El poblamiento en la comarca de la Costera (Valencia) desde el Neolítico hasta época romana. Yacimientos arqueológicos y vías de comunicación
Guillermo Pascual Berlanga
Pablo García Borja
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 301-325
Guillermo PASCUAL BERLANGA (a) y Pablo GARCÍA BORJA (b)
El poblamiento en la comarca de la Costera
(Valencia) desde el Neolítico hasta época romana.
Yacimientos arqueológicos y vías de comunicación
RESUMEN: Se presentan los resultados fruto de la unión de diferentes estudios en la comarca de la
Costera entre el Neolítico y época romana que incorporan: documentación bibliográfica existente, prospecciones y excavaciones arqueológicas recientes. La visión en conjunto de todos estos datos y la ubicación topográfica del conjunto de yacimientos permite establecer hipótesis de partida sobre el
poblamiento y las vías de comunicación existentes desde la Edad del Bronce hasta la conformación de
la vía de comunicación más importante que ha atravesado la comarca en la antigüedad, la vía Augusta.
PALABRAS CLAVE: La Costera, yacimientos arqueológicos, vías de comunicación, poblamiento.
Territory and settlements in the Costera county (Valencia, Spain) from
the Neolithic to the Roman period. Archaeological sites and communication routes
ABSTRACT: We present the first results fruit of the union of different studies in the Costera county (Valencia region, Spain) one that they incorporate: bibliographical existing documentation, explorations
and archaeological recent excavations between Neolithic and Roman periods. The vision as a whole of
all this information and the topographic location of the set of deposits allows us to establish hypothesis
on the existing road links from the Bronze Age up to the conformation of the most important road link
that has crossed the region in the antiquity, The vía Augusta.
KEY WORDS: Costera county, archaeological sites, roads, settlement.
a Arqueòleg núm. 14336 del Col·legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València.
(guillermo.pascual@uv.es)
b Arqueòleg núm. 15960 del Col·legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València.
(paucanals@hotmail.com)
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INTRODUCCIÓN
Los trabajos arqueológicos que la Universitat de València y el Museu de Prehistòria vienen realizando
en la comarca de la Costera desde hace algunos años, se han visto incrementados con motivo de la realización de nuevos proyectos de obra civil y la consiguiente excavación de algunos de los yacimientos que se
englobaban en tales proyectos. El conjunto de intervenciones realizadas tanto por entidades públicas como
privadas ha dado como fruto la excavación de diferentes estructuras y yacimientos datados en el Neolítico,
Edad del Bronce, época ibérica y romana. Una de estas intervenciones, realizada por la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia SL bajo la dirección de David López y Ana Valero con motivo de la instalación del gaseoducto, se centró en el yacimiento de cronología romana de Faldetes y ha permitido identificar un pequeño
tramo de la vía Augusta a su paso por Moixent y un camino cuyo origen también parece datarse en época
romana. Por ello, se nos planteó la necesidad de contextualizar estos hallazgos y tratar de comprender la importancia que las vías de comunicación han ejercido en la comarca.
La lectura y comprensión de la dinámica histórica de la Costera hasta época romana no era posible
sin realizar una aproximación a su poblamiento en cada una de sus fases. Para ello, el primer paso ha sido
la elaboración de diferentes mapas en los que quedan representados los yacimientos conocidos hasta la fecha
aproximándonos, en la medida de lo posible, a su cronología y extensión. Para ello se utilizó tanto la información bibliográfica existente hasta el momento como la prospección directa sobre el territorio y la excavación arqueológica. El resultado queda plasmado en diferentes mapas que abarcan desde el Neolítico hasta
época romana. La unión de las diferentes variables nos ha proporcionado una amplia visión sobre las pautas de aprovechamiento de territorios y vías de comunicación. Estos modelos varían a lo largo de la secuencia, pero también mantienen rasgos de las fases predecesoras como consecuencia de factores ecológicos,
de aprovechamiento de los recursos y geográficos a la hora de minimizar las distancias de los trayectos.
La realización de un trabajo desde una perspectiva en la que se interrelaciona información de 4 fases
históricas sabemos que plantea grandes dificultades. Existen trabajos sobre la dinámica ocupacional de la
comarca para alguna de ellas o para territorios específicos, pero no existen estudios que incorporen toda
esta información a través de mapas que permitan comprender, aunque sea de forma preliminar, la evolución
particular dentro de un proceso histórico más amplio. Los principales problemas que nos hemos encontrado
son: la diacronía dentro del conjunto de yacimientos de un mismo periodo, la dificultad de identificar su extensión real y funcionalidad, la información parcial con la que contamos, así como la progresiva aparición
de nuevos enclaves.
Una vez obtenidos los mapas, hemos intentado comprender la dinámica ocupacional de cada fase,
aunque sea a grandes rasgos, para, finalmente, proponer una hipótesis de trabajo sobre la relación existente
entre yacimientos y vías de comunicación, que es el objetivo que nos planteamos al iniciar este trabajo y
cuyos resultados presentamos. Uno de los elementos que, sin duda, van a caracterizar el paisaje del valle del
Cànyoles es el trazado de las vías de comunicación históricas. Desgranarlas a partir del entramado actual de
caminos, carreteras, senderos, etc. resulta un trabajo complicado debido a la superposición y remodelación
de éstos que se ha venido produciendo a lo largo de toda la historia y cuya última expresión la encontramos
en la A-35 y el nuevo trayecto del AVE, actualmente en ejecución. A la hora de tratar de aproximarnos a la
red viaria del valle en la antigüedad conviene diferenciar entre las vías principales que lo recorrían de aquellas que debieron ser caminos secundarios para comunicar los distintos lugares de mayor relevancia con la
vía, así como los caminos o senderos que permitían el acceso a los diferentes asentamientos de menor envergadura.
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EL MEDIO FÍSICO
La comarca de la Costera coincide con un largo valle que es un sinclinal al que se asocia la falla de
separación entre el Sistema Ibérico situado en la Serra Plana y las sierras béticas del sur. El territorio queda
cerrado al noreste por el macizo del Mondúver y al sureste por el Capurutxo (Piqueras, 1996). La comarca
limita al norte con la Canal de Navarrés y la Ribera Alta, al este con La Safor, al sur con el valle de Albaida
y Alto Vinalopó y al oeste con la Mancha. Tiene unos 50 km de longitud por cuatro de anchura. El río Cànyoles representa el eje central de la comarca, cruzándola hasta su desembocadura en el río Albaida. En la
actualidad, el clima es mediterráneo con características más o menos continentales al sudoeste.
La zona queda plenamente incluida en una de las rutas naturales dominantes que se encuentran en el
territorio valenciano (Piqueras y Sanchis, 1992; Aura et al., 1993) y siempre que mantengamos la dirección
de la falla nos encontraremos con un excelente canal natural de fácil tránsito. Es precisamente la comarca
de la Costera, también llamada Vall de Montesa, la vía natural utilizada desde antiguo para pasar desde la
llanuras valencianas hasta la Mancha, Andalucía y Murcia y conectar con las rutas que dirigen al norte y viceversa. En este sentido, todas las grandes vías de comunicación, desde las rutas o caminos prerromanos (Almagro Gorbea, 1976; Sellières, 1977), la vía Augusta (Arasa y Rosselló, 1995) pasando por el Nuevo camino
Real de Madrid a Valencia (1786), la línea ferroviaria (1858) o la actual autovía, atraviesan el valle. Por tanto,
las características geográficas proporcionan un lugar relevante desde el punto de vista estratégico que explica la gran importancia de la ciudad de Xàtiva a lo largo de toda la historia y, por consiguiente, el área de
influencia de la misma.
Geología e hidrología
El sinclinal en el que se encaja el río divide el territorio en dos grandes unidades morfológicas: al norte
el macizo tabular del Caroig y al sur la cresta anticlinal diapírica de la Serra Grossa. La zona analizada se
encuentra pues enmarcada al norte por la Serra Plana, que es el límite meridional del macizo del Caroig, y
una prolongación hacia el noreste del mismo. Al oeste, por el pico del Capurutxo que, con una altura de 934
m, es el punto más alto después de la Sella (1000,4 m). Al sur, con el crestón de la Serra Grossa presenta una
alineación más clara. Finalmente, el área que estudiamos queda limitada al este por el río Albaida (fig. 1).
El elemento hidrológico más importante es el río Cànyoles. A lo largo de 40 km recorre toda la comarca de oeste a este siguiendo la dirección del sinclinal en que se encuentra y recibiendo aguas de los innumerables barrancos de corto recorrido que bajan por sus márgenes.
Unidades paisajísticas
Fundamentalmente, todo el valle tiene un uso agrícola. En líneas generales, sobre los terrenos cuaternarios, en la actualidad la mayor parte del suelo está dedicada al cultivo de cítricos, mientras que sobre
los materiales terciarios se cultivan otros tipos de frutales, olivos y cereales y en las terrazas próximas al río
vid, olivos y ciruelos (Rubio, 2001).
Cavanilles dividió el valle del Cànyoles en tres unidades: la Huerta de San Felipe, los pueblos de la
Costera y pueblos occidentales en los que incluía Montesa, Vallada, Moixent y La Font de la Figuera. Partiendo de estas premisas y de las diferentes áreas de influencia detectadas para las distintas épocas que
hemos analizado, hemos dividido el territorio en tres unidades paisajísticas que obedecen a aspectos de carácter estructural.
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Fig. 1. Mapa físico de la Costera.
- Vega de Xàtiva: Abarca desde el río Albaida y Barxeta por el este hasta el Barranc del Tollo por el
oeste, engloba: Alcúdia de Crespins, Canals, Cerdà, Genovés, La Granja de la Costera, Llanera de Ranes,
Lloc Nou d’en Fenollet, Llosa de Ranes, Novetlè, Montesa, Rotglà i Corberà, Torrella, Vallés de la Costera
y Xàtiva; básicamente coincide con la Costera de Ranes. Se trata de una llanura cuaternaria cuyos suelos dominantes los forman terrazas aluviales de cantos, arenas y arcillas pleistocenas. Asimismo se trata de una
zona en la que el agua es muy abundante y desde antiguo se ha empleado para mantener una agricultura basada en el regadío. Hoy domina el monocultivo de cítricos, que se combinan con otros de huerta más tradicionales como las hortalizas, cereales y tubérculos, sobre todo en la zona de confluencia de los ríos Cànyoles
y Albaida. Por su parte oriental esta unidad quedaría definida por la confluencia del Cànyoles con el río Albaida y Barxeta. Se trata pues de una llanura muy transformada por la actividad agrícola y el regadío. Hasta
la década de 1960 la parte más oriental de este sector, en torno al cerro del Puig y el paraje del Pintor, estuvo dedicada al cultivo de arrozales que desde mediados del siglo XX entró en franco retroceso a favor del
cultivo del naranjo (López Gómez, 1966-67).
- Valle medio-bajo del Cànyoles: Abarca desde el Barranc del Tollo hasta el de Vallmelós en el término de Moixent, e incluye las poblaciones de Vallada y Moixent. La altitud media a que se encuentra el
valle en esta unidad es de unos 320 m. Desde el Barranc de Vallmelós, el río entra en una estrecha franja
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delimitada por los altos de Els Palaus, Les Albarades, Port de les Finestretes, la Mola del Pi y la Serra d’Enguera en Serra Plana; y L’Altet del Viudo, de Garrido, Les Covatelles, la Lloma del Pedregal y Els Alts del
Pastor en la Serra Grossa. En este tramo, el río discurre por terrenos terciarios y cuaternarios de color blanco.
Hoy en día los cítricos han ido ganando terreno a los cultivos tradicionales de secano más propios de su enclave geográfico gracias a la apertura de profundos pozos.
- Vega de La Font de la Figuera y Les Alcusses: Comprende la población de La Font de la Figuera
y la partida de Les Alcusses (Moixent). La vega de La Font de la Figuera incorpora las partidas de Moreral, El Ramblar, El Carrascal, El Bovalar, El Milà, Tovales, Les Costeres y La Vegueta, englobando todo el
territorio que queda entre la curvas de nivel de 500 y 450 m. La partida de Les Alcusses se encuentra a una
altitud media de unos 550 m y corresponde a una pequeña meseta de unos 15 km² con una serie de elementos endorreicos y fuentes naturales de agua que pudieron ser utilizadas desde la antigüedad. A rasgos generales, la mayor parte de los suelos dedicados a la agricultura están sobre margas terciarias (facies Tap). Se
trata de suelos con elevado contenido en carbonatos y una capacidad de retención de agua elevada (Rubio,
2001). Aunque con la incorporación del goteo y la apertura de pozos se han introducido nuevos cultivos, es
la zona en la que el paisaje agrícola ha variado menos y la mayor parte del territorio está sembrado de viñedos y cereales. Un dato destacable que aporta Cavanilles al referirse al Pla de les Alcusses es que buena
parte de los campos de cultivo se encontraban abandonados e incultos durante su primera visita, mientras
que en 1795 se habían creado más de 90 cortijos entre las partidas de Garamoixent, El Bosquet, Les Alcusses y Badillo (Cavanilles, 1795).
EL POBLAMIENTO Y LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN
La información de la que disponemos para la comarca de la Costera ha ido en progresivo aumento
en los últimos años. En la actualidad existe un buen número de publicaciones que iremos repasando que abarcan toda su secuencia arqueológica. Sin embargo, entendemos que para la realización de un completo análisis a nivel comarcal es necesario un mayor número de estudios detallados centrados en la extensión y
cronología de sus múltiples yacimientos, cuestión en la que se está trabajando en los últimos años (Pérez Ballester y Borreda, 1998; Ribera et al., 2005; Rodríguez Traver y Pérez Ballester, 2005; García Borja, De
Pedro y Sánchez, 2005; Arasa y Bellvís, 2008).
El Neolítico
Son numerosas las noticias y referencias bibliográficas de yacimientos neolíticos que demuestran la
existencia de una intensa y duradera ocupación (García Borja y Molina, 2006). Aunque el número de trabajos aumenta, todavía el registro no permite establecer una visión completa de la ocupación, lo que impide
realizar una propuesta de vías de comunicación más allá de señalar que se utilizan los propios pasos existentes en cada concentración. En el plano de ubicación de yacimientos (fig. 2), se evidencia la falta de enclaves al aire libre ubicados en llano, junto a las zonas de producción agrícola más fértiles, que creemos es
consecuencia de la parcialidad del registro arqueológico y no de su inexistencia. Es por ello que hemos incluido también las cuevas con restos de materiales aparentemente neolíticos ligados o no a posibles enterramientos pues, a falta de otros datos, éstas indican la presencia de lugares de hábitat en las proximidades
(Bernabeu y Pascual, 1998).
Está constatada la existencia de materiales del Neolítico antiguo en los yacimientos de la Cova del
Barranc Fondo (Xàtiva), la Cova Santa (La Font de la Figuera) y posiblemente las cuevas de Mosseguellos
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Fig. 2. Dispersión de yacimientos de cronología neolítica.
(Vallada), Carasol de Vernissa (Xàtiva) y Barranc de Palop (Moixent) (García Borja, e.p.). El único asentamiento al aire libre que hasta el momento podemos encuadrar dentro del Neolítico IB de la secuencia regional (Bernabeu, 1989) es el Mas de Sant Joaquim, ubicado en la zona oriental del Pla de les Alcusses,
donde se recuperaron mediante prospección arqueológica fragmentos cerámicos decorados y hojas de sílex
(Molina y McClure, 2004).
Contamos con un mayor número de noticias que señalan la existencia de yacimientos al aire libre que
podemos encuadrar en el Neolítico II. El conjunto de yacimientos permite plantear una hipótesis de trabajo
en la que identificamos cuatro grandes espacios de explotación de recursos en base a la localización de los
mismos: la Vall de La Font de la Figuera, Les Alcusses, valle medio del Cànyoles y la Costera de Ranes.
En la Vall de La Font de la Figuera y Alcusses sabemos de la presencia de diferentes poblados al aire
libre y cuevas (de hábitat y/o enterramiento) concentradas en su mayoría en el Capurutxo y el Serruig. En
el llano existen noticias de poblados en los que sólo se conoce material recogido en superficie o restos de
estructuras excavadas en la roca sin material arqueológico. Hay que señalar que su número podría ser sensiblemente superior, pues en las prospecciones realizadas por Pérez Ballester y Borredá (1998) se documentaron espacios en los que junto a materiales ibéricos aparecían cerámicas a mano que podrían ser el
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resultado de la existencia de lugares ocupados tanto en época ibérica como neolítica (también Bronce final),
como ocurre en el yacimiento de Casa Garrido Nord II (Moixent) (García Borja et al., 2008-2009). Este podría ser el caso de enclaves como los del Bosquet, Casa Penedés o Casa San Fernando. Del mismo modo,
en el mapa de distribución quedan representados otros dos yacimientos que son considerados dudosos: La
Mesquitella (Galiana, Ribera y Torregrosa, 1998) y les Sitges del Camí del Puntal.
