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XXVII
2008
A RCHIVO DE P REHISTORIA L EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
V ALENCIA MMVIII
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ARCHIVO
DE
P REHISTORIA L EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica
del Museo de Prehistoria de Valencia
Vol. XXVII
Diputación de Valencia
Valencia, MMVIII
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA (APL)
Revista del Museu de Prehistòria de València.
Fundada en 1928 por D. Isidro Ballester Tormo como Anuario del Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación Provincial de Valencia.
Directora: Helena Bonet Rosado (MPV).
Editor: Joaquim Juan Cabanilles (MPV).
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Alicante), Bernat Martí Oliver (MPV), Consuelo Mata Parreño (Universitat de València), María Jesús de Pedro Michó
(MPV), Albert Ribera Lacomba (SIAM de València), Valentín Villaverde Bonilla (Universitat de València).
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Alicante), Carmen Aranegui Gascó (Universitat de València), M.ª Eugènia Aubet Semmler (Universitat Pompeu Fabra,
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Complutense, Madrid), Francesc Tarrats i Bou (Museu Nacional Arqueològic de Tarragona), M.ª Pilar Utrilla Miranda
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ISSN: 1989-0508
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ÍNDICE
Pág.
I. SARRIÓN MONTAÑANA: Presencia de Homo en el Pleistoceno inferior y medio valenciano. ..............
9
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA: El jaciment paleolític de
la Cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta). ............................................................................
25
F. X. OMS ARIAS: Caracterització tècnica, tipològica i cronològica de les ceràmiques del
Neolític antic de la Cova Colomera (Prepirineu de Lleida). ..........................................................
51
A. LUJÁN NAVAS y F. J. JOVER MAESTRE: El aprovechamiento de recursos malacológicos
marinos durante la Edad del Bronce en el levante de la península Ibérica. ..................................
81
J. A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS: El conjunto orientalizante
de Cerro Alcalá (Torres, Jaén). Cuestiones de cronología, contexto e interpretación. ..................
115
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA: Pinturas rupestres de la Cueva del Cerro
(Millares, Valencia): una nueva documentación, una nueva lectura. ............................................
161
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J. L. VICIANO: Tres nuevas manifestaciones de arte
rupestre prehistórico en la provincia de Castellón. ........................................................................
181
R. PÉREZ MÍNGUEZ: Relación provisional de las villas romanas desde el sur del río Turia
hasta la sierra de Benicadell-Agullent. ..........................................................................................
225
F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE: Los hallazgos arqueológicos de 1827 en la construcción
de la carretera de Madrid por Las Cabrillas (Buñol, Valencia). ....................................................
263
R. CEBRIÁN FERNÁNDEZ y T. HERREROS HERNÁNDEZ: Las aras de la necrópolis de
La Boatella (Valencia). ..................................................................................................................
303
G. GALLELLO: Aspectos de paleodieta en restos óseos de época tardoantigua hallados en
la necrópolis de la Boatella en Valencia (campaña 2006-2007). ..................................................
319
J. A. SENDRA IBÁÑEZ: Las acuñaciones de plata en Valencia durante el reinado de Carlos II. ..............
339
F. J. PUCHALT FORTEA: Trepanación craneal en Morella. ........................................................................
361
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA: Excavaciones arqueológicas en la Cova de l’Assut
de Bellús. Primeras valoraciones. ..................................................................................................
371
L. HORTELANO PIQUERAS: Arqueomusicología. Pautas para la sistematización de
los artefactos sonoros. ....................................................................................................................
381
Normas para la presentación de originales en APL ..............................................................................
397
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Inocencio SARRIÓN MONTAÑANA*
PRESENCIA DE HOMO EN EL PLESTOCENO INFERIOR
Y MEDIO VALENCIANO
RESUMEN: Se da a conocer la presencia de restos de Homo en el Pleistoceno Inferior y Medio
del área valenciana, representados, por una parte, por el tercio distal de un fémur derecho procedente de la Muntanyeta dels Benissants (Sueca), reproducido en la obra del Padre Amado Burguera
(1921), que fue en su época el resto antropológico más antiguo del Pleistoceno inferior europeo,
asociado a una fauna de macro y micromamíferos de una cronología en torno a 1,3-1 Ma. Por otra
parte, por los restos hallados en la Cova del Llentiscle (Vilamarxant), consistentes en un fragmento
de costilla IV-V derecha del género Homo, con marcas antrópicas de descarne, y fragmentos de
parietal y fémur, entre otros, de un individuo infantil, así como restos de fauna compuestos por
macro y micromamíferos propios del tránsito Pleistoceno inferior/medio, de 0,8-0,7 Ma.
PALABRAS CLAVE: Valencia, restos humanos, Pleistoceno inferior, Pleistoceno inferior/medio.
ABSTRACT: Human remains from the Early and Middle Pleistocene in the Region of
Valencia. Muntanyeta dels Benissants (Sueca) has yielded anthropic remains of Early and Middle
Pleistocene represend by the third distal of a right femur reproduced in the work of Father Amado
Burguera (1921). Probably it constitutes the most ancient antropic remain of the Early European
Pleistocene associated with the fauna of macro and micromammels around 1.3 – 1 million of years.
On the other hand, we will deal with the remains found in the Cova del Llentiscle (Vilamarxant)
* Gabinet de Fauna Quaternària, Museu de Prehistòria de València (gabinet.fauna.quaternaria@dival.es).
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I. SARRIÓN MONTAÑANA
represented by a fragment of the right rib IV – V of the Homo species and fragments of parietal and
femur of an infant as well as remains of fauna composed of macro y micromammels typical of the
period of transition from Early to Middle Pleistocene (0.8 – 0.7 million of years).
KEY WORDS: Valencian Region, anthropic remains, Early Pleistocene, Early / Middle
Pleistocene.
MUNTANYETA DELS BENISSANTS
En la nota preliminar que realizamos sobre los yacimientos pleistocenos de la Ribera
Baixa (Sarrión, 1984), al tratar sobre el correspondiente a Benissants, Sueca, constatamos
la presencia del fémur humano reproducido por el Padre Amado Burguera en su ilustrada obra sobre la historia de Sueca (fotograbado 4; Burguera, 1921), así como el lugar
donde se encontró (fotograbado 3), localizando el punto de extracción en la roca brechosa, sirviendo como referencia la Ermita sin sus adiciones (v. fig. 1). En su inmediatez
hallamos incrustados restos de Felis (Lynx) spelaea, Pseudodama sp., además de restos
del arvicólido Allophaiomys chalinei, cuya especie ocupa toda la extensión del yacimiento.
La obra del Padre Amado nos describe los desmontes que se llevaron a cabo en la
Muntanyeta dels Sants o Cabeçó de Na-Molins, y montículos adyacentes, interesándonos
al respecto el Capítulo 51, del Tomo I, entresacando lo que sigue: “(...) el cabezo de NaMolins (Montanyeta dels Sants), con sus adyacentes cerros, uno de ellos arrancado por
desgracia, casi a ras de tierra y después de la enorme extracción de piedra que de ellos
se ha practicado (...) Estos Cabezo y cerros afectan a un triángulo casi equilátero (...) El
primero mide una altura de 25 x 100 metros de radio, y los segundos de 8 a 10 x 30 de
idem, poco mas o menos”. Éstos, consideramos que corresponden a los arrasados Ullalet
dels Sants y Malvinaret. Más adelante dice: “(...) tanto en el Cabezo como en el Cerrito,
arrancado casi a ras de tierra, entre un enorme conglomerado de arcillas (en aquel) y
de areniscas y pudingas (en este), todo ello recubierto de enormes bloques de calizas de
20 y 9 metros de altura, respectivamente, por el radio apuntado, han aparecido perfectos fósiles orgánicos e inorgánicos. Los primeros se componen de esqueletos fragmentados humanos, algunos de dimensiones gigantescas, y de otros irracionales, aunque raros
en número. Los segundos afectan a moluscos (conchas de peregrino).
”Las formas, dimensiones y estructura de esos fósiles, con sus descomunales menhires encima, acreditan una de dos cosas: o que en los dichos lugares hubo enterramientos humanos y, por lo tanto, seres que poblaron nuestra comarca, cuyos esqueletos, luego
de ser fragmentados por los años (y debieron de transcurrir muchos por causa de la
corta humedad del enterramiento) fueron invadidos y recubiertos por las arcillas, areniscas y pudingas expresadas, provenientes del horrible aluvión bíblico (Diluvio universal, que sucedió más de 4,000 años hace), y sobre esos conglomerados, totalmente petri—10—
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
a
3
b
Fig. 1.- a, reproducción del fotograbado 3 de la obra del Padre Amado Burguera;
b, foto tomada en la década de los 80, desde el punto que se considera se realizó la anterior.
ficados, se fueron formando las diversas capas calizas hasta rebasar de los 9 a los 20
metros de altura; o también acreditan esos fósiles que, arrastrando de otros puntos por
ese mismo aluvión o por inundaciones parecidas, fueron a parar a Na-Molins. Sin
embargo, nos parece mas natural el primer caso, por razón de la relativa localización de
los esqueletos fosilizados”.
En el Capítulo III, nº 69, cuyo enunciado dice: “Restos de necrópolis etruscas en el
Cabezo de los Santos (Cabesol o Capito romano) y en el Mareny de Barraquetes”, al tratar de varios objetos cerámicos hallados en el término (lucernas, anforitas) nos habla,
entre otros, de los restos de dos necrópolis descubiertas al roturar el terreno “a la falda
de la meseta de Na-Molins, dirección Este, a la altura de un poco mas o menos de un
metro sobre el suelo actual. Examinadas las enormes losas que cubrían las sepulturas y
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4
I. SARRIÓN MONTAÑANA
Fig. 2.- Reproducción del fotograbado 4 del P. Amado y descomposición del mismo,
correspondiendo la parte izquierda al tercio distal de fémur derecho de Homo sp.
y la derecha a fragmentos diafisiarios de fémur izquierdo de Ursus cf. deningeri.
estudiadas con detenimiento las anforitas de referencia, hemos podido apreciar que se
trata de una necrópolis etrusca”. La anforita reproducida (fotograbado 11) presenta
todas las características de la cerámica visigoda. Recordemos al respecto el cercano cenobio visigodo que se halló en Punta de l’Illa de Cullera (Pla, 1957, 1961 y 1972; Roselló,
1995). Traemos esto a colación para excluir los enterramientos hallados en el extremo
oriental, en los rellenos holocenos del Cabeçol, de la brecha pleistocena del área montañosa occidental.
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
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Fig. 3.- Restos óseos del fémur izquierdo de úrsido identificados entre
los depositados en la Biblioteca Suecana.
En el referido fotograbado nº 4 del P. Amado, el pie dice: “Fósiles orgánicos humanos (fémures, rótulas y otros huesos), e inorgánicos (arcillas, pudingas y areniscas)
hallados en la Montanyeta dels Sans”; y en el 3: “Punto del Capito donde estaban y quedan aún vestigios de fósiles humanos a que aluden los fotograbados 4 y 5”. Atendiendo
pues al contenido de los mismos, consideramos que el P. Amado era consciente del carácter de aquellos restos, subrayando con la fotografía el lugar donde fueron extraídos (fig.
1, a). En el fotograbado nº 4 se observa perfectamente la norma posterior del fémur
izquierdo, sobre todo su tercio inferior, con su característica línea aspersa, triángulo
popliteo y cóndilos articulares. Debajo del mismo aparece una diáfisis que pudiera pertenecer a un peroné o tal vez a un cúbito (fig. 2).
Con motivo de la realización de una nota preliminar sobre los yacimientos pleistocenos de la Ribera Baixa, en 1984, las indagaciones que realizamos en Sueca (Ayuntamiento, Chalet del P. Amado) sobre el paradero de los restos recuperados por el Padre en
Benissants, resultaron infructuosas. Nuevas noticias nos indicaron que en la Biblioteca
Suecana se conservaban los restos prehistóricos que figuraban en los fotograbados de su
obra. Contactamos con el bibliotecario Antoni Carrasquer, el 24-X-07, que tramitó nuestro deseo, mostrándonos los materiales que se conservaban. Obviando los restos arqueológicos (jarrita califal, la visigótica, lucerna romana, etc.), nos centramos en los restos
paleontológicos. Éstos se componían de una serie de una docena de fragmentos diafisiarios de variado tamaño, de los cuales pudimos recomponer unos cinco, observando que
varios encajaban con los representados en la parte derecha del fotograbado 4 (v. fig. 2 y
3), desprendidos del bloque brechoso, pudiendo comprobar que corresponden a un fémur
izquierdo pero de úrsido, con toda probabilidad Ursus deningeri, faltando el tercio distal
del fémur derecho de homínido que ocupa la parte izquierda del fotograbado.
En el citado fotograbado se observa, en su parte central, una hendidura diagonal, lo
cual nos hace pensar en la posibilidad de que la imagen reproducida corresponda a dos
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I. SARRIÓN MONTAÑANA
bloques brechosos diferentes, pudiendo ser la foto una composición del autor (véase al
respecto la fig. 2, con la descomposición del grabado y la reconstrucción de los restos
pertenecientes a diferentes especies, úrsido y homínido). Aunque perdido el resto de
homínido, en su momento, para nosotros, fue el testimonio y la cita más antigua de la presencia antrópica en Europa; y atendiendo a lo sucedido con los restantes fragmentos,
tenemos la esperanza de que en algún olvidado lugar, se tenga la feliz sorpresa de reencontrar el importante resto extraviado.
Las especies determinadas, en los desmontes y bloques residuales, son las siguientes:
- Equus altidens (M2/ iz.; frag. 1ª falange).
- Equus sp. (tamaño medio: canino sup.; radio; grande der.; pisiforme iz.; frag. art. distal metapodio).
- Praemegaceros cf. solilhacus (Pm/4 der.; frag. diáfisis MT; 2ª falange).
- Pseudodama nestii ssp. (abundantes).
- Ovis sp. (vértebra cervical).
- Ursus deningeri (M2/ der.; magno der.; MC IV der.; 1ª falange; frag. 2ª falange; 3ª falange, frag.
rótula y tibia).
- Meles sp. (frag. atlas; frag. prox. cúbito der. e iz.; pelvis iz.; art. distal fémur; 1ª falange).
- Canis sp. (I2/ der.; M/3 Iz.; axis; escápula, frag. cavidad art.; MT IV der.; astrágalo, tróclea).
- Vulpes sp (M1/ iz.).
- Homotherium latidens (MT III der.).
- Felis (Lynx) spelaea (diversos).
- HYENIDAE ind. (frag. prox. cúbito der.).
- Hystrix major (germen premolar; M2/ der.; frag. atlas; radio iz., tercio proximal; radio der., frag.
proximal; MT IV der., arts. desprendidas; MT V der., art. distal desprendida).
- Allophaiomys chalinae ssp. (abundantes).
- Mimomys savini (presencia).
- Castillomys crusafonti (presencia).
- Prolagus calpensis (abundantes).
- Oryctolagus cf. lacosti (abundantes).
- Apodemus cf. mystacinus (presencia).
- ERINACENAE ind. (escápula).
- Testudo cf. hermanni (abundantes plaquetas).
- AVES (abundantes, entre las que se identifica Corvus, Columba, Alectoris, etc.).
- Homo sp. (fémur iz.).
La presencia antrópica en la Península, al margen de los controvertidos restos de
Venta Micena y Cueva Victoria, está ratificada por la industria lítica de los yacimientos
de la cuenca Guadix-Baza de Fuente Nueva-3 y Barranco León-5 (Martínez-Navarro,
Toro y Agustí, 2004). Atendiendo a los hallazgos de Benissants, consideramos que la
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
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introducción antrópica vendría acompañada con la presencia del género Allophaiomys,
junto a la renovación faunística que ello conlleva, y de los que serían buenos testimonios,
a la par del de Benissants, los mencionados yacimientos del sureste y sur peninsular, a los
que habría que añadir el de Trinchera Dolina de Atapuerca y el que consideramos la ratificación de nuestra opinión, el hallazgo reciente, junio de 2007, en la denominada Sima
del Elefante de la Sierra de Atapuerca, nivel-9 (TE-9), de un premolar 2º inferior, al cual
se le otorga una antigüedad de 1,2 Ma y al que se considera como el resto más antiguo
de Europa (Diario de Atapuerta, nº 25, 2007), edad que encaja en la banda que otorgamos
al yacimiento de Benissants, 1,3-1 Ma.
COVA DEL LLENTISCLE
Otros restos son los procedentes del yacimiento del Pleistoceno medio/inferior de la
Cova del Llentiscle de Vilamarxant (Sarrión, 1980 y en prensa), formada sobre fractura
de distensión en calizas del Muschelkalk, colmatada por arcillas y materiales alóctonos,
con posteriores procesos desmanteladores, provocando una serie de desplomes de bloques brechosos, formando una serie de irregulares y artificiales pisos que podríamos catalogar en esquemático corte como: Piso-1, la galería superior; otro pequeño, intermedio,
Piso-2; y el inferior Piso-3 con Gatera Inferior.
Restos de fauna recuperados:
- Equus süssenbornensis (Piso-3: cráneo y tres vértebras).
- Equus sp. (Piso-2: frags. de escápula, costillas y sesamoideo).
- Stephanorhinus etruscus (Piso-3: diversos).
- Felis (Lynx) spelaea (Piso-2: diversos restos; Piso-3: MC IV).
- Cf. Pseudodama nestii vallonetensis (Piso-3).
- Bos / Bison sp. (Piso-3: frag. D/4).
- Meles sp. (Piso-3: frag. tibia).
- Testudo sp. (Piso-3: plaquetas).
- Crocidura suaveolens (Piso-3).
- Iberus alonensis (Piso-3: ejemplares brechificados).
Especies extraídas en el muestreo brechoso de la cavidad:
- Iberomys brecciensis.
- Allocricetus bursae.
- Apodemus cf. flavicolis.
- Eliomys quercinus cf. helleri.
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I. SARRIÓN MONTAÑANA
- Oryctolagus sp.
- Crocidura russula.
- OPHIDIA (vértebras).
- PEZ (vértebra).
Restos antropológicos:
- Homo sp. (Piso-2: frag. de costilla IV-V der., con incisiones antrópicas –Lle-69–).
- Homo sp. (Piso-3: metacarpo I iz. –Lle-382– y basio –Lle-383–).
- Homo sp. (Gatera inferior: frags. de fémur iz. –Lle-380– y parietal –Lle-381–).
- Homo sp. (Piso-3: frag. diáfisis de tibia der. con trazos oblicuos en su norma interna, de posible
origen mecánico –Lle-28–).
La edad aproximada la hemos encuadrado entre finales del Pleistoceno Inferior e inicios del Medio (0,8-0,7 Ma). En el artículo que realizamos en 1980, dividimos los restos
en varias fases, basándonos en la diferenciada pátina –bióxido de manganeso, óxido de
hierro–, fosilización y ubicación. Al retomar el yacimiento, 25 años después, realizamos
un muestreo de la brecha externa que colmata la fractura, así como de los bloques del
interior, observando sorprendentemente que de todos ellos se obtenían los mismos micromamíferos.
En la galería inferior, Piso-3, aparte de otros restos incrustados, donde se halló el cráneo y varias vértebras del équido, amalgamado y desprendido del techo, y en un relleno
lateral del mismo, apareció un MC IV de lince (entre los restos recuperados, identificamos un fragmento longitudinal diafisiario de tibia de homínido). En el piso superior,
Piso-2, recayente al que nos ocupa, encontramos restos diversos de lince, al igual que
fragmentos de costillas, escápula, sesamoideo de équido y un fragmento de “costilla de
artiodáctilo mediano” con varias incisiones antrópicas, en mayor entidad en su cara
interna y en menor grado en la externa, cercanas a su articulación, envueltos en relleno
arcillo-arenoso húmedo, de fracción pequeña. Los restos recuperados en esta área presentaban gran fragilidad y una coloración clara natural y pigmentaciones de bióxido de
manganeso, sobre todo los restos de lince.
Dado que las especies de ambos pisos sobrepuestos son coincidentes (équido, lince),
ello nos ha llevado a considerar la posibilidad de que pertenezcan a unos mismos individuos, afectados por diferentes condiciones de sedimentación. El fragmento de costilla,
con las incisiones antrópicas, que en un principio atribuimos genéricamente a un artiodáctilo de talla media, al retomarlo para realizar la parte gráfica del artículo, el compañero Alfred Sanchis comentó que le recordaba la morfología de los homínidos, hecho que
sorprendentemente así era, lo cual significaba que era coetáneo de los restos de équido y
a su vez al hallado en el piso inferior, Piso-3. Dicho fragmento de costilla comprende la
parte recayente al tubérculo dorsal y la carilla articular del tubérculo costal, de la IV ó
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
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Fig. 4.- a, fragmento proximal de costilla IV-V derecha (Lle-69) de Homo sp. con incisiones antrópicas;
b-c, detalle de las incisiones en carilla posterior y anterior.
V costilla derecha, siendo en su cara interna donde se hallan las más destacadas incisiones antrópicas (fig. 4).
Del Piso-3 procede el fragmento diafisiario de tibia, con roturas mecánicas. En su
parte interna aparecen dos o tres trazos oblicuos que, con reservas, consideramos de procedencia antrópica, sin desechar la mecánica (fig. 5 y 6). Su coetaneidad con los restantes, dada su concreción cálcica y su ubicación, tendemos a aceptarla aunque también con
reservas. En el mismo Piso-3, extremo derecho, adosado a la pared, en una especie de
escorrentía, hallamos un MC I y, a pocos centímetros, restos del basio así como diversas
esquirlas de aspecto humano. Los restos son muy frágiles, con adherencias carbonatoterrosas que no admiten tratamiento alguno con los ácidos. Pertenecen a un individuo
juvenil, como lo atestigua la articulación proximal del MC I desprendida y la endeblez
del basio (fig. 7, a y b).
En visita posterior, en este piso, en su parte izquierda, existe una pequeña gatera, la
que denominamos Gatera Inferior, en la cual penetraron Josep Fernández y Carmen
Tormo, hallando, adosado a la pared, el tercio distal de fémur, con la epífisis desprendida, así como en los derrubios, un fragmento de parietal cubierto de carbonatos (fig. 8, a
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10
I. SARRIÓN MONTAÑANA
o
S cm
Fig. 5.- Restos antropológicos del Piso-3 de la Cova del Llentiscle.
o
5 cm
--=:::::~--===--
Fig. 6.- Fragmento de diáfisis de tibia (Lle-28) con trazos de origen posiblemente mecánico.
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Fig. 7.- a, basio (Lle-383) y b, MC I izquierdo (Lle-382), normas anterior y posterior.
y b). Asimismo se recuperó un fragmento mandibular del équido superior con su misma
pátina y brechificación. El fémur presenta en su cara anterior concreciones carbonatadas,
pero en la posterior posee las mismas características, pátina y fragilidad que los restos
antropológicos colindantes del Piso-3. En esta segunda cara se observa una hendidura
circular producida por canino de carnívoro. El parietal se encuentra recubierto por una
fina película de carbonato cálcico, del que en una rotura reciente se aprecian sus características, o sea las láminas laterales y el diploe central, con un grado de fosilización superior a los restantes (fig. 9). Atendiendo a la ubicación y características (inmadurez), consideramos que posiblemente los restos corresponden a un mismo individuo, de una edad
entre los 9-14 años.
El MC I iz. pertenece a un individuo juvenil, como así lo atestigua su articulación
proximal desprendida. Igualmente sucede con el fragmento distal del fémur iz., con su
articulación desprendida por la línea epifisiaria.
El fragmento craneal, 35 x 37 mm, presenta una película de concreción cálcica por
ambas caras, observándose en la norma externa una exfoliación antigua. En el fragmento se aprecia una suave curvatura, con unos grosores de 7,1 y 5,1 mm, no pudiéndose
observar rastro de la red meníngea que nos permitiera su correcta orientación. Pensando
en una futura datación absoluta, hemos considerado no someterlo a una limpieza con el
acético, por temor a una posible contaminación. La porción basilar presenta unos deta—19—
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12
I. SARRIÓN MONTAÑANA
Fig. 8.- a, fragmento de parietal (Lle-381) y b, tercio distal, límite epifisiario,
de fémur izquierdo (Lle-380), normas anterior y posterior.
Fig. 9.- a-b, diploe del fragmento parietal (Lle-381).
—20—
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
13
lles morfológicos que no los vemos tan acentuados en los cráneos subactuales comparados. En su norma exterior, lo más destacado es la existencia de una excavada fosita navicular y faríngea que nace al pie de un insignificante tubérculo faríngeo, y que finaliza en
el borde de la apófisis basilar. Los cóndilos articulares están rotos, mas en el lado derecho, se aprecia parte de la fosita condilar anterior, con una posterior rugosidad de inserción muscular. En la derecha se observa el conducto del agujero condilar anterior, y en
su norma interna el inicio de la espina yugular. Lo más destacado de esta parte interna es
la existencia de tres foramen, relacionados con su edad. Los más desarrollados cercanos
al punto basio y a la apófisis basilar, y el menor de ellos ubicado entre ambos, los cuales consideramos que son propios de los neonatos e inmaduros. Este hecho no lo hemos
apreciado en ninguno de los cráneos adultos comparados.
Dimensiones:
Basio
1. Long. porción basilar
Fémur
1. D T epíf. D
2. D AP epíf. D
MC I
1. L
2. D T D
3. D T ½ diáf.
4. D AP ½ diáf.
25,5
30,1 (sin art. prox.)
12
9,8
7,4
(58)
(33,1)
La problemática principal que plantean estos restos antropológicos es si son contemporáneos de los restantes restos determinados, cuya situación en la cavidad hemos reseñado. A simple vista, la diferenciación de pátina y fosilización parecen corresponder a
diferentes etapas. Guiándonos por las pruebas aportadas por el muestreo de micromamíferos, éstas nos inclinan hacia una coetaneidad del espacio que tratamos, considerando
que los restos de équido del Piso-2 (costillas, vértebras, escápula, sesamoideo), junto al
fragmento de costilla humana reseñada, deben pertenecer al mismo ejemplar que el cráneo, vértebras, del inferior Piso-3, continuando con el fragmento mandibular de la
Galería Inferior.
A este hecho, hay que añadir otro dato. Entre los restos de lince del Piso-2, y el MC
IV del Piso-3, todos ellos similares, con pigmentaciones de bióxido de manganeso, se
observa un zigomático iz., con la fosilización diferenciada, y similar a la de los restos
antropológicos. Estos detalles nos indican que, en puntuales ocasiones, la pátina y consiguiente fosilización vienen dadas por su situación posicional en la cavidad, condicionada
por diversos fenómenos, hidrológicos, clásticos, reconstructivos, sedimentológicos, etc.
—21—
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I. SARRIÓN MONTAÑANA
El équido de Llentiscle posee una estructura similar al Equus apolloniensis (Koufos
et al., 1997), al que se le otorga una edad en torno a los 0,8 Ma (Van der Made, 2001),
con rasgos dentales del Equus süssenbornensis de Stránkà Skála (Musil, 1971), alrededor de los 0,73 Ma (Lumley, 1988).
La presencia del Iberomys brecciensis nos conduce al tránsito del Pleistoceno
Inferior al Medio (inversión Matuyama-Bruhnes, 0,73 Ma), de los que son buenos representantes Huéscar-1 (Mazo et al., 1985) y Cúllar de Baza-1 (Ruiz Bustos y Michaux,
1976).
A través de la exposición de los restos antropológicos, hemos expresado el posible
sincronismo de ellos con las restantes especies recuperadas, siendo conscientes de la
incierta consistencia de tal atribución, mas la presencia de la costilla con los trazos de
descarne ha venido a incrementar notablemente dicha posibilidad, al menos en este resto.
El conjunto de los restos humanos evidencian prácticas de antropofagia, sobre todo los
ejemplares juveniles, hecho que vemos perfectamente representado en el ‘Horizonte
Aurora’ de Trinchera Dolina de Atapuerca (Fernández-Julve y Andrews, 2001), sin entrar
en la valoración de que se trate de un canibalismo gastronómico o cultural. Con todo ello,
mantenemos la cronología básica del yacimiento en los 0,8-0,7 Ma.
Finalmente, estos yacimientos pleistocenos con muestras de la presencia antrópica en
nuestra área, consideramos que encuentran paralelismos con los de Atapuerca: así, la
Sima del Elefante con Benissants; Trinchera Dolina con Llentiscle; y la Sima de los
Huesos con Bolomor (Sarrión, 2006; Fernández Peris, 2007).
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
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Valenciana, Valencia.
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Ana CASTAÑO LLADRÓ*, Dídac ROMAN MONROIG** i Alfred SANCHIS SERRA***
EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
(BENITATXELL, LA MARINA ALTA)
RESUMEN: Se estudia un conjunto de materiales líticos y de fauna procedentes de la Cova
del Moro de Benitatxell. La muestra está formada, en primer lugar, por restos recogidos por técnicos del Museu Arqueològic de Xàbia que se encontraban en superficie, después de la actuación de
excavadores clandestinos. Los demás elementos corresponden a materiales que J. Vilanova y Piera,
a finales del siglo XIX, recogió tras una visita a la cueva y que fueron depositados en el MAN. La
industria lítica recuperada en la Cova del Moro nos aporta tan sólo un dato claro sobre un momento determinado del Paleolítico superior, el Solutrense, aunque la fauna nos podría remitir también a
momentos más tardíos del Tardiglacial.
PALABRAS CLAVE: Cova del Moro, Solutrense, Vilanova y Piera.
RÉSUMÉE: Le site paléolithique de Cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta). Dans
cet article, un lot de matériaux lithiques et de faune provenant de la Cova del Moro (Benitatxell) est
présenté. Une partie de ces matériaux a été récemment récupérée par des techniciens du Museu
Arqueològic de Xàbia, après l’intervention des fouilleurs clandestins. Le reste du lot correspond aux
matériaux récupérés à la fin du XIXème siècle par J. Vilanova y Piera, et déposés au MAN (Musée
Archéologique National). Le lot des matériaux lithiques de la Cova del Moro apporte des données
sur un moment déterminé du Paléolithique supérieur, le Solutréen. Les restes de faune, pourtant, ont
été attribués aussi aux moments plus récents du Tardiglaciaire.
MOTS CLÉS: Cova del Moro, Solutréen, Vilanova y Piera.
*
Museu Arqueològic i Etnogràfic Municipal, Xàbia.
** Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de Valencia (didac.roman@uv.es).
*** Museu de Prehistòria de València, Servei d’Investigació Prehistòrica (alfred.sanchis@dival.es).
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2
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
1. OBJECTIUS DE L’ESTUDI
Al realitzar aquest estudi hem volgut recuperar de l’oblit un jaciment arqueològic
que, donat l’estat en què es troba degut a les labors agrícoles d’abancalament de finals
del segle XIX, d’una banda, i les actuacions dels furtius, d’una altra, no ha estat objecte
de l’interès que possiblement hagués tingut de no haver patit aquestes destruccions. Tot i
ser conegut de vell i mencionat en diverses publicacions, no s’ha realitzat cap estudi en
profunditat dels materials recuperats que es troben dispersos entre dos museus, sent estudiats només parcialment (Casabó, 1990: 15-16).
En primer terme hem de reconèixer que l’estudi d’uns materials recollits en superfície, provinents de les restes d’espoliacions, no és allò més desitjable, però si li afegim
altres factors com la localització geogràfica, l’estudi de l’entorn, les relacions amb altres
jaciments de la zona, etc., pensem que es pot obtindre alguna informació que contribuesca a un millor coneixement del que va poder ser aquest jaciment en el seu moment d’ocupació i potser siga l’inici d’una recerca que ens porte a realitzar alguna mena d’intervenció arqueològica per concretar amb dades més precises i fiables la seua seqüència.
2. ANTECEDENTS HISTÒRICS
La cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta) fou descoberta per a la ciència en el
segle XIX per Joan Vilanova i Piera. En el Congrés Internacional d’Antropologia
Arqueològica celebrat a Copenhaguen el 1869, aquest investigador afirmà en la seua
ponència que va fer l’exploració de les coves del Montdúber, com també la de la cova
Negra de Xàtiva i les de Tabernes i les Meravelles en els anys 1866 i 1867. En 1868 va
fer recerques en les de Matamomt (l’Olleria, la Costera) i en el túmul d’Aielo de Malferit
(la Costera). Més endavant fa referència a Bolomont en Tavernes (sens dubte una mala
transcripció de la cova del Bolomor). El cert és que, tot i no mencionar-ho, és possible
que la troballa de la cova del Moro es produïra al voltant d’aquestes dates en les quals
sembla que va recórrer la zona (Vilanova i Piera, 1869: 229-230).
El 1889 farà una menció expressa de la cova del Moro en el discurs pronunciat amb
motiu del seu ingrés en la Real Academia de la Historia (Vilanova i Piera, 1889). En
aquest discurs, desprès de parlar de les restes paleo o arqueolítiques de San Isidro com a
representants dels períodes més antics de la Prehistòria, es referirà al Mesolític: “Para
pasar en esta breve reseña del periodo paleo o arqueolítico al que yo llamo mesolítico,
porque sirve de tránsito al neolítico o de la piedra pulimentada, ya necesitamos ir en
busca de estaciones o yacimientos en los abrigos naturales y en las cavernas [...] Mas las
nuevas estaciones subterráneas, que por cierto aun subsisten entre nosotros en Valencia y
Almería, por ejemplo, no todas corresponden a la misma época, a juzgar por los objetos
que en ellas se encuentran”.
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
3
En aquest sentit distingeix i separa com a menys antics els llocs on troba una indústria que feia servir banyes de cérvol i elefant i la situa en un moment anterior a les que
no les fan servir. Seguidament continua: “… resulta que antes de las de Santillana, Seriñá,
del Tesoro de Málaga, etc. hay que colocar otras que, cual la del Parpalló, San Nicolás,
la del Moro, etc. carecen de objetos de dichas materias; así como aquellas deben ser más
antiguas que otras varias estaciones, sean o no cavernas, que ofrecen cerámica, pues esta
supone ya un estado más perfecto de la cultura que el hombre iba alcanzando”. El discurs
segueix i poc més endavant afirma que: “Pertenecen a las más antiguas, por carecer de
objetos en hueso y de cerámica, la llamada Cova Negra, no lejos de Játiva; las de San
Nicolás de la Ollería (Valencia); la del Parpalló, en término de Gandía; la del Moro, en
Teulada1 (Alicante) y otras varias exploradas por mí, pero que omito por brevedad”.
En 1892, en el text que Vilanova publica amb Rada i Delgado, “Geología y
Protohistoria Ibéricas”, en la Historia de España dirigida per Cánovas del Castillo, tornem a veure una menció al jaciment quan Rada escriu: “Las cuevas, las grutas y los abrigos Ibéricos desprovistas de objetos en hueso, tales como las de Parpalló, de las
Maravillas, la de San Nicolas en territorio de la Ollería, el abrigo o gruta llamada Covanegra, entre Bellus y Játiva, la de Torroella de Mongrí, en la provincia de Gerona, la de
Villaró, la del Moro de Teulada (Alicante), y algunas que por brevedad se omiten, pertenecen a las más antiguas del periodo mesolítico, en atención a que entre los objetos
encontrados solo figuran instrumentos de pedernal, huesos de animales salvajes y restos
de moluscos, con exclusión de útiles de hueso y menos aun de cerámica. La relación detallada de los tesoros que cada una de las mencionadas estaciones contiene, se dará más
adelante” (Vilanova i Rada, 1892: 447). Tot i que més endavant sí que fa una descripció
dels materials trobats en diversos d’aquests jaciments, no tenim la sort de comptar amb
la dels de la cova del Moro, que Rada passa per alt.
En 1894 l’Estat Espanyol va adquirir per al Museu de Ciències Naturals, en la seua
secció d’Antropologia i Etnografia, materials de la col·lecció de J. Vilanova i Piera entre
els quals es trobaven els de la cova del Moro.
En 1910, per Reial Decret aquesta secció del Museu de Ciències es va convertir en
Museu d’Antropologia, Etnografia i Prehistòria, i en 1940 per Ordre Ministerial es va
constituir el Museu Nacional d’Etnologia. Però serà el 1942 quan la col·lecció donada per
Vilanova passe a integrar-se en el Museu Arqueològic Nacional (MAN) i entre aquests
materials, diversos de la cova del Moro. En el Catàleg de materials entregat pel propi
Vilanova al Museu Antropològic, avui dia també al MAN, estan recollits amb els següents números i descripcions:
1 El jaciment és localitzat de vegades de forma errònia en el terme municipal de Teulada, quan ho està en el de Benitatxell.
Error comprensible donat que es troba pràcticament en la ratlla d’ambdós termes
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A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
“-Nº 127 Vª: Pedernales arqueolíticos, algún hueso humano, otros de mamíferos,
Helices y algunas conchas marinas. Cueva del Moro. Teulada.
-Nº 308 Vª: Cascos y astillas arqueolíticas de cuarzo. Cueva del Moro.
-Nº 309 Vª: Cráneos y huesos de mamíferos”.
En 1940, poc abans de la donació al MAN, D. Fletcher Valls va fer una revisió dels
materials arqueològics que Vilanova va donar al Museu Antropològic Nacional on recull
de manera somera els pertanyents al País Valencià, fent constar el número de cada peça
en la col·lecció i les pàgines de les publicacions de Vilanova en les quals es fa referència
als objectes enumerats (Fletcher, 1945: 343-348). En aquesta publicació menciona la
cova del Moro, que situa en Teulada seguint l’error que arrossega del propi Vilanova. A
propòsit d’aquest jaciment menciona la descripció que aquest autor fa dels materials
recollits per ell en aquesta cova, fent constar el número d’inventari 127. Com podem
veure, Fletcher només menciona en aquesta publicació una part dels materials, ja que no
recull els números 308 i 309, materials que hem pogut estudiar nosaltres i dels quals en
parlarem més endavant.
En 1945 trobem una nova referència a la cova del Moro en un text de F. Figueras
Pacheco (1945: 13-15) qui afirma que “Más a poniente, cerca del Cabo Moraira, descubrió Vilanova y Piera una interesante caverna prehistórica, la cova del Moro, excavada
al principio por aquel geólogo y seguidamente a sus ruegos por don Agustín Ramos, de
Denia, a quien debemos las noticias que hubimos de publicar hace unos treinta años”.
Açò darrer en referència a la seua Geografía de la provincia de Alicante.2
En 1990 J. Casabó, qui ocupava en aquells moments el càrrec d’arqueòleg municipal
de Xàbia (la Marina Alta), publica una part dels materials que es troben dipositats en el
Museu Soler Blasco d’aquesta localitat provinents de les recollides superficials (Casabó,
1990).
Posteriorment la cova del Moro ha estat mencionada en diverses ocasions per J.
Bolufer, actual director del Museu de Xàbia, qui va fer per primera vegada la descripció
de la cova i del jaciment, donant les referències de la seua localització geogràfica, la descripció de la cavitat i alertant del seu penós estat actual degut a diverses espoliacions i
dels riscos que pateix degut a la sobreexplotació urbanística de la zona (Bolufer, 2005,
2006). Durant l’hivern de 2006, J. Bolufer ens va proposar revisar els materials arqueològics dipositats en el Museu de Xàbia i ens va informar de l’existència d’uns altres
donats per Vilanova a l’antic Museu Antropològic Nacional (els estudiats per Fletcher) i
que posteriorment vam saber que es trobaven en el MAN des del 1942.3
2 No ens ha estat possible consultar aquesta obra, pel que ignorem quins treballs va realitzar A. Ramos en la cova del Moro.
3 Volem donar les gràcies a la Dra. Carmen Cacho per la seua amabilitat i col·laboració en les visites d’una de nosaltres
(A.C.) al MAN per a l’estudi dels materials i arxius relatius a aquesta col·lecció.
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
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Fig. 1.- Imatge de la boca d’entrada a la cova del Moro (foto: Ximo Bolufer).
3. SITUACIÓ GEOGRÀFICA I DESCRIPCIÓ DE LA COVA
La Cova del Moro es troba situada en el terme municipal de Benitatxell (la Marina
Alta), dins de la partida de Garsibà. Tal i com hem esmentat abans, Vilanova i Piera va
situar el jaciment en el terme de Teulada, error comprensible donada la proximitat de la
cavitat a la ratlla dels dos termes (menys de 500 m). Es troba a uns 160 m sobre el nivell
de la mar, de la qual dista uns 600 m en línia recta.
La cova és d’origen càrstic i s’obre al migdia sobre les parets calcàries del barranc
en la part més tancada d’aquest i sobre el costat dret. La boca té poc més de 2 m d’altura i uns 5 d’amplària màxima (fig. 1).
Dins de la cavitat podem observar una primera sala d’uns 35 m2 completament
il·luminada per la llum natural i que es troba buidada de sediments, possiblement degut
a la fabricació de bancals pels llauradors de finals del segle XIX. Cap al NE, per una petita obertura que queda entre grans blocs caiguts, accedim a una sala de forma allargada
que presenta un important desnivell, que té una superfície d’uns 25 m2 i que podríem dividir en dues parts que estan separades per un tall en la sedimentació. Aquesta sala està desproveïda de llum natural, però en la part més exterior hi ha certa ventilació entre les
esquerdes existents en la part alta. Cap a l’oest s’obre un petit passadís que de moment
resta inaccessible i des del qual es pot albirar una petita cambra (Bolufer, 2006).
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A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
4. EL JACIMENT: DESCRIPCIÓ I ESTAT DE CONSERVACIÓ
Com s’ha dit anteriorment, a finals del segle XIX la cova va patir importants alteracions com a conseqüència dels treballs d’abancalament per al cultiu de garroferes. En
aquell moment la necessitat de reomplir els bancals va fer que es destruís bona part del
rebliment arqueològic.
Posteriorment, les activitats d’excavadors clandestins (les darreres denúncies es van
fer a l’abril de 2001 als Serveis Territorials d’Alacant de la Conselleria de Cultura), han
provocat una destrucció que el director del Museu de Xàbia, J. Bolufer, va valorar en
aquells moments en més del 50% dels sediments arqueològics.
Així doncs, la cavitat encara conserva nivells amb restes prehistòriques intactes, tot
i que bona part del rebliment es troba alterat pels forats clandestins. En la plataforma de
terres extretes de la cova, que es troba just en la boca, es pot apreciar un petit bancal de
pedres realitzat pels llauradors que ha servit per a retenir bona part dels sediments extrets
de la cavitat. És en aquesta plataforma on s’han recollit la major part dels materials que
hem estudiat en aquest treball.
Evidentment no podem saber a simple vista quina és la seqüència que conté l’estratigrafia de la cavitat, però sí que podem veure gran part d’aquests nivells. En la meitat de
la sala interior queda a la vista, degut a les excavacions clandestines, un tall estratigràfic
de més d’un metre i mig de gruix (tall I), i al fons de la cavitat hi ha un gran forat realitzat també pels clandestins on podem veure més d’un metre de sedimentació (tall II).
En el tall I es poden apreciar un mínim de 15 nivells sedimentaris diferents. Així, després d’un primer nivell de color marró i amb fracció petita (amb bon nombre de pedres
cremades), el segueixen una sèrie d’estrats que s’alternen en laminacions de coloracions
marrons, grises i negres que es caracteritzen per presentar una quasi total absència de
fracció i un sediment aparentment fi. La part inferior del tall sembla que manté aquestes
característiques, però amb un clar augment de la fracció gran. En la base dreta del tall
existeix una petita zona on els clandestins han aprofundit un poc més en el sediment; en
aquest forat es poden apreciar un seguit de nivells que, iniciant-se en unes laminacions
ataronjades amb fracció petita i molts carbons (sembla que per sota dels nivells de fracció gran), se superposen a uns gruixuts nivells completament negres que podrien correspondre a llars, ja que s’aprecien laminacions grises i negres acompanyades de petites
taques blanques degudes tal vegada a la descomposició de la calcària pel foc.
En el tall II es poden apreciar almenys 6 nivells sedimentaris. La principal característica d’aquest tall és la presència en pràcticament tots els nivells d’una abundant fracció petita-mitjana que va augmentant de dimensions cap a la part inferior. El tall II es pot
dividir en dues grans unitats; la superior és de coloracions marrons i alterna nivells gruixuts amb molta fracció amb d’altres molt prims sense ella, mentre que el paquet inferior
és de color molt ataronjat i conté abundant fracció petita-mitjana.
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
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5. ESTUDI DELS MATERIALS
Els materials estudiats es troben en dos conjunts: uns pocs recollits per Vilanova i
Piera en els anys 1866-67, dipositats al MAN, i un conjunt més nombrós, dipositat en el
Museu de Xàbia, entre els quals podem distingir els recollits en la plataforma d’entrada
a la cavitat abans de 1990 i els recuperats posteriorment, producte de les excavacions
clandestines.
Degut a les circumstàncies de la seua arreplega, els materials no poden ser adscrits
(amb alguna excepció) amb seguretat a cap cultura o cronologia concreta, pel que ens
limitarem a realitzar una descripció de les seues característiques bàsiques per a finalment
intentar dur a terme una primera aproximació a la possible cronologia.
