Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce en el Levante peninsular: el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante).
Francisco Javier Jover Maestre
Juan Antonio López Padilla
2016
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Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
tv sIp 119, València, 2016, p. 427-449.
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas
de la Edad del Bronce en el Levante peninsular:
el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante)
Francisco Javier Jover Maestre y Juan antonio López padiLLa
resumen
Se presenta un avance de los resultados de quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011 en el yacimiento
de Terlinques (Villena, Alicante). Se trata de un asentamiento de la Edad del Bronce ubicado en la cubeta de Villena, en el
Alto Vinalopó, y del que se ha explorado aproximadamente una tercera parte. El yacimiento ofrece una dilatada secuencia de
ocupación que abarca desde finales del III milenio a mediados del II milenio cal BC. Los trabajos han permitido registrar tres
fases arqueológicas sucesivas, en las que se produjeron importantes cambios arquitectónicos y urbanísticos. El más relevante
se sitúa en torno a 1750 cal BC, cuando se advierte una transformación radical de la trama urbana del asentamiento y cambios
profundos en la distribución de las áreas de actividad. Por último, se propone una explicación del proceso histórico en el
que estuvo involucrado el asentamiento de Terlinques, en el marco de las relaciones intersociales mantenidas entre el Grupo
Argárico del Bajo Segura y Bajo Vinalopó y el Grupo del Prebético Meridional Valenciano, al que se adscribe el yacimiento.
palabras clave:
Edad del Bronce, Valle del Vinalopó, proceso histórico, asentamiento, áreas de actividad.
abstract
New archaeological evidence for the study of Bronze Age communities in the eastern Iberian Peninsula: the settlement of
Terlinques (Villena, Alicante). Presented here is a preview of the results of fifteen seasons of field work, undertaken between
1997 and 2011 at the site of Terlinques (Villena, Alicante). Terlinques is a Bronze Age settlement located in the Villena
Basin in the Alto Vinalopó Valley. Around a third of its total surface has been investigated, revealing the site’s long sequence
of occupation, from the late third millennium to the middle of the second millennium cal BC. The field work has provided
evidence of three successive phases, during which important architectural and urban changes occurred. The most significant
took place around 1750 cal BC, when a radical transformation of the urban plan and substantial changes in the distribution of
activity areas occurred. Finally, we put forward an explanation of the historical processes that were taking place at the time
of the settlement of Terlinques, describing the intersocietal relations between the Argaric Group, of the Bajo Segura y Bajo
Vinalopó valleys and the Southern Valencian Pre-Betic Group, which this site was part of.
keywords:
Bronze Age, Vinalopó Valley, historical process, settlement, activity areas.
1. INTRODUCCIÓN
Han transcurrido ya más de tres décadas desde que B. Martí
publicara un breve pero trascendental trabajo que con el título
El naixement de l’agricultura en el País Valencià. Del Neolític a l’Edat del Bronze, venía a sintetizar de forma magistral
el estado de la cuestión acerca de la Prehistoria reciente en el
área valenciana. En aquéllas páginas (Martí, 1983a: 85-120), el
Bronce Valenciano se presentaba como un área cultural con rasgos plenamente diferenciados de El Argar, aunque mostrando
claras influencias de éste último en las zonas más meridionales
de un extenso territorio cuya ocupación se caracterizaba por un
sinfín de pequeños asentamientos, ampliamente distribuidos
en cerros o estribaciones montañosas. Pese a que estos grupos
campesinos elaboraban y hacían uso habitualmente de un varia-
do conjunto de útiles –recipientes cerámicos, herramientas líticas, utensilios de hueso y asta, etc.– y eran capaces de producir
diversos objetos metálicos –hachas, cuchillos, punzones, etc.–
nada permitía, a su juicio, considerar la existencia de artesanos
especializados ni de división social del trabajo (Martí, 1983a:
95). Además, y a diferencia de lo que ocurría en otros ámbitos
del mediodía peninsular, donde la generalización de prácticas
de inhumación individual en el interior de los poblados parecía
reflejar el afianzamiento de la institución familiar, en el caso del
área valenciana las evidencias no se mostraban tan claramente
acordes con esa tendencia (Martí, 1983a: 92).
En esencia, estos rasgos continúan describiendo, apropiadamente, a las comunidades de la Edad del Bronce de las tierras
valencianas, si bien durante el tiempo transcurrido se han efectuado significativos avances que han posibilitado matizar y pre427
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cisar algunas de estas observaciones y formular otras de orden
económico, cultural y, sobre todo, cronológico, sociológico y
político (Jover, 1999; De Pedro, 2004a; De Pedro y Martí, 2004;
Martí, 2004; Jover y López, 2004; 2009a; Hernández, Jover y
López, 2013; Jover, López y García-Donato, 2014). Ello ha sido
posible gracias a una mejora considerable de las bases arqueológicas disponibles que, es de esperar, contribuya a la creación
de firmes escaleras estratigráficas, desafortunadamente todavía
muy endebles (Jover y López, 2011).
Con el ánimo de contribuir a ese camino de progreso en
la investigación ofrecemos aquí, como resultado de las quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011, la
secuencia de ocupación del asentamiento de Terlinques1 y algunas consideraciones sobre las relaciones que sus habitantes
mantuvieron con su espacio social. No imaginamos un marco
más apropiado para ello que este volumen en homenaje a Bernat Martí Oliver, una de las personas que más han influido en
nuestra trayectoria investigadora y en quien siempre que lo
hemos requerido, hemos hallado la serena y sabia reflexión
propia de quien es profundo conocedor de la Prehistoria valenciana y de sus problemas.
2. SOBRE LA CARACTERIZACIÓN DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS
El estudio de las comunidades campesinas de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas ya ha cumplido más de un
siglo (Martí, 2001). Las excavaciones efectuadas en la década de 1920 en la Mola Alta de Serelles (Botella, 1926, 1928)
y Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1928)
fueron claves en el proceso inicial de caracterización material de la posteriormente denominada Cultura del Bronce
Valenciano. Desde finales de la década de 1940, M. Tarradell (1947, 1950) había comenzado a proponer unos límites
geográficos más restringidos para la Cultura de El Argar. En
torno a dichos límites se distribuían los territorios de otras
áreas culturales contemporáneas, entre las que se encontraba
el área valenciana y para la que otros investigadores apuntaban así mismo una personalidad propia (Fletcher, 1952; Pla
Ballester, 1958).
Como rasgos definitorios de esta nueva área cultural, M.
Tarradell destacaba la ausencia de enterramientos en el interior
de los poblados, un menor desarrollo de la metalurgia y de la
variedad tipológica de los instrumentos metálicos y una vajilla cerámica poco diversificada, de escasa calidad, y en la que
faltaban determinadas formas cerámicas típicamente argáricas,
como las copas. Con estas premisas, no resulta extraño que M.
Tarradell (1963: 180) insistiera en la necesidad de dirigir las
investigaciones sobre el Bronce Valenciano hacia el empleo del
1
El proyecto de actuación arqueológica en Terlinques (Villena, Alicante) ha sido autorizado anualmente entre 1997 y 2011 y financiado por la Conselleria de Cultura, Educación y Deportes de la
Generalitat Valenciana dentro de un convenio de colaboración con
la Universidad de Alicante. Dicho proyecto ha sido dirigido por
los autores del presente texto, contando con la colaboración de un
amplio equipo de investigadores y la participación de más de 50
licenciados y estudiantes de diversas universidades españolas, especialmente de la Universidad de Alicante.
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radiocarbono en la datación de contextos arqueológicos y la obtención de series estratigráficas fiables, con el fin de mejorar sus
bases cronológicas y secuenciales.
Las décadas siguientes posibilitaron el inicio de excavaciones
arqueológicas en un buen número de asentamientos (Jover
y López, 2011), cuyos resultados comenzaron a mostrar la
complejidad y la heterogeneidad de lo que, hasta ese momento,
resultaba ser un área cultural caracterizada más por carecer de
algunos de los rasgos más típicamente argáricos, que por poseer
unos rasgos singulares propios (Hernández, 1986). En diversos
yacimientos como Torrelló d’Onda (Gusi, 1974), Mola d’Agres
(Gil-Mascarell, 1980, 1982) o Muntanya Assolada (Martí,
1982, 1983b; Enguix y Martí, 1988; Martí, De Pedro y Enguix,
1995) se advertía una considerable complejidad arquitectónica
y una dilatada historia deposicional y ocupacional que, junto
al incremento del número de dataciones absolutas, permitía
efectuar las primeras propuestas de periodización interna (Gusi,
1975; Enguix, 1980; Gil-Mascarell, 1982).
Sin embargo, ha sido a partir de las tres últimas décadas
cuando se ha asistido a la difusión de una ingente producción
científica, que ha mejorado sustancialmente las bases materiales
en muy variados aspectos del registro. A partir de algunos trabajos publicados (De Pedro, 2004a, 2004b, 2010; De Pedro y
Martí, 2004; Jover y López, 2009a; Hernández, Jover y López,
2013), se pueden indicar una serie de rasgos principales:
a) En la mayoría de las cuencas fluviales que han sido
estudiadas en profundidad –caso del Vinalopó, Albaida,
Cànyoles, Gorgos o Palància– se ha documentado una alta
densidad de yacimientos, ampliamente distribuidos desde las
cabeceras hasta la desembocadura (Pascual, 1990; Moraño
y García, 1991; Palomar, 1995; Jover, López Mira y López
Padilla, 1995; Jover y López, 1999; Pascual Beneyto, 1993;
Ribera y Pascual 1994, 1997; Esquembre, 1997; Segura y Jover, 1997; Simón, 1999; Pérez Botí, 2001; De Pedro y Martí,
2001; Gusi, 2001; Esquembre y Simón, 2001). Los asentamientos ocupan mayoritariamente cerros aislados, sobre terrazas fluviales y fondos de valle o sobre crestas montañosas,
contando casi invariablemente con una amplia cuenca visual.
Su tamaño suele ser muy reducido –más del 60 % tienen menos de 400 m²– mientras que los de mayor tamaño –menos
del 15 % entre más de un millar de yacimientos– presentan una extensión superficial entre 0,1 y 0,4 ha. Estos datos
contrastan notoriamente con el tamaño de los asentamientos
constatado en el territorio argárico, donde núcleos como La
Bastida, en Totana (Murcia) superan ampliamente las 4 ha
(Lull et al., 2014) y un número considerable de otras sobrepasa las 1,5 ha de extensión (Legarra, 2013; López Padilla,
2009; Martínez Monleón, 2014).
b) La distribución de los asentamientos en el espacio geográfico no parece ser aleatoria. Los asentamientos de mayor
tamaño –entre 0,1 y 0,4 ha– suelen repartirse de forma uniforme sobre el territorio, manteniendo una distancia media
entre sí de aproximadamente 6 km (Jover y López, 1999). En
torno a ellos se distribuyen, de forma agrupada, los asentamientos de menor tamaño (fig. 1). Sin embargo, este patrón
no parece darse en zonas agrestes o montañosas, alejadas de
los fondos de valle, donde la ubicación de los yacimientos
no parece ajustarse estrictamente a ese modelo. Se trata en
este caso de asentamientos siempre de muy reducido tamaño,
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
edificar espacios habitables que, como en el caso de Muntanya
Assolada (De Pedro, 2004b: 106), se ampliaron en función de
las necesidades del grupo. El notable esfuerzo invertido en la
construcción de estos asentamientos y sus largas secuencias
de ocupación, permiten inferir un proyecto social ligado a
una prolongada fijación no sólo al espacio de residencia,
sino también al territorio (Jover, 1999). En contraste, otros
asentamientos de muy reducidas dimensiones, como la Foia
de la Perera (Cerdà, 1994) o Polovar,2 presentan un único
momento de ocupación. Los edificios, por otro lado, constituyen
inicialmente departamentos o habitaciones de planta rectangular
amplias, con muros de gran porte y alzado –como se constata en
Lloma de Betxí (De Pedro, 1998) o Terlinques (Jover y López,
2004; 2009a)– mientras que, por el contrario, en momentos
más avanzados parecen reducir su tamaño considerablemente,
con plantas rectangulares o cuadrangulares de no más de 35 m²
y muros de escasa entidad, que habitualmente se encuentran
adosados unos a otros siguiendo perpendicularmente el trazado
de estrechos callejones.
Fig. 1. Mapa de la Cubeta de Villena con la distribución de
yacimientos de la Edad del Bronce registrados, con indicación de
los polígonos de Thyessen calculados para los asentamientos de
mayor tamaño (círculos grandes) y localización de los yacimientos
de Terlinques, Polovar y Barranco Tuerto (señalados en negro).
de menos de 500 m² –incluso en la mayoría de las ocasiones inferiores a 200 m²– repartidos de manera aparentemente
aleatoria en el espacio geográfico, junto a los que habría que
considerar el uso de cuevas, utilizadas para diversos menesteres (Fairén, 2001; García Borja et al., 2012). Además, en
el caso del valle del Vinalopó se ha señalado la presencia de
asentamientos de muy pequeño tamaño –normalmente menos
de 200 m²– ubicados en crestas montañosas y muy alejados
de las tierras con potencial agrícola, cuya principal característica en común es la de disponer de una muy amplia cuenca
visual, que generalmente alcanza a los valles vecinos. Es por
esta circunstancia que se ha propuesto un carácter logístico
para estos emplazamientos en relación con el control visual
del territorio, de los que el mejor conocido es, probablemente, Barranco Tuerto (Jover y López, 2005).
c) Este reparto más o menos ordenado de los yacimientos
en el territorio en función de unos determinados patrones solo
refleja, no obstante, una imagen estática en lo temporal: una
foto fija de un espacio ocupado por un conjunto de enclaves
que pudieron ser fundados en cualquier momento entre
2150 y 1500 cal BC, y de los que en su inmensa mayoría
se desconoce si tuvieron una larga o corta duración. En este
sentido, algunos de los asentamientos mayores, como Lloma de
Betxí, Muntanya Assolada o Terlinques, muestran una enorme
inversión de trabajo en la construcción de recintos murarios y
de grandes plataformas de aterrazamiento, imprescindibles para
d) A diferencia del ámbito argárico, donde se ha considerado la existencia de poblados especializados dedicados a labores metalúrgicas –como Peñalosa (Contreras, 2000; Moreno,
2000)–, en las tierras valencianas todos los poblados excavados
hasta el momento se caracterizan por una orientación económica predominantemente agropecuaria, aunque en algunos de
ellos se constatan instrumentos y restos relacionados con la fundición y trabajo del cobre (Simón, 1998).
f) En lo que se refiere a las prácticas funerarias, las dataciones radiocarbónicas obtenidas recientemente en cuevas de enterramiento como la Cova de la Pastora (McClure et al., 2010)
vienen a reafirmar la continuidad del uso de cuevas como lugares de inhumación múltiple durante el II milenio cal BC (Jover
y López, 1997). Junto a éstas, no obstante, se constatan algunas
inhumaciones individuales en fosas o grietas, en su gran mayoría carentes de ajuar, ubicadas esporádicamente en las plataformas, terrazas o espacios exteriores no habitados de los poblados
(De Pedro, 2010).
g) Por último, si bien una parte de las hipótesis interpretativas en relación con el tipo de organización social de estos
grupos apuntan a su consideración como sociedades segmentarias (De Pedro y Martí, 2004), hace tiempo que venimos defendiendo la hipótesis de que se trataría de una sociedad de tipo
tribal en apariencia que, no obstante, en esencia, soportaría unas
relaciones de explotación con los grupos dominantes argáricos
que la conducirían, finalmente, al desarrollo de una sociedad de
clases, definitivamente constituida hacia mediados del II milenio cal BC (Jover y López, 2004, 2009a) y cuya expresión más
ostensible sería la estructura política organizada en torno al núcleo de Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013). El
asentamiento de Terlinques, a apenas 5 km de distancia de éste,
nos ha permitido seguir, a través de su secuencia ocupacional y
su registro material, el desarrollo y culminación de este proceso.
2
Las excavaciones efectuadas entre 2012 y 2015 en Polovar han
sido dirigidas por Fco. Javier Jover Maestre y Sergio Martínez
Monleón, y autorizadas por la Consellería de Cultura, Educación y
Deportes de la Generalitat Valenciana. Agradecemos a Sergio Martínez Monleón las facilidades prestadas y sus aportaciones.
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
3. TERLINQUES: LA HISTORIA DE UN
ASENTAMIENTO COMO UNIDAD DE ANÁLISIS
3.1. ubIcacIón y característIcas
El yacimiento de Terlinques se ubica a unos 5 km al SO del casco urbano de Villena, en la Boquera del Puerto, sobre la cima y
laderas de un cerro aislado, a escasamente 300 m al norte de la
carretera comarcal que une esta localidad con Pinoso (fig. 2). A
su pie se accede a través de un camino sin asfaltar que se dirige
a la casa Canales. Sus coordenadas centrales son E: 682721m;
N: 4274911m del huso 30SXH. Su altitud máxima sobre el nivel
del mar es de 580 m, y de unos 70 m sobre el llano circundante.
Desde la cima se cuenta con una amplia visibilidad sobre la
cubeta de Villena gracias a su posición, al sur de la Laguna del
Rey o de Villena y en la zona central del corredor. Desde allí
se observan perfectamente todos los yacimientos ubicados a su
alrededor en un radio de 5-7 km de distancia: Polovar, Peñón
de los Mosquitos, Cabezos de Valera 1 y 2, Cabezos de Penalva
1 y 2, Cerro de la Virgen Peñicas, Peñón del Rey, Peñón de la
Moneda y Cabezo Redondo.
En cuanto a sus características físicas, se trata de un cabezo
o cerro de origen triásico con una cresta caliza que lo corona
longitudinalmente. Presenta una cima aplanada de unos 20 m de
anchura en su eje N-S por unos 50 m de longitud en el E-O, y
una ladera meridional y occidental con algo menos de pendiente, lo que facilitó que la ocupación se expandiera también por
ellas. En total, el yacimiento podría haber alcanzado los 1.600
m², ya que la superficie con relleno arqueológico en la ladera
meridional ha resultado algo mayor que la considerada inicialmente –1.200 m²– en las prospecciones efectuadas (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
algunos años más tarde, en una publicación dedicada al descubrimiento y estudio del Tesoro de Villena (Soler, 1965). Hasta
la fecha se han llevado a cabo tres actuaciones arqueológicas de
diversa magnitud e importancia. La primera se realizó en 1969, la
segunda en 1970 y la tercera, entre los años 1997 y 2011.
3.2.1. La primera excavación de 1969
Después de la difusión de los trabajos efectuados en Cabezo
Redondo y de los descubrimientos en 1963 del Tesorillo de
Cabezo Redondo y del Tesoro de Villena, con los que esta localidad pasó a ser reconocida internacionalmente en el ámbito
de la arqueología, el interés por seguir investigando en otros
yacimientos de la comarca se incrementó considerablemente.
La posibilidad de llevar a cabo nuevas intervenciones en otros
yacimientos de la zona, como Terlinques, acabó concretándose a instancias del profesor de la Universidad de Valencia,
Miguel Tarradell Mateu y de Eduardo Fernández Moscoso,
alumno de éste en la Facultad de Historia de esta misma universidad. Como Delegado de Zona de Valencia del Servicio
Nacional de Excavaciones, Tarradell autorizó su realización
en la primavera de 1969, consistiendo en un pequeño sondeo
de pocos días de duración, orientado sobre todo a comprobar
la potencia estratigráfica y a conocer las características del yacimiento, pero también, como más tarde reconocería abiertamente el propio Tarradell (1970), con la intención de obtener
algunas muestras para su datación absoluta. En la campaña
de excavaciones, efectuada en la Semana Santa de 1969, se
decidió realizar una cata de aproximadamente 5 m de lado al
NO del cabezo, justo en uno de los escalones inferiores a la
cima. Los resultados depararon el hallazgo de, al menos, dos
tramos de muros pertenecientes a dos departamentos, el nº I y
II, y un buen conjunto de materiales arqueológicos asociados
a un nivel de incendio del primero (Soler y Fernández, 1970).
3.2.2. La actuación del “Grupo de Madrid” en 1970:
la ampliación de la excavación de 1969
Fig. 2. Vista general del cerro de Terlinques desde el Sur.
3.2. las excavacIones arqueológIcas
El yacimiento fue descubierto en 1952, como resultado de unas
prospecciones realizadas por J. M. Soler García y sus colaboradores habituales. Aunque inicialmente fue publicado en la revista
Noticiario Arqueológico Hispánico con el nombre de Cabezo de
las Alforjas (Soler, 1955a), el cambio de denominación se realizó
430
Las expectativas que se abrieron con la primera campaña de
excavaciones mantuvieron viva en J. M. Soler, a buen seguro, la
idea de continuar y ampliar el reducido sondeo practicado cuya
excavación quedó, además, inconclusa.
No tuvo que aguardar mucho tiempo para ver cumplidos
esos deseos, pues en este punto Ismael Olivares, otro estudiante natural de Villena, y cuya familia mantenía una buena relación con J. M. Soler, le propuso participar en alguna actividad arqueológica en la zona de Villena, a lo que éste se mostró
inmediatamente dispuesto. I. Olivares se encargó de captar la
curiosidad de un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid que habían participado ya en unas excavaciones realizadas en Almería, y a través de M.ª Ángeles Guzmán
consiguieron el apoyo de M. Almagro Basch para sufragar los
gastos de la actuación.
