El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
Virginia Barciela González
2016
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 9-26
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Virginia BARCIELA GONZÁLEZ a
El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas:
una visión a través de los adornos personales
RESUMEN: Los elementos de adorno personal constituyen una de las evidencias más claras de la
aparición del simbolismo y su presencia en diferentes contextos temporales y espaciales permite rastrear
el desarrollo cognitivo de diversas especies de homininos y de las conductas simbólicas asociadas. El
objetivo de este trabajo es analizar, desde una perspectiva amplia, el origen del adorno en las sociedades
cazadoras-recolectoras, a través de los estudios generados en las últimas décadas. Dichas investigaciones
han permitido configurar un mapa cronológico y espacial que va definiendo los antiguos procesos
cognitivos antrópicos. También nos proporcionan un modelo provisional acerca de la aparición de las
habilidades simbólicas que, al mismo tiempo, trata de escapar de una rígida ecuación que equipare
modernidad biológica con modernidad cultural.
PALABRAS CLAVE: Comportamiento simbólico, adornos personales, Homo sapiens, Neandertal,
Paleolítico Medio, Paleolítico Superior, Pleistoceno Superior.
Origin of symbolism in Paleolithic societies: a vision through personal ornaments
ABSTRACT: Personal ornaments are one of the clearest evidences of the appearance of symbolism. Its
presence in diverse temporal and spatial contexts allows us to track the cognitive development of different
hominin species and their associated symbolic behaviors. The aim of this work is to analyze the origin of
ornaments in the hunter-gatherer societies from a broad perspective, through the review of the scientific
literature published in the last few decades. These researches have allowed the creation of a chronological
and spatial map which, progressively, defines ancient cognitive processes. Similarly, they have provided us
with a provisional model for the appearance of symbolic abilities which, simultaneously, represents a shift
from the strict equation comparing biological modernity to cultural modernity.
KEYWORDS: Symbolic behavior, personal ornaments, Homo sapiens, Neanderthal, Middle Paleolithic,
Late Paleolithic, Late Pleistocene.
a
Universidad de Alicante.
virginia.barciela@ua.es
Recibido: 21/09/2016. Aceptado: 10/01/2017.
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V. Barciela González
1. INTRODUCCIÓN
Los adornos personales son elementos empleados para embellecer el cuerpo humano y fueron concebidos
–quizás desde el primer momento de su utilización– como un modo de lenguaje (Taborin, 2004). En este
sentido, los objetos de adorno pueden ser considerados como elementos creados, con un fin utilitario de
uso corporal y de carácter simbólico, que aparecen como consecuencia del desarrollo en el ser humano de
una inteligencia no estrictamente técnica. Es, precisamente, la capacidad cognitiva del ser humano la que
permitió establecer una conciencia propia y diferenciadora, que se manifiesta mediante el empleo de este
tipo de signos de identidad, tanto individuales como colectivos.
Esta definición conceptual de los adornos debe ser, no obstante, matizada desde la perspectiva
arqueológica, que obliga a preguntarse cuáles son las características que permiten afirmar que un
objeto pueda considerarse como tal. En la bibliografía especializada los principales criterios que se
han empleado para incluir a los objetos en esta categoría son su pequeño tamaño, las analogías con
materiales etnográficos, la presencia de elementos o huellas de suspensión, los contextos arqueológicos
y la ausencia de evidencias de un uso productivo.
Los elementos con claras transformaciones antrópicas –como los objetos de adorno-colgantes– o con
huellas de uso permiten una clasificación más sólida como elementos de adorno. No ocurre así con otras
piezas cuyas morfologías y sistemas de suspensión responden a trasformaciones naturales o con aquellas
cuya existencia se deriva de pruebas indirectas. Es el caso de las conchas con perforaciones ocasionadas
por la abrasión marina –carentes de huellas de uso– o del supuesto empleo de plumas como ornamentos. En
ambos ejemplos, por citar sólo algunos, la evidencia material constituye, sin duda, un indicio pero resulta
insuficiente para determinar que se trata de elementos de adorno, más aún si tenemos en cuenta que se han
empleado para justificar la existencia de este tipo de objetos simbólicos en contextos en los que no están
claramente atestiguados. No obstante, también hay que considerar dos aspectos importantes. En primer
lugar, que la conducta simbólica no siempre se expresa con los mismos elementos. Y en segundo lugar,
que el estudio del Paleolítico está limitado por la “fosilización” de las acciones, es decir, la preservación
de los materiales relacionados con dichas conductas. En este sentido, los adornos no tuvieron por qué ser
siempre objetos realizados en materias primas conservables en el tiempo, pudiendo existir tatuajes, pinturas
corporales y elementos perecederos de origen animal y vegetal.
La aparición de los primeros adornos es un tema recurrente en el análisis de la notable transformación
de los patrones de comportamiento que se producen en el tránsito del Paleolítico Medio al Superior en
Europa. Tras esta formulación subyacen dos preguntas de enorme importancia: en qué momento surge el
comportamiento considerado moderno en la especie Homo sapiens y dónde, y si, además de esta especie,
otras especies de homininos precedentes tuvieron una conducta simbólica y de qué tipo o si, por el contrario,
el simbolismo nace y es exclusivo de los Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Desde esa
perspectiva, el debate acerca de la capacidad de los neandertales para desarrollar tecnologías y conductas
que impliquen un pensamiento simbólico también se puede rastrear en los adornos personales. En éstos
convergen cuestiones tan relevantes como el empleo de materias primas óseas, el desarrollo de técnicas
adaptadas a esta materia, la producción de elementos artísticos y el uso de un lenguaje visual y plenamente
simbólico. No en vano, la expresión material del simbolismo en las sociedades cazadoras-recolectoras del
Pleistoceno Medio y Superior –neandertales y sapiens– se ha abordado desde múltiples campos, algunos
de los cuales son especialmente significativos, como la tecnología lítica y ósea, el control del fuego, la
ecología y las estrategias de subsistencia, el lenguaje, los enterramientos, el uso de pigmentos, los adornos
personales y la aparición del arte rupestre y mueble (d’Errico et al., 2003).
Es por ello que, huyendo del simbolismo más mediático, numerosos investigadores continúan
trabajando en la búsqueda de todas aquellas manifestaciones que evidencien el origen de una conducta
simbólica en las diferentes especies humanas, si bien, a menudo, los resultados son objeto de controversias.
En este marco cabe destacar la labor de investigadores como F. d’Errico, M. Vanhaeren, Ch. Henshilwood
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o J. Zilhão, entre otros, cuyos trabajos se centran en el origen del simbolismo humano, abordando el
comportamiento simbólico de cada especie desde su propia complejidad y particularidad, en el contexto
cultural y biológico en el que se desarrollaron. Éstos se basan en unos planteamientos metodológicos
rigurosos en lo referente al análisis e interpretación de los materiales que permite descartar las “evidencias
no seguras” (e.g. Chase y Nowell, 1998; d’Errico, 1991; d’Errico y Lawson, 2006; d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 2003; Sorresi y d’Errico, 2007; Taborin, 1990) y centrarse en la información de tipo
cognitivo –haciendo hincapié en el origen del lenguaje y la conciencia simbólica– que puede extraerse de
la tecnología lítica y ósea, las estrategias de subsistencia, los elementos de adorno y uso de colorantes, los
instrumentos musicales, el arte rupestre y mueble, los enterramientos y los restos humanos procedentes
de África, Próximo Oriente y Europa.
Las investigaciones de F. d’Errico están realizadas desde la perspectiva tecnológica y de la Arqueología
Experimental y a su aplicación al arte mueble paleolítico y a los elementos de adorno personal y otros
objetos realizados con materias duras de origen animal (e.g. d’Errico, Jardón y Soler, 1993). Uno de sus
trabajos iniciales y más destacados fue el realizado junto a P. Villa, en el cual se analizan varios tipos de
perforaciones y se identifican, gracias a la microscopía y a la tafonomía, los agentes naturales responsables
de unas alteraciones que habían sido consideradas, en un primer momento, como antrópicas. Estos análisis
son extrapolados, posteriormente, a los huesos presumiblemente decorados del Paleolítico Inferior y
Medio, aportando una valiosa información que permite descartar falsas evidencias (d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 1998a y 1998b).
Desde una perspectiva teórica el objeto de su investigación se centra en la aparición del pensamiento
simbólico en los homininos durante el Pleistoceno Medio y Superior (d’Errico, 1993, 1996, 2003, 2004,
2008), principalmente a partir del análisis de los primeros objetos de industria ósea y arte mobiliar, así
como de los adornos personales y otros elementos de posible función ornamental como el ocre. En este
sentido, cabe destacar los trabajos realizados junto a M. Vanhaeren y otros investigadores, fundamentados
en un exhaustivo análisis tecnológico y funcional de los materiales, sin olvidar los aspectos taxonómicos
y tafonómicos en los casos en los que la naturaleza de los materiales así lo exige. Los más recientes y
destacados en el debate acerca del origen del comportamiento moderno se centran en el estudio de los
primeros objetos de hueso y de otros elementos simbólicos en Europa y su controvertida asociación a
contextos neandertales. También en los momentos finales del Pleistoceno Medio e inicios del Superior
(Middle Stone Age) en África (e.g. Bouzouggar et al., 2007; Caron et al., 2011; d’Errico y Backwell, 2016;
d’Errico y Henshilwood, 2007, 2011; d’Errico, Henshilwood y Nilssen, 2001; d’Errico y Stringer, 2011;
d’Errico y Vanhaeren, 2007, 2008, 2009; d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008; d’Errico et al., 1998c, 2003,
2004a, 2004b, 2005, 2008; 2009, 2010, 2012, 2014, 2015; Henshilwood, 2004, 2007, 2008, 2009, 2014;
Henshilwood y d’Errico, 2011; Henshilwood, d’Errico y Watts, 2009; Henshilwood et al., 2001, 2002,
2004, 2011; Soressi y d’Errico, 2007; Vanhaeren et al., 2006, 2013). En este último espacio geográfico
cabe destacar las investigaciones de Ch. Henshilwood, fundamentalmente en Blombos Cave (Sudáfrica),
ya que han sido determinantes en un debate que, hasta hace pocos años, giraba en torno a planteamientos
puramente eurocentristas (e.g. Henshilwood y Marean, 2003 y 2006). Por su parte, el trabajo de J. Zilhão
también ha prestado especial interés en ofrecer una perspectiva arqueológica, a través del análisis de los
adornos y de las primeras manifestaciones artísticas como claras evidencias de un pensamiento simbólico
(Zilhão, 2001, 2006, 2007a, 2007b, 2008, 2010a, 2010b, 2011, 2012a, 2012b; Zilhão y d’Errico, 2000a,
2000b; Zilhão et al., 2006, 2010).
