
Serie de Trabajos Varios 12
La cueva de la Sarsa (Bocairente, Valencia)
Julián San Valero Aparisi
1950
, 102 p.
[page-n-1]
DIPUTACION
SERVICIO D E INVESTIGACION PREHISTORICA
SECCION DEL C. S. 1. C. - INSTITUTO DIEGO D E VELAZQUEZ
S E R I E D E TRABAJOS VARIOS
LA CUEVA DE LA SARSA
(BOCAIRENTE - VALENCIA)
PO&
JULIAN SAN V A L E R 0 APARISI
VALENCIA
EDITORIAL DOMENECH, S. A.
F.
1950
[page-n-2]
intercambio c(
ficos y señores l n v e ~ t i ~
esta especialidad. Por ~ L L U cuk
ser correspondido con el envío ,
,
las publicaciones del receptor. Caco
contrario entenderá este S. 1 P.
.
que no se desea sostener intercambio y suspenderá ulteriores envíos
Toda la correspondencia dfrllase a:
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DIRECTOR DEL S. I P DE
.
YLtcLez
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L EXCMA. D PUTACION
A
VALENCIA
PPOVINCIAL
[page-n-3]
DIPUTACION PROVINCfAL DE VALENCIA.-INSTITUCION
ALFONSO EL M A G N A N I M O
S E R V I C I O DE INVESTIGAGION PREHISTORICA
SECGION DEL C S. 1. C - INSTITUTO DIEGQ DE VELAZQUEZ
.
.
RIE DE TRABAfOS VARIOS
flúrn. 1
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LA CUEVA DE LA SARSA
OCAIRENTE - VALENCIA)
POR
LIAN S A N VALER0 APARISI
VALENCIA
EDITOU~ALF D O M E W ~ C ~ n.
.
a. ,
1950
[page-n-4]
ISSN 1989-540
[page-n-5]
LA CUEVA DE LA CARCA
BOCAIRENTE - VALENCIA
E n la excepcional arqueología primitiva de las comarcas
valencianas, que hace añoa estudia con éxito inigualado el
Servicio da Investigación Prehist6rica de Valencia, Ia Cueva
de la Sarsa es digna del mayor interés y merece notarsa en la
invwtigacicín emropm con tanto relieve, en su momento,
coma E1 Parpalfó, Cueva Ramigia o San Miguel de Liria
en Ios suyw. Objeta de múIti@iea referencias en la bibliagrafía, tras de 1st sucinta nota que su afortunada excavadaPonsell publie6 en 1928 fl),sus materiales nuevos han sido
dados a conocer paulatinamente por 1. Ballester en taa memorias que can el título gen6rico aLa lacl.bor de S.I.P...u (2)
venfa editando corno Director del Servicio. En los 6Etimos
años por nuestra parte hemos dedicado atención a los materiales de la Cueva da la Sarsa, en espeeial a un esferoide
sperforado de piedra y a Ia cer4rniea cardial, sobre cuya
extensirjn por Lwante se mugd 1. Ballester (3) y que nosotros hemos ampliado con aspwtos de su difusión a tierras
mediterráneas y atI6nticas de Africa y Europa (4).
Cump'Io en estas paginas e? encargo de n u a t r a Direictor, dando a conocer en este avance los materiales de La
Sarsa que hasta ahora lo fueron de manera inco-mpleta.
Aún por terminar la excavación del yacimiento, podrá en
el futuro completarse el cuadro de conjunto, pero con los,
(1) f ONSZXL, P.. lQ28; 87-89.
1%) v m
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c- 3&
o 1
m
ag 1935-39.
(31 Bi%UBHERT B W ~ I, lQ%& 2% y Y.
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(4)
zwmYwl $.j$
b8 lWO?&&
1948; 384.0.
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%os aíios 1931, 1 %
9
-
[page-n-6]
[page-n-7]
E L YACIMIENTO Y OTRAS LOCALIDADES DE
LA R E G I O N
Al sur d e Ia provincia d e Valencia, a unos cinco kilómetros de Bocairente, en las estribaciones NO. de la Sierra
de Mariola, en la parti.da d e San Gregorio, está situada la
Cueva de la Sarsa. E s una espaciosa caverna con estalactitas abundantes, que tiene diversas galerías, de dificil
tránsito algunas.
Fué excavada por el Servicio d e Investigación Prehistórica de la Diputación Provincial d e Valencia, en breves
campañas que dirigió F. PonseIl, durante los años 1923,
1931, 1932, 1935, y 1939. De lo conocido puede afirmarse
que la cueva fué utilizada como lugar de habitación y como
sitio de enterramiento.
E l conjunto de materiales encontrados en la excavación
comprende :
Restos htcmanos : una bóveda craneana, dolicocéfala.
C m h m : d e caracol, cárdium, pecten, columbe~lasy cipreas; allgunas perforadas para uso como cuentas de co1Iar.
Huesol:' punzones, espátulas y cucharas; un fragmento
plano con decoradón incisa toscamente geométrica, y
otra menor también ,con líneas incisas; algunas sortijas
y como miniísculos estuches tubuiIares.
Cand$les de ciervo y mlm+tlasde jaba%.
Piedra: microlitós y cuchillos da sílex; afiladores de piedras duras ; esferoide de caliza perforado ; percutores
d e basalto; brazalete de pizarra y algún colgante de collar y sortijas.
Cerámica : abundante, sencilla de formas, rica y variada en
asas y con decoración d e relieves. ungular, cardia-1, inci-
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[page-n-9]
7
donde hay indicim d e un Neolitico emparentado con ella
en Zeneta (Beniel) (6) y Jumilla (7), más cerca de Bcrcairmte, hay restos que se relacionan con los de La Sarsa en
ta isla de Campello (8), en la cuma de Les Gendres de
Bmitachell (9, la cueva Bolumini (101, en el Bancal de
en
la Corona de PenCiguila (11) y en la cueva del Mentgá d e
Jávea (12), t o d m ellos en la provincia de Alicante. Ya en
de
la de Valencia, bien en luga~es habitacibn, bien de enterra..
miento, son muchos tambi4a los yacimientos neol!ticos,
casi aiempre cuevas, de caracteríspicas similares a las de La
Sarsa, aunsue no son tan ricm o no han sido suficiente o
científicamente excavadas. Citemos entre ellos.la cueva del
Barranco del Castellet, en Carricola (131, los fondos de cabaña de La Caseta del General y Alfogiis, en Bélgidz (14) ;
Caseta Molina d e Bacairwte misma (151, la cueva de L'Qr
d e Beniarrés (16); cueva de San Nicolb d e la Ollería (17) ;
cueva del Parpalló (18); cueva de Les Maravelles de Gandía como la anterior (19); cueva de La Cocina, de Dos
Aguas (SU); etc.
(8)
VALWW AiPPtBIBX, J, 194% E
.
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iW& d
1
recojo cuantu$ datas me hm sido Wsequiblm o necesari~sa r e ésta y
1 dsmb cuepag que se Indica;n; áag aquf, en cada una, k bibliaw
i f i auinm fs
(7) VILANOVA Y PISBU, 1891.
(8) m
KL-. 1654.
(8) @ ! v
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%
m J3muEt"q T M .
(10) m
3iTlwaTA, 1928.
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(11) HaPl idado zwki&i3 en J. plmlsat p€&wca 1
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WZII~ J. Bk%;
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irti2Iunidrwlb wz eflde
PreMtoria de Vdencla Ei1 ywkaienta firiS ya citado gor NiiWiS
CHE, 1918 y Vise&. Lo \Lftimo BfUUEZSR 'Z'OmO, 1 4 .
89
(1%) & N ViAILEIRO - A I I 1948.
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R IS,
(13) mm W, 1 2 3 b
B J 94, .
(141 JQBNEE, M-1932.
(16).
mm, l m , a
(16)
'EUEWO, 1 8 5
13.
(17) ALE&ARQBE, 1918 k cita; estudiarnos gus I~&&&?sen n U S -
-
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.
tEsz aludida b ,
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(18) P R m , L. 1 4 1
B K T
92.
(1s) l?ERXOT, L 1842 b, nota 1 .
.
3
(201 PBZWXT, L 1M8;
en 1948 l txac&da, ea a l e
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~
.
[page-n-10]
[page-n-11]
Este núcleo de estaciones arqu~lógicasconstituye la
parte norte! de la comarca neolitica que denomine Penibética Sur-Oriental (21) en la que, segfin mis estudios, se
dan algunos rasgos ti;picm a que más adelante habrá ocasión
de referirse. Pero hay ademrEs -y esto interesa afirmarlo
desde ahora- muchos más aspectos de tipo básico y fundamental en la cultura neolftica que en'lazan esta zona
antedicha con la Penibética Meridional por el Sur y el
[page-n-12]
Oeste (en íiltimo término, hasta Portugal), mientras que
por el Norte 1Iss fenómenos de este Neolítica penibético
sur-oriental se continúan por el LitoraI Levantino y al
NO. por la Meseta.
La observación d e la Península en d mornentcl inicial
de la cultura aeolítica (véase nuestro mapa de la fig. 2) nosmuestra la situación de la zona a que la Cueva de la Sarsa
pertenece. A primera vista ~ u e d e
parecer excéntrica, p s r
oriental, su loqalización; pero canviene advmtir que, a los
efectos de la arneolitizacíóna de la peninsula, ocupa una
situación priviIegiada y de vanguardia, ya que el origen
oriental dromediterránecl del Nmlítico es indíscutible y
cada vez más documentado (22).
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CONSIDERACION ESPECIAL DE LA CERAMIGA
.
De los restos producidos por la excavación de la cueva
'de la Sarsa dedicamos especial atención a la cerijmica, con
el fin de que como más significativa pueda servir de orientación a $os investigadores del Neolítico afro-europeo. Incluyo n o obstante, al final, el minucioso inventario de 10%
restantes materiales de la cueva que ha hecho nuestro discipulo Elíseo Vida1 Beltrán.
E n La Sama fueron hallados- algunos vasos, más o menos
enteros, asi como unos cientos de fragmentos prci.fusamente
decorados, de las cuales han podido reconstruirse varias,
no muchas, vasijas. Cada uno de 108 fragmentos decorados
fué dibujado a su tamaño, con el adorno que mtenta, con
,elperK1 de su seoción, eon el color del barro y la naturaleza
de la pasta, y en suma con cuantos .detalles nos sugirió su
constante mánejo. El resumen de estas observaciones lo
sintetizamos aquí ahora con unas cuantas tabIas de motivos,.
en las que se agrupan sesenta y cinco temas diferentes, de
mayor o menor complicación, con técnicas distintas, lo
cual m un número muy elevado si se tiene en cuenta los
que por atípicos eliminamos, la pwa variedad de *otros
conjuntos y e1 que 10% fragmentos analizados n o pasan de
los quinientos. Sin embargo no cabe deducir de el10 que
la ornamentación resulte recargada, pues, hay en los más,
-verdadera contención artística, no dejando ilibre la labor
decorativa sino ciñéndase a patrones cuyo contenido aparece c~nclusoy sin excesos. No faltan ciertamente las
decoraciones espontáneas, sobre tndo las más sencillas y
es general, si n o Ia exquisitez y el acabada de una obra
de arte, sí el cuidado y la maestría de una artesanía avezada al oficio.
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La superficie, en una y otra faz, de estas producciones
cerámicas es lisa bruñida, predominando la coloración sien2
en varios tonos, sin que falten trozos grises y negruncos.
La pasta es d e buena arcilla q u e tiene piedrecillas molidas
con el fin d e evitar que la cocción resquebrajase la vasija.
Hay en ocasiones una veta negra en la médula de los tiestos
y el espesor d e éstos, aunque variando según el 'tamaño
d e la vasija es siempre proporcionado, más bien fino, rebasando pocas veces el centímetro. La finura de Ia superficie,
dada la modelación a mano y la naturaleza del barro
indica que fué alisada cuidadogamente y en algún caso
recubierto el vaso por una muy liquida capa d e barro arcilloso, que cubriendo las porosidades de la pasta le daba
mayor finura al exterior.
La decoración es?, casi como norma, al exterior, en
Ia mitad superior del vaso, si bien en algún caso también
hay ornamentos por la faz interior. La mayor masa ornamental está siempre en la parte superior, de manera que
aunque se extiendan los adornos al resto del vaso, éstos
aparecen como flecos o colgantes de l o principal.
Técnicamente la decoración está conseguida :
1) mediante relieves ;
2) con ungulaciones ;
3) c o i incisiones;
4) con puntillado;
5) con impresión del borde de conchas, y
6) por combinación d e dos o más tknicas de Jas anteriores.
E.-Los RELIEVES son escasos y de poca variedad, como
podrá observarse en las láminas 111 y IV. Se trata por lo general de tiras d e b,arro, con tendencia a la sección triangular,
pegado5 al cuerpo del vaso, casi siempre en sentido horizontal. Son de notar sin embargo el gran fragmento de
rugosa superficie obtenida por la aplicación a toda ella de,
pequeñas pellas d e barro, así como tambien (en la misma
lámina IV, frags. 4 y 5) el trozo d e borde que .se decora
[page-n-15]
13
con una extraila banda de mamelones en ahorrelieve. De1
mejor gusto artesano es el enlace que repetidamente se
hace1 de 1- ~elievescon 1 % asas. Aunqiiue, mta técnica es
~
sencilla en si, se enriquece, can ~plicaciónde las i w r s
siones cardkles sobre todo, corno puede observarse en n u e
tra fig. 18, n.&bmcVBff al XE p lamina VIII, núm. 7.
2.-Las UNGUmCEOlNE6-n@ damos cuenta, por ffakta
d e persondi
VI, n2 8). Losl casos observadas se limitan a Ia hilera simple
--en.un caso con otra superior de puntos grussos- y a las
varias hileras; en el primer caso las ungulacion(~rs
sigken
un sentido verrica.1, mientrae que en el segundo lo tienen
horizontal con respecta al eje del vaso.
%--En la8 1NCISIO.NES hay que señalar el diverso raultada según se obtuviestrn con un punzón agudo-los de hueso
ewoatrados explican bien la posibilidad de tal empIsoo 110s prodiacidos por un g u n z 6 ~romo a espátula que pro.
dujeron una acanaladura que puede notarse en la 1ám. V,
nfimers 3. Hay tanbiélr ejemp1rrs cPeI empleo de punzones
de hueso o caña, simplemente imprmw sobre el barro can
trazo quelb, formando como dientes. Las imisicrnm finas
forman EDS motivos de Pfneas brezl-s en &sg~rarrtzl @aspro;
longadas en d mkmo sentido; 1 d i a t e s de lobo simples ;
IQ.S
las zolrizs ~ertícales f qgiuloa ; Tos?zZgzggs par~1ieI. en sande
ti'da vertical; tínem htwizomfales c m verticales. cmt;rs, cola
gantes en grupas d e tres; RoMzmtales &m@lt-s; h j a de h .
riaoptales con verticales sobre la $línea inferior, etc. Con
m6s compl'icacián hay otra rica seria en la que es más firme
la' tendencia a 1 zonas, en algunos dc cuyas ejtrmpIoe pudiéramos ver vasos de estilo campaniforme si su perfil lo
permitiese. Minuciosamente recogidas las particularidades
de cada tema en nuestros dibujos y laminas, omitimos la
descripcián detallada dtr cada uno de estos motivos.
Ldlr a$ccanaladuras fueron hechaa3 con instrumentos d e
[page-n-16]
bastanti finura y con cuidado bastwte para que n o quedaran rebabas m el barro,
4.-También en la técnica del PUNTILLADO existe de
manera visible un doble-@ triple-procedimiento. De una
parte hay sobre, los barros líneas de puntos o zonas d e puntos,
grandes p hondos para el espesor d e las paredes, pues
pueden tener dos o tres milimetres mientras que otros,
los más abundantes por cierta, son un trazo fino, de escasa
hondura y d e forma alargada. Lo5 primeros parecen ser d e
bidos a un punzhn grueso aplicado con plena verticalidad
a E pared de la vasija (lámína V, número 1). Las otros
a
sqn verdaderas líneas de trazo interrumpido que, en algún
caso, parece estar hwha a pulso, con punzón fino y en
otros con peinecilla o cincel de dientes -muy fino habría
d e ser- ya que no creemos posible el uso de la ruedecilla
n
dentada (cinceles o peines se conocen s -algzin yacimiento;
la ruedecilla dentada es, por Io que parece, en esta, edad,
invención de ilos arqueólogos), V é a m las láminas V, núm e r a 4 ; VII, número 1; XI, número 5, &c.
5.-La técnica más rica de la ceriimica de la Sama es la
CARDIAL. (23)
Tdcnicamente Ias conchas fueron empIeadas sobre. la
ceramica con fines ornamentales de las modos siguientes :
I.-RBJ~~TCEO
ardid, que consiste en la impresión, ligeramente acanalada que forma el arrastre sobre e1 barro
blando de la parte exterior ondulada d e 'la concha, genetaimente de la especie aCardium edule LB, aplica a toSe
da la superficie unas veces y sólo a zonas en otras; es gracioso el efeeto logrado en un caso, en que se aplica entre
impresiones de1 borde de la concha, pareciendo un fleco
superpuesto, como pued? observarse en nuestra fig. 18, IX.
Cuando se aplica a toda la superficie dá la sensacion de aue
e1 barro se ha modelado por aplicación a un recipiente
[page-n-17]
hecho d e fibras entretejidas, y como este procedimíento
no l o hemos observado en estas cerámicas que analizamos,
mientras que es frecuente en otros conjuntos cerámicas 10
craemos un recurso imitativo de tal técnica. A este raspado cardial corresponde el que Koehler den~rninaentre sus
hallazgos de la gruta de Achakar stveloutérr; proponemos
aquella denominación -rasPadoe n Iugar de la de cralis a d o ~ ,también usada a vecesJ porque su empleo supone
un motivo ornam~entaly no simplemente d alisado de la
superficie.
11,-1mpresidla
p o j u n d a del burde de la concha. Como
ya se indica, a t a forma supone la aplicación acusada
del perfil dentado, Con ello se obtiene una huella ondulada, cuyo aspecto de trkmola, con marcado contraste de
sombras, presta atractivo al tema que se dibuja. La profundidad de la impresión indica una presión mayor, señala vivamente 10s dientes del varillaje, de 'la concha y varía de amplitud, sieimpra con carácter reducido naturalmente, según el tamaño d e Ia concha empleada.
111.-linpresibn jiba. Variante d e la anterior, muestra
una prslsiria más suave, un trazo menos profundo y va, por
lo común, enrvasoa de más finas paredes y m%scuidada superficie.
IV,-Combinwi'óm: de $as dos a7tteriores. Hay ejemp'lo
(frag. V, tabla 18) en que se observa la' intenciÓn.de obtener un efecto decorativo con la combinaci8n de las impresionm profundas y las finas; las primeras, indicando las
bandas, destacan el tema sobre la superficie; las segundas
enriquecen el interior de la banda con su trazo delicado.
V.-1mpre~io.e~ cardi~lessobre ewdón en relieve. El '
efecto obtenido con la técnica anterior se destaca más aún
en ciertaa casos en que las impresiones externas delimitan
una tira de barro pegada-al cuerpo de Ia vasija. Tal vez con
ello se tratase en su inicio, de lograr la perfecta fusión de
fa tira superpuesta a la pared del vaso, pero acaba' enrique-
,
[page-n-18]
ciéndose con las impresiones sobre e1 relieve mismo y se
complicá con fajas de impresiones a ambos Iadm del relieve, que'da suave gradación el tránsito del relieve e la superficie Iisa. (Compárense al efecto, 'los motivos X y XI de
la tabla 18).
VI.-Imfirmz'ones del rratis de b c w h o . Además de la
aplicación de los bordes de la concha, es reiterado, y con
variado uso, el empleo del natis o ápice de 'la concha para
obtener un nuevo efecto ornamental. E n éste se r a m n
todas las nervaturas de la paehifia y, aunque redondeado,
cabe marcar su impronta sobre el barro, obteniendo con
ello un hoyuelo ovalado en el que e ve la fina imprmión
e
del varilla@ de 4a concha. También por l o común se encuentran e ~ t a aimpresiones en vasss finas y su empleo aparece entre zenas o como te(rminaei6n & flecos, n u c a con
Independencia, Parece, pus, un recurso totalmente complementario. S610 se encucutra csn bpmsiona eeardiala -en
combinaici6n con i n e X i , en al*
eso- y, d l o garece indiiar que se, trata de b misma cmcha con que se hacía
(v. h.19).
la impresión corrie-
V I I . 4 s M e &@re h m w . 108,tmi&a urna inqpresih
con dientes hacia la derecha, por ejemplo, se invertía la
concha o el vaso y cobre es &m sanea & la parte inferior, &o, se mareaba
i r n p r e d a cuyos d i e n t e iban hacia la izquierda. Can ello se oMime imn mrce dentada por
a m k caras (fig. 18, XIE y X1PE).
VII1.-Ondabdo. Se obtenía con una concha de dientes
anchos aplicados suavemente, sin ahondar la impresión,
dando una especie de aguas .que encontramos en el fragmento IX de fa tabla 18, entre dos líneas horizontales de
impresión profunda.
Todas estas técnicas suponen una inteligente explotación
d e un simple recurso natural en las que, aparte de lo que
d e artístico podamos inquirir luego al estudiar Im motivos
[page-n-19]
s dibujos en que fueron empIeadas, hay que anotar como
v h r positivo en el haber de1 primitivo ceramista un cuidado, una meticubasidad, una fina artesanía en la cual muchas veces quizá no haya que buscar un deliberado propósito, sino el reflejo espont5neo de un buen gusto natural.
Estas reflexiones' y otras más, que podríamos añadir considerando diversos i.rjemplos, pueden comprobarse de la
observación de algunos de los temas ornamentales que se
recogen en nuestras ilustraciones, analizando estrictamente
e manejo de la técniea, sin referirnos a lo que de artistico
1
pueden tener. He aquí alguna da estas apreciaciones : en
lg primera tabla de motivos cardialm (figura 18) hay zonas
marcadas por impresiones de1 borde, profundas o finas, pero no basta la fácil aplicación de la concha en d mismo
sentido (núm. 11 o núm VII) sino que, en fa mayor parte
d e ellas (núms. V, VI, IX, X y XI] hay buen cuidado de marcar hacia arriba los dientes de fa impresión en la línea
superior y hacia abajo los de la inferior; que no es casualidad lo indica su mayor dificultad y la reiteración con que
se hace. Esto es lo normal, mientras que lo fáci'l técnicamente pera menos estetice, es 10 más -caso. E n la tabla 19
se repite esta htxho pgro con un curioso ejemplar (número
XIX), .en el que se ve, con SUS errores, el esfuerzo con que
s e buscaba fa perfecciíln; vdase cómo en el fragmmto cuyo
motivo recogemos, hay, salienda de las finas tiras vertica'les
obtenidas con impresidn d e dientes inversos -a derecha e
izquierda-, cuatro tirantes oblícuos, dos de ellos, las de
nuestra &-tras timen el mismo trazo que las zonas verticales mientras que los de la izquierda tienen en un caso la
misma dirección los diantea, en el otro de doble impresión
inversa, paro sin dejar Ia faja lisa intermedia. Tal como
está trazado el tema no cabe duda que *el ceramista de La
Sarsa lamentó su inadvertencia que, por salirse de la tónica
del dibujo, afea la obra.
Coa estas técnicas, con el amoroso cuidado en el empleo de las conchas -un.as veces la concha entara,'otras sólo
'1
2
.
8
b,
[page-n-20]
un fragmento con unos cuanlos uientes, como se ve en el
relleno de las zonas y en los flecos cortos-, Con su a@licación en sentid; horizontal o verticd, oblicuo o curvilíneo,
en línea seguida o con trazos interrumpidos, compuso e1
ceramista sarsense, una múltiple variedad de motivos. Su
descripción sería enojosa e ininteligible y por ello remitimos a las tablas adjuntas en las que, como hemos hecho
para las técnicas anteriormente analizadas, resumimos la
consideración individualizada de cada uno de los fragmentos estudiados. Enumeraremos tan sólo los temas simple^^
cuyo empleo tínito o la combinación en número de dos,
tres o m6s de eIlos, constituyen un variado 9 rico conjunto,
cuya gracia sólo en parte superan los motivos del estilo
campaniforme, de mayor perfe;ción pero más estereotipados, menos libres en la expresión de la inspiración, más sujetos a apatrón y más geometrizados; con menos atractivos,
en suma.
a) Líneas horizontales sencillas.
b) Líneas horizontales dobles.
c) Líneas verticales en grupo reducido o en serie.
d) Líneas oblícuas, en grupo reducido o en serie.
e) Raspado de superficie, en una o varias direcciones,
general o de zona.
f) Zonas (horizontales o verticales) rellenas d e líneas,
vertica'les a la dirección.
g) Zonas (horizontales o verticales) rellenas de líneas
oblicuas.
h) Zonas .(horizontales o verticales) rellenas con líneas
en es,piga.
i) Zig-zags.
j) Impresión de natis, como terminación de zona vertical.
k) Impresión de natís rellenando zonas.
1) GuirnaIda curvilínea.
11) Guirnalda rectilinea.
[page-n-21]
El motivo menos empleado es el raspado ya que s61o se
,
encuentra en seis fragmentos ; los demás son más abundantes
y el efects decorativo de sus dibujos apar~we
t0daví.a destacado en muchm ejemplares con incrustaciones de pasta
blanca o roja.
6.-DECORACIONES MIXTAS. Hasta ahora hemos visto las técnicas ornamentales de la cerámica de La Sarsa que
pudi6ramos llamar puras, ya que se basan en al USO de un
medio único o Z;reponderante para la decoración de los
vasos una vez modelados (tiras d e barro, dedos y uñas- punzones puntiagudos o romos, cinceles dentados a conchas).
Parecía lógico que e dominio del oficio y Ia pdasticidad
l
d e la materia empujasen al empleo en la misma vasija de
varias de dichas modalidadas tkcnico-ornamentales. Sin embargo, razones de especializacionm de taller, (le contenido
simb0;lico o del momento (24), hace que las decoraciones
mixtas de la ceriimica d e La Sarsa sean escasas. De las especiea simples anotadas, sin apurar variaciones, son posibles
diez combinaciones : d e ellas tenemcrs muestras d e cardial
sobre relieve; ungulaciones con puntillado; inciso y ipuntillado; inciso y cardial y puntillado y cardial.
Gráficamente rásUlta lo siguiente, de toda la cerámica estudiada, marcando con círculo negro lo existente.
(24) Aunque culGw&lmente las pueblos primitivas tienen patrones rígidos que en modo alguna permiten ce ar&e por el artes, no
cZ
cabe subestimar la invencibn peraanal o h expresión de una personal
psique, en alguna obra de arte o artesanía dada,
[page-n-22]
20
Cerámica con decoraclan mixta de la Cueva de fa Sana
D
E C D R A C lO l
Ralievaa
.---
Unqulicionsa
+
Ungulacionss.
Inoiao..
. .
.
lacls~
Puniilladn
+
+
Gndlat
,!
..
Puntillado.
. . .,
.
...
Cardial.
resta incrustado.
.
De este c-ciadroresulta que los relieves se combinaron con
la decoración cardial, pero no con las otras; que las ungulaciones sólo aparecen combinadas con puntil.lados; que las
incisiones forman decoración mixta con los puntillados y
con las impresiones cardiales, así como con Ia pasta blanca
o roja como incrustación que dataca el. motivo; loa puntiIIados se combinan con las incisiones y can las urzgnlaciones
como queda dicho, con la ornamentación cardial p con la
incrustación d e pasta; ia cardial tiene a veces incrustaciones
de pasta blanca y como se a p r e s a se ha combinado en algún
caso con los puntillados, con las incisiones y con los relieves.
Por último, la pasta incrustada, se combina con las incisiones, los puntillados y lo lcardial.
Las cruces d e !la parte superior señalan las posibilidades
combinatorias que no fueron utilizadas en la ornamentación de la cerámica de la Cueva d e la Sarsa.
[page-n-23]
CONSIDERACIONES CRITICAS
Los materialm de la Cueva d e La Sarsa que hemos visto,
constituyen un conjunto típica, como se ddesprtrnde de la
simple consideración comparada de ellos con los pertenecientos a íos damáa yacimientos cuya lista hemos insertado
anteri0rrnent.s (E). tipismo del conjunto es para nosotros
El
NesIítica, pura Y simplemente Nwlíticrr en su caIificaci6n
cultural, ei bisn al decir taf cosa nos obligamos a explanar
ciertos supuestoa en esta consideiración crítica.
No hace mucho (26) y a pr~pósitode1 Nmlftico peninsular decíamos : crCultural6gicament-e el Neolftica espafiol
(B)
bws .tmb s e
i ta
e
qUe t a t t ' i
M
gran ~~a
de mi&da a l m@% pt?nlWtb s~~:.úrieslb& a
mientos, ea m mayas pash me~&=%,
s,omprendi~%S
entre e l % ~ & ~
l
de &;ibmltar y los J?irineoa, p r e f e e o t e en zonas or
ect3
mar o por lo merioe no G n e a comb aQss mu&M t-n Afriea
e W, &
y en e e l t de Etmpa, Ver el c u ~ d m la, p8gina 8.
i
~
de
(%) Nll&m
ú
dR 1946.
C
[page-n-24]
ha conocido diversas sistematizaciones. Fundamentalmente
las más elaboradas fueron las de Siret, Bosch Gimpera y
Martínez Santa Olalla. Sin entrar en la critica de cada una
d e ellas, cabe señalar que e1 planteamiento del sistema de
Siret peca de partir de la observación de un reducido ámbito
geogrs%fico,aunque el Sudeste tanga excepcional interés. El
sistema del profesar Bosch Gimpera sigue siendo útil para
la íncIusión aarqueológicas de muchos, 'pero no de todos
los materiales; el planteamiento de sus áreas culturales con
relaciones mutuas, creemos que debe ser considerado de
nuevo crhistóricamentex con opuesto principio : hay una
baste com&n, q a,&uiere cmacfimEstictss peczcliar~poa sus
w
&lamie~tos sucesivas y b?jereni!m medios geog~áficos. n
E
su Esquem~.
firfcrtndógico obvia el casuismo de las áreas
culturaIes rígidas e1 profmor Martínez Santa Olalla, aunque
es de esperar el deisarrallo de su teoría.,, N o puedo aqui
hacer el pleno análisis d d asunto, como se hace en mi tesis
dwtoral (27) pero sí creo conveniente ampliar 10 dicho, en
breves líneas. Dejando aparte cuantos prob'lemas culturales
implica mi consideración de1 Neolítica como un período
histórico (y no sólo como un casillero arquealógica), la importancia d e tos materiales d e La Sarsa exigen una funda-,
mentación más firme para su recto estudio y comprobación.
Ciñéndonos al sistema de Bmch Gimpera podríamos
caracterizar d conjunto de la Cueva de La Sarsa como perteneciente a1 Enedlítieo inicial, de la cultura de las cuevas.
La cdtura centrd o de las c u m s , s&n Bosch e desarros
llada por una población de pastores montañeses, con utillaje
pobre de hojas de cuchillo g hachas del basalto, en fa que lo
tosca, gruesa, con superficie decorada
típico es la cerámica%
primero con los dedos o uñas, luego con cordones en relieve,
y más tarde ya en el Eneolítico, mejorada con incisiones
(28). En el Eneolítico inicial hay nGcleos montañosos (Foric
(2'7) SAN VAWRO, en p m m ; espewmos acre vea la luz este
niío 1951.
(28) E
a 1932 y 1945.
[page-n-25]
d'Os, Balaguer) donde ya aparet3 con cobre esta cerámica
lncisa y a este período debe corresponder quizá lo cardial.
E n esta cultura cabe distinguir, un grupa norte, con predominio de relieves y otro meridional, con predominio de
las incisiones, sin hablar d e otras variaciones menores.
A esta cultura centra'l corresponda la evolución en el pleno
Eneolítico, que lleva a la cultura del vaso campaniforme,
cuyo origen sieñalaba Bosch en el valle del Guadalquivir,
Fig. 4.--CB&ilib de s4lex, de swbi613&bailngtIila,r y itirapemidd
aunque recientemente (29), modificando en parte sus conclusiones, afirma el origen *de dichos tipos cerimicos, hacia
2.300 años a, J. C., con un estilo I en valencia, da donde se
'
expandiría hacia A'lmeria y hacia Cataluña.
Frenta a este sistema cuyos detall= y peculiaridades pue-
[page-n-26]
den seguirse perfectamente en la ~niaginí~ca
racopPIxei6n del
prdesor Pericot I ) ha d a d ~e pf04mw h4artíne.z .%mN,
3
ta OlalIa su efieayo sobre3a historia primitiva de la pe4iElilsuIa
en el que dedica unas paginas al Nedítico que nos interew
resumir aquí (31), en I que nos afecta directam~ate tras
o
:
Pk. 5 . A j a . s m atekqnw later& (1 y 5) ; rper?foa:adwm(2, 3
6 ); c
iy
( , 8 p Tí) : b$ microlíniltas (4 y 9) ;y. tirape7
l b
Gw (1Q y 12)
i
r ~ e l e s
el NeoIitico antiguo (8.000 a 3.500 años a. J. C.) hay en Ia península un Neolítico reciente (3.5Ma2,W a. J. C.) m n unos
siglos iniciala em. 1 que perduran rasgos antigum, sobre
m
Ioe que llegan iaflujos del Oriente Mediterránee y de Egipto,
a trav6s del Norte de Afríca y por via maritima. En torno al
3.000 se defime una cultura, la Hispano-mauritana de su ter-
[page-n-27]
,
minología, caracterizada por hachas pulimentadas de sección
t5líndrika u oval; talla del pedernal con tipos relativamente
grandes, pero eon microlítos del complejo tardéno-capsiense,
industria da1 hueso rudimentaria y cerimica abundantísima.
En &ta hay vasos risas y otros profusamente ornarnentadoa
con relieves, incisiones, mtampilfados de conchas y pintura
en rojo, como en Italia, Norte Afrka, etc. erEsta cultura
aparte su expansi611 europea (Occidental y Mditerránea)
ocupa toda la Península y time componmtes muy marcados,
e indiscutiblemente africanos, del Oraniense o NeoIitico de
tradición capsisnss que forman uira base paatoril que no
exoluye cierta rudimentaria agricultura~.Despuhs f2.Waños
antes de J. C.) aparecsrft, y se difunde por la Península, la
cultura Ibero-saharianiz que, en 10 materiaI, ofrece para31elos
con el Neotitico sahariano de raíz egipcia, en especial del
grupo badapiense y culturas asociables, con manifestaciones
de kpwa plenamente dindstica. A ellas se unen, en esta
misma cultura Ibero-sahariana elementos mediterrsineos,
llegados por vía marítima, especlaImente el camplejo arquitectónico megalítko. La fugion de estas dos facies neofC
tkas señala e1 inicio de la Edad de Bronce (Mediterráneo 1)
quer corresponde al Eneo'litico de los demás autores.
E n mis investigaciones sobre el Neolítico he seguido, por
cuanto coincidía con mi personal criterio, la hip6tesis de
trabaja de Martinm Santa-OlaIla. Mis resultados confirman
sia caractt~ización d NeoIitico Hispano-mauritano, al que
d
pertenece, sin duda alguna, la Cueva de la Sama y las similares. Ahora bien, por mi parte prefiero llamar al primero de
sus períodos Mesolítico a secas y no Neolítico antiguo, porque
aunque algún rasgo pueda acercar la &poca a la nueva edad,
w
todavía dominan en 61 T rasgw típico8 que 80 caracterizan
(32), y faltan en cambio las característicap eocia'las del Neofítíco : explotaeíón por e1 hombre de la naturaleza -mineral,
[page-n-28]
.,
L'
.
1.9
U
,
[page-n-29]
vegetal y animal- can la agricultura y ! domesticaciQn de
a
animales. Desaparecida esta denominación anfibologica,
pues parece suponer un progresismo de la cuItura neolítitca peninsular, al período síguiente a que pertenece la Cuewa
d e la Sarsa, sabe llamarle Neolitico sin más, pura y simplemente Nealítico. No Neolitico reciente, como propugna Martínez Santa-OlalIa, ipbrquet ello supone uno antiguo que no
juzgamos real en la Peninsula Hispánica según nueatra manera de entender el Neolítico; pero tampoco Neolítico pleno, porque, la plenitud cultural sólo se adquiere con la tot21
inlcQrporacíón de los inventos neolíticos, que, aquí, en Ia
Peninsula, se completan en la siguiente Edad del Bronce.
Y tampoco Nealitieo final como en Bosch porque presupone un Neolitico iniciafl, que, en su sistema mismo, es casi
desconocido para la arqueología peninsular y ha dei rellenar
con lo indeterminado, g un Neolítíco pleno que induce 1ógicamente parque ningiín material le es asignable. La etapa
neolítica -sin casuisrno todavía- significa d arribo de la
cultura nscrlítica a las costas meridionalles y levantinas de
España; a esta etapa pertenece la Cueva de la Sarsa (33).
