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XXXI
2016
RCHIVO DE
REHISTORIA EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
VALENCIA MMXVI
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Archivo
de
PrehistoriA LevAntinA
Servicio de Investigación Prehistórica
Museo de Prehistoria de Valencia
Vol. XXXI
Diputación de Valencia
Valencia, 2016
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA (APL)
Revista del Museu de Prehistòria de València.
Fundada en 1928 por D. Isidro Ballester Tormo como Anuario del Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación Provincial de Valencia.
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ISSN: 0210-3230
eISSN: 1989-0508
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Í NDI CE
9
v. BArcieLA GonzáLez
El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
27
c. Miret estruch, Y. cArrión MArco, L. horteLAno PiquerAs, P. JArdón Giner,
J. M. ruiz Pérez y h. M. de Wit
Casa dels Moliners (Castell de Castells, Alacant). Un jaciment a l’aire lliure del Paleolític superior
en el Pla de Petracos
61
J. J. Gordón BAezA
Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
87
P. torreGrosA GiMénez y F. J. Jover MAestre
La Cova dels Calderons (La Romana, Alicante) y los inicios del Neolítico en el valle del Vinalopó
119
M. cortés sánchez, M. d. siMón vALLeJo, r. M. MArtínez sánchez, P. GArcíA BorJA,
M. d. Bretones GArcíA, M. P. ruiz BorreGA, J. J. de LA ruBiA de GrAciA y r. PArriLLA GiráLdez
El Neolítico en la Cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga)
137
L. Benítez de LuGo enrich y M. MeJíAs Moreno
Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en La Mancha durante la Prehistoria reciente: la
gestión de los recursos hídricos en la Cultura de las Motillas
169
A. diez-cAstiLLo, o. GArcíA-PuchoL, J. BernABeu, c. M. BArton, s. PArdo-Gordó, G. snitker,
W. ceGieLskY y s. BerGin
Resiliencia y cambio durante el Holoceno en la Canal de Navarrés: recientes trabajos de prospección
187
A. corteLL nicoLAu
El ocre en la Prehistoria: entre la funcionalidad y el simbolismo
213
r. GrAeLLs i FABreGAt, A. J. Lorrio, M. F. Pérez BLAsco, M. d. sánchez de PrAdo
y P. cAMAcho rodríGuez
A propósito de una fíbula anular hispánica con nudo hercúleo y otros hallazgos de La Monravana
(Llíria, Valencia)
[page-n-8]
241
M. BLAsco MArtín
Dados y fichas de la Edad del Hierro en la Península Ibérica
261
n. MesAdo oLiver
El Hermes de “l’Alter” de Xilxes (La Plana Baixa, Castellón)
283
P. P. riPoLLès y M. GozALBes
Imitaciones hispanas de ases romanos republicanos
305
r. ceBrián Fernández e i. horteLAno ucedA
El redescubrimiento de la inscripción métrica del obispo Sefronius de Segobriga
(IHC 165 + 398; ICERV 276)
319
J. A. sendrA iBáñez
El tesoro de Puçol. Un testimonio de la circulación de moneda castellana en el Reino de Valencia
durante el siglo XVII
333
F. J. PuchALt ForteA
Traumatismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar,
Gandía (Valencia)
339
k. sAntos sánchez, F. Lorenzo MorA, B. cArrAscosA MoLiner y A. MArtínez vALLe
I Campaña de Conservación y Restauración en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de
Hortunas, Requena (Valencia)
355
Normas para la presentación de originales
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 9-26
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Virginia BArcieLA GonzáLez a
El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas:
una visión a través de los adornos personales
RESUMEN: Los elementos de adorno personal constituyen una de las evidencias más claras de la
aparición del simbolismo y su presencia en diferentes contextos temporales y espaciales permite rastrear
el desarrollo cognitivo de diversas especies de homininos y de las conductas simbólicas asociadas. El
objetivo de este trabajo es analizar, desde una perspectiva amplia, el origen del adorno en las sociedades
cazadoras-recolectoras, a través de los estudios generados en las últimas décadas. Dichas investigaciones
han permitido configurar un mapa cronológico y espacial que va definiendo los antiguos procesos
cognitivos antrópicos. También nos proporcionan un modelo provisional acerca de la aparición de las
habilidades simbólicas que, al mismo tiempo, trata de escapar de una rígida ecuación que equipare
modernidad biológica con modernidad cultural.
PALABRAS CLAVE: Comportamiento simbólico, adornos personales, Homo sapiens, Neandertal,
Paleolítico Medio, Paleolítico Superior, Pleistoceno Superior.
Origin of symbolism in Paleolithic societies: a vision through personal ornaments
ABSTRACT: Personal ornaments are one of the clearest evidences of the appearance of symbolism. Its
presence in diverse temporal and spatial contexts allows us to track the cognitive development of different
hominin species and their associated symbolic behaviors. The aim of this work is to analyze the origin of
ornaments in the hunter-gatherer societies from a broad perspective, through the review of the scientific
literature published in the last few decades. These researches have allowed the creation of a chronological
and spatial map which, progressively, defines ancient cognitive processes. Similarly, they have provided us
with a provisional model for the appearance of symbolic abilities which, simultaneously, represents a shift
from the strict equation comparing biological modernity to cultural modernity.
KEYWORDS: Symbolic behavior, personal ornaments, Homo sapiens, Neanderthal, Middle Paleolithic,
Late Paleolithic, Late Pleistocene.
a
Universidad de Alicante.
virginia.barciela@ua.es
Recibido: 21/09/2016. Aceptado: 10/01/2017.
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10
V. Barciela González
1. INTRODUCCIÓN
Los adornos personales son elementos empleados para embellecer el cuerpo humano y fueron concebidos
–quizás desde el primer momento de su utilización– como un modo de lenguaje (Taborin, 2004). En este
sentido, los objetos de adorno pueden ser considerados como elementos creados, con un fin utilitario de
uso corporal y de carácter simbólico, que aparecen como consecuencia del desarrollo en el ser humano de
una inteligencia no estrictamente técnica. Es, precisamente, la capacidad cognitiva del ser humano la que
permitió establecer una conciencia propia y diferenciadora, que se manifiesta mediante el empleo de este
tipo de signos de identidad, tanto individuales como colectivos.
Esta definición conceptual de los adornos debe ser, no obstante, matizada desde la perspectiva
arqueológica, que obliga a preguntarse cuáles son las características que permiten afirmar que un
objeto pueda considerarse como tal. En la bibliografía especializada los principales criterios que se
han empleado para incluir a los objetos en esta categoría son su pequeño tamaño, las analogías con
materiales etnográficos, la presencia de elementos o huellas de suspensión, los contextos arqueológicos
y la ausencia de evidencias de un uso productivo.
Los elementos con claras transformaciones antrópicas –como los objetos de adorno-colgantes– o con
huellas de uso permiten una clasificación más sólida como elementos de adorno. No ocurre así con otras
piezas cuyas morfologías y sistemas de suspensión responden a trasformaciones naturales o con aquellas
cuya existencia se deriva de pruebas indirectas. Es el caso de las conchas con perforaciones ocasionadas
por la abrasión marina –carentes de huellas de uso– o del supuesto empleo de plumas como ornamentos. En
ambos ejemplos, por citar sólo algunos, la evidencia material constituye, sin duda, un indicio pero resulta
insuficiente para determinar que se trata de elementos de adorno, más aún si tenemos en cuenta que se han
empleado para justificar la existencia de este tipo de objetos simbólicos en contextos en los que no están
claramente atestiguados. No obstante, también hay que considerar dos aspectos importantes. En primer
lugar, que la conducta simbólica no siempre se expresa con los mismos elementos. Y en segundo lugar,
que el estudio del Paleolítico está limitado por la “fosilización” de las acciones, es decir, la preservación
de los materiales relacionados con dichas conductas. En este sentido, los adornos no tuvieron por qué ser
siempre objetos realizados en materias primas conservables en el tiempo, pudiendo existir tatuajes, pinturas
corporales y elementos perecederos de origen animal y vegetal.
La aparición de los primeros adornos es un tema recurrente en el análisis de la notable transformación
de los patrones de comportamiento que se producen en el tránsito del Paleolítico Medio al Superior en
Europa. Tras esta formulación subyacen dos preguntas de enorme importancia: en qué momento surge el
comportamiento considerado moderno en la especie Homo sapiens y dónde, y si, además de esta especie,
otras especies de homininos precedentes tuvieron una conducta simbólica y de qué tipo o si, por el contrario,
el simbolismo nace y es exclusivo de los Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Desde esa
perspectiva, el debate acerca de la capacidad de los neandertales para desarrollar tecnologías y conductas
que impliquen un pensamiento simbólico también se puede rastrear en los adornos personales. En éstos
convergen cuestiones tan relevantes como el empleo de materias primas óseas, el desarrollo de técnicas
adaptadas a esta materia, la producción de elementos artísticos y el uso de un lenguaje visual y plenamente
simbólico. No en vano, la expresión material del simbolismo en las sociedades cazadoras-recolectoras del
Pleistoceno Medio y Superior –neandertales y sapiens– se ha abordado desde múltiples campos, algunos
de los cuales son especialmente significativos, como la tecnología lítica y ósea, el control del fuego, la
ecología y las estrategias de subsistencia, el lenguaje, los enterramientos, el uso de pigmentos, los adornos
personales y la aparición del arte rupestre y mueble (d’Errico et al., 2003).
Es por ello que, huyendo del simbolismo más mediático, numerosos investigadores continúan
trabajando en la búsqueda de todas aquellas manifestaciones que evidencien el origen de una conducta
simbólica en las diferentes especies humanas, si bien, a menudo, los resultados son objeto de controversias.
En este marco cabe destacar la labor de investigadores como F. d’Errico, M. Vanhaeren, Ch. Henshilwood
APL XXXI, 2016
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El origEn dEl simbolismo En las sociEdadEs palEolíticas: una visión a través dE los adornos pErsonalEs
11
o J. Zilhão, entre otros, cuyos trabajos se centran en el origen del simbolismo humano, abordando el
comportamiento simbólico de cada especie desde su propia complejidad y particularidad, en el contexto
cultural y biológico en el que se desarrollaron. Éstos se basan en unos planteamientos metodológicos
rigurosos en lo referente al análisis e interpretación de los materiales que permite descartar las “evidencias
no seguras” (e.g. Chase y Nowell, 1998; d’Errico, 1991; d’Errico y Lawson, 2006; d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 2003; Sorresi y d’Errico, 2007; Taborin, 1990) y centrarse en la información de tipo
cognitivo –haciendo hincapié en el origen del lenguaje y la conciencia simbólica– que puede extraerse de
la tecnología lítica y ósea, las estrategias de subsistencia, los elementos de adorno y uso de colorantes, los
instrumentos musicales, el arte rupestre y mueble, los enterramientos y los restos humanos procedentes
de África, Próximo Oriente y Europa.
Las investigaciones de F. d’Errico están realizadas desde la perspectiva tecnológica y de la Arqueología
Experimental y a su aplicación al arte mueble paleolítico y a los elementos de adorno personal y otros
objetos realizados con materias duras de origen animal (e.g. d’Errico, Jardón y Soler, 1993). Uno de sus
trabajos iniciales y más destacados fue el realizado junto a P. Villa, en el cual se analizan varios tipos de
perforaciones y se identifican, gracias a la microscopía y a la tafonomía, los agentes naturales responsables
de unas alteraciones que habían sido consideradas, en un primer momento, como antrópicas. Estos análisis
son extrapolados, posteriormente, a los huesos presumiblemente decorados del Paleolítico Inferior y
Medio, aportando una valiosa información que permite descartar falsas evidencias (d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 1998a y 1998b).
Desde una perspectiva teórica el objeto de su investigación se centra en la aparición del pensamiento
simbólico en los homininos durante el Pleistoceno Medio y Superior (d’Errico, 1993, 1996, 2003, 2004,
2008), principalmente a partir del análisis de los primeros objetos de industria ósea y arte mobiliar, así
como de los adornos personales y otros elementos de posible función ornamental como el ocre. En este
sentido, cabe destacar los trabajos realizados junto a M. Vanhaeren y otros investigadores, fundamentados
en un exhaustivo análisis tecnológico y funcional de los materiales, sin olvidar los aspectos taxonómicos
y tafonómicos en los casos en los que la naturaleza de los materiales así lo exige. Los más recientes y
destacados en el debate acerca del origen del comportamiento moderno se centran en el estudio de los
primeros objetos de hueso y de otros elementos simbólicos en Europa y su controvertida asociación a
contextos neandertales. También en los momentos finales del Pleistoceno Medio e inicios del Superior
(Middle Stone Age) en África (e.g. Bouzouggar et al., 2007; Caron et al., 2011; d’Errico y Backwell, 2016;
d’Errico y Henshilwood, 2007, 2011; d’Errico, Henshilwood y Nilssen, 2001; d’Errico y Stringer, 2011;
d’Errico y Vanhaeren, 2007, 2008, 2009; d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008; d’Errico et al., 1998c, 2003,
2004a, 2004b, 2005, 2008; 2009, 2010, 2012, 2014, 2015; Henshilwood, 2004, 2007, 2008, 2009, 2014;
Henshilwood y d’Errico, 2011; Henshilwood, d’Errico y Watts, 2009; Henshilwood et al., 2001, 2002,
2004, 2011; Soressi y d’Errico, 2007; Vanhaeren et al., 2006, 2013). En este último espacio geográfico
cabe destacar las investigaciones de Ch. Henshilwood, fundamentalmente en Blombos Cave (Sudáfrica),
ya que han sido determinantes en un debate que, hasta hace pocos años, giraba en torno a planteamientos
puramente eurocentristas (e.g. Henshilwood y Marean, 2003 y 2006). Por su parte, el trabajo de J. Zilhão
también ha prestado especial interés en ofrecer una perspectiva arqueológica, a través del análisis de los
adornos y de las primeras manifestaciones artísticas como claras evidencias de un pensamiento simbólico
(Zilhão, 2001, 2006, 2007a, 2007b, 2008, 2010a, 2010b, 2011, 2012a, 2012b; Zilhão y d’Errico, 2000a,
2000b; Zilhão et al., 2006, 2010).
En el contexto de Eurasia Occidental, además de los trabajos centrados en el Paleolítico Medio
reciente y las industrias “transicionales” del inicio del Paleolítico Superior, otros estudios de gran interés
hacen referencia a los adornos relacionados con las industrias del Paleolítico Superior y Mesolítico
(e.g. Álvarez Fernández, 2006, 2008a, 2008b, 2009, 2010, 2011; Álvarez y Jöris, 2008; d’Errico y
Vanhaeren, 1999, 2002; Taborin, 1993, 2000a, 2000b, 2003, 2004; Vanhaeren, 2006a, 2006b, 2010;
Vanhaeren y d’Errico, 2001, 2003a, 2003b, 2003c, 2005, 2006, 2007a, 2007b; Vanhaeren et al., 2005;
APL XXXI, 2016
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12
V. Barciela González
White, 1989a,1989b, 1993a, 1993b, 1995, 2002, 2007). Estas investigaciones, que también son partícipes
del debate acerca de la autoría de los primeros elementos de adorno, han permitido rastrear la evolución
de estos objetos en los contextos de cazadores-recolectores, poniendo de relevancia la creación de un
“ajuar” simbólico cada vez más rico y complejo.
2. EL ORIGEN DE LOS ADORNOS EN LAS SOCIEDADES
CAZADORAS-RECOLECTORAS PALEOLÍTICAS
En el estado actual de la investigación, los orígenes sobre el adorno en las sociedades cazadorasrecolectoras del Paleolítico se retrotrae a los hallazgos realizados en contextos arqueológicos vinculados
al hombre moderno africano y a los neandertales europeos.1 El origen de los adornos en ambas especies
es una cuestión de plena actualidad en la investigación sobre el Paleolítico. Las evidencias indican
que éstos son anteriores al desarrollo del Paleolítico Superior europeo, estando presentes en África, al
menos, desde hace unos 100 000 años. Más problemática resulta la cuestión de si los adornos personales
surgen entre los neandertales de forma previa a su contacto con el HAM o, por el contrario, éstos son
fruto de una aculturación o de otros modos de relación, como cambios transculturales (Straus, 1996) o
emulación (Coolidge y Wynn, 2004).2
2.1. Símbolos y adornos de los humanos modernos africanos
El origen del HAM se produce en África entre 200 y 100 ka, momento en el que los fósiles empiezan a
mostrar rasgos anatómicos modernos. Los primeros restos de fósiles humanos claramente pertenecientes
a la especie Homo sapiens son dos cráneos y otros restos craneales de Etiopía, con una cronología de 160
ka (White et al., 2003). A pesar de estas evidencias, la cuestión del origen de nuestra especie sigue siendo
objeto de debate, en relación a cuándo y cómo se alcanzó la “modernidad” no sólo física, sino también
cultural (Klein, 2000), así como el modo de evidenciar esta última. En esta línea, los elementos de adorno
constituyen uno de los principales indicadores de la existencia de una cultura simbólica.
Durante algún tiempo, los datos procedentes de yacimientos africanos acerca de un uso temprano
de adornos personales por parte del HAM fueron desestimados, fundamentalmente debido a problemas
cronológicos. Sin embargo, en los últimos años, nuevos descubrimientos y análisis de materiales y
excavaciones antiguas han puesto de manifiesto una documentación temprana del uso del adorno y
una cronología mucho más antigua para este tipo de manifestaciones, en relación con las relativas al
continente europeo.
Las evidencias más notables del origen del comportamiento simbólico, incluyendo la presencia de
adornos personales, proceden del África subsahariana, en concreto en Blombos Cave (Provincia del
Cabo), donde han sido documentadas hasta 68 conchas de la especie Nassarius kraussianus con una
perforación cerca del labio con huellas de uso asociadas. Estas cuentas proceden de niveles datados por
OSL y TL entre el 78-75 ka (d’Errico, 2003; d’Errico y Vanhaeren, 2007; d’Errico et al., 2005, 2009;
Henshilwood et al., 2001, 2002, 2004; Vanhaeren et al., 2013). Los enclaves de Sibudu Cave y Border
Cave, también en Sudáfrica, han proporcionado algunos indicios del uso temprano de adornos de concha,
si bien su estado de conservación no ha podido confirmar en todos los casos y de forma irrefutable su
1
2
Consideramos neandertales aquellos homínidos que forman parte del llamado “linaje neandertal” diferente de otras líneas
evolutivas, según la investigación reciente (Mendez et al., 2016).
Las relaciones culturales entre el HAM y el neandertal han variado progresivamente de consideración, fundamentalmente con
el objetivo de minimizar el concepto de “asimetría cultural” a favor del HAM. El término de cambio transcultural alude a una
relación bilateral; mientras que el de emulación alude a una imitación, aunque empleando tecnologías propias.
APL XXXI, 2016
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El origEn dEl simbolismo En las sociEdadEs palEolíticas: una visión a través dE los adornos pErsonalEs
13
uso como cuentas (d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008). Recientemente se ha documentado en Border
Cave, junto a los restos de un individuo infantil de 4-6 meses, una concha perforada de Conus, datada en
74±4 ka BP. Se ha considerado no sólo la evidencia más antigua de un enterramiento en África, sino de
la interrelación enterramiento-adorno (d’Errico y Backwell, 2016).
Las conchas más antiguas proceden, sin embargo, de los yacimientos del Próximo Oriente de Qafzeh
y Skhul (Israel), aunque su consideración como objetos de adorno es más problemática. En el primero
de los casos se documentaron –en niveles datados en 92 ka– varias valvas de la especie Glycimeris
insubrica con perforaciones naturales (Bar-Yosef Mayer, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Taborin,
2003). En opinión de algunos autores estas conchas podrían haber sido seleccionadas por su perforación
natural o haber sido perforadas antrópicamente sin dejar huellas evidentes o desaparecidas por procesos
tafonómicos (d’Errico y Vanhaeren, 2007). No obstante, la ausencia de huellas de uso, su gran tamaño
y la presencia de pigmento (Walter, 2003) ha llevado, también, a su interpretación como posibles
contenedores de ocre.
En el caso de Skhul, que cuenta con varias especies de conchas –entre ellas dos ejemplares de
Nassarius gibbosulus perforadas–, los problemas derivan de su estado de conservación, de la imprecisión
en la procedencia estratigráfica y, como consecuencia, de la cronología de las dos únicas conchas que
pudieron ser empleadas como adornos. Un estudio de las características morfométricas de los ejemplares de
Nassarius3 y del sedimento adherido a una de ellas –equiparable a la brecha del Paleolítico Medio– parece
haber solventado esta incertidumbre, atribuyendo ambos ejemplares a momentos del MIS 5 (Vanhaeren et
al., 2006). Otra concha perforada de la misma especie fue documentada en los niveles aterienses de Oued
Djebbana (Argelia), datados en momentos anteriores a 35 ka.4 Para d’Errico y Vanhaeren la presencia de
estas conchas en ambos yacimientos no se puede explicar por causas naturales debido a la distancia del mar
durante el Pleistoceno Superior, la inexistencia de animales predadores de estos moluscos, su nulo valor
alimenticio y la presencia en ambos enclaves de la misma perforación dorsal que en, contextos naturales de
tafocenosis, es muy poco probable que se produzca.5 Además, las especies son las mismas que los adornos
de Eurasia Occidental datados hacia el 40 ka y son del mismo género y similar morfología a las de Blombos
Cave (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
Estos hallazgos tempranos han sido cuestionados en base a su aparente escasez y a que no se trata
de objetos tecnológicamente elaborados por el ser humano. Sin embargo, recientes publicaciones hacen
referencia a la presencia de conchas en otros yacimientos del Paleolítico Medio marroquí: Grotte des
Pigeons, Grotte de Rhafas, Grotte de Ifri n’Ammar o Grotte des Contrabandiers. Estos enclaves están
asociados a instrumentos líticos del Ateriense y fechados por TL, OSL o U/Th hacia 85-82 ka, 80-70 ka y
82 ka, respectivamente.6 En cada uno de ellos se recuperaron conjuntos de conchas del género Nassarius
y, puntualmente, Columbella rustica, la mayoría perforadas. Si bien es cierto que las perforaciones de
las conchas procedentes de estos contextos no siempre son antrópicas, en la superficie de algunos de los
gasterópodos se han podido observar huellas producidas por herramientas líticas, huellas de uso, restos de
pigmento rojo o una coloración negra (Bouzouggar et al., 2007; d’Errico et al., 2009a) cuya intencionalidad,
no obstante, está siendo valorada para algunos enclaves (d’Errico et al., 2015).
3
4
5
6
Se han comparado los ejemplares de Nassarius de Skhul y Oued Djebbana con colecciones de referencia modernas. Éstos
presentan características que están fuera del rango establecido para los ejemplares modernos, apoyando su atribución al MIS 5
(Vanhaeren et al., 2006:1787).
El Ateriense se ha situado, tradicionalmente, entre 40 y 20 ka, en base a las fechas convencionales de radiocarbono. Nuevas
dataciones obtenidas por métodos basados en la medida de la radiación (TL, OSL y ESR) señalan un lapso temporal que oscila
entre los 90 y 35 ka, por lo que Oued Djebbana podría presentar una cronología cercana al musteriense de Skhul (d’Errico y
Vanhaeren, 2007: 227).
De cualquier modo, la selección de bivalvos y gasterópodos con perforaciones naturales, en contextos del HAM, está
perfectamente contrastada.
El yacimiento de Contrabandiers tiene una datación indeterminada, pero sus características permiten proponer una cronología
similar a la de los enclaves anteriormente citados.
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V. Barciela González
Los primeros adornos tecnológicamente transformados, en cuanto a su morfología, se documentan
con las culturas del Paleolítico Superior o en los momentos inmediatamente anteriores. En el LSA (Late
Stone Age) del sur y este de África se registra una tradición ornamental formada por cuentas discoidales
realizadas con cáscara de huevo de avestruz y con rocas, además de las conchas perforadas propias de
momentos anteriores –Nassarius kraussianus–. El mejor ejemplo de estos elementos es el yacimiento
de Border Cave (Sudáfrica) con dataciones ca. 42 ka (d’Errico et al., 2012), así como el de Enkapune
Ya Muto (Kenia) con cronologías anteriores (Ambrosse, 1998). No obstante, existen otros yacimientos
sudafricanos presumiblemente asociados al MSA (Middle Stone Age) cuyas dataciones no son precisas o se
han cuestionado, pero que podrían demostrar que esta práctica es anterior al LSA en unos 10 000 o 20 000
años (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
2.2. Símbolos y adornos neandertales
Los primeros elementos que se relacionaron con los adornos personales neandertales fueron los huesos
perforados de yacimientos como Khulna, en la República Checa, Pech de l’Azé II y, sobre todo, Bois Roche,
en Francia, del que proceden unos 400 huesos con perforaciones simples y múltiples (Bordes, 1969; Vincent,
1987, 1988, 1993). Posteriores estudios determinaron que su origen no es antrópico (d’Errico y Villa,
1997, 1998), al igual que varios huesos perforados interpretados como instrumentos musicales (d’Errico
y Soressi, 2007). Del mismo modo, otros elementos, como los fósiles de la especie Porosphera globularis
documentados en yacimientos achelenses del norte de Francia e Inglaterra, presentan perforaciones naturales
que han sido recientemente analizadas (Rigaud et al., 2009) para observar posibles trazas de modificación
intencional o huellas de uso, como así se había afirmado anteriormente (Bednarik, 2005). Los resultados de
dichos análisis no son concluyentes, fundamentalmente debido a problemas de manipulación de los objetos
en la excavación, lo que pone en duda su relación con los útiles achelenses.
Descartado el empleo de estos objetos como ornamento, o puestos en cuarentena por las dudas que plantean,
las piezas que se vinculan al origen del adorno neandertal son las conchas de moluscos marinos. En yacimientos
neandertales los objetos documentados de este tipo son, principalmente, bivalvos de gran tamaño para ser
transformados en útiles –raederas– y aquellos otros que tienen una finalidad alimenticia (Kuhn y Stiner, 1992).
Es bien conocida la presencia de valvas y de útiles realizados con las especies Callista chione y, en menor
medida, Glycymeris glycymeris en yacimientos musterienses italianos en cueva (Taborin, 2003), con un buen
ejemplo en la Grotta del Cavallo (Romagnoli et al., 2015). Por el contrario, en los yacimientos franco-españoles
y del Próximo Oriente no se ha documentado el empleo de esta materia para la confección de útiles, a pesar
de que yacimientos como la Cueva de Bajondillo (Málaga, España) aportan evidencias de la presencia de
moluscos marinos en dicho enclave desde hace unos 150 000 años (Cortés-Sánchez et al., 2011).
Respecto a los moluscos perforados –y presumiblemente empleados como adornos– las únicas
referencias proceden de Europa, concretamente de los yacimientos musterienses de Cueva Antón (Murcia)
y de la Cueva de los Aviones (Murcia), donde, en niveles datados entre 50-45 ka BP, se han recuperado
valvas de diversas especies con una fuerte erosión marina y perforaciones naturales en el umbo, así como
colorantes asociados (Zilhão et al., 2010). También en el País Vasco, concretamente en Lezetxiki, se
documentaron en los niveles IV y III –entre 55-48 ka– conchas susceptibles de haber sido utilizadas como
adorno personal. Los investigadores destacan una valva del género Spondylus de origen mediterráneo al
que dotan de valor simbólico o decorativo (Arrizabalaga, 2009, 2011). Algo similar ocurre en el nivel V de
la cueva del Higueral de Valleja (Cádiz), donde se cita la presencia de la especie atlántica Pecten maximus
(Jennings et al., 2009), situándose el yacimiento a más de 50 km de la costa atlántica.
Además de estas evidencias, recientemente se ha puesto de manifiesto la presencia y procesado de
aves en yacimientos musterienses no sólo con fines alimenticios. Los estudios tafonómicos señalan cortes
en los huesos de las alas –sin utilidad alimenticia– que parecen corresponder a un proceso intencional
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de extracción de las plumas para ser empleadas, según los investigadores, con fines ornamentales. Uno
de los enclaves más significativos es la Grotta di Fumane (Italia), donde los huesos corresponden al
último nivel musteriense del yacimiento, con unos 44 000 años de antigüedad y, por tanto, vinculados a
poblaciones neandertales (Peresani et al., 2011). Este yacimiento también ha proporcionado evidencias
de la manipulación y restos de pigmento en un gasterópodo de la especie Aspa marginata cuya fuente de
aprovisionamiento está situada, probablemente, a unos 100 km de distancia (Peresani et al., 2013).
La extracción antrópica de plumas de distintas especies de aves se ha registrado en otros enclaves del
Paleolítico Medio de Gibraltar (Finlayson, 2012), dejando patente que no se trata de un fenómeno aislado,
si bien no por ello queda demostrado su uso ornamental. Algo similar –y con las mismas dudas– se ha
propuesto para las garras de aves rapaces, cuya extracción deliberada sin dañar la uña se ha documentado
en diversos yacimientos del Paleolítico Medio en Europa (Morin y Laroulandie, 2012; Romandini et al.,
2014). Descartada la utilidad alimenticia de esta práctica se discute la posibilidad de que se trate de objetos
simbólicos, si bien los análisis funcionales no han sido, por el momento, determinantes en cuanto a su uso
como elementos de adorno (Romandini et al., 2014: 8)
2.3. Los adornos neandertales “transicionales” y del Paleolítico Superior inicial
En Europa, la cuestión acerca del origen de los adornos personales está estrechamente vinculada al estudio
no sólo del Auriñaciense, asociado al HAM, sino a otras culturas tempranas dentro del Paleolítico Superior
(IUP/EUP)7 de autoría más ambigua situadas entre 45 y 35 ka. En la actualidad, las únicas tradiciones
culturales claramente vinculadas a grupos neandertales son el Chatelperroniense y el Uluzziense.
En este contexto ha sido el Chatelperroniense el objeto de un mayor número de estudios.
Ampliamente reconocido como entidad del Paleolítico Superior desde los comienzos de su
investigación, su autoría se relaciona con poblaciones neandertales, como parecen demostrar los restos
humanos de los enclaves franceses de Saint-Césaire (Lévêque, 1987; Lévêque, Backer y Guilbaud,
1993; Lévêque y Vandermeersch, 1980) y Grotte du Renne (Bailey y Hublin, 2006; Bailey, Weaver y
Hublin, 2009; Hublin et al., 1996; Welker et al., 20168), si bien ha sido cuestionada por otros autores
(Bar-Yosef y Bordes, 2010; Higham et al., 2010). La existencia de elementos de adorno vinculados
a este último yacimiento –esencial para el estudio de la asociación de adornos a neandertales– ha
sido un asunto controvertido. En palabras de Y. Taborin (2004: 14) el Chatelperroniense de la Grotte
du Renne es culturalmente incomprensible, debido a que implicaría no sólo la temprana aparición
de los elementos de adorno, sino de técnicas de trabajo del marfil y otras materias primas que no se
documentan ampliamente hasta el Auriñaciense. Algunos de los argumentos empleados en la discusión
de los adornos personales chatelperronienses de la Grotte du Renne se han referido a su posible
intrusión desde los niveles auriñacienses (Bar-Yosef, 2006; Higham et al., 2010; Taborin, 2002; White,
2001, 2002), unas dataciones que señalan que el Chatelperroniense de Grotte du Renne podría ser más
reciente que algunos enclaves auriñacienses (Taborin, 2004:14), la recolección de estos objetos por
parte de los neandertales en yacimientos abandonados del HAM, un intercambio entre los dos grupos
o una producción neandertal de imitación sin comprensión simbólica de la misma (Stringer y Gamble,
1993; Hublin et al., 1996; Mellars, 1999). También se ha aludido a que las verdaderas raíces de estos
tecnocomplejos del Paleolítico Superior inicial no estaban en las culturas del Paleolítico Medio de las
diferentes regiones sino en el Emirense (IUP) del Próximo Oriente (Svoboda y Bar-Yosef, 2003) –con
presencia de adornos e industrias óseas–, supuestamente asociado a los seres humanos modernos,
7
8
Inicial Upper Paleolithic/Early Upper Paleolithic technocomplexes.
Este novedoso estudio, basado en el análisis de proteínas, ha permitido identificar pequeños restos óseos que relacionan el
Chatelperroniense con poblaciones neandertales. A pesar de ello, el origen autóctono de los elementos de adorno sigue siendo
objeto de debate.
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aunque no comprobado de forma empírica (Zilhão, 2008). De ser así, este hecho constituiría la
manifestación en el registro arqueológico de la penetración de los humanos modernos en Europa de
forma previa al Auriñaciense y un nuevo argumento a favor de la aculturación.
Otros trabajos de investigación defienden, por el contrario, que el Chatelperroniense y el Uluzziense
presentan evidencias de una tradición autóctona (Mussi, 2001; Palma di Cesnola, 1993; Pelegrin y Soressi,
2007; Zilhão, 2008) que, en el caso de los adornos, se manifestaría por una fabricación en los yacimientos
neandertales con características técnicas propias (e.g. Caron et al., 2011; d’Errico, 2003; d’Errico et al.,
1998c, 2003; Zilhão, 2001, 2008; Zilhão y d’Errico, 1999a, 1999b, 2000a, 2000b, 2003a, 2003b), por
lo que representarían un desarrollo cultural autóctono neandertal. Las propuestas de una “aculturación”/
imitación a corta/larga distancia también han sido rechazadas por estos investigadores, argumentando un
origen temprano en Europa de los tecnocomplejos de transición entre 45 y 43 ka, el rechazo del carácter
auriñaciense de algunas industrias tempranas fechadas en torno a 40 ka o de dataciones por problemas
tafonómicos (Zilhão y d’Errico, 1999b, 2000a, 2003) o las notables diferencias de los útiles de hueso y los
adornos chatelperronienses de la Grotte du Renne y las posibles fuentes de inspiración auriñacienses, tanto
en el tipo de soportes como en las técnicas utilizadas (Zilhão, 2008: 51). Este último aspecto tecnológico,
que engloba técnicas como la denominada Arcy o rainurage o la perforación por presión o percusión
indirecta, ha sido, sin embargo, debatido en otras investigaciones que aluden a su generalización entre las
técnicas de suspensión auriñacienses, por lo que no se podría adscribir de forma exclusiva a los contextos
chatelperronienses y a una autoría neandertal de forma taxativa (White, 2001, 2002, 2007).
En cualquier caso, en relación a la existencia de adornos en contextos chatelperronienses, las
implicaciones derivadas del último estudio realizado para la Grotte du Renne (Caron et al., 2011), en el que
se hace referencia a una estratigrafía considerablemente intacta y sin perturbaciones,9 están reforzadas por
otros hallazgos en enclaves contemporáneos. Cabe destacar el yacimiento de la Grande-Roche en Quinçay
(Francia) –sin niveles protoauriñacienses posteriores– del que proceden seis colgantes muy similares a
los de Grotte du Renne y cuyo depósito corresponde exclusivamente a diferentes momentos dentro del
Chatelperroniense (Zilhão, 2007b), por lo que su adscripción cultural es indiscutible.10 El tipo de adornos
característicos de esta cultura son los colgantes alargados sobre hueso y, sobre todo, dientes de carnívoros y
de herbívoros con ranuras y perforaciones para su suspensión. Además se han documentado aros de marfil,
algunas conchas perforadas y belemnites, crinoideos y conchas fósiles (d’Errico et al., 1998a).
El Uluzziense, cuya adscripción a contextos neandertales también ha sido objeto de debate (Benazzi et
al., 2011; Zilhão et al., 2015), es más pobre en cuanto a la presencia de adornos personales. Tan sólo conchas
marinas –mayoritariamente escafópodos de Dentalium–, en las cuevas de Klisoura 1 (Grecia), Fumane y
Grotta del Cavallo (Italia), y la constatación del uso de colorantes minerales amarillos y rojos en este último
enclave y en Mario Bernardini (Douka et al., 2014; Gambassini, 1997; Palma di Cesnola, 1993; Peresani et
al., 2011). Recientemente se ha puesto en evidencia que los escafópodos y gasterópodos marinos perforados
documentados en Grotta del Cavallo, adscritos a niveles uluzzienses, podrían derivar de contextos auriñacienses
no identificados en el proceso de excavación (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
En otras zonas europeas también se documentan adornos asociados a industrias “transicionales”, como
el disco de marfil con perforación central de Ranis 2 (Alemania), otro disco de marfil idéntico al de los
niveles chatelperronienses de Grotte du Renne en Trou Marguerite (Bélgica) y un colgante de hueso y dos
dientes de animales perforados de Bacho Kiro (Bulgaria), datados por radiocarbono en más de 43 000 años
(Zilhão, 2012b; Álvarez y Jöris, 2008).
9
A pesar de esta última revisión de las dataciones de Grotte du Renne, no todos los investigadores están de acuerdo con esta
propuesta y aluden a los graves problemas que presenta su estratigrafía (e.g. Higham et al., 2010; Taborin, 2004; White, 2007).
10 R. White (2007: 291) señala que, no obstante, se debe tener en cuenta que los colgantes de la Grande-Roche en Quinçay provienen
de la parte más reciente de una larga secuencia Chatelperroniense, si bien la procedencia arqueológica de los adornos se ha puesto
en duda en base a la ausencia de estudios detallados sobre el yacimiento (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
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El origEn dEl simbolismo En las sociEdadEs palEolíticas: una visión a través dE los adornos pErsonalEs
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La aceptación de una autoría neandertal para los adornos de algunas de estas industrias de “transición”,
al menos para el Chatelperroniense y el Uluzziense, es una evidencia más de que la capacidad de
simbolismo podría no haber sido exclusiva del HAM. Tal y como señalan d’Errico y Vanhaeren (2007),
incluso aunque se demostrase que el empleo de ornamentos personales por los neandertales es el resultado
de una aculturación, este hecho no serviría para negar el carácter “moderno” de su cognición. Por el
contrario, señalaría su capacidad de incorporar estímulos externos, reformarlos y hacer de ellos una parte
de su cultura, lo que parece muy alejado de una incomprensión de su significado.
En el Próximo Oriente, los niveles del IUP y del Ahmariense de enclaves como Üçağızlı (Turquía)
y de Ksar ‘Akil (Líbano) –asociados, con un cierto consenso, a Homo sapiens– también señalan que
los adornos personales son abundantes desde los primeros momentos del Paleolítico Superior, como
así demuestra la elevada cantidad de conchas marinas perforadas de diferentes especies –Nassarius
gibbosula, Columbella rustica, Glycymeris– registradas en ambos yacimientos y asociadas a industrias
previas al Auriñaciense levantino (Kuhn et al., 2001), en cuyos contextos igualmente se registran este
tipo de adornos. En enclaves de similares cronologías, como Kostienki 14 y otros de Asia Central, se
documentan adornos tales como conchas perforadas, cuentas de cáscara de huevo de avestruz y dientes
y huesos perforados (Álvarez y Jöris, 2008).
Las evidencias más tempranas, y no sujetas a debate, de elementos de adorno en Eurasia Occidental
corresponden al Protoauriñaciense y a las siguientes fases del Auriñaciense, vinculadas a poblaciones de HAM.
En algunos trabajos de síntesis se ha analizado el registro disponible para el EUP (Álvarez y Jöris, 2008),
señalando sus características y aspectos cronológicos. Se trata de objetos tecnológicamente transformados y
con claras evidencias de su uso como adornos y se documentan en enclaves europeos como Grotta di Fumane,
Riparo Mocchi, Rothchild, Abric Romaní o Isturiz. Los adornos protoauriñacienses característicos son los
colgantes de conchas marinas de diferentes especies y los confeccionados a partir de dientes de mamíferos
perforados y rocas o minerales (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
A lo largo del Auriñaciense, los elementos de adorno se multiplican, documentándose en un gran
número de yacimientos. Las materias primas empleadas son distintas especies de cochas marinas, dientes
de mamíferos, marfil, hueso, distintos tipos de rocas, asta de ciervo, algunos fósiles y ámbar; mientras que
los tipos característicos son colgantes, cuentas, entre las que destacan las de “tipo cesta”11 y aros o anillos.
Casi todos estos elementos –salvo algunos escafópodos y gasterópodos con perforaciones naturales–
presentan evidencias de transformación antrópica, con el empleo de técnicas variadas para crear elementos
de suspensión e, incluso, con decoraciones a base de incisiones (White, 1989a, 1989b, 1992, 1993a, 1993b,
2002, 2007; Taborin, 1993, 1995, 2000b, 2004; Vanhaeren y d’Errico, 2006).12 Recientes estudios acerca de
los elementos de adorno de este período han señalado la existencia de dos grupos geográficos con tipos de
adornos diversos: el Valle del Ródano, Italia, Austria y Grecia, por un lado, y el norte de Europa por otro,
con un territorio intermedio formado por el oeste y sur de Francia y España (Vanhaeren y d’Errico, 2006).
Este modelo propone una explicación basada en la “diversidad etnolingüística” de las primeras poblaciones
del Paleolítico Superior en Europa, y no en posibles diferencias cronológicas entre los yacimientos o por
la disponibilidad de la materia prima. Esta variabilidad geográfica, ya apuntada por White (1992, 1993), y
la búsqueda de patrones regionales ha sido, sin embargo, descrita por este mismo autor como prematura,
en base a que los datos primarios sobre los que se ha construido no siempre proceden de excavaciones o
estudios sistemáticos (White, 2007).
Más allá de esta consideración, los adornos auriñacienses revelan un gusto de los primeros humanos
modernos europeos por elementos que se puedan suspender y presentar en serie, como colgantes y
cuentas; además de una predilección por materias de superficies coloridas –conchas– y brillantes –marfil,
11 Conocidas en la literatura inglesa y francesa como basket-shaped beads y perles à panier, respectivamente.
12 White y Taborin, en las obras ya señaladas en el texto, realizan interesantes estudios de los adornos de este período desde la
perspectiva tecnológica y de la cadena operativa.
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conchas, dientes–. Del mismo modo, se ha apuntado al carácter intelectual y a una selección intencional de
determinados dientes como objetos de representación, puesto que, mayoritariamente, no proceden de las
mismas especies objeto de caza y de consumo (Taborin, 2004). Lo mismo podría ocurrir con otras materias
primas, como algunas especies de conchas que, además, revelan un transporte a larga distancia.
A lo largo del Paleolítico Superior, los adornos vinculados al HAM se hacen cada vez más
complejos, evidenciando, incluso, la existencia de intensos intercambios de objetos y materias primas
entre poblaciones. El auge de este fenómeno, que no es homogéneo en todo el territorio, se produce
entre el Paleolítico Superior medio y los momentos finales, dando paso a unas nuevas producciones de
adornos que reflejarán el tránsito entre los grupos cazadores-recolectores y las primeras poblaciones
sedentarias y productoras de alimentos. En este sentido, recientemente también se ha planteado la
trascendencia que el estudio de los elementos de adorno puede tener en el análisis de los cambios
culturales que se producen durante la transición entre el Mesolítico y el Neolítico en Europa (Rigaud,
d’Errico y Vanhaeren, 2015).
3. CONCLUSIONES
Los elementos de adorno son una expresión directa de la existencia del binomio “cognición-simbolismo”
vinculado al proceso de hominización. El adorno personal puede ser considerado como uno de los
elementos materiales que garantizan la existencia de un simbolismo desarrollado, frente a otras
consideraciones o manifestaciones menos consistentes que no han dejado una huella tan indiscutible en
el registro arqueológico. Por ello resulta esencial que los objetos considerados adornos sean valorados de
forma rigurosa, descartando –o, al menos, tomando con prudencia– todos aquellos elementos cuyo uso
ornamental y simbólico no esté claramente atestiguado.
Son dos las especies de homininos que han participado en el origen y desarrollo del simbolismo y en
una de sus expresiones más relevantes, el adorno personal. En ambas especies, la capacidad de generar
conductas simbólicas está vinculada a su desarrollo evolutivo, por lo que origen del simbolismo debe
ser entendido como una realidad “dual”, confluyente en un único proceso de hominización general. Las
diferencias temporales y espaciales, y la consiguiente variabilidad material, forman parte de este proceso,
en viva controversia, y han enriquecido el debate sobre su génesis y sus características.
Los moluscos marinos africanos hallados en contextos arqueológicos del HAM son los primeros
elementos de adorno claros, cuyo carácter de marcador espacial y ambiental ayuda a considerar la
intencionalidad en su recolección y en su transporte, además de las huellas tecnológicas y de uso que
presentan en enclaves como Blombos Cave. Todo indica, por tanto, que en torno a 100 ka la práctica de
aplicarse ornamento personal a modo de colgantes de concha ya se había iniciado en el continente africano
y en el Próximo Oriente, vinculada a la expansión del HAM. A partir de este momento, y con el desarrollo
del Paleolítico Superior, estas prácticas se consolidan y en los contextos asociados a HAM las evidencias
de ornamentación personal se multiplican y se va incrementando su variabilidad con la incorporación de
nuevas formas, técnicas y materias primas.
En las sociedades del linaje neandertal ubicadas temporalmente en el Pleistoceno Medio, aunque se
observan determinados materiales o prácticas –aquí no tratados– vinculados a una conducta simbólica, no se
documenta de forma incontestable el uso de ornamentos personales. En Europa, los primeros adornos claros
por sus transformaciones tecnológicas y evidencias de uso aparecen en contextos más tardíos, en momentos
avanzados del Pleistoceno Superior y, por lo tanto, parece muy probable que este tipo de ornamentos
podría guardar relación con la expansión de los HAM y los consiguientes procesos de interrelación. La
problemática sobre las cronologías más o menos tardías de las industrias transicionales a las que se asocian
es una cuestión no resuelta que, no obstante, hace referencia a un tipo de adornos muy concretos, ya con
claras transformaciones antrópicas. Quizás por ello no es, en este momento, la principal vía para clarificar
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la cuestión sobre si los neandertales europeos usaron adornos o no de forma previa a la llegada del HAM,
debiendo insistir, necesariamente, en el análisis de las evidencias de los posibles adornos de contextos del
Paleolítico Medio, tales como las conchas o las plumas de aves y garras de rapaces.
Por el momento, y en relación con las conchas, el transporte reiterado de piezas erosionadas, sin valor
alimenticio, a yacimientos alejados de la costa podría sugerir un valor simbólico para las mismas. Si bien,
a la ausencia de transformaciones tecnológicas hay que añadir que no se han documentado huellas de uso
–tampoco en las garras de rapaces– que confirmen su relación con el ornato personal. Lo mismo ocurre con
el uso de las plumas, que pudieron tener otra intencionalidad.
En base a estas evidencias, considero que no existen argumentos suficientes que permitan establecer
la existencia de adornos personales propios y exclusivos de contextos neandertales clásicos. Los primeros
y escasos adornos, materialmente irrefutables, vinculados a las sociedades neandertales parecen guardar
relación con un desarrollo ya avanzado en la tecnología del adorno, al tratarse de objetos claramente
transformados y usados como cuentas/colgantes. Una concepción y uso de los adornos personales que,
por el contrario, y siempre en base a los datos actuales, sí que muestra un largo patrón de expansión
desde África, vinculada a poblaciones de HAM, y una extensión posterior a Eurasia. Este comportamiento
simbólico se generaliza en Eurasia Occidental hace unos 40 000 años y es innegable que en este proceso
participaron las sociedades de neandertales y de HAM, siendo, en cualquier caso, esta última especie el
verdadero motor de su socialización.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a Mauro Hernández Pérez y a Josep Fernández Peris la revisión del manuscrito original, y al revisor anónimo
sus interesantes observaciones y sugerencias.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 27-60
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Carles MIRET ESTRUCH a, Yolanda CARRIÓN MARCO b, Laura HORTELANO PIQUERAS c,
Paula JARDÓN GINER d, José Miguel RUIZ PÉREZ e, Hubertus Maria DE WIT f
Casa dels Moliners (Castell de Castells, Alacant).
Un jaciment a l’aire lliure del Paleolític superior
en el Pla de Petracos
RESUM: Aquest article dóna a conèixer preliminarment els resultats d’una excavació de salvament en
el jaciment de la Casa dels Moliners (Castell de Castells, Marina Alta, Alacant) en ocasió de la 2a fase
d’obres de la carretera CV-720 que uneix els pobles de Benigembla i de Castell de Castells. L’objectiu de la
intervenció era documentar les ocupacions i establir la seqüència estratigràfica a partir d’un sondeig de 30
m². Malauradament l’excavació fou suspesa sine die unilateralment i sense el consentiment de la direcció,
pel que ací només es poden oferir unes brevíssimes i provisionals notes d’aquest interessant campament a
l’aire lliure del Paleolític superior mediterrani i amb materials arqueològics, especialment lítics, en posició
primària.
PARAULES CLAU: Paleolític superior inicial, indústria lítica, Gravetià, campament, mitja muntanya
mediterrània.
Casa dels Moliners (Castell de Castells, Marina Alta, Alacant).
An Upper Palaeolithic camp-site from Pla de Petracos
ABSTRACT: This paper presents a first draft on a rescue excavation at the Casa dels Moliners (Castell
de Castells, Marina Alta, Alacant) site on the occasion of the works of the 2nd phase of the CV- 720 road
linking the villages of Benigembla and Castell de Castells. The main aim of the digging was to document
the occupation(s) and establish the stratigraphic sequence based on a survey of 30 m². Unfortunately, the
excavation was interrupted unilaterally and without the consent of the field director, so that here we can only
offer preliminary and very short notes on this interesting open air camp-site of the Upper Palaeolithic and
with archaeological materials, especially lithic remains, in primary position.
KEYWORDS: Upper Palaeolithic, lithic industry, Gravettian, camp-site, middle Mediterranean mountain.
a
b
c
Investigador independent.
carlesmiret@hotmail.com
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història
Antiga, Universitat de València.
yolanda.carrion@uv.es
Investigadora independent.
lahorte25@hotmail.com
Recibido: 06/10/2016. Aceptado: 13/01/2017.
d
e
f
Facultat de Filosofia i Ciències de l’Educació,
Universitat de València.
paula.jardon@uv.es
Universitat de València.
jose.m.ruiz-perez@uv.es
Investigador independent.
umbertocastells@gmail.com
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28
C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
1. CONTEXT GEOGRÀFIC DE LA CASA DELS MOLINERS
1.1. Situació i relleu
El jaciment arqueològic objecte de la present avaluació es localitza en la confluència del riu de Xaló (o
de Gorgos) amb el barranc de Malafí, enfront del Pla de Petracos (terme municipal de Castell de Castells,
en la comarca de la Marina Alta) (coordenades geogràfiques 38º45’04.53”N-0º10’08.84”O; UTM 31
ED50 X: 224.703 Y: 4.294.157) (fig. 1). L’emplaçament ocupa un raiguer a escassos metres sobre el
nivell del caixer del barranc, a una altitud de 410-420 msnm. A uns 80 m es troba la Casa dels Moliners,
un habitatge amb corral i forn adjacents i topònim amb què també hem decidit, de manera convencional,
anomenar el jaciment arqueològic.
El jaciment va ser descobert per u de nosaltres (H. M. de W.) el 22 de novembre del 2007 al cingle
més immediat del Pla de Petracos, quasi a l’entrada del barranc epònim dels Moliners (fig. 2 i 3).
Es tracta d’un sector muntanyenc emmarcat per relleus destacats, entre els quals el més proper és el
Cocoll (1.048 m), a més del Carrascar de Parcent (994 m), la Serrella (1.360 m), la Xortà (1.219 m) al
sud, la serra d’Alfaro (1.165 m) a l’oest i la serra del Penyó (847 m) al nord (fig. 1). La descoberta va
ser posada en coneixement de la direcció facultativa i del director del seguiment arqueològic Gabriel
Segura Herrero durant l’inici de les obres de la “2a Fase de la Carretera CV-720” que uneix els pobles
de Benigembla i de Castell de Castells.
Fig. 1. Context geogràfic de la Casa dels Moliners.
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
29
Fig. 2.
Geomorfologia de
l’entorn de la Casa
dels Moliners.
1.2. Trets ambientals de l’àrea
Des del punt de vista climàtic, aquest sector es correspon a la muntanya subhumida del nord-est
alacantí. A l’est de Castell de Castells s’estén una de les àrees de precipitacions més elevades de tot
el territori valencià, superant els 800 mm anuals entorn dels relleus del Carrascar de Parcent i de la
serra del Penyó.
Des del punt de vista biogeogràfic, l’àrea s’enquadra en el sector setabenc alcoianodiànic, dins del
domini del carrascar sublitoral termòfil amb llentiscle, que forma una orla al voltant dels relleus més
elevats de la Marina Alta (Rivas-Martínez, 1987). La coberta vegetal està molt mediatitzada pels incendis
i pels usos històrics del sòl, per bé que la situació en ombria i al peu del vessant afavoreix la regeneració
d’un dens matollar (fig. 2) compost per coscollar (Quercus coccifera) amb llentiscle (Pistacia lentiscus),
carrasca (Quercus ilex sp. rotundifolia), aladern (Rhamnus alaternus), arç negre (R. licyoides), xara
APL XXXI, 2016
[page-n-30]
30
C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Fig. 3. Posició del sondeig i de l’entorn del jaciment.
(Cistus albidus i Cistus monspeliensis), lligabosc (Lonicera implexa), bruc (Erica multiflora), argelaga
(Ulex parviflorus), romaní (Rosmarinus officinalis), Daphne, arítjol (Smilax aspera), càdec (Juniperus
oxycedrus), margalló (Chamaerops humilis), ullastre (Olea europea var. sylvestris), a més de pi jove
d’Alep o blanc (Pinus halepensis).
1.3. Marc geològic
El jaciment se situa, des del punt de vista geològic, en l’extrem extern del Prebètic on dominen estructures
senzilles de directriu NE-SO, amb plecs i falles normals i inverses. Ocasionalment, també s’observen
encavalcaments i plecs bolcats, amb vergència nord generalitzada (Rodríguez Estrella, 1977). L’estructura
de la zona prebètica es caracteritza per una coberta de roques sedimentàries plegada, arrasada i fallada, la
resposta tectònica de les quals està determinada per l’existència d’un nivell d’enlairament i per l’altura dels
materials plàstics i poc densos (guixos i lutites) del Keuper (Rodríguez Estrella, 1977). Aquests materials
migren cap als flancs dels plecs i afloren a través de fractures profundes al llarg de faixes diapíriques com
la d’Alcanalí i, puntualment, al llarg de la vall del riu de Castells a l’est d’aquesta població (IGME, 1975).
La distensió del miocè final-pliocè va originar falles normals paral·leles als eixos dels plecs (Rodríguez
Estrella, 1977) i una intensa fracturació de la coberta de roques sedimentàries que dóna lloc a importants
escarpes i penya-segats com en els vessants del Cocoll. La coberta mesozoica-cenozoica fragmentada queda
desnivellada en blocs elevats (horst o massissos) i blocs enfonsats (fosses tectòniques). En els vessants de
les serres del Carrascar i del Cocoll, que emmarquen el jaciment de Casa dels Moliners (fig. 1), afloren
materials del triàsic, juràssic, cretàcic i terciari, amb predomini de calcàries, margues i margocalcàries.
Segons J.A. Marco (1990), l’àrea s’ubica en el domini morfoestructural de serres cretàciques i valls
neògenes septentrionals (al nord de la Serrella i de Bèrnia). La coberta cretàcica constitueix l’armadura
dels relleus calcaris i dolomítics elevats que dominen depressions o fosses tectòniques farcides de materials
neògens, fonamentalment margues miocenes (vall del riu de Xaló o de Gorgos i foia de Castell de Castells).
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
31
Els vessants septentrionals solen ser més abruptes, culminant en runars calcaris, mentre que els vessants
meridionals solen ser més suaus. Segons la classificació de regions morfoclimàtiques alacantines d’E.
Matarredona (1987), l’àrea se situa en la regió subhumida de les muntanyes a sobrevent dels fluxos de
llevant (poblacions de Pego, Tàrbena i Vall d’Ebo). En aquest sector la successió de diferents tipus de
climes al llarg del plistocè i de l’holocè (període quaternari) ha deixat herències en la morfologia com
tipologies càrstiques molt desenvolupades, rasclers, dolines amb importants acumulacions d’argiles roges
o terra rossa i dipòsits de vessant contemporanis a episodis freds del plistocè (talussos de blocs al peu de
les tarteres, producte de la gelifracció i de la crioclàstia).
Tot aprofitant la xarxa subterrània preexistent, es van obrir congosts com el del barranc de Malafí,
que excaven recingles on queda exhumat el paleocarst. Testimonis de terrasses fluvials plistocenes resten
adossats al peu dels farallons calcaris.
Durant els episodis freds del quaternari les condicions foren favorables a la meteorització física
(gelifracció i crioclàstia) de les cornises calcàries originant-se al seu peu extenses acumulacions de clastos
(gelifractes) i detritus. Paral·lelament, es dipositen acumulacions al·luvials en valls i peus de monts (glacis
i ventalls). Durant l’holocè regional, s’accentuarà la incisió fluvial.
1.4. Trets geomorfològics i sedimentològics de l’entorn del jaciment
Les morfologies que caracteritzen els vessants de l’àrea són principalment:
- Crestes, escarpes i cornises rocoses al llarg de fronts d’estrats durs massius en la Serrella, Cocoll i els
recingles de la Penya de Maçanet.
- Talussos de detritus de gravetat (inclinació 30-35º), anomenats popularment “tarteres, pedrisses, cantals o
runars” (reguers de pedra) (Matarredona, 1988). Generalment, la magnitud dels dipòsits de clastos és major
en les ombries i es componen de fracció gruixuda i heteromètrica amb alguns blocs i sense matriu argilenca.
Apareixen al peu de la majoria de cornises o escarpes, principalment en la façana nord.
- Colades gelifluïdals fossilitzades o relictes heretades d’episodis freds del quaternari i compostes per
palets fins angulosos i matriu llimoargilosa. Són acumulacions característiques dels vessants septentrionals
d’Aitana, Serrella, Bèrnia, etc.
- Formes càrstiques subterrànies sobre afloraments calcaris o dolomítics massius, incloent embornals o
avencs, conductes subterranis, cavitats, avencs, abrics i coves.
- Formes càrstiques superficials com rasclers (solcs o canals de dissolució), esvorancs i esquerdes farcides
d’argiles vermelloses de descalcificació (terra rossa), pinacles de dissolució o “frares”, cavitats de dissolució
o “cocons”, depressions tancades o dolines com el Clot de la Llacuna.
- Formes fluviocàrstiques com els congosts oberts sobre antics conductes subterranis que van ser exhumats
per la incisió de la xarxa de drenatge quaternària (barranc de Malafí).
Per altra banda, els dipòsits de vessant de muntanya plistocens i holocens són ventalls al·luvials,
col·luvials i cons de dejecció (Fumanal, 1990; Fumanal i Carmona, 1995). Es tracta d’acumulacions sobre
les quals s’han desenvolupat glacis i on s’ha encaixat la xarxa de barrancs. Pel que fa al modelatge fluvial
i els seus farciments al·luvials, cal parlar de lleres de barrancs i rambles que alternen trams estrets entre
parets calcàries i valls més amples entre vessants de roques més blanes. Presenten diverses tipologies de
barres de graves i còdols (fig. 2).
Per últim, s’observen barres amb terrasses plistocenes adossades a les parets del barranc de Malafí i,
aigües avall, en el tram del riu de Xaló a l’altura de Benigembla. Es tracta de farciments al·luvials amb
graves fluvials, sorres, llims i encrostaments.
El jaciment de la Casa dels Moliners se situa en el peu d’un vessant d’orientació nord-oest que descendeix
des de 610 m a 410 m (200 m de desnivell) i que té un pendent del 46,8%. Domina la confluència del riu de
Xaló i del barranc de Malafí, on es produeix un eixamplament notable de la vall: el Pla de Petracos (fig. 2).
APL XXXI, 2016
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32
C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Cap a l’oest del jaciment s’encaixa el barranc de Moliners que descendeix de sud a nord des d’una capçalera
càrstica en els relleus de la dolina del Clot de la Llacuna (700 m), el Clotet (865) i l’Alt dels Corralets (884
m). El riu de Xaló s’adossa als relleus del marge meridional i discorre sobre un llit de graves de 20-50 m
d’amplària a tan sols 30 m del jaciment, retallant el substrat de calcàries, de margues i de terrasses fluvials
i acumulacions col·luvials que s’estenen per la riba contrària de la vall. El caixer del riu es bifurca amb
una àmplia barra central a l’altura del jaciment. Aigües avall, a uns 100 m de distància, la vall s’estreny
considerablement (fig. 2).
Després de reconèixer el fons del barranc dels Moliners (o de Molines) en un tram aigües amunt
de la Casa dels Moliners, es descarta totalment un possible origen dels sediments associats al jaciment
d’aportacions d’un con torrencial o ventall al·luvial alimentat per aquest barranc.
Una densa coberta de matoll pràcticament impedeix el trànsit, però es van recórrer uns 50-70 m de
distància per sobre de l’àrea d’excavació, comprovant-se que sota el matoll afloren diversos bancs de
calcàries d’escull de barrera aptians, molt carstificats, amb farciments de terra rossa entre les esquerdes i
un horitzó de sòl humífer en alguns sectors.
Les característiques sedimentològiques i les estructures sedimentàries del registre de Casa dels Moliners
indiquen una acumulació col·luvial al peu de vessant, originada per processos de gravetat i escolaments
difusos que arrosseguen els materials durant un curt recorregut (unes desenes de metres) (fig. 2 i 3). Els
blocs de majors dimensions procedeixen de despreniments produïts en els afloraments rocosos superiors.
Els clastos fins angulosos més homomètrics procedeixen probablement de processos de meteorització física
associats al fred. La font de materials gruixuts serien els afloraments de calcàries aptianes d’escull de
barrera que es troben immediatament per sobre del jaciment (50-70 m).
Els episodis freds del quaternari es relacionen amb la formació d’acumulacions que regularitzen
vessants i amb la formació de ventalls de crioclastos periglaciars del tipus “detritus ordenats” en diferents
sectors de muntanyes ibèriques i bètiques. En aquest sector muntanyós s’han descrit formacions periglaciars
vinculades a colades gelifluïdals fossilitzades en les zones elevades d’Aitana, Serrella i Bèrnia (Morales,
Bru i Boix, 1983; Matarredona, 1987 i 1988; Marco, 1990). Aquestes colades estan compostes per palets
fins angulosos i matriu llimoargilosa i solen estar parcialment cimentades.
2. L’EXCAVACIÓ ARQUEOLÒGICA I EL REGISTRE SEDIMENTOLÒGIC
Després del condicionament de la zona amb procediments mecànics es procedí a la delimitació d’una cala
de 30 m² (fig. 3, 4 i 21) amb la finalitat de treballar en extensió i de confirmar la possible presència d’unitats
estratigràfiques en posició primària. Es va desmuntar tot el primer bancal que donava a la carretera per tal
d’obtenir així un perfil més extens i que alhora possibilités la demarcació de l’àrea de les troballes.
El jaciment es troba dins d’un dipòsit format per blocs i clastos amb abundant matriu argilenca
vermellosa. Els clastos són heteromètrics, de litologia calcària bastant uniforme, angulosos i poc desgastats
pel transport. Els materials estan solts i no s’observen cimentacions per carbonats, crostes, ni nòduls.
La major part dels clastos i blocs es corresponen amb fragments de calcàries blanquinoses amb abundants
fòssils d’escull de barrera, semblants a les que afloren en bancs a poques desenes de metres en el vessant
situat just per sobre del jaciment, tal com hem comentat adés.
De la base a sostre i basant-nos en el tall frontal proximal de la banda dels quadres 1 (fig. 4), es
distingeixen els següents nivells amb correspondència amb els estrats arqueològics:
-Nivell basal de blocs i graves amb escassa matriu argilenca i estructura massiva. Els blocs majors tenen
diversos decímetres de diàmetre, mentre que la fracció menor, una mica desgastada pel transport, inclou
graves fines i mitjanes. La potència del nivell és variable (uns 40 cm) i el contacte superior erosiu. En la base
abunden els blocs i les graves molt heteromètriques. En l’estratigrafia arqueològica, es correspon amb l’estrat
VI, que sembla estèril arqueològicament encara que amb aquesta intervenció no s’ha pogut comprovar.
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Fig. 4. Estratigrafia de la Casa dels Moliners a partir del tall frontal proximal de la banda dels quadres 1.
-Nivell intermedi de clastos millor classificats, homomètrics i algun bloc, amb abundant matriu fina
vermellosa argilenca d’estructura polièdrica. Els clastos estan suportats per la matriu, és a dir, no
estan en contacte entre ells, si bé s’observa una certa orientació dels clastos aplanats. S’intercalen
capes argilenques vermelloses, també amb estructura polièdrica d’uns 10 cm. En aquest nivell
intermedi els clastos presenten arestes fresques, escassament desgastades denotant un transport curt,
circumstància que descarta el medi fluvial. Es correspon amb els estrats arqueològics IV i V, els de
major densitat de troballes lítiques.
-Nivell superior d’argiles vermelloses amb clastos i blocs molt dispersos (fig. 4 i 5). Aquest nivell
presenta unes característiques texturals molt similars al nivell intermedi. No obstant açò, de dalt a baix
s’observa una disminució en el percentatge de clastos fins i un augment del material argilenc. Forma part
de l’abancalament contemporani i dels primers estrats (I.1, I.2, II i III), amb escassíssim però interessant
material arqueològic (fig. 12, 13, 14 i 15).
2.1. Recursos abiòtics
Ceràmica històrica
Tots els fragments de ceràmica trobats en la present excavació pertanyen a l’estrat I. Es tracta de dos
fragments de llavi de gibrell vidriat d’època contemporània (fig. 12, peces 1 i 2), un tros de cos d’un catúfol
andalusí i, finalment, un petit fragment de cos d’olla.
Aquests fragments ceràmics s’associen al més recent episodi d’ocupació d’aquesta terrassa, és a dir, a
la seua posada en cultiu i abancalament en època medieval, moderna o contemporània. El seu interès prové
exclusivament del fet que explica la remoció d’algunes unitats estratigràfiques del dipòsit arqueològic,
sobretot dels estrats I i II, i la seua possible vinculació amb la propera coveta de la Penya de l’Agutzir
(Miret, Segura i de Wit, 2013-14), amb materials arqueològics de cronologia califal.
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C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Fig. 5. Perfil lateral
dret de la banda
dels quadres E.
Pedra tallada
La pedra tallada és, en les seues diferents ofertes litològiques, sense cap mena de dubte, el registre
arqueològic més destacat del jaciment. La col·lecció lítica es divideix en dos conjunts de valor arqueològic
significativament contrastat. D’una banda, es troba un lot més gran de peces descontextualitzades que
s’han anat recollint progressivament i discontínua des del moment de la identificació del jaciment (2211-2007) i fins després de la suspensió sine die dels treballs arqueològics (31-7-2009). Aquest conjunt
s’ha incorporat doncs a la col·lecció arqueològica de la Casa dels Moliners (fig. 6, 7, 8, 9, 10 i 11). No
podem oblidar que la seua interpretació, a efectes cronoculturals, és estrictament orientativa i subjecta a la
confrontació amb altres indicadors més fiables que puguen derivar-se de la prossecució de les excavacions
(bateria de datacions radiocarbòniques, indústria lítica estratificada, estudis espacials, geomorfològics i
micro-sedimentològics més detallats, etc.). Tot i això, com diem, ha estat igualment analitzat i classificat
per tal de poder ser comparat amb les escasses peces estratificades.
Es poden definir dues o tres pàtines per a aquest material i graus variables de concreció carbonatada.
Això pot explicar-se a causa de la barreja de peces de diferents horitzons cronològics, però també podria
ser conseqüència de fenòmens erosius o reconstructius d’abast local.
L’oferta lítica no s’allunya d’allò descrit per a jaciments assimilables com el Tossal de la Roca (Alcalà
de la Jovada) (Cacho, 1990) o les coves de Santa Maira (Castell de Castells) (Miret, 2007), malgrat les
divergències cronològiques, com després es veurà. Cal destacar així la presència de quarsita, de possible
calcedònia i de fins a sis tipus de sílex que, mancats d’estudis microscòpics, atribuïm preliminarment
als afloraments silicis més pròxims (barranc de Famorca 1, barranc de Famorca 2, Tollos, Alcalà de la
Jovada i Vall d’Ebo).
El conjunt de pedra tallada sense context arqueològic directe ascendeix a 518 peces (fig. 6, 7, 8, 9, 10
i 11). També hi hem inclòs una plaqueta de gres, sis nòduls de ferro i un altre de calcària, així com tres
fragments de fauna contemporània amb la cortical força vermiculada.
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
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Fig. 6. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 7. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 8. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 9. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 10. Nuclis sense context arqueològic procedents de la Casa dels Moliners.
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Taula 1. Tipus de suports i altres restes lítiques en el conjunt de peces descontextualitzades.
Ascles
Làmines
Microlàmines
Resquills
Informes
Cúpules
tèrmiques
Nuclis
Fragments
de nucli
Total
276
53,28%
56
10,81%
64
12,36%
24
4,63%
27
5,21%
21
4,05%
31
5,98%
15
2,9%
518
100%
De la lectura de la taula 1 es dedueix una majoria de suports sobre ascla i uns valors no gens menyspreables
de làmines i de microlàmines (amplada <10 mm). Els resquills (peces menors al centímetre en qualsevol dels
seus eixos) són proporcionalment bastant escassos, fet que tradueix literalment les condicions de recollida
del material i que poc o no gens té a veure amb les característiques funcionals del jaciment, com després
s’analitzarà amb més detall. Entre les ascles es poden distingir un nombre considerable de productes de
condicionament del nucli, especialment fronts de revifat i crestes, i que denoten un bon coneixement i
control sobre el procés de talla amb la intenció de mantenir un angle adequat d’intersecció entre pla d’asclat
i pla de percussió i així explotar el nucli sobre el seu eix major.
L’apartat d’informes fa al·lusió a peces no orientables segons els seus eixos tecnològics (chunks en la
bibliografia anglosaxona), amb fractures planes, o a simples fragments indeterminables en el procés de talla o
reducció del nucli. Aquests productes de talla tendeixen a vincular-se a estadis inicials de tempteig dels nuclis
o a gestos violents amb la intenció de comprovar l’aptitud i les impureses del nòdul de sílex.
Les cúpules tèrmiques són també peces silícies formades accidentalment a causa d’un impacte tèrmic,
ja siga fred (crioclàstia) o calent (termoclàstia). En el cas de gelades hivernals de l’escorça edàfica, els
sílexs poden experimentar aquest fenomen ben conegut. En aquest cas només podem extreure escassa
informació, referent a processos postdeposicionals, ja que el sílex que es “va gelar” es trobava en aquell
moment sobre la superfície del terreny o a pocs centímetres per sota de la mateixa. D’altra banda, en el cas
d’impactes tèrmics provinents de fogueres (antròpiques) o incendis involuntaris (no antròpics), podrien
indicar la presència d’aquestes activitats o el tractament tèrmic del sílex per facilitar la seua talla. Deixem
aquesta qüestió oberta a futures investigacions ja que la determinació de la naturalesa d’aquestes cúpules
tèrmiques requereix una adequada contextualització i una major sèrie comparativa.
Taula 2. Tipus d’eines lítiques en el conjunt de peces descontextualitzades.
Tipologia
Gratador
Burí
Colp de burí
Osca
Osca retocada
Ascla amb retoc marginal
Ascla amb retoc semiabrupte
Làmina amb retoc marginal
Làmina amb retoc semiabrupte
Lamineta de dors
Rascadora
Eines compostes
Gratador-osca
Gratador-burí
Total
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Quantitat
Percentatge
12
4
2
12
1
10
4
4
1
12
1
18,46%
6,15%
3,08%
18,46%
1,54%
15,38%
6,15%
6,15%
1,54%
18,46%
1,54%
1
1
65
1,54%
1,54%
100,00%
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Taula 3. Tipus de suports i altres restes lítiques amb context arqueològic.
Estrat
I.1
I.2
II
III
IV
V
VI
Ascles
1
2
22
49
67
-
Làmines
3
1
1
10
10
-
Microlàmines
3
2
18
4
13
-
Resquills
2
25
6
21
-
Informes
2
5
12
-
Cúpules
tèrmiques
1
1
12
10
-
Nuclis
2
2
3
5
1
Fragments
de nucli
4
6
-
Total
0
10
8
70
93
144
1
Els nuclis o fragments de nuclis ofereixen uns valors coherents percentualment amb un jaciment en què
es talla de manera intensa però on es realitzen alhora altres activitats. Es troben representats tant els nuclis
d’ascles com els de làmines i de microlàmines, no sempre en estats avançats de la seua explotació i amb
abundants superfícies corticals (amb poca erosió) o neocorticals (amb erosió fluvial o marina).
Pel que fa a les eines lítiques (65 en total de la mostra descontextualitzada, el 12,55%), cal relativitzar la seua
importància mentre no s’amplien les investigacions directes sobre el jaciment. Les grans agrupacions tipològiques
dels estris retocats descontextualitzats es poden veure en la taula 2. No hi ha gairebé cap peça clarament diagnòstica
d’un tecnocomplex lític del Paleolític superior, però el perfil tipològic, amb presència de gratadors sobre suports
d’ascla o làmines grans, burins, osques i microlàmines de dors, indica una probable adscripció al Gravetià. Alguns
tipus, sobretot la petita rascladora (fig. 12, peça 5), recorda a d’altres més antics, del Paleolític mitjà o Mosterià.
El lot de materials sense context estratigràfic no ha estat avaluat en aquesta ocasió a partir de paràmetres
tecnològics ja que la naturalesa mateixa de la sèrie no aconsella utilitzar les seues dades de manera eficient.
Més de tres centenars de peces (concretament 326) van ser recollides associades a un context
estratigràfic, de les quals pogueren ser coordenades tridimensionalment només al voltant d’una centena.
Estan repartides entre els diferents estrats, amb un cert predomini numèric a partir del III i fins al V (taula
3; fig. 21). Les eines lítiques o peces retocades aparegudes en el transcurs de l’excavació sumen un total
de 19, amb un lleuger repunt en l’estrat IV (taula 4). D’aquesta distribució dels estris estratificats es pot
Taula 4. Tipus d’eines lítiques amb context arqueològic.
Tipologia
Gratador
Burí
Colp de burí
Osca
Osca retocada
Ascla amb retoc marginal
Ascla amb retoc semiabrupte
Làmina amb retoc marginal
Làmina amb retoc semiabrupte
Microlàmina de dors
Rascadora
Eines compostes
Gratador-osca
Gratador-burí
Gratador-truncadura
Total
Estrat I.2
-
Estrat II
1
-
Estrat III
1
1
Estrat IV
3
1
1
1
1
2
1
1
Estrat V
1
2
1
-
Estrat VI
-
-
-
-
-
1
-
0
1
2
11
5
0
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Fig. 11. Nuclis sense context arqueològic procedents de la Casa dels Moliners.
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Fig. 12. Materials procedents dels estrats I i II.
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Fig. 13. Indústria lítica de l’estrat I.2 de la Casa dels Moliners.
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Fig. 14. Indústria lítica de l’estrat II de la Casa dels Moliners.
extreure poca informació més de la despresa del perfil traçat pels materials sense context. Es confirma
la presència de gratadors de mòdul relativament gran, sobretot en l’estrat IV (fig. 16, peces 1 i 11, per
exemple), així com de vores abatudes, especialment la làmina apuntada amb vora abatuda rectilínia i
base aprimada (fig. 16, peça 3). Sense voler discriminar entre els diferents estrats, cosa que l’escassetat
d’efectius i la poca resolució estadística recomana, continuem adherits a una proposta de cronologia
gravetiana, sobretot per al tram intermedi de l’estratigrafia (de l’estrat III al V), sense descartar la
presència d’altres horitzons, més recents o més arcaics.
Capítol a part mereix la documentació d’un important conjunt d’artefactes lítics associats a un nucli (fig.
15), en el quadre I-5. Apareix en el contacte entre els estrats III i IV, encara que finalment l’hem decidit
atribuir a l’estrat III. Està conformat per un nucli de microlàmines i tota la seua cohort de laminetes sense
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Fig. 15. Indústria lítica dels estrats III i IV de la Casa dels Moliners.
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retocar a menys de mig metre de distància, així com altres productes de condicionament del nucli (tauletes
i revifats de front), ascles o simples resquills. El remuntatge virtual i una reconstrucció de la cadena
operativa lítica oferirà informació addicional, però sens dubte ens trobem davant d’un episodi de talla on
manquen els suports de peces retocades, plausiblement làmines de dors que segurament s’incorporarien
a la “caixa d’eines” mòbil del tallador. Aquesta troballa, no gens usual en els contextos mediterranis
peninsulars coetanis, ens indica que la situació és primària i que no ha estat mai pertorbada per processos
postdeposicionals enèrgics, com sol ser habitual.
No es descarta que puguen aparèixer novament espais organitzats a partir de seients, grans blocs, fons
de cabana o llars, però per a això és imprescindible acabar l’excavació del sondeig o, fins i tot, ampliar-lo
cap a zones encara més riques o més ben estructurades espacialment en el mateix jaciment. Fet i fet, s’ha
pogut advertir un altre remuntatge entre un nucli del quadre B-1 i una làmina del quadre C-3, a una distància
de més de 2 metres (fig. 18 i 21).
Espacialment s’observa una certa concentració de troballes en la zona central de l’excavació,
majoritàriament entre els quadres B-3 i B-4, i una mica menys en els A-1, A-2, B-5, etc., encara que això
pot ser a causa del ritme diferencial d’excavació i al moment de cessament dels treballs en què encara no
s’havia aconseguit enrasar la superfície en un únic estrat ni documentar-la convenientment.
En resum, ja a l’estrat I.2 (fig. 13), notem la presència de làmines de mòdul bastant gran i nuclis i
productes de condicionament del nucli (crestes) que denoten la representativitat de les tasques de talla
dutes a terme en el jaciment. L’estrat II (fig. 14) continua oferint materials escassos, així com el III, encara
que aquest darrer sí que ha aportat nuclis fusiformes de microlàmines i eines retocades, que també podrien
provenir de terrasses superiors desmantellades. El conjunt de peces més important de la sèrie apareix en el
contacte de l’estrat III i IV (fig. 15 i 21), com ja s’ha vist.
Aquest conjunt es recolza directament sobre el banc de grava de l’estrat IV, on els materials continuen
apareixent més aïlladament, però on no deixen de comptar-se nuclis, làmines o eines retocades (fig. 16).
Finalment, a partir del sostre de l’estrat V comencen a aparèixer gran blocs calcaris (fins a més d’un
metre) i el material lític és encara més ric i forma concentracions que podrien estar associades als blocs, tot
constituint així espais organitzats (fig. 17). La troballa de gratadors, nuclis-burí, etc., pot indicar l’existència
d’activitats d’un grup complex, no només d’un tallador aïllat. Malgrat tot, només s’ha treballat en una zona
molt limitada d’aquest estrat. L’estrat VI encara no s’ha pogut sondejar en cap punt.
Per tot el que s’ha dit en l’apartat de la indústria lítica, la Casa dels Moliners és un jaciment arqueològic
amb unes grandíssimes potencialitats des del punt de vista de la reconstrucció de l’espai habitat i dels gestos
de talla associats a aquesta tipologia de campament a l’aire lliure.
Anàlisi traceològica
S’ha estudiat un total de 518 peces procedents del grup de materials sense context i 326 recuperades en
l’excavació arqueològica, les quals es reparteixen desigualment entre els diferents estrats: 10 a l’estrat I.2;
8 a l’estrat II; 70 a l’estrat III; 93 a l’estrat IV; 144 a l’estrat V i 1 a l’estrat VI.
A nivell tecnològic, de manera genèrica, es tracta d’un conjunt format majoritàriament per nuclis,
productes de talla, ascles sense retocar i escassos estris retocats (gratadors, microlàmines de dors, peces
esquitllades, etc.). En concret, del global del material, només 65 d’entre les peces descontextualitzades i 19
de les recuperades en excavació constitueixen eines o peces retocades.
L’observació dels artefactes indica una explotació intensiva de la matèria primera: els nuclis estan
en la seua major part exhaurits. A més, hi ha alguns nòduls, amb abundants fissures internes produïdes
en el context de transformació tectònica dels afloraments silicis, dels quals s’ha intentat extreure alguna
ascla o ascleta. Existeixen també diversos nuclis laminars sobre suport d’ascla per a l’extracció de suports
microlítics de dimensions molt reduïdes (Aura et al., 2006).
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C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Fig. 16. Indústria lítica de l’estrat IV de la Casa dels Moliners.
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
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Fig. 17. Indústria lítica de l’estrat V de la Casa dels Moliners.
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C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Fig. 18. Remuntatge lític entre un nucli del quadre
B-1 i una làmina del quadre C-3, a una distància de
més de 2 metres.
El material silici de Casa dels Moliners presenta una pàtina blanca en la seua totalitat, fet que condiciona
des d’un primer moment l’abast de l’estudi traceològic i la metodologia emprada. Cal tenir en compte que
és molt previsible que s’hagen produït alteracions mecàniques. A banda d’això, algunes peces presenten
alteracions tèrmiques produïdes per foc en forma de cúpules i de microfissures en el material.
Donat el context dels materials objecte d’estudi, que sembla indicar que ens trobem davant un lloc de
talla freqüentat en diferents episodis, el principal objectiu és detectar, mitjançant l’anàlisi funcional del
material, l’existència o no d’altres activitats a banda de la talla. En aquest sentit, la presència d’alguns
gratadors, peces esquitllades i mineral de ferro (fig. 20), hipotèticament per a encendre foc, són indicis
d’altres possibles gestos tècnics.
Pel que fa a la metodologia, tot el material ha estat observat a simple vista amb l’objectiu d’identificar zones
d’ús macroscòpiques (osques, desgastos, impactes, etc.). Una vegada localitzades aquestes possibles zones d’ús
s’han realitzat les subsegüents comprovacions amb una lupa binocular model Optech LFZ, amb zoom de 0,7x
a 4,5x per augments de 7 a 45x i s’han pres fotos de les empremtes més destacades amb una càmera Nikon
D7000, acoblada al tub de la lupa, dotat amb lent de 2,5x que permet prendre fotografies de 15x sobre el zoom
seleccionat. Es descarta l’ús del microscopi metal·logràfic per observació a alts augments (de 50x a 200x) donat
l’estat general del material que fa impossible discernir polits d’ús d’un altre tipus d’alteracions superficials. No
obstant això, considerem possible detectar i caracteritzar zones d’ús amb baixos augments, que poden relacionarse amb la morfologia de les peces per distingir, en un primer nivell d’anàlisi, el material utilitzat. Pel que fa al lot
sense context, només s’han seleccionat per a la seua observació amb lupa binocular les eines retocades.
L’observació detallada de les peces procedents de l’excavació arqueològica es va realitzar per estrats.
En termes generals, de les 844 peces analitzades, només es van trobar empremtes d’ús recognoscibles en 16
de les eines (gairebé el 3,2% de la indústria lítica). Queden excloses de l’anàlisi les peces amb retocs que
poden ser d’alteració i les peces, retocades o no i amb alteracions tèrmiques i/o mecàniques, el mal estat de
les quals impedeix un reconeixement dels talls.
A l’estrat I.2, d’un total de 10 peces, en 2 es van trobar indicis de possible ús: diversos fragments medials
de microlàmines amb fractura en pla perpendicular, un dels quals presenta una fractura amb llengüeta múltiple
que sembla indicativa d’un impacte. Podria tractar-se d’un fragment de projectil, però també podria ser un
accident de talla; i una microlàmina amb microosques orientades triangulars, superficials, a la zona distal de la
cara ventral, resultat del processat longitudinal d’alguna matèria dura (fig. 19, peça 1).
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Fig. 19. Peces sotmeses a anàlisi traceològica.
L’estrat II computa un total de 8 peces, entre les quals: una làmina amb retoc marginal en la vora
lateral esquerra i on s’han identificat a la zona medial uns aixecaments inclinats i plans, especialment una
gran osca triangular, amb terminacions en graó, que podrien ser conseqüència d’un treball longitudinal
amb el tall sobre una matèria dura, sent el seu ús més plausible la desarticulació o esquarterament d’un
animal (fig. 19, peça 2); un petit gratador amb atrició moderada i un polit en el front, les característiques
del qual no poden especificar-se millor a causa de la pàtina de la superfície de la peça (fig. 12, peça 4).
La resta del conjunt es compon d’una cresta unipolar de nucli sobre ascla (o colp de burí) i diversos
fragments de talla.
A l’estrat III només 1 de les 70 peces ha donat resultats positius, si bé cal tenir en compte que un nombre
considerable de les mateixes corresponen a un nucli amb els seus fragments i restes de talla (fig. 15). Es
tracta d’una ascla amb la part proximal fracturada per flexió, i extraccions en graó, a la cara dorsal lateral
esquerra. Per la distribució, morfologia i quantitat d’escrostonaments, aquest tall es va utilitzar en acció
transversal sobre matèria dura, segurament emmanegat a l’apèndix del lateral dret, encara que la zona
perduda de la peça impedeix confirmar aquest fet (fig. 14, peça 4).
L’estrat IV presenta una abundant indústria que ascendeix a 93 peces, amb 36 d’elles coordenades.
S’han analitzat amb especial atenció les peces:
- Nº 1: ascla molt alterada, que no sembla tenir empremtes d’ús, resta de talla amb retocs parcials no d’ús.
- Nº 17: gratador fracturat. No sembla haver estat usat (fig. 16, peça 1).
- Nº 23: fragment d’ascla molt alterat.
- Nº 27: ascla sense marques d’ús.
- Nº 28: ascla reflectida sense empremtes d’ús.
- Nº 29: fragment de mineral de ferro sense marques i ascla retocada molt alterada.
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Fig. 20. Nòduls de ferro amb alteracions antròpiques.
- Nº 33: gratador amb lleugera alteració tèrmica (cúpules) i faceta en la part proximal del lateral esquerre;
presenta micro-retoc i lleuger desgast al front, especialment en la part esquerra, que indica un ús no molt
intens (fig. 16, peça 11).
- Nº 37: fragment d’eina retocat; no pot determinar-se un ús.
- Nº 39: fragment de nucli, restes de talla i ascla dessilificada amb retoc indeterminat abrupte.
- Nº 42: ascla gruixuda amb micro-retocs intensos en un dels talls utilitzada probablement com a tascó.
- Nº 43: raspador lleugerament cremat i fracturat, amb osques de impacte en l’aresta dorsal produïdes pel
retoc del front per contraatac sobre una enclusa (fig. 16, peça 16; fig. 19, peça 3). Presenta retoc en les vores
laterals, probablement relacionat amb el condicionament de la peça per al seu emmanegament. El front ha
estat revifat i s’observa un intens desgast a la cara ventral esmussada.
- Nº 44: microlàmina fracturada sense empremtes d’ús recognoscibles.
- Nº 71: microlàmina micro-retocada, de tipologia similar a les trobades a Santa Maira (Aura et al., 2006)
(fig. 16, peça 3). A les microlàmines de dors abatut d’aquest jaciment resulta molt difícil identificar marques
d’ús per l’estat de conservació del material.
La resta del material coordinat es compon de fragments i nuclis, tant d’ascles com de microlàmines,
fragments i restes de talla. Pel que fa al material no coordinat d’aquest estrat, destaquen una ascla retocada,
però el retoc sembla tenir origen accidental, i un fragment d’eina, amb una alteració tan forta que dificulta
la distinció de possibles desgastos en el fil.
L’estrat V conté el conjunt més important de peces, fins 144. D’aquestes, la major part estan coordenades
(al voltant de 80). Les més destacades són:
- Nº 13: ascla laminar amb retocs parcials als quals és difícil atribuir un origen funcional.
- Nº 15: fragment proximal d’ascla amb importants osques a la zona medial del tall, usada segurament com a
falca sobre matèria dura; la possible plataforma apareix destruïda per percussió (fig. 17, peça 8; fig. 19, peça 4).
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- Nº 24: gratador-truncadura amb desgastos al front, especialment en la part esquerra del mateix (fig. 17,
peça 13). No s’han pogut determinar polits.
- Nº 49: ascleta cremada, sense traces d’ús recognoscibles.
- Nº 50: ascla laminar pràcticament desfigurada per foc. Massa alterada per identificar empremtes d’ús.
- Nº 51: nucli de microlàmines sobre ascla.
- Nº 53: peça esquitllada molt alterada (fig. 17, peça 10).
- Nº 56: fragment de colp de burí o aresta de nucli sobre ascla; més probablement el segon, per la
grandària general de la indústria.
- Nº 58: truncadura cremada. No s’identifiquen traces d’ús, però la peça presenta zones molt alterades.
- Nº 66: microlàmina sense retoc, ascleta plana, fragment de làmina i microlàmina cortical; cap presenta
empremtes d’ús.
- Nº 69: micro-ascla sense retoc.
La resta de peces coordenades, com en l’estrat anterior, conté nuclis, exhaurits majoritàriament (excepte
un nòdul brut, sense tempteig), fragments i productes de talla.
Les peces d’aquest estrat no coordenades presenten característiques similars. Només destacaríem
un flanc de cornisa amb retoc parcial, un fragment d’ascleta retocada, 4 ascles i un fragment medial de
microlàmina de forma trapezoïdal. No s’han pogut reconèixer marques d’ús en cap dels talls.
El conjunt de materials descontextualitzats és notable. De les 518 peces, de les quals només es van
seleccionar aquelles amb retoc o que constitueixen eines, al voltant d’una dotzena han donat resultats
positius. Entre les peces sense context, destaca una gran ascla amb retoc denticulat lateral dret. S’observen
alguns desgastos a la zona medial del tall (denticulat), sense que es puga determinar res més sobre el
seu possible ús (fig. 19, peça 11); una ascla amb retoc i amb l’extrem distal i el proximal fracturats i que
possiblement es va fer servir com a un petit cisell; una ascla de quarsita sense retocs ni altres marques
d’ús; un gratador amb fractura proximal per flexió, per bé que el grau d’alteració no permet definir la
presència de desgastos, etc.
Les peces més interessants d’aquest lot són dues ascles subtriangulars. Una d’elles presenta una sèrie
de retocs escamosos a la zona medial del tall distal, que semblen conseqüència d’una utilització com a aixa
emmanegada (fig. 8, peça 22; fig. 19, peça 5 i); l’altra peça, de manera atípica, encara que presenta petites
osques en el tall que semblen d’origen accidental, no es pot determinar un ús concret (fig. 19, peça 6); una
peça esquitllada que podria ser tant un burí doble com un nucli de microlàmines sobre truncadura (fig. 19,
peça 7); una peça esquitllada amb el tall i el front oposat al mateix molt afectats per osques superficials i de
terminació en graó, possiblement a conseqüència d’un ús com a falca sobre matèria dura (fig. 19, peça 8);
una ascla apuntada esquitllada que es va usar possiblement com a falca sobre matèria dura (fig. 19, peça 9);
una ascla d’ús dubtós amb aixecaments en el tall distal (fig. 19, peça 10).
L’observació amb binocular del material lític ha permès la detecció de foraminífers i microorganismes
en alguna de les peces i que poden ajudar a conèixer la procedència de la matèria primera.
En el jaciment es van recuperar diversos fragments de mineral de ferro (6 nòduls en total: 1 a
l’estrat III, 2 a l’estrat IV i 4 a l’estrat V) (fig. 20). Els més interessants són els recollits en l’estrat
V. L’ús del mineral de ferro per a l’encesa de foc produeix una sèrie de marques relacionades amb
l’impacte i raspat de les superfícies per produir espurnes, principalment ascles, petites extraccions i
zones amb polits lineals. El fragment més gran presenta àrees de la seua superfície amb un llustre i
un asclat irregular en alguna de les arestes. No obstant això, aquest tipus de marques també poden
produir-se per causes alienes a l’ús i que tenen a veure amb els processos de deposició (llustre de sòl,
impactes produïts per rodament, etc.).
Menys dubtes ofereixen les marques que es documenten en els fragments més petits (fig. 20, peces 1 i
2) que presenten una cara força plana, amb desgastos i polits importants. Un altre dels fragments presenta
també, en una de les cares, uns polits i trets lineals clarament originats per un impacte intencionat amb
una altra pedra sobre la superfície plana que pot estar relacionat amb la producció de foc per percussió
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C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Fig. 21. Posició de la indústria lítica (asterisc=nuclis; quadrat=productes de talla; cercle=peces retocades; línia=remuntatge)
i de concentracions de carbó (:::) per estrat i en la quadrícula intervinguda.
de mineral de ferro i sílex (fig. 20, peces 3, 4 i 5, la darrera amb un augment de 18x). Encara que el seu
semblant mòdul podria suggerir una selecció prèvia per grandària, també cal tenir en compte que aquest
tipus de nòduls de ferro-manganès són sempre d’escàs diàmetre.
En general, després de l’anàlisi funcional del material es pot afirmar que l’activitat més representada en la
mostra estudiada és la talla de suports lítics. Hi ha poques eines amb marques d’ús, identificades sobretot en
els gratadors, en les peces esquitllades i en alguna ascla. En el primer cas, en els gratadors s’observa un revifat
intens dels talls. Les eines han estat abandonades quan ja no eren aprofitables; es documenten indicis de retoc
de preparació per al seu emmanegament; no hi ha constància d’accions de processament intens de pells, sinó
únicament de manteniment; les peces esquitllades han estat emprades com a falques o com a cisells sobre matèria
dura (banya, os o fusta). Aquest treball pot estar relacionat també amb el manteniment de l’utillatge de caça.
Les làmines de vora abatuda no presenten empremtes d’ús, fet habitual ja que aquest tipus pot formar part
de projectils o ganivets compostos i l’acció sobre matèria tova (carn) no produeix més que excepcionalment
marques d’ús macroscòpiques. D’altra banda, hi ha en el conjunt un nombre important de fragments proximals
de peces fracturades durant la talla i nuclis, sent molt escassos els productes retocats i els fragments distals dels
suports extrets que s’han utilitzat per a la fabricació d’aquests estris i que han estat traslladats a un altre lloc.
2.2. Recursos biòtics
Les troballes de matèria orgànica al jaciment es redueixen en aquesta primera fase d’estudis previs, com vam
dir, gairebé exclusivament a carbons. No s’han trobat restes contextualitzats d’os per l’alt nivell de pH del
sòl. Molt secundàriament, s’han pogut recollir superficialment dos fragments dentals d’ovicaprí i un altre
d’esquelet postcranial de mesofauna que, pel seu aspecte “fresc”, molt probablement no es corresponguen
amb el campament paleolític.
Antracologia
Al jaciment de Casa dels Moliners s’ha analitzat el carbó procedent dels estrats V, IV i III. Aquests estrats
s’adscriuen cronològicament a un Gravetià indeterminat fins que noves datacions radiocarbòniques permeten
precisar l’existència d’una seqüència més detallada. Es tracta de carbons dispersos, ja que no s’ha localitzat
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carbó procedent de cap estructura in situ. Per tant, estem davant restes de combustió disseminades a partir de
focs o llars encara no localitzades i que ens ofereixen informació sobre la llenya utilitzada en una o diverses
aportacions de combustible i que permetran inferir la presència d’algunes espècies llenyoses de la rodalia.
El carbó té una mida bastant gran (>2 mm) i no s’han observat alteracions importants que afecten
l’anatomia (teixits encegats, vitrificació, etc.). Els fragments estan poc rodats, el que ha permès la
identificació botànica de gran part dels mateixos, és a dir, de quina espècie procedeix la fusta emprada
per al foc (únicament alguns carbons més petits han quedat identificats en el rang de gènere o han resultat
indeterminables). Això és possible gràcies al fet que la fusta de cada espècie llenyosa té unes característiques
anatòmiques pròpies que poden ser observades a través d’un microscopi de llum reflectida i comparades amb
una col·lecció de referència de fustes actuals i la bibliografia especialitzada en anatomia vegetal (Greguss,
1955 i 1959; Jacquiot, 1955; Jacquiot, Trenard i Dirol, 1973; Schweingruber, 1990, entre d’altres).
Flora identificada i la seua significació ecològica
A la Casa dels Moliners s’ha analitzat un total de 71 fragments de carbó procedents de tres estrats.
Malauradament, el protocol de recollida de mostres s’hagué d’interrompre precipitadament i això limita
la representativitat del conjunt: la quantitat de carbó resulta insuficient per aproximar-nos als percentatges
de les espècies i inferir les seues proporcions en el paisatge, de forma que les dades seran tractades només
com a presència-absència.
S’han identificat els següents tàxons vegetals: Pinus nigra-sylvestris (pi negre i/o roig), Pinus sp., bràctea
de pinya, Quercus caducifoli (roure, gal·ler valencià), Quercus sp., escorça, i indeterminable (taula 5).
Hi ha una certa pobresa taxonòmica ja que únicament s’han identificat amb seguretat dues espècies
llenyoses (Pinus nigra-sylvestris i Quercus caducifoli). La resta tenen altes probabilitats de pertànyer a
alguna d’aquestes però no s’han pogut especificar per problemes generalment de mida. L’absència d’altres
llenyoses no implica en absolut que no existissin en el paisatge, sinó que l’escàs nombre de fragments
recuperat ha impedit obtenir un elenc d’espècies més ampli.
Aquestes dues espècies es troben repartides de forma desigual en les mostres analitzades: en els estrats
III i V només s’ha identificat fusta de pi, mentre que en l’estrat IV estan presents en proporció similar tant
el pi com el Quercus caducifoli.
No obstant això, pensem que aquestes diferències en la composició taxonòmica de les mostres poden
ser tafonòmiques, és a dir, respondre a l’efecte de diversos buidats dels carbons de les llars o estructures
de combustió que haurien provocat una repartició heterogènia de les espècies utilitzades, més que a canvis
reals en la presència d’espècies en l’entorn, ja que no tenim arguments, ni ecològics ni cronològics, per
proposar la segona hipòtesi.
A més, el nombre de carbons recuperat i analitzat és molt baix per extraure conclusions mediambientals
sòlides. Per això, amb un nombre més gran de restes probablement hauríem incrementat els tàxons llenyosos
presents; però, la presència dels pins i gal·lers al carbó de Casa dels Moliners ofereix una interessant
Taula 5. Tàxons identificats en els estrats V, IV i III.
Tàxons
Estrat V
Estrat IV
Estrat III
Bràctea de pinya
Pinus nigra/sylvestris
Pinus sp.
Quercus caducifoli
Indeterminable
1
11
1
2
10
1
13
-
27
1
2
Total
15
24
30
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C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
informació ecològica, ja que ens indica indubtablement la presència d’aquestes espècies a l’entorn de
captació de llenya del jaciment i de la seua relativa abundància, ja que la recollida devia ser oportunista, és
a dir, aprofitant els recursos llenyosos d’acord amb la seua major o menor disponibilitat.
La presència d’aquests tàxons en cronologies tardiglacials i anteriors està testificada també al jaciment
de Santa Maira (Castell de Castells). Els Quercus, tant perennifolis com caducifolis, constitueixen l’element
més ubic de la vegetació en aquest jaciment, estant presents al llarg d’una dilatada seqüència tardiglacial
i holocena (Badal i Carrión, 2001; Aura et al., 2005 i 2006; Carrión, coord., 2012). Els pins de muntanya
es documenten fonamentalment en els nivells solutrians del jaciment, sent la seua presència anecdòtica
en la resta de la seqüència. Per als nivells del Magdalenià a Santa Maira destaca la presència massiva de
ginebres i/o savines (Juniperus sp.), que constituirien la vegetació pionera típica associada a moments del
tardiglacial. Altres tàxons llenyosos estarien presents en el paisatge tot i que en percentatges molt més
modestos, entre ells, freixes, salzes, pollancres, aurons, etc.
Fent una comparativa entre els dos jaciments, i tenint sempre ben present la seua diacronia, a la Casa dels
Moliners és palesa la presència de vegetació freda de l’últim cicle glacial. En aquest sentit, resulten també
reveladores les dades antracològiques del jaciment del Tossal de la Roca, a la Vall d’Alcalà (Uzquiano, 1990),
on s’aprecia una presència important de pins de muntanya durant tota la seqüència del Magdalenià, pervivència
de la vegetació més freda, encara que en algun moment sembla conviure amb Quercus. L’absència a Casa dels
Moliners de ginebres o de les altres llenyoses identificades a Santa Maira o al Tossal de la Roca pot revestir així
un sentit cronològic i ecològic, però cal una major mostra per tal de poder verificar-ho fefaentment.
En tot cas, la peculiar orografia de la zona on es troba la Casa dels Moliners propicia una dualitat en les
formacions vegetals, amb els barrancs que discorren encaixats i que canalitzen condicions més tèrmiques i un
major desenvolupament edàfic, i les serres que els emmarquen, on hi ha runars pedregosos i solanes als quals ha
d’adaptar-se una vegetació menys exigent. Aquests condicionants orogràfics es van proposar com un factor clau
en la distribució de la vegetació identificada a les coves de Santa Maira (Badal i Carrión, 2001; Carrión, 2005).
En conclusió, cal un estudi més ampli, amb més volum de material, per poder integrar els resultats de
forma sòlida en una seqüència regional més àmplia. L’estudi dels carbons i fustes recuperats en la Casa dels
Moliners ha mostrat la viabilitat d’aquest mètode per conèixer les espècies llenyoses que van ser explotades en
un moment concret del passat. L’ús de les espècies identificades ens informa de la seua presència en l’entorn
del jaciment, i ens ajuda a valorar la composició de la vegetació en el moment cronològic tractat.
3. DATACIÓ RADIOCARBÒNICA
Gràcies al projecte HAR2013-46861-R del Ministeri de Ciència i Innovació i a J.E. Aura Tortosa s’ha
pogut dur a terme una datació radiocarbònica sobre un carbó de Pinus nigra-sylvestris recuperat en
l’estrat IV (Beta-438707: CM-01). El resultat (datació convencional 23 780±110; datació Cal BC 26
030 a 25 750 [Cal BP 27 980 a 27 700]), com ja hem dit adés, no és discordant amb la indústria lítica
localitzada ni amb les poques dades del registre antracològic. Aquesta datació absoluta és molt escaient
en el context de la mitja muntanya valenciana, però és massa prompte per extraure conclusions sobre la
seua validesa i simultaneïtat amb les ocupacions humanes de la Casa dels Moliners.
4. CONTEXT DE LA CASA DELS MOLINERS
L’entorn arqueològic de la Casa dels Moliners presenta una gran riquesa tant pel que fa a la diversitat de
cronologies com a la tipologia de jaciments. Ací ens limitarem a esmentar molt sumàriament i de manera
no sistemàtica altres jaciments a l’aire lliure o pròxims amb cronologies del Paleolític superior inicial com
és el cas de l’Aurinyacià documentat a les Ronxes (Planes, el Comtat) (Faus, 1988, 1997 i 2015). En la
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mateixa comarca, cal destacar la cova Beneito (Muro), amb materials de l’Aurinyacià evolucionat (Cortell
i Iturbe, 1992) i del Gravetià, assignats al nivell IV (Doménech, 2001). En direcció al litoral, poden citarse la cova Foradada (Xàbia), amb materials genèrics de l’Aurinyacià o de l’inici del Paleolític superior
(Casabó, 1999 i 2001), i la cova de les Cendres (Teulada-Moraira), amb estrats gravetians i més antics
(Villaverde i Roman, 2004; Villaverde et al., 2007-2008). A la comarca de la Safor excel·leixen la cova de
les Malladetes (Barx), emplaçada en el massís del Mondúver. A la cala est apareixen nivells aurinyacians
(XI, XIV) i gravetians (VIII-X) (Fortea i Jordá, 1975-76; Peña, 2013), amb datacions absolutes i estudis
climàtics (Dupré, 1988), i la cova del Parpalló, amb materials a partir del Gravetià (Pericot, 1942; Fullola,
1979). La cova del Barranc Blanc (Ròtova), també presenta nivells gravetians (Fullola, 1979).
En síntesi, per al Gravetià es parla d’una primera diferenciació de caràcter regional en la façana
mediterrània ibèrica i amb escassa variabilitat industrial (Villaverde i Roman, 2012). Amb aquest breu
recorregut, que no exhaureix evidentment totes les dades cronoculturals, només hem volgut manifestar
les grans potencialitats d’un campament a l’aire lliure com el de la Casa dels Moliners en un context
ocupacional, grosso modo, entre 29 000 i 21 000 BP.
5. CONCLUSIONS
Aquest estudi arqueològic preliminar, amb totes les limitacions que imposa haver interromput el treball de
camp en contra del mandat tècnic i dels diversos informes i requeriments emesos pel seu director Gabriel
Segura Herrero a les autoritats competents, no pot ser concloent pel que fa a l’establiment amb garanties
de la seqüència estratigràfica i de la cronologia de l’assentament. Comptat i debatut, aquesta qüestió és
fonamental per entendre la provisionalitat d’aquestes conclusions.
Encara que la datació radiocarbònica (26 030 a 25 750 Cal BC) és concordant amb les característiques
de la indústria lítica i amb el perfil ecològic del registre antracològic, volem manifestar la nostra prudència
a l’hora d’adscriure el jaciment a un tecnocomplex comprés entre l’Aurinyacià i el Gravetià. L’escassedat
de datacions anàlogues en l’entorn també ens fa prendre-la amb cautela.
La disposició estratigràfica dels estrats del sostre de la seqüència (estrats I, II i III), afectats per
remocions de sediments des d’època medieval i moderna, impedeix una categorització adient d’aquestes
fases. El nivell intermedi de clastos amb abundant matriu fina vermellosa, que inclou concentracions
d’indústria lítica (estrats IV i V), pot ser compatible amb un campament a l’aire lliure, en un medi
de baixa energia i on l’acumulació de clastos es deu a la fragmentació per processos associats al fred
dels afloraments calcaris situats en el vessant unes desenes de metres per sobre del jaciment i que són
arrossegats juntament amb les argiles per rierades difuses de curt recorregut. L’estrat VI no ha pogut ser
documentat convenientment.
Tot apunta a la presència d’un campament multicomponent, és a dir, on apareix més d’una fase d’ocupació
en una extensió aproximada de 1.000 m², calculada orientativament a partir d’inferències geològiques.
Diverses concepcions apriorístiques sobre la naturalesa d’aquest gènere de dipòsits de vessant, o
simplement a l’aire lliure, en l’entorn mediterrani ibèric llasten una correcta comprensió del fenomen
poblacional de mitja muntanya. La identificació arqueològica del jaciment plistocè de la Casa dels
Moliners pot ajudar a introduir profundes matisacions que afecten l’estructura teòrica fins ara vigent. La
visió restringida dels jaciments en superfície no només provenia de l’absència d’interès científic. Fet i fet,
aquest prejudici està en la base del motius de la interrupció sine die de les nostres recerques, a banda d’un
sobrecost necessari que ningú no estigué disposat a assumir.
A causa de la seua naturalesa ben contrastada amb els dipòsits càrstics, a la Casa dels Moliners
s’adverteix una major dispersió dels materials, processos postdeposicionals i dificultats en la conservació
de la matèria orgànica, però també d’unes complexes condicions de visibilitat i, sobretot, de la inexistència
de programes de prospecció en obra pública que incorporen adientment un corpus de jaciments “tipus”
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C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
d’aquestes característiques. L’elevat cost econòmic i de temps d’una intervenció de salvament d’aquesta
naturalesa han acabat de condemnar a l’oblit jaciments en vessant afectats per l’obertura de carreteres,
eixample de barrancs, establiment de preses, etc. Amb tot, no es pot passar per alt els treballs previs de
localització de jaciments en superfície a les comarques centrals valencianes. Molts d’ells provenen de
projectes de prospecció sistemàtica, mentre que la majoria són troballes casuals i els menys han estat
documentats més enllà de simples recollides superficials (les Ronxes a Planes, l’Alt de la Capella a
Benifallim, Penella a Cocentaina, etc.).
El coneixement deficient del poblament prehistòric a l’aire lliure, clarament endarrerit respecte a
l’establiment de les seqüències tecnoculturals clàssiques en cova o abric, ha motivat un gir recent en la
investigació. Les prospeccions de recursos lítics promoguts pel projecte d’excavació del Tossal de la Roca
(Vall d’Alcalà) (Cacho, 1990), han millorat el coneixement de l’oferta de matèries primeres per a la zona.
La recent tesi doctoral de F.J. Molina (2016) insisteix en aquest sentit.
Però és justament la manca de sistematitzacions allò que genera visions esbiaixades del registre. Així,
la Casa dels Moliners es va considerar en primera instància un taller de talla lítica, directament associat a
un aflorament silici, però res més lluny de la realitat, ja que s’ha pogut demostrar que en el jaciment no es
dóna cap de les fases pròpies d’una cadena operativa lítica sobre aflorament, on haurien d’abundar peces
de decorticat de nucli i escasses eines retocades, ni, el més important, tampoc no s’ha trobat cap indici de
l’existència d’un aflorament silici en la rodalia.
De moment, tot i que preliminarment, s’ha pogut trobar un ampli espectre d’eines lítiques que implica
probablement l’establiment d’un grup humà complex que desenvolupa múltiples activitats (caça, escorxat,
adob de pells, treball de la banya, fabricació d’encenedors, etc.).
La presència de carbó (de moment l’única matèria orgànica localitzada en el seu context estratigràfic)
ofereix unes possibilitats excepcionals per a una adequada reconstrucció paleoambiental, però també indica
que les activitats de manteniment i d’hàbitat estarien segurament organitzades espacialment al voltant de
llars, estructures de combustió i, tot això, en relació amb cabanes, parapets o un altre tipus de construcció
més o menys temporal. La fusta explotada en aquest jaciment procedeix bàsicament de dues espècies: pins
de muntanya i roure (gal·ler valencià). La presència d’aquestes espécies entre el carbó permet inferir la
seua existència a l’entorn del jaciment, és a dir, dins del seu radi de captació de llenya. Donades aquestes
limitacions, a l’hora de fer qualsevol interpretació ecològica de les dades obtingudes resulta necessari
comparar-les amb les seqüències contemporànies existents per a la zona d’estudi.
La riquesa i la diversitat de l’oferta litològica representada (sílex d’almenys quatre o sis procedències,
possible calcedònia i quarsita al·lòctona) ens indica que les matèries primeres es desplacen amb al grup,
fet lògic en un campament de caçadors-recol·lectors nòmades però que no es correspon amb un taller lític.
Les dades aportades per les anàlisis traceològiques semblen indicar una ocupació puntual del jaciment,
en el qual l’activitat fonamental és la talla, encara que s’abandonen algunes eines pertanyents a accions de
manteniment del material relacionat amb l’equipament de caça i de processat animal.
Aquestes conclusions s’han de considerar necessàriament preliminars ja que la mostra no contempla
més que una part mínima de l’assentament. Tot plegat, seria altament recomanable la realització d’una
excavació en extensió de la totalitat del jaciment per descartar que puga tractar-se d’una ocupació més
permanent. D’altra banda, si es confirmés la caracterització del campament com a alt de cacera, considerem
de gran interès el seu estudi en extensió ja que s’han documentat pocs casos que testimonien aquest tipus
de comportament en els grups de caçadors-recol·lectors de la prehistòria mediterrània, i menys de l’inici
del Paleolític superior.
Aquesta publicació de la Casa dels Moliners no exhaureix totes les possibilitats del jaciment, sinó que
només tracta de notificar la presència d’un jaciment que haurà de ser investigat en el futur.
APL XXXI, 2016
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 61-85
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Juan José GORDÓN BAEZA a
Procesado y consumo humano de los lepóridos
en el Solutrense de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, Alicante)
RESUMEN: El presente artículo expone los datos obtenidos tras el estudio arqueozoológico y tafonómico
realizado sobre un conjunto de fauna perteneciente al nivel XIII de la Cova de les Cendres, datado entre
20220-23135 cal BP y adscrito al Solutrense evolucionado II. A partir del análisis y descripción de las
fracturas, mordeduras, marcas líticas, alteraciones digestivas y termoalteraciones observadas, se caracterizan
las estrategias perseguidas en el procesado y el consumo de los lepóridos. Finalmente, se señalan las
similitudes y diferencias en el procesado de estas presas con respecto a las fases previas (Gravetiense) y
posteriores (Magdaleniense) de este mismo yacimiento.
PALABRAS CLAVE: Arqueozoología, tafonomía, procesado, marcas de corte, fracturas, digestión, fuego,
lepóridos, Solutrense, Cova de les Cendres.
Human processing and consumption of leporids
in the Solutrean at Cendres’s Cave (Teulada-Moraira, Alicante)
ABSTRACT: The present article provides data obtained from the archaeozoological and taphonomic
study of a set of fauna originated at level XIII of Cendres’s Cave, dated from 20220 to 23135 cal BP and
assigned to the Evolved II Solutrean. From the analysis and description of the observed fractures, bites, lytic
marks, digestive and thermal alterations, we will typify the strategies used on the feeding processing and
consumption of leporids. Finally, it is indicated the similarities and differences during the process of these
preys in relation to previous (Gravettian) and following (Magdalenian) phases develop on this site.
KEYWORDS: Archaeozoology, taphonomy, processing, cut marks, fractures, digestion, fire, leporids,
Solutrean, Cendres’s Cave.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
juan.gordon.baeza@gmail.com
Recibido: 25/04/2016. Aceptado: 28/06/2016.
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J. J. Gordón Baeza
1. INTRODUCCIÓN
Durante el Paleolítico superior y Epipaleolítico las pequeñas presas y, en especial, los lepóridos desempeñaron
un importante papel dentro de los grupos cazadores-recolectores de la fachada mediterránea, tal y como lo
demuestran los estudios realizados (Aura y Pérez Ripoll, 1992; Aura et al., 2002; Pérez Ripoll y Martínez
Valle, 2001; Pérez Ripoll y Villaverde, 2015; Villaverde et al., 1996, 2010).
Las estrategias de caza de los grupos humanos y sus modelos de ocupación del territorio se transformaron.
Dejaron atrás la caza diversificada para centrarse fundamentalmente en dos taxones: la cabra y el ciervo,
lo cual exigía el control del hábitat de estos dos herbívoros. Como consecuencia, redujeron notablemente
su movilidad, lo que repercutió en la revalorización de los recursos estáticos, muy abundantes y con una
tasa de reproducción elevada, como los lepóridos (Pérez Ripoll, 2002, 2005; Pérez Ripoll y Martínez Valle,
2001; Villaverde et al., 2007).
Un buen ejemplo de la importancia de estas pequeñas presas lo constituye la Cova de les Cendres (fig. 1).
Se trata de una cavidad situada en Alicante, a unos 50 m.s.n.m, dentro de una vertiente escarpada hacia el Este.
La cueva se articula en dos espacios. La parte exterior cuenta con una elevada bóveda de gran amplitud y bien
iluminada, con grandes bloques de piedra desprendidos de la visera. El descenso de esta bóveda por su lado
Oeste da acceso a una segunda sala de unos 600 m2 donde se encuentra la superficie de excavación.
Este yacimiento posee una de las secuencias más completas de las fases avanzadas del Pleistoceno
superior del Mediterráneo peninsular, con niveles estratigráficos pertenecientes al Magdaleniense, al
Solutrense y al Gravetiense, sin que se haya alcanzado todavía la base. Hasta la actualidad se han registrado
ocho niveles adscritos a la secuencia del Paleolítico superior (Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010,
2012; Villaverde y Román, 2013).
El área de excavación se encuentra dividida en dos sectores (A y B), además del sondeo, conformando
una superficie total de 20,5 m2. El sector B consta de los cuadros A, B, C y D - 18, 19, 20 y 21, y presenta
niveles del Gravetiense, del Solutrense y del Magdaleniense.
Los trabajos arqueozoológicos desarrollados en la Cova de les Cendres se han centrado fundamentalmente
en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005; Villaverde et al., 2007, 2010; Villaverde y Román,
2013) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999, 2000; Villaverde et al., 1999, 2010, 2012;
Pérez Ripoll, 2002; Real, 2012, 2013). En cambio, son escasos los datos que disponemos para el Solutrense
(Villaverde et al., 1999, 2010).
El presente trabajo pretende ampliar la información que se dispone de esta parte de la secuencia, en
concreto, lo que atañe a las estrategias adoptadas en el procesado y consumo de lepóridos. Para ello se
ha realizado un estudio arqueozoológico y tafonómico de los conjuntos. Aunque la muestra analizada se
Fig. 1. Localización del yacimiento
de la Cova de les Cendres (TeuladaMoraira, Alicante).
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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corresponde con una sola capa arqueológica de un metro cuadrado de superficie, la densidad de material
óseo en esta secuencia del yacimiento es tan elevada que ha permitido contar con una buena representación
de fauna, formada por 2.905 restos.
2. METODOLOGÍA
El conjunto de fauna estudiado procede del sector B, cuadro C20, nivel XIII, capa 11. Este nivel pertenece
a la secuencia del Solutrense evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, que cuenta con una potencia total
aproximada de unos 30 cm.
La recogida de los restos ha sido sistemática ya que los sedimentos fueron flotados y tamizados, lo
cual ha permitido contar con una amplia representación de elementos pequeños como dientes, falanges y
metacarpos. El estado de conservación del material es en general bueno, sin concreciones calcáreas, por lo
que el tratamiento se ha limitado a una limpieza superficial con agua.
En primer lugar, se ha procedido a la clasificación anatómica de los huesos en base a criterios de
anatomía comparada a partir de la consulta de diversos atlas y bibliografía especializada (Schmid, 1972;
Barone, 1976; López Martínez, 1989; Lyman, 1994; Callou, 1997; Hillson, 1999, 2005; France, 2008) y de
la colección de referencia del Gabinet de Fauna Quaternària del Museu de Prehistòria de València.
Para conocer la estructura de edad se han seguido los patrones de osificación sintetizados por Sanchis
(2012) a partir de los datos recopilados por Gardeisen y Valenzuela (2004). Se ha calculado el NR (Número
de Restos), el NISP (Número de Restos Identificados), el NMI (Número Mínimo de Individuos) matizado
en caso de huesos no completos por la categoría de su morfotipo correspondiente, y el NME (Número
Mínimo de Elementos) (Lyman, 1994, 2008). El porcentaje de representación (%R) de cada elemento
anatómico se ha establecido a partir de Dodson y Wexlar (1979).
Los índices de fragmentación del conjunto se han obtenido a partir de la proporción entre el NME y el
NR, tanto a nivel general como por elementos esqueléticos. Se han clasificado los restos óseos por categorías
en morfotipos. También se han caracterizado sus roturas distinguiendo entre fracturas producidas en fresco
de manera intencionada y roturas en seco o fragmentación postdeposicional no intencionada, siguiendo la
terminología propuesta por Morales et al. (2008) y los trabajos de Villa y Mahieu (1991) y Sanchis (2012).
Por lo que atañe a las marcas antrópicas, se han analizado las producidas por mordeduras siguiendo los
criterios de Cochard (2004), Pérez Ripoll (2005) y Sanchis et al. (2011). Se ha anotado el tipo de marca, su
origen, la localización en el elemento esquelético, su morfología, intensidad, cantidad y sus dimensiones.
La manipulación de las presas por parte de los grupos humanos para su aprovechamiento ha producido,
además de una amplia gama de mordeduras, marcas de corte como consecuencia del empleo de instrumental
lítico. Se ha considerado la tipología de las marcas, su frecuencia, disposición, morfología, localización
anatómica y grado de intensidad de acuerdo a estudios anteriores de lagomorfos (por ejemplo, Pérez Ripoll,
1992, 1993, 2001, 2005; Sanchis, 2010, 2012; Sanchis et al., 2011).
En este conjunto de lepóridos se diferencian dos tipos fundamentales de marcas líticas: las incisiones y los
raspados, y se ha tenido en cuenta su localización en cada hueso, así como su orientación de cara a inferir posibles
fases del procesado carnicero: pelado, desarticulación y descarnado. Para la interpretación y valoración de las
marcas se han consultado diversos trabajos de experimentación (Lloveras et al., 2009a, 2011; Sanchis, 2012).
Por otro lado, para el estudio de los restos afectados por el fuego se han consultado los trabajos de
Nicholson (1993), Fernández-Jalvo y Perales (1990) y Stiner et al. (1995). Se han registrado categorías
según los niveles de coloración, su localización y el grado de afectación sobre la superficie; también los
casos en que el fuego ha producido daños o incluso pérdidas en las estructuras óseas.
Por último, algunos huesos de lepóridos están afectados por los ácidos segregados durante la
digestión, produciendo porosidad o pitting sobre la superficie ósea, pulido, adelgazamiento de los
bordes de fractura o incluso pérdidas óseas. Se ha registrado y caracterizado esta alteración siguiendo
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J. J. Gordón Baeza
a Andrews (1990), Guillem y Martínez Valle (1991), Martínez Valle (1996), Lloveras (2011), Sanchis
(1999, 2000, 2001, 2012), Sanchis y Pascual (2011), Yravedra (2004, 2006), Lloveras et al. (2008a,
2008b, 2009b) y Lloveras y Nadal (2015).
En el examen y análisis de estas alteraciones se ha empleado una lupa binocular modelo Nikon SMZ-10A
(entre 10 y 50 aumentos). Las imágenes generales han sido tomadas con una cámara réflex digital Nikon a
través de una lente macro. Finalmente, las fotografías de detalle han sido capturadas con la lupa binocular
Leica M165 C mediante el software Leica Application Suit que permite alcanzar hasta 120 aumentos.
3. RESULTADOS
El conjunto de fauna del cuadro C20 está formado por 2.905 restos, de los cuales 2.329 corresponden
a lepóridos, es decir, representan el 80,2% de toda la muestra. Dentro de esta categoría se han podido
determinar anatómicamente 1.966 elementos (84,4%). El resto, debido a la elevada tasa de fragmentación,
ha sido agrupado bajo la categoría de Indeterminados anatómicamente.
El NMI lo ha proporcionado la hemimandíbula izquierda con un total de 28 ejemplares. Un valor muy
próximo a este lo aporta también el tercer premolar inferior izquierdo (P3), con 26 especímenes.
Los elementos con mayor índice de representación en la muestra –%R– son la hemimandíbula (96,4%),
la ulna (67,8%) y el astrágalo (66,1%). Resulta llamativa la amplia representación del resto de los elementos
craneales (maxilares 64,3% y dentición 40,8%).
La relación entre el NME y el NR en la muestra estudiada es del 0,34. Los huesos largos anteriores
(húmero: 0,35; radio: 0,39; ulna: 0,52) están menos fragmentados que los posteriores (fémur: 0,17; tibia:
0,20). El conjunto aparece muy fragmentado (85,8%), con diferentes valores según los elementos. Afecta
a los cinco huesos largos principales, de manera que no encontramos ninguno completo. Lo mismo sucede
en los elementos craneales y en las dos cinturas.
Por tanto, sólo encontramos huesos completos en cuatro categorías: esqueleto axial, huesos del tarso,
metapodios y falanges (fig. 2). Encabezan esta clasificación las falanges (86,2%) y los metacarpos (86,1%).
Le siguen los huesos del tarso (75,5%) –sobre todo calcáneos y centrotarsales–, los metatarsos (35,5%)
y, por último, las vértebras y costillas (10,9%). Por lo que atañe al esqueleto axial, sólo 3 costillas están
completas, así como 3 vértebras cervicales y 7 lumbares.
Fig. 2. Porcentajes de elementos completos.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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Atendiendo a rangos de tamaño, predominan los elementos con una longitud de entre 10-20 mm (46,2%),
seguidos de restos de huesos de muy reducidas dimensiones, con un tamaño inferior a los 10 mm (24,2%).
Muy pocos alcanzan los 30-40 mm (7,2%) y sólo 60 huesos superan los 40 mm (4%), fundamentalmente
diáfisis de tibia; de hecho, dos de ellas han aportado unas dimensiones de 78 y 79,3 mm y constituyen los
restos más grandes. La longitud media del conjunto es de 17,4 mm.
3.1. Clasificación por morfotipos
En las hemimandíbulas se observa el predominio de tres morfotipos. Abundan los fragmentos de ramus
(34,6%) y de diastema (32,1%). También destacan las porciones centrales con cavidad alveolar donde se
inserta la serie molar (16,7%). En cambio, sólo dos hemimandíbulas (2,6%) conservan parte del diastema
y del ramus con la serie molar completa (tabla 1).
En la escápula dominan las partes articulares con fragmentos de cuerpo (18,7%), así como las porciones
de cuerpo (23,4%) y sus bordes (37,5%). Sólo tres escápulas presentan en su epífisis la cavidad glenoidea
completa (4,7%). En los coxales existe cierto equilibrio entre las partes proximales (ilion) y distales
(isquion). Tres elementos conservan el acetábulo aislado (10,3%), mientras que ocho cinturas (27,6%)
mantienen parcialmente el ramus del isquion junto al acetábulo y el ilion, aunque con la cresta incompleta.
La mayoría de metacarpos aparecen completos (fig. 3); en cambio, son abundantes las mitades proximales
de metatarsos. Por otro lado, 6 diáfisis carecen de partes articulares y 9 de mitades distales. Predominan, por
tanto, las mitades proximales, si bien también hay extremos distales y diáfisis aisladas (tabla 2).
Tabla 1. Categorías de fragmentación de las hemimandíbulas y las cinturas según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
NR
%
Hemimandíbula
Completa
Frag. Diastema+serie molar+frag. Ramus
Diastema
Frag. Diastema
Porción anterior con serie molar
Porción central con serie molar
Porción posterior con serie molar
Fragmento de ramus
0
2
1
25
13
9
1
27
0
2,56
1,28
32,05
16,66
11,53
1,28
34,61
Escápula
Completa
Parte articular completa
Parte articular fragmentada
Parte articular + fragmento cuerpo
Frag. parte articular + frag. cuerpo
Fragmento de cuerpo
Borde de cuerpo
0
3
4
12
6
15
24
0
4,68
6,25
18,75
9,37
23,43
37,50
Coxal
Completo
Ilion
Ilion + acetábulo
Acetábulo
Frag. de Ilion + acetábulo + isquion
Isquion
0
9
1
3
8
8
0
31,03
3,44
10,34
27,58
27,58
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 3. Fracturas sobre los metatarsos (arriba). Los metacarpos se conservan mayoritariamente completos (abajo).
Tabla 2. Categorías de fragmentación de los metapodios, los huesos del tarso, las extremidades y los elementos
axiales según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
Metacarpo 2
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 3
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 4
Completo
Mitad proximal
Metarcarpo 5
Completo
Metacarpo indet. Mitad distal
Diáfisis
Falange 1
Completa
Parte proximal
Parte distal
Falange 2
Completa
Parte proximal
Diáfisis
Parte distal
Falange 3
Completa
Parte distal
Astrágalo
Completo
Mitad proximal
Mitad distal
Calcáneo
Completo
Mitad proximal
Fragmento medio
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NR
%
9
2
6
2
7
1
2
9
6
50
5
10
44
4
1
3
35
1
26
9
1
13
2
2
81,81
18,19
75
25
87,5
12,5
100
60
40
76,92
7,69
15,38
84,61
7,69
1,92
5,76
97,22
2,78
72,22
25
2,77
76,47
11,76
11,76
Fragmentación
Huesos del tarso Completo
Fragmento
Metatarso 2
Completo
Mitad proximal
Metatarso 3
Completo
Mitad proximal
Metatarso 4
Completo
Mitad proximal
Metartaso 5
Completo
Mitad proximal
V. cervical
Completa
Fragmento cuerpo
V. torácica
Completa
Fragmento cuerpo
V. lumbar
Completa
Fragmento cuerpo
Apófisis
Completa
Costillas
Parte articular
Fragmento cuerpo
NR
%
14
4
2
4
4
8
4
9
8
10
3
4
0
3
7
30
30
3
30
186
77,77
22,23
33,33
66,66
33,33
66,67
30,76
69,23
44,44
55,55
42,85
57,15
0
100
10,44
44,77
44,77
1,36
13,69
84,93
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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Entre los fragmentos de astrágalos prevalecen las mitades proximales (25%), mientras que en el calcáneo
y en los dos huesos del tarso restantes existe una amplia variabilidad.
Las falanges constituyen la categoría de huesos completos más numerosa con más mitades distales
fragmentadas (14) que proximales (9). Dentro del esqueleto axial, son escasas las vértebras que conservan
sus apófisis completas. Por último, pocas costillas preservan la parte articular (13,7%), de manera que
predominan los fragmentos de cuerpo (84,9%).
En el húmero y en los dos huesos largos del miembro posterior raramente las partes articulares
permanecen unidas a las diáfisis (tabla 3). Aparecen de manera sistemática fracturas sobre los extremos de
las diáfisis dando lugar a un gran número de cilindros. Mientras que en húmero y tibia las epífisis distales
superan a las proximales, lo contrario ocurre en el fémur. Por otro lado, predominan las epífisis incompletas,
excepto en la distal de tibia (20 completas/13 fracturadas) y en la de húmero (15/12). Esto responde a las
densidades óseas específicas de cada elemento (Pavao y Stahl, 1999).
Abundan los cilindros completos de húmero (40,2%), mientras que en fémur (13,8%) y tibia (20,4%)
son más escasos. Por el contrario, en estos dos últimos huesos cobran mayor entidad los fragmentos de
diáfisis longitudinales.
El radio y la ulna ofrecen morfotipos particulares. En ambos las partes proximales (articulación más
porción de diáfisis proximal) superan al número de articulaciones aisladas (radio: 24/7; ulna: 28/10).
Además, se observa el predominio claro de las mitades proximales respecto a las distales.
Tabla 3. Categorías de fragmentación de los huesos largos según NR y sus porcentajes.
Completo
Epífisis proximal completa
Epífisis proximal fragmento
Parte proximal + diáfisis 1/2
Frag. parte proximal + diáfisis 1/2
Diáfisis completa
Fragmento diáfisis cilindro
Fragmento diáfisis longitudinal
Epífisis distal completa
Epífisis distal fragmento
Parte distal + diáfisis 1/2
Frag. Parte distal + diáfisis 1/2
Húmero
NR
%
0
0
1 1,03
10 10,31
1 1,03
39 40,21
9 9,28
15 15,46
12 12,37
10 10,31
-
Radio
NR
%
0
0
3 5,45
1 1,82
20 36,36
23 41,82
1 1,82
1 1,82
2 3,64
2 3,64
2 3,64
Ulna
NR
0
1
9
8
16
12
4
-
%
0
2
18
16
32
24
8
-
Fémur
NR
%
0
0
7 6,42
28 25,69
7 6,42
15 13,76
37 33,94
4 3,67
11 10,09
-
Tibia
NR
%
0
0
4 3,17
15 11,90
1 0,79
26 20,36
38 30,16
20 15,87
13 10,32
7 5,56
2 1,59
3.2. Fracturas, alteraciones de origen mecánico y señales dentales
En general los elementos craneales presentan roturas mixtas, es decir, tanto fracturas en fresco como
fragmentación postdeposicional. Sin embargo, en muchos casos no ha sido posible discriminar el origen
de estas roturas con claridad. Las hemimandíbulas también muestran fracturas mixtas, especialmente a la
altura del ramus y del diastema.
En las escápulas predominan las fracturas en fresco sobre los cuerpos y en los bordes. Igualmente se
observan en el cuello y en el proceso articular (fig. 4).
La mayoría de húmeros han sido fracturados en fresco por la parte proximal y por la distal separando las
articulaciones de la diáfisis (fig. 5). Por tanto, abundan los cilindros y, en menor medida, los fragmentos
longitudinales. En las líneas de fractura se observan muescas opuestas como resultado de la presión ejercida
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Fig. 4. Fracturas y alteraciones
mecánicas sobre las escápulas.
Fig. 5. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el húmero.
por las cúspides de los premolares y de los molares, tanto superiores como inferiores, sobre el hueso. Las partes
distales, por su estructura más compacta, han resistido mejor que las proximales. Finalmente, sólo dos roturas son
recientes mostrando una coloración mucho más clara al resto de la cortical y unos bordes irregulares y astillados.
Un cilindro y un fragmento longitudinal de húmero contienen muescas (tabla 4). El primero de ellos
se trata de una diáfisis de 31,97 mm que presenta hacia el extremo distal, en la línea de fractura, una sola
muesca con forma triangular y con unas dimensiones de 2,45 x 2,94 mm (fig. 6). Además, esta misma pieza
muestra incisiones oblicuas y paralelas entre sí. El segundo húmero con este tipo de alteración mecánica es
un fragmento longitudinal perteneciente a la mitad distal de una diáfisis de 22,89 mm. La cara lateral cuenta
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Tabla 4. Elementos anatómicos con muescas, hundimientos, horadaciones, arrastres
dentales y punciones.
Muesca
Húmero
Fémur
Coxal
Tibia
Metacarpo
Metatarso
Hundimiento
2
Arrastres
Punciones
1
2
2
Horadación
1
1
1
1
1
1
2
1
Fig. 6. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la cara lateral de la diáfisis del
húmero (a). Muesca y detalle del borde de fractura sobre la parte distal de una diáfisis de húmero (b y d). Horadación
sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado (c).
con múltiples muescas de tamaño variable (2,22 x 0,85 mm; 1,85 x 0,59 mm; 3,41 x 1,34 mm; 2,40 x 0,55
mm) y de morfología triangular. Además, en el extremo opuesto, frente a ellas, se identifica otra menos
marcada que debe estar asociada al primer conjunto de muescas. También se ha encontrado una horadación
de tamaño considerable (6,75 x 3,17 mm) sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado.
En los radios y ulnas las fracturas se concentran sobre la diáfisis proximal y se debieron producir en
fresco (fig. 7). Las ulnas, además, presentan la tuberosidad del olécranon incompleta en la mayoría de
ocasiones; sólo una (2%) lo mantiene intacto.
En los coxales se observan fracturas en fresco aunque también ha actuado la fragmentación
postdeposicional, que afecta a las partes más frágiles, como la cresta del ilion. En la cara lateral del cuerpo
del isquion de un coxal termoalterado se extienden finos arrastres dentales cortos y transversales.
Los huesos largos posteriores siguen unos patrones de fractura similares a los comentados para el
húmero. Dos fragmentos longitudinales de fémur contienen muescas (fig. 8). Sobre un cilindro fracturado
perteneciente a la zona medial y con una longitud de 39,95 mm se observa una muesca de forma triangular y
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Fig. 7. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el radio y la ulna.
Fig. 8. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la diáfisis del fémur (c). Punciones
sobre la cortical producidas por las cúspides dentales y asociadas a las muescas anteriores (a). Detalle de estas punciones
(b). Muesca sobre un fragmento longitudinal de fémur (d).
con unas dimensiones de 4,95 x 0,91 mm. Frente a ella se identifican marcas de arrastre dental. Son múltiples,
transversales y con recorrido corto pero con surcos de gran intensidad sobre la cortical. El segundo fémur es
un fragmento de diáfisis y tiene una longitud de 43,95 mm. Sobre la línea de fractura presenta dos pequeñas
muescas semicirculares (1,13 x 0,54 mm y 1,21 x 0,61 mm, respectivamente) separadas entre sí por 0,57
mm. Frente a ellas, a la misma altura, se perciben múltiples punciones sobre la cortical.
Asimismo, un fragmento longitudinal de tibia de 48,44 mm presenta este tipo de alteraciones mecánicas
(fig. 9). Se observan dos muescas unilaterales y de morfología marcadamente triangular sobre la línea de
fractura con unas proporciones de 1,85 x 0,52 mm y 2,19 x 0,61 mm. En el extremo contrario, frente a ellas,
aparecen dos hundimientos junto al borde. Finalmente, se ha identificado una pequeña muesca de 1,08 x
0,79 mm en la línea de fractura del extremo distal de un cilindro de tibia con una longitud de 33,18 mm.
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Fig. 9. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Dos muescas sobre la diáfisis de la tibia (a). Hundimientos
sobre la cortical producidos por las cúspides dentales y asociados a las muescas anteriores (b). Muesca sobre la parte
distal de un cilindro de tibia (c). Marcas producidas por la acción dental sobre el coxal (d).
Los huesos del tarso presentan pocas fracturas en fresco (<25%). Entre los metapodios –sobre todo
metatarsos– se observan tanto roturas postdeposicionales con ángulos rectos como en fresco. Dos metatarsos
completos muestran en la superficie numerosas alteraciones mecánicas (fig. 10). El primero de ellos se trata
de un metatarso V de 29,52 mm y termoalterado. En un lateral de la cortical se extienden múltiples marcas
de arrastre paralelas y cortas que recorren la diáfisis. El otro hueso (un metatarso II) mide 38,34 mm y
presenta toda la cortical repleta de intensas marcas dentales planas, cortas y en sentido transversal junto a
múltiples punciones. Del mismo modo, un metacarpo presenta pequeños arrastres hacia la mitad distal; son
cortos y de base plana.
Las falanges están poco fragmentadas. El elevado índice de extremidades termoalteradas ha dificultado
la identificación de la naturaleza de las fracturas. Sólo dos de ellas son en fresco. Finalmente, en las vértebras
predomina la fragmentación postdeposicional, tanto en los cuerpos vertebrales como en las apófisis.
Por tanto, en el conjunto estudiado se observa un interés discriminatorio hacia determinadas partes
del esqueleto. De este modo, se fractura sistemáticamente –en fresco– las cinturas y los principales cinco
huesos largos (húmero, radio, ulna, fémur y tibia) separando las partes articulares de las diáfisis (fig. 11).
Los tres huesos con más aporte nutricional muestran, además, muescas producidas durante la fracturación
de las diáfisis para acceder a la médula ósea. El resultado es el predominio de cilindros, de partes distales
de húmero y de tibia, de partes proximales de fémur y de mitades proximales tanto de radios como de ulnas,
éstas últimas con el olécranon mordido.
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Fig. 10. Alteraciones
mecánicas por
arrastres dentales
sobre un metatarso
termoalterado (a y
b). Metatarso con la
cortical repleta de
marcas (c).
Fig. 11. Elementos esqueléticos con
predominio de fracturas en fresco
producidas por mordedura (verde) y con
fracturas mixtas, tanto postdeposicionales
como por mordedura (naranja). Modificado
a partir de Cochard, 2004.
En cambio, apenas se fracturan los huesos pequeños que ocupan zonas marginales (falanges, astrágalo,
calcáneo, centrotarsal) o aquellos donde la cantidad de carne y grasa que contienen es reducida (maxilar,
metacarpos, costillas). En estos elementos las roturas son mixtas y responden fundamentalmente a causas de
tipo postdeposicional. Finalmente, un coxal y tres metapodios muestran indicios de haber sido mordisqueados
con los incisivos para limpiar el hueso de las pequeñas porciones de carne y de grasa adheridas.
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3.3. Marcas líticas
Se han localizado marcas líticas sobre 33 restos (tabla 5), lo que representa en suma el 4,8% del total
estudiado. Sobre un frontal se disponen dos incisiones cortas y paralelas que recorren longitudinalmente
la superficie del hueso. Se trata del único fragmento de neurocráneo con este tipo de marcas (fig. 12).
También una hemimandíbula izquierda muestra un raspado longitudinal y leve que recorre la cara lingual.
Una porción central de hemimandíbula presenta en la cara lateral una serie de incisiones oblicuas y cortas
que recorren todo el cuerpo con una intensidad media.
Dos coxales cuentan con incisiones. En el primero de ellos se observan diversas estrías cortas muy
intensas en sentido transversal y oblicuo dispuestas sobre la cara caudal del ilion. Otro coxal presenta una
incisión longitudinal larga sobre el cuerpo del isquion.
Ocho huesos largos del miembro anterior están afectados por marcas líticas. Sobre la diáfisis proximal
de un húmero, en la cara medial, aparecen varios raspados cortos con tendencia oblicua junto a alguna
incisión. Otros tres cilindros de húmero fragmentados presentan raspados e incisiones oblicuas de intensidad
media junto a las líneas de fractura en los extremos.
Una diáfisis de radio muestra en la cara dorsal múltiples incisiones cortas de recorrido oblicuo que
han creado un surco leve sobre la cortical; otra diáfisis cuenta con varias incisiones cortas y en sentido
transversal con una intensidad media. Sobre un fragmento de diáfisis de ulna, en su cara lateral, se sitúa
una serie de raspados con tendencia oblicua y muy marcados. Igualmente se han determinado diversas
incisiones intensas y en sentido oblicuo sobre la cara medial de la parte proximal de una ulna.
Por lo que respecta a los huesos largos posteriores, predominan las incisiones. Sólo un cilindro de fémur
presenta también raspados de intensidad media y en sentido oblicuo hacia el extremo distal junto a la línea de
fractura. La disposición de las incisiones es mayoritariamente oblicua, aunque también se hallan marcas en
sentido transversal. Se extienden siempre por la diáfisis muy cerca de la línea de fractura. Cuatro tibias están
afectadas por marcas de corte. Tres diáfisis concentran las incisiones en los extremos, mientras que sobre la
parte central de un cilindro se ha identificado una agrupación de tres surcos muy marcados en sentido oblicuo,
uno de ellos más largo que el resto. En cuanto a marcas de desarticulación, sólo un calcáneo contiene este tipo
de evidencias. Se trata de pequeñas incisiones transversales y cortas que recorren la cara dorsal.
Finalmente, el desollado de los lepóridos provoca marcas no sólo en la zona craneal, sino también
en los metapodios. En este sentido, dos metacarpos y cuatro metatarsos contienen incisiones cortas y de
intensidad media/fuerte repartidas por las diáfisis. También sobre una falange primera se observa una
incisión longitudinal y larga.
Tabla 5. Cuantificación de los conjuntos de marcas sobre
los elementos óseos y su representación porcentual.
Cantidad
Neurocráneo
Hemimandíbula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia
Calcáneo
Metacarpo
Metatarso
Falange
1
2
5
2
2
2
9
4
1
2
4
1
%
5,56
3,70
14,29
8
5,26
6,90
42,86
12,90
5,56
6,25
7,69
0,64
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Fig. 12. Incisiones paralelas y longitudinales sobre un frontal de neurocráneo (a). Múltiples incisiones oblicuas sobre la cara
lateral de una hemimandíbula (b) y sobre la diáfisis de unos húmeros (c, d y f). Raspados sobre la cara medial de un húmero
(h). Incisiones cortas y transversales sobre un radio (g). Incisiones oblicuas sobre la cara medial de una ulna (e).
3.4. Termoalteraciones
Un 17,3%1 de los restos presentan signos de termoalteración puntual, parcial o total, que han afectado de
manera desigual a los diferentes elementos anatómicos (fig. 13). Las alteraciones se concentran en dos
huesos largos del miembro anterior: el radio (48%) y la ulna (26,3%) y, en menor medida, en el fémur
(23,8%), tibia (19,3%) y húmero (17,1%). En cambio, es prácticamente inexistente en el esqueleto axial;
1
Valor calculado a partir del NME de las partes anatómicas que presentamos en la tabla de datos; por tanto, no se ha considerado
la dentición.
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17,6
22,3
20,3
16,1
Fig. 13. Distribución de las
termoalteraciones por grupos
anatómicos.
CR - Craneal
MA - Miembro Anterior
AX - Esqueleto Axial
MP - Miembro Posterior
EX - Extremidades.
7,0
CR
MA
AX
MP
EX
sólo cinco costillas y una vértebra lumbar presentan huellas de fuego muy localizadas en la superficie
exterior del hueso. Las termoalteraciones están bien representadas en la parte craneal, especialmente en
fragmentos de neurocráneo y maxilar (22,2%). Las cinturas muestran unos valores moderados, siendo
mayor el número de coxales afectados por el fuego (10,3%) que el de las escápulas (6,7%).
Por otro lado, se observa un notable contraste entre los metapodios; mientras que un 21,1% de los
metatarsos están afectados, sólo un 3,1% de los metacarpos presentan estas mismas evidencias. Finalmente,
las falanges (22,3%) y los huesos del tarso –en especial, el astrágalo (16,2%) y el calcáneo (16,7%)–
también cuentan con un elevado índice de huesos termoalterados.
Las coloraciones más numerosas en la muestra están vinculadas a la carbonización (negro) y a su
estadio previo (marrón-negro) (tabla 6). Entre ambas suman el 85,6% del total de huesos termoalterados.
14 restos presentan un color grisáceo oscuro porque han sido expuestos al fuego con una intensidad elevada
Tabla 6. Huesos afectados por termoalteraciones según coloración y porcentaje de representación respecto al NME.
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
Total
MarrónNegro
1
7
2
4
12
7
3
4
5
1
4
1
2
1
1
8
20
Negro
NegroGris
Gris
3
4
4
7
83
18
4
10
2
Blanco
1
1
GrisBlanco
1
2
1
1
1
1
5
1
1
2
Total
termoalt.
4
7
2
6
12
10
3
5
6
1
5
6
3
1
1
11
35
%
termoalt.
22,22
12,96
6,67
17,14
48
26,32
10,34
23,81
19,35
2,27
11,63
16,22
16,67
5,26
3,13
21,15
22,29
118
17,28
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 7. Distribución de las termoalteraciones totales y parciales. Véase el contraste entre la termoalteración total
y parcial en dos de los huesos largos del miembro anterior.
Total
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Parcial
Puntual
3
7
0
3
3
3
3
1
4
0
0
2
3
7
5
0
4
1
0
1
0
0
2
2
0
0
0
Total
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
TOTAL
Parcial
Puntual
0
1
6
2
0
2
9
27
74
0
3
1
0
0
0
1
6
33
1
0
0
0
1
0
1
3
11
pero sin llegar a calcinarse. Una falange primera muestra una tonalidad gris clara muy próxima al blanco,
mientras que, finalmente, sólo 2 elementos han alcanzado la calcinación, adquiriendo un aspecto totalmente
blanquecino: una tibia distal y una ulna con el olécranon fracturado pero manteniendo la epífisis y la mitad
aproximadamente de la diáfisis.
La mayoría de los elementos termoalterados presenta toda la superficie afectada (62,7%), adoptando
una coloración relativamente uniforme por su cara interna y externa. En la muestra estudiada este patrón
está especialmente representado por las falanges, pero también por los metatarsos, por la hemimandíbula
y por el astrágalo (tabla 7 y fig. 14). Todos los huesos de la parte craneal excepto uno se incluyen en esta
categoría y muestran coloraciones predominantemente marrones, si bien un fragmento de maxilar aparece
completamente carbonizado. También lo está la cabeza de un fémur y dos fragmentos de astrágalo.
Sin embargo, 33 restos ofrecen termoalteraciones parciales (28%) y 11 puntuales (9,3%) que afectan
exclusivamente a un área concreta. Se concentran en dos huesos largos (ulna y radio) y también en algunas
falanges. En los radios es llamativa la rotura sistemática de la diáfisis hacia la parte distal y la presencia
de termoalteración sobre la misma línea de fractura. Este patrón es exactamente idéntico en la ulna que,
además, cuenta con el olécranon fracturado.
Fig. 14. Elementos esqueléticos con
predominio de termoalteración total (azul) y
parcial (rojo). Modificado a partir de Cochard,
2004.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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Dos epífisis de escápula muestran una quemadura localizada en la cavidad glenoidea; un centrotarsal cuenta
con el borde ligeramente termoalterado. También se han identificado termoalteraciones puntuales sobre la epífisis
distal de los húmeros –dos en la tróclea y el epicóndilo lateral, y una extendida por la línea de fractura–, del fémur
y alrededor de la tibia, tanto en las articulaciones como en las líneas de fractura sobre las diáfisis.
En definitiva, siguiendo los grados de termoalteración propuestos por Stiner et al. (1995), la muestra de
lepóridos está dominada por restos no afectados por el fuego (grado 0); sin embargo, un 17,3% sí lo están,
predominando los elementos sometidos a la carbonización (grado 3) y su fase previa (grado 2) con coloraciones
que oscilan entre el marrón y el negro. Mientras que las alteraciones totales se extienden fundamentalmente por
las extremidades y los metapodios, las parciales y puntuales inciden sobre los huesos largos.
3.5. Alteraciones digestivas
Se han determinado seis huesos (0,9%) con señales de digestión. Dos partes articulares distales de húmero
están afectadas por procesos digestivos de manera moderada (fig. 15). La porosidad (pitting) afecta a la fosa
radial y se extiende por las trócleas; también los epicóndilos han perdido parte de la estructura. Además, la
cortical de ambos huesos es brillante, los bordes de fractura están redondeados y las paredes del tejido óseo
se han adelgazado.
Fig. 15. Alteraciones digestivas sobre la parte distal del húmero (a, b), la mitad proximal de la falange (c, d) y del radio (e).
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 8. Elementos óseos afectados por alteraciones digestivas.
Húmero
Húmero
Radio
Metatarso 2
Falange 1
Falange 1
Porción
Distal
Distal
Proximal
Proximal
Proximal
Proximal
Tamaño (mm)
11,41
12,66
8,29
11,26
7,79
6,26
Intensidad
Moderada
Moderada
Ligera
Ligera
Fuerte
Ligera
Una parte proximal de radio presenta estas mismas evidencias, aunque la porosidad se manifiesta
de manera más ligera alrededor del borde del cuello. Por otro lado, un fragmento de metatarso segundo
cuenta con pitting en el extremo proximal. La línea de fractura tiene ángulos suavizados y las aristas están
redondeadas como consecuencia de la digestión.
Más alterada está la mitad proximal de una falange primera que ha perdido gran parte de materia ósea
por la zona articular. Por último, otra falange no muestra pitting por la superficie pero sí el característico
pulido; además, tiene la línea de fractura redondeada y las paredes más delgadas de lo habitual.
En suma, sólo seis elementos óseos de pequeño tamaño muestran alteraciones digestivas con un grado
de intensidad que oscila entre ligero y fuerte; el fragmento digerido más grande tiene unas dimensiones de
12,66 mm (tabla 8).
4. DISCUSIÓN
A partir del Gravetiense en los yacimientos de la zona central del Mediterráneo ibérico los restos de
lepóridos cuentan con una serie de evidencias que señalan un procesado y consumo antrópico sistemático
y recurrente. En la muestra estudiada del nivel solutrense de Cendres se observan marcas de descarnado
con el propósito de cortar la carne y/o filetearla, raspados para separar las porciones adheridas al hueso,
mordeduras para partir los elementos óseos y acceder a la médula y a la parte gelatinosa, e incluso arrastres
dentales producidos durante el repelado de los huesos más pequeños como los metapodios. Este proceso
carnicero intenso ha sido igualmente descrito en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005;
Villaverde et al., 2007; Villaverde y Román, 2004) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999;
Villaverde et al., 2010, 2012; Real, 2013) de la Cova de les Cendres.
4.1. La extracción de la piel
El procesado del conejo empieza con el desollado. Las marcas de pelado que se han detectado en una
hemimandíbula, en seis metapodios y en una falange indican que la piel del animal era desollada con ayuda
de instrumental lítico y aprovechada, probablemente, para confeccionar elementos de abrigo (Villaverde et al.,
2012). Las experimentaciones llevadas a cabo por Sanchis (2012) han comprobado que para la extracción de
la piel resulta eficaz comenzar por la zona ano-genital en dirección a la cabeza hasta llegar al cuello. Durante
este proceso, la piel se puede estirar sin dificultad excepto en determinadas partes donde se requiere el uso de
un útil lítico para la separación. Estos cortes son especialmente necesarios a la altura de los metapodios, pero
también en la mandíbula y en la parte anterior del cráneo. Según los trabajos de experimentación (Lloveras et
al., 2009a; Lloveras et al., 2011; Sanchis, 2012) en la zona de la bóveda craneana del animal y en la mandíbula
se imprimen marcas líticas sobre la superficie ósea debido a la escasa masa cárnica que las cubre. Son cortes
normalmente transversales y de intensidad variable que buscan facilitar la separación de la piel.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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4.2. La desarticulación, descarnado, fracturación y acceso a la médula
Una vez retirada la piel que envuelve al animal se procede a la desarticulación. Los trabajos experimentales
(Lloveras et al., 2009a; Sanchis, 2012) han comprobado que mordiendo los músculos y tendones insertados
en el olécranon se libera la articulación húmero-ulnar. Pero en esta tarea también se puede recurrir a útiles
líticos. De este modo, un calcáneo presenta marcas líticas que se asocian con la desarticulación del pie.
Con respecto al descarnado, tanto Pérez Ripoll (por ejemplo 2002, 2005) como Sanchis y Fernández
Peris (2008) han comprobado que durante el consumo inmediato de los paquetes cárnicos asados al fuego y
sin deshuesar, la carne se separa del hueso sin dificultades y no se requiere de ningún instrumento más allá
de los dientes. En cambio, para conservar carne no deshuesada y en crudo se requiere el empleo de un útil
lítico que permita separar la carne adherida al hueso. Por lo tanto, una gran cantidad de marcas líticas puede
sugerir el consumo diferido de la carne fileteada y deshuesada, mientras que un número reducido de marcas
puede estar relacionado con el consumo inmediato de los paquetes cárnicos no deshuesados y asados.
En este sentido, el número de marcas líticas que hemos localizado y que se concentran en tres de los
principales huesos largos (14,3% de los húmeros, 42,9% de los fémures y 12,9% de las tibias) sugiere
que una parte de la carne de estas pequeñas presas era fileteada con el objetivo de secarla o ahumarla.
Mediante esta técnica –que también se ha identificado en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2005) y
magdalenienses (Real, 2013)– la carne podía ser conservada y consumida posteriormente.
Además, se han fracturado sistemáticamente los húmeros, fémures y tibias con la intención de obtener
los tejidos blandos de su interior; esto es, la médula y la grasa. Precisamente, estos tres elementos son
los que presentan una cavidad medular mayor. En cambio, los más pequeños se han conservado enteros,
fundamentalmente los metacarpos, los huesos del tarso y las falanges.
Las ulnas y radios, que apenas contienen médula, muestran escasas marcas de corte pero aparecen muy
termoalterados, lo cual sugiere que se asaron los paquetes de carne sin deshuesar. En contraste, los otros tres
huesos largos debieron ser deshuesados y se fracturaron en crudo para aprovechar la médula.
Como en otras acumulaciones de lepóridos (Pérez Ripoll, 2001, 2002 y 2004), el principal modo de
fractura ha sido la mordedura, que imprime una o dos muescas sobre la cortical originadas por la presión
de las cúspides dentales superiores e inferiores sobre el hueso. También se han localizado hundimientos
sobre la superficie ósea, punciones y arrastres dentales junto a marcas líticas que confirman el origen
antrópico de estas mordeduras. El resultado de esta fracturación ha sido la formación de un gran número
de cilindros y fragmentos longitudinales de diáfisis, sobre todo en húmeros, tibias y fémures, aunque
también en radios y ulnas. Las epífisis han sido igualmente mordidas, de modo que las menos densas
–como la proximal del húmero– apenas se han preservado. Abundan, en cambio, epífisis distales de
tibia, de húmero y proximales de fémur.
4.3. El mordisqueo de los huesos
Nada se desperdicia. Hasta la última porción de carne es mordisqueada. Se trata de una acción repetitiva
de los incisivos con desplazamientos laterales y longitudinales para aprovechar la carne y la grasa que
permanecen adheridos al hueso y que no han podido desprenderse de otra manera. En esta operación las
manos pueden ayudar a deslizar el hueso o bien sostenerlo mientras los dientes participan activamente. El
resultado son pequeñas estrías en sentido transversal con un surco leve, plano y corto.
En el conjunto solutrense estudiado, la cara lateral del isquion de un coxal, un metacarpo y dos
metatarsos muestran esta clase de alteraciones mecánicas sobre la cortical. Confirman el interés incluso
por las partes más marginales del esqueleto de los lepóridos, ya que se repela hasta la última porción de
carne. Esto mismo se ha detectado en el nivel gravetiense de la Cova de les Cendres donde, además de los
metapodios, también algunos radios muestran marcas de mordisqueo (com. personal M. Pérez Ripoll).
APL XXXI, 2016
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J. J. Gordón Baeza
En ocasiones el número de arrastres llega a ser exagerado, cubriendo prácticamente toda la cortical
del hueso, como en un metatarso II del nivel solutrense estudiado. Por la morfología de los surcos se
relaciona probablemente con la actividad humana y no deja de ser un dato de interés debido a la cantidad
de estrías que envuelven a estos huesos.
Por otro lado, las diferencias observadas entre los metapodios anteriores y posteriores son evidentes en
todos los aspectos estudiados. Los metatarsos presentan un número de fragmentos más elevado; también
reúnen un mayor número de arrastres dentales y punciones, marcas líticas y termoalteraciones. Incluso
cuentan con un elemento afectado por alteraciones digestivas. En cambio, la mayoría de metacarpos están
completos, sólo dos ejemplares presentan incisiones líticas producidas durante el pelado y termoalteración
total, probablemente con un origen accidental. En ninguno se observan indicios de digestión y las huellas
dentales son escasas. Este contraste puede ser consecuencia de un aprovechamiento más intenso de los
metatarsos que, con una mayor cavidad medular y envoltura cárnica, están más sometidos al procesado que
incluye la fracturación intencionada de los huesos, el asado de los paquetes cárnicos, el mordisqueo y la
ingesta accidental de pequeñas porciones óseas.
4.4. Uso del fuego
Los huesos afectados por el fuego en contextos arqueológicos han sido interpretados como una señal
inequívoca de la actividad humana (Lyman, 1994; Stiner et al., 1995). No obstante, como han demostrado
algunos trabajos (Asmussen, 2009; Cain, 2005; Mallol et al., 2013; Pérez Luís, 2015), no necesariamente
todas las termoalteraciones se produjeron de forma intencionada ni tampoco existe una relación directa
entre fuego y presencia humana.
Las experimentaciones de Fernández Peris et al. (2007) y Lloveras et al. (2009a) realizadas con el asado
de paquetes de carne de lepóridos confirman que los extremos de los elementos, las superficies marginales
y las líneas de fractura son las dos zonas más expuestas al fuego y, por tanto, recogen el mayor número de
termoalteraciones. Este último trabajo ha observado que, además de cambios en la coloración de los huesos,
los elementos del neurocráneo y los incisivos pueden fragmentarse debido a la exposición al calor.
A partir de estos datos, podemos inferir las principales estrategias de asado de los paquetes cárnicos para
su consumo, así como otras prácticas relacionadas con el uso del fuego. En el conjunto solutrense estudiado
hemos detectado que el 17,3% de los huesos están afectados. Es un porcentaje mayor en comparación
con los niveles magdalenienses, donde se ha estimado que el 11% del material presenta algún tipo de
termoalteración (Real, 2013).
Predominan las tonalidades marrones y negras, es decir, el estadio de carbonización y su fase previa,
mientras que son escasos los huesos blanquecinos y grisáceos. El índice de restos calcinados (11%) es
muy similar al del magdaleniense (12%) estudiado por Real (2013). Atendiendo a la localización de la
termoalteración diferenciamos dos categorías cuyo patrón se repite en la muestra. Las alteraciones totales
que se extienden por todo el hueso afectan a elementos de la cabeza y a partes marginales del esqueleto,
como el astrágalo, el calcáneo, los metapodios y las falanges. Este fenómeno se produce bien cuando
los huesos son arrojados al hogar una vez desprovistos de carne o bien cuando se trata de un fuego no
intencionado el que ha causado estas alteraciones. En cambio, las parciales y puntuales se extienden sobre
todo por el radio y la ulna, mientras que afectan en menor medida a la escápula, el húmero y el fémur.
Este tipo de exposición al fuego limitada a un borde de fractura o articulación, o bien con la superficie
afectada por dos coloraciones diferentes se ha podido originar por prácticas intencionadas de procesos de
asado de la carne. El hueso todavía con carcasa cárnica entra en contacto con el fuego y el tejido blando
que lo envuelve (carne, tendones, cartílagos…) protege la superficie al actuar como barrera. Sin embargo,
sobre la parte ósea desprovista de este tejido así como en los extremos por donde se ha fracturado el hueso,
el fuego incide directamente.
APL XXXI, 2016
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
81
4.5. La ingesta accidental de pequeños huesos
Diversos estudios neotafonómicos sobre predadores de lepóridos peninsulares (por ejemplo las recopilaciones
efectuadas por Sanchis, 2012; Lloveras y Nadal, 2015) han puesto de manifiesto las características de las
alteraciones digestivas por parte de aves rapaces y pequeños carnívoros, que no son coincidentes con la
pauta observada en el conjunto de Cendres. Las primeras engullen fragmentos de mayor tamaño a los
identificados en la muestra y alteran la cortical del hueso con numerosos impactos de pico. Por su parte, los
carnívoros en general presentan grados de digestión más intensos. Además, no hemos identificado ninguna
evidencia de ocupación de la cueva por parte de predadores no humanos. En cambio, los escasos restos
digeridos coinciden con elementos mordidos.
Por estos motivos, y a falta de trabajos experimentales que lo confirmen, consideramos que fueron los
humanos quienes pudieron ingerir de manera accidental junto con porciones de carne estos fragmentos de
partes articulares.
Pero la presencia de alteraciones digestivas relacionadas con el consumo humano no se limita al nivel
XIII. En conjuntos de fauna gravetiense (Sanchis et al., 2016), y magdaleniense (com. personal de M. Pérez
Ripoll y C. Real) de la Cova de les Cendres también se han localizado pequeños fragmentos, sobre todo
partes articulares, que muestran estas mismas corrosiones.
5. CONCLUSIONES
En este trabajo se han presentado los resultados del estudio zooarqueológico y tafonómico de un conjunto
formado por 2329 restos de lepóridos, que representan el 80,2% del total de la fauna recuperada. Aunque
los materiales proceden de una superficie de excavación reducida, la cantidad de restos ha permitido extraer
nuevos datos sobre los patrones de procesado y consumo de estas pequeñas presas en el nivel solutrense de
la Cova de les Cendres.
Se observa un patrón de fracturación que refleja la actividad antrópica y que es muy intenso en las
cinturas, en los principales huesos largos tanto anteriores como posteriores y en los metatarsos. En todos
ellos predominan las fracturas realizadas en fresco.
También existen evidencias mecánicas de las tres principales fases del procesado de las presas. Las
escasas marcas de pelado se localizan tanto en la zona craneal como en los segmentos marginales de
los miembros, especialmente en los metatarsos. Mucho más numerosas son las incisiones y los raspados
originados por el descarnado de las carcasas, mientras que las marcas de desarticulación quedan patentes
en la superficie de un calcáneo.
Los humanos que ocuparon la Cova de les Cendres durante el Solutrense asaron los paquetes cárnicos
contenidos en los radios y las ulnas para consumirlos de inmediato. Estos huesos, debilitados por el
efecto de las llamas, pudieron fragmentarse de manera sistemática y accidental durante el propio asado
o bien fracturarse al ser manipulados y mordidos. Esto explica las recurrentes marcas de fuego en las
líneas de fractura de ambos elementos óseos y las escasas marcas líticas que muestran. Los huesos de la
cabeza también pudieron estar expuestos al fuego para consumir sus partes blandas, provocando así una
alta fragmentación.
Por otro lado, la carne de los tres huesos con mayor cavidad medular (húmero, tibia y fémur) fue
fileteada con el fin de guardar alimento. Por ello aparece un elevado número de marcas líticas de descarnado.
También mordieron estos huesos para acceder a la médula en crudo. La consecuencia de esta práctica
es el gran número de cilindros y de fragmentos longitudinales con muescas, punciones, hundimientos y
horadaciones detectados. Estos huesos fueron arrojados después al fuego o bien desechados, pudiendo
quedar termoalterados de manera accidental o en su uso como combustible.
APL XXXI, 2016
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J. J. Gordón Baeza
Las partes con menor porción de carne como los metapodios y, sobre todo, los metatarsos, se repelaron
con ayuda de los dientes. Durante la ingesta de los pedazos de carne pudieron tragar algún fragmento óseo
de reducidas dimensiones. Tanto los huesos con poco alimento como las falanges fueron arrojados al fuego
o bien se quemaron de manera involuntaria, de modo que son escasas las evidencias de manipulación
antrópica pero predominan las termoalteraciones totales.
En conclusión, los datos obtenidos en este trabajo sugieren un procesado muy intenso en el que se obtienen
todos los recursos disponibles de los lepóridos, desde el pellejo, la carne, la médula y grasas, incluso el
aprovechamiento de los huesos como combustible. En este sentido, muestra importantes similitudes con el
procesado de otros conjuntos faunísticos de la secuencia paleolítica de este yacimiento. Sin embargo, el fuego
debió desempeñar ahora mayor protagonismo que en momentos anteriores, durante el Gravetiense (Pérez
Ripoll, 2004; Sanchis et al., 2016). Este matiz a partir del Solutrense implica un punto de inflexión, ya que el
uso del fuego para preparar los paquetes cárnicos continuó siendo relevante, más tarde, en el Magdaleniense,
a juzgar por los materiales termoalterados estudiados por Real (2013, en preparación).
No obstante, será necesario continuar y ampliar el estudio arqueozoológico y tafonómico de la
fauna solutrense de la Cova de les Cendres con nuevos trabajos (Gordón Baeza, en preparación) para
confirmar o matizar estas conclusiones. Igualmente conveniente será comparar los resultados obtenidos
con nuevos análisis realizados sobre los niveles gravetienses (Sanchis et al., 2016) y magdalenienses (Real,
en preparación), que ayudarán a caracterizar y completar la evolución de las estrategias de procesado y
consumo de los lepóridos a lo largo de la secuencia paleolítica de este yacimiento.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Valentín Villaverde, director de la Cova de les Cendres, las facilidades prestadas para poder estudiar
este conjunto de fauna. Igualmente agradecidos estamos con Manuel Pérez Ripoll, por sus sugerencias y conocimientos,
y con Alfred Sanchis por toda la ayuda ofrecida tanto en el campo metodológico como teórico.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 87-117
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Palmira TORREGROSA GIMÉNEZ a y Francisco Javier JOVER MAESTRE a
La Cova dels Calderons (La Romana, Alicante)
y los inicios del Neolítico en el valle del Vinalopó
RESUMEN: A propósito de los restos materiales recuperados en actividades clandestinas efectuadas
en las décadas finales del siglo XX en la Cova del Calderons (La Romana, Alicante), se presentan las
características de dicho yacimiento, haciendo especial hincapié en la ocupación neolítica. El análisis de la
información que sobre el neolítico está disponible para la cuenca del río Vinalopó ha permitido ahondar en
el desarrollo de una hipótesis sobre el proceso de implantación de las primeras comunidades agropecuarias
en dicho territorio. En dicha hipótesis se expone cómo se pudo llevar a cabo la ocupación humana de este
espacio, estableciendo que su origen se debe relacionar con un proceso de crecimiento, consolidación y
expansión demográfica de grupos neolíticos por procesos de segmentación gestados desde otras cuencas
próximas como las de los ríos Serpis y Clariano.
PALABRAS CLAVE: Neolítico, cardial, colonización, segmentación social, ríos Serpis, Clariano y
Vinalopó.
Cova dels Calderons (La Romana, Alicante, Spain)
and the Early Neolithic in the Vinalopó Valley (Alicante)
ABSTRACT: With the starting point of the archaeological remains recovered during the clandestine activities
carried out there in the final decades of the twentieth century, we present the main features of the site of Cova
dels Calderons (La Romana, Alicante). We emphasize the characteristics of the Neolithic occupation. The
analysis of the available information about the Neolithic in the Vinalopó river basin, allowed us to develop
a hypothesis about the settlement process of the first farming communities in this territory. This hypothesis
approaches how the colonization of this area could have been carried out, establishing that its origin must be
related to a process of demographic growth, consolidation and expansion through segmentation processes
initiated from other river basins nearby, as the Serpis and Clariano one.
KEYWORDS: Neolithic, cardial, colonization, social segmentation, Serpis, Clariano and Vinalopó rivers.
a
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH), Universidad de Alicante.
palmira.torregrosa@ua.es | javier.jover@ua.es
Recibido: 17/10/2016. Aceptado: 14/11/2016.
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P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los territorios de la península Ibérica mejor conocidos en relación con el estudio de los primeros
grupos neolíticos es, sin duda, el norte de la provincia de Alicante, y más en concreto, la cuenca del río
Serpis (Martí, 1977; Martí et al., 1980; Bernabeu et al., 2003, 2008a; García Atiénzar y Jover, 2011; Jover y
Torregrosa, 2011; Bernabeu y Martí, 2014, entre otros). Se trata de un espacio con una dilatada trayectoria
investigadora en la que se han llevado a cabo diversos programas de prospección territorial (Molina
Hernández, 2001; Bernabeu et al., 2008b), además de la excavación de un buen número de yacimientos en
cueva y al aire libre. Entre todos ellos destacan algunas cavidades con amplias secuencias de ocupación y
una consistente batería de dataciones obtenidas en enclaves como Cova de l’Or (Martí, 2011; García Puchol
et al., 2016), Cova de les Cendres (Bernabeu y Molina, 2009), Cova de la Falguera (García Puchol y Aura,
2006) y Cova d’en Pardo (Soler Díaz, 2012), y algunos asentamientos al aire libre de especial relevancia en
el reciente proceso de investigación como son Mas d’Is (Bernabeu et al., 2003), Barranquet (Esquembre et
al., 2008; Bernabeu et al., 2009) y Benàmer (Torregrosa, Jover y López, 2011).
El conjunto de estudios efectuados a partir de este registro arqueológico es el que ha determinado la
validación de una secuencia de ocupación de dicho espacio por parte de comunidades neolíticas a partir de
ca. 5600 cal AC, así como un proceso de desarrollo social y cultural de enorme importancia por su valor
referencial a escala peninsular y del Mediterráneo occidental (Bernabeu y Martí, 2014).
Por el contrario, otras cuencas fluviales situadas a escasos kilómetros de distancia, como es el caso de
la del Vinalopó, no disponen, por el momento, de bases estratigráficas y series radiocarbónicas de similar
calidad y magnitud, a pesar de que dicho espacio ha contado con una tradición investigadora igualmente
dilatada. El desarrollo en las últimas décadas de diversas labores de prospección, pero especialmente de
excavación desde la arqueología de salvamento, ha permitido constatar y analizar un amplio número de
yacimientos (Segura y Jover, 1997; Fernández, 1999; Soler y López, 2001; Jover, Torregrosa y García,
2014). Diversas cavidades como la Cova Sant Martí (Torregrosa y López, 2004) o la Cova de les Aranyes
del Carabassí (Hernández et al., 2012; Guilabert y Hernández, 2014) y varios asentamientos al aire libre
como Calle Colón (Novelda) o Limoneros II-III (Elche) (García Atiénzar et al., 2006; Barciela et al.,
2014) han sido objeto de documentación. Sin embargo, a pesar de ello, el registro material y las dataciones
disponibles muestran algunas diferencias con respecto a la secuencia reconocida en la cuenca del río Serpis
y otras cuencas aledañas como las del Clariano o Gorgos. Los primeros ejercicios de correlación son los
que, por el momento, han permitido señalar que la presencia de grupos neolíticos en la cuenca del Vinalopó
parece ser más reciente, así como plantear una propuesta, a modo de hipótesis, sobre dicho proceso de
ocupación, que se ha visto enriquecido conforme las bases empíricas han ido ampliándose (Guilabert et al.,
1999; Jover y Molina, 2005, 2008; García Atiénzar y Jover, 2011; Jover y García Atiénzar, 2014).
Atendiendo a lo expuesto, con el presente artículo pretendemos dar a conocer y contextualizar
algunos datos de la ocupación neolítica de la Cova dels Calderons (La Romana, Alicante), un yacimiento
que aunque citado repetidas veces (García Gandía, 2000; Torregrosa, López y Jover, 2004; García
Atiénzar, 2009), todavía no había sido objeto de un estudio detenido.1 Después de su presentación,
expondremos de forma sucinta la información disponible de los diferentes yacimientos atribuibles a los
momentos iniciales del Neolítico en la cuenca del Vinalopó; para, con todo, discutir, valorar y comparar
las propuestas observables deducibles de la información recabada con respecto a las señaladas para
otras zonas más septentrionales y orientales del Prebético valenciano, con el objeto de concretar una
explicación del proceso histórico de ocupación inicial de la cuenca del Vinalopó por parte de las primeras
comunidades agricultoras y ganaderas.
1
Agradecemos a la directora del Museo Arqueológico Municipal de Novelda, Dña. Concepción Navarro Poveda, las facilidades
dadas para efectuar su estudio.
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
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2. LA COVA DELS CALDERONS (LA ROMANA, ALICANTE)
2.1. Situación y características
La Cova dels Calderons se localiza al oeste del término municipal de La Romana (Alicante). Coordenadas
UTM: (Datum ETRS89 zona 30N) X: 682310 Y: 4248095. (fig. 1).2 Se ubica en una pared rocosa de la
ladera izquierda de un barranco poco abrupto y de escasa vegetación a los pies de L’Alt de la Creu, punto
más alto de la sierra Pelada. El barranco desemboca en la rambla Honda, zona de paso entre la cubeta del
Medio Vinalopó y el Altiplano de Murcia. A media altura de la ladera se observan tres oquedades bajo un
farallón calizo, separadas por unos 50 m. La cueva principal es la que se encuentra a menor altitud durante
el ascenso del barranco y presenta mayores dimensiones. Se trata de una cavidad con la boca orientada al
oeste, de planta triangular, de unos 22 m de longitud y en torno a 8 m de anchura máxima, coincidiendo
con la zona de acceso. También en ese punto es donde se observa la mayor altura de la cornisa, que decrece
conforme nos adentramos hacia el fondo de la cueva (fig. 2).
Fig. 1. Ubicación de la Cova
dels Calderons (La Romana,
Alicante).
Fig. 2. Farallón rocoso donde
en primer término se ubica la
Cova dels Calderons.
2
Agradecemos a Sergio Martínez Monleón el diseño y elaboración de esta figura.
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P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
2.2. Expoliaciones y excavación arqueológica
Tanto el interior de la cueva como la explanada frente a su acceso contienen un paquete sedimentario que
ha sido objeto de numerosas remociones clandestinas de manera reiterada, al menos durante las últimas
décadas del siglo XX. Previsiblemente, parte de los materiales recuperados durante esas actividades ilegales
se conservan en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda.
Por su parte, la cueva se incluyó en el estudio de prospecciones arqueológicas llevado a cabo por
José Ramón García Gandía (2000). Pero dado que no se había practicado actuación arqueológica con
carácter científico en ningún momento, los restos materiales que evidencian su reiterada ocupación en
diferentes momentos prehistóricos proceden de la revisión de los mismos, que se encuentran actualmente
depositados en el museo anteriormente citado. En cualquier caso, durante el mes de julio de 2016 fue
llevada a cabo la primera campaña de excavaciones arqueológicas autorizadas por la Dirección General de
Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana.3 Los resultados obtenidos en esta intervención todavía
se encuentran en proceso de estudio y no serán objeto de análisis en el presente trabajo (fig. 3).
Fig. 3. Ortofoto en 3D de la boca de acceso a la Cova dels Calderons. Imagen: Ignacio Segura (El Tossal Topografía).
2.3. Materiales
El conjunto de elementos conservados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda no es muy
numeroso, pero sí lo suficientemente clarificador de la existencia de diversas ocupaciones en la cavidad a
lo largo de los momentos prehistóricos. Todo el material que aquí presentamos fue obtenido en procesos
de expolio efectuados hace décadas. Las visitas realizadas por nosotros a la cavidad en los últimos meses
han permitido confirmar que en dichas acciones de expolio fueron empleadas cribas con diferentes tipos de
mallas con el objeto de recuperar así un mayor número de restos.
El número total de piezas conservadas en el museo asciende a 603, de las que 543 corresponden a
objetos líticos tallados, 2 instrumentos pulidos, 8 fragmentos cerámicos, 1 punzón óseo, 29 restos de fauna
y 20 restos malacológicos, tanto terrestres como de origen marino.
Lítico tallado
Con respecto al material lítico tallado, en su mayor parte se trata de restos de talla, entre los que cabe
destacar algunos núcleos lascares y laminares, lascas y, en especial, un buen lote de soportes laminares de
3
La intervención arqueológica fue autorizada con fecha 10 de mayo de 2016 con expediente 2016/0185-A (SS.TT.: A-2016-073),
siendo los directores Palmira Torregrosa Giménez y Francisco Javier Jover Maestre.
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
91
Fig. 4. Selección de materiales líticos de adscripción neolítica documentados en la Cova dels Calderons.
Cal-60/66/67/69: láminas; Cal-40/48/42/64/79/100: láminas con retoques marginales o muy marginales
irregulares; Cal-85: taladro; Cal-sn: trapecio rectángulo; Cal-75: triángulo; Cal-205: núcleo laminar de talla
envolvente. Materiales depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda.
diferente porte sin retoques y sin señales de uso visibles. La materia prima empleada fue el sílex, del que
cabe destacar una amplia gama cromática4, además de un buen número de piezas rubefactadas.
El conjunto de elementos retocados es reducido. Solamente se han determinado 41 piezas, lo que supone
un 7,45% del total. En dicho conjunto destaca la presencia de un buen número de raspadores, tanto sobre
lasca, como sobre lámina –16–, 1 punta de dorso, 3 laminitas de dorso, 1 punta escotada, 1 buril, 1 raclette,
2 denticulados, 6 lascas retocadas, 5 láminas con retoques marginales, algunas obtenidas mediante presión,
2 taladros sobre lámina, 1 triángulo, 1 posible trapecio casi rectangular –o truncadura doble– de retoque
abrupto y 1 punta de flecha de retoque plano, solamente cubriente por una de sus caras.
De todo el conjunto cabe hacer hincapié en los soportes laminares de mayor longitud y anchura –
al menos 9–, con bordes y aristas paralelos, algunos de los cuales presentan retoques marginales o muy
marginales –5–; en el trapecio de gran tamaño y el triángulo, ambos de retoque abrupto; en los taladros
sobre soportes laminares y en algún núcleo de talla laminar envolvente, que denuncian la presencia de, al
menos, un claro momento de ocupación neolítica (fig. 4). La punta de flecha, por su parte, para la que no se
puede asegurar su procedencia de la cavidad expoliada o de alguna otra de las cavidades próximas ubicadas
en el mismo farallón rocoso, también plantea la existencia de ocupaciones posteriores, ya de momentos
avanzados del IV milenio o pleno III milenio cal AC.
4
El análisis geoarqueológico del sílex se encuentra en proceso de estudio por parte del Dr. Francisco Javier Molina Hernández.
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P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
Fig. 5. Materiales óseos y líticos de la Cova dels Calderons. Materiales depositados en el Museo Arqueológico
Municipal de Novelda.
Lítico pulido
- Fragmento de brazalete de esquisto, pulimentado, de sección rectangular y color plateado, con unas
dimensiones de 57x5x4 mm (fig. 5.6).
- Canto rodado de caliza con algunas caras con signos de desgaste y de combustión. 34x25x23 mm (fig. 5.7).
Cerámica (fig. 6)
- Cal-1: fragmento de cuerpo indeterminado sin decoración, con tratamiento de paredes alisadas, cocción
reductora y desengrasante pequeño calizo.
- Cal-2: fragmento de cuerpo erosionado con decoración peinada en ambas caras, cocción reductora y
desengrasante pequeño calizo.
- Cal-3: fragmento de borde con incisiones junto al labio y decoración peinada parcial en su cara externa.
Tratamiento alisado, cocción reductora y desgrasante pequeño calizo.
- Cal-4: fragmento de cuerpo con asa vertical, alisado, cocción oxidante/reductora y desengrasante pequeño
calizo.
- Cal-5: fragmento de borde peinado en ambas caras y con asa vertical. Tratamiento alisado, cocción
reductora y desengrasante mediano y calizo.
- Cal-6: fragmento de cuerpo con arranque de asa vertical, alisado, cocción oxidante/reductora y
desengrasante pequeño calizo.
- Cal-7: fragmento de borde bruñido con cocción reductora y desengrasante pequeño calizo.
- Cal-8-9-10: tres fragmentos que forman parte de la misma vasija con decoración impresa de instrumento
e incisa, mediante líneas paralelas y oblicuas, todo ello en la cara externa. Tratamiento alisado, cocción
reductora y desengrasante grande calizo.
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Fig. 6. Fragmentos cerámicos procedentes de la Cova dels Calderons. Materiales depositados en el Museo Arqueológico
Municipal de Novelda.
Hueso trabajado
- Cal-32: punzón de punta roma pulimentada por uso con unas dimensiones de 73x21x9 mm (fig. 5.1).
Fauna
- 29 astillas y restos óseos, entre los que domina Oryctolagus cuniculus y algunos restos de ovicaprinos.
Malacofauna
- 17 Iberus alonensis de diferentes tamaños, que presentan una perforación irregular efectuada por presión
cerca de la apertura (fig. 5.2).
- Littorina sp., probablemente neritoides, que presenta una perforación de contorno irregular efectuada por
presión en el cuerpo, cerca de la apertura. 15 mm (fig. 5.3).
- Trivia monacha con dos perforaciones irregulares de pequeño tamaño, efectuadas por presión. 8 mm de
longitud (fig. 5.4).
- Dentalium entalis de 25x9 mm (fig. 5.5).
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2.4. Valoración del registro
El conjunto de materiales depositados en el Museo Arqueológico de Novelda permite proponer que, al
menos, dicha cavidad pudo estar ocupada en diversos momentos prehistóricos. Alguna de las raederas
documentadas podría estar indicando una ocupación musteriense, al igual que el conjunto lítico de
raspadores, buriles y dorsos mostraría una ocupación durante momentos indefinidos del Paleolítico
superior, probablemente durante el Solutrense, dada la presencia de un buen lote de raspadores, dorsos
y una punta escotada.5
Ahora bien, los restos procedentes de las intervenciones clandestinas también evidencian una
interesante ocupación neolítica atribuible, en principio, a momentos postcardiales, avalada por la presencia
de cerámicas con decoraciones inciso-impresas y peinadas, y desde el punto de vista lítico, geométricos,
taladros y láminas con retoques marginales, además de un brazalete de esquisto pulido de clara raigambre
en el neolítico antiguo (Orozco, 2016). La reciente excavación y los estudios en curso permitirán concretar
mucho mejor el carácter y funcionalidad de las distintas ocupaciones.
3. LAS EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS DE LOS PRIMEROS GRUPOS
AGROPECUARIOS EN LA CUENCA DEL VINALOPÓ
A lo largo de las últimas décadas, las evidencias y la información publicada sobre hallazgos o la práctica
de excavaciones en yacimientos de adscripción neolítica en la cuenca del Vinalopó se han multiplicado
exponencialmente. El desarrollo de una importante actividad arqueológica de urgencia o salvamento ha
posibilitado el registro de un buen número de asentamientos que de ningún otro modo habrían podido ser
documentados. Mientras la información publicada de algunos de ellos es realmente muy escasa y poco
diagnóstica, de otros apenas conocemos avances de las investigaciones en curso. Muy pocos han sido
publicados de forma amplia y extensa.
Por esta razón, a continuación pasamos a exponer, de forma breve, la información disponible sobre
los 16 yacimientos adscritos al neolítico antiguo (fig. 7) –sin contabilizar la Cova dels Calderons ya
expuesta– reconocidos hasta el momento, tanto en el fondo de la cuenca, como en los corredores de
tránsito hacia otros territorios.
3.1. Cova del Partidor (Banyeres)
Pequeña covacha de reducidas dimensiones ubicada en la margen derecha del río Vinalopó.
Coordenadas ETRS89 X: 703723 Y: 4286914. Su entrada se orienta al suroeste, aunque un segundo
acceso a un nivel inferior quedó sepultado al extraer los sedimentos que la rellenaban (Aparicio et al.,
1981: 79). Las tierras que colmataban dicha cavidad fueron tamizadas y vertidas a la ladera inmediata
formando una escombrera. Entre los materiales publicados por los autores citados, destaca una vasija
de tipo cántaro, de boca cerrada, cuerpo elipsoide vertical y base convexa, provista de dos pequeñas
asas verticales tubulares en el cuerpo (Aparicio et al., 1981: 83, fig. 38). Las características formales
de este vaso muestran una ocupación del Neolítico antiguo o medio, sin que se pueda realizar ningún
otro tipo de precisión.
5
El conjunto lítico será analizado de forma detenida en otro trabajo, ya que en su mayor parte parece evidenciar que la cavidad fue
utilizada como lugar de hábitat en distintos momentos del Pleistoceno.
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Fig. 7. Distribución general
de yacimientos neolíticos
antiguos, incluyendo algunos
enclaves de otras cuencas
fluviales citados en el texto.
Triángulo: yacimientos con
ocupaciones antiguas dentro
del Horizonte cardial.
Círculo: yacimientos del
Vinalopó con dominio
de cerámicas decoradas
inciso-impresas, aunque
con presencia minoritaria de
cardiales.
Cuadrado: yacimientos del
Vinalopó con dominio de
cerámicas inciso-impresas, sin
presencia de cardiales.
3.2. Cueva Santa (Caudete)
Ubicada en la vertiente norte del cerro El Chinchado, controlando el paso natural entre la sierra de Bárbara
y del Chinchado, al norte de la cuenca del Vinalopó. Coordenadas: ETRS89 zona 30N X: 674750 Y:
4291260 (García Atiénzar, 2010: 196). Como resultado de la explotación de las canteras próximas en
la década de 1960, se produjo el vaciado casi completo de la cavidad, depositando los materiales en el
Museo de Albacete. Las repetidas rebuscas posteriores también han generado la presencia de materiales en
colecciones particulares y en el Museo Arqueológico Municipal de Petrer (fig. 8).
El conjunto de los materiales ha sido objeto de estudio por varios investigadores (De los Santos
Gallego, 1970; Pérez, 1993; García Atiénzar, 2010). Destaca la presencia de una vasija de tendencia
esférica con un asa de cinta horizontal con decoración impresa cardial, a base de tres bandas horizontales
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P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
Fig. 8. Fragmentos cerámicos hallados en la Cueva Santa (Caudete) depositados en el Museo Arqueológico y
Etnológico Municipal de Petrer.
paralelas al borde en el tercio superior y tres bandas verticales perpendiculares a las anteriores situadas
bajo el asa (Pérez Amorós, 1993). Además de diversas vasijas de formas simples sin decoración –al
menos 7 en los diferentes conjuntos publicados (Pérez, 1993; García Atiénzar, 2010)–, también se han
documentado:
- Una vasija elipsolide vertical con borde decorado con impresiones de instrumento (prospecciones de L.
Pérez Amorós).
- Un punzón óseo (prospecciones de L. Pérez Amorós).
- Un fragmento de una vasija elipsoide vertical con digitaciones en el cuerpo (Museo de Albacete).
- Un fragmento de borde de cuenco con decoración impresa de gradina creando bandas horizontales y una
oblicua (Museo Arqueológico Municipal de Petrer).
- Un borde de una vasija de tendencia esférica con cuello, que presenta una serie horizontal de digitaciones
impresas en el cuerpo.
- Un borde de cuenco de boca cerrada con un asa vertical y decoración acanalada a base de líneas
paralelas horizontales cortadas por dos líneas verticales ubicadas al lado del asa (Museo Arqueológico
Municipal de Petrer).
En definitiva, como ya ha sido considerado por los autores señalados, dicha cavidad debió de ser ocupada
durante momentos indefinidos del Neolítico antiguo, dada la presencia de una vasija con decoración cardial.
No obstante, la presencia de otros recipientes con decoración impresa de gradina, impresión con digitaciones
y algún acanalado, podrían señalar que su ocupación pudo iniciarse en momentos algo más avanzados, ya
dentro de la fase epicardial, y prolongarse durante la fase postcardial.
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3.3. Casa de Lara (Villena)
Se localiza en una llanura al este del cabezo del Padre y en las proximidades de la antigua laguna de El
Balsón, en pleno corredor de Villena, junto a la entrada de la Vall de Beneixama. Coordenadas: ETRS89
zona 30N X: 682884 Y: 4281568. Se trata de un yacimiento en llano repetidamente prospectado por J. M.
Soler García (1961), que fue objeto de una mínima intervención por parte de M. D. Asquerino (Fernández,
1999). No se conocen apenas construcciones, tan solo algunos fragmentos de barro con improntas. En
cuanto a los materiales recogidos (Soler García, 1961), el yacimiento muestra una amplia secuencia que
comprende desde el Mesolítico hasta el Horizonte Campaniforme. Según J. Juan-Cabanilles y B. Martí
(2002), la ocupación neolítica respondería a una reocupación del enclave, casi sin solución de continuidad
desde el Mesolítico reciente en su fase B, atestiguado por sus materiales líticos.
La fase neolítica del yacimiento se puede caracterizar a través de la presencia de algunos fragmentos de
cerámica (Guitart, 1989; Fernández, 1999: 110-111), cuyas decoraciones tanto impresa cardial –al menos
3 fragmentos–, de instrumento –9–, incisas –2–, en relieve –4 con digitaciones, ungulaciones e incisiones–
y peinadas –al menos 4–, junto a las características de un buen conjunto de productos líticos tallados
–segmentos con retoque abrupto y doble bisel, trapecios simétricos y asimétricos con retoque abrupto y
triángulos isósceles con vértice redondeado y retoque en doble bisel–, nos llevan a situar la ocupación de
este yacimiento a lo largo del Neolítico antiguo en sus fases epicardial y postcardial. También se documentan
ocupaciones posteriores ante la existencia de cerámicas esgrafiadas. La abundante presencia de puntas de
flecha con retoque plano y láminas de significativa longitud, fragmentos cerámicos con motivos decorativos
incisos de forma triangular con impresiones de puntos, el predominio de formas abiertas –platos y fuentes–,
así como dientes de hoz y diversos elementos metálicos, ponen de manifiesto una prolongada presencia
humana en la zona hasta momentos campaniformes.
3.4. Arenal de la Virgen (Villena)
Se ubica al SO de la población de Villena en la margen izquierda de la antigua Laguna del Rey o de
Villena, hoy ocupada por campos de cultivo. Su denominación responde a la presencia de depósitos eólicos
fosilizados y a ubicarse en sus proximidades el santuario de la virgen de las Virtudes. Coordenadas: ETRS89
zona 30N X: 680167 Y: 4276804. Los materiales conocidos, de amplia adscripción cronológica, provienen
de recogidas superficiales llevadas a cabo por J. M. Soler (1965) y su secuencia de ocupación, propuesta
inicialmente por J. Fortea (1973), ha sido analizada en profundidad por diversos autores (Fernández et al.,
2008, 2015; Gómez-Puche y Fernández, 2016) mediante la revisión de los materiales depositados en el
Museo Arqueológico de Villena, la realización de prospecciones intensivas y la práctica de un sondeo de
unos 6 m², cuyos resultados han mostrado la presencia de estructuras de combustión de un momento de
ocupación del Mesolítico de Muescas y Denticulados.
Recientemente, Gómez-Puche y Fernández (2016) han presentado la revisión efectuada sobre los
materiales arqueológicos documentados durante las visitas efectuadas por J.M. Soler al emplazamiento.
A modo de resumen, los autores estudian las dos vasijas casi completas con decoración impresa (fig.
9), además de un total de 119 fragmentos cerámicos, en su mayor parte lisos y sin decoración. Entre
los fragmentos decorados, destaca la presencia de tres con decoración cardial, el predominio de las
cerámicas con cordones (14) e incisas (13), impresas de instrumento (7), así como 2 pastillage y una
peinada (Gómez-Puche y Fernández, 2016: 24, gráfico 1). Los recipientes casi completos contienen
una decoración de bandas delimitadas, principalmente ubicadas en el tercio superior. El conjunto
documentado es propio de momentos del horizonte impreso cardial, aunque la constatación de un
buen número de cerámicas inciso-impresas así como la decoración aplicada con pastille, abogan por
momentos avanzados de la fase cardial o pleno desarrollo del epicardial (Manen, 2002). Por otro lado,
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P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
Fig. 9. Vasija con decoración impresa
de instrumento procedente de Arenal
de la Virgen (Villena). Cortesía del
Museo Arqueológico Municipal José
María Soler de Villena.
también es muy significativa la presencia de geométricos, atendiendo al estudio efectuado en su día por
J. Fortea (1973), con triángulos, trapecios y segmentos con diferentes modalidades de retoque, entre ellas
el doble bisel. Estos morfotipos forman parte del bagaje propio de los primeros grupos neolíticos, dada
su presencia en diversos contextos cardiales puros, como son Benàmer II (Jover, 2011a), Cova de l’Or
(Juan Cabanilles, 2008) o el nivel Ib de Chaves (Cava, 2000).
3.5. Cueva del Cabezo de los Secos (Yecla)
Cavidad localizada en el límite entre los términos municipales de Yecla y Villena, en la parte occidental
de la sierra de Enmedio. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 673340 Y: 4269167. Los materiales
presentados por J. M. Soler procedían de una recogida superficial y consistían en diversas piezas líticas
talladas, así como algunos huesos y diversos fragmentos de cerámica, entre ellos uno con decoración
cardial en espiga bajo dos surcos paralelos. Posteriormente, en 1987, llevó a cabo diversas catas en las
que se pudo documentar, junto a restos humanos, piezas líticas como algún segmento y un trapecio, así
como otros materiales malacológicos, óseos y cerámicos que le permitieron proponer una ocupación
prolongada de la cueva (Soler García, 1988).
3.6. Cueva del Lagrimal (Villena)
Se trata de una cueva localizada en la vertiente noroeste de la sierra de Salinas. Coordenadas ETRS89
zona 30N X: 672530 Y: 4264575. Excavada por J. M. Soler (1991) en 1955-1956, quien realizó diversos
sondeos en la boca de la cueva, distinguiendo cinco niveles, cuatro de ellos fértiles. El denominado nivel III
proporcionó una cronología neolítica postcardial, fijada por la presencia de algunos fragmentos cerámicos
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con decoración inciso-acanalada así como otros con motivos esgrafiados, quizá descontextualizados,
junto a trapecios, segmentos y algún triángulo. Por ello, algún autor (Fernández, 1999) hace hincapié en
la posibilidad de alteraciones estratigráficas, lo que vendría avalado por la existencia en la cueva de un
contexto arqueológico previo en un horizonte epigravetiense o epipaleolítico microlaminar, y la presencia a
lo largo del nivel III de un registro faunístico en el que predominan las especies silvestres. No obstante, la
datación efectuada sobre un resto óseo (v. tabla 1) muestra una ocupación durante el Mesolítico Geométrico
en su fase A avanzada (Fernández et al., 2015). También en el nivel II se localizaron algunas cerámicas con
decoración incisa y acanalada, fruto de la perturbación del depósito.
3.7. Chorrillo-Chopo (Petrer)
Se sitúa en la partida de El Chorrillo, en una terraza fluvial situada en la margen izquierda del río Vinalopó,
a unos 440 m s.n.m. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 691299 Y: 4264400. De los materiales recuperados
en superficie destaca un pequeño lote de fragmentos cerámicos, entre los que cabe resaltar uno que presenta,
junto al labio, un mamelón del que parten unos estrechos cordones decorados con incisiones y otro galbo
con un cordón decorado con la misma técnica. También fue documentada un hacha de forma poligonal, un
núcleo laminar prismático de talla envolvente, un trapecio con retoque abrupto y una lámina con retoque
plano invasor (Segura y Jover, 1997) (fig. 10). Con este reducido conjunto material es difícil concretar las
características y tipo de ocupación de este emplazamiento.
Fig. 10. Objetos líticos del Chopo-Chorrillo (3, 8, 9, 10 y 11) y L’Almortxó (1, 2, 4, 5, 6 y 7).
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3.8. L’Almortxó (Petrer)
Está ubicado en la margen izquierda de la rambla de Caprala. Coordenadas: ETRS89 zona 30N X: 69308
Y: 4264095. Los materiales recuperados, procedentes de prospecciones superficiales, se localizaron en
dos parcelas separadas por un camino y corresponden a un escaso conjunto integrado por varios núcleos
laminares de talla envolvente en diferentes estadios, dos núcleos lascares, diversos productos de talla
sin modificar y varias piezas retocadas como raspadores, denticulados sobre lasca, láminas con retoques
marginales y un segmento con retoque en doble bisel (fig. 10). Además fueron documentados algunos
fragmentos de cerámica lisa (Segura y Jover, 1997).
3.9. Cova de la Serreta la Vella (Monòver)
Esta cavidad está ubicada en lo alto de la sierra honómima, situada a unos dos kilómetros al norte de la
población de Monòver y a escasa distancia del cauce del Vinalopó en su margen derecha. Coordenadas
ETRS89 zona 30N X: 690381 Y: 4255709. Se trata de un conjunto de tres cavidades dispuestas en la ladera
septentrional. La cavidad de mayor tamaño corresponde a la situada en el lado oriental, mientras que la
central presenta una mayor longitud, a pesar de ser más estrecha, siendo la septentrional la de dimensiones
más reducidas. Al parecer, en la actualidad sólo se documenta material en la cueva oriental, habiendo sido
las otras dos expoliadas, dato que se deduce de la presencia de terreras en sus inmediaciones.
Siguiendo la información publicada (Segura y Jover, 1997), en dichas cavidades fueron documentadas
diversas láminas de sílex, algunos instrumentos de piedra pulimentada, fragmentos cerámicos, algunos con
digitaciones e incisiones en ángulo. También se menciona la existencia de una punta de lanza de cobre y
de varios restos de fauna. En un estudio posterior de dicha colección, llevado a cabo por J. A. Soler Díaz
(2002), se describe la existencia de varias láminas con y sin retoque, raspadores sobre lámina, y puntas
de flecha de diversa morfología. Así mismo, comenta la presencia de elementos geométricos –segmentos
y trapecio con retoque abrupto– y lascas retocadas. Entre los elementos de piedra pulimentada destacan
algunas hachas de forma triangular y trapezoidal, y entre los elementos de adorno se recogen algunos sobre
materiales malacológicos. En lo que se refiere a los fragmentos cerámicos, abundan las paredes lisas y, en
menor medida, fragmentos con decoración impresa e incisa y perforaciones de lañado, aunque no existe la
certeza de que estos últimos procedan de esta cavidad.
De todo el conjunto dieron debida cuenta Segura y Jover (1997), señalando la presencia de materiales
cerámicos y líticos propios del Neolítico antiguo, ante la documentación de un lote de cerámicas decoradas
–6 incisas, 1 impreso-incisa y 4 acanaladas– (fig. 11), y la ausencia de peinadas. En dicho trabajo se propuso
que posiblemente pudiera tratarse de una serie de grietas aprovechadas como lugar de inhumación, ya que
sus características impiden que hubiesen podido ser utilizadas como un lugar de hábitat.
3.10. Ledua (Novelda)
Yacimiento ubicado en las proximidades del cauce del río Vinalopó, justo en su margen izquierda, frente a
la actual población de Novelda. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 695347 Y: 4251472. Ocupa un espacio
con tierras de alto potencial agrícola. Fruto del hallazgo fortuito de una vasija con decoración inciso-impresa
(fig. 12), se consideró necesario emprender una intervención arqueológica. En 1987, M. S. Hernández y E.
Alberola (1988) practicaron una serie de sondeos en los que apenas se pudieron documentar algunos materiales.
Mientras el corte 1 únicamente proporcionó algún resto de época moderno-contemporánea, en el corte 2 se
registraron algunos fragmentos cerámicos hechos a mano y sin decoración. En el tercero de los sondeos se
constató la existencia de algunas piedras y barros que fueron interpretados como los restos de un posible fondo
de cabaña o estructura y en cuyas proximidades se documentaron algunos fragmentos cerámicos, uno de ellos
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Fig. 11. Materiales cerámicos con decoración incisa y acanalada procedentes de la Cova de la Serreta la Vella,
depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda.
Fig. 12. Vasija con decoración incisoimpresa con bandas verticales y horizontales
procedente de Ledua (Novelda). Cortesía
del Museo Arqueológico Provincial de
Alicante-MARQ.
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con incisiones junto a fauna y piezas líticas sin retocar. El último de los cortes practicados proporcionó varios
fragmentos de una vasija de tendencia esférica con cuello, borde exvasado y dos asas verticales, que presentaba
una decoración inciso-impresa a base de bandas horizontales y verticales y una serie de triángulos rellenos de
impresiones (fig. 12), que situaría el yacimiento en momentos avanzados del Neolítico antiguo. A pesar de los
escasos resultados aportados por la intervención arqueológica, los autores propusieron que quizá el yacimiento
estaría relacionado con un asentamiento en llano con estructuras de habitación o de almacenamiento, el cual se
extendería por las parcelas contiguas, ya que en ellas también se registraron algunos materiales en superficie
como el caso de un hacha pulimentada (Hernández y Alberola, 1988).
3.11. Casco antiguo de Novelda
Son varios los solares del casco antiguo de Novelda donde han sido documentados restos de estructuras y
materiales correspondientes a momentos neolíticos antiguos. Por el momento podemos citar:
- Calle Colón nº 3. Ubicado en el actual casco histórico de Novelda, a escasos metros de la margen
derecha del río. Durante la intervención arqueológica se registraron niveles neolíticos bajo estratos de
cronología moderno-contemporánea. Se pudo constatar que la disposición de una necrópolis había alterado
considerablemente la ocupación previa. No obstante, se determinó que el nivel prehistórico correspondía a un
conjunto de estructuras relacionadas con actividades de combustión o con áreas de actividad indeterminada,
entre ellas dos encachados de cantos rubefactados –E-100 y E-200– y una agrupación de cantos angulosos
–E-300–, a los que se asociaban los restos de cultura material recuperada. La datación absoluta, efectuada
sobre una muestra singular de un carbón de Quercus sp., obtenida del relleno sedimentario UE 101 de la
E-100, proporcionó una fecha muy elevada para el contexto material (Beta-227572: 6390±40 BP; 54805310 cal BC 2σ) (García Atiénzar et al., 2006). En la intervención se documentaron algunos materiales
asociados a las estructuras, así como otros dispersos entre los que destacan instrumentos de molienda,
láminas retocadas y sin retoque, dos lascas de borde abatido, un raspador, un trapecio de retoque abrupto, 27
fragmentos cerámicos –19 sin decoración, 7 peinados y un fragmento de cuerpo con cordón decorado con
impresiones de instrumento–. De la UE 101 datada, proceden diversos fragmentos cerámicos, varios lisos,
uno con cordón e impresiones de puntillado y un fragmento peinado. Con todo, la datación disponible es
elevada en relación con el contexto material recuperado, debido, en esencia, a que se trata de una muestra
de vida larga que podría llegar a envejecer su cronología. Por tanto, la ocupación en la calle Colón se podría
situar hacia finales del VI milenio cal AC.
- Por otro lado, en las obras de reforma de la ermita de San Antón también se localizaron algunos materiales
que en la actualidad se encuentran en proceso de estudio. Al menos, conocemos la presencia de un fragmento
cerámico correspondiente a una vasija con decoración impresa de instrumento (c.p. Concepción Navarro).
- En la calle Sentenero nº 5 y 7 (Alegre, 2008), se hallaron dos pequeñas cubetas con fondo plano en el
tramo norte de la calle. En la calle Sentenero nº 53 (Reina, 2008), durante la excavación de salvamento de
este solar, se documentaron algunos materiales neolíticos, entre los que cabe destacar diversos fragmentos
de cerámica peinada y esgrafiada. Y, por último, en la calle Manuel Alberola (Ortega y Boronat, 2008), se
constataron algunos materiales, tales como un posible segmento de sílex, de cronología neolítica.
3.12. Cova Sant Martí (Agost)
Este yacimiento se ubica en las cercanías del corredor del Vinalopó, en uno de los valles transversales hacia el
Camp d’Alacant. Concretamente la cueva se localiza a media altura del Barranc Blanc, en la zona conocida como
Las Tobarías, dentro de la partida de Rochet, siendo sus coordenadas ETRS89 zona 30N X: 706633 Y: 4257937.
Se trata de una cavidad con una pequeña boca de entrada y enorme dificultad de acceso al interior. Las primeras
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evidencias arqueológicas de este yacimiento fueron presentadas en un estudio de materiales procedentes de
remociones clandestinas, realizado por E. López Seguí (1996). Posteriormente, entre 2001 y 2003 se llevaron a cabo
dos campañas de excavaciones arqueológicas (Torregrosa y López, 2004; Torregrosa, López y Jover, 2004). Los
resultados de estas intervenciones permitieron reconocer al menos dos niveles de ocupación de la cavidad, uno en
momentos epipaleolíticos y otro en el Neolítico antiguo postcardial. Este último, se caracterizaba principalmente
por la abundante presencia de cerámicas peinadas, junto con una buena representación de cerámicas incisoimpresas y solamente un fragmento con decoración cardial. El registro cerámico venía acompañado de algunos
elementos de industria lítica, entre los que se reconocieron láminas y laminitas obtenidas mediante técnica de
presión sobre las que se confeccionaron algunas hojas con retoques marginales, así como algunos geométricos
entre los que se observan singularmente trapecios. Todo ello venía acompañado de un destacado conjunto de
restos faunísticos –con especies domésticas tales como bovinos, ovicaprinos y suidos–. La presencia de especies
faunísticas intrusivas parecían indicar una ocupación esporádica de la cavidad. Los restos malacológicos,
especialmente los marinos con carácter ornamental, también parecían estar acordes con la ocupación neolítica.
Por último, en cuanto a la funcionalidad de la cueva, se consideró que se trataría de ocupaciones esporádicas
relacionadas con actividades de pastoreo, a lo que se sumaría un uso funerario, dada la documentación de restos
óseos humanos cuya datación absoluta aportó una cronología de momentos avanzados de la primera mitad del
V milenio cal AC (Beta-166467: 5740±40 BP; 4700-4480 cal BC 2σ). El estudio osteoarqueológico concluyó
que había un número mínimo de individuos entre 5 y 6, estando representados tanto infantiles como adultos. El
lugar de residencia del grupo neolítico, que utilizó momentáneamente la cueva como lugar de enterramiento, es
probable que se ubicara al aire libre en el entorno próximo.
3.13. Limoneros II-III (Elche)
Este yacimiento al aire libre se localizaba en una finca agrícola, de donde toma el nombre, totalmente
transformada por las recientes obras de la circunvalación sur de Elche, muy próxima a los llanos de
inundación en la margen izquierda del río y aproximadamente a unos 500 m del cauce (Barciela et al.,
2014). Las coordenadas corresponden a ERTS89 zona 30N X: 701756 Y: 4236184. Su documentación
fue el resultado de una intervención de salvamento llevada a cabo con motivo de la construcción de una
carretera, y en el transcurso de la misma se constataron diversas estructuras negativas, tipo silo o cubeta
y segmentos de foso o paleocanales. Entre el material recuperado destaca la presencia de fragmentos
cerámicos con decoración inciso-impresa y peinada, así como restos de fauna, malacofauna y elementos
líticos, tanto tallados como pulidos, que podrían situar el yacimiento en torno a un Neolítico epicardial o
postcardial de la secuencia regional. Todo ello permite inferir que quizá se tratara de un conjunto de áreas
de actividad o desecho asociadas a la presencia de un asentamiento.
3.14. La Alcudia (Elche)
El yacimiento se asienta sobre una de las terrazas de la margen izquierda del río Vinalopó, con tierras de
amplio potencial agrícola. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 701700 Y: 4234946. Las noticias sobre la
ocupación neolítica proceden de las intervenciones llevadas a cabo por R. Ramos Fernández en la década
de 1980, cuando al excavar en el interior de una galería moderna dentro del sondeo 6B del sector 5F, se
documentaron materiales descontextualizados procedentes de procesos de arrastre, entre los que cabe citar
varios fragmentos de cerámicas hechas a mano con decoración incisa e impresa (Ramos Molina, 1989) que
podrían asociarse a momentos avanzados del Neolítico antiguo en su fase epicardial. Entre los materiales
destaca un vaso globular con cuello y seis asas de lengüeta, decorado con incisiones e impresiones de
instrumento conformando motivos geométricos. Poco más se puede comentar sobre la ocupación neolítica
de este yacimiento cuyos niveles prehistóricos apenas están documentados.
APL XXXI, 2016
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104
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
3.15. Cova de les Aranyes del Carabassí (Santa Pola)
Se trata de una cavidad localizada en la ladera de la sierra de Santa Pola, en el Barranc del Frare, muy próxima
al mar. Sus coordenadas ETRS89 son zona 30N X: 717395 Y: 423362. Esta ubicación bien podría relacionarse
con la explotación de recursos marinos y del espacio de marismas que rodea la cueva. Se trata de un yacimiento
en el que se han practicado, a lo largo del siglo XX, diversas intervenciones de diferente índole, lo que ha
generado la presencia de un conjunto de materiales distribuidos por dos museos –Museo Arqueológico y de
Historia de Elche (MAHE) y Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ)–. A comienzos del siglo
XXI, se llevó a cabo otra actuación arqueológica sistemática (Hernández et al., 2012; Guilabert y Hernández,
2014). De los 36 vasos individualizados, 10 presentan algún tipo de decoración. Las impresiones a gradina
suponen el 40%, las incisiones el 30%, peinados el 20% y ungulaciones el 10% (Guilabert y Hernández, 2014:
74). La cerámica viene acompañada de industria lítica, ósea y malacológica. Dicho conjunto, en el que destaca
la ausencia de cerámicas con decoración cardial y de cerámicas esgrafiadas, permite encuadrar su ocupación
en momentos avanzados del Neolítico epicardial, o ya dentro del postcardial.
3.16. El Alterón (Crevillent)
Ubicado al norte del Fondó de Crevillent-Elx y en la margen derecha del Barranc del Botx, sobre una pequeña
elevación (Trelis et al., 2014). Sus coordenadas ETRS89 son X: 693299 Y: 4233913. Los datos disponibles
proceden de una excavación arqueológica de salvamento que permitió constatar una serie de estructuras negativas
a modo de pequeñas fosas de diferente tamaño, relacionadas, quizá, con actividades de almacenamiento de
alimentos o áreas de desecho. Destacan algunos materiales documentados en las UUEE 9 y 19. En la primera
de ellas, se registró un fragmento con cordón y digitaciones; un fragmento cerámico carenado y esgrafiado
y dos fragmentos peinados. Para la segunda, destaca un fragmento peinado (Trelis et al., 2014: 99, fig. 9.6).
La escasez, tanto de estructuras como de materiales, no permite esbozar una caracterización concreta para
este yacimiento, más allá de relacionarlo con áreas de almacenamiento o desecho que podrían haber estado
asociadas a una zona de hábitat próxima en momentos de la segunda mitad del V milenio cal AC.