5.1. Els materials del Museu Arqueològic Nacional
Tot i no conèixer les circumstàncies de la seua recollida i tractar-se de molt poques
peces, estudiem a banda aquests materials perquè el fet d’haver estat arreplegats per
Vilanova i Piera en la segona meitat del segle XIX els fan posseïdors d’un valor historiogràfic especial. És ben cert que quan aquest investigador va visitar la zona, les tasques
agrícoles i fins i tot el “furtivisme” ja havien afectat tant a aquest jaciment com a d’altres. A propòsit d’aquest fet, Vilanova es referia a Parpalló “[...] dónde se encontraban
amontonados y revueltos los materiales que en busca de tesoros habían aquellos habitantes removido. Por desgracia, a falta de lo que con afán buscaban, utilizáronse de los muchos instrumentos de pedernal allí existentes para piedras de chispa, profanando y perdiéndose para la Arqueología prehistórica los más preciados documentos, tal vez, de la
historia primitiva patria”. Aquest fet es deguera produir en molts altres jaciments valencians, com per exemple en la veïna cova de les Cendres, que en el moment del seu descobriment per a la ciència per part de Breuil, presentava forats oberts pels camperols on
l’investigador francès va poder recollir algunes ceràmiques neolítiques (Breuil i
Obermaier, 1914; Bru, 1961).
La sèrie lítica d’aquest conjunt està formada per 78 peces, de les quals 14 estan retocades (taula 1). En general podem observar una talla poc laminar, amb un clar predomini de les ascles sobre les fulles. L’estri dominant són els burins (6), seguits per les peces
amb retocs continus (4) i les mosses (1).
La mostra òssia recollida per Vilanova està composada per 66 restes,4 entre les quals
dominen els caprins (31 fragments). L’estat de fossilització d’algunes de les restes ens fan
dubtar de la seua pertinença a cronologies prehistòriques. Entre les altres espècies docu-
4 En el procés d’identificació de la fauna de la cova del Moro conservada en el MAN ens va ser de gran ajuda la col·laboració de
J. Yravedra Sainz de los Terreros.
—31—
[page-n-32]
8
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
Taula 1.- Materials retocats conservats al Museo Arqueológico Nacional (Madrid).
mentades comptem amb una resta de boví, una vèrtebra probablement d’ur, i èquids,
representats per una peça dentària i un tars, pertanyent aquest darrer a un Equus hidruntinus. Entre els carnívors hi ha un crani de gat serval (Felis silvestris) i restes de teixó
(Meles meles).
5.2. Els materials del Museu de Xàbia
La indústria lítica
En aquest conjunt s’han comptabilitzat un total de 674 peces de sílex (taula 2).
D’aquestes, 591 (87,7%) no presenten retocs, mentre que 83 (12,3%) estan retocades. A
més hi ha que comptar prop d’un centenar d’elements amb retocs d’ús o mecànics.
El material lític retocat està composat per 83 peces amb un clar predomini del grup
amb retocs continus o parcials (30,1%), seguit pels burins (19,3%) (fig. 2), entre els quals
dominen els d’angle sobre fractura o pla natural, les mosses i denticulats (15,7%) i els
gratadors (10,8%) (fig. 3). L’índex microlaminar és molt baix (6%) i, quant a la representació, la resta de grups són poc significatius (taula 3). Com és normal en un material
recollit superficialment, hi ha algunes peces que presenten també retocs mecànics que
podrien deure’s tant a l’ús com, en la seua major part, a fractures fortuïtes degudes al
xafat.
—32—
[page-n-33]
EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
D
o
3
Fig. 2.- Burins.
—33—
9
[page-n-34]
10
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
Ú.
o
3
Fig. 3.- Materials retocats (fulla de llorer, punta de dors, gratadors i truncadures).
—34—
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
11
Taula 2.- Suports dels materials conservats al Museu de Xàbia.
El material retocat està realitzat en la seua totalitat sobre sílex. Les coloracions són
diverses i la qualitat és bona-mitjana en la major part de les peces, amb algunes realitzades sobre sílex melat de gran qualitat.
De l’anàlisi tipomètric es conclou que ens trobem davant d’una indústria de petites
dimensions, tot i que alguna peça pot arribar a una talla mitjana. La longitud se situa principalment entre 10-40 mm, amb algunes peces que poden arribar als 65 mm; les amplàries se situen bàsicament entre els 10-30 mm i el gruix entre 5-20 mm.
Les condicions en què s’ha recollit el material de la cova del Moro no ens permeten
fer una valoració concloent. El conjunt industrial està realitzat pràcticament en la seua
totalitat sobre sílex. Es tracta de sílex de diversos tipus i qualitats, i presenten una varietat prou elevada de coloracions: marrons, ocres, beix, grisos, blancs i en menor mesura
melats. En allò referit als afloraments d’aquestes matèries primeres es podrien establir
dos orígens principals: un de local, pertanyent al Cretàcic, amb un sílex nodular de tonalitats grisàcies i que és habitual trobar-ne en l’entorn de la cavitat, i per altra banda estaria el sílex de l’Oligocé, els afloraments del qual es trobarien en les serres interiors de
l’Alcoià i que es presentaria com un sílex de bona qualitat, amb una estructura granular
molt fina i que sol presentar tonalitats marrons i melades (Villaverde et al., 1999).
Considerant la indústria lítica en el seu conjunt podem veure un clar predomini de les
ascles, que suposen el 55,3%, sent poc abundant la talla laminar (9%). Els nuclis no estan
especialment presents, tot i que el seu nombre no és menyspreable (48 peces; 7,1%); en
la seua major part es tracta de nuclis amorfs o massa fracturats com per a extreure’n
dades, i en la resta s’observa una major proporció de nuclis d’ascles que d’explotacions
laminars. En general són de petites dimensions, el que podríem relacionar tant amb un
—35—
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12
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
o.
TlPUS
N
%
1
1
1,2
Gratador doble
1
1,2
5
Gratador sobre fulJa o ascla retocada
1
1,2
Gratador unguiforme
1
1,2
14
Gratador pla en mussell o musclera
1
1,2
15
Gratador nucle"iforme
1
1,2
21
Perforador- Gratador
1
1,2
24
Perforador atípico bec
1
1,2
27
Burí díedre recte
4
4,8
29
Burí diedre d' angle
1
1,2
30
Burí d' angle sobre fractura o pla natural
5
6,0
34
Burí sobre truncadura retocada recta
1
1,2
35
Burí sobre truncadura retocada oblíqua
3
3,6
38
Burí transversal sobre truncatura lateral
1
1,2
44
T
Gratador atípic
10
8
3,6
3
p
3
2
G
Gratador s impte
Burí pla
1
1,2
61
Peya amb truncadura oblíqua
3
3,6
5
6,0
65 a Peya amb retocs continus en una vora
PR 65 b Peya amb retocs parcia1s en una vora
66 b Peya amb retocs parcials en dues vares
Sol
%
10,8
2,4
19,3
3,6
16 19,3 30, 1
4
4,8
1,2
70
FulJa de llorer
1
74
Mossa
9 10,8
75
Peya denticulada
4
4,8
PE
76
Peya escatada
4
4,8
4,8
R
77
Rascadora
1
1,2
1,2
2
2,4
1
1,2
M.O
1,2
15,7
85 b Lamineta de fin s rctocs directes
ml 85 e Laminera de dors apuntada
6,0
89
Lamineta amb mossa
2
2,4
92
Diversos
4
4,8
4,8
83
100
100
TOTAL
Taula 3.- Materials retocats conservats al Museu de Xàbia.
—36—
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
13
aprofitament intensiu com amb les petites dimensions de la matèria primera original.
De l’estudi dels tipus representats s’ha de destriar el predomini del grup dels burins
(19,3 %) sobre els gratadors (10,8 %), sent els primers d’angle sobre fractura o pla natural, seguits pels díedres. Tot i que no hi ha un tipus de gratador predominant, són més
abundants els fabricats sobre ascla que sobre fulla. Les peces sobre fulla o fulleta són
minoritàries. El grup microlaminar no està representat més que per alguna fulleta mínimament retocada, amb l’excepció d’una lamineta de dors apuntada. Molt significativa és
la presència d’un fragment de fulla de llorer, sobre la qual tornarem més endavant. A
aquests grups els acompanyen un molt abundant grup de les peces amb retocs en una o
dues vores i el de les mosses i denticulats.
A més de la indústria sobre sílex cal citar dos còdols calcaris en el conjunt de materials del Museu de Xàbia: un de forma allargada, lleugerament apuntat i arrodonit en un
extrem però amb diversos colps en l’altre, possiblement utilitzat com a percussor; l’altre
còdol és més arrodonit, està fracturat i presenta en una de les cares restes de carbó i colorant roig. Es tracta de taques prou difuses en colors negre i rogenc que podrien suggerir
una utilització com a matxucador, tot i que no ens atrevim a descartar la presència d’alguna manifestació artística, ja que algunes de les taques presenten una certa delimitació.
Culturalment, a la vista del material estudiat, podem afirmar sens dubte que ens trobem enfront d’una indústria del Paleolític superior. Només una peça, la fulla de llorer,
fabricada en sílex marró-melat translúcid de molt bona qualitat, és el suficientment característica com perquè puguem determinar, donada la seua clara pertinença al Solutrià, una
ocupació de la cova en un moment en concret.
La fauna5
La mostra de fauna està formada per 203 restes (NR) corresponents a diverses
accions de recollida, encara que per al present treball les dades s’han tractat de manera
conjunta. Les restes han estat identificades a nivell genèric o específic (149) i la majoria
corresponen a espècies de vertebrats (135), mentre que només 14 són restes malacològiques (taula 4). Entre les indeterminades, 11 pertanyen a animals de talla mitjana
(caprins/cèrvids), 8 a animals de talla gran (com ara èquids) i 35 a petits resquills que
s’han classificat com a restes no identificades.
La fauna de vertebrats
Entre els vertebrats s’han comptabilitzat 21 individus, corresponents a 7 espècies
diferents (6 de mamífers i 1 d’aus) (taula 5). Com es pot observar, el conill és l’espècie
5 Agraïm al director del Museu de Xàbia, J. Bolufer, que confiara al Gabinet de Fauna Quaternària del Museu de Prehistòria de
València l’estudi d’aquests materials.
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14
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
Taula 4.- Nombre de restes i nombre mínim d’individus
de les restes malacològiques conservades
al Museu de Xàbia.
Taula 5.- Nombre de restes i nombre mínim d’individus
de les restes de vertebrats conservades
al Museu de Xàbia.
millor representada tant per NR com per NMI, seguit per la cabra (NR: 24; NMI: 2) i el
cérvol (NR: 14; NMI: 1); en el cas del cavall només 8 restes corresponen a dos individus
diferents (NR: 8; NMI: 2). Amb una presència més modesta se situen l’ase silvestre
(NR/NMI: 1), el linx (NR: 2; NMI: 1; fig. 4) i un colom indeterminat (NR/NMI: 1).
L’acció antròpica
L’existència de marques de tall i de fractures intencionades sobre algunes de les restes en confirmen l’aportació humana. La major presència d’aquestes marques es dóna
—38—
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
15
Fig. 4.- Cos lumbar i fragment mandibular de Lynx pardina.
sobre les restes de cabra i estan relacionades amb diverses fases del processat carnisser.
Una escàpula amb una fractura antròpica presenta també marques de puncions de carnívor sobre la zona articular, demostrant l’acció carronyera d’un carnívor gran sobre les
deixalles de consum humanes. També s’han pogut observar marques de tall sobre una
resta de cérvol i una de linx.
Així mateix, els perfils anatòmics de les restes de conill responen a la selecció humana (major aportació dels ossos llargs posteriors amb major contingut medul·lar) i també
a la recollida selectiva dels elements més grans. La fragmentació és intensa pel que fa als
ossos llargs i no s’han observat alteracions relacionades amb l’acció de predadors no
humans, excepte un fèmur juvenil que presenta estries transversals per tota la diàfisi i que
poden haver-se produït per la dentició d’un petit carnívor. La resta d’elements no presenten cap alteració d’aquest tipus, ni mecànica ni digestiva. Totes les modificacions presents es relacionen amb actuacions humanes i també amb processos postdeposicionals
(alguns ossos presenten taques d’òxid de manganès). Són molt abundants els rascats lítics
vinculats amb el descarnat dels ossos (coxal, escápula, húmer, mandíbules, fèmur i tíbia),
similars als documentats sobre ossos de conill dels nivells gravetians de la Cova de les
Cendres (Pérez Ripoll, 2004) i als d’altres conjunts del Paleolític superior regional (Pérez
Ripoll, 2001); també apareixen incisions de desarticulació al coxal.
D’aquestes restes de conill, un gran nombre presenten fractures, que per la seua localització i morfologia, poden classificar-se com a humanes; es tracta de mossegades per a
consumir les parts toves, per tal d’accedir al contingut medul·lar en el cas dels ossos
llargs o per a desarticular els distints elements als membres i fer-ne més fàcil el consum
(Pérez Ripoll, 2005-2006). Encara que s’han determinat sobre diversos elements com ara
mandíbules, húmers, ulnes i escàpules, destaquen les fractures sobretot al fèmur i la tíbia
—39—
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16
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
Fig. 5.- Cilindres de tíbies de conill.
(fig. 5), ossos llargs amb major quantitat de medul·la. L’aparició de marques de tall sobre
aquestes mateixes restes, on també apareixen fractures, ve a confirmar el caràcter antròpic de les mossegades.
Valoracions respecte al conjunt de fauna
La mostra de fauna estudiada conforma un grup diversificat d’espècies. L’explotació
intensa del conill actua com a recurs complementari als ungulats de talla mitjana com la
cabra i el cérvol (Aura et al., 2002). Les marques observades en les restes de conill (rascats) es relacionen amb el descarnament dels membres per tal d’obtenir filets, presumiblement amb la finalitat d’emmagatzemar-los previ fumat, com ha estat observat en altres
jaciments del Paleolític superior (Pérez Ripoll, 2002, 2004). Aquest fet suposa una planificació de les activitats de subsistència i una previsió, el que ens indica un desenvolupament social important dels grups de caçadors-recol·lectors. El consum de la medul·la
dels ossos de conill seria la part final del processat. És característica també l’aparició
—40—
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
17
d’altres tàxons de petites dimensions com ara el colom, el linx i els mol·luscos marins
(Pérez Ripoll i Martínez Valle, 2001; Martínez Valle, 2001). Els animals de talla gran,
com en aquest cas els èquids, són minoritaris. La presència de marques de descarnament
sobre les restes de cabra, cérvol, conill i linx confirmen el seu origen antròpic, mentre que
l’actuació d’altres predadors i la seua responsabilitat en l’acumulació òssia és molt reduïda: una resta juvenil de conill amb senyals d’actuació d’un petit carnívor i una escàpula
de cabra amb marques de dentició d’un carnívor de talla superior.
Des d’un punt de vista econòmic la mostra és característica dels conjunts de l’àmbit
regional mediterrani del Paleolític superior final. En el cas dels nivells solutrians i solutriogravetians de la cova Beneito, la cabra i el cérvol dominen la mostra però sense l’especialització concreta en una d’aquestes espècies, amb presència de cavall i abundància
de restes de conill (Martínez Valle, 1996). Als nivells tardiglacials de la cova de les
Cendres s’ha determinat una clara especialització en la caça del cérvol, acompanyada
d’elevades freqüències de lagomorfs (Villaverde Bonilla, 2001). En la cova del Moro les
cabres superen en efectius als cérvols, però resulta difícil conèixer amb precisió la representativitat dels tàxons i la seua atribució cronològica amb una mostra tan reduïda i sense
un context estratigràfic precís. En tot cas, estaríem davant d’una pauta d’explotació dels
recursos animals per part dels grups humans que podria emmarcar-se en el Paleolític
superior final (Villaverde Bonilla, 2001).
Des d’una vessant paleoecològica, dominen els tàxons procedents de planures arbustives com els cérvols i els conills, i també els procedents de zones més escarpades
(cabres). Menor importància en la mostra assoleixen els corresponents costaners i de les
planures més obertes (cavall). Respecte a l’aparició de l’ase (Equus hydruntinus) a Cova
del Moro, es tracta d’una espècie vinculada freqüentment a moments temperats, encara
que hi ha autors que també la relacionen amb períodes més rigorosos. En tot cas, la seua
distribució a Europa occidental és perimediterrània (zona oriental de la P. Ibèrica, SE de
França i costa adriàtica d’Itàlia), sent més abundant en jaciments del tardiglacial junt a
altres espècies de caràcter forestal (Martínez Valle, 1996). Al País Valencià ha estat identificada als nivells superiors de Cova del Bolomor (Fernández Peris et al., 1997), amb
dubtes en Cova Negra (Pérez Ripoll, 1977), en Beneito als nivells gravetians i solutrians,
i en Blaus i Cendres, en nivells magdalenians (Martínez Valle, 1996).
6. LA COVA DEL MORO I EL SEU CONTEXT ARQUEOLÒGIC
Tal i com hem pogut veure, els materials lítics recuperats en la cova del Moro ens
aporten únicament una dada clara sobre un moment determinat del Paleolític superior, el
Solutrià. Tot i així, la fauna sembla que ens podria remetre també a moments del tardiglacial.
Amb aquestes dades i vista la potència estratigràfica del jaciment i alguna altra peça
—41—
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18
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
com per exemple un gratador unguiforme i altres gratadors curts i una lamineta de dors
apuntada, podríem aventurar que en el jaciment també podrien existir moments finals del
Paleolític superior. Cal destriar però una dada curiosa com és l’absència de làmines o
laminetes de dors (només una). Aquest fet és com a mínim estrany, ja que aquestes peces
estan presents en gairebé tota la seqüència del Paleolític superior i l’Epipaleolític, presentant-se com un dels tipus més abundants del Gravetià, Magdalenià i Epipaleolític
microlaminar, sent precisament en els moments plens del Solutrià on menor nombre d’aquestes peces trobem. Aquesta característica dels materials recuperats en la cova del
Moro, si no és deguda a la pròpia cronologia dels nivells, podríem pensar que es deu a
una recollida selectiva del material en favor de les peces més grans, però no sembla haver
estat així vistos els nombrosos resquills arreplegats. Una altra possibilitat seria que entre
les nombroses visites dels clandestins, alguns d’ells hagen recollit tots les materials retocats que han trobat, fent desaparèixer la major part de peces; aquesta possibilitat no pot
ser descartada, ja que en la zona de la Marina Alta han existit durant molts anys alguns
grups ben organitzats d’espoliadors.
Les característiques de la recollida dels materials evidentment no ens permeten realitzar cap estudi de garanties, però pensem que és interessant veure en quin lloc i moment
s’emmarcarien les possibles ocupacions de la cavitat en relació amb els altres jaciments
de les comarques centrals que presenten ocupacions semblants.
6.1. Les ocupacions solutrianes de les comarques centrals
Si tenim en compte el fragment de fulla de llorer recuperada podem afirmar que en
el jaciment existeixen nivells vinculats al Solutrià mitjà o superior. Aquesta adscripció no
és estranya en la zona en què es troba la cova del Moro, ja que és en les comarques centrals del País Valencià on es localitzen gairebé la totalitat de les localitats arqueològiques
conegudes d’aquest moment cultural. Dels 19 jaciments, alguns dubtosos, en els quals
podem trobar materials solutrians, 14 estan ubicats en les comarques centrals (bàsicament
en la Marina Alta i la Safor) (fig. 6).
La major part d’aquests assentaments però, igual com la cova del Moro, no ens poden
aportar més que informacions fragmentades o molt superficials i en molts casos únicament vinculades a l’existència d’alguna peça solutriana (principalment puntes escotades)
entre els materials recuperats en excavacions clandestines. Altres jaciments han estat
objecte d’excavacions que no han estat publicades o ho han estat molt fragmentàriament,
i únicament cinc d’ells han estat publicats amb detall: cova de les Malladetes a Barx
(Fortea i Jordà, 1976), cova del Parpalló a Gandia (Pericot, 1942; Fullola, 1979), cova del
Barranc Blanc a Ròtova (Fullola, 1979), cova de Beneito a Muro del Comtat (Iturbe et
al., 1993) i cova de les Cendres a Teulada-Moraira (Villaverde, 2001; Villaverde et al.,
1999).
Tal i com acabem de dir, la major part dels jaciments solutrians han estat adscrits a
—42—
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
19
Fig. 6.- Mapa de les comarques centrals del País Valencià amb els jaciments solutrians (punts)
i Magdalenians-Epipaleolítics (estrel·les).
aquest moment per l’existència d’algun morfotip característic, sent habitualment les puntes escotades mediterrànies les més presents. Les fulles de llorer no són tan abundants, i
són menys els jaciments on s’han pogut documentar. Gràcies a excavacions sistemàtiques
que ens permeten conèixer el moment de la seqüència en què es troben, tenim fulles de
llorer en les coves de les Malladetes, Parpalló, Barranc Blanc, Beneito i Cendres. Altres
troballes estan vinculades a recollides de superfície, excavacions antigues o amb metodologies no adequades, o a la labor destructiva dels clandestins. Entre aquests jaciments
de les comarques centrals trobem fulles de llorer en Rates Penades (Ròtova), Meravelles
(Gandia), Llop (Gandia) i Porcs (Real de Gandia).
Amb el Solutrià ens trobem en el moment de màxim fred de la darrera glaciació. En
Europa es produeix una forta baixada del poblament humà, i la major part de l’Europa
central i del nord restava coberta pels gels polars. Aquesta rigorositat climàtica va obligar la població europea a concentrar-se al sud del continent, principalment en la meitat
sud de França i la Península Ibèrica. Aquest aïllament va provocar una clara regionalització dels grups que fins i tot va afectar l’estil de les armes lítiques (fulles de llorer de
base convexa, puntes de peduncle i aletes, i puntes escotades) amb l’objectiu de buscar
—43—
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20
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
una diferenciació ètnica i geogràfica amb altres grups (Villaverde, 2001). De la mateixa
forma, la talla de la indústria lítica arriba a la màxima perfecció en aquest moment, i es
manifesta amb la fabricació de puntes foliàcies de diverses tipologies.
En l’àmbit territorial més estret de la cova del Moro trobem tres jaciments amb materials solutrians: la cova de les Cendres, la cova Ampla del Cap Gros (Xàbia) i la cova de
les Calaveres (Benidoleig). D’aquests tres jaciments els dos darrers no aporten cap element foliaci, i només la cova de les Cendres presenta uns nivells on existeixen fulles de
llorer. La relació territorial entre la cova de les Cendres i la cova del Moro podria ser molt
interessant, ja que en Cendres, una cavitat amb una llarga seqüència d’ocupació, els
nivells solutrians pertanyen a moments inicials del Solutrià evolucionat, amb un baix
índex de foliacis, que se superposen directament sobre els nivells gravetians (Villaverde
et al., e.p.). Per tant, si consideràrem la cova del Moro com pertanyent al Solutrià mitjà
podríem estar completant en gran mesura la seqüència solutriana de la zona, i seria precisament un dels pocs moments que manca en Cendres el que trobaríem en aquesta cova.
Les dues cavitats es troben separades únicament per un parell de quilòmetres i evidentment no sembla plausible que foren ocupades al mateix temps per dos grups humans diferents, sinó que el més normal seria que bé en el Solutrià s’ocupés primer la cova del Moro
i desprès la cova de les Cendres o bé, si pensàrem que ens trobem amb nivells de cronologia similar, que s’ocuparen al mateix temps pel mateix grup de persones. Evidentment,
aquestes són unes qüestions que amb les dades disponibles no són possibles de respondre, però seria molt interessant en el futur comprovar quin grau de relació posseeixen les
ocupacions d’aquestes dues cavitats.
Els altres jaciments amb foliacis queden a més de 40 quilòmetres al nord. Entre
aquests hi ha alguns que no poden aportar massa informació, com ara la cova de les Rates
Penades que, tot i posseir tres fulles de llorer, presenta una estratigrafia barrejada
(Villaverde, 1979), o la cova de les Meravelles, que posseeix tres fulles de llorer bifacials
i una unifacial en la seua capa 3 però que manca de publicació dels seus nivells paleolítics (ibíd.); la cova del Llop, amb un fragment de fulla de llorer, manca de publicació en
condicions (Aparicio et al., 1976), i la cova dels Porcs ha patit la mateixa sort que l’anterior i, tot i tindre una seqüència molt interessant en què s’inclou almenys una fulla de
llorer, presenta grans deficiències en la seua publicació (Aparicio, 1977, 1983; Aparicio
i San Valero, 1977).
Uns altres quatre jaciments ens han aportat dades més concises per a conèixer la
seqüència solutriana, tres situats en la Safor: cova del Parpalló (Pericot, 1942; Fullola,
1979), les Malladetes (Fortea i Jordà, 1976) i Barranc Blanc (Fullola, 1979), i un altre en
el Comtat: la cova Beneito (Iturbe et al., 1993). A partir d’aquests jaciments, principalment dels dos primers, s’ha pogut establir l’evolució tecno-cultural dels moments solutrians. Així, s’ha establert que després d’uns moments inicials amb una baixa densitat
ocupacional, documentats únicament a les coves del Parpalló i les Malladetes, a partir del
Solutrià mitjà (o ple) es produeix un fort increment dels llocs ocupats i de la intensitat
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d’aquestes ocupacions, el que podria estar reflectint tant un increment de la població com
un canvi en les estratègies d’ocupació del territori, amb una menor mobilitat territorial
(Villaverde, 2001, 2003/2004). Aquest augment del nombre de jaciments i de la intensitat de les ocupacions és manté o fins i tot s’acreix en els moments evolucionats d’aquesta fase cultural, on el nombre de jaciments coneguts que presenten puntes escotades es
prou major.
Pel que fa a la cronologia, i a partir de les datacions existents en alguns dels jaciments
que hem vist anteriorment, hem de pensar que el nivell que ha aportat la fulla de llorer
de la cova del Moro estarà molt possiblement entre els 19.500-18.000 anys BP. Uns
moments que a nivell ambiental, tal i com podem veure en la veïna cova de les Cendres,
ens aporten dades relacionades amb un paisatge de pinar obert (de Pinus nigra), amb
ginebres/savines i matolls de fabàcies, vegetació que respon a uns moments del pleniglacial més àrids que els immediatament anteriors (Badal i Carrión, 2001). Així mateix cal
pensar que, tot i que actualment la cavitat es troba a menys d’un quilòmetre de la línia de
costa, en els moments d’ocupació solutriana el nivell marí era entre 100-120 m menor
que en l’actualitat, el que va provocar que enfront de la costa de l’actual Marina Alta ens
trobàrem amb una plataforma emergida d’uns 15 km d’amplària, pel que aquest jaciment
deixaria de ser un assentament litoral i se situaria sobre els 200 m sobre el nivell marí, el
que faria augmentar la seua continentalitat.
6.2. Les ocupacions del Tardiglacial de les comarques centrals
La fauna i potser alguna peça lítica ens parlen d’una possible existència de nivells
tardiglacials en la cavitat. Si bé els jaciments que s’han vinculat a moments magdalenians
(o epipaleolítics) en aquestes comarques són nombrosos, el ben cert és que, seguint la
tònica general, dels més de 30 jaciments esmentats en la bibliografia només 7 ens han
aportat informació (fig. 6), desigual però vàlida, per a definir seqüències o comparacions.
La resta de jaciments, als quals ara caldria afegir la cova del Moro, o bé han estat destruïts per les espoliacions, han estat excavats deficientment, o bé no han estat objecte de
publicacions adequades.
El fet de no comptar entre els materials recuperats amb peces de clara adscripció tardiglacial, tal i com ho és el fragment de fulla de llorer per al Solutrià, no ens permet més
que recordar el context en què es mou la cova del Moro en aquests moments.
Per tardiglacial entenem els moments posteriors al màxim de la glaciació würmiana
fins l’arribada de l’Holocè (ca. 16.000-10.000 BP). En aquestes fases es desenvolupa el
Magdalenià, i també els inicis de l’Epipaleolític. Es tracta d’uns moments on el clima tendeix a un temperament, tot i estar marcat per diverses pulsacions fredes seguides d’altres
més temperades, pel que a poc a poc els boscos van guanyant terreny.
Entre els jaciments excavats, i en l’àmbit més proper de la cova del Moro, només
comptem amb la cova de les Cendres, en la qual s’han documentat nivells corresponents
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al Magdalenià mitjà i superior amb una indústria dominada per les laminetes de dors, els
gratadors i els burins, i amb una rica indústria òssia i una fauna dominada pel cérvol
(Martínez Valle, 1996; Roman, 2004; Villaverde et al., 1999; Villaverde i Roman, 20052006).
A una distància d’entre 10 i 40 quilòmetres, i tots en la mateixa comarca, ens trobem
amb quatre jaciments en els quals s’han documentat seqüències tardiglacials: la cova
Bolumini (Beniarbeig-Benimeli), amb un nivell inferior amb molt pocs materials però
atribuït pels seus excavadors al tardiglacial (Guillem et al., 1990); la cova de Santa Maira
(Castell de Castells), amb diversos nivells que abracen des del Magdalenià superior fins
al Mesolític geomètric (Aura, 2001); el Tossal de la Roca (Vall d’Alcalà), amb nivells que
comprenen des de la fase mitjana del Magdalenià fins al Mesolític (Cacho et al., 1995);
i la cova Fosca (Vall d’Ebo), amb uns nivells inferiors atribuïts al Magdalenià superior o
Epipaleolític (Domènech, 1990).
7. CONCLUSIONS FINALS
Com podem observar, la cova del Moro s’ubica en una de les zones amb un major
nombre de jaciments paleolítics no només de l’estat Espanyol, sinó de tot el continent.
Per tant, no és difícil contextualitzar qualsevol nivell d’ocupació amb altres hàbitats
paleolítics. La dificultat es troba en el mateix context de la recollida dels materials, producte de l’activitat clandestina.
Malgrat aquest alt nombre de jaciments, la comarca de la Marina Alta ha estat des de
fa temps un dels punts del país on major nombre de cavitats han quedat destruïdes per les
excavacions incontrolades. Per tant, la destrucció d’aquest jaciment no és un fet aïllat, i
tant en aquesta comarca com en la veïna de la Safor, la quantitat de jaciments que s’han
perdut per a la ciència són nombrosos.
Amb la cova del Moro ens trobem amb un d’eixos pocs jaciments on, amb total seguretat, podríem documentar una llarga seqüència paleolítica. El nivell de destrucció patit
fins ara és de la totalitat de la sala exterior i d’un 50% de la interior, pel que el perill de
perdre la valuosa informació que ens pot aportar és molt gran si no es prenen mesures
com el tancament de la cavitat.
A més, tal i com hem assenyalat anteriorment, és del major interès determinar amb
fiabilitat els diversos moments d’ocupació de la cova, sobretot per a poder vincular-la
amb una sèrie d’hàbitats documentats al llarg de les primeres elevacions litorals de la
comarca (cova de les Cendres, cova Ampla, cova Foradada...). Degut a aquest fet, no descartem emprendre pròximament alguna mena d’actuació arqueològica que ens permeta
realitzar una primera aproximació seqüencial. El primer, però, seria que les autoritats
competents, ja avisades en diverses ocasions del grau de destrucció de la cavitat, prengueren les mesures pertinents per a la seua protecció.
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
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Esperem que aquestes línies siguen un primer pas i servisquen per a cridar l’atenció
sobre un jaciment tristament oblidat i que amb tota seguretat mereixeria una major preocupació per part d’institucions i d’investigadors.
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A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
F. Xavier OMS ARIAS*
CARACTERITZACIÓ TÈCNICA, TIPOLÒGICA I CRONOLÒGICA
DE LES CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC
DE LA COVA COLOMERA (PREPIRINEU DE LLEIDA)
RESUM: La caracterització de les restes ceràmiques dels nivells del Neolític antic (52004800 cal. BC) de la Cova Colomera (Sant Esteve de la Sarga, Lleida) ha permès situar els nivells
CE12, CE13-CE14 i CV10 en el context de la neolitització dels Pirineus i zones limítrofes.
S’analitza aquí tot el conjunt disponible fins la campanya de 2008 i s’insereix en el discurs sobre la
cultura material de l’Epicardial i la seva problemàtica cronològica, amb paral·lels des de les boques
del Roine a la vall del Segre.
PARAULES CLAU: Prepirineu de Lleida, Cova Colomera, ceràmica Epicardial, cronologia
Epicardial.
RÉSUMÉ: Caractérisation technique, typologique et chronologique des céramiques du
Néolithique ancien de la Cova Colomera (Pre-Pyrénées de Lleida). La caractérisation des restes
céramiques des niveaux du Néolithique ancien (5200-4900 cal BC) de la Cova Colomera (Sant
Esteve de la Sarga, Lleida) a permis de situer les niveaux CE12, CE13-CE14 et CV10 dans le contexte de la Néolithisation des Pyrénées et ses environs. Ici, on analyse toutes les céramiques exhumées jusqu’en 2008. On discute les résultats dans le contexte des matériaux epicardiaux et sa problématique chronologique depuis les bouches du Rhône jusqu’à la vallée du Sègre.
MOTS CLÉS: Pre-Pyrénées de Lleida, Cova Colomera, céramique Epicardial, chronologie
Epicardial.
* SERP (Seminari d’Estudis i Recerques Prehistòriques), Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona. C/ Montalgre 6-8, 08001 Barcelona. xavieroms@gmail.com
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2
F.X. OMS ARIAS
1. INTRODUCCIÓ
Els treballs arqueològics a la Cova Colomera (Sant Esteve de la Sarga, Pallars Jussà)
han posat al descobert un conjunt estratigràfic pertanyent al Neolític antic inèdit fins el
moment en els territoris prepirinencs i pirinencs occidentals de Catalunya. Procedent d’aquests nivells s’ha exhumat un conjunt de materials ceràmics que si bé no és nombrós,
s’ha de considerar important pel fet que la contextualització estratigràfica i radiocarbònica de materials del Neolític Antic no s’havia documentat fins ara en aquesta zona de la
vessant catalana. Aquests factors han de facilitar la inserció dels nivells del Neolític antic
de la Cova Colomera dins el discurs de la neolitització d’aquest àmbit de l’interior del
NE de la Península Ibèrica.
2. EL JACIMENT
La Cova Colomera es troba situada al Prepirineu de Lleida, al bell mig del Congost
de Montrebei, obert per la Noguera Ribagorçana quan aquest travessa la Serra del
Montsec (fig. 1). Es tracta d’una gran cavitat excavada en un banc de calcàries secundàries del Maestrichtià i a sobre d’una diàclasi d’orientació NE-SW. Els processos bàsics
en la seva evolució són una primera fase de preparació amb predomini dels agents corrosió-dissolució, procedents de les filtracions de la plataforma superior propera a la carena de la serra; i una segona fase de fenòmens gravitacionals per descalcificació dels estrats, alguns d’aquests fenòmens són de gran mida i s’acumulen en alguns sectors de la
cova. La Serralada del Montsec és un massís eminentment calcari de gairebé 40 quilòmetres de longitud amb una orientació E-W. Aquesta serra es troba tallada pels rius
Noguera Ribagorçana, Noguera Pallaresa i Boix, que formen sengles congosts (Montrebei, Terradets i Pas Nou) que divideixen el Montsec en quatre unitats, el Montsec de
l’Estall (a Aragó), el Montsec d’Ares, el Montsec de Rúbies i el Montsec del Cogulló.
En la cara nord d’aquesta serra es localitzen una gran quantitat de jaciments arqueològics que en gran mesura han estat molt afectats per les accions de furtius i aficionats
diversos (De la Vega, 1981). Recentment s’ha realitzat una revisió historiogràfica i dels
materials arqueològics localitzats (ja sigui publicats o en museus locals) d’aquesta zona,
de manera que s’ha observat una freqüentació de grups humans a partir del Mosterià, i un
important augment de la densitat de jaciments a partir del Neolítc antic (Oms et al., en
premsa) en un còmput aproximat d’uns 25-30 jaciments arqueològics.
L’any 2005 es varen iniciar els treballs arqueològics en aquest jaciment. Des d’aquell
moment s’han realitzat dos sondejos. Un d’ells, el CV (Colomera Vestíbul) ha resultat
pràcticament estèril a causa d’una successió de formacions de crosta que han rentat primer i carbonatat després les capes arqueològiques, tot i així conté un nivell fèrtil (CV10);
l’altre sondeig, el CE (Colomera Est) ha proporcionat una estratigrafia de sis nivells
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
34 33
32 31
30 29
y
Cova Colomera
Actuacions arqueologiques
fins la campanya de 2008
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1
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Fig. 1.- Localització de la Cova Colomera (mapes modificats d’ICC).
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arqueològics i una fossa tipus sitja al llarg del talús del jaciment, tots ells pertanyents o
relacionats amb utilitzacions com a indret per estabular ramats (fumier incendié). Els
nivells A i Asup es corresponen amb ocupacions de darreries del Bronze inicial i el
Neolític Final respectivament, i es troben a la part alta del talús. La fossa EE1, que pertany a una ocupació del Bronze inicial (trànsit III-IIn mil·lenni cal BC), i els nivells
CE12, CE13 i CE14, que abracen cronològicament gran part del Neolític Antic, es troben
a la part més baixa del talús.
En un primer treball de presentació del jaciment (Oms et al., 2008), es va proposar
per la manca de materials significatius l’any 2006 i de datacions, una adscripció del
Neolític antic Postcardial pel nivell CE12. Aquesta posició ha variat amb l’augment de
materials significatius i de datacions.
Com s’ha dit, les ocupacions del Neolític antic al Sondeig CE pertanyen a ocupacions
de tipus cleda de ramats. La utilització de coves i balmes durant el Neolític i l’edat del
Bronze es troba ben documentat a les diverses conques mediterrànies. Els fems de ramats
(d’ovicaprins generalment) s’amuntegaven i es cremaven per raons de salubritat. Per tant,
cal tenir en compte que la presència de material arqueològic en aquests nivells d’estabulació no s’ha de correspondre a priori amb zones d’hàbitat estricte, sinó més aviat amb
zones d’abocament d’escombraries. De manera general es consideren aquests nivells com
molt pobres arqueològicament parlant, tot i que proporcionen molta informació a nivell
paleoambiental i paleoeconòmic (Badal, 1999; Vergès et al., 2008). De manera particular, a la Cova Colomera, es pot observar en la migradesa del registre lític (sobretot pel
que fa a les fases inicials de les cadenes operatives) i com es veurà més endavant en l’alt
grau de fragmentació del registre ceràmic.
3. DATACIONS
Es disposa d’una bateria completa de datacions per tots els nivells de la Cova
Colomera, que es presentaran en un treball monogràfic sobre l’estratigrafia del jaciment.
Aquí es mostren les datacions dels nivells CE12 i CE13-CE14 (taula 1).
La datació Beta-240551 s’ha obtingut a partir d’una mostra de vida curta (cereal
Triticum aestivum/durum) procedent del quadre W30 recuperada mitjançant la flotació
manual i posterior triat, procedent d’una fàcies tf del nivell CE13-CE14. Per altra banda,
la mostra Beta-248523 està obtinguda sobre un fragment de carbó de Buxus sempervirens, procedent del quadre W30 i recuperada manualment en una fàcies c basal del nivell
CE12. L’espècie datada acostuma a presentar un caràcter quasi arbustiu i pot ser, per tant,
considerada com de vida curta.
Les dues mostres seleccionades es troben molt properes entre elles, però es documenta un possible hiatus d’ocupació reflectit en la presència entre la base de la fàcies
c d’inici del nivell CE12 i la fàcies g de sostre de CE13-CE14 d’un conjunt de clastes
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
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Taula 1.- Datacions C14 AMS dels nivells del Neolític antic de la Cova Colomera
(calibració mitjançant el programa CalPal’07).
centimètrics que no es documenten en la resta de la seqüència. El nivell CV10 no ha
estat datat, ja que tot i la homogeneïtat del conjunt ceràmic, no es pot considerar un
nivell fiable.
4. METODOLOGIA D’ESTUDI
L’estudi dels materials ceràmics de la Cova Colomera ja ha estat parcialment acomplit per nosaltres amb anterioritat (campanyes de 2005 i 2006; Oms, 2007). Es tracta d’un
estudi morfotecnològic realitzat sense microscopia, per tal de caracteritzar la mostra i
presentar els primers resultats.
En un primer moment es va intentar establir el nombre de vasos per a cada nivell,
malauradament aquest mètode va resultar poc profitós i només es va utilitzar puntualment. Per analitzar la mostra s’ha creat una base de dades específica a partir de criteris el
més objectius possibles, per aquest motiu s’han obviat en gran manera les observacions
entorn dels desgreixants i les matrius argiloses, feines que s’iniciaran properament. La
taula conté un total de trenta set variables diferents, basades en part en les utilitzades per
altres autors (Miró, 1989; Bernabeu, 1989; Manen, 2002; Calvo et al., 2004; Ramón,
2007).
La totalitat de les restes ceràmiques ha estat analitzada mitjançant aquesta base de
dades i això ha proporcionat una àmplia informació sobre aspectes i criteris tècnics observats (només la peça o peces més significatives de les unides dins d’un mateix vas). Per
altra banda, l’estudi de decoracions i tècniques emprades ha estat realitzat únicament en
base a aquells fragments implicats.
La mostra és especialment curta, factor que no ha de sorprendre si es té en compte
que la gran majoria dels efectius procedeixen de nivells arqueològics amb una funcionalitat de cleda, raó per la qual es pot considerar que foren tots els fragments llençats o abocats en una àrea del jaciment que estava reservada als ramats i, per tant també, una mena
d’escombrera pels estris domèstics. En aquest sentit, destaca el nivell CV10, que si bé
està rentat i no pot ser considerat una capa fiable, contenia en una potència i extensió molt
menor que la resta de zones excavades una densitat major de materials arqueològics. És
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possible que la situació d’aquest nivell i el sondeig on es va localitzar, en el mateix vestíbul de la cavitat, pugui en certa manera estar relacionat amb un zona més adient per a
l’hàbitat dels grups humans.
5. LES CERÀMIQUES
En aquest article s’estudien unitàriament els materials dels nivells CE13 i CE14 (ja
que en el seu desenvolupament lateral s’arriben a unificar en un sol nivell), el nivell CE12
i el nivell CV10.
Es compta amb un registre de 414 efectius ceràmics, dels quals gairebé un trenta per
cent posseeix alguna forma destacada (vora, prensió o base), decoració o bé ambdós
casos. Mentre que la resta (291 fragments) es poden considerar com informes i per tant
parts de cossos ceràmics sense decoració, que en alguns casos han proporcionat informació sobre les formes dels vasos (taula 2). Els nivells CE12 i CE13-14 tenen una representació similar pel que fa als efectius, amb un percentatge intern d’entre el 30% i el 40%
entre els materials considerats com no informes. El nivell CV10, però, compta amb una
representació menor d’efectius no informes (entorn del 15%).
Les vores són les formes més documentades i de manera molt residual es constaten
algunes bases (planes només a CV10 i còncaves a tots els nivells amb uns percentatges
menors al 4%), algunes carenes extremadament suaus que es poden definir també com
cordons llisos de relleu molt limitat (documentades sobretot a CE12) i per últim uns pocs
arrencaments de nansa (a voltes del 2% a CV10 i CE12 i inexistents a CE13-CE14).
Les vores apareixen a CE12 i CE13-CE14 de manera bastant equilibrada entre les
rectes (40-45% en ambdós nivells), que en alguns casos presenten revora externa, i les
entrants (35-40%), mentre que les exvasades es documenten marginalment. A CV10,
aquesta representació és inversa, presentant-se les entrants com majoritàries (44%) i les
rectes secundàries en representació percentual (32%), mentre que les exvasades arriben
fins el 7,3%.
A CE12, els llavis són preferiblement apuntats (35’71%), els plans i arrodonits es
mostren equilibrats (28’57% cadascun), mentre que els còncaus decorats representen el
darrer grup documentat (14’28%). Cal puntualitzar que en aquest nivell hi ha l’única
Taula 2.- Distribució bàsica de les restes ceràmiques.
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
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representació disponible de vores merletades. CE13-CE14 mostra una predominança dels
llavis arrodonits, enfront dels apuntats (quasi el 33%) i els còncaus, amb una presència
quasi anecdòtica.
La combinació de vores i tipus de llavi sembla aleatòria, podent únicament remarcar
el fet que els llavis apuntats es relacionen habitualment (però no sempre) amb vasos aparentment mitjans o petits. En canvi els plans es relacionen amb tot tipus de recipient.
La mida dels efectius documentats demostra que la majoria dels fragments ceràmics
tenen unes dimensions molt modestes, factor provocat per una alta fragmentació del
registre. La forma de les fractures i la forma dels fragments també apunta cap a una fabricació dels vasos a partir de la tècnica dels marrells, tot i que la manufactura a base de plaques i molt residualment la realitzada a partir de buidatge també estan documentats
(aquesta darrera només a CV10).
Davant la migradesa en el registre de perfils més o menys complets, ha resultat molt
complex extreure possibles formes preferencials. Tot i així, de la combinació de vores i
fragments de cos ceràmics s’ha pogut observar un comportament molt equilibrat entre les
formes típiques del moment en relació a cada nivell (taula 3).
Per altra banda, s’ha mesurat el gruix màxim dels fragments (sempre el més ample
de cada vas) per tal de poder definir la mida dels vasos, entre petits (<7mm), mitjans (812mm), mitjans grans (13-17mm) i grans (>18mm) (fig. 2).
Fig. 2.- Mida dels vasos per nivell.
Taula 3.- Formes ceràmiques aproximades més habituals en el registre.
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En el nivell CE12 es documenten sobretot aquells perfils que es consideren compostos, que semblen mostrar tant colls destacats com algunes carenes molt suaus i aparentment molt baixes. Les formes subesfèriques superen discretament als perfils ovoides, que
també podrien estar en relació amb formes de coll destacat. Per tant s’observa que serien
els recipients definits com profunds els més abundants a la mostra, factor que s’ha de
relacionar amb la mida dels vasos, amb percentatges superiors en el grup dels recipients
mitjans.
