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A. BALIL
(Valladolid)
Sobre el Apolo de Pineda (Valencia)
Hace unos años que apareció el bronce en la playa de Pinedo. El
hallazgo produjo, como era de esperar, numerosas noticias de prensa y,
pasada la circunstancia efemérica, unos estudios (1). Sin embargo, la
difusión del hallazgo, singularmente fuera de nuestra Península, no ha
sido amplia. Esta es, probablemente, la causa de no haberse planteado
en estudios pertinentes algunos de los problemas que sigue ofreciendo
el estudio de esta pieza (Lám, I-III).
Primer problema es el de su contexto. Los materiales publicados hasta
~hora no resuelven, por su variedad, este problema (2). Probablemente
se trata de varios pecios, con las dificultades consiguientes para su diferenciación, aunque ésta no deba considerarse imposible (3).
Este contexto nos aclararía, si no la fecha de fundición, sí la fecha
del embarque de la estatua. Más difícil, pero no imposible, es que nos
aclare la singladura de la nave donde fue embarcada. Bien conocidas son
las múltiples fantasías «trágico-marítimas» a las que dio lugar la cargazón
de la nave, ¿o naves?, del «Grand Conglué» de Marsella. Cabe apuntar
que las piezas publicadas como procedentes de pecios de esta zona, limi-
\1) D. FLETCHER: «El Apolo de Pinedo». Generalitat, núms. 4-5. Valencia,
1963, pág. 74 y SS.
A. GARCIA Y BELLIDO: <~:Estatua de bronce descubierta en la playa de Pinedo,
Valencia.» Archivo Español de Arqueología, XXXVIII. Madrid, 1965, pág. 3 y ss.
A. GARCIA Y BELLIDO: «Estatua de bronce descubierta en la playa de Pinedo
(Valencia).» Archivo de Prehistoria Levantina, XI. Valencia, 1966, pág. 171 y ss.
(2) G. MARTIN AVILA y J. SALUDES TALENS: «Hallazgos arqueológicos
submarinos en la zona de El Saler (Valencia).¡¡ Archivo de Prehistoria Levantina XI. Valencia, 1966, pág. 155 y ss.
(3) Cfr. BASS: «Archaeology under water)), 19702, 87 y ss.
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2
A. BALIL
tándonos al material cerámico, pueden situarse en su mayoría en las
proximidades del cambio de Era.
Más difícil es precisar otro punto como es el destino de esta pieza.
Un bronce como el de Pinedo era obra costosa, cara y que pocos podían
costear. La nave que la transportaba debió naufragar en las proximidades de las costas del País Valenciano fuera de arribada forzosa o próxima
a su destino. No hay razones positivas, por el momento, para suponer que
se tratase de un bronce fundido en la Península y embarcado para un
puerto lejano.
Desde Cartagena hasta Tarragona caben numerosos puntos de destino
para una pieza de esta importancia. Un conocedor de la navegación a vela
podrá reconocer en qué circunstancias puede intentarse ganar la playa
de Pinedo y naufragar a su vista. Otras exploraciones en el lugar del
hallazgo permitirán excluir la posibilidad del transporte de otras esculturas como en las naves del cabo Artemision o de Mahdia. Por el momento
podríamos excluir que esta pieza fuera destinada a un particular para ser
utilizada como ornamento de su mansión, como podríamos aceptar en el
caso de Italia. Un lugar público, civil o religioso, parece el destino más
adecuado.
Queda otro punto en esta desiderata. Me refiero a la correcta filiación
del tipo, su vinculación a un prototipo. Este punto tiene su importancia,
pero incide en un aspecto que no siempre se tiene en cuenta. La filiación,
en cierto modo redacción de una «ficha», tiene como consecuencia advertir el «gusto » del comprador, sea como «compromiso social» o como sentimiento propio. Por ello las tan criticadas «listas de copias», o de «réplicas», tiene un significado como documento histórico de un «gusto», impuesto por prejuicios de clase o sentido sinceramente, no siempre valorado. La aparición, a modo de ejemplo, de una cabeza de tipo praxitélico
en Lugo (4) es el reflejo más adecuado de las abundantes referencias de
la literatura latina sobre la fama de Praxíteles (5).
