ninguna inserción de hierro. Así pues, no podemos afirmar su funcionalidad, al menos
por el momento, pero sí remarcar la singularidad del trabajo
sobre los huesos de estas grandes aves rapaces. Moreno García et al. (2005: 346) señalan que los huesos de aves rapaces
manufacturados aportan complejidad, riqueza y belleza a las
expresiones culturales humanas, algo que vemos reflejado en
estas tres piezas del Castellet de Bernabé, La Seña y el Tossal
de Sant Miquel. Son, además, tres yacimientos situados en el
área edetana, cercanos entre sí, a menos de 19 km de distancia entre ellos, por lo que cabría hablar de cierta singularidad
territorial en el uso de estos huesos. El tubo de la Seña se data
entre el s. V y el s. IV a.C.; el del Castellet de Bernabé entre
la 2ª mitad del s. V y el s. III a.C. y el del Tossal de Sant Miquel, del cual no poseemos gran información estratigráfica y
que asociamos al final de ocupación del oppidum, a finales del
s. III - inicios del s. II a.C.
6.3.2.3. Varillas
Las varillas (III.3.1) están concentradas, fundamentalmente, en
La Serreta con siete piezas elaboradas sobre diáfisis de huesos
largos de macromamíferos (posibles metápodos) (tabla 6.11 y
241
[page-n-259]
Tabla 6.11. Tipos de objetos con entre diez y tres ejemplares (los poblados sin estos tipos no se reflejan).
III.1.3
III.4.3
1. Mas Castellar
2
1
4. Illa d’en Reixac
1
6. Puig de Sant Andreu
3
III.3.1
III.1.7
III.4.4
III.6.8
III.3.6
III.4.2
III.1.4
III.6.3
1
1
1
8. Turó del Montgròs
1
9. Tossal de les Tenalles
2
10. Els Vilars
1
12. Puig Castellar
1
13. Turó de la Rovira
3
1
14. Penya del Moro
1
1
17. San Antonio
1
18. El Palomar
1
3
1
23. Alto Chacón
6
29. Castellet de Bernabé
1
30. La Seña
1
1
1
2
1
31. El Puntal dels Llops
1
32. Tossal de Sant Miquel
1
33. Tos Pelat
1
34. Kelin
1
35. El Amarejo
1
36. Covalta
1
37. La Bastida de les Alcusses
1
38. La Serreta
1
4
3
2
7
42. L'Alcúdia
1
TOTAL
10
10
8
7
6
6
5
5
5
3
III.1.3. Biapuntado; III.4.3. Tubo; III.3.1. Varilla; III.1.7. Punzón doble; III.4.4. Caja; III.6.8. Placa perforada; III.3.6. Disco; III.4.2. Cacha; III.1.4. Apuntado plano; III.6.3. Pieza pseudotriangular.
0148
0225
1036
0569
0904
0792
1093
1160
0795
0903
Figura 6.17. Biapuntados de hueso, diente y asta. 0148-La Bastida de les Alcusses; 0225-La Serreta; 0569-Penya del Moro; 0792-Mas
Castellar; 0795-Mas Castellar; 0903-Puig de Sant Andreu; 0904-Puig de Sant Andreu; 1036-Kelin; 1093-Puig de Sant Andreu; 1160-Illa
d’en Reixac.
242
[page-n-260]
0101
0705
1004
1126
0797
0044
0102
0117
0103/0104
0469
0268
Figura 6.18. Tubos de mesomamíferos: 0044-Covalta; 0101-0102-0103-0117-La Bastida de les Alcusses; 0469-El Amarejo; 0797-Mas
Castellar. Tubos o mangos de mesomamíferos. 0268-El Vilar; 0705-Kelin; 1004-Puig de Sant Andreu; 1126-Illa d’en Reixac.
fig. 5.189). No conservamos ningún ejemplar completo longitudinalmente, pero su anchura se sitúa entre 0,9 y 0,7 cm y su
grosor entre 0,6 y 0,3 cm. En el Castellet de Bernabé documentamos otro fragmento de una posible varilla (0729) (fig. 5.132)
en una zona de tránsito en la calle central del caserío (Guérin
2003: 97 y fig. 138). Todas estas piezas podrían datarse a finales
del s. III a.C. - inicio del s. II a.C.
6.3.2.4. Punzones dobles
Los punzones dobles (III.1.7) se documentan en el mundo ibero exclusivamente en El Alto Chacón (tabla 6.11 y fig. 5.114),
por tanto, están ligados a un poblado y a un territorio. Han sido
realizados sobre metacarpos y metatarsos de Ovis aries. Dos
de ellos están perforados y tres presentan decoraciones incisas
profundas. Como ya señalamos, no podemos afirmar para qué
se utilizaron, habiéndose planteado su uso como horquillas para
el cabello (VV.AA. 2007: 313) o incluso como peines en cronologías prehistóricas (Camps Fabrer 1990). Consideramos que
resulta aventurado afirmar cualquiera de esas interpretaciones.
Gracias a su punta bífida podrían servir para introducirse, sujetar o pinchar superficies blandas como cabello, fibras textiles,
arcilla o incluso alimentos.
6.3.2.5. Cajas
Las evidencias tecnológicas sobre la pieza de asta de ciervo regularizada y vaciada de El Puntal dels Llops (0653) (figs. 4.39 y
6.19), nos llevaron a plantear la función de este artefacto como
caja (III.4.4), a través de la realización de dos réplicas experimentales (fig. 4.40); así como por la comparación con paralelos arqueológicos e históricos de piezas similares de astas de
ciervo utilizadas en Época Vikinga, la Edad Media y la Edad
Moderna como contenedores (Rijkelijkhuizen 2011: 232; Haak
et al. 2012: fig. 17). Recordemos que la pieza de El Puntal dels
Llops presenta además una palabra incisa en signario levantino,
N l U I B (n a u i ba), que podría interpretarse como el nombre
del dueño o dueña de la caja, indicando así propiedad (Bonet y
Mata 2002: 172).
En el yacimiento del Puig de Castellar se recuperó otra pieza (1190) (fig. 6.19), hoy en día “ilocalizable” (Sanmartí et al.