4. DISCUSIÓN
El río Vinalopó nace en las estribaciones suroccidentales de la sierra de Mariola, a la altura de los municipios
de Banyeres-Bocairent. En la vertiente septentrional de Mariola y a escasos kilómetros de su nacimiento,
también surge el río Clariano, al igual que al E-SE, se configura la cabecera del río de Polop, uno de los
ramales que integran el Serpis. En ambas cabeceras cercanas a las del Vinalopó se constatan diversos
yacimientos adscritos a los momentos iniciales y plenos del horizonte de las cerámicas impresas cardiales
(Bernabeu, 2011; Bernabeu y Martí, 2014). Así, en el tramo inicial del Polop, entre otros, encontramos el
Abric de la Falguera (García Puchol y Aura, 2006), donde se han documentado niveles de ocupación cardial
anteriores a ca. 5300 cal AC. Lo mismo podemos decir para, al menos, dos cavidades situadas en el curso
alto del Clariano como son la Cova de la Sarsa y la Coveta Emparetà (García Borja et al., 2016a).
Con respecto a la Cova de la Sarsa, la documentación y datación hasta el momento de diversos restos
humanos, correspondientes a 11 individuos, asegura su carácter sepulcral a lo largo de la Prehistoria
reciente desde momentos muy antiguos del Neolítico cardial. Las dataciones efectuadas muestran que al
menos 4 de ellos fueron inhumados entre ca. 5500 y 5200 cal AC, pudiendo haber sido coetáneos dos de
ellos, dado el rango cronológico que muestran (García Borja, 2016a: 127, tabla 1). El registro material
asociado evidencia una destacada presencia de cerámicas cardiales frente a otros tipos de técnicas
decorativas (García Borja et al., 2011b).
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
105
Por su parte, la Coveta Emparetà (García Borja et al., 2016b) se ubica a escasa distancia de la anterior. Fue
la primera referencia bibliográfica de la zona que mostraba la presencia de cerámicas cardiales (Visedo, 1925),
aunque no fue excavada hasta 1970 por M. D. Asquerino (1975). El estudio y revisión de las evidencias materiales
ha permitido constatar que la cavidad fue ocupada y utilizada, entre otros momentos de la Prehistoria reciente,
durante el Neolítico antiguo y medio. Del conjunto cerámico estudiado destaca el alto número de cerámicas
impresas cardiales, así como una buena presencia de cordones lisos y un menor número de incisiones e impresiones
de instrumento, alguna peinada y una esgrafiada (García Borja et al., 2016b: 33-35, fig. 5). La existencia de
trapecios, un taladro y diversas hojas y hojitas retocadas también se debe asociar con la existencia de un nivel de
ocupación cardial, cuyo desarrollo se podría considerar coetáneo a la ocupación de la vecina Cova de la Sarsa.
En definitiva, las tres cavidades citadas muestran similares secuencias de ocupación a otros muchos
yacimientos excavados y ubicados en tierras más orientales como Cova de l’Or (Martí, 1977, 2011; Martí et
al., 1980; Bernabeu, 1989), Benàmer (Torregrosa, Jover y López, 2011), Mas d’Is (Bernabeu et al., 2003), Cova
d’en Pardo (Soler et al., 2013), Barranquet (Esquembre et al., 2008) o Cova de les Cendres (Bernabeu y Molina,
2009), con dataciones sobre muestras singulares de vida corta que, en algunos casos, se remontan a mediados del
VI milenio cal AC (Bernabeu y Martí, 2014; García Puchol et al., 2016) (tabla 1).
De este modo, si de excelente a nivel secuencial, análisis de la materialidad y fijación de la cronología
podemos calificar la calidad de la información disponible para los territorios de los ríos Serpis y Gorgos,
de insuficiente debemos considerarla para la cuenca del Vinalopó a tenor de lo expuesto. No obstante,
no podemos olvidar que a lo largo de las últimas décadas se han efectuado excavaciones en al menos 8
yacimientos con resultados muy dispares. Así, se han llevado a cabo sondeos y prospecciones en Arenal de
la Virgen (Fernández et al., 2008, 2015; Gómez y Fernández, 2016) que no han proporcionado datos sobre la
ocupación neolítica, aunque sí sobre ocupaciones previas asociadas al Mesolítico de muescas y denticulados;
los sondeos efectuados en la zona del Chorrillo-Chopo (Petrer) en 1997 también resultaron negativos.6 De
otro lado, los trabajos de excavación y reinterpretación efectuados en la Cova de les Aranyes del Carabassí
(Hernández et al., 2012; Guilabert y Hernández, 2014) han permitido concretar la estratigrafía y asociar
materiales descontextualizados que han posibilitado, al menos, fijar la secuencia de ocupación, que para el
Neolítico se iniciaría en la fase epicardial o inicios de la postcardial. Pero de mayor importancia son los
restos encontrados, tanto en la calle de Colón de Novelda (García Atiénzar et al., 2006), como en Limoneros
II-III (Barciela et al., 2014). En el primero, se pudieron reconocer dos estructuras negativas de planta ovoide,
denominadas como encachados, de escasa profundidad, asociadas a cantos calizos quemados, fragmentos
cerámicos, productos líticos tallados y de molienda (García Atiénzar et al., 2006) (fig. 13), similares a los
registrados en numerosos yacimientos del este peninsular, entre ellos Tossal de les Basses (Rosser y Soler,
2016) o Benàmer (Torregrosa et al., 2011; Jover, 2013). Por su parte, en Limoneros fueron documentados dos
tramos de fosos paralelos, además de un área de actividad y de diversos silos de pequeño tamaño. Todo ello
todavía pendiente de publicar de forma extensa y detallada (Barciela et al., 2014).
Ahora bien, toda esta información adquiere especial relevancia y se le puede dotar de mayor contenido
cronológico e interpretativo si tomamos en consideración el asentamiento del Tossal de les Basses (Rosser
y Soler, 2016), ubicado en la Albufereta de Alicante, a escasos 20 kilómetros del tramo medio y bajo del
Vinalopó. Se trata de un yacimiento con una dilatada secuencia de ocupación que se iniciaría en el tránsito
del VI al V milenio cal AC y que se prolongaría hasta inicios del IV milenio cal AC. El destacado número de
estructuras, documentadas en una amplia superficie, dificulta la posibilidad de determinar con claridad el proceso
de conformación y desarrollo del núcleo, pero todo parece indicar la existencia de, al menos, tres fases de un
asentamiento que ocupó varias hectáreas de extensión. En el mismo, se ha documentado la superposición de dos
fondos de cabañas, además de la presencia de una importante red de fosos, áreas de almacenamiento, áreas de
producción con estructuras de combustión de tipo encachado y una zona de necrópolis de larga duración con
rituales de inhumación individual (Rosser y Soler, 2016).
6
Comunicación personal de D. Antonio M. Poveda Navarro.
APL XXXI, 2016
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Cuenca Geográfica
Serpis
Serpis
Serpis
Alto Vinalopó
Alto Vinalopó
Alto Vinalopó
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Gorgos
Clariano
Gorgos
Serpis
Clariano
Clariano
Clariano
Clariano
Gorgos
Serpis
Medio Vinalopó
Gorgos
Serpis
Serpis
C. d'Alacant-Montnegre
C. d'Alacant-Montnegre
Serpis
Serpis
C. d’Alacant-Montnegre
Serpis
Camp d'Alacant
C. d’Alacant-Montnegre
Yacimiento
Abric de la Falguera
Abric de la Falguera
Abric de la Falguera
Casa Corona
Casa Corona
Cueva del Lagrimal
Cova d'en Pardo
Cova d'en Pardo
Mas d'Is
Mas d'Is
El Barranquet
El Barranquet
Abric de la Falguera
Cova de l'Or
Cova de les Cendres
Cova de la Sarsa
Cova de les Cendres
Cova de l'Or
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de les Cendres
Cova de l'Or
Calle Colón
Cova de les Cendres
Cova de l'Or
Cova d'en Pardo
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Abric de la Falguera
Abric de la Falguera
Tossal de les Basses
Cova d'en Pardo
Cova Sant Martí
Tossal de les Basses
Hábitat en abrigo
Hábitat en abrigo
Hábitat en abrigo
Hábitat en llano
Hábitat en llano
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en terraza
Hábitat en terraza
Hábitat en litoral
Hábitat en litoral
hábitat en abrigo
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en llano
Habitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en litoral
Hábitat en litoral
Hábitat en abrigo
Hábitat en abrigo
Hábitat en litoral
Hábitat en cueva
Inhumación cueva
Hábitat en litoral
Contexto
Referencia
AA-2295
Beta-267441
Beta-171909
OxA-V-2392-27
Beta-272856
Beta-249933
Beta-231880
Beta-231879
Beta-166727
Beta-162092
Beta-221431
Beta-239379
Beta-142289
KN-51
Beta-239377
OxA-V-26076
H-16
GifA-101360
VI
Uciams-66316
OxA-V-26075
OxA-V-2360-25
OxA-V-1360-22
OxA-V-2360-26
N VII
Beta-142228
J4/Capa 17a
Oxa-10192
E-100
Beta-227572
N-VIIa
Beta-107405
J4/Capa 14
Oxa-10191
VII
Beta-231877
Tumba
Beta-225259
S. E2 encachados UE 34 Beta-232484
Nivel VI-UE 3117
AA-60625
Nivel VI-UE2041C
AA-60627
Foso 2/5. UE1779
Beta-232483
Nivel VI
Beta-231876
UE 206
Beta-166467
Tumba 9. Junto cabaña 1 Beta-225223
VIII
Fase VII
Enterramiento 2
Enterramiento 1
Nivel IV
Nivel VIII inf.
Nivel VIII
UE 80205. Fase VIb. C.2
UE 80219. Fase VIa. C.1
UE 79
UE 79
UE 2051B. Fase VI
Capa VII-Inferior-H3
H-19
Conjunto
7410±70
7380±40
7280±40
7116±32
7070±40
6990±50
6660±40
6610±40
6600±50
6600±50
6510±50
6510±50
6510±80
6510±160
6510±40
6506±25
6490±90
6475±25
6420±32
6399±33
6389±33
6341±30
6340±70
6310±70
6390±40
6280±80
6275±70
6240±40
6030±40
5950±50
5833±65
5655±54
5770±40
5790±40
5740±40
5670±40
BP
6400-6040
6380-6099
6210-5980
6058-5918
6023-5849
5985-5755
5657-5511
5631-5491
5630-5480
5630-5480
5530-5370
5530-5370
5616-5321
5678-5198
5548-5373
5534-5376
5617-5310
5484-5375
5473-5330
5469-5320
5469-5314
5463-5222
5478-5080
5470-5076
5480-5310
5467-5047
5456-5046
5310-5066
5030-4830
4950-4720
4842-4533
4648-4358
4720-4520
4720-4540
4700-4480
4590-4450
Semilla Olea
Cervus elaphus
Bactrea pinus
Hueso Humano
Hueso humano
Capra pyrenaica
Capra pyrenaica
Ovis/Capra
Hordeum vulgare
Hordeum vulgare
Ovis aries
Ovis aries
Triticum monococ.
Cereal
Ovis aries
Ovis aries
Triticum dicoccum
Ovis aries
Ovis aries
Bos taurus
Bos taurus
Homo sapiens
Hordeum vulgare
Triticum aestium
Carbón Quercus sp.
Ovis aries
Triticum aestium
Ovis/Capra
Hueso humano
Semilla
Capra pyrenaica
Ovis aries
Semilla
Bos sp.
Hueso humano
Cráneo humano
Cal BC 2σ Muestra
Mesol. geom. A
Mesol. geom. A
Mesol. geom. A
Mesol. geom. A-B
Mesol. geom. A-B
Mesol. geom. B
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
N. epicardial-postcard.
N. cardial-epicardial
N. cardial-epicardial
N. cardial-epicardial
N. epicardial-postcard.
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Fase Arqueológica
Tabla 1. Selección de dataciones obtenidas en yacimientos neolíticos antiguos de las cuencas de los ríos Serpis, Gorgos, Clariano, Montnegre y Vinalopó. Mientras
las dataciones del Vinalopó se recogen en su integridad, del resto de cuencas únicamente se han incluido las obtenidas a través de muestras de vida corta. Todas
las calibraciones han sido realizadas con el programa OxCal v4.2.3. (Bronk Ramsey y Lee, 2013), utilizando la curva de calibración Intcal13 (Reimer et al., 2013).
106
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
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Fig. 13. Estructura
de tipo encachado
documentada en las
excavaciones en la calle
Colón, 3 (Novelda).
Cortesía de Gabriel
García Atiénzar.
Por tanto, atendiendo a la secuencia cronológica y material determinada y reconocida para el área
del Serpis, a la información antes expuesta y a lo publicado hasta el momento del Tossal de les Basses
(Rosser y Fuentes, 2007; Rosser, 2010; Rosser y Soler, 2016), en especial su amplia batería de dataciones
absolutas, podríamos considerar que los inicios de la ocupación de las tierras del Vinalopó por parte de
comunidades agropecuarias procedentes, con toda probabilidad, de las cuencas del Serpis-Clariano se
produciría en los últimos siglos del VI milenio cal AC. Así, son cuatro los argumentos esenciales para
proponer tal consideración:
- En primer lugar, las dataciones absolutas disponibles, incluyendo la amplia serie del Tossal de les Basses,
muestran un desfase temporal entre las tierras del Serpis y Clariano con respecto al Vinalopó y Camp
d’Alacant de cerca de 500 años. En este sentido, la datación realizada hasta el momento que aporta la fecha
más antigua para la zona es la efectuada sobre una muestra de carbón en la calle Colón (Novelda) (García
Atiénzar et al., 2006), para la que es evidente el problema de la madera vieja. El conjunto material asociado
no permitiría envejecer esta ocupación más allá de ca. 5100-5000 cal AC.
- En segundo lugar, el número y distribución de cerámicas decoradas muestra una mayor presencia de
la técnica cardial conforme nos acercamos hacia los ríos Serpis y Clariano. Así, el mayor número de
recipientes y de yacimientos con este tipo de cerámicas lo encontramos en la zona del Alto Vinalopó –
Arenal de la Virgen, Cueva Santa de Caudete, Casa de Lara, etc–; algún fragmento aparece más al sur, como
en la Cova Sant Martí o Limoneros II. No obstante, en todos los enclaves dominan ampliamente las técnicas
de decoración inciso-impresas, cuya representatividad en el registro arqueológico de los yacimientos del
ámbito del Serpis y Clariano es cronológicamente posterior al horizonte cardial.
- En tercer lugar, es significativa la multiplicación de yacimientos neolíticos con cerámicas inciso-impresas
y también peinadas en los tramos medio y bajo del Vinalopó, mostrando una correlación directa con lo
documentado en las fases I y II del Tossal de les Basses (Rosser y Soler, 2016). Este argumento sobre la
materialidad constatada también indicaría que la ocupación efectiva de los tramos más bajos del Vinalopó
se habría producido en el tránsito del VI al V milenio cal AC.
APL XXXI, 2016
[page-n-108]
108
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
- En último término, los elementos, los motivos, las composiciones y los temas decorativos reconocidos
en las vasijas con decoración cardial e impresa de instrumento de los distintos yacimientos del ámbito
del Vinalopó –Cueva Santa, Arenal de la Virgen (fig. 9), Casa de Lara, Ledua (fig. 12), Cova Sant Martí,
La Alcudia y Cova de les Aranyes–, son similares a los documentados en otros enclaves de las cuencas
de los ríos Gorgos, Serpis y Clariano (Bernabeu et al., 2011: 153-178), mostrando así una significativa
relación entre las distintas zonas.
Por tanto, asumiendo lo expuesto, en las tierras del Vinalopó no existe ningún yacimiento que
pueda parangonarse, a nivel material, con la caracterización efectuada para el horizonte cardial en
sus fases iniciales, reconocido de forma clara en numerosos yacimientos de las cuencas del Serpis,
Gorgos y Clariano –como espacios geográficos más próximos con una secuencia neolítica claramente
definida–, con un dominio porcentual de la técnica cardial frente a otras, además de un importante
número de dataciones sobre muestras de vida corta que avalan la presencia de comunidades en estos
valles desde ca. 5600 cal AC. Tampoco parece que los conjuntos cerámicos documentados permitan
plantear una significativa presencia de esta técnica decorativa; más bien al contrario, dominan las
decoraciones incisas por encima de las impresas de instrumento, con una baja o nula presencia de
cerámicas cardiales. En este sentido, el yacimiento del Arenal de la Virgen, con un interesante conjunto
cerámico (Gómez y Fernández, 2016) es el mejor ejemplo, hasta la fecha, para situar los inicios de la
consolidación de grupos neolíticos en las tierras del Vinalopó en momentos plenos o avanzados de la
fase epicardial. Al igual que la única presencia de un fragmento de cerámica cardial en la Cova Sant
Martí o su total ausencia en cavidades como la Cova de les Aranyes del Carabassí u otros yacimientos
con peor registro, evidenciarían una ocupación de estos espacios en momentos algo más tardíos, a
inicios de la primera mitad del V milenio cal AC, como ha puesto de manifiesto la datación absoluta
disponible para la primera.
5. HACIA UNA HIPÓTESIS SOBRE LOS INICIOS DE IMPLANTACIÓN
DE COMUNIDADES AGROPECUARIAS EN EL VALLE DEL VINALOPÓ
Como ya señalaron, entre otros, A. Ibarra y Manzoni (1879), E. Matarredona (1983, 1986) o M. S.
Hernández (1997), el valle del Vinalopó ha constituido un espacio geográfico con importantes recursos
bióticos y abióticos para el asentamiento humano por sus condiciones edáficas, hídricas, riqueza
biológica y facilidad de comunicaciones. La abundancia de agua, tanto en cursos de ríos y barrancos,
como en espacios lagunares y albuferas, propició el desarrollo de una amplia biodiversidad vegetal y
animal en sus entornos. Estos espacios han venido funcionando como despensas naturales de enorme
interés para los grupos humanos. Además, no podemos olvidar que la zona estudiada corresponde al
extremo septentrional de la fosa Intrabética, a través de la cual se accede rápidamente a las tierras
del Sudeste. Por otro lado, la presencia de cordones litorales y promontorios costeros facilitaría la
existencia de numerosos atracaderos naturales para pequeñas embarcaciones, medio de transporte de
gran importancia en la antigüedad siguiendo un cabotaje más o menos estricto.
Sin embargo, y a pesar de estas características, las investigaciones desarrolladas hasta la fecha vienen
evidenciando que este espacio geográfico no fue elegido por los primeros grupos agrícolas que arribaron
a las costas peninsulares en su proceso de ocupación de nuevas tierras hacia mediados del VI milenio
cal AC. Los primeros grupos agrícolas en tierras peninsulares los encontramos, por ahora, implantados
en las zonas litorales y prelitorales catalanas con preferencia en la cuenca del río Llobregat (Oms et al.,
2014), en valles como el Serpis, Gorgos y Clariano en las tierras valencianas (Bernabeu et al., 2008a,
2011; García Atiénzar y Jover, 2011; Jover y García Atiénzar, 2014, 2015) y, también, en otros más
meridionales como las costas malagueñas (Bernabeu y Martí, 2014). Valles que, como el Serpis, fueron
ocupados remontando desde su desembocadura hasta su cabecera. Este proceso, iniciado probablemente
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
109
Fig. 14. Secuencia hipotética del proceso de implantación del Neolítico en la cuenca del Vinalopó.
sobre el 5600 cal AC, permitió la consolidación en las tierras del norte de Alicante y sur de Valencia, de
una entidad social de base agrícola y ganadera reconocida arqueológicamente bajo la denominación del
grupo Or-Cendres, dentro del denominado Horizonte cardial (Bernabeu et al., 2011; García Atiénzar y
Jover, 2011; García Atiénzar, 2012).
Por su parte, el valle del Vinalopó, como espacio geográfico, no parece haber sido ocupado por
comunidades agropecuarias durante el tiempo en el que se configuró y desarrollo dicha entidad,
aproximadamente entre 5600 y 5300 cal AC, a pesar de ser un territorio contiguo al Serpis y al Clariano.
Atendiendo al estado actual de la investigación, solamente en las tierras del Alto Vinalopó se podría
plantear la implantación de las primeras comunidades agropecuarias hacia momentos muy avanzados del
VI milenio cal AC. Así, la ocupación del Vinalopó por parte de grupos agropecuarios tuvo que ser fruto
de un largo proceso de segmentación y expansión poblacional que se iniciaría en torno al 5300/5200 cal
AC (fig. 14), y siempre partiendo inicialmente desde valles próximos como el del Serpis o el Clariano,
incluso también desde otros valles cercanos interconectados como el río Verd o Montnegre (Jover y
García Atiénzar, 2015).
APL XXXI, 2016
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110
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En este sentido, la datación más tardía disponible para la zona7 en relación con los últimos grupos
mesolíticos, procedente de la cueva del Lagrimal (Fernández et al., 2013; Gómez-Puche et al., 2015), no
permite prolongar su presencia más allá del 5700 cal AC (tabla 1). No obstante, no podemos descartar
que los primeros grupos neolíticos implantados en las tierras del Serpis y el Clariano llegaran a entrar
en contacto con las poblaciones mesolíticas –en su fase B– implantadas en el corredor de Villena. De
haberse producido contactos, por el momento no se puede determinar qué procesos –integración, exclusión,
autoexclusión, etc.– se pudieron producir. El registro analizado hasta la fecha no ha dejado huella. Por el
contrario, para otros territorios más septentrionales, como el Bajo Aragón, se ha propuesto un proceso de
integración con una primera fase de transición al Neolítico hacia el 5500-5400 cal AC y una segunda fase
de plena neolitización a partir de momentos cercanos a finales del VI milenio cal AC, teniendo como base
la secuencia del Cingle de Valmayor XI (Rojo et al., 2015).
De este modo, hacia el 5600/5500 cal AC en el norte de la provincia de Alicante y sur de la de Valencia,
pero preferentemente en la cuenca del río Serpis, se constata la presencia de comunidades humanas con
un modo de vida agropecuario, englobables en el denominado horizonte de las cerámicas impresas. Todo
apunta a que inicialmente ocuparon territorios no frecuentados por los grupos indígenas de base cazadora
y recolectora (Juan Cabanilles y Martí, 2002; García Puchol, 2005; Martí et al., 2009; Jover, 2011b) y que
en su proceso de expansión y colonización de nuevas tierras se pudieron desarrollar diversos procesos
de interacción, entre los que no conviene olvidar los de exclusión social y autoexclusión de los grupos
mesolíticos (Jover y García Atiénzar, 2014, 2015).
Así, hace unos años, la cabecera del Vinalopó fue considerada como una posible frontera inicial entre
ambas comunidades, en la que se habrían podido efectuar procesos de aculturación directa. O. García
Puchol (2005: 319) planteó a este respecto una doble hipótesis: en primer lugar, que Casa de Lara
tuviese continuidad ocupacional durante el Mesolítico en su fase C, pudiendo explicar la presencia de
cerámicas como consecuencia de contactos con los grupos neolíticos y estableciéndose una frontera de
carácter integrador durante cierto tiempo; y, en segundo lugar, que no existiera continuidad en la ocupación
mesolítica, que ésta se truncara en momentos avanzados de la fase B y que el lugar fuese reocupado,
posteriormente, por grupos neolíticos en su proceso de expansión por la cuenca del Vinalopó.
Si bien el proceso de investigación en el Levante de la península Ibérica ha optado tradicionalmente
por explicar el proceso de neolitización de los grupos mesolíticos considerando que éstos irían
incorporando progresivamente innovaciones, primero técnicas –cerámica– y luego económicas –
domesticados–, en los últimos años se empieza a cuestionar esta hipótesis al revisar el conjunto de
yacimientos cuyas estratigrafías habían servido de base para explicar el proceso – en especial Cocina–,
observando que, más que continuidad y progresiva incorporación de elementos neolíticos, se constata
ruptura y discontinuidad. Lo que hasta hace poco se explicaba como grupos mesolíticos en proceso de
neolitización, ahora se trataría de yacimientos con ocupaciones mesolíticas previas o coetáneas a los
primeros grupos agropecuarios, abandonos y posteriores reocupaciones por parte de grupos neolíticos
(Juan Cabanilles y Martí, 2007/2008; Martí et al., 2009; Jover y García Atiénzar, 2014, 2015). En este
sentido, la segunda de las hipótesis planteadas por O. García Puchol para yacimientos como Casa de Lara
y también para la cueva del Lagrimal podría ser la más cercana a la realidad.
En cualquier caso, una vez afianzados y consolidados los grupos neolíticos impresos cardiales en los
territorios inicialmente ocupados de cuencas como las del Serpis, Gorgos y Clariano, éstos comenzarían
un proceso de expansión y colonización de nuevas tierras entre las que se encontraría el cercano valle del
Vinalopó (Guilabert et al., 1999; Jover et al., 2008). Todos los datos parecen indicar que el proceso se
iniciaría primero en la cabecera del río Vinalopó, por su proximidad al núcleo Or-Sarsa; posteriormente,
se ocuparía la cubeta de Villena, donde se ha documentado una mayor presencia de cerámicas con
7
Se han publicado otras dos fechas procedentes de la ocupación mesolítica de Casa Corona (Villena) (Fernández et al., 2013), que
aunque próximas, son algo anteriores a la obtenida en la cueva del Lagrimal.
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decoración cardial que en el resto de la cuenca; para seguir el proceso de implantación en el tramo medio
y final del valle hasta su desembocadura, partiendo, o bien desde el tramo alto del río, o bien desde la
cuenca del río Montnegre y el Camp d’Alacant, teniendo en cuenta las dataciones obtenidas en el Tossal
de les Basses (Rosser y Soler, 2016).
De este modo, se empieza a constatar la presencia de asentamientos agrícolas ex novo en las tierras del
Vinalopó, en un proceso de expansión poblacional –unido a crecimiento– de grupos agropecuarios a lo largo
del valle. Es el caso de los enclaves localizados desde la cabecera hasta la desembocadura, en la cubeta de
Villena con yacimientos como Casa de Lara, Arenal de la Virgen, Cueva Santa de Caudete, o su expansión hacia
el altiplano de Yecla en la cueva de los Secos; todavía no estamos en condiciones de concretar si también se
produciría en la cubeta de Sax ante las escasas evidencias de El Chopo y L’Almortxó; también en Ledua, calle
Colón y el resto de evidencias del casco histórico de Novelda; así como en las terrazas próximas al curso del
río en el Bajo Vinalopó, en yacimientos como La Alcudia, con una clara continuidad en La Bernarda (Soler y
López, 2001), ya en el tramo final del río Segura. El resto de enclaves recogidos en el presente trabajo, como
El Partidor, cueva del Lagrimal, Cova de la Serreta la Vella, Cova dels Calderons, Cova Sant Martí, Limoneros
II-III y El Alterón ya serían evidencias que mostrarían la plena consolidación del proceso de ocupación de la
cuenca y los corredores transversales a ésta, a lo largo de la primera mitad del V milenio cal AC.
Fueron los fondos de las diferentes cubetas geográficas que integran el valle o corredor del Vinalopó,
los primeros espacios edáficos puestos en explotación y ocupados, sin que los materiales arqueológicos
documentados, básicamente los líticos tallados, muestren características técnicas o morfológicas
similares o próximas a las desarrolladas previamente en este espacio por los grupos mesolíticos. Las
tierras más fértiles ubicadas en las proximidades de recursos hídricos se convirtieron en objeto y medio
de trabajo, minimizando, a su vez, los riesgos ante el escaso desarrollo de las fuerzas productivas de
estos primeros grupos campesinos. Quizás, el aspecto más significativo de este proceso de expansión y
ocupación de estas tierras sea la baja densidad demográfica constatada en los diferentes tramos en los
que se divide la cuenca. Se puede apreciar la llamativa ubicación de los yacimientos en los fondos de
los valles, reproduciendo el mismo patrón observado durante los primeros momentos de la secuencia en
otras cuencas próximas (García Atiénzar, 2009).
Este modelo de ocupación del espacio debe ponerse en relación con la baja capacidad productiva
de aquellos grupos, en directa relación con unas condiciones materiales rudimentarias, limitada fuerza
de trabajo y escasa productividad en términos de kilos de grano obtenidos por unidad de superficie.
Lo agrícolamente producido podría generar situaciones de carestía en determinados momentos, lo
que conllevaría la necesidad de otras prácticas para la obtención de alimentos: cría de ganado, caza,
recolección, marisqueo y pesca.
De este modo, sería hacia finales del VI milenio cal AC cuando se comenzaría a configurar un espacio
social con un modelo de poblamiento disperso de granjas en todo el valle del Vinalopó y corredores
aledaños (Jover, 2013). Este espacio social se caracterizaría por una amplia dispersión de unidades,
ocupando principalmente las terrazas próximas a los ríos, espacios endorreicos y barrancos con cursos
de agua más o menos permanentes. Atendiendo a la parcialidad de las estructuras y evidencias materiales
registradas en los yacimientos al aire libre del Vinalopó, el modelo de unidad doméstica podría ser
similar al documentado en el asentamiento del Tossal de les Basses (Rosser y Soler, 2016) donde, en
torno a una o dos estructuras de tipo cabaña, se ubicaría un área de producción-consumo con estructuras
de combustión, un área específica de almacenamiento; diversos fosos, además de una zona para la
inhumación, campos de cultivo, pastos y rediles.
Este modelo de ocupación y explotación de las mejores tierras agrícolas se debió ver complementado
con otras ocupaciones esporádicas y puntuales, tal y como se desprende del caso de la Cova de les Aranyes,
donde las excavaciones practicadas en los últimos años parecen mostrar su empleo desde finales del VI
o inicios del V milenio cal AC como lugar de estabulación del ganado (Guilabert y Hernández, 2014),
además de ser puntualmente utilizado como refugio o asentamiento logístico para la explotación de
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recursos marinos. Un patrón de ocupación similar podemos atribuir a la Cova dels Calderons, en la que los
datos obtenidos fruto de expoliaciones y los primeros pasos dados en su excavación, muestran una escasa
densidad de materiales, elevada presencia de especies salvajes y lentejones intercalados de tonos grisáceos
con alto contenido en materia orgánica.8
Por otro lado, cavidades como la Cova de la Serreta la Vella (Segura y Jover, 1997) o Cova Sant
Martí (Torregrosa y López, 2004), ubicadas tanto en las proximidades del río Vinalopó, como en el
corredor hacia el Camp d’Alacant respectivamente, muestran su uso como continente funerario y la
imposibilidad de haber sido utilizadas como lugar de hábitat. En cualquier caso, la función funeraria
de las cavidades, por otro lado, ya ha sido constatado en el seno de las primeras comunidades
neolíticas asentadas en las cuencas aledañas al Vinalopó, tanto en el Serpis como en el Clariano
(García Borja et al., 2016a). No obstante, también se iniciarían prácticas de enterramiento individual
en fosas al aire libre en asentamientos alejados de cavidades naturales como es el caso del Tossal de
les Basses (Rosser, 2010).
Por tanto, a principios del V milenio cal AC ya se habría consolidado un poblamiento de unidades
agrícolas de tipo granja en el valle del Vinalopó. Las mejores tierras ya se habrían convertido en el
principal objeto y medio de trabajo. Las distintas unidades domésticas dispersas funcionarían como
unidades productivas básicas, a través de una intensa relación con el medio transformado y natural en
el que vivirían y de donde obtendrían la mayor parte de los recursos necesarios para su mantenimiento
y reproducción. Sin embargo, sería a través de la esfera social de donde conseguirían materias primas y
productos no existentes en el entorno inmediato, como rocas para instrumentos y adornos como brazaletes
(Orozco, 2016) o conchas marinas (Luján y Rosser, 2013), pero especialmente personas, sin las cuales no
se podría conseguir la reproducción biológica. La dificultad en este punto reside en determinar qué tipo de
relaciones, además de las de tipo parental, se establecerían en este territorio de granjas dispersas, una vez
desarticulado el espacio social del horizonte cardial constituido inicialmente en el extremo septentrional
del Prebético meridional valenciano.
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encuentra en proceso de estudio en estos momentos.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 119-136
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Miguel CORTÉS SÁNCHEZ a, b, c, María D. SIMÓN VALLEJO a, b, c, Rafael M. MARTÍNEZ SÁNCHEZ d,
Pablo GARCÍA BORJA e, María Dolores BRETONES GARCÍA f, María del Pilar RUIZ BORREGA f,
Juan J. DE LA RUBIA DE GRACIA g, Rubén PARRILLA GIRÁLDEZ b
El Neolítico en la Cueva de la Pileta
(Benaoján, Málaga)
RESUMEN: Cueva de la Pileta es uno de los enclaves clásicos en la historiografía de la Prehistoria del sur
de Iberia, sobre todo por las representaciones de arte rupestre. No obstante, el yacimiento también dispone
de una amplia secuencia estratigráfica del Cuaternario reciente (p. ej., 7 m de potencia en la sala de los
Murciélagos) que apenas ha recibido atención bibliográfica. Este trabajo se centra en la historiografía de los
trabajos en el yacimiento y en el estudio de los materiales neolíticos. La colección cerámica y sus paralelos
técnicos y estilísticos en el contexto del Mediterráneo y sur ibérico permiten integrar La Pileta dentro del
primer Neolítico en Andalucía con una edad encuadrada en la segunda mitad del 8º milenio cal BP.
PALABRAS CLAVE: Neolítico, Sierra de Ronda, Cardial, Historia de la Investigación.
Neolithic in ‘La Pileta’ Cave (Benaoján, Málaga)
ABSTRACT: Cave of La Pileta is a key site in southern Iberia prehistoric historiography. It’s mainly
known for its rock art paintings, but the archaeological site also has a wide stratigraphic sequence of
Recent Quaternary period (e.g. 7 meters in ‘Murciélagos’ Room) that has scarcely been studied. This paper
focuses on historiographical analysis of worked areas and Neolithic materials. Ceramics and its stylistic and
technical parallels in the Mediterranean and southern Iberian context allow us to classify Pileta in the first
Neolithic period of Andalusia, second half of 8th millenium cal BP.
KEYWORDS: Neolithic, Ronda Mountain Range, Cardial, Historiography.
a
b
c
d
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Geografía e Historia, Universidad de Sevilla.
mcortes@us.es | simon@us.es
Grupo HUM-949. Tellus. Prehistoria y Arqueología
en el sur de Iberia. Universidad de Sevilla.
mrruben99@msn.com
Interdisciplinary Center for Archaeology and
Evolution of Human Behaviour, Universidade do
Algarve (Portugal).
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
rmmartinez@ugr.es
Recibido: 31/05/2016. Aceptado: 16/09/2016.
e
f
g
Universidad Nacional de Educación a DistanciaValencia.
pabgarcia@valencia.uned.es
Departamento de Geografía y Ciencias del Territorio,
Universidad de Córdoba.
lolabre@gmail.com | mpruizborrega@gmail.com
Departamento de Patrimonio Histórico, Ayuntamiento
de Mijas.
jjdelarubia@mijas.es
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120
M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
1. INTRODUCCIÓN
La Cueva de La Pileta es ampliamente conocida por la riqueza de las representaciones gráficas prehistóricas
que atesora (vid. p. ej. Breuil, Obermaier y Verner, 1915). Este registro ha acaparado la atención
investigadora durante el último siglo, relegando a un segundo plano el rico patrimonio arqueológico
que conserva la cavidad. Ello ha generado una imagen distorsionada de la realidad patrimonial del
yacimiento, quedando desdibujado como un ente aislado, adoleciendo de un análisis en profundidad y de
la oportuna contextualización con su entorno comarcal o regional. En este sentido, entre los objetivos que
nos marcamos cuando empezamos a abordar la investigación del yacimiento, uno de los prioritarios fue
precisamente intentar aproximarnos al conocimiento del monumento desde una perspectiva más holística,
que considerara no sólo su dimensión simbólica sino también su contextualización territorial y su rol entre
las distintas comunidades que ocuparon el ámbito geográfico inmediato (Cortés y Simón, 2007). Así pues,
resultaba imprescindible la revisión de los materiales arqueológicos procedentes de La Pileta. En este
sentido, uno de los aspectos menos conocidos es la amplísima secuencia arqueológica constatada en los
sondeos practicados en las salas de las Vacas y Murciélagos y en los objetos hallados en diversos ámbitos
de la cavidad (Cortés y Simón, 2007).
Así, las ocupaciones neolíticas han quedado atestiguadas a través de materiales arqueológicos
recuperados en distintos ámbitos de La Pileta y que, en la actualidad, están repartidos en diversas
instituciones, como el British Museum (BM), el Museo de Málaga (MM) o el Museo Arqueológico
Nacional (MAN). Las únicas referencias al Neolítico en el yacimiento se reducen a breves descripciones
de un pequeño lote de materiales depositados en el BM (Breuil, Obermaier y Verner, 1915) o el estudio
de la colección del MM (Navarrete Enciso, 1976).
Este trabajo intenta reunir todas las evidencias disponibles relacionadas con el Neolítico de La Pileta.
En este caso, la información analizada comprende tanto los materiales arqueológicos procedentes de las
excavaciones de 1942 (Giménez Reyna, 1943), conservados en el MAN y MM, como la documentación
de archivo disponible en estas instituciones y el “Museo de San Isidro. Los Orígenes de Madrid” (MSI).
A partir de esta documentación intentaremos contextualizar el Neolítico de la cavidad en el marco de
conocimiento del Neolítico en el sur de Iberia.
2. CONTEXTO GEOGRÁFICO
La Pileta se encuentra en la Serranía de Ronda (fig. 1), en el sector más occidental de la Cordillera Bética,
muy cerca del extremo occidental de la Depresión de Ronda. Esta última constituye la cuenca más occidental
de la cadena de depresiones que jalonan el surco intrabético y que constituyen un elemento fundamental en
la vertebración del ámbito meridional del Mediterráneo ibérico.
Desde un punto de vista geomorfológico, dicha depresión representa una formación detrítica calcárea
configurada durante el Mioceno Superior, constituida por capas horizontales de arcillas o limos calcáreos
y biocalcarenitas que pasan a conglomerados en los bordes de la cuenca. Las ocupaciones durante el
Epipaleolítico y Neolítico han dejado un importante número de localizaciones tanto en las zonas llanas
como en los rebordes calizos karstificados, en este caso ocupando cavidades (González Hidalgo, 2009;
Aguayo et al., 2004).
En otro orden de cosas, el valle del río Guadiaro permite una excelente conexión con la costa occidental
de la provincia de Málaga y con el Campo de Gibraltar (v. fig. 1), área en la que se encuentran diversos
yacimientos arqueológicos (Finlayson et al., 1999 con referencias; Cortés et al., 2010; Simón et al., en
prensa), en los que encontraremos claros paralelos con los materiales procedentes de La Pileta.
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
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Fig. 1. Cueva de la Pileta en su contexto regional. Mapa fisiográfico y distribución de principales yacimientos neolíticos
del sur de Iberia citados en el texto. 1) Dehesilla. 2) Gorham. 3) Gran Duque. 4) Hedionda. 5) La Pileta. 6) Gato.
7) Zorrera. 8) Botijos. 9) Hoyo del Tambor. 10) Roca Chica. 11) Bajondillo. 12) Hostal Guadalupe. 13) Abrigo 6/Humo.
14) Nerja. 15) Malalmuerzo. 16) Majolicas. 17) Carigüela.
Inferior: vista de la Hoya de la Cueva u Hoyo de Harillo desde la entrada de La Pileta.
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
Vacas
galería superior
Murciélagos
Castillo
Cementerio
Pez
Gran Sima
Central
Cerámicas
decoradas
Lago
Grajas
Del Barro
Coro/Soles
galerías inferiores
Fig. 2. Planimetría de La Pileta (Archivo Familia Bullón) con indicación de las salas y áreas mencionadas en el texto.
3. REGISTROS NEOLÍTICOS DE LA PILETA
La investigación arqueológica de La Pileta ha interesado a diversos investigadores a lo largo de la primera
mitad del siglo XX, periodo en el que se realizan los trabajos en los que se obtuvieron los materiales que
analizamos (para una exposición detallada de los trabajos vid. Cortés y Simón, 2007) y que expondremos a
continuación por espacios subterráneos (fig. 2).
3.1. Sala de las Cerámicas Decoradas
En 1909, durante su primera visita a La Pileta, Verner (1911) recuperó en superficie diversos fragmentos de
cerámica decorada encuadrable en el Neolítico (v. fig. 6). En la actualidad estos materiales se encuentran
depositados en el BM (Breuil, Obermaier y Verner, 1915). Presumiblemente de esta misma zona proceden
también tres fragmentos de cerámica decorada mediante incisiones rellenas de pasta roja publicados por M.
Gómez Moreno (1933: 132, fig. 4.2-4).
3.2. Sala de las Vacas
Esta denominación corresponde a una de las bocas de entrada a la cavidad (v. fig. 2), en la cual, en 1912,
Hugo Obermaier practicó un sondeo de 12 m2, en el que documentó la presencia de niveles adscritos a la
Prehistoria Reciente (Breuil, Obermaier y Verner, 1915).
En 1942, Giménez Reyna realiza nuevas excavaciones, revisando y ampliando el corte de Obermaier
(fig. 3). Los trabajos permitieron documentar “un relleno muy revuelto, con tierra negra rica en materia
orgánica y en guano y con restos de cerámica lisa y basta, mezclado con muchas piedras y fragmentos de
estalagmitas. En el fondo algo de cerámica decorada” (Giménez Reyna, 1951: 43), atribuible al Neolítico.
3.3. Sala de los Murciélagos
Los primeros trabajos arqueológicos realizados en esta sala también se deben a Obermaier (Breuil, Obermaier y
Verner, 1915). Es preciso recordar que, cuando este investigador excavó, la entrada al cavernamiento se realizaba
solo a través de la denominada Boca de Grajas, de modo que el acceso a los distintos ámbitos de la cavidad se
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
123
Fig. 3. Cueva de las Vacas,
intervención de 1942
(Archivo Simeón Giménez
Reyna, Museo de Málaga).
llevaba a cabo tras efectuar un dificultoso recorrido por el interior. Años más tarde, en 1924 y coincidiendo con
la declaración de La Pileta como Monumento Nacional, el guarda de la cavidad desobstruyó la actual boca de
entrada a la cueva, desmontando un antiguo muro (Bullón Giménez, 2005: 38) que al parecer sería levantado
en algún momento de la Prehistoria Reciente. Esta entrada se readaptó someramente para permitir un acceso
mucho más operativo a la cavidad, proceso culminado con la colocación de una puerta de hierro. Así pues, es
muy probable que, durante el Neolítico, la sala de los Murciélagos dispusiese de una entrada directa desde el
exterior, la cual proporcionaba además iluminación solar a la estancia (fig. 4A).
Durante sus trabajos, Obermaier documentó una secuencia estratigráfica de unos 2 m de potencia con
materiales encuadrables en la Prehistoria Reciente (Breuil, Obermaier y Verner, 1915). Tras la campaña
de 1912, diversos compromisos científicos, como la excavación de la Cueva del Castillo (Puente Viesgo,
Cantabria) o el estallido de la I Guerra Mundial, dificultaron que los datos fueran publicados adecuadamente
(Cortés et al., en preparación), por lo que apenas conocemos información sobre estas excavaciones.
En 1942, un año después de ser nombrado Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas en
Málaga, Simeón Giménez Reyna puso en marcha un ambicioso proyecto de excavaciones en La Pileta con
el beneplácito y financiación de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas y el apoyo personal
de Julio Martínez Santa-Olalla. Así, en 1942 y en plena II Guerra Mundial, dicho organismo destinó 15.000
pesetas para las excavaciones, toda una fortuna en los años de la posguerra española.
En palabras de Giménez, el equipo de trabajo estaba dirigido por él mismo y su amigo Jorge Rein Segura
(Comisario de Excavaciones Arqueológicas en Marbella), mientras que, desde la Comisaría General de
Excavaciones Arqueológicas “se envió desde Madrid” a José María Mañá de Angulo y Domingo Fletcher
Valls, “como colaboradores” (Giménez Reyna, 1944: 6). Esta presentación no deja de ser curiosa, sobre
todo considerando que estos últimos eran los únicos miembros del equipo con una preparación adecuada y
una experiencia arqueológica contrastada. Así, J.M. Mañá de Angulo acababa de licenciarse en Filosofía y
Letras en la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense), ejerciendo en esos momentos –1941-1942–
de profesor (Díaz Andreu, 2011), al tiempo que colaboraba con Martínez Santa-Olalla en la reorganización
del Museo Prehistórico Municipal de Madrid (hoy MSI). Por su parte, D. Fletcher Valls se licenció en
Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia en 1934, habiendo tenido de catedráticos a Luis Gonzalvo
APL XXXI, 2016
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124
M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
A
Fig. 4. Sala de los Murciélagos:
A) entrada y localización del corte de 1942.
B) vista del sondeo.
Archivo Simeón Giménez Reyna, Museo de Málaga.
B
París y Luis Pericot García, quienes le pusieron en contacto con Isidro Ballester Tormo, fundador del
Servicio de Investigación Prehistórica. Entre 1934-1935 realizó los cursos de doctorado en la Universidad
Central, donde contactó con H. Obermaier y Antonio García Bellido, pasando a ser profesor ayudante de
las cátedras de Prehistoria y Arqueología durante el curso 1935-1936. Finalizada la Guerra Civil, volvería a
esta institución para colaborar con Martínez Santa-Olalla, como profesor ayudante de la cátedra de Historia
primitiva del Hombre (Pla Ballester, 1987). Esta experiencia debió resultar determinante para su inclusión
en el equipo de trabajo de La Pileta.
En la sala de los Murciélagos, rebautizada de “La Cocina” por los excavadores (Giménez Reyna, 1944:
6), el corte de la campaña de 1912 se amplió hacia la pared opuesta a la entrada. Esta decisión se adoptó
al objeto de sortear una serie de grandes bloques, presumiblemente desprendidos del techo de la sala,
que habían impedido la profundización del corte a Obermaier. De esta forma, los 12 m2 planteados por el
arqueólogo alemán fueron ampliados hasta alcanzar un sondeo de 30 m2, en el que se llegó a profundizar
hasta los 8 m (v. fig. 4B) (Giménez Reyna, 1951).
La secuencia comprendida por las fases propias de la Prehistoria Reciente fue descrita de la manera
siguiente (Giménez Reyna, 1951: 42-43) (fig. 5):
- Nivel A. “2.40 m de espesor, de una tierra negra, deleznable y muy rica en materia orgánica, con
abundantísimos fragmentos de cerámica de tipo argárico, sin decorar y en su mayoría perteneciente a
grandes vasijas; muchos restos óseos de animales, algunos pedernales y huesos labrados, conchas, algo de
metal y residuos de cenizas y hogares en capas en la masa estatigráfica de este relleno”. Por tanto, puede ser
adscrito por los materiales arqueológicos a la Edad del Bronce.
- Nivel B. “Un relleno de un metro, casi estéril, con alguna cerámica y pedernales y muchos huesos de
animales, bóvidos y cápridos, y restos de hogares”.
- Nivel C. “Capa de unos cuarenta centímetros con algunos restos de cerámica fina y decorada, del tipo
encontrado en la Cueva de las Grajas y en el fondo de la Cueva de las Vacas”. Así pues y a tenor de la
información disponible, este nivel puede ser atribuido al Neolítico.
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Fig. 5. Sala de
los Murciélagos.
Estratigrafía
documentada en la
campaña de 1942, según
Cortés y Simón, 2007.
Al finalizar la excavación, J.M. Mañá y D. Fletcher volvieron a Madrid con algunos materiales
seleccionados y el encargo de elaborar informes para la memoria de excavación, mientras Giménez Reyna
y Rein volvieron a Málaga con otro lote compuesto por el grueso de los materiales (Colección MM).
No obstante, los acontecimientos no fueron propicios para llevar a cabo los objetivos marcados. Así,
Mañá ganó en 1944 la oposición de una plaza en el Museo Arqueológico de Ibiza (Mederos y Escribano,
2006), de modo que se aleja de Madrid diluyéndose, suponemos, su interés por la excavación llevada a cabo
en La Pileta, quedando Fletcher como encargado de acabar el estudio de la excavación. En este sentido,
Giménez Reyna escribió a Martínez Santa-Olalla indicándole que: “No he olvidado lo que hablamos en
este respecto a la posible venida de Fletcher para terminar lo de La Pileta. Sobre esto he pensado ver al
Gobernador para ver si puede darme unas pesetas con las que podría venir Fletcher y terminar los trabajos
de La Pileta” (carta fechada el 27 de mayo de 1947, Archivo MSI, FD 1974/1/4386).
No obstante, todo parece indicar que, finalmente, Fletcher no se desplazó a Málaga y que los citados
trabajos nunca se realizaron. La explicación al porqué éste relegó durante algunos años su actividad
arqueológica a un segundo plano, la encontramos en la muerte de su padre, acontecida en 1941. Como hijo
varón único, Fletcher se vio obligado a regresar a Valencia poco después y centrar su actividad en tareas
no científicas. Durante este periodo impartió clases en varios centros de enseñanza privada en Valencia y
trabajó en una empresa comercial hasta que, en 1950, fue nombrado director del Servicio de Investigación
Prehistórica de Valencia (Pla Ballester, 1987). De este modo, aunque la Comisaría General de Excavaciones
Arqueológicas le designó para dirigir intervenciones arqueológicas en yacimientos como La Pileta, Cabezo
del Tío Pío (Archena, Murcia) o Castiltierra (Segovia), su máxima preocupación residió durante ese periodo
en proporcionar los recursos necesarios para la subsistencia de su familia.
Consciente de la vía muerta en la que había caído la investigación de la campaña de 1942 y de sus
propias limitaciones para poder abordar el estudio, Giménez asumió apesadumbrado que los trabajos
arqueológicos “...dieron el magnífico fruto de un yacimiento estratigráfico y unas exploraciones en
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
diversos lugares fuera y dentro de la caverna de un excepcional interés, trabajos que deberán publicarse
algún día en su puro aspecto científico, arqueológico y prehistórico” (Giménez Reyna, 1958: 7).
La selección de materiales trasladada a Madrid por Fletcher y Mañá quedó en poder de Martínez SantaOlalla y, a su muerte, la colección finalmente depositada por sus herederos en el MAN.
En resumen, las expectativas generadas por la excavación de 1942 se fueron desvaneciendo a medida
que los protagonistas profesionales de la intervención emprendieron nuevos retos (Mañá y Fletcher) y
el principal gestor de la política arqueológica española de aquellos años (Santa-Olalla) fuera perdiendo
protagonismo. Como resultado de todo ello, sólo disponemos de algunas notas dispersas y apuntes de la
intervención de 1942, llevada a cabo sobre 30 m2 y en la que se registraron 7 m de potencia estratigráfica.
Esta secuencia constituye uno de los registros arqueológicos más dilatados de todo el sur de Iberia,
conservando aún un alto potencial (Cortés y Simón, 2007), al mantenerse todavía intacto más de la mitad
del relleno de la sala.
3.4. Zonas exteriores
La presencia de restos arqueológicos de la Prehistoria Reciente en el entorno de la cueva es también muy
significativa, aunque su tratamiento historiográfico ha sido hasta ahora escaso o nulo. Así, se indica la
existencia de “...trozos de cerámica prehistórica, especialmente en un recodo del camino pasada la cerca,
en el cual crece un acebuche. Allí vimos trozos de molinos de arenisca roja. También de las cercanías de la
cueva, el guía nos dio un hacha pulimentada de roca negra (¿diorita?) y fragmentos de otras dos...” (Pérez
y Maura, 1936: 7-8). En la misma línea Giménez indica que “...en las cercanías de la entrada los pedazos
de cacharro asombran por su enorme cantidad hallándose también restos pétreos en cuarcita, molinos de
arenisca y hachas pulimentadas” (Giménez Reyna, 1951: 43).
Estos datos nos ponen de relieve que tanto La Pileta como su entorno inmediato fueron lugares muy
frecuentados durante la Prehistoria Reciente. La profusión y diversidad de enseres apuntarían a un uso
complejo, no sólo restringido a su empleo como lugar de carácter simbólico, en el que tanto la dolina (Hoya
de la Cueva u Hoyo de Harillo; v. fig. 1, inferior) como su entorno serrano también debieron jugar un papel
económico significativo para las comunidades humanas de la Prehistoria Reciente.
4. MATERIALES ARQUEOLÓGICOS NEOLÍTICOS
El estudio de las colecciones depositadas en el MAN y en el MM, y la documentación de archivo consultada
en estas instituciones y el MSI permiten recuperar información que consideramos valiosa para contextualizar
las ocupaciones neolíticas en La Pileta y, por extensión, en la comarca de Ronda.
4.1. Sala de las Cerámicas Decoradas
En esta área (v. fig. 2) se documentan numerosos fragmentos de cerámica neolítica profusamente decorada,
algunos de los cuales pertenecen a vasos de pequeño formato (Breuil, Obermaier y Verner, 1915: 7 y fig. 1).
Varios hechos son reseñables en este conjunto. Así, sorprende que el material fuera recogido en superficie
en una sala de suelo plano, desprovisto de rodamiento significativo (fig. 6). Esta circunstancia es llamativa
si consideramos que en las salas próximas (p. ej. Grajas), la cerámica en superficie más abundante se
encuadra entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce. Por todo ello, sería posible proponer que los restos
responden a un tipo de depósito ritual, llevado a cabo por las comunidades neolíticas en este ámbito del
cavernamiento.
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Fig. 6. Materiales de la Sala de las Cerámicas Decoradas (Breuil et al., 1915: 8, fig. 1).
4.2. Sala de los Murciélagos
Los materiales arqueológicos conservados en el MM se agrupan en gran medida por paquetes cronoculturales,
siguiendo una sigla compuesta por la abreviatura del yacimiento (Pil/) y un número identificativo consecutivo
en arábigo. Así, las agrupaciones correspondientes a la Edad del Bronce, Edad del Cobre, Neolítico y
Paleolítico mantienen coherencia secuencial. En este trabajo hemos seleccionado aquellos elementos que
presentan rasgos tipológicos o decorativos de características indudablemente neolíticas.
Un dato relevante es que las colecciones analizadas corresponden a una selección deliberada del material,
pues escasean los fragmentos atípicos o galbos no decorados (tan sólo uno), en este caso probablemente
conservado debido al tratamiento con engobe o pigmento a la almagra que comporta. En consecuencia,
los materiales corresponden a un conjunto muy selecto de elementos decorados o tipológicamente
caracterizables, por lo que no podemos evaluar el volumen real de materiales cerámicos extraídos. Por todo
ello, hemos desistido de realizar aproximaciones estadísticas.
En la secuencia despejada en la sala de los Murciélagos, el nivel C (v. fig. 5) es atribuido sin ninguna
duda al Neolítico. Así, asociado a sus depósitos se recuperó una colección de “cerámica fina... de pasta
compacta y bien cocida, de color negro o rojo, espatulada y bruñida y con decoración a rayas paralelas
en zigzag, perteneciente a piezas de mediano tamaño bastante fragmentadas. Este tipo, se ha encontrado
en superficie de la Cueva de las Grajas; tanto en el chorradero de piedra como en el Salón de la Cerámica
Decorada, y en la excavación de la Sala de los Murciélagos en la capa C. Sus variantes son algún fragmento
de vasija de mayor tamaño y pasta más basta y peor cocida con algún adorno de cordones o incisiones.
Cronológicamente, pertenece al Neolítico, contemporáneo con los hallazgos de la Cueva de la Victoria, del
Hoyo de la Mina y Cueva del Tesoro” (Giménez Reyna, 1951: 46).
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Tabla 1. Fragmentos cerámicos de la Cueva de la Pileta depositados en el Museo Arqueológico
Nacional (MAN) y en el Museo de Málaga (MM), agrupados por técnica decorativa identificada
individualmente y en asociación en cada uno de ellos.
Técnica decorativa
Cardial
DPA (decoración plástica aplicada)
Impresa/Acanalada
Impresa/Acanalada/DPA
Impresa/DPA
Impresa
Acanalada/DPA
Acanalada
Incisa
Incisa/Impresa
Incisa/Impresa/DPA
Almagra
MAN
Individual
Asociación
1
2
1
3
5
7
-
MM
Individual
Asociación
1
15
1
3
9
1
13
7
2
1
5
-
Fig. 7. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas. Aplicaciones plásticas, incisas, impresas y con
engobe a la almagra.
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La colección que hemos analizado dispone de 71 elementos, 15 depositados en las dependencias del
MAN, y 56 en los fondos del MM (tabla 1). Desde un punto de vista cuantitativo constituye una colección
no muy abundante. No obstante, posee un elevado valor cualitativo por encontrarse bien representadas
diversas técnicas y asociaciones decorativas comunes en el conjunto del Neolítico del sur de Iberia. De
ellos, 65 corresponden a elementos dotados de decoración (vid. una selección en fig. 7-10), siendo el resto
fragmentos con rasgos tipológicos reseñables o que muestran tratamiento o engobe con colorante (12 casos,
incluyendo los fragmentos decorados provistos de este tratamiento).
Así, en 13 fragmentos, las decoraciones compuestas por acanaladuras de diversas anchuras y
profundidad constituyen la única técnica presente; en 16 casos aparecen acanaladuras asociadas
a impresiones y en otros dos se muestran junto a decoraciones compuestas por añadidos plásticos
modelados, uno de las cuales cuenta también con impresiones. En general, las acanaladuras se disponen
en líneas horizontales, formando haces de líneas paralelas o series de festoneados. Al menos en dos casos
detectamos el añadido de colorante rojo en el interior de las acanaladuras (fig. 9.4) y, en estos casos,
fueron realizadas con cierta profundidad mediante sustracción de pasta o mediante impresiones sucesivas
y superpuestas de un instrumento de punta roma, conformando motivos lineales, semejante a la técnica
denominada genéricamente boquique (fig. 9).
Las impresiones resultan de la misma forma relativamente abundantes, con 12 casos, en los cuales
constituyen la única técnica decorativa por fragmento, a los que hay que añadir los casos asociados a
acanaladuras ya comentados y otros siete ejemplos que presentan asociación con otras técnicas, como
decoración plástica aplicada o incisiones (fig. 10). Un motivo frecuente es el de las impresiones oblicuas
efectuadas a bastoncillo, a menudo dispuestas bajo el labio y en series verticales (fig. 7.7 y 6; fig. 10.1). En
algunos casos, este tipo de impresiones se asocian estrechamente a acanaladuras, por lo que resulta probable
que ambas técnicas se realizaran con el mismo instrumento. Otras impresiones parecen impresas a punzón
o espátula, construyendo motivos compuestos por líneas cortas, y otras impresiones lineales conformando
motivos diversos, como haces en zigzag (a Herringbone) o chevrons (fig. 7.6 y 7.11).
Un caso particular sería el fragmento de la colección MAN sigla 73/58/PIL/8 (fig. 11.1), que presenta
decoración impresa cardial. Las paredes cuentan con un grosor de 1 cm y tanto la superficie interna como
la externa están erosionadas, aunque es posible reconocer restos de bruñido. El desgrasante presenta una
Fig. 8. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas incisas.
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
Fig. 9. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas acanaladas y acanaladuras.
ordenación equilibrada. La cocción se ha realizado en un ambiente reductor. Está decorado con la técnica
de la impresión cardial, combinando diferentes tipos. Se diferencian impresiones realizadas con el borde de
una concha dentada en posición oblicua, impresiones dobles o reflejadas (reflectando la concha o utilizando
las dos conchas de un bivalvo) e impresiones con el umbo (natis).
La decoración se organiza en dos composiciones de recorrido vertical. Ambas están formadas por líneas
verticales realizadas con impresiones cardiales que limitan una zona central rellena de motivos en flamme
hechos con impresiones cardiales oblicuas sin apenas separación. Al final de la composición se diferencian
varios trazos realizados con impresiones cardiales dobles, asociadas a otras con el natis, que marcan el final
de la misma. En una de ellas, además, se diferencian varias impresiones cardiales dobles orientadas de
forma oblicua en uno de sus laterales, que presenta traslación vertical, limitando la composición. Aunque
el tamaño del fragmento no permite definir con seguridad la temática representada, a nivel compositivo las
decoraciones descritas podrían encuadrarse en los grupos de las bandas verticales (Bernabeu et al., 2011).
La repetición o alternancia de varias de estas composiciones en el vaso suelen formar frisos de recorrido
vertical que ocupan la mayoría de la superficie de éste.
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Fig. 10. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas impresas y con cordones modelados.
Los fragmentos decorados mediante técnicas de incisión, que diferenciamos de la acanalada por
constituir líneas de escasa anchura efectuadas con un instrumento de extremo apuntado, suman 12 casos.
En su mayor parte se representan motivos lineales compuestos mediante bandas paralelas (como diversos
fragmentos asociados a un mismo vaso con tratamiento a la almagra de paredes rectas convergentes) o
motivos en zigzag (Herringbone) a espina de pescado, incluyendo algún caso con motivos en retícula o
damero (fig. 8). Otros tres casos constituyen elementos con decoración incisa asociada a otras técnicas,
como impresiones (rellenando bandas incisas), o decoración plástica aplicada.
Nueve fragmentos presentan decoración plástica aplicada (DPA), en su mayor parte cordones modelados
tanto horizontales como verticales, muy frecuentemente asociados a otras técnicas, sobre todo impresiones
lineales o ungulaciones en los cordones o incluso acanaladuras (fig. 10.7-9).
Las formas y tipos representados son muy variados, constituyendo vasos globulares con cuello, formas
de paredes rectas convergentes, y algunas formas de perfil en S, acompañados por DPA constituidos por
mamelones de lengüeta horizontal bajo el borde, asas anulares y de cinta, al menos un asa pitorro y tres
casos de asa túnel vertical en la línea del borde.
5. DISCUSIÓN
Las cerámicas procedentes de La Pileta analizadas en este trabajo presentan importantes analogías
tipológicas con los conjuntos neolíticos encuadrados a partir de la segunda mitad del 8 milenio cal BP en
otras cavidades del sur de Iberia (vid. p. ej. Cortés et al., 2010, 2012 con referencias).
La decoración conformada por haces festoneados de acanaladuras, acompañados de impresiones, así
como los motivos compuestos por campos de haces paralelos en zigzag (Herringbone), están presentes
en Carigüela (Píñar, Granada) o Majolicas (Alfácar, Granada) (Navarrete Enciso, 1976). Sin embargo,
es en la costa de Málaga y área del Estrecho de Gibraltar (v. fig. 1) donde se localizan los paralelos
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
más próximos (Cortés et al., 2010, 2012; Simón et al., en prensa). En la misma línea, cabe resaltar las
semejanzas de los tipos acanalados de La Pileta con los hallados en diversas cuevas de la provincia de
Málaga (v. fig. 1): por ejemplo Gran Duque y Hedionda (Ferrando de la Lama, 1986; Bretones et al.,
e.p.), Sima del Hoyo del Tambor (Sanchidrián y García, 1986), Zorrera y los Botijos (Olària de Gusi,
1977), sin olvidar otra muy cercana a La Pileta Gato (Navarrete Enciso, 1976) y otras de Gibraltar y su
entorno (vid. Finlayson et al., 1999 con referencias).
El apartado de las impresiones es el que mayor información aporta acerca de las primeras ocupaciones
neolíticas en La Pileta. Así, la presencia de fragmentos decorados con impresiones de gradina y de otras
realizadas con instrumento de punta única con ligero arrastre, formando motivos lineales a base de
“lágrimas”, recuerda al conjunto de cerámicas caracterizadas de la fase propuesta para la cueva de Nerja
entre circa 7400-7100 cal BP, denominada Neolítico antiguo pleno (García Borja et al., 2014). Es una
cronología en la que podría situarse el fragmento de cerámica cardial, que podría ser indicativo de una
antigüedad incluso algo mayor para estas primeras ocupaciones neolíticas. A nivel de técnica decorativa,
los paralelos más cercanos a este fragmento impreso cardial se encuentran en algunos yacimientos de
la provincia de Granada (v. fig. 1), como Carigüela (Navarrete, 1976) o Malalmuerzo (Gámiz, 2011).
Sin embargo, si además de la técnica consideramos también las composiciones representadas, los
ejemplares más afines se encuentran en el cardial valenciano (fig. 11.2-6), para el que se ha propuesto
la existencia de varios patrones decorativos, uno de ellos denominado vertical (García Borja, 2015),
dividido a su vez en aislado (una figura central vertical) y continuo, caracterizado por la presencia de
varias composiciones de recorrido vertical que se repiten o alternan con otras similares y que definen
producciones como la que analizamos para La Pileta. Este tipo de composiciones impresas de recorrido
Fig. 11. Fragmento cerámico impreso cardial de la Cueva de la Pileta (1) en relación con posibles paralelos de la
Cova de l’Or (2, 5 y 6) y de la Cova de la Sarsa (3 y 4).
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vertical se asocia con representaciones humanas (Bernabeu, 2002), proponiéndose unas pautas de
evolución o de relación de un léxico decorativo, que pudo ir desde los antropomorfos con cuerpo y
extremidades hasta las simples barras (Martí, 2006).
El fragmento de cerámica cardial de La Pileta presenta paralelos en decoraciones (fig. 11) cuyos motivos
se interpretan como una simplificación o esquematización de figuras antropomorfas. En este contexto, el
vaso pudo poseer un valor añadido de carácter simbólico, más allá de un aspecto meramente funcional
(recipiente de almacenaje, traslado o consumo) del área de excavación en el que fue recuperado, que remite
a un contexto de hábitat. Desde un punto de vista cronoestilístico, la decoración del fragmento cardial de La
Pileta presenta paralelos entre circa 7450-7200 cal BP en el País Valenciano (en contextos de hábitat), una
cronología en la que en algunos lugares relativamente próximos, como la costa de Málaga, existen registros
neolíticos en los que encontramos claros paralelos a los modelos tecnológicos y decorativos del resto de la
cerámica neolítica documentado en La Pileta (Cortés et al., 2010, 2012).
Por otra parte, resulta llamativa la presencia de fragmentos cardiales en contextos cerámicos del Neolítico
antiguo del sur de Iberia. En algunos casos, esta presencia se había interpretado en clave de indicios del
primer impacto neolítico cardial en estos contextos, tras lo cual se desarrollaba un Neolítico pleno. En la
actualidad, los datos disponibles nos permiten identificar un foco de desarrollo del Neolítico independiente
y sincrónico en el sur de Iberia, cronológicamente paralelo al cardial del levante español, con un marcado
carácter diferenciador (Cortés et al., 2012; García Borja et al., 2010 y 2014). Del mismo modo, la llegada
del resto de la cultura material característica del horizonte cardial de la costa mediterránea de la península
ibérica (ya sea como objeto manufacturado o como técnica trasmitida), a través de los corredores del surco
intrabético, nos pone de manifiesto que estas áreas no se comportaron como compartimentos estancos
durante el proceso de neolitización. Por el contrario, la propia implantación del Neolítico lleva aparejado
el surgimiento y estabilización de redes intercomarcales, en las que el intercambio de materias primas (p.
ej. determinadas rocas usadas para el instrumental lítico pulido: Orozco Khöhler, 2000; Martínez Sevilla,
2014) y el mantenimiento de las propias relaciones intergrupales preexistentes pueden estar probablemente
en la raíz de las sinergias y préstamos que expresa el horizonte final de los cazadores-recolectores y del
Neolítico antiguo en el ámbito mediterráneo ibérico.
Otra de las cuestiones sugerentes es el carácter probablemente ideotécnico del fragmento cardial. No
parece casual que una cavidad con un componente tan marcadamente simbólico y que permaneció vigente
durante milenios sea precisamente el receptor de un vaso en el que se represente un patrón decorativo
tan característico del arte postpaleolítico: la figura humana esquematizada. En este sentido y, aunque el
simbolismo gráfico de este periodo en La Pileta (“Horizonte Negro Esquemático”: Sanchidrián et al.,
2001; Sanchidrián y Márquez, 2003) ha sido atribuido a momentos avanzados de la Edad del Cobre, no es
descartable que, en realidad, la proliferación de paneles y motivos que encontramos en La Pileta responda
en realidad a un patrón mantenido durante generaciones y que éste hunda sus raíces en el acervo ideológico
neolítico, como proponen algunos autores (Carrasco et al., 2015). La evaluación de esta posibilidad requerirá
de un análisis más detallado de los vestigios gráficos atribuidos a este horizonte gráfico en La Pileta pero
que escapa a la intención y posibilidades de este trabajo.
Otro hecho a contrastar en un futuro es la relación entre grafías postpaleolíticas y depósitos en superficie
de cerámicas profusamente decoradas. Así, ni en la Sala de las Cerámicas Decoradas ni en la Sala de
los Murciélagos encontramos grafías parietales encuadrables en la Prehistoria Reciente, mientras que el
componente cerámico neolítico en las zonas de gran acumulación de este tipo de representaciones gráficas
es irrelevante (p. ej. salas de los Soles, Lago o Gran Pez). La valoración de esta aparente dicotomía requerirá
en un futuro una evaluación y análisis específicos.
Por último y aunque desde un punto de vista territorial queda mucho por resolver, parece claro que
La Pileta no puede abordarse como una unidad simbólica aislada del territorio en el que se inserta sino
que habrá que intentar comprenderla como una pieza más dentro de un complejo mosaico compuesto por
comunidades que ocuparon el entorno geográfico comarcal y regional. En este sentido, cabe recordar la
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
docena de yacimientos al aire libre localizados en la comarca de Ronda y encuadrables entre el 8 y el 4
milenio BP. En ellos hallamos cerámicas decoradas similares a las documentadas en La Pileta (incisiones,
almagras, con motivos plásticos aplicados entre las que encontramos cordones, asa pitorro, etc.) y,
esporádicamente, fragmentos cardiales (Aguayo et al., 1988, 2004).
6. CONCLUSIONES
Los datos disponibles apuntan a que la ocupación y el uso de La Pileta por parte de las comunidades
neolíticas no se restringió al uso simbólico, pues los indicios disponibles permiten inferir tanto
una intensa frecuentación como una amplia diversidad de actividades, que nunca han recibido un
tratamiento adecuado. Así lo avala la abundante muestra (MM y MAN) ósea de restos de fauna y
de elementos de cultura material, como punzones, industria lítica, hachas, azuelas o la presencia de
bases pasivas de molturación, que aparecen en distintos lugares del cavernamiento y, en especial,
en las zonas mejor iluminadas (como Vacas y, en particular, Murciélagos). Además, la presencia de
“abundantes” materiales en el exterior de la cueva, aunque escasamente tratados, apuntarían a un
uso habitacional de la cavidad y la explotación agropecuaria de la dolina ubicada al pie de La Pileta
(v. fig. 1 inferior), como área con más potencialidad agrícola (aún hoy en día en explotación) y su
entorno serrano.
Así, a la luz de los datos disponibles, los niveles neolíticos de la Sala de los Murciélagos (Nivel
C/excavaciones 1942; Giménez Reyna, 1951) dispondrían de una potencia de unos 40 cm de espesor.
Aunque no disponemos de ninguna datación sobre la que apoyar nuestra propuesta, los claros paralelos
de los modelos decorativos y la secuencia cronocultural documentada en la costa de Málaga, que
discurren en paralelo al cardial levantino, o la presencia de una pieza cardial con una decoración que
dispone de un rango cronológico relativamente corto, nos permite apuntar que La Pileta formó parte
durante el Neolítico Antiguo del foco meridional ibérico, en unas cronologías que se remontan a la
segunda mitad del 8 milenio cal BP.
AGRADECIMIENTOS
El estudio de la arqueología de La Pileta se enmarca en el proyecto “Estudio de materiales procedentes de la Cueva de
La Pileta de Benaoján depositados en el Museo de Málaga” (IDPH/JT/18/05/PU/MA), autorizado por la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía a uno de los autores (MCS). La documentación de la excavación de 1942 depositada
en el Museo de Málaga nos fue amablemente cedida por el entonces director de la institución, D. Rafael Puertas Tricas,
que atendió cariñosamente todos nuestros requerimientos. En años posteriores hemos contado con el apoyo de los
conservadores de la institución (Mercedes García Cañadas y Sergio Fernández Reche) y su actual directora (María
Morente del Monte) que nos han dado todo tipo de facilidades para poder cerrar este trabajo. El material documental
depositado en el Museo de San Isidro nos fue amablemente enseñado por D. Enrique de Carrera Hontada. En el Museo
Arqueológico Nacional hemos consultado una pequeña colección de materiales procedentes de las excavaciones de
1912 y 1942, gracias a su conservadora, Carmen Cacho Quesada. A la familia Bullón debemos agradecer sus atenciones
e información inédita sobre La Pileta.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 137-168
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Luis BENÍTEZ DE LUGO ENRICH a y Miguel MEJÍAS MORENO b
Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en
La Mancha durante la Prehistoria reciente: la gestión
de los recursos hídricos en la Cultura de las Motillas
RESUMEN: Estudios recientes indican que las motillas –asentamientos de la Edad del Bronce en La Mancha
(España)– constituyen uno de los más antiguos sistemas de captación de agua subterránea en Europa. Se
presenta la primera investigación de los contextos hidrogeoarqueológicos de cuatro motillas. El estudio
incluye la perforación de sondeos de investigación y el análisis hidrogeológico del territorio sobre el cual
se asentaron. Los datos resultantes desde esta perspectiva verifican una relación entre el sustrato geológico
y la distribución espacial de las motillas, emplazadas allí donde el agua subterránea era accesible con la
tecnología prehistórica. Las motillas fueron construidas durante el evento climático 4.2 ka cal BP, en un
momento de estrés ambiental debido a un período de prolongada aridez.
PALABRAS CLAVE: Geoarqueología, Hidrogeología, motillas, Edad del Bronce, aguas subterráneas.
Hydrogeology and groundwater catchment in La Mancha during Recent Prehistory:
the management of water resources in the Culture of Motillas
ABSTRACT: Recent studies indicate that the ‘motillas’ –Chalcolithic and Bronze Age settlements in La
Mancha (Spain)– are one of the most ancient groundwater collection system in Europe. We present here
the first hydrogeoarchaeological research at the regional level in La Mancha. The study includes borehole
drilling and hydrogeological analysis of the territory on which the ‘motillas’ are settled. The resulting data
confirm a relationship between the geological substrate and the spatial distribution of the ‘motillas’, sited
where groundwater was accessible by means of prehistoric technology. The ‘motillas’ were built during the
4.2 ka cal BP event in a time of environmental stress after a period of prolonged aridity.
KEYWORDS: Geoarchaeology, Hydrogeology, ‘motillas’, Bronze Age, groundwater.
a
b
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid
y Universidad Nacional de Educación a Distancia, Centro Asociado de Ciudad Real.
ResearcherID: R-5521-2016 | Orcid ID: orcid.org/0000-0003-2000-6293
luis.benitezdelugo@uam.es
Instituto Geológico y Minero de España, Madrid.
m.mejias@igme.es
Recibido: 14/08/2016. Aceptado: 05/10/2016.
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
1. INTRODUCCIÓN
Las motillas son una clase de yacimientos arqueológicos presentes sólo en la región natural de La Mancha
(España). Constituyen el referente principal de una de las más antiguas culturas capaces de aprovechar de
forma sistemática el agua subterránea en la Península Ibérica, y probablemente de Europa: la Cultura de
las Motillas, también conocida como Bronce de La Mancha (Galán y Saulnier, 1994; Martín Morales et al.,
1993; Aranda et al., 2008; Fernández Posse et al., 2008; Benítez de Lugo, 2011; Benítez de Lugo y Mejías,
2015; Mejías et al., 2014 y 2015). En este momento se conocen 32 unidades de esta clase de yacimientos
arqueológicos. Una notable concentración de motillas, mayor que en otros lugares, existe en el entorno de
las Tablas de Daimiel (fig. 1).
Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real, España) es uno de los últimos representantes de un ecosistema
denominado tablas fluviales, que se forman al desbordarse los ríos de La Mancha en una amplia llanura de
inundación y favorecido por su morfología kárstica y la escasez de pendiente topográfica. El humedal, que
se forma en la confluencia del río Guadiana con su afluente el Gigüela, crea uno de los ecosistemas acuáticos
de interior más importantes de la península ibérica, por la estrecha relación entre las aguas superficiales y
las subterráneas, la variedad y calidad de la fauna y flora que habitan en ella, así como por aquellas aves que
la emplean en los pasos migratorios. Diversas motillas se encuentran en el interior o en los alrededores de
Las Tablas; algunas rodeadas por el agua en la actualidad, sobre todo como consecuencia del último periodo
climatológicamente húmedo entre 2009 y 2013. En el pasado las circunstancias ambientales pudieron ser
otras. Durante muchos años se interpretó que las motillas estuvieron rodeadas de agua en su momento de uso,
y que fueron poblados fortificados en los que vivirían personas sin grandes diferencias sociales, dedicadas
Fig. 1. Vista aérea de Las Tablas de Daimiel en mayo de 2013.
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Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en la MancHa durante la preHistoria reciente
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Fig. 2. Río y motilla de El Azuer en marzo de 2010, en el entorno de Las Tablas de Daimiel.
al control de recursos estratégicos como el cereal o el agua, que estarían controlados políticamente por
unas elites habitantes de otros poblados situados en altura, como pudiera ser La Encantada (Granátula de
Calatrava, Ciudad Real) (Romero y Sánchez Meseguer, 1988; Sánchez Meseguer y Galán Saulnier, 2001,
2004 y 2011; Sánchez Meseguer et al., 1985; Aranda et al., 2008; Molina et al., 2005) (fig. 2).
El estudio que ahora se presenta permite avanzar en el conocimiento de las motillas. Se argumentará que
en realidad las motillas se construyeron en un entorno seco buscando el agua subterránea, en un momento
climáticamente árido durante el cual las aguas superficiales habían desaparecido.
Algunos estudios paleopalinológicos sobre la Meseta de la península ibérica indican que en la segunda
mitad del III milenio cal BC se vivió un prolongado periodo especialmente seco y árido, dentro del cual
se produjeron algunas subfases más húmedas (López Sáez et al., 2009, 2014a y 2014b). El comienzo de
la Edad de Bronce en La Mancha coincide con ese evento climático abrupto, caracterizado por su extrema
aridez y conocido como Evento 4.2 ka cal BP, o Bond Event 3. Este evento climático se considera uno de los
períodos de aridificación holocenos más notables en la península ibérica y con anterioridad ha sido puesto en
relación con el origen de las motillas (Benítez de Lugo y Mejías, 2014). Atendiendo a los datos disponibles,
el repentino cambio climático, relacionado a nivel mundial con el ocaso de diversas culturas, coincide en La
Mancha con el final del mundo calcolítico y con la construcción de las motillas, en la transición a la Edad
del Bronce; un momento de creciente complejidad social en el camino hacia la jerarquización y la creación
de una sociedad compleja (Chapman, 1991; Lull et al., 2014) (fig. 3).
Estos cambios adaptativos y estratégicos hicieron posible la continuidad del poblamiento en La Mancha
durante la transición entre el III y II milenio cal BC, en un momento de estrés ambiental, a partir de una
reorganización de la explotación de los recursos, y con las motillas como novedosa y singular solución ante
la mencionada crisis ambiental. Muy probablemente, el mayor impulso para la construcción de las motillas
es coincidente con los momentos de mayor sequía y aridez, pudiendo situarse el colapso de esta cultura
alrededor de 1400 cal BC, tras el progresivo regreso y consolidación de condiciones ambientales más
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
b
a
Fig. 3. Motilla del Azuer
(Daimiel, Ciudad Real).
a) Con el nivel freático en
cotas elevadas tras un periodo
húmedo, en abril de 2013.
b) Vista aérea de la motilla del
Azuer en 2008, en un momento
de posición del nivel freático en
cotas bajas, después de varios
años de escasas precipitaciones
y del intenso aprovechamiento
de los recursos hídricos
subterráneos.
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Fig. 4. Evolución en la distribución de las motillas de la Edad del Bronce y oppida de la Edad del Hierro con
respecto a las Masas de Agua Subterráneas (MASb) y de los cursos fluviales principales. Inventario de motillas:
El Quintillo (1), Torralba (2), El Cura (3), Las Cañas (4), La Albuera (5), Daimiel (6), La Máquina (7), Zuacorta (8),
La Vega Media (9), El Azuer (10), Los Palacios (11), La Vega (12), El Espino (13), Pedro Alonso (14),
Los Romeros (15), Brocheros (16), Casa de Mancha (17), Barrios (18), Perales (19), La Membrilleja (20),
El Juez (21), Santa María (22), El Retamar (23), La Moraleja I (24), La Moraleja II (25), Laguna de Cueva Morenilla (26),
La Jacidra (27), El Morrión (28), El Pedernoso (29), El Acequión (30), El Cuervo (31), Malvecino (32).
húmedas y cálidas. A partir del Bronce final se observa en La Mancha una completa reorganización espacial
del poblamiento en la zona, quedando vertebrado el territorio en torno a nuevos y diferentes asentamientos
principales, origen de los futuros oppida ibéricos prerromanos (fig. 4).
El evento climático 4.2 ka cal BP está datado entre 2350 y 1850 cal BC, aproximadamente. Las
motillas del Bronce de La Mancha se encuentran asimismo bien fechadas, a partir de múltiples dataciones
radiocarbónicas (Fernández-Posse et al., 1996). En la motilla más estudiada desde el punto de vista
arqueológico, la de El Azuer, se ha establecido que su uso se prolongó a lo largo de casi un milenio, con
cuatro grandes fases bien datadas (tabla 1) superpuestas a una primera ocupación de cabañas calcolíticas
detectadas en ese mismo lugar 600 años antes del inicio de la construcción de la motilla: Fase I (22002000 cal BC), Fase II (2000-1800 cal BC), Fase III (1800-1600 cal BC) y Fase IV (1600-1350 cal BC).
Sólo en esta última fase más reciente se ocupan los espacios exteriores alrededor de la motilla, como lugar
de residencia según indican sus excavadores (Nájera et al., 2012 y López Sáez et al., 2014a y 2014b).
La estructura de poblamiento de La Mancha constatada durante el Calcolítico constituye el sustrato que
permite explicar –además de otros aspectos como los hidrogeológicos que se exponen a continuación– la
ocupación de este territorio durante la Edad del Bronce.
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
Tabla 1. Actividad en la Motilla del Azuer (elaboración a partir de Nájera et al., 2012 y López Sáez et al., 2014a y 2014b).
Fase 0
3000-2800 cal BC
Fase I
2200-2000 cal BC
- Calcolítico
- Edad del Bronce
- Fragmentos
cerámica
campaniforme
Ambiente
Clima
Cultura
Fase II
2000-1800 cal BC
Fase III
1800-1600 cal BC
Fase IV
1600-1350 cal BC
- Edad del Bronce
- Edad del Bronce
- Edad del Bronce
- Fragmentos cerámica
Cogotas I
- Paisaje deforestado
- Nivel freático alto
- Desaparición bosque
ripario
- Paisaje
deforestado
- Plantas hidrohigrófitas
- Bosque ripario
- Nivel freático elevado
- Pastos húmedos
- Árido. Marcada
continentalidad
- Precipitaciones en
descenso
- Máxima aridez
- Río seco
- Recuperación
niveles humedad
similares Fase I.
Progresivo
aumento
precipitaciones
- Clima cálido
- Fuerte aumento de la
humedad
- Descenso de
temperaturas
Construcciones
- Fondos de
cabaña, silos
y basureros
excavados en las
gravas aluviales
- Pozo, torre,
muralla y silos de
mampostería
- Monumentalización
del pozo
- Silos anidados dentro
de la motilla
- Hornos
- Construcciones fuera
de la motilla
- Desmantelamiento - Desaparición completa
silos y otras
de silos
remodelaciones
- Colmatación del pozo
constructivas
para convertirlo en
cisterna
- Muro ciclópeo
Actividad
- Ocupación
esporádica del
lugar
- Inicio ocupación
permanente del
lugar
- Antropización alta
del entorno
- Agricultura intensiva
y cría de ovicápridos,
cerdos y équidos en
descenso con respecto
a fase anterior
- Incendios
- Aumenta
presencia bóvidos
y équidos
- Sólo en esta fase se
habita el exterior de la
motilla
- Abandono de la
motilla al final de la
fase
- En el entorno
disminuye la presión
antrópica pero
aumenta el pastoreo
Este trabajo presenta en detalle los datos, argumentos y conclusiones de carácter geohidroarqueológico
referidos al estudio de cuatro motillas. Esta información, asociada a otra de tipo ambiental y simbólico (que
no serán objeto de presentación pormenorizada en este trabajo), permite enfocar el estudio del Bronce de
La Mancha bajo una nueva perspectiva que se concreta en una nueva hipótesis explicativa del surgimiento
de dicho tipo de asentamientos, enriquecida con la nueva información.
2. MARCO HIDROGEOLÓGICO
La distribución espacial de las motillas de La Mancha abarca gran parte de la llanura manchega, estando
presentes en cuatro provincias: Ciudad Real, Toledo, Cuenca y Albacete (fig. 5). Desde el punto de vista
de la división hidrológica, las 32 motillas catalogadas en la región natural de La Mancha se distribuyen
en 5 masas de agua subterránea (MASb), 4 de ellas pertenecen a la cuenca hidrográfica del río Guadiana:
041.001 Sierra de Altomira, 041.006 Mancha Occidental II, 041.007 Mancha Occidental I y 041.010
Campo de Montiel; la masa de agua restante pertenece a la cuenca hidrográfica del río Júcar: 080.129
Mancha Oriental.
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Fig. 5. Mapa esquemático de la posición de las motillas.
El aporte de agua desde el conjunto de las MASb de la cuenca alta del Guadiana hacia su zona central,
la topografía plana que domina en toda la depresión manchega, así como la existencia de formaciones
acuíferas cercanas a la superficie topográfica, dan lugar en situación de régimen natural o poco modificado,
a la presencia del nivel piezométrico próximo a la superficie. La relación de las aguas subterráneas con los
cauces de aguas superficiales es absoluta en toda la llanura manchega, produciéndose transferencia de agua
en un sentido o en otro dependiendo de la zona y la secuencia climática.
A continuación, se recogen las principales características hidrogeológicas de cada una de estas masas
de agua subterránea, que condicionan las posibilidades de aprovechamiento de sus recursos hídricos
subterráneos, tanto en la Edad del Bronce con los medios y tecnología existente en la época, como en
épocas posteriores, hasta llegar a la actualidad.
2.1. MASb Sierra de Altomira (41.001)
Dentro de la superficie ocupada por esta MASb se encuentran dos motillas, concretamente la motilla de El
Morrión (El Toboso, Toledo) y la motilla de El Pedernoso (El Pedernoso, Cuenca).
En la MASb Sierra de Altomira existen dos sistemas acuíferos, el inferior, y de mayor interés desde el
punto de vista de su aprovechamiento, está constituido por calizas, dolomías, brechas, arenas y arcillas de
edad jurásica y cretácica de gran espesor y de permeabilidad media a alta. La base del acuífero está constituida
por el basamento paleozoico, compuesto por cuarcitas y pizarras. El acuífero superior está formado por
sedimentos detríticos terciarios de permeabilidad media y mediocre calidad en cuanto a sus posibilidades de
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
aprovechamiento. La recarga de agua a esta MASb se produce fundamentalmente por infiltración directa del
agua de lluvia, por la escorrentía superficial y por retorno de riegos. De manera secundaria también recibe
aportes laterales de agua subterránea de la cuenca del Tajo. La descarga se realiza por ríos y manantiales,
además de las descargas subterráneas laterales a través de su límite sur, hacia la MASb Mancha Occidental
II. El límite sur es el más destacado desde el punto de vista hidrológico y de su aprovechamiento hídrico, al
situarse en el contacto con los materiales terciarios de la fosa manchega, donde se define la MASb Mancha
Occidental II, también de interés en el presente estudio y detallada más adelante.
Las dos motillas localizadas en esta MASb se ubican en su límite meridional. Es en este tercio inferior
donde los niveles acuíferos presentan unas características similares a los de la MASb Mancha Occidental
II, y donde resulta posible alcanzar el nivel freático a profundidades asequibles con la tecnología de la
Edad del Bronce. Los otros dos tercios, central y septentrional, de la MASb presentan unas características
hidrogeológicas diferentes.
2.2. MASb Mancha Occidental II (41.006)
Dentro de la superficie ocupada por esta MASb se encuentran ocho motillas, que son: la motilla de Pedro
Alonso, motilla de Los Romeros y motilla de Casa de Mancha en Alcázar de San Juan (Ciudad Real);
motilla de Barrios, motilla de Perales y motilla de La Membrilleja en Argamasilla de Alba (Ciudad Real);
y motilla de El Juez y motilla de El Cuervo en Campo de Criptana (Ciudad Real).
Como ocurre con la MASb Sierra de Altomira, en este sistema se diferencian dos acuíferos superpuestos,
el inferior formado por materiales carbonatados mesozoicos en régimen parcialmente confinado, de
permeabilidad media a alta, y el superior constituido por sedimentos detríticos, calizas y calizas margosas,
de edad terciario y cuaternario, en régimen libre y permeabilidad también media a alta.
La MASb se localiza en la depresión que conforma la llanura manchega, la cual está rellenada de
materiales continentales (de edad miocena y pliocena) recubiertos parcialmente por rañas, piedemontes
y por sedimentos cuaternarios. El sustrato de la depresión está formado por un zócalo paleozoico de
permeabilidad baja (pizarras y cuarcitas) sobre el que se desarrolla en discordancia el Triásico, Jurásico y
Cretácico (calizas, dolomías, gravas y areniscas) y finalmente el Paleógeno (arcillas y yesos) y el Neógeno
(calizas, calizas lutíticas y sedimentos detríticos).
La recarga se realiza a través de la infiltración directa del agua de lluvia, así como de la infiltración de
los cursos fluviales, como el río Guadiana, el río Záncara y su afluente el río Córcoles. También se recarga
por las aportaciones laterales de las MASb situadas al norte y al sur.
2.3. MASb Mancha Occidental I (41.007)
Como se ha mencionado anteriormente, una de las principales características hidrológicas de esta MASb
es la importante interrelación entre las aguas superficiales y las subterráneas. Dentro de la superficie que
ocupa se encuentran quince motillas, concretamente: la motilla del Quintillo (Fernancaballero, Ciudad Real),
motilla de Torralba (Torralba de Calatrava, Ciudad Real), motilla de El Cura (estudiada en detalle en este
artículo), motilla de Las Cañas, motilla de La Albuera, motilla de Daimiel, motilla de La Máquina, motilla
de Zuacorta, motilla de La Vega Media y motilla de El Azuer (todas ellas en Daimiel, Ciudad Real); motilla
de Los Palacios (Almagro, Ciudad Real), motilla de La Vega (Villarta de San Juan, Ciudad Real), motilla de
El Espino (Membrilla, Ciudad Real), motilla de Brocheros (Alcázar de San Juan, Ciudad Real) y motilla de
Malvecinos (Carrión de Calatrava, Ciudad Real).
En circunstancias de estrés hídrico, el único suministro posible de agua seria el constituido por los
recursos hídricos subterráneos. En el caso de la MASb Mancha Occidental I existe un único sistema
acuífero de carácter libre y permeabilidad media a alta, formado por calizas y margas del Plioceno y
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niveles detríticos, de escaso espesor, del Cuaternario. La base del acuífero está constituido por arcillas
rojas, areniscas y yesos pliocenos, suprayacentes a los materiales del zócalo triásico o bien directamente
suprayacentes al basamento paleozoico, compuesto por cuarcitas y pizarras.
La entrada principal de agua a esta MASb se produce por infiltración directa de lluvia, por conexiones con los
principales cauces superficiales y por transferencia subterránea desde la MASb Mancha Occidental II.
2.4. MASb Campo de Montiel (41.010)
Dentro de la superficie definida por esta MASb se encuentran seis motillas del total catalogadas, que son:
la motilla de Santa María y motilla de El Retamar en Argamasilla de Alba (Ciudad Real), ambas estudiadas
en detalle en este artículo; motilla de La Moraleja I, motilla de La Moraleja II, motilla de La Laguna Cueva
Morenilla (las tres en Ruidera, Ciudad Real) y la motilla de La Jacidra (Villahermosa, Ciudad Real).
La MASb de Campo de Montiel está definida por una penillanura formada por una secuencia de
sedimentos plegados de forma suave. La recarga fundamental es por la infiltración del agua de lluvia y
la descarga natural se produce a través de los ríos Azuer, Guadiana Alto, Cañamares y Jabalón de forma
superficial y hacia la MASb Mancha Occidental II de forma subterránea.
Desde el punto de vista hidrogeológico, y de manera muy esquemática, el acuífero principal de
Campo de Montiel está constituido básicamente por calizas y dolomías del Jurásico. El comportamiento
del flujo subterráneo está muy condicionado por las fracturas y las discontinuidades del macizo rocoso,
que sirven como vías preferentes a la circulación del agua subterránea. La capacidad de almacenamiento
del acuífero es muy escasa, de manera que la gran mayoría del agua que circula por su interior se drena
rápidamente a las masas de agua subterráneas limítrofes. Estas características hacen que, además, las
fluctuaciones del nivel piezométrico tengan una gran amplitud, condicionadas por las precipitaciones
y las secuencias climáticas, de manera que son comunes oscilaciones de nivel de hasta 20 o 30 m en
intervalos de tiempos cortos. Por otro lado, el acuífero resulta bastante heterogéneo, pudiendo dividirse
en varios sectores, al menos en cinco: norte, nordeste, central, sur y sureste, en los que las oscilaciones
piezométricas también resultan diferentes. El nivel freático regional tiene una profundidad entre 10 y 30
m en el sector norte, en las proximidades donde se ubican las motillas de Santa María y de El Retamar;
mientras que en la zona nororiental son normales profundidades del agua subterránea de unos 60-90 m,
o en la zona central entre 20 y 50 m.
Así el aprovechamiento del agua subterránea, con los conocimientos y tecnología de la Edad del
Bronce, resulta mucho más complicado que en otros acuíferos ubicados en la cuenca alta del Guadiana.
Las rocas son duras, difícilmente excavables; el nivel piezométrico se encuentra en muchas zonas a
varias decenas de metros de profundidad, con fuertes oscilaciones entre épocas húmedas y de sequía, y el
alumbramiento del agua subterránea está muy condicionado por las vías preferentes del flujo subterráneo.
De manera que un pozo excavado, con extrema dificultad, en estas duras rocas carbonatadas, tendría que
coincidir con alguno de estos “caminos preferentes” del agua subterránea, y si se perforase en una época
seca, o relativamente seca, tendría que profundizar, en líneas generales, algunas decenas de metros, p.ej.
30 a 60 m; lo que, en conjunto, resulta prácticamente imposible para las posibilidades de los habitantes
de la zona durante la Edad del Bronce.
2.5. MASb Mancha Oriental (080.129)
La MASb de la Mancha Oriental es un sistema de grandes dimensiones, con una extensión de 7.279,70
km2, que ocupa la mayor parte de la provincia de Albacete; ámbito de la Demarcación Hidrográfica del río
Júcar. Dentro de la superficie ocupada por esta MASb se encuentran la motilla de El Acequión (Albacete),
estudiada en detalle en este artículo.
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La geometría del sistema es predominantemente de tipo tabular y con plegamientos suaves. Su límite
occidental resulta de difícil definición y en una buena parte corresponde a umbrales y divisorias piezométricas.
Otros son límites abiertos de tipo convencional que lo separan de los sistemas colindantes. Solo el límite
oriental es de tipo cerrado por extrusión de la formación yesífera del Triásico que, paralelamente, constituye
la base impermeable de toda la MASb.
Son tres las formaciones acuíferas que la conforman: 1) Calizas y dolomías del Jurásico medio (Fm.
Colleras, Chorro y Gallinera), 2) Calizas y dolomías de Cretácico superior (Fm. Franco y Benajama) y 3)
Calizas del Mioceno superior (Fm. Calizas lacustres del Pontiense). Todas las formaciones son de naturaleza
carbonatada y presentan elevada permeabilidad por fisuración y karstificación. Las formaciones jurásicas y
cretácicas se encuentran normalmente confinadas, mientras que el Pontiense suele ser de tipo libre.
Superpuestos a todas las formaciones anteriores se disponen sedimentos recientes de carácter
detrítico (arenas, limos, arcillas y gravas) y edad terciario-cuaternaria, que llegan a configurar en
zonas especialmente favorables pequeños acuíferos de características mucho más moderadas. En
realidad forman un acuitardo cuyas aguas percolan lentamente hacia las formaciones inferiores. Esta
circunstancia hace que los niveles de agua se encuentren muy someros, lo que permite la existencia de
pequeños aprovechamientos consistentes en pozos tradicionales de escasa profundidad (10-20 m). En
algunos puntos, el agua subterránea alcanza la superficie del terreno y origina zonas encharcadas que,
por lo general, han sido desecadas mediante la construcción de canales de drenaje, tal es el caso de la
zona de El Acequión.
La alimentación del acuífero tiene lugar por la infiltración del agua de lluvia, por transferencia lateral de
los sistemas colindantes y por la percolación de cursos fluviales, especialmente de los ríos Jardín y Lezuza,
así como también por los retornos de riego.
Como consecuencia de lo expuesto en el párrafo anterior, el funcionamiento hidrodinámico del sistema
ha sido fuertemente modificado. En régimen natural el flujo subterráneo se orientaba desde los bordes de
la unidad hacia los ríos Júcar y Valdemembra, que se erigían en los principales elementos de drenaje. La
superficie piezométrica descendía desde cotas próximas a los 700-750 m s.n.m. en las zonas septentrional
y occidental, hasta los 450-500 m s.n.m. en el área de descarga. Sin embargo, las intensas extracciones han
generado descensos muy importantes en la piezometría, que han llegado a ser de hasta un metro al año, y
provocado el cese de las aportaciones al río Júcar, el cual llega a secarse en algunos tramos, así como a la
creación de flujos concéntricos en áreas con explotación elevada. En la actualidad, si bien los descensos se
han atemperado, la superficie piezométrica se sitúa entre algo más de 700 m s.n.m. en sus áreas de recarga
y los 400 m s.n.m. en los de descarga.
Parece lógico pensar, que la presencia de agua en la laguna de El Acequión predispuso a los habitantes
de la Edad del Bronce a buscar el recurso hídrico en profundidad, una vez que se hubiese desecado la
laguna por la falta de precipitaciones. En general, en la MASb los niveles freáticos se encuentran más
profundos y la relación aguas superficiales-aguas subterráneas no resulta tan evidente e intuitiva como
en la Mancha Occidental.
3. TÉCNICAS Y MÉTODO DE TRABAJO
El principal objetivo de este estudio era determinar si el nivel piezométrico en las motillas estudiadas en
detalle (El Cura, Santa María, El Retamar y El Acequión) se encontraba accesible y si se podía alcanzar
mediante pozos excavados con los medios disponibles en la Edad del Bronce. En ninguna de estas motillas
se han encontrado pozos mediante excavaciones arqueológicas (sólo en las dos últimas, El Retamar y El
Acequión, se han llevado a cabo esta clase de trabajos). El método de estudio utilizado ha consistido en la
elaboración de cartografía hidrogeológica de detalle, a partir de la toma de datos en campo y de la cartografía
geológica a escala 1:50.000 de la serie MAGNA del IGME. La recopilación, análisis y correlación de las
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columnas litoestratigráficas de los puntos de inventario de la base de datos de puntos de agua del IGME y
de otros sondeos inventariados y perforados para este estudio y la elaboración de perfiles hidrogeológicos
a partir de estos datos.
Además, se han aplicado dos técnicas geofísicas de estudio del subsuelo: la conocida popularmente
como georradar (Grounded penetrating georradar) y la tomografía de resistividad eléctrica, ambas de gran
interés para este tipo de estudios (Teixidó et al., 2013), que, entre otros aspectos, han permitido contrastar
la distribución en profundidad de las litologías del subsuelo.
Finalmente, se han perforado cuatro sondeos de investigación, con recuperación de testigo continuo, de
un diámetro de 86 mm, con revestimiento en tubería de PVC ranurada, tapón de fondo y tapa metálica de
cierre mecánico fijada al terreno con cemento.
En todo caso los trabajos referidos al proyecto se han realizado con conocimiento y aprobación de la
administración competente en la protección del patrimonio arqueológico y, en los casos de Santa María y
El Acequión, con visita de la Guardia Civil durante la ejecución de los sondeos.
4. RESULTADOS
La caracterización geológica e hidrogeológica del entorno de cada motilla aporta los siguientes resultados:
4.1. Motilla de El Cura
La motilla de El Cura es un yacimiento arqueológico cuyo característico montículo tiene 35 m de diámetro,
una altura de 4,91 m y una superficie de 907 m2, aproximadamente. Se encuentra en pleno cauce del río
Guadiana, en el término municipal de Daimiel. No hay estudios realizados sobre este lugar con anterioridad.
Se ha evaluado si la ubicación de la motilla haría factible que un pozo excavado en la zona que la
delimita, con las herramientas y medios propios de la Edad del Bronce, aseguraría un acceso al agua
subterránea de modo permanente, incluso en las condiciones de sequías más extremas.
En la motilla de El Cura se ha perforado un sondeo de investigación de 14 m de profundidad (fig.
6). La testificación geofísica ayudó a seleccionar la ubicación óptima del sondeo y permite contrastar la
coherencia de los aspectos litoestratigráficos obtenidos a partir de los sondeos mecánicos.
Es importante resaltar que la técnica de perforación de sondeos empleada únicamente ha afectado a una
porción de terreno de unos 10 cm de diámetro, obteniendo un testigo continuo inalterado de los materiales
geológicos atravesados que permanece conservado, al igual que en los demás casos, en las dependencias del
Instituto Geológico y Minero de España, a disposición de posteriores trabajos de investigación.
La ubicación seleccionada corresponde a las coordenadas X: 433008,081; Y: 4329220,682 según la
cuadrícula UTM y el sistema de referencia ETRS89 huso 30, con una cota topográfica del emboquille de
606,408 m s.n.m. El levantamiento topográfico de precisión permite situar la posición exacta del sondeo,
así como determinar las cotas a las que aparecen los distintos niveles estratigráficos y el nivel piezométrico,
para correlacionar estas cotas con las medidas del entorno geológico e hidrogeológico.
El sondeo de investigación se realiza en la superficie de la motilla, en una pequeña hondonada que
pudiera resultar la respuesta en superficie de un hipotético pozo de abastecimiento situado en su interior. La
profundidad alcanzada es de 14 m, de los cuales parte corresponde al cuerpo de la motilla y parte al terreno
natural subyacente.
El sondeo realizado perfora 0,9 m de capa vegetal actual. A continuación se pasa a unos limos arenoarcillosos negros, con pequeños cantos de carbonato y fragmentos de carbón dispersos, hasta alcanzar una
profundidad de 6,7 m. Hasta este punto se considera que el terreno perforado corresponde al cuerpo de la
motilla, pasando en este punto a perforar terreno natural de la base de ésta.
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Fig. 6. Columna litológica de
detalle del sondeo perforado en
la motilla de El Cura.
La capa vegetal con niveles de turba, de 6,7 a 7,7 m de profundidad, corresponde a la superficie del terreno
sobre la que se construyó la motilla originalmente. A continuación se pasa a arenas oscuras cuarcíferas, con
cantos aislados carbonatados y restos de carbón, hasta la profundidad de 11,4 m, se interpreta este nivel
como propio de la sedimentación cuaternaria del aluvial del río Guadiana.
De 11,4 a 12,0 m se detecta un nivel carbonatado litificado que correspondería con una costra calcárea
que da paso a la sedimentación del Plioceno. Por último, de 12,0 a 14 m, se perforan margas limo-arcillosas,
de color gris verdoso, propio de la sedimentación pliocena.
El nivel del agua en el sondeo es detectado a 4,88 m de profundidad, lo que implica que la superficie
piezométrica sobrepasa la superficie del terreno relicta. A partir de la prospección geofísica llevada a
cabo en la motilla (tomografía eléctrica), se observa que la base de los muros de la motilla se encuentran
enterrados en el terreno actual, lo que induce a pensar que la motilla ha sufrido un lento proceso de
enterramiento propiciado por los sucesivos episodios de inundación, y depósito posterior de limos y
arcillas en el exterior de sus muros.
El perfil de interpretación hidrogeológica, elaborado a partir de la información suministrada por la
metodología empleada, se observa la posición de la motilla sobre depósitos cuaternarios ligados al cauce
del río Guadiana. Se refleja además cómo la superficie original de la motilla se encuentra enterrada con
respecto a la superficie del terreno actual.
Los depósitos aluviales cuaternarios dan paso a un nivel carbonatado o encostramiento superficial de
0,6 m de potencia, pasando a continuación a perforar margas arcillosas de color gris verdosos del Plioceno.
El sondeo no llega a perforar un nivel de calizas pliocenas como tal, si bien la testificación de sondeos
cercanos indica que la presencia de estas calizas se encontraría próxima a la cota de finalización del sondeo.
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La existencia de un hipotético pozo de abastecimiento en el interior de la motilla es totalmente
factible, puesto que, según lo expuesto, se ubica en un enclave en el que el recurso de agua es abundante y
relativamente próximo a la superficie. Éste podría captar el acuífero aluvial que constituyen los depósitos
cuaternarios de fondo de valle de la vega del Guadiana sobre el que se sitúa, que presenta en la actualidad un
nivel piezométrico muy próximo a la superficie y que está conectado con el acuífero plioceno carbonatado
inferior, situado a una profundidad comprendida entre 8 y 10 m desde la base de la motilla (ligeramente
superior por tanto a los 7,3 m perforados), que garantizaría la obtención de agua incluso en un periodo de
fuerte y prolongada aridez.
Esta profundidad de pozo, unos 10 m, resulta posible con los medios técnicos de la época. En este
sentido cabe recordar que el pozo identificado en la motilla de El Azuer tiene mayor profundidad.
4.2. Motillas de Santa María y de El Retamar
La motilla de Santa María tiene 40 m de diámetro, una altura de 3,61 m y una superficie de 1.460 m2,
aproximadamente. Se encuentra en pleno cauce del río Guadiana, en el término municipal de Argamasilla
de Alba. No hay estudios realizados sobre este lugar, con la excepción de los que se presentan a
continuación (fig. 7).
Para evaluar las posibilidades de obtención de agua subterránea en la motilla de Santa María, ubicada
próxima al límite meridional de la llanura manchega, al pie de los afloramientos jurásicos del dominio de
Campo de Montiel, se ha efectuado la perforación de un sondeo de investigación de 15,7 m de profundidad.
El sondeo queda emplazado en la siguiente localización: X: 495435,506; Y: 4324278,129 según la cuadrícula
UTM y el sistema de referencia ETRS89 huso 30; la cota topográfica del emboquille es de 690,537 m s.n.m.
El emplazamiento seleccionado busca una hondonada en la superficie, que se pudiera corresponder con un
supuesto pozo de abastecimiento situado en el interior de la motilla.
Se perforaron 0,8 m de material pulverulento asociado a la superficie de la motilla. De 0,8 a 1,4
m se identifica un nivel de piedra, correlacionable con un muro o solera de la propia motilla. De 1,4 a
2,0 m se observa un nivel de limo arcilloso negruzcos equiparable a una capa vegetal. A continuación,
Fig. 7. Motilla de Santa María (Argamasilla de Alba, Ciudad Real).
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Fig. 8. Columna litológica
de detalle del sondeo de
investigación perforado en
la motilla de Santa María.
hasta los 4,2 m de profundidad se encuentran niveles de piedras, en principio interpretadas como de la
estructura de la motilla. A partir de esta profundidad se perfora el terreno natural relicto, representado
por una grava polimíctica de cantos subredondeados, en matriz arcillo-limosa de tono marrón, hasta
los 10,0 m de profundidad, interpretado como nivel de fondo de valle. De 10,0 a 13,2 m se identifica
un limo-arcilloso con cantos polimícticos subredondeados de tonos ocres-rojizos, que alcanzan tamaño
decimétrico, correspondiente a depósitos de raña del Oligoceno. De 13,2 a 15,7 m se perforan calizas
rojas oquerosas del Cretácico, nivel geológico que en este punto supone el techo de la serie carbonatada
mesozoica y constituye el acuífero regional (fig. 8).
El nivel piezométrico se encuentra a 15,43 m de profundidad (23/01/2015). La cota piezométrica
resultante, teniendo en cuenta una cota de emboquille de 690,5 m s.n.m., es de 675,1 m s.n.m. Este
valor de piezometría es coherente con las isopiezas de la Llanura Manchega, trazadas a partir de la red
de observación piezométrica controlada por el IGME, y que corresponde con el nivel piezométrico del
acuífero regional mesozoico.
El perfil de interpretación hidrogeológica se elabora a partir del sondeo ejecutado para investigación
del subsuelo de la motilla de Santa María, además de las observaciones geológicas realizadas en su
entorno y los resultados de la prospección geofísica llevada a cabo en esta motilla y en la motilla
cercana de El Retamar (fig. 9).
La motilla de El Retamar se encuentra muy próxima a la de Santa María, aguas arriba y también en las
inmediaciones del cauce del río Guadiana. Las excavaciones arqueológicas en esta motilla comenzaron
en 1984 y finalizaron en 1991 (Galán Saulnier y Sánchez Meseguer, 1994; Lenguazco, 2012). El equipo
de investigación detectó una torre central rodeada por dos recintos de muralla, entre los cuales parece
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Fig. 9. Corte geológico esquemático del entorno de las motillas de Santa María y de El Retamar, en el que se indica la
ubicación del sondeo realizado en la primera de ellas.
haberse concentrado la actividad más intensa de este asentamiento. Además se registró una estructura
correspondiente a la Edad del Hierro a modo de rampa, interpretada como un varadero situado al pie de la
motilla construido para facilitar el acceso al núcleo de habitación desde el río Guadiana (Galán y Sánchez
Meseguer, 1994: 97). En este punto es conveniente subrayar que las condiciones ambientales en la Edad
del Hierro (más húmedas) no eran las mismas que en la Edad del Bronce (más áridas), que entre ambas
ocupaciones durante varios siglos el lugar estuvo desocupado y que las gentes de la Edad del Hierro en
ocasiones se ubicaron encima de los montículos generados por la ruina de las motillas (en alto) mientras
que las gentes de la Edad del Bronce crearon sus motillas en llano.
Desde el punto de vista geológico esta motilla se sitúa al pie de los afloramientos carbonatados jurásicos
de Campo de Montiel, apoyada directamente sobre depósitos cuaternarios de fondo de valle, con un espesor
de 4-5 m, por lo que en esta motilla se alcanzaría el acuífero regional, las mencionadas calizas y dolomías del
Jurásico, a unos 4-5 m de profundidad, resultando también en este caso accesible el agua subterránea mediante
la excavación de un pozo somero, si se considera la base de la motilla situada a 4,2 m de profundidad, debería
ser como mínimo de unos 5-6 m, excavación realizable con los medios de la época.
4.3. Motilla de El Acequión
La motilla de El Acequión tiene 106 m de diámetro, una altura de 5,75 m y una superficie de 8.950 m2,
aproximadamente. Se encuentra sobre el fondo de una laguna endorreica, en el término municipal de
Albacete, en un área muy karstificada. El poblado fue declarado bien de interés cultural con la categoría de
zona arqueológica con fecha 30 de abril de 1991. Cuenta con dos anillos de potentes muros aproximadamente
circulares, que rodean un espacio central diáfano de algo más de 20 m de diámetro. El muro interior alcanza
los 5 m de alzado y los 6 m de anchura, resultando realzado y engrosado a lo largo de la vida del poblado. El
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diámetro total del yacimiento es de aproximadamente 90 m; las cotas superiores se elevan 7 m sobre el fondo
de la laguna. Su muralla exterior ha sido interpretada como barrera frente a inundaciones (Fernández Posse et
al., 1996). Esta idea de explicar el potente paramento exterior de las motillas como dique frente a la avenida
ocasional de las aguas, y no exclusivamente como muralla de un poblado fortificado, resulta de gran interés.
El Acequión carece de torre central. La fase más antigua es la peor conocida, debido a que sólo pudo
documentarse en cotas profundas y en una muy reducida extensión del área que fue denominada ‘patio
central’; no fue posible estudiar los niveles de base del yacimiento con la extensión necesaria. Los análisis
polínicos reflejan un proceso de deforestación del bosque autóctono de pinos, encinas y alcornoques, así
como la puesta en cultivo de espacios próximos al yacimiento. Una segunda fase del poblado, datada
mediante C-14 en torno a 1745 cal BP, se caracteriza por una recesión de la población, la ruina de parte
de la fortificación y, en consecuencia, la recuperación del bosque autóctono y el descenso de la acción
antrópica sobre el entorno, tal y como confirman los análisis polínicos. La tercera y última fase prehistórica
es la mejor conocida y supuso el momento de mayor expansión del poblado. Se construyó entonces el
potente muro perimetral exterior (quizás para proteger la infraestructura de las aguas) y se levantaron
nuevos lienzos sobre los derrumbes de la fase anterior. El polen arbóreo de nuevo disminuyó, a la par que
se incrementó el de gramíneas, junto al de las cuales se documenta por vez primera el de leguminosas.
Ello indica una intensificación de las actividades agrícolas. Esta fase concluyó en torno al 1500 cal BP
con un lento abandono y el descenso paulatino de la superficie habitada. Tras varios siglos de abandono El
Acequión volvió a ser ocupado durante la Edad del Hierro, al construirse diversas viviendas encima de la
prominencia surgida por la ruina del poblamiento prehistórico anterior.
Para determinar las posibilidades de existencia de un pozo en esta motilla se han excavado dos sondeos
de investigación (fig. 10). Se ejecutó un primer sondeo en el exterior de la motilla, en su margen suroeste.
El segundo sondeo fue realizado aproximadamente en el centro de la motilla, ubicación seleccionada
por cuestiones logísticas de emplazamiento de la máquina de perforación. La ubicación exacta de ambos
sondeos es la siguiente: sondeo 1: X: 584058,914; Y: 4319930,521, a una cota de 683,835 m s.n.m. Sondeo
2: X: 584143,713; Y: 4319946,652; siendo su cota de 691,713 m s.n.m. Las coordenadas de ambos sondeos
se expresan según la cuadrícula UTM y el sistema de referencia ETRS89 huso 30.
Fig. 10. Sondeo
de reconocimiento
en la laguna de El
Acequión (Albacete).
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Fig. 11. Columna litológica de detalle de los sondeos S-1 y S-2 perforados en el exterior y en el interior de la superficie
de la motilla de El Acequión, respectivamente.
La columna del sondeo 1 (S-1) efectuado en el exterior de la motilla se muestra en la figura 11. En este
sondeo fueron perforados 1,7 m de capa vegetal. Hasta 4,6 metros se detectó una serie de arcillas y margas
con cantos carbonatados, que se interpreta como el relleno arcilloso de la dolina. A continuación se produce
una alternancia de niveles calcáreos junto con otros más arcillosos hasta 13,2 m. Este nivel se interpreta
como el de calizas lacustres pliocenas, que constituyen el acuífero superior en la zona. De 13,2 a 16,2 m (fin
de sondeo) se perforan arcillas margosas de tonos verdosos sin apenas carbonato.
El sondeo 2 (S-2), como se aprecia en la figura 12, perfora principalmente los materiales que conforman
el cuerpo de la motilla, hasta alcanzar el terreno natural, a la profundidad de 7 m, a partir de donde se repetiría
la testificación identificada en el sondeo 1. En el sondeo 2 encontramos en primer lugar 1,8 m de capa vegetal
actual. De 1,8 a 2,1 m se perfora un hueco que se interpreta como una posible galería de origen animal; una
de las múltiples que se observan en toda la superficie de la motilla. De 2,1 a 3,0 m se observa de nuevo un
nivel de capa vegetal, que posiblemente sea la continuación del nivel superficial interrumpido por la galería.
De 3,0 a 6,6 m se perfora unos limos areno-arcillosos negros con cantos carbonatados y fragmentos de carbón
dispersos, asimilable al relleno del interior de la motilla. En este tramo se localizan varios niveles pedregosos
(a 4,0 y 5,4 m de profundidad), que podrían estar relacionados con los muros y solera. De 6,6 a 7,0 m se perfora
de nuevo una oquedad, en este caso de origen indeterminado. Existe la posibilidad de que esta oquedad haya
sido preservada a partir de los niveles pedregosos que tienen inmediatamente encima. La tomografía eléctrica
identifica a esta profundidad un elemento muy resistivo, que confirmaría la presencia de piedras y aire. A 7,0
m se considera que se comienza a perforar terreno natural, en este caso correspondiente a arcillas margosas de
tonos verdosos-anaranjados, interpretadas como la sedimentación procedente del relleno de dolina.
Los niveles piezométricos medidos en ambos sondeos son de 0,95 m de profundidad en el sondeo 1, y
8,88 m de profundidad en el sondeo 2 (medidas del 23/01/2015). Estas medidas se corresponden con cotas
de 682,85 m s.n.m. en el sondeo 1 (exterior), y 682,82 m s.n.m. en el sondeo 2 (interior). Como se puede
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Fig. 12. Corte geológico esquemático del entorno de la motilla de El Acequión y ubicación de los sondeos empleados en
su Interpretación.
comprobar ambos niveles son coincidentes, confirmándose que se trata de un nivel piezométrico que, pese
a aparecer muy superficial con respecto al terreno natural, se adscribe a la altura piezométrica de la unidad
de alternancia de calizas margosas con margas arcillosas.
El perfil geológico se realiza a partir de la testificación de los sondeos realizados en la motilla de El
Acequión, y la testificación de diferentes sondeos procedentes de la Base de Datos Aguas del IGME. La
motilla se ubica en el interior de la laguna de El Acequión, laguna generada a partir de la formación de
una dolina en la depresión resultante. La motilla no se construyó sobre una pequeña elevación existente
en el medio de la laguna; se asienta directamente sobre los depósitos cuaternarios de fondo de dolina que
caracterizan el fondo de la cubeta de esta laguna. El aprovechamiento de agua en el entorno de la laguna de
El Acequión se haría mediante un pozo que tendría que sobrepasar unos 4,6 m de materiales detríticos que
constituyen el fondo de la laguna. A partir de esta profundidad, los niveles alternantes de calizas margosas y
arcilla constituyen el acuífero superior Plioceno ligado a las calizas lacustres, con recursos suficientes para
el abastecimiento de la motilla y disponibilidad incluso en épocas de sequía, en las que el nivel piezométrico
descendería por debajo de la laguna.
5. DISCUSIÓN
El Holoceno se está mostrando como un período dinámico y menos climáticamente estable de lo que
hace unos años se pensaba. En concreto, en los últimos 4.300 años nuestro planeta ha conocido una
serie de fluctuaciones climáticas de corta pero intensa duración (Berglund, 2001 y 2003; Bond et
al., 1997; Courty, 1998; Chambers et al., 1999; De Menocal, 2001; Clare y Weninger, 2010; Magny,
2004; Magny et al., 2009; Mayewsky et al., 2004; Menotti, 1999; O’Brien et al., 1995; Peiser, 1998;
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Van Geel y Renssen, 1998; Fagan, 2007). Estos inesperados eventos climáticos han sido puestos
en relación con cambios ambientales repentinos susceptibles de haber influido en importantes
alteraciones de los paisajes sociales, tales como el colapso de diversas civilizaciones en China (Wu y
Liu, 2004; Gao et al., 2007; Chun Chang et al., 2011), América del Norte (Booth et al., 2005), Canadá
occidental (Menounos et al., 2005), Italia (Drysdale et al., 2005), las Islas Británicas (Roland et al.,
2014), Mesopotamia (Cullen et al., 2000; Kerr,1998; Gibbons, 1993; Weiss et al., 1993; Rihel, 2008;
Wilkinson, 1997), el valle del Indo (Staubwasser et al., 2003), Egipto (Stanley et al., 2003), Oriente
Próximo (Riehl et al., 2008), África del Norte o el Lejano Oriente (Gasse y Van Campo, 1994; Davis
et al., 2006), el Mediterráneo oriental (Bar Matthews et al., 1997), el mar Rojo (Arz et al., 2006),
el Kilimanjaro (Thompson et al., 2002) y Arabia (Parker et al., 2006). La península ibérica no tuvo
que ser ajena a este evento climático de escala mundial, cuyas consecuencias debieron incidir más
en aquellas sociedades y territorios con un régimen pluviométrico más limitado. La Cultura de las
Motillas del Bronce de La Mancha, en España, puede ser otro caso (Benítez de Lugo y Mejías, 2015;
Mejías et al., 2014 y 2015).
El evento climático 4.2 ka cal BP (Bond Event 3) sucedió dentro del período Subboreal; es decir, en la
transición del Calcolítico a la Edad del Bronce. Se trata de uno de los eventos más marcados del Holoceno,
registrado a escala mundial y caracterizado por su aridez extrema. Diversos autores han planteado la
posibilidad de la existencia de un fuerte período de sequía en la península ibérica durante la Prehistoria
reciente (Carrión et al., 2001; Francisco et al., 2006; Fábregas et al., 2003; Julià et al., 2001; López Sáez y
Blanco, 2003). En La Mancha existen recientes trabajos realizados a partir de los pólenes de Castillejo del
Bonete (Terrinches, Ciudad Real) y la motilla de El Azuer (Daimiel, Ciudad Real) que reflejan con claridad el
proceso de aridificación que en esta zona supuso ese cambio climático (Benítez de Lugo et al., 2015a; López
Sáez et al., 2014a, 2014b).
Recientemente se ha presentado otro estudio que expone una serie de datos geológicos e hidrogeológicos
comunes a las distintas motillas, lo que puede estar poniendo de manifiesto un patrón sobre la construcción
y uso de estos enclaves (Mejías et al., 2014). La localización cercana a los propios cauces aseguraba
inicialmente el abastecimiento de agua, ya sea por proximidad al recurso o por la excavación de pozos en
épocas secas en las que por los cauces dejaba de correr el agua superficial y el río desaparecía, quedando el
nivel freático somero en el aluvial o por debajo de este.
La observación desde la geología y la interpretación de las investigaciones disponibles cercanas a las
motillas revelan los siguientes hechos:
1- El techo de las formaciones geológicas del Plioceno superior se encuentra a cotas que oscilan entre
los 606 y 612 m s.n.m., consecuencia de la extensión y homogeneidad de su disposición geológica. La
diferencia de cota es, principalmente, debida al ligero basculamiento, de N-NE hacia el S-SO, de todo el
plano que forma la serie carbonatada.
2- De este a oeste hay un cambio de facies progresivo, pasándose de mayor presencia de arcillas y
margas y episodios intercalados de calizas, hacia un tramo con más calizas y margas, con algún lentejón de
arcillas de extensión variable.
3- El relieve excavado en la superficie cenozoica es pequeño y el encajamiento de la red hidrográfica se
ha llevado a cabo de manera uniforme, como consecuencia de un nivel de base con poca pendiente. En el
río Azuer se han depositado aluviales con potencias máximas que no superan los 6 m.
En el río Guadiana y Las Tablas de Daimiel las potencias del aluvial son en general algo menores, 3-4
m, con presencia de carbonatos y materia orgánica abundante.
Parece razonable suponer que las calizas del Plioceno o los materiales carbonatados del Jurásico y
Cretácico, que forman respectivamente el acuífero regional superior e inferior, constituían el objetivo a
alcanzar por los constructores de los pozos de las motillas, para garantizar el abastecimiento de agua a los
asentamientos de la Edad del Bronce de La Mancha.
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Así, las motillas del Cura y de las Cañas, al instalarse sobre el aluvial, cumplían dos requisitos: por un
lado, se dispondría en ocasiones del agua contenida en el aluvial y, por otro, al ser asequible la excavación
del sedimento permitía el acceso a las calizas con pocos metros de laboreo. En concreto, las motillas se
sitúan a cota aproximada de 607 m s.n.m. y las calizas bajo el aluvial a unos 4-5 m de la superficie. Tan solo
habrían de excavarse esos 4-5 m para obtener el agua almacenada en las calizas infrayacentes.
Respecto a las motillas de La Máquina y de Zuacorta, la primera se ubica en un punto en el que solo
se necesita excavar unos 5 m y, en la de Zuacorta, aunque situada a una cota algo más elevada de 612-613
m s.n.m., para acceder al agua se necesitaría excavar a una profundidad similar, del orden de 5 m, para
atravesar los materiales cuaternarios.
La motilla de La Albuera (no ubicada en aluvial) se localiza a 604-606 m s.n.m., justo donde sobresale
el plano de calizas y exactamente donde se forma la laguna de igual nombre. Aquí ni siquiera es necesario
excavar, salvo para profundizar algo y mejorar la afluencia del recurso. Podría, no obstante, en periodos
secos de larga duración, descender algo más el nivel freático y en tal caso resultaría más trabajoso excavar
los primeros metros de la roca caliza.
En la motilla de Daimiel, localizada en el antiguo aluvial, esto es a unos 613-614 m s.n.m., es
necesario excavar del orden de 10 m, de los cuales la mitad son de naturaleza aluvial, y el resto margosa,
hasta alcanzar las calizas.
La motilla de La Vega Media se asienta a una cota de unos 620 m s.n.m. El techo de las calizas se
encuentra a 14 m de profundidad. Por tanto, si se excavara un pozo, después de atravesar el aluvial (5-6
m), es necesario profundizar unos 8 m en las margas, hasta alcanzar las calizas pliocenas que asegurarían
de nuevo el recurso hídrico.
Un ejemplo que confirma el buen conocimiento del territorio por parte de los habitantes del lugar durante la
época de actividad de las motillas y de sus conocimientos en relación a la posición de las calizas como almacén
de agua subterránea, es la motilla de El Azuer. Esta motilla se sitúa a cota 626 m s.n.m. y se necesita profundizar
hasta los 606 m s.n.m.; es decir, excavar unos 20 m para alcanzar las calizas del acuífero regional, atravesando 5-6
m de aluvial de la llanura de inundación, un paquete de arcillas de baja permeabilidad (fácilmente excavables) de
unos 10 m de potencia y el resto (4-5 m) de la excavación se haría en las margas que se superponen a las calizas.
Se supone que la finalidad de un pozo de tales dimensiones era la de alcanzar las calizas del Plioceno. En la motilla
de la Vega (Daimiel, Ciudad Real) también se ha detectado un probable pozo (Teixidó et al., 2013).
En definitiva, las motillas pueden constituir uno de los sistemas hidráulicos más antiguos para extraer
agua del subsuelo de Europa (fig. 13). La torre central detectada en algunas motillas pudo haber sido
utilizada para extraer y distribuir, utilizando la fuerza de la gravedad, el agua del acuífero; probablemente
mediante un sistema similar a los magrod utilizados aún en zonas de Ifni (Marruecos) (fig. 14). La evidencia
arqueológica que dejaría una construcción de este tipo tras su ruina sería, en parte, similar a la de una motilla.
En La Mancha existen aún norias elevadas sobre el nivel del terreno con el fin de conseguir presión para
regar por gravedad su entorno. La noria sobreelevada es una técnica de extracción de agua subterránea que
puede tener su antecedente en las motillas. Algunas motillas, como es el caso de El Acequión, parecen no
disponer de torre. Puede deberse a que no era necesaria para aprovechar el agua subterránea. Alrededor de
las motillas pudieron desarrollarse, sobre los fértiles limos de las vegas de los ríos y en aquellos momentos
en los que el agua no circulaba por el cauce, áreas de agricultura y ganadería gracias al agua extraída
del subsuelo. Estas actividades pudieron requerir la construcción de pequeñas edificaciones alrededor de
la motilla. Canalizaciones de agua y numerosos restos de caballo encontrados en la motilla de El Azuer
parecen indicar la existencia de algo parecido a acequias y cría equina.1
En el aspecto simbólico algunos investigadores habían considerado que la cultura del Bronce de La
Mancha mostraba un bajo nivel de sacralización y carecía de cementerios específicos. Se creyó que un
limitado desarrollo de los rituales era reflejo de una sociedad bastante igualitaria (Martín Morales et al.,
1
Comunicación oral de los directores de las excavaciones arqueológicas en El Azuer mediante conferencia en Daimiel.
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Fig. 13. Recreación ideal de la Motilla del Azuer. A su alrededor se han detectado construcciones de diferente
clase, así como evidencias de agricultura y ganadería. Tumbas y construcciones interpretadas como depósitos
o silos se han encontrado en su interior. Largos, estrechos y sinuosos corredores comunican el exterior de la
motilla con el pozo interior.
B
A
A
B
Fig. 14. Representación de uno de los sistemas de extracción y elevación de agua (magrod) utilizados en Ifni
(Marruecos). En la posición ‘A’ el animal de tiro se encuentra cerca del pozo y el odre baja hasta el agua. En la
posición ‘B’ el animal tira del odre lleno para sacar el agua. El pozo de la motilla de El Azuer pudo ser explotado
de esta forma.
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1993). Otros autores, por contra, han considerado que el nivel de estratificación social sería importante y
se basaba en un sistema tributario dominado por personas que vivían en poblados fortificados sobre cerros
y guardaban grandes cantidades de cereal en otros poblados fortificados en la llanura: las motillas (Aranda,
2008; Nájera et al., 2010 y 2012).
Los ajuares funerarios del Bronce de La Mancha, la cultura material presente en los yacimientos, la
proliferación de asentamientos en altura frente al limitado número de motillas y asentamientos en llano
o los indicadores antropológicos marcadores de actividad física en los restos humanos hallados han sido
factores utilizados para sugerir que la sociedad del Bronce de La Mancha no estuvo en realidad fuertemente
jerarquizada, sino todo lo contrario (Monsalve et al., 2014). Esta sociedad se dedicó de forma generalizada
a la agricultura y al pastoreo, sin que existan bases sólidas para afirmar que estuviera dirigida por una
élite social, que pudiera diferenciarse biológica o arqueológicamente del resto de la población. Lo más
lógico es pensar que los yacimientos en llano del tipo motilla constituyen un ejemplo de un proceso de
adaptación al medio, aunque no hay que olvidar que la población ya estaba implantada en la zona de las
motillas con anterioridad a la construcción de éstas. Por ello, las motillas pueden estar reflejando, además
de esa adaptación ambiental, un lógico sistema de control de un recurso de elevada importancia social en
momentos de escasez. El problema que esta clase de sitios plantea es: ¿se trata de un control ejercido por la
comunidad (bajo un régimen de gestión igualitaria) en sentido amplio por el grupo allí residente, o existió
un grupo dominante que controló su gestión? Lo que no parecen ser es meros reductos fortificados de una
clase dominada, dentro de la dialéctica de la lucha de clases o en el paradigma de un paisaje fortificado, tal y
como se había venido postulando hasta ahora (Nájera y Molina, 2004). Aunque en el Bronce de La Mancha
existiera una incipiente jerarquización social, la presión política de las élites sobre sus subordinados no
revela haber sido de gran alcance económico ni político (Monsalve et al., 2014).
La distinción por su forma exterior entre las motillas, como yacimiento arqueológico con la finalidad
principal de captar agua subterránea, y los túmulos funerarios no es evidente ni clara. Para saber si se
trata de una clase u otra de yacimiento arqueológico es imprescindible conocer el subsuelo infrayacente
y la posición del nivel freático.
Por otra parte, las excavaciones arqueológicas en el Castillejo del Bonete (Terrinches, Ciudad
Real) han permitido descubrir un conjunto tumular prehistórico sin igual (fig. 15). En este lugar hasta
el momento se han encontrado dos túmulos –el más grande de ellos ubicado sobre una cueva natural
que presenta arte rupestre y construcciones en su interior–, corredores de comunicación entre túmulos
–alguno con más de veinte metros de longitud–, corredores abocinados con orientación astronómica
(Benítez de Lugo et al., 2014a; Mejías et al., 2015; Esteban y Benítez de Lugo, en prensa) que sirven
de acceso al túmulo principal y materiales arqueológicos muy diversos. Entre ellos cabe destacar una
abundante colección de piezas metálicas (Montero Ruiz et al., 2014), cerámicas (Fernández Martín et
al., 2015), arte rupestre con restos humanos a sus pies (Polo Martín et al., 2015 y en prensa), y botones
de marfil (Benítez de Lugo et al., 2015b), además de restos óseos (humanos o de fauna) y numerosos
adornos personales: colgantes elaborados con concha marina, una colección con decenas de cuentas
de variscita (Odriozola et al., 2016), otras cuentas de madera o hueso. Cazoletas excavadas en piedra,
similares a otras encontradas en diferentes lugares sin contexto arqueológico, aparecen en el nivel de
uso del Túmulo 2 (Benítez de Lugo et al., 2014, 2015a y 2015b). Algunas personas enterradas en este
lugar del interior peninsular se alimentaron con proteína marina (Salazar García et al., 2013). Aunque
por su forma exterior Castillejo del Bonete podría parecer una motilla, ha quedado demostrado en este
caso que no existe acceso posible con los medios de la época al nivel freático. El repertorio de materiales
encontrado en Castillejo del Bonete es semejante al que aparece en las motillas.
Con los datos disponibles es posible afirmar que Castillejo del Bonete fue un lugar funerario dotado con
una alta carga simbólica, monumental y ritual. Se sabe que el yacimiento fue usado, al menos, entre 2465 y
1565 cal BC 2σ (dataciones publicadas en Benítez de Lugo et al., 2015a: 114). Los espacios arquitectónicos
documentados no presentan evidencias de habitación, y sí las características habituales en túmulos
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Fig. 15. Vista del conjunto
tumular monumental de
Castillejo del Bonete
(Terrinches, Ciudad Real).
prehistóricos. El lugar es claramente un espacio monumental y simbólico, que además tiene un enorme
interés arqueoastronómico. Presenta un marcador del orto solar en el solsticio de invierno muy llamativo
y preciso sobre el rasgo topográfico más conspicuo de todo el horizonte que rodea al yacimiento, la Peña
del Cambrón. Varios corredores del monumento parecen presentar orientaciones con posible significado
astronómico y/o topográfico. Resulta especialmente significativo el que los corredores B y 1 (así como las
galerías de la cueva que se extienden por debajo de estos corredores) se encuentran orientados hacia el orto
y ocaso, respectivamente, del Sol en el solsticio de invierno, el mismo momento del año en que se produce
el orto sobre El Cambrón. Otros corredores parecen presentar también orientaciones respecto a los ejes
cardinales e incluso hacia el orto solar del solsticio de verano. Por ello es posible afirmar que el solsticio de
invierno debió jugar un papel importante en el simbolismo religioso y/o funerario de la cultura del Bronce
de La Mancha. El solsticio de invierno tiene una enorme carga simbólica, pues marca el momento del año en
que comienza el alargamiento del día con respecto a la noche, momento concreto del ciclo solar identificado
como la victoria del Astro Rey frente a la oscuridad del invierno y del renacer de la naturaleza. La existencia
en Castillejo del Bonete de cerámicas incisas con decoración soliforme (Benítez de Lugo et al., 2015a: 135)
y corredores orientados a la captación de rayos solares ha permitido calificar este monumento como ‘tumba
solar’ (Esteban, 2015: 83). En este yacimiento –que es de la misma cronología que las motillas y cuenta con
una cultura material y una morfología similar a éstas– se han puesto de manifiesto estructuras orientadas
al orto y al ocaso solar, así como a estrellas no visibles aquí hoy día (pero sí en la Edad del Bronce) debido
a la precesión de los equinoccios. De este modo se avanza y descubre una realidad nueva, desconocida
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a la publicada por la revista Antiquity: “[…] we must conclude that the limited development of ritual in
the Mancha Bronze Age reflects the limited development of power requering sacred justification” (Martín
Morales et al., 1993: 41). Como ponen de manifiesto Castillejo del Bonete o las estrellas pintadas durante
la Prehistoria Reciente en varias estaciones con arte esquemático de Sierra Morena –en el borde meridional
de La Mancha– los rituales en el Bronce de La Mancha no eran de desarrollo limitado (más bien parece
suceder todo lo contrario); lo que era limitado era su conocimiento hasta el descubrimiento de Castillejo
del Bonete (González, 2016).
Estos aspectos simbólicos que acabamos de mencionar se aportan por su más que probable relación con
las motillas. Aunque no pueden ser desarrollados en extensión en este trabajo –destinado a presentar los
avances arqueológicos llegados desde el campo de la Hidrogeología–, serán objeto de estudio en un futuro
artículo específico.
En la Prehistoria Reciente los muertos enterrados en túmulos pudieron legitimar la apropiación del
territorio de forma similar a cómo los enterramientos realizados en las motillas pudieron dar derecho al uso
del agua procedente del subsuelo, cuando los ríos habían dejado de correr.
El carácter simbólico de las motillas se encuentra insuficientemente estudiado por el momento; su
conocimiento podría llegar a partir de yacimientos como es el caso de Castillejo del Bonete, situados también
al sur de la Meseta y que presentan una forma, una cultura material y unas dataciones similares a las motillas
conocidas hasta el momento. La existencia de numerosos asentamientos en llano sin fortificación aparente
en las cercanías de las motillas convierte a estos puntos de aguada en lugares centrales y estratégicos en el
área manchega durante los momentos de sequía. La presencia en las motillas de elementos arquitectónicos
similares a los que se encuentran en túmulos (corredores, tumbas, depósitos siliformes y accesos al subsuelo
mediante galerías o pozos) debe mover a la reflexión sobre la habitual caracterización de estos monumentos
como poblados fortificados. El descubrimiento en la cultura del Bronce de La Mancha de monumentos
funerarios complejos, constituidos por grandes túmulos comunicados entre sí por corredores, que pueden
tener una forma externa similar a los lugares considerados de habitación (morras y motillas) pone en primer
plano la relación entre unos y otros. La existencia en estos túmulos de ofrendas rituales depositadas en
estructuras siliformes exige extremar la cautela a la hora de asociar cualquier estructura de esta clase con una
estricta funcionalidad de almacenamiento, especialmente cuando esas estructuras se encuentran asociadas a
tumbas. El descubrimiento dentro del complejo tumular de Castillejo del Bonete de depósitos con centenares
de objetos de diferente clase en depósitos con apariencia de silos, construidos con toda seguridad con fines
rituales, exige reconsiderar que, en aquel tiempo, las edificaciones en las que aparecen silos, o cereal, sean
necesariamente poblados. Por ejemplo, construcciones descritas como silos cubiertos de piedras y tierra,
consideradas derrumbes y con muertos alrededor han sido descritas en la motilla de El Azuer o La Encantada.
Esta última, construcción levantada sobre un alto muy visible desde gran distancia, presenta unas singulares
estructuras siliformes anidadas y pudo llegar a ser un hito en el paisaje monumentalizado; una verdadera
‘ciudad de muertos’ (Sánchez Meseguer, 1994: 79). Los depósitos rituales y los ritos de comensalidad han sido
certificados durante la Prehistoria reciente en momentos y lugares dotados de una elevada carga simbólica.
Los muertos y las construcciones tumulares sirvieron en la Prehistoria reciente para legitimar la pertenencia de
un territorio a un grupo y suelen ubicarse en lugares que gozan de una gran visibilidad. Es posible que similar
tipo de recurso simbólico fuera utilizado en la apropiación de bienes de subsistencia altamente estratégicos,
como fue el agua en La Mancha. Las motillas fueron lugares dotados de una alta carga simbólica, como lo
demuestran los muertos allí enterrados y el acceso al agua salvadora procedente de un inframundo subterráneo
que permitió sobrevivir a una comunidad resiliente durante un largo periodo de estrés ambiental por déficit
hídrico. En definitiva, algunas motillas fueron asentamientos centrados en el control y gestión de puntos de
agua, que surgieron por adaptación al medio en un episodio o pulsación de escasez, pero a su vez pudieron ser
centros simbólicos con fines rituales en relación con el culto al agua.
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6. CONCLUSIONES
Tradicionalmente se ha venido explicando la existencia de las motillas en relación con factores como
puedan ser el control de las corrientes de aguas superficiales, los pastos de invierno y las vías pecuarias, o
con la existencia de una clase dirigente que habitaba los poblados en altura y dominaba a quienes habitaban
las motillas, que serían poblados fortificados construidos en la llanura para defender bienes estratégicos.
Sin embargo, se da la paradoja de que en el interior de la motilla mejor conocida, la de El Azuer, no se han
descrito cabañas ni ambientes utilizados como lugares de hábitat. Sí hay enterramientos y depósitos de
diferente clase alrededor de una notable infraestructura hidráulica.
El trabajo que presentamos muestra que existe una estrecha relación entre las motillas y el sustrato
geológico e hidrogeológico sobre el que se ubican, derivada probablemente de una crisis ambiental
caracterizada por una acusada aridez que se prolongó durante siglos. Se ha puesto de manifiesto que la
sociedad del Bronce de La Mancha disponía de los conocimientos empíricos suficientes para excavar pozos
relativamente profundos y acceder al agua subterránea. La construcción de las motillas se realiza, en su gran
mayoría, sobre las llanuras de inundación de los ríos, probablemente aplicando sus habitantes el supuesto de
que la presencia de agua estaría asegurada incluso en periodos de aridez; dándose en las zonas de ubicación
de las motillas los condicionantes hidrogeológicos necesarios para que el nivel freático se encontrase a una
profundidad accesible con los medios prehistóricos. El agua subterránea disponible en estas formaciones
podría ser extraída mediante pozos de poco calado. Se ha considerado que el objetivo último de los pozos,
previsiblemente existentes en la mayoría de las motillas, era alcanzar el techo de las calizas del Plioceno,
Fig. 16. Vista aérea de la motilla del Azuer (Daimiel, Ciudad Real) con el nivel freático en cotas elevadas tras un
periodo húmedo, en 2013 (Benítez de Lugo y Mejías, 2014).
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en el caso de las ubicadas en la MASb Mancha Occidental I. La observación y experiencia indicó a los
pobladores prehistóricos de La Mancha que seguía habiendo agua almacenada en este acuífero carbonatado
regional, incluso en las épocas de aridez más extrema, durante las cuales habrían desaparecido las aguas
superficiales y bajado el nivel freático de los acuíferos cuaternarios.
La motilla de El Azuer, en Daimiel, es un ejemplo único relacionado con la construcción de un pozo de
notables dimensiones (fig. 16), ya que en el resto de las motillas no es preciso profundizar tanto en busca
de los niveles acuíferos y, por tanto, no presentar, con casi total probabilidad, unas obras de captación
tan importantes como la del pozo de la motilla de El Azuer. El esfuerzo de excavar un pozo profundo en
margas y arcillas debió perseguir alcanzar el techo de las mencionadas calizas pliocenas, que contienen
agua en su interior, al constituir el acuífero regional de la zona, y supuso la creación de las primeras
arquitecturas de piedra de esta región, y también las primeras dirigidas a la explotación sistemática de un
acuífero del Occidente europeo.
La Cultura de las Motillas del Bronce de La Mancha puede ser considerada una cultura hidráulica de las
más antiguas de Europa. Tras ella, muchos siglos después, llegarían acueductos, qanats y otras soluciones
hidráulicas para captar y conducir el agua.
La existencia de pozos se ha constatado en seis motillas: mediante excavaciones arqueológicas en la
motilla de El Azuer y mediante prospecciones geofísicas en las motillas de La Vega (Teixidó et al., 2013),
El Cura, Santa María, El Retamar y El Acequión (Ibarra, 2015). La excavación de pozos no debe asociarse
necesariamente a cambios sociopolíticos (Meltzer y Collins, 1987). Sin embargo, en el caso que nos ocupa
resulta indisoluble la relación entre la aparición y desaparición de las motillas y el evento climático a escala
mundial denominado 4,2 ka cal BP (Bond Event 3), datado entre el 2350 y el 1850 cal BC, y caracterizado
por una aridez extrema. El comienzo de este evento climático se produce justamente de forma previa a la
construcción de las motillas de La Mancha. Su finalización tiene lugar antes del abandono de estas estructuras.
La aridificación causada por este evento ha sido documentada en los registros estratigráficos de todo el mundo
y, en concreto, de la Meseta castellana. El aumento de las precipitaciones y la progresiva elevación del nivel
freático en la región, a partir de 1800 cal BC, pudieron permitir la recuperación de los ríos y de las zonas
húmedas, que prácticamente habían desaparecido entre 2000-1800 cal BC, hasta el punto de que algunas
motillas pudieron llegar a inundarse. A partir de ese momento, abandonadas las motillas, las gentes del Bronce
de La Mancha tuvieron que redefinir sus relaciones con el medio ambiente, dando lugar, a finales de la Edad
del Bronce, a una nueva organización social y económica y a nuevos modelos de poblamiento alejados de
estos ambientes húmedos e insalubres donde antes estuvieron las motillas.
La Cultura de las Motillas puede ser la respuesta económica, simbólica y social ante una contingencia
climática que derivó en una crisis ambiental. Por ello se potenciaron lugares como las motillas en respuesta
a un periodo de aridez, mientras que se produjo gradualmente su abandono hacia otro tipo de enclaves tras
la finalización de este periodo, al que siguió un incremento de los caudales de los ríos y un ascenso del nivel
freático que hicieron innecesaria e inviable la continuidad del uso de las motillas.
Momentos relativamente más húmedos, dentro de este periodo, o al final del mismo, pudieron dar
lugar a la construcción de diques alrededor de las motillas para contener crecidas de las aguas en los
cursos superficiales. Las murallas perimetrales de las motillas pueden ser interpretadas como fortificaciones
tal y como ha sucedido hasta ahora, pero también como diques de contención de las aguas para impedir
que el agua embarrada y en algunos casos salobre que en ocasiones pudo fluir por los cauces fluviales
habitualmente secos se mezclara con el agua dulce y limpia de los pozos. Las torres construidas en el
interior de algunas motillas podrían no haber sido edificadas en clave militar o defensiva, sino logística y
de aprovechamiento del acuífero; con el propósito de poder extraer agua del subsuelo o tal vez con el fin
de conseguir altura para por presión poder regar los alrededores de las motillas y poder así desarrollar una
agricultura intensiva hortícola de regadío en el entorno (López Sáez et al., 2014b). El canal presente en
la motilla de El Azuer, que desde el centro del asentamiento se dirige hacia el exterior, pudo haber tenido
relación con este propósito.
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En 2000 se indicaba que para avanzar en el conocimiento del Bronce de La Mancha serían precisos
proyectos de excavación arqueológica en yacimientos de diferentes escalas y características, con el fin
de conocer las producciones y consumos en ellos (Gilman et al., 2000-2001: 320). Más de tres lustros
después sólo se han abierto nuevas excavaciones sistemáticas en Castillejo del Bonete. Con esos datos
y desde disciplinas como la Hidrogeoarqueología y la Arqueoastronomía ha sido posible aportar nuevas
informaciones de interés al estudio del Bronce de La Mancha y de sus motillas, que no parecen ser clásicos
poblados en llano fortificados mediante murallas destinados a almacenar cereal conseguido mediante
tributos como se había planteado, sino algo más: aprovechamientos de agua subterránea integrados en
uno de los primeros sistema hidráulicos en Europa, dotados de una fuerte carga simbólica y creados en un
momento de fuerte crisis ambiental por sequía.
AGRADECIMIENTOS
La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) han financiado
esta investigación. Jesús del Pozo Tejado, técnico del IGME, ha elaborado los mapas, cortes y esquemas geológicos,
así como las columnas litológicas que ilustran este trabajo. Juan I. Rozas Blanco es autor de las fotografías aéreas, a
excepción de la 15, que es obra de Audio&Visual Factory. J. González-Gallego ha dibujado las figuras 13 y 14. José
Luis Fuentes Sánchez ha tomado las cotas topográficas que aparecen en este trabajo.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 169-185
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Agustín DIEZ-CASTILLO a, Oreto GARCÍA-PUCHOL b, Joan BERNABEU b, C. Michael BARTON c,
Salvador PARDO-GORDÓ d, Grant SNITKER e, Wendy CEGIELSKI e y Sean BERGIN e
Resiliencia y cambio durante el Holoceno
en La Canal de Navarrés (Valencia):
recientes trabajos de prospección
RESUMEN: Presentamos en este trabajo una evaluación inicial de los trabajos de prospección sistemática
llevados a cabo en la comarca de La Canal de Navarrés (Valencia) desde el año 2014 en el marco del
proyecto NSF “The Emergence of Coupled Natural and Human Landscapes in the Western Mediterranean”.
El programa desarrollado ha seguido un protocolo previamente establecido por nuestro equipo de trabajo
con la novedad de la incorporación de nuevas tecnologías en el trabajo de campo (dispositivos electrónicos)
cuyo objetivo ha sido agilizar el procesado de la información posterior en el laboratorio mediante el uso de
un entorno GIS. Los resultados obtenidos confirman la presencia de materiales en diferentes puntos del valle
indicativos de una amplia cronología (entre el Pleistoceno final y el desarrollo del Holoceno) que se suman
a los registros prehistóricos conocidos en el área desde el Paleolítico medio a la Edad del Bronce.
PALABRAS CLAVE: Prospección sistemática, análisis espacial, dinámicas socioecológicas, La Canal de
Navarrés, prehistoria.
Resilience and change during the Holocene in ‘La Canal de Navarrés’
(Valencia, Spain): recent survey fieldworks
ABSTRACT: In this paper we present a preliminary approach to the survey work carried out in La Canal de
Navarrés (Valencia) since 2014 in the framework of the NSF Project “The Emergence of Coupled Natural
and Human Landscapes in the Western Mediterranean”. The programme developed follows previous
protocols established by us with the novelty of the use of new technologies (electronic devices) with the
goal to make more dynamic the analysis of data in a GIS environment. The results confirm the existence, in
several open-air locations, of prehistoric artefacts along the valley regarding to a wide chronology (from the
final Pleistocene and covering the Holocene) that can be added to the sequence known at the area including
Middle Palaeolithic to Bronze Age evidences.
KEYWORDS: Systematic survey Project, Spatial Analysis, Socio-ecological dynamics, La Canal de
Navarrés, Prehistory.
a
b
c
Research Group GRAM. Departament de Prehistòria,
Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
agustin.diez@uv.es
Research Group PREMEDOC INV-GIUV-270642.
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història
Antiga, Universitat de València.
oreto.garcia@uv.es | juan.bernabeu@uv.es
Center for Social Dynamics and Complexity, Arizona
State University, USA.
michael.barton@asu.edu
Recibido: 19/12/2016. Aceptado: 11/01/2017.
d
e
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història
Antiga, Universitat de València.
pargor@uv.es
School of Human Evolution and Social Change,
Arizona State University, USA.
grant.j.snitker@gmail.com | wcegielski@yahoo.com
sbergin@asu.edu
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
1. INTRODUCCIÓN
La necesidad de encontrar fórmulas que permitan acercarnos a la interacción entre el medio ambiente y
los grupos humanos a escala local desde una perspectiva diacrónica hace necesario llevar a cabo labores
de prospección sistemática en determinadas áreas. En este contexto se diseñó el proyecto de prospección
en La Canal de Navarrés (Valencia) del que ahora ofrecemos una evaluación preliminar de resultados que
complementa el avance presentado recientemente en otra publicación (García-Puchol et al., 2014).
Aunque no es la primera vez que nuestro equipo realiza labores de prospección sistemática en los
valles centrales de la Comunidad Valenciana (Barton et al., 1999, 2002, 2004; Bernabeu et al., 1999,
2008), sí que estamos ante un planteamiento novedoso no sólo en lo metodológico, sino también en
la forma en la que se ha concebido la idea de prospectar una zona determinada. La comarca de La
Canal de Navarrés ha sido seleccionada después de analizar los resultados de diferentes simulaciones
por ordenador para explorar las posibles vías de penetración de las primeras comunidades neolíticas
hacia los valles interiores (primera etapa antes de adentrarse en la meseta ibérica). En los anteriores
proyectos se puso de manifiesto su importancia para valorar el peso que la actividad humana ha tenido
en la transformación de los paisajes mediterráneos (Diez Castillo et al., 2007; Barton et al., 2012).
Los resultados pioneros obtenidos en zonas cercanas, como el valle del río Serpis, demuestran que la
realización de trabajos sistemáticos de estas características producen un alto grado de conocimiento
de los procesos geomorfológicos y sus consecuencias en la forma de utilizar los recursos territoriales
o, también, de los efectos que determinadas formas de utilización de los recursos por parte de los
grupos humanos han tenido en el desarrollo de esos procesos geomorfológicos (Barton et al., 1999,
2002, 2004; Bernabeu et al., 1999). La evaluación de los trabajos de prospección previos ha permitido
replantearnos la perspectiva metodológica desde la que afrontar las labores de campo, en primer lugar,
los factores tafonómicos que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar colecciones de materiales
de superficie. También, y sobre todo, los presupuestos para abordar la cronología de estas colecciones
atendiendo no sólo a la presencia de piezas tipo, sino a procedimientos estadísticos más complejos
como ha sido propuesto por alguno de nosotros en el caso de las colecciones líticas (Fernández de
Pablo y Barton, 2015), y en general para el conjunto de elementos de cultura material de cronología
prehistórica (Barton et al., 2002). Todo ello, sin olvidar que el objetivo principal de la prospección
sistemática del valle del Serpis era, como lo es ahora en el caso de La Canal de Navarrés, acercarse
a la forma en que las comunidades prehistóricas han interactuado con el medio ambiente desde el
Paleolítico medio hasta época histórica (Barton et al., 2004). Son esos aspectos socioecológicos los
que tienen importancia para comprender procesos globales; más allá de las fluctuaciones climáticas
a escala global nos interesa comprender la respuesta de las comunidades a los cambios locales y la
resiliencia, o no, con que el medio reaccionó a esas respuestas.
Los trabajos que presentamos se han desarrollado en el ámbito de uno de los proyectos competitivos
del programa National Science Foundation –NSF– “The Emergence of Coupled Natural and Human
Landscapes in the Western Mediterranean”, financiado por el gobierno de EE.UU. El trabajo de campo
se viene realizando desde 2014 en la comarca mencionada. Esa zona geográfica concreta se ha convertido
de este modo en el centro de un programa de recogida de datos a partir del desarrollo de una prospección
sistemática off site (Barton et al., 2004; Dunnell, 1992). Los datos relativos a la cultura material se
combinan con la información espacial y ecológica, lo que permite una comprensión diacrónica de las
dinámicas socioecológicas.
En este sentido, la elección de La Canal de Navarrés estuvo guiada por su potencial para explorar uno
de los focos principales de interés del proyecto: el impacto de la agricultura y la ganadería en la interacción
humana sobre el paisaje y su evolución en el tiempo en las comarcas centrales valencianas. El trabajo
llevado a cabo pretende acercarnos a la ocupación de la zona de La Canal durante la prehistoria y de forma
particular al papel que pudo jugar en la difusión de las primeras prácticas agrícolas y ganaderas.
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2. DESCRIPCION GEOGRÁFICA
La Canal de Navarrés (255 m s.n.m., 39º06’N 0º41’W), situada en el sector ibérico valenciano meridional,
es un valle de fondo plano que corresponde geológicamente a una fosa tectónica (NW-SE), abierta
probablemente a principios de la era terciaria en el macizo del Caroig. Este macizo es un área de tectónica
suave de transición entre los sistemas ibérico y bético, en el que hacia el sur predominan las directrices
béticas, arrasadas por la erosión (Sanchis Moll et al., 1988). La fosa está inyectada de arcillas y yesos
del Keuper ascendente (Sanchis Moll et al., 1988). Los contrastes litológicos, entre las espesas calizas
y dolomías cretácicas y el material impermeable del Keuper, confieren a La Canal unas características
hidromorfológicas especiales. Hidrogeográficamente La Canal reparte sus aguas entre el Riu Escalona
al norte y del Riu de Sellent al sur; ambos vierten sus aguas al Riu Xúquer, aguas arriba y abajo de
Sumacàrcer, respectivamente. El valle tiene un carácter semiendorreico relacionado con la acreción durante
el cuaternario de abanicos aluviales transversales. El difícil drenaje ha favorecido la formación de lagos,
turberas y travertinos en distintas fases del Holoceno (La Roca et al., 1996).
El clima mediterráneo, de transición entre la costa y el interior, es seco. Las precipitaciones anuales
oscilan en torno a los 500 mm. De invierno templado, en verano el efecto suavizante térmico de las
brisas marinas no es efectivo, debido a cierto grado de continentalidad apreciable también en la amplitud
térmica y la distribución de las precipitaciones (Pérez Cueva, 1994). Bioclimáticamente pertenece al piso
mesomediterráneo de vegetación potencial carrascal con Rubia longifolia (Rivas-Martínez, 1987; Costa,
1998). Esa vegetación ha desaparecido prácticamente, siendo sustituida por cultivos de huerta y frutales de
carácter industrial, como los cítricos y más recientemente distintas variedades de caqui.
3. ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOS
La Canal de Navarrés es una zona interior de la provincia de Valencia que, a pesar de su relativo
aislamiento, es bastante conocida arqueológicamente (fig. 1). Sin duda, el yacimiento más relevante
de la comarca es la Ereta del Pedregal (Navarrés) (Pla et al., 1983; Juan Cabanilles, 1994, 2006, 2008),
referente del Calcolítico a nivel peninsular, pero también se encuentran otros yacimientos como Las
Fuentes (Navarrés), con restos atribuidos al Paleolítico medio (Aparicio, 1974, 1981), o la Albufera de
Anna (Aparicio, 1975, 1979), cuyos materiales remiten a ocupaciones de los últimos caza-recolectores
mesolíticos y al Neolítico. Asimismo, algunas de las muchas cuevas documentadas en los alrededores de
Sumacàrcer son buen testimonio de la frecuentación de la zona meridional del macizo del Caroig durante
toda la Prehistoria. En la zona de influencia del área de prospección se conocían, según los registros
oficiales de la Conselleria d’Educació, Investigació, Cultura i Esports de la Generalitat Valenciana, un
total de 135 yacimientos (fig. 1). Entre ellos no faltan los abrigos con arte rupestre (5), o las estaciones en
cueva (24), algunas de ellas referidas como lugares de enterramiento (8) frente a otros tipos de utilización
(16), pero son mayoría (106) los hallazgos al aire libre de diferentes épocas (desde el Paleolítico medio
hasta época medieval). De época ibérica destaca, en el límite suroeste del área de estudio, el importante
asentamiento ibérico de Cerro Lucena.
Los escasos trabajos arqueológicos previos en la comarca de Navarrés se han concentrado en las
inmediaciones de los espacios endorreicos. Así, en la zona de Las Fuentes se realizaron unos sondeos en
el interior del pequeño lago artificial del mismo nombre que propiciaron el hallazgo de un conjunto de
materiales líticos atribuidos al Musteriense (Aparicio, 1981). No obstante, lo más llamativo de aquella
intervención fue la recuperación de restos de madera bien conservados que parecen estar en relación
con el desarrollo de una masa forestal de Pinus nigra cuya datación radiocarbónica apuntaba a una
fecha anterior al 40.000 BP (el límite del método en aquel momento) (Aparicio, 1981). En la conocida
como Albufera de Anna, las labores de acondicionamiento del lugar para usos terciarios propiciaron la
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documentación de otro conjunto lítico atribuido por sus excavadores al Mesolítico (Aparicio, 1975 y
1979), aunque la existencia de un pequeño conjunto de cerámicas a mano dejaría abierta la presencia de
ocupaciones neolíticas posteriores (Martí et al., 2009).
En cualquier caso, el sitio arqueológico de mayor relevancia de los conocidos en La Canal de Navarrés
es, sin duda alguna, la Ereta del Pedregal. Su reconocimiento se debe a múltiples factores, entre los que
hay que destacar las numerosas campañas de excavación de que fue objeto a lo largo del siglo XX que
han posibilitado el establecimiento de una secuencia de ocupación que incluye niveles del Neolítico final
y el Calcolítico (Juan Cabanilles, 1994, 2008). Pero la particularidad más significativa de la Ereta es la de
constituir uno de los primeros poblados de la prehistoria valenciana donde se utiliza la piedra como material
de construcción para viviendas (zócalos y basamentos) y para un cierre perimetral de protección (Pla et al.,
1983; Juan Cabanilles, 1994). En sus inmediaciones, y en relación con el proyecto general de investigación
del yacimiento, se realizaron dos sondeos que permitieron obtener una completa secuencia polínica, pieza
clave para interpretar la evolución de la cobertera vegetal en la zona al proporcionar datos referentes a los
últimos 20.000 años y permitir analizar los contrastes entre las series vegetativas del máximo glacial y del
conocido como óptimo climático (Carrión y Van Geel, 1999).
4. METODOLOGÍA DEL TRABAJO DE CAMPO
Para tratar de obtener una visión lo más cercana posible a la realidad se dividió el área total de prospección
en nueve zonas de acuerdo, principalmente, a sus características geomorfológicas (figs. 1 y 2). Así, algunas
zonas (las 7, 8 y 9) abarcan espacios con cierta energía del relieve y relativamente apartados de los ríos
principales, otras cubren los espacios endorreicos (zonas 1 y 3) y otras se centran en el ámbito de las
terrazas fluviales más cercanas a los cauces actuales (zonas 4 y 5).
Fig. 1. Localización de La Canal de Navarrés, con la distribución de las zonas de trabajo y la ubicación de los yacimientos
conocidos antes de comenzar la prospección.
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Fig. 2. Compartimentación de las zonas de trabajo en sectores con representación de los subsectores en los que se han
realizado hallazgos arqueológicos.
Cada una de esas zonas se dividió en sectores de aproximadamente el mismo tamaño, por lo que el
número de sectores varía desde zonas que sólo tienen dos (la 5 y la 4) hasta una que tiene seis (la zona 9).
En el año 2014 prospectamos las zonas 9, 6, 5, 3, 2 y 1, y muy parcialmente la zona 7. Por ello, una
vez descartada la zona 8 por sus semejanzas morfoestructurales con la 9, en la que además el material
arqueológico recogido se centraba en la época iberorromana –de interés menor para nuestro proyecto–,
durante el año 2015 la prospección se centró en la zona 4, completando la zona 7 y visitando algunas
parcelas de la zona 2, además de otras ubicadas alrededor de yacimientos conocidos de época mesolítica o
neolítica que se denominaron como zona 10.
Dentro de cada uno de los sectores se eligieron subsectores de prospección que cubrieran aproximadamente
un tercio de la superficie. En este caso, la aleatoriedad se vio condicionada por factores como la visibilidad
sobre el terreno, ya que en la práctica no tiene mucho sentido prospectar parcelas sin visibilidad alguna,
lo cual podría estar sesgando la información obtenida. Los subsectores se hicieron coincidir, en general,
por razones prácticas, con las parcelas del catastro salvo en el caso de que la parcela prospectada fuera de
dimensiones superiores a las 2 ha, en cuyo caso se subdividieron en áreas menores (fig. 3).
Finalmente, en la última de las campañas realizadas hasta el momento, la de 2016, los trabajos se
centraron en la toma de muestras de carbón en diferentes cuencas usando las técnicas paleoecológicas
más habituales. Para ello, se tomaron muestras de columnas en las partes más bajas de cada cuenca
coincidiendo con alguno de los cortes expuestos por la erosión del canal principal de los barrancos.
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9-6-203
39.0045
39.0040
lat
39.0035
39.0030
39.0025
39.0020
-0.740
-0.739
lon
-0.738
Fig. 3. Vista del subsector
9-6-203 (Enguera) en la
zona más montañosa de las
seleccionadas.
Las muestras se tomaron de manera continua y recogiendo una cada 10 cm siempre que ello era posible.
El carbón acumulado en estas partes bajas de las cuencas es una representación acumulativa de los
incendios y la vegetación que se encuentra aguas arriba del lugar donde se recoge la muestra. Esos
materiales se han desplazado corriente abajo debido al flujo que discurre intermitentemente por el
canal, ya sea una lámina de agua u otros procesos hídricos, hasta que periódicamente se depositan en un
momento de flujo intenso o inundación.
Cada parcela se prospectó por grupos de 3, 4 o 5 técnicos, cada uno con su GPS de mano, inspeccionando
por hileras que se orientaban en función de los cultivos presentes (fig. 4).
Una de las principales novedades metodológicas introducidas en este proyecto ha sido prescindir
del “papel” en el campo. Esto incluye tanto los elementos de esta naturaleza que normalmente se
llevan a las prospecciones, como el material de apoyo (mapas, fotografías aéreas, fichas, artículos
sobre la zona, reglas, escalímetros, brújulas, clinómetros…). Todos ellos han sido sustituidos por
diferentes dispositivos tecnológicos.
En primer lugar, cada uno de los técnicos contaba con un GPS de mano Garmin™ 60 para cumplir
con los requisitos administrativos de grabar los trazados realizados; además, cada grupo de prospección
(3 o 4 personas) disponía del apoyo de una tableta (ipad Mini) equipada con el sistemas iOS, en la
que a través del programa CartoMobile™ se habían cargado tanto los mapas ráster (de altitud, relieve,
pendientes, sombras…) como los vectoriales (catastro, hidrografía, límites municipales, carreteras,
caminos, yacimientos arqueológicos…), descargados previamente de los servicios de descarga de mapas
correspondientes (Catastro, CNIG, TerraSit) o elaborados por nosotros.
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Fig. 4. Labores de prospección
del año 2014 donde se aprecia
la realización de transectos
aprovechando las hileras
hortofrutícolas. Sean Bergin,
en primer plano, con la tableta
electrónica con la que se
registran los datos en el campo.
Alternativamente, se contaba con teléfonos inteligentes Android en los que con la ayuda de las
aplicaciones gratuitas Oruxmaps, OruxICV (un desarrollo de la anterior realizado por el Instituto
Cartográfico Valenciano) y OsmAnd se disponía igualmente de la cartografía básica necesaria, que incluye
una buena parte de los mapas del ICV en el caso de la aplicación OruxICV, o mapas personalizados de las
zonas de trabajo elaborados con Mobile Atlas Creator (http://mobac.sourceforge.net). Los mapas creados
con Mobile Atlas Creator, tanto para OruxMaps como para OsmAnd, son dinámicos, cambiando según el
grado de acercamiento desde los mapas 1:200.000 del IGN hasta la ortofoto aérea de máximo detalle del
Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA). En estos equipos los límites de las parcelas catastrales
fueron incluidos como ficheros gpx.
Tanto la solución de software privativo de pago (iOs + CartoMobile) como las de código abierto
(Android + OsmAnd, Android + Oruxmaps, Android + OruxICV) permiten añadir puntos de interés y
realizar fotografías georreferenciadas, y funcionan sin necesidad de tener cobertura telefónica que es el
punto crucial para su uso en el campo. La resolución de los GPS con los que vienen equipados los aparatos
de serie es suficiente para cubrir los objetivos que nos habíamos planteado. Existen equipamientos GPS
externos que permiten mediante una conexión Bluetooth™ mejorar la resolución de los GPS internos pero
no se juzgó necesaria su utilización. La solución iOS se completó con la base de datos FileMaker Go que no
existe para el sistema operativo Android y que facilita el trabajo de recogida de datos en el campo.
5. RESULTADOS
Zona 1
En la zona 1, se prospectó el sector 1-1 que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 280 m, variando
entre los 263 y 311 m. Todo él se encuentra dentro del término municipal de Navarrés. Se trata de una zona
de difícil drenaje en la que no faltan espacios endorreicos como el de Las Fuentes, una gran surgencia
cárstica de la que en la actualidad se extrae el agua de riego que abastece a todo el término municipal. En
este sector se sitúan los conocidos yacimientos de la Ereta del Pedregal (Calcolítico) y el de Las Fuentes
(Musteriense), además de otros de menor importancia.
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Tabla 1. Resumen de parcelas prospectadas en cada sector incluyendo el
índice de hallazgos positivos.
Sector
Parcelas
prospectadas
Parcelas
con hallazgos
Índice
1-1
2-2
3-3
4-1
4-2
5-1
5-2
6-1
7-4
9-6
10
79
99
93
77
15
54
30
75
120
40
52
22
24
11
43
6
27
4
14
22
21
17
0,28
0,24
0,12
0,56
0,40
0,50
0,13
0,19
0,18
0,53
0,33
Totales
734
211
0,29
Durante la campaña de 2014, se documentó material arqueológico en 22 parcelas de un total de 79 que
se han prospectado, con un índice de positivos de 0,28 (tabla 1). En todos los casos se trata de piezas líticas
que llegan a alcanzar el número de 11 en una parcela situada en el término de Anna, cerca de la carretera
principal que atraviesa La Canal (fig. 5). En 2015 se visitaron 4 parcelas del sector 2, limítrofe por el oeste
con el sector 4-1, en dos de las cuales se encontraron restos de sílex. Destaca el subsector 1100355, cercano
al yacimiento de la Ereta del Pedregal, en el que se recuperaron 15 piezas líticas incluyendo una truncadura,
una pieza retocada y una laminita.
Zona 2
En la zona 2 se prospectó el sector 2, que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 226 m. La totalidad del
sector se ubica en la margen derecha del río Bolbaite (o Riu Sellent), aguas abajo de la localidad que le da nombre
en este tramo. La mayor parte de las parcelas catastrales prospectadas se hallan en el término de Chella, aunque
el extremo más septentrional se introduce en el término de Bolbaite. Se encontró una pieza lítica en 19 de las 99
parcelas prospectadas, 2 piezas en tres y 3 en dos, lo que da como resultado un índice de 0,24.
Los resultados de la prospección en este sector invitan a pensar que la mayor parte del registro
prehistórico está en niveles no superficiales, lo cual vendría explicado por la deposición de sedimentos en
la llanura aluvial del río Bolbaite (fig. 6).
Zona 3
Durante la campaña de 2015, en la zona 3 se prospectó el sector 3 que tiene una altitud media sobre el nivel
del mar de 263 m. Todo él se ubica en el término de Anna, cerrando por el sur la zona endorreica del lago
conocido como Albufera de Anna y por tanto en zonas ligeramente más elevadas que el fondo del valle. La
zona ha sufrido importantes transformaciones agrícolas en los últimos 10 años, consistentes en su mayor
parte en la deposición de acopios sobre el terreno natural muy denudado, hasta entonces, y en el que con
facilidad afloran las calizas del sustrato.
Se encontraron sendas piezas líticas en 8 de los 93 subsectores prospectados (fig. 7), tres piezas, entre
ellas una lámina, en el subsector 3-3-15, y cuatro piezas en los subsectores 3-3-18 (dos láminas) y 3-3-127.
La escasez de hallazgos y el alto grado de denudación de los suelos de terra rosa originales invitan a pensar
que la mayor parte de los restos arqueológicos que pudo haber en este sector han sido desplazados por la
fuerte erosión sufrida a lo largo del Holoceno.
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Resiliencia y cambio duRante el Holoceno en la canal de navaRRés (valencia): Recientes tRabajos de pRospección
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Fig. 5. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 1.1.
Fig. 6. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 2.2.
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Fig. 7. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 3.3.
Durante la campaña de 2016, en la zona 3 se prospectó el sector 5, que tiene una altitud media sobre
el nivel del mar de 218 m, inferior a la prospectada el año anterior. La totalidad del sector se ubica en
el término de Anna, cerrando por el oeste la zona endorreica de la Albufera de Anna, y en las zonas
ligeramente más elevadas drena hacia el Gorgo de la Escalera (río Bolbaite). La zona ha sufrido importantes
transformaciones agrícolas en los últimos 10 años. De las 16 parcelas que se prospectaron en ninguna se
recogió evidencia arqueológica alguna.
Lo mismo sucede en el sector 2, cuya altitud media es algo más elevada (380 m s.n.m.), situado
inmediatamente al Norte y en el que las labores de prospección se limitaron a 4 parcelas en las que no se
produjo ningún hallazgo.
Zona 4
En la zona 4, se prospectó el sector 4-1, que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 238 m,
variando ente los 180 y los 285 m. Salvo el extremo occidental que se encuentra en el término de Bolbaite,
y que no fue prospectado, el resto del sector se halla dentro del término municipal de Chella. Se trata de una
zona drenada en su mayor parte por el barranco del Lobo que vierte aguas al del Matet, el cual finalmente
entrega sus aguas al río Bolbaite (o Sellent).
El material arqueológico recuperado se reparte en 43 parcelas de las 77 prospectadas (tabla 1). En todos
los casos se trata de piezas líticas que llegan a alcanzar el número de 58 en una parcela situada en el paraje
del Volantín, entre la carretera Bolbaite-Sumacàrcer y el camino de los Baños (fig. 8).
En esta misma zona se visitaron 15 parcelas en el sector 2 (284 m s.n.m.), de las cuales seis
proporcionaron hallazgos, lo que continua siendo una proporción elevada si lo comparamos con las demás
zonas prospectadas.
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Fig. 8. Mapa de densidades de los hallazgos líticos en el sector 4.1.
Zona 5
En la zona 5 se prospectaron los dos sectores que la componen. El sector 1 que tiene una altitud media sobre el
nivel del mar de 184 m, tratándose por tanto del sector con una altitud más baja de los prospectados. Se sitúa en
el término municipal de Chella, en la margen izquierda del barranco del Matet, cortado por diversos afluentes por
ese lado del barranco principal y alcanza su elevación máxima en el alto de Columbos (229 m s.n.m.).
Uno de cada dos de los subsectores prospectados (54 en total) produjo hallazgos líticos, alcanzándose
la decena de artefactos en cuatro de ellos (fig. 9). Entre los más interesantes estaría, además del 5-1-181
debido al elevado número de piezas recuperadas, el 372A en el que se encontraron 4 piezas de talla laminar
incluyendo láminas y laminitas.
El sector 5-2 tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 244 m y se sitúa en la cabecera del
barranco del Matet, al norte del sector 1, a caballo de los términos de Navarrés y Chella. En clarísimo
contraste con el vecino sector 5-1, solamente 4 de los 30 sectores visitados produjeron hallazgos que varían
entre la unidad y un máximo de 5 en uno del término de Chella que incluye una lámina.
Zona 6
En la zona 6 se prospectó el sector 1, que alcanza una altitud media sobre el nivel del mar de 257 m. Se
encuentra dentro del término de Navarrés y es el único de los sectores cuyas aguas de escorrentía drenan
hacia el norte, al río Escalona, antes de unirse al cauce principal del Xúquer aguas arriba de Sumacàrcer.
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
Fig. 9. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 5.1.
Se encontraron piezas líticas en solo 14 de los 75 subsectores prospectados, lo que supone un índice de
positivos de solamente el 0,19 y lo sitúa, junto con los sectores 2.2 (0,15), 5-2 (0,13) y 3.3 (0,12), entre los
sectores en los que menos hallazgos se han producido. Además, en solo uno de los subsectores se supera el
par de piezas líticas. En este sector se encontró una laminita (fig. 10).
Zona 7
En la zona 7 se prospectó el sector 4, que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 328 m. Lo que
constituye, junto con el sector 9-6, la zona más elevada de las prospectadas. El sector se sitúa a caballo de
los términos de Navarrés al norte y Bolbaite al sur, sobre la divisoria de aguas entre la cuenca endorreica
que drena hacia Las Fuentes (Playamonte) y la cuenca del río Bolbaite.
La prospección en este sector fue intensiva; se inspeccionaron un total de 120 parcelas de las que
solamente 22 proporcionaron algún hallazgo. Las escasas parcelas con más de un hallazgo se concentran en
la zona occidental del sector, aunque en el límite septentrional también encontramos una con cuatro piezas
líticas de escasa representatividad. En esta zona, se visitó también una parcela del sector 3 en la que no se
encontró ninguna evidencia arqueológica.
Zona 9
En la zona 9 se prospectó el sector 6, cuya altitud media sobre el nivel del mar es de 331 m. Se sitúa en su
totalidad en el término de Enguera y en la zona más elevada de las prospectadas en el extremo sudoriental
del macizo del Caroig, atravesado por la rambla del Riajuelo antes de unirse por la izquierda al Riu Sellent.
Se realizaron hallazgos en 21 de los 40 subsectores prospectados (fig. 11), lo que sitúa el sector como uno de
los más productivos de los visitados con un índice de 0,53, solo similar al de los sectores 5-1 y 4-2 (tabla 1).
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Fig. 10. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 6.1.
Fig. 11. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 9.6.
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
Pero lo que fundamentalmente diferencia este sector del resto de los prospectados es que la mayor parte de los
hallazgos son cerámicos. Entre todos ellos destaca el subsector 9-6-203, en el que se encontraron dos bordes
de cerámica iberorromana que puede estar relacionada con el cercano yacimiento de Cerro Lucena.
Zona 10
A la zona intersticial del área de estudio se le dio el nombre de zona 10. En total se prospectaron 52
subsectores en 17 de los cuales se produjeron hallazgos (tabla 1). Destaca el subsector 0100307, situado en
una terraza sobre el río Escalona en la zona de El Barcal, en el que se hallaron 23 piezas líticas incluyendo
un buril, una pieza retocada y una muesca, además de una laminita. Otras dos parcelas en el término
de Anna (1300021 y 1300012) proporcionaron un importante número de materiales (6 y 5 piezas líticas
respectivamente) si atendemos a sus reducidas dimensiones.
DISCUSIÓN
Los hallazgos más relevantes de la campaña de 2014 fueron, sin duda, los del sector 5-1. En particular, el
subsector 5-1-372A, en el que se halló un buen conjunto de piezas líticas que incluía, además de lascas y
restos de talla, cuatro piezas de talla laminar. Otra laminita se encontró en el subsector 6-1-361, y una lámina
en el subsector 7-4-88. El rango temporal de alguno de los materiales líticos recuperados (puntas de flecha,
dientes de hoz, raspadores, buriles, laminitas de dorso, entre otros) permite una primera aproximación
cronológica que abarcaría evidencias desde el Paleolítico Superior Final hasta la Edad del Bronce. Además
se produjeron algunos hallazgos de época ibérica en las cercanías de yacimientos ya conocidos (subsector
9-6-203) y una moneda judía acuñada en Tarraco (Tarragona) en el siglo XIII.
En las campañas de 2015-2016 merece destacarse los hallazgos del sector 4-1. En particular, el
subsector 0200087, en el que se recuperó un buen conjunto de piezas líticas que incluye, además de
lascas (24, dos de caliza), dos crestas y una pieza triangular atípica sobre lasca de retoque abrupto
irregular en uno de sus lados.
A lo largo de estas campañas de prospección se ha intervenido en 9 de los 10 sectores en los que se dividió
la zona de trabajo (sectores 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 9 y 10). En cada uno de estos se ha procedido a inspeccionar el
33% de uno solo de los subsectores considerados. En total se ha prospectado un área de 477,4 ha (258,9 ha en
2014 y el resto entre 2015 y 2016), que corresponde a 774 parcelas (448 y 326, respectivamente). El detalle
por cada uno de los subsectores queda reflejado en la tabla 1 y la figura 12.
La tabla 1 muestra los subsectores con hallazgos. Como podemos observar su repartición es desigual,
de forma que los sectores 1, 4, 5 y 9 concentran el mayor número de parcelas con hallazgos (fig. 12). El
gráfico de la figura 12 ilustra los hallazgos por parcela, resultado de dividir el número de parcelas con
hallazgos por el total de parcelas del subsector (Índice de positivos: IP). El índice mayor se identifica
con los sectores 4-2, 5-1 y 9-6, mientras que los sectores 2 y 3 ofrecen un índice bajo. Los hallazgos
principalmente corresponden a piedra tallada, sobre todo sílex, y en un número testimonial a caliza y
cuarcita. Se han observado algunas concentraciones particulares (5-1-173), entre las que destacan los
fragmentos indeterminados y los restos de talla (principalmente lascas y alguna lámina/laminita), y en
menor proporción algún útil retocado. La figura 13 presenta la distribución de los hallazgos líticos en el
conjunto del área prospectada. Un reducido número de objetos permite hacer una primera aproximación
sobre su cronología, principalmente algunos ítems identificados como proyectiles u otros útiles cuyo
rango cronológico puede determinarse (puntas de flecha, laminitas de dorso, dientes de hoz). Nos
limitaremos a apuntar esta relación a la espera de procesar los datos en base a un sistema de rangos que
permita dilucidar estadísticamente el grado de asignación tal como se ha planteado en otros trabajos
(Barton et al., 1999, 2001, 2004; Bernabeu et al., 1999). La cerámica recuperada ha sido atribuida en
gran medida a momentos históricos (épocas ibérica, romana y medieval). Únicamente se han clasificado
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Resiliencia y cambio duRante el Holoceno en la canal de navaRRés (valencia): Recientes tRabajos de pRospección
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Fig. 12. Mapa sintético de la densidad de hallazgos líticos en La Canal de Navarrés.
PARCELAS PROSPECTADAS
0.60
90
0.45
60
0.30
30
0.15
0
1-1
2-2
3-3
4-1
4-2
5-1
SUBSECTORES PROSPECTADOS
5-2
6-1
7-4
9-6
10
Indice de Hallazgos
Parcelas prospectadas
120
0.00
INDICE DE POSITIVOS
"4
Fig. 13. Resumen de parcelas prospectadas en cada sector incluyendo el índice de hallazgos positivos.
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
3 fragmentos de cerámica a mano (posiblemente de la Edad del Bronce). La densidad media de hallazgos
por hectárea en las parcelas en las que se han registrado es de 9,43, mientras que el máximo es de 107,14
en la parcela 1300021 del término de Anna.
Podemos así concluir que la documentación de materiales líticos abarca un rango cronológico desde
el Paleolítico superior final a la Edad del Bronce, con algunas concentraciones puntuales y, sobre todo,
ejemplos de materiales dispersos. El avance en el análisis del conjunto de datos resultado de los trabajos
de campo, junto a la incorporación de diferentes métodos computacionales (GIS, modelos de agentes) para
reproducir las condiciones biogeográficas desde una perspectiva diacrónica, constituyen la base para la
evaluación de las consecuencias de la interacción hombre-medio ambiente.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 187-211
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Alfredo CORTELL NICOLAU a
El ocre en la Prehistoria:
entre la funcionalidad y el simbolismo
RESUMEN: El presente trabajo constituye un recorrido sobre la importancia y significado de los óxidos
de hierro/ocre/hematites en la Prehistoria. Se aborda el análisis de las atribuciones de este mineral,
ampliamente utilizado en sociedades prehistóricas, tanto con fines funcionales –usos para curtido de pieles,
como adhesivo, medicinal u otros– como simbólicos –no solo en distintos ámbitos de arte prehistórico, sino
también en ambientes funerarios y/o como pintura corporal–. Posteriormente, indagando en las causas de su
amplia distribución en sentido contextual, cronológico y geográfico, se exponen algunas de las teorías más
relevantes que han buscado una explicación para este fenómeno y se ofrece una nueva hipótesis. En última
instancia, se propone el doble uso –funcional y simbólico– como motor de desarrollo de las relaciones
humanas para con los óxidos de hierro.
PALABRAS CLAVE: óxido de hierro/ocre/hematites, Middle Stone Age, funcionalidad, simbolismo,
cazadores-recolectores.
Ochre in Prehistory: Between functionality and symbolism
ABSTRACT: This present work constitutes an overview about the importance and meaning of iron oxides/
ochre/hematite in Prehistory. The diverse properties of this material, broadly used by prehistoric societies,
either with functional –tanning, as adhesive, medicinal or others– or symbolic –not only within different rock
art environments, but also for funerary practices and/or body painting– utilities are analyzed. Afterwards,
while inquiring on causes for its wide dissemination in its contextual, chronologic and geographic senses,
some of the most relevant theories which have looked for an explanation of this phenomenon are exposed,
whilst a new hypothesis is offered. Ultimately, a double use –functional and symbolic– is proposed as a
driving force for the development of human relationships regarding iron oxides.
KEYWORDS: iron oxide/ochre/hematite, Middle Stone Age, functionality, symbolism, hunter-gatherers.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
alfredo.cortell.nicolau@gmail.com
Recibido: 01/02/2016. Aceptado: 01/07/2016.
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188
A. Cortell NiColAu
1. INTRODUCCIÓN
El óxido de hierro, el ocre o la hematites, frecuentemente tratados en la investigación arqueológica con el
genérico de ocre,1 son minerales basados en la combinación de hierro y oxígeno, y a los que –para el caso
del ocre– puede añadirse arcilla de modo natural. Las combinaciones entre estos tres elementos darán lugar
a distintos tipos de óxidos de hierro (goethitas, hematites, limonitas, magnetitas, etc.), muchos de los cuales
fueron utilizados en el pasado como material colorante.
Desde contextos tan antiguos como 100 000-75 000 BP en la Middle Stone Age (MSA) africana hasta
las pinturas esquemáticas y/o naturalistas de la península ibérica, los óxidos de hierro se han utilizado en
infinidad de situaciones, no solo simbólicas sino también con fines funcionales. Esta ubicuidad ha dado
lugar a amplios debates sobre la naturaleza funcional o simbólica del material y, dentro de uno u otro
ámbito, sobre las distintas cuestiones que les atañen.
En el presente artículo se pretende ofrecer un marco del panorama actual de la investigación respecto a
los usos y funciones atribuidos a los óxidos de hierro (Fe₂O₃). El objetivo es tratar de explicar la práctica
omnipresencia de este mineral durante la Prehistoria en sociedades aparentemente no interconectadas y
surcadas por sustanciosos lapsos geográficos y cronológicos.
2. EL OCRE EN LA INVESTIGACIÓN
Las alusiones al ocre como materia colorante, asociado tanto a contextos arqueológicos como
etnográficos, es algo que viene realizándose desde el nacimiento mismo de la Arqueología. Si ya
los hermanos Siret, en su clásica obra Las primeras edades del metal en la península ibérica, hacen
referencia a los restos de ocre y/o cinabrio encontrados durante sus excavaciones en los enterramientos
de El Argar (1890) fue, como recogen R. de Balbín y J.J. Alcolea, tan pronto como en 1902 cuando
se llevaron a cabo los primeros estudios sobre la composición de pigmentos; en concreto fueron los
realizados por H. Moissan en los yacimientos de Font de Gaume y La Mothe los que sentaron unas
bases que posteriormente serían confirmadas. Los óxidos de hierro para rojos y amarillos, así como el
carbón –vegetal o hueso– y el óxido de manganeso para los negros, serían el sustento fundamental de
la paleta cromática sobre la que giraría la mayor parte del arte paleolítico y postpaleolítico (Balbín y
Alcolea, 2009: 561). No tardaron en aparecer estudios sobre el uso de ocre rojo en pueblos ágrafos,
como las culturas precolombinas remanentes (fig. 1) o los aborígenes oceánicos, entre otros (Noetling,
1909; Spencer y Gillen, 1899, 1904; Howitt, 1904). Pero toda esta efervescencia pronto se vio frenada
en el campo arqueológico. Ello se debe a dos motivos fundamentales. Por un lado, el paradigma
científico de la época no ofrecía cabida a todo aquello que no fuera cuantificable y/o clasificable
(Renfrew y Bahn, 2011: 36-37). En este sentido el ocre, en tanto que en aquel momento no tenía
posibilidad de clasificación en sí mismo, perdía parte de su interés. Por el otro, esta postura se veía
reforzada por la incapacidad técnica para llevar a cabo análisis geoquímicos precisos que permitieran
entender la composición exacta del material recuperado (Balbín y Alcolea, 2009: 561). En la década de
1960, con el advenimiento de la Nueva Arqueología (NA), el panorama no mejoraría sustancialmente
para los estudios sobre el ocre y/o el óxido de hierro, debido al enfoque preeminentemente simbólico
que se había dado a los estudios sobre este mineral.
1
Sobre el problema terminológico trataremos en trabajos ulteriores. Baste aquí únicamente resaltar la diferencia existente
entre ocre, óxido de hierro y/o hematites y el problema que supone la indistinción en su uso, en la investigación. El
criterio que se seguirá en el presente artículo es el de nombrar al material tratado con propiedad –cuando se conozca su
composición–, o bien seguir la nomenclatura empleada por los autores de los artículos citados. Cuando se utilicen los
términos, tanto oxido de hierro como ocre, la composición básica a la que se estará haciendo alusión será Fe₂O₃, si no se
especifica lo contrario.
APL XXXI, 2016
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
189
Fig. 1. Tres espíritus de la tribu Selk’nam (Fiore, 2005: 119).
D. Fiore realiza su estudio a partir de fotografías de principios
del siglo XX, en este caso una toma de M. Gusinde (1923).
En parte por el poso de disconformidad que siempre había quedado en la escuela teórica europea, con
ejemplos como el estructuralismo de A. Leroi-Gourhan (1965), y en gran medida por la revolución que supuso
la irrupción del post-procesualismo de I. Hodder a partir de los 80 del siglo pasado, sería la historiografía
francesa la que recuperaría, mediante las personalidades de J. Clottes y C. Couraud,2 unos estudios sobre
este material colorante que son, hoy día, referencia (Couraud, 1983, 1988; Clottes, Menu y Walter, 1990).
A esta recobrada concepción de la importancia de la investigación de pigmentos en épocas prehistóricas se
sumará la incorporación a la ciencia arqueológica de distintos avances tecnológicos (microscopía óptica,
XRD, MEB-EDX, TXRF, espectroscopia Raman, etc.), que permiten una caracterización del material
cada vez más precisa. Todo esto provocará una auténtica revolución, con la proliferación de cada vez más
estudios de composición geoquímica de los materiales.
La adición a la investigación de este tipo de estudios en la península ibérica, más centrada en el
apartado tipológico y estilístico del arte rupestre, es algo más tardía y no se incluirán de modo más o
menos sistemático hasta épocas recientes. En este aspecto, la escuela española bebe de la francesa; si
bien es cierto que hay algunos trabajos tempranos como el de J.L. Sánchez Gómez (1983), los análisis
de T. España dentro del trabajo de J. Soler Díaz sobre los ídolos oculados de El Fontanal (1985), o
las investigaciones de A. Moure y M. González para la Cueva de Tito Bustillo (1988), solo por citar
algunos. En todo caso, desde la segunda mitad de la década de los 90 del siglo XX aparecen algunos
estudios más centrados en caracterización de pigmentos (Vicent et al., 1996; Martínez Fernández et al.,
1999), esporádicos todavía, y será al romper el nuevo siglo cuando la práctica comience a extenderse,
aún tímidamente (García Borja et al., 2004; Roldán et al., 2005; García Borja, Domingo y Roldán,
2006; Domínguez-Bella, Ramos y Pérez, 2008). En los últimos años, ya entrando en la presente década,
parece ser que varios investigadores muestran más interés sobre el tema, dándole así un cierto impulso
(Hernanz, Ruiz y Gavira, 2012; López Padilla et al., 2012; Mas et al., 2013; Roldán et al., 2013; López
Montalvo et al., 2014; Rull et al., 2014).
2
Destaca, por su precocidad, la denuncia de C. Couraud y M.L. Inizan ante lo que juzgaban la ignorancia deliberada de los
colorantes en los estudios sobre arte rupestre (Couraud e Inizan, 1977: 105).
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De hecho, a raíz de la proliferación de estudios sobre materia colorante, y volviendo ahora a la esfera
internacional, han aumentado, como es lógico, debates y problemas. Así, desde principios del siglo XXI,
y a la par que se han ido conociendo estaciones más y más antiguas, el cariz funcional o simbológico
dado al uso del ocre se convierte en fundamental, en tanto que implicaría adelantar el grado de desarrollo
cognitivo. En este sentido, hay varios investigadores implicados en el tema, como L. Wadley defendiendo
la funcionalidad del ocre como adhesivo (Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Wadley, 2005), o R.
Rifkin postulando su uso como elemento curtiente (Rifkin, 2011), mientras otros, como C. Knight, I. Watts
o C. Helshinwood se inclinan por preponderar los elementos simbólicos (Knight, Power y Watts, 1995;
Helshinwood, D’Errico y Watts, 2009; Watts, 2009).
3. USOS DEL OCRE EN LA PREHISTORIA
Que el mineral que nos ocupa se empleó con un significado que va más allá de su pura utilidad es algo que,
en todo caso, parece fuera de discusión en el estado actual de la investigación (Wreschner et al., 1980; Velo,
1984; Rubio, 1993; Olària, 2001; Hovers et al., 2003; Wadley, 2005; Fiore, 2005; García Borja, Domingo
y Roldán, 2006; Lenneis, 2007; Gazzoni 2008-2010; Watts, 2009; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009;
Balter, 2009; Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Serradimigni et al., 2010; Rifkin, 2011 y
2012). El debate gira, más bien, en torno a si esta fue la única de sus valencias y al momento inicial de esta
supuesta capacidad simbólica. Intentaremos desglosar los usos más destacados de la hematites en sus dos
esferas principales con el fin de obtener un panorama preciso sobre las posibilidades de este material que
nos ayude a la comparación y síntesis de unas u otras corrientes interpretativas.
3.1. Uso funcional
El problema básico para la identificación del papel de los óxidos de hierro en la Prehistoria es su carácter
polifuncional, lo que deriva en su uso en una gran variedad de contextos. Para ello, las comparativas
etnográficas han sido abundantes, mostrando variados ejemplos de alguna de las utilidades que le han sido
dadas por distintas sociedades de cazadores-recolectores (Wreschner et al., 1980; Velo, 1984; Rubio, 2004;
Wadley, 2005; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009), del mismo modo que la Arqueología experimental
ha clarificado la posibilidad de ciertas prácticas que hubieran podido estar en cuestión (Audouin y Plisson,
1982; Wadley, 2005; Rifkin, 2011).
Curtido de pieles
Uno de los usos más destacados del óxido de hierro es su capacidad como elemento curtiente de pieles
(Audouin y Plisson, 1982; Ríos et al., 2002; Rifkin, 2011; Roebroeks et al., 2012). En 1982 los investigadores
franceses F. Audouin y H. Plisson realizaron un importante trabajo sintético sobre las características,
distribución y uso de los óxidos de hierro, que incluía un apartado experimental para testar su capacidad
como agente curtiente. El método consistió en probar el curtido de dos pieles, una de alce y otra de toro,
comparando primero la utilización, o no utilización, de ocre y, posteriormente, las diferencias entre el
aplique de ocre amarillo (de base goethita) u ocre rojo (de base hematites, a partir de goethita sometida a
tratamiento térmico). El resultado fue que el material tratado se preservaba mejor que el no tratado, y que,
dentro de la comparativa entre goethita y hematites, la piel sobre la que se usó este segundo mineral se
conservaba mejor que la tratada con el primero (Audouin y Plisson, 1982: 61).
Estos trabajos, aparte de haber sentado el precedente de la posibilidad del uso del ocre como agente
curtiente en la Prehistoria, la cual goza de buen apoyo académico (Ríos et al., 2002; Roebroeks et al., 2012),
fueron corroborados por la profesora sudafricana L. Wadley y su equipo (Wadley, Williamson y Lombard,
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
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2004; Wadley, 2005). Posteriormente, R. F. Rifkin replicó un trabajo experimental en el mismo sentido. En
este caso se utilizó la piel de un antílope kudu, pero se añadieron otros agentes de curtido al proceso, que
podrían interactuar con los óxidos de hierro. Estas técnicas incluían el ahumado, el curtido vegetal y otros
tipos de curtido mineral. La conclusión coincide con la de Audouin y Plisson (Rifkin, 2011).
I. Watts, ferviente defensor del significado simbólico del ocre, sostiene que toda la hipótesis sobre
la funcionalidad del susodicho material como elemento curtiente de pieles se basa en una errónea
interpretación de los trabajos de Mandl (1961) sobre el funcionamiento químico básico de este mineral.
El investigador británico afirma que el error radica en atribuir a los óxidos de hierro las mismas funciones
que a las sales de hierro –cuyo efecto curtiente sí habría estado, en efecto, demostrado–, lo cual adolecería
de validez química –esgrime, como motivo básico, la insolubilidad de los óxidos de hierro3–, así como
de comprobación arqueológica y/o etnográfica.4 Ahora bien, el mismo Watts confirma implícitamente
alguno de los resultados de estos trabajos de Arqueología experimental, cuando afirma que “the claimed
experimental support (…) can be more parsimoniously accounted for by the desiccating action of red
ochre” (Watts, 2009: 72); resultado este que, posteriormente, se verá reforzado por el trabajo experimental
de Rifkin sobre el curtido de pieles (2011). Al aceptar, sin embargo, que el secado favorece la conservación,
Watts está confirmando la posibilidad del uso de la hematites como agente curtiente –otros autores también
han aludido a las propiedades secantes del óxido de hierro (Ríos et al., 2002: 148)–. Sea por el motivo que
fuere, la Arqueología experimental ha demostrado que la hematites ayuda a la conservación y, por tanto, al
curtido de pieles; y que lo hace en mayor medida que la goethita (Audouin y Plisson, 1982; Rifkin, 2011).
Ello sugiere la posibilidad de su uso.
Adhesivo
Otra de las funciones importantes atribuidas a los óxidos de hierro ha sido la de su función como carga
para reforzar las capacidades adhesivas de otras sustancias adherentes de la Prehistoria. Una de las
investigadoras principales en este sentido sería L. Wadley. Dada la gran cantidad de hematites extraída de
la mina de Lion Cavern, junto con la abundancia de material colorante recuperado en Blombos Cave que
no presentaba restos de actividad simbólica,5 algunos investigadores comenzaron a cuestionarse si esto
obedecía a unos motivos de corte funcional. Los experimentos de Allain y Rigaud, en 1986 (en Wadley,
2005: 589), que demostraban que cera y resina no funcionaban bien como adhesivo si no contaban con
un agente de carga, junto con una serie de restos arqueológicos recuperados posteriormente, sugirieron la
idea de que el ocre rojo hubiera sido utilizado para reforzar elementos adhesivos, y animaron a la autora
sudafricana a emprender sus propias pruebas experimentales.
A partir de ahí, los trabajos experimentales se desarrollaron comenzando con la recogida de nódulos
de hematites pura, que posteriormente serían mezclados en recetas a partir de resina de acacia (Acacia
karoo), hojas y ramas de Grewia flava, Hypoxis rigidula6 y cera. Una vez realizadas las recetas se procedió
a la comprobación de su efectividad, enmangando piezas líticas en astiles de madera (fig. 2), y sometiendo
las muestras en algunas ocasiones a calentamiento. Los resultados demostraron que, en efecto, el uso de
óxidos de hierro mezclados con resina y cera ayuda a un rápido secado de estas, y mejora sus capacidades
adherentes (Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Wadley, 2005).
3
4
5
6
En efecto, la insolubilidad de los óxidos de hierro dificultaría su utilidad como agentes curtientes. Sin embargo, mezclados
con ácidos galotaninos y elagitaninos –contenidos en ciertas especies vegetales–, reaccionan químicamente, adquiriendo mayor
solubilidad (Rifkin, 2011: 145).
Tanto Audouin y Plisson, como Rifkin, aportan ejemplos etnográficos del uso de ocre relacionado con el curtido de pieles. Los
ejemplos arqueológicos que aporta este último no nos parecerían, sin embargo, concluyentes (Audouin y Plisson, 1982: 57;
Rikfin, 2011: 134).
Junto con algunas piezas que sí presentaban restos de grabados antrópicos, se recuperaron más de 8.000 piezas sin trabajar
(Wadley, 2005: 589).
Ninguna de estas plantas se da en el continente europeo.
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0
3 cm
Fig. 2. Pieza lítica enmangada en astil de
madera, utilizando un compuesto de óxido
de hierro, resina y cera (Wadley, 2005: 593).
A pesar de que gran parte del mundo académico ha aceptado esta teoría (Hovers et al., 2003; Rifkin,
2011), lo cierto es que también tiene sus detractores. Watts sostiene que estos resultados son insuficientes
para demostrar el uso propuesto, ya que habría otros aglutinantes más económicos y efectivos disponibles en
la naturaleza (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Watts, 2009). Además, basándose en criterios de coste
de producción, y en el hecho de que, en este caso, la efectividad entre goethita y hematites sea la misma,
afirma que, aun en el caso de que sí se diera, en efecto, el uso de óxidos de hierro para el enmangado, este
tendría un significado simbólico, y no funcional (Watts, 2009: 73).
En cualquier caso, como afirma Wadley, el uso simbólico y el funcional no tienen por qué estar reñidos
y pueden ser complementarios (Wadley, 2005: 589). Además, desde nuestro punto de vista, si la función del
ocre hubiera sido exclusivamente simbólica (bien propiciatoria, bien apotropaica), éste solo se encontraría,
dado el caso, en las zonas activas del útil o pieza lítica –las partes de interacción directa o, cuanto menos,
visibles–, perdiendo sentido la distribución de ocre por las zonas proximales y mesiales, en muchos casos
cubiertas por el propio mango.
Medicinal
Sí está fuera de discusión la posibilidad del recurso al óxido de hierro como compuesto medicinal con
varios usos, como se observa abundantemente en contextos etnográficos –carecemos del espacio para
relatar, de modo exhaustivo, la amplísima casuística– y se ha comprobado en la investigación actual (Velo,
1984; Guerrero y Castany, 1991; Hovers et al., 2003; Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Contin,
2005; Cristiani, 2008; Forshaw, 2009; Rifkin, 2011; Roebroeks et al., 2012). Una de sus capacidades más
referidas es la de ser un elemento antiséptico. En este sentido, J. Velo cita a la tribu Gugadja, en el Noroeste
de Australia, la cual utilizaba un compuesto machacado y masticado de hojas con óxido de hierro –se daba
con goethita o hematites, pero la preferencia era por la hematites– para cubrir heridas y, así, cauterizarlas.
Describe, asimismo, tratamientos frente a quemaduras o úlceras (Velo, 1984).
En Egipto, una de las primeras culturas de las cuales tenemos constancia escrita, el Papiro Hearts
propone recetas que incluyen ocre contra la mordedura de animales, remedios contra distintas dolencias,
como antídotos para veneno, contra la mastitis (Contin, 2005) o, incluso, se habla de remedio útil para
consolidar los dientes (Forshaw, 2009: 484). Algunos autores sugieren su uso desde el Paleolítico, a partir
de la constatación del mismo en culturas históricas desde la helénica, la romana, en ambientes medievales
e, incluso, en las trincheras de la Primera Guerra Mundial o en los balnearios actuales (Guerrero y Castany,
1991). Aunque nos parezca algo aventurado justificar exclusivamente en el registro histórico el uso del ocre
en la Prehistoria, sí quedan fuera de duda sus efectos beneficiosos. Incluso, hoy día, los compuestos de
óxido de hierro siguen utilizándose como astringentes.
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
193
Otros usos
Una de las funcionalidades cuya mención está más extendida es la protección cutánea que ofrece este
mineral, ya sea contra insectos (Audouin y Plisson, 1982; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin,
2011, Roebroeks et al., 2012), el Sol (Audouin y Plisson, 1982; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009;
Rifkin, 2011) o los vientos secos (Audouin y Plisson, 1982).
Se menciona, asimismo, que uno de los usos funcionales del óxido de hierro puede estar en utilizarlo
como abrasivo para pulir hueso o asta (Moure y González, 1988; Cristiani, 2008). A. Moure y M. González
explican esta función en la abundante presencia de óxidos de hierro en la cueva de Tito Bustillo, una zona
donde la producción ósea es importante (Moure y González, 1988: 34).
Otro de los usos atribuidos a los óxidos de hierro se relaciona con el saneamiento del suelo (Buisson et
al., 1989). Aunque es cierto que numerosos yacimientos presentan manchas importantes de ocre sobre su
suelo, su relación directa con esta función es algo problemática. C. Couraud las asocia más bien al resto de
actividades domésticas en las que el óxido de hierro está implicado y que con el paso del tiempo habrían
dejado su impronta en la superficie del hábitat (Couraud, 1983: 105). V. Gazzoni relaciona los pisos de ocre de
Grotta San Teodoro (5 cm) y Vado all’Arancio (2 cm) con las actividades funerarias que se desarrollaban en
ambas cuevas (Gazzoni, 2008-2010: 122). En todo caso, varios autores sostienen que en algunos yacimientos
se encuentran “pisos de ocre” (Buisson et al., 1989; Hovers et al., 2003; Gazzoni, 2008-2010).
Por último, también se le han atribuido a los óxidos de hierro efectos desodorantes (Velo, 1984), ser útiles
como impermeabilizantes de madera (Audouin y Plisson, 1982), ayudar a la conservación de alimentos
(Couraud, 1983; Roebroeks et al., 2012) o ser elementos decorativos de tejidos, independientemente de que
tuvieran, o no, función simbólica (Rifkin, 2011).
3.2. Uso simbólico
Tal vez la faceta más incontestable del uso de los óxidos de hierro en la Prehistoria sea su función
simbólica. Los registros que permiten constatarla son tan numerosos como difíciles de poner en duda. Las
abundantísimas estaciones con arte rupestre figurado a base de hematites (y también de otros pigmentos),
ejemplos de arte mueble con restos de colorante e, incluso, una notable presencia de óxidos de hierro
en los enterramientos de varias épocas prehistóricas convierten en prácticamente innegable la relación
de este mineral con el mundo simbólico. Más difícil de aceptar sería el recurso a la hematites para la
pintura corporal en la Prehistoria, dada la escasez de testimonios directos. En cualquier caso, se conocen
un suficiente número de paralelos etnográficos –una amplísima mayoría de los pueblos de cazadoresrecolectores utilizan algún tipo de pintura corporal, en muchos casos derivada del óxido de hierro– como
para suponer que su uso sería común en la época prehistórica, también en este apartado.
Arte rupestre
Para épocas anteriores a la Edad de los Metales el arte rupestre es el mayor campo prehistórico en que
podemos observar la evolución de los pigmentos de óxido de hierro. Desde que, a partir de los años 90 del
siglo pasado, comenzaran a hacerse análisis concienzudos sobre la composición química de los distintos
tipos de pigmentos (Clottes, Menu y Walter, 1990; Couraud, 1991) se han ido consiguiendo algunas
sistematizaciones claras. Sin embargo, la gran mayoría de estos análisis se ha concentrado en el Paleolítico
Superior europeo; con lo que hay otros ámbitos7 en los que esta línea de investigación es aún incipiente.
En todo caso, está creciendo significativamente el número de trabajos que aportan este tipo de información
para épocas postpaleolíticas (Roldán et al., 2005; Hernanz et al., 2006; Hernanz, Gavira y Ruiz López,
2006; García Borja et al., 2009; Mas et al., 2013; Roldán et al., 2013).
7
Nos referimos, sobre todo, al arte levantino, el arte esquemático y el arte macroesquemático.
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A. Cortell Nicolau
Fig. 3. Distribución de pigmentos en las cuevas de
Niaux y Réseau Clastres, a partir de Clottes, Menu
y Walter (1991).
Fig. 4. Distribución de pigmentos en la cueva de Ekain,
a partir de Chalmin, Menu y Altuna (2002).
Resaltando algunas de las investigaciones más importantes a este respecto, es ineludible citar la labor
de J. Clottes en las cuevas del Ariège, de la que pueden extraerse varios conceptos. Los rojos se elaboran a
base de hematites arcillosa,8 mientras que los negros se obtienen a partir de óxido de manganeso o carbón
molido (fig. 3). Sin embargo, acaso uno de los resultados que realmente brindan gran parte de su relevancia
a este trabajo es la conclusión de que las mezclas de pigmentos no son casuales, sino que obedecen a una
receta intencional (Clottes, Menu y Walter, 1990).
Son también relevantes los trabajos en Ekain, llevados a cabo por E. Chalmin, M. Menu y J. Altuna
(fig. 4). Este conjunto pictórico es algo singular por la especial abundancia de pigmentos negros, que como
vemos, ocupan un 70% de la muestra, siendo que más de la mitad de la misma (el 55%) corresponde a
carbón vegetal. Los compuestos a partir de hematites tienen aquí mucha menos relevancia, presentándose
tan solo en un 20% del total.9 En este caso, los propios autores especifican que la muestra recogida es
representativa del dispositivo parietal del conjunto (Chalmin, Menu y Altuna, 2002).
Balbín y Alcolea estudiaron la asturiana cueva de Tito Bustillo (2009). En este caso la tonalidad
rojiza sí es ampliamente representativa, pero aún lo es más al referirnos únicamente a la hematites.
Aquí, esta se ha utilizado tanto para la obtención de los negros, combinada con óxido de manganeso,
como para la obtención de rojos amarillentos, en los cuales se mezcla con goethita. Así, la hematites
forma parte de la composición de todos los pigmentos muestreados, excepto de los ejemplos 8a (a
partir de partículas férricas) y 18b (a partir de carbón vegetal), lo que le da una presencia sobre el
conjunto que supera el 90% (fig. 5).
La cueva de La Garma fue estudiada por P. Arias y su equipo (Arias et al., 2011). En este caso, también
la hematites y el rojo son mayoritarios pero hay algunos detalles que sí nos gustaría remarcar. Por un lado,
está la composición de los marrones. Uno de ellos (LG8), un marrón rojizo, sí se compone con una mayoría
básica de hematites, mientras que para el otro (LG19), tan solo se especifica en su composición que se trata
de óxido de hierro. La hematites no forma parte aquí de la composición de los amarillos (fig. 6).
8
9
Es bastante ilustrativo del problema terminológico el hecho de que, a pesar de que la arcilla sí esté presente en las muestras,
el autor considera que no la hay en suficiente cantidad como para considerar al compuesto como ocre, decantándose por la
denominación de hematites (Clottes, 1991: 175).
Habida cuenta de que el ocre marrón, o tierra de sombra, se constituye por óxido de manganeso y óxido de hierro.
APL XXXI, 2016
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El ocre en la Prehistoria: entre la funcionalidad y el simbolismo
Fig. 5. Distribución de pigmentos en la cueva
de Tito Bustillo, a partir de Balbín y Alcolea (2009).
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Fig. 6. Distribución de pigmentos en la cueva
de La Garma, a partir de Arias et al. (2011).
Estudios realizados en otras estaciones confirman que, si bien las proporciones pueden variar, los tonos
rojizos son, en general, los más utilizados y, entre ellos, la base de hematites es la que más presencia tiene.
Así lo atestiguan, por ejemplo, trabajos recientes en Altamira, los cuales permiten aseverar que la hematites
sigue constituyéndose como materia fundamental de los tonos rojos y que en ocasiones su mezcla con la
goethita puede dar lugar a coloraciones más amarillentas (Rull et al., 2014).
Si ampliamos el punto de vista, de lo concreto a lo general, podemos obtener un cuadro según los
análisis de pigmentos de las cuevas paleolíticas francesas (fig. 7) y españolas (fig. 8) (Alcolea y Balbín,
2009). Como puede observarse, la hematites predomina ampliamente como material colorante, estando
presente en un 46% de casos en el ejemplo francés, mientras que para el español da un total del 51%
–también se utiliza para la obtención de amarillos–. El carbón vegetal y el óxido de manganeso son los
siguientes componentes para pigmentos más utilizados. En todo caso, debemos tener en cuenta que en
algunos de los trabajos consultados no se especifica si la muestra recogida se corresponde con al abanico
cromático total del yacimiento en estudio. Por lo tanto, debemos ser cautelosos antes de aceptar como
generales los porcentajes expuestos.