Después de visitar y reconocer el yacimiento, el 22 de marzo
de 1970 se decidió abrir una cata de escasas dimensiones adyacente a la realizada el año anterior por J. M. Soler y E. Fernández, situada en el extremo occidental del cerro, en dirección a la
cima (fig. 3). Los trabajos se iniciaron con la cuadriculación de
un área de 4 m² (Jover y López, 2009b). Al mismo tiempo, los
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 3. Excavaciones en el yacimiento de Terlinques llevadas a
cabo por el Grupo de Madrid en el año 1970. A la derecha, José
María Soler García observando los trabajos. Fotografía del Grupo
de Madrid depositada en la Fundación José María Soler García
de Villena.
miembros del “Grupo Madrid”, llevaron a cabo una prospección
superficial de todo el cerro que, entre otros, deparó el hallazgo
de un arete de oro recogido en la ladera oeste.
Los hallazgos materiales y la fecha obtenida, publicada por
M. Tarradell (1970) en el mismo volumen en el que se daba
cuenta de la memoria de los trabajos, permitieron a J. M. Soler y E. Fernández (1970) realizar diversas consideraciones, la
primera de las cuales tenía que ver con la adscripción cultural
del poblado. A pesar de lo reducido de la superficie excavada, la
comparación del registro obtenido con el documentado por Soler en Cabezo Redondo les llevó a proponer que Terlinques era
un poblado argárico. La relativa abundancia de objetos de metal, la planta rectangular de las viviendas, el sistema de calzos de
poste o la presencia de brazales de arquero, entre otros, fueron
los argumentos esgrimidos para justificar tal consideración. El
hecho de no haber hallado enterramientos en el interior del área
excavada no se consideró relevante en ese sentido.
Por otra parte, las puntas de flecha de sílex localizadas indicaban, a su juicio, una relación directa con el mundo eneolítico
previo, idea que se vería reforzada por la fecha radiocarbónica
obtenida, la cual era 200 años anterior a la más antigua de las
obtenidas para Cabezo Redondo.
A partir de la publicación de estos trabajos (Soler y Fernández, 1970; Tarradell, 1970), el yacimiento pasó a convertirse en
referencia obligada en el estudio y valoración del “Bronce Valenciano” y del Argar en las tierras valencianas (Aparicio, 1976;
Martí, 1983a; Hernández, 1986). No en vano, la antigüedad de
la fecha obtenida obligó a replantear el inicio de la Edad del
Bronce y la relación entre ambos grupos culturales (Bernabeu,
1984; Hernández, 1985; 1986; Jover y López, 2009b).
3.2.3. Las actuaciones entre 1997 y 2011
Casi tres décadas más tarde, en los primeros años de 1990 y
bajo la supervisión de M. S. Hernández Pérez, comenzamos un
proyecto de prospecciones arqueológicas en la comarca de Vi-
llena que permitió caracterizar el conjunto de los asentamientos
de la zona, clasificándolos en tres grupos a partir de su tamaño
y de las características de su emplazamiento (Jover, López Mira
y López Padilla, 1995) (ver fig. 1). De acuerdo con los objetivos marcados en nuestra estrategia de investigación, el siguiente
paso debía consistir en la excavación y documentación exhaustiva de al menos un asentamiento de cada uno de los tres grupos
identificados.
En 1995 se pudo excavar en Barranco Tuerto, un yacimiento
en el que ya había intervenido J. M. Soler (1955b), deparando
unos resultados más relevantes de lo esperado (Jover y López,
2005). Poco más tarde, en 1997, se iniciaba la excavación en
Terlinques. Los argumentos que justificaban la elección de este
yacimiento eran, en primer lugar, la necesidad de corroborar la
existencia de niveles de ocupación de la antigüedad apuntada
por la datación obtenida en los años setenta por J. M. Soler; y en
segundo lugar, la de determinar la relación de Terlinques con el
ámbito argárico y documentar su secuencia de ocupación, que
no parecía ser monofásica a tenor del conjunto de materiales
documentados en superficie.
La selección del área de actuación en el yacimiento durante
la primera campaña de 1997 perseguía comprobar si efectivamente éste se extendía hasta el extremo oriental de la cima, en
la zona opuesta a aquélla donde previamente se había actuado en 1969 y 1970. Pronto pudo comprobarse que así era. En
esa primera campaña se documentó la unidad habitacional I –a
partir de ahora UH–, en cuyo pavimento, cubierto por un nivel de incendio, se localizó un conjunto de husos o bobinas de
hilo carbonizados ubicados en el interior de un saco de esparto
(Jover et al., 2001), cuyo hallazgo posibilitó la continuidad del
proyecto dentro de un convenio de excavaciones arqueológicas
establecido entre la Generalitat Valenciana y la Universidad de
Alicante. Esta tercera y última –por el momento– intervención
arqueológica en Terlinques se prolongó durante quince campañas, con carácter anual, entre 1997 y 2011. En total se han podido excavar algo más de 700 m² de la cima en su extremo oriental
y ladera meridional, documentándose una amplia secuencia de
ocupación que pasamos a exponer.
4. HISTORIA OCUPACIONAL DEL ASENTAMIENTO
En el momento de iniciar los trabajos de campo, el yacimiento
de Terlinques se encontraba afectado básicamente por procesos
erosivos de ladera y, ante todo, por las remociones de terreno
realizadas durante la repoblación forestal que, tanto en Villena
como en otras muchas regiones del estado español, llevó a cabo
el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) en
cientos de miles de hectáreas de monte público. Desconocemos
a ciencia cierta en qué momento estas actuaciones afectaron
al yacimiento, aunque debieron producirse entre 1971 y 1972.
Debido a la composición esencialmente yesosa de los estratos
superiores, la replantación de pinos proyectada nunca llegó a
dar resultados positivos, pero las huellas del surco de los arados
mecánicos y de las fosas para la colocación de los plantones son
perfectamente reconocibles bajo la capa de sedimentos superficial. Mientras que las fosas de plantación –a pesar de su elevado
número– apenas han alterado la estratigrafía, los surcos de arado
penetran considerablemente en el terreno, seccionando muros y
diversas estructuras por todo el yacimiento. A pesar de ello, el
431
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 4. Planta general del área excavada entre los años 1997 y 2011, con indicación de las unidades habitacionales (UH) identificadas.
registro obtenido durante nuestros trabajos permite realizar una
representación bastante fiel de la secuencia de ocupación del
yacimiento desde su fundación hasta su definitivo abandono.
Durante sus aproximadamente 700 años de existencia, el
asentamiento de Terlinques sufrió diversas transformaciones
en su organización espacial y estructural. Estos cambios han
permitido reconocer tres grandes fases constructivas, sucesivas en el tiempo, aunque conservadas y documentadas en distinto grado (fig. 4).
4.1. Fase I
Durante la primera fase de ocupación el asentamiento se emplazaba en la cima del cerro, y de acuerdo con los diferentes
puntos en los que se han documentado evidencias estratificadas,
432
podemos inferir que al menos desde los momentos iniciales toda
ella pudo estar ocupada. El elemento arquitectónico que organizaba el asentamiento en esta fase fundacional parece ser un
largo muro de mampostería trabada con arcillas de color rojizo
y amarillento, que posiblemente recorría y delimitaba el perímetro del asentamiento. Este muro, de un espesor variable –entre
0,70 y 0,90 m–, estaba calzado sobre una serie de estructuras de
mampostería que, a modo de zapatas alargadas y escalonadas
en paralelo a éste, tenían la misión de aliviar la descarga de esta
pared a favor de la pendiente. El tramo mejor documentado es el
que se encontraba situado en la vertiente meridional del cabezo
–UE 2006– del que al finalizar los trabajos de campo se habían
descubierto casi 40 m de longitud. En la ladera opuesta, el muro
UE 2268 debe constituir posiblemente su prolongación o, en
todo caso, desempeñar las mismas funciones.
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 5. Planta parcial de la UH 1 (área oriental) con la situación de los restos arqueológicos registrados sobre el pavimento –UE 1009–
en el momento de su destrucción a causa de un incendio. En ella se puede apreciar la localización de las distintas áreas de actividad
documentadas. El área principal de almacenamiento se encontraba al este, en relación con el tabique de postes revestido de barros: aquí se
encontraron los sacos de esparto repletos de cereal carbonizado, uno de los cuales contenía varias bobinas de hilo de junco en su interior;
así mismo, diversos recipientes de cerámica llenos de grano se encontraban junto a dos calzos de poste apoyados contra la cara interna
de la pared meridional de la estancia; un pequeño cuchillo (nº 4) y un lingote de metal (nº 3) se encontrarían posiblemente colgados o
dispuestos sobre algún tipo de repisa en la que igualmente debía haber, al menos, una hoz de la que se encontraron varias piezas de sílex
(nº 10, 30 y 31). Hacia el oeste se delimita un área de actividad entre un banco de barro y mampuesto, muy destruido, adosado a la cara
interna de la pared meridional, y una pequeña bancada de barro con un calzo de poste en el medio. Sobre el primero se halló un punzón de
metal (nº 5) y entre ambos, sobre el pavimento, una placa de madera trabajada (nº 80); junto al segundo, además de restos de un capazo
de esparto con cereal carbonizado, se localizó un asta de ciervo de gran tamaño y un conjunto de palos de madera aguzados con una
hoja de metal (nº 81). En el extremo occidental del banco adosado a la pared se ubicaba un área de molturación consistente en un poyete
de mampuesto trabado con barro amasado, sobre el que se había dispuesto un molino con su correspondiente moledera y, junto a él, un
conjunto de recipientes de cerámica conteniendo cereales carbonizados. A su alrededor se documentó un amplio conjunto de molinos y
molederas. Entre el poyete y el banco de barro, por último, se disponía un hogar delimitado por un anillo de barro con algunas piedras de
mediano tamaño.
Al interior del recinto se localizaban los espacios de habitación, correspondientes a las unidades habitacionales UH 1 y
UH 16. Del pavimento y mobiliario de la primera sólo se ha
conservado una franja de aproximadamente 1,5-3 m de anchura
máxima que discurre en paralelo al muro UE 2006, en contacto
con su cara interna. Se desconocen las características y ubicación de la pared septentrional de esta unidad habitacional, ya
que las diferentes remodelaciones del asentamiento efectuadas
en las fases posteriores la hicieron desaparecer completamente.
Algo similar ocurrió con la parte meridional de la UH 16, en la
vertiente septentrional del yacimiento.
La unidad habitacional mejor registrada es la UH 1 (fig. 5).
Se trata de un espacio amplio, en el que se distribuían ordenadamente diversas áreas de actividad. La parte más oriental
ya ha sido descrita pormenorizadamente (Jover y López, 2004:
291-292) así como algunos de los hallazgos más relevantes, entre los que sin lugar a dudas destacan las bobinas de hilo de
junco encontradas en el interior de una de las sacas de cereal
carbonizado (Jover et al., 2001). Con toda probabilidad, el hilo
de estas bobinas estaba destinado al cosido y reparación de los
sacos de cereal almacenados en la estancia. En el mismo contexto, y depositados sobre un banco de mampostería adosado a la
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cara interna del muro UE 2006, se localizaron una fusayola de
cerámica y un punzón de metal, elementos que nos hablan así
mismo de la realización de actividades de hilado y posiblemente
también de cosido de paños de tela (Jover y López, 2013: 156).
A pesar de encontrarse muy destruido, en el extremo occidental de este banco se pudo reconocer la existencia de un
poyete sobre el que se encontraba dispuesta, aún en su posición
original, una muela y una moledera de piedra. Los bordes de
dicho poyete estaban delimitados por un pequeño filete de barro
endurecido, de unos 10-15 cm de espesor, que debía estar destinado a impedir que la harina se derramara mientras se realizaba
la molturación del cereal. Junto a esta estructura se hallaron varios recipientes de cerámica, de entre 2 y 15 litros de capacidad
y restos de sacas de esparto conteniendo cereales. También resulta interesante destacar la notable concentración de molinos
que se encontraban, al parecer, apilados al oeste de esta área de
molturación. No menos reseñable es la conservación de un hogar delimitado por una serie de mampuestos y lajas trabados con
barros, localizado en la misma zona (fig. 6). En el momento de
la destrucción de la vivienda, en su interior se había depositado
un capazo de esparto trenzado que contenía una gran cantidad
de excrementos de ovicaprino, que con toda seguridad debieron
emplearse como combustible. Por último, entre los objetos loca-
lizados también destaca lo que denominamos como un pequeño
lingote conformado por una agregación de pequeñas bolas provenientes de una primera reducción del mineral de cobre.
Hacia el oeste se documentaba un nuevo tabique de mampostería de poco espesor, con gran cantidad de barro, que debió
formar la parte inferior de una estructura básicamente de madera, de la que colgaban espuertas o sacos de esparto conteniendo
cereales y en la que debían hallarse también almacenados diversos utensilios de trabajo –entre ellos, un conjunto de dientes de
hoz correspondientes a una hoz–. Por su morfología y por los
elementos documentados asociados, inferimos que se trataría de
una estructura semejante a la registrada en 1997 en el extremo
oriental de la UH 1: una especie de alacena o entramado de baldas de madera fijadas en el suelo –o, como en este caso, sobre
una base de mampostería– en donde almacenar producto agropecuario y también útiles de trabajo y materias primas diversas.
Al lado de esta estructura, sobre el suelo, aparecieron diversos
recipientes de cerámica, en su mayoría fragmentados, y más travesaños de madera correspondientes a la techumbre. Algunos
metros más allá, cerca del límite de la superficie documentada
de esta UH, unas estructuras de barro de forma pseudo-cilíndrica, firmemente asentadas sobre el piso, contenían en su interior
una delgada capa de cenizas entre las que se llegó a localizar un
pequeño fragmento de escoria de metal, y en su entorno, semillas de cereal y algunos coprolitos carbonizados (fig. 7). Resulta
difícil atribuir una finalidad concreta a estas estructuras, para las
que no hemos hallado un referente claro en el registro arqueológico consultado. Sin embargo, la presencia de una pequeña escoria en el interior de una de ellas podría apuntar quizá a algún
tipo de operación relacionada con la producción metalúrgica.
No obstante, en sus alrededores no aparecieron moldes, crisoles
ni ningún otro elemento vinculado expresamente con este tipo
de actividad.
En la vertiente septentrional del cerro hemos documentado otra unidad habitacional perteneciente a la fase I, la UH 16,
aunque su grado de conservación no es comparable al de las unidades habitacionales de la vertiente meridional. Ello se debe no
sólo a la erosión, sino también a la presencia de un buen número
Fig. 6. Detalle del hogar registrado en la UH 1, en el que se aprecian
los restos del capazo repleto de coprolitos de ovicaprino que se
hallaba en su interior.
Fig. 7. Estructura de combustión de forma cilíndrica localizada en
la UH 1. Estaba hecha de barro sin cocer y su interior se encontraba
relleno de cenizas.
434
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
de calzos de poste relacionados con las edificaciones de la fase
III, que perforan el paquete estratigráfico hasta alcanzar la roca.
A pesar de ello, se pudo registrar un pavimento sobre el que se
documentaron restos de vasijas de cerámica y otros objetos bajo
un nivel de derrumbe con carbones relacionado con la destrucción de la vivienda (Jover et al., 2014: 205).
La imagen, por tanto, que proyectan los datos registrados en
relación con esta primera fase de ocupación, es la de unas unidades habitacionales muy amplias, alargadas, que no cuentan
con tabiques ni separaciones netas de tipo arquitectónico que
dividan ambientes, y que posiblemente estaban dispuestas sobre
la cima, asentando sus muros perimetrales sobre una serie de
anillos de mampostería que, a manera de plataformas de aterrazamiento y zapatas de refuerzo, se distribuían escalonadamente
en paralelo a aquéllos. Aunque carentes de divisorias internas,
las distintas áreas de actividad –almacenamiento, molienda, trabajo de la madera, hilado, cocina, etc.– estaban separadas por
bancos, resaltes en el suelo o estructuras de madera reforzadas
con barro o con mampuestos cogidos con arcillas en la base.
4.2. Fase II
La destrucción de las unidades habitacionales de la fase I se
produjo hacia 1950 cal BC, de acuerdo con las fechas calibradas. Sobre los derrumbes de éstas aparecen nuevos pavimentos
y estructuras que hasta donde ha podido documentarse, en la
práctica son una réplica, tanto en morfología como en disposición, de las registradas en la fase anterior.
Significativamente, el zócalo del muro UE 2006, que delimitaba la UH 1 por su lado sur, permaneció en pie. Sin embargo, para esta segunda fase sí se registra una divisoria en el
extremo occidental del área excavada, en forma de un muro que
contactaba claramente con la cara interior de la pared UE 2006,
pero que cabalgaba no menos claramente sobre los derrumbes
de la UH 1. Este muro dividiría el ambiente de la ladera sur en
al menos dos unidades habitacionales. Sin embargo, al término
de los trabajos arqueológicos en el yacimiento no fue posible
explorar esta segunda habitación, quedando este tabique o muro
separador en el perfil del corte abierto en esta zona.
Debido a la posición que ocupa en la estratigrafía del yacimiento, la fase II es la que peor se ha conservado y de la
que menor información se ha podido obtener. La extensión
superficial registrada es apenas una franja de terreno similar
a la conservada para la fase I, con la diferencia de que ésta se
encuentra a su vez mucho más afectada por las remodelaciones
y refacciones llevadas a cabo en el yacimiento durante la fase
III, que supuso una auténtica transformación del aspecto urbanístico del asentamiento.
El pavimento de la vivienda mejor documentada –UE 1050–
se dispone directamente sobre los escombros de la UH 1. Sobre
una explanación bastante irregular de éstos el pavimento buza
de forma acusada a favor de la pendiente hasta contactar en
algún punto con la cara interna del muro UE 2006. Sobre él,
encontramos un hogar –UE 2090– muy similar en factura y dimensiones al registrado sobre el pavimento de la fase anterior.
Lo más destacable de los elementos documentados en esta
fase en la vertiente septentrional son dos silos –cuya construcción no es posible asegurar que no fuera anterior– excavados en
la roca y alineados N-S, aunque distanciados unos 8 m. Uno de
ellos fue reutilizado durante la siguiente fase como fosa para un
Fig. 8. Detalle del silo localizado en la UH 16, con los recipientes
hallados en su interior.
calzo de poste. Por el contrario, el otro silo se hallaba colmatado
por un sedimento de limos y arenas finas seguido de un paquete
de derrubios procedente de la destrucción de la vivienda. Dentro del silo se localizaron hasta ocho recipientes de cerámica,
alguno de los cuales conservaba aún semillas carbonizadas en
su interior (Jover et al., 2014: 204) (fig. 8).
4.3. Fase III
Con gran diferencia, la tercera y última fase arqueológica documentada es la que permite una visión más completa de la organización del asentamiento. Sin embargo, tampoco se ha visto
libre de los efectos de la erosión de ladera, que ha cercenado al
menos un tercio de las unidades habitacionales de la vertiente
meridional y septentrional, aunque ha respetado el paquete sedimentario emplazado en la cima. En este punto, precisamente,
es donde se ubica el elemento en torno al cual se articula el
entramado urbanístico del poblado en esta fase: una calle que
cruza en sentido E-O la pequeña planicie superior del cerro, y a
la que parecen abrirse los diversos edificios construidos a uno y
otro lado de la misma.
Se trata de un conjunto de 14 unidades habitacionales, todas con una planta rectangular con el eje longitudinal orientado más o menos en sentido N-S, con paredes de mampostería
y, en algún caso, muros con un gran contenido de barro amasado y enlucidos. A pesar de que mantienen un diseño básico
similar, difieren en cuanto a su arquitectura interior, anchura
y, sobre todo, en cuanto al registro arqueológico conservado
dentro de ellas.
La anchura de la calle –UH 3– difiere entre sus extremos
oriental y occidental. Si en el primero ésta es de apenas 1,5 m,
hacia el extremo occidental se ensancha hasta alcanzar y superar
los 3 m. Sin embargo, en su tramo oriental su trazado se varió
de forma notable en un determinado momento de esta tercera
fase, remodelación que implicó una sustancial modificación de
las fachadas septentrionales y de la orientación de los vanos de
acceso de las UH 4, 5 y 6, que se desplazaron más o menos ostensiblemente hacia la esquina nororiental.
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 9. Vista de la UH 7 desde el norte, desde la calle central (UH3). En ella puede apreciarse cómo el vano de acceso a su interior se
localizaba en una de las esquinas de la pared norte del edificio. A la derecha, detalle de los restos de vajilla y otros utensilios líticos y óseos
registrados sobre el pavimento de la UH 7.
A nuestro juicio, este cambio en la planta de estas edificaciones tenía por objetivo estrechar el paso en un punto concreto
de la calle, justo en donde un grueso paño se adosa a la fachada
meridional de la UH 14. De este modo se lograba reducir la
anchura del callejón a apenas 0,80 m. La presencia de cuatro
calzos de poste emplazados justamente en este punto hace pensar en la construcción de una puerta o de algún tipo de estructura
de madera que permitía cerrar el ingreso al tramo de la calle
situado al oeste de este punto. Es posible que este particular
trazado respondiera a la necesidad de utilizar la calle central del
poblado como aprisco para el ganado, a la vez que posibilitaba
un cierto control restrictivo del acceso al asentamiento por la
ladera oriental del cerro. Después de zigzaguear a lo largo de un
tramo de unos 10 m, la calle alcanzaba una anchura de más de
3 m que se mantiene ya invariable a lo largo del resto del tramo
documentado en las excavaciones.
La pared septentrional de la UH 7 (fig. 9) presenta también
un desplazamiento hacia el norte que configura un vano de
acceso en su esquina nororiental, como en el caso de la UH
6. Mucho menos exagerado, puede adivinarse una tendencia
similar en la pared norte de la UH 5. El resultado es una planta
bastante inusual, que no encuentra paralelos en los yacimientos de la Edad del Bronce excavados en las áreas aledañas del
Prebético valenciano o de La Mancha Oriental. No obstante,
no resulta completamente excepcional, ya que este diseño resulta sorprendentemente similar al documentado por los Siret en el yacimiento de El Argar, en unos edificios también
adosados, localizados durante sus excavaciones (Siret y Siret,
1890: Lám. XV). Hasta un total de ocho viviendas adosadas
aparecen figuradas en una planta a escala, con sus vanos de
acceso claramente desplazados hacia una de las esquinas. La
existencia de un asentamiento de los siglos IX-X d.C. en este
mismo lugar ha arrojado sombras de duda acerca de la cronología exacta de estos edificios reportados por Siret, que las
prospecciones electromagnéticas realizadas no permitieron
despejar (Schubart, 1987). Sin embargo, no existen paralelos
conocidos de época emiral para ellas (Gutiérrez, 2012) pero sí,
como vemos ahora, para edificaciones del segundo tercio del
II milenio cal BC.