En el contexto de Eurasia Occidental, además de los trabajos centrados en el Paleolítico Medio
reciente y las industrias “transicionales” del inicio del Paleolítico Superior, otros estudios de gran interés
hacen referencia a los adornos relacionados con las industrias del Paleolítico Superior y Mesolítico
(e.g. Álvarez Fernández, 2006, 2008a, 2008b, 2009, 2010, 2011; Álvarez y Jöris, 2008; d’Errico y
Vanhaeren, 1999, 2002; Taborin, 1993, 2000a, 2000b, 2003, 2004; Vanhaeren, 2006a, 2006b, 2010;
Vanhaeren y d’Errico, 2001, 2003a, 2003b, 2003c, 2005, 2006, 2007a, 2007b; Vanhaeren et al., 2005;
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White, 1989a,1989b, 1993a, 1993b, 1995, 2002, 2007). Estas investigaciones, que también son partícipes
del debate acerca de la autoría de los primeros elementos de adorno, han permitido rastrear la evolución
de estos objetos en los contextos de cazadores-recolectores, poniendo de relevancia la creación de un
“ajuar” simbólico cada vez más rico y complejo.
2. EL ORIGEN DE LOS ADORNOS EN LAS SOCIEDADES
CAZADORAS-RECOLECTORAS PALEOLÍTICAS
En el estado actual de la investigación, los orígenes sobre el adorno en las sociedades cazadorasrecolectoras del Paleolítico se retrotrae a los hallazgos realizados en contextos arqueológicos vinculados
al hombre moderno africano y a los neandertales europeos.1 El origen de los adornos en ambas especies
es una cuestión de plena actualidad en la investigación sobre el Paleolítico. Las evidencias indican
que éstos son anteriores al desarrollo del Paleolítico Superior europeo, estando presentes en África, al
menos, desde hace unos 100 000 años. Más problemática resulta la cuestión de si los adornos personales
surgen entre los neandertales de forma previa a su contacto con el HAM o, por el contrario, éstos son
fruto de una aculturación o de otros modos de relación, como cambios transculturales (Straus, 1996) o
emulación (Coolidge y Wynn, 2004).2
2.1. Símbolos y adornos de los humanos modernos africanos
El origen del HAM se produce en África entre 200 y 100 ka, momento en el que los fósiles empiezan a
mostrar rasgos anatómicos modernos. Los primeros restos de fósiles humanos claramente pertenecientes
a la especie Homo sapiens son dos cráneos y otros restos craneales de Etiopía, con una cronología de 160
ka (White et al., 2003). A pesar de estas evidencias, la cuestión del origen de nuestra especie sigue siendo
objeto de debate, en relación a cuándo y cómo se alcanzó la “modernidad” no sólo física, sino también
cultural (Klein, 2000), así como el modo de evidenciar esta última. En esta línea, los elementos de adorno
constituyen uno de los principales indicadores de la existencia de una cultura simbólica.
Durante algún tiempo, los datos procedentes de yacimientos africanos acerca de un uso temprano
de adornos personales por parte del HAM fueron desestimados, fundamentalmente debido a problemas
cronológicos. Sin embargo, en los últimos años, nuevos descubrimientos y análisis de materiales y
excavaciones antiguas han puesto de manifiesto una documentación temprana del uso del adorno y
una cronología mucho más antigua para este tipo de manifestaciones, en relación con las relativas al
continente europeo.
Las evidencias más notables del origen del comportamiento simbólico, incluyendo la presencia de
adornos personales, proceden del África subsahariana, en concreto en Blombos Cave (Provincia del
Cabo), donde han sido documentadas hasta 68 conchas de la especie Nassarius kraussianus con una
perforación cerca del labio con huellas de uso asociadas. Estas cuentas proceden de niveles datados por
OSL y TL entre el 78-75 ka (d’Errico, 2003; d’Errico y Vanhaeren, 2007; d’Errico et al., 2005, 2009;
Henshilwood et al., 2001, 2002, 2004; Vanhaeren et al., 2013). Los enclaves de Sibudu Cave y Border
Cave, también en Sudáfrica, han proporcionado algunos indicios del uso temprano de adornos de concha,
si bien su estado de conservación no ha podido confirmar en todos los casos y de forma irrefutable su
1
Consideramos neandertales aquellos homínidos que forman parte del llamado “linaje neandertal” diferente de otras líneas
evolutivas, según la investigación reciente (Mendez et al., 2016).
2 Las relaciones culturales entre el HAM y el neandertal han variado progresivamente de consideración, fundamentalmente con
el objetivo de minimizar el concepto de “asimetría cultural” a favor del HAM. El término de cambio transcultural alude a una
relación bilateral; mientras que el de emulación alude a una imitación, aunque empleando tecnologías propias.
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uso como cuentas (d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008). Recientemente se ha documentado en Border
Cave, junto a los restos de un individuo infantil de 4-6 meses, una concha perforada de Conus, datada en
74±4 ka BP. Se ha considerado no sólo la evidencia más antigua de un enterramiento en África, sino de
la interrelación enterramiento-adorno (d’Errico y Backwell, 2016).
Las conchas más antiguas proceden, sin embargo, de los yacimientos del Próximo Oriente de Qafzeh
y Skhul (Israel), aunque su consideración como objetos de adorno es más problemática. En el primero
de los casos se documentaron –en niveles datados en 92 ka– varias valvas de la especie Glycimeris
insubrica con perforaciones naturales (Bar-Yosef Mayer, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Taborin,
2003). En opinión de algunos autores estas conchas podrían haber sido seleccionadas por su perforación
natural o haber sido perforadas antrópicamente sin dejar huellas evidentes o desaparecidas por procesos
tafonómicos (d’Errico y Vanhaeren, 2007). No obstante, la ausencia de huellas de uso, su gran tamaño
y la presencia de pigmento (Walter, 2003) ha llevado, también, a su interpretación como posibles
contenedores de ocre.
En el caso de Skhul, que cuenta con varias especies de conchas –entre ellas dos ejemplares de
Nassarius gibbosulus perforadas–, los problemas derivan de su estado de conservación, de la imprecisión
en la procedencia estratigráfica y, como consecuencia, de la cronología de las dos únicas conchas que
pudieron ser empleadas como adornos. Un estudio de las características morfométricas de los ejemplares de
Nassarius3 y del sedimento adherido a una de ellas –equiparable a la brecha del Paleolítico Medio– parece
haber solventado esta incertidumbre, atribuyendo ambos ejemplares a momentos del MIS 5 (Vanhaeren et
al., 2006). Otra concha perforada de la misma especie fue documentada en los niveles aterienses de Oued
Djebbana (Argelia), datados en momentos anteriores a 35 ka.4 Para d’Errico y Vanhaeren la presencia de
estas conchas en ambos yacimientos no se puede explicar por causas naturales debido a la distancia del mar
durante el Pleistoceno Superior, la inexistencia de animales predadores de estos moluscos, su nulo valor
alimenticio y la presencia en ambos enclaves de la misma perforación dorsal que en, contextos naturales de
tafocenosis, es muy poco probable que se produzca.5 Además, las especies son las mismas que los adornos
de Eurasia Occidental datados hacia el 40 ka y son del mismo género y similar morfología a las de Blombos
Cave (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
Estos hallazgos tempranos han sido cuestionados en base a su aparente escasez y a que no se trata
de objetos tecnológicamente elaborados por el ser humano. Sin embargo, recientes publicaciones hacen
referencia a la presencia de conchas en otros yacimientos del Paleolítico Medio marroquí: Grotte des
Pigeons, Grotte de Rhafas, Grotte de Ifri n’Ammar o Grotte des Contrabandiers. Estos enclaves están
asociados a instrumentos líticos del Ateriense y fechados por TL, OSL o U/Th hacia 85-82 ka, 80-70 ka y
82 ka, respectivamente.6 En cada uno de ellos se recuperaron conjuntos de conchas del género Nassarius
y, puntualmente, Columbella rustica, la mayoría perforadas. Si bien es cierto que las perforaciones de
las conchas procedentes de estos contextos no siempre son antrópicas, en la superficie de algunos de los
gasterópodos se han podido observar huellas producidas por herramientas líticas, huellas de uso, restos de
pigmento rojo o una coloración negra (Bouzouggar et al., 2007; d’Errico et al., 2009a) cuya intencionalidad,
no obstante, está siendo valorada para algunos enclaves (d’Errico et al., 2015).
3 Se han comparado los ejemplares de Nassarius de Skhul y Oued Djebbana con colecciones de referencia modernas. Éstos
presentan características que están fuera del rango establecido para los ejemplares modernos, apoyando su atribución al MIS 5
(Vanhaeren et al., 2006:1787).
4 El Ateriense se ha situado, tradicionalmente, entre 40 y 20 ka, en base a las fechas convencionales de radiocarbono. Nuevas
dataciones obtenidas por métodos basados en la medida de la radiación (TL, OSL y ESR) señalan un lapso temporal que oscila
entre los 90 y 35 ka, por lo que Oued Djebbana podría presentar una cronología cercana al musteriense de Skhul (d’Errico y
Vanhaeren, 2007: 227).
5 De cualquier modo, la selección de bivalvos y gasterópodos con perforaciones naturales, en contextos del HAM, está
perfectamente contrastada.
6 El yacimiento de Contrabandiers tiene una datación indeterminada, pero sus características permiten proponer una cronología
similar a la de los enclaves anteriormente citados.
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Los primeros adornos tecnológicamente transformados, en cuanto a su morfología, se documentan
con las culturas del Paleolítico Superior o en los momentos inmediatamente anteriores. En el LSA (Late
Stone Age) del sur y este de África se registra una tradición ornamental formada por cuentas discoidales
realizadas con cáscara de huevo de avestruz y con rocas, además de las conchas perforadas propias de
momentos anteriores –Nassarius kraussianus–. El mejor ejemplo de estos elementos es el yacimiento
de Border Cave (Sudáfrica) con dataciones ca. 42 ka (d’Errico et al., 2012), así como el de Enkapune
Ya Muto (Kenia) con cronologías anteriores (Ambrosse, 1998). No obstante, existen otros yacimientos
sudafricanos presumiblemente asociados al MSA (Middle Stone Age) cuyas dataciones no son precisas o se
han cuestionado, pero que podrían demostrar que esta práctica es anterior al LSA en unos 10 000 o 20 000
años (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
2.2. Símbolos y adornos neandertales
Los primeros elementos que se relacionaron con los adornos personales neandertales fueron los huesos
perforados de yacimientos como Khulna, en la República Checa, Pech de l’Azé II y, sobre todo, Bois Roche,
en Francia, del que proceden unos 400 huesos con perforaciones simples y múltiples (Bordes, 1969; Vincent,
1987, 1988, 1993). Posteriores estudios determinaron que su origen no es antrópico (d’Errico y Villa,
1997, 1998), al igual que varios huesos perforados interpretados como instrumentos musicales (d’Errico
y Soressi, 2007). Del mismo modo, otros elementos, como los fósiles de la especie Porosphera globularis
documentados en yacimientos achelenses del norte de Francia e Inglaterra, presentan perforaciones naturales
que han sido recientemente analizadas (Rigaud et al., 2009) para observar posibles trazas de modificación
intencional o huellas de uso, como así se había afirmado anteriormente (Bednarik, 2005). Los resultados de
dichos análisis no son concluyentes, fundamentalmente debido a problemas de manipulación de los objetos
en la excavación, lo que pone en duda su relación con los útiles achelenses.