Desde luego, por los materiales que hemos visto, no pertenece al Eneolítico considerado en si mismo, pues no hay
cobre. E n general,'nt, creo tampoco real fa existencia de
una gCu~IturaE n m l í t k a ~
que recoge plenamente el bronce
Mediterráneo 1 de Martinez Santa-Olalla. La separacíán
plena del cobre y del bronce no BJ tan real que obligue a una
segregación de períodos, ya que razones geográficas o de
(33) & e miterío
t
expom m es puro añ4n drei bwmr discrepancias c m 1 %
1 sabias arquebl~g~s
citados -ambos m s m w t m
i
más o menas ~direcWen.te- sino deseo de claridad y enfoque m i
tml & & awtibin. l mrdad, e N
b
l @
&
~ U R e9 Teciente o
S ~
ftna en reladón con sr lugares de origen y en su situación cronour
lógica r-t
o
a las zonas inventoras de la cultura y a' la próxima,
apariei8n de la Edad d l Brwce. P m , para Espafia y s e culturas
e
ui
gxbn%tiv~s tan & o Neolfiíz~.clieo tít3J evitar la pi~eocupruciiáPI e .
ee,
l
dU
irtripartismo~ gue oblig~siempre a irenrntrerm en toas 1% micultura
unm fases iniciat. media 3 final. Si dekrminamm primero el proceso'de & diiusldn de mw d k u i % , tal vez sea Snn-rio
bventtar
esquemga Wicos, que no son siempre los hbt6ricog. '
[page-n-30]
\
28
falta d e materias primas d ~ e r m i n a n
más que 'la cronología,
tal distinción. Los p~;ríodos
inicial, medio y final de$ EneoIítico son una construcción teBrica a basede tipologfas que,
por carecer de comprobaciones estratigráficas para su mantenimiento, son alterados hasta en su orden cronalógico
según los sistemas; recuérdese por ejemplo e1 problema del
FNg, T.-Hiwhíta
-
y c i ~ d a sa* hamafia &aw+raJ
,
Megalitismo en al que e sistema de Boseh Gimpera ha sido
1
revertido par compIdo en los trabajos de Fosde y demás
investígadores. O también el caso de aIgún yacimiento que
teniendo bronce es considerado por Perimt (341, endítico,
por el primitívismo de1 conjunta.
La Cueva de la Sarsa es, p u s , un conjunto típicamente
neolítico de Ia facies higppano-maurilana cuyos rasgos son
(351, en' lo ergológic. la existencia de, microlitos y cuchillos
(84,
!Famam, 1B42, m.
3,
(38)
SAN VALFZtU, 1 g 1948 ib.
W
[page-n-31]
de s Í l a ; las hachas en piedra pulimentada; los punzones de
hnem; I É ~wr4mi~ade ~ I i ~ v e ungular, cardial, incisa, a
s,
más d e los restantes elementos enumerados de 10s materiales de la Sama, característicos pero no generales por la mayor pobrma de otros yacimientos : cucharas de hueso, mbazas
perforadas, cerámica pintada, etc.
Evidente ea también esta caaracketlzación de la Cueva de
la Sarsa si tenemos en cuanta 1- rasgos culturales del canjunto tal eamo lo hemos definido en otra parte (36). Aunque
no muy lejos del mar -tras
estaciones da las apuntadas, a
efectos de relacicin, son costeras totalmente: Campello,
Ceradres, Mt o
g
n
&
no hay indicios de economía pesquera,
aparte la simple recolección de conchas, tal vez más signo
comereíal qw prlctica laboral dada la distancia de la cueva
al mar. Como fa icasi totalidad de yacimientos hispanomaurítanm, el de la Sama no est2 en llanura ni en meseta,
eino a media ladera, advirtiéndonos que los nsolíticos que
habitaron esta cavidad no buscaban lo que hoy consideramos
tierres fBr~iles huerta ni campos de cereales sino lugares
de
de pasto para sns ganados y tal') vez algiín pegujal de fácil
cultiva.
Ganadería y agicultura están documentadas en los restos
de Ia Sarsa; aquélla por los hum& de especies domésticas
evidentes, aunque no estén estudiado8 por especialista, los
de cerdo, Mvido, oveja y cabra ; &taa>or las hachas que seroirían de azadón, la maza perforada y sobre todo el trigo
calcinado. Y aun la caza cabe probarla con los micralitos y
Ios punzones que en gran parte están aguzados sobre huesos
de liebre y conejo (3.7). No hay en T materiales de la Sarsa
w
restoa de vestidos, pero aparte de que objetos de adorno
nos señdlen parte d d indum~nto es supwición aventuno
rada el afirmar e uso de pides y tejidos, pues l w punzones
I
.
[page-n-32]
son a veces deTicados como agujas y no fdtan imprentas sobra tiestos que cabe atribuir a tejidos, an yacímiecntoe pnram.
La ergologia de la Sarm evidencia una vida pacifica ya
que no considero, como veremos luego, arma guerrera ni
siquiera la maza de, piedra perforada. En Conjunta y exceptuandb la cerámica, no cabe hablar de tknica avanzada
en ningGn aspecto; en la misma aludida maza d e piedra ya
hemos señalado la tosca labor de pcjfforación. El sílex está
tallado iaimplemente sobre hojas can retoque menudo a veg a , pero no. dslícado. Espátulas, cucharas y punzontx tan
cuidadosamente puIidos, seguramente por el uso m mucho6
cascrs, n o revelan an BU forma ni en su acabado preocupacíón estgtica, sino funcional. Cuando en ua caso -e1 hueso
de B lam. 1 hay mttastra rtsuntriaria~,decorativa, el motia
VQ, geodtrica e indescifrable, estA realizado con incirbión
ruda.
Ninguna muestra artística ni aiín las-socorridos rta;bjetos
de: uso ritual ol mágico%), que a veces se ha cub,iertcruna
con
ignorancia real, nos permiten atisbar el mundo, ideoIógico
en la sociolagfa de las gentes que vivieron en la Sarrsa (38).
Fíg. 8 . 4 k c d í
.
3.-M MRSA EN iM
P~E~L~TIco
Cuanto: hay de carnún y de original en el conjunto arqueológico de la Cuma de la Sarsa nos exigi>ríauw e x m i ción mcesivaments amplia del mundo nwlítico.'Sobre t d ~
porque nuestra consideracizfn de la Edad Awlitica (39),
(582 ~ : & a cabe decir üe
~tgpee%&en e iareeütiso aps~fiol,
1
en SAN VAZSRQ, 1948 b y 1948 e.
.
(393 Algo de eUo se epunta en nuestw citados tmbjas. El cmjunto podra vam en BAN V&ERO, en prensa.
[page-n-33]
[page-n-34]
-trasladanda al espaMa nuestro estudio de relacioaes- que
los de la h r s a proceden de Merimde Beni Salame.
Al comtituirm en Africa del Norte 'la facies laecllítica m+
grebí (.) que Vaufrey y Huzzagin han precisado, hay en sus
45.
elementos pr&w, que pasarhri B nuestra Peniusda para
constitnit e Nedírico Hispano-mauritano, una clara doble
l
filiación :
1."EEsmntos de la bcm de tradición cafisiqnse :
Piezas foIi6ceas de gran tamaño
Nojillas de dorso rebajada
Segmentos de circulo Trigngufoa;y trapecios escasm
Perforadores
Micsoburíles
Pequeños raspadores
Arte rupestre de aire naturalista
2." EHememtos procedmtesi de3 infhjo egjpcio
Puntas de, flecha unifacialedi de tosco retoque
Puntas de gwha unifaciales de base cóncava
Hachas pulidas cilíndricas, luego ~ectángulares
Cerámica de fondo cónico
Decoración cerámica con incisiones y relieves
Molinos de mano
Mazas de piedra perforadas
Los micraYitcos y demás piezas de: pedernal de La Sarsa
hay que atribuirlos, como se ve, de manoa definida, al
componente capsiense que tiene ya el NmZítico niauritánico antes de ser hispano. No- cabe olvildar sin embargo
que cualquier posible contacto, ya en la Península, con 10s
tardeno+apsienses rnesolítieos, no hubiera hecho sino reforzar las raices cuIturales propias de los neailíticos de la
Sarsa; pero en el estado actual de la .investigaci6n no cab8e
[page-n-35]
[page-n-36]
~ t a b l e c e r ,fundándose en estas relaciones básicas o d e substrato cultural, la mayor s menor antigaedad de los material- de la Sarsa.
L o que antecede se corrobora si por el d~sarrollo
tultural siguíente, el Neulitico Ibero - sahariano, inquirimos
los contactos. Anticipemos que los hay también y con el10
podremos afirmar sin ambajes el carácter típicamente hís-.
pano-mauritano de 'los materiales de la Sarsa, porque es
típico también de esta facies culturar su relación con la
nueva cultura neolítica, que se difundirá por la Península,
que; aceptando cierios módulos hispano-mauritanos, concluirá a1 proceso da a~mfitizacióna e nuestro país y que,
d
1
con su creación máxima, e vaso campaniforme, difundirá
por Europa las creaciones hispánicas.
E l Neolítico Ibero-sahariano (46) tal como s'e ha defi.
nido (47) encierra en su comprejo cultural elementos coincidentes con loa hislpano-mauritgnicos po,r la tradición capsiense y por influjo egipcio, que nutren también l a sahariense, psro en España, a las creaciones de los neolíticoa
del gran deeierto se unen otros elementos cultukdIes mediterráneos que llegan a nuestras costas, desde, Oriente p o r
vía maritima, sin contacto con el continente negm (48), 'iol
cual ya debió ocurrir en parte con los hispano-maurtta8
Estas premisas deben tenerse en cuenta si tratarnos d e
establecer las relaciones que pueda haber enfre2lm material- de la Cueva de la Sarsa con el Neolítico l%&%saha~
riano, porque la existencia de fondos cónicos en la cerBmica, por ejemplo, o el bazalete de piedra, n o son rasgos
(46) ~p~
la d-imción
de MarGhez &ta-~ldIa (1945)
Por m& s&nific&tiYa que la de almerienm prapvgnaida ~wr Bosch,
Gimpem.
.d
(47) MARTIKEZ SANTA~LALIJA,1 3 5 44.
4
(48) mtw mlacicmx con e mundo a - e la
l
gh pí
que m
sugirió al estudiar Iss pinturas rupestres esquemátiG'%s.,~%34 IV),
t.
estAn siendo p o a t s &tem&tioamente por trabajos del Seminaricr
P b Ka
de Hbtoria P r i m i t i i d l Hombm de Madrid, como puede verse en
e
aCuadsmos de Eistoria PrimIt;lvm desde U46.
-
[page-n-37]
[page-n-38]
definidores, ya que proceden, en Último término, del iond o egipcia; en cuanto a las puntas de flecha d e talla bifacial que, si no entre 110s materiales conocidos de la Sarsa
se dan en otros yacimientos hermanos del litoral levantino, quizá no sean rasgo de modernidad, sino testimonio
de una contaminación cultural d e 'los sahariianos con !o
mauritánico ocurrida todavía en tierras africanas, especialmente en el Oranesado, como verbigracia ocurre en Redeyef (49). Los taladros de sílex (SO), el aplanamiento de 1.1s
hachas, los brazaletes de mármo'l, los discos en barro cocido, etc., son también indicios comunes en ambas culturas, cuyo contacto pudo ser en gran parte extrapeninsular.
Es significatilvo en este aspecto de las relaciones d e la
Sarsa con el Neolítico Ibero-sahariano un motivo ornamental de la cerámica. Breuil (51) y Jacqueta Hawkes (52) han
destacado ciertos para'lelismos estilísticos; pero uno y otra
desatienden un aspecto que nos interesa bastante. A saber,
s
que la simbologia neolítica n o e sólo de lo Ibero-sahariano sino también y más pura tal vez de loa hispano-mauntanos. Sin acumuIar aquí otros datos que a su tiempo publicaremos, la Sarsa nos obliga a señalar el tema de los
semicírculos concéntricos con puntas hacia abajo de un
vaso de Sierra Elvira (53) que luego puede verse en Gavnnis, Congusl, Morbihan, Longhcrew (Irlanda) (541,
Beacharra (Kyntyre) (55) etc. y que n o es sino el tema de
las vasijas de la Cueva de la Mujer (561, cc>n cierta varian-
(491 CIOBERT, 1912.
(N) ReoutSrdese Merimde Beni Salame (JUNKER
(51, B.FWUILI 193% IV.
(52) K A . m , J., 1938.
(a)WXEEZ MCIRSNQ, 1933(541 HAWKF8, J., 1938.
(55) CEfiLDE, 1947.
(56) MoPHEZ~SOM,1870-1.
Y MXNGHIN,
[page-n-39]
-
te en Zuheros (57), Hoyo de la Mina (58) y que en nuestro conjunto de la Sarsa se da también de zonas cardiales
(Lám. XVII) aunque con predominio rectilíneo, y sin que
por brevedad haga falta referirnos aquí a su oxistencita en el
Neolítico danubiano (59).
E n conjunto cabe, pues, afirmar que el complejo ergológico de la Sarsa tiene una acusada pureza neolftica hispano-mauritana, sin que ello sea óbice a su entiate cultural
lógica con el Mesolítico antecedente y el Ibero - sahariano
subsiguiente, que na llegan sin embargo a enturbiar su tipismo.
Si coma punto en el tiempo la arqueología de la Sarsa m
definida, como habit~t
Nealítico pudiéramos h a m l a eslabbn
da esa cadena cultura'l que desde Egipto corre a Africa de1
Norte, pasa por la PeníneuIa Hispánica y ' s e difunde por
Europa Occidental (60). Pero nuestro prapósito es ahora
más limitado y vamos a detenernos Gnicamante m algGn
.aspacto, cuyo mayor relime justificará o anterio~aserto.
1
Veaamas para ello una de las piezas aludidas, ya que con
más detalle nas hemos de ocupar de la cerámica.
El esferoide d e piedra perforasda ya he dicho que debe
considerarse coma contrapeso de una Iaya simpIei para remover el sueIo (61). En Ia Península los hay análogas en Arboli, de arenisca, tsn la Morera d e Mantsant (Priorato) sobre
loa que llam6 Ia atención Vilaseca (62), a más de otros dudosos (@). Fuera de nuestro ámbito más directo de relación
los hay en China, donde tambí8n según Breuil, mi#2% cha.rgw des batoas e fokuir y en Afriea del Sur, donde par su
gran número se han interpretado como posibles eboleado.
(57)
l?EEWAN"lhES
CRUZ, 1946.
(583 BVCH, M.,181860.
%
(591 & N VALERO, 1848 y 1W.
(65) V. Estudíoll, cita- en l nota 5 .
a
9
( 1 WBERoT* 1935, @ . 1 y SS.
8)
g
(621 VILASEtX, 1843, p&g. 62.
(631 GiRN V ,
O
195
14.
[page-n-40]
rasa (64). E n Susa fueron halladas bolas de piedra perforadas (65) así como también en Edfiato, donde se dan en el
Neolítica d e Merimde Beini Salame, Fayum y Negada, perdurando hasta Ias primeras dinastías, siendo levementg aplanadas, piriformes y can prforaciOn ~ilíndri~ca
regular (66).
Fig, 11.-33razal&e
& pizmraj; .ea $a pa'ntie s u g o ~ a z ;fragmento
$e obro m s fino
á
También en Troya las halló Sch'liemapn (67) y se dan en el
nivel Neolítico de Knossos, con perforación cilíndrica a la
egipcia o bicónica comopl de la Sarsa (68).
E n Africa del Norte son, según Gobert, más tardías y
(64) Riet V. Lowe los ha. estudiado; cfr. GOBERT, 1935.
(65) EBERT, VIII, s. v. Mescqotumien.
(66) WIENOHIN, 1941. Amablemente el ilustre profesor vienés nos
facilitó datos sobre materiales e - - ~ c i o saue bublic&mos en mes~i
-. cro trabajo d e 1945.
(67) SIAHL-NN,
1890, d g . 4 2
4.
(68) EBERT, VII, s.' v. K T & ~
lám. 36:
[page-n-41]
89
s e encontraron en Tamar Hat, Cueva del Muflon, E1 Gslea,
Gruta del Uad Kerma, Bir Kanfous, Lal%, Abrigo Rede~ef,
Ain Mdlarés, El Hamda y también en el abrigo Aleín y
Beni Segual, en Aín ~ a c h e n a ,Gruta de los Osos, Haci el
Hameide, stc., (69).
Esferaides de esta tipo aparecen también en Sicilia,
nuraghes de Cerdeña y yacimientos de la Península Italiana.
Peet las indica en las cuevas de Arene Candide, Pollera,
valle de Vibrata y Alba Cuneo (70). Algunas, aplanadas y
con amplia perforación, parecen --pueden ser em efectobrazaletes de piedra; pero las más son esféricas y ovoides,
como las de Viterbo s Isnello, o como la del sepulcroi de
Rinaidone, d e un conjunto can puñal de broaco de la cultura de Rmedello, con perforacion bicónica (71).
E n Fran,cia no son frecue:ntes, al menos en la bibliografía, pero se indican en Camp de Chassey, Champigny y
Grutas de la Celie (72). Este último' yacimiento ha proporcionado uno, en cfsromelanita, de1 tamaño de u.na naranja, con agujero grande y sin señales de percusión en superficie. Grrury irndica tambien su aparición en las regiones
de Ariege, Dordoña, Drome, Finisterre, Lot-et-Garonns,
Morbihan y reproduce un esferoide en lava, con perforación br'c0nica, de Andernach, etn s Mosela (73).
l
Tanto Peet como Dechdette y Goury, señalan la expansián del tipo, en forma ovoide o esférica, hacia Norte: Europa, por Inglaterra y hasta Dinamarca (74); un ejempIar
(691 GOBEkT, 1942. Uno de las eferoidep, de IEeaeyef Sfig. 8, k.1
e de perforación ~ciUmk1ca;otro con p e r f m i ó n bicónicrt se C i t a en
s
1a pág. 158. Cita y reproduce e de Hacf e Hameide, NCbUGIEEt, L.,
l
l
1 3 5 p & &M-11. Todw mn en piedra @&res dura.
93, &
(70) PEET, E T ,1908, phgs. 155 y 251:
. .
(711 A L M M B O , lM1, w. 510, fig. 2%.
(72) D i E G E l E m 1
,
519.
,
(7s) WDRY, 1932, I M. 333 y E@.
$
(74) La, maza maglemoisiense que reprod~iceMENGHiN (1931, 1 .
mina XXVIII, 1)
un gufjarro íM'epLiEaP con perforación bieánica
eñeéIntrica. En l Bpma & les tumbeie de eorre&r (BBERT,XX, s.
a
v. NüI'aWscher Krels, l . h y In) hay mazas o m perfo~$ci& cih 73,
Iindriw.
m.
[page-n-42]
escandinavo hemos visto recogido por Aarne Europeus, con
perforación bicónica y ligeramente ovalado, hecho en granito y procedente de Esbo (75).
Sirva también de ejemplo la media pieza que fabricada
en dolerita olivina del país, con un diámetro aproximado, de
unos 8 cms., encontró Crawford en Durrigton, en 1927, en
un yacimiento que consideraba del Beaker's period, es decir,
del campaniforme inglés, tardío con re8pecto al español,
posterior al 1800 a. de J. C (76).
E n la industria Smithfield, del Estado libre de Orange,
Riet Van Lowe, ha recogido abundantes ejemplar=, a los
cuales da significación ceremonial además de su posible empleo utilitario (77).
La clasificación de este tipo de piezas en esféricas, ovoides, discoidales, piriformes, subcilíndricas, etc., no creemos que pueda, por ahora, servir d e gran cosa. La materia
de que están hechas en areniscas, mármol, cloromelanita,
lava, hueso, barro, &c., nos puede indicar la materia prima
de más fácil obtención, o el mayor o menor ipeso que e n .
el esferoide se deseaba. E n algún caso, la rareza del material
empleado, como indica Goury, puede significar la valía especial del instrumento.
E n cuanto a la técnica iie fabricación, merece destacarse
el procedimiento de perforación. La obtención del esferoide
no e difícil para gentes que practicaban e n gran esicala e1
s
pulimento de la piedra. Pero su perforación es otra cosa,
porque se trata en muchos casos de piedras de gran dureza
y la dificuItad la resalta el hecho de los muchos ejemplares
que se hallaron partidos, con la perforación hecha, o en
vías de fabricación. Pala Dechelette se obtendría el agujero
con un punzón de madera, un poco de arena y un mucho
(75) -S,
1932.
(76) CBAW-,
1929,
4 y SS.
9
(77) U ,mtdio extenso, re&%ndase S e j e ~ de m r h mmin
~ M
d i h d y ecuatorial, se hace en los estudia*, de DOXRE, R. L , y CA.
BU, F.
w.
[page-n-43]
[page-n-44]
mayor o menor, por gimple contacto de los conos invertidos
que formaba eI tosco perforador usado.
Según Menghin, este tipo de centro estrecho y salidas
anchas es un rasgo primitivo que puede indicar el uso de
un pico de piedra (78). Tal perforación -dice- aparece por
vez primera en la cultura maglemoisiense y proviene por
l o tanto, de un viejo Neolítica, siendo excepcional en el
tardío. El perforador hueco falta en Norte-Africa y Occidente europeo, donde se usa, como en Egipto, el perforador
macizo. Si en algunos ejemplares con perforación bicónica,
como e de la Sarsa, se empleó d pico de piedra, la super1
ficie pulida que presenta, supone, como indica el profes&r
Menghin, su alisamiento por un posterior proceo de fabricación. Sin embargo nos advilerte con justeza, que Ia exacta
determinación cronológica, s6lo puede dsspraxíderse del
conjunto arqueológico y de Ia comarca. en que se hallen.
En efecto, en los antedichos ejemplos, los esferoides con
perforación bicónica, se dan, desde el Neolitico inicial, hasta la Edad del Bronce (Rinaldone, por ejemplo),
El interés máximo lo presentan para nosotros estas píezas atendiendo a su función. La denominación mas generalizada, es la de la maza. Pero también se las llama rompecabezas, martillos, etc., (79). E n gran númerp der estas piezas,
pero especíalmente en Ias de perforación bicónica d escaso
agujero resultante hace imposible su uso como útil contundente, ya que el mango sería incapaz de tal esfuerzo. Esta
consideración quizás, así como el hacha de que algunas
pitvzas estén trabajadas con esmero y aun decoradas como
en Mesopotamia, ha llevado a 10s más a propugnar su e r n ~ l w
como signo de autoridad, cuyo más remoto origen estaría
en las mazas o porras da madera. Su represmtación en mte(78) Pn Zitt, que pfibliamente sgtadezco. Véase su Welgesohfchte, U31, %m. XXVIII, p&g. 273. Los perforadores huec* -al
vez wafiss 'de bambirr- e r a cunocidos en 18 India y de a.iií quizb
procederrin los de1 circulo e~;eo.
(19) Case W; mmm, bmk &e pieme pesfí&e; alub.uleaid, wrforsted stone b1 haimmer; Keule, Wurfscheibe; maza, etc.
1;
[page-n-45]
las y paletas mesopotámicas abona tal suposicíón y justifica
su enlace con el gemejante cetro real que aparece luego,
como en Nubia encontró uno, con mango de oro, el Archaeological Survey, en la Última expedición de C. Mallaby
Firth.
Su empleo como arma no es posible, como señalamos,
por incapacidad funcional, pero tambi6n se ha indicado
tal uso era armas de lanzamiento (80). E n efecto; píezas
análogas fueron empleadas con tal fin por 10s romanos. E1
que Conil di6 a conwer afecta Ia forma de un eIipsui.de
aplanado, de hierro nativo, con un diámetro de 70 mm. y
un espesar de 32; su peso m de 735 grs., y permitiría que
el pilam a que se adaptara, obtuvime, con el mismo esfuerzo, una notable propuleión. No creemos que tal uso sea el
de 10s mferoidm perforados, ya que la irregularidad de su
forma, ,en mucho ejemplar^, ímpediría la normal trayectoria del arma lanzada.
L a iaterjpretación amris convincente e9 la de Gobert,
por permitir su entronque .con 110s conjuntos culturales
en que aparece, y por enlazar todavía con los primitivos
actuales. Por ello esrimamos, can el prehistoríador francés,
que las bolas de piedra perforadas del Neolitico hispánico,
no sirvieron de armas, y que, si su empleo fue en algún
casa simbólico, su origen hay que buscarlo en la necesidad
de dotar de peso tsficiemte a instrumentos de trabajo exce
sivamente ligeros.
A tal interpretación se suma Breuil (81), asadíendo una
posible utilizaciún de tales bolas perforadas can los aparatas
de perforación, o para encender el fuega; es decir, en el
bsw-ddll a que hemoa aludido, o en el fizcmpdril!, a berbiquí primitivo, cuya pieza vertical se hace girar por cuerda
arrollada que actúa por la preoión que se ejerce sobre la
pieza de madera horizontal. Para dar más peso a fa pieza
(m) m, 193%
a,
(11
8.
-UIL,
e.y ~iri.m A, 1936, y pág. 383.
71
,
M , lS35, p&. 713.
.
,
[page-n-46]
vertical, se cdoca, encima o debajo de la cuerda, una bola
de piedra perforada, análoga a la que nos referimos, aunque de menor tamaño.
Los etnólogos señalan que al Nmlítico corresponde la
etapa matriarcal, con preponderancia de la' mujer, cuItiv0
de la tierra con azadón o mediante la simp'le iemoción de
ella con un paiu. E n esta etapa se hallan todavía algunos
1
pueblos primitivos actuales de Nueva Guinea, Islas Salomón, India, Centro Africa, América del Norte, &.
Entre éstos, se ha señaIado eil uso de esferoide6 perforados. a a r t o u t - d i c e Gobert- oú laur emplwi a pu etre observé, il a et6 établi qu'ils ne servaient pas d'araes, mais
de pois destinés a douer d e la masse á des outils de bois,
trop legas par eux-memes>, (82). Así en Nueva Guinea
se emplean para trabajar 'la tierra, dando peso a los bastones con que escarban el suelo, sin excluir en algún caso su
uso como mazas. E l tamaño es análogo a los preh'istóricos
(como uno, en el Museo de Historia Natural d e Tou'louse,
de 90 por 55 mm., con perforación de 55 mm., y 3,3 en la
estranguIación.
[page-n-47]
E n Etiopía sirven de contrapeso a dongoras, sstacas con
regatón de hierro, en u o todavía antre ,los Gallas, a las
s
que sírven de eahza estas piedras perforadas.
E n Am6rica del Norte, en California, los indio5 usaban
piezas análogas para cdlibrar o pulir tubos de pipa u otros
cílíndricos y como pmos de los diging-sticksi o bastones de
excavar, E primero de estos 'usos no es probable en los
1
neolíticos de perforacicín bic6nica.
Entre íos bosquimanm su uso es frecuente.Se denominan
corrientemente piedras de bosquimanu. Reproduce Gobert
un sugestivo cuadro de la vida de, este pueblo que recogemos por el inter6s que presenta para su comparación con
lo que debiá ser d rnadulo vital de la cultura neolítick.
aEl equipo de cada hombre bosquimano -narra Dorotkea
F. Bleeck- consiste en un arco de flechas, Il-lradas en un
carcaj de cuero, y un baatOn puntiagudo que llevaba a veces
un nudo o abultamiento en la otro extremidad. Las flechas
aran de caña con puntas de hueso o de sílex, hasta que
fueron reemigiazadas por Ias de hierro que proporcíonaban
los b a n t h Loe, arcos eran pequeños y debilm, contando
e1 bo~quimanomáa que con la fuerza de sus armas, con e1
veneno de qw dotaba a sus puntas d e flecha. El instrumentol propio da 'la mujer, era un bastón puntiagudo para
sacar dra tierra raices y buIbos, E%tebastón no tenia abultamiento en su extremo, pero en todas parteis donde e1 sueIo
era duro, su potencia se acrecla cargando en su parte media
una gran piedra redondeada y perforada... Vasiias de barro
para cocer y huevos de avatruz para llevar el agua eran
tarnbibn empleados por estas mujeres. Los escagoe instrumentas en uso todavia entre &as gentes, eran de. pequeño
tamaño y de piedra o de huesoxi,
La de~crigeoicines completa, y evidente el empleo de 10s
esfercsides de piedra en los palos para emavaeiones, pero aun
es mtis grande su uso e n Ias pinturas rupestres de Tigerhock
Spruit.
Análogo emplea propugnamos para muchos de los @fe-
[page-n-48]
roides de piedra perforados del Neolítica espariol. Entre
les piezas d e pi&a con agujero central, pudo haberlas
empleadas como brazaletes -hay un ejemplar en la misma
Cueva de Ia Sarsa; otros en estaciona a~rneriknees,y las
señala Peet en Italia-, u también como calibrádor~s,pero
entonces la wrforación habrá de ser regular y e1 exterior
no precisaría regularidad esferoide; cabe todavía, encontrar
verdaderas mazas a martillos, pero la perforación será mayor y podrán .buscarse llas huellas del uso contundente, y
aun, los ejemplares menores pudiaron tenerse como fusaiolas. .
E n otra8 piezas, como la de la Sarsa a que nos referimos,
el calibre de Ia perforación n o permite suponer capacidad
para golpear, ya que el -astil tenía qut'r adelgazarse exeesivamente. E n cambio, can misión tan sólo de contrapeso es
u'tilizable. El carácter agricela inicial d e los yacimientos
neoIíticas en que aparecen, hace presumible y no aventurada, tal hipbtmis. La toequedad misma de fabricación
del objeto excluye ~u uso simbólico y jeriírquico entre $en-
[page-n-49]
t e no desprovistas d e sentido estético, como muestra principalmente la cerámica.
'
Esta situación crucial que en el espacio tiene la ergología de la Sarsa, según nos indica nuestro anterior análisis
del esferoide perforado, se acentúa, aumentando en interés
cultural, si atendemos, a las relaciones cerámicas.
Las descripciones, que, hiciknos antes, de las formas, asas
y decoraciones d e la Sarsa, sirven para dar por sentado e1
aire familiar pleno, con los yacimientos hispano-mauritánicos aludidos ya o conocidos de antiguo, pero ahora
hemos d e ref'erirnos a su conexión extra-penínsular.
La cerámica de la Sarsa reúne en sí las características
generales d e la primera ,cerámii&a neolítica penínsylar y
como afirmación de validez para todos los yacimieiltos d e
España, puide decirse que los tiestos de buena calidad en
las pastas, cocción uniforme, poco espesor y decoración
rica, son Hispano-mauritanos, qpecialmente en el Sur y
Levante, p u e ~
hacia el interior db la Península, van degen,erando y se hacen más toscas estas características.
A efectos d e relación ha tenerse en cuenta, aunque n o
podemos h d a h o r a su estudio, que hay e n la cerámica
neolítica hispánica, rasgos suficientm para anotar una ererie
de características comunes, ~ h á otros específidos que definen
s
diversas Iamlilias (85) :' %sa, de 'rdieves, ungu~acilbnesy
digitaciones, incisa, puntillada, de impresiones, icanalada,
y pintada. De todas ellas hay muestra y riqueza bastante
en la Sarsa, pero n o está de más indicar que el conjunto d e
(8383) E e& &iudio de la. cerámica neolítica, pwikrq la denamin
nación de «familia» a la cor'riente de uestilon, porque éste indica un
logro, querido o no, de tendencia artística, mientras que familia señala tan sólo la existencia de rasgos comunes que relacionan ciehas .
creaciones. Existeri ademhs decomciones iguales estilbticamente, que
pertenecen a familias diferentes. Por eso preferimos todavía agrupar
hechos que teorizar sobre el alma de los ceramistas neolftitices a base
de pura ,tipo1ogía.
[page-n-50]
nuestras investigaciones nos llevan a afirmar que e origen
I
y evolución de cada una d e estas famiIias cerámicas -no
puede ni debe buscarse en nuestros yasmientm, ni aun
an los del Sur que resultan los más antiguos. Todas estas
especies son coetáneas, en forma más o menos absoluta,
aunque quepa adnítir y deban investigarse los casos de
enriquecimiento, desviaciones o empobrecimiento. Estilisticamente n o pueden establecerse príoridzdes, fundáncbse
[page-n-51]
e n su simplicidad o en la sencilla de temas, y n o hay un
solo yacimiento excavado que permita establecer tales diferencias con un fundamento que pudiera considerarse indiscutible ,por estar reflejado en la estratigrafía. L o que puede
afirmarse es que todas estas modalidades cerámicas, que en
la Cueva d e la Sarsa vemos tipificadas, aparecen dentro
d e conjuntos definidos por su unidad ergológica y el estudio d e las relaciones cerámicas no es sino un aspeeto del
tema genera4 de las relaciones ridíticas.
Como n o vamos a referirnos al estudiar estos materiales
de la Sarsa al aspecto de sus relaciones con la restante corámica de la PeninsuIa Hispánica, ya que podrá ello verse
e n nuestro estudio general sobre el Neolítico español, e n el
que nos referimos, n o sólo a' los hallazgos de nuestro país
sino a Ias modernas investigaciones de los sabios portugueseis (84), que están ahora reforzando nuestras investigaciones
(&S), queremos aludir aquí a las consecuencias del Neolítico
español fuera de la Península, ya que con $a base d e 10 inpuede el lector buscar
dicado sobre nuestros ya~im~ientos,
conclusiones con los hechos que presentamos. E n cuanto a
las .conexiones de filiación con el Neolítico africano las veremos luego.
E l Mediterráneo occidental fué en un momento dado
un lago neolítico. Mientras viven gentes en la Sarsa, pueblos de cultura hermana se asoman a las riberas de1 mismo
mar. E n Cerdeña, en la caverna de San Bartolomé, hallóse
un nivel con restos humanos, vasos Pisos, cuencos carenados, con incisiones y acanaladuras en círculo, dientes de
lobo, perforadores, punzones y espátulas. E n la capa superior, separada de la anterior por un estrato de piedras, hay
cerámica con círculos concéntricos, un cuenco campanlfor-
IDO PACO, VAULTEB, SúWZWSú(.Y, 1948
(85) 'Unbilvanrre de nmtro estudio dimos m 1942,cuyos datas l-m
utilizado d profesor CPiilde en l a altima edición de su gran obra
The Dawn of European Civilization, 1947.
(84)
[page-n-52]
me pdlípado, con líneas incisas en zig-aag y relleno de pastz blanca, etc. (86).
E n Liguna, la caverna de Arene Candide, conocida de
antiguo y a la que:ya a1ud;imos en 1942, -cavada totalmente hace poco por Bernabó Brea (87) presenta similitudes
como Estas con 'la Sarsa : en el estrato 26, el lmlás típico de1
primer Neolítico, no8 encontramos con que la ergología está
formada par el hallazgo de car6mica abundante, en la que
domina la forma esférica y hemidérica, con dec~raciónde
segm'entos dentados (tal vez con peine o cincel de dientes) ;
impresiones cardiales, con decoración espontBnea en aenti- ,
d o vertical y horiaontal, a vwes combinada con relieves;
ungulaeiones, puntillados; relieves, etc. Un fragmento de
una cuchara de baffo. Hacha pvtída de sección circular.
Punzón de hueso. Hojas raspador y hojillas de dlex. Cantos rodados, ocre y hematita. Patellars, trochus y otras conchas.
Sin necesidad de dar más precis40nes de las cerámli~cas
neolíticasl italianas, a las que venimos refiriéndonos en nuestros trabajos de hace añoa ya citados y que ahora d e reciente mtá cwroborando- Bernabó Brea, can 10s suyos,
como consezuencia da su excavaci0n en Arene Candide,
podemoe ya ver cómo Fraacia tiene una doble frontera
con eI Neolítico afro-hispano. E l paso de nuestro hispanomauritano hacia e1 Ródano 10 constatan en efecto las investigaciones de Helma (88) que en las grutas de la Crau-.
zade, de Bize, etc. halló la sucesión azikiense-tardmo'isien1
se;neolitico. Y por e Gard, Louis (89) lo indica en las
grutas de Mazauric, de L'EIirondelle, de Pircrlles, des Sables, etc. Datos evidentes de relación nos muestran tam-
( 6 OBSONI, 1881.
81
(87) S A N VALEELO, 194%, p&. 111 y 1948, p&g. 1-3; B E R N A B O
B W , 1945.
(88) HELENA, 1927,
(89) LOUI8, 1948.
[page-n-53]
[page-n-54]
también el Neolitico A o de Windmill Hill inglés o la cerámica nórdica de los' períodos que Miíller y Nordman
denominan gran estito y estilo refinado. (95)
El estudio de Mrs. Hawkes (96) nos ahorra, de mamento, más precisiones sobre la cerámica acanalada, pero la
cerámica de la Sarsa, con atras que daremos a conacer en
otra ocasión, completan el recorrido de dicha investigadora, dándole para lo europeo occidental unas raíces hispánicas que c o r r d o r a n los rumbos de las demgs familias cexám'icas.
La cerámica pintada de la Ssrsa postula por una parte
conexión con lo andaluz que Gómez Moreno señaló (97)
(951 Lp~rte
nuwtrm b b a j w y
obras gwmralwp de E&
cmette, ~
w C h i~ , eb., , cft#ldax, pueden verse aJgunas
e
, m
materiales en BOSCHSERRA RAFQL5, 1927, o en EBERT. Para lo
nbrdico. MUBLGEXL, 1890, y NORDMAN, 1935.
(96) Estudio citado en la nota 52.
(97) GOE6E2 MORENO, 1933.
[page-n-55]
y por otra con la próxima caverna del Montgó (98), con tema geométrico, que dimw a conocer y cuyas raíces orientales ha estudiado magistralmente de rediente Mártinez Santa-Olalla (99). E n Italia tan abundante en Rípoli, Matera,
Sicilia Oriental, Capri, Terlizzrl, Apenino Central, Ancona, Liguria, etc. (100) puede tener origen balkánico, en
conexión con los ricos grupos danubianos (101). Mas en
Francia .(gruta de Feraut, caverna d e Adaouste, gruta Crispine, abrigo Methaunis, etc,) (102) el origen de ,la cerámica pintada obliga a pensar en un aporte hisp8n'ico más.
D.-GERAiMlIICiA
CAIRIDIIAL NEaZ,'ITIiCK
Si en e1 NeoIítico hispano-mauritano de1 Sudeste tiene
la cerámica cardial valor indiciario destacado, en ,la Cueva
de 'lia Sama ya hemos vista cómo' la riqueza y la variedad
d e sus temas hacen del conjunto del Museo d e Prehistoria
de Valencia un documento excepcional.
