Hallazgo de un parietal humano del tránsito Pleistoceno medio-superior procedente de la Cova del Bolomor. Tavernes de la Valldigna, Valencia
Inocencio Sarrión Montañana
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVI (Valencia, 2006)
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Inocencio SARRIÓN MONTAÑANA*
HALLAZGO DE UN PARIETAL HUMANO DEL TRÁNSITO PLEISTOCENO
MEDIO-SUPERIOR PROCEDENTE DE LA COVA DEL BOLOMOR.
TAVERNES DE LA VALLDIGNA, VALENCIA
A la memoria de Mª Pilar Fumanal: “Te lo debía”.
RESUMEN: Se da a conocer el hallazgo de un parietal izquierdo, incrustado en fuerte brecha
ósea, procedente de los niveles del Riss-Würm (OIS 5e) de la Cova del Bolomor. Se describe la morfometría del endocráneo, observándose su simpleza vascular, con el predominio de la meníngea
media sobre la anterior y la ausencia de anastomosis, presencia de seno esfeno-parietal, fuerte grosor y escasa curvatura sagital. Esta morfología nos lleva a encuadrarlo en la línea de los homínidos
prewürmienses, en el linaje Homo heidelbergensis-Homo neandertalensis.
PALABRAS CLAVE: Parietal, Homo, Pleistoceno medio-superior, Prewürmiense.
ABSTRACT: The finding of human parietal bone of Middle-Upper Pleistocene originated from Cova del Bolomor. Analysed data provide evidence for the finding of a left parietal
bone incrusted in a deep osseous conglomerate originated from the Riss-Würm levels (OIS 5e) of
the Cova del Bolomor. Morphometrical description of the endocranium indicates its vascular simplicity with the predominance of the middle layer of meninx over the outermost one, the absence
of anastomosis and the presence of sfeno-parietal sinus, as well as the considerable thickness and
the slight sagittal curvature. This morphology identifies it as Hominids Pre-würm species grouped within Homo heidelbergensis-Homo neandetalensis lineage.
KEY WORDS: Parietal, Homo, Middle-Upper Pleistocene, Pre-Würm.
* Gabinet de Fauna Quaternària. Servei d’Investigació Prehistòrica. Museu de Prehistòria. Diputació de València.
C/ Corona 36, València, 46003. E-mail: gabinet.fauna.quaternaria@dva.gva.es
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INTRODUCCIÓN
La cova del Bolomor fue objeto en las últimas décadas del siglo XIX de grandes
remociones en busca de hipotéticos tesoros, incrementadas en torno a 1935 por una
explotación de las calcitas basales, realizándose al efecto una gran trinchera longitudinal que afectó en esta zona a toda la sedimentación, puesta de manifiesto en las excavaciones arqueológicas que desde 1989 llevan a cabo J. Fernández y P. Guillem al frente de un equipo interdisciplinar (Fernández et al., 1994: 10).
La referida trinchera longitudinal dejó varios testigos en sus márgenes, el más potente
sirve como “corte de referencia” donde se aprecia la amplia secuencia estratigráfica.
Los restos de este vaciado, en forma de bloques brechosos de fuerte matriz y variado tamaño, se encuentran en las proximidades de la cavidad. Mayoritariamente proceden del nivel superior, cuyos residuos aparecen adheridos a la pared de la cueva. Por
su correlación estratigráfica con el área excavada y composición faunística, corresponden al interglaciar Riss-Würm: Hippopotamus amphibius, Palaeoloxodon antiquus,
Dama cf. clactoniana, Testudo hermanni, etc. (Fernández et al., 1997).
A principios de la década de los 80, recogimos un par de estos bloques en los que
afloraban diversos restos óseos, con el fin de disgregarlos, por si pudieran contener
algún resto de interés (fig. 1).
Con motivo de la creación en el Museu de Prehistòria de València del “Gabinet de
Fauna Quaternària”, se retomó el trabajo sobre dichos bloques. Mediante cincel y martillo se incidió en uno de ellos; en uno de los golpes se desprendió una amplia esquirla brechosa a modo de gran lasca, apareciendo la concavidad de un fragmento de bóveda craneana humana. El resto desprendido era justamente su molde interno, dejando al
descubierto el endocráneo de un parietal izquierdo, hallazgo que se presenta en este trabajo como estudio preliminar (figs. 2, 3 y 4).
En primer lugar diremos que al parietal le hemos efectuado una ligera limpieza
para dilucidar sus límites, consolidándolo posteriormente y dejando en suspenso la
posibilidad de su extracción, atendiendo a la fragilidad del hueso y a la extrema dureza del bloque en el que se halla incrustado, por lo que el estudio se limita a la descripción morfológica periférica y endocraneal.
