El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Mauro Severo Hernández Pérez
Rosa Enguix Alemany
2006
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El Servicio de Investigación Prehistórica
y la Arqueología Valenciana
Mauro Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Rosa Enguix Alemany
Catedrática de Instituto
La creación del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en
1927 marca un punto de inflexión importante en el desarrollo y conocimiento de la arqueología valenciana, al convertirse la institución, durante años, en el referente para la investigación prehistórica y de la Cultura
ibérica regionales. Heredero de una larga tradición que hunde sus raíces
en los siglos anteriores, el SIP, como es conocido dentro y fuera de nuestras tierras, nace con la vocación de rebasar los límites provinciales para
incluir las tierras de Castellón y Alicante, según recoge Isidro Ballester en
la Memoria de la Diputación de Valencia correspondiente al año 1928,
en un texto que, por su indudable interés, no dudamos en reproducir: «la
Diputación provincial de Valencia, cabeza de una región, siempre rica
por su suelo, que recibiera de modo director y eficaz la fecunda influencia de las grandes culturas antiguas del Oriente mediterráneo, había de
preocuparse también de su remoto pasado. Los hallazgos de pinturas en
las Cuevas de la Araña (Bicorp) y las de los términos de Tírig y
Albocácer; los frecuentes descubrimientos de estaciones de épocas diversas; las fructuosas excavaciones practicadas aisladamente, y con toda
clase de sacrificios, por personas beneméritas; los hallazgos casuales,
como las joyas de Cheste, el tesoro de Jávea y la Dama de Elche, bello e
interesante busto expatriado de una levantina de siglos antes de
Jesucristo; todo demostraba la exuberante riqueza arqueológica del suelo
de nuestra región, apenas explorado» (Ballester, 1929: 6). Ciertamente, el
SIP devendrá muy pronto un referente de la investigación arqueológica
hispana y un modelo a imitar por otras diputaciones provinciales.
Los precedentes
La historiografía tradicional sitúa en el siglo XVI las primeras noticias
sobre el patrimonio arqueológico valenciano de la mano de Pere Antoni
Beuter (ca. 1490-1555) y de Gaspar Escolano (1560-1619), momento también de la formación de las primeras colecciones de medallas y monedas,
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
como la reunida por Juan Bautista Pérez Rubert, obispo de Segorbe, o Juan
Andrés Strany. Serían, no obstante, los novatores e ilustrados del siglo XVIII
quienes deben ser considerados como los verdaderos pioneros de la
arqueología valenciana por la rigurosidad de sus trabajos en los que, junto
a un detenido análisis de los textos clásicos y la crítica a los falsos cronicones, incorporan noticias sobre monedas, inscripciones, esculturas y restos
arquitectónicos monumentales de las ciudades romanas de nuestro territorio. En este sentido conviene recordar las excavaciones en Sagunt del castellonense Manuel Martí, deán de Alicante; los trabajos de crítica histórica de Gregorio Mayans (1699-1781) y de su hermano Juan Antonio
(1718-1801), autor éste último de una monografía dedicada a Ilice que
sitúa en L’Alcúdia d’Elx; y las noticias arqueológicas recogidas en las
Observaciones del propio Antonio José Cavanilles (1745-1804), con una
detenida descripción de sus excavaciones en Els Banys de la Reina de Calp,
acompañada de cuidados dibujos de sus construcciones y mosaico.
Antonio de Valcárcel Pío de Saboya (1748-1808), Conde de Lumiares, es
considerado «la primera figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo» (Aranegui, 2003: 49) por sus trabajos sobre la cerámica romana —los
llamados «barros saguntinos»— y los orígenes de Lucentum, que identifica con Alicante. Su obra Inscripciones y Antigüedades del Reino de
Valencia, redactada en 1805 y publicada con ilustraciones de Antonio
Delgado en 1852, inaugura una nueva etapa en la arqueología valenciana
que se extendería por todo el siglo, caracterizado por la aparición de los
primeros museos y sociedades preocupadas por la recuperación y estudio
de nuestro Patrimonio Histórico.
La desamortización de los bienes de la Iglesia supuso la creación de
sucesivos organismos —Comisiones Especiales de Ciencias y Artes,
Recolectoras, Científicas y Artísticas— que darían lugar en 1844 a las
Comisiones Provinciales de Monumentos Histórico-Artísticos
(Navarrete, 2001), impulsoras de los primeros museos provinciales. El
de Alicante se abre en 1842 en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela
y tres años después el de Castellón (1845) en el antiguo Convento de
Santa Clara, mientras el de Valencia, bajo la dirección de la Academia
de San Carlos, se inauguró en 1839 en el Convento del Carmen.
Al margen de los organismos oficiales, a menudo coartados sus trabajos por la intromisión política, se crea en 1871 la Sociedad
Arqueológica Valenciana (SAV) en el seno de la Sociedad Económica de
Amigos del País, que supone la continuación de la tradición de anticuarios
y coleccionistas, característica de los siglos anteriores (Goberna, 1981), no
en vano sus miembros fundadores eran conocidos coleccionistas de monedas. Entre los objetivos de sus estudios se mencionan «las ciencias arqueológicas, considerándose como tales las de Prehistoria, Arqueología,
Numismática, Paleografía y Bellas Artes», creándose una Comisión
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Portada del libro de Juan
Vilanova y Piera: Origen,
naturaleza y antigüedad
del hombre. 1872.
Prehistórica en la que, a instancias de José Vilanova y Piera, se propone
potenciar y animar a la realización de excavaciones arqueológicas en algunos yacimientos que formarán parte, más tarde, de la historia de investigación del SIP. Es el caso de la Ereta del Pedregal, en Navarrés (Valencia),
o la Moleta dels Frares, en Forcall (Castellón). Merced a una cuidada y
selecta red de corresponsales, la Sociedad Arqueológica Valenciana, según
reflejan sus memorias anuales (Papí, 2002a), tiene conocimiento de los
hallazgos arqueológicos que se producen en todo el territorio valenciano,
entre los que destaca la Cueva de Roca, en Orihuela, y de una cueva sepulcral en Requena, con 15 ó 20 cadáveres, «hachas de cobre, flechas de
pedernal, cuencos de barro moldeados a mano toscamente y algún otro
vestigio de gentes prehistóricas» (Papí, 2002b: 278). Ante un intento frustrado de participar en la Exposición Universal de París con algunas de sus
colecciones, organizaron, junto a otras instituciones, la primera exposición arqueológica que se realizó en 1878 en Valencia. La Sociedad se
disuelve en torno a 1883 ó 1884, coincidiendo con los primeros años de
Lo Rat Penat, que en 1879 ya dispone de una sección de Arqueología en
la que se integran muchos de sus miembros.
Todos estos descubrimientos valencianos se incorporan pronto a la
literatura arqueológica hispana gracias a su publicación en los trabajos
de Juan Vilanova y Piera, que por lazos familiares estaría ligado a esta
institución, aunque no figura entre sus miembros. Su magisterio, aunque
lejano, queda patente en dos excepcionales descubrimientos que por
esos años se producirían en las tierras alicantinas: Les Llometes, en
Alcoi, y la Cueva de Roca, en Orihuela.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
En el primero, descubierto en 1884, intervino en su excavación el
ingeniero Enrique Vilaplana y Juliá, siempre en contacto epistolar con Juan
Vilanova y Piera, redactando ambos una Memoria que permanecería inédita hasta su parcial inclusión en la Historia de Alcoy y su región de Remigio
Vicedo (1922). Los restos humanos recuperados en las excavaciones de esta
cueva eneolítica generarían una extraordinaria polémica en la prensa local
entre creacionistas y evolucionistas, en la que participaría el propio
Vilanova (Aura Tortosa, 2002; Goberna, 1984). También estaría relacionado éste con los trabajos realizados en 1871 por el ingeniero militar Santiago
Moreno Tovillas en la Cueva de Roca, en Orihuela, cuya Memoria sería
publicada por el SIP en su Serie de Trabajos Varios, con el número 7, en
1942 y con anotaciones de Nicolau Primitiu Gómez Serrano, que I.
Ballester calificaría como un «treball de qualitat per a la seua època».
En el último tercio del siglo XIX destacan varias empresas individuales, en las que participarían antiguos socios correspondientes de la SAV.
