Dos retocadores solutrenses de la Cova de les Cendres (Teulada-Moraira, la Marina Alta, País Valenciano)
Dídac Roman Monroig
Valentín Villaverde Bonilla
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 17-25
Dídac ROMAN MONROIG a y Valentín VILLAVERDE BONILLA b
Dos retocadores solutrenses
de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, País Valenciano)
RESUMEN: En este trabajo presentamos dos piezas recuperadas en los niveles solutrenses de la Cova de les
Cendres que su singularidad, tipología y escasez de paralelos justifica su presentación individualizada. Se
trata de dos pequeños cantos aplanados que debido a sus características pueden vincularse claramente a las
labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción del soporte o del retoque.
PALABRAS CLAVE: Cova de les Cendres, Paleolítico superior, Solutrense, retocador, compressor, Canto
rodado.
Two Solutrean retouchers of Cendres Cave
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, Valencian Country)
ABSTRACT: In this paper we study two pieces recovered in Solutrean levels of Cendres Cave. Its
uniqueness, typology and scarcity of parallels justify its individual presentation. These are two small and
flattened pebbles, due to its characteristics can be clearly linked to flint knapping work, especially in the
stages of preparation before the blank extraction or the stone tools retouch.
KEY WORDS: Cendres Cave, Upper Palaeolithic, Solutrean, retoucher, compressor, pebble.
a
b
Investigador postdoctoral. Programa VALI+D de la Generalitat Valenciana.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
TRACES UMR-5608, Université de Toulouse-Le Mirail.
didac.roman@uv.es
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
valentin.villaverde@uv.es
Recibido: 05/12/2013. Aceptado: 24/02/2014.
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
1. INTRODUCCIÓN
La Cova de les Cendres se localiza en la punta de Moraira, en el término municipal de Teulada-Moraira
(La Marina Alta, Alicante). La cavidad, de amplia boca, se sitúa en un alto acantilado, justo en la línea de
la costa, a 60 metros sobre el nivel del mar.
El presente trabajo tiene como propósito presentar dos piezas singulares aparecidas en la campaña
del 1999 y que corresponden a los niveles solutrenses excavados en el denominado sector B (cuadros A,
B y C/18-21) y el sondeo (cuadros A y B/17). Se trata de dos piezas que, como veremos a continuación,
interpretamos como retocadores/abrasionadores, y que poseen la singularidad de ser bastante escasos en los
yacimientos paleolíticos, lo que les confiere un interés especial para su publicación individualizada.
2. LA SECUENCIA PALEOLÍTICA DE LA COVA DE LES CENDRES:
LOS NIVELES SOLUTRENSES
La Cova de les Cendres posee una de las secuencias prehistóricas más importantes del Mediterráneo
occidental, siendo conocida por su secuencia neolítica y del Paleolítico superior (Bernabeu y Molina, eds.,
2009; Villaverde et al., 2010).
Dejando a un lado los niveles neolíticos, la secuencia paleolítica del yacimiento, en el que todavía no se
ha llegado a la base, se inicia con unos potentes niveles del Gravetiense (niveles XVI-XIV), con diversas
dataciones entre el 25850±260 BP (31266-30490 cal. BP) y el 21230±80 BP (25714 -25057 cal. BP). Estos
niveles se caracterizan por la presencia de utillaje lítico de dorso, con puntas de la gravette, microgravettes
y puntas tipo Cendres, así como puntas dobles y de base poligonal en la industria ósea (Villaverde y
Roman, 2004; Villaverde et al., 2007-2008). Viene después, superpuesta, la secuencia del Solutrense, que
comentaremos más detenidamente a continuación (nivel XIII) y finalmente la larga y compleja secuencia
Magdaleniense, que incluye los niveles XII a IX, este último en contacto erosivo con el Neolítico. Pendiente
de definir con exactitud, en esta parte de la secuencia, de base a muro, podemos distinguir: un Magdaleniense
inferior, con dataciones entre el 16030±60 BP (19360-19050 cal. BP) y el 14850±100 BP (18441-17907 cal.
BP) (Villaverde et al., 2012); un Magdaleniense medio, con dataciones entre el 14510±50 BP (17710-17260
cal. BP) y el 13690±120 BP (17037-16476 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde, 2001; Villaverde et
al., 2012), caracterizado por el dominio del grupo microlaminar, especialmente de las laminitas con finos
retoques directos o inversos y las laminitas truncadas, un dominio de los raspadores sobre los buriles, y una
buena representación las piezas del sustrato, mientras que en la industria ósea están presentes las azagayas
de bisel simple y las varillas; y diversos niveles del Magdaleniense superior, datado entre el 13350±50 BP
(15980-15690 cal. BP) y el 12470±100 BP (15093-14392 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde y
Roman, 2005-2006; Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010; Roman y Villaverde, 2011) caracterizados
por el marcado dominio del grupo microlaminar y por un equilibrio o un ligero dominio de los buriles sobre
los raspadores, y en la industria ósea una elevada presencia de arpones, varillas, agujas, azagayas de bisel
doble y simple y algunas puntas de base recortada.
El contacto del Solutrense del nivel XIII con los niveles subyacentes es erosivo y afecta de manera
desigual a estos paquetes, como consecuencia de la formación de canales, rellenos y desplazamientos que
dificultan particularmente la atribución industrial del nivel XIV.