Consideramos que el parietal estaría entero en el momento de la deposición, desprendido por sus suturas naturales, dado que las roturas que se aprecian afectan al
borde anterior, es decir, a la sutura coronal y en menor medida a la posterior o lambdática. Tales puntos fueron fracturados durante la extracción de los bloques, por coincidir con los planos de rotura de éstos, siendo visibles externamente, si bien camuflados por la pátina y el moho.
El parietal se halla comprimido por los procesos mecánicos y postdeposicionales a
que fue sometido, facilitado por la curvatura natural del mismo. Dichos procesos lo
fracturaron sin sufrir grandes desplazamientos.
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Fig. 1.- Bloque brechoso, con el parietal humano incrustado.
Fig. 2.- El parietal tras el desprendimiento del molde interno.
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Fig. 3.- Fragmento desprendido con la impronta del endocráneo.
Fig. 4.- El parietal puesto al descubierto. A la izquierda, el impacto del puntero.
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DESCRIPCIÓN ANATÓMICA DEL PARIETAL
Este parietal de tendencia cuadrangular y gruesas paredes conserva buena parte de
la sutura sagital, faltándole una pequeña porción de la región lambdoidea, así como
otra mayor de forma triangular en la bregmática (22 mm según nuestros cálculos). La
rotura en la parte anterior discurre cercana a la sutura coronal, atendiendo a la situación de la impronta de la rama anterior de la arteria meníngea media que bordea en su
parte inferior y, paralelamente en este tramo, a la cisura de Rolando (figs. 5, 6 y 7).
En el borde temporal falta la parte próxima al ángulo fronto-parietal, abarcando el
borde inferior que se articula con el esfeno-temporal y escamoso. Esta parte aparece
incrustada en la matriz brechosa, y tras su limpieza, se aprecia un fuerte saliente propio del ángulo mastoideo; seguido de un entrante en el que se observa una biselación,
así como restos de pliegues suturales, para finalizar con el ángulo postero-inferior,
coincidente con la inversión de la sutura y que a la vez indica el Asterion. Desde este
punto asciende por el borde posterior, lambdoideo, en el centro del cual aparece una
rotura reciente, producida por la incisión del puntero que lo puso al descubierto. En el
tramo superior aparecen unos entrantes que se interpretan como restos de la sutura
natural, lo cual indicaría la presencia del punto lambdoideo, si bien está algo desconchado.
Remitiéndonos al endocráneo, se aprecian las improntas propias del sistema vascular donde sobresalen las distintas ramas de la arteria meníngea media, la anterior o
bregmática, la media u obélica y la posterior o lambdática. Presenta un entramado
simplista arcaico, con una menor entidad de la rama anterior de recorrido muy corto,
siendo la más sobresaliente la media, seguida por la posterior. Entre la media y la anterior se observan una finas ramificaciones que tienden a entrelazarse sin llegar a ser un
claro exponente de anastomosis. El entramado vascular apenas ocupa más allá de dos
terceras partes de la altura del parietal, sin alcanzar la región de la circunvolución
parietal superior.
Cercano al borde sagito-bregmático se aprecia un marcado seno oblicuo con
improntas venosas con minúsculos orificios. Esta vasculación del seno, dada la poca
entidad de la rama anterior, bien debe corresponder a un lago sanguíneo o estar relacionada con la denominada “vena de Trolard” o “seno esfeno-parietal de Breschet”
(Boule y Anthony, 1911; Hein, 1970; Lumley, 1973; Grimaud-Hervé, 1997) o “gran
vena anterior” para Saban (1986: 18) que discurre más o menos paralela a la sutura
coronal. A la izquierda de este seno se hallan dos fositas de tendencia circular, que
deben estar relacionadas con las de Pacchioni. Paralelos al surco longitudinal superior
se aprecian abundantes orificios diploideos. En la superficie endocraneal se observan
unas suaves protuberancias correspondientes a las anfractuosidades cerebrales. En su
extremo inferior derecho y dado que la rotura debe estar a la altura del Stephanion, discurre una que es propia de la cisura de Rolando, que asciende paralelamente, margi—15—
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Fig. 5.- Parietal izq. con su sistema arterial. RA: Rama anterior o Bregmática.
RM: Rama media u Obélica. RP: Rama posterior o Lambdática.
nando por su lado externo a la rama arterial anterior, difuminándose sin alcanzar la
altura del surco parietal superior y sin que se observen trazos de prolongación en
dirección al borde sagital. A la izquierda y a la altura del borde superior de la cisura
de Rolando aparece un saliente que interpretamos como perteneciente al surco postrolándico, el cual en su prolongación ascendente parece comunicarse oblicuamente con
el mencionado surco parietal superior.
Volviendo a la zona inferior del parietal, se percibe un suave engrosamiento que
tiende hacia el centro del mismo y que corresponde a la cisura de Sylvio, observándose una bifurcación ascendente. Por debajo de la misma existe otro saliente de forma
alargada que identificamos con el surco paralelo.