Una de ellas es la edición de los siete volúmenes de El Archivo, publicados entre 1886 y 1893, primero en Denia y después en Valencia, bajo la
dirección de Roque Chabás, cuyo contenido ha sido objeto de un detenido análisis por parte de Enrique Llobregat con ocasión de su publicación
en facsímil. Por otro lado, Aureliano Ibarra Manzoni (1834-1890) realiza una intensa actividad arqueológica en L’Alcúdia y Vizcarra, en Elche,
que permite identificar definitivamente a la primera con Ilice. Su trabajo
sería continuado por su hermano Pedro Ibarra y Ruiz, creador de la
Sociedad Arqueológica Ilicitana y recopilador de una importante colección arqueológica que tras su muerte constituiría los materiales fundacionales del actual Museo Arqueológico de Elche. Su nombre estaría ligado
a los avatares del descubrimiento y posterior venta de la Dama de Elche
(Olmos, 1997; Manzo Martín, 1997), hallada de manera accidental en
L’Alcúdia en 1897 y adquirida por 4.000 francos para el parisino Museo
del Louvre por Pierre Paris, como antes había hecho Arthur Engel con
otras esculturas ibéricas alicantinas procedentes de Agost —esfinge y
toro, descubiertas en 1893— y un grifo y cabeza de toro de Redován. El
interés de los franceses por L’Alcúdia motivaría una actuación arqueológica en 1898, en la que se recuperaría un fragmento de torso de guerrero con falcata, que también ingresaría en el Museo del Louvre, y una
campaña de excavaciones —la primera realizada por arqueólogos extranjeros en las tierras valencianas—, dirigida por Albertini en 1905.
Con el inicio del siglo XX desaparece esta rica tradición de eruditos, investigadores y coleccionistas valencianos, coincidiendo, en palabras de I. Ballester, con «una època en què en Espanya encara es treballava poc en esta classe d’investigacions». No obstante, en este tiempo
se llevan a cabo los trabajos de excavación e investigación realizados
por el jesuita Julius Furgús entre 1902 y 1908 en la Vega Baja del
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Segura, en la necrópolis eneolítica de Algorfa y poblados argáricos
como el de San Antón de Orihuela, ya conocido por S. Moreno Tovillas,
y el de las Laderas del Castillo de Callosa del Segura, investigación que
el propio I. Ballester no duda en calificar «entre els treballs més importants, i ens atrevim a dir que pitjor coneguts, dels que interessen als prehistoriadors valencians» con ocasión de una cuidada edición en valenciano de estos resultados en la serie Treballs Solts del SIP, a pesar de las
dificultades impuestas por la Guerra Civil que impidieron la publicación de uno de sus artículos y la incorporación de nuevas fotografías de
los materiales arqueológicos recuperados en sus excavaciones. Los
materiales hallados se depositaron en el Museo del Colegio de Santo
Domingo, siendo alabados por sus contemporáneos (Barberá, 1909;
Siret, 1913), y acabarían dispersándose tras el cierre del colegio jesuita
y los avatares de la Guerra Civil. Muchos de estos yacimientos de la
Vega Baja del Segura serían visitados por Luis Siret, que mostró su discrepancia con algunas de las interpretaciones de J. Furgús.
En la segunda década del siglo XX la investigación arqueológica
valenciana cobraría nuevo impulso con la realización de diversas excavaciones o prospecciones, como las de Parpalló, Meca o Peña Roja, con
la creación del Centro de Cultura Valenciana, la Sociedad Castellonense
de Cultura, la publicación de obras generales con continuas referencias
a hallazgos y yacimientos, entre las que cabría citar La antigua civilización ibérica del Reino de Valencia, de Francisco Almarche Vázquez, en
1918, y entre 1918 y 1922 la Geografía General del Reino de Valencia,
dirigida por Francesc Carreras i Candi, a lo que hay que añadir la aparición de una nueva generación de investigadores y la incorporación de
otros foráneos, atraídos por los descubrimientos de arte rupestre en todo
el territorio valenciano.
El Centro de Cultura Valenciana, creado en 1915 bajo el mecenazgo
de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Valencia, desplegó un
gran interés por los temas arqueológicos, especialmente a partir de 1928
cuando se crea la sección de Prehistoria presidida por N. P. Gómez Serrano.
Una revisión de sus Anales permite conocer la actividad prospectora y de
recogida de noticias durante estos años. Lo mismo sucede con el Boletín de
la Sociedad Castellonense de Cultura, publicado a partir de 1920, que se
convierte en el heraldo de la actividad cultural de la provincia y en el que
ocupan un lugar señalado las noticias arqueológicas y prehistóricas. Los
descubrimientos y estudios de las pinturas rupestres descubiertas en las tierras castellonenses ocupan un amplio espacio en el Boletín, pero también
otros trabajos realizados en Villa Filomena y en diversas estaciones ibéricas. En 1913 y 1914 Herminio Fornés excava el poblado ibérico de
Rotxina, a la orilla del Palancia, en el término de Sot de Ferrer, con permiso de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Isidro Ballester, Adolf
Schulten, Manuel Vidal,
Mariano Jornet y Domingo
Fletcher de visita a un
yacimiento arqueológico.
Hacia 1932.
[Pasta. SIP 3.525]
A la consolidación de la arqueología valenciana en esta década
contribuye la realización de una serie de excavaciones que, con permiso
de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, se realizarían en
algunos yacimientos de Alicante y Valencia, pronto incorporados a la
historia del SIP, ya sea por la participación directa de Isidro Ballester y
Lluís Pericot o de algunos de sus agregados, como por integrarse sus
materiales en los fondos fundacionales de su Museo. De todas estas
actuaciones conviene destacar aquí las realizadas en Alcoi, por las estrechas relaciones que mantendrían con el recién creado SIP. Así, las excavaciones de C. Visedo en el poblado y santuario ibéricos de La Serreta
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
De izquierda a derecha:
Lluís Pericot, Isidro
Ballester, Adolf Schulten,
Manuel Vidal, Emili Gómez
Nadal y Julián San Valero
durante una comida.
Hacia 1933.
[Domingo Fletcher. Pasta.
SIP 3.524]
(Visedo, 1922), las realizadas en el poblado ibérico de El Xarpolar, excavado por F. Ponsell (Pericot, 1929), en los poblados de la Edad del
Bronce de Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1929) y
Mola Alta de Serelles (Botella, 1926 y 1928) y el inicio de los trabajos
en la Cova de la Sarsa, en Bocairent, que el SIP encargó a Fernando
Ponsell.
En esa misma década la Comisión Provincial de Monumentos de
Alicante se muestra significativamente activa, tras la incorporación de José
Lafuente Vidal, Francisco Figueras Pacheco y Juan José Senent, que años
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
antes había realizado una intensa labor arqueológica en Castellón, sin
duda favorecida por su condición de Inspector de Enseñanza, y que luego
continuaría en Valencia, figurando como uno de los agregados del SIP. De
aquellos años conviene recordar los primeros trabajos en L’Albufereta de
Alicante, en la necrópolis ibérica de El Molar, en San Fulgencio y en la
Font de la Barcella en La Torre de les Maçanes, además de las noticias dispersas sobre yacimientos arqueológicos en el Vinalopó de Daniel Jiménez
de Cisneros, colaborador, asimismo, del volumen dedicado a Alicante en
la Geografía General del Reino de Valencia. Para estos años también conviene recordar los trabajos de Pedro Ibarra, cuya monografía Elche:
Materiales para su historia (1926) constituye una excepcional fuente de
documentación sobre yacimientos del Bajo Vinalopó, que se complementa con su manuscrito Efemérides Ilicitanas, lamentablemente inédito. Por
otro lado, Elías Abad Navarro menciona una cueva sepulcral calcolítica
en las laderas de La Mola, en Novelda, aguas abajo de la Cova de la
Serreta de la Vella, en Monòver, conocida por Juan Vilanova y Piera.
Cabría señalar, asimismo, las excavaciones en 1924 de J. Corominas i
Roca, del Institut d’Estudis Catalans, en las Laderas del Castillo de
Callosa del Segura y en la necrópolis ibérica de Oliva, en Valencia. En esta
misma década se inician en Castellón los trabajos de campo de Francesc
Esteve Gálvez, todavía alumno de Bachillerato (Esteve, 2003), que acompañaría, junto con Juan Bautista Porcar, a Pere Bosch Gimpera a varios de
los yacimientos descubiertos por esos años, entre los que se encuentran el
poblado y necrópolis en silos con cerámica campaniforme de Villa
Filomena y el poblado del Bronce Tardío/Final de El Castellet, ampliamente referenciados en la bibliografía arqueológica valenciana. En aquella
visita le comentaron a Bosch que «seria molt profitós disposar d’un estudi de conjunt que reculla tot allò que es coneix de l’arqueologia provincial, que siga punt de referència que ens done a conèixer els problemes que
tenim plantejats i la tasca que convendria fer» (Esteve Gálvez, 2003: 48),
al que pronto contribuye con una extraordinaria síntesis de arqueología
provincial (Bosch Gimpera, 1924) en la que da cuenta de yacimientos y
colecciones, con referencias continuas a J. J. Senent.