Fig. 7. Distribución de pigmentos en el Paleolítico
Superior francés, a partir de Balbín y Alcolea (2009).
Fig. 8. Distribución de pigmentos en el Paleolítico
Superior español, a partir de Balbín y Alcolea (2009).
APL XXXI, 2016
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A. Cortell NiColAu
Fig. 9. Arte levantino.
Fotografía infrarroja
del bóvido de Selva
Pascuala, cortesía de
Martí Mas.
Una última comparación que nos hubiera gustado establecer es una relación entre el elemento figurado
y la presencia, o no, de hematites, en el caso de que la hubiera. Los autores no especifican si las muestras
son representativas de la distribución de los colores sobre las figuras. Esta falta de relación puede deberse a
dos motivos: bien que simplemente no exista tal, o bien que, por no ser un objetivo central de los trabajos
desempeñados no se haya reflejado en el muestreo.
Como es de sobra conocido, no todo el arte prehistórico se circunscribe al Paleolítico Superior. A partir
del Holoceno los abrigos al aire libre de la península ibérica comenzarán a cubrirse con decoraciones
de corte bien distinto al que se venía practicando por las grandes culturas de cazadores-recolectores del
Pleistoceno. Estos cambios vienen reflejados no solo por la distribución geográfica del arte, que sale de
las cuevas para situarse en zonas mucho más visibles,10 sino también por su temática. Las representaciones
de este periodo dan mayor visibilidad a la figuración humana, que interacciona con su medio natural,
convirtiéndose en un elemento más activo. Este tipo de representaciones, que se dan primordialmente en
la península ibérica, no están unificadas estilísticamente, pudiendo dividirlas en tres grandes horizontes
gráficos: el arte levantino (fig. 9), de carácter naturalista y fuertemente narrativo, se extiende en las
regiones interiores del arco mediterráneo de la península ibérica; el arte esquemático (fig. 10), conceptual
y con una distribución que conoce especial intensidad en la mitad sur peninsular, aunque con ejemplos en
prácticamente toda la Península; y el arte macroesquemático (fig. 11), que combina en sus representaciones
elementos esquemáticos con otros de cierto carácter naturalista, y cuya distribución geográfica se localiza,
principalmente, en el área centro-meridional del País Valenciano.
No es la intención de este artículo adentrarse en el debate cronológico que afecta a estos horizontes
gráficos. Por ello, tan solo referiremos brevemente que sus cronologías son, en todo caso, postpaleolíticas.
Uno de los puntos centrales del debate referido afecta al arte levantino. Algunos investigadores sitúan su
inicio en fases neolíticas poscardiales, atribuyéndole una perduración que no rebasaría las fases finales
neolíticas y asociando su autoría a grupos agricultores (Hernández, Ferrer y Catalá, 1998; García Puchol,
Molina y García Robles, 2004; Fernández López de Pablo, 2006). Por el contrario, otros consideran que
10 Algunos autores sugieren que las pinturas al aire libre también podrían ser práctica común en el Paleolítico Superior (Balbín y
Alcolea, 2009: 588).
APL XXXI, 2016
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
Fig. 10. Arte esquemático. Oculado. Fotografía Martí Mas.
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Fig. 11. Arte macroesquemático. Abrigo V de
Pla de Petracos. Hernández Pérez, 2006: 203.
la cronología mesolítica sería la más apropiada para el arte levantino y asocian su autoría a grupos de
cazadores-recolectores (Olària, 2001), relacionándolo en ocasiones con una transformación paulatina y no
traumática hacia las formas de vida productoras (Mateo Saura, 2002). Algo menos afectado por el debate
expuesto, el arte esquemático tendría, por su parte, un origen neolítico, pudiendo llegar a extenderse hasta
la Edad de los Metales (Hernández, 2006). La cronología del macroesquemático sería más restringida y se
situaría en los inicios del Neolítico, por sus parecidos estilísticos con las cerámicas de la Cova de la Sarsa
y la Cova de l’Or (Martí y Hernández, 1988; Martí y Juan Cabanilles, 2002).
Bien, llama la atención en todo este panorama –que, aunque aquí ha sido resumido hasta lo ínfimo es,
en realidad, harto complejo– el hecho de que, pese a toda su variabilidad, la predominancia destacada del
color rojo no cambia (Martínez y Villaverde, 2002; Barciela y Molina, 2004-2005; García Borja y López
Montalvo, 2011; Hernanz et al., 2010; Roldán et al., 2013; Mas et al., 2013). Los estudios de pigmentos
llevados a cabo sobre estos horizontes gráficos aportan alguna reflexión interesante.
Los trabajos llevados a cabo en el Abrigo Grande de Minateda (Albacete) (Mas et al., 2013) demuestran
que los rojos están elaborados a partir de una hematites y/u óxido de hierro con composición similar a la de
los óxidos disponibles en el entorno inmediato de este conjunto. Una de las conclusiones más interesantes
es que no se detectan procesos de elaboración complejos o “recetas” en los que intervengan otras materias
a modo de aglutinante.
Por el contrario, los análisis realizados en Valltorta-Gasulla han identificado la presencia de plomo (Pb)
o arsénico (As) en determinados pigmentos rojos a base de hematites, lo que podría apuntar a mezclas más
complejas en las que intervendrían diversos minerales y, posiblemente, otros aglutinantes que no pueden
ser identificados mediante EDXRF (Roldán et al., 2013).
Parece ser, en todo caso, que la hematites es predominante en el arte postpaleolítico peninsular, pero aún
es pronto para establecer conclusiones definitivas. Los mismos ejemplos ofrecidos muestran conclusiones
que no concuerdan completamente y existen otros elementos que deben tenerse en cuenta. Entre ellos la
dificultad de las técnicas de análisis (EDXRF, Raman) para detectar componentes orgánicos, o el hecho de
que estos mismos componentes orgánicos hubieran podido desaparecer, bien fruto de la actividad bacteriana
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A. Cortell NiColAu
o de una menor resistencia a los agentes meteorológicos (López Montalvo et al., 2014). Además, a partir
de estos periodos comienza a ser especialmente crítica, no solo la propiedad terminológica, sino también
la necesidad del análisis de pigmentos, ya que no deberíamos atribuir apresuradamente toda coloración
bermeja al óxido de hierro, ni debería sorprendernos si entre la composición de los rojos observados
comenzamos a identificar el cinabrio (López Padilla et al., 2002: García Borja et al., 2004).
Arte mueble
Si el arte rupestre es, en multitud de ocasiones, de difícil interpretación, el arte mueble puede presentar
también arduos retos a la investigación. El primero de estos refiere a su propia génesis. La cuestión es
importante porque las representaciones simbólicas rupestres más antiguas que conocemos no rebasan
cronológicamente el Paleolítico Superior europeo.11 Por tanto, la aceptación de los ejemplos de arte
mueble, que superan en antigüedad a aquellos en decenas de miles de años, supondría adelantar la
capacidad de desarrollo simbólico hasta estadios incluso anteriores a la completa configuración del Hombre
Anatómicamente Moderno (HAM).
Más allá de algunos ejemplos muy tempranos, como la Venus de Tan-Tan –500 000-300 000 años–, o la de
Berekhat Ram –250 000 años–, cuya aceptación no es asumida sin críticas por la comunidad científica (Balter,
2009: 709), los primeros casos de arte mueble –una modificación intencionada de objetos, con el objetivo de
crear códigos ideológicos comunes al grupo e interpretables por sus miembros– parecen ser los de Blombos
Cave (fig. 12) y los de Qafzeh Cave. Referente al primer ejemplo, los ocres allí recuperados han sido datados
en un arco que abarca desde los 100 000 a los 75 000 años BP, siendo que la mayoría de muestras se han
recuperado en la parte más reciente de la horquilla (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009: 27). El estudio del
equipo de Henshilwood se refiere a 19 piezas de ocre. En efecto, los grabados hallados en ellas parecen algo
más que marcas de uso (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin, 2012); aunque es difícil considerarlos
suficientes como para configurar algo que excediera un código comunicativo simple.
El ejemplo de Qafzeh Cave resulta también controvertido. En este caso el problema reside en la atribución
de los ejemplos al HAM, que se inscribe en un marco cultural musteriense. Gran parte de los investigadores
que trabajan el mundo simbólico suelen situar su verdadera partida con el hombre anatómicamente moderno,
a cuya expansión ligan el propio desarrollo de la actitud simbólica (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009;
Watts, 2009). Sin embargo, el uso de ocre en enterramientos musterienses está documentado desde hace
tiempo (Wreschner et al., 1980) y Qafzeh viene a complicar, algo más, el problema. Qafzeh es un yacimiento
situado en Israel en el cual se han encontrado varias muestras de ocre, datadas en 92 000 BP, y que han sido
interpretadas, mayormente, en clave simbólica (Hovers et al., 2003; Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef,
2009). El problema reside en el hecho de que, pese a que los restos de homínidos encontrados en la zona son
considerados como HAM arcaicos,12 las industrias a ellos asociadas suelen parangonarse al Musteriense
europeo, vigente en esa época, y obra del H. Neanderthalensis (Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef,
2009: 307). En este sentido, alguna de las preguntas que suele plantearse la comunidad investigadora se
refiere a la capacidad misma del H. Neanderthalensis de generar su propio contexto simbólico, dada la
parquedad de su registro en contextos arqueológicos. Nos estamos refiriendo a cuentas, elementos decorados
u otros muchos ornamentos que sí suelen registrarse con el HAM. En realidad, y como también se atestigua,
sí se registran tanto restos de pigmento en varios contextos neandertales (Caouraud, 1991; Roebroeks et
al., 2012), como enterramientos (Wreschner et al., 1980). El desarrollo de la representación iconológica fue
algo muy dilatado en el tiempo, y es probable que, dentro de unos mínimos, no tenga por qué ser asociado
a una evolución cognitiva particular.
11 Aunque algunos autores atribuirían las muestras de ocre recuperadas en algunos yacimientos neandertales a conductas simbólicas
(Roebroeks et al., 2012).
12 Previos a la supuesta expansión del mundo simbólico que se daría, desde la MSA, hacia 60 000 BP (Henshilwood, D’Errico y
Watts, 2009).
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
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Fig. 12. Pieza de ocre grabada
en Blombos Cave, que podría
denotar una actitud simbólica.
Henshilwood, D’Errico y Watts,
2009: 35.
En cualquier caso, lo que sí parece fuera de toda duda es que, a partir del Paleolítico Superior europeo,
el uso de la hematites y/o del óxido de hierro como elemento que reviste carácter simbólico es algo más
extendido. Se presenta, de hecho, asociado a algunos ítems, cuya naturaleza se considera simbólica,
como los cantos y plaquetas decorados (García Díez et al., 1997), algunas de las Venus gravetienses
(Masvidal, 2007: 211) y elementos óseos (Buisson et al., 1989) y/o líticos (Serradimigni et al., 2010:
1525). En cuanto a estas últimas asociaciones, la interpretación sobre la función simbólica o práctica
de los óxidos de hierro debe ser abordada caso a caso, ya que, como veíamos en los ejemplos de uso
funcional, en muchas ocasiones los restos sobre material óseo o lítico pueden tener objetivos prácticos
y/o deberse a otras actividades (San Juan, 1990: 239).
Con el Mesolítico los óxidos de hierro seguirán manteniendo su vigencia. Son varios los yacimientos que
muestran ejemplos del uso del óxido de hierro, como el yacimiento italiano de Riparo Dalmeri, que ofreció
espátulas de hueso con restos de óxido de hierro13 (Cristiani, 2008: 267) o los españoles de la Cueva de la
Cocina (Valencia), donde se han recuperado guijarros decorados con ocre, según J. Fortea y L. Pericot14 (1971),
Picamoixons (Tarragona), donde fue recuperada una plaqueta pintada de un rojo que ha sido analizado, resultando
ser hematites (García Díez et al., 1997: 29), u otros muchos, también con plaquetas decoradas con ocre rojo,15
como la Cova Fosca o el Tossal de la Roca (Alicante), solo por citar algunos ejemplos (Olària, 2008).
Al llegar al Neolítico el repertorio se diversificará todavía más. Aparte de muestras sobre material lítico de
distinta tipología, desde cantos (Utrilla y Baldellou, 2001-2002) hasta fragmentos tabulares (García Borja et
al., 2004), el uso de pigmentos se extenderá a la gran innovación que supone la cerámica donde, como no, el
óxido de hierro tendrá presencia especial, aunque no siempre predominancia (García Borja y López Montalvo,
2011: 233). Los ocres y/u óxidos de hierro se usarán en una amplia gama de repertorio simbólico, que afecta
a la decoración de colgantes de hueso o concha, cuentas de collar o brazaletes estriados (Rubio, 1993: 42).16
Ya en el umbral de la Edad de los Metales, compuestos con base de hematites también decorarán elementos
de adscripción simbólica como, por ejemplo, los ídolos oculados (Soler Díaz, 1985; Pascual Benito, 2009).
13 Este es, sin embargo, uno de los casos en los que, sobre su uso simbólico, podría anteponerse un uso práctico que, desde nuestro
punto de vista, no es excluyente.
14 Los autores denominaron al material ocre, pero no se realizaron análisis geoquímicos que sustentaran esta afirmación.
15 Tampoco en estos casos se han llevado a cabo análisis pigmentológicos.
16 Ya hemos visto que esta actitud había ya empezado a observarse, en algunos elementos, en cronologías anteriores.
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Contextos funerarios
Si hay una actitud social que puede calificarse como simbólica, en el contexto en que nos hallamos, esa es
la que se refiere a los enterramientos, y a ellos se asocian de varias maneras pigmentos de óxido de hierro
desde épocas muy tempranas. Ya en el Musteriense encontramos ejemplos de enterramientos con ocre
espolvoreado sobre el cuerpo en Le Moustier, o sobre la cabeza del difunto en La Chapelle-aux-Saints
(Wreschner et al., 1980: 632; Gambier, 1990: 22).
Es interesante remarcar que la práctica de espolvoreado de ocre, óxido de hierro o hematites,17 a pesar de
estar extendida casi por todo el Paleolítico Superior europeo, no se aplica a todos los individuos inhumados,
sino que parece seguir algún tipo de criterio selectivo. En un elevado número de casos puede aplicarse solo
sobre algunas partes del individuo, como la cabeza, o los pies, mientras que en otros casos parece querer
crear un lecho sobre el que reposa el difunto, indicando heterogeneidad cronológica y geográfica, también
en un ámbito local-regional (Gazzoni, 2008-2010).
Así, en un gran número de culturas se observa algún tipo de preferencia por los cráneos en el ritual
funerario. Esta práctica se da en muchos yacimientos del Paleolítico Superior europeo, incluyendo la
península ibérica en la que, de los huesos humanos recuperados, la proporción de huesos craneales ronda
el 80% (Pérez Iglesias, 2007) y algunos de los cuales presentan asociaciones con el ocre de uno u otro tipo
(Pérez Iglesias, 2007). En el Gravetiense italiano el 75% de cuerpos inhumados han sido espolvoreados con
ocre, cubriendo tanto al difunto como el suelo que le circunda y mostrando mayores concentraciones, de
nuevo, en el área craneal (Gazzoni, 2008-2010: 98). Esta proporción se reduce al 33% en el Epigravetiense
italiano,18 donde el ritual sufre algunas variaciones. Ya no nos encontramos únicamente ante ocre
espolvoreado, sino que también se da la aparición de pequeños bloques de ocre, que rodean al difunto,
conectados frecuentemente con el conjunto del ajuar (Gazzoni, 2008-2010: 122).
Francia tampoco es ajena al uso de ocre en enterramientos. Varios ejemplos, como Chancelade o SaintGermain-la-Rivière (Aquitania), Hoteaux (Auvernia) o La Madeleine y Figuier, ambas en el departamento
de Ardèche (Ródano-Alpes), muestran restos humanos impregnados con ocre (Gambier, 1990: 22), el
cual no suele rebasar la zona donde se encuentra el difunto. La costumbre, aquí, se extiende durante el
Mesolítico, período en el cual la incidencia de ocre espolvoreado sobre el difunto en contextos funerarios
alcanza el 41% (Gazzoni, 2008-2010: 159).
De hecho, el avance hacia épocas mesolíticas y neolíticas no va a suponer, en muchos casos, el fin de
esta costumbre. En Europa Central y Oriental, donde las prácticas funerarias están menos documentadas, se
encuentran con cierta frecuencia casos en los que la cabeza, otra vez, ha sido espolvoreada con ocre, el cual
puede impregnar asimismo la caja torácica del inhumado (Lenneis, 2007: 131). Si bien en el Mesolítico
de la península ibérica sigue utilizándose el óxido de hierro para espolvorear el cadáver, como demuestra,
por ejemplo, el Cingle del Mas Nou (Olària, 2001), a partir del Neolítico parece ser que estos rituales van
perdiendo fuerza (Rubio, 2009).
Si extendemos la visión al resto del mundo, tenemos un muy abundante muestrario de ejemplos en los
que el ocre se utiliza en ambientes funerarios, en la mayoría de los casos como elemento espolvoreado
sobre el difunto, o bien sobre su cráneo. En el Próximo Oriente son muy conocidos los ejemplos de Çatal
Hüyük (Turquía), pero también hay cráneos decorados con ocre rojo en Jericó (Palestina), Kfar Hahoresh
(Israel) o Kösk Höyük (Turquía)19 (Rubio, 2004). En el Norte de África, en la América precolombina, en
Malta e incluso en Siberia, todos son sitios en los que también se utilizó el ocre en ambientes mortuorios
(Wreschner et al., 1980: 633).
17 En estos contextos los análisis de materiales son prácticamente inexistentes, por lo que no podemos asegurar, casi en ningún caso,
que se trate de una substancia u otra.
18 Recordemos, equivalente al Solutrense, Magdaleniense y Aziliense para las zonas franco-españolas.
19 También Nahal Hemar o Mureybet presentan cráneos decorados, pero en estos casos no se utilizan derivados de la hematites.
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Pinturas corporales
Aunque etnográficamente el uso de los óxidos de hierro como pintura corporal se encuentra ampliamente
documentado (Fiore, 2005; Claudot-Hawad, 2013), es muy complicado, en el registro arqueológico,
averiguar ya no solo el origen de tales prácticas, sino asegurar completamente su uso. Bien es cierto que,
como afirman Audouin y Plisson (1982: 54), hoy en día está aceptado en arqueología “sous la forme
d’une évidence qui n’est plus à démontrer”. A pesar del riesgo que implica el traslado de la observación
etnográfica a la arqueológica, creemos que la gran distribución geográfica de la costumbre de decorar el
cuerpo de una manera u otra20 –y con frecuencia recurriendo a los óxidos de hierro– constituye un dato
de peso para pensar que esta práctica pudo ser también común en las sociedades prehistóricas.
Los rituales que incluyen el uso de ocre y/u óxido de hierro como una parte fundamental de su liturgia
en sociedades ágrafas actuales han sido bien referidos en distintos trabajos. E. Wreschner nos habla de los
Ndembu africanos, los aborígenes o incluso casos de pueblos no cazadores-recolectores, como los judíos
yemeníes, o los Mari Baluch; relacionando a todos ellos con rituales de fertilidad (Wreschner et al., 1980:
633). C. Knight hace notar, entre los !Kung sudafricanos, el uso de ocre rojo, tanto para mujeres, en rituales
de enlaces y fertilidad, como para hombres, con sentido apotropaico (Knight, Power y Watts, 1995: 95);
algo que corrobora Wadley (Wadley, 2005: 588) y que se da con frecuencia entre multitud de pueblos
ágrafos, como los Himba namibios. Las referencias continúan en otros contextos, como el de los Tuaregs
saharianos, quienes recurren al óxido de hierro, entre otras substancias, para la decoración corporal, en
unas actitudes que parecen relacionarse con el aspecto simbólico (Claudot Haward, 2013). D. Fiore (2005)
refiere prácticas rituales entre los Selk’ nam, pueblo de cazadores-recolectores de la Tierra del Fuego, y
los Yamana, de la misma zona, que incluyen el uso de óxido de hierro, entre otros, para reflejar estados de
ánimo, emprender viajes, cacerías o luchas, matrimonios, ceremonias de pubertad masculinas y femeninas
o duelo, pero también como protección de la piel o para curar enfermos.
Muchos de los pueblos de cazadores-recolectores cuyas costumbres han podido ser registradas han dejado
testimonio de las causas de este uso, o lo que ellos entienden como tales. Ahora bien, en este punto nos gustaría
comentar que es distinto el motivo por el cual alguien justifica el uso de cualquier ítem en sentido simbólico,
y el motivo real por el que lo hace –por más que, por supuesto, quien justifique ese uso lo hará convencido de
estar diciendo la verdad–. Podríamos decir que el significado primigenio, el motivo del inicio del recurso a ese
significante se halla enmascarado por la explicación dogmática y/o estamental ofrecida con posterioridad. De
ello tenemos cientos de ejemplos en todas las religiones mundiales, siendo paradigmático, entre otros, el de la
substitución de la autoridad de la que emanan las reglas de conducta.21
Así, no queremos con esto decir que las explicaciones ofrecidas por los propios usuarios de los pigmentos
sean incorrectas. Cuando, por ejemplo, una miembro de los !Kung explica que unge a uno de sus varones
para protegerle en la caza, o a una de sus mujeres para augurarle fertilidad (Knight, Power y Watts, 1995)
está, por supuesto, diciendo la verdad. Ese es el motivo real por el que ella lo hace. Nuestra pregunta es otra:
¿De dónde surge esa motivación real? ¿Qué es lo que lleva a tantos pueblos distintos a utilizar compuestos
a base de óxido de hierro y/o hematites en tan dispares contextos? Creemos que tal difusión debe obedecer
a un beneficio concreto, más allá de una adscripción simbólica aleatoria, y creemos que ese beneficio
concreto se halla en las propiedades mismas del mineral.
20 Nosotros mismos hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo las tribus que habitan las fronteras entre Tailandia y Myanmar
–inmersas, en todo caso, de lleno en la civilización– decoran sus mejillas con compuestos de arcilla.
21 La causa expuesta por quienes acatan esas reglas alude, en la mayoría de los casos, a autoridades divinas, cuando parece claro que
la causa real de su establecimiento no es otro que la regulación social, de acuerdo a unos u otros intereses.
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4. ¿UN ELEMENTO FUNCIONAL O SIMBÓLICO?
Como ya hemos visto, una de las cuestiones principales referente al uso del óxido de hierro en la Prehistoria
gira en torno a si este reviste un carácter funcional o simbólico. Se acepta, generalmente, que el uso de
óxidos de hierro tenga motivaciones simbólicas (Wreschner et al., 1980; Velo, 1984; Guerrero y Castany,
1991; Knight, Power y Watts, 1995; Olària, 2001; Hovers et al., 2003; Rubio, 2004; Wadley, 2005; Fiore,
2005; D’Errico, 2008; Balter, 2009; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Watts, 2009; Bar-Yosef,
Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Serradimigni et al., 2010), así como también se acepta que ofrece
muchas posibilidades funcionales y que, en efecto, algunas de ellas pudieron ser llevadas a la práctica en
la Prehistoria (Wreschner et al., 1980; Audouin y Plisson, 1982; Velo, 1984; Rubio, 2004; Wadley, 2005;
Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin, 2012). El debate gira, más bien, sobre la preponderancia de
unas u otras y sobre el inicio del uso simbólico de este material, en tanto que es una de las pocas evidencias
arqueológicas que podría darnos pistas sobre el desarrollo cognitivo del género Homo.
Respecto a este punto, una parte de la investigación actual se posiciona, siquiera tácitamente, en el
sentido de que el desarrollo de un lenguaje propiamente simbólico se da con el Hombre Anatómicamente
Moderno (HAM), y que este será el portador del mismo con su expansión desde la Middle Stone Age africana
(MSA), en torno a 60 000 BP (Watts, 2009: 63), ligándolo además a su evolución biológica en sentido
cognitivo (Watts, 1999). Esta argumentación puede fundamentarse en que gran parte de los elementos con
‘potestad’ simbólica recuperados y datados en fechas anteriores a 200 000 BP, época en la que aparece el
HAM, pueden ser puestos en duda (D’Errico, 2008: 169). Sin embargo, se haría difícil negar algunos datos.
Queremos mencionar, en este sentido, los comentados casos de Qafzeh o del Musteriense Final europeo.
Estos ejemplos muestran dos cosas; por un lado, que el desarrollo simbólico no está necesariamente ligado
al HAM, al registrarse ya este tipo de conductas con el H. Neanderthalensis en Europa y, por otro, que
tampoco debe asociarse automáticamente a la explosión simbólica africana y la migración de 60 000 BP,
como demuestra la cronología de Qafzeh (92 000 BP).
Lo que sí documenta el registro arqueológico es una creciente utilización del ocre y/o óxido de hierro
desde fechas tan tempranas como 300 000 BP (Wadley, 2005). A partir de ese momento, el uso de este
material tendrá, con respecto al resto de materiales colorantes, mucha preponderancia en el registro
arqueológico ligado al HAM y, antes de 200 000 BP, al H. heidelbergensis. Knight cifra, sobre el total del
material colorante recuperado, un 94% de pigmentos rojos, y un 99,5% de pigmentos a base de óxidos
de hierro (Knight, Power y Watts, 1995: 87). Los autores fundamentan en esta sobrerrepresentación la
prevalencia del aspecto simbólico sobre los motivos de orden funcional. Knight, Power y Watts arguyen
que la acción de la hematites sobre la colagenasa se reproduce de igual manera en todos los óxidos de
hierro y, por tanto, si el curtido de pieles hubiera sido su finalidad, debería encontrarse una distribución
más equitativa de las distintas clases de este mineral. Cabría, pues, remitirse de nuevo a los trabajos
experimentales de Audouin y Plisson y de Rifkin (Audouin y Plisson, 1982; Rifkin, 2011), que prueban
la mayor efectividad de la hematites. Un buen argumento que ofrecen Knight, Power y Watts para rebatir
el uso de la hematites en el curtido de pieles es que, si esta hubiera sido su finalidad principal, deberían
conocerse picos en su uso que coincidieran con los máximos glaciales, hecho que no se comprueba en
el registro arqueológico (Knight, Power y Watts, 1995: 89). En efecto, esto sería así si el curtido de
pieles hubiera sido la única posible aplicación funcional del óxido de hierro –es la única que rebaten los
autores– pero, como hemos visto, las propiedades de este material son mucho más variadas y el curtido
de pieles sería solo una parte más de su amplio repertorio de utilidades, lo que minimiza este dato, el cual
debe ser, sin embargo, tenido en cuenta.
El registro arqueológico sí prueba un gran aumento en el uso de los óxidos de hierro a partir de la
MSA2b pero, bajo nuestro punto de vista, esta información, en sí, no ofrece posibilidad de inferencia
alguna a la hora de atribuirle un sentido simbólico o funcional. Knight, Power y Watts sostienen la
inverosimilitud de la posibilidad de un repentino aumento de uso en técnicas preexistentes (Knight, Power
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y Watts, 1995: 89). Aducen que no tendría sentido que los seres humanos de la Prehistoria recurrieran súbita
y masivamente a técnicas que ya conocían –provocando la ‘explosión’ de la MSA2b–. Sin embargo, este
argumento nos parecería algo frágil, ya que podría calcarse para rebatir el uso simbólico del ocre, que los
autores defienden. Además, dada la abundancia de ejemplos de óxidos de hierro sin rastros de simbolismo
(Wadley, 2005), incluir a estos dentro del ámbito simbólico por simpatía con el resto de muestras, o como
consecuencia de datos evolutivos presupuestos, se nos antoja demasiado esencialista. Según lo expuesto,
concluiríamos que el aumento en el uso de los óxidos de hierro no podría utilizarse como argumento
para sostener posibilidades sobre su propia función o, colateralmente, justificar las causas de ese mismo
aumento. En otras palabras, el aumento del recurso al óxido de hierro no sería causa de nada porque, con la
información de que disponemos, en sí no justifica nada. Tan solo ese mismo aumento.
Valga decir, en este punto, que la mayoría de investigadores que defienden distintas finalidades prácticas
para los óxidos de hierro (Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Wadley, 2005; Rifkin, 2011) abogan por
la complementariedad de usos, y no por su exclusión. Si aceptáramos, sin embargo, que el único motivo del
recurso a los óxidos de hierro fuera simbólico estaríamos dejando fuera de la ecuación a todos los casos en
los cuales parece haber primado su uso funcional.
Así, vemos que los primeros registros donde se confirma el uso de este material, como Twin Rivers
o GnJh-15, no muestran ningún indicativo de haber sido utilizados con fines específicamente simbólicos
(Wadley, 2005; D’Errico, 2008) –como sí lo hacen Blombos Cave (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009)
o Qafzeh (Hovers et al., 2003; Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009)–, a lo que sumamos la amplia
documentación existente referente a su uso práctico-simbólico entre cazadores-recolectores actuales
(Wreschner et al., 1980). Por ello, creemos que el primer uso de los óxidos de hierro es funcional; y de él
deriva, gracias a sus propiedades, el uso simbólico. En el propio reino animal hay conductas que consisten
en embadurnarse la piel con distintos fines,22 lo que debería descartar que la evolución cognitiva sea un
requisito previo. Por otro lado, al repasar las atribuciones simbólicas que el ser humano adjudica a unos
u otros seres o elementos vemos que, aunque no falten ejemplos de lo contrario –y cuya explicación nos
gustaría abordar, pero deberemos dejarla para futuros trabajos–, estas suelen ser más positivas en proporción
inversa a lo lesivos que aquellos puedan ser para con el propio ser humano. Así, nuestro razonamiento es el
de que probablemente, tanto el óxido de hierro como otras sustancias vendrían utilizándose desde mucho
tiempo atrás con fines diversos pero, dada la extensa gama de usos que han sido atribuidos a los óxidos
de hierro, estos se irían extendiendo y, sobre todo por causa de sus virtudes profilácticas y medicinales,
adquiriendo unas connotaciones positivas que, en fin, acabarían erigiéndolos como elementos simbólicos,
sin perjuicio de que su fin práctico pudiera seguir siendo desempeñado.
4.1. Algunas propuestas interpretativas
Aceptando, pues, que más allá de sus usos funcionales, el óxido de hierro tuvo implicaciones simbólicas,
nos gustaría abordar algunas de las más importantes interpretaciones en este sentido. Entendamos, en
primer lugar, que al hablar de ‘simbólico’ no nos estamos refiriendo a un sistema de creencias como tal –de
cuya aparición no podemos tener constancia prácticamente hasta el Paleolítico Superior–, sino al grado de
abstracción necesario como para crear códigos a pequeña escala, e inteligibles para una comunidad. Las
marcas de las piezas de –nuevamente– Blombos Cave (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009) no tienen por
qué indicar un mundo de creencias desarrollado, pero las consideramos como simbólicas, en tanto que su
disposición intencional parece querer representar la abstracción de algo que puede ser cualquier cosa, desde
una historia, hasta la cuenta de una partida de caza.
22 Los elefantes, los hipopótamos o los rinocerontes, por ejemplo, embadurnan sus cuerpos en barro, con el fin de protegerse del Sol
y los insectos.
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Los argumentos que asocian simbólicamente el ocre rojo a la sangre datan ya de principios del siglo XX,
y continúan hasta tiempos relativamente recientes. Ello se ve reforzado por el hecho de que es común, entre
los cazadores-recolectores actuales, el uso de óxido de hierro en rituales de fertilidad y de vida y muerte
(Wreschner et al., 1980; Guerrero y Castany, 1991). Ciertamente lo es, pero su uso es también común en
eventos u ocasiones de corte propiciatorio y/o apotropaico (Wadley, 2005), de fin de la pubertad masculina
(Fiore, 2005) o en relación con el éxito (Hovers et al., 2003). Las explicaciones registradas oralmente por
las sociedades ágrafas solo pueden valernos de modo muy relativo porque tan solo atañen al uso externo,
inmediato o superficial; es decir, responden a la construcción cosmogónica del grupo. La causa concreta por
la que es el óxido de hierro, y no otra materia, permanece subyacente.
La BCT
Buscando el motivo primero de la expansión y el significado de este material se han hecho varias propuestas.
En ello, intentar encontrar una causa fisiológica no deja de tener sentido, dado lo generalizado del proceso. Así
surge la teoría BCT (Basic Color Terms), extrapolada desde el ámbito de la lingüística. En su fórmula original
consiste en lo siguiente: partiendo de la base de los procesos neurológicos del tricromatismo, presente en todos
los primates catarrinos (Jacobs, 2002), habría varias etapas de lexicalización de las distintas gamas cromáticas
que, comenzando con los focos23 básicos blanco/negro en la primera de ellas, irían incluyendo nuevos focos
en las fases sucesivas, conforme se enriqueciera el lenguaje, de acuerdo con el esquema:
Etapa 1
Oscuro/Claro
Etapa 2
Rojo
Etapa 3
Amarillo o verde
Etapa 4
Amarillo y verde
Etapa 5
Azul
Etapa 6
Marrón
Etapa 7
Otros
Algunos investigadores han utilizado este esquema para explicar el amplio recurso a los tonos rojos en
la Prehistoria, aduciendo que la abundancia de rojos y negros correspondería con la etapa 2 (Hovers et al.,
2003: 493). Sin embargo, la teoría pierde consistencia por dos motivos principales. Por un lado, si bien es
cierto que, en el registro arqueológico de pigmentos, los negros sí están presentes en algunos ámbitos –como
el Musteriense europeo– con anterioridad a los rojos (D’Errico, 2008),24 también lo es que los blancos no lo
están, lo que deja en evidencia la supuesta concordancia del registro con las etapas uno y dos. Por otro, tras
la formulación de la teoría por Berlin y Kay en 1969 (en Watts, 2009: 66), varias investigaciones, basadas
en el estudio etnográfico de sociedades actuales cuyo estadio lingüístico se encuentre supuestamente en
la etapa 1, no han confirmado las asociaciones de tonalidades oscuras y claras (p.e. rojos saturados, o no
saturados) con los términos definidos para ello, como hubiera sido de suponer (Watts, 2009).
La FCC
Otra de las teorías que trata de explicar la omnipresencia del rojo en la Prehistoria es el modelo FCC
(Female Cosmetic Coalitions). Esta teoría se relaciona con la menstruación y el proceso de ovulación
femeninos. Siendo que aquella es el único indicador de periodos de fertilidad en las mujeres, estas recibirían
una atención especial de los varones en sus momentos fértiles, pero no en los infértiles (encintas, lactantes).
Por ello, y para demandar esa atención necesaria, dado el alto coste energético que supone la cría humana,
las mujeres utilizarían, mediante el ocre rojo, ‘señales de menstruación’ (Knight, Power y Watts, 1995) que
conseguirían captar la atención de los varones. Esto explicaría el ya mencionado recurso etnográfico al uso
23 Grupos cromáticos.
24 Nótese, sin embargo, que en África la preponderancia cromática corresponde desde el principio al rojo, como se ha visto en el
presente trabajo. Esto hubiera significado un paso directamente a la etapa 2, sin pasar por la etapa 1.
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en ceremonias de iniciación femeninas, enlaces y fertilidad (Knight, Power y Watts, 1995; Fiore, 2005), pero
deja sin explicar otros contextos simbólicos en los que se utiliza la coloración de óxido de hierro. Además,
por más que esta teoría pueda ser cierta, faltaría algo de consistencia argumental en el sentido de que la
única premisa propuesta no rebatible es la ovulación oculta. Y el paso entre esa ovulación, y la ‘extensión’
del periodo fértil mediante el ocre rojo, por más que factible, no tiene por qué guardar bases de relación
directa, ni muestra pruebas que lo sustenten, o constataciones efectivas en los paralelos etnográficos.25 Es
decir: puede ser, pero también puede no ser. El hecho de que se utilice este material en ocasiones especiales
relacionadas con la fertilidad no acabaría de ser concluyente porque, como ya hemos visto, también se
utiliza en otros tipos de situaciones y no hay modo de saber cuál ha sido el principio de ellas.
4.2. Una hipótesis
Según nuestro punto de vista, la naturaleza y propiedades de los óxidos de hierro son realmente determinantes
para establecer su papel simbólico, que vendría derivado de su funcionalidad. La propuesta que vamos a
exponer consta de tres pilares básicos: las teorías chamánicas, revividas a la luz de los trabajos de J. Clottes
y D. Lewis-Williams (2001 [1996 en su primera edición]), las propiedades para uso humano de los óxidos
de hierro y la constatación de sus relaciones mediante paralelos etnográficos y arqueológicos.
En primer lugar nos gustaría establecer, si bien de modo aún provisional, algo que ya veníamos esbozando
en el decurso del presente trabajo.26 El desarrollo de la cultura simbólica es algo tremendamente complejo,
en cuya construcción intervienen multitud de factores intrínsecos y extrínsecos. Ello lleva a que distintos
fenómenos puedan tener una base similar, pero un desarrollo distinto. Creemos que podrían establecerse
tres niveles, o fases, para cuya evolución intervienen distintos elementos (fig. 13). El primero de ellos lo
denominaríamos nivel de aprehensión, y se relaciona directamente con las propiedades de los agentes –sean
biológicos, o no– que entran en contacto, creando un primer marco de interacción elemental y universal
que establece patrones básicos, de definición fija (p.e. capacidades físicas y cognitivas del ser humano;
propiedades benéficas, o perjudiciales, de elementos naturales, etc.). La segunda fase consistiría en una
regionalización. En este caso comienzan las aplicaciones particulares de esa substancia (o condiciones)
adaptadas a un marco determinado, de la mano de las cuales tiene lugar la primera lexicalización de su
posible significado, el cual se modifica según las necesidades de la comunidad que lo crea. Por último
tendríamos la fase de desarrollo en la que, tras la verbalización de las primeras materias, los significados
derivados de dicha lexicalización comienzan a integrarse, configurando distintas cosmogonías, en las
cuales se establecen jerarquías entre ellos. La mayoría de explicaciones directas que hemos recibido del
registro etnográfico se centra, como puede deducirse, en la segunda y tercera fases (Wreschner et al., 1980;
Knight, Power y Watts, 1995; Fiore, 2005; Wadley, 2005; Claudot-Hawad, 2013). En cambio, las causas
de la extensión de la distribución del óxido de hierro deben buscarse en la primera fase; no tanto porque
el fenómeno sea universal en el sentido de que se produzca de modo poligénico, sino porque los motivos
iniciales de su aparición parecen fundamentarse sobre las bases que sustentan a dicha fase.27
25 Las pruebas etnográficas ofrecidas son del hecho consumado –hay rituales con fines reproductivos–, pero no de la relación
entre el hecho –el ritual– y su causa –la ovulación oculta/menstruación/reproducción–. Si tuviéramos que asociar hecho y causa
basándonos únicamente en la expresión ritual extrasomática, incurriríamos, como se ha dicho más arriba, en el error de atribuir
respuestas superficiales a preguntas de raíz mucho más profunda, además de aumentar la casuística hasta el punto de invalidar la
propia teoría expuesta.
26 Se hará de modo muy sucinto aquí, condicionando un mayor desarrollo del concepto a futuros trabajos.
27 Tanto en las teorías explicadas (BCT, FCC) como en la que nosotros expondremos, los motivos básicos se relacionan con
universales, sean estos de carácter exclusivamente fisiológico (BCT), o bien aunando componentes conductuales (FCC). Lo que
las invalida son las causas expuestas, como el registro arqueológico para la BCT; o para la FCC, la búsqueda de la explicación de
la primera fase en la segunda, generando el proceso, ya explicado en el presente trabajo, de la introducción de un significante que
distorsiona el acceso al significado real.
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FAse 1
APrehensión
FAse 2
reGionALizAción
FAse 3
desArroLLo
ProPiedAdes eLeMentALes Y deFinición interrreLAcionAL
AdAPtAción de siGniFicAdos A LA reALidAd deL GruPo
inteGrAción en LA cosMoGoníA deL GruPo
Fig. 13. Fases de
desarrollo simbólico.
Nos interesa, en el marco de nuestra exposición, la teoría de J. Clottes y D. Lewis-Williams. Siguiendo,
entre otras, las investigaciones de Horowitz (1975) y Siegel (1977), los autores establecen patrones de
conducta universales que se desarrollan durante el estado alterado de conciencia,28 o de trance, y en los cuales
los sujetos que formaron parte del estudio describen experiencias que guardan una analogía prácticamente
total con las sensaciones que se narran, etnográficamente, acerca de los actos chamánicos (Clottes y LewisWilliams, 2001). Todo ello es relacionado con las representaciones del arte rupestre –sobre todo refiriéndose
al Paleolítico Superior europeo y al San sudafricano–. Estas representaciones guardan, en efecto, semejanza
con el imaginario al que se accede mediante ese estado alterado de conciencia. Posteriormente, LewisWilliams lo llevará más lejos al introducir este sistema de creencias también en las sociedades neolíticas y
premetalúrgicas (Lewis-Williams y Pearce, 2010).
En segundo lugar queremos hacer referencia a las propiedades de los óxidos de hierro con respecto
a su relación con el ser humano. Ya hemos explicado más arriba el mecanismo de esas relaciones, y no
vamos a repetirlo aquí. De ellas nos interesan particularmente dos, las atribuciones medicinales que
se les asignan a los óxidos de hierro (Velo, 1984) y su capacidad para preservar el colágeno (Audouin
y Plisson, 1982; Rifkin, 2011). Creemos que, integradas en un cierto contexto ideológico, estas dos
propiedades son capitales para explicar el porqué de la distribución de los óxidos de hierro como
pigmento en la Prehistoria.
De todo ello, y si sumamos la ubicuidad de este mineral en contextos prehistóricos, ya mencionada,
nuestra observación sería la siguiente. Fuera cual fuera el primer motivo por el que se aplicara el óxido de
hierro, este ofrece ciertos beneficios a muy corto plazo –protección contra insectos (Audouin y Plisson,
1982; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin, 2011; Roebroeks et al., 2012)– que ya son suficientes
como para perseverar en su uso. A partir de la progresiva extensión de la cotidianidad del mismo podría
observarse, a medio plazo, otra serie de ventajas que se traduce de su utilización, lo que alentaría, además,
a probar tan eficiente substancia en todo tipo de contextos.29 A partir de aquí, el elemento que más nos
interesa es el de las virtudes medicinales de los óxidos de hierro, ya mencionadas. A raíz de ellas, no es
descabellado pensar que, en un último intento por salvar, o prolongar, la vida de los difuntos, estos fueran
28 Describen varios modos de acceso a este estado, desde rituales comunitarios, hasta la creación de ambientes de sugestión o la
ingesta de plantas alucinógenas.
29 Nótese que solo nos interesan aquí las ventajas a corto y medio plazo; es decir, aquellas constatables por métodos simples
de ensayo-error.
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espolvoreados con óxido de hierro, como también sugiere Velo (1984). En este punto, el resultado debió
de ser impactante al comprobar que, en efecto, mediante sus propiedades de conservación del colágeno, el
óxido de hierro ralentiza, de hecho, la putrefacción de los cadáveres, lo que sin duda pudo ser interpretado
como una consecución del objetivo, al prolongar la apariencia vital del difunto.
Querríamos hacer un pequeño inciso aquí para aclarar un punto importante para el marco general que
estamos exponiendo. Debe entenderse que, aunque visto como algo distinto, el plano cosmológico no se
percibe entre estas sociedades como algo inaccesible, mucho menos inexistente; es más, la dimensión
cosmológica es una parte más del mundo, con la cual se puede, y se debe, interactuar. Los sueños y la
muerte son un lugar real y veraz, pero al cual solo algunos pueden acceder (Clottes y Lewis-Williams, 2001;
Lewis-Williams y Pearce, 2010).
De todo lo expuesto se deduciría, pues, una asociación: si el óxido de hierro es capaz de curar, y de
prolongar el aspecto vital del difunto –alguien que, en todo caso, ya había pasado al plano cosmológico–
es lógico utilizarlo al buscar atraer elementos de ese otro orden cosmológico. Es decir, la percepción sería
la de que el óxido de hierro es susceptible de ser utilizado como elemento vehicular para retener en el
plano terrestre a individuos que ya han iniciado su viaje hacia el plano cosmológico, de lo que se deduce
que podría, asimismo, tener el poder invocativo de acercar hacia este plano a aquellos que ya habitan
aquel; sean antepasados, tótems o cualquier tipo de figura que se halle en el mundo simbólico. Nada de
esto hubiera tenido sentido por sí mismo, pero debemos observar que, en un estado catártico como el
descrito para los colectivos, y para los momentos de pathos en los que determinados individuos alcanzan
la conexión con el plano cosmológico, todo aquello que querían ver –que su subconsciente quisiera
ver– sería visto, lo cual no haría más que reforzar la idoneidad del material utilizado, en una especie de
condicionamiento, al refrendar su efectividad.
5. CONCLUSIONES
A pesar de los últimos avances en relación al estudio y caracterización de pigmentos, todavía quedan
muchas cuestiones abiertas. En este sentido, este trabajo, en el que se aborda la función y usos sociales y
simbólicos del ocre a partir de un estudio exhaustivo de la literatura especializada, introduce algunas ideas
a tener en cuenta.
Por un lado, es necesaria la perseverancia en la caracterización de pigmentos, ya que, cuanto mayor
y más precisa sea la muestra de que disponemos, mejor podremos comprender su significado y contexto.
Por otro lado, el debate abierto sobre el carácter funcional o simbólico de los óxidos de hierro nos
parecería, en cierto modo, algo artificioso, por el sentido excluyente con el que en ocasiones se plantea.
No creemos que deban descartarse las atribuciones funcionales de este mineral, así como tampoco podría
desligarse su aparición de contextos indudablemente simbólicos. Por tanto, nos parece que la opción más
plausible es la de un uso que combine–relacionándolos, o no–, aspectos funcionales y simbólicos. Habría
que descender al detalle, en todo caso, para casos con manifestaciones ambivalentes, algo sumamente
complejo en arqueología.
Es innegable la amplísima distribución del uso de los óxidos de hierro, así como la diversidad de sus
fines. El que ello se produzca en sociedades sin nexos aparentes nos obliga a pensar que hay algo de
universal en el hecho.
En conclusión, nuestra proposición es que, de acuerdo con todo el proceso descrito anteriormente, los
óxidos de hierro eran –por sus características, y de acuerdo con los procesos reflejados– utilizados como un
material vehicular. Asimismo, justificaríamos este significado por la recodificación, en clave ideológica, de
los efectos observados de sus propiedades para el uso humano.
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NOTA
Este trabajo es una síntesis del Trabajo de Fin de Máster, perteneciente al Máster Universitario en Métodos y Técnicas
Avanzados de Investigación Histórica, Artística y Geográfica, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, del
año 2015, bajo la dirección del Dr. Martí Mas Cornellà, cuyas indicaciones y conversación agradezco profundamente.
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 213-239
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Raimon GRAELLS I FABREGAT a, Alberto J. LORRIO b, Miguel F. PÉREZ BLASCO c,
M.ª Dolores SÁNCHEZ DE PRADO b y Pablo CAMACHO RODRÍGUEZ b
A propósito de una fíbula anular hispánica
con nudo hercúleo y otros hallazgos
de La Monravana (Llíria, Valencia)
A Mme. Odette Taffanel
Mailhac, 1915-2012
RESUMEN: En el marco de la entrega al Museo de Prehistoria de Valencia de una fíbula anular hispánica
decorada en su puente con un motivo de nudo hercúleo, recuperada en el poblado ibérico de La Monravana,
se presenta una revisión del modelo que se fecha hacia el siglo IV a.C. con una distribución geográfica en las
tierras del interior de la provincia de Valencia y el sur de Cuenca. Junto a la fíbula se conservaba un conjunto
de fotografías que reproducen un variado repertorio cerámico supuestamente de la misma procedencia. Su
estudio permite realizar una aproximación a las producciones de este tipo de materiales en el área edetana
hacia finales del siglo III o inicios del II a.C.
PALABRAS CLAVE: fíbula anular hispánica, nudo hercúleo, La Monravana, Edetania.
About an Hispanic annular fibulae with ‘Hercules knot’ and other findings
from La Monravana (Llíria, Valencia)
ABSTRACT: In the context of the cession to the Prehistory Museum of Valencia of a Hispanic annular
fibulae decorated on the bridge with a Herculean knot, from the iberian settlement of La Monravana,
a review of these model is made. It is dated toward the fourth century BC and presents a geographical
distribution in the inland of the province of Valencia and southern Cuenca. Together with the fibulae a set
of photographs that reproduce a varied repertoire ceramic supposedly from the same source was kept. Their
study allows an approach to the production of such materials in the edetanian territory towards the end of
the third century or early second century BC.
KEYWORDS: Hispanic annular fibulae, ‘Hercules knot’, La Monravana, Edetania.
a
b
c
Römisch-Germanisches Zentralmuseum (RGZM), Mainz.
graells@rgzm.de
Universidad de Alicante.
alberto.lorrio@ua.es | loli.sanchez@ua.es | pablo.camacho@ua.es
Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE).
mperezblasco@ayto-elche.es
Recibido: 23/03/2015. Aceptado: 07/07/2015.
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
1. INTRODUCCIÓN
J’étais entrée en relation avec la Tia Loretta par l’intermédiaire de gens de Casinos venus vendanger à
Mailhac. Elle m’avait envoyé des tessons que je garde au Dépôt de Fouilles pour les comparaisons, une
fibule ronde en bronze que je vous envoie et des photos de sa collection. Con este breve texto Mme. Odette
Taffanel confió a uno de nosotros (R.G.) una fíbula anular hispánica y unas fotos con el compromiso de
entregarlo al Museo de Prehistoria de Valencia. Esto ocurrió en 2011, quedando dicha entrega pospuesta
hasta el verano de 2014, momento en el que surgió la idea de una colaboración entre los aquí firmantes
para rendir merecido homenaje a la influyente investigadora francesa fallecida en 2012, aunando a nuestra
admiración el interés de lo confiado. Y esto es así, porque la pieza, cuya identificación tipológica no ofrece
mayores complicaciones dentro de la familia de las fíbulas anulares hispánicas (Cuadrado, 1957), responde
a un modelo con escasos hallazgos hasta la fecha, cuya dispersión geográfica y cronología homogénea
permite definir un grupo morfológico de personalidad propia.1
Además de la fíbula, que responde a un tipo bien individualizado (fig. 1.1), Mme. Taffanel conservaba
un conjunto de fotografías, cinco en total, en las que aparece un conjunto de cerámicas en su mayoría
completas (figs. 4a, 5, 6a y 7a), lo que permite su estudio, a pesar de que se desconozcan las condiciones y
contexto del hallazgo. Las noticias recopiladas por la investigadora francesa señalaban el origen de la fíbula
y de las cerámicas en La Monravana (Llíria, Valencia), un interesante poblado ibérico fortificado localizado
en la comarca valenciana del Camp de Turia, próximo a la localidad de Casinos. La homogeneidad que
ofrecen las cerámicas parece confirmar su procedencia conjunta, con bastante probabilidad la señalada por
Taffanel, como confirmarían algunas piezas cerámicas similares, por su forma y conservación, recuperadas
en el yacimiento, como algunos caliciformes y una tobera (Fletcher, 1947: figs. 11 y 13, A-C; Aparicio
et al., 1984: fig. 8), o en sus alrededores, como dos tinajillas que hacían las veces de urnas cinerarias
posiblemente de un área funeraria (Fletcher, 1940: 132; id., 1947: fig. 17; id., 1973: 191; id., 1954b: 19;
Gil-Mascarell, 1973: 36). Actualmente se plantea que la cronología del poblado abarcaría desde el siglo V
hasta mediados de II a.C.2 (Bonet et al., 2007: 259).
La Monravana era conocida desde 1932 por las exploraciones del SIP y “se sabía de su extraordinaria riqueza,
parangonable quizá a la del conocido ‘Cerro de San Miguel’ de Liria” (Pla Ballester, 1961: 219), lo que llevó a ser
objeto de varias campañas de excavación desde finales de los años 50, trabajos que en general han permanecido
inéditos, a excepción de algunas breves notas o apuntes (Fletcher, 1940; id., 1947: 78-85, figs. 11-15 y 17; id.,
1954b: 19; id.,1973: 191; id., 1985: 17; Aparicio et al., 1979: 231-232; Aparicio et al., 1983: 289-302; Aparicio
et al., 1984: 317-325; Moret, 1996: 464, fig. 73; Pérez Jordá, 2000: 60, fig. 12). El poblado ha sufrido durante este
tiempo diversas actuaciones incontroladas (Aparicio et al., 1979: 231; Aparicio et al., 1983: 292 y 300), origen
posiblemente de la colección que presentamos, cuyo paradero en el caso de las cerámicas nos es desconocido,
estando la fíbula actualmente conservada en el Museo de Prehistoria de Valencia.3
2. FÍBULAS ANULARES CON NUDO HERCÚLEO
La fíbula anular hispánica es posiblemente el tipo de ornamento personal más representado en el área
ibérica entre los siglos VI y III a.C., aunque perduraría algo más en la Meseta, siendo progresivamente
sustituidas por modelos latenienses y posteriormente por tipos romanos (Cuadrado, 1957).
1
2
3
Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto del Ministerio de Economía y Competitividad HAR2013-41447-P “El
Bronce Final y la Edad del Hierro en el Sureste y el Levante de la Península Ibérica: procesos hacia la urbanización”.
Aunque otros estudios han llevado sus inicios al IV a.C. (Uroz Sáez, 1983: 59; Maestro, 1989: 89; Quesada, 1997: 734; Aparicio
et al., 2005: 90-91; Fuentes Albero y Mata, 2009: 79-80) y su final al s. I a.C. (Uroz Sáez, 1983: 59; Maestro, 1989: 88-89; Moret,
1996: 464; Quesada, 1997: 734).
La procedencia de estos materiales será valorada más abajo.
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A propósito de unA fíbulA AnulAr hispánicA con nudo hercúleo y otros hAllAzgos de lA MonrAvAnA
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Se trata de una fíbula caracterizada por un puente montado sobre un anillo en el mismo plano que la
aguja, conociéndose una amplia diversidad de tipos y variantes, definidos hace más de medio siglo por
E. Cuadrado (1957), a quien se debe la propuesta de clasificación más completa. Incluye desde piezas
de fabricación mecánica hasta las realizadas a molde, aunque nunca de forma completa. De esta forma,
los puentes pueden haber sido producidos de manera independiente al anillo o fundidos en una misma
pieza conjuntamente. Las agujas, en cambio, siempre son piezas independientes del anillo, fijadas mediante
diversos sistemas, aunque el tipo de resorte se relacione con la forma de la cabecera del puente, estando
predefinidos antes del proceso de fabricación. A ello cabe sumar la decoración de los puentes y anillos, a
veces realizada por incisión, lo que puede responder a múltiples variables, pero otras programadas en el
molde, que expresan producciones muy concentradas en el espacio y en el tiempo.
Este es el caso de las fíbulas anulares con nudo hercúleo, un tipo del que Cuadrado sólo identificó dos
ejemplares (Cuadrado, 1957: 14, 16 ss., figs. 16 y 19), uno, realizado en bronce, en el poblado ibérico de
La Bastida (Mogente, Valencia) (Fletcher et al., 1965: 204) y otro, de plata, en la necrópolis celtibérica de
La Mercadera (Soria) (Taracena, 1932: lám. VIII), lo que le permitió definir otras tantas variantes, de nudo
“sencillo” (6a), en el primer caso, y “con adornos” (6b), en el segundo, al incorporar “dos cabecitas humanas”.
A ellos se añade un ejemplar atribuido a La Serreta de Alcoy (Alicante) (Storch de Gracia, 1989: 321),4 y ahora
la fíbula de La Monravana perteneciente a la antigua colección Taffanel, además de algunas piezas inéditas
procedentes del poblado de La Atalaya (Chelva, Valencia), de la “zona de Utiel” 5 (Valencia), de una posible
necrópolis localizada en Olmedilla de Alarcón (Cuenca),6 y un fragmento correspondiente a la zona del puente
procedente del yacimiento de Villas Viejas (Huete, Cuenca), o su entorno inmediato, lo que permite concretar
la distribución geográfica del modelo en la zona situada entre el interior de Valencia y el sur de Cuenca.
A. Catálogo
1. La Monravana (Llíria, Valencia), ex colección Odette Taffanel, SIP-Valencia N. Inv. 30687 (fig. 1.1)
Fíbula anular hispánica fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y pasador
del resorte, no conservado. A partir de la forma del puente se clasifica como de tipo 6a de Cuadrado
(1957), o de nudo hercúleo sencillo, con las aristas levemente suavizadas y sección múltiple,
cuadrangular en la parte de la cabecera, moldurada en su parte central debido a la decoración de
nudo hercúleo, y circular en la parte cercana a la mortaja. El anillo, algo deformado, presenta sección
romboidal y grosor uniforme, aunque ligeramente engrosado en cabecera y pie, con forma ligeramente
elíptica a causa de su morfología característica, al incluir el pie y el arranque del puente como parte
de una misma pieza. El resorte es de charnela de tope osculador, por lo que la aguja se encuentra
perforada en su cabecera, lo que permite su fijación al extremo del puente mediante un pasador,
también perforado. La aguja, independiente, ofrece sección circular en su extremo y progresivamente
toma forma rectangular para configurar una placa perforada (2 mm) con la que se fija al resto de la
fíbula, mediante un pasador o perno, no conservado.
4
5
6
La noticia la aporta J. Storch de Gracia (1989, 321) y ha sido recogida en trabajos posteriores (Delibes et al., 1993: 425). El autor
menciona la pieza sin ofrecer ninguna referencia sobre las condiciones del hallazgo o su localización. Lamentablemente, las
pesquisas realizadas en el Museu Arqueològic Municipal d’Alcoi ‘Camil Visedo Moltó’ no han dado fruto alguno (agradecemos
a su director, D. José María Segura, y al Dr. Ignacio Grau, la información al respecto), pudiendo proceder, por tanto, de una
colección particular, sin que el origen propuesto pueda considerarse seguro.
Agradecemos al Dr. Vives-Ferrándiz la información sobre esta fíbula, así como el habernos proporcionado documentación
fotográfica de la pieza.
Queremos agradecer D. Alejandro Martínez y a su familia por la información sobre los hallazgos en la actualidad depositados en
el Museo Municipal “Casa Alamanzón” de Utiel. Igualmente, a D.ª Concepción Rodríguez, directora del Museo de Cuenca en el
momento que realizamos el estudio, el acceso a las colecciones que albergaban la pieza, agradecimiento que hacemos extensivo
a su actual directora, D.ª Magdalena Barril, y a D. Juan Manuel Millán, técnico de la citada institución.
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
Fig. 1. Fíbulas anulares hispánicas con nudo hercúleo de bronce: 1, La Monravana; 2, La Bastida de les Alcusses; 3,
zona de Utiel; 4-5, La Atalaya (1, dibujo M. Weber; 2, según Fletcher et al., 1965: 205, nº 31; 3, fotografía J. VivesFerrándiz; 4-5, dibujos M.ª D. Sánchez de Prado).
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A propósito de unA fíbulA AnulAr hispánicA con nudo hercúleo y otros hAllAzgos de lA MonrAvAnA
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Dimensiones: Puente: Longitud, 30 mm; Anchura, 9 mm; Altura, 15 mm. Lóbulo mayor del nudo, 7,9
mm x 4,6 mm; Lóbulos menores del nudo, 9,2 mm x 5,7 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja, 37,1
mm; Diámetro en el eje transversal, 36,1 mm; Diámetro interno, 29 mm; Grosor, 3 mm. Aguja: Longitud,
30,2 mm; Grosor, 3/1 mm.
2. Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia), SIP-Valencia N. Inv. 1516 (fig. 1.2)
Fíbula anular hispánica de bronce, construida en tres piezas: puente-anillo fundido, al que se añade la aguja
y el pasador del resorte, elementos éstos no conservados ya en origen, como confirma la documentación
fotográfica publicada (Cuadrado, 1957, fig. 16,6; Fletcher et al., 1965: 205, nº 31; Storch de Gracia, 1989:
321, fig. V-66). Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple,
cuadrangular en la parte de la cabecera y moldurada en su parte central debido a la decoración, con la
zona del pie engrosada y con una ancha mortaja, mientras la cabecera ofrece la característica abertura para
el resorte, perforada en sus dos ramales para acoger el pasador que permitiría fijar la aguja. El anillo es
circular y posee aparentemente sección romboidal y grosor uniforme. Aguja independiente con resorte de
charnela de tope osculador, no conservado. No se ha estudiado directamente.
Dimensiones: Puente: Longitud, 31 mm; Anchura, 9 mm; Altura, 18 mm; Lóbulo mayor del nudo, 8,5
mm x 3,6 mm; Lóbulos menores del nudo, 8,1 mm x 4,2 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja, 38,7
mm; Diámetro en el eje transversal, 37,1 mm Diámetro interno, 29,1 mm; Grosor, 4 mm.
3. Sin procedencia, posiblemente “zona de Utiel” (Valencia), SIP-Valencia N. Inv. 7913. (fig. 1.3)
Fíbula anular hispánica fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y pasador del
resorte. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple, cuadrangular
en la parte de la cabecera y el pie, moldurado en su parte central debido a la decoración. Presenta la zona
del pie engrosada y una ancha mortaja. En la cabecera presenta la característica abertura para acoger el
resorte, perforada para albergar el pasador que permitiría fijar la aguja, todavía in situ. El anillo es circular,
con sección romboidal de grosor variable. Aguja independiente con resorte de charnela de tope osculador.
Dimensiones aproximadas: Puente: Longitud, 30 mm; Anchura, mm; Altura, 17 mm. Anillo: Diámetro
en el eje de la aguja, 38 mm; Diámetro en el eje transversal, 38 mm; Diámetro interno, 31 mm; Grosor, 4
mm. Aguja: Longitud, 29 mm; Grosor, 2 mm.
4. La Atalaya (Chelva, Valencia), colección particular (fig. 1.4)
Fíbula anular hispánica, completa, fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y pasador
del resorte. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple, cuadrangular
en la parte de la cabecera y el pie, moldurado en su parte central debido a la decoración, con la zona del pie
engrosada y con una estrecha mortaja, presentando la cabecera la característica abertura para acoger el resorte,
perforada en sus dos ramales para albergar el pasador que permitiría fijar la aguja. El anillo presenta sección
triangular y espesor uniforme, aunque ligeramente engrosado en cabecera y pie, con forma ligeramente elíptica
a causa de su morfología característica, al incluir el pie y el arranque del puente como parte de una misma pieza.
El resorte es de charnela de tope osculador, por lo que la aguja se encuentra perforada en su cabecera, lo que
permite su fijación mediante un pasador que la une con el extremo del puente. Aguja independiente, de sección
circular en su extremo, que progresivamente toma forma rectangular para configurar una placa perforada (2
mm) con la que se fija al resto de la fíbula, mediante un perno, conservado.
Dimensiones: Puente: Longitud, 37 mm, Anchura; 14 mm; Altura, 21 mm; Lóbulo mayor del nudo,
9,9 mm x 4,9 mm; Lóbulos menores del nudo, 10 mm x 3,9 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja,
49,9 mm; Diámetro en el eje transversal, 47,1 mm; Diámetro interno, 38,4 mm; Grosor, 4,5 mm. Aguja:
Longitud, 41,7 mm; Grosor, 1,7 mm.
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
5. La Atalaya (Chelva, Valencia), colección particular (fig. 1.5)
Fíbula anular hispánica, completa, fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y
pasador del resorte. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple,
cuadrangular en la parte de la cabecera y el pie y moldurada en su parte central debido a la decoración,
con la zona del pie engrosada y con una ancha mortaja, presentando la cabecera la característica abertura
para acoger el resorte, perforada en sus dos ramales para albergar el pasador que permitiría fijar la aguja.
El anillo presenta sección romboidal y grosor uniforme. El resorte es de charnela de tope osculador, por lo
que la aguja se encuentra perforada en su cabecera, lo que permite su fijación mediante un pasador que la
une al puente. Aguja independiente, de hierro y fracturada en la punta, de sección circular en su extremo.
Dimensiones: Puente: Longitud, 27 mm, Anchura; 8,3 mm; Altura, 16 mm; Lóbulo mayor del nudo, 7
mm x 4,8 mm; Lóbulos menores del nudo, 6,7 mm x 4 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja, 36 mm;
Diámetro en el eje transversal, 36 mm; Diámetro Interno, 29,7 mm; Grosor: 3,3 mm. Aguja: Longitud, 20
mm; Grosor, 3 mm.
6. Olmedilla de Alarcón (Cuenca), Museo Municipal “Casa Alamanzón” de Utiel (fig. 2.1)
Fíbula anular hispánica, fabricada en bronce y construida en tres piezas. Conserva el puente y la mitad del
anillo, así como el pasador del resorte todavía in situ. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo
sencillo. Puente de sección múltiple, cuadrangular en la parte de la cabecera y el pie, moldurada en su
parte central debido a la decoración, y con la zona del pie engrosada, con una ancha mortaja cuadrada,
presentando la cabecera la característica abertura para acoger el resorte, perforada en sus dos ramales para
albergar el pasador que permitiría fijar la aguja. El anillo, presenta sección romboidal y grosor uniforme.
Aguja independiente con resorte de charnela de tope osculador, no conservado, aunque sí el pasador que
permitiría su fijación al puente.
Dimensiones: Puente: Longitud, 27 mm, Anchura; 9 mm; Altura, 16 mm; Lóbulo mayor del nudo, 8
mm x 5 mm; Lóbulos menores del nudo, 6 mm x 4 mm. Anillo: Diámetro Interno, 26 mm; Grosor: 3,5 mm.
7. Zona de Villas Viejas (Huete, Cuenca), Museo de Cuenca (fig. 2.2)
Fragmento de la zona central del puente de una fíbula anular hispánica, con el característico nudo hercúleo,
asimilable por tanto al Tipo 6a de Cuadrado (1957).
8. La Serreta (Alcoy, Alicante)
Fíbula anular hispánica, fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo fundido, al que se
añadiría la aguja independiente con resorte de charnela de tope osculador y el pasador del resorte, elementos
no conservados. La calidad de la documentación gráfica no permite realizar apreciaciones tipológicas, ni
estimar las dimensiones de la pieza al carecer de escala gráfica (Storch de Gracia, 1989: 321, fig. V-66).
9. La Mercadera (Soria) (fig. 2.3)
Fíbula anular hispánica, elaborada en plata, completa a excepción de la aguja y un fragmento del anillo,
construida en tres piezas: puente, anillo y aguja-resorte. Corresponde al tipo 6 de Cuadrado (1957), o de
nudo hercúleo, con la particularidad de que presenta dos máscaras en los tramos ascendente y descendente
del puente, lo que permitió incluirla en la variante 6b. El anillo posee sección circular y grosor uniforme,
aunque se encuentra deformado. El resorte, hoy perdido, era de muelle (Taracena, 1932: lam. VIII;
Cuadrado, 1957: 35; Argente, 1994: 276, fig. 45, 389). No se ha estudiado directamente.
Dimensiones: Puente: Longitud, 47,6 mm, Anchura; 12,7 mm; Altura no determinada; Lóbulo mayor
del nudo, 12 mm x 4 mm; Lóbulos menores del nudo, 18 mm x 5 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja,
53 mm; Diámetro interno, 39 mm; Grosor: 4,5 mm.
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Fig. 2. Fíbulas anulares hispánicas con nudo hercúleo de bronce: 1, Olmedilla de Alarcón; 2, zona de Villas Viejas (?).
3, Fíbula anular de nudo hercúleo realizada en plata de La Mercadera (1, dibujo M.ª D. Sánchez de Prado; 2, fotografía
A. Lorrio, sin escala; 3, según Taracena, 1932: lám. VIII, redibujado).
B. Estudio, procedencia y cronología
El conjunto reunido responde a un modelo de gran personalidad, lo que llevó a Cuadrado (1957: 14) en su
estudio clásico sobre las fíbulas anulares hispánicas a considerarlo como un tipo bien definido, a pesar de
que sólo se conocían por entonces dos ejemplares, cuyas diferencias le permitieron incluso individualizarlos
como otras tantas variantes. El interés del conjunto es indudable, lo que evidencia su homogeneidad tanto
formal, sobre todo por lo que respecta al modelo más simple (6a), realizado en bronce, como cronológica. En
la misma dirección apunta la distribución geográfica de la variante 6a, cuyo número se ha incrementado con
nuevos hallazgos, que añaden, al ejemplar de La Bastida de les Alcusses, otro recuperado probablemente en La
Monravana, dos más en La Atalaya, en las tierras del interior valenciano, una en Olmedilla de Alarcón y otra
más posiblemente en la zona del Alto Cigüela, en los rebordes meridionales de la provincia de Cuenca, además
de los ejemplares no localizados de la zona de Utiel, en Valencia y la Serreta de Alcoy, en Alicante.
Los ejemplares de la variante 6a que han podido ser estudiados son muy similares entre sí, ya que, además
de las características formales del puente, con el nudo hercúleo, están elaboradas en tres piezas, es decir,
con el puente y el anillo formando un único elemento, fundidos juntos en el molde, mientras que la aguja y
el pasador son elaborados por separado y unidos posteriormente. Comparten también el mismo sistema de
resorte, de charnela de tope osculador, con agujas de bronce (Cat. 1, 3 y 4) o hierro (Cat. 5). En este sistema,
definido por Cuadrado (1957: 11), la aguja, de cabeza trapezoidal aplanada, se inserta en la oquedad resultante
de la división de la cabecera del puente en dos, donde se articula por medio de un pasador. También son muy
semejantes en cuanto al tamaño, con tan sólo 15 mm entre la de mayor longitud (Cat. 4) y la menor de las
fíbulas estudiadas (Cat. 6). Igualmente homogénea es la sección del anillo, romboidal, a excepción de la nº
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4, triangular. No obstante, se aprecian leves diferencias entre ellas, resultado de su fabricación artesanal. Por
un lado, en la forma y disposición del nudo hercúleo, en general con la doble lazada en la parte superior del
puente, salvo el ejemplar de La Bastida que lo presenta algo desplazado hacia delante, observándose nudos
redondeados y más gruesos (Cat. 1, 3, 5, 6 y 7) o alargados (Cat. 2 y 4), lo que se relaciona igualmente con
la presencia de aristas más marcadas (Cat. 4). Otro detalle es la muesca semejando los cabos del lazo anterior
presentes en todas las piezas excepto en la de La Bastida. También se observan diferencias en la zona del
pie, reforzado en todos los ejemplares al imitar la forma característica de los modelos perforados, aunque en
algunos casos su integración con el anillo sea completa (Cat. 1, 2, 3 y 4).
Una variante del modelo, 6b, se documenta en la necrópolis soriana de La Mercadera (Cat. 9). Está
elaborada en plata y presente el puente individualizado del anillo y resorte de muelle (Cuadrado, 1957: 35),
muy diferente por tanto de las restantes de la variante 6a, realizadas en bronce, con puente y anillo a molde
de una sola pieza y resorte de charnela de tope osculador. A ello se añade el carácter individualizado de los
cabos que forman el nudo y la presencia de dos máscaras humanas en los tramos ascendente y descendente
del puente, ausentes en el resto de ejemplares, de claro influjo lateniense (Lenerz-de Wilde, 1991: 39 ss.,
Abb. 27 y 29; Delibes et al. 1993: 426).7
El elemento distintivo de estas fíbulas es, en cualquier caso, la decoración de la parte central del puente
en forma de falso nudo del mismo, confiriendo a la pieza gran plasticidad en un intento de trampantojo
(trompe l’oeil). Se trata del llamado ‛nudo hercúleo’, presente en objetos de diversa índole, generalmente
joyas elaboradas en distintos tipos de metal (oro, plata o bronce), por lo común relacionados con el género
femenino, como podrían ser brazaletes, colgantes-amuleto, diademas, cinturones, anillos, fíbulas, broches
o espejos (López de la Orden y Pérez, 1985: 84), una vinculación que no debe descartarse para el caso
que analizamos.8 Su origen se sitúa en Oriente y es muy común en el mundo greco-helenístico a partir
del siglo IV a.C., de donde pasaría a la Península Ibérica, donde encontramos el motivo en cronologías
y contextos dispares (De la Bandera, 1984: 371; López de la Orden y Pérez, 1985: 84; Almagro Gorbea,
1986: 33, 59 y 86; San Nicolás, 1986: 71 s.; Nicolini, 1990: 468-470; Delibes et al., 1993: 424 ss.; etc.).
Entre los hallazgos más destacados cabe citar diversos tipos de joyas recuperadas en tesoros o como ajuares
funerarios de personajes relevantes,9 con notables ejemplos tanto en el ámbito feno-púnico, como en el
ibérico e hispano-céltico peninsular. Este es el caso de los dos colgantes-amuleto o cierres de cadena áureos
de Cádiz (Perea, 1985: 299 s., 312, lám. 9a; López de la Orden y Pérez, 1985; Almagro Gorbea, 1986: 59,
lam. V; Nicolini, 1990: 468 s., Pl. 152), idénticos a uno recuperado en Ibiza (San Nicolás, 1986: 63, 71s.,
fig. 3) o Galera (Almagro Gorbea, 1986: 86, lám. XIV; Nicolini, 1990: 469 s., Pl. 153,a),10 conjunto para el
que se ha propuesto una cronología de la primera mitad del siglo IV a.C. (San Nicolás, 1986: 72), aunque
M. J. Almagro Gorbea (1986: 59) plantea una fecha entre los siglos IV-III y G. Nicolini (1990: 469) los sitúa
hacia finales del siglo IV o a inicios del III a.C. De gran interés es la presencia de dos colgantes de oro en
el tesoro del Cortijo de Ébora (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), para los que Nicolini (1990: 427-429, Pl.
116, a-c y e) propone una fecha de la segunda mitad del siglo IV a.C. A partir del siglo IV a.C., encontramos
7
No obstante, cabe llamar la atención sobre la presencia de máscaras en algunas fíbulas anulares hispánicas de las tierras del
interior valenciano, como la conocida pieza áurea del tesoro de Cheste (La Safa, Valencia), o el ejemplar de La Carencia (Turís,
Valencia), actualmente perdido (Rams, 1975: láms. III y IV,2; Lenerz-de Wilde, 1991: 159, Abb. 117; Albiach, 2013: 13, fig. 2.2).
8 Se le supone una importante carga simbólica que se relaciona con la fortaleza, siendo utilizado como amuleto protector (López de
la Orden y Pérez, 1985: 87). Facilitaba la curación de las heridas, según Plinio (Nh., XXVIII, 17, 63), que recogía igualmente la
noticia que lo vinculaba con la fertilidad femenina, ya que las mujeres debían llevar en la cintura un cordón con dicho nudo, que
el marido debía desatar (Plin. Nh., XXVIII, 9, 42).
9 La asociación del motivo, de claro carácter apotropaico (vid. infra), con joyas que pudieran relacionase con personajes femeninos de alto
estatus, o incluso con divinidades, queda confirmada, en Iberia, en el caso de un pebetero de caliza con cabeza femenina cuya diadema
se cierra con este singular nudo, recuperado en el santuario ibérico de La Luz, Murcia (Marín Ceballos, 2000-2001: 194 s., fig. 9).
10 Como señala Nicolini (1990: 469, nota 164), que la atribuye con dudas a Galera, la pieza fue adquirida en 1892 por el MAN como
procedente de esta localidad granadina, junto a otros objetos de Ibiza, lo que explicaría la confusión, considerándola muy próxima
estilísticamente a modelos griegos (Nicolini, 1990: 470).
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el motivo tanto en el mundo ibérico levantino, como en el ámbito hispano-céltico, en piezas de bronce y
de plata, como las fíbulas anulares hispánicas del tipo 6 de Cuadrado (vid. infra), o algunos broches de
cinturón damasquinados de la necrópolis vettona de La Osera (Chamartín de la Sierra, Ávila) (Cabré, 1937:
lám. II, figs. 6-7; Cuadrado, 1957: fig. 19,2). El motivo se reproduce igualmente en otras joyas ibéricas de
fecha tardía, como los brazaletes de plata del tesoro oretano de La Alameda (Santisteban del Puerto, Jaén)
(De la Bandera, 1984: 370, tipo III, nº 22-23, fig. 2,22, tipo III-A; Raddatz, 1969: 257, nº 12-13, Taf. 65,2 y
66,3), o en un conjunto de torques también de plata de amplia dispersión por la Meseta Norte, con ejemplos
en Palencia, Padilla de Duero (Valladolid) o Arrabalde (Zamora) (Delibes et al., 1993: 427), similares a
otro atribuido tradicionalmente al tesoro de Mengíbar (Jaén).11
La homogeneidad que presenta el tipo 6a en su morfología encuentra su correlato en la distribución
geográfica (fig. 3), ciertamente restringida si se compara con la que presentan otros tipos, con hallazgos
circunscritos al interior de la actual provincia de Valencia y a las tierras meridionales de la provincia de
Cuenca, por lo que parece oportuno señalar la existencia de un taller en la zona que estaría elaborando
este tipo de fíbula. La dispersión de las piezas abarca la zona central y septentrional de la Contestania,
en torno a los valles de L’Alcoià y El Comptat (La Serreta de Alcoy) y la cuenca del río Cáñoles (La
Bastida de les Alcusses), el territorio oriental de la Edetania y zonas aledañas del tramo medio del río Turia
(La Monravana y La Atalaya), y la comarca de Utiel-Requena (una fíbula sin procedencia), con un total
de 6 ejemplares, 4 de ellos recuperados con seguridad en asentamientos ibéricos de diversa entidad (La
Bastida, La Monravana y La Atalaya). A estos hallazgos se añade una fíbula posiblemente recuperada en
una necrópolis localizada en la zona de transición entre los pueblos ibéricos y celtibéricos, en el Alto Júcar
(Olmedilla de Alarcón) y otra de los territorios limítrofes entre celtíberos y carpetanos. Diferente es el caso
de la fíbula de plata de La Mercadera, un hallazgo del territorio celtibérico del Alto Duero, muy alejada por
tanto del área de distribución de los ejemplares de bronce de la variante 6a.
Por lo que respecta a la cronología y el contexto del modelo, el ejemplar que más información ha
proporcionado es el del poblado de La Bastida de les Alcusses. La fíbula apareció en 1928 en el dpto. 42
(Fletcher et al., 1965: 205, nº 31), localizado en la zona central de este destacado oppidum, que proporcionó
además un soliferreum y una punta de lanza, restos de un cuchillo, un ponderal de plomo, seis fusayolas o cuatro
pesas de telar, entre otros objetos (Fletcher et al., 1965: 204-207). Las antiguas excavaciones en el poblado
proporcionaron cerca de 50 fíbulas, en su mayoría de tipo anular hispánico (Fletcher et al., 1965 y 1969),
aunque también se documenta algún modelo de La Tène (Fletcher et al., 1965: 46). Se trata, principalmente,
de modelos de timbal y de navecilla, correspondientes a los tipos 2 y 4 de Cuadrado (1957), construidos en
su práctica totalidad en tres piezas: puente, anillo y resorte, el cual suele ser, salvo contadas excepciones, de
charnela de bisagra, lo que dota al ejemplar que analizamos de una indudable excepcionalidad. El poblado
estuvo en uso entre finales del s. V y un momento que cabe situar hacia el tercer cuarto del s. IV a.C., toda vez
que sus excavadores consideran que estuvo habitado apenas unas tres generaciones (Bonet y Vives-Ferrándiz,
2011: 239 y 254 s.), lo que permite fechar las fíbulas del tipo 6a en esa centuria, sin que los demás hallazgos,
por falta de contexto, permitan afinar más la cronología del tipo.12
Por su parte, nada podemos decir del contexto de las otras piezas valencianas o alicantinas. Se tiene
constancia de una fíbula que procedería de La Serreta de Alcoy,13 un importante oppidum de 5,5 ha de
extensión que se erigió durante el s. III a.C. como la capital del territorio de los valles de L’Alcoià y El
Comptat pasando a ser el asentamiento más destacado en el área central de la Contestania (Llobregat, 1972:
55-58; Olcina, 2000; id., 2005; Grau, 2002; id., 2005; id., 2005b; Ruiz, 2009: 164). La cultura material que
11 Vid. Raddatz, 1969: Taf. 26,1. No obstante, según los datos del Archivo del MAN se ignora el lugar concreto del hallazgo, que
cabe situar en un lugar indeterminado de la provincia de Jaén (Barril, 2007: 265, cat. nº 49).
12 Cuadrado (1957: 48) fechó los ejemplares del tipo conocidos por entonces en los siglos IV y III a.C, aunque esta última datación
se deba a la fecha supuesta para el ejemplar de La Bastida de les Alcusses.
13 Aunque se tiende a localizar el yacimiento en esta localidad, su ubicación exacta es en la cumbre del monte donde confluyen los
términos de Alcoy, Cocentaina y Penáguila (Fletcher, 1954b: 24; Olcina, 2000: 105).
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Fig. 3. Mapa de distribución de los hallazgos de fíbulas anulares hispánicas con nudo hercúleo de bronce: 1, La Monravana;
2, La Bastida; 3, zona de Utiel, 4-5, La Atalaya; 6, Olmedilla de Alarcón; 7, zona de Villas Viejas (?); 8, La Serreta (?);
9, La Mercadera.
caracteriza a este poblado pertenece al s. III a.C., y su momento final se fija a finales del s. III-inicios del
s. II a.C. cuando tiene lugar la construcción y destrucción de la fortificación (Llobregat et al., 1995: 159;
Grau, 2002: 262; Olcina, 2005: 166). Sin embargo, existen algunas evidencias que permiten establecer un
primer núcleo ibérico de hábitat en el s. IV a.C. (Tarradell, 1968: 360; id., 1970: 482; Grau, 2002: 105), y
del que sobre todo destaca su necrópolis, cuyas sepulturas se datan en el s. IV y la primera mitad del III a.C.
(Cortell et al., 1992; Moltó y Reig, 1996; Reig, 2000; Olcina, 2000: 110; id., 2005: 166).14
Por lo que se refiere a La Monravana, se trata de una ‟aldea” fortificada del territorio de Edeta, que
se ha fechado entre el siglo V y ca. mediados del II a.C. (vid. infra, la discusión en detalle), a partir de la
presencia de cerámicas griegas de figuras rojas y por el barniz negro, y de una moneda de Saiti y cerámica
campaniense A, como materiales más antiguos y más modernos, respectivamente (Bonet et al., 2007: 259).
Menos información proporciona el poblado de La Atalaya, localizado en la cima de un destacado cerro
amesetado con un importante control visual sobre el territorio circundante. Las prospecciones realizadas
14 El posible hallazgo de esta fíbula en el yacimiento de La Serreta pasa a constituir una evidencia más de la relación existente entre
el asentamiento de La Bastida de les Alcusses (Moixent) y el área alcoyana, que se suma a la gran similitud que guarda la cultura
material del s. IV a.C. de La Bastida con la del yacimiento de El Puig de Alcoy (Soria y Díes, 1998: 431; Grau, 2002: 58-65;
Álvarez y Vives-Ferrándiz, 2011: 190; Grau et al., 2012: 54).
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en 1996 por la Universidad de Alicante proporcionaron una importante cantidad de material cerámico,
fruto de actuaciones incontroladas, fechado principalmente en el s. V. a.C. Sin embargo, en la parte alta,
aparecen materiales que remiten a momentos cercanos al cambio de era, algunos de filiación celtibérica,
como una fíbula con decoración de cabezas de lobo (Lorrio, 2007: 57), lo que debe relacionarse con
una reocupación tardía del lugar, como confirma el que esa zona aparezca individualizada mediante una
muralla y un foso tallado en la roca, que defiende la zona de la ‛acrópolis’ (Lorrio, 2012: 74). De gran
interés es la procedencia de un ejemplar conservado en el SIP de la zona de Utiel, muy similar al de La
Monravana, que evidencia la concentración de hallazgos en las tierras del interior valenciano, entre el
tramo medio del río Turia y la comarca de Utiel-Requena.
El ejemplar de Olmedilla de Alarcón, carece igualmente de contexto y forma parte de una colección
particular que incluye otras cinco fíbulas anulares hispánicas: dos de timbal (una con montantes, tipo 2e, y
otra hemiesférica, tipo 2a), dos de navecilla con montantes foliáceos, tipo 4c, y otra de navecilla de quilla
quebrada, tipo 4h. Al igual que ocurre con la pieza asimilable al tipo 6a, los ejemplares de los tipos 2a y 4h
presentan puente y anillo fundidos en una sola pieza, a los que se añadiría el resorte, de charnela de tope
osculador (en las otras tres puente y anillo se fabrican por separado). En cuanto a los resortes, son también las
de tipo 2a y 4h las que cuentan con charnela de tope osculador, mientras que las otras lo hacen con charnela de
bisagra. Aunque pudiera pensarse que estos ejemplares proceden de la necrópolis de Olmedilla de Alarcón,
dada a conocer por Almagro-Gorbea en los años 70 del siglo XX, parece más bien que su origen estaría en
otro cementerio del mismo término municipal. Así lo sugieren las noticias sobre la localización de unos y
otros hallazgos (vid. infra), o la propia tipología de las piezas, con algunas discrepancias significativas. La
necrópolis de Olmedilla de Alarcón fue descubierta de forma casual a mediados de los años 60 del pasado
siglo, al descender el nivel de las aguas del pantano de Alarcón, proporcionando abundantes restos que
incluían más de 40 fíbulas, que fueron depositadas en el Museo de Cuenca. Destaca el importante conjunto
del tipo anular hispánico, de las que Almagro-Gorbea (1976-78: fig. 25) publicó 14 ejemplares. Casi todas
corresponden al tipo de terminales foliáceos, 4c de Cuadrado (1957), excepto una que podría clasificarse en
el tipo 4b o de navecilla normal. En cuanto a los resortes, la inmensa mayoría pertenecen al tipo de charnela
de bisagra, y sólo tres ejemplares muestran un tipo de resorte diferente, dos de muelle y uno de charnela de
tope osculador, faltando por tanto los ejemplares con puente y anillo fundidos en una sola pieza, entre las que
se encuentra la pieza con nudo hercúleo que analizamos. La necrópolis fue fechada entre los siglos IV y III
a.C. (Almagro-Gorbea, 1976-78: 138-139), evidencia fuertes contactos con el área del Sudeste peninsular
y la zona levantina, lo que viene a confirmar en cualquier caso el ejemplar estudiado, aunque su lugar
procedencia fuera otro cementerio cercano. Efectivamente, a unos 2,5 km al oeste de Olmedilla de Alarcón
se localiza el poblado y la necrópolis de La Torre, objeto de continuos expolios durante la década de los 70,
cuyos ajuares fueron regalados “a diferentes personas de Cuenca”, según documentación conservada en el
Museo de Cuenca, pudiendo relacionar el ejemplar de nudo hercúleo con tales actuaciones. La localización
de la necrópolis, sobre uno de los cerros que rodean el actual pantano de Alarcón, no parece coincidir con las
descripciones conservadas sobre los hallazgos de los años 60, lo que permitiría plantear la existencia de al
menos dos necrópolis de la Edad del Hierro en este término municipal.
Por su parte, el fragmento del Museo de Cuenca carece de contexto e incluso de procedencia segura,
toda vez que corresponde a las donaciones realizadas en las décadas finales del pasado siglo a la citada
institución. Por los datos disponibles la pieza podría proceder del territorio del Alto Cigüela, en concreto
del yacimiento de Villas Viejas (Huete, Cuenca), objeto de continuados expolios desde hace más de 30
años, sin descartar algún otro yacimiento no identificado del entorno. Con los datos disponibles el oppidum
de Contrebia Carbica parece surgir hacia finales del siglo III o inicios del II a.C., a partir de un núcleo
anterior en funcionamiento durante los siglos IV y III a.C., como confirman algunos modelos de fíbulas
anulares hispánicas (tipos 2e, 4b y 4c de Cuadrado Díaz), a los que podría añadirse quizás el ejemplar que
analizamos, y algunos de los tipos de La Tène inicial de una pieza (Grupos I/II de Cabré y Morán) (Lorrio
et al., 2013: 318 s., 341, figs. 23 y 27).
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Finalmente, la fíbula de La Mercadera carece de contexto (Taracena, 1932: lám. VIII), aunque la necrópolis
ofrece una amplia cronología entre el s. VI y un momento que cabe situar hacia finales del IV y el primer
cuarto del III a.C., fecha ésta que cabe deducir a partir de dos fíbulas lateniense del Grupo IV de Cabré y
Morán y de dos ejemplares anulares fundidos (Lorrio, 1990: 48). El caracter excepcional de este ejemplar
resulta evidente, tanto por lo excepcional del tipo, como por su fabricación en plata, algo poco habitual en
los contextos funerarios celtibéricos de la época, con muy pocos ejemplos, entre ellos el de La Mercadera,
posiblemente el conjunto más variado y numeroso de joyas de plata, constituido por veinticinco piezas de
plata maciza, que incluyen torques, pulseras, pendientes, botones y fíbulas anulares (Taracena, 1932).
3. LA CERÁMICA DE LA COLECCIÓN DE LA “TÍA LORETTA”
Se trata de un conjunto de recipientes cerámicos que se amontonaban sobre varias lejas de una vitrina, y que
aparecen expuestos para ser fotografiados sobre la mesa con una naturalidad alejada de criterios científicos,
gozando de la misma importancia tanto la cerámica ibérica de factura tosca, la fina con o sin decoración
pintada, o el guttus de barniz negro. Esta concepción de la colección refuerza la fiabilidad de la información
potencial al carecer de un planteamiento selectivo. Sin embargo, la observación detenida de los ejemplares
expuestos en la mesa y de la fotografía que los presenta en la vitrina, donde probablemente se conservaban
de manera habitual, permite observar que en la colección existieron más vasos de los que nos ha sido
posible valorar.15 Llama la atención la buena conservación de las piezas, pues sólo tres de ellas parecen estar
incompletas, faltando únicamente parte del borde, sin que se aprecie ningún intento de restauración, más
allá de un ejemplar reconstruido a partir de los fragmentos conservados
El estudio se centra en aquellas piezas que han podido identificarse a través del material gráfico aportado
(figs. 4a, 5, 6a y 7a-b). Dos fotografías en las que se presentan las piezas dispuestas sobre una mesa, realizadas
en una misma sesión como se observa por la disposición de los restantes elementos que acompañan al conjunto
cerámico (fig. 4a y 5). Las diferencias estriban sobre todo en la incorporación en el centro del conjunto del
vaso nº 12, una tinajilla de tamaño mediano, que obligó a reordenar las piezas expuestas, cambiándolas de
posición, lo que hace que la mano de mortero (nº 6) quede prácticamente fuera de plano, o que en algún caso
aparezcan boca abajo. Además, se añadió un plato, el vaso nº 13, cubriendo uno de los caliciformes (nº 4).
Ambas fotografías resultan por tanto complementarias, al permitir observar en algún caso detalles apenas
visibles, como la forma de la base de la pieza nº 5. La tercera reproduce un conjunto de vasijas en el interior
de una vitrina (fig. 6a), seguramente su localización habitual, observándose con claridad algunas de las piezas
que aparecían sobre la mesa, como la tinajilla con el plato (nº 12 y 13) o el gran olpe (nº 11), junto a otras más
difíciles de identificar, entre las se encuentra alguna con seguridad no expuesta. En total 14 vasos numerados
a partir de la silueta dibujada sobre las fotografías para facilitar su identificación. Finalmente, dos fotografías
más en lo que parece ser el patio de la vivienda, que reproducen en dos posiciones diferentes una tobera
cerámica, idéntica a la publicada por Fletcher (1947: 81, fig. 11) como procedente de La Monravana, aunque
según esa fuente perteneciente a la colección de Muñoz y Sagaseta Jarrin.16
Vaso 1. Oinochoe de pequeño tamaño
La pieza se identifica en un par de fotografías (figs. 4a-b,1 y 5) lo cual nos permite apreciar con
bastante nitidez tanto su morfología como la decoración pintada que conservaba su superficie. El
vaso muestra una boca trilobulada, un cuerpo de perfil troncocónico y un asa de cinta que arranca
15 En la fotografía de uno de los laterales de la vitrina podemos ver una serie de piezas amontonadas, algunas de ellas no identificables
con las que figuran en la mesa, como una tinaja con asa de cinta que figura en un segundo plano.
16 Agradecemos las indicaciones del Dr. J. Vives-Ferrándiz que propone identificar la pieza en estudio con la publicada por Fletcher,
aunque no pueda descartarse la existencia de dos piezas idénticas procedentes del mismo sitio.
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en el labio y termina apoyándose en la zona de diámetro máximo de la pieza. Este ejemplar presenta
una apariencia achatada, como consecuencia de su cuello corto. Pertenece al tipo A.III.2.1.2 de Mata
y Bonet (1992: 132).
Presenta decoración pintada, observándose a un lado del pico vertedor el dibujo de un ojo apotropaico,17
un motivo frecuente en este tipo de recipientes, y que también aparece notablemente extendido entre los
ejemplares del área edetana (Mata, 1991: 81; Bonet, 1995: 413). La parte baja del cuello se encuentra
decorada con una serie continua de “SSS”, mientras que la decoración del cuerpo se adapta con dos frisos
a la morfología del perfil troncocónico que marca su acentuada carena. La parte superior alberga una serie
vegetal de motivos florales que se catalogan en el Estilo II de Liria, mientras que el tercio inferior del
oinochoe presenta de nuevo una serie de “SSS”. Un esquema decorativo muy similar con ojos apotropaicos,
series de “SSS” y un friso con idéntica serie de motivos florales lo encontramos sobre un oinochoe de perfil
piriforme hallado en la calle frente al dpto. 6 del Puntal dels Llops, Olocau, Valencia (Bonet y Mata, 2002:
127-128, figs. 119, 23067 y 151).
Estos oinochoai siempre aparecen decorados y se adscriben al Ibérico Pleno, siendo especialmente
abundantes en los yacimientos del s. III a.C. del área valenciana, especialmente en la del Camp de Turia
(Mata, 1991: 81; Mata y Bonet, 1992: 132; Guérin, 2003: 187). Oinochoai muy similares se han encontrado
en varios departamentos del citado Puntal dels Llops (Olocau, Valencia) (Bonet y Mata, 2002, 134), así
como en el Castellet de Bernabé (Llíria, Valencia) (Guérin, 2003: 187), o en el Tossal de Sant Miquel
(Llíria, Valencia) (Bonet, 1995: 413).
Vaso 2. Olpe de tamaño mediano
La jarra aparece fotografiada dos veces (figs. 4a-b,2 y 5), detectando en ambas fotos la rotura parcial de su
borde que sin embargo no impide que podamos identificar con claridad su boca circular y labio saliente.
Presenta un corto cuello que da paso a un cuerpo globular, mientras que en ambas fotos resulta imposible
poder percibir la forma de la base. Del borde nace un asa de cinta que descansa a media altura del recipiente.
Es posible advertir con nitidez su decoración pintada exclusivamente geométrica. Corresponde al tipo
A.III.2.2.1, que engloba las formas de mediano y gran tamaño, de Mata y Bonet (1992: 132).
La decoración la integra una serie de semicircunferencias secantes con el espacio triangular interno
delimitado relleno de pintura. Este tema ornamental es muy frecuente tanto en las cerámicas pintadas del
área meridional catalana, como en los yacimientos del Camp de Turia y Sureste peninsular, y ofrece una
elevada precisión cronológica al no encontrarse en contextos del s. IV a.C. y desaparecer completamente
a mediados del s. II a.C., por lo que es un motivo que centra su datación en el s. III a.C. (Conde, 1998:
309-310, fig. 3,1; Grau, 2002: fig. 20). Así, es una composición frecuente en el Tossal de Sant Miquel
(Bonet, 1995) o en el poblado de La Serreta (Alcoy, Alicante) (Fuentes Albero, 2007: 71), y más escasa,
aunque también documentada, en los ya citados del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002) o el Castellet
de Bernabé (Guérin, 2003), así como en la cueva de la Torre del Mal Paso (Castellnovo, Castellón)
(Fletcher, 1954a).
En el área edetana, el olpe fue un modelo de jarra que gozó de una menor popularidad que los oinochoai
de mediano y gran tamaño. En la zona valenciana del Camp de Turia no existe en el Tossal de Sant Miquel
de Llíria (Bonet, 1995: 413) y se documenta de forma muy escasa en los restantes yacimientos de la
zona. Así queda demostrado con la sola identificación de un único ejemplar en el Castellet de Bernabé
(Guérin, 2003: 187), y de tres de un total de cincuenta y un ejemplares de jarros en el caso del Puntal dels
Llops (Bonet y Mata, 2002: 134). Aunque es posible hallar algún ejemplar aislado con cronología antigua
(Guérin, 2003: 188), se considera que comienzan a hacerse frecuentes a partir del Ibérico Pleno (ss. IV-III
a.C.) y perduran hasta el Ibérico Final (Mata y Bonet, 1992: 132; Guérin, 2003: 188).
17 Cuyo significado fue abordado en varios estudios por S. Nordström (1968; id. 1969-1973: 168-170 y 211, fig. 21, 7).
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a
b
Fig. 4. Fotografía de los
materiales cerámicos
nº 1 a 11 sobre una
mesa en la casa de la tía
Loretta (a) y dibujo de
los mismos a partir de la
foto anterior (b). Dibujo
M. Pérez.
Fig. 5. Fotografía de los
materiales cerámicos
nº 1 a 13 sobre una
mesa en la casa de la tía
Loretta.
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Vasos 3, 4 y 5. Caliciformes
Las fotografías conservan hasta tres caliciformes de distintos tamaños (uno mediano y otros dos grandes)
(figs. 4a-b,3-5 y 5). A pesar de las diferencias en las dimensiones los perfiles de las piezas son similares,
presentando un pie anular y un cuerpo globular que ocupa la mitad inferior de la pieza. El hombro
redondeado da paso a un amplio cuello cilíndrico que termina en una amplia boca con borde exvasado. Por
tanto, todos pertenecen al mismo tipo A.III.4.1 de Mata y Bonet (1992: 132-133) y su tamaño medio-grande
es un rasgo común durante el s. III a.C.
En las fotografías no se aprecia con la nitidez deseada si albergaban o no decoración. Queda totalmente
descartado que ésta pudiera ser compleja o figurada, mientras que sí que es posible intuir la existencia de
algunas bandas o líneas horizontales, algo que no es raro en este tipo de vasos (Bonet y Mata, 2002: 135;
Guérin, 2003: 188). Otros vasos de esta tipología y dimensiones ya eran conocidos en el yacimiento de La
Monravana, procedentes de hallazgos “de superficie” (Fletcher, 1947: 82, fig. 13A-C), o de excavación
como los recuperados en el dpto. 24 (Aparicio et al., 1984: 322, fig. 8). Este tipo se encuentra ampliamente
documentado en otros yacimientos del Camp de Turia, como el Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002:
135), el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003: 188-189) o en el Tossal de Sant Miquel de Llíria (Bonet, 1995:
413). Las dimensiones de uno de ellos son realmente grandes, lo que lo incluiría en el grupo de aquellos
que tienen diámetros de boca superiores a 15 cm, como se conocen en el Puntal dels Llops (Bonet y Mata,
2002: 135).
Pieza 6. Mano de mortero
Se trata de una mano de mortero (fig. 4a-b,6). Es una pieza maciza con una base ancha circular convexa y
un perfil hiperbólico que culmina en dos apéndices que facilitan su agarre y uso como machacadores para
la molturación de alimentos. Corresponde al tipo A.V.5.2.1 de Mata y Bonet (1992: 137), caracterizado por
sus dos apéndices cortos, aunque también existen manos de mortero con la parte superior acodada o con tres
apéndices radiales (Mata y Bonet, 1992: 137). En algunos casos pueden presentar una decoración incisa o
impresa o una perforación en la zona superior de la pieza (Mata y Bonet, 1992: 137), que no es posible apreciar
en la fotografía, al igual que el hecho de que llevara o no pequeñas piedras incrustadas en su base.
En cuanto a su cronología, aunque aparecen en el Ibérico Antiguo, se hacen muy frecuentes en el Ibérico
Pleno, estando bien documentados en el área edetana (Mata y Bonet, 1992: 137). Por ejemplo, con dos
apéndices los encontramos en el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003: 26, fig. 41, 83) o en el Puntal dels
Llops (Bonet y Mata, 2002: 139, figs. 58, 3054 y 85, 8024). Pero es en el Tossal de Sant Miquel donde este
tipo de manos de mortero es más frecuentes (Bonet, 1995: 74, 104, 172, 176, 234, 240, 252, 259, 263, 270,
283, figs. 28, 187-D. 4; 36, 181-D. 14; 80, 184-D. 41; 87, 2613-D. 41; 113, 2616-D. 101; 119, 5507-D. 102;
123, 5506-D. 110; 127, 5509-D. 114; 130, 5508-D. 116; 133, 0395-D. 118; 145, 180-Sup; 145, 182-Sup).
Por otro lado resulta interesante comprobar que mientras que en Edeta se documentan en abundancia las
manos de mortero de tipología acodada y con dos apéndices, no aparecen representadas aquellas de tres
apéndices radiales (Bonet, 1995: 430), tan frecuentes por el contrario en Los Villares/Kelin (Caudete de las
Fuentes, Valencia) (Mata, 1991: 95, fig. 51, 8, 10, 11, 13-16).
Vaso 7. Imitación de Kylix
La pieza la encontramos fotografiada tanto boca arriba como boca abajo, lo cual nos permite apreciar
también las características de su base (fig. 4a-b,7). Imita una forma Lamb. 42 y a través de las fotografías
no es posible apreciar con nitidez ninguna decoración.18 La copa presenta una amplia boca con borde
18 Sin embargo, algunas sombras de tendencia regular podrían quizás indicar una posible decoración lineal con alguna banda o línea
horizontal.
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exvasado y suave carena a mitad de la pieza, donde se insertan a cada lado un par de asas horizontales
de sección circular. La copa se sostiene sobre un pequeño pie anular. La imitación del kylix pertenece al
tipo A.VI.1 de Mata y Bonet (1992: 139), un tipo que gozó de notable éxito en el área contestana durante
el s. IV a.C. documentándose tanto en las necrópolis murcianas de El Cigarralejo o del Cabecico del
Tesoro (Verdolay, Murcia) como en el poblado de La Bastida de les Alcusses (Page, 1984: 82-89). No
obstante, el ejemplar representado en la foto resulta una imitación de kylix muy similar al hallado en el
departamento 12 del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002: 80-82 y 140, fig. 94, 12007), que presenta
idéntico perfil y carece también de decoración.
Vaso 8. Oinochoe de pequeño tamaño
Las dimensiones son muy similares a las de la pieza Vaso 1. Sin embargo en las dos fotografías conservadas
el oinochoe aparece con la superficie en un tono más oscuro que el resto de vasos (fig. 4a-b,8), lo que
hace que dudemos entre considerarlo como perteneciente a la Clase A de cerámica ibérica fina o si por el
contrario sería una jarra elaborada en cerámica tosca.19 Nos inclinamos por esta última opción, al atisbar
también en su perfil una serie de irregularidades y un burdo alisamiento que también es apreciable en el
Vaso 14. En cualquier caso, se observan diferencias de coloración en la pieza, quizás por estar quemada.
Lo que parece observarse igualmente en el Vaso 11.
El oinochoe presenta una boca trilobulada, un cuello corto y un perfil de tendencia globular, con una
gruesa asa de cinta que nace del labio y reposa en el tercio inferior de la jarra. Aunque no son abundantes, sí
que existe constancia de este tipo de oinochoai de pequeño tamaño realizados en cerámica tosca, adscritos
al tipo B.4.1 de Mata y Bonet (1992: 141, fig. 27, 4), como sucede con un ejemplar procedente del Puntal
dels Llops que también cuenta con un perfil de tendencia globular. Esta serie de oinochoai se datan a partir
del s. III a.C. (ibid.).
Vaso 9. Guttus de barniz negro
La única pieza de barniz negro que aparece en las fotografías de la colección (fig. 4a-b,9) pertenece a un
guttus de la forma Lamb. 45, una importación que se fecha principalmente dentro del s. III a.C. (Mata,
1991: 43; Bonet, 1995: 388), y más concretamente hacia mediados y finales de dicha centuria (Principal y
Ribera, 2013: 80), apareciendo con frecuencia en los yacimientos con esta cronología (Bonet y Mata, 2002:
150). Las fotografías no permiten observar con nitidez si la cazoleta se encontraba decorada y sólo podemos
intuir la posibilidad de que su pitorro fuera leontocéfalo. Por el contrario, sí que podemos atisbar con
claridad su perfil agallonado y observar que conserva un asa sobreelevada de cinta de tendencia circular.
Piezas de este tipo también se encuentran en el dpto. 15 del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002: 87-89 y
150, figs. 103, 15004 y 164), en Los Villares/Kelin (Mata, 1991: 43, fig. 16, 7) o en el dpto. 102 del Tossal
de Sant Miquel (Bonet, 1995: 234 y 388, fig. 114, 111-D. 102).
La pieza fotografiada vendría a sumarse a las documentadas en estos yacimientos, y a su vez se incluiría
dentro del repertorio tipológico de formas que definirían el horizonte de abandono o destrucción de aquellos
poblados que desaparecen a principios del s. II a.C. (200-180 a.C.) como plantea P. Guérin (2003: 176), momento
en el que esta forma deja de elaborarse, sin llegar a rebasar el primer cuarto de la centuria (Vivar, 2005: 35).
Vaso 10. Botella
Aunque no se ha conservado el borde de este vaso, el perfil del mismo es claramente definitorio de
una botella, tipo A.III.1.1 de Mata y Bonet (1992: 131-132). Se trata de un recipiente de apariencia
esbelta, profundo y muy cerrado, que se apoya sobre un alto pie anular (fig. 4a-b,10). Presenta un
19 También cabe la posibilidad de que pudiera tratarse de una pieza ennegrecida al haberse visto afectada por el fuego.
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cuerpo bitroncocónico que da paso a un cuello estrecho, careciendo de asas. La cronología de este tipo
de vasos es muy amplia, ya que se encuentran desde el Ibérico Antiguo y perduran hasta la fase final
de la cultura ibérica (Mata, 1991: 77; Mata y Bonet, 1992: 132). No obstante, y a pesar de su escasa
estandarización el perfil de la forma encuentra paralelos muy similares en otros yacimientos del área de
Llíria, como el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003: 54-55 y 186-187, fig. 86, 224-226), o el Puntal dels
Llops, con numerosos ejemplares de gran y pequeño tamaño (Bonet y Mata, 2002: 134). Este tipo de
vaso también llega a ser muy abundante en un yacimiento más alejado, como es el de de Los Villares/
Kelin (Mata, 1991: 77, figs. 38, 8 y 39, 1-6). Sin embargo, los paralelos más exactos, con un acusado
perfil bitroncocónico y pie anular, los encontramos en el yacimiento del Tossal de Sant Miquel. Una de
las piezas ha conservado su boca acampanada (Bonet, 1995: 126, fig. 54, 267-D. 19), mientras que la
otra se encuentra fragmentada a la altura del cuello (Bonet, 1995: 179, fig. 89, 291-D. 42), al igual que
le sucede al ejemplar fotografiado, con el que se asemeja al presentar también un pie anular alto. Tanto
los ejemplares del Tossal de Sant Miquel como el de la colección que analizamos se encuentran pintados
con una decoración geométrica, pudiendo advertirse en el ejemplar de la fotografía una serie de bandas y
líneas horizontales y un estrecho friso decorado con una serie de trazos cortos verticales.
Vaso 11. Olpe de gran tamaño
Esta jarra aparece fotografiada tres veces (fig. 4a-b,11), al ser uno de los pocos vasos que también se puede
distinguir dentro de la vitrina que acogía a la colección.
Tipológicamente es muy similar al Vaso 2, aunque con un tamaño mucho mayor, lo que la convierte en
el vaso más alto de los que aparecen fotografiados en el ‘bodegón’. También se diferencia de la otra jarra de
boca circular en que este ejemplar cuenta con un cuello mucho más desarrollado que presenta un marcado
baquetón en el tránsito al cuerpo globular. La base aparece indicada y el asa vertical de cinta nace del borde
y finaliza justo debajo del baquetón.
Al igual que el otro ejemplar de jarra, ésta se encuentra con una decoración pintada de carácter
geométrico en la que es posible advertir una serie continua de “SSS” estilizadas separada por una banda y
una línea de una serie de semicircunferencias concéntricas. En este caso la decoración ubicada en el cuerpo
del olpe aporta menos información.
Por lo demás, el vaso también se adscribe al tipo A.III.2.2.1 de Mata y Bonet (1992: 132) y permite
destacar el hecho de documentar dos olpai dentro de este pequeño conjunto vascular, ya que como ya
mencionamos con anterioridad no es un vaso frecuente en la tipología del área edetana (vid. supra).
Vaso 12. Tinajilla con hombro
Esta tinajilla de mediano tamaño la documentamos en una de las fotografías realizadas sobre el ‘bodegón’
dispuesto sobre la mesa (fig. 5 y 6c,12), y en la fotografía realizada a la vitrina, en este caso cubierto
por el plato 13 (fig. 6a-b). Presenta un labio engrosado y borde vertical que se levanta sobre un cuerpo
tritroncocónico con un marcado hombro y un amplio cuerpo de paredes muy verticales que finalizan también
en una acentuada carena inferior que culmina en una base, presumiblemente cóncava o de pie indicado.
Conserva un par de asas verticales cuya morfología no se aprecia con nitidez, pudiendo ser o bien un par de
asas de cinta o un par de asas geminadas. La pieza debe adscribirse al tipo A.II.1.1 de Mata y Bonet (1992:
127, ampliamente extendido en el Ibérico Pleno (Mata, 1991: 67), aunque es un tipo de tinajilla que abarca
una amplia cronología (Bonet, 1995: 410). Tinajillas con un perfil similar con diferentes dimensiones,
normalmente algo mayores, las encontramos tanto en el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003), en el Puntal
dels Llops (Bonet y Mata, 2002), o en el Tossal de Sant Miquel (Bonet, 1995). De gran interés son las dos
urnas con sus tapaderas, una de ellas con restos cremados en su interior y la otra vacía, encontradas en la
ladera sur de La Monravana, e interpretadas como enterramientos aislados, que presentan el mismo perfil y
tipología (Fletcher, 1947: 84 s., fig. 17; 1973, 191; Aranegui, 1987: 99; Bonet y Mata, 1997: 132).
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a
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c
Fig. 6. Vitrina con algunas de las vasijas estudiadas (a). Dibujo de la tinajilla (nº 12) con el plato/tapadera (nº 13) en
la disposición reproducida en la foto anterior (b) y en la que presenta sobre la mesa en la fig. 5 (c). Dibujos M. Pérez.
Por otro lado, llama la atención la ausencia de decoración de la tinajilla, ya que este tipo cerámico
aparece preferente y reiteradamente decorado, ya sea con una sencilla decoración pintada de carácter
geométrico o algo más compleja. Así, todos los ejemplares de este tipo documentados en el Puntal dels
Llops presentan decoración (Bonet y Mata, 2002: 131), y lo mismo sucede en el Castellet de Bernabé
(Guérin, 2003: 184), en Los Villares/Kelin (Mata, 1991: 67) o en el Tossal de Sant Miquel (Bonet, 1995:
410). Es más, en Edeta las tinajillas llegan a constituir el segundo tipo cerámico con decoración compleja
más ampliamente documentado (Mata, 1997: fig. I.14), predominando la vegetal sobre aquella que alberga
escenas de cacerías y enfrentamientos (Mata, 1997: 38). En el caso de las dos tinajillas recuperadas en el
área funeraria de La Monravana, presentan una decoración geométrica compleja a base de series de rombos,
grupos de trazos sueltos ondulados en vertical, series de semicircunferencias concéntricas, bandas y líneas
horizontales (Fletcher, 1947: fig. 17; 1973: 191; Aranegui, 1987: 99). Podemos llegar a pensar que esta
decoración haya desaparecido con el tiempo o con el lavado de la pieza, aunque entre las cerámicas del
Puntal dels Llops también es posible documentar una de estas tinajillas sin decorar en el interior del dpto.
3 (Bonet y Mata, 2002: fig. 56, 3038).
Vaso 13. Plato
De los vasos identificados es la pieza de la que menos información podemos extraer, ya que en ninguna
de las fotos en las que aparece podemos observar su perfil completo (figs. 5 y 6a-c,13). El plato aparece
encajado en una de las fotografías dentro de uno de los caliciformes (nº 4), mientras que en la fotografía
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c
Fig. 7. Fotografías de la tobera (a y b) y dibujo a partir de la primera fotografía (c). Dibujo M. Pérez.
de la vitrina aparece de la misma manera pero sobre la tinajilla (nº 12). En ninguno de los casos es posible
advertir si llevaba decoración alguna, y morfológicamente sólo podemos destacar que se trataba de un
plato con borde reentrante, adscribiéndolo al tipo A.III.8.2 de Mata y Bonet (1992: 134). Este tipo vascular
no aporta demasiada información cronológica, ya que esta serie de platos es frecuente en el repertorio de
vajilla ibérica desde el Ibérico Antiguo hasta la fase final. Sin embargo, y aunque sea a modo de conjetura,
la información que podemos extraer de él se enriquece si relacionamos el plato con la tinajilla sobre la que
aparece formando juego en la vitrina. Precisamente, ello nos remite al binomio tinajilla-plato registrado en
el área funeraria de La Monravana (vid. supra), en donde el plato realizaría la función de tapadera, lo que
pudiera hacer sido el caso de las piezas que analizamos, lo que no contradicen sus dimensiones.
Vaso 14. Tobera
Por último, también documentamos en un par de fotografías una extraña forma cerámica, que destaca por su
singularidad. La pieza cerámica presenta dos cuerpos troncocónicos que culminan en dos bocas, una circular
y otra bilobulada, y que están unidos por la mitad inferior y por una gruesa asa situada entre ambos cuerpos
(fig. 7a-c). Presenta un labio engrosado al exterior y unas marcadas acanaladuras visibles a nivel interno y
en el perfil exterior de la pieza. Tanto la superficie interior como exterior es tosca, de tonalidad oscura y con
desgrasante grueso que llega a ser visible en algunos casos. La pieza se identifica con una tobera, una pieza
realizada en cerámica tosca, tipo B.7.8 de Mata y Bonet (1992: 142). Como señalan estas autoras, la tobera
era empleada para permitir la entrada de aire en los hornos (ibid.). A pesar de que la funcionalidad de este
tipo de piezas prima sobre su estandarización tipológica, se han recuperado algunas piezas muy similares.
Siempre que no identifiquemos la pieza publicada por Fletcher (1947: 81, fig. 11) como el mismo ejemplar
que nos ocupa, encontraríamos en ella otro hallazgo de La Monravana conservado en la colección MuñozSagaseta Jarrin, idéntico a la que presentamos, y muy parecida también a la recuperada en el dpto. 34 Tossal
de Sant Miquel (Bonet, 1995: 160 y 433, fig. 75, 0543-D. 34), que cuenta con dos bocas.20
20 En las toberas procedentes de La Monravana no es posible apreciar este detalle ni en las fotografías de la Tía Loretta, ni en el
dibujo publicado por Fletcher (1947: fig. 11), ya que en este artículo solamente se indica el perfil exterior de los vasos.
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4. EL CONTEXTO DE LOS HALLAZGOS. ALGUNAS REFLEXIONES
Como ya comentamos al inicio de este trabajo, las noticias que recopiló Mme. Odette Taffanel sobre la
fíbula y las cerámicas pertenecientes a la colección de la ‘Tía Loretta’ señalaban al yacimiento de La
Monravana como su lugar de procedencia. La Monravana fue un asentamiento amurallado que tuvo un
amplio periodo de ocupación que se ha fechado entre el s. V y mediados del II a.C. (Bonet et al., 2007:
259), aunque existen discordancias tanto para su datación inicial o final (vid. supra). Los distintos estudios
que han abordado el estudio del yacimiento citan diversos materiales entre los que destacarían las cerámicas
áticas de figuras rojas21 y el barniz negro,22 además de una moneda de Saiti fechada en las primeras décadas
de la segunda mitad del siglo II a.C.23 y cerámica campaniense A24 (Fletcher, 1940; id., 1947: 82-85; id.,
1954b: 19; Uroz Sáez, 1983: 59; Maestro, 1989: 89; Bonet et al., 2007: 259; Fuentes Albero y Mata, 2009:
79-80). Ha sido interpretado como una ‘aldea’ de entre 0,6-0,8 ha, fortificada en todo su perímetro, con
viviendas adosadas al paramento defensivo (Fletcher, 1947: 78-80; id., 1954b: 19; Moret, 1996: 464, fig.
73), destinada a la explotación agrícola, con estructuras dedicadas a la transformación de alimentos, con
áreas de molienda, lagares y elaboración de aceite, además de actividades metalúrgicas evidenciadas por
las dos toberas encontradas (Bonet, 1995: 369-370; Mata, 1997: 18; Bonet et al., 2007: 259; Mata et al.,
2009: 147-148; Bonet y Mata, 2009: 115-116).
La entidad del yacimiento viene remarcada, además, por la documentación de letreros pintados en
sus cerámicas (Pla Ballester, 1961: 220; Unterman, 1990: F.12.1; Mata, 1997: 33), algo que lo vincula
estrechamente a la ciudad de Edeta y que resalta la importancia de su enclave y de sus miembros
dirigentes. Los epígrafes que se documentan en la cerámica de Llíria se consideran estrechamente
ligados al poder político (Bonet y Mata, 1997: 126), y en el Tossal de Sant Miquel, sobre todo, destaca
en los letreros pintados de las cerámicas con decoración compleja (Bonet, 1995: 451-464; Bonet y
Mata, 1997: 126). Con todo ello, las 112 inscripciones halladas en Edeta contrastan con las del resto
de asentamientos subordinados, donde sólo se han podido catalogar entre 1 y 2 inscripciones (Bonet,
1995: fig. 223; Mata, 1997: 21). Así, a excepción de Edeta, la existencia de letreros pintados sobre
los vasos cerámicos es claramente minoritaria (Mata, 1997: fig. I.13), y más si tenemos en cuenta que
cuatro de los yacimientos donde se hallan estos letreros pertenecen a su territorio, como Villaricos
(Bugarra, Valencia), Torre Seca (Casinos, Valencia) o los ya citados del Castellet de Bernabé y La
Monravana, otros dos se encuentran en áreas de influencia directa como Sagunto o Torre del Mal
Paso (Castellnovo, Valencia), mientras que las piezas de Los Villares de Caudete de las Fuentes deben
considerarse importaciones edetanas (Mata, 1997: 33).
La vinculación con Edeta se hace igualmente patente a nivel iconográfico, pues entre la cerámica de
La Monravana también se ha documentado la típica flor trilobulada representada en las cerámicas del área
edetana (Aranegui et al., 1997: 165-166; Pérez Ballester, 1997: 139), que supone el motivo vegetal más
característico y repetido de la cerámica del Tossal de Sant Miquel, donde el 77% de las variantes de flor
recogidas pertenecen a este tipo (Elvira, 1979: 213-214; Aranegui et al., 1997: 165).
Esta información contribuye a valorar adecuadamente el contexto de procedencia de las cerámicas
analizadas en las fotografías, a las que debemos sumar también dos fragmentos figurados interesantes
procedentes del dpto. 4 con figuras incompletas de guerreros25 provistos de cascos con cimera (Pericot,
21 Algunas de ellas ya publicadas por Fletcher (1947: 84, fig. 15) y estudiadas en conjunto por G. Trías (1967: 315-316, lám. CLVI,46) quien las fecha en el s. IV a.C.
22 Cuyas cerámicas de barniz negro se incluirían según P. Guérin (2003: 176) en un periodo cronológico que abarcaría entre el 200180 a.C. similar al que se aprecia en otros poblados de la zona.
23 Se trata de una unidad asimilable al primer estilo y derivados (Ripollès, 2007: 92, 144, grupo II.2, cat. 45e).
24 La presencia de Campaniense A antigua (Aparicio et al., 2005: 90-91) estaría en sintonía con la propuesta de P. Guérin (2003: 176).
25 También imágenes en Pericot (1979: 180, fig. 272), aunque en el texto de la figura se cita erróneamente que el fragmento procede
del Tossal de Sant Miquel.
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1979: 180, fig. 272a-b; Maestro, 1989: 88-92, figs. 21 y 22; Fuentes Albero y Mata, 2009: 80, fig. 23). A
estos fragmentos se les une otro decorado con motivos zoomorfos en el que aparecen dos cuadrúpedos, uno
de ellos identificado con claridad con una cierva (Pericot, 1979: 181, fig. 275). Sobre uno de estos animales
se abalanza en picado un ave, un motivo que será frecuente en las cerámicas del área aragonesa (Beltrán
Lloris, 1976; id., 1996; Maestro, 1989: 49-77, figs. 5-16).
La distribución de estos vasos figurados, que deben considerarse como auténticos bienes de prestigio,
tanto en el Tossal de Sant Miquel, como en los asentamientos circundantes, permite intuir la existencia
de diferentes rangos entre las elites. Este hecho corrobora que se trata claramente de una cerámica de
prestigio, vinculada a determinados núcleos urbanos y con una seleccionada distribución en el territorio
edetano y fuera de él (Bonet, 1995: 439-448; Mata, 1997: 42-48; Mata et al., 2000: 392 y 395). Esta
singular presencia de vasos de prestigio debe relacionarse, evidentemente, con la presencia de una elite
con capacidad y autonomía para establecer relaciones particulares con otros centros o territorios alejados
de Edeta, un aspecto que podría quedar constatado con la presencia en La Monravana de una fíbula cuya
distribución se encuentra fuera del territorio edetano.
Ciertamente, la entidad de La Monravana y la información transmitida por Taffanel permite
insertar de un modo coherente la tipología cerámica representada en las fotografías dentro del contexto
arqueológico que presenta este yacimiento, existiendo además importantes similitudes entre el material
fotografiado y los vasos cerámicos recuperados en el poblado. El hecho de que en las fotografías hayamos
identificado una tobera idéntica o quizás incluso la misma de la colección Muñoz-Sagaseta Jarrin, con
seguridad procedente de La Monravana (Fletcher, 1947: 81, fig. 11) contribuye a dar verosimilitud
a la información transmitida por Taffanel. Al mismo tiempo, la existencia también de una tinajilla
tritroncocónica, completamente conservada, similar a las que se encontraron extramuros en un contexto
funerario (Fletcher, 1947: 84-85, fig. 17; 1973: 191; Aranegui, 1987: 99; Bonet y Mata, 1997: 132)
tampoco contradice esta adscripción.
Sin embargo, estas evidencias creemos que merecen algunas reflexiones. En primer lugar desconocemos
el orden y meticulosidad con el que se configuró la colección Muñoz-Sagaseta Jarrin, teniendo en cuenta
que también poseían materiales procedentes del Castellet de Bernabé (Fletcher, 1947: 67), El Castellar
de Casinos (Fletcher, 1947: 68), la Torre Seca (Fletcher, 1947, 72; Gil-Mascarell, 1969: 139) y de la
Cova Foradà (Fletcher, 1947: 75). Unos materiales que, al igual que los que conservaba la Tía Loretta,
pertenecerían a una misma región y periodo cronológico. La Monravana se encuentra a 5 km de Casinos,
frente a la Cova Foradà, y a poco más de 6 km de distancia de la Torre Seca, por lo que los vasos cerámicos
ibéricos que aparecen en las fotografías que aquí estudiamos obedecen a una tipología repetida en todos los
yacimientos de esta zona26 con ocupación entre mediados del s. III-mediados del s. II a.C. De este modo, no
puede descartarse por completo que una parte de la colección de la Tía Loretta pudiera proceder de alguno
de estos yacimientos, como la Torre Seca, poblado localizado a unos 2 km de Casinos, en el que las labores
agrícolas propiciaron también vasos cerámicos completos que formaban parte de diversas colecciones
particulares (Gil-Mascarell, 1969: 139; Fletcher, 1947: 71-72; id., 1985: 17).
El extraordinario estado de conservación de los vasos expuestos en la mesa y la vitrina de la Tía
Loretta es algo que llama poderosamente la atención y puede ayudarnos a plantear su hipotético contexto
de procedencia, teniendo en cuenta las noticias y datos arqueológicos hasta ahora conocidos de La
Monravana. Quizás la ausencia más destacada entre los materiales conocidos de este yacimiento sea
la de los olpai y oinochoai que no aparecen mencionados por Fletcher (1947: 81-83; 1954b, 19), y que
tampoco se citan en los listados de materiales recogidos en las campañas de intervención de finales de los
70 y principios de los 80 (Aparicio et al., 1983; 1984). Por otra parte, los platos, páteras y caliciformes
que sí apreciamos en la colección de la Tía Loretta, están bien constatados en el yacimiento (Fletcher,
26 La relación cerámica entre los poblados de la zona Llíria-Casinos, atendiendo a su morfología y motivos decorativos, ya fue
señalada con anterioridad (Gil-Mascarell, 1969: 149).
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1947: 82, fig. 13A-C; 1954b, 19; Aparicio et al., 1979: 231; Aparicio et al., 1983: 292 y 297; Aparicio
et al., 1984: 322). Incluso en la campaña de excavación de 1983, se hallaron en el departamento 24 tres
vasos caliciformes prácticamente completos en un nivel de cenizas (Aparicio et al., 1984: 322, fig.
8). Estos materiales y su tipología serían los que estarían en uso cuando aconteció el final violento del
poblado (Bonet et al., 2007: 259) causado por un gran incendio: “Los objetos reposan sobre una fuerte
capa de cenizas, lo que permite suponer que un incendio, tal vez provocado por acción bélica, fué la
causa del abandono de la población” (Fletcher, 1954b: 19).
En cuanto a la tinajilla con hombro de la colección, si bien puede proceder de este mismo contexto,
no puede olvidarse que es de idéntica tipología a aquellas que hacían las veces de urna cineraria en
una posible área funeraria (Fletcher, 1947: 84-85, fig. 17; id., 1954b, 19; id., 1973, 191; Gil-Mascarell,
1973: 36; Aranegui, 1987: 99; Bonet y Mata, 1997: 132). Esto permite plantear la hipótesis de que,
al menos, el juego de tinajilla y plato-tapadera conservado en la colección pudiera proceder también
de un contexto funerario, explicando así su extraordinario estado de conservación. Sin embargo, de
nuevo debemos confiar en la información transmitida a Odette Taffanel acerca de su procedencia,
ya que se tiene constancia de otros hallazgos casuales de urnas con huesos y cenizas por parte de
campesinos27 (Fletcher, 1947: 70, nota 1). A ello se le debe sumar que fueron precisamente “las
constantes y sistemáticas excavaciones clandestinas que con total impunidad se venían realizando
en el yacimiento” las que motivaron retomar las excavaciones en 1978 (Aparicio et al., 1979: 231),
pudiendo proceder los vasos fotografiados de este poblado.
Por otro lado, en el plano iconográfico ya hemos mencionado la existencia de algunos fragmentos
cerámicos figurados que permiten constatar la relación del yacimiento con Edeta. Sin embargo, la cerámica
ibérica pintada de La Monravana se caracteriza por unas composiciones predominantemente geométricas,
de carácter complejo, a base de bandas, filetes, series de rombos, tejadillos, costillares, circunferencias y
semicircunferencias concéntricas, etc. (Fletcher, 1940: 132; id., 1947: 81-82, fig. 12; Aparicio et al., 1979:
232; Aparicio et al., 1983: 290, 292, 297 y 300; Aparicio et al., 1984: 319 y 322) o vasos de cerámica
común sin decorar (Fletcher, 1947: 82, figs. 13 y 14; Aparicio et al., 1983: 290 y 300; Aparicio et al., 1984,
319). Estas características son las que presentan también las piezas estudiadas en las fotografías, donde
tampoco se aprecia ningún vaso que posea decoración figurada, a excepción de los ojos apotropaicos y los
roleos vegetales de uno de los oinochoai (Vaso 1).
Junto a la colección cerámica fotografiada tenemos el caso de la fíbula, un objeto poco habitual
entre los materiales de La Monravana (Fletcher, 1947: 78-85; Rams, 1975; Aparicio et al., 1979:
231-232; 1983: 289-302; 1984: 317-325; etc.), tratándose además de un modelo sin paralelos en los
yacimientos edetanos (Bonet, 1995; Bonet y Mata, 2002; Guérin, 2003). La aparición de ejemplares
del tipo en el sur de Cuenca y las tierras del interior valenciano en torno a Casinos y Chelva debe
ponerse en relación con la existencia de una importante vía que comunicaba esta zona con el área
turolense y conquense. La investigación del yacimiento, centrada en sus restos constructivos y
materiales, no se hizo eco de una información que transmitían algunos de los primeros trabajos
dedicados a este poblado y que mencionaban que se situaba “en un cerrete, al borde de una antigua
vereda de ganado” (Fletcher, 1954b: 19), aún utilizada a mediados del s. XX (Fletcher, 1947: 78).
Esta vía ganadera podría estar fosilizando un antiguo camino vía existente en época protohistórica.
Así, sucedía durante la Baja Edad Media, en donde Cuenca constituía un epicentro de caminos que
la unían con Toledo, con Teruel y Zaragoza, con Burgos, con Huete, La Mancha y Alarcón, y con
Valencia, siendo precisamente su ubicación en la frontera aragonesa la que facilitaría su comunicación
con tierras de Aragón y Valencia (Quintanilla, 2001: 42).
27 Los señores Muñoz y Sagaseta Jarrin informaron a D. Fletcher (1947: 70, nota 1) de dos urnas también aisladas con huesos
y cenizas en la partida de “Campaners” junto a la carretera de Valencia a Casinos, aunque sin posibilidad de adscribirlas con
seguridad a este periodo ibérico.
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La posición de La Monravana junto a un camino natural ganadero podría constituir a su vez un motivo
estratégico, ya que este aspecto económico constituía también un factor importante dentro de la sociedad
ibérica. Este hecho ya ha sido defendido para el Puntal dels Llops, asentamiento ubicado en el inicio del
llamado “camino corto” hacia Segorbe (Alfaro, 2001: 230). Pero además, junto al “camino largo”, vía de
trashumancia que se adentra hacia el territorio turolense, se localiza el yacimiento de Els Tres Pics ya en la
comarca de Casinos (Fletcher, 1947: 68-69, fig. 1; Alfaro, 2001: 230) y coincidiendo la actual carretera en
este tramo con la Vereda Real ganadera (Alfaro, 2001: 230). Junto a este, se debe destacar que el Castellar
de Casinos se sitúa en las montañas que separan el Camp de Turia del llano de Villar del Arzobispo “en
una encrucijada de caminos que comunican el llano con el interior” (ibid.) quedando Pico de los Serranos
(Chulilla, Valencia) en un lugar denominado hoy “La Bajada” como recoge C. Alfaro (2001: 230) desde
donde sería ya fácil enlazar con el asentamiento de La Atalaya de donde proceden dos de las fíbulas de la
misma tipología que la hallada en La Monravana.
5. CONCLUSIONES
Con los argumentos expuestos, la adscripción de los materiales de la colección de la Tía Loretta al poblado
de la Monravana señalada por Taffanel parece probable, al menos por lo que respecta al material cerámico
fotografiado, dadas las similitudes en tipología y conservación con el recuperado en las campañas de
excavación en el yacimiento y la práctica seguridad de que algunos de los elementos presentados, como la
tobera, pasaran a integrarse posteriormente a otras colecciones formadas en el mismo yacimiento, como la
colección Muñoz-Sagaseta Jarrin. La información que obtenemos del pequeño conjunto cerámico encaja
en el repertorio tipológico conocido en el territorio de Edeta entre finales del s. III e inicios del s. II a.C.,
una cronología claramente posterior a la que cabe plantear para la fíbula estudiada, si tenemos en cuenta la
datación de los demás ejemplares con nudo hercúleo de contexto conocido.
Sin entrar a discutir la concepción de la centralidad y dependencia de los territorios del valle medio
del Turia en época ibérica avanzada, articulado y capitalizado por el gran núcleo de población que
es el Tossal de Sant Miquel, oppidum que jerarquiza un extenso territorio en el que se incluyen otros
yacimientos de dimensiones más reducidas y dependientes de él, como pequeños caseríos o aldeas y
atalayas o fortines, como el Castellet de Bernabé, La Monravana o el Puntal dels Llops, o pequeñas
factorías agrarias (Bernabeu et al., 1987; Bonet el al., 2007), podemos ver ahora como algunos de estos
centros tendrían la capacidad de establecer relaciones de cierto alcance con áreas alejadas de su territorio.
Así lo confirmaría la fíbula de la colección Taffanel, asimilable a un modelo bien definido desde el punto
de vista morfológico y cultural como demuestra su distribución geográfica a lo largo de la franja que
discurre por las tierras meridionales de la provincia de Cuenca (2 ejemplares) y las comarcas valencianas
limítrofes (4 ejemplares), un territorio que se extiende entre la Edetania y la Celtiberia meridional, lo
que resulta de gran interés, dada la identificación de una variante en plata en las tierras de la Celtiberia
nuclear, a las que se añaden dos ejemplares más, en las tierras de la Contestania.
AGRADECIMIENTOS
El trabajo se ha visto enriquecido con los comentarios y ayuda de D. José María Segura, Dr. Ignacio Grau, D. Alejandro
Martínez y familia, D.ª Concepción Rodríguez, D. Juan Manuel Millán, Dr. Jaime Vives-Ferrándiz, D.ª Monica Weber
y, claro está, a Mme. Odette Taffanel.
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 241-260
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Marta BLASCO MARTÍN a
Dados y fichas de la Edad del Hierro
en la Península Ibérica
RESUMEN: En este trabajo presentamos una compilación de los dados encontrados en el sur y este
peninsular entre los siglos VI-I a.C. Se ha incidido en los contextos, en las diversas materias primas
en las que se han realizado, en sus características físicas y en las piezas asociadas a los mismos que
pueden interpretarse como parte de juegos antiguos. Además, se analiza la orientación de las marcas
en cada una de las caras de los dados y su numeración. Todo ello desde una visión comparativa con
otras culturas mediterráneas de la Antigüedad. Asimismo, se recogen una serie de piezas cúbicas y
paralelepipédicas similares a los dados, pero que por sus características físicas consideramos distintas
a estos y se plantean sus posibles usos.
PALABRAS CLAVE: Época Ibérica, dados, fichas, astrágalos, “petits objets”, juegos antiguos, azar,
adivinación.
Dice and tokens (dominoes) of the Iron Age in the Iberian Peninsula
ABSTRACT: In this essay, we analyse a compilation of dice (VI-I B.C.) found in the south and south
east of the Iberian Peninsula. We have paid special attention to the contexts, the different raw materials
in which they have been made, their physical characteristics and the artifacts associated to such dice
as they can be interpreted as part of ancient games. Furthermore, we have analysed the facing and
positions of each numeration and face for every dice. All of this has been done from a comparative
perspective with other antique Mediterranean cultures. Additionally, we collect a series of cubic
and parallelepipedic pieces similar to the dices, but we consider them different due to their physical
characteristics. We propose some uses for these objects too.
KEYWORDS: Iberian period, dices, tokens (dominoes), knucklebones, small finds, ancient games, luck,
prediction.
a
Personal Investigador en Formació, Subprograma “Atracció de Talent” (VLC-CAMPUS), Universitat de València.
marta.blasco@uv.es
Recibido: 15/12/2015. Aceptado: 11/02/2016.
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M. Blasco Martín
1. INTRODUCCIÓN
Por un hallazgo “casual” en la bibliografía mientras buscábamos piezas realizadas sobre hueso, asta
y marfil en yacimientos ibéricos, encontramos información sobre tres dados fabricados sobre hueso1
depositados en la tumba 43 de la necrópolis ibérica de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia)
(García Cano et al., 2008: 57). Esta referencia nos llevó a realizar una búsqueda más exhaustiva de
este tipo de piezas en cronologías prerromanas y nos hizo plantearnos una serie de preguntas que
responder: ¿Cuándo aparecieron los primeros dados? ¿Quiénes los inventaron? ¿Cuándo llegaron los
primeros dados a la Península Ibérica? ¿En qué materiales se realizaron? ¿En qué contextos aparecen?
¿Cuándo se generalizó su uso? Algunas de estas preguntas no han resultado fáciles de responder, pero la
búsqueda sistemática de información bibliográfica, así como la revisión y estudio personal de los dados
a los que hemos podido tener acceso recuperados en el territorio de la Cultura Ibérica, nos han permitido
obtener los datos y conclusiones que presentamos en este trabajo.
2. ORIGEN DE LOS DADOS
El primer punto que debemos tratar es el del origen de los dados. Tras una investigación exhaustiva, que
fuese más allá de teorías e ideas contradictorias que fácilmente pueden encontrarse por la red, debemos
señalar que las evidencias arqueológicas que hemos podido documentar en diferentes publicaciones
científicas, nos revelan un panorama que no aclara con rotundidad dónde y cuándo fijar el origen de estas
piezas de juego. Manniez (2010), en su trabajo sobre los dados de hueso de época romana de la ciudad
de Nîmes, señala que el origen de éstos se asocia a los griegos o a los lidios, pero hay constancia de su
existencia anterior en el Egipto Faraónico. Y bien es cierto que en el Antiguo Egipto encontramos dados
dentro de su cultura material y referencias de algunos autores a su existencia (Moret, 1993: 128; Luck,
1995). Se han encontrado dados, por ejemplo, en las excavaciones de Deir el-Medinah en contextos
del Nuevo Imperio (Caubet, 2004: 46) o en Tanis, donde se recuperó un dado datado en el I mil. a.C.2
realizado sobre marfil de hipopótamo, de forma cuadrangular y con la puntuación de sus caras igual a los
dados actuales, esto es, las caras opuestas suman, entre ambas, siete: 1-6; 2-5; 3-4.
Por otra parte, si hablamos de los primeros juegos de azar que conocemos no podemos menos que
empezar hablando del mundo mesopotámico, concretamente del Juego de Ur, hallado en la Tumba
PG/789 del Cementerio Real, con una cronología de mediados del III milenio a.C., lo que lo convierte
en el juego de mesa más antiguo conocido. Está realizado sobre madera, concha y lapislázuli y,
actualmente, se encuentra expuesto en el British Museum de Londres. Este juego no requería de dados
en sí, sino que contaba con una serie de fichas puntuadas que podrían ser lanzadas. Desconocemos
exactamente las reglas que se utilizarían para jugar (Ascalone, 2008: 255; Llagostera, 2011: 306-307).
Para el mundo egipcio conocemos también juegos completos de azar, en los que no necesariamente se
utilizaban dados, sino que también se podía jugar lanzando tabas, bastoncillos o fichas en las que se
señalaba la puntuación pertinente. Como el senet, un juego de tablero, popular entre todas las clases
sociales egipcias, y del que, de nuevo, desconocemos exactamente las reglas (Llagostera, 2011: 307308). Sí sabemos que este juego desempeñó durante el Imperio Nuevo una función funeraria, ya que
aparece citado en el capítulo diecisiete del Libro de los Muertos. El difunto debía jugar una partida
contra un adversario invisible y, si vencía, quedaba garantizada la pureza de su corazón (Fassone y
Ferraris, 2008: 225). Por tanto, vemos que tenemos constancia de los juegos de azar desde mediados del
1
2
Su posterior revisión en el Museo Arqueológico Jerónimo Molina (Jumilla, Murcia) nos permite corregir esta información y
afirmar que estos tres dados fueron realizados sobre marfil, no sobre hueso.
No se especifica una cronología más concreta (Caubet et al., 2004: 48).
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III mil. a.C. en Mesopotamia y desde el Imperio Nuevo en el Egipto Faraónico. Además, dados y otras
piezas de juego también se han recuperado en yacimientos griegos (Béal, 1983: 354) y etruscos (Artioli
et al., 2011) con una cronología que al menos alcanza el s. VIII a.C.
Si, más allá de los vestigios materiales, nos apoyamos en la lectura de los autores de la Antigüedad para
señalar el origen de los dados, debemos apuntar las palabras de Heródoto de Halicarnaso (s. V a.C.) que explica
que fueron los lidios los que inventaron los juegos de dados y de las tabas: “Los mismos lidios afirman que los
juegos a los que hoy se juega entre los griegos son invención suya. Y al mismo tiempo que los inventaron, esto es
lo que los lidios cuentan, colonizaron Tirrenia. He aquí lo que explican. En tiempos del rey Atis, hijo de Manes,
hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de comida. Primero los lidios la soportaron con acopio de
paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos, y uno inventó una cosa, y otro otra. De manera
que data de entonces la invención del juego de dados, del juego de tabas, del juego de la pelota y de todos los
demás juegos a excepción del juego de damas, el cual los lidios no dicen haber inventado. Y explican que,
tras haberlos inventado, engañaban así el hambre: jugaban un día entero para no tener que haber de buscar
comida; al día siguiente dejaban el juego y comían” (Heródoto, Historia, I, 94).
En los poemas épicos de la Odisea y de la Ilíada datados en torno al s. VIII a.C., no encontramos
referencias expresas a los dados, pero sí aparecen varias escenas en las que los hombres toman importantes
decisiones “echando suertes” (Ilíada, III, 314-316; VII, 170-192; Odisea, X, 203-210) o en las que,
simplemente, para entretenerse en sus horas vacías, los hombres, en este caso los pretendientes de Penélope,
mientras Odiseo está ausente, estaban “gozando en jugar a las suertes” (Odisea, I, 106-108).
Autores clásicos posteriores a la guerra de Troya y al viaje de regreso de Odiseo, como Pausanias en
su obra Descripción de Grecia, señalan que fue Palamedes de Argos quien inventó los dados (Pausanias,
Libro X, 31, 1). Palamedes, contemporáneo de Odiseo y Aquiles, tiene una presencia sucinta en la guerra
de Troya, siendo quién desenmascaró el engaño de Odiseo cuando fingió estar loco para evitar participar en
la guerra. Esto provocaría la venganza de éste (Apolodoro, Epítome 3: Prehomérica, 1-8).
Las evidencias pictográficas también nos remiten al juego de los dados en el contexto del conflicto
troyano. Tal es el caso de la escena de figuras negras pintada por Exequias en un ánfora datada entre el 540530 a.C. en la que podemos ver cómo los guerreros Aquiles y Ayax disputan una partida a los dados.3 Es
una escena que no aparece narrada en los cantos homéricos, pero que se perpetuó en la tradición posterior.
Por otro lado, esta imagen no resulta difícil de imaginar, puesto que en diez años que duró el asedio a
Troya, los guerreros pasarían muchas horas ociosas que podrían ocupar a través de juegos de azar. Se ha
debatido sobre si en esta famosa escena Aquiles y Ayax están jugando a los dados, a las tabas, o quizás a
otros juegos de mesa en los que no se requiriese lanzar ninguna “suerte”, sin embargo, el hecho de que el
pintor Exequias añadiese como inscripción las palabras “cuatro” y “tres” pronunciadas por Aquiles y Ayax,
respetivamente, hace pensar que estos guerreros estuvieran lanzando los dados.
En el mundo etrusco tenemos también evidencias de la presencia de dados fabricados sobre hueso,
marfil y aragonita en el registro arqueológico desde, al menos, el s. VIII a.C. (Artioli et al., 2011).
3. METODOLOGÍA DE TRABAJO
Para realizar este estudio partíamos de una serie de preguntas: ¿Dónde aparecen los primeros dados
en la Cultura Ibérica? ¿Se recuperaron en espacios de trabajo, habitacionales, rituales o en necrópolis?
¿Podían asociarse con otras piezas que pudieran formar parte de juegos, como serían las fichas o las
tabas? ¿Aparecieron junto a una cultura material especialmente rica o todo lo contrario? Empezamos
centrándonos en la localización de los dados, en el tipo de yacimiento y en el contexto arqueológico en
el que se recuperaron así como con qué piezas aparecieron asociados. Estas asociaciones son un punto
3
http://mv.vatican.va/4_ES/pages/x-Schede/MGEs/MGEs_Sala19_04_056.html (consultado el 30 de junio de 2015).
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M. Blasco Martín
central de esta investigación, ya que nos permiten identificar posibles juegos prerromanos. Seguidamente,
analizamos las características físicas de cada dado: medidas, peso, materia prima, forma (cúbica u oblonga),
la puntuación que presenta, la disposición de ésta entre caras opuestas, la orientación de las marcas de
puntuación y el tipo de éstas (un círculo inciso simple, doble o triple). Hemos prestado también atención a
las tipologías de dados desarrolladas por investigadores precedentes. Béal (1983) en su trabajo sobre le petit
mobilier del Museo Arqueológico de Nîmes los clasifica dentro del grupo de objetos con sección cuadrada o
rectangular, distinguiendo entre: B I: dados que presentan en el cuerpo un hueco que se correspondería con
el canal medular del hueso largo que sirvió de soporte para fabricarlos; B III 1: dados plenos (cuyo tamaño
señala que raramente sobrepasa los 16 mm) y los excepcionales dados hexagonales: B III 2. Si prestamos
atención a su tamaño podemos seguir la tipología de Manniez (2010) que continuó con el trabajo de análisis
de los dados de época romana de la ciudad de Nîmes que había empezado Béal. En él realiza una triple
distinción de los dados de forma cúbica según sus medidas sean: entre 18-29 mm (dados de talla grande);
entre 11-17 mm (dados de talla media); menos de 11 mm (dados en miniatura). Por otro lado, habla de
los dados en forma de paralelepípedo (dados oblongos) cuya longitud media sitúa entre los 8,5-21,5 mm.
En nuestro estudio hemos querido ir más allá de la forma y las medidas, por ello hemos prestado especial
atención a la numeración y a la orientación de las marcas de cada una de las caras de los dados, siguiendo el
estudio de Artioli, Nociti y Angelini (2011) sobre noventa y un dados etruscos. Este trabajo nos ha servido
como referente metodológico básico para analizar los dados documentados en el panorama ibérico. Estos
investigadores aplicaron diferentes técnicas arqueométricas de análisis, así como principios matemáticos
sobre la teoría de las permutaciones del azar respecto a las distintas disposiciones de las puntuaciones
en cada una de las caras de los dados. Por eso hemos tenido en cuenta la disposición de la puntuación en
cada dado analizado. Además, este tipo de estudio ha aportado también interesantes resultados acerca de
los dados romanos recuperados en Francia (Manniez, 2010; Poplin, 2012). Igualmente, hemos seguido
el trabajo de Poplin (2012) sobre la numeración y la orientación de los dados antiguos y medievales. Su
estudio parte de la pregunta: “Dans quelles directions de la pièce regardent les différences faces?” (2012:
30). Porque las opciones son numerosas, y resulta significativa la predilección por unas opciones u otras.
En primer lugar, hay que diferenciar cómo está dispuesta la numeración entre las caras opuestas del dado.
Debemos tener en cuenta que la numeración de cada cara en un dado cúbico va del 1 al 6 (puesto que no
tenemos constancia de ninguno en el que la puntuación supere este número). Cuando las caras opuestas
del cubo suman, entre ambas, siete (1-6/ 2-5/ 3-4) lo llamaremos “forma clásica”. Esta es la disposición de
la numeración de los dados actuales. Pero no siempre los dados en la antigüedad tenían esta disposición
clásica que hoy día domina, sino que encontramos un buen número de ejemplos en los que las caras están
opuestas de “forma progresiva” (1-2/ 3-4/ 5-6). Por ejemplo, en el enclave romano de Saint-Denis, por 20
dados recuperados con la numeración de forma clásica, se recuperaron otros 20, con la forma progresiva
(Poplin, 2012: 31). Otro ejemplo, el de los resultados obtenidos del análisis de la numeración de los noventa
y un dados etruscos depositados entre los museos italianos de Chianciano, Chiusi, Orvieto, Sarteano,
Tarquinia y Tuscania (Artioli et al., 2011), en los que también están presentes solo estas dos posibilidades
de numeración, la forma clásica y la forma progresiva. En este caso, además, los investigadores señalan las
diferencias cronológicas que existen entre el uso de cada una de ellas. Así, la forma progresiva fue utilizada
desde el s. VIII a.C. hasta mediados del s. IV a.C. y, por su parte, la forma clásica está presente en los dados
a partir del s. V a.C. y, desde mediados del s. IV a.C. es la única que se realiza. En los dados etruscos solo
aparecen estas dos formas de numeración y, además, permiten plantear una diferenciación cronológica.
Esto no ocurre en los dados analizados para este trabajo.
Debemos ir un paso más allá y una vez que hemos identificado el tipo de numeración entre las caras
opuestas de cada dado, nos fijaremos en la orientación de las marcas de la numeración en cada cara; ya
que, aunque los números 5, 4 y 1 no suelen variar en su orientación, los números 6, 2 y 3 sí lo hacen. Estos
dos últimos pueden orientarse diagonalmente hacia la izquierda “/”o hacia la derecha “\” (por no decir, que
en algunas ocasiones, incluso pueden aparecer orientados vertical y horizontalmente). Por su parte, en el
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Fig. 1. Esquemas de
orientación de las
marcas de cada una de
las caras de un dado
clásico. Basado en
Poplin (2012).
número 6, las dos líneas con las tres marcas que componen este número pueden disponerse en el sentido
“H” o “=” (Poplin, 2012: 31). La combinación de todas las posibilidades de orientación sería, teniendo
en cuenta todas las posibles variaciones,4 de dieciséis (fig. 1). Igualmente, dieciséis serían también las
combinaciones posibles en la disposición de la puntuación en un dado de puntuación progresiva. Al plasmar
los esquemas de las formas de orientación de las marcas de cada una de las caras de un dado hemos seguido
el trabajo de Poplin (2012).
Tabla 1. Lista de posibles combinaciones de las numeraciones entre las caras opuestas de
un dado. Aparecen resaltadas las combinaciones presentes en los dados prerromanos de
la Península Ibérica. Tabla basada en Artioli et al., 2011: 1037-1038.
1-2/ 3-4/ 5-6
1-3/ 2-4/ 5-6
1-4/ 2-3/ 5-6
1-5/ 2-3/ 4-6
1-6/ 2-3/ 4-5
1-2/ 3-5/ 4-6
1-3/ 2-5/ 4-6
1-4/ 2-5/ 3-6
1-5/ 2-4/ 3-6
1-6/ 2-4/ 3-5
1-2/ 3-6/ 4-5
1-3/ 2-6/ 4-5
1-4/ 2-6/ 3-5
1-5/ 2-6/ 3-4
1-6/ 2-5/ 3-4
Si tenemos en cuenta que las posibilidades de numeración entre las caras opuestas de un dado son
quince (tabla 1) y que, en cada una de esas quince posibilidades, las marcas de la puntuación se disponen,
tal y como ya hemos señalado, de dieciséis formas distintas (sin tener en cuenta que las marcas del dos y
el tres se dispongan horizontal o verticalmente), nos encontramos con 240 posibilidades en la disposición
de la numeración y de la orientación de las marcas que componen un dado. El hecho de ser consciente de
este elevado número de combinaciones nos hará reflexionar aún más sobre el porqué de que entre tantas
posibilidades se repiten los dados con los mismos patrones.
4
Sin incluir los casos, ya que no suelen ser habituales, en los que la orientación de las marcas de los números 2 y 3 fueran en sentido
horizontal o vertical. Si incluyésemos estas posibilidades el número total de esquemas posibles aumentaría considerablemente
(Poplin, 2012: 31).
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M. Blasco Martín
4. PIEZAS ANALIZADAS
Presentamos un total de siete dados cuya cronología se sitúa en la 2ª Edad del Hierro, entre el s. V y el s.
I a.C. Trataremos también el caso de otras seis piezas que, aunque no puedan catalogarse genuinamente
como dados, poseen ciertas similitudes que no podemos dejar de señalar (tabla 2 y fig. 2) Aparte de ello,
haremos referencia a otros dados descontextualizados que nos han planteado dudas sobre si podrían
haber sido ibéricos.
A pesar de que este estudio pretendía centrarse en la época ibérica no podíamos dejar de incluir uno
de los dos dados más antiguos de los que tenemos constancia en la Península Ibérica, el recuperado en el
yacimiento de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz), cuya cronología se sitúa en torno al s. V-s.
Tabla 2. Dados y otras piezas cúbicas o paralelepipédicas analizadas
ID Yacimiento Cronología
Contexto
hallazgo
Material
Medidas
(mm)
Almacén
Pizarra
23x22x23
Peso Puntuación Marcas
(g)
Clasif. Clasif.
Béal
Manniez
Dados
1
Cancho
Roano
s. V-IV a.C.
2
Estacar de
Robarinas
f. s. V-m. s. IV a.C. Tumba
Caliza
17x17x17
10
1-2/ 3-5/
4-6
Círculo simple B III 1 Talla
media
3
Coimbra
1er cuarto s. II a.C. Tumba
Barr. Ancho
Marfil
9x9x9
-
Clásica
Doble círculo
B III 1 Miniatura
4
Coimbra
1er cuarto s. II a.C. Tumba
Barr. Ancho
Marfil
9x9x9
-
Clásica
Doble círculo
B III 1 Miniatura
5
Coimbra
1er cuarto s. II a.C. Tumba
Barr. Ancho
Hueso
9x9x9
-
Clásica
Doble círculo
B III 1 Miniatura
6
El Palomar
1er tercio s. I a.C.
Habitación
Cerámica 19x18x17,5
9,12
1-3/ 2-4/
5-¿6?
Círculo simple B III 1 Talla
grande
7
Penya
de l'Àguila
s. II-I a.C
Sin contexto Plomo
(poblado)
13x13x13
15,98 Clásica
23,09 Clásica
Doble círculo
B III 1 Talla
grande
Círculo simple B III 1 Talla
media
Otros
8
Basti
1ª mitad s. IV a.C. Tumba
Caliza
18x18x10
9
Puntal
dels Llops
f. s. III-i. s. II a.C. Sin contexto Caliza
(poblado)
23x21x15
46x35x35
10 Tossal de
s. III-i. s. II a.C.
Sant Miquel
Sin contexto Caliza
(poblado)
11 Sepúlveda
¿2ª mitad s. I a.C.? Sin contexto Cerámica
(poblado)
35x43
12 Calahorra
Desconocida
Sin contexto Arenisca
(poblado)
40x37
13 Numancia
¿s. I a.C.-I d.C.?
Sin contexto Arenisca
(poblado)
43x37
APL XXXI, 2016
-
Sin marcas
B III 1 Talla
media
17,62 /1-5/
Doble círculo
(5). Círculo
simple (1)
B III 1 Talla
grande
141,65 Sólo el 4
Doble círculo
B III 1 Talla
grande
-
Sin punt.
Motivos
Signos incisos B III 1 Talla
decorativos
grande
133,5 Signos
incisos
-
Signos
incisos
Signos incisos B III 1 Talla
grande
Signos incisos B III 1 Talla
grande
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
400 km
247
Fig. 2. Yacimientos con dados:
1. Cancho Roano
2. Estacar de Robarinas
3. Coimbra del Barranco Ancho
4. El Palomar
5. Penya de l’Àguila.
Yacimientos con piezas cúbicas
o paralelepipédicas:
6. Baza
7. Puntal dels Llops
8. Tossal de Sant Miquel
9. Sepúlveda
10. Calahorra
11. Numancia
IV a.C.5 (fig. 3). Esta pieza se halló en las campañas dirigidas por Celestino Pérez en el exterior del edificio
principal, en el Sector Norte, concretamente en la estancia N-5 (Celestino y Jiménez, 1993: fig. 4), excavada
entre los años 1987 y 1988. Se trata de la estancia más rica en materiales de las seis que se excavaron en
este sector. En ella se recuperaron diversos objetos de bronce, entre los que destacan un asador con borde
moldurado y un juego de ponderales circulares; un cuchillo afalcatado de hierro; cerámicas –numerosas
fusayolas–, un colgante pentagonal de marfil, un conjunto de tabas –algunas de ellas perforadas– y un
vaso de alabastro (Celestino y Jiménez, 1993: 44-48). El dado se documentó como una pieza de madera
(Celestino y Jiménez, 1993: 48). Sin embargo, el análisis directo del mismo en el Museo Arqueológico de
Fig. 3. Dado de Cancho Roano.
Dado clásico esquema nº 14 (según fig. 1).
5
Celestino y Jiménez hacen alusión a otros dados de cronologías similares: “incluso tenemos noción de algún ejemplar hispánico
procedente de la necrópolis almeriense de Villaricos” (1993: 140). Sin embargo, la referencia dada no es demasiado precisa y en
nuestro trabajo de revisión bibliográfica no hemos encontrado información sobre dados en ninguna publicación específica de este
yacimiento.
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248
M. Blasco Martín
Badajoz (donde está depositado), nos ha hecho descartar esta idea y apuntar, no con total seguridad porque
la pieza está fracturada y quemada, que se trata de un objeto de piedra, seguramente de pizarra, una roca
metamórfica abundante en el paisaje alrededor del yacimiento.
La función que se atribuyó a este dado, teniendo en cuenta el contexto en el que apareció, fue
“netamente votiva” (Celestino y Jiménez, 1993: 140). Aun así, los autores, a nuestro juicio de manera
oportuna, relacionaron este hallazgo con las numerosas tabas que se documentaron en el yacimiento y con
las posibles fichas de juego recuperadas en diferentes estancias de Cancho Roano. Maluquer incidió en la
importancia de documentar arqueológicamente evidencias de juegos, ya que “el juego es una actividad que
ocupa una parte importante de la vida privada y pública de las colectividades humanas” (1981: 362). Y
escribió acerca de la existencia de un posible juego de tipo ajedrez recuperado en el yacimiento, formado
por piezas que se asemejaban a peones realizadas en marfil, que estarían contenidas en una arqueta de
marfil y de madera (1981: 364). Sin embargo, interpretaciones posteriores parecen indicar que estas piezas
en realidad serían las bisagras que permitirían abrir y cerrar la tapa de esa arqueta. Aun así, existen otras
piezas menos espectaculares que ese temprano juego de tipo ajedrez al que apuntaba Maluquer, pero que
parecen señalarnos la presencia de algo tan cotidiano como serían los juegos, el azar y el entretenimiento
en Cancho Roano. Se recuperaron conjuntos de cuatro fichas discoidales, de tamaños similares y de dos
colores distintos, blanco y negro (como si perteneciesen a dos jugadores) recuperadas próximas entre sí
en la zona E4/E5 de la excavación (1981: 364 y lám. LI). De un modo similar a estas fichas discoidales
podríamos considerar el conjunto de ocho y de seis cantos de río de color blanquecino (de una longitud
media de unos 2 cm) que pudimos documentar en el Museo de Badajoz (fig. 4).
Fig. 4. Cantos de río hallados en W-3
y en W-2 III.
APL XXXI, 2016
Fig. 5. Plano de Cancho Roano con las piezas señaladas. Modificado
a partir de Celestino (1996).
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
249
Fig. 6. Esquema de la disposición de las caras
del dado de Estacar de Robarinas.
Así pues, el dado de Cancho Roano, del que cabe destacar su numeración clásica al igual que en los
dados actuales, es una pieza a destacar pero que también se puede y se debe poner en relación con otros
petits objets (Feugère y Charpentier, 1989-1990) del yacimiento que pasan desapercibidos (fig. 5).
El siguiente dado (fig. 6) cuya cronología resulta muy similar al anterior, f. s. V-m. s. IV a.C., fue
recuperado en la necrópolis ibérica de Cástulo de Estacar de Robarinas (Linares, Jaén). Aparece como ajuar
en el enterramiento XV, junto a otras cerámicas y objetos metálicos entre las que destacan una falcata y un
soliferreum. Sobre todo, nos interesa la presencia, junto al dado de caliza, de un conjunto de siete fichas
cuadradas, siete rectangulares y una romboidal realizadas sobre pizarra, así como de seis cuñas de hueso de
sección trapezoidal y otros seis discos óseos de sección circular (García-Gelabert y Blázquez, 1988: 137-138).
Por tanto, la presencia de un dado junto a un lote de fichas de diferentes formas y materiales nos lleva a poder
afirmar que estamos ante un juego depositado como ofrenda del difunto o de la difunta en su viaje al más allá.
Centrándonos exclusivamente en el dado y en la disposición de su numeración, debemos destacar
su singularidad. Las caras se enfrentan de una forma inusual, aunque estemos hablando de cronologías
tempranas como las de este enterramiento. Como ya hemos señalado, en el estudio de más de noventa
dados etruscos cuya cronología más antigua se sitúa en el siglo VIII a.C. (Artioli et al., 2011) no se ha
documentado ningún dado con la disposición de los números entre las caras opuestas como se da en este
caso: 1-2/ 3-5/ 4-6. Una disposición que tampoco es habitual en dados posteriores.
En la tumba 43 de la necrópolis ibérica de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) encontramos,
como ya hemos señalado, no uno, sino tres dados depositados como ajuar. Tres dados clásicos pero cuyos
esquemas de disposición de las caras (fig. 1) y de orientación de las marcas no es igual entre sí (fig. 7)
ya que aunque los tres son dados clásicos, el A se corresponde con el modelo 10, el B con el 14 y el C,
Fig. 7. Esquemas de la disposición de las caras y orientación de las marcas de los dados hallados en el yacimiento
de Coimbra del Barranco Ancho.
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250
M. Blasco Martín
por su parte con el 15.6 El análisis de estas piezas en el Museo Jerónimo Muñoz Molina (Jumilla), donde
están depositadas, nos permite afirmar que están realizadas, pese a que se publicaron como dados de hueso
(García Cano et al., 2008; Hernández, 2008), sobre marfil, ya que gracias al corte transversal de la pieza se
aprecian perfectamente las líneas de crecimiento características del material ebúrneo.
La tumba está datada en el primer cuarto del s. II a.C. y los estudios antropológicos de los restos óseos
cremados indican que perteneció a un varón en edad adulta-joven (García Cano et al., 2008: 58). Este
enterramiento contaba además como ajuar con diferentes cerámicas (entre ellas varios fragmentos de un bol
de campaniense A) y objetos metálicos. Se recuperaron cinco pequeñas piezas de bronce interpretadas como
apliques de una pequeña cajita de madera (madera que se habría perdido por los procesos postdeposicionales)
con varios cajones (García Cano et al., 2008: 57). Además, se hallaron cinco piezas cilíndricas huecas, con
una perforación en la parte medial, realizadas en hueso. Objetos como éstos, aunque han generado debate,
se han interpretado como bisagras (Béal, 1983). Por tanto, podrían pertenecer a la misma caja de madera
en la que se integrarían los apliques metálicos. Ésta resultaría idónea para contener y guardar los tres
dados de marfil, además de otras tres tabas talladas (García Cano et al., 2008: 57), así como incluso dos
cabujones de pasta vítrea de tonos azulados que bien podrían haber servido como fichas en algún juego
que actualmente desconocemos. Por tanto, las ofrendas de esta tumba se han de poner en relación con todo
aquello a lo que asociamos los dados, las tabas y las fichas… con el juego, el entretenimiento e incluso, con
algún tipo de ritual o con la adivinación. El hombre enterrado en esta sepultura pudo ser un gran aficionado
a los juegos de azar y por eso se mandó enterrar, o sus seres queridos quisieron que realizase su viaje al
más allá, acompañado de aquello que le apasionó en vida. Podemos relacionar, además, el número de dados
depositados en esta tumba, tres, con esa tirada óptima de tres dados, obteniendo tres seises, que los romanos
denominaban como “Suerte de Venus” o, por el contrario, con la mala suerte de tirar tres dados y sacar tres
unos “Los Perros” (Adam, 1834: 339) y a la que ya Platón hizo referencia en su tratado de Las Leyes (XII,
968 e) utilizando una frase proverbial en la que se hacía referencia a la fortuna de un juego griego en el
que, del mismo modo, tres seises daban la victoria y tres ases la derrota: “y si lo que queremos es poner en
peligro todo nuestro sistema político, sacando, como suele decirse, tres seises o tres ases, hagámoslo así.
Yo correré ese riesgo con vosotros”.
Tiempo después, en el primer tercio del s. I a.C., en un momento y en una zona de contacto con los soldados
romanos llegados a la Península Ibérica, encontramos el siguiente dado al que debemos hacer referencia,
el del poblado ibero-romano de El Palomar (Oliete, Teruel). Fue realizado sobre barro cocido y presenta
puntuaciones en círculos simples realizadas antes de la cocción de la pieza. La disposición y realización
de la puntuación en las caras resulta peculiar y no queda totalmente clara. Pensamos que las caras estarían
enfrentadas 1-3/ 2-4/ 5-6 (fig. 8). Pero, bien es cierto, que la disposición del número 3 es altamente inusual,
ya que no coincide con la orientación diagonal hacia la izquierda o hacia la derecha, ni con la vertical y
horizontal, sino que se trataría de una disposición similar a la del 4 en la que falta un círculo en uno de sus
vértices. Esta singularidad podría deberse a un error en el momento de su ejecución en el que la persona que
lo realizó fuese a repetir la cara del 4 dos veces, pero al darse cuenta de que ya estaba realizada, decidió dejar
así el 3. Al fin y al cabo, como escribe Manniez, “Les différences, qui portent sur la disposition des valeurs,
soulignent, semble-t-il, la volonté de l’artisan de faire de chacun des dés une pièce unique” (2010: 20). Por
otra parte, la cara que interpretamos como un 6 solo conserva el círculo en uno de sus vértices. Esto se debe a
que este plano del cubo está fracturado. Sin embargo, al tener todos los demás números realizados y contando
con el hecho de que los dados cúbicos mediterráneos desde su origen no cuentan en sus caras con un número
mayor que el 6, nos atrevemos a afirmar que sería éste el número que falta.
Esta combinación 1-3/ 2-4/ 5-6, como en el caso del dado de Estacar de Robarinas, no coincidiría con
ninguna de las disposiciones de los dados etruscos (Artioli et al., 2011) y tampoco es usual en momentos
posteriores. En la Casa 11-1, estancia de El Palomar en la que se recuperó este dado, se hallaron asimismo
6
Los modelos de disposición de los dados clásicos aparecen recogidos en la fig. 1.
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
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Fig. 8. Esquema
de la disposición
de las caras del dado
de El Palomar.
Fig. 9. Plano de El Palomar con
las piezas señaladas. Modificado a
partir de Vicente et al. (1990).
tres tabas de ovicaprinos perforadas (dos de ellas pertenecientes a extremidades posteriores derechas y otra
a una extremidad posterior izquierda7). Además, en diferentes habitaciones del yacimiento –Casa 3, Casa I,
Almacén 3, Almacén 4– (fig. 9) se han recuperado cinco fichas circulares –nosotros solo tuvimos acceso a
cuatro de ellas en las instalaciones del Museo Provincial de Teruel– de sección plana realizadas en piedra
(Vicente et al., 1990: 57) que bien podrían pertenecer a algún juego con el que el dado y las tabas estuvieran
relacionados (fig. 10).
Encontramos también un dado de plomo en el yacimiento de Penya de l’Àguila, con la disposición
de un dado clásico (fig. 11). Dentro de éstos coincidiría con el esquema nº 14 (fig. 1) con la excepción de
que la disposición del número 2 en el dado no es diagonal sino vertical. Esta pieza se ha datado entre el s.
II-s. I a.C. (AA.VV., 2004). El yacimiento no ha sido excavado, pero Schubart, durante sus prospecciones
en la zona del Montgó, levantó una planimetría de sus tres líneas de muralla (1962). Según el estudio
7
Número mínimo de individuos (NMI): 2.
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M. Blasco Martín
Fig. 10. Fichas de piedra y tabas perforadas halladas en
distintas estancias de El Palomar (Oliete).
Fig. 11. Dado de Penya de l’Àguila.
de la tipología constructiva de éstas, así como por la presencia en superficie de fragmentos de cerámica
campaniense A y B, Llobregat lo situó entre el s. II-s. I a.C. (1972). Posteriormente se recogieron nuevos
materiales en superficie y se depositaron en el Museu Arqueològic i Etnogràfic Soler Blasco de Xàbia. Entre
ellos destacan piezas de armamento romano, que irían en consonancia con la tesis de Schubart de que esta
fortificación, en un lugar tan inaccesible, debía relacionarse con un momento de crisis relacionado con la
Segunda Guerra Púnica o con la localización de la base naval de Sertorio en Dénia (Schubart, 1962). Se
recuperaron también un buen número de objetos realizados en plomo (como la pieza que ahora nos ocupa),
así como abundantes restos de desecho y fundición de este metal (Mortalla et al., 2012). Con todo esto,
quedaría adscribir cronológicamente el dado, teniendo en cuenta que carece de contexto estratigráfico. A
priori podría relacionarse el yacimiento con un campamento romano y, por ende, el dado que nos ocupa
también, puesto que el juego de los dados era muy habitual en el mundo romano y entre los soldados
en particular. Sin embargo, no debemos obviar que “sin duda, existía una población local de raigambre
ibérica que debió, de alguna manera, jugar su papel en esta reordenación del territorio de la comarca de la
Marina Alta llevada a cabo en la primera mitad del siglo I a. C.” (Mortalla et al., 2012: 8). Por tanto, en un
yacimiento de contacto entre dos mundos como sería el caso de Penya de l’Àguila este interesante dado de
plomo podría ser el reflejo material de dicho contacto y que tanto iberos como romanos hubiesen hecho uso
del mismo o de otros similares.
Por otro lado, hemos de exponer el caso de varios dados –ocho en total– que, hemos revisado y nos han
planteado dudas sobre su adscripción cronológica. Hemos optado por no incluirlos dentro de la clasificación
de dados de la Edad del Hierro del área ibérica, ya que desconocemos el lugar exacto de su hallazgo –con
la consiguiente pérdida de información que ello supone– y los yacimientos a los que se asocian cuentan
con diferentes fases históricas de ocupación. En el yacimiento ibero-romano de Sant Josep (Vall d’Uixó)
se recuperaron dos dados realizados sobre hueso, uno de ellos cúbico de tipo clásico con las puntuaciones
realizadas por cuidados triples círculos y el otro paralelepipédico, muy pulido, con puntuación: 3-4/ 5-6.
Cabe señalar que estos dados paralelepipédicos u oblongos, al tener cuatro caras principales numeradas
podrían relacionarse más íntimamente con el juego de las tabas… en el que la pieza puede caer también por
una de las cuatro caras naturales (o trabajadas) del astrágalo. No conocemos el contexto estratigráfico en el
que aparecieron estos dos objetos dentro del yacimiento, lo cual nos hace difícil concretar su cronología,
ya que cuenta con un período de ocupación amplio. Fue excavado en dos campañas entre 1974-1976. En él
APL XXXI, 2016
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
253
se diferenciaron, por la cultura material, varias fases de ocupación. La fase ibérica está subdividida en un
periodo que comenzaría en el s. V a.C. y llegaría hasta inicios del s. IV a.C. y, en un segundo que abarcaría
desde inicios del s. IV a.C. hasta mediados del s. II a.C., según se ha deducido de las formas cerámicas y de
sus motivos decorativos (Rosas, 1984). Tiempo después, el yacimiento volverá a estar habitado en época
romana, también en dos momentos diferentes, en el s. III d.C. por una parte y, posteriormente, en el último
cuarto del s. IV (Rosas, 1984; Arasa y Rosas, 1994). Por esta variedad de etapas de ocupación del poblado,
consideramos demasiado aventurado señalar la cronología de estos dados, de modo que simplemente
indicamos su presencia.
Un caso similar ocurre con otros cinco dados hechos sobre hueso, de disposición clásica, recuperados
en la Alcudia (Elche) y que revisamos en el propio Museo de la Alcudia. Este yacimiento posee fases de
ocupación desde la Edad del Bronce hasta época visigoda, por eso resulta imposible señalar la cronología
de estas piezas al carecer del contexto estratigráfico de su hallazgo. Si bien, pudimos revisar otros tres dados
de hueso, muy similares a los anteriormente citados, que fueron recuperados en excavaciones recientes en la
Alcudia en contextos estratigráficos de época romana… Estos paralelismos nos llevan a pensar que lo más
probable es que todos fueran de la ocupación romana de la antigua ciudad de Ilici. Por último, nos queda
señalar el caso de un dado expuesto en una de las vitrinas del Ecomuseo de Aras de los Olmos (Valencia).
El hallazgo de esta pieza no queda claro ya que fue donado a los fondos del museo por un particular que no
concretó exactamente el lugar en el que se recuperó. Por consiguiente, a pesar de que este ecomuseo posee
fondos de importantes yacimientos ibéricos de la zona, como el Castillejo de la Muela (Aras de los Olmos),
no podemos aventurar el momento de realización y/o uso de esta pieza.
Hasta ahora, hemos tratado el caso de siete dados genuinos adscritos a la Edad del Hierro y el caso de
varias piezas de las que no podemos concretar su cronología. Pasamos a señalar ahora los casos de otros seis
artefactos que no son dados per se, aunque algunos de ellos pudiesen estar relacionados y tener funciones
similares (que no iguales).
El primero de ellos fue hallado en un contexto indiscutiblemente ibérico, en la tumba 155 de la necrópolis
del Cerro del Santuario de Baza (Granada), la tumba de la famosa Dama, datada en la primera mitad del s.
IV a.C. Esta pieza ha sido clasificada como “dado de piedra caliza sin marcar” (Presedo, 1982: 210). Por
nuestra parte, consideramos que debería denominarse como pieza cúbica (sus medidas son de 18 x 18 x
10 mm, pero debemos tener en cuenta que está fracturada). No se trata de un dado, porque sus caras no
están numeradas de manera alguna y resulta poco probable pensar que se tratase de un dado en proceso de
elaboración ya que el hecho de formar parte del ajuar de esta sepultura nos indica que era así como querían
que se depositase y que su significado quizás esté ligado a un simbolismo que actualmente se nos escapa.
Dentro de la Edetania, en el oppidum de El Tossal de Sant Miquel y en el fortín de El Puntal dels
Llops, contamos con dos piezas líticas que inicialmente podrían ser tomadas como dados pero, tras su
análisis en el Museu de Prehistòria de Valencia (donde están depositadas), y su comparación con los dados
presentados, tenemos que descartarlos. En primer lugar, el motivo más evidente es porque no presentan
la numeración propia de los dados. La pieza oblonga del Tossal, hallada en el departamento 102 (Bonet,
1995: 242-243) solo cuenta en una de sus caras con cuatro círculos incisos con un punto interno dispuestos
cada uno de ellos en las cuatro esquinas de esa cara rectangular (fig. 12). Por su parte, la del Puntal dels
Llops, fracturada y hallada superficialmente en el entorno del yacimiento, cuenta con cinco círculos con
un punto interno, dispuestos de la manera habitual del número 5 en un dado. Cabe señalar que el círculo
central tiene un tamaño mayor. En la cara opuesta, en la parte central, hay un profundo agujero que
podría haberse realizado por el roce continuo con algún tipo de útil duro de tipo metálico o pétreo. Se nos
asemeja más que a la cara del número 1 hecha adrede con intención lúdica, a un desgate de la superficie
de la cara por uso. Otras de las características que nos hacen diferenciar estas piezas de los dados ibéricos,
son su tamaño y su peso, que resultan superiores a los de los dados presentados (fig. 3). En el caso de la
pieza del Tossal es más que evidente la diferencia. Sus dimensiones y peso hacen muy complicado que
esta pieza pueda girar sobre una superficie con facilidad al ser lanzada (por no decir que las aristas del
APL XXXI, 2016
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M. Blasco Martín
Fig. 12. Caras superior e inferior de las
piezas paralelepipédicas de El Tossal de Sant
Miquel (A) y de El Puntal dels Llops (B).
acabado en bisel de las caras no están desgastadas). La pieza del Puntal sí tiene unas dimensiones y un
peso que se asemejan a los del dado de Cancho Roano, aunque no está completa, por lo que éstos serían
mayores. Entonces, ¿qué son estas piezas? Descartado su uso como dados nos planteamos que podrían
haber sido utilizadas como pesos. Sin embargo, si tenemos en cuenta los ponderales conocidos para época
ibérica, de cuyo sistema metrológico y de cuyas tipologías se ha escrito abundantemente (Fletcher y Mata,
1981; Fletcher y Silgo, 1995; Grau y Moratalla, 2003-2004) debemos señalar que estas dos piezas, por
su materia prima, por su forma, su peso y por las marcas que presentan no coinciden con los ponderales
ibéricos conocidos. Además, éstos están documentados, hasta la fecha, únicamente en bronce o en plomo.
Por ello, mientras no se localicen en un contexto arqueológico fidedigno otras piezas similares a éstas, la
incógnita sobre su uso permanecerá abierta.
Por último, quisiéramos señalar el caso de tres piezas cúbicas halladas en el área celtibérica,
concretamente en el Cerro de Somosierra (Sepúlveda, Segovia) (Blanco, 2004), en la Estacada (Pradejón,
La Rioja) muy próxima a Calahorra (Ballester y Cinca, 1998) y en Numancia (Soria) (Ballester, 1999).
La primera está realizada sobre cerámica, las otras dos sobre roca arenisca y, por sus dimensiones,
entrarían dentro de la categoría de “talla grande” de la clasificación de Manniez (2010). Todas ellas tienen
también sus seis caras decoradas bien sea con motivos geométricos o figurados. Las tres piezas carecen de
contexto arqueológico preciso, lo cual dificulta su comprensión, pero se circunscriben dentro de la cultura
celtibérica cercanas a yacimientos con contextos domésticos –en la fig. 3 esta circunstancia se ha señalado
como “Sin contexto (Poblado)”–. La pieza de la Estacada fue interpretada inicialmente como un dado y
se intentó asociar la decoración geométrica “simple” de sus seis caras con la representación de los seis
primeros números. Sin embargo, el análisis y la comparación rigurosa de estos seis signos con los sistemas
fonemográficos y silabográficos de las diferentes culturas del Mediterráneo protohistórico parecen no tener
ninguna concordancia, con lo que “obliga a plantearse la posibilidad de que los signos en su conjunto
no representen secuencia fónica ni serie numérica alguna” (Ballester y Cinca, 1998: 235). Aunque, bien
es cierto, que podrían corresponderse con símbolos que los celtíberos comprendieran y asociaran y que
nosotros desconozcamos en la actualidad. La pieza cúbica de Numancia, al igual que la de la Estacada,
posee seis signos realizados por incisión sobre la superficie lítica. En este caso se han definido como signos
más complejos y que, aunque no con total exactitud, poseen gran similitud con los signos del hemisilabario
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
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ibérico (Ballester, 1999: 261). La revisión de la pieza numantina y de la pieza de la Estacada llevó a
Ballester, siguiendo las sugerencias del profesor De Hoz, a interpretarlas como téseras geométricas (1999:
262) y no como dados. Por su parte, la pieza cúbica de Sepúlveda, datada hacia finales del s. I a.C., presenta,
más que signos, decoración geométrica y figurativa realizada sobre las caras alisadas del cubo de cerámica
mediante las técnicas de incisión y escisión y, además, cuenta con tres pequeñas perforaciones. Blanco se
decanta por la vinculación de la pieza con una actividad de carácter lúdico, como sería un juego de azar
o, en todo caso, que estuviese vinculada con prácticas mágicas o adivinatorias (2004: 136). No plantea la
posibilidad de que se trate de una tésera tardoceltibérica, sin embargo, teniendo en cuenta lo escrito sobre
las piezas de la Estacada y Numancia, esta posibilidad no debería ignorarse sin más. En cualquier caso, estas
tres piezas, pese a su forma cúbica, distan de poder ser interpretadas como dados, ya que no presentan una
numeración clara. Si bien es cierto que siempre podría asignársele a cada cara, con una decoración o signo
diferente, un valor distinto y emplearlas con el mismo fin que los dados actuales. Aunque la compresión
de estos símbolos resulta más compleja para nosotros, sería igual de útil para los usuarios de estas piezas.
Cabe apuntar que en la campaña de excavación del 2015 en el alfar íbero-romano de Mas de Moreno (Foz
Calanda) dirigida por los arqueólogos Alexis Gorgues y José Antonio Benavente, se halló una nueva pieza
cúbica con signos incisos, similar a las recuperadas en la Estacada y Numancia, que esperan que puedan
asociarse a numerales de época ibérica.8
5. CONCLUSIONES
En lo que respecta a las materias primas empleadas, tenemos que destacar la variedad de soportes documentados
(fig. 13) a pesar del reducido número de dados documentados. Por supuesto, debemos pensar además que estas
piezas se pudieron realizar no sólo en estas materias primas duraderas, sino también en madera, un material
con el que resultaría fácil realizar estos objetos y que, por su carácter orgánico, no habría llegado hasta nuestros
días. Los dados realizados en hueso o en marfil suelen ser los más numerosos en los registros arqueológicos
de cualquier época y cultura. Valgan como ejemplo los aquí presentados o, más significativamente, los casi
noventa dados etruscos realizadas sobre hueso y/o marfil (Artioli et al., 2011). Incluso podemos destacar la
documentación de un taller especializado en la fabricación de dados de hueso, sobre diáfisis de hueso largos
de animales de talla media/grande, en el castillo de Apcher (Lozère, Francia) entre los siglos XIV y XVII
(Chazottes, 2012) o un taller de fabricación de dados de hueso en el yacimiento céltico de Arènes (Levroux,
Francia) en el que se han atestiguado más de quinientos fragmentos de desecho de fabricación. El análisis
zooarqueológico de estos desechos ha permitido señalar que estos dados se realizaron, fundamentalmente,
sobre metapodos y tibias de caballo y, en menor medida, de buey (Krausz, 2000: 137).
El total de los dados presentados en este trabajo no es muy numeroso, pero consideramos justificada la
recopilación y valoración de todos ellos. Así como consideramos necesaria la revisión efectuada de otras
piezas que, aunque cúbicas o paralelepipédicas, no deben de ser tomadas como dados solamente por su
forma. Aclarado esto, debemos destacar la importancia de la presencia de dados en la Península Ibérica
antes de la llegada de los romanos. Así, los dados de Cancho Roano y Estacar de Robarinas nos revelan
que estas piezas estuvieron presentes en el territorio del sur peninsular ya en el s. V a.C. De modo que no
fueron las tropas romanas las que introdujeron estas piezas, muy habituales en su cultura, en Iberia. ¿Cómo
aparecieron por tanto en la Península? Debieron ser introducidos por influjo de otros colonizadores venidos,
antes que los romanos, por el Mediterráneo. Así, no olvidemos que los dados tuvieron gran importancia en
el mundo griego y que de sobra eran conocidos por los etruscos (Artioli et al., 2011). El escueto panorama
de su presencia en el territorio peninsular en cronologías tardías nos hace sugerir también que estas dos
piezas, presentes además en dos enclaves relevantes como son el palacio-santuario de Cancho Roano y la
8
http://www.iberosenaragon.net/noticias.php (consultado el 7 de septiembre de 2015).
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Fig. 13. Materias primas empleadas en la elaboración
de los dados presentados en este trabajo.
necrópolis ibérica del oppidum de Cástulo, debieron ser adquiridas por actividades comerciales con otras
culturas del Mediterráneo. Consideramos que estos dados no fueron fabricados en los propios yacimientos
porque, de ser así, presumiblemente tendríamos algo más que un único ejemplar aislado en cada enclave.
Son hallazgos casuales y su uso no estará generalizado en el territorio peninsular hasta que los romanos se
asienten en Hispania.
Por su parte, los tres dados de la sepultura ibérica de Coimbra del Barranco Ancho están datados en
el primer cuarto del siglo II a.C. En ese periodo, cartagineses y romanos estaban inmersos en contiendas
en la Península y, por ello, pudieron haber sido depositados como ajuar de un difunto que tuvo acceso a
estos objetos en vida por medio del contacto con las nuevas culturas que llegaron a las costas peninsulares.
Además, el hecho de que estén realizados sobre marfil, una materia prima de gran valor económico y
comercial, acentúa la importancia de los mismos y nos habla de piezas que no estarían, ni mucho menos,
al alcance de todos. Así pues, para el Ibérico Final tampoco podemos hablar, ni mucho menos, de una
generalización de la presencia de los dados dentro de la Cultura Ibérica. Penya de l’Àguila y El Palomar
son lugares de contacto, donde los iberos asimilaron la cultura romana, zonas de conflicto entre Sertorio
y Pompeyo, nativos peninsulares que aceptaron los adelantos técnicos y nuevas formas de vida traídos
por los latinos… En esos enclaves, seguramente verían un dado por primera vez en el s. I a.C., porque el
hecho de que cuatro siglos antes en Cancho Roano o en Cástulo estuvieran ya presentes, no nos indica que
posteriormente se hiciese extensible de forma continuada su uso y su conocimiento. Lo cierto es que en la
Cultura Ibérica no predomina el uso de los dados, sino de las tabas, tanto en necrópolis como en poblados
(Blasco, 2015: 51). El juego de las tabas fue muy popular no sólo en el mundo ibérico, sino en todas las
culturas mediterráneas de la antigüedad (Segura y Cuenca, 2007: 82-83). Las tabas se corresponden con los
huesos astrágalos presentes en las extremidades posteriores de los mamíferos, los más empleados fueron los
de ovejas, cabras y cerdos. Estos huesos singulares, con cuatro caras diferenciadas, fueron los verdaderos
“dados” de los iberos, las piezas con las que tentar al azar, con las que entretenerse, jugar… También
podrían ser artefactos con los que interpretar los designios de los dioses o adivinar el porvenir. Porque
cuando lanzas algo al aire, cierto es, la suerte está echada, y esa “suerte”, buena o mala, puede tanto usarse
en un juego de azar como interpretarse en un augurio. Para el mundo romano la presencia de las tabas es
muy importante, pero también el uso de los dados está ya totalmente extendido. Incluso, en el evangelio de
Juan se cuenta cómo los legionarios romanos, después de haber crucificado a Jesús, se jugaron su túnica
“Así se cumplió la Escritura: Repartieron mis vestidos entre sí, y sobre mi túnica echaron suertes” (Juan,
19:28). Tanto se jugaba a los dados que en tiempos de la República su uso tuvo que ser prohibido por
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la Lex Talaria, excepto en las fiestas de las Saturnalias (Daremberg y Saglio, 1877-1918: 180 –Alea–).
Así, en los asentamientos romanos de la Península Ibérica encontramos numerosos hallazgos de dados
realizados en diferentes materias primas, como en el campamento romano de la Cerca9 (Aguilar de Anguita,
Guadalajara), en Emérita Augusta,10 Bilbilis (Fenoy, 2009), entre otros.
Debemos destacar de nuevo lo significativo de la asociación de algunos de los dados con tabas y con
fichas de juego; como la tumba XV de Estacar de Robarinas, en la que aparecen distintos conjuntos de
piezas líticas que consideramos que pertenecieron a un juego de al menos dos jugadores; la tumba 43 de
Coimbra del Barranco Ancho o las piezas líticas y las tabas perforadas halladas en la misma habitación
donde se halló el dado de El Palomar o cercanas a ésta. Incluso, aunque no en la misma habitación, en otras
estancias de Cancho Roano se recuperó un conjunto de cantos y piezas líticas de colores blanco y negro que
sumados al dado de pizarra allí documentado recuerdan sobremanera al conjunto cerrado de fichas de juego
y dos dados recuperados en la sepultura 1266 de la necrópolis romana de Gloucester (Inglaterra) (Cool,
2008: 105). Tampoco debemos pasar por alto que, de igual manera, podríamos señalar la presencia de
juegos prerromanos en el área ibérica sin que fuera necesario contar con un dado asociado a fichas o a tabas.
Ya que la presencia única de conjuntos de piezas líticas o de tabas en los yacimientos puede ser el reflejo de
estos juegos (que luego se seguirán manteniendo o que evolucionarán). Así, podemos señalar los ejemplos
de las evidencias materiales del Puntal dels Llops, donde se hallaron 19 cantos rodados –inv 1161– a modo
de fichas (Bonet y Mata, 2003: 161) o de El Cigarralejo. En esta necrópolis podemos nombrar, entre otras,
el caso de la tumba 43 en la que se recuperaron nueve piedrecitas planas de hueso de forma elíptica que
podrían haberse empleado como fichas de un juego (Cuadrado, 1987: 148, fig.48) o la tumba 200 donde se
hallaron otras catorce piedrecitas planas (Cuadrado, 1987: 364, fig. 149). Por eso, aunque en este trabajo
nos hemos focalizado en los dados presentes en el área ibérica en la Edad del Hierro, no son estas piezas
las únicas que evidencian los juegos de azar… sino que serían una parte más de los mismos, ya que su
presencia no resulta imprescindible para los mismos.
Así pues, todas estas piezas que se incluirían dentro de los “petit objets”11 (cuyo valor queremos
reivindicar una vez más) nos están reflejando algo tan humano como el entretenimiento, el ocio. Tan
humano y tan significativo. Como apuntó Maluquer: “En muchas excavaciones es frecuente el hallazgo
de piezas que parecen juegos sin que en general se ponga el acento sobre ellas y se les dé la importancia
que merecen para el conocimiento del modo de vida de nuestras poblaciones protohistóricas. El juego
es, sin embargo, una actividad que ocupa una parte importante de la vida privada y pública de las
colectividades humanas” (1981: 36).
Pero también los dados nos reflejan algo que va más allá del mero juego… De este modo, sabemos a
ciencia cierta que en el mundo griego y en el mundo romano fueron empleados como medios de adivinación
de la voluntad de los dioses y del designio que podía esperar cada uno en la vida. Conocemos santuarios,
tales como el ático de Skiron, dedicado al culto de Athenea Skiras, donde se empleaban únicamente dados
para efectuar adivinaciones (Blanco, 2004: 137). Pero, por lo general, de nuevo, los dados no eran piezas
excluyentes, sino que eran unos objetos más con los que interpretar el porvenir, ya que también podían
lanzarse palos, astrágalos o, simplemente, utilizar otros sistemas de adivinación que no implicasen el
lanzamiento de “suertes” (klêroi, sortes) (Luck, 1995: 289). Así lo expresaba Cicerón: “Desde luego, no
encuentro pueblo alguno –por muy formado y docto, o muy salvaje y muy bárbaro que sea– que no estime
que el futuro puede manifestarse a través de signos, así como ser captado y predicho por parte de algunas
personas” (Cicerón, Sobre la adivinación, Libro I, 1).
9
Texto: Museo Arqueológico Nacional. CER.es. (http://ceres.mcu.es), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España
(consultado el 04/07/2015).
10 Texto: Museo Nacional de Arte Romano. CER.es. (http://ceres.mcu.es), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España
(consultado el 04/07/2015).
11 http://artefacts.mom.fr/fr/home.php (consultado el 07/07/2015).
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En definitiva, esperamos que este trabajo sirva para poner el acento en este tipo de piezas, presentes
quizás en otros yacimientos peninsulares entre los siglos VI-I a.C. y sobre las que no se ha incidido lo
suficiente o ni siquiera se han publicado. En este estudio hemos pretendido mostrar el panorama global
de la presencia de dados y otras piezas cúbicas o paralelepipédicas similares, insistiendo en la diferencia
entre las mismas y reivindicando también la importancia de otras pequeñas piezas asociadas a los dados
que podrían conformar conjuntos de juegos. Asimismo, consideramos que el análisis de la numeración y
de la disposición de las marcas en cada una de las caras de los dados ha reflejado diferencias significativas
y un nuevo punto de vista mediante el que acercarse al estudio de esta clase de objetos. En cualquier caso,
citando a Julio César, “Alea jacta est”.
AGRADECIMIENTOS
Queremos mostrar nuestro agradecimiento a la Doctora Consuelo Mata Parreño por su apoyo a lo largo de todo este
trabajo y por sus oportunas puntualizaciones.
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Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 261-281
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Norberto MESADO OLIVER a
El Hermes de “l’Alter” de Xilxes
(La Plana Baixa, Castellón)
RESUMEN: En la presente nota se da a conocer con detalle una estatuilla de bronce que representa a Hermes/
Mercurio, encontrada en el año 1966 en la villa romana del Alter de Xilxes, en la comarca de La Plana Baixa,
Castellón. Se trata de un bronce pleno, fundido a la cera perdida en una sola pieza, de 21,6 cm de alto y un
peso de 1.370 gramos. Remite al siglo I d.C. y posiblemente formaría parte de un larario doméstico. Tendría
buenos paralelos, entre otros, en el Hermes de El Peralejo (Jaén), guardado en el Museo Arqueológico Nacional
de Madrid, y en el Hermes de Lyon, depositado en el British Museum de Londres. También se repasan las
noticias referentes al Alter de Xilxes y se aporta un inventario parcial, realizado en los años 1960, de un lote de
materiales recuperado en los terrenos de emplazamiento de esta villa altoimperial romana.
PALABRAS CLAVE: Hermes/Mercurio, escultura en bronce, cera perdida, época altoimperial romana,
chlamys, petasus, marsupium, caduceo, villa rústica.
The Hermes from ‘l’Alter de Xilxes’ (Plana Baixa, Castellon, Spain)
ABSTRACT: A bronze figurine representing Hermes/Mercury is presented. It was found in 1966 in the Roman
villa of ‘Alter de Xilxes’ (La Plana Baixa, Castellon, Spain). Lost-wax process was used to produce the figurine,
which is 21.6 high and it weighs 1,370 grams. It is dated to the first century AD and it might be part of a
domestic lararium. Among the parallels of this object we could mention the Hermes from El Peralejo (Jaén),
kept in the National Archaeological Museum in Madrid, and the Hermes of Lyon in the British Museum in
London. Historical references to the settlement of ‘Alter de Xilxes’ are reviewed and a partial inventory of the
materials recovered at this site during surveys conducted in the 1960’s is provided.
KEYWORDS: Hermes/Mercury, bronze sculpture, lost wax, Early Imperial Roman period, chlamys, petasus,
marsupium, caduceus, rural villa.
a
Arqueólogo emérito.
Avda. Llombai (junto a Instituto), 12530 Burriana, Castellón.
Recibido: 16/02/2016. Aceptado: 17/06/2016.
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N. Mesado oliver
1. INTRODUCCIÓN
Las primeras noticias de materiales arqueológicos romanos procedentes con gran probabilidad del Alter de
Xilxes, yacimiento situado en las inmediaciones de este pueblo de La Plana de Castellón, se remontan a
fines del siglo XVIII. Espinalt escribe que esta población “Según denotan varias inscripciones Romanas y
sepulcros que se han hallado, con cántaros y monedas de aquel tiempo, denota la fundaron los Romanos”
(1786: 186). Otras citas pertenecen ya al s. XIX.
Así, mosén J. Bautista Figols, rector de Almenara, en su “Memoria presentada a la Real Sociedad Económica”,
en 1818, al citar las ruinas romanas de los alrededores dels Estanys, anota que: “En la llanura en que según
el cronista P. M. Ribelles, huvo una ciudad opulenta, hay enterrado un rollo de piedra azul de quinientas ó
más arrobas de peso con sus dos muescas colaterales para el encaxe de las bigas, que lo levantaran para la
comprensión”; y añade: “En la plaza de Chilches hay otro de mayor mole”. En 1832, Ceán-Bermúdez glosa que
en Xilxes se descubrieron “no hace mucho tiempo, sepulcros, lápidas con inscripciones romanas y monedas de
distintas clases”; y en 1847 conoceremos, por Madoz, que “por algunas inscripciones halladas en esta población
se conjetura su antigüedad romana” (VII: 325); mientras que Miralles de Imperial, en 1868, dice que en esta
localidad “hay algunas inscripciones que prueban que el origen de esta villa se remonta a la época romana” (IV:
17); y en 1873, Mundina Milallave reitera que el origen de la población se atribuye a los romanos “según se
deduce de las inscripciones halladas en esta villa pertenecientes a aquella época” (p. 281). No tendremos más
citas conocidas hasta 1956, año en el que el Pbro. J. Torres da la noticia, en un artículo de prensa, del reencuentro,
en la mencionada subpartida del Alter, de un miliario perteneciente al emperador Cayo Vibio Treboniano (fig. 1).
Con posterioridad, las referencias sobre este yacimiento, o alguna de sus piezas más sobresalientes, se suceden:
1965, Almar, López y Espinosa (p. 11-12); 1968, Utrilla (p. 20-36); 1971, Mesado (p. 161-171); 1973, Tarradell
(p. 89-98); 1979, Gorges (p. 245); 1980, Llobregat (p. 106); 1986, Abad (p. 174); 1990, Arce, Roda, Salcedo y
Sánchez (p. 24, 76, 236, ficha 136); 1990, García Fuertes y Moraño (p. 623-633); 1991, Mesado, Gil y Rufino (p.
94); 1995, Arasa (p. 677-679 y 811-812); 1996, Valls (p. 1, 5-6), entre otros.
Fig. 1. El miliario de Cayo Vibio Treboniano estando
depositado en el Ayuntamiento de Xilxes. 1960.
Fotografía N.M.
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Tal estación arqueológica, ubicada entre el Camí Ràfols y la Senda Forcà, según la bibliografía anterior,
venía tributando gran cantidad de fragmentos cerámicos, en especial: tégulas, dolia y ánforas, que parecen
proceder de la pars rustica de la villa; mientras que los restos de estucos policromos, mármoles, teselas
para mosaicos pavimentales (blancas y negras), cerámicas finas; fragmentos de basas, tambores; estatuilla
broncínea, etc., objetos concentrados en el huerto de Germán Severino, apuntan hacia la ubicación del área
residencial, la pars urbana, centro neurálgico de una propiedad dedicada, posiblemente, a esa terna de
producción romana: vino, trigo y aceite.
De todo lo hallado hasta el momento, que sea conocido (dejábamos de aportar la documentación básica
en el año 1973), destacan el citado miliario, encontrado en 1931 en un campo de Anita Bodí (según el Pbro. J.
Torres), y la estatuilla: un excepcional bronce hallado en 1966 con motivo del arranque de los viejos algarrobos
del lugar para su permuta por perales, transformación que se realizaba en la cota máxima del Alter. Tal bronce
pleno representa al dios Hermes en una recreación romana: Mercurio.1
Con este bagaje de objetos, y puesto que hoy “de l’Alter sols ens queda el topònim (lloc un poc elevat que
destaca sobre la resta del terreny), perquè les transformacions agrícoles del anys seixanta (roturacions de terres
per a plantar tarongers) i el pas de l’autopista A-7 a principis dels setanta, van fer desaparéixer aquell pujolet
que mantenia ocultes i protegides les restes de la vil·la romana” (Valls, 1996: 1, 5-7), pasamos al estudio de
la estatuilla, depositando el resto de los materiales cerámicos en el Museu Arqueològic Comarcal de la Plana
Baixa - Burriana,2 con el objeto de poder ampliar el impacto dejado en nuestra comarca por la romanización,
en la que un buen número de villae rusticae formaron parte del Ager saguntino como auténticos núcleos rurales
dedicados a la explotación de su óptimo agro.3 Hecho, el de la proliferación de estas villas (el denominado
“sistema de villae”), que dará comienzo con el Emperador Augusto (Arasa, 2000: 108), constituyendo aquella
Hispania rural de las villas señoriales.
2. EL ALTER DE XILXES
Xilxes se asienta en la comarca de la Plana Baixa, al SE de la provincia de Castellón, junto a la vía
férrea y el Camí Real, hoy la carretera Nacional 340 en su tramo Valencia-Castellón. Su término
forma parte de esa extensa llanura aluvial, cuaternaria, regada principalmente por el Millars, y
salpicada de restos ibéricos y de villas altoimperiales, contiguas o cercanas al Camí Vell de València,4
en el Alto Medioevo el Camí Reyal y en la actualidad el Caminàs. Aquella vía republicana, costera,
denominada Hercúlea, que unía Cádiz con Roma, y que después se convertirá en la Vía Augusta.
Junto a ella y en término del municipio de Nules fue excavada, en una década de penuria como fue
la de los años cincuenta, la villa nulense de Benicató. Pese a ello, tales trabajos quedaron inéditos;
aunque algo más tarde era publicada su planta (Esteve Gálvez, 1956). El yacimiento, adquirido por
1
2
3
4
Entre todas las ilustraciones que reproducen el Hermes/Mercurio encontrado en este yacimiento, es de destacar la fotografía, debida a
P. Mercé, aparecida en el volumen La Provincia de Castellón (Excma. Dip. Provincial, 1999, pág. 203).
Denominación aprobada por el Ayuntamiento de Burriana en Sesión Plenaria Ordinaria de fecha 7-XII-1982.
Tras la recogida de tales restos arqueológicos entre los años 1965 y 1972 iniciamos su estudio, en particular el de la estatuilla; pero
al publicar el Dr. Tarradell, en 1973, el miliario de César Cayo Vibio Treboniano, dio la noticia de que uno de sus alumnos (J. M.ª
Espinosa) se hallaba preparando para su publicación el yacimiento, motivo por el cual optamos por retrasar nuestro estudio en espera
de dicho trabajo. Éste, que sepamos, no apareció y el nuestro quedo relegado (salvo textos puntuales) por imperativos de otros que
creímos más urgentes. Tiempo después, retomamos las fichas de algunos bronces que creímos parangonables con el del Alter, sin
investigar otros hallazgos y trabajos que, con seguridad, se habrán producido.
El Camí Vell de València, tramo en término del municipio de Burriana del Caminàs, entraba en esta ciudad (única medina
altomedieval en el centro de la entonces denominada Plana de Burriana) por el portal de Valencia; saliendo, tras cruzar la villa (su
calle Mayor) por el de Tortosa yendo en busca, junto al Millars, del yacimiento protohistórico de Vinarragell. Camino también
denominado en Marzo de 1328 al hacer donación la Orden de Montesa de un sector de tierra perteneciente a Vinarragell: “de
Oropesa” (De María, 1935: 182).
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la Excma. Diputación, sería objeto de una segunda campaña de excavaciones en 1973 (Gusi y Olaria,
1979: 101-144), quedando buena parte de él sin abrir; mientras el Ayuntamiento de Nules compraba
varias fincas, colindantes, para su salvaguarda.
Desde el pueblo de Xilxes, al E de la Serra del Castellar, parte hacia el mar un camino denominado de
Ràfol, el cual cruza la partida de Senda Forcà (hoy conocida popularmente con el topónimo de Santa Forcà),
en donde, a unos 400 m del pueblo, se ubica esta subpartida: l’Alter; igualmente conocida por el Sequer por
encontrarse en ella un secadero de arroz, ya desaparecido, cuya cota más elevada (sobre unos 10 m.s.n.m.)
corresponde, como hemos comentado, al huerto de Germán Severino, lugar en donde se han encontrado los
restos más importantes de lo que con seguridad fue una villa rústica Altoimperial, enclavada en las proximidades
de los humedales que alimentaban tanto las resurgencias freáticas como el río Belcaire en su desembocadura,
los cuales, conjuntamente con los más importantes de Almenara (els Estanys), formaron una extensa marisma
prelitoral que en su día, por el N, alcanzó las proximidades del Millars.
La publicación de la citada nota de prensa dada por Torres en el mes de agosto de 1956 motivaría el
desplazamiento, al propio yacimiento, de las autoridades provinciales del momento; aunque, como ya se estaba
trabajando en la contigua villa de Benicató, l’Alter de Xilxes (topónimo con el que hemos divulgado esta estación
arqueológica) quedó en el olvido, al igual que su miliario, que pese a trasladarse (para su mejor custodia) al
Ayuntamiento y tratarse del único ejemplar hallado en la Plana Baixa, estaba ya en paradero desconocido en
1973; importante pieza que se sigue buscando (Tarradell, 1973: 89, nota 3; Valls, 1996).5 Hito que certifica que
la Vía Augusta cruzaba, o delimitaba, propiedades de la villa de l’Alter, a 15 km al NE de Sagunto: “la situación
del Alter de Chilches debe relacionarse con el trazado de la famosa vía costera” (Tarradell, 1973: 91).
Décadas más tarde, como hemos comentado, en la primera quincena del mes de marzo de 1966, otro golpe
de fortuna ponía al descubierto la estatuilla del dios Hermes/Mercurio, que en las navidades del año siguiente
pudimos adquirir (por tres mil pesetas) al labrador que la encontró: Vicente Piza Félix, siendo desde entonces
pieza destacada del Museu Arqueològic Comarcal de la Plana Baixa.6 Con el traslado del museo (en su inicio
en la 3ª planta de la Casa Consistorial) al exconvento de la Merced, tras su repristinación por la Generalitat
Valenciana (trabajos que finalizaban en el año 1991 –actual sede del Centre de Cultura Municipal–), la estatuilla
centraba, sobre esbelta columnilla de mármol blanco, la sala dedicada a la romanización (fig. 2).
Desde el año 1966 visitamos con asiduidad la zona del Alter, recogiendo, tras los desfondes de sus labores
agrícolas, los menudos hallazgos que se producían, particularmente cerámica; hasta que en los primeros días
del mes de septiembre de 1972,7 un frente de maquinaria pesada arrasaba, con motivo de la construcción de la
Autopista A-7 (fig. 3), lo que con gran probabilidad había sido la pars urbana de esta villa hispanorromana:
esa zona residencial, privilegiada, en la que los domini centraban la ornamentación de sus inmuebles rústicos;
reflejo y expresión de su propia posición social y cultural: basas, tambores, teselas amontonadas (almacenadas)
y fragmentos de algunas sigillatas grafitadas quedaron sembrando las contiguas fincas de G. Severino y A.
Agudo, indicándonos, los trozos de columnas y basamentos, que estábamos ante los despojos de una villa cuya
planta pudo ser semejante a la de Benicató.8 Con probabilidad, ésta de Xilxes tuvo un pequeño larario como
5
6
7
8
Tan importante pieza ha terminado en un basurero de “FOBESA”, empresa concesionaria de la recogida de basuras en Burriana. En
Mesado, 2012: Addenda III.
Este excepcional bronce había sido pedido al Magnífico Ayuntamiento de Burriana por la Diputación castellonense para el Museo
Provincial, motivo por el que nos desplazamos de inmediato al Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia para
dejar en manos de su director D. Domingo Fletcher la estatuilla, quien comunicaría a la Diputación castellonense su traslado a Madrid
para su limpieza. D. Domingo Fletcher llamaba de inmediato al Dr. D. Miguel Tarradell, entonces en la Universidad de Valencia, quien
al tener en sus manos nuestro bronce, sin dejar de contemplar la figura, me pedía precio. Le dijimos que no lo tenía, y D. Domingo
Fletcher, de soslayo, esbozaba una expresiva sonrisa.
Para la salvaguarda del yacimiento el SIP mandaba carta al Ministerio de Obras Públicas con el objeto de desviar ligeramente la
autovía. La respuesta fue negativa y sorpresiva, diciendo que: “primero es el progreso y luego la cultura”.
Según el Dr. J. Untermann en su visita a Burriana el 21-III-79, uno de los grafitos sobre sigillata sería un antropónimo traducible
por “S]EVERI ALPI” (fig. 6), posible genitivo de “Severus Alpius”. Tal vez el dueño de la villa del Alter de Xilxes, o uno de sus
habitantes puesto que parece tratarse de un grafito nominal de propiedad. Véase en la ADDENDA, el fragmento nº 18.
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Fig. 2. Ubicación del Hermes del Alter de Xilxes
en el Museu Arqueològic Comarcal de la Plana
Baixa-Burriana, entre 1991 y 2003.
Fotografía N.M.
Fig. 3. Zona de la pars urbana de la villa romana del Alter de Xilxes, arrasada por la Autopista del Mediterráneo.
Septiembre de 1972. Fotografía N.M.
manifestaría esta estatuilla del mobiliario doméstico, nichos difíciles de detectar por situarse, normalmente, en
la mitad de las paredes (Portela, 1984: 171). Imágenes que podían sacarse en procesión como podemos ver en
el relieve de época augustea denominado de los Vicomagistri en el Museo Vaticano (García y Bellido, 1972:
281, fig. 456), hasta que avanzado el cristianismo (año 392) Teodosio prohibió su veneración. Deidades que
servían “para documentar el interés de los propietarios por el mito y la cultura griega y mostrar, también, su
poder económico y posición social” (Koppel, 1995: 48).
El larario de Vilauba (Camós, Gerona), uno de los pocos encontrados en Hispania, portaba pequeños
bronces con peanas, de un mismo taller, reproduciendo a Mercurio, Lar y Fortuna (Tremoleda, Castanyer y
Roure, 1989: 49-69; Castanyer y Tremoleda, 1999). Cuanto menos, éste de Xilxes contuvo un excepcional
bronce pleno representando a la primera deidad, pieza que ha sido catalogada como “uno de los mejores
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Fig. 4. Estado en la que fue encontrada la estatuilla broncínea del Alter
de Xilxes. Fotografía Grollo.
Fig. 5. Mercurio del Alter de Xilxes.
Plano frontal, tras su limpieza. Fotografía
Mercé-Solé.
ejemplos de la imagen de este dios” (Roda, 1990: 76) que, afortunadamente, salió sin deterioro reciente puesto
que las “heridas” que presenta el metal (rotura del extremo distal del ala derecha del pétaso, y pérdida de
la última falange del dedo pulgar de la mano izquierda), son antiguas; aunque fue hallada con las lógicas
concreciones y suciedad (fig. 4) entre un gran manchón de ceniza, marchamo de garantía, por lo que sería
remitido para su repristinación al Instituto Central de Restauración de Obras de Arte.9 A la pieza le añadimos,
ya en Burriana, un liso caduceo de oro (fig. 5) con el objeto de reintegrarle su volumetría espacial,10 caduceo
actualmente retirado.11 El propio “alter”, cuya cota máxima recaía en los dos huertos citados, era de unos dos
9
Ingresó en el Instituto Central de Conservación y Restauración de Obras y Objetos de Arte, Arqueología y Etnología el día 2 de marzo
de 1967 –Expediente de Ingreso: Reg. A-1590–. Finalizando su estancia en dicho centro el día 26 de febrero de 1968.