Las circunvoluciones son las más destacadas en cuanto a entidad superficial. Se
trata de un hecho lógico atendiendo a las pobres y a veces indefinidas impresiones de
cisuras y surcos, característicos por otra parte de los homínidos arcaicos, puestos de
manifiesto por Grimaud-Hervé (1989: 223) en su comparación de los endocráneos asiá—16—
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Fig. 6.- Grosores puntuales y protuberancias. CR: Cisura de Rolando. CS: Cisura de Silvio. SP: Surco paralelo.
SPS: Surco parietal superior. SSP: Seno esfeno-parietal. E: Euryon.
ticos (Homo erectus) del Pleistoceno Medio, y las variaciones observadas con los
homínidos actuales.
A lo largo del borde sagital existe una biselación milimétrica correspondiente al
surco longitudinal superior, seguida de una gran área ligeramente cóncava por la que
discurre la circunvolución parietal superior. La zona centro-posterior la ocupa la parietal-inferior o pliegue curvo y por la anterior, zona coronal, se extiende la prerrolándica con una gran comunicación con la parietal ascendente.
Los diámetros máximos son de 109.4 mm de longitud y 116.5 mm de anchura, descontando de esta última 3 mm por el desplazamiento. Conserva 63.3 mm de la sutura
sagital, con un grosor uniforme de 9.8 mm tanto a nivel estimativo del Obelion como
del Saggitum, siendo de 9.3 mm en el punto sobre el “seno de Breschet”. El grosor
mínimo en la región coronal es de 8.1 mm a la altura aproximada del Stephanion. En
el borde inferior, región sylviana, es de 9.1 mm. En dos puntos hemos tomado el arco
y la cuerda, correspondientes a un corte longitudinal H-I, bordes internos lamboideo—17—
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Fig. 7.- Parietal complementado, arterias y cisuras, secciones y curvatura sagital.
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coronal, 109 mm y 102.5 mm, y otro sagito-temporal, J-K, corregida, 114 mm y 108.5
mm respectivamente.
Prolongando la curvatura de la sutura sagital, la altura de la cuerda BregmaLambda es de 13 mm, estando el Sagittum más cercano al Bregma que al Lambda.
DISCUSIÓN
El parietal de Bolomor presenta toda una serie de características arcaicas (H. erectus/heilderbergensis) y que están representadas por su gran robustez, con un grosor
sagital superior a las máximas de los “neandertales clásicos”, por lo que descartamos
esta última filiación; estas características están más acordes con los espesores de los
restos de Atapuerca, atribuidos a Homo heidelbergensis, fragmento craneal de Galería
con 9.3 mm de grosor en el punto lambdático (Arsuaga et al., 1995: 234) y similares
según los autores a los restos de la Sima de los Huesos (Arsuaga et al., 1989: 64-65).
La red meníngea es simple con poca entidad de la rama anterior e inexistencia clara de
anastomosis. La escasa curvatura del borde sagital es propia de una caja craneana baja,
complementada con la posición del Asterion, coincidente con el ángulo postero-inferior (tipo 1 de Vallois), que implica una vasculación poco desarrollada del occipital, así
como la oblicuidad de la cisura de Sylvio (Lumley y Lumley, 1975: 909). Estos caracteres arcaicos, para Saban (1986: 28) “son un fenómeno de resurgencia de un carácter
de los antepasados pitecantropianos”, ofrecen la morfología propia de los homínidos
europeos del Pleistoceno Medio, los cuales presentan algún elemento evolucionado,
bien afectando al rostro, malares, arcadas superciliares, frente huidiza, o bóveda craneal baja, o en el occipital con la presencia de la fosa suprainial propia de los neandertales, morfologías presentes en los cráneos de Swanscombe, Steinheim, L’Aragó 21,
Atapuerca, etc., a los que algunos autores califican como “neandertales tempranos”
(Stringer y Gamble, 1996: 71-76). En este conjunto no desentonaría el canino superior
izquierdo hallado en las excavaciones del 2000 en Bolomor (Arsuaga et al., 2001: 2712). Por todo ello y atendiendo a la morfología vascular primitiva (tipo P; Lumley, 1973:
38), y siguiendo a Saban (1984; 1986: 21; 1991: 120) lo encajamos dentro de la línea
filogenética que este autor denomina Parasapiens, representada por las ramas que se
desprendieron del H. erectus, en la línea de Fontéchevade, Ehringsdorf,1 Salzgilter,
etc., por una parte; y Neanderthal, La Ferrassie, etc., por otra, y diferenciándose éstos
de los Presapiens por su importante ramificación vascular y reticulación anastomósica,
tipo La Chaise, Quina, Combe Capelle, etc.
1
Yacimiento con el que encontramos gran similitud en cuanto a morfología vascular (Saban, 1991) con la preponderancia de
la rama media sobre la anterior, contrariamente a lo observado en el parietal de Cova Negra (Arsuaga et al., 2001: 275).