El Servicio de Investigación Prehistórica
En este contexto de intensa actividad tiene lugar la fundación del
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia y la del SIP y
su Museo. El primero centró su actividad en la labor docente, intentando crear una escuela de arqueólogos, que recibiría un gran impulso con
la llegada de L. Pericot, y en la elaboración de un mapa arqueológico de
todo el territorio valenciano. En el caso del SIP resulta esclarecedor que
una de las primeras propuestas de I. Ballester a la Comisión Provincial
Permanente de la Diputación sea la de pedir autorización para dirigirse
a las diferentes sociedades e instituciones que trabajan en el campo de la
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
arqueología y de la prehistoria en las tierras valencianas para intercambiar información y colaboración si fuera necesario. De este modo se
dejaba constancia de una de las principales características del SIP desde
su creación: conocer la actividad investigadora en las tres provincias
valencianas, dar apoyo donde se requiriera, tener noticias de los últimos
descubrimientos y mantener una relación lo más fluida posible con
investigadores y aficionados a este mundo de la arqueología. Esta misma
actitud seguirá manteniéndose durante décadas posteriores a la desaparición de I. Ballester.
A este panorama debemos añadir que las intensas remociones de
tierras en la ciudad de Valencia, con ocasión del tendido subterráneo de
la línea telefónica y del alcantarillado, generaron la necesidad de documentar los hallazgos que estaban desapareciendo por todas las transformaciones urbanísticas. Las protestas airadas de los eruditos locales,
que veían destruir la memoria histórica de la milenaria Valentia, provocaron más de una actuación: una, la que protagonizó el Centro de
Cultura Valenciana que encargó a N. P. Gómez Serrano la vigilancia de
las obras, lo que daría como resultado una interesante monografía
donde se recogen los hallazgos (Gómez Serrano, 1932). Otras obras de
ensanche de la ciudad siguieron provocando preocupación hasta que,
en la década de 1940, la Dirección General de Bellas Artes del
Ministerio de Educación Nacional creó la Comisaría Local de
Excavaciones Arqueológicas de Valencia, nombrando para el cargo de
Comisario a José Llorca, dejando como depositario de los hallazgos
arqueológicos al Ayuntamiento de Valencia (Ribera, 1998). Y, volviendo a los tiempos anteriores, en estos años Manuel González Simancas
retoma las excavaciones en Sagunt, dando un nuevo impulso a la investigación de esta ciudad tras el monumental trabajo de Antonio Chabret
en el siglo XIX.
A la creación del Museo de Prehistoria de Valencia seguirían pronto los de Castellón y Alicante. En la creación del primero participó activamente F. Esteve Gálvez, asumiendo el cargo de conservador en 1935.
El Arqueológico de Alicante, inaugurado en los bajos del Palacio provincial por el Presidente de la República el 17 de enero de 1932, recogería
los materiales de las excavaciones que se realizan en los años previos a
la Guerra Civil en diversos yacimientos, entre ellos la Cova de les
Calaveres, en Benidoleig, y los poblados de El Molar, en San Fulgencio,
Illeta dels Banyets, en El Campello, con una interesante ocupación de la
Edad del Bronce infrapuesta a otra ibérica y con una posterior ocupación romana; y en Alicante, el poblado de la Edad del Bronce de Serra
Grossa y el interesante conjunto arqueológico del Tossal de Manises y
L’Albufereta. J. J. Senent, pronto trasladado a Valencia, José Lafuente
Vidal, Francisco Figueras Pacheco y José Belda serían los protagonistas
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana a uno
de los abrigos con arte
rupestre del Barranc de la
Carbonera (Beniatjar).
A la derecha de la imagen
se encuentra Nicolau
Primitiu Gómez, junto a él,
Rafael Pardo, descubridor
de las pinturas, y en el
centro Juan José Senent.
1933.
[Papel. D/5.725]
de estos trabajos que, desiguales y con algunas carencias, constituyen,
pese al tiempo transcurrido, una extraordinaria fuente de información
sobre yacimientos objeto de recientes actuaciones de conservación y
difusión. En Elche, donde fallece P. Ibarra en 1934, Alejandro Ramos
Folqués compra la finca de L’Alcúdia, iniciando excavaciones en el yacimiento con carácter oficial en 1935.
El Servicio de Investigación Prehistórica y el Arte rupestre
En la Memoria de la Diputación de Valencia que recoge la creación del SIP se hace una expresa mención a «los hallazgos de pinturas
en las Cuevas de la Araña (Bicorp), y las de los términos de Tírig y
Albocácer», señalando un especial interés por esta manifestación cultural valenciana, tanto a nivel de investigación e inventario como de su
protección y difusión. Con esta cita el SIP se hacía eco de los descubrimientos más conocidos, aunque no únicos, de pinturas rupestres en las
tierras valencianas, cuyas primeras referencias, si exceptuamos la confusa prohibición de celebrar misas en una cueva con caballos pintados
que se suponen del Arte Levantino, por parte del obispo de Valencia
Alonso de Borja, antes de su acceso al solio pontificio con el nombre de
Calixto III, remontan al verano de 1911 con el descubrimiento de la
Cueva de Tortosillas, en Ayora. En 1917 se descubren los excepcionales conjuntos de Morella la Vella y la Valltorta, en Castellón. El primero se debe a J. J. Senent, en aquellos momentos Inspector de Primera
Enseñanza en Castellón, y sería publicado por Eduardo Hernández
Pacheco, con excelentes calcos de Francisco Benítez Mellado. En el
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
estudio de los conjuntos del Barranc de la Valltorta intervienen, no sin
polémicas, miembros del Institut d’Estudis Catalans, informados del
descubrimiento por J. J. Senent; Hugo Obermaier y Paul Wernert,
comisionados por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y la Real
Academia de la Historia; y Juan Cabré que, sin duda, había sido informado por el Marqués de Cerralbo, conocedor del hallazgo por sus
correligionarios carlistas de la zona, entre los que se encontraban los
descubridores de las pinturas Francisco Polo y Alberto Roda. De aquellos trabajos iniciales se publica por parte de H. Obermaier y P. Wernert
una monografía, la primera sobre arte rupestre en las tierras valencianas, algunos calcos y descripciones por parte del instituto catalán y de
J. Cabré, quien denuncia el primer expolio de nuestras pinturas en la
temprana fecha de 1922, triste presagio de otros muchos que alcanzan
hasta nuestros días. En un intento de contextualizar las pinturas, el
equipo del Institut realizó las primeras excavaciones en cuevas próximas a los abrigos pintados, al tiempo que elaboraba un detallado plano
topográfico del barranco. De ese momento data la relación de otros
hallazgos arqueológicos, como el enterramiento de Els Espleters en
Salzadella, descubierto por unos trabajos agrícolas. Las discrepancias
acerca de la cronología del Arte Levantino que se empezaban a manifestar en aquellos años encontrarían en estos trabajos en La Valltorta
argumentos para reafirmar las posiciones entre quienes las fechaban en
el Paleolítico, en este caso H. Obermaier y su maestro H. Breuil, o en
momentos posteriores, como comenzaba a abrirse paso entre los investigadores hispanos.
Noticia de prensa referida
a una sesión del Centro
de Cultura Valenciana.
17 de febrero de 1932.
En algunos de estos abrigos también se habían descubierto ciertos
motivos que se incluyeron en el Arte Esquemático, al que pertenece el
primer hallazgo de este tipo de arte rupestre en la provincia de Alicante.
Se trata de Penya Escrita de Tàrbena, conocida por los vecinos del lugar
como Sa Cova de les Lletres, por considerar sus motivos como letras que
no sabían identificar, aunque se relacionaran con la escritura en una delgada lámina de plomo localizada por Camilo Visedo Moltó en el poblado ibérico de La Serreta, en Alcoi. La publicación de D. Jiménez de
Cisneros reproduce en 1922 la descripción y calcos del músico alicantino Oscar Esplá, mientras que los publicados en el volumen IV del monumental Corpus de Arte Esquemático de la Península Ibérica de H. Breuil
corresponden a J. J. Senent, a quien también pertenecen los de Beniatjar,
en Valencia —recogidos en la misma obra—, descubiertos en 1933
según da cuenta La Labor del SIP de ese año, en la que también se indica en relación con el Museo que «han empezado a montarse, para ser
colocadas en la Sala de Paleolítico, las reproducciones de las pinturas de
la Cueva de la Araña, de Bicorp», descubiertas en 1920 y objeto de un
excepcional estudio de E. Hernández Pacheco y no menos excepcionales
reproducciones de F. Benítez Mellado.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Henri Breuil y Hugo
Obermaier en Cova
Remigia (Ares del
Maestrat, Castelló).