El nivel XIII, de unos 30 cm de potencia media, posee una estructura laminada compleja, formada por
lentejones de extensión limitada, que testimonian la complejidad del proceso de formación del relleno
y la existencia de continuas fases de erosión y redeposición sedimentaria. Además, la existencia en la
zona excavada de una colada estalagmítica sobre la que apoya este nivel hace que la estratigrafía muestre
una dislocación de pendiente en algunas zonas con respecto a la tendencia general del paquete. Estas
circunstancias explican la elevada dificultad para, durante el proceso de excavación, establecer el detalle
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estratigráfico del paquete, razón que nos ha llevado a estudiar el material del conjunto del nivel como una
sola unidad, aun a sabiendas de la amplitud cronológica y la estratificación que es posible observar en
algunas zonas (Villaverde et al., 2010).
Poseemos diversas dataciones que nos permiten delimitar las ocupaciones del Solutrense evolucionado
del nivel XIII. La base del nivel estaría indicada por las fechas de 18920±180 BP (23135-22471 cal. BP)
y 18750±130 BP (22789-22093 cal. BP), mientras que el final de esta ocupación nos la indica la fecha del
17210±60 BP (20440-20220 cal. BP). No podemos obviar que en la serie de dataciones de este nivel, así
como entre las de la base del XII existen algunas fechas discordantes que nos indican los problemas para
su definición que hemos destacado anteriormente.
El material recuperado en el nivel XIII supera los 5.200 restos líticos (de los cuales un 64,8% son
esquirlas). Entre los elementos de producción (1.689 piezas) dominan claramente las lascas (64,2%) sobre
laminitas (15,1%), láminas (12,6%) y lascas laminares (8,1%). Pese a este dominio de las lascas, tanto su
posición dentro de la cadena operativa, como los negativos dorsales de los soportes y las características de
los núcleos nos indican que el objetivo de la explotación lítica era el laminar. También existen 36 núcleos
y diversos productos de acondicionamiento, como tabletas, semitabletas o semicrestas.
El material retocado asciende a 296 piezas. Entre estas destaca la presencia de puntas escotadas, una
punta de pedúnculo y aletas, hojas de laurel y alguna punta de cara plana, que sumadas suponen un 11,4%
del material retocado. Por su parte, el retoque solutrense supone un 6,4%. Entre el resto de retocados
destaca el dominio de los raspadores (15,5%) sobre los buriles (9,1%), la buena proporción de piezas con
retoques en uno o dos bordes (29,4%) y de piezas astilladas (10,1%), así como una buena presencia de
utillaje microlaminar (7,4%).
Otro dato destacado del nivel XIII es la abundancia de industria ósea y adorno. Entre la primera se han
recuperado 19 piezas, con dominio de las puntas dobles y presencia de una punta de base redondeada, base
poligonal, azagayas monobiseladas, agujas con perforación en la base, puntas finas dobles, un punzón y
una punta plana. Por lo que respecta al adorno merece la pena destacar que entre las 70 piezas recuperadas
existen 14 especies diferentes, dominando claramente Theodoxus fluviatilis (42,8%).
Todos estos datos nos inclinan a pensar que nos encontramos con un nivel que pertenece al Solutrense
evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, siendo escasos los datos que sugieran la presencia de Solutrense
evolucionado I o Solutrense superior.
3. DESCRIPCIÓN Y UBICACIÓN DE LAS PIEZAS OBJETO DE ESTUDIO
Las piezas que centran este trabajo se recuperaron en la campaña de 1999 (fig. 1). La primera se recuperó
en la capa 8 del cuadro A-19. Se trata de un pequeño canto rodado, de morfología aplanada, de arenisca
(cuarzoarenita) de grano fino equigranular.1 Sus dimensiones son 38,7 mm de longitud, 36 mm de anchura
y 11,1 mm de espesor y el peso es de 23,69 g. Presenta las dos caras planas lisas y todo el borde rebajado
debido a una fuerte abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. En una de sus
caras posee una pequeña fractura debido a su uso en tareas de percusión, ya sea en un uso anterior como
percutor propiamente dicho, ya sea por su utilización como retocador.
La segunda de las piezas se recuperó en la capa 9 del cuadro A-19 (fig. 2). Se trata de un pequeño canto
rodado, de morfología aplanada, de arenisca (cuarzoarenita) de grano fino equigranular. Sus dimensiones
son 42,6 mm de longitud, 37,8 mm de anchura y 12,9 de espesor, con un peso de 26,85 g. Al igual que la
pieza anterior, posee las dos caras planas lisas y prácticamente todo el borde rebajado debido a una fuerte
abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. La única parte que no presenta
esta abrasión es una pequeña porción, de 6,5 mm, en la que se puede apreciar la morfología original del
1 Agradecemos a Xavier Mangado sus observaciones sobre la naturaleza geológica de las piezas.
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Fig. 1. Retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 2. Retocador del cuadro
A-19 capa 9.
soporte, lo que nos permite observar que se trata de un pequeño canto rodado aplanado. En una de sus
caras posee también una fractura plana algo mayor que la anterior y para cuya explicación recurrimos a las
consideraciones efectuadas en la otra pieza.