Las otras dos zonas diferenciadas son: el valle medio del Cànyoles y la Costera de Ranes. En ellas
no encontramos referencias de poblados neolíticos al aire libre, pero sí algunas de yacimientos en cueva, lo
que debe ser explicado por el desequilibrio en las tareas de investigación llevadas a cabo hasta la fecha y la
dificultad que existe a la hora de localizar yacimientos neolíticos al aire libre en zonas con elevado grado
de antropización. En La Vall de Montesa, a los yacimientos citados, podemos sumar otros como la Cova de
la Calavera y la Cova del Castell (cercanos a la Cova Santa y a la Cova del Cavall) o la Cova del Garrofer
(en la otra parte del río), que también podrían albergar enterramientos del Neolítico final. La misma tendencia
se documenta en la Costera de Ranes, donde también existen noticias de cuevas con restos de enterramientos y materiales prehistóricos, pero sin restos de poblados al aire libre. En este sentido, no descartamos completamente un posible origen eneolítico en la Penya Sant Dídac, pues el aficionado Samit encontró diferentes
puntas de flecha de sílex junto al conocido poblado de la Edad del Bronce (Aparicio, 1973: 23-24).
Los yacimientos del término municipal de Estubeny (C-11 = la Cova del Barranc de la Meravella o
Barranc de les Coves, Coveta Victoria, Teixonera, Covacha Chocomeli), probablemente están en relación
con el aprovechamiento de una parte del territorio atravesado por el río Sellent (Pla dels Olivars, Pla de
Nero, Las Eras, etc.).
La visión que nos ofrecen los diferentes datos demuestra la existencia de restos de grupos a lo largo
de toda la secuencia neolítica regional. En los primeros momentos (Neolítico antiguo cardial), esta ocupación sólo se documenta en cuevas, aunque es probable que existan diferentes poblados en los llanos de la
comarca tal y como se ha demostrado en L’Alcoià (Molina Hernández, 2002-2003; Bernabeu et al., 2003).
En los momentos finales del Neolítico antiguo o Neolítico IB se documenta un poblado al aire libre. Durante
el Neolítico II, sí se encuentra material arqueológico en superficie que asociamos a yacimientos de esta cronología, ubicados junto a las mismas zonas de cultivo y pasto. En las recientes excavaciones realizadas en
Casa Garrido Nord II (Moixent) se han encontrado los primeros silos de cronología neolítica de la comarca
(García Borja et al., 2008-2009). Por lo tanto, no debemos descartar que la dinámica ocupacional presente
similitudes con las comarcas vecinas (Bernabeu et al., 1993; Bernabeu et al., 1994; Gómez et al., 2004; Pascual y Ribera, 2004). Es en estos momentos del Neolítico final-Eneolítico cuando creemos que se puede rastrear una primera ocupación ordenada de la comarca en función de sus áreas de captación de recursos y
pasos naturales que la unen con otras. Sin embargo, todavía no podemos proponer una hipótesis de trabajo
sobre la relación existente entre yacimientos y vías de comunicación durante el Neolítico, cuestión que resulta interesante a la hora de valorar el proceso de expansión de la agricultura por ésta y las vecinas de Navarrés y Valle de Ayora, pues la presencia de dos importantes yacimientos con niveles del Neolítico antiguo
en La Font de la Figuera (Cova Santa) y Xàtiva (Barranc Fondo) nos abren varias posibilidades a la hora de
valorar un proceso de expansión desde La Safor o desde La Vall d’Albaida cuya dirección a través de la comarca no podemos establecer a día de hoy.
Edad del Bronce
Pese a que tampoco existen proyectos de investigación encaminados al estudio de todo el valle durante este período, nos encontramos con un mayor número de trabajos y noticias que nos ayudan a proyectar una imagen más completa de la ocupación del valle en el II milenio a.C. (Ribera, 1996; Simón, 1996;
Pérez Ballester y Borredá, 1998; Molina y McClure, 2004; García Borja, 2004; Ribera et al., 2005). Aunque faltan datos para precisar la cronología de los 58 yacimientos al aire libre que quedan representados en
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Fig. 3. Dispersión de yacimientos de la Edad del Bronce y propuesta de vías de comunicación. La diferencia de
tamaño en cada punto está en función de los criterios establecidos en anteriores trabajos (García Borja, 2004).
el mapa (fig. 3), contamos con los suficientes para establecer unas pautas iniciales de ocupación del territorio y elección de lugares de hábitat para este milenio. Al igual que ocurre para el periodo anterior, existen noticias sobre la aparición de materiales prehistóricos que podrían ser de esta cronología en 22 cuevas,
siendo muy probable que la mayoría estuvieran ligadas a actividades ganaderas o funerarias y no a lugares
de hábitat permanente hasta el Bronce final, periodo en el que sí parece documentarse presencia continuada
en lugares como la Cova Santa de La Font de la Figuera. Puesto que conocemos la localización de los poblados, no las hemos representado en el mapa.
Durante la Edad del Bronce se documenta por primera vez la plena ocupación de la comarca. Existe
un gran número de poblados que se levantan utilizando la piedra como elemento básico. El número de yacimientos al aire libre aumenta, intensificándose la explotación sobre el territorio, al menos durante el Bronce
antiguo-medio o Bronce Valenciano. La ubicación de los hábitats en este periodo difiere bastante del anterior, se ocupan zonas de montaña y pequeños cerros, y no se documentan yacimientos en los llanos. Este cambio en la elección del hábitat tendría sus antecedentes en el Horizonte Campaniforme de Transición a la
Edad del Bronce, momento en el que se observan los primeros asentamientos en altura (Bernabeu, 1984).
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Es conocido que el Bronce Valenciano no se caracteriza por la uniformidad en los asentamientos
(Gil-Mascarell y Enguix, 1986). El registro revela la existencia de diferencias notables en sus dimensiones,
ubicación, grado de accesibilidad y territorio que dominan (Gil-Mascarell, 1992). En la Costera nos encontramos con yacimientos de diferentes características: poblados como Bolvens (Xàtiva), El Castellaret (Montesa), o el Corral de Canyadetes (La Font de la Figuera), de considerables dimensiones y con un acceso no
excesivamente complicado en comparación con otros como los de la Penya Foradà (La Font de la Figuera),
el Picaio de Vallada y de La Font de la Figuera, el Tossal y la Penya de l’Àguila (Vallada), Sant Dídac (Xàtiva) o el Cerro de la Cruz y Santa Anna (Llosa de Ranes), todos de menor tamaño y ubicados en cimas de
cerros escarpados con alto grado de visibilidad pero de difícil acceso y alejados de las zonas de cultivo. La
explicación a este fenómeno puede relacionarse con la necesidad de controlar el territorio, como se ha propuesto para la vecina zona de Villena (Jover y López Padilla, 1999). De hecho, el contacto visual entre gran
número de yacimientos es una constante, destacando el contacto visual directo entre los dos puntos que marcan el inicio y final del corredor: Santa Ana (Llosa de Ranes) y el Capurutxo (La Font de la Figuera). Puntos desde los que también se controlan los accesos a La Safor, La Ribera, la Canal de Navarrés, corredor de
Villena y Almansa. Por último, existen yacimientos, también de pequeño tamaño, ubicados en suaves elevaciones, que presentan un acceso más sencillo y buen campo visual, muy próximos a las zonas de cultivo
como: el Tossal de la Palma, Els Terrers, El Mollonet, la Moleta del Tren, el Cabeçol del Ferro, Garrido,
les Cabeçoles o Santa Bàrbara.
La mayoría de los yacimientos que citamos están ocupados durante algún momento del Bronce antiguo-medio o Bronce Valenciano (2100-1500 cal BC) y reflejan la existencia de una organización del territorio. En este sentido, debemos tomar en consideración la posibilidad de explicar esta variabilidad por
motivos de diacronía entre los propios yacimientos, pues estamos refiriéndonos a un periodo cronológico
que abarca más de un milenio y los cambios en la elección del lugar de hábitat están relacionados con las
necesidades de cada momento.
Al comparar la extensión de los asentamientos, se observa cómo la gran mayoría de los de menor tamaño se encuentra en torno a una serie de asentamientos mayores que definen unas áreas de influencia muy
similares a las que proponemos de forma hipotética para el Neolítico.
La vega de La Font de la Figuera estaría dominada por el asentamiento de Canyadetes y todos los que
se encuentran en su área de influencia. Los ubicados en la ladera noreste del Capurutxo y en el noroeste del
término municipal, así como los que se documentan en el Pla de les Alcusses, parecen obedecer a la existencia de una ruta sur-norte o paso poco estudiado como apuntan Pérez Ballester y Borredá (1998: 139) que
estaría en relación con otra de las rutas naturales dominantes (Piqueras y Sanchis, 1992), que comunica con
el Valle del Vinalopó. Si a ello añadimos la alineación de cinco yacimientos desde El Fossino hasta El Caragol que atraviesan el término municipal de La Font de la Figuera de norte a sur, parece lógico el plantear
una intencionalidad a la hora de controlar las vías de paso naturales utilizadas en la zona.
En la parte más estrecha del valle nos encontramos un vacío de población que no obedece a la falta
de prospecciones arqueológicas. Parece que este tramo estrecho no debió tener una explotación tan intensa
como las otras que apuntamos.
Una diferencia importante respecto al período anterior es la presencia de asentamientos que explotan la parte central del valle. Hemos optado por dividir dos áreas de captación de recursos sobre las que influyen, por una parte el Castellaret (Montesa) y por otra o bien La Torreta (Vallada) o bien La Raconà
(Vallada), pues no es frecuente la coexistencia de dos yacimientos de importante tamaño tan próximos en
un mismo momento.
También es muy significativa la aparición de nuevos poblados en la desembocadura del Cànyoles,
que no sólo aprovechan sus fértiles terrazas sino que además controlan la vega de Xàtiva, zona de cruce de
caminos naturales de alto valor estratégico. En este sector, el yacimiento de mayores dimensiones conocido
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es el de Bolvens, aunque cabe destacar que buena parte de los poblados de esta zona se encuentran muy alterados, por lo que la aproximación a su tamaño resulta complicada.
Durante el Bronce tardío el número de asentamientos decrece, observándose un cambio en los criterios de elección en los lugares en que quedaron ubicados los nuevos asentamientos, documentándose una
perdida de su campo visual. Los pocos yacimientos que fechamos en estos momentos así parecen corroborarlo: L’Arbocer-L’Altet de Palau (García Borja, De Pedro y Sánchez, 2005), El Fossino o la Penya Foradà
I (Ribera et al., 2005), cuyo campo visual es limitado en comparación al resto, siendo sus accesos bastante
más sencillos. Parece que asistimos a un cambio en la organización del territorio, abandonándose la mayoría de poblados y pasando a concentrarse la población en nuevos asentamientos junto a los pasos naturales.
Esta tendencia se acentuó durante el Bronce final, momento para el que contamos con escasos restos. La noticia de la aparición en la Solana del Castell de Xàtiva de cerámicas realizadas a torno y de importación, junto a cerámicas hechas a mano, lisas y decoradas con incisiones, así como un hacha de piedra
pulida (Cerdà, 1989) recientemente contextualizadas en niveles del Bronce final (Pérez Ballester et al.,
2007), nos acercan a estos momentos finales de la secuencia. Otro caso similar podría constituir los alrededores del Castell de Montesa, en cuyas vertientes aparecieron algunos restos del Bronce final-Hierro antiguo, aunque la escasez de datos y las dificultades de documentar restos en un lugar tantas veces ocupado ha
provocado que no representemos el yacimiento dentro del mapa de la Edad del Bronce. Sin embargo, parece probable que existan niveles del Bronce final.
Es una dinámica que recuerda a la del Camp de Túria (Bonet, 1995), donde se apreció una concentración de la población en lugares bien comunicados que en época ibérica continuaron habitados y que, en
ocasiones, llegaron a constituir grandes núcleos. Existe otra noticia sobre restos de esta cronología (Simón,
1996), referente a un molde de fundición para realizar puntas de lanza que podría indicarnos la presencia de
un nivel perteneciente al Bronce final en el cercano yacimiento de El Fossino.
Vías de comunicación
Parece que existe una clara relación entre la ubicación de los yacimientos y las vías de comunicación,
bien por controlarlas en los momentos iniciales de la Edad del Bronce, bien por aprovecharlas en los momentos más avanzados (Bronce tardío). La ubicación de los poblados durante las fases tardías en las cercanías de las vías puede interpretarse en relación a un uso continuado de algunas de ellas a lo largo del II
milenio a.C. Contamos con un buen número de asentamientos cuya localización nos indica la voluntad en
el control de los pasos naturales hacia la Ribera por Santa Ana, a la zona de Enguera por el paso que existe
en el término municipal de Vallada, hacia la zona de Navalón por Les Cabeçoles, hacia la zona de Villena
por el paso natural desde La Font de la Figuera y a la Vall d’Albaida por El Fossino y por el Estret de les
Aigües.
La vía de penetración a la Costera se situaba junto al cerro de Santa Ana, por la margen izquierda del
río Albaida. Hemos de recordar que no existe ninguna excavación propiamente dicha en el País Valenciano
sobre caminos fechados en la Edad del Bronce.
El hecho de que existan yacimientos jalonando ambos lados del corredor de Montesa permite plantear la posibilidad de que hubiese una serie de pasos naturales transitados por las dos márgenes del río, que
si bien no conforman una red viaria como tal, sí permiten la circulación a través de la comarca.
La opción más verosímil para comunicar la Costera de Ranes con Vallada es transitar por la actual
CV-645 o Camí de Mangai, de manera que todos los asentamientos ubicados en las laderas norte de la Serra
de Vernissa y Serra Grossa pudieran tener una vía común y próxima de intercomunicación por el valle. Asimismo, planteamos la hipótesis de que este camino fuera también la prolongación de otros que penetrasen
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en la comarca por el este. Desde el valle del Barxeta aproximadamente por el trazado del Assagador de
Llonganissa y desde la Vall d’Albaida por el Estret de les Aigües.
En la margen izquierda, que también presenta una importante concentración de asentamientos, parece lógico considerar que partiendo de las faldas de Santa Ana, a la altura del Turó de Sant Joan, se utilizaría el paso por el que discurre actualmente la CV-563/CV-598 para conectar con los asentamientos del
entorno del Alt de la Raconda y desde allí dirigirse a Moixent. Desde ese punto un camino pudo recorrer el
Pla de les Alcusses coincidiendo, más o menos, con el trazado de la CV-652 que conecta la concentración
de asentamientos en torno a El Fossino con el valle del Cànyoles y con las rutas hacia el Vinalopó y la Vall
d’Albaida. En este sentido, viniendo desde el este, a la altura del Barranc de Palop y del Barranc del Gall,
la siguiente concentración de población se encuentra al sur, en el Pla de les Alcusses, lo que invita a pensar
que una vía debía penetrar hacia el sudeste en dirección a los asentamientos de Les Alcusses, para volver a
buscar la vega de La Font de la Figuera y la conexión con la denominada ruta natural dominante del Vinalopó. Los yacimientos que se documentan cercanos al municipio de La Font de la Figuera se encuentran dominando la vertiente sur del Capurutxo, por lo que también parece existir una preocupación por el control
sobre esa vía. La propuesta para la conexión entre Font de la Figuera y los yacimientos de las lomas de El
Llop pasaría por el actual Camí Vell de Fontanars o el de Els Romans.
Puesto que también se encuentran restos de hábitat de la Edad del Bronce a uno y otro lado de la parte
más angosta del corredor, es lógico pensar que un camino debía dirigirse hacia allí. En este caso proponemos la existencia de pasos por lo que hoy son los caminos de El Vint-i-cinc, El Lliso y El Serrano, de manera que tras penetrar en la vega de La Font de la Figuera los asentamientos cercanos a Les Cabeçoles y Palau
quedasen asimismo intercomunicados. La comunicación con el valle de Ayora se realizaría por el paso próximo a la alineación de asentamientos que se encuentra entre Les Cabeçoles y El Caragol.