Dinàmiques similars es documenten per la resta dels nivells. S’observa com en
CE13-CE14 els perfils ovoides, subesfèrics i compostos es troben representats entre percentatges que oscil·len entre el 20-25% de forma progressiva. Es denota en aquest nivell
l’única presència destacable de perfils cilíndrics, que supera el 6% de representació.
Aquest fet es pot posar en relació amb el relatiu augment de mida que mostren els vasos
mitjans-grans d’aquest nivell. Per la seva banda, el nivell CV10 mostra una clara presència de vasos compostos i ovoides que, com s’ha comentat abans, poden estar relacionats, enfront de la poca representativitat que tenen els vasos oberts. Per tant i en relació
amb la mida dels vasos, en aquest nivell es documenten sobretot vasos mitjans i profunds.
Pel que fa als processos de manufactura, les argiles es troben ben decantades en
gairebé un 68% dels casos, mentre que en la resta es mostren amb presència de grumolls.
A nivell preliminar, no s’han definit fins el moment inclusions antròpiques en les argiles,
tot i així s’ha pogut observar macroscòpicament la presència de mica (29,6% a CE13CE14 i 36% a CV10, per exemple), calcita o quars (37% a CE12 i 43,1% a CV10, per
exemple) i vacúols de fins a 3mm representats de manera similar en tos els nivells. En
general, tant aquestes presències minerals com la pròpia matriu grossa de les pastes es
presenten com angulosos en un 45-50% dels casos, mentre que els subangulosos (3035%) i els arrodonits (15-20%) són percentualment menors, depenent dels nivells.
Aquests factors semblen mostrar un treball més o menys intens sobre les pastes prèvies a l’enformació i la cuita, fet al qual se li afegeix l’escassetat de restes que a priori es
poden relacionar amb els grans recipients. Tot i així, la caracterització arqueomètrica que
es realitzarà en el futur de la mostra aquí analitzada podrà proporcionar informació complementària més valuosa.
Les coccions més habituals que s’han descrit semblen indicar les atmosferes irregulars i/o incontrolades. La coloració reductora (forta o suau) es veu majoritàriament representada en les cares internes dels vasos, mentre que les externes presenten de forma equilibrada tota mena de coloració, des de reductores fortes fins a oxidants fortes, passant per
les coloracions mixtes en una mateixa superfície (aparentment “flamejades”). Aquestes
dades semblen mostrar en general i per a tots els nivells un escenari de poc control o
manca d’interès en el control de les coccions.
Els acabats dels vasos que s’han observat en la mostra semblen indicar una preferència pels allisats simples en percentatges que abracen forquilles del 45-55% entre els
tres nivells. Per altra banda, els espatulats són ja minoritaris i els brunyits quasi anecdò—58—
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Fig. 3.- Tractament de les superfícies externes per nivell.
Taula 4.- Afectacions postdeposicionals reflectides en el registre ceràmic.
tics (fig. 3). Però una quantitat important de fragments ceràmics es trobaven afectats per
diversos problemes de conservació i/o postdeposicionals, i en alguns casos no es va poder
observar amb claredat la tècnica d’acabat del vas. En aquest sentit, destaca la presència
de clapes de sediment tipus fumier incrustades en alguns fragments (sobretot documentat en el material coordenat en les fàcies b i g) (taula 4). Aquest problema és pràcticament
inexistent en la mostra del nivell CV10, on no es documenten nivell d’estabulació de
ramats. En canvi, però, en aquest nivell són molt freqüents les fractures relacionades amb
la carbonatació dels fragments. La documentació a CV10 de restes ceràmiques cremades
i sovint amb diferents pàtines superposades poden estar relacionades amb fets culinaris o
pràctics (abocades a fogars). En canvi, quan es dóna de manera més minoritària en CE12
i CE13-CE14, es pot relacionar amb els moments de cremació dels fems, que sembla que
seria un procés molt lent i progressiu.
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6. LES DECORACIONS I ALTRES TRETS
Sondeig CE (Nivells CE12 i CE13-CE14) (fig. 4 a 6; taula 5)
Els fragments ceràmics que contenen alguna decoració oscil·len entre un 20-25%
dels efectius totals per cada nivell del Sondeig CE. Aquesta dada no és eminentment significativa a causa de dos factors. Per una banda l’alta fragmentació del registre provoca
que, tot i que s’ha establert un Nombre Mínim de Vasos per cada nivell, no es pugui
conèixer el nombre real de vasos decorats; per altra banda, la consideració de certes decoracions com quelcom funcional no s’ha tingut aquí en compte.
El nivell CE12 es caracteritza per un predomini de les decoracions incises i les decoracions plàstiques, tot i que la representació de materials impresos és també destacable.
Altres decoracions es poden considerar aquí molt secundàries. Cal destacar la presència
tant de cordons llisos com puntualment de cordons decorats (fig. 5, nº 8 i 11); la secció
d’aquestes aplicacions plàstiques acostuma a ser subcircular, tot i que puntualment també
s’han documentat de secció triangular. Per altra banda es documenten decoracions impreses realitzades amb eines diverses, com per exemple motius indeterminats fets amb una
punta roma perpendicular (fig. 5, nº 3) i amb punta roma obliqua (fig. 5, nº 2), o també
decoracions amb estris indeterminats apuntats que semblen mostrar-se en franges. També
les clàssiques línies incises horitzontals que formen acanalats horitzontals que només es
desenvoluparien en el terç superior dels vasos, i que possiblement també comptarien amb
franges verticals combinades (fig. 5, nº 4 i 5). Altres efectius es presenten amb decoracions inciso-impreses amb motiu d’espiga impresa i fines incisions al voltant del motiu
central (fig. 5, nº 1). Aquesta decoració podria ser una variació dels motius clàssics incisos Epicardials ben documentats a la Timba del Barenys (Vilardell, 1992), al Cavet (fora
de context) (Oms i Morales, en premsa) i a jaciments del Baix Aragó, com Botiqueria
dels Moros, Costalena o Pontet (Ramón, 2007). Es compta en aquest nivell amb algunes
carenes molt suaus i en una posició molt baixa (fig. 5, nº 7), la majoria de les quals no
presenten decoració i quan ho fan, es poden definir com arciformes. Per últim, cal destacar la presència de vores decorades, moltes de la quals presenten fines incisions en el
llavi, mentre d’altres es presenten amb profundes depressions i que poden definir-se com
merletades (fig. 5, nº 6 i 9).
El nivell CE13-CE14 es presenta bastant heterogeni pel que fa a les decoracions. Les
plàstiques amb decoració i les inciso-impreses no estan quasi representades. Destaquen
les impressions en franja realitzades amb estris d’empremta circular i punta roma, sovint
formant motius meandriformes o en franja horitzontal (fig. 4, nº 12 i 13). Altres tipus
d’impressions, en aquest cas d’empremta quadrangular o fins i tot de mitja canya, també
formen franges horitzontals (fig. 4, nº 7). Estan presents les decoracions impreses de
punts circulars (vareta?) que semblen articular-se espaiadament en franges horitzontals
(fig. 4, nº 2 i 4), i que en algun cas es combinen amb aplicacions plàstiques curtes (mame—60—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
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Fig. 4.- Materials ceràmics més destacats del nivell CE13-CE14.
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Fig. 5.- Materials ceràmics destacats dels nivells CE12 i CV10.
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16
14
·
.
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
13
lló) perforades verticalment. Altres vegades, les decoracions impreses estan realitzades
amb eines indeterminades, entre les quals destaquen les d’empremta rectangular (molt
fina i allargada) i les d’empremta quadrangular irregular (fig. 4, nº 14 i 15). Es troben en
fragments molt petits, però semblen articular-se el primer grup en línies aïllades i el
segon grup en franja (en aquest cas, vertical). Entre els aplics plàstics, es documenten
alguns cordons llisos propers a la vora (fig. 4, nº 6), i d’altres en zones intermèdies del
cos (fig. 4, nº 3, 5 i 10), tant de secció subcircular (majoritaris), com triangulars. També
entre els elements plàstics, però aquesta vegada combinats amb decoració (fig. 4, nº 11),
destaquen uns pocs efectius decorats amb motiu arciforme, que podrien estar realitzats
amb l’ungla o bé algun instrument indeterminat molt més fi. Per últim, les incisions es
troben documentades per efectius acanalats organitzats en franja (fig. 4, nº 1), però també
es documenten combinades amb algun cordó llis.
El Sondeig CV (Nivell CV10) (fig. 5 i 7; taula 5)
En el nivell CV10 s’han documentat dues tècnica decoratives que no es donen a cap
dels nivells del Sondeig CE; es tracta de la tècnica del punt i ratlla (boquique) i de la possible decoració impresa amb petxina. A part d’això, els vasos amb decoració impresa són
els més documentats, seguits dels que contenen una decoració inciso-impresa. Mentre
que les decoracions plàstiques, plàstiques amb decoració i les incises estan percentualment menys representades. Entre el grup de les impreses, es donen les que presenten la
tècnica del punt i ratlla en una organització complexa (fig. 5, nº 15) i les que ho fan en
franges horitzontals. Aquesta tècnica, que combina la impressió (en el punt) i la incisió
(en l’avanç), està realitzada a més en un sentit oblic vers la paret dels vasos. També es
compta amb efectius decorats mitjançant pintes o varetes, tant de secció circular com irregular i de punta roma i aguda, amb motius indeterminats a causa de la fragmentació dels
efectius. En el grup de les impreses destaca un fragment que mostra un terç de motiu solar
realitzat amb pinta o bé Cerastoderma edule (fig. 5, nº 13). Aquest presenta tres cercles
concèntrics dels quals sobresurt un conjunt de set braços o “raigs”. Un altre vas que porta
confusió quant a la realització de la decoració (fig. 5, nº 16) mostra un conjunt de cor-
Taula 5.- Decoracions per nivells.
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Punta roma circular
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Punta roma circular
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heterogénia
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arciforme
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Cordó+impressió
digital (Ce12)
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Punta fina poc profunda
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Fig. 6.- Esquema de les decoracions del Sondeig CE.
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
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(Soliforme)
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(franja)
lncisió irregular profunda
(motiu complex)
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Cordó+impressió
Irregular
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Cordó+decoració arrossegada
(cardial?pinta?)
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Fig. 7.- Esquema de les decoracions del Sondeig CV.
—65—
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dons horitzontals amb decoració impresa perpendicular, realitzada amb pinta. Es combina amb una decoració impresa arrossegada enmig dels dos cordons que sembla estar
realitzada amb petxina, per la irregularitat i la sinuositat del seu traç i recorregut. Hi ha
altres decoracions impreses que estan realitzades amb pinta, vareta o instruments indeterminats que formen franges, en alguns casos línies impreses molt primes. En aquest
conjunt destaquen les franges o grups horitzontals de punts i també les decoracions que
semblen estar realitzades amb la punta d’un punxó, creant línies discontínues horitzontals (veure motius impresos de la fig. 7). Per altra banda, es donen dos grups d’efectius
pel que respecta a la decoració incisa. Per un costat (fig. 5, nº 14) aquells que presenten
una decoració acanalada profunda en franja horitzontal, de la qual possiblement menarien franges verticals puntuals (per analogia amb fragments documentats en les col·leccions antigues de la Colomera; De la Vega, 1981); l’altre grup (fig. 5, nº 12) ve representat per un tipus d’acanalat més ample i més irregular en el seu traç que mostraria un
motiu complex, possiblement de disposició ortogonal.
7. CONTEXTUALITZACIÓ DEL CONJUNT
El conjunt ceràmic pertanyent als nivells CE12, CE13-CE14 i les datacions radiocarbòniques disponibles per alguns d’aquests nivells situen el complex en el Neolític
antic Epicardial. Per altra banda, les restes del nivell CV10, per al qual no es disposa de
cap datació, poden entrar en consonància amb l’univers de l’encara mal caracteritzat
Neolític antic Cardial final.
Darrerament, l’Epicardial ha estat objecte parcial d’algunes revisions ressenyables
per la zona que abraça el NE de la Península Ibèrica, el SE de França i l’Alt Aragó. Alguns
autors han reformulat l’estructuració clàssica Cardial-Epicardial a partir d’un previ filtratge de les dades del registre ceràmic i de les datacions radiocarbònques (Manen, 2002;
Manen i Sabatier, 2003), mentre que d’altres han proposat el Cardial com quelcom intrusiu i tangencial coetani a un Epicardial protagonitzat per la ràpida aculturació de les
poblacions mesolítiques (Van Willigen, 2004). Malauradament, aquesta darrera opció és
a hores d’ara poc plausible davant la nul·la o pobre presència mesolítica recent documentada en molts dels territoris afectats. Sigui com sigui, els debats entorn d’aquests processos de neolitització i ocupació del territori continuen oberts (Bernabeu, 2006; Guilaine i
Manen, 2007) i més darrerament, amb noves aportacions que poden ajudar a respondre
velles preguntes (Berger i Guilaine, en premsa; Boquet-Appel et al., 2009).
L’Epicardial es troba estès per tots els territoris afectats prèviament d’una manera
més desigual pel fenomen Cardial. Gallay (1989) i Mestres (1992) van definir aquesta
com la fase neopionera, amb una representativitat àmplia per tots els territoris on prèviament o paral·lela es documenta la presència pionera Cardial (Martin i Vaquer, 1995). A
nivell de cultura material, els registres que s’estan incloent entre el Neolític antic Cardial
—66—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
17
final i l’Epicardial recent estan mal caracteritzats i això es deu probablement a una mala
contextualització del fenomen, tant a nivell cronològic com a nivell de registre ceràmic.
En aquest context hi ha alguns grups especialment problemàtics, com són el
Rocadourien/Pericardial (Guilaine, 2003, 2007) i l’Epicardial Recent (Manen, 2002). El
primer d’ells s’ha emprat per definir horitzons culturals poc clars, amb datacions arcaiques i conjunts ceràmics molt pobres, on no destaquen o no apareixen les decoracions
realitzades amb Cerastoderma edule. Es documenta en les àrees pirinenques i subpirinenques orientals i occidentals (Alday et al., 2008), a les Causses i a Aquitània (Guilaine,
2003: 194). Els exemples més propers són Dourgne C6, Jean-Cros 2c i 2a-b i possiblement la Balma Margineda 3a, 3b i 3b base, que s’han definit o es poden definir com
Pericardials. Les datacions d’aquests jaciments (tant o més antigues que les cardials litorals o prelitorals) han provocat que alguns autors parlin de grups continentals o no costaners de neolitització paral·lela o independent (Guilaine, 2007: 34), o altres vegades de
“fàcies laterals empobrides (...) que adopten la ceràmica per influències de les zones costaneres” (Guilaine, 1986: 73). Paradoxalment, els nivells arqueològics d’aquests jaciments semblen estar afectats per processos postdeposicionals, des dels generals palimpsestos que afecten a tots els jaciments holocens fins a problemes complexos (Bernabeu et
al., 2001; Brochier, 1995; Martínez et al., 2006-2007; Beeching i Brochier, 2003), i generalment compten amb datacions radiocarbòniques invàlides a causa de les altes variacions
i per tant de la barreja del material datat. Si afegim uns registres ceràmics sense cap decoració (Dourgne C6) o molt pobres en impressions de conquilla (Jean Cros i Balma
Margineda), el resultat és un horitzó, el Pericardial, que no pot ser acceptat per manca de
mètode i homogeneïtat.
Per altra banda, els registres de l’Epicardial Recent es poden descriure grosso modo
com conjunts on abunden les incisions i manquen les impressions respecte a moments
precedents. A part d’aquesta simple evolució estilística, per la majoria d’autors és emprat
com un apèndix cronològic per situar aquells nivells/jaciments amb datacions recents per
contexts del Neolític antic de ceràmiques impreses (Juan-Cabanilles i Martí, 2002). Per
altres autors, en canvi, s’estableix sobre uns criteris estilístics concrets (Manen, 2002):
gran profusió d’acanalats, pocs cordons (sempre llisos), decoració de punts impresos i en
general poques decoracions impreses (digitals, amb instruments arciformes, etc.). La diferència amb l’Epicardial Antic resulta poc clarificadora, ja que en aquest període destaquen
també els acanalats, les incisions, els cordons llisos o l’escassetat d’impressions, però potser amb uns percentatges diferents (Manen, 2002). Sembla clar, doncs, que només algunes particularitats molt específiques poden ser preses en compte per a l’Epcardial Antic
respecte al Recent: decoració cardial puntual o decoracions d’estil pràcticament locals
(les pastilles al SE de França). En canvi, un element més característic de l’Epicardial
Recent serien les incisions en garlanda rodejades de punts impresos o solcs més o menys
irregulars. És per això que, si no és tracta com un estricte criteri cronològic, una bipartició estricta de l’Epicardial en base als materials no es sustenta a hores d’ara.
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F.X. OMS ARIAS
Fig. 8.- Mapa dels jaciments esmentats al text en àmbit pirinenc o subpirinenc: 2- Grotte de Camprafaud;
4- Grotte Gazel; 5- Abri de Font Juvenal; 6- Abri Jean Cros; 9- Abri Roc de Dourgne; 12- Font del Ros;
13- Tomba del Segudet; 14- Balma de la Margineda; 16- Bòfia de la Valldan; 18- Cova del Parco;
20- Cova del Pas de la Lloba; 21- Cova Colomera; 22- Cueva de los Moros de Gabasa; 23- Cova de les Llenes d’Erinyà;
25- Cueva del Moro de Olvena; 26- Cueva del Forcón/Espluga de la Puyascada; 27- Cueva de Chaves; 30- Plansallosa.
En un sentit geogràfic ample del NE de la Península Ibèrica i el SE de França, els
jaciments o nivells s’han definit de la manera següent (fig. 8):
- Chaves Ia (Baldellou i Utrilla, 1999), la Draga, el nivell II de la Cova del Vidre i
la capa 17 de Can Sadurní com pertanyents al Cardial Final (Morales et al., en premsa);
- Dourgne C6, Jean-Cros 2c i 2a-b i possiblement la Balma Margineda s’han definit
o es poden definir com Pericardials (Guilaine et al., 1993, 1979; Guilaine i Martzluff,
1995);
- Plansallosa I, la Cova del Parco EE1, la capa 14 de Can Sadurní, la Cova del
Frare C5b, les Cámaras Superiores de la Cueva del Moro de Olvena, Dourgne C5,
Camprafaud C19, Gazel C2f, Aspre del Paradís s5 dins l’Epicardial antic;
- Plansallosa II, la Timba del Barenys, la Cova dels Lladres, la Cova de l’Avellaner,
la Cova del Toll C4, la Tomba del Segudet, Camprafaud C18 a C16, Font Juvénal C12,
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
19
Gazel C2c i C2d o la Espluga de la Puyascada dins l’Epicardial recent (Juan-Cabanilles
i Martí, 2002; Manen i Sabatier, 2003; Yàñez et al., 2002; Oms i Morales, 2009).
Malauradament, en pocs casos els contextos tant arqueològics com ceràmics han
estat clarament explicats; aquest factor junt amb algunes datacions radiocarbòniques problemàtiques (variacions massa elevades o de procedència indeterminada) dificulta enormement una correcta adscripció no aleatòria de cada jaciment o nivell. En altres casos, la
informació és encara més escassa. Procedeix de jaciments (coves i balmes generalment)
on a partir d’excavacions antigues s’han pogut identificar restes pertanyents al Neolític
antic Cardial, Cardial final i Epicardial en general. Aquests jaciments formen una llista
molt llarga de la qual només s’empren aquí aquells més propers a la Cova Colomera o els
que s’estructuren entorn dels Pirineus occidentals catalans. Entre aquests destaquen
materials de la Cova del Pas de la Lloba i la Cova del Coscoll (Rovira i Cura, 1992), la
Balma del Coll de Porta (Alòs, 1990) o la Cova de les Llenes d’Erinyà (Maluquer, 1949),
tots ells molt propers a la Cova Colomera (Oms et al., en premsa); també s’identifiquen
restes Cardials-Epicardials a la Cueva de los Moros de Gabasa, a Huerto Raso, a la Cueva
del Forcón (Ramón, 2007) o a la Bòfia de la Valldan (Castany et al., 1992-1993).
Només a nivell de cultura material, els nivells de la Cova Colomera troben els seus
paral·lels en molts d’aquests jaciments/nivells suara esmentats (fig. 9). Les franges de
punts impresos paral·lels a la Colomera CE13-CE14, a Camprafaud C19 (Van Willigen,
2003), a Plansallosa I (Bosch et al., 1998), a las Cámaras Superiores d’Olvena (Baldellou
i Ramón, 1995), a Puyascada IIb (Baldellou, 1987), a Puyascada (Baldellou i Barril,
1981-1982) i Font del Ros (Pallarès et al., 1997). La variació dels punts impresos combinats amb incisions/acanalats o bé en franja o bé en estructuracions més complexes a la
Cova del Pas de la Lloba (Rovira i Cura, 1992: 123), a Gazel C2f (Manen, 2002), a
Montclus Nx4 (Escalon de Fonton, 1971) o a Camprafaud c19 (Rodríguez, 1984). Els
cordons llisos horitzontals i successius es troben presents a la Colomera CE12 i Colomera
CE14, a la Balma del Coll de Porta (Alòs, 1990), a Parco EE1 (Petit, 1996), a Plansallosa
I i a Plansallosa II (Bosch et al., 1998: 43), a Jean-Cros 2a-b i a Fontbregoua (Guilaine
et al., 1979: 161) o a Aspre del Paradís (Manen et al., 2001). Les carenes baixes i molt
suaus, tot i no ser massa freqüents en aquestes cronologies, es documenten llises a
Colomera CE12, Dourgne C5 i a Plansallosa II i decorades a Cámaras Superiores de
Olvena o Parco (excavacions de Maluquer), entre d’altres. Les franges horitzontals de
decoració impresa no cardial (amb objecte indeterminat, mitja canya, objecte circular o
quadrangular de punta roma) es documenten a tots els nivells de la Colomera, a la Cova
del Coscoll, a la Cova del Pas de la Lloba (Rovira i Cura, 1992), a la Bòfia de la Valldan,
a les Llenes, a les Cámaras Superiores d’Olvena (Ramón, 2007), a Plansallosa I (Bosch
et al., 1998: 44) o Dourgne C5. Les vores merletades es documenten a la Colomera CE12,
a la Balma Margineda 3a, a Parco (excavacions Maluquer), a la Font del Ros (Pallarès et
al., 1997) i en nivells del Cardial final com el Ia de Chaves (Ramón, 2007). Les incisions
amb motius angulars o de garlandes s’observen a la Cova del Pas de la Lloba (Rovira i
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F.X. OMS ARIAS
Fig. 9.- Materials ceràmics del Cardial Final i de l’Epicardial de l’àmbit subpirinenc i pirinenc: 1, 3, 22- Cova del Coscoll
(Rovira i Cura, 1992); 2, 8, 11, 12- Cova del Parco (excavacions Maluquer; Petit, 1996); 4, 18- Dourgne (Guilaine et al.,
1993); 5- Cova Colomera (De la Vega, 1981); 6- Cova del Moro d’Olvena (Baldellou i Ramón, 1995); 7- Montclus (Manen,
2002); 9, 16- Font del Ros (Pallarès et al., 1997); 10,15- Cova de les Llenes (Maluquer de Motes, 1950); 13, 19- Balma
Margineda; 14- Aspre del Paradís (Manen et al., 2001); 17, 21- Bòfia de la Valldan (Castany et al., 1992-1993); 20,
23- Camprafaud (Van Willigen, 2004); 24, 27- Gazel (Manen, 2002); 25- Font Juvenal (Manen, 2002);
26- Cova del Pas de la Lloba (Rovira i Cura, 1992); 28- Balma del Coll de Porta (Alòs, 1990).
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
21
Cura, 1992), a la Colomera CE12, a Plansallosa II (Bosch et al., 1998), a Cueva 2 de los
Moros de Gabasa (Ramón, 2007).
Les decoracions en boquique presents en el nivell CV10 es troben també en molts
conjunts ceràmics des del VIè mil·lenni cal BC fins el IV mil·lenni cal BC a tota la
Península Ibèrica, des del Mediterrani fins l’Atlàntic (Alday et al., 2008). En el passat,
aquesta tècnica decorativa es contemplava sobretot per cronologies molt més recents,
compreses entre el III-II mil·lenni cal BC, però la revisió dels conjunts està proporcionant una informació molt interessant sobre l’extensió d’aquesta tècnica inciso-impresa,
tot i que a nivell quantitatiu les dades són encara insuficients. Elements en aquesta zona
que es poden definir realitzats a partir del punt-ratlla es troben a las Cámaras Superiores
d’Olvena, a Puyascada, a Chaves Ia, a Forcón, a Gabasa 2b (Ramón, 2007: 159;
Baldellou, 1984), a Parco (excavacions de Maluquer) (Petit, 1996) i a Colomera CV10.
S’han documentat impressions profuses amb pinta, del tipus de Colomera CV10, a
Jean-Cros 2a (Guilaine, 1979), a Cámaras Superiores d’Olvena (Ramón, 2007), a Parco
(excavacions Maluquer) (Petit, 1996), a Plansallosa I i en menys quantitat a Plansallosa
II. També amb pinta però amb un motiu decoratiu soliforme, de CV10 se’n documenten
un fragment presumiblement del mateix vas a les antigues excavacions de la Cova
Colomera (De la Vega, 1981) o a la Espluga de la Puyascada II (Baldellou, 1987).
Aquesta tècnica decorativa, d’aparent imitació al cardial, ha estat observada darrerament
per alguns autors (Moral i Cebrià, 2006; Van Willigen, 2004).
8. LA CRONOLOGIA DE L’EPICARDIAL PIRINENC I LA POSICIÓ
DELS NIVELLS DE LA COVA COLOMERA
Per poder realitzar una aproximació conjunta entre els registres cronològics i ceràmics i situar acuradament els nivells CE12 i CE13-CE14 de la Cova Colomera, hi ha
algunes premisses de caire metodològic que s’han d’observar prèviament (taula 6):
- Els jaciments o nivells definits o potencialment definibles com Pericardials es
poden inserir sense aparents problemes (excepte Dourgne C6) en l’horitzó Epicardial
Antic.
- Les datacions amb variacions superiors als cent anys no són acceptades, per tant es
rebutgen les de la Grotte de Camprafaud, de la Baume de Montclus, de la Balma de la
Margineda i de la Cueva del Moro de Olvena.
- S’inclouen entre les datacions aquelles que per raons geogràfiques poden tenir relació amb l’àmbit Pirinenc i subpirinenc, entre la desembocadura del Roine i la vall del
Segre. Destaca, doncs, la presència de Plansallosa (que no es troba en aquest àmbit geogràfic), que s’ha inserit per ser un jaciment excavat amb metodologia moderna, amb dos
nivells successius datats per C14 i per comptar amb un estudi dels materials ceràmics
(Bosch et al., 1998).
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22
F.X. OMS ARIAS
Jaciment
Referencia de
laboratori
Nivell associat
Moment Cultural
Data BP
CaiBC
2 si2mes
Colomera
Beta-240551
CEI3-CE I4
Epicardial Antic
6150±40
5250-4970
Colomera
Beta-248523
CEI2
Epicardial Antic
6020±50
5060-4780
Parco
GrN-20058
EEI -1
Epicardial Antic
6120±90
5320 - 4800
Epicardial Recent
5350±40
4340-4020
Tomba Segudet
PI ansa llosa
Beta-74313
PSL-1
Epicardial Antic
6130±60
5270 - 4910
Plansallosa
Beta-74311
PSL-1
Epicardial Antic
6180±60
5290-4970
Plansallosa
Beta-87965
PSL-11
Epicardial Recent
5720±70
4760-4400
PI ansa llosa
Beta-74312
PSL-11
Epicardial Recent
5870±60
4880 - 4600
Plansallosa
OxA-2592
PSL-11
Epicardial Recent
5890±80
4970-4570
Camprafaud
Gif-1488
Cl6
Epicardial Recent
5900±140
5150-4430
Camprafaud
Gif-1 489
Cl7
Epicardial Recent
5900±140
5150 - 4430
Camprafaud
Gif- 1490
Cl8
Epicardial Recent
5800±140
4990-4350
Camprafaud
Gif-3078
Cl9
Epicardial Antic
6480±130
5680 - 5200
Camprafaud
Gif- 1491
Cl9
Epicardial Antic
6300±140
5580-4900
Montc lus
Ly-304
Nx4
Epicardial Antic
6140±140
5410-4730
Font-Juvenal
MC-499
Cl2
Epicardial Recent
5850± 100
4960 - 4480
Gazel
GrN-6705
Epicardial Recent
6090±65
5260-4820
Gazel
GrN-6706
Epicardial Antic
6145±65
5270 - 4950
Gazel
GrN-6707
Epicardial Antic
6350±55
5490-5210
Dourgne
MC-1102
ses C2c
ses C2d
ses c2r
es
Epicardial Antic
6170±100
5380- 4860
Aspre del Paradis
GRA-16273
Fosse 5
Epicardial Antic
6030±40
soso - 4810
Aspre del Paradis
Ly-10069
Fosse 5
Epicardial Antic
5915±50
4920-4680
Moro Olvena
GrN-12119
Cámara Sup.
Epicardial Antic
6550±130
5710-5270
Puyascada
CSIC-384
11
Epicardial Recent
5930±60
4980 - 4660
Puyascada
CSIC-382
11
Epicardial Recent
5580±70
4550-4310
Font del Ros
AA- 16499
N E.IS (fossa)
Cardial Final
6243±56
5380 - 5020
Font del Ros
AA-16500
N E. 2 1 (fossa)
Cardial Final
6058± 79
5230- 4750
Font del Ros
AA-16501
N E. 33 (fossa)
Cardial Final
6307±68
5450- 5130
Font del Ros
AA- 16502
N E. 36 (fossa)
Cardial Final
6370±57
5510 - 5230
Chaves
GrN-13602
la
Cardial Fina l
6330±90
5530- 5090
Chaves
GrN-13603
la
Cardial Final
6260±100
5470-4950
Chaves
CSIC-379
la
Cardial Final
6230±70
5380 - 4980
Chaves
CSIC-381
la
Cardial Fina l
6120±70
5290-4850
Taula 6.- Datacions del Neolític Cardial Final i Epicardial de l’àmbit pirinenc. En gris, aquelles datacions
rebutjades per l’alta variació. Calibracions realitzades mitjançant el programa CalPal’07.
—72—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
23
- S’inclouen aquelles datacions pertanyents a jaciments/nivells considerats del
Neolític antic Cardial final, que tenen un caràcter geogràfic escaient i que compten amb
un estudi dels materials arqueològics, com són les fosses de la Font del Ros (Pallarès et
al., 1997) i el nivell Ia de Chaves (Utrilla, 2002; Ramón, 2007).
- La columna Moment Cultural és una guia orientativa, entre les darreres obres de
síntesi (Juan-Cabanilles i Martí, 2002; Manen i Sabatier, 2003) i les terminologies que
han emprat els respectius autors.
- Per altra banda, en la realització dels quadres comparatius dels registres ceràmics
s’han utilitzat les informacions ja publicades, tot i que en alguns casos aquestes dades
eren només aproximades per Chaves Ia (a partir de Ramón, 2007: 149), o no concretades
quantitativament per Aspre del Paradís s5 (Manen et al., 2001: 511) i Dourgne C5
(Guilaine et al.,1993).
Les corbes dels diferents moments establerts pels autors mostren certs aspectes que
cal esmentar (fig. 10). En primer lloc, l’encavalcament de les datacions del Cardial Final
i de l’Epicardial Antic és evident i caldrà aclarir si els registres són també tan similars.
En tots els registres que comprenen les vuit datacions de l’Epicardial Antic (Gazel,
Plansallosa i Aspre del Paradís) s’hi documenten en baix nombre percentual les decoracions cardials. Aquest factor té el seu paral·lel en els nivells/jaciments que s’han proposat com pertanyents al Cardial Final de l’àmbit Pirinenc: les fosses de la Font del Ros on
les decoracions cardials comprenen el 5’7% de representació total i Chaves Ia, on el percentatge és a voltes del 10% (Ramón, 2007: 149). Altres tipus de decoracions amb representacions percentualment similars són les aplicacions plàstiques (decorades i/o llises)
amb altes freqüències, mentre que de manera constant els acanalats/incisos estranyament
superen el 10% (taula 7). Per tant, si la presència de ceràmiques cardials no es considera
significativa, la realitat indica que els conjunts “Cardial Final” i els conjunts “Epicardial
Antic” són gairebé iguals i no només a nivell de cronologia.
Les corbes també ens indiquen una caracterització deficient de l’anomenat Epicardial
Recent visible en una forquilla poc assumible que abraça des de 5250 cal BC a 4000 cal
BC. Per una banda aquesta problemàtica està provocada per les datacions CSIC-382 de
Puyascada i la de Tomba del Segudet. Tot i així, i com s’ha comentat abans, la caracterització dels nivells d’aquest grup no és homogènia.
Podem establir, doncs, a partir de les dades combinades entre el C14 i el registre ceràmic, que el nivell CE13-CE14 pot tenir una consonància real amb els conjunts clàssics
de l’Epicardial Antic, tot i la manca total d’efectius decorats amb Cerastoderma edule
(taula 7). Aquesta problemàtica ha estat observada per alguns autors (Juan-Cabanilles i
Martí, 2002), que han definit els conjunts Epicardials amb cardial i els conjunts
Epicardials sense cardial. Observen que hi ha jaciments sense cardial que posseeixen
datacions altes, sovint tant o més altes que els jaciments cardials i els Epicardials amb
cardial, com seria el cas de la Cueva del Moro de Olvena. Aquesta problemàtica, però,
sembla respondre més aviat a un problema de mala selecció de la mostra datada (visible
—73—
[page-n-74]
24
F.X. OMS ARIAS
Fig. 10.- Representació gràfica de les datacions cal BC a 2
Taula 7.- Freqüència de les decoracions en jaciments/nivells del Neolític Cardial Final i Epicardial Antic.
Taula 8.- Freqüència de les decoracions en jaciments/nivells de l’Epicardial Recent.
—74—
[page-n-75]
CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
25
en l’alta variació) i possiblement d’un àmbit concret, las Cámaras Superiores, que han
patit moltes remocions a causa de furtius, raó per la qual es podria donar una barreja a
l’hora d’aconseguir un pes de mostra suficient per una datació convencional no AMS.
Colomera CE12 concorda només relativament amb els conjunts de l’Epicardial
Recent que es coneixen de la zona i que estan més o menys analitzats (taula 8). En canvi,
sí que té certs aspectes similars amb els grups antics, sobretot amb el tema de les decoracions plàstiques. Per tant, i a falta d’augmentar la mostra en properes campanyes, es pot
definir provisionalment el nivell CE12 com un grup de l’Epicardial Antic amb reminiscències tardanes, factor que es veu prou corroborat per la datació disponible.
9. CONCLUSIONS
L’anàlisi del conjunt ceràmic dels nivells CE12, CE13-CE14 i CV10 de la Cova
Colomera permet establir unes bases entorn de la neolitització del Prepirineu de Lleida i
la seva cronologia. La presència de jaciments ex novo com la Cueva de Chaves (Utrilla,
2002; Baldellou i Utrilla, 1999) o els malauradament “perduts” nivells del Neolític antic
de la Cova del Parco (Petit, 1996, 2001) i de la Bòfia de la Valldan (Castany et al., 19921993), podrien formar part d’una xarxa de punts base, que permetrien l’establiment i estabilització del fenomen neolític arreu d’aquestes zones de l’interior, a partir de l’eix vertebrador que suposaria la vall del Segre i la seva relació amb conques veïnes (Utrilla,
2002; Petit, 2001). La Cova Colomera es pot presentar com un exemple de la segona fase,
la de l’estabilització, que es veu corroborada regionalment per la fossa EE1 de la Cova
del Parco (Petit, 1996), la Cueva del Moro de Olvena (tot i una problemàtica datació)
(Baldellou i Utrilla, 1995), l’Espluga de la Puyascada (Baldellou, 1987) en moments més
avançats i la presència de materials aïllats a diversos jaciments que no s’han excavat fins
el moment o dels quals en manca una estratigrafia aprofitable, com són la Cova del Pas
de la Lloba, la Cova del Coscoll, la Cova del Tabac, la Cova de les Llenes d’Erinyà, la
Cueva de los Moros de Gabasa o la Cueva del Forcón, només per citar alguns exemples.
Pel que fa al registre ceràmic, les formes ceràmiques presenten la homogeneïtat clàssica del període, en els grups de formes més habituals (ovoides i subesfèrics sobresurten,
amb una notable importància de les formes compostes; més escasses són les formes cilíndriques). Pel que fa a les tècniques i els motius decoratius, aquests troben molts paral·lels
arreu de la zona estudiada (àrea pirinenca i subpirinenca, i des de les boques del Roine
fins la vall del Segre), on destaquen alguns motius incisos de CE12 que tenen una notable representació pel llevant ibèric i francès; mentre que són marcadament característiques les franges horitzontals (amb variants com els meandres) decorades mitjançant
punts (cops de punxó i pinta) i els cordons a CE12 i CE13-CE14; per altra banda cal destacar la tècnica del punt-ratlla a CV10.
L’anàlisi acurat de la tipologia de les impressions en altres jaciments, la determina—75—
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ció de la tècnica del boquique, les relacions en contexts arqueològics clars de les ceràmiques amb decoració cardial i altres tipus d’impressions (fins i tot amb el boquique) o
l’estudi de ceràmiques impreses/incises en relació amb aplicacions plàstiques són alguns
dels camins que poden proporcionar informació sobre si existeix un tipus de motius i tècniques característics/ques de zones d’interior en fases una mica avançades de la neolitització.
AGRAÏMENTS
La Dra. M. Àngels Petit Mendizàbal va dirigir entre els anys 2005-2006 el treball de recerca DEA
en què està basat aquest article. Els treballs arqueològics a la Cova Colomera es desenvolupen en el
marc del projecte Poblament i paleoambient a la Serra del Montsec, des del Plistocè superior fins l’edat del Bronze, dirigit pel signant d’aquest article i Mireia Pedro Pascual, integrats en el Grup de
recerca consolidat SERP de la Universitat de Barcelona, amb el seu projecte “La ocupación humana
y su interrelación con el medio en el nordeste peninsular durante el Pleistoceno superior final e inicios del Holoceno” (HAR2008-00103 del Ministerio de Educación e Innovación). Agraïm a l’Àrea de
Territori i Paisatge de l’Obra Social de la Caixa de Catalunya que s’interessi per la nostra tasca i que
patrocini amb mitjans materials i econòmics les campanyes arqueològiques al Congost de Montrebei
(Cova Colomera i Cova del Mort). El Servei d’Arqueologia i Paleontologia del Departament de
Cultura de la Generalitat de Catalunya ens proporciona el permís administratiu d’excavació, així com
un patrocini econòmic parcial.
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Alicia LUJÁN NAVAS* y Francisco Javier JOVER MAESTRE**
EL APROVECHAMIENTO DE RECURSOS MALACOLÓGICOS
MARINOS DURANTE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
RESUMEN: Se pretende mostrar la importancia de los recursos malacológicos en el ámbito
mediterráneo de la península Ibérica durante el desarrollo de la Edad del Bronce, a partir del análisis de las prácticas de consumo, modificación y uso de las conchas. La información disponible en
la zona del Levante de la península Ibérica constituye un ejemplo significativo.
PALABRAS CLAVE: Uso, consumo, malacología, Edad del Bronce, Mediterráneo, península
Ibérica.
ABSTRACT: Malacological remains during Bronze Age in Levante areas of Iberian
Peninsula. In this article we present the malacological remains of the humans groups of Eastern part
of Iberian Peninsula during Bronze Age. The study of consumption, use and modification of marine
shells inform us about the importance of this objects for this prehistoric society. The information of
Levante areas are good exemple.
KEY WORDS: Use, consumption, shell, Bronze Age, Mediterranean of Iberian Peninsula.
* Museo Arqueológico de Calpe. C/ Francisco Zaragoza, 2. 03710 Calpe (Alicante). alicialujannavas@hotmail.com
** Área de Prehistoria. Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filología Griega y Filología Latina.
Universidad de Alicante. Campus de Sant Vicent del Raspeig. Ap. 99. 03080 Alicante. javier.jover@ua.es
—81—
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2
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
1. INTRODUCCIÓN
Frente a la importante tradición de estudios malacológicos en la península Ibérica en
el ámbito de los grupos cazadores y recolectores (Moreno Nuño, 1995: 354; Álvarez,
2008), han sido muy pocos los análisis específicos efectuados para la Edad del Bronce.
Esta falta de interés, probablemente motivada por la escasez del número de evidencias
malacológicas y el protagonismo entre los investigadores de otros elementos de la cultura material, en especial el metal, ha limitado valorar su importancia en el ámbito de
comunidades campesinas ya plenamente consolidadas (Jover, 1999a). No en vano, los
caparazones de moluscos marinos, modificados o no, junto al metal o el marfil –entre
otros–, siguieron siendo una de las materias primas necesarias para la reproducción ideológica de aquellos grupos, aunque en su mayor parte tuvieron que ser obtenidos mediante procesos de intercambio (Marx, 1991; Jover, 1999a; Jover y López, 2004).
Con el presente texto pretendemos exponer algunas consideraciones sobre el aprovechamiento de la malacofauna de origen marino durante la Edad del Bronce en el marco
de la fachada mediterránea de la península Ibérica, mostrando su importancia así como
algunas de sus posibilidades interpretativas, ya que si bien es cierto que la estimación tradicional que de ella ha ofrecido la investigación era su consideración como elemento destinado al ornamento, la realidad es que también pudo emplearse como arteuso1 y/o artefacto, dentro de prácticas sociales y culturales singulares.
2. SOBRE LA DETERMINACIÓN DEL CONSUMO, PRODUCCIÓN Y USO
DE LA MALACOFAUNA MARINA
En el plano teórico, el aprovechamiento de recursos malacológicos marinos durante
la Prehistoria implicó la realización de diversos procesos de trabajo que supusieron desde
la recolección inicial en zonas rocosas o en los cordones arenosos, el posible consumo de
su carne, su transporte y la modificación de los caparazones (Jover, 1999b), hasta su desecho o abandono intencional como ajuar en contextos funerarios.
La recolección de los mismos se pudo realizar desde un principio, o bien con fines
bromatológicos, o bien directamente para su aprovechamiento como instrumento o adorno modificando o no su morfología, aunque ambas acciones no son excluyentes y pudieron darse de modo sucesivo. No obstante, la presencia de moluscos en asentamientos
situados a mucha distancia del litoral obliga a considerar que su distribución e intercambio fueron procesos de trabajo necesarios en la producción (Jover, 1999b).
1. M. Ruiz (1999) utiliza este término para designar al grupo de conchas que son resultado directo del consumo, y que posteriormente serán utilizados con otros fines, como la elaboración de utensilios o complementos. Se estaría refiriendo a un
consumo de tipo no productivo en su empleo como alimento.
—82—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
3
Por este motivo, a la hora de abordar el estudio de las evidencias malacológicas, el
primer elemento a valorar en relación con el hecho de si fueron o no consumidos es el
que tiene que ver con si sus características lo permiten. Muchas de las especies de las que
existen caparazones aprovechados como ornamentos o instrumentos en los yacimientos
arqueológicos presentan carnes duras, lo que ha posibilitado que varios autores las consideraran incomibles (Sánchez, 1982; Rico y Martín, 1989).
Este hecho ya lo consideramos como altamente determinante para reconocer si su
intercambio o, simplemente aprovechamiento, se realizó para usos ornamentales o como
recurso alimenticio. No obstante, el consumo de especies con carnes potencialmente
comestibles no imposibilita que una vez consumidos, las conchas puedan ser empleadas
–reutilizadas– para otros menesteres, hayan sido o no modificadas, como de hecho se
constata en numerosos yacimientos (Luján, 2005).
Por otro lado, las especies consumidas proceden en su gran mayoría de litorales rocosos, lo que llevado a la práctica no debía representar una elevada inversión de trabajo, tan
sólo tendrían que resolver su transporte, siempre que no se optara por un consumo in situ,
disipando en gran medida la cuestión en torno al número tan restringido de ejemplares
comestibles recuperados en niveles arqueológicos, y posterior ingestión, ya que para
algunas especies se ha señalado repetidamente la necesidad de aplicar técnicas, ya conocidas desde el Paleolítico, que posibilitarían su consumo frescos, cocidos, asados, ahumados o macerados con hierbas (Gómez-Tabanera, 1971; Vega de la Torre, 1985).
A la hora de establecer una clasificación de las especies más consumidas debemos
recurrir a la información aportada por los yacimientos excavados en extensión. El estudio de los grupos taxonómicos (Lindner, 1977; Fletcher y Falkner, 1993; Pla, 2000) hallados en los yacimientos muestra que los más consumidos fueron los tróquidos y los patélidos, especies características de sustratos rocosos de las zonas costeras emergidas y litorales. No obstante, tampoco se puede excluir el consumo de otras especies menos representadas como algunos cárdidos, taididos y murícidos.
En cuanto a los bivalvos, aunque la investigación los considera potencialmente
comestibles, hay quien apunta que géneros como la Glycymeris,2 cuyas conchas con o sin
perforación aparecen muy frecuentemente en los yacimientos de la Edad del Bronce,
posiblemente no formaran parte de la alimentación al ser recolectados post mortem en los
cordones arenosos, donde son depositados por la marea, siendo ésta la principal responsable del desgaste de la superficie, así como del horadamiento del natis que presentan
muchas de las valvas (Ruiz, 1999; Luján, 2004a; Barciela, 2006). Incluso en el estudio
de algunos yacimientos como Fuente Álamo (Manhart et al., 2000: 234) donde el registro malacológico es muy elevado, se ha señalado no sólo el alto grado de desgaste de las
2. En la historiografía tradicional es frecuente el uso del término Pectúnculo para referirse a esta misma especie, por lo que
en algunos casos hemos conservado su empleo.