En definitiva, se trata de dos piezas de tamaño y características similares, probablemente usadas en un
mismo contexto y cronología, que a pesar de proceder de dos capas artificiales distintas apenas distan 2 cm
de profundidad, y cuyo análisis y difusión, por la falta de paralelos y rareza, nos parece oportuno.
El análisis realizado con una lupa binocular no nos ha permitido observar marcas de abrasión o estrías
marcadas en las caras planas, por lo que deducimos que su superficie es natural (fig. 3 y 4). Únicamente la
segunda de las piezas presenta unas finísimas estrías vinculadas al borde rebajado que muestran un trabajo
longitudinal, tal y como correspondería a un uso del borde del soporte como retocador o, ya en menor
medida, abrasionador (fig. 4).
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Fig. 3. Detalle con
la lupa binocular del
retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 4. Detalle con la lupa binocular del retocador del cuadro A-19 capa 9.
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Sobre el mismo perímetro de las piezas, que ha sido rebajado, se han observado estrías de muy escasa
entidad. Este hecho, unido a las fracturas observadas, parecen indicar que el rebaje se ha producido por
percusión, lo que también apoyaría la idea de que fue usado como retocador, ya sea para la preparación del
filo de útiles ya para la preparación de las cornisas de núcleos.
4. FUNCIONALIDAD DE LOS RETOCADORES-ABRASIONADORES
No son muchas las referencias que existen de este tipo de piezas. Desde un principio su morfología, con los
bordes rebajados y en forma de disco, nos hizo pensar en una funcionalidad vinculada a la talla, aunque no
podíamos descartar otro tipo de usos, como soportes para la elaboración de arte mueble o funcionalidades
que no resulta fácil de demostrar, como piezas de algún tipo de juego. Otra posibilidad sería que fuesen
contrapesos vinculados a cordajes o redes, aunque como seguidamente veremos esta idea tampoco se puede
mantener. Finalmente, la existencia de algunos paralelos (alguno de ellos con arte figurativo en la cara plana)
y los comentarios efectuados por algunos investigadores con amplia experiencia en la experimentación2 nos
han inclinado a considerar su función de retocadores, con un posible uso anterior como percutores.
El paralelo de más reciente publicación es una placa, con un grabado de una cierva, procedente de los
niveles gravetienses de Antoliñako Koba (Aguirre y González, 2012). Se trata de una plaqueta de arenisca,
también en forma de disco aunque ligeramente más grande, de 52 mm de longitud, 55 mm de anchura y
18 mm de espesor. Según estos investigadores, el contorno es circular debido a una intensa utilización en
labores de talla, más específicamente en tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos
laminares. Las fracturas observadas se corresponderían con un uso como percutor en una fase anterior.
En el Magdaleniense superior del Abri Morin existe otra pieza de arte mueble que se ha realizado
sobre un posible abrasionador (Defarge et al., 1975). Se trata de una pieza de 64 mm de largo y 75 mm
de ancho que posee el borde regularizado y con fracturas posteriores a la realización del motivo grabado
(antropomorfo o ave). Según estos autores, la pieza debió servir como percutor-abrasionador.
En el Protomagdaleniense de Laugerie-Haute se cita una pieza como abraseur (Bordes, 1978: 513),
aunque no se acompaña de ninguna imagen. Según este investigador, se trata de un canto fracturado que
debió servir como abrasionador del borde de los núcleos como preparación para la talla. Asimismo destaca
que existen piezas similares en el Gravetiense de Roc de Combe y de Corbiac.
El uso de abrasionadores para la preparación de las cornisas de los núcleos antes de la extracción de la pieza
correspondiente, a parte de las observaciones experimentales, ha sido citado en muchas ocasiones, empezando
por el clásico trabajo de Bordes sobre las técnicas de talla en el Paleolítico (Bordes, 1967). En este sentido,
merece la pena destacar que con el término “abrasionador” en muchos casos los investigadores se refieren a
piezas que se han utilizado desde su cara plana, para ser usados “frotando” las cornisas, lo que provoca marcas
de tipo ranuras o incisiones en estas caras, pero no en los bordes propiamente dichos, como seria en nuestro
caso. Sirva como ejemplo el primer caso de abrasionador citado, que corresponde al yacimiento auriñaciense
de Corbiac-Vignoble 2, donde se cita un abrasionador que posee “ranuras de uso” (Tixier y Réduron, 1991).
Asimismo, algunos talones en éperon o facetados parecen haberse preparado mediante el uso de estas
piezas (Surmely y Alix, 2005), en este caso más que abrasionadores podríamos hablar de retocadores, en el
sentido de útiles para extraer esquirlas o pequeñas lascas, ya sean para la configuración de un útil (retoque
propiamente dicho) o para la preparación de los talones.
El uso de estas piezas como retocadores para la fabricación de útiles, principalmente de dorso, es otra de
las funciones que se muestra con más posibilidades. A nivel experimental, la fabricación de dorsos mediante el
uso de percutores blandos de piedra se muestra como una técnica apropiada (J. Costa, com. pers.). También ha
sido comprobado su uso para realizar retoques simples sobre algunas piezas (Bodu y Mevel, 2008: 536-539).