Como para lo visto anteriormente respecto a las otras
familias cerámicas, aludiremos en el punto sigu'iente a lo
cardial africano, ciñéndonos ahora a lo europeo occidenSabldo es que el) empleo d e las conchas por los pueblos
primitivos es frecuente y para múltiples fines, d e adorno,
simbolismo, monedas, pesos d e telar, etc. (103). Entre estas a@licaeiones está también la d e su uso como elemento
decorador d a la cerámlica que ahora nos interesa
E n España, sin referirnos a todos los nuevos yacimientos, con que en nuestra tesis doctoral completamos el tra(98) NuestPO h b j o de 1942. "
(99) 1947 y 1848.
(Ido) 32ELLIN1, 1935 y 1930.
(101) M D Y B A , 1936,
(Uk2) &p&itn@ otra i p l s gracias a sueytm mkga H i6etmEy,
~
a
.
por indicarnos atas &taa
(103) Puede verse la ~biblografía
antigua en LEITE DE VASCONCELOS, 1909; los mm&gicos,antiguos y modernos, en JOLEAUD,
1932; como pesds de telar en GRUNEWGD, 1933.
[page-n-56]
bajo de 1942, cabe señalar la cfmsidad existente de hallazgos en el litoral medit~Mfieoquq, a parte de lo que se
deba a razones de investígqción m& intensa, puede ser
también motivado por Ia especial5zación de las &entes neolíticas que habitaron tal cowarca y aUn quizás matiz cultural prophrio.
Bg. 1 7.-BeRl1o mioltiwo mtilrnfenitail i&e mna mmj walienicima, m que
$-a .;?aja
catdiail se m1lma d t - *
de i
m
de m&, aiiia por encima &1
r l e v iqzie da iakidin & n W hw a m ma&ó.n de prmsifia
aire
E n Portugal los halfazgcls antiguos, que nosotros destacamas, han sido enriquecidos úItimam&nte por d hallazgo
de la gruta Do Nascente d a Almonda (104).
E n ItaIia esta especie presenta gran riqueza y profusión, desde loa yacimientos sicilianas hasta los de ia península, alcanzando e Norte en Liguria. También con ple1
na similitud respecto a l o hispánico - j u n t o con materiales
vadiadog hasta de estiio campanifarme Gamo hemos dicho-, se halló un interesante fragmen~om la Gruta de
San Bartolomé en Cagliari (Grdefia) (105)-
[page-n-57]
Con evidente paralelismo vemos, pues, c6mo desde la
base norteafricana, que verremos luego, asciende hacia Eurapa la cerámica cardial con la cultura nwlítica a través
de la P~nínsvlaitáltcq y de la' Hispánica. Los últimos eslabones .los terxemas e~ Ligui'ia (Pollera) y en Gama [Re
clau Viver), E n medio del camino hispánico; y con riqueza máxima, está Yaurutra Cueva de"la Sarsa. E n Francia
nos hemss referido a tiestos de una Gruta cavmna de
Marsella (106), que, por ser más perfectos en su agrupación que los de Liguria y formar un motivo ornamental
caracteristico, estimamos enlazados con la corriente cardial que representa la Cueva de la Sarsa más que con. la
corriente italiana. Pero hay en los Museos franceses m a t e
r i a b que, raríicticammbe iln$ditos, pueden corroborar esta
sfirmación (107) : d e Basan (Bocas del Ródano) hay un
fragmento con un motivo en espinas que se conserva en
el Museo Blar,e$y de Mgrsella, así & n o o t ~ , semejante qne
o
forma dientes de sierra. En Ia gruta de St. Veredeme (Gard)
se halló Iarrfbj.e$q serhmica cwdial, juntamente con Iragmentm de carnpon?f,orm~
a&ualrrimte eee el Mmw ,da Hbto*i;r
Natural de Nimes y en &te: tambi6n y d d mismo departameato, hay UD fragmento ca-rdial con izna b a d a , transvw
sal eq su rdle~cr,
propdente de la Gruta ds: Fmailt. Coa
t r i á n g u l ~rellenos hay otra vasija en el N u w de Msntpellier de la ' ~ r l i t a S~ynea(Gard), así carno otros ejernds
g l a r e de motivos c a n p a n $ f ~ r m ~ s ,
hechos coa caadium
de la Gruta Latrone. Otras muestras de cerámica cardial hay
en los M u s w de Uz& p de Saisit Germaine procedentes
d e otr8 Gryta del Gwd F de la del Besulieu en los Alws
mqrítimos rmpctivarnent@*
s
'
,
,
[page-n-58]
aquellos que proporcionan las llamadas acerámicas neoilíticas» del Bronce inicial y medio que forman el conjunto
del material de estas cuevas, pero en la Gruta de Sausette
Vallón de Bassant, St. Baume, estos barros aparecen asociados con 'los que parece ser un cerrado grupo de cerámica
adornada con cardium, de un tipo tosco, acompañada p o r
puntas de flechas, hachas de piedra pulida y etranchets~.
Este materia1 está o estaba en la colección de Benoit
(Roquevaite)~.
N o es improbable que este influjo meridional ascendiera
por la vía deil Ródano hasta el Valle del Sena, o por el Garona hasta Bretaña, en unión de las otras ewecies cerámicas
o de los demás rasgos del Neolítico. Porque algunos ejemplos del influjo estilística de estas cerámicas, entre das cuales
las de la Sarsa son una muestra excepcional, hemos creída
observar en las decoraciones de las cerámicas 'de Holanda
que, Van Giffen (108) señala, precisamente, como de influjo
meridiona'l.
Aún cabría plantearse ,dcaso de la procedencia de la
decoración cardial en la cerámica de tira,ntes de Bohemia,
en donde lo mismo pueden ser de esta ,cdrriente hispánicaque del influjo italiana. o aun llegar con la corriente Danubiana, d e procedencia minorasigtica, ya que en Siria Norte,
según nos comunica el profesor Chi'lde, existe cerámica cardial sobre tiestos grises y negrus de las capas más profundas de Sak-geuzi, Judeideh y quizá también de Ras Sahmra,
(1o9).
Aún en Europa quedan dos núc'Ieos con decoración cardizl. E n las Islas Británicas existe en conjuntos neolíticos
tardíos de Escocía, en lenl campan~ibrme de Polltalloch
(Argyll, Kilmartin) y otro de peor estilo d e ClettravaI, a(108) VAN GlPrFEN, 1930.
(109) NO hieraos p c d k b c ~ % ~ ~ ~ u i k i z b
b ~
~ mrtaa~lhericaaa,
~
í
a
en que se estudia, segiui nos i d c el Prof. V. G. Childe &1 escribirnió
nm sobre nuestro trabajo de 1942. Sobre
c t r h i e a de Bohemia.
cfr. S F C K Y , 1929, 1, ISm. XXXV.
[page-n-59]
cavado' por Scott (110), donde hay un vaso decorado por
10 menos con dos bandas, una de las cuales tiene su línea
central sobre la carena, del vaso. La conexión más patente
que puede buscarse para estas cerámicas es precisamente
con la peninsular hispánica.
Hay también cardial en la cerámica del Neolítico B inglés
que se da en la zona oriental de la isla, junto con digitaciones, ungulaciones, marcas de hueso de pájaro, de cuerda,
etc. Estas producciones se relacionan, por sus características de conjunto, como ya señaló Leeds, con el Noroeste
de Europa, esto es con la zona megalítica nórdica.
E n la zona nórdica, postula Hawkes (Ill), la existencia
como más antigua cerámica en los lugares de habitación
suecos, de la de cuerdas con atisbos verticales que iban a dominar en Dinamarca, donde cierta independencia regional se
mostraría coln la abundancia de cerámica cardia'l y el uscl de
peine. Más a Oriente, en Finlandia, predo'minará la de
peine, estilo que llega hasta Ucrania, donde también se da
una técnica ornamental con conchas, pero de otra especie.
Ya Sophus Müller (112), noItaba de acuerdo con Ailio,
que la gran comunidad estilística da ia cerámica que llega
hasta Finlandia y Rusia, tenía su origen en la í'egión occidental del Medi'terráneo, (113). Aunque n o lo creía español por
falta de antecedentes, los estudios hechos -portugueses y
españoles- en 10 que va de siglo, a los que hemos dado
sentido unitario, dan un fundamento lo suficientemente
firme para atribuir a la penínsu41ael papel primordial en la
t,ransmisión de la ,cultura neolítica en el occidente europeo.
Conoicida y estudiada en lo. que afecta a la expansión mlegaIítica -verdadero complejo religioso para C h i l d e y posteriormente para el' estilo campaniforme, la cerámica
cardial, anterior al cam~aniformeen casi todas las ocasio(110) EEOTT, L , Neollthic Culture of t h e Hebrides. Antiquity,
.
Diciembre de 1942, p. 301406.
(111) HAWKES, 1940.
UD L ,
(112) i I L m 1889.
(113) V. nuestro trabajo de 1942 y -0, 1922,
[page-n-60]
nes, nos prueba la interdependencia, da las tierras occidentales europeas antes de t s primeras manifestaciones megalíticas.
Esta ruta, que in:&cams, terrestre desde Ios Rrineos,
la señala Mülleir a base dé una vaaija tutipiiforme d e Hobjerg
Hegn, Seedland del Norte, hallada an 1921, de 20 cms. de
aItura y ,18,5de boca con decoracibn ~a~rdial,
vertical, iíneas horiz~ntales otras se&ticales e n el fondo, que para
y
aqueI investigador enlazan con el sur por un camino que
iba a Holanda, el Rin y el lago Constanza. Tgmbibn en
Dinamarca señala Aoberg (114), en Kuolsted, Fjendsharad,
ein cEriiite Verzierzk.ngs.cart -además d d peine y la caerdazeigt dm Beoher Abb. 19, vuaEchm obm un2 unter ein Band
don ho~&o.nit& Kardizldfiirn mfwehit daamischen aberkurae oertzkdle grap@n VOPL Eiaieni in dersdbs Technik.
Es& es, l o mismo I ~ I U E
vimos ea España y en San Bartolo~mé
de Cerdeña.
El influjo meridional q,pues, evidente con 13 anotado
1
hasta para el Grea nórdica, pero no se trata sólo de apor.
taciones llegadas con lo magalítfco, sino lentos, indirectos
pero patentes influim &l NmIftico meridional, de raiz hispánica, c u y a rasgos no 1Iegarfaa en este caw ea bloque,
sino por sucesivas contaminaciones d e las tiwras internedias (115).
E1 alcance d e este influjo la expusimos d e reciente (116)
en los t k m i n m que s'iguen E
E n su estudio sobre la cultura megaliti'ca norte-europea,
Nordman, aun acwtando la tesis d e Müliery cree que se
puede habhr para la cerámica con decoración vertícal de
los más antiguos d6lmenmYde una influencia de la ornamentacilón de MicAsl&b~g,
Halanda y N, W. d e Alemar
nia, que formaria'un grupa con fen6rinenos ornamentales
(114): 1 0 E 3 N,,lQ18.
1EW,
(115) Reunimos datos que justifican el w r t o en n u w te&
C116) 1942, pag. 113 y s.
[page-n-61]
iem l a ioará,lmica de ia
Fíg, l ~ S . 4 0 t i i v o s ;le dmxad6n c&l
m a de ia Sxsa () (Algo mmar que d mural)
1.
[page-n-62]
paralelos, ein ninguna contribución tangible de la cerámica
megalítica del occidente de Europa. Ahora bien, cabe la
pmibilidad de una influmcia meridional anterior, que
aportarfa esta =tilo de ornamentación vertical. Honradamente n o omite Nordman el fragmento de vasija de Fontie
Rotura, que reproduce Aoberg, con una hilwa de puntos
junto al borde! y líneas verticales debajo, decoración que
aparece también en Holanda y Dinamarca durante el período de las hachas de talón delgado (thin butt.ed alties) y
poco despu&, admitiendo así la posibilidad de la influencia meridional para este tipo decorativo, pero un caso aislado a poco, ciertamente, y no duda en afirmar que cnuevos hallazgos de esta especie obligarían a revisar totalmente la cuestión de origen de la cerám'iea nmlítica nbrdica,
dcieptando 110s más antiguos y mlás fuertes ' impuhos del
S. W., esto es, de España.~
Puea bien, más fuerta y antigu~simpulsos suduccidentales aceiptaría sin dhda Nordman inquiriendo la influencia meridional en la decoración de la cerámica nórdica eIi
I~aas producciones hispano-maurita~as meditorr5íieas y no
. <
.
m las megaliticas.
E31 efecto, a base de 'los materiales conocidos, fa conclusión de Mordman es Iógíca al considerar como muy incierta posibilidad el nexo estilígticia entre el vaso prwedente ,de Doune (Escocia) y el de Mogenstrup (Jutlandia)
y el que Correia publica del Neolftico de Padía (Portugal),
en todos los cuales la decoracióxi consiste en líneas Lilternantes horizontales y verticales, Pero nosotros, reforzando
estudios de Childe, hemos indicado Ias inffumcias mediterráneas que cada vez se acúsan más sobre eI Neolítico de
Gran Bretaña y hemos visto también que la intensidad del
fenómeno rcardial en Dinamarca tiene sus paralelos, hasta
la superposición iestili:stica, en el Levante español, donde
la técnica es superim con mucho a lo canociao en otras
comarcas y donde, s e d n Isi orieintación d e Muller, habrá
que b u m r el origm del tipo nórdico.
P
[page-n-63]
Fig. 19.-Motivas de l a d m a i o i h ~a~rdiial l a mimica de l a
en
cueva d e la Bairsa (11). (Allgo an12norque d majturd)
[page-n-64]
Pues bien, los nexos más antiguos, que Nordman buscaba para fa decoración vertical que aparece en Ia cerámica des los más antiguos dóímenes, se hallan en los cIaros
ejemplos de decoración vertical, de la decoración de conchas, que aportamos con la presente nota y que tambikn
existen en 40s motivos incisos de esta misma cueva, que
daremos a conocer. Obskrvense como eiemplo los motivos
d e nuestras figuras 18 y 19, niimeros 11, VII, XI y XV y
XVIII a XX, así como el vaso inferior de la lámina XV. Y
que no se @ratade un fenómeno aislado 10 prueba el fragmento cardial que publicamos de la Cueva del Montgó
(fig. 16) y l s ipubiicadas de las Cuevas de Montserrat y e1
o
Panr.
\
Por tanto, la reiteración, del tema vertical en el Neolítico pleno hispánico, del que damos ejemplo con la tabla
de motlvos de la Sarsa, puede obligar a revisar totalmente
la cuestión de ol'agen de Era cerdmica neolitica laórdica, como indica Nordman.
N o interesa ya a nuestro propósito actual Ia raferencia
a otras manifestaciona de cerámica cardial en ámbitos fuera de nuestra órbita o en distinta epoca.
E . - ~ N ~ E O L I T t I HWk'N41-iMBUiMTm0 B?
-
De 'la misma manera que el Nmlítico de la Sarsa sirve,
unido al conjunto Necrlítie~hispano-mauritano, parat moatrar una proyección branscendente de la cultura por las tilerras de Europa Occidental, tambien los materiales denusstro estudio permiten, por la riquma de sus caracteres, reforzar nuestros puntos de vista sobro el origen del Neolítico hispánico y aún sobre sus modalidades,
Aunque no entremos aquí en el análisis de las cireunstancias históricas que se dieron en e l paso d e la cultura
neolítica a, nuestra Península [117), queremos referirnos a
E1171 Lo ?aawmoaen eui mtuaia n e t i r aa & m a no ;sáloi a ibas
u eo
c
m s,
dnr ltvs !matenailes mqu@&5gbw, sína de 1 datos mtxqW#gicors y
%
geogr&Accls (yientos, corrienteis marinas, índole del habitat, etc,).
[page-n-65]
una hipótesis de trabajo nuestra que puede permitirse a
base de los materiales de la Sarsa 6, más exactamente, de-l
grupo regional de yacimientos a que pertenece.
En la parte Atlántica del Estrevcho de Gibraltar, a1 Sur
del Cabo Espartel, hay una gruta, la de Achakar o Hércules, que ya en 1878 describió Tissot (118), exploró en
19% Bouchet y excavó más tarde el P. Koehlm (119) y el
pasado año investigadores americanos de la Universidad de
Harvard (120).
E n lo conocido de la caverna de Achakar, se han señaIado cinco niveles de los que el 111 (desde la superficie,
entre los 50 y 90 centímetros) coatenia una tierra húrned6
negruzca, con piedras usadas y mo'linos de mano; sílex
variados ; un vaso que K o e h h llamó dolm6nico ; Yragmentos de cerámica; un hacha plana y un falo de teqacotta.
El nivel IV está formado por u@us cuarenta o cincueinti
centímetros de tierras c m reistos de hogares, huesos cortados, tallados y rotos; hojas de sílex y cerámica tosca,
La fauna identificada es de cabra, carnero, bóvido~,perro, zorra, conajo o liebre y cei-do. E n los nivel- superiores pichones, perdicd y otras aves.
Fueron hallados varios esqueletos, que estaban enterrados de cara hacia la pared de 'la cueva, con los brazos cruzadog al pecho y las piernas encogidas; bajo ia cabeza tesanían un lecho de conchas -Co$umbcrlL &ticti, C&
buron y T@es decwssafa- y, en torno al cuerpo, punzones,
agujas de hueso, afiladores y hachas de piedra; bajo el torso d e un esqueleto de. joven había abundantes conchas,
mientras la cabeza dssrcansaba sobre cerámica quebrada.
El materia.1 proporcionado por este intmesante yacimiento está compuato por objetos de humo eli forma de
(118) zIE>I-FoTr, 1878.
(119) K a n , 1930.
(120) Nuesrbro colega y amigo H. 5mce nos diti a conocer los -%gmenta haIIadce, cuya pziblieación eswramos
[page-n-66]
punzones, agujas y anzuelos ; un brazalete d e concha en una
Patella; fragmentas da acre rojo y amarillo; sílex y cerámica.
E1 sílex apareció en las capas 111 y IV y está constituido
por grandes hojas, pychillos de sección triangular, puntas de flecha, dos fragmentos de puntas peduniculadas, triángulos, raspadores en hojas y núcleos, hojas con muesca, perforadoras, etc. E n dtras clases de piedra, hachas, afiladores,
rnalinos de mano, percutores, etc. y un canto rodado con
ligaroe retoques que parecen configurar un pez.
La ceriimica hallada, principalmente en los niveles citados, síempre revuelta, presenta las clases siguientes :
a) CeirBrnica grosera, ma'l cocida, de di= a quince milímetros de Mpesor, con una capa intermedia negra, signo
d e mala c w i b n . Ereferentemmte da vasos, de fo'rma ovotidsa, con relíeves decorado.8 de impr,esiones digitala.
b) Ceramica más firme, de ocho a diez milímetros de
espesor, de calor uniforme.
e) Cerllmica gruesa, pero bien cocida, hasta veinticinco
miíimetrosl, en vasos de tipo ovoide, pero sin decoración.
Sobre todo abunda en la capa 111.
d) Cerámica fina, de, unos siete milímetros, con pasta
negruzca bien cocida. Algunos tiestos de las capas 111 p 11
aparecen revestidos de engobe rojizo.
Las formas más comunes son 01 ovoide con o sin cuello,
e1 ovoide con fondo blanca y e1 cuenco. Hay un vasito encontrado en la capa 111 que mtá decorado con trazos paradelos en línea Única, curas medidas san seis centímetros de
altura, 22 de circunferencia máxima y seis milímetros de espesor las paredes. Otro d e 7'5 cm. de altura, con carmín
en el interior, hallado a dos metros de profundidad, recuerda por su forma al conocido ovoide con cuello d e El
Gairce1. Las asas son de mamelón simip'le, doble vertical,
resalte afargado, asa en arco y agujeros d e suspensión.
La ornamentacióni es, en su casi totalidad, de conchas,
aunque hay tambi4n da relieves y puntillado; en los M v e
[page-n-67]
les inferiores, los ovoides sobro todo, son lisos: LOSmotivos ornamentales en relieve son una simple 'línea de puntos en resalte, un tcordonoillo a medid cuello, una banda
e n e1 nacimiento de éste y en la panza del vaso con impre?
siones digitales. El puntillado en los niveles 1 1 y 11 es es1
paciado unas veices, apretado otras y muy ligero en oca~iones,como si estuviera hecho con peine.
La decoración cardial, por último, presenta las varie
dades siguientes t
a) Irnprestionm irregulalres do peeten.
b) Agrupación de tres hileras en el cuello.
fc) Agrupación de tres hileras en Ia pared del vaso.
d) Dientes de sierra, enmarcados a, v m s por incisiones.
e) Ondulaciones y
f ) Raspado f Veltot~té).
Si se c0mpat.a lo anteriormente dicho de Achakar en
relación con cuanto se ha escrito a n t a sobre la Sarsa en ei
mundo neolítico, es evidente la conexion familiar próxima
y totaf entre ambos ywimientos. Ya desde eu excavación
apartxi6 de manera patente, pero es aventurado; unir eslabones de una misma cadena ain conocer los interrmediios y
sólo nuestras investigaciones dan en este aspecto de las relaciones cerámicas un nuevo sesgo al problema. Si los neofíticos de la Tingitma pasan hastp la Sama, ¿cómo en Andalucía Occidental -de Gibraltar a Almería- no es cono-,
cida la cerámica cardial?
Cabe diferir la rmpuesta a este interrogante, pero no
debe olvidarse que ya conocenioi; m~uchosyacimientos ricos
y completos en los que la familia cerámica cardial no exisa
te (121). Ya dimos a conocer el caso de E ornamentación
cardial em vasos tcampaniforma de Carmona (1221, pero
evidentemente aquE se trata d e un a s o de perduración de
(121) Cfr. e cuadro sinóptico, reproducida aquí en l p&. &
1
a
(1221 1942,
100,
w.
5
[page-n-68]
Fig. 20,-Vm
~gemteilode $ k a de l a k s a (wgún
4qanetru~cti6a
idead)
[page-n-69]
ia técnica ornamental, no sólo por o1 estilo gmeral y la
sronología de la cerámica eampanilforme, sino p w su mismz~localización gaográfiea, que nos indica que no se trata
de un yacimiento de la primera hora nm1Iitica, sino de una
etapa cultural po~terioiren que el hombre está capacitado
culturalmente para establwer su btc~Exnltat en el Valle. E n
Píg. 2 I .-Oonjan~t~ típiiccz W i ~ m i a u t r i t m o ,& ulna tuwa dd
\ & h a l l malag~weño
otros aspectos no cabe olvidar que la posibilidad y la exigencia gnográfica de mlacilones entre la regián Penibética
y el litoral Mmroquí tiene patentes documentos arqueuil0gicoe. Así el ovoide d e fondo c0nicu del Guad Mellah, del
Museo de! Rabat (1231, e$ una rkplica de los existentes en
Ia Península y lo mismo cabe decir del aasa horizontal. En
,
[page-n-70]
cuanto a los fragmentos cerámicos d e Río Salado de Orán
son por su pasta, su modelado, los tetones, las asas ierforadas o la horizontal y aún por las sencillas incisiones con
punzón agudo o romo (124) análogos a los tiestos de Genista Cave, d e los Murciélagos, la Pileta o la Mujer. Otros
can sus zig-zags, si por una parte pueden rederirse a Ne
gada en el Nilo, por otra rememoran motivos d e Achakai
o del Mantgó y !las b,andas d e líneas cruzadas son análogas
en la Victoria, Cueva Tapada, Hoyo de la Mina o ,las zonas cardiales de la Sarsa, Bolumini o Montserrat (125).
Ahora bien, rdiriéndonos sólo a 'la eerámica de la Sarsa, su estudio obliga a inquirir su origen en Andalucía o
en Africa del Norte; pero la inexistencia d e cardial en
Andglucía nos orienta hacia la zona africana entre Orán
o Argel y Tánger donde aquélla existe.
Más allá de esta zona existen también yacimientps con
los que establecer relaciones, Bero ya no serían directas;
véanse, por ejemplo, las magníficas cerámicas recogidas
por Martínez Santa.Olalla en su expedición palmntológica al Sahara español (EPSE 1, 1943) (126), especialmente
las de( Río de Oro, de Hanisch, localidad 22, tanto por su
duración como por las formas o las d e Taiaret Hemir,
Daya de Zug, localidades 49 y 50.
Razones arqueológicas y geográficas nos han llevado a
una conclusión que sintetiza: nuestro mapa de la figura 2.
La llegada del Nmlítico mauritánico -las relaciones cerámicas lo muesfirai.1- debió tener una doble corriente; la
primera ha~ciala Penibéti'ca Meridional ; la segunda hacia
el Sudeste -de! Almería al cabo de San Antonio-, en cuya
parte Norte es la Cueva de la Sarsa el más rico yscimiento. E n la zona 1, tanto 10s yacimientos costeros (Cuevas
Genista, Hoyo de la Mina, del Tesoro, de la Victoria, Ta(124) Ya,BOSGH, 1932, se r e r e a ellos.
(125) Itafmmcias biblic+p%hs
completas y &menta
comparación en nuestro estudio en prensa.
(196) ~
~
T SANTA-OLAGU, 1944, t. TI, l&minas.
~
E
Z
m db
'
,
[page-n-71]
pada, El Higuerón, de los Murciélagos, etc.) como los de
penetración por las serranías de Málaga, Granada p Córdoba (Cuevas de la Mujer, 'la Pileta, Lo8 MurcNagos dé
Zuhwos, los Mármabs, e'tc.) ignoran la cerámica cardial.
E n cambio, al que se diga que ésta apareció en el Cerro de
las Animas (127) nos lleva a incluir en la zona 11, a que
pertieneee Ia Sama, los; yacimientos alrnarien;sm d e Cueva
ambrosio, los TolIm, etc. ; pero aun así su abre peníbétko
es fundamental. E# núcleo cardial propiamante dicho d e
[page-n-72]
la zona II está por el nudo arográfic~
que al Sur del Júcar
termina en el cabo de la Nao y lo 'forman los yacimientos
que anotamos al1 comenzar este estudio (Véase el mapa de
la fig. 1).
Cronológicamente cabe suponer cierta prioridad de lo
meridional (128), pero la ergología de la zona TI permite
apuntar que el origen del Nmlítico tal vez haya que buscarlo en la costa d e Orán, en un momento en que los influjos saharianos se hubieran hecho sentir sobre el fondo
mauritánico. De Brezina, Rio Salado, etc. se llega a la cerámica de la Sarsa sin excesivas mutaciones. E n cambio
+Achakar ya resulta más pobre que la Sarsa, pues posiblemente sus gentes son la perduración litoral de aquellos
neoliticos oraníes que n o cruzan s mar, que seguirán su
1
marcha bordeando el Atlántico hacia el sur, que cruzarán
e1 mar para dejar muestras de su estilo en cerámlicas d e las
Islas Canarias y que perdurarán cuIturalmeRte, mientras
en las costas mediterráneas d e E u r w a se suceden las culturas metalúrgicas, las invasiones de pueblos guerreros y
el fecundo contacto de ccrlonizaciones talaswráticas.
Nuevas investigaciones quizá permitan, pues, ~ Í í a l a rde
E
manera indubitable en e Nmlítieo rnauritánico dos fases, A
y B, que, idénticas en lo básico, reflejan una diferente tradición cerámica, con o sin cardial. De este hipotético mauritánico B nuestro con cerámica cardial y quizá también
con la pintada, llega esta familia desde tierras tuneciaas a
Sicilia y Península ítá'lica que así quedan enlazadas con
nuestro Levante Hispánico.
(1281
ezlaio.
Las rasme&de &a,
p0h
en numt;rO aawrci-
es-
[page-n-73]
Seria pretensión excesiva querer establecer una serie de
conclusiones con validez absoluta a base de 10s materiales
estudiad- de la Cueva de la Sarsa. Y n o es por falta de riqueza y variedad en ellas, sino por la consideración científica de dos premisas; la primera, y ello ha motivada las
alusiones hechas a a r o s yacimientos, es que precisamente
en arqueología iprehiitbrica, como en todo estudio histórico,
no es precisamente lo excepcional y único sino lo genkrico
y en conexión cultural con una serie abundante de yacimientos, lo que permíte postular conclusiones. Por otra
parte, en la Cueva de la Sarsa, por excavar en gran parte,
nos falta una estratigrafía firme, no dada asconocer por su
excavador.
Hemos tratado en las páginas que anteceden.de dar a
conocer abundantes materiales inkditos, de destacar su va-.
llar 8arqueológicoy de puntualizar algún aspecto de sus relaciones. Aunque alguna afirmación pueda parecer que sobrepasa 50 que los materiales dela Sarsa sugieren, ha, de %eneme en cuenta -y de ahí la reiterada cita de trabajos
nuestros- que investigaciones de conjunto que en parte
hemos publicado y en parte tenemos _en prensa, nos mueven a pedir del lector ú n margen d e confianza o de atención
a nuestros restantes estudios.
Personalmente mis propias convicciane6 sobre el Neolítico .en 'general se han visto reforzadas, paradójicamente,
p a r las lamentables condiciones de los últimos años de Eur q a . La repercusión obligada de las c5rcunstancias en la
investigación científica produjo en nuestros estudi- fallas
'bibliográficas, aislamiento entre 10s estudiosos y, en consecuencia, trabajos aislados. Y si nuestras conclusiones nos pa-
[page-n-74]
recían aventuradas en parte, al conocer trabajos paralelos
(Gordon Childe, Menghip, Hawkes, Louis, Laviosa-Zambotti, Bernabó Broa, etc.) realizados al mismo tiem,po o con
posterioridad, han servido de refuerzo a nuestra propia seguridad. Y lo mismo ha ocurrido con investigaciones posteriores realizadas en nuestro país, que han venido a insertarse en nuestra sinopsis sin modificar sus líneas.
Tal ocurre, por ejemplo,' con los recientes trabajos d e
npestros colegas F. Jordá y J. Allcácer y del PTof. M. Almagro. E n las excavaciones realizadas por los primeros e a
la Covacha de Llatas (129) hallaron un patente Neolítico
hispanomauritano, para el que postulan la; denomitnación d e
Nedfitico inicial de montaña, para aque refleje en lo posible las características etnográficas, cronológicas y geográfi-.
cm». Desde el punto. da vista local, valenciano, no nos parece nada incorrecta tal denominación; téngase en cuenta,
no obstante, que el decir $nic9a11no puede en forma alguna
ser expresión d,e antigüedad sino para la zong montañosa
en que radica el yacimiento, ya que como es lógico en nuestro sistema y apuntan Ios citados autores, aaquellas hombres vivieron dentro da un medio del vida mesalítico, incarporando y asimilando a su vida de cazadores una cultura
pastorilr. Culturalmente sería más correcta l'a denominaci6n de Neol%tiCommgina2 d i montaña.
Precisamente en zona montañosa más al interior, en Albarracín, hay gentes que apor SU propia tipología -escribe
Almagro (130)- y por sus más próximos paralel- los yacimientos que hallamos en la mayoría de 1'0.8 abrigoa y covachas pintadas con arte levantino deben, pues, fecharse deshasta una épaca muy tardía del Neolide el ~ í p a l ~ e o l í t i c o
tico, representado una cultura de cazadores que ha perdurado muchísimo tierno0 en 'las montañas que bordean la
( 1 ~ 9 ) J o m A y AWACBz, 1949, gSg. 15 y siguientes.
(130) ALMACraO, 11949, p&g. 116.
[page-n-75]
Península a 10 largo de las costas mediterráneas~. De ahí
que, como es evidante, para una consideración cultural del
Neolítico, se deba tenm por inconte~tablela máxima antigüedad para los yacimientos costeros o paco menos - d e n trci d e la geopolítica d e la época-, como la Cueva de la
Sarsa,y e1 progresivo empobrecimiento de su cultura bispano-mauritana a m d i d a que nos internamos hacia el interior
de 'la Península, a través de un Nmlítico marginal como e
1
de Llatas y un Mes~líticoen vías da neolitización corno en
Albarracín.
Por esta convilcción no'puedo adherirme por ahora, a
baw de lo conocido, a la revolucionaria tesis cronológica
d e mi maestro1 el Prof. Pericot (131) que! en vista de, cerámica tosca, lisa, rayada o, con algún relieve y con asas tubulares
horizontales, junto con los silex micrdliticos en la Cueva
de: la Cocina y de loa materiales de la Covacha de Uatas,
ambos yacimientos de montaña, llega a pensar en una etapa
protoneolítica en Levante, con cerámica lisa o rayada, anterior a la llegada de la cultura hispanomauritánica con Ferámica ricamente decorada, con lo qua se llenaría el Y" milenio.
Del mismo modo -que a t a s investigaciones de autores
españoles rdfuerzan - s a l v o b s discrepancias apuntadasnuestros puntos d e vista, n o queremos cerrar estas notas
sobre la Cueva de la Sarsa sin aludir a a'fgdn reciente trabajo, en el que concurren las circunstancias a que nos hemos referido anteriormenth. No como mdifica6ón de numw
tros puntM de vista, pero si como una acentuación de atisbm d e nuestra tesis dwtora'l, estimarnos las orientaciones
del Prof. Martínez Santa-Olalla (132) reforzando influjos da1
mufido ne~lítico
oriental mediterráneo, que esperamos ha
(131) JORDA~ALCACBR, 1949, grólogo, pág. 7.
(132) V. especialmente Guañiernos de Historia primitiva del HOmbre~,
diversos ~rticu1.0~ notss.
y
-
[page-n-76]
74
d e puntualizar la investigación futura del Neolítico penínsular; estos materiales que damos a conocer de ,la Sarsa,
pueden ser valiosaa a tA1 fin. De este substrato nwlítico de
cerámicas impresas, que nosotros señalamos en relación, con
la Península hispánica por indicación del1 Prof. Childe, nos
da interesantes datos Bernabó Brea este mismo año (133) :
También en el Oriente mediterráneo la cerámica decorada
con impresiones en crudo caracteriza los más antiguos niv e l a neiolíticos.
,
Constantemente se ha encontrado en los estratos más
profundos, p'or debajo de los que contienen la cerámica
del estilo Te11 HaIaf, que parece hoy la más antigua cerámic
ca pintada identificada en estas regiones.
E n tal posición estatigráfica hallamos la cerámilca impresa en Mmsina (Cilicia), con tipos y con motivos decorativ o s que recuerdan estrechamente los de Molfetta y-Arene
Candide, entre otros el motivo del zig-zag curvilíneo que se
oibtiene por la impresión en la blanda arcilla del reborde
;le una concha1 (lo mismo -añadimos nosotrosen la
Cueva de la Sarsa, Caverna del Montgó, Achakar, etc.). E n
la costa siriaca tenemos idénticos tipos en los niveles más
profundos d e Ras Shamra-Ugarit y de Judeideh (llanura de
Antioquía), mientras más al sur, en Jericó, las primeras cerámicas neoilíticas (que se encuentran sobre niveles nmliticos sin cerámica) son menos características por su extrema
tosquedad y deleznable calidad. Pero tipos mrámicos idénticos a los de Mersina y Ras Shamra se hallan en los niv&
les más profundos de similares estaciones d e Siria secptentrional, en Sakje Geuzi, en Chagar Bazar, ea 'Arpachiya'h,
en Nínive. E n casi todas estas locai'idades, además de las
decoraciones hechas con la orla d e 'las conchas de. cardium
o d e otras decoraciones impresas, encontramog también
fragmentos con grafitos posteriores a la cocción, con dibu-
:
: -a
(133) BERNABO
:$,< ,
- -*i
!
l
'
-
8,.
8
WREq 1950, pág. 29 y
siguientes.
[page-n-77]
1%
*
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<:
;S
J.*
2 .
Y>.l*d3;(--,;
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-,
.&L'2'.
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,.
jos geomerricos (triángulos, rellenos, etc.), cuya identidad
'con las cerámicas decoradas con igual técnica de la península italiana es impresionante.
E n Grecia, ejemplos d e una cerámica decorada con impresiones sólo han sido hallados hasta hoy en algunas de las
más antiguas estaciones d e Tesalia como Argissa, Karabairamu, Mesiano Maghaula y Rachmani.
E n Creta, el Neolítico se caracteriza por una cerámica
que por la técnica de la decoración incísa en crudo y por
sus motivos, p u d e considerarse como una rama especializadísima d e la cerámica impresa mlediterránea, pero una
serie d e elementos que se encuentran asociados a ella 4 u saioIas, idolilloa de barro cocido, etc.- son extraño's a este
antiguo fondo cultura1 neolítico y revelan desde luego contactos con culturas más evolucionadas.
E l contacto expresado por Bernabó Brea de este mundo
nealitico mediterráneo oriental con la península italiana,
puede hacerse extensivo plenamente a nuestro Nmlítico hispánico -tmiendo también en cuenta Cerdeña, Malta, Afri?a del Norte- y nu podrá parecer extravagante buscar pa.alelos de la Sarsa entre los materiales descubiertos y estudiad~
por Burkitt, Schaeffer, Me Ewan, Garstang, Mallowan, Tsountas, Wallace y Thornpson, Pendebury y otros
(134). Valga como corroboración de este aserto el asombro
de nuestro colega y amigo Bernabó Brea cuando ante los
fragmentos de la Sarsa que le mostramos en reciente visita
a nuestro Museo, nos decía de algunos que eran de identitá
impressíonariti c m qusllli di Stmtinello.
Respecto a la expansión hispánica hacía Francia y más
aIlá, que venimos estudiando hace años, señalemos complacidíeimos la coi~ncidenciade enfoque cultural y la similitud
de resultados alcanzadas por las 'investigaciones del Proi.
.
1
.,
h;,,
, :
(134) Cfr. la, bibliografia de estor, autores en BERNABO BREA,
1950. página 50.