Descartado el empleo de estos objetos como ornamento, o puestos en cuarentena por las dudas que plantean,
las piezas que se vinculan al origen del adorno neandertal son las conchas de moluscos marinos. En yacimientos
neandertales los objetos documentados de este tipo son, principalmente, bivalvos de gran tamaño para ser
transformados en útiles –raederas– y aquellos otros que tienen una finalidad alimenticia (Kuhn y Stiner, 1992).
Es bien conocida la presencia de valvas y de útiles realizados con las especies Callista chione y, en menor
medida, Glycymeris glycymeris en yacimientos musterienses italianos en cueva (Taborin, 2003), con un buen
ejemplo en la Grotta del Cavallo (Romagnoli et al., 2015). Por el contrario, en los yacimientos franco-españoles
y del Próximo Oriente no se ha documentado el empleo de esta materia para la confección de útiles, a pesar
de que yacimientos como la Cueva de Bajondillo (Málaga, España) aportan evidencias de la presencia de
moluscos marinos en dicho enclave desde hace unos 150 000 años (Cortés-Sánchez et al., 2011).
Respecto a los moluscos perforados –y presumiblemente empleados como adornos– las únicas
referencias proceden de Europa, concretamente de los yacimientos musterienses de Cueva Antón (Murcia)
y de la Cueva de los Aviones (Murcia), donde, en niveles datados entre 50-45 ka BP, se han recuperado
valvas de diversas especies con una fuerte erosión marina y perforaciones naturales en el umbo, así como
colorantes asociados (Zilhão et al., 2010). También en el País Vasco, concretamente en Lezetxiki, se
documentaron en los niveles IV y III –entre 55-48 ka– conchas susceptibles de haber sido utilizadas como
adorno personal. Los investigadores destacan una valva del género Spondylus de origen mediterráneo al
que dotan de valor simbólico o decorativo (Arrizabalaga, 2009, 2011). Algo similar ocurre en el nivel V de
la cueva del Higueral de Valleja (Cádiz), donde se cita la presencia de la especie atlántica Pecten maximus
(Jennings et al., 2009), situándose el yacimiento a más de 50 km de la costa atlántica.
Además de estas evidencias, recientemente se ha puesto de manifiesto la presencia y procesado de
aves en yacimientos musterienses no sólo con fines alimenticios. Los estudios tafonómicos señalan cortes
en los huesos de las alas –sin utilidad alimenticia– que parecen corresponder a un proceso intencional
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de extracción de las plumas para ser empleadas, según los investigadores, con fines ornamentales. Uno
de los enclaves más significativos es la Grotta di Fumane (Italia), donde los huesos corresponden al
último nivel musteriense del yacimiento, con unos 44 000 años de antigüedad y, por tanto, vinculados a
poblaciones neandertales (Peresani et al., 2011). Este yacimiento también ha proporcionado evidencias
de la manipulación y restos de pigmento en un gasterópodo de la especie Aspa marginata cuya fuente de
aprovisionamiento está situada, probablemente, a unos 100 km de distancia (Peresani et al., 2013).
La extracción antrópica de plumas de distintas especies de aves se ha registrado en otros enclaves del
Paleolítico Medio de Gibraltar (Finlayson, 2012), dejando patente que no se trata de un fenómeno aislado,
si bien no por ello queda demostrado su uso ornamental. Algo similar –y con las mismas dudas– se ha
propuesto para las garras de aves rapaces, cuya extracción deliberada sin dañar la uña se ha documentado
en diversos yacimientos del Paleolítico Medio en Europa (Morin y Laroulandie, 2012; Romandini et al.,
2014). Descartada la utilidad alimenticia de esta práctica se discute la posibilidad de que se trate de objetos
simbólicos, si bien los análisis funcionales no han sido, por el momento, determinantes en cuanto a su uso
como elementos de adorno (Romandini et al., 2014: 8)
2.3. Los adornos neandertales “transicionales” y del Paleolítico Superior inicial
En Europa, la cuestión acerca del origen de los adornos personales está estrechamente vinculada al estudio
no sólo del Auriñaciense, asociado al HAM, sino a otras culturas tempranas dentro del Paleolítico Superior
(IUP/EUP)7 de autoría más ambigua situadas entre 45 y 35 ka. En la actualidad, las únicas tradiciones
culturales claramente vinculadas a grupos neandertales son el Chatelperroniense y el Uluzziense.
En este contexto ha sido el Chatelperroniense el objeto de un mayor número de estudios.
Ampliamente reconocido como entidad del Paleolítico Superior desde los comienzos de su
investigación, su autoría se relaciona con poblaciones neandertales, como parecen demostrar los restos
humanos de los enclaves franceses de Saint-Césaire (Lévêque, 1987; Lévêque, Backer y Guilbaud,
1993; Lévêque y Vandermeersch, 1980) y Grotte du Renne (Bailey y Hublin, 2006; Bailey, Weaver y
Hublin, 2009; Hublin et al., 1996; Welker et al., 20168), si bien ha sido cuestionada por otros autores
(Bar-Yosef y Bordes, 2010; Higham et al., 2010). La existencia de elementos de adorno vinculados
a este último yacimiento –esencial para el estudio de la asociación de adornos a neandertales– ha
sido un asunto controvertido. En palabras de Y. Taborin (2004: 14) el Chatelperroniense de la Grotte
du Renne es culturalmente incomprensible, debido a que implicaría no sólo la temprana aparición
de los elementos de adorno, sino de técnicas de trabajo del marfil y otras materias primas que no se
documentan ampliamente hasta el Auriñaciense. Algunos de los argumentos empleados en la discusión
de los adornos personales chatelperronienses de la Grotte du Renne se han referido a su posible
intrusión desde los niveles auriñacienses (Bar-Yosef, 2006; Higham et al., 2010; Taborin, 2002; White,
2001, 2002), unas dataciones que señalan que el Chatelperroniense de Grotte du Renne podría ser más
reciente que algunos enclaves auriñacienses (Taborin, 2004:14), la recolección de estos objetos por
parte de los neandertales en yacimientos abandonados del HAM, un intercambio entre los dos grupos
o una producción neandertal de imitación sin comprensión simbólica de la misma (Stringer y Gamble,
1993; Hublin et al., 1996; Mellars, 1999). También se ha aludido a que las verdaderas raíces de estos
tecnocomplejos del Paleolítico Superior inicial no estaban en las culturas del Paleolítico Medio de las
diferentes regiones sino en el Emirense (IUP) del Próximo Oriente (Svoboda y Bar-Yosef, 2003) –con
presencia de adornos e industrias óseas–, supuestamente asociado a los seres humanos modernos,
7
8
Inicial Upper Paleolithic/Early Upper Paleolithic technocomplexes.
Este novedoso estudio, basado en el análisis de proteínas, ha permitido identificar pequeños restos óseos que relacionan el
Chatelperroniense con poblaciones neandertales. A pesar de ello, el origen autóctono de los elementos de adorno sigue siendo
objeto de debate.
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aunque no comprobado de forma empírica (Zilhão, 2008). De ser así, este hecho constituiría la
manifestación en el registro arqueológico de la penetración de los humanos modernos en Europa de
forma previa al Auriñaciense y un nuevo argumento a favor de la aculturación.
Otros trabajos de investigación defienden, por el contrario, que el Chatelperroniense y el Uluzziense
presentan evidencias de una tradición autóctona (Mussi, 2001; Palma di Cesnola, 1993; Pelegrin y Soressi,
2007; Zilhão, 2008) que, en el caso de los adornos, se manifestaría por una fabricación en los yacimientos
neandertales con características técnicas propias (e.g. Caron et al., 2011; d’Errico, 2003; d’Errico et al.,
1998c, 2003; Zilhão, 2001, 2008; Zilhão y d’Errico, 1999a, 1999b, 2000a, 2000b, 2003a, 2003b), por
lo que representarían un desarrollo cultural autóctono neandertal. Las propuestas de una “aculturación”/
imitación a corta/larga distancia también han sido rechazadas por estos investigadores, argumentando un
origen temprano en Europa de los tecnocomplejos de transición entre 45 y 43 ka, el rechazo del carácter
auriñaciense de algunas industrias tempranas fechadas en torno a 40 ka o de dataciones por problemas
tafonómicos (Zilhão y d’Errico, 1999b, 2000a, 2003) o las notables diferencias de los útiles de hueso y los
adornos chatelperronienses de la Grotte du Renne y las posibles fuentes de inspiración auriñacienses, tanto
en el tipo de soportes como en las técnicas utilizadas (Zilhão, 2008: 51). Este último aspecto tecnológico,
que engloba técnicas como la denominada Arcy o rainurage o la perforación por presión o percusión
indirecta, ha sido, sin embargo, debatido en otras investigaciones que aluden a su generalización entre las
técnicas de suspensión auriñacienses, por lo que no se podría adscribir de forma exclusiva a los contextos
chatelperronienses y a una autoría neandertal de forma taxativa (White, 2001, 2002, 2007).
En cualquier caso, en relación a la existencia de adornos en contextos chatelperronienses, las
implicaciones derivadas del último estudio realizado para la Grotte du Renne (Caron et al., 2011), en el que
se hace referencia a una estratigrafía considerablemente intacta y sin perturbaciones,9 están reforzadas por
otros hallazgos en enclaves contemporáneos. Cabe destacar el yacimiento de la Grande-Roche en Quinçay
(Francia) –sin niveles protoauriñacienses posteriores– del que proceden seis colgantes muy similares a
los de Grotte du Renne y cuyo depósito corresponde exclusivamente a diferentes momentos dentro del
Chatelperroniense (Zilhão, 2007b), por lo que su adscripción cultural es indiscutible.10 El tipo de adornos
característicos de esta cultura son los colgantes alargados sobre hueso y, sobre todo, dientes de carnívoros y
de herbívoros con ranuras y perforaciones para su suspensión. Además se han documentado aros de marfil,
algunas conchas perforadas y belemnites, crinoideos y conchas fósiles (d’Errico et al., 1998a).
El Uluzziense, cuya adscripción a contextos neandertales también ha sido objeto de debate (Benazzi et
al., 2011; Zilhão et al., 2015), es más pobre en cuanto a la presencia de adornos personales. Tan sólo conchas
marinas –mayoritariamente escafópodos de Dentalium–, en las cuevas de Klisoura 1 (Grecia), Fumane y
Grotta del Cavallo (Italia), y la constatación del uso de colorantes minerales amarillos y rojos en este último
enclave y en Mario Bernardini (Douka et al., 2014; Gambassini, 1997; Palma di Cesnola, 1993; Peresani et
al., 2011). Recientemente se ha puesto en evidencia que los escafópodos y gasterópodos marinos perforados
documentados en Grotta del Cavallo, adscritos a niveles uluzzienses, podrían derivar de contextos auriñacienses
no identificados en el proceso de excavación (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
En otras zonas europeas también se documentan adornos asociados a industrias “transicionales”, como
el disco de marfil con perforación central de Ranis 2 (Alemania), otro disco de marfil idéntico al de los
niveles chatelperronienses de Grotte du Renne en Trou Marguerite (Bélgica) y un colgante de hueso y dos
dientes de animales perforados de Bacho Kiro (Bulgaria), datados por radiocarbono en más de 43 000 años
(Zilhão, 2012b; Álvarez y Jöris, 2008).