—83—
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4
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 1.- Mapa de distribución de los yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto con evidencias malacológicas
marinas. 1. Moncín (Borja, Zaragoza); 2. Loma del Lomo (Cogolludo, Guadalajara); 3. El Recuenco (Cervera del Llano,
Cuenca); 4. El Castillo (Frías de Albarracín, Teruel); 6. Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón); 6. Lloma de
Betxí (Paterna, Valencia); 7. Cerro de la Encantada (Granatula de Calatrava, Ciudad Real); 8. Muntanya Assolada (Alzira,
Valencia); 9. Cap Prim (Xàbia, Alicante); 10. Mina de Don Ricardo (Tíriez, Albacete); 11. Cerro de El Cuchillo (Almansa,
Albacete); 12. Cabezo Redondo (Villena, Alicante); 13. Terlinques (Villena, Alicante);14. Tabayá (Aspe, Alicante);
15. San Antón (Orihuela, Alicante); 16. Cerro de las Viñas (Coy, Murcia); 17. Rincón de Almendricos (Lorca, Murcia);
18. El Oficio; 19. El Picacho (Oria, Almería); 20. Fuente Álamo (Cuevas de Almanzora, Almería);
21. El Argar (Cuevas de Almanzora, Almería); 22. Gatas (Gatas, Almería).
conchas de bivalvos, sino también de gasterópodos. Esta característica es suficientemente indicadora de que buena parte de los mismos no fueron recolectados en vida, descartando su aprovechamiento como fuente de alimentación.
Sin embargo, conscientes del escaso interés como ingredientes nutricionales para
estos momentos, muy limitado a unos pocos asentamientos próximos a la costa, como
bien se ha puesto de manifiesto en el asentamiento argárico de Gatas (Ruiz, 1999: 361374), situado a menos de 5 km del litoral, optamos por hacer hincapié en otras utilidades
para explicar la recolección, transporte, modificación y uso de estos moluscos (fig. 1).
Cuando utilizamos el concepto de artefacto (Ruiz, 1999) para los restos malacológicos partimos de la existencia de una serie de ejemplares que fueron recolectados expre—84—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
5
samente y/o reutilizados en la elaboración de utensilios, constituyendo objetos con señales de manipulación antrópica, o al menos con huellas de uso (Bosch et al., 1999; Ruiz,
1999), lo que nos permite analizar los rasgos técnicos ejecutados y obtener más información sobre la capacidad tecnológica desarrollada (Pascual, 1995).
No obstante, estos rasgos parecen extremarse especialmente en el caso de los adornos, mientras que para el resto de utensilios tienden a aprovecharse las formas enteras,
especialmente con el mantenimiento de los bordes y/o ápices, de lo que deducimos que
la forma y el tamaño determinan la utilización de la especie, constituyendo un rasgo clave
en las pautas seguidas para la recolección.
En cualquier caso, tampoco podemos olvidar que en los contextos arqueológicos
también se documenta una buena cantidad de conchas de moluscos sin ninguna transformación, en estado natural, así como abundantes lúnulas (Ruiz, 1999; Luján, 2005). Estos
conjuntos o elementos aislados podrían ser explicados como materia prima en reserva,
seguramente para la elaboración de colgantes, cuentas de collar u otros elementos ornamentales.
Entre las características que debemos tener en cuenta a la hora de clasificar un molusco marino como un ornato (Vidal y López, 1943; Taborín, 1974) se encuentra la de presentar evidencias de modificaciones antrópicas, que en la práctica se manifiestan como
perforaciones, escotaduras o facetado de las piezas e, incluso, la total transformación del
soporte original. Estas modificaciones del soporte permiten ensartarlos o mantenerlos en
suspensión.
En cuanto a las perforaciones, no obstante, es necesario tener presente que no todas
fueron el resultado de la intencionalidad humana, sino que, por el contrario, muchas se
producen por causas naturales como las que ocasionan organismos litófagos o también
fruto de la erosión marina, como ha sido corroborado en diversos yacimientos (Manhart
et al., 2000; Luján, 2005), resultando muy complejo establecer con certeza su origen sin
ayuda de observación microscópica (Barciela, 2006).
Lo que parece evidente es que estos grupos humanos supieron aprovechar aquellos
ejemplares ya perforados y cuando se vieron en la necesidad, desarrollaron una serie de
técnicas para su horadamiento, dándose una predisposición a utilizar cierta zona de la
concha: los dorsos y ápice en los pequeños gasterópodos y el umbo en los bivalvos (Soler
Mayor, 1990).
En definitiva, encontramos colgantes u adornos sobre concha en todos los horizontes
cronológicos pero su presencia e importancia cuantitativa difiere según el contexto, destacando para la Edad del Bronce el uso mayoritario de conchas de los géneros Glycymeris
y Cerastoderma como muestran los documentados en yacimientos tanto costeros como
del interior peninsular (Siret y Siret, 1890; Manhart et al., 2000; Luján, 2004a), aunque
algunos adornos muy característicos del Neolítico y Calcolítico regional como son los
brazaletes sobre pectúnculo y los anillos (Pascual, 1998), dejan de elaborarse a partir de
estos momentos.
—85—
[page-n-86]
6
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
3. CIRCULACIÓN, USO Y CONSUMO DE CAPARAZONES MARINOS:
LOS CORREDORES DEL VINALOPÓ Y ALMANSA COMO UNIDADES
DE ANÁLISIS
Para ejemplificar las apreciaciones teóricas realizadas, queremos exponer de forma
extensa algunas consideraciones sobre dos territorios interconectados y bien conocidos
como son el Corredor del río Vinalopó y el de Almansa.
Se trata de dos pasillos naturales comunicados entre sí que constituyen la principal
vía de paso entre la costa alicantina y el interior meseteño, especialmente con La Mancha.
El corredor de Almansa conecta por el Este con las tierras valencianas a través de diversos puertos –Ayora y Almansa–, separados por el macizo de Caroig, mientras que al Sur
se abre al altiplano de Yecla y Jumilla, y al Sureste se comunica directamente con la
Cubeta de Villena, unidad física integrante del Corredor del Vinalopó. No en vano, es por
estos corredores por donde, desde época medieval se estableció el camino con Castilla y,
desde el siglo XIX, discurren las principales vías –red ferroviaria y viaria– entre Madrid
y la costa alicantina. Ambos corredores interconectados y con una distancia superior a los
100 km con dirección Sureste-Noroeste, han desempeñado a lo largo de la Historia una
encrucijada al ser un camino obligado entre el litoral y el interior peninsular (Ponce,
1989).
Estos territorios, transversales a la disposición de las principales estribaciones montañosas del sistema Prebético que lo hacen con dirección Suroeste-Noreste, constituyen
un territorio bien conocido. Las prospecciones realizadas han permitido documentar un
número ingente de asentamientos de la Edad del Bronce, tanto en el corredor del
Vinalopó (Jover, López y Segura, 1989; Jover, López y López, 1995; Segura y Jover,
1997), como en el de Almansa (Hernández y Simón, 1994), alcanzando una cifra superior a 200 enclaves (fig. 2).
Sin embargo, quizás el aspecto más destacado es que en la actualidad contamos con
un número relativamente elevado de asentamientos excavados en extensión distribuidos
a lo largo de ambos corredores. Así, en el curso bajo del Vinalopó se actuó en el asentamiento argárico de Caramoro I (Ramos Fernández, 1988; González y Ruiz, 1995), interpretado como un fortín de pequeño tamaño, situado sobre el curso del río a escasos kilómetros de la costa. A pesar de haber sido documentado prácticamente en su extensión y
haberse estudiado y publicado los materiales, entre los que se encuentran un gran repertorio de formas cerámicas, botones y brazaletes de marfil, diversos objetos metálicos, líticos y faunísticos, solamente fueron registradas dos conchas perforadas (Ramos
Fernández, 1988: 97).
Más al norte, y en la cuenca media del Vinalopó, situada a algo más de 25 km de la
costa, se han venido realizando excavaciones arqueológicas en los asentamientos de
Tabayá (Hernández, 1990; Hernández y López 1992), Lloma Redona (Navarro Mederos,
1988) y La Horna (Hernández, 1994). Del primero conocemos algunos ejemplares pro—86—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
7
Fig. 2.- Mapa de distribución de yacimientos de la Edad del Bronce en los corredores de Almansa, Vinalopó y Camp
d’Alacant citados en el texto. 1. Cerro de El Cuchillo; 2. Peñicas; 3. Cabezo Redondo; 4. Terlinques; 5. Cerro de la
Campana; 6. El Zambo; 7. Lloma Redona; 8. La Horna; 9. Tabayá; 10. Caramoro I; 11. Serra Grossa;
12. Illeta dels Banyets.
cedentes de recogidas superficiales depositados en el Museo Arqueológico de Novelda.
Lo mismo sucede de El Zambo (Novelda) (Navarro, 1982). En la Lloma Redona, yacimiento de unos 200 m2, únicamente conocemos la constatación de 5 Glycymeris sp. perforados (Navarro, 1982: 27), una Cerastoderma y una Columbella rustica (Navarro,
1988: 80). Por el contrario, de La Horna sí conocemos el conjunto malacológico registrado en las excavaciones (Hernández, 1994).
En el Alto Vinalopó, en concreto en la Cubeta de Villena, situada a unos 50-60 km
en línea recta del litoral, contamos con la información malacológica obtenida en las excavaciones que venimos realizando en Terlinques (Jover y López, 1999; Luján, 2005), junto
a los elementos recuperados en una cata efectuada por J.M. Soler García (1953, 1986) en
Peñicas. A ambos debemos unir las conchas documentadas en las excavaciones de J.M.
Soler García (1987) en Cabezo Redondo, yacimiento de más de 1,5 ha de extensión, adscrito al Bronce Tardío (Hernández, 1997, 2001).
Por último, en el Corredor de Almansa, a algo más de 90 km de la costa, solamente
se ha excavado el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al., 1994), del que
—87—
[page-n-88]
8
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
recientemente se ha realizado un amplio estudio de los objetos de adorno (Barciela,
2006).
Con las bases de periodización actuales y las dataciones absolutas disponibles de
estos yacimientos (Hernández et al., 1994; Jover, 1999a), podemos convenir que mientras yacimientos como Terlinques estuvieron ocupados de forma ininterrumpida entre c.
2100 y 1500 BC, otros, como la Lloma Redona, Cerro del Cuchillo, La Horna y Cabezo
Redondo pudieron ocuparse a partir de c. 1800 BC finalizando su ocupación hacia 1500
BC, con la excepción de Cabezo Redondo que se mantuvo hasta aproximadamente el
1200 BC (Hernández, 1997; Jover, 1999a).
Por tanto, estos corredores constituyen un marco excepcional como unidad de observación territorial, puesto que los trabajos de prospección y, especialmente de excavación,
han permitido disponer de una información de calidad equiparable.
Por otro lado, también consideramos necesario indicar que únicamente en Cabezo
Redondo se ha señalado la presencia de objetos malacológicos empleados como elementos de ajuar en prácticas funerarias (Soler García, 1987), a pesar de que en el Cerro del
Cuchillo se ha documentado un amplio número de inhumaciones individuales en cista en
el interior del poblado (Hernández et al., 1994) y diversas inhumaciones en grietas en La
Horna (Hernández, 1994). Y, por otro lado, en Terlinques, yacimiento que fue excavado
en 1969 por J.M. Soler y E. Fernández Moscoso (1970) y desde 1997 se vienen realizando excavaciones de forma ininterrumpida, no se ha documentado ningún tipo de práctica funeraria en el interior del asentamiento (Jover y López, 1999; Jover et al., 2001;
Jover y López, 2004).
De la evaluación de los conjuntos malacológicos (tabla 1 y fig. 3) podemos señalar:
–
–
Todas las evidencias proceden de contextos de hábitat, fundamentalmente, de
ambientes domésticos. Caramoro I, Lloma Redona, La Horna, Terlinques y Cerro del
Cuchillo han sido excavados ampliamente y, en general, el número de elementos
malacológicos es escaso teniendo en cuenta el volumen sedimentario sobre el que se
ha actuado. Incluso en el Cerro del Cuchillo el número de evidencias es equiparable
al resto si excluimos las cuentas de collar circulares con perforación central que en
su mayor parte formarían parte de un solo colgante.
El número de evidencias no disminuye en los yacimientos situados a mayor distancia de la costa, sino que al menos, en algunos de ellos como es el Cerro del Cuchillo,
a algo más de 90 km del litoral, su número aumenta. No obstante, en otros yacimientos ubicados a mayor distancia de la costa como El Castillo de Frías de
Albarracín (Teruel) (Harrison et al., 1998), Moncín (Borja, Zaragoza) (Harrison et
al., 1994), El Recuenco (Chapa et al., 1979) o Cerro de la Encantada (Granatula de
Calatrava, Ciudad Real) (Sánchez y Galán, 2004), donde los trabajos arqueológicos
han afectado a buena parte de su superficie, su presencia es muy escasa, limitada a
algún caparazón de bivalvo o gasterópodo.
—88—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
9
Tabla 1.- Diversos datos de interés sobre los principales yacimientos con malacofauna
en los corredores del Vinalopó y Almansa.
Yacimiento
Caramoro 1
Lloma
Redona
Extensión
450m
2
Distancia
costa
15km
Contexto
Hábitat
argárico
Procedencia
Excavación
(Ramos, 1988)
Excavación
200m 2
20 km
Hábitat
(Navarro,
1988)
Materiales
-2 Glycymeris sp. con el
natis perforado
Uso
Ornamental
Total.· 2
-5 Glycumeris sp. con el
natis perforado
-1 Cerastoderma
-1 Columbella rustica
Ornamental
Total: 7
Excavación
La Horna
1.000 m2
30 km
Hábitat
(Hernández,
1994)
-3 Cerastoderma edule
-2 Columbel/a rustica
- 1 Lurio lurida
-1 Coralliophila
lammelosa
-7 Glycymeris g lycymeris
-2 Monodonta turbinata
- 1 Patella caendea
- 1 Rudicardium
tuberculatum
-2 Venerupis decussata
Ornamental
Total: 20
Excavación
Terlinqu es
1.300 m2
50 km
Hábitat
(Jovcr y
López, 1999;
Luján, 2005)
—89—
-2 Conus mediterraneus
-2 Glycymeris g lycymeris
- 1 Cerastoderma edule
con perforación
-1 Cerastoderma edule
fragmentado
- 1 Cypraeidae
-2 Columbella rustica
-2 Conus medilerraneus
con ápice truncado
-1 Cypraeidae perforada
- 1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en e l
umbo
-1 Margine/la sp.
-1 Cerastoderma edule
rubefactado
-1 Columbel/a rustica.
-1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en umbo
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
-1 Columbella rústica con
perforac ión dorsal
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
- 1 Fragmento de
Cerastoderma edule
-1 Conus medilerraneus
con perforación apical
-1 Cypraeidae
Ornamental
Artefacto:
sección de
fibras
vegetales
blandas
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10
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Yacimiento
Exte nsión
Distancia
costa
Contexto
Procedencia
MBteri.ales
Uso
-2 Fragmentos de indet.
Toral: 25
Pe ñicas
600m 2
56 km
Hábitat
Excavación:
cata 2 x 2m
(Soler, 1953)
- 1 colgante sobre labio de
Gasterópodo
indeterminado
-1 colgante de Pecten
pulimentado
- 1 fragmento de Carditm1
edule
-4 fragmentos de
Glycymeris sp., 1 de ellos
con ápice perforado
-1 borde de Gasterópodo Ornamental
indeterminado
- 1 Lurio perforada
dorsalrnente
-1 colgante fragmentado,
de fonna cuadrada sobre
lámina de concha
indetern1inada
- 1 Conus medÍ/erroneus
con perforación apical
Total: 11
Excavación
Cerro de El
Cu chillo
T a bayá
1.000 m2
1 ha
96 km
20 km
Hábitat
Hábitat
(Hcmández ct
al., 1994;
Barciela,
2006)
Superlicial y
expoliació111
(Jovcr el a l.,
1989)
—90—
-138 cuentas de collar
discoidales con
perforación central
-9 cuentas de collar en
proceso de fabricación
-11 Cerastoderma
perforadas en el natis por
abrasión
-3 Glycymeris perforados
en el natis
-4 valvas erosionadas s in Ornamental
perforación (lúnulas)
-4 Ceraslodermas edule
-4 fragmentos de
Cerasroderma edule
-3 fragmentos de
Glycymeris
-S fragmentos de bivalvos
indeterminados
Total: 181
-5 valvas erosionadas de
Glycymeris gú•c. con
perforación delumbo
- 1 lúnu la de Glycymeris
glyc. con perforación
-1 Colgante sobre lúnula
de Glycymeris gfyc. con
Ornamental
pequeño orificio
- 1 valva de Cerastoderma
edule erosionada con
perforación del umbo
-1 Conus medilerraneus
con desgaste de zona
apical
[page-n-91]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
–
–
11
Del estudio de los ejemplares malacológicos hallados en estos yacimientos apreciamos que las especies de mayor representatividad corresponden a bivalvos de mediano –Glycymeris– y pequeño tamaño –Cerastoderma– considerados aptos para la elaboración de colgantes, modificados o no.
En los yacimientos del Vinalopó están especialmente bien representados algunos gasterópodos de reducidas dimensiones, como la Columbella rustica, Conus mediterraneus o Luria lurida, empleados como cuentas o complementos, pero con la salvedad
de que no asistimos al hallazgo de composiciones malacológicas complejas, como las
acumulaciones de cuentas sobre Marginella o Trivia europea, que aparecen habitualmente en ajuares funerarios calcolíticos (Pascual, 1998; Soler, 2002). Se trata
más bien de caparazones aislados que podrían estar cosidos a la vestimenta o de ele—91—
[page-n-92]
12
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 3.- Relación en valores absolutos de malacofauna en diversos yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto.
–
–
mentos integrantes de collares o pulseras junto a otros elementos. Especial importancia adquiere la presencia de este tipo de gasterópodos en Terlinques ya que su
número supone más del 50 % de las evidencias junto a los bivalvos.
Por otro lado especies como los Dentalium, muy habituales en contextos funerarios
argáricos (Siret y Siret, 1890), están ausentes en los yacimientos estudiados. En este
punto conviene mencionar que en contextos funerarios argáricos los gasterópodos
como Conus, escafópodos como Dentalium y caparazones de bivalvos son empleados habitualmente como cuentas de collar combinados junto a otras de diversas materias primas, especialmente de hueso, vértebras, serpentina, cobre, marfil e incluso
plata (Siret y Siret, 1890). Este tipo de collares está ausente en la cuenca del Vinalopó
y en el Corredor de Almansa.
Por otro lado, si los gasterópodos de pequeño tamaño están especialmente representados en los yacimientos no argáricos del valle medio y Alto del Vinalopó como
Terlinques o Peñicas, en el Cerro del Cuchillo, situado en el corredor de Almansa, no
—92—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
13
Fig. 4.- Selección de algunas de las cuentas de collar (nº 1, 2, 3 y 4) y caparazones en reserva erosionados (nº 6 y 7)
del yacimiento del Cerro de El Cuchillo (Dibujos de V. Barciela, 2006).
se constata la presencia de éstos. Esta diferencia se suma a otras ya constatadas
–prácticas funerarias en el interior de los departamentos, diferente repertorio cerámico–, al mismo tiempo que se trata del único asentamiento donde se ha documentado
la elaboración y uso de cuentas de collar discoidales de perforación central sobre
concha (Barciela, 2006) (fig. 4). En este sentido, la ausencia –o escasa presencia– de
cuentas de collar discoidales en los yacimientos del Vinalopó y en el ámbito argárico es un claro indicador de los usos y la gestión que cada grupo cultural hizo de este
tipo de recurso.
Así, especial interés muestra el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al.,
1994; Barciela, 2006). Se trata de un poblado organizado en torno a un pasillo o calle
central alrededor de la que se disponen al menos 14 departamentos o unidades habitacionales. En bastantes departamentos, como se recoge en la figura 5, se constata la presencia de cuentas de collar discoidales con perforación central elaboradas sobre malacofauna, aunque se concentran especialmente en el nº I. Únicamente en los departamentos XI y, posiblemente XIII, se han documentado Cerastoderma, Glycymeris y lúnulas, probablemente sobre Glycymeris (fig. 6). Es destacable el registro de 8 caparazones
de Cerastoderma edule con el natis perforado en el departamento XIII –capa II del corte
—93—
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14
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 5.- Distribución porcentual de la malacofauna documentada en el Cerro de El Cuchillo, siguiendo el trabajo de V.
Barciela (2006).
Fig. 6.- Adornos del Cerro de El Cuchillo. 1, 2, 5, 7 y 8,
Cerastoderma edule; 3 y 4, Glycymeris glycymeris; 6, Cassis undulata.
—94—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
15
7-2–, posiblemente integrantes todos ellos de un colgante, aunque la presencia de otros
elementos como cuentas y más caparazones de bivalvos en el mismo, ha hecho considerar a V. Barciela (2006: 144) que pudiera tratarse de una zona de trabajo destinada a
la elaboración de adornos de malacofauna.
Si la presencia de lúnulas y demás caparazones de bivalvos son habituales en buena
parte de los asentamientos del corredor del Vinalopó, la elaboración de cuentas de collar
discoidales sobre este tipo de materia es una característica bastante singular en el marco
peninsular, ya que la mayor parte de las documentadas en yacimientos de la Edad del
Bronce están elaboradas sobre diferentes tipos de rocas y hueso. Junto al excepcional
conjunto de cuentas del Cerro del Cuchillo, por el momento, solamente podemos citar
136 cuentas documentas en la Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón)
(Palomar 1995: 162), yacimiento de difícil adscripción cronocultural, otras 4 cuentas
documentadas en El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) y una en
Moncín (Harrison et al., 1994: 196, fig. 12.3), ésta última elaborada con la concha de un
molusco terrestre –Margaritifera margaritifera.
No obstante, su producción no debe extrañarnos si tenemos en cuenta que con anterioridad a la Edad del Bronce ya se constataba su presencia, especialmente como elementos de ajuar en contextos funerarios (Soler Díaz, 2002).
Otro conjunto destacado lo representa Terlinques (fig. 7), donde el registro evidencia
una serie de claras diferencias con respecto al Cerro del Cuchillo y otros yacimientos más
septentrionales. La malacofauna hallada corresponde principalmente a pequeños gasterópodos como Conus mediterraneus y Columbella rustica, especies que destacan numéricamente frente a las valvas de Glycymeris o Cerastoderma, ampliamente dominantes en
yacimientos más septentrionales como la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) (De Pedro,
1998), donde su conjunto representa más del 80 % del total (fig. 8). En Terlinques, junto
a los gasterópodos de pequeño tamaño y demás caparazones de bivalvos, documentados
siempre de forma aislada en los rellenos sedimentarios de los diferentes departamentos
excavados hasta el momento, destaca la total ausencia de cuentas de collar trabajadas –tipo
discoidal con perforación central–. Todo lo contrario que sucede en el Cerro del Cuchillo,
donde los gasterópodos pequeños están ausentes y el número de cuentas de collar discoidales es muy elevado, siendo el objeto fundamental del uso de la malacofauna.
De todo lo expuesto, podemos inferir que la demanda social y uso que cada grupo
realizó de los recursos malacológicos fue muy diferente, en clara consonancia con otras
prácticas culturales y sociales singulares ya señaladas. Mientras en la zona argárica la
presencia de caparazones en ambientes domésticos está centrada mayoritariamente en
bivalvos, y en contextos funerarios la presencia de moluscos marinos está extendida
como cuentas integrantes de collares o pulseras junto a otras cuentas de diversos materiales; en el medio y alto Vinalopó, una zona claramente no argárica (Jover y López,
1999, 2004), es habitual el uso de gasterópodos de pequeño tamaño, documentados
exclusivamente en ambientes domésticos.
—95—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 7.- Selección de adornos malacológicos de Terlinques. 1, Glycymeris glycymeris; 2,
Cerastoderma edule; 3, Luria lurida; 4, Columbella rustica; 5, Conus mediterraneus.
Fig. 8.- Algunos ejemplares malacológicos de la Lloma de Betxí (De Pedro, 1998). 1,
Glycymeris glycmeris; 2-8, Cerastoderma edule con el natis recortado; 9, Cypraeidae.
—96—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
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Todo lo contrario que ocurre en yacimientos más septentrionales como la Lloma de
Betxí (De Pedro, 1998), donde casi de modo exclusivo recurren al uso de caparazones de
bivalvos, u en otros más occidentales, como el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), donde
se tiende al empleo de los caparazones marinos para elaborar cuentas de collar discoidales con perforación central.
Por otro lado, del análisis anterior hemos individualizado un yacimiento como
Cabezo Redondo (Soler García, 1987), principalmente por tratarse de un asentamiento
del Bronce Tardío (Hernández, 2001) y por la singularidad de su registro. Situado a unos
56 km de la costa y basándonos en la información recabada en las excavaciones realizadas por J.M. Soler García (1987) en una superficie superior a los 1.000 m2, fueron registrados 158 objetos malacológicos ampliamente repartidos en ámbitos domésticos y como
elementos de ajuar en depósitos funerarios efectuados, tanto en el interior de las zonas de
hábitat, como en diversas covachas de la cima. De todo el conjunto (tabla 2 y fig. 9), destaca la mayor presencia de restos en los departamentos VII, XV y XVIII, lo que también
coincide con una mayor abundancia de evidencias materiales de todo tipo con respecto al
resto de ambientes (Soler García, 1987).
De no haber sido excavados otros yacimientos coetáneos de la zona podríamos considerar que durante esta fase se produjo una reactivación del uso de adornos malacológicos. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad, ya que en el Cerro de la Campana
de Yecla (Nieto y Clemente, 1983: 298), solamente se documentó un caparazón de
Marginella Philippi Monts, y en La Peña de Sax (Hernández y Pérez, 2005), situado a
unos 11 km de Cabezo Redondo y a unos 45 km de la costa, en el que se realizaron diversas catas, no se cita la documentación de evidencias malacológicas.
Cabezo Redondo supone toda una excepción, puesto que el índice de especies y la
variedad de los ejemplares encontrados supera al resto de los asentamientos del ámbito
regional, lo que nos conduce a plantearnos la existencia de grandes diferencias de acceso a este tipo de productos entre asentamientos o, al menos, permiten plantear la hipótesis de que algunos núcleos, como Cabezo Redondo, pudieron funcionar como centros
redistribuidores en el ámbito territorial.
En este sentido, en yacimientos donde el área de excavación ha sido también muy
amplia, caso de La Horna (Hernández, 1994), Lloma de Betxí (De Pedro, 1998), Muntanya Assolada (Martí, 1983), o el propio Terlinques (Jover y López, 2004), el número de
evidencias y la variedad de especies, como hemos podido valorar con anterioridad, es
mucho menor.
Y, por otro lado, no podemos obviar que Cabezo Redondo es también uno de los
pocos yacimientos, si no el único, en el que se realizó una ocultación de un tesoro de oro
–Tesorillo del Cabezo Redondo– (Soler García, 1987), además de haberse registrado
materias primas de procedencia muy lejana (Hernández, 2001).
Del análisis del conjunto malacológico documentado en Cabezo Redondo (fig. 10)
podemos señalar el dominio de las especies consideradas como de amplia duración, pues—97—
[page-n-98]
18
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Tabla 2.- Relación de malacofauna hallada en Cabezo Redondo procedente
de las excavaciones efectuadas por J.M. Soler (1987).
Contexto
Ubicación
Hábitat
Dep. l
Hábitat
Hábitat
Materiales
Uso
-1 fragmento de Glycymeris
Adorno
Dep.rll
-1 Glycymeris perforado y con borde recortado
- 1 Pútpura con pequel1a rotura en la boca
Adorno
Dep. IV
-1
el
-1
-1
Trochus nacarado, roto por una perforación en
borde de la boca
G/ycymeris perforado. 1 Fragmento de otro
Cypraeidae partida longitudinalmente
Adorno
Hábitat
Dep. V
-1 Glycymeris perforado
-1 Pate/la con gran orificio
-1 fragmento de Espondilus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 fragmento recortado de Conus
-1 Anomia, probablemente "pateliformis", con dos
orificios, uno en el gancho y otro en elnatis
-1 "Fusus"
-2 Nassas perforadas y otra cortada por la última
espira
Adorno
Hábitat
Dep. VI
Hábitat
Dep. VH
Hábitat
Dep. vm
Hábitat
Dep.IX
Hábitat
Dep.X
Funerario
Cueva en zona
noroeste
Hábitat
Dep.XI.
Dep.X.
- 1 Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-2 fragmentos de Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris perforado
-1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
- 1 fragmento de Venus
- 1 fragmento de Glycymeris
- 1 Glycymeris perforado
- 1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
-5 fragmentos de Glycymeris, algunos de ellos
perforados
-1 fragmento grande de concha sin determinar
-3 fragmentos de Glycymeris
-1 Trochus con el interior nacarado
-1 0/iva rota por la boca
-Varias Nassas perforadas por frotación
-1 fragmento de Denta/han
- 1 fragmento indeterminado
Adorno
Adorno
-1 Lurio lurida perforada
Adorno
-1 fragmento de Cassis nacarado
Adorno
-1 Pequeña caracola sin perforar
-1 G/ycymeris roto por la perforación
- 1 fragmento de Glvcvmeris perforado
Una columna estalagmítica dividía la cavidad en
dos cámaras. En la primera de ellas apareció un
esqueleto con los huesos removidos pero
claramente en posición flexionada, en una especie
de cista. Al sur de la columna apareció otro
esqueleto, incompleto y muy removido.
-1 colgante de G/ycymeris
-2 Cypraeidae perforadas
- 1 Co/umbella perforada
—98—
Adorno
Ajuar
Adorno
[page-n-99]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
Contexto
Hábitat
Hábitat
Funerario
Ubicació n
Materiales
-1 Conus perforado
-5 fragmentos de Glycymeris
Oep. XII
-1 fragmento de Purpuro
-1 borde de G~ycymeris
-1 Cerastoderma sin perforar
-1 Pmpura con perf
oración en el ápice
-1 pequeña caracola indetern1inada
-1 fragmento de borde de Glycy meris.
Dep. XIII
-1 Columbe/la perforada
-1 Cypraeidae p
-1 Conus perforado en el ápice
Enterramiento 1 - 1 colgante de forma oval sobre Pecten
Infantil
- 1 colgante sobre la espira de un gasterópodo
Hábitat
Dcp. X IV
Hábitat
Dep. XV
Hábitat
Dep. XVI
llábitat
Dep. XVIII
funerario
Cantera del SE
-2 Conus perforados en el ápice
-1 Cypraeidae con orificio ovoide
- 1 Glycymeris entero
-2 fragmentos de otros Glycymeris
- 1 concha cónica, sin clasificar, con perforación o
rotura cuadrada
-1 Columbe/la con pequeña perforación
-1 fragmento de Spondilus muy desgastado
-1 Glycymeris
-6 fragmentos de Venus
- 1 Conus perforado
- 1 Cerastoderma con perforación en el ápice
-1 caracola indeterminada sin perforación
-8 G/ycymeris con perforación en el umbo
-1 fragmento de Glycymeris
-4 fragmentos de Glycymeris
-1 Cypraeidae perforada
-1 Trozo de Glycymeris
-2 Gasterópodos indetcm1inados sin perforar
-1 fragmento de Púrpura muy desgastado
-1 fragmento de GII'C¡•meris perforado
-1 Pwpura sin perforar
-1 Purpura con gran perforación
- 1 Pequeño fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris sin perforación
-1 fragmento de G/ycy meris
- 1 fragmento de caracol fosi lizado
-1 Gasterópodo indetermi nado puntiagudo con
rotura cuadrada
-1 Glycymeris perforado y con todo el borde
recortado
-1 Púrpura con gran orificio
-1 Conus perforado, partido longitudinalmente
-1 G/ycymeris con orificio
-1 Conus roto en cuatro fragmentos
-6 G/ycymeris agrupados con perforación
- 1 fragmento de Glycymeris
-2 Columbellas perforadas
- 1 fragmento de G/}•c¡•meris
-1 Conus perforado. Por su proximidad al lugar de
estos hallazgos mencionaremos una cuema
g lobular algo aplanada, de piedra verdosa con
manchas cla ras
—99—
19
Uso
Adorno
Ajuar
Ajuar
Adorno
Adorno
Adorno
Adorno
Ajuar
[page-n-100]
20
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 9.- Distribución porcentual de malacofauna por contextos en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
to que las hallamos como habituales a lo largo de la Prehistoria reciente. Se trata de conchas del género Glycymeris, que alcanzan el porcentaje más elevado, seguidas normalmente por las Cerastoderma. También constatamos la existencia de la Cypraeidae, y dentro de esta familia destaca el empleo de la Luria lurida, y la Columbella rustica, numéricamente superior a otros gasterópodos. Especies que, por otro lado, también se habían
constatado en los yacimientos del Bronce Pleno en la cuenca del río Vinalopó (tabla 1;
fig. 11).
—100—
[page-n-101]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
21
Fig. 10 .- Porcentajes relativos de especies de malacofauna en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
Fig. 11.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento de Cabezo Redondo (Museo Arqueológico de Villena).
—101—
[page-n-102]
22
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
No obstante, pese a lo visto, asistimos a una reducción, tanto cuantitativa como cualitativa, puesto que las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo
que en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación de los tipos de adornos,
manteniéndose los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, perforados
en el umbo o natis– y desapareciendo aquellos collares o pulseras para los que eran necesarias una gran cantidad de cuentas –pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente–.
Sin embargo, el empleo de cuentas obtenidas mediante el recorte y pulido de los bivalvos parece perdurar, especialmente en las zonas más al interior, como muestra el abundante registro ornamental del Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006).
De todo lo analizado podemos deducir que las especies malacológicas registradas con
una presencia regular, salvo pequeñas variaciones en los porcentajes, como sería el caso
de especies como Glycymeris glycymeris, Conus mediterraneus o la Columbella rustica,
van a sufrir un claro descenso con respecto a las fases previas a la Edad del Bronce. Las
especies de pequeño tamaño experimentarán una progresiva disminución hasta casi su
entrada en desuso durante el Bronce Final (Luján, 2005), lo que podría ser consecuencia
de una variación en los criterios ornamentales de las nuevas entidades sociales que parecen ir constituyéndose en los momentos finales de la Edad del Bronce y que, en la práctica, se materializa en la sustitución de los caparazones marinos por otros, alóctonos y de
distinta naturaleza, como el metal y el marfil. Así, en el Bronce Final, los elementos ornamentales más abundantes no serán los colgantes ni los collares de cuentas, sino que el porcentaje mayor vendrá representado por el grupo de pulseras y los aretes de metal, hallándose, aunque en número reducido, algunas cuentas de collar o adornos para la vestimenta sobre malacofauna –Marginella, Columbella rustica, Luria lurida.
4. SOBRE EL USO DE LOS CAPARAZONES MARINOS DURANTE LA EDAD
DEL BRONCE EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Una aproximación a la malacofauna hallada en distintos yacimientos arqueológicos
pertenecientes a la Edad del Bronce en la fachada mediterránea de la península Ibérica,
revela una primera inferencia, que no es otra que la de corroborar que la recolección de
moluscos marinos no se realizó con una finalidad bromatológica, como se ha podido
corroborar en diversos asentamientos, con la excepción de aquellos muy próximos a los
lugares costeros, como se ha evidenciado en Gatas (Ruiz, 1999: 366), a pesar de lo cual,
su consumo no pasó de ser un mero complemento puntual de la dieta.
Esta circunstancia, coherente por otra parte, también se constata en grupos productores de alimentos. Basta recordar la abundancia de restos malacológicos para consumo
humano en yacimientos neolíticos cercanos a la costa como El Barranquet de Oliva
(Esquembre et al., 2008) con casi 20.000 restos, frente a cualquier yacimiento neolítico
—102—
[page-n-103]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
23
situado a varios kilómetros al interior como la Cova Sant Martí (Torregrosa y López,
2004; Luján, 2004b) o la Cova l’Or (Martí et al., 1977, 1980) donde su número no llega
al centenar.
La mayor parte de las evidencias malacológicas de origen marino documentadas en
los yacimientos arqueológicos tiende a corresponderse con especies de bajo aprovechamiento cárnico, además de que los caparazones fueron utilizados principalmente como
adornos. Una buena parte presentan perforaciones naturales o importantes procesos erosivos en la superficie de las conchas, indicativo todo ello de que estas valvas fueron recolectadas post mortem en los cordones arenosos litorales y no fueron aprovechados como
recurso alimenticio (Manhart et al., 2000: 234).
Conscientes en todo momento del escaso interés como ingredientes nutricionales
para este periodo histórico, optamos por hacer hincapié en otras utilidades para explicar
la presencia de estos moluscos en los yacimientos arqueológicos, como podrían ser su
empleo para la elaboración de artefactos.
En los conjuntos malacológicos documentados en asentamientos de la Edad del
Bronce, resulta escasa, por no decir, prácticamente nula, la constatación del uso de caparazones de moluscos como instrumentos de trabajo. En las publicaciones de yacimientos
o materiales de la Edad del Bronce no se hace mención (Ayala, 1991; De Pedro, 1998;
Manhart et al., 2000). Incluso en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006) estudiado microscópicamente, no se ha señalado su presencia. Solamente en Gatas se han constatado
ejemplares con señales de uso (Ruiz, 1999), indicándose su empleo habitual como instrumentos de trabajo a lo largo de la secuencia de ocupación. Por este motivo, las evidencias de Terlinques (Luján, 2005), adquieren mayor importancia si cabe. Al menos dos
ejemplares de Glycymeris glycymeris presentan un pulido lustroso muy profundo en sus
bordes, claramente redondeados por uso (fig. 12). Además, su asociación con bobinas de
hilo de junco y a capazos de estiba de esparto repletos de cereales permiten considerar su
empleo en el trabajo con vegetales blandos (Luján, 2004a), aunque tampoco podemos
descartar su empleo como raspadores para alisar pieles (Mansur-Franchomme, 1984), ya
que el tipo de tramas y pulidos puede ser muy similar sobre este tipo de materias primas.
Pero, sin duda, el máximo interés de la malacofauna reside en la consideración que
de ésta ha hecho la arqueología como una de las materias primas empleadas en la confección de adornos y posibles amuletos3 (Batista, 2001; Pascual, 1996).
Si partimos del hecho de que parece darse una total supremacía de las formas naturales, poco o nada modificadas, convenimos en una triple clasificación según la aparien-
3. C. Batista (2001) considera que un ejemplar de Columbella rustica striata que presentaba la espira grabada debía contener un sentido propiciatorio o religioso para su portador.
—103—
[page-n-104]
24
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 12.- Glycymeris glycymeris rubefactadas, con lustre de cereal en el borde,
documentadas en la unidad habitacional nº 1 de Terlinques.
cia de los moluscos, encontrando formas alargadas –Dentalium, Turritela, Cerithium
rupestre–, redondas de tipo aplanado –Cardiidae, Glycymeris, Donax– y globulares
–Theodoxus, Muricidae, Trivia, Natica, Littorina.
Así, la comparación de los diferentes conjuntos estudiados (Manhart et al., 2000;
Luján, 2004a; 2005; Barciela, 2006) muestran el uso continuado de las mismas especies,
con pequeñas variaciones en su representatividad, lo que podría derivar de las mismas
exigencias estéticas del grupo (Luján, 2005).
Como ya mencionamos con anterioridad, los colgantes configuran un grupo de objetos de adorno de morfología y tamaño muy variado pero que participan en común de la
presencia de un elemento de suspensión. Podemos dividir dichos colgantes en aquellos
que se realizan sobre formas enteras o escasamente modificadas (Taborin, 1974, 1993),
donde se destaca la selección y uso mayoritario de caparazones de moluscos marinos
–bivalvos y gasterópodos– (fig. 13), y aquellos otros enormemente modificados donde es
imposible reconocer la especie sobre la que fueron elaborados.
No obstante, las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo que
en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación en la tipología de los adornos, manteniéndose básicamente los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, Glycymeris y Cardiidae perforados en el umbo de forma natural o artificial– y
reduciéndose aquellos collares o pulseras para los que eran necesarios una gran cantidad
de pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente o cuentas obtenidas mediante el
recorte y pulido de otros ejemplares malacológicos de mayor tamaño.
Pese a lo indicado, no siempre es así ya que en algunos poblados como el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) o El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) se
ha constatado la elaboración sistemática de cuentas de collar discoidales con perforación
central sobre este tipo de materia, impidiendo la identificación de las especies empleadas
la amplia manipulación efectuada sobre los soportes iniciales.
Otra de las cuestiones que ha llamado nuestra atención es la observación realizada
—104—
[page-n-105]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
25
Fig. 13.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento argárico de Tabayá (Aspe, Alicante).
Obsérvense las erosiones post mortem presentes en los caparazones de Glycymeris y Cerastoderma situados
a la derecha de la imagen (materiales depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda).
por D. Serrano y F. García (1986), quienes introducen la posibilidad de que no se adquiera la pieza malacológica una vez que ésta se encuentra finalizada, sino que en realidad el
intercambio y distribución se lleve a cabo exclusivamente con la materia prima, recurso
que explicaría la presencia de conchas sin utilizar en los yacimientos. En este sentido, la
presencia en diversos yacimientos del interior peninsular de cuentas de collar en proceso
de elaboración como en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), Cabezo Redondo (Luján,
2005) o de lúnulas como las constatadas en Gatas (Ruiz, 1999), Tabayá (fig. 14) o en el
Cerro del Cuchillo, así lo indican.
Pero de ser así, que cada grupo elabore sus propios adornos y/o utensilios, en muchos
casos es sorprendente el paralelismo y la repetición de los patrones en las distintas zonas,
ya que se repiten los modelos. Así, una vez que se dispone de los soportes matriz, éstos
se destinan a la confección de diversos elementos de adorno, entre los que señalamos la
confección de colgantes simples, en su mayoría ejemplares de bivalvos con un orificio
—105—
[page-n-106]
26
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 14.- Lúnulas de diferentes tamaños documentadas en Tabayá.
que posibilita su suspensión mediante una fibra vegetal o tira de cuero de la que carecemos de registro arqueológico, y de combinaciones más complejas, como muestran algunos collares o pulseras/tobilleras, realizados sobre gasterópodos enteros –Conus, Columbella, Trivia– o cuentas de concha trabajada de tipo cilíndrico o tubular, que incluso, en
algunos grupos arqueológicos muy concretos como es el argárico, pueden llegar a combinarse con elementos de diferentes materias primas, como lítico, hueso, vértebras, marfil, yeso, cobre o plata como se constata en al menos 78 sepulturas de El Argar y en menor
medida, en otros yacimientos como Zapata, El Oficio, Fuente Álamo y Gatas (Siret y
Siret, 1890) (fig. 15).
Otros usos apuntados plantean la posibilidad de que estas cuentas pudieran coserse
de algún modo a la vestimenta o a los tocados (Papi, 1989), como apreciamos en paralelos etnográficos canarios, destacando el hallazgo de una diadema de cuero con espiras de
Conus sp., asociada a una momia de Guayadeque (Navarro y Arco, 1987), en la que
dichos autores creen apreciar un distintivo jerárquico dentro del grupo social, opinión
respaldada por textos etnohistóricos (Abreu, 1977), donde se cita el uso de una diadema
o corona semejante por el rey de Lanzarote.
En cualquier caso, en el análisis efectuado se han resaltado diferencias palpables en
el uso de los caparazones marinos en los territorios estudiados. Mientras en el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) los caparazones eran trabajados intensamente para la elaboración de cuentas de collar discoidales, en las tierras del Vinalopó no argáricas
–Terlinques, Peñicas (Luján, 2005)– se priorizaba el uso de pequeños gasterópodos como
elementos de adorno y en la cuenca del Turia, en yacimientos como la Lloma de Betxí
—106—
[page-n-107]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
27
Fig. 16.- Adornos funerarios de Cabezo Redondo
(Soler García, 1987).
Fig. 15.- Lámina 53 del Álbum de Las primeras edades del
metal en el Sudeste de España (Siret y Siret, 1890).
Elementos de ajuar de las tumbas 133, 480, 485, 493, 496,
499, 517, 526, 559, 579 y 592.
(De Pedro, 1998), las preferencias eran puestas hacia el uso de bivalvos –Cerastoderma
edule y Glycymeris glycymeris– perforados para la configuración de colgantes. Estas
diferencias también pueden ponerse en relación con otras pautas culturales y sociales singulares entre estos territorios, como por ejemplo son las prácticas funerarias, que permiten respaldar la hipótesis de hallarnos ante distintos grupos arqueológicos.
Por otro lado, en el Bronce Tardío se observa el mantenimiento de las redes de intercambio y distribución de recursos malacológicos existentes en las fases previas, especialmente para su uso como adornos, observable en yacimientos como Cabezo Redondo
(Soler García, 1987). La abundante presencia de recursos malacológicos y su amplia
variedad indica cierta facilidad en su adquisición, ya que en casi todos los departamen—107—
[page-n-108]
28
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
tos se ha documentado un conjunto considerable de restos y especies y, en los contextos
funerarios de la cima y cantera tampoco se observa un acceso diferencial. Las conchas
llegarían a través del intercambio como materia prima sin transformar, ya que existen
algunos exoesqueletos sin ningún tipo de modificación que pueden interpretarse como
soportes en reserva, como también ha sido sugerido para el Cerro del Cuchillo (Barciela,
2006).