1935.
[Papel. D/5.723]
En 1930 se localizan nuevas pinturas rupestres en Castellón. Se
trata del abrigo de La Joquera, en Borriol, que sería publicado, no sin
la ruptura de su amistad con F. Esteve, por J. B. Porcar en el Boletín
de la Sociedad Castellonense de Cultura en 1932, donde en los años
siguientes daría cuenta de los sucesivos hallazgos de pinturas rupestres, de la interpretación de los motivos y de las técnicas utilizadas en
su ejecución, constituyendo en su conjunto una excepcional aportación, no siempre bien valorada y a menudo ignorada, al estudio del
Arte Levantino, fruto de su sólida formación artística. El descubrimiento en 1934 de Cova Remigia, en Ares del Maestre, pone en relación a J. B. Porcar con H. Obermaier y H. Breuil, quienes realizarían
su estudio, que publicarían con los calcos del primero al año siguiente, en 1935, mientras el vecino Cingle de la Mola Remigia, de cuyos
calcos y estudios se encargaría H. Breuil, permanecería inédito. La
monografía sobre Cova Remigia, como en las décadas anteriores lo
habían supuesto las del Barranc de la Valltorta y la Cueva de la Araña,
se convierte en un extraordinario referente, al igual que el resto de las
aportaciones del propio J. B. Porcar, de la metodología utilizada en el
estudio del arte rupestre de su momento y que tardaría en superarse.
De hecho, en la década de los años cuarenta, con la excepción de los
trabajos de Porcar, apenas se registran acontecimientos dignos de
mención.
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Uno de ellos está ligado al naciente SIP. Se trata de varios abrigos
en el Barranco de las Letras, como el Cinto de la Ventana, en Dos
Aguas, descubiertos en 1940, de los que J. J. Senent daría la primera
información, encargándose de su posterior estudio una comisión del
Servicio integrada por J. J. Senent, José Alcácer, José Chocomeli y
Salvador Espí, bajo la dirección de J. Cabré, que se interrumpió por la
muerte de éste último y que llevarían a cabo F. Jordá y J. Alcácer en
1951 y publicarían como número 15 de la Serie Trabajos Varios del SIP.
El otro es el descubrimiento en 1947 de la denominada Cova del Polvorí
o de Rossegadors, en la Pobla de Benifassà, publicada con breves descripciones y deficientes calcos por Salvador Vilaseca ese mismo año. Sin
duda, este significativo retroceso en el estudio del arte rupestre debe
ponerse en relación con las duras circunstancias políticas del momento.
Los años de la guerra y la posguerra. Otras instituciones
La Guerra Civil —o incivil, como le gustaba calificarla a F. Jordá
que en los difíciles años de la posguerra encontraría en el SIP apoyo y
trabajo—, interrumpe la investigación arqueológica valenciana, aunque
las Comisiones de Monumentos Provinciales y los propios museos se
encargan de la recuperación y conservación del patrimonio históricoartístico en circunstancias no siempre fáciles.
Rivalidades entre profesionales e instituciones, hallazgos arqueológicos sorprendentes y no exentos de polémicas, consolidación de las instituciones museísticas, creación del Servicio de Investigación Arqueológica
Visita al Museu de
Prehistòria de José María
Albareda Herrera,
Secretario General del
Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
De izquierda a derecha:
Isidro Ballester, Francisco
Jordá, Lluís Pericot, José
María Albareda, Domingo
Fletcher y Manuel Vidal.
1948.
[Papel. Arxiu Diputació
València. ADPV
(SIG.E.8.5.12/C.1)]
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Municipal de la Ciudad de Valencia en 1948, nacimiento de los primeros
congresos que sirvieron de foro de intercambios de conocimientos y de
apertura hacia el exterior de la investigación arqueológica en las comarcas
centro-meridionales valencianas y los contactos con los profesionales catalanes en las septentrionales, serían los elementos que caracterizan a la
arqueología valenciana en la década de los años cuarenta del pasado siglo.
En efecto, los trabajos de F. Esteve en Castellón, antes de su traslado a Tortosa y Amposta donde realizaría una intensa actividad arqueológica de extraordinario interés, encontrarían acogida en la revista
Saitabi, y J. Maluquer de Motes, discípulo de P. Bosch Gimpera, ya en
el exilio, analiza los materiales líticos del Barranc de la Valltorta.
La arqueología alicantina en la década de los años cuarenta, al igual
que en la siguiente, se mueve entre la decepción y la esperanza. Ésta última se alimenta de algunos acontecimientos de interés, entre los que
podríamos citar la creación del Museo Arqueológico de Elche en 1947,
las excavaciones en L’Alcúdia de Elche por parte de A. Ramos Folqués,
los primeros trabajos de José María Soler García en Villena, las interesantes síntesis de J. Lafuente Vidal y F. Figueras Pacheco o los trabajos del
Padre Belda, cuya actitud en su trabajo en el Museo Arqueológico
Provincial, del que era director, en algunas de sus excavaciones y prospecciones y en determinados hallazgos deben incluirse en la decepción de
estos años, como el caso de las falsificaciones del Bancal de la Corona.
Los Congresos Arqueológicos del Sudeste, impulsados desde
Cartagena por Antonio Beltrán, constituirán un significativo impulso
para la arqueología alicantina, ya que el IV se reuniría en Elche en 1948
y el VI, dos años después, en Alcoi. Siguiendo su ejemplo, en 1946 se
celebra en Valencia el I Congreso de Arqueología del Levante Español,
en el que participarían activamente los miembros del SIP, publicando
sus comunicaciones en un volumen de los Trabajos Varios, mientras
otras —no sabemos si todas—, entre las que sólo dos se dedican a la
arqueología valenciana, se incluyen en el número 25-26 de Saitabi.
Éste es otro de los aspectos importantes que debemos señalar del SIP, su
proyección externa, como quedó reflejada en La labor del SIP y su Museo en
el pasado año 1930 (Ballester, 1931: 26 y ss.), donde se dice: «La conveniencia de que el Servicio de fe de vida en el mundo científico, obliga a su concurrencia a cuantos Congresos Arqueológicos se celebren». A resultas de esto
será habitual, desde los albores del SIP, la participación de sus miembros con
ponencias y comunicaciones, tanto en los Congresos Internacionales, como
en los Nacionales cuando comiencen a organizarse, sobre la problemática
prehistórica y arqueológica valenciana. En 1929, en el IV Congreso
Internacional de Arqueología en Barcelona, ya vemos una nutrida presencia
30
[page-n-15]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Francisco Jordá realizando
trabajos de calco en
el Abrigo del Ciervo
(Dos Aguas). 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.054]
de miembros del SIP; y la adhesión y presencia del Servicio la podemos seguir
en el XII Congreso de la Asociación Española para el Progreso de la Ciencia
en Barcelona, el V Congreso Internacional de Arqueología en Argel, el
Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica en
Coimbra y Oporto y en los Congresos Arqueológicos del Sudeste Español,
como hemos señalado más arriba. Conferencias, visitas guiadas, atención a
investigadores foráneos... todo formaba parte de esa proyección que está en
la base del SIP. El apoyo del CSIC, al convertirlo en su sección de Prehistoria
Valenciana, a finales de los cuarenta, suponía el afianzamiento y consolidación del Servicio en esta línea.
31
[page-n-16]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Colaboradores del SIP han sido muchos desde entonces: varias
generaciones de arqueólogos y prehistoriadores se han formado y han
trabajado en esta institución y cimentado los principios expuestos por su
fundador, I. Ballester. A pesar de los problemas que en algunos momentos el SIP tuvo dentro de la misma Diputación, como el recorte de presupuesto del año 1932, y del cese de actividades que supuso la Guerra
Civil, el Servicio siguió manteniendo las líneas de actuación descritas
más arriba. Aquellos primeros investigadores que asumieron los principios fundacionales de esta institución como L. Pericot, F. Ponsell,
Mariano Jornet, Gonzalo Viñes, Emilio Gandía, Emili Gómez Nadal,
Francisco Porcar López, Domingo Fletcher, Ernesto Jiménez Navarro,
Julián San Valero, Manuel Vidal y López, Enrique Pla, José Alcácer...
forman parte de la historia del SIP en los años heroicos de su fundación
y consolidación. Sería de desear que el sentido de colaboración entre las
instituciones y los investigadores valencianos que se plantearon en 1927
siguieran funcionando para bien de nuestra Arqueología y Prehistoria.