9 A pesar de esta última revisión de las dataciones de Grotte du Renne, no todos los investigadores están de acuerdo con esta
propuesta y aluden a los graves problemas que presenta su estratigrafía (e.g. Higham et al., 2010; Taborin, 2004; White, 2007).
10 R. White (2007: 291) señala que, no obstante, se debe tener en cuenta que los colgantes de la Grande-Roche en Quinçay provienen
de la parte más reciente de una larga secuencia Chatelperroniense, si bien la procedencia arqueológica de los adornos se ha puesto
en duda en base a la ausencia de estudios detallados sobre el yacimiento (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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La aceptación de una autoría neandertal para los adornos de algunas de estas industrias de “transición”,
al menos para el Chatelperroniense y el Uluzziense, es una evidencia más de que la capacidad de
simbolismo podría no haber sido exclusiva del HAM. Tal y como señalan d’Errico y Vanhaeren (2007),
incluso aunque se demostrase que el empleo de ornamentos personales por los neandertales es el resultado
de una aculturación, este hecho no serviría para negar el carácter “moderno” de su cognición. Por el
contrario, señalaría su capacidad de incorporar estímulos externos, reformarlos y hacer de ellos una parte
de su cultura, lo que parece muy alejado de una incomprensión de su significado.
En el Próximo Oriente, los niveles del IUP y del Ahmariense de enclaves como Üçağızlı (Turquía)
y de Ksar ‘Akil (Líbano) –asociados, con un cierto consenso, a Homo sapiens– también señalan que
los adornos personales son abundantes desde los primeros momentos del Paleolítico Superior, como
así demuestra la elevada cantidad de conchas marinas perforadas de diferentes especies –Nassarius
gibbosula, Columbella rustica, Glycymeris– registradas en ambos yacimientos y asociadas a industrias
previas al Auriñaciense levantino (Kuhn et al., 2001), en cuyos contextos igualmente se registran este
tipo de adornos. En enclaves de similares cronologías, como Kostienki 14 y otros de Asia Central, se
documentan adornos tales como conchas perforadas, cuentas de cáscara de huevo de avestruz y dientes
y huesos perforados (Álvarez y Jöris, 2008).
Las evidencias más tempranas, y no sujetas a debate, de elementos de adorno en Eurasia Occidental
corresponden al Protoauriñaciense y a las siguientes fases del Auriñaciense, vinculadas a poblaciones de HAM.
En algunos trabajos de síntesis se ha analizado el registro disponible para el EUP (Álvarez y Jöris, 2008),
señalando sus características y aspectos cronológicos. Se trata de objetos tecnológicamente transformados y
con claras evidencias de su uso como adornos y se documentan en enclaves europeos como Grotta di Fumane,
Riparo Mocchi, Rothchild, Abric Romaní o Isturiz. Los adornos protoauriñacienses característicos son los
colgantes de conchas marinas de diferentes especies y los confeccionados a partir de dientes de mamíferos
perforados y rocas o minerales (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
A lo largo del Auriñaciense, los elementos de adorno se multiplican, documentándose en un gran
número de yacimientos. Las materias primas empleadas son distintas especies de cochas marinas, dientes
de mamíferos, marfil, hueso, distintos tipos de rocas, asta de ciervo, algunos fósiles y ámbar; mientras que
los tipos característicos son colgantes, cuentas, entre las que destacan las de “tipo cesta”11 y aros o anillos.
Casi todos estos elementos –salvo algunos escafópodos y gasterópodos con perforaciones naturales–
presentan evidencias de transformación antrópica, con el empleo de técnicas variadas para crear elementos
de suspensión e, incluso, con decoraciones a base de incisiones (White, 1989a, 1989b, 1992, 1993a, 1993b,
2002, 2007; Taborin, 1993, 1995, 2000b, 2004; Vanhaeren y d’Errico, 2006).12 Recientes estudios acerca de
los elementos de adorno de este período han señalado la existencia de dos grupos geográficos con tipos de
adornos diversos: el Valle del Ródano, Italia, Austria y Grecia, por un lado, y el norte de Europa por otro,
con un territorio intermedio formado por el oeste y sur de Francia y España (Vanhaeren y d’Errico, 2006).
Este modelo propone una explicación basada en la “diversidad etnolingüística” de las primeras poblaciones
del Paleolítico Superior en Europa, y no en posibles diferencias cronológicas entre los yacimientos o por
la disponibilidad de la materia prima. Esta variabilidad geográfica, ya apuntada por White (1992, 1993), y
la búsqueda de patrones regionales ha sido, sin embargo, descrita por este mismo autor como prematura,
en base a que los datos primarios sobre los que se ha construido no siempre proceden de excavaciones o
estudios sistemáticos (White, 2007).
Más allá de esta consideración, los adornos auriñacienses revelan un gusto de los primeros humanos
modernos europeos por elementos que se puedan suspender y presentar en serie, como colgantes y
cuentas; además de una predilección por materias de superficies coloridas –conchas– y brillantes –marfil,
11 Conocidas en la literatura inglesa y francesa como basket-shaped beads y perles à panier, respectivamente.
12 White y Taborin, en las obras ya señaladas en el texto, realizan interesantes estudios de los adornos de este período desde la
perspectiva tecnológica y de la cadena operativa.
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conchas, dientes–. Del mismo modo, se ha apuntado al carácter intelectual y a una selección intencional de
determinados dientes como objetos de representación, puesto que, mayoritariamente, no proceden de las
mismas especies objeto de caza y de consumo (Taborin, 2004). Lo mismo podría ocurrir con otras materias
primas, como algunas especies de conchas que, además, revelan un transporte a larga distancia.
A lo largo del Paleolítico Superior, los adornos vinculados al HAM se hacen cada vez más
complejos, evidenciando, incluso, la existencia de intensos intercambios de objetos y materias primas
entre poblaciones. El auge de este fenómeno, que no es homogéneo en todo el territorio, se produce
entre el Paleolítico Superior medio y los momentos finales, dando paso a unas nuevas producciones de
adornos que reflejarán el tránsito entre los grupos cazadores-recolectores y las primeras poblaciones
sedentarias y productoras de alimentos. En este sentido, recientemente también se ha planteado la
trascendencia que el estudio de los elementos de adorno puede tener en el análisis de los cambios
culturales que se producen durante la transición entre el Mesolítico y el Neolítico en Europa (Rigaud,
d’Errico y Vanhaeren, 2015).
3. CONCLUSIONES
Los elementos de adorno son una expresión directa de la existencia del binomio “cognición-simbolismo”
vinculado al proceso de hominización. El adorno personal puede ser considerado como uno de los
elementos materiales que garantizan la existencia de un simbolismo desarrollado, frente a otras
consideraciones o manifestaciones menos consistentes que no han dejado una huella tan indiscutible en
el registro arqueológico. Por ello resulta esencial que los objetos considerados adornos sean valorados de
forma rigurosa, descartando –o, al menos, tomando con prudencia– todos aquellos elementos cuyo uso
ornamental y simbólico no esté claramente atestiguado.
Son dos las especies de homininos que han participado en el origen y desarrollo del simbolismo y en
una de sus expresiones más relevantes, el adorno personal. En ambas especies, la capacidad de generar
conductas simbólicas está vinculada a su desarrollo evolutivo, por lo que origen del simbolismo debe
ser entendido como una realidad “dual”, confluyente en un único proceso de hominización general. Las
diferencias temporales y espaciales, y la consiguiente variabilidad material, forman parte de este proceso,
en viva controversia, y han enriquecido el debate sobre su génesis y sus características.
Los moluscos marinos africanos hallados en contextos arqueológicos del HAM son los primeros
elementos de adorno claros, cuyo carácter de marcador espacial y ambiental ayuda a considerar la
intencionalidad en su recolección y en su transporte, además de las huellas tecnológicas y de uso que
presentan en enclaves como Blombos Cave. Todo indica, por tanto, que en torno a 100 ka la práctica de
aplicarse ornamento personal a modo de colgantes de concha ya se había iniciado en el continente africano
y en el Próximo Oriente, vinculada a la expansión del HAM. A partir de este momento, y con el desarrollo
del Paleolítico Superior, estas prácticas se consolidan y en los contextos asociados a HAM las evidencias
de ornamentación personal se multiplican y se va incrementando su variabilidad con la incorporación de
nuevas formas, técnicas y materias primas.
En las sociedades del linaje neandertal ubicadas temporalmente en el Pleistoceno Medio, aunque se
observan determinados materiales o prácticas –aquí no tratados– vinculados a una conducta simbólica, no se
documenta de forma incontestable el uso de ornamentos personales. En Europa, los primeros adornos claros
por sus transformaciones tecnológicas y evidencias de uso aparecen en contextos más tardíos, en momentos
avanzados del Pleistoceno Superior y, por lo tanto, parece muy probable que este tipo de ornamentos
podría guardar relación con la expansión de los HAM y los consiguientes procesos de interrelación. La
problemática sobre las cronologías más o menos tardías de las industrias transicionales a las que se asocian
es una cuestión no resuelta que, no obstante, hace referencia a un tipo de adornos muy concretos, ya con
claras transformaciones antrópicas. Quizás por ello no es, en este momento, la principal vía para clarificar
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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la cuestión sobre si los neandertales europeos usaron adornos o no de forma previa a la llegada del HAM,
debiendo insistir, necesariamente, en el análisis de las evidencias de los posibles adornos de contextos del
Paleolítico Medio, tales como las conchas o las plumas de aves y garras de rapaces.
Por el momento, y en relación con las conchas, el transporte reiterado de piezas erosionadas, sin valor
alimenticio, a yacimientos alejados de la costa podría sugerir un valor simbólico para las mismas. Si bien,
a la ausencia de transformaciones tecnológicas hay que añadir que no se han documentado huellas de uso
–tampoco en las garras de rapaces– que confirmen su relación con el ornato personal. Lo mismo ocurre con
el uso de las plumas, que pudieron tener otra intencionalidad.
En base a estas evidencias, considero que no existen argumentos suficientes que permitan establecer
la existencia de adornos personales propios y exclusivos de contextos neandertales clásicos. Los primeros
y escasos adornos, materialmente irrefutables, vinculados a las sociedades neandertales parecen guardar
relación con un desarrollo ya avanzado en la tecnología del adorno, al tratarse de objetos claramente
transformados y usados como cuentas/colgantes. Una concepción y uso de los adornos personales que,
por el contrario, y siempre en base a los datos actuales, sí que muestra un largo patrón de expansión
desde África, vinculada a poblaciones de HAM, y una extensión posterior a Eurasia. Este comportamiento
simbólico se generaliza en Eurasia Occidental hace unos 40 000 años y es innegable que en este proceso
participaron las sociedades de neandertales y de HAM, siendo, en cualquier caso, esta última especie el
verdadero motor de su socialización.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a Mauro Hernández Pérez y a Josep Fernández Peris la revisión del manuscrito original, y al revisor anónimo
sus interesantes observaciones y sugerencias.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 9-26
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Virginia BARCIELA GONZÁLEZ a
El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas:
una visión a través de los adornos personales
RESUMEN: Los elementos de adorno personal constituyen una de las evidencias más claras de la
aparición del simbolismo y su presencia en diferentes contextos temporales y espaciales permite rastrear
el desarrollo cognitivo de diversas especies de homininos y de las conductas simbólicas asociadas. El
objetivo de este trabajo es analizar, desde una perspectiva amplia, el origen del adorno en las sociedades
cazadoras-recolectoras, a través de los estudios generados en las últimas décadas. Dichas investigaciones
han permitido configurar un mapa cronológico y espacial que va definiendo los antiguos procesos
cognitivos antrópicos. También nos proporcionan un modelo provisional acerca de la aparición de las
habilidades simbólicas que, al mismo tiempo, trata de escapar de una rígida ecuación que equipare
modernidad biológica con modernidad cultural.