Únicamente el yacimiento de Cabezo Redondo (Soler García, 1987) supone una
excepción a tener en cuenta, puesto que el índice de especies y la variedad de los ejemplares encontrados supera en mucho al resto de los asentamientos arqueológicos adscritos al Bronce Tardío, lo que podríamos explicar si considerásemos que se trata de un centro de redistribución territorial de diferentes tipos de materias primas y productos
(Hernández, 2001). Esto nos conduce a plantearnos la existencia, en un mismo periodo,
de asentamientos con grandes diferencias, entre las que debemos destacar, no sólo el
tamaño y el porcentaje de materiales recuperados, sino también el papel que debía desarrollar éste respecto al resto de asentamientos del ámbito regional, así como su posible
relación con las tierras del Sureste y del interior peninsular a través de diversas rutas por
las que se extenderían no sólo materias primas o productos de metal, marfil o malacofauna, sino sus creencias e ideología.
De este modo, la clase social dominante residente en Cabezo Redondo también incluyó entre los elementos de ajuar los adornos malacológicos siguiendo las tradiciones argáricas (fig. 16). En este sentido, son numerosas las tumbas argáricas (Siret y Siret, 1890;
Hernández y Dug, 1977; Ayala, 1991) donde se ha constatado su presencia entre las que
basta citar, además de la urna nº 2 con un Glycymeris sp. perforado y la nº 3 con una
concha de la familia Cypraeidae también perforada en El Picacho (Hernández y Dug,
1977), la presencia de Glycymeris sp. en las tumbas de El Argar 113, 441, 447, 450, 451
y 664 (Siret y Siret, 1890), de un Conus perforado verticalmente formando parte de una
pulsera con cuentas de hueso en una tumba en urna en el Cerro de las Viñas (Ayala, 1991)
o la tumba 28 de Gatas que presentaba un ajuar malacológico exterior formado por siete
conchas encajadas y otra de la misma especie como ajuar interno (Ruiz, 1999: 371).
Por tanto, el empleo y el valor social e ideológico de los recursos malacológicos se
mantendrá hasta momentos avanzados de la Edad del Bronce, pudiendo combinarse el
uso de pequeñas cuentas con piezas de metal, como se puede observar en el hallazgo de
un collar compuesto por 73 pequeños conos de oro, 3 Conus mediterraneus y 2 discos de
marfil perforados en su zona central, en el yacimiento de San Antón, Orihuela (Furgús,
1937: 63, lám. I, fig. 1ª; Jover y López, 1997: 64, fig. 9).
Al mismo tiempo, la información disponible para toda la zona central de la fachada
oriental de la península Ibérica permite corroborar que a lo largo de la Edad del Bronce
asistimos a una paulatina reducción de adornos realizados sobre malacofauna, tanto en
asentamientos de hábitat, como en contextos funerarios, donde este proceso se hace más
evidente, alcanzando su punto más álgido en el Bronce Final (González Prats, 1978), que
—108—
[page-n-109]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
29
bien podría explicarse como resultado directo de la aparición de los adornos metálicos y
que, poco a poco, se irán imponiendo en la confección de elementos ornamentales,
pudiendo combinar éstos con cuentas sobre malacofauna. En cualquier caso, a partir de
la fase Orientalizante y sobre todo, en el mundo ibérico, se abandona casi por completo
su uso. Ya no se constatan instrumentos ni adornos sobre malacofauna, y a lo sumo, se
mantuvo su empleo como recurso alimenticio o elemento decorativo en viviendas en
yacimientos próximos a la costa como es el caso de El Oral (Abad y Sala, 2001).
En definitiva, además del valor estético de muchos de los caparazones, debemos considerar el contenido simbólico e ideológico implícito. Su presencia en numerosos contextos domésticos de asentamientos de muy diversos tamaños y ubicaciones, y especialmente, en contextos funerarios, plantea su amplia aceptación social y la existencia de
relaciones sociales y económicas muy consolidadas entre diferentes comunidades, lo que
en la práctica podría reforzarse mediante el establecimiento de políticas matrimoniales
y/o de lazos de sangre que llevarían consigo la circulación de personas y con ellas, sus
adornos. No obstante, como hemos pretendido evidenciar, cada grupo seleccionó un tipo
de especies, otorgándole un uso diferenciado. Pero esta es una cuestión en la que todavía
es necesario profundizar con mejores y mayores registros.
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Juan Antonio PACHÓN ROMERO*, Cayetano ANÍBAL GONZÁLEZ**
y Javier CARRASCO RUS*
EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ
(TORRES, JAÉN). CUESTIONES DE CRONOLOGÍA,
CONTEXTO E INTERPRETACIÓN
RESUMEN: La cada vez más importante documentación de vasijas con decoración figurada
orientalizante hace imprescindible un mejor conocimiento de los contextos que pudieron acompañarlas. En Cerro Alcalá, la anterior publicación de uno de sus vasos puede completarse ahora con
otro semejante, pero asociado a parte del que pudo ser su ajuar funerario. Todo un conjunto cerámico estudiado que, con independencia de que sea o no un hallazgo mortuorio, podría pertenecer a
un mismo horizonte cultural y cronológico. El ánfora que aquí analizamos, decorada con nuevas
figuras de grifos dibujadas, ayuda a completar la iconografía conocida en estos vasos, además de
apuntar hacia la existencia de escuelas artísticas. De una de ellas pudieron salir, tanto estas ánforas
como la recientemente dada a conocer del Museo de Cabra.
PALABRAS CLAVE: decoración figurativa, cerámica orientalizante, contexto funerario, santuario, realeza.
ABSTRACT: The orientalizating collection from Cerro Alcalá (Torres, Jaén). Questions
of chronology, context and interpretation. The important amount of vessels with figurative decoration force towards a better knowledge of the context in wich appear. The publication of one of the
*
Universidad de Granada (Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras. Campus
Universitario de Cartuja, s/n. 18071 Granada) y Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (japr@arrakis.es
y jcrus@ugr.es).
** Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias, Granada (cayetanoanibal@yahoo.es).
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2
J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
vessels from Cerro Alcalá could be completed now with other similar, probably associated with the
grave goods. All the pottery assemblage could belong to the same chronological and cultural horizon, independently whether it is from a mortuary context or not. The studied amphora, decorated
with grifíbns, helps in the understanding of the iconography known from these vessels, and points
to the existence of artistic workshop. Not only these mentioned amphorae, but the recently known
from the Museo de Cabra, could belong to one of this workshop.
KEY WORDS: figurative decoration, oriental style pottery, funerary context, sanctuary, royalty.
I. PREÁMBULO
La trayectoria del hallazgo que aquí se estudia es una desgraciada acumulación de
coincidencias que impidieron, en su momento, hacer un análisis global del mismo. En un
principio, el acercamiento que le dedicamos fue bastante superficial, obligado por la propia concepción general del acercamiento sobre cerámicas orientalizantes en el que se
incluyó hace ya más de diez años (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994), lo que generó algunas dificultades de comprensión e interpretación. Estas inconveniencias trataron de superarse con una más reciente puesta al día de aquel trabajo, que comprendió no solo su reedición literal (Pachón y Carrasco, 2005: 45-101), sino un estudio monográfico más extenso que pretendía dar a conocer, básicamente, el contexto arqueológico que acompañó
aquel hallazgo orientalizante de Cerro Alcalá (Pachón, Aníbal y Carrasco, 2005) y completaba las deficiencias editoriales de su primer conocimiento público.
Aquella publicación, de la década de los noventa, había permitido reunir un variado
grupo de cerámicas pintadas con motivos policromados y figurados orientalizantes, junto
otras derivadas de las mismas e, incluso, una sorprendente versión indígena de originales griegos más tardía que tuvo un importante eco en la bibliografía posterior (Olmos,
1999: n º 35.4; Sánchez, 2000: 185-186, fíg. 4; Olmos, 2003a: 54-55, fig. 10; Chapa,
2004: 246, fig. 4,4) y que nos ha llevado a una muy reciente y necesaria revisión (Pachón,
Carrasco y Aníbal, 2007). Pero el elemento común que reunía esas cerámicas era la procedencia meridional de todas ellas, aunque pertenecientes a muy diversos yacimientos y
variadas geografías de la región andaluza (fig. 1), además de haber sido documentadas
sin las adecuadas condiciones generales de contextualización que convienen a un mejor
conocimiento y comprensión científica.
En el devenir cronológico que va desde el año 1994 a la actualidad, la contribución
al corpus alfarero orientalizante se ha extendido, si no de un modo importante cuantitativamente, sí cualitativamente, gracias a la incorporación de relevantes hallazgos mejor
secuenciados estratigráficamente (Belén et al., 1997: 210 ss.) o a que ampliaban la referencia tipológica e iconológica del mismo (Pachón y Aníbal, 1999 y 2000; Blánquez, ed.,
2003). Estos cambios propiciaron un estado de la cuestión que ha venido a completar un
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
3
Fig. 1.- Zona meridional de la Península Ibérica mostrando la dispersión general de las cerámicas orientalizantes pintadas y
asociadas, respecto de Cerro Alcalá: [1. Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla); 2. Carmona (Sevilla); 3. Entremalo
(Carmona); 4. Cruz del Negro; 5. La Mesa (Alcolea del Río, Sevilla); 6. El Castillo (Lora del Río, Sevilla); 7. Setefilla (Lora
del Río); 8. El Arahal (Sevilla); 9. Montemolín (Marchena, Sevilla); 10. Consuegra (La Lantejuela, Sevilla); 11. Cerro de
San Cristóbal (Estepa, Sevilla); 12. Colina de los Quemados (Córdoba); 13. Cerro del Castillo (Aguilar de la Frontera);
14. Las Cabezas (Fuente Tójar, Córdoba); 15. Cástulo (Linares, Jaén). (Según Remesal y Chaves/De la Bandera)].
[16. Cerro Alcalá (Torres, Jaén); 17. Alcores (Porcuna, Jaén); 18. El Molinillo (Baena, Córdoba); 19. Las Cabezas (Osuna,
Sevilla); 20. Ronda la Vieja (Ronda, Málaga); 21. Máquiz (Mengíbar, Jaén); 22. Los Infantes (Pinos Puente, Granada);
23. El Villar (Málaga); 24. El Peñón (Torre del Mar, Málaga); 25. Alcolea del Río (Sevilla); 26. Tocina (Sevilla);
27. La Muela (Santaella, Córdoba); 28. Puente Genil (Córdoba); 29. La Roda (Sevilla); 30. Boyero (Valenzuela, Córdoba);
31. Alcazaba (Badajoz); 32. Cabezo de San Pedro (Huelva); 33. Balneario (Alhama, Granada); 34. Tútugi (Galera,
Granada); 35. Atalayuelas (Fuerte del Rey, Jaén). (Según Pachón, Carrasco y Aníbal)]. [36. San Sebastián (Palma del Río,
Córdoba); 37. Castillo (Almodóvar del Río, Córdoba); 38. La Saetilla (Palma del Río); 39. Km. 15,5 a Écija (Palma del
Río); 40. La Atalaya (Palma del Río); 41. Alhonoz (Herrera/Écija, Sevilla); 42. La Sendilla (Santaella, Córdoba);
43. Carramolos (Montalbán, Córdoba); 44. El Hacho (Benamejí, Córdoba); 45. El Espino (Córdoba); 46. La Estrella
(Espiel, Córdoba); 47. Cabezo de Córdoba (Castro del Río, Córdoba); 48. La Almanzora (Baena, Córdoba); 49. Villaricos
(Almería); 50. La Peña Negra (Crevillente, Alicante); 51. Canillas (Santaella, Córdoba). (Según Murillo)]. [52. Cerro Gordo
(Gilena, Sevilla); 53. Castillejos (Teba, Málaga); 54. Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz); 55. Mesas de
Asta (Medina Sidonia, Cádiz); 56. Cerro de las Madres (Medina Sidonia); 57. Los Villares (Gileena, Sevilla); 58. Soterraña
(Teba); 59. El Higuerón (Teba); 60. Fuengirola (Málaga); 61. Cerro Platero (Osuna); 62. Sisapo (Almadén, Ciudad Real);
63. Baena-Cabra; 64. Casar (Utrera). (Según Pachón y Aníbal)].
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4
J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
horizonte interpretativo muy diferente del original, en el que merecen suficiente consideración propuestas de lecturas diferentes para algunos de los hallazgos conocidos, pero
que todavía se encuentran en medio de posiciones contradictorias, a juzgar por los diferentes autores que siguen refiriéndose a estas cuestiones. Este hecho es el que explica
que, solo tres años después de que completásemos el análisis de las cerámicas de Cerro
Alcalá, volvamos de nuevo a dedicarles un nuevo trabajo. En él trataremos de asentar
determinados conceptos que consideramos fundamentales en el estudio e interpretación
de su particular valoración arqueológica, al hilo de otras referencias indirectas que pueden ahora servir de apoyo a nuestro objetivo central.
II. SOBRE EL HALLAZGO Y SU CARÁCTER FUNERARIO
Partiendo del hecho contrastado de que la recuperación de las cerámicas orientalizantes de Cerro Alcalá se produjo en circunstancias no regladas, también hoy estamos en
condiciones de conocer muchos más detalles, si no del hallazgo propiamente, sí de las
condiciones del sitio que facilitó su aparición, del carácter del mismo y de la procedencia exacta del área funcional del yacimiento de referencia. En efecto, las primeras noticias sobre este conjunto cerámico datan de finales de la década de los setenta del siglo
pasado, mostrando escasos detalles sobre un descubrimiento en apariencia superficial que
se produjo en uno de los olivares que todavía hoy se sitúan alrededor del asentamiento de
Cerro Alcalá (fig. 2).1 Pero una visita actual a esas plantaciones de olivos no permiten
divisar –a simple vista– ningún importante vestigio arqueológico que, como veremos, sí
existen en la zona , aunque no de una manera evidente. Gana credibilidad el dato de que
por aquellos años setenta se había producido una remoción parcialmente profunda y aleatoria de tierras, producto de una de las periódicas entresaca de olivos que, habitualmente, se realiza en este tipo de agricultura para sanear y regularizar las plantaciones, eliminando aquellos pies de los árboles deteriorados o muertos y que deben ser suplantados
por plantones nuevos. Una intervención de este tipo podría alterar suficientemente un
subsuelo, aunque fuese muy localizadamente, como para sacar a la luz elementos de un
posible relleno arqueológico inferior; si, además, lo enterrado correspondiese con una
necrópolis, la remoción de algunas de las tumbas explicaría no solo el hallazgo, sino el
buen estado de conservación de sus componentes que, en este caso concreto parece aludir inequívocamente a un ajuar funerario.
1
El último estudio sobre este yacimiento se hizo hace, aproximadamente, cuatro años y en él se recoge la mayor parte de
la bibliografía que ha generado (Lozano y Gutiérrez, 2006); anque este análisis se centrara solo en los vestigios ibéricos
hasta su transformación en núcleo romano.
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
5
Fig. 2.- Panorámica general de Cerro Alcalá: fotografía aérea (izquierda) y planimetría ampliada de la misma zona
(derecha), con la situación aproximada de la necrópolis ibérica de la Era Alta (A) y Tosquillas (B).
Estas evidencias quizás indiquen la pertenencia de lo hallado a una de las necrópolis
del yacimiento que comentamos, en el que por las dataciones que podemos argüir, para
todo el conjunto estudiado, podría hacerse corresponder con la necrópolis de Las
Tosquillas,2 una de las que se asocian al asentamiento de referencia. De este espacio
necropolar existen aportaciones científicas de suficiente fiabilidad, a tenor de la investigación arqueológica de campo que se efectuó en este mismo sitio, después de los hallazgos que aquí se estudian, concretamente en 1987 (Negueruela, Rodríguez y Avella,
1990). En la publicación de estas excavaciones se relata otra serie de remociones, ajenas
al estudio científico, pero que tampoco sabemos si tuvieron relación con los restos orientalizantes recuperados en la década anterior. Nos referimos, en prime lugar, a la apertura
2
En algunos de nuestros anteriores trabajos aparece por error el nombre de Turquillas, evidentemente la referencia debe
hacerse corresponder con Tosquillas, que es el topónimo que puede encontrarse en la cartografía existente (Pachón, Aníbal
y Carrasco, 2005: 129 ss.)
—119—
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6
J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
en el yacimiento de una zanja para colocar una tubería de riego necesaria para la mejora
de la plantación olivarera; en segundo lugar, las exploraciones de Negueruela constataron también la existencia de hoyos causados por actuaciones indeterminadas, cuyas evidencias superficiales se encontraban muy desdibujadas por las propias tareas agrícolas,
pero que eran claramente ajenas al trazado de aquella tubería y, posiblemente, más antiguas. A Iván Negueruela no le fue muy dificultoso indicar que debían ser producto de
acciones clandestinas.
Es difícil, en estas condiciones, saber con certeza si los materiales que estudiamos
proceden de las remociones agrícolas para acondicionar el terreno al regadío, o de los trabajos clandestinos comprobados en el lugar. Desgraciadamente, no disponemos de suficientes elementos documentales para determinarlo, puesto que la única información disponible –si tampoco pudiera confirmarse la procedencia de la renovación de algunos de
los olivos– ciertamente aludiría a alguno de los dos hechos más recientes, aunque es
imposible dilucidar a cuál de ellos. Del mismo modo, esa duda impide conocer realmente si el hallazgo se produjo antes de la entrada en vigor de las leyes de Patrimonio
Histórico Español (LPHE) y de Andalucía (LPHA) y, por tanto, su carácter de recuperación ciertamente accidental o genuinamente ilegal. Por otra parte, no nos hemos marcado para el presente trabajo una indagación en este sentido, al margen de su estudio científico, por lo que no creemos determinante hacer mayores averiguaciones.
Con independencia, entonces, de las condiciones reales de la recuperación arqueológica, lo más importante es confirmar la asociación de todo el conjunto estudiado de Cerro
Alcalá, sin necesidad de tener que asegurar tampoco una procedencia tan exacta de la
necrópolis concreta a la que antes nos referíamos, ya que los restos se encontraron, información incluida, en el comercio de antigüedades treinta años atrás. Más factible es
demostrar que todo el conjunto estudiado constituye un grupo relacionado, un hallazgo
al que no repugnaría catalogar de cerrado y, evidentemente, de clara raíz mortuoria.
Dentro de él, lo orientalizante, en cuanto a su iconografía, lo conforman dos ánforas con
muchas similitudes que contribuyen a apoyar con suficiente consistencia la posibilidad
real de que se trata de un mismo contexto arqueológico, un idéntico horizonte necropolar en el que pudieron depositarse ambas vasijas pintadas.
La relación formal, técnica y decorativa de las dos ánforas, así como la conexión
crono-cultural con el resto del posible ajuar funerario es fundamental para la comprensión del hallazgo como un todo, así como para explicar el valor mortuorio de algunas de
las producciones orientalizantes. En aras de este objetivo, debe partirse del suficiente
acercamiento a los parámetros temporales de la necrópolis más antigua de Cerro Alcalá,
Las Tosquillas, ya que pretendemos conectar los elementos cerámicos con el sitio, sin
necesidad de ampliar hipotética y artificialmente el horizonte de uso del mismo.
Precisamente, en la misma zona de Las Tosquillas, o en sus aledaños, se conocían desde
hace tiempo otros materiales más antiguos, procedentes de una necrópolis sin identificar
de finales de los tiempos prehistóricos (Carrasco et al., 1982). Posteriormente, el cono—120—
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cimiento de las áreas funerarias del yacimiento se vio ampliada con la exploración y
excavación de otras dos necrópolis: una, de plena época ibérica, en las afueras de la parte
septentrional del asentamiento, en la llamada Era Alta (Negueruela y Rodríguez, 1987)3
(fig. 2: A); la segunda, al suroeste, que es la que coincide con Las Tosquillas (Negueruela,
Rodríguez y Avella, 1990) (fig. 2: B), donde sus investigadores advirtieron la existencia
de varios momentos de utilización, los dos primeros claramente diferenciados por la
intersección de un periodo de abandono que se fijó en el siglo V a.C. De ahí, el interés
de asegurar la procedencia de los ajuares estudiados de esta necrópolis que, al ser orientalizantes, tendrían que ser datados en esta necrópolis con anterioridad a esa quinta centuria; es decir, que procederían necesariamente de Tosquillas I. Un tercer periodo, bastante tardío, ya del siglo I a.C., no es relevante para nuestro estudio
Dado el carácter cronológico que cabe adjudicar a las cerámicas orientalizantes de
Cerro Alcalá, esta última necrópolis es la que debe corresponderse no solo con los datos
recabados del hallazgo, sino con la franja temporal que tendría que adjudicárseles. En
este sentido, Las Tosquillas habría podido iniciar su frecuentación funeraria en el siglo
VI a.C., si no lo hizo en el Bronce Final, ultimándose ese destino mortuorio del lugar a
lo largo del IV a.C., con la evidente discontinuidad cronológica citada, correspondiente a
la quinta centuria., tal como marcaron sus excavadores. Es una conclusión relevante que
no planteamos poner en duda, sin posibilidad de un análisis directo en el yacimiento que
pudiera contradecirla, por lo que atenderemos a la documentación que recopiló
Negueruela. Solo procuraremos comprobar si los restos arqueológicos que disponemos
ahora correspondieron al periodo de funcionamiento de la necrópolis, a cualquiera de los
diferentes momentos que se conocen en el cementerio suroeste del yacimiento. De ellos,
concretamente, estamos más interesados en el horizonte más antiguo, porque, si fuésemos capaces de corroborarlo como sintónico con los hallazgos que aquí presentamos,
estaríamos en condiciones de apoyar consistentemente las conclusiones cronológicas
obtenidas anteriormente para la primera de las ánforas que se publicó de esta procedencia (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994). Unas conclusiones que situaron el hallazgo en un
momento indeterminado entre los siglos VII/VI a.C. (Pachón y Carrasco, 2005: 77).
3
Quizás de esta necrópolis proceda la incompleta escultura ibérica en piedra que se conserva en el Museo Provincial de
Jaén (De la Bandera y Molina, 2002). Aunque los autores de su estudio se inclinen más por hacerla proceder de un lugar
sagrado, santuario o templo del recinto urbano del yacimiento. En cuanto a su cronología, apoyada en los aditamentos de
adorno que presentaba la representación femenil, se ha ajustado a los siglos IV-II a.C., lo que parece coincidir con la cronología que cabría aplicar a la necrópolis de la Era Alta, en el mismo asentamiento. Del mismo modo, un posible origen
funerario también podría corresponder con la necrópolis de Las Tosquillas II, que se situó a partir del siglo IV a.C.
—121—
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III. LA NECRÓPOLIS Y SUS EVIDENCIAS ORIENTALIZANTES
III.1. El horizonte funerario de Las Tosquillas I, en Cerro Alcalá
La documentación arqueológica que I. Negueruela pudo poner en relación con el primer momento de uso de la necrópolis de Las Tosquillas (fase I), fue situada globalmente a lo largo del siglo VI a.C., aunque posiblemente alguno de sus componentes pudiese
ampliar los límites cronológicos de esa centuria. Esto supone plantear una problemática
interpretativa que importa para la comprensión del fenómeno orientalizante, pero también para adecuar la pertenencia de los materiales que aquí interesan al marco temporal
que hemos venido defendiendo en nuestras anteriores aportaciones.
Los restos de ajuares mortuorios, que se publicaron al inicio de los años noventa,
incluían elementos metálicos y cerámicos muy significativos, ya que representan el grupo
de hallazgos de los que ha sido posible derivar una cronología antigua y diferenciable de
los hallazgos más modernos de la necrópolis. De los primeros, es necesario incidir en la
presencia de una fíbula de bronce de doble resorte, provista de los restos de una placa
decorativa del mismo metal (fig. 3: 1), junto a un cuchillo afalcatado de hierro.
Las fíbulas peninsulares de doble resorte son una evidencia arqueológica muy conocida en los contenidos protohistóricos y orientalizantes, no solo por su gran abundancia
en los hallazgos catalogados, sino por los importantes estudios monográficos, o generalistas, que les han dedicado varios autores (Ruiz Delgado, 1987; 1988: 157-390; 1989a y
1989b; Storch de Gracia, 1988: 154-192). Estos análisis coinciden al adjudicarles a esos
objetos un desarrollo temporal que parece arrancar desde el siglo VII a.C.,4 cubriendo sin
género de dudas todo el siglo VI a.C., aunque sin saber con claridad el momento exacto
de su desaparición. En este último sentido, no hay una certeza absoluta sobre su posible
pervivencia a partir de la V centuria, al menos en lo que respecta a Andalucía.5
Esta periodización meridional se deduce, entre otras evidencias, de lo conocido en
contextos funerarios del mundo costero fenicio, donde se documenta la presencia de fíbulas de doble resorte en ambientes necropolares como Trayamar, en la tumba 4 (Schubart
y Niemeyer, 1976: 225 ss., lám. 17: 655 y 53c), en clara correspondencia con el final del
siglo VII y principios del VI. Sin embargo, en ambientes más propios de los siglos VI/V,
como ocurre en gran parte de los enterramientos descubiertos en Jardines (Schubart y
Maass-Lindemann, 1996), no encontramos fíbulas de este tipo que, en contraposición, sí
4
5
Hoy sabemos que también existieron fíbulas de doble resorte en el siglo VIII a.C., como estarían demostrando los hallazgos de la fase Blb de Morro de Mezquitilla, que abarcaría desde fines de la octava centuria a la séptima (Mansel, 2000:
1602, fig. 4).
En cambio, fuera de territorio andaluz, desde fines del siglo VI a.C. y con un claro desarrollo en la siguiente centuria, se
constata la presencia del subtipo IIIB, o tipo Miraveche, muy extendido en la Meseta (Ruiz Delgado, 1987: 511), como
puede corroborar el estudio de Argente (1994: 56 ss).
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Fig. 3.- Cerro Alcalá. Contexto de Las Tosquillas I, a partir del original de Negueruela et al. (1990: fig. 5).
se hallaron en Frigiliana (Arribas y Wilkins, 1971), donde sus ejemplares incluían placas
decorativas, en un horizonte cultural muy próximo a los coloniales y que también se ha
situado entre los siglos VII/VI, aunque no falta quien prefiere rebajar esa fecha hasta las
centurias VI/V a.C. (Martín, 1995: 98, fig. 74).6 De todos modos, esta última opinión
tampoco desmentiría la hipótesis que defendemos, porque las fíbulas en cuestión deberían estar aquí, pese a todo, más cerca del siglo VI que del V a.C.
Con independencia de los contenidos necropolares, si tenemos en cuenta los registros
estratigráficos del interior de Andalucía, hemos de hacer hincapié en la secuencia exhumada en el yacimiento granadino del Cerro de la Mora, que tuvimos la oportunidad de
estudiar directamente. En este asentamiento, con una importante acumulación de depósitos arqueológicos, se ha constatado la existencia de un buen número de fíbulas de doble
resorte, aunque ninguna de ellas con la chapa decorativa que oculta los muelles de las de
Cerro Alcalá, desde los inicios de su fase IV (Carrasco et al., 1982b: fig. 59: 331), en el
6
Para una visión actual sobre la discusión de estas necrópolis, respecto de su pertenencia o no al horizonte antiguo de colonización puede consultarse (Jiménez Hernández, 2007)
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tránsito de los siglos VII/VI a.C. (Pachón, 1997: 210). Si la incorporación de láminas
metálicas, ocultando el mecanismo y aumentando su aspecto estético, puede considerarse un paso avanzado en el desarrollo de estas fíbulas, cabría considerarlos con posterioridad al siglo VII y, en Andalucía, si existieron, catalogarlos como un producto más propio del siglo siguiente.
En el mismo orden de cosas habría que considerar el cuchillo afalcatado de hierro
(fig. 3: 2). En la Península este tipo de armas caracteriza un modelo muy primitivo, cuyo
origen precede a los primeros y más grandes representantes que también se realizaron
con idéntica materia prima metalúrgica. Pero, dentro de una apreciación general peninsular, estos cuchillos alcanzarían un espectro cronológico bastante amplio entre los siglos
VII al V a.C., por lo que su hallazgo ha sido abundante, especialmente formando parte
de muchos ajuares mortuorios. Cuando Fernando Quesada hizo su monografía sobre el
armamento ibérico, al estudiar su presencia en las necrópolis, señaló que estos cuchillos
curvos se fechaban sólo hasta el siglo VI en Andalucía. Entre los hallazgos que documentó este autor en el mediodía peninsular, puede recodarse su aparición –sin asociarse
a otras armas– (Quesada, 1997: 167) en Almería: Boliche (Osuna y Remesal, 1981: sep.
27); Cádiz: Las Cumbres (Ruiz Mata y Pérez, 1989: 291); Huelva: La Joya (Garrido,
1970; Garrido y Orta, 1978: 68-69); Jaén: Cerrillo Blanco (Torrecillas, 1985: 122) y
Sevilla: Cruz del Negro (Jiménez Barrientos, 1986 y 1987) y Setefilla (Aubet, 1975 y
1978); por lo que es evidente que se olvidó del hallazgo de Cerro Alcalá,7 del que quizás
pensara más en las dificultades para demostrar su carácter funerario y que se tratase, en
realidad, de un arma aislada. Todos ellos, sin embargo, revelan la importancia cronológica de este elemento metálico protohistórico, mostrando una clara relación con los desenvolvimientos fenicios en la Península (Mancebo, 2000), por lo que no puede descartarse su filiación antigua en los repertorios funerarios que se conocen en los hallazgos
hispanos.
Para afianzar el criterio cronológico indicado, podríamos traer a colación algunas
recuperaciones de cuchillos curvos en las estratigrafías de los hábitats conocidos de
Andalucía, que parecen no aportar diferencias temporales con lo apreciado en las necrópolis. Únicamente, constataremos como ejemplo un hallazgo en Granada, en el yacimiento del Cerro de la Mora, fuera del horizonte colonial fenicio, pero dentro de su hinterland. Aquí, los cuchillos afalcatados se hacen patentes durante largo tiempo, perdurando hasta la quinta fase del asentamiento (Mora V) que se ha fechado entre mediados
del siglo VI al V a.C. (Pachón, 1997: fig. 186, núm. 108 y 110), lo que abogaría por las
dataciones que hemos venido señalando, ya que en esa fase este elemento solo reflejaría
un utensilio retardatario y propio, como mucho, de los momentos iniciales de la etapa.
7
Ausencia que también seguimos observando en otra aportación mucho más reciente, pero que posiblemente se haya documentado en fuentes indirectas (Mancebo, 2000).
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No se trata de un hecho aislado, sino que encuentra apoyo en lo que vamos conociendo en otros yacimientos peninsulares, con los que podemos entender mejor la temporalización que estamos concretando. No extraña así que, incluso en áreas costeras de más
al norte, en sitios claramente fenicios, pero muy relacionados con los asentamientos coloniales andaluces y los de su ámbito de influencia, las fechas para estos hallazgos vuelvan
a documentarse en los mismos periodos, sin alcanzar el siglo V, como sucede en La
Fonteta de Guardamar de Segura, Alicante. Aquí, los cuchillos curvos de hierro se localizaron en las fases II y Vb: es decir, en un periodo comprendido entre los márgenes cronológicos señalados por esos dos horizontes, que se extenderían entre los años 700/650 y
525/500 a.C., respectivamente (Le Meaux y Sánchez, 2007: 324-325, fig. 260, 1).
Esta presencia, claramente documentada en los asentamientos coloniales de Levante,
justificaría también la aparición de estos cuchillos en necrópolis del interior alicantino,
como puede comprobarse en Les Moreres, donde la cronología de su segundo horizonte,
entre 750 y 625 a.C. (González Prats, 2002: 263), donde aparecen estas armas de hierro
demostraría el carácter antiguo de las mismas y el índice arcaizante que su hallazgo
imprime a cualquier contexto. El caso de Cerro Alcalá, en un ambiente si no tartésico,
muy cercano al mismo, abogaría por una fechación temprana, ya que en zonas más alejadas podría explicarse su presencia como fruto de la expansión desde los centros nucleares bajoandaluces, ya en el siglo VI (Mancebo, 2000: 1829).
De los contenidos cerámicos de Tosquillas I, que se recogieron junto a los metálicos
anteriores, o se asociaron claramente a ellos, destacó Negueruela una fuente o cuenco
carenado de borde vuelto, en arcilla clara sin pintar, que merece una pequeña referencia
(fig. 3: 3). Esta fuente carenada, aunque en este caso sea de cerámica clara, es un modelo muy conocido en los repertorios de la cerámica gris a torno protohistórica (Aranegui,
1975; Belén, 1976; Roos, 1982 y Caro, 1989); concretamente, se asimilaría a la forma nº
8 de Roos (1982: 62, fig. 5) y al tipo VI de Belén (1976: 370, fig. 5). Es un modelo formal que también hemos podido estudiar directamente en las estratigrafías del Cerro de la
Mora, en las que tendríamos que relacionarlo con la forma B3.1a.1 (Pachón, 1997: 280,
fig. 55), que estaría presente en las fases III y IV de ese yacimiento, desde la segunda
mitad de la primera de ellas y fechable entre los años 660 a 550 a.C. Esta referencia, si
admitimos que la cerámica gris pudo imitar formas fenicias anteriores, supondría una
cronología para los modelos originales de, al menos, el siglo VII y principios del VI a.C.
Por lo que respecta a los representantes de este típico vaso en vajilla clara, se conocen otras recuperaciones arqueológicas que también deben tenerse en consideración. En
Granada, vuelve a ser el mismo Cerro de la Mora el que aporta ejemplares paralelizables
que, en este yacimiento, ocupan el horizonte estratigráfico correspondiente a Mora IV,
con una cronología que pudo alcanzar el siglo VI a.C. y coincidentes con la forma B4.3a.I
(Pachón Romero, 1997: 308), aportando un arco temporal que muestra evidentes coincidencias con los ejemplares grises y que debe tenerse en consideración. Esta situación
estratigráfica se afianza con la presencia en la fase Mora V de un tipo claramente deri—125—
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vado del anterior, como explicaría la pequeña diferencia de un mayor desarrollo del cuello por encima de la carena, lo que quizás esté mostrando –igualmente– un ejemplar algo
más evolucionado que el de Las Tosquillas.
El segundo caso granadino que se ha citado hace una clara referencia al denominado
tipo B4.3a.III (Pachón, 1987: 383, fig. 113), que podría fecharse como muy tarde en el
siglo V a.C. Pero este último paralelo, por sus características morfológicas, se trataría de
una forma evolucionada de los prototipos anteriores, por lo que estaríamos ante una evidencia contrastada que sería suficiente para justificar en Tosquillas I la fecha que ya le
adjudicara en el siglo VI a.C. I. Negueruela.
En último término, es necesario destacar un vasito cerámico de reducidas dimensiones (fig. 3: 4), del que Negueruela no indica mayor detalle en la publicación a la que nos
estamos remitiendo. Se trataría, en realidad, de un pequeño cuenco en el que es imposible apreciar si su factura coincide con las producciones a mano, aunque el perfil del vaso
también recuerda algunas otras formas propias del barniz rojo. Con independencia de su
pertenencia a uno u otro caso (torneado o no), la presencia de este recipiente –por sí sola–
ayudaría a afianzar una cronología suficientemente antigua, lo que bastaría para no tener
que traerla más acá del siglo VI a.C., tal como propuso su excavador. No obstante, resultaría de interés que abordásemos un análisis más detallado del cuenco, a partir de la hipótesis de que se tratase en realidad de un recipiente de barniz rojo; con ello, intentaríamos
homogeneizar y apoyar una temporalización del conjunto que no fuese posterior a esa
fecha antes indicada. La opción contraria, afín al hecho de que se pudiese tratar de un
ejemplar a mano, lo único que provocaría es empujar la cronología de todo este contenido arqueológico, si aceptamos su carácter de hallazgo cerrado, hacia épocas anteriores,
en el siglo VII a.C., al menos. Posición interesante, pero que separaría esta interpretación
de la que queremos defender, en sintonía con las conclusiones de Negueruela que son las
que nos parecen más acertadas.
Cuencos carenados similares al de Tosquillas I, elaborados en cerámica roja, existen
en el horizonte colonial fenicio. Son vasos en cuyo perfil la carena diferencia nítidamente dos cuerpos: el que se sitúa en la parte inferior es poco profundo, pero el superior
alcanza más desarrollo y suele adquirir un perfil troncocónico, a lo que añade una diferente inclinación de paredes y bordes que son, en unos casos, más lisos y, en otros, engrosados hacia el exterior; los fondos tienen cierta tendencia a ser planos, aunque la inmensa mayoría muestra un ligero realce. En las zonas costeras semitizadas no parece que se
fabricaran estos vasos en cerámica gris, por lo que puede adjudicárseles un claro origen
colonial. Por su forma, también se las ha denominado páteras, debido a que nunca alcanzan una altura de consideración (Curia et al., 1999: 164), estando representadas en yacimientos cuya dinámica económica se orientaba básicamente hacia el hinterland de las
factorías fenicias, como ocurre en Alarcón; lo que, quizás, pueda reflejar un espectro más
cercano al mundo indígena. En esta última localización, la ocupación habitacional nunca
sobrepasó el siglo VI a.C. (Maas-Lindemann, 2003: 217), ya que el sitio debió abando—126—
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narse en un momento no muy avanzado de esta misma centuria. Este hecho permite disponer de un referente temporal, bastante sólido, en el que encajar el cuenco de Cerro
Alcalá, teniendo en cuenta la homogeneidad cronológica que hemos tratado de destacar,
igualmente, en todo el conjunto funerario procedente de Las Tosquillas I.
III.2. Las ánforas orientalizantes de Cerro Alcalá
La secuencia editorial de las dos ánforas pintadas del yacimiento, así como su conocimiento, no responde a una historiografía única, sino a dos entregas distanciadas en el
tiempo (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994; Pachón, Aníbal y Carrasco, 2005), debidas a
la distinta conservación iconográfica de ambos vasos y a las pocas diferencias que en un
principio nos pareció que se daban entre ellas; a todo se unió la moderna, desgraciada y
torpe manipulación de la decoración de la segunda, que acabó dilatando más de lo debido su estudio pormenorizado.
En otro orden de cosas, el análisis de la primera de las ánforas terminó por generar
un patrón formal de la misma (fig. 4: 1) que ha tenido que corregirse, gracias al estudio
posterior del segundo de los recipientes, una revisión que vino a facilitar la lectura más
exacta de la tipología (fig. 4: 3) a la que ambos vasos pertenecen.8 El cambio morfo-interpretativo de aquel ánfora afecta básicamente a la configuración de la boca (fig. 4: 4), concretamente en lo que se refiere a su directa inserción en las paredes del recipiente, pero
sin que ello suponga una transformación profunda del aspecto y perfil general del vaso,9
como puede apreciarse si se comparan el dibujo inicial (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994:
fig. 2) con el de ahora y que mostramos en la figura 4. No obstante, pese al evidente error
que cometimos en aquella primitiva representación gráfica de la sección de su abertura,
podemos seguir adjudicándole una cronología relativamente antigua, que trataremos de
probar con el apoyo de la nueva referencia tipológica, entre otras cosas. De todos modos,
los caracteres morfo-tipológicos se emplearán también para la argumentación cronológica que afecta al resto material del hallazgo: es decir, a su contexto arqueológico.
8
9
Sin tratar de disculparnos, la publicación inicial del ánfora nº 1 de Cerro Alcalá nunca fue todo lo exhaustiva que tendría
que haber sido, impelidos por las necesidades y límites editoriales que se imponían en un trabajo más general que abarcaba otros hallazgos y yacimientos. Pero debemos reconocer, en realidad, que las condiciones de análisis de esta vasija no
fueron las más idóneas, porque tampoco dispusimos del tiempo suficiente para las mediciones adecuadas, salvo en lo que
respecta a su altura y a una serie de fotografías, a partir de las cuales se reprodujo gráficamente el vaso lo más fielmente
que fue posible.
Las diferencias que todavía se observan entre los dos cuerpos de las ánforas son perfectamente asumibles. Desde nuestro
planteamiento, serían un simple reflejo de las producciones artesanas de entonces, sin posibilidad de crear productos exactamente iguales, como los que hoy caracterizan a los fabricados por la industria moderna, salvo que hubiesen usado un
molde en su realización. Sin embargo, es posible –de ser factible un análisis directo del primer ánfora– que el resultado
produjese un perfil aún más estilizado y cercano al de la segunda.
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De todo lo conocido por las publicaciones sobre este yacimiento, lo que podemos
relacionar con los elementos orientalizantes y contextuales de los mismos se centra
mayoritariamente en las ánforas pintadas con grifos, o pseudogrifos,10 que ya hemos estudiado, además de la vasija cerrada y el plato que luego analizaremos y –posiblemente–
en los restos del ajuar funerario que Negueruela había fechado en el siglo VI a.C.
(Negueruela et al., 1990: fig. 5). Estos últimos elementos fúnebres, que hemos vuelto a
recoger gráficamente aquí (fig. 3) y que ya han sido comentados suficientemente, plantean el gran desafío de la posibilidad real de relacionar esas dos últimas cuestiones, el
ajuar funerario y la sexta centuria. En este sentido, la cronología que habíamos señalado
para el primer hallazgo anfórico de Cerro Alcalá abarcaba un arco temporal, cuyo final
situamos en un momento indeterminado del siglo VI a.C. (Pachón, Carrasco y Aníbal,
1994: 241), no creyendo factible la posibilidad de reducir la data hasta el siglo V a.C.
Sin embargo, otros autores sí han reparado –posteriormente– en esta última fecha a
la baja, aludiendo para su apoyo en determinados paralelos cerámicos de clara raíz tipológica (Blánquez, 2003a: 126), que parecen estar en la línea de otras interpretaciones
anteriores semejantes, aunque de diferente origen (Murillo, 1994: 379).11 No obstante,
existe algún otro hallazgo, bastante más reciente, que proporciona datos con los que sustentar la aceptación ánforas de este tipo en fechas anteriores a la quinta centuria. Así, en
La Fonteta se ha documentado, entre las producciones indígenas, algún borde de ánfora
asimilable a los de Cerro Alcalá, conviviendo con ejemplares de hombro marcado, pese
a que no sepamos realmente si el parangón que proponemos lo tuvo redondeado o no.
Esta boca anfórica correspondería a la fase IVb del yacimiento, que se ha datado entre los
años 575 y 550 a.C. (Gallaidrat y Rouillard, 2007: 228, fig. 217, 2 ) y, aunque sus descubridores hablen de una atribución tipológica imprecisa, debe tratarse de una forma análoga a las que estudiamos.
Pese a todas las argumentaciones anteriores, somos conscientes de que existe una
dificultad esencial para fechar el tipo de elementos cerámicos que analizamos: la falta de
asociación material contextualizada, junto con la ausencia de referencias cronológicas
más fiables. Si no existieran tales deficiencias, seríamos capaces de alejarnos por completo de meras consideraciones morfométricas, que siempre resultan problemáticas de
aceptar; más aún, sin el necesario análisis de distribución territorial para los diferentes
vasos, encuadrados temporalmente en sus respectivos ámbitos comarcales, que aún resta
por hacer. De todos modos, en consideración a lo que ha venido siendo habitual, tampo-
10 Recientemente se ha apuntado cómo la representación pintada de este ánfora reflejaría en realidad animales derivados de
los grifos (Le Meaux, 2003: 187, fig. 14), lo que podría sugerir una datación más tardía y alejada de los posibles modelos ortodoxos.
11 J. Blánquez, no obstante, también defendía, poco antes de ese referencia, la segunda mitad del siglo VI a.C. para el conjunto de Cabra, donde encontramos un ánfora en gran medida equiparable a las de Cerro Alcalá (Blánquez, 2003b: 217).
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co querernos rechazar un acercamiento morfológico, del que trataremos de obtener algunas conclusiones útiles, aunque no podamos asentarlas de manera definitiva.
Desde unos parámetros estrictamente formales, el ánfora de Alcalá se puede caracterizar por la evidente ausencia del hombro marcado propio de las ánforas fenicias, o de
raigambre fenicia. En su lugar se observa un galbo redondeado, cuya presencia suaviza
la línea carenada que había perfilado la forma del prototipo de los siglos VIII/VII a.C. La
ausencia de esa fuerte inflexión del hombro provoca la aparición de unas asas que, al perder tan clara referencia en la que fijarse, parecen tender a un general acercamiento hacia
el borde. Aquellas ánforas de hombro carenado se conocen perfectamente en todos los
ambientes coloniales fenicios del mediodía peninsular, conformando el conocido tipo AI
(Maas-Lindemann, 2003: 206-207), presente tanto en Toscanos (Maas-Lindemann, 1986:
228 y 234, fig. 1: 12) como en muchos otros sitios del mismo ámbito cultural. Igualmente, se conjugarían o derivarían hacia formas también carenadas, pero no ya propias
de las ánforas comerciales, sino de la cerámica fina en barniz rojo o pintada (MaasLindemann, 1986: 235, fig. 2: 13), desde inicios del siglo VII, hasta los últimos tipos lisos
que, en el siglo VI a.C. proporcionan perfiles anfóricos de aspecto triangular y fondos
puntiagudos (Maas Lindemann, 1986: fig. 2: 14), muy diferenciables.12
Este panorama dibuja un amplio espectro cronológico sobre la base de la perduración
de las ánforas de hombro marcado, pero quizás no asegure una filiación mucho más tardía de los tipos industriales de hombro redondeado, al menos para los orígenes de estas
formas. Por un lado, estamos en condiciones de asegurar que en los ambientes fenicios,
en este tipo de ánforas, la carena sigue apareciendo en aquellos ejemplares que pueden
todavía fecharse en el siglo VI a.C., como ocurre en Guadalhorce hasta mediados de la
sexta centuria (Curia et al., 1999: 181), ejemplificando algo que parece habitual en otros
muchos centros del Mediterráneo (Ramón, 1995: 281). Desde ese momento, la evolución
parece desenvolverse hacia formas con fuerte curvatura por debajo de la carena, e importante abombamiento de la panza, en modelos que se fechan en ese mismo siglo VI, pero
también en el V a.C. (Maass-Lindemann, 2002: 207). Se trataría de un proceso evolutivo
que parece haber ido acompañado de la suavización de la carena, hasta la total desaparición de los ejemplares carenados, ante la imposición exclusiva de los representantes de
hombros redondeados.