10 Tan pronto fue recuperado el bronce se trasladó al SIP, mandándose por iniciativa de los Drs. Fletcher y Tarradell a la fundición
valenciana “CARPESA”, donde se realizaron, a la cera perdida, 11 ejemplares. Con posterioridad, y sin permiso alguno, uno de los
ejemplares copiados sirvió como “original” para otra fundición alicantina, en la que, para mayor estabilidad, se puso a las piezas una
plataforma laminar cuadrada. El escaso cuidado puesto en estas copias dio unos bronces francamente burdos. Pese a ello, una de las
copias llegó a Pinos Puente, Granada, habiendo sido publicada como encontrada en el Cerro del Campanario (J. Carrasco: “El Hermes
de bronce de ‘Pinos Puente’ (Granada)”. XIV CNA (Vitoria, 1975), pág. 763, lám. I, Zaragoza, 1977). En 1990, Rodríguez Oliva la
cita como de “dudosa autenticidad” (Los bronces romanos en España, pág. 95, nota 37). Lamentamos, por ello, que personas poco
escrupulosas contacten con otras de buena fe que tienen el deber de dar a conocer nuestro Patrimonio.
11 Tras nuestra jubilación en el año 2003, el Museo quedaría cerrado al público por “reformas”. Abierto el día internacional de
los museos en 2012 (y vuelto a cerrar después), el Mercurio del Alter estaba en el suelo (con una visión vertical sobre él para
el espectador) junto a la gran estatua romana, de mármol (ahora sin aquellos restos de policromía que portaba, por excesiva
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Fig. 6. Anotación del Dr. Untermann
de un grafito sobre sigillata procedente
del Alter de Xilxes.
Fig. 7. Restos y yacimientos de época romana en término municipal de Burriana según A. Rufino Guinot.
1, Cap de Terme. 2, Ratlla de Nules. 3, Carabona. 4, Camí del marge de Llombai. 5, Camí Virrangues. 6, Frente
‘Camí Palmeral’. 7, Sagrada Familia del Caramit. 8, Senda Torre d’Onda. 9, Torre d’Onda. 10, La Regenta.
11, Camí les Monges. 12, Ciutat de Borriana. 13, Frente ‘Camí Fondo’. 14, El Palau. 15, Les Moreres. 16, MarjaletCaminàs. 17, Marjalet-La Cossa. 18, Sant Gregori. 19, Riu Sec-Camí Vell de la Mar. 20, Frente ‘Sant Gregori’.
21, La Pedregala. 22, El Calamó. 23, Frente ‘Calamó’. 24, Santa Bàrbara. 25, Vinarragell.
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metros de elevación sobre las fincas colindantes, alcanzando dicha mota un diámetro de unos 125 m, lo que
indica que se trataba del área nuclear del fundus, cuyas hectáreas en explotación debieron delimitar con los
territorios de otras villas (centros importantes de sus propias explotaciones agropecuarias) al menos a lo largo
del Caminàs, esa vía indígena, prerromana, que atravesaba de norte a sur la Plana de Castellón bordeando los
humedales aprisionados por la restinga del mar (por donde trascurre el Camí de la Serratella; en el s. XVI dels
atalladors), y cruzando el Millars por la singular estación –“tell”– de Vinarragell (fig. 7, nº 25).
Entre los restos cerámicos del Alter, detectamos algunas cerámicas ibéricas; al igual que observamos
entre los restos encumbrados del cercano poblado ibérico del Castellar, cerámicas romanas; y muchos de los
fragmentos de las ánforas del Alter de Xilxes (Dressel 2-4) son idénticas a las del horno del cercano yacimiento
de la Punta d’Orleyl (Lázaro y Mesado, 1981: 7), indicándonos, cuando menos en la bisagra del periodo
republicano y altoimperial, ese trasiego de gentes y mercaderías autóctonas entre los poblados y las lujosas
villas rústicas del llano, puesto que es lógico que la mano de obra de tales latifundios fuese mayoritariamente
indígena, ósmosis que pudo acontecer de N a S del País, y perdurar en el tiempo puesto que el idioma (que
identificará el origen de una cultura) que hablaron los iberos alcanzó la Alta Edad Media: “Pruebas de fecha
muy tardía nos ponen ante los ojos que incluso en momentos anteriores a la invasión islámica, continuaba
subyaciendo, pero con vida, el idioma ibérico” (Llobregat, 1980: 46).12
Las coordenadas cartográficas de la villa del Alter de Xilxes son: 30SYK412071.
3. EL BRONCE MERCURIAL DEL MUSEO DE BURRIANA (fig. 3-5 y 8)
3.1. La pieza
La divinidad grecorromana Hermes/Mercurio fue esa juvenil mensajera –por excelencia– de los dioses
olímpicos: protectora de los caminos y caminantes, del tráfico, de los juegos atléticos, del ganado,
de la fecundidad; guía de los muertos, dios de la oratoria, de la fuerza y de la gracia; divinidad del
comercio y, por ello, protectora de los ladrones, mercaderes y comerciantes: la “faceta más relevante
con la que se incorpora al Panteón Romano” (Trelis y Molina, 1999: 32). A esta polifacética deidad se
le atribuye, además, el descubrimiento del fuego, de la escritura y de la música inventando la lira y la
flauta. Tan alto y mítico personaje se nos presenta, en esta imagen del Alter de Xilxes, con la más pura
fisonomía clásica: soberbio trabajo realista digno de un taller (las officinae) posiblemente de la Magna
Grecia, fundiciones que seguirán en el anonimato, puesto que “los trabajadores del bronce en la época
romana eran –como los artesanos en general– gente despreciada y generalmente esclavos o libertos de
baja condición social” (Arce, 1990: 16).
Se trata de un bronce pleno, fundido a la cera perdida en una sola pieza. Mide 21,6 cm de alto y pesa, tras
su limpieza, 1.370 g. Aparece representado por un adolescente, de cuerpo entero, desnudo, salvo su costado
izquierdo que permanece oculto por la fluidez de los pliegues de una clámide vertical que, desde la supuesta
limpieza), procedente de Talavera de la Reina, que había presidido, en alto (nivel de la 2ª planta), la escena del teatro de este centro
cultural municipal, ubicado en el claustro del exconvento de la Merced (Mesado et al., 1991: 98-99). Nuestro bronce aparecía sin
el caduceo, posiblemente siguiendo aquellas indicaciones de Utrilla: “(…) la capa, que cubre todo este lado hasta la altura de la
rodilla, se repliega en el antebrazo, dejando al descubierto la mano izquierda, semicerrada, y el dedo índice, muy fino, extendido
y señalando hacia abajo” (Utrilla, 1967: 10). Finalmente, tras 10 años de “Cerrado por reformas” como anunciaba un cartel, en
los inicios del 2014 se abría el Museo definitivamente al público. Y no solo sigue sin el caduceo nuestro Hermes, pues también
se le ha retirado la planchuela, de oro, de su peana, en la que se indicaba tanto el nombre de la pieza como el del yacimiento de
procedencia. Y la esbelta columnilla de mármol, con la que la teníamos expuesta centrando la sala 2ª, ha sido sustituida por una
peana negra (de aglomerado), con campana de cristal. Conjunto ubicado contra la pared de la 3ª sala del Museo, siendo difícil
admirar el bronce por su bello plano espaldar.
12 En dicha ósmosis un yacimiento paradigmático será en Burriana, y junto a la mentada restinga costera: Torre d’Onda (Arasa, 1987:
45-50; Mesado, 2005: 96-97).
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El HErmEs dE “l’AltEr” dE XilXEs (lA PlAnA BAiXA, CAstEllón)
Fig. 8. Mercurio del Alter de Xilxes.
Plano espaldar. Fotografía Deutsches
Archäologisches Institut.
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Fig. 9. Detalle del pecho y de la cabeza del Mercurio del Alter
de Xilxes. Fotografía N.M.
fíbula anular sobre el hombro izquierdo, pende hasta la parte inferior de las rodillas, por lo que cubre el brazo
que se adivina (por su justo modelado) levemente encogido, con cuya mano, libre ya de ropajes, sostuvo el
caduceo.13 El brazo derecho, exento de su costado, con el antebrazo flexionado, sostiene con su mano una
bolsa, o marsupium, de largo cuello y cuerpo ovoide con apéndices iniciados en sus laterales por proceder de
la piel de un pequeño animal, midiendo 4,2 cm de alta por 2,1 de ancha.
La cabeza del dios (fig. 9), levemente ladeada hacia la derecha, está tocada con el pétasos alado: un casquete
de breve alero que lleva bien ceñido, del que sobresale un corto cabello con múltiples rizos. Sus alas aparecen
representadas en majestuosa actitud de vuelo, ya que tampoco debemos olvidar que fue mensajero veloz ante
los dioses de los infiernos Hades y Perséfore. Su anchura máxima es de 3,3 cm.
Calza las crepidae griegas, de 3,5 cm de suela, cuyo grosor apenas alcanza los 2 mm; con talón (rasgo
tomado de la solea romana) y bridas que sujetan el semidesnudo pie, cubriendo el empeine con un broche
revestido de tres plumas, detalles poco visibles en nuestras fotografías. De la misma manera podemos asegurar
13 Las diversas representaciones mercuriales que iremos cotejando, podemos seleccionarlas según la posición de sus clámides, puesto
que están reproduciendo determinados prototipos griegos que muy probablemente fueron famosas esculturas maiorum, dada la
proliferación de estas estatuillas, en su mayor número bronces artesanales de carácter popular. Boucher (1976) definió la serie que
representa la figura del dios con la clámide cubriendo el lado izquierdo, la cual se corresponde con el tipo III definido por Simon
(LIMC, p. 507-508). Citaremos, pues, aquellas de clámide vertical pendientes del hombro izquierdo dentro de los bronces plenos,
añadiendo, por cercano, el Mercurio de Sagunto, de clámide enrollada en su brazo izquierdo; y, por su buen paralelo, el más lejano del
Museo Arqueológico de Palencia que pudo portar la clámide sobre el brazo perdido.
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(tal es la conservación del bronce) que sus maléolos no portaron alipes, atributos “que significan la fuerza de
elevación y la aptitud para los desplazamientos veloces” (Chevalier y Cheerbrant, 1986: 557); apreciándose,
incluso, el modelado de las uñas, detalle que repiten los mejores bronces plenos.
Fino es el índice de la mano izquierda; pero, por rotura antigua, falta la última falange de su dedo pulgar
que pudo haberse perdido unido, por soldadura, al caduceo; sin embargo su izquierda, que apresa el cuello
del marsupius o bolsa para contener las ganancias mercantiles, desdice, por su bajo modelado, del resto de
la figura, de un bellísimo y sereno naturalismo romano, alejado ya del idealismo griego.
Tampoco son visibles en las fotografías (nuestras figuras) las plumas, bien dibujadas, de la parte inferior
de las alas del pétasos; así como el menudo abullonado de su superficie, inspirado en el caparazón de la
tortuga, reptil que se relaciona con nuestro dios; o su cabello, de abundantes rizos dispuestos simétricamente
en el flequillo, acompañado de cortos mechones sobre el cuello, dejando descubiertas las orejas, igualmente
bien modeladas, “rasgos propios de la retratística romana altoimperial” (Aranegui, 1991: 33).
Muy expresiva es la cara, de fino óvalo; pómulos leves, barbilla menuda y nariz recta de clásico perfil;
mientras su boca, entreabierta, aparece modelada por unos labios carnosos; y los ojos, con las pupilas
señaladas, son trasuntos de la más pura serenidad y dignidad interior de este casi púber rostro en el que se
refleja un hacer praxitélico, con esa dulce expresión que seducía constantemente a los artistas helénicos.
La figura está erguida, descansando el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha mientras que la
izquierda, algo separada y flexionada con el pie sin doblar, roza apenas, con la punta de la sandalia, el suelo:
“es la tradicional división de funciones de ambas piernas, sostén y descanso respectivamente, introducida
por los artistas del primer período clásico, que Policleto llevó a su perfección en el incomparable ritmo del
Doríforo” (Vera y Navarro, 1991: 37-43).
Es esta posición de descanso, con el correspondiente arqueado lumbar y desplazamiento del centro de
gravedad (en actitud de contraposto), lo que hace señalar sobre las caderas, al elevar con gracia el muslo
derecho a la vez que desciende el izquierdo, los surcos inguinales y el resto del articulado anatómico
del cuerpo, no olvidemos que se le identificó, también, con la divinidad natural que rige la armonía.
Modelado anatómico plenamente realista, exento aquí de cualquier idealización, conjunto que refleja
vigor y sensualidad. Igualmente se le modeló erguido el miembro viril, señalándosele los testículos y
el pelo púbico puesto que la fuerza genésica era valorada en esta deidad, “un encargo permanente a los
broncistas” (Arce, 1990: 24).
Pero es el plano espaldar (fig. 8) el que mejor acusa la contorsión suave de la figura, dado que la línea
del espinazo, en ligera curva ascendente (el centro de gravedad rítmico), favorecida por la desviación lateral
derecha de la cabeza, muere segada por el plano horizontal de las alas del pétasos. De la misma manera, la
pesantez y verticalidad de la clámide aparece contrarrestada por la proyección del brazo derecho, cadera, y
torsión de la cabeza. La alilla izquierda, con su horizontalidad, contribuye a fijar la inmovilidad columnar del
ropaje, mientras que la derecha, más inclinada, se une con las fuerzas proyectantes de este lado de la figura.
Esta armonía de líneas y masas nace de la propia pose del bronce, la cual anima, en serena turgencia
de viriles contornos, la imagen. Pero pese a que domina el canon clasicista del s. V, posee proporciones
y un modelado anatómico del tronco representado en la flor de un vigor viril iniciado –no por ello una de
las facetas del dios es la de ser patrono de la palestra– igualmente propios del s. IV: rostro excesivamente
aniñado (al que aflora una leve sonrisa, con una mirada intimista) y cierta sensualidad y gracia en la
curva rítmica espaldar. Aun con ello su escultor consigue amalgamar ambos períodos, el policlético y
el praxitélico-lisípeo, construyendo un nuevo equilibrio armónico propio de un buen conocedor de los
cánones clasicistas del momento.
Pero el interés de la pieza no sólo reside en el equilibrio de los valores visuales, su buen modelado
anatómico, naturalista, o el casi perfecto canon de Policleto (siete veces la altura de la cabeza en la altura total
del cuerpo); sino que es su “excepcional” estabilidad (no conocemos otra pieza semejante que la posea), y el
hallarse soberbiamente conservada, lo que convierten al bronce pleno del Museu Arqueològic Comarcal de la
Plana Baixa en una de las mejores representaciones peninsulares, y aun europeas, de este dios.
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Buen paralelo de la pieza en cuestión puede ser la adquirida por el Museo Arqueológico Nacional en
1961, procedente de El Peralejo (v. fig. 14), en la provincia de Jaén (Fernández de Avilés, 1962: 157-163);
aunque su tamaño excede en unos tres centímetros a la del Alter. También la cabeza está más ladeada, y no
presenta la suave inclinación de nuestro bronce que hace rozar la mirada en algo cercano e íntimo. Difiere,
asimismo, en las aletas del pétasos que fueron fundidas, por su excesivo tamaño, exentas; en las alillas
talares –los alipes–; en hallarse incompleta, y en el torques de plata que conserva –un simple alambre
anudado–, detalle de poco interés pues pudo habérsele unido a la escultura en época posterior a la de su
fundición, como posiblemente ocurría con el Mercurio de Lyon que luego veremos (junto con el de El
Peralejo) con un mayor detalle.
Sin embargo, el bronce de El Peralejo se asemeja al nuestro en la exacta posición de la clámide, en el
modelado anatómico del tronco, en la posición de sereno descanso que proporciona la pierna de apoyo y la
exonerada y, como hemos dicho, en su tamaño.
También de Sagunto, hallazgo que aludimos por su proximidad con Xilxes, procede un bronce
mercurial que, aunque difiera en el modo de llevar la clámide, es notable por su excelente realismo,
aunque sólo conocíamos la figura (cuando iniciamos el presente texto) por un dibujo de J. Zapater
(Chabret, 1888, II: 230, fig. 44).
Nuestro Hermes, como estamos comentando, tendrá que ser parangonado con las mejores representaciones
mercuriales extranjeras, como, por ejemplo, la estatuilla que posee el British Museum procedente de Lyon,
aunque ésta tenga la cabeza desnuda y muy ladeada, llevando, como la de El Peralejo (cuando fue dada a
conocer) un torques de oro.14
En la partida del Sequer de Xilxes se hallaban restos de una villa romana altoimperial, y en todo tiempo
sus propietarios fueron encontrando objetos de toda índole con ocasión de haber practicado desmontes o
labores profundas; pero nada llegó a conservarse. Por fortuna nuestra estatuilla no ha seguido el camino del
anonimato, y el Museu Arqueològic Comarcal de la Plana Baixa se enorgullece de poseer, en su tipo, una
de las mejores representaciones conocidas de esta deidad.
3.2. Cronología
Para datar estos productos de importación, tendríamos que conocer los talleres de fundición que estaban al
servicio de una clientela romana de élite, así como la de los escultores que en ellos o para ellos trabajaron,
hoy en el más absoluto anonimato. Igualmente sucede con los que produjeron en el entorno de Tarraco
sus esculturas, algunas de gran mérito. Con su anonimato y desconocimiento es siempre difícil, y a su vez
expuesto, dar un taller e incluso una cronología, puesto que sus modelos pudieron perdurar bastante; pese a
todo lo cual, el Mercurio del Alter de Xilxes habrá que situar dentro de la primera mitad del s. I d.C.
Para Gustav Gamer, nuestro bronce “sigue en su tipo estatuario a famosas estatuas de la segunda mitad del
siglo V antes de J.C. como p.e. al Hermes Boboli o al llamado Hermes de Annecy”.15 Y la semejanza que ofrece
con los bronces de El Peralejo y Lyon puede servir para fijar más su cronología, pues pudiera ser de época
Augustea, o Julio-Claudia; mientras que la gran crisis (de toda índole) del siglo III, como también detectaba la
villa de Benicató, pudo alcanzar la nuestra como probarían las cenizas en las que fue hallado.
Es innegable que al igual que suele ocurrir con la estatuaria monumental, también la calidad de los bronces
plenos está en relación con su tamaño, por ello los que se acercan a los 23 cm son los que comportan una
mayor calidad artística. Es lógico, pues, que el elegante y armonioso bronce del Alter quede dentro de la mejor
14 El Dr. Fernández de Avilés, al estudiar el bronce de El Peralejo, recogerá el bellísimo Mercurio de Lyon, adquirido por el British
Museum, tomándolo de H. Walters (Greek and Roman Bronzes, London, 1929, pág. 222), el cual aún llevaba un torques de oro,
pieza “posiblemente añadida en época moderna”, motivo por el cual ha sido retirado, como podemos apreciar en la fotografía que
publicamos procedente del propio museo británico.
15 Carta personal de fecha 18-5-1972.
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estatuaria en bronce pleno que salió de las fundiciones o talleres (aquellas officinae) altoimperiales. Obra
perteneciente a la corriente neoclásica o helenística, cuyo modelo –que personifica la “clámide vertical”–
reproduce un prototipo, con gran verosimilitud monumental, hoy desconocido. Pese a la reiteración de modelos
(premisas culturales) estos singulares bronces siguen siendo ejemplares únicos.
4. REPRESENTACIONES MERCURIALES VARIAS 16
Mercurio de Sagunto
Pieza mercurial, como todas las que estamos viendo, fundida a la cera perdida. Martínez Aloy la recoge en
la Geografía del Reino de Valencia (1923-1925, I: 216-217), aunque la toma de un apunte de Chabret, quien
dice que la pieza era de D. Fco. Caballero Infante, Secretario de la Universidad Literaria, y procedía de
Sagunto. Anotando que su altura era de 15 cm, “revelando el mejor estilo y una época floreciente del arte”.
Por un dibujo firmado por J. Zapater (fig. 10, A), observamos que se trataba de un excelente
bronce que creíamos en paradero desconocido, hasta que, sorpresivamente, lo vimos en la exposición
de bronces llevada cabo en Sagunto en el año 2004, con el título de “Opvlentissima Sagvntum”,
coordinada por el Dr. P. Pau Ripollès, anotándose que pertenecía al Nationalmuseet de Dinamarca
(fig. 10, B).17 La deidad aparece con la clámide enrollada en espiral en su brazo izquierdo, lo que la
imbuye de un movimiento que contrasta con la quietud del resto de la figura cuya pose y modelado
anatómico es similar a la del Alter. Posee alipes y cubre la cabeza con el pétaso alado; aunque las aletas
son cortas y no se representan en actitud de vuelo. Con la mano derecha sostenía el caduceo; y aunque
tiene excesivamente abierta, con la palma de la mano hacia arriba, su opuesta (¡restituida!), llevaría
en ella (en el bronce original) el marsupius. La estatuilla hará asiento, para su sostén, anclada a una
peana cilíndrica posiblemente mandada colocar por Caballero Infante, pues una inscripción grabada
(en castellano, indicio de que fue hecha aquí), anota: “Hallada (sin la / mano izq[uierda]) entre / las
ruinas del / Castillo de Sagu / nto a su repara / ción en la guerra / de la Independen / cia año 1809”.
Aranegui no la relacionará con el bronce que poseía Caballero Infante, anotando que la figurilla fue
comprada por el Museo Nacional de Dinamarca en el año 1939 y que había pertenecido a Sir Francis
Cook, pasando luego a su hijo “quien la mantuvo en Londres hasta su muerte en 1905, momento en que
la colección se dispersó sin que se sepa a qué manos fueron a parar las distintas piezas”. Añadiendo
que “es la de mayor calidad entre las de bronce recuperadas en Sagunt. Su propietario debió gozar
de una posición elevada y estar al corriente de las modas artísticas de su época, complaciéndose en
la posesión de esta exquisita obra de arte que, probablemente, adquirió para su larario particular”
(Aranegui, 1991: 33). Pero además de su modelado que, como hemos visto, es similar al de la colección
Caballero Infante, para nosotros por tratarse de la misma pieza. Hay un detalle que lo afirma puesto
que el dibujo de Zapater (no olvidemos que es una reinterpretación artística) por el cual conocemos
el Hermes saguntino que poseía Caballero Infante, al igual que lo hace el del Museo Nacional de
Dinamarca, posee la mano izquierda (fue hallada sin ella) abierta y en una posición que es del todo
imposible que pueda coger el marsupium, detalle que debió de ignorar la fundición que la llevó a cabo,
siendo rarísimo (o mejor imposible) que ambos bronces, de ser distintos, acusen el mismo defecto.
Deidad popular en el territorio saguntino, como lo demostraría el hecho de tener en la propia ciudad un
monumento, puesto que una inscripción, hoy extraviada, recordaba que un personaje llamado Bebio Eunomo,
había dedicado a Mercurio Augusto un monumento (Martínez Aloy, 1923-1925: 216).
16 El siguiente listado en modo alguno pretende ser exhaustivo, puesto que lo obtuvimos en 1967 cuando pensábamos publicar los restos
de esta villa. Es lógico que con los años transcurridos el número de piezas encontradas sea mayor, aun con ello no hemos tenido noticia
de que se haya recogido algún bronce mercurial de tanta calidad como el encontrado en Xilxes.
17 National Museum of Denmark, Department of Classical and Near Eastern Antiquities, inv. nº 10.115 (Aranegui, 1991: 33).
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A
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B
Fig. 10. Mercurio de Sagunto.
A) Según un dibujo de
J. Zapater.
B) La pieza en el
Nationalmuseet, de Dinamarca
(Ripollès, 2004).
Museo Federico Marés (Barcelona)
De los pequeños bronces mercuriales, plenos, que expone este museo, presentamos aquí dos de ellos
fundidos a la cera perdida. Según L. Monreal Agustí fueron adquiridos en el comercio de antigüedades,
por lo que se desconoce cualquier otro detalle.18 El primero es una figurita de unos 6 cm de altura, de
pátina negro-verdosa (fig. 11). Es portador de una clámide “vertical” sobre su costado izquierdo, que
pende, anudada, sobre el hombro, dejando desnudo el antebrazo cuya mano sostuvo un caduceo. Lleva
con la derecha el marsupium y cubre la cabeza con un pétaso alado, detallando una cara de plano
frontal. Tiene perdido el pie derecho, calzando sandalias aladas. Este bronce, pese a su pequeñez, acusa
un modelado no exento de realismo, aunque anatómicamente pobre.
La segunda pieza es un bronce pleno, de unos 7 cm de altura, de pátina negro-rojiza (fig. 12). Copia,
como el anterior, un prototipo de clámide “vertical”. Anatomía escasamente marcada, presentando toda
la pieza excesiva rigidez vertical, en especial las piernas: ambas en un mismo plano, aunque separadas y
sin otro detalle anatómico, excepto el señalar los pies. Cubre la cabeza, ligeramente ladeada a su derecha,
con un pétaso alado y su rostro apenas modela otros detalles, aunque se intuyen nariz y ojos. Mientras
sostiene con su mano derecha el marsupium, pegado como el antebrazo al cuerpo, su izquierda pudo
llevar un caduceo, pieza hoy perdida.19
18 Carta de fecha 23 de abril de 1969.
19 Desconocemos en estas dos piezas del Museo Federico Marés, los planos espaldares.
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Fig. 11. Primer
Mercurio del Museu
Marés, Barcelona.
Fotografía Mas.
Fig. 12. Segundo
Mercurio del Museu
Marés, Barcelona.
Fotografía Mas.
Museo Arqueológico Provincial de Palencia
Igualmente por compra, el Museo Arqueológico de Palencia posee un excelente bronce mercurial, de 16,4 cm
de alto, encontrado en la región de Cubillas de Cerrato (fig. 13).20 Aquí esta deidad se representa, posiblemente,
desnuda; aunque tiene por roturas antiguas perdido todo el brazo izquierdo en el que pudo portar una clámide
enrollada, y el pie del mismo lado. Cubre la cabeza con un mínimo casquete portador de unas incipientes
alas, pieza que desmerece del conjunto del bronce. Lleva la bolsa o marsupio en su diestra, muy semejante a
la del Hermes del Alter, aunque en posición más diagonal. También su modelado anatómico es semejante, en
idéntica posición estática y de contraposto, pudiéndolo superar el buen modelado de las piernas cuyos pies
calzaron sencillas sandalias, presentando breves alipes. Como ocurre con el bronce del Alter, también en éste
la mano que sostiene el marsupio aparece deformada, posiblemente porque se vertió por ella el bronce fundido,
o tuvo aquí la chimenea de desgaseo. En su conjunto, el bronce de Palencia presenta, como se ha dicho, un
articulado anatómico semejante al del Alter, aunque no exento de cierto idealismo (Revilla, 1943: 158).
Hermes de El Peralejo (Jaén)
En 1961 ingresaba en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid un bronce mercurial con una altura
de 24 cm, motivo por el cual las alillas del aplastado sombrero, hoy perdidas, eran piezas exentas (fig.
14). Su clámide pende del hombro izquierdo. La estatuilla está incompleta, puesto que, además, le falta
parte del brazo derecho, pie del mismo lado, y la mano izquierda. Su modelado es semejante al bronce del
Alter de Xilxes, aunque no alcanza la naturalidad y belleza que presentan los bronces de los museos de
Palencia o de Burriana; pero su pose es la misma. La figura lleva alipes sobre los tobillos, conservando un
torques de plata (“simple alambre anudado”) en el cuello. Para Fernández de Avilés esta pieza del Museo
Arqueológico Nacional sería de época Julio-Claudia (1962: 163).
20 Damos las gracias a D. Guillermo Herrero Martínez de Azcoitia, quien en carta personal de fecha 11 de abril de 1969 nos remite las
fotografías de esta figura, así como el pertinente permiso para su publicación. Gráficos que suplen la deficiencia de los publicados por
A. García Bellido en su “Corpus” de las Esculturas Romanas de España y Portugal.
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El HErmEs dE “l’AltEr” dE XilXEs (lA PlAnA BAiXA, CAstEllón)
Fig. 13. Mercurio del Museo Arqueológico Provincial de
Palencia. Archivo fotográfico Excma. Diputación.
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Fig. 14. Mercurio de El Peralejo, Jaén
(según A. Fernández de Avilés).
Hermes de Casal-Comba
Según García y Bellido, este bronce, “una de las más bellas figuritas de su género halladas en la Península”
(1949: 86, nº 68, lám. 63), fue encontrado cerca de Coimbra en el año 1877. Mide 22 cm de altura, aunque tiene
hueco el tronco y perdido su brazo izquierdo (en el que pudo llevar una chlamys enrollada) y pierna del mismo
lado a partir de la rodilla (fig. 15). Tenía fundidas aparte las alas del pétaso y los alipes. El sombrero es de “alas
poligonales curvas”. La figura coge el marsupium al modo que lo hacen los bronces de Espeyer y Lyon. Para
García y Bellido esta idealizada estatuilla recordaría el bronce de Antikythera, así como “a ciertas creaciones
de Lysippos”, y sería “trasunto de algún original del siglo IV hecho por un broncista griego, tal vez en Roma
y hacia los tiempos de Caesar o de Augustus” (García y Bellido, 1949: 86, nota 48, lám. 68). Tan bello bronce
mercurial “foi dado como desaparecido na década de 30”.21
Hermes del Museo Arqueológico de Narbona
Dicho museo posee dos bronces mercuriales, uno hallado en Montredon (Aude), en 1850; y otro, de mayor
calidad (fig. 16), procedente de las cercanías de Narbona, paraje denominado Trou de la Grave.22 Mide 14 cm
y fue adquirido por el Museo en 1841. Lleva de inventario el nº 841-3-1 (Tournal, 1864: 82).
Se trata de una bonita pieza cuya pose y modelado anatómico se acerca a la figura de Xilxes. Ha perdido
su mano izquierda. El sombrero alado parece pieza exenta, así como la mano que tiene extraviada, puesto
que presenta un taladro para su injerto. En ella sostendría el caduceo. Calza sandalias con alipes. No
poseería estabilidad por lo que une ambos pies con un enganche de fundición.
21 Según carta personal de la Dra. Lucia Almeida Matos, directora del Museo Nacional de Soares Dos Reis, de fecha 10-I-2000.
22 Damos las gracias al director del Museo de Narbona, Dr. Yves Solier, por su amabilidad en hacernos llegar, en marzo de 1981, la
información solicitada.
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Fig. 15. Mercurio de Casal-Comba, Portugal
(según A. García Bellido).
Fig. 16. Mercurio del Museo de Narbona, Francia.
Fotografía P. Bouscarle.
Mercurio de Lyon
Se trata de uno de los bronces plenos más bellos de los encontrados en Europa, custodiado por el British
Museum y catalogado con el nº 825 (fig. 17).23
Su posición, modelado anatómico, clámide y calzado, acusan fuertes paralelos con el bronce del Alter,
aunque ladea excesivamente la cabeza (hecho extraño dentro de la estatuaria clásica) que no cubre con el
pétaso, dejando ver un cabello corto poblado de rizos bien modelados, como lo está su cara cuyos ojos
señalan las pupilas. Como la gran mayoría de estos menudos bronces en los que el caduceus es pieza
exenta, lo tiene perdido, por lo que su mano izquierda aparece semiabierta. Difiere, sin embargo, por el
modo de coger el marsupium. Posiblemente no sostiene el equilibrio, por cuanto aparece con las suelas de
las sandalias soldadas (?) a una peanita circular decorada con palmetas, nieladas, de siete pétalos. También
presentaba sobe el cuello un torques de oro, que le ha sido retirado.
Un excelente paralelo del bronce de Lyon (si no fue este el modelo), igualmente con peana, lo
publicaba S. Reinach en 1929 (fig. 18). Tan sólo el marsupium (muy pequeño) y un cuerpo más
voluminoso (si el dibujo es fiel reflejo del original), diferirían del de Lyon (Gagnat y Chapot, 1920:
194-195, lám. LVII).
23 “Bronze statuette of Mercury Roman, about AD 120-140. Found near Huis, France. Bequeathed by R. Payne Knight. GR 1824.4-60.4
BM Cat Bronzes 825”. Carta personal de la Dra. J. Lesley Fitton, del British Museum, de fecha 20-IV-1999.
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Fig. 17. Mercurio de Lyon. Fotografía The British Museum.
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Fig. 18. Dibujo de una figura
mercurial dada a conocer por S.
Reinach (1929: 30, nº 1).
5. COMENTARIO FINAL
El número de figuras de bronce que representan a Mercurio dentro de la estatuaria menor greco-romana es
elevado, puesto que “Si hay un dios, una figura de dios, repetida en bronce hasta la saciedad en Hispania,
en Galia, en las provincias occidentales, es el Hermes/Mercurio” (Arce, 1990: 24). Recientemente Arasa
i Gil (Universitat de València) ha dado a conocer un exhaustivo trabajo sobre los menudos bronces de
época imperial en el País Valenciano, indicando, asimismo, que “La divinidad más numerosa es Mercurio,
que aparece en nueve ocasiones”. Listando los bronces de Sagunt (en el Museo Nacional de Dinamarca),
el de la colección Caballero Infante, que dice procede igualmente de Sagunt (anotando que se encuentra
desaparecido24), del Enginet de Calp (desaparecido), el del Tossal de Manises (desaparecido), el del Alter
de Xilxes (Museu Arqueològic de Burriana), el Mercurio de la colección Senent (desaparecido), el de
la Alcudia de Elche (Museo Arqueológico Nacional), el de Morella (desaparecido), y el de Guardamar,
igualmente perdido (Arasa, 2008: 426).
24 Como vimos, ambos bronces (el del Museo Nacional de Dinamarca y el de la Colección Caballero Infante) son, para nosotros, el
mismo. Si bien el conocido por el dibujo de Zapater, aparece con un sello anatómicamente más viril que atribuimos a su dibujante
(ocurre lo mismo, por dar un paralelo, con el dinamismo que D. J. B. Porcar imbuye a las reproducciones del Arte Levantino);
aunque difieren las medidas publicadas: 18,3 cm para el primero –que sería su auténtica medida– y sólo 15 cm para el segundo,
según Chabret (1888, II: 230, fig. 44).
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A
B
Fig. 19. Mercurio de Traiguera. A) Vista frontal. B) Plano espaldar. Archivo del SIAM, Valencia.
Pero existe otro Mercurio (también extraviado) que publica Sarthou (191325: 866), en cuyo pie de foto se
anota: “Traiguera.- Ídolo (Mercurio) de bronce, encontrado en este término y que posee el arqueólogo señor
Chillida”, indicando que la fotografía (“clisé”) es del propio Chillida. En el texto, al enumerar las antigüedades
aparecidas en Traiguera, se especifica que dicho bronce se encontró a 8 km de la población: “roturando un
terreno inculto, á principios del corriente siglo, se halló, bajo una gran losa (…) Acerca de este hallazgo
publicó el señor Martínez Aloy un curioso artículo periodístico”, en el cual se anota que mide 11 cm de altura
y pesa 240 gramos, siendo: “un efebo que viste clámide pendiente de los hombros y recogida á un lado; calza
la cabeza con un pétaso alado y los pies con endormis también aladas ó talares. Extendiendo el brazo derecho,
lleva en la mano un plato con una protuberancia, que bien puede ser una patera con umbo ornamental ó una
patella con manjar sagrado, y mantiene levantado el brazo izquierdo con un hueco en la mano sin señal de
quebradura, que indica aprisionar objeto superpuesto…” Añadiendo: “Porque no reproduce con exactitud
modelo alguno conocido [hecho cierto], ofrece mayor interés el bronce de Traiguera”. Observando: “Es un
tipo de la escultura romana, interpretado por artista indígena. En figuras de esta clase es arriesgado aventurar
sus fechas: hace pensar en los límites del segundo periodo de la escultura latina, no lejos del nacimiento de
Jesucristo”. Fotografía de la estatuilla, tanto frontal (fig. 19, A) como espaldar (fig. 19, B), posiblemente
del propio Chillida puesto que la primera es la que publica Sarthou, nos la remite J. Vicent Lerma, puesto
25 La fecha que damos a la edición de la obra de Sarthou (volumen referido a la Provincia de Castellón, dentro de la Geografía
General del Reino de Valencia), la hemos tomado del facsímil publicado en 1989 por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Castellón, en donde la hija de C. Sarhou (Lidia S.) publica cronológicamente la obra de su padre, dando el año 1913 como
el correspondiente a dicha publicación; fecha que pudiera estar equivocada puesto que Luís Cebrián (1851-1934), médico de
Almenara, mandaba el día 17 de julio del año 1914 una carta de protesta al editor barcelonés Alberto Martín, indicándole que el
texto sobre esta villa, y sus antigüedades, era suyo y las galeradas a corregir se habían mandado al alcalde del pueblo (Vicent y
Hormigos, 2002: I.6).
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que se conserva en el archivo del SIAM de Valencia, del que es técnico arqueólogo, indicándome que en el
reverso aparece manuscrita tanto la procedencia (Traiguera), como el año de su hallazgo (1902).26 Este bronce
no queda lejos de aquellos indígenas encontrados por González Simancas en Sagunto, el año 1932, en un
posible templete subyacente al foro augusteo, en donde observaremos jóvenes oferentes portando páteras con
comida ritual, como lo hará el bronce de Traiguera (Bletch, 1989: 49-91). Siendo evidente que está hecho,
como aquellos 13 exvotos saguntinos: “dentro de una mezcla de tradición local ibérica e incipientes modelos
romanos” (Arce, 1990: 24).
ADDENDA
La Dra. Gabriela Martín Ávila, a petición de D. Domingo Fletcher, director del Museo de Prehistoria de
Valencia, llevó a cabo la siguiente clasificación de las cerámicas que seleccionamos del yacimiento del Alter:
1. Fragmento de lucerna, seguramente de volutas, con decoración de ovas en torno al emblema central.
1bis. Frag. de lucerna. Asa, puede ser de volutas pero no es seguro.
2. Platito sin barniz, decorado con ruedecilla.
3. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 30. Se aprecia el pie y arranque de la decoración de puntas
de flecha.
4. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 37, con motivos decorativos grandes: círculos ondulados con
otros pequeños en torno por el interior del mismo y pajarito dentro mirando a la izquierda. Entre los
círculos grandes motivo vertical de línea ondulada con pajarito rematando y cuenta en la parte inferior.
La decoración, la arcilla y el barniz son típicos del taller de Bronchales (Teruel).
5. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 37, con decoración de círculos sogueados concéntricos con
motivo vegetal dentro. Es también tipo Bronchales.
6. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 29, con decoración de métopas separadas por puntos de flecha
y motivos vegetales.
7. Frag. de sigillata sud-gálica (?) con ruedecilla.
8 y 11. Frag. de sigillata sudgálica forma Drag. 29, con decoración de tema vegetal.
9. Frag. de sigillata sudgálica forma Drag. (?) con dos métopas y puntas de flecha horizontales.
10. Frag. de sigillata hispánica, quizá forma Drag. 30, con motivo vegetal y cuentas.
12. Frag. de copa de sigillata hispánica lisa, forma Drag. 27.
13 y 14. Frag. de pie de sigillata hispánica lisa.
15 y 18. Dos fragmentos de copas, parecen ambas forma Drag. 27 porque se puede observar un poco del
arranque del cuarto de círculo superior. Ambos fragmentos tiene grafito: ..]IIVIIRI ANTI[ (nº 18), y ]
NRCVIBMIC[ (nº 15).
16. Frag. de sigillata hispánica, pie de copa con restos de grafito.
17. Frag. de sigillata hispánica lisa, forma Drag. 15/17.
19. Frag. de pie con marca hispánica rota, ilegible.
20. Frag. de sigillata hispánica lisa, forma Drag. 18.
21. Frag. de sigillata sudgálica lisa, forma Drag. 24/25. Pequeña copita con ruedecilla en el borde.
22 a 27. Fragmentos de sigillata hispánica, lisa.
28. Frag. de tapadra de sigillata Clara A, forma Lamb. 20, con decoración de ruedecilla.
29. Frag. de sigillata clara A de tipo tardío, barniz de mala calidad.
30. Frag. de sigillata clara A.
31, 32 y 32bis. Fragmentos de vasos de paredes finas sin barniz, decorados con ruedecilla. El 31 puede
ser un tipo augusteo, los otros dos son más dudosos porque son de paredes más gruesas y mal cocidos.
26 Agradecemos a J. Vicent Lerma, amigo y condiscípulo, esta deferencia.
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33. Frag. de fondo de lucerna de volutas con marca de alfarero: QVNBIL.
34. Frag. de sigillata clara A, forma Lamb. 9.
35. Frag. de sigillata clara A, forma Lamb. 10 “a strice”.
36. Frag. de vasija rectangular, seguramente una tapadera de caja, porque se nota el arranque de la que
debía ser una figura que servía de asa central. El barniz es de tipo lucente, semejante al de la sigillata
clara lucente.
37. Frag. de vasija de cerámica común tipo de “borde aplicado”.
38. Frag. de vasija de cerámica común tipo plato de “borde ahumado”.
39 y 40. Fragmentos de cerámica común, sin barniz.
41. Frag. de tubo cerámico de uso indeterminado.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 283-304
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Pere Pau RIPOLLÈS a y Manuel GOZALBES b
Imitaciones hispanas de ases romanos republicanos
RESUMEN: El hallazgo en la Península Ibérica de numerosas monedas fundidas con la tipología de los ases
romano republicanos ha permitido atribuirlas a este territorio. Estos ases estuvieron en circulación desde
mediados del siglo II a.C. hasta las primeras décadas del siglo I a.C. Según la ordenación propuesta, las
series iniciales pesan 30-35 g, mientras que las finales no superan los 20 g. Dichas piezas circularon junto
a monedas heterogéneas de cecas muy diversas y fueron valoradas de acuerdo con su peso. Se desconocen
tanto la naturaleza jurídica como las circunstancias de su fabricación, pero no parecen albergar una intención
de fraude. Posiblemente trataron de cubrir una necesidad, respaldadas por unos diseños reconocibles que las
homologasen a las romanas oficiales.
PALABRAS CLAVE: Imitación, Hispania, Ases, Roma, República.
Spanish imitations of Roman Republican Asses
ABSTRACT: Several finds of cast coins that copy the Roman Republican asses allow us to establish their
origin in the Iberian Peninsula. These asses were in circulation from the 2nd half of the 2nd century until
the first decades of the 1st century BC. According to the proposed arrangement, the earliest series weigh
30-35 g, while the latest do not exceed 20 g. They were used alongside coins of many different mints, whose
metrology was very varied, and the value seems to be derived from the weight. The view taken here is these
coins, whose status is not clear, were not intended to defraud the user, but to fill a gap in the bronze currency,
by using familiar designs.
KEYWORDS: Imitation, Spain, Hispania, Asses, Rome, Republic.
a Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
ripolles@uv.es
b Museu de Prehistòria de València.
manuel.gozalbes@dival.es
Recibido: 14/04/2016. Aceptado: 22/06/2016.
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
1. INTRODUCCIÓN
Las producciones no oficiales de monedas de bronce romano-republicanas constituyeron un fenómeno
de notable importancia. Se trata de unos materiales relativamente abundantes identificados desde
hace décadas, pero que no habían sido objeto hasta la fecha de una recopilación exhaustiva. Las
incertidumbres son numerosas en relación con su cronología, los lugares de fabricación, el papel que
desempeñaron y su ámbito de utilización. El presente trabajo continúa el camino iniciado por otro
estudio reciente dedicado a los semis hispanos de imitación (Ripollès y Witschonke, 2015), y también
se circunscribe a todas aquellas series producidas presuntamente en Hispania. Como hace unos años
señalaba Winsemann (1991), sólo una amplia recopilación de monedas puede propiciar el avance en la
identificación de estos materiales no oficiales y en su adscripción geográfica. Estas imitaciones no se
pueden catalogar adecuadamente si no se dispone de un repertorio gráfico apropiado en el que todas
sus variantes queden recogidas.
Las imitaciones son un fenómeno de naturaleza compleja debido a la imposibilidad de establecer criterios
nítidos y objetivos que permitan en todos los casos discernir su estatus y diferenciarlas de las oficiales. ¿Cómo
distinguir una buena imitación de una mala producción oficial? ¿Qué naturaleza jurídica tuvieron este tipo de
monedas? ¿Su fabricación se debe a la administración romana, a itálicos, a nativos o a cualquiera de ellos? El
material recopilado procede de colecciones públicas, privadas y catálogos de subasta, por lo tanto se trata de
piezas carentes de información relativa a su procedencia o a su contexto de hallazgo. En definitiva, esta falta
de datos de contexto impide determinar tanto la naturaleza de sus fabricantes como el ámbito geográfico en
el que se produjeron.
Los semis fueron el valor más imitado durante el período republicano, seguidos a cierta distancia
por los ases. Mientras que el estudio de los primeros permitió reunir 545 piezas, para los segundos se
han logrado catalogar 66 ejemplares. En comparación con ambas muestras, las imitaciones de trientes y
cuadrantes constituyen un producto marginal. La recopilación de ases de imitación procedentes de museos,
colecciones privadas, subastas, internet y publicaciones, ha conseguido reunir una cantidad respetable de
piezas, que pone de manifiesto un fenómeno monetario de una notable envergadura. La comparación de las
producciones de semis y ases en función de las piezas conservadas resulta peligrosa, ya que mientras que
los primeros se acuñaron, los segundos se fundieron en moldes, método de producción menos eficaz. Por
otra parte, cabe pensar que, por su mayor peso y módulo, la pérdida de ases fue menos frecuente que la de
semis y que pudieron reciclarse con mayor frecuencia.
El conocimiento de las imitaciones republicanas producidas en las diferentes provincias romanas
y sus territorios colindantes es todavía escaso y parcial. Las circunstancias en las que se ha producido
la recopilación de material han servido para reunir una buena muestra de piezas hispanas (Ripollès y
Gozalbes, en prensa), pero no permiten abordar el fenómeno de las imitaciones para todo el ámbito
mediterráneo, ya que la información resulta insuficiente. En consecuencia, el presente corpus sólo incluye
las emisiones de presumible origen hispano, debido a las mayores facilidades para acceder a las fuentes
de datos españolas tanto colecciones como de ventas públicas. Únicamente de una forma indirecta, la
atribución de variantes concretas a Hispania permite sugerir, por exclusión, aquellas imitaciones que
pueden relacionarse con otras provincias.
El material reunido ha sido posible gracias a la colaboración y facilidades que han prestado un buen
número de colegas. Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a P. van Alfen y G. Bransbourg
(American Numismatic Society), D. Hollard y O. Legrand (Cabinet des Médailles de la Bibliothèque
nationale de France), P. Otero y P. Graneda (Museo Arqueológico Nacional de Madrid), G. Cores (Madrid),
A. Burnett (Londres), J. Vico (Madrid), A. McCabe (UK) y R. Witschonke († USA).
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2. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
En la segunda mitad del siglo XIX, d’Ailly publicó su enorme colección de monedas romanas
republicanas, donde agrupó los ases anónimos de acuerdo con su peso (1866: cap. V, 117 y ss.). Entre los
valores de las diversas clases (as sextantal, uncial, semiuncial y cuartouncial) detectó algunas piezas que
le sorprendieron por su fábrica y estilo. A menudo calificó su fábrica como bárbara, mediocre, mala o
muy mediocre y de algunos retratos de Jano llegó a decir que eran “monstruosos e innobles” (1868: 262).
A pesar de que d’Ailly no habló abiertamente de un fenómeno de acuñaciones irregulares o imitaciones,
el hecho de describirlas aparte supone el reconocimiento implícito de una anomalía. Cuando describió el
grupo de ases sextantales, se percató de que algunos ases, contrariamente al resto, habían sido obtenidos
mediante fundición, ya que los diseños eran blandos y estaban empastados (1866: lám. 56-1). Por su
pátina, factura y estilo los consideró antiguos (1866: lám. 55-1). Lo mismo detectó entre las piezas
del grupo de ases unciales (1866: 136) y semiunciales (1866: 146-147). Entre los ases con símbolo y
nombres de magistrados d’Ailly también encontró piezas que, de acuerdo con su valoración estética,
calificó de mediocres, muy mediocres e incluso bárbaras. No obstante, les dio un tratamiento diferente
al de los ases anónimos, ya que quedaron englobados dentro de los respectivos grupos, justificando sus
anomalías como emisiones realizadas en un momento posterior, a veces por algún descendiente del
magistrado (1868: 358). De la colección d’Ailly sólo un as puede atribuirse a Hispania con seguridad;
se trata de la moneda A922 (d’Ailly, 1866: lám. 55-1 = Crawford, 1982: nº 3). El resto de ases, que
potencialmente no son oficiales, presentan diseños y facturas diferentes a las piezas que presuntamente
tienen alguna vinculación con Hispania. La publicación de d’Ailly quedó como una obra de referencia
clave para la moneda romana republicana, pero la identificación de unos pocos ases y semises anómalos
no tuvo ningún eco posterior. Tuvieron que pasar bastantes años para que se recuperase de nuevo el
interés por este tema. A Bahrfeldt (1934) se debe la revitalización de esta parcela de las acuñaciones de
bronce republicanas, si bien centró su atención en los semis.
Cuarenta años más tarde Crawford recordó discretamente la existencia de este material en un
apéndice del volumen I de su libro Roman Republican Coinage, dedicado a las emisiones oficiales de
la República (1974: 565). Allí puso de manifiesto la escasa atención que este tipo de emisiones habían
suscitado a pesar de constituir un episodio relevante en la historia monetaria de época republicana.
El convencimiento de la importancia de este tipo de materiales llevó a Crawford a materializar el
anuncio que había hecho en 1974 de realizar un estudio detallado sobre las emisiones no oficiales de
bronce romano-republicanas, publicándolo en 1982 con ocasión del encuentro Stato e moneta a Roma
fra la tarda Repubblica e il primo Impero, celebrado en el Palazzo Barberini de Roma. En este trabajo
reunió los materiales que había documentado en el transcurso de su estudio sobre la moneda romanorepublicana, ampliando considerablemente el listado de tipos y ejemplares que en su opinión debían
considerarse como emisiones no oficiales. Por vez primera se proporcionaba un corpus organizado
donde se desvelaba el complejo panorama de las emisiones no oficiales romanas. No cabe duda que
los años dedicados al estudio de la moneda romano-republicana lo convirtieron en la persona de mayor
autoridad en dicho campo, con una base inigualable para discriminar las producciones oficiales de las
imitaciones. Pero incluso para él dicha tarea presentó enormes dificultades y problemas, que calificó
como horrendous, ya que si bien existen emisiones que pueden discriminarse fácilmente sobre la
base de su poor style, aberrant types, garbled legends, low weight o por una combinación de varias
de estas características, no siempre resulta sencillo trazar la línea divisoria entre lo oficial y lo no
oficial. Ello se debe en parte a que los bronces romano-republicanos no se caracterizan precisamente
por haber sido acuñados con un elevado estándar de calidad. Así pues, consciente de las limitaciones
a la hora de diferenciar las producciones y en un ejercicio de modestia, señaló que la decisión de
incluir una determinada producción o cuños de estos ases dentro de un grupo u otro pudo no haber
sido siempre acertada.
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
A partir de las escasas piezas con procedencia conocida concluyó que las emisiones irregulares constituyeron
un fenómeno circunscrito a Italia, excluida Roma y su entorno, y a las provincias de la Narbonense y
Tarraconense (Crawford, 1982: 140-141). Aunque en la actualidad los datos continúan siendo poco numerosos
todo parece indicar que dichas atribuciones fueron acertadas. Sólo cabría precisar que las evidencias actuales
apuntan a que la incidencia del fenómeno fue mucho menor en la Narbonense que en las provincias hispanas,
Citerior y Ulterior. El estudio de Crawford reveló la existencia de un panorama de producciones irregulares de
cierta magnitud que el paso del tiempo no ha hecho más que ratificar y acrecentar, como se verifica a través del
aumento exponencial del número de monedas y tipos documentados. Uno de los retos importantes a los que se
enfrentó Crawford en su trabajo sobre las imitaciones fue el de su datación. Obviamente, la gran cantidad de
grupos documentados, su heterogeneidad y la ausencia de indicadores cronológicos dificultaron enormemente
este propósito. Para los ases no propuso una cronología; sólo lo hizo para los divisores, semis y cuadrantes,
series que, en su opinión, pudieron producirse en los tres primeros cuartos del siglo I a.C.
Crawford reconoció que había sido difícil identificar las imitaciones y decidir si habían sido fabricadas
con intenciones fraudulentas. Se inclinó a creer que para los ases pudo existir una intención de obtener
provecho, a diferencia de semis y cuadrantes, que se habrían acuñado para cubrir necesidades de moneda
de poco valor en un momento en el que existió una fuerte demanda de fracciones para las transacciones
cotidianas. No obstante, es muy probable que los ases deban también incluirse en esta última categoría de
materiales. El concepto de provecho en relación con la moneda de bronce depende de si circulaba por su
valor facial, es decir, de acuerdo con los diseños y la marca de valor, o por el contrario lo hacía según su peso
y módulo. La gran disparidad de monedas en circulación en Hispania durante los siglos II-I a.C., sugiere
que los usuarios debieron valorar las piezas según su módulo y peso (Gozalbes, 2012). Si su componente
fiduciario hubiera sido elevado también cabría esperar que hubiesen proliferado las falsificaciones, algo que
no se verifica para ninguna de las producciones de esta época. Adicionalmente, la idea de que los ases no
oficiales se fabricaron buscando un amplio provecho no parece muy convincente, ya que algunos de ellos
superan ampliamente el estándar de peso en uso en el momento de su acuñación, tanto si se les adjudica una
fecha antigua (siglo II a.C.) como más reciente (siglo I a.C.).
Al Convegno en el que Crawford presentó su corpus de monedas no oficiales romanas asistió también
L. Villaronga, quien en la publicación de las actas adjuntó un texto con comentarios al corpus de Crawford y
aportó monedas procedentes de hallazgos realizados en su mayor parte de la zona de Andalucía. Villaronga
había estado documentando durante años este tipo de monedas para su archivo fotográfico (1982: 222-227;
el mismo texto en castellano fue publicado en 1985). Consideró que se trataba de monedas de necesidad,
fabricadas sin ánimo de lucro ni intención de fraude y, por tanto, sin el propósito de obtener provecho a
costa del engaño al usuario. Añadió, además, que fueron emisiones toleradas por la administración romana,
cuyo propósito fue el de cubrir una escasez monetaria. Los ases que conocía, a pesar de su disparidad,
quedaron incluidos en un grupo único al que no asignó una cronología específica. Se trata de un número
reducido de piezas que no permitían apenas comentario, más allá de su anormalidad como muestra, ya que
presentaban un coeficiente de variación del 37%.
Unos años más tarde, en 1987, Álvarez Burgos, en su libro La moneda hispánica desde sus orígenes
hasta el siglo V, incluyó algunos semis de imitación romano-republicanos. Se catalogaron dentro del
grupo de acuñaciones fechadas durante la guerra civil entre Pompeyo Magno y Julio César, aunque
señaló que debieron tener una larga cronología (1987: 293). Este autor sólo incluyó los ases a partir de
la reedición de la obra del año 2008.
Un estudio de Marcos sobre las monedas no oficiales romanas conservadas en el Museo Arqueológico
Nacional mantuvo vivo el interés por esta línea de investigación (Marcos, 1991). Publicó un conjunto
de 128 piezas que por sus características pueden conceptuarse como producciones irregulares. Puso
de manifiesto la confusión existente en relación con las monedas romanas de bronce anónimas, ya
que, excepto en el caso de los ases, cuyas características formales permiten una identificación más
fácil (obtenidos mediante fundición y con un peso elevado), el resto de denominaciones se han venido
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catalogando como regulares, a pesar de no encajar bien dentro de los tipos republicanos establecidos en
la obra de referencia Roman Republican Coinage. Por lo que respecta a los ases anónimos, incluyó tres
ejemplares fundidos de unos 30 g de peso medio.
En el mismo año 1991, Winsemann, a raíz de la publicación de una falsificación de un as romanorepublicano procedente de la provincia de Perugia, abordó el tema de las imitaciones romano republicanas.
Coincidió con Villaronga en la necesidad de distinguir entre las imitaciones y las falsificaciones. Las
primeras se realizaron como consecuencia de la escasez de moneda fraccionaria, por lo que las consideró
moneda de necesidad y ajenas a la obtención de un provecho; mientras que las segundas, las falsificaciones,
sí que persiguieron el objetivo del beneficio, como habría sido el caso del mencionado as que publicó. Se
mostró crítico con la caracterización de las imitaciones que realizó Crawford (1982), pues consideró que
muchas de las piezas que ilustró de la colección d’Ailly eran regulares, aunque anómalas con respecto a la
norma de la ceca de Roma (Winsemann 1991: 361). Con respecto al fenómeno, señaló que en Italia no se
debía esperar una situación similar a la de Hispania, ya que consideraba imposible que imitaciones como las
hispanas pudieran circular y ser aceptadas en Italia. No obstante, admitió que sí se produjeron en ámbitos
espaciales limitados (Winsemann 1991: 362). También apuntó que el peso de las monedas no parece tener
una particular relevancia para determinar su producción y circulación.
Villaronga, que en su trabajo de 1985 no se había pronunciado sobre la cronología de los ases, sugirió
en sus catálogos de tipos, el Corpus Nummum Hispaniae y su recientemente actualización Ancient Coinage
of the Iberian Peninsula, fecharlos en el siglo II a.C. (Villaronga, 1994: 407, nº 1-2; Villaronga y Benages,
2011: nº 2505-2506). En estos corpora sobre las acuñaciones antiguas de la Península Ibérica se establecen
sólo dos variantes para estas imitaciones, según su proa se encuentre orientada a derecha o izquierda,
y se les asignan pesos medios de 25,17 g y 22,64 g respectivamente. La inclusión de dichas series en
estas obras de referencia les otorgó visibilidad y permitió distinguirlas de las oficiales mediante referencias
catalográficas propias. No obstante, los tipos que diferenció Villaronga no son más que una simplificación
extrema de una realidad compleja, ya que sólo se trata de dos parejas de moldes de entre las 42 conocidas,
pertenecientes a diversas fases o iniciativas.
El tema de las imitaciones fue retomado por Arévalo en una publicación de 1998, donde sintetizaba
la investigación y el conocimiento que hasta entonces se tenía de estos materiales. Por lo que respecta a
los ases, Arévalo siguió la propuesta de Villaronga de ordenar su producción en dos emisiones, con proa
a derecha e izquierda, respectivamente, caracterizándolas como piezas fundidas, anónimas, con leyendas
retrógradas o signos ilegibles y de peso uncial ligeramente reducido (Arévalo, 1998: 322). En cuanto a su
cronología aludió a la propuesta de Villaronga de fecharlas en el siglo II a.C.
Otros trabajos posteriores, como el de García-Bellido y Blázquez (2001) siguieron la caracterización y
ordenación de Villaronga en CNH y reprodujeron su organización dos emisiones. Sugieren que se destinaron
a proveer de bronces para pequeños pagos en una época en la que dicho metal escaseaba (finales del siglo II e
inicios del I a.C.), sin que se decanten por un ámbito específico de uso, civil o militar.
Constatada a partir de estas publicaciones la gran amplitud que tuvo el fenómeno de las imitaciones,
Álvarez Burgos amplió notablemente sus variantes en la nueva edición de su catálogo, donde describió cuatro
tipos e incluyó dibujos para dos de ellos (Álvarez Burgos 2008: 359). Su repertorio describe unas series de
concepción y factura bastante homogénea, pero resulta insuficiente para identificar las diferentes variantes
que incluye. Si bien esta edición renovada de Álvarez Burgos sirvió para proporcionar una idea más amplia
del volumen y alcance de estas acuñaciones, su catálogo resulta de poca utilidad, ya que resulta complicado
catalogar con precisión estas imitaciones a partir de las entradas de su obra. Con todo, en la nueva edición
incrementó el número de tipos e introdujo variaciones relacionadas con la cronología y la atribución de estas
imitaciones, ya que en el catálogo de 1987 las imitaciones de ases no se contemplaban. Dentro del grupo de
acuñaciones romanas en Hispania emitidas durante la Guerra civil entre Pompeyo y Julio César, Álvarez
Burgos atribuyó a Julio César dos tipos distintos de ases, para los que no proporcionó su peso medio; uno con
leyenda ROMA (R.40) y otro con AMOR (R.41). En el nuevo catálogo una parte de las imitaciones hispanas
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
cuentan con una entrada propia bajo el título “Imitaciones indígenas” producciones ya desligadas de la Guerra
Civil y con una cronología más amplia, que ahora se sitúa entre comienzos del siglo I a.C. y los primeros años
del siglo I d.C. (Álvarez Burgos, 2008: 359). Distingue dos tipos de ases, cuyas diferencias no parecen estar
muy claras, ya que unos llevan la leyenda AMOR (R.42) y los otros la leyenda ROMA, muchas veces retrógrada
e incluso sin leyenda (R.43). Este último tipo no viene ilustrado y por ello resulta imposible identificar la
realidad de las monedas que describe. No obstante, constata que el fenómeno tuvo una importante incidencia
en la Ulterior/Bética, donde se debieron producir al menos una buena parte de ellos y lo atribuye a la escasez
de moneda de bronce (Álvarez Burgos, 2008: 359).
3. CRITERIOS DE INCLUSIÓN
La caracterización de imitaciones plantea numerosas dificultades. Obviamente, el mayor problema
reside en establecer unos límites objetivos que permitan determinar con una razonable seguridad las piezas
que se incluyen o excluyen de dicha categoría. El hecho de que las acuñaciones oficiales romanas de bronce
se fabricasen con un estándar de calidad poco exigente, tanto en lo que concierne al grabado de las figuras
como al estándar metrológico de las monedas, no facilita la identificación de las emisiones no oficiales,
sean imitaciones o falsificaciones, porque bajo dichas circunstancias productivas se difumina la frontera
que separa las series oficiales de aquellas que no lo fueron. La fábrica y el estilo son los argumentos
más importantes que se han utilizado para identificar las imitaciones, pero en algún caso puede resultar
aventurado tratar de ser concluyente en este sentido.
Los criterios seguidos aquí para identificar las imitaciones hispanas han sido similares a los aplicados
por uno de nosotros para la identificación de los semis romano-republicanos no oficiales a los que también
se les atribuye un origen peninsular (Ripollès y Witschonke, 2015). En primer lugar, se han considerado
hispanos aquellos grupos de monedas que contienen piezas encontradas en Hispania y que no cuentan
con hallazgos realizados en Italia, Galia u otras provincias. Como es lógico, los hallazgos casuales
proporcionan la información más sólida, pero también se ha valorado su presencia en los museos y en los
catálogos de subasta españoles, ya que estas piezas hasta hace poco tiempo apenas se comercializaban
fuera de España. Por supuesto, las monedas halladas en Italia, de las que no se conocen ejemplos en
Hispania, se consideran italianas. En segundo lugar, todas aquellas monedas que, por el estilo o por
compartir punzones, se relacionan formalmente con las monedas identificadas como hispanas, también
se considera que fueron producidas en la península Ibérica. Por último, las imitaciones de procedencia
desconocida y que no guardan relación con las que con una cierta seguridad se identifican como hispanas
no se incluyen y quedan a la espera de que nuevos datos puedan apoyar información sobre su origen.
Estas últimas conforman un número considerable, quizás una cantidad casi comparable a las atribuidas a
Hispania, lo cual prefigura la importancia del fenómeno y permite comprender lo mucho que queda por
hacer en este campo.
Una cuestión importante que afecta al propio concepto y a la amplitud de las imitaciones hispanas es si
las reacuñaciones de monedas romanas republicanas sobre piezas de Obulco deben considerarse oficiales o
no. Por supuesto, se asume que se fabricaron en Hispania y que son acuñaciones romanas sobre monedas de
Obulco. Arévalo y Marcos han defendido en reiteradas ocasiones su propuesta de que se trata de emisiones
oficiales (Arévalo y Marcos, 1997; Arévalo, 1998: 26-27). Efectivamente, el buen estilo de los cuños y
el hecho de que se trate de acuñaciones (no fundiciones) sugiere que puede tratarse de una producción
vinculada de algún modo con la administración romana en Hispania. Sea como fuere, estas reacuñaciones
sobre Obulco y otras piezas que pueden estar relacionadas con ellas, por fabricación (acuñadas), peso, estilo
y por llevar el símbolo de valor I delante de la proa, constituyen en sí mismas un grupo bien diferenciado
de las imitaciones atribuibles a Hispania. En consecuencia no consideramos que deban incluirse dentro de
la categoría de imitaciones.
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
289
4. CATÁLOGO
Estrella 2
3 A3 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R3 Proa a der.; encima I; delante estrella;
debajo [¿ROMA?].
GruPo A
Símbolo.
31,54 g (3), 30-35 mm.
a. Herrero 28/5/2014, lote 108, 26,18 g, 31 mm.
Creciente
1 A1 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R1 Proa a der.; encima I y ¿creciente?;
debajo ROMA.
a. eBay #231421171159, 36 g, 35mm.
3a
GruPo B
Proa silueteada.
36,62 g (2), 33-35 mm.
1a
4
A4 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R4 Proa a der.; encima I; debajo ¿ROMA?
a. USA. Col. RBW 1, 36,29 g, 3 h.
Estrella 1
2 A2 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R2 Proa a der.; encima I; delante estrella;
debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 3, 32,43 g, 8-9 h.
4a
5. A5 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R5 Proa a izq.; encima I; debajo [A]MO[«].
a. Madrid. Col. Cores. 440, 36,94 g, 12 h.
2a
5a
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290
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
GruPo c
8
Proas macizas en ángulo recto y cerrado.
33,44 g (7), 32-34 mm.
6
A8 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R8 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Martí Hervera 18/11/1999, lote 2093, 30,2 g,
33 mm (= Herrero 20/5/1999, lote 106
= Herrero 21/12/2000, lote 49).
A6 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R6 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 34,82 g, 1 h.
b. USA. Col. RBW 33,80 g, 33 mm.
8a
6a
9
A9 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R7 (?) Proa a der.; encima I; debajo
[ROMA].
a. Áureo & Calicó 27/9/2012, lote 316, 32,29 g.
6b
9a
7
A7 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R7 Proa a der.; encima I; debajo [ROMA].
a. Madrid. Col. Cores. 443, 38,50 g.
10 A9 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R8 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 4, 31,16 g, 12 h
7a
10a
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
291
11 A10 Cabeza laureada de Jano; encima I.
¿Mismo troquel que anterior, pero con
retoques en el molde?
R8 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Col. privada 33,29g (= CNH 407/1 = DCPH II,
324/1ª-1 = ACIP 2505).
12c
GruPo e
11a
Retratos anchos y proas grabadas con contorno.
30,88 g (2), 32-33 mm.
13 A12 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R10 Proa a der.; encima I; debajo [ROMA].
GruPo d
Retratos anchos y proas gruesas y abiertas.
34,26 g (3), 32-33 mm.
a. Madrid. Col. Cores. 445, 28,64 g, 9 h.
b. Paris, BnF, d’Ailly A922 (= Ailly, pl. 55/1 =
Crawford 1982: nº 3), 33,11 g, 32.5 mm, 8 h.
12 A11 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R9 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Vico 7/11/2013, lote 247. 35,75 g.
b. Madrid. MAN 1997.72.1037, 32,94 g.
c. Madrid. MAN, Sastre coll. 1973-24-11520,
34,10 g.
13a
12a
13b
12b
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[page-n-292]
292
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
GruPo F
GruPo G
Jano esquemático y proa con estrechamiento.
28,83 g (2), 32 mm.
Cabezas trapezoidales.
29,28 g (3), 30-31 mm.
14 A13 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R11 Proa a der.; encima I; debajo
[¿ROMA?].
16 A15 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R12 Proa a izq.; encima I; debajo
[¿AMO«?].
a. Martí Hervera & Soler y Llach 5/11/2009,
lote 2296, 31,40 g, 32 mm.
b. Website Numismática Nerón [visitada
27/12/2011].
a. Villaronga 1985: nº 4, 28,94 g, hallada en
Andalucía.
b. Áureo 5/4/1995, lote 2383, 28,97 g.
c. USA. Col. RBW 29,92 g, 31 mm.
d. Herrero 28/4/2016, lote 69.
14a
16a
14b
16b
15. A14 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R11 Proa a der.; encima I; debajo
[¿ROMA?].
a. Martí Hervera & Soler y Llach 17/12/2015,
lote 2157, 26,25 g.
16c
15a
APL XXXI, 2016
16d
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
293
20 A19 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R16 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
GruPo h
Poste de proa macizo.
30,11 g (6), 31-32 mm.
a. USA. Col. RBW 262, 22,79 g, 9 h.
17 A16 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R13 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Madrid. Col. Cores. 444, 31,26 g, 11 h.
20a
21 A20 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R17 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
17a
¿Cabezas Triangulares?
a. eBay #161632293667, 29,4 g [visitada
12/3/2015] (= eBay #331844420025 [visitada
5/5/2016]).
18 A17 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R14 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 261, 30,89 g, 12 h.
21a
18a
19 A18 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R15 Proa a der.; encima I; debajo ¿?
22 A21 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R18 Proa a izq.; encima I; debajo [R]OM[A].
a. Herrero 10/12/2015, lote 106, 38,80 g.
a. Áureo 2/7/2003, lote 146, 27,53 g, 32 mm.
22a
19a
APL XXXI, 2016
[page-n-294]
294
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
GruPo i
Proas con líneas horizontales anchas.
27,80 g (6), 32-34 mm.
23 A22 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R19 Proa a izq.; encima I; debajo AMO«.
24c
a. USA. Col. RBW 6, 23,34 g. 9 h.
25 A24 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R21 Proa a izq.; encima I; debajo AMO«.
23a
a. USA. Col. RBW 160, 26,87 g.
b. Herrero 28/5/2014, lote 109 (= Ibercoin
22/10/2015, lote 135), 27,55 g, 34 mm.
24 A23 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R20 Proa a izq.; encima I; debajo AMO«.
a. iNumis, Sale 14, 25/3/2011, lote 124, 29,31g,
32 mm, 9 h.
b. Madrid. Col. Cores. 446, 27,62 g, 9 h.
c. Madrid. MAN 1997.72.1035, 32,10 g.
25a
24a
25b
GruPo J
Proas normales.
26,65 g (5), 29-34 mm.
24b
26 A25 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R22 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Áureo & Calicó 28/5/2014, lote 4339 (= eBay
#291487773944), 26,74 g, 33 mm.
b. Herrero 28/5/2014, lote 107, 28,42 g, 33 mm.
c. https://www.flickr.com/photos/ahala_
rome/3351378599/, 26,30 g, 33 mm.
APL XXXI, 2016
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
295
28 A27 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R24 Proa a der.; encima I; debajo [RO]MA.
a. Madrid. MAN 1997.72.1038, 25,19 g.
26a
28a
GruPo k
26b
Proas gruesas y alargadas.
25,22 g (4), 33-34 mm.
29 A28 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R25 Proa a izq.; encima I; debajo [A]MO[«].
a. USA. Col. RBW 10, 20,95 g, 3 h.
26c
27 A26 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R23 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Áureo 21-22/4/1998, lote 2265, 26,62 g,
32 mm.
29a
30 A29 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R26 Proa a izq.; encima I; debajo [A]MO«.
a. Madrid. MAN 1997.72.1036, 26,96 g.
27a
30a
APL XXXI, 2016
[page-n-296]
296
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
31 A30 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R27 Proa a der.; encima I; debajo ROM[A].
a. Áureo 17/12/2008, lote 87, 28,13 g, 33 mm.
33b
31a
32 A31 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R28 Proa a der.; encima I; debajo RO[MA].
a. Áureo 27/9/2012, lot. 318, 24,85 g, 33 mm.
33c
34 A33 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R30 Proa a izq.; encima I; debajo [AMO«].
32a
GruPo L
Retratos con mentón pronunciado y poste de proa
curvo.
23,58 g (6), 30 mm.
33 A32 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R29 Proa a izq.; encima I; debajo [AMO«].
a. USA. Col. RBW 11, 20,89 g. (rota). 12 h.
b. USA. Col. RBW 7, 22,63 g, 12 h.
c. Col. privada, 21.73 g, 31mm, www.arminius-numismatics.com/coppermine1414/
cpg1414/displayimage.php?pid=5450 [visitada
13/03/2015].
d. Col. privada, ca. 18 g, 30 mm, www.identificacion-numismatica.com/t56672-as-republicano-jano-bifronte [visitada 13/3/2015].
e. USA. Col. RBW 22,27 g, 30 mm.
f. Roma Numismatics Ltd, E-Sale 17, 25/4/2015,
lot. 470, 21,08 g, (rota) (= https://www.flickr.
com/photos/ahala_rome/3515141861/).
g. Martí Hervera & Soler y Llach 2/7/2015, lote
2206, 22,01 g.
a. Madrid. Col. Cores. 441, 24,52 g, 12 h.
b. Áureo 26/1/2011, lote 267, 28,15 g, 32 mm.
c. eBay # 272476751153, 21,9g [visitada
10/12/2016].
34a
33a
APL XXXI, 2016
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
297
GruPo M
Cabezas alargadas.
19,68 g (4), 30-32 mm.
34b
35 A34 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R31 Proa a izq.; encima I; debajo
[¿AMO«?].
a. Madrid. Col. Cores. 442, 20,81 g, 12 h.
34c
35a
34d
36 A35 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R32 P roa a izq.; encima I; debajo AMO«.
a. USA. Col. RBW 285, 19,20 g, 1 h.
b. USA. Col. RBW 20,49 g, 30 mm.
c. eBay #400761226613.
34e
36a
34f
36b
34g
36c
APL XXXI, 2016
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298
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
37 A36 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R32 Proa a izq.; encima I; debajo [¿?].
a. http://www.identificacion-numismatica.com/
lt59542-as-republicamp-jano-bifronte?highlight=semis+republicano. 18,2 g, 29 mm.
39 A37 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R34 Proa a izq.; encima I; debajo ¿?
a. Villaronga 1985: nº 5, 13,27 g. 8 h, hallada en
Andalucía.
.
39a
37a
GruPo o
GruPo n
Barbas apuntadas proas a izquierda.
18,88 g (2), 29-34 mm.
38 A37 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R33 Proa a izq.; encima I; debajo VVV\.
Grupo vario.
27,56 g (2), 29-31 mm.
40 A38 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R35 Proa a der.; encima I; debajo [¿ROMA?].
a. Áureo 27/9/2012, lote 317, 31,43 g, 32 mm.
a. USA. Col. RBW
b. Villaronga 1985: nº 6, 24,48 g. 3 h (= CNH
407/2 = Vico 3/1/2012, lote 155 = ACIP 2506),
hallada en Andalucía.
40a
41 A39 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R36 Proa a izq.; encima I; debajo [¿AMO«?].
a. Áureo & Calicó 27/9/2012, lote 315, 23,69 g.
38a
41z
38b
APL XXXI, 2016
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
299
GruPo P
Marca de valor delante de proa.
12,24 g (1), 28 mm.
42 A40 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R37 Proa a der.; delante I; [R]OMA.
a. Áureo 27/10/2005, lote 92 (= Áureo 7/2/2007,
lote 194). 12,24 g, 28 mm.
42a
5. ANÁLISIS
Caracterización
Las características formales de las monedas recopiladas sugieren la existencia de un fenómeno amplio,
con una cierta homogeneidad temporal y técnica, pero donde se aprecian diversas fases de acuñación.
Se ha documentado una notable diversidad de subgrupos/estilos que permiten defender una producción
en diferentes momentos y quizá en diferentes lugares que por el momento no resulta posible concretar.
Señalar un peso medio para todas ellas carece de sentido, ya que los diferentes grupos son fruto de
circunstancias diversas que progresivamente se materializaron en una reducción de peso. Aunque el
proceso no fuera todo lo lineal que pueda desprenderse de una ordenación a partir de este criterio, las
series se caracterizan inicialmente por su peso elevado (serie B, 36,62 g) y por evolucionar, dentro de unos
márgenes temporales inciertos, hacia una notable disminución de peso (serie N, 18,18 g). Otros hechos
distintivos son su condición de piezas obtenidas mediante fundición en un molde y una concepción
flexible del diseño del reverso en cuanto a la orientación de la proa y el trazado de la leyenda. La mayor
parte de los grupos identificados presentan los rasgos de las emisiones anónimas y unos pocos muestran
un símbolo; aunque es posible que algún grupo tomase como modelo piezas con nombre de magistrado,
ningún indicio permite ratificar esta suposición. ¿Es posible que se prescindiese de este tipo de elementos
identificativos de forma premeditada? Aunque la marca de valor I siempre aparece sobre la estructura
situada sobre la cubierta, la referencia a la autoridad pudo quizá descartarse por consideraciones de tipo
legal. En el catálogo se han identificado un total de 40 moldes de anverso y 37 de reverso. A partir de
criterios metrológicos y de ciertos parecidos estilísticos entre moldes, se sugieren diferentes grupos cuya
ordenación en ningún caso puede considerarse concluyente.
La fabricación
Estos ases de imitación fueron producidos mediante fundición a partir de moldes múltiples bivalvos, aunque
no se puede descartar que las piezas de algún grupo se obtuvieran por algún método similar o alternativo.
La acuñación de monedas de gran módulo exige de conocimientos y habilidades notables que posiblemente
no estaban al alcance de los responsables de estas imitaciones, que tuvieron que optar por una solución
técnica cuyas exigencias resultasen asumibles. Algunos ejemplares muestran un ajuste impreciso de ambas
partes de los moldes (cat. 10, 23, 33, 34, 41) que generalmente debieron ser múltiples, ya que sobre el
contorno de bastantes piezas se conserva la prominencia resultante del metal depositado en el canal que
conectaría los alveolos (cat. 4, 6a y b, 7a, 15a y c, 31a, 32a, b y g). Los ejemplos son suficientes y en algunos
casos denotan una eliminación poco cuidadosa de este metal sobrante.
APL XXXI, 2016
[page-n-300]
300
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
Resulta llamativo que todas las series sean fruto de diseños singulares obtenidos a partir de un trabajo
original de grabado. El proceso parece originarse en un punzón en positivo, posiblemente de madera,
desde el que se fabricarían los moldes. Algunos diseños y leyendas invertidas revelan posiblemente
errores en el diseño del punzón, ya que para que la figura y la leyenda aparecieran en la dirección correcta
debían grabarse al revés.
¿Por qué en ningún caso se utilizaron las monedas oficiales en circulación para hacer las improntas?
Todo apunta hacia un proceso de fabricación ejecutado dentro de unos limites conocidos, en el que no se
contemplaba la posibilidad de copiar con fidelidad las monedas oficiales. Se pretende obtener un producto
similar pero a partir de una creación original. Esta circunstancia refuerza su consideración como imitaciones
consentidas más que como falsificaciones ilegales.
Resulta inviable determinar el número de veces que pudo llegar a utilizarse un punzón y por lo tanto
estimar su productividad. Los enlaces de punzones entre diferentes grupos (C, F y N) revelan una continuidad
ocasional, que no parece haber sido la pauta habitual de unas producciones que, en la mayor parte de los
casos, no ofrecen continuidad. Esto lleva a pensar que el volumen de las ‘emisiones’, normalmente pudo
estar determinado por el metal disponible u otras circunstancias más que por la vida útil de los punzones.
Estos instrumentos reiteradamente aplicados sobre una superficie blanda no debieron sufrir apenas desgaste
y por lo tanto no debió resultar necesario reemplazarlos con frecuencia.
Se pueden identificar los punzones, pero no resulta viable estimar ni la cantidad de monedas fundidas
ni el volumen de riqueza emitida. El único camino que puede orientar sobre la importancia relativa de
estas producciones es la comparación del número de monedas identificadas con la conocidas de otras
cecas. Las imitaciones de ases no fueron un fenómeno marginal, pero aparentemente tampoco alcanzaron
el nivel de producción de cecas como Carmo, Ulia o Ilipa, por citar sólo algunas de las producciones de
envergadura media de la Ulterior. La recopilación de ases en este trabajo ha permitido reunir un total de
66 ejemplares, una cifra que resulta superior a la cantidad de monedas que el corpus de Villaronga recoge
en talleres como Abra, Bora, Iliturgi, Murtili, Ostur o Cunbaria.
La mayor parte de los grupos mantienen una cierta coherencia formal interna e incluso
algunos pueden relacionarse sin dificultades. No obstante, dos de ellos presentan problemas de
caracterización e integración dentro de la organización propuesta. Las agrupaciones A y O son
realmente cajones de sastre de producciones heterogéneas, con escasos ejemplares documentados
y sin relación formal con el resto.
Datación y metrología
La investigación sitúa el fenómeno de los ases romanos no oficiales con un amplio margen durante el
siglo II a.C. La datación propuesta por Villaronga, basada seguramente en el peso de las piezas, es la
que se ha venido asumiendo posteriormente por todos aquellos que han tratado la cuestión. A pesar de
las evidentes limitaciones que presenta, el único argumento disponible para fecharlas por el momento
es el metrológico.
La horquilla cronológica de las imitaciones hispanas encuentra una correspondencia bastante
clara con aquella de los ases oficiales que se acuñaron entre ca. 209 y 145 a.C., cuyo peso osciló
con una tendencia descendente entre ca. 42 y 23 gramos. Es importante remarcar que hacia el 145
a.C. prácticamente cesaron las emisiones oficiales de ases, que se reanudarían de forma regular en la
década de los años 90, lapso durante el que sólo se acuñaron como parte de las series RRC 290 y 312.
Sin perjuicio de que alguna emisión quede fuera de este marco teórico general (¿grupo P?), los datos
metrológicos no sugieren la existencia de una producción regular de imitaciones durante la totalidad
del período. A pesar de que ambas producciones incluyen altibajos ponderales notables, el marco
cronológico señalado parece bastante coherente.
APL XXXI, 2016
[page-n-301]
ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
301
Los hallazgos monetarios analizados desde una perspectiva metrológica también contribuyen a
delimitar el período de fabricación de las imitaciones. Éstos testimonian una masa monetaria con
ases romanos donde los pesados (42-23 g) circularon conjuntamente con otros más ligeros (ca. 20 e
incluso 12/17 g), por lo que no hay ninguna garantía para asumir que las imitaciones más pesadas sean
necesariamente más antiguas. Indudablemente las piezas se mantenían en circulación durante décadas
por lo que resulta normal que coexistan piezas acuñadas bajo diferentes estándares. Incluso para las
emisiones oficiales se cuestiona cada vez con mayor fuerza una aplicación rígida y sistemática de los
estándares (Bransbourg, 2011). La existencia de monedas acuñadas con diferentes patrones de peso y
circulando en un mismo contexto se constata en tesoros que se ocultaron durante la segunda mitad del
siglo II a.C., como los de Torelló d’en Cintes (Menorca), Écija (Sevilla), El Saucejo (Sevilla) y Pinos
Puente (Granada) (Arévalo y Marcos, 1998; Chaves y García-Bellido, 1980: 171-174; Villaronga,
1980: 175-179; Chaves, 1993: 268). Pero también se comprueba en los hallazgos esporádicos de los
campamentos romanos con ocupaciones breves y conocidas como Numancia y Cáceres el Viejo, o de
ciudades como Kelin (Ripollès, 1982: 201-204). En cualquier caso, no resulta razonable fechar las
imitaciones fundidas en el siglo I a.C., cuando la inmensa mayoría de las cecas peninsulares estaban
acuñando unidades con un peso medio de 9-13 g.
La identificación de los modelos que hipotéticamente pudieron copiar no resulta de mucha ayuda, ya
que, como se ha señalado, la variedad de emisiones que estaban en circulación fue amplia y cualquiera
de ellas pudo tomarse como modelo de copia e interpretarse. Aunque resulta tentador vincular algunos
elementos o detalles aislados del diseño de estas imitaciones con los de series oficiales concretas, no ha
sido posible identificar ningún vínculo consistente entre estos grupos y cualquier emisión que pudiera
haber servido como modelo. En ocasiones anversos o reversos sugieren alguna proximidad a cuños
de emisiones oficiales concretas, pero lo cierto es que, de momento, nunca ambas caras de la moneda
permiten certificar un parecido integral. En todo caso, similitudes de esta índole sólo constituirían un
terminus post quem, ya que el momento de la copia podría distanciarse sustancialmente de aquel en que
se fabricó el prototipo. Además, las imitaciones fueron fundidas y no se ha detectado ni un solo caso que
sugiera su obtención directa a partir de una moneda oficial sin más elaboración; por el contrario, algunos
tipos presentan formas totalmente reelaboradas de sus figuras características, Jano bifronte en anverso
y la proa en el reverso. En definitiva, copiaron aceptablemente los ases romanos oficiales, pero no lo
hicieron utilizando monedas como plantilla.
En líneas generales, el peso de estas imitaciones oscila entre los 36 g del grupo B y los 18 g del grupo
N. Entre estas cifras, los sucesivos grupos van disminuyendo progresivamente su peso medio, posiblemente
dentro de una tendencia voluntaria que podría guardar alguna relación con una evolución cronológica (fig.
1). Es interesante destacar que el peso medio de las imitaciones fundidas más ligeras (18-19,91 g) resulta
similar al de los ases romanos reacuñados sobre monedas de Obulco, ya que estos soportes permiten
proponer el extremo inferir de la horquilla cronológica del período de acuñación de las imitaciones.
Efectivamente, el hecho de que se acuñaran ases romanos sobre monedas de Obulco, que en algún
caso es posible identificar, y que dos de ellas tengan contexto, permite añadir un nuevo argumento al
uso del estándar de peso 18-20 g para delimitar la franja cronológica las imitaciones fundidas. Una de
las reacuñaciones apareció en el tesoro de Torelló d’en Cintes (Arévalo y Marcos, 1998: 26-27, nº 293),
en el que la moneda más reciente corresponde a un as de cn. BLAsio cn. F (RRC 296/2), acuñada en 112111 a.C. Las reacuñaciones que han sido documentadas utilizaron como soporte los tipos CNH 17-22 y
38 de Obulco. Otra reacuñación apareció en las excavaciones de Cáceres el Viejo (Beltrán Lloris, 1974:
255-310; Hildebrandt, 1985: 257-297); este campamento legionario estuvo en uso, según Ulbert (1985:
204, 207), durante las dos primeras décadas del siglo I a.C. y fue destruido ca. 77-75 a.C. La cronología
del soporte es un poco menos segura. Arévalo fecha la moneda de Obulco de la serie Vb hacia el 110-80
a.C. (1999: 232). Esta datación se sustenta en reacuñaciones de Castulo (García-Bellido, 1982: 89-91),
cuyos ejemplares han sido hallados en La Loba (García-Bellido, 1986: 35-38), Diógenes (Domergue, 1967:
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
Fig. 1. Pesos de las diferentes series de imitaciones hispanas ases de romano republicanos.
29-81), en Morro de Mezquitilla (Trillmich, 1977: 62-73) y en Ategua (Blanco Freijeiro, 1983: 95-113).
Arévalo y Marcos sugieren que el único momento en el que sería posible una acuñación a nombre de
Roma sería durante las Guerras Sertorianas, con el fin de pagar a las tropas (1998: 27). La propuesta entra
dentro de lo posible, ya que de los hallazgos en tesoros y en excavaciones se deduce para los ases romanos
reacuñados sobre Obulco una datación del primer tercio del siglo I a.C. En consecuencia, se puede proponer
que las imitaciones fundidas se fabricasen con anterioridad a esa fecha y por tanto que al menos cubrieran
la segunda mitad del siglo II a.C.
6. CONCLUSIONES
Las imitaciones de ases estuvieron en circulación a lo largo de la segunda mitad del siglo II a.C. y el
fenómeno pudo comenzar unas décadas antes. Se trata de piezas fundidas, cuyo peso se escalona entre
los 36,62 g y los 18,18 g. El contexto monetario en el que se utilizaron dichas producciones estuvo
formado por una gran diversidad de cecas y pesos, con piezas que pueden llegar a alcanzar los 32-23
g, como fue el caso de algunas emisiones de Obulco, Castulo, Ulia, Ilipa o Carmo, junto a otras series
notablemente más ligeras. También la moneda de bronce romana republicana que encontramos en
los hallazgos monetarios demuestra la circulación conjunta de piezas que se acuñaron bajo distintos
estándares. En la ciudad ibérica de Kelin, los hallazgos de ases romanos, que corresponden al período
del siglo II y primer tercio del I a.C., muestran una gran disparidad de pesos, entre 47 g y 16 g
(Ripollès, 1982: 201-204). Lo mismo sucede en el tesoro de Torelló d’en Cintes, que debió ocultarse
hacia los últimos años del siglo II o inicios del I a.C.; en ese tesoro las monedas que contenía se
escalonan progresivamente desde los 47 g a los 13 g (Arévalo y Marcos, 1998). Habida cuenta de
que la masa monetaria estuvo formada por una gran variedad de denominaciones y estándares, de
procedencias muy diversas, creemos que en la Península Ibérica las monedas de bronce debieron
circular en relación con su módulo y peso. Es este contexto, las imitaciones hispanas no debieron
emitirse con el propósito de defraudar, sino por la necesidad de disponer de monedas, con unos diseños
reconocibles y homologables a las romanas, para lo cual en ocasiones es probable que su peso rebasara
ampliamente el que tuvieron las monedas oficiales.
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 305-317
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Rosario CEBRIÁN FERNÁNDEZ a e Ignacio HORTELANO UCEDA b
El redescubrimiento de la inscripción métrica
del obispo Sefronius de Segobriga
(IHC 165 + 398; ICERV 276)
RESUMEN: La historia de las excavaciones en el cerro de Cabeza de Griego (Segobriga, Saelices, Cuenca)
está ligada al hallazgo casual en 1760 de varios fragmentos de la inscripción funeraria del obispo Sefronius.
Su descubrimiento desencadenó el inicio de los trabajos arqueológicos en la denominada basílica visigoda
entre 1789 y 1790, encontrándose el resto de las piezas que completaban el texto métrico cincelado sobre
la tapa de su sepulcro. Todos los fragmentos de aquella lápida se perdieron pero la fortuna ha querido
reencontrar algunos de ellos en la casa que fue de la familia Martínez Falero en Saelices durante unas obras
de rehabilitación.
PALABRAS CLAVE: inscripción cristiana, obispo Sefronius, Segobriga.
The rediscovery of the metric inscriptionof Bishop Sephronius of Segobriga
(IHC 165 + 398; ICERV 276)
ABSTRACT: The history of excavations at Cabeza de Griego (Segobriga, Saelices, Cuenca) is linked to the
casual finding in 1760 of several fragments belonging to the funerary inscription of Bishop Sephronius. This
discovery encouraged the commencement of the archaeological works in the so-called Visigoth basilica,
carried out between 1789 and 1790. In them the rest of the pieces that completed the metric chiselled
text over the top of his tomb was discovered. All fragments of that tombstone were lost subsequently, but
fortunately some of the fragments have been rediscovered in the Martínez Falero’s family home as the
building was being restored.
KEYWORDS: Christian inscription, Bishop Sephronius, Segobriga.
a
b
Universidad Complutense de Madrid.
marcebri@ucm.es
Arqueólogo.
ignacio.hortelano@gmail.com
Recibido: 14/10/2016. Aceptado: 13/12/2016.
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R. CebRián FeRnández e i. HoRtelano UCeda
La inscripción métrica IHC 165 + 398, ICERV 276 se halló fragmentada en siete partes y en fechas distintas
en el solar de la denominada basílica visigoda de Segobriga. El archivero de la Orden de Santiago en
Uclés, Juan Antonio Fernández, que participó en su excavación entre los años 1789 y 1790, dibujó la lápida
funeraria de Sefronio y numeró todos los fragmentos (Ms. RAH-9-7953-1/51 y ms. RAH 11-8109-4j).1 A
ellos nos referiremos para la identificación de las piezas reencontradas en este artículo. Fernández indicó
en ese boceto que los nº 1, 2 y 3 se hallaron en 1760 y los tres restantes el día 4 del mes de enero de 1790,
desconociendo el hallazgo con anterioridad del fragmento que permitía completar el texto epigráfico con
indicación de la fecha de defunción del obispo2 (fig. 1).
La crónica del descubrimiento de los diferentes fragmentos de la lauda métrica de Sefronio es la
siguiente.3 En 1760 se encontró, de manera fortuita, la parte superior de la losa sepulcral del enterramiento
del obispo (fragmento nº 1) por un vecino de Saelices, Lucas Falero, cavando en un terreno cercado al
norte del cerro de Cabeza de Griego en busca de una piedra para hacer una pila. Ese mismo año o poco
después se descubrieron otros tres fragmentos más, los fragmentos nº 2, nº 3 y el ángulo inferior izquierdo
de la lauda métrica.4 Las piezas, siguiendo el relato de Capistrano de Moya (1795: 3-4), fueron a parar a
Montalbo, donde Francisco Fuero (Ms. RAH-9-7567-I-13) las copió en 1771, salvo el fragmento nº 2, que
debió permanecer en poder de Vicente Martínez Falero en Saelices.
Mientras los fragmentos nº 4, 5 y 6 se recuperaron durante los trabajos de excavación a finales del siglo XVIII
en Segobriga, que pusieron al descubierto la basílica visigoda en uno de los suburbios de la ciudad. Fernández,
testigo del hallazgo, señaló que estos fragmentos se encontraron en la esquina noreste del aula (AHN: legajo
3193, nº 127), formando parte de un relleno de nivelación, vinculado a la construcción de una escalera de la
cuarta fase del templo, fechada en el primer tercio del siglo VII.5 De manera que la tapa del sepulcro de Sefronio
con texto epigráfico no se halló asociada a ningún enterramiento y estaba amortizada en aquella fecha.
En el Acta original del hallazgo de las reliquias de obispos en Cabeza de Griego, firmada por todos
los que fueron testigos del descubrimiento y autentificada por Fernández como notario, de fecha 14 de
diciembre de 1789, se dice que Vicente Martínez Falero, alcalde de Saelices, le presentó a Antonio Tavira,
Prior del Monasterio de Uclés, en la visita que cursó a Segobriga el 17 de octubre de aquel año tres
fragmentos de una lápida de alabastro (blanco) con vetas azules, y en el mayor grabado en letras góticas
el nombre de un Sefronio Obispo (Ms. RAH-11-8167-74), que correspondían a los fragmentos nº 1, 2 y 3.
Sabemos así que los fragmentos de la lápida de Sefronio, incluidos los que se hallaban en Montalbo
(fragmentos nº 1 y 3), salvo la pieza con indicación de la Era de la muerte, se encontraban en poder de la
familia Martínez Falero a finales del año 1789, aunque presumiblemente nadie los volvió a ver. Capistrano
de Moya cuenta a Antonio de Capmany, Secretario de la Real Academia de la Historia, que no pudo copiar
la inscripción, a pesar de cursar tres visitas entre enero y mayo de 1795 a Saelices, ante la negativa de
Juan Francisco Martínez Falero a mostrársela. Le indica que la pieza seguía depositada en la ermita de
San Ildefonso, sita en el barrio de los Arenados, el 27 de abril de aquel año, a donde se había trasladado
junto con los hallazgos arqueológicos de las excavaciones realizadas unos años antes en la basílica y que
poco después la lápida se llevó a las casas del L.D.J.F.F. A.D.L.R.C.,6 cuyas iniciales deben desarrollarse
Licenciado Don Juan Francisco (Martínez) Falero, Abogado De Los Reales Consejos.
1
2
3
4
5
6
Los manuscritos de J. A. Fernández sobre la excavación y hallazgos en la basílica visigoda de Segobriga están recogidos en
Abascal y Cebrián, 2006: 204-209.
Sobre este fragmento y la revisión de la fecha de muerte del obispo Sefronio, cf. Abascal y Cebrián, 2006: 283-294.
Sobre las circunstancias del hallazgo de esta inscripción, cf. Almagro Basch, 1983a: 291-316; ídem, 1983b: 394-44 e ídem, 1984: 20-21.
Las fechas de 1760 y 1790 aportadas por J. A. Fernández para el hallazgo de los fragmentos de la lápida de Sefronio fueron
copiadas por todos sus editores, incluido Hübner. Sin embargo, Capistrano de Moya (1792: 8-10) señala que sólo el fragmento nº
1 apareció en 1760, produciéndose el hallazgo de los tres fragmentos en 1768.
Una propuesta de evolución del edificio a partir de los datos arqueológicos en Cebrián y Hortelano, 2015: 402-447.
Capistrano de Moya, 1795: 26-27. En el proceso abierto por el Obispo de Cuenca, Felipe Antonio Solano, sobre los hallazgos en
la basílica de Cabeza de Griego (1790), el labrador que había encontrado de manera fortuita la inscripción de Sefronio, en 1760,
declaró que los seis fragmentos del epígrafe se encontraban en la ermita de San Ildefonso. Sobre ello, Almagro Basch, 1983b: 90.
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El rEdEscubrimiEnto dE la inscripción métrica dEl obispo SefroniuS dE Segobriga
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Fig. 1. Dibujo de la inscripción
métrica del obispo Sefronio realizado
por J. A. Fernández (1790: 97).
A partir de aquí, se pierde la pista de los fragmentos de la inscripción7 hasta que en el marco del control y
seguimiento arqueológico en curso de las obras de rehabilitación de la casa-palacio Martínez Falero en Saelices
(Cuenca),8 se han localizado los fragmentos nº 1, 2, 3 y 5 de la lápida funeraria del obispo Sefronius. Las piezas
se han reencontrado reutilizadas en los muros de fábrica y alero de una reforma en la vivienda datada en la
primera mitad del siglo XX, fecha en la que se añadió una planta bajo cubierta para su uso como palomar.
7
8
Hübner recogió la inscripción en 1871 en su corpus de Inscripciones Cristianas de España dándola por perdida, mientras que Fidel
Fita y Juan de Dios de la Rada y Delgado (1889: 113) en su visita a Cabeza de Griego en 1888 pensaron que la lápida de Sefronio
y los monumentos epigráficos hallados en la basílica visigoda fueron destruidos cuando la ermita de San Ildefonso fue devastada
hacia 1836 durante la Guerra de la Independencia.
El proyecto de rehabilitación de la casa-palacio Martínez Falero para hospedería y Museo rural (fase 1) está promovido
por el Ayuntamiento de Saelices con financiación de la Excma. Diputación Provincial de Cuenca. Son autores del proyecto
arquitectónico, D. José Ángel Arquero López y D. Javier Arquero Avilés, y del proyecto de seguimiento arqueológico, D. Ignacio
Hortelano Uceda.
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R. CebRián FeRnández e i. HoRtelano UCeda
1. CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO
La denominada Casa-Palacio de los Martínez Falero es una de las escasas construcciones de carácter
señorial del siglo XVII existentes en la población de Saelices (Cuenca). La vivienda está situada
en la calle de la Sierra nº 7 y ocupa un gran solar de 1.091 m2, que describe una planta en L cuyo
extremo sureste está ocupado por la casa y el resto por suelo no construido en el que se acumulan
escombros y vegetación. A mediados del año 2015, el inmueble fue cedido por los herederos del linaje
al Ayuntamiento, comenzando las obras para su rehabilitación y uso como recurso cultural y turístico
en julio de 2016.
La vivienda principal presenta fachada exterior emplazada al este y abierta a la calle de la Sierra y
fachadas interiores al patio trasero orientadas al norte y al oeste. La única medianera es la sur, que colinda
con la propiedad vecina. La fachada mide 15,44 m de longitud. Su profundidad en esta ala es de 9,60 m,
alcanzando 15,93 m de profundidad máxima en su lateral norte, al que se adosa un cuerpo de una sola altura
de construcción reciente, que mide 18,04 m de longitud y 4,24 m de anchura.
En la fachada principal del edificio destaca la portada de sillería con dintel adovelado enmarcada
lateralmente por sendas pilastras. Presenta frontón partido rematado por elementos espiraliformes, que
encuadran el escudo nobiliario de la familia Martínez Falero, en marco moldurado, flanqueado por dos
pináculos triangulares con remates esféricos. El escudo familiar se ciñe entre tenantes formados por dos
leones rampantes y se remata con un yelmo coronado con siete plumas. Se identifican, entre otros motivos,
la cruz de la Orden de Santiago y un castillo.
Morfológicamente se trata de un inmueble de dos plantas sobre rasante y planta cambra bajo cubierta,
usada como palomar. Presenta una estructura de muros de carga perimetrales de mampostería formando una
doble crujía en L rematada por cubiertas a dos (fachada) y tres aguas (ala lateral). Aparentemente el edificio
actual corresponde tan sólo a la mitad norte de una construcción original de mayores dimensiones que, en
un momento no determinado, tal vez a inicios del siglo XX, fue dividida y demolida en su mitad sur para la
construcción de la vivienda colindante actualmente existente.
Su distribución interior corresponde a este último momento de uso del inmueble, compartimentado en
varias viviendas aisladas, con tabiquería de ladrillo y pobres pavimentos de baldosa hidráulica. Es entonces
cuando parece construirse la escalera actualmente existente, con peldañeado prefabricado y barandillas de
forja de escasa calidad. En esta reforma se reemplearon los fragmentos de la lauda sepulcral del obispo
Sefronio en la construcción de sus muros.
El aspecto más significativo de la planta bajo cubierta es su total adecuación como palomar llevada a
cabo, según los materiales constructivos empleados, en la segunda mitad del siglo XX. La fecha de 1963
se lee en el suelo del descansillo del último tramo de la escalera de acceso al palomar, lo que permite
conjeturar que fue entonces cuando se llevó a cabo su construcción. Se aprecian hasta siete estancias en
torno a un distribuidor central con acceso desde la escalera por medio de un pequeño corredor, cuyas
paredes se encuentran totalmente ocupadas por nidales en forma de nichos cuadrangulares.
Los datos sobre el hallazgo de los fragmentos de esta inscripción son los siguientes:
Fragmento nº 1. Fue hallado roto en dos partes el 22 de agosto de 2016, reutilizado en el ángulo
noreste de la fachada principal de la vivienda. La pieza se utilizó como alero para lo cual había sido
recortada por la parte inferior y laterales, perdiendo algunas letras del texto original en los márgenes
derecho e izquierdo y dos líneas completas y parte de otra en la parte inferior. Apareció con el texto
epigráfico hacia arriba. Para el reaprovechamiento de la inscripción se retallaron y desbastaron las
caras laterales, la inferior y parte de la cara posterior, donde se observa una franja de 13,5 x 11,5 cm
repicada, que constituyó el borde saliente del tejado. Conserva restos de cal en la parte de la pieza
asentada en el muro.
Las dimensiones del fragmento son [41] x [41] x 8,5/4,5 cm. Presenta el pulido original en la cara
frontal y superior, mientras que parte de la cara posterior conserva el desbastado primigenio (fig. 2).
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El rEdEscubrimiEnto dE la inscripción métrica dEl obispo SefroniuS dE Segobriga
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Fig. 2. Fragmento nº 1 de la inscripción de Sefronio.
El 1 de septiembre de 2016 se localizaron en la fábrica de uno de los pilares de la planta bajo cubierta
tres pequeñas lascas, que presumiblemente corresponden al recorte del fragmento nº. 1 de la inscripción.
Uno de ellos presenta restos de dos letras de dos líneas distintas, el final de un trazo vertical y parte de una
V, que puede pertenecer al final de las líneas 1.5 y 1.6. Un segundo conserva el borde lateral izquierdo de
la lápida con parte de la cara frontal y posterior, mientras que el tercero presenta el pulido y desbastado de
la cara frontal y posterior (fig. 3).
Fig. 3. Piezas correspondientes al recorte del fragmento
nº 1 de la inscripción de Sefronio para su reutilización
como alero:
1) Fragmento con restos de dos letras.
2) Esquirla del lateral izquierdo:
a) cara posterior, b) cara frontal.
3) Fragmento del lateral izquierdo:
a) cara posterior, b) cara lateral, c) cara frontal.
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R. CebRián FeRnández e i. HoRtelano UCeda
Fig. 4. Fragmento nº 2 de la inscripción de Sefronio.
Fragmento nº 2. Fue encontrado el día 19 de septiembre de 2016 entre la fábrica de mampostería con
yeso del muro sur del patio trasero. Conserva original la cara frontal pulida, la cara posterior desbastada
y el lateral derecho se presenta desbastado. El fragmento ha perdido la parte superior, donde según el
dibujo de J. A. Fernández conservaba la S final de la línea 1.6. Las dimensiones del fragmento son [24,6]
x [15] x 6,5 cm (fig. 4).
Fragmentos nº 3. Se halló el 1 de septiembre de 2016 formando parte del muro sur de la vivienda,
construido con mampostería de mediano tamaño y yeso. La pieza estaba colocada con el texto
epigráfico hacia arriba y había recibido una pella de yeso, que conserva el negativo de las letras (fig.
5). Durante los trabajos de demolición del muro, la inscripción se rompió en tres partes y numerosas
esquirlas perdiendo parcialmente algunos trazos de letras. El fragmento nº 3 pega con los fragmentos
nº 2 y 5 del dibujo de J. A. Fernández. La pieza mide [35] x [22] x 7,5 cm. La cara frontal está pulida,
la lateral derecha ligeramente desbastada y la posterior desbastada (fig. 6).
Fragmento nº 5. Fue encontrado el día 31 de agosto de 2016 roto en dos fragmentos en la esquina
noreste de la vivienda, muy cerca de donde se halló el fragmento nº 1. La pieza había sido colocada
a modo de atado del muro de fachada con el lienzo oeste. El texto de la inscripción se encontraba
hacia arriba. Las dimensiones del fragmento nº 5 son [46,5] x [23,5] x 7 cm. Presenta la cara frontal
y el lateral izquierdo pulidos, mientras que el lateral derecho está desbastado al igual que la cara
posterior (fig. 7).
Los fragmentos nº 1, 2, 3 y 5 de la inscripción segobrigense fueron custodiados en el interior de la
vivienda o de algún cobertizo en el patio de los Martínez Falero, como lo demuestra el hecho de que
las piezas no presentan ningún signo de deterioro provocado por su conservación a la intemperie. Allí
permanecieron hasta que una reforma en el inmueble en la primera mitad del siglo XX reempleó los
fragmentos epigráficos como material constructivo.
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Fig. 5. Negativo del fragmento nº 2
sobre el yeso del muro en el que se reempleó.
Fig. 6. Fragmento nº 3
de la lauda sepulcral de Sefronio.
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Fig. 7. Fragmento nº 5 de la inscripción de Sefronio.
2. EL SOPORTE Y LA INSCRIPCIÓN MÉTRICA DEL OBISPO SEFRONIO
Los únicos datos sobre la descripción física del soporte hasta su redescubrimiento en 2016 eran los
proporcionados por Francisco Fuero, Vicente Martínez Falero y Juan Antonio Fernández en la segunda
mitad del siglo XVIII. En el manuscrito atribuible a F. Fuero se encuentra el dato sobre las dimensiones
de los tres fragmentos copiados por él en casa del Licenciado D. Joseph Illescas en Montalbo en 1771(Ms.
RAH-9-7567-I-13). El fragmento nº 1 medía ancha dos tercias: larga otras dos y tres dedos. grueso media
qta, es decir, circa [63] x 55,5 x 10,5 cm. El fragmento nº. 3, larga media vara. ancha una qta. gruesa media
o c. [42] x [21] x 10,5 cm. Por último, el fragmento con mención a la era consular hispana presentaba
una dimensiones de larga media vara, ancha qta y media, gruesa, media qta o c. [42] x [31,5] x 10,5 cm.
También indicó el tipo de material sobre el que se talló la inscripción, de alabastro ordinario, y la altura de
las letras SE de Sefronio, de 4 cm. Mientras la información aportada por V. Martínez Falero señalaba que el
soporte era de alabastro blanco con vetas azules (Almagro Basch 1983a: 299) y J. A. Fernández (1790: 35)
destacaba el error del lapicida al grabar el nombre del obispo en la primera línea, recurriendo al cincelado
de la F de Sefronio encima de la E.
El soporte de la inscripción funeraria de Sefronio corresponde a una placa de mármol blanco con veta
de color gris y constituye la tapa de un sarcófago. Las dimensiones son 50 cm de anchura y 8,5/6,5 cm
de grosor, mientras que la altura original, deducida a partir del escalado de la pieza de los dibujos que
conocemos, fue de circa 160 cm.
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La cara frontal con texto epigráfico está pulida, al igual que la cara superior y lateral izquierda, mientras
que el lateral derecho aparece desbastado. Por su parte, la cara posterior se encuentra desbastada y presenta
los bordes cincelados para permitir el buen asiento de la cubierta en el sarcófago, que contuvo inicialmente
el cadáver de Sefronio.
Los dibujos que conocemos con el texto de esta inscripción se realizaron en 1790 en el marco de los
hallazgos de las primeras excavaciones en la basílica visigoda. Uno corresponde al dibujo de la lápida,
anexo al expediente del Proceso abierto por el obispo de Cuenca, otro al de J. A. Fernández, y el tercero
a Palomares, copiado claramente del segundo.9 En ellos, faltaba el fragmento con el texto que indicaba el
año de defunción del obispo, que incorporaría Capistrano de Moya (1802: 123) al conocer el manuscrito
de Francisco Fuero.
Su texto fue correctamente copiado conociendo así su transcripción desde finales del siglo XVIII,
aunque con errores paleográficos que ahora se han evidenciado a la vista de los fragmentos recuperados.
Sin embargo, siguen sin hallarse los dos fragmentos inferiores de la lápida, que confirmarían la propuesta
de revisión de su datación en el año 600 en vez del 550 (Abascal y Cebrián 2006: 292).
La inscripción métrica se distribuye en 24 líneas. Los fragmentos reencontrados conservan el texto de
las líneas 1.1 a 1.18, con pérdida total de la línea 1.6 y algunas letras de las líneas 1.1, 1.2, 1.4, 1.5 a 1.8 y
1.15 a 1.18. El fragmento nº 1 conserva las 5 primeras líneas de texto, mientras los fragmentos nº 2, 3 y 5,
que unen entre sí, contienen las líneas de texto 1.10 a 1.18 (fig. 8).
El carmen epigraphicum referido a la muerte del obispo Sefronio presenta cuatro dísticos elegíacos.10
El texto presenta una ordinatio descuidada en algunos aspectos, como la ausencia de alineación horizontal
en algunas de las líneas, letras inclinadas como la M de la línea 1.14 y altura de las letras muy desigual en
el mismo renglón. Para señalar la frontera entre los distintos versos del carmen se recurre al sangrado al
inicio del texto y a los vacat al final de las líneas. En la primera línea, el lapicida borró parcialmente la F del
nombre Sefronio al equivocarse en su cincelado, procediendo a trazar una nueva, con tres trazos, sobre ella.
El único elemento decorativo estuvo constituido por una crux latina sobre la primera línea, que no se
ha conservado debido a que el fragmento nº 1 fue recortado para su reutilización en el alero de la vivienda
de los Martínez Falero. El texto, en scriptio continua, comienza con el nombre del difunto y finaliza con la
mención de la era DCXXXVIII, que corresponde al 600 d. C, año de la muerte del obispo Sefronio. Utiliza
la escritura capital redondeada, típicamente de época visigoda, con letras de incisión profunda y refuerzos
en los pies y extremos de los trazos. Las letras ANC de la palabra sanc(tam) de la línea 1.7 presentan una
sobrelínea con un trazo recto para marcar la abreviatura. Las letras A tienen travesaño oblicuo o trazo en
forma de ángulo con el vértice hacia abajo, los trazos horizontales de las P sobresalen del curvo y las L
interrumpen el trazo recto para colocar el horizontal de manera inclinada.
Entre la primera línea y el inicio del campo epigráfico hay un espacio vacío de 11 cm, sólo ocupado
por la F de Sefronio y una cruz. Las letras miden: 1.1: 4 cm; 1.2: 4 cm; 1.3: 5-4,5 cm; 1.4: 4,5; 1.5: 4,5 cm;
1.6: perdida; 1.7: 4,5 cm; 1.8: 3,8 cm; 1.9: 4 cm; 1.10: 5,1-4 cm; 1.11: 5-3,5 cm; 1.12: 5,5-4 cm; 1.13: 4-3
cm; 1.14: 3,5-2,5 cm; 1.15: 3-2,1 cm; 1.16: 2 cm; 1.17: 3-2,5 cm; 1.18: 3,5-3 cm. Presenta dos nexos: VR
en la línea 1 e IN en la tercera, que une letras de diferentes palabras in^isto. Uso de la I longa en sólo una
ocasión, en la línea 11. Algunas letras son más altas: la F de Sefronius mide 6 cm, la L de tomolo en la 1.2
mide 5,2 cm, las letras R y P (2) de la 1.5 presentan una altura de 5,5 cm, la R de la 1.10 de 5,1 cm, la V de
la línea 1.17 mide 4 cm y la P de la 1.18 es de 5 cm de altura. Mientras hay letras de menor tamaño, como
la O de de la 1.8 que mide 2,5 cm y la T de la 1.12 de 2,5 cm. El interlineado es muy desigual, situándose
entre 1,5-0,5 cm.
9 Reproducidos en Almagro Basch, 1983a: 295-297, figs. 1 a 3.
10 Sobre el comentario del carmen, cf. J. del Hoyo, Carmina Latina Epigraphica Hispaniae, CU-3. http://cle.us.es/clehispaniae/
comment.jsf?idioma=1&code=CU3. Página consultada el 30/09/2016.
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El texto conservado en los fragmentos
reencontrados es el siguiente:11
[S]efronius tegetu[r]
[to]molo, antesti[s]
in isto (vacat)
[q]uem rapuit po5 [pu]lis mo[rs ini-]
[mica suis] (vacat)
qui meri[tis] sanc(tam)
[peragens i]n cor[pore vit]am (vacat)
10 [credetur et]heriae
lucis habere diem,
hunc cause meserum hunc querunt
vota dolentum (vacat)
15 quos aluit [sem]per uoce
manu, la[cr]imis (vacat)
quem sib[i non] sobi[tus]
priua[bit trans-]
Fig. 8. Montaje de los fragmentos de la inscripción
funeraria de Sefronio reencontrados sobre el texto del
boceto de J. A. Fernández y el fragmento con datación
copiado por F. Fuero.
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11 La edición del texto desde Hübner, con o sin
el fragmento que contiene la mención a la era
consular, en: IHC 165; IHC 398 = ILCV 1093 =
CLE 1393 = ICERV 276 = Almagro Basch, 1984:
410-413, nº. C-3 = HEp 15, 2006, 169 = AE 2006,
681 = AE 2008, 720 = Abascal y Cebrián, 2006:
283-294 = Gómez Pallarès, 2007: 181.
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Fig. 9. Plano de J. A. Fernández, realizado el 15 de enero de 1790 durante la excavación de la basílica visigoda
(AHN: legajo 3193, n.º 127).
Explicación de la excavación:
A. Entrada al Panteón.
Bs. Piezas para los sepulcros.
C. Presviterio.
Ds. Son cinco sepulcros de piedra.
E. Pieza donde se hallaron los Santos.
F. Sus sepulcros de piedra.
G. Arcos que con [todos los puntos] forman una nave.
H. Escalera subida a las Capillas de arriba en piso
sobre el claustro G.G.G.G.
I. Sepulcro de piedra dentro del presbiterio a la
izquierda, con su inscripción.
J. Sepulcro de Alabastro hermosísimo.
K. Sepulcro [---] de el hormigón embutido en el suelo.
L. Una media columna embutida en el suelo rota.
M. Dos sepulcros en el suelo.
N. Lugar donde se hallaron los pedazos de la piedra de
Sephronio.
O. Sepulcro donde sin duda estubo enterrado Sephronio,
y donde se ha hallado el candado de plata precioso.
P. Sepulcro de piedra colocado en la caña del Panteón.
Q. Otro sepulcro de piedra frente de el anterior, y dentro
de la caña.
R. Terreno al Norte que aún no se ha escavado.
S. Terreno a medio día que aún no se ha escavado.
O, M, P, N. Son los quatro ayres.
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3. LA SITUACIÓN DE LA TUMBA DE SEFRONIO
EN EL INTERIOR DE LA BASÍLICA VISIGODA
A finales del siglo IV o inicios del V comienza a modelarse un nuevo paisaje urbano en Segobriga.
El proceso de abandono y reocupación de los espacios públicos de la ciudad romana para un uso
doméstico o artesanal se muestra general en el área intramuros, donde las excavaciones en foro, termas
monumentales, aula basilical, teatro y anfiteatro, entre otros, documentan estructuras tardías, que
reutilizan elementos epigráficos, arquitectónicos y escultóricos anteriores en su construcción (Abascal
y Almagro-Gorbea, 2012: 347-349).
Mientras extramuros de la ciudad se produce una transformación de su suburbium septentrional,
reservado hasta entonces para la ubicación de los edificios de espectáculos, áreas cementeriales, talleres
y áreas residenciales, siguiendo este orden de sur a norte desde la muralla de Segobriga (Abascal y
Cebrián, 2010: 289-308).
Al uso principalmente funerario y residencial de época romana se añade durante la Antigüedad
Tardía el cultual, materializado en la creación de nuevos edificios de carácter religioso, que modificaron
sustancialmente la fisonomía de las necrópolis. Enmarcado dentro de este proceso de cambios, en el
suburbio septentrional de Segobriga se construye en la primera mitad del siglo V un gran complejo martirial
con templo y necrópolis ad sanctos, asociado probablemente a la memoria de una personalidad local y
relacionado con el área sepulcral de época tardoantigua existente al noreste, considerado el embrión del
amplio suburbio cristiano nacido en su entorno. La reedificación del aula se fecha en el siglo VI y se
enmarca en un proceso constructivo de mayor envergadura que supone la fundación, al sur del edificio
original, de un conjunto arquitectónico asociado.
Con la creación de la sede episcopal de Segobriga con obispos documentados en los concilios toledanos
en el período 589-693 (Abascal et al., 2008: 237-239), el templo se reinterpreta como mausoleo de la
jerarquía eclesiástica, utilizando la cabecera recién reconstruida como cripta de las reliquias originales y
de los primeros obispos, y el aula para enterrar a otros miembros relevantes de la sede, manteniendo esta
función hasta la desaparición de la diócesis.
Entre la planimetría de la basílica visigoda de Segobriga realizada a partir de su descubrimiento, se
encuentra una planta de J. A. Fernández, fechada el 15 de enero de 1790, con las excavaciones aún en
proceso, que se custodia en el Archivo Histórico Nacional (legajo 3193, nº 127). En ella, señala la posición
de quince enterramientos en sarcófago en el ábside, transepto y parte más meridional del aula, detallando
el lugar en el que se encontraron los fragmentos nº 4, 5 y 6 de la inscripción de Sefronio (N) y su posible
sepulcro, sin restos óseos (O). El hallazgo se sitúa en la esquina noreste del aula como material de relleno en
un nivel de amortización datado en el primer tercio del siglo VII (Cebrián y Hortelano, 2015: 432) (fig. 9).
La existencia de las dos laudas sepulcrales de Sefronius, la métrica IHC 165 + 398; ICERV 276 y la
compartida con Nigrinus IHC 166; ICERV 264a-b, evidencia la traslación de los dos cadáveres a una nueva
ubicación junto al muro sur de la cripta del transepto, donde Fernández describe en su Diario el hallazgo,
la tarde del 14 de diciembre de 1789, de dos sepulcros unidos, hechos de piedras sin labrar; y quitadas las
lapidas se extraxeron los huesos que se hallaron en ellos (RAH-11-8109-4k, fol. 34).
Aunque desconocemos el lugar donde originalmente fue enterrado Sefronius en la basílica visigoda de
Segobriga, su locus sepulturae debió situarse en un lugar privilegiado, acorde con su condición de obispo
y con la calidad formal del soporte, un mármol blanco veteado en gris, en contraposición al uso prioritario
de la caliza local para la talla de las inscripciones y sepulcros del interior del templo.
Por otro lado, el hecho de que el soporte presente desbastado el lateral derecho y la habitual disposición
del cuerpo con los pies al este permite suponer que el lugar de enterramiento de Sefronio se ubicó adosado a
alguna estructura del sur de la basílica. Probablemente, en las criptas del ábside y transepto o en su corredor
de acceso desde el aula, lugares reconocidos como espacios privilegiados para enterrar a la jerarquía
eclesiástica de la sede segobrigense.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 319-331
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Juan Antonio SENDRA IBÁÑEZ a
El tesoro de Puçol.
Un testimonio de la circulación de moneda castellana
en el Reino de Valencia durante el siglo XVII
resuMen: El tesoro de Puçol se encontró en un osario asociado a una necrópolis junto a la antigua iglesia
de esta localidad durante una excavación de urgencia realizada el año 2001. El hallazgo está formado por
un total de 19 monedas, una de ellas de oro y el resto de plata. Resulta particularmente interesante la
procedencia de sus piezas, ya que las cecas castellanas, con 16 ejemplares, predominan claramente frente
a los dieciochenos locales valencianos, que tan solo están representados por tres piezas. El tesoro forma
parte del reducido repertorio de conjuntos pertenecientes a la época foral valenciana de la Edad Moderna
y confirma a través de su composición los datos conocidos por la documentación de la época acerca de la
circulación de moneda castellana en el Reino de Valencia durante la primera mitad del siglo XVII.
PALABrAs cLAve: Tesoro, moneda, plata, dihuité, Castilla, Puçol, Valencia.
The Puçol hoard. A testimony of the circulation of Castilian currency
in the kingdom of Valencia during the seventeenth century
ABstrAct: The Puçol hoard was found in an ossuary associated to a necropolis next to the old church
of this locality during an excavation carried out in 2001. The find consists of 19 coins, one gold and the
rest silver. The origin of its pieces is particularly interesting since the castilian mint, with 16 specimens,
clearly prevails over the local Valencian dieciochenos, which are only represented by three pieces. The
hoard is a part of the small group of finds dated to Modern Age Valencian foral period and through
its composition it confirms the data known to date in the documentation of the time of circulation of
Castilian currency in the Kingdom of Valencia during the first half of the seventeenth century.
keYWords: Coin hoard, silver, coin, dihuité, Castilla, Puçol, Valencia.
a
Associació Numismàtica i Filatèlica Xúquer, Sueca (València).
monedesxuquer@hotmail.com
Recibido: 10/03/2016. Aceptado: 28/05/2016.
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J. A. SendrA Ibáñez
1. INTRODUCCIÓN
En la primera vitrina de la sala Historia dels Diners del Museu de Prehistòria de València se encuentran
expuestos diversos tesoros, recuperados en distintas excavaciones de la provincia de Valencia. Entre ellos,
resulta llamativo por su composición un pequeño conjunto formado por monedas de plata y un ejemplar de
oro. Se trata del hallazgo conocido como tesoro de Puçol (fig. 1).
El conjunto monetario fue recuperado durante una excavación de urgencia en el casco urbano de Puçol,
población situada a unos 30 km al norte de la ciudad de Valencia. El solar excavado se localiza dentro del
casco antiguo, delimitado al norte por la calle Matadero, al este por la calle Bisbe Amigó, al sur por la calle
San Juan y al oeste por un bloque de viviendas que junto al solar conforman la manzana delimitada por las
calles ya citadas además de la calle Monforte por el oeste (fig. 2). El solar se sitúa en la zona más antigua
de Puçol, a escasos metros de la Plaza San Juan de Ribera donde se encuentra la Iglesia de los Santos
Juanes construida en el siglo XVI y el edificio del actual Ayuntamiento, construido sobre las ruinas del
Palacio Arzobispal del siglo XVII. Cerca se encuentran también las calles de San Pedro y de la Torreta que
conformaban el núcleo de la primitiva ciudad medieval cristiana.
Entre los distintos niveles excavados, se recuperó una necrópolis que se utilizó durante el siglo XVII,
cuando la primitiva iglesia dejó de utilizarse, localizada probablemente al este del límite del solar.
Durante la segunda campaña de excavaciones, realizada en el año 2001, se descubrió un osario situado
detrás de la antigua iglesia. Las monedas aparecieron dentro de una estructura rectangular con un vaso
central fabricado con ladrillo y mortero. Todas ellas se encontraban agrupadas y estaban rodaadas por restos
óseos, pero no estaban acompañadas por ningún recipiente que pudiera contenerlas.
Fig 1. Las 19 monedas del tesoro de Puçol (Valencia).
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El tEsoro dE Puçol
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*
Fig. 2. Localización de la excavación en el casco urbano de Puçol (OpenStreetMaps).
2. DESCRIPCIÓN DEL CONJUNTO
El conjunto monetario recuperado se encuentra formado por 19 monedas, 18 ejemplares de plata y uno
de oro (fig. 3). En lo que a valores se refiere, la denominación superior es la pieza de dos escudos, y se
encuentra acompañada por un heterogéneo grupo de plata, el cual incluye piezas de un real/dihuité (seis
ejemplares), de cuatro reales (diez ejemplares) y de ocho reales (dos ejemplares).
En la distribución por cecas en las monedas de plata, la más representada es Méjico con un total de seis
ejemplares, seguida por Toledo con cuatro piezas, Valencia con tres, Madrid y Sevilla con dos y por último las
cecas de Potosí y de Segovia con una sola moneda (fig. 4). A esta última ceca atribuyo también el ejemplar de
dos escudos. A pesar de no ser visible ningún dato en la moneda para poder afirmarlo con rotundidad, el estilo
se corresponde con el taller sevillano, y más concretamente al reinado de Felipe III (cat. nº 4). Cabe señalar por
último, que dieciocho ejemplares están acuñados por el sistema tradicional de acuñación a martillo, mientras
que el único ejemplar acuñado a molino, corresponde a la ceca de Segovia (cat. 8).
Fig. 3. Distribución por valores
del tesoro de Puçol.
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J. A. SendrA Ibáñez
Fig. 4. Distribución por
cecas del tesoro de Puçol.
3. CRONOLOGÍA
Resulta un tanto aventurado establecer una cronología precisa para la ocultación. La ausencia de datos
visibles en algunas de las monedas se debe tanto a su estado de conservación, como al deficiente sistema de
acuñación a martillo empleado en la fabricación de estas series, el cual produjo con frecuencia ejemplares
en los que no llegaron a grabarse con nitidez los motivos de los troqueles por falta de presión o quedaron
fuera del cospel por la forma irregular de éste. Es por ello que la catalogación de algunos ejemplares en los
que no aparece ningún dato que permita su atribución inequívoca a reinados concretos, cecas o períodos,
se haya tenido que realizar en base a criterios estilísticos, por comparación con otros ejemplares conocidos
y clasificados en otros contextos. Éste método, aunque pueda considerarse en este caso bastante acertado,
siempre conlleva un determinado riesgo especulativo.
Bajo las circunstancias señaladas, se puede afirmar que el grueso del conjunto comprende los reinados
de Felipe III y Felipe IV, no incluyendo ningún ejemplar posterior a estos monarcas. La moneda más antigua
se corresponde con un real de la ceca de Sevilla acuñado a nombre de los Reyes Católicos (cat. 1), con una
cronología aproximada que debe situarse dentro de la primera mitad del siglo XVI. El conjunto incluye otro
real con una datación similar, a nombre de Juana y Carlos (cat. 2), acuñado en la ceca de Méjico. La moneda
de la ceca de Potosí, presenta como marca de ensayador B, perteneciente a Juan de Ballesteros, por lo que
se incluye bajo el reinado de Felipe II (cat. 3).
Entre los ejemplares con datos relevantes visibles como el año, la marca de ceca o la inicial del
ensayador, se incluyen los siguientes: tres reales o dihuités de la ceca de Valencia, correspondientes al
reinado de Felipe III, dos de ellos con fecha 1610 (cat. 13-14) y un tercero del periodo 1616-1624 (cat.
12). El real de Madrid, aunque sin fecha visible, sí permite su atribución al reinado de Felipe III, ya que
presenta la marca de ensayador G, la cual conocemos por emisiones realizadas entre los años 1600 y 1614
que presentan dicha inicial (cat. 5). Los ejemplares pertenecientes a la ceca de Toledo conservan visible
en tres casos la marca de ceca T y de ensayador, P, del cual son conocidas emisiones entre los años 1621
y 1640 (cat. 9-11). Un último ejemplar de esta ceca permite ver, la marca de ceca y ensayador Y o V, y los
dos últimos dígitos de la fecha al final de la leyenda del reverso, correspondientes al año 1627 (cat. 18).
La moneda perteneciente a la ceca de Segovia, presenta claramente la fecha, 1621 y ensayador A bajo cruz
(cat. 8), perteneciente a Esteban de Pedrera, del cual encontramos monedas marcadas durante el periodo
1616-1621. El ejemplar de cuatro reales atribuido a Madrid (cat. 19) únicamente presenta visible parte del
nombre del rey [PHILI]PP[VS]. Por el estudio de sus cuños puede fecharse dentro de los reinados de Felipe
III y Felipe IV, perteneciente a una serie anterior a 1642 en cualquier caso, último año conocido para este
tipo de emisiones en Madrid.
Por último, los ejemplares que presentan más complicaciones son los pertenecientes a la ceca de Méjico.
En dos de ellos resulta visible la marca de ensayador, F en el primer caso (cat. 6), perteneciente a Francisco
de Morales y utilizada durante los años 1598-1608, y D en el segundo (cat. 15), utilizada por Diego de
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Godoy entre 1618 y 1636. Un tercer ejemplar (cat. 7) únicamente presenta visible la parte final del nombre
y el numeral del rey, […]ILIPPVS III, por lo que su atribución al reinado de Felipe III resulta inequívoca.
De los dos ejemplares restantes de esta ceca (cat. 16 y 17), no es posible identificar ningún dato; el análisis
de sus cuños sugiere situarlos bajo el reinado de Felipe IV, aunque no se puede descartar totalmente la
posibilidad de que pertenezcan al reinado de Carlos II.
4. PARALELOS CON OTROS CONJUNTOS DOCUMENTADOS
Existen únicamente tres conjuntos monetales, recuperados en el territorio que perteneció al antiguo Reino
de Valencia, que ofrecen una cronología similar. Se trata de los hallazgos de Quart de Poblet (Mateu, 1927),
Jérica (Mateu, 1958: 59) y Xilxes (Hurtado et al., 2011).
El de Quart de Poblet (Valencia), descubierto en 1926 en el proceso de rehabilitación de una casa
en dicha población, estaba compuesto por 170 dihuités valencianos, con una cronología que abarcaba
los reinados de Felipe III y Felipe IV, con fechas comprendidas entre 1610 y 1653. El hallazgo de Jérica
(Valencia), localizado bajo un piso de tierra en una casa de esta localidad en la década de los años cincuenta
del pasado siglo, estaba compuesto por unos 150 dihuités, datados entre los años 1610 y 1642. Estos dos
conjuntos, hoy en día ilocalizables, presentan una cronología muy similar a la del tesoro de Puçol, aunque
difieren muy notablemente tanto en su composición como en su contexto de ocultamiento.
El paralelo más importante lo proporciona el conjunto monetal de Xilxes. Ésta localidad, situada al
sur de la provincia de Castelló, se encuentra a unos 25 km al norte de Puçol. Durante la excavación de
urgencia llevada a cabo por la empresa ARQUEOLEGS C.B. con motivo de la remodelación de la calle
Juan Carlos I, aparecieron los restos de una necrópolis cristiana, cuya cronología se extiende entre los
siglos XIII y XVIII. Entre los materiales recuperados en diversas sepulturas, destacan tres conjuntos
monetarios pertenecientes a las últimas fases de ocupación de la necrópolis (Hurtado et al., 2011). El
más antiguo de los tres conjuntos está formado por 7 dihuités valencianos, dos del reinado de Felipe
III y cinco acuñados durante el reinado de Felipe IV, entre los cuales el más reciente se fecha en 1641.
Los otros dos tesoros encontrados en dicho yacimiento se fechan con posterioridad al conjunto de Puçol
(finales del siglo XVIII).
5. OCULTAMIENTO INTENCIONADO O AJUAR FUNERARIO
El hallazgo de todas estas monedas agrupadas en un contexto funerario, permite formular diversas hipótesis
acerca de los motivos que pudieron inducir a su propietario a depositarlas en el osario.
La primera opción consiste en identificarlo como un ajuar funerario. Los conjuntos recuperados en
Xilxes han sido interpretados como parte de un contexto semejante, pero a diferencia del caso que nos
ocupa, se hallaron asociados junto con otros materiales, tales como rosarios, medallas religiosas y collares
entre otros objetos. Otro aspecto a tener en cuenta es la cuantía dineraria de ambos lotes de monedas. Si
se toma como referencia el más antiguo de los conjuntos de Xilxes, de cronología similar al de Puçol, se
comprueba que tan sólo reúne siete reales valencianos, con un peso aproximado de 14 g de plata, mientras
que la plata del tesoro de Puçol suma 180 g, a la que además hay que añadir el valor de los 6,76 g de la
moneda oro que las acompaña, un valor sin duda excesivo para otorgarle el carácter de ajuar.
La opción del ocultamiento intencionado parece más razonable tomando en consideración tanto
la riqueza atesorada como otros hallazgos similares de datación algo posterior. Aunque correspondan a
principios del siglo XVIII, resultan de utilidad para establecer otros modelos de referencia los conocidos
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Fig. 5. Peso total en gramos
de la plata acumulada en
diferentes tesoros valencianos.
tesoros del Carrer Fos de Valencia, de Sant Doménech de Xátiva y el hallazgo de Alcoy,1 que ofrecen una
visión más amplia del ámbito, volumen y características de las tesaurizaciones documentadas para esta
época. Con estos conjuntos, que obligan a ensanchar ligeramente el marco cronológico de referencia, la
muestra se amplía hasta los cinco conjuntos, exceptuando el hallazgo de Puçol.
Analizando las cantidades de plata acumuladas en estos tesoros podemos ver que la cantidad de plata
que contiene el hallazgo de Puçol (180 g aproximadamente) resulta muy cercana por ejemplo a la contenida
en el tesoro de Fos (211 g aproximadamente),2 lo que reforzaría la hipótesis de que se trata de una cantidad
importante para ser atesorada y que pudo ser escondida intencionadamente con la finalidad de ser protegida
(fig. 5). Adicionalmente la presencia en Puçol de una pieza de oro invita más a caracterizarlo como una
ocultación que como una amortización de cualquier índole.
6. CIRCULACIÓN MONETARIA
El estudio de la composición del conjunto monetario de Puçol ofrece datos de interés para analizar diferentes
aspectos de la circulación monetaria en el Reino de Valencia. Dentro de las fronteras del Reino, la única
moneda circulante legal era la acuñada en la ciudad de Valencia, diferente tanto en ley como en tipos y peso
a las distintas monedas acuñadas en Castilla y en los demás territorios de la Corona de Aragón.
Esta diferencia de ley motivó que en determinados momentos la moneda valenciana fuera extraída con
la finalidad de obtener un beneficio debido al mayor precio de la plata en otros territorios, introduciéndose
en cambio moneda castellana de ley ligeramente inferior. Los comerciantes que transportaban moneda
castellana hacia el interior del reino debido a sus negocios con la vecina Castilla, debían llevar albarà o
guía de las mismas, ya que en caso contrario se les incautaba la moneda.
Se conoce desde hace tiempo a través de la documentación la masiva circulación del numerario castellano
que se produjo especialmente a principios del siglo XVII. En noviembre de 1610 el Virrey Marqués de
Caracena dio una crida sobre la circulación en Valencia de la moneda castellana, prohibiendo que fuera
aceptada toda aquella que visible y clarament se veuran estar cercenats, o fraudulentament disminuits3
(Mateu y Llopis, 1958: 66-67) dando un plazo de dos meses para entregar la mencionada moneda en la
Taula de Camvis, donde sería cambiada a su justo peso y valor en plata.
1
2
3
Desconocemos la composición total del hallazgo de Alcoy, por lo que no se han tenido en cuenta los datos conocidos para
este estudio.
Agradezco a Juan Vicente Salavert el haberme facilitado los datos metrológicos del tesoro de Fos.
Crida del Virrey Marqués de Caracena, ordenando que los reales castellanos, así sencillos, como de a dos, de a cuatro y de a ocho,
que visible y claramente están cercenados o fraudulentamente disminuidos, no puedan valer ni valgan por reales. Valencia, 8 de
noviembre de 1610. Documento publicado íntegramente en 1958 por Mateu y Llopis en “El Dieciocheno. Notas y documentos
sobre un valor monetario del Reino de Valencia durante Felipe III y Felipe IV (1598-1665)”.
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Otros ejemplos en los que se percibe la importancia e intensidad con que la moneda castellana circulaba
en Valencia los encontramos en el recién publicado Dietari de Mossén Pere Joan Porcar:4
Entrada 706
Dit dia de divendres, a 22 de juny 1612, los carnicers, ab grandíssim acompanyament y ab trompetes y
dolsaynes, portaren en una gàbia de ferro, o de fil ferro, moltíssims reals castellans per lo sent Simó, y
portaven davant un bou ab casacabells en lo coll. Y anaren al Real.
Entrada 728 (9 de setembre 1612)
[....]
Accabà’s la porcessó al toch de la primera oració, y portaven enmig de la processó com una gàbia eo
pollera de junch, ab molts reals de a quatre y de a huyt, penjant.
[....]
Entrada 1538
Disapte, a 7 de juliol 1618, al matí prengueren uns moneders de reals falsos castellans y de a tres sous,
prop de Sent Thomàs, en un carreró eo cobertiz. Y lo justícia criminal feu totes les diligències posibles.
Entrada 1567 (año 1618)
Dimecres, a 14 de ti, feren crida prohibint los ganchos, gargusos, coletos, y que de nit no portasen les
espases sens bayna.
Y aprés, de hallí a pochs dies, pagant huyt reals castellans donaven llicéncia per a portar-los. Son cóses
de València.
Entrada 2.639
Dijous, a 4 de setembre 1625, comprí a casa de la viuda na Thomasa, botiguera de draps als costat del
General, sich pams i mig de draps, [i] setse de les mo[n]tanyes, a rahó de onse reals castellans la alna.
[....]
Entrada 2.668 (año 1625)
Divendres, a 12 de dit, a la vesprada feren crida que descubrisen un furt que havien fet a N. Vallés, de
carrer de don Juan Vil·larrasa, de onse mília real castellà.
Entrada 2.962
CONFRARES DE LA SANCH, PROCESSÓ. A 17 DE MARÇ 1605 ALTRA PROCESSÓ. A 30 DE GINER
1608, ALTRA
Aquest dia, a la vesprada tingueren capítol lo clero de Sent Martí sobre la processó que·ls confrares de
la Sanch havien determinat de fer a Nostra Senyora de l’Olivar, ab los frares de Sent Sebastià.
Y no obstant que y havia constitució synodal, que dits frares no podien exir sens clero, determinaren que
dits frares donasen de caritat per als pobres capellans, que hi havia en dia esglèsia, trenta reals castellans.
Y que se’n rebés acte que per dit permís no fos causat perjuhí a dit clero. Y·s rebé dit acte, dit dia, per
Francés Barberà, notari, síndich de dit clero, les dites trenta lliures. Açó és, ettsètera.
4
Pere Joan Porcar: Coses evengudes en la ciutat y regne de València. Dietari (1585-1629). Edició a cura de Josep Lozano.
Universitat de València (Fonts històriques valencianes), València, 2012.
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Fig. 6. Archivo del Reino de Valencia,
Mestre Racional 8584, fol. 3.
Fig. 7. Archivo del Reino de Valencia,
Mestre Racional, 8587, fol. 2.
La equivalencia entre los dos tipos monetarios se fijó en 16145 a razón de un real castellano=24 dineros,
o sea, dos sueldos, valiendo pues el medio real castellano 12 dineros por lo cual recibió la denominación
popular de souet (Mateu y Llopis, 1958: 56). Como se desprende de ésta última entrada, ya en los años
1605-1608, dicha equivalencia ya era efectiva, ya que
30 reals castellans = 3 lliures
1 lliura = 240 diners
10 reals castellans = 1 lliura
1 real castellà = 24 diners
Otra de las fuentes en las que aparecen repetidas compras de moneda castellana se encuentra en
la documentación de los libros de la ceca del Mestre Racional. En ellos aparecen numerosas entradas
de compra de plata en moneda castellana al menos durante la primera mitad del siglo XVII, como la
recogida para la fabricación de 150 000 libras de plata en el año 1626. Entre junio de 1626 y el mismo
mes de 1627, se realizaron compras en la ceca de plata castellana (moneda doble) en 11 entradas,
sumando un total de 334.055 reales, y con un peso en plata de más de 4800 marcos (Arxiu del Regne
de València, MR 8584) (fig. 6).
5
Crida de 28 de abril de 1614.
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327
En el año 1640 se siguen realizando entradas de plata castellana, la cual aparece en la documentación
como plata castellana doble (Arxiu del Regne de València, MR 8587). En esta ocasión, entre los meses de
septiembre y diciembre de dicho año, son un total de 26.831 libras 19 sueldos y 4 dineros los entregados al
maestro de fundición en 17 entradas, con un peso en plata de 3828 marcos (fig. 7).
Fig. 8. Porcentajes de moneda valenciana respecto a la foránea en los tesoros de Sant Doménech, Fos y Puçol.
7. CONCLUSIONES
El tesoro de Puçol resulta realmente excepcional entre los hallazgos conocidos tanto por la
heterogeneidad de su composición, como por el contexto de su hallazgo. Su estudio permite por
primera vez relacionar las fuentes documentales sobre la circulación monetaria en Valencia durante
el siglo XVII con las monedas recuperadas en la excavación. La circulación de una masa importante
de moneda castellana queda evidenciada a través de su composición (fig. 8), confirmando los datos
conocidos documentalmente hasta este momento. Asímismo, la hipótesis de la ocultación intencionada
utilizando el osario como lugar de escondite resulta novedosa, ya que los demás tesoros conocidos
fueron ocultados en ámbitos domésticos.
En cuanto al momento de la ocultación, como hemos visto y atendiendo terminus post quem dado por
las monedas, cabría situarlo a finales de la primera mitad del siglo XVII. Por su composición se puede
aventurar que probablemente se trata de un ahorro regular ya que su propietario ha seleccionado las monedas
claramente a partir de su metal, seleccionando de entre las que llegaban a sus manos aquellas de mayor
valor. La presencia de un solo ejemplar de oro junto a la plata, aunque no constituye un hecho excepcional,
podría adicionalmente certificar la escasa cantidad de monedas en este metal que circulaban en el Reino de
Valencia durante estas décadas.
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CATÁLOGO
R E YE S C AT Ó L ICO S
1. Reyes Católicos. Real. Sevilla.
a/ [FERDINANDVS ET ELISA]
r/ [REX ET REGINA CASTELE LEGIONIS]
Calicó 221. 2,07 g. MPV 25952.
JUANA Y C A R L O S
2. Juana y Carlos. Real. Méjico.
a/ [CAROLVS ET JOHANA REG]
r/ [+HISPANIARVM ET INDIARVM]
Calicó 104. 2,57 g. MPV 25953.
FE L I PE I I
3. Felipe II. 8 reales. Potosí.
a/ [PHILIPPVS II DG].
r/ [HISPANIARVM ET INDIARUM REX].
P sobre B a la izquierda del escudo.
23,78 g. MPV 25940.
FE L I PE I II
4. Felipe III. 2 escudos. Sevilla.
a/ [PHILIPPVS III DG].
r/ [HISPAN REX].
6,76 g. MPV 25939.
5. Felipe III. Real. Madrid.
a/ [PHILIPPVS] III [DEI GRATIA]
r/ [HIS]PAN[IAR]VM x R[EX]
MD sobre G a la izquierda del escudo.
Inédita. Variante de Calicó 136
2,92 g. MPV 25954.
6. Felipe III. 8 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS III DG]
r/ [HISPANIARVM ET INDIARVM REX]
M sobre F a la izquierda del escudo.
24,39 g. MPV 25941.
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7. Felipe III. 4 reales. Méjico.
a/ [PH]ILIPPVS xIIIx [DG]
r/ [HISPA]NIA[RVM ET INDIARVM REX]
12 g. MPV 25947.
8. Felipe III. 4 reales. Segovia.
a/ PHILIPPVS x III ·D·G
r/ HISPANIARVM·REX·1621
11,22 g. MPV 25942.
9. Felipe III. 4 reales. Toledo.
a/ [P]HI[LIPPVS III DEI GRATIA]
r/ [HISPA]NIARVM [REX]
T sobre P a la izquierda del escudo.
Calicó 97. 11,2 g. MPV 25946.
10. Felipe III. 4 reales. Toledo.
a/ [PHILIPPVS] III [DEI GRATIA]
r/ [HIS]PAN[IAR]VM x R[EX]
T sobre P a la izquierda del escudo.
Calicó 97. 11,97 g. MPV 25948.
11. Felipe III. 4 reales. Toledo.
a/ [PHILIPPVS III DEI GRATIA]
r/ [HISPANIARVM x REX]
T sobre P a la izquierda del escudo.
Calicó 97. 12,28 g. MPV 25951.
12. Felipe III. Dihuité. Valencia.
a/ [PHILIPPVS DEI G]
r/ [VALENCIA MAIORICARVM]
Calicó 154. 1,72g. MPV 25955.
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13. Felipe III. 1610. Dihuité. Valencia.
a/ [PH]ILIPPVS DE]I G
r/ [VALENCIA MA]IOR[ICARVM]
Calicó 154. 1,97 g. MPV 25956.
14. Felipe III. 1610. Dihuité. Valencia.
a/ [PHILIPPVS DEI GRATIA]
r/ [VAL]EN[CIA MAIORICARVM]
Calicó 154. 1,77 g. MPV 25957
FELIPE IV
15. Felipe IV. 4 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS IIII DG]
r/ [HISPANIARVM ET INDIARVM REX]
M sobre D a la izquierda del escudo.
Calicó 147. 11,9 g. MPV 25943.
16. Felipe IV. 4 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS III DG]
r/ [HISPANIARVM ET INDIARVM REX]
Valor 4 a la derecha del escudo.
Calicó 147. 11,28 g. MPV 25944.
17. Felipe IV. 4 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS IIII DG]
r/ [HISPANIARVM ET IN]DI[ARVM REX]
Valor 4 a la derecha del escudo.
Calicó 147. 11,73 g. MPV 25945.
18. Felipe IV. 1627. 4 reales. Toledo.
a/ [PHILIPPVS IIII] D G
r/ [HISPANIARVM REX 16] 2·7
T sobre Y? a la izquierda del escudo.
Calicó 164. 12,81 g. MPV 25949.
FELIPE III O FELIPE IV
19. Felipe III o Felipe IV. 4 reales. Madrid.
a/ [PHILI] PP [VS DEI GRATIA]
r/ [HISPANIARVM x REX]
Calicó 144. 12,81 g. MPV 25950
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AGRADECIMIENTOS
Agradezco a la directora de la excavación Paqui Rubio su amabilidad al facilitarme los datos relativos al contexto
arqueológico.
BIBLIOGRAFÍA
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y Museos, 90, p. 667-672.
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temas arqueológicos 4), Valencia.
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(eds.): Tesoros monetarios de Valencia y su entorno. Ajuntament de València (Grandes temas arqueológicos 4),
Valencia.
APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 333-338
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Francisco-José PUCHALT FORTEA a
Traumatismos craneales con supervivencia
en la necrópolis morisca de Benipeixcar,
Gandía (Valencia)
RESUMEN: Se estudian los fragmentos craneales de los 38 enterramientos moriscos de la Necrópolis
Morisca de Benipeixcar, en la ciudad de Gandía, datados en los siglos XV y XVI. El análisis
paleopatológico de los restos pone en evidencia la existencia de cuatro individuos con señales de
traumatismos craneales. Sus características especiales y su tamaño señalan que se hicieron en vida y
hubo supervivencia después de sufridos.
PALABRAS CLAVE: Paleopatología, cráneo, traumatismo, supervivencia, moriscos.
Cranial injuries with survival in the moorish necropolis
of Benipeixcar, Gandía (Valencia, Spain)
ABSTRACT: We have studied the cranial fragments belonging to the 38 moorish burial of the necropolis
of Benipeixcar, Gandía (Valencia, Spain), dated between XV and XVI centuries. The paleopathologic
analysis of the skull remains shows evidence of cranial trauma in four different individuals. All these
lesions are described with their special characteristics and size that prove the existence of subsequent
survival after the cranial injury.
KEY WORDS: Paleopathology, cranium, traumatism, survival, moorish.
a
Investigador independiente.
francisco.puchalt@uv.es
Recibido: 02/03/2016. Aceptado: 09/06/2016.
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334
F. J. Puchalt Fortea
1. INTRODUCCIÓN
Los hallazgos de patología en restos anatómicos de poblaciones que existieron hace tiempo en nuestro
entorno, desaparecidas hoy, vienen a completar, en un pie de igualdad junto a otros hallazgos, la comprensión
de cómo era la vida en esas comunidades. Cerámicas, estructuras, restos de telares y vasijas, escritos
existentes propios o de sus convecinos o enemigos, rastros de su influencia sobre vecinos de otras culturas,
son completados por los datos encontrados en los restos físicos que han quedado de dichas poblaciones.
Todo sumado, sin exclusión, permite tejer un conocimiento cada vez más completo sobre la vida de las
culturas extintas o desaparecidas de nuestro entorno.
Las lesiones detectadas en los cráneos de la población morisca de Gandía, objeto del presente trabajo,
añadirán, pues, más datos a nuestro acervo de conocimientos sobre tal población histórica.
Los restos esqueléticos que aquí se estudian pertenecen concretamente a la Necrópolis Morisca de
Benipeixcar, hoy barrio populoso de la ciudad de Gandía (Valencia). Aflorados por la acción de una
excavadora y rescatados por los arqueólogos del Museo de dicha ciudad, entre los años 1993 y 1994, fueron
datados entre los siglos XV y XVI de nuestra era.
2. MATERIAL Y MÉTODOS DE ESTUDIO
El material de estudio, como hemos indicado, son los restos craneales de la Necrópolis Morisca de
Benipeixcar. De un total de 38 sujetos contextualizados, hay 25 individuos con restos esqueléticos
craneales de los cuales cuatro tienen pequeñas lesiones, objeto aquí de análisis, y uno con lesiones
mortales, excluido.
El estudio macroscópico se ha realizado con la ayuda de las mejores guías existentes de anatomía
descriptiva (Testut y Latarjet, 1971; White, 2000), y la documentación de los restos con ayuda de una
cámara digital.
El sexo se ha determinado a partir de los rasgos de dimorfismo sexual anatómico, y la edad por el
estudio de la dentición y por la fusión epifisaria de los huesos largos (WEA, 1980; Scheuer y Black, 2004).
Las edades superiores a 40 años se establecen por el estudio de los vestigios degenerativos que empiezan a
aparecer, de forma fina al principio, sobre articulaciones y vértebras de los esqueletos estudiados (Rogers,
1982; Rogers y Waldron, 1995).
El diagnóstico paleopatológico se ha apoyado en libros y atlas de Paleopatología (Steinbock, 1976;
Dastugue y Gervais, 1992; Aufderheide y Rodríguez-Martín, 1998; Campillo, 2001).
3. RESULTADOS
Benipeixcar-1304
Los restos esqueléticos craneales corresponden a un niño de edad comprendida entre 6 y ocho años.
En frontal, muy cerca del nasión, se aprecia una depresión casi rectangular (fig. 1) de menos de 1 mm
de superficie que afecta a tabla externa tan solo, de 4 mm de dimensión mínima y 9 mm de dimensión
máxima, con el fondo recubierto de tejido óseo irregular (fig. 2). No hay fisuras que se irradien en distintas
direcciones. No hay correspondencia de daños en la zona posterior o endocraneal, quedando los daños
circunscritos a la tabla externa o capa externa. No hay celdas diploicas abiertas. Esta lesión se produjo en
vida del individuo estudiado y fue seguida de supervivencia del mismo.
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TraumaTismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar (Gandía)
Fig. 1. Benipeixcar-1304. Vista general.
Fig. 3. Benipeixcar-1404. Vista general.
335
Fig. 2. Benipeixcar-1304. Vista de detalle.
Fig. 4. Benipeixcar-1404. Vista de detalle.
Benipeixcar-1404
Los fragmentos craneales pertenecen a un niño de entre nueve y once años de edad. El hueso frontal
presenta dos huellas casi lineales de fractura de tabla externa de orientación transversal muy juntas, en
paralelo, en hemifrontal derecho (fig. 3). La superior es más fina y corta, de 5 mm de longitud y 1 mm
escaso de anchura; la inferior, de 9 mm de longitud y 3 de anchura. Las dos tienen el fondo recubierto
de hueso de superficie irregular (fig. 4). No hay fisuras que se irradien a partir de estas lesiones. El hueso
endocraneal, tabla interna o capa vítrea, no está deteriorado, apareciendo los daños solo en la capa externa
craneal. Son lesiones producidas en vida del sujeto y seguidas de supervivencia.
Benipeixcar-2504
Los restos esqueléticos del cráneo corresponden a un individuo de más de 40 años de edad y de género
masculino. En frontal aparece una depresión en línea media por encima del nasión (parte superior de la
cavidad nasal), con la tabla craneal externa intacta a pesar del hundimiento. La parte posterior ósea, la que
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336
F. J. Puchalt Fortea
Fig. 5. Benipeixcar-2504. Vista de la lesión.
se encuentra en la cavidad interior del cráneo o tabla interna, está lisa, sin hundimiento ni alteración alguna.
Sus dimensiones son de 1 mm de ancho y de 8 mm de largo. La depresión es de apenas 1 mm (fig. 5). Es
una lesión producida en vida y seguida de supervivencia del sujeto.
Benipeixcar-9503
La edad del individuo al que pertenecen estos restos craneales está comprendida entre los 24 y 29 años. Las
características sexuales esqueléticas son las de un varón. En los restos estudiados se observa una serie de
faltas de sustancia en hueso frontal, en número de tres (fig. 6), cuya descripción es la siguiente:
- La más inferior es una falta de sustancia de tabla externa, ovalada y de 14 mm de diámetro en el eje
más grande y 7 mm de tamaño en el eje vertical. Su profundidad es de 1,7 mm. El fondo está compuesto
por hueso irregular, sin mostrar celdillas diploicas abiertas (fig. 7). No hay correspondencia alguna con la
superficie interna, tabla interna, del cráneo. Está situada por encima mismo del borde orbitario superior del
ojo izquierdo.
Fig. 6. Benipeixcar-9503. Vista general.
APL XXXI, 2016
Fig. 7. Benipeixcar-9503. Vista de detalle de la lesión más
próxima al borde anterior del hueso frontal.
[page-n-337]
TraumaTismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar (Gandía)
Fig. 8. Benipeixcar-9503. Vista de detalle de la lesión
más distal.
337
Fig. 9. Benipeixcar-9503. Vista de la lesión más pequeña.
- La más posterior (fig. 8), y cruzada por trazo de fractura post mortem, es otro hundimiento, faltando
asimismo la tabla externa y sin afectar a la tabla interna, de forma cuadrangular, recubierto su fondo por
tejido óseo de superficie irregular sin mostrar celdillas óseas abiertas, cuyo diámetro mayor es de 9 mm y su
diámetro menor de 5,6 mm, siendo su profundidad de 0,6 mm. Está situada a 37,5 mm del borde orbitario
del ojo izquierdo.
- La más pequeña (fig. 9) está situada a media altura del frontal, entre las dos ya descritas. Es un defecto
rectangular en la sustancia ósea de la tabla externa, sin afectar a la tabla interna, recubierto su fondo por
tejido óseo irregular sin mostrar celdillas abiertas tampoco, de 5 mm de diámetro mayor y 2 mm de diámetro
menor. Situada a 33 milímetros de glabela. Su profundidad apenas alcanza 0,5 milímetros. Como en las
anteriores, tampoco hay ninguna huella en la cara interna endocraneal, tabla interna.
De ninguna de ellas parten fisuras. Están hechas en vida del sujeto y se siguieron de supervivencia.
4. DISCUSIÓN
El hueso craneal es la unión de tres componentes: la capa externa o tabla externa, la capa endocraneal o
tabla interna, también llamada capa vítrea, muy lisa, y a modo de relleno entre las dos, una capa de hueso
esponjoso. La unión de estas tres capas conforman una estructura muy resistente y viva, que se nutre tanto
por las estructuras medulares y vasculares, de las que es muy rica la capa esponjosa intermedia, como de las
finas capas de tejido perióstico que cubre tanto la capa externa como la interna. Este conjunto es bastante
resistente (Testut y Latarjet, 1971; White, 2000).
Hay alteraciones craneales y detalles morfológicos que pueden dar lugar a confusión diagnóstica. Se
pueden presentar dudas en algunas lesiones y atribuirlas a arrancamiento de la membrana perióstica que
recubre la tabla externa, lesión conocida como scalp. Este arrancamiento deja una capa de hueso granular
muy fina, no de hueso esclerótico (Campillo, 1977; Aufderheide y Rodríguez-Martín, 1998; Thillaud,
1996). Ninguno de los casos presentados tiene estas características.
Las lesiones en forma de surco transversal no pueden confundirse con los surcos vasculares que aparecen
marcados a veces en hueso frontal. Su posición paralela a eje longitudinal y lateral, y su fondo liso hace
que no se parezcan en nada (Testut y Latarjet, 1971). También se distinguen netamente de las marcas que
dejan los roedores en hueso seco ya que son muy finas y múltiples, dejando, a veces, el hueso esponjoso al
descubierto (Campillo, 1983).
APL XXXI, 2016
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338
F. J. Puchalt Fortea
Las estudiadas son lesiones que están hechas en vida y que después de producidas fueron seguidas de
supervivencia, como demuestra la existencia de capa de hueso esclerótico dentro de la lesión que rompe
la capa externa ósea, cubriendo la estructura ósea de hueso esponjoso inmediatamente inferior (sujetos
Benipeixcar-1304 –fig. 2–, B-1404 –fig. 3– y B-9503 –fig. 7, 8 y 9–), o la existencia de hundimiento
de la tabla externa, adherida a planos inferiores, pero fija, no notándose más que por el relieve cóncavo
(sujeto 2504 –fig. 5–), demostrando la adherencia y remodelación del fragmento, que no puede hacerse
más que en vida (Greig, Lastres y Cabieses, citados por Campillo, 1977, 2001), descartándose así heridas o
fracturas hechas en el momento de la muerte o póstumas (Lacroix, 1972). En cuanto a los mecanismos de
producción, después de los numerosos estudios realizados por Campillo (2001) esta clase de lesiones son
debidas a pequeños traumatismos.
5. CONCLUSIONES
Se han estudiado los restos de los 38 enterramientos contextualizados en la Necrópolis Morisca de
Benipeixcar (Gandía), datados entre los siglos XV y XVI de nuestra era. En 25 enterramientos se pudieron
estudiar los restos craneales y en cuatro la existencia de lesiones craneales de tamaño pequeño. El estudio
antropológico dio como resultado: Benipeixcar-1304, sujeto de edad comprendida entre 6 y 8 años, con una
lesión craneal; B-1404, de edad entre los 9 y 11 años, con una lesión craneal; B-2504, de sexo masculino
y con una edad superior a 40 años, con una lesión craneal; B-9503, sujeto de género masculino, de edad
comprendida entre 24 y 29 años, con tres lesiones. Todas las lesiones son de pequeño tamaño, afectando
solo a la capa externa del cráneo.
El estudio descartó, por las características de cada lesión, que fueran surcos vasculares, denudación del
pericráneo, scalp, o acción de roedores o carroñeros después del fallecimiento. Las características de las
lesiones, al no poner el hueso esponjoso al descubierto, situado inmediatamente detrás de la capa externa
craneal, llevan a asegurar que fueron hechas en vida y los sujetos sobrevivieron a ellas. Su pequeño tamaño
y signos de supervivencia señalan claramente que fueron producidas por pequeños traumatismos.
BIBLIOGRAFÍA
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 339-354
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Katia SANTOS SÁNCHEZ a, Francisca LORENZO MORA a,
Begoña CARRASCOSA MOLINER a y Asunción MARTÍNEZ VALLE b
I Campaña de Conservación y Restauración
en el yacimiento arqueológico
de La Calerilla de Hortunas, Requena (Valencia)
RESUMEN: Durante el mes de septiembre de 2015 se desarrolló la “I Campaña de Conservación y
Restauración en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de Hortunas (Requena,Valencia)”, en la que
han colaborado alumnos de la Universitat Politècnica de València. Esta campaña, enmarcada en el recién
activado proyecto de conservación y puesta en valor del enclave (avalado por el Ayuntamiento de Requena
y por la Universitat Politècnica de València, se ha centrado en las labores de limpieza y reconstrucción que
se describen en este artículo.
PALABRAS CLAVE: Conservación in situ, restauración, social, sostenible, La Calerilla.
1st Campaign of Conservation and Restoration at the archaeological site
‘La Calerilla de Hortunas’ in Requena (Valencia)
ABSTRACT: During the month of September 2015 the 1st Campaign of Conservation and Restoration at the
archaeological site ‘La Calerilla de Hortunas’ in Requena (Valencia) has been developed, where students
of the Polytechnic University of Valencia have participated. This campaign, part of the newly activated
conservation project and enhancement of this archaeological place (supported by the Town Hall of Requena
and the UPV), has focused on the cleaning and reconstruction as described in this article.
KEYWORDS: In situ conservation, restoration, social, sustainable, La Calerilla.
a
b
Instituto de Restauración del Patrimonio de la Universitat Politècnica de València.
ksantsant@gmail.com | lorenzomorafran@gamil.com | becarmo@crbc.upv.es
Ayuntamiento de Requena.
museomunicipal@requena.es
Recibido: 18/12/2015. Aceptado: 18/05/2016.
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K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
1. INTRODUCCIÓN
Tras 25 años de exposición a la intemperie, se ha decidido activar un proyecto de puesta en valor social y
sostenible en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de Hortunas, en Requena (Valencia). Este proyecto
comprende dos bloques fundamentales: por un lado se encuentra la recuperación y puesta en valor de las
estructuras in situ; y por otro el proceso de educación patrimonial que se está desarrollando de forma
paralela en el municipio (Santos et al., 2015a y b). Con la intención de llevar a cabo la recuperación y futura
conservación del enclave, el Ayuntamiento de Requena, en colaboración con la Universitat Politècnica
de València, propuso una primera campaña de intervención. Esta campaña se dirigió a alumnos de tercer
curso del grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la UPV, con el fin de introducirles
en las labores relacionadas con la intervención en yacimientos arqueológicos expuestos al aire libre. Por
ello, este primer curso teórico-práctico se planteó para poder llevar a cabo las labores de conservación
y restauración de una de las estructuras arquitectónicas más relevantes del enclave arqueológico de La
Calerilla: la plataforma monumental.
2. LA CALERILLA DE HORTUNAS
2.1. Contexto histórico
El enclave arqueológico de La Calerilla de Hortunas de Requena (Valencia), es conocido desde los años
1940 debido a la cantidad de materiales constructivos, cerámicos y óseos que paulatinamente emergían del
subsuelo. Estos materiales iban apareciendo por la práctica de actividades agrícolas en el lugar, pero aun
así, las estructuras arquitectónicas de la parte más emblemática del enclave no fueron descubiertas hasta el
año 1989. A partir de esta fecha, se desarrollaron sucesivas campañas arqueológicas hasta que finalmente,
en el año 2000, el enclave fue abandonado.
La investigación realizada por la arqueóloga municipal, Asunción Martínez Valle, revela la existencia
de una necrópolis vinculada a una villa rústica, cuya fase de mayor esplendor fue entre los siglos I-III d.C.
(Martínez, 1995). El yacimiento se encuentra excavado aproximadamente en un 20% y el sector mejor
documentado del enclave, la necrópolis, está compuesto por: una plataforma monumental, tres tumbas
perfectamente alineadas y un muro de cierre.
Los estudios realizados indican la evidente presencia de un monumento funerario que se alzaba sobre la
base monumental, con elementos tan relevantes como: una inscripción funeraria, que nos revela el nombre
de la propietaria del mismo y su filiación, Domitia Iusta; un capitel corintio; y fundamentalmente, un
fragmento de uno de los dos pulvinos11 que debía tener el monumento, además de abundante material
constructivo, cerámico y óseo que avalan esta hipótesis (Martínez, 1995: 272-276). Este monumento
debió tener unas dimensiones aproximadas de 5,15 m por 3,90 m de base y posiblemente una altura de
4,50 m. Estaría compuesto por bloques de caliza terciaria de origen lacustre de color gris y procedencia
local. El cuerpo del monumento tendría una estructura constituida a partir de la técnica de ejecución opus
caementicium, forrada por bloques de las mismas características que formarían un paramento de opus
cuadratum (Martínez, 1995: 263).
1
Elemento decorativo de coronación utilizado en monumentos sepulcrales. Tiene forma cilíndrica y se extiende de un extremo a
otro del frontal de la estructura.
APL XXXI, 2016
[page-n-341]
I Campaña de ConservaCIón y restauraCIón en el yaCImIento de la CalerIlla de Hortunas (requena)
341
2.2. Estado de conservación inicial y diagnóstico
La Calerilla se encuentra expuesta al aire libre y los principales agentes de deterioro que inciden sobre el
enclave son fundamentalmente, de carácter extrínseco: factores medioambientales (alta amplitud térmica,
lluvia, viento, hielo); factores biológicos (flora y fauna); y factores antrópicos (trabajos agrícolas, expolio
y restos orgánicos e inorgánicos de actividad humana). En este caso, el objeto de esta I Campaña de
intervención, la plataforma monumental, se presentaba incompleta mostrando aproximadamente un 30%
de su totalidad (figs. 1 y 2).
Fig. 1. Estado
inicial de la base
monumental
del yacimiento
arqueológico de La
Calerilla de Hortunas
(Requena).
Fig. 2. Mapa de daños.
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K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
2.2.1. Factores de deterioro extrínsecos
Factores medioambientales
La ausencia de protección y la exposición ininterrumpida a los factores atmosféricos y contrastes propios de un
clima Mediterráneo de Interior, han originado el debilitamiento de las estructuras arquitectónicas in situ. Según
el observatorio de la Estación Enológica de Requena (Piqueras, 1997: 27), la amplitud térmica anual supera
los 17ºC. Esto es resultado de unos inviernos fríos y largos (mes más frío, diciembre con 6ºC) siendo muy
frecuentes las heladas en este periodo, y veranos calurosos (mes más cálido, julio con 23,2ºC), con temperaturas
especialmente altas y largos ciclos de exposición a los rayos UV en las horas centrales del día. Además, otras
causas como: las oscilaciones térmicas tan amplias entre verano e invierno, y entre el día y la noche; la ausencia
de barreras montañosas por el Sur y el Oeste (Piqueras, 1997: 28); las fuertes rachas de viento registradas y la
altitud de 550 metros sobre el nivel del mar, hacen de este lugar un área poco favorable para la exposición del
patrimonio arqueológico, sin ningún tipo de protocolo de actuación y conservación preventiva.
A los amplios cambios térmicos han de sumárseles las precipitaciones que, aun siendo escasas a lo
largo del año (440 mm) y presentando una distribución irregular, hacen que las condiciones sean aún más
adversas durante los meses de septiembre a noviembre. El agua en forma de lluvia, característica por
transportar ácido carbónico en disolución (CO3H2) se acumula entre los materiales y penetra en su interior.
Esto causa ciclos de hidratación y deshidratación, presencia de sales minerales, y en las situaciones más
adversas, ciclos de hielo y deshielo.
Factores biológicos
El abandono del yacimiento desde hace más de quince años se ha traducido en el crecimiento de la vegetación,
presencia de fauna diversa y consiguiente proliferación de microorganismos sobre las estructuras.
Existen ejemplos de vegetación macroscópica como son los pinos y arbustos en el enclave arqueológico,
y abundancia de malas hierbas y raíces entre las estructuras arquitectónicas. El enclave está habitado
por mamíferos e invertebrados de diversa naturaleza, entre ellos, mamíferos lagomorfos o roedores, e
invertebrados artrópodos y anélidos. También se aprecian numerosas colonias de hongos y líquenes sobre
los mampuestos, a través de las diferentes trazas o manchas de coloraciones.
Factores antrópicos
Entre ellos los más importantes han sido: la práctica de acciones agrícolas en este lugar hasta que se produjo
el hallazgo de la necrópolis; el expolio de elementos componentes de las estructuras arquitectónicas para su
reaprovechamiento; y la presencia de restos de actividad humana como desechos orgánicos e inorgánicos.
2.2.2. Diagnóstico
La degradación que sufría la base monumental era debida a la exposición ininterrumpida a los agentes
de naturaleza medioambiental, biológica y antrópica. La imagen que se obtenía era la de un desorden
generalizado y de descontextualización. Esta situación, con el paso de los años, cada vez fue agravándose más
dificultando considerablemente su acceso tanto físico como intelectual, y por consiguiente, imposibilitando
su interpretación. Este proceso de degradación también hacía que el interés de la población por el enclave
fuese en detrimento, y se rompiesen los vínculos de identificación preexistentes establecidos en la década
de los años 1990 (Santos et al., 2015a).
A través del mapa de daños (fig. 2) se puede apreciar en mayor medida la falta de más de la mitad de
los materiales componentes de la plataforma monumental. Como se puede apreciar, la base se presentaba
fracturada e incompleta debido a los agentes de carácter antrópico.
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I Campaña de ConservaCIón y restauraCIón en el yaCImIento de la CalerIlla de Hortunas (requena)
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En segundo lugar, la presencia de los agentes biológicos originaba a través del enraizamiento de plantas
superiores: derrumbes, descohesión, movimientos, fisuras y fracturas. Los agentes de esta naturaleza
además favorecían la presencia y proliferación de invertebrados, y también de mamíferos. Estos a su vez,
provocaban el deterioro de los materiales inorgánicos -morteros-, debido a las galerías que iban cavando
(en el caso de los invertebrados), y desmoronamientos y movimientos de los materiales, (en el caso de los
mamíferos). Paralelamente, también se daba el proliferamiento de colonias biológicas y microorganismos
que emiten sustancias ácidas, originando la disgregación de materiales tan porosos como son los mampuestos
(Portero et al., 2004: 845-852).
En tercer lugar se aprecian los daños procedentes de los agentes medioambientales, junto con la presencia
de sales que cristalizan en el interior de los paramentos (Fernández, 2003: 303). Esto hacía que aumentaran
y disminuyeran de volumen como resultado de los movimientos de contracción y de dilatación. Los cambios
en su textura y excoriaciones, así como la erosión mecánica y alveolización sobre los elementos pétreos, se
traducen en la pérdida y el debilitamiento general de la estructura.
3. INTERVENCIÓN EN LA PLATAFORMA MONUMENTAL
3.1. Principios de intervención
Con el fin de realizar una actuación de carácter social y sostenible encaminada a su futura puesta en valor,
adaptable tanto a las necesidades del enclave como de la población, se redactaron un conjunto de principios
de intervención. Estos criterios son una síntesis de las siguientes cartas y recomendaciones internacionales:
Carta de Venecia 1964, Carta del Restauro 1972, Carta de Lausana 1990, Carta de Burra 1999, Carta de
Cracovia 2000, Carta de Ename 2005, Carta de Bruselas 2009.
- Principio de rigurosidad histórica: realización de un estudio previo a la intervención para conocer
con la mayor exactitud posible las características del yacimiento, con el fin de no desvirtuar ni provocar
pérdidas irreparables.
- Principio de la mínima intervención: debido al proceso de degradación alarmante en el que se veía
envuelto el yacimiento, la intervención que se ha realizado sobre la estructura arquitectónica garantiza la
actuación mínima necesaria para la estabilidad de los restos.
- Principio de discernimiento: con el fin de evitar falsos históricos, se han utilizado técnicas de
diferenciación entre la parte original y la añadida.
- Principio de reversibilidad: tanto la técnica de ejecución como los materiales empleados proceden
del entorno, por lo que son afines y compatibles con los originales. En un futuro, en el caso de que fuera
necesaria la eliminación de la actual intervención, sería fácilmente reversible.
- Principio de durabilidad: para garantizar la estabilidad de la intervención, se han realizado estudios
previos sobre los materiales y las técnicas de ejecución originales.
- Principio de sostenibilidad y futuro mantenimiento del enclave: los materiales afines empleados y
el bajo coste de la intervención, garantiza la sostenibilidad a largo plazo. Por otro lado, la realización
de campañas anuales y supervisiones periódicas, tanto de conservación preventiva como de restauración,
asegurarán su correcto mantenimiento.
3.2. Objetivos planteados
Las actuaciones que se definen en los siguientes apartados, han estado encaminadas a la recuperación y
puesta en valor del enclave arqueológico de La Calerilla. Por ello, puesto que el yacimiento arqueológico
se encuentra al aire libre y no se prevé la construcción de una cubierta de protección, el objetivo general de
esta I Campaña ha sido proteger y tratar de minimizar los efectos nocivos que producen los factores a los
que se ve expuesto (ambientales, biológicos y antrópicos).
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K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
Los objetivos específicos planteados han sido los siguientes:
- Realizar un minucioso estudio tanto del enclave como de su entorno, de los materiales y las técnicas de
manufactura específicas empleadas originalmente.
- Favorecer la conservación de los restos estructurales, así como crear un precedente para que la puesta
en valor del yacimiento sea posible a largo plazo.
- Integrar las diferentes fases de intervención en un curso de carácter teórico-práctico para que alumnos
de la Universitat Politècnica de València tuvieran la oportunidad de conocer de primera mano un proyecto
de esta naturaleza.
3.3. Estudios previos: documentación gráfica y toma de datos
En la primera visita a La Calerilla, los alumnos pudieron conocer el yacimiento y su entorno, así como
los materiales constitutivos y su estado de conservación. Se realizó, en primer lugar, el correspondiente
registro fotográfico inicial atendiendo, tanto al estado general como a patologías concretas de los materiales
constituyentes. Las fotografías fueron acompañadas en todo momento de un jalón, una pizarra con el
nombre del yacimiento, operación y fecha, e indicación del Norte. Este proceso se repitió sistemáticamente
cada día al inicio y final de la jornada de trabajo.
3.4. Propuesta e intervención
Tras la inspección minuciosa de los restos estructurales, se procedió a formular la metodología a seguir
para esta intervención. Los restos se encontraban muy debilitados por la erosión del mortero sustentante, y
la petición de la arqueóloga municipal era recuperar el tamaño de la superficie original. Así que se decidió
realizar la reconstrucción de las áreas perdidas, con lo que, además de hacer legible y comprensible esta
estructura, se reforzarían y protegerían los elementos originales.
Se decidió basar esta intervención en la sostenibilidad y recuperación de las técnicas originales de
ejecución romanas. Por ello, todos los materiales que se emplearon fueron recogidos de las terreras del
entorno del yacimiento, del que un día formaron parte. Se seleccionaron aquellos elementos pétreos acordes
al tamaño y forma de las existentes en las zonas originales, con las que trabajar la mampostería.
Los procesos que se llevaron a cabo durante la intervención fueron: limpieza mecánica, saneamiento de
las áreas perdidas, nivelación del terreno, preparación de los materiales y mortero a emplear, reconstrucción
volumétrica, colocación de testigos en superficie, rejuntado en superficie de los elementos pétreos, y
establecimiento de un protocolo de protección y conservación preventiva.
3.5. Limpieza mecánica
Dado que los alumnos estaban divididos en dos grupos de trabajo consecutivos, y para que cada grupo pudiera
experimentar y realizar los mismos procesos de intervención, la plataforma se dividió longitudinalmente en
dos zonas de trabajo (A y B), una para cada grupo.
En primer lugar, se comenzó con la eliminación de todo tipo de plantas crecidas entre los mampuestos
de la plataforma; para ello se emplearon tijeras de poda, así como escalpelos o espátulas. Se fueron cortando
las raíces haciendo hincapié en no arrancarlas fuertemente, para no dañar el material original. Se eliminaron
también las plantas crecidas en el perímetro de la plataforma para facilitar el trabajo, y se cepilló toda la
superficie liberándola de concreciones, anidamientos de insectos y posibles semillas acumuladas.
Para la eliminación de hongos y líquenes presentes en la superficie de la mampostería, se realizó una limpieza
físico-mecánica empleando hisopos impregnados en alcohol etílico de 96º con ayuda de cepillos y bisturíes. De
esta manera se logró mitigar las concreciones biológicas atenuándose las manchas en la superficie.
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I Campaña de ConservaCIón y restauraCIón en el yaCImIento de la CalerIlla de Hortunas (requena)
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3.6. Saneamiento de las lagunas
Una vez los materiales constitutivos estaban libres de toda la vegetación crecida, se pudo obtener una
visión más clara de los límites de la estructura monumental. Durante la limpieza se hallaron indicios de
restos de plástico transparente semienterrado, posiblemente, a juzgar por su aspecto degradado, colocado
en la primera intervención como protección. Se decidió eliminar por completo este material deteriorado ya
que su presencia crearía una capa de separación entre el terreno y el material de reintegración, debilitando
su asentamiento en la tierra y creando una barrera impermeable para el agua. Eliminar por completo
estos restos fue complejo ya que el grado de deterioro del plástico era tal que se desquebrajaba al rozarlo.
Finalmente se eliminó toda la tierra contaminada por el plástico, con lo que las lagunas iniciales se hicieron
más extensas y alcanzaron un mayor nivel de profundidad.
En la laguna del sector B de la plataforma, se halló incrustado un sillar de gran formato junto a otro
de tamaño menor, ambos pertenecientes al derrumbe del monumento funerario. Siguiendo las pautas de
la arqueóloga municipal y debido a su descontextualización, ambos fueron sacados del área por medio de
palanca con un gato mecánico y con la ayuda de la brigada municipal.
3.7. Nivelación del terreno
Antes de comenzar con la reconstrucción formal, fue necesario rellenar las lagunas que quedaban por debajo
del nivel de tierra, con el fin de dejar el terreno nivelado y uniforme. Este relleno se realizó con tierra del
terreno cribada que fue colocándose cuidadosamente por capas alternas regadas con agua y comprimidas
con un pisón. El nivel de tierra se llevó hasta el nivel original de arranque de la mampostería (fig. 3).
Por otro lado, debido a que la base monumental se localizaba sobre una pendiente de 4º de inclinación
(fig. 4), cuyo desnivel era más pronunciado en el lado Suroeste o Sector A, fue necesario elevar su nivel
para poder salvar la pendiente del terreno. Gracias a esta acción, la reconstrucción de la plataforma pudo
partir sobre plano y quedar equilibrada en superficie.
Fig. 3. Encofrado de la
sección A de la plataforma y
nivelación mediante mezcla
de arena y cal hidráulica
compactada.
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346
K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
Fig. 4. Planimetría de la Sección A de la plataforma monumental, donde se puede apreciar el desnivel del terreno y la
capa de nivelación.
Para este nivelado se descartó el empleo de tierra del terreno únicamente. Los medios manuales de que
disponíamos para comprimirla, no nos aseguraban su compactación y estabilidad necesaria para soportar
todo el peso de la posterior reconstrucción; por lo que se decidió añadir una parte de cementante que
reforzara esta tierra. Se empleó cal hidráulica NHL 3.5 de la empresa Cales Pascual S. L., mezclada en seco
con tierra del terreno cribada en proporción 1:4 (ver fig. 3).
El procedimiento para realizar este nivelado consistió, en primer lugar, en medir y señalar por medio
de piquetas y cordel (con ayuda de un nivel y plomada) la altura hasta la que este relleno debía llegar.
Seguidamente se realizó un encofrado de la parte delantera de la plataforma para evitar el desplome del
material. Una vez preparado se fue incorporando por capas la mezcla de cal y árido en seco sobre la
superficie, cada una de las cuales se regaba abundantemente con agua, y se compactaba con el pisón. Con
esta segunda capa de relleno se pudo llegar al nivel original de arranque de la mampostería, lo que nos
permitió continuar con la siguiente fase.
3.8. Preparación de los materiales y mortero empleado
Tal y como se ha descrito anteriormente, esta plataforma se construyó originalmente empleando la técnica
de Opus Caementicium u hormigón Romano. Los mampuestos que conformaron esta plataforma fueron
trabados mediante este material cementante compuesto por cal hidráulica, tierra y cantos rodados de
distintos tamaños.
Dado que esos mismos materiales los encontramos todavía en la zona, la intervención se basó en
reproducir la misma técnica de ejecución, siendo además la más afín y respetuosa con los restos.
Se seleccionaron del entorno cercano diversas piedras de tamaño y forma similares a las originales, y
se fue planteando un “puzzle” sobre las áreas a reconstruir. Cuando la disposición de éstas fue considerada
correcta, se documentaron para colocarlas después en el mismo lugar elegido. Para concluir esta fase fue
necesaria la colocación de un total de 145 elementos pétreos para recomponer la plataforma al completo, de
la cual aún se mantenían en su lugar original 74. De este modo, la plataforma actualmente está compuesta
por un total de 219 mampuestos discernibles (ver fig. 11).
3.8.1. Estudios previos
Para la selección del mortero a emplear tanto en el Opus Caementicium como en el rejuntado de las llagas
superficiales, se realizaron una serie de probetas previas a pie de yacimiento, con distintos tipos de arenas
y de cal y en diferentes proporciones, para comprobar algunas características físico-mecánicas como la
dureza, el color, o la trabajabilidad (tabla 1).
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Tabla 1. Materiales utilizados en la búsqueda del mortero idóneo.
Cal
Arena
Agua
Proporción
Aérea
Viva
Repasada
Terreno
-
1:3
1:3
1:3
1:4
1:4
1:4
Hidráulica
Viva
Repasada
Terreno
1
1
1
1:3
1:3
1:3
1:4
1:4
1:4
Las probetas se dejaron carbonatar hasta que estuvieron secas al tacto y bastante endurecidas. Tras
este periodo de curación, se examinaron dichas probetas, realizando alguna prueba manual de dureza y
resistencia a la rotura, que ayudaron a seleccionar aquél mortero más apropiado. El resultado de todas las
probetas fue satisfactorio, pero varias razones nos llevaron a seleccionar finalmente un tipo.
Con respecto a la cal, las probetas realizadas con cal hidráulica endurecieron más, y más rápido. Esto,
sumado a la posibilidad de lluvias (que favorecerían el proceso de carbonatación), y la afinidad de este tipo
de cal con la original empleada por los antiguos romanos, hizo que se seleccionara la hidráulica.
En cuanto al árido, encargado de dar el tono al mortero, nos decantamos por el empleo del árido local
ya que conseguía la tonalidad exacta de la plataforma. Además era el más sostenible por encontrarse en el
entorno y poder recurrir a él en cualquier momento, sin necesidad de dependencias económicas. En cuanto
a la proporción, nos decantamos por 1:3 para que la argamasa tuviera mayor poder cementante dado el peso
de las piedras a colocar.
Una vez seleccionado el mortero, sólo nos faltó recopilar del terreno cantos rodados de distintos tamaños
para incorporarlos en el mortero, en el momento de colocar las piedras.
3.9. Reconstrucción volumétrica
Con todo el material preparado para trabajar, se comenzó con la colocación de las piedras o mampuestos en la
disposición seleccionada. El trabajo se organizó en dos grupos de tres personas, dos alumnos y un supervisor.
Los alumnos se encontraban en el interior de la laguna encargándose de colocar los elementos. La tercera persona
iba suministrando continuamente piedras, mortero y el agua necesaria, así como verificando que no quedaran
espacios sin rellenar, y que la piedra estuviera firme y nivelada en la altura correcta. Una última persona, se
encargó de ir preparando el mortero, cribando más tierra y recogiendo más cantos rodados.
Los pasos a seguir para la colocación de las piedras consistieron: en primer lugar, en presentar la piedra
seleccionada en el espacio, y buscar otras más pequeñas para situarla en la posición y altura correcta. Una vez
claro, se humectaban bien tanto el terreno como las piedras a colocar; a continuación se aplicaba el mortero
en el suelo y en las piedras contiguas; y finalmente se insertaba el mampuesto rellenando los espacios con
mortero y cantos de diversos tamaños. De esta forma, se aseguraba que el mortero estuviera bien provisto
de piedras para darle mayor fuerza y resistencia (fig. 5). Siguiendo este ejercicio se completaron ambas
lagunas hasta la reintegración volumétrica total de la plataforma.
Una vez completada la totalidad de la reintegración y recuperadas las dimensiones originales de la
plataforma, se procedió a la colocación de las piezas testigo para la distinción visual de la reintegración.
Generalmente, los testigos empleados en restos estructurales arqueológicos consisten en piezas de pequeño
formato de material inorgánico diverso (como piedras pequeñas o fragmentos de pizarra, cerámica o
similar), que se colocan de forma continua o discontinua sobre la zona externa de la construcción. Cumple
el papel de línea divisoria entre la parte original y la reconstruida para que el visitante pueda discernirlas y
no caer en malinterpretaciones ni falsos históricos.
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Fig. 5. Proceso de reconstrucción de
la plataforma monumental.
En este caso, al tratarse de una superficie plana y no de un muro reconstruido, donde se sobreentiende
que la reconstrucción es hacia arriba, resultaba algo ambiguo colocar los testigos sin más, pues no quedaba
claro hacia qué dirección se hallaba la reconstrucción y el material original. Por ello, se decidió realizar los
testigos expresamente para esta ocasión, añadiéndoles además, el año de la intervención y una flecha incisa
para su correcta comprensión.
Los testigos se realizaron sobre cemento blanco exento de sales y arena del terreno cribada, en proporción
1:2, con un tamaño de 3,5 x 3 x 2 cm. Para introducir el año y las flechas, se realizaron diversas pruebas,
entre ellas de estampación o grabado sobre el mortero fresco; aunque no resultaron del todo satisfactorias.
Finalmente se optó por realizar un molde sobre prototipos de plastilina, donde la estampación con un sello
de goma, si resultaba adecuado (fig. 6).
El molde se realizó con un elastómero silicónico (RTV-901) con su correspondiente catalizador, del que
se obtuvieron 20 negativos. Estos negativos se positivaron después con el mortero de cemento tantas veces
como hizo falta, obteniéndose correctamente los testigos finales.
La colocación de éstos fue sencilla ya que sólo consistió en situarlos en las juntas entre las piedras
originales y las repuestas, colocando las flechas hacia la parte añadida. Estos fueron colocados de forma
discontinua cada 30 cm a lo largo de las líneas divisorias entre añadidos y originales, con el fin de no
Fig. 6. Resultado de los testigos
definitivos tras su positivado en
mortero de cemento.
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interferir en la imagen general de la base y su contextualización y, al mismo tiempo, evitar falsos históricos
(fig. 7). Los testigos se fijaron mediante el mismo mortero de rejunte, previa humectación de éstos y de los
materiales de la superficie.
Paralelamente a la colocación de los testigos, se fue realizando por la superficie el rejuntado de los
mampuestos de la reconstrucción, para dejar un nivel más homogéneo. De este modo se evitarían posibles
huecos o espacios demasiado profundos, en los que se podría acumular con facilidad tierra, restos orgánicos,
así como el agua de lluvia, filtrándose hacia el interior y facilitando nuevas patologías. Por esta razón, por
las altas temperaturas y la incidencia de los rayos solares sobre la base monumental, se hizo especial
hincapié en esta acción. El nivelado se realizó con el mismo mortero empleado en la recolocación de
los mampuestos, añadiéndole únicamente gravilla. Previamente se humectó bien todo el área mediante
esponjas y se fue aplicando con ayuda de espátula, presionando para asegurar su adherencia. Una vez el
mortero había fraguado parcialmente se apretaban las llagas mediante un espatulado con el fin de evitar la
aparición de grietas (fig. 8). Conforme iba secando, se iba pasando un cepillo para dejar la superficie rugosa
y uniforme. Este rejunte también se aplicó al perímetro del Sector A de la plataforma con el fin de reforzarlo
y protegerlo sobre todo de la erosión del viento. Se trató de igual manera, aplicándolo con espátula y
cepillándolo después para unificar el acabado.
Fig. 7. Colocación de los testigos como
línea divisoria entre la parte intervenida y
la original.
Fig. 8. Rejuntado de los mampuestos en
superficie.
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3.10. Aplicación de un herbicida preventivo
Una vez consolidada la reintegración, y dado que la intervención en el yacimiento se dio por finalizada, se
procedió a la aplicación de un producto herbicida como medida preventiva, para mitigar el crecimiento de
vegetación alrededor y sobre la plataforma (fig. 9). El producto seleccionado, Agrocer 40, fue adquirido
en una casa comercial de productos fitosanitarios, siendo de entre todos el que menor índice de toxicidad
presentaba. Su ingrediente activo es sal sódica del ácido 2-metil-4-cloro-fenoxiacético (MCPA) concentrado
al 40%. Este producto fue diluido al 10% en agua y se aplicó mediante mochila atomizadora.
Fig. 9. Aplicación de producto
herbicida preventivo.
Fig. 10. Durante la fase
de protección final de la
plataforma mediante geotextil
y una capa de tierra.
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3.11. Protección final de la plataforma
Para asegurar la protección de la plataforma durante los meses de invierno, se decidió además cubrirla
en superficie mediante una capa de geotextil, material inerte y transpirable, muy empleado en trabajos
de arqueología, y éste a su vez cubrirlo con capas de tierra cribada para sostenerlo (fig. 10). Con esta
protección lo que se pretende es que los efectos de los agentes de deterioro, especialmente la lluvia, el
sol y el viento, así como la acción del hielo-deshielo en los fríos meses del invierno, se vean mitigados,
evitando las graves alteraciones que podría sufrir la plataforma de estar expuesta a la intemperie.
Además de los agentes medioambientales, también se consigue proteger de los antrópicos, ya que
estando la plataforma descubierta puede llamar la atención desde la carretera cercana. De esta forma
pasa desapercibida, camuflándose con el entorno.
3.12. Conservación preventiva y difusión del inmueble
3.12.1. Conservación preventiva
La conservación preventiva se fundamentará en visitas periódicas cada 4 meses en las que se realizará la
inspección y verificación del correcto mantenimiento de la estructura arquitectónica. Estas visitas serán
realizadas por un conservador-restaurador de Bienes Culturales.
Anualmente se renovará el tratamiento herbicida, siempre en caso de que fuera necesario, para evitar el
crecimiento masivo de plantas mayores tanto en la estructura como en su perímetro.
Por otro lado, la plataforma permanecerá cubierta con geotextil al menos hasta que el resto de las
estructuras componentes del yacimiento arqueológico sean intervenidas y el sitio pueda ser musealizado.
Con esta protección, agentes nocivos como los microorganismos (hongos y líquenes), no podrán
proliferar; así como el anidamiento o la acumulación de restos derivados de sus acciones biológicas, que
se verán atenuados.
En el caso de detectar alguna incidencia en el estado de conservación tanto de la estructura como de su
protección, esta deberá comunicarse al M. I. Ayuntamiento de Requena que facilitará la intervención requerida.
3.12.2. Difusión del inmueble
Con el fin de potenciar entre la población requenense el empoderamiento cultural y la apropiación
social (Fontal, 2013: 11-22) del patrimonio arqueológico local, se están llevando a cabo un conjunto de
actividades de difusión y educación patrimonial, dirigidas a los distintos tipos de público, atendiendo
a su edad y formación.
A) Educación formal. La educación formal, siendo aquella que se desarrolla en los centros educativos
abarcando desde la educación primaria hasta la educación superior, queda dividida en tres puntos:
- Educación Primaria. Taller de Verano didáctico “La Arqueología y el mundo romano”. Como si de un
caso a resolver por detectives se tratará, los más pequeños aprenderán nociones básicas sobre arqueología y,
a su vez, a través de diferentes actividades de manualidades se irán adentrando en el mundo romano. Estas
actividades se centrarán en la creación de piezas cerámicas a mano y a molde, fabricación de un mosaico,
realización de maquetas y la elaboración de indumentaria romana.
- Educación Secundaria: Introducción a la Arqueología y patrimonio arqueológico local. Durante el
curso académico 2014-2015 se ha acudido a los institutos del municipio con el fin de impartir nociones
básicas acerca de las labores realizadas en patrimonio arqueológico y la importancia de su conservación y
transmisión a las generaciones venideras (Santos et al., 2015a: 18-23).
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- Educación superior: Como se ha mencionado en apartados anteriores, esta I Campaña de Conservación
y Restauración del yacimiento arqueológico de La Calerilla, tuvo forma de curso teórico-práctico durante el
mes de septiembre de 2015, el cual fue impartido a alumnos de 3º de Grado en Conservación y Restauración
de Bienes Culturales de la Universitat Politècnica de València.
B) Educación no formal. La educación no formal es aquella que se desarrolla fuera del ámbito escolar y
a través de las instituciones, en este caso a través del Museo Municipal de Requena:
- Museo Municipal de Requena: Se continuará con la realización de visitas guiadas en el museo,
donde se encuentran expuestos los materiales y objetos arqueológicos procedentes de la Calerilla en
la sala “Vida cotidiana y mundo funerario romano en la comarca”. Por otro lado, aprovechando el 25º
Aniversario del hallazgo de este yacimiento se celebrarán ciclos de conferencias y exposiciones de
materiales próximamente (Santos et al., 2015b).
4. RESULTADOS
Los resultados obtenidos en esta “I Campaña de Conservación y Restauración de la Calerilla de Hortunas”
han resultado ser muy satisfactorios.
En primer lugar, la plataforma monumental de La Calerilla ha sido intervenida y finalizada completamente
mejorando considerablemente su lectura e interpretación (fig. 11). Se han frenado y detenido, al menos
temporalmente, los agentes degradantes a los que se encontraba expuesta. Además, las acciones ejecutadas
desde una perspectiva sostenible y de carácter social, pueden garantizar en cierta medida su futuro
mantenimiento, ya que las próximas intervenciones no dependerían de grandes inversiones económicas. Esta
forma de actuar hace que su mantenimiento no sea un lastre para las generaciones venideras, al tiempo que su
interés aumenta iniciando un camino hacia la apropiación social de su patrimonio arqueológico local.
Fig. 11. Proceso de
premontaje de fragmentos
cerámicos procedentes del
yacimiento de la Solana de
las Pilillas (Requena).
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En segundo lugar, convertir esta I Campaña de Conservación y Restauración en un curso teóricopráctico, ha hecho que sea posible introducir a ocho alumnos de grado en las labores encaminadas
a la salvaguarda del patrimonio arqueológico. En esta ocasión han podido poner en práctica sus
conocimientos teóricos y ampliarlos, además de asimilar las nuevas perspectivas que abarcan los
proyectos de conservación, y puesta en valor social y sostenible.
Finalmente, se ha contribuido al desarrollo cultural, científico y económico local del municipio
de Requena. La Calerilla de Hortunas se convertirá en punto de interés visitable del municipio,
mostrándose como nueva parte integrante de la identidad de los requenenses, foco de investigación
y fuente de ingresos.
5. CONCLUSIONES
Gracias a las nuevas formas de gestión del patrimonio arqueológico, prima la importancia de la puesta
en valor y contextualización de los restos, hacia una mejor interpretación y aprovechamiento de los
mismos, para el desarrollo y dinamización de los municipios (López-Mechero, 2013: 1-9 y 170-182).
La forma de contribuir al conocimiento hasta la actualidad, está siendo cuestionada ya que no ha
favorecido el interés de los usuarios, no ha contribuido a reforzar vínculos identitarios con sus raíces
y orígenes, y ha supuesto un alto desembolso.
Los yacimientos arqueológicos, después de ser excavados y cumplir las funciones de documentos
históricos, han sufrido diferentes situaciones. Éstos podían ser abandonados, como el caso de La Calerilla, o
consolidados y expuestos al público mostrando una imagen de ruina. Esta imagen de ruina, por lo general ha
ido acompañada de instalaciones que rompían con el paisaje arqueológico, dificultando considerablemente
una interpretación de los restos, evitando que el usuario pudiera transportarse a la época de la cual procedía
el patrimonio visitado. Se ha tratado de intervenciones que por lo general han respondido a acontecimientos
puntuales, y que con el tiempo han resultado insostenibles.
Rompiendo con los parámetros de la gestión tradicional, los nuevos modelos de gestión social y
sostenible, en los que se ha inspirado este nuevo proyecto de La Calerilla, se centran en finalidades de
índole conservacionista, educativa, socio-cultural, científica y económico-turística. O lo que es lo mismo,
tratan de adaptarse a las necesidades tanto de los enclaves como de la población (Bonet y Vives-Ferrándiz,
2011: 257-269 y 275-283). De esta forma, las estructuras arquitectónicas pasarán a tener una relevancia
capital como contexto original, donde serán valoradas y presentadas al público.
En este sentido y cumpliendo la finalidad de tipo conservacionista, la intervención realizada en La
Calerilla ha resultado muy satisfactoria; pero se ha de tener en cuenta que únicamente se ha realizado sobre
la base monumental (parte más devastada e importante del yacimiento). En consecuencia, se debe hacer
hincapié en el deber de realizar actuaciones de conservación y restauración de manera periódica y rigurosa,
combinada con protocolos de conservación preventiva. De no ser así, de nada servirían los trabajos e
investigaciones llevadas a cabo hasta el momento.
Respecto a las finalidades educativas y socio-culturales, la mejora de la interpretación de los restos a
través de la reconstrucción de la base monumental, ha servido como precedente. En las sucesivas campañas
se continuará con la intervención del resto de las estructuras siguiendo los mismos parámetros, con el fin
de favorecer la didáctica, facilitar la interpretación de los restos y que el público pueda conceptualizar
los espacios. De nada sirve realizar una intervención sin impacto social, pues no se podrá garantizar la
pervivencia del patrimonio a largo plazo.
La finalidad científica responderá a la interdisciplinariedad entre los profesionales de las diferentes
especialidades que han de intervenir en estos proyectos. Sólo de esta forma podrá alcanzarse una
mayor dimensión que proporcione un beneficio del conocimiento, redundando con ello, en favor del
Patrimonio.
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Las técnicas utilizadas también favorecerán la finalidad económico-turística considerablemente. A
diferencia de la presentación de los restos en forma de ruina, los modelos de reconstrucción in situ
desarrollados fundamentalmente en los países nórdicos, alcanzan una gran transcendencia económicoturística. Yacimientos como los poblados fortificados de la edad del Hierro de Biskupin en Polonia, y
de Eketorp en Suecia o la villa romana de Hechingen-Stein en Alemania son algunos de los ejemplos
más destacados (Santacana y Masriera, 2012: 113-153; Masriera, 2008: 41 y 2009: 41-48). Estos sitios
ofrecen al público no solo la oportunidad de comprender los restos arqueológicos, sino también de
contextualizarlos y disfrutarlos.
Con este nuevo enfoque, el enclave se podrá convertir así en un lugar vivo, y no permanecer atrapado
e inquebrantable en el tiempo. Fomentará y contribuirá a la construcción de identidades y el acercamiento
entre culturas del presente y del pasado.
BIBLIOGRAFÍA
BONET, H. y VIVES-FERRÁNDIZ, J. (eds.) (2011): La Bastida de les Alcusses: 1928-2010. Museu de Prehistòria de
València, València.
FERNÁNDEZ, C. (2003): “Las sales y su incidencia en la conservación de la cerámica arqueológica”. Ayuntamiento de
Santoña (ed.): Monte Buciero 9. La conservación del material subacuático. Ayuntamiento de Santoña, p. 303-327.
FONTAL, O. (2013): La educación patrimonial. Del patrimonio a las personas. Trea, Gijón.
LÓPEZ-MENCHERO, V.M. (2013): La musealización del patrimonio arqueológico in situ. El caso español en el
contexto europeo. BAR International Series 2535, Oxford.
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de Arqueología, 68, p. 259-281.
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más el público?”. Íber Didáctica de las Ciencias Sociales, n. 57, Geografía e Historia, Grao, Barcelona, p. 39-51.
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PIQUERAS, J. (1997): La meseta de Requena-Utiel. Centro de Estudios Requenenses, Requena.
PORTERO DE LA TORRE, R.; BOLÍVAR, F.; CASARES, M. y CULTRONE, G. (2004): “Estudio multidisciplinar
del biodeterioro por líquenes en las fachadas del Colegio Máximo de la Cartuja de Granada”. XV Congreso de
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de ‘La Calerilla’ de Hortunas, Requena (Valencia). Centro de interpretación e intervención in situ”. Arché, 8, 9 y 10
(2013-2015), p. 109-188.
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A r c h i v o d e P r ehistor ia L evantina
Archivo de Prehistoria Levantina es una revista periódica de carácter bienal, editada por el Museu de Prehistòria
de València. Tiene como objetivo la publicación de estudios y notas de temática arqueológica (de la prehistoria a la
actualidad), relacionados preferentemente con el ámbito mediterráneo. Admite cualquier lengua hispánica, además
de francés, italiano o inglés. Los trabajos deben cumplir las normas generales abajo indicadas y habrán de ser
inéditos. Excepcionalmente podrán tener cabida traducciones de artículos ya publicados en lenguas no hispánicas.
APL utiliza un sistema de evaluación externa de originales, en el que se mantiene siempre el anonimato de los
evaluadores. Los artículos son valorados normalmente por dos especialistas en la materia, miembros o no del
Consejo Asesor. El Consejo de Redacción es el que remite a evaluación aquellos trabajos que se ajustan a la línea
editorial de la revista y el que finalmente aprueba su publicación.
Presentación de originales
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de texto e ilustraciones, teniendo en cuenta que una ilustración a página completa equivale a 5. 000 caracteres.
Texto (con notas al pie y bibliografía), pies de ilustraciones, tablas y figuras se remitirán en archivos informáticos
independientes a la siguiente dirección:
Revista APL, Museu de Prehistòria de València, Corona 36, E-46003 València | revista.apl@dival.es
Texto
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empleando el tipo Times New Roman, cuerpo 12, interlineado 1,5 y con las páginas numeradas. La primera página
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del artículo, resumen de 100-125 palabras con objetivos, métodos, resultados y conclusiones, y palabras clave con
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Tablas y figuras irán siempre referidas en el texto, pero nunca montadas en él. Los diferentes apartados o epígrafes
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Tablas
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de forma correlativa. Sus dimensiones máximas no excederán la caja de la revista (150 x 203 mm). El tipo de letra a
utilizar será Times New Roman, cuerpo 9. Constarán de título, cuerpo de datos y, en su caso, notas al pie. Únicamente
se permiten las líneas horizontales esenciales para su comprensión y no se admiten rellenos de fondo. Un ejemplo de
formalización es el siguiente:
Tabla 28. Medidas comparativas del M2/ de diferentes caprinos.
Pla Llomes
Senèze (1)
Venta Micena (2)
PLl-51
Procamptoceras
Hemitragus albus
n
v
m
n
v
m
Longitud MD oclusal
18,18
5
18-18,5
18,3
17
17,12-19,59
18,43
Longitud MD (a 1 cm)
17,26
3
14-16,5
15,3
19
12,04-18,45
17,01
Anchura lób. ant. (a 1 cm)
12,40
5
13-16
14,5
16
11,17-13,47
12,09
Anchura lób. post. (a 1 cm)
10,62
5
11,5-15
13,3
18
9,41-12,06
10,11
(1) Duvernois y Guérin, 1989; (2) Crégut-Bonnoure, 1999.
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Figuras
Las figuras (dibujos de línea, fotografías y gráficos), preferentemente a color, se entregarán en formato tiff, eps
o jpg, a una resolución mínima de 300 ppp a tamaño de impresión. Sus dimensiones máximas se ajustarán a la
caja de la revista (150 x 203 mm). Deben referirse en el texto y su numeración, como en el caso de las tablas, será
correlativa. Los pies se presentarán en un archivo aparte. Cuando corresponda, las figuras llevarán escala gráfica
y los mapas/planos indicación además del Norte geográfico. Los textos que formen parte de las figuras deberán
tener a tamaño de impresión un cuerpo mínimo de 9 puntos y un máximo de 16.
Referencias bibliográficas
Las citas bibliográficas en el texto se realizarán con el apellido(s) del autor(es) en minúsculas y el año de
publicación, entre paréntesis, de la siguiente forma:
· Un autor: (Aura Tortosa, 1984: 138) o Aura Tortosa (1984: 138).
· Dos autores: (Vives-Ferrándiz y Mata, 2011) o Vives-Ferrándiz y Mata (2011).
· Tres o más autores: (Pla et al., 1983a) o Pla et al. (1983a).
Número de página(s), figura(s), tabla(s)… tras dos puntos después del año, si es el caso. Letras minúsculas a, b,
c… después del año para referencias con idénticos autores y misma fecha de publicación.
La bibliografía, listada al final del trabajo, seguirá el orden alfabético por apellidos. Para un autor específico, el
criterio será, consecutivamente:
· Autor solo: ordenación cronológica por año de publicación.
· Con un coautor: ordenación alfabética por el coautor.
· Con dos coautores o más: ordenación por año de publicación.
Deben incluirse todos los nombres en las obras colectivas. No son aconsejables las citas en texto de trabajos inéditos
(tesis, tesinas), siendo preferible su reseña completa en notas al pie. Las obras en prensa, para ser aceptadas, deberán
tener todos los datos editoriales. Los siguientes ejemplos ilustran los criterios formales a seguir:
Artículos
Artículo en revista
ROMAN MONROIG, D. (2014): “El jaciment de Sant Joan de Nepomucé (La
Serratella, La Plana Alta, Castelló)”. Saguntum-PLAV, 46, p. 9-20. [doi opcional].
Artículo en revista electrónica
(no paginado)
FERNÁNDEZ-LÓPEZ DE PABLO, J.; BADAL, E.; FERRER GARCÍA, C.;
MARTÍNEZ-ORTÍ, A. y SANCHIS SERRA, A. (2014): “Land snails as a diet
diversification proxy during the Early Upper Palaeolithic in Europe”. PLoS ONE, 9
(8): e104898. doi:10.1371/journal.pone.0104898.
Libros y obras colectivas
Libro
ARANEGUI, C. (2012): Los iberos ayer y hoy. Arqueologías y culturas. Marcial
Pons Historia, Madrid.
Libro dentro de serie
FUMANAL GARCÍA, M.P. (1986): Sedimentología y clima en el País Valenciano.
Las cuevas habitadas en el cuaternario reciente. Servicio de Investigación
Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 83),
Valencia.
Obra colectiva sin responsable(s)
de publicación
VV.AA. (1995): Actas de la I Reunión Internacional sobre el Patrimonio
arqueológico: Modelos de Gestión. Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en
Filosofía y Letras y en Ciencias de Valencia y Castellón, Valencia.
Obra colectiva con responsable(s)
de publicación
SANCHIS SERRA, A. y PASCUAL BENITO, J.L. (ed.) (2013): Animals i
arqueologia hui. I jornades d’arqueozoologia del Museu de Prehistòria de
València. Museu de Prehistòria de València, Diputació de València, València.
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Contribuciones a obras
colectivas
Capítulo de libro
MARTÍ OLIVER, B. (1998): “El Neolítico: los primeros agricultores y ganaderos”.
En Prehistoria de la Península Ibérica. Ariel, Barcelona, p. 121-195.
Obra sin responsable(s)
de publicación
AURA TORTOSA, J.E. (1984): “Las sociedades cazadoras y recolectoras:
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VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZ, J. y MATA PARREÑO, C. (2011): “La ocupación
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O. García Puchol, L. Molina y M. Gómez Puche (ed.): La Vital (Gandia, Valencia).
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de Prehistòria de València, Diputació de València (Trabajos Varios del SIP, 113),
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Reunión científica con
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PLA BALLESTER, E.; MARTÍ OLIVER, B. y BERNABEU AUBÁN, J. (1983):
“La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia) y los inicios de la Edad del Bronce”.
XVI Congreso Nacional de Arqueología (Murcia-Cartagena, 1982). Secretaría
general de los congresos arqueológicos nacionales, Zaragoza, p. 239-247.
MARTÍ OLIVER, B.; FORTEA PÉREZ, J.; BERNABEU AUBÁN, J.; PÉREZ
RIPOLL, M.; ACUÑA HERNÁNDEZ, J.D.; ROBLES CUENCA, F. y GALLART
MARTÍ, M.D. (1987): “El Neolítico antiguo en la zona oriental de la Península
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International du CNRS (Montpellier, 1983). Éditions du CNRS, Paris, p. 607-619.
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APL XXXI, 2016
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XXXI
2016
RCHIVO DE
REHISTORIA EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
VALENCIA MMXVI
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Archivo
de
PrehistoriA LevAntinA
Servicio de Investigación Prehistórica
Museo de Prehistoria de Valencia
Vol. XXXI
Diputación de Valencia
Valencia, 2016
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Revista del Museu de Prehistòria de València.
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Í NDI CE
9
v. BArcieLA GonzáLez
El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
27
c. Miret estruch, Y. cArrión MArco, L. horteLAno PiquerAs, P. JArdón Giner,
J. M. ruiz Pérez y h. M. de Wit
Casa dels Moliners (Castell de Castells, Alacant). Un jaciment a l’aire lliure del Paleolític superior
en el Pla de Petracos
61
J. J. Gordón BAezA
Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
87
P. torreGrosA GiMénez y F. J. Jover MAestre
La Cova dels Calderons (La Romana, Alicante) y los inicios del Neolítico en el valle del Vinalopó
119
M. cortés sánchez, M. d. siMón vALLeJo, r. M. MArtínez sánchez, P. GArcíA BorJA,
M. d. Bretones GArcíA, M. P. ruiz BorreGA, J. J. de LA ruBiA de GrAciA y r. PArriLLA GiráLdez
El Neolítico en la Cueva de la Pileta (Benaoján, Málaga)
137
L. Benítez de LuGo enrich y M. MeJíAs Moreno
Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en La Mancha durante la Prehistoria reciente: la
gestión de los recursos hídricos en la Cultura de las Motillas
169
A. diez-cAstiLLo, o. GArcíA-PuchoL, J. BernABeu, c. M. BArton, s. PArdo-Gordó, G. snitker,
W. ceGieLskY y s. BerGin
Resiliencia y cambio durante el Holoceno en la Canal de Navarrés: recientes trabajos de prospección
187
A. corteLL nicoLAu
El ocre en la Prehistoria: entre la funcionalidad y el simbolismo
213
r. GrAeLLs i FABreGAt, A. J. Lorrio, M. F. Pérez BLAsco, M. d. sánchez de PrAdo
y P. cAMAcho rodríGuez
A propósito de una fíbula anular hispánica con nudo hercúleo y otros hallazgos de La Monravana
(Llíria, Valencia)
[page-n-8]
241
M. BLAsco MArtín
Dados y fichas de la Edad del Hierro en la Península Ibérica
261
n. MesAdo oLiver
El Hermes de “l’Alter” de Xilxes (La Plana Baixa, Castellón)
283
P. P. riPoLLès y M. GozALBes
Imitaciones hispanas de ases romanos republicanos
305
r. ceBrián Fernández e i. horteLAno ucedA
El redescubrimiento de la inscripción métrica del obispo Sefronius de Segobriga
(IHC 165 + 398; ICERV 276)
319
J. A. sendrA iBáñez
El tesoro de Puçol. Un testimonio de la circulación de moneda castellana en el Reino de Valencia
durante el siglo XVII
333
F. J. PuchALt ForteA
Traumatismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar,
Gandía (Valencia)
339
k. sAntos sánchez, F. Lorenzo MorA, B. cArrAscosA MoLiner y A. MArtínez vALLe
I Campaña de Conservación y Restauración en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de
Hortunas, Requena (Valencia)
355
Normas para la presentación de originales
[page-n-9]
Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 9-26
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Virginia BArcieLA GonzáLez a
El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas:
una visión a través de los adornos personales
RESUMEN: Los elementos de adorno personal constituyen una de las evidencias más claras de la
aparición del simbolismo y su presencia en diferentes contextos temporales y espaciales permite rastrear
el desarrollo cognitivo de diversas especies de homininos y de las conductas simbólicas asociadas. El
objetivo de este trabajo es analizar, desde una perspectiva amplia, el origen del adorno en las sociedades
cazadoras-recolectoras, a través de los estudios generados en las últimas décadas. Dichas investigaciones
han permitido configurar un mapa cronológico y espacial que va definiendo los antiguos procesos
cognitivos antrópicos. También nos proporcionan un modelo provisional acerca de la aparición de las
habilidades simbólicas que, al mismo tiempo, trata de escapar de una rígida ecuación que equipare
modernidad biológica con modernidad cultural.