PALABRAS CLAVE: Comportamiento simbólico, adornos personales, Homo sapiens, Neandertal,
Paleolítico Medio, Paleolítico Superior, Pleistoceno Superior.
Origin of symbolism in Paleolithic societies: a vision through personal ornaments
ABSTRACT: Personal ornaments are one of the clearest evidences of the appearance of symbolism. Its
presence in diverse temporal and spatial contexts allows us to track the cognitive development of different
hominin species and their associated symbolic behaviors. The aim of this work is to analyze the origin of
ornaments in the hunter-gatherer societies from a broad perspective, through the review of the scientific
literature published in the last few decades. These researches have allowed the creation of a chronological
and spatial map which, progressively, defines ancient cognitive processes. Similarly, they have provided us
with a provisional model for the appearance of symbolic abilities which, simultaneously, represents a shift
from the strict equation comparing biological modernity to cultural modernity.
KEYWORDS: Symbolic behavior, personal ornaments, Homo sapiens, Neanderthal, Middle Paleolithic,
Late Paleolithic, Late Pleistocene.
a
Universidad de Alicante.
virginia.barciela@ua.es
Recibido: 21/09/2016. Aceptado: 10/01/2017.
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V. Barciela González
1. INTRODUCCIÓN
Los adornos personales son elementos empleados para embellecer el cuerpo humano y fueron concebidos
–quizás desde el primer momento de su utilización– como un modo de lenguaje (Taborin, 2004). En este
sentido, los objetos de adorno pueden ser considerados como elementos creados, con un fin utilitario de
uso corporal y de carácter simbólico, que aparecen como consecuencia del desarrollo en el ser humano de
una inteligencia no estrictamente técnica. Es, precisamente, la capacidad cognitiva del ser humano la que
permitió establecer una conciencia propia y diferenciadora, que se manifiesta mediante el empleo de este
tipo de signos de identidad, tanto individuales como colectivos.
Esta definición conceptual de los adornos debe ser, no obstante, matizada desde la perspectiva
arqueológica, que obliga a preguntarse cuáles son las características que permiten afirmar que un
objeto pueda considerarse como tal. En la bibliografía especializada los principales criterios que se
han empleado para incluir a los objetos en esta categoría son su pequeño tamaño, las analogías con
materiales etnográficos, la presencia de elementos o huellas de suspensión, los contextos arqueológicos
y la ausencia de evidencias de un uso productivo.
Los elementos con claras transformaciones antrópicas –como los objetos de adorno-colgantes– o con
huellas de uso permiten una clasificación más sólida como elementos de adorno. No ocurre así con otras
piezas cuyas morfologías y sistemas de suspensión responden a trasformaciones naturales o con aquellas
cuya existencia se deriva de pruebas indirectas. Es el caso de las conchas con perforaciones ocasionadas
por la abrasión marina –carentes de huellas de uso– o del supuesto empleo de plumas como ornamentos. En
ambos ejemplos, por citar sólo algunos, la evidencia material constituye, sin duda, un indicio pero resulta
insuficiente para determinar que se trata de elementos de adorno, más aún si tenemos en cuenta que se han
empleado para justificar la existencia de este tipo de objetos simbólicos en contextos en los que no están
claramente atestiguados. No obstante, también hay que considerar dos aspectos importantes. En primer
lugar, que la conducta simbólica no siempre se expresa con los mismos elementos. Y en segundo lugar,
que el estudio del Paleolítico está limitado por la “fosilización” de las acciones, es decir, la preservación
de los materiales relacionados con dichas conductas. En este sentido, los adornos no tuvieron por qué ser
siempre objetos realizados en materias primas conservables en el tiempo, pudiendo existir tatuajes, pinturas
corporales y elementos perecederos de origen animal y vegetal.
La aparición de los primeros adornos es un tema recurrente en el análisis de la notable transformación
de los patrones de comportamiento que se producen en el tránsito del Paleolítico Medio al Superior en
Europa. Tras esta formulación subyacen dos preguntas de enorme importancia: en qué momento surge el
comportamiento considerado moderno en la especie Homo sapiens y dónde, y si, además de esta especie,
otras especies de homininos precedentes tuvieron una conducta simbólica y de qué tipo o si, por el contrario,
el simbolismo nace y es exclusivo de los Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Desde esa
perspectiva, el debate acerca de la capacidad de los neandertales para desarrollar tecnologías y conductas
que impliquen un pensamiento simbólico también se puede rastrear en los adornos personales. En éstos
convergen cuestiones tan relevantes como el empleo de materias primas óseas, el desarrollo de técnicas
adaptadas a esta materia, la producción de elementos artísticos y el uso de un lenguaje visual y plenamente
simbólico. No en vano, la expresión material del simbolismo en las sociedades cazadoras-recolectoras del
Pleistoceno Medio y Superior –neandertales y sapiens– se ha abordado desde múltiples campos, algunos
de los cuales son especialmente significativos, como la tecnología lítica y ósea, el control del fuego, la
ecología y las estrategias de subsistencia, el lenguaje, los enterramientos, el uso de pigmentos, los adornos
personales y la aparición del arte rupestre y mueble (d’Errico et al., 2003).
Es por ello que, huyendo del simbolismo más mediático, numerosos investigadores continúan
trabajando en la búsqueda de todas aquellas manifestaciones que evidencien el origen de una conducta
simbólica en las diferentes especies humanas, si bien, a menudo, los resultados son objeto de controversias.
En este marco cabe destacar la labor de investigadores como F. d’Errico, M. Vanhaeren, Ch. Henshilwood
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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o J. Zilhão, entre otros, cuyos trabajos se centran en el origen del simbolismo humano, abordando el
comportamiento simbólico de cada especie desde su propia complejidad y particularidad, en el contexto
cultural y biológico en el que se desarrollaron. Éstos se basan en unos planteamientos metodológicos
rigurosos en lo referente al análisis e interpretación de los materiales que permite descartar las “evidencias
no seguras” (e.g. Chase y Nowell, 1998; d’Errico, 1991; d’Errico y Lawson, 2006; d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 2003; Sorresi y d’Errico, 2007; Taborin, 1990) y centrarse en la información de tipo
cognitivo –haciendo hincapié en el origen del lenguaje y la conciencia simbólica– que puede extraerse de
la tecnología lítica y ósea, las estrategias de subsistencia, los elementos de adorno y uso de colorantes, los
instrumentos musicales, el arte rupestre y mueble, los enterramientos y los restos humanos procedentes
de África, Próximo Oriente y Europa.
Las investigaciones de F. d’Errico están realizadas desde la perspectiva tecnológica y de la Arqueología
Experimental y a su aplicación al arte mueble paleolítico y a los elementos de adorno personal y otros
objetos realizados con materias duras de origen animal (e.g. d’Errico, Jardón y Soler, 1993). Uno de sus
trabajos iniciales y más destacados fue el realizado junto a P. Villa, en el cual se analizan varios tipos de
perforaciones y se identifican, gracias a la microscopía y a la tafonomía, los agentes naturales responsables
de unas alteraciones que habían sido consideradas, en un primer momento, como antrópicas. Estos análisis
son extrapolados, posteriormente, a los huesos presumiblemente decorados del Paleolítico Inferior y
Medio, aportando una valiosa información que permite descartar falsas evidencias (d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 1998a y 1998b).
Desde una perspectiva teórica el objeto de su investigación se centra en la aparición del pensamiento
simbólico en los homininos durante el Pleistoceno Medio y Superior (d’Errico, 1993, 1996, 2003, 2004,
2008), principalmente a partir del análisis de los primeros objetos de industria ósea y arte mobiliar, así
como de los adornos personales y otros elementos de posible función ornamental como el ocre. En este
sentido, cabe destacar los trabajos realizados junto a M. Vanhaeren y otros investigadores, fundamentados
en un exhaustivo análisis tecnológico y funcional de los materiales, sin olvidar los aspectos taxonómicos
y tafonómicos en los casos en los que la naturaleza de los materiales así lo exige. Los más recientes y
destacados en el debate acerca del origen del comportamiento moderno se centran en el estudio de los
primeros objetos de hueso y de otros elementos simbólicos en Europa y su controvertida asociación a
contextos neandertales. También en los momentos finales del Pleistoceno Medio e inicios del Superior
(Middle Stone Age) en África (e.g. Bouzouggar et al., 2007; Caron et al., 2011; d’Errico y Backwell, 2016;
d’Errico y Henshilwood, 2007, 2011; d’Errico, Henshilwood y Nilssen, 2001; d’Errico y Stringer, 2011;
d’Errico y Vanhaeren, 2007, 2008, 2009; d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008; d’Errico et al., 1998c, 2003,
2004a, 2004b, 2005, 2008; 2009, 2010, 2012, 2014, 2015; Henshilwood, 2004, 2007, 2008, 2009, 2014;
Henshilwood y d’Errico, 2011; Henshilwood, d’Errico y Watts, 2009; Henshilwood et al., 2001, 2002,
2004, 2011; Soressi y d’Errico, 2007; Vanhaeren et al., 2006, 2013). En este último espacio geográfico
cabe destacar las investigaciones de Ch. Henshilwood, fundamentalmente en Blombos Cave (Sudáfrica),
ya que han sido determinantes en un debate que, hasta hace pocos años, giraba en torno a planteamientos
puramente eurocentristas (e.g. Henshilwood y Marean, 2003 y 2006). Por su parte, el trabajo de J. Zilhão
también ha prestado especial interés en ofrecer una perspectiva arqueológica, a través del análisis de los
adornos y de las primeras manifestaciones artísticas como claras evidencias de un pensamiento simbólico
(Zilhão, 2001, 2006, 2007a, 2007b, 2008, 2010a, 2010b, 2011, 2012a, 2012b; Zilhão y d’Errico, 2000a,
2000b; Zilhão et al., 2006, 2010).