1992: fig. 90) que presenta una forma muy similar al ejemplar
de El Puntal dels Llops, decorada en este caso con más de 30
círculos dobles concéntricos con punto central. Son los dos únicos ejemplares de cajas de ciervo con tres aberturas documentados en contextos ibéricos, tanto de hábitat como funerarios. Para
la pieza de El Puig Castellar no podemos matizar su cronología
más allá de época ibérica, pero el ejemplar de El Puntal dels
Llops, hallado en la calle central de la atalaya frente al dep. 15,
podría asociarse al momento final del fortín en torno a finales
del s. III - inicios del s. II a.C.
Por otra parte, hemos identificado otras cuatro posibles cajas
realizadas sobre perchas de ciervo aserradas transversalmente
(dos extremos) y metódicamente vaciadas en el Turó de Montgròs (0048) (fig. 5.67); en San Antonio de Calaceite (0438) (fig.
5.100); en el Turó de la Rovira (0726) (fig. 5.89) y en el Castellet de Bernabé (0730) (fig. 5.132), si bien este último ejemplar
no presenta un acabado tan delicado como el resto. Por su parte,
el ejemplar 0726 del Turó de la Rovira cuenta con un amplio
desarrollo decorativo de motivos geométricos diversos.
Es la primera vez que se ha asociado estas piezas con la
función de pequeños contenedores. Podrían servir para guardar
dentro de sí semillas o hierbas medicinales o alucinógenas, sal
u otras sustancias o instrumentos delicados y apreaciados que
necesitaran ser protegidos y preservados.
6.3.2.6. Placas perforadas
Las placas perforadas (III.6.8) tienen forma rectangular, sección plana o ligeramente cóncava y culminan en los extremos en remates variados que nos permiten establecer variantes (redondeados, rectos, dentados o triangulares). Además,
se definen por presentar dos o tres hileras de perforaciones y,
normalmente, una perforación de mayor tamaño en sus extremos. En ocasiones presentan decoraciones incisas de motivos
geométricos. La mayor parte de los ejemplares recuperados en
contextos ibéricos proceden de necrópolis datadas en el siglo
243
[page-n-261]
Figura 6.19. Cajas de asta con tres extremos abiertos. Izquierda: 0653-El Puntal dels Llops. Derecha: 1190-Puig Castellar (Serra-Ràfols
1942: lám. V). Desconocemos las medidas de la pieza del Puig Castellar al no haberse publicado esta información (actualmente se desconoce la ubicación de la pieza); el ejemplar El Puntal dels Llops mide 15,5 cm de longitud.
0098
0099
0202
1011
0100
1172
Figura 6.20. Placas perforadas en poblados. 0098-0099-0100-La Bastida de les Alcusses; 0202-Alto Chacón; 1011-Els Vilars; 1172-L’Alcúdia.
IV a.C., con escasos ejemplares documentados a principios del
siglo II a.C (Mata Parreño et al. 2021). Tradicionalmente, se han
identificado con telares móviles (Leroi-Gourhan 1943; Ruano y
Montero 1989).
Así, destaca su presencia en dos necrópolis: El Cigarralejo,
donde se recuperaron 45 placas perforadas todas ellas formando parte de ajuares datados en el s. IV a.C. (Cuadrado 1987) y
en Coimbra del Barranco Ancho con un total de 26 ejemplares
halladas en tumbas datadas entre el s. IV y el s. III a.C. (García
Cano 1997, 1999; García Cano et al. 2008). Según el análisis de
todas las que se han conservado completas sus medidas oscilan
entre los 8 y 22 cm de longitud y los 1,3 y 2,5 cm de anchura
(Mora García 2018: 156).
En espacios de hábitat documentamos seis placas: tres en
La Bastida de les Alcusses y un ejemplar en los yacimientos del
Alto Chacón, Els Vilars y L’Alcúdia (fig. 6.20).
El funcionamiento de este tipo de telar en principio sería
sencillo: atando los hilos de urdimbre por uno de sus extremos
a la cintura de la persona encargada de tejer y, por el otro extremo, a un punto fijo o a la propia rodilla de la tejedora, y pasando dichos hilos entre los orificios de la placa, bien tensados, se
podrían elaborar piezas textiles estrechas y con diferentes tramas que servirían, por ejemplo, de elementos decorativos en los
atuendos (Mora García 2018: 159).
244
Se han formulado propuestas alternativas acerca de su funcionalidad, como su uso como separadores de cuentas de collares (Carrasco et al. 2009), como colgantes rígidos, pasando unas cintas por las
perforaciones de los extremos, o como peine o peineta para sujetar
el cabello, introduciendo para ello pequeñas púas en los agujeros
de la pieza (Ruano y Montero 1989). Sin embargo, gracias a los
resultados obtenidos a través de trabajos experimentales (en nuestro
caso llevados a cabo en el Museu de Prehistòria de València junto a
E. Ripollès Adelantado y C. Mata Parreño) (fig. 6.21), así como por
los realizados por otras investigadoras para las placas perforadas de
cronologías prehistóricas (Meneses 1993: 332) y para época ibérica
(trabajos realizados por A. Macián Fuster, recogidos por Mora García 2018: 158), podemos afirmar, tal como apuntó Leroi-Gourhan
hace décadas (1943), que cabe interpretarlos como pequeños telares
horizontales. Dicho lo cual, no obstante, también podrían facilitar
la tarea del tejido con telares de placas cuadradas (Alfaro 1984: 8586) funcionando como tensadores de los hilos, evitando su excesiva
torsión (Ruiz de Haro 2014) (fig. 6.21).
Cabe apuntar que se ha planteado que los motivos incisos puedan ser un código o patrón para elaborar la trama del tejido (Ruiz
de Haro 2014: 46). Sin embargo, la mayoría aparecen sin decorar. Como hemos comprobado en nuestros trabajos experimentales, el número de perforaciones (tanto total como su distribución
en hileras) sí podría resultar determinante en la trama realizada.
[page-n-262]
6.3.2.7. Discos
Documentamos un total de cinco discos (III.3.6) elaborados sobre materias duras animales (tabla 6.11 y fig. 6.22). En el caso
de los ejemplares 0602, 0636, 1188 y 1189 su decoración en
sectores circulares, su cuidada factura y el hecho de haber documentado un paralelo idéntico en el Puig Castellar elaborado sobre piedra sin apenas alteraciones nos llevan a pensar que pudieron ser empleados como fichas en algún tipo de juego (Blasco
Martín 2016). Sin embargo, la pieza 0637 del Tossal de les Tenalles, manufacturada sobre asta de ciervo, presenta numerosas
estrías provocadas por la fricción continuada de su superficie
contra otra materia prima, por lo que cabría considerar que se
tratara de un disco empleado en alguna acción práctica como el
tratamiento de las pieles o como alisador o bruñidor.