32
[page-n-17]
El Servicio de Investigación Prehistórica
y la Arqueología Valenciana
Mauro Hernández Pérez
Universidad de Alicante
Rosa Enguix Alemany
Catedrática de Instituto
La creación del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en
1927 marca un punto de inflexión importante en el desarrollo y conocimiento de la arqueología valenciana, al convertirse la institución, durante años, en el referente para la investigación prehistórica y de la Cultura
ibérica regionales. Heredero de una larga tradición que hunde sus raíces
en los siglos anteriores, el SIP, como es conocido dentro y fuera de nuestras tierras, nace con la vocación de rebasar los límites provinciales para
incluir las tierras de Castellón y Alicante, según recoge Isidro Ballester en
la Memoria de la Diputación de Valencia correspondiente al año 1928,
en un texto que, por su indudable interés, no dudamos en reproducir: «la
Diputación provincial de Valencia, cabeza de una región, siempre rica
por su suelo, que recibiera de modo director y eficaz la fecunda influencia de las grandes culturas antiguas del Oriente mediterráneo, había de
preocuparse también de su remoto pasado. Los hallazgos de pinturas en
las Cuevas de la Araña (Bicorp) y las de los términos de Tírig y
Albocácer; los frecuentes descubrimientos de estaciones de épocas diversas; las fructuosas excavaciones practicadas aisladamente, y con toda
clase de sacrificios, por personas beneméritas; los hallazgos casuales,
como las joyas de Cheste, el tesoro de Jávea y la Dama de Elche, bello e
interesante busto expatriado de una levantina de siglos antes de
Jesucristo; todo demostraba la exuberante riqueza arqueológica del suelo
de nuestra región, apenas explorado» (Ballester, 1929: 6). Ciertamente, el
SIP devendrá muy pronto un referente de la investigación arqueológica
hispana y un modelo a imitar por otras diputaciones provinciales.
Los precedentes
La historiografía tradicional sitúa en el siglo XVI las primeras noticias
sobre el patrimonio arqueológico valenciano de la mano de Pere Antoni
Beuter (ca. 1490-1555) y de Gaspar Escolano (1560-1619), momento también de la formación de las primeras colecciones de medallas y monedas,
17
[page-n-2]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
como la reunida por Juan Bautista Pérez Rubert, obispo de Segorbe, o Juan
Andrés Strany. Serían, no obstante, los novatores e ilustrados del siglo XVIII
quienes deben ser considerados como los verdaderos pioneros de la
arqueología valenciana por la rigurosidad de sus trabajos en los que, junto
a un detenido análisis de los textos clásicos y la crítica a los falsos cronicones, incorporan noticias sobre monedas, inscripciones, esculturas y restos
arquitectónicos monumentales de las ciudades romanas de nuestro territorio. En este sentido conviene recordar las excavaciones en Sagunt del castellonense Manuel Martí, deán de Alicante; los trabajos de crítica histórica de Gregorio Mayans (1699-1781) y de su hermano Juan Antonio
(1718-1801), autor éste último de una monografía dedicada a Ilice que
sitúa en L’Alcúdia d’Elx; y las noticias arqueológicas recogidas en las
Observaciones del propio Antonio José Cavanilles (1745-1804), con una
detenida descripción de sus excavaciones en Els Banys de la Reina de Calp,
acompañada de cuidados dibujos de sus construcciones y mosaico.
Antonio de Valcárcel Pío de Saboya (1748-1808), Conde de Lumiares, es
considerado «la primera figura de sabio valenciano ilustrado y arqueólogo» (Aranegui, 2003: 49) por sus trabajos sobre la cerámica romana —los
llamados «barros saguntinos»— y los orígenes de Lucentum, que identifica con Alicante. Su obra Inscripciones y Antigüedades del Reino de
Valencia, redactada en 1805 y publicada con ilustraciones de Antonio
Delgado en 1852, inaugura una nueva etapa en la arqueología valenciana
que se extendería por todo el siglo, caracterizado por la aparición de los
primeros museos y sociedades preocupadas por la recuperación y estudio
de nuestro Patrimonio Histórico.
La desamortización de los bienes de la Iglesia supuso la creación de
sucesivos organismos —Comisiones Especiales de Ciencias y Artes,
Recolectoras, Científicas y Artísticas— que darían lugar en 1844 a las
Comisiones Provinciales de Monumentos Histórico-Artísticos
(Navarrete, 2001), impulsoras de los primeros museos provinciales. El
de Alicante se abre en 1842 en el Colegio de Santo Domingo de Orihuela
y tres años después el de Castellón (1845) en el antiguo Convento de
Santa Clara, mientras el de Valencia, bajo la dirección de la Academia
de San Carlos, se inauguró en 1839 en el Convento del Carmen.
Al margen de los organismos oficiales, a menudo coartados sus trabajos por la intromisión política, se crea en 1871 la Sociedad
Arqueológica Valenciana (SAV) en el seno de la Sociedad Económica de
Amigos del País, que supone la continuación de la tradición de anticuarios
y coleccionistas, característica de los siglos anteriores (Goberna, 1981), no
en vano sus miembros fundadores eran conocidos coleccionistas de monedas. Entre los objetivos de sus estudios se mencionan «las ciencias arqueológicas, considerándose como tales las de Prehistoria, Arqueología,
Numismática, Paleografía y Bellas Artes», creándose una Comisión
18
[page-n-3]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Portada del libro de Juan
Vilanova y Piera: Origen,
naturaleza y antigüedad
del hombre. 1872.
Prehistórica en la que, a instancias de José Vilanova y Piera, se propone
potenciar y animar a la realización de excavaciones arqueológicas en algunos yacimientos que formarán parte, más tarde, de la historia de investigación del SIP. Es el caso de la Ereta del Pedregal, en Navarrés (Valencia),
o la Moleta dels Frares, en Forcall (Castellón). Merced a una cuidada y
selecta red de corresponsales, la Sociedad Arqueológica Valenciana, según
reflejan sus memorias anuales (Papí, 2002a), tiene conocimiento de los
hallazgos arqueológicos que se producen en todo el territorio valenciano,
entre los que destaca la Cueva de Roca, en Orihuela, y de una cueva sepulcral en Requena, con 15 ó 20 cadáveres, «hachas de cobre, flechas de
pedernal, cuencos de barro moldeados a mano toscamente y algún otro
vestigio de gentes prehistóricas» (Papí, 2002b: 278). Ante un intento frustrado de participar en la Exposición Universal de París con algunas de sus
colecciones, organizaron, junto a otras instituciones, la primera exposición arqueológica que se realizó en 1878 en Valencia. La Sociedad se
disuelve en torno a 1883 ó 1884, coincidiendo con los primeros años de
Lo Rat Penat, que en 1879 ya dispone de una sección de Arqueología en
la que se integran muchos de sus miembros.
Todos estos descubrimientos valencianos se incorporan pronto a la
literatura arqueológica hispana gracias a su publicación en los trabajos
de Juan Vilanova y Piera, que por lazos familiares estaría ligado a esta
institución, aunque no figura entre sus miembros. Su magisterio, aunque
lejano, queda patente en dos excepcionales descubrimientos que por
esos años se producirían en las tierras alicantinas: Les Llometes, en
Alcoi, y la Cueva de Roca, en Orihuela.
19
[page-n-4]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
En el primero, descubierto en 1884, intervino en su excavación el
ingeniero Enrique Vilaplana y Juliá, siempre en contacto epistolar con Juan
Vilanova y Piera, redactando ambos una Memoria que permanecería inédita hasta su parcial inclusión en la Historia de Alcoy y su región de Remigio
Vicedo (1922). Los restos humanos recuperados en las excavaciones de esta
cueva eneolítica generarían una extraordinaria polémica en la prensa local
entre creacionistas y evolucionistas, en la que participaría el propio
Vilanova (Aura Tortosa, 2002; Goberna, 1984). También estaría relacionado éste con los trabajos realizados en 1871 por el ingeniero militar Santiago
Moreno Tovillas en la Cueva de Roca, en Orihuela, cuya Memoria sería
publicada por el SIP en su Serie de Trabajos Varios, con el número 7, en
1942 y con anotaciones de Nicolau Primitiu Gómez Serrano, que I.
Ballester calificaría como un «treball de qualitat per a la seua època».
En el último tercio del siglo XIX destacan varias empresas individuales, en las que participarían antiguos socios correspondientes de la SAV.