En el contexto de Eurasia Occidental, además de los trabajos centrados en el Paleolítico Medio
reciente y las industrias “transicionales” del inicio del Paleolítico Superior, otros estudios de gran interés
hacen referencia a los adornos relacionados con las industrias del Paleolítico Superior y Mesolítico
(e.g. Álvarez Fernández, 2006, 2008a, 2008b, 2009, 2010, 2011; Álvarez y Jöris, 2008; d’Errico y
Vanhaeren, 1999, 2002; Taborin, 1993, 2000a, 2000b, 2003, 2004; Vanhaeren, 2006a, 2006b, 2010;
Vanhaeren y d’Errico, 2001, 2003a, 2003b, 2003c, 2005, 2006, 2007a, 2007b; Vanhaeren et al., 2005;
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V. Barciela González
White, 1989a,1989b, 1993a, 1993b, 1995, 2002, 2007). Estas investigaciones, que también son partícipes
del debate acerca de la autoría de los primeros elementos de adorno, han permitido rastrear la evolución
de estos objetos en los contextos de cazadores-recolectores, poniendo de relevancia la creación de un
“ajuar” simbólico cada vez más rico y complejo.
2. EL ORIGEN DE LOS ADORNOS EN LAS SOCIEDADES
CAZADORAS-RECOLECTORAS PALEOLÍTICAS
En el estado actual de la investigación, los orígenes sobre el adorno en las sociedades cazadorasrecolectoras del Paleolítico se retrotrae a los hallazgos realizados en contextos arqueológicos vinculados
al hombre moderno africano y a los neandertales europeos.1 El origen de los adornos en ambas especies
es una cuestión de plena actualidad en la investigación sobre el Paleolítico. Las evidencias indican
que éstos son anteriores al desarrollo del Paleolítico Superior europeo, estando presentes en África, al
menos, desde hace unos 100 000 años. Más problemática resulta la cuestión de si los adornos personales
surgen entre los neandertales de forma previa a su contacto con el HAM o, por el contrario, éstos son
fruto de una aculturación o de otros modos de relación, como cambios transculturales (Straus, 1996) o
emulación (Coolidge y Wynn, 2004).2
2.1. Símbolos y adornos de los humanos modernos africanos
El origen del HAM se produce en África entre 200 y 100 ka, momento en el que los fósiles empiezan a
mostrar rasgos anatómicos modernos. Los primeros restos de fósiles humanos claramente pertenecientes
a la especie Homo sapiens son dos cráneos y otros restos craneales de Etiopía, con una cronología de 160
ka (White et al., 2003). A pesar de estas evidencias, la cuestión del origen de nuestra especie sigue siendo
objeto de debate, en relación a cuándo y cómo se alcanzó la “modernidad” no sólo física, sino también
cultural (Klein, 2000), así como el modo de evidenciar esta última. En esta línea, los elementos de adorno
constituyen uno de los principales indicadores de la existencia de una cultura simbólica.
Durante algún tiempo, los datos procedentes de yacimientos africanos acerca de un uso temprano
de adornos personales por parte del HAM fueron desestimados, fundamentalmente debido a problemas
cronológicos. Sin embargo, en los últimos años, nuevos descubrimientos y análisis de materiales y
excavaciones antiguas han puesto de manifiesto una documentación temprana del uso del adorno y
una cronología mucho más antigua para este tipo de manifestaciones, en relación con las relativas al
continente europeo.
Las evidencias más notables del origen del comportamiento simbólico, incluyendo la presencia de
adornos personales, proceden del África subsahariana, en concreto en Blombos Cave (Provincia del
Cabo), donde han sido documentadas hasta 68 conchas de la especie Nassarius kraussianus con una
perforación cerca del labio con huellas de uso asociadas. Estas cuentas proceden de niveles datados por
OSL y TL entre el 78-75 ka (d’Errico, 2003; d’Errico y Vanhaeren, 2007; d’Errico et al., 2005, 2009;
Henshilwood et al., 2001, 2002, 2004; Vanhaeren et al., 2013). Los enclaves de Sibudu Cave y Border
Cave, también en Sudáfrica, han proporcionado algunos indicios del uso temprano de adornos de concha,
si bien su estado de conservación no ha podido confirmar en todos los casos y de forma irrefutable su
1
Consideramos neandertales aquellos homínidos que forman parte del llamado “linaje neandertal” diferente de otras líneas
evolutivas, según la investigación reciente (Mendez et al., 2016).
2 Las relaciones culturales entre el HAM y el neandertal han variado progresivamente de consideración, fundamentalmente con
el objetivo de minimizar el concepto de “asimetría cultural” a favor del HAM. El término de cambio transcultural alude a una
relación bilateral; mientras que el de emulación alude a una imitación, aunque empleando tecnologías propias.
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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uso como cuentas (d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008). Recientemente se ha documentado en Border
Cave, junto a los restos de un individuo infantil de 4-6 meses, una concha perforada de Conus, datada en
74±4 ka BP. Se ha considerado no sólo la evidencia más antigua de un enterramiento en África, sino de
la interrelación enterramiento-adorno (d’Errico y Backwell, 2016).
Las conchas más antiguas proceden, sin embargo, de los yacimientos del Próximo Oriente de Qafzeh
y Skhul (Israel), aunque su consideración como objetos de adorno es más problemática. En el primero
de los casos se documentaron –en niveles datados en 92 ka– varias valvas de la especie Glycimeris
insubrica con perforaciones naturales (Bar-Yosef Mayer, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Taborin,
2003). En opinión de algunos autores estas conchas podrían haber sido seleccionadas por su perforación
natural o haber sido perforadas antrópicamente sin dejar huellas evidentes o desaparecidas por procesos
tafonómicos (d’Errico y Vanhaeren, 2007). No obstante, la ausencia de huellas de uso, su gran tamaño
y la presencia de pigmento (Walter, 2003) ha llevado, también, a su interpretación como posibles
contenedores de ocre.
En el caso de Skhul, que cuenta con varias especies de conchas –entre ellas dos ejemplares de
Nassarius gibbosulus perforadas–, los problemas derivan de su estado de conservación, de la imprecisión
en la procedencia estratigráfica y, como consecuencia, de la cronología de las dos únicas conchas que
pudieron ser empleadas como adornos. Un estudio de las características morfométricas de los ejemplares de
Nassarius3 y del sedimento adherido a una de ellas –equiparable a la brecha del Paleolítico Medio– parece
haber solventado esta incertidumbre, atribuyendo ambos ejemplares a momentos del MIS 5 (Vanhaeren et
al., 2006). Otra concha perforada de la misma especie fue documentada en los niveles aterienses de Oued
Djebbana (Argelia), datados en momentos anteriores a 35 ka.4 Para d’Errico y Vanhaeren la presencia de
estas conchas en ambos yacimientos no se puede explicar por causas naturales debido a la distancia del mar
durante el Pleistoceno Superior, la inexistencia de animales predadores de estos moluscos, su nulo valor
alimenticio y la presencia en ambos enclaves de la misma perforación dorsal que en, contextos naturales de
tafocenosis, es muy poco probable que se produzca.5 Además, las especies son las mismas que los adornos
de Eurasia Occidental datados hacia el 40 ka y son del mismo género y similar morfología a las de Blombos
Cave (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
Estos hallazgos tempranos han sido cuestionados en base a su aparente escasez y a que no se trata
de objetos tecnológicamente elaborados por el ser humano. Sin embargo, recientes publicaciones hacen
referencia a la presencia de conchas en otros yacimientos del Paleolítico Medio marroquí: Grotte des
Pigeons, Grotte de Rhafas, Grotte de Ifri n’Ammar o Grotte des Contrabandiers. Estos enclaves están
asociados a instrumentos líticos del Ateriense y fechados por TL, OSL o U/Th hacia 85-82 ka, 80-70 ka y
82 ka, respectivamente.6 En cada uno de ellos se recuperaron conjuntos de conchas del género Nassarius
y, puntualmente, Columbella rustica, la mayoría perforadas. Si bien es cierto que las perforaciones de
las conchas procedentes de estos contextos no siempre son antrópicas, en la superficie de algunos de los
gasterópodos se han podido observar huellas producidas por herramientas líticas, huellas de uso, restos de
pigmento rojo o una coloración negra (Bouzouggar et al., 2007; d’Errico et al., 2009a) cuya intencionalidad,
no obstante, está siendo valorada para algunos enclaves (d’Errico et al., 2015).
3 Se han comparado los ejemplares de Nassarius de Skhul y Oued Djebbana con colecciones de referencia modernas. Éstos
presentan características que están fuera del rango establecido para los ejemplares modernos, apoyando su atribución al MIS 5
(Vanhaeren et al., 2006:1787).
4 El Ateriense se ha situado, tradicionalmente, entre 40 y 20 ka, en base a las fechas convencionales de radiocarbono. Nuevas
dataciones obtenidas por métodos basados en la medida de la radiación (TL, OSL y ESR) señalan un lapso temporal que oscila
entre los 90 y 35 ka, por lo que Oued Djebbana podría presentar una cronología cercana al musteriense de Skhul (d’Errico y
Vanhaeren, 2007: 227).
5 De cualquier modo, la selección de bivalvos y gasterópodos con perforaciones naturales, en contextos del HAM, está
perfectamente contrastada.
6 El yacimiento de Contrabandiers tiene una datación indeterminada, pero sus características permiten proponer una cronología
similar a la de los enclaves anteriormente citados.
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V. Barciela González
Los primeros adornos tecnológicamente transformados, en cuanto a su morfología, se documentan
con las culturas del Paleolítico Superior o en los momentos inmediatamente anteriores. En el LSA (Late
Stone Age) del sur y este de África se registra una tradición ornamental formada por cuentas discoidales
realizadas con cáscara de huevo de avestruz y con rocas, además de las conchas perforadas propias de
momentos anteriores –Nassarius kraussianus–. El mejor ejemplo de estos elementos es el yacimiento
de Border Cave (Sudáfrica) con dataciones ca. 42 ka (d’Errico et al., 2012), así como el de Enkapune
Ya Muto (Kenia) con cronologías anteriores (Ambrosse, 1998). No obstante, existen otros yacimientos
sudafricanos presumiblemente asociados al MSA (Middle Stone Age) cuyas dataciones no son precisas o se
han cuestionado, pero que podrían demostrar que esta práctica es anterior al LSA en unos 10 000 o 20 000
años (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
2.2. Símbolos y adornos neandertales
Los primeros elementos que se relacionaron con los adornos personales neandertales fueron los huesos
perforados de yacimientos como Khulna, en la República Checa, Pech de l’Azé II y, sobre todo, Bois Roche,
en Francia, del que proceden unos 400 huesos con perforaciones simples y múltiples (Bordes, 1969; Vincent,
1987, 1988, 1993). Posteriores estudios determinaron que su origen no es antrópico (d’Errico y Villa,
1997, 1998), al igual que varios huesos perforados interpretados como instrumentos musicales (d’Errico
y Soressi, 2007). Del mismo modo, otros elementos, como los fósiles de la especie Porosphera globularis
documentados en yacimientos achelenses del norte de Francia e Inglaterra, presentan perforaciones naturales
que han sido recientemente analizadas (Rigaud et al., 2009) para observar posibles trazas de modificación
intencional o huellas de uso, como así se había afirmado anteriormente (Bednarik, 2005). Los resultados de
dichos análisis no son concluyentes, fundamentalmente debido a problemas de manipulación de los objetos
en la excavación, lo que pone en duda su relación con los útiles achelenses.