[page-n-78]
76
M. Louis para; el sur de Francia (135), así como la aceptación
de nuestros puntos de vista acerca de la nmlitización de Sui- '
za por el Prof. Pericot (136). Sobre el estudio directo de 10s
materiales del Mediodía francés, Bernabó Brea (137), aparte
de su enlace con -el nivel necxlítico más antiguo d e Arene
Candide, encuentra uff2'rzitá mdltcr stretts, spesso vera: ident&L, sobre todo para la cerámica eardial, de la-que la Cueva
de la Sarsa es yacimiento excepcional. (Yacimientos de BUta del Bord da fI'Eau, junto a Tolón; abrigo de Chateauneuf-les-~artkues oeste d e Marsella ; cavernas de la Baual
me Sourne (138) y d-ei la Nerthe; gruta de St, Vdrédéme;
Baume Lntrone; y fragmentog de las grutas des Fées (Tharsux), du Preve1 (Montelus), des Sables (Remoirlins), des
Fréres (XiTontlpellier), etc.) .
N o presentarnos conclusióri. absoluta alguna. Creemos
que los materiales de la Sarsa aún permiten h2ás precisianes, pero los avances hechas en invmtigación del Neolítico n o se basan ni pueden fundamentarse en un solo' yacimiento, ni en los dg un pais, ní aun en los de un continente. La expansión universal de la primera cultura campesina
exige, tanto para su estudio como para su comprensi6nYla
más despierta atención a los trabajos de cuantos invesügadores buscan por medio de \la arqueología prehistórica el
hilo de la historia del Neolítico. Por eso nos hemos permitido tan amplio recorrido a base de 110sresto6 d e una cueva
valenciana, da las mtribaciones de Síerra Mariola, junto a
Bocairente.
(135)
(136)
(137)
(138)
'LOUIPJ, 1947 a), 1947 b), 1948.
PERIlcOT, 1949-50.
BERNABO BREA, 1949.
ESC:ALON DE FONTON, lB50.
e
[page-n-79]
Inventario de los materiales de la cueva de ((LaSarsae
(Bocairente)
1.-Borde de: vaso con dmoracicin cardial en tres zonas horizontales (límites en dirección vertical y relleno én
iqclinada), alternando con otras líneas.
2.-Fragmento de vaso grande con cuello y asa. Deuioración cardial .en zonas horizontales y verticales.
3.-Fragmento de vaso con decoración ca(rdia1, con
impresión d e ~ n a t i s ~ . ,
$.-Fragmento Can decoración cardial en zonas paralelas horizontales y formando dibujos en grupos d e dos fajas verticales surmontadas por un triángulo.
, 5.-Fragmenta
con decoración lcardial d e dirwci6n
varia.
6.-Fragmento de borda de cuenco con dos mamelones.
7.-Fragmento de pared común a dos vas& geunel~~s,
con amplio orificio de comunicación. Cordón y decoración
cardial.
8.-Fragmento con cordón y decoración cardiaf.
9.-Fragmento de vaso, con asa que se prolonga en
sus terminaciones superior e inferior en cordón, por amboa lados; otro cordón se prolonga. en dirección del asa,
hasta la base.
10.-Fragmento de borde; cercano a éste, cardón, con
un mameIOn encima del asa, 'la cual se prolonga por sus
e x t r e m a superior e inferior por cordona a ambas lados.
11.-Fragmento de borde; paralela a éste, d ó n 'con
deicoración digital.
12.-Fragmnto de 'asa con reborde. Decoración cardiaf
en zonas horizontales y radiaIes.
[page-n-80]
12 bis.-Fragmento de borde ondulad~,can un orificio.
Ornamentaciajn de punz6n o cuchillo ea eI.dep6shwy en el
borde mismo. Cordón con ornarnentaciÓn.digita1.
13,-Fragmento de borde, cubierto e@toda su superficie
con esferillas de barro unidas unas a otras.
14.-hgmento de, borde con cordón en e'l depósito.
Ornamentación a punzón en el depósito y' en el mismo
borde.
15.-Fragmento de borde con decoración de mamelcrnes
en dos bandas paralelas.
16.-Fragmento da bordó con cordón y decoracián cardial.
17.-Fragmento de vaso con amplio cogedero. Deccmación cardial en zonas paralelas (dientes y líneas lisas). E n
el asa, decoración a punzón, en diración radial,
18.-Fragmento de borde con asa. Ornamentación cardía1 en zonas. verticales, limitando cuadros lisos y fol~mando
triángulos. E n e borde, decoración cardial.
1
19.-Fragmento de borda con amplia asa horizontal,
limitada a los lados par do& cordones verticalales. Decoraci6n cardiai. E n el asa, tras cordaaos paralelos horizontales.
20.-Borde
de vaso gon decoración cardial an lzonas
horizontales alternando con otras lisas; junto al borde,
zona d e líneas diagonales con tres orificios.
21. -Fragmento de vaso con cordón ornamentado y
decorapi6n en zonas veirticala.
22.-Asa con fragmento de vaso. Decoración cardial en
fajas verticalep.
23.-Fragmento d'e: borde con asa, con orificio en la
parte superior y conducto que le cruza diagonalmente;
quizás llegase al depósito mismo, sirviendo para salsida del '
líquido. Sin ornamentar.
24.-Fragmento de borde con asa ganchuda hacia arriba. Sin ornamentación.
25.-Fragmento de vaso con asa de forma angular. De.
.
[page-n-81]
lt9
mraclha m.&ia$ en a o w hiorEzm&lmpvwddes de tsiiingulaaet y ea zimg.
%.-Ftam@ht.~C?
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89si ,que Q ~ W S
ig,dfidm. Omanant*%&ncarxisil
,
m a pmalaleJ inkereas
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Z,-Framento de trord.rfem x asa horri~ontd, Ck~o.x.;d%x
eidSn mda ea sooalki hoalao8talm de.linears plctraldas ; trii il
pl* Im horkunM de ~pn~tia.
t
B.-Ergmetbka de vaso m eordBn g deoradcja cara
dtal en mmtr vefii-ale?a, de dien@ y ñ b s IIsiii~
mto da vago eoa asa Inc~rnplata.Decorahadas Barboatalm; verticalear en d a%@,
to de bode cpn a ~ a ,En ed borde* csrdrin.
E1 m zonm pmldas h a r i ~ ~ t a l e s d
a
a
eueUo, IZmi&ndo fimrag w d k b g sa J d.egb6tú y en
sonar vstiCTtle m al ma.
$ 3 1 . - F a de vaso b:aa asa. ~ a t a c i i i r id l a l
en l;onge vveflicialw y en & l ,
@o
32.-Sfi.%menru de ccrellcs. y dw&ta. k o r s e l b n a parn~6x1.hato al b d é : aona .de guntm; d0baf.o; zaaaet formando ,trib$ulo y fajas de Ifnw vt~xrtialm~
altsrnanáio
cm otras 3m.
B.-Fra~é&a de asa e m decsraci6a en ltnept8 paraIdae, de gran pmfanadibd,
%.B~agm.tlnta d~ tzsde can cord.db.n daamd~ BuaBn.
S.-Ftam~nto $e vasa cm ~ w w ~ c i 6anpiunzán.
S - F r a w n b :tic 'o&
%.
w n d.m~r@cbn mrdbt h
zonas harisantrik can limiterr sail d;rec.l&aw d c d y ralleao da l i n w inclinadas.
40,-Fr1tpcnto de bbrde irron. am. D6:c~)mci&n rdia1
msri
en m a s har.izaatd& 9 t
los r-aadoe PQT ana.ti~s.
Y
i
.
8
Baja el a@%,i q ~ i a a a anattmit.
de
42~Fra@e;nX.~7de bode can asa. Cordih
y
&%ara-
"
[page-n-82]
80
ción cardial en zona. inclinada junto al borde y limitando
cuadros lisos, debajo. E n el borde aparece asímismio decoración cardial.
43.-Fragmeato de vaso con decoración de cordón, de
sección tribngular, en curvas paralelas.
44.-Fragmento de borde lckn cordónc y decoración cardial de orientación'horizontal, excepto en los bordes del
cordón, donde es perpendicular a él.
45.-~ragmento de vaso con decoración cardial formada
de líneas paralelas sin dentar.
&.-Fragmento
de vaso con cordón y ornamentación
a punzón, angular en dirección vertical.
47.-Fragmento de borde con asa y ico'rdón a la altura
esta.
48.-Fragmento de borde liso.
49.-Fragmento d6 borde con un
50.-Porción de vaso grande, sin decoración. E n dos
fragmentos.
51.-Porción d e vaso con decoración cardial en zonas
horizontales, alternando las lineas dentadas con las lisas,
en el centro del depbsito, zona de líneas inclinadas para'lelas limitadas por otras horizontales., E n seis fragmentos.
52.-Porción de vaso con decoración lcardial en &nas
horizontales y adornos a punzón, de orientación angular
alternando con anchas zonas lisas. E n cinco !ragrnentos.
53.-Asa vertical con doble orificio, con un reborde en
su parte superior, limi&ndole.
%.-Fragmento
de vaso con asa de dobla orificio en
pa-sici0n vertical, prolongándose por cordones de dworación digital a ambos Iados, tanto en su extremo superior
como en el inferior y por la zona de separación d e los
orificios. .
55.-Fragmento de borde con mamelón.
56.-Fragmento de borde. 'Liso.
S.-Fragmento de borde con cordón liso.
58.-Vaso acordonado, i'ncompleto, con parte de la boca.
'
[page-n-83]
Cardón horizontal y decoración cardial en zonas angufares formadas de líneas diagonales limitadas por oltras paralelas que forman ángulo con la$ últimas; las hay tamrellenas de diagonaléls y en zigzag. E n los
bién v.ticales,
extremos de estas últimas zonas, líneas de punto5 a punzón. Aparece en tres fragmentw. En su mtremo izquierdo
a plano.
59,-Porción de vaso con cardón en 'la parte superior
del depósito. E n tres fragmentos.
60.-Fragmentos de vaso, uno de ellos, da borde, -con
cord6n.
61,-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas
horizontal* ribeteadas de diagonales.
62.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas hwizontales rellenas de líneas inclinadas.
63.-Asa formada de una supirficie superior plana y
otra curva. Sin ornamentación.
@.-Fragmento de cyenco sin decorwión.
65.-Fragmento d e vaso sin decoración,
%.-Fragmento
d e borde sin dec0ración.
67.-Fragmento
de borde sin decoración.
68.-Fragffiento
de vaso sin ornamentación.
69.-Fragmento de vaso sin arnannehtar.
70.-Fragmento de vaso sin ornamentar.
71.-Fragmento da vaso sin ornamentar.
72.-Fragmento de vaso sin ornamentar.
73.-Fragmento de vaso sin ornamentar.
74.-Fragmento de vaso con cordón de dirección parabólica.
75.-Fragmento de vasu sin decoración.
76.-Fragmento de borde con decoración cardial) sn zonas horizontales que interesan el mismo borde.
77.-Fragmentos d e borde sin decaración.
78.-Fragmento de borde con asa. Decoración cardial
d e orientación angular cubriendo una amplia zona que deja
*
6
>
-
[page-n-84]
82
tan s b b una franja junto al borde, que aparece asimi~mo
decorado. E n once porciones.
79.-Fragmento de borde con decoración cardial m zonas horizontales que interesan el mismo borde. Junto a
61, zona lisa.
80.-Pbrción de borde con cordón aumentado a punzón,
a1 $ual que la parte del que queda por arriba. E n dos
fragmentos.
81.-Fragmento d e vaso con ornamentaci6n cardial horizontal inclinada.
82.-Fragmento de borde con amplia asa. Sin decoración.
83.-Fragmento d e vaso d~ cuello reentrame, con. asa
inferior y fragmento de la superior. Sin ornamentación.
84.-Fragmemto de borde con dos cordones de ornamentación a icuchiilo, formando cuadrados pequeños; la
ornamentación afecta al bordet mismo.
85.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonars de orientación angular, debajo de las cuales hay otras
de orientación parab&lica, ribateadas de líneas pequeñas
a modo de fleco, rematadas por unatisq. Ea siete porcio- '
nes, las más de ellas lisas.
%.-Asa
en porcián vertical, con fragmento d e borde.
E n dos fragmentos.
$7.-Fragmento da vaso sin decoración.
88.-Fragmento de borde sin decoración.
89.-Fragmento de borde sin decoración:
90.-Asa vertical con reborda en la parte inferior, limitado por otras dos a eu vez, menores en Iongitud y perpendiculares a a. El borde aparece ondulado.
91.-Fragmento de vaso ofr6ciendo todo el corte. Liso.
E n tres porciones.
92.-Fondo de vasito con decoración lcardial en zigzag
y formando zonas angulares y parabólicas, rellenas kstas
d e líneas perpendiculares.
93.-Fragmento de vaso con acentuado mamelón pro-
[page-n-85]
cuchillo o punzón.
94.-Asa en dirección diagonal al borde del cuenco. Sin
decoración.
95.-Fragmento de borde ondulado con asa en posición vertical. Sin decoración.
%.-Fragmento de borde con mamelón.
97.-Fragmento de borde con mamelón.
%.-Fragmento
de borde t o n serie de tres cordones
a
verticales, perpendiculares a l borde, en el cual terminan.
W.-Fragmeato de borde con ligera saliente y mam,eIón muy acentuado.
100.-Fragmento de borde con tres cordones en serie,
perpendiculares a aquél. E n dos porciones.
101.-Fragmento de borde con mamelón que ofrece un
surco poco pronunciada a lo largo de su eje horizontal,
formando a modo de dos cordones. Junto al borde, orificio.
102.-Fragmento de borde con mamelón muy saliente.
103.-Fragmento de borde junto al cual hay una jínea
de mamelones.
104.-Fragmento de vaso con marnelón. En el perfil
interior la superficie de la boca está desplazada ligeramente hacia fuera, tcorrespondiendo a un mayor diámetro.
serie de tres, perpendiculares al borde, donde terminan.
107.-Fragmento de .borde liso, correspondiente a un
cuenco.
108.-Fragmento d e borde con cordón paralelo a él.
109.-Fragmento de borde con cordón con un orificio.
110.-Fragmento de vaso con mamelón y cordón que
lo prolonga; decoración a punzón en líneas ara le las, formando un sogueado.
111.-Fragmento de borde con cordón paralelo a él.
.
I
[page-n-86]
84
112.-Fragmento de borde con amplio mamelón horizontal.
113.-Fragmento de' borde con asa formada por dos
curvas, diagonal 'la superior con rkspecto al borde y más alta que él, corrrrsponde a una forma análoga a otros fragmentos.
114.-Fragmento de borde con cordón de decoración digital.
115.-Fragmento de borde ondulado. Sin decoración.
116.-Fragmento de borde !con decoración digital en el
canto.
117.-Fragmento d e borde con cordón paralelo a él.
118.-Fragmento de vaso. con dos cordones paralelos,
probablemente formzndo parte d e una serie vertical de tres
o cuatro cordones, perpendicular al borde.
119.-Fragmento de borde con cordón perpendilcular a 61.
120.-Fragmento de borde con mmelón.
121.-Fragmento de borde de cuenco con el arranque
d e un asa.
122.-Fragmento dei borde ondulado con una' línea de
mamelones paralela a él.
123.-Fragmento de borde sin decoi-ación.
124.-Fragmento d e vaso pequeño sin decoración. E n
relación con el det depósito, el fondo tiene un espesor considerable.
125.-Fragmento de vaso con cordón horiz~ntal.
126.-Fragmento de borde con cwdón paralelo a é.1, poc a acentuado.
127.-Fragmento de borde de un vaso de cuello cilíndrico sin decoración. E l cuello presenta un Iigero saliente en
.toda su circunferencia, sin llegar a la solapa'C
128.-Fragmento de borde con línea d e mamelones.
129.-Fragrnjento de borde con cordón paralelo a él.
130.-Fragmento d e borde en ligero saliente, con cordón
paralelo zi él.
131.-Fragmento d e borde ondulado. Sin decoración.
[page-n-87]
132.-Fragmento de borde en línea ondiiladn muy pronunciada.
133.-Fragmento de borde con dos cordones verticales,
perpendiculares a él.
134.-Fragmento de borde con cordón paralelo a U . EI
borde aparece ligerra'mente ondulado."
135.-Fragmento de borde con dos cordones de escasa
altura, perpendiculares a &l.
136.-Fragmento de borde ondulado. Sin decoración.
137.-Fragmento de barde ligeramente ondulado, con
y
porción d e c u e l l ~ la inflexion correspondiente al depósito. Sin ornamentar.
138.-Fragmento de vaso con aba. Decoración de rayas
a punzón, formando Zonas de 'líneas paralelas y diagonales a éstas. A lo largo del asa, líneas paralel'as que se continúan en el depósito.
139.-~ragmento de vaso coa asa. Decoración de líneas a
punzbn, diegonales entre sí, a modo d e ram~as.E n el asa,
Iíneas paralelas en e1 sentido de la -longitud y o-tras cruzando.
140.-Fragmento de vaso con decoración a punzón de
líneas paralelas ribeteadas1 de diagoqales, y de orientaci6n
angular.
141.-Fragmento de vaso con decoratción a punzón formando motivos de orientación angular y líneas paralelas.
142.-Fragmento de borde con decoración a punzón de
'lineas paralelas diagonales, ribeteadas de traaos perpendiculares a ellas.
143.-Fragmento de cuello de vaso pequeño, can parte
del depósito, decorado el primero con una serie de líneas
horizontales en número de seis y ejecutadas a punzón. E n
e1 depósito la zona de líneas hofrizontales está ribeteada
por su parte superior de Iíneas perpendiculares, cortas. En
tres porcionesd
144.-Fragmento de vaso con cordón limitado en sus
bordes superior e inferior por dos 'líneas a punzón, corno
[page-n-88]
toda la decoración del vaso. Muestra una serie de líneas
perpendiculares a estas dos. Debajo, zona de líneas diagonales, ribeteadas de otras perpendiculares a ella.
145.-Fragmento de borde con mamelón muy prominente.
146.-Framento de cuello de vaso con decoración a
punzón en Iíneas paraIeIas ribeteadas por la parte inferior
de una serie de trazos perpendiculares a ellas.
147.-Fragmento de vaso muy delgado, sin decoración.
148.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas paralelas en zig-zag, alternando las lisas con iab rellenas de líneas diagonales.
150.-Fragmento de vaso con tres líneas paralelas limitando una serie de línea$ angulares paralelas, de decoración
cardial.
151.-Fragmento de borde con decoración cardial en lí.
neas horizontales, surmontadas de una serie da líneas &ag ~ n a ~ l e sellas.
a
152.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas paralelas en zig-zag, alternando las rellenas da trazos
diagonales y lisas.
153.-Fragmento de vaso con decoración cardial en 1íneas angulares.
154.-Fragmento da vaso con decoración cardial en líneas paralelas, angulares.
155.-Fragmento de vaso con decoración cardial, en 1ínmls paralelas, en ángulo, rellenas 'de trazos diagonales.
1 5 6 . 4 u e n c o con asa vertical d e gran tamaño, que so*
bresale del borde. Sin ornamentación.
157.-Fragmento de vaso esferoidzli: cuello con dos ori.
ficios; dos asas. Dworación a punzón m zonas horizontnles, y triángulos.
158.-Va'sito esferoidal con gollete y tres asas. Decoración cardial en zonas paralelas y triángulos. E n la base, dos
zonas de 'líneas paralelas, que se cruzan.
159.-Vaso incompleto, esferoidal, don borde y dos asas
'
[page-n-89]
,
-
87
t
e n dirección horizontal. Decoración cardia'l en zonas verticales, rematadas en anatis~,alternado con horizontales, y
nzan en el depósito d2ferente altura unas de otras.
160.-Vaso incompleto, con dos asas. Decor@ión cardial
en zonas horizontales, indlinadas y verticalles, rematadas
éstas últimas por anatia~. La decoración afecta también a
161.-Vaso incompleto con asa en dirección horizontal.
Ornamentación cardial en franja horizontal junto al borde
y en zonas horizontaIes y verticales en el depósito.
162.-Vasito esferoidal con asa en dirección horizontal
que ofrece dos orificios. DecorakiOn cardial en zonas paraleIas horizontales y en zig-zag.
163.-Vasito esferoidal con decoración cardial en zonas
horizontales y verticales; en la base, decoración a punzón.
Con asa.
164.-Vasito esferoidal con decoración cardiarl en zonas
paralelas y triángulos.
165.-Cuenca incompieto con asa vertical, Sin ornamentación.
166.-Fragmento de cuenco con asa horizontal. Sin decoración.
167.-FFragmento de cuenco con gran asa en dirección
'horizontal, oblícua al borde. Sin decdración.
Silex
Ciento setenta y nueve hojas smcilIas.
Una hoja con raedera.
Una hoja trapezoidal.
U n raspador.
Ocho puntas de flecha sencillas.
U n a punta de flecha' can pedúnculo.
Cinco tascas.
Un nódulo cónico.
[page-n-90]
Diiorita
Cuatro hachas de mano pulimentadas, comp'Ietas, y tres
fragmentos.
Azuela, de 126 mms. de longitud.
Pizarra
Un brazalete completo (diámetro externo, 100 mms.;
diámetro interno, 76; espesor, 14).
Dieciséis fragmeritos de brazalete; tres de eIlos con
orificio.
Otras piedras
Un 'fragmento de cuarzo hialino.
Un fragmento d e oligisto.
Ocho cantos rodados, de diversos tamaños y material.
Tres alisadores (dos de ellos puntiagudos) y fragmentos
de otros tres en punta redondeada.
Anilla de base plana (diámetro externo, 39 mms. ; interno, 20). F r a g m n t o ~ un ejemplar del mismo tipo.
de
Fragmento de anilla, de 27 mms. de anchura, con do&
orificios.
Esferoide de ,piedra con orificio central (120 mms. por
110), destinado a labores agrícolas.
Dos cantos rodados taladrados, de forma y coloratión
que re.cuerdan las de los moluscos.
*,
a) Huesos hunaanos
Cráneo dolicocéfalo incompleto. Diámetro antero pos- .,
terior, 178 mm. ; el diámetro transverso n o puede
precisarse por fa'ltar la parte del' parietal derecho,
a insertar con el temporal. Los fragmentos posteriores del occipital se hallan calcinados.
Nueve fragmentos de cráneo, calcinados (uno de ellos,
parcia'lmente).
Temporal derecho incompleto ; calcinado.
[page-n-91]
Una vkrtebra cervicdl.
Una vértebra dorsal.
Una costilla.
Iliaco incompleto, El agujero obturador mtá abierto,
faItando parte de izquión y pubis.
Húmero derecho, sin -la epifisis inferior y parte del
cuerpo.
Fragmento de cuerpo de cúbito.
Radio izquierdo y radio derecho,
Fémur izquierdo, sin la epífisis superior y parte del
cuerpo.
Epífisis inferior del flmur derecha.
Rótula,
Tibia incompleta y fragmento de qífisis superior.
Peroné izquierdo y p ~ o n é
derecho.
Dos miatatarsianos.
Doce falanges.
U n fragmento indeterminado.
ai d
b) Huesos de a . n sin seriales de zltz;liza&ón.
Fragmento de cráneo de un 'bQvidacon parte del cucr
p o derecho y de %la
&bita del mismo 'lado,
Un asta de U B O ~ D
y fragmento de otra.
Veinticinco astas de cáprido.
Tres candiles de .crC~rvus~,
incompIetos.
Dos fragmentos de cuerno.
Una mandíbula superior de rumiante con cuatro malares.
Tres mandíbulas inferiores de rumiante, con dos, tres
y cuatro molares respectivamente; en la Ultima se
puede observar el ángulo y una parte de la rama
ascendente.
Nueve incisivos.
Diez caninos, cuatro de 1 cuales son de aSus scrofn~
m
As~o.
Ocho molares dei rumiante.
[page-n-92]
Dos fragmentos de omópIato de bóvido.
Tres costillas; dos de dlas ,muy pequeñas.
Saicro incompleto.
Húmero de cáprido, al que falta la epífisis superior.
Epífisis inferior d e húmero de bóvido.
Tres tibias de rumiante, dos de ellas con Ia r'ótuil unida
y la tercera quebrada en su epífisis superior.
Divididas a l o largo, estas tibias se transforman
en dos punzones cada una (la cara interna d ~ és!
tas muestra la oquedad correspondiente a la médula)).
Una rótula y mitad de otrg, de rumiante.
Cuatro astrágalos.
Dieciocho fragmentos de hueso; de ellos, nueve de huesm largas y uno d e hueso plano.
) Huesos c m señales de utiilza'cibni o tmsfo~rrnodos
Punzones : Noventa y tfes construídos por modificación de la mitad de una tibia, en sentido !ongitudina'l, conservando la mitad correspondiente de la
rótula, para mejor adaptación de los dedos.
Uno con la parte de la rótula muy frotada.
Otro con la rotula completa.
Veinte sin la rótuIa, pero conservando la epíiisis
d e la tibia.
Tres cuya cabeza corresponde a la epífisís infgrior
d e la tibia.
Veinticinco no formados de tibias o indeterminados; lisos.
Cuatro con una serie de cortes horizonta.lea en ambos bordes por su parte más ancha.
Tres fragmentos de punzón (uno de ellos punta).
Cucharas : Doce sin ornamentación.
Mango con cortes horizontales en ambos nordes
junto al nacimiento de la: hoja. Longitud, 148 mm.
Una hoja da hueso con cavidad en su parte media.
[page-n-93]
Una cuchara ancha, con incisión transversal.
Diez fragmentos de cuchara.
Una espátula de asta.
Tres hojas de hueso sin ornamentación; una de ellas,
con orificio.
Piezas ornwentadas : Mango de instrumlento adornado
con seis líneas horizontales; entre' las dos superiores, orificio que no llega a taladrar la pieza y relleno de .IÍneas inclinad'as. Ofrece un entrante parabólico.
Fragmento de hueso decora'do a punzón por zonas
romboidales rellenas de líneas diagonales y cruzándose.
Fragmento con decoración inlcisa formando ángulos rellenos de líneas oblícuas, de izquierda a d,erecIiü.
Ofrece un entrante parabólico que llega de un extremo hasta cerca del otro.
Pieza pequeña de cuerno, decorada con una serie de
bandas horizontales, alternando las lisas con Ins
rellenas de ángulos que se continúan en linea.
Siete fragmentos de hueso largo, con una o 'dos incisiones circulares que parecen producidas para fornar
anillos. Uno de ellos muestra 'la epífisis, de fémur.
y otro el nacimiento de la misma.
Tres anillos y veinte fraghentos de ellos.
Fragmentos de hueso plano que corresponde a un sni11ó en construcción cuyo contorno interno esta ya
recortado.
Tres caninos con orificio en la raíz.
Pieza de cuerno.
Vértebra con un orificio.
Nueve eiem~laresde aCypraea l u r i d a ~ Linné; todos
ellos con orificio, y un fragmento de la misma esLTk a L~<7-'$ecie.
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86%
[page-n-94]
c
orificio,
Siete sin orificio.
Uno de orificio doble.
U n o truncado, habiendo perdido todas las espiras
excepto ;la altima.
üCardium edulen L.': Cuatro conchas completas sin orificio.
Tres con orificio en el rrnatisn (una de ollas con
fuerte grado de erosión).
Cinca fragmentos (uno con orificio en e1 anatis~).
~Pectunculus~ Cuatro conchas. con orificio en el
:
~Natisn.
Cuatro fragmentm; 'uno de ellos, con orificio en
el unatiSr>, otros dos con fuerte erosión.
aCyclostoma elegansr, Müller : Dos ejemplares; uno de
ellos con orificio.
Un ejempIar de rBulla~.
~Theodoxiafluviatilisn L. : Seis ejemplares, con orifiric.
aNassa íncrassata~Müller : Tres ejemplares can orificio.
c
orificio.
aOatrea edulis~Linné : Una concha.
Fragmento de ~Conusnal que falta la primera y la ú1tima espira, permitiendo los dos orificios naturales
da suspensión.
Fragmento de espira d e uTritón nodiferusn Lamarck.
Tres fragmentos anulares de concha, indeterminados.
(Tritón nodiferus, Lamarck?).
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[page-n-103]
~ntroducción ..........................................
1- I yacimiento y otras localidades de Ea regibn
.E I
II.4ansideraclbn espedal Be ia cersmim ............
lt-&lieves (121. 2.-Ungulaeiones (131, 3.-Inciaiones (1 $,-Puntillado (141. 6 . 4 a ~ d i a lC14J.
31.
0.-Bcoractonea
(18).
IgrjCoR.Sideradoae8 mític@ ...........................
A-Ei l d t i c o de lrr, Cueva, de la Sarsa
B.&
Barsa en el mundo neoiitico ...............
C.-Relaciones cer&nlcsk,
D,-Cer&mica w i i neaiítica,..
da
......
.........
........................
..................
............
El.-~Meoiítlcl h i s w o - m a u r i m B . ,
?.
IVrGoloMn ..........................................
Inventario de toa mratmiaies de La cueva ...............
aibiiograffa ..........................................
[page-n-104]
[page-n-105]
LAMINAS
[page-n-106]
LAMINA 1
Anillo de piedra y objetos de hueso. Aparte de las cucharas, son de notar las incisiones que decoren los tres primeros huesos
de la parte derecha; el primelo de ellos
lleva, muy poco visib,les, unos dientes con
relleno oblicuo ; el tercero un complicado
motivo geometrizante, también re11eno.
[page-n-107]
[page-n-108]
LAMINA 11
Muestra d&i trigo calcinado, q u e se encontró en el yacimiento.
E n la parte inferior, el esferoide d e caliza
perforado, en el que es de notar su forma
irregular, su tosca superficie y la perforgción cónica por esta parte, que es también
\.
bt.i"aK6~&nica, inversa por la otra cara.
pero
[page-n-109]
[page-n-110]
LAMINA 11
ragmentos de tosca decoración. Nótese en
número 1 la lconseguida manera en que
w;jj:.,.. ase
:l. y - .
,,.
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se. continúa por los relieves.
..
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,,t. X
[page-n-111]
[page-n-112]
Núm. 1, al mismo enlace notado eln la lámina anterior, del asa con los relieves ornamentales. Raro' motivo en relieve el del
número S. Los núms. 4 y 5 son dos vistas
del mismo fragmento, en el que junto al
b o r d e v a un friso d e atrevido relieve de
mamelones. El núm. 7 presenta una irregwlar superficie obtenida por pellzs esféricas de barro aplastadas contra la superficie.
\
[page-n-113]
[page-n-114]
LAMINA V
Muestras de puntillado, incisiones, acanalado y re!leno de pasta blanca (núm. 3). El
gran fregmento del núm. 4 tiene, a pesar
del motivo ornamental, la posición en. que
lo reprelsentamos; la decoración parece ser
hecha con un cincel m u y finamente deptado.
[page-n-115]
[page-n-116]
LAMINA VI
Diversas técnicas ornamentales : rdieves (1,
3, 7), cardial (2, S, ungulaciones (8), bor)
des ligeramente dentados (6, 8), etc.
[page-n-117]
[page-n-118]
Dos vasos incompletos. E l primeio, ricamente decorado, con amplias fajas horizontales y verticales, tiene la superficie bruñiS
da, la ornamentación hecha con puntillado
y
a ,ci8nce~l relleno d e pasta blanca. E l vasito
2 lleva ornamentación cardial sobre una superficie poco cuidada.
[page-n-119]
[page-n-120]
I
*
>
,
' As'as
/
,
v
LAMIVA VIII
.la .núk. 4, ae un vaso' liso al ,parecer, que
>
~ u ~ e r e i - ~ ~ o bestratigráficos en los que
iem~s
,
;
no, entramos, las restantes son típicas del
~ ~ e o I i t i i a la Cueva. Si el núm. 1 o, el
de
nfimsrs'5 son comparables a lo anda'luz de
la Cueva de la Victoria de Málaga o la de
Zuheros, en Córdoba, las demás son de riqueza ornamental y perfección incompa,
rables.
1
[page-n-121]
[page-n-122]
LAMINA IX
Seis asas más, de riqueza y variedad notables.
[page-n-123]
[page-n-124]
LAMINA X
Número 1, asa verti'cal, en ,la que la decoración cardial, de impresión profunda formando fajas horizontales, entre las que hay
aplicación d e natis, corre por encima del
asa. E l núm. 2 es un bello fragmento, con
pequeña asa, en el que suce~ivament~e
se
ven : incisiones en el borde y una faja de
relleno inciso, d e la que pende una guirnalda obtenida tal vez por la continua aplicación d e un huesecillo de pájaro, que forma Iínezs d e circulillos. El fragmento 3 es
una original asa con nervios en relieve, perteneciente a una vasija con decoración cardial. Los números 4 y 5, fragmentos de rica
decoración cardial, con asas.
[page-n-125]
[page-n-126]
LAMINA XI
Fragmentos decorados : raspado (l), cardial
con diversas técnicas (2, 3, 6 a l l ) , inciso y
puntillado (4, 5), relleno de pasta blan.2
14, 7, 9).
[page-n-127]
[page-n-128]
LAMINA XII
Decoraciones cardiales d e la cerámica de la
Sarsa, con acusada' tendencia a las fajas ho.
rizontales. El motivo 6 destaca tanto por
la pasta blanca incrustada.
[page-n-129]
[page-n-130]
LAMINA XIII
Distintos'frsgmentos en los que dos motivos cardiaies se cotmpletan con la impresión
del natis d e una concha.
[page-n-131]
[page-n-132]
LAMINA XIV
Fragmento del vaso gemelo, ejn el que figuramos las posibles líneas de continuación; se nota en el interior la comunicación entre ambas partes. La vasija d e la parte inferior, casi completa.
[page-n-133]
[page-n-134]
LAMINA XV
Pequeño vaso visto latmaflm~nte por el
y
fondo. Bajo; sección y desarrollo d e su decoración.
[page-n-135]
[page-n-136]
'
LAMINA XVI
Otro pequeño, vaso, con doble asa lateral,
como el anterior. Bajo, sección y desarrollo
de su decoración.
[page-n-137]
[page-n-138]
LAMINA XVII
Vaso pequeño, ovide, con iniciación de cue
110.-Tres vistas de un pequeño vaso con
reducida bocz y trtple asa lateral.
[page-n-139]
[page-n-140]
pequeño vaso, con dos asas laterales. Nótese el final d e los flecos con impresiones de
natis. -Vaso casi completo con decoración
en fajas, que reproduce en rectilíneo la decoración de semicírculos.
[page-n-141]
[page-n-142]
[page-n-143]
Publicaciones del S. 1 P.
,
SEEIE DE ANUAILIOS
Archivo de Prehistoria &vantina, 1.-Anuario
1929.
Archivo de Prehistoria Levantina, iI.-Anuario
1946.
del S. 1. P., 1928.-Valencia.
del 5. X. P., 1945.-Valenclrr.
SERIE DE MEMORIAS ANUALES DE LA DJ.EKXXON
E S. 1 P. y su Museo de Prehistoria en 1928.-Valencia,
l
.
1928.
La labor del S. 1. P. y su Museo en el pagaido año l929.-Val6nctzt, 1930,
La labor del S. 1 P. y su Museo en el gasado m30 1930.-Valencia, lB31,
.
LQ labor del 5.1 P. y su Museo en el *do
.
año 1031.-Valencba 1932. [Con
seis láminas.)
La labor del S. 1. P y su Museo en el pasado sAo lB3Z.-Valencia,
.
1833.
.
La labor del S. 1 P. y su Museo en el pasado do0 1933.-Valencia, 1854.
La kbor del S. 1 P. y su Museo en el pasado año 1934.-Valencia, 1935, {Coa
.
nueve láminas.)
La labor del S. 1 P. y su Museo en los años 1935 B 1939.-Valencia, 1942,
.
(Con 12 láminas.)
.
La labor (del S. 1 P. y su Museo en los shos 1940 a 1948.-ValencL, 1948..
(Con 43 láminas.)
S n I E J3E ' l 3 M E l J O S VARIOS
l.4üCl Casteiiet del Porqueh, per f. Ballester Tormo,
2.4Breus notes sobre el poblat iberic de St. Miquel de Lliria~,
per D. Pletcher Valis.
S.-.<
4.-«Un entemment prehistoric a l Barranc del Cinc (Alcoifn, per C. V ' í
MoItó.
5.-~Colecció de treballs~del P. J. Flurgús obre prehistaria valenciana.
6.-aEStudios sobre las cuevas paleoliticas valenchllrssa.-acFi~a-PJw de B*
11Uis»,por G, Vihes, F. Jordá y J. Royo Gbmea; y Mbva del PsrpaL16»,
por L. Pericot, S. Alcobé, V. Soa Baimt y M. Vidal López.
7.-((Apuntes sobre las estaciones prehist6ria-a d e la Sierra de Orihuelas,
por Wntiago Moreno. Con nata d e N, P. QÓmm Serrano.
%.-&obre un interemnte vaso escrito de B Mi$uel de Liriau, por Pío
m
Beltran Villagrasa.
9 . 4 E 1 enterramiento en cueva d e Romforts, por 1 Ballmter Tormo, con
.
el estudio de un craneo por el Dr. Smtiago Alcob&
LO.-~Comunicacione~ S. 1 P. N primer Congreso Arqueolbgico de Ledel
.
v a n t e ~ ,por F. JordB, L. Pericot, M. Vidal, E. PXá, J. Alcácer, 1. Ballester, .C. Visedo, V. PRscm1 y D. Flet&er.
11.-«La covacha de Llatas i(Andilk3B, F. Jordá y J. AlcAcer.