Estas piezas, especialmente en el caso del Puig Castellar,
nos permiten ahondar en la visión comparativa, identificando
los mismos tipos de objetos elaborados en diferentes materias
primas. Y es que: “El útil no sólo responde a una materia prima determinada” (Serrallonga 1994). Una premisa básica, pero
que a veces queda desdibujada en las interpretaciones de la cultura material.
6.3.2.8. Cachas
Se han identificado cinco cachas (III.4.2) realizadas sobre hueso de animales de talla media/grande (3), asta de ciervo (1) y
colmillo de jabalí (1) (fig. 6.23). Entre ellas sin duda destaca el
ejemplar de La Bastida de les Alcusses 0161 utilizado en una
espada de frontón, un arma que refleja el dominio de las élites
guerreras en el mundo ibero. El resto de las cachas son de menor
tamaño y posiblemente se utilizarían sobre pequeños cuchillos
u otras herramientas. Sobre todas ellas, excepto en el ejemplar
fracturado 0621 de La Bastida de les Alcusses, se distinguen
perforaciones en la parte central en las que se insertarían clavos
metálicos para fijar la pieza a la hoja que enmangase y protegiese; incluso en la cacha de asta de la Illa d’en Reixac (1122)
todavía conserva inserto en ella dicho clavo metálico. Salvo el
ejemplar 0801 de Mas Castellar recuperado en el establecimiento rural en una unidad estratigráfica datada en el primer tercio
del s. II a.C. el resto de cachas tienen una cronología centrada
fundamentalmente en el s. IV a.C.
Al igual que en el caso de las placas o apliques ornamentales
también podrían emplearse sustancas adhesivas para asegurar
su sujeción. Sería común la utilización de materias primas perecederas como la madera y el cuerno para la confección de este
tipo de piezas.
6.3.2.9. Apuntados planos
Este tipo de piezas, los apuntados planos (III.1.4) de forma similar
al caso de los punzones dobles o de las varillas, también denotan
una delimitación y caracterización territorial, ya que solo se han
recuperado cinco ejemplares, tres en San Antonio (0570-04390631) (fig. 5.100) y dos en el Alto Chacón (0189 y 0190) (fig.
5.114), dos asentamientos de la actual provincia turolense que distan entre sí 134 km. Al haber sido recuperados en excavaciones
antiguas del siglo pasado y por el registro arqueológico llevado
a cabo, no podemos precisar su datación más allá de apuntar que
0439 y 0631 fueron recuperados en niveles de los deps. 25 y 6,
respectivamente, fechados a finales del s. III e inicios del s. II a.C.
Todos ellos han sido elaborados sobre huesos largos de animales de talla grande y cuentan con decoración moldurada y/o
geométrica. Además, la pieza 0189 del Alto Chacón presenta
en ambas caras una serie de inscripciones en signario levantino
entre las que se distinguen, entre otros términos, los vocablos
uŕkeatin e iltuneśker (uno por cada cara), antropónimos documentados en el Bronce de Ascoli (Atrián y Untermann 1982:
58). De esta manera, cabría pensar en que se esté mencionando
a la persona propietaria de la pieza y a aquella que se la regala o,
incluso, a aquella que la ha realizado, reflejando de esta manera
la valía dada a este tipo de objetos, que se convierten en útiles
personales ligados totalmente a sus usuarios o usuarias.
6.3.2.10. Piezas pseudotriangulares
Las piezas pseudotriangulares (III.6.3) son instrumentos singulares para los que, como ya hemos señalado, no hay acuerdo
sobre su funcionalidad. Se ha apuntado a su posible utilización
como camas de caballo (Tardío y Zamolla 2011: 62-63) o como
herramientas auxiliares para preparar cuerdas (Provenzano y
Boucherat 2010). Hemos documentado un único ejemplar en
tres yacimientos diferentes (tabla 6.11): Tos Pelat (fig. 5.151 0360), Puig de Sant Andreu (fig. 5.54 - 0896) y La Penya del
Moro (Barberá y Molist 2002: 54) (0896). El ejemplar del PSA
se encuadra cronológicamente en el s. III a.C. y los otros dos en
el s. IV a.C. Por el momento no tenemos constancia de su aparición en contextos funerarios. Cabe señalar que en yacimientos
del norte e interior peninsular como el castro de las Peñas de
Oro (Valle de Zuya-Álava) se recuperaron tambien dos de estas
piezas, por lo que su presencia no queda reducida al mundo ibérico (Tardío y Zamolla 2011: 62-63).
6.3.3. dos ejemplares
Finalmente, contamos con una serie de piezas que solo están
representadas por dos objetos.
6.3.3.1. Cinceles
Contamos con las piezas 0577-Puig Castellar y 1023-Els Vilars
manufacturadas sobre un metatarso de Bos taurus y sobre parte
de la percha de una cuerna de Cervus elaphus (fig. 6.24). Ambas
son útiles contundentes, ideados para realizar tareas de fuerza.
El ejemplar de Els Vilars fue recuperado en niveles de la fase
IIc del yacimiento por lo que su cronología se fija en el tercer
cuarto del s. V a.C.; para el ejemplar de Puig Castellar, por su
parte, no podemos precisar su datación más allá de la general
del yacimiento, finales del s. VI - inicios del s. II a.C..
6.3.3.2. Cucharitas
Identificamos una cucharita en La Bastida de les Alcusses
(0106) y otra en Mas Castellar (0819), ambas realizadas sobre
hueso, la primera con una cronología del s. IV a.C. y con decoraciones incisas, la segunda a principios del s. II a.C. y con una
factura menos cuidada (fig. 6.25.a). Pudieron emplearse para la
aplicación de sustancias cosméticas o para el consumo de sustancias medicinales.
6.3.3.3. Pasadores
Ambos pasadores identificados, de La Bastida de les Alcusses
(0108) y de la Peña de las Majadas (0538) están realizados sobre
diáfisis de macromamíferos (fig. 6.25.b). En el primer caso con una
cronología del s. IV a.C.; para los materiales de la Peña de las Majadas no podemos especificar su cronología al haber sido recuperados en trabajos de prospección. Pudieron utilizarse para la sujeción
de prendas de ropa u otros elementos textiles.