PALABRAS CLAVE: Comportamiento simbólico, adornos personales, Homo sapiens, Neandertal,
Paleolítico Medio, Paleolítico Superior, Pleistoceno Superior.
Origin of symbolism in Paleolithic societies: a vision through personal ornaments
ABSTRACT: Personal ornaments are one of the clearest evidences of the appearance of symbolism. Its
presence in diverse temporal and spatial contexts allows us to track the cognitive development of different
hominin species and their associated symbolic behaviors. The aim of this work is to analyze the origin of
ornaments in the hunter-gatherer societies from a broad perspective, through the review of the scientific
literature published in the last few decades. These researches have allowed the creation of a chronological
and spatial map which, progressively, defines ancient cognitive processes. Similarly, they have provided us
with a provisional model for the appearance of symbolic abilities which, simultaneously, represents a shift
from the strict equation comparing biological modernity to cultural modernity.
KEYWORDS: Symbolic behavior, personal ornaments, Homo sapiens, Neanderthal, Middle Paleolithic,
Late Paleolithic, Late Pleistocene.
a
Universidad de Alicante.
virginia.barciela@ua.es
Recibido: 21/09/2016. Aceptado: 10/01/2017.
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10
V. Barciela González
1. INTRODUCCIÓN
Los adornos personales son elementos empleados para embellecer el cuerpo humano y fueron concebidos
–quizás desde el primer momento de su utilización– como un modo de lenguaje (Taborin, 2004). En este
sentido, los objetos de adorno pueden ser considerados como elementos creados, con un fin utilitario de
uso corporal y de carácter simbólico, que aparecen como consecuencia del desarrollo en el ser humano de
una inteligencia no estrictamente técnica. Es, precisamente, la capacidad cognitiva del ser humano la que
permitió establecer una conciencia propia y diferenciadora, que se manifiesta mediante el empleo de este
tipo de signos de identidad, tanto individuales como colectivos.
Esta definición conceptual de los adornos debe ser, no obstante, matizada desde la perspectiva
arqueológica, que obliga a preguntarse cuáles son las características que permiten afirmar que un
objeto pueda considerarse como tal. En la bibliografía especializada los principales criterios que se
han empleado para incluir a los objetos en esta categoría son su pequeño tamaño, las analogías con
materiales etnográficos, la presencia de elementos o huellas de suspensión, los contextos arqueológicos
y la ausencia de evidencias de un uso productivo.
Los elementos con claras transformaciones antrópicas –como los objetos de adorno-colgantes– o con
huellas de uso permiten una clasificación más sólida como elementos de adorno. No ocurre así con otras
piezas cuyas morfologías y sistemas de suspensión responden a trasformaciones naturales o con aquellas
cuya existencia se deriva de pruebas indirectas. Es el caso de las conchas con perforaciones ocasionadas
por la abrasión marina –carentes de huellas de uso– o del supuesto empleo de plumas como ornamentos. En
ambos ejemplos, por citar sólo algunos, la evidencia material constituye, sin duda, un indicio pero resulta
insuficiente para determinar que se trata de elementos de adorno, más aún si tenemos en cuenta que se han
empleado para justificar la existencia de este tipo de objetos simbólicos en contextos en los que no están
claramente atestiguados. No obstante, también hay que considerar dos aspectos importantes. En primer
lugar, que la conducta simbólica no siempre se expresa con los mismos elementos. Y en segundo lugar,
que el estudio del Paleolítico está limitado por la “fosilización” de las acciones, es decir, la preservación
de los materiales relacionados con dichas conductas. En este sentido, los adornos no tuvieron por qué ser
siempre objetos realizados en materias primas conservables en el tiempo, pudiendo existir tatuajes, pinturas
corporales y elementos perecederos de origen animal y vegetal.
La aparición de los primeros adornos es un tema recurrente en el análisis de la notable transformación
de los patrones de comportamiento que se producen en el tránsito del Paleolítico Medio al Superior en
Europa. Tras esta formulación subyacen dos preguntas de enorme importancia: en qué momento surge el
comportamiento considerado moderno en la especie Homo sapiens y dónde, y si, además de esta especie,
otras especies de homininos precedentes tuvieron una conducta simbólica y de qué tipo o si, por el contrario,
el simbolismo nace y es exclusivo de los Humanos Anatómicamente Modernos (HAM). Desde esa
perspectiva, el debate acerca de la capacidad de los neandertales para desarrollar tecnologías y conductas
que impliquen un pensamiento simbólico también se puede rastrear en los adornos personales. En éstos
convergen cuestiones tan relevantes como el empleo de materias primas óseas, el desarrollo de técnicas
adaptadas a esta materia, la producción de elementos artísticos y el uso de un lenguaje visual y plenamente
simbólico. No en vano, la expresión material del simbolismo en las sociedades cazadoras-recolectoras del
Pleistoceno Medio y Superior –neandertales y sapiens– se ha abordado desde múltiples campos, algunos
de los cuales son especialmente significativos, como la tecnología lítica y ósea, el control del fuego, la
ecología y las estrategias de subsistencia, el lenguaje, los enterramientos, el uso de pigmentos, los adornos
personales y la aparición del arte rupestre y mueble (d’Errico et al., 2003).
Es por ello que, huyendo del simbolismo más mediático, numerosos investigadores continúan
trabajando en la búsqueda de todas aquellas manifestaciones que evidencien el origen de una conducta
simbólica en las diferentes especies humanas, si bien, a menudo, los resultados son objeto de controversias.
En este marco cabe destacar la labor de investigadores como F. d’Errico, M. Vanhaeren, Ch. Henshilwood
APL XXXI, 2016
[page-n-11]
El origEn dEl simbolismo En las sociEdadEs palEolíticas: una visión a través dE los adornos pErsonalEs
11
o J. Zilhão, entre otros, cuyos trabajos se centran en el origen del simbolismo humano, abordando el
comportamiento simbólico de cada especie desde su propia complejidad y particularidad, en el contexto
cultural y biológico en el que se desarrollaron. Éstos se basan en unos planteamientos metodológicos
rigurosos en lo referente al análisis e interpretación de los materiales que permite descartar las “evidencias
no seguras” (e.g. Chase y Nowell, 1998; d’Errico, 1991; d’Errico y Lawson, 2006; d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 2003; Sorresi y d’Errico, 2007; Taborin, 1990) y centrarse en la información de tipo
cognitivo –haciendo hincapié en el origen del lenguaje y la conciencia simbólica– que puede extraerse de
la tecnología lítica y ósea, las estrategias de subsistencia, los elementos de adorno y uso de colorantes, los
instrumentos musicales, el arte rupestre y mueble, los enterramientos y los restos humanos procedentes
de África, Próximo Oriente y Europa.
Las investigaciones de F. d’Errico están realizadas desde la perspectiva tecnológica y de la Arqueología
Experimental y a su aplicación al arte mueble paleolítico y a los elementos de adorno personal y otros
objetos realizados con materias duras de origen animal (e.g. d’Errico, Jardón y Soler, 1993). Uno de sus
trabajos iniciales y más destacados fue el realizado junto a P. Villa, en el cual se analizan varios tipos de
perforaciones y se identifican, gracias a la microscopía y a la tafonomía, los agentes naturales responsables
de unas alteraciones que habían sido consideradas, en un primer momento, como antrópicas. Estos análisis
son extrapolados, posteriormente, a los huesos presumiblemente decorados del Paleolítico Inferior y
Medio, aportando una valiosa información que permite descartar falsas evidencias (d’Errico y Villa, 1997,
1998; d’Errico et al., 1998a y 1998b).
Desde una perspectiva teórica el objeto de su investigación se centra en la aparición del pensamiento
simbólico en los homininos durante el Pleistoceno Medio y Superior (d’Errico, 1993, 1996, 2003, 2004,
2008), principalmente a partir del análisis de los primeros objetos de industria ósea y arte mobiliar, así
como de los adornos personales y otros elementos de posible función ornamental como el ocre. En este
sentido, cabe destacar los trabajos realizados junto a M. Vanhaeren y otros investigadores, fundamentados
en un exhaustivo análisis tecnológico y funcional de los materiales, sin olvidar los aspectos taxonómicos
y tafonómicos en los casos en los que la naturaleza de los materiales así lo exige. Los más recientes y
destacados en el debate acerca del origen del comportamiento moderno se centran en el estudio de los
primeros objetos de hueso y de otros elementos simbólicos en Europa y su controvertida asociación a
contextos neandertales. También en los momentos finales del Pleistoceno Medio e inicios del Superior
(Middle Stone Age) en África (e.g. Bouzouggar et al., 2007; Caron et al., 2011; d’Errico y Backwell, 2016;
d’Errico y Henshilwood, 2007, 2011; d’Errico, Henshilwood y Nilssen, 2001; d’Errico y Stringer, 2011;
d’Errico y Vanhaeren, 2007, 2008, 2009; d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008; d’Errico et al., 1998c, 2003,
2004a, 2004b, 2005, 2008; 2009, 2010, 2012, 2014, 2015; Henshilwood, 2004, 2007, 2008, 2009, 2014;
Henshilwood y d’Errico, 2011; Henshilwood, d’Errico y Watts, 2009; Henshilwood et al., 2001, 2002,
2004, 2011; Soressi y d’Errico, 2007; Vanhaeren et al., 2006, 2013). En este último espacio geográfico
cabe destacar las investigaciones de Ch. Henshilwood, fundamentalmente en Blombos Cave (Sudáfrica),
ya que han sido determinantes en un debate que, hasta hace pocos años, giraba en torno a planteamientos
puramente eurocentristas (e.g. Henshilwood y Marean, 2003 y 2006). Por su parte, el trabajo de J. Zilhão
también ha prestado especial interés en ofrecer una perspectiva arqueológica, a través del análisis de los
adornos y de las primeras manifestaciones artísticas como claras evidencias de un pensamiento simbólico
(Zilhão, 2001, 2006, 2007a, 2007b, 2008, 2010a, 2010b, 2011, 2012a, 2012b; Zilhão y d’Errico, 2000a,
2000b; Zilhão et al., 2006, 2010).
En el contexto de Eurasia Occidental, además de los trabajos centrados en el Paleolítico Medio
reciente y las industrias “transicionales” del inicio del Paleolítico Superior, otros estudios de gran interés
hacen referencia a los adornos relacionados con las industrias del Paleolítico Superior y Mesolítico
(e.g. Álvarez Fernández, 2006, 2008a, 2008b, 2009, 2010, 2011; Álvarez y Jöris, 2008; d’Errico y
Vanhaeren, 1999, 2002; Taborin, 1993, 2000a, 2000b, 2003, 2004; Vanhaeren, 2006a, 2006b, 2010;
Vanhaeren y d’Errico, 2001, 2003a, 2003b, 2003c, 2005, 2006, 2007a, 2007b; Vanhaeren et al., 2005;
APL XXXI, 2016
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12
V. Barciela González
White, 1989a,1989b, 1993a, 1993b, 1995, 2002, 2007). Estas investigaciones, que también son partícipes
del debate acerca de la autoría de los primeros elementos de adorno, han permitido rastrear la evolución
de estos objetos en los contextos de cazadores-recolectores, poniendo de relevancia la creación de un
“ajuar” simbólico cada vez más rico y complejo.
2. EL ORIGEN DE LOS ADORNOS EN LAS SOCIEDADES
CAZADORAS-RECOLECTORAS PALEOLÍTICAS
En el estado actual de la investigación, los orígenes sobre el adorno en las sociedades cazadorasrecolectoras del Paleolítico se retrotrae a los hallazgos realizados en contextos arqueológicos vinculados
al hombre moderno africano y a los neandertales europeos.1 El origen de los adornos en ambas especies
es una cuestión de plena actualidad en la investigación sobre el Paleolítico. Las evidencias indican
que éstos son anteriores al desarrollo del Paleolítico Superior europeo, estando presentes en África, al
menos, desde hace unos 100 000 años. Más problemática resulta la cuestión de si los adornos personales
surgen entre los neandertales de forma previa a su contacto con el HAM o, por el contrario, éstos son
fruto de una aculturación o de otros modos de relación, como cambios transculturales (Straus, 1996) o
emulación (Coolidge y Wynn, 2004).2
2.1. Símbolos y adornos de los humanos modernos africanos
El origen del HAM se produce en África entre 200 y 100 ka, momento en el que los fósiles empiezan a
mostrar rasgos anatómicos modernos. Los primeros restos de fósiles humanos claramente pertenecientes
a la especie Homo sapiens son dos cráneos y otros restos craneales de Etiopía, con una cronología de 160
ka (White et al., 2003). A pesar de estas evidencias, la cuestión del origen de nuestra especie sigue siendo
objeto de debate, en relación a cuándo y cómo se alcanzó la “modernidad” no sólo física, sino también
cultural (Klein, 2000), así como el modo de evidenciar esta última. En esta línea, los elementos de adorno
constituyen uno de los principales indicadores de la existencia de una cultura simbólica.
Durante algún tiempo, los datos procedentes de yacimientos africanos acerca de un uso temprano
de adornos personales por parte del HAM fueron desestimados, fundamentalmente debido a problemas
cronológicos. Sin embargo, en los últimos años, nuevos descubrimientos y análisis de materiales y
excavaciones antiguas han puesto de manifiesto una documentación temprana del uso del adorno y
una cronología mucho más antigua para este tipo de manifestaciones, en relación con las relativas al
continente europeo.
Las evidencias más notables del origen del comportamiento simbólico, incluyendo la presencia de
adornos personales, proceden del África subsahariana, en concreto en Blombos Cave (Provincia del
Cabo), donde han sido documentadas hasta 68 conchas de la especie Nassarius kraussianus con una
perforación cerca del labio con huellas de uso asociadas. Estas cuentas proceden de niveles datados por
OSL y TL entre el 78-75 ka (d’Errico, 2003; d’Errico y Vanhaeren, 2007; d’Errico et al., 2005, 2009;
Henshilwood et al., 2001, 2002, 2004; Vanhaeren et al., 2013). Los enclaves de Sibudu Cave y Border
Cave, también en Sudáfrica, han proporcionado algunos indicios del uso temprano de adornos de concha,
si bien su estado de conservación no ha podido confirmar en todos los casos y de forma irrefutable su
1
2
Consideramos neandertales aquellos homínidos que forman parte del llamado “linaje neandertal” diferente de otras líneas
evolutivas, según la investigación reciente (Mendez et al., 2016).
Las relaciones culturales entre el HAM y el neandertal han variado progresivamente de consideración, fundamentalmente con
el objetivo de minimizar el concepto de “asimetría cultural” a favor del HAM. El término de cambio transcultural alude a una
relación bilateral; mientras que el de emulación alude a una imitación, aunque empleando tecnologías propias.
APL XXXI, 2016
[page-n-13]
El origEn dEl simbolismo En las sociEdadEs palEolíticas: una visión a través dE los adornos pErsonalEs
13
uso como cuentas (d’Errico, Vanhaeren y Wadley, 2008). Recientemente se ha documentado en Border
Cave, junto a los restos de un individuo infantil de 4-6 meses, una concha perforada de Conus, datada en
74±4 ka BP. Se ha considerado no sólo la evidencia más antigua de un enterramiento en África, sino de
la interrelación enterramiento-adorno (d’Errico y Backwell, 2016).
Las conchas más antiguas proceden, sin embargo, de los yacimientos del Próximo Oriente de Qafzeh
y Skhul (Israel), aunque su consideración como objetos de adorno es más problemática. En el primero
de los casos se documentaron –en niveles datados en 92 ka– varias valvas de la especie Glycimeris
insubrica con perforaciones naturales (Bar-Yosef Mayer, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Taborin,
2003). En opinión de algunos autores estas conchas podrían haber sido seleccionadas por su perforación
natural o haber sido perforadas antrópicamente sin dejar huellas evidentes o desaparecidas por procesos
tafonómicos (d’Errico y Vanhaeren, 2007). No obstante, la ausencia de huellas de uso, su gran tamaño
y la presencia de pigmento (Walter, 2003) ha llevado, también, a su interpretación como posibles
contenedores de ocre.
En el caso de Skhul, que cuenta con varias especies de conchas –entre ellas dos ejemplares de
Nassarius gibbosulus perforadas–, los problemas derivan de su estado de conservación, de la imprecisión
en la procedencia estratigráfica y, como consecuencia, de la cronología de las dos únicas conchas que
pudieron ser empleadas como adornos. Un estudio de las características morfométricas de los ejemplares de
Nassarius3 y del sedimento adherido a una de ellas –equiparable a la brecha del Paleolítico Medio– parece
haber solventado esta incertidumbre, atribuyendo ambos ejemplares a momentos del MIS 5 (Vanhaeren et
al., 2006). Otra concha perforada de la misma especie fue documentada en los niveles aterienses de Oued
Djebbana (Argelia), datados en momentos anteriores a 35 ka.4 Para d’Errico y Vanhaeren la presencia de
estas conchas en ambos yacimientos no se puede explicar por causas naturales debido a la distancia del mar
durante el Pleistoceno Superior, la inexistencia de animales predadores de estos moluscos, su nulo valor
alimenticio y la presencia en ambos enclaves de la misma perforación dorsal que en, contextos naturales de
tafocenosis, es muy poco probable que se produzca.5 Además, las especies son las mismas que los adornos
de Eurasia Occidental datados hacia el 40 ka y son del mismo género y similar morfología a las de Blombos
Cave (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
Estos hallazgos tempranos han sido cuestionados en base a su aparente escasez y a que no se trata
de objetos tecnológicamente elaborados por el ser humano. Sin embargo, recientes publicaciones hacen
referencia a la presencia de conchas en otros yacimientos del Paleolítico Medio marroquí: Grotte des
Pigeons, Grotte de Rhafas, Grotte de Ifri n’Ammar o Grotte des Contrabandiers. Estos enclaves están
asociados a instrumentos líticos del Ateriense y fechados por TL, OSL o U/Th hacia 85-82 ka, 80-70 ka y
82 ka, respectivamente.6 En cada uno de ellos se recuperaron conjuntos de conchas del género Nassarius
y, puntualmente, Columbella rustica, la mayoría perforadas. Si bien es cierto que las perforaciones de
las conchas procedentes de estos contextos no siempre son antrópicas, en la superficie de algunos de los
gasterópodos se han podido observar huellas producidas por herramientas líticas, huellas de uso, restos de
pigmento rojo o una coloración negra (Bouzouggar et al., 2007; d’Errico et al., 2009a) cuya intencionalidad,
no obstante, está siendo valorada para algunos enclaves (d’Errico et al., 2015).
3
4
5
6
Se han comparado los ejemplares de Nassarius de Skhul y Oued Djebbana con colecciones de referencia modernas. Éstos
presentan características que están fuera del rango establecido para los ejemplares modernos, apoyando su atribución al MIS 5
(Vanhaeren et al., 2006:1787).
El Ateriense se ha situado, tradicionalmente, entre 40 y 20 ka, en base a las fechas convencionales de radiocarbono. Nuevas
dataciones obtenidas por métodos basados en la medida de la radiación (TL, OSL y ESR) señalan un lapso temporal que oscila
entre los 90 y 35 ka, por lo que Oued Djebbana podría presentar una cronología cercana al musteriense de Skhul (d’Errico y
Vanhaeren, 2007: 227).
De cualquier modo, la selección de bivalvos y gasterópodos con perforaciones naturales, en contextos del HAM, está
perfectamente contrastada.
El yacimiento de Contrabandiers tiene una datación indeterminada, pero sus características permiten proponer una cronología
similar a la de los enclaves anteriormente citados.
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V. Barciela González
Los primeros adornos tecnológicamente transformados, en cuanto a su morfología, se documentan
con las culturas del Paleolítico Superior o en los momentos inmediatamente anteriores. En el LSA (Late
Stone Age) del sur y este de África se registra una tradición ornamental formada por cuentas discoidales
realizadas con cáscara de huevo de avestruz y con rocas, además de las conchas perforadas propias de
momentos anteriores –Nassarius kraussianus–. El mejor ejemplo de estos elementos es el yacimiento
de Border Cave (Sudáfrica) con dataciones ca. 42 ka (d’Errico et al., 2012), así como el de Enkapune
Ya Muto (Kenia) con cronologías anteriores (Ambrosse, 1998). No obstante, existen otros yacimientos
sudafricanos presumiblemente asociados al MSA (Middle Stone Age) cuyas dataciones no son precisas o se
han cuestionado, pero que podrían demostrar que esta práctica es anterior al LSA en unos 10 000 o 20 000
años (d’Errico y Vanhaeren, 2007).
2.2. Símbolos y adornos neandertales
Los primeros elementos que se relacionaron con los adornos personales neandertales fueron los huesos
perforados de yacimientos como Khulna, en la República Checa, Pech de l’Azé II y, sobre todo, Bois Roche,
en Francia, del que proceden unos 400 huesos con perforaciones simples y múltiples (Bordes, 1969; Vincent,
1987, 1988, 1993). Posteriores estudios determinaron que su origen no es antrópico (d’Errico y Villa,
1997, 1998), al igual que varios huesos perforados interpretados como instrumentos musicales (d’Errico
y Soressi, 2007). Del mismo modo, otros elementos, como los fósiles de la especie Porosphera globularis
documentados en yacimientos achelenses del norte de Francia e Inglaterra, presentan perforaciones naturales
que han sido recientemente analizadas (Rigaud et al., 2009) para observar posibles trazas de modificación
intencional o huellas de uso, como así se había afirmado anteriormente (Bednarik, 2005). Los resultados de
dichos análisis no son concluyentes, fundamentalmente debido a problemas de manipulación de los objetos
en la excavación, lo que pone en duda su relación con los útiles achelenses.
Descartado el empleo de estos objetos como ornamento, o puestos en cuarentena por las dudas que plantean,
las piezas que se vinculan al origen del adorno neandertal son las conchas de moluscos marinos. En yacimientos
neandertales los objetos documentados de este tipo son, principalmente, bivalvos de gran tamaño para ser
transformados en útiles –raederas– y aquellos otros que tienen una finalidad alimenticia (Kuhn y Stiner, 1992).
Es bien conocida la presencia de valvas y de útiles realizados con las especies Callista chione y, en menor
medida, Glycymeris glycymeris en yacimientos musterienses italianos en cueva (Taborin, 2003), con un buen
ejemplo en la Grotta del Cavallo (Romagnoli et al., 2015). Por el contrario, en los yacimientos franco-españoles
y del Próximo Oriente no se ha documentado el empleo de esta materia para la confección de útiles, a pesar
de que yacimientos como la Cueva de Bajondillo (Málaga, España) aportan evidencias de la presencia de
moluscos marinos en dicho enclave desde hace unos 150 000 años (Cortés-Sánchez et al., 2011).
Respecto a los moluscos perforados –y presumiblemente empleados como adornos– las únicas
referencias proceden de Europa, concretamente de los yacimientos musterienses de Cueva Antón (Murcia)
y de la Cueva de los Aviones (Murcia), donde, en niveles datados entre 50-45 ka BP, se han recuperado
valvas de diversas especies con una fuerte erosión marina y perforaciones naturales en el umbo, así como
colorantes asociados (Zilhão et al., 2010). También en el País Vasco, concretamente en Lezetxiki, se
documentaron en los niveles IV y III –entre 55-48 ka– conchas susceptibles de haber sido utilizadas como
adorno personal. Los investigadores destacan una valva del género Spondylus de origen mediterráneo al
que dotan de valor simbólico o decorativo (Arrizabalaga, 2009, 2011). Algo similar ocurre en el nivel V de
la cueva del Higueral de Valleja (Cádiz), donde se cita la presencia de la especie atlántica Pecten maximus
(Jennings et al., 2009), situándose el yacimiento a más de 50 km de la costa atlántica.
Además de estas evidencias, recientemente se ha puesto de manifiesto la presencia y procesado de
aves en yacimientos musterienses no sólo con fines alimenticios. Los estudios tafonómicos señalan cortes
en los huesos de las alas –sin utilidad alimenticia– que parecen corresponder a un proceso intencional
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de extracción de las plumas para ser empleadas, según los investigadores, con fines ornamentales. Uno
de los enclaves más significativos es la Grotta di Fumane (Italia), donde los huesos corresponden al
último nivel musteriense del yacimiento, con unos 44 000 años de antigüedad y, por tanto, vinculados a
poblaciones neandertales (Peresani et al., 2011). Este yacimiento también ha proporcionado evidencias
de la manipulación y restos de pigmento en un gasterópodo de la especie Aspa marginata cuya fuente de
aprovisionamiento está situada, probablemente, a unos 100 km de distancia (Peresani et al., 2013).
La extracción antrópica de plumas de distintas especies de aves se ha registrado en otros enclaves del
Paleolítico Medio de Gibraltar (Finlayson, 2012), dejando patente que no se trata de un fenómeno aislado,
si bien no por ello queda demostrado su uso ornamental. Algo similar –y con las mismas dudas– se ha
propuesto para las garras de aves rapaces, cuya extracción deliberada sin dañar la uña se ha documentado
en diversos yacimientos del Paleolítico Medio en Europa (Morin y Laroulandie, 2012; Romandini et al.,
2014). Descartada la utilidad alimenticia de esta práctica se discute la posibilidad de que se trate de objetos
simbólicos, si bien los análisis funcionales no han sido, por el momento, determinantes en cuanto a su uso
como elementos de adorno (Romandini et al., 2014: 8)
2.3. Los adornos neandertales “transicionales” y del Paleolítico Superior inicial
En Europa, la cuestión acerca del origen de los adornos personales está estrechamente vinculada al estudio
no sólo del Auriñaciense, asociado al HAM, sino a otras culturas tempranas dentro del Paleolítico Superior
(IUP/EUP)7 de autoría más ambigua situadas entre 45 y 35 ka. En la actualidad, las únicas tradiciones
culturales claramente vinculadas a grupos neandertales son el Chatelperroniense y el Uluzziense.
En este contexto ha sido el Chatelperroniense el objeto de un mayor número de estudios.
Ampliamente reconocido como entidad del Paleolítico Superior desde los comienzos de su
investigación, su autoría se relaciona con poblaciones neandertales, como parecen demostrar los restos
humanos de los enclaves franceses de Saint-Césaire (Lévêque, 1987; Lévêque, Backer y Guilbaud,
1993; Lévêque y Vandermeersch, 1980) y Grotte du Renne (Bailey y Hublin, 2006; Bailey, Weaver y
Hublin, 2009; Hublin et al., 1996; Welker et al., 20168), si bien ha sido cuestionada por otros autores
(Bar-Yosef y Bordes, 2010; Higham et al., 2010). La existencia de elementos de adorno vinculados
a este último yacimiento –esencial para el estudio de la asociación de adornos a neandertales– ha
sido un asunto controvertido. En palabras de Y. Taborin (2004: 14) el Chatelperroniense de la Grotte
du Renne es culturalmente incomprensible, debido a que implicaría no sólo la temprana aparición
de los elementos de adorno, sino de técnicas de trabajo del marfil y otras materias primas que no se
documentan ampliamente hasta el Auriñaciense. Algunos de los argumentos empleados en la discusión
de los adornos personales chatelperronienses de la Grotte du Renne se han referido a su posible
intrusión desde los niveles auriñacienses (Bar-Yosef, 2006; Higham et al., 2010; Taborin, 2002; White,
2001, 2002), unas dataciones que señalan que el Chatelperroniense de Grotte du Renne podría ser más
reciente que algunos enclaves auriñacienses (Taborin, 2004:14), la recolección de estos objetos por
parte de los neandertales en yacimientos abandonados del HAM, un intercambio entre los dos grupos
o una producción neandertal de imitación sin comprensión simbólica de la misma (Stringer y Gamble,
1993; Hublin et al., 1996; Mellars, 1999). También se ha aludido a que las verdaderas raíces de estos
tecnocomplejos del Paleolítico Superior inicial no estaban en las culturas del Paleolítico Medio de las
diferentes regiones sino en el Emirense (IUP) del Próximo Oriente (Svoboda y Bar-Yosef, 2003) –con
presencia de adornos e industrias óseas–, supuestamente asociado a los seres humanos modernos,
7
8
Inicial Upper Paleolithic/Early Upper Paleolithic technocomplexes.
Este novedoso estudio, basado en el análisis de proteínas, ha permitido identificar pequeños restos óseos que relacionan el
Chatelperroniense con poblaciones neandertales. A pesar de ello, el origen autóctono de los elementos de adorno sigue siendo
objeto de debate.
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aunque no comprobado de forma empírica (Zilhão, 2008). De ser así, este hecho constituiría la
manifestación en el registro arqueológico de la penetración de los humanos modernos en Europa de
forma previa al Auriñaciense y un nuevo argumento a favor de la aculturación.
Otros trabajos de investigación defienden, por el contrario, que el Chatelperroniense y el Uluzziense
presentan evidencias de una tradición autóctona (Mussi, 2001; Palma di Cesnola, 1993; Pelegrin y Soressi,
2007; Zilhão, 2008) que, en el caso de los adornos, se manifestaría por una fabricación en los yacimientos
neandertales con características técnicas propias (e.g. Caron et al., 2011; d’Errico, 2003; d’Errico et al.,
1998c, 2003; Zilhão, 2001, 2008; Zilhão y d’Errico, 1999a, 1999b, 2000a, 2000b, 2003a, 2003b), por
lo que representarían un desarrollo cultural autóctono neandertal. Las propuestas de una “aculturación”/
imitación a corta/larga distancia también han sido rechazadas por estos investigadores, argumentando un
origen temprano en Europa de los tecnocomplejos de transición entre 45 y 43 ka, el rechazo del carácter
auriñaciense de algunas industrias tempranas fechadas en torno a 40 ka o de dataciones por problemas
tafonómicos (Zilhão y d’Errico, 1999b, 2000a, 2003) o las notables diferencias de los útiles de hueso y los
adornos chatelperronienses de la Grotte du Renne y las posibles fuentes de inspiración auriñacienses, tanto
en el tipo de soportes como en las técnicas utilizadas (Zilhão, 2008: 51). Este último aspecto tecnológico,
que engloba técnicas como la denominada Arcy o rainurage o la perforación por presión o percusión
indirecta, ha sido, sin embargo, debatido en otras investigaciones que aluden a su generalización entre las
técnicas de suspensión auriñacienses, por lo que no se podría adscribir de forma exclusiva a los contextos
chatelperronienses y a una autoría neandertal de forma taxativa (White, 2001, 2002, 2007).
En cualquier caso, en relación a la existencia de adornos en contextos chatelperronienses, las
implicaciones derivadas del último estudio realizado para la Grotte du Renne (Caron et al., 2011), en el que
se hace referencia a una estratigrafía considerablemente intacta y sin perturbaciones,9 están reforzadas por
otros hallazgos en enclaves contemporáneos. Cabe destacar el yacimiento de la Grande-Roche en Quinçay
(Francia) –sin niveles protoauriñacienses posteriores– del que proceden seis colgantes muy similares a
los de Grotte du Renne y cuyo depósito corresponde exclusivamente a diferentes momentos dentro del
Chatelperroniense (Zilhão, 2007b), por lo que su adscripción cultural es indiscutible.10 El tipo de adornos
característicos de esta cultura son los colgantes alargados sobre hueso y, sobre todo, dientes de carnívoros y
de herbívoros con ranuras y perforaciones para su suspensión. Además se han documentado aros de marfil,
algunas conchas perforadas y belemnites, crinoideos y conchas fósiles (d’Errico et al., 1998a).
El Uluzziense, cuya adscripción a contextos neandertales también ha sido objeto de debate (Benazzi et
al., 2011; Zilhão et al., 2015), es más pobre en cuanto a la presencia de adornos personales. Tan sólo conchas
marinas –mayoritariamente escafópodos de Dentalium–, en las cuevas de Klisoura 1 (Grecia), Fumane y
Grotta del Cavallo (Italia), y la constatación del uso de colorantes minerales amarillos y rojos en este último
enclave y en Mario Bernardini (Douka et al., 2014; Gambassini, 1997; Palma di Cesnola, 1993; Peresani et
al., 2011). Recientemente se ha puesto en evidencia que los escafópodos y gasterópodos marinos perforados
documentados en Grotta del Cavallo, adscritos a niveles uluzzienses, podrían derivar de contextos auriñacienses
no identificados en el proceso de excavación (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
En otras zonas europeas también se documentan adornos asociados a industrias “transicionales”, como
el disco de marfil con perforación central de Ranis 2 (Alemania), otro disco de marfil idéntico al de los
niveles chatelperronienses de Grotte du Renne en Trou Marguerite (Bélgica) y un colgante de hueso y dos
dientes de animales perforados de Bacho Kiro (Bulgaria), datados por radiocarbono en más de 43 000 años
(Zilhão, 2012b; Álvarez y Jöris, 2008).
9
A pesar de esta última revisión de las dataciones de Grotte du Renne, no todos los investigadores están de acuerdo con esta
propuesta y aluden a los graves problemas que presenta su estratigrafía (e.g. Higham et al., 2010; Taborin, 2004; White, 2007).
10 R. White (2007: 291) señala que, no obstante, se debe tener en cuenta que los colgantes de la Grande-Roche en Quinçay provienen
de la parte más reciente de una larga secuencia Chatelperroniense, si bien la procedencia arqueológica de los adornos se ha puesto
en duda en base a la ausencia de estudios detallados sobre el yacimiento (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
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La aceptación de una autoría neandertal para los adornos de algunas de estas industrias de “transición”,
al menos para el Chatelperroniense y el Uluzziense, es una evidencia más de que la capacidad de
simbolismo podría no haber sido exclusiva del HAM. Tal y como señalan d’Errico y Vanhaeren (2007),
incluso aunque se demostrase que el empleo de ornamentos personales por los neandertales es el resultado
de una aculturación, este hecho no serviría para negar el carácter “moderno” de su cognición. Por el
contrario, señalaría su capacidad de incorporar estímulos externos, reformarlos y hacer de ellos una parte
de su cultura, lo que parece muy alejado de una incomprensión de su significado.
En el Próximo Oriente, los niveles del IUP y del Ahmariense de enclaves como Üçağızlı (Turquía)
y de Ksar ‘Akil (Líbano) –asociados, con un cierto consenso, a Homo sapiens– también señalan que
los adornos personales son abundantes desde los primeros momentos del Paleolítico Superior, como
así demuestra la elevada cantidad de conchas marinas perforadas de diferentes especies –Nassarius
gibbosula, Columbella rustica, Glycymeris– registradas en ambos yacimientos y asociadas a industrias
previas al Auriñaciense levantino (Kuhn et al., 2001), en cuyos contextos igualmente se registran este
tipo de adornos. En enclaves de similares cronologías, como Kostienki 14 y otros de Asia Central, se
documentan adornos tales como conchas perforadas, cuentas de cáscara de huevo de avestruz y dientes
y huesos perforados (Álvarez y Jöris, 2008).
Las evidencias más tempranas, y no sujetas a debate, de elementos de adorno en Eurasia Occidental
corresponden al Protoauriñaciense y a las siguientes fases del Auriñaciense, vinculadas a poblaciones de HAM.
En algunos trabajos de síntesis se ha analizado el registro disponible para el EUP (Álvarez y Jöris, 2008),
señalando sus características y aspectos cronológicos. Se trata de objetos tecnológicamente transformados y
con claras evidencias de su uso como adornos y se documentan en enclaves europeos como Grotta di Fumane,
Riparo Mocchi, Rothchild, Abric Romaní o Isturiz. Los adornos protoauriñacienses característicos son los
colgantes de conchas marinas de diferentes especies y los confeccionados a partir de dientes de mamíferos
perforados y rocas o minerales (Álvarez Fernández, 2006; Álvarez y Jöris, 2008).
A lo largo del Auriñaciense, los elementos de adorno se multiplican, documentándose en un gran
número de yacimientos. Las materias primas empleadas son distintas especies de cochas marinas, dientes
de mamíferos, marfil, hueso, distintos tipos de rocas, asta de ciervo, algunos fósiles y ámbar; mientras que
los tipos característicos son colgantes, cuentas, entre las que destacan las de “tipo cesta”11 y aros o anillos.
Casi todos estos elementos –salvo algunos escafópodos y gasterópodos con perforaciones naturales–
presentan evidencias de transformación antrópica, con el empleo de técnicas variadas para crear elementos
de suspensión e, incluso, con decoraciones a base de incisiones (White, 1989a, 1989b, 1992, 1993a, 1993b,
2002, 2007; Taborin, 1993, 1995, 2000b, 2004; Vanhaeren y d’Errico, 2006).12 Recientes estudios acerca de
los elementos de adorno de este período han señalado la existencia de dos grupos geográficos con tipos de
adornos diversos: el Valle del Ródano, Italia, Austria y Grecia, por un lado, y el norte de Europa por otro,
con un territorio intermedio formado por el oeste y sur de Francia y España (Vanhaeren y d’Errico, 2006).
Este modelo propone una explicación basada en la “diversidad etnolingüística” de las primeras poblaciones
del Paleolítico Superior en Europa, y no en posibles diferencias cronológicas entre los yacimientos o por
la disponibilidad de la materia prima. Esta variabilidad geográfica, ya apuntada por White (1992, 1993), y
la búsqueda de patrones regionales ha sido, sin embargo, descrita por este mismo autor como prematura,
en base a que los datos primarios sobre los que se ha construido no siempre proceden de excavaciones o
estudios sistemáticos (White, 2007).
Más allá de esta consideración, los adornos auriñacienses revelan un gusto de los primeros humanos
modernos europeos por elementos que se puedan suspender y presentar en serie, como colgantes y
cuentas; además de una predilección por materias de superficies coloridas –conchas– y brillantes –marfil,
11 Conocidas en la literatura inglesa y francesa como basket-shaped beads y perles à panier, respectivamente.
12 White y Taborin, en las obras ya señaladas en el texto, realizan interesantes estudios de los adornos de este período desde la
perspectiva tecnológica y de la cadena operativa.
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conchas, dientes–. Del mismo modo, se ha apuntado al carácter intelectual y a una selección intencional de
determinados dientes como objetos de representación, puesto que, mayoritariamente, no proceden de las
mismas especies objeto de caza y de consumo (Taborin, 2004). Lo mismo podría ocurrir con otras materias
primas, como algunas especies de conchas que, además, revelan un transporte a larga distancia.
A lo largo del Paleolítico Superior, los adornos vinculados al HAM se hacen cada vez más
complejos, evidenciando, incluso, la existencia de intensos intercambios de objetos y materias primas
entre poblaciones. El auge de este fenómeno, que no es homogéneo en todo el territorio, se produce
entre el Paleolítico Superior medio y los momentos finales, dando paso a unas nuevas producciones de
adornos que reflejarán el tránsito entre los grupos cazadores-recolectores y las primeras poblaciones
sedentarias y productoras de alimentos. En este sentido, recientemente también se ha planteado la
trascendencia que el estudio de los elementos de adorno puede tener en el análisis de los cambios
culturales que se producen durante la transición entre el Mesolítico y el Neolítico en Europa (Rigaud,
d’Errico y Vanhaeren, 2015).
3. CONCLUSIONES
Los elementos de adorno son una expresión directa de la existencia del binomio “cognición-simbolismo”
vinculado al proceso de hominización. El adorno personal puede ser considerado como uno de los
elementos materiales que garantizan la existencia de un simbolismo desarrollado, frente a otras
consideraciones o manifestaciones menos consistentes que no han dejado una huella tan indiscutible en
el registro arqueológico. Por ello resulta esencial que los objetos considerados adornos sean valorados de
forma rigurosa, descartando –o, al menos, tomando con prudencia– todos aquellos elementos cuyo uso
ornamental y simbólico no esté claramente atestiguado.
Son dos las especies de homininos que han participado en el origen y desarrollo del simbolismo y en
una de sus expresiones más relevantes, el adorno personal. En ambas especies, la capacidad de generar
conductas simbólicas está vinculada a su desarrollo evolutivo, por lo que origen del simbolismo debe
ser entendido como una realidad “dual”, confluyente en un único proceso de hominización general. Las
diferencias temporales y espaciales, y la consiguiente variabilidad material, forman parte de este proceso,
en viva controversia, y han enriquecido el debate sobre su génesis y sus características.
Los moluscos marinos africanos hallados en contextos arqueológicos del HAM son los primeros
elementos de adorno claros, cuyo carácter de marcador espacial y ambiental ayuda a considerar la
intencionalidad en su recolección y en su transporte, además de las huellas tecnológicas y de uso que
presentan en enclaves como Blombos Cave. Todo indica, por tanto, que en torno a 100 ka la práctica de
aplicarse ornamento personal a modo de colgantes de concha ya se había iniciado en el continente africano
y en el Próximo Oriente, vinculada a la expansión del HAM. A partir de este momento, y con el desarrollo
del Paleolítico Superior, estas prácticas se consolidan y en los contextos asociados a HAM las evidencias
de ornamentación personal se multiplican y se va incrementando su variabilidad con la incorporación de
nuevas formas, técnicas y materias primas.
En las sociedades del linaje neandertal ubicadas temporalmente en el Pleistoceno Medio, aunque se
observan determinados materiales o prácticas –aquí no tratados– vinculados a una conducta simbólica, no se
documenta de forma incontestable el uso de ornamentos personales. En Europa, los primeros adornos claros
por sus transformaciones tecnológicas y evidencias de uso aparecen en contextos más tardíos, en momentos
avanzados del Pleistoceno Superior y, por lo tanto, parece muy probable que este tipo de ornamentos
podría guardar relación con la expansión de los HAM y los consiguientes procesos de interrelación. La
problemática sobre las cronologías más o menos tardías de las industrias transicionales a las que se asocian
es una cuestión no resuelta que, no obstante, hace referencia a un tipo de adornos muy concretos, ya con
claras transformaciones antrópicas. Quizás por ello no es, en este momento, la principal vía para clarificar
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la cuestión sobre si los neandertales europeos usaron adornos o no de forma previa a la llegada del HAM,
debiendo insistir, necesariamente, en el análisis de las evidencias de los posibles adornos de contextos del
Paleolítico Medio, tales como las conchas o las plumas de aves y garras de rapaces.
Por el momento, y en relación con las conchas, el transporte reiterado de piezas erosionadas, sin valor
alimenticio, a yacimientos alejados de la costa podría sugerir un valor simbólico para las mismas. Si bien,
a la ausencia de transformaciones tecnológicas hay que añadir que no se han documentado huellas de uso
–tampoco en las garras de rapaces– que confirmen su relación con el ornato personal. Lo mismo ocurre con
el uso de las plumas, que pudieron tener otra intencionalidad.
En base a estas evidencias, considero que no existen argumentos suficientes que permitan establecer
la existencia de adornos personales propios y exclusivos de contextos neandertales clásicos. Los primeros
y escasos adornos, materialmente irrefutables, vinculados a las sociedades neandertales parecen guardar
relación con un desarrollo ya avanzado en la tecnología del adorno, al tratarse de objetos claramente
transformados y usados como cuentas/colgantes. Una concepción y uso de los adornos personales que,
por el contrario, y siempre en base a los datos actuales, sí que muestra un largo patrón de expansión
desde África, vinculada a poblaciones de HAM, y una extensión posterior a Eurasia. Este comportamiento
simbólico se generaliza en Eurasia Occidental hace unos 40 000 años y es innegable que en este proceso
participaron las sociedades de neandertales y de HAM, siendo, en cualquier caso, esta última especie el
verdadero motor de su socialización.
AGRADECIMIENTOS
Agradezco a Mauro Hernández Pérez y a Josep Fernández Peris la revisión del manuscrito original, y al revisor anónimo
sus interesantes observaciones y sugerencias.
BIBLIOGRAFIA
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 27-60
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Carles MIRET ESTRUCH a, Yolanda CARRIÓN MARCO b, Laura HORTELANO PIQUERAS c,
Paula JARDÓN GINER d, José Miguel RUIZ PÉREZ e, Hubertus Maria DE WIT f
Casa dels Moliners (Castell de Castells, Alacant).
Un jaciment a l’aire lliure del Paleolític superior
en el Pla de Petracos
RESUM: Aquest article dóna a conèixer preliminarment els resultats d’una excavació de salvament en
el jaciment de la Casa dels Moliners (Castell de Castells, Marina Alta, Alacant) en ocasió de la 2a fase
d’obres de la carretera CV-720 que uneix els pobles de Benigembla i de Castell de Castells. L’objectiu de la
intervenció era documentar les ocupacions i establir la seqüència estratigràfica a partir d’un sondeig de 30
m². Malauradament l’excavació fou suspesa sine die unilateralment i sense el consentiment de la direcció,
pel que ací només es poden oferir unes brevíssimes i provisionals notes d’aquest interessant campament a
l’aire lliure del Paleolític superior mediterrani i amb materials arqueològics, especialment lítics, en posició
primària.
PARAULES CLAU: Paleolític superior inicial, indústria lítica, Gravetià, campament, mitja muntanya
mediterrània.
Casa dels Moliners (Castell de Castells, Marina Alta, Alacant).
An Upper Palaeolithic camp-site from Pla de Petracos
ABSTRACT: This paper presents a first draft on a rescue excavation at the Casa dels Moliners (Castell
de Castells, Marina Alta, Alacant) site on the occasion of the works of the 2nd phase of the CV- 720 road
linking the villages of Benigembla and Castell de Castells. The main aim of the digging was to document
the occupation(s) and establish the stratigraphic sequence based on a survey of 30 m². Unfortunately, the
excavation was interrupted unilaterally and without the consent of the field director, so that here we can only
offer preliminary and very short notes on this interesting open air camp-site of the Upper Palaeolithic and
with archaeological materials, especially lithic remains, in primary position.
KEYWORDS: Upper Palaeolithic, lithic industry, Gravettian, camp-site, middle Mediterranean mountain.
a
b
c
Investigador independent.
carlesmiret@hotmail.com
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història
Antiga, Universitat de València.
yolanda.carrion@uv.es
Investigadora independent.
lahorte25@hotmail.com
Recibido: 06/10/2016. Aceptado: 13/01/2017.
d
e
f
Facultat de Filosofia i Ciències de l’Educació,
Universitat de València.
paula.jardon@uv.es
Universitat de València.
jose.m.ruiz-perez@uv.es
Investigador independent.
umbertocastells@gmail.com
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28
C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
1. CONTEXT GEOGRÀFIC DE LA CASA DELS MOLINERS
1.1. Situació i relleu
El jaciment arqueològic objecte de la present avaluació es localitza en la confluència del riu de Xaló (o
de Gorgos) amb el barranc de Malafí, enfront del Pla de Petracos (terme municipal de Castell de Castells,
en la comarca de la Marina Alta) (coordenades geogràfiques 38º45’04.53”N-0º10’08.84”O; UTM 31
ED50 X: 224.703 Y: 4.294.157) (fig. 1). L’emplaçament ocupa un raiguer a escassos metres sobre el
nivell del caixer del barranc, a una altitud de 410-420 msnm. A uns 80 m es troba la Casa dels Moliners,
un habitatge amb corral i forn adjacents i topònim amb què també hem decidit, de manera convencional,
anomenar el jaciment arqueològic.
El jaciment va ser descobert per u de nosaltres (H. M. de W.) el 22 de novembre del 2007 al cingle
més immediat del Pla de Petracos, quasi a l’entrada del barranc epònim dels Moliners (fig. 2 i 3).
Es tracta d’un sector muntanyenc emmarcat per relleus destacats, entre els quals el més proper és el
Cocoll (1.048 m), a més del Carrascar de Parcent (994 m), la Serrella (1.360 m), la Xortà (1.219 m) al
sud, la serra d’Alfaro (1.165 m) a l’oest i la serra del Penyó (847 m) al nord (fig. 1). La descoberta va
ser posada en coneixement de la direcció facultativa i del director del seguiment arqueològic Gabriel
Segura Herrero durant l’inici de les obres de la “2a Fase de la Carretera CV-720” que uneix els pobles
de Benigembla i de Castell de Castells.
Fig. 1. Context geogràfic de la Casa dels Moliners.
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
29
Fig. 2.
Geomorfologia de
l’entorn de la Casa
dels Moliners.
1.2. Trets ambientals de l’àrea
Des del punt de vista climàtic, aquest sector es correspon a la muntanya subhumida del nord-est
alacantí. A l’est de Castell de Castells s’estén una de les àrees de precipitacions més elevades de tot
el territori valencià, superant els 800 mm anuals entorn dels relleus del Carrascar de Parcent i de la
serra del Penyó.
Des del punt de vista biogeogràfic, l’àrea s’enquadra en el sector setabenc alcoianodiànic, dins del
domini del carrascar sublitoral termòfil amb llentiscle, que forma una orla al voltant dels relleus més
elevats de la Marina Alta (Rivas-Martínez, 1987). La coberta vegetal està molt mediatitzada pels incendis
i pels usos històrics del sòl, per bé que la situació en ombria i al peu del vessant afavoreix la regeneració
d’un dens matollar (fig. 2) compost per coscollar (Quercus coccifera) amb llentiscle (Pistacia lentiscus),
carrasca (Quercus ilex sp. rotundifolia), aladern (Rhamnus alaternus), arç negre (R. licyoides), xara
APL XXXI, 2016
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30
C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
Fig. 3. Posició del sondeig i de l’entorn del jaciment.
(Cistus albidus i Cistus monspeliensis), lligabosc (Lonicera implexa), bruc (Erica multiflora), argelaga
(Ulex parviflorus), romaní (Rosmarinus officinalis), Daphne, arítjol (Smilax aspera), càdec (Juniperus
oxycedrus), margalló (Chamaerops humilis), ullastre (Olea europea var. sylvestris), a més de pi jove
d’Alep o blanc (Pinus halepensis).
1.3. Marc geològic
El jaciment se situa, des del punt de vista geològic, en l’extrem extern del Prebètic on dominen estructures
senzilles de directriu NE-SO, amb plecs i falles normals i inverses. Ocasionalment, també s’observen
encavalcaments i plecs bolcats, amb vergència nord generalitzada (Rodríguez Estrella, 1977). L’estructura
de la zona prebètica es caracteritza per una coberta de roques sedimentàries plegada, arrasada i fallada, la
resposta tectònica de les quals està determinada per l’existència d’un nivell d’enlairament i per l’altura dels
materials plàstics i poc densos (guixos i lutites) del Keuper (Rodríguez Estrella, 1977). Aquests materials
migren cap als flancs dels plecs i afloren a través de fractures profundes al llarg de faixes diapíriques com
la d’Alcanalí i, puntualment, al llarg de la vall del riu de Castells a l’est d’aquesta població (IGME, 1975).
La distensió del miocè final-pliocè va originar falles normals paral·leles als eixos dels plecs (Rodríguez
Estrella, 1977) i una intensa fracturació de la coberta de roques sedimentàries que dóna lloc a importants
escarpes i penya-segats com en els vessants del Cocoll. La coberta mesozoica-cenozoica fragmentada queda
desnivellada en blocs elevats (horst o massissos) i blocs enfonsats (fosses tectòniques). En els vessants de
les serres del Carrascar i del Cocoll, que emmarquen el jaciment de Casa dels Moliners (fig. 1), afloren
materials del triàsic, juràssic, cretàcic i terciari, amb predomini de calcàries, margues i margocalcàries.
Segons J.A. Marco (1990), l’àrea s’ubica en el domini morfoestructural de serres cretàciques i valls
neògenes septentrionals (al nord de la Serrella i de Bèrnia). La coberta cretàcica constitueix l’armadura
dels relleus calcaris i dolomítics elevats que dominen depressions o fosses tectòniques farcides de materials
neògens, fonamentalment margues miocenes (vall del riu de Xaló o de Gorgos i foia de Castell de Castells).
APL XXXI, 2016
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
31
Els vessants septentrionals solen ser més abruptes, culminant en runars calcaris, mentre que els vessants
meridionals solen ser més suaus. Segons la classificació de regions morfoclimàtiques alacantines d’E.
Matarredona (1987), l’àrea se situa en la regió subhumida de les muntanyes a sobrevent dels fluxos de
llevant (poblacions de Pego, Tàrbena i Vall d’Ebo). En aquest sector la successió de diferents tipus de
climes al llarg del plistocè i de l’holocè (període quaternari) ha deixat herències en la morfologia com
tipologies càrstiques molt desenvolupades, rasclers, dolines amb importants acumulacions d’argiles roges
o terra rossa i dipòsits de vessant contemporanis a episodis freds del plistocè (talussos de blocs al peu de
les tarteres, producte de la gelifracció i de la crioclàstia).
Tot aprofitant la xarxa subterrània preexistent, es van obrir congosts com el del barranc de Malafí,
que excaven recingles on queda exhumat el paleocarst. Testimonis de terrasses fluvials plistocenes resten
adossats al peu dels farallons calcaris.
Durant els episodis freds del quaternari les condicions foren favorables a la meteorització física
(gelifracció i crioclàstia) de les cornises calcàries originant-se al seu peu extenses acumulacions de clastos
(gelifractes) i detritus. Paral·lelament, es dipositen acumulacions al·luvials en valls i peus de monts (glacis
i ventalls). Durant l’holocè regional, s’accentuarà la incisió fluvial.
1.4. Trets geomorfològics i sedimentològics de l’entorn del jaciment
Les morfologies que caracteritzen els vessants de l’àrea són principalment:
- Crestes, escarpes i cornises rocoses al llarg de fronts d’estrats durs massius en la Serrella, Cocoll i els
recingles de la Penya de Maçanet.
- Talussos de detritus de gravetat (inclinació 30-35º), anomenats popularment “tarteres, pedrisses, cantals o
runars” (reguers de pedra) (Matarredona, 1988). Generalment, la magnitud dels dipòsits de clastos és major
en les ombries i es componen de fracció gruixuda i heteromètrica amb alguns blocs i sense matriu argilenca.
Apareixen al peu de la majoria de cornises o escarpes, principalment en la façana nord.
- Colades gelifluïdals fossilitzades o relictes heretades d’episodis freds del quaternari i compostes per
palets fins angulosos i matriu llimoargilosa. Són acumulacions característiques dels vessants septentrionals
d’Aitana, Serrella, Bèrnia, etc.
- Formes càrstiques subterrànies sobre afloraments calcaris o dolomítics massius, incloent embornals o
avencs, conductes subterranis, cavitats, avencs, abrics i coves.
- Formes càrstiques superficials com rasclers (solcs o canals de dissolució), esvorancs i esquerdes farcides
d’argiles vermelloses de descalcificació (terra rossa), pinacles de dissolució o “frares”, cavitats de dissolució
o “cocons”, depressions tancades o dolines com el Clot de la Llacuna.
- Formes fluviocàrstiques com els congosts oberts sobre antics conductes subterranis que van ser exhumats
per la incisió de la xarxa de drenatge quaternària (barranc de Malafí).
Per altra banda, els dipòsits de vessant de muntanya plistocens i holocens són ventalls al·luvials,
col·luvials i cons de dejecció (Fumanal, 1990; Fumanal i Carmona, 1995). Es tracta d’acumulacions sobre
les quals s’han desenvolupat glacis i on s’ha encaixat la xarxa de barrancs. Pel que fa al modelatge fluvial
i els seus farciments al·luvials, cal parlar de lleres de barrancs i rambles que alternen trams estrets entre
parets calcàries i valls més amples entre vessants de roques més blanes. Presenten diverses tipologies de
barres de graves i còdols (fig. 2).
Per últim, s’observen barres amb terrasses plistocenes adossades a les parets del barranc de Malafí i,
aigües avall, en el tram del riu de Xaló a l’altura de Benigembla. Es tracta de farciments al·luvials amb
graves fluvials, sorres, llims i encrostaments.
El jaciment de la Casa dels Moliners se situa en el peu d’un vessant d’orientació nord-oest que descendeix
des de 610 m a 410 m (200 m de desnivell) i que té un pendent del 46,8%. Domina la confluència del riu de
Xaló i del barranc de Malafí, on es produeix un eixamplament notable de la vall: el Pla de Petracos (fig. 2).
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Cap a l’oest del jaciment s’encaixa el barranc de Moliners que descendeix de sud a nord des d’una capçalera
càrstica en els relleus de la dolina del Clot de la Llacuna (700 m), el Clotet (865) i l’Alt dels Corralets (884
m). El riu de Xaló s’adossa als relleus del marge meridional i discorre sobre un llit de graves de 20-50 m
d’amplària a tan sols 30 m del jaciment, retallant el substrat de calcàries, de margues i de terrasses fluvials
i acumulacions col·luvials que s’estenen per la riba contrària de la vall. El caixer del riu es bifurca amb
una àmplia barra central a l’altura del jaciment. Aigües avall, a uns 100 m de distància, la vall s’estreny
considerablement (fig. 2).
Després de reconèixer el fons del barranc dels Moliners (o de Molines) en un tram aigües amunt
de la Casa dels Moliners, es descarta totalment un possible origen dels sediments associats al jaciment
d’aportacions d’un con torrencial o ventall al·luvial alimentat per aquest barranc.
Una densa coberta de matoll pràcticament impedeix el trànsit, però es van recórrer uns 50-70 m de
distància per sobre de l’àrea d’excavació, comprovant-se que sota el matoll afloren diversos bancs de
calcàries d’escull de barrera aptians, molt carstificats, amb farciments de terra rossa entre les esquerdes i
un horitzó de sòl humífer en alguns sectors.
Les característiques sedimentològiques i les estructures sedimentàries del registre de Casa dels Moliners
indiquen una acumulació col·luvial al peu de vessant, originada per processos de gravetat i escolaments
difusos que arrosseguen els materials durant un curt recorregut (unes desenes de metres) (fig. 2 i 3). Els
blocs de majors dimensions procedeixen de despreniments produïts en els afloraments rocosos superiors.
Els clastos fins angulosos més homomètrics procedeixen probablement de processos de meteorització física
associats al fred. La font de materials gruixuts serien els afloraments de calcàries aptianes d’escull de
barrera que es troben immediatament per sobre del jaciment (50-70 m).
Els episodis freds del quaternari es relacionen amb la formació d’acumulacions que regularitzen
vessants i amb la formació de ventalls de crioclastos periglaciars del tipus “detritus ordenats” en diferents
sectors de muntanyes ibèriques i bètiques. En aquest sector muntanyós s’han descrit formacions periglaciars
vinculades a colades gelifluïdals fossilitzades en les zones elevades d’Aitana, Serrella i Bèrnia (Morales,
Bru i Boix, 1983; Matarredona, 1987 i 1988; Marco, 1990). Aquestes colades estan compostes per palets
fins angulosos i matriu llimoargilosa i solen estar parcialment cimentades.
2. L’EXCAVACIÓ ARQUEOLÒGICA I EL REGISTRE SEDIMENTOLÒGIC
Després del condicionament de la zona amb procediments mecànics es procedí a la delimitació d’una cala
de 30 m² (fig. 3, 4 i 21) amb la finalitat de treballar en extensió i de confirmar la possible presència d’unitats
estratigràfiques en posició primària. Es va desmuntar tot el primer bancal que donava a la carretera per tal
d’obtenir així un perfil més extens i que alhora possibilités la demarcació de l’àrea de les troballes.
El jaciment es troba dins d’un dipòsit format per blocs i clastos amb abundant matriu argilenca
vermellosa. Els clastos són heteromètrics, de litologia calcària bastant uniforme, angulosos i poc desgastats
pel transport. Els materials estan solts i no s’observen cimentacions per carbonats, crostes, ni nòduls.
La major part dels clastos i blocs es corresponen amb fragments de calcàries blanquinoses amb abundants
fòssils d’escull de barrera, semblants a les que afloren en bancs a poques desenes de metres en el vessant
situat just per sobre del jaciment, tal com hem comentat adés.
De la base a sostre i basant-nos en el tall frontal proximal de la banda dels quadres 1 (fig. 4), es
distingeixen els següents nivells amb correspondència amb els estrats arqueològics:
-Nivell basal de blocs i graves amb escassa matriu argilenca i estructura massiva. Els blocs majors tenen
diversos decímetres de diàmetre, mentre que la fracció menor, una mica desgastada pel transport, inclou
graves fines i mitjanes. La potència del nivell és variable (uns 40 cm) i el contacte superior erosiu. En la base
abunden els blocs i les graves molt heteromètriques. En l’estratigrafia arqueològica, es correspon amb l’estrat
VI, que sembla estèril arqueològicament encara que amb aquesta intervenció no s’ha pogut comprovar.
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Fig. 4. Estratigrafia de la Casa dels Moliners a partir del tall frontal proximal de la banda dels quadres 1.
-Nivell intermedi de clastos millor classificats, homomètrics i algun bloc, amb abundant matriu fina
vermellosa argilenca d’estructura polièdrica. Els clastos estan suportats per la matriu, és a dir, no
estan en contacte entre ells, si bé s’observa una certa orientació dels clastos aplanats. S’intercalen
capes argilenques vermelloses, també amb estructura polièdrica d’uns 10 cm. En aquest nivell
intermedi els clastos presenten arestes fresques, escassament desgastades denotant un transport curt,
circumstància que descarta el medi fluvial. Es correspon amb els estrats arqueològics IV i V, els de
major densitat de troballes lítiques.
-Nivell superior d’argiles vermelloses amb clastos i blocs molt dispersos (fig. 4 i 5). Aquest nivell
presenta unes característiques texturals molt similars al nivell intermedi. No obstant açò, de dalt a baix
s’observa una disminució en el percentatge de clastos fins i un augment del material argilenc. Forma part
de l’abancalament contemporani i dels primers estrats (I.1, I.2, II i III), amb escassíssim però interessant
material arqueològic (fig. 12, 13, 14 i 15).
2.1. Recursos abiòtics
Ceràmica històrica
Tots els fragments de ceràmica trobats en la present excavació pertanyen a l’estrat I. Es tracta de dos
fragments de llavi de gibrell vidriat d’època contemporània (fig. 12, peces 1 i 2), un tros de cos d’un catúfol
andalusí i, finalment, un petit fragment de cos d’olla.
Aquests fragments ceràmics s’associen al més recent episodi d’ocupació d’aquesta terrassa, és a dir, a
la seua posada en cultiu i abancalament en època medieval, moderna o contemporània. El seu interès prové
exclusivament del fet que explica la remoció d’algunes unitats estratigràfiques del dipòsit arqueològic,
sobretot dels estrats I i II, i la seua possible vinculació amb la propera coveta de la Penya de l’Agutzir
(Miret, Segura i de Wit, 2013-14), amb materials arqueològics de cronologia califal.
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Fig. 5. Perfil lateral
dret de la banda
dels quadres E.
Pedra tallada
La pedra tallada és, en les seues diferents ofertes litològiques, sense cap mena de dubte, el registre
arqueològic més destacat del jaciment. La col·lecció lítica es divideix en dos conjunts de valor arqueològic
significativament contrastat. D’una banda, es troba un lot més gran de peces descontextualitzades que
s’han anat recollint progressivament i discontínua des del moment de la identificació del jaciment (2211-2007) i fins després de la suspensió sine die dels treballs arqueològics (31-7-2009). Aquest conjunt
s’ha incorporat doncs a la col·lecció arqueològica de la Casa dels Moliners (fig. 6, 7, 8, 9, 10 i 11). No
podem oblidar que la seua interpretació, a efectes cronoculturals, és estrictament orientativa i subjecta a la
confrontació amb altres indicadors més fiables que puguen derivar-se de la prossecució de les excavacions
(bateria de datacions radiocarbòniques, indústria lítica estratificada, estudis espacials, geomorfològics i
micro-sedimentològics més detallats, etc.). Tot i això, com diem, ha estat igualment analitzat i classificat
per tal de poder ser comparat amb les escasses peces estratificades.
Es poden definir dues o tres pàtines per a aquest material i graus variables de concreció carbonatada.
Això pot explicar-se a causa de la barreja de peces de diferents horitzons cronològics, però també podria
ser conseqüència de fenòmens erosius o reconstructius d’abast local.
L’oferta lítica no s’allunya d’allò descrit per a jaciments assimilables com el Tossal de la Roca (Alcalà
de la Jovada) (Cacho, 1990) o les coves de Santa Maira (Castell de Castells) (Miret, 2007), malgrat les
divergències cronològiques, com després es veurà. Cal destacar així la presència de quarsita, de possible
calcedònia i de fins a sis tipus de sílex que, mancats d’estudis microscòpics, atribuïm preliminarment
als afloraments silicis més pròxims (barranc de Famorca 1, barranc de Famorca 2, Tollos, Alcalà de la
Jovada i Vall d’Ebo).
El conjunt de pedra tallada sense context arqueològic directe ascendeix a 518 peces (fig. 6, 7, 8, 9, 10
i 11). També hi hem inclòs una plaqueta de gres, sis nòduls de ferro i un altre de calcària, així com tres
fragments de fauna contemporània amb la cortical força vermiculada.
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Fig. 6. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 7. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 8. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 9. Indústria lítica sense context arqueològic procedent de la Casa dels Moliners.
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Fig. 10. Nuclis sense context arqueològic procedents de la Casa dels Moliners.
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Taula 1. Tipus de suports i altres restes lítiques en el conjunt de peces descontextualitzades.
Ascles
Làmines
Microlàmines
Resquills
Informes
Cúpules
tèrmiques
Nuclis
Fragments
de nucli
Total
276
53,28%
56
10,81%
64
12,36%
24
4,63%
27
5,21%
21
4,05%
31
5,98%
15
2,9%
518
100%
De la lectura de la taula 1 es dedueix una majoria de suports sobre ascla i uns valors no gens menyspreables
de làmines i de microlàmines (amplada <10 mm). Els resquills (peces menors al centímetre en qualsevol dels
seus eixos) són proporcionalment bastant escassos, fet que tradueix literalment les condicions de recollida
del material i que poc o no gens té a veure amb les característiques funcionals del jaciment, com després
s’analitzarà amb més detall. Entre les ascles es poden distingir un nombre considerable de productes de
condicionament del nucli, especialment fronts de revifat i crestes, i que denoten un bon coneixement i
control sobre el procés de talla amb la intenció de mantenir un angle adequat d’intersecció entre pla d’asclat
i pla de percussió i així explotar el nucli sobre el seu eix major.
L’apartat d’informes fa al·lusió a peces no orientables segons els seus eixos tecnològics (chunks en la
bibliografia anglosaxona), amb fractures planes, o a simples fragments indeterminables en el procés de talla o
reducció del nucli. Aquests productes de talla tendeixen a vincular-se a estadis inicials de tempteig dels nuclis
o a gestos violents amb la intenció de comprovar l’aptitud i les impureses del nòdul de sílex.
Les cúpules tèrmiques són també peces silícies formades accidentalment a causa d’un impacte tèrmic,
ja siga fred (crioclàstia) o calent (termoclàstia). En el cas de gelades hivernals de l’escorça edàfica, els
sílexs poden experimentar aquest fenomen ben conegut. En aquest cas només podem extreure escassa
informació, referent a processos postdeposicionals, ja que el sílex que es “va gelar” es trobava en aquell
moment sobre la superfície del terreny o a pocs centímetres per sota de la mateixa. D’altra banda, en el cas
d’impactes tèrmics provinents de fogueres (antròpiques) o incendis involuntaris (no antròpics), podrien
indicar la presència d’aquestes activitats o el tractament tèrmic del sílex per facilitar la seua talla. Deixem
aquesta qüestió oberta a futures investigacions ja que la determinació de la naturalesa d’aquestes cúpules
tèrmiques requereix una adequada contextualització i una major sèrie comparativa.
Taula 2. Tipus d’eines lítiques en el conjunt de peces descontextualitzades.
Tipologia
Gratador
Burí
Colp de burí
Osca
Osca retocada
Ascla amb retoc marginal
Ascla amb retoc semiabrupte
Làmina amb retoc marginal
Làmina amb retoc semiabrupte
Lamineta de dors
Rascadora
Eines compostes
Gratador-osca
Gratador-burí
Total
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Quantitat
Percentatge
12
4
2
12
1
10
4
4
1
12
1
18,46%
6,15%
3,08%
18,46%
1,54%
15,38%
6,15%
6,15%
1,54%
18,46%
1,54%
1
1
65
1,54%
1,54%
100,00%
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Taula 3. Tipus de suports i altres restes lítiques amb context arqueològic.
Estrat
I.1
I.2
II
III
IV
V
VI
Ascles
1
2
22
49
67
-
Làmines
3
1
1
10
10
-
Microlàmines
3
2
18
4
13
-
Resquills
2
25
6
21
-
Informes
2
5
12
-
Cúpules
tèrmiques
1
1
12
10
-
Nuclis
2
2
3
5
1
Fragments
de nucli
4
6
-
Total
0
10
8
70
93
144
1
Els nuclis o fragments de nuclis ofereixen uns valors coherents percentualment amb un jaciment en què
es talla de manera intensa però on es realitzen alhora altres activitats. Es troben representats tant els nuclis
d’ascles com els de làmines i de microlàmines, no sempre en estats avançats de la seua explotació i amb
abundants superfícies corticals (amb poca erosió) o neocorticals (amb erosió fluvial o marina).
Pel que fa a les eines lítiques (65 en total de la mostra descontextualitzada, el 12,55%), cal relativitzar la seua
importància mentre no s’amplien les investigacions directes sobre el jaciment. Les grans agrupacions tipològiques
dels estris retocats descontextualitzats es poden veure en la taula 2. No hi ha gairebé cap peça clarament diagnòstica
d’un tecnocomplex lític del Paleolític superior, però el perfil tipològic, amb presència de gratadors sobre suports
d’ascla o làmines grans, burins, osques i microlàmines de dors, indica una probable adscripció al Gravetià. Alguns
tipus, sobretot la petita rascladora (fig. 12, peça 5), recorda a d’altres més antics, del Paleolític mitjà o Mosterià.
El lot de materials sense context estratigràfic no ha estat avaluat en aquesta ocasió a partir de paràmetres
tecnològics ja que la naturalesa mateixa de la sèrie no aconsella utilitzar les seues dades de manera eficient.
Més de tres centenars de peces (concretament 326) van ser recollides associades a un context
estratigràfic, de les quals pogueren ser coordenades tridimensionalment només al voltant d’una centena.
Estan repartides entre els diferents estrats, amb un cert predomini numèric a partir del III i fins al V (taula
3; fig. 21). Les eines lítiques o peces retocades aparegudes en el transcurs de l’excavació sumen un total
de 19, amb un lleuger repunt en l’estrat IV (taula 4). D’aquesta distribució dels estris estratificats es pot
Taula 4. Tipus d’eines lítiques amb context arqueològic.
Tipologia
Gratador
Burí
Colp de burí
Osca
Osca retocada
Ascla amb retoc marginal
Ascla amb retoc semiabrupte
Làmina amb retoc marginal
Làmina amb retoc semiabrupte
Microlàmina de dors
Rascadora
Eines compostes
Gratador-osca
Gratador-burí
Gratador-truncadura
Total
Estrat I.2
-
Estrat II
1
-
Estrat III
1
1
Estrat IV
3
1
1
1
1
2
1
1
Estrat V
1
2
1
-
Estrat VI
-
-
-
-
-
1
-
0
1
2
11
5
0
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Fig. 11. Nuclis sense context arqueològic procedents de la Casa dels Moliners.
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Fig. 12. Materials procedents dels estrats I i II.
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Fig. 13. Indústria lítica de l’estrat I.2 de la Casa dels Moliners.
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Fig. 14. Indústria lítica de l’estrat II de la Casa dels Moliners.
extreure poca informació més de la despresa del perfil traçat pels materials sense context. Es confirma
la presència de gratadors de mòdul relativament gran, sobretot en l’estrat IV (fig. 16, peces 1 i 11, per
exemple), així com de vores abatudes, especialment la làmina apuntada amb vora abatuda rectilínia i
base aprimada (fig. 16, peça 3). Sense voler discriminar entre els diferents estrats, cosa que l’escassetat
d’efectius i la poca resolució estadística recomana, continuem adherits a una proposta de cronologia
gravetiana, sobretot per al tram intermedi de l’estratigrafia (de l’estrat III al V), sense descartar la
presència d’altres horitzons, més recents o més arcaics.
Capítol a part mereix la documentació d’un important conjunt d’artefactes lítics associats a un nucli (fig.
15), en el quadre I-5. Apareix en el contacte entre els estrats III i IV, encara que finalment l’hem decidit
atribuir a l’estrat III. Està conformat per un nucli de microlàmines i tota la seua cohort de laminetes sense
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Fig. 15. Indústria lítica dels estrats III i IV de la Casa dels Moliners.
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retocar a menys de mig metre de distància, així com altres productes de condicionament del nucli (tauletes
i revifats de front), ascles o simples resquills. El remuntatge virtual i una reconstrucció de la cadena
operativa lítica oferirà informació addicional, però sens dubte ens trobem davant d’un episodi de talla on
manquen els suports de peces retocades, plausiblement làmines de dors que segurament s’incorporarien
a la “caixa d’eines” mòbil del tallador. Aquesta troballa, no gens usual en els contextos mediterranis
peninsulars coetanis, ens indica que la situació és primària i que no ha estat mai pertorbada per processos
postdeposicionals enèrgics, com sol ser habitual.
No es descarta que puguen aparèixer novament espais organitzats a partir de seients, grans blocs, fons
de cabana o llars, però per a això és imprescindible acabar l’excavació del sondeig o, fins i tot, ampliar-lo
cap a zones encara més riques o més ben estructurades espacialment en el mateix jaciment. Fet i fet, s’ha
pogut advertir un altre remuntatge entre un nucli del quadre B-1 i una làmina del quadre C-3, a una distància
de més de 2 metres (fig. 18 i 21).
Espacialment s’observa una certa concentració de troballes en la zona central de l’excavació,
majoritàriament entre els quadres B-3 i B-4, i una mica menys en els A-1, A-2, B-5, etc., encara que això
pot ser a causa del ritme diferencial d’excavació i al moment de cessament dels treballs en què encara no
s’havia aconseguit enrasar la superfície en un únic estrat ni documentar-la convenientment.
En resum, ja a l’estrat I.2 (fig. 13), notem la presència de làmines de mòdul bastant gran i nuclis i
productes de condicionament del nucli (crestes) que denoten la representativitat de les tasques de talla
dutes a terme en el jaciment. L’estrat II (fig. 14) continua oferint materials escassos, així com el III, encara
que aquest darrer sí que ha aportat nuclis fusiformes de microlàmines i eines retocades, que també podrien
provenir de terrasses superiors desmantellades. El conjunt de peces més important de la sèrie apareix en el
contacte de l’estrat III i IV (fig. 15 i 21), com ja s’ha vist.
Aquest conjunt es recolza directament sobre el banc de grava de l’estrat IV, on els materials continuen
apareixent més aïlladament, però on no deixen de comptar-se nuclis, làmines o eines retocades (fig. 16).
Finalment, a partir del sostre de l’estrat V comencen a aparèixer gran blocs calcaris (fins a més d’un
metre) i el material lític és encara més ric i forma concentracions que podrien estar associades als blocs, tot
constituint així espais organitzats (fig. 17). La troballa de gratadors, nuclis-burí, etc., pot indicar l’existència
d’activitats d’un grup complex, no només d’un tallador aïllat. Malgrat tot, només s’ha treballat en una zona
molt limitada d’aquest estrat. L’estrat VI encara no s’ha pogut sondejar en cap punt.
Per tot el que s’ha dit en l’apartat de la indústria lítica, la Casa dels Moliners és un jaciment arqueològic
amb unes grandíssimes potencialitats des del punt de vista de la reconstrucció de l’espai habitat i dels gestos
de talla associats a aquesta tipologia de campament a l’aire lliure.
Anàlisi traceològica
S’ha estudiat un total de 518 peces procedents del grup de materials sense context i 326 recuperades en
l’excavació arqueològica, les quals es reparteixen desigualment entre els diferents estrats: 10 a l’estrat I.2;
8 a l’estrat II; 70 a l’estrat III; 93 a l’estrat IV; 144 a l’estrat V i 1 a l’estrat VI.
A nivell tecnològic, de manera genèrica, es tracta d’un conjunt format majoritàriament per nuclis,
productes de talla, ascles sense retocar i escassos estris retocats (gratadors, microlàmines de dors, peces
esquitllades, etc.). En concret, del global del material, només 65 d’entre les peces descontextualitzades i 19
de les recuperades en excavació constitueixen eines o peces retocades.
L’observació dels artefactes indica una explotació intensiva de la matèria primera: els nuclis estan
en la seua major part exhaurits. A més, hi ha alguns nòduls, amb abundants fissures internes produïdes
en el context de transformació tectònica dels afloraments silicis, dels quals s’ha intentat extreure alguna
ascla o ascleta. Existeixen també diversos nuclis laminars sobre suport d’ascla per a l’extracció de suports
microlítics de dimensions molt reduïdes (Aura et al., 2006).
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Fig. 16. Indústria lítica de l’estrat IV de la Casa dels Moliners.
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Fig. 17. Indústria lítica de l’estrat V de la Casa dels Moliners.
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Fig. 18. Remuntatge lític entre un nucli del quadre
B-1 i una làmina del quadre C-3, a una distància de
més de 2 metres.
El material silici de Casa dels Moliners presenta una pàtina blanca en la seua totalitat, fet que condiciona
des d’un primer moment l’abast de l’estudi traceològic i la metodologia emprada. Cal tenir en compte que
és molt previsible que s’hagen produït alteracions mecàniques. A banda d’això, algunes peces presenten
alteracions tèrmiques produïdes per foc en forma de cúpules i de microfissures en el material.
Donat el context dels materials objecte d’estudi, que sembla indicar que ens trobem davant un lloc de
talla freqüentat en diferents episodis, el principal objectiu és detectar, mitjançant l’anàlisi funcional del
material, l’existència o no d’altres activitats a banda de la talla. En aquest sentit, la presència d’alguns
gratadors, peces esquitllades i mineral de ferro (fig. 20), hipotèticament per a encendre foc, són indicis
d’altres possibles gestos tècnics.
Pel que fa a la metodologia, tot el material ha estat observat a simple vista amb l’objectiu d’identificar zones
d’ús macroscòpiques (osques, desgastos, impactes, etc.). Una vegada localitzades aquestes possibles zones d’ús
s’han realitzat les subsegüents comprovacions amb una lupa binocular model Optech LFZ, amb zoom de 0,7x
a 4,5x per augments de 7 a 45x i s’han pres fotos de les empremtes més destacades amb una càmera Nikon
D7000, acoblada al tub de la lupa, dotat amb lent de 2,5x que permet prendre fotografies de 15x sobre el zoom
seleccionat. Es descarta l’ús del microscopi metal·logràfic per observació a alts augments (de 50x a 200x) donat
l’estat general del material que fa impossible discernir polits d’ús d’un altre tipus d’alteracions superficials. No
obstant això, considerem possible detectar i caracteritzar zones d’ús amb baixos augments, que poden relacionarse amb la morfologia de les peces per distingir, en un primer nivell d’anàlisi, el material utilitzat. Pel que fa al lot
sense context, només s’han seleccionat per a la seua observació amb lupa binocular les eines retocades.
L’observació detallada de les peces procedents de l’excavació arqueològica es va realitzar per estrats.
En termes generals, de les 844 peces analitzades, només es van trobar empremtes d’ús recognoscibles en 16
de les eines (gairebé el 3,2% de la indústria lítica). Queden excloses de l’anàlisi les peces amb retocs que
poden ser d’alteració i les peces, retocades o no i amb alteracions tèrmiques i/o mecàniques, el mal estat de
les quals impedeix un reconeixement dels talls.
A l’estrat I.2, d’un total de 10 peces, en 2 es van trobar indicis de possible ús: diversos fragments medials
de microlàmines amb fractura en pla perpendicular, un dels quals presenta una fractura amb llengüeta múltiple
que sembla indicativa d’un impacte. Podria tractar-se d’un fragment de projectil, però també podria ser un
accident de talla; i una microlàmina amb microosques orientades triangulars, superficials, a la zona distal de la
cara ventral, resultat del processat longitudinal d’alguna matèria dura (fig. 19, peça 1).
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Fig. 19. Peces sotmeses a anàlisi traceològica.
L’estrat II computa un total de 8 peces, entre les quals: una làmina amb retoc marginal en la vora
lateral esquerra i on s’han identificat a la zona medial uns aixecaments inclinats i plans, especialment una
gran osca triangular, amb terminacions en graó, que podrien ser conseqüència d’un treball longitudinal
amb el tall sobre una matèria dura, sent el seu ús més plausible la desarticulació o esquarterament d’un
animal (fig. 19, peça 2); un petit gratador amb atrició moderada i un polit en el front, les característiques
del qual no poden especificar-se millor a causa de la pàtina de la superfície de la peça (fig. 12, peça 4).
La resta del conjunt es compon d’una cresta unipolar de nucli sobre ascla (o colp de burí) i diversos
fragments de talla.
A l’estrat III només 1 de les 70 peces ha donat resultats positius, si bé cal tenir en compte que un nombre
considerable de les mateixes corresponen a un nucli amb els seus fragments i restes de talla (fig. 15). Es
tracta d’una ascla amb la part proximal fracturada per flexió, i extraccions en graó, a la cara dorsal lateral
esquerra. Per la distribució, morfologia i quantitat d’escrostonaments, aquest tall es va utilitzar en acció
transversal sobre matèria dura, segurament emmanegat a l’apèndix del lateral dret, encara que la zona
perduda de la peça impedeix confirmar aquest fet (fig. 14, peça 4).
L’estrat IV presenta una abundant indústria que ascendeix a 93 peces, amb 36 d’elles coordenades.
S’han analitzat amb especial atenció les peces:
- Nº 1: ascla molt alterada, que no sembla tenir empremtes d’ús, resta de talla amb retocs parcials no d’ús.
- Nº 17: gratador fracturat. No sembla haver estat usat (fig. 16, peça 1).
- Nº 23: fragment d’ascla molt alterat.
- Nº 27: ascla sense marques d’ús.
- Nº 28: ascla reflectida sense empremtes d’ús.
- Nº 29: fragment de mineral de ferro sense marques i ascla retocada molt alterada.
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Fig. 20. Nòduls de ferro amb alteracions antròpiques.
- Nº 33: gratador amb lleugera alteració tèrmica (cúpules) i faceta en la part proximal del lateral esquerre;
presenta micro-retoc i lleuger desgast al front, especialment en la part esquerra, que indica un ús no molt
intens (fig. 16, peça 11).
- Nº 37: fragment d’eina retocat; no pot determinar-se un ús.
- Nº 39: fragment de nucli, restes de talla i ascla dessilificada amb retoc indeterminat abrupte.
- Nº 42: ascla gruixuda amb micro-retocs intensos en un dels talls utilitzada probablement com a tascó.
- Nº 43: raspador lleugerament cremat i fracturat, amb osques de impacte en l’aresta dorsal produïdes pel
retoc del front per contraatac sobre una enclusa (fig. 16, peça 16; fig. 19, peça 3). Presenta retoc en les vores
laterals, probablement relacionat amb el condicionament de la peça per al seu emmanegament. El front ha
estat revifat i s’observa un intens desgast a la cara ventral esmussada.
- Nº 44: microlàmina fracturada sense empremtes d’ús recognoscibles.
- Nº 71: microlàmina micro-retocada, de tipologia similar a les trobades a Santa Maira (Aura et al., 2006)
(fig. 16, peça 3). A les microlàmines de dors abatut d’aquest jaciment resulta molt difícil identificar marques
d’ús per l’estat de conservació del material.
La resta del material coordinat es compon de fragments i nuclis, tant d’ascles com de microlàmines,
fragments i restes de talla. Pel que fa al material no coordinat d’aquest estrat, destaquen una ascla retocada,
però el retoc sembla tenir origen accidental, i un fragment d’eina, amb una alteració tan forta que dificulta
la distinció de possibles desgastos en el fil.
L’estrat V conté el conjunt més important de peces, fins 144. D’aquestes, la major part estan coordenades
(al voltant de 80). Les més destacades són:
- Nº 13: ascla laminar amb retocs parcials als quals és difícil atribuir un origen funcional.
- Nº 15: fragment proximal d’ascla amb importants osques a la zona medial del tall, usada segurament com a
falca sobre matèria dura; la possible plataforma apareix destruïda per percussió (fig. 17, peça 8; fig. 19, peça 4).
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- Nº 24: gratador-truncadura amb desgastos al front, especialment en la part esquerra del mateix (fig. 17,
peça 13). No s’han pogut determinar polits.
- Nº 49: ascleta cremada, sense traces d’ús recognoscibles.
- Nº 50: ascla laminar pràcticament desfigurada per foc. Massa alterada per identificar empremtes d’ús.
- Nº 51: nucli de microlàmines sobre ascla.
- Nº 53: peça esquitllada molt alterada (fig. 17, peça 10).
- Nº 56: fragment de colp de burí o aresta de nucli sobre ascla; més probablement el segon, per la
grandària general de la indústria.
- Nº 58: truncadura cremada. No s’identifiquen traces d’ús, però la peça presenta zones molt alterades.
- Nº 66: microlàmina sense retoc, ascleta plana, fragment de làmina i microlàmina cortical; cap presenta
empremtes d’ús.
- Nº 69: micro-ascla sense retoc.
La resta de peces coordenades, com en l’estrat anterior, conté nuclis, exhaurits majoritàriament (excepte
un nòdul brut, sense tempteig), fragments i productes de talla.
Les peces d’aquest estrat no coordenades presenten característiques similars. Només destacaríem
un flanc de cornisa amb retoc parcial, un fragment d’ascleta retocada, 4 ascles i un fragment medial de
microlàmina de forma trapezoïdal. No s’han pogut reconèixer marques d’ús en cap dels talls.
El conjunt de materials descontextualitzats és notable. De les 518 peces, de les quals només es van
seleccionar aquelles amb retoc o que constitueixen eines, al voltant d’una dotzena han donat resultats
positius. Entre les peces sense context, destaca una gran ascla amb retoc denticulat lateral dret. S’observen
alguns desgastos a la zona medial del tall (denticulat), sense que es puga determinar res més sobre el
seu possible ús (fig. 19, peça 11); una ascla amb retoc i amb l’extrem distal i el proximal fracturats i que
possiblement es va fer servir com a un petit cisell; una ascla de quarsita sense retocs ni altres marques
d’ús; un gratador amb fractura proximal per flexió, per bé que el grau d’alteració no permet definir la
presència de desgastos, etc.
Les peces més interessants d’aquest lot són dues ascles subtriangulars. Una d’elles presenta una sèrie
de retocs escamosos a la zona medial del tall distal, que semblen conseqüència d’una utilització com a aixa
emmanegada (fig. 8, peça 22; fig. 19, peça 5 i); l’altra peça, de manera atípica, encara que presenta petites
osques en el tall que semblen d’origen accidental, no es pot determinar un ús concret (fig. 19, peça 6); una
peça esquitllada que podria ser tant un burí doble com un nucli de microlàmines sobre truncadura (fig. 19,
peça 7); una peça esquitllada amb el tall i el front oposat al mateix molt afectats per osques superficials i de
terminació en graó, possiblement a conseqüència d’un ús com a falca sobre matèria dura (fig. 19, peça 8);
una ascla apuntada esquitllada que es va usar possiblement com a falca sobre matèria dura (fig. 19, peça 9);
una ascla d’ús dubtós amb aixecaments en el tall distal (fig. 19, peça 10).
L’observació amb binocular del material lític ha permès la detecció de foraminífers i microorganismes
en alguna de les peces i que poden ajudar a conèixer la procedència de la matèria primera.
En el jaciment es van recuperar diversos fragments de mineral de ferro (6 nòduls en total: 1 a
l’estrat III, 2 a l’estrat IV i 4 a l’estrat V) (fig. 20). Els més interessants són els recollits en l’estrat
V. L’ús del mineral de ferro per a l’encesa de foc produeix una sèrie de marques relacionades amb
l’impacte i raspat de les superfícies per produir espurnes, principalment ascles, petites extraccions i
zones amb polits lineals. El fragment més gran presenta àrees de la seua superfície amb un llustre i
un asclat irregular en alguna de les arestes. No obstant això, aquest tipus de marques també poden
produir-se per causes alienes a l’ús i que tenen a veure amb els processos de deposició (llustre de sòl,
impactes produïts per rodament, etc.).
Menys dubtes ofereixen les marques que es documenten en els fragments més petits (fig. 20, peces 1 i
2) que presenten una cara força plana, amb desgastos i polits importants. Un altre dels fragments presenta
també, en una de les cares, uns polits i trets lineals clarament originats per un impacte intencionat amb
una altra pedra sobre la superfície plana que pot estar relacionat amb la producció de foc per percussió
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Fig. 21. Posició de la indústria lítica (asterisc=nuclis; quadrat=productes de talla; cercle=peces retocades; línia=remuntatge)
i de concentracions de carbó (:::) per estrat i en la quadrícula intervinguda.
de mineral de ferro i sílex (fig. 20, peces 3, 4 i 5, la darrera amb un augment de 18x). Encara que el seu
semblant mòdul podria suggerir una selecció prèvia per grandària, també cal tenir en compte que aquest
tipus de nòduls de ferro-manganès són sempre d’escàs diàmetre.
En general, després de l’anàlisi funcional del material es pot afirmar que l’activitat més representada en la
mostra estudiada és la talla de suports lítics. Hi ha poques eines amb marques d’ús, identificades sobretot en
els gratadors, en les peces esquitllades i en alguna ascla. En el primer cas, en els gratadors s’observa un revifat
intens dels talls. Les eines han estat abandonades quan ja no eren aprofitables; es documenten indicis de retoc
de preparació per al seu emmanegament; no hi ha constància d’accions de processament intens de pells, sinó
únicament de manteniment; les peces esquitllades han estat emprades com a falques o com a cisells sobre matèria
dura (banya, os o fusta). Aquest treball pot estar relacionat també amb el manteniment de l’utillatge de caça.
Les làmines de vora abatuda no presenten empremtes d’ús, fet habitual ja que aquest tipus pot formar part
de projectils o ganivets compostos i l’acció sobre matèria tova (carn) no produeix més que excepcionalment
marques d’ús macroscòpiques. D’altra banda, hi ha en el conjunt un nombre important de fragments proximals
de peces fracturades durant la talla i nuclis, sent molt escassos els productes retocats i els fragments distals dels
suports extrets que s’han utilitzat per a la fabricació d’aquests estris i que han estat traslladats a un altre lloc.
2.2. Recursos biòtics
Les troballes de matèria orgànica al jaciment es redueixen en aquesta primera fase d’estudis previs, com vam
dir, gairebé exclusivament a carbons. No s’han trobat restes contextualitzats d’os per l’alt nivell de pH del
sòl. Molt secundàriament, s’han pogut recollir superficialment dos fragments dentals d’ovicaprí i un altre
d’esquelet postcranial de mesofauna que, pel seu aspecte “fresc”, molt probablement no es corresponguen
amb el campament paleolític.
Antracologia
Al jaciment de Casa dels Moliners s’ha analitzat el carbó procedent dels estrats V, IV i III. Aquests estrats
s’adscriuen cronològicament a un Gravetià indeterminat fins que noves datacions radiocarbòniques permeten
precisar l’existència d’una seqüència més detallada. Es tracta de carbons dispersos, ja que no s’ha localitzat
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carbó procedent de cap estructura in situ. Per tant, estem davant restes de combustió disseminades a partir de
focs o llars encara no localitzades i que ens ofereixen informació sobre la llenya utilitzada en una o diverses
aportacions de combustible i que permetran inferir la presència d’algunes espècies llenyoses de la rodalia.
El carbó té una mida bastant gran (>2 mm) i no s’han observat alteracions importants que afecten
l’anatomia (teixits encegats, vitrificació, etc.). Els fragments estan poc rodats, el que ha permès la
identificació botànica de gran part dels mateixos, és a dir, de quina espècie procedeix la fusta emprada
per al foc (únicament alguns carbons més petits han quedat identificats en el rang de gènere o han resultat
indeterminables). Això és possible gràcies al fet que la fusta de cada espècie llenyosa té unes característiques
anatòmiques pròpies que poden ser observades a través d’un microscopi de llum reflectida i comparades amb
una col·lecció de referència de fustes actuals i la bibliografia especialitzada en anatomia vegetal (Greguss,
1955 i 1959; Jacquiot, 1955; Jacquiot, Trenard i Dirol, 1973; Schweingruber, 1990, entre d’altres).
Flora identificada i la seua significació ecològica
A la Casa dels Moliners s’ha analitzat un total de 71 fragments de carbó procedents de tres estrats.
Malauradament, el protocol de recollida de mostres s’hagué d’interrompre precipitadament i això limita
la representativitat del conjunt: la quantitat de carbó resulta insuficient per aproximar-nos als percentatges
de les espècies i inferir les seues proporcions en el paisatge, de forma que les dades seran tractades només
com a presència-absència.
S’han identificat els següents tàxons vegetals: Pinus nigra-sylvestris (pi negre i/o roig), Pinus sp., bràctea
de pinya, Quercus caducifoli (roure, gal·ler valencià), Quercus sp., escorça, i indeterminable (taula 5).
Hi ha una certa pobresa taxonòmica ja que únicament s’han identificat amb seguretat dues espècies
llenyoses (Pinus nigra-sylvestris i Quercus caducifoli). La resta tenen altes probabilitats de pertànyer a
alguna d’aquestes però no s’han pogut especificar per problemes generalment de mida. L’absència d’altres
llenyoses no implica en absolut que no existissin en el paisatge, sinó que l’escàs nombre de fragments
recuperat ha impedit obtenir un elenc d’espècies més ampli.
Aquestes dues espècies es troben repartides de forma desigual en les mostres analitzades: en els estrats
III i V només s’ha identificat fusta de pi, mentre que en l’estrat IV estan presents en proporció similar tant
el pi com el Quercus caducifoli.
No obstant això, pensem que aquestes diferències en la composició taxonòmica de les mostres poden
ser tafonòmiques, és a dir, respondre a l’efecte de diversos buidats dels carbons de les llars o estructures
de combustió que haurien provocat una repartició heterogènia de les espècies utilitzades, més que a canvis
reals en la presència d’espècies en l’entorn, ja que no tenim arguments, ni ecològics ni cronològics, per
proposar la segona hipòtesi.
A més, el nombre de carbons recuperat i analitzat és molt baix per extraure conclusions mediambientals
sòlides. Per això, amb un nombre més gran de restes probablement hauríem incrementat els tàxons llenyosos
presents; però, la presència dels pins i gal·lers al carbó de Casa dels Moliners ofereix una interessant
Taula 5. Tàxons identificats en els estrats V, IV i III.
Tàxons
Estrat V
Estrat IV
Estrat III
Bràctea de pinya
Pinus nigra/sylvestris
Pinus sp.
Quercus caducifoli
Indeterminable
1
11
1
2
10
1
13
-
27
1
2
Total
15
24
30
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informació ecològica, ja que ens indica indubtablement la presència d’aquestes espècies a l’entorn de
captació de llenya del jaciment i de la seua relativa abundància, ja que la recollida devia ser oportunista, és
a dir, aprofitant els recursos llenyosos d’acord amb la seua major o menor disponibilitat.
La presència d’aquests tàxons en cronologies tardiglacials i anteriors està testificada també al jaciment
de Santa Maira (Castell de Castells). Els Quercus, tant perennifolis com caducifolis, constitueixen l’element
més ubic de la vegetació en aquest jaciment, estant presents al llarg d’una dilatada seqüència tardiglacial
i holocena (Badal i Carrión, 2001; Aura et al., 2005 i 2006; Carrión, coord., 2012). Els pins de muntanya
es documenten fonamentalment en els nivells solutrians del jaciment, sent la seua presència anecdòtica
en la resta de la seqüència. Per als nivells del Magdalenià a Santa Maira destaca la presència massiva de
ginebres i/o savines (Juniperus sp.), que constituirien la vegetació pionera típica associada a moments del
tardiglacial. Altres tàxons llenyosos estarien presents en el paisatge tot i que en percentatges molt més
modestos, entre ells, freixes, salzes, pollancres, aurons, etc.
Fent una comparativa entre els dos jaciments, i tenint sempre ben present la seua diacronia, a la Casa dels
Moliners és palesa la presència de vegetació freda de l’últim cicle glacial. En aquest sentit, resulten també
reveladores les dades antracològiques del jaciment del Tossal de la Roca, a la Vall d’Alcalà (Uzquiano, 1990),
on s’aprecia una presència important de pins de muntanya durant tota la seqüència del Magdalenià, pervivència
de la vegetació més freda, encara que en algun moment sembla conviure amb Quercus. L’absència a Casa dels
Moliners de ginebres o de les altres llenyoses identificades a Santa Maira o al Tossal de la Roca pot revestir així
un sentit cronològic i ecològic, però cal una major mostra per tal de poder verificar-ho fefaentment.
En tot cas, la peculiar orografia de la zona on es troba la Casa dels Moliners propicia una dualitat en les
formacions vegetals, amb els barrancs que discorren encaixats i que canalitzen condicions més tèrmiques i un
major desenvolupament edàfic, i les serres que els emmarquen, on hi ha runars pedregosos i solanes als quals ha
d’adaptar-se una vegetació menys exigent. Aquests condicionants orogràfics es van proposar com un factor clau
en la distribució de la vegetació identificada a les coves de Santa Maira (Badal i Carrión, 2001; Carrión, 2005).
En conclusió, cal un estudi més ampli, amb més volum de material, per poder integrar els resultats de
forma sòlida en una seqüència regional més àmplia. L’estudi dels carbons i fustes recuperats en la Casa dels
Moliners ha mostrat la viabilitat d’aquest mètode per conèixer les espècies llenyoses que van ser explotades en
un moment concret del passat. L’ús de les espècies identificades ens informa de la seua presència en l’entorn
del jaciment, i ens ajuda a valorar la composició de la vegetació en el moment cronològic tractat.
3. DATACIÓ RADIOCARBÒNICA
Gràcies al projecte HAR2013-46861-R del Ministeri de Ciència i Innovació i a J.E. Aura Tortosa s’ha
pogut dur a terme una datació radiocarbònica sobre un carbó de Pinus nigra-sylvestris recuperat en
l’estrat IV (Beta-438707: CM-01). El resultat (datació convencional 23 780±110; datació Cal BC 26
030 a 25 750 [Cal BP 27 980 a 27 700]), com ja hem dit adés, no és discordant amb la indústria lítica
localitzada ni amb les poques dades del registre antracològic. Aquesta datació absoluta és molt escaient
en el context de la mitja muntanya valenciana, però és massa prompte per extraure conclusions sobre la
seua validesa i simultaneïtat amb les ocupacions humanes de la Casa dels Moliners.
4. CONTEXT DE LA CASA DELS MOLINERS
L’entorn arqueològic de la Casa dels Moliners presenta una gran riquesa tant pel que fa a la diversitat de
cronologies com a la tipologia de jaciments. Ací ens limitarem a esmentar molt sumàriament i de manera
no sistemàtica altres jaciments a l’aire lliure o pròxims amb cronologies del Paleolític superior inicial com
és el cas de l’Aurinyacià documentat a les Ronxes (Planes, el Comtat) (Faus, 1988, 1997 i 2015). En la
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mateixa comarca, cal destacar la cova Beneito (Muro), amb materials de l’Aurinyacià evolucionat (Cortell
i Iturbe, 1992) i del Gravetià, assignats al nivell IV (Doménech, 2001). En direcció al litoral, poden citarse la cova Foradada (Xàbia), amb materials genèrics de l’Aurinyacià o de l’inici del Paleolític superior
(Casabó, 1999 i 2001), i la cova de les Cendres (Teulada-Moraira), amb estrats gravetians i més antics
(Villaverde i Roman, 2004; Villaverde et al., 2007-2008). A la comarca de la Safor excel·leixen la cova de
les Malladetes (Barx), emplaçada en el massís del Mondúver. A la cala est apareixen nivells aurinyacians
(XI, XIV) i gravetians (VIII-X) (Fortea i Jordá, 1975-76; Peña, 2013), amb datacions absolutes i estudis
climàtics (Dupré, 1988), i la cova del Parpalló, amb materials a partir del Gravetià (Pericot, 1942; Fullola,
1979). La cova del Barranc Blanc (Ròtova), també presenta nivells gravetians (Fullola, 1979).
En síntesi, per al Gravetià es parla d’una primera diferenciació de caràcter regional en la façana
mediterrània ibèrica i amb escassa variabilitat industrial (Villaverde i Roman, 2012). Amb aquest breu
recorregut, que no exhaureix evidentment totes les dades cronoculturals, només hem volgut manifestar
les grans potencialitats d’un campament a l’aire lliure com el de la Casa dels Moliners en un context
ocupacional, grosso modo, entre 29 000 i 21 000 BP.
5. CONCLUSIONS
Aquest estudi arqueològic preliminar, amb totes les limitacions que imposa haver interromput el treball de
camp en contra del mandat tècnic i dels diversos informes i requeriments emesos pel seu director Gabriel
Segura Herrero a les autoritats competents, no pot ser concloent pel que fa a l’establiment amb garanties
de la seqüència estratigràfica i de la cronologia de l’assentament. Comptat i debatut, aquesta qüestió és
fonamental per entendre la provisionalitat d’aquestes conclusions.
Encara que la datació radiocarbònica (26 030 a 25 750 Cal BC) és concordant amb les característiques
de la indústria lítica i amb el perfil ecològic del registre antracològic, volem manifestar la nostra prudència
a l’hora d’adscriure el jaciment a un tecnocomplex comprés entre l’Aurinyacià i el Gravetià. L’escassedat
de datacions anàlogues en l’entorn també ens fa prendre-la amb cautela.
La disposició estratigràfica dels estrats del sostre de la seqüència (estrats I, II i III), afectats per
remocions de sediments des d’època medieval i moderna, impedeix una categorització adient d’aquestes
fases. El nivell intermedi de clastos amb abundant matriu fina vermellosa, que inclou concentracions
d’indústria lítica (estrats IV i V), pot ser compatible amb un campament a l’aire lliure, en un medi
de baixa energia i on l’acumulació de clastos es deu a la fragmentació per processos associats al fred
dels afloraments calcaris situats en el vessant unes desenes de metres per sobre del jaciment i que són
arrossegats juntament amb les argiles per rierades difuses de curt recorregut. L’estrat VI no ha pogut ser
documentat convenientment.
Tot apunta a la presència d’un campament multicomponent, és a dir, on apareix més d’una fase d’ocupació
en una extensió aproximada de 1.000 m², calculada orientativament a partir d’inferències geològiques.
Diverses concepcions apriorístiques sobre la naturalesa d’aquest gènere de dipòsits de vessant, o
simplement a l’aire lliure, en l’entorn mediterrani ibèric llasten una correcta comprensió del fenomen
poblacional de mitja muntanya. La identificació arqueològica del jaciment plistocè de la Casa dels
Moliners pot ajudar a introduir profundes matisacions que afecten l’estructura teòrica fins ara vigent. La
visió restringida dels jaciments en superfície no només provenia de l’absència d’interès científic. Fet i fet,
aquest prejudici està en la base del motius de la interrupció sine die de les nostres recerques, a banda d’un
sobrecost necessari que ningú no estigué disposat a assumir.
A causa de la seua naturalesa ben contrastada amb els dipòsits càrstics, a la Casa dels Moliners
s’adverteix una major dispersió dels materials, processos postdeposicionals i dificultats en la conservació
de la matèria orgànica, però també d’unes complexes condicions de visibilitat i, sobretot, de la inexistència
de programes de prospecció en obra pública que incorporen adientment un corpus de jaciments “tipus”
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58
C. Miret, Y. Carrión, L. HorteLano, P. Jardón, J. M. ruiz Y H. M. de Wit
d’aquestes característiques. L’elevat cost econòmic i de temps d’una intervenció de salvament d’aquesta
naturalesa han acabat de condemnar a l’oblit jaciments en vessant afectats per l’obertura de carreteres,
eixample de barrancs, establiment de preses, etc. Amb tot, no es pot passar per alt els treballs previs de
localització de jaciments en superfície a les comarques centrals valencianes. Molts d’ells provenen de
projectes de prospecció sistemàtica, mentre que la majoria són troballes casuals i els menys han estat
documentats més enllà de simples recollides superficials (les Ronxes a Planes, l’Alt de la Capella a
Benifallim, Penella a Cocentaina, etc.).
El coneixement deficient del poblament prehistòric a l’aire lliure, clarament endarrerit respecte a
l’establiment de les seqüències tecnoculturals clàssiques en cova o abric, ha motivat un gir recent en la
investigació. Les prospeccions de recursos lítics promoguts pel projecte d’excavació del Tossal de la Roca
(Vall d’Alcalà) (Cacho, 1990), han millorat el coneixement de l’oferta de matèries primeres per a la zona.
La recent tesi doctoral de F.J. Molina (2016) insisteix en aquest sentit.
Però és justament la manca de sistematitzacions allò que genera visions esbiaixades del registre. Així,
la Casa dels Moliners es va considerar en primera instància un taller de talla lítica, directament associat a
un aflorament silici, però res més lluny de la realitat, ja que s’ha pogut demostrar que en el jaciment no es
dóna cap de les fases pròpies d’una cadena operativa lítica sobre aflorament, on haurien d’abundar peces
de decorticat de nucli i escasses eines retocades, ni, el més important, tampoc no s’ha trobat cap indici de
l’existència d’un aflorament silici en la rodalia.
De moment, tot i que preliminarment, s’ha pogut trobar un ampli espectre d’eines lítiques que implica
probablement l’establiment d’un grup humà complex que desenvolupa múltiples activitats (caça, escorxat,
adob de pells, treball de la banya, fabricació d’encenedors, etc.).
La presència de carbó (de moment l’única matèria orgànica localitzada en el seu context estratigràfic)
ofereix unes possibilitats excepcionals per a una adequada reconstrucció paleoambiental, però també indica
que les activitats de manteniment i d’hàbitat estarien segurament organitzades espacialment al voltant de
llars, estructures de combustió i, tot això, en relació amb cabanes, parapets o un altre tipus de construcció
més o menys temporal. La fusta explotada en aquest jaciment procedeix bàsicament de dues espècies: pins
de muntanya i roure (gal·ler valencià). La presència d’aquestes espécies entre el carbó permet inferir la
seua existència a l’entorn del jaciment, és a dir, dins del seu radi de captació de llenya. Donades aquestes
limitacions, a l’hora de fer qualsevol interpretació ecològica de les dades obtingudes resulta necessari
comparar-les amb les seqüències contemporànies existents per a la zona d’estudi.
La riquesa i la diversitat de l’oferta litològica representada (sílex d’almenys quatre o sis procedències,
possible calcedònia i quarsita al·lòctona) ens indica que les matèries primeres es desplacen amb al grup,
fet lògic en un campament de caçadors-recol·lectors nòmades però que no es correspon amb un taller lític.
Les dades aportades per les anàlisis traceològiques semblen indicar una ocupació puntual del jaciment,
en el qual l’activitat fonamental és la talla, encara que s’abandonen algunes eines pertanyents a accions de
manteniment del material relacionat amb l’equipament de caça i de processat animal.
Aquestes conclusions s’han de considerar necessàriament preliminars ja que la mostra no contempla
més que una part mínima de l’assentament. Tot plegat, seria altament recomanable la realització d’una
excavació en extensió de la totalitat del jaciment per descartar que puga tractar-se d’una ocupació més
permanent. D’altra banda, si es confirmés la caracterització del campament com a alt de cacera, considerem
de gran interès el seu estudi en extensió ja que s’han documentat pocs casos que testimonien aquest tipus
de comportament en els grups de caçadors-recol·lectors de la prehistòria mediterrània, i menys de l’inici
del Paleolític superior.
Aquesta publicació de la Casa dels Moliners no exhaureix totes les possibilitats del jaciment, sinó que
només tracta de notificar la presència d’un jaciment que haurà de ser investigat en el futur.
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Casa dels Moliners (Castell de Castells, alaCant). Un jaCiMent a l’aire lliUre del PaleolítiC sUPerior
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 61-85
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Juan José GORDÓN BAEZA a
Procesado y consumo humano de los lepóridos
en el Solutrense de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, Alicante)
RESUMEN: El presente artículo expone los datos obtenidos tras el estudio arqueozoológico y tafonómico
realizado sobre un conjunto de fauna perteneciente al nivel XIII de la Cova de les Cendres, datado entre
20220-23135 cal BP y adscrito al Solutrense evolucionado II. A partir del análisis y descripción de las
fracturas, mordeduras, marcas líticas, alteraciones digestivas y termoalteraciones observadas, se caracterizan
las estrategias perseguidas en el procesado y el consumo de los lepóridos. Finalmente, se señalan las
similitudes y diferencias en el procesado de estas presas con respecto a las fases previas (Gravetiense) y
posteriores (Magdaleniense) de este mismo yacimiento.
PALABRAS CLAVE: Arqueozoología, tafonomía, procesado, marcas de corte, fracturas, digestión, fuego,
lepóridos, Solutrense, Cova de les Cendres.
Human processing and consumption of leporids
in the Solutrean at Cendres’s Cave (Teulada-Moraira, Alicante)
ABSTRACT: The present article provides data obtained from the archaeozoological and taphonomic
study of a set of fauna originated at level XIII of Cendres’s Cave, dated from 20220 to 23135 cal BP and
assigned to the Evolved II Solutrean. From the analysis and description of the observed fractures, bites, lytic
marks, digestive and thermal alterations, we will typify the strategies used on the feeding processing and
consumption of leporids. Finally, it is indicated the similarities and differences during the process of these
preys in relation to previous (Gravettian) and following (Magdalenian) phases develop on this site.
KEYWORDS: Archaeozoology, taphonomy, processing, cut marks, fractures, digestion, fire, leporids,
Solutrean, Cendres’s Cave.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
juan.gordon.baeza@gmail.com
Recibido: 25/04/2016. Aceptado: 28/06/2016.
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J. J. Gordón Baeza
1. INTRODUCCIÓN
Durante el Paleolítico superior y Epipaleolítico las pequeñas presas y, en especial, los lepóridos desempeñaron
un importante papel dentro de los grupos cazadores-recolectores de la fachada mediterránea, tal y como lo
demuestran los estudios realizados (Aura y Pérez Ripoll, 1992; Aura et al., 2002; Pérez Ripoll y Martínez
Valle, 2001; Pérez Ripoll y Villaverde, 2015; Villaverde et al., 1996, 2010).
Las estrategias de caza de los grupos humanos y sus modelos de ocupación del territorio se transformaron.
Dejaron atrás la caza diversificada para centrarse fundamentalmente en dos taxones: la cabra y el ciervo,
lo cual exigía el control del hábitat de estos dos herbívoros. Como consecuencia, redujeron notablemente
su movilidad, lo que repercutió en la revalorización de los recursos estáticos, muy abundantes y con una
tasa de reproducción elevada, como los lepóridos (Pérez Ripoll, 2002, 2005; Pérez Ripoll y Martínez Valle,
2001; Villaverde et al., 2007).
Un buen ejemplo de la importancia de estas pequeñas presas lo constituye la Cova de les Cendres (fig. 1).
Se trata de una cavidad situada en Alicante, a unos 50 m.s.n.m, dentro de una vertiente escarpada hacia el Este.
La cueva se articula en dos espacios. La parte exterior cuenta con una elevada bóveda de gran amplitud y bien
iluminada, con grandes bloques de piedra desprendidos de la visera. El descenso de esta bóveda por su lado
Oeste da acceso a una segunda sala de unos 600 m2 donde se encuentra la superficie de excavación.
Este yacimiento posee una de las secuencias más completas de las fases avanzadas del Pleistoceno
superior del Mediterráneo peninsular, con niveles estratigráficos pertenecientes al Magdaleniense, al
Solutrense y al Gravetiense, sin que se haya alcanzado todavía la base. Hasta la actualidad se han registrado
ocho niveles adscritos a la secuencia del Paleolítico superior (Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010,
2012; Villaverde y Román, 2013).
El área de excavación se encuentra dividida en dos sectores (A y B), además del sondeo, conformando
una superficie total de 20,5 m2. El sector B consta de los cuadros A, B, C y D - 18, 19, 20 y 21, y presenta
niveles del Gravetiense, del Solutrense y del Magdaleniense.
Los trabajos arqueozoológicos desarrollados en la Cova de les Cendres se han centrado fundamentalmente
en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005; Villaverde et al., 2007, 2010; Villaverde y Román,
2013) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999, 2000; Villaverde et al., 1999, 2010, 2012;
Pérez Ripoll, 2002; Real, 2012, 2013). En cambio, son escasos los datos que disponemos para el Solutrense
(Villaverde et al., 1999, 2010).
El presente trabajo pretende ampliar la información que se dispone de esta parte de la secuencia, en
concreto, lo que atañe a las estrategias adoptadas en el procesado y consumo de lepóridos. Para ello se
ha realizado un estudio arqueozoológico y tafonómico de los conjuntos. Aunque la muestra analizada se
Fig. 1. Localización del yacimiento
de la Cova de les Cendres (TeuladaMoraira, Alicante).
APL XXXI, 2016
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
63
corresponde con una sola capa arqueológica de un metro cuadrado de superficie, la densidad de material
óseo en esta secuencia del yacimiento es tan elevada que ha permitido contar con una buena representación
de fauna, formada por 2.905 restos.
2. METODOLOGÍA
El conjunto de fauna estudiado procede del sector B, cuadro C20, nivel XIII, capa 11. Este nivel pertenece
a la secuencia del Solutrense evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, que cuenta con una potencia total
aproximada de unos 30 cm.
La recogida de los restos ha sido sistemática ya que los sedimentos fueron flotados y tamizados, lo
cual ha permitido contar con una amplia representación de elementos pequeños como dientes, falanges y
metacarpos. El estado de conservación del material es en general bueno, sin concreciones calcáreas, por lo
que el tratamiento se ha limitado a una limpieza superficial con agua.
En primer lugar, se ha procedido a la clasificación anatómica de los huesos en base a criterios de
anatomía comparada a partir de la consulta de diversos atlas y bibliografía especializada (Schmid, 1972;
Barone, 1976; López Martínez, 1989; Lyman, 1994; Callou, 1997; Hillson, 1999, 2005; France, 2008) y de
la colección de referencia del Gabinet de Fauna Quaternària del Museu de Prehistòria de València.
Para conocer la estructura de edad se han seguido los patrones de osificación sintetizados por Sanchis
(2012) a partir de los datos recopilados por Gardeisen y Valenzuela (2004). Se ha calculado el NR (Número
de Restos), el NISP (Número de Restos Identificados), el NMI (Número Mínimo de Individuos) matizado
en caso de huesos no completos por la categoría de su morfotipo correspondiente, y el NME (Número
Mínimo de Elementos) (Lyman, 1994, 2008). El porcentaje de representación (%R) de cada elemento
anatómico se ha establecido a partir de Dodson y Wexlar (1979).
Los índices de fragmentación del conjunto se han obtenido a partir de la proporción entre el NME y el
NR, tanto a nivel general como por elementos esqueléticos. Se han clasificado los restos óseos por categorías
en morfotipos. También se han caracterizado sus roturas distinguiendo entre fracturas producidas en fresco
de manera intencionada y roturas en seco o fragmentación postdeposicional no intencionada, siguiendo la
terminología propuesta por Morales et al. (2008) y los trabajos de Villa y Mahieu (1991) y Sanchis (2012).
Por lo que atañe a las marcas antrópicas, se han analizado las producidas por mordeduras siguiendo los
criterios de Cochard (2004), Pérez Ripoll (2005) y Sanchis et al. (2011). Se ha anotado el tipo de marca, su
origen, la localización en el elemento esquelético, su morfología, intensidad, cantidad y sus dimensiones.
La manipulación de las presas por parte de los grupos humanos para su aprovechamiento ha producido,
además de una amplia gama de mordeduras, marcas de corte como consecuencia del empleo de instrumental
lítico. Se ha considerado la tipología de las marcas, su frecuencia, disposición, morfología, localización
anatómica y grado de intensidad de acuerdo a estudios anteriores de lagomorfos (por ejemplo, Pérez Ripoll,
1992, 1993, 2001, 2005; Sanchis, 2010, 2012; Sanchis et al., 2011).
En este conjunto de lepóridos se diferencian dos tipos fundamentales de marcas líticas: las incisiones y los
raspados, y se ha tenido en cuenta su localización en cada hueso, así como su orientación de cara a inferir posibles
fases del procesado carnicero: pelado, desarticulación y descarnado. Para la interpretación y valoración de las
marcas se han consultado diversos trabajos de experimentación (Lloveras et al., 2009a, 2011; Sanchis, 2012).
Por otro lado, para el estudio de los restos afectados por el fuego se han consultado los trabajos de
Nicholson (1993), Fernández-Jalvo y Perales (1990) y Stiner et al. (1995). Se han registrado categorías
según los niveles de coloración, su localización y el grado de afectación sobre la superficie; también los
casos en que el fuego ha producido daños o incluso pérdidas en las estructuras óseas.
Por último, algunos huesos de lepóridos están afectados por los ácidos segregados durante la
digestión, produciendo porosidad o pitting sobre la superficie ósea, pulido, adelgazamiento de los
bordes de fractura o incluso pérdidas óseas. Se ha registrado y caracterizado esta alteración siguiendo
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J. J. Gordón Baeza
a Andrews (1990), Guillem y Martínez Valle (1991), Martínez Valle (1996), Lloveras (2011), Sanchis
(1999, 2000, 2001, 2012), Sanchis y Pascual (2011), Yravedra (2004, 2006), Lloveras et al. (2008a,
2008b, 2009b) y Lloveras y Nadal (2015).
En el examen y análisis de estas alteraciones se ha empleado una lupa binocular modelo Nikon SMZ-10A
(entre 10 y 50 aumentos). Las imágenes generales han sido tomadas con una cámara réflex digital Nikon a
través de una lente macro. Finalmente, las fotografías de detalle han sido capturadas con la lupa binocular
Leica M165 C mediante el software Leica Application Suit que permite alcanzar hasta 120 aumentos.
3. RESULTADOS
El conjunto de fauna del cuadro C20 está formado por 2.905 restos, de los cuales 2.329 corresponden
a lepóridos, es decir, representan el 80,2% de toda la muestra. Dentro de esta categoría se han podido
determinar anatómicamente 1.966 elementos (84,4%). El resto, debido a la elevada tasa de fragmentación,
ha sido agrupado bajo la categoría de Indeterminados anatómicamente.
El NMI lo ha proporcionado la hemimandíbula izquierda con un total de 28 ejemplares. Un valor muy
próximo a este lo aporta también el tercer premolar inferior izquierdo (P3), con 26 especímenes.
Los elementos con mayor índice de representación en la muestra –%R– son la hemimandíbula (96,4%),
la ulna (67,8%) y el astrágalo (66,1%). Resulta llamativa la amplia representación del resto de los elementos
craneales (maxilares 64,3% y dentición 40,8%).
La relación entre el NME y el NR en la muestra estudiada es del 0,34. Los huesos largos anteriores
(húmero: 0,35; radio: 0,39; ulna: 0,52) están menos fragmentados que los posteriores (fémur: 0,17; tibia:
0,20). El conjunto aparece muy fragmentado (85,8%), con diferentes valores según los elementos. Afecta
a los cinco huesos largos principales, de manera que no encontramos ninguno completo. Lo mismo sucede
en los elementos craneales y en las dos cinturas.
Por tanto, sólo encontramos huesos completos en cuatro categorías: esqueleto axial, huesos del tarso,
metapodios y falanges (fig. 2). Encabezan esta clasificación las falanges (86,2%) y los metacarpos (86,1%).
Le siguen los huesos del tarso (75,5%) –sobre todo calcáneos y centrotarsales–, los metatarsos (35,5%)
y, por último, las vértebras y costillas (10,9%). Por lo que atañe al esqueleto axial, sólo 3 costillas están
completas, así como 3 vértebras cervicales y 7 lumbares.
Fig. 2. Porcentajes de elementos completos.
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Atendiendo a rangos de tamaño, predominan los elementos con una longitud de entre 10-20 mm (46,2%),
seguidos de restos de huesos de muy reducidas dimensiones, con un tamaño inferior a los 10 mm (24,2%).
Muy pocos alcanzan los 30-40 mm (7,2%) y sólo 60 huesos superan los 40 mm (4%), fundamentalmente
diáfisis de tibia; de hecho, dos de ellas han aportado unas dimensiones de 78 y 79,3 mm y constituyen los
restos más grandes. La longitud media del conjunto es de 17,4 mm.
3.1. Clasificación por morfotipos
En las hemimandíbulas se observa el predominio de tres morfotipos. Abundan los fragmentos de ramus
(34,6%) y de diastema (32,1%). También destacan las porciones centrales con cavidad alveolar donde se
inserta la serie molar (16,7%). En cambio, sólo dos hemimandíbulas (2,6%) conservan parte del diastema
y del ramus con la serie molar completa (tabla 1).
En la escápula dominan las partes articulares con fragmentos de cuerpo (18,7%), así como las porciones
de cuerpo (23,4%) y sus bordes (37,5%). Sólo tres escápulas presentan en su epífisis la cavidad glenoidea
completa (4,7%). En los coxales existe cierto equilibrio entre las partes proximales (ilion) y distales
(isquion). Tres elementos conservan el acetábulo aislado (10,3%), mientras que ocho cinturas (27,6%)
mantienen parcialmente el ramus del isquion junto al acetábulo y el ilion, aunque con la cresta incompleta.
La mayoría de metacarpos aparecen completos (fig. 3); en cambio, son abundantes las mitades proximales
de metatarsos. Por otro lado, 6 diáfisis carecen de partes articulares y 9 de mitades distales. Predominan, por
tanto, las mitades proximales, si bien también hay extremos distales y diáfisis aisladas (tabla 2).
Tabla 1. Categorías de fragmentación de las hemimandíbulas y las cinturas según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
NR
%
Hemimandíbula
Completa
Frag. Diastema+serie molar+frag. Ramus
Diastema
Frag. Diastema
Porción anterior con serie molar
Porción central con serie molar
Porción posterior con serie molar
Fragmento de ramus
0
2
1
25
13
9
1
27
0
2,56
1,28
32,05
16,66
11,53
1,28
34,61
Escápula
Completa
Parte articular completa
Parte articular fragmentada
Parte articular + fragmento cuerpo
Frag. parte articular + frag. cuerpo
Fragmento de cuerpo
Borde de cuerpo
0
3
4
12
6
15
24
0
4,68
6,25
18,75
9,37
23,43
37,50
Coxal
Completo
Ilion
Ilion + acetábulo
Acetábulo
Frag. de Ilion + acetábulo + isquion
Isquion
0
9
1
3
8
8
0
31,03
3,44
10,34
27,58
27,58
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Fig. 3. Fracturas sobre los metatarsos (arriba). Los metacarpos se conservan mayoritariamente completos (abajo).
Tabla 2. Categorías de fragmentación de los metapodios, los huesos del tarso, las extremidades y los elementos
axiales según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
Metacarpo 2
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 3
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 4
Completo
Mitad proximal
Metarcarpo 5
Completo
Metacarpo indet. Mitad distal
Diáfisis
Falange 1
Completa
Parte proximal
Parte distal
Falange 2
Completa
Parte proximal
Diáfisis
Parte distal
Falange 3
Completa
Parte distal
Astrágalo
Completo
Mitad proximal
Mitad distal
Calcáneo
Completo
Mitad proximal
Fragmento medio
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NR
%
9
2
6
2
7
1
2
9
6
50
5
10
44
4
1
3
35
1
26
9
1
13
2
2
81,81
18,19
75
25
87,5
12,5
100
60
40
76,92
7,69
15,38
84,61
7,69
1,92
5,76
97,22
2,78
72,22
25
2,77
76,47
11,76
11,76
Fragmentación
Huesos del tarso Completo
Fragmento
Metatarso 2
Completo
Mitad proximal
Metatarso 3
Completo
Mitad proximal
Metatarso 4
Completo
Mitad proximal
Metartaso 5
Completo
Mitad proximal
V. cervical
Completa
Fragmento cuerpo
V. torácica
Completa
Fragmento cuerpo
V. lumbar
Completa
Fragmento cuerpo
Apófisis
Completa
Costillas
Parte articular
Fragmento cuerpo
NR
%
14
4
2
4
4
8
4
9
8
10
3
4
0
3
7
30
30
3
30
186
77,77
22,23
33,33
66,66
33,33
66,67
30,76
69,23
44,44
55,55
42,85
57,15
0
100
10,44
44,77
44,77
1,36
13,69
84,93
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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Entre los fragmentos de astrágalos prevalecen las mitades proximales (25%), mientras que en el calcáneo
y en los dos huesos del tarso restantes existe una amplia variabilidad.
Las falanges constituyen la categoría de huesos completos más numerosa con más mitades distales
fragmentadas (14) que proximales (9). Dentro del esqueleto axial, son escasas las vértebras que conservan
sus apófisis completas. Por último, pocas costillas preservan la parte articular (13,7%), de manera que
predominan los fragmentos de cuerpo (84,9%).
En el húmero y en los dos huesos largos del miembro posterior raramente las partes articulares
permanecen unidas a las diáfisis (tabla 3). Aparecen de manera sistemática fracturas sobre los extremos de
las diáfisis dando lugar a un gran número de cilindros. Mientras que en húmero y tibia las epífisis distales
superan a las proximales, lo contrario ocurre en el fémur. Por otro lado, predominan las epífisis incompletas,
excepto en la distal de tibia (20 completas/13 fracturadas) y en la de húmero (15/12). Esto responde a las
densidades óseas específicas de cada elemento (Pavao y Stahl, 1999).
Abundan los cilindros completos de húmero (40,2%), mientras que en fémur (13,8%) y tibia (20,4%)
son más escasos. Por el contrario, en estos dos últimos huesos cobran mayor entidad los fragmentos de
diáfisis longitudinales.
El radio y la ulna ofrecen morfotipos particulares. En ambos las partes proximales (articulación más
porción de diáfisis proximal) superan al número de articulaciones aisladas (radio: 24/7; ulna: 28/10).
Además, se observa el predominio claro de las mitades proximales respecto a las distales.
Tabla 3. Categorías de fragmentación de los huesos largos según NR y sus porcentajes.
Completo
Epífisis proximal completa
Epífisis proximal fragmento
Parte proximal + diáfisis 1/2
Frag. parte proximal + diáfisis 1/2
Diáfisis completa
Fragmento diáfisis cilindro
Fragmento diáfisis longitudinal
Epífisis distal completa
Epífisis distal fragmento
Parte distal + diáfisis 1/2
Frag. Parte distal + diáfisis 1/2
Húmero
NR
%
0
0
1 1,03
10 10,31
1 1,03
39 40,21
9 9,28
15 15,46
12 12,37
10 10,31
-
Radio
NR
%
0
0
3 5,45
1 1,82
20 36,36
23 41,82
1 1,82
1 1,82
2 3,64
2 3,64
2 3,64
Ulna
NR
0
1
9
8
16
12
4
-
%
0
2
18
16
32
24
8
-
Fémur
NR
%
0
0
7 6,42
28 25,69
7 6,42
15 13,76
37 33,94
4 3,67
11 10,09
-
Tibia
NR
%
0
0
4 3,17
15 11,90
1 0,79
26 20,36
38 30,16
20 15,87
13 10,32
7 5,56
2 1,59
3.2. Fracturas, alteraciones de origen mecánico y señales dentales
En general los elementos craneales presentan roturas mixtas, es decir, tanto fracturas en fresco como
fragmentación postdeposicional. Sin embargo, en muchos casos no ha sido posible discriminar el origen
de estas roturas con claridad. Las hemimandíbulas también muestran fracturas mixtas, especialmente a la
altura del ramus y del diastema.
En las escápulas predominan las fracturas en fresco sobre los cuerpos y en los bordes. Igualmente se
observan en el cuello y en el proceso articular (fig. 4).
La mayoría de húmeros han sido fracturados en fresco por la parte proximal y por la distal separando las
articulaciones de la diáfisis (fig. 5). Por tanto, abundan los cilindros y, en menor medida, los fragmentos
longitudinales. En las líneas de fractura se observan muescas opuestas como resultado de la presión ejercida
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Fig. 4. Fracturas y alteraciones
mecánicas sobre las escápulas.
Fig. 5. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el húmero.
por las cúspides de los premolares y de los molares, tanto superiores como inferiores, sobre el hueso. Las partes
distales, por su estructura más compacta, han resistido mejor que las proximales. Finalmente, sólo dos roturas son
recientes mostrando una coloración mucho más clara al resto de la cortical y unos bordes irregulares y astillados.
Un cilindro y un fragmento longitudinal de húmero contienen muescas (tabla 4). El primero de ellos
se trata de una diáfisis de 31,97 mm que presenta hacia el extremo distal, en la línea de fractura, una sola
muesca con forma triangular y con unas dimensiones de 2,45 x 2,94 mm (fig. 6). Además, esta misma pieza
muestra incisiones oblicuas y paralelas entre sí. El segundo húmero con este tipo de alteración mecánica es
un fragmento longitudinal perteneciente a la mitad distal de una diáfisis de 22,89 mm. La cara lateral cuenta
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Tabla 4. Elementos anatómicos con muescas, hundimientos, horadaciones, arrastres
dentales y punciones.
Muesca
Húmero
Fémur
Coxal
Tibia
Metacarpo
Metatarso
Hundimiento
2
Arrastres
Punciones
1
2
2
Horadación
1
1
1
1
1
1
2
1
Fig. 6. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la cara lateral de la diáfisis del
húmero (a). Muesca y detalle del borde de fractura sobre la parte distal de una diáfisis de húmero (b y d). Horadación
sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado (c).
con múltiples muescas de tamaño variable (2,22 x 0,85 mm; 1,85 x 0,59 mm; 3,41 x 1,34 mm; 2,40 x 0,55
mm) y de morfología triangular. Además, en el extremo opuesto, frente a ellas, se identifica otra menos
marcada que debe estar asociada al primer conjunto de muescas. También se ha encontrado una horadación
de tamaño considerable (6,75 x 3,17 mm) sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado.
En los radios y ulnas las fracturas se concentran sobre la diáfisis proximal y se debieron producir en
fresco (fig. 7). Las ulnas, además, presentan la tuberosidad del olécranon incompleta en la mayoría de
ocasiones; sólo una (2%) lo mantiene intacto.
En los coxales se observan fracturas en fresco aunque también ha actuado la fragmentación
postdeposicional, que afecta a las partes más frágiles, como la cresta del ilion. En la cara lateral del cuerpo
del isquion de un coxal termoalterado se extienden finos arrastres dentales cortos y transversales.
Los huesos largos posteriores siguen unos patrones de fractura similares a los comentados para el
húmero. Dos fragmentos longitudinales de fémur contienen muescas (fig. 8). Sobre un cilindro fracturado
perteneciente a la zona medial y con una longitud de 39,95 mm se observa una muesca de forma triangular y
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Fig. 7. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el radio y la ulna.
Fig. 8. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la diáfisis del fémur (c). Punciones
sobre la cortical producidas por las cúspides dentales y asociadas a las muescas anteriores (a). Detalle de estas punciones
(b). Muesca sobre un fragmento longitudinal de fémur (d).
con unas dimensiones de 4,95 x 0,91 mm. Frente a ella se identifican marcas de arrastre dental. Son múltiples,
transversales y con recorrido corto pero con surcos de gran intensidad sobre la cortical. El segundo fémur es
un fragmento de diáfisis y tiene una longitud de 43,95 mm. Sobre la línea de fractura presenta dos pequeñas
muescas semicirculares (1,13 x 0,54 mm y 1,21 x 0,61 mm, respectivamente) separadas entre sí por 0,57
mm. Frente a ellas, a la misma altura, se perciben múltiples punciones sobre la cortical.
Asimismo, un fragmento longitudinal de tibia de 48,44 mm presenta este tipo de alteraciones mecánicas
(fig. 9). Se observan dos muescas unilaterales y de morfología marcadamente triangular sobre la línea de
fractura con unas proporciones de 1,85 x 0,52 mm y 2,19 x 0,61 mm. En el extremo contrario, frente a ellas,
aparecen dos hundimientos junto al borde. Finalmente, se ha identificado una pequeña muesca de 1,08 x
0,79 mm en la línea de fractura del extremo distal de un cilindro de tibia con una longitud de 33,18 mm.
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Fig. 9. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Dos muescas sobre la diáfisis de la tibia (a). Hundimientos
sobre la cortical producidos por las cúspides dentales y asociados a las muescas anteriores (b). Muesca sobre la parte
distal de un cilindro de tibia (c). Marcas producidas por la acción dental sobre el coxal (d).
Los huesos del tarso presentan pocas fracturas en fresco (<25%). Entre los metapodios –sobre todo
metatarsos– se observan tanto roturas postdeposicionales con ángulos rectos como en fresco. Dos metatarsos
completos muestran en la superficie numerosas alteraciones mecánicas (fig. 10). El primero de ellos se trata
de un metatarso V de 29,52 mm y termoalterado. En un lateral de la cortical se extienden múltiples marcas
de arrastre paralelas y cortas que recorren la diáfisis. El otro hueso (un metatarso II) mide 38,34 mm y
presenta toda la cortical repleta de intensas marcas dentales planas, cortas y en sentido transversal junto a
múltiples punciones. Del mismo modo, un metacarpo presenta pequeños arrastres hacia la mitad distal; son
cortos y de base plana.
Las falanges están poco fragmentadas. El elevado índice de extremidades termoalteradas ha dificultado
la identificación de la naturaleza de las fracturas. Sólo dos de ellas son en fresco. Finalmente, en las vértebras
predomina la fragmentación postdeposicional, tanto en los cuerpos vertebrales como en las apófisis.
Por tanto, en el conjunto estudiado se observa un interés discriminatorio hacia determinadas partes
del esqueleto. De este modo, se fractura sistemáticamente –en fresco– las cinturas y los principales cinco
huesos largos (húmero, radio, ulna, fémur y tibia) separando las partes articulares de las diáfisis (fig. 11).
Los tres huesos con más aporte nutricional muestran, además, muescas producidas durante la fracturación
de las diáfisis para acceder a la médula ósea. El resultado es el predominio de cilindros, de partes distales
de húmero y de tibia, de partes proximales de fémur y de mitades proximales tanto de radios como de ulnas,
éstas últimas con el olécranon mordido.
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Fig. 10. Alteraciones
mecánicas por
arrastres dentales
sobre un metatarso
termoalterado (a y
b). Metatarso con la
cortical repleta de
marcas (c).
Fig. 11. Elementos esqueléticos con
predominio de fracturas en fresco
producidas por mordedura (verde) y con
fracturas mixtas, tanto postdeposicionales
como por mordedura (naranja). Modificado
a partir de Cochard, 2004.
En cambio, apenas se fracturan los huesos pequeños que ocupan zonas marginales (falanges, astrágalo,
calcáneo, centrotarsal) o aquellos donde la cantidad de carne y grasa que contienen es reducida (maxilar,
metacarpos, costillas). En estos elementos las roturas son mixtas y responden fundamentalmente a causas de
tipo postdeposicional. Finalmente, un coxal y tres metapodios muestran indicios de haber sido mordisqueados
con los incisivos para limpiar el hueso de las pequeñas porciones de carne y de grasa adheridas.
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3.3. Marcas líticas
Se han localizado marcas líticas sobre 33 restos (tabla 5), lo que representa en suma el 4,8% del total
estudiado. Sobre un frontal se disponen dos incisiones cortas y paralelas que recorren longitudinalmente
la superficie del hueso. Se trata del único fragmento de neurocráneo con este tipo de marcas (fig. 12).
También una hemimandíbula izquierda muestra un raspado longitudinal y leve que recorre la cara lingual.
Una porción central de hemimandíbula presenta en la cara lateral una serie de incisiones oblicuas y cortas
que recorren todo el cuerpo con una intensidad media.
Dos coxales cuentan con incisiones. En el primero de ellos se observan diversas estrías cortas muy
intensas en sentido transversal y oblicuo dispuestas sobre la cara caudal del ilion. Otro coxal presenta una
incisión longitudinal larga sobre el cuerpo del isquion.
Ocho huesos largos del miembro anterior están afectados por marcas líticas. Sobre la diáfisis proximal
de un húmero, en la cara medial, aparecen varios raspados cortos con tendencia oblicua junto a alguna
incisión. Otros tres cilindros de húmero fragmentados presentan raspados e incisiones oblicuas de intensidad
media junto a las líneas de fractura en los extremos.
Una diáfisis de radio muestra en la cara dorsal múltiples incisiones cortas de recorrido oblicuo que
han creado un surco leve sobre la cortical; otra diáfisis cuenta con varias incisiones cortas y en sentido
transversal con una intensidad media. Sobre un fragmento de diáfisis de ulna, en su cara lateral, se sitúa
una serie de raspados con tendencia oblicua y muy marcados. Igualmente se han determinado diversas
incisiones intensas y en sentido oblicuo sobre la cara medial de la parte proximal de una ulna.
Por lo que respecta a los huesos largos posteriores, predominan las incisiones. Sólo un cilindro de fémur
presenta también raspados de intensidad media y en sentido oblicuo hacia el extremo distal junto a la línea de
fractura. La disposición de las incisiones es mayoritariamente oblicua, aunque también se hallan marcas en
sentido transversal. Se extienden siempre por la diáfisis muy cerca de la línea de fractura. Cuatro tibias están
afectadas por marcas de corte. Tres diáfisis concentran las incisiones en los extremos, mientras que sobre la
parte central de un cilindro se ha identificado una agrupación de tres surcos muy marcados en sentido oblicuo,
uno de ellos más largo que el resto. En cuanto a marcas de desarticulación, sólo un calcáneo contiene este tipo
de evidencias. Se trata de pequeñas incisiones transversales y cortas que recorren la cara dorsal.
Finalmente, el desollado de los lepóridos provoca marcas no sólo en la zona craneal, sino también
en los metapodios. En este sentido, dos metacarpos y cuatro metatarsos contienen incisiones cortas y de
intensidad media/fuerte repartidas por las diáfisis. También sobre una falange primera se observa una
incisión longitudinal y larga.
Tabla 5. Cuantificación de los conjuntos de marcas sobre
los elementos óseos y su representación porcentual.
Cantidad
Neurocráneo
Hemimandíbula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia
Calcáneo
Metacarpo
Metatarso
Falange
1
2
5
2
2
2
9
4
1
2
4
1
%
5,56
3,70
14,29
8
5,26
6,90
42,86
12,90
5,56
6,25
7,69
0,64
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Fig. 12. Incisiones paralelas y longitudinales sobre un frontal de neurocráneo (a). Múltiples incisiones oblicuas sobre la cara
lateral de una hemimandíbula (b) y sobre la diáfisis de unos húmeros (c, d y f). Raspados sobre la cara medial de un húmero
(h). Incisiones cortas y transversales sobre un radio (g). Incisiones oblicuas sobre la cara medial de una ulna (e).
3.4. Termoalteraciones
Un 17,3%1 de los restos presentan signos de termoalteración puntual, parcial o total, que han afectado de
manera desigual a los diferentes elementos anatómicos (fig. 13). Las alteraciones se concentran en dos
huesos largos del miembro anterior: el radio (48%) y la ulna (26,3%) y, en menor medida, en el fémur
(23,8%), tibia (19,3%) y húmero (17,1%). En cambio, es prácticamente inexistente en el esqueleto axial;
1
Valor calculado a partir del NME de las partes anatómicas que presentamos en la tabla de datos; por tanto, no se ha considerado
la dentición.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
17,6
22,3
20,3
16,1
Fig. 13. Distribución de las
termoalteraciones por grupos
anatómicos.
CR - Craneal
MA - Miembro Anterior
AX - Esqueleto Axial
MP - Miembro Posterior
EX - Extremidades.
7,0
CR
MA
AX
MP
EX
sólo cinco costillas y una vértebra lumbar presentan huellas de fuego muy localizadas en la superficie
exterior del hueso. Las termoalteraciones están bien representadas en la parte craneal, especialmente en
fragmentos de neurocráneo y maxilar (22,2%). Las cinturas muestran unos valores moderados, siendo
mayor el número de coxales afectados por el fuego (10,3%) que el de las escápulas (6,7%).
Por otro lado, se observa un notable contraste entre los metapodios; mientras que un 21,1% de los
metatarsos están afectados, sólo un 3,1% de los metacarpos presentan estas mismas evidencias. Finalmente,
las falanges (22,3%) y los huesos del tarso –en especial, el astrágalo (16,2%) y el calcáneo (16,7%)–
también cuentan con un elevado índice de huesos termoalterados.
Las coloraciones más numerosas en la muestra están vinculadas a la carbonización (negro) y a su
estadio previo (marrón-negro) (tabla 6). Entre ambas suman el 85,6% del total de huesos termoalterados.
14 restos presentan un color grisáceo oscuro porque han sido expuestos al fuego con una intensidad elevada
Tabla 6. Huesos afectados por termoalteraciones según coloración y porcentaje de representación respecto al NME.
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
Total
MarrónNegro
1
7
2
4
12
7
3
4
5
1
4
1
2
1
1
8
20
Negro
NegroGris
Gris
3
4
4
7
83
18
4
10
2
Blanco
1
1
GrisBlanco
1
2
1
1
1
1
5
1
1
2
Total
termoalt.
4
7
2
6
12
10
3
5
6
1
5
6
3
1
1
11
35
%
termoalt.
22,22
12,96
6,67
17,14
48
26,32
10,34
23,81
19,35
2,27
11,63
16,22
16,67
5,26
3,13
21,15
22,29
118
17,28
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 7. Distribución de las termoalteraciones totales y parciales. Véase el contraste entre la termoalteración total
y parcial en dos de los huesos largos del miembro anterior.
Total
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Parcial
Puntual
3
7
0
3
3
3
3
1
4
0
0
2
3
7
5
0
4
1
0
1
0
0
2
2
0
0
0
Total
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
TOTAL
Parcial
Puntual
0
1
6
2
0
2
9
27
74
0
3
1
0
0
0
1
6
33
1
0
0
0
1
0
1
3
11
pero sin llegar a calcinarse. Una falange primera muestra una tonalidad gris clara muy próxima al blanco,
mientras que, finalmente, sólo 2 elementos han alcanzado la calcinación, adquiriendo un aspecto totalmente
blanquecino: una tibia distal y una ulna con el olécranon fracturado pero manteniendo la epífisis y la mitad
aproximadamente de la diáfisis.
La mayoría de los elementos termoalterados presenta toda la superficie afectada (62,7%), adoptando
una coloración relativamente uniforme por su cara interna y externa. En la muestra estudiada este patrón
está especialmente representado por las falanges, pero también por los metatarsos, por la hemimandíbula
y por el astrágalo (tabla 7 y fig. 14). Todos los huesos de la parte craneal excepto uno se incluyen en esta
categoría y muestran coloraciones predominantemente marrones, si bien un fragmento de maxilar aparece
completamente carbonizado. También lo está la cabeza de un fémur y dos fragmentos de astrágalo.
Sin embargo, 33 restos ofrecen termoalteraciones parciales (28%) y 11 puntuales (9,3%) que afectan
exclusivamente a un área concreta. Se concentran en dos huesos largos (ulna y radio) y también en algunas
falanges. En los radios es llamativa la rotura sistemática de la diáfisis hacia la parte distal y la presencia
de termoalteración sobre la misma línea de fractura. Este patrón es exactamente idéntico en la ulna que,
además, cuenta con el olécranon fracturado.
Fig. 14. Elementos esqueléticos con
predominio de termoalteración total (azul) y
parcial (rojo). Modificado a partir de Cochard,
2004.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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Dos epífisis de escápula muestran una quemadura localizada en la cavidad glenoidea; un centrotarsal cuenta
con el borde ligeramente termoalterado. También se han identificado termoalteraciones puntuales sobre la epífisis
distal de los húmeros –dos en la tróclea y el epicóndilo lateral, y una extendida por la línea de fractura–, del fémur
y alrededor de la tibia, tanto en las articulaciones como en las líneas de fractura sobre las diáfisis.
En definitiva, siguiendo los grados de termoalteración propuestos por Stiner et al. (1995), la muestra de
lepóridos está dominada por restos no afectados por el fuego (grado 0); sin embargo, un 17,3% sí lo están,
predominando los elementos sometidos a la carbonización (grado 3) y su fase previa (grado 2) con coloraciones
que oscilan entre el marrón y el negro. Mientras que las alteraciones totales se extienden fundamentalmente por
las extremidades y los metapodios, las parciales y puntuales inciden sobre los huesos largos.
3.5. Alteraciones digestivas
Se han determinado seis huesos (0,9%) con señales de digestión. Dos partes articulares distales de húmero
están afectadas por procesos digestivos de manera moderada (fig. 15). La porosidad (pitting) afecta a la fosa
radial y se extiende por las trócleas; también los epicóndilos han perdido parte de la estructura. Además, la
cortical de ambos huesos es brillante, los bordes de fractura están redondeados y las paredes del tejido óseo
se han adelgazado.
Fig. 15. Alteraciones digestivas sobre la parte distal del húmero (a, b), la mitad proximal de la falange (c, d) y del radio (e).
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 8. Elementos óseos afectados por alteraciones digestivas.
Húmero
Húmero
Radio
Metatarso 2
Falange 1
Falange 1
Porción
Distal
Distal
Proximal
Proximal
Proximal
Proximal
Tamaño (mm)
11,41
12,66
8,29
11,26
7,79
6,26
Intensidad
Moderada
Moderada
Ligera
Ligera
Fuerte
Ligera
Una parte proximal de radio presenta estas mismas evidencias, aunque la porosidad se manifiesta
de manera más ligera alrededor del borde del cuello. Por otro lado, un fragmento de metatarso segundo
cuenta con pitting en el extremo proximal. La línea de fractura tiene ángulos suavizados y las aristas están
redondeadas como consecuencia de la digestión.
Más alterada está la mitad proximal de una falange primera que ha perdido gran parte de materia ósea
por la zona articular. Por último, otra falange no muestra pitting por la superficie pero sí el característico
pulido; además, tiene la línea de fractura redondeada y las paredes más delgadas de lo habitual.
En suma, sólo seis elementos óseos de pequeño tamaño muestran alteraciones digestivas con un grado
de intensidad que oscila entre ligero y fuerte; el fragmento digerido más grande tiene unas dimensiones de
12,66 mm (tabla 8).
4. DISCUSIÓN
A partir del Gravetiense en los yacimientos de la zona central del Mediterráneo ibérico los restos de
lepóridos cuentan con una serie de evidencias que señalan un procesado y consumo antrópico sistemático
y recurrente. En la muestra estudiada del nivel solutrense de Cendres se observan marcas de descarnado
con el propósito de cortar la carne y/o filetearla, raspados para separar las porciones adheridas al hueso,
mordeduras para partir los elementos óseos y acceder a la médula y a la parte gelatinosa, e incluso arrastres
dentales producidos durante el repelado de los huesos más pequeños como los metapodios. Este proceso
carnicero intenso ha sido igualmente descrito en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005;
Villaverde et al., 2007; Villaverde y Román, 2004) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999;
Villaverde et al., 2010, 2012; Real, 2013) de la Cova de les Cendres.
4.1. La extracción de la piel
El procesado del conejo empieza con el desollado. Las marcas de pelado que se han detectado en una
hemimandíbula, en seis metapodios y en una falange indican que la piel del animal era desollada con ayuda
de instrumental lítico y aprovechada, probablemente, para confeccionar elementos de abrigo (Villaverde et al.,
2012). Las experimentaciones llevadas a cabo por Sanchis (2012) han comprobado que para la extracción de
la piel resulta eficaz comenzar por la zona ano-genital en dirección a la cabeza hasta llegar al cuello. Durante
este proceso, la piel se puede estirar sin dificultad excepto en determinadas partes donde se requiere el uso de
un útil lítico para la separación. Estos cortes son especialmente necesarios a la altura de los metapodios, pero
también en la mandíbula y en la parte anterior del cráneo. Según los trabajos de experimentación (Lloveras et
al., 2009a; Lloveras et al., 2011; Sanchis, 2012) en la zona de la bóveda craneana del animal y en la mandíbula
se imprimen marcas líticas sobre la superficie ósea debido a la escasa masa cárnica que las cubre. Son cortes
normalmente transversales y de intensidad variable que buscan facilitar la separación de la piel.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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4.2. La desarticulación, descarnado, fracturación y acceso a la médula
Una vez retirada la piel que envuelve al animal se procede a la desarticulación. Los trabajos experimentales
(Lloveras et al., 2009a; Sanchis, 2012) han comprobado que mordiendo los músculos y tendones insertados
en el olécranon se libera la articulación húmero-ulnar. Pero en esta tarea también se puede recurrir a útiles
líticos. De este modo, un calcáneo presenta marcas líticas que se asocian con la desarticulación del pie.
Con respecto al descarnado, tanto Pérez Ripoll (por ejemplo 2002, 2005) como Sanchis y Fernández
Peris (2008) han comprobado que durante el consumo inmediato de los paquetes cárnicos asados al fuego y
sin deshuesar, la carne se separa del hueso sin dificultades y no se requiere de ningún instrumento más allá
de los dientes. En cambio, para conservar carne no deshuesada y en crudo se requiere el empleo de un útil
lítico que permita separar la carne adherida al hueso. Por lo tanto, una gran cantidad de marcas líticas puede
sugerir el consumo diferido de la carne fileteada y deshuesada, mientras que un número reducido de marcas
puede estar relacionado con el consumo inmediato de los paquetes cárnicos no deshuesados y asados.
En este sentido, el número de marcas líticas que hemos localizado y que se concentran en tres de los
principales huesos largos (14,3% de los húmeros, 42,9% de los fémures y 12,9% de las tibias) sugiere
que una parte de la carne de estas pequeñas presas era fileteada con el objetivo de secarla o ahumarla.
Mediante esta técnica –que también se ha identificado en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2005) y
magdalenienses (Real, 2013)– la carne podía ser conservada y consumida posteriormente.
Además, se han fracturado sistemáticamente los húmeros, fémures y tibias con la intención de obtener
los tejidos blandos de su interior; esto es, la médula y la grasa. Precisamente, estos tres elementos son
los que presentan una cavidad medular mayor. En cambio, los más pequeños se han conservado enteros,
fundamentalmente los metacarpos, los huesos del tarso y las falanges.
Las ulnas y radios, que apenas contienen médula, muestran escasas marcas de corte pero aparecen muy
termoalterados, lo cual sugiere que se asaron los paquetes de carne sin deshuesar. En contraste, los otros tres
huesos largos debieron ser deshuesados y se fracturaron en crudo para aprovechar la médula.
Como en otras acumulaciones de lepóridos (Pérez Ripoll, 2001, 2002 y 2004), el principal modo de
fractura ha sido la mordedura, que imprime una o dos muescas sobre la cortical originadas por la presión
de las cúspides dentales superiores e inferiores sobre el hueso. También se han localizado hundimientos
sobre la superficie ósea, punciones y arrastres dentales junto a marcas líticas que confirman el origen
antrópico de estas mordeduras. El resultado de esta fracturación ha sido la formación de un gran número
de cilindros y fragmentos longitudinales de diáfisis, sobre todo en húmeros, tibias y fémures, aunque
también en radios y ulnas. Las epífisis han sido igualmente mordidas, de modo que las menos densas
–como la proximal del húmero– apenas se han preservado. Abundan, en cambio, epífisis distales de
tibia, de húmero y proximales de fémur.
4.3. El mordisqueo de los huesos
Nada se desperdicia. Hasta la última porción de carne es mordisqueada. Se trata de una acción repetitiva
de los incisivos con desplazamientos laterales y longitudinales para aprovechar la carne y la grasa que
permanecen adheridos al hueso y que no han podido desprenderse de otra manera. En esta operación las
manos pueden ayudar a deslizar el hueso o bien sostenerlo mientras los dientes participan activamente. El
resultado son pequeñas estrías en sentido transversal con un surco leve, plano y corto.
En el conjunto solutrense estudiado, la cara lateral del isquion de un coxal, un metacarpo y dos
metatarsos muestran esta clase de alteraciones mecánicas sobre la cortical. Confirman el interés incluso
por las partes más marginales del esqueleto de los lepóridos, ya que se repela hasta la última porción de
carne. Esto mismo se ha detectado en el nivel gravetiense de la Cova de les Cendres donde, además de los
metapodios, también algunos radios muestran marcas de mordisqueo (com. personal M. Pérez Ripoll).
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J. J. Gordón Baeza
En ocasiones el número de arrastres llega a ser exagerado, cubriendo prácticamente toda la cortical
del hueso, como en un metatarso II del nivel solutrense estudiado. Por la morfología de los surcos se
relaciona probablemente con la actividad humana y no deja de ser un dato de interés debido a la cantidad
de estrías que envuelven a estos huesos.
Por otro lado, las diferencias observadas entre los metapodios anteriores y posteriores son evidentes en
todos los aspectos estudiados. Los metatarsos presentan un número de fragmentos más elevado; también
reúnen un mayor número de arrastres dentales y punciones, marcas líticas y termoalteraciones. Incluso
cuentan con un elemento afectado por alteraciones digestivas. En cambio, la mayoría de metacarpos están
completos, sólo dos ejemplares presentan incisiones líticas producidas durante el pelado y termoalteración
total, probablemente con un origen accidental. En ninguno se observan indicios de digestión y las huellas
dentales son escasas. Este contraste puede ser consecuencia de un aprovechamiento más intenso de los
metatarsos que, con una mayor cavidad medular y envoltura cárnica, están más sometidos al procesado que
incluye la fracturación intencionada de los huesos, el asado de los paquetes cárnicos, el mordisqueo y la
ingesta accidental de pequeñas porciones óseas.
4.4. Uso del fuego
Los huesos afectados por el fuego en contextos arqueológicos han sido interpretados como una señal
inequívoca de la actividad humana (Lyman, 1994; Stiner et al., 1995). No obstante, como han demostrado
algunos trabajos (Asmussen, 2009; Cain, 2005; Mallol et al., 2013; Pérez Luís, 2015), no necesariamente
todas las termoalteraciones se produjeron de forma intencionada ni tampoco existe una relación directa
entre fuego y presencia humana.
Las experimentaciones de Fernández Peris et al. (2007) y Lloveras et al. (2009a) realizadas con el asado
de paquetes de carne de lepóridos confirman que los extremos de los elementos, las superficies marginales
y las líneas de fractura son las dos zonas más expuestas al fuego y, por tanto, recogen el mayor número de
termoalteraciones. Este último trabajo ha observado que, además de cambios en la coloración de los huesos,
los elementos del neurocráneo y los incisivos pueden fragmentarse debido a la exposición al calor.
A partir de estos datos, podemos inferir las principales estrategias de asado de los paquetes cárnicos para
su consumo, así como otras prácticas relacionadas con el uso del fuego. En el conjunto solutrense estudiado
hemos detectado que el 17,3% de los huesos están afectados. Es un porcentaje mayor en comparación
con los niveles magdalenienses, donde se ha estimado que el 11% del material presenta algún tipo de
termoalteración (Real, 2013).
Predominan las tonalidades marrones y negras, es decir, el estadio de carbonización y su fase previa,
mientras que son escasos los huesos blanquecinos y grisáceos. El índice de restos calcinados (11%) es
muy similar al del magdaleniense (12%) estudiado por Real (2013). Atendiendo a la localización de la
termoalteración diferenciamos dos categorías cuyo patrón se repite en la muestra. Las alteraciones totales
que se extienden por todo el hueso afectan a elementos de la cabeza y a partes marginales del esqueleto,
como el astrágalo, el calcáneo, los metapodios y las falanges. Este fenómeno se produce bien cuando
los huesos son arrojados al hogar una vez desprovistos de carne o bien cuando se trata de un fuego no
intencionado el que ha causado estas alteraciones. En cambio, las parciales y puntuales se extienden sobre
todo por el radio y la ulna, mientras que afectan en menor medida a la escápula, el húmero y el fémur.
Este tipo de exposición al fuego limitada a un borde de fractura o articulación, o bien con la superficie
afectada por dos coloraciones diferentes se ha podido originar por prácticas intencionadas de procesos de
asado de la carne. El hueso todavía con carcasa cárnica entra en contacto con el fuego y el tejido blando
que lo envuelve (carne, tendones, cartílagos…) protege la superficie al actuar como barrera. Sin embargo,
sobre la parte ósea desprovista de este tejido así como en los extremos por donde se ha fracturado el hueso,
el fuego incide directamente.
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Procesado y consumo humano de los lePóridos en el solutrense de la cova de les cendres
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4.5. La ingesta accidental de pequeños huesos
Diversos estudios neotafonómicos sobre predadores de lepóridos peninsulares (por ejemplo las recopilaciones
efectuadas por Sanchis, 2012; Lloveras y Nadal, 2015) han puesto de manifiesto las características de las
alteraciones digestivas por parte de aves rapaces y pequeños carnívoros, que no son coincidentes con la
pauta observada en el conjunto de Cendres. Las primeras engullen fragmentos de mayor tamaño a los
identificados en la muestra y alteran la cortical del hueso con numerosos impactos de pico. Por su parte, los
carnívoros en general presentan grados de digestión más intensos. Además, no hemos identificado ninguna
evidencia de ocupación de la cueva por parte de predadores no humanos. En cambio, los escasos restos
digeridos coinciden con elementos mordidos.
Por estos motivos, y a falta de trabajos experimentales que lo confirmen, consideramos que fueron los
humanos quienes pudieron ingerir de manera accidental junto con porciones de carne estos fragmentos de
partes articulares.
Pero la presencia de alteraciones digestivas relacionadas con el consumo humano no se limita al nivel
XIII. En conjuntos de fauna gravetiense (Sanchis et al., 2016), y magdaleniense (com. personal de M. Pérez
Ripoll y C. Real) de la Cova de les Cendres también se han localizado pequeños fragmentos, sobre todo
partes articulares, que muestran estas mismas corrosiones.
5. CONCLUSIONES
En este trabajo se han presentado los resultados del estudio zooarqueológico y tafonómico de un conjunto
formado por 2329 restos de lepóridos, que representan el 80,2% del total de la fauna recuperada. Aunque
los materiales proceden de una superficie de excavación reducida, la cantidad de restos ha permitido extraer
nuevos datos sobre los patrones de procesado y consumo de estas pequeñas presas en el nivel solutrense de
la Cova de les Cendres.
Se observa un patrón de fracturación que refleja la actividad antrópica y que es muy intenso en las
cinturas, en los principales huesos largos tanto anteriores como posteriores y en los metatarsos. En todos
ellos predominan las fracturas realizadas en fresco.
También existen evidencias mecánicas de las tres principales fases del procesado de las presas. Las
escasas marcas de pelado se localizan tanto en la zona craneal como en los segmentos marginales de
los miembros, especialmente en los metatarsos. Mucho más numerosas son las incisiones y los raspados
originados por el descarnado de las carcasas, mientras que las marcas de desarticulación quedan patentes
en la superficie de un calcáneo.
Los humanos que ocuparon la Cova de les Cendres durante el Solutrense asaron los paquetes cárnicos
contenidos en los radios y las ulnas para consumirlos de inmediato. Estos huesos, debilitados por el
efecto de las llamas, pudieron fragmentarse de manera sistemática y accidental durante el propio asado
o bien fracturarse al ser manipulados y mordidos. Esto explica las recurrentes marcas de fuego en las
líneas de fractura de ambos elementos óseos y las escasas marcas líticas que muestran. Los huesos de la
cabeza también pudieron estar expuestos al fuego para consumir sus partes blandas, provocando así una
alta fragmentación.
Por otro lado, la carne de los tres huesos con mayor cavidad medular (húmero, tibia y fémur) fue
fileteada con el fin de guardar alimento. Por ello aparece un elevado número de marcas líticas de descarnado.
También mordieron estos huesos para acceder a la médula en crudo. La consecuencia de esta práctica
es el gran número de cilindros y de fragmentos longitudinales con muescas, punciones, hundimientos y
horadaciones detectados. Estos huesos fueron arrojados después al fuego o bien desechados, pudiendo
quedar termoalterados de manera accidental o en su uso como combustible.
APL XXXI, 2016
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J. J. Gordón Baeza
Las partes con menor porción de carne como los metapodios y, sobre todo, los metatarsos, se repelaron
con ayuda de los dientes. Durante la ingesta de los pedazos de carne pudieron tragar algún fragmento óseo
de reducidas dimensiones. Tanto los huesos con poco alimento como las falanges fueron arrojados al fuego
o bien se quemaron de manera involuntaria, de modo que son escasas las evidencias de manipulación
antrópica pero predominan las termoalteraciones totales.
En conclusión, los datos obtenidos en este trabajo sugieren un procesado muy intenso en el que se obtienen
todos los recursos disponibles de los lepóridos, desde el pellejo, la carne, la médula y grasas, incluso el
aprovechamiento de los huesos como combustible. En este sentido, muestra importantes similitudes con el
procesado de otros conjuntos faunísticos de la secuencia paleolítica de este yacimiento. Sin embargo, el fuego
debió desempeñar ahora mayor protagonismo que en momentos anteriores, durante el Gravetiense (Pérez
Ripoll, 2004; Sanchis et al., 2016). Este matiz a partir del Solutrense implica un punto de inflexión, ya que el
uso del fuego para preparar los paquetes cárnicos continuó siendo relevante, más tarde, en el Magdaleniense,
a juzgar por los materiales termoalterados estudiados por Real (2013, en preparación).
No obstante, será necesario continuar y ampliar el estudio arqueozoológico y tafonómico de la
fauna solutrense de la Cova de les Cendres con nuevos trabajos (Gordón Baeza, en preparación) para
confirmar o matizar estas conclusiones. Igualmente conveniente será comparar los resultados obtenidos
con nuevos análisis realizados sobre los niveles gravetienses (Sanchis et al., 2016) y magdalenienses (Real,
en preparación), que ayudarán a caracterizar y completar la evolución de las estrategias de procesado y
consumo de los lepóridos a lo largo de la secuencia paleolítica de este yacimiento.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Valentín Villaverde, director de la Cova de les Cendres, las facilidades prestadas para poder estudiar
este conjunto de fauna. Igualmente agradecidos estamos con Manuel Pérez Ripoll, por sus sugerencias y conocimientos,
y con Alfred Sanchis por toda la ayuda ofrecida tanto en el campo metodológico como teórico.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 87-117
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Palmira TORREGROSA GIMÉNEZ a y Francisco Javier JOVER MAESTRE a
La Cova dels Calderons (La Romana, Alicante)
y los inicios del Neolítico en el valle del Vinalopó
RESUMEN: A propósito de los restos materiales recuperados en actividades clandestinas efectuadas
en las décadas finales del siglo XX en la Cova del Calderons (La Romana, Alicante), se presentan las
características de dicho yacimiento, haciendo especial hincapié en la ocupación neolítica. El análisis de la
información que sobre el neolítico está disponible para la cuenca del río Vinalopó ha permitido ahondar en
el desarrollo de una hipótesis sobre el proceso de implantación de las primeras comunidades agropecuarias
en dicho territorio. En dicha hipótesis se expone cómo se pudo llevar a cabo la ocupación humana de este
espacio, estableciendo que su origen se debe relacionar con un proceso de crecimiento, consolidación y
expansión demográfica de grupos neolíticos por procesos de segmentación gestados desde otras cuencas
próximas como las de los ríos Serpis y Clariano.
PALABRAS CLAVE: Neolítico, cardial, colonización, segmentación social, ríos Serpis, Clariano y
Vinalopó.
Cova dels Calderons (La Romana, Alicante, Spain)
and the Early Neolithic in the Vinalopó Valley (Alicante)
ABSTRACT: With the starting point of the archaeological remains recovered during the clandestine activities
carried out there in the final decades of the twentieth century, we present the main features of the site of Cova
dels Calderons (La Romana, Alicante). We emphasize the characteristics of the Neolithic occupation. The
analysis of the available information about the Neolithic in the Vinalopó river basin, allowed us to develop
a hypothesis about the settlement process of the first farming communities in this territory. This hypothesis
approaches how the colonization of this area could have been carried out, establishing that its origin must be
related to a process of demographic growth, consolidation and expansion through segmentation processes
initiated from other river basins nearby, as the Serpis and Clariano one.
KEYWORDS: Neolithic, cardial, colonization, social segmentation, Serpis, Clariano and Vinalopó rivers.
a
Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH), Universidad de Alicante.
palmira.torregrosa@ua.es | javier.jover@ua.es
Recibido: 17/10/2016. Aceptado: 14/11/2016.
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P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los territorios de la península Ibérica mejor conocidos en relación con el estudio de los primeros
grupos neolíticos es, sin duda, el norte de la provincia de Alicante, y más en concreto, la cuenca del río
Serpis (Martí, 1977; Martí et al., 1980; Bernabeu et al., 2003, 2008a; García Atiénzar y Jover, 2011; Jover y
Torregrosa, 2011; Bernabeu y Martí, 2014, entre otros). Se trata de un espacio con una dilatada trayectoria
investigadora en la que se han llevado a cabo diversos programas de prospección territorial (Molina
Hernández, 2001; Bernabeu et al., 2008b), además de la excavación de un buen número de yacimientos en
cueva y al aire libre. Entre todos ellos destacan algunas cavidades con amplias secuencias de ocupación y
una consistente batería de dataciones obtenidas en enclaves como Cova de l’Or (Martí, 2011; García Puchol
et al., 2016), Cova de les Cendres (Bernabeu y Molina, 2009), Cova de la Falguera (García Puchol y Aura,
2006) y Cova d’en Pardo (Soler Díaz, 2012), y algunos asentamientos al aire libre de especial relevancia en
el reciente proceso de investigación como son Mas d’Is (Bernabeu et al., 2003), Barranquet (Esquembre et
al., 2008; Bernabeu et al., 2009) y Benàmer (Torregrosa, Jover y López, 2011).
El conjunto de estudios efectuados a partir de este registro arqueológico es el que ha determinado la
validación de una secuencia de ocupación de dicho espacio por parte de comunidades neolíticas a partir de
ca. 5600 cal AC, así como un proceso de desarrollo social y cultural de enorme importancia por su valor
referencial a escala peninsular y del Mediterráneo occidental (Bernabeu y Martí, 2014).
Por el contrario, otras cuencas fluviales situadas a escasos kilómetros de distancia, como es el caso de
la del Vinalopó, no disponen, por el momento, de bases estratigráficas y series radiocarbónicas de similar
calidad y magnitud, a pesar de que dicho espacio ha contado con una tradición investigadora igualmente
dilatada. El desarrollo en las últimas décadas de diversas labores de prospección, pero especialmente de
excavación desde la arqueología de salvamento, ha permitido constatar y analizar un amplio número de
yacimientos (Segura y Jover, 1997; Fernández, 1999; Soler y López, 2001; Jover, Torregrosa y García,
2014). Diversas cavidades como la Cova Sant Martí (Torregrosa y López, 2004) o la Cova de les Aranyes
del Carabassí (Hernández et al., 2012; Guilabert y Hernández, 2014) y varios asentamientos al aire libre
como Calle Colón (Novelda) o Limoneros II-III (Elche) (García Atiénzar et al., 2006; Barciela et al.,
2014) han sido objeto de documentación. Sin embargo, a pesar de ello, el registro material y las dataciones
disponibles muestran algunas diferencias con respecto a la secuencia reconocida en la cuenca del río Serpis
y otras cuencas aledañas como las del Clariano o Gorgos. Los primeros ejercicios de correlación son los
que, por el momento, han permitido señalar que la presencia de grupos neolíticos en la cuenca del Vinalopó
parece ser más reciente, así como plantear una propuesta, a modo de hipótesis, sobre dicho proceso de
ocupación, que se ha visto enriquecido conforme las bases empíricas han ido ampliándose (Guilabert et al.,
1999; Jover y Molina, 2005, 2008; García Atiénzar y Jover, 2011; Jover y García Atiénzar, 2014).
Atendiendo a lo expuesto, con el presente artículo pretendemos dar a conocer y contextualizar
algunos datos de la ocupación neolítica de la Cova dels Calderons (La Romana, Alicante), un yacimiento
que aunque citado repetidas veces (García Gandía, 2000; Torregrosa, López y Jover, 2004; García
Atiénzar, 2009), todavía no había sido objeto de un estudio detenido.1 Después de su presentación,
expondremos de forma sucinta la información disponible de los diferentes yacimientos atribuibles a los
momentos iniciales del Neolítico en la cuenca del Vinalopó; para, con todo, discutir, valorar y comparar
las propuestas observables deducibles de la información recabada con respecto a las señaladas para
otras zonas más septentrionales y orientales del Prebético valenciano, con el objeto de concretar una
explicación del proceso histórico de ocupación inicial de la cuenca del Vinalopó por parte de las primeras
comunidades agricultoras y ganaderas.
1
Agradecemos a la directora del Museo Arqueológico Municipal de Novelda, Dña. Concepción Navarro Poveda, las facilidades
dadas para efectuar su estudio.
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
89
2. LA COVA DELS CALDERONS (LA ROMANA, ALICANTE)
2.1. Situación y características
La Cova dels Calderons se localiza al oeste del término municipal de La Romana (Alicante). Coordenadas
UTM: (Datum ETRS89 zona 30N) X: 682310 Y: 4248095. (fig. 1).2 Se ubica en una pared rocosa de la
ladera izquierda de un barranco poco abrupto y de escasa vegetación a los pies de L’Alt de la Creu, punto
más alto de la sierra Pelada. El barranco desemboca en la rambla Honda, zona de paso entre la cubeta del
Medio Vinalopó y el Altiplano de Murcia. A media altura de la ladera se observan tres oquedades bajo un
farallón calizo, separadas por unos 50 m. La cueva principal es la que se encuentra a menor altitud durante
el ascenso del barranco y presenta mayores dimensiones. Se trata de una cavidad con la boca orientada al
oeste, de planta triangular, de unos 22 m de longitud y en torno a 8 m de anchura máxima, coincidiendo
con la zona de acceso. También en ese punto es donde se observa la mayor altura de la cornisa, que decrece
conforme nos adentramos hacia el fondo de la cueva (fig. 2).
Fig. 1. Ubicación de la Cova
dels Calderons (La Romana,
Alicante).
Fig. 2. Farallón rocoso donde
en primer término se ubica la
Cova dels Calderons.
2
Agradecemos a Sergio Martínez Monleón el diseño y elaboración de esta figura.
APL XXXI, 2016
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90
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
2.2. Expoliaciones y excavación arqueológica
Tanto el interior de la cueva como la explanada frente a su acceso contienen un paquete sedimentario que
ha sido objeto de numerosas remociones clandestinas de manera reiterada, al menos durante las últimas
décadas del siglo XX. Previsiblemente, parte de los materiales recuperados durante esas actividades ilegales
se conservan en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda.
Por su parte, la cueva se incluyó en el estudio de prospecciones arqueológicas llevado a cabo por
José Ramón García Gandía (2000). Pero dado que no se había practicado actuación arqueológica con
carácter científico en ningún momento, los restos materiales que evidencian su reiterada ocupación en
diferentes momentos prehistóricos proceden de la revisión de los mismos, que se encuentran actualmente
depositados en el museo anteriormente citado. En cualquier caso, durante el mes de julio de 2016 fue
llevada a cabo la primera campaña de excavaciones arqueológicas autorizadas por la Dirección General de
Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana.3 Los resultados obtenidos en esta intervención todavía
se encuentran en proceso de estudio y no serán objeto de análisis en el presente trabajo (fig. 3).
Fig. 3. Ortofoto en 3D de la boca de acceso a la Cova dels Calderons. Imagen: Ignacio Segura (El Tossal Topografía).
2.3. Materiales
El conjunto de elementos conservados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda no es muy
numeroso, pero sí lo suficientemente clarificador de la existencia de diversas ocupaciones en la cavidad a
lo largo de los momentos prehistóricos. Todo el material que aquí presentamos fue obtenido en procesos
de expolio efectuados hace décadas. Las visitas realizadas por nosotros a la cavidad en los últimos meses
han permitido confirmar que en dichas acciones de expolio fueron empleadas cribas con diferentes tipos de
mallas con el objeto de recuperar así un mayor número de restos.
El número total de piezas conservadas en el museo asciende a 603, de las que 543 corresponden a
objetos líticos tallados, 2 instrumentos pulidos, 8 fragmentos cerámicos, 1 punzón óseo, 29 restos de fauna
y 20 restos malacológicos, tanto terrestres como de origen marino.
Lítico tallado
Con respecto al material lítico tallado, en su mayor parte se trata de restos de talla, entre los que cabe
destacar algunos núcleos lascares y laminares, lascas y, en especial, un buen lote de soportes laminares de
3
La intervención arqueológica fue autorizada con fecha 10 de mayo de 2016 con expediente 2016/0185-A (SS.TT.: A-2016-073),
siendo los directores Palmira Torregrosa Giménez y Francisco Javier Jover Maestre.
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
91
Fig. 4. Selección de materiales líticos de adscripción neolítica documentados en la Cova dels Calderons.
Cal-60/66/67/69: láminas; Cal-40/48/42/64/79/100: láminas con retoques marginales o muy marginales
irregulares; Cal-85: taladro; Cal-sn: trapecio rectángulo; Cal-75: triángulo; Cal-205: núcleo laminar de talla
envolvente. Materiales depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda.
diferente porte sin retoques y sin señales de uso visibles. La materia prima empleada fue el sílex, del que
cabe destacar una amplia gama cromática4, además de un buen número de piezas rubefactadas.
El conjunto de elementos retocados es reducido. Solamente se han determinado 41 piezas, lo que supone
un 7,45% del total. En dicho conjunto destaca la presencia de un buen número de raspadores, tanto sobre
lasca, como sobre lámina –16–, 1 punta de dorso, 3 laminitas de dorso, 1 punta escotada, 1 buril, 1 raclette,
2 denticulados, 6 lascas retocadas, 5 láminas con retoques marginales, algunas obtenidas mediante presión,
2 taladros sobre lámina, 1 triángulo, 1 posible trapecio casi rectangular –o truncadura doble– de retoque
abrupto y 1 punta de flecha de retoque plano, solamente cubriente por una de sus caras.
De todo el conjunto cabe hacer hincapié en los soportes laminares de mayor longitud y anchura –
al menos 9–, con bordes y aristas paralelos, algunos de los cuales presentan retoques marginales o muy
marginales –5–; en el trapecio de gran tamaño y el triángulo, ambos de retoque abrupto; en los taladros
sobre soportes laminares y en algún núcleo de talla laminar envolvente, que denuncian la presencia de, al
menos, un claro momento de ocupación neolítica (fig. 4). La punta de flecha, por su parte, para la que no se
puede asegurar su procedencia de la cavidad expoliada o de alguna otra de las cavidades próximas ubicadas
en el mismo farallón rocoso, también plantea la existencia de ocupaciones posteriores, ya de momentos
avanzados del IV milenio o pleno III milenio cal AC.
4
El análisis geoarqueológico del sílex se encuentra en proceso de estudio por parte del Dr. Francisco Javier Molina Hernández.
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Fig. 5. Materiales óseos y líticos de la Cova dels Calderons. Materiales depositados en el Museo Arqueológico
Municipal de Novelda.
Lítico pulido
- Fragmento de brazalete de esquisto, pulimentado, de sección rectangular y color plateado, con unas
dimensiones de 57x5x4 mm (fig. 5.6).
- Canto rodado de caliza con algunas caras con signos de desgaste y de combustión. 34x25x23 mm (fig. 5.7).
Cerámica (fig. 6)
- Cal-1: fragmento de cuerpo indeterminado sin decoración, con tratamiento de paredes alisadas, cocción
reductora y desengrasante pequeño calizo.
- Cal-2: fragmento de cuerpo erosionado con decoración peinada en ambas caras, cocción reductora y
desengrasante pequeño calizo.
- Cal-3: fragmento de borde con incisiones junto al labio y decoración peinada parcial en su cara externa.
Tratamiento alisado, cocción reductora y desgrasante pequeño calizo.
- Cal-4: fragmento de cuerpo con asa vertical, alisado, cocción oxidante/reductora y desengrasante pequeño
calizo.
- Cal-5: fragmento de borde peinado en ambas caras y con asa vertical. Tratamiento alisado, cocción
reductora y desengrasante mediano y calizo.
- Cal-6: fragmento de cuerpo con arranque de asa vertical, alisado, cocción oxidante/reductora y
desengrasante pequeño calizo.
- Cal-7: fragmento de borde bruñido con cocción reductora y desengrasante pequeño calizo.
- Cal-8-9-10: tres fragmentos que forman parte de la misma vasija con decoración impresa de instrumento
e incisa, mediante líneas paralelas y oblicuas, todo ello en la cara externa. Tratamiento alisado, cocción
reductora y desengrasante grande calizo.
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Fig. 6. Fragmentos cerámicos procedentes de la Cova dels Calderons. Materiales depositados en el Museo Arqueológico
Municipal de Novelda.
Hueso trabajado
- Cal-32: punzón de punta roma pulimentada por uso con unas dimensiones de 73x21x9 mm (fig. 5.1).
Fauna
- 29 astillas y restos óseos, entre los que domina Oryctolagus cuniculus y algunos restos de ovicaprinos.
Malacofauna
- 17 Iberus alonensis de diferentes tamaños, que presentan una perforación irregular efectuada por presión
cerca de la apertura (fig. 5.2).
- Littorina sp., probablemente neritoides, que presenta una perforación de contorno irregular efectuada por
presión en el cuerpo, cerca de la apertura. 15 mm (fig. 5.3).
- Trivia monacha con dos perforaciones irregulares de pequeño tamaño, efectuadas por presión. 8 mm de
longitud (fig. 5.4).
- Dentalium entalis de 25x9 mm (fig. 5.5).
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2.4. Valoración del registro
El conjunto de materiales depositados en el Museo Arqueológico de Novelda permite proponer que, al
menos, dicha cavidad pudo estar ocupada en diversos momentos prehistóricos. Alguna de las raederas
documentadas podría estar indicando una ocupación musteriense, al igual que el conjunto lítico de
raspadores, buriles y dorsos mostraría una ocupación durante momentos indefinidos del Paleolítico
superior, probablemente durante el Solutrense, dada la presencia de un buen lote de raspadores, dorsos
y una punta escotada.5
Ahora bien, los restos procedentes de las intervenciones clandestinas también evidencian una
interesante ocupación neolítica atribuible, en principio, a momentos postcardiales, avalada por la presencia
de cerámicas con decoraciones inciso-impresas y peinadas, y desde el punto de vista lítico, geométricos,
taladros y láminas con retoques marginales, además de un brazalete de esquisto pulido de clara raigambre
en el neolítico antiguo (Orozco, 2016). La reciente excavación y los estudios en curso permitirán concretar
mucho mejor el carácter y funcionalidad de las distintas ocupaciones.
3. LAS EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS DE LOS PRIMEROS GRUPOS
AGROPECUARIOS EN LA CUENCA DEL VINALOPÓ
A lo largo de las últimas décadas, las evidencias y la información publicada sobre hallazgos o la práctica
de excavaciones en yacimientos de adscripción neolítica en la cuenca del Vinalopó se han multiplicado
exponencialmente. El desarrollo de una importante actividad arqueológica de urgencia o salvamento ha
posibilitado el registro de un buen número de asentamientos que de ningún otro modo habrían podido ser
documentados. Mientras la información publicada de algunos de ellos es realmente muy escasa y poco
diagnóstica, de otros apenas conocemos avances de las investigaciones en curso. Muy pocos han sido
publicados de forma amplia y extensa.
Por esta razón, a continuación pasamos a exponer, de forma breve, la información disponible sobre
los 16 yacimientos adscritos al neolítico antiguo (fig. 7) –sin contabilizar la Cova dels Calderons ya
expuesta– reconocidos hasta el momento, tanto en el fondo de la cuenca, como en los corredores de
tránsito hacia otros territorios.
3.1. Cova del Partidor (Banyeres)
Pequeña covacha de reducidas dimensiones ubicada en la margen derecha del río Vinalopó.
Coordenadas ETRS89 X: 703723 Y: 4286914. Su entrada se orienta al suroeste, aunque un segundo
acceso a un nivel inferior quedó sepultado al extraer los sedimentos que la rellenaban (Aparicio et al.,
1981: 79). Las tierras que colmataban dicha cavidad fueron tamizadas y vertidas a la ladera inmediata
formando una escombrera. Entre los materiales publicados por los autores citados, destaca una vasija
de tipo cántaro, de boca cerrada, cuerpo elipsoide vertical y base convexa, provista de dos pequeñas
asas verticales tubulares en el cuerpo (Aparicio et al., 1981: 83, fig. 38). Las características formales
de este vaso muestran una ocupación del Neolítico antiguo o medio, sin que se pueda realizar ningún
otro tipo de precisión.
5
El conjunto lítico será analizado de forma detenida en otro trabajo, ya que en su mayor parte parece evidenciar que la cavidad fue
utilizada como lugar de hábitat en distintos momentos del Pleistoceno.
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Fig. 7. Distribución general
de yacimientos neolíticos
antiguos, incluyendo algunos
enclaves de otras cuencas
fluviales citados en el texto.
Triángulo: yacimientos con
ocupaciones antiguas dentro
del Horizonte cardial.
Círculo: yacimientos del
Vinalopó con dominio
de cerámicas decoradas
inciso-impresas, aunque
con presencia minoritaria de
cardiales.
Cuadrado: yacimientos del
Vinalopó con dominio de
cerámicas inciso-impresas, sin
presencia de cardiales.
3.2. Cueva Santa (Caudete)
Ubicada en la vertiente norte del cerro El Chinchado, controlando el paso natural entre la sierra de Bárbara
y del Chinchado, al norte de la cuenca del Vinalopó. Coordenadas: ETRS89 zona 30N X: 674750 Y:
4291260 (García Atiénzar, 2010: 196). Como resultado de la explotación de las canteras próximas en
la década de 1960, se produjo el vaciado casi completo de la cavidad, depositando los materiales en el
Museo de Albacete. Las repetidas rebuscas posteriores también han generado la presencia de materiales en
colecciones particulares y en el Museo Arqueológico Municipal de Petrer (fig. 8).
El conjunto de los materiales ha sido objeto de estudio por varios investigadores (De los Santos
Gallego, 1970; Pérez, 1993; García Atiénzar, 2010). Destaca la presencia de una vasija de tendencia
esférica con un asa de cinta horizontal con decoración impresa cardial, a base de tres bandas horizontales
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Fig. 8. Fragmentos cerámicos hallados en la Cueva Santa (Caudete) depositados en el Museo Arqueológico y
Etnológico Municipal de Petrer.
paralelas al borde en el tercio superior y tres bandas verticales perpendiculares a las anteriores situadas
bajo el asa (Pérez Amorós, 1993). Además de diversas vasijas de formas simples sin decoración –al
menos 7 en los diferentes conjuntos publicados (Pérez, 1993; García Atiénzar, 2010)–, también se han
documentado:
- Una vasija elipsolide vertical con borde decorado con impresiones de instrumento (prospecciones de L.
Pérez Amorós).
- Un punzón óseo (prospecciones de L. Pérez Amorós).
- Un fragmento de una vasija elipsoide vertical con digitaciones en el cuerpo (Museo de Albacete).
- Un fragmento de borde de cuenco con decoración impresa de gradina creando bandas horizontales y una
oblicua (Museo Arqueológico Municipal de Petrer).
- Un borde de una vasija de tendencia esférica con cuello, que presenta una serie horizontal de digitaciones
impresas en el cuerpo.
- Un borde de cuenco de boca cerrada con un asa vertical y decoración acanalada a base de líneas
paralelas horizontales cortadas por dos líneas verticales ubicadas al lado del asa (Museo Arqueológico
Municipal de Petrer).
En definitiva, como ya ha sido considerado por los autores señalados, dicha cavidad debió de ser ocupada
durante momentos indefinidos del Neolítico antiguo, dada la presencia de una vasija con decoración cardial.
No obstante, la presencia de otros recipientes con decoración impresa de gradina, impresión con digitaciones
y algún acanalado, podrían señalar que su ocupación pudo iniciarse en momentos algo más avanzados, ya
dentro de la fase epicardial, y prolongarse durante la fase postcardial.
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3.3. Casa de Lara (Villena)
Se localiza en una llanura al este del cabezo del Padre y en las proximidades de la antigua laguna de El
Balsón, en pleno corredor de Villena, junto a la entrada de la Vall de Beneixama. Coordenadas: ETRS89
zona 30N X: 682884 Y: 4281568. Se trata de un yacimiento en llano repetidamente prospectado por J. M.
Soler García (1961), que fue objeto de una mínima intervención por parte de M. D. Asquerino (Fernández,
1999). No se conocen apenas construcciones, tan solo algunos fragmentos de barro con improntas. En
cuanto a los materiales recogidos (Soler García, 1961), el yacimiento muestra una amplia secuencia que
comprende desde el Mesolítico hasta el Horizonte Campaniforme. Según J. Juan-Cabanilles y B. Martí
(2002), la ocupación neolítica respondería a una reocupación del enclave, casi sin solución de continuidad
desde el Mesolítico reciente en su fase B, atestiguado por sus materiales líticos.
La fase neolítica del yacimiento se puede caracterizar a través de la presencia de algunos fragmentos de
cerámica (Guitart, 1989; Fernández, 1999: 110-111), cuyas decoraciones tanto impresa cardial –al menos
3 fragmentos–, de instrumento –9–, incisas –2–, en relieve –4 con digitaciones, ungulaciones e incisiones–
y peinadas –al menos 4–, junto a las características de un buen conjunto de productos líticos tallados
–segmentos con retoque abrupto y doble bisel, trapecios simétricos y asimétricos con retoque abrupto y
triángulos isósceles con vértice redondeado y retoque en doble bisel–, nos llevan a situar la ocupación de
este yacimiento a lo largo del Neolítico antiguo en sus fases epicardial y postcardial. También se documentan
ocupaciones posteriores ante la existencia de cerámicas esgrafiadas. La abundante presencia de puntas de
flecha con retoque plano y láminas de significativa longitud, fragmentos cerámicos con motivos decorativos
incisos de forma triangular con impresiones de puntos, el predominio de formas abiertas –platos y fuentes–,
así como dientes de hoz y diversos elementos metálicos, ponen de manifiesto una prolongada presencia
humana en la zona hasta momentos campaniformes.
3.4. Arenal de la Virgen (Villena)
Se ubica al SO de la población de Villena en la margen izquierda de la antigua Laguna del Rey o de
Villena, hoy ocupada por campos de cultivo. Su denominación responde a la presencia de depósitos eólicos
fosilizados y a ubicarse en sus proximidades el santuario de la virgen de las Virtudes. Coordenadas: ETRS89
zona 30N X: 680167 Y: 4276804. Los materiales conocidos, de amplia adscripción cronológica, provienen
de recogidas superficiales llevadas a cabo por J. M. Soler (1965) y su secuencia de ocupación, propuesta
inicialmente por J. Fortea (1973), ha sido analizada en profundidad por diversos autores (Fernández et al.,
2008, 2015; Gómez-Puche y Fernández, 2016) mediante la revisión de los materiales depositados en el
Museo Arqueológico de Villena, la realización de prospecciones intensivas y la práctica de un sondeo de
unos 6 m², cuyos resultados han mostrado la presencia de estructuras de combustión de un momento de
ocupación del Mesolítico de Muescas y Denticulados.
Recientemente, Gómez-Puche y Fernández (2016) han presentado la revisión efectuada sobre los
materiales arqueológicos documentados durante las visitas efectuadas por J.M. Soler al emplazamiento.
A modo de resumen, los autores estudian las dos vasijas casi completas con decoración impresa (fig.
9), además de un total de 119 fragmentos cerámicos, en su mayor parte lisos y sin decoración. Entre
los fragmentos decorados, destaca la presencia de tres con decoración cardial, el predominio de las
cerámicas con cordones (14) e incisas (13), impresas de instrumento (7), así como 2 pastillage y una
peinada (Gómez-Puche y Fernández, 2016: 24, gráfico 1). Los recipientes casi completos contienen
una decoración de bandas delimitadas, principalmente ubicadas en el tercio superior. El conjunto
documentado es propio de momentos del horizonte impreso cardial, aunque la constatación de un
buen número de cerámicas inciso-impresas así como la decoración aplicada con pastille, abogan por
momentos avanzados de la fase cardial o pleno desarrollo del epicardial (Manen, 2002). Por otro lado,
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Fig. 9. Vasija con decoración impresa
de instrumento procedente de Arenal
de la Virgen (Villena). Cortesía del
Museo Arqueológico Municipal José
María Soler de Villena.
también es muy significativa la presencia de geométricos, atendiendo al estudio efectuado en su día por
J. Fortea (1973), con triángulos, trapecios y segmentos con diferentes modalidades de retoque, entre ellas
el doble bisel. Estos morfotipos forman parte del bagaje propio de los primeros grupos neolíticos, dada
su presencia en diversos contextos cardiales puros, como son Benàmer II (Jover, 2011a), Cova de l’Or
(Juan Cabanilles, 2008) o el nivel Ib de Chaves (Cava, 2000).
3.5. Cueva del Cabezo de los Secos (Yecla)
Cavidad localizada en el límite entre los términos municipales de Yecla y Villena, en la parte occidental
de la sierra de Enmedio. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 673340 Y: 4269167. Los materiales
presentados por J. M. Soler procedían de una recogida superficial y consistían en diversas piezas líticas
talladas, así como algunos huesos y diversos fragmentos de cerámica, entre ellos uno con decoración
cardial en espiga bajo dos surcos paralelos. Posteriormente, en 1987, llevó a cabo diversas catas en las
que se pudo documentar, junto a restos humanos, piezas líticas como algún segmento y un trapecio, así
como otros materiales malacológicos, óseos y cerámicos que le permitieron proponer una ocupación
prolongada de la cueva (Soler García, 1988).
3.6. Cueva del Lagrimal (Villena)
Se trata de una cueva localizada en la vertiente noroeste de la sierra de Salinas. Coordenadas ETRS89
zona 30N X: 672530 Y: 4264575. Excavada por J. M. Soler (1991) en 1955-1956, quien realizó diversos
sondeos en la boca de la cueva, distinguiendo cinco niveles, cuatro de ellos fértiles. El denominado nivel III
proporcionó una cronología neolítica postcardial, fijada por la presencia de algunos fragmentos cerámicos
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con decoración inciso-acanalada así como otros con motivos esgrafiados, quizá descontextualizados,
junto a trapecios, segmentos y algún triángulo. Por ello, algún autor (Fernández, 1999) hace hincapié en
la posibilidad de alteraciones estratigráficas, lo que vendría avalado por la existencia en la cueva de un
contexto arqueológico previo en un horizonte epigravetiense o epipaleolítico microlaminar, y la presencia a
lo largo del nivel III de un registro faunístico en el que predominan las especies silvestres. No obstante, la
datación efectuada sobre un resto óseo (v. tabla 1) muestra una ocupación durante el Mesolítico Geométrico
en su fase A avanzada (Fernández et al., 2015). También en el nivel II se localizaron algunas cerámicas con
decoración incisa y acanalada, fruto de la perturbación del depósito.
3.7. Chorrillo-Chopo (Petrer)
Se sitúa en la partida de El Chorrillo, en una terraza fluvial situada en la margen izquierda del río Vinalopó,
a unos 440 m s.n.m. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 691299 Y: 4264400. De los materiales recuperados
en superficie destaca un pequeño lote de fragmentos cerámicos, entre los que cabe resaltar uno que presenta,
junto al labio, un mamelón del que parten unos estrechos cordones decorados con incisiones y otro galbo
con un cordón decorado con la misma técnica. También fue documentada un hacha de forma poligonal, un
núcleo laminar prismático de talla envolvente, un trapecio con retoque abrupto y una lámina con retoque
plano invasor (Segura y Jover, 1997) (fig. 10). Con este reducido conjunto material es difícil concretar las
características y tipo de ocupación de este emplazamiento.
Fig. 10. Objetos líticos del Chopo-Chorrillo (3, 8, 9, 10 y 11) y L’Almortxó (1, 2, 4, 5, 6 y 7).
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3.8. L’Almortxó (Petrer)
Está ubicado en la margen izquierda de la rambla de Caprala. Coordenadas: ETRS89 zona 30N X: 69308
Y: 4264095. Los materiales recuperados, procedentes de prospecciones superficiales, se localizaron en
dos parcelas separadas por un camino y corresponden a un escaso conjunto integrado por varios núcleos
laminares de talla envolvente en diferentes estadios, dos núcleos lascares, diversos productos de talla
sin modificar y varias piezas retocadas como raspadores, denticulados sobre lasca, láminas con retoques
marginales y un segmento con retoque en doble bisel (fig. 10). Además fueron documentados algunos
fragmentos de cerámica lisa (Segura y Jover, 1997).
3.9. Cova de la Serreta la Vella (Monòver)
Esta cavidad está ubicada en lo alto de la sierra honómima, situada a unos dos kilómetros al norte de la
población de Monòver y a escasa distancia del cauce del Vinalopó en su margen derecha. Coordenadas
ETRS89 zona 30N X: 690381 Y: 4255709. Se trata de un conjunto de tres cavidades dispuestas en la ladera
septentrional. La cavidad de mayor tamaño corresponde a la situada en el lado oriental, mientras que la
central presenta una mayor longitud, a pesar de ser más estrecha, siendo la septentrional la de dimensiones
más reducidas. Al parecer, en la actualidad sólo se documenta material en la cueva oriental, habiendo sido
las otras dos expoliadas, dato que se deduce de la presencia de terreras en sus inmediaciones.
Siguiendo la información publicada (Segura y Jover, 1997), en dichas cavidades fueron documentadas
diversas láminas de sílex, algunos instrumentos de piedra pulimentada, fragmentos cerámicos, algunos con
digitaciones e incisiones en ángulo. También se menciona la existencia de una punta de lanza de cobre y
de varios restos de fauna. En un estudio posterior de dicha colección, llevado a cabo por J. A. Soler Díaz
(2002), se describe la existencia de varias láminas con y sin retoque, raspadores sobre lámina, y puntas
de flecha de diversa morfología. Así mismo, comenta la presencia de elementos geométricos –segmentos
y trapecio con retoque abrupto– y lascas retocadas. Entre los elementos de piedra pulimentada destacan
algunas hachas de forma triangular y trapezoidal, y entre los elementos de adorno se recogen algunos sobre
materiales malacológicos. En lo que se refiere a los fragmentos cerámicos, abundan las paredes lisas y, en
menor medida, fragmentos con decoración impresa e incisa y perforaciones de lañado, aunque no existe la
certeza de que estos últimos procedan de esta cavidad.
De todo el conjunto dieron debida cuenta Segura y Jover (1997), señalando la presencia de materiales
cerámicos y líticos propios del Neolítico antiguo, ante la documentación de un lote de cerámicas decoradas
–6 incisas, 1 impreso-incisa y 4 acanaladas– (fig. 11), y la ausencia de peinadas. En dicho trabajo se propuso
que posiblemente pudiera tratarse de una serie de grietas aprovechadas como lugar de inhumación, ya que
sus características impiden que hubiesen podido ser utilizadas como un lugar de hábitat.
3.10. Ledua (Novelda)
Yacimiento ubicado en las proximidades del cauce del río Vinalopó, justo en su margen izquierda, frente a
la actual población de Novelda. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 695347 Y: 4251472. Ocupa un espacio
con tierras de alto potencial agrícola. Fruto del hallazgo fortuito de una vasija con decoración inciso-impresa
(fig. 12), se consideró necesario emprender una intervención arqueológica. En 1987, M. S. Hernández y E.
Alberola (1988) practicaron una serie de sondeos en los que apenas se pudieron documentar algunos materiales.
Mientras el corte 1 únicamente proporcionó algún resto de época moderno-contemporánea, en el corte 2 se
registraron algunos fragmentos cerámicos hechos a mano y sin decoración. En el tercero de los sondeos se
constató la existencia de algunas piedras y barros que fueron interpretados como los restos de un posible fondo
de cabaña o estructura y en cuyas proximidades se documentaron algunos fragmentos cerámicos, uno de ellos
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Fig. 11. Materiales cerámicos con decoración incisa y acanalada procedentes de la Cova de la Serreta la Vella,
depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda.
Fig. 12. Vasija con decoración incisoimpresa con bandas verticales y horizontales
procedente de Ledua (Novelda). Cortesía
del Museo Arqueológico Provincial de
Alicante-MARQ.
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con incisiones junto a fauna y piezas líticas sin retocar. El último de los cortes practicados proporcionó varios
fragmentos de una vasija de tendencia esférica con cuello, borde exvasado y dos asas verticales, que presentaba
una decoración inciso-impresa a base de bandas horizontales y verticales y una serie de triángulos rellenos de
impresiones (fig. 12), que situaría el yacimiento en momentos avanzados del Neolítico antiguo. A pesar de los
escasos resultados aportados por la intervención arqueológica, los autores propusieron que quizá el yacimiento
estaría relacionado con un asentamiento en llano con estructuras de habitación o de almacenamiento, el cual se
extendería por las parcelas contiguas, ya que en ellas también se registraron algunos materiales en superficie
como el caso de un hacha pulimentada (Hernández y Alberola, 1988).
3.11. Casco antiguo de Novelda
Son varios los solares del casco antiguo de Novelda donde han sido documentados restos de estructuras y
materiales correspondientes a momentos neolíticos antiguos. Por el momento podemos citar:
- Calle Colón nº 3. Ubicado en el actual casco histórico de Novelda, a escasos metros de la margen
derecha del río. Durante la intervención arqueológica se registraron niveles neolíticos bajo estratos de
cronología moderno-contemporánea. Se pudo constatar que la disposición de una necrópolis había alterado
considerablemente la ocupación previa. No obstante, se determinó que el nivel prehistórico correspondía a un
conjunto de estructuras relacionadas con actividades de combustión o con áreas de actividad indeterminada,
entre ellas dos encachados de cantos rubefactados –E-100 y E-200– y una agrupación de cantos angulosos
–E-300–, a los que se asociaban los restos de cultura material recuperada. La datación absoluta, efectuada
sobre una muestra singular de un carbón de Quercus sp., obtenida del relleno sedimentario UE 101 de la
E-100, proporcionó una fecha muy elevada para el contexto material (Beta-227572: 6390±40 BP; 54805310 cal BC 2σ) (García Atiénzar et al., 2006). En la intervención se documentaron algunos materiales
asociados a las estructuras, así como otros dispersos entre los que destacan instrumentos de molienda,
láminas retocadas y sin retoque, dos lascas de borde abatido, un raspador, un trapecio de retoque abrupto, 27
fragmentos cerámicos –19 sin decoración, 7 peinados y un fragmento de cuerpo con cordón decorado con
impresiones de instrumento–. De la UE 101 datada, proceden diversos fragmentos cerámicos, varios lisos,
uno con cordón e impresiones de puntillado y un fragmento peinado. Con todo, la datación disponible es
elevada en relación con el contexto material recuperado, debido, en esencia, a que se trata de una muestra
de vida larga que podría llegar a envejecer su cronología. Por tanto, la ocupación en la calle Colón se podría
situar hacia finales del VI milenio cal AC.
- Por otro lado, en las obras de reforma de la ermita de San Antón también se localizaron algunos materiales
que en la actualidad se encuentran en proceso de estudio. Al menos, conocemos la presencia de un fragmento
cerámico correspondiente a una vasija con decoración impresa de instrumento (c.p. Concepción Navarro).
- En la calle Sentenero nº 5 y 7 (Alegre, 2008), se hallaron dos pequeñas cubetas con fondo plano en el
tramo norte de la calle. En la calle Sentenero nº 53 (Reina, 2008), durante la excavación de salvamento de
este solar, se documentaron algunos materiales neolíticos, entre los que cabe destacar diversos fragmentos
de cerámica peinada y esgrafiada. Y, por último, en la calle Manuel Alberola (Ortega y Boronat, 2008), se
constataron algunos materiales, tales como un posible segmento de sílex, de cronología neolítica.
3.12. Cova Sant Martí (Agost)
Este yacimiento se ubica en las cercanías del corredor del Vinalopó, en uno de los valles transversales hacia el
Camp d’Alacant. Concretamente la cueva se localiza a media altura del Barranc Blanc, en la zona conocida como
Las Tobarías, dentro de la partida de Rochet, siendo sus coordenadas ETRS89 zona 30N X: 706633 Y: 4257937.
Se trata de una cavidad con una pequeña boca de entrada y enorme dificultad de acceso al interior. Las primeras
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
103
evidencias arqueológicas de este yacimiento fueron presentadas en un estudio de materiales procedentes de
remociones clandestinas, realizado por E. López Seguí (1996). Posteriormente, entre 2001 y 2003 se llevaron a cabo
dos campañas de excavaciones arqueológicas (Torregrosa y López, 2004; Torregrosa, López y Jover, 2004). Los
resultados de estas intervenciones permitieron reconocer al menos dos niveles de ocupación de la cavidad, uno en
momentos epipaleolíticos y otro en el Neolítico antiguo postcardial. Este último, se caracterizaba principalmente
por la abundante presencia de cerámicas peinadas, junto con una buena representación de cerámicas incisoimpresas y solamente un fragmento con decoración cardial. El registro cerámico venía acompañado de algunos
elementos de industria lítica, entre los que se reconocieron láminas y laminitas obtenidas mediante técnica de
presión sobre las que se confeccionaron algunas hojas con retoques marginales, así como algunos geométricos
entre los que se observan singularmente trapecios. Todo ello venía acompañado de un destacado conjunto de
restos faunísticos –con especies domésticas tales como bovinos, ovicaprinos y suidos–. La presencia de especies
faunísticas intrusivas parecían indicar una ocupación esporádica de la cavidad. Los restos malacológicos,
especialmente los marinos con carácter ornamental, también parecían estar acordes con la ocupación neolítica.
Por último, en cuanto a la funcionalidad de la cueva, se consideró que se trataría de ocupaciones esporádicas
relacionadas con actividades de pastoreo, a lo que se sumaría un uso funerario, dada la documentación de restos
óseos humanos cuya datación absoluta aportó una cronología de momentos avanzados de la primera mitad del
V milenio cal AC (Beta-166467: 5740±40 BP; 4700-4480 cal BC 2σ). El estudio osteoarqueológico concluyó
que había un número mínimo de individuos entre 5 y 6, estando representados tanto infantiles como adultos. El
lugar de residencia del grupo neolítico, que utilizó momentáneamente la cueva como lugar de enterramiento, es
probable que se ubicara al aire libre en el entorno próximo.
3.13. Limoneros II-III (Elche)
Este yacimiento al aire libre se localizaba en una finca agrícola, de donde toma el nombre, totalmente
transformada por las recientes obras de la circunvalación sur de Elche, muy próxima a los llanos de
inundación en la margen izquierda del río y aproximadamente a unos 500 m del cauce (Barciela et al.,
2014). Las coordenadas corresponden a ERTS89 zona 30N X: 701756 Y: 4236184. Su documentación
fue el resultado de una intervención de salvamento llevada a cabo con motivo de la construcción de una
carretera, y en el transcurso de la misma se constataron diversas estructuras negativas, tipo silo o cubeta
y segmentos de foso o paleocanales. Entre el material recuperado destaca la presencia de fragmentos
cerámicos con decoración inciso-impresa y peinada, así como restos de fauna, malacofauna y elementos
líticos, tanto tallados como pulidos, que podrían situar el yacimiento en torno a un Neolítico epicardial o
postcardial de la secuencia regional. Todo ello permite inferir que quizá se tratara de un conjunto de áreas
de actividad o desecho asociadas a la presencia de un asentamiento.
3.14. La Alcudia (Elche)
El yacimiento se asienta sobre una de las terrazas de la margen izquierda del río Vinalopó, con tierras de
amplio potencial agrícola. Coordenadas ETRS89 zona 30N X: 701700 Y: 4234946. Las noticias sobre la
ocupación neolítica proceden de las intervenciones llevadas a cabo por R. Ramos Fernández en la década
de 1980, cuando al excavar en el interior de una galería moderna dentro del sondeo 6B del sector 5F, se
documentaron materiales descontextualizados procedentes de procesos de arrastre, entre los que cabe citar
varios fragmentos de cerámicas hechas a mano con decoración incisa e impresa (Ramos Molina, 1989) que
podrían asociarse a momentos avanzados del Neolítico antiguo en su fase epicardial. Entre los materiales
destaca un vaso globular con cuello y seis asas de lengüeta, decorado con incisiones e impresiones de
instrumento conformando motivos geométricos. Poco más se puede comentar sobre la ocupación neolítica
de este yacimiento cuyos niveles prehistóricos apenas están documentados.
APL XXXI, 2016
[page-n-104]
104
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
3.15. Cova de les Aranyes del Carabassí (Santa Pola)
Se trata de una cavidad localizada en la ladera de la sierra de Santa Pola, en el Barranc del Frare, muy próxima
al mar. Sus coordenadas ETRS89 son zona 30N X: 717395 Y: 423362. Esta ubicación bien podría relacionarse
con la explotación de recursos marinos y del espacio de marismas que rodea la cueva. Se trata de un yacimiento
en el que se han practicado, a lo largo del siglo XX, diversas intervenciones de diferente índole, lo que ha
generado la presencia de un conjunto de materiales distribuidos por dos museos –Museo Arqueológico y de
Historia de Elche (MAHE) y Museo Arqueológico Provincial de Alicante (MARQ)–. A comienzos del siglo
XXI, se llevó a cabo otra actuación arqueológica sistemática (Hernández et al., 2012; Guilabert y Hernández,
2014). De los 36 vasos individualizados, 10 presentan algún tipo de decoración. Las impresiones a gradina
suponen el 40%, las incisiones el 30%, peinados el 20% y ungulaciones el 10% (Guilabert y Hernández, 2014:
74). La cerámica viene acompañada de industria lítica, ósea y malacológica. Dicho conjunto, en el que destaca
la ausencia de cerámicas con decoración cardial y de cerámicas esgrafiadas, permite encuadrar su ocupación
en momentos avanzados del Neolítico epicardial, o ya dentro del postcardial.
3.16. El Alterón (Crevillent)
Ubicado al norte del Fondó de Crevillent-Elx y en la margen derecha del Barranc del Botx, sobre una pequeña
elevación (Trelis et al., 2014). Sus coordenadas ETRS89 son X: 693299 Y: 4233913. Los datos disponibles
proceden de una excavación arqueológica de salvamento que permitió constatar una serie de estructuras negativas
a modo de pequeñas fosas de diferente tamaño, relacionadas, quizá, con actividades de almacenamiento de
alimentos o áreas de desecho. Destacan algunos materiales documentados en las UUEE 9 y 19. En la primera
de ellas, se registró un fragmento con cordón y digitaciones; un fragmento cerámico carenado y esgrafiado
y dos fragmentos peinados. Para la segunda, destaca un fragmento peinado (Trelis et al., 2014: 99, fig. 9.6).
La escasez, tanto de estructuras como de materiales, no permite esbozar una caracterización concreta para
este yacimiento, más allá de relacionarlo con áreas de almacenamiento o desecho que podrían haber estado
asociadas a una zona de hábitat próxima en momentos de la segunda mitad del V milenio cal AC.
4. DISCUSIÓN
El río Vinalopó nace en las estribaciones suroccidentales de la sierra de Mariola, a la altura de los municipios
de Banyeres-Bocairent. En la vertiente septentrional de Mariola y a escasos kilómetros de su nacimiento,
también surge el río Clariano, al igual que al E-SE, se configura la cabecera del río de Polop, uno de los
ramales que integran el Serpis. En ambas cabeceras cercanas a las del Vinalopó se constatan diversos
yacimientos adscritos a los momentos iniciales y plenos del horizonte de las cerámicas impresas cardiales
(Bernabeu, 2011; Bernabeu y Martí, 2014). Así, en el tramo inicial del Polop, entre otros, encontramos el
Abric de la Falguera (García Puchol y Aura, 2006), donde se han documentado niveles de ocupación cardial
anteriores a ca. 5300 cal AC. Lo mismo podemos decir para, al menos, dos cavidades situadas en el curso
alto del Clariano como son la Cova de la Sarsa y la Coveta Emparetà (García Borja et al., 2016a).
Con respecto a la Cova de la Sarsa, la documentación y datación hasta el momento de diversos restos
humanos, correspondientes a 11 individuos, asegura su carácter sepulcral a lo largo de la Prehistoria
reciente desde momentos muy antiguos del Neolítico cardial. Las dataciones efectuadas muestran que al
menos 4 de ellos fueron inhumados entre ca. 5500 y 5200 cal AC, pudiendo haber sido coetáneos dos de
ellos, dado el rango cronológico que muestran (García Borja, 2016a: 127, tabla 1). El registro material
asociado evidencia una destacada presencia de cerámicas cardiales frente a otros tipos de técnicas
decorativas (García Borja et al., 2011b).