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La cronología del parietal de Bolomor no ofrece dudas acerca de su procedencia y
ubicación estratigráfica. En el mismo bloque del parietal aparecen fragmentos diafisiarios quemados y algún resto de sílex, y en el segundo se detecta la presencia de un canino de Hippopotamus amphibius, ambos bloques de matriz similar y a la vez iguales a
otros restos brechosos adosados a la pared en una posición estratigráfica del interglaciar Riss-Würm y que por sus características se podrían atribuir al nivel VI, encajando
este nivel en la fase Bolomor IV, que abarca los niveles del VII al I, con una datación
absoluta por termoluminiscencia del nivel II de 121.000+/-18.000 BP (Fernández et al.,
1994: 33). Al nivel IV, en el que apareció el primer resto antrópico (M1 izquierdo), se
le atribuyó la cronología aproximada de 130.000 años, del tránsito del Pleistoceno
Medio-Superior, determinándose como Homo sapiens neandertalensis, si bien consideran sus autores (Fernández et al., 1997: 43) que los niveles basales de Bolomor se
relacionarían con los H. sapiens arcaicos, adscribiendo los superiores a “los genéricos
neandertales posiblemente tempranos y en camino de transformación hacia neandertales clásicos europeos”. Del mismo modo, Arsuaga y Martínez (1998: 272) consideran
a los fósiles de la última parte del Pleistoceno medio como “a todos los efectos verdaderos y completos neandertales”. Autorizadas opiniones que podrían ser válidas para el
parietal que comentamos, es decir: un homínido arcaico con el rasgo posible de neandertalización, debido a la presencia del lago sanguíneo o seno esfeno-parietal, en la
línea de los Parasapiens de Saban (1986). Pero teniendo en cuenta que, tanto a nivel
faunístico como antrópico, somos partidarios de la teoría del reemplazo cladogenésico,
consideramos que pertenece a un anteneandertal, pero en sentido cronoestratigráfico,
afín a otros restos del Riss e interglaciar Riss-Würm, de difícil nomenclatura; opinión
expresada por diversos autores sobre la determinación de los homínidos prewürmienses, siendo el más representativo, a tenor de su arcaísmo morfométrico, el Homo heildelbergensis.
En la restauración y clasificación de la fauna de Bolomor, que llevamos a cabo para
la elaboración de la exposición y catálogo (Fernández et al., 1997), el nivel VI estaba
compuesto por las especies Hemitragus sp., Palaeoloxodon antiquus, Hippopotamus
amphibius, Cervus elaphus, Dama cf. clactoniana, Sus scropha, Bos primigenius,
Ursus arctos, Testudo hermanni, Oryctolagus sp., junto a los micromamíferos clasificados por P. Guillem: Microtus brecciensis, Apodemus sp., Arvicola sapidus, Elyomis
quercinus, Crocidura suaveolens, Sorex minutus (Fernández et al., 1994: 17). A este
conjunto habría que añadir la aparición de otros taxones posteriormente determinados,
encuadrables en la fase climática Bolomor IV: Ursus thibetanus mediterraneus, Hystrix
cf. vinogradovi, Macaca sylvanus, Felis (Lynx) sp., Stephanorinus hemitoechus, Equus
caballus ssp. y Equus hydruntinus.
Entre las especies determinadas predominan los ungulados, con muestras constantes de manipulación antrópica, unida a la riqueza y proliferación de instrumental lítico,
lo que hace de este yacimiento pleistoceno un referente integrado en el contexto euro—20—
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peo. Los Hystrix, Macaca, Hemitragus, Ursus thibetanus mediterraneus, encuentran
paralelos en yacimientos del Mediodía francés, tales como los niveles rissienses de
Aldène (Bonifay, 1989), Orgnac 3 (Aouraghe, 1997), Cèdres (Defleur y CrégutBonnoure, 1995), o peninsulares como Solana de Zamborino (Martín, 1988), Pinilla del
Valle (Alférez et al., 1982), a los que podríamos añadir la Galería, del complejo de
Atapuerca, y algunos episodios del yacimiento valenciano de Cova Negra de Xàtiva
que, tras la primitiva clasificación de Royo Gómez (1947) y Pérez Ripoll (1977),
Martínez Valle (1997) retomó para la elaboración de su tesis doctoral, detectando la
presencia de Dama y Hemitragus, en este último caso en detrimento de Capra pyrenaica.
En conclusión, dadas las características del yacimiento: sedimentación, espectro
taxonómico, industria lítica, así como las dataciones absolutas y relativas, Cova del
Bolomor constituye un conjunto estratigráfico de primer orden, actuando como referente para otros yacimientos del Pleistoceno Medio-Superior de nuestra área y, por lo
observado, encuadrable en las corrientes migratorias continentales, especialmente
perimediterráneas.
AGRADECIMIENTOS
Queremos expresar nuestra gratitud a Josep Fernández por sus puntualizaciones estratigráficas,
a Ángel Sánchez, Manuel Gozalbes y Alfred Sanchis por el tratamiento informático de las figuras,
fotografías y la corrección del texto.