436
Aunque no ha sido posible establecer relaciones estratigráficas directas, es probable que este replanteamiento de la calle se
diera más o menos al mismo tiempo que otras modificaciones
detectadas en algunas otras unidades habitacionales. Es claramente el caso de las UH 7, 8, 9 y 10 (fig. 10). La primera de ellas
es sin duda una de las edificaciones más interesantes de esta fase
III del yacimiento. Se trata de una construcción de muros de
mampostería –aunque alguna de sus paredes (UE 2072) presentaba una considerable cantidad de barro amasado mezclado con
los mampuestos, así como un revestimiento interior– de planta
rectangular, con una anchura de 5 m y una longitud máxima que
no debió ser inferior a los 8-9 m. El vano de acceso a su interior
se hallaba, como hemos comentado, en el ángulo nororiental,
presentando desplazada la pared septentrional hacia el norte, en
ángulo de 40 grados, aproximadamente, en relación con los muros oriental y occidental. Tras un primer momento de uso, que
no ha podido apenas ser documentado, el espacio interior fue
dividido por la mitad mediante la construcción de un tabique de
mampostería, de apenas 0,30 m de espesor, levantado en sentido
E-O. En las dos habitaciones resultantes se realizaron hasta 14
calzos de poste, de los cuales 9 estaban situados en la habitación
meridional –UH 8–. Cuatro de ellos destacaban claramente por
las dimensiones de sus fosas, de alrededor de 0,80-0,90 m de
diámetro, que superaban ampliamente a las del resto; por otra
parte, aparecían dispuestos en pares a un lado y otro del tabique
de mampostería guardando una más que evidente simetría entre
sí. Todo hace pensar en que este edificio estuvo dotado de una
planta más –o al menos un altillo–, sostenida por estos calzos
de poste y por el tabique que dividía su interior en dos estancias
independientes.
Por su parte, las UH 9 y 10 presentan también dos momentos constructivos diferentes dentro de esta fase III, evidenciados
en la refacción del muro que las separa. Así mismo, ambas presentan adosadas a su fachada exterior estructuras muy destruidas, que podrían ser bancos o poyetes.
Las diferencias más notables entre las unidades habitacionales de la fase III se aprecian en el registro arqueológico obtenido
en su interior. En las UH 2, 4, 5 y 6 éste se reduce a unos pocos
objetos y a la excavación de algunas fosas en el pavimento, re-
[page-n-11]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 10. Planta general de las UH 7, 8, 9 y 10 de Terlinques, con la distribución de los artefactos localizados sobre sus pavimentos. Las UH
9 y 10 sufrieron una importante remodelación, que incluyó la construcción de un nuevo tabique de separación entre ambos y un realzado
de los pavimentos.
llenas posteriormente de piedras. Su funcionalidad concreta se
nos escapa, al hallarlas amortizadas. En la UH 7, en cambio, se
documentó un área de talla de sílex y de trabajo del asta (López
Padilla, 2011: 343), ambas situadas cerca de la zona de entrada
desde la calle. También se documentó un recipiente de cerámica
completamente embutido en el pavimento, que al momento de
ser excavado se encontraba colmatado por derrubios procedentes de la destrucción de la estancia. De la UH 8 apenas pudo
documentarse un pequeño trozo de pavimento, casi desmantelado por la erosión, sin que se conservara material arqueológico
sobre él. De esta estancia básicamente conocemos la disposición de los calzos de poste que sujetaban una más que probable
segunda planta y de los que ya hemos hecho referencia. En la
excavación de los rellenos de las fosas de uno de estos calzos se
hallaron algunas piezas singulares de barro, como una pastilla
de arcilla con pequeños agujeros en los bordes y una fusayola
de cerámica partida por la mitad, en la que se aprecia claramente
cómo el palo del huso no llegaba a perforarla completamente
(Jover y López, 2013: 157).
En la UH 9 aledaña, el elemento singular del registro lo
constituye una agrupación de pequeños agujeros en el pavimento, resultado de haber hincado en el suelo una serie de
palos, presumiblemente de madera (fig. 11). El conjunto se
encuentra muy cercano al vano de acceso a la estancia, y relativamente alejado del resto de elementos documentado en su
interior. Resulta difícil precisar la funcionalidad a la que pudo
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 11. A la izquierda, vista de la UH 9 desde el norte; a la derecha, detalle de los orificios detectados en el pavimento.
responder la construcción de esta estructura, aunque como hipótesis aventuramos la posibilidad de que se trate de las huellas
dejadas por el uso de un telar de suelo, instalado y desmontado
en repetidas ocasiones.
En algunos puntos, los rellenos detectados en la calle –UH
3– contienen abundantes restos, tanto fragmentos de recipientes
cerámicos como, sobre todo, huesos de fauna y desperdicios de
diversos procesos de trabajo.
Frente a una exigua presencia de instrumentos macrolíticos
y la ausencia de grandes contenedores cerámicos en las unidades localizadas al sur de la calle, en el interior de las UH 11 y 12
se da, por el contrario, una acusada concentración de los primeros y la presencia exclusiva de los segundos. Éstos últimos se
documentaron en un pequeño ámbito de apenas 9 m2 localizado
al sur de la UH 11. La división entre esta estancia y la UH 12
situada al oeste se concreta mediante un muro de mampuesto y
abundantes arcillas y barros, al norte, dispuesto en sentido perpendicular a la calle central, que encuentra su prolongación en
una sucesión de calzos de poste que alcanza la cara interna de
la pared meridional –UE 2049–. Este último tramo parece, por
tanto, haber consistido básicamente en una divisoria de maderos y cañizo, y entre ella y el muro septentrional antes aludido
debía encontrarse un vano que permitía la comunicación entre
las UH 11 y 12. Sobre el pavimento de estas dos unidades habitacionales intercomunicadas se localizaron 17 piezas de molino
o molederas de conglomerados y areniscas, y 18 percutores y/o
bruñidores líticos, elaborados sobre cantos. En relación con el
conjunto registrado en toda el área excavada del yacimiento,
esto significa que durante esta fase III en este espacio se concentraba casi el 70% del instrumental dedicado a la molturación
del cereal localizado en todo el asentamiento, además de contar
con el único ámbito documentado destinado al almacenamiento
en recipientes cerámicos de mayor tamaño (fig. 12).
La UH 13, adosada a la UH 11 por el este, contaba con una
pared divisoria en sentido E-O que separaba el interior de la
estancia en dos ámbitos, al igual que ocurría en la UH 7, an438
tes descrita. Sin embargo, en este caso el tabique parece dejar
abierto un vano en su extremo oriental, por el que posiblemente
ambos se ponían en comunicación. Como en la UH 7, hallamos
una gran profusión de calzos de poste, que discurren en su mayor parte paralelos a la cara interna de las paredes oriental y
occidental del edificio. En la parte noroccidental de esta unidad
habitacional se localizó, además, una estructura rectangular
construida con pequeñas piedras y barros de color anaranjado
en cuyo interior se concentraba una inusual cantidad de instrumentos líticos, en especial bruñidores y percutores elaborados
en cantos rodados. Junto a esta estructura apareció un fragmento de brazalete de marfil, que es la única pieza de este material
hallada en la fase III.
Las UH 14 y 15, localizadas en la parte más oriental del
poblado, al norte de la calle, se encuentran bastante afectadas
por la erosión y la acción de la reja de arado. Mientras que la
primera parece repetir el esquema ya conocido en el resto de las
unidades habitacionales de esta zona del asentamiento, la UH
15 se diferencia por ser la única al norte de la calle que presenta
calzos adosados a la cara interna del muro meridional, además
de ser, junto con la UH 12, una de las más amplias de esta fase.
El único elemento que parece distribuirse con cierta aleatoriedad en el asentamiento son una serie de fosas, de forma
circular u oval, con gruesos revestimientos de arcillas –en su
mayoría, gredas verdosas del Triásico– que a juzgar por el sedimento contenido en su interior pudieron estar destinadas a la
recogida y almacenamiento de agua (fig. 13). Se han detectado
en las UH 2, 5, 9, 12 y 14, aunque la mejor documentada es
la que se construyó al sur de la UH 5. De forma aproximadamente circular, su diámetro máximo interior conservado es de
casi 1 m, pero por el dibujo del perfil de sus paredes interiores
se deduce que pudo llegar a alcanzar una anchura mayor. Los
sedimentos limosos localizados en la base denotan que estuvo
rellena de líquido. El perímetro de esta fosa estaba, además,
rodeado por una serie de cuatro calzos de poste de pequeño
o mediano tamaño, lo que nos hace cuestionarnos si, tal vez,
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 12. Planta de las UH de la fase III de Terlinques con la distribución de los artefactos macrolíticos (molinos, molederas y percutores)
registrados.
Fig. 13. Fotografía en planta y sección de una de las fosas revestidas de arcilla localizadas en el yacimiento, que presumiblemente
sirvieron para la recogida y almacenamiento de agua.
el líquido almacenado en este contenedor pudiera ser agua de
lluvia captada por medio de algún tipo de acondicionamiento
de la techumbre en este punto.
Las UH 17 y 19, que se encuentran separadas por un estrecho callejón –UH 18– conforman las únicas edificaciones localizadas hasta la fecha en las terrazas inferiores del yacimiento.
Aunque parcialmente descritas (Jover et al., 2014: 205), por el
momento resulta difícil precisar su relación estratigráfica con
las fases arqueológicas identificadas hasta ahora. Creemos poco
probable que puedan relacionarse con la fase I, y todo apunta a
que podría tratarse de unidades habitacionales vinculadas también a la última fase de ocupación del poblado.
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
5. EL TIEMPO DE TERLINQUES
El estudio del proceso histórico que involucra las relaciones de
El Argar con el Grupo del Prebético meridional valenciano ha
constituido, desde sus inicios, un aspecto esencial en nuestra investigación. Más allá de su contemporaneidad, incuestionablemente corroborada por el radiocarbono hace ya mucho (Jover y
López, 2009b), ha podido determinarse que, en buena medida,
las trayectorias de ambos como entidades sociales fueron resultado de su interacción a lo largo del tiempo (Jover y López,
1997, 2004), circunstancia que también se ha apuntado para
otras áreas circundantes al territorio argárico, como la serranía
turolense o el área oriental de La Mancha (Fernández-Posse et
al., 1996: 121; Burillo y Picazo, 1997: 51).
El área del Prebético Meridional valenciano ofrece uno de
los mayores índices de yacimientos con fechas radiocarbónicas
disponibles para la Edad del Bronce en las tierras valencianas,
entre los que se encuentran los dos yacimientos con las series
más amplias –Terlinques (López Padilla, 2011) y Cabezo Redondo (Hernández, 2009, 2012).
La serie de Terlinques consta de 20 dataciones, de las cuales
19 se han obtenido en las excavaciones que se vienen realizando
en el yacimiento desde 1997 (tabla 1). El inicio de la ocupación de
Terlinques –fase I– se fija a partir de dos fechas procedentes de las
unidades estratigráficas más antiguas. La fauna empleada en los
rellenos de nivelación del pavimento –Beta-240938– y de los maderos empleados en la construcción de las viviendas –Beta-136171
y Beta-189753– llevan el inicio del asentamiento a los siglos finales del III milenio cal BC. Este intervalo resulta coherente con la
fecha que proporcionó la muestra I-4525, tomada probablemente
también de un poste y que fue la primera fecha radiocarbónica
obtenida en el yacimiento (Tarradell, 1970; Soler y Fernández,
1970). El final de esta primera fase de ocupación se relaciona con
un buen número de dataciones sobre muestras de cereales carbonizados asociados o contenidos en capazos de esparto depositados o
esparcidos sobre el pavimento. Dos de ellas –Beta-122343 y Beta122344– provienen de las semillas contenidas en un mismo saco,
y una tercera de cereales localizados a varios metros de distancia
sobre el mismo pavimento de la UH 1 –Beta-227373–. Otras tres
dataciones –Beta-268988, Beta-268989 y Beta-268990– se tomaron igualmente de semillas depositadas sobre el piso de otra unidad habitacional –UH 16–, estratigráficamente contemporánea y
situada en la ladera septentrional del cerro. Todas ellas señalan con
claridad un mismo horizonte cronológico, en torno a 1950 cal BC,
para el incendio y destrucción del poblado al final de esta fase, del
que pueden advertirse huellas por todo el yacimiento.
Sobre los derrumbes de estas habitaciones se levantan las
construcciones de la fase II, fechadas a partir de los anillos
exteriores de dos fragmentos de maderos pertenecientes a las
vigas de la techumbre o al sistema de sujeción de ésta. La única fecha relacionada con el final de esta segunda fase –Beta189757– fue tomada de un resto de esparto depositado sobre el
pavimento de una de las casas.
La fase III, que muestra una completa remodelación urbanística del asentamiento, fija su cronología entre las fechas
Beta-256351 (UH 11) y Beta-189758 (UH 7), tomadas de un
resto óseo y de un fragmento de esparto, respectivamente.
Por su parte, en el área argárica del Bajo Segura y Bajo Vinalopó –a la que se ha de añadir el enclave costero de la Illeta
dels Banyets, en El Campello– apenas se cuenta con dos series
440
radiocarbónicas de distinta naturaleza: la de la Illeta dels Banyets, que perfila la cronología del extremo más lejano del oriente argárico, y la de Cabezo Pardo, un pequeño enclave orientado
a la actividad agropecuaria situado a pocos kilómetros al este de
la sierra de Callosa de Segura (López Padilla, 2014). La serie
de la Illeta dels Banyets consta de cinco dataciones asociadas
a niveles estratigráficos documentados, mientras que el resto
corresponde a enterramientos (Soler Díaz, Pérez y Belmonte,
2006; Soler Díaz, 2009). Excepto éstas últimas, todas proceden
de micromuestras sedimentarias extraídas de los testigos y perfiles, careciéndose de una información precisa de carácter contextual. La serie de dataciones más amplia corresponde a Cabezo Pardo, que cuenta con un total de 19 dataciones absolutas
de las cuales 17 pertenecen a contextos de la Edad del Bronce.
En un reciente trabajo (Jover, López y García-Donato, 2014),
hemos intentado mostrar cómo la aplicación de un modelo bayesiano a un cuantioso –aunque todavía limitado– conjunto de
dataciones absolutas debidamente contextualizadas, procedentes
de tres asentamientos próximos entre sí –Cabezo Pardo, Terlinques y Cabezo Redondo–ubicados a un lado y otro del extremo
septentrional del espacio social argárico, ha hecho posible determinar la cronología de las transformaciones y cambios urbanísticos registrados en varios asentamientos ubicados en un marco
geográfico pertinente, y evaluar así su eventual sincronía.
De acuerdo con los datos del modelo, los valores cronológicos que pueden proponerse para los inicios y finales de las
fases arqueológicas reconocidas son los siguientes, expresados
en forma de intervalos al 80% de probabilidad –[...]– en los que
se incluye el valor más probable o moda. En algunos casos la
distribución es multimodal, por lo que se adjuntan todas ellas
ordenadas de mayor a menor importancia.
Terlinques:
Fase I: 2151 [2129, 2280] - 1986, 2015 [1978, 2031] cal BC
Fase II: 1946 [1890, 1999] - 1741, 1861, 1801 [1731, 1861] cal BC
Fase III: 1741 [1660, 1779] - 1511 [1444, 1612] cal BC
Cabezo Pardo:
Fase I: 1936, 1996 [1926, 2006] - 1790 [1768, 1864] cal BC
Fase II: 1741, 1706 [1706, 1754] - 1671 [1655, 1732] cal BC
Fase III: 1631 [1584, 1684] - 1566 [1525, 1619] cal BC
Cabezo Redondo:3
Sin H-2277: 1691 [1628, 1744] - 1391 [1345, 1458] cal BC
Con H-2277: 1756 [1706, 1850] - 1381 [1318, 1432] cal BC
Los resultados del ajuste del modelo evidencian en varios
casos una elevada sincronía entre los procesos de construcción
y destrucción de las estructuras y edificios asociados a varias
de las fases arqueológicas reconocidas en los yacimientos (fig.
14) y sugieren las siguientes hipótesis en relación a su orden
cronológico más verosímil:
3
La datación H-2277, que por su antigüedad se muestra un tanto
disonante con respecto al conjunto de la serie radiocarbónica disponible actualmente para el yacimiento (Hernández, 2012), se tomó
de una muestra de vida larga –un poste carbonizado procedente del
Departamento VI (Soler García, 1987)– que por sus características
obliga a considerar el efecto old wood (Schiffer, 1986). En consecuencia, se ha optado por ensayar dos aplicaciones del modelo,
incluyendo y excluyendo, respectivamente, la datación. Como se
puede comprobar, los valores obtenidos varían ligeramente.
[page-n-15]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas de Terlinques, ordenadas de acuerdo con las tres fases arqueológicas reconocidas en el yacimiento:
fase I (arriba), fase II (centro) y fase III (abajo).
Sigla
Matrícula
UE
Contexto
Fase Muestra
Peso
Descripción
Fecha BP
Carbón
Frag. de vértebra
de ovicaprino
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
(Triticum sp)
Semilla de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
3800±75
3770±40
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Esparto trenzado
(Stipa tenacissima)
3590±40
TE-0 I-4525
Dep. I Poste?
TE-15 Beta-240938 1016 Desechos en relleno de
construcción
TE-5 Beta-189753 2016 Poste. UH I.
1 Carbón
1 Hueso animal 1,8 g
1 Carbón
5,3 g
TE-3
1 Carbón
86 g
TE-11 Beta-227373 1009
Larguero de techumbre. UH I. Fase
I
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
36 g
TE-1
Beta-122343 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
20 g
TE-2
Beta-122344 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
15 g
TE-17 Beta-268988 1437
Derrrumbe/Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-18 Beta-268989 1464
Nivel de incendio
1 Semillas
1 semilla
TE-19 Beta-268990 1485
Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-8
Beta-189756 1066
2 Carbón
2,5 +25 g
TE-4
Beta-136172 1006
Madero techumbre o viga. UH I.
Fase II
Larguero de techumbre. UH I. Fase
II
Cereales carbonizados abandono
UH XIII
Estera o capazo desecho. UH I.
Fase II
2 Carbón
105 g
2 Semillas
6 semillas
2 Esparto
carbonizado
15,9 +12 g
TE-16 Beta-256351 1427
Estrato de derrumbe sobre
pavimento UH XI
3 Hueso animal 21 g
Húmero
de ovicaprino
3450±40
TE-12 Beta-227574 1304
Desecho sobre pavimento. UH X
3 Hueso animal 104 g
3380±40
TE-7
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VII
Derrumbe techumbre y paredes.
UH XI
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VI
Esparto trenzado desecho. UH VII
3 Carbón
5,3 g
3 Carbón
11 g
3 Carbón
2,5+5,6 g
3 Esparto
carbonizado
2,9+7 g
Diáfisis de bóvido
(Bos taurus)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Esparto (Stipa
tenacissima)
Beta-136171 1006
TE-14 Beta-240937 1372
TE-9
Beta-189757 1066
Beta-190806 1076
TE-13 Beta-227575 1341
TE-6
Beta-189754 1053
TE-10 Beta-189758 1076
a) La fundación de Terlinques es muy anterior a la fundación
de Cabezo Pardo, con una media de 203 años con un intervalo de
probabilidad al 80%. Podemos establecer que la primera ocupación de Terlinques ocurrió muy posiblemente –una probabilidad
aproximada de 0,80– en el intervalo 2280-2129 cal BC, con fecha
más probable –moda a posteriori– 2151 cal BC. Esto se aviene a
las fechas que marcan el inicio de la Edad del Bronce en gran parte
del mediodía peninsular, en torno a 2200 cal BC (Lull et al., 2010).
b) El periodo de transición entre la fase I y la fase II de
Terlinques es concordante con la fundación de Cabezo Pardo,
la cual se produjo entre aproximadamente 2006 y 1926 cal BC
(con probabilidad 0,80) y con 1996 o 1936 cal BC como fecha
más probable, más bien hacia el final de la primera fase de ocupación de Terlinques, que se sitúa con probabilidad cercana al
3750±60
3630±60
3680±40
3640±70
3530±60
3640±40
3710±40
3600±40
3500±70
3530±40
3420±80
3330±70
3310±40
3300±60
3210±100
0,80 en el intervalo 1999-1890 cal BC. Por tanto, existe una
probabilidad alta de que la distancia temporal entre el inicio de
la fase II de Terlinques y el comienzo de la fase I de Cabezo
Pardo sea de unas pocas décadas.
c) El final de la segunda fase de Terlinques es coincidente
o ligeramente posterior al final de la primera fase de Cabezo
Pardo. La probabilidad de que la distancia temporal entre ambos eventos fuera de menos de 50 años es de 0,50 llegando a
una probabilidad de 0,86 para una distancia menor de 100 años.
De hecho, la media de la distancia temporal estimada es de 25
años con intervalo (-94,80) –o sea, de apenas una generación– y
todavía más estrecha parece la distancia media entre el inicio de
la fase II de Cabezo Pardo y el de la fase III de Terlinques, que
es de apenas 5 años con intervalo (-54,74). Esta coincidencia en
441
[page-n-16]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 14. Gráfico con la distribución de los inicios y finales de las fases arqueológicas documentadas en Terlinques,
Cabezo Pardo y Cabezo Redondo, según los intervalos cronológicos proporcionados por el modelo estadístico obtenido.