APL XXXI, 2016
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La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
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Por su parte, la Coveta Emparetà (García Borja et al., 2016b) se ubica a escasa distancia de la anterior. Fue
la primera referencia bibliográfica de la zona que mostraba la presencia de cerámicas cardiales (Visedo, 1925),
aunque no fue excavada hasta 1970 por M. D. Asquerino (1975). El estudio y revisión de las evidencias materiales
ha permitido constatar que la cavidad fue ocupada y utilizada, entre otros momentos de la Prehistoria reciente,
durante el Neolítico antiguo y medio. Del conjunto cerámico estudiado destaca el alto número de cerámicas
impresas cardiales, así como una buena presencia de cordones lisos y un menor número de incisiones e impresiones
de instrumento, alguna peinada y una esgrafiada (García Borja et al., 2016b: 33-35, fig. 5). La existencia de
trapecios, un taladro y diversas hojas y hojitas retocadas también se debe asociar con la existencia de un nivel de
ocupación cardial, cuyo desarrollo se podría considerar coetáneo a la ocupación de la vecina Cova de la Sarsa.
En definitiva, las tres cavidades citadas muestran similares secuencias de ocupación a otros muchos
yacimientos excavados y ubicados en tierras más orientales como Cova de l’Or (Martí, 1977, 2011; Martí et
al., 1980; Bernabeu, 1989), Benàmer (Torregrosa, Jover y López, 2011), Mas d’Is (Bernabeu et al., 2003), Cova
d’en Pardo (Soler et al., 2013), Barranquet (Esquembre et al., 2008) o Cova de les Cendres (Bernabeu y Molina,
2009), con dataciones sobre muestras singulares de vida corta que, en algunos casos, se remontan a mediados del
VI milenio cal AC (Bernabeu y Martí, 2014; García Puchol et al., 2016) (tabla 1).
De este modo, si de excelente a nivel secuencial, análisis de la materialidad y fijación de la cronología
podemos calificar la calidad de la información disponible para los territorios de los ríos Serpis y Gorgos,
de insuficiente debemos considerarla para la cuenca del Vinalopó a tenor de lo expuesto. No obstante,
no podemos olvidar que a lo largo de las últimas décadas se han efectuado excavaciones en al menos 8
yacimientos con resultados muy dispares. Así, se han llevado a cabo sondeos y prospecciones en Arenal de
la Virgen (Fernández et al., 2008, 2015; Gómez y Fernández, 2016) que no han proporcionado datos sobre la
ocupación neolítica, aunque sí sobre ocupaciones previas asociadas al Mesolítico de muescas y denticulados;
los sondeos efectuados en la zona del Chorrillo-Chopo (Petrer) en 1997 también resultaron negativos.6 De
otro lado, los trabajos de excavación y reinterpretación efectuados en la Cova de les Aranyes del Carabassí
(Hernández et al., 2012; Guilabert y Hernández, 2014) han permitido concretar la estratigrafía y asociar
materiales descontextualizados que han posibilitado, al menos, fijar la secuencia de ocupación, que para el
Neolítico se iniciaría en la fase epicardial o inicios de la postcardial. Pero de mayor importancia son los
restos encontrados, tanto en la calle de Colón de Novelda (García Atiénzar et al., 2006), como en Limoneros
II-III (Barciela et al., 2014). En el primero, se pudieron reconocer dos estructuras negativas de planta ovoide,
denominadas como encachados, de escasa profundidad, asociadas a cantos calizos quemados, fragmentos
cerámicos, productos líticos tallados y de molienda (García Atiénzar et al., 2006) (fig. 13), similares a los
registrados en numerosos yacimientos del este peninsular, entre ellos Tossal de les Basses (Rosser y Soler,
2016) o Benàmer (Torregrosa et al., 2011; Jover, 2013). Por su parte, en Limoneros fueron documentados dos
tramos de fosos paralelos, además de un área de actividad y de diversos silos de pequeño tamaño. Todo ello
todavía pendiente de publicar de forma extensa y detallada (Barciela et al., 2014).
Ahora bien, toda esta información adquiere especial relevancia y se le puede dotar de mayor contenido
cronológico e interpretativo si tomamos en consideración el asentamiento del Tossal de les Basses (Rosser
y Soler, 2016), ubicado en la Albufereta de Alicante, a escasos 20 kilómetros del tramo medio y bajo del
Vinalopó. Se trata de un yacimiento con una dilatada secuencia de ocupación que se iniciaría en el tránsito
del VI al V milenio cal AC y que se prolongaría hasta inicios del IV milenio cal AC. El destacado número de
estructuras, documentadas en una amplia superficie, dificulta la posibilidad de determinar con claridad el proceso
de conformación y desarrollo del núcleo, pero todo parece indicar la existencia de, al menos, tres fases de un
asentamiento que ocupó varias hectáreas de extensión. En el mismo, se ha documentado la superposición de dos
fondos de cabañas, además de la presencia de una importante red de fosos, áreas de almacenamiento, áreas de
producción con estructuras de combustión de tipo encachado y una zona de necrópolis de larga duración con
rituales de inhumación individual (Rosser y Soler, 2016).
6
Comunicación personal de D. Antonio M. Poveda Navarro.
APL XXXI, 2016
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Cuenca Geográfica
Serpis
Serpis
Serpis
Alto Vinalopó
Alto Vinalopó
Alto Vinalopó
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Serpis
Gorgos
Clariano
Gorgos
Serpis
Clariano
Clariano
Clariano
Clariano
Gorgos
Serpis
Medio Vinalopó
Gorgos
Serpis
Serpis
C. d'Alacant-Montnegre
C. d'Alacant-Montnegre
Serpis
Serpis
C. d’Alacant-Montnegre
Serpis
Camp d'Alacant
C. d’Alacant-Montnegre
Yacimiento
Abric de la Falguera
Abric de la Falguera
Abric de la Falguera
Casa Corona
Casa Corona
Cueva del Lagrimal
Cova d'en Pardo
Cova d'en Pardo
Mas d'Is
Mas d'Is
El Barranquet
El Barranquet
Abric de la Falguera
Cova de l'Or
Cova de les Cendres
Cova de la Sarsa
Cova de les Cendres
Cova de l'Or
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de la Sarsa
Cova de les Cendres
Cova de l'Or
Calle Colón
Cova de les Cendres
Cova de l'Or
Cova d'en Pardo
Tossal de les Basses
Tossal de les Basses
Abric de la Falguera
Abric de la Falguera
Tossal de les Basses
Cova d'en Pardo
Cova Sant Martí
Tossal de les Basses
Hábitat en abrigo
Hábitat en abrigo
Hábitat en abrigo
Hábitat en llano
Hábitat en llano
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en terraza
Hábitat en terraza
Hábitat en litoral
Hábitat en litoral
hábitat en abrigo
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábiat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en llano
Habitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en cueva
Hábitat en litoral
Hábitat en litoral
Hábitat en abrigo
Hábitat en abrigo
Hábitat en litoral
Hábitat en cueva
Inhumación cueva
Hábitat en litoral
Contexto
Referencia
AA-2295
Beta-267441
Beta-171909
OxA-V-2392-27
Beta-272856
Beta-249933
Beta-231880
Beta-231879
Beta-166727
Beta-162092
Beta-221431
Beta-239379
Beta-142289
KN-51
Beta-239377
OxA-V-26076
H-16
GifA-101360
VI
Uciams-66316
OxA-V-26075
OxA-V-2360-25
OxA-V-1360-22
OxA-V-2360-26
N VII
Beta-142228
J4/Capa 17a
Oxa-10192
E-100
Beta-227572
N-VIIa
Beta-107405
J4/Capa 14
Oxa-10191
VII
Beta-231877
Tumba
Beta-225259
S. E2 encachados UE 34 Beta-232484
Nivel VI-UE 3117
AA-60625
Nivel VI-UE2041C
AA-60627
Foso 2/5. UE1779
Beta-232483
Nivel VI
Beta-231876
UE 206
Beta-166467
Tumba 9. Junto cabaña 1 Beta-225223
VIII
Fase VII
Enterramiento 2
Enterramiento 1
Nivel IV
Nivel VIII inf.
Nivel VIII
UE 80205. Fase VIb. C.2
UE 80219. Fase VIa. C.1
UE 79
UE 79
UE 2051B. Fase VI
Capa VII-Inferior-H3
H-19
Conjunto
7410±70
7380±40
7280±40
7116±32
7070±40
6990±50
6660±40
6610±40
6600±50
6600±50
6510±50
6510±50
6510±80
6510±160
6510±40
6506±25
6490±90
6475±25
6420±32
6399±33
6389±33
6341±30
6340±70
6310±70
6390±40
6280±80
6275±70
6240±40
6030±40
5950±50
5833±65
5655±54
5770±40
5790±40
5740±40
5670±40
BP
6400-6040
6380-6099
6210-5980
6058-5918
6023-5849
5985-5755
5657-5511
5631-5491
5630-5480
5630-5480
5530-5370
5530-5370
5616-5321
5678-5198
5548-5373
5534-5376
5617-5310
5484-5375
5473-5330
5469-5320
5469-5314
5463-5222
5478-5080
5470-5076
5480-5310
5467-5047
5456-5046
5310-5066
5030-4830
4950-4720
4842-4533
4648-4358
4720-4520
4720-4540
4700-4480
4590-4450
Semilla Olea
Cervus elaphus
Bactrea pinus
Hueso Humano
Hueso humano
Capra pyrenaica
Capra pyrenaica
Ovis/Capra
Hordeum vulgare
Hordeum vulgare
Ovis aries
Ovis aries
Triticum monococ.
Cereal
Ovis aries
Ovis aries
Triticum dicoccum
Ovis aries
Ovis aries
Bos taurus
Bos taurus
Homo sapiens
Hordeum vulgare
Triticum aestium
Carbón Quercus sp.
Ovis aries
Triticum aestium
Ovis/Capra
Hueso humano
Semilla
Capra pyrenaica
Ovis aries
Semilla
Bos sp.
Hueso humano
Cráneo humano
Cal BC 2σ Muestra
Mesol. geom. A
Mesol. geom. A
Mesol. geom. A
Mesol. geom. A-B
Mesol. geom. A-B
Mesol. geom. B
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
Neol. cardial
N. epicardial-postcard.
N. cardial-epicardial
N. cardial-epicardial
N. cardial-epicardial
N. epicardial-postcard.
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Neol. postcardial
Fase Arqueológica
Tabla 1. Selección de dataciones obtenidas en yacimientos neolíticos antiguos de las cuencas de los ríos Serpis, Gorgos, Clariano, Montnegre y Vinalopó. Mientras
las dataciones del Vinalopó se recogen en su integridad, del resto de cuencas únicamente se han incluido las obtenidas a través de muestras de vida corta. Todas
las calibraciones han sido realizadas con el programa OxCal v4.2.3. (Bronk Ramsey y Lee, 2013), utilizando la curva de calibración Intcal13 (Reimer et al., 2013).
106
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
APL XXXI, 2016
[page-n-107]
La Cova deLs CaLderons (La romana, aLiCante) y Los iniCios deL neoLítiCo en eL vaLLe deL vinaLopó
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Fig. 13. Estructura
de tipo encachado
documentada en las
excavaciones en la calle
Colón, 3 (Novelda).
Cortesía de Gabriel
García Atiénzar.
Por tanto, atendiendo a la secuencia cronológica y material determinada y reconocida para el área
del Serpis, a la información antes expuesta y a lo publicado hasta el momento del Tossal de les Basses
(Rosser y Fuentes, 2007; Rosser, 2010; Rosser y Soler, 2016), en especial su amplia batería de dataciones
absolutas, podríamos considerar que los inicios de la ocupación de las tierras del Vinalopó por parte de
comunidades agropecuarias procedentes, con toda probabilidad, de las cuencas del Serpis-Clariano se
produciría en los últimos siglos del VI milenio cal AC. Así, son cuatro los argumentos esenciales para
proponer tal consideración:
- En primer lugar, las dataciones absolutas disponibles, incluyendo la amplia serie del Tossal de les Basses,
muestran un desfase temporal entre las tierras del Serpis y Clariano con respecto al Vinalopó y Camp
d’Alacant de cerca de 500 años. En este sentido, la datación realizada hasta el momento que aporta la fecha
más antigua para la zona es la efectuada sobre una muestra de carbón en la calle Colón (Novelda) (García
Atiénzar et al., 2006), para la que es evidente el problema de la madera vieja. El conjunto material asociado
no permitiría envejecer esta ocupación más allá de ca. 5100-5000 cal AC.
- En segundo lugar, el número y distribución de cerámicas decoradas muestra una mayor presencia de
la técnica cardial conforme nos acercamos hacia los ríos Serpis y Clariano. Así, el mayor número de
recipientes y de yacimientos con este tipo de cerámicas lo encontramos en la zona del Alto Vinalopó –
Arenal de la Virgen, Cueva Santa de Caudete, Casa de Lara, etc–; algún fragmento aparece más al sur, como
en la Cova Sant Martí o Limoneros II. No obstante, en todos los enclaves dominan ampliamente las técnicas
de decoración inciso-impresas, cuya representatividad en el registro arqueológico de los yacimientos del
ámbito del Serpis y Clariano es cronológicamente posterior al horizonte cardial.
- En tercer lugar, es significativa la multiplicación de yacimientos neolíticos con cerámicas inciso-impresas
y también peinadas en los tramos medio y bajo del Vinalopó, mostrando una correlación directa con lo
documentado en las fases I y II del Tossal de les Basses (Rosser y Soler, 2016). Este argumento sobre la
materialidad constatada también indicaría que la ocupación efectiva de los tramos más bajos del Vinalopó
se habría producido en el tránsito del VI al V milenio cal AC.
APL XXXI, 2016
[page-n-108]
108
P. Torregrosa giménez y F. J. Jover maesTre
- En último término, los elementos, los motivos, las composiciones y los temas decorativos reconocidos
en las vasijas con decoración cardial e impresa de instrumento de los distintos yacimientos del ámbito
del Vinalopó –Cueva Santa, Arenal de la Virgen (fig. 9), Casa de Lara, Ledua (fig. 12), Cova Sant Martí,
La Alcudia y Cova de les Aranyes–, son similares a los documentados en otros enclaves de las cuencas
de los ríos Gorgos, Serpis y Clariano (Bernabeu et al., 2011: 153-178), mostrando así una significativa
relación entre las distintas zonas.
Por tanto, asumiendo lo expuesto, en las tierras del Vinalopó no existe ningún yacimiento que
pueda parangonarse, a nivel material, con la caracterización efectuada para el horizonte cardial en
sus fases iniciales, reconocido de forma clara en numerosos yacimientos de las cuencas del Serpis,
Gorgos y Clariano –como espacios geográficos más próximos con una secuencia neolítica claramente
definida–, con un dominio porcentual de la técnica cardial frente a otras, además de un importante
número de dataciones sobre muestras de vida corta que avalan la presencia de comunidades en estos
valles desde ca. 5600 cal AC. Tampoco parece que los conjuntos cerámicos documentados permitan
plantear una significativa presencia de esta técnica decorativa; más bien al contrario, dominan las
decoraciones incisas por encima de las impresas de instrumento, con una baja o nula presencia de
cerámicas cardiales. En este sentido, el yacimiento del Arenal de la Virgen, con un interesante conjunto
cerámico (Gómez y Fernández, 2016) es el mejor ejemplo, hasta la fecha, para situar los inicios de la
consolidación de grupos neolíticos en las tierras del Vinalopó en momentos plenos o avanzados de la
fase epicardial. Al igual que la única presencia de un fragmento de cerámica cardial en la Cova Sant
Martí o su total ausencia en cavidades como la Cova de les Aranyes del Carabassí u otros yacimientos
con peor registro, evidenciarían una ocupación de estos espacios en momentos algo más tardíos, a
inicios de la primera mitad del V milenio cal AC, como ha puesto de manifiesto la datación absoluta
disponible para la primera.
5. HACIA UNA HIPÓTESIS SOBRE LOS INICIOS DE IMPLANTACIÓN
DE COMUNIDADES AGROPECUARIAS EN EL VALLE DEL VINALOPÓ
Como ya señalaron, entre otros, A. Ibarra y Manzoni (1879), E. Matarredona (1983, 1986) o M. S.
Hernández (1997), el valle del Vinalopó ha constituido un espacio geográfico con importantes recursos
bióticos y abióticos para el asentamiento humano por sus condiciones edáficas, hídricas, riqueza
biológica y facilidad de comunicaciones. La abundancia de agua, tanto en cursos de ríos y barrancos,
como en espacios lagunares y albuferas, propició el desarrollo de una amplia biodiversidad vegetal y
animal en sus entornos. Estos espacios han venido funcionando como despensas naturales de enorme
interés para los grupos humanos. Además, no podemos olvidar que la zona estudiada corresponde al
extremo septentrional de la fosa Intrabética, a través de la cual se accede rápidamente a las tierras
del Sudeste. Por otro lado, la presencia de cordones litorales y promontorios costeros facilitaría la
existencia de numerosos atracaderos naturales para pequeñas embarcaciones, medio de transporte de
gran importancia en la antigüedad siguiendo un cabotaje más o menos estricto.
Sin embargo, y a pesar de estas características, las investigaciones desarrolladas hasta la fecha vienen
evidenciando que este espacio geográfico no fue elegido por los primeros grupos agrícolas que arribaron
a las costas peninsulares en su proceso de ocupación de nuevas tierras hacia mediados del VI milenio
cal AC. Los primeros grupos agrícolas en tierras peninsulares los encontramos, por ahora, implantados
en las zonas litorales y prelitorales catalanas con preferencia en la cuenca del río Llobregat (Oms et al.,
2014), en valles como el Serpis, Gorgos y Clariano en las tierras valencianas (Bernabeu et al., 2008a,
2011; García Atiénzar y Jover, 2011; Jover y García Atiénzar, 2014, 2015) y, también, en otros más
meridionales como las costas malagueñas (Bernabeu y Martí, 2014). Valles que, como el Serpis, fueron
ocupados remontando desde su desembocadura hasta su cabecera. Este proceso, iniciado probablemente
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Fig. 14. Secuencia hipotética del proceso de implantación del Neolítico en la cuenca del Vinalopó.
sobre el 5600 cal AC, permitió la consolidación en las tierras del norte de Alicante y sur de Valencia, de
una entidad social de base agrícola y ganadera reconocida arqueológicamente bajo la denominación del
grupo Or-Cendres, dentro del denominado Horizonte cardial (Bernabeu et al., 2011; García Atiénzar y
Jover, 2011; García Atiénzar, 2012).
Por su parte, el valle del Vinalopó, como espacio geográfico, no parece haber sido ocupado por
comunidades agropecuarias durante el tiempo en el que se configuró y desarrollo dicha entidad,
aproximadamente entre 5600 y 5300 cal AC, a pesar de ser un territorio contiguo al Serpis y al Clariano.
Atendiendo al estado actual de la investigación, solamente en las tierras del Alto Vinalopó se podría
plantear la implantación de las primeras comunidades agropecuarias hacia momentos muy avanzados del
VI milenio cal AC. Así, la ocupación del Vinalopó por parte de grupos agropecuarios tuvo que ser fruto
de un largo proceso de segmentación y expansión poblacional que se iniciaría en torno al 5300/5200 cal
AC (fig. 14), y siempre partiendo inicialmente desde valles próximos como el del Serpis o el Clariano,
incluso también desde otros valles cercanos interconectados como el río Verd o Montnegre (Jover y
García Atiénzar, 2015).
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En este sentido, la datación más tardía disponible para la zona7 en relación con los últimos grupos
mesolíticos, procedente de la cueva del Lagrimal (Fernández et al., 2013; Gómez-Puche et al., 2015), no
permite prolongar su presencia más allá del 5700 cal AC (tabla 1). No obstante, no podemos descartar
que los primeros grupos neolíticos implantados en las tierras del Serpis y el Clariano llegaran a entrar
en contacto con las poblaciones mesolíticas –en su fase B– implantadas en el corredor de Villena. De
haberse producido contactos, por el momento no se puede determinar qué procesos –integración, exclusión,
autoexclusión, etc.– se pudieron producir. El registro analizado hasta la fecha no ha dejado huella. Por el
contrario, para otros territorios más septentrionales, como el Bajo Aragón, se ha propuesto un proceso de
integración con una primera fase de transición al Neolítico hacia el 5500-5400 cal AC y una segunda fase
de plena neolitización a partir de momentos cercanos a finales del VI milenio cal AC, teniendo como base
la secuencia del Cingle de Valmayor XI (Rojo et al., 2015).
De este modo, hacia el 5600/5500 cal AC en el norte de la provincia de Alicante y sur de la de Valencia,
pero preferentemente en la cuenca del río Serpis, se constata la presencia de comunidades humanas con
un modo de vida agropecuario, englobables en el denominado horizonte de las cerámicas impresas. Todo
apunta a que inicialmente ocuparon territorios no frecuentados por los grupos indígenas de base cazadora
y recolectora (Juan Cabanilles y Martí, 2002; García Puchol, 2005; Martí et al., 2009; Jover, 2011b) y que
en su proceso de expansión y colonización de nuevas tierras se pudieron desarrollar diversos procesos
de interacción, entre los que no conviene olvidar los de exclusión social y autoexclusión de los grupos
mesolíticos (Jover y García Atiénzar, 2014, 2015).
Así, hace unos años, la cabecera del Vinalopó fue considerada como una posible frontera inicial entre
ambas comunidades, en la que se habrían podido efectuar procesos de aculturación directa. O. García
Puchol (2005: 319) planteó a este respecto una doble hipótesis: en primer lugar, que Casa de Lara
tuviese continuidad ocupacional durante el Mesolítico en su fase C, pudiendo explicar la presencia de
cerámicas como consecuencia de contactos con los grupos neolíticos y estableciéndose una frontera de
carácter integrador durante cierto tiempo; y, en segundo lugar, que no existiera continuidad en la ocupación
mesolítica, que ésta se truncara en momentos avanzados de la fase B y que el lugar fuese reocupado,
posteriormente, por grupos neolíticos en su proceso de expansión por la cuenca del Vinalopó.
Si bien el proceso de investigación en el Levante de la península Ibérica ha optado tradicionalmente
por explicar el proceso de neolitización de los grupos mesolíticos considerando que éstos irían
incorporando progresivamente innovaciones, primero técnicas –cerámica– y luego económicas –
domesticados–, en los últimos años se empieza a cuestionar esta hipótesis al revisar el conjunto de
yacimientos cuyas estratigrafías habían servido de base para explicar el proceso – en especial Cocina–,
observando que, más que continuidad y progresiva incorporación de elementos neolíticos, se constata
ruptura y discontinuidad. Lo que hasta hace poco se explicaba como grupos mesolíticos en proceso de
neolitización, ahora se trataría de yacimientos con ocupaciones mesolíticas previas o coetáneas a los
primeros grupos agropecuarios, abandonos y posteriores reocupaciones por parte de grupos neolíticos
(Juan Cabanilles y Martí, 2007/2008; Martí et al., 2009; Jover y García Atiénzar, 2014, 2015). En este
sentido, la segunda de las hipótesis planteadas por O. García Puchol para yacimientos como Casa de Lara
y también para la cueva del Lagrimal podría ser la más cercana a la realidad.
En cualquier caso, una vez afianzados y consolidados los grupos neolíticos impresos cardiales en los
territorios inicialmente ocupados de cuencas como las del Serpis, Gorgos y Clariano, éstos comenzarían
un proceso de expansión y colonización de nuevas tierras entre las que se encontraría el cercano valle del
Vinalopó (Guilabert et al., 1999; Jover et al., 2008). Todos los datos parecen indicar que el proceso se
iniciaría primero en la cabecera del río Vinalopó, por su proximidad al núcleo Or-Sarsa; posteriormente,
se ocuparía la cubeta de Villena, donde se ha documentado una mayor presencia de cerámicas con
7
Se han publicado otras dos fechas procedentes de la ocupación mesolítica de Casa Corona (Villena) (Fernández et al., 2013), que
aunque próximas, son algo anteriores a la obtenida en la cueva del Lagrimal.
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decoración cardial que en el resto de la cuenca; para seguir el proceso de implantación en el tramo medio
y final del valle hasta su desembocadura, partiendo, o bien desde el tramo alto del río, o bien desde la
cuenca del río Montnegre y el Camp d’Alacant, teniendo en cuenta las dataciones obtenidas en el Tossal
de les Basses (Rosser y Soler, 2016).
De este modo, se empieza a constatar la presencia de asentamientos agrícolas ex novo en las tierras del
Vinalopó, en un proceso de expansión poblacional –unido a crecimiento– de grupos agropecuarios a lo largo
del valle. Es el caso de los enclaves localizados desde la cabecera hasta la desembocadura, en la cubeta de
Villena con yacimientos como Casa de Lara, Arenal de la Virgen, Cueva Santa de Caudete, o su expansión hacia
el altiplano de Yecla en la cueva de los Secos; todavía no estamos en condiciones de concretar si también se
produciría en la cubeta de Sax ante las escasas evidencias de El Chopo y L’Almortxó; también en Ledua, calle
Colón y el resto de evidencias del casco histórico de Novelda; así como en las terrazas próximas al curso del
río en el Bajo Vinalopó, en yacimientos como La Alcudia, con una clara continuidad en La Bernarda (Soler y
López, 2001), ya en el tramo final del río Segura. El resto de enclaves recogidos en el presente trabajo, como
El Partidor, cueva del Lagrimal, Cova de la Serreta la Vella, Cova dels Calderons, Cova Sant Martí, Limoneros
II-III y El Alterón ya serían evidencias que mostrarían la plena consolidación del proceso de ocupación de la
cuenca y los corredores transversales a ésta, a lo largo de la primera mitad del V milenio cal AC.
Fueron los fondos de las diferentes cubetas geográficas que integran el valle o corredor del Vinalopó,
los primeros espacios edáficos puestos en explotación y ocupados, sin que los materiales arqueológicos
documentados, básicamente los líticos tallados, muestren características técnicas o morfológicas
similares o próximas a las desarrolladas previamente en este espacio por los grupos mesolíticos. Las
tierras más fértiles ubicadas en las proximidades de recursos hídricos se convirtieron en objeto y medio
de trabajo, minimizando, a su vez, los riesgos ante el escaso desarrollo de las fuerzas productivas de
estos primeros grupos campesinos. Quizás, el aspecto más significativo de este proceso de expansión y
ocupación de estas tierras sea la baja densidad demográfica constatada en los diferentes tramos en los
que se divide la cuenca. Se puede apreciar la llamativa ubicación de los yacimientos en los fondos de
los valles, reproduciendo el mismo patrón observado durante los primeros momentos de la secuencia en
otras cuencas próximas (García Atiénzar, 2009).
Este modelo de ocupación del espacio debe ponerse en relación con la baja capacidad productiva
de aquellos grupos, en directa relación con unas condiciones materiales rudimentarias, limitada fuerza
de trabajo y escasa productividad en términos de kilos de grano obtenidos por unidad de superficie.
Lo agrícolamente producido podría generar situaciones de carestía en determinados momentos, lo
que conllevaría la necesidad de otras prácticas para la obtención de alimentos: cría de ganado, caza,
recolección, marisqueo y pesca.
De este modo, sería hacia finales del VI milenio cal AC cuando se comenzaría a configurar un espacio
social con un modelo de poblamiento disperso de granjas en todo el valle del Vinalopó y corredores
aledaños (Jover, 2013). Este espacio social se caracterizaría por una amplia dispersión de unidades,
ocupando principalmente las terrazas próximas a los ríos, espacios endorreicos y barrancos con cursos
de agua más o menos permanentes. Atendiendo a la parcialidad de las estructuras y evidencias materiales
registradas en los yacimientos al aire libre del Vinalopó, el modelo de unidad doméstica podría ser
similar al documentado en el asentamiento del Tossal de les Basses (Rosser y Soler, 2016) donde, en
torno a una o dos estructuras de tipo cabaña, se ubicaría un área de producción-consumo con estructuras
de combustión, un área específica de almacenamiento; diversos fosos, además de una zona para la
inhumación, campos de cultivo, pastos y rediles.
Este modelo de ocupación y explotación de las mejores tierras agrícolas se debió ver complementado
con otras ocupaciones esporádicas y puntuales, tal y como se desprende del caso de la Cova de les Aranyes,
donde las excavaciones practicadas en los últimos años parecen mostrar su empleo desde finales del VI
o inicios del V milenio cal AC como lugar de estabulación del ganado (Guilabert y Hernández, 2014),
además de ser puntualmente utilizado como refugio o asentamiento logístico para la explotación de
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recursos marinos. Un patrón de ocupación similar podemos atribuir a la Cova dels Calderons, en la que los
datos obtenidos fruto de expoliaciones y los primeros pasos dados en su excavación, muestran una escasa
densidad de materiales, elevada presencia de especies salvajes y lentejones intercalados de tonos grisáceos
con alto contenido en materia orgánica.8
Por otro lado, cavidades como la Cova de la Serreta la Vella (Segura y Jover, 1997) o Cova Sant
Martí (Torregrosa y López, 2004), ubicadas tanto en las proximidades del río Vinalopó, como en el
corredor hacia el Camp d’Alacant respectivamente, muestran su uso como continente funerario y la
imposibilidad de haber sido utilizadas como lugar de hábitat. En cualquier caso, la función funeraria
de las cavidades, por otro lado, ya ha sido constatado en el seno de las primeras comunidades
neolíticas asentadas en las cuencas aledañas al Vinalopó, tanto en el Serpis como en el Clariano
(García Borja et al., 2016a). No obstante, también se iniciarían prácticas de enterramiento individual
en fosas al aire libre en asentamientos alejados de cavidades naturales como es el caso del Tossal de
les Basses (Rosser, 2010).
Por tanto, a principios del V milenio cal AC ya se habría consolidado un poblamiento de unidades
agrícolas de tipo granja en el valle del Vinalopó. Las mejores tierras ya se habrían convertido en el
principal objeto y medio de trabajo. Las distintas unidades domésticas dispersas funcionarían como
unidades productivas básicas, a través de una intensa relación con el medio transformado y natural en
el que vivirían y de donde obtendrían la mayor parte de los recursos necesarios para su mantenimiento
y reproducción. Sin embargo, sería a través de la esfera social de donde conseguirían materias primas y
productos no existentes en el entorno inmediato, como rocas para instrumentos y adornos como brazaletes
(Orozco, 2016) o conchas marinas (Luján y Rosser, 2013), pero especialmente personas, sin las cuales no
se podría conseguir la reproducción biológica. La dificultad en este punto reside en determinar qué tipo de
relaciones, además de las de tipo parental, se establecerían en este territorio de granjas dispersas, una vez
desarticulado el espacio social del horizonte cardial constituido inicialmente en el extremo septentrional
del Prebético meridional valenciano.
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8
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encuentra en proceso de estudio en estos momentos.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 119-136
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Miguel CORTÉS SÁNCHEZ a, b, c, María D. SIMÓN VALLEJO a, b, c, Rafael M. MARTÍNEZ SÁNCHEZ d,
Pablo GARCÍA BORJA e, María Dolores BRETONES GARCÍA f, María del Pilar RUIZ BORREGA f,
Juan J. DE LA RUBIA DE GRACIA g, Rubén PARRILLA GIRÁLDEZ b
El Neolítico en la Cueva de la Pileta
(Benaoján, Málaga)
RESUMEN: Cueva de la Pileta es uno de los enclaves clásicos en la historiografía de la Prehistoria del sur
de Iberia, sobre todo por las representaciones de arte rupestre. No obstante, el yacimiento también dispone
de una amplia secuencia estratigráfica del Cuaternario reciente (p. ej., 7 m de potencia en la sala de los
Murciélagos) que apenas ha recibido atención bibliográfica. Este trabajo se centra en la historiografía de los
trabajos en el yacimiento y en el estudio de los materiales neolíticos. La colección cerámica y sus paralelos
técnicos y estilísticos en el contexto del Mediterráneo y sur ibérico permiten integrar La Pileta dentro del
primer Neolítico en Andalucía con una edad encuadrada en la segunda mitad del 8º milenio cal BP.
PALABRAS CLAVE: Neolítico, Sierra de Ronda, Cardial, Historia de la Investigación.
Neolithic in ‘La Pileta’ Cave (Benaoján, Málaga)
ABSTRACT: Cave of La Pileta is a key site in southern Iberia prehistoric historiography. It’s mainly
known for its rock art paintings, but the archaeological site also has a wide stratigraphic sequence of
Recent Quaternary period (e.g. 7 meters in ‘Murciélagos’ Room) that has scarcely been studied. This paper
focuses on historiographical analysis of worked areas and Neolithic materials. Ceramics and its stylistic and
technical parallels in the Mediterranean and southern Iberian context allow us to classify Pileta in the first
Neolithic period of Andalusia, second half of 8th millenium cal BP.
KEYWORDS: Neolithic, Ronda Mountain Range, Cardial, Historiography.
a
b
c
d
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Geografía e Historia, Universidad de Sevilla.
mcortes@us.es | simon@us.es
Grupo HUM-949. Tellus. Prehistoria y Arqueología
en el sur de Iberia. Universidad de Sevilla.
mrruben99@msn.com
Interdisciplinary Center for Archaeology and
Evolution of Human Behaviour, Universidade do
Algarve (Portugal).
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad de Granada.
rmmartinez@ugr.es
Recibido: 31/05/2016. Aceptado: 16/09/2016.
e
f
g
Universidad Nacional de Educación a DistanciaValencia.
pabgarcia@valencia.uned.es
Departamento de Geografía y Ciencias del Territorio,
Universidad de Córdoba.
lolabre@gmail.com | mpruizborrega@gmail.com
Departamento de Patrimonio Histórico, Ayuntamiento
de Mijas.
jjdelarubia@mijas.es
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120
M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
1. INTRODUCCIÓN
La Cueva de La Pileta es ampliamente conocida por la riqueza de las representaciones gráficas prehistóricas
que atesora (vid. p. ej. Breuil, Obermaier y Verner, 1915). Este registro ha acaparado la atención
investigadora durante el último siglo, relegando a un segundo plano el rico patrimonio arqueológico
que conserva la cavidad. Ello ha generado una imagen distorsionada de la realidad patrimonial del
yacimiento, quedando desdibujado como un ente aislado, adoleciendo de un análisis en profundidad y de
la oportuna contextualización con su entorno comarcal o regional. En este sentido, entre los objetivos que
nos marcamos cuando empezamos a abordar la investigación del yacimiento, uno de los prioritarios fue
precisamente intentar aproximarnos al conocimiento del monumento desde una perspectiva más holística,
que considerara no sólo su dimensión simbólica sino también su contextualización territorial y su rol entre
las distintas comunidades que ocuparon el ámbito geográfico inmediato (Cortés y Simón, 2007). Así pues,
resultaba imprescindible la revisión de los materiales arqueológicos procedentes de La Pileta. En este
sentido, uno de los aspectos menos conocidos es la amplísima secuencia arqueológica constatada en los
sondeos practicados en las salas de las Vacas y Murciélagos y en los objetos hallados en diversos ámbitos
de la cavidad (Cortés y Simón, 2007).
Así, las ocupaciones neolíticas han quedado atestiguadas a través de materiales arqueológicos
recuperados en distintos ámbitos de La Pileta y que, en la actualidad, están repartidos en diversas
instituciones, como el British Museum (BM), el Museo de Málaga (MM) o el Museo Arqueológico
Nacional (MAN). Las únicas referencias al Neolítico en el yacimiento se reducen a breves descripciones
de un pequeño lote de materiales depositados en el BM (Breuil, Obermaier y Verner, 1915) o el estudio
de la colección del MM (Navarrete Enciso, 1976).
Este trabajo intenta reunir todas las evidencias disponibles relacionadas con el Neolítico de La Pileta.
En este caso, la información analizada comprende tanto los materiales arqueológicos procedentes de las
excavaciones de 1942 (Giménez Reyna, 1943), conservados en el MAN y MM, como la documentación
de archivo disponible en estas instituciones y el “Museo de San Isidro. Los Orígenes de Madrid” (MSI).
A partir de esta documentación intentaremos contextualizar el Neolítico de la cavidad en el marco de
conocimiento del Neolítico en el sur de Iberia.
2. CONTEXTO GEOGRÁFICO
La Pileta se encuentra en la Serranía de Ronda (fig. 1), en el sector más occidental de la Cordillera Bética,
muy cerca del extremo occidental de la Depresión de Ronda. Esta última constituye la cuenca más occidental
de la cadena de depresiones que jalonan el surco intrabético y que constituyen un elemento fundamental en
la vertebración del ámbito meridional del Mediterráneo ibérico.
Desde un punto de vista geomorfológico, dicha depresión representa una formación detrítica calcárea
configurada durante el Mioceno Superior, constituida por capas horizontales de arcillas o limos calcáreos
y biocalcarenitas que pasan a conglomerados en los bordes de la cuenca. Las ocupaciones durante el
Epipaleolítico y Neolítico han dejado un importante número de localizaciones tanto en las zonas llanas
como en los rebordes calizos karstificados, en este caso ocupando cavidades (González Hidalgo, 2009;
Aguayo et al., 2004).
En otro orden de cosas, el valle del río Guadiaro permite una excelente conexión con la costa occidental
de la provincia de Málaga y con el Campo de Gibraltar (v. fig. 1), área en la que se encuentran diversos
yacimientos arqueológicos (Finlayson et al., 1999 con referencias; Cortés et al., 2010; Simón et al., en
prensa), en los que encontraremos claros paralelos con los materiales procedentes de La Pileta.
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
121
Fig. 1. Cueva de la Pileta en su contexto regional. Mapa fisiográfico y distribución de principales yacimientos neolíticos
del sur de Iberia citados en el texto. 1) Dehesilla. 2) Gorham. 3) Gran Duque. 4) Hedionda. 5) La Pileta. 6) Gato.
7) Zorrera. 8) Botijos. 9) Hoyo del Tambor. 10) Roca Chica. 11) Bajondillo. 12) Hostal Guadalupe. 13) Abrigo 6/Humo.
14) Nerja. 15) Malalmuerzo. 16) Majolicas. 17) Carigüela.
Inferior: vista de la Hoya de la Cueva u Hoyo de Harillo desde la entrada de La Pileta.
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
Vacas
galería superior
Murciélagos
Castillo
Cementerio
Pez
Gran Sima
Central
Cerámicas
decoradas
Lago
Grajas
Del Barro
Coro/Soles
galerías inferiores
Fig. 2. Planimetría de La Pileta (Archivo Familia Bullón) con indicación de las salas y áreas mencionadas en el texto.
3. REGISTROS NEOLÍTICOS DE LA PILETA
La investigación arqueológica de La Pileta ha interesado a diversos investigadores a lo largo de la primera
mitad del siglo XX, periodo en el que se realizan los trabajos en los que se obtuvieron los materiales que
analizamos (para una exposición detallada de los trabajos vid. Cortés y Simón, 2007) y que expondremos a
continuación por espacios subterráneos (fig. 2).
3.1. Sala de las Cerámicas Decoradas
En 1909, durante su primera visita a La Pileta, Verner (1911) recuperó en superficie diversos fragmentos de
cerámica decorada encuadrable en el Neolítico (v. fig. 6). En la actualidad estos materiales se encuentran
depositados en el BM (Breuil, Obermaier y Verner, 1915). Presumiblemente de esta misma zona proceden
también tres fragmentos de cerámica decorada mediante incisiones rellenas de pasta roja publicados por M.
Gómez Moreno (1933: 132, fig. 4.2-4).
3.2. Sala de las Vacas
Esta denominación corresponde a una de las bocas de entrada a la cavidad (v. fig. 2), en la cual, en 1912,
Hugo Obermaier practicó un sondeo de 12 m2, en el que documentó la presencia de niveles adscritos a la
Prehistoria Reciente (Breuil, Obermaier y Verner, 1915).
En 1942, Giménez Reyna realiza nuevas excavaciones, revisando y ampliando el corte de Obermaier
(fig. 3). Los trabajos permitieron documentar “un relleno muy revuelto, con tierra negra rica en materia
orgánica y en guano y con restos de cerámica lisa y basta, mezclado con muchas piedras y fragmentos de
estalagmitas. En el fondo algo de cerámica decorada” (Giménez Reyna, 1951: 43), atribuible al Neolítico.
3.3. Sala de los Murciélagos
Los primeros trabajos arqueológicos realizados en esta sala también se deben a Obermaier (Breuil, Obermaier y
Verner, 1915). Es preciso recordar que, cuando este investigador excavó, la entrada al cavernamiento se realizaba
solo a través de la denominada Boca de Grajas, de modo que el acceso a los distintos ámbitos de la cavidad se
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
123
Fig. 3. Cueva de las Vacas,
intervención de 1942
(Archivo Simeón Giménez
Reyna, Museo de Málaga).
llevaba a cabo tras efectuar un dificultoso recorrido por el interior. Años más tarde, en 1924 y coincidiendo con
la declaración de La Pileta como Monumento Nacional, el guarda de la cavidad desobstruyó la actual boca de
entrada a la cueva, desmontando un antiguo muro (Bullón Giménez, 2005: 38) que al parecer sería levantado
en algún momento de la Prehistoria Reciente. Esta entrada se readaptó someramente para permitir un acceso
mucho más operativo a la cavidad, proceso culminado con la colocación de una puerta de hierro. Así pues, es
muy probable que, durante el Neolítico, la sala de los Murciélagos dispusiese de una entrada directa desde el
exterior, la cual proporcionaba además iluminación solar a la estancia (fig. 4A).
Durante sus trabajos, Obermaier documentó una secuencia estratigráfica de unos 2 m de potencia con
materiales encuadrables en la Prehistoria Reciente (Breuil, Obermaier y Verner, 1915). Tras la campaña
de 1912, diversos compromisos científicos, como la excavación de la Cueva del Castillo (Puente Viesgo,
Cantabria) o el estallido de la I Guerra Mundial, dificultaron que los datos fueran publicados adecuadamente
(Cortés et al., en preparación), por lo que apenas conocemos información sobre estas excavaciones.
En 1942, un año después de ser nombrado Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas en
Málaga, Simeón Giménez Reyna puso en marcha un ambicioso proyecto de excavaciones en La Pileta con
el beneplácito y financiación de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas y el apoyo personal
de Julio Martínez Santa-Olalla. Así, en 1942 y en plena II Guerra Mundial, dicho organismo destinó 15.000
pesetas para las excavaciones, toda una fortuna en los años de la posguerra española.
En palabras de Giménez, el equipo de trabajo estaba dirigido por él mismo y su amigo Jorge Rein Segura
(Comisario de Excavaciones Arqueológicas en Marbella), mientras que, desde la Comisaría General de
Excavaciones Arqueológicas “se envió desde Madrid” a José María Mañá de Angulo y Domingo Fletcher
Valls, “como colaboradores” (Giménez Reyna, 1944: 6). Esta presentación no deja de ser curiosa, sobre
todo considerando que estos últimos eran los únicos miembros del equipo con una preparación adecuada y
una experiencia arqueológica contrastada. Así, J.M. Mañá de Angulo acababa de licenciarse en Filosofía y
Letras en la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense), ejerciendo en esos momentos –1941-1942–
de profesor (Díaz Andreu, 2011), al tiempo que colaboraba con Martínez Santa-Olalla en la reorganización
del Museo Prehistórico Municipal de Madrid (hoy MSI). Por su parte, D. Fletcher Valls se licenció en
Filosofía y Letras por la Universidad de Valencia en 1934, habiendo tenido de catedráticos a Luis Gonzalvo
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
A
Fig. 4. Sala de los Murciélagos:
A) entrada y localización del corte de 1942.
B) vista del sondeo.
Archivo Simeón Giménez Reyna, Museo de Málaga.
B
París y Luis Pericot García, quienes le pusieron en contacto con Isidro Ballester Tormo, fundador del
Servicio de Investigación Prehistórica. Entre 1934-1935 realizó los cursos de doctorado en la Universidad
Central, donde contactó con H. Obermaier y Antonio García Bellido, pasando a ser profesor ayudante de
las cátedras de Prehistoria y Arqueología durante el curso 1935-1936. Finalizada la Guerra Civil, volvería a
esta institución para colaborar con Martínez Santa-Olalla, como profesor ayudante de la cátedra de Historia
primitiva del Hombre (Pla Ballester, 1987). Esta experiencia debió resultar determinante para su inclusión
en el equipo de trabajo de La Pileta.
En la sala de los Murciélagos, rebautizada de “La Cocina” por los excavadores (Giménez Reyna, 1944:
6), el corte de la campaña de 1912 se amplió hacia la pared opuesta a la entrada. Esta decisión se adoptó
al objeto de sortear una serie de grandes bloques, presumiblemente desprendidos del techo de la sala,
que habían impedido la profundización del corte a Obermaier. De esta forma, los 12 m2 planteados por el
arqueólogo alemán fueron ampliados hasta alcanzar un sondeo de 30 m2, en el que se llegó a profundizar
hasta los 8 m (v. fig. 4B) (Giménez Reyna, 1951).
La secuencia comprendida por las fases propias de la Prehistoria Reciente fue descrita de la manera
siguiente (Giménez Reyna, 1951: 42-43) (fig. 5):
- Nivel A. “2.40 m de espesor, de una tierra negra, deleznable y muy rica en materia orgánica, con
abundantísimos fragmentos de cerámica de tipo argárico, sin decorar y en su mayoría perteneciente a
grandes vasijas; muchos restos óseos de animales, algunos pedernales y huesos labrados, conchas, algo de
metal y residuos de cenizas y hogares en capas en la masa estatigráfica de este relleno”. Por tanto, puede ser
adscrito por los materiales arqueológicos a la Edad del Bronce.
- Nivel B. “Un relleno de un metro, casi estéril, con alguna cerámica y pedernales y muchos huesos de
animales, bóvidos y cápridos, y restos de hogares”.
- Nivel C. “Capa de unos cuarenta centímetros con algunos restos de cerámica fina y decorada, del tipo
encontrado en la Cueva de las Grajas y en el fondo de la Cueva de las Vacas”. Así pues y a tenor de la
información disponible, este nivel puede ser atribuido al Neolítico.
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
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Fig. 5. Sala de
los Murciélagos.
Estratigrafía
documentada en la
campaña de 1942, según
Cortés y Simón, 2007.
Al finalizar la excavación, J.M. Mañá y D. Fletcher volvieron a Madrid con algunos materiales
seleccionados y el encargo de elaborar informes para la memoria de excavación, mientras Giménez Reyna
y Rein volvieron a Málaga con otro lote compuesto por el grueso de los materiales (Colección MM).
No obstante, los acontecimientos no fueron propicios para llevar a cabo los objetivos marcados. Así,
Mañá ganó en 1944 la oposición de una plaza en el Museo Arqueológico de Ibiza (Mederos y Escribano,
2006), de modo que se aleja de Madrid diluyéndose, suponemos, su interés por la excavación llevada a cabo
en La Pileta, quedando Fletcher como encargado de acabar el estudio de la excavación. En este sentido,
Giménez Reyna escribió a Martínez Santa-Olalla indicándole que: “No he olvidado lo que hablamos en
este respecto a la posible venida de Fletcher para terminar lo de La Pileta. Sobre esto he pensado ver al
Gobernador para ver si puede darme unas pesetas con las que podría venir Fletcher y terminar los trabajos
de La Pileta” (carta fechada el 27 de mayo de 1947, Archivo MSI, FD 1974/1/4386).
No obstante, todo parece indicar que, finalmente, Fletcher no se desplazó a Málaga y que los citados
trabajos nunca se realizaron. La explicación al porqué éste relegó durante algunos años su actividad
arqueológica a un segundo plano, la encontramos en la muerte de su padre, acontecida en 1941. Como hijo
varón único, Fletcher se vio obligado a regresar a Valencia poco después y centrar su actividad en tareas
no científicas. Durante este periodo impartió clases en varios centros de enseñanza privada en Valencia y
trabajó en una empresa comercial hasta que, en 1950, fue nombrado director del Servicio de Investigación
Prehistórica de Valencia (Pla Ballester, 1987). De este modo, aunque la Comisaría General de Excavaciones
Arqueológicas le designó para dirigir intervenciones arqueológicas en yacimientos como La Pileta, Cabezo
del Tío Pío (Archena, Murcia) o Castiltierra (Segovia), su máxima preocupación residió durante ese periodo
en proporcionar los recursos necesarios para la subsistencia de su familia.
Consciente de la vía muerta en la que había caído la investigación de la campaña de 1942 y de sus
propias limitaciones para poder abordar el estudio, Giménez asumió apesadumbrado que los trabajos
arqueológicos “...dieron el magnífico fruto de un yacimiento estratigráfico y unas exploraciones en
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
diversos lugares fuera y dentro de la caverna de un excepcional interés, trabajos que deberán publicarse
algún día en su puro aspecto científico, arqueológico y prehistórico” (Giménez Reyna, 1958: 7).
La selección de materiales trasladada a Madrid por Fletcher y Mañá quedó en poder de Martínez SantaOlalla y, a su muerte, la colección finalmente depositada por sus herederos en el MAN.
En resumen, las expectativas generadas por la excavación de 1942 se fueron desvaneciendo a medida
que los protagonistas profesionales de la intervención emprendieron nuevos retos (Mañá y Fletcher) y
el principal gestor de la política arqueológica española de aquellos años (Santa-Olalla) fuera perdiendo
protagonismo. Como resultado de todo ello, sólo disponemos de algunas notas dispersas y apuntes de la
intervención de 1942, llevada a cabo sobre 30 m2 y en la que se registraron 7 m de potencia estratigráfica.
Esta secuencia constituye uno de los registros arqueológicos más dilatados de todo el sur de Iberia,
conservando aún un alto potencial (Cortés y Simón, 2007), al mantenerse todavía intacto más de la mitad
del relleno de la sala.
3.4. Zonas exteriores
La presencia de restos arqueológicos de la Prehistoria Reciente en el entorno de la cueva es también muy
significativa, aunque su tratamiento historiográfico ha sido hasta ahora escaso o nulo. Así, se indica la
existencia de “...trozos de cerámica prehistórica, especialmente en un recodo del camino pasada la cerca,
en el cual crece un acebuche. Allí vimos trozos de molinos de arenisca roja. También de las cercanías de la
cueva, el guía nos dio un hacha pulimentada de roca negra (¿diorita?) y fragmentos de otras dos...” (Pérez
y Maura, 1936: 7-8). En la misma línea Giménez indica que “...en las cercanías de la entrada los pedazos
de cacharro asombran por su enorme cantidad hallándose también restos pétreos en cuarcita, molinos de
arenisca y hachas pulimentadas” (Giménez Reyna, 1951: 43).
Estos datos nos ponen de relieve que tanto La Pileta como su entorno inmediato fueron lugares muy
frecuentados durante la Prehistoria Reciente. La profusión y diversidad de enseres apuntarían a un uso
complejo, no sólo restringido a su empleo como lugar de carácter simbólico, en el que tanto la dolina (Hoya
de la Cueva u Hoyo de Harillo; v. fig. 1, inferior) como su entorno serrano también debieron jugar un papel
económico significativo para las comunidades humanas de la Prehistoria Reciente.
4. MATERIALES ARQUEOLÓGICOS NEOLÍTICOS
El estudio de las colecciones depositadas en el MAN y en el MM, y la documentación de archivo consultada
en estas instituciones y el MSI permiten recuperar información que consideramos valiosa para contextualizar
las ocupaciones neolíticas en La Pileta y, por extensión, en la comarca de Ronda.
4.1. Sala de las Cerámicas Decoradas
En esta área (v. fig. 2) se documentan numerosos fragmentos de cerámica neolítica profusamente decorada,
algunos de los cuales pertenecen a vasos de pequeño formato (Breuil, Obermaier y Verner, 1915: 7 y fig. 1).
Varios hechos son reseñables en este conjunto. Así, sorprende que el material fuera recogido en superficie
en una sala de suelo plano, desprovisto de rodamiento significativo (fig. 6). Esta circunstancia es llamativa
si consideramos que en las salas próximas (p. ej. Grajas), la cerámica en superficie más abundante se
encuadra entre la Edad del Cobre y la Edad del Bronce. Por todo ello, sería posible proponer que los restos
responden a un tipo de depósito ritual, llevado a cabo por las comunidades neolíticas en este ámbito del
cavernamiento.
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
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Fig. 6. Materiales de la Sala de las Cerámicas Decoradas (Breuil et al., 1915: 8, fig. 1).
4.2. Sala de los Murciélagos
Los materiales arqueológicos conservados en el MM se agrupan en gran medida por paquetes cronoculturales,
siguiendo una sigla compuesta por la abreviatura del yacimiento (Pil/) y un número identificativo consecutivo
en arábigo. Así, las agrupaciones correspondientes a la Edad del Bronce, Edad del Cobre, Neolítico y
Paleolítico mantienen coherencia secuencial. En este trabajo hemos seleccionado aquellos elementos que
presentan rasgos tipológicos o decorativos de características indudablemente neolíticas.
Un dato relevante es que las colecciones analizadas corresponden a una selección deliberada del material,
pues escasean los fragmentos atípicos o galbos no decorados (tan sólo uno), en este caso probablemente
conservado debido al tratamiento con engobe o pigmento a la almagra que comporta. En consecuencia,
los materiales corresponden a un conjunto muy selecto de elementos decorados o tipológicamente
caracterizables, por lo que no podemos evaluar el volumen real de materiales cerámicos extraídos. Por todo
ello, hemos desistido de realizar aproximaciones estadísticas.
En la secuencia despejada en la sala de los Murciélagos, el nivel C (v. fig. 5) es atribuido sin ninguna
duda al Neolítico. Así, asociado a sus depósitos se recuperó una colección de “cerámica fina... de pasta
compacta y bien cocida, de color negro o rojo, espatulada y bruñida y con decoración a rayas paralelas
en zigzag, perteneciente a piezas de mediano tamaño bastante fragmentadas. Este tipo, se ha encontrado
en superficie de la Cueva de las Grajas; tanto en el chorradero de piedra como en el Salón de la Cerámica
Decorada, y en la excavación de la Sala de los Murciélagos en la capa C. Sus variantes son algún fragmento
de vasija de mayor tamaño y pasta más basta y peor cocida con algún adorno de cordones o incisiones.
Cronológicamente, pertenece al Neolítico, contemporáneo con los hallazgos de la Cueva de la Victoria, del
Hoyo de la Mina y Cueva del Tesoro” (Giménez Reyna, 1951: 46).
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
Tabla 1. Fragmentos cerámicos de la Cueva de la Pileta depositados en el Museo Arqueológico
Nacional (MAN) y en el Museo de Málaga (MM), agrupados por técnica decorativa identificada
individualmente y en asociación en cada uno de ellos.
Técnica decorativa
Cardial
DPA (decoración plástica aplicada)
Impresa/Acanalada
Impresa/Acanalada/DPA
Impresa/DPA
Impresa
Acanalada/DPA
Acanalada
Incisa
Incisa/Impresa
Incisa/Impresa/DPA
Almagra
MAN
Individual
Asociación
1
2
1
3
5
7
-
MM
Individual
Asociación
1
15
1
3
9
1
13
7
2
1
5
-
Fig. 7. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas. Aplicaciones plásticas, incisas, impresas y con
engobe a la almagra.
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
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La colección que hemos analizado dispone de 71 elementos, 15 depositados en las dependencias del
MAN, y 56 en los fondos del MM (tabla 1). Desde un punto de vista cuantitativo constituye una colección
no muy abundante. No obstante, posee un elevado valor cualitativo por encontrarse bien representadas
diversas técnicas y asociaciones decorativas comunes en el conjunto del Neolítico del sur de Iberia. De
ellos, 65 corresponden a elementos dotados de decoración (vid. una selección en fig. 7-10), siendo el resto
fragmentos con rasgos tipológicos reseñables o que muestran tratamiento o engobe con colorante (12 casos,
incluyendo los fragmentos decorados provistos de este tratamiento).
Así, en 13 fragmentos, las decoraciones compuestas por acanaladuras de diversas anchuras y
profundidad constituyen la única técnica presente; en 16 casos aparecen acanaladuras asociadas
a impresiones y en otros dos se muestran junto a decoraciones compuestas por añadidos plásticos
modelados, uno de las cuales cuenta también con impresiones. En general, las acanaladuras se disponen
en líneas horizontales, formando haces de líneas paralelas o series de festoneados. Al menos en dos casos
detectamos el añadido de colorante rojo en el interior de las acanaladuras (fig. 9.4) y, en estos casos,
fueron realizadas con cierta profundidad mediante sustracción de pasta o mediante impresiones sucesivas
y superpuestas de un instrumento de punta roma, conformando motivos lineales, semejante a la técnica
denominada genéricamente boquique (fig. 9).
Las impresiones resultan de la misma forma relativamente abundantes, con 12 casos, en los cuales
constituyen la única técnica decorativa por fragmento, a los que hay que añadir los casos asociados a
acanaladuras ya comentados y otros siete ejemplos que presentan asociación con otras técnicas, como
decoración plástica aplicada o incisiones (fig. 10). Un motivo frecuente es el de las impresiones oblicuas
efectuadas a bastoncillo, a menudo dispuestas bajo el labio y en series verticales (fig. 7.7 y 6; fig. 10.1). En
algunos casos, este tipo de impresiones se asocian estrechamente a acanaladuras, por lo que resulta probable
que ambas técnicas se realizaran con el mismo instrumento. Otras impresiones parecen impresas a punzón
o espátula, construyendo motivos compuestos por líneas cortas, y otras impresiones lineales conformando
motivos diversos, como haces en zigzag (a Herringbone) o chevrons (fig. 7.6 y 7.11).
Un caso particular sería el fragmento de la colección MAN sigla 73/58/PIL/8 (fig. 11.1), que presenta
decoración impresa cardial. Las paredes cuentan con un grosor de 1 cm y tanto la superficie interna como
la externa están erosionadas, aunque es posible reconocer restos de bruñido. El desgrasante presenta una
Fig. 8. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas incisas.
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
Fig. 9. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas acanaladas y acanaladuras.
ordenación equilibrada. La cocción se ha realizado en un ambiente reductor. Está decorado con la técnica
de la impresión cardial, combinando diferentes tipos. Se diferencian impresiones realizadas con el borde de
una concha dentada en posición oblicua, impresiones dobles o reflejadas (reflectando la concha o utilizando
las dos conchas de un bivalvo) e impresiones con el umbo (natis).
La decoración se organiza en dos composiciones de recorrido vertical. Ambas están formadas por líneas
verticales realizadas con impresiones cardiales que limitan una zona central rellena de motivos en flamme
hechos con impresiones cardiales oblicuas sin apenas separación. Al final de la composición se diferencian
varios trazos realizados con impresiones cardiales dobles, asociadas a otras con el natis, que marcan el final
de la misma. En una de ellas, además, se diferencian varias impresiones cardiales dobles orientadas de
forma oblicua en uno de sus laterales, que presenta traslación vertical, limitando la composición. Aunque
el tamaño del fragmento no permite definir con seguridad la temática representada, a nivel compositivo las
decoraciones descritas podrían encuadrarse en los grupos de las bandas verticales (Bernabeu et al., 2011).
La repetición o alternancia de varias de estas composiciones en el vaso suelen formar frisos de recorrido
vertical que ocupan la mayoría de la superficie de éste.
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
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Fig. 10. La Pileta/Sala de los Murciélagos. Cerámicas decoradas impresas y con cordones modelados.
Los fragmentos decorados mediante técnicas de incisión, que diferenciamos de la acanalada por
constituir líneas de escasa anchura efectuadas con un instrumento de extremo apuntado, suman 12 casos.
En su mayor parte se representan motivos lineales compuestos mediante bandas paralelas (como diversos
fragmentos asociados a un mismo vaso con tratamiento a la almagra de paredes rectas convergentes) o
motivos en zigzag (Herringbone) a espina de pescado, incluyendo algún caso con motivos en retícula o
damero (fig. 8). Otros tres casos constituyen elementos con decoración incisa asociada a otras técnicas,
como impresiones (rellenando bandas incisas), o decoración plástica aplicada.
Nueve fragmentos presentan decoración plástica aplicada (DPA), en su mayor parte cordones modelados
tanto horizontales como verticales, muy frecuentemente asociados a otras técnicas, sobre todo impresiones
lineales o ungulaciones en los cordones o incluso acanaladuras (fig. 10.7-9).
Las formas y tipos representados son muy variados, constituyendo vasos globulares con cuello, formas
de paredes rectas convergentes, y algunas formas de perfil en S, acompañados por DPA constituidos por
mamelones de lengüeta horizontal bajo el borde, asas anulares y de cinta, al menos un asa pitorro y tres
casos de asa túnel vertical en la línea del borde.
5. DISCUSIÓN
Las cerámicas procedentes de La Pileta analizadas en este trabajo presentan importantes analogías
tipológicas con los conjuntos neolíticos encuadrados a partir de la segunda mitad del 8 milenio cal BP en
otras cavidades del sur de Iberia (vid. p. ej. Cortés et al., 2010, 2012 con referencias).
La decoración conformada por haces festoneados de acanaladuras, acompañados de impresiones, así
como los motivos compuestos por campos de haces paralelos en zigzag (Herringbone), están presentes
en Carigüela (Píñar, Granada) o Majolicas (Alfácar, Granada) (Navarrete Enciso, 1976). Sin embargo,
es en la costa de Málaga y área del Estrecho de Gibraltar (v. fig. 1) donde se localizan los paralelos
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
más próximos (Cortés et al., 2010, 2012; Simón et al., en prensa). En la misma línea, cabe resaltar las
semejanzas de los tipos acanalados de La Pileta con los hallados en diversas cuevas de la provincia de
Málaga (v. fig. 1): por ejemplo Gran Duque y Hedionda (Ferrando de la Lama, 1986; Bretones et al.,
e.p.), Sima del Hoyo del Tambor (Sanchidrián y García, 1986), Zorrera y los Botijos (Olària de Gusi,
1977), sin olvidar otra muy cercana a La Pileta Gato (Navarrete Enciso, 1976) y otras de Gibraltar y su
entorno (vid. Finlayson et al., 1999 con referencias).
El apartado de las impresiones es el que mayor información aporta acerca de las primeras ocupaciones
neolíticas en La Pileta. Así, la presencia de fragmentos decorados con impresiones de gradina y de otras
realizadas con instrumento de punta única con ligero arrastre, formando motivos lineales a base de
“lágrimas”, recuerda al conjunto de cerámicas caracterizadas de la fase propuesta para la cueva de Nerja
entre circa 7400-7100 cal BP, denominada Neolítico antiguo pleno (García Borja et al., 2014). Es una
cronología en la que podría situarse el fragmento de cerámica cardial, que podría ser indicativo de una
antigüedad incluso algo mayor para estas primeras ocupaciones neolíticas. A nivel de técnica decorativa,
los paralelos más cercanos a este fragmento impreso cardial se encuentran en algunos yacimientos de
la provincia de Granada (v. fig. 1), como Carigüela (Navarrete, 1976) o Malalmuerzo (Gámiz, 2011).
Sin embargo, si además de la técnica consideramos también las composiciones representadas, los
ejemplares más afines se encuentran en el cardial valenciano (fig. 11.2-6), para el que se ha propuesto
la existencia de varios patrones decorativos, uno de ellos denominado vertical (García Borja, 2015),
dividido a su vez en aislado (una figura central vertical) y continuo, caracterizado por la presencia de
varias composiciones de recorrido vertical que se repiten o alternan con otras similares y que definen
producciones como la que analizamos para La Pileta. Este tipo de composiciones impresas de recorrido
Fig. 11. Fragmento cerámico impreso cardial de la Cueva de la Pileta (1) en relación con posibles paralelos de la
Cova de l’Or (2, 5 y 6) y de la Cova de la Sarsa (3 y 4).
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
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vertical se asocia con representaciones humanas (Bernabeu, 2002), proponiéndose unas pautas de
evolución o de relación de un léxico decorativo, que pudo ir desde los antropomorfos con cuerpo y
extremidades hasta las simples barras (Martí, 2006).
El fragmento de cerámica cardial de La Pileta presenta paralelos en decoraciones (fig. 11) cuyos motivos
se interpretan como una simplificación o esquematización de figuras antropomorfas. En este contexto, el
vaso pudo poseer un valor añadido de carácter simbólico, más allá de un aspecto meramente funcional
(recipiente de almacenaje, traslado o consumo) del área de excavación en el que fue recuperado, que remite
a un contexto de hábitat. Desde un punto de vista cronoestilístico, la decoración del fragmento cardial de La
Pileta presenta paralelos entre circa 7450-7200 cal BP en el País Valenciano (en contextos de hábitat), una
cronología en la que en algunos lugares relativamente próximos, como la costa de Málaga, existen registros
neolíticos en los que encontramos claros paralelos a los modelos tecnológicos y decorativos del resto de la
cerámica neolítica documentado en La Pileta (Cortés et al., 2010, 2012).
Por otra parte, resulta llamativa la presencia de fragmentos cardiales en contextos cerámicos del Neolítico
antiguo del sur de Iberia. En algunos casos, esta presencia se había interpretado en clave de indicios del
primer impacto neolítico cardial en estos contextos, tras lo cual se desarrollaba un Neolítico pleno. En la
actualidad, los datos disponibles nos permiten identificar un foco de desarrollo del Neolítico independiente
y sincrónico en el sur de Iberia, cronológicamente paralelo al cardial del levante español, con un marcado
carácter diferenciador (Cortés et al., 2012; García Borja et al., 2010 y 2014). Del mismo modo, la llegada
del resto de la cultura material característica del horizonte cardial de la costa mediterránea de la península
ibérica (ya sea como objeto manufacturado o como técnica trasmitida), a través de los corredores del surco
intrabético, nos pone de manifiesto que estas áreas no se comportaron como compartimentos estancos
durante el proceso de neolitización. Por el contrario, la propia implantación del Neolítico lleva aparejado
el surgimiento y estabilización de redes intercomarcales, en las que el intercambio de materias primas (p.
ej. determinadas rocas usadas para el instrumental lítico pulido: Orozco Khöhler, 2000; Martínez Sevilla,
2014) y el mantenimiento de las propias relaciones intergrupales preexistentes pueden estar probablemente
en la raíz de las sinergias y préstamos que expresa el horizonte final de los cazadores-recolectores y del
Neolítico antiguo en el ámbito mediterráneo ibérico.
Otra de las cuestiones sugerentes es el carácter probablemente ideotécnico del fragmento cardial. No
parece casual que una cavidad con un componente tan marcadamente simbólico y que permaneció vigente
durante milenios sea precisamente el receptor de un vaso en el que se represente un patrón decorativo
tan característico del arte postpaleolítico: la figura humana esquematizada. En este sentido y, aunque el
simbolismo gráfico de este periodo en La Pileta (“Horizonte Negro Esquemático”: Sanchidrián et al.,
2001; Sanchidrián y Márquez, 2003) ha sido atribuido a momentos avanzados de la Edad del Cobre, no es
descartable que, en realidad, la proliferación de paneles y motivos que encontramos en La Pileta responda
en realidad a un patrón mantenido durante generaciones y que éste hunda sus raíces en el acervo ideológico
neolítico, como proponen algunos autores (Carrasco et al., 2015). La evaluación de esta posibilidad requerirá
de un análisis más detallado de los vestigios gráficos atribuidos a este horizonte gráfico en La Pileta pero
que escapa a la intención y posibilidades de este trabajo.
Otro hecho a contrastar en un futuro es la relación entre grafías postpaleolíticas y depósitos en superficie
de cerámicas profusamente decoradas. Así, ni en la Sala de las Cerámicas Decoradas ni en la Sala de
los Murciélagos encontramos grafías parietales encuadrables en la Prehistoria Reciente, mientras que el
componente cerámico neolítico en las zonas de gran acumulación de este tipo de representaciones gráficas
es irrelevante (p. ej. salas de los Soles, Lago o Gran Pez). La valoración de esta aparente dicotomía requerirá
en un futuro una evaluación y análisis específicos.
Por último y aunque desde un punto de vista territorial queda mucho por resolver, parece claro que
La Pileta no puede abordarse como una unidad simbólica aislada del territorio en el que se inserta sino
que habrá que intentar comprenderla como una pieza más dentro de un complejo mosaico compuesto por
comunidades que ocuparon el entorno geográfico comarcal y regional. En este sentido, cabe recordar la
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M. Cortés, M. D. siMón, r. M. Martínez, P. GarCía Borja, M. D. Bretones, M. P. ruiz, j. j. De la ruBia y r. Parrilla
docena de yacimientos al aire libre localizados en la comarca de Ronda y encuadrables entre el 8 y el 4
milenio BP. En ellos hallamos cerámicas decoradas similares a las documentadas en La Pileta (incisiones,
almagras, con motivos plásticos aplicados entre las que encontramos cordones, asa pitorro, etc.) y,
esporádicamente, fragmentos cardiales (Aguayo et al., 1988, 2004).
6. CONCLUSIONES
Los datos disponibles apuntan a que la ocupación y el uso de La Pileta por parte de las comunidades
neolíticas no se restringió al uso simbólico, pues los indicios disponibles permiten inferir tanto
una intensa frecuentación como una amplia diversidad de actividades, que nunca han recibido un
tratamiento adecuado. Así lo avala la abundante muestra (MM y MAN) ósea de restos de fauna y
de elementos de cultura material, como punzones, industria lítica, hachas, azuelas o la presencia de
bases pasivas de molturación, que aparecen en distintos lugares del cavernamiento y, en especial,
en las zonas mejor iluminadas (como Vacas y, en particular, Murciélagos). Además, la presencia de
“abundantes” materiales en el exterior de la cueva, aunque escasamente tratados, apuntarían a un
uso habitacional de la cavidad y la explotación agropecuaria de la dolina ubicada al pie de La Pileta
(v. fig. 1 inferior), como área con más potencialidad agrícola (aún hoy en día en explotación) y su
entorno serrano.
Así, a la luz de los datos disponibles, los niveles neolíticos de la Sala de los Murciélagos (Nivel
C/excavaciones 1942; Giménez Reyna, 1951) dispondrían de una potencia de unos 40 cm de espesor.
Aunque no disponemos de ninguna datación sobre la que apoyar nuestra propuesta, los claros paralelos
de los modelos decorativos y la secuencia cronocultural documentada en la costa de Málaga, que
discurren en paralelo al cardial levantino, o la presencia de una pieza cardial con una decoración que
dispone de un rango cronológico relativamente corto, nos permite apuntar que La Pileta formó parte
durante el Neolítico Antiguo del foco meridional ibérico, en unas cronologías que se remontan a la
segunda mitad del 8 milenio cal BP.
AGRADECIMIENTOS
El estudio de la arqueología de La Pileta se enmarca en el proyecto “Estudio de materiales procedentes de la Cueva de
La Pileta de Benaoján depositados en el Museo de Málaga” (IDPH/JT/18/05/PU/MA), autorizado por la Consejería de
Cultura de la Junta de Andalucía a uno de los autores (MCS). La documentación de la excavación de 1942 depositada
en el Museo de Málaga nos fue amablemente cedida por el entonces director de la institución, D. Rafael Puertas Tricas,
que atendió cariñosamente todos nuestros requerimientos. En años posteriores hemos contado con el apoyo de los
conservadores de la institución (Mercedes García Cañadas y Sergio Fernández Reche) y su actual directora (María
Morente del Monte) que nos han dado todo tipo de facilidades para poder cerrar este trabajo. El material documental
depositado en el Museo de San Isidro nos fue amablemente enseñado por D. Enrique de Carrera Hontada. En el Museo
Arqueológico Nacional hemos consultado una pequeña colección de materiales procedentes de las excavaciones de
1912 y 1942, gracias a su conservadora, Carmen Cacho Quesada. A la familia Bullón debemos agradecer sus atenciones
e información inédita sobre La Pileta.
APL XXXI, 2016
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El NEolítico EN la cuEva dE la PilEta (BENaojáN, Málaga)
135
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 137-168
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Luis BENÍTEZ DE LUGO ENRICH a y Miguel MEJÍAS MORENO b
Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en
La Mancha durante la Prehistoria reciente: la gestión
de los recursos hídricos en la Cultura de las Motillas
RESUMEN: Estudios recientes indican que las motillas –asentamientos de la Edad del Bronce en La Mancha
(España)– constituyen uno de los más antiguos sistemas de captación de agua subterránea en Europa. Se
presenta la primera investigación de los contextos hidrogeoarqueológicos de cuatro motillas. El estudio
incluye la perforación de sondeos de investigación y el análisis hidrogeológico del territorio sobre el cual
se asentaron. Los datos resultantes desde esta perspectiva verifican una relación entre el sustrato geológico
y la distribución espacial de las motillas, emplazadas allí donde el agua subterránea era accesible con la
tecnología prehistórica. Las motillas fueron construidas durante el evento climático 4.2 ka cal BP, en un
momento de estrés ambiental debido a un período de prolongada aridez.
PALABRAS CLAVE: Geoarqueología, Hidrogeología, motillas, Edad del Bronce, aguas subterráneas.
Hydrogeology and groundwater catchment in La Mancha during Recent Prehistory:
the management of water resources in the Culture of Motillas
ABSTRACT: Recent studies indicate that the ‘motillas’ –Chalcolithic and Bronze Age settlements in La
Mancha (Spain)– are one of the most ancient groundwater collection system in Europe. We present here
the first hydrogeoarchaeological research at the regional level in La Mancha. The study includes borehole
drilling and hydrogeological analysis of the territory on which the ‘motillas’ are settled. The resulting data
confirm a relationship between the geological substrate and the spatial distribution of the ‘motillas’, sited
where groundwater was accessible by means of prehistoric technology. The ‘motillas’ were built during the
4.2 ka cal BP event in a time of environmental stress after a period of prolonged aridity.
KEYWORDS: Geoarchaeology, Hydrogeology, ‘motillas’, Bronze Age, groundwater.
a
b
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Madrid
y Universidad Nacional de Educación a Distancia, Centro Asociado de Ciudad Real.
ResearcherID: R-5521-2016 | Orcid ID: orcid.org/0000-0003-2000-6293
luis.benitezdelugo@uam.es
Instituto Geológico y Minero de España, Madrid.
m.mejias@igme.es
Recibido: 14/08/2016. Aceptado: 05/10/2016.
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
1. INTRODUCCIÓN
Las motillas son una clase de yacimientos arqueológicos presentes sólo en la región natural de La Mancha
(España). Constituyen el referente principal de una de las más antiguas culturas capaces de aprovechar de
forma sistemática el agua subterránea en la Península Ibérica, y probablemente de Europa: la Cultura de
las Motillas, también conocida como Bronce de La Mancha (Galán y Saulnier, 1994; Martín Morales et al.,
1993; Aranda et al., 2008; Fernández Posse et al., 2008; Benítez de Lugo, 2011; Benítez de Lugo y Mejías,
2015; Mejías et al., 2014 y 2015). En este momento se conocen 32 unidades de esta clase de yacimientos
arqueológicos. Una notable concentración de motillas, mayor que en otros lugares, existe en el entorno de
las Tablas de Daimiel (fig. 1).
Las Tablas de Daimiel (Ciudad Real, España) es uno de los últimos representantes de un ecosistema
denominado tablas fluviales, que se forman al desbordarse los ríos de La Mancha en una amplia llanura de
inundación y favorecido por su morfología kárstica y la escasez de pendiente topográfica. El humedal, que
se forma en la confluencia del río Guadiana con su afluente el Gigüela, crea uno de los ecosistemas acuáticos
de interior más importantes de la península ibérica, por la estrecha relación entre las aguas superficiales y
las subterráneas, la variedad y calidad de la fauna y flora que habitan en ella, así como por aquellas aves que
la emplean en los pasos migratorios. Diversas motillas se encuentran en el interior o en los alrededores de
Las Tablas; algunas rodeadas por el agua en la actualidad, sobre todo como consecuencia del último periodo
climatológicamente húmedo entre 2009 y 2013. En el pasado las circunstancias ambientales pudieron ser
otras. Durante muchos años se interpretó que las motillas estuvieron rodeadas de agua en su momento de uso,
y que fueron poblados fortificados en los que vivirían personas sin grandes diferencias sociales, dedicadas
Fig. 1. Vista aérea de Las Tablas de Daimiel en mayo de 2013.
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Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en la MancHa durante la preHistoria reciente
139
Fig. 2. Río y motilla de El Azuer en marzo de 2010, en el entorno de Las Tablas de Daimiel.
al control de recursos estratégicos como el cereal o el agua, que estarían controlados políticamente por
unas elites habitantes de otros poblados situados en altura, como pudiera ser La Encantada (Granátula de
Calatrava, Ciudad Real) (Romero y Sánchez Meseguer, 1988; Sánchez Meseguer y Galán Saulnier, 2001,
2004 y 2011; Sánchez Meseguer et al., 1985; Aranda et al., 2008; Molina et al., 2005) (fig. 2).
El estudio que ahora se presenta permite avanzar en el conocimiento de las motillas. Se argumentará que
en realidad las motillas se construyeron en un entorno seco buscando el agua subterránea, en un momento
climáticamente árido durante el cual las aguas superficiales habían desaparecido.
Algunos estudios paleopalinológicos sobre la Meseta de la península ibérica indican que en la segunda
mitad del III milenio cal BC se vivió un prolongado periodo especialmente seco y árido, dentro del cual
se produjeron algunas subfases más húmedas (López Sáez et al., 2009, 2014a y 2014b). El comienzo de
la Edad de Bronce en La Mancha coincide con ese evento climático abrupto, caracterizado por su extrema
aridez y conocido como Evento 4.2 ka cal BP, o Bond Event 3. Este evento climático se considera uno de los
períodos de aridificación holocenos más notables en la península ibérica y con anterioridad ha sido puesto en
relación con el origen de las motillas (Benítez de Lugo y Mejías, 2014). Atendiendo a los datos disponibles,
el repentino cambio climático, relacionado a nivel mundial con el ocaso de diversas culturas, coincide en La
Mancha con el final del mundo calcolítico y con la construcción de las motillas, en la transición a la Edad
del Bronce; un momento de creciente complejidad social en el camino hacia la jerarquización y la creación
de una sociedad compleja (Chapman, 1991; Lull et al., 2014) (fig. 3).
Estos cambios adaptativos y estratégicos hicieron posible la continuidad del poblamiento en La Mancha
durante la transición entre el III y II milenio cal BC, en un momento de estrés ambiental, a partir de una
reorganización de la explotación de los recursos, y con las motillas como novedosa y singular solución ante
la mencionada crisis ambiental. Muy probablemente, el mayor impulso para la construcción de las motillas
es coincidente con los momentos de mayor sequía y aridez, pudiendo situarse el colapso de esta cultura
alrededor de 1400 cal BC, tras el progresivo regreso y consolidación de condiciones ambientales más
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
b
a
Fig. 3. Motilla del Azuer
(Daimiel, Ciudad Real).
a) Con el nivel freático en
cotas elevadas tras un periodo
húmedo, en abril de 2013.
b) Vista aérea de la motilla del
Azuer en 2008, en un momento
de posición del nivel freático en
cotas bajas, después de varios
años de escasas precipitaciones
y del intenso aprovechamiento
de los recursos hídricos
subterráneos.
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Fig. 4. Evolución en la distribución de las motillas de la Edad del Bronce y oppida de la Edad del Hierro con
respecto a las Masas de Agua Subterráneas (MASb) y de los cursos fluviales principales. Inventario de motillas:
El Quintillo (1), Torralba (2), El Cura (3), Las Cañas (4), La Albuera (5), Daimiel (6), La Máquina (7), Zuacorta (8),
La Vega Media (9), El Azuer (10), Los Palacios (11), La Vega (12), El Espino (13), Pedro Alonso (14),
Los Romeros (15), Brocheros (16), Casa de Mancha (17), Barrios (18), Perales (19), La Membrilleja (20),
El Juez (21), Santa María (22), El Retamar (23), La Moraleja I (24), La Moraleja II (25), Laguna de Cueva Morenilla (26),
La Jacidra (27), El Morrión (28), El Pedernoso (29), El Acequión (30), El Cuervo (31), Malvecino (32).
húmedas y cálidas. A partir del Bronce final se observa en La Mancha una completa reorganización espacial
del poblamiento en la zona, quedando vertebrado el territorio en torno a nuevos y diferentes asentamientos
principales, origen de los futuros oppida ibéricos prerromanos (fig. 4).
El evento climático 4.2 ka cal BP está datado entre 2350 y 1850 cal BC, aproximadamente. Las
motillas del Bronce de La Mancha se encuentran asimismo bien fechadas, a partir de múltiples dataciones
radiocarbónicas (Fernández-Posse et al., 1996). En la motilla más estudiada desde el punto de vista
arqueológico, la de El Azuer, se ha establecido que su uso se prolongó a lo largo de casi un milenio, con
cuatro grandes fases bien datadas (tabla 1) superpuestas a una primera ocupación de cabañas calcolíticas
detectadas en ese mismo lugar 600 años antes del inicio de la construcción de la motilla: Fase I (22002000 cal BC), Fase II (2000-1800 cal BC), Fase III (1800-1600 cal BC) y Fase IV (1600-1350 cal BC).
Sólo en esta última fase más reciente se ocupan los espacios exteriores alrededor de la motilla, como lugar
de residencia según indican sus excavadores (Nájera et al., 2012 y López Sáez et al., 2014a y 2014b).
La estructura de poblamiento de La Mancha constatada durante el Calcolítico constituye el sustrato que
permite explicar –además de otros aspectos como los hidrogeológicos que se exponen a continuación– la
ocupación de este territorio durante la Edad del Bronce.
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
Tabla 1. Actividad en la Motilla del Azuer (elaboración a partir de Nájera et al., 2012 y López Sáez et al., 2014a y 2014b).
Fase 0
3000-2800 cal BC
Fase I
2200-2000 cal BC
- Calcolítico
- Edad del Bronce
- Fragmentos
cerámica
campaniforme
Ambiente
Clima
Cultura
Fase II
2000-1800 cal BC
Fase III
1800-1600 cal BC
Fase IV
1600-1350 cal BC
- Edad del Bronce
- Edad del Bronce
- Edad del Bronce
- Fragmentos cerámica
Cogotas I
- Paisaje deforestado
- Nivel freático alto
- Desaparición bosque
ripario
- Paisaje
deforestado
- Plantas hidrohigrófitas
- Bosque ripario
- Nivel freático elevado
- Pastos húmedos
- Árido. Marcada
continentalidad
- Precipitaciones en
descenso
- Máxima aridez
- Río seco
- Recuperación
niveles humedad
similares Fase I.
Progresivo
aumento
precipitaciones
- Clima cálido
- Fuerte aumento de la
humedad
- Descenso de
temperaturas
Construcciones
- Fondos de
cabaña, silos
y basureros
excavados en las
gravas aluviales
- Pozo, torre,
muralla y silos de
mampostería
- Monumentalización
del pozo
- Silos anidados dentro
de la motilla
- Hornos
- Construcciones fuera
de la motilla
- Desmantelamiento - Desaparición completa
silos y otras
de silos
remodelaciones
- Colmatación del pozo
constructivas
para convertirlo en
cisterna
- Muro ciclópeo
Actividad
- Ocupación
esporádica del
lugar
- Inicio ocupación
permanente del
lugar
- Antropización alta
del entorno
- Agricultura intensiva
y cría de ovicápridos,
cerdos y équidos en
descenso con respecto
a fase anterior
- Incendios
- Aumenta
presencia bóvidos
y équidos
- Sólo en esta fase se
habita el exterior de la
motilla
- Abandono de la
motilla al final de la
fase
- En el entorno
disminuye la presión
antrópica pero
aumenta el pastoreo
Este trabajo presenta en detalle los datos, argumentos y conclusiones de carácter geohidroarqueológico
referidos al estudio de cuatro motillas. Esta información, asociada a otra de tipo ambiental y simbólico (que
no serán objeto de presentación pormenorizada en este trabajo), permite enfocar el estudio del Bronce de
La Mancha bajo una nueva perspectiva que se concreta en una nueva hipótesis explicativa del surgimiento
de dicho tipo de asentamientos, enriquecida con la nueva información.
2. MARCO HIDROGEOLÓGICO
La distribución espacial de las motillas de La Mancha abarca gran parte de la llanura manchega, estando
presentes en cuatro provincias: Ciudad Real, Toledo, Cuenca y Albacete (fig. 5). Desde el punto de vista
de la división hidrológica, las 32 motillas catalogadas en la región natural de La Mancha se distribuyen
en 5 masas de agua subterránea (MASb), 4 de ellas pertenecen a la cuenca hidrográfica del río Guadiana:
041.001 Sierra de Altomira, 041.006 Mancha Occidental II, 041.007 Mancha Occidental I y 041.010
Campo de Montiel; la masa de agua restante pertenece a la cuenca hidrográfica del río Júcar: 080.129
Mancha Oriental.
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Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en la MancHa durante la preHistoria reciente
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Fig. 5. Mapa esquemático de la posición de las motillas.
El aporte de agua desde el conjunto de las MASb de la cuenca alta del Guadiana hacia su zona central,
la topografía plana que domina en toda la depresión manchega, así como la existencia de formaciones
acuíferas cercanas a la superficie topográfica, dan lugar en situación de régimen natural o poco modificado,
a la presencia del nivel piezométrico próximo a la superficie. La relación de las aguas subterráneas con los
cauces de aguas superficiales es absoluta en toda la llanura manchega, produciéndose transferencia de agua
en un sentido o en otro dependiendo de la zona y la secuencia climática.
A continuación, se recogen las principales características hidrogeológicas de cada una de estas masas
de agua subterránea, que condicionan las posibilidades de aprovechamiento de sus recursos hídricos
subterráneos, tanto en la Edad del Bronce con los medios y tecnología existente en la época, como en
épocas posteriores, hasta llegar a la actualidad.
2.1. MASb Sierra de Altomira (41.001)
Dentro de la superficie ocupada por esta MASb se encuentran dos motillas, concretamente la motilla de El
Morrión (El Toboso, Toledo) y la motilla de El Pedernoso (El Pedernoso, Cuenca).
En la MASb Sierra de Altomira existen dos sistemas acuíferos, el inferior, y de mayor interés desde el
punto de vista de su aprovechamiento, está constituido por calizas, dolomías, brechas, arenas y arcillas de
edad jurásica y cretácica de gran espesor y de permeabilidad media a alta. La base del acuífero está constituida
por el basamento paleozoico, compuesto por cuarcitas y pizarras. El acuífero superior está formado por
sedimentos detríticos terciarios de permeabilidad media y mediocre calidad en cuanto a sus posibilidades de
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aprovechamiento. La recarga de agua a esta MASb se produce fundamentalmente por infiltración directa del
agua de lluvia, por la escorrentía superficial y por retorno de riegos. De manera secundaria también recibe
aportes laterales de agua subterránea de la cuenca del Tajo. La descarga se realiza por ríos y manantiales,
además de las descargas subterráneas laterales a través de su límite sur, hacia la MASb Mancha Occidental
II. El límite sur es el más destacado desde el punto de vista hidrológico y de su aprovechamiento hídrico, al
situarse en el contacto con los materiales terciarios de la fosa manchega, donde se define la MASb Mancha
Occidental II, también de interés en el presente estudio y detallada más adelante.
Las dos motillas localizadas en esta MASb se ubican en su límite meridional. Es en este tercio inferior
donde los niveles acuíferos presentan unas características similares a los de la MASb Mancha Occidental
II, y donde resulta posible alcanzar el nivel freático a profundidades asequibles con la tecnología de la
Edad del Bronce. Los otros dos tercios, central y septentrional, de la MASb presentan unas características
hidrogeológicas diferentes.
2.2. MASb Mancha Occidental II (41.006)
Dentro de la superficie ocupada por esta MASb se encuentran ocho motillas, que son: la motilla de Pedro
Alonso, motilla de Los Romeros y motilla de Casa de Mancha en Alcázar de San Juan (Ciudad Real);
motilla de Barrios, motilla de Perales y motilla de La Membrilleja en Argamasilla de Alba (Ciudad Real);
y motilla de El Juez y motilla de El Cuervo en Campo de Criptana (Ciudad Real).
Como ocurre con la MASb Sierra de Altomira, en este sistema se diferencian dos acuíferos superpuestos,
el inferior formado por materiales carbonatados mesozoicos en régimen parcialmente confinado, de
permeabilidad media a alta, y el superior constituido por sedimentos detríticos, calizas y calizas margosas,
de edad terciario y cuaternario, en régimen libre y permeabilidad también media a alta.
La MASb se localiza en la depresión que conforma la llanura manchega, la cual está rellenada de
materiales continentales (de edad miocena y pliocena) recubiertos parcialmente por rañas, piedemontes
y por sedimentos cuaternarios. El sustrato de la depresión está formado por un zócalo paleozoico de
permeabilidad baja (pizarras y cuarcitas) sobre el que se desarrolla en discordancia el Triásico, Jurásico y
Cretácico (calizas, dolomías, gravas y areniscas) y finalmente el Paleógeno (arcillas y yesos) y el Neógeno
(calizas, calizas lutíticas y sedimentos detríticos).
La recarga se realiza a través de la infiltración directa del agua de lluvia, así como de la infiltración de
los cursos fluviales, como el río Guadiana, el río Záncara y su afluente el río Córcoles. También se recarga
por las aportaciones laterales de las MASb situadas al norte y al sur.
2.3. MASb Mancha Occidental I (41.007)
Como se ha mencionado anteriormente, una de las principales características hidrológicas de esta MASb
es la importante interrelación entre las aguas superficiales y las subterráneas. Dentro de la superficie que
ocupa se encuentran quince motillas, concretamente: la motilla del Quintillo (Fernancaballero, Ciudad Real),
motilla de Torralba (Torralba de Calatrava, Ciudad Real), motilla de El Cura (estudiada en detalle en este
artículo), motilla de Las Cañas, motilla de La Albuera, motilla de Daimiel, motilla de La Máquina, motilla
de Zuacorta, motilla de La Vega Media y motilla de El Azuer (todas ellas en Daimiel, Ciudad Real); motilla
de Los Palacios (Almagro, Ciudad Real), motilla de La Vega (Villarta de San Juan, Ciudad Real), motilla de
El Espino (Membrilla, Ciudad Real), motilla de Brocheros (Alcázar de San Juan, Ciudad Real) y motilla de
Malvecinos (Carrión de Calatrava, Ciudad Real).
En circunstancias de estrés hídrico, el único suministro posible de agua seria el constituido por los
recursos hídricos subterráneos. En el caso de la MASb Mancha Occidental I existe un único sistema
acuífero de carácter libre y permeabilidad media a alta, formado por calizas y margas del Plioceno y
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niveles detríticos, de escaso espesor, del Cuaternario. La base del acuífero está constituido por arcillas
rojas, areniscas y yesos pliocenos, suprayacentes a los materiales del zócalo triásico o bien directamente
suprayacentes al basamento paleozoico, compuesto por cuarcitas y pizarras.
La entrada principal de agua a esta MASb se produce por infiltración directa de lluvia, por conexiones con los
principales cauces superficiales y por transferencia subterránea desde la MASb Mancha Occidental II.
2.4. MASb Campo de Montiel (41.010)
Dentro de la superficie definida por esta MASb se encuentran seis motillas del total catalogadas, que son:
la motilla de Santa María y motilla de El Retamar en Argamasilla de Alba (Ciudad Real), ambas estudiadas
en detalle en este artículo; motilla de La Moraleja I, motilla de La Moraleja II, motilla de La Laguna Cueva
Morenilla (las tres en Ruidera, Ciudad Real) y la motilla de La Jacidra (Villahermosa, Ciudad Real).
La MASb de Campo de Montiel está definida por una penillanura formada por una secuencia de
sedimentos plegados de forma suave. La recarga fundamental es por la infiltración del agua de lluvia y
la descarga natural se produce a través de los ríos Azuer, Guadiana Alto, Cañamares y Jabalón de forma
superficial y hacia la MASb Mancha Occidental II de forma subterránea.
Desde el punto de vista hidrogeológico, y de manera muy esquemática, el acuífero principal de
Campo de Montiel está constituido básicamente por calizas y dolomías del Jurásico. El comportamiento
del flujo subterráneo está muy condicionado por las fracturas y las discontinuidades del macizo rocoso,
que sirven como vías preferentes a la circulación del agua subterránea. La capacidad de almacenamiento
del acuífero es muy escasa, de manera que la gran mayoría del agua que circula por su interior se drena
rápidamente a las masas de agua subterráneas limítrofes. Estas características hacen que, además, las
fluctuaciones del nivel piezométrico tengan una gran amplitud, condicionadas por las precipitaciones
y las secuencias climáticas, de manera que son comunes oscilaciones de nivel de hasta 20 o 30 m en
intervalos de tiempos cortos. Por otro lado, el acuífero resulta bastante heterogéneo, pudiendo dividirse
en varios sectores, al menos en cinco: norte, nordeste, central, sur y sureste, en los que las oscilaciones
piezométricas también resultan diferentes. El nivel freático regional tiene una profundidad entre 10 y 30
m en el sector norte, en las proximidades donde se ubican las motillas de Santa María y de El Retamar;
mientras que en la zona nororiental son normales profundidades del agua subterránea de unos 60-90 m,
o en la zona central entre 20 y 50 m.
Así el aprovechamiento del agua subterránea, con los conocimientos y tecnología de la Edad del
Bronce, resulta mucho más complicado que en otros acuíferos ubicados en la cuenca alta del Guadiana.
Las rocas son duras, difícilmente excavables; el nivel piezométrico se encuentra en muchas zonas a
varias decenas de metros de profundidad, con fuertes oscilaciones entre épocas húmedas y de sequía, y el
alumbramiento del agua subterránea está muy condicionado por las vías preferentes del flujo subterráneo.
De manera que un pozo excavado, con extrema dificultad, en estas duras rocas carbonatadas, tendría que
coincidir con alguno de estos “caminos preferentes” del agua subterránea, y si se perforase en una época
seca, o relativamente seca, tendría que profundizar, en líneas generales, algunas decenas de metros, p.ej.
30 a 60 m; lo que, en conjunto, resulta prácticamente imposible para las posibilidades de los habitantes
de la zona durante la Edad del Bronce.
2.5. MASb Mancha Oriental (080.129)
La MASb de la Mancha Oriental es un sistema de grandes dimensiones, con una extensión de 7.279,70
km2, que ocupa la mayor parte de la provincia de Albacete; ámbito de la Demarcación Hidrográfica del río
Júcar. Dentro de la superficie ocupada por esta MASb se encuentran la motilla de El Acequión (Albacete),
estudiada en detalle en este artículo.
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La geometría del sistema es predominantemente de tipo tabular y con plegamientos suaves. Su límite
occidental resulta de difícil definición y en una buena parte corresponde a umbrales y divisorias piezométricas.
Otros son límites abiertos de tipo convencional que lo separan de los sistemas colindantes. Solo el límite
oriental es de tipo cerrado por extrusión de la formación yesífera del Triásico que, paralelamente, constituye
la base impermeable de toda la MASb.
Son tres las formaciones acuíferas que la conforman: 1) Calizas y dolomías del Jurásico medio (Fm.
Colleras, Chorro y Gallinera), 2) Calizas y dolomías de Cretácico superior (Fm. Franco y Benajama) y 3)
Calizas del Mioceno superior (Fm. Calizas lacustres del Pontiense). Todas las formaciones son de naturaleza
carbonatada y presentan elevada permeabilidad por fisuración y karstificación. Las formaciones jurásicas y
cretácicas se encuentran normalmente confinadas, mientras que el Pontiense suele ser de tipo libre.
Superpuestos a todas las formaciones anteriores se disponen sedimentos recientes de carácter
detrítico (arenas, limos, arcillas y gravas) y edad terciario-cuaternaria, que llegan a configurar en
zonas especialmente favorables pequeños acuíferos de características mucho más moderadas. En
realidad forman un acuitardo cuyas aguas percolan lentamente hacia las formaciones inferiores. Esta
circunstancia hace que los niveles de agua se encuentren muy someros, lo que permite la existencia de
pequeños aprovechamientos consistentes en pozos tradicionales de escasa profundidad (10-20 m). En
algunos puntos, el agua subterránea alcanza la superficie del terreno y origina zonas encharcadas que,
por lo general, han sido desecadas mediante la construcción de canales de drenaje, tal es el caso de la
zona de El Acequión.
La alimentación del acuífero tiene lugar por la infiltración del agua de lluvia, por transferencia lateral de
los sistemas colindantes y por la percolación de cursos fluviales, especialmente de los ríos Jardín y Lezuza,
así como también por los retornos de riego.
Como consecuencia de lo expuesto en el párrafo anterior, el funcionamiento hidrodinámico del sistema
ha sido fuertemente modificado. En régimen natural el flujo subterráneo se orientaba desde los bordes de
la unidad hacia los ríos Júcar y Valdemembra, que se erigían en los principales elementos de drenaje. La
superficie piezométrica descendía desde cotas próximas a los 700-750 m s.n.m. en las zonas septentrional
y occidental, hasta los 450-500 m s.n.m. en el área de descarga. Sin embargo, las intensas extracciones han
generado descensos muy importantes en la piezometría, que han llegado a ser de hasta un metro al año, y
provocado el cese de las aportaciones al río Júcar, el cual llega a secarse en algunos tramos, así como a la
creación de flujos concéntricos en áreas con explotación elevada. En la actualidad, si bien los descensos se
han atemperado, la superficie piezométrica se sitúa entre algo más de 700 m s.n.m. en sus áreas de recarga
y los 400 m s.n.m. en los de descarga.
Parece lógico pensar, que la presencia de agua en la laguna de El Acequión predispuso a los habitantes
de la Edad del Bronce a buscar el recurso hídrico en profundidad, una vez que se hubiese desecado la
laguna por la falta de precipitaciones. En general, en la MASb los niveles freáticos se encuentran más
profundos y la relación aguas superficiales-aguas subterráneas no resulta tan evidente e intuitiva como
en la Mancha Occidental.
3. TÉCNICAS Y MÉTODO DE TRABAJO
El principal objetivo de este estudio era determinar si el nivel piezométrico en las motillas estudiadas en
detalle (El Cura, Santa María, El Retamar y El Acequión) se encontraba accesible y si se podía alcanzar
mediante pozos excavados con los medios disponibles en la Edad del Bronce. En ninguna de estas motillas
se han encontrado pozos mediante excavaciones arqueológicas (sólo en las dos últimas, El Retamar y El
Acequión, se han llevado a cabo esta clase de trabajos). El método de estudio utilizado ha consistido en la
elaboración de cartografía hidrogeológica de detalle, a partir de la toma de datos en campo y de la cartografía
geológica a escala 1:50.000 de la serie MAGNA del IGME. La recopilación, análisis y correlación de las
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columnas litoestratigráficas de los puntos de inventario de la base de datos de puntos de agua del IGME y
de otros sondeos inventariados y perforados para este estudio y la elaboración de perfiles hidrogeológicos
a partir de estos datos.
Además, se han aplicado dos técnicas geofísicas de estudio del subsuelo: la conocida popularmente
como georradar (Grounded penetrating georradar) y la tomografía de resistividad eléctrica, ambas de gran
interés para este tipo de estudios (Teixidó et al., 2013), que, entre otros aspectos, han permitido contrastar
la distribución en profundidad de las litologías del subsuelo.
Finalmente, se han perforado cuatro sondeos de investigación, con recuperación de testigo continuo, de
un diámetro de 86 mm, con revestimiento en tubería de PVC ranurada, tapón de fondo y tapa metálica de
cierre mecánico fijada al terreno con cemento.
En todo caso los trabajos referidos al proyecto se han realizado con conocimiento y aprobación de la
administración competente en la protección del patrimonio arqueológico y, en los casos de Santa María y
El Acequión, con visita de la Guardia Civil durante la ejecución de los sondeos.
4. RESULTADOS
La caracterización geológica e hidrogeológica del entorno de cada motilla aporta los siguientes resultados:
4.1. Motilla de El Cura
La motilla de El Cura es un yacimiento arqueológico cuyo característico montículo tiene 35 m de diámetro,
una altura de 4,91 m y una superficie de 907 m2, aproximadamente. Se encuentra en pleno cauce del río
Guadiana, en el término municipal de Daimiel. No hay estudios realizados sobre este lugar con anterioridad.
Se ha evaluado si la ubicación de la motilla haría factible que un pozo excavado en la zona que la
delimita, con las herramientas y medios propios de la Edad del Bronce, aseguraría un acceso al agua
subterránea de modo permanente, incluso en las condiciones de sequías más extremas.
En la motilla de El Cura se ha perforado un sondeo de investigación de 14 m de profundidad (fig.
6). La testificación geofísica ayudó a seleccionar la ubicación óptima del sondeo y permite contrastar la
coherencia de los aspectos litoestratigráficos obtenidos a partir de los sondeos mecánicos.
Es importante resaltar que la técnica de perforación de sondeos empleada únicamente ha afectado a una
porción de terreno de unos 10 cm de diámetro, obteniendo un testigo continuo inalterado de los materiales
geológicos atravesados que permanece conservado, al igual que en los demás casos, en las dependencias del
Instituto Geológico y Minero de España, a disposición de posteriores trabajos de investigación.
La ubicación seleccionada corresponde a las coordenadas X: 433008,081; Y: 4329220,682 según la
cuadrícula UTM y el sistema de referencia ETRS89 huso 30, con una cota topográfica del emboquille de
606,408 m s.n.m. El levantamiento topográfico de precisión permite situar la posición exacta del sondeo,
así como determinar las cotas a las que aparecen los distintos niveles estratigráficos y el nivel piezométrico,
para correlacionar estas cotas con las medidas del entorno geológico e hidrogeológico.
El sondeo de investigación se realiza en la superficie de la motilla, en una pequeña hondonada que
pudiera resultar la respuesta en superficie de un hipotético pozo de abastecimiento situado en su interior. La
profundidad alcanzada es de 14 m, de los cuales parte corresponde al cuerpo de la motilla y parte al terreno
natural subyacente.
El sondeo realizado perfora 0,9 m de capa vegetal actual. A continuación se pasa a unos limos arenoarcillosos negros, con pequeños cantos de carbonato y fragmentos de carbón dispersos, hasta alcanzar una
profundidad de 6,7 m. Hasta este punto se considera que el terreno perforado corresponde al cuerpo de la
motilla, pasando en este punto a perforar terreno natural de la base de ésta.
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Fig. 6. Columna litológica de
detalle del sondeo perforado en
la motilla de El Cura.
La capa vegetal con niveles de turba, de 6,7 a 7,7 m de profundidad, corresponde a la superficie del terreno
sobre la que se construyó la motilla originalmente. A continuación se pasa a arenas oscuras cuarcíferas, con
cantos aislados carbonatados y restos de carbón, hasta la profundidad de 11,4 m, se interpreta este nivel
como propio de la sedimentación cuaternaria del aluvial del río Guadiana.
De 11,4 a 12,0 m se detecta un nivel carbonatado litificado que correspondería con una costra calcárea
que da paso a la sedimentación del Plioceno. Por último, de 12,0 a 14 m, se perforan margas limo-arcillosas,
de color gris verdoso, propio de la sedimentación pliocena.
El nivel del agua en el sondeo es detectado a 4,88 m de profundidad, lo que implica que la superficie
piezométrica sobrepasa la superficie del terreno relicta. A partir de la prospección geofísica llevada a
cabo en la motilla (tomografía eléctrica), se observa que la base de los muros de la motilla se encuentran
enterrados en el terreno actual, lo que induce a pensar que la motilla ha sufrido un lento proceso de
enterramiento propiciado por los sucesivos episodios de inundación, y depósito posterior de limos y
arcillas en el exterior de sus muros.
El perfil de interpretación hidrogeológica, elaborado a partir de la información suministrada por la
metodología empleada, se observa la posición de la motilla sobre depósitos cuaternarios ligados al cauce
del río Guadiana. Se refleja además cómo la superficie original de la motilla se encuentra enterrada con
respecto a la superficie del terreno actual.
Los depósitos aluviales cuaternarios dan paso a un nivel carbonatado o encostramiento superficial de
0,6 m de potencia, pasando a continuación a perforar margas arcillosas de color gris verdosos del Plioceno.
El sondeo no llega a perforar un nivel de calizas pliocenas como tal, si bien la testificación de sondeos
cercanos indica que la presencia de estas calizas se encontraría próxima a la cota de finalización del sondeo.
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La existencia de un hipotético pozo de abastecimiento en el interior de la motilla es totalmente
factible, puesto que, según lo expuesto, se ubica en un enclave en el que el recurso de agua es abundante y
relativamente próximo a la superficie. Éste podría captar el acuífero aluvial que constituyen los depósitos
cuaternarios de fondo de valle de la vega del Guadiana sobre el que se sitúa, que presenta en la actualidad un
nivel piezométrico muy próximo a la superficie y que está conectado con el acuífero plioceno carbonatado
inferior, situado a una profundidad comprendida entre 8 y 10 m desde la base de la motilla (ligeramente
superior por tanto a los 7,3 m perforados), que garantizaría la obtención de agua incluso en un periodo de
fuerte y prolongada aridez.
Esta profundidad de pozo, unos 10 m, resulta posible con los medios técnicos de la época. En este
sentido cabe recordar que el pozo identificado en la motilla de El Azuer tiene mayor profundidad.
4.2. Motillas de Santa María y de El Retamar
La motilla de Santa María tiene 40 m de diámetro, una altura de 3,61 m y una superficie de 1.460 m2,
aproximadamente. Se encuentra en pleno cauce del río Guadiana, en el término municipal de Argamasilla
de Alba. No hay estudios realizados sobre este lugar, con la excepción de los que se presentan a
continuación (fig. 7).
Para evaluar las posibilidades de obtención de agua subterránea en la motilla de Santa María, ubicada
próxima al límite meridional de la llanura manchega, al pie de los afloramientos jurásicos del dominio de
Campo de Montiel, se ha efectuado la perforación de un sondeo de investigación de 15,7 m de profundidad.
El sondeo queda emplazado en la siguiente localización: X: 495435,506; Y: 4324278,129 según la cuadrícula
UTM y el sistema de referencia ETRS89 huso 30; la cota topográfica del emboquille es de 690,537 m s.n.m.
El emplazamiento seleccionado busca una hondonada en la superficie, que se pudiera corresponder con un
supuesto pozo de abastecimiento situado en el interior de la motilla.
Se perforaron 0,8 m de material pulverulento asociado a la superficie de la motilla. De 0,8 a 1,4
m se identifica un nivel de piedra, correlacionable con un muro o solera de la propia motilla. De 1,4 a
2,0 m se observa un nivel de limo arcilloso negruzcos equiparable a una capa vegetal. A continuación,
Fig. 7. Motilla de Santa María (Argamasilla de Alba, Ciudad Real).
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Fig. 8. Columna litológica
de detalle del sondeo de
investigación perforado en
la motilla de Santa María.
hasta los 4,2 m de profundidad se encuentran niveles de piedras, en principio interpretadas como de la
estructura de la motilla. A partir de esta profundidad se perfora el terreno natural relicto, representado
por una grava polimíctica de cantos subredondeados, en matriz arcillo-limosa de tono marrón, hasta
los 10,0 m de profundidad, interpretado como nivel de fondo de valle. De 10,0 a 13,2 m se identifica
un limo-arcilloso con cantos polimícticos subredondeados de tonos ocres-rojizos, que alcanzan tamaño
decimétrico, correspondiente a depósitos de raña del Oligoceno. De 13,2 a 15,7 m se perforan calizas
rojas oquerosas del Cretácico, nivel geológico que en este punto supone el techo de la serie carbonatada
mesozoica y constituye el acuífero regional (fig. 8).
El nivel piezométrico se encuentra a 15,43 m de profundidad (23/01/2015). La cota piezométrica
resultante, teniendo en cuenta una cota de emboquille de 690,5 m s.n.m., es de 675,1 m s.n.m. Este
valor de piezometría es coherente con las isopiezas de la Llanura Manchega, trazadas a partir de la red
de observación piezométrica controlada por el IGME, y que corresponde con el nivel piezométrico del
acuífero regional mesozoico.
El perfil de interpretación hidrogeológica se elabora a partir del sondeo ejecutado para investigación
del subsuelo de la motilla de Santa María, además de las observaciones geológicas realizadas en su
entorno y los resultados de la prospección geofísica llevada a cabo en esta motilla y en la motilla
cercana de El Retamar (fig. 9).
La motilla de El Retamar se encuentra muy próxima a la de Santa María, aguas arriba y también en las
inmediaciones del cauce del río Guadiana. Las excavaciones arqueológicas en esta motilla comenzaron
en 1984 y finalizaron en 1991 (Galán Saulnier y Sánchez Meseguer, 1994; Lenguazco, 2012). El equipo
de investigación detectó una torre central rodeada por dos recintos de muralla, entre los cuales parece
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Fig. 9. Corte geológico esquemático del entorno de las motillas de Santa María y de El Retamar, en el que se indica la
ubicación del sondeo realizado en la primera de ellas.
haberse concentrado la actividad más intensa de este asentamiento. Además se registró una estructura
correspondiente a la Edad del Hierro a modo de rampa, interpretada como un varadero situado al pie de la
motilla construido para facilitar el acceso al núcleo de habitación desde el río Guadiana (Galán y Sánchez
Meseguer, 1994: 97). En este punto es conveniente subrayar que las condiciones ambientales en la Edad
del Hierro (más húmedas) no eran las mismas que en la Edad del Bronce (más áridas), que entre ambas
ocupaciones durante varios siglos el lugar estuvo desocupado y que las gentes de la Edad del Hierro en
ocasiones se ubicaron encima de los montículos generados por la ruina de las motillas (en alto) mientras
que las gentes de la Edad del Bronce crearon sus motillas en llano.
Desde el punto de vista geológico esta motilla se sitúa al pie de los afloramientos carbonatados jurásicos
de Campo de Montiel, apoyada directamente sobre depósitos cuaternarios de fondo de valle, con un espesor
de 4-5 m, por lo que en esta motilla se alcanzaría el acuífero regional, las mencionadas calizas y dolomías del
Jurásico, a unos 4-5 m de profundidad, resultando también en este caso accesible el agua subterránea mediante
la excavación de un pozo somero, si se considera la base de la motilla situada a 4,2 m de profundidad, debería
ser como mínimo de unos 5-6 m, excavación realizable con los medios de la época.
4.3. Motilla de El Acequión
La motilla de El Acequión tiene 106 m de diámetro, una altura de 5,75 m y una superficie de 8.950 m2,
aproximadamente. Se encuentra sobre el fondo de una laguna endorreica, en el término municipal de
Albacete, en un área muy karstificada. El poblado fue declarado bien de interés cultural con la categoría de
zona arqueológica con fecha 30 de abril de 1991. Cuenta con dos anillos de potentes muros aproximadamente
circulares, que rodean un espacio central diáfano de algo más de 20 m de diámetro. El muro interior alcanza
los 5 m de alzado y los 6 m de anchura, resultando realzado y engrosado a lo largo de la vida del poblado. El
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diámetro total del yacimiento es de aproximadamente 90 m; las cotas superiores se elevan 7 m sobre el fondo
de la laguna. Su muralla exterior ha sido interpretada como barrera frente a inundaciones (Fernández Posse et
al., 1996). Esta idea de explicar el potente paramento exterior de las motillas como dique frente a la avenida
ocasional de las aguas, y no exclusivamente como muralla de un poblado fortificado, resulta de gran interés.
El Acequión carece de torre central. La fase más antigua es la peor conocida, debido a que sólo pudo
documentarse en cotas profundas y en una muy reducida extensión del área que fue denominada ‘patio
central’; no fue posible estudiar los niveles de base del yacimiento con la extensión necesaria. Los análisis
polínicos reflejan un proceso de deforestación del bosque autóctono de pinos, encinas y alcornoques, así
como la puesta en cultivo de espacios próximos al yacimiento. Una segunda fase del poblado, datada
mediante C-14 en torno a 1745 cal BP, se caracteriza por una recesión de la población, la ruina de parte
de la fortificación y, en consecuencia, la recuperación del bosque autóctono y el descenso de la acción
antrópica sobre el entorno, tal y como confirman los análisis polínicos. La tercera y última fase prehistórica
es la mejor conocida y supuso el momento de mayor expansión del poblado. Se construyó entonces el
potente muro perimetral exterior (quizás para proteger la infraestructura de las aguas) y se levantaron
nuevos lienzos sobre los derrumbes de la fase anterior. El polen arbóreo de nuevo disminuyó, a la par que
se incrementó el de gramíneas, junto al de las cuales se documenta por vez primera el de leguminosas.
Ello indica una intensificación de las actividades agrícolas. Esta fase concluyó en torno al 1500 cal BP
con un lento abandono y el descenso paulatino de la superficie habitada. Tras varios siglos de abandono El
Acequión volvió a ser ocupado durante la Edad del Hierro, al construirse diversas viviendas encima de la
prominencia surgida por la ruina del poblamiento prehistórico anterior.
Para determinar las posibilidades de existencia de un pozo en esta motilla se han excavado dos sondeos
de investigación (fig. 10). Se ejecutó un primer sondeo en el exterior de la motilla, en su margen suroeste.
El segundo sondeo fue realizado aproximadamente en el centro de la motilla, ubicación seleccionada
por cuestiones logísticas de emplazamiento de la máquina de perforación. La ubicación exacta de ambos
sondeos es la siguiente: sondeo 1: X: 584058,914; Y: 4319930,521, a una cota de 683,835 m s.n.m. Sondeo
2: X: 584143,713; Y: 4319946,652; siendo su cota de 691,713 m s.n.m. Las coordenadas de ambos sondeos
se expresan según la cuadrícula UTM y el sistema de referencia ETRS89 huso 30.
Fig. 10. Sondeo
de reconocimiento
en la laguna de El
Acequión (Albacete).
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Fig. 11. Columna litológica de detalle de los sondeos S-1 y S-2 perforados en el exterior y en el interior de la superficie
de la motilla de El Acequión, respectivamente.
La columna del sondeo 1 (S-1) efectuado en el exterior de la motilla se muestra en la figura 11. En este
sondeo fueron perforados 1,7 m de capa vegetal. Hasta 4,6 metros se detectó una serie de arcillas y margas
con cantos carbonatados, que se interpreta como el relleno arcilloso de la dolina. A continuación se produce
una alternancia de niveles calcáreos junto con otros más arcillosos hasta 13,2 m. Este nivel se interpreta
como el de calizas lacustres pliocenas, que constituyen el acuífero superior en la zona. De 13,2 a 16,2 m (fin
de sondeo) se perforan arcillas margosas de tonos verdosos sin apenas carbonato.
El sondeo 2 (S-2), como se aprecia en la figura 12, perfora principalmente los materiales que conforman
el cuerpo de la motilla, hasta alcanzar el terreno natural, a la profundidad de 7 m, a partir de donde se repetiría
la testificación identificada en el sondeo 1. En el sondeo 2 encontramos en primer lugar 1,8 m de capa vegetal
actual. De 1,8 a 2,1 m se perfora un hueco que se interpreta como una posible galería de origen animal; una
de las múltiples que se observan en toda la superficie de la motilla. De 2,1 a 3,0 m se observa de nuevo un
nivel de capa vegetal, que posiblemente sea la continuación del nivel superficial interrumpido por la galería.
De 3,0 a 6,6 m se perfora unos limos areno-arcillosos negros con cantos carbonatados y fragmentos de carbón
dispersos, asimilable al relleno del interior de la motilla. En este tramo se localizan varios niveles pedregosos
(a 4,0 y 5,4 m de profundidad), que podrían estar relacionados con los muros y solera. De 6,6 a 7,0 m se perfora
de nuevo una oquedad, en este caso de origen indeterminado. Existe la posibilidad de que esta oquedad haya
sido preservada a partir de los niveles pedregosos que tienen inmediatamente encima. La tomografía eléctrica
identifica a esta profundidad un elemento muy resistivo, que confirmaría la presencia de piedras y aire. A 7,0
m se considera que se comienza a perforar terreno natural, en este caso correspondiente a arcillas margosas de
tonos verdosos-anaranjados, interpretadas como la sedimentación procedente del relleno de dolina.
Los niveles piezométricos medidos en ambos sondeos son de 0,95 m de profundidad en el sondeo 1, y
8,88 m de profundidad en el sondeo 2 (medidas del 23/01/2015). Estas medidas se corresponden con cotas
de 682,85 m s.n.m. en el sondeo 1 (exterior), y 682,82 m s.n.m. en el sondeo 2 (interior). Como se puede
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Fig. 12. Corte geológico esquemático del entorno de la motilla de El Acequión y ubicación de los sondeos empleados en
su Interpretación.
comprobar ambos niveles son coincidentes, confirmándose que se trata de un nivel piezométrico que, pese
a aparecer muy superficial con respecto al terreno natural, se adscribe a la altura piezométrica de la unidad
de alternancia de calizas margosas con margas arcillosas.
El perfil geológico se realiza a partir de la testificación de los sondeos realizados en la motilla de El
Acequión, y la testificación de diferentes sondeos procedentes de la Base de Datos Aguas del IGME. La
motilla se ubica en el interior de la laguna de El Acequión, laguna generada a partir de la formación de
una dolina en la depresión resultante. La motilla no se construyó sobre una pequeña elevación existente
en el medio de la laguna; se asienta directamente sobre los depósitos cuaternarios de fondo de dolina que
caracterizan el fondo de la cubeta de esta laguna. El aprovechamiento de agua en el entorno de la laguna de
El Acequión se haría mediante un pozo que tendría que sobrepasar unos 4,6 m de materiales detríticos que
constituyen el fondo de la laguna. A partir de esta profundidad, los niveles alternantes de calizas margosas y
arcilla constituyen el acuífero superior Plioceno ligado a las calizas lacustres, con recursos suficientes para
el abastecimiento de la motilla y disponibilidad incluso en épocas de sequía, en las que el nivel piezométrico
descendería por debajo de la laguna.
5. DISCUSIÓN
El Holoceno se está mostrando como un período dinámico y menos climáticamente estable de lo que
hace unos años se pensaba. En concreto, en los últimos 4.300 años nuestro planeta ha conocido una
serie de fluctuaciones climáticas de corta pero intensa duración (Berglund, 2001 y 2003; Bond et
al., 1997; Courty, 1998; Chambers et al., 1999; De Menocal, 2001; Clare y Weninger, 2010; Magny,
2004; Magny et al., 2009; Mayewsky et al., 2004; Menotti, 1999; O’Brien et al., 1995; Peiser, 1998;
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Van Geel y Renssen, 1998; Fagan, 2007). Estos inesperados eventos climáticos han sido puestos
en relación con cambios ambientales repentinos susceptibles de haber influido en importantes
alteraciones de los paisajes sociales, tales como el colapso de diversas civilizaciones en China (Wu y
Liu, 2004; Gao et al., 2007; Chun Chang et al., 2011), América del Norte (Booth et al., 2005), Canadá
occidental (Menounos et al., 2005), Italia (Drysdale et al., 2005), las Islas Británicas (Roland et al.,
2014), Mesopotamia (Cullen et al., 2000; Kerr,1998; Gibbons, 1993; Weiss et al., 1993; Rihel, 2008;
Wilkinson, 1997), el valle del Indo (Staubwasser et al., 2003), Egipto (Stanley et al., 2003), Oriente
Próximo (Riehl et al., 2008), África del Norte o el Lejano Oriente (Gasse y Van Campo, 1994; Davis
et al., 2006), el Mediterráneo oriental (Bar Matthews et al., 1997), el mar Rojo (Arz et al., 2006),
el Kilimanjaro (Thompson et al., 2002) y Arabia (Parker et al., 2006). La península ibérica no tuvo
que ser ajena a este evento climático de escala mundial, cuyas consecuencias debieron incidir más
en aquellas sociedades y territorios con un régimen pluviométrico más limitado. La Cultura de las
Motillas del Bronce de La Mancha, en España, puede ser otro caso (Benítez de Lugo y Mejías, 2015;
Mejías et al., 2014 y 2015).
El evento climático 4.2 ka cal BP (Bond Event 3) sucedió dentro del período Subboreal; es decir, en la
transición del Calcolítico a la Edad del Bronce. Se trata de uno de los eventos más marcados del Holoceno,
registrado a escala mundial y caracterizado por su aridez extrema. Diversos autores han planteado la
posibilidad de la existencia de un fuerte período de sequía en la península ibérica durante la Prehistoria
reciente (Carrión et al., 2001; Francisco et al., 2006; Fábregas et al., 2003; Julià et al., 2001; López Sáez y
Blanco, 2003). En La Mancha existen recientes trabajos realizados a partir de los pólenes de Castillejo del
Bonete (Terrinches, Ciudad Real) y la motilla de El Azuer (Daimiel, Ciudad Real) que reflejan con claridad el
proceso de aridificación que en esta zona supuso ese cambio climático (Benítez de Lugo et al., 2015a; López
Sáez et al., 2014a, 2014b).
Recientemente se ha presentado otro estudio que expone una serie de datos geológicos e hidrogeológicos
comunes a las distintas motillas, lo que puede estar poniendo de manifiesto un patrón sobre la construcción
y uso de estos enclaves (Mejías et al., 2014). La localización cercana a los propios cauces aseguraba
inicialmente el abastecimiento de agua, ya sea por proximidad al recurso o por la excavación de pozos en
épocas secas en las que por los cauces dejaba de correr el agua superficial y el río desaparecía, quedando el
nivel freático somero en el aluvial o por debajo de este.
La observación desde la geología y la interpretación de las investigaciones disponibles cercanas a las
motillas revelan los siguientes hechos:
1- El techo de las formaciones geológicas del Plioceno superior se encuentra a cotas que oscilan entre
los 606 y 612 m s.n.m., consecuencia de la extensión y homogeneidad de su disposición geológica. La
diferencia de cota es, principalmente, debida al ligero basculamiento, de N-NE hacia el S-SO, de todo el
plano que forma la serie carbonatada.
2- De este a oeste hay un cambio de facies progresivo, pasándose de mayor presencia de arcillas y
margas y episodios intercalados de calizas, hacia un tramo con más calizas y margas, con algún lentejón de
arcillas de extensión variable.
3- El relieve excavado en la superficie cenozoica es pequeño y el encajamiento de la red hidrográfica se
ha llevado a cabo de manera uniforme, como consecuencia de un nivel de base con poca pendiente. En el
río Azuer se han depositado aluviales con potencias máximas que no superan los 6 m.
En el río Guadiana y Las Tablas de Daimiel las potencias del aluvial son en general algo menores, 3-4
m, con presencia de carbonatos y materia orgánica abundante.
Parece razonable suponer que las calizas del Plioceno o los materiales carbonatados del Jurásico y
Cretácico, que forman respectivamente el acuífero regional superior e inferior, constituían el objetivo a
alcanzar por los constructores de los pozos de las motillas, para garantizar el abastecimiento de agua a los
asentamientos de la Edad del Bronce de La Mancha.
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Así, las motillas del Cura y de las Cañas, al instalarse sobre el aluvial, cumplían dos requisitos: por un
lado, se dispondría en ocasiones del agua contenida en el aluvial y, por otro, al ser asequible la excavación
del sedimento permitía el acceso a las calizas con pocos metros de laboreo. En concreto, las motillas se
sitúan a cota aproximada de 607 m s.n.m. y las calizas bajo el aluvial a unos 4-5 m de la superficie. Tan solo
habrían de excavarse esos 4-5 m para obtener el agua almacenada en las calizas infrayacentes.
Respecto a las motillas de La Máquina y de Zuacorta, la primera se ubica en un punto en el que solo
se necesita excavar unos 5 m y, en la de Zuacorta, aunque situada a una cota algo más elevada de 612-613
m s.n.m., para acceder al agua se necesitaría excavar a una profundidad similar, del orden de 5 m, para
atravesar los materiales cuaternarios.
La motilla de La Albuera (no ubicada en aluvial) se localiza a 604-606 m s.n.m., justo donde sobresale
el plano de calizas y exactamente donde se forma la laguna de igual nombre. Aquí ni siquiera es necesario
excavar, salvo para profundizar algo y mejorar la afluencia del recurso. Podría, no obstante, en periodos
secos de larga duración, descender algo más el nivel freático y en tal caso resultaría más trabajoso excavar
los primeros metros de la roca caliza.
En la motilla de Daimiel, localizada en el antiguo aluvial, esto es a unos 613-614 m s.n.m., es
necesario excavar del orden de 10 m, de los cuales la mitad son de naturaleza aluvial, y el resto margosa,
hasta alcanzar las calizas.
La motilla de La Vega Media se asienta a una cota de unos 620 m s.n.m. El techo de las calizas se
encuentra a 14 m de profundidad. Por tanto, si se excavara un pozo, después de atravesar el aluvial (5-6
m), es necesario profundizar unos 8 m en las margas, hasta alcanzar las calizas pliocenas que asegurarían
de nuevo el recurso hídrico.
Un ejemplo que confirma el buen conocimiento del territorio por parte de los habitantes del lugar durante la
época de actividad de las motillas y de sus conocimientos en relación a la posición de las calizas como almacén
de agua subterránea, es la motilla de El Azuer. Esta motilla se sitúa a cota 626 m s.n.m. y se necesita profundizar
hasta los 606 m s.n.m.; es decir, excavar unos 20 m para alcanzar las calizas del acuífero regional, atravesando 5-6
m de aluvial de la llanura de inundación, un paquete de arcillas de baja permeabilidad (fácilmente excavables) de
unos 10 m de potencia y el resto (4-5 m) de la excavación se haría en las margas que se superponen a las calizas.
Se supone que la finalidad de un pozo de tales dimensiones era la de alcanzar las calizas del Plioceno. En la motilla
de la Vega (Daimiel, Ciudad Real) también se ha detectado un probable pozo (Teixidó et al., 2013).
En definitiva, las motillas pueden constituir uno de los sistemas hidráulicos más antiguos para extraer
agua del subsuelo de Europa (fig. 13). La torre central detectada en algunas motillas pudo haber sido
utilizada para extraer y distribuir, utilizando la fuerza de la gravedad, el agua del acuífero; probablemente
mediante un sistema similar a los magrod utilizados aún en zonas de Ifni (Marruecos) (fig. 14). La evidencia
arqueológica que dejaría una construcción de este tipo tras su ruina sería, en parte, similar a la de una motilla.
En La Mancha existen aún norias elevadas sobre el nivel del terreno con el fin de conseguir presión para
regar por gravedad su entorno. La noria sobreelevada es una técnica de extracción de agua subterránea que
puede tener su antecedente en las motillas. Algunas motillas, como es el caso de El Acequión, parecen no
disponer de torre. Puede deberse a que no era necesaria para aprovechar el agua subterránea. Alrededor de
las motillas pudieron desarrollarse, sobre los fértiles limos de las vegas de los ríos y en aquellos momentos
en los que el agua no circulaba por el cauce, áreas de agricultura y ganadería gracias al agua extraída
del subsuelo. Estas actividades pudieron requerir la construcción de pequeñas edificaciones alrededor de
la motilla. Canalizaciones de agua y numerosos restos de caballo encontrados en la motilla de El Azuer
parecen indicar la existencia de algo parecido a acequias y cría equina.1
En el aspecto simbólico algunos investigadores habían considerado que la cultura del Bronce de La
Mancha mostraba un bajo nivel de sacralización y carecía de cementerios específicos. Se creyó que un
limitado desarrollo de los rituales era reflejo de una sociedad bastante igualitaria (Martín Morales et al.,
1
Comunicación oral de los directores de las excavaciones arqueológicas en El Azuer mediante conferencia en Daimiel.
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Fig. 13. Recreación ideal de la Motilla del Azuer. A su alrededor se han detectado construcciones de diferente
clase, así como evidencias de agricultura y ganadería. Tumbas y construcciones interpretadas como depósitos
o silos se han encontrado en su interior. Largos, estrechos y sinuosos corredores comunican el exterior de la
motilla con el pozo interior.
B
A
A
B
Fig. 14. Representación de uno de los sistemas de extracción y elevación de agua (magrod) utilizados en Ifni
(Marruecos). En la posición ‘A’ el animal de tiro se encuentra cerca del pozo y el odre baja hasta el agua. En la
posición ‘B’ el animal tira del odre lleno para sacar el agua. El pozo de la motilla de El Azuer pudo ser explotado
de esta forma.
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1993). Otros autores, por contra, han considerado que el nivel de estratificación social sería importante y
se basaba en un sistema tributario dominado por personas que vivían en poblados fortificados sobre cerros
y guardaban grandes cantidades de cereal en otros poblados fortificados en la llanura: las motillas (Aranda,
2008; Nájera et al., 2010 y 2012).
Los ajuares funerarios del Bronce de La Mancha, la cultura material presente en los yacimientos, la
proliferación de asentamientos en altura frente al limitado número de motillas y asentamientos en llano
o los indicadores antropológicos marcadores de actividad física en los restos humanos hallados han sido
factores utilizados para sugerir que la sociedad del Bronce de La Mancha no estuvo en realidad fuertemente
jerarquizada, sino todo lo contrario (Monsalve et al., 2014). Esta sociedad se dedicó de forma generalizada
a la agricultura y al pastoreo, sin que existan bases sólidas para afirmar que estuviera dirigida por una
élite social, que pudiera diferenciarse biológica o arqueológicamente del resto de la población. Lo más
lógico es pensar que los yacimientos en llano del tipo motilla constituyen un ejemplo de un proceso de
adaptación al medio, aunque no hay que olvidar que la población ya estaba implantada en la zona de las
motillas con anterioridad a la construcción de éstas. Por ello, las motillas pueden estar reflejando, además
de esa adaptación ambiental, un lógico sistema de control de un recurso de elevada importancia social en
momentos de escasez. El problema que esta clase de sitios plantea es: ¿se trata de un control ejercido por la
comunidad (bajo un régimen de gestión igualitaria) en sentido amplio por el grupo allí residente, o existió
un grupo dominante que controló su gestión? Lo que no parecen ser es meros reductos fortificados de una
clase dominada, dentro de la dialéctica de la lucha de clases o en el paradigma de un paisaje fortificado, tal y
como se había venido postulando hasta ahora (Nájera y Molina, 2004). Aunque en el Bronce de La Mancha
existiera una incipiente jerarquización social, la presión política de las élites sobre sus subordinados no
revela haber sido de gran alcance económico ni político (Monsalve et al., 2014).
La distinción por su forma exterior entre las motillas, como yacimiento arqueológico con la finalidad
principal de captar agua subterránea, y los túmulos funerarios no es evidente ni clara. Para saber si se
trata de una clase u otra de yacimiento arqueológico es imprescindible conocer el subsuelo infrayacente
y la posición del nivel freático.
Por otra parte, las excavaciones arqueológicas en el Castillejo del Bonete (Terrinches, Ciudad
Real) han permitido descubrir un conjunto tumular prehistórico sin igual (fig. 15). En este lugar hasta
el momento se han encontrado dos túmulos –el más grande de ellos ubicado sobre una cueva natural
que presenta arte rupestre y construcciones en su interior–, corredores de comunicación entre túmulos
–alguno con más de veinte metros de longitud–, corredores abocinados con orientación astronómica
(Benítez de Lugo et al., 2014a; Mejías et al., 2015; Esteban y Benítez de Lugo, en prensa) que sirven
de acceso al túmulo principal y materiales arqueológicos muy diversos. Entre ellos cabe destacar una
abundante colección de piezas metálicas (Montero Ruiz et al., 2014), cerámicas (Fernández Martín et
al., 2015), arte rupestre con restos humanos a sus pies (Polo Martín et al., 2015 y en prensa), y botones
de marfil (Benítez de Lugo et al., 2015b), además de restos óseos (humanos o de fauna) y numerosos
adornos personales: colgantes elaborados con concha marina, una colección con decenas de cuentas
de variscita (Odriozola et al., 2016), otras cuentas de madera o hueso. Cazoletas excavadas en piedra,
similares a otras encontradas en diferentes lugares sin contexto arqueológico, aparecen en el nivel de
uso del Túmulo 2 (Benítez de Lugo et al., 2014, 2015a y 2015b). Algunas personas enterradas en este
lugar del interior peninsular se alimentaron con proteína marina (Salazar García et al., 2013). Aunque
por su forma exterior Castillejo del Bonete podría parecer una motilla, ha quedado demostrado en este
caso que no existe acceso posible con los medios de la época al nivel freático. El repertorio de materiales
encontrado en Castillejo del Bonete es semejante al que aparece en las motillas.
Con los datos disponibles es posible afirmar que Castillejo del Bonete fue un lugar funerario dotado con
una alta carga simbólica, monumental y ritual. Se sabe que el yacimiento fue usado, al menos, entre 2465 y
1565 cal BC 2σ (dataciones publicadas en Benítez de Lugo et al., 2015a: 114). Los espacios arquitectónicos
documentados no presentan evidencias de habitación, y sí las características habituales en túmulos
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Fig. 15. Vista del conjunto
tumular monumental de
Castillejo del Bonete
(Terrinches, Ciudad Real).
prehistóricos. El lugar es claramente un espacio monumental y simbólico, que además tiene un enorme
interés arqueoastronómico. Presenta un marcador del orto solar en el solsticio de invierno muy llamativo
y preciso sobre el rasgo topográfico más conspicuo de todo el horizonte que rodea al yacimiento, la Peña
del Cambrón. Varios corredores del monumento parecen presentar orientaciones con posible significado
astronómico y/o topográfico. Resulta especialmente significativo el que los corredores B y 1 (así como las
galerías de la cueva que se extienden por debajo de estos corredores) se encuentran orientados hacia el orto
y ocaso, respectivamente, del Sol en el solsticio de invierno, el mismo momento del año en que se produce
el orto sobre El Cambrón. Otros corredores parecen presentar también orientaciones respecto a los ejes
cardinales e incluso hacia el orto solar del solsticio de verano. Por ello es posible afirmar que el solsticio de
invierno debió jugar un papel importante en el simbolismo religioso y/o funerario de la cultura del Bronce
de La Mancha. El solsticio de invierno tiene una enorme carga simbólica, pues marca el momento del año en
que comienza el alargamiento del día con respecto a la noche, momento concreto del ciclo solar identificado
como la victoria del Astro Rey frente a la oscuridad del invierno y del renacer de la naturaleza. La existencia
en Castillejo del Bonete de cerámicas incisas con decoración soliforme (Benítez de Lugo et al., 2015a: 135)
y corredores orientados a la captación de rayos solares ha permitido calificar este monumento como ‘tumba
solar’ (Esteban, 2015: 83). En este yacimiento –que es de la misma cronología que las motillas y cuenta con
una cultura material y una morfología similar a éstas– se han puesto de manifiesto estructuras orientadas
al orto y al ocaso solar, así como a estrellas no visibles aquí hoy día (pero sí en la Edad del Bronce) debido
a la precesión de los equinoccios. De este modo se avanza y descubre una realidad nueva, desconocida
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L. Benítez de Lugo enrich y M. Mejías Moreno
a la publicada por la revista Antiquity: “[…] we must conclude that the limited development of ritual in
the Mancha Bronze Age reflects the limited development of power requering sacred justification” (Martín
Morales et al., 1993: 41). Como ponen de manifiesto Castillejo del Bonete o las estrellas pintadas durante
la Prehistoria Reciente en varias estaciones con arte esquemático de Sierra Morena –en el borde meridional
de La Mancha– los rituales en el Bronce de La Mancha no eran de desarrollo limitado (más bien parece
suceder todo lo contrario); lo que era limitado era su conocimiento hasta el descubrimiento de Castillejo
del Bonete (González, 2016).
Estos aspectos simbólicos que acabamos de mencionar se aportan por su más que probable relación con
las motillas. Aunque no pueden ser desarrollados en extensión en este trabajo –destinado a presentar los
avances arqueológicos llegados desde el campo de la Hidrogeología–, serán objeto de estudio en un futuro
artículo específico.
En la Prehistoria Reciente los muertos enterrados en túmulos pudieron legitimar la apropiación del
territorio de forma similar a cómo los enterramientos realizados en las motillas pudieron dar derecho al uso
del agua procedente del subsuelo, cuando los ríos habían dejado de correr.
El carácter simbólico de las motillas se encuentra insuficientemente estudiado por el momento; su
conocimiento podría llegar a partir de yacimientos como es el caso de Castillejo del Bonete, situados también
al sur de la Meseta y que presentan una forma, una cultura material y unas dataciones similares a las motillas
conocidas hasta el momento. La existencia de numerosos asentamientos en llano sin fortificación aparente
en las cercanías de las motillas convierte a estos puntos de aguada en lugares centrales y estratégicos en el
área manchega durante los momentos de sequía. La presencia en las motillas de elementos arquitectónicos
similares a los que se encuentran en túmulos (corredores, tumbas, depósitos siliformes y accesos al subsuelo
mediante galerías o pozos) debe mover a la reflexión sobre la habitual caracterización de estos monumentos
como poblados fortificados. El descubrimiento en la cultura del Bronce de La Mancha de monumentos
funerarios complejos, constituidos por grandes túmulos comunicados entre sí por corredores, que pueden
tener una forma externa similar a los lugares considerados de habitación (morras y motillas) pone en primer
plano la relación entre unos y otros. La existencia en estos túmulos de ofrendas rituales depositadas en
estructuras siliformes exige extremar la cautela a la hora de asociar cualquier estructura de esta clase con una
estricta funcionalidad de almacenamiento, especialmente cuando esas estructuras se encuentran asociadas a
tumbas. El descubrimiento dentro del complejo tumular de Castillejo del Bonete de depósitos con centenares
de objetos de diferente clase en depósitos con apariencia de silos, construidos con toda seguridad con fines
rituales, exige reconsiderar que, en aquel tiempo, las edificaciones en las que aparecen silos, o cereal, sean
necesariamente poblados. Por ejemplo, construcciones descritas como silos cubiertos de piedras y tierra,
consideradas derrumbes y con muertos alrededor han sido descritas en la motilla de El Azuer o La Encantada.
Esta última, construcción levantada sobre un alto muy visible desde gran distancia, presenta unas singulares
estructuras siliformes anidadas y pudo llegar a ser un hito en el paisaje monumentalizado; una verdadera
‘ciudad de muertos’ (Sánchez Meseguer, 1994: 79). Los depósitos rituales y los ritos de comensalidad han sido
certificados durante la Prehistoria reciente en momentos y lugares dotados de una elevada carga simbólica.
Los muertos y las construcciones tumulares sirvieron en la Prehistoria reciente para legitimar la pertenencia de
un territorio a un grupo y suelen ubicarse en lugares que gozan de una gran visibilidad. Es posible que similar
tipo de recurso simbólico fuera utilizado en la apropiación de bienes de subsistencia altamente estratégicos,
como fue el agua en La Mancha. Las motillas fueron lugares dotados de una alta carga simbólica, como lo
demuestran los muertos allí enterrados y el acceso al agua salvadora procedente de un inframundo subterráneo
que permitió sobrevivir a una comunidad resiliente durante un largo periodo de estrés ambiental por déficit
hídrico. En definitiva, algunas motillas fueron asentamientos centrados en el control y gestión de puntos de
agua, que surgieron por adaptación al medio en un episodio o pulsación de escasez, pero a su vez pudieron ser
centros simbólicos con fines rituales en relación con el culto al agua.
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6. CONCLUSIONES
Tradicionalmente se ha venido explicando la existencia de las motillas en relación con factores como
puedan ser el control de las corrientes de aguas superficiales, los pastos de invierno y las vías pecuarias, o
con la existencia de una clase dirigente que habitaba los poblados en altura y dominaba a quienes habitaban
las motillas, que serían poblados fortificados construidos en la llanura para defender bienes estratégicos.
Sin embargo, se da la paradoja de que en el interior de la motilla mejor conocida, la de El Azuer, no se han
descrito cabañas ni ambientes utilizados como lugares de hábitat. Sí hay enterramientos y depósitos de
diferente clase alrededor de una notable infraestructura hidráulica.
El trabajo que presentamos muestra que existe una estrecha relación entre las motillas y el sustrato
geológico e hidrogeológico sobre el que se ubican, derivada probablemente de una crisis ambiental
caracterizada por una acusada aridez que se prolongó durante siglos. Se ha puesto de manifiesto que la
sociedad del Bronce de La Mancha disponía de los conocimientos empíricos suficientes para excavar pozos
relativamente profundos y acceder al agua subterránea. La construcción de las motillas se realiza, en su gran
mayoría, sobre las llanuras de inundación de los ríos, probablemente aplicando sus habitantes el supuesto de
que la presencia de agua estaría asegurada incluso en periodos de aridez; dándose en las zonas de ubicación
de las motillas los condicionantes hidrogeológicos necesarios para que el nivel freático se encontrase a una
profundidad accesible con los medios prehistóricos. El agua subterránea disponible en estas formaciones
podría ser extraída mediante pozos de poco calado. Se ha considerado que el objetivo último de los pozos,
previsiblemente existentes en la mayoría de las motillas, era alcanzar el techo de las calizas del Plioceno,
Fig. 16. Vista aérea de la motilla del Azuer (Daimiel, Ciudad Real) con el nivel freático en cotas elevadas tras un
periodo húmedo, en 2013 (Benítez de Lugo y Mejías, 2014).
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en el caso de las ubicadas en la MASb Mancha Occidental I. La observación y experiencia indicó a los
pobladores prehistóricos de La Mancha que seguía habiendo agua almacenada en este acuífero carbonatado
regional, incluso en las épocas de aridez más extrema, durante las cuales habrían desaparecido las aguas
superficiales y bajado el nivel freático de los acuíferos cuaternarios.
La motilla de El Azuer, en Daimiel, es un ejemplo único relacionado con la construcción de un pozo de
notables dimensiones (fig. 16), ya que en el resto de las motillas no es preciso profundizar tanto en busca
de los niveles acuíferos y, por tanto, no presentar, con casi total probabilidad, unas obras de captación
tan importantes como la del pozo de la motilla de El Azuer. El esfuerzo de excavar un pozo profundo en
margas y arcillas debió perseguir alcanzar el techo de las mencionadas calizas pliocenas, que contienen
agua en su interior, al constituir el acuífero regional de la zona, y supuso la creación de las primeras
arquitecturas de piedra de esta región, y también las primeras dirigidas a la explotación sistemática de un
acuífero del Occidente europeo.
La Cultura de las Motillas del Bronce de La Mancha puede ser considerada una cultura hidráulica de las
más antiguas de Europa. Tras ella, muchos siglos después, llegarían acueductos, qanats y otras soluciones
hidráulicas para captar y conducir el agua.
La existencia de pozos se ha constatado en seis motillas: mediante excavaciones arqueológicas en la
motilla de El Azuer y mediante prospecciones geofísicas en las motillas de La Vega (Teixidó et al., 2013),
El Cura, Santa María, El Retamar y El Acequión (Ibarra, 2015). La excavación de pozos no debe asociarse
necesariamente a cambios sociopolíticos (Meltzer y Collins, 1987). Sin embargo, en el caso que nos ocupa
resulta indisoluble la relación entre la aparición y desaparición de las motillas y el evento climático a escala
mundial denominado 4,2 ka cal BP (Bond Event 3), datado entre el 2350 y el 1850 cal BC, y caracterizado
por una aridez extrema. El comienzo de este evento climático se produce justamente de forma previa a la
construcción de las motillas de La Mancha. Su finalización tiene lugar antes del abandono de estas estructuras.
La aridificación causada por este evento ha sido documentada en los registros estratigráficos de todo el mundo
y, en concreto, de la Meseta castellana. El aumento de las precipitaciones y la progresiva elevación del nivel
freático en la región, a partir de 1800 cal BC, pudieron permitir la recuperación de los ríos y de las zonas
húmedas, que prácticamente habían desaparecido entre 2000-1800 cal BC, hasta el punto de que algunas
motillas pudieron llegar a inundarse. A partir de ese momento, abandonadas las motillas, las gentes del Bronce
de La Mancha tuvieron que redefinir sus relaciones con el medio ambiente, dando lugar, a finales de la Edad
del Bronce, a una nueva organización social y económica y a nuevos modelos de poblamiento alejados de
estos ambientes húmedos e insalubres donde antes estuvieron las motillas.
La Cultura de las Motillas puede ser la respuesta económica, simbólica y social ante una contingencia
climática que derivó en una crisis ambiental. Por ello se potenciaron lugares como las motillas en respuesta
a un periodo de aridez, mientras que se produjo gradualmente su abandono hacia otro tipo de enclaves tras
la finalización de este periodo, al que siguió un incremento de los caudales de los ríos y un ascenso del nivel
freático que hicieron innecesaria e inviable la continuidad del uso de las motillas.
Momentos relativamente más húmedos, dentro de este periodo, o al final del mismo, pudieron dar
lugar a la construcción de diques alrededor de las motillas para contener crecidas de las aguas en los
cursos superficiales. Las murallas perimetrales de las motillas pueden ser interpretadas como fortificaciones
tal y como ha sucedido hasta ahora, pero también como diques de contención de las aguas para impedir
que el agua embarrada y en algunos casos salobre que en ocasiones pudo fluir por los cauces fluviales
habitualmente secos se mezclara con el agua dulce y limpia de los pozos. Las torres construidas en el
interior de algunas motillas podrían no haber sido edificadas en clave militar o defensiva, sino logística y
de aprovechamiento del acuífero; con el propósito de poder extraer agua del subsuelo o tal vez con el fin
de conseguir altura para por presión poder regar los alrededores de las motillas y poder así desarrollar una
agricultura intensiva hortícola de regadío en el entorno (López Sáez et al., 2014b). El canal presente en
la motilla de El Azuer, que desde el centro del asentamiento se dirige hacia el exterior, pudo haber tenido
relación con este propósito.
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Hidrogeología y captación de aguas subterráneas en la MancHa durante la preHistoria reciente
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En 2000 se indicaba que para avanzar en el conocimiento del Bronce de La Mancha serían precisos
proyectos de excavación arqueológica en yacimientos de diferentes escalas y características, con el fin
de conocer las producciones y consumos en ellos (Gilman et al., 2000-2001: 320). Más de tres lustros
después sólo se han abierto nuevas excavaciones sistemáticas en Castillejo del Bonete. Con esos datos
y desde disciplinas como la Hidrogeoarqueología y la Arqueoastronomía ha sido posible aportar nuevas
informaciones de interés al estudio del Bronce de La Mancha y de sus motillas, que no parecen ser clásicos
poblados en llano fortificados mediante murallas destinados a almacenar cereal conseguido mediante
tributos como se había planteado, sino algo más: aprovechamientos de agua subterránea integrados en
uno de los primeros sistema hidráulicos en Europa, dotados de una fuerte carga simbólica y creados en un
momento de fuerte crisis ambiental por sequía.
AGRADECIMIENTOS
La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha y el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) han financiado
esta investigación. Jesús del Pozo Tejado, técnico del IGME, ha elaborado los mapas, cortes y esquemas geológicos,
así como las columnas litológicas que ilustran este trabajo. Juan I. Rozas Blanco es autor de las fotografías aéreas, a
excepción de la 15, que es obra de Audio&Visual Factory. J. González-Gallego ha dibujado las figuras 13 y 14. José
Luis Fuentes Sánchez ha tomado las cotas topográficas que aparecen en este trabajo.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 169-185
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Agustín DIEZ-CASTILLO a, Oreto GARCÍA-PUCHOL b, Joan BERNABEU b, C. Michael BARTON c,
Salvador PARDO-GORDÓ d, Grant SNITKER e, Wendy CEGIELSKI e y Sean BERGIN e
Resiliencia y cambio durante el Holoceno
en La Canal de Navarrés (Valencia):
recientes trabajos de prospección
RESUMEN: Presentamos en este trabajo una evaluación inicial de los trabajos de prospección sistemática
llevados a cabo en la comarca de La Canal de Navarrés (Valencia) desde el año 2014 en el marco del
proyecto NSF “The Emergence of Coupled Natural and Human Landscapes in the Western Mediterranean”.
El programa desarrollado ha seguido un protocolo previamente establecido por nuestro equipo de trabajo
con la novedad de la incorporación de nuevas tecnologías en el trabajo de campo (dispositivos electrónicos)
cuyo objetivo ha sido agilizar el procesado de la información posterior en el laboratorio mediante el uso de
un entorno GIS. Los resultados obtenidos confirman la presencia de materiales en diferentes puntos del valle
indicativos de una amplia cronología (entre el Pleistoceno final y el desarrollo del Holoceno) que se suman
a los registros prehistóricos conocidos en el área desde el Paleolítico medio a la Edad del Bronce.
PALABRAS CLAVE: Prospección sistemática, análisis espacial, dinámicas socioecológicas, La Canal de
Navarrés, prehistoria.
Resilience and change during the Holocene in ‘La Canal de Navarrés’
(Valencia, Spain): recent survey fieldworks
ABSTRACT: In this paper we present a preliminary approach to the survey work carried out in La Canal de
Navarrés (Valencia) since 2014 in the framework of the NSF Project “The Emergence of Coupled Natural
and Human Landscapes in the Western Mediterranean”. The programme developed follows previous
protocols established by us with the novelty of the use of new technologies (electronic devices) with the
goal to make more dynamic the analysis of data in a GIS environment. The results confirm the existence, in
several open-air locations, of prehistoric artefacts along the valley regarding to a wide chronology (from the
final Pleistocene and covering the Holocene) that can be added to the sequence known at the area including
Middle Palaeolithic to Bronze Age evidences.
KEYWORDS: Systematic survey Project, Spatial Analysis, Socio-ecological dynamics, La Canal de
Navarrés, Prehistory.
a
b
c
Research Group GRAM. Departament de Prehistòria,
Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
agustin.diez@uv.es
Research Group PREMEDOC INV-GIUV-270642.
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història
Antiga, Universitat de València.
oreto.garcia@uv.es | juan.bernabeu@uv.es
Center for Social Dynamics and Complexity, Arizona
State University, USA.
michael.barton@asu.edu
Recibido: 19/12/2016. Aceptado: 11/01/2017.
d
e
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història
Antiga, Universitat de València.
pargor@uv.es
School of Human Evolution and Social Change,
Arizona State University, USA.
grant.j.snitker@gmail.com | wcegielski@yahoo.com
sbergin@asu.edu
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
1. INTRODUCCIÓN
La necesidad de encontrar fórmulas que permitan acercarnos a la interacción entre el medio ambiente y
los grupos humanos a escala local desde una perspectiva diacrónica hace necesario llevar a cabo labores
de prospección sistemática en determinadas áreas. En este contexto se diseñó el proyecto de prospección
en La Canal de Navarrés (Valencia) del que ahora ofrecemos una evaluación preliminar de resultados que
complementa el avance presentado recientemente en otra publicación (García-Puchol et al., 2014).
Aunque no es la primera vez que nuestro equipo realiza labores de prospección sistemática en los
valles centrales de la Comunidad Valenciana (Barton et al., 1999, 2002, 2004; Bernabeu et al., 1999,
2008), sí que estamos ante un planteamiento novedoso no sólo en lo metodológico, sino también en
la forma en la que se ha concebido la idea de prospectar una zona determinada. La comarca de La
Canal de Navarrés ha sido seleccionada después de analizar los resultados de diferentes simulaciones
por ordenador para explorar las posibles vías de penetración de las primeras comunidades neolíticas
hacia los valles interiores (primera etapa antes de adentrarse en la meseta ibérica). En los anteriores
proyectos se puso de manifiesto su importancia para valorar el peso que la actividad humana ha tenido
en la transformación de los paisajes mediterráneos (Diez Castillo et al., 2007; Barton et al., 2012).
Los resultados pioneros obtenidos en zonas cercanas, como el valle del río Serpis, demuestran que la
realización de trabajos sistemáticos de estas características producen un alto grado de conocimiento
de los procesos geomorfológicos y sus consecuencias en la forma de utilizar los recursos territoriales
o, también, de los efectos que determinadas formas de utilización de los recursos por parte de los
grupos humanos han tenido en el desarrollo de esos procesos geomorfológicos (Barton et al., 1999,
2002, 2004; Bernabeu et al., 1999). La evaluación de los trabajos de prospección previos ha permitido
replantearnos la perspectiva metodológica desde la que afrontar las labores de campo, en primer lugar,
los factores tafonómicos que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar colecciones de materiales
de superficie. También, y sobre todo, los presupuestos para abordar la cronología de estas colecciones
atendiendo no sólo a la presencia de piezas tipo, sino a procedimientos estadísticos más complejos
como ha sido propuesto por alguno de nosotros en el caso de las colecciones líticas (Fernández de
Pablo y Barton, 2015), y en general para el conjunto de elementos de cultura material de cronología
prehistórica (Barton et al., 2002). Todo ello, sin olvidar que el objetivo principal de la prospección
sistemática del valle del Serpis era, como lo es ahora en el caso de La Canal de Navarrés, acercarse
a la forma en que las comunidades prehistóricas han interactuado con el medio ambiente desde el
Paleolítico medio hasta época histórica (Barton et al., 2004). Son esos aspectos socioecológicos los
que tienen importancia para comprender procesos globales; más allá de las fluctuaciones climáticas
a escala global nos interesa comprender la respuesta de las comunidades a los cambios locales y la
resiliencia, o no, con que el medio reaccionó a esas respuestas.
Los trabajos que presentamos se han desarrollado en el ámbito de uno de los proyectos competitivos
del programa National Science Foundation –NSF– “The Emergence of Coupled Natural and Human
Landscapes in the Western Mediterranean”, financiado por el gobierno de EE.UU. El trabajo de campo
se viene realizando desde 2014 en la comarca mencionada. Esa zona geográfica concreta se ha convertido
de este modo en el centro de un programa de recogida de datos a partir del desarrollo de una prospección
sistemática off site (Barton et al., 2004; Dunnell, 1992). Los datos relativos a la cultura material se
combinan con la información espacial y ecológica, lo que permite una comprensión diacrónica de las
dinámicas socioecológicas.
En este sentido, la elección de La Canal de Navarrés estuvo guiada por su potencial para explorar uno
de los focos principales de interés del proyecto: el impacto de la agricultura y la ganadería en la interacción
humana sobre el paisaje y su evolución en el tiempo en las comarcas centrales valencianas. El trabajo
llevado a cabo pretende acercarnos a la ocupación de la zona de La Canal durante la prehistoria y de forma
particular al papel que pudo jugar en la difusión de las primeras prácticas agrícolas y ganaderas.
APL XXXI, 2016
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Resiliencia y cambio duRante el Holoceno en la canal de navaRRés (valencia): Recientes tRabajos de pRospección
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2. DESCRIPCION GEOGRÁFICA
La Canal de Navarrés (255 m s.n.m., 39º06’N 0º41’W), situada en el sector ibérico valenciano meridional,
es un valle de fondo plano que corresponde geológicamente a una fosa tectónica (NW-SE), abierta
probablemente a principios de la era terciaria en el macizo del Caroig. Este macizo es un área de tectónica
suave de transición entre los sistemas ibérico y bético, en el que hacia el sur predominan las directrices
béticas, arrasadas por la erosión (Sanchis Moll et al., 1988). La fosa está inyectada de arcillas y yesos
del Keuper ascendente (Sanchis Moll et al., 1988). Los contrastes litológicos, entre las espesas calizas
y dolomías cretácicas y el material impermeable del Keuper, confieren a La Canal unas características
hidromorfológicas especiales. Hidrogeográficamente La Canal reparte sus aguas entre el Riu Escalona
al norte y del Riu de Sellent al sur; ambos vierten sus aguas al Riu Xúquer, aguas arriba y abajo de
Sumacàrcer, respectivamente. El valle tiene un carácter semiendorreico relacionado con la acreción durante
el cuaternario de abanicos aluviales transversales. El difícil drenaje ha favorecido la formación de lagos,
turberas y travertinos en distintas fases del Holoceno (La Roca et al., 1996).
El clima mediterráneo, de transición entre la costa y el interior, es seco. Las precipitaciones anuales
oscilan en torno a los 500 mm. De invierno templado, en verano el efecto suavizante térmico de las
brisas marinas no es efectivo, debido a cierto grado de continentalidad apreciable también en la amplitud
térmica y la distribución de las precipitaciones (Pérez Cueva, 1994). Bioclimáticamente pertenece al piso
mesomediterráneo de vegetación potencial carrascal con Rubia longifolia (Rivas-Martínez, 1987; Costa,
1998). Esa vegetación ha desaparecido prácticamente, siendo sustituida por cultivos de huerta y frutales de
carácter industrial, como los cítricos y más recientemente distintas variedades de caqui.
3. ANTECEDENTES ARQUEOLÓGICOS
La Canal de Navarrés es una zona interior de la provincia de Valencia que, a pesar de su relativo
aislamiento, es bastante conocida arqueológicamente (fig. 1). Sin duda, el yacimiento más relevante
de la comarca es la Ereta del Pedregal (Navarrés) (Pla et al., 1983; Juan Cabanilles, 1994, 2006, 2008),
referente del Calcolítico a nivel peninsular, pero también se encuentran otros yacimientos como Las
Fuentes (Navarrés), con restos atribuidos al Paleolítico medio (Aparicio, 1974, 1981), o la Albufera de
Anna (Aparicio, 1975, 1979), cuyos materiales remiten a ocupaciones de los últimos caza-recolectores
mesolíticos y al Neolítico. Asimismo, algunas de las muchas cuevas documentadas en los alrededores de
Sumacàrcer son buen testimonio de la frecuentación de la zona meridional del macizo del Caroig durante
toda la Prehistoria. En la zona de influencia del área de prospección se conocían, según los registros
oficiales de la Conselleria d’Educació, Investigació, Cultura i Esports de la Generalitat Valenciana, un
total de 135 yacimientos (fig. 1). Entre ellos no faltan los abrigos con arte rupestre (5), o las estaciones en
cueva (24), algunas de ellas referidas como lugares de enterramiento (8) frente a otros tipos de utilización
(16), pero son mayoría (106) los hallazgos al aire libre de diferentes épocas (desde el Paleolítico medio
hasta época medieval). De época ibérica destaca, en el límite suroeste del área de estudio, el importante
asentamiento ibérico de Cerro Lucena.
Los escasos trabajos arqueológicos previos en la comarca de Navarrés se han concentrado en las
inmediaciones de los espacios endorreicos. Así, en la zona de Las Fuentes se realizaron unos sondeos en
el interior del pequeño lago artificial del mismo nombre que propiciaron el hallazgo de un conjunto de
materiales líticos atribuidos al Musteriense (Aparicio, 1981). No obstante, lo más llamativo de aquella
intervención fue la recuperación de restos de madera bien conservados que parecen estar en relación
con el desarrollo de una masa forestal de Pinus nigra cuya datación radiocarbónica apuntaba a una
fecha anterior al 40.000 BP (el límite del método en aquel momento) (Aparicio, 1981). En la conocida
como Albufera de Anna, las labores de acondicionamiento del lugar para usos terciarios propiciaron la
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documentación de otro conjunto lítico atribuido por sus excavadores al Mesolítico (Aparicio, 1975 y
1979), aunque la existencia de un pequeño conjunto de cerámicas a mano dejaría abierta la presencia de
ocupaciones neolíticas posteriores (Martí et al., 2009).
En cualquier caso, el sitio arqueológico de mayor relevancia de los conocidos en La Canal de Navarrés
es, sin duda alguna, la Ereta del Pedregal. Su reconocimiento se debe a múltiples factores, entre los que
hay que destacar las numerosas campañas de excavación de que fue objeto a lo largo del siglo XX que
han posibilitado el establecimiento de una secuencia de ocupación que incluye niveles del Neolítico final
y el Calcolítico (Juan Cabanilles, 1994, 2008). Pero la particularidad más significativa de la Ereta es la de
constituir uno de los primeros poblados de la prehistoria valenciana donde se utiliza la piedra como material
de construcción para viviendas (zócalos y basamentos) y para un cierre perimetral de protección (Pla et al.,
1983; Juan Cabanilles, 1994). En sus inmediaciones, y en relación con el proyecto general de investigación
del yacimiento, se realizaron dos sondeos que permitieron obtener una completa secuencia polínica, pieza
clave para interpretar la evolución de la cobertera vegetal en la zona al proporcionar datos referentes a los
últimos 20.000 años y permitir analizar los contrastes entre las series vegetativas del máximo glacial y del
conocido como óptimo climático (Carrión y Van Geel, 1999).
4. METODOLOGÍA DEL TRABAJO DE CAMPO
Para tratar de obtener una visión lo más cercana posible a la realidad se dividió el área total de prospección
en nueve zonas de acuerdo, principalmente, a sus características geomorfológicas (figs. 1 y 2). Así, algunas
zonas (las 7, 8 y 9) abarcan espacios con cierta energía del relieve y relativamente apartados de los ríos
principales, otras cubren los espacios endorreicos (zonas 1 y 3) y otras se centran en el ámbito de las
terrazas fluviales más cercanas a los cauces actuales (zonas 4 y 5).
Fig. 1. Localización de La Canal de Navarrés, con la distribución de las zonas de trabajo y la ubicación de los yacimientos
conocidos antes de comenzar la prospección.
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Fig. 2. Compartimentación de las zonas de trabajo en sectores con representación de los subsectores en los que se han
realizado hallazgos arqueológicos.
Cada una de esas zonas se dividió en sectores de aproximadamente el mismo tamaño, por lo que el
número de sectores varía desde zonas que sólo tienen dos (la 5 y la 4) hasta una que tiene seis (la zona 9).
En el año 2014 prospectamos las zonas 9, 6, 5, 3, 2 y 1, y muy parcialmente la zona 7. Por ello, una
vez descartada la zona 8 por sus semejanzas morfoestructurales con la 9, en la que además el material
arqueológico recogido se centraba en la época iberorromana –de interés menor para nuestro proyecto–,
durante el año 2015 la prospección se centró en la zona 4, completando la zona 7 y visitando algunas
parcelas de la zona 2, además de otras ubicadas alrededor de yacimientos conocidos de época mesolítica o
neolítica que se denominaron como zona 10.
Dentro de cada uno de los sectores se eligieron subsectores de prospección que cubrieran aproximadamente
un tercio de la superficie. En este caso, la aleatoriedad se vio condicionada por factores como la visibilidad
sobre el terreno, ya que en la práctica no tiene mucho sentido prospectar parcelas sin visibilidad alguna,
lo cual podría estar sesgando la información obtenida. Los subsectores se hicieron coincidir, en general,
por razones prácticas, con las parcelas del catastro salvo en el caso de que la parcela prospectada fuera de
dimensiones superiores a las 2 ha, en cuyo caso se subdividieron en áreas menores (fig. 3).
Finalmente, en la última de las campañas realizadas hasta el momento, la de 2016, los trabajos se
centraron en la toma de muestras de carbón en diferentes cuencas usando las técnicas paleoecológicas
más habituales. Para ello, se tomaron muestras de columnas en las partes más bajas de cada cuenca
coincidiendo con alguno de los cortes expuestos por la erosión del canal principal de los barrancos.
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
9-6-203
39.0045
39.0040
lat
39.0035
39.0030
39.0025
39.0020
-0.740
-0.739
lon
-0.738
Fig. 3. Vista del subsector
9-6-203 (Enguera) en la
zona más montañosa de las
seleccionadas.
Las muestras se tomaron de manera continua y recogiendo una cada 10 cm siempre que ello era posible.
El carbón acumulado en estas partes bajas de las cuencas es una representación acumulativa de los
incendios y la vegetación que se encuentra aguas arriba del lugar donde se recoge la muestra. Esos
materiales se han desplazado corriente abajo debido al flujo que discurre intermitentemente por el
canal, ya sea una lámina de agua u otros procesos hídricos, hasta que periódicamente se depositan en un
momento de flujo intenso o inundación.
Cada parcela se prospectó por grupos de 3, 4 o 5 técnicos, cada uno con su GPS de mano, inspeccionando
por hileras que se orientaban en función de los cultivos presentes (fig. 4).
Una de las principales novedades metodológicas introducidas en este proyecto ha sido prescindir
del “papel” en el campo. Esto incluye tanto los elementos de esta naturaleza que normalmente se
llevan a las prospecciones, como el material de apoyo (mapas, fotografías aéreas, fichas, artículos
sobre la zona, reglas, escalímetros, brújulas, clinómetros…). Todos ellos han sido sustituidos por
diferentes dispositivos tecnológicos.
En primer lugar, cada uno de los técnicos contaba con un GPS de mano Garmin™ 60 para cumplir
con los requisitos administrativos de grabar los trazados realizados; además, cada grupo de prospección
(3 o 4 personas) disponía del apoyo de una tableta (ipad Mini) equipada con el sistemas iOS, en la
que a través del programa CartoMobile™ se habían cargado tanto los mapas ráster (de altitud, relieve,
pendientes, sombras…) como los vectoriales (catastro, hidrografía, límites municipales, carreteras,
caminos, yacimientos arqueológicos…), descargados previamente de los servicios de descarga de mapas
correspondientes (Catastro, CNIG, TerraSit) o elaborados por nosotros.
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Resiliencia y cambio duRante el Holoceno en la canal de navaRRés (valencia): Recientes tRabajos de pRospección
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Fig. 4. Labores de prospección
del año 2014 donde se aprecia
la realización de transectos
aprovechando las hileras
hortofrutícolas. Sean Bergin,
en primer plano, con la tableta
electrónica con la que se
registran los datos en el campo.
Alternativamente, se contaba con teléfonos inteligentes Android en los que con la ayuda de las
aplicaciones gratuitas Oruxmaps, OruxICV (un desarrollo de la anterior realizado por el Instituto
Cartográfico Valenciano) y OsmAnd se disponía igualmente de la cartografía básica necesaria, que incluye
una buena parte de los mapas del ICV en el caso de la aplicación OruxICV, o mapas personalizados de las
zonas de trabajo elaborados con Mobile Atlas Creator (http://mobac.sourceforge.net). Los mapas creados
con Mobile Atlas Creator, tanto para OruxMaps como para OsmAnd, son dinámicos, cambiando según el
grado de acercamiento desde los mapas 1:200.000 del IGN hasta la ortofoto aérea de máximo detalle del
Plan Nacional de Ortofotografía Aérea (PNOA). En estos equipos los límites de las parcelas catastrales
fueron incluidos como ficheros gpx.
Tanto la solución de software privativo de pago (iOs + CartoMobile) como las de código abierto
(Android + OsmAnd, Android + Oruxmaps, Android + OruxICV) permiten añadir puntos de interés y
realizar fotografías georreferenciadas, y funcionan sin necesidad de tener cobertura telefónica que es el
punto crucial para su uso en el campo. La resolución de los GPS con los que vienen equipados los aparatos
de serie es suficiente para cubrir los objetivos que nos habíamos planteado. Existen equipamientos GPS
externos que permiten mediante una conexión Bluetooth™ mejorar la resolución de los GPS internos pero
no se juzgó necesaria su utilización. La solución iOS se completó con la base de datos FileMaker Go que no
existe para el sistema operativo Android y que facilita el trabajo de recogida de datos en el campo.
5. RESULTADOS
Zona 1
En la zona 1, se prospectó el sector 1-1 que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 280 m, variando
entre los 263 y 311 m. Todo él se encuentra dentro del término municipal de Navarrés. Se trata de una zona
de difícil drenaje en la que no faltan espacios endorreicos como el de Las Fuentes, una gran surgencia
cárstica de la que en la actualidad se extrae el agua de riego que abastece a todo el término municipal. En
este sector se sitúan los conocidos yacimientos de la Ereta del Pedregal (Calcolítico) y el de Las Fuentes
(Musteriense), además de otros de menor importancia.
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A. Diez-CAstillo, o. GArCíA-PuChol, J. BernABeu, C. M. BArton, s. PArDo-GorDó, G. snitker, W. CeGielski y s. BerGin
Tabla 1. Resumen de parcelas prospectadas en cada sector incluyendo el
índice de hallazgos positivos.
Sector
Parcelas
prospectadas
Parcelas
con hallazgos
Índice
1-1
2-2
3-3
4-1
4-2
5-1
5-2
6-1
7-4
9-6
10
79
99
93
77
15
54
30
75
120
40
52
22
24
11
43
6
27
4
14
22
21
17
0,28
0,24
0,12
0,56
0,40
0,50
0,13
0,19
0,18
0,53
0,33
Totales
734
211
0,29
Durante la campaña de 2014, se documentó material arqueológico en 22 parcelas de un total de 79 que
se han prospectado, con un índice de positivos de 0,28 (tabla 1). En todos los casos se trata de piezas líticas
que llegan a alcanzar el número de 11 en una parcela situada en el término de Anna, cerca de la carretera
principal que atraviesa La Canal (fig. 5). En 2015 se visitaron 4 parcelas del sector 2, limítrofe por el oeste
con el sector 4-1, en dos de las cuales se encontraron restos de sílex. Destaca el subsector 1100355, cercano
al yacimiento de la Ereta del Pedregal, en el que se recuperaron 15 piezas líticas incluyendo una truncadura,
una pieza retocada y una laminita.
Zona 2
En la zona 2 se prospectó el sector 2, que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 226 m. La totalidad del
sector se ubica en la margen derecha del río Bolbaite (o Riu Sellent), aguas abajo de la localidad que le da nombre
en este tramo. La mayor parte de las parcelas catastrales prospectadas se hallan en el término de Chella, aunque
el extremo más septentrional se introduce en el término de Bolbaite. Se encontró una pieza lítica en 19 de las 99
parcelas prospectadas, 2 piezas en tres y 3 en dos, lo que da como resultado un índice de 0,24.
Los resultados de la prospección en este sector invitan a pensar que la mayor parte del registro
prehistórico está en niveles no superficiales, lo cual vendría explicado por la deposición de sedimentos en
la llanura aluvial del río Bolbaite (fig. 6).
Zona 3
Durante la campaña de 2015, en la zona 3 se prospectó el sector 3 que tiene una altitud media sobre el nivel
del mar de 263 m. Todo él se ubica en el término de Anna, cerrando por el sur la zona endorreica del lago
conocido como Albufera de Anna y por tanto en zonas ligeramente más elevadas que el fondo del valle. La
zona ha sufrido importantes transformaciones agrícolas en los últimos 10 años, consistentes en su mayor
parte en la deposición de acopios sobre el terreno natural muy denudado, hasta entonces, y en el que con
facilidad afloran las calizas del sustrato.
Se encontraron sendas piezas líticas en 8 de los 93 subsectores prospectados (fig. 7), tres piezas, entre
ellas una lámina, en el subsector 3-3-15, y cuatro piezas en los subsectores 3-3-18 (dos láminas) y 3-3-127.
La escasez de hallazgos y el alto grado de denudación de los suelos de terra rosa originales invitan a pensar
que la mayor parte de los restos arqueológicos que pudo haber en este sector han sido desplazados por la
fuerte erosión sufrida a lo largo del Holoceno.
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Resiliencia y cambio duRante el Holoceno en la canal de navaRRés (valencia): Recientes tRabajos de pRospección
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Fig. 5. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 1.1.
Fig. 6. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 2.2.
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Fig. 7. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 3.3.
Durante la campaña de 2016, en la zona 3 se prospectó el sector 5, que tiene una altitud media sobre
el nivel del mar de 218 m, inferior a la prospectada el año anterior. La totalidad del sector se ubica en
el término de Anna, cerrando por el oeste la zona endorreica de la Albufera de Anna, y en las zonas
ligeramente más elevadas drena hacia el Gorgo de la Escalera (río Bolbaite). La zona ha sufrido importantes
transformaciones agrícolas en los últimos 10 años. De las 16 parcelas que se prospectaron en ninguna se
recogió evidencia arqueológica alguna.
Lo mismo sucede en el sector 2, cuya altitud media es algo más elevada (380 m s.n.m.), situado
inmediatamente al Norte y en el que las labores de prospección se limitaron a 4 parcelas en las que no se
produjo ningún hallazgo.
Zona 4
En la zona 4, se prospectó el sector 4-1, que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 238 m,
variando ente los 180 y los 285 m. Salvo el extremo occidental que se encuentra en el término de Bolbaite,
y que no fue prospectado, el resto del sector se halla dentro del término municipal de Chella. Se trata de una
zona drenada en su mayor parte por el barranco del Lobo que vierte aguas al del Matet, el cual finalmente
entrega sus aguas al río Bolbaite (o Sellent).
El material arqueológico recuperado se reparte en 43 parcelas de las 77 prospectadas (tabla 1). En todos
los casos se trata de piezas líticas que llegan a alcanzar el número de 58 en una parcela situada en el paraje
del Volantín, entre la carretera Bolbaite-Sumacàrcer y el camino de los Baños (fig. 8).
En esta misma zona se visitaron 15 parcelas en el sector 2 (284 m s.n.m.), de las cuales seis
proporcionaron hallazgos, lo que continua siendo una proporción elevada si lo comparamos con las demás
zonas prospectadas.
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Fig. 8. Mapa de densidades de los hallazgos líticos en el sector 4.1.
Zona 5
En la zona 5 se prospectaron los dos sectores que la componen. El sector 1 que tiene una altitud media sobre el
nivel del mar de 184 m, tratándose por tanto del sector con una altitud más baja de los prospectados. Se sitúa en
el término municipal de Chella, en la margen izquierda del barranco del Matet, cortado por diversos afluentes por
ese lado del barranco principal y alcanza su elevación máxima en el alto de Columbos (229 m s.n.m.).
Uno de cada dos de los subsectores prospectados (54 en total) produjo hallazgos líticos, alcanzándose
la decena de artefactos en cuatro de ellos (fig. 9). Entre los más interesantes estaría, además del 5-1-181
debido al elevado número de piezas recuperadas, el 372A en el que se encontraron 4 piezas de talla laminar
incluyendo láminas y laminitas.
El sector 5-2 tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 244 m y se sitúa en la cabecera del
barranco del Matet, al norte del sector 1, a caballo de los términos de Navarrés y Chella. En clarísimo
contraste con el vecino sector 5-1, solamente 4 de los 30 sectores visitados produjeron hallazgos que varían
entre la unidad y un máximo de 5 en uno del término de Chella que incluye una lámina.
Zona 6
En la zona 6 se prospectó el sector 1, que alcanza una altitud media sobre el nivel del mar de 257 m. Se
encuentra dentro del término de Navarrés y es el único de los sectores cuyas aguas de escorrentía drenan
hacia el norte, al río Escalona, antes de unirse al cauce principal del Xúquer aguas arriba de Sumacàrcer.
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Fig. 9. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 5.1.
Se encontraron piezas líticas en solo 14 de los 75 subsectores prospectados, lo que supone un índice de
positivos de solamente el 0,19 y lo sitúa, junto con los sectores 2.2 (0,15), 5-2 (0,13) y 3.3 (0,12), entre los
sectores en los que menos hallazgos se han producido. Además, en solo uno de los subsectores se supera el
par de piezas líticas. En este sector se encontró una laminita (fig. 10).
Zona 7
En la zona 7 se prospectó el sector 4, que tiene una altitud media sobre el nivel del mar de 328 m. Lo que
constituye, junto con el sector 9-6, la zona más elevada de las prospectadas. El sector se sitúa a caballo de
los términos de Navarrés al norte y Bolbaite al sur, sobre la divisoria de aguas entre la cuenca endorreica
que drena hacia Las Fuentes (Playamonte) y la cuenca del río Bolbaite.
La prospección en este sector fue intensiva; se inspeccionaron un total de 120 parcelas de las que
solamente 22 proporcionaron algún hallazgo. Las escasas parcelas con más de un hallazgo se concentran en
la zona occidental del sector, aunque en el límite septentrional también encontramos una con cuatro piezas
líticas de escasa representatividad. En esta zona, se visitó también una parcela del sector 3 en la que no se
encontró ninguna evidencia arqueológica.
Zona 9
En la zona 9 se prospectó el sector 6, cuya altitud media sobre el nivel del mar es de 331 m. Se sitúa en su
totalidad en el término de Enguera y en la zona más elevada de las prospectadas en el extremo sudoriental
del macizo del Caroig, atravesado por la rambla del Riajuelo antes de unirse por la izquierda al Riu Sellent.
Se realizaron hallazgos en 21 de los 40 subsectores prospectados (fig. 11), lo que sitúa el sector como uno de
los más productivos de los visitados con un índice de 0,53, solo similar al de los sectores 5-1 y 4-2 (tabla 1).
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Fig. 10. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 6.1.
Fig. 11. Distribución de los hallazgos líticos en el sector 9.6.
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Pero lo que fundamentalmente diferencia este sector del resto de los prospectados es que la mayor parte de los
hallazgos son cerámicos. Entre todos ellos destaca el subsector 9-6-203, en el que se encontraron dos bordes
de cerámica iberorromana que puede estar relacionada con el cercano yacimiento de Cerro Lucena.
Zona 10
A la zona intersticial del área de estudio se le dio el nombre de zona 10. En total se prospectaron 52
subsectores en 17 de los cuales se produjeron hallazgos (tabla 1). Destaca el subsector 0100307, situado en
una terraza sobre el río Escalona en la zona de El Barcal, en el que se hallaron 23 piezas líticas incluyendo
un buril, una pieza retocada y una muesca, además de una laminita. Otras dos parcelas en el término
de Anna (1300021 y 1300012) proporcionaron un importante número de materiales (6 y 5 piezas líticas
respectivamente) si atendemos a sus reducidas dimensiones.
DISCUSIÓN
Los hallazgos más relevantes de la campaña de 2014 fueron, sin duda, los del sector 5-1. En particular, el
subsector 5-1-372A, en el que se halló un buen conjunto de piezas líticas que incluía, además de lascas y
restos de talla, cuatro piezas de talla laminar. Otra laminita se encontró en el subsector 6-1-361, y una lámina
en el subsector 7-4-88. El rango temporal de alguno de los materiales líticos recuperados (puntas de flecha,
dientes de hoz, raspadores, buriles, laminitas de dorso, entre otros) permite una primera aproximación
cronológica que abarcaría evidencias desde el Paleolítico Superior Final hasta la Edad del Bronce. Además
se produjeron algunos hallazgos de época ibérica en las cercanías de yacimientos ya conocidos (subsector
9-6-203) y una moneda judía acuñada en Tarraco (Tarragona) en el siglo XIII.
En las campañas de 2015-2016 merece destacarse los hallazgos del sector 4-1. En particular, el
subsector 0200087, en el que se recuperó un buen conjunto de piezas líticas que incluye, además de
lascas (24, dos de caliza), dos crestas y una pieza triangular atípica sobre lasca de retoque abrupto
irregular en uno de sus lados.
A lo largo de estas campañas de prospección se ha intervenido en 9 de los 10 sectores en los que se dividió
la zona de trabajo (sectores 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 9 y 10). En cada uno de estos se ha procedido a inspeccionar el
33% de uno solo de los subsectores considerados. En total se ha prospectado un área de 477,4 ha (258,9 ha en
2014 y el resto entre 2015 y 2016), que corresponde a 774 parcelas (448 y 326, respectivamente). El detalle
por cada uno de los subsectores queda reflejado en la tabla 1 y la figura 12.
La tabla 1 muestra los subsectores con hallazgos. Como podemos observar su repartición es desigual,
de forma que los sectores 1, 4, 5 y 9 concentran el mayor número de parcelas con hallazgos (fig. 12). El
gráfico de la figura 12 ilustra los hallazgos por parcela, resultado de dividir el número de parcelas con
hallazgos por el total de parcelas del subsector (Índice de positivos: IP). El índice mayor se identifica
con los sectores 4-2, 5-1 y 9-6, mientras que los sectores 2 y 3 ofrecen un índice bajo. Los hallazgos
principalmente corresponden a piedra tallada, sobre todo sílex, y en un número testimonial a caliza y
cuarcita. Se han observado algunas concentraciones particulares (5-1-173), entre las que destacan los
fragmentos indeterminados y los restos de talla (principalmente lascas y alguna lámina/laminita), y en
menor proporción algún útil retocado. La figura 13 presenta la distribución de los hallazgos líticos en el
conjunto del área prospectada. Un reducido número de objetos permite hacer una primera aproximación
sobre su cronología, principalmente algunos ítems identificados como proyectiles u otros útiles cuyo
rango cronológico puede determinarse (puntas de flecha, laminitas de dorso, dientes de hoz). Nos
limitaremos a apuntar esta relación a la espera de procesar los datos en base a un sistema de rangos que
permita dilucidar estadísticamente el grado de asignación tal como se ha planteado en otros trabajos
(Barton et al., 1999, 2001, 2004; Bernabeu et al., 1999). La cerámica recuperada ha sido atribuida en
gran medida a momentos históricos (épocas ibérica, romana y medieval). Únicamente se han clasificado
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Resiliencia y cambio duRante el Holoceno en la canal de navaRRés (valencia): Recientes tRabajos de pRospección
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Fig. 12. Mapa sintético de la densidad de hallazgos líticos en La Canal de Navarrés.
PARCELAS PROSPECTADAS
0.60
90
0.45
60
0.30
30
0.15
0
1-1
2-2
3-3
4-1
4-2
5-1
SUBSECTORES PROSPECTADOS
5-2
6-1
7-4
9-6
10
Indice de Hallazgos
Parcelas prospectadas
120
0.00
INDICE DE POSITIVOS
"4
Fig. 13. Resumen de parcelas prospectadas en cada sector incluyendo el índice de hallazgos positivos.
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3 fragmentos de cerámica a mano (posiblemente de la Edad del Bronce). La densidad media de hallazgos
por hectárea en las parcelas en las que se han registrado es de 9,43, mientras que el máximo es de 107,14
en la parcela 1300021 del término de Anna.
Podemos así concluir que la documentación de materiales líticos abarca un rango cronológico desde
el Paleolítico superior final a la Edad del Bronce, con algunas concentraciones puntuales y, sobre todo,
ejemplos de materiales dispersos. El avance en el análisis del conjunto de datos resultado de los trabajos
de campo, junto a la incorporación de diferentes métodos computacionales (GIS, modelos de agentes) para
reproducir las condiciones biogeográficas desde una perspectiva diacrónica, constituyen la base para la
evaluación de las consecuencias de la interacción hombre-medio ambiente.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 187-211
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Alfredo CORTELL NICOLAU a
El ocre en la Prehistoria:
entre la funcionalidad y el simbolismo
RESUMEN: El presente trabajo constituye un recorrido sobre la importancia y significado de los óxidos
de hierro/ocre/hematites en la Prehistoria. Se aborda el análisis de las atribuciones de este mineral,
ampliamente utilizado en sociedades prehistóricas, tanto con fines funcionales –usos para curtido de pieles,
como adhesivo, medicinal u otros– como simbólicos –no solo en distintos ámbitos de arte prehistórico, sino
también en ambientes funerarios y/o como pintura corporal–. Posteriormente, indagando en las causas de su
amplia distribución en sentido contextual, cronológico y geográfico, se exponen algunas de las teorías más
relevantes que han buscado una explicación para este fenómeno y se ofrece una nueva hipótesis. En última
instancia, se propone el doble uso –funcional y simbólico– como motor de desarrollo de las relaciones
humanas para con los óxidos de hierro.
PALABRAS CLAVE: óxido de hierro/ocre/hematites, Middle Stone Age, funcionalidad, simbolismo,
cazadores-recolectores.
Ochre in Prehistory: Between functionality and symbolism
ABSTRACT: This present work constitutes an overview about the importance and meaning of iron oxides/
ochre/hematite in Prehistory. The diverse properties of this material, broadly used by prehistoric societies,
either with functional –tanning, as adhesive, medicinal or others– or symbolic –not only within different rock
art environments, but also for funerary practices and/or body painting– utilities are analyzed. Afterwards,
while inquiring on causes for its wide dissemination in its contextual, chronologic and geographic senses,
some of the most relevant theories which have looked for an explanation of this phenomenon are exposed,
whilst a new hypothesis is offered. Ultimately, a double use –functional and symbolic– is proposed as a
driving force for the development of human relationships regarding iron oxides.
KEYWORDS: iron oxide/ochre/hematite, Middle Stone Age, functionality, symbolism, hunter-gatherers.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
alfredo.cortell.nicolau@gmail.com
Recibido: 01/02/2016. Aceptado: 01/07/2016.
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A. Cortell NiColAu
1. INTRODUCCIÓN
El óxido de hierro, el ocre o la hematites, frecuentemente tratados en la investigación arqueológica con el
genérico de ocre,1 son minerales basados en la combinación de hierro y oxígeno, y a los que –para el caso
del ocre– puede añadirse arcilla de modo natural. Las combinaciones entre estos tres elementos darán lugar
a distintos tipos de óxidos de hierro (goethitas, hematites, limonitas, magnetitas, etc.), muchos de los cuales
fueron utilizados en el pasado como material colorante.
Desde contextos tan antiguos como 100 000-75 000 BP en la Middle Stone Age (MSA) africana hasta
las pinturas esquemáticas y/o naturalistas de la península ibérica, los óxidos de hierro se han utilizado en
infinidad de situaciones, no solo simbólicas sino también con fines funcionales. Esta ubicuidad ha dado
lugar a amplios debates sobre la naturaleza funcional o simbólica del material y, dentro de uno u otro
ámbito, sobre las distintas cuestiones que les atañen.
En el presente artículo se pretende ofrecer un marco del panorama actual de la investigación respecto a
los usos y funciones atribuidos a los óxidos de hierro (Fe₂O₃). El objetivo es tratar de explicar la práctica
omnipresencia de este mineral durante la Prehistoria en sociedades aparentemente no interconectadas y
surcadas por sustanciosos lapsos geográficos y cronológicos.
2. EL OCRE EN LA INVESTIGACIÓN
Las alusiones al ocre como materia colorante, asociado tanto a contextos arqueológicos como
etnográficos, es algo que viene realizándose desde el nacimiento mismo de la Arqueología. Si ya
los hermanos Siret, en su clásica obra Las primeras edades del metal en la península ibérica, hacen
referencia a los restos de ocre y/o cinabrio encontrados durante sus excavaciones en los enterramientos
de El Argar (1890) fue, como recogen R. de Balbín y J.J. Alcolea, tan pronto como en 1902 cuando
se llevaron a cabo los primeros estudios sobre la composición de pigmentos; en concreto fueron los
realizados por H. Moissan en los yacimientos de Font de Gaume y La Mothe los que sentaron unas
bases que posteriormente serían confirmadas. Los óxidos de hierro para rojos y amarillos, así como el
carbón –vegetal o hueso– y el óxido de manganeso para los negros, serían el sustento fundamental de
la paleta cromática sobre la que giraría la mayor parte del arte paleolítico y postpaleolítico (Balbín y
Alcolea, 2009: 561). No tardaron en aparecer estudios sobre el uso de ocre rojo en pueblos ágrafos,
como las culturas precolombinas remanentes (fig. 1) o los aborígenes oceánicos, entre otros (Noetling,
1909; Spencer y Gillen, 1899, 1904; Howitt, 1904). Pero toda esta efervescencia pronto se vio frenada
en el campo arqueológico. Ello se debe a dos motivos fundamentales. Por un lado, el paradigma
científico de la época no ofrecía cabida a todo aquello que no fuera cuantificable y/o clasificable
(Renfrew y Bahn, 2011: 36-37). En este sentido el ocre, en tanto que en aquel momento no tenía
posibilidad de clasificación en sí mismo, perdía parte de su interés. Por el otro, esta postura se veía
reforzada por la incapacidad técnica para llevar a cabo análisis geoquímicos precisos que permitieran
entender la composición exacta del material recuperado (Balbín y Alcolea, 2009: 561). En la década de
1960, con el advenimiento de la Nueva Arqueología (NA), el panorama no mejoraría sustancialmente
para los estudios sobre el ocre y/o el óxido de hierro, debido al enfoque preeminentemente simbólico
que se había dado a los estudios sobre este mineral.
1
Sobre el problema terminológico trataremos en trabajos ulteriores. Baste aquí únicamente resaltar la diferencia existente
entre ocre, óxido de hierro y/o hematites y el problema que supone la indistinción en su uso, en la investigación. El
criterio que se seguirá en el presente artículo es el de nombrar al material tratado con propiedad –cuando se conozca su
composición–, o bien seguir la nomenclatura empleada por los autores de los artículos citados. Cuando se utilicen los
términos, tanto oxido de hierro como ocre, la composición básica a la que se estará haciendo alusión será Fe₂O₃, si no se
especifica lo contrario.
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Fig. 1. Tres espíritus de la tribu Selk’nam (Fiore, 2005: 119).
D. Fiore realiza su estudio a partir de fotografías de principios
del siglo XX, en este caso una toma de M. Gusinde (1923).
En parte por el poso de disconformidad que siempre había quedado en la escuela teórica europea, con
ejemplos como el estructuralismo de A. Leroi-Gourhan (1965), y en gran medida por la revolución que supuso
la irrupción del post-procesualismo de I. Hodder a partir de los 80 del siglo pasado, sería la historiografía
francesa la que recuperaría, mediante las personalidades de J. Clottes y C. Couraud,2 unos estudios sobre
este material colorante que son, hoy día, referencia (Couraud, 1983, 1988; Clottes, Menu y Walter, 1990).
A esta recobrada concepción de la importancia de la investigación de pigmentos en épocas prehistóricas se
sumará la incorporación a la ciencia arqueológica de distintos avances tecnológicos (microscopía óptica,
XRD, MEB-EDX, TXRF, espectroscopia Raman, etc.), que permiten una caracterización del material
cada vez más precisa. Todo esto provocará una auténtica revolución, con la proliferación de cada vez más
estudios de composición geoquímica de los materiales.
La adición a la investigación de este tipo de estudios en la península ibérica, más centrada en el
apartado tipológico y estilístico del arte rupestre, es algo más tardía y no se incluirán de modo más o
menos sistemático hasta épocas recientes. En este aspecto, la escuela española bebe de la francesa; si
bien es cierto que hay algunos trabajos tempranos como el de J.L. Sánchez Gómez (1983), los análisis
de T. España dentro del trabajo de J. Soler Díaz sobre los ídolos oculados de El Fontanal (1985), o
las investigaciones de A. Moure y M. González para la Cueva de Tito Bustillo (1988), solo por citar
algunos. En todo caso, desde la segunda mitad de la década de los 90 del siglo XX aparecen algunos
estudios más centrados en caracterización de pigmentos (Vicent et al., 1996; Martínez Fernández et al.,
1999), esporádicos todavía, y será al romper el nuevo siglo cuando la práctica comience a extenderse,
aún tímidamente (García Borja et al., 2004; Roldán et al., 2005; García Borja, Domingo y Roldán,
2006; Domínguez-Bella, Ramos y Pérez, 2008). En los últimos años, ya entrando en la presente década,
parece ser que varios investigadores muestran más interés sobre el tema, dándole así un cierto impulso
(Hernanz, Ruiz y Gavira, 2012; López Padilla et al., 2012; Mas et al., 2013; Roldán et al., 2013; López
Montalvo et al., 2014; Rull et al., 2014).
2
Destaca, por su precocidad, la denuncia de C. Couraud y M.L. Inizan ante lo que juzgaban la ignorancia deliberada de los
colorantes en los estudios sobre arte rupestre (Couraud e Inizan, 1977: 105).
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De hecho, a raíz de la proliferación de estudios sobre materia colorante, y volviendo ahora a la esfera
internacional, han aumentado, como es lógico, debates y problemas. Así, desde principios del siglo XXI,
y a la par que se han ido conociendo estaciones más y más antiguas, el cariz funcional o simbológico
dado al uso del ocre se convierte en fundamental, en tanto que implicaría adelantar el grado de desarrollo
cognitivo. En este sentido, hay varios investigadores implicados en el tema, como L. Wadley defendiendo
la funcionalidad del ocre como adhesivo (Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Wadley, 2005), o R.
Rifkin postulando su uso como elemento curtiente (Rifkin, 2011), mientras otros, como C. Knight, I. Watts
o C. Helshinwood se inclinan por preponderar los elementos simbólicos (Knight, Power y Watts, 1995;
Helshinwood, D’Errico y Watts, 2009; Watts, 2009).
3. USOS DEL OCRE EN LA PREHISTORIA
Que el mineral que nos ocupa se empleó con un significado que va más allá de su pura utilidad es algo que,
en todo caso, parece fuera de discusión en el estado actual de la investigación (Wreschner et al., 1980; Velo,
1984; Rubio, 1993; Olària, 2001; Hovers et al., 2003; Wadley, 2005; Fiore, 2005; García Borja, Domingo
y Roldán, 2006; Lenneis, 2007; Gazzoni 2008-2010; Watts, 2009; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009;
Balter, 2009; Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Serradimigni et al., 2010; Rifkin, 2011 y
2012). El debate gira, más bien, en torno a si esta fue la única de sus valencias y al momento inicial de esta
supuesta capacidad simbólica. Intentaremos desglosar los usos más destacados de la hematites en sus dos
esferas principales con el fin de obtener un panorama preciso sobre las posibilidades de este material que
nos ayude a la comparación y síntesis de unas u otras corrientes interpretativas.
3.1. Uso funcional
El problema básico para la identificación del papel de los óxidos de hierro en la Prehistoria es su carácter
polifuncional, lo que deriva en su uso en una gran variedad de contextos. Para ello, las comparativas
etnográficas han sido abundantes, mostrando variados ejemplos de alguna de las utilidades que le han sido
dadas por distintas sociedades de cazadores-recolectores (Wreschner et al., 1980; Velo, 1984; Rubio, 2004;
Wadley, 2005; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009), del mismo modo que la Arqueología experimental
ha clarificado la posibilidad de ciertas prácticas que hubieran podido estar en cuestión (Audouin y Plisson,
1982; Wadley, 2005; Rifkin, 2011).
Curtido de pieles
Uno de los usos más destacados del óxido de hierro es su capacidad como elemento curtiente de pieles
(Audouin y Plisson, 1982; Ríos et al., 2002; Rifkin, 2011; Roebroeks et al., 2012). En 1982 los investigadores
franceses F. Audouin y H. Plisson realizaron un importante trabajo sintético sobre las características,
distribución y uso de los óxidos de hierro, que incluía un apartado experimental para testar su capacidad
como agente curtiente. El método consistió en probar el curtido de dos pieles, una de alce y otra de toro,
comparando primero la utilización, o no utilización, de ocre y, posteriormente, las diferencias entre el
aplique de ocre amarillo (de base goethita) u ocre rojo (de base hematites, a partir de goethita sometida a
tratamiento térmico). El resultado fue que el material tratado se preservaba mejor que el no tratado, y que,
dentro de la comparativa entre goethita y hematites, la piel sobre la que se usó este segundo mineral se
conservaba mejor que la tratada con el primero (Audouin y Plisson, 1982: 61).
Estos trabajos, aparte de haber sentado el precedente de la posibilidad del uso del ocre como agente
curtiente en la Prehistoria, la cual goza de buen apoyo académico (Ríos et al., 2002; Roebroeks et al., 2012),
fueron corroborados por la profesora sudafricana L. Wadley y su equipo (Wadley, Williamson y Lombard,
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2004; Wadley, 2005). Posteriormente, R. F. Rifkin replicó un trabajo experimental en el mismo sentido. En
este caso se utilizó la piel de un antílope kudu, pero se añadieron otros agentes de curtido al proceso, que
podrían interactuar con los óxidos de hierro. Estas técnicas incluían el ahumado, el curtido vegetal y otros
tipos de curtido mineral. La conclusión coincide con la de Audouin y Plisson (Rifkin, 2011).
I. Watts, ferviente defensor del significado simbólico del ocre, sostiene que toda la hipótesis sobre
la funcionalidad del susodicho material como elemento curtiente de pieles se basa en una errónea
interpretación de los trabajos de Mandl (1961) sobre el funcionamiento químico básico de este mineral.
El investigador británico afirma que el error radica en atribuir a los óxidos de hierro las mismas funciones
que a las sales de hierro –cuyo efecto curtiente sí habría estado, en efecto, demostrado–, lo cual adolecería
de validez química –esgrime, como motivo básico, la insolubilidad de los óxidos de hierro3–, así como
de comprobación arqueológica y/o etnográfica.4 Ahora bien, el mismo Watts confirma implícitamente
alguno de los resultados de estos trabajos de Arqueología experimental, cuando afirma que “the claimed
experimental support (…) can be more parsimoniously accounted for by the desiccating action of red
ochre” (Watts, 2009: 72); resultado este que, posteriormente, se verá reforzado por el trabajo experimental
de Rifkin sobre el curtido de pieles (2011). Al aceptar, sin embargo, que el secado favorece la conservación,
Watts está confirmando la posibilidad del uso de la hematites como agente curtiente –otros autores también
han aludido a las propiedades secantes del óxido de hierro (Ríos et al., 2002: 148)–. Sea por el motivo que
fuere, la Arqueología experimental ha demostrado que la hematites ayuda a la conservación y, por tanto, al
curtido de pieles; y que lo hace en mayor medida que la goethita (Audouin y Plisson, 1982; Rifkin, 2011).
Ello sugiere la posibilidad de su uso.
Adhesivo
Otra de las funciones importantes atribuidas a los óxidos de hierro ha sido la de su función como carga
para reforzar las capacidades adhesivas de otras sustancias adherentes de la Prehistoria. Una de las
investigadoras principales en este sentido sería L. Wadley. Dada la gran cantidad de hematites extraída de
la mina de Lion Cavern, junto con la abundancia de material colorante recuperado en Blombos Cave que
no presentaba restos de actividad simbólica,5 algunos investigadores comenzaron a cuestionarse si esto
obedecía a unos motivos de corte funcional. Los experimentos de Allain y Rigaud, en 1986 (en Wadley,
2005: 589), que demostraban que cera y resina no funcionaban bien como adhesivo si no contaban con
un agente de carga, junto con una serie de restos arqueológicos recuperados posteriormente, sugirieron la
idea de que el ocre rojo hubiera sido utilizado para reforzar elementos adhesivos, y animaron a la autora
sudafricana a emprender sus propias pruebas experimentales.
A partir de ahí, los trabajos experimentales se desarrollaron comenzando con la recogida de nódulos
de hematites pura, que posteriormente serían mezclados en recetas a partir de resina de acacia (Acacia
karoo), hojas y ramas de Grewia flava, Hypoxis rigidula6 y cera. Una vez realizadas las recetas se procedió
a la comprobación de su efectividad, enmangando piezas líticas en astiles de madera (fig. 2), y sometiendo
las muestras en algunas ocasiones a calentamiento. Los resultados demostraron que, en efecto, el uso de
óxidos de hierro mezclados con resina y cera ayuda a un rápido secado de estas, y mejora sus capacidades
adherentes (Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Wadley, 2005).
3
4
5
6
En efecto, la insolubilidad de los óxidos de hierro dificultaría su utilidad como agentes curtientes. Sin embargo, mezclados
con ácidos galotaninos y elagitaninos –contenidos en ciertas especies vegetales–, reaccionan químicamente, adquiriendo mayor
solubilidad (Rifkin, 2011: 145).
Tanto Audouin y Plisson, como Rifkin, aportan ejemplos etnográficos del uso de ocre relacionado con el curtido de pieles. Los
ejemplos arqueológicos que aporta este último no nos parecerían, sin embargo, concluyentes (Audouin y Plisson, 1982: 57;
Rikfin, 2011: 134).
Junto con algunas piezas que sí presentaban restos de grabados antrópicos, se recuperaron más de 8.000 piezas sin trabajar
(Wadley, 2005: 589).
Ninguna de estas plantas se da en el continente europeo.
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0
3 cm
Fig. 2. Pieza lítica enmangada en astil de
madera, utilizando un compuesto de óxido
de hierro, resina y cera (Wadley, 2005: 593).
A pesar de que gran parte del mundo académico ha aceptado esta teoría (Hovers et al., 2003; Rifkin,
2011), lo cierto es que también tiene sus detractores. Watts sostiene que estos resultados son insuficientes
para demostrar el uso propuesto, ya que habría otros aglutinantes más económicos y efectivos disponibles en
la naturaleza (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Watts, 2009). Además, basándose en criterios de coste
de producción, y en el hecho de que, en este caso, la efectividad entre goethita y hematites sea la misma,
afirma que, aun en el caso de que sí se diera, en efecto, el uso de óxidos de hierro para el enmangado, este
tendría un significado simbólico, y no funcional (Watts, 2009: 73).
En cualquier caso, como afirma Wadley, el uso simbólico y el funcional no tienen por qué estar reñidos
y pueden ser complementarios (Wadley, 2005: 589). Además, desde nuestro punto de vista, si la función del
ocre hubiera sido exclusivamente simbólica (bien propiciatoria, bien apotropaica), éste solo se encontraría,
dado el caso, en las zonas activas del útil o pieza lítica –las partes de interacción directa o, cuanto menos,
visibles–, perdiendo sentido la distribución de ocre por las zonas proximales y mesiales, en muchos casos
cubiertas por el propio mango.
Medicinal
Sí está fuera de discusión la posibilidad del recurso al óxido de hierro como compuesto medicinal con
varios usos, como se observa abundantemente en contextos etnográficos –carecemos del espacio para
relatar, de modo exhaustivo, la amplísima casuística– y se ha comprobado en la investigación actual (Velo,
1984; Guerrero y Castany, 1991; Hovers et al., 2003; Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Contin,
2005; Cristiani, 2008; Forshaw, 2009; Rifkin, 2011; Roebroeks et al., 2012). Una de sus capacidades más
referidas es la de ser un elemento antiséptico. En este sentido, J. Velo cita a la tribu Gugadja, en el Noroeste
de Australia, la cual utilizaba un compuesto machacado y masticado de hojas con óxido de hierro –se daba
con goethita o hematites, pero la preferencia era por la hematites– para cubrir heridas y, así, cauterizarlas.
Describe, asimismo, tratamientos frente a quemaduras o úlceras (Velo, 1984).
En Egipto, una de las primeras culturas de las cuales tenemos constancia escrita, el Papiro Hearts
propone recetas que incluyen ocre contra la mordedura de animales, remedios contra distintas dolencias,
como antídotos para veneno, contra la mastitis (Contin, 2005) o, incluso, se habla de remedio útil para
consolidar los dientes (Forshaw, 2009: 484). Algunos autores sugieren su uso desde el Paleolítico, a partir
de la constatación del mismo en culturas históricas desde la helénica, la romana, en ambientes medievales
e, incluso, en las trincheras de la Primera Guerra Mundial o en los balnearios actuales (Guerrero y Castany,
1991). Aunque nos parezca algo aventurado justificar exclusivamente en el registro histórico el uso del ocre
en la Prehistoria, sí quedan fuera de duda sus efectos beneficiosos. Incluso, hoy día, los compuestos de
óxido de hierro siguen utilizándose como astringentes.
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
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Otros usos
Una de las funcionalidades cuya mención está más extendida es la protección cutánea que ofrece este
mineral, ya sea contra insectos (Audouin y Plisson, 1982; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin,
2011, Roebroeks et al., 2012), el Sol (Audouin y Plisson, 1982; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009;
Rifkin, 2011) o los vientos secos (Audouin y Plisson, 1982).
Se menciona, asimismo, que uno de los usos funcionales del óxido de hierro puede estar en utilizarlo
como abrasivo para pulir hueso o asta (Moure y González, 1988; Cristiani, 2008). A. Moure y M. González
explican esta función en la abundante presencia de óxidos de hierro en la cueva de Tito Bustillo, una zona
donde la producción ósea es importante (Moure y González, 1988: 34).
Otro de los usos atribuidos a los óxidos de hierro se relaciona con el saneamiento del suelo (Buisson et
al., 1989). Aunque es cierto que numerosos yacimientos presentan manchas importantes de ocre sobre su
suelo, su relación directa con esta función es algo problemática. C. Couraud las asocia más bien al resto de
actividades domésticas en las que el óxido de hierro está implicado y que con el paso del tiempo habrían
dejado su impronta en la superficie del hábitat (Couraud, 1983: 105). V. Gazzoni relaciona los pisos de ocre de
Grotta San Teodoro (5 cm) y Vado all’Arancio (2 cm) con las actividades funerarias que se desarrollaban en
ambas cuevas (Gazzoni, 2008-2010: 122). En todo caso, varios autores sostienen que en algunos yacimientos
se encuentran “pisos de ocre” (Buisson et al., 1989; Hovers et al., 2003; Gazzoni, 2008-2010).
Por último, también se le han atribuido a los óxidos de hierro efectos desodorantes (Velo, 1984), ser útiles
como impermeabilizantes de madera (Audouin y Plisson, 1982), ayudar a la conservación de alimentos
(Couraud, 1983; Roebroeks et al., 2012) o ser elementos decorativos de tejidos, independientemente de que
tuvieran, o no, función simbólica (Rifkin, 2011).
3.2. Uso simbólico
Tal vez la faceta más incontestable del uso de los óxidos de hierro en la Prehistoria sea su función
simbólica. Los registros que permiten constatarla son tan numerosos como difíciles de poner en duda. Las
abundantísimas estaciones con arte rupestre figurado a base de hematites (y también de otros pigmentos),
ejemplos de arte mueble con restos de colorante e, incluso, una notable presencia de óxidos de hierro
en los enterramientos de varias épocas prehistóricas convierten en prácticamente innegable la relación
de este mineral con el mundo simbólico. Más difícil de aceptar sería el recurso a la hematites para la
pintura corporal en la Prehistoria, dada la escasez de testimonios directos. En cualquier caso, se conocen
un suficiente número de paralelos etnográficos –una amplísima mayoría de los pueblos de cazadoresrecolectores utilizan algún tipo de pintura corporal, en muchos casos derivada del óxido de hierro– como
para suponer que su uso sería común en la época prehistórica, también en este apartado.
Arte rupestre
Para épocas anteriores a la Edad de los Metales el arte rupestre es el mayor campo prehistórico en que
podemos observar la evolución de los pigmentos de óxido de hierro. Desde que, a partir de los años 90 del
siglo pasado, comenzaran a hacerse análisis concienzudos sobre la composición química de los distintos
tipos de pigmentos (Clottes, Menu y Walter, 1990; Couraud, 1991) se han ido consiguiendo algunas
sistematizaciones claras. Sin embargo, la gran mayoría de estos análisis se ha concentrado en el Paleolítico
Superior europeo; con lo que hay otros ámbitos7 en los que esta línea de investigación es aún incipiente.
En todo caso, está creciendo significativamente el número de trabajos que aportan este tipo de información
para épocas postpaleolíticas (Roldán et al., 2005; Hernanz et al., 2006; Hernanz, Gavira y Ruiz López,
2006; García Borja et al., 2009; Mas et al., 2013; Roldán et al., 2013).
7
Nos referimos, sobre todo, al arte levantino, el arte esquemático y el arte macroesquemático.
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Fig. 3. Distribución de pigmentos en las cuevas de
Niaux y Réseau Clastres, a partir de Clottes, Menu
y Walter (1991).
Fig. 4. Distribución de pigmentos en la cueva de Ekain,
a partir de Chalmin, Menu y Altuna (2002).
Resaltando algunas de las investigaciones más importantes a este respecto, es ineludible citar la labor
de J. Clottes en las cuevas del Ariège, de la que pueden extraerse varios conceptos. Los rojos se elaboran a
base de hematites arcillosa,8 mientras que los negros se obtienen a partir de óxido de manganeso o carbón
molido (fig. 3). Sin embargo, acaso uno de los resultados que realmente brindan gran parte de su relevancia
a este trabajo es la conclusión de que las mezclas de pigmentos no son casuales, sino que obedecen a una
receta intencional (Clottes, Menu y Walter, 1990).
Son también relevantes los trabajos en Ekain, llevados a cabo por E. Chalmin, M. Menu y J. Altuna
(fig. 4). Este conjunto pictórico es algo singular por la especial abundancia de pigmentos negros, que como
vemos, ocupan un 70% de la muestra, siendo que más de la mitad de la misma (el 55%) corresponde a
carbón vegetal. Los compuestos a partir de hematites tienen aquí mucha menos relevancia, presentándose
tan solo en un 20% del total.9 En este caso, los propios autores especifican que la muestra recogida es
representativa del dispositivo parietal del conjunto (Chalmin, Menu y Altuna, 2002).
Balbín y Alcolea estudiaron la asturiana cueva de Tito Bustillo (2009). En este caso la tonalidad
rojiza sí es ampliamente representativa, pero aún lo es más al referirnos únicamente a la hematites.
Aquí, esta se ha utilizado tanto para la obtención de los negros, combinada con óxido de manganeso,
como para la obtención de rojos amarillentos, en los cuales se mezcla con goethita. Así, la hematites
forma parte de la composición de todos los pigmentos muestreados, excepto de los ejemplos 8a (a
partir de partículas férricas) y 18b (a partir de carbón vegetal), lo que le da una presencia sobre el
conjunto que supera el 90% (fig. 5).
La cueva de La Garma fue estudiada por P. Arias y su equipo (Arias et al., 2011). En este caso, también
la hematites y el rojo son mayoritarios pero hay algunos detalles que sí nos gustaría remarcar. Por un lado,
está la composición de los marrones. Uno de ellos (LG8), un marrón rojizo, sí se compone con una mayoría
básica de hematites, mientras que para el otro (LG19), tan solo se especifica en su composición que se trata
de óxido de hierro. La hematites no forma parte aquí de la composición de los amarillos (fig. 6).
8
9
Es bastante ilustrativo del problema terminológico el hecho de que, a pesar de que la arcilla sí esté presente en las muestras,
el autor considera que no la hay en suficiente cantidad como para considerar al compuesto como ocre, decantándose por la
denominación de hematites (Clottes, 1991: 175).
Habida cuenta de que el ocre marrón, o tierra de sombra, se constituye por óxido de manganeso y óxido de hierro.
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El ocre en la Prehistoria: entre la funcionalidad y el simbolismo
Fig. 5. Distribución de pigmentos en la cueva
de Tito Bustillo, a partir de Balbín y Alcolea (2009).
195
Fig. 6. Distribución de pigmentos en la cueva
de La Garma, a partir de Arias et al. (2011).
Estudios realizados en otras estaciones confirman que, si bien las proporciones pueden variar, los tonos
rojizos son, en general, los más utilizados y, entre ellos, la base de hematites es la que más presencia tiene.
Así lo atestiguan, por ejemplo, trabajos recientes en Altamira, los cuales permiten aseverar que la hematites
sigue constituyéndose como materia fundamental de los tonos rojos y que en ocasiones su mezcla con la
goethita puede dar lugar a coloraciones más amarillentas (Rull et al., 2014).
Si ampliamos el punto de vista, de lo concreto a lo general, podemos obtener un cuadro según los
análisis de pigmentos de las cuevas paleolíticas francesas (fig. 7) y españolas (fig. 8) (Alcolea y Balbín,
2009). Como puede observarse, la hematites predomina ampliamente como material colorante, estando
presente en un 46% de casos en el ejemplo francés, mientras que para el español da un total del 51%
–también se utiliza para la obtención de amarillos–. El carbón vegetal y el óxido de manganeso son los
siguientes componentes para pigmentos más utilizados. En todo caso, debemos tener en cuenta que en
algunos de los trabajos consultados no se especifica si la muestra recogida se corresponde con al abanico
cromático total del yacimiento en estudio. Por lo tanto, debemos ser cautelosos antes de aceptar como
generales los porcentajes expuestos.