En un momento en el cual empezamos a valorar el gusto de la sociedad hispano-romana en cuanto compradora de productos de industria
y artesanía artística (6), la pieza de Pinedo cobra importancia singular.
Cierto es que no podemos, aún, afirmar que su destino fuera un puerto
peninsular, pero hay que tener en cuenta que una pieza muy semejante
apareció, sobre las mismas fechas, en Barcelona, aunque, en este caso,
labrada en mármol.
(4) Estudiado reciente por ACUÑA.
(5) BECATTI: «Arte e gusto negli scrittori latini», 1951, passim.
(6) DALIL: «Colloquio italo-spagnolo sulla Hispania romana. Roma, maggio,
1972». Acc. Nazionale riei Lincei, CCCLXXI, Roma, 1974.
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EL APOLO DZ PINEDO
3
No hay otras razones que las subjetivas o las estadísticas para preferir la identificación de estas estatuas con Apolo a ver en ellas un
Dionysos. La inseguridad es mayor en lo que respecta a la estatua, acéfala, de Barcelona. La posición del brazo derecho puede ser idéntica en
representaciones de ambas divinidades y, al mismo tiempo, tener en cada
una de ellas muy distinto significado.
Como señalé ya al estudiar la escultura de Barcelona, hay que excluir
toda vinculación, se trate de Apolo o de Dionysos, con piezas del tipo del
Stibadeion de Delos (7). Lejanamente se emparenta con el tipo del Apolo
Liceo y, con igual bipolaridad, con el Dionysos ebrio apoyado en el satirillo Ampelos. Este esquema compositivo lo vemos en un bronce de Manole
(Tracia) (8) o en el llamado «A polo de Iamboli» (9), que, para Picard (10),
podría ser también un Dionysos. Anotemos en este sentido que Picard se
inclinaba a ver (11) un Dionysos sentado en el tipo del Apolo de Pérgamo (12). Hay que concluir que «Apolo» y «Dionysos» sedentes, al igual
que «Apolo Liceo» y «Dionysos ebrio» son iconografías surgidas en ambientes semejantes y que tuvieron un desarrollo paralelo.
Desde un punto de vista tipológico las estatuas de Pinedo y Barcelona
~ignifican aportaciones de interés. Hasta ahora conocíamos únicamente
pequeños bronces y estatuillas (13) que podían llevarnos a la conclusión
de que se trataba de piezas de sobremesa como el Hércules de Lisipo.
A pesar de ello es difícil establecer, con seguridad, una vinculación entre
la estatua de Pinedo y las variantes conocidas de las figuras sedentes
de Apolo-Dionysos. Pueden excluirse las vinculadas con el «Apolo recostado», del Museo de Marsella (14), pero no el Apolo en estuco de la
decoración de la basílica subterránea de Porta Maggiore (15), próximo
al torso de Pérgamo (16), o el «A polo Delphnios» (17).
El prototipo pudo surgir en la segunda mitad del s. IV a. C., a semejanza del Hermes del Museo Nacional de Nápoles (18) o del «Ares Ludo-
(7)
242
PICARD: ;
SS.
(8) TSONCHEV, AA, LVII, 1942, col. 59 ss. PICARD, o. c., 252 ss.
(9) FILOW: «B ulletin de l'Institut Archéologique búlgare», I, 1922, 1 ss.
(10) o. c., 246, núm. 4.
(11) o. c., 255 SS.
(12) WINTER: «Altertümer von Pergamom>, I, 1928, núm. 111.
(13) DEUBNER: «Hellenistische Apollogestaltem>, 1934 (Dis. Munich).