442
[page-n-17]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
el tiempo resulta tanto más relevante por cuanto que también
coincide, en uno y otro emplazamiento, con la implantación de
un modelo urbanístico muy similar: una calle transversal a lo
largo de la cima del cerro que articula en torno suyo un conjunto
de unidades habitacionales de tamaño más o menos modular y
en las que se advierte una marcada especialización en cuanto al
tipo de actividades llevadas a cabo en su interior.
d) El abandono de Terlinques y de Cabezo Pardo es anterior
al abandono de Cabezo Redondo. Excluyendo del conjunto del
análisis la datación H-2277 (Soler García, 1987), la fundación de
Cabezo Redondo vendría a situarse en el intervalo 1744-1628 cal
BC. Este resultado situaría el comienzo de Cabezo Redondo en
algún momento de la fase II de Cabezo Pardo, posiblemente cercano al final de ésta. Con respecto a Terlinques, se situaría antes
que el final de Terlinques III (probabilidad 0,99), lo que hace muy
plausible la coexistencia de ambos asentamientos. Igualmente,
está muy avalado por el modelo que la fundación de Cabezo Redondo sería posterior al final de la fase II de Terlinques (probabilidad 0,92). Si a todo esto añadimos su razonable sincronía con el
inicio de Terlinques III –la probabilidad de que transcurran menos
de 75 años entre ambos eventos es de 0,64– podemos concluir
que en este caso el inicio de Cabezo Redondo se situaría en algún
momento del tránsito entre las fases II y III de Terlinques.
e) El análisis del modelo ajustado también sugiere una marcada sintonía en cuanto al intervalo en el que se fija el abandono de
los poblados de Terlinques y Cabezo Pardo. Ambos parecen estar,
muy probablemente, desocupados con posterioridad a 1420 cal
BC. En el caso de Terlinques, dicho evento se dio, con la mayor
probabilidad, entre 1612 y 1444 cal BC, mientras que el abandono de Cabezo Pardo parece situarse preferentemente en el intervalo 1619-1525 cal BC. En cualquier caso, ninguno coincidió en
el tiempo con el final de la ocupación de Cabezo Redondo. En
términos absolutos, ésta se estima que pudo producirse, con (probabilidad 0,80) en el intervalo 1458-1345 cal BC –sin H-2277–
de manera que los datos respaldan claramente su continuidad más
allá de la desocupación de Terlinques y Cabezo Pardo.
En conclusión, y con independencia de que en el futuro puedan concretarse mucho más las franjas temporales en las que
se produjeron dichas transformaciones, parece evidente que en
el transcurso de lo que denominamos Edad del Bronce, en las
tierras del Sureste y Este de la península Ibérica se dieron situaciones relevantes de reorganización social y de alteraciones en
los patrones de ocupación y explotación de los espacios ocupados en torno a las fechas 2200/2150, 1980/1950, 1800/1750,
1550/1500 y 1350/1300 cal BC.
6. TERLINQUES EN SU ESPACIO SOCIAL
Hacia finales del III milenio cal BC, un pequeño grupo humano decidió trasladarse y fijar su lugar de residencia permanente
desde las tierras llanas del centro del corredor de Villena a la
cima del cerro de Terlinques. Ello conllevó una gran inversión
de trabajo, concretada en la creación de grandes plataformas de
aterrazamiento sobre las que construyeron varios edificios de
carácter residencial. Este hecho no fue un evento aislado, sino
que constituye una prueba directa del nuevo proyecto político
iniciado por una serie de sociedades concretas emplazadas en
las tierras del Levante peninsular.
Este proyecto social de consolidación económica y política
consistió en un reparto institucionalizado de la tierra y de la
gestión de los recursos existentes en las proximidades de los
lugares de asentamiento y espacios adyacentes, lo que llevaba
implícito el afianzamiento de un nuevo modelo de ocupación
territorial –que ya se venía gestando desde la fase campaniforme–, basado en consolidación de la propiedad del objeto de
trabajo (Jover, 1999). La destacada inversión de trabajo en la
construcción edilicia con materiales duraderos, su constante
mantenimiento a lo largo de varias generaciones y las repetidas
reedificaciones en los mismos lugares, son claros argumentos
a favor del mantenimiento y la transmisión de la propiedad del
objeto de trabajo y de los espacios residenciales de generación
en generación.
Por el momento, no podemos determinar en qué medida influyeron en este proceso de cambio las transformaciones económicas, sociales y políticas constatadas en el Sureste peninsular. El surgimiento de lo que reconocemos como El Argar y,
en concreto, la fundación de grandes núcleos poblacionales, en
algunos casos, con grandes líneas de muralla, como se constata
en La Bastida (Lull et al., 2014), tuvieron que suponer cambios importantes en las relaciones sociales y en los procesos de
circulación de materias primas y productos. No obstante, desde momentos previos –o fase campaniforme– ya se observan
cambios significativos en esta dirección (López Padilla, 2006),
con la fundación de asentamientos en altura, en algunos casos
amurallados, como es el caso del Peñón de la Zorra (García
Atiénzar, 2012).
En cualquier caso, Terlinques es un claro ejemplo de este
proceso de consolidación iniciado por las diferentes entidades
sociales que ocuparon las tierras del Levante peninsular. La
continuidad y estabilidad de su ocupación durante 700 años,
desde su fundación hacia el 2150 hasta el momento de su definitivo abandono hacia el 1500/1450 cal BC, unido a las profundas transformaciones urbanísticas que se llevaron a cabo en el
mismo en torno al 1750 cal BC, permiten inferir un cierto crecimiento demográfico y significativos cambios en la organización
de las actividades productivas.
Desconocemos cuál sería el tamaño de Terlinques en sus
momentos iniciales. Las evidencias arqueológicas sitúan en
estas fechas la construcción del aterrazamiento superior de la
ladera meridional (fig. 15), lo que permite plantear la posibilidad de que toda la cima y el anillo aterrazado que la circundaba
estuviesen ocupados en estos momentos. Si esto fuera así, estaríamos ante un asentamiento que podría alcanzar los 1.000 m²
desde sus inicios. Sin embargo, el alto grado de transformación
que sufrió la cima a partir del 1750 cal BC –fase III– no permite
asegurarlo.
Hacia 1750 cal BC, Terlinques fue reestructurado por completo. En torno a una calle central, con disposición E-O en el
centro de la cima, fueron edificados un amplio número de unidades habitacionales adosadas. Además, también se constata
la creación de otras dependencias en la ladera meridional, más
allá de los muros de aterrazamiento construidos inicialmente.
Ahora las habitaciones pasan a ser de un tamaño muy inferior,
de entre 28 y 40 m², constatándose en su interior exclusivamente las actividades de mantenimiento, con la excepción de
un edificio central –con tabiques internos separando al menos
dos ambientes– donde parecen concentrarse las actividades de
443
[page-n-18]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 16. “Lingote” de cobre compuesto por una agregación de
pequeñas esferificaciones de metal, localizado sobre el pavimento
de la UH 1.
Fig. 15. Plataformas de aterrazamiento y muros de mampostería de
la ladera meridional de Terlinques.
tipo productivo y de almacenamiento, unido a un espacio techado contiguo donde fueron hallados un elevado número de
instrumentos líticos, en especial, percutores.
Según los datos recogidos para esta tercera fase, es posible
que el asentamiento creciese ahora hasta superar los 1.500 m².
Este incremento –que también parece atestiguado en otros yacimientos contemporáneos excavados, como Muntanya Assolada
(De Pedro, 2004b: 106)– debió responder a un aumento del número de habitantes que, sin embargo, resulta difícil cuantificar
con exactitud. Si seguimos los cálculos teóricos utilizados por R.
Chapman (1991) el número máximo de personas que pudieron residir en Terlinques no debió sobrepasar el medio centenar. Ahora
bien, si tenemos en cuenta que se ha excavado algo más de la mitad de la extensión del poblado, y que para la tercera fase se han
documentado catorce unidades habitacionales, y le atribuimos a
cada unidad habitacional un número mínimo de 4 miembros, Terlinques pudo llegar a tener cerca de 100 habitantes.
Si consideramos estas propuestas como cercanas a la realidad, Terlinques no parece ser un asentamiento de gran importancia. No obstante, debemos contemplarlo en un contexto
en el que Terlinques no era, ni mucho menos, un asentamiento
aislado. En el corredor de Villena-Caudete se han documentado
cerca de 60 yacimientos de dimensiones diversas, de los cuales sólo 9 presentan un tamaño superior a 0,1 ha, siendo en su
gran mayoría inferiores a 400 m² –60%–. El mayor de todos
los asentamientos es Cabezo Redondo, cuya extensión superaría ampliamente la hectárea. No obstante, su fundación se debe
situar sobre 1700 cal BC, prolongándose su ocupación hasta
aproximadamente 1300 cal BC (Hernández, 2012; Jover, López
y García Donato, 2014). Por tanto, si bien Cabezo Redondo es
coetáneo en sus primeros momentos a la fase III de Terlinques,
a diferencia de éste y de buena parte del resto de los asentamientos de la cubeta de Villena, permaneció ocupado después de
1500/1450 cal BC, horizonte en el que prácticamente todos los
demás poblados parecen abandonarse (Hernández, Jover y López, 2013). Una revisión reciente del yacimiento del Cabezo de
la Escoba ha permitido, por otra parte, datar varias muestras de
vida corta que sitúan su ocupación entre el 2150 y 1800 cal BC
444
(Cabezas, 2015: 70-734) y las recientes excavaciones efectuadas
en Polovar han revelado varias ocupaciones monofásicas, caracterizadas por construcciones de diversa tipología ocupadas en
diferentes momentos del II milenio cal BC.
En lo económico, y sin excepción, todo este conjunto de
asentamientos tuvo una clara orientación agropecuaria. Las
principales actividades productivas se centraban en el cultivo
de cereales y leguminosas y en la cría de ganado, además de la
elaboración de instrumentos y adornos de hueso, piedra y metal y diversos productos textiles. Aunque no se haya constatado
el empleo del lino, éste podría haber sido cultivado en las zonas encharcadas existentes en su entorno inmediato (Jover et
al., 2001; Jover y López, 2013). Similares procesos podemos
considerar para la lana. De igual modo, se ha documentado una
enorme variedad de valvas perforadas de moluscos marinos (Jover y Luján, 2009), también presentes en otros yacimientos de la
zona, cuya obtención y distribución no parece requerir una destacada inversión de trabajo. A todo ello cabe añadir la presencia
en el yacimiento de lingotes de cobre (fig. 16), objetos de oro
y plata y productos de marfil (López Padilla, 2011), obtenidos
necesariamente a través de las redes sociales de intercambio establecidas con su espacio social.
Al igual que en Terlinques, en asentamientos próximos de
similar tamaño, como Cabezo de la Escoba (Jover, López y
López, 1995; García Guardiola, 2006; Cabezas, 2015) –y por
lo que indica hoy el radiocarbono, fundado aproximadamente
en momentos prácticamente sincrónicos– se constatan también
actividades de fundición de cobre, producción textil y consumo
de una gran variedad de caparazones marinos y de algunos objetos de marfil. En ninguno de ellos se han localizado formas
cerámicas que se puedan vincular claramente con El Argar –
cuestión que sí se puede plantear para Cabezo Redondo a partir
de momentos próximos a mediados del II milenio cal BC. Sin
embargo, del Cabezo de la Escoba proviene un arete de plata con carrete o dilatador de oro (Soler, 1965; Jover y López,
4
Agradecemos a R. Cabezas la información proporcionada sobre
Cabezo de la Escoba, procedente de su trabajo fin de Máster, defendido en 2013 en el Máster de Arqueología profesional y Gestión
del Patrimonio de la Universidad de Alicante, bajo la tutela de uno
de nosotros.
[page-n-19]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
1997; Cabezas, 2015: 92-99) (fig. 17) con claros y exclusivos
paralelos en el ámbito argárico. Piezas de orfebrería similares
han sido documentados recientemente en una tumba doble en
urna, considerada como principesca, donde el individuo femenino, además, portaba una diadema de plata (Lull et al., 2015).
En otros asentamientos de menor tamaño emplazados en la
cubeta de Villena, como Peñicas (Hernández, Pérez y Menargues, 2004), Pedruscales (García Guardiola, 2004), Barranco
Tuerto (Jover y López, 2005) o Polovar –área central–, en los
que se han llevado a cabo intervenciones arqueológicas, se han
constatado también diversas actividades de producción y consumo; en algún caso, de producción textil y presencia de valvas
de moluscos marinos. Aunque han aparecido objetos de cobre,
en ninguno de ellos hay evidencias de producción metalúrgica.
Estas diferencias en el acceso al consumo de determinados
productos o materias primas de lejana procedencia, pero
sobre todo, la localización de la producción metalúrgica en
aquellos asentamientos de mayor tamaño en la zona –por
ahora constatado en los mayores de 0,1 ha–, permiten inferir
la existencia de vínculos o lazos de reciprocidad/dependencia
entre los asentamientos de pequeño tamaño y los núcleos
mayores (López Padilla, 2011: 111-112).
Así mismo, parece lógico suponer la existencia de vínculos
entre estos asentamientos en lo que concierne a su reproducción
biológica, aunque en este caso las redes de apareamiento debieron
ser más amplias, en especial, las de los grupos o linajes mejor
posicionados en la escala social. Éstos podrían establecer parentesco con otras poblaciones más alejadas con las que mantendrían
relaciones sociales de intercambio de materias primas y productos. En este sentido, no se puede descartar que estos vínculos de
tipo reproductivo/productivo pudieran establecerse, ya entrado el
II milenio cal BC, con poblaciones argáricas. Así parece evidenciarlo, entre otros elementos, la materialidad de Cabezo Redondo
y, sobre todo, el desarrollo, a partir de aproximadamente 1600
cal BC, de prácticas funerarias de inhumación individual en el
interior de las viviendas de este asentamiento (Hernández, 2012).
Fig. 17. Dilatador de oreja de oro con arete de plata del Cabezo
de la Escoba (Villena, Alicante). Fotografía: Archivo Gráfico del
MARQ.
Con todo, los datos recopilados y las series radiocarbónicas obtenidas en los últimos años ponen de manifiesto que
la densidad y profusión de asentamientos constatada para el
periodo 2150-1500 cal BC en el corredor de Villena –y por extensión, en las tierras valencianas– no refleja con exactitud un
momento concreto del desarrollo de la sociedad que decidió
su localización, construcción y, por último, su abandono, sino
que es resultado de la agregación en el espacio social de múltiples acciones cuya secuencia responde a los requerimientos
de un dilatado proceso histórico cuya dinámica comenzamos
a desentrañar. Si la fundación de Terlinques y otros enclaves
de similares características, como Cabezo de la Escoba, parecen remontarse a 2150 cal BC, otros núcleos de tamaño más
reducido, como el de la cresta occidental de Polovar, parecen
ser fundados hacia el tránsito del III al II milenio cal BC y
abandonados entre el 1900 y 1800 cal BC. De igual modo,
Barranco Tuerto (Jover y López, 2005), un asentamiento de
muy pequeño tamaño encumbrado en lo alto de la sierra de la
Villa, fue fundado hacia 1850/1800 cal BC. Un poco después,
hacia el 1750/1700 cal BC, se iniciaría la secuencia de Cabezo
Redondo (Jover, López y García Donato, 2014) y más tarde,
ya entre 1600 y 1500 cal BC, se produciría la ocupación de la
cresta central de Polovar.
Así pues, sobre la base de los datos de que disponemos
en la actualidad, se pueden efectuar algunas consideraciones en torno al desarrollo del proceso histórico del espacio
social al que perteneció Terlinques entre aproximadamente
2150 y 1450 cal BC.
Los datos permiten sostener como hipótesis más viable
que los asentamientos que parecen ser de mayor tamaño en la
zona, es decir, superiores a 0,1 ha –aunque no tienen por qué
ser todos ellos– fueron los fundados en los primeros momentos
de lo que conocemos como Edad del Bronce. Éstos, además,
parecen ser los que probablemente fueron ocupados de forma
ininterrumpida hasta 1500 cal BC. La consolidación del modelo de reparto territorial, que antropológicamente podríamos
caracterizar como de tipo tribal (Vargas, 1988; Sarmiento,
1992), iría acompañada –y estimulada– por un crecimiento demográfico de los asentamientos que encontraría sus límites en
el punto en que se alcanzara un determinado valor en la tasa de
rendimiento del trabajo que impidiera disponer de un adecuado
nivel de plusproducto agropecuario. Ante la imposibilidad de
aumentar la productividad, la superación de las contradicciones
propias de este modo de producción se resolvería con la fisión
del grupo familiar inicial, fundando un nuevo núcleo en tierras
o espacios cercanos, no explotados hasta el momento (Jover y
López, 2004). El desarrollo ampliado de esta estrategia podría
explicar la fundación, más tarde, de nuevos asentamientos de
menor tamaño en el entorno de algunos de los asentamientos
primigenios, como sería el caso de Polovar, a apenas 1 km de
distancia de Terlinques.
Por otro lado, entre el 1900-1800 cal BC, se constata, además, la necesidad de controlar visualmente el conjunto del territorio de la comunidad, al crear asentamientos encumbrados
como Barranco Tuerto (Jover y López Padilla, 2005) destinados
a someter a control visual el territorio de la cuenca, u otros mucho más encumbrados todavía, como el Peñón de la Moneda,
cuyo control visual se extiende a más de una cuenca hidrográfica (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
445
[page-n-20]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Entre c. 1950 y c. 1850 cal BC es el territorio, por tanto, el
escenario en el que se advierten los cambios más esenciales en
el registro arqueológico, con la fundación de nuevos enclaves en
áreas no ocupadas previamente y en puntos de valor estratégico
para el control territorial. A partir de aproximadamente 1800 cal
BC, en cambio, pasarán a ser los propios asentamientos las unidades en las que se pueda observar las principales transformaciones. En un horizonte temporal que, grosso modo, podemos
fijar entre 1850-1750 cal BC, se produjo el desmantelamiento
del modelo de asentamientos con unidades habitacionales más o
menos amplias en las que se concentraban las principales áreas
de actividad –como el almacenaje, procesado y consumo de
bienes subsistenciales y la elaboración de una amplia variedad
de productos artesanales– y su sustitución por otro basado en
una distribución de los espacios que parece potenciar un mayor
grado de concentración y segregación de determinadas áreas de
actividad (Jover y López, 2009).
La aplicación de la estadística bayesiana al conjunto de
dataciones radiocarbónicas de la zona ha permitido inferir la
estrecha sincronía que muestra el inicio de este fenómeno en
asentamientos tan distantes como Cabezo Pardo y Terlinques
(Jover, López y García-Donato, 2014), lo que hace sospechar
la acción de un mismo motor de cambio en ambos casos cuya
naturaleza, sin embargo, no es fácil concretar. Un aspecto a valorar en este sentido es la replicación de determinadas prácticas
de clara raigambre argárica –enterramientos en el interior del
espacio habitado, inhumaciones infantiles en urnas de cerámica
(fig. 18), consumo de determinados productos de metal, de oro
o de marfil, e incluso la adopción de ciertas soluciones arquitectónicas en la planificación y construcción del asentamiento– en
Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013), ubicado
en plena cubeta de Villena, más allá del territorio nororiental
argárico (Jover y López, 1997) y cuya fundación podemos situar, cuando menos, en torno a 1700 cal BC (Hernández, 2012).
La contemporaneidad de Cabezo Redondo con la última
fase de ocupación de otros asentamientos cercanos como Terlinques –fase III, con unidades habitacionales pequeñas, con áreas
de actividad distribuidas y concentradas en determinadas zonas,
inexistencia de enterramientos en el interior del espacio habitado y un registro material en general menos variado y de menor
Fig. 18. Enterramiento infantil en urna localizado en el Departamento
XX de Cabezo Redondo. Fotografía: Mauro S. Hernández Pérez.
446
calidad– ha quedado sobradamente avalada por el radiocarbono
(Jover, López y García-Donato, 2014), al igual que la pervivencia de Cabezo Redondo más allá de la cronología estimada para
el abandono de Terlinques, en torno a 1500 cal BC.
Por tanto, la consolidación social y productiva del proyecto
social implantado en el corredor de Villena parece mantenerse hasta el 1500/1450 cal BC, como lo muestra el crecimiento
de Cabezo Redondo, la fundación de sitios menores como el
ubicado en el área central de Polovar y la estabilidad del hábitat en Terlinques durante 700 años. A partir de estas fechas de
mediados del II milenio cal BC, muchos asentamientos fueron
abandonados, constatándose un fenómeno similar al documentado en el área argárica (Lull et al., 2013), lo que viene a ser
una prueba más que de que el proceso histórico de las comunidades campesinas que ocuparon las tierras valencianas durante
la Edad del Bronce estuvo íntimamente ligado a las transformaciones sociales y políticas que se produjeron en todo el Sureste
y buena parte del mediodía peninsular.
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áreas culturales de la Península Ibérica en la Edad del Bronce”.
Homenaje al abate Henri Breuil, II, Barcelona, p. 423-430.
TARRADELL MATEU, M. (1970): “Dos nuevas fechas de
C-14 para Villena y Mallorca”. Papeles del Laboratorio de
Arqueología de Valencia, 10, p. 19-26.
VARGAS, I. (1988): “La formación económico-social tribal”.
Boletín de Antropología Americana, 15, p. 15-27.
449
[page-n-24]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
tv sIp 119, València, 2016, p. 427-449.