2 Queremos agradecer los diversos comentarios que sobre las piezas nos han realizado Felipe Cuartero, Jofre Costa y Antoni Palomo.
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A nivel experimental y en relación con la talla, el uso de percutores blandos de piedra está demostrado
gracias sobre todo a los trabajos de Pelegrin (1991 y 2000). La talla de productos laminares mediante el
uso de percutores blandos de piedra (calizas blandas o areniscas) está atestiguado en el Paleolítico superior,
especialmente a partir del Magdaleniense, aunque existe al menos desde el Gravetiense (Klaric, 2003). En
nuestro caso, vistas las dimensiones, dureza y peso de las piezas que estamos estudiando, no parece que
la talla de láminas haya sido el objetivo de su uso como percutor, siendo más probable alguna de las otras
propuestas realizadas. Pese a ello, y vistas las dimensiones reducidas de una buena parte del utillaje laminar/
microlaminar del Solutrense de la Cova de les Cendres, tampoco debemos ser tajantes en este aspecto.
La morfología de los pesos de red o de línea publicados para conjuntos de tierra de Fuego (Torres,
2007 y 2009) y el Neolítico francés (Nougier, 1951 y 1952), que en ocasiones son también cantos rodados
planos, se caracteriza por la presencia de muescas opuestas en los bordes. Lo que nos inclina a desestimar
esta función para las dos piezas de Cendres. Además, el peso de estas piezas, comprendido entre los 23
y los 27 g resulta contradictorio con su función de peso de red, pues, según indica Torres (2007) “los
ejemplares del norte de Tierra del Fuego, presentan una amplia distri ución entre los 200 y 900 g y se
b
concentran entre los 400 y 600 g”, mientras que las piezas procedentes de los grupos canoeros de la Región
de Magallanes poseen pesos algo menores, “entre los 100 y 400 g, y que no sobrepasan los 650 g”. Unos
valores considerablemente más altos que los de las dos piezas de Cendres. Este mismo hecho impide
considerarlas como boleadoras o cantos vinculados a sistemas de cordajes relacionados con la caza.
Con estos datos, y teniendo en cuenta que algunos útiles han sido multifuncionales, por lo que una
misma pieza podría haberse usado para más de una tarea, es posible hacer una distinción entre:
1. Abrasionadores de cornisas: piezas que poseen marcas de uso en una o las dos caras planas como
resultado de un acto de frotado intenso para preparar la cornisa antes de la talla. Esta acción suele dejar
estrías o surcos visibles en su superficie.
2. Retocadores de cornisas: piezas que se han utilizado para extraer pequeñas esquirlas o lasquitas como
paso previo a la extracción de un soporte. Poseerán las marcas de uso en los bordes y serán piezas poco espesas
o planas, ya que esta morfología facilita su manejabilidad en tareas que requieren una cierta precisión.
3. Retocadores de útiles: piezas que se han utilizado para realizar retoques, principalmente abruptos,
usando los bordes de una pieza plana, ya sea de tipo plaqueta o canto aplanado. Este retoque se podría haber
realizado tanto por percusión directa (retocadores) como por presión (compresores). El uso del borde del
canto como retocador provocará un desgaste del contorno.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta los paralelos citados anteriormente y los tres grupos que acabamos de
exponer, parece que las piezas recuperadas en Cendres deberían incluirse en el grupo de los retocadores, sin
que se pueda hacer distinción con respecto a su uso específico
5. CONCLUSIONES
Como hemos podido observar a lo largo de este trabajo la tipología y la escasez de piezas como estas
justifica su presentación individualizada. Se trata de útiles líticos que poseen unas características que los
vinculan claramente a las labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción
del soporte (preparación de la cornisa y/o abrasionado) o del retoque (por percusión directa o por presión).
Entre las pocas piezas publicadas sobre las que hemos podido realizar una comparación, merece la pena
destacar por su similitud con las de la Cova de les Cendres, la de Antoliñako Koba (Aguirre y González,
2012) que posee una morfología aplanada y con todo el contorno con profundas marcas de uso. En ese caso
se ha vinculado a las tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos laminares.
A nivel teórico, piezas de este tipo se pueden producir debido tanto a las tareas de abrasionado de la
cornisa mediante un frotado intensivo, como por el uso como pequeños retocadores para la preparación
de las cornisas o el retoque de piezas de dorso. Aunque la falta de estrías o surcos en las caras planas de
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las piezas nos permite concluir un uso más bien como retocadores. Así mismo, las fracturas planas que
observamos en algunas de sus caras nos confirman un posible uso mediante percusión, ya sea para estas
preparaciones o retoques, como para la extracción de soportes laminares de pequeñas dimensiones.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco de dos proyectos de investigación: “El final del Paleolítico medio y el Paleolítico
superior en la región central del Mediterráneo ibérico” (FFI 2008-01200/FISO) y “Paleolítico medio final y Paleolítico
superior inicial en la región central mediterránea ibérica (Valencia y Murcia)” (HAR 2011-24878), y (PROMETEOII/2013-016) “Más allá de la Historia. Origen y consolidación del poblamiento paleolítico valenciano”.