Época Ibérica
El tránsito hacia la Edad del Hierro queda reflejado en varios yacimientos que muestran cómo la comarca siguió estando ocupada hasta época ibérica (fig. 4). Aunque ya contábamos con alguna noticia sobre
hallazgos (Cerdá, 1989) y con los resultados de las prospecciones realizadas por Pérez Ballester y Borredá
(1998), están siendo las excavaciones arqueológicas de la Solana del Castell de Xàtiva las que más luz han
aportado sobre este período (Pérez Ballester et al., 2007). Los hallazgos se relacionan con la integración de
la comarca en los circuitos comerciales de los pueblos indígenas con el Mediterráneo (Pérez Ballester, 2006;
Mata, Martí e Iborra, 1996). Los resultados que está ofreciendo dicha excavación parecen corroborar la tendencia a la concentración de la población en núcleos con importantes necesidades defensivas. Durante el
Bronce tardío ya se observan algunos cambios en la elección de los lugares de hábitat y una tendencia hacia
la concentración de la población en la comarca, pero es en los momentos finales de la Edad del Bronce
cuando este proceso se documenta con mayor claridad. De hecho, no encontramos yacimientos con niveles
del Bronce tardío ocupados también en el Bronce final y Hierro antiguo, en todo caso El Fossino, aunque
con reservas y en ningún caso sobrepasando el Bronce final.
En el resto de lugares en los que han aparecido cerámicas fenicias, éstas quedan asociadas a otras fechadas en el Ibérico antiguo, por tanto no se descarta que puedan presentar niveles de la primera Edad del
Hierro (Rodríguez Traver, e.p.). Parece que en torno a la vega de La Font de la Figuera y Les Alcusses
existe una concentración de hallazgos correspondientes a este período. Por un lado San Sebastián (La Font
de la Figuera) y toda su área de captación de recursos y, por otro, El Castellaret (Moixent), que continuó controlando el paso entre lo que parecen ser dos ámbitos diferentes durante estos períodos (fig. 4).
El valle del Cànyoles no es ajeno al proceso en el que se comenzaron a definir los rasgos característicos de la cultura ibérica (Bonet y Mata, 2001) y encontramos materiales asociados a estructuras de hábi-
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Fig. 4. Dispersión de yacimientos de los inicios Edad de Hierro y propuesta de vías de comunicación.
tat en un mayor número de asentamientos que han permitido llevar a cabo estudios de poblamiento más
completos (Rodríguez Traver, 2003; Rodríguez Traver y Pérez Ballester, 2005; Rodríguez Traver, e.p.). Por
primera vez recogemos testimonios que ponen de manifiesto unos incipientes contactos con el mundo helénico que se intensifican durante el Ibérico pleno (Rodríguez Traver, 2003; Pérez Ballester, 2006).
Las zonas que explotaron los yacimientos encuadrados en el Ibérico antiguo y Edad del Hierro siguieron siendo las mismas que en la etapa anterior, encontrándonos nuevamente un espacio deshabitado
entre Les Albarades y la Serra d’Enguera (también en época ibérica), explotándose las zonas más fértiles
junto a las vías de paso naturales que comunican las diferentes comarcas. Sí se observa un cambio en el modelo de hábitat, pues existen asentamientos que definitivamente se ubicaron en el llano priorizando las necesidades productivas a las defensivas. Es una tendencia que se acentuó durante el Ibérico pleno, pues aunque
aproximadamente un 20% de los yacimientos se localizan en lugares estratégicos de alto campo visual (asentamientos de entre 1 y 2 ha), se generaliza la presencia de otros en el llano dedicados a actividades relacionadas con la explotación agropecuaria. De hecho, a aquellos que se ubican en zonas estratégicas también se
les asigna esta función agropecuaria, si bien unida a otra de control del territorio y de las vías de comuni-
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Fig. 5. Dispersión de yacimientos del Ibérico pleno y tardío y propuestas de vías de comunicación.
cación. En este sentido resulta indudable una diferenciación jerárquica de los asentamientos (Rodríguez
Traver y Pérez Ballester, 2005). Puede plantearse que ya en estos momentos Saiti se configuró como uno
de los centros relevantes, con una superficie estimada de 3 ha (Rodríguez Traver, e.p.), que de ser así, se
aproxima a la de los centros urbanos más importantes documentados en el siglo IV a.C.
En la zona de la vega de La Font de la Figuera y Les Alcusses encontramos tres yacimientos destacados, con una cronología que se inserta en el siglo IV a.C. (fig. 5). La Bastida de les Alcusses (Díes et al.,
1997), L’Alt del Frare (Pérez Ballester y Borredá, 1998; Pérez Ballester y Rodríguez Traver, 2004) y la
Mola de Torró, que igualmente se ubica en esa centuria. En los tres casos nos encontramos ante asentamientos cuya extensión se aproxima a las 4 ha. Durante el siglo IV a.C. asistimos a una concentración del
hábitat en poblados ubicados en altura, con estructuras defensivas y cuyas áreas de captación de recursos se
ubicaron en la parte llana de su entorno inmediato. Desgraciadamente, la falta de excavaciones arqueológicas en yacimientos en llano y laderas medias de montaña impide saber con exactitud cuántos de ellos estuvieron en uso durante este período, aunque con seguridad, varios de los del Pla de les Alcusses presentan
materiales fechados en el Ibérico pleno que los relacionarían con el poblado de La Bastida, como asentamientos satélites del mismo y dentro de su área de captación de recursos.
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En el valle medio-bajo del río encontramos dos áreas bien diferenciadas en cuanto a la densidad de
yacimientos, la mayor parte de los cuales parece corresponder al Ibérico tardío, aunque como en los casos
anteriores, dado el estado actual de la investigación, no descartamos que alguno pudiera estar en uso desde
un momento anterior. Este podría ser el caso de la Venta de les Basses que incluso presenta materiales de
la primera Edad del Hierro. La mayor parte de los asentamientos se encuentra en el tramo más estrecho del
corredor, desde el Barranc de Vallmelós hasta el Barranc de la Hoz o la población de Moixent. Es El Castellaret, con materiales del siglo IV y del Ibérico tardío (la mayoría) (Pérez Ballester y Borredá, 1998) el que
parece pudo ser el poblado que controlaba esta parte del territorio, con un área de captación que abarcaría
los conos de deyección de los barrancos inmediatos y las pequeñas terrazas que se forman al norte del río a
su paso por este corredor.
A partir del siglo III a.C. se documenta en el valle del Cànyoles una notable proliferación de asentamientos de menor tamaño, localizados en llano y sobre ladera de baja altitud. Quedan deshabitados los poblados en altura más importantes ocupados en el siglo IV a.C. (la Mola de Torró, L’Alt del Frare y La
Bastida). En cambio otros como el Castellaret y Saiti amplían su superficie, proponiéndose incluso en este
período una extensión que podría superar las 10 ha para Saiti (Pérez Ballester, 2006), si bien las excavaciones
todavía no permiten corroborar estas cifras. El Castellaret concentró su población en la parte más baja de la
montaña, aunque vio limitada su extensión a su propia ubicación sobre una ladera que no ocupa más de 4
ha. Quizás, debido a este factor, encontramos por primera vez pobladas las laderas bajas septentrionales en
los altos de El Viudo y de Garrido (fig. 5: 13, 14, 15 y 17); la finalidad de estos asentamientos pudo ser la
de explotar las tierras que se encuentran entre los barrancos que descienden desde Les Alcusses. La tendencia
en estos momentos fue el traslado de las zonas de hábitat a cotas más bajas, de más fácil acceso y sin elementos defensivos relevantes.
Un ejemplo lo constituye el cambio en la dinámica ocupacional en las inmediaciones de El Capurutxo.
La mayor concentración de materiales correspondiente al Ibérico antiguo se encuentra en torno a las suaves
laderas junto al llano de San Sebastián, mientras que los materiales adscritos al Ibérico pleno se ubican en
la Mola de Torró (850 m snm). Pero las dispersiones de materiales fechados en el Ibérico tardío se localizan nuevamente en la ladera de San Sebastián en un asentamiento cuya superficie estimada se encuentra entre
3 y 5 ha (Pérez Ballester y Borredá, 1998).
Algo similar ocurre con L’Alt del Frare. Tras su abandono a fines del siglo IV, encontramos una concentración de materiales en la zona de Les Cabeçoles que parece señalar un traslado de la población hacia
cotas más bajas y mucho más próximas a las zonas de cultivo y a la vía natural de comunicación que supone
el valle del río.
En el Pla de les Alcusses los materiales arqueológicos recuperados en prospecciones (Pérez Ballester y Borredá, 1998) también indican que los llanos siguieron siendo explotados una vez desaparecida La
Bastida. En este sentido, continuamos encontrando los asentamientos en llano que desde el Ibérico pleno jalonaban todo el territorio. Siguiendo con el planteamiento anterior, Casa Golf podría ser el yacimiento que
supliese las funciones de centro jerárquico de la zona. Estos autores, atendiendo a la dispersión de materiales en superficie, le han calculado una extensión de unas 7 ha. Debe señalarse que entre los materiales aparecieron tanto ibéricos, como romanos y medievales, con lo que parece difícil establecer un tamaño
aproximado para época ibérica.
Hacia el este de la comarca, tras el vacío que existe entre el Barranc del Gall y La Raconada, aparece una serie de pequeños asentamientos ubicados en suaves elevaciones del terreno y diseminados por
toda la margen izquierda del valle que permiten un control visual entre ellos (fig. 5: 30 a 40), y casi todos
con la zona donde se localiza el Castell de Montesa. En este cerro es posible encontrar cerámicas fenicias
asociadas a cerámicas a mano que dan pie a pensar que durante la primera Edad del Hierro y, probablemente, también durante el Ibérico antiguo, hubo un asentamiento. Las especiales características geográficas
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le confieren un excelente lugar desde el que se controla todo el valle medio del Cànyoles hacia el oeste. Poco
sabemos de este asentamiento durante el Ibérico pleno, si bien es cierto que en la ladera este del cerro se han
recuperado cerámicas que ofrecen una cronología entre los siglo III y I a.C. y se ha calculado una extensión
que oscilaría entre 2 y 5 ha, en función de si se ocupó el cerro o sus laderas (Pérez Ballester y Borredá,
1998). En cualquier caso, se trata de un enclave situado en un lugar estratégico cuyas dimensiones son las
mayores de cuantos se ubicaron en el centro del valle.
Finalmente, tras pasar el Barranc del Soldat, nos encontramos con la vega de Xàtiva, en la que Saiti
actuaría como centro organizativo y político del área que domina. Los pequeños puntos que encontramos
diseminados por su área de influencia (entre 0,5 y 2 ha según Pérez Ballester y Borredá, 1998) se encuentran ubicados en la margen izquierda del río, también sobre pequeñas elevaciones del terreno en relación con
la explotación del territorio en el que están (fig. 5: 43 a 50). Sin embargo, a diferencia de las áreas que
hemos ido comentando, todo el territorio controlado directamente por este asentamiento estuvo rodeado de
una serie de yacimientos localizados en lugares estratégicos a considerable altura (fig. 5: 41, 42, 50, 51 y
53), posibles atalayas que controlaban el paso entre el Valle del Cànyoles y la Canal de Navarrés y hacia La
Ribera, sirviendo como posible espacio fronterizo entre las zonas controladas por Saiti y el Castell de Montesa. También, a diferencia de lo que hemos venido observando en el resto de la comarca, Saiti es el único
de los asentamientos de mayor extensión que mantuvo un carácter defensivo.
A lo largo de los siglos III-I a.C. estos pequeños asentamientos satélite estructuraron el territorio. Se
localizan en torno a espacios naturales limitados por accidentes geográficos y explotaron unos territorios dependientes de una serie de poblados mayores los cuales, a su vez, podrían depender de un centro principal:
Saiti, que controlaría un amplio territorio (Pérez Ballester, 2006). Parece que las relaciones entre los yacimientos sufren cambios importantes, existiendo un verdadero eje sobre el que gravitan el resto de asentamientos, aunque es difícil precisar el grado de dependencia de éstos con Saiti (Pérez Ballester, 2006). En este
sentido, el hecho de que precisamente este asentamiento sea el único de dimensiones considerables que después del siglo IV mantuvo su posición defensiva en altura, unido a su estratégica ubicación geográfica, son
factores que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar la preeminencia de Saiti sobre el resto de asentamientos del valle desde el siglo III. Pero la falta de excavaciones arqueológicas y la problemática que se deriva de las relaciones con el mundo cartaginés primero y con el itálico después, requieren un estudio más
profundo.
Vías de comunicación
Para el período ibérico también proponemos el Camí Vell de València como vía de acceso principal
a la comarca. En este sentido, en Manuel-L’Ènova existen restos de un poblado jalonando este paso con materiales de los siglos IV-III a.C. (Pla y Martí, 1988). L’Alt de Requena también queda relacionado con esta
vía, pues su ubicación permite controlar todo el valle en días claros, documentándose en él cerámicas fechadas, al menos, en el Ibérico tardío (Pérez Ballester y Borredá, 1998).
Una diferencia notable respecto a la Edad del Bronce es que desde Xàtiva no encontramos asentamientos localizados en la margen derecha del río Cànyoles hasta Les Voltes y La Raconà, por lo que la vía
que trascurre por este margen parece que pudo perder importancia. Por ello, para unir Saiti con el núcleo de
asentamientos de cronología ibérica más próximo, proponemos una conexión que podría discurrir aproximadamente por el Assagador de Torrent a Estubeny, el cual a la altura de Llanera de Ranes conectaría con
la vía que recorrería el valle.
La mayor concentración de asentamientos en el valle bajo del Cányoles se da entre Rotglà i Corbera
y Llanera. En este sentido, la continuación de la CV-563 por el Camí dels Gars parece ser el enlace entre
todos ellos con la vía de penetración por Manuel. Desde aquí, la dispersión de asentamientos a lo largo de
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todo el corredor hasta Moixent nos lleva a proponer un camino principal que los conectara por un recorrido
intermedio que aproximadamente coincidiría con el actual trazado de la A-35. Es a la altura de la partida de
El Vint-i-cinc, en Moixent, donde parece haber una bifurcación. Un camino debió penetrar por el sudoeste
hacia el Pla de les Alcusses uniendo los asentamientos de esa zona con una hipotética vía principal, mientras que otro continuaría por el corredor, discurriendo aproximadamente por los mismos caminos que ya
hemos definido para el período anterior, con salida a los asentamientos que se encuentran en la zona de Els
Altets del Viudo y de Garrido así como a los del área del Castellaret y l’Alt del Frare y posteriormente Les
Cabeçoles, desde donde vira hacia el sudoeste para conectar con los asentamientos de La Font de la Figuera.
Hemos mantenido un paso hacia la meseta a través del puerto de Almansa porque existe una noticia de la
presencia de huellas de carriladas, presumiblemente ibéricas (Pérez Ballester y Borredá, 1998), si bien todo
parece indicar que la ruta hacia Villena y el paso por la sierra de Navalón serían los más utilizados.
Al igual que para la Edad del Bronce, proponemos un camino que enlazaría La Font de la Figuera
con el Camí de les Alcusses a través del Camí dels Romans y también una vía de comunicación entre este
sector y los asentamientos del área de l’Alt del Frare, que discurriría aproximadamente por el Camí Vell de
les Alcusses.
Época Romana
Saetabis fue una de las primeras ciudades ibéricas en acuñar moneda a finales del siglo III, después
del 214 a.C., probablemente en relación con los acontecimientos de la II Guerra Púnica. Estas primeras acuñaciones, aunque siguieron un patrón griego, eligieron para sus reversos el águila explayada; un motivo tomado de las monedas de oro acuñadas por Roma en esos momentos. A partir de mediados del siglo II a.C.
la ciudad acuñó divisores de bronce que no sólo denotaban una necesidad común de moneda, sino que probablemente también estuvieron relacionados con la presencia de negotiatores y colonos procedentes de Italia y de sus necesidades monetarias (Ripollès, 2000), lo que implica el establecimiento de gente itálica en
el valle desde un primer momento.
Consiguió el rango de municipium latino en época de Augusto (Plinio, NH, III, 3, 25) pasando a llamarse Saetabis Augustanorum, tal y como se atestigua en varias inscripciones (Cebrián, 2000). Según los
datos con que contamos, todo el valle del Cànyoles debió estar integrado en el territorio correspondiente al
municipio setabense (Pérez Ballester, 2006; Arasa y Bellvís, 2008). Sin embargo, no se han realizado excavaciones sistemáticas ni estudios en profundidad que permitan contar con datos y cronologías concretas
para buena parte de los hallazgos o concentraciones de materiales que se conocen. Únicamente se han llevado a cabo excavaciones en Els Horts (Vallada) (Martínez García, 1997), en la propia Xàtiva, en Faldetes
(Moixent), en Montesa en la partida de El Canari (Pascual y Jardón, 2010) y en la villa de Els Alters (L’Ènova) (Albiach, Gallego, García, 2006) que aunque se integra en el territorio setabense, está fuera de nuestra zona de estudio.