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas
de la Edad del Bronce en el Levante peninsular:
el asentamiento de Terlinques (Villena, Alicante)
Francisco Javier Jover Maestre y Juan antonio López padiLLa
resumen
Se presenta un avance de los resultados de quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011 en el yacimiento
de Terlinques (Villena, Alicante). Se trata de un asentamiento de la Edad del Bronce ubicado en la cubeta de Villena, en el
Alto Vinalopó, y del que se ha explorado aproximadamente una tercera parte. El yacimiento ofrece una dilatada secuencia de
ocupación que abarca desde finales del III milenio a mediados del II milenio cal BC. Los trabajos han permitido registrar tres
fases arqueológicas sucesivas, en las que se produjeron importantes cambios arquitectónicos y urbanísticos. El más relevante
se sitúa en torno a 1750 cal BC, cuando se advierte una transformación radical de la trama urbana del asentamiento y cambios
profundos en la distribución de las áreas de actividad. Por último, se propone una explicación del proceso histórico en el
que estuvo involucrado el asentamiento de Terlinques, en el marco de las relaciones intersociales mantenidas entre el Grupo
Argárico del Bajo Segura y Bajo Vinalopó y el Grupo del Prebético Meridional Valenciano, al que se adscribe el yacimiento.
palabras clave:
Edad del Bronce, Valle del Vinalopó, proceso histórico, asentamiento, áreas de actividad.
abstract
New archaeological evidence for the study of Bronze Age communities in the eastern Iberian Peninsula: the settlement of
Terlinques (Villena, Alicante). Presented here is a preview of the results of fifteen seasons of field work, undertaken between
1997 and 2011 at the site of Terlinques (Villena, Alicante). Terlinques is a Bronze Age settlement located in the Villena
Basin in the Alto Vinalopó Valley. Around a third of its total surface has been investigated, revealing the site’s long sequence
of occupation, from the late third millennium to the middle of the second millennium cal BC. The field work has provided
evidence of three successive phases, during which important architectural and urban changes occurred. The most significant
took place around 1750 cal BC, when a radical transformation of the urban plan and substantial changes in the distribution of
activity areas occurred. Finally, we put forward an explanation of the historical processes that were taking place at the time
of the settlement of Terlinques, describing the intersocietal relations between the Argaric Group, of the Bajo Segura y Bajo
Vinalopó valleys and the Southern Valencian Pre-Betic Group, which this site was part of.
keywords:
Bronze Age, Vinalopó Valley, historical process, settlement, activity areas.
1. INTRODUCCIÓN
Han transcurrido ya más de tres décadas desde que B. Martí
publicara un breve pero trascendental trabajo que con el título
El naixement de l’agricultura en el País Valencià. Del Neolític a l’Edat del Bronze, venía a sintetizar de forma magistral
el estado de la cuestión acerca de la Prehistoria reciente en el
área valenciana. En aquéllas páginas (Martí, 1983a: 85-120), el
Bronce Valenciano se presentaba como un área cultural con rasgos plenamente diferenciados de El Argar, aunque mostrando
claras influencias de éste último en las zonas más meridionales
de un extenso territorio cuya ocupación se caracterizaba por un
sinfín de pequeños asentamientos, ampliamente distribuidos
en cerros o estribaciones montañosas. Pese a que estos grupos
campesinos elaboraban y hacían uso habitualmente de un varia-
do conjunto de útiles –recipientes cerámicos, herramientas líticas, utensilios de hueso y asta, etc.– y eran capaces de producir
diversos objetos metálicos –hachas, cuchillos, punzones, etc.–
nada permitía, a su juicio, considerar la existencia de artesanos
especializados ni de división social del trabajo (Martí, 1983a:
95). Además, y a diferencia de lo que ocurría en otros ámbitos
del mediodía peninsular, donde la generalización de prácticas
de inhumación individual en el interior de los poblados parecía
reflejar el afianzamiento de la institución familiar, en el caso del
área valenciana las evidencias no se mostraban tan claramente
acordes con esa tendencia (Martí, 1983a: 92).
En esencia, estos rasgos continúan describiendo, apropiadamente, a las comunidades de la Edad del Bronce de las tierras
valencianas, si bien durante el tiempo transcurrido se han efectuado significativos avances que han posibilitado matizar y pre427
[page-n-2]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cisar algunas de estas observaciones y formular otras de orden
económico, cultural y, sobre todo, cronológico, sociológico y
político (Jover, 1999; De Pedro, 2004a; De Pedro y Martí, 2004;
Martí, 2004; Jover y López, 2004; 2009a; Hernández, Jover y
López, 2013; Jover, López y García-Donato, 2014). Ello ha sido
posible gracias a una mejora considerable de las bases arqueológicas disponibles que, es de esperar, contribuya a la creación
de firmes escaleras estratigráficas, desafortunadamente todavía
muy endebles (Jover y López, 2011).
Con el ánimo de contribuir a ese camino de progreso en
la investigación ofrecemos aquí, como resultado de las quince campañas de excavación realizadas entre 1997 y 2011, la
secuencia de ocupación del asentamiento de Terlinques1 y algunas consideraciones sobre las relaciones que sus habitantes
mantuvieron con su espacio social. No imaginamos un marco
más apropiado para ello que este volumen en homenaje a Bernat Martí Oliver, una de las personas que más han influido en
nuestra trayectoria investigadora y en quien siempre que lo
hemos requerido, hemos hallado la serena y sabia reflexión
propia de quien es profundo conocedor de la Prehistoria valenciana y de sus problemas.
2. SOBRE LA CARACTERIZACIÓN DE LA EDAD DEL
BRONCE EN LAS TIERRAS VALENCIANAS
El estudio de las comunidades campesinas de la Edad del
Bronce en las tierras valencianas ya ha cumplido más de un
siglo (Martí, 2001). Las excavaciones efectuadas en la década de 1920 en la Mola Alta de Serelles (Botella, 1926, 1928)
y Mas de Menente (Ponsell, 1926; Pericot y Ponsell, 1928)
fueron claves en el proceso inicial de caracterización material de la posteriormente denominada Cultura del Bronce
Valenciano. Desde finales de la década de 1940, M. Tarradell (1947, 1950) había comenzado a proponer unos límites
geográficos más restringidos para la Cultura de El Argar. En
torno a dichos límites se distribuían los territorios de otras
áreas culturales contemporáneas, entre las que se encontraba
el área valenciana y para la que otros investigadores apuntaban así mismo una personalidad propia (Fletcher, 1952; Pla
Ballester, 1958).
Como rasgos definitorios de esta nueva área cultural, M.
Tarradell destacaba la ausencia de enterramientos en el interior
de los poblados, un menor desarrollo de la metalurgia y de la
variedad tipológica de los instrumentos metálicos y una vajilla cerámica poco diversificada, de escasa calidad, y en la que
faltaban determinadas formas cerámicas típicamente argáricas,
como las copas. Con estas premisas, no resulta extraño que M.
Tarradell (1963: 180) insistiera en la necesidad de dirigir las
investigaciones sobre el Bronce Valenciano hacia el empleo del
1
El proyecto de actuación arqueológica en Terlinques (Villena, Alicante) ha sido autorizado anualmente entre 1997 y 2011 y financiado por la Conselleria de Cultura, Educación y Deportes de la
Generalitat Valenciana dentro de un convenio de colaboración con
la Universidad de Alicante. Dicho proyecto ha sido dirigido por
los autores del presente texto, contando con la colaboración de un
amplio equipo de investigadores y la participación de más de 50
licenciados y estudiantes de diversas universidades españolas, especialmente de la Universidad de Alicante.
428
radiocarbono en la datación de contextos arqueológicos y la obtención de series estratigráficas fiables, con el fin de mejorar sus
bases cronológicas y secuenciales.
Las décadas siguientes posibilitaron el inicio de excavaciones
arqueológicas en un buen número de asentamientos (Jover
y López, 2011), cuyos resultados comenzaron a mostrar la
complejidad y la heterogeneidad de lo que, hasta ese momento,
resultaba ser un área cultural caracterizada más por carecer de
algunos de los rasgos más típicamente argáricos, que por poseer
unos rasgos singulares propios (Hernández, 1986). En diversos
yacimientos como Torrelló d’Onda (Gusi, 1974), Mola d’Agres
(Gil-Mascarell, 1980, 1982) o Muntanya Assolada (Martí,
1982, 1983b; Enguix y Martí, 1988; Martí, De Pedro y Enguix,
1995) se advertía una considerable complejidad arquitectónica
y una dilatada historia deposicional y ocupacional que, junto
al incremento del número de dataciones absolutas, permitía
efectuar las primeras propuestas de periodización interna (Gusi,
1975; Enguix, 1980; Gil-Mascarell, 1982).
Sin embargo, ha sido a partir de las tres últimas décadas
cuando se ha asistido a la difusión de una ingente producción
científica, que ha mejorado sustancialmente las bases materiales
en muy variados aspectos del registro. A partir de algunos trabajos publicados (De Pedro, 2004a, 2004b, 2010; De Pedro y
Martí, 2004; Jover y López, 2009a; Hernández, Jover y López,
2013), se pueden indicar una serie de rasgos principales:
a) En la mayoría de las cuencas fluviales que han sido
estudiadas en profundidad –caso del Vinalopó, Albaida,
Cànyoles, Gorgos o Palància– se ha documentado una alta
densidad de yacimientos, ampliamente distribuidos desde las
cabeceras hasta la desembocadura (Pascual, 1990; Moraño
y García, 1991; Palomar, 1995; Jover, López Mira y López
Padilla, 1995; Jover y López, 1999; Pascual Beneyto, 1993;
Ribera y Pascual 1994, 1997; Esquembre, 1997; Segura y Jover, 1997; Simón, 1999; Pérez Botí, 2001; De Pedro y Martí,
2001; Gusi, 2001; Esquembre y Simón, 2001). Los asentamientos ocupan mayoritariamente cerros aislados, sobre terrazas fluviales y fondos de valle o sobre crestas montañosas,
contando casi invariablemente con una amplia cuenca visual.
Su tamaño suele ser muy reducido –más del 60 % tienen menos de 400 m²– mientras que los de mayor tamaño –menos
del 15 % entre más de un millar de yacimientos– presentan una extensión superficial entre 0,1 y 0,4 ha. Estos datos
contrastan notoriamente con el tamaño de los asentamientos
constatado en el territorio argárico, donde núcleos como La
Bastida, en Totana (Murcia) superan ampliamente las 4 ha
(Lull et al., 2014) y un número considerable de otras sobrepasa las 1,5 ha de extensión (Legarra, 2013; López Padilla,
2009; Martínez Monleón, 2014).
b) La distribución de los asentamientos en el espacio geográfico no parece ser aleatoria. Los asentamientos de mayor
tamaño –entre 0,1 y 0,4 ha– suelen repartirse de forma uniforme sobre el territorio, manteniendo una distancia media
entre sí de aproximadamente 6 km (Jover y López, 1999). En
torno a ellos se distribuyen, de forma agrupada, los asentamientos de menor tamaño (fig. 1). Sin embargo, este patrón
no parece darse en zonas agrestes o montañosas, alejadas de
los fondos de valle, donde la ubicación de los yacimientos
no parece ajustarse estrictamente a ese modelo. Se trata en
este caso de asentamientos siempre de muy reducido tamaño,
[page-n-3]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
edificar espacios habitables que, como en el caso de Muntanya
Assolada (De Pedro, 2004b: 106), se ampliaron en función de
las necesidades del grupo. El notable esfuerzo invertido en la
construcción de estos asentamientos y sus largas secuencias
de ocupación, permiten inferir un proyecto social ligado a
una prolongada fijación no sólo al espacio de residencia,
sino también al territorio (Jover, 1999). En contraste, otros
asentamientos de muy reducidas dimensiones, como la Foia
de la Perera (Cerdà, 1994) o Polovar,2 presentan un único
momento de ocupación. Los edificios, por otro lado, constituyen
inicialmente departamentos o habitaciones de planta rectangular
amplias, con muros de gran porte y alzado –como se constata en
Lloma de Betxí (De Pedro, 1998) o Terlinques (Jover y López,
2004; 2009a)– mientras que, por el contrario, en momentos
más avanzados parecen reducir su tamaño considerablemente,
con plantas rectangulares o cuadrangulares de no más de 35 m²
y muros de escasa entidad, que habitualmente se encuentran
adosados unos a otros siguiendo perpendicularmente el trazado
de estrechos callejones.
Fig. 1. Mapa de la Cubeta de Villena con la distribución de
yacimientos de la Edad del Bronce registrados, con indicación de
los polígonos de Thyessen calculados para los asentamientos de
mayor tamaño (círculos grandes) y localización de los yacimientos
de Terlinques, Polovar y Barranco Tuerto (señalados en negro).
de menos de 500 m² –incluso en la mayoría de las ocasiones inferiores a 200 m²– repartidos de manera aparentemente
aleatoria en el espacio geográfico, junto a los que habría que
considerar el uso de cuevas, utilizadas para diversos menesteres (Fairén, 2001; García Borja et al., 2012). Además, en
el caso del valle del Vinalopó se ha señalado la presencia de
asentamientos de muy pequeño tamaño –normalmente menos
de 200 m²– ubicados en crestas montañosas y muy alejados
de las tierras con potencial agrícola, cuya principal característica en común es la de disponer de una muy amplia cuenca
visual, que generalmente alcanza a los valles vecinos. Es por
esta circunstancia que se ha propuesto un carácter logístico
para estos emplazamientos en relación con el control visual
del territorio, de los que el mejor conocido es, probablemente, Barranco Tuerto (Jover y López, 2005).
c) Este reparto más o menos ordenado de los yacimientos
en el territorio en función de unos determinados patrones solo
refleja, no obstante, una imagen estática en lo temporal: una
foto fija de un espacio ocupado por un conjunto de enclaves
que pudieron ser fundados en cualquier momento entre
2150 y 1500 cal BC, y de los que en su inmensa mayoría
se desconoce si tuvieron una larga o corta duración. En este
sentido, algunos de los asentamientos mayores, como Lloma de
Betxí, Muntanya Assolada o Terlinques, muestran una enorme
inversión de trabajo en la construcción de recintos murarios y
de grandes plataformas de aterrazamiento, imprescindibles para
d) A diferencia del ámbito argárico, donde se ha considerado la existencia de poblados especializados dedicados a labores metalúrgicas –como Peñalosa (Contreras, 2000; Moreno,
2000)–, en las tierras valencianas todos los poblados excavados
hasta el momento se caracterizan por una orientación económica predominantemente agropecuaria, aunque en algunos de
ellos se constatan instrumentos y restos relacionados con la fundición y trabajo del cobre (Simón, 1998).
f) En lo que se refiere a las prácticas funerarias, las dataciones radiocarbónicas obtenidas recientemente en cuevas de enterramiento como la Cova de la Pastora (McClure et al., 2010)
vienen a reafirmar la continuidad del uso de cuevas como lugares de inhumación múltiple durante el II milenio cal BC (Jover
y López, 1997). Junto a éstas, no obstante, se constatan algunas
inhumaciones individuales en fosas o grietas, en su gran mayoría carentes de ajuar, ubicadas esporádicamente en las plataformas, terrazas o espacios exteriores no habitados de los poblados
(De Pedro, 2010).
g) Por último, si bien una parte de las hipótesis interpretativas en relación con el tipo de organización social de estos
grupos apuntan a su consideración como sociedades segmentarias (De Pedro y Martí, 2004), hace tiempo que venimos defendiendo la hipótesis de que se trataría de una sociedad de tipo
tribal en apariencia que, no obstante, en esencia, soportaría unas
relaciones de explotación con los grupos dominantes argáricos
que la conducirían, finalmente, al desarrollo de una sociedad de
clases, definitivamente constituida hacia mediados del II milenio cal BC (Jover y López, 2004, 2009a) y cuya expresión más
ostensible sería la estructura política organizada en torno al núcleo de Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013). El
asentamiento de Terlinques, a apenas 5 km de distancia de éste,
nos ha permitido seguir, a través de su secuencia ocupacional y
su registro material, el desarrollo y culminación de este proceso.
2
Las excavaciones efectuadas entre 2012 y 2015 en Polovar han
sido dirigidas por Fco. Javier Jover Maestre y Sergio Martínez
Monleón, y autorizadas por la Consellería de Cultura, Educación y
Deportes de la Generalitat Valenciana. Agradecemos a Sergio Martínez Monleón las facilidades prestadas y sus aportaciones.
429
[page-n-4]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
3. TERLINQUES: LA HISTORIA DE UN
ASENTAMIENTO COMO UNIDAD DE ANÁLISIS
3.1. ubIcacIón y característIcas
El yacimiento de Terlinques se ubica a unos 5 km al SO del casco urbano de Villena, en la Boquera del Puerto, sobre la cima y
laderas de un cerro aislado, a escasamente 300 m al norte de la
carretera comarcal que une esta localidad con Pinoso (fig. 2). A
su pie se accede a través de un camino sin asfaltar que se dirige
a la casa Canales. Sus coordenadas centrales son E: 682721m;
N: 4274911m del huso 30SXH. Su altitud máxima sobre el nivel
del mar es de 580 m, y de unos 70 m sobre el llano circundante.
Desde la cima se cuenta con una amplia visibilidad sobre la
cubeta de Villena gracias a su posición, al sur de la Laguna del
Rey o de Villena y en la zona central del corredor. Desde allí
se observan perfectamente todos los yacimientos ubicados a su
alrededor en un radio de 5-7 km de distancia: Polovar, Peñón
de los Mosquitos, Cabezos de Valera 1 y 2, Cabezos de Penalva
1 y 2, Cerro de la Virgen Peñicas, Peñón del Rey, Peñón de la
Moneda y Cabezo Redondo.
En cuanto a sus características físicas, se trata de un cabezo
o cerro de origen triásico con una cresta caliza que lo corona
longitudinalmente. Presenta una cima aplanada de unos 20 m de
anchura en su eje N-S por unos 50 m de longitud en el E-O, y
una ladera meridional y occidental con algo menos de pendiente, lo que facilitó que la ocupación se expandiera también por
ellas. En total, el yacimiento podría haber alcanzado los 1.600
m², ya que la superficie con relleno arqueológico en la ladera
meridional ha resultado algo mayor que la considerada inicialmente –1.200 m²– en las prospecciones efectuadas (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
algunos años más tarde, en una publicación dedicada al descubrimiento y estudio del Tesoro de Villena (Soler, 1965). Hasta
la fecha se han llevado a cabo tres actuaciones arqueológicas de
diversa magnitud e importancia. La primera se realizó en 1969, la
segunda en 1970 y la tercera, entre los años 1997 y 2011.
3.2.1. La primera excavación de 1969
Después de la difusión de los trabajos efectuados en Cabezo
Redondo y de los descubrimientos en 1963 del Tesorillo de
Cabezo Redondo y del Tesoro de Villena, con los que esta localidad pasó a ser reconocida internacionalmente en el ámbito
de la arqueología, el interés por seguir investigando en otros
yacimientos de la comarca se incrementó considerablemente.
La posibilidad de llevar a cabo nuevas intervenciones en otros
yacimientos de la zona, como Terlinques, acabó concretándose a instancias del profesor de la Universidad de Valencia,
Miguel Tarradell Mateu y de Eduardo Fernández Moscoso,
alumno de éste en la Facultad de Historia de esta misma universidad. Como Delegado de Zona de Valencia del Servicio
Nacional de Excavaciones, Tarradell autorizó su realización
en la primavera de 1969, consistiendo en un pequeño sondeo
de pocos días de duración, orientado sobre todo a comprobar
la potencia estratigráfica y a conocer las características del yacimiento, pero también, como más tarde reconocería abiertamente el propio Tarradell (1970), con la intención de obtener
algunas muestras para su datación absoluta. En la campaña
de excavaciones, efectuada en la Semana Santa de 1969, se
decidió realizar una cata de aproximadamente 5 m de lado al
NO del cabezo, justo en uno de los escalones inferiores a la
cima. Los resultados depararon el hallazgo de, al menos, dos
tramos de muros pertenecientes a dos departamentos, el nº I y
II, y un buen conjunto de materiales arqueológicos asociados
a un nivel de incendio del primero (Soler y Fernández, 1970).
3.2.2. La actuación del “Grupo de Madrid” en 1970:
la ampliación de la excavación de 1969
Fig. 2. Vista general del cerro de Terlinques desde el Sur.
3.2. las excavacIones arqueológIcas
El yacimiento fue descubierto en 1952, como resultado de unas
prospecciones realizadas por J. M. Soler García y sus colaboradores habituales. Aunque inicialmente fue publicado en la revista
Noticiario Arqueológico Hispánico con el nombre de Cabezo de
las Alforjas (Soler, 1955a), el cambio de denominación se realizó
430
Las expectativas que se abrieron con la primera campaña de
excavaciones mantuvieron viva en J. M. Soler, a buen seguro, la
idea de continuar y ampliar el reducido sondeo practicado cuya
excavación quedó, además, inconclusa.
No tuvo que aguardar mucho tiempo para ver cumplidos
esos deseos, pues en este punto Ismael Olivares, otro estudiante natural de Villena, y cuya familia mantenía una buena relación con J. M. Soler, le propuso participar en alguna actividad arqueológica en la zona de Villena, a lo que éste se mostró
inmediatamente dispuesto. I. Olivares se encargó de captar la
curiosidad de un grupo de estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid que habían participado ya en unas excavaciones realizadas en Almería, y a través de M.ª Ángeles Guzmán
consiguieron el apoyo de M. Almagro Basch para sufragar los
gastos de la actuación.