(14) DEUBNER, o. c., 32 SS.
(15) BENDINELLI: «Mon. Ant.», XXXI, lám. XXX-2.
(16) LIPPOLD : «Griechische Plastik», 1950, 322 nota 3.
(17) DEUBNER, o. c. 65.
(18) LIPPOLD, o. c. 283.
-67-
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4
A. BALIL
visi» del Museo de las Termas (19), precediendo, por tanto, en medio
siglo tipos como los del «Fauno Barberini» (20) o el sátiro ebrio del
Museo Nacional de Nápoles (21).
La estatua de Pinedo debió concebirse, como las piezas citadas anteriormente, como figura sentada en una roca. En las grandes figuras, como
el Hermes de Nápoles o el «luchador» del Museo de las Termas (22), que,
pese a los estudios de Guarducci, sigue atribuyéndose a Apollonios, esta
roca fue labrada en piedra, lo cual significaba un considerable ahorro y
podía permitir algunos efectos de policromía o, simplemente, de contraste
de tonalidades. Las referencias al hallazgo de Pinedo no aluden en sentido alguno a una posible localización, o ausencia, de un pedestal de este
tipo. Sería interesante obtener más noticias a este respecto, al objeto de
poder tener en cuenta la posibilidad que tales pedestales se labraran una
vez recibida la estatua y antes de su colocación.
NOTA SOBRE LA INSULA ROMANA EN LA ARQUITECTURA PRIVADA DE
LA PENINSULA IBERICA
En mi nota sobre «Arquitectura y sociedad en la España romana» (A. P. L., XIII,
1972, 139 ss.) redactada en 1971, aludía (p. 145) a una insula en Troin. de Setubal.
Me he referido a la misma durante los últimos quince a ños en varias ocasiones y por
ello creo necesario incluir aquí una rectificación que juzgo de interés y que no fue
posible incluir en nota o apéndice en mi trabajo citado en el momento de la corrección de pruebas.
Mis observaciones y comentarios sobre esta construcción de Troia de Setubal se
basaban en la descripción e ilustraciones que publicara en tiempos Marques da Costá
en O Arqueólogo Portugués. Sus dibujos de alzados justificaban sobradamente la
comparación e identificación tipológicas con ciertas insulae ostienses. Quedaba, ciertamente, la duda y el desconocimiento sobre las circunstancias socioeconómicas que hahían hecho no sólo posible, sino necesario una construcción de este tipo en el
Extremo Occidente del Imperio Romano.
Debo agradecer a l profesor don Fernando de Almeida, que ha reanudado las
excavaciones de Troia de Setubal haber podido visitar las mismas (enero de 1972)
y beneficiarme de sus informaciones. Sería fácil entrar en detalles, pero poco correcto
tratándose de excavaciones en curso y publicadas en memorias informativas, hasta la
fecha, más que en estudios que, habida cuenta de su complejidad, no podrán efectuarse en plazo breve. De todos modos sí considero obligado y legítimo dar a conocer
que las diferencias entre la documentación que pude utilizar y la r ealidad son tales
que hay que excluir totalmente una interpretación como insula. Se trata de una
construcción de gran interés y que fue objeto de múltiples modificaciones, cierres de
puertas, etcétera, que merecen un estudio muy detenido.
En un sentido muy distinto podría aludirse al caso de las tabernae que, día a día,
se conocen en más y más ciudades. Bastará citar el caso de los [ora de Clunia y
Baelo en dos polos muy opuestos de la Península Ibérica.
También la arqueología hispanorromana tiene sus grandezas y sus miserias. Hoy
nos obliga a una rectificación. En un futuro inmediato es probable sean muchas más.
A; BALIL
(19)
(20)
(21)
(22)
LIPPOLD,
LIPPOLD,
LIPPOLD,
LIPPOLD,
o.
o.
o.
o.
c.,
c.,
c.,
c.,
289.
330.
330.