Tampoco podría articularse razonablemente una secuencia exclusiva de desarrollo tal
como se acaba de exponer, porque también hay constancia en otros sitios del Mediterráneo de la existencia –en ambientes antiguos– de ánforas con hombros redondeados,
12 Un estudio general sobre las ánforas fenicias y púnicas puede seguirse en Ramón (1995) y, respecto a la cronología de las
mismas, puede consultarse también las referencias generales a las ánforas del yacimiento fenicio de la Fonteta (Gailledrat
y Rouillard, 2007: 229-230).
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que se separan claramente de aquellos casos que lo presentan marcados. Esto ocurre en
hallazgos funerarios centromediterráneos, en la actual isla napolitana de Ischia
(Pithekoussai), correspondiente a ciertos ajuares de la necrópolis de S. Montano (Buchner, 1982: Abb. 5), en los que se documentan ánforas cuyas bocas incluso recuerdan la
versión gráfica inicial del primer caso de Cerro Alcalá, pero que tendríamos que fechar
como muy tarde en el siglo VII a.C. La importancia de este hallazgo insular podría, incluso, evidenciar la existencia de una evolución separada de las ánforas de hombro redondeado frente a las de hombro marcado, por lo que no sería necesario aceptar un desarrollo único de las dos formas. Desgraciadamente, el vacío que todavía ofrecen los hallazgos peninsulares no favorece aún una más segura justificación de la hipótesis.
Si nos separamos de los focos fenicios, centrándonos en los ambientes indígenas de
la Península Ibérica, y atendiendo a la primera de aquellas dos posibilidades evolutivas,
cabría admitir un desarrollo desde los hombros marcados en un proceso similar al señalado, con el añadido de las variaciones que pudieron introducir las producciones anfóricas locales del interior, más o menos alejadas de los centros artesanales costeros. En este
sentido, si comparamos las ánforas de Cerro Alcalá con algunos de los modelos tardíos
que hemos señalado, comprobamos cómo solo presentan el elemento común de la suavidad de su hombro sin carena, porque ni la panza, ni el estrangulamiento bajo ese hombro, ofrecen un sesgo tan acusado13 como para pensar que estemos en el siglo V, sino más
bien en el VI a.C. Si es que hemos de atender, necesariamente, a alguno de los procesos
evolutivos que se han apuntado para el ámbito fenicio.
En los mismos ambientes indígenas del interior sabemos que también se fabricaron
ánforas de hombro marcado, como ocurrió en Andalucía Oriental, en hornos como el
excavado en el Cerro de los Infantes de Pinos Puente, Granada (Contreras, Carrión y
Jabaloy, 1983); aunque la época de su funcionamiento no parece poder llevarse más acá
del siglo VI a.C.,14 con unas ánforas que recuerdan siempre los modelos de hombro marcado. Esa fecha podría haber funcionado como un auténtico terminus post quem para
determinar el abandono de los modelos anfóricos de hombro carenado y su sustitución, o
mantenimiento de los redondeados. Pero la importante labor productiva autóctona tampoco debe exagerarse para nuestro propósito, ya que los mecanismos evolutivos anfóricos no tendrían por qué centrarse, en exclusividad, en la dinámica de un taller alfarero
13 Pueden confrontarse los perfiles de las dos ánforas de Cerro Alcalá con algunas de las procedentes de la necrópolis de
Tútugi, Galera (Vico, 1999: fig. 210), también pintadas. Las diferencias más pronunciada en éstas, tanto en la panza como
en el estrangulamiento que la separa del hombro, así como las bises, creemos que distanciarían suficientemente las producciones del siglo VI a.C. con las del V.
14 Este horno se corresponde con el nivel XI del corte 23, excavado en este yacimiento y perteneciente al denominado horizonte Proto-Ibérico (Cerro de los Infantes V), que recibe un marco cronológico muy amplio entre el siglo VIII y el 600
a.C.; periodo del que aquel estrato sería su último nivel (Mendoza et al., 1991; Molina et al., 1983: 696-697). Es decir,
anterior al siglo VI a.C.
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que parece tener un tiempo de amortización relativamente corto, como dejan en evidencia algunas estratigrafías granadinas.
Podemos destacar, así de nuevo, el Cerro de la Mora, donde hemos investigado personalmente cómo los hombros marcados, aunque alcancen el siglo VI, acaban coexistiendo en ese mismo siglo con ánforas de hombros redondeados no demasiado diferentes
de los perfiles de Cerro Alcalá. Nos referimos al horizonte IV de aquel yacimiento
(Carrasco, Pastor y Pachón, 1982), que explicaría en Granada lo factible de aquella convivencia y cronología para las producciones lisas. Esto abre también la posibilidad de que
pudiera haberse dado un proceso parecido para las cerámicas pintadas, a tenor de las evidentes similitudes formales que se establecen entre conocidas producciones ilustradas de
Galera15 y otras cerámicas lisas de la Mora, que podrían responder a circunstancias evolutivas parecidas.
Para el interior de la provincia de Granada, un todavía reciente estudio sobre ánforas (Adroher y López, 2000) ha puesto en evidencia la evolución y cronología que regulaba su producción entre los ambientes fenicios, ibéricos y púnicos, a partir de la documentación extraída de las estratigrafías de hábitats conocidos, junto a otros hallazgos
superficiales menos contextualizados. En este sentido, la pérdida de los hombros marcados es aceptada en horizontes temporales que tampoco contradicen las indicaciones que
ya se han hecho en los anteriores trabajos sobre el ejemplar de Cerro Alcalá. Pero aquellos autores llegan a reconocer que, ya incluso a finales del siglo VII a.C., las carenas
prácticamente habían desaparecido, reafirmando lo que nosotros mismos habíamos establecido parcialmente para la secuencia de Cerro de la Mora, desde su fase IV, en la que
es patente la presencia de ánforas sin carenación (Pachón, 1997: fig. 183: 93) que acabarán consolidándose en Mora V, ya en el siglo VI a.C. (Carrasco, Pastor y Pachón,
1981: fig. 10).
El planteamiento que se acaba de resaltar responde al apoyo que algunos de esos mismos investigadores ha encontrado en análisis directos de otros yacimientos, al señalar
ánforas lisas sin carenación durante el mismo siglo VI a.C. dentro de la provincia de
Granada, en el asentamiento de Canto Tortoso, muy cerca ya de la frontera provincial con
Jaén (González, Adroher y López, 1996: fig. 6-8 y 10); por lo que, en esos territorios aledaños, puede aceptarse un proceso de desarrollo para estos vasos semejante al que intuimos en el sector granadino. Es más, este último asentamiento citado se localiza junto a
una de las vías de comunicación más importantes de la zona, relacionando las altiplanicies granadinas y las tierras del Alto Guadalquivir, a través del curso del río Guadiana
Menor. El yacimiento ha aportado una sorprendente abundancia de ánforas, que demos-
15 Estas vasijas pintadas con motivos figurados de Galera han sido objeto reciente de estudio y se corresponden con las ánforas halladas en la tumba nº 34 de la necrópolis que, por su asociación a vasos griegos, se han fechado en el siglo V a.C.
(Pereira et al., 2004: 104-105, figs. 38-41).
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traría su función comercial en la distribución de estos recipientes cerámicos y, fundamentalmente, de sus contenidos. Desde un punto de vista de la interpretación arqueológica, Jaén disponía desde el cauce del citado río, afluente del Guadalquivir, de un camino por el que se intercambiaron productos asimilables a las ánforas de Cerro Alcalá. Solo
en lo que respecta a las formas cerámicas, porque, en cuanto a las decoraciones figurativas, todavía no las conocemos con claridad en el espacio granadino.16
Junto con ello, tampoco deberíamos olvidar las configuraciones que acabarán teniendo los bordes de estas ánforas. En el caso de Cerro Alcalá, el tipo que conocemos desde
la publicación del primero de sus ejemplares, podría haber derivado posiblemente de la
forma fenicia AIb; un modelo que, según la taxonomía propuesta para Toscanos, agruparía bocas con la parte externa del borde curvado en forma cóncava (Maass-Lindemann,
1982: 62). Aunque el borde ligeramente erróneo que dimos a conocer en aquella primera publicación parecería incluso más evolucionado, siempre que nos olvidemos de los
referentes citados de Ischia, al presentar un reborde exterior engrosado (Pachón, Carrasco
y Aníbal, 1994: fig. 2), lo que volvería a aludir a momentos más tardíos que los prototipos coloniales peninsulares. Pese a todo, las peculiaridades de su decoración pintada nos
inclinaron a aceptar, con las lógicas reservas, una situación que todavía podemos admitir
en una fecha amplia entre los siglos VII/VI a.C., apoyados en los paralelos entonces existentes, básicamente los que se encontraron estratificados en Montemolín (Chaves y de la
Bandera, 1983 y l993; De la Bandera et al., 1995), incluso con las diferencias formales
fundamentales y evidentes entre los soportes cerámicos cotejados (Pachón y Aníbal,
1999: 22, tabla).
IV. INVENTARIO DE LAS ÁNFORAS Y DE SU CONTEXTO INMEDIATO
IV.1. Ánfora 1 (fig. 4-5)17
Ánfora ovoide de fondo apuntado, el hombro redondeado con cuello de cierta tendencia recta, mientras la boca es redondeada al interior. Su aspecto general recuerda bastante a las ánforas de hombro marcado y borde almendrado. Ofrece, además, un par de
asas verticales, enfrentadas y dispuestas sobre los hombros. Las dimensiones son: altura,
68 cm; Ø de la boca, 13 cm; Ø máximo del cuerpo, 39,2 cm.
16 Suponen una excepción, para este vacío iconográfico, el posible caso que publicamos de Pinos Puente (Pachón, Carrasco
y Aníbal,1994: 223-225, fig. 4), los conocidos vasos de Galera (ver nota 5) y las ánforas pintadas de la tumba de la Dama
de Baza (Presedo, 1973: fig. 2) que creemos, francamente, que solo son un apéndice tardío del fenómeno que analizarnos.
17 Aunque la descripción de esta vasija ya se ha hecho en otras ocasiones, volvemos a recogerla aquí para una mejor contrastación con la segunda de las ánforas. No obstante hemos de indicar que reproducimos la descripción inicial, correspondiente a su primera publicación, por lo que no se ha corregido la configuración más correcta de la zona del borde que
habrá de coincidir con la que acompaña a IV.2.
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Fig. 4.- Cerro Alcalá. Dibujos arqueológicos del ánfora 1 (1 y 3) flanqueando su imagen fotográfica (2),
junto al detalle ampliado del borde (4). Dibujos de C. Aníbal.
Fig. 5.- Cerro Alcalá. Secuencia fotográfica de la franja decorativa del ánfora 1: primer grifo sin cabeza (izquierda),
grifo principal y cabeza aislada del tercero.
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La pasta es de color anaranjado, con presencia de desengrasante de grosor medio en
el que se aprecian granos arenosos, micáceos, calizos y quizás esquistosos. No se observa un tratamiento especial de las superficies, aunque es de suponer que estuvieran alisarían. Su coloración es semejante a la de la pasta.
La decoración se desarrolla en un área que cubre las tres cuartas partes de la superficie del vaso, utilizándose al menos tres colores: rojo, negro y naranja. Todos los campos decorativos están enmarcados por líneas horizontales paralelas de color negro; los
campos superior e inferior desarrollan unos motivos estrictamente geométricos, siendo
más complejo el superior, que queda fijado en la zona del hombro del ánfora: se trata de
una serie de líneas rojas en grupos de al menos cuatro unidades y que sirven para delimitar, en el centro, una faja decorativa con alternancia de líneas paralelas y oblicuas rojas.
En la parte inferior, debajo del campo figurativo, se aprecia al menos otro grupo de líneas rojas horizontales y paralelas.
En la zona central de la vasija, llegando a ocupar algo más de la mitad de la superficie del recipiente, se desarrolla la decoración propiamente figurada. En ella, se observan
con muy diferente conservación hasta tres grifos (?) que caminan hacia la izquierda.
Todos llevan las alas extendidas verticalmente, mientras sus colas se levantan haciendo
un bucle. Entre ellos y la línea pintada que los delimita por arriba, aparece una serie de
triángulos invertidos distribuidos irregularmente alrededor del vaso, observándose en los
casos mejor conservados su composición doble, mediante líneas negras que definen un
triángulo menor e interior pintado en naranja. Todo el dibujo de la escena se realizó con
líneas negras.
Se constata un claro horror al vacío, pues entre los grifos, y alrededor de sus rabos,
se desarrolla una importante y variada decoración geométrica menuda, en la que destacan los elementos redondeados, con el fondo coloreado de naranja. También existe otro
motivo diferente entre los animales, es un elemento fusiforme, rematado con otra forma
redondeada, y que se rellena con trazos horizontales paralelos y dispuestos a distintas
alturas, con los que se llega a conformar una serie de campos menores que conservan, en
algún caso, restos de pintura anaranjada. Pero la necesidad de rellenar los espacios vacíos se aprecia incluso dentro del cuerpo de los propios animales; así, las alas aparecen
también excesivamente compartimentadas, como queriendo realzar el plumaje de estas
extremidades. Igualmente, en los lomos y cuellos de los grifos encontramos espacios rectangulares, a veces segmentos de círculo, además de rayas horizontales, todo en negro,
que remarcan nuevas zonas menores que también se pintaron con color naranja.
Sin que haya dudas sobre la presencia de los tres animales, existen leves diferencias
formales entre ellos, sobre todo en lo que respecta a las alas de los mejor conservados;
pues mientras en uno de ellos éstas arrancan de las patas delanteras y del hombro del animal, en el otro parecen hacerlo desde una zona algo más retrasada. De cualquier modo,
estas diferencias, y otras menos relevantes, pudieron ser recursos artísticos para evitar la
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monotonía de un tema procesional como éste, siempre que no se tratara sencillamente de
la falta de experiencia del propio pintor.
Pese a que el aspecto general de los animales nos incline, en un principio, hacia su
interpretación como grifos, la representación del rabo con el bucle es parecido a la de la
esfinge del vaso que publicamos de Mengíbar (Pachón y Carrasco, 2005: gráf. 7), por lo
que no debe descartarse la posibilidad de que también se trate de un ser semejante, aunque en el caso que ahora estudiamos no encontramos la mixtura antropo-zoomorfa que
allí veíamos, resultado posiblemente de una producción alfarera más tardía.
IV.2. Ánfora 2 (fig. 6-7)
Vasija cerrada, fragmentada, reconstruida y con la típica forma de ánfora18 como el
caso anterior, de tendencia ovoide, el fondo apuntado y todo el tercio inferior del cuerpo
más ancho, para acabar mostrando un perfil genérico trapezoidal. El hombro, sin carena,
conforma un perfil redondeado, pero sigue guardando una indudable conexión con las
tradicionales formas de hombro marcado, así como con sus habituales bocas y bordes
almendrados, aunque en este caso solo nos encontramos ante un modelo cercano, claramente relacionado. Sus elementos de soporte, las asas, son de sección circular, están
enfrentadas y dispuestas verticalmente sobre el hombro, marcando –la posición de su
arranque inferior– el desarrollo del cuerpo y el inicio del área pintada central; en esta
parte, el rollo de cada asidero se bifurca para buscar un apoyo doble más seguro sobre la
superficie.19 Las dimensiones del recipiente responden a las siguientes magnitudes: altura, 68 cm; Ø de la boca, 13,37 cm; Ø máximo del cuerpo, 36,58 cm.20
Las peculiaridades de la pasta son como las destacadas en la primera de las ánforas.
Color anaranjado, desgrasante de volumen medio a grueso, visible al exterior en ocasiones y composición arenosa, micácea, caliza y otras de color negruzco que pudieran ser de
esquisto. La superficie, aunque está excesivamente lavada, deja entrever restos irregula-
18 De esta ánfora solo se conocía la mínima referencia que habíamos publicado directamente y que se significó literalmente, del siguiente modo (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: 214, fíg. 9): “Hay un ejemplar de ánfora gemela a la Al, con
decoración casi idéntica de animales alados. Tanto los caracteres técnicos de la arcilla, como las dimensiones y coloraciones son semejantes, lo que junto al lamentable estado de conservación nos ha decidido a no dibujarla, ni describirla con
exhaustividad. Por ello, solo documentamos su existencia y la incluimos en la tabla tipológica de la figura 9”.
19 Si atendemos a la radiografía practicada al ánfora de Cabra, las asas se constituyeron interiormente con dos rollos de arcilla, recubiertos de pasta hasta conseguir el acabado buscado (Blánquez, 2003a: 82, fig. 1). Es más que probable que el
indicio con una doble bifurcación, de la zona inferior de las asas de Cerro Alcalá, indiquen la misma elaboración y, posiblemente, idéntico taller alfarero.
20 Como se aprecia en las figuras 4 y 5, las dimensiones de las dos ánforas son muy similares: la altura es la misma, el diámetro de la boca es 0,37 cm menor para el ánfora 1, mientras que el diámetro máximo es 2,62 cm superior en el segundo
de los ejemplares.
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Fig. 6.- Cerro Alcalá. Fotografía y dibujo arqueológico del ánfora 2. Dibujo de C. Aníbal.
Fig. 7.- Cerro Alcalá. Desarrollo de la
faja decorativa del ánfora 2 en su
estado actual (arriba) e interpretación
de los autores (abajo).
Dibujos de C. Aníbal.
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res de tratamiento alisado, mostrando áreas mejor preservadas donde la coloración es
ocre claro, mientras en otras se aprecia el naranja interior de la pasta.
La superficie aún conserva, además, restos importantes de decoración pintada figurativa. Como en el caso anterior, el motivo central de la ornamentación se extiende por
su parte más ancha, entre la zona inmediatamente inferior al hombro, desde la base de las
asas hasta el final del área media del vaso, justo cuando su perfil inflexiona para buscar
el fondo. La banda figurativa se delimita, a modo de una gran viñeta corrida, con algunas líneas pintadas paralelas que no se han conservado, salvo la huella en negativo por
donde discurrieron, tanto encima como por debajo de aquella. Arriba, las huellas son más
complejas y debieron formar un motivo decorativo repetitivo de triángulos, o líneas paralelas entrecruzadas rojizas que, al observarlas parcialmente, pueden sugerir aquellos
triángulos, como también aparecen en la composición decorativa del otro gran vaso de
Cerro Alcalá.
En cuanto al motivo pintado principal (fig. 7), se trata de una agrupación procesional
con tres animales alados de perfil que marchan hacia la izquierda, dispuestos del modo
habitual, alas extendidas verticalmente, patas del flanco derecho hacia delante, cola
levantada y doblada sobre sí misma para formar un bucle y adquiriendo una configuración general muy similar en los tres individuos representados. Las diferencias apreciables
hoy día entre los animales son mínimas, centrándose básicamente en la diferente proporción longitudinal de los cuerpos, así como en los elementos textiles que adornan sus
lomos y cuartos traseros (gualdrapas):21 las primeras rectangulares y las segundas triangulares. Las cabezas son también distintas a las que conocíamos en el ánfora nº 1, que
parecían evocar ciervas mochas,22 mientras que aquí, apoyándonos en la reconstrucción
que hemos tenido que hacer, recordarían más las testas de aves rapaces propias de las
águilas, algo que normativamente estarían reflejando mejor las representaciones de
auténticos grifos.
Los intervalos espaciales entre animales tampoco quedaron vacíos, sino que se rellenaron con los habituales elementos redondeados que aparecían en el vaso anterior. Su disposición sigue un programa estético, conformando alineamientos curvos paralelos a las
patas y cuartos traseros de los animales, pero completados con algunos otros elementos
más sueltos que se distribuyen irregularmente por los espacios restantes. Entre las patas
traseras y delanteras de las representaciones zoomorfas se desarrollaron diversos motivos
decorativos que en los dos casos de la derecha quizás podamos identificar, más o menos
conservados, con sendas flores de loto, mientras el tercero ofrece una forma fusiforme
que también conocíamos en el primer ánfora y es posible identificar con un capullo floral de la misma especie, realizado con mayor o menor realismo. Una segunda forma fusi-
21 Según la definición de la RAE, cobertura larga, de seda o lana, que cubre y adorna las ancas de la mula o caballo.
22 En la publicación original de esta pieza indicamos con dudas que podría tratarse de un grifo (Pachón Carrasco y Aníbal,
1994: 214).
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forme separa la cabeza del animal de la derecha del que la precede, a la altura de la garganta de aquel; mientras los restos de un tercero, si no son los de otra flor abierta, se
colocó entre las patas traseras del animal central de la composición. En la parte superior
de la franja decorativa encontramos también los característicos triángulos, dispuestos
irregularmente, de los que se han conservado dos y el arranque de un tercero.
Peor aún es el estado de conservación de los trazos que delimitan toda la figuración,
pero que es visible parcialmente por haberse hecho mediante un contorneado en color
negro. Cuando esos trazos presentan una disposición paralela, muestran una ligera separación que se muestra como un relleno blancuzco, pero que más parece debido a que
quedó en reserva, lo que –a la vista– hace aflorar el color más apagado de la superficie
cerámica. Mientras, los espacios mayores, que quedan delimitados por esos mismos trazos, se cubrieron con pintura roja, posiblemente de almagra.
El criterio de interpretación, en la representación ideal de los motivos de la vasija, ha
seguido lo más fielmente posible lo poco que aún se conserva de la pintura original o, en
su defecto, de la huella que la misma ha dejado al desaparecer. En este ánfora se observa cómo alguno de los poseedores contemporáneos de la misma ha reseguido con rotulador negro, al igual que se señala en su registro decorativo (fig. 7: arriba), la parte de las
líneas que eran de difícil visión, encontrando en esto, al realizar el dibujo que se presenta, gran dificultad en reponer el trazado que interpretamos como más cercano al estilo de
estos vasos (fig. 7: abajo). Por ello, en nuestra interpretación sobre papel, nos hemos
basado en los caracteres estilísticos de los temas de las representaciones ya conocidas y
publicadas en la primera de las ánforas y en los del conjunto conservado en el Museo de
Cabra (Blánquez, 2003a: fig. 21), considerando en el análisis de los estilos, que pudieran
atribuirse los tres recipientes anfóricos a la misma mano o, al menos, a producciones del
mismo taller artesano, en vista de sus innegables semejanzas.
En esta segunda ánfora de Cerro Alcalá, las cabezas de los animales, que seguramente debieron ser grifos, también habían sido repintadas con un criterio poco adecuado
a las formas prototípicas de estos seres (fig. 7: arriba); concretamente, en dos de ellos,
faltando por completo la del tercero. Se les ha dado, libremente y siguiendo la posición
que al parecer tenían, una forma más cercana a la de la rapaz que correspondería a la testuz de tales grifos. Respecto a las patas, se ha continuado en lo posible con la adecuación
de las mismas a la estilización observada en ejemplares semejantes. El mismo criterio se
ha empleado para otros elementos, como las gualdrapas de los grifos o aquellos otros que
llenan los espacios del campo figurativo: gotas, círculos, triángulos y elementos florales.
Las bandas del hombro de la vasija, y las del cuerpo inferior, se han trazado sobre la base
de los restos que todavía se pueden apreciar, con el apoyo imprescindible –para su interpretación– de las ánforas anteriormente señaladas.
Tras este detallado estudio e interpretación, creemos haber comprobado cómo el
dibujo tendría, originariamente, pintadas en negro de humo las líneas de los perfiles y en
rojo de almagra las zonas de relleno, que generalmente, aunque no siempre, siguen cier—138—
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tos criterios de aplicación alternativa. En el primer dibujo del registro central del ánfora
(fig. 7: arriba) se han marcado en negro las líneas que se repintaron sobre la vasija, dejando en un tono sepia las de las huellas que se conservan de las originales perdidas.
También se ha señalado el color de las zonas en las que, con dificultad, se pueden percibir los restos de la pintura roja perdida.
IV.3. Vasija globular de cuello troncocónico exvasado (fig. 8)
Se trata de un vaso de perfil globular, también está fragmentado y reconstruido por
completo. El cuello tiene forma troncocónica abierta, mientras que el fondo es rehundido, sin presentar ningún ruedo de asiento, mientras que el borde acaba siendo plano con
el labio redondeado al exterior, exvasado. En la zona de separación entre el cuello y el
cuerpo aparece un resalte cilíndrico, conformando un auténtico baquetón de perfil rectangular que refuerza esta zona, dotándola de mayor seguridad ante posibles roturas. Ese
resalte quizás indique las pautas de fabricación de la vasija, en la que cuerpo y cuello fuesen elementos elaborados independientemente, pero unidos a posteriori, quedando ese
baquetón como recuerdo de la zona de unión y como dispositivo de ocultación de la
misma. Las dimensiones son: altura, 33 cm; Ø exterior de la boca, 22,47 cm; Ø interior
de la boca, 18,59 cm; Ø del asiento, ll,56 cm.
La arcilla utilizada es de coloración ocre anaranjada al interior y ocre claro al exterior, con desgrasante medio arenoso, calizo y micáceo, junto a pequeñas inclusiones
negruzcas. La superficie está finamente alisada, alcanzando una textura en ocasiones
acharolada. No quedan evidencias muy claras de que haya tenido alguna decoración pintada policroma, aunque en partes del hombro y en el arranque del cuello se adivinan restos de estrechas líneas paralelas en tono rojizo.23 Las líneas a que nos referimos se aprecian en la fotografía que acompaña el alzado del vaso (fig. 7), aunque el color de la reproducción que adjuntamos ofrece un tono escesivamente oscuro.
IV.4. Plato o fuente de perfil estrangulado y fondo realzado (fig. 9)
Vaso abierto con forma de fuente honda y borde casi horizontal, aunque levemente
inclinado al interior y vuelto. El borde presenta al interior una inflexión que lo divide en
dos, ofreciendo una diferente inclinación que culmina en un fuerte escalón que enlaza con
23 Las líneas a que nos referimos se aprecian en la fotografía que acompaña el alzado del vaso (fig. 7), aunque el color de la
reproducción que adjuntamos ofrece un tono escesivamente oscuro.
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Fig. 8.- Cerro Alcalá. Contexto de las ánforas orientalizantes (1): vaso ovoide.
el fondo cóncavo del recipiente. Exteriormente, el borde resulta claramente independizado respecto del resto del vaso, gracias a la presencia de otra acusada inflexión sin arista,
desde la que la superficie se convexa formando el cuerpo principal de la vasija. El fondo,
que se dispuso sin ruedo de asiento, forma una arista acusada que sirve de apoyo basal,
a partir de la cual se realza, para formar un área central ligeramente rehundida. Las
dimensiones son: altura, 6,5 cm; Ø exterior del borde 24,57 cm; Ø del fondo, 8,57 cm;
anchura de borde 2,6 cm.
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Fig. 9.- Cerro Alcalá. Contexto de las ánforas orientalizantes (2): fuente de labio quebrado.
La pasta es de color ocre rojizo, el desgrasante de tamaño medio, conformado con
granos de arena, cal, mica y esquisto. La superficie no se diferencia demasiado del cromatismo de la pasta, aunque en un color algo más claro, ofrece un tratamiento bien alisado, pero sin muestra evidente de alguna decoración pintada o engobada, que en el estado de conservación del plato tampoco podría descartarse.
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V. SIGNIFICACIÓN DEL AJUAR ORIENTALIZANTE
La hipótesis de trabajo que defendemos estriba en la idea de que las dos ánforas,
junto al vaso globular y la fuente conformaron una única recuperación arqueológica procedente del mismo hallazgo cerrado, por lo que es factible que pudieron tener un carácter probablemente funerario, ya que ninguna de las referencias disponibles sobre su origen alude a su aparición en el área de hábitat del yacimiento. La procedencia global del
mismo hallazgo solo podría atestiguarse si fuésemos capaces de argumentar para todos
sus componentes una cronología confluyente, con lo que el planteamiento de partida tendría suficientes visos de realidad.
Pero abordar un estudio monográfico de todos los elementos cerámicos, que compusieron la posible tumba orientalizante de Cerro Alcalá, también permite aportar importantes elementos de juicio a este debate. Algo que sería muy problemático, si solo dispusiéramos de hallazgos aislados, como el que representó en su momento la publicación de
la primera de las ánforas, aún a pesar de la existencia de su pareja. Sin embargo, el gran
inconveniente que sigue gravitando sobre estos hallazgos es el hecho de que, en realidad,
pudiésemos estar ante una colección arqueológica artificial creada intencionadamente
con la agregación indiscriminada de una serie de elementos procedentes del mercado de
antigüedades. Una posibilidad que, sin poderla desechar absolutamente, conduce a la
necesidad de analizar todos los componentes de este conjunto y articular vínculos de relación capaces de mostrar una asociación cultural y cronológica coherente. Desde este
punto de vista, antes de iniciar cualquier razonamiento interpretativo, no dudamos de que
existe una única procedencia en lo que respecta, al menos, a las dos ánforas. En ellas
encontramos similitudes iconográficas, tipológicas y tecnológicas evidentes, hasta el
punto de que pueden encajar –sin ningún tipo de forzamiento– con las peculiaridades que
se reúnen en una recuperación común.24
En lo relativo a la tipología, ya hemos indagado suficientemente en lo que se refiere
a la forma de las ánforas, por lo que no tendríamos que volver sobre ello. No obstante, sí
debemos asegurar las evidentes similitudes que los ejemplares de Cerro Alcalá tienen con
el ánfora del Museo de Cabra, tanto en el aspecto como en las proporciones; a pesar de
que el dibujo que hemos cotejado (Blánquez, 2003a: fig. 21) podría distanciarla de las
giennenses, al haberse representado por su perfil que más acusa la concavidad de su pared
bajo las asas, cosa que no es tan clara en las ánforas de Cerro Alcalá. Pero, pese a todo,
somos conscientes de que se trata de un detalle que no debería exagerarse, dadas las irre-
24 Pueden recordarse ciertas asociaciones en las que se han repetido algunos de los vasos recuperados, tanto en tumbas ibéricas más tardías: Galera (Cabré y Motos, 1920: lám. XV) o Baza (Presedo, 1973: fig. 2 y 4), como en poblados orientalizantes, donde posiblemente haya que admitir la existencia de santuarios urbanos orientalizantes: Montemolín (Chaves et
al., 2000) y, quizás, Carmona. (Belén et al., 2000). Sobre los santuarios urbanos y su evolución puede analizarse (Moneo
y Almagro-Gorbea, 1998).
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gularidades del producto alfarero final y que cabe achacar a la dificultosa confección de
un recipiente tan grande que, según los análisis radiográficos25 del ejemplar cordobés, se
hizo en tres partes independientes, preparadas por separado y que finalmente se unieron,
antes de introducirlo en el horno. Entendemos, así, que muchas veces los detalles que
analizamos con un interés científico no son más que los evidentes efectos de la impericia
del alfarero, valorando como aspectos formales característicos unos acabados que solo
debieron ser defectos achacables a su torpeza manual. En el intento por salvar esas dificultades, estimamos que las dos ánforas de Cerro Alcalá y una tercera, de Cabra, forman
parte de una producción en la que el artífice cerámico fue el mismo, que pueden responder al fruto del trabajo de un mismo taller, o incluso de dos alfarerías diferentes, pero muy
cercanas en lo productivo y en la geografía. Una circunstancia que, también, parecen evidenciar los elementos pintados decorativos que ostentan sus superficies.
Las otras formas, que pudieron incluirse en la misma tumba de las que proceden las
ánforas de Cerro Alcalá, requieren un estudio suficientemente pormenorizado. La urna
globular, en primer lugar, remite a tipologías que son muy recurrentes en contextos funerarios orientalizantes de distintos momentos y diferentes lugares. Por lo que ha venido
siendo habitual adoptar para ellas cronologías ciertamente distantes, que en ocasiones
confunden las interpretaciones arqueológicas. A ello, quizás haya contribuido también el
que los estudios globales de las vajillas prerromanas de la Península y Andalucía no son
muy abundantes, constituyendo un inconveniente para una sistemática clara de estas producciones. No obstante, estamos en condiciones de poder considerar algunos de esos análisis en los que se apuntan datos de cierto valor interpretativo, útiles para los objetivos
analíticos que perseguimos.
Sin un interés rigurosamente cronológico en esta búsqueda, el primero de esos estudios (July, 1975) constituye una aportación antigua, muy genérica en lo espacial y en lo
temporal, aunque de gran interés a pesar de su lamentable olvido. En él, su autor destacó
la importancia de la forma cerámica “chardón” en la Península, retomándola de una referencia anterior (Cintas, 1970: tipo Al), así como la de sus formas evolucionadas (Jully,
1975: fig. 10 ss.). Este tipo de vasija se parece a la nuestra en cuanto a la configuración
general de su cuerpo ovoide, cuello con perfil troncocónico invertido y tendencia a exvasarse. Pero hemos de dejar claro que el vaso globular de Cerro Alcalá no es exactamente
como el prototipo chardón, aunque sí debe estar relacionado de alguna manera con el
mismo. Del chardón derivaron otros muchos vasos con cuellos de muy distinto desarrollo longitudinal, como ocurre con algunos casos pintados de Toya (Pereira, 1979: tipos 4
25 Esa misma radiografía de la pieza muestra el diferente perfil a un lado y otro de las asas. A la derecha con la inflexión
señalada, a la izquierda con el abombamiento característico de los ejemplares de Cerro Alcalá (Blánquez, 2003a: 105, fig.
1 y 22,), lo que viene determinado por la contingencia espacial en la que se obtenga la muestra de la pared para el dibujo
arqueológico. Pese a tan notoria irregularidad, esa es la que se toma como referencia para la descripción del vaso, en la
que se acaba señalando un «cuerpo en forma de elipse ligeramente estrangulado hacia la mitad» (Blánquez, 2003a: 104).
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y 5,304-308), que en sus formas más definidas conformarán más tarde el denominado
grupo II.2.B.a.1 (Belén y Pereira, 1985: 313-316, fig. 4). Esto evidenciaría una trayectoria evolutiva extremadamente amplia, en la que encajarían múltiples formas cerámicas
globulares cerradas con cuellos abiertos, troncocónicos e invertidos, entre ellas las que
aparecieron junto a la Dama de Baza, que también serían un ejemplo propio de las fases
epigonales de esa misma evolución.
Dejando a un lado las distancias morfológicas entre la vasija globular de Cerro Alcalá
y los modelos chardón, en ambos casos y en cualquiera de los que podrían relacionárseles, se trata de vasos compuestos en los que puede diferenciarse nítidamente el cuerpo del
remate superior, además de la constante de no presentar nunca asas. En el vaso de Cerro
Alcalá el cuello es mucho más corto que en algunos de los ejemplares chardón, así como
en los asociados cercanos, representando dimensionalmente solo un cuarto –aproximadamente– del alzado completo de la vasija; mientras que en la s referencias originales, el
cuello significaba, en los casos más exagerados, hasta dos tercios del total de la altura.
De todos modos, no es una referencia totalmente significativa, ya que formas imitadas de
los primeros prototipos parecen alcanzar los tiempos ibéricos; aunque los cuerpos de
estos vasos son ya bicónicos, ciertamente muy diferentes de los antiguos. Con ello, sigue
siendo patente que la dificultad primordial con la que nos enfrentamos es la de situar cada
modelo en su adecuada localización temporal, siempre que sea cierta la evolución que se
ha planteado.
Con independencia de ello, las relaciones que sí pueden establecerse entre estos
vasos no impiden plantear que vasijas globulares como la de Cerro Alcalá pudieron desarrollarse desde un momento temprano, conformando un grupo aparte que pudo ser coetáneo con parte de la producción más cercana al modelo chardón. De esta forma, los paralelos que puedan existir estarían en ambientes antiguos, a los que no debieron ser tampoco ajenos otros contextos como los funerarios. Atendiendo a esta perspectiva, no parece desacertado fijarnos en alguna necrópolis relativamente antigua, donde también podemos encontrar vasos semejantes, aunque sigue pareciendo difícil poder matizar una cronología suficientemente segura.
Resulta curioso que sea la propia provincia de Jaén donde podemos encontrar las referencias más cercanas de nuestro vaso; concretamente, en algunas de las áreas funerarias
de Cástulo. Así, en una de sus necrópolis, en el Estacar de Robarinas, se descubrieron los
restos de una zona necropolar en la que aparecieron dos urnas (Blázquez y Valiente, 1982:
412 ss., Abb. 6-7) que serían las más parecidas a la de Cerro Alcalá, ya que incluso presentan el característico refuerzo engrosado de la base de los cuellos. Por lo que, con independencia de los restos pintados que también conservan, así como las diferencias en el
desarrollo de esos cuellos y en la configuración de sus bases, no encontramos demasiados
óbices para establecer una general similitud. Cronológicamente, la fecha que se obtuvo
para este conjunto funerario, en asociación con una estatuilla de Hathor26 en bronce, junto
a otros elementos del mismo metal, fue el siglo VII a.C. (Jiménez Ávila, 2003: 241).
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Ese jalón temporal, siempre que sea un referente válido para las propias cerámicas de
esa tumba de Cástulo, podría también tenerse en cuenta con la vasija de Cerro Alcalá. En
ella, ya señalamos cómo aparecían sobre su superficie restos muy desvaídos de estrechas
líneas pintadas en rojo, algo que configuraría otro parentesco de interés con las urnas de
Estacar de Robarinas, aunque aquí se conjugaba el fondo rojo decorativo con el contraste materializado por unos trazos que se pintaron en blanco.
El conjunto funerario de Cerro Alcalá se completaba con el plato que, además de la
descripción ya expuesta (fig. 8), podemos también definir como de labio quebrado, sin
resto alguno de decoración, pero en pasta clara rojiza. Su forma destaca un recipiente de
cierta profundidad, por encima de seis centímetros, por lo que tampoco hemos descartado que pudiera tratarse de una fuente. De todos modos, no es una forma habitual en los
repertorios de la vajilla conocida en los yacimientos andaluces: hay un posible paralelo
en Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata, 1993: fig. 14:3), pero con el que solo guardaría
una relación relativa, ya que el recipiente de Cerro Alcalá no presenta carena exterior y
el borde es mucho más corto; además de no aparecer pintado de rojo como el gaditano,
aunque tampoco podemos asegurar si el giennense lo estuvo en algún momento, aunque
es bastante probable a juzgar por el aspecto de la superficie.
En Cádiz, ese tipo de platos reciben una fecha en el siglo VI a.C., lo que podemos
poner en conexión con otras formas relacionadas que conocemos más directamente en el
Cerro de la Mora. Aquí se hallaron, tanto en cerámica gris como en clara, con pocos
representantes en las fases Mora IV/V; es decir, entre los siglos VII/ VI a.C. (Pachón,
1997: 286). Equivaldrían a la forma B3.la.IV que nosotros hemos reconstruimos con el
fondo más plano, pero que puede rectificarse con garantías, siguiendo fielmente el modelo de Jaén.
Tanto la configuración general del vaso, como el característico fondo rehundido, aluden a momentos relativamente antiguos de estas producciones, por lo que tampoco se trataría de un elemento cerámico que deba inducir a rebajar la fecha del conjunto hasta el
siglo V a.C. Por lo demás, habría también que considerar la posible relación de este
plato/fuente con los cuencos carenados de borde cóncavo, muy habituales en los hábitats
coloniales fenicios de la costa mediterránea, de los que podría derivar. Así, se explicaría
su presencia en Granada con formas evolucionadas ya en cerámica gris, que sabemos imitaban modelos foráneos en el hinterland fenicio. Junto con ello, si la anchura del borde
fuese significativa de cierto arcaísmo en la evolución interna del propio desarrollo de los
platos y fuentes de barniz rojo, como ya expusiera hace mucho tiempo Schubart (1976),
al menos para la costa del mediodía peninsular y pese a las críticas conocidas (Barceló et
al., 2000), el borde relativamente estrecho de nuestro vaso también tendería a subir la
26 Aunque quizás pueda tratarse de una imitación algo desvirtuada de Hathor (Jiménez Ávila, 2002).
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data. Pero esta peculiaridad no puede aceptarse sin el aval de los demás caracteres de la
vasija, además de su relación con las otras formas cerámicas de su posible contexto que,
en este caso, también parecen avalarlo.
Para apoyar una situación anterior al siglo V a.C., en nuestras cerámicas y sus posibles paralelos, debemos traer a colación otro fragmento cerámico de grandes similitudes
con el de Cerro Alcalá, procedente asimismo del horizonte de las colonias, concretamente del Cerro del Villar, en Málaga. El fragmento que destacamos de este yacimiento procede del estrato Ilb del corte 3, que se pudo fechar en el siglo VI a.C., posiblemente a
principios de la centuria (Aubet et al., 1999: 151, fig. 126, i), aunque los excavadores de
este yacimiento lo incluyen dentro del amplio conjunto de los cuencos carenados.27 Una
diferencia de nomenclatura que no impide, razonablemente, excluirlo como producto
relacionado en su forma con los ajuares funerarios de Las Tosquillas.
VI. CONCLUSIÓN
Ninguno de los dos ejemplares de ánforas de Cerro Alcalá presenta, frente a su pareja, diferencias de bulto en lo que respecta a sus representaciones iconográficas; pero tampoco son muy distintas de las demás que se conocen en este tipo de vasos. La gran mayoría de esas representaciones se mueven, casi permanentemente, en el mundo de las escenificaciones pintadas de animales fantásticos y alados, que ya son muy conocidas; al margen de las producciones con decoración exclusiva de motivos vegetales, que no se tratarán aquí. Todos estos motivos se relacionan con una raíz claramente orientalizante, en la
que tienen cabida formulaciones estéticas que oscilan desde las expresiones ortodoxas
hasta las híbridas, fruto de la unión de aquellas con la impronta autóctona. Estas últimas
han sido estudiadas en otros sitios suficiente y recientemente, tanto en lo que respecta a
su sentido general (Olmos, 2003b) como a su plasmación material en soportes muy diversos (Le Meaux, 2003), piedra (Izquierdo, 2003) y toréutica (Jiménez Ávila, 2003).28
Tratando de tener todo esto en cuenta, la iconografía de Cerro Alcalá obliga a centrar
el análisis en las representaciones de los dos representantes anfóricos. De ellos, lo más
significativo, tanto si observamos la decoración de uno como del otro vaso, es la constatación de que estamos ante sendas procesiones de tres grifos, aunque con la diferencia de
plasmarse con mucha mayor autenticidad en la segunda de las vasijas; entendiendo con
ello que en este ánfora se amoldan mejor a la imagen prototípica que tenemos de esos ani-
27 La descripción que dan del fragmento es la siguiente: «Borde de cuenco carenado. Pasta de color gris claro, grosera.
Superficie alisada de color castaño claro. Desgrasantes: esquisto y cuarzo con frecuencia media y tamaño mediano. Diám.
boca: 20,6 cm.» (Aubet et al., 1990: 73 del Anexo digitalizado).
28 Nosotros mismos también hicimos una incursión en esta discursiva, que puede seguir teniéndose en cuenta (Pachón,
Carrasco y Aníbal, 1994: 253 ss.)
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males fantásticos. Pero, considerando esas pequeñas diferencias, y teniendo en cuenta
que los dos recipientes proceden del mismo contexto funcional, estaríamos ante la certeza de que en ellas pudieron fusionarse coetáneamente dos corrientes: la de la interpretación ortodoxa de los referentes míticos orientalizantes y la de la hibridación indígena, o
asimilación personal del modelo original.
Se trata de una idea que no podemos considerar estrictamente novedosa, porque ya
se ha expresado convenientemente,29 pero sí consideramos que las ánforas de Cerro
Alcalá materializan por primera vez, en el mismo lugar y tiempo, la producción de un
taller concreto, o de un artista particular, en el que encontramos las dos versiones diferentes de una misma realidad, una más cercana al modelo y otra interpretada más libremente, pero –probablemente– realizadas por una misma mano o por artífices muy cercanos. Ante este planteamiento, la explicación más convincente sería suponer una sucesión
lógica de acontecimientos, dentro de un proceso en el que, primero, se reproduce el
modelo foráneo y, después, se interpreta localmente. Pero, como hemos tratado de
demostrar idéntico contexto funerario para las dos ánforas, surge la evidente contradicción que supone hacer coincidir ambos momentos sucesivos. Sin embargo, no se trata de
un problema insalvable, porque sólo se trataría de una antítesis aparente. Ante ella, cabe
aceptar la dinámica de unas sociedades indígenas en las que los modelos orientales reales, que habían sido traídos de fuera,30 acabaron significando referencias simbólicas con
valor mágico-religioso y de expresión de poder cuyo uso trascendió varias generaciones.