Después de visitar y reconocer el yacimiento, el 22 de marzo
de 1970 se decidió abrir una cata de escasas dimensiones adyacente a la realizada el año anterior por J. M. Soler y E. Fernández, situada en el extremo occidental del cerro, en dirección a la
cima (fig. 3). Los trabajos se iniciaron con la cuadriculación de
un área de 4 m² (Jover y López, 2009b). Al mismo tiempo, los
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 3. Excavaciones en el yacimiento de Terlinques llevadas a
cabo por el Grupo de Madrid en el año 1970. A la derecha, José
María Soler García observando los trabajos. Fotografía del Grupo
de Madrid depositada en la Fundación José María Soler García
de Villena.
miembros del “Grupo Madrid”, llevaron a cabo una prospección
superficial de todo el cerro que, entre otros, deparó el hallazgo
de un arete de oro recogido en la ladera oeste.
Los hallazgos materiales y la fecha obtenida, publicada por
M. Tarradell (1970) en el mismo volumen en el que se daba
cuenta de la memoria de los trabajos, permitieron a J. M. Soler y E. Fernández (1970) realizar diversas consideraciones, la
primera de las cuales tenía que ver con la adscripción cultural
del poblado. A pesar de lo reducido de la superficie excavada, la
comparación del registro obtenido con el documentado por Soler en Cabezo Redondo les llevó a proponer que Terlinques era
un poblado argárico. La relativa abundancia de objetos de metal, la planta rectangular de las viviendas, el sistema de calzos de
poste o la presencia de brazales de arquero, entre otros, fueron
los argumentos esgrimidos para justificar tal consideración. El
hecho de no haber hallado enterramientos en el interior del área
excavada no se consideró relevante en ese sentido.
Por otra parte, las puntas de flecha de sílex localizadas indicaban, a su juicio, una relación directa con el mundo eneolítico
previo, idea que se vería reforzada por la fecha radiocarbónica
obtenida, la cual era 200 años anterior a la más antigua de las
obtenidas para Cabezo Redondo.
A partir de la publicación de estos trabajos (Soler y Fernández, 1970; Tarradell, 1970), el yacimiento pasó a convertirse en
referencia obligada en el estudio y valoración del “Bronce Valenciano” y del Argar en las tierras valencianas (Aparicio, 1976;
Martí, 1983a; Hernández, 1986). No en vano, la antigüedad de
la fecha obtenida obligó a replantear el inicio de la Edad del
Bronce y la relación entre ambos grupos culturales (Bernabeu,
1984; Hernández, 1985; 1986; Jover y López, 2009b).
3.2.3. Las actuaciones entre 1997 y 2011
Casi tres décadas más tarde, en los primeros años de 1990 y
bajo la supervisión de M. S. Hernández Pérez, comenzamos un
proyecto de prospecciones arqueológicas en la comarca de Vi-
llena que permitió caracterizar el conjunto de los asentamientos
de la zona, clasificándolos en tres grupos a partir de su tamaño
y de las características de su emplazamiento (Jover, López Mira
y López Padilla, 1995) (ver fig. 1). De acuerdo con los objetivos marcados en nuestra estrategia de investigación, el siguiente
paso debía consistir en la excavación y documentación exhaustiva de al menos un asentamiento de cada uno de los tres grupos
identificados.
En 1995 se pudo excavar en Barranco Tuerto, un yacimiento
en el que ya había intervenido J. M. Soler (1955b), deparando
unos resultados más relevantes de lo esperado (Jover y López,
2005). Poco más tarde, en 1997, se iniciaba la excavación en
Terlinques. Los argumentos que justificaban la elección de este
yacimiento eran, en primer lugar, la necesidad de corroborar la
existencia de niveles de ocupación de la antigüedad apuntada
por la datación obtenida en los años setenta por J. M. Soler; y en
segundo lugar, la de determinar la relación de Terlinques con el
ámbito argárico y documentar su secuencia de ocupación, que
no parecía ser monofásica a tenor del conjunto de materiales
documentados en superficie.
La selección del área de actuación en el yacimiento durante
la primera campaña de 1997 perseguía comprobar si efectivamente éste se extendía hasta el extremo oriental de la cima, en
la zona opuesta a aquélla donde previamente se había actuado en 1969 y 1970. Pronto pudo comprobarse que así era. En
esa primera campaña se documentó la unidad habitacional I –a
partir de ahora UH–, en cuyo pavimento, cubierto por un nivel de incendio, se localizó un conjunto de husos o bobinas de
hilo carbonizados ubicados en el interior de un saco de esparto
(Jover et al., 2001), cuyo hallazgo posibilitó la continuidad del
proyecto dentro de un convenio de excavaciones arqueológicas
establecido entre la Generalitat Valenciana y la Universidad de
Alicante. Esta tercera y última –por el momento– intervención
arqueológica en Terlinques se prolongó durante quince campañas, con carácter anual, entre 1997 y 2011. En total se han podido excavar algo más de 700 m² de la cima en su extremo oriental
y ladera meridional, documentándose una amplia secuencia de
ocupación que pasamos a exponer.
4. HISTORIA OCUPACIONAL DEL ASENTAMIENTO
En el momento de iniciar los trabajos de campo, el yacimiento
de Terlinques se encontraba afectado básicamente por procesos
erosivos de ladera y, ante todo, por las remociones de terreno
realizadas durante la repoblación forestal que, tanto en Villena
como en otras muchas regiones del estado español, llevó a cabo
el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) en
cientos de miles de hectáreas de monte público. Desconocemos
a ciencia cierta en qué momento estas actuaciones afectaron
al yacimiento, aunque debieron producirse entre 1971 y 1972.
Debido a la composición esencialmente yesosa de los estratos
superiores, la replantación de pinos proyectada nunca llegó a
dar resultados positivos, pero las huellas del surco de los arados
mecánicos y de las fosas para la colocación de los plantones son
perfectamente reconocibles bajo la capa de sedimentos superficial. Mientras que las fosas de plantación –a pesar de su elevado
número– apenas han alterado la estratigrafía, los surcos de arado
penetran considerablemente en el terreno, seccionando muros y
diversas estructuras por todo el yacimiento. A pesar de ello, el
431
[page-n-6]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 4. Planta general del área excavada entre los años 1997 y 2011, con indicación de las unidades habitacionales (UH) identificadas.
registro obtenido durante nuestros trabajos permite realizar una
representación bastante fiel de la secuencia de ocupación del
yacimiento desde su fundación hasta su definitivo abandono.
Durante sus aproximadamente 700 años de existencia, el
asentamiento de Terlinques sufrió diversas transformaciones
en su organización espacial y estructural. Estos cambios han
permitido reconocer tres grandes fases constructivas, sucesivas en el tiempo, aunque conservadas y documentadas en distinto grado (fig. 4).
4.1. Fase I
Durante la primera fase de ocupación el asentamiento se emplazaba en la cima del cerro, y de acuerdo con los diferentes
puntos en los que se han documentado evidencias estratificadas,
432
podemos inferir que al menos desde los momentos iniciales toda
ella pudo estar ocupada. El elemento arquitectónico que organizaba el asentamiento en esta fase fundacional parece ser un
largo muro de mampostería trabada con arcillas de color rojizo
y amarillento, que posiblemente recorría y delimitaba el perímetro del asentamiento. Este muro, de un espesor variable –entre
0,70 y 0,90 m–, estaba calzado sobre una serie de estructuras de
mampostería que, a modo de zapatas alargadas y escalonadas
en paralelo a éste, tenían la misión de aliviar la descarga de esta
pared a favor de la pendiente. El tramo mejor documentado es el
que se encontraba situado en la vertiente meridional del cabezo
–UE 2006– del que al finalizar los trabajos de campo se habían
descubierto casi 40 m de longitud. En la ladera opuesta, el muro
UE 2268 debe constituir posiblemente su prolongación o, en
todo caso, desempeñar las mismas funciones.
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 5. Planta parcial de la UH 1 (área oriental) con la situación de los restos arqueológicos registrados sobre el pavimento –UE 1009–
en el momento de su destrucción a causa de un incendio. En ella se puede apreciar la localización de las distintas áreas de actividad
documentadas. El área principal de almacenamiento se encontraba al este, en relación con el tabique de postes revestido de barros: aquí se
encontraron los sacos de esparto repletos de cereal carbonizado, uno de los cuales contenía varias bobinas de hilo de junco en su interior;
así mismo, diversos recipientes de cerámica llenos de grano se encontraban junto a dos calzos de poste apoyados contra la cara interna
de la pared meridional de la estancia; un pequeño cuchillo (nº 4) y un lingote de metal (nº 3) se encontrarían posiblemente colgados o
dispuestos sobre algún tipo de repisa en la que igualmente debía haber, al menos, una hoz de la que se encontraron varias piezas de sílex
(nº 10, 30 y 31). Hacia el oeste se delimita un área de actividad entre un banco de barro y mampuesto, muy destruido, adosado a la cara
interna de la pared meridional, y una pequeña bancada de barro con un calzo de poste en el medio. Sobre el primero se halló un punzón de
metal (nº 5) y entre ambos, sobre el pavimento, una placa de madera trabajada (nº 80); junto al segundo, además de restos de un capazo
de esparto con cereal carbonizado, se localizó un asta de ciervo de gran tamaño y un conjunto de palos de madera aguzados con una
hoja de metal (nº 81). En el extremo occidental del banco adosado a la pared se ubicaba un área de molturación consistente en un poyete
de mampuesto trabado con barro amasado, sobre el que se había dispuesto un molino con su correspondiente moledera y, junto a él, un
conjunto de recipientes de cerámica conteniendo cereales carbonizados. A su alrededor se documentó un amplio conjunto de molinos y
molederas. Entre el poyete y el banco de barro, por último, se disponía un hogar delimitado por un anillo de barro con algunas piedras de
mediano tamaño.
Al interior del recinto se localizaban los espacios de habitación, correspondientes a las unidades habitacionales UH 1 y
UH 16. Del pavimento y mobiliario de la primera sólo se ha
conservado una franja de aproximadamente 1,5-3 m de anchura
máxima que discurre en paralelo al muro UE 2006, en contacto
con su cara interna. Se desconocen las características y ubicación de la pared septentrional de esta unidad habitacional, ya
que las diferentes remodelaciones del asentamiento efectuadas
en las fases posteriores la hicieron desaparecer completamente.
Algo similar ocurrió con la parte meridional de la UH 16, en la
vertiente septentrional del yacimiento.
La unidad habitacional mejor registrada es la UH 1 (fig. 5).
Se trata de un espacio amplio, en el que se distribuían ordenadamente diversas áreas de actividad. La parte más oriental
ya ha sido descrita pormenorizadamente (Jover y López, 2004:
291-292) así como algunos de los hallazgos más relevantes, entre los que sin lugar a dudas destacan las bobinas de hilo de
junco encontradas en el interior de una de las sacas de cereal
carbonizado (Jover et al., 2001). Con toda probabilidad, el hilo
de estas bobinas estaba destinado al cosido y reparación de los
sacos de cereal almacenados en la estancia. En el mismo contexto, y depositados sobre un banco de mampostería adosado a la
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
cara interna del muro UE 2006, se localizaron una fusayola de
cerámica y un punzón de metal, elementos que nos hablan así
mismo de la realización de actividades de hilado y posiblemente
también de cosido de paños de tela (Jover y López, 2013: 156).
A pesar de encontrarse muy destruido, en el extremo occidental de este banco se pudo reconocer la existencia de un
poyete sobre el que se encontraba dispuesta, aún en su posición
original, una muela y una moledera de piedra. Los bordes de
dicho poyete estaban delimitados por un pequeño filete de barro
endurecido, de unos 10-15 cm de espesor, que debía estar destinado a impedir que la harina se derramara mientras se realizaba
la molturación del cereal. Junto a esta estructura se hallaron varios recipientes de cerámica, de entre 2 y 15 litros de capacidad
y restos de sacas de esparto conteniendo cereales. También resulta interesante destacar la notable concentración de molinos
que se encontraban, al parecer, apilados al oeste de esta área de
molturación. No menos reseñable es la conservación de un hogar delimitado por una serie de mampuestos y lajas trabados con
barros, localizado en la misma zona (fig. 6). En el momento de
la destrucción de la vivienda, en su interior se había depositado
un capazo de esparto trenzado que contenía una gran cantidad
de excrementos de ovicaprino, que con toda seguridad debieron
emplearse como combustible. Por último, entre los objetos loca-
lizados también destaca lo que denominamos como un pequeño
lingote conformado por una agregación de pequeñas bolas provenientes de una primera reducción del mineral de cobre.
Hacia el oeste se documentaba un nuevo tabique de mampostería de poco espesor, con gran cantidad de barro, que debió
formar la parte inferior de una estructura básicamente de madera, de la que colgaban espuertas o sacos de esparto conteniendo
cereales y en la que debían hallarse también almacenados diversos utensilios de trabajo –entre ellos, un conjunto de dientes de
hoz correspondientes a una hoz–. Por su morfología y por los
elementos documentados asociados, inferimos que se trataría de
una estructura semejante a la registrada en 1997 en el extremo
oriental de la UH 1: una especie de alacena o entramado de baldas de madera fijadas en el suelo –o, como en este caso, sobre
una base de mampostería– en donde almacenar producto agropecuario y también útiles de trabajo y materias primas diversas.
Al lado de esta estructura, sobre el suelo, aparecieron diversos
recipientes de cerámica, en su mayoría fragmentados, y más travesaños de madera correspondientes a la techumbre. Algunos
metros más allá, cerca del límite de la superficie documentada
de esta UH, unas estructuras de barro de forma pseudo-cilíndrica, firmemente asentadas sobre el piso, contenían en su interior
una delgada capa de cenizas entre las que se llegó a localizar un
pequeño fragmento de escoria de metal, y en su entorno, semillas de cereal y algunos coprolitos carbonizados (fig. 7). Resulta
difícil atribuir una finalidad concreta a estas estructuras, para las
que no hemos hallado un referente claro en el registro arqueológico consultado. Sin embargo, la presencia de una pequeña escoria en el interior de una de ellas podría apuntar quizá a algún
tipo de operación relacionada con la producción metalúrgica.
No obstante, en sus alrededores no aparecieron moldes, crisoles
ni ningún otro elemento vinculado expresamente con este tipo
de actividad.
En la vertiente septentrional del cerro hemos documentado otra unidad habitacional perteneciente a la fase I, la UH 16,
aunque su grado de conservación no es comparable al de las unidades habitacionales de la vertiente meridional. Ello se debe no
sólo a la erosión, sino también a la presencia de un buen número
Fig. 6. Detalle del hogar registrado en la UH 1, en el que se aprecian
los restos del capazo repleto de coprolitos de ovicaprino que se
hallaba en su interior.
Fig. 7. Estructura de combustión de forma cilíndrica localizada en
la UH 1. Estaba hecha de barro sin cocer y su interior se encontraba
relleno de cenizas.
434
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
de calzos de poste relacionados con las edificaciones de la fase
III, que perforan el paquete estratigráfico hasta alcanzar la roca.
A pesar de ello, se pudo registrar un pavimento sobre el que se
documentaron restos de vasijas de cerámica y otros objetos bajo
un nivel de derrumbe con carbones relacionado con la destrucción de la vivienda (Jover et al., 2014: 205).
La imagen, por tanto, que proyectan los datos registrados en
relación con esta primera fase de ocupación, es la de unas unidades habitacionales muy amplias, alargadas, que no cuentan
con tabiques ni separaciones netas de tipo arquitectónico que
dividan ambientes, y que posiblemente estaban dispuestas sobre
la cima, asentando sus muros perimetrales sobre una serie de
anillos de mampostería que, a manera de plataformas de aterrazamiento y zapatas de refuerzo, se distribuían escalonadamente
en paralelo a aquéllos. Aunque carentes de divisorias internas,
las distintas áreas de actividad –almacenamiento, molienda, trabajo de la madera, hilado, cocina, etc.– estaban separadas por
bancos, resaltes en el suelo o estructuras de madera reforzadas
con barro o con mampuestos cogidos con arcillas en la base.
4.2. Fase II
La destrucción de las unidades habitacionales de la fase I se
produjo hacia 1950 cal BC, de acuerdo con las fechas calibradas. Sobre los derrumbes de éstas aparecen nuevos pavimentos
y estructuras que hasta donde ha podido documentarse, en la
práctica son una réplica, tanto en morfología como en disposición, de las registradas en la fase anterior.
Significativamente, el zócalo del muro UE 2006, que delimitaba la UH 1 por su lado sur, permaneció en pie. Sin embargo, para esta segunda fase sí se registra una divisoria en el
extremo occidental del área excavada, en forma de un muro que
contactaba claramente con la cara interior de la pared UE 2006,
pero que cabalgaba no menos claramente sobre los derrumbes
de la UH 1. Este muro dividiría el ambiente de la ladera sur en
al menos dos unidades habitacionales. Sin embargo, al término
de los trabajos arqueológicos en el yacimiento no fue posible
explorar esta segunda habitación, quedando este tabique o muro
separador en el perfil del corte abierto en esta zona.
Debido a la posición que ocupa en la estratigrafía del yacimiento, la fase II es la que peor se ha conservado y de la
que menor información se ha podido obtener. La extensión
superficial registrada es apenas una franja de terreno similar
a la conservada para la fase I, con la diferencia de que ésta se
encuentra a su vez mucho más afectada por las remodelaciones
y refacciones llevadas a cabo en el yacimiento durante la fase
III, que supuso una auténtica transformación del aspecto urbanístico del asentamiento.
El pavimento de la vivienda mejor documentada –UE 1050–
se dispone directamente sobre los escombros de la UH 1. Sobre
una explanación bastante irregular de éstos el pavimento buza
de forma acusada a favor de la pendiente hasta contactar en
algún punto con la cara interna del muro UE 2006. Sobre él,
encontramos un hogar –UE 2090– muy similar en factura y dimensiones al registrado sobre el pavimento de la fase anterior.
Lo más destacable de los elementos documentados en esta
fase en la vertiente septentrional son dos silos –cuya construcción no es posible asegurar que no fuera anterior– excavados en
la roca y alineados N-S, aunque distanciados unos 8 m. Uno de
ellos fue reutilizado durante la siguiente fase como fosa para un
Fig. 8. Detalle del silo localizado en la UH 16, con los recipientes
hallados en su interior.
calzo de poste. Por el contrario, el otro silo se hallaba colmatado
por un sedimento de limos y arenas finas seguido de un paquete
de derrubios procedente de la destrucción de la vivienda. Dentro del silo se localizaron hasta ocho recipientes de cerámica,
alguno de los cuales conservaba aún semillas carbonizadas en
su interior (Jover et al., 2014: 204) (fig. 8).
4.3. Fase III
Con gran diferencia, la tercera y última fase arqueológica documentada es la que permite una visión más completa de la organización del asentamiento. Sin embargo, tampoco se ha visto
libre de los efectos de la erosión de ladera, que ha cercenado al
menos un tercio de las unidades habitacionales de la vertiente
meridional y septentrional, aunque ha respetado el paquete sedimentario emplazado en la cima. En este punto, precisamente,
es donde se ubica el elemento en torno al cual se articula el
entramado urbanístico del poblado en esta fase: una calle que
cruza en sentido E-O la pequeña planicie superior del cerro, y a
la que parecen abrirse los diversos edificios construidos a uno y
otro lado de la misma.
Se trata de un conjunto de 14 unidades habitacionales, todas con una planta rectangular con el eje longitudinal orientado más o menos en sentido N-S, con paredes de mampostería
y, en algún caso, muros con un gran contenido de barro amasado y enlucidos. A pesar de que mantienen un diseño básico
similar, difieren en cuanto a su arquitectura interior, anchura
y, sobre todo, en cuanto al registro arqueológico conservado
dentro de ellas.
La anchura de la calle –UH 3– difiere entre sus extremos
oriental y occidental. Si en el primero ésta es de apenas 1,5 m,
hacia el extremo occidental se ensancha hasta alcanzar y superar
los 3 m. Sin embargo, en su tramo oriental su trazado se varió
de forma notable en un determinado momento de esta tercera
fase, remodelación que implicó una sustancial modificación de
las fachadas septentrionales y de la orientación de los vanos de
acceso de las UH 4, 5 y 6, que se desplazaron más o menos ostensiblemente hacia la esquina nororiental.
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 9. Vista de la UH 7 desde el norte, desde la calle central (UH3). En ella puede apreciarse cómo el vano de acceso a su interior se
localizaba en una de las esquinas de la pared norte del edificio. A la derecha, detalle de los restos de vajilla y otros utensilios líticos y óseos
registrados sobre el pavimento de la UH 7.
A nuestro juicio, este cambio en la planta de estas edificaciones tenía por objetivo estrechar el paso en un punto concreto
de la calle, justo en donde un grueso paño se adosa a la fachada
meridional de la UH 14. De este modo se lograba reducir la
anchura del callejón a apenas 0,80 m. La presencia de cuatro
calzos de poste emplazados justamente en este punto hace pensar en la construcción de una puerta o de algún tipo de estructura
de madera que permitía cerrar el ingreso al tramo de la calle
situado al oeste de este punto. Es posible que este particular
trazado respondiera a la necesidad de utilizar la calle central del
poblado como aprisco para el ganado, a la vez que posibilitaba
un cierto control restrictivo del acceso al asentamiento por la
ladera oriental del cerro. Después de zigzaguear a lo largo de un
tramo de unos 10 m, la calle alcanzaba una anchura de más de
3 m que se mantiene ya invariable a lo largo del resto del tramo
documentado en las excavaciones.