Una de ellas es la edición de los siete volúmenes de El Archivo, publicados entre 1886 y 1893, primero en Denia y después en Valencia, bajo la
dirección de Roque Chabás, cuyo contenido ha sido objeto de un detenido análisis por parte de Enrique Llobregat con ocasión de su publicación
en facsímil. Por otro lado, Aureliano Ibarra Manzoni (1834-1890) realiza una intensa actividad arqueológica en L’Alcúdia y Vizcarra, en Elche,
que permite identificar definitivamente a la primera con Ilice. Su trabajo
sería continuado por su hermano Pedro Ibarra y Ruiz, creador de la
Sociedad Arqueológica Ilicitana y recopilador de una importante colección arqueológica que tras su muerte constituiría los materiales fundacionales del actual Museo Arqueológico de Elche. Su nombre estaría ligado
a los avatares del descubrimiento y posterior venta de la Dama de Elche
(Olmos, 1997; Manzo Martín, 1997), hallada de manera accidental en
L’Alcúdia en 1897 y adquirida por 4.000 francos para el parisino Museo
del Louvre por Pierre Paris, como antes había hecho Arthur Engel con
otras esculturas ibéricas alicantinas procedentes de Agost —esfinge y
toro, descubiertas en 1893— y un grifo y cabeza de toro de Redován. El
interés de los franceses por L’Alcúdia motivaría una actuación arqueológica en 1898, en la que se recuperaría un fragmento de torso de guerrero con falcata, que también ingresaría en el Museo del Louvre, y una
campaña de excavaciones —la primera realizada por arqueólogos extranjeros en las tierras valencianas—, dirigida por Albertini en 1905.
Con el inicio del siglo XX desaparece esta rica tradición de eruditos, investigadores y coleccionistas valencianos, coincidiendo, en palabras de I. Ballester, con «una època en què en Espanya encara es treballava poc en esta classe d’investigacions». No obstante, en este tiempo
se llevan a cabo los trabajos de excavación e investigación realizados
por el jesuita Julius Furgús entre 1902 y 1908 en la Vega Baja del
20
[page-n-5]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Segura, en la necrópolis eneolítica de Algorfa y poblados argáricos
como el de San Antón de Orihuela, ya conocido por S. Moreno Tovillas,
y el de las Laderas del Castillo de Callosa del Segura, investigación que
el propio I. Ballester no duda en calificar «entre els treballs més importants, i ens atrevim a dir que pitjor coneguts, dels que interessen als prehistoriadors valencians» con ocasión de una cuidada edición en valenciano de estos resultados en la serie Treballs Solts del SIP, a pesar de las
dificultades impuestas por la Guerra Civil que impidieron la publicación de uno de sus artículos y la incorporación de nuevas fotografías de
los materiales arqueológicos recuperados en sus excavaciones. Los
materiales hallados se depositaron en el Museo del Colegio de Santo
Domingo, siendo alabados por sus contemporáneos (Barberá, 1909;
Siret, 1913), y acabarían dispersándose tras el cierre del colegio jesuita
y los avatares de la Guerra Civil. Muchos de estos yacimientos de la
Vega Baja del Segura serían visitados por Luis Siret, que mostró su discrepancia con algunas de las interpretaciones de J. Furgús.
En la segunda década del siglo XX la investigación arqueológica
valenciana cobraría nuevo impulso con la realización de diversas excavaciones o prospecciones, como las de Parpalló, Meca o Peña Roja, con
la creación del Centro de Cultura Valenciana, la Sociedad Castellonense
de Cultura, la publicación de obras generales con continuas referencias
a hallazgos y yacimientos, entre las que cabría citar La antigua civilización ibérica del Reino de Valencia, de Francisco Almarche Vázquez, en
1918, y entre 1918 y 1922 la Geografía General del Reino de Valencia,
dirigida por Francesc Carreras i Candi, a lo que hay que añadir la aparición de una nueva generación de investigadores y la incorporación de
otros foráneos, atraídos por los descubrimientos de arte rupestre en todo
el territorio valenciano.
El Centro de Cultura Valenciana, creado en 1915 bajo el mecenazgo
de la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Valencia, desplegó un
gran interés por los temas arqueológicos, especialmente a partir de 1928
cuando se crea la sección de Prehistoria presidida por N. P. Gómez Serrano.
Una revisión de sus Anales permite conocer la actividad prospectora y de
recogida de noticias durante estos años. Lo mismo sucede con el Boletín de
la Sociedad Castellonense de Cultura, publicado a partir de 1920, que se
convierte en el heraldo de la actividad cultural de la provincia y en el que
ocupan un lugar señalado las noticias arqueológicas y prehistóricas. Los
descubrimientos y estudios de las pinturas rupestres descubiertas en las tierras castellonenses ocupan un amplio espacio en el Boletín, pero también
otros trabajos realizados en Villa Filomena y en diversas estaciones ibéricas. En 1913 y 1914 Herminio Fornés excava el poblado ibérico de
Rotxina, a la orilla del Palancia, en el término de Sot de Ferrer, con permiso de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades.
21
[page-n-6]
Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Isidro Ballester, Adolf
Schulten, Manuel Vidal,
Mariano Jornet y Domingo
Fletcher de visita a un
yacimiento arqueológico.
Hacia 1932.
[Pasta. SIP 3.525]
A la consolidación de la arqueología valenciana en esta década
contribuye la realización de una serie de excavaciones que, con permiso
de la Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, se realizarían en
algunos yacimientos de Alicante y Valencia, pronto incorporados a la
historia del SIP, ya sea por la participación directa de Isidro Ballester y
Lluís Pericot o de algunos de sus agregados, como por integrarse sus
materiales en los fondos fundacionales de su Museo. De todas estas
actuaciones conviene destacar aquí las realizadas en Alcoi, por las estrechas relaciones que mantendrían con el recién creado SIP. Así, las excavaciones de C. Visedo en el poblado y santuario ibéricos de La Serreta
22
[page-n-7]
El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
De izquierda a derecha:
Lluís Pericot, Isidro
Ballester, Adolf Schulten,
Manuel Vidal, Emili Gómez
Nadal y Julián San Valero
durante una comida.
Hacia 1933.
[Domingo Fletcher. Pasta.
SIP 3.524]
(Visedo, 1922), las realizadas en el poblado ibérico de El Xarpolar, excavado por F. Ponsell (Pericot, 1929), en los poblados de la Edad del
Bronce de Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1929) y
Mola Alta de Serelles (Botella, 1926 y 1928) y el inicio de los trabajos
en la Cova de la Sarsa, en Bocairent, que el SIP encargó a Fernando
Ponsell.
En esa misma década la Comisión Provincial de Monumentos de
Alicante se muestra significativamente activa, tras la incorporación de José
Lafuente Vidal, Francisco Figueras Pacheco y Juan José Senent, que años
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
antes había realizado una intensa labor arqueológica en Castellón, sin
duda favorecida por su condición de Inspector de Enseñanza, y que luego
continuaría en Valencia, figurando como uno de los agregados del SIP. De
aquellos años conviene recordar los primeros trabajos en L’Albufereta de
Alicante, en la necrópolis ibérica de El Molar, en San Fulgencio y en la
Font de la Barcella en La Torre de les Maçanes, además de las noticias dispersas sobre yacimientos arqueológicos en el Vinalopó de Daniel Jiménez
de Cisneros, colaborador, asimismo, del volumen dedicado a Alicante en
la Geografía General del Reino de Valencia. Para estos años también conviene recordar los trabajos de Pedro Ibarra, cuya monografía Elche:
Materiales para su historia (1926) constituye una excepcional fuente de
documentación sobre yacimientos del Bajo Vinalopó, que se complementa con su manuscrito Efemérides Ilicitanas, lamentablemente inédito. Por
otro lado, Elías Abad Navarro menciona una cueva sepulcral calcolítica
en las laderas de La Mola, en Novelda, aguas abajo de la Cova de la
Serreta de la Vella, en Monòver, conocida por Juan Vilanova y Piera.
Cabría señalar, asimismo, las excavaciones en 1924 de J. Corominas i
Roca, del Institut d’Estudis Catalans, en las Laderas del Castillo de
Callosa del Segura y en la necrópolis ibérica de Oliva, en Valencia. En esta
misma década se inician en Castellón los trabajos de campo de Francesc
Esteve Gálvez, todavía alumno de Bachillerato (Esteve, 2003), que acompañaría, junto con Juan Bautista Porcar, a Pere Bosch Gimpera a varios de
los yacimientos descubiertos por esos años, entre los que se encuentran el
poblado y necrópolis en silos con cerámica campaniforme de Villa
Filomena y el poblado del Bronce Tardío/Final de El Castellet, ampliamente referenciados en la bibliografía arqueológica valenciana. En aquella
visita le comentaron a Bosch que «seria molt profitós disposar d’un estudi de conjunt que reculla tot allò que es coneix de l’arqueologia provincial, que siga punt de referència que ens done a conèixer els problemes que
tenim plantejats i la tasca que convendria fer» (Esteve Gálvez, 2003: 48),
al que pronto contribuye con una extraordinaria síntesis de arqueología
provincial (Bosch Gimpera, 1924) en la que da cuenta de yacimientos y
colecciones, con referencias continuas a J. J. Senent.