Descartado el empleo de estos objetos como ornamento, o puestos en cuarentena por las dudas que plantean,
las piezas que se vinculan al origen del adorno neandertal son las conchas de moluscos marinos. En yacimientos
neandertales los objetos documentados de este tipo son, principalmente, bivalvos de gran tamaño para ser
transformados en útiles –raederas– y aquellos otros que tienen una finalidad alimenticia (Kuhn y Stiner, 1992).
Es bien conocida la presencia de valvas y de útiles realizados con las especies Callista chione y, en menor
medida, Glycymeris glycymeris en yacimientos musterienses italianos en cueva (Taborin, 2003), con un buen
ejemplo en la Grotta del Cavallo (Romagnoli et al., 2015). Por el contrario, en los yacimientos franco-españoles
y del Próximo Oriente no se ha documentado el empleo de esta materia para la confección de útiles, a pesar
de que yacimientos como la Cueva de Bajondillo (Málaga, España) aportan evidencias de la presencia de
moluscos marinos en dicho enclave desde hace unos 150 000 años (Cortés-Sánchez et al., 2011).
Respecto a los moluscos perforados –y presumiblemente empleados como adornos– las únicas
referencias proceden de Europa, concretamente de los yacimientos musterienses de Cueva Antón (Murcia)
y de la Cueva de los Aviones (Murcia), donde, en niveles datados entre 50-45 ka BP, se han recuperado
valvas de diversas especies con una fuerte erosión marina y perforaciones naturales en el umbo, así como
colorantes asociados (Zilhão et al., 2010). También en el País Vasco, concretamente en Lezetxiki, se
documentaron en los niveles IV y III –entre 55-48 ka– conchas susceptibles de haber sido utilizadas como
adorno personal. Los investigadores destacan una valva del género Spondylus de origen mediterráneo al
que dotan de valor simbólico o decorativo (Arrizabalaga, 2009, 2011). Algo similar ocurre en el nivel V de
la cueva del Higueral de Valleja (Cádiz), donde se cita la presencia de la especie atlántica Pecten maximus
(Jennings et al., 2009), situándose el yacimiento a más de 50 km de la costa atlántica.
Además de estas evidencias, recientemente se ha puesto de manifiesto la presencia y procesado de
aves en yacimientos musterienses no sólo con fines alimenticios. Los estudios tafonómicos señalan cortes
en los huesos de las alas –sin utilidad alimenticia– que parecen corresponder a un proceso intencional
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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de extracción de las plumas para ser empleadas, según los investigadores, con fines ornamentales. Uno
de los enclaves más significativos es la Grotta di Fumane (Italia), donde los huesos corresponden al
último nivel musteriense del yacimiento, con unos 44 000 años de antigüedad y, por tanto, vinculados a
poblaciones neandertales (Peresani et al., 2011). Este yacimiento también ha proporcionado evidencias
de la manipulación y restos de pigmento en un gasterópodo de la especie Aspa marginata cuya fuente de
aprovisionamiento está situada, probablemente, a unos 100 km de distancia (Peresani et al., 2013).
La extracción antrópica de plumas de distintas especies de aves se ha registrado en otros enclaves del
Paleolítico Medio de Gibraltar (Finlayson, 2012), dejando patente que no se trata de un fenómeno aislado,
si bien no por ello queda demostrado su uso ornamental. Algo similar –y con las mismas dudas– se ha
propuesto para las garras de aves rapaces, cuya extracción deliberada sin dañar la uña se ha documentado
en diversos yacimientos del Paleolítico Medio en Europa (Morin y Laroulandie, 2012; Romandini et al.,
2014). Descartada la utilidad alimenticia de esta práctica se discute la posibilidad de que se trate de objetos
simbólicos, si bien los análisis funcionales no han sido, por el momento, determinantes en cuanto a su uso
como elementos de adorno (Romandini et al., 2014: 8)
2.3. Los adornos neandertales “transicionales” y del Paleolítico Superior inicial
En Europa, la cuestión acerca del origen de los adornos personales está estrechamente vinculada al estudio
no sólo del Auriñaciense, asociado al HAM, sino a otras culturas tempranas dentro del Paleolítico Superior
(IUP/EUP)7 de autoría más ambigua situadas entre 45 y 35 ka. En la actualidad, las únicas tradiciones
culturales claramente vinculadas a grupos neandertales son el Chatelperroniense y el Uluzziense.
En este contexto ha sido el Chatelperroniense el objeto de un mayor número de estudios.
Ampliamente reconocido como entidad del Paleolítico Superior desde los comienzos de su
investigación, su autoría se relaciona con poblaciones neandertales, como parecen demostrar los restos
humanos de los enclaves franceses de Saint-Césaire (Lévêque, 1987; Lévêque, Backer y Guilbaud,
1993; Lévêque y Vandermeersch, 1980) y Grotte du Renne (Bailey y Hublin, 2006; Bailey, Weaver y
Hublin, 2009; Hublin et al., 1996; Welker et al., 20168), si bien ha sido cuestionada por otros autores
(Bar-Yosef y Bordes, 2010; Higham et al., 2010). La existencia de elementos de adorno vinculados
a este último yacimiento –esencial para el estudio de la asociación de adornos a neandertales– ha
sido un asunto controvertido. En palabras de Y. Taborin (2004: 14) el Chatelperroniense de la Grotte
du Renne es culturalmente incomprensible, debido a que implicaría no sólo la temprana aparición
de los elementos de adorno, sino de técnicas de trabajo del marfil y otras materias primas que no se
documentan ampliamente hasta el Auriñaciense. Algunos de los argumentos empleados en la discusión
de los adornos personales chatelperronienses de la Grotte du Renne se han referido a su posible
intrusión desde los niveles auriñacienses (Bar-Yosef, 2006; Higham et al., 2010; Taborin, 2002; White,
2001, 2002), unas dataciones que señalan que el Chatelperroniense de Grotte du Renne podría ser más
reciente que algunos enclaves auriñacienses (Taborin, 2004:14), la recolección de estos objetos por
parte de los neandertales en yacimientos abandonados del HAM, un intercambio entre los dos grupos
o una producción neandertal de imitación sin comprensión simbólica de la misma (Stringer y Gamble,
1993; Hublin et al., 1996; Mellars, 1999). También se ha aludido a que las verdaderas raíces de estos
tecnocomplejos del Paleolítico Superior inicial no estaban en las culturas del Paleolítico Medio de las
diferentes regiones sino en el Emirense (IUP) del Próximo Oriente (Svoboda y Bar-Yosef, 2003) –con
presencia de adornos e industrias óseas–, supuestamente asociado a los seres humanos modernos,
7
8
Inicial Upper Paleolithic/Early Upper Paleolithic technocomplexes.
Este novedoso estudio, basado en el análisis de proteínas, ha permitido identificar pequeños restos óseos que relacionan el
Chatelperroniense con poblaciones neandertales. A pesar de ello, el origen autóctono de los elementos de adorno sigue siendo
objeto de debate.
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aunque no comprobado de forma empírica (Zilhão, 2008). De ser así, este hecho constituiría la
manifestación en el registro arqueológico de la penetración de los humanos modernos en Europa de
forma previa al Auriñaciense y un nuevo argumento a favor de la aculturación.
Otros trabajos de investigación defienden, por el contrario, que el Chatelperroniense y el Uluzziense
presentan evidencias de una tradición autóctona (Mussi, 2001; Palma di Cesnola, 1993; Pelegrin y Soressi,
2007; Zilhão, 2008) que, en el caso de los adornos, se manifestaría por una fabricación en los yacimientos
neandertales con características técnicas propias (e.g. Caron et al., 2011; d’Errico, 2003; d’Errico et al.,
1998c, 2003; Zilhão, 2001, 2008; Zilhão y d’Errico, 1999a, 1999b, 2000a, 2000b, 2003a, 2003b), por
lo que representarían un desarrollo cultural autóctono neandertal. Las propuestas de una “aculturación”/
imitación a corta/larga distancia también han sido rechazadas por estos investigadores, argumentando un
origen temprano en Europa de los tecnocomplejos de transición entre 45 y 43 ka, el rechazo del carácter
auriñaciense de algunas industrias tempranas fechadas en torno a 40 ka o de dataciones por problemas
tafonómicos (Zilhão y d’Errico, 1999b, 2000a, 2003) o las notables diferencias de los útiles de hueso y los
adornos chatelperronienses de la Grotte du Renne y las posibles fuentes de inspiración auriñacienses, tanto
en el tipo de soportes como en las técnicas utilizadas (Zilhão, 2008: 51). Este último aspecto tecnológico,
que engloba técnicas como la denominada Arcy o rainurage o la perforación por presión o percusión
indirecta, ha sido, sin embargo, debatido en otras investigaciones que aluden a su generalización entre las
técnicas de suspensión auriñacienses, por lo que no se podría adscribir de forma exclusiva a los contextos
chatelperronienses y a una autoría neandertal de forma taxativa (White, 2001, 2002, 2007).
En cualquier caso, en relación a la existencia de adornos en contextos chatelperronienses, las
implicaciones derivadas del último estudio realizado para la Grotte du Renne (Caron et al., 2011), en el que
se hace referencia a una estratigrafía considerablemente intacta y sin perturbaciones,9 están reforzadas por
otros hallazgos en enclaves contemporáneos. Cabe destacar el yacimiento de la Grande-Roche en Quinçay
(Francia) –sin niveles protoauriñacienses posteriores– del que proceden seis colgantes muy similares a
los de Grotte du Renne y cuyo depósito corresponde exclusivamente a diferentes momentos dentro del
Chatelperroniense (Zilhão, 2007b), por lo que su adscripción cultural es indiscutible.10 El tipo de adornos
característicos de esta cultura son los colgantes alargados sobre hueso y, sobre todo, dientes de carnívoros y
de herbívoros con ranuras y perforaciones para su suspensión. Además se han documentado aros de marfil,
algunas conchas perforadas y belemnites, crinoideos y conchas fósiles (d’Errico et al., 1998a).
El Uluzziense, cuya adscripción a contextos neandertales también ha sido objeto de debate (Benazzi et
al., 2011; Zilhão et al., 2015), es más pobre en cuanto a la presencia de adornos personales. Tan sólo conchas
marinas –mayoritariamente escafópodos de Dentalium–, en las cuevas de Klisoura 1 (Grecia), Fumane y
Grotta del Cavallo (Italia), y la constatación del uso de colorantes minerales amarillos y rojos en este último
enclave y en Mario Bernardini (Douka et al., 2014; Gambassini, 1997; Palma di Cesnola, 1993; Peresani et
al., 2011). Recientemente se ha puesto en evidencia que los escafópodos y gasterópodos marinos perforados
documentados en Grotta del Cavallo, adscritos a niveles uluzzienses, podrían derivar de contextos auriñacienses
no identificados en el proceso de excavación (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
En otras zonas europeas también se documentan adornos asociados a industrias “transicionales”, como
el disco de marfil con perforación central de Ranis 2 (Alemania), otro disco de marfil idéntico al de los
niveles chatelperronienses de Grotte du Renne en Trou Marguerite (Bélgica) y un colgante de hueso y dos
dientes de animales perforados de Bacho Kiro (Bulgaria), datados por radiocarbono en más de 43 000 años
(Zilhão, 2012b; Álvarez y Jöris, 2008).