En época romana (fig. 6), encontramos una cantidad de yacimientos o concentraciones de materiales muy similares a los documentados en época ibérica, incluso desde el punto de vista de la distribución espacial de los mismos. En este sentido, observamos cómo también en torno al Camí Fondo de La Font de la
Figuera, en su parte más próxima al pueblo, existe una agrupación de puntos en las partidas de La Vegueta,
Les Costeres y Els Canyars. Esta ocupación, aunque iniciada en el Ibérico pleno y final, es muy intensa en
época romana. La mayor parte de los materiales recogidos en superficie ofrecen una cronología que arranca
en el siglo II-I a.C. con perduración hasta el siglo III d.C., aunque también hay otros como Cascallars 2
cuyos materiales proporcionan una cronología entre el siglo IV a.C. y el IV d.C.
Hacia el norte, dada la falta de yacimientos, parece que la ocupación quedó acotada por el camino
que limita la partida de les Costeres y que desde el Camí Fondo lleva a Les Alcusses. A la otra parte del cauce
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Fig. 6. Dispersión de yacimientos romanos y propuestas de vías de comunicación.
del río encontramos el yacimiento de Casa Ferrero (siglos II-I a.C.), seguramente dedicado a la explotación
del hierro (Pérez Ballester y Borredá, 1998). Al igual que en las inmediaciones de La Font de la Figuera, en
esta zona se produjo una ocupación durante el Ibérico tardío en el entorno de Les Cabeçoles, que podría estar
relacionada con la necesidad de aproximarse a las vías de comunicación del valle. Desde el punto de vista
de la explotación del territorio, su área de influencia se vería, en este caso, limitada hacia el sur por el cauce
del río Cànyoles, explotando así el área comprendida entre Les Cabeçoles Baixes y El Carrascal. En cualquier caso, no parece haber materiales que vayan más allá del siglo I a.C., por lo que aproximadamente a
partir de época augustea la población debió integrarse en otras áreas de mayor peso (Saetabis) o en las explotaciones agropecuarias circundantes de mayor envergadura.
Si obviamos el caso excepcional de La Bastida, todos los asentamientos del Pla de les Alcusses que
encontrábamos en el Ibérico pleno y tardío, parece que tuvieron continuidad hasta el siglo III d.C. La mayor
parte se encuentra en torno a la CV-652 que conecta con el Camí Vell de les Alcusses. Una vez más, al
igual que ocurre en los yacimientos del término de La Font de la Figuera, apreciamos una continuidad en la
ocupación de las zonas fértiles con importante presencia de elementos indígenas, que igualmente supone la
explotación agropecuaria de los mismos espacios que se producía durante el período ibérico
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Parece que en el corredor de Montesa también se aprecia el mismo proceso histórico, si bien la información es algo menor. Algunos de los yacimientos que se documentaban en los siglos IV-III a.C. desaparecieron en el siglo II a.C., coincidiendo con aquellos que se encontraban en la margen derecha del río
(Porchí, C. Garrido y Ginés). Por el contrario, la mayor parte de aquellos que estaban habitados en el Ibérico tardío, o algunos incluso desde el siglo IV a.C. como Casa la Bassa y Reixac, tuvieron continuidad durante el período romano, hasta el siglo IV d.C. en aquellos lugares que ofrecen cronologías más recientes
(El Ramblar, Hortes Velles y Reixac).
Siguiendo hacia el noreste, toda la parte central del corredor hasta el corral de Molina muestra la
misma tendencia. El 77% de los yacimientos que estaban ocupados durante el Ibérico tardío, alguno incluso
desde el Ibérico antiguo (Torreta AT), perduró en época romana hasta bien entrado el siglo III d.C. Solo el
38% de los asentamientos con materiales romanos parece que son de nueva planta, frente a un 62% que parecen presentar continuidad en los lugares escogidos para establecerse. No obstante, se puede apreciar una
mayor densidad y dispersión de puntos respecto al período anterior y, por tanto, también una mayor presión
agropecuaria en la zona. Es importante señalar que la margen derecha del río es ocupada con mayor intensidad que en época ibérica.
La dinámica que encontramos en la Costera de Ranes y la vega de Xàtiva ofrece algunas variaciones. Solamente dos de los asentamientos preexistentes tienen continuidad en época romana: Saetabis y la
Carraposa, aunque para este último no está confirmada totalmente una perduración más allá del siglo I a.C.
De los asentamientos fechados en el Ibérico tardío, sólo los que están en pequeñas elevaciones (fig. 5: 4147) podrían haber continuado activos en época Altoimperial (Pérez Ballester y Borredá, 1998), aunque los
materiales de superficie que corresponden a estas cronologías bien pudieran pertenecer a otros yacimientos
romanos ubicados en las proximidades (fig. 6: 44-46). El resto de asentamientos, además de localizarse en
cotas más bajas, se crearon en época romana.
Parece claro que a partir del siglo II a.C. se inició un proceso de cambio en la organización del territorio. Inicialmente éste afectó en mayor medida a la zona de la Costera de Ranes y valle medio del Cànyoles, donde la presencia de elementos que nos indican cambios hacia modos culturales romanos parece
más temprana. La aparición de nuevos emplazamientos algo alejados de las zonas productivas, permite intuir cambios en los modelos de explotación agrícola basados en modelos o intereses romanos. Uno de los
indicadores arqueológicos de estos cambios lo relacionamos con la aparición de muros de bancal en diferentes puntos del valle medio del Cànyoles y la Vega de La Font de la Figuera que las más recientes intervenciones arqueológicas en la zona están sacando a la luz y de los que tenemos constancia gracias a los
datos proporcionados por los directores de las mismas (D. López Serrano y P. Jardón). Hasta el momento,
a falta de un estudio más detallado todos excepto uno, actualmente en estudio y localizado en La Font de la
Figuera, han sido datados a partir del siglo II a.C., algunos construidos sobre huellas de arado más antiguas
(Pascual y Jardón, 2010).
Vías de comunicación
Para época romana está fuera de duda la existencia de una vía principal, la Augusta, que atravesó todo
el valle. Esta vía debemos entenderla como uno de los caminos más importantes de la antigüedad, concebida con la finalidad de unir el sur y el este de la península Ibérica con Roma. Las fuentes nos dicen que la
vía pasaba por Saetabis (Estrabón, III, 4, 9; Rabanal, 1985). Además de esta referencia contamos con los itinerarios romanos, de donde podemos extraer las postas y las distancias que entre ellas había a su paso por
el área que estamos estudiando; a 16 millas de la posta de Saetabis se encontraba la de Ad Statuas, a 25 millas de la misma la de Ad Turres.
Se conocen pocos tramos de la vía a su paso por la comarca. Pérez Ballester y Borredá (1998) identificaron un tramo en la cabecera del Cànyoles que vendría a coincidir con el Camí Fondo. A la salida del
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Fig. 7. Posible tramo fosilizado de vía Augusta en el actual Camí del Lliso
de Moixent (fotografía de David López Serrano).
valle en dirección a Villena, se localizó otro tramo (Arasa y Pérez Jordá, 2005). Finalmente, gracias a las
intervenciones arqueológicas que han dado pie a este estudio, conocemos físicamente un pequeño tramo de
la misma en la margen izquierda del río a su paso por el término de Moixent (López Serrano y Valero, comunicación personal). A excepción de estos datos obtenidos mediante la excavación arqueológica, cabe
destacar que Ventura identificó el Camí del Pintor como posible fosilización del camino romano (Ventura,
1972) y que cercano a Faldetes se ha identificado un posible lateral de la calzada (fig. 7) en un tramo del
Camí del Lliso (David López Serrano, comunicación personal).
Para el área que estudiamos no existen miliarios, pero sí diferentes propuestas de su trazado (Ventura, 1972; Sellières, 1977; Arasa y Rosselló, 1995; Morote, 2002; Arasa, 2006; Arasa y Bellvís, 2008.).
Todo parece indicar que la vía Augusta penetraba en la Costera por Manuel. Desde este punto se ha señalado que ésta se dirigía hacia Xàtiva, desde donde continuaba hasta cruzar el río Cànyoles por la población
actual de Vallada (Arasa y Rosselló, 1995; Arasa y Bellvís, 2008). Dado que es factible interpretar las fuenAPL XXVIII, 2010
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tes de forma que la vía entrara físicamente en Saetabis, es lógico proponer un camino que desde allí partiera
en dirección a Vallada por el margen derecho del Cànyoles como proponen los autores. Lo más factible es
que el recorrido del mismo fuera aproximadamente por el Camí de Mangai-CV645. De hecho, para este período encontramos algunos yacimientos arqueológicos en la margen derecha del río (entrada a Novetlè, La
Vila 1, El Pulido y posiblemente en la actual Canals).
No discutiendo la existencia de un camino que pasa por Saetabis, planteamos la posibilidad de que,
al mismo tiempo, existiese otro que recorrió el valle por la margen izquierda del Cànyoles. Aunque la vía
Augusta supuso la ejecución de un nuevo proyecto eminentemente romano, es lógico pensar que alguno de
sus tramos pudiera corresponder a la ampliación, acondicionamiento y mejora de caminos preexistentes.
Como hemos visto, si aceptamos que un eje de comunicaciones importante discurría por la margen izquierda
del río Cànyoles en los períodos precedentes, podemos también suponer que en época romana existió un camino por esta margen del río, sin poder establecer si formó parte de la vía Augusta como tal. En este sentido, para época romana contamos con una importante concentración se asentamientos que van jalonando
toda la parte septentrional del río y que, dadas las características físicas del territorio en que se encuentran,
debían de usar algún tipo de vía que los intercomunicara entre ellos y con Saetabis. El camino que proponemos para época romana debía aprovechar el paso que existe por el Barranc de l’Alguacil entre las estribaciones del sudeste de la sierra de Santa Ana y el Alt de Requena, donde se encuentra el yacimiento de la
Casa Roja. Debió discurrir por la margen izquierda del río para atravesar todo el corredor hasta la altura de
la partida de Garamoixent o la de Les Cabeçoles Baixes en el término de La Font de la Figuera, donde la
vía Augusta tomaría una trayectoria mucho más inclinada al sudoeste para enfilarse a los asentamientos que
se encuentran en torno al municipio referido por el Camí Fondo. Desde allí continuaría por el Camí Vell de
València hacia el suroeste (Pérez Ballester y Borredá, 1998) aproximadamente por el Camí Vell a Caudete
(Arasa y Pérez Jordá, 2005).
A lo largo de este trazado, podemos decir que el tramo conocido como Camí Vell d’Almansa, en la
partida Casa Faldetes del término de Moixent, es una fosilización de la vía Augusta (fig. 8). En este sentido,
siguiendo una trayectoria rectilínea consideramos que, hacia el noreste, el actual discurrir del Camí del Lliso,
que atraviesa las partidas de la Casa del Doctor y de El Pi hasta verse cortado por el trazado de la Autovía
podría ser, asimismo, el trazado fosilizado de la vía. Éste pudo conectar con el viejo camino conocido como
Camí del Vint-i-cinc, que hoy día está prácticamente desaparecido por la creación de polígonos industriales, la vía férrea y la autovía, y nunca ha sido objeto de una intervención arqueológica que corrobore la importancia que atribuimos al lugar dentro de las vías de la comarca, el cual conduce a la actual población de
Moixent.
Desde el tramo mencionado del Camí Vell d’Almasa hacia el sur, parece que su continuación es el
camino que cruza el cauce y atraviesa las partidas de Casa Ginés y Casa Garrido, para conectar con el Camí
de la Venta del Serrano el cual, a su vez, enlaza con el Camí Fondo de La Font de la Figuera. Sin embargo,
apuntamos también la posibilidad de que la trayectoria de la antigua vía no cruzara el río en ese punto y que,
por tanto, desde el Camí d’Almansa, pudiera continuar paralela al cauce del río. Esta opción vendría apoyada por la estrechez del paso así como el propio discurrir del río junto a las faldas de las lomas de El Porxí,
El Viudo y Garrido, que no parecen dejar otra alternativa más que habilitar un paso por la margen izquierda,
tal y como posteriormente lo haría el camino Real de Madrid-Valencia representado por Cavanilles. Sea
como fuere, una vez atravesado el cauce del río la vía se dirige hacia el sur por La Font de la Figuera pasando por el Camí Fondo.
Finalmente y teniendo en cuenta la existencia del yacimiento del Regaixo, retomamos la propuesta
de una vía alternativa de penetración hacia Ayora por esta ruta poco estudiada desde el punto de vista arqueológico. En cuanto a la conexión entre los asentamientos de La Font de la Figuera y Les Alcusses, proponemos la misma que ya hemos comentado para los períodos precedentes.
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Fig. 8. Fotografía aérea de parte del término municipal de Moixent en la que se resalta la propuesta de trazado de la
vía Augusta en la zona. El número 1 corresponde con el tramo de Faldetes y el número 2 con el Camí del Lliso.
CONCLUSIONES
Como hemos visto, la información disponible a día de hoy para la comarca de la Costera, aunque numerosa, es todavía parcial. Somos conscientes que una visión tan amplia como la realizada obliga a simplificar algunos planteamientos, pero es necesario realizar reflexiones históricas en base a los datos que hoy
se conocen para la comarca y en base a nuestros conocimientos propios. Por ello, pese a las limitaciones a
las que estamos sometidos, se pueden extraer algunas conclusiones interesantes, así como plantear hipótesis de trabajo para futuros estudios en la comarca.
Se observa una dinámica ocupacional particular para cada momento de la secuencia. Durante el Neolítico antiguo cardial existen cuevas que son utilizadas como hábitat, al menos estacional. A medida que
avanza la secuencia se documentan yacimientos al aire libre ubicados en las mismas zonas de cultivo. Pese
a la parcialidad de la muestra se intuye que en este periodo ya se habitan las zonas más productivas de la
comarca.
Durante la Edad del Bronce se ocupa gran parte del territorio, priorizando la instalación de los lugares de hábitat en zonas elevadas, algo alejadas de las llanuras más fértiles, con amplia visibilidad y desde
los que las vías de comunicación pudieran ser, de alguna manera, controladas. La ubicación de los yaci-
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mientos permite plantear la existencia de una serie de rutas que aprovecharon los pasos naturales hacia la
Ribera, la zona de Enguera, Navalón, Villena y la Vall d’Albaida.
La Edad del Hierro se inicia continuando la tendencia observada desde el Bronce tardío y, sobre
todo, Bronce final, en que los hábitats decrecieron en número en los momentos iniciales y se concentró la
población. A medida que avanza la secuencia se ocupa todo el territorio, no sólo en los altos, ahora también
en las llanuras más fértiles. Durante el siglo IV a.C. asistimos a una ordenación del territorio por poblados
ubicados en alto con una extensión cercana a las 4 hectáreas. La mayor parte de éstos son abandonados en
el siglo III a.C.
A partir del siglo II a.C. Saiti queda como el único centro comarcal. En la vega de Xàtiva se documentan cambios en la organización del territorio, que ligamos a cambios en la intensidad de la producción
agrícola a consecuencia de la explotación, probablemente de lino, a una escala más acorde con los intereses económicos romanos de lo que pudo haber sido en momentos anteriores. Estos cambios se expresan en
el resto de la comarca con la aparición, de forma progresiva, de nuevos asentamientos desde el mismo siglo
II a.C. que nos indican cómo la comarca entra progresivamente a formar parte de la cultura romana. Algunos de estos nuevos yacimientos quedan ligados de forma directa a la vía Augusta como es el caso de Faldetes. El abancalamiento de parcelas desde el siglo II a.C. puede ser también un indicador de los cambios
en los modelos de explotación agrícola, aunque cabe destacar que no se abandonan la mayoría de los yacimientos habitados desde época ibérica, que siguen explotando sus zonas de influencia.
Según nuestro planteamiento, el eje principal de comunicación penetraría en la Costera por Manuel,
siendo la margen izquierda del Cànyoles la que menos dificultades orográficas presenta y donde se concentra la mayoría de asentamientos hasta época romana. La existencia de una vía que necesariamente debía
pasar por la posta de Saetabis condiciona el trazado de la vía Augusta a su paso por la comarca. No negando que hubo una vía que llegaba físicamente hasta la misma ciudad, proponemos la existencia de otra
que recorrería toda la margen izquierda del Cànyoles.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer a la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia, al Museu de Prehistòria de València, a Paula
Jardón, a José Pérez Ballester y a Antonio Rodríguez Traver su colaboración a la hora de intercambiar datos y facilitarnos parte de los suyos. También queremos agradecer a Ferran Arasa, María Jesús de Pedro, Jaime Vives-Ferrándiz
y Carles Ferrer sus consejos y correcciones.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVIII, Valencia, 2010, p. 301-325
Guillermo PASCUAL BERLANGA (a) y Pablo GARCÍA BORJA (b)
El poblamiento en la comarca de la Costera
(Valencia) desde el Neolítico hasta época romana.