El Servicio de Investigación Prehistórica
En este contexto de intensa actividad tiene lugar la fundación del
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia y la del SIP y
su Museo. El primero centró su actividad en la labor docente, intentando crear una escuela de arqueólogos, que recibiría un gran impulso con
la llegada de L. Pericot, y en la elaboración de un mapa arqueológico de
todo el territorio valenciano. En el caso del SIP resulta esclarecedor que
una de las primeras propuestas de I. Ballester a la Comisión Provincial
Permanente de la Diputación sea la de pedir autorización para dirigirse
a las diferentes sociedades e instituciones que trabajan en el campo de la
24
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
arqueología y de la prehistoria en las tierras valencianas para intercambiar información y colaboración si fuera necesario. De este modo se
dejaba constancia de una de las principales características del SIP desde
su creación: conocer la actividad investigadora en las tres provincias
valencianas, dar apoyo donde se requiriera, tener noticias de los últimos
descubrimientos y mantener una relación lo más fluida posible con
investigadores y aficionados a este mundo de la arqueología. Esta misma
actitud seguirá manteniéndose durante décadas posteriores a la desaparición de I. Ballester.
A este panorama debemos añadir que las intensas remociones de
tierras en la ciudad de Valencia, con ocasión del tendido subterráneo de
la línea telefónica y del alcantarillado, generaron la necesidad de documentar los hallazgos que estaban desapareciendo por todas las transformaciones urbanísticas. Las protestas airadas de los eruditos locales,
que veían destruir la memoria histórica de la milenaria Valentia, provocaron más de una actuación: una, la que protagonizó el Centro de
Cultura Valenciana que encargó a N. P. Gómez Serrano la vigilancia de
las obras, lo que daría como resultado una interesante monografía
donde se recogen los hallazgos (Gómez Serrano, 1932). Otras obras de
ensanche de la ciudad siguieron provocando preocupación hasta que,
en la década de 1940, la Dirección General de Bellas Artes del
Ministerio de Educación Nacional creó la Comisaría Local de
Excavaciones Arqueológicas de Valencia, nombrando para el cargo de
Comisario a José Llorca, dejando como depositario de los hallazgos
arqueológicos al Ayuntamiento de Valencia (Ribera, 1998). Y, volviendo a los tiempos anteriores, en estos años Manuel González Simancas
retoma las excavaciones en Sagunt, dando un nuevo impulso a la investigación de esta ciudad tras el monumental trabajo de Antonio Chabret
en el siglo XIX.
A la creación del Museo de Prehistoria de Valencia seguirían pronto los de Castellón y Alicante. En la creación del primero participó activamente F. Esteve Gálvez, asumiendo el cargo de conservador en 1935.
El Arqueológico de Alicante, inaugurado en los bajos del Palacio provincial por el Presidente de la República el 17 de enero de 1932, recogería
los materiales de las excavaciones que se realizan en los años previos a
la Guerra Civil en diversos yacimientos, entre ellos la Cova de les
Calaveres, en Benidoleig, y los poblados de El Molar, en San Fulgencio,
Illeta dels Banyets, en El Campello, con una interesante ocupación de la
Edad del Bronce infrapuesta a otra ibérica y con una posterior ocupación romana; y en Alicante, el poblado de la Edad del Bronce de Serra
Grossa y el interesante conjunto arqueológico del Tossal de Manises y
L’Albufereta. J. J. Senent, pronto trasladado a Valencia, José Lafuente
Vidal, Francisco Figueras Pacheco y José Belda serían los protagonistas
25
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Visita del Centro de
Cultura Valenciana a uno
de los abrigos con arte
rupestre del Barranc de la
Carbonera (Beniatjar).
A la derecha de la imagen
se encuentra Nicolau
Primitiu Gómez, junto a él,
Rafael Pardo, descubridor
de las pinturas, y en el
centro Juan José Senent.
1933.
[Papel. D/5.725]
de estos trabajos que, desiguales y con algunas carencias, constituyen,
pese al tiempo transcurrido, una extraordinaria fuente de información
sobre yacimientos objeto de recientes actuaciones de conservación y
difusión. En Elche, donde fallece P. Ibarra en 1934, Alejandro Ramos
Folqués compra la finca de L’Alcúdia, iniciando excavaciones en el yacimiento con carácter oficial en 1935.
El Servicio de Investigación Prehistórica y el Arte rupestre
En la Memoria de la Diputación de Valencia que recoge la creación del SIP se hace una expresa mención a «los hallazgos de pinturas
en las Cuevas de la Araña (Bicorp), y las de los términos de Tírig y
Albocácer», señalando un especial interés por esta manifestación cultural valenciana, tanto a nivel de investigación e inventario como de su
protección y difusión. Con esta cita el SIP se hacía eco de los descubrimientos más conocidos, aunque no únicos, de pinturas rupestres en las
tierras valencianas, cuyas primeras referencias, si exceptuamos la confusa prohibición de celebrar misas en una cueva con caballos pintados
que se suponen del Arte Levantino, por parte del obispo de Valencia
Alonso de Borja, antes de su acceso al solio pontificio con el nombre de
Calixto III, remontan al verano de 1911 con el descubrimiento de la
Cueva de Tortosillas, en Ayora. En 1917 se descubren los excepcionales conjuntos de Morella la Vella y la Valltorta, en Castellón. El primero se debe a J. J. Senent, en aquellos momentos Inspector de Primera
Enseñanza en Castellón, y sería publicado por Eduardo Hernández
Pacheco, con excelentes calcos de Francisco Benítez Mellado. En el
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
estudio de los conjuntos del Barranc de la Valltorta intervienen, no sin
polémicas, miembros del Institut d’Estudis Catalans, informados del
descubrimiento por J. J. Senent; Hugo Obermaier y Paul Wernert,
comisionados por el Museo de Ciencias Naturales de Madrid y la Real
Academia de la Historia; y Juan Cabré que, sin duda, había sido informado por el Marqués de Cerralbo, conocedor del hallazgo por sus
correligionarios carlistas de la zona, entre los que se encontraban los
descubridores de las pinturas Francisco Polo y Alberto Roda. De aquellos trabajos iniciales se publica por parte de H. Obermaier y P. Wernert
una monografía, la primera sobre arte rupestre en las tierras valencianas, algunos calcos y descripciones por parte del instituto catalán y de
J. Cabré, quien denuncia el primer expolio de nuestras pinturas en la
temprana fecha de 1922, triste presagio de otros muchos que alcanzan
hasta nuestros días. En un intento de contextualizar las pinturas, el
equipo del Institut realizó las primeras excavaciones en cuevas próximas a los abrigos pintados, al tiempo que elaboraba un detallado plano
topográfico del barranco. De ese momento data la relación de otros
hallazgos arqueológicos, como el enterramiento de Els Espleters en
Salzadella, descubierto por unos trabajos agrícolas. Las discrepancias
acerca de la cronología del Arte Levantino que se empezaban a manifestar en aquellos años encontrarían en estos trabajos en La Valltorta
argumentos para reafirmar las posiciones entre quienes las fechaban en
el Paleolítico, en este caso H. Obermaier y su maestro H. Breuil, o en
momentos posteriores, como comenzaba a abrirse paso entre los investigadores hispanos.
Noticia de prensa referida
a una sesión del Centro
de Cultura Valenciana.
17 de febrero de 1932.
En algunos de estos abrigos también se habían descubierto ciertos
motivos que se incluyeron en el Arte Esquemático, al que pertenece el
primer hallazgo de este tipo de arte rupestre en la provincia de Alicante.
Se trata de Penya Escrita de Tàrbena, conocida por los vecinos del lugar
como Sa Cova de les Lletres, por considerar sus motivos como letras que
no sabían identificar, aunque se relacionaran con la escritura en una delgada lámina de plomo localizada por Camilo Visedo Moltó en el poblado ibérico de La Serreta, en Alcoi. La publicación de D. Jiménez de
Cisneros reproduce en 1922 la descripción y calcos del músico alicantino Oscar Esplá, mientras que los publicados en el volumen IV del monumental Corpus de Arte Esquemático de la Península Ibérica de H. Breuil
corresponden a J. J. Senent, a quien también pertenecen los de Beniatjar,
en Valencia —recogidos en la misma obra—, descubiertos en 1933
según da cuenta La Labor del SIP de ese año, en la que también se indica en relación con el Museo que «han empezado a montarse, para ser
colocadas en la Sala de Paleolítico, las reproducciones de las pinturas de
la Cueva de la Araña, de Bicorp», descubiertas en 1920 y objeto de un
excepcional estudio de E. Hernández Pacheco y no menos excepcionales
reproducciones de F. Benítez Mellado.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Henri Breuil y Hugo
Obermaier en Cova
Remigia (Ares del
Maestrat, Castelló).