380.
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LAM . 1
BALIL.-Apolo de Pinedo
. )
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BALIL.-Apolo de Pinedo
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LAM. !1
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BALIL.-Apolo de Pineda
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;
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Sobre el Apolo de Pineda (Valencia)
Hace unos años que apareció el bronce en la playa de Pinedo. El
hallazgo produjo, como era de esperar, numerosas noticias de prensa y,
pasada la circunstancia efemérica, unos estudios (1). Sin embargo, la
difusión del hallazgo, singularmente fuera de nuestra Península, no ha
sido amplia. Esta es, probablemente, la causa de no haberse planteado
en estudios pertinentes algunos de los problemas que sigue ofreciendo
el estudio de esta pieza (Lám, I-III).
Primer problema es el de su contexto. Los materiales publicados hasta
~hora no resuelven, por su variedad, este problema (2). Probablemente
se trata de varios pecios, con las dificultades consiguientes para su diferenciación, aunque ésta no deba considerarse imposible (3).
Este contexto nos aclararía, si no la fecha de fundición, sí la fecha
del embarque de la estatua. Más difícil, pero no imposible, es que nos
aclare la singladura de la nave donde fue embarcada. Bien conocidas son
las múltiples fantasías «trágico-marítimas» a las que dio lugar la cargazón
de la nave, ¿o naves?, del «Grand Conglué» de Marsella. Cabe apuntar
que las piezas publicadas como procedentes de pecios de esta zona, limi-
\1) D. FLETCHER: «El Apolo de Pinedo». Generalitat, núms. 4-5. Valencia,
1963, pág. 74 y SS.
A. GARCIA Y BELLIDO: <~:Estatua de bronce descubierta en la playa de Pinedo,
Valencia.» Archivo Español de Arqueología, XXXVIII. Madrid, 1965, pág. 3 y ss.
A. GARCIA Y BELLIDO: «Estatua de bronce descubierta en la playa de Pinedo
(Valencia).» Archivo de Prehistoria Levantina, XI. Valencia, 1966, pág. 171 y ss.
(2) G. MARTIN AVILA y J. SALUDES TALENS: «Hallazgos arqueológicos
submarinos en la zona de El Saler (Valencia).¡¡ Archivo de Prehistoria Levantina XI. Valencia, 1966, pág. 155 y ss.
(3) Cfr. BASS: «Archaeology under water)), 19702, 87 y ss.
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tándonos al material cerámico, pueden situarse en su mayoría en las
proximidades del cambio de Era.
Más difícil es precisar otro punto como es el destino de esta pieza.
Un bronce como el de Pinedo era obra costosa, cara y que pocos podían
costear. La nave que la transportaba debió naufragar en las proximidades de las costas del País Valenciano fuera de arribada forzosa o próxima
a su destino. No hay razones positivas, por el momento, para suponer que
se tratase de un bronce fundido en la Península y embarcado para un
puerto lejano.
Desde Cartagena hasta Tarragona caben numerosos puntos de destino
para una pieza de esta importancia. Un conocedor de la navegación a vela
podrá reconocer en qué circunstancias puede intentarse ganar la playa
de Pinedo y naufragar a su vista. Otras exploraciones en el lugar del
hallazgo permitirán excluir la posibilidad del transporte de otras esculturas como en las naves del cabo Artemision o de Mahdia. Por el momento
podríamos excluir que esta pieza fuera destinada a un particular para ser
utilizada como ornamento de su mansión, como podríamos aceptar en el
caso de Italia. Un lugar público, civil o religioso, parece el destino más
adecuado.