9 A pesar de esta última revisión de las dataciones de Grotte du Renne, no todos los investigadores están de acuerdo con esta
propuesta y aluden a los graves problemas que presenta su estratigrafía (e.g. Higham et al., 2010; Taborin, 2004; White, 2007).
10 R. White (2007: 291) señala que, no obstante, se debe tener en cuenta que los colgantes de la Grande-Roche en Quinçay provienen
de la parte más reciente de una larga secuencia Chatelperroniense, si bien la procedencia arqueológica de los adornos se ha puesto
en duda en base a la ausencia de estudios detallados sobre el yacimiento (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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La aceptación de una autoría neandertal para los adornos de algunas de estas industrias de “transición”,
al menos para el Chatelperroniense y el Uluzziense, es una evidencia más de que la capacidad de
simbolismo podría no haber sido exclusiva del HAM. Tal y como señalan d’Errico y Vanhaeren (2007),
incluso aunque se demostrase que el empleo de ornamentos personales por los neandertales es el resultado
de una aculturación, este hecho no serviría para negar el carácter “moderno” de su cognición. Por el
contrario, señalaría su capacidad de incorporar estímulos externos, reformarlos y hacer de ellos una parte
de su cultura, lo que parece muy alejado de una incomprensión de su significado.
En el Próximo Oriente, los niveles del IUP y del Ahmariense de enclaves como Üçağızlı (Turquía)
y de Ksar ‘Akil (Líbano) –asociados, con un cierto consenso, a Homo sapiens– también señalan que
los adornos personales son abundantes desde los primeros momentos del Paleolítico Superior, como
así demuestra la elevada cantidad de conchas marinas perforadas de diferentes especies –Nassarius
gibbosula, Columbella rustica, Glycymeris– registradas en ambos yacimientos y asociadas a industrias
previas al Auriñaciense levantino (Kuhn et al., 2001), en cuyos contextos igualmente se registran este
tipo de adornos. En enclaves de similares cronologías, como Kostienki 14 y otros de Asia Central, se
documentan adornos tales como conchas perforadas, cuentas de cáscara de huevo de avestruz y dientes
y huesos perforados (Álvarez y Jöris, 2008).
Las evidencias más tempranas, y no sujetas a debate, de elementos de adorno en Eurasia Occidental
corresponden al Protoauriñaciense y a las siguientes fases del Auriñaciense, vinculadas a poblaciones de HAM.
En algunos trabajos de síntesis se ha analizado el registro disponible para el EUP (Álvarez y Jöris, 2008),
señalando sus características y aspectos cronológicos. Se trata de objetos tecnológicamente transformados y
con claras evidencias de su uso como adornos y se documentan en enclaves europeos como Grotta di Fumane,
Riparo Mocchi, Rothchild, Abric Romaní o Isturiz. Los adornos protoauriñacienses característicos son los
colgantes de conchas marinas de diferentes especies y los confeccionados a partir de dientes de mamíferos
perforados y rocas o minerales (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
A lo largo del Auriñaciense, los elementos de adorno se multiplican, documentándose en un gran
número de yacimientos. Las materias primas empleadas son distintas especies de cochas marinas, dientes
de mamíferos, marfil, hueso, distintos tipos de rocas, asta de ciervo, algunos fósiles y ámbar; mientras que
los tipos característicos son colgantes, cuentas, entre las que destacan las de “tipo cesta”11 y aros o anillos.
Casi todos estos elementos –salvo algunos escafópodos y gasterópodos con perforaciones naturales–
presentan evidencias de transformación antrópica, con el empleo de técnicas variadas para crear elementos
de suspensión e, incluso, con decoraciones a base de incisiones (White, 1989a, 1989b, 1992, 1993a, 1993b,
2002, 2007; Taborin, 1993, 1995, 2000b, 2004; Vanhaeren y d’Errico, 2006).12 Recientes estudios acerca de
los elementos de adorno de este período han señalado la existencia de dos grupos geográficos con tipos de
adornos diversos: el Valle del Ródano, Italia, Austria y Grecia, por un lado, y el norte de Europa por otro,
con un territorio intermedio formado por el oeste y sur de Francia y España (Vanhaeren y d’Errico, 2006).
Este modelo propone una explicación basada en la “diversidad etnolingüística” de las primeras poblaciones
del Paleolítico Superior en Europa, y no en posibles diferencias cronológicas entre los yacimientos o por
la disponibilidad de la materia prima. Esta variabilidad geográfica, ya apuntada por White (1992, 1993), y
la búsqueda de patrones regionales ha sido, sin embargo, descrita por este mismo autor como prematura,
en base a que los datos primarios sobre los que se ha construido no siempre proceden de excavaciones o
estudios sistemáticos (White, 2007).
Más allá de esta consideración, los adornos auriñacienses revelan un gusto de los primeros humanos
modernos europeos por elementos que se puedan suspender y presentar en serie, como colgantes y
cuentas; además de una predilección por materias de superficies coloridas –conchas– y brillantes –marfil,
11 Conocidas en la literatura inglesa y francesa como basket-shaped beads y perles à panier, respectivamente.
12 White y Taborin, en las obras ya señaladas en el texto, realizan interesantes estudios de los adornos de este período desde la
perspectiva tecnológica y de la cadena operativa.
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conchas, dientes–. Del mismo modo, se ha apuntado al carácter intelectual y a una selección intencional de
determinados dientes como objetos de representación, puesto que, mayoritariamente, no proceden de las
mismas especies objeto de caza y de consumo (Taborin, 2004). Lo mismo podría ocurrir con otras materias
primas, como algunas especies de conchas que, además, revelan un transporte a larga distancia.
A lo largo del Paleolítico Superior, los adornos vinculados al HAM se hacen cada vez más
complejos, evidenciando, incluso, la existencia de intensos intercambios de objetos y materias primas
entre poblaciones. El auge de este fenómeno, que no es homogéneo en todo el territorio, se produce
entre el Paleolítico Superior medio y los momentos finales, dando paso a unas nuevas producciones de
adornos que reflejarán el tránsito entre los grupos cazadores-recolectores y las primeras poblaciones
sedentarias y productoras de alimentos. En este sentido, recientemente también se ha planteado la
trascendencia que el estudio de los elementos de adorno puede tener en el análisis de los cambios
culturales que se producen durante la transición entre el Mesolítico y el Neolítico en Europa (Rigaud,
d’Errico y Vanhaeren, 2015).
3. CONCLUSIONES
Los elementos de adorno son una expresión directa de la existencia del binomio “cognición-simbolismo”
vinculado al proceso de hominización. El adorno personal puede ser considerado como uno de los
elementos materiales que garantizan la existencia de un simbolismo desarrollado, frente a otras
consideraciones o manifestaciones menos consistentes que no han dejado una huella tan indiscutible en
el registro arqueológico. Por ello resulta esencial que los objetos considerados adornos sean valorados de
forma rigurosa, descartando –o, al menos, tomando con prudencia– todos aquellos elementos cuyo uso
ornamental y simbólico no esté claramente atestiguado.
Son dos las especies de homininos que han participado en el origen y desarrollo del simbolismo y en
una de sus expresiones más relevantes, el adorno personal. En ambas especies, la capacidad de generar
conductas simbólicas está vinculada a su desarrollo evolutivo, por lo que origen del simbolismo debe
ser entendido como una realidad “dual”, confluyente en un único proceso de hominización general. Las
diferencias temporales y espaciales, y la consiguiente variabilidad material, forman parte de este proceso,
en viva controversia, y han enriquecido el debate sobre su génesis y sus características.
Los moluscos marinos africanos hallados en contextos arqueológicos del HAM son los primeros
elementos de adorno claros, cuyo carácter de marcador espacial y ambiental ayuda a considerar la
intencionalidad en su recolección y en su transporte, además de las huellas tecnológicas y de uso que
presentan en enclaves como Blombos Cave. Todo indica, por tanto, que en torno a 100 ka la práctica de
aplicarse ornamento personal a modo de colgantes de concha ya se había iniciado en el continente africano
y en el Próximo Oriente, vinculada a la expansión del HAM. A partir de este momento, y con el desarrollo
del Paleolítico Superior, estas prácticas se consolidan y en los contextos asociados a HAM las evidencias
de ornamentación personal se multiplican y se va incrementando su variabilidad con la incorporación de
nuevas formas, técnicas y materias primas.
En las sociedades del linaje neandertal ubicadas temporalmente en el Pleistoceno Medio, aunque se
observan determinados materiales o prácticas –aquí no tratados– vinculados a una conducta simbólica, no se
documenta de forma incontestable el uso de ornamentos personales. En Europa, los primeros adornos claros
por sus transformaciones tecnológicas y evidencias de uso aparecen en contextos más tardíos, en momentos
avanzados del Pleistoceno Superior y, por lo tanto, parece muy probable que este tipo de ornamentos
podría guardar relación con la expansión de los HAM y los consiguientes procesos de interrelación. La
problemática sobre las cronologías más o menos tardías de las industrias transicionales a las que se asocian
es una cuestión no resuelta que, no obstante, hace referencia a un tipo de adornos muy concretos, ya con
claras transformaciones antrópicas. Quizás por ello no es, en este momento, la principal vía para clarificar
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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la cuestión sobre si los neandertales europeos usaron adornos o no de forma previa a la llegada del HAM,
debiendo insistir, necesariamente, en el análisis de las evidencias de los posibles adornos de contextos del
Paleolítico Medio, tales como las conchas o las plumas de aves y garras de rapaces.
Por el momento, y en relación con las conchas, el transporte reiterado de piezas erosionadas, sin valor
alimenticio, a yacimientos alejados de la costa podría sugerir un valor simbólico para las mismas. Si bien,
a la ausencia de transformaciones tecnológicas hay que añadir que no se han documentado huellas de uso
–tampoco en las garras de rapaces– que confirmen su relación con el ornato personal. Lo mismo ocurre con
el uso de las plumas, que pudieron tener otra intencionalidad.
En base a estas evidencias, considero que no existen argumentos suficientes que permitan establecer
la existencia de adornos personales propios y exclusivos de contextos neandertales clásicos. Los primeros
y escasos adornos, materialmente irrefutables, vinculados a las sociedades neandertales parecen guardar
relación con un desarrollo ya avanzado en la tecnología del adorno, al tratarse de objetos claramente
transformados y usados como cuentas/colgantes. Una concepción y uso de los adornos personales que,
por el contrario, y siempre en base a los datos actuales, sí que muestra un largo patrón de expansión
desde África, vinculada a poblaciones de HAM, y una extensión posterior a Eurasia. Este comportamiento
simbólico se generaliza en Eurasia Occidental hace unos 40 000 años y es innegable que en este proceso
participaron las sociedades de neandertales y de HAM, siendo, en cualquier caso, esta última especie el
verdadero motor de su socialización.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a Mauro Hernández Pérez y a Josep Fernández Peris la revisión del manuscrito original, y al revisor anónimo
sus interesantes observaciones y sugerencias.
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