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Dídac ROMAN MONROIG a y Valentín VILLAVERDE BONILLA b
Dos retocadores solutrenses
de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, País Valenciano)
RESUMEN: En este trabajo presentamos dos piezas recuperadas en los niveles solutrenses de la Cova de les
Cendres que su singularidad, tipología y escasez de paralelos justifica su presentación individualizada. Se
trata de dos pequeños cantos aplanados que debido a sus características pueden vincularse claramente a las
labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción del soporte o del retoque.
PALABRAS CLAVE: Cova de les Cendres, Paleolítico superior, Solutrense, retocador, compressor, Canto
rodado.
Two Solutrean retouchers of Cendres Cave
(Teulada-Moraira, La Marina Alta, Valencian Country)
ABSTRACT: In this paper we study two pieces recovered in Solutrean levels of Cendres Cave. Its
uniqueness, typology and scarcity of parallels justify its individual presentation. These are two small and
flattened pebbles, due to its characteristics can be clearly linked to flint knapping work, especially in the
stages of preparation before the blank extraction or the stone tools retouch.
KEY WORDS: Cendres Cave, Upper Palaeolithic, Solutrean, retoucher, compressor, pebble.
a
b
Investigador postdoctoral. Programa VALI+D de la Generalitat Valenciana.
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
TRACES UMR-5608, Université de Toulouse-Le Mirail.
didac.roman@uv.es
Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
valentin.villaverde@uv.es
Recibido: 05/12/2013. Aceptado: 24/02/2014.
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D. Roman Monroig y V. Villaverde Bonilla
1. INTRODUCCIÓN
La Cova de les Cendres se localiza en la punta de Moraira, en el término municipal de Teulada-Moraira
(La Marina Alta, Alicante). La cavidad, de amplia boca, se sitúa en un alto acantilado, justo en la línea de
la costa, a 60 metros sobre el nivel del mar.
El presente trabajo tiene como propósito presentar dos piezas singulares aparecidas en la campaña
del 1999 y que corresponden a los niveles solutrenses excavados en el denominado sector B (cuadros A,
B y C/18-21) y el sondeo (cuadros A y B/17). Se trata de dos piezas que, como veremos a continuación,
interpretamos como retocadores/abrasionadores, y que poseen la singularidad de ser bastante escasos en los
yacimientos paleolíticos, lo que les confiere un interés especial para su publicación individualizada.
2. LA SECUENCIA PALEOLÍTICA DE LA COVA DE LES CENDRES:
LOS NIVELES SOLUTRENSES
La Cova de les Cendres posee una de las secuencias prehistóricas más importantes del Mediterráneo
occidental, siendo conocida por su secuencia neolítica y del Paleolítico superior (Bernabeu y Molina, eds.,
2009; Villaverde et al., 2010).
Dejando a un lado los niveles neolíticos, la secuencia paleolítica del yacimiento, en el que todavía no se
ha llegado a la base, se inicia con unos potentes niveles del Gravetiense (niveles XVI-XIV), con diversas
dataciones entre el 25850±260 BP (31266-30490 cal. BP) y el 21230±80 BP (25714 -25057 cal. BP). Estos
niveles se caracterizan por la presencia de utillaje lítico de dorso, con puntas de la gravette, microgravettes
y puntas tipo Cendres, así como puntas dobles y de base poligonal en la industria ósea (Villaverde y
Roman, 2004; Villaverde et al., 2007-2008). Viene después, superpuesta, la secuencia del Solutrense, que
comentaremos más detenidamente a continuación (nivel XIII) y finalmente la larga y compleja secuencia
Magdaleniense, que incluye los niveles XII a IX, este último en contacto erosivo con el Neolítico. Pendiente
de definir con exactitud, en esta parte de la secuencia, de base a muro, podemos distinguir: un Magdaleniense
inferior, con dataciones entre el 16030±60 BP (19360-19050 cal. BP) y el 14850±100 BP (18441-17907 cal.
BP) (Villaverde et al., 2012); un Magdaleniense medio, con dataciones entre el 14510±50 BP (17710-17260
cal. BP) y el 13690±120 BP (17037-16476 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde, 2001; Villaverde et
al., 2012), caracterizado por el dominio del grupo microlaminar, especialmente de las laminitas con finos
retoques directos o inversos y las laminitas truncadas, un dominio de los raspadores sobre los buriles, y una
buena representación las piezas del sustrato, mientras que en la industria ósea están presentes las azagayas
de bisel simple y las varillas; y diversos niveles del Magdaleniense superior, datado entre el 13350±50 BP
(15980-15690 cal. BP) y el 12470±100 BP (15093-14392 cal. BP) (Villaverde et al., 1999; Villaverde y
Roman, 2005-2006; Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010; Roman y Villaverde, 2011) caracterizados
por el marcado dominio del grupo microlaminar y por un equilibrio o un ligero dominio de los buriles sobre
los raspadores, y en la industria ósea una elevada presencia de arpones, varillas, agujas, azagayas de bisel
doble y simple y algunas puntas de base recortada.
El contacto del Solutrense del nivel XIII con los niveles subyacentes es erosivo y afecta de manera
desigual a estos paquetes, como consecuencia de la formación de canales, rellenos y desplazamientos que
dificultan particularmente la atribución industrial del nivel XIV.