La pared septentrional de la UH 7 (fig. 9) presenta también
un desplazamiento hacia el norte que configura un vano de
acceso en su esquina nororiental, como en el caso de la UH
6. Mucho menos exagerado, puede adivinarse una tendencia
similar en la pared norte de la UH 5. El resultado es una planta
bastante inusual, que no encuentra paralelos en los yacimientos de la Edad del Bronce excavados en las áreas aledañas del
Prebético valenciano o de La Mancha Oriental. No obstante,
no resulta completamente excepcional, ya que este diseño resulta sorprendentemente similar al documentado por los Siret en el yacimiento de El Argar, en unos edificios también
adosados, localizados durante sus excavaciones (Siret y Siret,
1890: Lám. XV). Hasta un total de ocho viviendas adosadas
aparecen figuradas en una planta a escala, con sus vanos de
acceso claramente desplazados hacia una de las esquinas. La
existencia de un asentamiento de los siglos IX-X d.C. en este
mismo lugar ha arrojado sombras de duda acerca de la cronología exacta de estos edificios reportados por Siret, que las
prospecciones electromagnéticas realizadas no permitieron
despejar (Schubart, 1987). Sin embargo, no existen paralelos
conocidos de época emiral para ellas (Gutiérrez, 2012) pero sí,
como vemos ahora, para edificaciones del segundo tercio del
II milenio cal BC.
436
Aunque no ha sido posible establecer relaciones estratigráficas directas, es probable que este replanteamiento de la calle se
diera más o menos al mismo tiempo que otras modificaciones
detectadas en algunas otras unidades habitacionales. Es claramente el caso de las UH 7, 8, 9 y 10 (fig. 10). La primera de ellas
es sin duda una de las edificaciones más interesantes de esta fase
III del yacimiento. Se trata de una construcción de muros de
mampostería –aunque alguna de sus paredes (UE 2072) presentaba una considerable cantidad de barro amasado mezclado con
los mampuestos, así como un revestimiento interior– de planta
rectangular, con una anchura de 5 m y una longitud máxima que
no debió ser inferior a los 8-9 m. El vano de acceso a su interior
se hallaba, como hemos comentado, en el ángulo nororiental,
presentando desplazada la pared septentrional hacia el norte, en
ángulo de 40 grados, aproximadamente, en relación con los muros oriental y occidental. Tras un primer momento de uso, que
no ha podido apenas ser documentado, el espacio interior fue
dividido por la mitad mediante la construcción de un tabique de
mampostería, de apenas 0,30 m de espesor, levantado en sentido
E-O. En las dos habitaciones resultantes se realizaron hasta 14
calzos de poste, de los cuales 9 estaban situados en la habitación
meridional –UH 8–. Cuatro de ellos destacaban claramente por
las dimensiones de sus fosas, de alrededor de 0,80-0,90 m de
diámetro, que superaban ampliamente a las del resto; por otra
parte, aparecían dispuestos en pares a un lado y otro del tabique
de mampostería guardando una más que evidente simetría entre
sí. Todo hace pensar en que este edificio estuvo dotado de una
planta más –o al menos un altillo–, sostenida por estos calzos
de poste y por el tabique que dividía su interior en dos estancias
independientes.
Por su parte, las UH 9 y 10 presentan también dos momentos constructivos diferentes dentro de esta fase III, evidenciados
en la refacción del muro que las separa. Así mismo, ambas presentan adosadas a su fachada exterior estructuras muy destruidas, que podrían ser bancos o poyetes.
Las diferencias más notables entre las unidades habitacionales de la fase III se aprecian en el registro arqueológico obtenido
en su interior. En las UH 2, 4, 5 y 6 éste se reduce a unos pocos
objetos y a la excavación de algunas fosas en el pavimento, re-
[page-n-11]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 10. Planta general de las UH 7, 8, 9 y 10 de Terlinques, con la distribución de los artefactos localizados sobre sus pavimentos. Las UH
9 y 10 sufrieron una importante remodelación, que incluyó la construcción de un nuevo tabique de separación entre ambos y un realzado
de los pavimentos.
llenas posteriormente de piedras. Su funcionalidad concreta se
nos escapa, al hallarlas amortizadas. En la UH 7, en cambio, se
documentó un área de talla de sílex y de trabajo del asta (López
Padilla, 2011: 343), ambas situadas cerca de la zona de entrada
desde la calle. También se documentó un recipiente de cerámica
completamente embutido en el pavimento, que al momento de
ser excavado se encontraba colmatado por derrubios procedentes de la destrucción de la estancia. De la UH 8 apenas pudo
documentarse un pequeño trozo de pavimento, casi desmantelado por la erosión, sin que se conservara material arqueológico
sobre él. De esta estancia básicamente conocemos la disposición de los calzos de poste que sujetaban una más que probable
segunda planta y de los que ya hemos hecho referencia. En la
excavación de los rellenos de las fosas de uno de estos calzos se
hallaron algunas piezas singulares de barro, como una pastilla
de arcilla con pequeños agujeros en los bordes y una fusayola
de cerámica partida por la mitad, en la que se aprecia claramente
cómo el palo del huso no llegaba a perforarla completamente
(Jover y López, 2013: 157).
En la UH 9 aledaña, el elemento singular del registro lo
constituye una agrupación de pequeños agujeros en el pavimento, resultado de haber hincado en el suelo una serie de
palos, presumiblemente de madera (fig. 11). El conjunto se
encuentra muy cercano al vano de acceso a la estancia, y relativamente alejado del resto de elementos documentado en su
interior. Resulta difícil precisar la funcionalidad a la que pudo
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 11. A la izquierda, vista de la UH 9 desde el norte; a la derecha, detalle de los orificios detectados en el pavimento.
responder la construcción de esta estructura, aunque como hipótesis aventuramos la posibilidad de que se trate de las huellas
dejadas por el uso de un telar de suelo, instalado y desmontado
en repetidas ocasiones.
En algunos puntos, los rellenos detectados en la calle –UH
3– contienen abundantes restos, tanto fragmentos de recipientes
cerámicos como, sobre todo, huesos de fauna y desperdicios de
diversos procesos de trabajo.
Frente a una exigua presencia de instrumentos macrolíticos
y la ausencia de grandes contenedores cerámicos en las unidades localizadas al sur de la calle, en el interior de las UH 11 y 12
se da, por el contrario, una acusada concentración de los primeros y la presencia exclusiva de los segundos. Éstos últimos se
documentaron en un pequeño ámbito de apenas 9 m2 localizado
al sur de la UH 11. La división entre esta estancia y la UH 12
situada al oeste se concreta mediante un muro de mampuesto y
abundantes arcillas y barros, al norte, dispuesto en sentido perpendicular a la calle central, que encuentra su prolongación en
una sucesión de calzos de poste que alcanza la cara interna de
la pared meridional –UE 2049–. Este último tramo parece, por
tanto, haber consistido básicamente en una divisoria de maderos y cañizo, y entre ella y el muro septentrional antes aludido
debía encontrarse un vano que permitía la comunicación entre
las UH 11 y 12. Sobre el pavimento de estas dos unidades habitacionales intercomunicadas se localizaron 17 piezas de molino
o molederas de conglomerados y areniscas, y 18 percutores y/o
bruñidores líticos, elaborados sobre cantos. En relación con el
conjunto registrado en toda el área excavada del yacimiento,
esto significa que durante esta fase III en este espacio se concentraba casi el 70% del instrumental dedicado a la molturación
del cereal localizado en todo el asentamiento, además de contar
con el único ámbito documentado destinado al almacenamiento
en recipientes cerámicos de mayor tamaño (fig. 12).
La UH 13, adosada a la UH 11 por el este, contaba con una
pared divisoria en sentido E-O que separaba el interior de la
estancia en dos ámbitos, al igual que ocurría en la UH 7, an438
tes descrita. Sin embargo, en este caso el tabique parece dejar
abierto un vano en su extremo oriental, por el que posiblemente
ambos se ponían en comunicación. Como en la UH 7, hallamos
una gran profusión de calzos de poste, que discurren en su mayor parte paralelos a la cara interna de las paredes oriental y
occidental del edificio. En la parte noroccidental de esta unidad
habitacional se localizó, además, una estructura rectangular
construida con pequeñas piedras y barros de color anaranjado
en cuyo interior se concentraba una inusual cantidad de instrumentos líticos, en especial bruñidores y percutores elaborados
en cantos rodados. Junto a esta estructura apareció un fragmento de brazalete de marfil, que es la única pieza de este material
hallada en la fase III.
Las UH 14 y 15, localizadas en la parte más oriental del
poblado, al norte de la calle, se encuentran bastante afectadas
por la erosión y la acción de la reja de arado. Mientras que la
primera parece repetir el esquema ya conocido en el resto de las
unidades habitacionales de esta zona del asentamiento, la UH
15 se diferencia por ser la única al norte de la calle que presenta
calzos adosados a la cara interna del muro meridional, además
de ser, junto con la UH 12, una de las más amplias de esta fase.
El único elemento que parece distribuirse con cierta aleatoriedad en el asentamiento son una serie de fosas, de forma
circular u oval, con gruesos revestimientos de arcillas –en su
mayoría, gredas verdosas del Triásico– que a juzgar por el sedimento contenido en su interior pudieron estar destinadas a la
recogida y almacenamiento de agua (fig. 13). Se han detectado
en las UH 2, 5, 9, 12 y 14, aunque la mejor documentada es
la que se construyó al sur de la UH 5. De forma aproximadamente circular, su diámetro máximo interior conservado es de
casi 1 m, pero por el dibujo del perfil de sus paredes interiores
se deduce que pudo llegar a alcanzar una anchura mayor. Los
sedimentos limosos localizados en la base denotan que estuvo
rellena de líquido. El perímetro de esta fosa estaba, además,
rodeado por una serie de cuatro calzos de poste de pequeño
o mediano tamaño, lo que nos hace cuestionarnos si, tal vez,
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Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Fig. 12. Planta de las UH de la fase III de Terlinques con la distribución de los artefactos macrolíticos (molinos, molederas y percutores)
registrados.
Fig. 13. Fotografía en planta y sección de una de las fosas revestidas de arcilla localizadas en el yacimiento, que presumiblemente
sirvieron para la recogida y almacenamiento de agua.
el líquido almacenado en este contenedor pudiera ser agua de
lluvia captada por medio de algún tipo de acondicionamiento
de la techumbre en este punto.
Las UH 17 y 19, que se encuentran separadas por un estrecho callejón –UH 18– conforman las únicas edificaciones localizadas hasta la fecha en las terrazas inferiores del yacimiento.
Aunque parcialmente descritas (Jover et al., 2014: 205), por el
momento resulta difícil precisar su relación estratigráfica con
las fases arqueológicas identificadas hasta ahora. Creemos poco
probable que puedan relacionarse con la fase I, y todo apunta a
que podría tratarse de unidades habitacionales vinculadas también a la última fase de ocupación del poblado.
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F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
5. EL TIEMPO DE TERLINQUES
El estudio del proceso histórico que involucra las relaciones de
El Argar con el Grupo del Prebético meridional valenciano ha
constituido, desde sus inicios, un aspecto esencial en nuestra investigación. Más allá de su contemporaneidad, incuestionablemente corroborada por el radiocarbono hace ya mucho (Jover y
López, 2009b), ha podido determinarse que, en buena medida,
las trayectorias de ambos como entidades sociales fueron resultado de su interacción a lo largo del tiempo (Jover y López,
1997, 2004), circunstancia que también se ha apuntado para
otras áreas circundantes al territorio argárico, como la serranía
turolense o el área oriental de La Mancha (Fernández-Posse et
al., 1996: 121; Burillo y Picazo, 1997: 51).
El área del Prebético Meridional valenciano ofrece uno de
los mayores índices de yacimientos con fechas radiocarbónicas
disponibles para la Edad del Bronce en las tierras valencianas,
entre los que se encuentran los dos yacimientos con las series
más amplias –Terlinques (López Padilla, 2011) y Cabezo Redondo (Hernández, 2009, 2012).
La serie de Terlinques consta de 20 dataciones, de las cuales
19 se han obtenido en las excavaciones que se vienen realizando
en el yacimiento desde 1997 (tabla 1). El inicio de la ocupación de
Terlinques –fase I– se fija a partir de dos fechas procedentes de las
unidades estratigráficas más antiguas. La fauna empleada en los
rellenos de nivelación del pavimento –Beta-240938– y de los maderos empleados en la construcción de las viviendas –Beta-136171
y Beta-189753– llevan el inicio del asentamiento a los siglos finales del III milenio cal BC. Este intervalo resulta coherente con la
fecha que proporcionó la muestra I-4525, tomada probablemente
también de un poste y que fue la primera fecha radiocarbónica
obtenida en el yacimiento (Tarradell, 1970; Soler y Fernández,
1970). El final de esta primera fase de ocupación se relaciona con
un buen número de dataciones sobre muestras de cereales carbonizados asociados o contenidos en capazos de esparto depositados o
esparcidos sobre el pavimento. Dos de ellas –Beta-122343 y Beta122344– provienen de las semillas contenidas en un mismo saco,
y una tercera de cereales localizados a varios metros de distancia
sobre el mismo pavimento de la UH 1 –Beta-227373–. Otras tres
dataciones –Beta-268988, Beta-268989 y Beta-268990– se tomaron igualmente de semillas depositadas sobre el piso de otra unidad habitacional –UH 16–, estratigráficamente contemporánea y
situada en la ladera septentrional del cerro. Todas ellas señalan con
claridad un mismo horizonte cronológico, en torno a 1950 cal BC,
para el incendio y destrucción del poblado al final de esta fase, del
que pueden advertirse huellas por todo el yacimiento.
Sobre los derrumbes de estas habitaciones se levantan las
construcciones de la fase II, fechadas a partir de los anillos
exteriores de dos fragmentos de maderos pertenecientes a las
vigas de la techumbre o al sistema de sujeción de ésta. La única fecha relacionada con el final de esta segunda fase –Beta189757– fue tomada de un resto de esparto depositado sobre el
pavimento de una de las casas.
La fase III, que muestra una completa remodelación urbanística del asentamiento, fija su cronología entre las fechas
Beta-256351 (UH 11) y Beta-189758 (UH 7), tomadas de un
resto óseo y de un fragmento de esparto, respectivamente.
Por su parte, en el área argárica del Bajo Segura y Bajo Vinalopó –a la que se ha de añadir el enclave costero de la Illeta
dels Banyets, en El Campello– apenas se cuenta con dos series
440
radiocarbónicas de distinta naturaleza: la de la Illeta dels Banyets, que perfila la cronología del extremo más lejano del oriente argárico, y la de Cabezo Pardo, un pequeño enclave orientado
a la actividad agropecuaria situado a pocos kilómetros al este de
la sierra de Callosa de Segura (López Padilla, 2014). La serie
de la Illeta dels Banyets consta de cinco dataciones asociadas
a niveles estratigráficos documentados, mientras que el resto
corresponde a enterramientos (Soler Díaz, Pérez y Belmonte,
2006; Soler Díaz, 2009). Excepto éstas últimas, todas proceden
de micromuestras sedimentarias extraídas de los testigos y perfiles, careciéndose de una información precisa de carácter contextual. La serie de dataciones más amplia corresponde a Cabezo Pardo, que cuenta con un total de 19 dataciones absolutas
de las cuales 17 pertenecen a contextos de la Edad del Bronce.
En un reciente trabajo (Jover, López y García-Donato, 2014),
hemos intentado mostrar cómo la aplicación de un modelo bayesiano a un cuantioso –aunque todavía limitado– conjunto de
dataciones absolutas debidamente contextualizadas, procedentes
de tres asentamientos próximos entre sí –Cabezo Pardo, Terlinques y Cabezo Redondo–ubicados a un lado y otro del extremo
septentrional del espacio social argárico, ha hecho posible determinar la cronología de las transformaciones y cambios urbanísticos registrados en varios asentamientos ubicados en un marco
geográfico pertinente, y evaluar así su eventual sincronía.
De acuerdo con los datos del modelo, los valores cronológicos que pueden proponerse para los inicios y finales de las
fases arqueológicas reconocidas son los siguientes, expresados
en forma de intervalos al 80% de probabilidad –[...]– en los que
se incluye el valor más probable o moda. En algunos casos la
distribución es multimodal, por lo que se adjuntan todas ellas
ordenadas de mayor a menor importancia.
Terlinques:
Fase I: 2151 [2129, 2280] - 1986, 2015 [1978, 2031] cal BC
Fase II: 1946 [1890, 1999] - 1741, 1861, 1801 [1731, 1861] cal BC
Fase III: 1741 [1660, 1779] - 1511 [1444, 1612] cal BC
Cabezo Pardo:
Fase I: 1936, 1996 [1926, 2006] - 1790 [1768, 1864] cal BC
Fase II: 1741, 1706 [1706, 1754] - 1671 [1655, 1732] cal BC
Fase III: 1631 [1584, 1684] - 1566 [1525, 1619] cal BC
Cabezo Redondo:3
Sin H-2277: 1691 [1628, 1744] - 1391 [1345, 1458] cal BC
Con H-2277: 1756 [1706, 1850] - 1381 [1318, 1432] cal BC
Los resultados del ajuste del modelo evidencian en varios
casos una elevada sincronía entre los procesos de construcción
y destrucción de las estructuras y edificios asociados a varias
de las fases arqueológicas reconocidas en los yacimientos (fig.
14) y sugieren las siguientes hipótesis en relación a su orden
cronológico más verosímil:
3
La datación H-2277, que por su antigüedad se muestra un tanto
disonante con respecto al conjunto de la serie radiocarbónica disponible actualmente para el yacimiento (Hernández, 2012), se tomó
de una muestra de vida larga –un poste carbonizado procedente del
Departamento VI (Soler García, 1987)– que por sus características
obliga a considerar el efecto old wood (Schiffer, 1986). En consecuencia, se ha optado por ensayar dos aplicaciones del modelo,
incluyendo y excluyendo, respectivamente, la datación. Como se
puede comprobar, los valores obtenidos varían ligeramente.
[page-n-15]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
Tabla 1. Dataciones radiocarbónicas de Terlinques, ordenadas de acuerdo con las tres fases arqueológicas reconocidas en el yacimiento:
fase I (arriba), fase II (centro) y fase III (abajo).
Sigla
Matrícula
UE
Contexto
Fase Muestra
Peso
Descripción
Fecha BP
Carbón
Frag. de vértebra
de ovicaprino
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
y cebada
(Triticum y Hordeum)
Semillas de trigo
(Triticum sp)
Semilla de trigo
(Triticum durum)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
3800±75
3770±40
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Semillas de trigo
(Triticum durum)
Esparto trenzado
(Stipa tenacissima)
3590±40
TE-0 I-4525
Dep. I Poste?
TE-15 Beta-240938 1016 Desechos en relleno de
construcción
TE-5 Beta-189753 2016 Poste. UH I.
1 Carbón
1 Hueso animal 1,8 g
1 Carbón
5,3 g
TE-3
1 Carbón
86 g
TE-11 Beta-227373 1009
Larguero de techumbre. UH I. Fase
I
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
36 g
TE-1
Beta-122343 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
20 g
TE-2
Beta-122344 1009
Semillas almacenadas. UH I. Fase I
1 Semillas
15 g
TE-17 Beta-268988 1437
Derrrumbe/Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-18 Beta-268989 1464
Nivel de incendio
1 Semillas
1 semilla
TE-19 Beta-268990 1485
Nivel de incendio
1 Semillas
4 semillas
TE-8
Beta-189756 1066
2 Carbón
2,5 +25 g
TE-4
Beta-136172 1006
Madero techumbre o viga. UH I.
Fase II
Larguero de techumbre. UH I. Fase
II
Cereales carbonizados abandono
UH XIII
Estera o capazo desecho. UH I.
Fase II
2 Carbón
105 g
2 Semillas
6 semillas
2 Esparto
carbonizado
15,9 +12 g
TE-16 Beta-256351 1427
Estrato de derrumbe sobre
pavimento UH XI
3 Hueso animal 21 g
Húmero
de ovicaprino
3450±40
TE-12 Beta-227574 1304
Desecho sobre pavimento. UH X
3 Hueso animal 104 g
3380±40
TE-7
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VII
Derrumbe techumbre y paredes.
UH XI
Derrumbe techumbre y paredes.
UH VI
Esparto trenzado desecho. UH VII
3 Carbón
5,3 g
3 Carbón
11 g
3 Carbón
2,5+5,6 g
3 Esparto
carbonizado
2,9+7 g
Diáfisis de bóvido
(Bos taurus)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Carbón (Pinus
halepensis)
Esparto (Stipa
tenacissima)
Beta-136171 1006
TE-14 Beta-240937 1372
TE-9
Beta-189757 1066
Beta-190806 1076
TE-13 Beta-227575 1341
TE-6
Beta-189754 1053
TE-10 Beta-189758 1076
a) La fundación de Terlinques es muy anterior a la fundación
de Cabezo Pardo, con una media de 203 años con un intervalo de
probabilidad al 80%. Podemos establecer que la primera ocupación de Terlinques ocurrió muy posiblemente –una probabilidad
aproximada de 0,80– en el intervalo 2280-2129 cal BC, con fecha
más probable –moda a posteriori– 2151 cal BC. Esto se aviene a
las fechas que marcan el inicio de la Edad del Bronce en gran parte
del mediodía peninsular, en torno a 2200 cal BC (Lull et al., 2010).
b) El periodo de transición entre la fase I y la fase II de
Terlinques es concordante con la fundación de Cabezo Pardo,
la cual se produjo entre aproximadamente 2006 y 1926 cal BC
(con probabilidad 0,80) y con 1996 o 1936 cal BC como fecha
más probable, más bien hacia el final de la primera fase de ocupación de Terlinques, que se sitúa con probabilidad cercana al
3750±60
3630±60
3680±40
3640±70
3530±60
3640±40
3710±40
3600±40
3500±70
3530±40
3420±80
3330±70
3310±40
3300±60
3210±100
0,80 en el intervalo 1999-1890 cal BC. Por tanto, existe una
probabilidad alta de que la distancia temporal entre el inicio de
la fase II de Terlinques y el comienzo de la fase I de Cabezo
Pardo sea de unas pocas décadas.
c) El final de la segunda fase de Terlinques es coincidente
o ligeramente posterior al final de la primera fase de Cabezo
Pardo. La probabilidad de que la distancia temporal entre ambos eventos fuera de menos de 50 años es de 0,50 llegando a
una probabilidad de 0,86 para una distancia menor de 100 años.