245
[page-n-263]
Figura 6.21. Izquierda: Recreación del tejido con lana con una placa de hueso de doble hilera. Derecha: Recreación de un telar de placas
de madera utilizado junto a una placa de hueso de doble hilera como tensador textil. Experimentaciones realizadas por Eva Ripollés Adelantado y Consuelo Mata Parreño.
0602
0636
0637
Disco de piedra
1188
1189
Figura 6.22. Discos. 0602-1088-1089 y disco de piedra del Puig Castellar; 0636-0637 del Tossal de les Tenalles (dibujos de Sanmartí et
al. 1992: fig. 67B: 154 y 155).
0588
0621
0161
1122
0801
Figura 6.23. Cachas de materias duras animales. 0161-0621-La Bastida de les Alcusses; 0588-La Penya del Moro; 0801-Mas Castellar;
1122-Illa d’en Reixac.
246
[page-n-264]
1023
0577
0715
0717
Figura 6.24. Cinceles y percutores de hueso y asta. 0577-Puig Castellar; 1023-Els Vilars; 0715 y 0717-Puig de la Nau.
a)
0819
b)
c)
0538
0936
0104
0106
0108
1000
0906
f)
e)
d)
0280
0862
0633
1008
Figura 6.25. Tipos de objetos con dos ejemplares. A) Cucharita: 0106-La Bastida de les Alcusses y 0819-Mas Castellar; b) pasador: 0108La Bastida de les Alcusses y 0538-La Penya de las Majadas; c) tapón: 0104-La Bastida de les Alcusses y 0936-Puig de Sant Andreu; d)
anillo: 0280-La Serreta y 0862-Puig de Sant Andreu; e) botón: 0633-Olèrdola y 1008-Els Vilars; f) colgante: 0906-Puig de Sant Andreu
y 1000-Illa d’en Reixac.
6.3.3.4. Tapones
Hallados dos ejemplares en La Bastida de les Alcusses (0104)
y en el Puig de Sant Andreu (0936), el primero datado en el
s. IV a.C. y el segundo a finales del s. V a.C. (fig. 6.25.c). Ambos se
recuperaron junto a los objetos de los que funcionaron como sistema de cierre y apertura, adaptados a las características físicas de los
mismos, como es el caso de un lécito aribalístico en el Puig de Sant
Andreu (fig. 5.37) y de un tubo de hueso que funcionaría como un
pequeño recipiente en La Bastida de les Alcusses (fig. 5.174).
6.3.3.5. Percutores
Los dos únicos percutores documentados han sido recuperados
en el Puig de la Nau: 0715 y 0717, datados en el s. V a.C. (fig.
6.24). Ambos están manufacturados sobre asta de ciervo. Los
componentes minerales de las astas les aportan mayor dureza y
resistencia a los impactos que los huesos, resultando una materia prima idónea para tareas en las que se requiera ejercer una
fuerza sobre otro objeto o sustancia, bien sea por percusión activa o pasiva (MacGregor 1985: 28).
6.3.3.6. Anillos
Solo hemos distinguido, en los yacimientos incluidos en
este trabajo, dos posibles anillos o anillas: 0280-La Serreta
y 0862-Puig de Sant Andreu (fig. 6.25.d), realizados sobre
diáfisis de huesos largos de animales de talla grande. El del
Puig de Sant Andreu se data en la segunda mitad del s. III
a.C., y la pieza 0280 en el momento final de ocupación de La
Serreta, s. III - inicio s. II a.C.
247
[page-n-265]
0791
1016
0260
0346
0926
0165
1007
Figura 6.26. Tipos de objetos de los que solo contamos con un ejemplar.
6.3.3.7. Botones
Se tratan de dos objetos de pequeño tamaño y sección plana
o plano-convexa realizados sobre hueso que presentan una o
dos perforaciones recuperados en Olèrdola (0633) y Els Vilars
(1008) (fig. 6.25.e). La cronología del ejemplar de Olèrdola no
pudo ser matizada por los contextos de hallazgo más allá del s.
IV - s. I a.C. (recogido por Molist 2009: fig. 16.1), mientras que
la pieza de Els Vilars se data en la 2ª mitad del s. VI a.C.
6.3.3.8. Colgantes
Los colgantes pueden presentar formas muy diversas, así como
es lógico pensar que fueron realizados en numerosas materias
primas, más allá de las materias duras animales. En este trabajo
hemos identificado en el Puig de Sant Andreu (0906) (s. IV s. III a.C.) una de las partes de un útil compuesto dentro del
cual podrían guardarse sustancias como mechones de cabello
(práctica habitual en el mundo romano), pequeños amuletos o
hierbas medicinales o incluso cera, ya que útiles similares se
han interpretado como pequeños contenedores de sellos de cera
(Adkins y Adkins 2004: 229; Milovanović y Raičković Savić
2013); y en la Illa d’en Reixac un canino de oso pardo perforado
(1000) (s. III a.C.) que, sin duda, sería utilizado como elemento
de prestigio por su portador o portadora, plasmando quizás de
forma física y visual el haber dado caza a un gran animal en un
acto que bien pudo haber marcado la vida de su protagonista
(fig. 6.25.f).
248
6.3.4. un ejemplar
Además, contamos con una serie de piezas de las que solo hemos
definido un ejemplar (fig. 6.26): una punta de flecha en el Mas
Castellar (III.1.5) (0791); un retocador de hueso (III.2.2) y un
pomo de marfil (III.4.6) en Els Vilars (1016 y 1007); una bobina
de marfil en El Puig d’Alcoi (III.3.7) (0346); un candil con abertura en el Tossal de Sant Miquel (III.6.7) (0165); un posible huso
en el Puig de Sant Andreu (III.8.1) (0926) y una falange pintada
en La Serreta (III.9.2) (0260).
Son, por tanto, objetos poco representativos dentro de la industria sobre materias duras animales de época ibérica; pero
su presencia evidencia variabilidad de objetos, de usos, de significados y de producciones artesanales. Además, estas piezas son
testimonio de objetos que pudieron elaborarse de igual forma sobre
materias primas perecederas como la madera o el cuerno. De ahí,
que debamos reivindicar la valía de estos pequeños objetos que,
por su singularidad, hemos intentado comprender especialmente en
función de sus contextos particulares de hallazgo.