El nivel XIII, de unos 30 cm de potencia media, posee una estructura laminada compleja, formada por
lentejones de extensión limitada, que testimonian la complejidad del proceso de formación del relleno
y la existencia de continuas fases de erosión y redeposición sedimentaria. Además, la existencia en la
zona excavada de una colada estalagmítica sobre la que apoya este nivel hace que la estratigrafía muestre
una dislocación de pendiente en algunas zonas con respecto a la tendencia general del paquete. Estas
circunstancias explican la elevada dificultad para, durante el proceso de excavación, establecer el detalle
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estratigráfico del paquete, razón que nos ha llevado a estudiar el material del conjunto del nivel como una
sola unidad, aun a sabiendas de la amplitud cronológica y la estratificación que es posible observar en
algunas zonas (Villaverde et al., 2010).
Poseemos diversas dataciones que nos permiten delimitar las ocupaciones del Solutrense evolucionado
del nivel XIII. La base del nivel estaría indicada por las fechas de 18920±180 BP (23135-22471 cal. BP)
y 18750±130 BP (22789-22093 cal. BP), mientras que el final de esta ocupación nos la indica la fecha del
17210±60 BP (20440-20220 cal. BP). No podemos obviar que en la serie de dataciones de este nivel, así
como entre las de la base del XII existen algunas fechas discordantes que nos indican los problemas para
su definición que hemos destacado anteriormente.
El material recuperado en el nivel XIII supera los 5.200 restos líticos (de los cuales un 64,8% son
esquirlas). Entre los elementos de producción (1.689 piezas) dominan claramente las lascas (64,2%) sobre
laminitas (15,1%), láminas (12,6%) y lascas laminares (8,1%). Pese a este dominio de las lascas, tanto su
posición dentro de la cadena operativa, como los negativos dorsales de los soportes y las características de
los núcleos nos indican que el objetivo de la explotación lítica era el laminar. También existen 36 núcleos
y diversos productos de acondicionamiento, como tabletas, semitabletas o semicrestas.
El material retocado asciende a 296 piezas. Entre estas destaca la presencia de puntas escotadas, una
punta de pedúnculo y aletas, hojas de laurel y alguna punta de cara plana, que sumadas suponen un 11,4%
del material retocado. Por su parte, el retoque solutrense supone un 6,4%. Entre el resto de retocados
destaca el dominio de los raspadores (15,5%) sobre los buriles (9,1%), la buena proporción de piezas con
retoques en uno o dos bordes (29,4%) y de piezas astilladas (10,1%), así como una buena presencia de
utillaje microlaminar (7,4%).
Otro dato destacado del nivel XIII es la abundancia de industria ósea y adorno. Entre la primera se han
recuperado 19 piezas, con dominio de las puntas dobles y presencia de una punta de base redondeada, base
poligonal, azagayas monobiseladas, agujas con perforación en la base, puntas finas dobles, un punzón y
una punta plana. Por lo que respecta al adorno merece la pena destacar que entre las 70 piezas recuperadas
existen 14 especies diferentes, dominando claramente Theodoxus fluviatilis (42,8%).
Todos estos datos nos inclinan a pensar que nos encontramos con un nivel que pertenece al Solutrense
evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, siendo escasos los datos que sugieran la presencia de Solutrense
evolucionado I o Solutrense superior.
3. DESCRIPCIÓN Y UBICACIÓN DE LAS PIEZAS OBJETO DE ESTUDIO
Las piezas que centran este trabajo se recuperaron en la campaña de 1999 (fig. 1). La primera se recuperó
en la capa 8 del cuadro A-19. Se trata de un pequeño canto rodado, de morfología aplanada, de arenisca
(cuarzoarenita) de grano fino equigranular.1 Sus dimensiones son 38,7 mm de longitud, 36 mm de anchura
y 11,1 mm de espesor y el peso es de 23,69 g. Presenta las dos caras planas lisas y todo el borde rebajado
debido a una fuerte abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. En una de sus
caras posee una pequeña fractura debido a su uso en tareas de percusión, ya sea en un uso anterior como
percutor propiamente dicho, ya sea por su utilización como retocador.
La segunda de las piezas se recuperó en la capa 9 del cuadro A-19 (fig. 2). Se trata de un pequeño canto
rodado, de morfología aplanada, de arenisca (cuarzoarenita) de grano fino equigranular. Sus dimensiones
son 42,6 mm de longitud, 37,8 mm de anchura y 12,9 de espesor, con un peso de 26,85 g. Al igual que la
pieza anterior, posee las dos caras planas lisas y prácticamente todo el borde rebajado debido a una fuerte
abrasión, con lo que acaba por conformar una especie de disco lítico. La única parte que no presenta
esta abrasión es una pequeña porción, de 6,5 mm, en la que se puede apreciar la morfología original del
1 Agradecemos a Xavier Mangado sus observaciones sobre la naturaleza geológica de las piezas.
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Fig. 1. Retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 2. Retocador del cuadro
A-19 capa 9.
soporte, lo que nos permite observar que se trata de un pequeño canto rodado aplanado. En una de sus
caras posee también una fractura plana algo mayor que la anterior y para cuya explicación recurrimos a las
consideraciones efectuadas en la otra pieza.