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Inocencio SARRIÓN MONTAÑANA*
HALLAZGO DE UN PARIETAL HUMANO DEL TRÁNSITO PLEISTOCENO
MEDIO-SUPERIOR PROCEDENTE DE LA COVA DEL BOLOMOR.
TAVERNES DE LA VALLDIGNA, VALENCIA
A la memoria de Mª Pilar Fumanal: “Te lo debía”.
RESUMEN: Se da a conocer el hallazgo de un parietal izquierdo, incrustado en fuerte brecha
ósea, procedente de los niveles del Riss-Würm (OIS 5e) de la Cova del Bolomor. Se describe la morfometría del endocráneo, observándose su simpleza vascular, con el predominio de la meníngea
media sobre la anterior y la ausencia de anastomosis, presencia de seno esfeno-parietal, fuerte grosor y escasa curvatura sagital. Esta morfología nos lleva a encuadrarlo en la línea de los homínidos
prewürmienses, en el linaje Homo heidelbergensis-Homo neandertalensis.
PALABRAS CLAVE: Parietal, Homo, Pleistoceno medio-superior, Prewürmiense.
ABSTRACT: The finding of human parietal bone of Middle-Upper Pleistocene originated from Cova del Bolomor. Analysed data provide evidence for the finding of a left parietal
bone incrusted in a deep osseous conglomerate originated from the Riss-Würm levels (OIS 5e) of
the Cova del Bolomor. Morphometrical description of the endocranium indicates its vascular simplicity with the predominance of the middle layer of meninx over the outermost one, the absence
of anastomosis and the presence of sfeno-parietal sinus, as well as the considerable thickness and
the slight sagittal curvature. This morphology identifies it as Hominids Pre-würm species grouped within Homo heidelbergensis-Homo neandetalensis lineage.
KEY WORDS: Parietal, Homo, Middle-Upper Pleistocene, Pre-Würm.
* Gabinet de Fauna Quaternària. Servei d’Investigació Prehistòrica. Museu de Prehistòria. Diputació de València.
C/ Corona 36, València, 46003. E-mail: gabinet.fauna.quaternaria@dva.gva.es
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INTRODUCCIÓN
La cova del Bolomor fue objeto en las últimas décadas del siglo XIX de grandes
remociones en busca de hipotéticos tesoros, incrementadas en torno a 1935 por una
explotación de las calcitas basales, realizándose al efecto una gran trinchera longitudinal que afectó en esta zona a toda la sedimentación, puesta de manifiesto en las excavaciones arqueológicas que desde 1989 llevan a cabo J. Fernández y P. Guillem al frente de un equipo interdisciplinar (Fernández et al., 1994: 10).
La referida trinchera longitudinal dejó varios testigos en sus márgenes, el más potente
sirve como “corte de referencia” donde se aprecia la amplia secuencia estratigráfica.
Los restos de este vaciado, en forma de bloques brechosos de fuerte matriz y variado tamaño, se encuentran en las proximidades de la cavidad. Mayoritariamente proceden del nivel superior, cuyos residuos aparecen adheridos a la pared de la cueva. Por
su correlación estratigráfica con el área excavada y composición faunística, corresponden al interglaciar Riss-Würm: Hippopotamus amphibius, Palaeoloxodon antiquus,
Dama cf. clactoniana, Testudo hermanni, etc. (Fernández et al., 1997).
A principios de la década de los 80, recogimos un par de estos bloques en los que
afloraban diversos restos óseos, con el fin de disgregarlos, por si pudieran contener
algún resto de interés (fig. 1).
Con motivo de la creación en el Museu de Prehistòria de València del “Gabinet de
Fauna Quaternària”, se retomó el trabajo sobre dichos bloques. Mediante cincel y martillo se incidió en uno de ellos; en uno de los golpes se desprendió una amplia esquirla brechosa a modo de gran lasca, apareciendo la concavidad de un fragmento de bóveda craneana humana. El resto desprendido era justamente su molde interno, dejando al
descubierto el endocráneo de un parietal izquierdo, hallazgo que se presenta en este trabajo como estudio preliminar (figs. 2, 3 y 4).
En primer lugar diremos que al parietal le hemos efectuado una ligera limpieza
para dilucidar sus límites, consolidándolo posteriormente y dejando en suspenso la
posibilidad de su extracción, atendiendo a la fragilidad del hueso y a la extrema dureza del bloque en el que se halla incrustado, por lo que el estudio se limita a la descripción morfológica periférica y endocraneal.
Consideramos que el parietal estaría entero en el momento de la deposición, desprendido por sus suturas naturales, dado que las roturas que se aprecian afectan al
borde anterior, es decir, a la sutura coronal y en menor medida a la posterior o lambdática. Tales puntos fueron fracturados durante la extracción de los bloques, por coincidir con los planos de rotura de éstos, siendo visibles externamente, si bien camuflados por la pátina y el moho.