P U B L I ~ D O POB EL WIJBEJO ~'UpmIaC ~WE~STIGAC~ONES
DE
CIENTIFIGAiS
TPaSTlTUTQ DIEGO 'VELAZQUEZ
«La cava del Parpalió iGsridia)>.-breavaciones del B. 1. P. de l Excms, Ma
putacibn Provincial d e Valen&.-Por Luis Perícat f3arcfa.-Madrid,
1942.
-Obra que obtuvo el uPremi0 Martoreiir. (Con 351 paginas, 650 A g r i m
y XXXII
m-)
[page-n-144]
[page-n-145]
DIPUTACION
SERVICIO D E INVESTIGACION PREHISTORICA
SECCION DEL C. S. 1. C. - INSTITUTO DIEGO D E VELAZQUEZ
S E R I E D E TRABAJOS VARIOS
LA CUEVA DE LA SARSA
(BOCAIRENTE - VALENCIA)
PO&
JULIAN SAN V A L E R 0 APARISI
VALENCIA
EDITORIAL DOMENECH, S. A.
F.
1950
[page-n-2]
intercambio c(
ficos y señores l n v e ~ t i ~
esta especialidad. Por ~ L L U cuk
ser correspondido con el envío ,
,
las publicaciones del receptor. Caco
contrario entenderá este S. 1 P.
.
que no se desea sostener intercambio y suspenderá ulteriores envíos
Toda la correspondencia dfrllase a:
.ZBOmiap
DIRECTOR DEL S. I P DE
.
YLtcLez
Va11a
L EXCMA. D PUTACION
A
VALENCIA
PPOVINCIAL
[page-n-3]
DIPUTACION PROVINCfAL DE VALENCIA.-INSTITUCION
ALFONSO EL M A G N A N I M O
S E R V I C I O DE INVESTIGAGION PREHISTORICA
SECGION DEL C S. 1. C - INSTITUTO DIEGQ DE VELAZQUEZ
.
.
RIE DE TRABAfOS VARIOS
flúrn. 1
2
LA CUEVA DE LA SARSA
OCAIRENTE - VALENCIA)
POR
LIAN S A N VALER0 APARISI
VALENCIA
EDITOU~ALF D O M E W ~ C ~ n.
.
a. ,
1950
[page-n-4]
ISSN 1989-540
[page-n-5]
LA CUEVA DE LA CARCA
BOCAIRENTE - VALENCIA
E n la excepcional arqueología primitiva de las comarcas
valencianas, que hace añoa estudia con éxito inigualado el
Servicio da Investigación Prehist6rica de Valencia, Ia Cueva
de la Sarsa es digna del mayor interés y merece notarsa en la
invwtigacicín emropm con tanto relieve, en su momento,
coma E1 Parpalfó, Cueva Ramigia o San Miguel de Liria
en Ios suyw. Objeta de múIti@iea referencias en la bibliagrafía, tras de 1st sucinta nota que su afortunada excavadaPonsell publie6 en 1928 fl),sus materiales nuevos han sido
dados a conocer paulatinamente por 1. Ballester en taa memorias que can el título gen6rico aLa lacl.bor de S.I.P...u (2)
venfa editando corno Director del Servicio. En los 6Etimos
años por nuestra parte hemos dedicado atención a los materiales de la Cueva da la Sarsa, en espeeial a un esferoide
sperforado de piedra y a Ia cer4rniea cardial, sobre cuya
extensirjn por Lwante se mugd 1. Ballester (3) y que nosotros hemos ampliado con aspwtos de su difusión a tierras
mediterráneas y atI6nticas de Africa y Europa (4).
Cump'Io en estas paginas e? encargo de n u a t r a Direictor, dando a conocer en este avance los materiales de La
Sarsa que hasta ahora lo fueron de manera inco-mpleta.
Aún por terminar la excavación del yacimiento, podrá en
el futuro completarse el cuadro de conjunto, pero con los,
(1) f ONSZXL, P.. lQ28; 87-89.
1%) v m
M
c- 3&
o 1
m
ag 1935-39.
(31 Bi%UBHERT B W ~ I, lQ%& 2% y Y.
,.
(4)
zwmYwl $.j$
b8 lWO?&&
1948; 384.0.
u*
%os aíios 1931, 1 %
9
-
[page-n-6]
[page-n-7]
E L YACIMIENTO Y OTRAS LOCALIDADES DE
LA R E G I O N
Al sur d e Ia provincia d e Valencia, a unos cinco kilómetros de Bocairente, en las estribaciones NO. de la Sierra
de Mariola, en la parti.da d e San Gregorio, está situada la
Cueva de la Sarsa. E s una espaciosa caverna con estalactitas abundantes, que tiene diversas galerías, de dificil
tránsito algunas.
Fué excavada por el Servicio d e Investigación Prehistórica de la Diputación Provincial d e Valencia, en breves
campañas que dirigió F. PonseIl, durante los años 1923,
1931, 1932, 1935, y 1939. De lo conocido puede afirmarse
que la cueva fué utilizada como lugar de habitación y como
sitio de enterramiento.
E l conjunto de materiales encontrados en la excavación
comprende :
Restos htcmanos : una bóveda craneana, dolicocéfala.
C m h m : d e caracol, cárdium, pecten, columbe~lasy cipreas; allgunas perforadas para uso como cuentas de co1Iar.
Huesol:' punzones, espátulas y cucharas; un fragmento
plano con decoradón incisa toscamente geométrica, y
otra menor también ,con líneas incisas; algunas sortijas
y como miniísculos estuches tubuiIares.
Cand$les de ciervo y mlm+tlasde jaba%.
Piedra: microlitós y cuchillos da sílex; afiladores de piedras duras ; esferoide de caliza perforado ; percutores
d e basalto; brazalete de pizarra y algún colgante de collar y sortijas.
Cerámica : abundante, sencilla de formas, rica y variada en
asas y con decoración d e relieves. ungular, cardia-1, inci-
[page-n-8]
[page-n-9]
7
donde hay indicim d e un Neolitico emparentado con ella
en Zeneta (Beniel) (6) y Jumilla (7), más cerca de Bcrcairmte, hay restos que se relacionan con los de La Sarsa en
ta isla de Campello (8), en la cuma de Les Gendres de
Bmitachell (9, la cueva Bolumini (101, en el Bancal de
en
la Corona de PenCiguila (11) y en la cueva del Mentgá d e
Jávea (12), t o d m ellos en la provincia de Alicante. Ya en
de
la de Valencia, bien en luga~es habitacibn, bien de enterra..
miento, son muchos tambi4a los yacimientos neol!ticos,
casi aiempre cuevas, de caracteríspicas similares a las de La
Sarsa, aunsue no son tan ricm o no han sido suficiente o
científicamente excavadas. Citemos entre ellos.la cueva del
Barranco del Castellet, en Carricola (131, los fondos de cabaña de La Caseta del General y Alfogiis, en Bélgidz (14) ;
Caseta Molina d e Bacairwte misma (151, la cueva de L'Qr
d e Beniarrés (16); cueva de San Nicolb d e la Ollería (17) ;
cueva del Parpalló (18); cueva de Les Maravelles de Gandía como la anterior (19); cueva de La Cocina, de Dos
Aguas (SU); etc.
(8)
VALWW AiPPtBIBX, J, 194% E
.
&
iW& d
1
recojo cuantu$ datas me hm sido Wsequiblm o necesari~sa r e ésta y
1 dsmb cuepag que se Indica;n; áag aquf, en cada una, k bibliaw
i f i auinm fs
(7) VILANOVA Y PISBU, 1891.
(8) m
KL-. 1654.
(8) @ ! v
¡ N
%
m J3muEt"q T M .
(10) m
3iTlwaTA, 1928.
N,m i
(11) HaPl idado zwki&i3 en J. plmlsat p€&wca 1
P
.
-0
WZII~ J. Bk%;
y
zIBI~~WW
irti2Iunidrwlb wz eflde
PreMtoria de Vdencla Ei1 ywkaienta firiS ya citado gor NiiWiS
CHE, 1918 y Vise&. Lo \Lftimo BfUUEZSR 'Z'OmO, 1 4 .
89
(1%) & N ViAILEIRO - A I I 1948.
%
R IS,
(13) mm W, 1 2 3 b
B J 94, .
(141 JQBNEE, M-1932.
(16).
mm, l m , a
(16)
'EUEWO, 1 8 5
13.
(17) ALE&ARQBE, 1918 k cita; estudiarnos gus I~&&&?sen n U S -
-
m
.
tEsz aludida b ,
i
s
t
(18) P R m , L. 1 4 1
B K T
92.
(1s) l?ERXOT, L 1842 b, nota 1 .
.
3
(201 PBZWXT, L 1M8;
en 1948 l txac&da, ea a l e
a
zen
r
~
G
A
N
V
~
~
~
~
~
~
.
[page-n-10]
[page-n-11]
Este núcleo de estaciones arqu~lógicasconstituye la
parte norte! de la comarca neolitica que denomine Penibética Sur-Oriental (21) en la que, segfin mis estudios, se
dan algunos rasgos ti;picm a que más adelante habrá ocasión
de referirse. Pero hay ademrEs -y esto interesa afirmarlo
desde ahora- muchos más aspectos de tipo básico y fundamental en la cultura neolftica que en'lazan esta zona
antedicha con la Penibética Meridional por el Sur y el
[page-n-12]
Oeste (en íiltimo término, hasta Portugal), mientras que
por el Norte 1Iss fenómenos de este Neolítica penibético
sur-oriental se continúan por el LitoraI Levantino y al
NO. por la Meseta.
La observación d e la Península en d mornentcl inicial
de la cultura aeolítica (véase nuestro mapa de la fig. 2) nosmuestra la situación de la zona a que la Cueva de la Sarsa
pertenece. A primera vista ~ u e d e
parecer excéntrica, p s r
oriental, su loqalización; pero canviene advmtir que, a los
efectos de la arneolitizacíóna de la peninsula, ocupa una
situación priviIegiada y de vanguardia, ya que el origen
oriental dromediterránecl del Nmlítico es indíscutible y
cada vez más documentado (22).
[page-n-13]
CONSIDERACION ESPECIAL DE LA CERAMIGA
.
De los restos producidos por la excavación de la cueva
'de la Sarsa dedicamos especial atención a la cerijmica, con
el fin de que como más significativa pueda servir de orientación a $os investigadores del Neolítico afro-europeo. Incluyo n o obstante, al final, el minucioso inventario de 10%
restantes materiales de la cueva que ha hecho nuestro discipulo Elíseo Vida1 Beltrán.
E n La Sama fueron hallados- algunos vasos, más o menos
enteros, asi como unos cientos de fragmentos prci.fusamente
decorados, de las cuales han podido reconstruirse varias,
no muchas, vasijas. Cada uno de 108 fragmentos decorados
fué dibujado a su tamaño, con el adorno que mtenta, con
,elperK1 de su seoción, eon el color del barro y la naturaleza
de la pasta, y en suma con cuantos .detalles nos sugirió su
constante mánejo. El resumen de estas observaciones lo
sintetizamos aquí ahora con unas cuantas tabIas de motivos,.
en las que se agrupan sesenta y cinco temas diferentes, de
mayor o menor complicación, con técnicas distintas, lo
cual m un número muy elevado si se tiene en cuenta los
que por atípicos eliminamos, la pwa variedad de *otros
conjuntos y e1 que 10% fragmentos analizados n o pasan de
los quinientos. Sin embargo no cabe deducir de el10 que
la ornamentación resulte recargada, pues, hay en los más,
-verdadera contención artística, no dejando ilibre la labor
decorativa sino ciñéndase a patrones cuyo contenido aparece c~nclusoy sin excesos. No faltan ciertamente las
decoraciones espontáneas, sobre tndo las más sencillas y
es general, si n o Ia exquisitez y el acabada de una obra
de arte, sí el cuidado y la maestría de una artesanía avezada al oficio.
[page-n-14]
La superficie, en una y otra faz, de estas producciones
cerámicas es lisa bruñida, predominando la coloración sien2
en varios tonos, sin que falten trozos grises y negruncos.
La pasta es d e buena arcilla q u e tiene piedrecillas molidas
con el fin d e evitar que la cocción resquebrajase la vasija.
Hay en ocasiones una veta negra en la médula de los tiestos
y el espesor d e éstos, aunque variando según el 'tamaño
d e la vasija es siempre proporcionado, más bien fino, rebasando pocas veces el centímetro. La finura de Ia superficie,
dada la modelación a mano y la naturaleza del barro
indica que fué alisada cuidadogamente y en algún caso
recubierto el vaso por una muy liquida capa d e barro arcilloso, que cubriendo las porosidades de la pasta le daba
mayor finura al exterior.
La decoración es?, casi como norma, al exterior, en
Ia mitad superior del vaso, si bien en algún caso también
hay ornamentos por la faz interior. La mayor masa ornamental está siempre en la parte superior, de manera que
aunque se extiendan los adornos al resto del vaso, éstos
aparecen como flecos o colgantes de l o principal.
Técnicamente la decoración está conseguida :
1) mediante relieves ;
2) con ungulaciones ;
3) c o i incisiones;
4) con puntillado;
5) con impresión del borde de conchas, y
6) por combinación d e dos o más tknicas de Jas anteriores.
E.-Los RELIEVES son escasos y de poca variedad, como
podrá observarse en las láminas 111 y IV. Se trata por lo general de tiras d e b,arro, con tendencia a la sección triangular,
pegado5 al cuerpo del vaso, casi siempre en sentido horizontal. Son de notar sin embargo el gran fragmento de
rugosa superficie obtenida por la aplicación a toda ella de,
pequeñas pellas d e barro, así como tambien (en la misma
lámina IV, frags. 4 y 5) el trozo d e borde que .se decora
[page-n-15]
13
con una extraila banda de mamelones en ahorrelieve. De1
mejor gusto artesano es el enlace que repetidamente se
hace1 de 1- ~elievescon 1 % asas. Aunqiiue, mta técnica es
~
sencilla en si, se enriquece, can ~plicaciónde las i w r s
siones cardkles sobre todo, corno puede observarse en n u e
tra fig. 18, n.&bmcVBff al XE p lamina VIII, núm. 7.
2.-Las UNGUmCEOlNE6-n@ damos cuenta, por ffakta
d e persondi
--en.un caso con otra superior de puntos grussos- y a las
varias hileras; en el primer caso las ungulacion(~rs
sigken
un sentido verrica.1, mientrae que en el segundo lo tienen
horizontal con respecta al eje del vaso.
%--En la8 1NCISIO.NES hay que señalar el diverso raultada según se obtuviestrn con un punzón agudo-los de hueso
ewoatrados explican bien la posibilidad de tal empIsoo 110s prodiacidos por un g u n z 6 ~romo a espátula que pro.
dujeron una acanaladura que puede notarse en la 1ám. V,
nfimers 3. Hay tanbiélr ejemp1rrs cPeI empleo de punzones
de hueso o caña, simplemente imprmw sobre el barro can
trazo quelb, formando como dientes. Las imisicrnm finas
forman EDS motivos de Pfneas brezl-s en &sg~rarrtzl @aspro;
longadas en d mkmo sentido; 1 d i a t e s de lobo simples ;
IQ.S
las zolrizs ~ertícales f qgiuloa ; Tos?zZgzggs par~1ieI. en sande
ti'da vertical; tínem htwizomfales c m verticales. cmt;rs, cola
gantes en grupas d e tres; RoMzmtales &m@lt-s; h j a de h .
riaoptales con verticales sobre la $línea inferior, etc. Con
m6s compl'icacián hay otra rica seria en la que es más firme
la' tendencia a 1 zonas, en algunos dc cuyas ejtrmpIoe pudiéramos ver vasos de estilo campaniforme si su perfil lo
permitiese. Minuciosamente recogidas las particularidades
de cada tema en nuestros dibujos y laminas, omitimos la
descripcián detallada dtr cada uno de estos motivos.
Ldlr a$ccanaladuras fueron hechaa3 con instrumentos d e
[page-n-16]
bastanti finura y con cuidado bastwte para que n o quedaran rebabas m el barro,
4.-También en la técnica del PUNTILLADO existe de
manera visible un doble-@ triple-procedimiento. De una
parte hay sobre, los barros líneas de puntos o zonas d e puntos,
grandes p hondos para el espesor d e las paredes, pues
pueden tener dos o tres milimetres mientras que otros,
los más abundantes por cierta, son un trazo fino, de escasa
hondura y d e forma alargada. Lo5 primeros parecen ser d e
bidos a un punzhn grueso aplicado con plena verticalidad
a E pared de la vasija (lámína V, número 1). Las otros
a
sqn verdaderas líneas de trazo interrumpido que, en algún
caso, parece estar hwha a pulso, con punzón fino y en
otros con peinecilla o cincel de dientes -muy fino habría
d e ser- ya que no creemos posible el uso de la ruedecilla
n
dentada (cinceles o peines se conocen s -algzin yacimiento;
la ruedecilla dentada es, por Io que parece, en esta, edad,
invención de ilos arqueólogos), V é a m las láminas V, núm e r a 4 ; VII, número 1; XI, número 5, &c.
5.-La técnica más rica de la ceriimica de la Sama es la
CARDIAL. (23)
Tdcnicamente Ias conchas fueron empIeadas sobre. la
ceramica con fines ornamentales de las modos siguientes :
I.-RBJ~~TCEO
ardid, que consiste en la impresión, ligeramente acanalada que forma el arrastre sobre e1 barro
blando de la parte exterior ondulada d e 'la concha, genetaimente de la especie aCardium edule LB, aplica a toSe
da la superficie unas veces y sólo a zonas en otras; es gracioso el efeeto logrado en un caso, en que se aplica entre
impresiones de1 borde de la concha, pareciendo un fleco
superpuesto, como pued? observarse en nuestra fig. 18, IX.
Cuando se aplica a toda la superficie dá la sensacion de aue
e1 barro se ha modelado por aplicación a un recipiente
[page-n-17]
hecho d e fibras entretejidas, y como este procedimíento
no l o hemos observado en estas cerámicas que analizamos,
mientras que es frecuente en otros conjuntos cerámicas 10
craemos un recurso imitativo de tal técnica. A este raspado cardial corresponde el que Koehler den~rninaentre sus
hallazgos de la gruta de Achakar stveloutérr; proponemos
aquella denominación -rasPadoe n Iugar de la de cralis a d o ~ ,también usada a vecesJ porque su empleo supone
un motivo ornam~entaly no simplemente d alisado de la
superficie.
11,-1mpresidla
p o j u n d a del burde de la concha. Como
ya se indica, a t a forma supone la aplicación acusada
del perfil dentado, Con ello se obtiene una huella ondulada, cuyo aspecto de trkmola, con marcado contraste de
sombras, presta atractivo al tema que se dibuja. La profundidad de la impresión indica una presión mayor, señala vivamente 10s dientes del varillaje, de 'la concha y varía de amplitud, sieimpra con carácter reducido naturalmente, según el tamaño d e Ia concha empleada.
111.-linpresibn jiba. Variante d e la anterior, muestra
una prslsiria más suave, un trazo menos profundo y va, por
lo común, enrvasoa de más finas paredes y m%scuidada superficie.
IV,-Combinwi'óm: de $as dos a7tteriores. Hay ejemp'lo
(frag. V, tabla 18) en que se observa la' intenciÓn.de obtener un efecto decorativo con la combinaci8n de las impresionm profundas y las finas; las primeras, indicando las
bandas, destacan el tema sobre la superficie; las segundas
enriquecen el interior de la banda con su trazo delicado.
V.-1mpre~io.e~ cardi~lessobre ewdón en relieve. El '
efecto obtenido con la técnica anterior se destaca más aún
en ciertaa casos en que las impresiones externas delimitan
una tira de barro pegada-al cuerpo de Ia vasija. Tal vez con
ello se tratase en su inicio, de lograr la perfecta fusión de
fa tira superpuesta a la pared del vaso, pero acaba' enrique-
,
[page-n-18]
ciéndose con las impresiones sobre e1 relieve mismo y se
complicá con fajas de impresiones a ambos Iadm del relieve, que'da suave gradación el tránsito del relieve e la superficie Iisa. (Compárense al efecto, 'los motivos X y XI de
la tabla 18).
VI.-Imfirmz'ones del rratis de b c w h o . Además de la
aplicación de los bordes de la concha, es reiterado, y con
variado uso, el empleo del natis o ápice de 'la concha para
obtener un nuevo efecto ornamental. E n éste se r a m n
todas las nervaturas de la paehifia y, aunque redondeado,
cabe marcar su impronta sobre el barro, obteniendo con
ello un hoyuelo ovalado en el que e ve la fina imprmión
e
del varilla@ de 4a concha. También por l o común se encuentran e ~ t a aimpresiones en vasss finas y su empleo aparece entre zenas o como te(rminaei6n & flecos, n u c a con
Independencia, Parece, pus, un recurso totalmente complementario. S610 se encucutra csn bpmsiona eeardiala -en
combinaici6n con i n e X i , en al*
eso- y, d l o garece indiiar que se, trata de b misma cmcha con que se hacía
(v. h.19).
la impresión corrie-
V I I . 4 s M e &@re h m w . 108,tmi&a urna inqpresih
con dientes hacia la derecha, por ejemplo, se invertía la
concha o el vaso y cobre es &m sanea & la parte inferior, &o, se mareaba
i r n p r e d a cuyos d i e n t e iban hacia la izquierda. Can ello se oMime imn mrce dentada por
a m k caras (fig. 18, XIE y X1PE).
VII1.-Ondabdo. Se obtenía con una concha de dientes
anchos aplicados suavemente, sin ahondar la impresión,
dando una especie de aguas .que encontramos en el fragmento IX de fa tabla 18, entre dos líneas horizontales de
impresión profunda.
Todas estas técnicas suponen una inteligente explotación
d e un simple recurso natural en las que, aparte de lo que
d e artístico podamos inquirir luego al estudiar Im motivos
[page-n-19]
s dibujos en que fueron empIeadas, hay que anotar como
v h r positivo en el haber de1 primitivo ceramista un cuidado, una meticubasidad, una fina artesanía en la cual muchas veces quizá no haya que buscar un deliberado propósito, sino el reflejo espont5neo de un buen gusto natural.
Estas reflexiones' y otras más, que podríamos añadir considerando diversos i.rjemplos, pueden comprobarse de la
observación de algunos de los temas ornamentales que se
recogen en nuestras ilustraciones, analizando estrictamente
e manejo de la técniea, sin referirnos a lo que de artistico
1
pueden tener. He aquí alguna da estas apreciaciones : en
lg primera tabla de motivos cardialm (figura 18) hay zonas
marcadas por impresiones de1 borde, profundas o finas, pero no basta la fácil aplicación de la concha en d mismo
sentido (núm. 11 o núm VII) sino que, en fa mayor parte
d e ellas (núms. V, VI, IX, X y XI] hay buen cuidado de marcar hacia arriba los dientes de fa impresión en la línea
superior y hacia abajo los de la inferior; que no es casualidad lo indica su mayor dificultad y la reiteración con que
se hace. Esto es lo normal, mientras que lo fáci'l técnicamente pera menos estetice, es 10 más -caso. E n la tabla 19
se repite esta htxho pgro con un curioso ejemplar (número
XIX), .en el que se ve, con SUS errores, el esfuerzo con que
s e buscaba fa perfecciíln; vdase cómo en el fragmmto cuyo
motivo recogemos, hay, salienda de las finas tiras vertica'les
obtenidas con impresidn d e dientes inversos -a derecha e
izquierda-, cuatro tirantes oblícuos, dos de ellos, las de
nuestra &-tras timen el mismo trazo que las zonas verticales mientras que los de la izquierda tienen en un caso la
misma dirección los diantea, en el otro de doble impresión
inversa, paro sin dejar Ia faja lisa intermedia. Tal como
está trazado el tema no cabe duda que *el ceramista de La
Sarsa lamentó su inadvertencia que, por salirse de la tónica
del dibujo, afea la obra.
Coa estas técnicas, con el amoroso cuidado en el empleo de las conchas -un.as veces la concha entara,'otras sólo
'1
2
.
8
b,
[page-n-20]
un fragmento con unos cuanlos uientes, como se ve en el
relleno de las zonas y en los flecos cortos-, Con su a@licación en sentid; horizontal o verticd, oblicuo o curvilíneo,
en línea seguida o con trazos interrumpidos, compuso e1
ceramista sarsense, una múltiple variedad de motivos. Su
descripción sería enojosa e ininteligible y por ello remitimos a las tablas adjuntas en las que, como hemos hecho
para las técnicas anteriormente analizadas, resumimos la
consideración individualizada de cada uno de los fragmentos estudiados. Enumeraremos tan sólo los temas simple^^
cuyo empleo tínito o la combinación en número de dos,
tres o m6s de eIlos, constituyen un variado 9 rico conjunto,
cuya gracia sólo en parte superan los motivos del estilo
campaniforme, de mayor perfe;ción pero más estereotipados, menos libres en la expresión de la inspiración, más sujetos a apatrón y más geometrizados; con menos atractivos,
en suma.
a) Líneas horizontales sencillas.
b) Líneas horizontales dobles.
c) Líneas verticales en grupo reducido o en serie.
d) Líneas oblícuas, en grupo reducido o en serie.
e) Raspado de superficie, en una o varias direcciones,
general o de zona.
f) Zonas (horizontales o verticales) rellenas d e líneas,
vertica'les a la dirección.
g) Zonas (horizontales o verticales) rellenas de líneas
oblicuas.
h) Zonas .(horizontales o verticales) rellenas con líneas
en es,piga.
i) Zig-zags.
j) Impresión de natis, como terminación de zona vertical.
k) Impresión de natís rellenando zonas.
1) GuirnaIda curvilínea.
11) Guirnalda rectilinea.
[page-n-21]
El motivo menos empleado es el raspado ya que s61o se
,
encuentra en seis fragmentos ; los demás son más abundantes
y el efects decorativo de sus dibujos apar~we
t0daví.a destacado en muchm ejemplares con incrustaciones de pasta
blanca o roja.
6.-DECORACIONES MIXTAS. Hasta ahora hemos visto las técnicas ornamentales de la cerámica de La Sarsa que
pudi6ramos llamar puras, ya que se basan en al USO de un
medio único o Z;reponderante para la decoración de los
vasos una vez modelados (tiras d e barro, dedos y uñas- punzones puntiagudos o romos, cinceles dentados a conchas).
Parecía lógico que e dominio del oficio y Ia pdasticidad
l
d e la materia empujasen al empleo en la misma vasija de
varias de dichas modalidadas tkcnico-ornamentales. Sin embargo, razones de especializacionm de taller, (le contenido
simb0;lico o del momento (24), hace que las decoraciones
mixtas de la ceriimica d e La Sarsa sean escasas. De las especiea simples anotadas, sin apurar variaciones, son posibles
diez combinaciones : d e ellas tenemcrs muestras d e cardial
sobre relieve; ungulaciones con puntillado; inciso y ipuntillado; inciso y cardial y puntillado y cardial.
Gráficamente rásUlta lo siguiente, de toda la cerámica estudiada, marcando con círculo negro lo existente.
(24) Aunque culGw&lmente las pueblos primitivas tienen patrones rígidos que en modo alguna permiten ce ar&e por el artes, no
cZ
cabe subestimar la invencibn peraanal o h expresión de una personal
psique, en alguna obra de arte o artesanía dada,
[page-n-22]
20
Cerámica con decoraclan mixta de la Cueva de fa Sana
D
E C D R A C lO l
Ralievaa
.---
Unqulicionsa
+
Ungulacionss.
Inoiao..
. .
.
lacls~
Puniilladn
+
+
Gndlat
,!
..
Puntillado.
. . .,
.
...
Cardial.
resta incrustado.
.
De este c-ciadroresulta que los relieves se combinaron con
la decoración cardial, pero no con las otras; que las ungulaciones sólo aparecen combinadas con puntil.lados; que las
incisiones forman decoración mixta con los puntillados y
con las impresiones cardiales, así como con Ia pasta blanca
o roja como incrustación que dataca el. motivo; loa puntiIIados se combinan con las incisiones y can las urzgnlaciones
como queda dicho, con la ornamentación cardial p con la
incrustación d e pasta; ia cardial tiene a veces incrustaciones
de pasta blanca y como se a p r e s a se ha combinado en algún
caso con los puntillados, con las incisiones y con los relieves.
Por último, la pasta incrustada, se combina con las incisiones, los puntillados y lo lcardial.
Las cruces d e !la parte superior señalan las posibilidades
combinatorias que no fueron utilizadas en la ornamentación de la cerámica de la Cueva d e la Sarsa.
[page-n-23]
CONSIDERACIONES CRITICAS
Los materialm de la Cueva d e La Sarsa que hemos visto,
constituyen un conjunto típica, como se ddesprtrnde de la
simple consideración comparada de ellos con los pertenecientos a íos damáa yacimientos cuya lista hemos insertado
anteri0rrnent.s (E). tipismo del conjunto es para nosotros
El
NesIítica, pura Y simplemente Nwlíticrr en su caIificaci6n
cultural, ei bisn al decir taf cosa nos obligamos a explanar
ciertos supuestoa en esta consideiración crítica.
No hace mucho (26) y a pr~pósitode1 Nmlftico peninsular decíamos : crCultural6gicament-e el Neolftica espafiol
(B)
bws .tmb s e
i ta
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qUe t a t t ' i
M
gran ~~a
de mi&da a l m@% pt?nlWtb s~~:.úrieslb& a
mientos, ea m mayas pash me~&=%,
s,omprendi~%S
entre e l % ~ & ~
l
de &;ibmltar y los J?irineoa, p r e f e e o t e en zonas or
ect3
mar o por lo merioe no G n e a comb aQss mu&M t-n Afriea
e W, &
y en e e l t de Etmpa, Ver el c u ~ d m la, p8gina 8.
i
~
de
(%) Nll&m
ú
dR 1946.
C
[page-n-24]
ha conocido diversas sistematizaciones. Fundamentalmente
las más elaboradas fueron las de Siret, Bosch Gimpera y
Martínez Santa Olalla. Sin entrar en la critica de cada una
d e ellas, cabe señalar que e1 planteamiento del sistema de
Siret peca de partir de la observación de un reducido ámbito
geogrs%fico,aunque el Sudeste tanga excepcional interés. El
sistema del profesar Bosch Gimpera sigue siendo útil para
la íncIusión aarqueológicas de muchos, 'pero no de todos
los materiales; el planteamiento de sus áreas culturales con
relaciones mutuas, creemos que debe ser considerado de
nuevo crhistóricamentex con opuesto principio : hay una
baste com&n, q a,&uiere cmacfimEstictss peczcliar~poa sus
w
&lamie~tos sucesivas y b?jereni!m medios geog~áficos. n
E
su Esquem~.
firfcrtndógico obvia el casuismo de las áreas
culturaIes rígidas e1 profmor Martínez Santa Olalla, aunque
es de esperar el deisarrallo de su teoría.,, N o puedo aqui
hacer el pleno análisis d d asunto, como se hace en mi tesis
dwtoral (27) pero sí creo conveniente ampliar 10 dicho, en
breves líneas. Dejando aparte cuantos prob'lemas culturales
implica mi consideración de1 Neolítica como un período
histórico (y no sólo como un casillero arquealógica), la importancia d e tos materiales d e La Sarsa exigen una funda-,
mentación más firme para su recto estudio y comprobación.
Ciñéndonos al sistema de Bmch Gimpera podríamos
caracterizar d conjunto de la Cueva de La Sarsa como perteneciente a1 Enedlítieo inicial, de la cultura de las cuevas.
La cdtura centrd o de las c u m s , s&n Bosch e desarros
llada por una población de pastores montañeses, con utillaje
pobre de hojas de cuchillo g hachas del basalto, en fa que lo
tosca, gruesa, con superficie decorada
típico es la cerámica%
primero con los dedos o uñas, luego con cordones en relieve,
y más tarde ya en el Eneolítico, mejorada con incisiones
(28). En el Eneolítico inicial hay nGcleos montañosos (Foric
(2'7) SAN VAWRO, en p m m ; espewmos acre vea la luz este
niío 1951.
(28) E
a 1932 y 1945.
[page-n-25]
d'Os, Balaguer) donde ya aparet3 con cobre esta cerámica
lncisa y a este período debe corresponder quizá lo cardial.
E n esta cultura cabe distinguir, un grupa norte, con predominio de relieves y otro meridional, con predominio de
las incisiones, sin hablar d e otras variaciones menores.
A esta cultura centra'l corresponda la evolución en el pleno
Eneolítico, que lleva a la cultura del vaso campaniforme,
cuyo origen sieñalaba Bosch en el valle del Guadalquivir,
Fig. 4.--CB&ilib de s4lex, de swbi613&bailngtIila,r y itirapemidd
aunque recientemente (29), modificando en parte sus conclusiones, afirma el origen *de dichos tipos cerimicos, hacia
2.300 años a, J. C., con un estilo I en valencia, da donde se
'
expandiría hacia A'lmeria y hacia Cataluña.
Frenta a este sistema cuyos detall= y peculiaridades pue-
[page-n-26]
den seguirse perfectamente en la ~niaginí~ca
racopPIxei6n del
prdesor Pericot I ) ha d a d ~e pf04mw h4artíne.z .%mN,
3
ta OlalIa su efieayo sobre3a historia primitiva de la pe4iElilsuIa
en el que dedica unas paginas al Nedítico que nos interew
resumir aquí (31), en I que nos afecta directam~ate tras
o
:
Pk. 5 . A j a . s m atekqnw later& (1 y 5) ; rper?foa:adwm(2, 3
6 ); c
iy
( , 8 p Tí) : b$ microlíniltas (4 y 9) ;y. tirape7
l b
Gw (1Q y 12)
i
r ~ e l e s
el NeoIitico antiguo (8.000 a 3.500 años a. J. C.) hay en Ia península un Neolítico reciente (3.5Ma2,W a. J. C.) m n unos
siglos iniciala em. 1 que perduran rasgos antigum, sobre
m
Ioe que llegan iaflujos del Oriente Mediterránee y de Egipto,
a trav6s del Norte de Afríca y por via maritima. En torno al
3.000 se defime una cultura, la Hispano-mauritana de su ter-
[page-n-27]
,
minología, caracterizada por hachas pulimentadas de sección
t5líndrika u oval; talla del pedernal con tipos relativamente
grandes, pero eon microlítos del complejo tardéno-capsiense,
industria da1 hueso rudimentaria y cerimica abundantísima.
En &ta hay vasos risas y otros profusamente ornarnentadoa
con relieves, incisiones, mtampilfados de conchas y pintura
en rojo, como en Italia, Norte Afrka, etc. erEsta cultura
aparte su expansi611 europea (Occidental y Mditerránea)
ocupa toda la Península y time componmtes muy marcados,
e indiscutiblemente africanos, del Oraniense o NeoIitico de
tradición capsisnss que forman uira base paatoril que no
exoluye cierta rudimentaria agricultura~.Despuhs f2.Waños
antes de J. C.) aparecsrft, y se difunde por la Península, la
cultura Ibero-saharianiz que, en 10 materiaI, ofrece para31elos
con el Neotitico sahariano de raíz egipcia, en especial del
grupo badapiense y culturas asociables, con manifestaciones
de kpwa plenamente dindstica. A ellas se unen, en esta
misma cultura Ibero-sahariana elementos mediterrsineos,
llegados por vía marítima, especlaImente el camplejo arquitectónico megalítko. La fugion de estas dos facies neofC
tkas señala e1 inicio de la Edad de Bronce (Mediterráneo 1)
quer corresponde al Eneo'litico de los demás autores.
E n mis investigaciones sobre el Neolítico he seguido, por
cuanto coincidía con mi personal criterio, la hip6tesis de
trabaja de Martinm Santa-OlaIla. Mis resultados confirman
sia caractt~ización d NeoIitico Hispano-mauritano, al que
d
pertenece, sin duda alguna, la Cueva de la Sama y las similares. Ahora bien, por mi parte prefiero llamar al primero de
sus períodos Mesolítico a secas y no Neolítico antiguo, porque
aunque algún rasgo pueda acercar la &poca a la nueva edad,
w
todavía dominan en 61 T rasgw típico8 que 80 caracterizan
(32), y faltan en cambio las característicap eocia'las del Neofítíco : explotaeíón por e1 hombre de la naturaleza -mineral,
[page-n-28]
.,
L'
.
1.9
U
,
[page-n-29]
vegetal y animal- can la agricultura y ! domesticaciQn de
a
animales. Desaparecida esta denominación anfibologica,
pues parece suponer un progresismo de la cuItura neolítitca peninsular, al período síguiente a que pertenece la Cuewa
d e la Sarsa, sabe llamarle Neolitico sin más, pura y simplemente Nealítico. No Neolitico reciente, como propugna Martínez Santa-OlalIa, ipbrquet ello supone uno antiguo que no
juzgamos real en la Peninsula Hispánica según nueatra manera de entender el Neolítico; pero tampoco Neolítico pleno, porque, la plenitud cultural sólo se adquiere con la tot21
inlcQrporacíón de los inventos neolíticos, que, aquí, en Ia
Peninsula, se completan en la siguiente Edad del Bronce.
Y tampoco Nealitieo final como en Bosch porque presupone un Neolitico iniciafl, que, en su sistema mismo, es casi
desconocido para la arqueología peninsular y ha dei rellenar
con lo indeterminado, g un Neolítíco pleno que induce 1ógicamente parque ningiín material le es asignable. La etapa
neolítica -sin casuisrno todavía- significa d arribo de la
cultura nscrlítica a las costas meridionalles y levantinas de
España; a esta etapa pertenece la Cueva de la Sarsa (33).