En definitiva, se trata de dos piezas de tamaño y características similares, probablemente usadas en un
mismo contexto y cronología, que a pesar de proceder de dos capas artificiales distintas apenas distan 2 cm
de profundidad, y cuyo análisis y difusión, por la falta de paralelos y rareza, nos parece oportuno.
El análisis realizado con una lupa binocular no nos ha permitido observar marcas de abrasión o estrías
marcadas en las caras planas, por lo que deducimos que su superficie es natural (fig. 3 y 4). Únicamente la
segunda de las piezas presenta unas finísimas estrías vinculadas al borde rebajado que muestran un trabajo
longitudinal, tal y como correspondería a un uso del borde del soporte como retocador o, ya en menor
medida, abrasionador (fig. 4).
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Fig. 3. Detalle con
la lupa binocular del
retocador del cuadro
A-19 capa 8.
Fig. 4. Detalle con la lupa binocular del retocador del cuadro A-19 capa 9.
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Sobre el mismo perímetro de las piezas, que ha sido rebajado, se han observado estrías de muy escasa
entidad. Este hecho, unido a las fracturas observadas, parecen indicar que el rebaje se ha producido por
percusión, lo que también apoyaría la idea de que fue usado como retocador, ya sea para la preparación del
filo de útiles ya para la preparación de las cornisas de núcleos.
4. FUNCIONALIDAD DE LOS RETOCADORES-ABRASIONADORES
No son muchas las referencias que existen de este tipo de piezas. Desde un principio su morfología, con los
bordes rebajados y en forma de disco, nos hizo pensar en una funcionalidad vinculada a la talla, aunque no
podíamos descartar otro tipo de usos, como soportes para la elaboración de arte mueble o funcionalidades
que no resulta fácil de demostrar, como piezas de algún tipo de juego. Otra posibilidad sería que fuesen
contrapesos vinculados a cordajes o redes, aunque como seguidamente veremos esta idea tampoco se puede
mantener. Finalmente, la existencia de algunos paralelos (alguno de ellos con arte figurativo en la cara plana)
y los comentarios efectuados por algunos investigadores con amplia experiencia en la experimentación2 nos
han inclinado a considerar su función de retocadores, con un posible uso anterior como percutores.
El paralelo de más reciente publicación es una placa, con un grabado de una cierva, procedente de los
niveles gravetienses de Antoliñako Koba (Aguirre y González, 2012). Se trata de una plaqueta de arenisca,
también en forma de disco aunque ligeramente más grande, de 52 mm de longitud, 55 mm de anchura y
18 mm de espesor. Según estos investigadores, el contorno es circular debido a una intensa utilización en
labores de talla, más específicamente en tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos
laminares. Las fracturas observadas se corresponderían con un uso como percutor en una fase anterior.
En el Magdaleniense superior del Abri Morin existe otra pieza de arte mueble que se ha realizado
sobre un posible abrasionador (Defarge et al., 1975). Se trata de una pieza de 64 mm de largo y 75 mm
de ancho que posee el borde regularizado y con fracturas posteriores a la realización del motivo grabado
(antropomorfo o ave). Según estos autores, la pieza debió servir como percutor-abrasionador.
En el Protomagdaleniense de Laugerie-Haute se cita una pieza como abraseur (Bordes, 1978: 513),
aunque no se acompaña de ninguna imagen. Según este investigador, se trata de un canto fracturado que
debió servir como abrasionador del borde de los núcleos como preparación para la talla. Asimismo destaca
que existen piezas similares en el Gravetiense de Roc de Combe y de Corbiac.
El uso de abrasionadores para la preparación de las cornisas de los núcleos antes de la extracción de la pieza
correspondiente, a parte de las observaciones experimentales, ha sido citado en muchas ocasiones, empezando
por el clásico trabajo de Bordes sobre las técnicas de talla en el Paleolítico (Bordes, 1967). En este sentido,
merece la pena destacar que con el término “abrasionador” en muchos casos los investigadores se refieren a
piezas que se han utilizado desde su cara plana, para ser usados “frotando” las cornisas, lo que provoca marcas
de tipo ranuras o incisiones en estas caras, pero no en los bordes propiamente dichos, como seria en nuestro
caso. Sirva como ejemplo el primer caso de abrasionador citado, que corresponde al yacimiento auriñaciense
de Corbiac-Vignoble 2, donde se cita un abrasionador que posee “ranuras de uso” (Tixier y Réduron, 1991).
Asimismo, algunos talones en éperon o facetados parecen haberse preparado mediante el uso de estas
piezas (Surmely y Alix, 2005), en este caso más que abrasionadores podríamos hablar de retocadores, en el
sentido de útiles para extraer esquirlas o pequeñas lascas, ya sean para la configuración de un útil (retoque
propiamente dicho) o para la preparación de los talones.
El uso de estas piezas como retocadores para la fabricación de útiles, principalmente de dorso, es otra de
las funciones que se muestra con más posibilidades. A nivel experimental, la fabricación de dorsos mediante el
uso de percutores blandos de piedra se muestra como una técnica apropiada (J. Costa, com. pers.). También ha
sido comprobado su uso para realizar retoques simples sobre algunas piezas (Bodu y Mevel, 2008: 536-539).