El parietal se halla comprimido por los procesos mecánicos y postdeposicionales a
que fue sometido, facilitado por la curvatura natural del mismo. Dichos procesos lo
fracturaron sin sufrir grandes desplazamientos.
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Fig. 1.- Bloque brechoso, con el parietal humano incrustado.
Fig. 2.- El parietal tras el desprendimiento del molde interno.
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Fig. 3.- Fragmento desprendido con la impronta del endocráneo.
Fig. 4.- El parietal puesto al descubierto. A la izquierda, el impacto del puntero.
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DESCRIPCIÓN ANATÓMICA DEL PARIETAL
Este parietal de tendencia cuadrangular y gruesas paredes conserva buena parte de
la sutura sagital, faltándole una pequeña porción de la región lambdoidea, así como
otra mayor de forma triangular en la bregmática (22 mm según nuestros cálculos). La
rotura en la parte anterior discurre cercana a la sutura coronal, atendiendo a la situación de la impronta de la rama anterior de la arteria meníngea media que bordea en su
parte inferior y, paralelamente en este tramo, a la cisura de Rolando (figs. 5, 6 y 7).
En el borde temporal falta la parte próxima al ángulo fronto-parietal, abarcando el
borde inferior que se articula con el esfeno-temporal y escamoso. Esta parte aparece
incrustada en la matriz brechosa, y tras su limpieza, se aprecia un fuerte saliente propio del ángulo mastoideo; seguido de un entrante en el que se observa una biselación,
así como restos de pliegues suturales, para finalizar con el ángulo postero-inferior,
coincidente con la inversión de la sutura y que a la vez indica el Asterion. Desde este
punto asciende por el borde posterior, lambdoideo, en el centro del cual aparece una
rotura reciente, producida por la incisión del puntero que lo puso al descubierto. En el
tramo superior aparecen unos entrantes que se interpretan como restos de la sutura
natural, lo cual indicaría la presencia del punto lambdoideo, si bien está algo desconchado.
Remitiéndonos al endocráneo, se aprecian las improntas propias del sistema vascular donde sobresalen las distintas ramas de la arteria meníngea media, la anterior o
bregmática, la media u obélica y la posterior o lambdática. Presenta un entramado
simplista arcaico, con una menor entidad de la rama anterior de recorrido muy corto,
siendo la más sobresaliente la media, seguida por la posterior. Entre la media y la anterior se observan una finas ramificaciones que tienden a entrelazarse sin llegar a ser un
claro exponente de anastomosis. El entramado vascular apenas ocupa más allá de dos
terceras partes de la altura del parietal, sin alcanzar la región de la circunvolución
parietal superior.
Cercano al borde sagito-bregmático se aprecia un marcado seno oblicuo con
improntas venosas con minúsculos orificios. Esta vasculación del seno, dada la poca
entidad de la rama anterior, bien debe corresponder a un lago sanguíneo o estar relacionada con la denominada “vena de Trolard” o “seno esfeno-parietal de Breschet”
(Boule y Anthony, 1911; Hein, 1970; Lumley, 1973; Grimaud-Hervé, 1997) o “gran
vena anterior” para Saban (1986: 18) que discurre más o menos paralela a la sutura
coronal. A la izquierda de este seno se hallan dos fositas de tendencia circular, que
deben estar relacionadas con las de Pacchioni. Paralelos al surco longitudinal superior
se aprecian abundantes orificios diploideos. En la superficie endocraneal se observan
unas suaves protuberancias correspondientes a las anfractuosidades cerebrales. En su
extremo inferior derecho y dado que la rotura debe estar a la altura del Stephanion, discurre una que es propia de la cisura de Rolando, que asciende paralelamente, margi—15—
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Fig. 5.- Parietal izq. con su sistema arterial. RA: Rama anterior o Bregmática.
RM: Rama media u Obélica. RP: Rama posterior o Lambdática.
nando por su lado externo a la rama arterial anterior, difuminándose sin alcanzar la
altura del surco parietal superior y sin que se observen trazos de prolongación en
dirección al borde sagital. A la izquierda y a la altura del borde superior de la cisura
de Rolando aparece un saliente que interpretamos como perteneciente al surco postrolándico, el cual en su prolongación ascendente parece comunicarse oblicuamente con
el mencionado surco parietal superior.
Volviendo a la zona inferior del parietal, se percibe un suave engrosamiento que
tiende hacia el centro del mismo y que corresponde a la cisura de Sylvio, observándose una bifurcación ascendente. Por debajo de la misma existe otro saliente de forma
alargada que identificamos con el surco paralelo.