1935.
[Papel. D/5.723]
En 1930 se localizan nuevas pinturas rupestres en Castellón. Se
trata del abrigo de La Joquera, en Borriol, que sería publicado, no sin
la ruptura de su amistad con F. Esteve, por J. B. Porcar en el Boletín
de la Sociedad Castellonense de Cultura en 1932, donde en los años
siguientes daría cuenta de los sucesivos hallazgos de pinturas rupestres, de la interpretación de los motivos y de las técnicas utilizadas en
su ejecución, constituyendo en su conjunto una excepcional aportación, no siempre bien valorada y a menudo ignorada, al estudio del
Arte Levantino, fruto de su sólida formación artística. El descubrimiento en 1934 de Cova Remigia, en Ares del Maestre, pone en relación a J. B. Porcar con H. Obermaier y H. Breuil, quienes realizarían
su estudio, que publicarían con los calcos del primero al año siguiente, en 1935, mientras el vecino Cingle de la Mola Remigia, de cuyos
calcos y estudios se encargaría H. Breuil, permanecería inédito. La
monografía sobre Cova Remigia, como en las décadas anteriores lo
habían supuesto las del Barranc de la Valltorta y la Cueva de la Araña,
se convierte en un extraordinario referente, al igual que el resto de las
aportaciones del propio J. B. Porcar, de la metodología utilizada en el
estudio del arte rupestre de su momento y que tardaría en superarse.
De hecho, en la década de los años cuarenta, con la excepción de los
trabajos de Porcar, apenas se registran acontecimientos dignos de
mención.
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Uno de ellos está ligado al naciente SIP. Se trata de varios abrigos
en el Barranco de las Letras, como el Cinto de la Ventana, en Dos
Aguas, descubiertos en 1940, de los que J. J. Senent daría la primera
información, encargándose de su posterior estudio una comisión del
Servicio integrada por J. J. Senent, José Alcácer, José Chocomeli y
Salvador Espí, bajo la dirección de J. Cabré, que se interrumpió por la
muerte de éste último y que llevarían a cabo F. Jordá y J. Alcácer en
1951 y publicarían como número 15 de la Serie Trabajos Varios del SIP.
El otro es el descubrimiento en 1947 de la denominada Cova del Polvorí
o de Rossegadors, en la Pobla de Benifassà, publicada con breves descripciones y deficientes calcos por Salvador Vilaseca ese mismo año. Sin
duda, este significativo retroceso en el estudio del arte rupestre debe
ponerse en relación con las duras circunstancias políticas del momento.
Los años de la guerra y la posguerra. Otras instituciones
La Guerra Civil —o incivil, como le gustaba calificarla a F. Jordá
que en los difíciles años de la posguerra encontraría en el SIP apoyo y
trabajo—, interrumpe la investigación arqueológica valenciana, aunque
las Comisiones de Monumentos Provinciales y los propios museos se
encargan de la recuperación y conservación del patrimonio históricoartístico en circunstancias no siempre fáciles.
Rivalidades entre profesionales e instituciones, hallazgos arqueológicos sorprendentes y no exentos de polémicas, consolidación de las instituciones museísticas, creación del Servicio de Investigación Arqueológica
Visita al Museu de
Prehistòria de José María
Albareda Herrera,
Secretario General del
Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
De izquierda a derecha:
Isidro Ballester, Francisco
Jordá, Lluís Pericot, José
María Albareda, Domingo
Fletcher y Manuel Vidal.
1948.
[Papel. Arxiu Diputació
València. ADPV
(SIG.E.8.5.12/C.1)]
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Municipal de la Ciudad de Valencia en 1948, nacimiento de los primeros
congresos que sirvieron de foro de intercambios de conocimientos y de
apertura hacia el exterior de la investigación arqueológica en las comarcas
centro-meridionales valencianas y los contactos con los profesionales catalanes en las septentrionales, serían los elementos que caracterizan a la
arqueología valenciana en la década de los años cuarenta del pasado siglo.
En efecto, los trabajos de F. Esteve en Castellón, antes de su traslado a Tortosa y Amposta donde realizaría una intensa actividad arqueológica de extraordinario interés, encontrarían acogida en la revista
Saitabi, y J. Maluquer de Motes, discípulo de P. Bosch Gimpera, ya en
el exilio, analiza los materiales líticos del Barranc de la Valltorta.
La arqueología alicantina en la década de los años cuarenta, al igual
que en la siguiente, se mueve entre la decepción y la esperanza. Ésta última se alimenta de algunos acontecimientos de interés, entre los que
podríamos citar la creación del Museo Arqueológico de Elche en 1947,
las excavaciones en L’Alcúdia de Elche por parte de A. Ramos Folqués,
los primeros trabajos de José María Soler García en Villena, las interesantes síntesis de J. Lafuente Vidal y F. Figueras Pacheco o los trabajos del
Padre Belda, cuya actitud en su trabajo en el Museo Arqueológico
Provincial, del que era director, en algunas de sus excavaciones y prospecciones y en determinados hallazgos deben incluirse en la decepción de
estos años, como el caso de las falsificaciones del Bancal de la Corona.
Los Congresos Arqueológicos del Sudeste, impulsados desde
Cartagena por Antonio Beltrán, constituirán un significativo impulso
para la arqueología alicantina, ya que el IV se reuniría en Elche en 1948
y el VI, dos años después, en Alcoi. Siguiendo su ejemplo, en 1946 se
celebra en Valencia el I Congreso de Arqueología del Levante Español,
en el que participarían activamente los miembros del SIP, publicando
sus comunicaciones en un volumen de los Trabajos Varios, mientras
otras —no sabemos si todas—, entre las que sólo dos se dedican a la
arqueología valenciana, se incluyen en el número 25-26 de Saitabi.
Éste es otro de los aspectos importantes que debemos señalar del SIP, su
proyección externa, como quedó reflejada en La labor del SIP y su Museo en
el pasado año 1930 (Ballester, 1931: 26 y ss.), donde se dice: «La conveniencia de que el Servicio de fe de vida en el mundo científico, obliga a su concurrencia a cuantos Congresos Arqueológicos se celebren». A resultas de esto
será habitual, desde los albores del SIP, la participación de sus miembros con
ponencias y comunicaciones, tanto en los Congresos Internacionales, como
en los Nacionales cuando comiencen a organizarse, sobre la problemática
prehistórica y arqueológica valenciana. En 1929, en el IV Congreso
Internacional de Arqueología en Barcelona, ya vemos una nutrida presencia
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El Servicio de Investigación Prehistórica y la Arqueología Valenciana
Francisco Jordá realizando
trabajos de calco en
el Abrigo del Ciervo
(Dos Aguas). 1951.
[Negativo B/N. SIP 1.054]
de miembros del SIP; y la adhesión y presencia del Servicio la podemos seguir
en el XII Congreso de la Asociación Española para el Progreso de la Ciencia
en Barcelona, el V Congreso Internacional de Arqueología en Argel, el
Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica en
Coimbra y Oporto y en los Congresos Arqueológicos del Sudeste Español,
como hemos señalado más arriba. Conferencias, visitas guiadas, atención a
investigadores foráneos... todo formaba parte de esa proyección que está en
la base del SIP. El apoyo del CSIC, al convertirlo en su sección de Prehistoria
Valenciana, a finales de los cuarenta, suponía el afianzamiento y consolidación del Servicio en esta línea.
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Arqueología en blanco y negro. La labor del SIP: 1927-1950
Colaboradores del SIP han sido muchos desde entonces: varias
generaciones de arqueólogos y prehistoriadores se han formado y han
trabajado en esta institución y cimentado los principios expuestos por su
fundador, I. Ballester. A pesar de los problemas que en algunos momentos el SIP tuvo dentro de la misma Diputación, como el recorte de presupuesto del año 1932, y del cese de actividades que supuso la Guerra
Civil, el Servicio siguió manteniendo las líneas de actuación descritas
más arriba. Aquellos primeros investigadores que asumieron los principios fundacionales de esta institución como L. Pericot, F. Ponsell,
Mariano Jornet, Gonzalo Viñes, Emilio Gandía, Emili Gómez Nadal,
Francisco Porcar López, Domingo Fletcher, Ernesto Jiménez Navarro,
Julián San Valero, Manuel Vidal y López, Enrique Pla, José Alcácer...
forman parte de la historia del SIP en los años heroicos de su fundación
y consolidación. Sería de desear que el sentido de colaboración entre las
instituciones y los investigadores valencianos que se plantearon en 1927
siguieran funcionando para bien de nuestra Arqueología y Prehistoria.
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