Por tanto, no debe extrañar que la pervivencia de muchos de ellos siguiera inspirando
imitaciones cercanas a los originales, al tiempo que se desarrollaban versiones novedosas inspiradas en aquellos mismos modelos.31
Detallando algo más las diferencias materiales entre las representaciones de una y
otra ánfora, deberíamos centrarnos fundamentalmente en las cabezas, que son las que
determinan la indudable presencia de grifos en la segunda vasija, frente a los más problemáticos animales que se plasmaron en la primera. Por lo demás, las similitudes en
cuanto a composición, distribución espacial y solución decorativa, son más que evidentes, reforzadas por la propia equivalencia tipológica de las vasijas. Este hecho imposibilita aceptar diferencias cronológicas entre los dos ejemplares, de modo que la distinta
29 En palabras de una de las autoras antes citadas (Le Meaux, 2003: 188): “... l’étude et la connaissance du matériel de probable origine oriéntale peuvent confirmer, éclairer et spécifier dans un premier temps la cause de sa longue persistance et
dans un second temps la continuité des valeurs symboliques du matériel occidental ou, au contraire, la disparition ou la
transformation en de noveaux canons décoratifs”.
30 La llegada de todos estos elementos orientalizantes puede achacarse originariamente a lo que se ha llamado precolonización, un fenómeno bastante debatido pero que podríamos hoy aceptar sin demasiados ambages. Dos estados de la cuestión, bastante recientes, se encuentran en Almagro-Gorbea (2000) y Blázquez (2002). Existe también una puesta en valor
de lo orientalizante en Córdoba, cerca del lugar de los hallazgos que aquí estudiamos, que resulta de interés para la comprensión de esta problemática (Martín de la Cruz, 2003).
31 Tampoco se trataría de las maneras heterodoxas que encontramos en las producciones finales del proceso, aunque sigan
recordando todavía los orígenes orientalizantes. Se trataría del caso de Atalayuelas que luego comentaremos.
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solución de las testuces debe responder, necesariamente, a la contemporaneidad entre
pervivencias de modelos y desarrollos originales. A ello habría que unir la posible necesidad de cubrir un encargo doble, destinado a una misma tumba en la que debieron diferenciarse estéticamente los dos vasos principales, aunque fuese mínimamente, posiblemente porque la manifestación de riqueza inherente a la sepultura a la que pertenecieron
debería justificar esa misma individualización de las decoraciones.32
Ya hemos explicado en otro sitio la significación de las representaciones de grifos
(Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: 252, nota 159), por lo que no debe insistirse en ello;
pero sí interesa reiterar la importancia que tuvieron y su uso en variados soportes, en concreto respecto a la concepción del poder y como justificación de la posible existencia de
realeza. Se partía de sociedades incipientemente diferenciadas, en las que había un horizonte determinado y primigenio de separación de clases, en las que cobraba interés la
posesión de ciertos elementos de prestigio por su valor para reproducir la jerarquización,
como ya señalara Renfrew (1972). Para el insigne autor, las sociedades que ya han desarrollado estructuras de poder basadas en las jefaturas tienen un modo de significarse a
través de la posesión de objetos de prestigio: elementos suntuarios que, a finales del
Bronce, eran los que estaba aportando la precolonización y, luego, siguieron suministrando los fenicios.33
Tales comportamientos explicarían la distribución de un importante grupo de objetos
exóticos y de lujo en muchos lugares del interior peninsular, pero de los que todavía disponemos de un porcentaje ciertamente exiguo; aunque su conocimiento sigue creciendo
paulatinamente, como reflejo directo de su verdadera importancia. Los diferentes soportes y la distribución de los mismos: elementos metálicos, marfiles y cerámicas, deberían
expresar no solo un reparto acorde con la radicación de diferentes poblaciones con cierto valor cultural,34 sino la capacidad económica de los receptores y la propia cercanía a
los centros productores y rutas comerciales de uso en la circulación de sus artículos, aunque fuesen relativamente ajenos al centro político de mayor importancia más cercano.
32 Puede recordarse un comportamiento similar en tiempos ibéricos, en las urnas y ánforas pintadas que aparecieron formando parte del ajuar de la tumba de la Dama de Baza, vasijas que recibieron una decoración similar, pero diferente
(Presedo, 1973: figs. 2, 4y 7; láms. VII y VIII). En el caso de Cerro Alcalá, tampoco creemos posible una falta de intencionalidad en las diferencias pictóricas observables, porque, si se hubiese pretendido hacer dos ánforas totalmente iguales, las lógicas diferencias existentes en todos los productos artesanales no serían suficientes para explicar la distancia
entre los grifos de cada ánfora.
33 La espectacular fuente metálica de El Gandul (Fernández, 1989) debe entenderse en este sentido. En ella se representa un
repertorio iconográfico amplio con serpiente, peces, esfinges, leones alados, palmetas, flores de loto y vaso chardón, también alado, en la línea de los que conocemos en las cerámicas orientalizantes. Una bandeja que no supone, para todos los
autores, un producto totalmente foráneo: Jiménez Ávila (2003: 237) la considera de fabricación fenicia occidental, algo
que no significa nada trascendental en la lógica de nuestro discurso, ya que los semitas de las colonias occidentales debieron trabajar según las pautas orientales, aunque en muchas ocasiones acomodaran sus productos a los gustos indígenas.
34 Así, algunos intentos de limitación espacial de lo tartésico (Molinos, Rué y Serrano, 1995) quedan en entredicho conforme se van conociendo hallazgos que amplían el hinterland de los centros nucleares, como muestran los hallazgos que presentamos y otros que ya lo anunciaban (Roos, 1997).
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Es muy probable que los elementos de prestigio cumplieran, en los tiempos iniciales
del proceso, un papel claro de distinción de la realeza (Almagro-Gorbea, 1993a, 1993b y
1996); aunque la posterior crisis de las monarquías orientalizantes, ante el empuje de las
aristocracias locales, debió cambiar profundamente el significado de estos objetos de
lujo, o tal vez ampliase el ámbito de aplicación práctica de los mismos. En conjunción
con esto, también en los orígenes, la relación directa entre divinidad y realeza parece quedar fuera de toda duda. Al amparo del influjo de la mitología fenicia en el mundo indígena, se produjo una asimilación de los dioses semitas que pudieron llegar a identificarse con los reyes autóctonos, como se ha interpretado a partir de la iconografía de un marfil de la necrópolis de Medellín.35
Pasado un tiempo, la disolución de ese poder monárquico, dinamitado por el auge
aristocrático, debió provocar una cierta disociación entre política y tradición religiosa; de
modo que lo que hasta entonces habían sido elementos de apropiación de ese poder, gracias a los objetos de prestigio, pasarán a poseer un simple valor religioso con interés para
los depósitos cultuales en los santuarios, o incluso para su empleo en los ajuares funerarios de los personajes más distinguidos de las comunidades peninsulares. La presencia de
toda esta imaginería orientalizante puede rastrearse en elementos de prestigio de gran
valor económico, como marfiles o bronces, y pasarán ahora a desarrollar auténticos programas iconográficos sobre soportes de mayor acceso social, principalmente a través de
las cerámicas. Así, la abundancia de productos alfareros, donde se incluirían los casos
pintados con estas temáticas orientalizantes, como los que se conservan en el Museo de
Cabra, creemos que aluden directamente a esta importante transformación socioeconómica, que al final de su proceso daría lugar a las sociedades aristocráticas plenamente ibéricas (Ruiz Rodríguez y Molinos Molinos, 1992: 181 ss.)
El valor de prestigio que venimos señalando hace referencia a uno de los usos que
pudieron recibir estos vasos,36 al que se añadiría respectivamente, en atención a los lugares conocidos de hallazgo, ya sean hábitats o necrópolis, la doble función cultual y fune-
35 Almagro-Gorbea (2002: 72) destaca: “En todo caso, estas escenas iconográficas deben verse como resultado de la confluencia de diversos planos paralelos. Uno puede considerarse el narrativo tradicional, relacionado con cuentos y leyendas que circularían por Oriente y que los contactos coloniales contribuirían a difundir por todo el Mediterráneo. Otro sería
el plano mítico y de las creencias, pues dichas narraciones, seguramente de tipo épico, responderían a un fondo originariamente religioso, contribuyendo a la asimilación y conformación de las creencias y mitos correspondientes. Finalmente,
otro plano sería etiológico, pues el héroe se identificaría con el «Héroe Real», imagen y símbolo del Rey como liberador
del mal, con un marcado carácter benefactor y apotropaico, función que explica la perduración de esta iconografía hasta
el palacio de Darío en Persépolis, última manifestación de este esquema milenario”.
36 No nos referimos al uso intrínseco que pudo tener cada vaso en cuestión, porque sin un análisis más profundo de los recipientes, descontando el inconveniente de ser hallazgos casuales, no podemos determinarlo expresamente. En estas condiciones, solo podemos intuir que si se depositaron en una tumba, como venimos defendiendo para los casos de Cerro
Alcalá, debieron emplearse como simples receptores cinerarios o como contenedores ajuáricos de carácter alimenticio.
Está comprobada la utilización de algunos de estos vasos como recipientes cinerarios, tal como ha evidenciado científicamente el estudio de las vasijas del Museo de Cabra (Blánquez, 2003b: 216).
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raria.37 Posiblemente, los objetos orientalizantes tuvieron desde un principio estas dos
últimas utilidades básicas; a la que se habría unido en los momentos más antiguos aquella citada en primer lugar: la acumulación de prestigio social. A partir de la creciente
socialización de las comunidades protohistóricas, entre la fases orientalizante e ibérica,
desde la crisis de las realezas, hubo de provocarse una particularización en el uso de los
objetos, en uno u otro sentido de aquellas dos funcionalidades. Es decir, se asistiría a un
ascenso en su utilidad religiosa y mortuoria, pero sin que se produjese una pérdida absoluta de la primera de las practicidades, sino una progresiva disolución al repartirse en una
más amplia base de usuarios.
Este proceso rompería el sentido simbólico de la identificación de los héroes míticos
con la realeza, para lo que debió ser definitiva la transformación de los animales fantásticos ortodoxos en híbridos cargados de un menor sentido simbólico, o con una significación más confusa y distinta. La pérdida de las tradicionales expresiones iconográficas,
su paulatina transformación hacia manifestaciones simbólico-religiosas nuevas, la
suplantación de las bandas iconográficas corridas por escenas diferenciadas y el cambio
de los soportes vasculares, empezaron a ser corrientes. Esta nueva situación creemos que
debió darse en el siglo V a.C., como manifestaría explícitamente la crátera de columnas
de Atalayuelas (Pachón, Carrasco y Aníbal, 2007), por lo que el mantenimiento de los
valores anteriores, que todavía se muestran en Cerro Alcalá, hablaría de que estamos en
un momento previo que, al menos, tendríamos que situar en el siglo VI a.C.
Con ocasión de la publicación de la primera de las ánforas de Cerro Alcalá, interpretamos ese proceso que acabamos de describir en las cerámicas pintadas orientalizantes,
aludiendo a una cierta democratización en su uso, en el sentido que se ha venido señalando antes: de una mayor generalización social de su empleo, que se vio facilitada por la
suplantación de las estructuras socio-políticas basadas en la realeza por otras de carácter
aristocrático. La nueva situación tendría que expresar un mayor reparto del poder, dividido cuando éste se trasvasó a una base social más amplia (los aristócratas frente al rey).
Arqueológicamente, esta circunstancia parecería estar demostrada con el aumento de cerámicas pintadas orientalizantes, que de esta manera empiezan a hacerse presentes generalizadamente en los espacios de hábitat.38 Se trata de una opinión hipotética que, recientemente, se ha puesto en entredicho (Blánquez, 2003b: 216; Blánquez y Belén, 2003:188),
aunque creemos que no se ha considerado nuestra posición en su justo sentido.39
37 Esta dualidad no impide interpretar que en ambos conceptos subyace un único trasfondo de cariz religioso, pero la disyuntiva la exponemos conscientemente para atender de un modo más práctico al análisis interpretativo que planteamos.
38 No queremos decir que aparezcan ahora en los asentamientos, sino que su presencia se hace más abundante. En este sentido podríamos traer a colación el pequeño asentamiento de Granados, en la provincia de Sevilla, donde la importante aparición superficial de este tipo de cerámicas es muy elocuente (De la Bandera et al., 1990) y que más adelante comentaremos.
39 Literalmente dijimos (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: 253): “De la necesidad del propio grupo dominante para apropiarse de una religión tan exótica, buscando un elemento diferenciador más de clase, se pasó a la imitación generalizada
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Por ello, es necesario añadir al respecto que la democratización de la que hablamos
solo supondría una ampliación social importante de determinados usos de la comunidad,
pero en ninguna medida la generalización de ellos. De lo contrario, estaríamos confundiendo literalmente democracia y sociedad comunal, que es precisamente hacia lo que
divergen los grupos sociales relativamente modernos frente a las comunidades más claramente prehistóricas. Si, en el plano de los productos orientalizantes, tuviésemos la certeza de que solo ha habido un uso funerario de los mismos, tendríamos que aceptar siempre la presencia de una estructura social clasista en la que determinados objetos de lujo
caracterizarían –en especial– ciertas tumbas de los grupos jerárquicos. Pero, junto a eso,
cada día es más evidente que, desde un cierto momento, empezamos a encontrar una
abundancia distributiva mayor en los hábitats para las producciones cerámicas ilustradas
orientalizantes, lo que debe tener una explicación razonable.
Responder en esa explicación que hay un uso sacro para esas cerámicas en los hábitats, no es del todo significativo, en cuanto que, incluso si solo fuesen hallazgos exclusivos de las sepulturas, no dejarían de tener ese mismo sentido sacral. Es decir, lo sagrado
por sí solo no podría explicar una mayor abundancia cerámica en los poblados, por lo
menos si se separa radicalmente de una interpretación social. Veamos: el servicio funerario dentro del ajuar es un contenido sacral privativo, en cuanto que sólo se dispone para
que sirva aisladamente como función salvífica del difunto. Este sentido, de relación individual con la divinidad, también se hace presente en cualquier ofrenda a los dioses que
se lleve a cabo en un lugar de culto, como pudieron ser los santuarios urbanos. Pero, a
diferencia de lo que ocurre en la tumba, cualquier santuario tiene un carácter abierto, y
extraindividual, que socializa la mayor parte de las actuaciones que tienen lugar en el
mismo; lo que supone una participación de la sociedad creyente en cualquiera de sus
actos litúrgicos (ofrenda o sacrificio).
Es más, si pudiésemos demostrar que todas las ofrendas cultuales en los templos
orientalizantes son exclusivas de las clases dirigentes, su exposición pública y el desarrollo de un ritual ad hoc, que debía quedar visible post féstum,40 haría partícipes a un
número mayor de miembros de la comunidad que cuando esos objetos eran sólo una señal
privada de prestigio, como indudablemente lo fueron al servir de contenido mortuorio. Es
decir, el uso urbano cultual de las cerámicas orientalizantes debió significar una demo-
por parte de los subditos, de los modos jerárquicos, en el convencimiento de que de ahí derivaría un cambio de su propio
status. Aunque ese cambio se producirá, dispersándose la situación de concentración del poder tradicional basado en las
jefaturas, gracias a la adopción de modelos más socializantes como la metalurgia del hierro, la realidad vino acompañada
por la extensión de las nuevas creencias y de sus soportes artísticos. La cerámica orientalizante, como uno más de ellos,
extiende su geografía y la topografía de utilización: saltando los márgenes funerarios donde, originariamente, quizás fue
exclusiva.”
40 Salvo las ofrendas de fundación que sí quedaban enterradas, tal como hoy ocurre todavía con los actos de colocación de
la primera piedra en los nuevos edificios. Puede citare a este respecto las importantes depósitos fundacionales de los templos de Biblos, que ya suponen un hallazgo clásico (Montet, 1928: 62 ss)
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cratización relativa en el uso de esos objetos y en el servicio religioso que suponen. Pero,
incluso si esto no se hubiese producido, habría que demostrar que todos los fragmentos
cerámicos conocidos solo proceden de áreas religiosas, santuarios y templos comprobados; cosa que, hoy por hoy, no podemos demostrar. Sólo contamos con el hecho de que
el mayor número de referencias cerámicas existentes (fig. 1) son relativas a yacimientos
que, en su mayoría, se han considerado poblados; pero, también son, en gran medida,
lugares que no se han excavado todavía, por lo que su mejor conocimiento futuro podría
trastocar esa adjudicación.
Por último, y al respecto, no queremos acabar este trabajo sin hacer referencia a un
pequeño yacimiento, donde se ha recuperado una enorme cantidad de fragmentos de
cerámicas orientalizantes figurativas. Se trata de Cerro Gordo en Gilena (De la Bandera
et al., 1990), donde la acumulación superficial de fragmentos de estos vasos es impresionante, alcanzando un área de dispersión que, prácticamente, parece cubrir la totalidad
del yacimiento. Esto supondría, según la teoría restrictiva de un uso exclusivamente religioso, que toda la extensión del lugar estuvo dedicada al servicio cultual, cosa que supondría un espacio en apariencia bastante mayor que el que representa, por ejemplo, el conocido palacio-santuario de Cancho Roano.41
Desde una posición razonable, es indudable que un yacimiento como el citado no
podría considerarse un hecho habitual, pero más insólito resultaría dar por probada la
existencia, en ese sitio de Gilena (Sevilla), de una especie de palacio o de templo monumental que lo explicase, según la teoría del uso urbano de lo cultual. Por el contrario, la
ampliación de la representación de las clases sociales en el poder, ya fuese en momentos
plenamente aristocráticos de lo ibérico, o incluso en las situaciones de transición de ese
proceso,42 sí creemos que ilustra convincentemente la ampliación de las modas de las élites anteriores y, por ende, el aumento de la demanda de unos productos prestigiosos que
entonces se encontraban generalizados en soportes relativamente baratos como las cerámicas. El amplio repertorio de formas vasculares, con las que hoy contamos, debería también demostrarlo.43
Esa, y no otra, es la democratización a la que nos habíamos referido anteriormente,
en relación con las cerámicas orientalizantes, siempre relativizándola a las clases privilegiadas de las sociedades indígenas. Sin querer poner en duda su valoración religiosa, en
la tradición simbólica de legitimación del poder, debemos admitir el uso mágico que
tuvieron esas cerámicas en los espacios sagrados de los vivos y el sentido apotropaico
41 La bibliografía de este lugar es muy extensa por lo que puede consultarse una de sus últimas aportaciones (Celestino,
2001), con la mayor parte de las referencias editoriales existentes.
42 Puede verse, en relación con estos presupuestos, nuestro último estudio sobre la crátera pintada de Atalayuelas (Pachón,
Carrasco y Aníbal, 2007).
43 Véanse las tablas que ya hemos publicado (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: fig. 9, sin Atalayuelas; Pachón y Aníbal,
1999: 22 y 2000: fig. 5; Pachón y Carrasco, 2005: cuadro 2), a las que habría que añadir las novedades que aportan las
vasijas del Museo de Cabra (Blánquez, 2003a: fig. 7, 9, 11, 13, 15, 17 y 19).
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que puede adjudicárseles, así como el haber sido vehículo de salvación de las almas en
los lugares fúnebres. Todo, sin menoscabo de la generalización de su presencia ante tan
extendida demanda funcional, que explicaría un mayor y creciente conocimiento de sus
restos en los diversos espacios arqueológicos del mediodía peninsular. En ese contexto,
creemos que las cerámicas policromas de Cerro Alcalá contribuyen a comprender la
ampliación de referentes de este tipo con los que hoy cuenta la arqueología orientalizante de la Península, en general, y de Andalucía, en particular.
Este uso tampoco desdice que sigamos aceptando fechas que ya habíamos venido
exponiendo para el hallazgo estudiado, pero que hoy encuentran mejor apoyo con el contexto que se le ha podido asociar. La cronología que le es afín parece que concuerda con
las fases de transición entre los momentos de pujanza de aquellas estructuras sociales, en
las que la realeza pudo haber tenido un papel destacado, y aquellos otros en que tal realeza empezó a ser puesta en entredicho por las aristocracias locales. Aunque lo más adecuado sería optar por un momento antiguo de esas etapas transicionales, anteriores a otras
materializaciones policromas e iconográficas sobre cerámica, que encontraríamos ya en
el siglo V a.C. y que evidencian otros hallazgos como el de Atalayuelas. Por ello, el debate que hemos planteado, entre argumentaciones arqueológicas, tipológicas y cronológicas, permiten mantener estas cerámicas de Cerro Alcalá en un momento indeterminado
del amplio horizonte cronológico que discurre entre los siglos VII y VI a.C.
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—159—
[page-n-160]
[page-n-161]
1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Trinidad MARTÍNEZ I RUBIO* y Valentín VILLAVERDE BONILLA*
PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO
(MILLARES, VALENCIA): UNA NUEVA DOCUMENTACIÓN,
UNA NUEVA LECTURA
RESUMEN: Se presentan los resultados de la revisión de los paneles con arte rupestre de la
Cueva del Cerro, que ya fuera publicada en esta revista en 1981. Los trabajos de documentación han
permitido localizar 10 figuras humanas, un zoomorfo y un signo abstracto inéditos. A partir de esta
revisión se evalúan los distintos sistemas utilizados para la realización de los calcos. Del mismo
modo, el análisis de los paneles ha modificado la inscripción inicial de los motivos antropomorfos
dentro del horizonte levantino.
PALABRAS CLAVE: Arte rupestre holoceno, documentación, figuras humanas.
ABSTRACT: Rock art from la Cueva del Cerro (Millares, Valencia): a new documentation, new approach. We present in this paper the results of the review of documentation from the
Cueva del Cerro (Millares, Valencia), which was already published in APL in 1981. This new documentation has pointed out 10 human figures, one zoomorphic figure and one abstract sign, all of
them unknown until now. From this revision we assess different systems for recording rock art
paintings. In the same way, the evaluation of the panels has modified the initial inclusion in
Levantin Rock Art of human motifs.
KEY WORDS: Holocen Rock Art, recording rock art systems, human figures.
* Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
E-mails: trinidad.martinez@uv.es - valentin.villaverde@uv.es
—161—
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2
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
INTRODUCCIÓN
La importancia de la documentación como herramienta de estudio y conservación del
arte rupestre ha sido ampliamente mostrada y sobra decir que una buena parte de los
estudios de arte rupestre recurren a documentación preexistente. Del mismo modo, la
documentación resulta básica a la hora de llevar a cabo cualquier plan de conservación o
administración del sitio (Kolber, 2002).
La finalidad de los trabajos de documentación de arte rupestre desde sus inicios fue
doble (Villaverde, 2007): por un lado mostrar y demostrar la existencia de los restos
arqueológicos, el material ‘extraído’ del yacimiento, en este caso las expresiones gráficas
rupestres. Por otro, posibilitar su lectura, su estudio. Producir objetos arqueológicos,
transformar fenómenos (las pinturas) en objetos controlables en el laboratorio y
trascender el mero rescate técnico para realizar evaluaciones culturales; interpretar los
procesos de construcción de los sitios (Consens, 2002). Sin una completa documentación
no existe base para una investigación exhaustiva y exacta, o una interpretación plausible
(Kolber, 2002).
El valor de los calcos, o restituciones gráficas, reside en la cantidad y calidad de
información que estos aportan para el estudio de los motivos, paneles y estaciones, dada
la imposibilidad de acceder a todos los documentos primarios por parte de los investigadores (hecho que tampoco es deseable para el desarrollo de la actividad investigadora).
Con estos objetivos en mente, la evolución de los métodos de documentación ha sido
notable en los últimos años. Los métodos directos, casi omnipresentes hace tan sólo unas
décadas, han dado paso, con la aparición de nuevas tecnologías, a métodos mucho menos
agresivos, indirectos, con los que a su vez, se obtienen en numerosas ocasiones unos
mejores resultados. Todo esto a pesar que el fenómeno rupestre a analizar, por un lado, y
los objetivos de la investigación, por otro, limitan y matizan tanto los resultados de la
documentación como el uso que se puede hacer de ella.
A lo largo del tiempo y de manera no siempre explícita, los estándares de presentación de los calcos o reproducciones del arte rupestre pintado han quedado más o menos
establecidos (Domingo y López Montalvo, 2002; López Montalvo y Domingo, 2005):
reproducciones en blanco y negro con uso de intensidades, escaladas, que puede contar
con una restitución básica del soporte, si bien, el abanico de posibilidades sigue siendo
amplio en función de los objetivos de tales reproducciones.
METODOLOGÍA
La metodología con la que se ha abordado este trabajo prosigue la línea iniciada en
la documentación de varios conjuntos levantinos, llevada a cabo mediante la colabora—162—
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
3
ción del Departament de Prehistòria i Arqueologia y el Instituto de Arte Rupestre Valenciano, ahora incluido en el Institut Valencià de Conservació i Restauració (Villaverde et
al., 2000; López Montalvo et al., 2001; Martínez y Villaverde, 2002; Domingo et al.,
2003; Martínez i Rubio, 2006; Domingo et al., 2007).
En estos momentos, esta metodología de restitución de los paneles mediante
procesos digitales, ha sido suficientemente contrastada y los resultados obtenidos en algunas de las principales estaciones de arte rupestre donde se ha aplicado, principalmente
en Castelló, dan muestra de su validez.
Uno de los principales pilares en los que se basa este método es el establecimiento
de una dialéctica continua de trabajo entre los calcos y las imágenes originales, a las que
se recurre reiteradamente hasta que la lectura de las restituciones alcanza el nivel de
corrección deseado. Esto hace de la obtención de los calcos un proceso largo, pero es el
resultado final el que valida el tiempo invertido.
Con la discriminación del pigmento respecto del soporte y la obtención de los
motivos, el paso siguiente es el estudio de las relaciones espaciales entre motivos, la
restitución del panel en su totalidad. Con este objetivo se han introducido instrumentos
de medición de precisión para ubicar los motivos. En este caso, el uso de la Estación Total
nos ha permitido reducir el margen de error en la localización. Esto es, una correcta
ubicación y orientación (coordenadas X Y) de los motivos en si mismos y entre ellos, y
a su vez, considerar e introducir la profundidad (coordenada Z) en el estudio de las
relaciones espaciales de y entre los motivos.1
De esta manera la restitución del panel se presenta manteniendo los estándares de
publicación tradicionales, donde se localizan los motivos con su relación espacial
respecto al resto, los principales rasgos topográficos que afectan el panel y su ubicación
general dentro del abrigo o cueva.
LA CUEVA DEL CERRO
Descubierta en 1980 por José Martínez, la Cueva del Cerro fue estudiada y publicada en 1981 por Valentín Villaverde, José Luis Peña y Joan Bernabeu en el Archivo de
Prehistoria Levantina. Esta fue una de las primeras aproximaciones a los yacimientos de
arte rupestre del término municipal de Millares. Actualmente, la revisión de esta documentación se da en el marco de la tesis doctoral realizada por uno de nosotros (T.M.R.),
centrada en el arte rupestre de la zona.
1. Los calcos han sido elaborados por Trinidad Martínez i Rubio en el marco de los trabajos de documentación llevados a
cabo para la realización de la Tesis Doctoral.
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T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
Fig. 1.- Localización de la Cueva del Cerro.
La Cueva del Cerro se localiza en las proximidades del municipio de Millares
(Valencia), a poco más de 2,5 km de éste y a 283 m de altitud (fig. 1). Los altos en los
que se ubica forman parte de la vertiente meridional del Riu Xúquer. La cueva está
orientada hacia el SW, dominando desde su boca la partida, actualmente de uso agrícola,
denominada del Ortiz, que se configura como un estrecho valle en el abrupto descenso
desde la Muela hasta el cauce del río. Las coordenadas UTM son 30 S 0694820E
4345002N (Datum WGS 84).
La cueva presenta una boca de 2,85 m de anchura y 2,5 m de altura. La profundidad
de la cueva es, hasta donde se puede entrar, de 11 m. pero continúa convertida ya en una
estrecha galería el desarrollo cárstico. La cueva presenta filtraciones de agua que afectan
a las pinturas, especialmente en la pared derecha. Actualmente, sirve de refugio para los
animales salvajes que, a pesar de la proximidad a las zonas agrícolas (o tal vez por ello),
frecuentan o habitan la zona. Tienen una especial incidencia para la conservación de los
motivos, por sus hábitos, las cabras salvajes (Capra pyrenaica), el muflón (Ovis ammon)
y los jabalíes (Sus scrofa).
Desde el exterior de la cueva hacia el interior, en la pared izquierda, encontramos en
primer lugar, un motivo aislado, CC1, en la parte alta, casi en el techo. Situados más
abajo, se encuentran CC2 y 3 en un alveolo poco profundo. Hacia el interior de la cueva,
enmarcado en un alveolo de paredes suaves esta la agrupación de motivos, CC4 a 21.
Opuesto a este sobre la pared derecha, y sobre otro alveolo, se localizan los motivos
CC22 a 26 (fig. 2).
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
5
Fig. 2.- Topografía. Detalle en alzado y sección de los paneles. 1) Panel izquierdo exterior.
2) Panel izquierdo interior. 3) Panel derecho.
DESCRIPCIÓN DE LOS MOTIVOS (fig. 3 a 5)
CC1: Motivo esquemático localizado a la entrada de la cueva, sobre el sector
superior de la pared izquierda. Compuesto por 4 líneas verticales de espesor entre 5 y 14
mm, una línea a la izquierda en disposición oblicua (45º de inclinación aproximadamente) y restos de pigmento en la parte superior y derecha. El motivo se ubica en una
pequeña oquedad natural, poco profunda, que enmarca la figura. Un desconchado en el
sector inferior izquierdo y otro en el lado superior central han dañado el motivo. Así
como procesos de ahumado que han oscurecido y difuminado el pigmento. Color: 5R 3/6.
Tamaño: Las líneas oscilan en su longitud entre los 5 y los 6 cm.
CC2: Línea horizontal en rojo entre los motivos 1 y 3. Parece que el pigmento se
haya aplicado con pincel con el inicio del trazo en el lado izquierdo y el final en el
derecho. Color: 5R 4/4. Tamaño: 4,2 cm.
CC3: Figura zoomorfa en negro orientada a la izquierda. Con una conservación muy
deficiente por la perdida de soporte a la derecha que afecta la cabeza y por el corrimiento
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T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
Fig. 3.- Sector izquierdo-entrada. Motivos 1 a 3.
del pigmento provocado, aparentemente, por el agua. Su identificación se hace aun más
difícil por el color negro que presenta, que se diluye en el negro del humo o los oxolatos
adheridos a la pared. Aunque se ha perdido la zona de la cabeza, el cuello, ancho y
robusto, es una de las partes mejor definidas. Así como la línea cérvico-dorsal, que marca
en la cruz una ligera inclinación. El cuerpo, macizo, muestra cierta gravidez y las
extremidades se insertan toscamente en el cuerpo, sin que se aprecie modelado anatómico
y con una disposición paralela que responde a una visión en perspectiva biangular recta.
El extremo posterior da cuenta de una cola ancha apuntada y, debajo de ésta, las nalgas
adquieren un aspecto anguloso y rectilíneo. En general, la figura tiene un aspecto bastante
tosco y aunque es difícil proponer una identificación, pensamos que podría tratarse de
una caballo. Color: 7.5 YR 4/0. Tamaño: 20 cm.
CC4-7: Grupo de 4 figuras humanas en visión frontal. Se localiza a unos 5 m de la
entrada, en la pared izquierda y a unos 70 cm del suelo, en el centro de una concavidad
provocada por la erosión, lo que proporciona un soporte liso y apto para la pintura.
Bastante afectada la composición por los procesos erosivos, los restos se aprecian muy
tenuemente. Las 4 figuras presentan un mismo patrón y están unidas por parejas (CC4-5
y CC6-7). La conservación de CC6 no permite la lectura de la cabeza, pero en CC4 y CC7
éstas son discoidales, mientras que en CC5 es triangular. Tienen el cuello indicado, ancho
y largo respecto al cuerpo. Los brazos en la pareja CC4-5 adoptan una posición simétrica:
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
7
Fig. 4.- Sector izquierdo interior. Motivos 4 a 21.
los exteriores (en relación a la pareja) van a la cintura flexionando el codo; los brazos más
próximos están extendidos y en contacto, materializando la unión. Una situación similar
parecen reflejar las figuras de la pareja CC6-7, pero su estado de conservación no permite
una lectura clara de los brazos. Los troncos son rectos y desde la cintura hasta la altura
de las rodillas presentan ensanchamientos en tinta plana que entendemos como la
representación de faldas, cortas y ligeramente acampanadas. Las piernas se curvan
levemente hacia el interior y no tienen los pies indicados. En general, las figuras
presentan una disposición casi estática, sólo modificada por la posición de los brazos y
la unión de las manos. La visión es frontal para todas las figuras. Color: 2.5 YR 5/6.
Tamaño CC4: 6 cm; CC7: 4,9 cm.
CC8-13b: Agrupación humana compuesta de un mínimo de 4 individuos y restos de
pigmento no identificables. Situados a la derecha del grupo anterior, en el borde superior
de la concavidad que las encuadra, el estado de conservación es muy deficiente: a los
problemas de despigmentación por la acción del agua que suma la pared, hay que añadir
la existencia de una capa de líquenes que las cubre casi totalmente y que dificultó su
identificación en 1981. Los restos de pigmento llamaron en esta revisión nuestra atención
y fueron fotografiados; una vez en el laboratorio la selección de colores permitió
distinguir los motivos que a simple vista no se apreciaban.
De los 7 motivos que incluimos en esta agrupación, los situados en los extremos,
CC8 y CC13b, se reducen a manchas informes. CC9 podría tratarse de una figura
humana, pero en la actualidad tan sólo se aprecia una línea vertical. CC10 corresponde a
la mitad derecha de una figura humana. La cabeza parece discoidal, el brazo que se
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8
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
Fig. 5.- Sector derecho interior. Motivos 22 a 26.
aprecia, el del lado derecho, se presenta en ‘jarra’, flexionando el codo y alcanzando la
cintura.
Las figuras más sobresalientes de la agrupación, por su conservación, son CC11 y 12.
CC11 presenta una cabeza de contorno complejo: la parte superior muestra un perfil oval,
aparentemente lobulado (hecho que podría deberse a la conservación); la parte inferior es
de tendencia cuadrangular y supera en anchura la línea del tronco. Sin cuello, el brazo
situado a la izquierda de la figura se une a la cintura, en la disposición en jarra
característica de todas estas representaciones. El brazo situado a la derecha, muy corto, va
a encontrarse con el brazo del lado izquierdo de la figura CC12. Un cambio de dirección
en el costado izquierdo indicaría la cadera, a partir de la cual sale un ensanchamiento
acampanado que interpretamos como una falda estrecha y corta. Las piernas flexionan las
rodillas levemente hacía el interior y no tiene los pies indicados. El motivo CC12 muestra
una cabeza similar, pero más pequeña. En este caso, la parte inferior es más estrecha que
el tronco. No se diferencia el cuello y los hombros nacen directamente de la parte inferior
de la cabeza para llevar el brazo del lado izquierdo, muy corto, al encuentro del brazo de
CC11, mientras que el de la derecha alcanza la cintura. Igualmente, desde la cadera y
hasta arriba de las rodillas el trazo se ensancha. Las piernas se desarrollan en paralelo sin
pies. Color: 5R 2.5/4. Tamaño de CC11: 8,4 cm; CC12: 7,6 cm.
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
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El estado de conservación de CC13a es muy deficiente. La lectura que de esta figura
humana se puede hacer es muy incompleta; aun así, la cabeza y el tronco tienen la misma
anchura, sin diferenciar el cuello. El brazo de la izquierda lo compone un trazo ancho que
va hasta la cintura. El de la parte derecha se extiende y posiblemente la anómala longitud
se deba a que se une a la parte que se conserva del brazo de la figura CC13b, hoy reducida
a una mancha. Las piernas se limitan a los restos de dos líneas paralelas ligeramente
curvas. El color de CC8, 9, 10 y 13a-b es 2.5YR 6/6. Tamaño 13a: 7,9 cm.
CC14-17: Agrupación humana compuesta de 4 individuos. Inmediatamente a la
derecha de la anterior, en un plano inferior, se encuentran estas figuras gravemente
afectadas por las coladas de agua que hasta el día de hoy siguen lavando el pigmento.
CC14 se reduce a una barra ancha de 7 cm de longitud que en su parte inferior se divide
en dos trazos más finos que interpretamos como las piernas. En CC15 aún se aprecia una
cabeza circular, la curva del brazo situado a la derecha y el de la izquierda extendido
hacía CC14, la parte derecha del tronco, recto, y los trazos de las piernas en paralelo.
CC16 y 17 formarían otra pareja con la misma estructura. Los brazos exteriores en ‘jarra’
y los interiores extendidos, aunque la proximidad entre las figuras de esta pareja
prácticamente no deja espacio y hace que resulten desproporcionadamente cortos.
A diferencia de las otras agrupaciones, en esta no se aprecia el ensanchamiento a la
altura de los muslos que relacionábamos con la presencia de faldas, y aunque el factor
conservación debe ser considerado es también posible que en ésta no se representasen.
Color CC14: 5R 2.5/4: CC15-17: 2.5YR 6/6. Tamaño entre los 8 cm de CC15 y los 6,5
cm de CC16.
CC18: Figura humana en rojo. Se aprecia con mucha dificultad. Una colada, todavía
activa, la parte por la mitad y ha diluido la pigmentación. La estructura es muy similar al
resto de figuras humanas del conjunto, pero se encuentra aislada, sin pareja, hecho que
puede deberse a la conservación, pero no resultaría un caso único, pues en la misma
situación se encuentra CC20. Color: 2.5 YR 6/6. Tamaño: 7,5 cm.
CC19: Indeterminado en rojo. Aunque en 1981 fue interpretado como un zoomorfo,
en la actualidad esta afirmación no la podemos hacer con seguridad, pues lo que se
interpretó como los cuartos traseros, con ayuda del soporte para representarlas
(Villaverde et al., 1981), es el resultado de una alteración en el relieve que rompe la
continuidad de la figura, atestiguada por los restos de pigmento a la derecha de este
micro-accidente en la topografía. Sin embargo, la dimensión de la figura y el desarroyo
vertical en el extremo izquierdo bien puede remitirnos a una figura animal. Color: 7.5R
5/6. Tamaño, en desarrollo horizontal, 5 cm.
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T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
CC20: Figura humana en rojo en visión frontal. Se conserva muy tenuemente. La
cabeza es piriforme. La posición de los brazos es simétrica y en ‘jarra’. El tronco es un
trazo ancho y continuo que transcurre paralelo hasta el final de la figura sin que se
aprecien las piernas diferenciadas. A la altura del cuello, en la parte derecha, dos trazos
finos salen oblicuamente. Algunos restos de pigmento a la izquierda podrían estar
asociados. Color: 7.5R 6/6. Tamaño: 9,5 cm.
CC21: Figura zoomorfa en rojo orientada a la derecha. A la derecha de las anteriores
figuras y orientada a la derecha. Aunque incompleta, cabeza y cuello están cubiertos por
una colada, la figura tiene una buena intensidad de color que juntamente con la
orientación hacia la boca del reborde que la aloja hace que sea de las figuras más visibles.
Perdida la cabeza, la figura arranca de la base del cuello. El cuerpo es macizo,
redondeado y con una línea cérvico-dorsal pronunciada, mientras que la línea ventral
describe una sola curva, de convexidad menos marcada. Las extremidades se reducen a
cuatro líneas paralelas insertadas toscamente y sin modelado anatómico, las anteriores
ligeramente curvadas. La cola interrumpe, por la parte inferior, la curva de las nalgas y,
paralela a las extremidades, las supera en longitud. Color: 7.5R 3/4. Tamaño: 12,7 cm.
CC22-26: Bajo esta numeración englobamos los restos de pigmento no identificables
que se ubican en una concavidad de la pared derecha de la cueva, enfrentada al alveolo
que aloja los motivos CC4 a CC22. Continuamente mojadas por el agua que rezuma de
la pared y que pasa directamente sobre los motivos, ninguno de ellos resulta identificable.
ESTUDIO DE LOS MOTIVOS
Con la nueva documentación han salido a la luz 10 figuras humanas, un nuevo
motivo zoomorfo y un motivo geométrico.
No son de extrañar las diferencias existentes entre ambos calcos, pues entendemos,
siguiendo a Consens (2002), que cada sitio rupestre es diferente con cada visita, con cada
nueva mirada, aunque el sitio permanezca en el mismo lugar. Los factores que inciden en
la documentación de los conjuntos rupestres exceden en la mayoría de los casos los
parámetros controlables por el investigador (biológicos, ópticos, químicos, físicos,
cognitivos, técnicos, de formación y experiencia, de percepción...). Por esto, cabe
considerar que, a pesar del esmero que se ha puesto en cada una de las documentaciones
realizadas hasta el momento en la Cueva del Cerro, una nueva aproximación al conjunto
dé como resultado una documentación diferente y con ella una nueva lectura de los
temas.
Sin embargo, contribuyen de manera decisiva en los resultados los métodos
utilizados en la obtención de los calcos. Con los métodos de calco directo, sin contar con
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
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Tabla 1.- Identificación de los motivos de la Cueva del Cerro.
las posibles alteraciones que podamos producir en el soporte e incidir la conservación,
existen los problemas producidos por brillos, sombras o reflejos que dificultan la
identificación de los motivos y la obtención de las reproducciones, especialmente en los
medios que exigen de iluminación artificial. El ejemplo más claro lo tenemos en los
motivos 8-13b, situados bajo una capa de formaciones biológicas que impide su
identificación a simple vista. En este sentido, el método de documentación empleado en
esta ocasión ha permitido salvar estos problemas.
De este modo, en la actualidad en el abrigo se inventarían 27 motivos (tabla 1), 9 de
los cuales no permiten, por su grado de conservación, una identificación. De los 18
motivos de los que se puede extraer una lectura, 2 son abstractos y 16 figurativos de los
cuales, 2 corresponden a zoomorfos y 14 a figuras humanas.
En lo referente a las figuras abstractas de carácter esquemático, poco más es lo que
podemos precisar. La figura 1, un tema de la amplia dispersión espacial y sobretodo
temporal, resulta difícil de encuadrar cronológicamente. Algunos motivos semejantes los
hallamos en zonas próximas, como el Cinto de las Ventanas en Millares y un poco más
alejados en la zona de Alacant, por ejemplo, en los motivos de los paneles 2 y 3, en el
abrigo IV, del Barranc del Salt, Penàguila (CEC, 2002), siendo también expresiones
relativamente frecuentes en zonas del interior y sur peninsular (Grande del Brío, 1987).
Sin embargo, el motivo 2 creemos que tiene su origen en un fenómeno restringido
territorialmente, como es el Barranco del Nacimiento (Millares), donde se conocen,
además de ésta, otras líneas similares, ejecutadas con la misma técnica, en la misma
disposición horizontal y con dimensiones semejantes. Es el caso del Ceñajo del Acegador
o del Abrigo de Enfrente del Balsón, ambos aguas arriba y marcando territorialmente los
lindes del barranco en sus partes altas.
De los motivos figurativos, y por lo que respecta a las figuras zoomorfas, el hecho
que se documente un motivo en negro, no es habitual, pero aun siendo una técnica marginal, no es en absoluto desconocida en las expresiones gráficas de la vertiente mediterránea de la Península Ibérica. En todo caso, lo que destaca de estas figuras es la ejecución y modelado del trazo que las caracteriza. Unos cuerpos macizos y alargados, con las
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T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
líneas dorsales bien marcadas y cierta gravitación ventral, especialmente pronunciada en
CC3, pero sobre todo, con extremidades que se insertan en el cuerpo, sin ningún
modelado anatómico, desproporcionadas y reducidas a meras barras que se yuxtaponen
al volumen corporal. Todo ello dando por resultado unas representaciones muy
convencionalizadas y escasamente realistas. La identificación como caballos, a pesar de
que ambas figuras han perdido la cabeza, la proponemos a partir de las características
corporales (a las ya mencionadas hay que añadir el cuello de CC3 y las nalgas de CC21)
y de la definición de las colas. Existen representaciones de équidos cercanos en la Cueva
de la Araña de Bicorp (fig. 26; Hernández Pacheco, 1924) y en el Abrigo de las Cañas
(Villaverde, Peña y Bernabeu, 1981) ambos de estilo levantino y muy distintos de los que
ahora comentamos; más infrecuente resulta el uso de colorantes negros. Está claro que,
siendo naturalistas, no son levantinos y que, con independencia del color, todos estos
temas guardan una cierta homogeneidad.
Mucho más cautos debemos ser con el motivo 19. Los restos de pigmento a la
izquierda de lo que deberían ser los cuartos traseros del zoomorfo que se documentó en
1981, no permiten una interpetación tan clara, pues nos está indicando que se trata de una
figura parcialmente conservada, fragmentada por los procesos cársticos (como ocurre,
por ejemplo, con la figura humana 18) y que su lectura actual está condicionada por estos
procesos y su deficiente conservación.
En cuanto a los motivos antropomorfos, destaca, en primer lugar, la homogeneidad
de las representaciones. Están ejecutadas bajo un mismo patrón estilístico, aunque
individualmente puedan poseer rasgos propios. La técnica utilizada es la tinta plana en
color rojo. Las dimensiones oscilan entre los 5 y 8 cm. La visualización de las figuras es
mayoritariamente frontal. Del mismo modo, la disposición de los antropomorfos se
organiza en torno a 3 planos distintos, preferentemente horizontales, excepto en el grupo
4-7 donde se documenta posible recurso a la perspectiva de grupo a partir de una
disposición en diagonal de las figuras.