Queda otro punto en esta desiderata. Me refiero a la correcta filiación
del tipo, su vinculación a un prototipo. Este punto tiene su importancia,
pero incide en un aspecto que no siempre se tiene en cuenta. La filiación,
en cierto modo redacción de una «ficha», tiene como consecuencia advertir el «gusto » del comprador, sea como «compromiso social» o como sentimiento propio. Por ello las tan criticadas «listas de copias», o de «réplicas», tiene un significado como documento histórico de un «gusto», impuesto por prejuicios de clase o sentido sinceramente, no siempre valorado. La aparición, a modo de ejemplo, de una cabeza de tipo praxitélico
en Lugo (4) es el reflejo más adecuado de las abundantes referencias de
la literatura latina sobre la fama de Praxíteles (5).
En un momento en el cual empezamos a valorar el gusto de la sociedad hispano-romana en cuanto compradora de productos de industria
y artesanía artística (6), la pieza de Pinedo cobra importancia singular.
Cierto es que no podemos, aún, afirmar que su destino fuera un puerto
peninsular, pero hay que tener en cuenta que una pieza muy semejante
apareció, sobre las mismas fechas, en Barcelona, aunque, en este caso,
labrada en mármol.
(4) Estudiado reciente por ACUÑA.
(5) BECATTI: «Arte e gusto negli scrittori latini», 1951, passim.
(6) DALIL: «Colloquio italo-spagnolo sulla Hispania romana. Roma, maggio,
1972». Acc. Nazionale riei Lincei, CCCLXXI, Roma, 1974.
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EL APOLO DZ PINEDO
3
No hay otras razones que las subjetivas o las estadísticas para preferir la identificación de estas estatuas con Apolo a ver en ellas un
Dionysos. La inseguridad es mayor en lo que respecta a la estatua, acéfala, de Barcelona. La posición del brazo derecho puede ser idéntica en
representaciones de ambas divinidades y, al mismo tiempo, tener en cada
una de ellas muy distinto significado.
Como señalé ya al estudiar la escultura de Barcelona, hay que excluir
toda vinculación, se trate de Apolo o de Dionysos, con piezas del tipo del
Stibadeion de Delos (7). Lejanamente se emparenta con el tipo del Apolo
Liceo y, con igual bipolaridad, con el Dionysos ebrio apoyado en el satirillo Ampelos. Este esquema compositivo lo vemos en un bronce de Manole
(Tracia) (8) o en el llamado «A polo de Iamboli» (9), que, para Picard (10),
podría ser también un Dionysos. Anotemos en este sentido que Picard se
inclinaba a ver (11) un Dionysos sentado en el tipo del Apolo de Pérgamo (12). Hay que concluir que «Apolo» y «Dionysos» sedentes, al igual
que «Apolo Liceo» y «Dionysos ebrio» son iconografías surgidas en ambientes semejantes y que tuvieron un desarrollo paralelo.
Desde un punto de vista tipológico las estatuas de Pinedo y Barcelona
~ignifican aportaciones de interés. Hasta ahora conocíamos únicamente
pequeños bronces y estatuillas (13) que podían llevarnos a la conclusión
de que se trataba de piezas de sobremesa como el Hércules de Lisipo.
A pesar de ello es difícil establecer, con seguridad, una vinculación entre
la estatua de Pinedo y las variantes conocidas de las figuras sedentes
de Apolo-Dionysos. Pueden excluirse las vinculadas con el «Apolo recostado», del Museo de Marsella (14), pero no el Apolo en estuco de la
decoración de la basílica subterránea de Porta Maggiore (15), próximo
al torso de Pérgamo (16), o el «A polo Delphnios» (17).
El prototipo pudo surgir en la segunda mitad del s. IV a. C., a semejanza del Hermes del Museo Nacional de Nápoles (18) o del «Ares Ludo-
(7)
242
PICARD: ;
SS.
(8) TSONCHEV, AA, LVII, 1942, col. 59 ss. PICARD, o. c., 252 ss.
(9) FILOW: «B ulletin de l'Institut Archéologique búlgare», I, 1922, 1 ss.
(10) o. c., 246, núm. 4.
(11) o. c., 255 SS.
(12) WINTER: «Altertümer von Pergamom>, I, 1928, núm. 111.