De hecho, la media de la distancia temporal estimada es de 25
años con intervalo (-94,80) –o sea, de apenas una generación– y
todavía más estrecha parece la distancia media entre el inicio de
la fase II de Cabezo Pardo y el de la fase III de Terlinques, que
es de apenas 5 años con intervalo (-54,74). Esta coincidencia en
441
[page-n-16]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 14. Gráfico con la distribución de los inicios y finales de las fases arqueológicas documentadas en Terlinques,
Cabezo Pardo y Cabezo Redondo, según los intervalos cronológicos proporcionados por el modelo estadístico obtenido.
442
[page-n-17]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
el tiempo resulta tanto más relevante por cuanto que también
coincide, en uno y otro emplazamiento, con la implantación de
un modelo urbanístico muy similar: una calle transversal a lo
largo de la cima del cerro que articula en torno suyo un conjunto
de unidades habitacionales de tamaño más o menos modular y
en las que se advierte una marcada especialización en cuanto al
tipo de actividades llevadas a cabo en su interior.
d) El abandono de Terlinques y de Cabezo Pardo es anterior
al abandono de Cabezo Redondo. Excluyendo del conjunto del
análisis la datación H-2277 (Soler García, 1987), la fundación de
Cabezo Redondo vendría a situarse en el intervalo 1744-1628 cal
BC. Este resultado situaría el comienzo de Cabezo Redondo en
algún momento de la fase II de Cabezo Pardo, posiblemente cercano al final de ésta. Con respecto a Terlinques, se situaría antes
que el final de Terlinques III (probabilidad 0,99), lo que hace muy
plausible la coexistencia de ambos asentamientos. Igualmente,
está muy avalado por el modelo que la fundación de Cabezo Redondo sería posterior al final de la fase II de Terlinques (probabilidad 0,92). Si a todo esto añadimos su razonable sincronía con el
inicio de Terlinques III –la probabilidad de que transcurran menos
de 75 años entre ambos eventos es de 0,64– podemos concluir
que en este caso el inicio de Cabezo Redondo se situaría en algún
momento del tránsito entre las fases II y III de Terlinques.
e) El análisis del modelo ajustado también sugiere una marcada sintonía en cuanto al intervalo en el que se fija el abandono de
los poblados de Terlinques y Cabezo Pardo. Ambos parecen estar,
muy probablemente, desocupados con posterioridad a 1420 cal
BC. En el caso de Terlinques, dicho evento se dio, con la mayor
probabilidad, entre 1612 y 1444 cal BC, mientras que el abandono de Cabezo Pardo parece situarse preferentemente en el intervalo 1619-1525 cal BC. En cualquier caso, ninguno coincidió en
el tiempo con el final de la ocupación de Cabezo Redondo. En
términos absolutos, ésta se estima que pudo producirse, con (probabilidad 0,80) en el intervalo 1458-1345 cal BC –sin H-2277–
de manera que los datos respaldan claramente su continuidad más
allá de la desocupación de Terlinques y Cabezo Pardo.
En conclusión, y con independencia de que en el futuro puedan concretarse mucho más las franjas temporales en las que
se produjeron dichas transformaciones, parece evidente que en
el transcurso de lo que denominamos Edad del Bronce, en las
tierras del Sureste y Este de la península Ibérica se dieron situaciones relevantes de reorganización social y de alteraciones en
los patrones de ocupación y explotación de los espacios ocupados en torno a las fechas 2200/2150, 1980/1950, 1800/1750,
1550/1500 y 1350/1300 cal BC.
6. TERLINQUES EN SU ESPACIO SOCIAL
Hacia finales del III milenio cal BC, un pequeño grupo humano decidió trasladarse y fijar su lugar de residencia permanente
desde las tierras llanas del centro del corredor de Villena a la
cima del cerro de Terlinques. Ello conllevó una gran inversión
de trabajo, concretada en la creación de grandes plataformas de
aterrazamiento sobre las que construyeron varios edificios de
carácter residencial. Este hecho no fue un evento aislado, sino
que constituye una prueba directa del nuevo proyecto político
iniciado por una serie de sociedades concretas emplazadas en
las tierras del Levante peninsular.
Este proyecto social de consolidación económica y política
consistió en un reparto institucionalizado de la tierra y de la
gestión de los recursos existentes en las proximidades de los
lugares de asentamiento y espacios adyacentes, lo que llevaba
implícito el afianzamiento de un nuevo modelo de ocupación
territorial –que ya se venía gestando desde la fase campaniforme–, basado en consolidación de la propiedad del objeto de
trabajo (Jover, 1999). La destacada inversión de trabajo en la
construcción edilicia con materiales duraderos, su constante
mantenimiento a lo largo de varias generaciones y las repetidas
reedificaciones en los mismos lugares, son claros argumentos
a favor del mantenimiento y la transmisión de la propiedad del
objeto de trabajo y de los espacios residenciales de generación
en generación.
Por el momento, no podemos determinar en qué medida influyeron en este proceso de cambio las transformaciones económicas, sociales y políticas constatadas en el Sureste peninsular. El surgimiento de lo que reconocemos como El Argar y,
en concreto, la fundación de grandes núcleos poblacionales, en
algunos casos, con grandes líneas de muralla, como se constata
en La Bastida (Lull et al., 2014), tuvieron que suponer cambios importantes en las relaciones sociales y en los procesos de
circulación de materias primas y productos. No obstante, desde momentos previos –o fase campaniforme– ya se observan
cambios significativos en esta dirección (López Padilla, 2006),
con la fundación de asentamientos en altura, en algunos casos
amurallados, como es el caso del Peñón de la Zorra (García
Atiénzar, 2012).
En cualquier caso, Terlinques es un claro ejemplo de este
proceso de consolidación iniciado por las diferentes entidades
sociales que ocuparon las tierras del Levante peninsular. La
continuidad y estabilidad de su ocupación durante 700 años,
desde su fundación hacia el 2150 hasta el momento de su definitivo abandono hacia el 1500/1450 cal BC, unido a las profundas transformaciones urbanísticas que se llevaron a cabo en el
mismo en torno al 1750 cal BC, permiten inferir un cierto crecimiento demográfico y significativos cambios en la organización
de las actividades productivas.
Desconocemos cuál sería el tamaño de Terlinques en sus
momentos iniciales. Las evidencias arqueológicas sitúan en
estas fechas la construcción del aterrazamiento superior de la
ladera meridional (fig. 15), lo que permite plantear la posibilidad de que toda la cima y el anillo aterrazado que la circundaba
estuviesen ocupados en estos momentos. Si esto fuera así, estaríamos ante un asentamiento que podría alcanzar los 1.000 m²
desde sus inicios. Sin embargo, el alto grado de transformación
que sufrió la cima a partir del 1750 cal BC –fase III– no permite
asegurarlo.
Hacia 1750 cal BC, Terlinques fue reestructurado por completo. En torno a una calle central, con disposición E-O en el
centro de la cima, fueron edificados un amplio número de unidades habitacionales adosadas. Además, también se constata
la creación de otras dependencias en la ladera meridional, más
allá de los muros de aterrazamiento construidos inicialmente.
Ahora las habitaciones pasan a ser de un tamaño muy inferior,
de entre 28 y 40 m², constatándose en su interior exclusivamente las actividades de mantenimiento, con la excepción de
un edificio central –con tabiques internos separando al menos
dos ambientes– donde parecen concentrarse las actividades de
443
[page-n-18]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Fig. 16. “Lingote” de cobre compuesto por una agregación de
pequeñas esferificaciones de metal, localizado sobre el pavimento
de la UH 1.
Fig. 15. Plataformas de aterrazamiento y muros de mampostería de
la ladera meridional de Terlinques.
tipo productivo y de almacenamiento, unido a un espacio techado contiguo donde fueron hallados un elevado número de
instrumentos líticos, en especial, percutores.
Según los datos recogidos para esta tercera fase, es posible
que el asentamiento creciese ahora hasta superar los 1.500 m².
Este incremento –que también parece atestiguado en otros yacimientos contemporáneos excavados, como Muntanya Assolada
(De Pedro, 2004b: 106)– debió responder a un aumento del número de habitantes que, sin embargo, resulta difícil cuantificar
con exactitud. Si seguimos los cálculos teóricos utilizados por R.
Chapman (1991) el número máximo de personas que pudieron residir en Terlinques no debió sobrepasar el medio centenar. Ahora
bien, si tenemos en cuenta que se ha excavado algo más de la mitad de la extensión del poblado, y que para la tercera fase se han
documentado catorce unidades habitacionales, y le atribuimos a
cada unidad habitacional un número mínimo de 4 miembros, Terlinques pudo llegar a tener cerca de 100 habitantes.
Si consideramos estas propuestas como cercanas a la realidad, Terlinques no parece ser un asentamiento de gran importancia. No obstante, debemos contemplarlo en un contexto
en el que Terlinques no era, ni mucho menos, un asentamiento
aislado. En el corredor de Villena-Caudete se han documentado
cerca de 60 yacimientos de dimensiones diversas, de los cuales sólo 9 presentan un tamaño superior a 0,1 ha, siendo en su
gran mayoría inferiores a 400 m² –60%–. El mayor de todos
los asentamientos es Cabezo Redondo, cuya extensión superaría ampliamente la hectárea. No obstante, su fundación se debe
situar sobre 1700 cal BC, prolongándose su ocupación hasta
aproximadamente 1300 cal BC (Hernández, 2012; Jover, López
y García Donato, 2014). Por tanto, si bien Cabezo Redondo es
coetáneo en sus primeros momentos a la fase III de Terlinques,
a diferencia de éste y de buena parte del resto de los asentamientos de la cubeta de Villena, permaneció ocupado después de
1500/1450 cal BC, horizonte en el que prácticamente todos los
demás poblados parecen abandonarse (Hernández, Jover y López, 2013). Una revisión reciente del yacimiento del Cabezo de
la Escoba ha permitido, por otra parte, datar varias muestras de
vida corta que sitúan su ocupación entre el 2150 y 1800 cal BC
444
(Cabezas, 2015: 70-734) y las recientes excavaciones efectuadas
en Polovar han revelado varias ocupaciones monofásicas, caracterizadas por construcciones de diversa tipología ocupadas en
diferentes momentos del II milenio cal BC.
En lo económico, y sin excepción, todo este conjunto de
asentamientos tuvo una clara orientación agropecuaria. Las
principales actividades productivas se centraban en el cultivo
de cereales y leguminosas y en la cría de ganado, además de la
elaboración de instrumentos y adornos de hueso, piedra y metal y diversos productos textiles. Aunque no se haya constatado
el empleo del lino, éste podría haber sido cultivado en las zonas encharcadas existentes en su entorno inmediato (Jover et
al., 2001; Jover y López, 2013). Similares procesos podemos
considerar para la lana. De igual modo, se ha documentado una
enorme variedad de valvas perforadas de moluscos marinos (Jover y Luján, 2009), también presentes en otros yacimientos de la
zona, cuya obtención y distribución no parece requerir una destacada inversión de trabajo. A todo ello cabe añadir la presencia
en el yacimiento de lingotes de cobre (fig. 16), objetos de oro
y plata y productos de marfil (López Padilla, 2011), obtenidos
necesariamente a través de las redes sociales de intercambio establecidas con su espacio social.
Al igual que en Terlinques, en asentamientos próximos de
similar tamaño, como Cabezo de la Escoba (Jover, López y
López, 1995; García Guardiola, 2006; Cabezas, 2015) –y por
lo que indica hoy el radiocarbono, fundado aproximadamente
en momentos prácticamente sincrónicos– se constatan también
actividades de fundición de cobre, producción textil y consumo
de una gran variedad de caparazones marinos y de algunos objetos de marfil. En ninguno de ellos se han localizado formas
cerámicas que se puedan vincular claramente con El Argar –
cuestión que sí se puede plantear para Cabezo Redondo a partir
de momentos próximos a mediados del II milenio cal BC. Sin
embargo, del Cabezo de la Escoba proviene un arete de plata con carrete o dilatador de oro (Soler, 1965; Jover y López,
4
Agradecemos a R. Cabezas la información proporcionada sobre
Cabezo de la Escoba, procedente de su trabajo fin de Máster, defendido en 2013 en el Máster de Arqueología profesional y Gestión
del Patrimonio de la Universidad de Alicante, bajo la tutela de uno
de nosotros.
[page-n-19]
Nuevas bases para el estudio de las comunidades campesinas de la Edad del Bronce: el asentamiento de Terlinques
1997; Cabezas, 2015: 92-99) (fig. 17) con claros y exclusivos
paralelos en el ámbito argárico. Piezas de orfebrería similares
han sido documentados recientemente en una tumba doble en
urna, considerada como principesca, donde el individuo femenino, además, portaba una diadema de plata (Lull et al., 2015).
En otros asentamientos de menor tamaño emplazados en la
cubeta de Villena, como Peñicas (Hernández, Pérez y Menargues, 2004), Pedruscales (García Guardiola, 2004), Barranco
Tuerto (Jover y López, 2005) o Polovar –área central–, en los
que se han llevado a cabo intervenciones arqueológicas, se han
constatado también diversas actividades de producción y consumo; en algún caso, de producción textil y presencia de valvas
de moluscos marinos. Aunque han aparecido objetos de cobre,
en ninguno de ellos hay evidencias de producción metalúrgica.
Estas diferencias en el acceso al consumo de determinados
productos o materias primas de lejana procedencia, pero
sobre todo, la localización de la producción metalúrgica en
aquellos asentamientos de mayor tamaño en la zona –por
ahora constatado en los mayores de 0,1 ha–, permiten inferir
la existencia de vínculos o lazos de reciprocidad/dependencia
entre los asentamientos de pequeño tamaño y los núcleos
mayores (López Padilla, 2011: 111-112).
Así mismo, parece lógico suponer la existencia de vínculos
entre estos asentamientos en lo que concierne a su reproducción
biológica, aunque en este caso las redes de apareamiento debieron
ser más amplias, en especial, las de los grupos o linajes mejor
posicionados en la escala social. Éstos podrían establecer parentesco con otras poblaciones más alejadas con las que mantendrían
relaciones sociales de intercambio de materias primas y productos. En este sentido, no se puede descartar que estos vínculos de
tipo reproductivo/productivo pudieran establecerse, ya entrado el
II milenio cal BC, con poblaciones argáricas. Así parece evidenciarlo, entre otros elementos, la materialidad de Cabezo Redondo
y, sobre todo, el desarrollo, a partir de aproximadamente 1600
cal BC, de prácticas funerarias de inhumación individual en el
interior de las viviendas de este asentamiento (Hernández, 2012).
Fig. 17. Dilatador de oreja de oro con arete de plata del Cabezo
de la Escoba (Villena, Alicante). Fotografía: Archivo Gráfico del
MARQ.
Con todo, los datos recopilados y las series radiocarbónicas obtenidas en los últimos años ponen de manifiesto que
la densidad y profusión de asentamientos constatada para el
periodo 2150-1500 cal BC en el corredor de Villena –y por extensión, en las tierras valencianas– no refleja con exactitud un
momento concreto del desarrollo de la sociedad que decidió
su localización, construcción y, por último, su abandono, sino
que es resultado de la agregación en el espacio social de múltiples acciones cuya secuencia responde a los requerimientos
de un dilatado proceso histórico cuya dinámica comenzamos
a desentrañar. Si la fundación de Terlinques y otros enclaves
de similares características, como Cabezo de la Escoba, parecen remontarse a 2150 cal BC, otros núcleos de tamaño más
reducido, como el de la cresta occidental de Polovar, parecen
ser fundados hacia el tránsito del III al II milenio cal BC y
abandonados entre el 1900 y 1800 cal BC. De igual modo,
Barranco Tuerto (Jover y López, 2005), un asentamiento de
muy pequeño tamaño encumbrado en lo alto de la sierra de la
Villa, fue fundado hacia 1850/1800 cal BC. Un poco después,
hacia el 1750/1700 cal BC, se iniciaría la secuencia de Cabezo
Redondo (Jover, López y García Donato, 2014) y más tarde,
ya entre 1600 y 1500 cal BC, se produciría la ocupación de la
cresta central de Polovar.
Así pues, sobre la base de los datos de que disponemos
en la actualidad, se pueden efectuar algunas consideraciones en torno al desarrollo del proceso histórico del espacio
social al que perteneció Terlinques entre aproximadamente
2150 y 1450 cal BC.
Los datos permiten sostener como hipótesis más viable
que los asentamientos que parecen ser de mayor tamaño en la
zona, es decir, superiores a 0,1 ha –aunque no tienen por qué
ser todos ellos– fueron los fundados en los primeros momentos
de lo que conocemos como Edad del Bronce. Éstos, además,
parecen ser los que probablemente fueron ocupados de forma
ininterrumpida hasta 1500 cal BC. La consolidación del modelo de reparto territorial, que antropológicamente podríamos
caracterizar como de tipo tribal (Vargas, 1988; Sarmiento,
1992), iría acompañada –y estimulada– por un crecimiento demográfico de los asentamientos que encontraría sus límites en
el punto en que se alcanzara un determinado valor en la tasa de
rendimiento del trabajo que impidiera disponer de un adecuado
nivel de plusproducto agropecuario. Ante la imposibilidad de
aumentar la productividad, la superación de las contradicciones
propias de este modo de producción se resolvería con la fisión
del grupo familiar inicial, fundando un nuevo núcleo en tierras
o espacios cercanos, no explotados hasta el momento (Jover y
López, 2004). El desarrollo ampliado de esta estrategia podría
explicar la fundación, más tarde, de nuevos asentamientos de
menor tamaño en el entorno de algunos de los asentamientos
primigenios, como sería el caso de Polovar, a apenas 1 km de
distancia de Terlinques.
Por otro lado, entre el 1900-1800 cal BC, se constata, además, la necesidad de controlar visualmente el conjunto del territorio de la comunidad, al crear asentamientos encumbrados
como Barranco Tuerto (Jover y López Padilla, 2005) destinados
a someter a control visual el territorio de la cuenca, u otros mucho más encumbrados todavía, como el Peñón de la Moneda,
cuyo control visual se extiende a más de una cuenca hidrográfica (Jover, López Mira y López Padilla, 1995).
445
[page-n-20]
F. J. Jover Maestre y J. A. López Padilla
Entre c. 1950 y c. 1850 cal BC es el territorio, por tanto, el
escenario en el que se advierten los cambios más esenciales en
el registro arqueológico, con la fundación de nuevos enclaves en
áreas no ocupadas previamente y en puntos de valor estratégico
para el control territorial. A partir de aproximadamente 1800 cal
BC, en cambio, pasarán a ser los propios asentamientos las unidades en las que se pueda observar las principales transformaciones. En un horizonte temporal que, grosso modo, podemos
fijar entre 1850-1750 cal BC, se produjo el desmantelamiento
del modelo de asentamientos con unidades habitacionales más o
menos amplias en las que se concentraban las principales áreas
de actividad –como el almacenaje, procesado y consumo de
bienes subsistenciales y la elaboración de una amplia variedad
de productos artesanales– y su sustitución por otro basado en
una distribución de los espacios que parece potenciar un mayor
grado de concentración y segregación de determinadas áreas de
actividad (Jover y López, 2009).
La aplicación de la estadística bayesiana al conjunto de
dataciones radiocarbónicas de la zona ha permitido inferir la
estrecha sincronía que muestra el inicio de este fenómeno en
asentamientos tan distantes como Cabezo Pardo y Terlinques
(Jover, López y García-Donato, 2014), lo que hace sospechar
la acción de un mismo motor de cambio en ambos casos cuya
naturaleza, sin embargo, no es fácil concretar. Un aspecto a valorar en este sentido es la replicación de determinadas prácticas
de clara raigambre argárica –enterramientos en el interior del
espacio habitado, inhumaciones infantiles en urnas de cerámica
(fig. 18), consumo de determinados productos de metal, de oro
o de marfil, e incluso la adopción de ciertas soluciones arquitectónicas en la planificación y construcción del asentamiento– en
Cabezo Redondo (Hernández, Jover y López, 2013), ubicado
en plena cubeta de Villena, más allá del territorio nororiental
argárico (Jover y López, 1997) y cuya fundación podemos situar, cuando menos, en torno a 1700 cal BC (Hernández, 2012).
La contemporaneidad de Cabezo Redondo con la última
fase de ocupación de otros asentamientos cercanos como Terlinques –fase III, con unidades habitacionales pequeñas, con áreas
de actividad distribuidas y concentradas en determinadas zonas,
inexistencia de enterramientos en el interior del espacio habitado y un registro material en general menos variado y de menor
Fig. 18. Enterramiento infantil en urna localizado en el Departamento
XX de Cabezo Redondo. Fotografía: Mauro S. Hernández Pérez.
446
calidad– ha quedado sobradamente avalada por el radiocarbono
(Jover, López y García-Donato, 2014), al igual que la pervivencia de Cabezo Redondo más allá de la cronología estimada para
el abandono de Terlinques, en torno a 1500 cal BC.
Por tanto, la consolidación social y productiva del proyecto
social implantado en el corredor de Villena parece mantenerse hasta el 1500/1450 cal BC, como lo muestra el crecimiento
de Cabezo Redondo, la fundación de sitios menores como el
ubicado en el área central de Polovar y la estabilidad del hábitat en Terlinques durante 700 años. A partir de estas fechas de
mediados del II milenio cal BC, muchos asentamientos fueron
abandonados, constatándose un fenómeno similar al documentado en el área argárica (Lull et al., 2013), lo que viene a ser
una prueba más que de que el proceso histórico de las comunidades campesinas que ocuparon las tierras valencianas durante
la Edad del Bronce estuvo íntimamente ligado a las transformaciones sociales y políticas que se produjeron en todo el Sureste
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