No hemos constatado ningun dado (III.7.1) realizado sobre
materas duras animales en poblados, pero sí están presentes en
espacios funerarios, como los tres ejemplares de la tumba 43 de
Coimbra del Barranco Ancho (García Cano et al. 2008: 57). Si
bien se trata de instrumentos escasamente representados en el
mundo ibero, tanto sobre materias duras animales, como sobre
otras materias primas (Blasco Martín 2016).
[page-n-266]
7
Artesanías, espacios de trabajo y herramientas
La abundante concentración de objetos terminados elaborados
sobre materias duras animales y, en especial, las evidencias de
su cadena operativa nos permiten asegurar que, en el mundo
ibero, existieron artesanías sobre el hueso, el asta, el cuerno y
el marfil.
Aunque es cierto que en casi todos los poblados analizados
documentamos evidencias de la elaboración de objetos sobre
estas materias primas, especialmente de huesos y de astas, no
identificamos espacios únicos con grandes concentraciones de
objetos terminados, de piezas en proceso de manufactura y de
herramientas de trabajo que nos hagan pensar en la existencia de un taller exclusivo de elaboración de objetos sobre estas
materias primas. El espacio mejor definido para el trabajo del
hueso y del cuerno es el departamento 155 de La Bastida de les
Alcusses donde se encontraron cinco alfileres (uno de ellos reavivado), un objeto apuntado, dos soportes de trabajo de hueso
en forma de placa y de varilla y dos desechos del trabajo del
cuerno (figs. 5.177 y 5.179). Por otra parte, constatamos una
presencia significativa de matrices, desechos y/o soportes de
trabajo en asentamientos como el Puig de Sant Andreu, la Illa
d’en Reixac, el Alto Chacón o La Serreta, localizados de forma
dispersa por diferentes estancias y espacios abiertos. Así como
es habitual documentar restos de cuernas de ciervo aserradas y
desechadas en las fosas de los yacimientos del noreste peninsular como Mas Castellar o Camp de l’Ylla o también en el pozo/
cisterna de Els Vilars.
Cabe pensar que los lugares de trabajo deberían localizarse
de forma preferente en espacios abiertos, como en patios o en
las propias calles, para contar con una buena iluminación y ventilación donde se realizaran diversas tareas propias de la vida de
los poblados, desde elaboración de artesanías en otras materias
primas como la madera, a actividades domésticas y de mantenimiento. Por ejemplo, de nuevo en La Bastida de les Alcusses
vemos como los tres departamentos con mayor acumulación de
piezas y evidencias de trabajo del hueso y del cuerno son espacios abiertos: departamentos 122, 155 y 230 (fig. 5.177); o en
el Castellet de Bernabé los desechos y soportes de trabajo se
recuperaron fundamentalmente en la calle central (fig. 5.133),
donde pudieron quedar descartados tras la elaboración de los
artefactos finales.
Debemos tener en cuenta que convivirían diferentes niveles
de artesanía sobre estas materias primas, desde la ejecución de
piezas sencillas que pudieran realizarse casi por cualquier persona con restos de materia primas habituales en los poblados
iberos como los propios huesos obtenidos por su consumo y
realizados con herramientas de fácil acceso y manejo; a aquellos
trabajos artesanales que requiriesen de una mayor planificación
tecnológica y ornamental o de un dominio y acceso más restringido a la materia trabajada y a las herramientas necesarias para
llevarlos a término. De modo que no todas las acciones artesanales serían iguales ni reflejan el mismo conocimiento teóricopráctico. Podemos distinguir niveles de dedicación y cada pieza
o desecho no refleja necesariamente una persona dedicada en
exclusiva al trabajo de estas materias primas.
Además, debemos destacar el caso de aquellas piezas que
por el acceso a materias primas exóticas como sería el marfil
(aún más en el caso de los mangos ebúrneos decorados con
ámbar, estaño, bronce y/o plata) o por la necesidad de dominar
técnicas complejas y específicas como la taracea o la talla de
motivos ornamentales figurados, requieren ser ejecutadas por
expertos/as, por personas con conocimientos especializados.
En ese sentido cabe considerar la existencia de artesanos itinerantes, una posibilidad especialmente interesante en el caso
del trabajo de una materia prima alóctona y de gran valor como
son los colmillos de elefante. Ya hemos planteado esta teoría al
estudiar los peines y los mangos de marfil, pudiendo ser una de
249
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las respuestas que explicara la presencia de piezas muy similares en poblados distantes entre sí cientos de kilómetros (Mata
Parreño et al. 2017 y 2021); otros autores también han abogado
por esta posibilidad en el mundo ibero al hablar de la eboraria
(Mas García 1987; Blech y Ruano 1998: 307). Sirva asimismo
como reflexión la investigación sobre las industrias sobre materias duras animales desde época romana a la Edad Moderna
realizada por A. MacGregor en la que critica que la presencia
de desechos de trabajo sea asumida de forma constante como un
sinónimo de talleres permanentes de dedicación a tiempo completo; y reivindica el importante papel jugado por el artesanado
itinerante (MacGregor 1985: 48).
Así, los artesanos del marfil podrían realizar sus trabajos in
situ portando consigo herramientas y medios de trabajo especializados presumiblemente no muy voluminosos. Ello no contradice que ciertas piezas, como pudieran ser cuentas o placas
decorativas con motivos figurados llegaran al territorio peninsular a través del comercio con otros pueblos del Mediterráneo.
Como es lógico pensar, la artesanía, en este caso sobre materias duras animales, respondería a distintas realidades sociales
y económicas, adaptándose a contextos, momentos, utilidades y
gustos múltiples.
En cuanto a las herramientas utilizadas para elaborar estos
objetos, por las evidencias tecnológicas identificadas y por los
trabajos experimentales realizados podemos destacar que se
utilizarían sierras de dientes finos, hachas, azuelas, cuchillos,
punzones, pequeños cinceles y martillos y taladros impulsados
por arco con brocas de una o tres puntas para la ejecución de las
perforaciones y de las decoraciones de círculos concéntricos.