Fig. 7. Distribución de pigmentos en el Paleolítico
Superior francés, a partir de Balbín y Alcolea (2009).
Fig. 8. Distribución de pigmentos en el Paleolítico
Superior español, a partir de Balbín y Alcolea (2009).
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A. Cortell NiColAu
Fig. 9. Arte levantino.
Fotografía infrarroja
del bóvido de Selva
Pascuala, cortesía de
Martí Mas.
Una última comparación que nos hubiera gustado establecer es una relación entre el elemento figurado
y la presencia, o no, de hematites, en el caso de que la hubiera. Los autores no especifican si las muestras
son representativas de la distribución de los colores sobre las figuras. Esta falta de relación puede deberse a
dos motivos: bien que simplemente no exista tal, o bien que, por no ser un objetivo central de los trabajos
desempeñados no se haya reflejado en el muestreo.
Como es de sobra conocido, no todo el arte prehistórico se circunscribe al Paleolítico Superior. A partir
del Holoceno los abrigos al aire libre de la península ibérica comenzarán a cubrirse con decoraciones
de corte bien distinto al que se venía practicando por las grandes culturas de cazadores-recolectores del
Pleistoceno. Estos cambios vienen reflejados no solo por la distribución geográfica del arte, que sale de
las cuevas para situarse en zonas mucho más visibles,10 sino también por su temática. Las representaciones
de este periodo dan mayor visibilidad a la figuración humana, que interacciona con su medio natural,
convirtiéndose en un elemento más activo. Este tipo de representaciones, que se dan primordialmente en
la península ibérica, no están unificadas estilísticamente, pudiendo dividirlas en tres grandes horizontes
gráficos: el arte levantino (fig. 9), de carácter naturalista y fuertemente narrativo, se extiende en las
regiones interiores del arco mediterráneo de la península ibérica; el arte esquemático (fig. 10), conceptual
y con una distribución que conoce especial intensidad en la mitad sur peninsular, aunque con ejemplos en
prácticamente toda la Península; y el arte macroesquemático (fig. 11), que combina en sus representaciones
elementos esquemáticos con otros de cierto carácter naturalista, y cuya distribución geográfica se localiza,
principalmente, en el área centro-meridional del País Valenciano.
No es la intención de este artículo adentrarse en el debate cronológico que afecta a estos horizontes
gráficos. Por ello, tan solo referiremos brevemente que sus cronologías son, en todo caso, postpaleolíticas.
Uno de los puntos centrales del debate referido afecta al arte levantino. Algunos investigadores sitúan su
inicio en fases neolíticas poscardiales, atribuyéndole una perduración que no rebasaría las fases finales
neolíticas y asociando su autoría a grupos agricultores (Hernández, Ferrer y Catalá, 1998; García Puchol,
Molina y García Robles, 2004; Fernández López de Pablo, 2006). Por el contrario, otros consideran que
10 Algunos autores sugieren que las pinturas al aire libre también podrían ser práctica común en el Paleolítico Superior (Balbín y
Alcolea, 2009: 588).
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
Fig. 10. Arte esquemático. Oculado. Fotografía Martí Mas.
197
Fig. 11. Arte macroesquemático. Abrigo V de
Pla de Petracos. Hernández Pérez, 2006: 203.
la cronología mesolítica sería la más apropiada para el arte levantino y asocian su autoría a grupos de
cazadores-recolectores (Olària, 2001), relacionándolo en ocasiones con una transformación paulatina y no
traumática hacia las formas de vida productoras (Mateo Saura, 2002). Algo menos afectado por el debate
expuesto, el arte esquemático tendría, por su parte, un origen neolítico, pudiendo llegar a extenderse hasta
la Edad de los Metales (Hernández, 2006). La cronología del macroesquemático sería más restringida y se
situaría en los inicios del Neolítico, por sus parecidos estilísticos con las cerámicas de la Cova de la Sarsa
y la Cova de l’Or (Martí y Hernández, 1988; Martí y Juan Cabanilles, 2002).
Bien, llama la atención en todo este panorama –que, aunque aquí ha sido resumido hasta lo ínfimo es,
en realidad, harto complejo– el hecho de que, pese a toda su variabilidad, la predominancia destacada del
color rojo no cambia (Martínez y Villaverde, 2002; Barciela y Molina, 2004-2005; García Borja y López
Montalvo, 2011; Hernanz et al., 2010; Roldán et al., 2013; Mas et al., 2013). Los estudios de pigmentos
llevados a cabo sobre estos horizontes gráficos aportan alguna reflexión interesante.
Los trabajos llevados a cabo en el Abrigo Grande de Minateda (Albacete) (Mas et al., 2013) demuestran
que los rojos están elaborados a partir de una hematites y/u óxido de hierro con composición similar a la de
los óxidos disponibles en el entorno inmediato de este conjunto. Una de las conclusiones más interesantes
es que no se detectan procesos de elaboración complejos o “recetas” en los que intervengan otras materias
a modo de aglutinante.
Por el contrario, los análisis realizados en Valltorta-Gasulla han identificado la presencia de plomo (Pb)
o arsénico (As) en determinados pigmentos rojos a base de hematites, lo que podría apuntar a mezclas más
complejas en las que intervendrían diversos minerales y, posiblemente, otros aglutinantes que no pueden
ser identificados mediante EDXRF (Roldán et al., 2013).
Parece ser, en todo caso, que la hematites es predominante en el arte postpaleolítico peninsular, pero aún
es pronto para establecer conclusiones definitivas. Los mismos ejemplos ofrecidos muestran conclusiones
que no concuerdan completamente y existen otros elementos que deben tenerse en cuenta. Entre ellos la
dificultad de las técnicas de análisis (EDXRF, Raman) para detectar componentes orgánicos, o el hecho de
que estos mismos componentes orgánicos hubieran podido desaparecer, bien fruto de la actividad bacteriana
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o de una menor resistencia a los agentes meteorológicos (López Montalvo et al., 2014). Además, a partir
de estos periodos comienza a ser especialmente crítica, no solo la propiedad terminológica, sino también
la necesidad del análisis de pigmentos, ya que no deberíamos atribuir apresuradamente toda coloración
bermeja al óxido de hierro, ni debería sorprendernos si entre la composición de los rojos observados
comenzamos a identificar el cinabrio (López Padilla et al., 2002: García Borja et al., 2004).
Arte mueble
Si el arte rupestre es, en multitud de ocasiones, de difícil interpretación, el arte mueble puede presentar
también arduos retos a la investigación. El primero de estos refiere a su propia génesis. La cuestión es
importante porque las representaciones simbólicas rupestres más antiguas que conocemos no rebasan
cronológicamente el Paleolítico Superior europeo.11 Por tanto, la aceptación de los ejemplos de arte
mueble, que superan en antigüedad a aquellos en decenas de miles de años, supondría adelantar la
capacidad de desarrollo simbólico hasta estadios incluso anteriores a la completa configuración del Hombre
Anatómicamente Moderno (HAM).
Más allá de algunos ejemplos muy tempranos, como la Venus de Tan-Tan –500 000-300 000 años–, o la de
Berekhat Ram –250 000 años–, cuya aceptación no es asumida sin críticas por la comunidad científica (Balter,
2009: 709), los primeros casos de arte mueble –una modificación intencionada de objetos, con el objetivo de
crear códigos ideológicos comunes al grupo e interpretables por sus miembros– parecen ser los de Blombos
Cave (fig. 12) y los de Qafzeh Cave. Referente al primer ejemplo, los ocres allí recuperados han sido datados
en un arco que abarca desde los 100 000 a los 75 000 años BP, siendo que la mayoría de muestras se han
recuperado en la parte más reciente de la horquilla (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009: 27). El estudio del
equipo de Henshilwood se refiere a 19 piezas de ocre. En efecto, los grabados hallados en ellas parecen algo
más que marcas de uso (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin, 2012); aunque es difícil considerarlos
suficientes como para configurar algo que excediera un código comunicativo simple.
El ejemplo de Qafzeh Cave resulta también controvertido. En este caso el problema reside en la atribución
de los ejemplos al HAM, que se inscribe en un marco cultural musteriense. Gran parte de los investigadores
que trabajan el mundo simbólico suelen situar su verdadera partida con el hombre anatómicamente moderno,
a cuya expansión ligan el propio desarrollo de la actitud simbólica (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009;
Watts, 2009). Sin embargo, el uso de ocre en enterramientos musterienses está documentado desde hace
tiempo (Wreschner et al., 1980) y Qafzeh viene a complicar, algo más, el problema. Qafzeh es un yacimiento
situado en Israel en el cual se han encontrado varias muestras de ocre, datadas en 92 000 BP, y que han sido
interpretadas, mayormente, en clave simbólica (Hovers et al., 2003; Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef,
2009). El problema reside en el hecho de que, pese a que los restos de homínidos encontrados en la zona son
considerados como HAM arcaicos,12 las industrias a ellos asociadas suelen parangonarse al Musteriense
europeo, vigente en esa época, y obra del H. Neanderthalensis (Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef,
2009: 307). En este sentido, alguna de las preguntas que suele plantearse la comunidad investigadora se
refiere a la capacidad misma del H. Neanderthalensis de generar su propio contexto simbólico, dada la
parquedad de su registro en contextos arqueológicos. Nos estamos refiriendo a cuentas, elementos decorados
u otros muchos ornamentos que sí suelen registrarse con el HAM. En realidad, y como también se atestigua,
sí se registran tanto restos de pigmento en varios contextos neandertales (Caouraud, 1991; Roebroeks et
al., 2012), como enterramientos (Wreschner et al., 1980). El desarrollo de la representación iconológica fue
algo muy dilatado en el tiempo, y es probable que, dentro de unos mínimos, no tenga por qué ser asociado
a una evolución cognitiva particular.
11 Aunque algunos autores atribuirían las muestras de ocre recuperadas en algunos yacimientos neandertales a conductas simbólicas
(Roebroeks et al., 2012).
12 Previos a la supuesta expansión del mundo simbólico que se daría, desde la MSA, hacia 60 000 BP (Henshilwood, D’Errico y
Watts, 2009).
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El ocrE En la PrEhistoria: EntrE la funcionalidad y El simbolismo
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Fig. 12. Pieza de ocre grabada
en Blombos Cave, que podría
denotar una actitud simbólica.
Henshilwood, D’Errico y Watts,
2009: 35.
En cualquier caso, lo que sí parece fuera de toda duda es que, a partir del Paleolítico Superior europeo,
el uso de la hematites y/o del óxido de hierro como elemento que reviste carácter simbólico es algo más
extendido. Se presenta, de hecho, asociado a algunos ítems, cuya naturaleza se considera simbólica,
como los cantos y plaquetas decorados (García Díez et al., 1997), algunas de las Venus gravetienses
(Masvidal, 2007: 211) y elementos óseos (Buisson et al., 1989) y/o líticos (Serradimigni et al., 2010:
1525). En cuanto a estas últimas asociaciones, la interpretación sobre la función simbólica o práctica
de los óxidos de hierro debe ser abordada caso a caso, ya que, como veíamos en los ejemplos de uso
funcional, en muchas ocasiones los restos sobre material óseo o lítico pueden tener objetivos prácticos
y/o deberse a otras actividades (San Juan, 1990: 239).
Con el Mesolítico los óxidos de hierro seguirán manteniendo su vigencia. Son varios los yacimientos que
muestran ejemplos del uso del óxido de hierro, como el yacimiento italiano de Riparo Dalmeri, que ofreció
espátulas de hueso con restos de óxido de hierro13 (Cristiani, 2008: 267) o los españoles de la Cueva de la
Cocina (Valencia), donde se han recuperado guijarros decorados con ocre, según J. Fortea y L. Pericot14 (1971),
Picamoixons (Tarragona), donde fue recuperada una plaqueta pintada de un rojo que ha sido analizado, resultando
ser hematites (García Díez et al., 1997: 29), u otros muchos, también con plaquetas decoradas con ocre rojo,15
como la Cova Fosca o el Tossal de la Roca (Alicante), solo por citar algunos ejemplos (Olària, 2008).
Al llegar al Neolítico el repertorio se diversificará todavía más. Aparte de muestras sobre material lítico de
distinta tipología, desde cantos (Utrilla y Baldellou, 2001-2002) hasta fragmentos tabulares (García Borja et
al., 2004), el uso de pigmentos se extenderá a la gran innovación que supone la cerámica donde, como no, el
óxido de hierro tendrá presencia especial, aunque no siempre predominancia (García Borja y López Montalvo,
2011: 233). Los ocres y/u óxidos de hierro se usarán en una amplia gama de repertorio simbólico, que afecta
a la decoración de colgantes de hueso o concha, cuentas de collar o brazaletes estriados (Rubio, 1993: 42).16
Ya en el umbral de la Edad de los Metales, compuestos con base de hematites también decorarán elementos
de adscripción simbólica como, por ejemplo, los ídolos oculados (Soler Díaz, 1985; Pascual Benito, 2009).
13 Este es, sin embargo, uno de los casos en los que, sobre su uso simbólico, podría anteponerse un uso práctico que, desde nuestro
punto de vista, no es excluyente.
14 Los autores denominaron al material ocre, pero no se realizaron análisis geoquímicos que sustentaran esta afirmación.
15 Tampoco en estos casos se han llevado a cabo análisis pigmentológicos.
16 Ya hemos visto que esta actitud había ya empezado a observarse, en algunos elementos, en cronologías anteriores.
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Contextos funerarios
Si hay una actitud social que puede calificarse como simbólica, en el contexto en que nos hallamos, esa es
la que se refiere a los enterramientos, y a ellos se asocian de varias maneras pigmentos de óxido de hierro
desde épocas muy tempranas. Ya en el Musteriense encontramos ejemplos de enterramientos con ocre
espolvoreado sobre el cuerpo en Le Moustier, o sobre la cabeza del difunto en La Chapelle-aux-Saints
(Wreschner et al., 1980: 632; Gambier, 1990: 22).
Es interesante remarcar que la práctica de espolvoreado de ocre, óxido de hierro o hematites,17 a pesar de
estar extendida casi por todo el Paleolítico Superior europeo, no se aplica a todos los individuos inhumados,
sino que parece seguir algún tipo de criterio selectivo. En un elevado número de casos puede aplicarse solo
sobre algunas partes del individuo, como la cabeza, o los pies, mientras que en otros casos parece querer
crear un lecho sobre el que reposa el difunto, indicando heterogeneidad cronológica y geográfica, también
en un ámbito local-regional (Gazzoni, 2008-2010).
Así, en un gran número de culturas se observa algún tipo de preferencia por los cráneos en el ritual
funerario. Esta práctica se da en muchos yacimientos del Paleolítico Superior europeo, incluyendo la
península ibérica en la que, de los huesos humanos recuperados, la proporción de huesos craneales ronda
el 80% (Pérez Iglesias, 2007) y algunos de los cuales presentan asociaciones con el ocre de uno u otro tipo
(Pérez Iglesias, 2007). En el Gravetiense italiano el 75% de cuerpos inhumados han sido espolvoreados con
ocre, cubriendo tanto al difunto como el suelo que le circunda y mostrando mayores concentraciones, de
nuevo, en el área craneal (Gazzoni, 2008-2010: 98). Esta proporción se reduce al 33% en el Epigravetiense
italiano,18 donde el ritual sufre algunas variaciones. Ya no nos encontramos únicamente ante ocre
espolvoreado, sino que también se da la aparición de pequeños bloques de ocre, que rodean al difunto,
conectados frecuentemente con el conjunto del ajuar (Gazzoni, 2008-2010: 122).
Francia tampoco es ajena al uso de ocre en enterramientos. Varios ejemplos, como Chancelade o SaintGermain-la-Rivière (Aquitania), Hoteaux (Auvernia) o La Madeleine y Figuier, ambas en el departamento
de Ardèche (Ródano-Alpes), muestran restos humanos impregnados con ocre (Gambier, 1990: 22), el
cual no suele rebasar la zona donde se encuentra el difunto. La costumbre, aquí, se extiende durante el
Mesolítico, período en el cual la incidencia de ocre espolvoreado sobre el difunto en contextos funerarios
alcanza el 41% (Gazzoni, 2008-2010: 159).
De hecho, el avance hacia épocas mesolíticas y neolíticas no va a suponer, en muchos casos, el fin de
esta costumbre. En Europa Central y Oriental, donde las prácticas funerarias están menos documentadas, se
encuentran con cierta frecuencia casos en los que la cabeza, otra vez, ha sido espolvoreada con ocre, el cual
puede impregnar asimismo la caja torácica del inhumado (Lenneis, 2007: 131). Si bien en el Mesolítico
de la península ibérica sigue utilizándose el óxido de hierro para espolvorear el cadáver, como demuestra,
por ejemplo, el Cingle del Mas Nou (Olària, 2001), a partir del Neolítico parece ser que estos rituales van
perdiendo fuerza (Rubio, 2009).
Si extendemos la visión al resto del mundo, tenemos un muy abundante muestrario de ejemplos en los
que el ocre se utiliza en ambientes funerarios, en la mayoría de los casos como elemento espolvoreado
sobre el difunto, o bien sobre su cráneo. En el Próximo Oriente son muy conocidos los ejemplos de Çatal
Hüyük (Turquía), pero también hay cráneos decorados con ocre rojo en Jericó (Palestina), Kfar Hahoresh
(Israel) o Kösk Höyük (Turquía)19 (Rubio, 2004). En el Norte de África, en la América precolombina, en
Malta e incluso en Siberia, todos son sitios en los que también se utilizó el ocre en ambientes mortuorios
(Wreschner et al., 1980: 633).
17 En estos contextos los análisis de materiales son prácticamente inexistentes, por lo que no podemos asegurar, casi en ningún caso,
que se trate de una substancia u otra.
18 Recordemos, equivalente al Solutrense, Magdaleniense y Aziliense para las zonas franco-españolas.
19 También Nahal Hemar o Mureybet presentan cráneos decorados, pero en estos casos no se utilizan derivados de la hematites.
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Pinturas corporales
Aunque etnográficamente el uso de los óxidos de hierro como pintura corporal se encuentra ampliamente
documentado (Fiore, 2005; Claudot-Hawad, 2013), es muy complicado, en el registro arqueológico,
averiguar ya no solo el origen de tales prácticas, sino asegurar completamente su uso. Bien es cierto que,
como afirman Audouin y Plisson (1982: 54), hoy en día está aceptado en arqueología “sous la forme
d’une évidence qui n’est plus à démontrer”. A pesar del riesgo que implica el traslado de la observación
etnográfica a la arqueológica, creemos que la gran distribución geográfica de la costumbre de decorar el
cuerpo de una manera u otra20 –y con frecuencia recurriendo a los óxidos de hierro– constituye un dato
de peso para pensar que esta práctica pudo ser también común en las sociedades prehistóricas.
Los rituales que incluyen el uso de ocre y/u óxido de hierro como una parte fundamental de su liturgia
en sociedades ágrafas actuales han sido bien referidos en distintos trabajos. E. Wreschner nos habla de los
Ndembu africanos, los aborígenes o incluso casos de pueblos no cazadores-recolectores, como los judíos
yemeníes, o los Mari Baluch; relacionando a todos ellos con rituales de fertilidad (Wreschner et al., 1980:
633). C. Knight hace notar, entre los !Kung sudafricanos, el uso de ocre rojo, tanto para mujeres, en rituales
de enlaces y fertilidad, como para hombres, con sentido apotropaico (Knight, Power y Watts, 1995: 95);
algo que corrobora Wadley (Wadley, 2005: 588) y que se da con frecuencia entre multitud de pueblos
ágrafos, como los Himba namibios. Las referencias continúan en otros contextos, como el de los Tuaregs
saharianos, quienes recurren al óxido de hierro, entre otras substancias, para la decoración corporal, en
unas actitudes que parecen relacionarse con el aspecto simbólico (Claudot Haward, 2013). D. Fiore (2005)
refiere prácticas rituales entre los Selk’ nam, pueblo de cazadores-recolectores de la Tierra del Fuego, y
los Yamana, de la misma zona, que incluyen el uso de óxido de hierro, entre otros, para reflejar estados de
ánimo, emprender viajes, cacerías o luchas, matrimonios, ceremonias de pubertad masculinas y femeninas
o duelo, pero también como protección de la piel o para curar enfermos.
Muchos de los pueblos de cazadores-recolectores cuyas costumbres han podido ser registradas han dejado
testimonio de las causas de este uso, o lo que ellos entienden como tales. Ahora bien, en este punto nos gustaría
comentar que es distinto el motivo por el cual alguien justifica el uso de cualquier ítem en sentido simbólico,
y el motivo real por el que lo hace –por más que, por supuesto, quien justifique ese uso lo hará convencido de
estar diciendo la verdad–. Podríamos decir que el significado primigenio, el motivo del inicio del recurso a ese
significante se halla enmascarado por la explicación dogmática y/o estamental ofrecida con posterioridad. De
ello tenemos cientos de ejemplos en todas las religiones mundiales, siendo paradigmático, entre otros, el de la
substitución de la autoridad de la que emanan las reglas de conducta.21
Así, no queremos con esto decir que las explicaciones ofrecidas por los propios usuarios de los pigmentos
sean incorrectas. Cuando, por ejemplo, una miembro de los !Kung explica que unge a uno de sus varones
para protegerle en la caza, o a una de sus mujeres para augurarle fertilidad (Knight, Power y Watts, 1995)
está, por supuesto, diciendo la verdad. Ese es el motivo real por el que ella lo hace. Nuestra pregunta es otra:
¿De dónde surge esa motivación real? ¿Qué es lo que lleva a tantos pueblos distintos a utilizar compuestos
a base de óxido de hierro y/o hematites en tan dispares contextos? Creemos que tal difusión debe obedecer
a un beneficio concreto, más allá de una adscripción simbólica aleatoria, y creemos que ese beneficio
concreto se halla en las propiedades mismas del mineral.
20 Nosotros mismos hemos tenido la oportunidad de comprobar cómo las tribus que habitan las fronteras entre Tailandia y Myanmar
–inmersas, en todo caso, de lleno en la civilización– decoran sus mejillas con compuestos de arcilla.
21 La causa expuesta por quienes acatan esas reglas alude, en la mayoría de los casos, a autoridades divinas, cuando parece claro que
la causa real de su establecimiento no es otro que la regulación social, de acuerdo a unos u otros intereses.
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4. ¿UN ELEMENTO FUNCIONAL O SIMBÓLICO?
Como ya hemos visto, una de las cuestiones principales referente al uso del óxido de hierro en la Prehistoria
gira en torno a si este reviste un carácter funcional o simbólico. Se acepta, generalmente, que el uso de
óxidos de hierro tenga motivaciones simbólicas (Wreschner et al., 1980; Velo, 1984; Guerrero y Castany,
1991; Knight, Power y Watts, 1995; Olària, 2001; Hovers et al., 2003; Rubio, 2004; Wadley, 2005; Fiore,
2005; D’Errico, 2008; Balter, 2009; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Watts, 2009; Bar-Yosef,
Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009; Serradimigni et al., 2010), así como también se acepta que ofrece
muchas posibilidades funcionales y que, en efecto, algunas de ellas pudieron ser llevadas a la práctica en
la Prehistoria (Wreschner et al., 1980; Audouin y Plisson, 1982; Velo, 1984; Rubio, 2004; Wadley, 2005;
Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin, 2012). El debate gira, más bien, sobre la preponderancia de
unas u otras y sobre el inicio del uso simbólico de este material, en tanto que es una de las pocas evidencias
arqueológicas que podría darnos pistas sobre el desarrollo cognitivo del género Homo.
Respecto a este punto, una parte de la investigación actual se posiciona, siquiera tácitamente, en el
sentido de que el desarrollo de un lenguaje propiamente simbólico se da con el Hombre Anatómicamente
Moderno (HAM), y que este será el portador del mismo con su expansión desde la Middle Stone Age africana
(MSA), en torno a 60 000 BP (Watts, 2009: 63), ligándolo además a su evolución biológica en sentido
cognitivo (Watts, 1999). Esta argumentación puede fundamentarse en que gran parte de los elementos con
‘potestad’ simbólica recuperados y datados en fechas anteriores a 200 000 BP, época en la que aparece el
HAM, pueden ser puestos en duda (D’Errico, 2008: 169). Sin embargo, se haría difícil negar algunos datos.
Queremos mencionar, en este sentido, los comentados casos de Qafzeh o del Musteriense Final europeo.
Estos ejemplos muestran dos cosas; por un lado, que el desarrollo simbólico no está necesariamente ligado
al HAM, al registrarse ya este tipo de conductas con el H. Neanderthalensis en Europa y, por otro, que
tampoco debe asociarse automáticamente a la explosión simbólica africana y la migración de 60 000 BP,
como demuestra la cronología de Qafzeh (92 000 BP).
Lo que sí documenta el registro arqueológico es una creciente utilización del ocre y/o óxido de hierro
desde fechas tan tempranas como 300 000 BP (Wadley, 2005). A partir de ese momento, el uso de este
material tendrá, con respecto al resto de materiales colorantes, mucha preponderancia en el registro
arqueológico ligado al HAM y, antes de 200 000 BP, al H. heidelbergensis. Knight cifra, sobre el total del
material colorante recuperado, un 94% de pigmentos rojos, y un 99,5% de pigmentos a base de óxidos
de hierro (Knight, Power y Watts, 1995: 87). Los autores fundamentan en esta sobrerrepresentación la
prevalencia del aspecto simbólico sobre los motivos de orden funcional. Knight, Power y Watts arguyen
que la acción de la hematites sobre la colagenasa se reproduce de igual manera en todos los óxidos de
hierro y, por tanto, si el curtido de pieles hubiera sido su finalidad, debería encontrarse una distribución
más equitativa de las distintas clases de este mineral. Cabría, pues, remitirse de nuevo a los trabajos
experimentales de Audouin y Plisson y de Rifkin (Audouin y Plisson, 1982; Rifkin, 2011), que prueban
la mayor efectividad de la hematites. Un buen argumento que ofrecen Knight, Power y Watts para rebatir
el uso de la hematites en el curtido de pieles es que, si esta hubiera sido su finalidad principal, deberían
conocerse picos en su uso que coincidieran con los máximos glaciales, hecho que no se comprueba en
el registro arqueológico (Knight, Power y Watts, 1995: 89). En efecto, esto sería así si el curtido de
pieles hubiera sido la única posible aplicación funcional del óxido de hierro –es la única que rebaten los
autores– pero, como hemos visto, las propiedades de este material son mucho más variadas y el curtido
de pieles sería solo una parte más de su amplio repertorio de utilidades, lo que minimiza este dato, el cual
debe ser, sin embargo, tenido en cuenta.
El registro arqueológico sí prueba un gran aumento en el uso de los óxidos de hierro a partir de la
MSA2b pero, bajo nuestro punto de vista, esta información, en sí, no ofrece posibilidad de inferencia
alguna a la hora de atribuirle un sentido simbólico o funcional. Knight, Power y Watts sostienen la
inverosimilitud de la posibilidad de un repentino aumento de uso en técnicas preexistentes (Knight, Power
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y Watts, 1995: 89). Aducen que no tendría sentido que los seres humanos de la Prehistoria recurrieran súbita
y masivamente a técnicas que ya conocían –provocando la ‘explosión’ de la MSA2b–. Sin embargo, este
argumento nos parecería algo frágil, ya que podría calcarse para rebatir el uso simbólico del ocre, que los
autores defienden. Además, dada la abundancia de ejemplos de óxidos de hierro sin rastros de simbolismo
(Wadley, 2005), incluir a estos dentro del ámbito simbólico por simpatía con el resto de muestras, o como
consecuencia de datos evolutivos presupuestos, se nos antoja demasiado esencialista. Según lo expuesto,
concluiríamos que el aumento en el uso de los óxidos de hierro no podría utilizarse como argumento
para sostener posibilidades sobre su propia función o, colateralmente, justificar las causas de ese mismo
aumento. En otras palabras, el aumento del recurso al óxido de hierro no sería causa de nada porque, con la
información de que disponemos, en sí no justifica nada. Tan solo ese mismo aumento.
Valga decir, en este punto, que la mayoría de investigadores que defienden distintas finalidades prácticas
para los óxidos de hierro (Wadley, Williamson y Lombard, 2004; Wadley, 2005; Rifkin, 2011) abogan por
la complementariedad de usos, y no por su exclusión. Si aceptáramos, sin embargo, que el único motivo del
recurso a los óxidos de hierro fuera simbólico estaríamos dejando fuera de la ecuación a todos los casos en
los cuales parece haber primado su uso funcional.
Así, vemos que los primeros registros donde se confirma el uso de este material, como Twin Rivers
o GnJh-15, no muestran ningún indicativo de haber sido utilizados con fines específicamente simbólicos
(Wadley, 2005; D’Errico, 2008) –como sí lo hacen Blombos Cave (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009)
o Qafzeh (Hovers et al., 2003; Bar-Yosef, Vandermeersch y Bar-Yosef, 2009)–, a lo que sumamos la amplia
documentación existente referente a su uso práctico-simbólico entre cazadores-recolectores actuales
(Wreschner et al., 1980). Por ello, creemos que el primer uso de los óxidos de hierro es funcional; y de él
deriva, gracias a sus propiedades, el uso simbólico. En el propio reino animal hay conductas que consisten
en embadurnarse la piel con distintos fines,22 lo que debería descartar que la evolución cognitiva sea un
requisito previo. Por otro lado, al repasar las atribuciones simbólicas que el ser humano adjudica a unos
u otros seres o elementos vemos que, aunque no falten ejemplos de lo contrario –y cuya explicación nos
gustaría abordar, pero deberemos dejarla para futuros trabajos–, estas suelen ser más positivas en proporción
inversa a lo lesivos que aquellos puedan ser para con el propio ser humano. Así, nuestro razonamiento es el
de que probablemente, tanto el óxido de hierro como otras sustancias vendrían utilizándose desde mucho
tiempo atrás con fines diversos pero, dada la extensa gama de usos que han sido atribuidos a los óxidos
de hierro, estos se irían extendiendo y, sobre todo por causa de sus virtudes profilácticas y medicinales,
adquiriendo unas connotaciones positivas que, en fin, acabarían erigiéndolos como elementos simbólicos,
sin perjuicio de que su fin práctico pudiera seguir siendo desempeñado.
4.1. Algunas propuestas interpretativas
Aceptando, pues, que más allá de sus usos funcionales, el óxido de hierro tuvo implicaciones simbólicas,
nos gustaría abordar algunas de las más importantes interpretaciones en este sentido. Entendamos, en
primer lugar, que al hablar de ‘simbólico’ no nos estamos refiriendo a un sistema de creencias como tal –de
cuya aparición no podemos tener constancia prácticamente hasta el Paleolítico Superior–, sino al grado de
abstracción necesario como para crear códigos a pequeña escala, e inteligibles para una comunidad. Las
marcas de las piezas de –nuevamente– Blombos Cave (Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009) no tienen por
qué indicar un mundo de creencias desarrollado, pero las consideramos como simbólicas, en tanto que su
disposición intencional parece querer representar la abstracción de algo que puede ser cualquier cosa, desde
una historia, hasta la cuenta de una partida de caza.
22 Los elefantes, los hipopótamos o los rinocerontes, por ejemplo, embadurnan sus cuerpos en barro, con el fin de protegerse del Sol
y los insectos.
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204
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Los argumentos que asocian simbólicamente el ocre rojo a la sangre datan ya de principios del siglo XX,
y continúan hasta tiempos relativamente recientes. Ello se ve reforzado por el hecho de que es común, entre
los cazadores-recolectores actuales, el uso de óxido de hierro en rituales de fertilidad y de vida y muerte
(Wreschner et al., 1980; Guerrero y Castany, 1991). Ciertamente lo es, pero su uso es también común en
eventos u ocasiones de corte propiciatorio y/o apotropaico (Wadley, 2005), de fin de la pubertad masculina
(Fiore, 2005) o en relación con el éxito (Hovers et al., 2003). Las explicaciones registradas oralmente por
las sociedades ágrafas solo pueden valernos de modo muy relativo porque tan solo atañen al uso externo,
inmediato o superficial; es decir, responden a la construcción cosmogónica del grupo. La causa concreta por
la que es el óxido de hierro, y no otra materia, permanece subyacente.
La BCT
Buscando el motivo primero de la expansión y el significado de este material se han hecho varias propuestas.
En ello, intentar encontrar una causa fisiológica no deja de tener sentido, dado lo generalizado del proceso. Así
surge la teoría BCT (Basic Color Terms), extrapolada desde el ámbito de la lingüística. En su fórmula original
consiste en lo siguiente: partiendo de la base de los procesos neurológicos del tricromatismo, presente en todos
los primates catarrinos (Jacobs, 2002), habría varias etapas de lexicalización de las distintas gamas cromáticas
que, comenzando con los focos23 básicos blanco/negro en la primera de ellas, irían incluyendo nuevos focos
en las fases sucesivas, conforme se enriqueciera el lenguaje, de acuerdo con el esquema:
Etapa 1
Oscuro/Claro
Etapa 2
Rojo
Etapa 3
Amarillo o verde
Etapa 4
Amarillo y verde
Etapa 5
Azul
Etapa 6
Marrón
Etapa 7
Otros
Algunos investigadores han utilizado este esquema para explicar el amplio recurso a los tonos rojos en
la Prehistoria, aduciendo que la abundancia de rojos y negros correspondería con la etapa 2 (Hovers et al.,
2003: 493). Sin embargo, la teoría pierde consistencia por dos motivos principales. Por un lado, si bien es
cierto que, en el registro arqueológico de pigmentos, los negros sí están presentes en algunos ámbitos –como
el Musteriense europeo– con anterioridad a los rojos (D’Errico, 2008),24 también lo es que los blancos no lo
están, lo que deja en evidencia la supuesta concordancia del registro con las etapas uno y dos. Por otro, tras
la formulación de la teoría por Berlin y Kay en 1969 (en Watts, 2009: 66), varias investigaciones, basadas
en el estudio etnográfico de sociedades actuales cuyo estadio lingüístico se encuentre supuestamente en
la etapa 1, no han confirmado las asociaciones de tonalidades oscuras y claras (p.e. rojos saturados, o no
saturados) con los términos definidos para ello, como hubiera sido de suponer (Watts, 2009).
La FCC
Otra de las teorías que trata de explicar la omnipresencia del rojo en la Prehistoria es el modelo FCC
(Female Cosmetic Coalitions). Esta teoría se relaciona con la menstruación y el proceso de ovulación
femeninos. Siendo que aquella es el único indicador de periodos de fertilidad en las mujeres, estas recibirían
una atención especial de los varones en sus momentos fértiles, pero no en los infértiles (encintas, lactantes).
Por ello, y para demandar esa atención necesaria, dado el alto coste energético que supone la cría humana,
las mujeres utilizarían, mediante el ocre rojo, ‘señales de menstruación’ (Knight, Power y Watts, 1995) que
conseguirían captar la atención de los varones. Esto explicaría el ya mencionado recurso etnográfico al uso
23 Grupos cromáticos.
24 Nótese, sin embargo, que en África la preponderancia cromática corresponde desde el principio al rojo, como se ha visto en el
presente trabajo. Esto hubiera significado un paso directamente a la etapa 2, sin pasar por la etapa 1.
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en ceremonias de iniciación femeninas, enlaces y fertilidad (Knight, Power y Watts, 1995; Fiore, 2005), pero
deja sin explicar otros contextos simbólicos en los que se utiliza la coloración de óxido de hierro. Además,
por más que esta teoría pueda ser cierta, faltaría algo de consistencia argumental en el sentido de que la
única premisa propuesta no rebatible es la ovulación oculta. Y el paso entre esa ovulación, y la ‘extensión’
del periodo fértil mediante el ocre rojo, por más que factible, no tiene por qué guardar bases de relación
directa, ni muestra pruebas que lo sustenten, o constataciones efectivas en los paralelos etnográficos.25 Es
decir: puede ser, pero también puede no ser. El hecho de que se utilice este material en ocasiones especiales
relacionadas con la fertilidad no acabaría de ser concluyente porque, como ya hemos visto, también se
utiliza en otros tipos de situaciones y no hay modo de saber cuál ha sido el principio de ellas.
4.2. Una hipótesis
Según nuestro punto de vista, la naturaleza y propiedades de los óxidos de hierro son realmente determinantes
para establecer su papel simbólico, que vendría derivado de su funcionalidad. La propuesta que vamos a
exponer consta de tres pilares básicos: las teorías chamánicas, revividas a la luz de los trabajos de J. Clottes
y D. Lewis-Williams (2001 [1996 en su primera edición]), las propiedades para uso humano de los óxidos
de hierro y la constatación de sus relaciones mediante paralelos etnográficos y arqueológicos.
En primer lugar nos gustaría establecer, si bien de modo aún provisional, algo que ya veníamos esbozando
en el decurso del presente trabajo.26 El desarrollo de la cultura simbólica es algo tremendamente complejo,
en cuya construcción intervienen multitud de factores intrínsecos y extrínsecos. Ello lleva a que distintos
fenómenos puedan tener una base similar, pero un desarrollo distinto. Creemos que podrían establecerse
tres niveles, o fases, para cuya evolución intervienen distintos elementos (fig. 13). El primero de ellos lo
denominaríamos nivel de aprehensión, y se relaciona directamente con las propiedades de los agentes –sean
biológicos, o no– que entran en contacto, creando un primer marco de interacción elemental y universal
que establece patrones básicos, de definición fija (p.e. capacidades físicas y cognitivas del ser humano;
propiedades benéficas, o perjudiciales, de elementos naturales, etc.). La segunda fase consistiría en una
regionalización. En este caso comienzan las aplicaciones particulares de esa substancia (o condiciones)
adaptadas a un marco determinado, de la mano de las cuales tiene lugar la primera lexicalización de su
posible significado, el cual se modifica según las necesidades de la comunidad que lo crea. Por último
tendríamos la fase de desarrollo en la que, tras la verbalización de las primeras materias, los significados
derivados de dicha lexicalización comienzan a integrarse, configurando distintas cosmogonías, en las
cuales se establecen jerarquías entre ellos. La mayoría de explicaciones directas que hemos recibido del
registro etnográfico se centra, como puede deducirse, en la segunda y tercera fases (Wreschner et al., 1980;
Knight, Power y Watts, 1995; Fiore, 2005; Wadley, 2005; Claudot-Hawad, 2013). En cambio, las causas
de la extensión de la distribución del óxido de hierro deben buscarse en la primera fase; no tanto porque
el fenómeno sea universal en el sentido de que se produzca de modo poligénico, sino porque los motivos
iniciales de su aparición parecen fundamentarse sobre las bases que sustentan a dicha fase.27
25 Las pruebas etnográficas ofrecidas son del hecho consumado –hay rituales con fines reproductivos–, pero no de la relación
entre el hecho –el ritual– y su causa –la ovulación oculta/menstruación/reproducción–. Si tuviéramos que asociar hecho y causa
basándonos únicamente en la expresión ritual extrasomática, incurriríamos, como se ha dicho más arriba, en el error de atribuir
respuestas superficiales a preguntas de raíz mucho más profunda, además de aumentar la casuística hasta el punto de invalidar la
propia teoría expuesta.
26 Se hará de modo muy sucinto aquí, condicionando un mayor desarrollo del concepto a futuros trabajos.
27 Tanto en las teorías explicadas (BCT, FCC) como en la que nosotros expondremos, los motivos básicos se relacionan con
universales, sean estos de carácter exclusivamente fisiológico (BCT), o bien aunando componentes conductuales (FCC). Lo que
las invalida son las causas expuestas, como el registro arqueológico para la BCT; o para la FCC, la búsqueda de la explicación de
la primera fase en la segunda, generando el proceso, ya explicado en el presente trabajo, de la introducción de un significante que
distorsiona el acceso al significado real.
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FAse 1
APrehensión
FAse 2
reGionALizAción
FAse 3
desArroLLo
ProPiedAdes eLeMentALes Y deFinición interrreLAcionAL
AdAPtAción de siGniFicAdos A LA reALidAd deL GruPo
inteGrAción en LA cosMoGoníA deL GruPo
Fig. 13. Fases de
desarrollo simbólico.
Nos interesa, en el marco de nuestra exposición, la teoría de J. Clottes y D. Lewis-Williams. Siguiendo,
entre otras, las investigaciones de Horowitz (1975) y Siegel (1977), los autores establecen patrones de
conducta universales que se desarrollan durante el estado alterado de conciencia,28 o de trance, y en los cuales
los sujetos que formaron parte del estudio describen experiencias que guardan una analogía prácticamente
total con las sensaciones que se narran, etnográficamente, acerca de los actos chamánicos (Clottes y LewisWilliams, 2001). Todo ello es relacionado con las representaciones del arte rupestre –sobre todo refiriéndose
al Paleolítico Superior europeo y al San sudafricano–. Estas representaciones guardan, en efecto, semejanza
con el imaginario al que se accede mediante ese estado alterado de conciencia. Posteriormente, LewisWilliams lo llevará más lejos al introducir este sistema de creencias también en las sociedades neolíticas y
premetalúrgicas (Lewis-Williams y Pearce, 2010).
En segundo lugar queremos hacer referencia a las propiedades de los óxidos de hierro con respecto
a su relación con el ser humano. Ya hemos explicado más arriba el mecanismo de esas relaciones, y no
vamos a repetirlo aquí. De ellas nos interesan particularmente dos, las atribuciones medicinales que
se les asignan a los óxidos de hierro (Velo, 1984) y su capacidad para preservar el colágeno (Audouin
y Plisson, 1982; Rifkin, 2011). Creemos que, integradas en un cierto contexto ideológico, estas dos
propiedades son capitales para explicar el porqué de la distribución de los óxidos de hierro como
pigmento en la Prehistoria.
De todo ello, y si sumamos la ubicuidad de este mineral en contextos prehistóricos, ya mencionada,
nuestra observación sería la siguiente. Fuera cual fuera el primer motivo por el que se aplicara el óxido de
hierro, este ofrece ciertos beneficios a muy corto plazo –protección contra insectos (Audouin y Plisson,
1982; Henshilwood, D’Errico y Watts, 2009; Rifkin, 2011; Roebroeks et al., 2012)– que ya son suficientes
como para perseverar en su uso. A partir de la progresiva extensión de la cotidianidad del mismo podría
observarse, a medio plazo, otra serie de ventajas que se traduce de su utilización, lo que alentaría, además,
a probar tan eficiente substancia en todo tipo de contextos.29 A partir de aquí, el elemento que más nos
interesa es el de las virtudes medicinales de los óxidos de hierro, ya mencionadas. A raíz de ellas, no es
descabellado pensar que, en un último intento por salvar, o prolongar, la vida de los difuntos, estos fueran
28 Describen varios modos de acceso a este estado, desde rituales comunitarios, hasta la creación de ambientes de sugestión o la
ingesta de plantas alucinógenas.
29 Nótese que solo nos interesan aquí las ventajas a corto y medio plazo; es decir, aquellas constatables por métodos simples
de ensayo-error.
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espolvoreados con óxido de hierro, como también sugiere Velo (1984). En este punto, el resultado debió
de ser impactante al comprobar que, en efecto, mediante sus propiedades de conservación del colágeno, el
óxido de hierro ralentiza, de hecho, la putrefacción de los cadáveres, lo que sin duda pudo ser interpretado
como una consecución del objetivo, al prolongar la apariencia vital del difunto.
Querríamos hacer un pequeño inciso aquí para aclarar un punto importante para el marco general que
estamos exponiendo. Debe entenderse que, aunque visto como algo distinto, el plano cosmológico no se
percibe entre estas sociedades como algo inaccesible, mucho menos inexistente; es más, la dimensión
cosmológica es una parte más del mundo, con la cual se puede, y se debe, interactuar. Los sueños y la
muerte son un lugar real y veraz, pero al cual solo algunos pueden acceder (Clottes y Lewis-Williams, 2001;
Lewis-Williams y Pearce, 2010).
De todo lo expuesto se deduciría, pues, una asociación: si el óxido de hierro es capaz de curar, y de
prolongar el aspecto vital del difunto –alguien que, en todo caso, ya había pasado al plano cosmológico–
es lógico utilizarlo al buscar atraer elementos de ese otro orden cosmológico. Es decir, la percepción sería
la de que el óxido de hierro es susceptible de ser utilizado como elemento vehicular para retener en el
plano terrestre a individuos que ya han iniciado su viaje hacia el plano cosmológico, de lo que se deduce
que podría, asimismo, tener el poder invocativo de acercar hacia este plano a aquellos que ya habitan
aquel; sean antepasados, tótems o cualquier tipo de figura que se halle en el mundo simbólico. Nada de
esto hubiera tenido sentido por sí mismo, pero debemos observar que, en un estado catártico como el
descrito para los colectivos, y para los momentos de pathos en los que determinados individuos alcanzan
la conexión con el plano cosmológico, todo aquello que querían ver –que su subconsciente quisiera
ver– sería visto, lo cual no haría más que reforzar la idoneidad del material utilizado, en una especie de
condicionamiento, al refrendar su efectividad.
5. CONCLUSIONES
A pesar de los últimos avances en relación al estudio y caracterización de pigmentos, todavía quedan
muchas cuestiones abiertas. En este sentido, este trabajo, en el que se aborda la función y usos sociales y
simbólicos del ocre a partir de un estudio exhaustivo de la literatura especializada, introduce algunas ideas
a tener en cuenta.
Por un lado, es necesaria la perseverancia en la caracterización de pigmentos, ya que, cuanto mayor
y más precisa sea la muestra de que disponemos, mejor podremos comprender su significado y contexto.
Por otro lado, el debate abierto sobre el carácter funcional o simbólico de los óxidos de hierro nos
parecería, en cierto modo, algo artificioso, por el sentido excluyente con el que en ocasiones se plantea.
No creemos que deban descartarse las atribuciones funcionales de este mineral, así como tampoco podría
desligarse su aparición de contextos indudablemente simbólicos. Por tanto, nos parece que la opción más
plausible es la de un uso que combine–relacionándolos, o no–, aspectos funcionales y simbólicos. Habría
que descender al detalle, en todo caso, para casos con manifestaciones ambivalentes, algo sumamente
complejo en arqueología.
Es innegable la amplísima distribución del uso de los óxidos de hierro, así como la diversidad de sus
fines. El que ello se produzca en sociedades sin nexos aparentes nos obliga a pensar que hay algo de
universal en el hecho.
En conclusión, nuestra proposición es que, de acuerdo con todo el proceso descrito anteriormente, los
óxidos de hierro eran –por sus características, y de acuerdo con los procesos reflejados– utilizados como un
material vehicular. Asimismo, justificaríamos este significado por la recodificación, en clave ideológica, de
los efectos observados de sus propiedades para el uso humano.
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NOTA
Este trabajo es una síntesis del Trabajo de Fin de Máster, perteneciente al Máster Universitario en Métodos y Técnicas
Avanzados de Investigación Histórica, Artística y Geográfica, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, del
año 2015, bajo la dirección del Dr. Martí Mas Cornellà, cuyas indicaciones y conversación agradezco profundamente.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 213-239
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Raimon GRAELLS I FABREGAT a, Alberto J. LORRIO b, Miguel F. PÉREZ BLASCO c,
M.ª Dolores SÁNCHEZ DE PRADO b y Pablo CAMACHO RODRÍGUEZ b
A propósito de una fíbula anular hispánica
con nudo hercúleo y otros hallazgos
de La Monravana (Llíria, Valencia)
A Mme. Odette Taffanel
Mailhac, 1915-2012
RESUMEN: En el marco de la entrega al Museo de Prehistoria de Valencia de una fíbula anular hispánica
decorada en su puente con un motivo de nudo hercúleo, recuperada en el poblado ibérico de La Monravana,
se presenta una revisión del modelo que se fecha hacia el siglo IV a.C. con una distribución geográfica en las
tierras del interior de la provincia de Valencia y el sur de Cuenca. Junto a la fíbula se conservaba un conjunto
de fotografías que reproducen un variado repertorio cerámico supuestamente de la misma procedencia. Su
estudio permite realizar una aproximación a las producciones de este tipo de materiales en el área edetana
hacia finales del siglo III o inicios del II a.C.
PALABRAS CLAVE: fíbula anular hispánica, nudo hercúleo, La Monravana, Edetania.
About an Hispanic annular fibulae with ‘Hercules knot’ and other findings
from La Monravana (Llíria, Valencia)
ABSTRACT: In the context of the cession to the Prehistory Museum of Valencia of a Hispanic annular
fibulae decorated on the bridge with a Herculean knot, from the iberian settlement of La Monravana,
a review of these model is made. It is dated toward the fourth century BC and presents a geographical
distribution in the inland of the province of Valencia and southern Cuenca. Together with the fibulae a set
of photographs that reproduce a varied repertoire ceramic supposedly from the same source was kept. Their
study allows an approach to the production of such materials in the edetanian territory towards the end of
the third century or early second century BC.
KEYWORDS: Hispanic annular fibulae, ‘Hercules knot’, La Monravana, Edetania.
a
b
c
Römisch-Germanisches Zentralmuseum (RGZM), Mainz.
graells@rgzm.de
Universidad de Alicante.
alberto.lorrio@ua.es | loli.sanchez@ua.es | pablo.camacho@ua.es
Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE).
mperezblasco@ayto-elche.es
Recibido: 23/03/2015. Aceptado: 07/07/2015.
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
1. INTRODUCCIÓN
J’étais entrée en relation avec la Tia Loretta par l’intermédiaire de gens de Casinos venus vendanger à
Mailhac. Elle m’avait envoyé des tessons que je garde au Dépôt de Fouilles pour les comparaisons, une
fibule ronde en bronze que je vous envoie et des photos de sa collection. Con este breve texto Mme. Odette
Taffanel confió a uno de nosotros (R.G.) una fíbula anular hispánica y unas fotos con el compromiso de
entregarlo al Museo de Prehistoria de Valencia. Esto ocurrió en 2011, quedando dicha entrega pospuesta
hasta el verano de 2014, momento en el que surgió la idea de una colaboración entre los aquí firmantes
para rendir merecido homenaje a la influyente investigadora francesa fallecida en 2012, aunando a nuestra
admiración el interés de lo confiado. Y esto es así, porque la pieza, cuya identificación tipológica no ofrece
mayores complicaciones dentro de la familia de las fíbulas anulares hispánicas (Cuadrado, 1957), responde
a un modelo con escasos hallazgos hasta la fecha, cuya dispersión geográfica y cronología homogénea
permite definir un grupo morfológico de personalidad propia.1
Además de la fíbula, que responde a un tipo bien individualizado (fig. 1.1), Mme. Taffanel conservaba
un conjunto de fotografías, cinco en total, en las que aparece un conjunto de cerámicas en su mayoría
completas (figs. 4a, 5, 6a y 7a), lo que permite su estudio, a pesar de que se desconozcan las condiciones y
contexto del hallazgo. Las noticias recopiladas por la investigadora francesa señalaban el origen de la fíbula
y de las cerámicas en La Monravana (Llíria, Valencia), un interesante poblado ibérico fortificado localizado
en la comarca valenciana del Camp de Turia, próximo a la localidad de Casinos. La homogeneidad que
ofrecen las cerámicas parece confirmar su procedencia conjunta, con bastante probabilidad la señalada por
Taffanel, como confirmarían algunas piezas cerámicas similares, por su forma y conservación, recuperadas
en el yacimiento, como algunos caliciformes y una tobera (Fletcher, 1947: figs. 11 y 13, A-C; Aparicio
et al., 1984: fig. 8), o en sus alrededores, como dos tinajillas que hacían las veces de urnas cinerarias
posiblemente de un área funeraria (Fletcher, 1940: 132; id., 1947: fig. 17; id., 1973: 191; id., 1954b: 19;
Gil-Mascarell, 1973: 36). Actualmente se plantea que la cronología del poblado abarcaría desde el siglo V
hasta mediados de II a.C.2 (Bonet et al., 2007: 259).
La Monravana era conocida desde 1932 por las exploraciones del SIP y “se sabía de su extraordinaria riqueza,
parangonable quizá a la del conocido ‘Cerro de San Miguel’ de Liria” (Pla Ballester, 1961: 219), lo que llevó a ser
objeto de varias campañas de excavación desde finales de los años 50, trabajos que en general han permanecido
inéditos, a excepción de algunas breves notas o apuntes (Fletcher, 1940; id., 1947: 78-85, figs. 11-15 y 17; id.,
1954b: 19; id.,1973: 191; id., 1985: 17; Aparicio et al., 1979: 231-232; Aparicio et al., 1983: 289-302; Aparicio
et al., 1984: 317-325; Moret, 1996: 464, fig. 73; Pérez Jordá, 2000: 60, fig. 12). El poblado ha sufrido durante este
tiempo diversas actuaciones incontroladas (Aparicio et al., 1979: 231; Aparicio et al., 1983: 292 y 300), origen
posiblemente de la colección que presentamos, cuyo paradero en el caso de las cerámicas nos es desconocido,
estando la fíbula actualmente conservada en el Museo de Prehistoria de Valencia.3
2. FÍBULAS ANULARES CON NUDO HERCÚLEO
La fíbula anular hispánica es posiblemente el tipo de ornamento personal más representado en el área
ibérica entre los siglos VI y III a.C., aunque perduraría algo más en la Meseta, siendo progresivamente
sustituidas por modelos latenienses y posteriormente por tipos romanos (Cuadrado, 1957).
1
2
3
Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto del Ministerio de Economía y Competitividad HAR2013-41447-P “El
Bronce Final y la Edad del Hierro en el Sureste y el Levante de la Península Ibérica: procesos hacia la urbanización”.
Aunque otros estudios han llevado sus inicios al IV a.C. (Uroz Sáez, 1983: 59; Maestro, 1989: 89; Quesada, 1997: 734; Aparicio
et al., 2005: 90-91; Fuentes Albero y Mata, 2009: 79-80) y su final al s. I a.C. (Uroz Sáez, 1983: 59; Maestro, 1989: 88-89; Moret,
1996: 464; Quesada, 1997: 734).
La procedencia de estos materiales será valorada más abajo.
APL XXXI, 2016
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A propósito de unA fíbulA AnulAr hispánicA con nudo hercúleo y otros hAllAzgos de lA MonrAvAnA
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Se trata de una fíbula caracterizada por un puente montado sobre un anillo en el mismo plano que la
aguja, conociéndose una amplia diversidad de tipos y variantes, definidos hace más de medio siglo por
E. Cuadrado (1957), a quien se debe la propuesta de clasificación más completa. Incluye desde piezas
de fabricación mecánica hasta las realizadas a molde, aunque nunca de forma completa. De esta forma,
los puentes pueden haber sido producidos de manera independiente al anillo o fundidos en una misma
pieza conjuntamente. Las agujas, en cambio, siempre son piezas independientes del anillo, fijadas mediante
diversos sistemas, aunque el tipo de resorte se relacione con la forma de la cabecera del puente, estando
predefinidos antes del proceso de fabricación. A ello cabe sumar la decoración de los puentes y anillos, a
veces realizada por incisión, lo que puede responder a múltiples variables, pero otras programadas en el
molde, que expresan producciones muy concentradas en el espacio y en el tiempo.
Este es el caso de las fíbulas anulares con nudo hercúleo, un tipo del que Cuadrado sólo identificó dos
ejemplares (Cuadrado, 1957: 14, 16 ss., figs. 16 y 19), uno, realizado en bronce, en el poblado ibérico de
La Bastida (Mogente, Valencia) (Fletcher et al., 1965: 204) y otro, de plata, en la necrópolis celtibérica de
La Mercadera (Soria) (Taracena, 1932: lám. VIII), lo que le permitió definir otras tantas variantes, de nudo
“sencillo” (6a), en el primer caso, y “con adornos” (6b), en el segundo, al incorporar “dos cabecitas humanas”.
A ellos se añade un ejemplar atribuido a La Serreta de Alcoy (Alicante) (Storch de Gracia, 1989: 321),4 y ahora
la fíbula de La Monravana perteneciente a la antigua colección Taffanel, además de algunas piezas inéditas
procedentes del poblado de La Atalaya (Chelva, Valencia), de la “zona de Utiel” 5 (Valencia), de una posible
necrópolis localizada en Olmedilla de Alarcón (Cuenca),6 y un fragmento correspondiente a la zona del puente
procedente del yacimiento de Villas Viejas (Huete, Cuenca), o su entorno inmediato, lo que permite concretar
la distribución geográfica del modelo en la zona situada entre el interior de Valencia y el sur de Cuenca.
A. Catálogo
1. La Monravana (Llíria, Valencia), ex colección Odette Taffanel, SIP-Valencia N. Inv. 30687 (fig. 1.1)
Fíbula anular hispánica fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y pasador
del resorte, no conservado. A partir de la forma del puente se clasifica como de tipo 6a de Cuadrado
(1957), o de nudo hercúleo sencillo, con las aristas levemente suavizadas y sección múltiple,
cuadrangular en la parte de la cabecera, moldurada en su parte central debido a la decoración de
nudo hercúleo, y circular en la parte cercana a la mortaja. El anillo, algo deformado, presenta sección
romboidal y grosor uniforme, aunque ligeramente engrosado en cabecera y pie, con forma ligeramente
elíptica a causa de su morfología característica, al incluir el pie y el arranque del puente como parte
de una misma pieza. El resorte es de charnela de tope osculador, por lo que la aguja se encuentra
perforada en su cabecera, lo que permite su fijación al extremo del puente mediante un pasador,
también perforado. La aguja, independiente, ofrece sección circular en su extremo y progresivamente
toma forma rectangular para configurar una placa perforada (2 mm) con la que se fija al resto de la
fíbula, mediante un pasador o perno, no conservado.
4
5
6
La noticia la aporta J. Storch de Gracia (1989, 321) y ha sido recogida en trabajos posteriores (Delibes et al., 1993: 425). El autor
menciona la pieza sin ofrecer ninguna referencia sobre las condiciones del hallazgo o su localización. Lamentablemente, las
pesquisas realizadas en el Museu Arqueològic Municipal d’Alcoi ‘Camil Visedo Moltó’ no han dado fruto alguno (agradecemos
a su director, D. José María Segura, y al Dr. Ignacio Grau, la información al respecto), pudiendo proceder, por tanto, de una
colección particular, sin que el origen propuesto pueda considerarse seguro.
Agradecemos al Dr. Vives-Ferrándiz la información sobre esta fíbula, así como el habernos proporcionado documentación
fotográfica de la pieza.
Queremos agradecer D. Alejandro Martínez y a su familia por la información sobre los hallazgos en la actualidad depositados en
el Museo Municipal “Casa Alamanzón” de Utiel. Igualmente, a D.ª Concepción Rodríguez, directora del Museo de Cuenca en el
momento que realizamos el estudio, el acceso a las colecciones que albergaban la pieza, agradecimiento que hacemos extensivo
a su actual directora, D.ª Magdalena Barril, y a D. Juan Manuel Millán, técnico de la citada institución.
APL XXXI, 2016
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
Fig. 1. Fíbulas anulares hispánicas con nudo hercúleo de bronce: 1, La Monravana; 2, La Bastida de les Alcusses; 3,
zona de Utiel; 4-5, La Atalaya (1, dibujo M. Weber; 2, según Fletcher et al., 1965: 205, nº 31; 3, fotografía J. VivesFerrándiz; 4-5, dibujos M.ª D. Sánchez de Prado).
APL XXXI, 2016
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A propósito de unA fíbulA AnulAr hispánicA con nudo hercúleo y otros hAllAzgos de lA MonrAvAnA
217
Dimensiones: Puente: Longitud, 30 mm; Anchura, 9 mm; Altura, 15 mm. Lóbulo mayor del nudo, 7,9
mm x 4,6 mm; Lóbulos menores del nudo, 9,2 mm x 5,7 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja, 37,1
mm; Diámetro en el eje transversal, 36,1 mm; Diámetro interno, 29 mm; Grosor, 3 mm. Aguja: Longitud,
30,2 mm; Grosor, 3/1 mm.
2. Bastida de les Alcusses (Moixent, Valencia), SIP-Valencia N. Inv. 1516 (fig. 1.2)
Fíbula anular hispánica de bronce, construida en tres piezas: puente-anillo fundido, al que se añade la aguja
y el pasador del resorte, elementos éstos no conservados ya en origen, como confirma la documentación
fotográfica publicada (Cuadrado, 1957, fig. 16,6; Fletcher et al., 1965: 205, nº 31; Storch de Gracia, 1989:
321, fig. V-66). Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple,
cuadrangular en la parte de la cabecera y moldurada en su parte central debido a la decoración, con la
zona del pie engrosada y con una ancha mortaja, mientras la cabecera ofrece la característica abertura para
el resorte, perforada en sus dos ramales para acoger el pasador que permitiría fijar la aguja. El anillo es
circular y posee aparentemente sección romboidal y grosor uniforme. Aguja independiente con resorte de
charnela de tope osculador, no conservado. No se ha estudiado directamente.
Dimensiones: Puente: Longitud, 31 mm; Anchura, 9 mm; Altura, 18 mm; Lóbulo mayor del nudo, 8,5
mm x 3,6 mm; Lóbulos menores del nudo, 8,1 mm x 4,2 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja, 38,7
mm; Diámetro en el eje transversal, 37,1 mm Diámetro interno, 29,1 mm; Grosor, 4 mm.
3. Sin procedencia, posiblemente “zona de Utiel” (Valencia), SIP-Valencia N. Inv. 7913. (fig. 1.3)
Fíbula anular hispánica fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y pasador del
resorte. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple, cuadrangular
en la parte de la cabecera y el pie, moldurado en su parte central debido a la decoración. Presenta la zona
del pie engrosada y una ancha mortaja. En la cabecera presenta la característica abertura para acoger el
resorte, perforada para albergar el pasador que permitiría fijar la aguja, todavía in situ. El anillo es circular,
con sección romboidal de grosor variable. Aguja independiente con resorte de charnela de tope osculador.
Dimensiones aproximadas: Puente: Longitud, 30 mm; Anchura, mm; Altura, 17 mm. Anillo: Diámetro
en el eje de la aguja, 38 mm; Diámetro en el eje transversal, 38 mm; Diámetro interno, 31 mm; Grosor, 4
mm. Aguja: Longitud, 29 mm; Grosor, 2 mm.
4. La Atalaya (Chelva, Valencia), colección particular (fig. 1.4)
Fíbula anular hispánica, completa, fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y pasador
del resorte. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple, cuadrangular
en la parte de la cabecera y el pie, moldurado en su parte central debido a la decoración, con la zona del pie
engrosada y con una estrecha mortaja, presentando la cabecera la característica abertura para acoger el resorte,
perforada en sus dos ramales para albergar el pasador que permitiría fijar la aguja. El anillo presenta sección
triangular y espesor uniforme, aunque ligeramente engrosado en cabecera y pie, con forma ligeramente elíptica
a causa de su morfología característica, al incluir el pie y el arranque del puente como parte de una misma pieza.
El resorte es de charnela de tope osculador, por lo que la aguja se encuentra perforada en su cabecera, lo que
permite su fijación mediante un pasador que la une con el extremo del puente. Aguja independiente, de sección
circular en su extremo, que progresivamente toma forma rectangular para configurar una placa perforada (2
mm) con la que se fija al resto de la fíbula, mediante un perno, conservado.
Dimensiones: Puente: Longitud, 37 mm, Anchura; 14 mm; Altura, 21 mm; Lóbulo mayor del nudo,
9,9 mm x 4,9 mm; Lóbulos menores del nudo, 10 mm x 3,9 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja,
49,9 mm; Diámetro en el eje transversal, 47,1 mm; Diámetro interno, 38,4 mm; Grosor, 4,5 mm. Aguja:
Longitud, 41,7 mm; Grosor, 1,7 mm.
APL XXXI, 2016
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R. GRaells, a. J. loRRio, M. F. PéRez Blasco, M.ª D. sánchez De PRaDo y P. caMacho
5. La Atalaya (Chelva, Valencia), colección particular (fig. 1.5)
Fíbula anular hispánica, completa, fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo, aguja y
pasador del resorte. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo sencillo. Puente de sección múltiple,
cuadrangular en la parte de la cabecera y el pie y moldurada en su parte central debido a la decoración,
con la zona del pie engrosada y con una ancha mortaja, presentando la cabecera la característica abertura
para acoger el resorte, perforada en sus dos ramales para albergar el pasador que permitiría fijar la aguja.
El anillo presenta sección romboidal y grosor uniforme. El resorte es de charnela de tope osculador, por lo
que la aguja se encuentra perforada en su cabecera, lo que permite su fijación mediante un pasador que la
une al puente. Aguja independiente, de hierro y fracturada en la punta, de sección circular en su extremo.
Dimensiones: Puente: Longitud, 27 mm, Anchura; 8,3 mm; Altura, 16 mm; Lóbulo mayor del nudo, 7
mm x 4,8 mm; Lóbulos menores del nudo, 6,7 mm x 4 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja, 36 mm;
Diámetro en el eje transversal, 36 mm; Diámetro Interno, 29,7 mm; Grosor: 3,3 mm. Aguja: Longitud, 20
mm; Grosor, 3 mm.
6. Olmedilla de Alarcón (Cuenca), Museo Municipal “Casa Alamanzón” de Utiel (fig. 2.1)
Fíbula anular hispánica, fabricada en bronce y construida en tres piezas. Conserva el puente y la mitad del
anillo, así como el pasador del resorte todavía in situ. Tipo 6a de Cuadrado (1957), o de nudo hercúleo
sencillo. Puente de sección múltiple, cuadrangular en la parte de la cabecera y el pie, moldurada en su
parte central debido a la decoración, y con la zona del pie engrosada, con una ancha mortaja cuadrada,
presentando la cabecera la característica abertura para acoger el resorte, perforada en sus dos ramales para
albergar el pasador que permitiría fijar la aguja. El anillo, presenta sección romboidal y grosor uniforme.
Aguja independiente con resorte de charnela de tope osculador, no conservado, aunque sí el pasador que
permitiría su fijación al puente.
Dimensiones: Puente: Longitud, 27 mm, Anchura; 9 mm; Altura, 16 mm; Lóbulo mayor del nudo, 8
mm x 5 mm; Lóbulos menores del nudo, 6 mm x 4 mm. Anillo: Diámetro Interno, 26 mm; Grosor: 3,5 mm.
7. Zona de Villas Viejas (Huete, Cuenca), Museo de Cuenca (fig. 2.2)
Fragmento de la zona central del puente de una fíbula anular hispánica, con el característico nudo hercúleo,
asimilable por tanto al Tipo 6a de Cuadrado (1957).
8. La Serreta (Alcoy, Alicante)
Fíbula anular hispánica, fabricada en bronce y construida en tres piezas: puente-anillo fundido, al que se
añadiría la aguja independiente con resorte de charnela de tope osculador y el pasador del resorte, elementos
no conservados. La calidad de la documentación gráfica no permite realizar apreciaciones tipológicas, ni
estimar las dimensiones de la pieza al carecer de escala gráfica (Storch de Gracia, 1989: 321, fig. V-66).
9. La Mercadera (Soria) (fig. 2.3)
Fíbula anular hispánica, elaborada en plata, completa a excepción de la aguja y un fragmento del anillo,
construida en tres piezas: puente, anillo y aguja-resorte. Corresponde al tipo 6 de Cuadrado (1957), o de
nudo hercúleo, con la particularidad de que presenta dos máscaras en los tramos ascendente y descendente
del puente, lo que permitió incluirla en la variante 6b. El anillo posee sección circular y grosor uniforme,
aunque se encuentra deformado. El resorte, hoy perdido, era de muelle (Taracena, 1932: lam. VIII;
Cuadrado, 1957: 35; Argente, 1994: 276, fig. 45, 389). No se ha estudiado directamente.
Dimensiones: Puente: Longitud, 47,6 mm, Anchura; 12,7 mm; Altura no determinada; Lóbulo mayor
del nudo, 12 mm x 4 mm; Lóbulos menores del nudo, 18 mm x 5 mm. Anillo: Diámetro en el eje de la aguja,
53 mm; Diámetro interno, 39 mm; Grosor: 4,5 mm.
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Fig. 2. Fíbulas anulares hispánicas con nudo hercúleo de bronce: 1, Olmedilla de Alarcón; 2, zona de Villas Viejas (?).
3, Fíbula anular de nudo hercúleo realizada en plata de La Mercadera (1, dibujo M.ª D. Sánchez de Prado; 2, fotografía
A. Lorrio, sin escala; 3, según Taracena, 1932: lám. VIII, redibujado).
B. Estudio, procedencia y cronología
El conjunto reunido responde a un modelo de gran personalidad, lo que llevó a Cuadrado (1957: 14) en su
estudio clásico sobre las fíbulas anulares hispánicas a considerarlo como un tipo bien definido, a pesar de
que sólo se conocían por entonces dos ejemplares, cuyas diferencias le permitieron incluso individualizarlos
como otras tantas variantes. El interés del conjunto es indudable, lo que evidencia su homogeneidad tanto
formal, sobre todo por lo que respecta al modelo más simple (6a), realizado en bronce, como cronológica. En
la misma dirección apunta la distribución geográfica de la variante 6a, cuyo número se ha incrementado con
nuevos hallazgos, que añaden, al ejemplar de La Bastida de les Alcusses, otro recuperado probablemente en La
Monravana, dos más en La Atalaya, en las tierras del interior valenciano, una en Olmedilla de Alarcón y otra
más posiblemente en la zona del Alto Cigüela, en los rebordes meridionales de la provincia de Cuenca, además
de los ejemplares no localizados de la zona de Utiel, en Valencia y la Serreta de Alcoy, en Alicante.
Los ejemplares de la variante 6a que han podido ser estudiados son muy similares entre sí, ya que, además
de las características formales del puente, con el nudo hercúleo, están elaboradas en tres piezas, es decir,
con el puente y el anillo formando un único elemento, fundidos juntos en el molde, mientras que la aguja y
el pasador son elaborados por separado y unidos posteriormente. Comparten también el mismo sistema de
resorte, de charnela de tope osculador, con agujas de bronce (Cat. 1, 3 y 4) o hierro (Cat. 5). En este sistema,
definido por Cuadrado (1957: 11), la aguja, de cabeza trapezoidal aplanada, se inserta en la oquedad resultante
de la división de la cabecera del puente en dos, donde se articula por medio de un pasador. También son muy
semejantes en cuanto al tamaño, con tan sólo 15 mm entre la de mayor longitud (Cat. 4) y la menor de las
fíbulas estudiadas (Cat. 6). Igualmente homogénea es la sección del anillo, romboidal, a excepción de la nº
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4, triangular. No obstante, se aprecian leves diferencias entre ellas, resultado de su fabricación artesanal. Por
un lado, en la forma y disposición del nudo hercúleo, en general con la doble lazada en la parte superior del
puente, salvo el ejemplar de La Bastida que lo presenta algo desplazado hacia delante, observándose nudos
redondeados y más gruesos (Cat. 1, 3, 5, 6 y 7) o alargados (Cat. 2 y 4), lo que se relaciona igualmente con
la presencia de aristas más marcadas (Cat. 4). Otro detalle es la muesca semejando los cabos del lazo anterior
presentes en todas las piezas excepto en la de La Bastida. También se observan diferencias en la zona del
pie, reforzado en todos los ejemplares al imitar la forma característica de los modelos perforados, aunque en
algunos casos su integración con el anillo sea completa (Cat. 1, 2, 3 y 4).
Una variante del modelo, 6b, se documenta en la necrópolis soriana de La Mercadera (Cat. 9). Está
elaborada en plata y presente el puente individualizado del anillo y resorte de muelle (Cuadrado, 1957: 35),
muy diferente por tanto de las restantes de la variante 6a, realizadas en bronce, con puente y anillo a molde
de una sola pieza y resorte de charnela de tope osculador. A ello se añade el carácter individualizado de los
cabos que forman el nudo y la presencia de dos máscaras humanas en los tramos ascendente y descendente
del puente, ausentes en el resto de ejemplares, de claro influjo lateniense (Lenerz-de Wilde, 1991: 39 ss.,
Abb. 27 y 29; Delibes et al. 1993: 426).7
El elemento distintivo de estas fíbulas es, en cualquier caso, la decoración de la parte central del puente
en forma de falso nudo del mismo, confiriendo a la pieza gran plasticidad en un intento de trampantojo
(trompe l’oeil). Se trata del llamado ‛nudo hercúleo’, presente en objetos de diversa índole, generalmente
joyas elaboradas en distintos tipos de metal (oro, plata o bronce), por lo común relacionados con el género
femenino, como podrían ser brazaletes, colgantes-amuleto, diademas, cinturones, anillos, fíbulas, broches
o espejos (López de la Orden y Pérez, 1985: 84), una vinculación que no debe descartarse para el caso
que analizamos.8 Su origen se sitúa en Oriente y es muy común en el mundo greco-helenístico a partir
del siglo IV a.C., de donde pasaría a la Península Ibérica, donde encontramos el motivo en cronologías
y contextos dispares (De la Bandera, 1984: 371; López de la Orden y Pérez, 1985: 84; Almagro Gorbea,
1986: 33, 59 y 86; San Nicolás, 1986: 71 s.; Nicolini, 1990: 468-470; Delibes et al., 1993: 424 ss.; etc.).
Entre los hallazgos más destacados cabe citar diversos tipos de joyas recuperadas en tesoros o como ajuares
funerarios de personajes relevantes,9 con notables ejemplos tanto en el ámbito feno-púnico, como en el
ibérico e hispano-céltico peninsular. Este es el caso de los dos colgantes-amuleto o cierres de cadena áureos
de Cádiz (Perea, 1985: 299 s., 312, lám. 9a; López de la Orden y Pérez, 1985; Almagro Gorbea, 1986: 59,
lam. V; Nicolini, 1990: 468 s., Pl. 152), idénticos a uno recuperado en Ibiza (San Nicolás, 1986: 63, 71s.,
fig. 3) o Galera (Almagro Gorbea, 1986: 86, lám. XIV; Nicolini, 1990: 469 s., Pl. 153,a),10 conjunto para el
que se ha propuesto una cronología de la primera mitad del siglo IV a.C. (San Nicolás, 1986: 72), aunque
M. J. Almagro Gorbea (1986: 59) plantea una fecha entre los siglos IV-III y G. Nicolini (1990: 469) los sitúa
hacia finales del siglo IV o a inicios del III a.C. De gran interés es la presencia de dos colgantes de oro en
el tesoro del Cortijo de Ébora (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz), para los que Nicolini (1990: 427-429, Pl.
116, a-c y e) propone una fecha de la segunda mitad del siglo IV a.C. A partir del siglo IV a.C., encontramos
7
No obstante, cabe llamar la atención sobre la presencia de máscaras en algunas fíbulas anulares hispánicas de las tierras del
interior valenciano, como la conocida pieza áurea del tesoro de Cheste (La Safa, Valencia), o el ejemplar de La Carencia (Turís,
Valencia), actualmente perdido (Rams, 1975: láms. III y IV,2; Lenerz-de Wilde, 1991: 159, Abb. 117; Albiach, 2013: 13, fig. 2.2).
8 Se le supone una importante carga simbólica que se relaciona con la fortaleza, siendo utilizado como amuleto protector (López de
la Orden y Pérez, 1985: 87). Facilitaba la curación de las heridas, según Plinio (Nh., XXVIII, 17, 63), que recogía igualmente la
noticia que lo vinculaba con la fertilidad femenina, ya que las mujeres debían llevar en la cintura un cordón con dicho nudo, que
el marido debía desatar (Plin. Nh., XXVIII, 9, 42).
9 La asociación del motivo, de claro carácter apotropaico (vid. infra), con joyas que pudieran relacionase con personajes femeninos de alto
estatus, o incluso con divinidades, queda confirmada, en Iberia, en el caso de un pebetero de caliza con cabeza femenina cuya diadema
se cierra con este singular nudo, recuperado en el santuario ibérico de La Luz, Murcia (Marín Ceballos, 2000-2001: 194 s., fig. 9).
10 Como señala Nicolini (1990: 469, nota 164), que la atribuye con dudas a Galera, la pieza fue adquirida en 1892 por el MAN como
procedente de esta localidad granadina, junto a otros objetos de Ibiza, lo que explicaría la confusión, considerándola muy próxima
estilísticamente a modelos griegos (Nicolini, 1990: 470).
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el motivo tanto en el mundo ibérico levantino, como en el ámbito hispano-céltico, en piezas de bronce y
de plata, como las fíbulas anulares hispánicas del tipo 6 de Cuadrado (vid. infra), o algunos broches de
cinturón damasquinados de la necrópolis vettona de La Osera (Chamartín de la Sierra, Ávila) (Cabré, 1937:
lám. II, figs. 6-7; Cuadrado, 1957: fig. 19,2). El motivo se reproduce igualmente en otras joyas ibéricas de
fecha tardía, como los brazaletes de plata del tesoro oretano de La Alameda (Santisteban del Puerto, Jaén)
(De la Bandera, 1984: 370, tipo III, nº 22-23, fig. 2,22, tipo III-A; Raddatz, 1969: 257, nº 12-13, Taf. 65,2 y
66,3), o en un conjunto de torques también de plata de amplia dispersión por la Meseta Norte, con ejemplos
en Palencia, Padilla de Duero (Valladolid) o Arrabalde (Zamora) (Delibes et al., 1993: 427), similares a
otro atribuido tradicionalmente al tesoro de Mengíbar (Jaén).11
La homogeneidad que presenta el tipo 6a en su morfología encuentra su correlato en la distribución
geográfica (fig. 3), ciertamente restringida si se compara con la que presentan otros tipos, con hallazgos
circunscritos al interior de la actual provincia de Valencia y a las tierras meridionales de la provincia de
Cuenca, por lo que parece oportuno señalar la existencia de un taller en la zona que estaría elaborando
este tipo de fíbula. La dispersión de las piezas abarca la zona central y septentrional de la Contestania,
en torno a los valles de L’Alcoià y El Comptat (La Serreta de Alcoy) y la cuenca del río Cáñoles (La
Bastida de les Alcusses), el territorio oriental de la Edetania y zonas aledañas del tramo medio del río Turia
(La Monravana y La Atalaya), y la comarca de Utiel-Requena (una fíbula sin procedencia), con un total
de 6 ejemplares, 4 de ellos recuperados con seguridad en asentamientos ibéricos de diversa entidad (La
Bastida, La Monravana y La Atalaya). A estos hallazgos se añade una fíbula posiblemente recuperada en
una necrópolis localizada en la zona de transición entre los pueblos ibéricos y celtibéricos, en el Alto Júcar
(Olmedilla de Alarcón) y otra de los territorios limítrofes entre celtíberos y carpetanos. Diferente es el caso
de la fíbula de plata de La Mercadera, un hallazgo del territorio celtibérico del Alto Duero, muy alejada por
tanto del área de distribución de los ejemplares de bronce de la variante 6a.
Por lo que respecta a la cronología y el contexto del modelo, el ejemplar que más información ha
proporcionado es el del poblado de La Bastida de les Alcusses. La fíbula apareció en 1928 en el dpto. 42
(Fletcher et al., 1965: 205, nº 31), localizado en la zona central de este destacado oppidum, que proporcionó
además un soliferreum y una punta de lanza, restos de un cuchillo, un ponderal de plomo, seis fusayolas o cuatro
pesas de telar, entre otros objetos (Fletcher et al., 1965: 204-207). Las antiguas excavaciones en el poblado
proporcionaron cerca de 50 fíbulas, en su mayoría de tipo anular hispánico (Fletcher et al., 1965 y 1969),
aunque también se documenta algún modelo de La Tène (Fletcher et al., 1965: 46). Se trata, principalmente,
de modelos de timbal y de navecilla, correspondientes a los tipos 2 y 4 de Cuadrado (1957), construidos en
su práctica totalidad en tres piezas: puente, anillo y resorte, el cual suele ser, salvo contadas excepciones, de
charnela de bisagra, lo que dota al ejemplar que analizamos de una indudable excepcionalidad. El poblado
estuvo en uso entre finales del s. V y un momento que cabe situar hacia el tercer cuarto del s. IV a.C., toda vez
que sus excavadores consideran que estuvo habitado apenas unas tres generaciones (Bonet y Vives-Ferrándiz,
2011: 239 y 254 s.), lo que permite fechar las fíbulas del tipo 6a en esa centuria, sin que los demás hallazgos,
por falta de contexto, permitan afinar más la cronología del tipo.12
Por su parte, nada podemos decir del contexto de las otras piezas valencianas o alicantinas. Se tiene
constancia de una fíbula que procedería de La Serreta de Alcoy,13 un importante oppidum de 5,5 ha de
extensión que se erigió durante el s. III a.C. como la capital del territorio de los valles de L’Alcoià y El
Comptat pasando a ser el asentamiento más destacado en el área central de la Contestania (Llobregat, 1972:
55-58; Olcina, 2000; id., 2005; Grau, 2002; id., 2005; id., 2005b; Ruiz, 2009: 164). La cultura material que
11 Vid. Raddatz, 1969: Taf. 26,1. No obstante, según los datos del Archivo del MAN se ignora el lugar concreto del hallazgo, que
cabe situar en un lugar indeterminado de la provincia de Jaén (Barril, 2007: 265, cat. nº 49).
12 Cuadrado (1957: 48) fechó los ejemplares del tipo conocidos por entonces en los siglos IV y III a.C, aunque esta última datación
se deba a la fecha supuesta para el ejemplar de La Bastida de les Alcusses.
13 Aunque se tiende a localizar el yacimiento en esta localidad, su ubicación exacta es en la cumbre del monte donde confluyen los
términos de Alcoy, Cocentaina y Penáguila (Fletcher, 1954b: 24; Olcina, 2000: 105).
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Fig. 3. Mapa de distribución de los hallazgos de fíbulas anulares hispánicas con nudo hercúleo de bronce: 1, La Monravana;
2, La Bastida; 3, zona de Utiel, 4-5, La Atalaya; 6, Olmedilla de Alarcón; 7, zona de Villas Viejas (?); 8, La Serreta (?);
9, La Mercadera.
caracteriza a este poblado pertenece al s. III a.C., y su momento final se fija a finales del s. III-inicios del
s. II a.C. cuando tiene lugar la construcción y destrucción de la fortificación (Llobregat et al., 1995: 159;
Grau, 2002: 262; Olcina, 2005: 166). Sin embargo, existen algunas evidencias que permiten establecer un
primer núcleo ibérico de hábitat en el s. IV a.C. (Tarradell, 1968: 360; id., 1970: 482; Grau, 2002: 105), y
del que sobre todo destaca su necrópolis, cuyas sepulturas se datan en el s. IV y la primera mitad del III a.C.
(Cortell et al., 1992; Moltó y Reig, 1996; Reig, 2000; Olcina, 2000: 110; id., 2005: 166).14
Por lo que se refiere a La Monravana, se trata de una ‟aldea” fortificada del territorio de Edeta, que
se ha fechado entre el siglo V y ca. mediados del II a.C. (vid. infra, la discusión en detalle), a partir de la
presencia de cerámicas griegas de figuras rojas y por el barniz negro, y de una moneda de Saiti y cerámica
campaniense A, como materiales más antiguos y más modernos, respectivamente (Bonet et al., 2007: 259).
Menos información proporciona el poblado de La Atalaya, localizado en la cima de un destacado cerro
amesetado con un importante control visual sobre el territorio circundante. Las prospecciones realizadas
14 El posible hallazgo de esta fíbula en el yacimiento de La Serreta pasa a constituir una evidencia más de la relación existente entre
el asentamiento de La Bastida de les Alcusses (Moixent) y el área alcoyana, que se suma a la gran similitud que guarda la cultura
material del s. IV a.C. de La Bastida con la del yacimiento de El Puig de Alcoy (Soria y Díes, 1998: 431; Grau, 2002: 58-65;
Álvarez y Vives-Ferrándiz, 2011: 190; Grau et al., 2012: 54).
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en 1996 por la Universidad de Alicante proporcionaron una importante cantidad de material cerámico,
fruto de actuaciones incontroladas, fechado principalmente en el s. V. a.C. Sin embargo, en la parte alta,
aparecen materiales que remiten a momentos cercanos al cambio de era, algunos de filiación celtibérica,
como una fíbula con decoración de cabezas de lobo (Lorrio, 2007: 57), lo que debe relacionarse con
una reocupación tardía del lugar, como confirma el que esa zona aparezca individualizada mediante una
muralla y un foso tallado en la roca, que defiende la zona de la ‛acrópolis’ (Lorrio, 2012: 74). De gran
interés es la procedencia de un ejemplar conservado en el SIP de la zona de Utiel, muy similar al de La
Monravana, que evidencia la concentración de hallazgos en las tierras del interior valenciano, entre el
tramo medio del río Turia y la comarca de Utiel-Requena.
El ejemplar de Olmedilla de Alarcón, carece igualmente de contexto y forma parte de una colección
particular que incluye otras cinco fíbulas anulares hispánicas: dos de timbal (una con montantes, tipo 2e, y
otra hemiesférica, tipo 2a), dos de navecilla con montantes foliáceos, tipo 4c, y otra de navecilla de quilla
quebrada, tipo 4h. Al igual que ocurre con la pieza asimilable al tipo 6a, los ejemplares de los tipos 2a y 4h
presentan puente y anillo fundidos en una sola pieza, a los que se añadiría el resorte, de charnela de tope
osculador (en las otras tres puente y anillo se fabrican por separado). En cuanto a los resortes, son también las
de tipo 2a y 4h las que cuentan con charnela de tope osculador, mientras que las otras lo hacen con charnela de
bisagra. Aunque pudiera pensarse que estos ejemplares proceden de la necrópolis de Olmedilla de Alarcón,
dada a conocer por Almagro-Gorbea en los años 70 del siglo XX, parece más bien que su origen estaría en
otro cementerio del mismo término municipal. Así lo sugieren las noticias sobre la localización de unos y
otros hallazgos (vid. infra), o la propia tipología de las piezas, con algunas discrepancias significativas. La
necrópolis de Olmedilla de Alarcón fue descubierta de forma casual a mediados de los años 60 del pasado
siglo, al descender el nivel de las aguas del pantano de Alarcón, proporcionando abundantes restos que
incluían más de 40 fíbulas, que fueron depositadas en el Museo de Cuenca. Destaca el importante conjunto
del tipo anular hispánico, de las que Almagro-Gorbea (1976-78: fig. 25) publicó 14 ejemplares. Casi todas
corresponden al tipo de terminales foliáceos, 4c de Cuadrado (1957), excepto una que podría clasificarse en
el tipo 4b o de navecilla normal. En cuanto a los resortes, la inmensa mayoría pertenecen al tipo de charnela
de bisagra, y sólo tres ejemplares muestran un tipo de resorte diferente, dos de muelle y uno de charnela de
tope osculador, faltando por tanto los ejemplares con puente y anillo fundidos en una sola pieza, entre las que
se encuentra la pieza con nudo hercúleo que analizamos. La necrópolis fue fechada entre los siglos IV y III
a.C. (Almagro-Gorbea, 1976-78: 138-139), evidencia fuertes contactos con el área del Sudeste peninsular
y la zona levantina, lo que viene a confirmar en cualquier caso el ejemplar estudiado, aunque su lugar
procedencia fuera otro cementerio cercano. Efectivamente, a unos 2,5 km al oeste de Olmedilla de Alarcón
se localiza el poblado y la necrópolis de La Torre, objeto de continuos expolios durante la década de los 70,
cuyos ajuares fueron regalados “a diferentes personas de Cuenca”, según documentación conservada en el
Museo de Cuenca, pudiendo relacionar el ejemplar de nudo hercúleo con tales actuaciones. La localización
de la necrópolis, sobre uno de los cerros que rodean el actual pantano de Alarcón, no parece coincidir con las
descripciones conservadas sobre los hallazgos de los años 60, lo que permitiría plantear la existencia de al
menos dos necrópolis de la Edad del Hierro en este término municipal.
Por su parte, el fragmento del Museo de Cuenca carece de contexto e incluso de procedencia segura,
toda vez que corresponde a las donaciones realizadas en las décadas finales del pasado siglo a la citada
institución. Por los datos disponibles la pieza podría proceder del territorio del Alto Cigüela, en concreto
del yacimiento de Villas Viejas (Huete, Cuenca), objeto de continuados expolios desde hace más de 30
años, sin descartar algún otro yacimiento no identificado del entorno. Con los datos disponibles el oppidum
de Contrebia Carbica parece surgir hacia finales del siglo III o inicios del II a.C., a partir de un núcleo
anterior en funcionamiento durante los siglos IV y III a.C., como confirman algunos modelos de fíbulas
anulares hispánicas (tipos 2e, 4b y 4c de Cuadrado Díaz), a los que podría añadirse quizás el ejemplar que
analizamos, y algunos de los tipos de La Tène inicial de una pieza (Grupos I/II de Cabré y Morán) (Lorrio
et al., 2013: 318 s., 341, figs. 23 y 27).
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Finalmente, la fíbula de La Mercadera carece de contexto (Taracena, 1932: lám. VIII), aunque la necrópolis
ofrece una amplia cronología entre el s. VI y un momento que cabe situar hacia finales del IV y el primer
cuarto del III a.C., fecha ésta que cabe deducir a partir de dos fíbulas lateniense del Grupo IV de Cabré y
Morán y de dos ejemplares anulares fundidos (Lorrio, 1990: 48). El caracter excepcional de este ejemplar
resulta evidente, tanto por lo excepcional del tipo, como por su fabricación en plata, algo poco habitual en
los contextos funerarios celtibéricos de la época, con muy pocos ejemplos, entre ellos el de La Mercadera,
posiblemente el conjunto más variado y numeroso de joyas de plata, constituido por veinticinco piezas de
plata maciza, que incluyen torques, pulseras, pendientes, botones y fíbulas anulares (Taracena, 1932).
3. LA CERÁMICA DE LA COLECCIÓN DE LA “TÍA LORETTA”
Se trata de un conjunto de recipientes cerámicos que se amontonaban sobre varias lejas de una vitrina, y que
aparecen expuestos para ser fotografiados sobre la mesa con una naturalidad alejada de criterios científicos,
gozando de la misma importancia tanto la cerámica ibérica de factura tosca, la fina con o sin decoración
pintada, o el guttus de barniz negro. Esta concepción de la colección refuerza la fiabilidad de la información
potencial al carecer de un planteamiento selectivo. Sin embargo, la observación detenida de los ejemplares
expuestos en la mesa y de la fotografía que los presenta en la vitrina, donde probablemente se conservaban
de manera habitual, permite observar que en la colección existieron más vasos de los que nos ha sido
posible valorar.15 Llama la atención la buena conservación de las piezas, pues sólo tres de ellas parecen estar
incompletas, faltando únicamente parte del borde, sin que se aprecie ningún intento de restauración, más
allá de un ejemplar reconstruido a partir de los fragmentos conservados
El estudio se centra en aquellas piezas que han podido identificarse a través del material gráfico aportado
(figs. 4a, 5, 6a y 7a-b). Dos fotografías en las que se presentan las piezas dispuestas sobre una mesa, realizadas
en una misma sesión como se observa por la disposición de los restantes elementos que acompañan al conjunto
cerámico (fig. 4a y 5). Las diferencias estriban sobre todo en la incorporación en el centro del conjunto del
vaso nº 12, una tinajilla de tamaño mediano, que obligó a reordenar las piezas expuestas, cambiándolas de
posición, lo que hace que la mano de mortero (nº 6) quede prácticamente fuera de plano, o que en algún caso
aparezcan boca abajo. Además, se añadió un plato, el vaso nº 13, cubriendo uno de los caliciformes (nº 4).
Ambas fotografías resultan por tanto complementarias, al permitir observar en algún caso detalles apenas
visibles, como la forma de la base de la pieza nº 5. La tercera reproduce un conjunto de vasijas en el interior
de una vitrina (fig. 6a), seguramente su localización habitual, observándose con claridad algunas de las piezas
que aparecían sobre la mesa, como la tinajilla con el plato (nº 12 y 13) o el gran olpe (nº 11), junto a otras más
difíciles de identificar, entre las se encuentra alguna con seguridad no expuesta. En total 14 vasos numerados
a partir de la silueta dibujada sobre las fotografías para facilitar su identificación. Finalmente, dos fotografías
más en lo que parece ser el patio de la vivienda, que reproducen en dos posiciones diferentes una tobera
cerámica, idéntica a la publicada por Fletcher (1947: 81, fig. 11) como procedente de La Monravana, aunque
según esa fuente perteneciente a la colección de Muñoz y Sagaseta Jarrin.16
Vaso 1. Oinochoe de pequeño tamaño
La pieza se identifica en un par de fotografías (figs. 4a-b,1 y 5) lo cual nos permite apreciar con
bastante nitidez tanto su morfología como la decoración pintada que conservaba su superficie. El
vaso muestra una boca trilobulada, un cuerpo de perfil troncocónico y un asa de cinta que arranca
15 En la fotografía de uno de los laterales de la vitrina podemos ver una serie de piezas amontonadas, algunas de ellas no identificables
con las que figuran en la mesa, como una tinaja con asa de cinta que figura en un segundo plano.
16 Agradecemos las indicaciones del Dr. J. Vives-Ferrándiz que propone identificar la pieza en estudio con la publicada por Fletcher,
aunque no pueda descartarse la existencia de dos piezas idénticas procedentes del mismo sitio.
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en el labio y termina apoyándose en la zona de diámetro máximo de la pieza. Este ejemplar presenta
una apariencia achatada, como consecuencia de su cuello corto. Pertenece al tipo A.III.2.1.2 de Mata
y Bonet (1992: 132).
Presenta decoración pintada, observándose a un lado del pico vertedor el dibujo de un ojo apotropaico,17
un motivo frecuente en este tipo de recipientes, y que también aparece notablemente extendido entre los
ejemplares del área edetana (Mata, 1991: 81; Bonet, 1995: 413). La parte baja del cuello se encuentra
decorada con una serie continua de “SSS”, mientras que la decoración del cuerpo se adapta con dos frisos
a la morfología del perfil troncocónico que marca su acentuada carena. La parte superior alberga una serie
vegetal de motivos florales que se catalogan en el Estilo II de Liria, mientras que el tercio inferior del
oinochoe presenta de nuevo una serie de “SSS”. Un esquema decorativo muy similar con ojos apotropaicos,
series de “SSS” y un friso con idéntica serie de motivos florales lo encontramos sobre un oinochoe de perfil
piriforme hallado en la calle frente al dpto. 6 del Puntal dels Llops, Olocau, Valencia (Bonet y Mata, 2002:
127-128, figs. 119, 23067 y 151).
Estos oinochoai siempre aparecen decorados y se adscriben al Ibérico Pleno, siendo especialmente
abundantes en los yacimientos del s. III a.C. del área valenciana, especialmente en la del Camp de Turia
(Mata, 1991: 81; Mata y Bonet, 1992: 132; Guérin, 2003: 187). Oinochoai muy similares se han encontrado
en varios departamentos del citado Puntal dels Llops (Olocau, Valencia) (Bonet y Mata, 2002, 134), así
como en el Castellet de Bernabé (Llíria, Valencia) (Guérin, 2003: 187), o en el Tossal de Sant Miquel
(Llíria, Valencia) (Bonet, 1995: 413).
Vaso 2. Olpe de tamaño mediano
La jarra aparece fotografiada dos veces (figs. 4a-b,2 y 5), detectando en ambas fotos la rotura parcial de su
borde que sin embargo no impide que podamos identificar con claridad su boca circular y labio saliente.
Presenta un corto cuello que da paso a un cuerpo globular, mientras que en ambas fotos resulta imposible
poder percibir la forma de la base. Del borde nace un asa de cinta que descansa a media altura del recipiente.
Es posible advertir con nitidez su decoración pintada exclusivamente geométrica. Corresponde al tipo
A.III.2.2.1, que engloba las formas de mediano y gran tamaño, de Mata y Bonet (1992: 132).
La decoración la integra una serie de semicircunferencias secantes con el espacio triangular interno
delimitado relleno de pintura. Este tema ornamental es muy frecuente tanto en las cerámicas pintadas del
área meridional catalana, como en los yacimientos del Camp de Turia y Sureste peninsular, y ofrece una
elevada precisión cronológica al no encontrarse en contextos del s. IV a.C. y desaparecer completamente
a mediados del s. II a.C., por lo que es un motivo que centra su datación en el s. III a.C. (Conde, 1998:
309-310, fig. 3,1; Grau, 2002: fig. 20). Así, es una composición frecuente en el Tossal de Sant Miquel
(Bonet, 1995) o en el poblado de La Serreta (Alcoy, Alicante) (Fuentes Albero, 2007: 71), y más escasa,
aunque también documentada, en los ya citados del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002) o el Castellet
de Bernabé (Guérin, 2003), así como en la cueva de la Torre del Mal Paso (Castellnovo, Castellón)
(Fletcher, 1954a).
En el área edetana, el olpe fue un modelo de jarra que gozó de una menor popularidad que los oinochoai
de mediano y gran tamaño. En la zona valenciana del Camp de Turia no existe en el Tossal de Sant Miquel
de Llíria (Bonet, 1995: 413) y se documenta de forma muy escasa en los restantes yacimientos de la
zona. Así queda demostrado con la sola identificación de un único ejemplar en el Castellet de Bernabé
(Guérin, 2003: 187), y de tres de un total de cincuenta y un ejemplares de jarros en el caso del Puntal dels
Llops (Bonet y Mata, 2002: 134). Aunque es posible hallar algún ejemplar aislado con cronología antigua
(Guérin, 2003: 188), se considera que comienzan a hacerse frecuentes a partir del Ibérico Pleno (ss. IV-III
a.C.) y perduran hasta el Ibérico Final (Mata y Bonet, 1992: 132; Guérin, 2003: 188).
17 Cuyo significado fue abordado en varios estudios por S. Nordström (1968; id. 1969-1973: 168-170 y 211, fig. 21, 7).
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a
b
Fig. 4. Fotografía de los
materiales cerámicos
nº 1 a 11 sobre una
mesa en la casa de la tía
Loretta (a) y dibujo de
los mismos a partir de la
foto anterior (b). Dibujo
M. Pérez.
Fig. 5. Fotografía de los
materiales cerámicos
nº 1 a 13 sobre una
mesa en la casa de la tía
Loretta.
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Vasos 3, 4 y 5. Caliciformes
Las fotografías conservan hasta tres caliciformes de distintos tamaños (uno mediano y otros dos grandes)
(figs. 4a-b,3-5 y 5). A pesar de las diferencias en las dimensiones los perfiles de las piezas son similares,
presentando un pie anular y un cuerpo globular que ocupa la mitad inferior de la pieza. El hombro
redondeado da paso a un amplio cuello cilíndrico que termina en una amplia boca con borde exvasado. Por
tanto, todos pertenecen al mismo tipo A.III.4.1 de Mata y Bonet (1992: 132-133) y su tamaño medio-grande
es un rasgo común durante el s. III a.C.
En las fotografías no se aprecia con la nitidez deseada si albergaban o no decoración. Queda totalmente
descartado que ésta pudiera ser compleja o figurada, mientras que sí que es posible intuir la existencia de
algunas bandas o líneas horizontales, algo que no es raro en este tipo de vasos (Bonet y Mata, 2002: 135;
Guérin, 2003: 188). Otros vasos de esta tipología y dimensiones ya eran conocidos en el yacimiento de La
Monravana, procedentes de hallazgos “de superficie” (Fletcher, 1947: 82, fig. 13A-C), o de excavación
como los recuperados en el dpto. 24 (Aparicio et al., 1984: 322, fig. 8). Este tipo se encuentra ampliamente
documentado en otros yacimientos del Camp de Turia, como el Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002:
135), el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003: 188-189) o en el Tossal de Sant Miquel de Llíria (Bonet, 1995:
413). Las dimensiones de uno de ellos son realmente grandes, lo que lo incluiría en el grupo de aquellos
que tienen diámetros de boca superiores a 15 cm, como se conocen en el Puntal dels Llops (Bonet y Mata,
2002: 135).
Pieza 6. Mano de mortero
Se trata de una mano de mortero (fig. 4a-b,6). Es una pieza maciza con una base ancha circular convexa y
un perfil hiperbólico que culmina en dos apéndices que facilitan su agarre y uso como machacadores para
la molturación de alimentos. Corresponde al tipo A.V.5.2.1 de Mata y Bonet (1992: 137), caracterizado por
sus dos apéndices cortos, aunque también existen manos de mortero con la parte superior acodada o con tres
apéndices radiales (Mata y Bonet, 1992: 137). En algunos casos pueden presentar una decoración incisa o
impresa o una perforación en la zona superior de la pieza (Mata y Bonet, 1992: 137), que no es posible apreciar
en la fotografía, al igual que el hecho de que llevara o no pequeñas piedras incrustadas en su base.
En cuanto a su cronología, aunque aparecen en el Ibérico Antiguo, se hacen muy frecuentes en el Ibérico
Pleno, estando bien documentados en el área edetana (Mata y Bonet, 1992: 137). Por ejemplo, con dos
apéndices los encontramos en el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003: 26, fig. 41, 83) o en el Puntal dels
Llops (Bonet y Mata, 2002: 139, figs. 58, 3054 y 85, 8024). Pero es en el Tossal de Sant Miquel donde este
tipo de manos de mortero es más frecuentes (Bonet, 1995: 74, 104, 172, 176, 234, 240, 252, 259, 263, 270,
283, figs. 28, 187-D. 4; 36, 181-D. 14; 80, 184-D. 41; 87, 2613-D. 41; 113, 2616-D. 101; 119, 5507-D. 102;
123, 5506-D. 110; 127, 5509-D. 114; 130, 5508-D. 116; 133, 0395-D. 118; 145, 180-Sup; 145, 182-Sup).
Por otro lado resulta interesante comprobar que mientras que en Edeta se documentan en abundancia las
manos de mortero de tipología acodada y con dos apéndices, no aparecen representadas aquellas de tres
apéndices radiales (Bonet, 1995: 430), tan frecuentes por el contrario en Los Villares/Kelin (Caudete de las
Fuentes, Valencia) (Mata, 1991: 95, fig. 51, 8, 10, 11, 13-16).
Vaso 7. Imitación de Kylix
La pieza la encontramos fotografiada tanto boca arriba como boca abajo, lo cual nos permite apreciar
también las características de su base (fig. 4a-b,7). Imita una forma Lamb. 42 y a través de las fotografías
no es posible apreciar con nitidez ninguna decoración.18 La copa presenta una amplia boca con borde
18 Sin embargo, algunas sombras de tendencia regular podrían quizás indicar una posible decoración lineal con alguna banda o línea
horizontal.
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exvasado y suave carena a mitad de la pieza, donde se insertan a cada lado un par de asas horizontales
de sección circular. La copa se sostiene sobre un pequeño pie anular. La imitación del kylix pertenece al
tipo A.VI.1 de Mata y Bonet (1992: 139), un tipo que gozó de notable éxito en el área contestana durante
el s. IV a.C. documentándose tanto en las necrópolis murcianas de El Cigarralejo o del Cabecico del
Tesoro (Verdolay, Murcia) como en el poblado de La Bastida de les Alcusses (Page, 1984: 82-89). No
obstante, el ejemplar representado en la foto resulta una imitación de kylix muy similar al hallado en el
departamento 12 del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002: 80-82 y 140, fig. 94, 12007), que presenta
idéntico perfil y carece también de decoración.
Vaso 8. Oinochoe de pequeño tamaño
Las dimensiones son muy similares a las de la pieza Vaso 1. Sin embargo en las dos fotografías conservadas
el oinochoe aparece con la superficie en un tono más oscuro que el resto de vasos (fig. 4a-b,8), lo que
hace que dudemos entre considerarlo como perteneciente a la Clase A de cerámica ibérica fina o si por el
contrario sería una jarra elaborada en cerámica tosca.19 Nos inclinamos por esta última opción, al atisbar
también en su perfil una serie de irregularidades y un burdo alisamiento que también es apreciable en el
Vaso 14. En cualquier caso, se observan diferencias de coloración en la pieza, quizás por estar quemada.
Lo que parece observarse igualmente en el Vaso 11.
El oinochoe presenta una boca trilobulada, un cuello corto y un perfil de tendencia globular, con una
gruesa asa de cinta que nace del labio y reposa en el tercio inferior de la jarra. Aunque no son abundantes, sí
que existe constancia de este tipo de oinochoai de pequeño tamaño realizados en cerámica tosca, adscritos
al tipo B.4.1 de Mata y Bonet (1992: 141, fig. 27, 4), como sucede con un ejemplar procedente del Puntal
dels Llops que también cuenta con un perfil de tendencia globular. Esta serie de oinochoai se datan a partir
del s. III a.C. (ibid.).
Vaso 9. Guttus de barniz negro
La única pieza de barniz negro que aparece en las fotografías de la colección (fig. 4a-b,9) pertenece a un
guttus de la forma Lamb. 45, una importación que se fecha principalmente dentro del s. III a.C. (Mata,
1991: 43; Bonet, 1995: 388), y más concretamente hacia mediados y finales de dicha centuria (Principal y
Ribera, 2013: 80), apareciendo con frecuencia en los yacimientos con esta cronología (Bonet y Mata, 2002:
150). Las fotografías no permiten observar con nitidez si la cazoleta se encontraba decorada y sólo podemos
intuir la posibilidad de que su pitorro fuera leontocéfalo. Por el contrario, sí que podemos atisbar con
claridad su perfil agallonado y observar que conserva un asa sobreelevada de cinta de tendencia circular.
Piezas de este tipo también se encuentran en el dpto. 15 del Puntal dels Llops (Bonet y Mata, 2002: 87-89 y
150, figs. 103, 15004 y 164), en Los Villares/Kelin (Mata, 1991: 43, fig. 16, 7) o en el dpto. 102 del Tossal
de Sant Miquel (Bonet, 1995: 234 y 388, fig. 114, 111-D. 102).
La pieza fotografiada vendría a sumarse a las documentadas en estos yacimientos, y a su vez se incluiría
dentro del repertorio tipológico de formas que definirían el horizonte de abandono o destrucción de aquellos
poblados que desaparecen a principios del s. II a.C. (200-180 a.C.) como plantea P. Guérin (2003: 176), momento
en el que esta forma deja de elaborarse, sin llegar a rebasar el primer cuarto de la centuria (Vivar, 2005: 35).
Vaso 10. Botella
Aunque no se ha conservado el borde de este vaso, el perfil del mismo es claramente definitorio de
una botella, tipo A.III.1.1 de Mata y Bonet (1992: 131-132). Se trata de un recipiente de apariencia
esbelta, profundo y muy cerrado, que se apoya sobre un alto pie anular (fig. 4a-b,10). Presenta un
19 También cabe la posibilidad de que pudiera tratarse de una pieza ennegrecida al haberse visto afectada por el fuego.
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cuerpo bitroncocónico que da paso a un cuello estrecho, careciendo de asas. La cronología de este tipo
de vasos es muy amplia, ya que se encuentran desde el Ibérico Antiguo y perduran hasta la fase final
de la cultura ibérica (Mata, 1991: 77; Mata y Bonet, 1992: 132). No obstante, y a pesar de su escasa
estandarización el perfil de la forma encuentra paralelos muy similares en otros yacimientos del área de
Llíria, como el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003: 54-55 y 186-187, fig. 86, 224-226), o el Puntal dels
Llops, con numerosos ejemplares de gran y pequeño tamaño (Bonet y Mata, 2002: 134). Este tipo de
vaso también llega a ser muy abundante en un yacimiento más alejado, como es el de de Los Villares/
Kelin (Mata, 1991: 77, figs. 38, 8 y 39, 1-6). Sin embargo, los paralelos más exactos, con un acusado
perfil bitroncocónico y pie anular, los encontramos en el yacimiento del Tossal de Sant Miquel. Una de
las piezas ha conservado su boca acampanada (Bonet, 1995: 126, fig. 54, 267-D. 19), mientras que la
otra se encuentra fragmentada a la altura del cuello (Bonet, 1995: 179, fig. 89, 291-D. 42), al igual que
le sucede al ejemplar fotografiado, con el que se asemeja al presentar también un pie anular alto. Tanto
los ejemplares del Tossal de Sant Miquel como el de la colección que analizamos se encuentran pintados
con una decoración geométrica, pudiendo advertirse en el ejemplar de la fotografía una serie de bandas y
líneas horizontales y un estrecho friso decorado con una serie de trazos cortos verticales.
Vaso 11. Olpe de gran tamaño
Esta jarra aparece fotografiada tres veces (fig. 4a-b,11), al ser uno de los pocos vasos que también se puede
distinguir dentro de la vitrina que acogía a la colección.
Tipológicamente es muy similar al Vaso 2, aunque con un tamaño mucho mayor, lo que la convierte en
el vaso más alto de los que aparecen fotografiados en el ‘bodegón’. También se diferencia de la otra jarra de
boca circular en que este ejemplar cuenta con un cuello mucho más desarrollado que presenta un marcado
baquetón en el tránsito al cuerpo globular. La base aparece indicada y el asa vertical de cinta nace del borde
y finaliza justo debajo del baquetón.
Al igual que el otro ejemplar de jarra, ésta se encuentra con una decoración pintada de carácter
geométrico en la que es posible advertir una serie continua de “SSS” estilizadas separada por una banda y
una línea de una serie de semicircunferencias concéntricas. En este caso la decoración ubicada en el cuerpo
del olpe aporta menos información.
Por lo demás, el vaso también se adscribe al tipo A.III.2.2.1 de Mata y Bonet (1992: 132) y permite
destacar el hecho de documentar dos olpai dentro de este pequeño conjunto vascular, ya que como ya
mencionamos con anterioridad no es un vaso frecuente en la tipología del área edetana (vid. supra).
Vaso 12. Tinajilla con hombro
Esta tinajilla de mediano tamaño la documentamos en una de las fotografías realizadas sobre el ‘bodegón’
dispuesto sobre la mesa (fig. 5 y 6c,12), y en la fotografía realizada a la vitrina, en este caso cubierto
por el plato 13 (fig. 6a-b). Presenta un labio engrosado y borde vertical que se levanta sobre un cuerpo
tritroncocónico con un marcado hombro y un amplio cuerpo de paredes muy verticales que finalizan también
en una acentuada carena inferior que culmina en una base, presumiblemente cóncava o de pie indicado.
Conserva un par de asas verticales cuya morfología no se aprecia con nitidez, pudiendo ser o bien un par de
asas de cinta o un par de asas geminadas. La pieza debe adscribirse al tipo A.II.1.1 de Mata y Bonet (1992:
127, ampliamente extendido en el Ibérico Pleno (Mata, 1991: 67), aunque es un tipo de tinajilla que abarca
una amplia cronología (Bonet, 1995: 410). Tinajillas con un perfil similar con diferentes dimensiones,
normalmente algo mayores, las encontramos tanto en el Castellet de Bernabé (Guérin, 2003), en el Puntal
dels Llops (Bonet y Mata, 2002), o en el Tossal de Sant Miquel (Bonet, 1995). De gran interés son las dos
urnas con sus tapaderas, una de ellas con restos cremados en su interior y la otra vacía, encontradas en la
ladera sur de La Monravana, e interpretadas como enterramientos aislados, que presentan el mismo perfil y
tipología (Fletcher, 1947: 84 s., fig. 17; 1973, 191; Aranegui, 1987: 99; Bonet y Mata, 1997: 132).
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a
b
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Fig. 6. Vitrina con algunas de las vasijas estudiadas (a). Dibujo de la tinajilla (nº 12) con el plato/tapadera (nº 13) en
la disposición reproducida en la foto anterior (b) y en la que presenta sobre la mesa en la fig. 5 (c). Dibujos M. Pérez.
Por otro lado, llama la atención la ausencia de decoración de la tinajilla, ya que este tipo cerámico
aparece preferente y reiteradamente decorado, ya sea con una sencilla decoración pintada de carácter
geométrico o algo más compleja. Así, todos los ejemplares de este tipo documentados en el Puntal dels
Llops presentan decoración (Bonet y Mata, 2002: 131), y lo mismo sucede en el Castellet de Bernabé
(Guérin, 2003: 184), en Los Villares/Kelin (Mata, 1991: 67) o en el Tossal de Sant Miquel (Bonet, 1995:
410). Es más, en Edeta las tinajillas llegan a constituir el segundo tipo cerámico con decoración compleja
más ampliamente documentado (Mata, 1997: fig. I.14), predominando la vegetal sobre aquella que alberga
escenas de cacerías y enfrentamientos (Mata, 1997: 38). En el caso de las dos tinajillas recuperadas en el
área funeraria de La Monravana, presentan una decoración geométrica compleja a base de series de rombos,
grupos de trazos sueltos ondulados en vertical, series de semicircunferencias concéntricas, bandas y líneas
horizontales (Fletcher, 1947: fig. 17; 1973: 191; Aranegui, 1987: 99). Podemos llegar a pensar que esta
decoración haya desaparecido con el tiempo o con el lavado de la pieza, aunque entre las cerámicas del
Puntal dels Llops también es posible documentar una de estas tinajillas sin decorar en el interior del dpto.
3 (Bonet y Mata, 2002: fig. 56, 3038).
Vaso 13. Plato
De los vasos identificados es la pieza de la que menos información podemos extraer, ya que en ninguna
de las fotos en las que aparece podemos observar su perfil completo (figs. 5 y 6a-c,13). El plato aparece
encajado en una de las fotografías dentro de uno de los caliciformes (nº 4), mientras que en la fotografía
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b
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c
Fig. 7. Fotografías de la tobera (a y b) y dibujo a partir de la primera fotografía (c). Dibujo M. Pérez.
de la vitrina aparece de la misma manera pero sobre la tinajilla (nº 12). En ninguno de los casos es posible
advertir si llevaba decoración alguna, y morfológicamente sólo podemos destacar que se trataba de un
plato con borde reentrante, adscribiéndolo al tipo A.III.8.2 de Mata y Bonet (1992: 134). Este tipo vascular
no aporta demasiada información cronológica, ya que esta serie de platos es frecuente en el repertorio de
vajilla ibérica desde el Ibérico Antiguo hasta la fase final. Sin embargo, y aunque sea a modo de conjetura,
la información que podemos extraer de él se enriquece si relacionamos el plato con la tinajilla sobre la que
aparece formando juego en la vitrina. Precisamente, ello nos remite al binomio tinajilla-plato registrado en
el área funeraria de La Monravana (vid. supra), en donde el plato realizaría la función de tapadera, lo que
pudiera hacer sido el caso de las piezas que analizamos, lo que no contradicen sus dimensiones.
Vaso 14. Tobera
Por último, también documentamos en un par de fotografías una extraña forma cerámica, que destaca por su
singularidad. La pieza cerámica presenta dos cuerpos troncocónicos que culminan en dos bocas, una circular
y otra bilobulada, y que están unidos por la mitad inferior y por una gruesa asa situada entre ambos cuerpos
(fig. 7a-c). Presenta un labio engrosado al exterior y unas marcadas acanaladuras visibles a nivel interno y
en el perfil exterior de la pieza. Tanto la superficie interior como exterior es tosca, de tonalidad oscura y con
desgrasante grueso que llega a ser visible en algunos casos. La pieza se identifica con una tobera, una pieza
realizada en cerámica tosca, tipo B.7.8 de Mata y Bonet (1992: 142). Como señalan estas autoras, la tobera
era empleada para permitir la entrada de aire en los hornos (ibid.). A pesar de que la funcionalidad de este
tipo de piezas prima sobre su estandarización tipológica, se han recuperado algunas piezas muy similares.
Siempre que no identifiquemos la pieza publicada por Fletcher (1947: 81, fig. 11) como el mismo ejemplar
que nos ocupa, encontraríamos en ella otro hallazgo de La Monravana conservado en la colección MuñozSagaseta Jarrin, idéntico a la que presentamos, y muy parecida también a la recuperada en el dpto. 34 Tossal
de Sant Miquel (Bonet, 1995: 160 y 433, fig. 75, 0543-D. 34), que cuenta con dos bocas.20
20 En las toberas procedentes de La Monravana no es posible apreciar este detalle ni en las fotografías de la Tía Loretta, ni en el
dibujo publicado por Fletcher (1947: fig. 11), ya que en este artículo solamente se indica el perfil exterior de los vasos.
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4. EL CONTEXTO DE LOS HALLAZGOS. ALGUNAS REFLEXIONES
Como ya comentamos al inicio de este trabajo, las noticias que recopiló Mme. Odette Taffanel sobre la
fíbula y las cerámicas pertenecientes a la colección de la ‘Tía Loretta’ señalaban al yacimiento de La
Monravana como su lugar de procedencia. La Monravana fue un asentamiento amurallado que tuvo un
amplio periodo de ocupación que se ha fechado entre el s. V y mediados del II a.C. (Bonet et al., 2007:
259), aunque existen discordancias tanto para su datación inicial o final (vid. supra). Los distintos estudios
que han abordado el estudio del yacimiento citan diversos materiales entre los que destacarían las cerámicas
áticas de figuras rojas21 y el barniz negro,22 además de una moneda de Saiti fechada en las primeras décadas
de la segunda mitad del siglo II a.C.23 y cerámica campaniense A24 (Fletcher, 1940; id., 1947: 82-85; id.,
1954b: 19; Uroz Sáez, 1983: 59; Maestro, 1989: 89; Bonet et al., 2007: 259; Fuentes Albero y Mata, 2009:
79-80). Ha sido interpretado como una ‘aldea’ de entre 0,6-0,8 ha, fortificada en todo su perímetro, con
viviendas adosadas al paramento defensivo (Fletcher, 1947: 78-80; id., 1954b: 19; Moret, 1996: 464, fig.
73), destinada a la explotación agrícola, con estructuras dedicadas a la transformación de alimentos, con
áreas de molienda, lagares y elaboración de aceite, además de actividades metalúrgicas evidenciadas por
las dos toberas encontradas (Bonet, 1995: 369-370; Mata, 1997: 18; Bonet et al., 2007: 259; Mata et al.,
2009: 147-148; Bonet y Mata, 2009: 115-116).
La entidad del yacimiento viene remarcada, además, por la documentación de letreros pintados en
sus cerámicas (Pla Ballester, 1961: 220; Unterman, 1990: F.12.1; Mata, 1997: 33), algo que lo vincula
estrechamente a la ciudad de Edeta y que resalta la importancia de su enclave y de sus miembros
dirigentes. Los epígrafes que se documentan en la cerámica de Llíria se consideran estrechamente
ligados al poder político (Bonet y Mata, 1997: 126), y en el Tossal de Sant Miquel, sobre todo, destaca
en los letreros pintados de las cerámicas con decoración compleja (Bonet, 1995: 451-464; Bonet y
Mata, 1997: 126). Con todo ello, las 112 inscripciones halladas en Edeta contrastan con las del resto
de asentamientos subordinados, donde sólo se han podido catalogar entre 1 y 2 inscripciones (Bonet,
1995: fig. 223; Mata, 1997: 21). Así, a excepción de Edeta, la existencia de letreros pintados sobre
los vasos cerámicos es claramente minoritaria (Mata, 1997: fig. I.13), y más si tenemos en cuenta que
cuatro de los yacimientos donde se hallan estos letreros pertenecen a su territorio, como Villaricos
(Bugarra, Valencia), Torre Seca (Casinos, Valencia) o los ya citados del Castellet de Bernabé y La
Monravana, otros dos se encuentran en áreas de influencia directa como Sagunto o Torre del Mal
Paso (Castellnovo, Valencia), mientras que las piezas de Los Villares de Caudete de las Fuentes deben
considerarse importaciones edetanas (Mata, 1997: 33).
La vinculación con Edeta se hace igualmente patente a nivel iconográfico, pues entre la cerámica de
La Monravana también se ha documentado la típica flor trilobulada representada en las cerámicas del área
edetana (Aranegui et al., 1997: 165-166; Pérez Ballester, 1997: 139), que supone el motivo vegetal más
característico y repetido de la cerámica del Tossal de Sant Miquel, donde el 77% de las variantes de flor
recogidas pertenecen a este tipo (Elvira, 1979: 213-214; Aranegui et al., 1997: 165).
Esta información contribuye a valorar adecuadamente el contexto de procedencia de las cerámicas
analizadas en las fotografías, a las que debemos sumar también dos fragmentos figurados interesantes
procedentes del dpto. 4 con figuras incompletas de guerreros25 provistos de cascos con cimera (Pericot,
21 Algunas de ellas ya publicadas por Fletcher (1947: 84, fig. 15) y estudiadas en conjunto por G. Trías (1967: 315-316, lám. CLVI,46) quien las fecha en el s. IV a.C.
22 Cuyas cerámicas de barniz negro se incluirían según P. Guérin (2003: 176) en un periodo cronológico que abarcaría entre el 200180 a.C. similar al que se aprecia en otros poblados de la zona.
23 Se trata de una unidad asimilable al primer estilo y derivados (Ripollès, 2007: 92, 144, grupo II.2, cat. 45e).
24 La presencia de Campaniense A antigua (Aparicio et al., 2005: 90-91) estaría en sintonía con la propuesta de P. Guérin (2003: 176).
25 También imágenes en Pericot (1979: 180, fig. 272), aunque en el texto de la figura se cita erróneamente que el fragmento procede
del Tossal de Sant Miquel.
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1979: 180, fig. 272a-b; Maestro, 1989: 88-92, figs. 21 y 22; Fuentes Albero y Mata, 2009: 80, fig. 23). A
estos fragmentos se les une otro decorado con motivos zoomorfos en el que aparecen dos cuadrúpedos, uno
de ellos identificado con claridad con una cierva (Pericot, 1979: 181, fig. 275). Sobre uno de estos animales
se abalanza en picado un ave, un motivo que será frecuente en las cerámicas del área aragonesa (Beltrán
Lloris, 1976; id., 1996; Maestro, 1989: 49-77, figs. 5-16).
La distribución de estos vasos figurados, que deben considerarse como auténticos bienes de prestigio,
tanto en el Tossal de Sant Miquel, como en los asentamientos circundantes, permite intuir la existencia
de diferentes rangos entre las elites. Este hecho corrobora que se trata claramente de una cerámica de
prestigio, vinculada a determinados núcleos urbanos y con una seleccionada distribución en el territorio
edetano y fuera de él (Bonet, 1995: 439-448; Mata, 1997: 42-48; Mata et al., 2000: 392 y 395). Esta
singular presencia de vasos de prestigio debe relacionarse, evidentemente, con la presencia de una elite
con capacidad y autonomía para establecer relaciones particulares con otros centros o territorios alejados
de Edeta, un aspecto que podría quedar constatado con la presencia en La Monravana de una fíbula cuya
distribución se encuentra fuera del territorio edetano.
Ciertamente, la entidad de La Monravana y la información transmitida por Taffanel permite
insertar de un modo coherente la tipología cerámica representada en las fotografías dentro del contexto
arqueológico que presenta este yacimiento, existiendo además importantes similitudes entre el material
fotografiado y los vasos cerámicos recuperados en el poblado. El hecho de que en las fotografías hayamos
identificado una tobera idéntica o quizás incluso la misma de la colección Muñoz-Sagaseta Jarrin, con
seguridad procedente de La Monravana (Fletcher, 1947: 81, fig. 11) contribuye a dar verosimilitud
a la información transmitida por Taffanel. Al mismo tiempo, la existencia también de una tinajilla
tritroncocónica, completamente conservada, similar a las que se encontraron extramuros en un contexto
funerario (Fletcher, 1947: 84-85, fig. 17; 1973: 191; Aranegui, 1987: 99; Bonet y Mata, 1997: 132)
tampoco contradice esta adscripción.
Sin embargo, estas evidencias creemos que merecen algunas reflexiones. En primer lugar desconocemos
el orden y meticulosidad con el que se configuró la colección Muñoz-Sagaseta Jarrin, teniendo en cuenta
que también poseían materiales procedentes del Castellet de Bernabé (Fletcher, 1947: 67), El Castellar
de Casinos (Fletcher, 1947: 68), la Torre Seca (Fletcher, 1947, 72; Gil-Mascarell, 1969: 139) y de la
Cova Foradà (Fletcher, 1947: 75). Unos materiales que, al igual que los que conservaba la Tía Loretta,
pertenecerían a una misma región y periodo cronológico. La Monravana se encuentra a 5 km de Casinos,
frente a la Cova Foradà, y a poco más de 6 km de distancia de la Torre Seca, por lo que los vasos cerámicos
ibéricos que aparecen en las fotografías que aquí estudiamos obedecen a una tipología repetida en todos los
yacimientos de esta zona26 con ocupación entre mediados del s. III-mediados del s. II a.C. De este modo, no
puede descartarse por completo que una parte de la colección de la Tía Loretta pudiera proceder de alguno
de estos yacimientos, como la Torre Seca, poblado localizado a unos 2 km de Casinos, en el que las labores
agrícolas propiciaron también vasos cerámicos completos que formaban parte de diversas colecciones
particulares (Gil-Mascarell, 1969: 139; Fletcher, 1947: 71-72; id., 1985: 17).
El extraordinario estado de conservación de los vasos expuestos en la mesa y la vitrina de la Tía
Loretta es algo que llama poderosamente la atención y puede ayudarnos a plantear su hipotético contexto
de procedencia, teniendo en cuenta las noticias y datos arqueológicos hasta ahora conocidos de La
Monravana. Quizás la ausencia más destacada entre los materiales conocidos de este yacimiento sea
la de los olpai y oinochoai que no aparecen mencionados por Fletcher (1947: 81-83; 1954b, 19), y que
tampoco se citan en los listados de materiales recogidos en las campañas de intervención de finales de los
70 y principios de los 80 (Aparicio et al., 1983; 1984). Por otra parte, los platos, páteras y caliciformes
que sí apreciamos en la colección de la Tía Loretta, están bien constatados en el yacimiento (Fletcher,
26 La relación cerámica entre los poblados de la zona Llíria-Casinos, atendiendo a su morfología y motivos decorativos, ya fue
señalada con anterioridad (Gil-Mascarell, 1969: 149).
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1947: 82, fig. 13A-C; 1954b, 19; Aparicio et al., 1979: 231; Aparicio et al., 1983: 292 y 297; Aparicio
et al., 1984: 322). Incluso en la campaña de excavación de 1983, se hallaron en el departamento 24 tres
vasos caliciformes prácticamente completos en un nivel de cenizas (Aparicio et al., 1984: 322, fig.
8). Estos materiales y su tipología serían los que estarían en uso cuando aconteció el final violento del
poblado (Bonet et al., 2007: 259) causado por un gran incendio: “Los objetos reposan sobre una fuerte
capa de cenizas, lo que permite suponer que un incendio, tal vez provocado por acción bélica, fué la
causa del abandono de la población” (Fletcher, 1954b: 19).
En cuanto a la tinajilla con hombro de la colección, si bien puede proceder de este mismo contexto,
no puede olvidarse que es de idéntica tipología a aquellas que hacían las veces de urna cineraria en
una posible área funeraria (Fletcher, 1947: 84-85, fig. 17; id., 1954b, 19; id., 1973, 191; Gil-Mascarell,
1973: 36; Aranegui, 1987: 99; Bonet y Mata, 1997: 132). Esto permite plantear la hipótesis de que,
al menos, el juego de tinajilla y plato-tapadera conservado en la colección pudiera proceder también
de un contexto funerario, explicando así su extraordinario estado de conservación. Sin embargo, de
nuevo debemos confiar en la información transmitida a Odette Taffanel acerca de su procedencia,
ya que se tiene constancia de otros hallazgos casuales de urnas con huesos y cenizas por parte de
campesinos27 (Fletcher, 1947: 70, nota 1). A ello se le debe sumar que fueron precisamente “las
constantes y sistemáticas excavaciones clandestinas que con total impunidad se venían realizando
en el yacimiento” las que motivaron retomar las excavaciones en 1978 (Aparicio et al., 1979: 231),
pudiendo proceder los vasos fotografiados de este poblado.
Por otro lado, en el plano iconográfico ya hemos mencionado la existencia de algunos fragmentos
cerámicos figurados que permiten constatar la relación del yacimiento con Edeta. Sin embargo, la cerámica
ibérica pintada de La Monravana se caracteriza por unas composiciones predominantemente geométricas,
de carácter complejo, a base de bandas, filetes, series de rombos, tejadillos, costillares, circunferencias y
semicircunferencias concéntricas, etc. (Fletcher, 1940: 132; id., 1947: 81-82, fig. 12; Aparicio et al., 1979:
232; Aparicio et al., 1983: 290, 292, 297 y 300; Aparicio et al., 1984: 319 y 322) o vasos de cerámica
común sin decorar (Fletcher, 1947: 82, figs. 13 y 14; Aparicio et al., 1983: 290 y 300; Aparicio et al., 1984,
319). Estas características son las que presentan también las piezas estudiadas en las fotografías, donde
tampoco se aprecia ningún vaso que posea decoración figurada, a excepción de los ojos apotropaicos y los
roleos vegetales de uno de los oinochoai (Vaso 1).
Junto a la colección cerámica fotografiada tenemos el caso de la fíbula, un objeto poco habitual
entre los materiales de La Monravana (Fletcher, 1947: 78-85; Rams, 1975; Aparicio et al., 1979:
231-232; 1983: 289-302; 1984: 317-325; etc.), tratándose además de un modelo sin paralelos en los
yacimientos edetanos (Bonet, 1995; Bonet y Mata, 2002; Guérin, 2003). La aparición de ejemplares
del tipo en el sur de Cuenca y las tierras del interior valenciano en torno a Casinos y Chelva debe
ponerse en relación con la existencia de una importante vía que comunicaba esta zona con el área
turolense y conquense. La investigación del yacimiento, centrada en sus restos constructivos y
materiales, no se hizo eco de una información que transmitían algunos de los primeros trabajos
dedicados a este poblado y que mencionaban que se situaba “en un cerrete, al borde de una antigua
vereda de ganado” (Fletcher, 1954b: 19), aún utilizada a mediados del s. XX (Fletcher, 1947: 78).
Esta vía ganadera podría estar fosilizando un antiguo camino vía existente en época protohistórica.
Así, sucedía durante la Baja Edad Media, en donde Cuenca constituía un epicentro de caminos que
la unían con Toledo, con Teruel y Zaragoza, con Burgos, con Huete, La Mancha y Alarcón, y con
Valencia, siendo precisamente su ubicación en la frontera aragonesa la que facilitaría su comunicación
con tierras de Aragón y Valencia (Quintanilla, 2001: 42).
27 Los señores Muñoz y Sagaseta Jarrin informaron a D. Fletcher (1947: 70, nota 1) de dos urnas también aisladas con huesos
y cenizas en la partida de “Campaners” junto a la carretera de Valencia a Casinos, aunque sin posibilidad de adscribirlas con
seguridad a este periodo ibérico.
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La posición de La Monravana junto a un camino natural ganadero podría constituir a su vez un motivo
estratégico, ya que este aspecto económico constituía también un factor importante dentro de la sociedad
ibérica. Este hecho ya ha sido defendido para el Puntal dels Llops, asentamiento ubicado en el inicio del
llamado “camino corto” hacia Segorbe (Alfaro, 2001: 230). Pero además, junto al “camino largo”, vía de
trashumancia que se adentra hacia el territorio turolense, se localiza el yacimiento de Els Tres Pics ya en la
comarca de Casinos (Fletcher, 1947: 68-69, fig. 1; Alfaro, 2001: 230) y coincidiendo la actual carretera en
este tramo con la Vereda Real ganadera (Alfaro, 2001: 230). Junto a este, se debe destacar que el Castellar
de Casinos se sitúa en las montañas que separan el Camp de Turia del llano de Villar del Arzobispo “en
una encrucijada de caminos que comunican el llano con el interior” (ibid.) quedando Pico de los Serranos
(Chulilla, Valencia) en un lugar denominado hoy “La Bajada” como recoge C. Alfaro (2001: 230) desde
donde sería ya fácil enlazar con el asentamiento de La Atalaya de donde proceden dos de las fíbulas de la
misma tipología que la hallada en La Monravana.
5. CONCLUSIONES
Con los argumentos expuestos, la adscripción de los materiales de la colección de la Tía Loretta al poblado
de la Monravana señalada por Taffanel parece probable, al menos por lo que respecta al material cerámico
fotografiado, dadas las similitudes en tipología y conservación con el recuperado en las campañas de
excavación en el yacimiento y la práctica seguridad de que algunos de los elementos presentados, como la
tobera, pasaran a integrarse posteriormente a otras colecciones formadas en el mismo yacimiento, como la
colección Muñoz-Sagaseta Jarrin. La información que obtenemos del pequeño conjunto cerámico encaja
en el repertorio tipológico conocido en el territorio de Edeta entre finales del s. III e inicios del s. II a.C.,
una cronología claramente posterior a la que cabe plantear para la fíbula estudiada, si tenemos en cuenta la
datación de los demás ejemplares con nudo hercúleo de contexto conocido.
Sin entrar a discutir la concepción de la centralidad y dependencia de los territorios del valle medio
del Turia en época ibérica avanzada, articulado y capitalizado por el gran núcleo de población que
es el Tossal de Sant Miquel, oppidum que jerarquiza un extenso territorio en el que se incluyen otros
yacimientos de dimensiones más reducidas y dependientes de él, como pequeños caseríos o aldeas y
atalayas o fortines, como el Castellet de Bernabé, La Monravana o el Puntal dels Llops, o pequeñas
factorías agrarias (Bernabeu et al., 1987; Bonet el al., 2007), podemos ver ahora como algunos de estos
centros tendrían la capacidad de establecer relaciones de cierto alcance con áreas alejadas de su territorio.
Así lo confirmaría la fíbula de la colección Taffanel, asimilable a un modelo bien definido desde el punto
de vista morfológico y cultural como demuestra su distribución geográfica a lo largo de la franja que
discurre por las tierras meridionales de la provincia de Cuenca (2 ejemplares) y las comarcas valencianas
limítrofes (4 ejemplares), un territorio que se extiende entre la Edetania y la Celtiberia meridional, lo
que resulta de gran interés, dada la identificación de una variante en plata en las tierras de la Celtiberia
nuclear, a las que se añaden dos ejemplares más, en las tierras de la Contestania.
AGRADECIMIENTOS
El trabajo se ha visto enriquecido con los comentarios y ayuda de D. José María Segura, Dr. Ignacio Grau, D. Alejandro
Martínez y familia, D.ª Concepción Rodríguez, D. Juan Manuel Millán, Dr. Jaime Vives-Ferrándiz, D.ª Monica Weber
y, claro está, a Mme. Odette Taffanel.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 241-260
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Marta BLASCO MARTÍN a
Dados y fichas de la Edad del Hierro
en la Península Ibérica
RESUMEN: En este trabajo presentamos una compilación de los dados encontrados en el sur y este
peninsular entre los siglos VI-I a.C. Se ha incidido en los contextos, en las diversas materias primas
en las que se han realizado, en sus características físicas y en las piezas asociadas a los mismos que
pueden interpretarse como parte de juegos antiguos. Además, se analiza la orientación de las marcas
en cada una de las caras de los dados y su numeración. Todo ello desde una visión comparativa con
otras culturas mediterráneas de la Antigüedad. Asimismo, se recogen una serie de piezas cúbicas y
paralelepipédicas similares a los dados, pero que por sus características físicas consideramos distintas
a estos y se plantean sus posibles usos.
PALABRAS CLAVE: Época Ibérica, dados, fichas, astrágalos, “petits objets”, juegos antiguos, azar,
adivinación.
Dice and tokens (dominoes) of the Iron Age in the Iberian Peninsula
ABSTRACT: In this essay, we analyse a compilation of dice (VI-I B.C.) found in the south and south
east of the Iberian Peninsula. We have paid special attention to the contexts, the different raw materials
in which they have been made, their physical characteristics and the artifacts associated to such dice
as they can be interpreted as part of ancient games. Furthermore, we have analysed the facing and
positions of each numeration and face for every dice. All of this has been done from a comparative
perspective with other antique Mediterranean cultures. Additionally, we collect a series of cubic
and parallelepipedic pieces similar to the dices, but we consider them different due to their physical
characteristics. We propose some uses for these objects too.
KEYWORDS: Iberian period, dices, tokens (dominoes), knucklebones, small finds, ancient games, luck,
prediction.
a
Personal Investigador en Formació, Subprograma “Atracció de Talent” (VLC-CAMPUS), Universitat de València.
marta.blasco@uv.es
Recibido: 15/12/2015. Aceptado: 11/02/2016.
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M. Blasco Martín
1. INTRODUCCIÓN
Por un hallazgo “casual” en la bibliografía mientras buscábamos piezas realizadas sobre hueso, asta
y marfil en yacimientos ibéricos, encontramos información sobre tres dados fabricados sobre hueso1
depositados en la tumba 43 de la necrópolis ibérica de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia)
(García Cano et al., 2008: 57). Esta referencia nos llevó a realizar una búsqueda más exhaustiva de
este tipo de piezas en cronologías prerromanas y nos hizo plantearnos una serie de preguntas que
responder: ¿Cuándo aparecieron los primeros dados? ¿Quiénes los inventaron? ¿Cuándo llegaron los
primeros dados a la Península Ibérica? ¿En qué materiales se realizaron? ¿En qué contextos aparecen?
¿Cuándo se generalizó su uso? Algunas de estas preguntas no han resultado fáciles de responder, pero la
búsqueda sistemática de información bibliográfica, así como la revisión y estudio personal de los dados
a los que hemos podido tener acceso recuperados en el territorio de la Cultura Ibérica, nos han permitido
obtener los datos y conclusiones que presentamos en este trabajo.
2. ORIGEN DE LOS DADOS
El primer punto que debemos tratar es el del origen de los dados. Tras una investigación exhaustiva, que
fuese más allá de teorías e ideas contradictorias que fácilmente pueden encontrarse por la red, debemos
señalar que las evidencias arqueológicas que hemos podido documentar en diferentes publicaciones
científicas, nos revelan un panorama que no aclara con rotundidad dónde y cuándo fijar el origen de estas
piezas de juego. Manniez (2010), en su trabajo sobre los dados de hueso de época romana de la ciudad
de Nîmes, señala que el origen de éstos se asocia a los griegos o a los lidios, pero hay constancia de su
existencia anterior en el Egipto Faraónico. Y bien es cierto que en el Antiguo Egipto encontramos dados
dentro de su cultura material y referencias de algunos autores a su existencia (Moret, 1993: 128; Luck,
1995). Se han encontrado dados, por ejemplo, en las excavaciones de Deir el-Medinah en contextos
del Nuevo Imperio (Caubet, 2004: 46) o en Tanis, donde se recuperó un dado datado en el I mil. a.C.2
realizado sobre marfil de hipopótamo, de forma cuadrangular y con la puntuación de sus caras igual a los
dados actuales, esto es, las caras opuestas suman, entre ambas, siete: 1-6; 2-5; 3-4.
Por otra parte, si hablamos de los primeros juegos de azar que conocemos no podemos menos que
empezar hablando del mundo mesopotámico, concretamente del Juego de Ur, hallado en la Tumba
PG/789 del Cementerio Real, con una cronología de mediados del III milenio a.C., lo que lo convierte
en el juego de mesa más antiguo conocido. Está realizado sobre madera, concha y lapislázuli y,
actualmente, se encuentra expuesto en el British Museum de Londres. Este juego no requería de dados
en sí, sino que contaba con una serie de fichas puntuadas que podrían ser lanzadas. Desconocemos
exactamente las reglas que se utilizarían para jugar (Ascalone, 2008: 255; Llagostera, 2011: 306-307).
Para el mundo egipcio conocemos también juegos completos de azar, en los que no necesariamente se
utilizaban dados, sino que también se podía jugar lanzando tabas, bastoncillos o fichas en las que se
señalaba la puntuación pertinente. Como el senet, un juego de tablero, popular entre todas las clases
sociales egipcias, y del que, de nuevo, desconocemos exactamente las reglas (Llagostera, 2011: 307308). Sí sabemos que este juego desempeñó durante el Imperio Nuevo una función funeraria, ya que
aparece citado en el capítulo diecisiete del Libro de los Muertos. El difunto debía jugar una partida
contra un adversario invisible y, si vencía, quedaba garantizada la pureza de su corazón (Fassone y
Ferraris, 2008: 225). Por tanto, vemos que tenemos constancia de los juegos de azar desde mediados del
1
2
Su posterior revisión en el Museo Arqueológico Jerónimo Molina (Jumilla, Murcia) nos permite corregir esta información y
afirmar que estos tres dados fueron realizados sobre marfil, no sobre hueso.
No se especifica una cronología más concreta (Caubet et al., 2004: 48).
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
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III mil. a.C. en Mesopotamia y desde el Imperio Nuevo en el Egipto Faraónico. Además, dados y otras
piezas de juego también se han recuperado en yacimientos griegos (Béal, 1983: 354) y etruscos (Artioli
et al., 2011) con una cronología que al menos alcanza el s. VIII a.C.
Si, más allá de los vestigios materiales, nos apoyamos en la lectura de los autores de la Antigüedad para
señalar el origen de los dados, debemos apuntar las palabras de Heródoto de Halicarnaso (s. V a.C.) que explica
que fueron los lidios los que inventaron los juegos de dados y de las tabas: “Los mismos lidios afirman que los
juegos a los que hoy se juega entre los griegos son invención suya. Y al mismo tiempo que los inventaron, esto es
lo que los lidios cuentan, colonizaron Tirrenia. He aquí lo que explican. En tiempos del rey Atis, hijo de Manes,
hubo en el país entero de Lidia una gran escasez de comida. Primero los lidios la soportaron con acopio de
paciencia, pero al ver que la cosa no cesaba buscaron paliativos, y uno inventó una cosa, y otro otra. De manera
que data de entonces la invención del juego de dados, del juego de tabas, del juego de la pelota y de todos los
demás juegos a excepción del juego de damas, el cual los lidios no dicen haber inventado. Y explican que,
tras haberlos inventado, engañaban así el hambre: jugaban un día entero para no tener que haber de buscar
comida; al día siguiente dejaban el juego y comían” (Heródoto, Historia, I, 94).
En los poemas épicos de la Odisea y de la Ilíada datados en torno al s. VIII a.C., no encontramos
referencias expresas a los dados, pero sí aparecen varias escenas en las que los hombres toman importantes
decisiones “echando suertes” (Ilíada, III, 314-316; VII, 170-192; Odisea, X, 203-210) o en las que,
simplemente, para entretenerse en sus horas vacías, los hombres, en este caso los pretendientes de Penélope,
mientras Odiseo está ausente, estaban “gozando en jugar a las suertes” (Odisea, I, 106-108).
Autores clásicos posteriores a la guerra de Troya y al viaje de regreso de Odiseo, como Pausanias en
su obra Descripción de Grecia, señalan que fue Palamedes de Argos quien inventó los dados (Pausanias,
Libro X, 31, 1). Palamedes, contemporáneo de Odiseo y Aquiles, tiene una presencia sucinta en la guerra
de Troya, siendo quién desenmascaró el engaño de Odiseo cuando fingió estar loco para evitar participar en
la guerra. Esto provocaría la venganza de éste (Apolodoro, Epítome 3: Prehomérica, 1-8).
Las evidencias pictográficas también nos remiten al juego de los dados en el contexto del conflicto
troyano. Tal es el caso de la escena de figuras negras pintada por Exequias en un ánfora datada entre el 540530 a.C. en la que podemos ver cómo los guerreros Aquiles y Ayax disputan una partida a los dados.3 Es
una escena que no aparece narrada en los cantos homéricos, pero que se perpetuó en la tradición posterior.
Por otro lado, esta imagen no resulta difícil de imaginar, puesto que en diez años que duró el asedio a
Troya, los guerreros pasarían muchas horas ociosas que podrían ocupar a través de juegos de azar. Se ha
debatido sobre si en esta famosa escena Aquiles y Ayax están jugando a los dados, a las tabas, o quizás a
otros juegos de mesa en los que no se requiriese lanzar ninguna “suerte”, sin embargo, el hecho de que el
pintor Exequias añadiese como inscripción las palabras “cuatro” y “tres” pronunciadas por Aquiles y Ayax,
respetivamente, hace pensar que estos guerreros estuvieran lanzando los dados.
En el mundo etrusco tenemos también evidencias de la presencia de dados fabricados sobre hueso,
marfil y aragonita en el registro arqueológico desde, al menos, el s. VIII a.C. (Artioli et al., 2011).
3. METODOLOGÍA DE TRABAJO
Para realizar este estudio partíamos de una serie de preguntas: ¿Dónde aparecen los primeros dados
en la Cultura Ibérica? ¿Se recuperaron en espacios de trabajo, habitacionales, rituales o en necrópolis?
¿Podían asociarse con otras piezas que pudieran formar parte de juegos, como serían las fichas o las
tabas? ¿Aparecieron junto a una cultura material especialmente rica o todo lo contrario? Empezamos
centrándonos en la localización de los dados, en el tipo de yacimiento y en el contexto arqueológico en
el que se recuperaron así como con qué piezas aparecieron asociados. Estas asociaciones son un punto
3
http://mv.vatican.va/4_ES/pages/x-Schede/MGEs/MGEs_Sala19_04_056.html (consultado el 30 de junio de 2015).
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M. Blasco Martín
central de esta investigación, ya que nos permiten identificar posibles juegos prerromanos. Seguidamente,
analizamos las características físicas de cada dado: medidas, peso, materia prima, forma (cúbica u oblonga),
la puntuación que presenta, la disposición de ésta entre caras opuestas, la orientación de las marcas de
puntuación y el tipo de éstas (un círculo inciso simple, doble o triple). Hemos prestado también atención a
las tipologías de dados desarrolladas por investigadores precedentes. Béal (1983) en su trabajo sobre le petit
mobilier del Museo Arqueológico de Nîmes los clasifica dentro del grupo de objetos con sección cuadrada o
rectangular, distinguiendo entre: B I: dados que presentan en el cuerpo un hueco que se correspondería con
el canal medular del hueso largo que sirvió de soporte para fabricarlos; B III 1: dados plenos (cuyo tamaño
señala que raramente sobrepasa los 16 mm) y los excepcionales dados hexagonales: B III 2. Si prestamos
atención a su tamaño podemos seguir la tipología de Manniez (2010) que continuó con el trabajo de análisis
de los dados de época romana de la ciudad de Nîmes que había empezado Béal. En él realiza una triple
distinción de los dados de forma cúbica según sus medidas sean: entre 18-29 mm (dados de talla grande);
entre 11-17 mm (dados de talla media); menos de 11 mm (dados en miniatura). Por otro lado, habla de
los dados en forma de paralelepípedo (dados oblongos) cuya longitud media sitúa entre los 8,5-21,5 mm.
En nuestro estudio hemos querido ir más allá de la forma y las medidas, por ello hemos prestado especial
atención a la numeración y a la orientación de las marcas de cada una de las caras de los dados, siguiendo el
estudio de Artioli, Nociti y Angelini (2011) sobre noventa y un dados etruscos. Este trabajo nos ha servido
como referente metodológico básico para analizar los dados documentados en el panorama ibérico. Estos
investigadores aplicaron diferentes técnicas arqueométricas de análisis, así como principios matemáticos
sobre la teoría de las permutaciones del azar respecto a las distintas disposiciones de las puntuaciones
en cada una de las caras de los dados. Por eso hemos tenido en cuenta la disposición de la puntuación en
cada dado analizado. Además, este tipo de estudio ha aportado también interesantes resultados acerca de
los dados romanos recuperados en Francia (Manniez, 2010; Poplin, 2012). Igualmente, hemos seguido
el trabajo de Poplin (2012) sobre la numeración y la orientación de los dados antiguos y medievales. Su
estudio parte de la pregunta: “Dans quelles directions de la pièce regardent les différences faces?” (2012:
30). Porque las opciones son numerosas, y resulta significativa la predilección por unas opciones u otras.
En primer lugar, hay que diferenciar cómo está dispuesta la numeración entre las caras opuestas del dado.
Debemos tener en cuenta que la numeración de cada cara en un dado cúbico va del 1 al 6 (puesto que no
tenemos constancia de ninguno en el que la puntuación supere este número). Cuando las caras opuestas
del cubo suman, entre ambas, siete (1-6/ 2-5/ 3-4) lo llamaremos “forma clásica”. Esta es la disposición de
la numeración de los dados actuales. Pero no siempre los dados en la antigüedad tenían esta disposición
clásica que hoy día domina, sino que encontramos un buen número de ejemplos en los que las caras están
opuestas de “forma progresiva” (1-2/ 3-4/ 5-6). Por ejemplo, en el enclave romano de Saint-Denis, por 20
dados recuperados con la numeración de forma clásica, se recuperaron otros 20, con la forma progresiva
(Poplin, 2012: 31). Otro ejemplo, el de los resultados obtenidos del análisis de la numeración de los noventa
y un dados etruscos depositados entre los museos italianos de Chianciano, Chiusi, Orvieto, Sarteano,
Tarquinia y Tuscania (Artioli et al., 2011), en los que también están presentes solo estas dos posibilidades
de numeración, la forma clásica y la forma progresiva. En este caso, además, los investigadores señalan las
diferencias cronológicas que existen entre el uso de cada una de ellas. Así, la forma progresiva fue utilizada
desde el s. VIII a.C. hasta mediados del s. IV a.C. y, por su parte, la forma clásica está presente en los dados
a partir del s. V a.C. y, desde mediados del s. IV a.C. es la única que se realiza. En los dados etruscos solo
aparecen estas dos formas de numeración y, además, permiten plantear una diferenciación cronológica.
Esto no ocurre en los dados analizados para este trabajo.
Debemos ir un paso más allá y una vez que hemos identificado el tipo de numeración entre las caras
opuestas de cada dado, nos fijaremos en la orientación de las marcas de la numeración en cada cara; ya
que, aunque los números 5, 4 y 1 no suelen variar en su orientación, los números 6, 2 y 3 sí lo hacen. Estos
dos últimos pueden orientarse diagonalmente hacia la izquierda “/”o hacia la derecha “\” (por no decir, que
en algunas ocasiones, incluso pueden aparecer orientados vertical y horizontalmente). Por su parte, en el
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
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Fig. 1. Esquemas de
orientación de las
marcas de cada una de
las caras de un dado
clásico. Basado en
Poplin (2012).
número 6, las dos líneas con las tres marcas que componen este número pueden disponerse en el sentido
“H” o “=” (Poplin, 2012: 31). La combinación de todas las posibilidades de orientación sería, teniendo
en cuenta todas las posibles variaciones,4 de dieciséis (fig. 1). Igualmente, dieciséis serían también las
combinaciones posibles en la disposición de la puntuación en un dado de puntuación progresiva. Al plasmar
los esquemas de las formas de orientación de las marcas de cada una de las caras de un dado hemos seguido
el trabajo de Poplin (2012).
Tabla 1. Lista de posibles combinaciones de las numeraciones entre las caras opuestas de
un dado. Aparecen resaltadas las combinaciones presentes en los dados prerromanos de
la Península Ibérica. Tabla basada en Artioli et al., 2011: 1037-1038.
1-2/ 3-4/ 5-6
1-3/ 2-4/ 5-6
1-4/ 2-3/ 5-6
1-5/ 2-3/ 4-6
1-6/ 2-3/ 4-5
1-2/ 3-5/ 4-6
1-3/ 2-5/ 4-6
1-4/ 2-5/ 3-6
1-5/ 2-4/ 3-6
1-6/ 2-4/ 3-5
1-2/ 3-6/ 4-5
1-3/ 2-6/ 4-5
1-4/ 2-6/ 3-5
1-5/ 2-6/ 3-4
1-6/ 2-5/ 3-4
Si tenemos en cuenta que las posibilidades de numeración entre las caras opuestas de un dado son
quince (tabla 1) y que, en cada una de esas quince posibilidades, las marcas de la puntuación se disponen,
tal y como ya hemos señalado, de dieciséis formas distintas (sin tener en cuenta que las marcas del dos y
el tres se dispongan horizontal o verticalmente), nos encontramos con 240 posibilidades en la disposición
de la numeración y de la orientación de las marcas que componen un dado. El hecho de ser consciente de
este elevado número de combinaciones nos hará reflexionar aún más sobre el porqué de que entre tantas
posibilidades se repiten los dados con los mismos patrones.
4
Sin incluir los casos, ya que no suelen ser habituales, en los que la orientación de las marcas de los números 2 y 3 fueran en sentido
horizontal o vertical. Si incluyésemos estas posibilidades el número total de esquemas posibles aumentaría considerablemente
(Poplin, 2012: 31).
APL XXXI, 2016
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M. Blasco Martín
4. PIEZAS ANALIZADAS
Presentamos un total de siete dados cuya cronología se sitúa en la 2ª Edad del Hierro, entre el s. V y el s.
I a.C. Trataremos también el caso de otras seis piezas que, aunque no puedan catalogarse genuinamente
como dados, poseen ciertas similitudes que no podemos dejar de señalar (tabla 2 y fig. 2) Aparte de ello,
haremos referencia a otros dados descontextualizados que nos han planteado dudas sobre si podrían
haber sido ibéricos.
A pesar de que este estudio pretendía centrarse en la época ibérica no podíamos dejar de incluir uno
de los dos dados más antiguos de los que tenemos constancia en la Península Ibérica, el recuperado en el
yacimiento de Cancho Roano (Zalamea de la Serena, Badajoz), cuya cronología se sitúa en torno al s. V-s.
Tabla 2. Dados y otras piezas cúbicas o paralelepipédicas analizadas
ID Yacimiento Cronología
Contexto
hallazgo
Material
Medidas
(mm)
Almacén
Pizarra
23x22x23
Peso Puntuación Marcas
(g)
Clasif. Clasif.
Béal
Manniez
Dados
1
Cancho
Roano
s. V-IV a.C.
2
Estacar de
Robarinas
f. s. V-m. s. IV a.C. Tumba
Caliza
17x17x17
10
1-2/ 3-5/
4-6
Círculo simple B III 1 Talla
media
3
Coimbra
1er cuarto s. II a.C. Tumba
Barr. Ancho
Marfil
9x9x9
-
Clásica
Doble círculo
B III 1 Miniatura
4
Coimbra
1er cuarto s. II a.C. Tumba
Barr. Ancho
Marfil
9x9x9
-
Clásica
Doble círculo
B III 1 Miniatura
5
Coimbra
1er cuarto s. II a.C. Tumba
Barr. Ancho
Hueso
9x9x9
-
Clásica
Doble círculo
B III 1 Miniatura
6
El Palomar
1er tercio s. I a.C.
Habitación
Cerámica 19x18x17,5
9,12
1-3/ 2-4/
5-¿6?
Círculo simple B III 1 Talla
grande
7
Penya
de l'Àguila
s. II-I a.C
Sin contexto Plomo
(poblado)
13x13x13
15,98 Clásica
23,09 Clásica
Doble círculo
B III 1 Talla
grande
Círculo simple B III 1 Talla
media
Otros
8
Basti
1ª mitad s. IV a.C. Tumba
Caliza
18x18x10
9
Puntal
dels Llops
f. s. III-i. s. II a.C. Sin contexto Caliza
(poblado)
23x21x15
46x35x35
10 Tossal de
s. III-i. s. II a.C.
Sant Miquel
Sin contexto Caliza
(poblado)
11 Sepúlveda
¿2ª mitad s. I a.C.? Sin contexto Cerámica
(poblado)
35x43
12 Calahorra
Desconocida
Sin contexto Arenisca
(poblado)
40x37
13 Numancia
¿s. I a.C.-I d.C.?
Sin contexto Arenisca
(poblado)
43x37
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-
Sin marcas
B III 1 Talla
media
17,62 /1-5/
Doble círculo
(5). Círculo
simple (1)
B III 1 Talla
grande
141,65 Sólo el 4
Doble círculo
B III 1 Talla
grande
-
Sin punt.
Motivos
Signos incisos B III 1 Talla
decorativos
grande
133,5 Signos
incisos
-
Signos
incisos
Signos incisos B III 1 Talla
grande
Signos incisos B III 1 Talla
grande
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
400 km
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Fig. 2. Yacimientos con dados:
1. Cancho Roano
2. Estacar de Robarinas
3. Coimbra del Barranco Ancho
4. El Palomar
5. Penya de l’Àguila.
Yacimientos con piezas cúbicas
o paralelepipédicas:
6. Baza
7. Puntal dels Llops
8. Tossal de Sant Miquel
9. Sepúlveda
10. Calahorra
11. Numancia
IV a.C.5 (fig. 3). Esta pieza se halló en las campañas dirigidas por Celestino Pérez en el exterior del edificio
principal, en el Sector Norte, concretamente en la estancia N-5 (Celestino y Jiménez, 1993: fig. 4), excavada
entre los años 1987 y 1988. Se trata de la estancia más rica en materiales de las seis que se excavaron en
este sector. En ella se recuperaron diversos objetos de bronce, entre los que destacan un asador con borde
moldurado y un juego de ponderales circulares; un cuchillo afalcatado de hierro; cerámicas –numerosas
fusayolas–, un colgante pentagonal de marfil, un conjunto de tabas –algunas de ellas perforadas– y un
vaso de alabastro (Celestino y Jiménez, 1993: 44-48). El dado se documentó como una pieza de madera
(Celestino y Jiménez, 1993: 48). Sin embargo, el análisis directo del mismo en el Museo Arqueológico de
Fig. 3. Dado de Cancho Roano.
Dado clásico esquema nº 14 (según fig. 1).
5
Celestino y Jiménez hacen alusión a otros dados de cronologías similares: “incluso tenemos noción de algún ejemplar hispánico
procedente de la necrópolis almeriense de Villaricos” (1993: 140). Sin embargo, la referencia dada no es demasiado precisa y en
nuestro trabajo de revisión bibliográfica no hemos encontrado información sobre dados en ninguna publicación específica de este
yacimiento.
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M. Blasco Martín
Badajoz (donde está depositado), nos ha hecho descartar esta idea y apuntar, no con total seguridad porque
la pieza está fracturada y quemada, que se trata de un objeto de piedra, seguramente de pizarra, una roca
metamórfica abundante en el paisaje alrededor del yacimiento.
La función que se atribuyó a este dado, teniendo en cuenta el contexto en el que apareció, fue
“netamente votiva” (Celestino y Jiménez, 1993: 140). Aun así, los autores, a nuestro juicio de manera
oportuna, relacionaron este hallazgo con las numerosas tabas que se documentaron en el yacimiento y con
las posibles fichas de juego recuperadas en diferentes estancias de Cancho Roano. Maluquer incidió en la
importancia de documentar arqueológicamente evidencias de juegos, ya que “el juego es una actividad que
ocupa una parte importante de la vida privada y pública de las colectividades humanas” (1981: 362). Y
escribió acerca de la existencia de un posible juego de tipo ajedrez recuperado en el yacimiento, formado
por piezas que se asemejaban a peones realizadas en marfil, que estarían contenidas en una arqueta de
marfil y de madera (1981: 364). Sin embargo, interpretaciones posteriores parecen indicar que estas piezas
en realidad serían las bisagras que permitirían abrir y cerrar la tapa de esa arqueta. Aun así, existen otras
piezas menos espectaculares que ese temprano juego de tipo ajedrez al que apuntaba Maluquer, pero que
parecen señalarnos la presencia de algo tan cotidiano como serían los juegos, el azar y el entretenimiento
en Cancho Roano. Se recuperaron conjuntos de cuatro fichas discoidales, de tamaños similares y de dos
colores distintos, blanco y negro (como si perteneciesen a dos jugadores) recuperadas próximas entre sí
en la zona E4/E5 de la excavación (1981: 364 y lám. LI). De un modo similar a estas fichas discoidales
podríamos considerar el conjunto de ocho y de seis cantos de río de color blanquecino (de una longitud
media de unos 2 cm) que pudimos documentar en el Museo de Badajoz (fig. 4).
Fig. 4. Cantos de río hallados en W-3
y en W-2 III.
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Fig. 5. Plano de Cancho Roano con las piezas señaladas. Modificado
a partir de Celestino (1996).
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
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Fig. 6. Esquema de la disposición de las caras
del dado de Estacar de Robarinas.
Así pues, el dado de Cancho Roano, del que cabe destacar su numeración clásica al igual que en los
dados actuales, es una pieza a destacar pero que también se puede y se debe poner en relación con otros
petits objets (Feugère y Charpentier, 1989-1990) del yacimiento que pasan desapercibidos (fig. 5).
El siguiente dado (fig. 6) cuya cronología resulta muy similar al anterior, f. s. V-m. s. IV a.C., fue
recuperado en la necrópolis ibérica de Cástulo de Estacar de Robarinas (Linares, Jaén). Aparece como ajuar
en el enterramiento XV, junto a otras cerámicas y objetos metálicos entre las que destacan una falcata y un
soliferreum. Sobre todo, nos interesa la presencia, junto al dado de caliza, de un conjunto de siete fichas
cuadradas, siete rectangulares y una romboidal realizadas sobre pizarra, así como de seis cuñas de hueso de
sección trapezoidal y otros seis discos óseos de sección circular (García-Gelabert y Blázquez, 1988: 137-138).
Por tanto, la presencia de un dado junto a un lote de fichas de diferentes formas y materiales nos lleva a poder
afirmar que estamos ante un juego depositado como ofrenda del difunto o de la difunta en su viaje al más allá.
Centrándonos exclusivamente en el dado y en la disposición de su numeración, debemos destacar
su singularidad. Las caras se enfrentan de una forma inusual, aunque estemos hablando de cronologías
tempranas como las de este enterramiento. Como ya hemos señalado, en el estudio de más de noventa
dados etruscos cuya cronología más antigua se sitúa en el siglo VIII a.C. (Artioli et al., 2011) no se ha
documentado ningún dado con la disposición de los números entre las caras opuestas como se da en este
caso: 1-2/ 3-5/ 4-6. Una disposición que tampoco es habitual en dados posteriores.
En la tumba 43 de la necrópolis ibérica de Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla, Murcia) encontramos,
como ya hemos señalado, no uno, sino tres dados depositados como ajuar. Tres dados clásicos pero cuyos
esquemas de disposición de las caras (fig. 1) y de orientación de las marcas no es igual entre sí (fig. 7)
ya que aunque los tres son dados clásicos, el A se corresponde con el modelo 10, el B con el 14 y el C,
Fig. 7. Esquemas de la disposición de las caras y orientación de las marcas de los dados hallados en el yacimiento
de Coimbra del Barranco Ancho.
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250
M. Blasco Martín
por su parte con el 15.6 El análisis de estas piezas en el Museo Jerónimo Muñoz Molina (Jumilla), donde
están depositadas, nos permite afirmar que están realizadas, pese a que se publicaron como dados de hueso
(García Cano et al., 2008; Hernández, 2008), sobre marfil, ya que gracias al corte transversal de la pieza se
aprecian perfectamente las líneas de crecimiento características del material ebúrneo.
La tumba está datada en el primer cuarto del s. II a.C. y los estudios antropológicos de los restos óseos
cremados indican que perteneció a un varón en edad adulta-joven (García Cano et al., 2008: 58). Este
enterramiento contaba además como ajuar con diferentes cerámicas (entre ellas varios fragmentos de un bol
de campaniense A) y objetos metálicos. Se recuperaron cinco pequeñas piezas de bronce interpretadas como
apliques de una pequeña cajita de madera (madera que se habría perdido por los procesos postdeposicionales)
con varios cajones (García Cano et al., 2008: 57). Además, se hallaron cinco piezas cilíndricas huecas, con
una perforación en la parte medial, realizadas en hueso. Objetos como éstos, aunque han generado debate,
se han interpretado como bisagras (Béal, 1983). Por tanto, podrían pertenecer a la misma caja de madera
en la que se integrarían los apliques metálicos. Ésta resultaría idónea para contener y guardar los tres
dados de marfil, además de otras tres tabas talladas (García Cano et al., 2008: 57), así como incluso dos
cabujones de pasta vítrea de tonos azulados que bien podrían haber servido como fichas en algún juego
que actualmente desconocemos. Por tanto, las ofrendas de esta tumba se han de poner en relación con todo
aquello a lo que asociamos los dados, las tabas y las fichas… con el juego, el entretenimiento e incluso, con
algún tipo de ritual o con la adivinación. El hombre enterrado en esta sepultura pudo ser un gran aficionado
a los juegos de azar y por eso se mandó enterrar, o sus seres queridos quisieron que realizase su viaje al
más allá, acompañado de aquello que le apasionó en vida. Podemos relacionar, además, el número de dados
depositados en esta tumba, tres, con esa tirada óptima de tres dados, obteniendo tres seises, que los romanos
denominaban como “Suerte de Venus” o, por el contrario, con la mala suerte de tirar tres dados y sacar tres
unos “Los Perros” (Adam, 1834: 339) y a la que ya Platón hizo referencia en su tratado de Las Leyes (XII,
968 e) utilizando una frase proverbial en la que se hacía referencia a la fortuna de un juego griego en el
que, del mismo modo, tres seises daban la victoria y tres ases la derrota: “y si lo que queremos es poner en
peligro todo nuestro sistema político, sacando, como suele decirse, tres seises o tres ases, hagámoslo así.
Yo correré ese riesgo con vosotros”.
Tiempo después, en el primer tercio del s. I a.C., en un momento y en una zona de contacto con los soldados
romanos llegados a la Península Ibérica, encontramos el siguiente dado al que debemos hacer referencia,
el del poblado ibero-romano de El Palomar (Oliete, Teruel). Fue realizado sobre barro cocido y presenta
puntuaciones en círculos simples realizadas antes de la cocción de la pieza. La disposición y realización
de la puntuación en las caras resulta peculiar y no queda totalmente clara. Pensamos que las caras estarían
enfrentadas 1-3/ 2-4/ 5-6 (fig. 8). Pero, bien es cierto, que la disposición del número 3 es altamente inusual,
ya que no coincide con la orientación diagonal hacia la izquierda o hacia la derecha, ni con la vertical y
horizontal, sino que se trataría de una disposición similar a la del 4 en la que falta un círculo en uno de sus
vértices. Esta singularidad podría deberse a un error en el momento de su ejecución en el que la persona que
lo realizó fuese a repetir la cara del 4 dos veces, pero al darse cuenta de que ya estaba realizada, decidió dejar
así el 3. Al fin y al cabo, como escribe Manniez, “Les différences, qui portent sur la disposition des valeurs,
soulignent, semble-t-il, la volonté de l’artisan de faire de chacun des dés une pièce unique” (2010: 20). Por
otra parte, la cara que interpretamos como un 6 solo conserva el círculo en uno de sus vértices. Esto se debe a
que este plano del cubo está fracturado. Sin embargo, al tener todos los demás números realizados y contando
con el hecho de que los dados cúbicos mediterráneos desde su origen no cuentan en sus caras con un número
mayor que el 6, nos atrevemos a afirmar que sería éste el número que falta.
Esta combinación 1-3/ 2-4/ 5-6, como en el caso del dado de Estacar de Robarinas, no coincidiría con
ninguna de las disposiciones de los dados etruscos (Artioli et al., 2011) y tampoco es usual en momentos
posteriores. En la Casa 11-1, estancia de El Palomar en la que se recuperó este dado, se hallaron asimismo
6
Los modelos de disposición de los dados clásicos aparecen recogidos en la fig. 1.
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
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Fig. 8. Esquema
de la disposición
de las caras del dado
de El Palomar.
Fig. 9. Plano de El Palomar con
las piezas señaladas. Modificado a
partir de Vicente et al. (1990).
tres tabas de ovicaprinos perforadas (dos de ellas pertenecientes a extremidades posteriores derechas y otra
a una extremidad posterior izquierda7). Además, en diferentes habitaciones del yacimiento –Casa 3, Casa I,
Almacén 3, Almacén 4– (fig. 9) se han recuperado cinco fichas circulares –nosotros solo tuvimos acceso a
cuatro de ellas en las instalaciones del Museo Provincial de Teruel– de sección plana realizadas en piedra
(Vicente et al., 1990: 57) que bien podrían pertenecer a algún juego con el que el dado y las tabas estuvieran
relacionados (fig. 10).
Encontramos también un dado de plomo en el yacimiento de Penya de l’Àguila, con la disposición
de un dado clásico (fig. 11). Dentro de éstos coincidiría con el esquema nº 14 (fig. 1) con la excepción de
que la disposición del número 2 en el dado no es diagonal sino vertical. Esta pieza se ha datado entre el s.
II-s. I a.C. (AA.VV., 2004). El yacimiento no ha sido excavado, pero Schubart, durante sus prospecciones
en la zona del Montgó, levantó una planimetría de sus tres líneas de muralla (1962). Según el estudio
7
Número mínimo de individuos (NMI): 2.
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M. Blasco Martín
Fig. 10. Fichas de piedra y tabas perforadas halladas en
distintas estancias de El Palomar (Oliete).
Fig. 11. Dado de Penya de l’Àguila.
de la tipología constructiva de éstas, así como por la presencia en superficie de fragmentos de cerámica
campaniense A y B, Llobregat lo situó entre el s. II-s. I a.C. (1972). Posteriormente se recogieron nuevos
materiales en superficie y se depositaron en el Museu Arqueològic i Etnogràfic Soler Blasco de Xàbia. Entre
ellos destacan piezas de armamento romano, que irían en consonancia con la tesis de Schubart de que esta
fortificación, en un lugar tan inaccesible, debía relacionarse con un momento de crisis relacionado con la
Segunda Guerra Púnica o con la localización de la base naval de Sertorio en Dénia (Schubart, 1962). Se
recuperaron también un buen número de objetos realizados en plomo (como la pieza que ahora nos ocupa),
así como abundantes restos de desecho y fundición de este metal (Mortalla et al., 2012). Con todo esto,
quedaría adscribir cronológicamente el dado, teniendo en cuenta que carece de contexto estratigráfico. A
priori podría relacionarse el yacimiento con un campamento romano y, por ende, el dado que nos ocupa
también, puesto que el juego de los dados era muy habitual en el mundo romano y entre los soldados
en particular. Sin embargo, no debemos obviar que “sin duda, existía una población local de raigambre
ibérica que debió, de alguna manera, jugar su papel en esta reordenación del territorio de la comarca de la
Marina Alta llevada a cabo en la primera mitad del siglo I a. C.” (Mortalla et al., 2012: 8). Por tanto, en un
yacimiento de contacto entre dos mundos como sería el caso de Penya de l’Àguila este interesante dado de
plomo podría ser el reflejo material de dicho contacto y que tanto iberos como romanos hubiesen hecho uso
del mismo o de otros similares.
Por otro lado, hemos de exponer el caso de varios dados –ocho en total– que, hemos revisado y nos han
planteado dudas sobre su adscripción cronológica. Hemos optado por no incluirlos dentro de la clasificación
de dados de la Edad del Hierro del área ibérica, ya que desconocemos el lugar exacto de su hallazgo –con
la consiguiente pérdida de información que ello supone– y los yacimientos a los que se asocian cuentan
con diferentes fases históricas de ocupación. En el yacimiento ibero-romano de Sant Josep (Vall d’Uixó)
se recuperaron dos dados realizados sobre hueso, uno de ellos cúbico de tipo clásico con las puntuaciones
realizadas por cuidados triples círculos y el otro paralelepipédico, muy pulido, con puntuación: 3-4/ 5-6.
Cabe señalar que estos dados paralelepipédicos u oblongos, al tener cuatro caras principales numeradas
podrían relacionarse más íntimamente con el juego de las tabas… en el que la pieza puede caer también por
una de las cuatro caras naturales (o trabajadas) del astrágalo. No conocemos el contexto estratigráfico en el
que aparecieron estos dos objetos dentro del yacimiento, lo cual nos hace difícil concretar su cronología,
ya que cuenta con un período de ocupación amplio. Fue excavado en dos campañas entre 1974-1976. En él
APL XXXI, 2016
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DaDos y fichas De la eDaD Del hierro en la Península ibérica
253
se diferenciaron, por la cultura material, varias fases de ocupación. La fase ibérica está subdividida en un
periodo que comenzaría en el s. V a.C. y llegaría hasta inicios del s. IV a.C. y, en un segundo que abarcaría
desde inicios del s. IV a.C. hasta mediados del s. II a.C., según se ha deducido de las formas cerámicas y de
sus motivos decorativos (Rosas, 1984). Tiempo después, el yacimiento volverá a estar habitado en época
romana, también en dos momentos diferentes, en el s. III d.C. por una parte y, posteriormente, en el último
cuarto del s. IV (Rosas, 1984; Arasa y Rosas, 1994). Por esta variedad de etapas de ocupación del poblado,
consideramos demasiado aventurado señalar la cronología de estos dados, de modo que simplemente
indicamos su presencia.
Un caso similar ocurre con otros cinco dados hechos sobre hueso, de disposición clásica, recuperados
en la Alcudia (Elche) y que revisamos en el propio Museo de la Alcudia. Este yacimiento posee fases de
ocupación desde la Edad del Bronce hasta época visigoda, por eso resulta imposible señalar la cronología
de estas piezas al carecer del contexto estratigráfico de su hallazgo. Si bien, pudimos revisar otros tres dados
de hueso, muy similares a los anteriormente citados, que fueron recuperados en excavaciones recientes en la
Alcudia en contextos estratigráficos de época romana… Estos paralelismos nos llevan a pensar que lo más
probable es que todos fueran de la ocupación romana de la antigua ciudad de Ilici. Por último, nos queda
señalar el caso de un dado expuesto en una de las vitrinas del Ecomuseo de Aras de los Olmos (Valencia).
El hallazgo de esta pieza no queda claro ya que fue donado a los fondos del museo por un particular que no
concretó exactamente el lugar en el que se recuperó. Por consiguiente, a pesar de que este ecomuseo posee
fondos de importantes yacimientos ibéricos de la zona, como el Castillejo de la Muela (Aras de los Olmos),
no podemos aventurar el momento de realización y/o uso de esta pieza.
Hasta ahora, hemos tratado el caso de siete dados genuinos adscritos a la Edad del Hierro y el caso de
varias piezas de las que no podemos concretar su cronología. Pasamos a señalar ahora los casos de otros seis
artefactos que no son dados per se, aunque algunos de ellos pudiesen estar relacionados y tener funciones
similares (que no iguales).
El primero de ellos fue hallado en un contexto indiscutiblemente ibérico, en la tumba 155 de la necrópolis
del Cerro del Santuario de Baza (Granada), la tumba de la famosa Dama, datada en la primera mitad del s.
IV a.C. Esta pieza ha sido clasificada como “dado de piedra caliza sin marcar” (Presedo, 1982: 210). Por
nuestra parte, consideramos que debería denominarse como pieza cúbica (sus medidas son de 18 x 18 x
10 mm, pero debemos tener en cuenta que está fracturada). No se trata de un dado, porque sus caras no
están numeradas de manera alguna y resulta poco probable pensar que se tratase de un dado en proceso de
elaboración ya que el hecho de formar parte del ajuar de esta sepultura nos indica que era así como querían
que se depositase y que su significado quizás esté ligado a un simbolismo que actualmente se nos escapa.
Dentro de la Edetania, en el oppidum de El Tossal de Sant Miquel y en el fortín de El Puntal dels
Llops, contamos con dos piezas líticas que inicialmente podrían ser tomadas como dados pero, tras su
análisis en el Museu de Prehistòria de Valencia (donde están depositadas), y su comparación con los dados
presentados, tenemos que descartarlos. En primer lugar, el motivo más evidente es porque no presentan
la numeración propia de los dados. La pieza oblonga del Tossal, hallada en el departamento 102 (Bonet,
1995: 242-243) solo cuenta en una de sus caras con cuatro círculos incisos con un punto interno dispuestos
cada uno de ellos en las cuatro esquinas de esa cara rectangular (fig. 12). Por su parte, la del Puntal dels
Llops, fracturada y hallada superficialmente en el entorno del yacimiento, cuenta con cinco círculos con
un punto interno, dispuestos de la manera habitual del número 5 en un dado. Cabe señalar que el círculo
central tiene un tamaño mayor. En la cara opuesta, en la parte central, hay un profundo agujero que
podría haberse realizado por el roce continuo con algún tipo de útil duro de tipo metálico o pétreo. Se nos
asemeja más que a la cara del número 1 hecha adrede con intención lúdica, a un desgate de la superficie
de la cara por uso. Otras de las características que nos hacen diferenciar estas piezas de los dados ibéricos,
son su tamaño y su peso, que resultan superiores a los de los dados presentados (fig. 3). En el caso de la
pieza del Tossal es más que evidente la diferencia. Sus dimensiones y peso hacen muy complicado que
esta pieza pueda girar sobre una superficie con facilidad al ser lanzada (por no decir que las aristas del
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Fig. 12. Caras superior e inferior de las
piezas paralelepipédicas de El Tossal de Sant
Miquel (A) y de El Puntal dels Llops (B).
acabado en bisel de las caras no están desgastadas). La pieza del Puntal sí tiene unas dimensiones y un
peso que se asemejan a los del dado de Cancho Roano, aunque no está completa, por lo que éstos serían
mayores. Entonces, ¿qué son estas piezas? Descartado su uso como dados nos planteamos que podrían
haber sido utilizadas como pesos. Sin embargo, si tenemos en cuenta los ponderales conocidos para época
ibérica, de cuyo sistema metrológico y de cuyas tipologías se ha escrito abundantemente (Fletcher y Mata,
1981; Fletcher y Silgo, 1995; Grau y Moratalla, 2003-2004) debemos señalar que estas dos piezas, por
su materia prima, por su forma, su peso y por las marcas que presentan no coinciden con los ponderales
ibéricos conocidos. Además, éstos están documentados, hasta la fecha, únicamente en bronce o en plomo.
Por ello, mientras no se localicen en un contexto arqueológico fidedigno otras piezas similares a éstas, la
incógnita sobre su uso permanecerá abierta.
Por último, quisiéramos señalar el caso de tres piezas cúbicas halladas en el área celtibérica,
concretamente en el Cerro de Somosierra (Sepúlveda, Segovia) (Blanco, 2004), en la Estacada (Pradejón,
La Rioja) muy próxima a Calahorra (Ballester y Cinca, 1998) y en Numancia (Soria) (Ballester, 1999).
La primera está realizada sobre cerámica, las otras dos sobre roca arenisca y, por sus dimensiones,
entrarían dentro de la categoría de “talla grande” de la clasificación de Manniez (2010). Todas ellas tienen
también sus seis caras decoradas bien sea con motivos geométricos o figurados. Las tres piezas carecen de
contexto arqueológico preciso, lo cual dificulta su comprensión, pero se circunscriben dentro de la cultura
celtibérica cercanas a yacimientos con contextos domésticos –en la fig. 3 esta circunstancia se ha señalado
como “Sin contexto (Poblado)”–. La pieza de la Estacada fue interpretada inicialmente como un dado y
se intentó asociar la decoración geométrica “simple” de sus seis caras con la representación de los seis
primeros números. Sin embargo, el análisis y la comparación rigurosa de estos seis signos con los sistemas
fonemográficos y silabográficos de las diferentes culturas del Mediterráneo protohistórico parecen no tener
ninguna concordancia, con lo que “obliga a plantearse la posibilidad de que los signos en su conjunto
no representen secuencia fónica ni serie numérica alguna” (Ballester y Cinca, 1998: 235). Aunque, bien
es cierto, que podrían corresponderse con símbolos que los celtíberos comprendieran y asociaran y que
nosotros desconozcamos en la actualidad. La pieza cúbica de Numancia, al igual que la de la Estacada,
posee seis signos realizados por incisión sobre la superficie lítica. En este caso se han definido como signos
más complejos y que, aunque no con total exactitud, poseen gran similitud con los signos del hemisilabario
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ibérico (Ballester, 1999: 261). La revisión de la pieza numantina y de la pieza de la Estacada llevó a
Ballester, siguiendo las sugerencias del profesor De Hoz, a interpretarlas como téseras geométricas (1999:
262) y no como dados. Por su parte, la pieza cúbica de Sepúlveda, datada hacia finales del s. I a.C., presenta,
más que signos, decoración geométrica y figurativa realizada sobre las caras alisadas del cubo de cerámica
mediante las técnicas de incisión y escisión y, además, cuenta con tres pequeñas perforaciones. Blanco se
decanta por la vinculación de la pieza con una actividad de carácter lúdico, como sería un juego de azar
o, en todo caso, que estuviese vinculada con prácticas mágicas o adivinatorias (2004: 136). No plantea la
posibilidad de que se trate de una tésera tardoceltibérica, sin embargo, teniendo en cuenta lo escrito sobre
las piezas de la Estacada y Numancia, esta posibilidad no debería ignorarse sin más. En cualquier caso, estas
tres piezas, pese a su forma cúbica, distan de poder ser interpretadas como dados, ya que no presentan una
numeración clara. Si bien es cierto que siempre podría asignársele a cada cara, con una decoración o signo
diferente, un valor distinto y emplearlas con el mismo fin que los dados actuales. Aunque la compresión
de estos símbolos resulta más compleja para nosotros, sería igual de útil para los usuarios de estas piezas.
Cabe apuntar que en la campaña de excavación del 2015 en el alfar íbero-romano de Mas de Moreno (Foz
Calanda) dirigida por los arqueólogos Alexis Gorgues y José Antonio Benavente, se halló una nueva pieza
cúbica con signos incisos, similar a las recuperadas en la Estacada y Numancia, que esperan que puedan
asociarse a numerales de época ibérica.8
5. CONCLUSIONES
En lo que respecta a las materias primas empleadas, tenemos que destacar la variedad de soportes documentados
(fig. 13) a pesar del reducido número de dados documentados. Por supuesto, debemos pensar además que estas
piezas se pudieron realizar no sólo en estas materias primas duraderas, sino también en madera, un material
con el que resultaría fácil realizar estos objetos y que, por su carácter orgánico, no habría llegado hasta nuestros
días. Los dados realizados en hueso o en marfil suelen ser los más numerosos en los registros arqueológicos
de cualquier época y cultura. Valgan como ejemplo los aquí presentados o, más significativamente, los casi
noventa dados etruscos realizadas sobre hueso y/o marfil (Artioli et al., 2011). Incluso podemos destacar la
documentación de un taller especializado en la fabricación de dados de hueso, sobre diáfisis de hueso largos
de animales de talla media/grande, en el castillo de Apcher (Lozère, Francia) entre los siglos XIV y XVII
(Chazottes, 2012) o un taller de fabricación de dados de hueso en el yacimiento céltico de Arènes (Levroux,
Francia) en el que se han atestiguado más de quinientos fragmentos de desecho de fabricación. El análisis
zooarqueológico de estos desechos ha permitido señalar que estos dados se realizaron, fundamentalmente,
sobre metapodos y tibias de caballo y, en menor medida, de buey (Krausz, 2000: 137).
El total de los dados presentados en este trabajo no es muy numeroso, pero consideramos justificada la
recopilación y valoración de todos ellos. Así como consideramos necesaria la revisión efectuada de otras
piezas que, aunque cúbicas o paralelepipédicas, no deben de ser tomadas como dados solamente por su
forma. Aclarado esto, debemos destacar la importancia de la presencia de dados en la Península Ibérica
antes de la llegada de los romanos. Así, los dados de Cancho Roano y Estacar de Robarinas nos revelan
que estas piezas estuvieron presentes en el territorio del sur peninsular ya en el s. V a.C. De modo que no
fueron las tropas romanas las que introdujeron estas piezas, muy habituales en su cultura, en Iberia. ¿Cómo
aparecieron por tanto en la Península? Debieron ser introducidos por influjo de otros colonizadores venidos,
antes que los romanos, por el Mediterráneo. Así, no olvidemos que los dados tuvieron gran importancia en
el mundo griego y que de sobra eran conocidos por los etruscos (Artioli et al., 2011). El escueto panorama
de su presencia en el territorio peninsular en cronologías tardías nos hace sugerir también que estas dos
piezas, presentes además en dos enclaves relevantes como son el palacio-santuario de Cancho Roano y la
8
http://www.iberosenaragon.net/noticias.php (consultado el 7 de septiembre de 2015).
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1
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3
1
1
N=7
Fig. 13. Materias primas empleadas en la elaboración
de los dados presentados en este trabajo.
necrópolis ibérica del oppidum de Cástulo, debieron ser adquiridas por actividades comerciales con otras
culturas del Mediterráneo. Consideramos que estos dados no fueron fabricados en los propios yacimientos
porque, de ser así, presumiblemente tendríamos algo más que un único ejemplar aislado en cada enclave.
Son hallazgos casuales y su uso no estará generalizado en el territorio peninsular hasta que los romanos se
asienten en Hispania.
Por su parte, los tres dados de la sepultura ibérica de Coimbra del Barranco Ancho están datados en
el primer cuarto del siglo II a.C. En ese periodo, cartagineses y romanos estaban inmersos en contiendas
en la Península y, por ello, pudieron haber sido depositados como ajuar de un difunto que tuvo acceso a
estos objetos en vida por medio del contacto con las nuevas culturas que llegaron a las costas peninsulares.
Además, el hecho de que estén realizados sobre marfil, una materia prima de gran valor económico y
comercial, acentúa la importancia de los mismos y nos habla de piezas que no estarían, ni mucho menos,
al alcance de todos. Así pues, para el Ibérico Final tampoco podemos hablar, ni mucho menos, de una
generalización de la presencia de los dados dentro de la Cultura Ibérica. Penya de l’Àguila y El Palomar
son lugares de contacto, donde los iberos asimilaron la cultura romana, zonas de conflicto entre Sertorio
y Pompeyo, nativos peninsulares que aceptaron los adelantos técnicos y nuevas formas de vida traídos
por los latinos… En esos enclaves, seguramente verían un dado por primera vez en el s. I a.C., porque el
hecho de que cuatro siglos antes en Cancho Roano o en Cástulo estuvieran ya presentes, no nos indica que
posteriormente se hiciese extensible de forma continuada su uso y su conocimiento. Lo cierto es que en la
Cultura Ibérica no predomina el uso de los dados, sino de las tabas, tanto en necrópolis como en poblados
(Blasco, 2015: 51). El juego de las tabas fue muy popular no sólo en el mundo ibérico, sino en todas las
culturas mediterráneas de la antigüedad (Segura y Cuenca, 2007: 82-83). Las tabas se corresponden con los
huesos astrágalos presentes en las extremidades posteriores de los mamíferos, los más empleados fueron los
de ovejas, cabras y cerdos. Estos huesos singulares, con cuatro caras diferenciadas, fueron los verdaderos
“dados” de los iberos, las piezas con las que tentar al azar, con las que entretenerse, jugar… También
podrían ser artefactos con los que interpretar los designios de los dioses o adivinar el porvenir. Porque
cuando lanzas algo al aire, cierto es, la suerte está echada, y esa “suerte”, buena o mala, puede tanto usarse
en un juego de azar como interpretarse en un augurio. Para el mundo romano la presencia de las tabas es
muy importante, pero también el uso de los dados está ya totalmente extendido. Incluso, en el evangelio de
Juan se cuenta cómo los legionarios romanos, después de haber crucificado a Jesús, se jugaron su túnica
“Así se cumplió la Escritura: Repartieron mis vestidos entre sí, y sobre mi túnica echaron suertes” (Juan,
19:28). Tanto se jugaba a los dados que en tiempos de la República su uso tuvo que ser prohibido por
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la Lex Talaria, excepto en las fiestas de las Saturnalias (Daremberg y Saglio, 1877-1918: 180 –Alea–).
Así, en los asentamientos romanos de la Península Ibérica encontramos numerosos hallazgos de dados
realizados en diferentes materias primas, como en el campamento romano de la Cerca9 (Aguilar de Anguita,
Guadalajara), en Emérita Augusta,10 Bilbilis (Fenoy, 2009), entre otros.
Debemos destacar de nuevo lo significativo de la asociación de algunos de los dados con tabas y con
fichas de juego; como la tumba XV de Estacar de Robarinas, en la que aparecen distintos conjuntos de
piezas líticas que consideramos que pertenecieron a un juego de al menos dos jugadores; la tumba 43 de
Coimbra del Barranco Ancho o las piezas líticas y las tabas perforadas halladas en la misma habitación
donde se halló el dado de El Palomar o cercanas a ésta. Incluso, aunque no en la misma habitación, en otras
estancias de Cancho Roano se recuperó un conjunto de cantos y piezas líticas de colores blanco y negro que
sumados al dado de pizarra allí documentado recuerdan sobremanera al conjunto cerrado de fichas de juego
y dos dados recuperados en la sepultura 1266 de la necrópolis romana de Gloucester (Inglaterra) (Cool,
2008: 105). Tampoco debemos pasar por alto que, de igual manera, podríamos señalar la presencia de
juegos prerromanos en el área ibérica sin que fuera necesario contar con un dado asociado a fichas o a tabas.
Ya que la presencia única de conjuntos de piezas líticas o de tabas en los yacimientos puede ser el reflejo de
estos juegos (que luego se seguirán manteniendo o que evolucionarán). Así, podemos señalar los ejemplos
de las evidencias materiales del Puntal dels Llops, donde se hallaron 19 cantos rodados –inv 1161– a modo
de fichas (Bonet y Mata, 2003: 161) o de El Cigarralejo. En esta necrópolis podemos nombrar, entre otras,
el caso de la tumba 43 en la que se recuperaron nueve piedrecitas planas de hueso de forma elíptica que
podrían haberse empleado como fichas de un juego (Cuadrado, 1987: 148, fig.48) o la tumba 200 donde se
hallaron otras catorce piedrecitas planas (Cuadrado, 1987: 364, fig. 149). Por eso, aunque en este trabajo
nos hemos focalizado en los dados presentes en el área ibérica en la Edad del Hierro, no son estas piezas
las únicas que evidencian los juegos de azar… sino que serían una parte más de los mismos, ya que su
presencia no resulta imprescindible para los mismos.
Así pues, todas estas piezas que se incluirían dentro de los “petit objets”11 (cuyo valor queremos
reivindicar una vez más) nos están reflejando algo tan humano como el entretenimiento, el ocio. Tan
humano y tan significativo. Como apuntó Maluquer: “En muchas excavaciones es frecuente el hallazgo
de piezas que parecen juegos sin que en general se ponga el acento sobre ellas y se les dé la importancia
que merecen para el conocimiento del modo de vida de nuestras poblaciones protohistóricas. El juego
es, sin embargo, una actividad que ocupa una parte importante de la vida privada y pública de las
colectividades humanas” (1981: 36).
Pero también los dados nos reflejan algo que va más allá del mero juego… De este modo, sabemos a
ciencia cierta que en el mundo griego y en el mundo romano fueron empleados como medios de adivinación
de la voluntad de los dioses y del designio que podía esperar cada uno en la vida. Conocemos santuarios,
tales como el ático de Skiron, dedicado al culto de Athenea Skiras, donde se empleaban únicamente dados
para efectuar adivinaciones (Blanco, 2004: 137). Pero, por lo general, de nuevo, los dados no eran piezas
excluyentes, sino que eran unos objetos más con los que interpretar el porvenir, ya que también podían
lanzarse palos, astrágalos o, simplemente, utilizar otros sistemas de adivinación que no implicasen el
lanzamiento de “suertes” (klêroi, sortes) (Luck, 1995: 289). Así lo expresaba Cicerón: “Desde luego, no
encuentro pueblo alguno –por muy formado y docto, o muy salvaje y muy bárbaro que sea– que no estime
que el futuro puede manifestarse a través de signos, así como ser captado y predicho por parte de algunas
personas” (Cicerón, Sobre la adivinación, Libro I, 1).
9
Texto: Museo Arqueológico Nacional. CER.es. (http://ceres.mcu.es), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España
(consultado el 04/07/2015).
10 Texto: Museo Nacional de Arte Romano. CER.es. (http://ceres.mcu.es), Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, España
(consultado el 04/07/2015).
11 http://artefacts.mom.fr/fr/home.php (consultado el 07/07/2015).
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En definitiva, esperamos que este trabajo sirva para poner el acento en este tipo de piezas, presentes
quizás en otros yacimientos peninsulares entre los siglos VI-I a.C. y sobre las que no se ha incidido lo
suficiente o ni siquiera se han publicado. En este estudio hemos pretendido mostrar el panorama global
de la presencia de dados y otras piezas cúbicas o paralelepipédicas similares, insistiendo en la diferencia
entre las mismas y reivindicando también la importancia de otras pequeñas piezas asociadas a los dados
que podrían conformar conjuntos de juegos. Asimismo, consideramos que el análisis de la numeración y
de la disposición de las marcas en cada una de las caras de los dados ha reflejado diferencias significativas
y un nuevo punto de vista mediante el que acercarse al estudio de esta clase de objetos. En cualquier caso,
citando a Julio César, “Alea jacta est”.
AGRADECIMIENTOS
Queremos mostrar nuestro agradecimiento a la Doctora Consuelo Mata Parreño por su apoyo a lo largo de todo este
trabajo y por sus oportunas puntualizaciones.
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Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 261-281
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Norberto MESADO OLIVER a
El Hermes de “l’Alter” de Xilxes
(La Plana Baixa, Castellón)
RESUMEN: En la presente nota se da a conocer con detalle una estatuilla de bronce que representa a Hermes/
Mercurio, encontrada en el año 1966 en la villa romana del Alter de Xilxes, en la comarca de La Plana Baixa,
Castellón. Se trata de un bronce pleno, fundido a la cera perdida en una sola pieza, de 21,6 cm de alto y un
peso de 1.370 gramos. Remite al siglo I d.C. y posiblemente formaría parte de un larario doméstico. Tendría
buenos paralelos, entre otros, en el Hermes de El Peralejo (Jaén), guardado en el Museo Arqueológico Nacional
de Madrid, y en el Hermes de Lyon, depositado en el British Museum de Londres. También se repasan las
noticias referentes al Alter de Xilxes y se aporta un inventario parcial, realizado en los años 1960, de un lote de
materiales recuperado en los terrenos de emplazamiento de esta villa altoimperial romana.
PALABRAS CLAVE: Hermes/Mercurio, escultura en bronce, cera perdida, época altoimperial romana,
chlamys, petasus, marsupium, caduceo, villa rústica.
The Hermes from ‘l’Alter de Xilxes’ (Plana Baixa, Castellon, Spain)
ABSTRACT: A bronze figurine representing Hermes/Mercury is presented. It was found in 1966 in the Roman
villa of ‘Alter de Xilxes’ (La Plana Baixa, Castellon, Spain). Lost-wax process was used to produce the figurine,
which is 21.6 high and it weighs 1,370 grams. It is dated to the first century AD and it might be part of a
domestic lararium. Among the parallels of this object we could mention the Hermes from El Peralejo (Jaén),
kept in the National Archaeological Museum in Madrid, and the Hermes of Lyon in the British Museum in
London. Historical references to the settlement of ‘Alter de Xilxes’ are reviewed and a partial inventory of the
materials recovered at this site during surveys conducted in the 1960’s is provided.
KEYWORDS: Hermes/Mercury, bronze sculpture, lost wax, Early Imperial Roman period, chlamys, petasus,
marsupium, caduceus, rural villa.
a
Arqueólogo emérito.
Avda. Llombai (junto a Instituto), 12530 Burriana, Castellón.
Recibido: 16/02/2016. Aceptado: 17/06/2016.
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1. INTRODUCCIÓN
Las primeras noticias de materiales arqueológicos romanos procedentes con gran probabilidad del Alter de
Xilxes, yacimiento situado en las inmediaciones de este pueblo de La Plana de Castellón, se remontan a
fines del siglo XVIII. Espinalt escribe que esta población “Según denotan varias inscripciones Romanas y
sepulcros que se han hallado, con cántaros y monedas de aquel tiempo, denota la fundaron los Romanos”
(1786: 186). Otras citas pertenecen ya al s. XIX.
Así, mosén J. Bautista Figols, rector de Almenara, en su “Memoria presentada a la Real Sociedad Económica”,
en 1818, al citar las ruinas romanas de los alrededores dels Estanys, anota que: “En la llanura en que según
el cronista P. M. Ribelles, huvo una ciudad opulenta, hay enterrado un rollo de piedra azul de quinientas ó
más arrobas de peso con sus dos muescas colaterales para el encaxe de las bigas, que lo levantaran para la
comprensión”; y añade: “En la plaza de Chilches hay otro de mayor mole”. En 1832, Ceán-Bermúdez glosa que
en Xilxes se descubrieron “no hace mucho tiempo, sepulcros, lápidas con inscripciones romanas y monedas de
distintas clases”; y en 1847 conoceremos, por Madoz, que “por algunas inscripciones halladas en esta población
se conjetura su antigüedad romana” (VII: 325); mientras que Miralles de Imperial, en 1868, dice que en esta
localidad “hay algunas inscripciones que prueban que el origen de esta villa se remonta a la época romana” (IV:
17); y en 1873, Mundina Milallave reitera que el origen de la población se atribuye a los romanos “según se
deduce de las inscripciones halladas en esta villa pertenecientes a aquella época” (p. 281). No tendremos más
citas conocidas hasta 1956, año en el que el Pbro. J. Torres da la noticia, en un artículo de prensa, del reencuentro,
en la mencionada subpartida del Alter, de un miliario perteneciente al emperador Cayo Vibio Treboniano (fig. 1).
Con posterioridad, las referencias sobre este yacimiento, o alguna de sus piezas más sobresalientes, se suceden:
1965, Almar, López y Espinosa (p. 11-12); 1968, Utrilla (p. 20-36); 1971, Mesado (p. 161-171); 1973, Tarradell
(p. 89-98); 1979, Gorges (p. 245); 1980, Llobregat (p. 106); 1986, Abad (p. 174); 1990, Arce, Roda, Salcedo y
Sánchez (p. 24, 76, 236, ficha 136); 1990, García Fuertes y Moraño (p. 623-633); 1991, Mesado, Gil y Rufino (p.
94); 1995, Arasa (p. 677-679 y 811-812); 1996, Valls (p. 1, 5-6), entre otros.
Fig. 1. El miliario de Cayo Vibio Treboniano estando
depositado en el Ayuntamiento de Xilxes. 1960.
Fotografía N.M.
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Tal estación arqueológica, ubicada entre el Camí Ràfols y la Senda Forcà, según la bibliografía anterior,
venía tributando gran cantidad de fragmentos cerámicos, en especial: tégulas, dolia y ánforas, que parecen
proceder de la pars rustica de la villa; mientras que los restos de estucos policromos, mármoles, teselas
para mosaicos pavimentales (blancas y negras), cerámicas finas; fragmentos de basas, tambores; estatuilla
broncínea, etc., objetos concentrados en el huerto de Germán Severino, apuntan hacia la ubicación del área
residencial, la pars urbana, centro neurálgico de una propiedad dedicada, posiblemente, a esa terna de
producción romana: vino, trigo y aceite.
De todo lo hallado hasta el momento, que sea conocido (dejábamos de aportar la documentación básica
en el año 1973), destacan el citado miliario, encontrado en 1931 en un campo de Anita Bodí (según el Pbro. J.
Torres), y la estatuilla: un excepcional bronce hallado en 1966 con motivo del arranque de los viejos algarrobos
del lugar para su permuta por perales, transformación que se realizaba en la cota máxima del Alter. Tal bronce
pleno representa al dios Hermes en una recreación romana: Mercurio.1
Con este bagaje de objetos, y puesto que hoy “de l’Alter sols ens queda el topònim (lloc un poc elevat que
destaca sobre la resta del terreny), perquè les transformacions agrícoles del anys seixanta (roturacions de terres
per a plantar tarongers) i el pas de l’autopista A-7 a principis dels setanta, van fer desaparéixer aquell pujolet
que mantenia ocultes i protegides les restes de la vil·la romana” (Valls, 1996: 1, 5-7), pasamos al estudio de
la estatuilla, depositando el resto de los materiales cerámicos en el Museu Arqueològic Comarcal de la Plana
Baixa - Burriana,2 con el objeto de poder ampliar el impacto dejado en nuestra comarca por la romanización,
en la que un buen número de villae rusticae formaron parte del Ager saguntino como auténticos núcleos rurales
dedicados a la explotación de su óptimo agro.3 Hecho, el de la proliferación de estas villas (el denominado
“sistema de villae”), que dará comienzo con el Emperador Augusto (Arasa, 2000: 108), constituyendo aquella
Hispania rural de las villas señoriales.
2. EL ALTER DE XILXES
Xilxes se asienta en la comarca de la Plana Baixa, al SE de la provincia de Castellón, junto a la vía
férrea y el Camí Real, hoy la carretera Nacional 340 en su tramo Valencia-Castellón. Su término
forma parte de esa extensa llanura aluvial, cuaternaria, regada principalmente por el Millars, y
salpicada de restos ibéricos y de villas altoimperiales, contiguas o cercanas al Camí Vell de València,4
en el Alto Medioevo el Camí Reyal y en la actualidad el Caminàs. Aquella vía republicana, costera,
denominada Hercúlea, que unía Cádiz con Roma, y que después se convertirá en la Vía Augusta.
Junto a ella y en término del municipio de Nules fue excavada, en una década de penuria como fue
la de los años cincuenta, la villa nulense de Benicató. Pese a ello, tales trabajos quedaron inéditos;
aunque algo más tarde era publicada su planta (Esteve Gálvez, 1956). El yacimiento, adquirido por
1
2
3
4
Entre todas las ilustraciones que reproducen el Hermes/Mercurio encontrado en este yacimiento, es de destacar la fotografía, debida a
P. Mercé, aparecida en el volumen La Provincia de Castellón (Excma. Dip. Provincial, 1999, pág. 203).
Denominación aprobada por el Ayuntamiento de Burriana en Sesión Plenaria Ordinaria de fecha 7-XII-1982.
Tras la recogida de tales restos arqueológicos entre los años 1965 y 1972 iniciamos su estudio, en particular el de la estatuilla; pero
al publicar el Dr. Tarradell, en 1973, el miliario de César Cayo Vibio Treboniano, dio la noticia de que uno de sus alumnos (J. M.ª
Espinosa) se hallaba preparando para su publicación el yacimiento, motivo por el cual optamos por retrasar nuestro estudio en espera
de dicho trabajo. Éste, que sepamos, no apareció y el nuestro quedo relegado (salvo textos puntuales) por imperativos de otros que
creímos más urgentes. Tiempo después, retomamos las fichas de algunos bronces que creímos parangonables con el del Alter, sin
investigar otros hallazgos y trabajos que, con seguridad, se habrán producido.
El Camí Vell de València, tramo en término del municipio de Burriana del Caminàs, entraba en esta ciudad (única medina
altomedieval en el centro de la entonces denominada Plana de Burriana) por el portal de Valencia; saliendo, tras cruzar la villa (su
calle Mayor) por el de Tortosa yendo en busca, junto al Millars, del yacimiento protohistórico de Vinarragell. Camino también
denominado en Marzo de 1328 al hacer donación la Orden de Montesa de un sector de tierra perteneciente a Vinarragell: “de
Oropesa” (De María, 1935: 182).
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la Excma. Diputación, sería objeto de una segunda campaña de excavaciones en 1973 (Gusi y Olaria,
1979: 101-144), quedando buena parte de él sin abrir; mientras el Ayuntamiento de Nules compraba
varias fincas, colindantes, para su salvaguarda.
Desde el pueblo de Xilxes, al E de la Serra del Castellar, parte hacia el mar un camino denominado de
Ràfol, el cual cruza la partida de Senda Forcà (hoy conocida popularmente con el topónimo de Santa Forcà),
en donde, a unos 400 m del pueblo, se ubica esta subpartida: l’Alter; igualmente conocida por el Sequer por
encontrarse en ella un secadero de arroz, ya desaparecido, cuya cota más elevada (sobre unos 10 m.s.n.m.)
corresponde, como hemos comentado, al huerto de Germán Severino, lugar en donde se han encontrado los
restos más importantes de lo que con seguridad fue una villa rústica Altoimperial, enclavada en las proximidades
de los humedales que alimentaban tanto las resurgencias freáticas como el río Belcaire en su desembocadura,
los cuales, conjuntamente con los más importantes de Almenara (els Estanys), formaron una extensa marisma
prelitoral que en su día, por el N, alcanzó las proximidades del Millars.
La publicación de la citada nota de prensa dada por Torres en el mes de agosto de 1956 motivaría el
desplazamiento, al propio yacimiento, de las autoridades provinciales del momento; aunque, como ya se estaba
trabajando en la contigua villa de Benicató, l’Alter de Xilxes (topónimo con el que hemos divulgado esta estación
arqueológica) quedó en el olvido, al igual que su miliario, que pese a trasladarse (para su mejor custodia) al
Ayuntamiento y tratarse del único ejemplar hallado en la Plana Baixa, estaba ya en paradero desconocido en
1973; importante pieza que se sigue buscando (Tarradell, 1973: 89, nota 3; Valls, 1996).5 Hito que certifica que
la Vía Augusta cruzaba, o delimitaba, propiedades de la villa de l’Alter, a 15 km al NE de Sagunto: “la situación
del Alter de Chilches debe relacionarse con el trazado de la famosa vía costera” (Tarradell, 1973: 91).
Décadas más tarde, como hemos comentado, en la primera quincena del mes de marzo de 1966, otro golpe
de fortuna ponía al descubierto la estatuilla del dios Hermes/Mercurio, que en las navidades del año siguiente
pudimos adquirir (por tres mil pesetas) al labrador que la encontró: Vicente Piza Félix, siendo desde entonces
pieza destacada del Museu Arqueològic Comarcal de la Plana Baixa.6 Con el traslado del museo (en su inicio
en la 3ª planta de la Casa Consistorial) al exconvento de la Merced, tras su repristinación por la Generalitat
Valenciana (trabajos que finalizaban en el año 1991 –actual sede del Centre de Cultura Municipal–), la estatuilla
centraba, sobre esbelta columnilla de mármol blanco, la sala dedicada a la romanización (fig. 2).
Desde el año 1966 visitamos con asiduidad la zona del Alter, recogiendo, tras los desfondes de sus labores
agrícolas, los menudos hallazgos que se producían, particularmente cerámica; hasta que en los primeros días
del mes de septiembre de 1972,7 un frente de maquinaria pesada arrasaba, con motivo de la construcción de la
Autopista A-7 (fig. 3), lo que con gran probabilidad había sido la pars urbana de esta villa hispanorromana:
esa zona residencial, privilegiada, en la que los domini centraban la ornamentación de sus inmuebles rústicos;
reflejo y expresión de su propia posición social y cultural: basas, tambores, teselas amontonadas (almacenadas)
y fragmentos de algunas sigillatas grafitadas quedaron sembrando las contiguas fincas de G. Severino y A.
Agudo, indicándonos, los trozos de columnas y basamentos, que estábamos ante los despojos de una villa cuya
planta pudo ser semejante a la de Benicató.8 Con probabilidad, ésta de Xilxes tuvo un pequeño larario como
5
6
7
8
Tan importante pieza ha terminado en un basurero de “FOBESA”, empresa concesionaria de la recogida de basuras en Burriana. En
Mesado, 2012: Addenda III.
Este excepcional bronce había sido pedido al Magnífico Ayuntamiento de Burriana por la Diputación castellonense para el Museo
Provincial, motivo por el que nos desplazamos de inmediato al Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia para
dejar en manos de su director D. Domingo Fletcher la estatuilla, quien comunicaría a la Diputación castellonense su traslado a Madrid
para su limpieza. D. Domingo Fletcher llamaba de inmediato al Dr. D. Miguel Tarradell, entonces en la Universidad de Valencia, quien
al tener en sus manos nuestro bronce, sin dejar de contemplar la figura, me pedía precio. Le dijimos que no lo tenía, y D. Domingo
Fletcher, de soslayo, esbozaba una expresiva sonrisa.
Para la salvaguarda del yacimiento el SIP mandaba carta al Ministerio de Obras Públicas con el objeto de desviar ligeramente la
autovía. La respuesta fue negativa y sorpresiva, diciendo que: “primero es el progreso y luego la cultura”.
Según el Dr. J. Untermann en su visita a Burriana el 21-III-79, uno de los grafitos sobre sigillata sería un antropónimo traducible
por “S]EVERI ALPI” (fig. 6), posible genitivo de “Severus Alpius”. Tal vez el dueño de la villa del Alter de Xilxes, o uno de sus
habitantes puesto que parece tratarse de un grafito nominal de propiedad. Véase en la ADDENDA, el fragmento nº 18.
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Fig. 2. Ubicación del Hermes del Alter de Xilxes
en el Museu Arqueològic Comarcal de la Plana
Baixa-Burriana, entre 1991 y 2003.
Fotografía N.M.
Fig. 3. Zona de la pars urbana de la villa romana del Alter de Xilxes, arrasada por la Autopista del Mediterráneo.
Septiembre de 1972. Fotografía N.M.
manifestaría esta estatuilla del mobiliario doméstico, nichos difíciles de detectar por situarse, normalmente, en
la mitad de las paredes (Portela, 1984: 171). Imágenes que podían sacarse en procesión como podemos ver en
el relieve de época augustea denominado de los Vicomagistri en el Museo Vaticano (García y Bellido, 1972:
281, fig. 456), hasta que avanzado el cristianismo (año 392) Teodosio prohibió su veneración. Deidades que
servían “para documentar el interés de los propietarios por el mito y la cultura griega y mostrar, también, su
poder económico y posición social” (Koppel, 1995: 48).
El larario de Vilauba (Camós, Gerona), uno de los pocos encontrados en Hispania, portaba pequeños
bronces con peanas, de un mismo taller, reproduciendo a Mercurio, Lar y Fortuna (Tremoleda, Castanyer y
Roure, 1989: 49-69; Castanyer y Tremoleda, 1999). Cuanto menos, éste de Xilxes contuvo un excepcional
bronce pleno representando a la primera deidad, pieza que ha sido catalogada como “uno de los mejores
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Fig. 4. Estado en la que fue encontrada la estatuilla broncínea del Alter
de Xilxes. Fotografía Grollo.
Fig. 5. Mercurio del Alter de Xilxes.
Plano frontal, tras su limpieza. Fotografía
Mercé-Solé.
ejemplos de la imagen de este dios” (Roda, 1990: 76) que, afortunadamente, salió sin deterioro reciente puesto
que las “heridas” que presenta el metal (rotura del extremo distal del ala derecha del pétaso, y pérdida de
la última falange del dedo pulgar de la mano izquierda), son antiguas; aunque fue hallada con las lógicas
concreciones y suciedad (fig. 4) entre un gran manchón de ceniza, marchamo de garantía, por lo que sería
remitido para su repristinación al Instituto Central de Restauración de Obras de Arte.9 A la pieza le añadimos,
ya en Burriana, un liso caduceo de oro (fig. 5) con el objeto de reintegrarle su volumetría espacial,10 caduceo
actualmente retirado.11 El propio “alter”, cuya cota máxima recaía en los dos huertos citados, era de unos dos
9
Ingresó en el Instituto Central de Conservación y Restauración de Obras y Objetos de Arte, Arqueología y Etnología el día 2 de marzo
de 1967 –Expediente de Ingreso: Reg. A-1590–. Finalizando su estancia en dicho centro el día 26 de febrero de 1968.