Desde luego, por los materiales que hemos visto, no pertenece al Eneolítico considerado en si mismo, pues no hay
cobre. E n general,'nt, creo tampoco real fa existencia de
una gCu~IturaE n m l í t k a ~
que recoge plenamente el bronce
Mediterráneo 1 de Martinez Santa-Olalla. La separacíán
plena del cobre y del bronce no BJ tan real que obligue a una
segregación de períodos, ya que razones geográficas o de
(33) & e miterío
t
expom m es puro añ4n drei bwmr discrepancias c m 1 %
1 sabias arquebl~g~s
citados -ambos m s m w t m
i
más o menas ~direcWen.te- sino deseo de claridad y enfoque m i
tml & & awtibin. l mrdad, e N
b
l @
&
~ U R e9 Teciente o
S ~
ftna en reladón con sr lugares de origen y en su situación cronour
lógica r-t
o
a las zonas inventoras de la cultura y a' la próxima,
apariei8n de la Edad d l Brwce. P m , para Espafia y s e culturas
e
ui
gxbn%tiv~s tan & o Neolfiíz~.clieo tít3J evitar la pi~eocupruciiáPI e .
ee,
l
dU
irtripartismo~ gue oblig~siempre a irenrntrerm en toas 1% micultura
unm fases iniciat. media 3 final. Si dekrminamm primero el proceso'de & diiusldn de mw d k u i % , tal vez sea Snn-rio
bventtar
esquemga Wicos, que no son siempre los hbt6ricog. '
[page-n-30]
\
28
falta d e materias primas d ~ e r m i n a n
más que 'la cronología,
tal distinción. Los p~;ríodos
inicial, medio y final de$ EneoIítico son una construcción teBrica a basede tipologfas que,
por carecer de comprobaciones estratigráficas para su mantenimiento, son alterados hasta en su orden cronalógico
según los sistemas; recuérdese por ejemplo e1 problema del
FNg, T.-Hiwhíta
-
y c i ~ d a sa* hamafia &aw+raJ
,
Megalitismo en al que e sistema de Boseh Gimpera ha sido
1
revertido par compIdo en los trabajos de Fosde y demás
investígadores. O también el caso de aIgún yacimiento que
teniendo bronce es considerado por Perimt (341, endítico,
por el primitívismo de1 conjunta.
La Cueva de la Sarsa es, p u s , un conjunto típicamente
neolítico de Ia facies higppano-maurilana cuyos rasgos son
(351, en' lo ergológic. la existencia de, microlitos y cuchillos
(84,
!Famam, 1B42, m.
3,
(38)
SAN VALFZtU, 1 g 1948 ib.
W
[page-n-31]
de s Í l a ; las hachas en piedra pulimentada; los punzones de
hnem; I É ~wr4mi~ade ~ I i ~ v e ungular, cardial, incisa, a
s,
más d e los restantes elementos enumerados de 10s materiales de la Sama, característicos pero no generales por la mayor pobrma de otros yacimientos : cucharas de hueso, mbazas
perforadas, cerámica pintada, etc.
Evidente ea también esta caaracketlzación de la Cueva de
la Sarsa si tenemos en cuanta 1- rasgos culturales del canjunto tal eamo lo hemos definido en otra parte (36). Aunque
no muy lejos del mar -tras
estaciones da las apuntadas, a
efectos de relacicin, son costeras totalmente: Campello,
Ceradres, Mt o
g
n
&
no hay indicios de economía pesquera,
aparte la simple recolección de conchas, tal vez más signo
comereíal qw prlctica laboral dada la distancia de la cueva
al mar. Como fa icasi totalidad de yacimientos hispanomaurítanm, el de la Sama no est2 en llanura ni en meseta,
eino a media ladera, advirtiéndonos que los nsolíticos que
habitaron esta cavidad no buscaban lo que hoy consideramos
tierres fBr~iles huerta ni campos de cereales sino lugares
de
de pasto para sns ganados y tal') vez algiín pegujal de fácil
cultiva.
Ganadería y agicultura están documentadas en los restos
de Ia Sarsa; aquélla por los hum& de especies domésticas
evidentes, aunque no estén estudiado8 por especialista, los
de cerdo, Mvido, oveja y cabra ; &taa>or las hachas que seroirían de azadón, la maza perforada y sobre todo el trigo
calcinado. Y aun la caza cabe probarla con los micralitos y
Ios punzones que en gran parte están aguzados sobre huesos
de liebre y conejo (3.7). No hay en T materiales de la Sarsa
w
restoa de vestidos, pero aparte de que objetos de adorno
nos señdlen parte d d indum~nto es supwición aventuno
rada el afirmar e uso de pides y tejidos, pues l w punzones
I
.
[page-n-32]
son a veces deTicados como agujas y no fdtan imprentas sobra tiestos que cabe atribuir a tejidos, an yacímiecntoe pnram.
La ergologia de la Sarm evidencia una vida pacifica ya
que no considero, como veremos luego, arma guerrera ni
siquiera la maza de, piedra perforada. En Conjunta y exceptuandb la cerámica, no cabe hablar de tknica avanzada
en ningGn aspecto; en la misma aludida maza d e piedra ya
hemos señalado la tosca labor de pcjfforación. El sílex está
tallado iaimplemente sobre hojas can retoque menudo a veg a , pero no. dslícado. Espátulas, cucharas y punzontx tan
cuidadosamente puIidos, seguramente por el uso m mucho6
cascrs, n o revelan an BU forma ni en su acabado preocupacíón estgtica, sino funcional. Cuando en ua caso -e1 hueso
de B lam. 1 hay mttastra rtsuntriaria~,decorativa, el motia
VQ, geodtrica e indescifrable, estA realizado con incirbión
ruda.
Ninguna muestra artística ni aiín las-socorridos rta;bjetos
de: uso ritual ol mágico%), que a veces se ha cub,iertcruna
con
ignorancia real, nos permiten atisbar el mundo, ideoIógico
en la sociolagfa de las gentes que vivieron en la Sarrsa (38).
Fíg. 8 . 4 k c d í
.
3.-M MRSA EN iM
P~E~L~TIco
Cuanto: hay de carnún y de original en el conjunto arqueológico de la Cuma de la Sarsa nos exigi>ríauw e x m i ción mcesivaments amplia del mundo nwlítico.'Sobre t d ~
porque nuestra consideracizfn de la Edad Awlitica (39),
(582 ~ : & a cabe decir üe
~tgpee%&en e iareeütiso aps~fiol,
1
en SAN VAZSRQ, 1948 b y 1948 e.
.
(393 Algo de eUo se epunta en nuestw citados tmbjas. El cmjunto podra vam en BAN V&ERO, en prensa.
[page-n-33]
[page-n-34]
-trasladanda al espaMa nuestro estudio de relacioaes- que
los de la h r s a proceden de Merimde Beni Salame.
Al comtituirm en Africa del Norte 'la facies laecllítica m+
grebí (.) que Vaufrey y Huzzagin han precisado, hay en sus
45.
elementos pr&w, que pasarhri B nuestra Peniusda para
constitnit e Nedírico Hispano-mauritano, una clara doble
l
filiación :
1."EEsmntos de la bcm de tradición cafisiqnse :
Piezas foIi6ceas de gran tamaño
Nojillas de dorso rebajada
Segmentos de circulo Trigngufoa;y trapecios escasm
Perforadores
Micsoburíles
Pequeños raspadores
Arte rupestre de aire naturalista
2." EHememtos procedmtesi de3 infhjo egjpcio
Puntas de, flecha unifacialedi de tosco retoque
Puntas de gwha unifaciales de base cóncava
Hachas pulidas cilíndricas, luego ~ectángulares
Cerámica de fondo cónico
Decoración cerámica con incisiones y relieves
Molinos de mano
Mazas de piedra perforadas
Los micraYitcos y demás piezas de: pedernal de La Sarsa
hay que atribuirlos, como se ve, de manoa definida, al
componente capsiense que tiene ya el NmZítico niauritánico antes de ser hispano. No- cabe olvildar sin embargo
que cualquier posible contacto, ya en la Península, con 10s
tardeno+apsienses rnesolítieos, no hubiera hecho sino reforzar las raices cuIturales propias de los neailíticos de la
Sarsa; pero en el estado actual de la .investigaci6n no cab8e
[page-n-35]
[page-n-36]
~ t a b l e c e r ,fundándose en estas relaciones básicas o d e substrato cultural, la mayor s menor antigaedad de los material- de la Sarsa.
L o que antecede se corrobora si por el d~sarrollo
tultural siguíente, el Neulitico Ibero - sahariano, inquirimos
los contactos. Anticipemos que los hay también y con el10
podremos afirmar sin ambajes el carácter típicamente hís-.
pano-mauritano de 'los materiales de la Sarsa, porque es
típico también de esta facies culturar su relación con la
nueva cultura neolítica, que se difundirá por la Península,
que; aceptando cierios módulos hispano-mauritanos, concluirá a1 proceso da a~mfitizacióna e nuestro país y que,
d
1
con su creación máxima, e vaso campaniforme, difundirá
por Europa las creaciones hispánicas.
E l Neolítico Ibero-sahariano (46) tal como s'e ha defi.
nido (47) encierra en su comprejo cultural elementos coincidentes con loa hislpano-mauritgnicos po,r la tradición capsiense y por influjo egipcio, que nutren también l a sahariense, psro en España, a las creaciones de los neolíticoa
del gran deeierto se unen otros elementos cultukdIes mediterráneos que llegan a nuestras costas, desde, Oriente p o r
vía maritima, sin contacto con el continente negm (48), 'iol
cual ya debió ocurrir en parte con los hispano-maurtta8
Estas premisas deben tenerse en cuenta si tratarnos d e
establecer las relaciones que pueda haber enfre2lm material- de la Cueva de la Sarsa con el Neolítico l%&%saha~
riano, porque la existencia de fondos cónicos en la cerBmica, por ejemplo, o el bazalete de piedra, n o son rasgos
(46) ~p~
la d-imción
de MarGhez &ta-~ldIa (1945)
Por m& s&nific&tiYa que la de almerienm prapvgnaida ~wr Bosch,
Gimpem.
.d
(47) MARTIKEZ SANTA~LALIJA,1 3 5 44.
4
(48) mtw mlacicmx con e mundo a - e la
l
gh pí
que m
sugirió al estudiar Iss pinturas rupestres esquemátiG'%s.,~%34 IV),
t.
estAn siendo p o a t s &tem&tioamente por trabajos del Seminaricr
P b Ka
de Hbtoria P r i m i t i i d l Hombm de Madrid, como puede verse en
e
aCuadsmos de Eistoria PrimIt;lvm desde U46.
-
[page-n-37]
[page-n-38]
definidores, ya que proceden, en Último término, del iond o egipcia; en cuanto a las puntas de flecha d e talla bifacial que, si no entre 110s materiales conocidos de la Sarsa
se dan en otros yacimientos hermanos del litoral levantino, quizá no sean rasgo de modernidad, sino testimonio
de una contaminación cultural d e 'los sahariianos con !o
mauritánico ocurrida todavía en tierras africanas, especialmente en el Oranesado, como verbigracia ocurre en Redeyef (49). Los taladros de sílex (SO), el aplanamiento de 1.1s
hachas, los brazaletes de mármo'l, los discos en barro cocido, etc., son también indicios comunes en ambas culturas, cuyo contacto pudo ser en gran parte extrapeninsular.
Es significatilvo en este aspecto de las relaciones d e la
Sarsa con el Neolítico Ibero-sahariano un motivo ornamental de la cerámica. Breuil (51) y Jacqueta Hawkes (52) han
destacado ciertos para'lelismos estilísticos; pero uno y otra
desatienden un aspecto que nos interesa bastante. A saber,
s
que la simbologia neolítica n o e sólo de lo Ibero-sahariano sino también y más pura tal vez de loa hispano-mauntanos. Sin acumuIar aquí otros datos que a su tiempo publicaremos, la Sarsa nos obliga a señalar el tema de los
semicírculos concéntricos con puntas hacia abajo de un
vaso de Sierra Elvira (53) que luego puede verse en Gavnnis, Congusl, Morbihan, Longhcrew (Irlanda) (541,
Beacharra (Kyntyre) (55) etc. y que n o es sino el tema de
las vasijas de la Cueva de la Mujer (561, cc>n cierta varian-
(491 CIOBERT, 1912.
(N) ReoutSrdese Merimde Beni Salame (JUNKER
(51, B.FWUILI 193% IV.
(52) K A . m , J., 1938.
(a)WXEEZ MCIRSNQ, 1933(541 HAWKF8, J., 1938.
(55) CEfiLDE, 1947.
(56) MoPHEZ~SOM,1870-1.
Y MXNGHIN,
[page-n-39]
-
te en Zuheros (57), Hoyo de la Mina (58) y que en nuestro conjunto de la Sarsa se da también de zonas cardiales
(Lám. XVII) aunque con predominio rectilíneo, y sin que
por brevedad haga falta referirnos aquí a su oxistencita en el
Neolítico danubiano (59).
E n conjunto cabe, pues, afirmar que el complejo ergológico de la Sarsa tiene una acusada pureza neolftica hispano-mauritana, sin que ello sea óbice a su entiate cultural
lógica con el Mesolítico antecedente y el Ibero - sahariano
subsiguiente, que na llegan sin embargo a enturbiar su tipismo.
Si coma punto en el tiempo la arqueología de la Sarsa m
definida, como habit~t
Nealítico pudiéramos h a m l a eslabbn
da esa cadena cultura'l que desde Egipto corre a Africa de1
Norte, pasa por la PeníneuIa Hispánica y ' s e difunde por
Europa Occidental (60). Pero nuestro prapósito es ahora
más limitado y vamos a detenernos Gnicamante m algGn
.aspacto, cuyo mayor relime justificará o anterio~aserto.
1
Veaamas para ello una de las piezas aludidas, ya que con
más detalle nas hemos de ocupar de la cerámica.
El esferoide d e piedra perforasda ya he dicho que debe
considerarse coma contrapeso de una Iaya simpIei para remover el sueIo (61). En Ia Península los hay análogas en Arboli, de arenisca, tsn la Morera d e Mantsant (Priorato) sobre
loa que llam6 Ia atención Vilaseca (62), a más de otros dudosos (@). Fuera de nuestro ámbito más directo de relación
los hay en China, donde tambí8n según Breuil, mi#2% cha.rgw des batoas e fokuir y en Afriea del Sur, donde par su
gran número se han interpretado como posibles eboleado.
(57)
l?EEWAN"lhES
CRUZ, 1946.
(583 BVCH, M.,181860.
%
(591 & N VALERO, 1848 y 1W.
(65) V. Estudíoll, cita- en l nota 5 .
a
9
( 1 WBERoT* 1935, @ . 1 y SS.
8)
g
(621 VILASEtX, 1843, p&g. 62.
(631 GiRN V ,
O
195
14.
[page-n-40]
rasa (64). E n Susa fueron halladas bolas de piedra perforadas (65) así como también en Edfiato, donde se dan en el
Neolítica d e Merimde Beini Salame, Fayum y Negada, perdurando hasta Ias primeras dinastías, siendo levementg aplanadas, piriformes y can prforaciOn ~ilíndri~ca
regular (66).
Fig, 11.-33razal&e
& pizmraj; .ea $a pa'ntie s u g o ~ a z ;fragmento
$e obro m s fino
á
También en Troya las halló Sch'liemapn (67) y se dan en el
nivel Neolítico de Knossos, con perforación cilíndrica a la
egipcia o bicónica comopl de la Sarsa (68).
E n Africa del Norte son, según Gobert, más tardías y
(64) Riet V. Lowe los ha. estudiado; cfr. GOBERT, 1935.
(65) EBERT, VIII, s. v. Mescqotumien.
(66) WIENOHIN, 1941. Amablemente el ilustre profesor vienés nos
facilitó datos sobre materiales e - - ~ c i o saue bublic&mos en mes~i
-. cro trabajo d e 1945.
(67) SIAHL-NN,
1890, d g . 4 2
4.
(68) EBERT, VII, s.' v. K T & ~
lám. 36:
[page-n-41]
89
s e encontraron en Tamar Hat, Cueva del Muflon, E1 Gslea,
Gruta del Uad Kerma, Bir Kanfous, Lal%, Abrigo Rede~ef,
Ain Mdlarés, El Hamda y también en el abrigo Aleín y
Beni Segual, en Aín ~ a c h e n a ,Gruta de los Osos, Haci el
Hameide, stc., (69).
Esferaides de esta tipo aparecen también en Sicilia,
nuraghes de Cerdeña y yacimientos de la Península Italiana.
Peet las indica en las cuevas de Arene Candide, Pollera,
valle de Vibrata y Alba Cuneo (70). Algunas, aplanadas y
con amplia perforación, parecen --pueden ser em efectobrazaletes de piedra; pero las más son esféricas y ovoides,
como las de Viterbo s Isnello, o como la del sepulcroi de
Rinaidone, d e un conjunto can puñal de broaco de la cultura de Rmedello, con perforacion bicónica (71).
E n Fran,cia no son frecue:ntes, al menos en la bibliografía, pero se indican en Camp de Chassey, Champigny y
Grutas de la Celie (72). Este último' yacimiento ha proporcionado uno, en cfsromelanita, de1 tamaño de u.na naranja, con agujero grande y sin señales de percusión en superficie. Grrury irndica tambien su aparición en las regiones
de Ariege, Dordoña, Drome, Finisterre, Lot-et-Garonns,
Morbihan y reproduce un esferoide en lava, con perforación br'c0nica, de Andernach, etn s Mosela (73).
l
Tanto Peet como Dechdette y Goury, señalan la expansián del tipo, en forma ovoide o esférica, hacia Norte: Europa, por Inglaterra y hasta Dinamarca (74); un ejempIar
(691 GOBEkT, 1942. Uno de las eferoidep, de IEeaeyef Sfig. 8, k.1
e de perforación ~ciUmk1ca;otro con p e r f m i ó n bicónicrt se C i t a en
s
1a pág. 158. Cita y reproduce e de Hacf e Hameide, NCbUGIEEt, L.,
l
l
1 3 5 p & &M-11. Todw mn en piedra @&res dura.
93, &
(70) PEET, E T ,1908, phgs. 155 y 251:
. .
(711 A L M M B O , lM1, w. 510, fig. 2%.
(72) D i E G E l E m 1
,
519.
,
(7s) WDRY, 1932, I M. 333 y E@.
$
(74) La, maza maglemoisiense que reprod~iceMENGHiN (1931, 1 .
mina XXVIII, 1)
un gufjarro íM'epLiEaP con perforación bieánica
eñeéIntrica. En l Bpma & les tumbeie de eorre&r (BBERT,XX, s.
a
v. NüI'aWscher Krels, l . h y In) hay mazas o m perfo~$ci& cih 73,
Iindriw.
m.
[page-n-42]
escandinavo hemos visto recogido por Aarne Europeus, con
perforación bicónica y ligeramente ovalado, hecho en granito y procedente de Esbo (75).
Sirva también de ejemplo la media pieza que fabricada
en dolerita olivina del país, con un diámetro aproximado, de
unos 8 cms., encontró Crawford en Durrigton, en 1927, en
un yacimiento que consideraba del Beaker's period, es decir,
del campaniforme inglés, tardío con re8pecto al español,
posterior al 1800 a. de J. C (76).
E n la industria Smithfield, del Estado libre de Orange,
Riet Van Lowe, ha recogido abundantes ejemplar=, a los
cuales da significación ceremonial además de su posible empleo utilitario (77).
La clasificación de este tipo de piezas en esféricas, ovoides, discoidales, piriformes, subcilíndricas, etc., no creemos que pueda, por ahora, servir d e gran cosa. La materia
de que están hechas en areniscas, mármol, cloromelanita,
lava, hueso, barro, &c., nos puede indicar la materia prima
de más fácil obtención, o el mayor o menor ipeso que e n .
el esferoide se deseaba. E n algún caso, la rareza del material
empleado, como indica Goury, puede significar la valía especial del instrumento.
E n cuanto a la técnica iie fabricación, merece destacarse
el procedimiento de perforación. La obtención del esferoide
no e difícil para gentes que practicaban e n gran esicala e1
s
pulimento de la piedra. Pero su perforación es otra cosa,
porque se trata en muchos casos de piedras de gran dureza
y la dificuItad la resalta el hecho de los muchos ejemplares
que se hallaron partidos, con la perforación hecha, o en
vías de fabricación. Pala Dechelette se obtendría el agujero
con un punzón de madera, un poco de arena y un mucho
(75) -S,
1932.
(76) CBAW-,
1929,
4 y SS.
9
(77) U ,mtdio extenso, re&%ndase S e j e ~ de m r h mmin
~ M
d i h d y ecuatorial, se hace en los estudia*, de DOXRE, R. L , y CA.
BU, F.
w.
[page-n-43]
[page-n-44]
mayor o menor, por gimple contacto de los conos invertidos
que formaba eI tosco perforador usado.
Según Menghin, este tipo de centro estrecho y salidas
anchas es un rasgo primitivo que puede indicar el uso de
un pico de piedra (78). Tal perforación -dice- aparece por
vez primera en la cultura maglemoisiense y proviene por
l o tanto, de un viejo Neolítica, siendo excepcional en el
tardío. El perforador hueco falta en Norte-Africa y Occidente europeo, donde se usa, como en Egipto, el perforador
macizo. Si en algunos ejemplares con perforación bicónica,
como e de la Sarsa, se empleó d pico de piedra, la super1
ficie pulida que presenta, supone, como indica el profes&r
Menghin, su alisamiento por un posterior proceo de fabricación. Sin embargo nos advilerte con justeza, que Ia exacta
determinación cronológica, s6lo puede dsspraxíderse del
conjunto arqueológico y de Ia comarca. en que se hallen.
En efecto, en los antedichos ejemplos, los esferoides con
perforación bicónica, se dan, desde el Neolitico inicial, hasta la Edad del Bronce (Rinaldone, por ejemplo),
El interés máximo lo presentan para nosotros estas píezas atendiendo a su función. La denominación mas generalizada, es la de la maza. Pero también se las llama rompecabezas, martillos, etc., (79). E n gran númerp der estas piezas,
pero especíalmente en Ias de perforación bicónica d escaso
agujero resultante hace imposible su uso como útil contundente, ya que el mango sería incapaz de tal esfuerzo. Esta
consideración quizás, así como el hacha de que algunas
pitvzas estén trabajadas con esmero y aun decoradas como
en Mesopotamia, ha llevado a 10s más a propugnar su e r n ~ l w
como signo de autoridad, cuyo más remoto origen estaría
en las mazas o porras da madera. Su represmtación en mte(78) Pn Zitt, que pfibliamente sgtadezco. Véase su Welgesohfchte, U31, %m. XXVIII, p&g. 273. Los perforadores huec* -al
vez wafiss 'de bambirr- e r a cunocidos en 18 India y de a.iií quizb
procederrin los de1 circulo e~;eo.
(19) Case W; mmm, bmk &e pieme pesfí&e; alub.uleaid, wrforsted stone b1 haimmer; Keule, Wurfscheibe; maza, etc.
1;
[page-n-45]
las y paletas mesopotámicas abona tal suposicíón y justifica
su enlace con el gemejante cetro real que aparece luego,
como en Nubia encontró uno, con mango de oro, el Archaeological Survey, en la Última expedición de C. Mallaby
Firth.
Su empleo como arma no es posible, como señalamos,
por incapacidad funcional, pero tambi6n se ha indicado
tal uso era armas de lanzamiento (80). E n efecto; píezas
análogas fueron empleadas con tal fin por 10s romanos. E1
que Conil di6 a conwer afecta Ia forma de un eIipsui.de
aplanado, de hierro nativo, con un diámetro de 70 mm. y
un espesar de 32; su peso m de 735 grs., y permitiría que
el pilam a que se adaptara, obtuvime, con el mismo esfuerzo, una notable propuleión. No creemos que tal uso sea el
de 10s mferoidm perforados, ya que la irregularidad de su
forma, ,en mucho ejemplar^, ímpediría la normal trayectoria del arma lanzada.
L a iaterjpretación amris convincente e9 la de Gobert,
por permitir su entronque .con 110s conjuntos culturales
en que aparece, y por enlazar todavía con los primitivos
actuales. Por ello esrimamos, can el prehistoríador francés,
que las bolas de piedra perforadas del Neolitico hispánico,
no sirvieron de armas, y que, si su empleo fue en algún
casa simbólico, su origen hay que buscarlo en la necesidad
de dotar de peso tsficiemte a instrumentos de trabajo exce
sivamente ligeros.
A tal interpretación se suma Breuil (81), asadíendo una
posible utilizaciún de tales bolas perforadas can los aparatas
de perforación, o para encender el fuega; es decir, en el
bsw-ddll a que hemoa aludido, o en el fizcmpdril!, a berbiquí primitivo, cuya pieza vertical se hace girar por cuerda
arrollada que actúa por la preoión que se ejerce sobre la
pieza de madera horizontal. Para dar más peso a fa pieza
(m) m, 193%
a,
(11
8.
-UIL,
e.y ~iri.m A, 1936, y pág. 383.
71
,
M , lS35, p&. 713.
.
,
[page-n-46]
vertical, se cdoca, encima o debajo de la cuerda, una bola
de piedra perforada, análoga a la que nos referimos, aunque de menor tamaño.
Los etnólogos señalan que al Nmlítico corresponde la
etapa matriarcal, con preponderancia de la' mujer, cuItiv0
de la tierra con azadón o mediante la simp'le iemoción de
ella con un paiu. E n esta etapa se hallan todavía algunos
1
pueblos primitivos actuales de Nueva Guinea, Islas Salomón, India, Centro Africa, América del Norte, &.
Entre éstos, se ha señaIado eil uso de esferoide6 perforados. a a r t o u t - d i c e Gobert- oú laur emplwi a pu etre observé, il a et6 établi qu'ils ne servaient pas d'araes, mais
de pois destinés a douer d e la masse á des outils de bois,
trop legas par eux-memes>, (82). Así en Nueva Guinea
se emplean para trabajar 'la tierra, dando peso a los bastones con que escarban el suelo, sin excluir en algún caso su
uso como mazas. E l tamaño es análogo a los preh'istóricos
(como uno, en el Museo de Historia Natural d e Tou'louse,
de 90 por 55 mm., con perforación de 55 mm., y 3,3 en la
estranguIación.
[page-n-47]
E n Etiopía sirven de contrapeso a dongoras, sstacas con
regatón de hierro, en u o todavía antre ,los Gallas, a las
s
que sírven de eahza estas piedras perforadas.
E n Am6rica del Norte, en California, los indio5 usaban
piezas análogas para cdlibrar o pulir tubos de pipa u otros
cílíndricos y como pmos de los diging-sticksi o bastones de
excavar, E primero de estos 'usos no es probable en los
1
neolíticos de perforacicín bic6nica.
Entre íos bosquimanm su uso es frecuente.Se denominan
corrientemente piedras de bosquimanu. Reproduce Gobert
un sugestivo cuadro de la vida de, este pueblo que recogemos por el inter6s que presenta para su comparación con
lo que debiá ser d rnadulo vital de la cultura neolítick.
aEl equipo de cada hombre bosquimano -narra Dorotkea
F. Bleeck- consiste en un arco de flechas, Il-lradas en un
carcaj de cuero, y un baatOn puntiagudo que llevaba a veces
un nudo o abultamiento en la otro extremidad. Las flechas
aran de caña con puntas de hueso o de sílex, hasta que
fueron reemigiazadas por Ias de hierro que proporcíonaban
los b a n t h Loe, arcos eran pequeños y debilm, contando
e1 bo~quimanomáa que con la fuerza de sus armas, con e1
veneno de qw dotaba a sus puntas d e flecha. El instrumentol propio da 'la mujer, era un bastón puntiagudo para
sacar dra tierra raices y buIbos, E%tebastón no tenia abultamiento en su extremo, pero en todas parteis donde e1 sueIo
era duro, su potencia se acrecla cargando en su parte media
una gran piedra redondeada y perforada... Vasiias de barro
para cocer y huevos de avatruz para llevar el agua eran
tarnbibn empleados por estas mujeres. Los escagoe instrumentas en uso todavia entre &as gentes, eran de. pequeño
tamaño y de piedra o de huesoxi,
La de~crigeoicines completa, y evidente el empleo de 10s
esfercsides de piedra en los palos para emavaeiones, pero aun
es mtis grande su uso e n Ias pinturas rupestres de Tigerhock
Spruit.
Análogo emplea propugnamos para muchos de los @fe-
[page-n-48]
roides de piedra perforados del Neolítica espariol. Entre
les piezas d e pi&a con agujero central, pudo haberlas
empleadas como brazaletes -hay un ejemplar en la misma
Cueva de Ia Sarsa; otros en estaciona a~rneriknees,y las
señala Peet en Italia-, u también como calibrádor~s,pero
entonces la wrforación habrá de ser regular y e1 exterior
no precisaría regularidad esferoide; cabe todavía, encontrar
verdaderas mazas a martillos, pero la perforación será mayor y podrán .buscarse llas huellas del uso contundente, y
aun, los ejemplares menores pudiaron tenerse como fusaiolas. .
E n otra8 piezas, como la de la Sarsa a que nos referimos,
el calibre de Ia perforación n o permite suponer capacidad
para golpear, ya que el -astil tenía qut'r adelgazarse exeesivamente. E n cambio, can misión tan sólo de contrapeso es
u'tilizable. El carácter agricela inicial d e los yacimientos
neoIíticas en que aparecen, hace presumible y no aventurada, tal hipbtmis. La toequedad misma de fabricación
del objeto excluye ~u uso simbólico y jeriírquico entre $en-
[page-n-49]
t e no desprovistas d e sentido estético, como muestra principalmente la cerámica.
'
Esta situación crucial que en el espacio tiene la ergología de la Sarsa, según nos indica nuestro anterior análisis
del esferoide perforado, se acentúa, aumentando en interés
cultural, si atendemos, a las relaciones cerámicas.
Las descripciones, que, hiciknos antes, de las formas, asas
y decoraciones d e la Sarsa, sirven para dar por sentado e1
aire familiar pleno, con los yacimientos hispano-mauritánicos aludidos ya o conocidos de antiguo, pero ahora
hemos d e ref'erirnos a su conexión extra-penínsular.
La cerámica de la Sarsa reúne en sí las características
generales d e la primera ,cerámii&a neolítica penínsylar y
como afirmación de validez para todos los yacimieiltos d e
España, puide decirse que los tiestos de buena calidad en
las pastas, cocción uniforme, poco espesor y decoración
rica, son Hispano-mauritanos, qpecialmente en el Sur y
Levante, p u e ~
hacia el interior db la Península, van degen,erando y se hacen más toscas estas características.
A efectos d e relación ha tenerse en cuenta, aunque n o
podemos h d a h o r a su estudio, que hay e n la cerámica
neolítica hispánica, rasgos suficientm para anotar una ererie
de características comunes, ~ h á otros específidos que definen
s
diversas Iamlilias (85) :' %sa, de 'rdieves, ungu~acilbnesy
digitaciones, incisa, puntillada, de impresiones, icanalada,
y pintada. De todas ellas hay muestra y riqueza bastante
en la Sarsa, pero n o está de más indicar que el conjunto d e
(8383) E e& &iudio de la. cerámica neolítica, pwikrq la denamin
nación de «familia» a la cor'riente de uestilon, porque éste indica un
logro, querido o no, de tendencia artística, mientras que familia señala tan sólo la existencia de rasgos comunes que relacionan ciehas .
creaciones. Existeri ademhs decomciones iguales estilbticamente, que
pertenecen a familias diferentes. Por eso preferimos todavía agrupar
hechos que teorizar sobre el alma de los ceramistas neolftitices a base
de pura ,tipo1ogía.
[page-n-50]
nuestras investigaciones nos llevan a afirmar que e origen
I
y evolución de cada una d e estas famiIias cerámicas -no
puede ni debe buscarse en nuestros yasmientm, ni aun
an los del Sur que resultan los más antiguos. Todas estas
especies son coetáneas, en forma más o menos absoluta,
aunque quepa adnítir y deban investigarse los casos de
enriquecimiento, desviaciones o empobrecimiento. Estilisticamente n o pueden establecerse príoridzdes, fundáncbse
[page-n-51]
e n su simplicidad o en la sencilla de temas, y n o hay un
solo yacimiento excavado que permita establecer tales diferencias con un fundamento que pudiera considerarse indiscutible ,por estar reflejado en la estratigrafía. L o que puede
afirmarse es que todas estas modalidades cerámicas, que en
la Cueva d e la Sarsa vemos tipificadas, aparecen dentro
d e conjuntos definidos por su unidad ergológica y el estudio d e las relaciones cerámicas no es sino un aspeeto del
tema genera4 de las relaciones ridíticas.
Como n o vamos a referirnos al estudiar estos materiales
de la Sarsa al aspecto de sus relaciones con la restante corámica de la PeninsuIa Hispánica, ya que podrá ello verse
e n nuestro estudio general sobre el Neolítico español, e n el
que nos referimos, n o sólo a' los hallazgos de nuestro país
sino a Ias modernas investigaciones de los sabios portugueseis (84), que están ahora reforzando nuestras investigaciones
(&S), queremos aludir aquí a las consecuencias del Neolítico
español fuera de la Península, ya que con $a base d e 10 inpuede el lector buscar
dicado sobre nuestros ya~im~ientos,
conclusiones con los hechos que presentamos. E n cuanto a
las .conexiones de filiación con el Neolítico africano las veremos luego.
E l Mediterráneo occidental fué en un momento dado
un lago neolítico. Mientras viven gentes en la Sarsa, pueblos de cultura hermana se asoman a las riberas de1 mismo
mar. E n Cerdeña, en la caverna de San Bartolomé, hallóse
un nivel con restos humanos, vasos Pisos, cuencos carenados, con incisiones y acanaladuras en círculo, dientes de
lobo, perforadores, punzones y espátulas. E n la capa superior, separada de la anterior por un estrato de piedras, hay
cerámica con círculos concéntricos, un cuenco campanlfor-
IDO PACO, VAULTEB, SúWZWSú(.Y, 1948
(85) 'Unbilvanrre de nmtro estudio dimos m 1942,cuyos datas l-m
utilizado d profesor CPiilde en l a altima edición de su gran obra
The Dawn of European Civilization, 1947.
(84)
[page-n-52]
me pdlípado, con líneas incisas en zig-aag y relleno de pastz blanca, etc. (86).
E n Liguna, la caverna de Arene Candide, conocida de
antiguo y a la que:ya a1ud;imos en 1942, -cavada totalmente hace poco por Bernabó Brea (87) presenta similitudes
como Estas con 'la Sarsa : en el estrato 26, el lmlás típico de1
primer Neolítico, no8 encontramos con que la ergología está
formada par el hallazgo de car6mica abundante, en la que
domina la forma esférica y hemidérica, con dec~raciónde
segm'entos dentados (tal vez con peine o cincel de dientes) ;
impresiones cardiales, con decoración espontBnea en aenti- ,
d o vertical y horiaontal, a vwes combinada con relieves;
ungulaeiones, puntillados; relieves, etc. Un fragmento de
una cuchara de baffo. Hacha pvtída de sección circular.
Punzón de hueso. Hojas raspador y hojillas de dlex. Cantos rodados, ocre y hematita. Patellars, trochus y otras conchas.
Sin necesidad de dar más precis40nes de las cerámli~cas
neolíticasl italianas, a las que venimos refiriéndonos en nuestros trabajos de hace añoa ya citados y que ahora d e reciente mtá cwroborando- Bernabó Brea, can 10s suyos,
como consezuencia da su excavaci0n en Arene Candide,
podemoe ya ver cómo Fraacia tiene una doble frontera
con eI Neolítico afro-hispano. E l paso de nuestro hispanomauritano hacia e1 Ródano 10 constatan en efecto las investigaciones de Helma (88) que en las grutas de la Crau-.
zade, de Bize, etc. halló la sucesión azikiense-tardmo'isien1
se;neolitico. Y por e Gard, Louis (89) lo indica en las
grutas de Mazauric, de L'EIirondelle, de Pircrlles, des Sables, etc. Datos evidentes de relación nos muestran tam-
( 6 OBSONI, 1881.
81
(87) S A N VALEELO, 194%, p&. 111 y 1948, p&g. 1-3; B E R N A B O
B W , 1945.
(88) HELENA, 1927,
(89) LOUI8, 1948.
[page-n-53]
[page-n-54]
también el Neolitico A o de Windmill Hill inglés o la cerámica nórdica de los' períodos que Miíller y Nordman
denominan gran estito y estilo refinado. (95)
El estudio de Mrs. Hawkes (96) nos ahorra, de mamento, más precisiones sobre la cerámica acanalada, pero la
cerámica de la Sarsa, con atras que daremos a conacer en
otra ocasión, completan el recorrido de dicha investigadora, dándole para lo europeo occidental unas raíces hispánicas que c o r r d o r a n los rumbos de las demgs familias cexám'icas.
La cerámica pintada de la Ssrsa postula por una parte
conexión con lo andaluz que Gómez Moreno señaló (97)
(951 Lp~rte
nuwtrm b b a j w y
obras gwmralwp de E&
cmette, ~
w C h i~ , eb., , cft#ldax, pueden verse aJgunas
e
, m
materiales en BOSCHSERRA RAFQL5, 1927, o en EBERT. Para lo
nbrdico. MUBLGEXL, 1890, y NORDMAN, 1935.
(96) Estudio citado en la nota 52.
(97) GOE6E2 MORENO, 1933.
[page-n-55]
y por otra con la próxima caverna del Montgó (98), con tema geométrico, que dimw a conocer y cuyas raíces orientales ha estudiado magistralmente de rediente Mártinez Santa-Olalla (99). E n Italia tan abundante en Rípoli, Matera,
Sicilia Oriental, Capri, Terlizzrl, Apenino Central, Ancona, Liguria, etc. (100) puede tener origen balkánico, en
conexión con los ricos grupos danubianos (101). Mas en
Francia .(gruta de Feraut, caverna d e Adaouste, gruta Crispine, abrigo Methaunis, etc,) (102) el origen de ,la cerámica pintada obliga a pensar en un aporte hisp8n'ico más.