Todas esas herramientas metálicas se documentan en el mundo
ibero asociadas, de forma habitual, con el trabajo de la madera
(Pla 1968; Sanahuja 1971; Tortajada 2008 y 2012). Asimismo,
se emplearían materiales abrasivos como piedras de distinta
granulometría o elementos vegetales y pieles, lana o incluso
cenizas y grasa para la limpieza y pulido final de la superficie
externa de las piezas. Ya nos hemos referido a la utilidad de
hervir las materias primas o dejarlas sumergidas en agua para
facilitar su trabajo. En nuestra revisión etnológica de los talleres
contemporáneos de trabajo tradicional de hueso de San Antonio la Isla (México), el artesano Luis Suarez nos explicó que
él sumergía los huesos en agua porque de esta manera el ruido
producido durante el aserrado (en su caso con sierras metálicas)
disminuía al estar el hueso húmedo. Resulta interesante tener
en cuenta estas referencias a los sentidos. En relación con ello
también debemos considerar que la manufactura de esta materia
prima desprende olores que no resultan agradables, por lo que
resulta idóneo trabajar en espacios con una adecuada ventilación. Además, contamos con referencias de autores clásicos que
para época romana señalan técnicas para ablandar el marfil y el
hueso y facilitar su manufactura. Según recoge el autor griego
Pedanio Dioscórides Anazerbeo (s. I d.C.) en su obra De Materia Medica sobre la mandrágora “… dicen que la raíz, cociéndola con el marfil seis horas, le ablanda, y hace de tal fuerte
tratable, que recibirá cualquier forma que se le diere” (Libro
IIII, Cap. LXXVII). Plutarco (s. I d.C.) también apunta al uso
de ceniza, vinagre e incluso cerveza para llevar a cabo esta preparación de la materia prima: “Como el hilo atraviesa el hueso
que se ha bañado en ceniza y vinagre, y los artesanos doblan
y dan figura al marfil que se ha vuelto blando y flexible por la
250
cerveza” (Moralia, libro VII, 4). Así pues, utensilios para hervir o sumergir en agua u otros líquidos la materia prima, como
ollas, tinajas o grandes recipientes formarían también parte de
las primeras fases de trabajo.
El instrumental metálico para trabajar las materias duras
animales se ha documentado desde la prehistoria reciente, se ha
planteado incluso el vínculo entre el desarrollo de los medios de
producción metálicos con la artesanía del marfil en la península
ibérica a lo largo del III - II milenio a.C., ya que a nivel traceológico sobre prácticamente todos los artefactos se documenta el
uso de herramientas metálicas como sierras, cinceles, escoplos,
punzones y taladros (López Padilla 2009: 8). Esto es, los mismos tipos de útiles que, realizados mayoritariamente en hierro,
vemos en el mundo ibero. De igual forma, en su estudio sobre
la producción artesanal en la Galia durante la Edad del Hierro,
J-P. Guillaumet incluye a los artesanos que trabajan las materias duras animales y apunta que producen piezas similares a
las identificadas en nuestro estudio como son alfileres, cuentas,
punzones y elementos de adorno y de mobiliario. Al tratar las
herramientas utilizadas para llevar a cabo estos trabajos señala
que serían las mismas empleadas con la madera y, sobre todo,
con la ebanistería: “Pour mettre en œuvre ces matières, on utilise les mêmes outils que pour le bois mais de plus petite taille,
scie à main, petite serpe à dos épais, plane, un genre de râpe appelée quarelette, couteau, gouge ou ciseau, poinçon et emportepièce. Le compas et le trusquin tracent, ébauchent, construisent
et organisent la pièce et son décor” (2018: 495).
Queremos reivindicar, a su vez, el papel imprescindible de
las herramientas auxiliares que, en ocasiones, pasan desapercibidas en la reproducción del proceso tecnológico. Sería el caso
de la utilización de soportes o bancos de trabajo probablemente
de madera que aportarían precisión y comodidad en el proceso
de manufactura (Mata Parreño et al. 2018); así como reglas y
compases que servirían para realizar circunferencias y transportar medidas relativas (Tortajada 2008: 34-36 y 2012: 295).
Estas tareas también se podrían efectuar con cuerdas e, incluso, con las propias manos. En relación con ello consideramos
significativo señalar la experiencia de nuevo de los artesanos
contemporáneos del hueso, el cuerno y la madera que visitamos
en México en 2018. Así, según las palabras del artesano Víctor
López: “Mi herramienta principal son mis manos, mis ojos, el
pulso firme, la paciencia y la creatividad”. Ese saber hacer tan
defendido de forma teórica es una realidad totalmente práctica
de la que los propios artesanos se enorgullecen. De hecho, hay
un orgullo artesanal en el trabajo bien hecho, no en vano: “El
trabajo trasciende a quien lo ha hecho” (Sennet 2010: 362).
La decoración suele ser la última fase dentro de la cadena
operativa (Feugére et al. 2008: 29-32), aunque, lógicamente,
no todas las piezas presentan decoración. Los motivos decorativos pueden ser geométricos, moldurados o figurados, ejecutados por incisión, tallado (no hemos podido documentar con
seguridad el uso del torneado en este tipo de piezas en época
ibérica), pintado, incrustación o revestimiento. Debemos tener
en cuenta que existen tipos y motivos decorativos más complejos que otros y que la ejecución de cada uno variará en inversión de trabajo y tiempo, así como en el resultado final. Dependerá también de la persona que las realizase, de su habilidad,
de la fase de aprendizaje en la que se encontrase y, por tanto, de
su experiencia. Ya hemos tratado los motivos decorativos por
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yacimientos y por tipos de piezas. A nivel global cabe destacar
que, como es lógico, son las piezas terminadas las que presentan decoración, si bien contamos con una pieza en proceso de
elaboración sobre un candil de ciervo de la Illa d’en Reixac que
cuenta con decoración de finas y cortas líneas diagonales en el
extremo distal (1124) (fig. 5.24). Por su parte, de las 698 piezas
terminadas documentadas, 204 están decoradas (el 29 %). Decorar o no una pieza o cómo hacerlo es una decisión personal
que puede responder a criterios tanto de los propios artesanos/
as como de sus propietarios/as.
En definitiva, el trabajo artesanal es un conocimiento práctico y teórico que precisa de acción y pensamiento y que revela
cierta forma de comprensión y adaptación al espacio social y
cultural. Implica habilidad, memoria, aprendizaje, constancia,
ser capaz de tomar decisiones adecuadas sobre la materia y sobre las acciones técnicas idóneas que realizar sobre esta, refleja
transmisión cultural al realizar una parte tangible de la cultura
de una sociedad.… transitando, por tanto, por diferentes peldaños de comprensión de la compleja sociedad humana (Vidal y
García Roselló 2009).