Yacimientos arqueológicos y vías de comunicación
RESUMEN: Se presentan los resultados fruto de la unión de diferentes estudios en la comarca de la
Costera entre el Neolítico y época romana que incorporan: documentación bibliográfica existente, prospecciones y excavaciones arqueológicas recientes. La visión en conjunto de todos estos datos y la ubicación topográfica del conjunto de yacimientos permite establecer hipótesis de partida sobre el
poblamiento y las vías de comunicación existentes desde la Edad del Bronce hasta la conformación de
la vía de comunicación más importante que ha atravesado la comarca en la antigüedad, la vía Augusta.
PALABRAS CLAVE: La Costera, yacimientos arqueológicos, vías de comunicación, poblamiento.
Territory and settlements in the Costera county (Valencia, Spain) from
the Neolithic to the Roman period. Archaeological sites and communication routes
ABSTRACT: We present the first results fruit of the union of different studies in the Costera county (Valencia region, Spain) one that they incorporate: bibliographical existing documentation, explorations
and archaeological recent excavations between Neolithic and Roman periods. The vision as a whole of
all this information and the topographic location of the set of deposits allows us to establish hypothesis
on the existing road links from the Bronze Age up to the conformation of the most important road link
that has crossed the region in the antiquity, The vía Augusta.
KEY WORDS: Costera county, archaeological sites, roads, settlement.
a Arqueòleg núm. 14336 del Col·legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València.
(guillermo.pascual@uv.es)
b Arqueòleg núm. 15960 del Col·legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i en Ciències de València.
(paucanals@hotmail.com)
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G. PASCUAL BERLANGA y P. GARCÍA BORJA
INTRODUCCIÓN
Los trabajos arqueológicos que la Universitat de València y el Museu de Prehistòria vienen realizando
en la comarca de la Costera desde hace algunos años, se han visto incrementados con motivo de la realización de nuevos proyectos de obra civil y la consiguiente excavación de algunos de los yacimientos que se
englobaban en tales proyectos. El conjunto de intervenciones realizadas tanto por entidades públicas como
privadas ha dado como fruto la excavación de diferentes estructuras y yacimientos datados en el Neolítico,
Edad del Bronce, época ibérica y romana. Una de estas intervenciones, realizada por la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia SL bajo la dirección de David López y Ana Valero con motivo de la instalación del gaseoducto, se centró en el yacimiento de cronología romana de Faldetes y ha permitido identificar un pequeño
tramo de la vía Augusta a su paso por Moixent y un camino cuyo origen también parece datarse en época
romana. Por ello, se nos planteó la necesidad de contextualizar estos hallazgos y tratar de comprender la importancia que las vías de comunicación han ejercido en la comarca.
La lectura y comprensión de la dinámica histórica de la Costera hasta época romana no era posible
sin realizar una aproximación a su poblamiento en cada una de sus fases. Para ello, el primer paso ha sido
la elaboración de diferentes mapas en los que quedan representados los yacimientos conocidos hasta la fecha
aproximándonos, en la medida de lo posible, a su cronología y extensión. Para ello se utilizó tanto la información bibliográfica existente hasta el momento como la prospección directa sobre el territorio y la excavación arqueológica. El resultado queda plasmado en diferentes mapas que abarcan desde el Neolítico hasta
época romana. La unión de las diferentes variables nos ha proporcionado una amplia visión sobre las pautas de aprovechamiento de territorios y vías de comunicación. Estos modelos varían a lo largo de la secuencia, pero también mantienen rasgos de las fases predecesoras como consecuencia de factores ecológicos,
de aprovechamiento de los recursos y geográficos a la hora de minimizar las distancias de los trayectos.
La realización de un trabajo desde una perspectiva en la que se interrelaciona información de 4 fases
históricas sabemos que plantea grandes dificultades. Existen trabajos sobre la dinámica ocupacional de la
comarca para alguna de ellas o para territorios específicos, pero no existen estudios que incorporen toda
esta información a través de mapas que permitan comprender, aunque sea de forma preliminar, la evolución
particular dentro de un proceso histórico más amplio. Los principales problemas que nos hemos encontrado
son: la diacronía dentro del conjunto de yacimientos de un mismo periodo, la dificultad de identificar su extensión real y funcionalidad, la información parcial con la que contamos, así como la progresiva aparición
de nuevos enclaves.
Una vez obtenidos los mapas, hemos intentado comprender la dinámica ocupacional de cada fase,
aunque sea a grandes rasgos, para, finalmente, proponer una hipótesis de trabajo sobre la relación existente
entre yacimientos y vías de comunicación, que es el objetivo que nos planteamos al iniciar este trabajo y
cuyos resultados presentamos. Uno de los elementos que, sin duda, van a caracterizar el paisaje del valle del
Cànyoles es el trazado de las vías de comunicación históricas. Desgranarlas a partir del entramado actual de
caminos, carreteras, senderos, etc. resulta un trabajo complicado debido a la superposición y remodelación
de éstos que se ha venido produciendo a lo largo de toda la historia y cuya última expresión la encontramos
en la A-35 y el nuevo trayecto del AVE, actualmente en ejecución. A la hora de tratar de aproximarnos a la
red viaria del valle en la antigüedad conviene diferenciar entre las vías principales que lo recorrían de aquellas que debieron ser caminos secundarios para comunicar los distintos lugares de mayor relevancia con la
vía, así como los caminos o senderos que permitían el acceso a los diferentes asentamientos de menor envergadura.
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EL MEDIO FÍSICO
La comarca de la Costera coincide con un largo valle que es un sinclinal al que se asocia la falla de
separación entre el Sistema Ibérico situado en la Serra Plana y las sierras béticas del sur. El territorio queda
cerrado al noreste por el macizo del Mondúver y al sureste por el Capurutxo (Piqueras, 1996). La comarca
limita al norte con la Canal de Navarrés y la Ribera Alta, al este con La Safor, al sur con el valle de Albaida
y Alto Vinalopó y al oeste con la Mancha. Tiene unos 50 km de longitud por cuatro de anchura. El río Cànyoles representa el eje central de la comarca, cruzándola hasta su desembocadura en el río Albaida. En la
actualidad, el clima es mediterráneo con características más o menos continentales al sudoeste.
La zona queda plenamente incluida en una de las rutas naturales dominantes que se encuentran en el
territorio valenciano (Piqueras y Sanchis, 1992; Aura et al., 1993) y siempre que mantengamos la dirección
de la falla nos encontraremos con un excelente canal natural de fácil tránsito. Es precisamente la comarca
de la Costera, también llamada Vall de Montesa, la vía natural utilizada desde antiguo para pasar desde la
llanuras valencianas hasta la Mancha, Andalucía y Murcia y conectar con las rutas que dirigen al norte y viceversa. En este sentido, todas las grandes vías de comunicación, desde las rutas o caminos prerromanos (Almagro Gorbea, 1976; Sellières, 1977), la vía Augusta (Arasa y Rosselló, 1995) pasando por el Nuevo camino
Real de Madrid a Valencia (1786), la línea ferroviaria (1858) o la actual autovía, atraviesan el valle. Por tanto,
las características geográficas proporcionan un lugar relevante desde el punto de vista estratégico que explica la gran importancia de la ciudad de Xàtiva a lo largo de toda la historia y, por consiguiente, el área de
influencia de la misma.
Geología e hidrología
El sinclinal en el que se encaja el río divide el territorio en dos grandes unidades morfológicas: al norte
el macizo tabular del Caroig y al sur la cresta anticlinal diapírica de la Serra Grossa. La zona analizada se
encuentra pues enmarcada al norte por la Serra Plana, que es el límite meridional del macizo del Caroig, y
una prolongación hacia el noreste del mismo. Al oeste, por el pico del Capurutxo que, con una altura de 934
m, es el punto más alto después de la Sella (1000,4 m). Al sur, con el crestón de la Serra Grossa presenta una
alineación más clara. Finalmente, el área que estudiamos queda limitada al este por el río Albaida (fig. 1).
El elemento hidrológico más importante es el río Cànyoles. A lo largo de 40 km recorre toda la comarca de oeste a este siguiendo la dirección del sinclinal en que se encuentra y recibiendo aguas de los innumerables barrancos de corto recorrido que bajan por sus márgenes.
Unidades paisajísticas
Fundamentalmente, todo el valle tiene un uso agrícola. En líneas generales, sobre los terrenos cuaternarios, en la actualidad la mayor parte del suelo está dedicada al cultivo de cítricos, mientras que sobre
los materiales terciarios se cultivan otros tipos de frutales, olivos y cereales y en las terrazas próximas al río
vid, olivos y ciruelos (Rubio, 2001).
Cavanilles dividió el valle del Cànyoles en tres unidades: la Huerta de San Felipe, los pueblos de la
Costera y pueblos occidentales en los que incluía Montesa, Vallada, Moixent y La Font de la Figuera. Partiendo de estas premisas y de las diferentes áreas de influencia detectadas para las distintas épocas que
hemos analizado, hemos dividido el territorio en tres unidades paisajísticas que obedecen a aspectos de carácter estructural.
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Fig. 1. Mapa físico de la Costera.
- Vega de Xàtiva: Abarca desde el río Albaida y Barxeta por el este hasta el Barranc del Tollo por el
oeste, engloba: Alcúdia de Crespins, Canals, Cerdà, Genovés, La Granja de la Costera, Llanera de Ranes,
Lloc Nou d’en Fenollet, Llosa de Ranes, Novetlè, Montesa, Rotglà i Corberà, Torrella, Vallés de la Costera
y Xàtiva; básicamente coincide con la Costera de Ranes. Se trata de una llanura cuaternaria cuyos suelos dominantes los forman terrazas aluviales de cantos, arenas y arcillas pleistocenas. Asimismo se trata de una
zona en la que el agua es muy abundante y desde antiguo se ha empleado para mantener una agricultura basada en el regadío. Hoy domina el monocultivo de cítricos, que se combinan con otros de huerta más tradicionales como las hortalizas, cereales y tubérculos, sobre todo en la zona de confluencia de los ríos Cànyoles
y Albaida. Por su parte oriental esta unidad quedaría definida por la confluencia del Cànyoles con el río Albaida y Barxeta. Se trata pues de una llanura muy transformada por la actividad agrícola y el regadío. Hasta
la década de 1960 la parte más oriental de este sector, en torno al cerro del Puig y el paraje del Pintor, estuvo dedicada al cultivo de arrozales que desde mediados del siglo XX entró en franco retroceso a favor del
cultivo del naranjo (López Gómez, 1966-67).
- Valle medio-bajo del Cànyoles: Abarca desde el Barranc del Tollo hasta el de Vallmelós en el término de Moixent, e incluye las poblaciones de Vallada y Moixent. La altitud media a que se encuentra el
valle en esta unidad es de unos 320 m. Desde el Barranc de Vallmelós, el río entra en una estrecha franja
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delimitada por los altos de Els Palaus, Les Albarades, Port de les Finestretes, la Mola del Pi y la Serra d’Enguera en Serra Plana; y L’Altet del Viudo, de Garrido, Les Covatelles, la Lloma del Pedregal y Els Alts del
Pastor en la Serra Grossa. En este tramo, el río discurre por terrenos terciarios y cuaternarios de color blanco.
Hoy en día los cítricos han ido ganando terreno a los cultivos tradicionales de secano más propios de su enclave geográfico gracias a la apertura de profundos pozos.
- Vega de La Font de la Figuera y Les Alcusses: Comprende la población de La Font de la Figuera
y la partida de Les Alcusses (Moixent). La vega de La Font de la Figuera incorpora las partidas de Moreral, El Ramblar, El Carrascal, El Bovalar, El Milà, Tovales, Les Costeres y La Vegueta, englobando todo el
territorio que queda entre la curvas de nivel de 500 y 450 m. La partida de Les Alcusses se encuentra a una
altitud media de unos 550 m y corresponde a una pequeña meseta de unos 15 km² con una serie de elementos endorreicos y fuentes naturales de agua que pudieron ser utilizadas desde la antigüedad. A rasgos generales, la mayor parte de los suelos dedicados a la agricultura están sobre margas terciarias (facies Tap). Se
trata de suelos con elevado contenido en carbonatos y una capacidad de retención de agua elevada (Rubio,
2001). Aunque con la incorporación del goteo y la apertura de pozos se han introducido nuevos cultivos, es
la zona en la que el paisaje agrícola ha variado menos y la mayor parte del territorio está sembrado de viñedos y cereales. Un dato destacable que aporta Cavanilles al referirse al Pla de les Alcusses es que buena
parte de los campos de cultivo se encontraban abandonados e incultos durante su primera visita, mientras
que en 1795 se habían creado más de 90 cortijos entre las partidas de Garamoixent, El Bosquet, Les Alcusses y Badillo (Cavanilles, 1795).
EL POBLAMIENTO Y LAS VÍAS DE COMUNICACIÓN
La información de la que disponemos para la comarca de la Costera ha ido en progresivo aumento
en los últimos años. En la actualidad existe un buen número de publicaciones que iremos repasando que abarcan toda su secuencia arqueológica. Sin embargo, entendemos que para la realización de un completo análisis a nivel comarcal es necesario un mayor número de estudios detallados centrados en la extensión y
cronología de sus múltiples yacimientos, cuestión en la que se está trabajando en los últimos años (Pérez Ballester y Borreda, 1998; Ribera et al., 2005; Rodríguez Traver y Pérez Ballester, 2005; García Borja, De
Pedro y Sánchez, 2005; Arasa y Bellvís, 2008).
El Neolítico
Son numerosas las noticias y referencias bibliográficas de yacimientos neolíticos que demuestran la
existencia de una intensa y duradera ocupación (García Borja y Molina, 2006). Aunque el número de trabajos aumenta, todavía el registro no permite establecer una visión completa de la ocupación, lo que impide
realizar una propuesta de vías de comunicación más allá de señalar que se utilizan los propios pasos existentes en cada concentración. En el plano de ubicación de yacimientos (fig. 2), se evidencia la falta de enclaves al aire libre ubicados en llano, junto a las zonas de producción agrícola más fértiles, que creemos es
consecuencia de la parcialidad del registro arqueológico y no de su inexistencia. Es por ello que hemos incluido también las cuevas con restos de materiales aparentemente neolíticos ligados o no a posibles enterramientos pues, a falta de otros datos, éstas indican la presencia de lugares de hábitat en las proximidades
(Bernabeu y Pascual, 1998).
Está constatada la existencia de materiales del Neolítico antiguo en los yacimientos de la Cova del
Barranc Fondo (Xàtiva), la Cova Santa (La Font de la Figuera) y posiblemente las cuevas de Mosseguellos
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Fig. 2. Dispersión de yacimientos de cronología neolítica.
(Vallada), Carasol de Vernissa (Xàtiva) y Barranc de Palop (Moixent) (García Borja, e.p.). El único asentamiento al aire libre que hasta el momento podemos encuadrar dentro del Neolítico IB de la secuencia regional (Bernabeu, 1989) es el Mas de Sant Joaquim, ubicado en la zona oriental del Pla de les Alcusses,
donde se recuperaron mediante prospección arqueológica fragmentos cerámicos decorados y hojas de sílex
(Molina y McClure, 2004).
Contamos con un mayor número de noticias que señalan la existencia de yacimientos al aire libre que
podemos encuadrar en el Neolítico II. El conjunto de yacimientos permite plantear una hipótesis de trabajo
en la que identificamos cuatro grandes espacios de explotación de recursos en base a la localización de los
mismos: la Vall de La Font de la Figuera, Les Alcusses, valle medio del Cànyoles y la Costera de Ranes.
En la Vall de La Font de la Figuera y Alcusses sabemos de la presencia de diferentes poblados al aire
libre y cuevas (de hábitat y/o enterramiento) concentradas en su mayoría en el Capurutxo y el Serruig. En
el llano existen noticias de poblados en los que sólo se conoce material recogido en superficie o restos de
estructuras excavadas en la roca sin material arqueológico. Hay que señalar que su número podría ser sensiblemente superior, pues en las prospecciones realizadas por Pérez Ballester y Borredá (1998) se documentaron espacios en los que junto a materiales ibéricos aparecían cerámicas a mano que podrían ser el
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resultado de la existencia de lugares ocupados tanto en época ibérica como neolítica (también Bronce final),
como ocurre en el yacimiento de Casa Garrido Nord II (Moixent) (García Borja et al., 2008-2009). Este podría ser el caso de enclaves como los del Bosquet, Casa Penedés o Casa San Fernando. Del mismo modo,
en el mapa de distribución quedan representados otros dos yacimientos que son considerados dudosos: La
Mesquitella (Galiana, Ribera y Torregrosa, 1998) y les Sitges del Camí del Puntal.