Las circunvoluciones son las más destacadas en cuanto a entidad superficial. Se
trata de un hecho lógico atendiendo a las pobres y a veces indefinidas impresiones de
cisuras y surcos, característicos por otra parte de los homínidos arcaicos, puestos de
manifiesto por Grimaud-Hervé (1989: 223) en su comparación de los endocráneos asiá—16—
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Fig. 6.- Grosores puntuales y protuberancias. CR: Cisura de Rolando. CS: Cisura de Silvio. SP: Surco paralelo.
SPS: Surco parietal superior. SSP: Seno esfeno-parietal. E: Euryon.
ticos (Homo erectus) del Pleistoceno Medio, y las variaciones observadas con los
homínidos actuales.
A lo largo del borde sagital existe una biselación milimétrica correspondiente al
surco longitudinal superior, seguida de una gran área ligeramente cóncava por la que
discurre la circunvolución parietal superior. La zona centro-posterior la ocupa la parietal-inferior o pliegue curvo y por la anterior, zona coronal, se extiende la prerrolándica con una gran comunicación con la parietal ascendente.
Los diámetros máximos son de 109.4 mm de longitud y 116.5 mm de anchura, descontando de esta última 3 mm por el desplazamiento. Conserva 63.3 mm de la sutura
sagital, con un grosor uniforme de 9.8 mm tanto a nivel estimativo del Obelion como
del Saggitum, siendo de 9.3 mm en el punto sobre el “seno de Breschet”. El grosor
mínimo en la región coronal es de 8.1 mm a la altura aproximada del Stephanion. En
el borde inferior, región sylviana, es de 9.1 mm. En dos puntos hemos tomado el arco
y la cuerda, correspondientes a un corte longitudinal H-I, bordes internos lamboideo—17—
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Fig. 7.- Parietal complementado, arterias y cisuras, secciones y curvatura sagital.
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coronal, 109 mm y 102.5 mm, y otro sagito-temporal, J-K, corregida, 114 mm y 108.5
mm respectivamente.
Prolongando la curvatura de la sutura sagital, la altura de la cuerda BregmaLambda es de 13 mm, estando el Sagittum más cercano al Bregma que al Lambda.
DISCUSIÓN
El parietal de Bolomor presenta toda una serie de características arcaicas (H. erectus/heilderbergensis) y que están representadas por su gran robustez, con un grosor
sagital superior a las máximas de los “neandertales clásicos”, por lo que descartamos
esta última filiación; estas características están más acordes con los espesores de los
restos de Atapuerca, atribuidos a Homo heidelbergensis, fragmento craneal de Galería
con 9.3 mm de grosor en el punto lambdático (Arsuaga et al., 1995: 234) y similares
según los autores a los restos de la Sima de los Huesos (Arsuaga et al., 1989: 64-65).
La red meníngea es simple con poca entidad de la rama anterior e inexistencia clara de
anastomosis. La escasa curvatura del borde sagital es propia de una caja craneana baja,
complementada con la posición del Asterion, coincidente con el ángulo postero-inferior (tipo 1 de Vallois), que implica una vasculación poco desarrollada del occipital, así
como la oblicuidad de la cisura de Sylvio (Lumley y Lumley, 1975: 909). Estos caracteres arcaicos, para Saban (1986: 28) “son un fenómeno de resurgencia de un carácter
de los antepasados pitecantropianos”, ofrecen la morfología propia de los homínidos
europeos del Pleistoceno Medio, los cuales presentan algún elemento evolucionado,
bien afectando al rostro, malares, arcadas superciliares, frente huidiza, o bóveda craneal baja, o en el occipital con la presencia de la fosa suprainial propia de los neandertales, morfologías presentes en los cráneos de Swanscombe, Steinheim, L’Aragó 21,
Atapuerca, etc., a los que algunos autores califican como “neandertales tempranos”
(Stringer y Gamble, 1996: 71-76). En este conjunto no desentonaría el canino superior
izquierdo hallado en las excavaciones del 2000 en Bolomor (Arsuaga et al., 2001: 2712). Por todo ello y atendiendo a la morfología vascular primitiva (tipo P; Lumley, 1973:
38), y siguiendo a Saban (1984; 1986: 21; 1991: 120) lo encajamos dentro de la línea
filogenética que este autor denomina Parasapiens, representada por las ramas que se
desprendieron del H. erectus, en la línea de Fontéchevade, Ehringsdorf,1 Salzgilter,
etc., por una parte; y Neanderthal, La Ferrassie, etc., por otra, y diferenciándose éstos
de los Presapiens por su importante ramificación vascular y reticulación anastomósica,
tipo La Chaise, Quina, Combe Capelle, etc.
1
Yacimiento con el que encontramos gran similitud en cuanto a morfología vascular (Saban, 1991) con la preponderancia de
la rama media sobre la anterior, contrariamente a lo observado en el parietal de Cova Negra (Arsuaga et al., 2001: 275).