251
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8
Conclusiones y reflexiones finales
Consideramos que este trabajo nos ha permitido reivindicar el
valor de los objetos elaborados sobre materias duras animales,
no solo por sí mismos, sino por todo lo que conlleva su realización, el conocimiento, el saber hacer que podemos leer tras
cada pieza trabajada, prestando especial atención a los artesanos y artesanas que elaboraron estos artefactos, así como a las
personas que los utilizaron. Hemos buscado identificar tanto
los atributos compartidos como particulares de estas piezas, lo
que nos ha ayudado a desarrollar interpretaciones sobre los significados y vidas de estos artefactos que formaron parte de la
cultura ibérica.
De esta manera, el análisis de más de 1400 objetos recuperados en 45 poblados nos ha permitido obtener una visión amplia
de una artesanía y de unos artefactos que habían quedado desdibujados en la investigación arqueológica. Consideramos que
la revisión de los restos de fauna ha resultado fundamental para
evidenciar diferentes fases de la cadena operativa, incidiendo
en los procesos de trabajo y en los análisis tecnológicos, documentando evidencias de aserrados, de cortes, de abrasión, de
pulido, etc. realizados para elaborar estos objetos. Los trabajos
experimentales desarrollados, así como las comparaciones etnográficas (fundamentalmente con artesanos actuales del cuerno,
hueso y madera de San Antonio la Isla, México) han resultado
determinantes para comprender y comparar mejor los procesos
de trabajo, los espacios, los gestos y las herramientas utilizadas;
enfatizando así la importancia de las manos detrás de los objetos, de la experiencia y del repertorio de gestos aprendidos.
La elaboración de una tipología adaptada al corpus material
revisado ha permitido sistematizar su análisis, proponiendo un
modelo de trabajo que no había sido desarrollado para las colecciones de la Edad del Hierro de la península ibérica, adaptada
a las características morfotecnológicas y funcionales de los artefactos. Además, se trata de una tipología abierta, susceptible
de ampliarse y adaptarse, añadiendo nuevas familias, tipos, subtipos o variantes de objetos en función de nuevos hallazgos o
mejoras metodológicas.
El análisis funcional de estas piezas nos ha permitido acercarnos a aspectos fundamentalmente cotidianos, pero también
de carácter social, económico o simbólico del mundo ibero.
Hemos documentado que se utilizaron en diferentes tareas
como coser, tejer, perforar pieles y otras materias primas, escribir, jugar, adornar, para guardar piezas o sustancias valiosas,
para aplicar cosméticos o medicinas, para asearse y cuidarse el
cabello… Asimismo, han sido recuperadas en espacios domésticos diversos y en lugares simbólicos como la favissa de El
Amarejo o incluso formando parte del ajuar de enterramientos
infantiles dentro de las propias casas como en El Palomar. Así,
todo ello nos ha supuesto acercarnos a diversos escenarios y
personas. Vemos, detrás de estos objetos, a mujeres y hombres,
tanto adultos como ancianos y también a niñas y niños, de diferentes posiciones sociales, con distintas capacidades adquisitivas y gustos propios. Vemos también cómo aprovecharon
los recursos animales que tenían a su alcance, más allá de su
consumo alimentario. Detectamos una utilización preferente de
los huesos obtenidos de los animales de talla media y grande,
domésticos y silvestres, habituales en los poblados iberos (ovejas, cabras, vacas, caballos, cerdos, jabalíes, ciervos…), de las
astas recolectadas u obtenidas tras la caza de ciervos y corzos,
de los cuernos de los bóvidos, así como el aprovechamiento
esporádico y singular de huesos de grandes aves rapaces, de tiburones y cetáceos, de dientes de oso e incluso hemos llegado a
identificar en el Puig de la Nau el aprovechamiento de un hueso
humano. Además, también debemos considerar el intercambio
comercial, tal como refleja la presencia de artefactos de marfil
de elefante que llegarían al territorio ibero seguramente tanto
como materia prima como objetos terminados comercializados
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desde diferentes puntos del Mediterráneo, reflejando ostentación y poder económico y social por parte de las élites que los
adquirieron.
Así pues, a lo largo de este trabajo también hemos incidido en la importancia de encontrar a los artesanos y artesanas
del mundo ibero que, en diferentes grados, según su pericia,
conocimiento, herramientas y el acceso a las materias primas
manufacturaban artefactos en los que identificamos diferentes
niveles de complejidad. Así podríamos hablar de un trabajo doméstico no especializado que, hasta cierto punto, cualquier persona con herramientas cotidianas y accesibles, podría realizar,
confeccionando piezas de una factura sencilla como punzones
o astrágalos modificados. De un nivel intermedio en el que se
realizaban objetos más elaborados como placas perforadas o alfileres y mangos de cuidada factura y ornamentación para cuya
producción se requeriría de unos conocimientos técnicos aprendidos, de pericia en la práctica, así como sería necesario poseer
ciertas herramientas específicas como taladros de arco o sierras
de dientes finos. Y de una artesanía especializada dentro de la
cual distinguimos piezas complejas cuya ejecución requeriría
de un verdadero dominio técnico y artístico y del acceso a materias primas y conocimientos de técnicas de acceso restringido,
como sería el caso de los mangos decorados con incrustaciones
de ámbar y de metal, la cacha de hueso de La Bastida de les
Alcusses con decoración metálica embutida de roleos o los peines de marfil cuya decoración y dentado evidencian la dificultad
de su ejecución técnica. Cabría plantearse incluso que algunos
de estos artesanos fueran itinerantes y transportaran consigo su
materia prima, su saber hacer y sus ideas.
Lo cierto es que no hemos documentado talleres exclusivos
de elaboración de objetos sobre estas materias primas, pero sí
en casi todos los yacimientos estudiados detectamos evidencias,
en algunos casos muy interesantes como en La Bastida de les
Alcusses, Covalta, El Puig de Sant Andreu, la Illa d’en Reixac,
Gou-Batlle, El Alto Chacón o La Serreta, del trabajo sobre el
asta, el hueso y el cuerno e incluso del marfil, sirviendo como
ejemplo la Torre del Prospinal. Se trata además de una artesanía
(o artesanías) que debemos poner en relación con la ebanistería,
dos mundos artesanales cercanos, que podrían compartir herramientas, espacios y técnicas e, inclusive, en el caso de las piezas
más elaboradas y especializadas, con la orfebrería.