Las otras dos zonas diferenciadas son: el valle medio del Cànyoles y la Costera de Ranes. En ellas
no encontramos referencias de poblados neolíticos al aire libre, pero sí algunas de yacimientos en cueva, lo
que debe ser explicado por el desequilibrio en las tareas de investigación llevadas a cabo hasta la fecha y la
dificultad que existe a la hora de localizar yacimientos neolíticos al aire libre en zonas con elevado grado
de antropización. En La Vall de Montesa, a los yacimientos citados, podemos sumar otros como la Cova de
la Calavera y la Cova del Castell (cercanos a la Cova Santa y a la Cova del Cavall) o la Cova del Garrofer
(en la otra parte del río), que también podrían albergar enterramientos del Neolítico final. La misma tendencia
se documenta en la Costera de Ranes, donde también existen noticias de cuevas con restos de enterramientos y materiales prehistóricos, pero sin restos de poblados al aire libre. En este sentido, no descartamos completamente un posible origen eneolítico en la Penya Sant Dídac, pues el aficionado Samit encontró diferentes
puntas de flecha de sílex junto al conocido poblado de la Edad del Bronce (Aparicio, 1973: 23-24).
Los yacimientos del término municipal de Estubeny (C-11 = la Cova del Barranc de la Meravella o
Barranc de les Coves, Coveta Victoria, Teixonera, Covacha Chocomeli), probablemente están en relación
con el aprovechamiento de una parte del territorio atravesado por el río Sellent (Pla dels Olivars, Pla de
Nero, Las Eras, etc.).
La visión que nos ofrecen los diferentes datos demuestra la existencia de restos de grupos a lo largo
de toda la secuencia neolítica regional. En los primeros momentos (Neolítico antiguo cardial), esta ocupación sólo se documenta en cuevas, aunque es probable que existan diferentes poblados en los llanos de la
comarca tal y como se ha demostrado en L’Alcoià (Molina Hernández, 2002-2003; Bernabeu et al., 2003).
En los momentos finales del Neolítico antiguo o Neolítico IB se documenta un poblado al aire libre. Durante
el Neolítico II, sí se encuentra material arqueológico en superficie que asociamos a yacimientos de esta cronología, ubicados junto a las mismas zonas de cultivo y pasto. En las recientes excavaciones realizadas en
Casa Garrido Nord II (Moixent) se han encontrado los primeros silos de cronología neolítica de la comarca
(García Borja et al., 2008-2009). Por lo tanto, no debemos descartar que la dinámica ocupacional presente
similitudes con las comarcas vecinas (Bernabeu et al., 1993; Bernabeu et al., 1994; Gómez et al., 2004; Pascual y Ribera, 2004). Es en estos momentos del Neolítico final-Eneolítico cuando creemos que se puede rastrear una primera ocupación ordenada de la comarca en función de sus áreas de captación de recursos y
pasos naturales que la unen con otras. Sin embargo, todavía no podemos proponer una hipótesis de trabajo
sobre la relación existente entre yacimientos y vías de comunicación durante el Neolítico, cuestión que resulta interesante a la hora de valorar el proceso de expansión de la agricultura por ésta y las vecinas de Navarrés y Valle de Ayora, pues la presencia de dos importantes yacimientos con niveles del Neolítico antiguo
en La Font de la Figuera (Cova Santa) y Xàtiva (Barranc Fondo) nos abren varias posibilidades a la hora de
valorar un proceso de expansión desde La Safor o desde La Vall d’Albaida cuya dirección a través de la comarca no podemos establecer a día de hoy.
Edad del Bronce
Pese a que tampoco existen proyectos de investigación encaminados al estudio de todo el valle durante este período, nos encontramos con un mayor número de trabajos y noticias que nos ayudan a proyectar una imagen más completa de la ocupación del valle en el II milenio a.C. (Ribera, 1996; Simón, 1996;
Pérez Ballester y Borredá, 1998; Molina y McClure, 2004; García Borja, 2004; Ribera et al., 2005). Aunque faltan datos para precisar la cronología de los 58 yacimientos al aire libre que quedan representados en
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Fig. 3. Dispersión de yacimientos de la Edad del Bronce y propuesta de vías de comunicación. La diferencia de
tamaño en cada punto está en función de los criterios establecidos en anteriores trabajos (García Borja, 2004).
el mapa (fig. 3), contamos con los suficientes para establecer unas pautas iniciales de ocupación del territorio y elección de lugares de hábitat para este milenio. Al igual que ocurre para el periodo anterior, existen noticias sobre la aparición de materiales prehistóricos que podrían ser de esta cronología en 22 cuevas,
siendo muy probable que la mayoría estuvieran ligadas a actividades ganaderas o funerarias y no a lugares
de hábitat permanente hasta el Bronce final, periodo en el que sí parece documentarse presencia continuada
en lugares como la Cova Santa de La Font de la Figuera. Puesto que conocemos la localización de los poblados, no las hemos representado en el mapa.
Durante la Edad del Bronce se documenta por primera vez la plena ocupación de la comarca. Existe
un gran número de poblados que se levantan utilizando la piedra como elemento básico. El número de yacimientos al aire libre aumenta, intensificándose la explotación sobre el territorio, al menos durante el Bronce
antiguo-medio o Bronce Valenciano. La ubicación de los hábitats en este periodo difiere bastante del anterior, se ocupan zonas de montaña y pequeños cerros, y no se documentan yacimientos en los llanos. Este cambio en la elección del hábitat tendría sus antecedentes en el Horizonte Campaniforme de Transición a la
Edad del Bronce, momento en el que se observan los primeros asentamientos en altura (Bernabeu, 1984).
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Es conocido que el Bronce Valenciano no se caracteriza por la uniformidad en los asentamientos
(Gil-Mascarell y Enguix, 1986). El registro revela la existencia de diferencias notables en sus dimensiones,
ubicación, grado de accesibilidad y territorio que dominan (Gil-Mascarell, 1992). En la Costera nos encontramos con yacimientos de diferentes características: poblados como Bolvens (Xàtiva), El Castellaret (Montesa), o el Corral de Canyadetes (La Font de la Figuera), de considerables dimensiones y con un acceso no
excesivamente complicado en comparación con otros como los de la Penya Foradà (La Font de la Figuera),
el Picaio de Vallada y de La Font de la Figuera, el Tossal y la Penya de l’Àguila (Vallada), Sant Dídac (Xàtiva) o el Cerro de la Cruz y Santa Anna (Llosa de Ranes), todos de menor tamaño y ubicados en cimas de
cerros escarpados con alto grado de visibilidad pero de difícil acceso y alejados de las zonas de cultivo. La
explicación a este fenómeno puede relacionarse con la necesidad de controlar el territorio, como se ha propuesto para la vecina zona de Villena (Jover y López Padilla, 1999). De hecho, el contacto visual entre gran
número de yacimientos es una constante, destacando el contacto visual directo entre los dos puntos que marcan el inicio y final del corredor: Santa Ana (Llosa de Ranes) y el Capurutxo (La Font de la Figuera). Puntos desde los que también se controlan los accesos a La Safor, La Ribera, la Canal de Navarrés, corredor de
Villena y Almansa. Por último, existen yacimientos, también de pequeño tamaño, ubicados en suaves elevaciones, que presentan un acceso más sencillo y buen campo visual, muy próximos a las zonas de cultivo
como: el Tossal de la Palma, Els Terrers, El Mollonet, la Moleta del Tren, el Cabeçol del Ferro, Garrido,
les Cabeçoles o Santa Bàrbara.
La mayoría de los yacimientos que citamos están ocupados durante algún momento del Bronce antiguo-medio o Bronce Valenciano (2100-1500 cal BC) y reflejan la existencia de una organización del territorio. En este sentido, debemos tomar en consideración la posibilidad de explicar esta variabilidad por
motivos de diacronía entre los propios yacimientos, pues estamos refiriéndonos a un periodo cronológico
que abarca más de un milenio y los cambios en la elección del lugar de hábitat están relacionados con las
necesidades de cada momento.
Al comparar la extensión de los asentamientos, se observa cómo la gran mayoría de los de menor tamaño se encuentra en torno a una serie de asentamientos mayores que definen unas áreas de influencia muy
similares a las que proponemos de forma hipotética para el Neolítico.
La vega de La Font de la Figuera estaría dominada por el asentamiento de Canyadetes y todos los que
se encuentran en su área de influencia. Los ubicados en la ladera noreste del Capurutxo y en el noroeste del
término municipal, así como los que se documentan en el Pla de les Alcusses, parecen obedecer a la existencia de una ruta sur-norte o paso poco estudiado como apuntan Pérez Ballester y Borredá (1998: 139) que
estaría en relación con otra de las rutas naturales dominantes (Piqueras y Sanchis, 1992), que comunica con
el Valle del Vinalopó. Si a ello añadimos la alineación de cinco yacimientos desde El Fossino hasta El Caragol que atraviesan el término municipal de La Font de la Figuera de norte a sur, parece lógico el plantear
una intencionalidad a la hora de controlar las vías de paso naturales utilizadas en la zona.
En la parte más estrecha del valle nos encontramos un vacío de población que no obedece a la falta
de prospecciones arqueológicas. Parece que este tramo estrecho no debió tener una explotación tan intensa
como las otras que apuntamos.
Una diferencia importante respecto al período anterior es la presencia de asentamientos que explotan la parte central del valle. Hemos optado por dividir dos áreas de captación de recursos sobre las que influyen, por una parte el Castellaret (Montesa) y por otra o bien La Torreta (Vallada) o bien La Raconà
(Vallada), pues no es frecuente la coexistencia de dos yacimientos de importante tamaño tan próximos en
un mismo momento.
También es muy significativa la aparición de nuevos poblados en la desembocadura del Cànyoles,
que no sólo aprovechan sus fértiles terrazas sino que además controlan la vega de Xàtiva, zona de cruce de
caminos naturales de alto valor estratégico. En este sector, el yacimiento de mayores dimensiones conocido
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es el de Bolvens, aunque cabe destacar que buena parte de los poblados de esta zona se encuentran muy alterados, por lo que la aproximación a su tamaño resulta complicada.
Durante el Bronce tardío el número de asentamientos decrece, observándose un cambio en los criterios de elección en los lugares en que quedaron ubicados los nuevos asentamientos, documentándose una
perdida de su campo visual. Los pocos yacimientos que fechamos en estos momentos así parecen corroborarlo: L’Arbocer-L’Altet de Palau (García Borja, De Pedro y Sánchez, 2005), El Fossino o la Penya Foradà
I (Ribera et al., 2005), cuyo campo visual es limitado en comparación al resto, siendo sus accesos bastante
más sencillos. Parece que asistimos a un cambio en la organización del territorio, abandonándose la mayoría de poblados y pasando a concentrarse la población en nuevos asentamientos junto a los pasos naturales.
Esta tendencia se acentuó durante el Bronce final, momento para el que contamos con escasos restos. La noticia de la aparición en la Solana del Castell de Xàtiva de cerámicas realizadas a torno y de importación, junto a cerámicas hechas a mano, lisas y decoradas con incisiones, así como un hacha de piedra
pulida (Cerdà, 1989) recientemente contextualizadas en niveles del Bronce final (Pérez Ballester et al.,
2007), nos acercan a estos momentos finales de la secuencia. Otro caso similar podría constituir los alrededores del Castell de Montesa, en cuyas vertientes aparecieron algunos restos del Bronce final-Hierro antiguo, aunque la escasez de datos y las dificultades de documentar restos en un lugar tantas veces ocupado ha
provocado que no representemos el yacimiento dentro del mapa de la Edad del Bronce. Sin embargo, parece probable que existan niveles del Bronce final.
Es una dinámica que recuerda a la del Camp de Túria (Bonet, 1995), donde se apreció una concentración de la población en lugares bien comunicados que en época ibérica continuaron habitados y que, en
ocasiones, llegaron a constituir grandes núcleos. Existe otra noticia sobre restos de esta cronología (Simón,
1996), referente a un molde de fundición para realizar puntas de lanza que podría indicarnos la presencia de
un nivel perteneciente al Bronce final en el cercano yacimiento de El Fossino.
Vías de comunicación
Parece que existe una clara relación entre la ubicación de los yacimientos y las vías de comunicación,
bien por controlarlas en los momentos iniciales de la Edad del Bronce, bien por aprovecharlas en los momentos más avanzados (Bronce tardío). La ubicación de los poblados durante las fases tardías en las cercanías de las vías puede interpretarse en relación a un uso continuado de algunas de ellas a lo largo del II
milenio a.C. Contamos con un buen número de asentamientos cuya localización nos indica la voluntad en
el control de los pasos naturales hacia la Ribera por Santa Ana, a la zona de Enguera por el paso que existe
en el término municipal de Vallada, hacia la zona de Navalón por Les Cabeçoles, hacia la zona de Villena
por el paso natural desde La Font de la Figuera y a la Vall d’Albaida por El Fossino y por el Estret de les
Aigües.
La vía de penetración a la Costera se situaba junto al cerro de Santa Ana, por la margen izquierda del
río Albaida. Hemos de recordar que no existe ninguna excavación propiamente dicha en el País Valenciano
sobre caminos fechados en la Edad del Bronce.
El hecho de que existan yacimientos jalonando ambos lados del corredor de Montesa permite plantear la posibilidad de que hubiese una serie de pasos naturales transitados por las dos márgenes del río, que
si bien no conforman una red viaria como tal, sí permiten la circulación a través de la comarca.
La opción más verosímil para comunicar la Costera de Ranes con Vallada es transitar por la actual
CV-645 o Camí de Mangai, de manera que todos los asentamientos ubicados en las laderas norte de la Serra
de Vernissa y Serra Grossa pudieran tener una vía común y próxima de intercomunicación por el valle. Asimismo, planteamos la hipótesis de que este camino fuera también la prolongación de otros que penetrasen
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en la comarca por el este. Desde el valle del Barxeta aproximadamente por el trazado del Assagador de
Llonganissa y desde la Vall d’Albaida por el Estret de les Aigües.
En la margen izquierda, que también presenta una importante concentración de asentamientos, parece lógico considerar que partiendo de las faldas de Santa Ana, a la altura del Turó de Sant Joan, se utilizaría el paso por el que discurre actualmente la CV-563/CV-598 para conectar con los asentamientos del
entorno del Alt de la Raconda y desde allí dirigirse a Moixent. Desde ese punto un camino pudo recorrer el
Pla de les Alcusses coincidiendo, más o menos, con el trazado de la CV-652 que conecta la concentración
de asentamientos en torno a El Fossino con el valle del Cànyoles y con las rutas hacia el Vinalopó y la Vall
d’Albaida. En este sentido, viniendo desde el este, a la altura del Barranc de Palop y del Barranc del Gall,
la siguiente concentración de población se encuentra al sur, en el Pla de les Alcusses, lo que invita a pensar
que una vía debía penetrar hacia el sudeste en dirección a los asentamientos de Les Alcusses, para volver a
buscar la vega de La Font de la Figuera y la conexión con la denominada ruta natural dominante del Vinalopó. Los yacimientos que se documentan cercanos al municipio de La Font de la Figuera se encuentran dominando la vertiente sur del Capurutxo, por lo que también parece existir una preocupación por el control
sobre esa vía. La propuesta para la conexión entre Font de la Figuera y los yacimientos de las lomas de El
Llop pasaría por el actual Camí Vell de Fontanars o el de Els Romans.
Puesto que también se encuentran restos de hábitat de la Edad del Bronce a uno y otro lado de la parte
más angosta del corredor, es lógico pensar que un camino debía dirigirse hacia allí. En este caso proponemos la existencia de pasos por lo que hoy son los caminos de El Vint-i-cinc, El Lliso y El Serrano, de manera que tras penetrar en la vega de La Font de la Figuera los asentamientos cercanos a Les Cabeçoles y Palau
quedasen asimismo intercomunicados. La comunicación con el valle de Ayora se realizaría por el paso próximo a la alineación de asentamientos que se encuentra entre Les Cabeçoles y El Caragol.