10 Tan pronto fue recuperado el bronce se trasladó al SIP, mandándose por iniciativa de los Drs. Fletcher y Tarradell a la fundición
valenciana “CARPESA”, donde se realizaron, a la cera perdida, 11 ejemplares. Con posterioridad, y sin permiso alguno, uno de los
ejemplares copiados sirvió como “original” para otra fundición alicantina, en la que, para mayor estabilidad, se puso a las piezas una
plataforma laminar cuadrada. El escaso cuidado puesto en estas copias dio unos bronces francamente burdos. Pese a ello, una de las
copias llegó a Pinos Puente, Granada, habiendo sido publicada como encontrada en el Cerro del Campanario (J. Carrasco: “El Hermes
de bronce de ‘Pinos Puente’ (Granada)”. XIV CNA (Vitoria, 1975), pág. 763, lám. I, Zaragoza, 1977). En 1990, Rodríguez Oliva la
cita como de “dudosa autenticidad” (Los bronces romanos en España, pág. 95, nota 37). Lamentamos, por ello, que personas poco
escrupulosas contacten con otras de buena fe que tienen el deber de dar a conocer nuestro Patrimonio.
11 Tras nuestra jubilación en el año 2003, el Museo quedaría cerrado al público por “reformas”. Abierto el día internacional de
los museos en 2012 (y vuelto a cerrar después), el Mercurio del Alter estaba en el suelo (con una visión vertical sobre él para
el espectador) junto a la gran estatua romana, de mármol (ahora sin aquellos restos de policromía que portaba, por excesiva
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Fig. 6. Anotación del Dr. Untermann
de un grafito sobre sigillata procedente
del Alter de Xilxes.
Fig. 7. Restos y yacimientos de época romana en término municipal de Burriana según A. Rufino Guinot.
1, Cap de Terme. 2, Ratlla de Nules. 3, Carabona. 4, Camí del marge de Llombai. 5, Camí Virrangues. 6, Frente
‘Camí Palmeral’. 7, Sagrada Familia del Caramit. 8, Senda Torre d’Onda. 9, Torre d’Onda. 10, La Regenta.
11, Camí les Monges. 12, Ciutat de Borriana. 13, Frente ‘Camí Fondo’. 14, El Palau. 15, Les Moreres. 16, MarjaletCaminàs. 17, Marjalet-La Cossa. 18, Sant Gregori. 19, Riu Sec-Camí Vell de la Mar. 20, Frente ‘Sant Gregori’.
21, La Pedregala. 22, El Calamó. 23, Frente ‘Calamó’. 24, Santa Bàrbara. 25, Vinarragell.
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metros de elevación sobre las fincas colindantes, alcanzando dicha mota un diámetro de unos 125 m, lo que
indica que se trataba del área nuclear del fundus, cuyas hectáreas en explotación debieron delimitar con los
territorios de otras villas (centros importantes de sus propias explotaciones agropecuarias) al menos a lo largo
del Caminàs, esa vía indígena, prerromana, que atravesaba de norte a sur la Plana de Castellón bordeando los
humedales aprisionados por la restinga del mar (por donde trascurre el Camí de la Serratella; en el s. XVI dels
atalladors), y cruzando el Millars por la singular estación –“tell”– de Vinarragell (fig. 7, nº 25).
Entre los restos cerámicos del Alter, detectamos algunas cerámicas ibéricas; al igual que observamos
entre los restos encumbrados del cercano poblado ibérico del Castellar, cerámicas romanas; y muchos de los
fragmentos de las ánforas del Alter de Xilxes (Dressel 2-4) son idénticas a las del horno del cercano yacimiento
de la Punta d’Orleyl (Lázaro y Mesado, 1981: 7), indicándonos, cuando menos en la bisagra del periodo
republicano y altoimperial, ese trasiego de gentes y mercaderías autóctonas entre los poblados y las lujosas
villas rústicas del llano, puesto que es lógico que la mano de obra de tales latifundios fuese mayoritariamente
indígena, ósmosis que pudo acontecer de N a S del País, y perdurar en el tiempo puesto que el idioma (que
identificará el origen de una cultura) que hablaron los iberos alcanzó la Alta Edad Media: “Pruebas de fecha
muy tardía nos ponen ante los ojos que incluso en momentos anteriores a la invasión islámica, continuaba
subyaciendo, pero con vida, el idioma ibérico” (Llobregat, 1980: 46).12
Las coordenadas cartográficas de la villa del Alter de Xilxes son: 30SYK412071.
3. EL BRONCE MERCURIAL DEL MUSEO DE BURRIANA (fig. 3-5 y 8)
3.1. La pieza
La divinidad grecorromana Hermes/Mercurio fue esa juvenil mensajera –por excelencia– de los dioses
olímpicos: protectora de los caminos y caminantes, del tráfico, de los juegos atléticos, del ganado,
de la fecundidad; guía de los muertos, dios de la oratoria, de la fuerza y de la gracia; divinidad del
comercio y, por ello, protectora de los ladrones, mercaderes y comerciantes: la “faceta más relevante
con la que se incorpora al Panteón Romano” (Trelis y Molina, 1999: 32). A esta polifacética deidad se
le atribuye, además, el descubrimiento del fuego, de la escritura y de la música inventando la lira y la
flauta. Tan alto y mítico personaje se nos presenta, en esta imagen del Alter de Xilxes, con la más pura
fisonomía clásica: soberbio trabajo realista digno de un taller (las officinae) posiblemente de la Magna
Grecia, fundiciones que seguirán en el anonimato, puesto que “los trabajadores del bronce en la época
romana eran –como los artesanos en general– gente despreciada y generalmente esclavos o libertos de
baja condición social” (Arce, 1990: 16).
Se trata de un bronce pleno, fundido a la cera perdida en una sola pieza. Mide 21,6 cm de alto y pesa, tras
su limpieza, 1.370 g. Aparece representado por un adolescente, de cuerpo entero, desnudo, salvo su costado
izquierdo que permanece oculto por la fluidez de los pliegues de una clámide vertical que, desde la supuesta
limpieza), procedente de Talavera de la Reina, que había presidido, en alto (nivel de la 2ª planta), la escena del teatro de este centro
cultural municipal, ubicado en el claustro del exconvento de la Merced (Mesado et al., 1991: 98-99). Nuestro bronce aparecía sin
el caduceo, posiblemente siguiendo aquellas indicaciones de Utrilla: “(…) la capa, que cubre todo este lado hasta la altura de la
rodilla, se repliega en el antebrazo, dejando al descubierto la mano izquierda, semicerrada, y el dedo índice, muy fino, extendido
y señalando hacia abajo” (Utrilla, 1967: 10). Finalmente, tras 10 años de “Cerrado por reformas” como anunciaba un cartel, en
los inicios del 2014 se abría el Museo definitivamente al público. Y no solo sigue sin el caduceo nuestro Hermes, pues también
se le ha retirado la planchuela, de oro, de su peana, en la que se indicaba tanto el nombre de la pieza como el del yacimiento de
procedencia. Y la esbelta columnilla de mármol, con la que la teníamos expuesta centrando la sala 2ª, ha sido sustituida por una
peana negra (de aglomerado), con campana de cristal. Conjunto ubicado contra la pared de la 3ª sala del Museo, siendo difícil
admirar el bronce por su bello plano espaldar.
12 En dicha ósmosis un yacimiento paradigmático será en Burriana, y junto a la mentada restinga costera: Torre d’Onda (Arasa, 1987:
45-50; Mesado, 2005: 96-97).
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El HErmEs dE “l’AltEr” dE XilXEs (lA PlAnA BAiXA, CAstEllón)
Fig. 8. Mercurio del Alter de Xilxes.
Plano espaldar. Fotografía Deutsches
Archäologisches Institut.
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Fig. 9. Detalle del pecho y de la cabeza del Mercurio del Alter
de Xilxes. Fotografía N.M.
fíbula anular sobre el hombro izquierdo, pende hasta la parte inferior de las rodillas, por lo que cubre el brazo
que se adivina (por su justo modelado) levemente encogido, con cuya mano, libre ya de ropajes, sostuvo el
caduceo.13 El brazo derecho, exento de su costado, con el antebrazo flexionado, sostiene con su mano una
bolsa, o marsupium, de largo cuello y cuerpo ovoide con apéndices iniciados en sus laterales por proceder de
la piel de un pequeño animal, midiendo 4,2 cm de alta por 2,1 de ancha.
La cabeza del dios (fig. 9), levemente ladeada hacia la derecha, está tocada con el pétasos alado: un casquete
de breve alero que lleva bien ceñido, del que sobresale un corto cabello con múltiples rizos. Sus alas aparecen
representadas en majestuosa actitud de vuelo, ya que tampoco debemos olvidar que fue mensajero veloz ante
los dioses de los infiernos Hades y Perséfore. Su anchura máxima es de 3,3 cm.
Calza las crepidae griegas, de 3,5 cm de suela, cuyo grosor apenas alcanza los 2 mm; con talón (rasgo
tomado de la solea romana) y bridas que sujetan el semidesnudo pie, cubriendo el empeine con un broche
revestido de tres plumas, detalles poco visibles en nuestras fotografías. De la misma manera podemos asegurar
13 Las diversas representaciones mercuriales que iremos cotejando, podemos seleccionarlas según la posición de sus clámides, puesto
que están reproduciendo determinados prototipos griegos que muy probablemente fueron famosas esculturas maiorum, dada la
proliferación de estas estatuillas, en su mayor número bronces artesanales de carácter popular. Boucher (1976) definió la serie que
representa la figura del dios con la clámide cubriendo el lado izquierdo, la cual se corresponde con el tipo III definido por Simon
(LIMC, p. 507-508). Citaremos, pues, aquellas de clámide vertical pendientes del hombro izquierdo dentro de los bronces plenos,
añadiendo, por cercano, el Mercurio de Sagunto, de clámide enrollada en su brazo izquierdo; y, por su buen paralelo, el más lejano del
Museo Arqueológico de Palencia que pudo portar la clámide sobre el brazo perdido.
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(tal es la conservación del bronce) que sus maléolos no portaron alipes, atributos “que significan la fuerza de
elevación y la aptitud para los desplazamientos veloces” (Chevalier y Cheerbrant, 1986: 557); apreciándose,
incluso, el modelado de las uñas, detalle que repiten los mejores bronces plenos.
Fino es el índice de la mano izquierda; pero, por rotura antigua, falta la última falange de su dedo pulgar
que pudo haberse perdido unido, por soldadura, al caduceo; sin embargo su izquierda, que apresa el cuello
del marsupius o bolsa para contener las ganancias mercantiles, desdice, por su bajo modelado, del resto de
la figura, de un bellísimo y sereno naturalismo romano, alejado ya del idealismo griego.
Tampoco son visibles en las fotografías (nuestras figuras) las plumas, bien dibujadas, de la parte inferior
de las alas del pétasos; así como el menudo abullonado de su superficie, inspirado en el caparazón de la
tortuga, reptil que se relaciona con nuestro dios; o su cabello, de abundantes rizos dispuestos simétricamente
en el flequillo, acompañado de cortos mechones sobre el cuello, dejando descubiertas las orejas, igualmente
bien modeladas, “rasgos propios de la retratística romana altoimperial” (Aranegui, 1991: 33).
Muy expresiva es la cara, de fino óvalo; pómulos leves, barbilla menuda y nariz recta de clásico perfil;
mientras su boca, entreabierta, aparece modelada por unos labios carnosos; y los ojos, con las pupilas
señaladas, son trasuntos de la más pura serenidad y dignidad interior de este casi púber rostro en el que se
refleja un hacer praxitélico, con esa dulce expresión que seducía constantemente a los artistas helénicos.
La figura está erguida, descansando el peso de su cuerpo sobre la pierna derecha mientras que la
izquierda, algo separada y flexionada con el pie sin doblar, roza apenas, con la punta de la sandalia, el suelo:
“es la tradicional división de funciones de ambas piernas, sostén y descanso respectivamente, introducida
por los artistas del primer período clásico, que Policleto llevó a su perfección en el incomparable ritmo del
Doríforo” (Vera y Navarro, 1991: 37-43).
Es esta posición de descanso, con el correspondiente arqueado lumbar y desplazamiento del centro de
gravedad (en actitud de contraposto), lo que hace señalar sobre las caderas, al elevar con gracia el muslo
derecho a la vez que desciende el izquierdo, los surcos inguinales y el resto del articulado anatómico
del cuerpo, no olvidemos que se le identificó, también, con la divinidad natural que rige la armonía.
Modelado anatómico plenamente realista, exento aquí de cualquier idealización, conjunto que refleja
vigor y sensualidad. Igualmente se le modeló erguido el miembro viril, señalándosele los testículos y
el pelo púbico puesto que la fuerza genésica era valorada en esta deidad, “un encargo permanente a los
broncistas” (Arce, 1990: 24).
Pero es el plano espaldar (fig. 8) el que mejor acusa la contorsión suave de la figura, dado que la línea
del espinazo, en ligera curva ascendente (el centro de gravedad rítmico), favorecida por la desviación lateral
derecha de la cabeza, muere segada por el plano horizontal de las alas del pétasos. De la misma manera, la
pesantez y verticalidad de la clámide aparece contrarrestada por la proyección del brazo derecho, cadera, y
torsión de la cabeza. La alilla izquierda, con su horizontalidad, contribuye a fijar la inmovilidad columnar del
ropaje, mientras que la derecha, más inclinada, se une con las fuerzas proyectantes de este lado de la figura.
Esta armonía de líneas y masas nace de la propia pose del bronce, la cual anima, en serena turgencia
de viriles contornos, la imagen. Pero pese a que domina el canon clasicista del s. V, posee proporciones
y un modelado anatómico del tronco representado en la flor de un vigor viril iniciado –no por ello una de
las facetas del dios es la de ser patrono de la palestra– igualmente propios del s. IV: rostro excesivamente
aniñado (al que aflora una leve sonrisa, con una mirada intimista) y cierta sensualidad y gracia en la
curva rítmica espaldar. Aun con ello su escultor consigue amalgamar ambos períodos, el policlético y
el praxitélico-lisípeo, construyendo un nuevo equilibrio armónico propio de un buen conocedor de los
cánones clasicistas del momento.
Pero el interés de la pieza no sólo reside en el equilibrio de los valores visuales, su buen modelado
anatómico, naturalista, o el casi perfecto canon de Policleto (siete veces la altura de la cabeza en la altura total
del cuerpo); sino que es su “excepcional” estabilidad (no conocemos otra pieza semejante que la posea), y el
hallarse soberbiamente conservada, lo que convierten al bronce pleno del Museu Arqueològic Comarcal de la
Plana Baixa en una de las mejores representaciones peninsulares, y aun europeas, de este dios.
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Buen paralelo de la pieza en cuestión puede ser la adquirida por el Museo Arqueológico Nacional en
1961, procedente de El Peralejo (v. fig. 14), en la provincia de Jaén (Fernández de Avilés, 1962: 157-163);
aunque su tamaño excede en unos tres centímetros a la del Alter. También la cabeza está más ladeada, y no
presenta la suave inclinación de nuestro bronce que hace rozar la mirada en algo cercano e íntimo. Difiere,
asimismo, en las aletas del pétasos que fueron fundidas, por su excesivo tamaño, exentas; en las alillas
talares –los alipes–; en hallarse incompleta, y en el torques de plata que conserva –un simple alambre
anudado–, detalle de poco interés pues pudo habérsele unido a la escultura en época posterior a la de su
fundición, como posiblemente ocurría con el Mercurio de Lyon que luego veremos (junto con el de El
Peralejo) con un mayor detalle.
Sin embargo, el bronce de El Peralejo se asemeja al nuestro en la exacta posición de la clámide, en el
modelado anatómico del tronco, en la posición de sereno descanso que proporciona la pierna de apoyo y la
exonerada y, como hemos dicho, en su tamaño.
También de Sagunto, hallazgo que aludimos por su proximidad con Xilxes, procede un bronce
mercurial que, aunque difiera en el modo de llevar la clámide, es notable por su excelente realismo,
aunque sólo conocíamos la figura (cuando iniciamos el presente texto) por un dibujo de J. Zapater
(Chabret, 1888, II: 230, fig. 44).
Nuestro Hermes, como estamos comentando, tendrá que ser parangonado con las mejores representaciones
mercuriales extranjeras, como, por ejemplo, la estatuilla que posee el British Museum procedente de Lyon,
aunque ésta tenga la cabeza desnuda y muy ladeada, llevando, como la de El Peralejo (cuando fue dada a
conocer) un torques de oro.14
En la partida del Sequer de Xilxes se hallaban restos de una villa romana altoimperial, y en todo tiempo
sus propietarios fueron encontrando objetos de toda índole con ocasión de haber practicado desmontes o
labores profundas; pero nada llegó a conservarse. Por fortuna nuestra estatuilla no ha seguido el camino del
anonimato, y el Museu Arqueològic Comarcal de la Plana Baixa se enorgullece de poseer, en su tipo, una
de las mejores representaciones conocidas de esta deidad.
3.2. Cronología
Para datar estos productos de importación, tendríamos que conocer los talleres de fundición que estaban al
servicio de una clientela romana de élite, así como la de los escultores que en ellos o para ellos trabajaron,
hoy en el más absoluto anonimato. Igualmente sucede con los que produjeron en el entorno de Tarraco
sus esculturas, algunas de gran mérito. Con su anonimato y desconocimiento es siempre difícil, y a su vez
expuesto, dar un taller e incluso una cronología, puesto que sus modelos pudieron perdurar bastante; pese a
todo lo cual, el Mercurio del Alter de Xilxes habrá que situar dentro de la primera mitad del s. I d.C.
Para Gustav Gamer, nuestro bronce “sigue en su tipo estatuario a famosas estatuas de la segunda mitad del
siglo V antes de J.C. como p.e. al Hermes Boboli o al llamado Hermes de Annecy”.15 Y la semejanza que ofrece
con los bronces de El Peralejo y Lyon puede servir para fijar más su cronología, pues pudiera ser de época
Augustea, o Julio-Claudia; mientras que la gran crisis (de toda índole) del siglo III, como también detectaba la
villa de Benicató, pudo alcanzar la nuestra como probarían las cenizas en las que fue hallado.
Es innegable que al igual que suele ocurrir con la estatuaria monumental, también la calidad de los bronces
plenos está en relación con su tamaño, por ello los que se acercan a los 23 cm son los que comportan una
mayor calidad artística. Es lógico, pues, que el elegante y armonioso bronce del Alter quede dentro de la mejor
14 El Dr. Fernández de Avilés, al estudiar el bronce de El Peralejo, recogerá el bellísimo Mercurio de Lyon, adquirido por el British
Museum, tomándolo de H. Walters (Greek and Roman Bronzes, London, 1929, pág. 222), el cual aún llevaba un torques de oro,
pieza “posiblemente añadida en época moderna”, motivo por el cual ha sido retirado, como podemos apreciar en la fotografía que
publicamos procedente del propio museo británico.
15 Carta personal de fecha 18-5-1972.
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estatuaria en bronce pleno que salió de las fundiciones o talleres (aquellas officinae) altoimperiales. Obra
perteneciente a la corriente neoclásica o helenística, cuyo modelo –que personifica la “clámide vertical”–
reproduce un prototipo, con gran verosimilitud monumental, hoy desconocido. Pese a la reiteración de modelos
(premisas culturales) estos singulares bronces siguen siendo ejemplares únicos.
4. REPRESENTACIONES MERCURIALES VARIAS 16
Mercurio de Sagunto
Pieza mercurial, como todas las que estamos viendo, fundida a la cera perdida. Martínez Aloy la recoge en
la Geografía del Reino de Valencia (1923-1925, I: 216-217), aunque la toma de un apunte de Chabret, quien
dice que la pieza era de D. Fco. Caballero Infante, Secretario de la Universidad Literaria, y procedía de
Sagunto. Anotando que su altura era de 15 cm, “revelando el mejor estilo y una época floreciente del arte”.
Por un dibujo firmado por J. Zapater (fig. 10, A), observamos que se trataba de un excelente
bronce que creíamos en paradero desconocido, hasta que, sorpresivamente, lo vimos en la exposición
de bronces llevada cabo en Sagunto en el año 2004, con el título de “Opvlentissima Sagvntum”,
coordinada por el Dr. P. Pau Ripollès, anotándose que pertenecía al Nationalmuseet de Dinamarca
(fig. 10, B).17 La deidad aparece con la clámide enrollada en espiral en su brazo izquierdo, lo que la
imbuye de un movimiento que contrasta con la quietud del resto de la figura cuya pose y modelado
anatómico es similar a la del Alter. Posee alipes y cubre la cabeza con el pétaso alado; aunque las aletas
son cortas y no se representan en actitud de vuelo. Con la mano derecha sostenía el caduceo; y aunque
tiene excesivamente abierta, con la palma de la mano hacia arriba, su opuesta (¡restituida!), llevaría
en ella (en el bronce original) el marsupius. La estatuilla hará asiento, para su sostén, anclada a una
peana cilíndrica posiblemente mandada colocar por Caballero Infante, pues una inscripción grabada
(en castellano, indicio de que fue hecha aquí), anota: “Hallada (sin la / mano izq[uierda]) entre / las
ruinas del / Castillo de Sagu / nto a su repara / ción en la guerra / de la Independen / cia año 1809”.
Aranegui no la relacionará con el bronce que poseía Caballero Infante, anotando que la figurilla fue
comprada por el Museo Nacional de Dinamarca en el año 1939 y que había pertenecido a Sir Francis
Cook, pasando luego a su hijo “quien la mantuvo en Londres hasta su muerte en 1905, momento en que
la colección se dispersó sin que se sepa a qué manos fueron a parar las distintas piezas”. Añadiendo
que “es la de mayor calidad entre las de bronce recuperadas en Sagunt. Su propietario debió gozar
de una posición elevada y estar al corriente de las modas artísticas de su época, complaciéndose en
la posesión de esta exquisita obra de arte que, probablemente, adquirió para su larario particular”
(Aranegui, 1991: 33). Pero además de su modelado que, como hemos visto, es similar al de la colección
Caballero Infante, para nosotros por tratarse de la misma pieza. Hay un detalle que lo afirma puesto
que el dibujo de Zapater (no olvidemos que es una reinterpretación artística) por el cual conocemos
el Hermes saguntino que poseía Caballero Infante, al igual que lo hace el del Museo Nacional de
Dinamarca, posee la mano izquierda (fue hallada sin ella) abierta y en una posición que es del todo
imposible que pueda coger el marsupium, detalle que debió de ignorar la fundición que la llevó a cabo,
siendo rarísimo (o mejor imposible) que ambos bronces, de ser distintos, acusen el mismo defecto.
Deidad popular en el territorio saguntino, como lo demostraría el hecho de tener en la propia ciudad un
monumento, puesto que una inscripción, hoy extraviada, recordaba que un personaje llamado Bebio Eunomo,
había dedicado a Mercurio Augusto un monumento (Martínez Aloy, 1923-1925: 216).
16 El siguiente listado en modo alguno pretende ser exhaustivo, puesto que lo obtuvimos en 1967 cuando pensábamos publicar los restos
de esta villa. Es lógico que con los años transcurridos el número de piezas encontradas sea mayor, aun con ello no hemos tenido noticia
de que se haya recogido algún bronce mercurial de tanta calidad como el encontrado en Xilxes.
17 National Museum of Denmark, Department of Classical and Near Eastern Antiquities, inv. nº 10.115 (Aranegui, 1991: 33).
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A
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B
Fig. 10. Mercurio de Sagunto.
A) Según un dibujo de
J. Zapater.
B) La pieza en el
Nationalmuseet, de Dinamarca
(Ripollès, 2004).
Museo Federico Marés (Barcelona)
De los pequeños bronces mercuriales, plenos, que expone este museo, presentamos aquí dos de ellos
fundidos a la cera perdida. Según L. Monreal Agustí fueron adquiridos en el comercio de antigüedades,
por lo que se desconoce cualquier otro detalle.18 El primero es una figurita de unos 6 cm de altura, de
pátina negro-verdosa (fig. 11). Es portador de una clámide “vertical” sobre su costado izquierdo, que
pende, anudada, sobre el hombro, dejando desnudo el antebrazo cuya mano sostuvo un caduceo. Lleva
con la derecha el marsupium y cubre la cabeza con un pétaso alado, detallando una cara de plano
frontal. Tiene perdido el pie derecho, calzando sandalias aladas. Este bronce, pese a su pequeñez, acusa
un modelado no exento de realismo, aunque anatómicamente pobre.
La segunda pieza es un bronce pleno, de unos 7 cm de altura, de pátina negro-rojiza (fig. 12). Copia,
como el anterior, un prototipo de clámide “vertical”. Anatomía escasamente marcada, presentando toda
la pieza excesiva rigidez vertical, en especial las piernas: ambas en un mismo plano, aunque separadas y
sin otro detalle anatómico, excepto el señalar los pies. Cubre la cabeza, ligeramente ladeada a su derecha,
con un pétaso alado y su rostro apenas modela otros detalles, aunque se intuyen nariz y ojos. Mientras
sostiene con su mano derecha el marsupium, pegado como el antebrazo al cuerpo, su izquierda pudo
llevar un caduceo, pieza hoy perdida.19
18 Carta de fecha 23 de abril de 1969.
19 Desconocemos en estas dos piezas del Museo Federico Marés, los planos espaldares.
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Fig. 11. Primer
Mercurio del Museu
Marés, Barcelona.
Fotografía Mas.
Fig. 12. Segundo
Mercurio del Museu
Marés, Barcelona.
Fotografía Mas.
Museo Arqueológico Provincial de Palencia
Igualmente por compra, el Museo Arqueológico de Palencia posee un excelente bronce mercurial, de 16,4 cm
de alto, encontrado en la región de Cubillas de Cerrato (fig. 13).20 Aquí esta deidad se representa, posiblemente,
desnuda; aunque tiene por roturas antiguas perdido todo el brazo izquierdo en el que pudo portar una clámide
enrollada, y el pie del mismo lado. Cubre la cabeza con un mínimo casquete portador de unas incipientes
alas, pieza que desmerece del conjunto del bronce. Lleva la bolsa o marsupio en su diestra, muy semejante a
la del Hermes del Alter, aunque en posición más diagonal. También su modelado anatómico es semejante, en
idéntica posición estática y de contraposto, pudiéndolo superar el buen modelado de las piernas cuyos pies
calzaron sencillas sandalias, presentando breves alipes. Como ocurre con el bronce del Alter, también en éste
la mano que sostiene el marsupio aparece deformada, posiblemente porque se vertió por ella el bronce fundido,
o tuvo aquí la chimenea de desgaseo. En su conjunto, el bronce de Palencia presenta, como se ha dicho, un
articulado anatómico semejante al del Alter, aunque no exento de cierto idealismo (Revilla, 1943: 158).
Hermes de El Peralejo (Jaén)
En 1961 ingresaba en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid un bronce mercurial con una altura
de 24 cm, motivo por el cual las alillas del aplastado sombrero, hoy perdidas, eran piezas exentas (fig.
14). Su clámide pende del hombro izquierdo. La estatuilla está incompleta, puesto que, además, le falta
parte del brazo derecho, pie del mismo lado, y la mano izquierda. Su modelado es semejante al bronce del
Alter de Xilxes, aunque no alcanza la naturalidad y belleza que presentan los bronces de los museos de
Palencia o de Burriana; pero su pose es la misma. La figura lleva alipes sobre los tobillos, conservando un
torques de plata (“simple alambre anudado”) en el cuello. Para Fernández de Avilés esta pieza del Museo
Arqueológico Nacional sería de época Julio-Claudia (1962: 163).
20 Damos las gracias a D. Guillermo Herrero Martínez de Azcoitia, quien en carta personal de fecha 11 de abril de 1969 nos remite las
fotografías de esta figura, así como el pertinente permiso para su publicación. Gráficos que suplen la deficiencia de los publicados por
A. García Bellido en su “Corpus” de las Esculturas Romanas de España y Portugal.
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Fig. 13. Mercurio del Museo Arqueológico Provincial de
Palencia. Archivo fotográfico Excma. Diputación.
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Fig. 14. Mercurio de El Peralejo, Jaén
(según A. Fernández de Avilés).
Hermes de Casal-Comba
Según García y Bellido, este bronce, “una de las más bellas figuritas de su género halladas en la Península”
(1949: 86, nº 68, lám. 63), fue encontrado cerca de Coimbra en el año 1877. Mide 22 cm de altura, aunque tiene
hueco el tronco y perdido su brazo izquierdo (en el que pudo llevar una chlamys enrollada) y pierna del mismo
lado a partir de la rodilla (fig. 15). Tenía fundidas aparte las alas del pétaso y los alipes. El sombrero es de “alas
poligonales curvas”. La figura coge el marsupium al modo que lo hacen los bronces de Espeyer y Lyon. Para
García y Bellido esta idealizada estatuilla recordaría el bronce de Antikythera, así como “a ciertas creaciones
de Lysippos”, y sería “trasunto de algún original del siglo IV hecho por un broncista griego, tal vez en Roma
y hacia los tiempos de Caesar o de Augustus” (García y Bellido, 1949: 86, nota 48, lám. 68). Tan bello bronce
mercurial “foi dado como desaparecido na década de 30”.21
Hermes del Museo Arqueológico de Narbona
Dicho museo posee dos bronces mercuriales, uno hallado en Montredon (Aude), en 1850; y otro, de mayor
calidad (fig. 16), procedente de las cercanías de Narbona, paraje denominado Trou de la Grave.22 Mide 14 cm
y fue adquirido por el Museo en 1841. Lleva de inventario el nº 841-3-1 (Tournal, 1864: 82).
Se trata de una bonita pieza cuya pose y modelado anatómico se acerca a la figura de Xilxes. Ha perdido
su mano izquierda. El sombrero alado parece pieza exenta, así como la mano que tiene extraviada, puesto
que presenta un taladro para su injerto. En ella sostendría el caduceo. Calza sandalias con alipes. No
poseería estabilidad por lo que une ambos pies con un enganche de fundición.
21 Según carta personal de la Dra. Lucia Almeida Matos, directora del Museo Nacional de Soares Dos Reis, de fecha 10-I-2000.
22 Damos las gracias al director del Museo de Narbona, Dr. Yves Solier, por su amabilidad en hacernos llegar, en marzo de 1981, la
información solicitada.
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Fig. 15. Mercurio de Casal-Comba, Portugal
(según A. García Bellido).
Fig. 16. Mercurio del Museo de Narbona, Francia.
Fotografía P. Bouscarle.
Mercurio de Lyon
Se trata de uno de los bronces plenos más bellos de los encontrados en Europa, custodiado por el British
Museum y catalogado con el nº 825 (fig. 17).23
Su posición, modelado anatómico, clámide y calzado, acusan fuertes paralelos con el bronce del Alter,
aunque ladea excesivamente la cabeza (hecho extraño dentro de la estatuaria clásica) que no cubre con el
pétaso, dejando ver un cabello corto poblado de rizos bien modelados, como lo está su cara cuyos ojos
señalan las pupilas. Como la gran mayoría de estos menudos bronces en los que el caduceus es pieza
exenta, lo tiene perdido, por lo que su mano izquierda aparece semiabierta. Difiere, sin embargo, por el
modo de coger el marsupium. Posiblemente no sostiene el equilibrio, por cuanto aparece con las suelas de
las sandalias soldadas (?) a una peanita circular decorada con palmetas, nieladas, de siete pétalos. También
presentaba sobe el cuello un torques de oro, que le ha sido retirado.
Un excelente paralelo del bronce de Lyon (si no fue este el modelo), igualmente con peana, lo
publicaba S. Reinach en 1929 (fig. 18). Tan sólo el marsupium (muy pequeño) y un cuerpo más
voluminoso (si el dibujo es fiel reflejo del original), diferirían del de Lyon (Gagnat y Chapot, 1920:
194-195, lám. LVII).
23 “Bronze statuette of Mercury Roman, about AD 120-140. Found near Huis, France. Bequeathed by R. Payne Knight. GR 1824.4-60.4
BM Cat Bronzes 825”. Carta personal de la Dra. J. Lesley Fitton, del British Museum, de fecha 20-IV-1999.
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Fig. 17. Mercurio de Lyon. Fotografía The British Museum.
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Fig. 18. Dibujo de una figura
mercurial dada a conocer por S.
Reinach (1929: 30, nº 1).
5. COMENTARIO FINAL
El número de figuras de bronce que representan a Mercurio dentro de la estatuaria menor greco-romana es
elevado, puesto que “Si hay un dios, una figura de dios, repetida en bronce hasta la saciedad en Hispania,
en Galia, en las provincias occidentales, es el Hermes/Mercurio” (Arce, 1990: 24). Recientemente Arasa
i Gil (Universitat de València) ha dado a conocer un exhaustivo trabajo sobre los menudos bronces de
época imperial en el País Valenciano, indicando, asimismo, que “La divinidad más numerosa es Mercurio,
que aparece en nueve ocasiones”. Listando los bronces de Sagunt (en el Museo Nacional de Dinamarca),
el de la colección Caballero Infante, que dice procede igualmente de Sagunt (anotando que se encuentra
desaparecido24), del Enginet de Calp (desaparecido), el del Tossal de Manises (desaparecido), el del Alter
de Xilxes (Museu Arqueològic de Burriana), el Mercurio de la colección Senent (desaparecido), el de
la Alcudia de Elche (Museo Arqueológico Nacional), el de Morella (desaparecido), y el de Guardamar,
igualmente perdido (Arasa, 2008: 426).
24 Como vimos, ambos bronces (el del Museo Nacional de Dinamarca y el de la Colección Caballero Infante) son, para nosotros, el
mismo. Si bien el conocido por el dibujo de Zapater, aparece con un sello anatómicamente más viril que atribuimos a su dibujante
(ocurre lo mismo, por dar un paralelo, con el dinamismo que D. J. B. Porcar imbuye a las reproducciones del Arte Levantino);
aunque difieren las medidas publicadas: 18,3 cm para el primero –que sería su auténtica medida– y sólo 15 cm para el segundo,
según Chabret (1888, II: 230, fig. 44).
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A
B
Fig. 19. Mercurio de Traiguera. A) Vista frontal. B) Plano espaldar. Archivo del SIAM, Valencia.
Pero existe otro Mercurio (también extraviado) que publica Sarthou (191325: 866), en cuyo pie de foto se
anota: “Traiguera.- Ídolo (Mercurio) de bronce, encontrado en este término y que posee el arqueólogo señor
Chillida”, indicando que la fotografía (“clisé”) es del propio Chillida. En el texto, al enumerar las antigüedades
aparecidas en Traiguera, se especifica que dicho bronce se encontró a 8 km de la población: “roturando un
terreno inculto, á principios del corriente siglo, se halló, bajo una gran losa (…) Acerca de este hallazgo
publicó el señor Martínez Aloy un curioso artículo periodístico”, en el cual se anota que mide 11 cm de altura
y pesa 240 gramos, siendo: “un efebo que viste clámide pendiente de los hombros y recogida á un lado; calza
la cabeza con un pétaso alado y los pies con endormis también aladas ó talares. Extendiendo el brazo derecho,
lleva en la mano un plato con una protuberancia, que bien puede ser una patera con umbo ornamental ó una
patella con manjar sagrado, y mantiene levantado el brazo izquierdo con un hueco en la mano sin señal de
quebradura, que indica aprisionar objeto superpuesto…” Añadiendo: “Porque no reproduce con exactitud
modelo alguno conocido [hecho cierto], ofrece mayor interés el bronce de Traiguera”. Observando: “Es un
tipo de la escultura romana, interpretado por artista indígena. En figuras de esta clase es arriesgado aventurar
sus fechas: hace pensar en los límites del segundo periodo de la escultura latina, no lejos del nacimiento de
Jesucristo”. Fotografía de la estatuilla, tanto frontal (fig. 19, A) como espaldar (fig. 19, B), posiblemente
del propio Chillida puesto que la primera es la que publica Sarthou, nos la remite J. Vicent Lerma, puesto
25 La fecha que damos a la edición de la obra de Sarthou (volumen referido a la Provincia de Castellón, dentro de la Geografía
General del Reino de Valencia), la hemos tomado del facsímil publicado en 1989 por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad
de Castellón, en donde la hija de C. Sarhou (Lidia S.) publica cronológicamente la obra de su padre, dando el año 1913 como
el correspondiente a dicha publicación; fecha que pudiera estar equivocada puesto que Luís Cebrián (1851-1934), médico de
Almenara, mandaba el día 17 de julio del año 1914 una carta de protesta al editor barcelonés Alberto Martín, indicándole que el
texto sobre esta villa, y sus antigüedades, era suyo y las galeradas a corregir se habían mandado al alcalde del pueblo (Vicent y
Hormigos, 2002: I.6).
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que se conserva en el archivo del SIAM de Valencia, del que es técnico arqueólogo, indicándome que en el
reverso aparece manuscrita tanto la procedencia (Traiguera), como el año de su hallazgo (1902).26 Este bronce
no queda lejos de aquellos indígenas encontrados por González Simancas en Sagunto, el año 1932, en un
posible templete subyacente al foro augusteo, en donde observaremos jóvenes oferentes portando páteras con
comida ritual, como lo hará el bronce de Traiguera (Bletch, 1989: 49-91). Siendo evidente que está hecho,
como aquellos 13 exvotos saguntinos: “dentro de una mezcla de tradición local ibérica e incipientes modelos
romanos” (Arce, 1990: 24).
ADDENDA
La Dra. Gabriela Martín Ávila, a petición de D. Domingo Fletcher, director del Museo de Prehistoria de
Valencia, llevó a cabo la siguiente clasificación de las cerámicas que seleccionamos del yacimiento del Alter:
1. Fragmento de lucerna, seguramente de volutas, con decoración de ovas en torno al emblema central.
1bis. Frag. de lucerna. Asa, puede ser de volutas pero no es seguro.
2. Platito sin barniz, decorado con ruedecilla.
3. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 30. Se aprecia el pie y arranque de la decoración de puntas
de flecha.
4. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 37, con motivos decorativos grandes: círculos ondulados con
otros pequeños en torno por el interior del mismo y pajarito dentro mirando a la izquierda. Entre los
círculos grandes motivo vertical de línea ondulada con pajarito rematando y cuenta en la parte inferior.
La decoración, la arcilla y el barniz son típicos del taller de Bronchales (Teruel).
5. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 37, con decoración de círculos sogueados concéntricos con
motivo vegetal dentro. Es también tipo Bronchales.
6. Frag. de sigillata hispánica forma Drag. 29, con decoración de métopas separadas por puntos de flecha
y motivos vegetales.
7. Frag. de sigillata sud-gálica (?) con ruedecilla.
8 y 11. Frag. de sigillata sudgálica forma Drag. 29, con decoración de tema vegetal.
9. Frag. de sigillata sudgálica forma Drag. (?) con dos métopas y puntas de flecha horizontales.
10. Frag. de sigillata hispánica, quizá forma Drag. 30, con motivo vegetal y cuentas.
12. Frag. de copa de sigillata hispánica lisa, forma Drag. 27.
13 y 14. Frag. de pie de sigillata hispánica lisa.
15 y 18. Dos fragmentos de copas, parecen ambas forma Drag. 27 porque se puede observar un poco del
arranque del cuarto de círculo superior. Ambos fragmentos tiene grafito: ..]IIVIIRI ANTI[ (nº 18), y ]
NRCVIBMIC[ (nº 15).
16. Frag. de sigillata hispánica, pie de copa con restos de grafito.
17. Frag. de sigillata hispánica lisa, forma Drag. 15/17.
19. Frag. de pie con marca hispánica rota, ilegible.
20. Frag. de sigillata hispánica lisa, forma Drag. 18.
21. Frag. de sigillata sudgálica lisa, forma Drag. 24/25. Pequeña copita con ruedecilla en el borde.
22 a 27. Fragmentos de sigillata hispánica, lisa.
28. Frag. de tapadra de sigillata Clara A, forma Lamb. 20, con decoración de ruedecilla.
29. Frag. de sigillata clara A de tipo tardío, barniz de mala calidad.
30. Frag. de sigillata clara A.
31, 32 y 32bis. Fragmentos de vasos de paredes finas sin barniz, decorados con ruedecilla. El 31 puede
ser un tipo augusteo, los otros dos son más dudosos porque son de paredes más gruesas y mal cocidos.
26 Agradecemos a J. Vicent Lerma, amigo y condiscípulo, esta deferencia.
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280
N. Mesado oliver
33. Frag. de fondo de lucerna de volutas con marca de alfarero: QVNBIL.
34. Frag. de sigillata clara A, forma Lamb. 9.
35. Frag. de sigillata clara A, forma Lamb. 10 “a strice”.
36. Frag. de vasija rectangular, seguramente una tapadera de caja, porque se nota el arranque de la que
debía ser una figura que servía de asa central. El barniz es de tipo lucente, semejante al de la sigillata
clara lucente.
37. Frag. de vasija de cerámica común tipo de “borde aplicado”.
38. Frag. de vasija de cerámica común tipo plato de “borde ahumado”.
39 y 40. Fragmentos de cerámica común, sin barniz.
41. Frag. de tubo cerámico de uso indeterminado.
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APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 283-304
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Pere Pau RIPOLLÈS a y Manuel GOZALBES b
Imitaciones hispanas de ases romanos republicanos
RESUMEN: El hallazgo en la Península Ibérica de numerosas monedas fundidas con la tipología de los ases
romano republicanos ha permitido atribuirlas a este territorio. Estos ases estuvieron en circulación desde
mediados del siglo II a.C. hasta las primeras décadas del siglo I a.C. Según la ordenación propuesta, las
series iniciales pesan 30-35 g, mientras que las finales no superan los 20 g. Dichas piezas circularon junto
a monedas heterogéneas de cecas muy diversas y fueron valoradas de acuerdo con su peso. Se desconocen
tanto la naturaleza jurídica como las circunstancias de su fabricación, pero no parecen albergar una intención
de fraude. Posiblemente trataron de cubrir una necesidad, respaldadas por unos diseños reconocibles que las
homologasen a las romanas oficiales.
PALABRAS CLAVE: Imitación, Hispania, Ases, Roma, República.
Spanish imitations of Roman Republican Asses
ABSTRACT: Several finds of cast coins that copy the Roman Republican asses allow us to establish their
origin in the Iberian Peninsula. These asses were in circulation from the 2nd half of the 2nd century until
the first decades of the 1st century BC. According to the proposed arrangement, the earliest series weigh
30-35 g, while the latest do not exceed 20 g. They were used alongside coins of many different mints, whose
metrology was very varied, and the value seems to be derived from the weight. The view taken here is these
coins, whose status is not clear, were not intended to defraud the user, but to fill a gap in the bronze currency,
by using familiar designs.
KEYWORDS: Imitation, Spain, Hispania, Asses, Rome, Republic.
a Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
ripolles@uv.es
b Museu de Prehistòria de València.
manuel.gozalbes@dival.es
Recibido: 14/04/2016. Aceptado: 22/06/2016.
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
1. INTRODUCCIÓN
Las producciones no oficiales de monedas de bronce romano-republicanas constituyeron un fenómeno
de notable importancia. Se trata de unos materiales relativamente abundantes identificados desde
hace décadas, pero que no habían sido objeto hasta la fecha de una recopilación exhaustiva. Las
incertidumbres son numerosas en relación con su cronología, los lugares de fabricación, el papel que
desempeñaron y su ámbito de utilización. El presente trabajo continúa el camino iniciado por otro
estudio reciente dedicado a los semis hispanos de imitación (Ripollès y Witschonke, 2015), y también
se circunscribe a todas aquellas series producidas presuntamente en Hispania. Como hace unos años
señalaba Winsemann (1991), sólo una amplia recopilación de monedas puede propiciar el avance en la
identificación de estos materiales no oficiales y en su adscripción geográfica. Estas imitaciones no se
pueden catalogar adecuadamente si no se dispone de un repertorio gráfico apropiado en el que todas
sus variantes queden recogidas.
Las imitaciones son un fenómeno de naturaleza compleja debido a la imposibilidad de establecer criterios
nítidos y objetivos que permitan en todos los casos discernir su estatus y diferenciarlas de las oficiales. ¿Cómo
distinguir una buena imitación de una mala producción oficial? ¿Qué naturaleza jurídica tuvieron este tipo de
monedas? ¿Su fabricación se debe a la administración romana, a itálicos, a nativos o a cualquiera de ellos? El
material recopilado procede de colecciones públicas, privadas y catálogos de subasta, por lo tanto se trata de
piezas carentes de información relativa a su procedencia o a su contexto de hallazgo. En definitiva, esta falta
de datos de contexto impide determinar tanto la naturaleza de sus fabricantes como el ámbito geográfico en
el que se produjeron.
Los semis fueron el valor más imitado durante el período republicano, seguidos a cierta distancia
por los ases. Mientras que el estudio de los primeros permitió reunir 545 piezas, para los segundos se
han logrado catalogar 66 ejemplares. En comparación con ambas muestras, las imitaciones de trientes y
cuadrantes constituyen un producto marginal. La recopilación de ases de imitación procedentes de museos,
colecciones privadas, subastas, internet y publicaciones, ha conseguido reunir una cantidad respetable de
piezas, que pone de manifiesto un fenómeno monetario de una notable envergadura. La comparación de las
producciones de semis y ases en función de las piezas conservadas resulta peligrosa, ya que mientras que
los primeros se acuñaron, los segundos se fundieron en moldes, método de producción menos eficaz. Por
otra parte, cabe pensar que, por su mayor peso y módulo, la pérdida de ases fue menos frecuente que la de
semis y que pudieron reciclarse con mayor frecuencia.
El conocimiento de las imitaciones republicanas producidas en las diferentes provincias romanas
y sus territorios colindantes es todavía escaso y parcial. Las circunstancias en las que se ha producido
la recopilación de material han servido para reunir una buena muestra de piezas hispanas (Ripollès y
Gozalbes, en prensa), pero no permiten abordar el fenómeno de las imitaciones para todo el ámbito
mediterráneo, ya que la información resulta insuficiente. En consecuencia, el presente corpus sólo incluye
las emisiones de presumible origen hispano, debido a las mayores facilidades para acceder a las fuentes
de datos españolas tanto colecciones como de ventas públicas. Únicamente de una forma indirecta, la
atribución de variantes concretas a Hispania permite sugerir, por exclusión, aquellas imitaciones que
pueden relacionarse con otras provincias.
El material reunido ha sido posible gracias a la colaboración y facilidades que han prestado un buen
número de colegas. Queremos dejar constancia de nuestro agradecimiento a P. van Alfen y G. Bransbourg
(American Numismatic Society), D. Hollard y O. Legrand (Cabinet des Médailles de la Bibliothèque
nationale de France), P. Otero y P. Graneda (Museo Arqueológico Nacional de Madrid), G. Cores (Madrid),
A. Burnett (Londres), J. Vico (Madrid), A. McCabe (UK) y R. Witschonke († USA).
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
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2. HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN
En la segunda mitad del siglo XIX, d’Ailly publicó su enorme colección de monedas romanas
republicanas, donde agrupó los ases anónimos de acuerdo con su peso (1866: cap. V, 117 y ss.). Entre los
valores de las diversas clases (as sextantal, uncial, semiuncial y cuartouncial) detectó algunas piezas que
le sorprendieron por su fábrica y estilo. A menudo calificó su fábrica como bárbara, mediocre, mala o
muy mediocre y de algunos retratos de Jano llegó a decir que eran “monstruosos e innobles” (1868: 262).
A pesar de que d’Ailly no habló abiertamente de un fenómeno de acuñaciones irregulares o imitaciones,
el hecho de describirlas aparte supone el reconocimiento implícito de una anomalía. Cuando describió el
grupo de ases sextantales, se percató de que algunos ases, contrariamente al resto, habían sido obtenidos
mediante fundición, ya que los diseños eran blandos y estaban empastados (1866: lám. 56-1). Por su
pátina, factura y estilo los consideró antiguos (1866: lám. 55-1). Lo mismo detectó entre las piezas
del grupo de ases unciales (1866: 136) y semiunciales (1866: 146-147). Entre los ases con símbolo y
nombres de magistrados d’Ailly también encontró piezas que, de acuerdo con su valoración estética,
calificó de mediocres, muy mediocres e incluso bárbaras. No obstante, les dio un tratamiento diferente
al de los ases anónimos, ya que quedaron englobados dentro de los respectivos grupos, justificando sus
anomalías como emisiones realizadas en un momento posterior, a veces por algún descendiente del
magistrado (1868: 358). De la colección d’Ailly sólo un as puede atribuirse a Hispania con seguridad;
se trata de la moneda A922 (d’Ailly, 1866: lám. 55-1 = Crawford, 1982: nº 3). El resto de ases, que
potencialmente no son oficiales, presentan diseños y facturas diferentes a las piezas que presuntamente
tienen alguna vinculación con Hispania. La publicación de d’Ailly quedó como una obra de referencia
clave para la moneda romana republicana, pero la identificación de unos pocos ases y semises anómalos
no tuvo ningún eco posterior. Tuvieron que pasar bastantes años para que se recuperase de nuevo el
interés por este tema. A Bahrfeldt (1934) se debe la revitalización de esta parcela de las acuñaciones de
bronce republicanas, si bien centró su atención en los semis.
Cuarenta años más tarde Crawford recordó discretamente la existencia de este material en un
apéndice del volumen I de su libro Roman Republican Coinage, dedicado a las emisiones oficiales de
la República (1974: 565). Allí puso de manifiesto la escasa atención que este tipo de emisiones habían
suscitado a pesar de constituir un episodio relevante en la historia monetaria de época republicana.
El convencimiento de la importancia de este tipo de materiales llevó a Crawford a materializar el
anuncio que había hecho en 1974 de realizar un estudio detallado sobre las emisiones no oficiales de
bronce romano-republicanas, publicándolo en 1982 con ocasión del encuentro Stato e moneta a Roma
fra la tarda Repubblica e il primo Impero, celebrado en el Palazzo Barberini de Roma. En este trabajo
reunió los materiales que había documentado en el transcurso de su estudio sobre la moneda romanorepublicana, ampliando considerablemente el listado de tipos y ejemplares que en su opinión debían
considerarse como emisiones no oficiales. Por vez primera se proporcionaba un corpus organizado
donde se desvelaba el complejo panorama de las emisiones no oficiales romanas. No cabe duda que
los años dedicados al estudio de la moneda romano-republicana lo convirtieron en la persona de mayor
autoridad en dicho campo, con una base inigualable para discriminar las producciones oficiales de las
imitaciones. Pero incluso para él dicha tarea presentó enormes dificultades y problemas, que calificó
como horrendous, ya que si bien existen emisiones que pueden discriminarse fácilmente sobre la
base de su poor style, aberrant types, garbled legends, low weight o por una combinación de varias
de estas características, no siempre resulta sencillo trazar la línea divisoria entre lo oficial y lo no
oficial. Ello se debe en parte a que los bronces romano-republicanos no se caracterizan precisamente
por haber sido acuñados con un elevado estándar de calidad. Así pues, consciente de las limitaciones
a la hora de diferenciar las producciones y en un ejercicio de modestia, señaló que la decisión de
incluir una determinada producción o cuños de estos ases dentro de un grupo u otro pudo no haber
sido siempre acertada.
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
A partir de las escasas piezas con procedencia conocida concluyó que las emisiones irregulares constituyeron
un fenómeno circunscrito a Italia, excluida Roma y su entorno, y a las provincias de la Narbonense y
Tarraconense (Crawford, 1982: 140-141). Aunque en la actualidad los datos continúan siendo poco numerosos
todo parece indicar que dichas atribuciones fueron acertadas. Sólo cabría precisar que las evidencias actuales
apuntan a que la incidencia del fenómeno fue mucho menor en la Narbonense que en las provincias hispanas,
Citerior y Ulterior. El estudio de Crawford reveló la existencia de un panorama de producciones irregulares de
cierta magnitud que el paso del tiempo no ha hecho más que ratificar y acrecentar, como se verifica a través del
aumento exponencial del número de monedas y tipos documentados. Uno de los retos importantes a los que se
enfrentó Crawford en su trabajo sobre las imitaciones fue el de su datación. Obviamente, la gran cantidad de
grupos documentados, su heterogeneidad y la ausencia de indicadores cronológicos dificultaron enormemente
este propósito. Para los ases no propuso una cronología; sólo lo hizo para los divisores, semis y cuadrantes,
series que, en su opinión, pudieron producirse en los tres primeros cuartos del siglo I a.C.
Crawford reconoció que había sido difícil identificar las imitaciones y decidir si habían sido fabricadas
con intenciones fraudulentas. Se inclinó a creer que para los ases pudo existir una intención de obtener
provecho, a diferencia de semis y cuadrantes, que se habrían acuñado para cubrir necesidades de moneda
de poco valor en un momento en el que existió una fuerte demanda de fracciones para las transacciones
cotidianas. No obstante, es muy probable que los ases deban también incluirse en esta última categoría de
materiales. El concepto de provecho en relación con la moneda de bronce depende de si circulaba por su
valor facial, es decir, de acuerdo con los diseños y la marca de valor, o por el contrario lo hacía según su peso
y módulo. La gran disparidad de monedas en circulación en Hispania durante los siglos II-I a.C., sugiere
que los usuarios debieron valorar las piezas según su módulo y peso (Gozalbes, 2012). Si su componente
fiduciario hubiera sido elevado también cabría esperar que hubiesen proliferado las falsificaciones, algo que
no se verifica para ninguna de las producciones de esta época. Adicionalmente, la idea de que los ases no
oficiales se fabricaron buscando un amplio provecho no parece muy convincente, ya que algunos de ellos
superan ampliamente el estándar de peso en uso en el momento de su acuñación, tanto si se les adjudica una
fecha antigua (siglo II a.C.) como más reciente (siglo I a.C.).
Al Convegno en el que Crawford presentó su corpus de monedas no oficiales romanas asistió también
L. Villaronga, quien en la publicación de las actas adjuntó un texto con comentarios al corpus de Crawford y
aportó monedas procedentes de hallazgos realizados en su mayor parte de la zona de Andalucía. Villaronga
había estado documentando durante años este tipo de monedas para su archivo fotográfico (1982: 222-227;
el mismo texto en castellano fue publicado en 1985). Consideró que se trataba de monedas de necesidad,
fabricadas sin ánimo de lucro ni intención de fraude y, por tanto, sin el propósito de obtener provecho a
costa del engaño al usuario. Añadió, además, que fueron emisiones toleradas por la administración romana,
cuyo propósito fue el de cubrir una escasez monetaria. Los ases que conocía, a pesar de su disparidad,
quedaron incluidos en un grupo único al que no asignó una cronología específica. Se trata de un número
reducido de piezas que no permitían apenas comentario, más allá de su anormalidad como muestra, ya que
presentaban un coeficiente de variación del 37%.
Unos años más tarde, en 1987, Álvarez Burgos, en su libro La moneda hispánica desde sus orígenes
hasta el siglo V, incluyó algunos semis de imitación romano-republicanos. Se catalogaron dentro del
grupo de acuñaciones fechadas durante la guerra civil entre Pompeyo Magno y Julio César, aunque
señaló que debieron tener una larga cronología (1987: 293). Este autor sólo incluyó los ases a partir de
la reedición de la obra del año 2008.
Un estudio de Marcos sobre las monedas no oficiales romanas conservadas en el Museo Arqueológico
Nacional mantuvo vivo el interés por esta línea de investigación (Marcos, 1991). Publicó un conjunto
de 128 piezas que por sus características pueden conceptuarse como producciones irregulares. Puso
de manifiesto la confusión existente en relación con las monedas romanas de bronce anónimas, ya
que, excepto en el caso de los ases, cuyas características formales permiten una identificación más
fácil (obtenidos mediante fundición y con un peso elevado), el resto de denominaciones se han venido
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
287
catalogando como regulares, a pesar de no encajar bien dentro de los tipos republicanos establecidos en
la obra de referencia Roman Republican Coinage. Por lo que respecta a los ases anónimos, incluyó tres
ejemplares fundidos de unos 30 g de peso medio.
En el mismo año 1991, Winsemann, a raíz de la publicación de una falsificación de un as romanorepublicano procedente de la provincia de Perugia, abordó el tema de las imitaciones romano republicanas.
Coincidió con Villaronga en la necesidad de distinguir entre las imitaciones y las falsificaciones. Las
primeras se realizaron como consecuencia de la escasez de moneda fraccionaria, por lo que las consideró
moneda de necesidad y ajenas a la obtención de un provecho; mientras que las segundas, las falsificaciones,
sí que persiguieron el objetivo del beneficio, como habría sido el caso del mencionado as que publicó. Se
mostró crítico con la caracterización de las imitaciones que realizó Crawford (1982), pues consideró que
muchas de las piezas que ilustró de la colección d’Ailly eran regulares, aunque anómalas con respecto a la
norma de la ceca de Roma (Winsemann 1991: 361). Con respecto al fenómeno, señaló que en Italia no se
debía esperar una situación similar a la de Hispania, ya que consideraba imposible que imitaciones como las
hispanas pudieran circular y ser aceptadas en Italia. No obstante, admitió que sí se produjeron en ámbitos
espaciales limitados (Winsemann 1991: 362). También apuntó que el peso de las monedas no parece tener
una particular relevancia para determinar su producción y circulación.
Villaronga, que en su trabajo de 1985 no se había pronunciado sobre la cronología de los ases, sugirió
en sus catálogos de tipos, el Corpus Nummum Hispaniae y su recientemente actualización Ancient Coinage
of the Iberian Peninsula, fecharlos en el siglo II a.C. (Villaronga, 1994: 407, nº 1-2; Villaronga y Benages,
2011: nº 2505-2506). En estos corpora sobre las acuñaciones antiguas de la Península Ibérica se establecen
sólo dos variantes para estas imitaciones, según su proa se encuentre orientada a derecha o izquierda,
y se les asignan pesos medios de 25,17 g y 22,64 g respectivamente. La inclusión de dichas series en
estas obras de referencia les otorgó visibilidad y permitió distinguirlas de las oficiales mediante referencias
catalográficas propias. No obstante, los tipos que diferenció Villaronga no son más que una simplificación
extrema de una realidad compleja, ya que sólo se trata de dos parejas de moldes de entre las 42 conocidas,
pertenecientes a diversas fases o iniciativas.
El tema de las imitaciones fue retomado por Arévalo en una publicación de 1998, donde sintetizaba
la investigación y el conocimiento que hasta entonces se tenía de estos materiales. Por lo que respecta a
los ases, Arévalo siguió la propuesta de Villaronga de ordenar su producción en dos emisiones, con proa
a derecha e izquierda, respectivamente, caracterizándolas como piezas fundidas, anónimas, con leyendas
retrógradas o signos ilegibles y de peso uncial ligeramente reducido (Arévalo, 1998: 322). En cuanto a su
cronología aludió a la propuesta de Villaronga de fecharlas en el siglo II a.C.
Otros trabajos posteriores, como el de García-Bellido y Blázquez (2001) siguieron la caracterización y
ordenación de Villaronga en CNH y reprodujeron su organización dos emisiones. Sugieren que se destinaron
a proveer de bronces para pequeños pagos en una época en la que dicho metal escaseaba (finales del siglo II e
inicios del I a.C.), sin que se decanten por un ámbito específico de uso, civil o militar.
Constatada a partir de estas publicaciones la gran amplitud que tuvo el fenómeno de las imitaciones,
Álvarez Burgos amplió notablemente sus variantes en la nueva edición de su catálogo, donde describió cuatro
tipos e incluyó dibujos para dos de ellos (Álvarez Burgos 2008: 359). Su repertorio describe unas series de
concepción y factura bastante homogénea, pero resulta insuficiente para identificar las diferentes variantes
que incluye. Si bien esta edición renovada de Álvarez Burgos sirvió para proporcionar una idea más amplia
del volumen y alcance de estas acuñaciones, su catálogo resulta de poca utilidad, ya que resulta complicado
catalogar con precisión estas imitaciones a partir de las entradas de su obra. Con todo, en la nueva edición
incrementó el número de tipos e introdujo variaciones relacionadas con la cronología y la atribución de estas
imitaciones, ya que en el catálogo de 1987 las imitaciones de ases no se contemplaban. Dentro del grupo de
acuñaciones romanas en Hispania emitidas durante la Guerra civil entre Pompeyo y Julio César, Álvarez
Burgos atribuyó a Julio César dos tipos distintos de ases, para los que no proporcionó su peso medio; uno con
leyenda ROMA (R.40) y otro con AMOR (R.41). En el nuevo catálogo una parte de las imitaciones hispanas
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
cuentan con una entrada propia bajo el título “Imitaciones indígenas” producciones ya desligadas de la Guerra
Civil y con una cronología más amplia, que ahora se sitúa entre comienzos del siglo I a.C. y los primeros años
del siglo I d.C. (Álvarez Burgos, 2008: 359). Distingue dos tipos de ases, cuyas diferencias no parecen estar
muy claras, ya que unos llevan la leyenda AMOR (R.42) y los otros la leyenda ROMA, muchas veces retrógrada
e incluso sin leyenda (R.43). Este último tipo no viene ilustrado y por ello resulta imposible identificar la
realidad de las monedas que describe. No obstante, constata que el fenómeno tuvo una importante incidencia
en la Ulterior/Bética, donde se debieron producir al menos una buena parte de ellos y lo atribuye a la escasez
de moneda de bronce (Álvarez Burgos, 2008: 359).
3. CRITERIOS DE INCLUSIÓN
La caracterización de imitaciones plantea numerosas dificultades. Obviamente, el mayor problema
reside en establecer unos límites objetivos que permitan determinar con una razonable seguridad las piezas
que se incluyen o excluyen de dicha categoría. El hecho de que las acuñaciones oficiales romanas de bronce
se fabricasen con un estándar de calidad poco exigente, tanto en lo que concierne al grabado de las figuras
como al estándar metrológico de las monedas, no facilita la identificación de las emisiones no oficiales,
sean imitaciones o falsificaciones, porque bajo dichas circunstancias productivas se difumina la frontera
que separa las series oficiales de aquellas que no lo fueron. La fábrica y el estilo son los argumentos
más importantes que se han utilizado para identificar las imitaciones, pero en algún caso puede resultar
aventurado tratar de ser concluyente en este sentido.
Los criterios seguidos aquí para identificar las imitaciones hispanas han sido similares a los aplicados
por uno de nosotros para la identificación de los semis romano-republicanos no oficiales a los que también
se les atribuye un origen peninsular (Ripollès y Witschonke, 2015). En primer lugar, se han considerado
hispanos aquellos grupos de monedas que contienen piezas encontradas en Hispania y que no cuentan
con hallazgos realizados en Italia, Galia u otras provincias. Como es lógico, los hallazgos casuales
proporcionan la información más sólida, pero también se ha valorado su presencia en los museos y en los
catálogos de subasta españoles, ya que estas piezas hasta hace poco tiempo apenas se comercializaban
fuera de España. Por supuesto, las monedas halladas en Italia, de las que no se conocen ejemplos en
Hispania, se consideran italianas. En segundo lugar, todas aquellas monedas que, por el estilo o por
compartir punzones, se relacionan formalmente con las monedas identificadas como hispanas, también
se considera que fueron producidas en la península Ibérica. Por último, las imitaciones de procedencia
desconocida y que no guardan relación con las que con una cierta seguridad se identifican como hispanas
no se incluyen y quedan a la espera de que nuevos datos puedan apoyar información sobre su origen.
Estas últimas conforman un número considerable, quizás una cantidad casi comparable a las atribuidas a
Hispania, lo cual prefigura la importancia del fenómeno y permite comprender lo mucho que queda por
hacer en este campo.
Una cuestión importante que afecta al propio concepto y a la amplitud de las imitaciones hispanas es si
las reacuñaciones de monedas romanas republicanas sobre piezas de Obulco deben considerarse oficiales o
no. Por supuesto, se asume que se fabricaron en Hispania y que son acuñaciones romanas sobre monedas de
Obulco. Arévalo y Marcos han defendido en reiteradas ocasiones su propuesta de que se trata de emisiones
oficiales (Arévalo y Marcos, 1997; Arévalo, 1998: 26-27). Efectivamente, el buen estilo de los cuños y
el hecho de que se trate de acuñaciones (no fundiciones) sugiere que puede tratarse de una producción
vinculada de algún modo con la administración romana en Hispania. Sea como fuere, estas reacuñaciones
sobre Obulco y otras piezas que pueden estar relacionadas con ellas, por fabricación (acuñadas), peso, estilo
y por llevar el símbolo de valor I delante de la proa, constituyen en sí mismas un grupo bien diferenciado
de las imitaciones atribuibles a Hispania. En consecuencia no consideramos que deban incluirse dentro de
la categoría de imitaciones.
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
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4. CATÁLOGO
Estrella 2
3 A3 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R3 Proa a der.; encima I; delante estrella;
debajo [¿ROMA?].
GruPo A
Símbolo.
31,54 g (3), 30-35 mm.
a. Herrero 28/5/2014, lote 108, 26,18 g, 31 mm.
Creciente
1 A1 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R1 Proa a der.; encima I y ¿creciente?;
debajo ROMA.
a. eBay #231421171159, 36 g, 35mm.
3a
GruPo B
Proa silueteada.
36,62 g (2), 33-35 mm.
1a
4
A4 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R4 Proa a der.; encima I; debajo ¿ROMA?
a. USA. Col. RBW 1, 36,29 g, 3 h.
Estrella 1
2 A2 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R2 Proa a der.; encima I; delante estrella;
debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 3, 32,43 g, 8-9 h.
4a
5. A5 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R5 Proa a izq.; encima I; debajo [A]MO[«].
a. Madrid. Col. Cores. 440, 36,94 g, 12 h.
2a
5a
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290
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
GruPo c
8
Proas macizas en ángulo recto y cerrado.
33,44 g (7), 32-34 mm.
6
A8 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R8 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Martí Hervera 18/11/1999, lote 2093, 30,2 g,
33 mm (= Herrero 20/5/1999, lote 106
= Herrero 21/12/2000, lote 49).
A6 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R6 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 34,82 g, 1 h.
b. USA. Col. RBW 33,80 g, 33 mm.
8a
6a
9
A9 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R7 (?) Proa a der.; encima I; debajo
[ROMA].
a. Áureo & Calicó 27/9/2012, lote 316, 32,29 g.
6b
9a
7
A7 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R7 Proa a der.; encima I; debajo [ROMA].
a. Madrid. Col. Cores. 443, 38,50 g.
10 A9 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R8 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 4, 31,16 g, 12 h
7a
10a
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
291
11 A10 Cabeza laureada de Jano; encima I.
¿Mismo troquel que anterior, pero con
retoques en el molde?
R8 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Col. privada 33,29g (= CNH 407/1 = DCPH II,
324/1ª-1 = ACIP 2505).
12c
GruPo e
11a
Retratos anchos y proas grabadas con contorno.
30,88 g (2), 32-33 mm.
13 A12 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R10 Proa a der.; encima I; debajo [ROMA].
GruPo d
Retratos anchos y proas gruesas y abiertas.
34,26 g (3), 32-33 mm.
a. Madrid. Col. Cores. 445, 28,64 g, 9 h.
b. Paris, BnF, d’Ailly A922 (= Ailly, pl. 55/1 =
Crawford 1982: nº 3), 33,11 g, 32.5 mm, 8 h.
12 A11 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R9 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Vico 7/11/2013, lote 247. 35,75 g.
b. Madrid. MAN 1997.72.1037, 32,94 g.
c. Madrid. MAN, Sastre coll. 1973-24-11520,
34,10 g.
13a
12a
13b
12b
APL XXXI, 2016
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292
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
GruPo F
GruPo G
Jano esquemático y proa con estrechamiento.
28,83 g (2), 32 mm.
Cabezas trapezoidales.
29,28 g (3), 30-31 mm.
14 A13 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R11 Proa a der.; encima I; debajo
[¿ROMA?].
16 A15 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R12 Proa a izq.; encima I; debajo
[¿AMO«?].
a. Martí Hervera & Soler y Llach 5/11/2009,
lote 2296, 31,40 g, 32 mm.
b. Website Numismática Nerón [visitada
27/12/2011].
a. Villaronga 1985: nº 4, 28,94 g, hallada en
Andalucía.
b. Áureo 5/4/1995, lote 2383, 28,97 g.
c. USA. Col. RBW 29,92 g, 31 mm.
d. Herrero 28/4/2016, lote 69.
14a
16a
14b
16b
15. A14 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R11 Proa a der.; encima I; debajo
[¿ROMA?].
a. Martí Hervera & Soler y Llach 17/12/2015,
lote 2157, 26,25 g.
16c
15a
APL XXXI, 2016
16d
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
293
20 A19 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R16 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
GruPo h
Poste de proa macizo.
30,11 g (6), 31-32 mm.
a. USA. Col. RBW 262, 22,79 g, 9 h.
17 A16 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R13 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Madrid. Col. Cores. 444, 31,26 g, 11 h.
20a
21 A20 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R17 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
17a
¿Cabezas Triangulares?
a. eBay #161632293667, 29,4 g [visitada
12/3/2015] (= eBay #331844420025 [visitada
5/5/2016]).
18 A17 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R14 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. USA. Col. RBW 261, 30,89 g, 12 h.
21a
18a
19 A18 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R15 Proa a der.; encima I; debajo ¿?
22 A21 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R18 Proa a izq.; encima I; debajo [R]OM[A].
a. Herrero 10/12/2015, lote 106, 38,80 g.
a. Áureo 2/7/2003, lote 146, 27,53 g, 32 mm.
22a
19a
APL XXXI, 2016
[page-n-294]
294
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
GruPo i
Proas con líneas horizontales anchas.
27,80 g (6), 32-34 mm.
23 A22 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R19 Proa a izq.; encima I; debajo AMO«.
24c
a. USA. Col. RBW 6, 23,34 g. 9 h.
25 A24 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R21 Proa a izq.; encima I; debajo AMO«.
23a
a. USA. Col. RBW 160, 26,87 g.
b. Herrero 28/5/2014, lote 109 (= Ibercoin
22/10/2015, lote 135), 27,55 g, 34 mm.
24 A23 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R20 Proa a izq.; encima I; debajo AMO«.
a. iNumis, Sale 14, 25/3/2011, lote 124, 29,31g,
32 mm, 9 h.
b. Madrid. Col. Cores. 446, 27,62 g, 9 h.
c. Madrid. MAN 1997.72.1035, 32,10 g.
25a
24a
25b
GruPo J
Proas normales.
26,65 g (5), 29-34 mm.
24b
26 A25 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R22 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Áureo & Calicó 28/5/2014, lote 4339 (= eBay
#291487773944), 26,74 g, 33 mm.
b. Herrero 28/5/2014, lote 107, 28,42 g, 33 mm.
c. https://www.flickr.com/photos/ahala_
rome/3351378599/, 26,30 g, 33 mm.
APL XXXI, 2016
[page-n-295]
ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
295
28 A27 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R24 Proa a der.; encima I; debajo [RO]MA.
a. Madrid. MAN 1997.72.1038, 25,19 g.
26a
28a
GruPo k
26b
Proas gruesas y alargadas.
25,22 g (4), 33-34 mm.
29 A28 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R25 Proa a izq.; encima I; debajo [A]MO[«].
a. USA. Col. RBW 10, 20,95 g, 3 h.
26c
27 A26 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R23 Proa a der.; encima I; debajo ROMA.
a. Áureo 21-22/4/1998, lote 2265, 26,62 g,
32 mm.
29a
30 A29 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R26 Proa a izq.; encima I; debajo [A]MO«.
a. Madrid. MAN 1997.72.1036, 26,96 g.
27a
30a
APL XXXI, 2016
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296
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
31 A30 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R27 Proa a der.; encima I; debajo ROM[A].
a. Áureo 17/12/2008, lote 87, 28,13 g, 33 mm.
33b
31a
32 A31 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R28 Proa a der.; encima I; debajo RO[MA].
a. Áureo 27/9/2012, lot. 318, 24,85 g, 33 mm.
33c
34 A33 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R30 Proa a izq.; encima I; debajo [AMO«].
32a
GruPo L
Retratos con mentón pronunciado y poste de proa
curvo.
23,58 g (6), 30 mm.
33 A32 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R29 Proa a izq.; encima I; debajo [AMO«].
a. USA. Col. RBW 11, 20,89 g. (rota). 12 h.
b. USA. Col. RBW 7, 22,63 g, 12 h.
c. Col. privada, 21.73 g, 31mm, www.arminius-numismatics.com/coppermine1414/
cpg1414/displayimage.php?pid=5450 [visitada
13/03/2015].
d. Col. privada, ca. 18 g, 30 mm, www.identificacion-numismatica.com/t56672-as-republicano-jano-bifronte [visitada 13/3/2015].
e. USA. Col. RBW 22,27 g, 30 mm.
f. Roma Numismatics Ltd, E-Sale 17, 25/4/2015,
lot. 470, 21,08 g, (rota) (= https://www.flickr.
com/photos/ahala_rome/3515141861/).
g. Martí Hervera & Soler y Llach 2/7/2015, lote
2206, 22,01 g.
a. Madrid. Col. Cores. 441, 24,52 g, 12 h.
b. Áureo 26/1/2011, lote 267, 28,15 g, 32 mm.
c. eBay # 272476751153, 21,9g [visitada
10/12/2016].
34a
33a
APL XXXI, 2016
[page-n-297]
ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
297
GruPo M
Cabezas alargadas.
19,68 g (4), 30-32 mm.
34b
35 A34 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R31 Proa a izq.; encima I; debajo
[¿AMO«?].
a. Madrid. Col. Cores. 442, 20,81 g, 12 h.
34c
35a
34d
36 A35 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R32 P roa a izq.; encima I; debajo AMO«.
a. USA. Col. RBW 285, 19,20 g, 1 h.
b. USA. Col. RBW 20,49 g, 30 mm.
c. eBay #400761226613.
34e
36a
34f
36b
34g
36c
APL XXXI, 2016
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298
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
37 A36 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R32 Proa a izq.; encima I; debajo [¿?].
a. http://www.identificacion-numismatica.com/
lt59542-as-republicamp-jano-bifronte?highlight=semis+republicano. 18,2 g, 29 mm.
39 A37 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R34 Proa a izq.; encima I; debajo ¿?
a. Villaronga 1985: nº 5, 13,27 g. 8 h, hallada en
Andalucía.
.
39a
37a
GruPo o
GruPo n
Barbas apuntadas proas a izquierda.
18,88 g (2), 29-34 mm.
38 A37 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R33 Proa a izq.; encima I; debajo VVV\.
Grupo vario.
27,56 g (2), 29-31 mm.
40 A38 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R35 Proa a der.; encima I; debajo [¿ROMA?].
a. Áureo 27/9/2012, lote 317, 31,43 g, 32 mm.
a. USA. Col. RBW
b. Villaronga 1985: nº 6, 24,48 g. 3 h (= CNH
407/2 = Vico 3/1/2012, lote 155 = ACIP 2506),
hallada en Andalucía.
40a
41 A39 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R36 Proa a izq.; encima I; debajo [¿AMO«?].
a. Áureo & Calicó 27/9/2012, lote 315, 23,69 g.
38a
41z
38b
APL XXXI, 2016
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
299
GruPo P
Marca de valor delante de proa.
12,24 g (1), 28 mm.
42 A40 Cabeza laureada de Jano; encima I.
R37 Proa a der.; delante I; [R]OMA.
a. Áureo 27/10/2005, lote 92 (= Áureo 7/2/2007,
lote 194). 12,24 g, 28 mm.
42a
5. ANÁLISIS
Caracterización
Las características formales de las monedas recopiladas sugieren la existencia de un fenómeno amplio,
con una cierta homogeneidad temporal y técnica, pero donde se aprecian diversas fases de acuñación.
Se ha documentado una notable diversidad de subgrupos/estilos que permiten defender una producción
en diferentes momentos y quizá en diferentes lugares que por el momento no resulta posible concretar.
Señalar un peso medio para todas ellas carece de sentido, ya que los diferentes grupos son fruto de
circunstancias diversas que progresivamente se materializaron en una reducción de peso. Aunque el
proceso no fuera todo lo lineal que pueda desprenderse de una ordenación a partir de este criterio, las
series se caracterizan inicialmente por su peso elevado (serie B, 36,62 g) y por evolucionar, dentro de unos
márgenes temporales inciertos, hacia una notable disminución de peso (serie N, 18,18 g). Otros hechos
distintivos son su condición de piezas obtenidas mediante fundición en un molde y una concepción
flexible del diseño del reverso en cuanto a la orientación de la proa y el trazado de la leyenda. La mayor
parte de los grupos identificados presentan los rasgos de las emisiones anónimas y unos pocos muestran
un símbolo; aunque es posible que algún grupo tomase como modelo piezas con nombre de magistrado,
ningún indicio permite ratificar esta suposición. ¿Es posible que se prescindiese de este tipo de elementos
identificativos de forma premeditada? Aunque la marca de valor I siempre aparece sobre la estructura
situada sobre la cubierta, la referencia a la autoridad pudo quizá descartarse por consideraciones de tipo
legal. En el catálogo se han identificado un total de 40 moldes de anverso y 37 de reverso. A partir de
criterios metrológicos y de ciertos parecidos estilísticos entre moldes, se sugieren diferentes grupos cuya
ordenación en ningún caso puede considerarse concluyente.
La fabricación
Estos ases de imitación fueron producidos mediante fundición a partir de moldes múltiples bivalvos, aunque
no se puede descartar que las piezas de algún grupo se obtuvieran por algún método similar o alternativo.
La acuñación de monedas de gran módulo exige de conocimientos y habilidades notables que posiblemente
no estaban al alcance de los responsables de estas imitaciones, que tuvieron que optar por una solución
técnica cuyas exigencias resultasen asumibles. Algunos ejemplares muestran un ajuste impreciso de ambas
partes de los moldes (cat. 10, 23, 33, 34, 41) que generalmente debieron ser múltiples, ya que sobre el
contorno de bastantes piezas se conserva la prominencia resultante del metal depositado en el canal que
conectaría los alveolos (cat. 4, 6a y b, 7a, 15a y c, 31a, 32a, b y g). Los ejemplos son suficientes y en algunos
casos denotan una eliminación poco cuidadosa de este metal sobrante.
APL XXXI, 2016
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300
P. P. RiPollès y M. Gozalbes
Resulta llamativo que todas las series sean fruto de diseños singulares obtenidos a partir de un trabajo
original de grabado. El proceso parece originarse en un punzón en positivo, posiblemente de madera,
desde el que se fabricarían los moldes. Algunos diseños y leyendas invertidas revelan posiblemente
errores en el diseño del punzón, ya que para que la figura y la leyenda aparecieran en la dirección correcta
debían grabarse al revés.
¿Por qué en ningún caso se utilizaron las monedas oficiales en circulación para hacer las improntas?
Todo apunta hacia un proceso de fabricación ejecutado dentro de unos limites conocidos, en el que no se
contemplaba la posibilidad de copiar con fidelidad las monedas oficiales. Se pretende obtener un producto
similar pero a partir de una creación original. Esta circunstancia refuerza su consideración como imitaciones
consentidas más que como falsificaciones ilegales.
Resulta inviable determinar el número de veces que pudo llegar a utilizarse un punzón y por lo tanto
estimar su productividad. Los enlaces de punzones entre diferentes grupos (C, F y N) revelan una continuidad
ocasional, que no parece haber sido la pauta habitual de unas producciones que, en la mayor parte de los
casos, no ofrecen continuidad. Esto lleva a pensar que el volumen de las ‘emisiones’, normalmente pudo
estar determinado por el metal disponible u otras circunstancias más que por la vida útil de los punzones.
Estos instrumentos reiteradamente aplicados sobre una superficie blanda no debieron sufrir apenas desgaste
y por lo tanto no debió resultar necesario reemplazarlos con frecuencia.
Se pueden identificar los punzones, pero no resulta viable estimar ni la cantidad de monedas fundidas
ni el volumen de riqueza emitida. El único camino que puede orientar sobre la importancia relativa de
estas producciones es la comparación del número de monedas identificadas con la conocidas de otras
cecas. Las imitaciones de ases no fueron un fenómeno marginal, pero aparentemente tampoco alcanzaron
el nivel de producción de cecas como Carmo, Ulia o Ilipa, por citar sólo algunas de las producciones de
envergadura media de la Ulterior. La recopilación de ases en este trabajo ha permitido reunir un total de
66 ejemplares, una cifra que resulta superior a la cantidad de monedas que el corpus de Villaronga recoge
en talleres como Abra, Bora, Iliturgi, Murtili, Ostur o Cunbaria.
La mayor parte de los grupos mantienen una cierta coherencia formal interna e incluso
algunos pueden relacionarse sin dificultades. No obstante, dos de ellos presentan problemas de
caracterización e integración dentro de la organización propuesta. Las agrupaciones A y O son
realmente cajones de sastre de producciones heterogéneas, con escasos ejemplares documentados
y sin relación formal con el resto.
Datación y metrología
La investigación sitúa el fenómeno de los ases romanos no oficiales con un amplio margen durante el
siglo II a.C. La datación propuesta por Villaronga, basada seguramente en el peso de las piezas, es la
que se ha venido asumiendo posteriormente por todos aquellos que han tratado la cuestión. A pesar de
las evidentes limitaciones que presenta, el único argumento disponible para fecharlas por el momento
es el metrológico.
La horquilla cronológica de las imitaciones hispanas encuentra una correspondencia bastante
clara con aquella de los ases oficiales que se acuñaron entre ca. 209 y 145 a.C., cuyo peso osciló
con una tendencia descendente entre ca. 42 y 23 gramos. Es importante remarcar que hacia el 145
a.C. prácticamente cesaron las emisiones oficiales de ases, que se reanudarían de forma regular en la
década de los años 90, lapso durante el que sólo se acuñaron como parte de las series RRC 290 y 312.
Sin perjuicio de que alguna emisión quede fuera de este marco teórico general (¿grupo P?), los datos
metrológicos no sugieren la existencia de una producción regular de imitaciones durante la totalidad
del período. A pesar de que ambas producciones incluyen altibajos ponderales notables, el marco
cronológico señalado parece bastante coherente.
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ImItacIones hIspanas de ases romanos republIcanos
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Los hallazgos monetarios analizados desde una perspectiva metrológica también contribuyen a
delimitar el período de fabricación de las imitaciones. Éstos testimonian una masa monetaria con
ases romanos donde los pesados (42-23 g) circularon conjuntamente con otros más ligeros (ca. 20 e
incluso 12/17 g), por lo que no hay ninguna garantía para asumir que las imitaciones más pesadas sean
necesariamente más antiguas. Indudablemente las piezas se mantenían en circulación durante décadas
por lo que resulta normal que coexistan piezas acuñadas bajo diferentes estándares. Incluso para las
emisiones oficiales se cuestiona cada vez con mayor fuerza una aplicación rígida y sistemática de los
estándares (Bransbourg, 2011). La existencia de monedas acuñadas con diferentes patrones de peso y
circulando en un mismo contexto se constata en tesoros que se ocultaron durante la segunda mitad del
siglo II a.C., como los de Torelló d’en Cintes (Menorca), Écija (Sevilla), El Saucejo (Sevilla) y Pinos
Puente (Granada) (Arévalo y Marcos, 1998; Chaves y García-Bellido, 1980: 171-174; Villaronga,
1980: 175-179; Chaves, 1993: 268). Pero también se comprueba en los hallazgos esporádicos de los
campamentos romanos con ocupaciones breves y conocidas como Numancia y Cáceres el Viejo, o de
ciudades como Kelin (Ripollès, 1982: 201-204). En cualquier caso, no resulta razonable fechar las
imitaciones fundidas en el siglo I a.C., cuando la inmensa mayoría de las cecas peninsulares estaban
acuñando unidades con un peso medio de 9-13 g.
La identificación de los modelos que hipotéticamente pudieron copiar no resulta de mucha ayuda, ya
que, como se ha señalado, la variedad de emisiones que estaban en circulación fue amplia y cualquiera
de ellas pudo tomarse como modelo de copia e interpretarse. Aunque resulta tentador vincular algunos
elementos o detalles aislados del diseño de estas imitaciones con los de series oficiales concretas, no ha
sido posible identificar ningún vínculo consistente entre estos grupos y cualquier emisión que pudiera
haber servido como modelo. En ocasiones anversos o reversos sugieren alguna proximidad a cuños
de emisiones oficiales concretas, pero lo cierto es que, de momento, nunca ambas caras de la moneda
permiten certificar un parecido integral. En todo caso, similitudes de esta índole sólo constituirían un
terminus post quem, ya que el momento de la copia podría distanciarse sustancialmente de aquel en que
se fabricó el prototipo. Además, las imitaciones fueron fundidas y no se ha detectado ni un solo caso que
sugiera su obtención directa a partir de una moneda oficial sin más elaboración; por el contrario, algunos
tipos presentan formas totalmente reelaboradas de sus figuras características, Jano bifronte en anverso
y la proa en el reverso. En definitiva, copiaron aceptablemente los ases romanos oficiales, pero no lo
hicieron utilizando monedas como plantilla.
En líneas generales, el peso de estas imitaciones oscila entre los 36 g del grupo B y los 18 g del grupo
N. Entre estas cifras, los sucesivos grupos van disminuyendo progresivamente su peso medio, posiblemente
dentro de una tendencia voluntaria que podría guardar alguna relación con una evolución cronológica (fig.
1). Es interesante destacar que el peso medio de las imitaciones fundidas más ligeras (18-19,91 g) resulta
similar al de los ases romanos reacuñados sobre monedas de Obulco, ya que estos soportes permiten
proponer el extremo inferir de la horquilla cronológica del período de acuñación de las imitaciones.
Efectivamente, el hecho de que se acuñaran ases romanos sobre monedas de Obulco, que en algún
caso es posible identificar, y que dos de ellas tengan contexto, permite añadir un nuevo argumento al
uso del estándar de peso 18-20 g para delimitar la franja cronológica las imitaciones fundidas. Una de
las reacuñaciones apareció en el tesoro de Torelló d’en Cintes (Arévalo y Marcos, 1998: 26-27, nº 293),
en el que la moneda más reciente corresponde a un as de cn. BLAsio cn. F (RRC 296/2), acuñada en 112111 a.C. Las reacuñaciones que han sido documentadas utilizaron como soporte los tipos CNH 17-22 y
38 de Obulco. Otra reacuñación apareció en las excavaciones de Cáceres el Viejo (Beltrán Lloris, 1974:
255-310; Hildebrandt, 1985: 257-297); este campamento legionario estuvo en uso, según Ulbert (1985:
204, 207), durante las dos primeras décadas del siglo I a.C. y fue destruido ca. 77-75 a.C. La cronología
del soporte es un poco menos segura. Arévalo fecha la moneda de Obulco de la serie Vb hacia el 110-80
a.C. (1999: 232). Esta datación se sustenta en reacuñaciones de Castulo (García-Bellido, 1982: 89-91),
cuyos ejemplares han sido hallados en La Loba (García-Bellido, 1986: 35-38), Diógenes (Domergue, 1967:
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P. P. RiPollès y M. Gozalbes
Fig. 1. Pesos de las diferentes series de imitaciones hispanas ases de romano republicanos.
29-81), en Morro de Mezquitilla (Trillmich, 1977: 62-73) y en Ategua (Blanco Freijeiro, 1983: 95-113).
Arévalo y Marcos sugieren que el único momento en el que sería posible una acuñación a nombre de
Roma sería durante las Guerras Sertorianas, con el fin de pagar a las tropas (1998: 27). La propuesta entra
dentro de lo posible, ya que de los hallazgos en tesoros y en excavaciones se deduce para los ases romanos
reacuñados sobre Obulco una datación del primer tercio del siglo I a.C. En consecuencia, se puede proponer
que las imitaciones fundidas se fabricasen con anterioridad a esa fecha y por tanto que al menos cubrieran
la segunda mitad del siglo II a.C.
6. CONCLUSIONES
Las imitaciones de ases estuvieron en circulación a lo largo de la segunda mitad del siglo II a.C. y el
fenómeno pudo comenzar unas décadas antes. Se trata de piezas fundidas, cuyo peso se escalona entre
los 36,62 g y los 18,18 g. El contexto monetario en el que se utilizaron dichas producciones estuvo
formado por una gran diversidad de cecas y pesos, con piezas que pueden llegar a alcanzar los 32-23
g, como fue el caso de algunas emisiones de Obulco, Castulo, Ulia, Ilipa o Carmo, junto a otras series
notablemente más ligeras. También la moneda de bronce romana republicana que encontramos en
los hallazgos monetarios demuestra la circulación conjunta de piezas que se acuñaron bajo distintos
estándares. En la ciudad ibérica de Kelin, los hallazgos de ases romanos, que corresponden al período
del siglo II y primer tercio del I a.C., muestran una gran disparidad de pesos, entre 47 g y 16 g
(Ripollès, 1982: 201-204). Lo mismo sucede en el tesoro de Torelló d’en Cintes, que debió ocultarse
hacia los últimos años del siglo II o inicios del I a.C.; en ese tesoro las monedas que contenía se
escalonan progresivamente desde los 47 g a los 13 g (Arévalo y Marcos, 1998). Habida cuenta de
que la masa monetaria estuvo formada por una gran variedad de denominaciones y estándares, de
procedencias muy diversas, creemos que en la Península Ibérica las monedas de bronce debieron
circular en relación con su módulo y peso. Es este contexto, las imitaciones hispanas no debieron
emitirse con el propósito de defraudar, sino por la necesidad de disponer de monedas, con unos diseños
reconocibles y homologables a las romanas, para lo cual en ocasiones es probable que su peso rebasara
ampliamente el que tuvieron las monedas oficiales.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 305-317
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Rosario CEBRIÁN FERNÁNDEZ a e Ignacio HORTELANO UCEDA b
El redescubrimiento de la inscripción métrica
del obispo Sefronius de Segobriga
(IHC 165 + 398; ICERV 276)
RESUMEN: La historia de las excavaciones en el cerro de Cabeza de Griego (Segobriga, Saelices, Cuenca)
está ligada al hallazgo casual en 1760 de varios fragmentos de la inscripción funeraria del obispo Sefronius.
Su descubrimiento desencadenó el inicio de los trabajos arqueológicos en la denominada basílica visigoda
entre 1789 y 1790, encontrándose el resto de las piezas que completaban el texto métrico cincelado sobre
la tapa de su sepulcro. Todos los fragmentos de aquella lápida se perdieron pero la fortuna ha querido
reencontrar algunos de ellos en la casa que fue de la familia Martínez Falero en Saelices durante unas obras
de rehabilitación.
PALABRAS CLAVE: inscripción cristiana, obispo Sefronius, Segobriga.
The rediscovery of the metric inscriptionof Bishop Sephronius of Segobriga
(IHC 165 + 398; ICERV 276)
ABSTRACT: The history of excavations at Cabeza de Griego (Segobriga, Saelices, Cuenca) is linked to the
casual finding in 1760 of several fragments belonging to the funerary inscription of Bishop Sephronius. This
discovery encouraged the commencement of the archaeological works in the so-called Visigoth basilica,
carried out between 1789 and 1790. In them the rest of the pieces that completed the metric chiselled
text over the top of his tomb was discovered. All fragments of that tombstone were lost subsequently, but
fortunately some of the fragments have been rediscovered in the Martínez Falero’s family home as the
building was being restored.
KEYWORDS: Christian inscription, Bishop Sephronius, Segobriga.
a
b
Universidad Complutense de Madrid.
marcebri@ucm.es
Arqueólogo.
ignacio.hortelano@gmail.com
Recibido: 14/10/2016. Aceptado: 13/12/2016.
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R. CebRián FeRnández e i. HoRtelano UCeda
La inscripción métrica IHC 165 + 398, ICERV 276 se halló fragmentada en siete partes y en fechas distintas
en el solar de la denominada basílica visigoda de Segobriga. El archivero de la Orden de Santiago en
Uclés, Juan Antonio Fernández, que participó en su excavación entre los años 1789 y 1790, dibujó la lápida
funeraria de Sefronio y numeró todos los fragmentos (Ms. RAH-9-7953-1/51 y ms. RAH 11-8109-4j).1 A
ellos nos referiremos para la identificación de las piezas reencontradas en este artículo. Fernández indicó
en ese boceto que los nº 1, 2 y 3 se hallaron en 1760 y los tres restantes el día 4 del mes de enero de 1790,
desconociendo el hallazgo con anterioridad del fragmento que permitía completar el texto epigráfico con
indicación de la fecha de defunción del obispo2 (fig. 1).
La crónica del descubrimiento de los diferentes fragmentos de la lauda métrica de Sefronio es la
siguiente.3 En 1760 se encontró, de manera fortuita, la parte superior de la losa sepulcral del enterramiento
del obispo (fragmento nº 1) por un vecino de Saelices, Lucas Falero, cavando en un terreno cercado al
norte del cerro de Cabeza de Griego en busca de una piedra para hacer una pila. Ese mismo año o poco
después se descubrieron otros tres fragmentos más, los fragmentos nº 2, nº 3 y el ángulo inferior izquierdo
de la lauda métrica.4 Las piezas, siguiendo el relato de Capistrano de Moya (1795: 3-4), fueron a parar a
Montalbo, donde Francisco Fuero (Ms. RAH-9-7567-I-13) las copió en 1771, salvo el fragmento nº 2, que
debió permanecer en poder de Vicente Martínez Falero en Saelices.
Mientras los fragmentos nº 4, 5 y 6 se recuperaron durante los trabajos de excavación a finales del siglo XVIII
en Segobriga, que pusieron al descubierto la basílica visigoda en uno de los suburbios de la ciudad. Fernández,
testigo del hallazgo, señaló que estos fragmentos se encontraron en la esquina noreste del aula (AHN: legajo
3193, nº 127), formando parte de un relleno de nivelación, vinculado a la construcción de una escalera de la
cuarta fase del templo, fechada en el primer tercio del siglo VII.5 De manera que la tapa del sepulcro de Sefronio
con texto epigráfico no se halló asociada a ningún enterramiento y estaba amortizada en aquella fecha.
En el Acta original del hallazgo de las reliquias de obispos en Cabeza de Griego, firmada por todos
los que fueron testigos del descubrimiento y autentificada por Fernández como notario, de fecha 14 de
diciembre de 1789, se dice que Vicente Martínez Falero, alcalde de Saelices, le presentó a Antonio Tavira,
Prior del Monasterio de Uclés, en la visita que cursó a Segobriga el 17 de octubre de aquel año tres
fragmentos de una lápida de alabastro (blanco) con vetas azules, y en el mayor grabado en letras góticas
el nombre de un Sefronio Obispo (Ms. RAH-11-8167-74), que correspondían a los fragmentos nº 1, 2 y 3.
Sabemos así que los fragmentos de la lápida de Sefronio, incluidos los que se hallaban en Montalbo
(fragmentos nº 1 y 3), salvo la pieza con indicación de la Era de la muerte, se encontraban en poder de la
familia Martínez Falero a finales del año 1789, aunque presumiblemente nadie los volvió a ver. Capistrano
de Moya cuenta a Antonio de Capmany, Secretario de la Real Academia de la Historia, que no pudo copiar
la inscripción, a pesar de cursar tres visitas entre enero y mayo de 1795 a Saelices, ante la negativa de
Juan Francisco Martínez Falero a mostrársela. Le indica que la pieza seguía depositada en la ermita de
San Ildefonso, sita en el barrio de los Arenados, el 27 de abril de aquel año, a donde se había trasladado
junto con los hallazgos arqueológicos de las excavaciones realizadas unos años antes en la basílica y que
poco después la lápida se llevó a las casas del L.D.J.F.F. A.D.L.R.C.,6 cuyas iniciales deben desarrollarse
Licenciado Don Juan Francisco (Martínez) Falero, Abogado De Los Reales Consejos.
1
2
3
4
5
6
Los manuscritos de J. A. Fernández sobre la excavación y hallazgos en la basílica visigoda de Segobriga están recogidos en
Abascal y Cebrián, 2006: 204-209.
Sobre este fragmento y la revisión de la fecha de muerte del obispo Sefronio, cf. Abascal y Cebrián, 2006: 283-294.
Sobre las circunstancias del hallazgo de esta inscripción, cf. Almagro Basch, 1983a: 291-316; ídem, 1983b: 394-44 e ídem, 1984: 20-21.
Las fechas de 1760 y 1790 aportadas por J. A. Fernández para el hallazgo de los fragmentos de la lápida de Sefronio fueron
copiadas por todos sus editores, incluido Hübner. Sin embargo, Capistrano de Moya (1792: 8-10) señala que sólo el fragmento nº
1 apareció en 1760, produciéndose el hallazgo de los tres fragmentos en 1768.
Una propuesta de evolución del edificio a partir de los datos arqueológicos en Cebrián y Hortelano, 2015: 402-447.
Capistrano de Moya, 1795: 26-27. En el proceso abierto por el Obispo de Cuenca, Felipe Antonio Solano, sobre los hallazgos en
la basílica de Cabeza de Griego (1790), el labrador que había encontrado de manera fortuita la inscripción de Sefronio, en 1760,
declaró que los seis fragmentos del epígrafe se encontraban en la ermita de San Ildefonso. Sobre ello, Almagro Basch, 1983b: 90.
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El rEdEscubrimiEnto dE la inscripción métrica dEl obispo SefroniuS dE Segobriga
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Fig. 1. Dibujo de la inscripción
métrica del obispo Sefronio realizado
por J. A. Fernández (1790: 97).
A partir de aquí, se pierde la pista de los fragmentos de la inscripción7 hasta que en el marco del control y
seguimiento arqueológico en curso de las obras de rehabilitación de la casa-palacio Martínez Falero en Saelices
(Cuenca),8 se han localizado los fragmentos nº 1, 2, 3 y 5 de la lápida funeraria del obispo Sefronius. Las piezas
se han reencontrado reutilizadas en los muros de fábrica y alero de una reforma en la vivienda datada en la
primera mitad del siglo XX, fecha en la que se añadió una planta bajo cubierta para su uso como palomar.
7
8
Hübner recogió la inscripción en 1871 en su corpus de Inscripciones Cristianas de España dándola por perdida, mientras que Fidel
Fita y Juan de Dios de la Rada y Delgado (1889: 113) en su visita a Cabeza de Griego en 1888 pensaron que la lápida de Sefronio
y los monumentos epigráficos hallados en la basílica visigoda fueron destruidos cuando la ermita de San Ildefonso fue devastada
hacia 1836 durante la Guerra de la Independencia.
El proyecto de rehabilitación de la casa-palacio Martínez Falero para hospedería y Museo rural (fase 1) está promovido
por el Ayuntamiento de Saelices con financiación de la Excma. Diputación Provincial de Cuenca. Son autores del proyecto
arquitectónico, D. José Ángel Arquero López y D. Javier Arquero Avilés, y del proyecto de seguimiento arqueológico, D. Ignacio
Hortelano Uceda.
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R. CebRián FeRnández e i. HoRtelano UCeda
1. CIRCUNSTANCIAS DEL HALLAZGO
La denominada Casa-Palacio de los Martínez Falero es una de las escasas construcciones de carácter
señorial del siglo XVII existentes en la población de Saelices (Cuenca). La vivienda está situada
en la calle de la Sierra nº 7 y ocupa un gran solar de 1.091 m2, que describe una planta en L cuyo
extremo sureste está ocupado por la casa y el resto por suelo no construido en el que se acumulan
escombros y vegetación. A mediados del año 2015, el inmueble fue cedido por los herederos del linaje
al Ayuntamiento, comenzando las obras para su rehabilitación y uso como recurso cultural y turístico
en julio de 2016.
La vivienda principal presenta fachada exterior emplazada al este y abierta a la calle de la Sierra y
fachadas interiores al patio trasero orientadas al norte y al oeste. La única medianera es la sur, que colinda
con la propiedad vecina. La fachada mide 15,44 m de longitud. Su profundidad en esta ala es de 9,60 m,
alcanzando 15,93 m de profundidad máxima en su lateral norte, al que se adosa un cuerpo de una sola altura
de construcción reciente, que mide 18,04 m de longitud y 4,24 m de anchura.
En la fachada principal del edificio destaca la portada de sillería con dintel adovelado enmarcada
lateralmente por sendas pilastras. Presenta frontón partido rematado por elementos espiraliformes, que
encuadran el escudo nobiliario de la familia Martínez Falero, en marco moldurado, flanqueado por dos
pináculos triangulares con remates esféricos. El escudo familiar se ciñe entre tenantes formados por dos
leones rampantes y se remata con un yelmo coronado con siete plumas. Se identifican, entre otros motivos,
la cruz de la Orden de Santiago y un castillo.
Morfológicamente se trata de un inmueble de dos plantas sobre rasante y planta cambra bajo cubierta,
usada como palomar. Presenta una estructura de muros de carga perimetrales de mampostería formando una
doble crujía en L rematada por cubiertas a dos (fachada) y tres aguas (ala lateral). Aparentemente el edificio
actual corresponde tan sólo a la mitad norte de una construcción original de mayores dimensiones que, en
un momento no determinado, tal vez a inicios del siglo XX, fue dividida y demolida en su mitad sur para la
construcción de la vivienda colindante actualmente existente.
Su distribución interior corresponde a este último momento de uso del inmueble, compartimentado en
varias viviendas aisladas, con tabiquería de ladrillo y pobres pavimentos de baldosa hidráulica. Es entonces
cuando parece construirse la escalera actualmente existente, con peldañeado prefabricado y barandillas de
forja de escasa calidad. En esta reforma se reemplearon los fragmentos de la lauda sepulcral del obispo
Sefronio en la construcción de sus muros.
El aspecto más significativo de la planta bajo cubierta es su total adecuación como palomar llevada a
cabo, según los materiales constructivos empleados, en la segunda mitad del siglo XX. La fecha de 1963
se lee en el suelo del descansillo del último tramo de la escalera de acceso al palomar, lo que permite
conjeturar que fue entonces cuando se llevó a cabo su construcción. Se aprecian hasta siete estancias en
torno a un distribuidor central con acceso desde la escalera por medio de un pequeño corredor, cuyas
paredes se encuentran totalmente ocupadas por nidales en forma de nichos cuadrangulares.
Los datos sobre el hallazgo de los fragmentos de esta inscripción son los siguientes:
Fragmento nº 1. Fue hallado roto en dos partes el 22 de agosto de 2016, reutilizado en el ángulo
noreste de la fachada principal de la vivienda. La pieza se utilizó como alero para lo cual había sido
recortada por la parte inferior y laterales, perdiendo algunas letras del texto original en los márgenes
derecho e izquierdo y dos líneas completas y parte de otra en la parte inferior. Apareció con el texto
epigráfico hacia arriba. Para el reaprovechamiento de la inscripción se retallaron y desbastaron las
caras laterales, la inferior y parte de la cara posterior, donde se observa una franja de 13,5 x 11,5 cm
repicada, que constituyó el borde saliente del tejado. Conserva restos de cal en la parte de la pieza
asentada en el muro.
Las dimensiones del fragmento son [41] x [41] x 8,5/4,5 cm. Presenta el pulido original en la cara
frontal y superior, mientras que parte de la cara posterior conserva el desbastado primigenio (fig. 2).
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Fig. 2. Fragmento nº 1 de la inscripción de Sefronio.
El 1 de septiembre de 2016 se localizaron en la fábrica de uno de los pilares de la planta bajo cubierta
tres pequeñas lascas, que presumiblemente corresponden al recorte del fragmento nº. 1 de la inscripción.
Uno de ellos presenta restos de dos letras de dos líneas distintas, el final de un trazo vertical y parte de una
V, que puede pertenecer al final de las líneas 1.5 y 1.6. Un segundo conserva el borde lateral izquierdo de
la lápida con parte de la cara frontal y posterior, mientras que el tercero presenta el pulido y desbastado de
la cara frontal y posterior (fig. 3).
Fig. 3. Piezas correspondientes al recorte del fragmento
nº 1 de la inscripción de Sefronio para su reutilización
como alero:
1) Fragmento con restos de dos letras.
2) Esquirla del lateral izquierdo:
a) cara posterior, b) cara frontal.
3) Fragmento del lateral izquierdo:
a) cara posterior, b) cara lateral, c) cara frontal.
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Fig. 4. Fragmento nº 2 de la inscripción de Sefronio.
Fragmento nº 2. Fue encontrado el día 19 de septiembre de 2016 entre la fábrica de mampostería con
yeso del muro sur del patio trasero. Conserva original la cara frontal pulida, la cara posterior desbastada
y el lateral derecho se presenta desbastado. El fragmento ha perdido la parte superior, donde según el
dibujo de J. A. Fernández conservaba la S final de la línea 1.6. Las dimensiones del fragmento son [24,6]
x [15] x 6,5 cm (fig. 4).
Fragmentos nº 3. Se halló el 1 de septiembre de 2016 formando parte del muro sur de la vivienda,
construido con mampostería de mediano tamaño y yeso. La pieza estaba colocada con el texto
epigráfico hacia arriba y había recibido una pella de yeso, que conserva el negativo de las letras (fig.
5). Durante los trabajos de demolición del muro, la inscripción se rompió en tres partes y numerosas
esquirlas perdiendo parcialmente algunos trazos de letras. El fragmento nº 3 pega con los fragmentos
nº 2 y 5 del dibujo de J. A. Fernández. La pieza mide [35] x [22] x 7,5 cm. La cara frontal está pulida,
la lateral derecha ligeramente desbastada y la posterior desbastada (fig. 6).
Fragmento nº 5. Fue encontrado el día 31 de agosto de 2016 roto en dos fragmentos en la esquina
noreste de la vivienda, muy cerca de donde se halló el fragmento nº 1. La pieza había sido colocada
a modo de atado del muro de fachada con el lienzo oeste. El texto de la inscripción se encontraba
hacia arriba. Las dimensiones del fragmento nº 5 son [46,5] x [23,5] x 7 cm. Presenta la cara frontal
y el lateral izquierdo pulidos, mientras que el lateral derecho está desbastado al igual que la cara
posterior (fig. 7).
Los fragmentos nº 1, 2, 3 y 5 de la inscripción segobrigense fueron custodiados en el interior de la
vivienda o de algún cobertizo en el patio de los Martínez Falero, como lo demuestra el hecho de que
las piezas no presentan ningún signo de deterioro provocado por su conservación a la intemperie. Allí
permanecieron hasta que una reforma en el inmueble en la primera mitad del siglo XX reempleó los
fragmentos epigráficos como material constructivo.
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Fig. 5. Negativo del fragmento nº 2
sobre el yeso del muro en el que se reempleó.
Fig. 6. Fragmento nº 3
de la lauda sepulcral de Sefronio.
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Fig. 7. Fragmento nº 5 de la inscripción de Sefronio.
2. EL SOPORTE Y LA INSCRIPCIÓN MÉTRICA DEL OBISPO SEFRONIO
Los únicos datos sobre la descripción física del soporte hasta su redescubrimiento en 2016 eran los
proporcionados por Francisco Fuero, Vicente Martínez Falero y Juan Antonio Fernández en la segunda
mitad del siglo XVIII. En el manuscrito atribuible a F. Fuero se encuentra el dato sobre las dimensiones
de los tres fragmentos copiados por él en casa del Licenciado D. Joseph Illescas en Montalbo en 1771(Ms.
RAH-9-7567-I-13). El fragmento nº 1 medía ancha dos tercias: larga otras dos y tres dedos. grueso media
qta, es decir, circa [63] x 55,5 x 10,5 cm. El fragmento nº. 3, larga media vara. ancha una qta. gruesa media
o c. [42] x [21] x 10,5 cm. Por último, el fragmento con mención a la era consular hispana presentaba
una dimensiones de larga media vara, ancha qta y media, gruesa, media qta o c. [42] x [31,5] x 10,5 cm.
También indicó el tipo de material sobre el que se talló la inscripción, de alabastro ordinario, y la altura de
las letras SE de Sefronio, de 4 cm. Mientras la información aportada por V. Martínez Falero señalaba que el
soporte era de alabastro blanco con vetas azules (Almagro Basch 1983a: 299) y J. A. Fernández (1790: 35)
destacaba el error del lapicida al grabar el nombre del obispo en la primera línea, recurriendo al cincelado
de la F de Sefronio encima de la E.
El soporte de la inscripción funeraria de Sefronio corresponde a una placa de mármol blanco con veta
de color gris y constituye la tapa de un sarcófago. Las dimensiones son 50 cm de anchura y 8,5/6,5 cm
de grosor, mientras que la altura original, deducida a partir del escalado de la pieza de los dibujos que
conocemos, fue de circa 160 cm.
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La cara frontal con texto epigráfico está pulida, al igual que la cara superior y lateral izquierda, mientras
que el lateral derecho aparece desbastado. Por su parte, la cara posterior se encuentra desbastada y presenta
los bordes cincelados para permitir el buen asiento de la cubierta en el sarcófago, que contuvo inicialmente
el cadáver de Sefronio.
Los dibujos que conocemos con el texto de esta inscripción se realizaron en 1790 en el marco de los
hallazgos de las primeras excavaciones en la basílica visigoda. Uno corresponde al dibujo de la lápida,
anexo al expediente del Proceso abierto por el obispo de Cuenca, otro al de J. A. Fernández, y el tercero
a Palomares, copiado claramente del segundo.9 En ellos, faltaba el fragmento con el texto que indicaba el
año de defunción del obispo, que incorporaría Capistrano de Moya (1802: 123) al conocer el manuscrito
de Francisco Fuero.
Su texto fue correctamente copiado conociendo así su transcripción desde finales del siglo XVIII,
aunque con errores paleográficos que ahora se han evidenciado a la vista de los fragmentos recuperados.
Sin embargo, siguen sin hallarse los dos fragmentos inferiores de la lápida, que confirmarían la propuesta
de revisión de su datación en el año 600 en vez del 550 (Abascal y Cebrián 2006: 292).
La inscripción métrica se distribuye en 24 líneas. Los fragmentos reencontrados conservan el texto de
las líneas 1.1 a 1.18, con pérdida total de la línea 1.6 y algunas letras de las líneas 1.1, 1.2, 1.4, 1.5 a 1.8 y
1.15 a 1.18. El fragmento nº 1 conserva las 5 primeras líneas de texto, mientras los fragmentos nº 2, 3 y 5,
que unen entre sí, contienen las líneas de texto 1.10 a 1.18 (fig. 8).
El carmen epigraphicum referido a la muerte del obispo Sefronio presenta cuatro dísticos elegíacos.10
El texto presenta una ordinatio descuidada en algunos aspectos, como la ausencia de alineación horizontal
en algunas de las líneas, letras inclinadas como la M de la línea 1.14 y altura de las letras muy desigual en
el mismo renglón. Para señalar la frontera entre los distintos versos del carmen se recurre al sangrado al
inicio del texto y a los vacat al final de las líneas. En la primera línea, el lapicida borró parcialmente la F del
nombre Sefronio al equivocarse en su cincelado, procediendo a trazar una nueva, con tres trazos, sobre ella.
El único elemento decorativo estuvo constituido por una crux latina sobre la primera línea, que no se
ha conservado debido a que el fragmento nº 1 fue recortado para su reutilización en el alero de la vivienda
de los Martínez Falero. El texto, en scriptio continua, comienza con el nombre del difunto y finaliza con la
mención de la era DCXXXVIII, que corresponde al 600 d. C, año de la muerte del obispo Sefronio. Utiliza
la escritura capital redondeada, típicamente de época visigoda, con letras de incisión profunda y refuerzos
en los pies y extremos de los trazos. Las letras ANC de la palabra sanc(tam) de la línea 1.7 presentan una
sobrelínea con un trazo recto para marcar la abreviatura. Las letras A tienen travesaño oblicuo o trazo en
forma de ángulo con el vértice hacia abajo, los trazos horizontales de las P sobresalen del curvo y las L
interrumpen el trazo recto para colocar el horizontal de manera inclinada.
Entre la primera línea y el inicio del campo epigráfico hay un espacio vacío de 11 cm, sólo ocupado
por la F de Sefronio y una cruz. Las letras miden: 1.1: 4 cm; 1.2: 4 cm; 1.3: 5-4,5 cm; 1.4: 4,5; 1.5: 4,5 cm;
1.6: perdida; 1.7: 4,5 cm; 1.8: 3,8 cm; 1.9: 4 cm; 1.10: 5,1-4 cm; 1.11: 5-3,5 cm; 1.12: 5,5-4 cm; 1.13: 4-3
cm; 1.14: 3,5-2,5 cm; 1.15: 3-2,1 cm; 1.16: 2 cm; 1.17: 3-2,5 cm; 1.18: 3,5-3 cm. Presenta dos nexos: VR
en la línea 1 e IN en la tercera, que une letras de diferentes palabras in^isto. Uso de la I longa en sólo una
ocasión, en la línea 11. Algunas letras son más altas: la F de Sefronius mide 6 cm, la L de tomolo en la 1.2
mide 5,2 cm, las letras R y P (2) de la 1.5 presentan una altura de 5,5 cm, la R de la 1.10 de 5,1 cm, la V de
la línea 1.17 mide 4 cm y la P de la 1.18 es de 5 cm de altura. Mientras hay letras de menor tamaño, como
la O de de la 1.8 que mide 2,5 cm y la T de la 1.12 de 2,5 cm. El interlineado es muy desigual, situándose
entre 1,5-0,5 cm.
9 Reproducidos en Almagro Basch, 1983a: 295-297, figs. 1 a 3.
10 Sobre el comentario del carmen, cf. J. del Hoyo, Carmina Latina Epigraphica Hispaniae, CU-3. http://cle.us.es/clehispaniae/
comment.jsf?idioma=1&code=CU3. Página consultada el 30/09/2016.
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El texto conservado en los fragmentos
reencontrados es el siguiente:11
[S]efronius tegetu[r]
[to]molo, antesti[s]
in isto (vacat)
[q]uem rapuit po5 [pu]lis mo[rs ini-]
[mica suis] (vacat)
qui meri[tis] sanc(tam)
[peragens i]n cor[pore vit]am (vacat)
10 [credetur et]heriae
lucis habere diem,
hunc cause meserum hunc querunt
vota dolentum (vacat)
15 quos aluit [sem]per uoce
manu, la[cr]imis (vacat)
quem sib[i non] sobi[tus]
priua[bit trans-]
Fig. 8. Montaje de los fragmentos de la inscripción
funeraria de Sefronio reencontrados sobre el texto del
boceto de J. A. Fernández y el fragmento con datación
copiado por F. Fuero.
APL XXXI, 2016
11 La edición del texto desde Hübner, con o sin
el fragmento que contiene la mención a la era
consular, en: IHC 165; IHC 398 = ILCV 1093 =
CLE 1393 = ICERV 276 = Almagro Basch, 1984:
410-413, nº. C-3 = HEp 15, 2006, 169 = AE 2006,
681 = AE 2008, 720 = Abascal y Cebrián, 2006:
283-294 = Gómez Pallarès, 2007: 181.
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Fig. 9. Plano de J. A. Fernández, realizado el 15 de enero de 1790 durante la excavación de la basílica visigoda
(AHN: legajo 3193, n.º 127).
Explicación de la excavación:
A. Entrada al Panteón.
Bs. Piezas para los sepulcros.
C. Presviterio.
Ds. Son cinco sepulcros de piedra.
E. Pieza donde se hallaron los Santos.
F. Sus sepulcros de piedra.
G. Arcos que con [todos los puntos] forman una nave.
H. Escalera subida a las Capillas de arriba en piso
sobre el claustro G.G.G.G.
I. Sepulcro de piedra dentro del presbiterio a la
izquierda, con su inscripción.
J. Sepulcro de Alabastro hermosísimo.
K. Sepulcro [---] de el hormigón embutido en el suelo.
L. Una media columna embutida en el suelo rota.
M. Dos sepulcros en el suelo.
N. Lugar donde se hallaron los pedazos de la piedra de
Sephronio.
O. Sepulcro donde sin duda estubo enterrado Sephronio,
y donde se ha hallado el candado de plata precioso.
P. Sepulcro de piedra colocado en la caña del Panteón.
Q. Otro sepulcro de piedra frente de el anterior, y dentro
de la caña.
R. Terreno al Norte que aún no se ha escavado.
S. Terreno a medio día que aún no se ha escavado.
O, M, P, N. Son los quatro ayres.
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3. LA SITUACIÓN DE LA TUMBA DE SEFRONIO
EN EL INTERIOR DE LA BASÍLICA VISIGODA
A finales del siglo IV o inicios del V comienza a modelarse un nuevo paisaje urbano en Segobriga.
El proceso de abandono y reocupación de los espacios públicos de la ciudad romana para un uso
doméstico o artesanal se muestra general en el área intramuros, donde las excavaciones en foro, termas
monumentales, aula basilical, teatro y anfiteatro, entre otros, documentan estructuras tardías, que
reutilizan elementos epigráficos, arquitectónicos y escultóricos anteriores en su construcción (Abascal
y Almagro-Gorbea, 2012: 347-349).
Mientras extramuros de la ciudad se produce una transformación de su suburbium septentrional,
reservado hasta entonces para la ubicación de los edificios de espectáculos, áreas cementeriales, talleres
y áreas residenciales, siguiendo este orden de sur a norte desde la muralla de Segobriga (Abascal y
Cebrián, 2010: 289-308).
Al uso principalmente funerario y residencial de época romana se añade durante la Antigüedad
Tardía el cultual, materializado en la creación de nuevos edificios de carácter religioso, que modificaron
sustancialmente la fisonomía de las necrópolis. Enmarcado dentro de este proceso de cambios, en el
suburbio septentrional de Segobriga se construye en la primera mitad del siglo V un gran complejo martirial
con templo y necrópolis ad sanctos, asociado probablemente a la memoria de una personalidad local y
relacionado con el área sepulcral de época tardoantigua existente al noreste, considerado el embrión del
amplio suburbio cristiano nacido en su entorno. La reedificación del aula se fecha en el siglo VI y se
enmarca en un proceso constructivo de mayor envergadura que supone la fundación, al sur del edificio
original, de un conjunto arquitectónico asociado.
Con la creación de la sede episcopal de Segobriga con obispos documentados en los concilios toledanos
en el período 589-693 (Abascal et al., 2008: 237-239), el templo se reinterpreta como mausoleo de la
jerarquía eclesiástica, utilizando la cabecera recién reconstruida como cripta de las reliquias originales y
de los primeros obispos, y el aula para enterrar a otros miembros relevantes de la sede, manteniendo esta
función hasta la desaparición de la diócesis.
Entre la planimetría de la basílica visigoda de Segobriga realizada a partir de su descubrimiento, se
encuentra una planta de J. A. Fernández, fechada el 15 de enero de 1790, con las excavaciones aún en
proceso, que se custodia en el Archivo Histórico Nacional (legajo 3193, nº 127). En ella, señala la posición
de quince enterramientos en sarcófago en el ábside, transepto y parte más meridional del aula, detallando
el lugar en el que se encontraron los fragmentos nº 4, 5 y 6 de la inscripción de Sefronio (N) y su posible
sepulcro, sin restos óseos (O). El hallazgo se sitúa en la esquina noreste del aula como material de relleno en
un nivel de amortización datado en el primer tercio del siglo VII (Cebrián y Hortelano, 2015: 432) (fig. 9).
La existencia de las dos laudas sepulcrales de Sefronius, la métrica IHC 165 + 398; ICERV 276 y la
compartida con Nigrinus IHC 166; ICERV 264a-b, evidencia la traslación de los dos cadáveres a una nueva
ubicación junto al muro sur de la cripta del transepto, donde Fernández describe en su Diario el hallazgo,
la tarde del 14 de diciembre de 1789, de dos sepulcros unidos, hechos de piedras sin labrar; y quitadas las
lapidas se extraxeron los huesos que se hallaron en ellos (RAH-11-8109-4k, fol. 34).
Aunque desconocemos el lugar donde originalmente fue enterrado Sefronius en la basílica visigoda de
Segobriga, su locus sepulturae debió situarse en un lugar privilegiado, acorde con su condición de obispo
y con la calidad formal del soporte, un mármol blanco veteado en gris, en contraposición al uso prioritario
de la caliza local para la talla de las inscripciones y sepulcros del interior del templo.
Por otro lado, el hecho de que el soporte presente desbastado el lateral derecho y la habitual disposición
del cuerpo con los pies al este permite suponer que el lugar de enterramiento de Sefronio se ubicó adosado a
alguna estructura del sur de la basílica. Probablemente, en las criptas del ábside y transepto o en su corredor
de acceso desde el aula, lugares reconocidos como espacios privilegiados para enterrar a la jerarquía
eclesiástica de la sede segobrigense.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 319-331
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Juan Antonio SENDRA IBÁÑEZ a
El tesoro de Puçol.
Un testimonio de la circulación de moneda castellana
en el Reino de Valencia durante el siglo XVII
resuMen: El tesoro de Puçol se encontró en un osario asociado a una necrópolis junto a la antigua iglesia
de esta localidad durante una excavación de urgencia realizada el año 2001. El hallazgo está formado por
un total de 19 monedas, una de ellas de oro y el resto de plata. Resulta particularmente interesante la
procedencia de sus piezas, ya que las cecas castellanas, con 16 ejemplares, predominan claramente frente
a los dieciochenos locales valencianos, que tan solo están representados por tres piezas. El tesoro forma
parte del reducido repertorio de conjuntos pertenecientes a la época foral valenciana de la Edad Moderna
y confirma a través de su composición los datos conocidos por la documentación de la época acerca de la
circulación de moneda castellana en el Reino de Valencia durante la primera mitad del siglo XVII.
PALABrAs cLAve: Tesoro, moneda, plata, dihuité, Castilla, Puçol, Valencia.
The Puçol hoard. A testimony of the circulation of Castilian currency
in the kingdom of Valencia during the seventeenth century
ABstrAct: The Puçol hoard was found in an ossuary associated to a necropolis next to the old church
of this locality during an excavation carried out in 2001. The find consists of 19 coins, one gold and the
rest silver. The origin of its pieces is particularly interesting since the castilian mint, with 16 specimens,
clearly prevails over the local Valencian dieciochenos, which are only represented by three pieces. The
hoard is a part of the small group of finds dated to Modern Age Valencian foral period and through
its composition it confirms the data known to date in the documentation of the time of circulation of
Castilian currency in the Kingdom of Valencia during the first half of the seventeenth century.
keYWords: Coin hoard, silver, coin, dihuité, Castilla, Puçol, Valencia.
a
Associació Numismàtica i Filatèlica Xúquer, Sueca (València).
monedesxuquer@hotmail.com
Recibido: 10/03/2016. Aceptado: 28/05/2016.
[page-n-320]
320
J. A. SendrA Ibáñez
1. INTRODUCCIÓN
En la primera vitrina de la sala Historia dels Diners del Museu de Prehistòria de València se encuentran
expuestos diversos tesoros, recuperados en distintas excavaciones de la provincia de Valencia. Entre ellos,
resulta llamativo por su composición un pequeño conjunto formado por monedas de plata y un ejemplar de
oro. Se trata del hallazgo conocido como tesoro de Puçol (fig. 1).
El conjunto monetario fue recuperado durante una excavación de urgencia en el casco urbano de Puçol,
población situada a unos 30 km al norte de la ciudad de Valencia. El solar excavado se localiza dentro del
casco antiguo, delimitado al norte por la calle Matadero, al este por la calle Bisbe Amigó, al sur por la calle
San Juan y al oeste por un bloque de viviendas que junto al solar conforman la manzana delimitada por las
calles ya citadas además de la calle Monforte por el oeste (fig. 2). El solar se sitúa en la zona más antigua
de Puçol, a escasos metros de la Plaza San Juan de Ribera donde se encuentra la Iglesia de los Santos
Juanes construida en el siglo XVI y el edificio del actual Ayuntamiento, construido sobre las ruinas del
Palacio Arzobispal del siglo XVII. Cerca se encuentran también las calles de San Pedro y de la Torreta que
conformaban el núcleo de la primitiva ciudad medieval cristiana.
Entre los distintos niveles excavados, se recuperó una necrópolis que se utilizó durante el siglo XVII,
cuando la primitiva iglesia dejó de utilizarse, localizada probablemente al este del límite del solar.
Durante la segunda campaña de excavaciones, realizada en el año 2001, se descubrió un osario situado
detrás de la antigua iglesia. Las monedas aparecieron dentro de una estructura rectangular con un vaso
central fabricado con ladrillo y mortero. Todas ellas se encontraban agrupadas y estaban rodaadas por restos
óseos, pero no estaban acompañadas por ningún recipiente que pudiera contenerlas.
Fig 1. Las 19 monedas del tesoro de Puçol (Valencia).
APL XXXI, 2016
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El tEsoro dE Puçol
321
*
Fig. 2. Localización de la excavación en el casco urbano de Puçol (OpenStreetMaps).
2. DESCRIPCIÓN DEL CONJUNTO
El conjunto monetario recuperado se encuentra formado por 19 monedas, 18 ejemplares de plata y uno
de oro (fig. 3). En lo que a valores se refiere, la denominación superior es la pieza de dos escudos, y se
encuentra acompañada por un heterogéneo grupo de plata, el cual incluye piezas de un real/dihuité (seis
ejemplares), de cuatro reales (diez ejemplares) y de ocho reales (dos ejemplares).
En la distribución por cecas en las monedas de plata, la más representada es Méjico con un total de seis
ejemplares, seguida por Toledo con cuatro piezas, Valencia con tres, Madrid y Sevilla con dos y por último las
cecas de Potosí y de Segovia con una sola moneda (fig. 4). A esta última ceca atribuyo también el ejemplar de
dos escudos. A pesar de no ser visible ningún dato en la moneda para poder afirmarlo con rotundidad, el estilo
se corresponde con el taller sevillano, y más concretamente al reinado de Felipe III (cat. nº 4). Cabe señalar por
último, que dieciocho ejemplares están acuñados por el sistema tradicional de acuñación a martillo, mientras
que el único ejemplar acuñado a molino, corresponde a la ceca de Segovia (cat. 8).
Fig. 3. Distribución por valores
del tesoro de Puçol.
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Fig. 4. Distribución por
cecas del tesoro de Puçol.
3. CRONOLOGÍA
Resulta un tanto aventurado establecer una cronología precisa para la ocultación. La ausencia de datos
visibles en algunas de las monedas se debe tanto a su estado de conservación, como al deficiente sistema de
acuñación a martillo empleado en la fabricación de estas series, el cual produjo con frecuencia ejemplares
en los que no llegaron a grabarse con nitidez los motivos de los troqueles por falta de presión o quedaron
fuera del cospel por la forma irregular de éste. Es por ello que la catalogación de algunos ejemplares en los
que no aparece ningún dato que permita su atribución inequívoca a reinados concretos, cecas o períodos,
se haya tenido que realizar en base a criterios estilísticos, por comparación con otros ejemplares conocidos
y clasificados en otros contextos. Éste método, aunque pueda considerarse en este caso bastante acertado,
siempre conlleva un determinado riesgo especulativo.
Bajo las circunstancias señaladas, se puede afirmar que el grueso del conjunto comprende los reinados
de Felipe III y Felipe IV, no incluyendo ningún ejemplar posterior a estos monarcas. La moneda más antigua
se corresponde con un real de la ceca de Sevilla acuñado a nombre de los Reyes Católicos (cat. 1), con una
cronología aproximada que debe situarse dentro de la primera mitad del siglo XVI. El conjunto incluye otro
real con una datación similar, a nombre de Juana y Carlos (cat. 2), acuñado en la ceca de Méjico. La moneda
de la ceca de Potosí, presenta como marca de ensayador B, perteneciente a Juan de Ballesteros, por lo que
se incluye bajo el reinado de Felipe II (cat. 3).
Entre los ejemplares con datos relevantes visibles como el año, la marca de ceca o la inicial del
ensayador, se incluyen los siguientes: tres reales o dihuités de la ceca de Valencia, correspondientes al
reinado de Felipe III, dos de ellos con fecha 1610 (cat. 13-14) y un tercero del periodo 1616-1624 (cat.
12). El real de Madrid, aunque sin fecha visible, sí permite su atribución al reinado de Felipe III, ya que
presenta la marca de ensayador G, la cual conocemos por emisiones realizadas entre los años 1600 y 1614
que presentan dicha inicial (cat. 5). Los ejemplares pertenecientes a la ceca de Toledo conservan visible
en tres casos la marca de ceca T y de ensayador, P, del cual son conocidas emisiones entre los años 1621
y 1640 (cat. 9-11). Un último ejemplar de esta ceca permite ver, la marca de ceca y ensayador Y o V, y los
dos últimos dígitos de la fecha al final de la leyenda del reverso, correspondientes al año 1627 (cat. 18).
La moneda perteneciente a la ceca de Segovia, presenta claramente la fecha, 1621 y ensayador A bajo cruz
(cat. 8), perteneciente a Esteban de Pedrera, del cual encontramos monedas marcadas durante el periodo
1616-1621. El ejemplar de cuatro reales atribuido a Madrid (cat. 19) únicamente presenta visible parte del
nombre del rey [PHILI]PP[VS]. Por el estudio de sus cuños puede fecharse dentro de los reinados de Felipe
III y Felipe IV, perteneciente a una serie anterior a 1642 en cualquier caso, último año conocido para este
tipo de emisiones en Madrid.
Por último, los ejemplares que presentan más complicaciones son los pertenecientes a la ceca de Méjico.
En dos de ellos resulta visible la marca de ensayador, F en el primer caso (cat. 6), perteneciente a Francisco
de Morales y utilizada durante los años 1598-1608, y D en el segundo (cat. 15), utilizada por Diego de
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Godoy entre 1618 y 1636. Un tercer ejemplar (cat. 7) únicamente presenta visible la parte final del nombre
y el numeral del rey, […]ILIPPVS III, por lo que su atribución al reinado de Felipe III resulta inequívoca.
De los dos ejemplares restantes de esta ceca (cat. 16 y 17), no es posible identificar ningún dato; el análisis
de sus cuños sugiere situarlos bajo el reinado de Felipe IV, aunque no se puede descartar totalmente la
posibilidad de que pertenezcan al reinado de Carlos II.
4. PARALELOS CON OTROS CONJUNTOS DOCUMENTADOS
Existen únicamente tres conjuntos monetales, recuperados en el territorio que perteneció al antiguo Reino
de Valencia, que ofrecen una cronología similar. Se trata de los hallazgos de Quart de Poblet (Mateu, 1927),
Jérica (Mateu, 1958: 59) y Xilxes (Hurtado et al., 2011).
El de Quart de Poblet (Valencia), descubierto en 1926 en el proceso de rehabilitación de una casa
en dicha población, estaba compuesto por 170 dihuités valencianos, con una cronología que abarcaba
los reinados de Felipe III y Felipe IV, con fechas comprendidas entre 1610 y 1653. El hallazgo de Jérica
(Valencia), localizado bajo un piso de tierra en una casa de esta localidad en la década de los años cincuenta
del pasado siglo, estaba compuesto por unos 150 dihuités, datados entre los años 1610 y 1642. Estos dos
conjuntos, hoy en día ilocalizables, presentan una cronología muy similar a la del tesoro de Puçol, aunque
difieren muy notablemente tanto en su composición como en su contexto de ocultamiento.
El paralelo más importante lo proporciona el conjunto monetal de Xilxes. Ésta localidad, situada al
sur de la provincia de Castelló, se encuentra a unos 25 km al norte de Puçol. Durante la excavación de
urgencia llevada a cabo por la empresa ARQUEOLEGS C.B. con motivo de la remodelación de la calle
Juan Carlos I, aparecieron los restos de una necrópolis cristiana, cuya cronología se extiende entre los
siglos XIII y XVIII. Entre los materiales recuperados en diversas sepulturas, destacan tres conjuntos
monetarios pertenecientes a las últimas fases de ocupación de la necrópolis (Hurtado et al., 2011). El
más antiguo de los tres conjuntos está formado por 7 dihuités valencianos, dos del reinado de Felipe
III y cinco acuñados durante el reinado de Felipe IV, entre los cuales el más reciente se fecha en 1641.
Los otros dos tesoros encontrados en dicho yacimiento se fechan con posterioridad al conjunto de Puçol
(finales del siglo XVIII).
5. OCULTAMIENTO INTENCIONADO O AJUAR FUNERARIO
El hallazgo de todas estas monedas agrupadas en un contexto funerario, permite formular diversas hipótesis
acerca de los motivos que pudieron inducir a su propietario a depositarlas en el osario.
La primera opción consiste en identificarlo como un ajuar funerario. Los conjuntos recuperados en
Xilxes han sido interpretados como parte de un contexto semejante, pero a diferencia del caso que nos
ocupa, se hallaron asociados junto con otros materiales, tales como rosarios, medallas religiosas y collares
entre otros objetos. Otro aspecto a tener en cuenta es la cuantía dineraria de ambos lotes de monedas. Si
se toma como referencia el más antiguo de los conjuntos de Xilxes, de cronología similar al de Puçol, se
comprueba que tan sólo reúne siete reales valencianos, con un peso aproximado de 14 g de plata, mientras
que la plata del tesoro de Puçol suma 180 g, a la que además hay que añadir el valor de los 6,76 g de la
moneda oro que las acompaña, un valor sin duda excesivo para otorgarle el carácter de ajuar.
La opción del ocultamiento intencionado parece más razonable tomando en consideración tanto
la riqueza atesorada como otros hallazgos similares de datación algo posterior. Aunque correspondan a
principios del siglo XVIII, resultan de utilidad para establecer otros modelos de referencia los conocidos
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Fig. 5. Peso total en gramos
de la plata acumulada en
diferentes tesoros valencianos.
tesoros del Carrer Fos de Valencia, de Sant Doménech de Xátiva y el hallazgo de Alcoy,1 que ofrecen una
visión más amplia del ámbito, volumen y características de las tesaurizaciones documentadas para esta
época. Con estos conjuntos, que obligan a ensanchar ligeramente el marco cronológico de referencia, la
muestra se amplía hasta los cinco conjuntos, exceptuando el hallazgo de Puçol.
Analizando las cantidades de plata acumuladas en estos tesoros podemos ver que la cantidad de plata
que contiene el hallazgo de Puçol (180 g aproximadamente) resulta muy cercana por ejemplo a la contenida
en el tesoro de Fos (211 g aproximadamente),2 lo que reforzaría la hipótesis de que se trata de una cantidad
importante para ser atesorada y que pudo ser escondida intencionadamente con la finalidad de ser protegida
(fig. 5). Adicionalmente la presencia en Puçol de una pieza de oro invita más a caracterizarlo como una
ocultación que como una amortización de cualquier índole.
6. CIRCULACIÓN MONETARIA
El estudio de la composición del conjunto monetario de Puçol ofrece datos de interés para analizar diferentes
aspectos de la circulación monetaria en el Reino de Valencia. Dentro de las fronteras del Reino, la única
moneda circulante legal era la acuñada en la ciudad de Valencia, diferente tanto en ley como en tipos y peso
a las distintas monedas acuñadas en Castilla y en los demás territorios de la Corona de Aragón.
Esta diferencia de ley motivó que en determinados momentos la moneda valenciana fuera extraída con
la finalidad de obtener un beneficio debido al mayor precio de la plata en otros territorios, introduciéndose
en cambio moneda castellana de ley ligeramente inferior. Los comerciantes que transportaban moneda
castellana hacia el interior del reino debido a sus negocios con la vecina Castilla, debían llevar albarà o
guía de las mismas, ya que en caso contrario se les incautaba la moneda.
Se conoce desde hace tiempo a través de la documentación la masiva circulación del numerario castellano
que se produjo especialmente a principios del siglo XVII. En noviembre de 1610 el Virrey Marqués de
Caracena dio una crida sobre la circulación en Valencia de la moneda castellana, prohibiendo que fuera
aceptada toda aquella que visible y clarament se veuran estar cercenats, o fraudulentament disminuits3
(Mateu y Llopis, 1958: 66-67) dando un plazo de dos meses para entregar la mencionada moneda en la
Taula de Camvis, donde sería cambiada a su justo peso y valor en plata.
1
2
3
Desconocemos la composición total del hallazgo de Alcoy, por lo que no se han tenido en cuenta los datos conocidos para
este estudio.
Agradezco a Juan Vicente Salavert el haberme facilitado los datos metrológicos del tesoro de Fos.
Crida del Virrey Marqués de Caracena, ordenando que los reales castellanos, así sencillos, como de a dos, de a cuatro y de a ocho,
que visible y claramente están cercenados o fraudulentamente disminuidos, no puedan valer ni valgan por reales. Valencia, 8 de
noviembre de 1610. Documento publicado íntegramente en 1958 por Mateu y Llopis en “El Dieciocheno. Notas y documentos
sobre un valor monetario del Reino de Valencia durante Felipe III y Felipe IV (1598-1665)”.
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Otros ejemplos en los que se percibe la importancia e intensidad con que la moneda castellana circulaba
en Valencia los encontramos en el recién publicado Dietari de Mossén Pere Joan Porcar:4
Entrada 706
Dit dia de divendres, a 22 de juny 1612, los carnicers, ab grandíssim acompanyament y ab trompetes y
dolsaynes, portaren en una gàbia de ferro, o de fil ferro, moltíssims reals castellans per lo sent Simó, y
portaven davant un bou ab casacabells en lo coll. Y anaren al Real.
Entrada 728 (9 de setembre 1612)
[....]
Accabà’s la porcessó al toch de la primera oració, y portaven enmig de la processó com una gàbia eo
pollera de junch, ab molts reals de a quatre y de a huyt, penjant.
[....]
Entrada 1538
Disapte, a 7 de juliol 1618, al matí prengueren uns moneders de reals falsos castellans y de a tres sous,
prop de Sent Thomàs, en un carreró eo cobertiz. Y lo justícia criminal feu totes les diligències posibles.
Entrada 1567 (año 1618)
Dimecres, a 14 de ti, feren crida prohibint los ganchos, gargusos, coletos, y que de nit no portasen les
espases sens bayna.
Y aprés, de hallí a pochs dies, pagant huyt reals castellans donaven llicéncia per a portar-los. Son cóses
de València.
Entrada 2.639
Dijous, a 4 de setembre 1625, comprí a casa de la viuda na Thomasa, botiguera de draps als costat del
General, sich pams i mig de draps, [i] setse de les mo[n]tanyes, a rahó de onse reals castellans la alna.
[....]
Entrada 2.668 (año 1625)
Divendres, a 12 de dit, a la vesprada feren crida que descubrisen un furt que havien fet a N. Vallés, de
carrer de don Juan Vil·larrasa, de onse mília real castellà.
Entrada 2.962
CONFRARES DE LA SANCH, PROCESSÓ. A 17 DE MARÇ 1605 ALTRA PROCESSÓ. A 30 DE GINER
1608, ALTRA
Aquest dia, a la vesprada tingueren capítol lo clero de Sent Martí sobre la processó que·ls confrares de
la Sanch havien determinat de fer a Nostra Senyora de l’Olivar, ab los frares de Sent Sebastià.
Y no obstant que y havia constitució synodal, que dits frares no podien exir sens clero, determinaren que
dits frares donasen de caritat per als pobres capellans, que hi havia en dia esglèsia, trenta reals castellans.
Y que se’n rebés acte que per dit permís no fos causat perjuhí a dit clero. Y·s rebé dit acte, dit dia, per
Francés Barberà, notari, síndich de dit clero, les dites trenta lliures. Açó és, ettsètera.
4
Pere Joan Porcar: Coses evengudes en la ciutat y regne de València. Dietari (1585-1629). Edició a cura de Josep Lozano.
Universitat de València (Fonts històriques valencianes), València, 2012.
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Fig. 6. Archivo del Reino de Valencia,
Mestre Racional 8584, fol. 3.
Fig. 7. Archivo del Reino de Valencia,
Mestre Racional, 8587, fol. 2.
La equivalencia entre los dos tipos monetarios se fijó en 16145 a razón de un real castellano=24 dineros,
o sea, dos sueldos, valiendo pues el medio real castellano 12 dineros por lo cual recibió la denominación
popular de souet (Mateu y Llopis, 1958: 56). Como se desprende de ésta última entrada, ya en los años
1605-1608, dicha equivalencia ya era efectiva, ya que
30 reals castellans = 3 lliures
1 lliura = 240 diners
10 reals castellans = 1 lliura
1 real castellà = 24 diners
Otra de las fuentes en las que aparecen repetidas compras de moneda castellana se encuentra en
la documentación de los libros de la ceca del Mestre Racional. En ellos aparecen numerosas entradas
de compra de plata en moneda castellana al menos durante la primera mitad del siglo XVII, como la
recogida para la fabricación de 150 000 libras de plata en el año 1626. Entre junio de 1626 y el mismo
mes de 1627, se realizaron compras en la ceca de plata castellana (moneda doble) en 11 entradas,
sumando un total de 334.055 reales, y con un peso en plata de más de 4800 marcos (Arxiu del Regne
de València, MR 8584) (fig. 6).
5
Crida de 28 de abril de 1614.
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En el año 1640 se siguen realizando entradas de plata castellana, la cual aparece en la documentación
como plata castellana doble (Arxiu del Regne de València, MR 8587). En esta ocasión, entre los meses de
septiembre y diciembre de dicho año, son un total de 26.831 libras 19 sueldos y 4 dineros los entregados al
maestro de fundición en 17 entradas, con un peso en plata de 3828 marcos (fig. 7).
Fig. 8. Porcentajes de moneda valenciana respecto a la foránea en los tesoros de Sant Doménech, Fos y Puçol.
7. CONCLUSIONES
El tesoro de Puçol resulta realmente excepcional entre los hallazgos conocidos tanto por la
heterogeneidad de su composición, como por el contexto de su hallazgo. Su estudio permite por
primera vez relacionar las fuentes documentales sobre la circulación monetaria en Valencia durante
el siglo XVII con las monedas recuperadas en la excavación. La circulación de una masa importante
de moneda castellana queda evidenciada a través de su composición (fig. 8), confirmando los datos
conocidos documentalmente hasta este momento. Asímismo, la hipótesis de la ocultación intencionada
utilizando el osario como lugar de escondite resulta novedosa, ya que los demás tesoros conocidos
fueron ocultados en ámbitos domésticos.
En cuanto al momento de la ocultación, como hemos visto y atendiendo terminus post quem dado por
las monedas, cabría situarlo a finales de la primera mitad del siglo XVII. Por su composición se puede
aventurar que probablemente se trata de un ahorro regular ya que su propietario ha seleccionado las monedas
claramente a partir de su metal, seleccionando de entre las que llegaban a sus manos aquellas de mayor
valor. La presencia de un solo ejemplar de oro junto a la plata, aunque no constituye un hecho excepcional,
podría adicionalmente certificar la escasa cantidad de monedas en este metal que circulaban en el Reino de
Valencia durante estas décadas.
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CATÁLOGO
R E YE S C AT Ó L ICO S
1. Reyes Católicos. Real. Sevilla.
a/ [FERDINANDVS ET ELISA]
r/ [REX ET REGINA CASTELE LEGIONIS]
Calicó 221. 2,07 g. MPV 25952.
JUANA Y C A R L O S
2. Juana y Carlos. Real. Méjico.
a/ [CAROLVS ET JOHANA REG]
r/ [+HISPANIARVM ET INDIARVM]
Calicó 104. 2,57 g. MPV 25953.
FE L I PE I I
3. Felipe II. 8 reales. Potosí.
a/ [PHILIPPVS II DG].
r/ [HISPANIARVM ET INDIARUM REX].
P sobre B a la izquierda del escudo.
23,78 g. MPV 25940.
FE L I PE I II
4. Felipe III. 2 escudos. Sevilla.
a/ [PHILIPPVS III DG].
r/ [HISPAN REX].
6,76 g. MPV 25939.
5. Felipe III. Real. Madrid.
a/ [PHILIPPVS] III [DEI GRATIA]
r/ [HIS]PAN[IAR]VM x R[EX]
MD sobre G a la izquierda del escudo.
Inédita. Variante de Calicó 136
2,92 g. MPV 25954.
6. Felipe III. 8 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS III DG]
r/ [HISPANIARVM ET INDIARVM REX]
M sobre F a la izquierda del escudo.
24,39 g. MPV 25941.
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7. Felipe III. 4 reales. Méjico.
a/ [PH]ILIPPVS xIIIx [DG]
r/ [HISPA]NIA[RVM ET INDIARVM REX]
12 g. MPV 25947.
8. Felipe III. 4 reales. Segovia.
a/ PHILIPPVS x III ·D·G
r/ HISPANIARVM·REX·1621
11,22 g. MPV 25942.
9. Felipe III. 4 reales. Toledo.
a/ [P]HI[LIPPVS III DEI GRATIA]
r/ [HISPA]NIARVM [REX]
T sobre P a la izquierda del escudo.
Calicó 97. 11,2 g. MPV 25946.
10. Felipe III. 4 reales. Toledo.
a/ [PHILIPPVS] III [DEI GRATIA]
r/ [HIS]PAN[IAR]VM x R[EX]
T sobre P a la izquierda del escudo.
Calicó 97. 11,97 g. MPV 25948.
11. Felipe III. 4 reales. Toledo.
a/ [PHILIPPVS III DEI GRATIA]
r/ [HISPANIARVM x REX]
T sobre P a la izquierda del escudo.
Calicó 97. 12,28 g. MPV 25951.
12. Felipe III. Dihuité. Valencia.
a/ [PHILIPPVS DEI G]
r/ [VALENCIA MAIORICARVM]
Calicó 154. 1,72g. MPV 25955.
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13. Felipe III. 1610. Dihuité. Valencia.
a/ [PH]ILIPPVS DE]I G
r/ [VALENCIA MA]IOR[ICARVM]
Calicó 154. 1,97 g. MPV 25956.
14. Felipe III. 1610. Dihuité. Valencia.
a/ [PHILIPPVS DEI GRATIA]
r/ [VAL]EN[CIA MAIORICARVM]
Calicó 154. 1,77 g. MPV 25957
FELIPE IV
15. Felipe IV. 4 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS IIII DG]
r/ [HISPANIARVM ET INDIARVM REX]
M sobre D a la izquierda del escudo.
Calicó 147. 11,9 g. MPV 25943.
16. Felipe IV. 4 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS III DG]
r/ [HISPANIARVM ET INDIARVM REX]
Valor 4 a la derecha del escudo.
Calicó 147. 11,28 g. MPV 25944.
17. Felipe IV. 4 reales. Méjico.
a/ [PHILIPPVS IIII DG]
r/ [HISPANIARVM ET IN]DI[ARVM REX]
Valor 4 a la derecha del escudo.
Calicó 147. 11,73 g. MPV 25945.
18. Felipe IV. 1627. 4 reales. Toledo.
a/ [PHILIPPVS IIII] D G
r/ [HISPANIARVM REX 16] 2·7
T sobre Y? a la izquierda del escudo.
Calicó 164. 12,81 g. MPV 25949.
FELIPE III O FELIPE IV
19. Felipe III o Felipe IV. 4 reales. Madrid.
a/ [PHILI] PP [VS DEI GRATIA]
r/ [HISPANIARVM x REX]
Calicó 144. 12,81 g. MPV 25950
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AGRADECIMIENTOS
Agradezco a la directora de la excavación Paqui Rubio su amabilidad al facilitarme los datos relativos al contexto
arqueológico.
BIBLIOGRAFÍA
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Juan Carlos I. 1474 a 2001. Barcelona.
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moderna documentados en la necrópolis de Xilxes (Castelló)”. XIV Congreso Nacional de Numismática. Madrid,
p. 949-970.
LLORENS, M.M.; RIPOLLÈS, P.P. y DOMÉNECH, C. (1997): Monedes d’ahir, tresors de hui. Museu de Prehistòria
de València, Diputació de València (Col·lecció perfils del passat nº 2), València.
MATEU I LLOPIS, F. (1927): “Un hallazgo de moneda valenciana en Cuart de Poblet”. Revista de Archivos, Bibliotecas
y Museos, 90, p. 667-672.
MATEU I LLOPIS F. (1958): “El Dieciocheno. Notas y documentos sobre un valor monetario del Reino de Valencia
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temas arqueológicos 4), Valencia.
TORMO, F. (2005): “Una ocultación de la Guerra de Sucesión de la calle Fos (Valencia)”. En A. Ribera y P.P. Ripollès
(eds.): Tesoros monetarios de Valencia y su entorno. Ajuntament de València (Grandes temas arqueológicos 4),
Valencia.
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 333-338
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Francisco-José PUCHALT FORTEA a
Traumatismos craneales con supervivencia
en la necrópolis morisca de Benipeixcar,
Gandía (Valencia)
RESUMEN: Se estudian los fragmentos craneales de los 38 enterramientos moriscos de la Necrópolis
Morisca de Benipeixcar, en la ciudad de Gandía, datados en los siglos XV y XVI. El análisis
paleopatológico de los restos pone en evidencia la existencia de cuatro individuos con señales de
traumatismos craneales. Sus características especiales y su tamaño señalan que se hicieron en vida y
hubo supervivencia después de sufridos.
PALABRAS CLAVE: Paleopatología, cráneo, traumatismo, supervivencia, moriscos.
Cranial injuries with survival in the moorish necropolis
of Benipeixcar, Gandía (Valencia, Spain)
ABSTRACT: We have studied the cranial fragments belonging to the 38 moorish burial of the necropolis
of Benipeixcar, Gandía (Valencia, Spain), dated between XV and XVI centuries. The paleopathologic
analysis of the skull remains shows evidence of cranial trauma in four different individuals. All these
lesions are described with their special characteristics and size that prove the existence of subsequent
survival after the cranial injury.
KEY WORDS: Paleopathology, cranium, traumatism, survival, moorish.
a
Investigador independiente.
francisco.puchalt@uv.es
Recibido: 02/03/2016. Aceptado: 09/06/2016.
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F. J. Puchalt Fortea
1. INTRODUCCIÓN
Los hallazgos de patología en restos anatómicos de poblaciones que existieron hace tiempo en nuestro
entorno, desaparecidas hoy, vienen a completar, en un pie de igualdad junto a otros hallazgos, la comprensión
de cómo era la vida en esas comunidades. Cerámicas, estructuras, restos de telares y vasijas, escritos
existentes propios o de sus convecinos o enemigos, rastros de su influencia sobre vecinos de otras culturas,
son completados por los datos encontrados en los restos físicos que han quedado de dichas poblaciones.
Todo sumado, sin exclusión, permite tejer un conocimiento cada vez más completo sobre la vida de las
culturas extintas o desaparecidas de nuestro entorno.
Las lesiones detectadas en los cráneos de la población morisca de Gandía, objeto del presente trabajo,
añadirán, pues, más datos a nuestro acervo de conocimientos sobre tal población histórica.
Los restos esqueléticos que aquí se estudian pertenecen concretamente a la Necrópolis Morisca de
Benipeixcar, hoy barrio populoso de la ciudad de Gandía (Valencia). Aflorados por la acción de una
excavadora y rescatados por los arqueólogos del Museo de dicha ciudad, entre los años 1993 y 1994, fueron
datados entre los siglos XV y XVI de nuestra era.
2. MATERIAL Y MÉTODOS DE ESTUDIO
El material de estudio, como hemos indicado, son los restos craneales de la Necrópolis Morisca de
Benipeixcar. De un total de 38 sujetos contextualizados, hay 25 individuos con restos esqueléticos
craneales de los cuales cuatro tienen pequeñas lesiones, objeto aquí de análisis, y uno con lesiones
mortales, excluido.
El estudio macroscópico se ha realizado con la ayuda de las mejores guías existentes de anatomía
descriptiva (Testut y Latarjet, 1971; White, 2000), y la documentación de los restos con ayuda de una
cámara digital.
El sexo se ha determinado a partir de los rasgos de dimorfismo sexual anatómico, y la edad por el
estudio de la dentición y por la fusión epifisaria de los huesos largos (WEA, 1980; Scheuer y Black, 2004).
Las edades superiores a 40 años se establecen por el estudio de los vestigios degenerativos que empiezan a
aparecer, de forma fina al principio, sobre articulaciones y vértebras de los esqueletos estudiados (Rogers,
1982; Rogers y Waldron, 1995).
El diagnóstico paleopatológico se ha apoyado en libros y atlas de Paleopatología (Steinbock, 1976;
Dastugue y Gervais, 1992; Aufderheide y Rodríguez-Martín, 1998; Campillo, 2001).
3. RESULTADOS
Benipeixcar-1304
Los restos esqueléticos craneales corresponden a un niño de edad comprendida entre 6 y ocho años.
En frontal, muy cerca del nasión, se aprecia una depresión casi rectangular (fig. 1) de menos de 1 mm
de superficie que afecta a tabla externa tan solo, de 4 mm de dimensión mínima y 9 mm de dimensión
máxima, con el fondo recubierto de tejido óseo irregular (fig. 2). No hay fisuras que se irradien en distintas
direcciones. No hay correspondencia de daños en la zona posterior o endocraneal, quedando los daños
circunscritos a la tabla externa o capa externa. No hay celdas diploicas abiertas. Esta lesión se produjo en
vida del individuo estudiado y fue seguida de supervivencia del mismo.
APL XXXI, 2016
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TraumaTismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar (Gandía)
Fig. 1. Benipeixcar-1304. Vista general.
Fig. 3. Benipeixcar-1404. Vista general.
335
Fig. 2. Benipeixcar-1304. Vista de detalle.
Fig. 4. Benipeixcar-1404. Vista de detalle.
Benipeixcar-1404
Los fragmentos craneales pertenecen a un niño de entre nueve y once años de edad. El hueso frontal
presenta dos huellas casi lineales de fractura de tabla externa de orientación transversal muy juntas, en
paralelo, en hemifrontal derecho (fig. 3). La superior es más fina y corta, de 5 mm de longitud y 1 mm
escaso de anchura; la inferior, de 9 mm de longitud y 3 de anchura. Las dos tienen el fondo recubierto
de hueso de superficie irregular (fig. 4). No hay fisuras que se irradien a partir de estas lesiones. El hueso
endocraneal, tabla interna o capa vítrea, no está deteriorado, apareciendo los daños solo en la capa externa
craneal. Son lesiones producidas en vida del sujeto y seguidas de supervivencia.
Benipeixcar-2504
Los restos esqueléticos del cráneo corresponden a un individuo de más de 40 años de edad y de género
masculino. En frontal aparece una depresión en línea media por encima del nasión (parte superior de la
cavidad nasal), con la tabla craneal externa intacta a pesar del hundimiento. La parte posterior ósea, la que
APL XXXI, 2016
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336
F. J. Puchalt Fortea
Fig. 5. Benipeixcar-2504. Vista de la lesión.
se encuentra en la cavidad interior del cráneo o tabla interna, está lisa, sin hundimiento ni alteración alguna.
Sus dimensiones son de 1 mm de ancho y de 8 mm de largo. La depresión es de apenas 1 mm (fig. 5). Es
una lesión producida en vida y seguida de supervivencia del sujeto.
Benipeixcar-9503
La edad del individuo al que pertenecen estos restos craneales está comprendida entre los 24 y 29 años. Las
características sexuales esqueléticas son las de un varón. En los restos estudiados se observa una serie de
faltas de sustancia en hueso frontal, en número de tres (fig. 6), cuya descripción es la siguiente:
- La más inferior es una falta de sustancia de tabla externa, ovalada y de 14 mm de diámetro en el eje
más grande y 7 mm de tamaño en el eje vertical. Su profundidad es de 1,7 mm. El fondo está compuesto
por hueso irregular, sin mostrar celdillas diploicas abiertas (fig. 7). No hay correspondencia alguna con la
superficie interna, tabla interna, del cráneo. Está situada por encima mismo del borde orbitario superior del
ojo izquierdo.
Fig. 6. Benipeixcar-9503. Vista general.
APL XXXI, 2016
Fig. 7. Benipeixcar-9503. Vista de detalle de la lesión más
próxima al borde anterior del hueso frontal.
[page-n-337]
TraumaTismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar (Gandía)
Fig. 8. Benipeixcar-9503. Vista de detalle de la lesión
más distal.
337
Fig. 9. Benipeixcar-9503. Vista de la lesión más pequeña.
- La más posterior (fig. 8), y cruzada por trazo de fractura post mortem, es otro hundimiento, faltando
asimismo la tabla externa y sin afectar a la tabla interna, de forma cuadrangular, recubierto su fondo por
tejido óseo de superficie irregular sin mostrar celdillas óseas abiertas, cuyo diámetro mayor es de 9 mm y su
diámetro menor de 5,6 mm, siendo su profundidad de 0,6 mm. Está situada a 37,5 mm del borde orbitario
del ojo izquierdo.
- La más pequeña (fig. 9) está situada a media altura del frontal, entre las dos ya descritas. Es un defecto
rectangular en la sustancia ósea de la tabla externa, sin afectar a la tabla interna, recubierto su fondo por
tejido óseo irregular sin mostrar celdillas abiertas tampoco, de 5 mm de diámetro mayor y 2 mm de diámetro
menor. Situada a 33 milímetros de glabela. Su profundidad apenas alcanza 0,5 milímetros. Como en las
anteriores, tampoco hay ninguna huella en la cara interna endocraneal, tabla interna.
De ninguna de ellas parten fisuras. Están hechas en vida del sujeto y se siguieron de supervivencia.
4. DISCUSIÓN
El hueso craneal es la unión de tres componentes: la capa externa o tabla externa, la capa endocraneal o
tabla interna, también llamada capa vítrea, muy lisa, y a modo de relleno entre las dos, una capa de hueso
esponjoso. La unión de estas tres capas conforman una estructura muy resistente y viva, que se nutre tanto
por las estructuras medulares y vasculares, de las que es muy rica la capa esponjosa intermedia, como de las
finas capas de tejido perióstico que cubre tanto la capa externa como la interna. Este conjunto es bastante
resistente (Testut y Latarjet, 1971; White, 2000).
Hay alteraciones craneales y detalles morfológicos que pueden dar lugar a confusión diagnóstica. Se
pueden presentar dudas en algunas lesiones y atribuirlas a arrancamiento de la membrana perióstica que
recubre la tabla externa, lesión conocida como scalp. Este arrancamiento deja una capa de hueso granular
muy fina, no de hueso esclerótico (Campillo, 1977; Aufderheide y Rodríguez-Martín, 1998; Thillaud,
1996). Ninguno de los casos presentados tiene estas características.
Las lesiones en forma de surco transversal no pueden confundirse con los surcos vasculares que aparecen
marcados a veces en hueso frontal. Su posición paralela a eje longitudinal y lateral, y su fondo liso hace
que no se parezcan en nada (Testut y Latarjet, 1971). También se distinguen netamente de las marcas que
dejan los roedores en hueso seco ya que son muy finas y múltiples, dejando, a veces, el hueso esponjoso al
descubierto (Campillo, 1983).
APL XXXI, 2016
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338
F. J. Puchalt Fortea
Las estudiadas son lesiones que están hechas en vida y que después de producidas fueron seguidas de
supervivencia, como demuestra la existencia de capa de hueso esclerótico dentro de la lesión que rompe
la capa externa ósea, cubriendo la estructura ósea de hueso esponjoso inmediatamente inferior (sujetos
Benipeixcar-1304 –fig. 2–, B-1404 –fig. 3– y B-9503 –fig. 7, 8 y 9–), o la existencia de hundimiento
de la tabla externa, adherida a planos inferiores, pero fija, no notándose más que por el relieve cóncavo
(sujeto 2504 –fig. 5–), demostrando la adherencia y remodelación del fragmento, que no puede hacerse
más que en vida (Greig, Lastres y Cabieses, citados por Campillo, 1977, 2001), descartándose así heridas o
fracturas hechas en el momento de la muerte o póstumas (Lacroix, 1972). En cuanto a los mecanismos de
producción, después de los numerosos estudios realizados por Campillo (2001) esta clase de lesiones son
debidas a pequeños traumatismos.
5. CONCLUSIONES
Se han estudiado los restos de los 38 enterramientos contextualizados en la Necrópolis Morisca de
Benipeixcar (Gandía), datados entre los siglos XV y XVI de nuestra era. En 25 enterramientos se pudieron
estudiar los restos craneales y en cuatro la existencia de lesiones craneales de tamaño pequeño. El estudio
antropológico dio como resultado: Benipeixcar-1304, sujeto de edad comprendida entre 6 y 8 años, con una
lesión craneal; B-1404, de edad entre los 9 y 11 años, con una lesión craneal; B-2504, de sexo masculino
y con una edad superior a 40 años, con una lesión craneal; B-9503, sujeto de género masculino, de edad
comprendida entre 24 y 29 años, con tres lesiones. Todas las lesiones son de pequeño tamaño, afectando
solo a la capa externa del cráneo.
El estudio descartó, por las características de cada lesión, que fueran surcos vasculares, denudación del
pericráneo, scalp, o acción de roedores o carroñeros después del fallecimiento. Las características de las
lesiones, al no poner el hueso esponjoso al descubierto, situado inmediatamente detrás de la capa externa
craneal, llevan a asegurar que fueron hechas en vida y los sujetos sobrevivieron a ellas. Su pequeño tamaño
y signos de supervivencia señalan claramente que fueron producidas por pequeños traumatismos.
BIBLIOGRAFÍA
AUFDERHEIDE, C. y RODRÍGUEZ-MARTÍN, C. (1998): The Cambridge Encyclopedia of Human Paleopathology.
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WHITE, T.D. (2000): Human Osteology. Academic Press, San Diego, California, 2ª ed., 561 p.
APL XXXI, 2016
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Archivo de PrehistoriA LevAntinA
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 339-354
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Katia SANTOS SÁNCHEZ a, Francisca LORENZO MORA a,
Begoña CARRASCOSA MOLINER a y Asunción MARTÍNEZ VALLE b
I Campaña de Conservación y Restauración
en el yacimiento arqueológico
de La Calerilla de Hortunas, Requena (Valencia)
RESUMEN: Durante el mes de septiembre de 2015 se desarrolló la “I Campaña de Conservación y
Restauración en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de Hortunas (Requena,Valencia)”, en la que
han colaborado alumnos de la Universitat Politècnica de València. Esta campaña, enmarcada en el recién
activado proyecto de conservación y puesta en valor del enclave (avalado por el Ayuntamiento de Requena
y por la Universitat Politècnica de València, se ha centrado en las labores de limpieza y reconstrucción que
se describen en este artículo.
PALABRAS CLAVE: Conservación in situ, restauración, social, sostenible, La Calerilla.
1st Campaign of Conservation and Restoration at the archaeological site
‘La Calerilla de Hortunas’ in Requena (Valencia)
ABSTRACT: During the month of September 2015 the 1st Campaign of Conservation and Restoration at the
archaeological site ‘La Calerilla de Hortunas’ in Requena (Valencia) has been developed, where students
of the Polytechnic University of Valencia have participated. This campaign, part of the newly activated
conservation project and enhancement of this archaeological place (supported by the Town Hall of Requena
and the UPV), has focused on the cleaning and reconstruction as described in this article.
KEYWORDS: In situ conservation, restoration, social, sustainable, La Calerilla.
a
b
Instituto de Restauración del Patrimonio de la Universitat Politècnica de València.
ksantsant@gmail.com | lorenzomorafran@gamil.com | becarmo@crbc.upv.es
Ayuntamiento de Requena.
museomunicipal@requena.es
Recibido: 18/12/2015. Aceptado: 18/05/2016.
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K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
1. INTRODUCCIÓN
Tras 25 años de exposición a la intemperie, se ha decidido activar un proyecto de puesta en valor social y
sostenible en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de Hortunas, en Requena (Valencia). Este proyecto
comprende dos bloques fundamentales: por un lado se encuentra la recuperación y puesta en valor de las
estructuras in situ; y por otro el proceso de educación patrimonial que se está desarrollando de forma
paralela en el municipio (Santos et al., 2015a y b). Con la intención de llevar a cabo la recuperación y futura
conservación del enclave, el Ayuntamiento de Requena, en colaboración con la Universitat Politècnica
de València, propuso una primera campaña de intervención. Esta campaña se dirigió a alumnos de tercer
curso del grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la UPV, con el fin de introducirles
en las labores relacionadas con la intervención en yacimientos arqueológicos expuestos al aire libre. Por
ello, este primer curso teórico-práctico se planteó para poder llevar a cabo las labores de conservación
y restauración de una de las estructuras arquitectónicas más relevantes del enclave arqueológico de La
Calerilla: la plataforma monumental.
2. LA CALERILLA DE HORTUNAS
2.1. Contexto histórico
El enclave arqueológico de La Calerilla de Hortunas de Requena (Valencia), es conocido desde los años
1940 debido a la cantidad de materiales constructivos, cerámicos y óseos que paulatinamente emergían del
subsuelo. Estos materiales iban apareciendo por la práctica de actividades agrícolas en el lugar, pero aun
así, las estructuras arquitectónicas de la parte más emblemática del enclave no fueron descubiertas hasta el
año 1989. A partir de esta fecha, se desarrollaron sucesivas campañas arqueológicas hasta que finalmente,
en el año 2000, el enclave fue abandonado.
La investigación realizada por la arqueóloga municipal, Asunción Martínez Valle, revela la existencia
de una necrópolis vinculada a una villa rústica, cuya fase de mayor esplendor fue entre los siglos I-III d.C.
(Martínez, 1995). El yacimiento se encuentra excavado aproximadamente en un 20% y el sector mejor
documentado del enclave, la necrópolis, está compuesto por: una plataforma monumental, tres tumbas
perfectamente alineadas y un muro de cierre.
Los estudios realizados indican la evidente presencia de un monumento funerario que se alzaba sobre la
base monumental, con elementos tan relevantes como: una inscripción funeraria, que nos revela el nombre
de la propietaria del mismo y su filiación, Domitia Iusta; un capitel corintio; y fundamentalmente, un
fragmento de uno de los dos pulvinos11 que debía tener el monumento, además de abundante material
constructivo, cerámico y óseo que avalan esta hipótesis (Martínez, 1995: 272-276). Este monumento
debió tener unas dimensiones aproximadas de 5,15 m por 3,90 m de base y posiblemente una altura de
4,50 m. Estaría compuesto por bloques de caliza terciaria de origen lacustre de color gris y procedencia
local. El cuerpo del monumento tendría una estructura constituida a partir de la técnica de ejecución opus
caementicium, forrada por bloques de las mismas características que formarían un paramento de opus
cuadratum (Martínez, 1995: 263).
1
Elemento decorativo de coronación utilizado en monumentos sepulcrales. Tiene forma cilíndrica y se extiende de un extremo a
otro del frontal de la estructura.
APL XXXI, 2016
[page-n-341]
I Campaña de ConservaCIón y restauraCIón en el yaCImIento de la CalerIlla de Hortunas (requena)
341
2.2. Estado de conservación inicial y diagnóstico
La Calerilla se encuentra expuesta al aire libre y los principales agentes de deterioro que inciden sobre el
enclave son fundamentalmente, de carácter extrínseco: factores medioambientales (alta amplitud térmica,
lluvia, viento, hielo); factores biológicos (flora y fauna); y factores antrópicos (trabajos agrícolas, expolio
y restos orgánicos e inorgánicos de actividad humana). En este caso, el objeto de esta I Campaña de
intervención, la plataforma monumental, se presentaba incompleta mostrando aproximadamente un 30%
de su totalidad (figs. 1 y 2).
Fig. 1. Estado
inicial de la base
monumental
del yacimiento
arqueológico de La
Calerilla de Hortunas
(Requena).
Fig. 2. Mapa de daños.
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K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
2.2.1. Factores de deterioro extrínsecos
Factores medioambientales
La ausencia de protección y la exposición ininterrumpida a los factores atmosféricos y contrastes propios de un
clima Mediterráneo de Interior, han originado el debilitamiento de las estructuras arquitectónicas in situ. Según
el observatorio de la Estación Enológica de Requena (Piqueras, 1997: 27), la amplitud térmica anual supera
los 17ºC. Esto es resultado de unos inviernos fríos y largos (mes más frío, diciembre con 6ºC) siendo muy
frecuentes las heladas en este periodo, y veranos calurosos (mes más cálido, julio con 23,2ºC), con temperaturas
especialmente altas y largos ciclos de exposición a los rayos UV en las horas centrales del día. Además, otras
causas como: las oscilaciones térmicas tan amplias entre verano e invierno, y entre el día y la noche; la ausencia
de barreras montañosas por el Sur y el Oeste (Piqueras, 1997: 28); las fuertes rachas de viento registradas y la
altitud de 550 metros sobre el nivel del mar, hacen de este lugar un área poco favorable para la exposición del
patrimonio arqueológico, sin ningún tipo de protocolo de actuación y conservación preventiva.
A los amplios cambios térmicos han de sumárseles las precipitaciones que, aun siendo escasas a lo
largo del año (440 mm) y presentando una distribución irregular, hacen que las condiciones sean aún más
adversas durante los meses de septiembre a noviembre. El agua en forma de lluvia, característica por
transportar ácido carbónico en disolución (CO3H2) se acumula entre los materiales y penetra en su interior.
Esto causa ciclos de hidratación y deshidratación, presencia de sales minerales, y en las situaciones más
adversas, ciclos de hielo y deshielo.
Factores biológicos
El abandono del yacimiento desde hace más de quince años se ha traducido en el crecimiento de la vegetación,
presencia de fauna diversa y consiguiente proliferación de microorganismos sobre las estructuras.
Existen ejemplos de vegetación macroscópica como son los pinos y arbustos en el enclave arqueológico,
y abundancia de malas hierbas y raíces entre las estructuras arquitectónicas. El enclave está habitado
por mamíferos e invertebrados de diversa naturaleza, entre ellos, mamíferos lagomorfos o roedores, e
invertebrados artrópodos y anélidos. También se aprecian numerosas colonias de hongos y líquenes sobre
los mampuestos, a través de las diferentes trazas o manchas de coloraciones.
Factores antrópicos
Entre ellos los más importantes han sido: la práctica de acciones agrícolas en este lugar hasta que se produjo
el hallazgo de la necrópolis; el expolio de elementos componentes de las estructuras arquitectónicas para su
reaprovechamiento; y la presencia de restos de actividad humana como desechos orgánicos e inorgánicos.
2.2.2. Diagnóstico
La degradación que sufría la base monumental era debida a la exposición ininterrumpida a los agentes
de naturaleza medioambiental, biológica y antrópica. La imagen que se obtenía era la de un desorden
generalizado y de descontextualización. Esta situación, con el paso de los años, cada vez fue agravándose más
dificultando considerablemente su acceso tanto físico como intelectual, y por consiguiente, imposibilitando
su interpretación. Este proceso de degradación también hacía que el interés de la población por el enclave
fuese en detrimento, y se rompiesen los vínculos de identificación preexistentes establecidos en la década
de los años 1990 (Santos et al., 2015a).
A través del mapa de daños (fig. 2) se puede apreciar en mayor medida la falta de más de la mitad de
los materiales componentes de la plataforma monumental. Como se puede apreciar, la base se presentaba
fracturada e incompleta debido a los agentes de carácter antrópico.
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I Campaña de ConservaCIón y restauraCIón en el yaCImIento de la CalerIlla de Hortunas (requena)
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En segundo lugar, la presencia de los agentes biológicos originaba a través del enraizamiento de plantas
superiores: derrumbes, descohesión, movimientos, fisuras y fracturas. Los agentes de esta naturaleza
además favorecían la presencia y proliferación de invertebrados, y también de mamíferos. Estos a su vez,
provocaban el deterioro de los materiales inorgánicos -morteros-, debido a las galerías que iban cavando
(en el caso de los invertebrados), y desmoronamientos y movimientos de los materiales, (en el caso de los
mamíferos). Paralelamente, también se daba el proliferamiento de colonias biológicas y microorganismos
que emiten sustancias ácidas, originando la disgregación de materiales tan porosos como son los mampuestos
(Portero et al., 2004: 845-852).
En tercer lugar se aprecian los daños procedentes de los agentes medioambientales, junto con la presencia
de sales que cristalizan en el interior de los paramentos (Fernández, 2003: 303). Esto hacía que aumentaran
y disminuyeran de volumen como resultado de los movimientos de contracción y de dilatación. Los cambios
en su textura y excoriaciones, así como la erosión mecánica y alveolización sobre los elementos pétreos, se
traducen en la pérdida y el debilitamiento general de la estructura.
3. INTERVENCIÓN EN LA PLATAFORMA MONUMENTAL
3.1. Principios de intervención
Con el fin de realizar una actuación de carácter social y sostenible encaminada a su futura puesta en valor,
adaptable tanto a las necesidades del enclave como de la población, se redactaron un conjunto de principios
de intervención. Estos criterios son una síntesis de las siguientes cartas y recomendaciones internacionales:
Carta de Venecia 1964, Carta del Restauro 1972, Carta de Lausana 1990, Carta de Burra 1999, Carta de
Cracovia 2000, Carta de Ename 2005, Carta de Bruselas 2009.
- Principio de rigurosidad histórica: realización de un estudio previo a la intervención para conocer
con la mayor exactitud posible las características del yacimiento, con el fin de no desvirtuar ni provocar
pérdidas irreparables.
- Principio de la mínima intervención: debido al proceso de degradación alarmante en el que se veía
envuelto el yacimiento, la intervención que se ha realizado sobre la estructura arquitectónica garantiza la
actuación mínima necesaria para la estabilidad de los restos.
- Principio de discernimiento: con el fin de evitar falsos históricos, se han utilizado técnicas de
diferenciación entre la parte original y la añadida.
- Principio de reversibilidad: tanto la técnica de ejecución como los materiales empleados proceden
del entorno, por lo que son afines y compatibles con los originales. En un futuro, en el caso de que fuera
necesaria la eliminación de la actual intervención, sería fácilmente reversible.
- Principio de durabilidad: para garantizar la estabilidad de la intervención, se han realizado estudios
previos sobre los materiales y las técnicas de ejecución originales.
- Principio de sostenibilidad y futuro mantenimiento del enclave: los materiales afines empleados y
el bajo coste de la intervención, garantiza la sostenibilidad a largo plazo. Por otro lado, la realización
de campañas anuales y supervisiones periódicas, tanto de conservación preventiva como de restauración,
asegurarán su correcto mantenimiento.
3.2. Objetivos planteados
Las actuaciones que se definen en los siguientes apartados, han estado encaminadas a la recuperación y
puesta en valor del enclave arqueológico de La Calerilla. Por ello, puesto que el yacimiento arqueológico
se encuentra al aire libre y no se prevé la construcción de una cubierta de protección, el objetivo general de
esta I Campaña ha sido proteger y tratar de minimizar los efectos nocivos que producen los factores a los
que se ve expuesto (ambientales, biológicos y antrópicos).
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K. SantoS, F. Lorenzo, B. CarraSCoSa y a. Martínez VaLLe
Los objetivos específicos planteados han sido los siguientes:
- Realizar un minucioso estudio tanto del enclave como de su entorno, de los materiales y las técnicas de
manufactura específicas empleadas originalmente.
- Favorecer la conservación de los restos estructurales, así como crear un precedente para que la puesta
en valor del yacimiento sea posible a largo plazo.
- Integrar las diferentes fases de intervención en un curso de carácter teórico-práctico para que alumnos
de la Universitat Politècnica de València tuvieran la oportunidad de conocer de primera mano un proyecto
de esta naturaleza.
3.3. Estudios previos: documentación gráfica y toma de datos
En la primera visita a La Calerilla, los alumnos pudieron conocer el yacimiento y su entorno, así como
los materiales constitutivos y su estado de conservación. Se realizó, en primer lugar, el correspondiente
registro fotográfico inicial atendiendo, tanto al estado general como a patologías concretas de los materiales
constituyentes. Las fotografías fueron acompañadas en todo momento de un jalón, una pizarra con el
nombre del yacimiento, operación y fecha, e indicación del Norte. Este proceso se repitió sistemáticamente
cada día al inicio y final de la jornada de trabajo.
3.4. Propuesta e intervención
Tras la inspección minuciosa de los restos estructurales, se procedió a formular la metodología a seguir
para esta intervención. Los restos se encontraban muy debilitados por la erosión del mortero sustentante, y
la petición de la arqueóloga municipal era recuperar el tamaño de la superficie original. Así que se decidió
realizar la reconstrucción de las áreas perdidas, con lo que, además de hacer legible y comprensible esta
estructura, se reforzarían y protegerían los elementos originales.
Se decidió basar esta intervención en la sostenibilidad y recuperación de las técnicas originales de
ejecución romanas. Por ello, todos los materiales que se emplearon fueron recogidos de las terreras del
entorno del yacimiento, del que un día formaron parte. Se seleccionaron aquellos elementos pétreos acordes
al tamaño y forma de las existentes en las zonas originales, con las que trabajar la mampostería.
Los procesos que se llevaron a cabo durante la intervención fueron: limpieza mecánica, saneamiento de
las áreas perdidas, nivelación del terreno, preparación de los materiales y mortero a emplear, reconstrucción
volumétrica, colocación de testigos en superficie, rejuntado en superficie de los elementos pétreos, y
establecimiento de un protocolo de protección y conservación preventiva.
3.5. Limpieza mecánica
Dado que los alumnos estaban divididos en dos grupos de trabajo consecutivos, y para que cada grupo pudiera
experimentar y realizar los mismos procesos de intervención, la plataforma se dividió longitudinalmente en
dos zonas de trabajo (A y B), una para cada grupo.
En primer lugar, se comenzó con la eliminación de todo tipo de plantas crecidas entre los mampuestos
de la plataforma; para ello se emplearon tijeras de poda, así como escalpelos o espátulas. Se fueron cortando
las raíces haciendo hincapié en no arrancarlas fuertemente, para no dañar el material original. Se eliminaron
también las plantas crecidas en el perímetro de la plataforma para facilitar el trabajo, y se cepilló toda la
superficie liberándola de concreciones, anidamientos de insectos y posibles semillas acumuladas.
Para la eliminación de hongos y líquenes presentes en la superficie de la mampostería, se realizó una limpieza
físico-mecánica empleando hisopos impregnados en alcohol etílico de 96º con ayuda de cepillos y bisturíes. De
esta manera se logró mitigar las concreciones biológicas atenuándose las manchas en la superficie.
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I Campaña de ConservaCIón y restauraCIón en el yaCImIento de la CalerIlla de Hortunas (requena)
345
3.6. Saneamiento de las lagunas
Una vez los materiales constitutivos estaban libres de toda la vegetación crecida, se pudo obtener una
visión más clara de los límites de la estructura monumental. Durante la limpieza se hallaron indicios de
restos de plástico transparente semienterrado, posiblemente, a juzgar por su aspecto degradado, colocado
en la primera intervención como protección. Se decidió eliminar por completo este material deteriorado ya
que su presencia crearía una capa de separación entre el terreno y el material de reintegración, debilitando
su asentamiento en la tierra y creando una barrera impermeable para el agua. Eliminar por completo
estos restos fue complejo ya que el grado de deterioro del plástico era tal que se desquebrajaba al rozarlo.
Finalmente se eliminó toda la tierra contaminada por el plástico, con lo que las lagunas iniciales se hicieron
más extensas y alcanzaron un mayor nivel de profundidad.
En la laguna del sector B de la plataforma, se halló incrustado un sillar de gran formato junto a otro
de tamaño menor, ambos pertenecientes al derrumbe del monumento funerario. Siguiendo las pautas de
la arqueóloga municipal y debido a su descontextualización, ambos fueron sacados del área por medio de
palanca con un gato mecánico y con la ayuda de la brigada municipal.
3.7. Nivelación del terreno
Antes de comenzar con la reconstrucción formal, fue necesario rellenar las lagunas que quedaban por debajo
del nivel de tierra, con el fin de dejar el terreno nivelado y uniforme. Este relleno se realizó con tierra del
terreno cribada que fue colocándose cuidadosamente por capas alternas regadas con agua y comprimidas
con un pisón. El nivel de tierra se llevó hasta el nivel original de arranque de la mampostería (fig. 3).
Por otro lado, debido a que la base monumental se localizaba sobre una pendiente de 4º de inclinación
(fig. 4), cuyo desnivel era más pronunciado en el lado Suroeste o Sector A, fue necesario elevar su nivel
para poder salvar la pendiente del terreno. Gracias a esta acción, la reconstrucción de la plataforma pudo
partir sobre plano y quedar equilibrada en superficie.
Fig. 3. Encofrado de la
sección A de la plataforma y
nivelación mediante mezcla
de arena y cal hidráulica
compactada.
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Fig. 4. Planimetría de la Sección A de la plataforma monumental, donde se puede apreciar el desnivel del terreno y la
capa de nivelación.
Para este nivelado se descartó el empleo de tierra del terreno únicamente. Los medios manuales de que
disponíamos para comprimirla, no nos aseguraban su compactación y estabilidad necesaria para soportar
todo el peso de la posterior reconstrucción; por lo que se decidió añadir una parte de cementante que
reforzara esta tierra. Se empleó cal hidráulica NHL 3.5 de la empresa Cales Pascual S. L., mezclada en seco
con tierra del terreno cribada en proporción 1:4 (ver fig. 3).
El procedimiento para realizar este nivelado consistió, en primer lugar, en medir y señalar por medio
de piquetas y cordel (con ayuda de un nivel y plomada) la altura hasta la que este relleno debía llegar.
Seguidamente se realizó un encofrado de la parte delantera de la plataforma para evitar el desplome del
material. Una vez preparado se fue incorporando por capas la mezcla de cal y árido en seco sobre la
superficie, cada una de las cuales se regaba abundantemente con agua, y se compactaba con el pisón. Con
esta segunda capa de relleno se pudo llegar al nivel original de arranque de la mampostería, lo que nos
permitió continuar con la siguiente fase.
3.8. Preparación de los materiales y mortero empleado
Tal y como se ha descrito anteriormente, esta plataforma se construyó originalmente empleando la técnica
de Opus Caementicium u hormigón Romano. Los mampuestos que conformaron esta plataforma fueron
trabados mediante este material cementante compuesto por cal hidráulica, tierra y cantos rodados de
distintos tamaños.
Dado que esos mismos materiales los encontramos todavía en la zona, la intervención se basó en
reproducir la misma técnica de ejecución, siendo además la más afín y respetuosa con los restos.
Se seleccionaron del entorno cercano diversas piedras de tamaño y forma similares a las originales, y
se fue planteando un “puzzle” sobre las áreas a reconstruir. Cuando la disposición de éstas fue considerada
correcta, se documentaron para colocarlas después en el mismo lugar elegido. Para concluir esta fase fue
necesaria la colocación de un total de 145 elementos pétreos para recomponer la plataforma al completo, de
la cual aún se mantenían en su lugar original 74. De este modo, la plataforma actualmente está compuesta
por un total de 219 mampuestos discernibles (ver fig. 11).
3.8.1. Estudios previos
Para la selección del mortero a emplear tanto en el Opus Caementicium como en el rejuntado de las llagas
superficiales, se realizaron una serie de probetas previas a pie de yacimiento, con distintos tipos de arenas
y de cal y en diferentes proporciones, para comprobar algunas características físico-mecánicas como la
dureza, el color, o la trabajabilidad (tabla 1).
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Tabla 1. Materiales utilizados en la búsqueda del mortero idóneo.
Cal
Arena
Agua
Proporción
Aérea
Viva
Repasada
Terreno
-
1:3
1:3
1:3
1:4
1:4
1:4
Hidráulica
Viva
Repasada
Terreno
1
1
1
1:3
1:3
1:3
1:4
1:4
1:4
Las probetas se dejaron carbonatar hasta que estuvieron secas al tacto y bastante endurecidas. Tras
este periodo de curación, se examinaron dichas probetas, realizando alguna prueba manual de dureza y
resistencia a la rotura, que ayudaron a seleccionar aquél mortero más apropiado. El resultado de todas las
probetas fue satisfactorio, pero varias razones nos llevaron a seleccionar finalmente un tipo.
Con respecto a la cal, las probetas realizadas con cal hidráulica endurecieron más, y más rápido. Esto,
sumado a la posibilidad de lluvias (que favorecerían el proceso de carbonatación), y la afinidad de este tipo
de cal con la original empleada por los antiguos romanos, hizo que se seleccionara la hidráulica.
En cuanto al árido, encargado de dar el tono al mortero, nos decantamos por el empleo del árido local
ya que conseguía la tonalidad exacta de la plataforma. Además era el más sostenible por encontrarse en el
entorno y poder recurrir a él en cualquier momento, sin necesidad de dependencias económicas. En cuanto
a la proporción, nos decantamos por 1:3 para que la argamasa tuviera mayor poder cementante dado el peso
de las piedras a colocar.
Una vez seleccionado el mortero, sólo nos faltó recopilar del terreno cantos rodados de distintos tamaños
para incorporarlos en el mortero, en el momento de colocar las piedras.
3.9. Reconstrucción volumétrica
Con todo el material preparado para trabajar, se comenzó con la colocación de las piedras o mampuestos en la
disposición seleccionada. El trabajo se organizó en dos grupos de tres personas, dos alumnos y un supervisor.
Los alumnos se encontraban en el interior de la laguna encargándose de colocar los elementos. La tercera persona
iba suministrando continuamente piedras, mortero y el agua necesaria, así como verificando que no quedaran
espacios sin rellenar, y que la piedra estuviera firme y nivelada en la altura correcta. Una última persona, se
encargó de ir preparando el mortero, cribando más tierra y recogiendo más cantos rodados.
Los pasos a seguir para la colocación de las piedras consistieron: en primer lugar, en presentar la piedra
seleccionada en el espacio, y buscar otras más pequeñas para situarla en la posición y altura correcta. Una vez
claro, se humectaban bien tanto el terreno como las piedras a colocar; a continuación se aplicaba el mortero
en el suelo y en las piedras contiguas; y finalmente se insertaba el mampuesto rellenando los espacios con
mortero y cantos de diversos tamaños. De esta forma, se aseguraba que el mortero estuviera bien provisto
de piedras para darle mayor fuerza y resistencia (fig. 5). Siguiendo este ejercicio se completaron ambas
lagunas hasta la reintegración volumétrica total de la plataforma.
Una vez completada la totalidad de la reintegración y recuperadas las dimensiones originales de la
plataforma, se procedió a la colocación de las piezas testigo para la distinción visual de la reintegración.
Generalmente, los testigos empleados en restos estructurales arqueológicos consisten en piezas de pequeño
formato de material inorgánico diverso (como piedras pequeñas o fragmentos de pizarra, cerámica o
similar), que se colocan de forma continua o discontinua sobre la zona externa de la construcción. Cumple
el papel de línea divisoria entre la parte original y la reconstruida para que el visitante pueda discernirlas y
no caer en malinterpretaciones ni falsos históricos.
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Fig. 5. Proceso de reconstrucción de
la plataforma monumental.
En este caso, al tratarse de una superficie plana y no de un muro reconstruido, donde se sobreentiende
que la reconstrucción es hacia arriba, resultaba algo ambiguo colocar los testigos sin más, pues no quedaba
claro hacia qué dirección se hallaba la reconstrucción y el material original. Por ello, se decidió realizar los
testigos expresamente para esta ocasión, añadiéndoles además, el año de la intervención y una flecha incisa
para su correcta comprensión.
Los testigos se realizaron sobre cemento blanco exento de sales y arena del terreno cribada, en proporción
1:2, con un tamaño de 3,5 x 3 x 2 cm. Para introducir el año y las flechas, se realizaron diversas pruebas,
entre ellas de estampación o grabado sobre el mortero fresco; aunque no resultaron del todo satisfactorias.
Finalmente se optó por realizar un molde sobre prototipos de plastilina, donde la estampación con un sello
de goma, si resultaba adecuado (fig. 6).
El molde se realizó con un elastómero silicónico (RTV-901) con su correspondiente catalizador, del que
se obtuvieron 20 negativos. Estos negativos se positivaron después con el mortero de cemento tantas veces
como hizo falta, obteniéndose correctamente los testigos finales.
La colocación de éstos fue sencilla ya que sólo consistió en situarlos en las juntas entre las piedras
originales y las repuestas, colocando las flechas hacia la parte añadida. Estos fueron colocados de forma
discontinua cada 30 cm a lo largo de las líneas divisorias entre añadidos y originales, con el fin de no
Fig. 6. Resultado de los testigos
definitivos tras su positivado en
mortero de cemento.
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interferir en la imagen general de la base y su contextualización y, al mismo tiempo, evitar falsos históricos
(fig. 7). Los testigos se fijaron mediante el mismo mortero de rejunte, previa humectación de éstos y de los
materiales de la superficie.
Paralelamente a la colocación de los testigos, se fue realizando por la superficie el rejuntado de los
mampuestos de la reconstrucción, para dejar un nivel más homogéneo. De este modo se evitarían posibles
huecos o espacios demasiado profundos, en los que se podría acumular con facilidad tierra, restos orgánicos,
así como el agua de lluvia, filtrándose hacia el interior y facilitando nuevas patologías. Por esta razón, por
las altas temperaturas y la incidencia de los rayos solares sobre la base monumental, se hizo especial
hincapié en esta acción. El nivelado se realizó con el mismo mortero empleado en la recolocación de
los mampuestos, añadiéndole únicamente gravilla. Previamente se humectó bien todo el área mediante
esponjas y se fue aplicando con ayuda de espátula, presionando para asegurar su adherencia. Una vez el
mortero había fraguado parcialmente se apretaban las llagas mediante un espatulado con el fin de evitar la
aparición de grietas (fig. 8). Conforme iba secando, se iba pasando un cepillo para dejar la superficie rugosa
y uniforme. Este rejunte también se aplicó al perímetro del Sector A de la plataforma con el fin de reforzarlo
y protegerlo sobre todo de la erosión del viento. Se trató de igual manera, aplicándolo con espátula y
cepillándolo después para unificar el acabado.
Fig. 7. Colocación de los testigos como
línea divisoria entre la parte intervenida y
la original.
Fig. 8. Rejuntado de los mampuestos en
superficie.
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3.10. Aplicación de un herbicida preventivo
Una vez consolidada la reintegración, y dado que la intervención en el yacimiento se dio por finalizada, se
procedió a la aplicación de un producto herbicida como medida preventiva, para mitigar el crecimiento de
vegetación alrededor y sobre la plataforma (fig. 9). El producto seleccionado, Agrocer 40, fue adquirido
en una casa comercial de productos fitosanitarios, siendo de entre todos el que menor índice de toxicidad
presentaba. Su ingrediente activo es sal sódica del ácido 2-metil-4-cloro-fenoxiacético (MCPA) concentrado
al 40%. Este producto fue diluido al 10% en agua y se aplicó mediante mochila atomizadora.
Fig. 9. Aplicación de producto
herbicida preventivo.
Fig. 10. Durante la fase
de protección final de la
plataforma mediante geotextil
y una capa de tierra.
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3.11. Protección final de la plataforma
Para asegurar la protección de la plataforma durante los meses de invierno, se decidió además cubrirla
en superficie mediante una capa de geotextil, material inerte y transpirable, muy empleado en trabajos
de arqueología, y éste a su vez cubrirlo con capas de tierra cribada para sostenerlo (fig. 10). Con esta
protección lo que se pretende es que los efectos de los agentes de deterioro, especialmente la lluvia, el
sol y el viento, así como la acción del hielo-deshielo en los fríos meses del invierno, se vean mitigados,
evitando las graves alteraciones que podría sufrir la plataforma de estar expuesta a la intemperie.
Además de los agentes medioambientales, también se consigue proteger de los antrópicos, ya que
estando la plataforma descubierta puede llamar la atención desde la carretera cercana. De esta forma
pasa desapercibida, camuflándose con el entorno.
3.12. Conservación preventiva y difusión del inmueble
3.12.1. Conservación preventiva
La conservación preventiva se fundamentará en visitas periódicas cada 4 meses en las que se realizará la
inspección y verificación del correcto mantenimiento de la estructura arquitectónica. Estas visitas serán
realizadas por un conservador-restaurador de Bienes Culturales.
Anualmente se renovará el tratamiento herbicida, siempre en caso de que fuera necesario, para evitar el
crecimiento masivo de plantas mayores tanto en la estructura como en su perímetro.
Por otro lado, la plataforma permanecerá cubierta con geotextil al menos hasta que el resto de las
estructuras componentes del yacimiento arqueológico sean intervenidas y el sitio pueda ser musealizado.
Con esta protección, agentes nocivos como los microorganismos (hongos y líquenes), no podrán
proliferar; así como el anidamiento o la acumulación de restos derivados de sus acciones biológicas, que
se verán atenuados.
En el caso de detectar alguna incidencia en el estado de conservación tanto de la estructura como de su
protección, esta deberá comunicarse al M. I. Ayuntamiento de Requena que facilitará la intervención requerida.
3.12.2. Difusión del inmueble
Con el fin de potenciar entre la población requenense el empoderamiento cultural y la apropiación
social (Fontal, 2013: 11-22) del patrimonio arqueológico local, se están llevando a cabo un conjunto de
actividades de difusión y educación patrimonial, dirigidas a los distintos tipos de público, atendiendo
a su edad y formación.
A) Educación formal. La educación formal, siendo aquella que se desarrolla en los centros educativos
abarcando desde la educación primaria hasta la educación superior, queda dividida en tres puntos:
- Educación Primaria. Taller de Verano didáctico “La Arqueología y el mundo romano”. Como si de un
caso a resolver por detectives se tratará, los más pequeños aprenderán nociones básicas sobre arqueología y,
a su vez, a través de diferentes actividades de manualidades se irán adentrando en el mundo romano. Estas
actividades se centrarán en la creación de piezas cerámicas a mano y a molde, fabricación de un mosaico,
realización de maquetas y la elaboración de indumentaria romana.
- Educación Secundaria: Introducción a la Arqueología y patrimonio arqueológico local. Durante el
curso académico 2014-2015 se ha acudido a los institutos del municipio con el fin de impartir nociones
básicas acerca de las labores realizadas en patrimonio arqueológico y la importancia de su conservación y
transmisión a las generaciones venideras (Santos et al., 2015a: 18-23).
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- Educación superior: Como se ha mencionado en apartados anteriores, esta I Campaña de Conservación
y Restauración del yacimiento arqueológico de La Calerilla, tuvo forma de curso teórico-práctico durante el
mes de septiembre de 2015, el cual fue impartido a alumnos de 3º de Grado en Conservación y Restauración
de Bienes Culturales de la Universitat Politècnica de València.
B) Educación no formal. La educación no formal es aquella que se desarrolla fuera del ámbito escolar y
a través de las instituciones, en este caso a través del Museo Municipal de Requena:
- Museo Municipal de Requena: Se continuará con la realización de visitas guiadas en el museo,
donde se encuentran expuestos los materiales y objetos arqueológicos procedentes de la Calerilla en
la sala “Vida cotidiana y mundo funerario romano en la comarca”. Por otro lado, aprovechando el 25º
Aniversario del hallazgo de este yacimiento se celebrarán ciclos de conferencias y exposiciones de
materiales próximamente (Santos et al., 2015b).
4. RESULTADOS
Los resultados obtenidos en esta “I Campaña de Conservación y Restauración de la Calerilla de Hortunas”
han resultado ser muy satisfactorios.
En primer lugar, la plataforma monumental de La Calerilla ha sido intervenida y finalizada completamente
mejorando considerablemente su lectura e interpretación (fig. 11). Se han frenado y detenido, al menos
temporalmente, los agentes degradantes a los que se encontraba expuesta. Además, las acciones ejecutadas
desde una perspectiva sostenible y de carácter social, pueden garantizar en cierta medida su futuro
mantenimiento, ya que las próximas intervenciones no dependerían de grandes inversiones económicas. Esta
forma de actuar hace que su mantenimiento no sea un lastre para las generaciones venideras, al tiempo que su
interés aumenta iniciando un camino hacia la apropiación social de su patrimonio arqueológico local.
Fig. 11. Proceso de
premontaje de fragmentos
cerámicos procedentes del
yacimiento de la Solana de
las Pilillas (Requena).
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En segundo lugar, convertir esta I Campaña de Conservación y Restauración en un curso teóricopráctico, ha hecho que sea posible introducir a ocho alumnos de grado en las labores encaminadas
a la salvaguarda del patrimonio arqueológico. En esta ocasión han podido poner en práctica sus
conocimientos teóricos y ampliarlos, además de asimilar las nuevas perspectivas que abarcan los
proyectos de conservación, y puesta en valor social y sostenible.
Finalmente, se ha contribuido al desarrollo cultural, científico y económico local del municipio
de Requena. La Calerilla de Hortunas se convertirá en punto de interés visitable del municipio,
mostrándose como nueva parte integrante de la identidad de los requenenses, foco de investigación
y fuente de ingresos.
5. CONCLUSIONES
Gracias a las nuevas formas de gestión del patrimonio arqueológico, prima la importancia de la puesta
en valor y contextualización de los restos, hacia una mejor interpretación y aprovechamiento de los
mismos, para el desarrollo y dinamización de los municipios (López-Mechero, 2013: 1-9 y 170-182).
La forma de contribuir al conocimiento hasta la actualidad, está siendo cuestionada ya que no ha
favorecido el interés de los usuarios, no ha contribuido a reforzar vínculos identitarios con sus raíces
y orígenes, y ha supuesto un alto desembolso.
Los yacimientos arqueológicos, después de ser excavados y cumplir las funciones de documentos
históricos, han sufrido diferentes situaciones. Éstos podían ser abandonados, como el caso de La Calerilla, o
consolidados y expuestos al público mostrando una imagen de ruina. Esta imagen de ruina, por lo general ha
ido acompañada de instalaciones que rompían con el paisaje arqueológico, dificultando considerablemente
una interpretación de los restos, evitando que el usuario pudiera transportarse a la época de la cual procedía
el patrimonio visitado. Se ha tratado de intervenciones que por lo general han respondido a acontecimientos
puntuales, y que con el tiempo han resultado insostenibles.
Rompiendo con los parámetros de la gestión tradicional, los nuevos modelos de gestión social y
sostenible, en los que se ha inspirado este nuevo proyecto de La Calerilla, se centran en finalidades de
índole conservacionista, educativa, socio-cultural, científica y económico-turística. O lo que es lo mismo,
tratan de adaptarse a las necesidades tanto de los enclaves como de la población (Bonet y Vives-Ferrándiz,
2011: 257-269 y 275-283). De esta forma, las estructuras arquitectónicas pasarán a tener una relevancia
capital como contexto original, donde serán valoradas y presentadas al público.
En este sentido y cumpliendo la finalidad de tipo conservacionista, la intervención realizada en La
Calerilla ha resultado muy satisfactoria; pero se ha de tener en cuenta que únicamente se ha realizado sobre
la base monumental (parte más devastada e importante del yacimiento). En consecuencia, se debe hacer
hincapié en el deber de realizar actuaciones de conservación y restauración de manera periódica y rigurosa,
combinada con protocolos de conservación preventiva. De no ser así, de nada servirían los trabajos e
investigaciones llevadas a cabo hasta el momento.
Respecto a las finalidades educativas y socio-culturales, la mejora de la interpretación de los restos a
través de la reconstrucción de la base monumental, ha servido como precedente. En las sucesivas campañas
se continuará con la intervención del resto de las estructuras siguiendo los mismos parámetros, con el fin
de favorecer la didáctica, facilitar la interpretación de los restos y que el público pueda conceptualizar
los espacios. De nada sirve realizar una intervención sin impacto social, pues no se podrá garantizar la
pervivencia del patrimonio a largo plazo.
La finalidad científica responderá a la interdisciplinariedad entre los profesionales de las diferentes
especialidades que han de intervenir en estos proyectos. Sólo de esta forma podrá alcanzarse una
mayor dimensión que proporcione un beneficio del conocimiento, redundando con ello, en favor del
Patrimonio.
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Las técnicas utilizadas también favorecerán la finalidad económico-turística considerablemente. A
diferencia de la presentación de los restos en forma de ruina, los modelos de reconstrucción in situ
desarrollados fundamentalmente en los países nórdicos, alcanzan una gran transcendencia económicoturística. Yacimientos como los poblados fortificados de la edad del Hierro de Biskupin en Polonia, y
de Eketorp en Suecia o la villa romana de Hechingen-Stein en Alemania son algunos de los ejemplos
más destacados (Santacana y Masriera, 2012: 113-153; Masriera, 2008: 41 y 2009: 41-48). Estos sitios
ofrecen al público no solo la oportunidad de comprender los restos arqueológicos, sino también de
contextualizarlos y disfrutarlos.
Con este nuevo enfoque, el enclave se podrá convertir así en un lugar vivo, y no permanecer atrapado
e inquebrantable en el tiempo. Fomentará y contribuirá a la construcción de identidades y el acercamiento
entre culturas del presente y del pasado.
BIBLIOGRAFÍA
BONET, H. y VIVES-FERRÁNDIZ, J. (eds.) (2011): La Bastida de les Alcusses: 1928-2010. Museu de Prehistòria de
València, València.
FERNÁNDEZ, C. (2003): “Las sales y su incidencia en la conservación de la cerámica arqueológica”. Ayuntamiento de
Santoña (ed.): Monte Buciero 9. La conservación del material subacuático. Ayuntamiento de Santoña, p. 303-327.
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LÓPEZ-MENCHERO, V.M. (2013): La musealización del patrimonio arqueológico in situ. El caso español en el
contexto europeo. BAR International Series 2535, Oxford.
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PORTERO DE LA TORRE, R.; BOLÍVAR, F.; CASARES, M. y CULTRONE, G. (2004): “Estudio multidisciplinar
del biodeterioro por líquenes en las fachadas del Colegio Máximo de la Cartuja de Granada”. XV Congreso de
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SANTOS, K.; CARRASCOSA, M.ªB. y MARTÍNEZ, A. (2015b): “Proyecto de musealización de la necrópolis romana
de ‘La Calerilla’ de Hortunas, Requena (Valencia). Centro de interpretación e intervención in situ”. Arché, 8, 9 y 10
(2013-2015), p. 109-188.
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A r c h i v o d e P r ehistor ia L evantina
Archivo de Prehistoria Levantina es una revista periódica de carácter bienal, editada por el Museu de Prehistòria
de València. Tiene como objetivo la publicación de estudios y notas de temática arqueológica (de la prehistoria a la
actualidad), relacionados preferentemente con el ámbito mediterráneo. Admite cualquier lengua hispánica, además
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APL utiliza un sistema de evaluación externa de originales, en el que se mantiene siempre el anonimato de los
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Consejo Asesor. El Consejo de Redacción es el que remite a evaluación aquellos trabajos que se ajustan a la línea
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Texto (con notas al pie y bibliografía), pies de ilustraciones, tablas y figuras se remitirán en archivos informáticos
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de forma correlativa. Sus dimensiones máximas no excederán la caja de la revista (150 x 203 mm). El tipo de letra a
utilizar será Times New Roman, cuerpo 9. Constarán de título, cuerpo de datos y, en su caso, notas al pie. Únicamente
se permiten las líneas horizontales esenciales para su comprensión y no se admiten rellenos de fondo. Un ejemplo de
formalización es el siguiente:
Tabla 28. Medidas comparativas del M2/ de diferentes caprinos.
Pla Llomes
Senèze (1)
Venta Micena (2)
PLl-51
Procamptoceras
Hemitragus albus
n
v
m
n
v
m
Longitud MD oclusal
18,18
5
18-18,5
18,3
17
17,12-19,59
18,43
Longitud MD (a 1 cm)
17,26
3
14-16,5
15,3
19
12,04-18,45
17,01
Anchura lób. ant. (a 1 cm)
12,40
5
13-16
14,5
16
11,17-13,47
12,09
Anchura lób. post. (a 1 cm)
10,62
5
11,5-15
13,3
18
9,41-12,06
10,11
(1) Duvernois y Guérin, 1989; (2) Crégut-Bonnoure, 1999.
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Figuras
Las figuras (dibujos de línea, fotografías y gráficos), preferentemente a color, se entregarán en formato tiff, eps
o jpg, a una resolución mínima de 300 ppp a tamaño de impresión. Sus dimensiones máximas se ajustarán a la
caja de la revista (150 x 203 mm). Deben referirse en el texto y su numeración, como en el caso de las tablas, será
correlativa. Los pies se presentarán en un archivo aparte. Cuando corresponda, las figuras llevarán escala gráfica
y los mapas/planos indicación además del Norte geográfico. Los textos que formen parte de las figuras deberán
tener a tamaño de impresión un cuerpo mínimo de 9 puntos y un máximo de 16.
Referencias bibliográficas
Las citas bibliográficas en el texto se realizarán con el apellido(s) del autor(es) en minúsculas y el año de
publicación, entre paréntesis, de la siguiente forma:
· Un autor: (Aura Tortosa, 1984: 138) o Aura Tortosa (1984: 138).
· Dos autores: (Vives-Ferrándiz y Mata, 2011) o Vives-Ferrándiz y Mata (2011).
· Tres o más autores: (Pla et al., 1983a) o Pla et al. (1983a).
Número de página(s), figura(s), tabla(s)… tras dos puntos después del año, si es el caso. Letras minúsculas a, b,
c… después del año para referencias con idénticos autores y misma fecha de publicación.
La bibliografía, listada al final del trabajo, seguirá el orden alfabético por apellidos. Para un autor específico, el
criterio será, consecutivamente:
· Autor solo: ordenación cronológica por año de publicación.
· Con un coautor: ordenación alfabética por el coautor.
· Con dos coautores o más: ordenación por año de publicación.
Deben incluirse todos los nombres en las obras colectivas. No son aconsejables las citas en texto de trabajos inéditos
(tesis, tesinas), siendo preferible su reseña completa en notas al pie. Las obras en prensa, para ser aceptadas, deberán
tener todos los datos editoriales. Los siguientes ejemplos ilustran los criterios formales a seguir:
Artículos
Artículo en revista
ROMAN MONROIG, D. (2014): “El jaciment de Sant Joan de Nepomucé (La
Serratella, La Plana Alta, Castelló)”. Saguntum-PLAV, 46, p. 9-20. [doi opcional].
Artículo en revista electrónica
(no paginado)
FERNÁNDEZ-LÓPEZ DE PABLO, J.; BADAL, E.; FERRER GARCÍA, C.;
MARTÍNEZ-ORTÍ, A. y SANCHIS SERRA, A. (2014): “Land snails as a diet
diversification proxy during the Early Upper Palaeolithic in Europe”. PLoS ONE, 9
(8): e104898. doi:10.1371/journal.pone.0104898.
Libros y obras colectivas
Libro
ARANEGUI, C. (2012): Los iberos ayer y hoy. Arqueologías y culturas. Marcial
Pons Historia, Madrid.
Libro dentro de serie
FUMANAL GARCÍA, M.P. (1986): Sedimentología y clima en el País Valenciano.
Las cuevas habitadas en el cuaternario reciente. Servicio de Investigación
Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 83),
Valencia.
Obra colectiva sin responsable(s)
de publicación
VV.AA. (1995): Actas de la I Reunión Internacional sobre el Patrimonio
arqueológico: Modelos de Gestión. Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en
Filosofía y Letras y en Ciencias de Valencia y Castellón, Valencia.
Obra colectiva con responsable(s)
de publicación
SANCHIS SERRA, A. y PASCUAL BENITO, J.L. (ed.) (2013): Animals i
arqueologia hui. I jornades d’arqueozoologia del Museu de Prehistòria de
València. Museu de Prehistòria de València, Diputació de València, València.
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Contribuciones a obras
colectivas
Capítulo de libro
MARTÍ OLIVER, B. (1998): “El Neolítico: los primeros agricultores y ganaderos”.
En Prehistoria de la Península Ibérica. Ariel, Barcelona, p. 121-195.
Obra sin responsable(s)
de publicación
AURA TORTOSA, J.E. (1984): “Las sociedades cazadoras y recolectoras:
Paleolítico y Epipaleolítico en Alcoy”. En Alcoy. Prehistoria y Arqueología. Cien
años de investigación. Ayuntamiento de Alcoy e Instituto de Estudios ‘Juan GilAlbert’, Alcoy, p. 133-155.
Obra con responsable(s)
de publicación
VIVES-FERRÁNDIZ SÁNCHEZ, J. y MATA PARREÑO, C. (2011): “La ocupación
del Hierro antiguo al Ibérico antiguo”. En G. Pérez Jordà, J. Bernabeu, Y. Carrión,
O. García Puchol, L. Molina y M. Gómez Puche (ed.): La Vital (Gandia, Valencia).
Vida y muerte en la desembocadura del Serpis durante el III y el I milenio a.C. Museu
de Prehistòria de València, Diputació de València (Trabajos Varios del SIP, 113),
Valencia, p. 35-52.
Reunión científica sin
responsable(s) de publicación
Reunión científica con
responsable(s) de publicación
PLA BALLESTER, E.; MARTÍ OLIVER, B. y BERNABEU AUBÁN, J. (1983):
“La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia) y los inicios de la Edad del Bronce”.
XVI Congreso Nacional de Arqueología (Murcia-Cartagena, 1982). Secretaría
general de los congresos arqueológicos nacionales, Zaragoza, p. 239-247.
MARTÍ OLIVER, B.; FORTEA PÉREZ, J.; BERNABEU AUBÁN, J.; PÉREZ
RIPOLL, M.; ACUÑA HERNÁNDEZ, J.D.; ROBLES CUENCA, F. y GALLART
MARTÍ, M.D. (1987): “El Neolítico antiguo en la zona oriental de la Península
Ibérica”. En J. Guilaine, J. Courtin, J.-L. Roudil y J.-L. Vernet (dirs.): Premières
communautés paysannes en Méditerranée occidentale. Actes du Colloque
International du CNRS (Montpellier, 1983). Éditions du CNRS, Paris, p. 607-619.
Pruebas
Las primeras pruebas de imprenta se remitirán en formato PDF al autor para su corrección y serán devueltas en un
plazo máximo de quince días. Si los autores son varios, las pruebas se dirigirán al primero de los firmantes. Las
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Se permite a los autores el auto-archivo de sus artículos publicados en APL en versión editorial (post-print) desde el
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Cada autor recibirá la separata de su artículo en PDF y un ejemplar impreso de la revista.
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El origen del simbolismo en las sociedades paleolíticas: una visión a través de los adornos personales
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Juan Antonio Sendra IbáñezPag. 319-331téléchargerTraumatismos craneales con supervivencia en la necrópolis morisca de Benipeixcar, Gandía (Valencia)
Francisco José Puchalt ForteaPag. 333-338téléchargerCampaña de Conservación y Restauración en el yacimiento arqueológico de La Calerilla de Hortunas, Requena (Valencia)
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