Cabe destacar que hemos revisado materiales que, en ocasiones, llevan alrededor de cien años almacenados en los depósitos de los museos sin que se les haya prestado excesiva
atención y lo cierto es que cien años después de haber sido recuperados todos esos materiales nos siguen aportando, a través
de nuevas investigaciones, metodologías de trabajo y de nuevas
preguntas formuladas, una información esencial para conocer el
devenir y el quehacer de los poblados iberos, de sus casas, de
sus habitantes y de sus propios objetos. Esta arqueología de los
museos tiene, desde luego, mucho que seguir aportando.
Por todo lo planteado, consideramos que ha quedado plasmado a lo largo de este trabajo la importancia de las artesanías
sobre el hueso, el asta, el cuerno y el marfil. Hablamos de unas
artesanías que no son marginales, sino que han sido invisibilizadas por un conocimiento arqueológico centrado en otra clase
de objetos más habituales en los yacimientos iberos como son
la cerámica, los metales o la propia fauna. Pero lo cierto es que,
como hemos repetido, los objetos elaborados sobre materias
254
duras animales se han documentado en todos los poblados analizados, en mayor o menor medida, como piezas de adorno y
objetos utilitarios que formarían parte de actividades cotidianas
y, en ocasiones, de prácticas rituales. Su presencia se extiende
durante toda la época ibérica, desde el s. VI al s. I a.C., reflejando rasgos comunes y particularidades territoriales y cronológicas, tal como hemos visto a lo largo de este trabajo.
Hay que incentivar nuevas miradas, nuevas ideas, todo con
la finalidad de establecer un conocimiento todavía más completo, complejo y real de las sociedades iberas. Aunque consideramos que hemos respondido muchas preguntas hay otras que todavía nos planteamos y que seguramente nunca podremos llegar
a contestar, pero el hecho de formularlas ya supone un avance
en el conocimiento del pasado, un avance que en este caso ha
sido posible gracias a la revisión de los objetos realizados en
hueso, asta, cuerno y marfil:
¿Quién escribió nauiba en su caja de asta de ciervo? ¿Fueron niños y niñas los que lanzaron las tabas de La Bastida de les
Alcusses, de El Puntal dels Llops, del Puig de Sant Andreu…?
¿O fueron adultos? ¿Cuántas astas se recogieron caminando por
el bosque? ¿Quién fue la persona que llevaba el diente de oso
colgado de la Illa d’en Reixac?, ¿un gran cazador o guerrero?,
¿una persona de relevancia del poblado?, ¿acaso era una herencia del pasado memorable de un antepasado? ¿Quién arreglaba los punzones y alfileres? ¿Cuántas palabras se escribieron
con los stili de hueso? ¿Cuántas agujas se rompieron cosiendo?
¿Cómo llegó la rodaja de marfil de elefante a la Torre del Prospinal? ¿Cuántos cortes se hicieron en la mano las personas que
realizaron estos objetos?
Son preguntas sugerentes que quizás ayuden a reflejar la
parte más humana de este recorrido transitado a través de los
aspectos cotidianos y también simbólicos del mundo ibero de la
mano de parte de su cultura material.
Consideramos que es un trabajo que plantea caminos, reivindicando que vale la pena seguirlos. La continuación lógica
y necesaria de este trabajo pasa por analizar con el mismo rigor
y profundidad los objetos elaborados sobre materias duras animales recuperados en las necrópolis iberas. El análisis de los
contextos funerarios, realizando adscripciones antropológicas
correctas, siempre que estas sean posible, entre la persona o personas incineradas y su ajuar, permitirá ahondar en las posibles
asociaciones de objetos por género y por rango de edad. De esta
forma, contaremos con nueva información para comparar con lo
documentado tras el estudio de las industrias sobre materias duras en los poblados, donde hemos podido enfatizar en el mundo
artesanal, en las cadenas operativas y en los análisis funcionales. Ya hemos señalado el caso de objetos que se documentan de
forma mayoritaria en poblados, como los peines; y a la inversa,
objetos cuya presencia es mayoritaria en las necrópolis, como
el caso de las placas perforadas. Es necesario profundizar en
estas distribuciones diferenciales, buscando el porqué de ello,
trazando con toda esta información una imagen global de las
industrias sobre materias duras animales en el mundo ibero
Asimismo, esperamos desarrollar un proyecto experimental más amplio, tanto a nivel tecnológico como funcional, que
incida en los análisis traceológicos y preste especial atención a
los modos, tiempos de uso y a las personas que llevaran a cabo
estos trabajos experimentales/artesanales valorando su propio
saber hacer así como sus capacidades y métodos de aprendizaje.
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Cabe también apuntar que este trabajo ha pretendido llenar
un vacío de información destacado sobre las industrias sobre
materias duras animales, por lo que el análisis ha sido amplio;
sentadas estas bases se pueden desarrollar estudios que se centren en áreas geográficas y/o culturales para identificar y profundizar prácticas o patrones propios.
Asimismo, es cierto que en este trabajo hemos realizado
comparativas con el mundo etrusco, fenicio-púnico, griego o
romano, pero se requiere de un mayor impulso en este aspecto
y del desarrollo de nuevas investigaciones que se centren en
piezas, en estos universos culturales, más allá del marfil, así
como comparar lo documentado en el territorio ibero con otros
pueblos peninsulares como los celtas y celtíberos. Es decir, una
ineludible línea de avance de la investigación sobre las industrias sobre materias duras animales de la Edad del Hierro pasa
por vertebrar estudios comparativos intra y extrapeninsulares.
Confiamos en que este estudio pueda incentivar el desarrollo
de esas nuevas líneas de trabajo y preguntas, y de muchas más.
255
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Si usted me pregunta si creo en el espíritu de las cosas usadas, le diré que sí.
Ahí están todas esas cosas que sirvieron algún día para algo.
Nunca podremos utilizarlas sin sentirnos incómodos.
Y esas montañas, por ejemplo, tienen nombres…
Nunca nos serán familiares; las bautizaremos de nuevo,
pero sus verdaderos nombres son los antiguos
Ray Bradbury, Crónicas Marcianas
…toda la colección de objetos y recuerdos
que marcan las fronteras de nuestro territorio
Luis García Montero, Pronósticos en una mañana de domingo
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