Época Ibérica
El tránsito hacia la Edad del Hierro queda reflejado en varios yacimientos que muestran cómo la comarca siguió estando ocupada hasta época ibérica (fig. 4). Aunque ya contábamos con alguna noticia sobre
hallazgos (Cerdá, 1989) y con los resultados de las prospecciones realizadas por Pérez Ballester y Borredá
(1998), están siendo las excavaciones arqueológicas de la Solana del Castell de Xàtiva las que más luz han
aportado sobre este período (Pérez Ballester et al., 2007). Los hallazgos se relacionan con la integración de
la comarca en los circuitos comerciales de los pueblos indígenas con el Mediterráneo (Pérez Ballester, 2006;
Mata, Martí e Iborra, 1996). Los resultados que está ofreciendo dicha excavación parecen corroborar la tendencia a la concentración de la población en núcleos con importantes necesidades defensivas. Durante el
Bronce tardío ya se observan algunos cambios en la elección de los lugares de hábitat y una tendencia hacia
la concentración de la población en la comarca, pero es en los momentos finales de la Edad del Bronce
cuando este proceso se documenta con mayor claridad. De hecho, no encontramos yacimientos con niveles
del Bronce tardío ocupados también en el Bronce final y Hierro antiguo, en todo caso El Fossino, aunque
con reservas y en ningún caso sobrepasando el Bronce final.
En el resto de lugares en los que han aparecido cerámicas fenicias, éstas quedan asociadas a otras fechadas en el Ibérico antiguo, por tanto no se descarta que puedan presentar niveles de la primera Edad del
Hierro (Rodríguez Traver, e.p.). Parece que en torno a la vega de La Font de la Figuera y Les Alcusses
existe una concentración de hallazgos correspondientes a este período. Por un lado San Sebastián (La Font
de la Figuera) y toda su área de captación de recursos y, por otro, El Castellaret (Moixent), que continuó controlando el paso entre lo que parecen ser dos ámbitos diferentes durante estos períodos (fig. 4).
El valle del Cànyoles no es ajeno al proceso en el que se comenzaron a definir los rasgos característicos de la cultura ibérica (Bonet y Mata, 2001) y encontramos materiales asociados a estructuras de hábi-
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Fig. 4. Dispersión de yacimientos de los inicios Edad de Hierro y propuesta de vías de comunicación.
tat en un mayor número de asentamientos que han permitido llevar a cabo estudios de poblamiento más
completos (Rodríguez Traver, 2003; Rodríguez Traver y Pérez Ballester, 2005; Rodríguez Traver, e.p.). Por
primera vez recogemos testimonios que ponen de manifiesto unos incipientes contactos con el mundo helénico que se intensifican durante el Ibérico pleno (Rodríguez Traver, 2003; Pérez Ballester, 2006).
Las zonas que explotaron los yacimientos encuadrados en el Ibérico antiguo y Edad del Hierro siguieron siendo las mismas que en la etapa anterior, encontrándonos nuevamente un espacio deshabitado
entre Les Albarades y la Serra d’Enguera (también en época ibérica), explotándose las zonas más fértiles
junto a las vías de paso naturales que comunican las diferentes comarcas. Sí se observa un cambio en el modelo de hábitat, pues existen asentamientos que definitivamente se ubicaron en el llano priorizando las necesidades productivas a las defensivas. Es una tendencia que se acentuó durante el Ibérico pleno, pues aunque
aproximadamente un 20% de los yacimientos se localizan en lugares estratégicos de alto campo visual (asentamientos de entre 1 y 2 ha), se generaliza la presencia de otros en el llano dedicados a actividades relacionadas con la explotación agropecuaria. De hecho, a aquellos que se ubican en zonas estratégicas también se
les asigna esta función agropecuaria, si bien unida a otra de control del territorio y de las vías de comuni-
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Fig. 5. Dispersión de yacimientos del Ibérico pleno y tardío y propuestas de vías de comunicación.
cación. En este sentido resulta indudable una diferenciación jerárquica de los asentamientos (Rodríguez
Traver y Pérez Ballester, 2005). Puede plantearse que ya en estos momentos Saiti se configuró como uno
de los centros relevantes, con una superficie estimada de 3 ha (Rodríguez Traver, e.p.), que de ser así, se
aproxima a la de los centros urbanos más importantes documentados en el siglo IV a.C.
En la zona de la vega de La Font de la Figuera y Les Alcusses encontramos tres yacimientos destacados, con una cronología que se inserta en el siglo IV a.C. (fig. 5). La Bastida de les Alcusses (Díes et al.,
1997), L’Alt del Frare (Pérez Ballester y Borredá, 1998; Pérez Ballester y Rodríguez Traver, 2004) y la
Mola de Torró, que igualmente se ubica en esa centuria. En los tres casos nos encontramos ante asentamientos cuya extensión se aproxima a las 4 ha. Durante el siglo IV a.C. asistimos a una concentración del
hábitat en poblados ubicados en altura, con estructuras defensivas y cuyas áreas de captación de recursos se
ubicaron en la parte llana de su entorno inmediato. Desgraciadamente, la falta de excavaciones arqueológicas en yacimientos en llano y laderas medias de montaña impide saber con exactitud cuántos de ellos estuvieron en uso durante este período, aunque con seguridad, varios de los del Pla de les Alcusses presentan
materiales fechados en el Ibérico pleno que los relacionarían con el poblado de La Bastida, como asentamientos satélites del mismo y dentro de su área de captación de recursos.
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En el valle medio-bajo del río encontramos dos áreas bien diferenciadas en cuanto a la densidad de
yacimientos, la mayor parte de los cuales parece corresponder al Ibérico tardío, aunque como en los casos
anteriores, dado el estado actual de la investigación, no descartamos que alguno pudiera estar en uso desde
un momento anterior. Este podría ser el caso de la Venta de les Basses que incluso presenta materiales de
la primera Edad del Hierro. La mayor parte de los asentamientos se encuentra en el tramo más estrecho del
corredor, desde el Barranc de Vallmelós hasta el Barranc de la Hoz o la población de Moixent. Es El Castellaret, con materiales del siglo IV y del Ibérico tardío (la mayoría) (Pérez Ballester y Borredá, 1998) el que
parece pudo ser el poblado que controlaba esta parte del territorio, con un área de captación que abarcaría
los conos de deyección de los barrancos inmediatos y las pequeñas terrazas que se forman al norte del río a
su paso por este corredor.
A partir del siglo III a.C. se documenta en el valle del Cànyoles una notable proliferación de asentamientos de menor tamaño, localizados en llano y sobre ladera de baja altitud. Quedan deshabitados los poblados en altura más importantes ocupados en el siglo IV a.C. (la Mola de Torró, L’Alt del Frare y La
Bastida). En cambio otros como el Castellaret y Saiti amplían su superficie, proponiéndose incluso en este
período una extensión que podría superar las 10 ha para Saiti (Pérez Ballester, 2006), si bien las excavaciones
todavía no permiten corroborar estas cifras. El Castellaret concentró su población en la parte más baja de la
montaña, aunque vio limitada su extensión a su propia ubicación sobre una ladera que no ocupa más de 4
ha. Quizás, debido a este factor, encontramos por primera vez pobladas las laderas bajas septentrionales en
los altos de El Viudo y de Garrido (fig. 5: 13, 14, 15 y 17); la finalidad de estos asentamientos pudo ser la
de explotar las tierras que se encuentran entre los barrancos que descienden desde Les Alcusses. La tendencia
en estos momentos fue el traslado de las zonas de hábitat a cotas más bajas, de más fácil acceso y sin elementos defensivos relevantes.
Un ejemplo lo constituye el cambio en la dinámica ocupacional en las inmediaciones de El Capurutxo.
La mayor concentración de materiales correspondiente al Ibérico antiguo se encuentra en torno a las suaves
laderas junto al llano de San Sebastián, mientras que los materiales adscritos al Ibérico pleno se ubican en
la Mola de Torró (850 m snm). Pero las dispersiones de materiales fechados en el Ibérico tardío se localizan nuevamente en la ladera de San Sebastián en un asentamiento cuya superficie estimada se encuentra entre
3 y 5 ha (Pérez Ballester y Borredá, 1998).
Algo similar ocurre con L’Alt del Frare. Tras su abandono a fines del siglo IV, encontramos una concentración de materiales en la zona de Les Cabeçoles que parece señalar un traslado de la población hacia
cotas más bajas y mucho más próximas a las zonas de cultivo y a la vía natural de comunicación que supone
el valle del río.
En el Pla de les Alcusses los materiales arqueológicos recuperados en prospecciones (Pérez Ballester y Borredá, 1998) también indican que los llanos siguieron siendo explotados una vez desaparecida La
Bastida. En este sentido, continuamos encontrando los asentamientos en llano que desde el Ibérico pleno jalonaban todo el territorio. Siguiendo con el planteamiento anterior, Casa Golf podría ser el yacimiento que
supliese las funciones de centro jerárquico de la zona. Estos autores, atendiendo a la dispersión de materiales en superficie, le han calculado una extensión de unas 7 ha. Debe señalarse que entre los materiales aparecieron tanto ibéricos, como romanos y medievales, con lo que parece difícil establecer un tamaño
aproximado para época ibérica.
Hacia el este de la comarca, tras el vacío que existe entre el Barranc del Gall y La Raconada, aparece una serie de pequeños asentamientos ubicados en suaves elevaciones del terreno y diseminados por
toda la margen izquierda del valle que permiten un control visual entre ellos (fig. 5: 30 a 40), y casi todos
con la zona donde se localiza el Castell de Montesa. En este cerro es posible encontrar cerámicas fenicias
asociadas a cerámicas a mano que dan pie a pensar que durante la primera Edad del Hierro y, probablemente, también durante el Ibérico antiguo, hubo un asentamiento. Las especiales características geográficas
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le confieren un excelente lugar desde el que se controla todo el valle medio del Cànyoles hacia el oeste. Poco
sabemos de este asentamiento durante el Ibérico pleno, si bien es cierto que en la ladera este del cerro se han
recuperado cerámicas que ofrecen una cronología entre los siglo III y I a.C. y se ha calculado una extensión
que oscilaría entre 2 y 5 ha, en función de si se ocupó el cerro o sus laderas (Pérez Ballester y Borredá,
1998). En cualquier caso, se trata de un enclave situado en un lugar estratégico cuyas dimensiones son las
mayores de cuantos se ubicaron en el centro del valle.
Finalmente, tras pasar el Barranc del Soldat, nos encontramos con la vega de Xàtiva, en la que Saiti
actuaría como centro organizativo y político del área que domina. Los pequeños puntos que encontramos
diseminados por su área de influencia (entre 0,5 y 2 ha según Pérez Ballester y Borredá, 1998) se encuentran ubicados en la margen izquierda del río, también sobre pequeñas elevaciones del terreno en relación con
la explotación del territorio en el que están (fig. 5: 43 a 50). Sin embargo, a diferencia de las áreas que
hemos ido comentando, todo el territorio controlado directamente por este asentamiento estuvo rodeado de
una serie de yacimientos localizados en lugares estratégicos a considerable altura (fig. 5: 41, 42, 50, 51 y
53), posibles atalayas que controlaban el paso entre el Valle del Cànyoles y la Canal de Navarrés y hacia La
Ribera, sirviendo como posible espacio fronterizo entre las zonas controladas por Saiti y el Castell de Montesa. También, a diferencia de lo que hemos venido observando en el resto de la comarca, Saiti es el único
de los asentamientos de mayor extensión que mantuvo un carácter defensivo.
A lo largo de los siglos III-I a.C. estos pequeños asentamientos satélite estructuraron el territorio. Se
localizan en torno a espacios naturales limitados por accidentes geográficos y explotaron unos territorios dependientes de una serie de poblados mayores los cuales, a su vez, podrían depender de un centro principal:
Saiti, que controlaría un amplio territorio (Pérez Ballester, 2006). Parece que las relaciones entre los yacimientos sufren cambios importantes, existiendo un verdadero eje sobre el que gravitan el resto de asentamientos, aunque es difícil precisar el grado de dependencia de éstos con Saiti (Pérez Ballester, 2006). En este
sentido, el hecho de que precisamente este asentamiento sea el único de dimensiones considerables que después del siglo IV mantuvo su posición defensiva en altura, unido a su estratégica ubicación geográfica, son
factores que deben tenerse en cuenta a la hora de valorar la preeminencia de Saiti sobre el resto de asentamientos del valle desde el siglo III. Pero la falta de excavaciones arqueológicas y la problemática que se deriva de las relaciones con el mundo cartaginés primero y con el itálico después, requieren un estudio más
profundo.
Vías de comunicación
Para el período ibérico también proponemos el Camí Vell de València como vía de acceso principal
a la comarca. En este sentido, en Manuel-L’Ènova existen restos de un poblado jalonando este paso con materiales de los siglos IV-III a.C. (Pla y Martí, 1988). L’Alt de Requena también queda relacionado con esta
vía, pues su ubicación permite controlar todo el valle en días claros, documentándose en él cerámicas fechadas, al menos, en el Ibérico tardío (Pérez Ballester y Borredá, 1998).
Una diferencia notable respecto a la Edad del Bronce es que desde Xàtiva no encontramos asentamientos localizados en la margen derecha del río Cànyoles hasta Les Voltes y La Raconà, por lo que la vía
que trascurre por este margen parece que pudo perder importancia. Por ello, para unir Saiti con el núcleo de
asentamientos de cronología ibérica más próximo, proponemos una conexión que podría discurrir aproximadamente por el Assagador de Torrent a Estubeny, el cual a la altura de Llanera de Ranes conectaría con
la vía que recorrería el valle.
La mayor concentración de asentamientos en el valle bajo del Cányoles se da entre Rotglà i Corbera
y Llanera. En este sentido, la continuación de la CV-563 por el Camí dels Gars parece ser el enlace entre
todos ellos con la vía de penetración por Manuel. Desde aquí, la dispersión de asentamientos a lo largo de
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todo el corredor hasta Moixent nos lleva a proponer un camino principal que los conectara por un recorrido
intermedio que aproximadamente coincidiría con el actual trazado de la A-35. Es a la altura de la partida de
El Vint-i-cinc, en Moixent, donde parece haber una bifurcación. Un camino debió penetrar por el sudoeste
hacia el Pla de les Alcusses uniendo los asentamientos de esa zona con una hipotética vía principal, mientras que otro continuaría por el corredor, discurriendo aproximadamente por los mismos caminos que ya
hemos definido para el período anterior, con salida a los asentamientos que se encuentran en la zona de Els
Altets del Viudo y de Garrido así como a los del área del Castellaret y l’Alt del Frare y posteriormente Les
Cabeçoles, desde donde vira hacia el sudoeste para conectar con los asentamientos de La Font de la Figuera.
Hemos mantenido un paso hacia la meseta a través del puerto de Almansa porque existe una noticia de la
presencia de huellas de carriladas, presumiblemente ibéricas (Pérez Ballester y Borredá, 1998), si bien todo
parece indicar que la ruta hacia Villena y el paso por la sierra de Navalón serían los más utilizados.
Al igual que para la Edad del Bronce, proponemos un camino que enlazaría La Font de la Figuera
con el Camí de les Alcusses a través del Camí dels Romans y también una vía de comunicación entre este
sector y los asentamientos del área de l’Alt del Frare, que discurriría aproximadamente por el Camí Vell de
les Alcusses.
Época Romana
Saetabis fue una de las primeras ciudades ibéricas en acuñar moneda a finales del siglo III, después
del 214 a.C., probablemente en relación con los acontecimientos de la II Guerra Púnica. Estas primeras acuñaciones, aunque siguieron un patrón griego, eligieron para sus reversos el águila explayada; un motivo tomado de las monedas de oro acuñadas por Roma en esos momentos. A partir de mediados del siglo II a.C.
la ciudad acuñó divisores de bronce que no sólo denotaban una necesidad común de moneda, sino que probablemente también estuvieron relacionados con la presencia de negotiatores y colonos procedentes de Italia y de sus necesidades monetarias (Ripollès, 2000), lo que implica el establecimiento de gente itálica en
el valle desde un primer momento.
Consiguió el rango de municipium latino en época de Augusto (Plinio, NH, III, 3, 25) pasando a llamarse Saetabis Augustanorum, tal y como se atestigua en varias inscripciones (Cebrián, 2000). Según los
datos con que contamos, todo el valle del Cànyoles debió estar integrado en el territorio correspondiente al
municipio setabense (Pérez Ballester, 2006; Arasa y Bellvís, 2008). Sin embargo, no se han realizado excavaciones sistemáticas ni estudios en profundidad que permitan contar con datos y cronologías concretas
para buena parte de los hallazgos o concentraciones de materiales que se conocen. Únicamente se han llevado a cabo excavaciones en Els Horts (Vallada) (Martínez García, 1997), en la propia Xàtiva, en Faldetes
(Moixent), en Montesa en la partida de El Canari (Pascual y Jardón, 2010) y en la villa de Els Alters (L’Ènova) (Albiach, Gallego, García, 2006) que aunque se integra en el territorio setabense, está fuera de nuestra zona de estudio.