(13) DEUBNER: «Hellenistische Apollogestaltem>, 1934 (Dis. Munich).
(14) DEUBNER, o. c., 32 SS.
(15) BENDINELLI: «Mon. Ant.», XXXI, lám. XXX-2.
(16) LIPPOLD : «Griechische Plastik», 1950, 322 nota 3.
(17) DEUBNER, o. c. 65.
(18) LIPPOLD, o. c. 283.
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visi» del Museo de las Termas (19), precediendo, por tanto, en medio
siglo tipos como los del «Fauno Barberini» (20) o el sátiro ebrio del
Museo Nacional de Nápoles (21).
La estatua de Pinedo debió concebirse, como las piezas citadas anteriormente, como figura sentada en una roca. En las grandes figuras, como
el Hermes de Nápoles o el «luchador» del Museo de las Termas (22), que,
pese a los estudios de Guarducci, sigue atribuyéndose a Apollonios, esta
roca fue labrada en piedra, lo cual significaba un considerable ahorro y
podía permitir algunos efectos de policromía o, simplemente, de contraste
de tonalidades. Las referencias al hallazgo de Pinedo no aluden en sentido alguno a una posible localización, o ausencia, de un pedestal de este
tipo. Sería interesante obtener más noticias a este respecto, al objeto de
poder tener en cuenta la posibilidad que tales pedestales se labraran una
vez recibida la estatua y antes de su colocación.
NOTA SOBRE LA INSULA ROMANA EN LA ARQUITECTURA PRIVADA DE
LA PENINSULA IBERICA
En mi nota sobre «Arquitectura y sociedad en la España romana» (A. P. L., XIII,
1972, 139 ss.) redactada en 1971, aludía (p. 145) a una insula en Troin. de Setubal.
Me he referido a la misma durante los últimos quince a ños en varias ocasiones y por
ello creo necesario incluir aquí una rectificación que juzgo de interés y que no fue
posible incluir en nota o apéndice en mi trabajo citado en el momento de la corrección de pruebas.
Mis observaciones y comentarios sobre esta construcción de Troia de Setubal se
basaban en la descripción e ilustraciones que publicara en tiempos Marques da Costá
en O Arqueólogo Portugués. Sus dibujos de alzados justificaban sobradamente la
comparación e identificación tipológicas con ciertas insulae ostienses. Quedaba, ciertamente, la duda y el desconocimiento sobre las circunstancias socioeconómicas que hahían hecho no sólo posible, sino necesario una construcción de este tipo en el
Extremo Occidente del Imperio Romano.
Debo agradecer a l profesor don Fernando de Almeida, que ha reanudado las
excavaciones de Troia de Setubal haber podido visitar las mismas (enero de 1972)
y beneficiarme de sus informaciones. Sería fácil entrar en detalles, pero poco correcto
tratándose de excavaciones en curso y publicadas en memorias informativas, hasta la
fecha, más que en estudios que, habida cuenta de su complejidad, no podrán efectuarse en plazo breve. De todos modos sí considero obligado y legítimo dar a conocer
que las diferencias entre la documentación que pude utilizar y la r ealidad son tales
que hay que excluir totalmente una interpretación como insula. Se trata de una
construcción de gran interés y que fue objeto de múltiples modificaciones, cierres de
puertas, etcétera, que merecen un estudio muy detenido.
En un sentido muy distinto podría aludirse al caso de las tabernae que, día a día,
se conocen en más y más ciudades. Bastará citar el caso de los [ora de Clunia y
Baelo en dos polos muy opuestos de la Península Ibérica.
También la arqueología hispanorromana tiene sus grandezas y sus miserias. Hoy
nos obliga a una rectificación. En un futuro inmediato es probable sean muchas más.
A; BALIL
(19)
(20)
(21)
(22)
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LIPPOLD,
LIPPOLD,
LIPPOLD,
o.
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