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La cronología del parietal de Bolomor no ofrece dudas acerca de su procedencia y
ubicación estratigráfica. En el mismo bloque del parietal aparecen fragmentos diafisiarios quemados y algún resto de sílex, y en el segundo se detecta la presencia de un canino de Hippopotamus amphibius, ambos bloques de matriz similar y a la vez iguales a
otros restos brechosos adosados a la pared en una posición estratigráfica del interglaciar Riss-Würm y que por sus características se podrían atribuir al nivel VI, encajando
este nivel en la fase Bolomor IV, que abarca los niveles del VII al I, con una datación
absoluta por termoluminiscencia del nivel II de 121.000+/-18.000 BP (Fernández et al.,
1994: 33). Al nivel IV, en el que apareció el primer resto antrópico (M1 izquierdo), se
le atribuyó la cronología aproximada de 130.000 años, del tránsito del Pleistoceno
Medio-Superior, determinándose como Homo sapiens neandertalensis, si bien consideran sus autores (Fernández et al., 1997: 43) que los niveles basales de Bolomor se
relacionarían con los H. sapiens arcaicos, adscribiendo los superiores a “los genéricos
neandertales posiblemente tempranos y en camino de transformación hacia neandertales clásicos europeos”. Del mismo modo, Arsuaga y Martínez (1998: 272) consideran
a los fósiles de la última parte del Pleistoceno medio como “a todos los efectos verdaderos y completos neandertales”. Autorizadas opiniones que podrían ser válidas para el
parietal que comentamos, es decir: un homínido arcaico con el rasgo posible de neandertalización, debido a la presencia del lago sanguíneo o seno esfeno-parietal, en la
línea de los Parasapiens de Saban (1986). Pero teniendo en cuenta que, tanto a nivel
faunístico como antrópico, somos partidarios de la teoría del reemplazo cladogenésico,
consideramos que pertenece a un anteneandertal, pero en sentido cronoestratigráfico,
afín a otros restos del Riss e interglaciar Riss-Würm, de difícil nomenclatura; opinión
expresada por diversos autores sobre la determinación de los homínidos prewürmienses, siendo el más representativo, a tenor de su arcaísmo morfométrico, el Homo heildelbergensis.
En la restauración y clasificación de la fauna de Bolomor, que llevamos a cabo para
la elaboración de la exposición y catálogo (Fernández et al., 1997), el nivel VI estaba
compuesto por las especies Hemitragus sp., Palaeoloxodon antiquus, Hippopotamus
amphibius, Cervus elaphus, Dama cf. clactoniana, Sus scropha, Bos primigenius,
Ursus arctos, Testudo hermanni, Oryctolagus sp., junto a los micromamíferos clasificados por P. Guillem: Microtus brecciensis, Apodemus sp., Arvicola sapidus, Elyomis
quercinus, Crocidura suaveolens, Sorex minutus (Fernández et al., 1994: 17). A este
conjunto habría que añadir la aparición de otros taxones posteriormente determinados,
encuadrables en la fase climática Bolomor IV: Ursus thibetanus mediterraneus, Hystrix
cf. vinogradovi, Macaca sylvanus, Felis (Lynx) sp., Stephanorinus hemitoechus, Equus
caballus ssp. y Equus hydruntinus.
Entre las especies determinadas predominan los ungulados, con muestras constantes de manipulación antrópica, unida a la riqueza y proliferación de instrumental lítico,
lo que hace de este yacimiento pleistoceno un referente integrado en el contexto euro—20—
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peo. Los Hystrix, Macaca, Hemitragus, Ursus thibetanus mediterraneus, encuentran
paralelos en yacimientos del Mediodía francés, tales como los niveles rissienses de
Aldène (Bonifay, 1989), Orgnac 3 (Aouraghe, 1997), Cèdres (Defleur y CrégutBonnoure, 1995), o peninsulares como Solana de Zamborino (Martín, 1988), Pinilla del
Valle (Alférez et al., 1982), a los que podríamos añadir la Galería, del complejo de
Atapuerca, y algunos episodios del yacimiento valenciano de Cova Negra de Xàtiva
que, tras la primitiva clasificación de Royo Gómez (1947) y Pérez Ripoll (1977),
Martínez Valle (1997) retomó para la elaboración de su tesis doctoral, detectando la
presencia de Dama y Hemitragus, en este último caso en detrimento de Capra pyrenaica.
En conclusión, dadas las características del yacimiento: sedimentación, espectro
taxonómico, industria lítica, así como las dataciones absolutas y relativas, Cova del
Bolomor constituye un conjunto estratigráfico de primer orden, actuando como referente para otros yacimientos del Pleistoceno Medio-Superior de nuestra área y, por lo
observado, encuadrable en las corrientes migratorias continentales, especialmente
perimediterráneas.
AGRADECIMIENTOS
Queremos expresar nuestra gratitud a Josep Fernández por sus puntualizaciones estratigráficas,
a Ángel Sánchez, Manuel Gozalbes y Alfred Sanchis por el tratamiento informático de las figuras,
fotografías y la corrección del texto.
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