En época romana (fig. 6), encontramos una cantidad de yacimientos o concentraciones de materiales muy similares a los documentados en época ibérica, incluso desde el punto de vista de la distribución espacial de los mismos. En este sentido, observamos cómo también en torno al Camí Fondo de La Font de la
Figuera, en su parte más próxima al pueblo, existe una agrupación de puntos en las partidas de La Vegueta,
Les Costeres y Els Canyars. Esta ocupación, aunque iniciada en el Ibérico pleno y final, es muy intensa en
época romana. La mayor parte de los materiales recogidos en superficie ofrecen una cronología que arranca
en el siglo II-I a.C. con perduración hasta el siglo III d.C., aunque también hay otros como Cascallars 2
cuyos materiales proporcionan una cronología entre el siglo IV a.C. y el IV d.C.
Hacia el norte, dada la falta de yacimientos, parece que la ocupación quedó acotada por el camino
que limita la partida de les Costeres y que desde el Camí Fondo lleva a Les Alcusses. A la otra parte del cauce
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Fig. 6. Dispersión de yacimientos romanos y propuestas de vías de comunicación.
del río encontramos el yacimiento de Casa Ferrero (siglos II-I a.C.), seguramente dedicado a la explotación
del hierro (Pérez Ballester y Borredá, 1998). Al igual que en las inmediaciones de La Font de la Figuera, en
esta zona se produjo una ocupación durante el Ibérico tardío en el entorno de Les Cabeçoles, que podría estar
relacionada con la necesidad de aproximarse a las vías de comunicación del valle. Desde el punto de vista
de la explotación del territorio, su área de influencia se vería, en este caso, limitada hacia el sur por el cauce
del río Cànyoles, explotando así el área comprendida entre Les Cabeçoles Baixes y El Carrascal. En cualquier caso, no parece haber materiales que vayan más allá del siglo I a.C., por lo que aproximadamente a
partir de época augustea la población debió integrarse en otras áreas de mayor peso (Saetabis) o en las explotaciones agropecuarias circundantes de mayor envergadura.
Si obviamos el caso excepcional de La Bastida, todos los asentamientos del Pla de les Alcusses que
encontrábamos en el Ibérico pleno y tardío, parece que tuvieron continuidad hasta el siglo III d.C. La mayor
parte se encuentra en torno a la CV-652 que conecta con el Camí Vell de les Alcusses. Una vez más, al
igual que ocurre en los yacimientos del término de La Font de la Figuera, apreciamos una continuidad en la
ocupación de las zonas fértiles con importante presencia de elementos indígenas, que igualmente supone la
explotación agropecuaria de los mismos espacios que se producía durante el período ibérico
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Parece que en el corredor de Montesa también se aprecia el mismo proceso histórico, si bien la información es algo menor. Algunos de los yacimientos que se documentaban en los siglos IV-III a.C. desaparecieron en el siglo II a.C., coincidiendo con aquellos que se encontraban en la margen derecha del río
(Porchí, C. Garrido y Ginés). Por el contrario, la mayor parte de aquellos que estaban habitados en el Ibérico tardío, o algunos incluso desde el siglo IV a.C. como Casa la Bassa y Reixac, tuvieron continuidad durante el período romano, hasta el siglo IV d.C. en aquellos lugares que ofrecen cronologías más recientes
(El Ramblar, Hortes Velles y Reixac).
Siguiendo hacia el noreste, toda la parte central del corredor hasta el corral de Molina muestra la
misma tendencia. El 77% de los yacimientos que estaban ocupados durante el Ibérico tardío, alguno incluso
desde el Ibérico antiguo (Torreta AT), perduró en época romana hasta bien entrado el siglo III d.C. Solo el
38% de los asentamientos con materiales romanos parece que son de nueva planta, frente a un 62% que parecen presentar continuidad en los lugares escogidos para establecerse. No obstante, se puede apreciar una
mayor densidad y dispersión de puntos respecto al período anterior y, por tanto, también una mayor presión
agropecuaria en la zona. Es importante señalar que la margen derecha del río es ocupada con mayor intensidad que en época ibérica.
La dinámica que encontramos en la Costera de Ranes y la vega de Xàtiva ofrece algunas variaciones. Solamente dos de los asentamientos preexistentes tienen continuidad en época romana: Saetabis y la
Carraposa, aunque para este último no está confirmada totalmente una perduración más allá del siglo I a.C.
De los asentamientos fechados en el Ibérico tardío, sólo los que están en pequeñas elevaciones (fig. 5: 4147) podrían haber continuado activos en época Altoimperial (Pérez Ballester y Borredá, 1998), aunque los
materiales de superficie que corresponden a estas cronologías bien pudieran pertenecer a otros yacimientos
romanos ubicados en las proximidades (fig. 6: 44-46). El resto de asentamientos, además de localizarse en
cotas más bajas, se crearon en época romana.
Parece claro que a partir del siglo II a.C. se inició un proceso de cambio en la organización del territorio. Inicialmente éste afectó en mayor medida a la zona de la Costera de Ranes y valle medio del Cànyoles, donde la presencia de elementos que nos indican cambios hacia modos culturales romanos parece
más temprana. La aparición de nuevos emplazamientos algo alejados de las zonas productivas, permite intuir cambios en los modelos de explotación agrícola basados en modelos o intereses romanos. Uno de los
indicadores arqueológicos de estos cambios lo relacionamos con la aparición de muros de bancal en diferentes puntos del valle medio del Cànyoles y la Vega de La Font de la Figuera que las más recientes intervenciones arqueológicas en la zona están sacando a la luz y de los que tenemos constancia gracias a los
datos proporcionados por los directores de las mismas (D. López Serrano y P. Jardón). Hasta el momento,
a falta de un estudio más detallado todos excepto uno, actualmente en estudio y localizado en La Font de la
Figuera, han sido datados a partir del siglo II a.C., algunos construidos sobre huellas de arado más antiguas
(Pascual y Jardón, 2010).
Vías de comunicación
Para época romana está fuera de duda la existencia de una vía principal, la Augusta, que atravesó todo
el valle. Esta vía debemos entenderla como uno de los caminos más importantes de la antigüedad, concebida con la finalidad de unir el sur y el este de la península Ibérica con Roma. Las fuentes nos dicen que la
vía pasaba por Saetabis (Estrabón, III, 4, 9; Rabanal, 1985). Además de esta referencia contamos con los itinerarios romanos, de donde podemos extraer las postas y las distancias que entre ellas había a su paso por
el área que estamos estudiando; a 16 millas de la posta de Saetabis se encontraba la de Ad Statuas, a 25 millas de la misma la de Ad Turres.
Se conocen pocos tramos de la vía a su paso por la comarca. Pérez Ballester y Borredá (1998) identificaron un tramo en la cabecera del Cànyoles que vendría a coincidir con el Camí Fondo. A la salida del
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Fig. 7. Posible tramo fosilizado de vía Augusta en el actual Camí del Lliso
de Moixent (fotografía de David López Serrano).
valle en dirección a Villena, se localizó otro tramo (Arasa y Pérez Jordá, 2005). Finalmente, gracias a las
intervenciones arqueológicas que han dado pie a este estudio, conocemos físicamente un pequeño tramo de
la misma en la margen izquierda del río a su paso por el término de Moixent (López Serrano y Valero, comunicación personal). A excepción de estos datos obtenidos mediante la excavación arqueológica, cabe
destacar que Ventura identificó el Camí del Pintor como posible fosilización del camino romano (Ventura,
1972) y que cercano a Faldetes se ha identificado un posible lateral de la calzada (fig. 7) en un tramo del
Camí del Lliso (David López Serrano, comunicación personal).
Para el área que estudiamos no existen miliarios, pero sí diferentes propuestas de su trazado (Ventura, 1972; Sellières, 1977; Arasa y Rosselló, 1995; Morote, 2002; Arasa, 2006; Arasa y Bellvís, 2008.).
Todo parece indicar que la vía Augusta penetraba en la Costera por Manuel. Desde este punto se ha señalado que ésta se dirigía hacia Xàtiva, desde donde continuaba hasta cruzar el río Cànyoles por la población
actual de Vallada (Arasa y Rosselló, 1995; Arasa y Bellvís, 2008). Dado que es factible interpretar las fuenAPL XXVIII, 2010
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tes de forma que la vía entrara físicamente en Saetabis, es lógico proponer un camino que desde allí partiera
en dirección a Vallada por el margen derecho del Cànyoles como proponen los autores. Lo más factible es
que el recorrido del mismo fuera aproximadamente por el Camí de Mangai-CV645. De hecho, para este período encontramos algunos yacimientos arqueológicos en la margen derecha del río (entrada a Novetlè, La
Vila 1, El Pulido y posiblemente en la actual Canals).
No discutiendo la existencia de un camino que pasa por Saetabis, planteamos la posibilidad de que,
al mismo tiempo, existiese otro que recorrió el valle por la margen izquierda del Cànyoles. Aunque la vía
Augusta supuso la ejecución de un nuevo proyecto eminentemente romano, es lógico pensar que alguno de
sus tramos pudiera corresponder a la ampliación, acondicionamiento y mejora de caminos preexistentes.
Como hemos visto, si aceptamos que un eje de comunicaciones importante discurría por la margen izquierda
del río Cànyoles en los períodos precedentes, podemos también suponer que en época romana existió un camino por esta margen del río, sin poder establecer si formó parte de la vía Augusta como tal. En este sentido, para época romana contamos con una importante concentración se asentamientos que van jalonando
toda la parte septentrional del río y que, dadas las características físicas del territorio en que se encuentran,
debían de usar algún tipo de vía que los intercomunicara entre ellos y con Saetabis. El camino que proponemos para época romana debía aprovechar el paso que existe por el Barranc de l’Alguacil entre las estribaciones del sudeste de la sierra de Santa Ana y el Alt de Requena, donde se encuentra el yacimiento de la
Casa Roja. Debió discurrir por la margen izquierda del río para atravesar todo el corredor hasta la altura de
la partida de Garamoixent o la de Les Cabeçoles Baixes en el término de La Font de la Figuera, donde la
vía Augusta tomaría una trayectoria mucho más inclinada al sudoeste para enfilarse a los asentamientos que
se encuentran en torno al municipio referido por el Camí Fondo. Desde allí continuaría por el Camí Vell de
València hacia el suroeste (Pérez Ballester y Borredá, 1998) aproximadamente por el Camí Vell a Caudete
(Arasa y Pérez Jordá, 2005).
A lo largo de este trazado, podemos decir que el tramo conocido como Camí Vell d’Almansa, en la
partida Casa Faldetes del término de Moixent, es una fosilización de la vía Augusta (fig. 8). En este sentido,
siguiendo una trayectoria rectilínea consideramos que, hacia el noreste, el actual discurrir del Camí del Lliso,
que atraviesa las partidas de la Casa del Doctor y de El Pi hasta verse cortado por el trazado de la Autovía
podría ser, asimismo, el trazado fosilizado de la vía. Éste pudo conectar con el viejo camino conocido como
Camí del Vint-i-cinc, que hoy día está prácticamente desaparecido por la creación de polígonos industriales, la vía férrea y la autovía, y nunca ha sido objeto de una intervención arqueológica que corrobore la importancia que atribuimos al lugar dentro de las vías de la comarca, el cual conduce a la actual población de
Moixent.
Desde el tramo mencionado del Camí Vell d’Almasa hacia el sur, parece que su continuación es el
camino que cruza el cauce y atraviesa las partidas de Casa Ginés y Casa Garrido, para conectar con el Camí
de la Venta del Serrano el cual, a su vez, enlaza con el Camí Fondo de La Font de la Figuera. Sin embargo,
apuntamos también la posibilidad de que la trayectoria de la antigua vía no cruzara el río en ese punto y que,
por tanto, desde el Camí d’Almansa, pudiera continuar paralela al cauce del río. Esta opción vendría apoyada por la estrechez del paso así como el propio discurrir del río junto a las faldas de las lomas de El Porxí,
El Viudo y Garrido, que no parecen dejar otra alternativa más que habilitar un paso por la margen izquierda,
tal y como posteriormente lo haría el camino Real de Madrid-Valencia representado por Cavanilles. Sea
como fuere, una vez atravesado el cauce del río la vía se dirige hacia el sur por La Font de la Figuera pasando por el Camí Fondo.
Finalmente y teniendo en cuenta la existencia del yacimiento del Regaixo, retomamos la propuesta
de una vía alternativa de penetración hacia Ayora por esta ruta poco estudiada desde el punto de vista arqueológico. En cuanto a la conexión entre los asentamientos de La Font de la Figuera y Les Alcusses, proponemos la misma que ya hemos comentado para los períodos precedentes.
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Fig. 8. Fotografía aérea de parte del término municipal de Moixent en la que se resalta la propuesta de trazado de la
vía Augusta en la zona. El número 1 corresponde con el tramo de Faldetes y el número 2 con el Camí del Lliso.
CONCLUSIONES
Como hemos visto, la información disponible a día de hoy para la comarca de la Costera, aunque numerosa, es todavía parcial. Somos conscientes que una visión tan amplia como la realizada obliga a simplificar algunos planteamientos, pero es necesario realizar reflexiones históricas en base a los datos que hoy
se conocen para la comarca y en base a nuestros conocimientos propios. Por ello, pese a las limitaciones a
las que estamos sometidos, se pueden extraer algunas conclusiones interesantes, así como plantear hipótesis de trabajo para futuros estudios en la comarca.
Se observa una dinámica ocupacional particular para cada momento de la secuencia. Durante el Neolítico antiguo cardial existen cuevas que son utilizadas como hábitat, al menos estacional. A medida que
avanza la secuencia se documentan yacimientos al aire libre ubicados en las mismas zonas de cultivo. Pese
a la parcialidad de la muestra se intuye que en este periodo ya se habitan las zonas más productivas de la
comarca.
Durante la Edad del Bronce se ocupa gran parte del territorio, priorizando la instalación de los lugares de hábitat en zonas elevadas, algo alejadas de las llanuras más fértiles, con amplia visibilidad y desde
los que las vías de comunicación pudieran ser, de alguna manera, controladas. La ubicación de los yaci-
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mientos permite plantear la existencia de una serie de rutas que aprovecharon los pasos naturales hacia la
Ribera, la zona de Enguera, Navalón, Villena y la Vall d’Albaida.
La Edad del Hierro se inicia continuando la tendencia observada desde el Bronce tardío y, sobre
todo, Bronce final, en que los hábitats decrecieron en número en los momentos iniciales y se concentró la
población. A medida que avanza la secuencia se ocupa todo el territorio, no sólo en los altos, ahora también
en las llanuras más fértiles. Durante el siglo IV a.C. asistimos a una ordenación del territorio por poblados
ubicados en alto con una extensión cercana a las 4 hectáreas. La mayor parte de éstos son abandonados en
el siglo III a.C.
A partir del siglo II a.C. Saiti queda como el único centro comarcal. En la vega de Xàtiva se documentan cambios en la organización del territorio, que ligamos a cambios en la intensidad de la producción
agrícola a consecuencia de la explotación, probablemente de lino, a una escala más acorde con los intereses económicos romanos de lo que pudo haber sido en momentos anteriores. Estos cambios se expresan en
el resto de la comarca con la aparición, de forma progresiva, de nuevos asentamientos desde el mismo siglo
II a.C. que nos indican cómo la comarca entra progresivamente a formar parte de la cultura romana. Algunos de estos nuevos yacimientos quedan ligados de forma directa a la vía Augusta como es el caso de Faldetes. El abancalamiento de parcelas desde el siglo II a.C. puede ser también un indicador de los cambios
en los modelos de explotación agrícola, aunque cabe destacar que no se abandonan la mayoría de los yacimientos habitados desde época ibérica, que siguen explotando sus zonas de influencia.
Según nuestro planteamiento, el eje principal de comunicación penetraría en la Costera por Manuel,
siendo la margen izquierda del Cànyoles la que menos dificultades orográficas presenta y donde se concentra la mayoría de asentamientos hasta época romana. La existencia de una vía que necesariamente debía
pasar por la posta de Saetabis condiciona el trazado de la vía Augusta a su paso por la comarca. No negando que hubo una vía que llegaba físicamente hasta la misma ciudad, proponemos la existencia de otra
que recorrería toda la margen izquierda del Cànyoles.
AGRADECIMIENTOS
Queremos agradecer a la empresa Estrats Treballs d’Arqueologia, al Museu de Prehistòria de València, a Paula
Jardón, a José Pérez Ballester y a Antonio Rodríguez Traver su colaboración a la hora de intercambiar datos y facilitarnos parte de los suyos. También queremos agradecer a Ferran Arasa, María Jesús de Pedro, Jaime Vives-Ferrándiz
y Carles Ferrer sus consejos y correcciones.
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