D.-GERAiMlIICiA
CAIRIDIIAL NEaZ,'ITIiCK
Si en e1 NeoIítico hispano-mauritano de1 Sudeste tiene
la cerámica cardial valor indiciario destacado, en ,la Cueva
de 'lia Sama ya hemos vista cómo' la riqueza y la variedad
d e sus temas hacen del conjunto del Museo d e Prehistoria
de Valencia un documento excepcional.
Como para lo visto anteriormente respecto a las otras
familias cerámicas, aludiremos en el punto sigu'iente a lo
cardial africano, ciñéndonos ahora a lo europeo occidenSabldo es que el) empleo d e las conchas por los pueblos
primitivos es frecuente y para múltiples fines, d e adorno,
simbolismo, monedas, pesos d e telar, etc. (103). Entre estas a@licaeiones está también la d e su uso como elemento
decorador d a la cerámlica que ahora nos interesa
E n España, sin referirnos a todos los nuevos yacimientos, con que en nuestra tesis doctoral completamos el tra(98) NuestPO h b j o de 1942. "
(99) 1947 y 1848.
(Ido) 32ELLIN1, 1935 y 1930.
(101) M D Y B A , 1936,
(Uk2) &p&itn@ otra i p l s gracias a sueytm mkga H i6etmEy,
~
a
.
por indicarnos atas &taa
(103) Puede verse la ~biblografía
antigua en LEITE DE VASCONCELOS, 1909; los mm&gicos,antiguos y modernos, en JOLEAUD,
1932; como pesds de telar en GRUNEWGD, 1933.
[page-n-56]
bajo de 1942, cabe señalar la cfmsidad existente de hallazgos en el litoral medit~Mfieoquq, a parte de lo que se
deba a razones de investígqción m& intensa, puede ser
también motivado por Ia especial5zación de las &entes neolíticas que habitaron tal cowarca y aUn quizás matiz cultural prophrio.
Bg. 1 7.-BeRl1o mioltiwo mtilrnfenitail i&e mna mmj walienicima, m que
$-a .;?aja
catdiail se m1lma d t - *
de i
m
de m&, aiiia por encima &1
r l e v iqzie da iakidin & n W hw a m ma&ó.n de prmsifia
aire
E n Portugal los halfazgcls antiguos, que nosotros destacamas, han sido enriquecidos úItimam&nte por d hallazgo
de la gruta Do Nascente d a Almonda (104).
E n ItaIia esta especie presenta gran riqueza y profusión, desde loa yacimientos sicilianas hasta los de ia península, alcanzando e Norte en Liguria. También con ple1
na similitud respecto a l o hispánico - j u n t o con materiales
vadiadog hasta de estiio campanifarme Gamo hemos dicho-, se halló un interesante fragmen~om la Gruta de
San Bartolomé en Cagliari (Grdefia) (105)-
[page-n-57]
Con evidente paralelismo vemos, pues, c6mo desde la
base norteafricana, que verremos luego, asciende hacia Eurapa la cerámica cardial con la cultura nwlítica a través
de la P~nínsvlaitáltcq y de la' Hispánica. Los últimos eslabones .los terxemas e~ Ligui'ia (Pollera) y en Gama [Re
clau Viver), E n medio del camino hispánico; y con riqueza máxima, está Yaurutra Cueva de"la Sarsa. E n Francia
nos hemss referido a tiestos de una Gruta cavmna de
Marsella (106), que, por ser más perfectos en su agrupación que los de Liguria y formar un motivo ornamental
caracteristico, estimamos enlazados con la corriente cardial que representa la Cueva de la Sarsa más que con. la
corriente italiana. Pero hay en los Museos franceses m a t e
r i a b que, raríicticammbe iln$ditos, pueden corroborar esta
sfirmación (107) : d e Basan (Bocas del Ródano) hay un
fragmento con un motivo en espinas que se conserva en
el Museo Blar,e$y de Mgrsella, así & n o o t ~ , semejante qne
o
forma dientes de sierra. En Ia gruta de St. Veredeme (Gard)
se halló Iarrfbj.e$q serhmica cwdial, juntamente con Iragmentm de carnpon?f,orm~
a&ualrrimte eee el Mmw ,da Hbto*i;r
Natural de Nimes y en &te: tambi6n y d d mismo departameato, hay UD fragmento ca-rdial con izna b a d a , transvw
sal eq su rdle~cr,
propdente de la Gruta ds: Fmailt. Coa
t r i á n g u l ~rellenos hay otra vasija en el N u w de Msntpellier de la ' ~ r l i t a S~ynea(Gard), así carno otros ejernds
g l a r e de motivos c a n p a n $ f ~ r m ~ s ,
hechos coa caadium
de la Gruta Latrone. Otras muestras de cerámica cardial hay
en los M u s w de Uz& p de Saisit Germaine procedentes
d e otr8 Gryta del Gwd F de la del Besulieu en los Alws
mqrítimos rmpctivarnent@*
'
,
,
[page-n-58]
aquellos que proporcionan las llamadas acerámicas neoilíticas» del Bronce inicial y medio que forman el conjunto
del material de estas cuevas, pero en la Gruta de Sausette
Vallón de Bassant, St. Baume, estos barros aparecen asociados con 'los que parece ser un cerrado grupo de cerámica
adornada con cardium, de un tipo tosco, acompañada p o r
puntas de flechas, hachas de piedra pulida y etranchets~.
Este materia1 está o estaba en la colección de Benoit
(Roquevaite)~.
N o es improbable que este influjo meridional ascendiera
por la vía deil Ródano hasta el Valle del Sena, o por el Garona hasta Bretaña, en unión de las otras ewecies cerámicas
o de los demás rasgos del Neolítico. Porque algunos ejemplos del influjo estilística de estas cerámicas, entre das cuales
las de la Sarsa son una muestra excepcional, hemos creída
observar en las decoraciones de las cerámicas 'de Holanda
que, Van Giffen (108) señala, precisamente, como de influjo
meridiona'l.
Aún cabría plantearse ,dcaso de la procedencia de la
decoración cardial en la cerámica de tira,ntes de Bohemia,
en donde lo mismo pueden ser de esta ,cdrriente hispánicaque del influjo italiana. o aun llegar con la corriente Danubiana, d e procedencia minorasigtica, ya que en Siria Norte,
según nos comunica el profesor Chi'lde, existe cerámica cardial sobre tiestos grises y negrus de las capas más profundas de Sak-geuzi, Judeideh y quizá también de Ras Sahmra,
(1o9).
Aún en Europa quedan dos núc'Ieos con decoración cardizl. E n las Islas Británicas existe en conjuntos neolíticos
tardíos de Escocía, en lenl campan~ibrme de Polltalloch
(Argyll, Kilmartin) y otro de peor estilo d e ClettravaI, a(108) VAN GlPrFEN, 1930.
(109) NO hieraos p c d k b c ~ % ~ ~ ~ u i k i z b
b ~
~ mrtaa~lhericaaa,
~
í
a
en que se estudia, segiui nos i d c el Prof. V. G. Childe &1 escribirnió
nm sobre nuestro trabajo de 1942. Sobre
c t r h i e a de Bohemia.
cfr. S F C K Y , 1929, 1, ISm. XXXV.
[page-n-59]
cavado' por Scott (110), donde hay un vaso decorado por
10 menos con dos bandas, una de las cuales tiene su línea
central sobre la carena, del vaso. La conexión más patente
que puede buscarse para estas cerámicas es precisamente
con la peninsular hispánica.
Hay también cardial en la cerámica del Neolítico B inglés
que se da en la zona oriental de la isla, junto con digitaciones, ungulaciones, marcas de hueso de pájaro, de cuerda,
etc. Estas producciones se relacionan, por sus características de conjunto, como ya señaló Leeds, con el Noroeste
de Europa, esto es con la zona megalítica nórdica.
E n la zona nórdica, postula Hawkes (Ill), la existencia
como más antigua cerámica en los lugares de habitación
suecos, de la de cuerdas con atisbos verticales que iban a dominar en Dinamarca, donde cierta independencia regional se
mostraría coln la abundancia de cerámica cardia'l y el uscl de
peine. Más a Oriente, en Finlandia, predo'minará la de
peine, estilo que llega hasta Ucrania, donde también se da
una técnica ornamental con conchas, pero de otra especie.
Ya Sophus Müller (112), noItaba de acuerdo con Ailio,
que la gran comunidad estilística da ia cerámica que llega
hasta Finlandia y Rusia, tenía su origen en la í'egión occidental del Medi'terráneo, (113). Aunque n o lo creía español por
falta de antecedentes, los estudios hechos -portugueses y
españoles- en 10 que va de siglo, a los que hemos dado
sentido unitario, dan un fundamento lo suficientemente
firme para atribuir a la penínsu41ael papel primordial en la
t,ransmisión de la ,cultura neolítica en el occidente europeo.
Conoicida y estudiada en lo. que afecta a la expansión mlegaIítica -verdadero complejo religioso para C h i l d e y posteriormente para el' estilo campaniforme, la cerámica
cardial, anterior al cam~aniformeen casi todas las ocasio(110) EEOTT, L , Neollthic Culture of t h e Hebrides. Antiquity,
.
Diciembre de 1942, p. 301406.
(111) HAWKES, 1940.
UD L ,
(112) i I L m 1889.
(113) V. nuestro trabajo de 1942 y -0, 1922,
[page-n-60]
nes, nos prueba la interdependencia, da las tierras occidentales europeas antes de t s primeras manifestaciones megalíticas.
Esta ruta, que in:&cams, terrestre desde Ios Rrineos,
la señala Mülleir a base dé una vaaija tutipiiforme d e Hobjerg
Hegn, Seedland del Norte, hallada an 1921, de 20 cms. de
aItura y ,18,5de boca con decoracibn ~a~rdial,
vertical, iíneas horiz~ntales otras se&ticales e n el fondo, que para
y
aqueI investigador enlazan con el sur por un camino que
iba a Holanda, el Rin y el lago Constanza. Tgmbibn en
Dinamarca señala Aoberg (114), en Kuolsted, Fjendsharad,
ein cEriiite Verzierzk.ngs.cart -además d d peine y la caerdazeigt dm Beoher Abb. 19, vuaEchm obm un2 unter ein Band
don ho~&o.nit& Kardizldfiirn mfwehit daamischen aberkurae oertzkdle grap@n VOPL Eiaieni in dersdbs Technik.
Es& es, l o mismo I ~ I U E
vimos ea España y en San Bartolo~mé
de Cerdeña.
El influjo meridional q,pues, evidente con 13 anotado
1
hasta para el Grea nórdica, pero no se trata sólo de apor.
taciones llegadas con lo magalítfco, sino lentos, indirectos
pero patentes influim &l NmIftico meridional, de raiz hispánica, c u y a rasgos no 1Iegarfaa en este caw ea bloque,
sino por sucesivas contaminaciones d e las tiwras internedias (115).
E1 alcance d e este influjo la expusimos d e reciente (116)
en los t k m i n m que s'iguen E
E n su estudio sobre la cultura megaliti'ca norte-europea,
Nordman, aun acwtando la tesis d e Müliery cree que se
puede habhr para la cerámica con decoración vertícal de
los más antiguos d6lmenmYde una influencia de la ornamentacilón de MicAsl&b~g,
Halanda y N, W. d e Alemar
nia, que formaria'un grupa con fen6rinenos ornamentales
(114): 1 0 E 3 N,,lQ18.
1EW,
(115) Reunimos datos que justifican el w r t o en n u w te&
C116) 1942, pag. 113 y s.
[page-n-61]
iem l a ioará,lmica de ia
Fíg, l ~ S . 4 0 t i i v o s ;le dmxad6n c&l
m a de ia Sxsa () (Algo mmar que d mural)
1.
[page-n-62]
paralelos, ein ninguna contribución tangible de la cerámica
megalítica del occidente de Europa. Ahora bien, cabe la
pmibilidad de una influmcia meridional anterior, que
aportarfa esta =tilo de ornamentación vertical. Honradamente n o omite Nordman el fragmento de vasija de Fontie
Rotura, que reproduce Aoberg, con una hilwa de puntos
junto al borde! y líneas verticales debajo, decoración que
aparece también en Holanda y Dinamarca durante el período de las hachas de talón delgado (thin butt.ed alties) y
poco despu&, admitiendo así la posibilidad de la influencia meridional para este tipo decorativo, pero un caso aislado a poco, ciertamente, y no duda en afirmar que cnuevos hallazgos de esta especie obligarían a revisar totalmente la cuestión de origen de la cerám'iea nmlítica nbrdica,
dcieptando 110s más antiguos y mlás fuertes ' impuhos del
S. W., esto es, de España.~
Puea bien, más fuerta y antigu~simpulsos suduccidentales aceiptaría sin dhda Nordman inquiriendo la influencia meridional en la decoración de la cerámica nórdica eIi
I~aas producciones hispano-maurita~as meditorr5íieas y no
. <
.
m las megaliticas.
E31 efecto, a base de 'los materiales conocidos, fa conclusión de Mordman es Iógíca al considerar como muy incierta posibilidad el nexo estilígticia entre el vaso prwedente ,de Doune (Escocia) y el de Mogenstrup (Jutlandia)
y el que Correia publica del Neolftico de Padía (Portugal),
en todos los cuales la decoracióxi consiste en líneas Lilternantes horizontales y verticales, Pero nosotros, reforzando
estudios de Childe, hemos indicado Ias inffumcias mediterráneas que cada vez se acúsan más sobre eI Neolítico de
Gran Bretaña y hemos visto también que la intensidad del
fenómeno rcardial en Dinamarca tiene sus paralelos, hasta
la superposición iestili:stica, en el Levante español, donde
la técnica es superim con mucho a lo canociao en otras
comarcas y donde, s e d n Isi orieintación d e Muller, habrá
que b u m r el origm del tipo nórdico.
P
[page-n-63]
Fig. 19.-Motivas de l a d m a i o i h ~a~rdiial l a mimica de l a
en
cueva d e la Bairsa (11). (Allgo an12norque d majturd)
[page-n-64]
Pues bien, los nexos más antiguos, que Nordman buscaba para fa decoración vertical que aparece en Ia cerámica des los más antiguos dóímenes, se hallan en los cIaros
ejemplos de decoración vertical, de la decoración de conchas, que aportamos con la presente nota y que tambikn
existen en 40s motivos incisos de esta misma cueva, que
daremos a conocer. Obskrvense como eiemplo los motivos
d e nuestras figuras 18 y 19, niimeros 11, VII, XI y XV y
XVIII a XX, así como el vaso inferior de la lámina XV. Y
que no se @ratade un fenómeno aislado 10 prueba el fragmento cardial que publicamos de la Cueva del Montgó
(fig. 16) y l s ipubiicadas de las Cuevas de Montserrat y e1
o
Panr.
\
Por tanto, la reiteración, del tema vertical en el Neolítico pleno hispánico, del que damos ejemplo con la tabla
de motlvos de la Sarsa, puede obligar a revisar totalmente
la cuestión de ol'agen de Era cerdmica neolitica laórdica, como indica Nordman.
N o interesa ya a nuestro propósito actual Ia raferencia
a otras manifestaciona de cerámica cardial en ámbitos fuera de nuestra órbita o en distinta epoca.
E . - ~ N ~ E O L I T t I HWk'N41-iMBUiMTm0 B?
-
De 'la misma manera que el Nmlítico de la Sarsa sirve,
unido al conjunto Necrlítie~hispano-mauritano, parat moatrar una proyección branscendente de la cultura por las tilerras de Europa Occidental, tambien los materiales denusstro estudio permiten, por la riquma de sus caracteres, reforzar nuestros puntos de vista sobro el origen del Neolítico hispánico y aún sobre sus modalidades,
Aunque no entremos aquí en el análisis de las cireunstancias históricas que se dieron en e l paso d e la cultura
neolítica a, nuestra Península [117), queremos referirnos a
E1171 Lo ?aawmoaen eui mtuaia n e t i r aa & m a no ;sáloi a ibas
u eo
c
m s,
dnr ltvs !matenailes mqu@&5gbw, sína de 1 datos mtxqW#gicors y
%
geogr&Accls (yientos, corrienteis marinas, índole del habitat, etc,).
[page-n-65]
una hipótesis de trabajo nuestra que puede permitirse a
base de los materiales de la Sarsa 6, más exactamente, de-l
grupo regional de yacimientos a que pertenece.
En la parte Atlántica del Estrevcho de Gibraltar, a1 Sur
del Cabo Espartel, hay una gruta, la de Achakar o Hércules, que ya en 1878 describió Tissot (118), exploró en
19% Bouchet y excavó más tarde el P. Koehlm (119) y el
pasado año investigadores americanos de la Universidad de
Harvard (120).
E n lo conocido de la caverna de Achakar, se han señaIado cinco niveles de los que el 111 (desde la superficie,
entre los 50 y 90 centímetros) coatenia una tierra húrned6
negruzca, con piedras usadas y mo'linos de mano; sílex
variados ; un vaso que K o e h h llamó dolm6nico ; Yragmentos de cerámica; un hacha plana y un falo de teqacotta.
El nivel IV está formado por u@us cuarenta o cincueinti
centímetros de tierras c m reistos de hogares, huesos cortados, tallados y rotos; hojas de sílex y cerámica tosca,
La fauna identificada es de cabra, carnero, bóvido~,perro, zorra, conajo o liebre y cei-do. E n los nivel- superiores pichones, perdicd y otras aves.
Fueron hallados varios esqueletos, que estaban enterrados de cara hacia la pared de 'la cueva, con los brazos cruzadog al pecho y las piernas encogidas; bajo ia cabeza tesanían un lecho de conchas -Co$umbcrlL &ticti, C&
buron y T@es decwssafa- y, en torno al cuerpo, punzones,
agujas de hueso, afiladores y hachas de piedra; bajo el torso d e un esqueleto de. joven había abundantes conchas,
mientras la cabeza dssrcansaba sobre cerámica quebrada.
El materia.1 proporcionado por este intmesante yacimiento está compuato por objetos de humo eli forma de
(118) zIE>I-FoTr, 1878.
(119) K a n , 1930.
(120) Nuesrbro colega y amigo H. 5mce nos diti a conocer los -%gmenta haIIadce, cuya pziblieación eswramos
[page-n-66]
punzones, agujas y anzuelos ; un brazalete d e concha en una
Patella; fragmentas da acre rojo y amarillo; sílex y cerámica.
E1 sílex apareció en las capas 111 y IV y está constituido
por grandes hojas, pychillos de sección triangular, puntas de flecha, dos fragmentos de puntas peduniculadas, triángulos, raspadores en hojas y núcleos, hojas con muesca, perforadoras, etc. E n dtras clases de piedra, hachas, afiladores,
rnalinos de mano, percutores, etc. y un canto rodado con
ligaroe retoques que parecen configurar un pez.
La ceriimica hallada, principalmente en los niveles citados, síempre revuelta, presenta las clases siguientes :
a) CeirBrnica grosera, ma'l cocida, de di= a quince milímetros de Mpesor, con una capa intermedia negra, signo
d e mala c w i b n . Ereferentemmte da vasos, de fo'rma ovotidsa, con relíeves decorado.8 de impr,esiones digitala.
b) Ceramica más firme, de ocho a diez milímetros de
espesor, de calor uniforme.
e) Cerllmica gruesa, pero bien cocida, hasta veinticinco
miíimetrosl, en vasos de tipo ovoide, pero sin decoración.
Sobre todo abunda en la capa 111.
d) Cerámica fina, de, unos siete milímetros, con pasta
negruzca bien cocida. Algunos tiestos de las capas 111 p 11
aparecen revestidos de engobe rojizo.
Las formas más comunes son 01 ovoide con o sin cuello,
e1 ovoide con fondo blanca y e1 cuenco. Hay un vasito encontrado en la capa 111 que mtá decorado con trazos paradelos en línea Única, curas medidas san seis centímetros de
altura, 22 de circunferencia máxima y seis milímetros de espesor las paredes. Otro d e 7'5 cm. de altura, con carmín
en el interior, hallado a dos metros de profundidad, recuerda por su forma al conocido ovoide con cuello d e El
Gairce1. Las asas son de mamelón simip'le, doble vertical,
resalte afargado, asa en arco y agujeros d e suspensión.
La ornamentacióni es, en su casi totalidad, de conchas,
aunque hay tambi4n da relieves y puntillado; en los M v e
[page-n-67]
les inferiores, los ovoides sobro todo, son lisos: LOSmotivos ornamentales en relieve son una simple 'línea de puntos en resalte, un tcordonoillo a medid cuello, una banda
e n e1 nacimiento de éste y en la panza del vaso con impre?
siones digitales. El puntillado en los niveles 1 1 y 11 es es1
paciado unas veices, apretado otras y muy ligero en oca~iones,como si estuviera hecho con peine.
La decoración cardial, por último, presenta las varie
dades siguientes t
a) Irnprestionm irregulalres do peeten.
b) Agrupación de tres hileras en el cuello.
fc) Agrupación de tres hileras en Ia pared del vaso.
d) Dientes de sierra, enmarcados a, v m s por incisiones.
e) Ondulaciones y
f ) Raspado f Veltot~té).
Si se c0mpat.a lo anteriormente dicho de Achakar en
relación con cuanto se ha escrito a n t a sobre la Sarsa en ei
mundo neolítico, es evidente la conexion familiar próxima
y totaf entre ambos ywimientos. Ya desde eu excavación
apartxi6 de manera patente, pero es aventurado; unir eslabones de una misma cadena ain conocer los interrmediios y
sólo nuestras investigaciones dan en este aspecto de las relaciones cerámicas un nuevo sesgo al problema. Si los neofíticos de la Tingitma pasan hastp la Sama, ¿cómo en Andalucía Occidental -de Gibraltar a Almería- no es cono-,
cida la cerámica cardial?
Cabe diferir la rmpuesta a este interrogante, pero no
debe olvidarse que ya conocenioi; m~uchosyacimientos ricos
y completos en los que la familia cerámica cardial no exisa
te (121). Ya dimos a conocer el caso de E ornamentación
cardial em vasos tcampaniforma de Carmona (1221, pero
evidentemente aquE se trata d e un a s o de perduración de
(121) Cfr. e cuadro sinóptico, reproducida aquí en l p&. &
1
a
(1221 1942,
100,
w.
5
[page-n-68]
Fig. 20,-Vm
~gemteilode $ k a de l a k s a (wgún
4qanetru~cti6a
idead)
[page-n-69]
ia técnica ornamental, no sólo por o1 estilo gmeral y la
sronología de la cerámica eampanilforme, sino p w su mismz~localización gaográfiea, que nos indica que no se trata
de un yacimiento de la primera hora nm1Iitica, sino de una
etapa cultural po~terioiren que el hombre está capacitado
culturalmente para establwer su btc~Exnltat en el Valle. E n
Píg. 2 I .-Oonjan~t~ típiiccz W i ~ m i a u t r i t m o ,& ulna tuwa dd
\ & h a l l malag~weño
otros aspectos no cabe olvidar que la posibilidad y la exigencia gnográfica de mlacilones entre la regián Penibética
y el litoral Mmroquí tiene patentes documentos arqueuil0gicoe. Así el ovoide d e fondo c0nicu del Guad Mellah, del
Museo de! Rabat (1231, e$ una rkplica de los existentes en
Ia Península y lo mismo cabe decir del aasa horizontal. En
,
[page-n-70]
cuanto a los fragmentos cerámicos d e Río Salado de Orán
son por su pasta, su modelado, los tetones, las asas ierforadas o la horizontal y aún por las sencillas incisiones con
punzón agudo o romo (124) análogos a los tiestos de Genista Cave, d e los Murciélagos, la Pileta o la Mujer. Otros
can sus zig-zags, si por una parte pueden rederirse a Ne
gada en el Nilo, por otra rememoran motivos d e Achakai
o del Mantgó y !las b,andas d e líneas cruzadas son análogas
en la Victoria, Cueva Tapada, Hoyo de la Mina o ,las zonas cardiales de la Sarsa, Bolumini o Montserrat (125).
Ahora bien, rdiriéndonos sólo a 'la eerámica de la Sarsa, su estudio obliga a inquirir su origen en Andalucía o
en Africa del Norte; pero la inexistencia d e cardial en
Andglucía nos orienta hacia la zona africana entre Orán
o Argel y Tánger donde aquélla existe.
Más allá de esta zona existen también yacimientps con
los que establecer relaciones, Bero ya no serían directas;
véanse, por ejemplo, las magníficas cerámicas recogidas
por Martínez Santa.Olalla en su expedición palmntológica al Sahara español (EPSE 1, 1943) (126), especialmente
las de( Río de Oro, de Hanisch, localidad 22, tanto por su
duración como por las formas o las d e Taiaret Hemir,
Daya de Zug, localidades 49 y 50.
Razones arqueológicas y geográficas nos han llevado a
una conclusión que sintetiza: nuestro mapa de la figura 2.
La llegada del Nmlítico mauritánico -las relaciones cerámicas lo muesfirai.1- debió tener una doble corriente; la
primera ha~ciala Penibéti'ca Meridional ; la segunda hacia
el Sudeste -de! Almería al cabo de San Antonio-, en cuya
parte Norte es la Cueva de la Sarsa el más rico yscimiento. E n la zona 1, tanto 10s yacimientos costeros (Cuevas
Genista, Hoyo de la Mina, del Tesoro, de la Victoria, Ta(124) Ya,BOSGH, 1932, se r e r e a ellos.
(125) Itafmmcias biblic+p%hs
completas y &menta
comparación en nuestro estudio en prensa.
(196) ~
~
T SANTA-OLAGU, 1944, t. TI, l&minas.
~
E
Z
m db
'
,
[page-n-71]
pada, El Higuerón, de los Murciélagos, etc.) como los de
penetración por las serranías de Málaga, Granada p Córdoba (Cuevas de la Mujer, 'la Pileta, Lo8 MurcNagos dé
Zuhwos, los Mármabs, e'tc.) ignoran la cerámica cardial.
E n cambio, al que se diga que ésta apareció en el Cerro de
las Animas (127) nos lleva a incluir en la zona 11, a que
pertieneee Ia Sama, los; yacimientos alrnarien;sm d e Cueva
ambrosio, los TolIm, etc. ; pero aun así su abre peníbétko
es fundamental. E# núcleo cardial propiamante dicho d e
[page-n-72]
la zona II está por el nudo arográfic~
que al Sur del Júcar
termina en el cabo de la Nao y lo 'forman los yacimientos
que anotamos al1 comenzar este estudio (Véase el mapa de
la fig. 1).
Cronológicamente cabe suponer cierta prioridad de lo
meridional (128), pero la ergología de la zona TI permite
apuntar que el origen del Nmlítico tal vez haya que buscarlo en la costa d e Orán, en un momento en que los influjos saharianos se hubieran hecho sentir sobre el fondo
mauritánico. De Brezina, Rio Salado, etc. se llega a la cerámica de la Sarsa sin excesivas mutaciones. E n cambio
+Achakar ya resulta más pobre que la Sarsa, pues posiblemente sus gentes son la perduración litoral de aquellos
neoliticos oraníes que n o cruzan s mar, que seguirán su
1
marcha bordeando el Atlántico hacia el sur, que cruzarán
e1 mar para dejar muestras de su estilo en cerámlicas d e las
Islas Canarias y que perdurarán cuIturalmeRte, mientras
en las costas mediterráneas d e E u r w a se suceden las culturas metalúrgicas, las invasiones de pueblos guerreros y
el fecundo contacto de ccrlonizaciones talaswráticas.
Nuevas investigaciones quizá permitan, pues, ~ Í í a l a rde
E
manera indubitable en e Nmlítieo rnauritánico dos fases, A
y B, que, idénticas en lo básico, reflejan una diferente tradición cerámica, con o sin cardial. De este hipotético mauritánico B nuestro con cerámica cardial y quizá también
con la pintada, llega esta familia desde tierras tuneciaas a
Sicilia y Península ítá'lica que así quedan enlazadas con
nuestro Levante Hispánico.
(1281
ezlaio.
Las rasme&de &a,
p0h
en numt;rO aawrci-
es-
[page-n-73]
Seria pretensión excesiva querer establecer una serie de
conclusiones con validez absoluta a base de 10s materiales
estudiad- de la Cueva de la Sarsa. Y n o es por falta de riqueza y variedad en ellas, sino por la consideración científica de dos premisas; la primera, y ello ha motivada las
alusiones hechas a a r o s yacimientos, es que precisamente
en arqueología iprehiitbrica, como en todo estudio histórico,
no es precisamente lo excepcional y único sino lo genkrico
y en conexión cultural con una serie abundante de yacimientos, lo que permíte postular conclusiones. Por otra
parte, en la Cueva de la Sarsa, por excavar en gran parte,
nos falta una estratigrafía firme, no dada asconocer por su
excavador.
Hemos tratado en las páginas que anteceden.de dar a
conocer abundantes materiales inkditos, de destacar su va-.
llar 8arqueológicoy de puntualizar algún aspecto de sus relaciones. Aunque alguna afirmación pueda parecer que sobrepasa 50 que los materiales dela Sarsa sugieren, ha, de %eneme en cuenta -y de ahí la reiterada cita de trabajos
nuestros- que investigaciones de conjunto que en parte
hemos publicado y en parte tenemos _en prensa, nos mueven a pedir del lector ú n margen d e confianza o de atención
a nuestros restantes estudios.
Personalmente mis propias convicciane6 sobre el Neolítico .en 'general se han visto reforzadas, paradójicamente,
p a r las lamentables condiciones de los últimos años de Eur q a . La repercusión obligada de las c5rcunstancias en la
investigación científica produjo en nuestros estudi- fallas
'bibliográficas, aislamiento entre 10s estudiosos y, en consecuencia, trabajos aislados. Y si nuestras conclusiones nos pa-
[page-n-74]
recían aventuradas en parte, al conocer trabajos paralelos
(Gordon Childe, Menghip, Hawkes, Louis, Laviosa-Zambotti, Bernabó Broa, etc.) realizados al mismo tiem,po o con
posterioridad, han servido de refuerzo a nuestra propia seguridad. Y lo mismo ha ocurrido con investigaciones posteriores realizadas en nuestro país, que han venido a insertarse en nuestra sinopsis sin modificar sus líneas.
Tal ocurre, por ejemplo,' con los recientes trabajos d e
npestros colegas F. Jordá y J. Allcácer y del PTof. M. Almagro. E n las excavaciones realizadas por los primeros e a
la Covacha de Llatas (129) hallaron un patente Neolítico
hispanomauritano, para el que postulan la; denomitnación d e
Nedfitico inicial de montaña, para aque refleje en lo posible las características etnográficas, cronológicas y geográfi-.
cm». Desde el punto. da vista local, valenciano, no nos parece nada incorrecta tal denominación; téngase en cuenta,
no obstante, que el decir $nic9a11no puede en forma alguna
ser expresión d,e antigüedad sino para la zong montañosa
en que radica el yacimiento, ya que como es lógico en nuestro sistema y apuntan Ios citados autores, aaquellas hombres vivieron dentro da un medio del vida mesalítico, incarporando y asimilando a su vida de cazadores una cultura
pastorilr. Culturalmente sería más correcta l'a denominaci6n de Neol%tiCommgina2 d i montaña.
Precisamente en zona montañosa más al interior, en Albarracín, hay gentes que apor SU propia tipología -escribe
Almagro (130)- y por sus más próximos paralel- los yacimientos que hallamos en la mayoría de 1'0.8 abrigoa y covachas pintadas con arte levantino deben, pues, fecharse deshasta una épaca muy tardía del Neolide el ~ í p a l ~ e o l í t i c o
tico, representado una cultura de cazadores que ha perdurado muchísimo tierno0 en 'las montañas que bordean la
( 1 ~ 9 ) J o m A y AWACBz, 1949, gSg. 15 y siguientes.
(130) ALMACraO, 11949, p&g. 116.
[page-n-75]
Península a 10 largo de las costas mediterráneas~. De ahí
que, como es evidante, para una consideración cultural del
Neolítico, se deba tenm por inconte~tablela máxima antigüedad para los yacimientos costeros o paco menos - d e n trci d e la geopolítica d e la época-, como la Cueva de la
Sarsa,y e1 progresivo empobrecimiento de su cultura bispano-mauritana a m d i d a que nos internamos hacia el interior
de 'la Península, a través de un Nmlítico marginal como e
1
de Llatas y un Mes~líticoen vías da neolitización corno en
Albarracín.
Por esta convilcción no'puedo adherirme por ahora, a
baw de lo conocido, a la revolucionaria tesis cronológica
d e mi maestro1 el Prof. Pericot (131) que! en vista de, cerámica tosca, lisa, rayada o, con algún relieve y con asas tubulares
horizontales, junto con los silex micrdliticos en la Cueva
de: la Cocina y de loa materiales de la Covacha de Uatas,
ambos yacimientos de montaña, llega a pensar en una etapa
protoneolítica en Levante, con cerámica lisa o rayada, anterior a la llegada de la cultura hispanomauritánica con Ferámica ricamente decorada, con lo qua se llenaría el Y" milenio.
Del mismo modo -que a t a s investigaciones de autores
españoles rdfuerzan - s a l v o b s discrepancias apuntadasnuestros puntos d e vista, n o queremos cerrar estas notas
sobre la Cueva de la Sarsa sin aludir a a'fgdn reciente trabajo, en el que concurren las circunstancias a que nos hemos referido anteriormenth. No como mdifica6ón de numw
tros puntM de vista, pero si como una acentuación de atisbm d e nuestra tesis dwtora'l, estimarnos las orientaciones
del Prof. Martínez Santa-Olalla (132) reforzando influjos da1
mufido ne~lítico
oriental mediterráneo, que esperamos ha
(131) JORDA~ALCACBR, 1949, grólogo, pág. 7.
(132) V. especialmente Guañiernos de Historia primitiva del HOmbre~,
diversos ~rticu1.0~ notss.
y
-
[page-n-76]
74
d e puntualizar la investigación futura del Neolítico penínsular; estos materiales que damos a conocer de ,la Sarsa,
pueden ser valiosaa a tA1 fin. De este substrato nwlítico de
cerámicas impresas, que nosotros señalamos en relación, con
la Península hispánica por indicación del1 Prof. Childe, nos
da interesantes datos Bernabó Brea este mismo año (133) :
También en el Oriente mediterráneo la cerámica decorada
con impresiones en crudo caracteriza los más antiguos niv e l a neiolíticos.
,
Constantemente se ha encontrado en los estratos más
profundos, p'or debajo de los que contienen la cerámica
del estilo Te11 HaIaf, que parece hoy la más antigua cerámic
ca pintada identificada en estas regiones.
E n tal posición estatigráfica hallamos la cerámilca impresa en Mmsina (Cilicia), con tipos y con motivos decorativ o s que recuerdan estrechamente los de Molfetta y-Arene
Candide, entre otros el motivo del zig-zag curvilíneo que se
oibtiene por la impresión en la blanda arcilla del reborde
;le una concha1 (lo mismo -añadimos nosotrosen la
Cueva de la Sarsa, Caverna del Montgó, Achakar, etc.). E n
la costa siriaca tenemos idénticos tipos en los niveles más
profundos d e Ras Shamra-Ugarit y de Judeideh (llanura de
Antioquía), mientras más al sur, en Jericó, las primeras cerámicas neoilíticas (que se encuentran sobre niveles nmliticos sin cerámica) son menos características por su extrema
tosquedad y deleznable calidad. Pero tipos mrámicos idénticos a los de Mersina y Ras Shamra se hallan en los niv&
les más profundos de similares estaciones d e Siria secptentrional, en Sakje Geuzi, en Chagar Bazar, ea 'Arpachiya'h,
en Nínive. E n casi todas estas locai'idades, además de las
decoraciones hechas con la orla d e 'las conchas de. cardium
o d e otras decoraciones impresas, encontramog también
fragmentos con grafitos posteriores a la cocción, con dibu-
:
: -a
(133) BERNABO
:$,< ,
- -*i
!
l
'
-
8,.
8
WREq 1950, pág. 29 y
siguientes.
[page-n-77]
1%
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-,
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jos geomerricos (triángulos, rellenos, etc.), cuya identidad
'con las cerámicas decoradas con igual técnica de la península italiana es impresionante.
E n Grecia, ejemplos d e una cerámica decorada con impresiones sólo han sido hallados hasta hoy en algunas de las
más antiguas estaciones d e Tesalia como Argissa, Karabairamu, Mesiano Maghaula y Rachmani.
E n Creta, el Neolítico se caracteriza por una cerámica
que por la técnica de la decoración incísa en crudo y por
sus motivos, p u d e considerarse como una rama especializadísima d e la cerámica impresa mlediterránea, pero una
serie d e elementos que se encuentran asociados a ella 4 u saioIas, idolilloa de barro cocido, etc.- son extraño's a este
antiguo fondo cultura1 neolítico y revelan desde luego contactos con culturas más evolucionadas.
E l contacto expresado por Bernabó Brea de este mundo
nealitico mediterráneo oriental con la península italiana,
puede hacerse extensivo plenamente a nuestro Nmlítico hispánico -tmiendo también en cuenta Cerdeña, Malta, Afri?a del Norte- y nu podrá parecer extravagante buscar pa.alelos de la Sarsa entre los materiales descubiertos y estudiad~
por Burkitt, Schaeffer, Me Ewan, Garstang, Mallowan, Tsountas, Wallace y Thornpson, Pendebury y otros
(134). Valga como corroboración de este aserto el asombro
de nuestro colega y amigo Bernabó Brea cuando ante los
fragmentos de la Sarsa que le mostramos en reciente visita
a nuestro Museo, nos decía de algunos que eran de identitá
impressíonariti c m qusllli di Stmtinello.