2 Queremos agradecer los diversos comentarios que sobre las piezas nos han realizado Felipe Cuartero, Jofre Costa y Antoni Palomo.
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A nivel experimental y en relación con la talla, el uso de percutores blandos de piedra está demostrado
gracias sobre todo a los trabajos de Pelegrin (1991 y 2000). La talla de productos laminares mediante el
uso de percutores blandos de piedra (calizas blandas o areniscas) está atestiguado en el Paleolítico superior,
especialmente a partir del Magdaleniense, aunque existe al menos desde el Gravetiense (Klaric, 2003). En
nuestro caso, vistas las dimensiones, dureza y peso de las piezas que estamos estudiando, no parece que
la talla de láminas haya sido el objetivo de su uso como percutor, siendo más probable alguna de las otras
propuestas realizadas. Pese a ello, y vistas las dimensiones reducidas de una buena parte del utillaje laminar/
microlaminar del Solutrense de la Cova de les Cendres, tampoco debemos ser tajantes en este aspecto.
La morfología de los pesos de red o de línea publicados para conjuntos de tierra de Fuego (Torres,
2007 y 2009) y el Neolítico francés (Nougier, 1951 y 1952), que en ocasiones son también cantos rodados
planos, se caracteriza por la presencia de muescas opuestas en los bordes. Lo que nos inclina a desestimar
esta función para las dos piezas de Cendres. Además, el peso de estas piezas, comprendido entre los 23
y los 27 g resulta contradictorio con su función de peso de red, pues, según indica Torres (2007) “los
ejemplares del norte de Tierra del Fuego, presentan una amplia distri ución entre los 200 y 900 g y se
b
concentran entre los 400 y 600 g”, mientras que las piezas procedentes de los grupos canoeros de la Región
de Magallanes poseen pesos algo menores, “entre los 100 y 400 g, y que no sobrepasan los 650 g”. Unos
valores considerablemente más altos que los de las dos piezas de Cendres. Este mismo hecho impide
considerarlas como boleadoras o cantos vinculados a sistemas de cordajes relacionados con la caza.
Con estos datos, y teniendo en cuenta que algunos útiles han sido multifuncionales, por lo que una
misma pieza podría haberse usado para más de una tarea, es posible hacer una distinción entre:
1. Abrasionadores de cornisas: piezas que poseen marcas de uso en una o las dos caras planas como
resultado de un acto de frotado intenso para preparar la cornisa antes de la talla. Esta acción suele dejar
estrías o surcos visibles en su superficie.
2. Retocadores de cornisas: piezas que se han utilizado para extraer pequeñas esquirlas o lasquitas como
paso previo a la extracción de un soporte. Poseerán las marcas de uso en los bordes y serán piezas poco espesas
o planas, ya que esta morfología facilita su manejabilidad en tareas que requieren una cierta precisión.
3. Retocadores de útiles: piezas que se han utilizado para realizar retoques, principalmente abruptos,
usando los bordes de una pieza plana, ya sea de tipo plaqueta o canto aplanado. Este retoque se podría haber
realizado tanto por percusión directa (retocadores) como por presión (compresores). El uso del borde del
canto como retocador provocará un desgaste del contorno.
Por lo tanto, si tenemos en cuenta los paralelos citados anteriormente y los tres grupos que acabamos de
exponer, parece que las piezas recuperadas en Cendres deberían incluirse en el grupo de los retocadores, sin
que se pueda hacer distinción con respecto a su uso específico
5. CONCLUSIONES
Como hemos podido observar a lo largo de este trabajo la tipología y la escasez de piezas como estas
justifica su presentación individualizada. Se trata de útiles líticos que poseen unas características que los
vinculan claramente a las labores de talla, especialmente en las fases de preparación previa a la extracción
del soporte (preparación de la cornisa y/o abrasionado) o del retoque (por percusión directa o por presión).
Entre las pocas piezas publicadas sobre las que hemos podido realizar una comparación, merece la pena
destacar por su similitud con las de la Cova de les Cendres, la de Antoliñako Koba (Aguirre y González,
2012) que posee una morfología aplanada y con todo el contorno con profundas marcas de uso. En ese caso
se ha vinculado a las tareas de retoque o abrasión de partes proximales de productos laminares.
A nivel teórico, piezas de este tipo se pueden producir debido tanto a las tareas de abrasionado de la
cornisa mediante un frotado intensivo, como por el uso como pequeños retocadores para la preparación
de las cornisas o el retoque de piezas de dorso. Aunque la falta de estrías o surcos en las caras planas de
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las piezas nos permite concluir un uso más bien como retocadores. Así mismo, las fracturas planas que
observamos en algunas de sus caras nos confirman un posible uso mediante percusión, ya sea para estas
preparaciones o retoques, como para la extracción de soportes laminares de pequeñas dimensiones.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco de dos proyectos de investigación: “El final del Paleolítico medio y el Paleolítico
superior en la región central del Mediterráneo ibérico” (FFI 2008-01200/FISO) y “Paleolítico medio final y Paleolítico
superior inicial en la región central mediterránea ibérica (Valencia y Murcia)” (HAR 2011-24878), y (PROMETEOII/2013-016) “Más allá de la Historia. Origen y consolidación del poblamiento paleolítico valenciano”.
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