Respecto a la expansión hispánica hacía Francia y más
aIlá, que venimos estudiando hace años, señalemos complacidíeimos la coi~ncidenciade enfoque cultural y la similitud
de resultados alcanzadas por las 'investigaciones del Proi.
.
1
.,
h;,,
, :
(134) Cfr. la, bibliografia de estor, autores en BERNABO BREA,
1950. página 50.
[page-n-78]
76
M. Louis para; el sur de Francia (135), así como la aceptación
de nuestros puntos de vista acerca de la nmlitización de Sui- '
za por el Prof. Pericot (136). Sobre el estudio directo de 10s
materiales del Mediodía francés, Bernabó Brea (137), aparte
de su enlace con -el nivel necxlítico más antiguo d e Arene
Candide, encuentra uff2'rzitá mdltcr stretts, spesso vera: ident&L, sobre todo para la cerámica eardial, de la-que la Cueva
de la Sarsa es yacimiento excepcional. (Yacimientos de BUta del Bord da fI'Eau, junto a Tolón; abrigo de Chateauneuf-les-~artkues oeste d e Marsella ; cavernas de la Baual
me Sourne (138) y d-ei la Nerthe; gruta de St, Vdrédéme;
Baume Lntrone; y fragmentog de las grutas des Fées (Tharsux), du Preve1 (Montelus), des Sables (Remoirlins), des
Fréres (XiTontlpellier), etc.) .
N o presentarnos conclusióri. absoluta alguna. Creemos
que los materiales de la Sarsa aún permiten h2ás precisianes, pero los avances hechas en invmtigación del Neolítico n o se basan ni pueden fundamentarse en un solo' yacimiento, ni en los dg un pais, ní aun en los de un continente. La expansión universal de la primera cultura campesina
exige, tanto para su estudio como para su comprensi6nYla
más despierta atención a los trabajos de cuantos invesügadores buscan por medio de \la arqueología prehistórica el
hilo de la historia del Neolítico. Por eso nos hemos permitido tan amplio recorrido a base de 110sresto6 d e una cueva
valenciana, da las mtribaciones de Síerra Mariola, junto a
Bocairente.
(135)
(136)
(137)
(138)
'LOUIPJ, 1947 a), 1947 b), 1948.
PERIlcOT, 1949-50.
BERNABO BREA, 1949.
ESC:ALON DE FONTON, lB50.
e
[page-n-79]
Inventario de los materiales de la cueva de ((LaSarsae
(Bocairente)
1.-Borde de: vaso con dmoracicin cardial en tres zonas horizontales (límites en dirección vertical y relleno én
iqclinada), alternando con otras líneas.
2.-Fragmento de vaso grande con cuello y asa. Deuioración cardial .en zonas horizontales y verticales.
3.-Fragmento de vaso con decoración ca(rdia1, con
impresión d e ~ n a t i s ~ . ,
$.-Fragmento Can decoración cardial en zonas paralelas horizontales y formando dibujos en grupos d e dos fajas verticales surmontadas por un triángulo.
, 5.-Fragmenta
con decoración lcardial d e dirwci6n
varia.
6.-Fragmento de borda de cuenco con dos mamelones.
7.-Fragmento de pared común a dos vas& geunel~~s,
con amplio orificio de comunicación. Cordón y decoración
cardial.
8.-Fragmento con cordón y decoración cardiaf.
9.-Fragmento de vaso, con asa que se prolonga en
sus terminaciones superior e inferior en cordón, por amboa lados; otro cordón se prolonga. en dirección del asa,
hasta la base.
10.-Fragmento de borde; cercano a éste, cardón, con
un mameIOn encima del asa, 'la cual se prolonga por sus
e x t r e m a superior e inferior por cordona a ambas lados.
11.-Fragmento de borde; paralela a éste, d ó n 'con
deicoración digital.
12.-Fragmnto de 'asa con reborde. Decoración cardiaf
en zonas horizontales y radiaIes.
[page-n-80]
12 bis.-Fragmento de borde ondulad~,can un orificio.
Ornamentaciajn de punz6n o cuchillo ea eI.dep6shwy en el
borde mismo. Cordón con ornarnentaciÓn.digita1.
13,-Fragmento de borde, cubierto e@toda su superficie
con esferillas de barro unidas unas a otras.
14.-hgmento de, borde con cordón en e'l depósito.
Ornamentación a punzón en el depósito y' en el mismo
borde.
15.-Fragmento de borde con decoración de mamelcrnes
en dos bandas paralelas.
16.-Fragmento da bordó con cordón y decoracián cardial.
17.-Fragmento de vaso con amplio cogedero. Deccmación cardial en zonas paralelas (dientes y líneas lisas). E n
el asa, decoración a punzón, en diración radial,
18.-Fragmento de borde con asa. Ornamentación cardía1 en zonas. verticales, limitando cuadros lisos y fol~mando
triángulos. E n e borde, decoración cardial.
1
19.-Fragmento de borda con amplia asa horizontal,
limitada a los lados par do& cordones verticalales. Decoraci6n cardiai. E n el asa, tras cordaaos paralelos horizontales.
20.-Borde
de vaso gon decoración cardial an lzonas
horizontales alternando con otras lisas; junto al borde,
zona d e líneas diagonales con tres orificios.
21. -Fragmento de vaso con cordón ornamentado y
decorapi6n en zonas veirticala.
22.-Asa con fragmento de vaso. Decoración cardial en
fajas verticalep.
23.-Fragmento d'e: borde con asa, con orificio en la
parte superior y conducto que le cruza diagonalmente;
quizás llegase al depósito mismo, sirviendo para salsida del '
líquido. Sin ornamentar.
24.-Fragmento de borde con asa ganchuda hacia arriba. Sin ornamentación.
25.-Fragmento de vaso con asa de forma angular. De.
.
[page-n-81]
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mraclha m.&ia$ en a o w hiorEzm&lmpvwddes de tsiiingulaaet y ea zimg.
%.-Ftam@ht.~C?
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89si ,que Q ~ W S
ig,dfidm. Omanant*%&ncarxisil
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m a pmalaleJ inkereas
saada d as& t;amki&n.
Z,-Framento de trord.rfem x asa horri~ontd, Ck~o.x.;d%x
eidSn mda ea sooalki hoalao8talm de.linears plctraldas ; trii il
pl* Im horkunM de ~pn~tia.
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B.-Ergmetbka de vaso m eordBn g deoradcja cara
dtal en mmtr vefii-ale?a, de dien@ y ñ b s IIsiii~
mto da vago eoa asa Inc~rnplata.Decorahadas Barboatalm; verticalear en d a%@,
to de bode cpn a ~ a ,En ed borde* csrdrin.
E1 m zonm pmldas h a r i ~ ~ t a l e s d
a
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eueUo, IZmi&ndo fimrag w d k b g sa J d.egb6tú y en
sonar vstiCTtle m al ma.
$ 3 1 . - F a de vaso b:aa asa. ~ a t a c i i i r id l a l
en l;onge vveflicialw y en & l ,
@o
32.-Sfi.%menru de ccrellcs. y dw&ta. k o r s e l b n a parn~6x1.hato al b d é : aona .de guntm; d0baf.o; zaaaet formando ,trib$ulo y fajas de Ifnw vt~xrtialm~
altsrnanáio
cm otras 3m.
B.-Fra~é&a de asa e m decsraci6a en ltnept8 paraIdae, de gran pmfanadibd,
%.B~agm.tlnta d~ tzsde can cord.db.n daamd~ BuaBn.
S.-Ftam~nto $e vasa cm ~ w w ~ c i 6anpiunzán.
S - F r a w n b :tic 'o&
%.
w n d.m~r@cbn mrdbt h
zonas harisantrik can limiterr sail d;rec.l&aw d c d y ralleao da l i n w inclinadas.
40,-Fr1tpcnto de bbrde irron. am. D6:c~)mci&n rdia1
msri
en m a s har.izaatd& 9 t
los r-aadoe PQT ana.ti~s.
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Baja el a@%,i q ~ i a a a anattmit.
de
42~Fra@e;nX.~7de bode can asa. Cordih
y
&%ara-
"
[page-n-82]
80
ción cardial en zona. inclinada junto al borde y limitando
cuadros lisos, debajo. E n el borde aparece asímismio decoración cardial.
43.-Fragmeato de vaso con decoración de cordón, de
sección tribngular, en curvas paralelas.
44.-Fragmento de borde lckn cordónc y decoración cardial de orientación'horizontal, excepto en los bordes del
cordón, donde es perpendicular a él.
45.-~ragmento de vaso con decoración cardial formada
de líneas paralelas sin dentar.
&.-Fragmento
de vaso con cordón y ornamentación
a punzón, angular en dirección vertical.
47.-Fragmento de borde con asa y ico'rdón a la altura
esta.
48.-Fragmento de borde liso.
49.-Fragmento d6 borde con un
50.-Porción de vaso grande, sin decoración. E n dos
fragmentos.
51.-Porción d e vaso con decoración cardial en zonas
horizontales, alternando las lineas dentadas con las lisas,
en el centro del depbsito, zona de líneas inclinadas para'lelas limitadas por otras horizontales., E n seis fragmentos.
52.-Porción de vaso con decoración lcardial en &nas
horizontales y adornos a punzón, de orientación angular
alternando con anchas zonas lisas. E n cinco !ragrnentos.
53.-Asa vertical con doble orificio, con un reborde en
su parte superior, limi&ndole.
%.-Fragmento
de vaso con asa de dobla orificio en
pa-sici0n vertical, prolongándose por cordones de dworación digital a ambos Iados, tanto en su extremo superior
como en el inferior y por la zona de separación d e los
orificios. .
55.-Fragmento de borde con mamelón.
56.-Fragmento de borde. 'Liso.
S.-Fragmento de borde con cordón liso.
58.-Vaso acordonado, i'ncompleto, con parte de la boca.
'
[page-n-83]
Cardón horizontal y decoración cardial en zonas angufares formadas de líneas diagonales limitadas por oltras paralelas que forman ángulo con la$ últimas; las hay tamrellenas de diagonaléls y en zigzag. E n los
bién v.ticales,
extremos de estas últimas zonas, líneas de punto5 a punzón. Aparece en tres fragmentw. En su mtremo izquierdo
a plano.
59,-Porción de vaso con cardón en 'la parte superior
del depósito. E n tres fragmentos.
60.-Fragmentos de vaso, uno de ellos, da borde, -con
cord6n.
61,-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas
horizontal* ribeteadas de diagonales.
62.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas hwizontales rellenas de líneas inclinadas.
63.-Asa formada de una supirficie superior plana y
otra curva. Sin ornamentación.
@.-Fragmento de cyenco sin decorwión.
65.-Fragmento d e vaso sin decoración,
%.-Fragmento
d e borde sin dec0ración.
67.-Fragmento
de borde sin decoración.
68.-Fragffiento
de vaso sin ornamentación.
69.-Fragmento de vaso sin arnannehtar.
70.-Fragmento de vaso sin ornamentar.
71.-Fragmento da vaso sin ornamentar.
72.-Fragmento de vaso sin ornamentar.
73.-Fragmento de vaso sin ornamentar.
74.-Fragmento de vaso con cordón de dirección parabólica.
75.-Fragmento de vasu sin decoración.
76.-Fragmento de borde con decoración cardial) sn zonas horizontales que interesan el mismo borde.
77.-Fragmentos d e borde sin decaración.
78.-Fragmento de borde con asa. Decoración cardial
d e orientación angular cubriendo una amplia zona que deja
*
6
>
-
[page-n-84]
82
tan s b b una franja junto al borde, que aparece asimi~mo
decorado. E n once porciones.
79.-Fragmento de borde con decoración cardial m zonas horizontales que interesan el mismo borde. Junto a
61, zona lisa.
80.-Pbrción de borde con cordón aumentado a punzón,
a1 $ual que la parte del que queda por arriba. E n dos
fragmentos.
81.-Fragmento d e vaso con ornamentaci6n cardial horizontal inclinada.
82.-Fragmento de borde con amplia asa. Sin decoración.
83.-Fragmento d e vaso d~ cuello reentrame, con. asa
inferior y fragmento de la superior. Sin ornamentación.
84.-Fragmemto de borde con dos cordones de ornamentación a icuchiilo, formando cuadrados pequeños; la
ornamentación afecta al bordet mismo.
85.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonars de orientación angular, debajo de las cuales hay otras
de orientación parab&lica, ribateadas de líneas pequeñas
a modo de fleco, rematadas por unatisq. Ea siete porcio- '
nes, las más de ellas lisas.
%.-Asa
en porcián vertical, con fragmento d e borde.
E n dos fragmentos.
$7.-Fragmento da vaso sin decoración.
88.-Fragmento de borde sin decoración.
89.-Fragmento de borde sin decoración:
90.-Asa vertical con reborda en la parte inferior, limitado por otras dos a eu vez, menores en Iongitud y perpendiculares a a. El borde aparece ondulado.
91.-Fragmento de vaso ofr6ciendo todo el corte. Liso.
E n tres porciones.
92.-Fondo de vasito con decoración lcardial en zigzag
y formando zonas angulares y parabólicas, rellenas kstas
d e líneas perpendiculares.
93.-Fragmento de vaso con acentuado mamelón pro-
[page-n-85]
cuchillo o punzón.
94.-Asa en dirección diagonal al borde del cuenco. Sin
decoración.
95.-Fragmento de borde ondulado con asa en posición vertical. Sin decoración.
%.-Fragmento de borde con mamelón.
97.-Fragmento de borde con mamelón.
%.-Fragmento
de borde t o n serie de tres cordones
a
verticales, perpendiculares a l borde, en el cual terminan.
W.-Fragmeato de borde con ligera saliente y mam,eIón muy acentuado.
100.-Fragmento de borde con tres cordones en serie,
perpendiculares a aquél. E n dos porciones.
101.-Fragmento de borde con mamelón que ofrece un
surco poco pronunciada a lo largo de su eje horizontal,
formando a modo de dos cordones. Junto al borde, orificio.
102.-Fragmento de borde con mamelón muy saliente.
103.-Fragmento de borde junto al cual hay una jínea
de mamelones.
104.-Fragmento de vaso con marnelón. En el perfil
interior la superficie de la boca está desplazada ligeramente hacia fuera, tcorrespondiendo a un mayor diámetro.
serie de tres, perpendiculares al borde, donde terminan.
107.-Fragmento de .borde liso, correspondiente a un
cuenco.
108.-Fragmento d e borde con cordón paralelo a él.
109.-Fragmento de borde con cordón con un orificio.
110.-Fragmento de vaso con mamelón y cordón que
lo prolonga; decoración a punzón en líneas ara le las, formando un sogueado.
111.-Fragmento de borde con cordón paralelo a él.
.
I
[page-n-86]
84
112.-Fragmento de borde con amplio mamelón horizontal.
113.-Fragmento de' borde con asa formada por dos
curvas, diagonal 'la superior con rkspecto al borde y más alta que él, corrrrsponde a una forma análoga a otros fragmentos.
114.-Fragmento de borde con cordón de decoración digital.
115.-Fragmento de borde ondulado. Sin decoración.
116.-Fragmento de borde !con decoración digital en el
canto.
117.-Fragmento d e borde con cordón paralelo a él.
118.-Fragmento de vaso. con dos cordones paralelos,
probablemente formzndo parte d e una serie vertical de tres
o cuatro cordones, perpendicular al borde.
119.-Fragmento de borde con cordón perpendilcular a 61.
120.-Fragmento de borde con mmelón.
121.-Fragmento de borde de cuenco con el arranque
d e un asa.
122.-Fragmento dei borde ondulado con una' línea de
mamelones paralela a él.
123.-Fragmento de borde sin decoi-ación.
124.-Fragmento d e vaso pequeño sin decoración. E n
relación con el det depósito, el fondo tiene un espesor considerable.
125.-Fragmento de vaso con cordón horiz~ntal.
126.-Fragmento de borde con cwdón paralelo a é.1, poc a acentuado.
127.-Fragmento de borde de un vaso de cuello cilíndrico sin decoración. E l cuello presenta un Iigero saliente en
.toda su circunferencia, sin llegar a la solapa'C
128.-Fragmento de borde con línea d e mamelones.
129.-Fragrnjento de borde con cordón paralelo a él.
130.-Fragmento d e borde en ligero saliente, con cordón
paralelo zi él.
131.-Fragmento d e borde ondulado. Sin decoración.
[page-n-87]
132.-Fragmento de borde en línea ondiiladn muy pronunciada.
133.-Fragmento de borde con dos cordones verticales,
perpendiculares a él.
134.-Fragmento de borde con cordón paralelo a U . EI
borde aparece ligerra'mente ondulado."
135.-Fragmento de borde con dos cordones de escasa
altura, perpendiculares a &l.
136.-Fragmento de borde ondulado. Sin decoración.
137.-Fragmento de barde ligeramente ondulado, con
y
porción d e c u e l l ~ la inflexion correspondiente al depósito. Sin ornamentar.
138.-Fragmento de vaso con aba. Decoración de rayas
a punzón, formando Zonas de 'líneas paralelas y diagonales a éstas. A lo largo del asa, líneas paralel'as que se continúan en el depósito.
139.-~ragmento de vaso coa asa. Decoración de líneas a
punzbn, diegonales entre sí, a modo d e ram~as.E n el asa,
Iíneas paralelas en e1 sentido de la -longitud y o-tras cruzando.
140.-Fragmento de vaso con decoración a punzón de
líneas paralelas ribeteadas1 de diagoqales, y de orientaci6n
angular.
141.-Fragmento de vaso con decoratción a punzón formando motivos de orientación angular y líneas paralelas.
142.-Fragmento de borde con decoración a punzón de
'lineas paralelas diagonales, ribeteadas de traaos perpendiculares a ellas.
143.-Fragmento de cuello de vaso pequeño, can parte
del depósito, decorado el primero con una serie de líneas
horizontales en número de seis y ejecutadas a punzón. E n
e1 depósito la zona de líneas hofrizontales está ribeteada
por su parte superior de Iíneas perpendiculares, cortas. En
tres porcionesd
144.-Fragmento de vaso con cordón limitado en sus
bordes superior e inferior por dos 'líneas a punzón, corno
[page-n-88]
toda la decoración del vaso. Muestra una serie de líneas
perpendiculares a estas dos. Debajo, zona de líneas diagonales, ribeteadas de otras perpendiculares a ella.
145.-Fragmento de borde con mamelón muy prominente.
146.-Framento de cuello de vaso con decoración a
punzón en Iíneas paraIeIas ribeteadas por la parte inferior
de una serie de trazos perpendiculares a ellas.
147.-Fragmento de vaso muy delgado, sin decoración.
148.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas paralelas en zig-zag, alternando las lisas con iab rellenas de líneas diagonales.
150.-Fragmento de vaso con tres líneas paralelas limitando una serie de línea$ angulares paralelas, de decoración
cardial.
151.-Fragmento de borde con decoración cardial en lí.
neas horizontales, surmontadas de una serie da líneas &ag ~ n a ~ l e sellas.
a
152.-Fragmento de vaso con decoración cardial en zonas paralelas en zig-zag, alternando las rellenas da trazos
diagonales y lisas.
153.-Fragmento de vaso con decoración cardial en 1íneas angulares.
154.-Fragmento da vaso con decoración cardial en líneas paralelas, angulares.
155.-Fragmento de vaso con decoración cardial, en 1ínmls paralelas, en ángulo, rellenas 'de trazos diagonales.
1 5 6 . 4 u e n c o con asa vertical d e gran tamaño, que so*
bresale del borde. Sin ornamentación.
157.-Fragmento de vaso esferoidzli: cuello con dos ori.
ficios; dos asas. Dworación a punzón m zonas horizontnles, y triángulos.
158.-Va'sito esferoidal con gollete y tres asas. Decoración cardial en zonas paralelas y triángulos. E n la base, dos
zonas de 'líneas paralelas, que se cruzan.
159.-Vaso incompleto, esferoidal, don borde y dos asas
'
[page-n-89]
,
-
87
t
e n dirección horizontal. Decoración cardia'l en zonas verticales, rematadas en anatis~,alternado con horizontales, y
nzan en el depósito d2ferente altura unas de otras.
160.-Vaso incompleto, con dos asas. Decor@ión cardial
en zonas horizontales, indlinadas y verticalles, rematadas
éstas últimas por anatia~. La decoración afecta también a
161.-Vaso incompleto con asa en dirección horizontal.
Ornamentación cardial en franja horizontal junto al borde
y en zonas horizontaIes y verticales en el depósito.
162.-Vasito esferoidal con asa en dirección horizontal
que ofrece dos orificios. DecorakiOn cardial en zonas paraleIas horizontales y en zig-zag.
163.-Vasito esferoidal con decoración cardial en zonas
horizontales y verticales; en la base, decoración a punzón.
Con asa.
164.-Vasito esferoidal con decoración cardiarl en zonas
paralelas y triángulos.
165.-Cuenca incompieto con asa vertical, Sin ornamentación.
166.-Fragmento de cuenco con asa horizontal. Sin decoración.
167.-FFragmento de cuenco con gran asa en dirección
'horizontal, oblícua al borde. Sin decdración.
Silex
Ciento setenta y nueve hojas smcilIas.
Una hoja con raedera.
Una hoja trapezoidal.
U n raspador.
Ocho puntas de flecha sencillas.
U n a punta de flecha' can pedúnculo.
Cinco tascas.
Un nódulo cónico.
[page-n-90]
Diiorita
Cuatro hachas de mano pulimentadas, comp'Ietas, y tres
fragmentos.
Azuela, de 126 mms. de longitud.
Pizarra
Un brazalete completo (diámetro externo, 100 mms.;
diámetro interno, 76; espesor, 14).
Dieciséis fragmeritos de brazalete; tres de eIlos con
orificio.
Otras piedras
Un 'fragmento de cuarzo hialino.
Un fragmento d e oligisto.
Ocho cantos rodados, de diversos tamaños y material.
Tres alisadores (dos de ellos puntiagudos) y fragmentos
de otros tres en punta redondeada.
Anilla de base plana (diámetro externo, 39 mms. ; interno, 20). F r a g m n t o ~ un ejemplar del mismo tipo.
de
Fragmento de anilla, de 27 mms. de anchura, con do&
orificios.
Esferoide de ,piedra con orificio central (120 mms. por
110), destinado a labores agrícolas.
Dos cantos rodados taladrados, de forma y coloratión
que re.cuerdan las de los moluscos.
*,
a) Huesos hunaanos
Cráneo dolicocéfalo incompleto. Diámetro antero pos- .,
terior, 178 mm. ; el diámetro transverso n o puede
precisarse por fa'ltar la parte del' parietal derecho,
a insertar con el temporal. Los fragmentos posteriores del occipital se hallan calcinados.
Nueve fragmentos de cráneo, calcinados (uno de ellos,
parcia'lmente).
Temporal derecho incompleto ; calcinado.
[page-n-91]
Una vkrtebra cervicdl.
Una vértebra dorsal.
Una costilla.
Iliaco incompleto, El agujero obturador mtá abierto,
faItando parte de izquión y pubis.
Húmero derecho, sin -la epifisis inferior y parte del
cuerpo.
Fragmento de cuerpo de cúbito.
Radio izquierdo y radio derecho,
Fémur izquierdo, sin la epífisis superior y parte del
cuerpo.
Epífisis inferior del flmur derecha.
Rótula,
Tibia incompleta y fragmento de qífisis superior.
Peroné izquierdo y p ~ o n é
derecho.
Dos miatatarsianos.
Doce falanges.
U n fragmento indeterminado.
ai d
b) Huesos de a . n sin seriales de zltz;liza&ón.
Fragmento de cráneo de un 'bQvidacon parte del cucr
p o derecho y de %la
&bita del mismo 'lado,
Un asta de U B O ~ D
y fragmento de otra.
Veinticinco astas de cáprido.
Tres candiles de .crC~rvus~,
incompIetos.
Dos fragmentos de cuerno.
Una mandíbula superior de rumiante con cuatro malares.
Tres mandíbulas inferiores de rumiante, con dos, tres
y cuatro molares respectivamente; en la Ultima se
puede observar el ángulo y una parte de la rama
ascendente.
Nueve incisivos.
Diez caninos, cuatro de 1 cuales son de aSus scrofn~
m
As~o.
Ocho molares dei rumiante.
[page-n-92]
Dos fragmentos de omópIato de bóvido.
Tres costillas; dos de dlas ,muy pequeñas.
Saicro incompleto.
Húmero de cáprido, al que falta la epífisis superior.
Epífisis inferior d e húmero de bóvido.
Tres tibias de rumiante, dos de ellas con Ia r'ótuil unida
y la tercera quebrada en su epífisis superior.
Divididas a l o largo, estas tibias se transforman
en dos punzones cada una (la cara interna d ~ és!
tas muestra la oquedad correspondiente a la médula)).
Una rótula y mitad de otrg, de rumiante.
Cuatro astrágalos.
Dieciocho fragmentos de hueso; de ellos, nueve de huesm largas y uno d e hueso plano.
) Huesos c m señales de utiilza'cibni o tmsfo~rrnodos
Punzones : Noventa y tfes construídos por modificación de la mitad de una tibia, en sentido !ongitudina'l, conservando la mitad correspondiente de la
rótula, para mejor adaptación de los dedos.
Uno con la parte de la rótula muy frotada.
Otro con la rotula completa.
Veinte sin la rótuIa, pero conservando la epíiisis
d e la tibia.
Tres cuya cabeza corresponde a la epífisís infgrior
d e la tibia.
Veinticinco no formados de tibias o indeterminados; lisos.
Cuatro con una serie de cortes horizonta.lea en ambos bordes por su parte más ancha.
Tres fragmentos de punzón (uno de ellos punta).
Cucharas : Doce sin ornamentación.
Mango con cortes horizontales en ambos nordes
junto al nacimiento de la: hoja. Longitud, 148 mm.
Una hoja da hueso con cavidad en su parte media.
[page-n-93]
Una cuchara ancha, con incisión transversal.
Diez fragmentos de cuchara.
Una espátula de asta.
Tres hojas de hueso sin ornamentación; una de ellas,
con orificio.
Piezas ornwentadas : Mango de instrumlento adornado
con seis líneas horizontales; entre' las dos superiores, orificio que no llega a taladrar la pieza y relleno de .IÍneas inclinad'as. Ofrece un entrante parabólico.
Fragmento de hueso decora'do a punzón por zonas
romboidales rellenas de líneas diagonales y cruzándose.
Fragmento con decoración inlcisa formando ángulos rellenos de líneas oblícuas, de izquierda a d,erecIiü.
Ofrece un entrante parabólico que llega de un extremo hasta cerca del otro.
Pieza pequeña de cuerno, decorada con una serie de
bandas horizontales, alternando las lisas con Ins
rellenas de ángulos que se continúan en linea.
Siete fragmentos de hueso largo, con una o 'dos incisiones circulares que parecen producidas para fornar
anillos. Uno de ellos muestra 'la epífisis, de fémur.
y otro el nacimiento de la misma.
Tres anillos y veinte fraghentos de ellos.
Fragmentos de hueso plano que corresponde a un sni11ó en construcción cuyo contorno interno esta ya
recortado.
Tres caninos con orificio en la raíz.
Pieza de cuerno.
Vértebra con un orificio.
Nueve eiem~laresde aCypraea l u r i d a ~ Linné; todos
ellos con orificio, y un fragmento de la misma esLTk a L~<7-'$ecie.
$
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4
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L
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ri
86%
[page-n-94]
c
Siete sin orificio.
Uno de orificio doble.
U n o truncado, habiendo perdido todas las espiras
excepto ;la altima.
üCardium edulen L.': Cuatro conchas completas sin orificio.
Tres con orificio en el rrnatisn (una de ollas con
fuerte grado de erosión).
Cinca fragmentos (uno con orificio en e1 anatis~).
~Pectunculus~ Cuatro conchas. con orificio en el
:
~Natisn.
Cuatro fragmentm; 'uno de ellos, con orificio en
el unatiSr>, otros dos con fuerte erosión.
aCyclostoma elegansr, Müller : Dos ejemplares; uno de
ellos con orificio.
Un ejempIar de rBulla~.
~Theodoxiafluviatilisn L. : Seis ejemplares, con orifiric.
aNassa íncrassata~Müller : Tres ejemplares can orificio.
c
aOatrea edulis~Linné : Una concha.
Fragmento de ~Conusnal que falta la primera y la ú1tima espira, permitiendo los dos orificios naturales
da suspensión.
Fragmento de espira d e uTritón nodiferusn Lamarck.
Tres fragmentos anulares de concha, indeterminados.
(Tritón nodiferus, Lamarck?).
[page-n-95]
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~ntroducción ..........................................
1- I yacimiento y otras localidades de Ea regibn
.E I
II.4ansideraclbn espedal Be ia cersmim ............
lt-&lieves (121. 2.-Ungulaeiones (131, 3.-Inciaiones (1 $,-Puntillado (141. 6 . 4 a ~ d i a lC14J.
31.
0.-Bcoractonea
(18).
IgrjCoR.Sideradoae8 mític@ ...........................
A-Ei l d t i c o de lrr, Cueva, de la Sarsa
B.&
Barsa en el mundo neoiitico ...............
C.-Relaciones cer&nlcsk,
D,-Cer&mica w i i neaiítica,..
da
......
.........
........................
..................
............
El.-~Meoiítlcl h i s w o - m a u r i m B . ,
?.
IVrGoloMn ..........................................
Inventario de toa mratmiaies de La cueva ...............
aibiiograffa ..........................................
[page-n-104]
[page-n-105]
LAMINAS
[page-n-106]
LAMINA 1
Anillo de piedra y objetos de hueso. Aparte de las cucharas, son de notar las incisiones que decoren los tres primeros huesos
de la parte derecha; el primelo de ellos
lleva, muy poco visib,les, unos dientes con
relleno oblicuo ; el tercero un complicado
motivo geometrizante, también re11eno.
[page-n-107]
[page-n-108]
LAMINA 11
Muestra d&i trigo calcinado, q u e se encontró en el yacimiento.
E n la parte inferior, el esferoide d e caliza
perforado, en el que es de notar su forma
irregular, su tosca superficie y la perforgción cónica por esta parte, que es también
\.
bt.i"aK6~&nica, inversa por la otra cara.
pero
[page-n-109]
[page-n-110]
LAMINA 11
ragmentos de tosca decoración. Nótese en
número 1 la lconseguida manera en que
w;jj:.,.. ase
:l. y - .
,,.
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se. continúa por los relieves.
..
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,,t. X
[page-n-111]
[page-n-112]
Núm. 1, al mismo enlace notado eln la lámina anterior, del asa con los relieves ornamentales. Raro' motivo en relieve el del
número S. Los núms. 4 y 5 son dos vistas
del mismo fragmento, en el que junto al
b o r d e v a un friso d e atrevido relieve de
mamelones. El núm. 7 presenta una irregwlar superficie obtenida por pellzs esféricas de barro aplastadas contra la superficie.
\
[page-n-113]
[page-n-114]
LAMINA V
Muestras de puntillado, incisiones, acanalado y re!leno de pasta blanca (núm. 3). El
gran fregmento del núm. 4 tiene, a pesar
del motivo ornamental, la posición en. que
lo reprelsentamos; la decoración parece ser
hecha con un cincel m u y finamente deptado.
[page-n-115]
[page-n-116]
LAMINA VI
Diversas técnicas ornamentales : rdieves (1,
3, 7), cardial (2, S, ungulaciones (8), bor)
des ligeramente dentados (6, 8), etc.
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Dos vasos incompletos. E l primeio, ricamente decorado, con amplias fajas horizontales y verticales, tiene la superficie bruñiS
da, la ornamentación hecha con puntillado
y
a ,ci8nce~l relleno d e pasta blanca. E l vasito
2 lleva ornamentación cardial sobre una superficie poco cuidada.
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I
*
>
,
' As'as
/
,
v
LAMIVA VIII
>
~ u ~ e r e i - ~ ~ o bestratigráficos en los que
iem~s
,
;
no, entramos, las restantes son típicas del
~ ~ e o I i t i i a la Cueva. Si el núm. 1 o, el
de
nfimsrs'5 son comparables a lo anda'luz de
la Cueva de la Victoria de Málaga o la de
Zuheros, en Córdoba, las demás son de riqueza ornamental y perfección incompa,
rables.
1
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LAMINA IX
Seis asas más, de riqueza y variedad notables.
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LAMINA X
Número 1, asa verti'cal, en ,la que la decoración cardial, de impresión profunda formando fajas horizontales, entre las que hay
aplicación d e natis, corre por encima del
asa. E l núm. 2 es un bello fragmento, con
pequeña asa, en el que suce~ivament~e
se
ven : incisiones en el borde y una faja de
relleno inciso, d e la que pende una guirnalda obtenida tal vez por la continua aplicación d e un huesecillo de pájaro, que forma Iínezs d e circulillos. El fragmento 3 es
una original asa con nervios en relieve, perteneciente a una vasija con decoración cardial. Los números 4 y 5, fragmentos de rica
decoración cardial, con asas.
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LAMINA XI
Fragmentos decorados : raspado (l), cardial
con diversas técnicas (2, 3, 6 a l l ) , inciso y
puntillado (4, 5), relleno de pasta blan.2
14, 7, 9).
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LAMINA XII
Decoraciones cardiales d e la cerámica de la
Sarsa, con acusada' tendencia a las fajas ho.
rizontales. El motivo 6 destaca tanto por
la pasta blanca incrustada.
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LAMINA XIII
Distintos'frsgmentos en los que dos motivos cardiaies se cotmpletan con la impresión
del natis d e una concha.
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LAMINA XIV
Fragmento del vaso gemelo, ejn el que figuramos las posibles líneas de continuación; se nota en el interior la comunicación entre ambas partes. La vasija d e la parte inferior, casi completa.
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LAMINA XV
Pequeño vaso visto latmaflm~nte por el
y
fondo. Bajo; sección y desarrollo d e su decoración.
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'
LAMINA XVI
Otro pequeño, vaso, con doble asa lateral,
como el anterior. Bajo, sección y desarrollo
de su decoración.
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LAMINA XVII
Vaso pequeño, ovide, con iniciación de cue
110.-Tres vistas de un pequeño vaso con
reducida bocz y trtple asa lateral.
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pequeño vaso, con dos asas laterales. Nótese el final d e los flecos con impresiones de
natis. -Vaso casi completo con decoración
en fajas, que reproduce en rectilíneo la decoración de semicírculos.
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Publicaciones del S. 1 P.
,
SEEIE DE ANUAILIOS
Archivo de Prehistoria &vantina, 1.-Anuario
1929.
Archivo de Prehistoria Levantina, iI.-Anuario
1946.
del S. 1. P., 1928.-Valencia.
del 5. X. P., 1945.-Valenclrr.
SERIE DE MEMORIAS ANUALES DE LA DJ.EKXXON
E S. 1 P. y su Museo de Prehistoria en 1928.-Valencia,
l
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1928.
La labor del S. 1. P. y su Museo en el pagaido año l929.-Val6nctzt, 1930,
La labor del S. 1 P. y su Museo en el gasado m30 1930.-Valencia, lB31,
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LQ labor del 5.1 P. y su Museo en el *do
.
año 1031.-Valencba 1932. [Con
seis láminas.)
La labor del S. 1. P y su Museo en el pasado sAo lB3Z.-Valencia,
.
1833.
.
La labor del S. 1 P. y su Museo en el pasado do0 1933.-Valencia, 1854.
La kbor del S. 1 P. y su Museo en el pasado año 1934.-Valencia, 1935, {Coa
.
nueve láminas.)
La labor del S. 1 P. y su Museo en los años 1935 B 1939.-Valencia, 1942,
.
(Con 12 láminas.)
.
La labor (del S. 1 P. y su Museo en los shos 1940 a 1948.-ValencL, 1948..
(Con 43 láminas.)
S n I E J3E ' l 3 M E l J O S VARIOS
l.4üCl Casteiiet del Porqueh, per f. Ballester Tormo,
2.4Breus notes sobre el poblat iberic de St. Miquel de Lliria~,
per D. Pletcher Valis.
S.-.<
MoItó.
5.-~Colecció de treballs~del P. J. Flurgús obre prehistaria valenciana.
6.-aEStudios sobre las cuevas paleoliticas valenchllrssa.-acFi~a-PJw de B*
11Uis»,por G, Vihes, F. Jordá y J. Royo Gbmea; y Mbva del PsrpaL16»,
por L. Pericot, S. Alcobé, V. Soa Baimt y M. Vidal López.
7.-((Apuntes sobre las estaciones prehist6ria-a d e la Sierra de Orihuelas,
por Wntiago Moreno. Con nata d e N, P. QÓmm Serrano.
%.-&obre un interemnte vaso escrito de B Mi$uel de Liriau, por Pío
m
Beltran Villagrasa.
9 . 4 E 1 enterramiento en cueva d e Romforts, por 1 Ballmter Tormo, con
.
el estudio de un craneo por el Dr. Smtiago Alcob&
LO.-~Comunicacione~ S. 1 P. N primer Congreso Arqueolbgico de Ledel
.
v a n t e ~ ,por F. JordB, L. Pericot, M. Vidal, E. PXá, J. Alcácer, 1. Ballester, .C. Visedo, V. PRscm1 y D. Flet&er.
11.-«La covacha de Llatas i(Andilk3B, F. Jordá y J. AlcAcer.
P U B L I ~ D O POB EL WIJBEJO ~'UpmIaC ~WE~STIGAC~ONES
DE
CIENTIFIGAiS
TPaSTlTUTQ DIEGO 'VELAZQUEZ
«La cava del Parpalió iGsridia)>.-breavaciones del B. 1. P. de l Excms, Ma
putacibn Provincial d e Valen&.-Por Luis Perícat f3arcfa.-Madrid,
1942.
-Obra que obtuvo el uPremi0 Martoreiir. (Con 351 paginas, 650 A g r i m
y XXXII
m-)
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