En la composición de este grupo destacan la diferencia en la altura a la que se representan los motivos así como la diferencia en los tamaños. CC6 y 7 forman una pareja
cogida de las manos y, por lo tanto, la diferencia de tamaños podría deberse tanto al uso
de la perspectiva como a la diferente estatura de los individuos. A su vez, esta pareja estaría en un plano más alejado que la pareja CC4-5. A partir de la misma no podemos inferir la actividad que se está realizando, pues las figuras son prácticamente estáticas y nada
indica movimiento de las piernas. Las posibilidades son diversas, desde una marcha tranquila, hasta la representación de una unidad grupal o familiar o la escenificación de una
danza. Ésta última debe considerarse a raíz de las actitudes y disposición de los motivos,
que es la misma que se observa en el resto de figuras: la agrupación por parejas unidas
físicamente por uno de sus brazos y con los brazos exteriores dispuestos en jarra.
Destaca, en aquellas figuras mejor conservadas, una cierta individualización de los
motivos a partir de la incorporación de detalles en la cabeza y cadera. En la cabeza los
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tipos varían desde esferoides (CC4, 7, 13a, 15), triangulares (CC5), piriformes (CC20) u
ovalados (CC11, 12). Especialmente llamativas resultan éstas últimas, pues las
proporciones y el ensanchamiento oval en la parte superior nos remite a la representación
de algún tipo de tocado, mascara o gorro. También se podría incluir en este apartado la
representación de armamento u otro tipo de objeto, ejecutado mediante dos trazos
lineales, del motivo CC20.
En cuanto a las caderas, en los motivos 4, 5, 7, 11 y 12, el ensanchamiento de las
líneas de los muslos se puede seguir interpretando de igual manera que en la propuesta
de 1981, considerándolo como la representación de vestimenta: faldas cortas, ligeramente
acampanadas que se siguen en todos los ejemplos a excepción de CC20, que no tiene las
piernas individualizadas, sino que el trazo ancho se mantiene paralelo desde el arranque
de los hombros hasta el final de la figura, pudiendo interpretarse como un vestido. Este
mismo motivo, presenta además los trazos oblicuos al cuello, como elemento añadido a
la figura humana. Aparentemente aislada, sin pareja (aunque con restos de pigmento a su
izquierda) la disposición de ambos brazos aparecen en jarra lo que reforzaría esta
singularización que la aleja en términos compositivos y de actitud del resto de figuras.
Esto nos lleva a proponer la asignación sexual de estas 5 figuras como femeninas,
con dudas para CC20. Si bien el uso de faldas se considera tradicionalmente como un
elemento de adscripción sexual femenino, la ausencia de representación de los senos
entorpece esta afirmación, más todavía si se tiene en cuenta que no tenemos una
adscripción cronológica clara para estas representaciones que nos ayude a ubicarlas
culturalmente.
A la hora de abordar esta cuestión, no podemos olvidar que la disposición en parejas
es uno de los elementos más característicos de las representaciones femeninas en el
horizonte levantino (fig. 6). Las parejas compuestas por figuras femeninas es un hecho
recurrente en todo el territorio levantino, principalmente en el sector meridional (Alonso
y Grimal, 1993). El ejemplo más cercano lo tenemos en el Cinto de las Letras (Martínez
i Rubio, 2006), en Dos Aguas, sin embargo la pareja formada por los motivos 13 y 14 son
en su concepción y ejecución muy distintas a las de la Cueva del Cerro. Las figuras
femeninas del Abrigo de Lucio de Bicorp poseen unas faldas acampanadas hasta las
rodillas y, sobretodo, la disposición de brazos entrelazados, aunque ligeramente distinta,
podría remitirnos a las figuras del Cerro. Sin embargo, como ocurría con las figuras del
Cinto de las Letras, su concepción, su ejecución y el patrón estilístico, las aleja de las
figuras del Cerro.
Por otro lado, la representación de parejas como tema individualizado también es
relativamente frecuente en el arte esquemático (Acosta, 1968). Del mismo modo, algunos
paneles decorados en el sur peninsular muestran escenas donde “un grupo de personajes
danzan cogidos de la mano” como en la Cueva Ahumada en Cádiz (Grande del Brío,
1987: 163; Acosta, 1968: 168) y que, por tanto, se interpretan como escenas de danza
(fig. 7).
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T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
Fig. 6.- Parejas en el arte esquemático y en el arte levantino. 1) Cueva del Cerro. 2-3) Canforos de Peñarrubia (Acosta,
1968). 4-5) Las Viñas, Abrigo Grande (Acosta, 1968). 6) Las Vereas, Abrigo Central (Acosta, 1968).
7) Abrigo de Lucio. 8) Cinto de las Letras (Martínez i Rubio, 2006).
Sin embargo, la temática es, como se ha comentado anteriormente, difícil de inferir
a partir de las figuraciones. Los elementos que consideramos son la disposición de las
figuras, la posible representación de mascaras, tocados o gorros en la cabeza y el hecho
que las figuras de mayor tamaño y con una cabeza más detallada se sitúen en una posición
central superior. Todo esto nos induce a pensar en una representación de marcado carácter
grupal, social, pero sin poder precisar si se trata de una danza, una ceremonia, un
desplazamiento en grupo o cualquier otra actividad semejante, pues la expresión de las
figuras, el movimiento, se reduce a los brazos y es muy limitado. La inclusión de la figura
zoomorfa 21 en la composición no es clara, ya que no hay elementos que la vinculen a
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Fig. 7.- Representaciones con escenas interpretadas de danza en el Arte Esquemático. 1) Abrigo del Cerro.
2) Cueva Ahumada o de las Mujeres (calco según Cabré y Hernández Pacheco recogido en Acosta, 1968).
3) Piruetanal (Acosta, 1968).
las figuras humanas, por lo que inicialmente la consideramos ajena a la agrupación
humana 4-18. De este modo, consideramos muy próximas en su ejecución las figuras
humanas, 4-18, mientras que la relación con los zoomorfos y CC20 no queda clara y bien
podríamos estar frente a un panel en el que existieran diferentes fases decorativas, con
dos agrupaciones temáticamente diferenciadas. En un caso conformadas una por las
figuras humanas 4-18 y en el otro por las figuras 19-21.
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EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
El contexto arqueológico inmediato viene determinado por los hallazgos
superficiales en la misma cueva del Cerro que se reducen a unos pocos fragmentos
cerámicos de cronología contemporánea; materiales que se explican bien por el uso de la
cavidad como aprisco eventual de ganado ovi-caprino hasta finales de los años 60 del
pasado siglo. No se han localizado materiales de épocas más antiguas (García Robles,
2003); tampoco restos líticos a pesar de localizarse afloramientos silíceos a unos 20 m de
la boca.
En las inmediaciones a la cueva, en el Barranco del Nacimiento, el poblamiento prehistórico está documentado desde el Epipaleolítico Microlaminar hasta el Neolítico Final
(García Robles, 2003; Villaverde et al., 2000) y en la vertiente opuesta del río se localizan
entre otros yacimientos prehistóricos la Cueva de la Cocina (García Puchol, 2005). Hacia
el sur de la muela, en la Rambla de las Cañas, hay documentada la existencia de, como
mínimo, un yacimiento de la Edad del Bronze, los Tornajos, con restos de estructuras,
cerámica y molinos de mano (García Robles, 2003).
Igualmente rico es el panorama artístico de la zona con los yacimientos cercanos de
Dos Aguas, como el Cinto de las Letras, el Abrigo de la Pareja o el Cinto de la Ventana
(Jordá y Alcácer, 1951); el Barranco del Nacimiento, muy próximo a la Cueva del Cerro,
aloja motivos iguales a la línea CC2 así como yacimientos levantinos como la Cueva de
los Chorradores. Dentro de la Muela de Cortes donde se ubica la Cueva del Cerro
encontramos en su tramo bajo la concentración de yacimientos, tanto esquemáticos como
levantinos, de la Rambla Seca y la Rambla del Tambuc (García Robles, 2003; Villaverde
et al., 2000) que conectan con los yacimientos de Bicorp, Quesa y Navarrés.
Con tan variado panorama arqueológico resulta difícil discriminar cualquier período
prehistórico o histórico como posible encuadre cronológico para las representaciones del
Cerro.
CONCLUSIONES
En primer lugar, la Cueva del Cerro viene a poner de manifiesto la importancia que
tiene la renovación de las técnicas de documentación para el correcto conocimiento de
las expresiones gráficas de nuestro pasado. A la vez que confirma la eficacia del sistema
empleado. La nueva documentación ha permitido una nueva y más completa lectura de
los motivos existentes en este yacimiento.
En lo referente a las expresiones gráficas documentadas, por un lado tenemos las
expresiones esquemáticas y por otro las figurativas, hecho que nos puede estar indicando diferentes momentos de decoración de la cueva. Sin embargo, no sería de extrañar que
ambos tipos de representaciones se encuadrasen dentro del mismo complejo cultural: con
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
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dudas para la línea CC2, la adscripción cultural del motivo esquemático 1, si bien es
incierta, encaja en las frecuentes representaciones de temas abstractos (barras, puntuaciones, círculos) de la Edad del Bronce (Beltrán, 1969)
Por otro lado, la revisión de los motivos figurativos nos lleva a cuestionar su
adscripción al horizonte gráfico levantino, cómo se propuso inicialmente en 1981. Si bien
se trata de motivos figurativos realizados en rojo y con tinta plana, hay diversos factores
que los alejan de las convenciones que definen este arte. En primer lugar la ubicación en
la zona de penumbra de una cueva con desarrollo cárstico lo aleja de los patrones de
localización habituales del arte levantino, mucho más expuesto a la luz natural. Por otro
lado, la visión frontal de los antropomorfos, la falta de expresión de los mismos, alejados
de los patrones estilísticos dominantes en este horizonte en la zona, donde no se
documentan figuras similares, son hechos que nos hacen dudar de su adscripción a este
tipo de arte.
Del mismo modo, en lo referente a las figuras zoomorfas, las figuras del Cerro se
alejan también de los patrones naturalistas típicos del Arte Levantino, donde sea cual sea
su grado de estilización, las extremidades aparecen integradas en la representación, no
añadidas o yuxtapuestas al contorno, como en el caso del Cerro. Estas convenciones no
resultan muy alejadas de las que es posible observar en el arte figurativo de otros
periodos prehistóricos o protohistóricos.
Resulta necesario revisar la adscripción levantina de la Cueva del Cerro, porque de
no hacerlo así corremos el riesgo de acabar convirtiendo el término de Arte Levantino en
un saco sin fondo en el que se incluirían todas las expresiones gráficas figurativas más o
menos naturalistas que no podemos encuadrar con facilidad por falta de paralelos, la
escasez de ejemplos o la inexistencia de una cronología clara, pero que se alejan del
concepto estilístico que define a este horizonte gráfico. Martínez Bea (2004) ha llamado
la atención al respecto en la revisión de algunas figuras del Abrigo de la Vacada (Teruel),
sacando a la luz motivos de clara filiación celtibérica, con cronologías protohistóricas
avanzadas. En el caso de la Cueva del Cerro, sin ser determinantes, las figuras humanas
podrían vincularse con aquellas otras que han sido relacionadas por otros autores con la
Edad del Bronce (Acosta, 1968: 184; Beltrán, 1969). La existencia en la zona de restos
arqueológicos que atestiguan la presencia de un poblamiento del Bronce no entra
contradicción con esta propuesta (García Robles, 2003). Sin embargo, la dificultad de
establecer la sincronía entre las representaciones zoomorfas y las antropomorfas, la
existencia de diferentes coloraciones en los temas documentados y la dificultad de definir
la composición del panel interior izquierdo, en nada ayudan a precisar una cronología
para este yacimiento. Por ello, de momento y a pesar de la nueva documentación
obtenida, no nos atrevemos a formular una propuesta de adscripción cultural de este
conjunto y preferimos señalar los problemas encontrados a la hora de plantearnos su
filiación.
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T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Norberto MESADO*, Joan BARREDA**, Arturo RUFINO*** y José L. VICIANO****
TRES NUEVAS MANIFESTACIONES DE ARTE RUPESTRE
PREHISTÓRICO EN LA PROVINCIA DE CASTELLÓN
RESUMEN: Como es lo lógico, la búsqueda de Arte Rupestre Prehistórico en nuestro País
lleva a encontrar nuevos yacimientos. En el presente caso, lo “nuevo” a divulgar es: una manifestación pictórica seminaturalista, en cueva, encontrada por Juan Barreda en término del municipio de
Vilafranca (Els Ports de Morella); una inscultura hojiforme hallada por Arturo Rufino en la zona de
La Beltrana, Vistabella (l’Alcalatén); y unas raras pinturas encontradas por José L. Viciano en un
abrigo del Río Chico, en término del municipio de Espadilla (Alt Millars).
PALABRAS CLAVE: Arte rupestre, petroglifo, inscultura, hojiforme, Hierro I.
ZUSAMMENFASSUNG: Drei neue entdeckungen von höhlenmalerei in der provinz von
Castellón. Logischerweise bringt uns die Suche nach vorgeschichtlicher Höhlenkunst zu neuen
Fundorten. In diesem Fall handelt es sich um ein naturalistischartiges Gemälde in einer Höhle von
Juan Barreda in der Stadt von Vilafranca, blattartig gravierte Steine von Arturo Rufino in Vistabella
sowie merkwürdige Malereien die von Jose L. Viciano beim Fluss Chico in der Stadt von Espadilla
entdeckt worden sind.
SCHLÜSSELWÖRTER: Höhlenmalerei, petrographie, grabinschrift, blatt förmig, Eisen I.
*
**
***
****
Avda. Llombai, s/n (junto a Instituto). 12530 Burriana (Castellón).
Avda. del Llosar, s/n. 12150 Vilafranca (Castellón).
Avda. San Juan Bosco, 19. 12530 Burriana (Castellón).
C/ Jesús Martí Martín, 7-3º. Castellón.
—181—
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2
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
I. LA PINTURA SEMINATURALISTA DE LA COVA DE LA REINA
Situación
Si desde el pintoresco pueblo de Vilafranca, en la histórica comarca de Els Ports (de
Morella), tomamos hacia el S, al finalizar la calle del Cid, el viejo camino que conduce
a Benassal, pronto, en su primer y acusado descenso, hallaremos el álveo del Barranc de
les Coves del Forcall, cerca ya de su drenaje sobre la profunda fractura del Barranc de la
Fos, sitio ideal para aparcar si llegamos con el coche; pero, para el caminante, aconsejamos hacerlo desde el final de la mencionada calle, Barri del Maset, en donde da principio, a mano derecha, un sendero con el indicador del PR, I (el camino Real de Benassal
y Culla) que por una cresta rocosa, muy quebrada, corre paralelo a una fuerte depresión,
denominada Les Vegues, que delimita por el W el pueblo, valle por el que discurre el Riu
de la Teuleria. Vía rupestre, ésta, desde la cual podremos observar, hacia el N, una de las
mejores vistas de este municipio del interior, caserío apiñado sobre un espolón calizo; y,
hacia el SW, el curso del aludido Barranc de les Coves del Forcall. Camino viejo que,
igualmente, va a descender para cruzar este último barranco en donde suelen aparcar los
coches, puesto que a escasos metros mana la Font de Santa Bàrbara, también llamada de
la Canaleta, lugar en donde el ayuntamiento a instalado mesas, utilizando algunas muelas de molino maquilero, y una chopera da sombra a este merendero ubicado en la margen derecha del propio barranco en donde están Els Llavadors de Santa Bàrbara.
Si nos adentramos por su vado y tras haber rebasado la Clotxa dels Capellanets, tras
un kilómetro de recorrido, ahora en la margen izquierda, advertiremos un bravío farallón
calizo –El Riscle– en donde colgadas a igual altura sobre una potente cornisa caliza, con
una longitud de unos 200 m, veremos una serie de covachos de erosión (36 en total, nos
comenta J. Barreda), causantes del topónimo de esta fractura del término de Vilafranca.
A ellos se accede, con bastante comodidad, por la cornisa volada, labrada por la erosión
del río y el karsticismo del propio paraje.
Aquí la panorámica de la hondonada es majestuosa (fig. 1). La alcanzábamos el día
30 de marzo del 2006 acompañados de los amigos Juan Ramos y José Luis Viciano,
ambos del Espeleo Club de Castellón, a quienes debemos la topografía que publicamos
en la fig. 2; y de Joan Barreda, defensor y conocedor como pocos del patrimonio cultural vilafranquino.
De N a S la toponímia vieja –siempre la óptima– señalará, entre cárcavas o abrigos
de escasa profundidad, las cavidades de la Cova de l’Anca de Cavall1 y la Cova de la
Reina, entre la anterior y el ventano abierto en el extremo W del farallón calizo conocido por los lugareños como L’Arc del Campanar.
1. Topónimo debido a esta forma que presenta, en su entrada, un resalte de la roca basal. Pudiera no ser antiguo.
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
3
Fig. 1.- Barranc de les Coves de Forcall, Vilafranca. Cingle con los abrigos en estudio (J. Ramos).
Como antecedente de los estudios arqueológicos por estos altiplanos de Els Ports,
sector geológico meridional del borde oriental del Macizo Ibérico, figura el amigo Ferran
Arasa Gil, buen conocedor de la arqueología de su pueblo natal: Vilafranca (Arasa,
1977).
La pintura
La Cova de la Reina es conocida, asimismo, por el topónimo (reciente) de la Cova
del Trono;2 su interior custodia la pintura “seminaturalista” que pasamos a describir, y lo
hace –cosa bien rara y a tener en cuenta (no conocemos en nuestra geografía valenciana
otro caso para una manifestación levantina, aunque tardía)– en un punto de la cueva que
no alcanza la luz diurna, motivo principal, creemos, por el que permanecía desconocida
e inédita. Fue encontrada por J. B. a fines del 2005, quien le comunicaría el hallazgo al
2. Recibe este nombre por tener junto a su entrada, lado derecho, una hornacina con un banco o reposadero natural.
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4
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
igualmente amigo Inocencio Sarrión Montañana, quien, a su vez, en febrero del 2006, nos
daba la noticia. Hallazgo que, de inmediato, poníamos en conocimiento del Museo de la
Valltorta.
Pese a que en todo este alargado cingle, sobre la misma cornisa, como hemos comentado, existen otras balmas y recovecos, no hemos encontrado (lo que quiere decir que no
exista) otra manifestación rupestre a destacar; pero sí que la hay en otro punto del término, caso de la existente en la Covatina del Tossalet del Mas de la Rambla con sus novedosas y sorprendentes escenas cinegéticas, ahora plenamente “levantinas”: una con la
representación de la caza de un córvido, empleando su captor una honda; y la segunda,
con la captura por mujeres, a mano, de la vípera latasti (Mesado, 1988-89).
La Cova de la Reina, en la orilla activa de un abierto meandro, abre su boca hacia el
NE, en donde los montes cierran el paisaje, encumbrándose a 30 m del fondo del barranco. Lo hace tras un descenso de 5 gradas abancaladas, prácticamente yermas por abandonadas, ubicándose a unos 12 m de desnivel del pretil o canto que rompe la plataforma
que soporta la crecida llanada del Pla de Mossorro, hoy con almendros, algarrobos y
pinos; antaño, óptima para el pastoreo de ovicápridos, la riqueza ancestral de toda esta
comarca que es antesala del cercano Bajo Aragón, puesto que Vilafranca está en el límite noroccidental de la Provincia de Castellón, colindando por el W con los términos de
Mosqueruela e Iglesuela del Cid, núcleos urbanos ya turolenses.
La boca de la Cova de la Reina, elevada 3 m sobre la visera o corredor rocoso, es de
perfil periforme, midiendo 3,50 m de alto por 2,75 m de ancho basal (fig. 2). Abertura
que, en embudo, se adentra hasta dejar el paso junto a una persona, en cuyo fondo, en
completa oscuridad, vuelve, a los 9 m de la entrada, brevemente a ensancharse elevando
el techo, amplitud causada por la erosión hídrica de una grieta ubicada en su cenit,
momento a partir del cual la pared desciende, en un frente casi vertical (ubicación de la
pintura) para formar un cubículo de 1 x 1,8 m con el que finaliza. Su recorrido alcanza
los 13 m. Es en esta caída frontal, dominando el acceso a este nicho, en donde, en plena
oscuridad (reforzando por ello el valor esotérico y sacral) fue pintado, sobre una superficie turgente y lisa, con un pigmento rojizo muy potente (tal vez por no alcanzarle la radiación solar) el reducido grupo de imágenes que pasamos describir (fig. 3).
La pintura mayor, y principal (fig. 4, calco), alcanza una altura de 23,5 cm, la cual
constituye el eje o “tronco” de un antropomorfo dado que se le aprecia un punto superior,
ligeramente inclinado y apuntado hacia la izquierda, que interpretamos como la cabeza
de un personaje, tal vez deificado. Después, con un vacío o separación de 13 mm (lo que
sería el cuello) da comienzo el tronco, de pigmentación más diluida, primero ensanchado (el pecho) y luego filiforme hasta topar con un abultamiento, apuntado en sus extremos (a modo de losange) en su zona coxal, de difícil interpretación por la pérdida de pigmento. Otras manchas, hacia su lado izquierdo, parecen pertenecer a otra figura.
Después, siguiendo de nuevo el trazo lineal descendente, alcanzaremos las extremidades inferiores: la posterior, menos definida y rota a intervalos, que proyecta hacia atrás;
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
5
COVA DEL TRONO (Vilafranca)
Topografía: Espeleo Club Castelló - 30/03/2006
Fig. 2.- Planta y alzado de la Cova de la Reina. Vilafranca.
y la que avanza, mejor modelada anatómicamente, con la curvatura rítmica que da la marcha, con su correspondiente pie ligeramente flexionado. Aunque le falta, por pérdida de
pintura, la conjunción con la pierna posterior, pudo ser una figura asexuada.
De sus extremidades superiores, los brazos, podemos advertir el izquierdo (mirando
la pared), el cual ensancha hacia el codo doblando el antebrazo en busca del pecho de la
figura. Igual posición parece tener su extremidad derecha, aunque unas manchas de pintura, desprendidas, hacen problemática su posición primera; aunque pudieran tratarse de
adornos colgantes.
Por lo analizado, parece que estemos ante un personaje de canon filiforme, cronológica y estilísticamente tardío; pero igualmente lejos, estéticamente, de cuanto entendemos como arte esquemático “puro”, cuyo canon marcan las manifestaciones rupestres del
mediodía peninsular.
En el lado izquierdo de esta figura, surge otra: un posible animal cuya longitud ronda
los 22 cm. Lo forma un trazo diagonal, descendente, que constituiría la línea cérvico-dor—185—
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Fig. 3.- Pintura de la Cova de la Reina (J. Barreda).
\
Fig. 4.- Antropomorfo de la Cova de la Reina. Calco.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
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sal (el espinazo) si el ensanchamiento que presenta su extremo superior, tangente al cuerpo del antropomorfo, es la cabeza; y su opuesto, con dos proyecciones verticales, caídas
(la posterior gruesa y deforme, y la anterior filiforme) que parecen responden a las nalgas y patas traseras. De ser así, podríamos estar ante un cuadrúpedo, tal vez (por la anatomía de la supuesta cabeza) un cánido doméstico; aunque no se le habrían señalado las
orejas. Sin embargo obliga a ser cautos en esta interpretación ya que en su conjunto, pese
a que se utilizó una pigmentación fuerte, hay repetidas roturas del color (por el paso del
tiempo) que han podido deformar la idea primigenia que tuvo su autor.
Si estas dos imágenes, de alguna manera, pueden interpretarse, no ocurre lo mismo
con otras manchas del mismo color, hoy dispersas, aunque menos potentes, que dan
comienzo a 9 cm a la derecha del antropomorfo y tras haber rebasado una fina grieta que
finaliza, en su base, con una poceta que igualmente conserva pigmentación rojiza en su
fondo inferior. Su degradación, y nula lectura formal, es la causa de no haberla dibujado,
aunque podemos observarlas, en parte, en la mencionada figura 3.
La composición, en su tercio inferior, aparece alterada por los “ineludibles” grafitos
(incisos) de quienes visitan los abrigos dejando su huella de simpleza sobre un patrimonio declarado Patrimonio de la Humanidad.
Paralelos y comentarios
Por su crecida sencillez, a simple vista, la figura humana descrita parece rozar el arte
esquemático; aunque sigue perdurando en ella ese hálito “levantino” que la hace diferente, pues mientras en lo esquemático (Arte de Sierra Morena Oriental, por más cercano y compacto) va a primar el ideograma simbólico (inicio, aunque lejano, de las ideas
escritas), en el Arte Levantino, tras una Primera Fase de grandes figuras (naturalista la
fauna e idealizada la figura humana y por ello estilizada, que no esquemática3), lo que
va a primar es el naturalismo descriptivo. Con él tiene nacimiento en nuestro continente europeo la pintura escénica. Y lo hace (especialmente en Cova Remigia) con composiciones cinegéticas electrizadas por el movimiento (Segunda Fase), en donde la capacidad narrativa alcanza la cima del Arte Naturalista Prehistórico, tras las cuales las figuras
(Tercera Fase Artística) se empequeñecen convirtiéndose sus personajes en auténticos
liliputienses, al tiempo que se disgregan aquellos relatos, tendiendo ahora hacia el esquematismo y la abstracción aunque suele pervivir, siempre, aquel sello de origen
Mediterráneo (“Levantino”) que los distingue: la idealización primigenia y el movimiento. Y pese a la distancia, de todo tipo, que impera en el antropomorfo de la Cova de la
Reina, parece haber un philum que une tales extremos artísticos.
3. Ver ambos conceptos en Mesado, 1989: 86 y 88.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Como dijimos, hace ya años: “La estilización es idealismo, mientras que el esquematismo es abstracción” (Mesado, 1989: 88). En ambos conceptos radican dos mundos
culturales, diferentes y antagónicos: el más viejo, de economía neolítica (dentro del
Neolítico Inciso); y el más joven, de raíz eneolítica. Horizontes artísticos que hay que
enmarcar, creemos, en un proceso religioso.
Se trata, evidentemente, de sociedades adscritas a la geografía que las ampara ya que
es el paisaje, el entorno natural mediato (el “factor ecológico”), el que conforma al hombre y a su economía. Sin él, cualquier estudio sociológico, arqueológico, puede quedar
minusvalorado, coincidiendo, por ello, con lo apuntado por López y Soria: “Las culturas
primitivas, cuanto más lo son, más vinculadas se encuentran con su entorno ecológico”.
Siendo bien cierto cuanto estos dos investigadores anotan “...que las diferencias estilísticas son el exponente de las diferentes mentalidades que plasmaron los lienzos pictóricos”
(López y Soria, 1988: 3 y 428). Opinión que venimos apuntando a lo largo de nuestros
propios estudios: “Las diversas manifestaciones del Arte Prehistórico Peninsular, quiérase o no, se nos presentan compactadas y herméticas, y cada cual es el producto anímico
de una Cultura, igualmente compacta y hermética, y, quiérase o no, no hay un fluir que
pueda gestar la unión, ni entre las Culturas ni obviamente entre tales manifestaciones
artísticas” (Mesado, 2001b). Por ello mismo, bien poco (mejor nada) van a tener que ver
los ciervos naturalistas, de evidente porte “levantino” (muy raros en esta geografía del Sur
Peninsular), de Tabla de Pochico (Aldeaquemada, Jaén); o los ya “menos levantinos”,
pero aún naturalistas (aunque de cuerpo “amorcillado”, por lo que López y Soria los incluyen en el Estilo Seminaturalista) de Prado del Azogue, del mismo término municipal, con
el resto de los ideogramas pictográficos de ambas cuevas: claros exponentes del más puro
estilo esquemático del área andaluza (López y Soria, 1988: fig. 11 y 15). Hecho que evidencia que entre ambos estilos hay un mundo de silencio artístico y cultural.
Una aproximación cercana, también geográficamente, a este antropomorfo del término de Vilafranca la tendremos en el cazador filiforme, con arco, del abrigo del Mas de
Barberà (Forcall, Castellón), esa balma que desarrolla un mensaje críptico por el momento sin paralelos: “posible mitomanía de esa fase tan final del Arte Rupestre del Neolítico
Inciso, inserta dentro del contexto de la Fase III de Remigia en un momento de simbologías, iconos inconexos o de difícil integración en una escena racional como siempre acontece con la Fase II” (Mesado, Barreda y Andrés, 1997: 128). Se trata de un momento muy
tardío en el que no sólo se desintegra aquel canon naturalista por la propia descomposición de la figura; pues igualmente van a desarticulase las propias escenas dando paso a
iconos inconexos y, muchas veces, cabalísticos. Tal vez en Castellón el conjunto de balmas de Morella la Vella son el exponente más claro de ese horizonte artístico final, con
sus figuras filiformes repletas, algunas, de la gracia armónica más propia de la danza que
de la lucha (“combate de arqueros”); otras, ya sueltas, del más puro canon del arte esquemático (cuadrúpedos). Pero igualmente las tendremos, por poner otro ejemplo, en esa
balma cimera –junto con Remigia– de la Valltorta: la Cova dels Cavalls, ya que sus caza—188—
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dores 35b y 37a (entre otros) quedan cerca, estilísticamente, de la figura humana de la
Cova de la Reina (Martínez-Valle y Villaverde, 2002).
Y por dar otro ejemplo, ahora también lejano, adentrándonos en el Alto Aragón oscense, tendremos otros paralelos en los personajes mayores del Sector 1 de Muriecho L, sobre
el barranco de Fornocal (cuenca del río Vero), formado por apelotonados hombrecillos
que, en varios grupos, parecen dialogar entre sí; pero sin definir la función que desempeñan (Baldellou, 1987: 66 y ss.). Aunque por existir en la base de esta composición un ciervo de tendencia naturalista, rodeado igualmente de más personajes, ha sido interpretada,
toda ella, como una posible escena de la captura, a mano, de este animal. Conjunto que
aunque ha sido clasificado como “levantino” aparece impregnado de esa dicción tardía
que lo aleja. Sin embargo, en la misma cavidad, en su Panel 2, con la separación de sus
escasos grupos de figuras (por cuanto no parecen formar parte de una misma composición
o escena), hay, de nuevo, un grupo de menudos cápridos unidos por su coloración y técnica, para nosotros el conjunto más “levantino” de cuentos aquí existen.
Contigua a esta balma se abre Muriecho E2, en cuyo Sector 1 fue pintado un antropomorfo con brazos en asa junto a un grupo de digitaciones, dueto del más puro estilo
esquemático (Baldellou et al., 2000), poniendo de manifiesto la idoneidad –posiblemente esotérico/mistérica– del lugar a lo largo del tiempo, manifestaciones tardías que tampoco suelen faltar en determinadas cárcavas castellonenses, y siempre lo hacen “respetando” las figuras y composiciones primigenias –levantinas– que ocuparán los mejores
paneles tectónicos de los abrigos, ubicándose las figuras postlevantinas (cuando verdaderamente lo son) extrapoladas de las primigenias, signo, siempre, de modernidad y de
respeto por el pasado. Y es que cuando las balmas amalgaman estilos diversos, estamos
ante un esoterismo con profundidad cronológica y cultural evidente.
Una posible cronología
El yacimiento arqueológico más próximo a la Cova de la Reina es el de la gran cavidad de la Cova del Racó, abrigo de erosión debido a la dislocación fallada del propio curso
del barranco, teniendo junto a su boca una charca de agua manantial perenne, causada por
la propia rotura de la capa freática del lecho, punto denominado El Pau de la Llamia. En
su interior, a mano izquierda, el maestro de escuela Salvador Gómez Bellot, hacia el año
1969 (década en la que ejerció su magisterio en Vilafranca) llevo a cabo una auténtica
“escarbación”. Fue un período en el que esta persona prospectó, destruyéndolos, infinidad
de puntos arqueológicos en todo el Alt Maestrat, entre ellos gran parte de la importante
cavidad de Fosca (la “Cova del Mas d’en Llorenç”), en Ares del Maestre, en la que “dejó
media cueva prácticamente reventada” (Prats, 1979: 9), área socavada y revuelta en la que,
con los años, incidieron las excavaciones del Servicio de Investigaciones Arqueológicas y
Prehistóricas de la Excma. Diputación de Castellón (Gusi y Olaria, 1985) .
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Casualmente, en la prospección realizada en la Cova Gran por este maestro de escuela trabajaría en su juventud Joan Barreda, exhumándose “numerosos restos arqueológicos en distintos niveles de habitación. Los materiales, en la actualidad perdidos, contenían, entre otros, pezones de hueso, restos de collares, una pequeña hacha pulimentada,
de fibrolita, cerámicas y sílex” (Arasa, 1977: 257).
También se detectan rebuscas en la propia base de la pintura de la Cova de la Reina,
allí donde el lecho de la cavidad parece alcanzar un mayor fondo, suelo con una sedimentación alterada. Según Arasa, en esta cavidad se encontraron varios fragmentos de
cerámica tosca, de “pastas ocres y negruzcas, desengrasante grueso, superficie de tacto
suave, ligero engobe ocre-grisáceo y bruñido”, encontrando fuera de la cavidad, sobre los
bancales, “una pequeña lasca de forma semicircular con saliente central, con retoque
plano profundo en el borde oblicuo izquierdo, y dos muescas en el borde lateral derecho”
(ibíd.).
No queda lejos (sobre algo más de dos kilómetro en línea recta) la divulgada estación
de la Ereta del Castellar (Ripollés, 1997), perteneciente a un “Bronce de Transición”
como señalan sus hermosos pithoi (Mesado, 1999: 43-46), aunque desde el espolón de la
Ereta, sobre el profundo Barranc de la Fos (vivero natural de víboras), no se divisan los
abrigos del Barranc de les Coves del Forcall. Tampoco se conoce manifestación pictórica rupestre (pese al elevado número de estaciones del Bronce por toda nuestra geografía) en dicho horizonte cultural.
Por lo comentado, pues, la cronología que, de momento, habremos de dar al pequeño grupo de pinturas de la Cova de la Reina, horquillaría en ese momento tan final de la
Fase III de Remigia; pero sin alcanzar, creemos, el Eneolítico. Horizonte cultural cuya
expresión pictórica cubriría el auténtico y novedoso Arte Esquemático.
Potenciales espacios sacrales e hierofánicos
Entre la fuente de Santa Bàrbara (o de la Canaleta) y la desembocadura del Barranc
de les Coves del Forcall en el de La Fos (y por ello en las cercanías de la Cova de la
Reina) existía una ermita dedicada a esta santa cuyos restos aparecen hoy enmascarados
en la denominada Granja de Justo, edificio religioso que ya estaba en ruinas en el siglo
XVII según documentación del Archivo Parroquial del pueblo. En el siglo siguiente construyose otra ermita, con la misma advocación, junto a la carretera que desde Vilafranca
conduce al ermitorio del Llossar.
Ello recuerda, por poner otros ejemplos dentro del país (posiblemente casuales, no lo
negamos), la conjunción, de otras pinturas, con fuentes y ermitas o iglesias cristianas en
sus aledaños, caso del abrigo del Mas de Barberà, junto al ermitorio de Sant Cristòfol de
Forcall (Mesado, Barreda y Andrés, 1997); o las pinturas del Barranc de les Coves Llongues, tan cercanas a la iglesia rupestre, con campanario incluido, de la Balma de Sorita
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(Andrés, 2004); o el antropomorfo, de brazos enjarrados, de Les Roques de Mallassén,
en Vilafamés, cercana a la ermita de San Antonio (Mesado, 1973); o el ídolo oculado del
covacho de La Vall de Toliu (Gilet, Valencia), junto al monasterio franciscano, y fuente,
de Santo Espíritu del Monte (ibíd.: fig. 8).
Después, ya en la provincia de Alicante, aunque dentro de otros contextos artísticos y
cronológicos –el arte simbólico expresionista (del Neolítico Cardial) y el arte naturalista
narrativo (del Neolítico Inciso)–, en el acantilado del Pla de Petracos (Castell de Castells,
la Marina Alta) tendremos, en auténticas hornacinas naturales e individuales –absidiolos
sacrales– y por ello despreciando la contigua balma “levantina”, las macro-figuras del
horizonte Neolítico Cardial; y la cierva naturalista, “levantina”, en el contiguo y alargado
abrigo (el típico para su soporte) de La “Tans” de José Luis, manifestaciones, ambas, sobre
la cinglera de Renyidós, en la ladera izquierda del Barranc de Malafí , en cuya entrada al
valle “perduran las románticas y solitarias ruinas de un ermitorio (¡sin advocación recordada!) lejos de cualquier núcleo de población, donde en una romería ancestral, alrededor
del día 8 de septiembre, se lleva en andas a la Mare de Déu de Petracos, peregrinación en
la que subyace ese valor telúrico y religioso que comentamos, cuya génesis está por investigar” (Mesado, 2001b: 136). Y es que se trata, muy posiblemente, como apunta J.F. Jordán
al comentar el simbolismo críptico del panel rupestre del Abrigo del Mas de Barberà: “de
espacios sacrales e hierofánicos a lo largo del tiempo” (Jordán, 2001a).
II. EL PETROGLIFO DE LA BELTRANA
Esta manifestación rupestre, esculturada, dentro de la novedad arqueológica valenciana que constituyen los petroglifoides, ha sido encontrada por otro amigo, Arturo
Rufino Guinot, el cual, conociendo aquellas dos rocas grabadas (“plataformas”4 ), con
motivos hojiformes, que publicábamos en 1994 (ubicadas en las cercanías del pico de
Penyagolosa, de 1.815 m s.n.m.), yendo de paseo la tarde del día 7 de abril de 2006 por
los alrededores del ermitorio de San Juan de Penyagolosa, zona boscosa de La Beltrana,
hallaba otra “plataforma”, igualmente exenta, comportando un nuevo (por desconocido)
grabado hojiforme (fig. 5 y 6).
Situación
Se llega a él, tomando desde Vistabella (L’Alcalatén) la carretera que lleva al ermitorio de San Juan. Ya en su cercanía cogeremos, a mano derecha, la estrecha entrada al
4. Para su exposición, y atendiendo a la morfología de los propios soportes, seguiremos denominando peñedos a aquellas
rocas o salientes “in situ” de grandes proporciones; plataformas a las losas menores, igualmente “in situ”; y rocas a las
areniscas desplazadas, tal como ya hicimos (Mesado y Viciano, 1994).
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
camping, en cuyo inicio se halla el conocido pino de los tres troncos. Tras dejar esta zona
de acampada seguimos ascendiendo por la misma pista, y a unos 500 m de su recorrido
tendremos a la derecha una zona de grandes losas en donde se encuentra el abrigo llamado la Cova de la Beltrana, frente al cual, uno de nosotros (Viciano), recogió fragmentos de la talla de sílex. Tras este punto la pista vira a la izquierda y, ya en horizontal, tras
un recorrido de unos 200 m daremos, nuevamente a la derecha, con otro grupo de grandes losas uno de cuyos ortostatos, a modo de visera, ha sido, por su lado W, paredado con
roca en seco para aprovechar su interior como refugio. Es en este punto, ahora a la
izquierda del camino, con una separación de 13,50 m y en el declive de un monte cubierto siempre de pinos (el laricio y el silvestre), y su monte bajo de crecidos helechos, donde
advertiremos la roca de arenisca gris, manchada por la acción biótica de los líquenes, con
este “nuevo” petroglifoide.
La inscultura
La litoarenisca que lo comporta presenta la superficie superior plana (a la vez que
ligeramente cóncava en su centro) en acusado declive hacia el N. Alcanza un eje máximo (SE-NW) de 3 m, siendo su anchura (E-W) de 2,30 m. Y mientras su frente W (la de
la propia pendiente del valle) tiene una caída vertical de 1,10 m, su opuesto rasa un suelo
cubierto por la pinocha y el humus. Muestra junto a su perfil W un cupuliforme abierto,
labrado por un proceso alterológico generado por la abrasión pluvial y la gelifracción,
habiendo provocando un gnamma (Peña y Sancho, 2003). No se observa desplacación
superficial; pero sí erosión, como una roca más, por la acción de los líquenes y los procesos derivados de la humectación, pese a lo cual su estado es bueno. No hay indicios de
haber comportado fuego pues no existen señales de termoclastos.
El ancho de este motivo insculturado (eje E-W) es de 96 cm, siendo la altura total
(eje N-S) de 150 cm. Su campo cerrado queda dividido en dos partes iguales por un canalillo, ahora de perfil irregular y escaso fondo, de 105 cm de recorrido, que, tras cortar la
silueta cerrada, sigue, estrecho y ahora hondo (el pecíolo del hojiforme), con un recorrido de 45 cm hasta alcanzar el extremo inferior de la roca, su desagüe natural.
Fue labrado con un instrumento apuntado, seguro que metálico, como se aprecia en
el picado visible, espaciado y no compacto, del canal que lo conforma. Reguero de sección tanto en U (más o menos abierta) en la periferia (la del limbo de la hoja), como en
V en el canal de drenaje. La anchura de este surco varía poco, sobre 45 mm en el perímetro, y se expande, deformándose, en su interior, alcanzando el canalillo de desagüe
unos 3 cm de profundidad. Hojiforme que por su lado E está a 80 cm del contorno de la
roca, y su opuesto a 55 cm. Tanto la ligera concavidad central, natural, de la arenisca,
como su pendiente (sobre unos 20º), favorecen el drenaje a cualquier líquido que se vierta o recoja en la superficie esculturada.
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Fig. 5.- Vistabella. Plataforma de La Beltrana. Penyagolosa (A. Rufino).
Fig. 6.- La Beltrana. Penyagolosa, Vistabella.
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Paralelos y comentarios
Observamos cómo la dirección del derrame (S-N) es el mismo que presentan los dos
petroglifos de la cumbre de Penyagolosa, cuyos campos tienen una red de canales más
compleja (fig. 7 y 8). Como es bien conocido, y ya dijimos (Mesado y Viciano, 1994: 246
y 247, nota 142), se trata de una encumbrada montaña que en tiempos prehistóricos pudo
estar dedicada al dios céltico Lug. Sobre estos grabados pudieron haberse celebrado ceremonias de libación o sacrificios en su honor, como se ha constatado en la estación turolense del santuario de Peñalba de Villastar, junto al Turia: “sin duda el centro cultual más
importante del dios Lug en la Península” (Marco, 1986: 731). Se trata de un santuario
cuyo nombre popular es el de Cerro de las Hoyuelas por las muchas cazoletas y canalillos que comporta, “conjunto de grabados con más de 3 km de extensión lineal”, entre los
que se han detectado junto a las cazoletas y sus canalillos de drenaje “motivos geométricos y astrales”, y “representaciones del dios de raigambre celta Lug” (ibíd.: 211). Corpus
inciso que sitúa este investigador “en los momentos finales de la Edad del Bronce o inicios de los campos de Urnas del Hierro”, existiendo, además, “una buena cantidad de inscripciones celtibéricas o ibéricas, y latinas, que llevaría el momento final del santuario en
época ibérica del siglo I a.C., o al cambio de era”.
También comentamos que cercanas a estas insculturas de Penyagolosa existen indicios de un poblado Eneolítico en La Bayadera, así como otro de la primera Edad del
Hierro en la loma de Belart (Mesado y Viciano, 1994: 202 y 246). Creemos que a este
último horizonte cultural, ya rebasado el año 1000 a.C., pudieran pertenecer los petroglifos de esta montaña cimera del país, cuyo topónimo, repetimos, pudiera derivar de aquella deidad céltica (Penya-Lug-osa) y que el actual santuario dedicado a San Juan (24 de
junio, solsticio del verano) pudo ser perduración religiosa de aquella lejana tradición
“pagana”. A este santuario montano sigue acudiendo, anualmente, una de las romerías
más primitivas del país, de origen incierto: la dels Pelegrins de les Useres.
De cuanto hemos comentado llama la atención que el plano insculturado de esta plataforma de La Beltrana se contrapone al declive del propio valle, o sea que la inclinación
de su planacara es la misma que la de los petroglifos de la cumbre de Penyagolosa que se
ubican en la vallada opuesta y por esto acordes con su pendiente, cosa que no hace el
petroglifo de La Beltrana. Se trataría, pues, de una estación (la del conjunto de Penyagolosa) que se vale para unos mismos rituales de un monotema: el hojiforme, en este
nuevo caso, también, con un posible valor figurativo de vulva, inicio de cuanto nace. Y los
tres, como hemos visto, con los canales de drenaje orientados hacia el N y teniendo en el
S (a 160º el hojiforme de La Beltrana) la majestuosa cumbre de la montaña más elevada
del país, tal vez con la intención de que quienes realizaban actos esotéricos no dieran la
espalda a aquella divinidad... Cumbre con su imponente pared vertical en la vertiente de
levante cuya fuerza telúrica sigue perdurando en cuantos excursionistas la contemplan
(fig. 9). En la actualidad, en esta cúspide se halla entronizada la Virgen del Lidón.
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Fig. 7.- Penyagolosa, Vistabella. Plataforma I.
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Fig. 8.- Penyagolosa, Vistabella. Plataforma II.
Como también glosamos, y conviene repetirlo, hay pastores que relacionan los hojiformes insculturados con la destilación del aceite de enebro (Mesado y Viciano, 1994:
258), pero el hecho cierto de que ninguna de las rocas que los comporta presenta indicios
de termoclastia, así como su excesivo tamaño, nos lleva a asegurar que no fue ésta su función ya que según Agustín Gascs,5 de la masía de Montoliu, en término de Xodos
(L’Alcalatén), el aceite de enebro se obtenía colocando sus astillas en el interior de los
cántaros (solían aprovecharse los recipientes rotos), y una vez llenos se invertían sobre las
bases de otros contenedores igualmente cerámicos. Tras esta preparación los recipientes
5. Este relato fue recogido por J.L. Viciano, en 1967.
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Fig. 9.- Cumbre de Penyagolosa. Vertiente de Levante.
se cubrían de maleza a la que se prendía fuego, provocando la alta temperatura de la combustión la exudación del enebro, cuyas gotas eran recogidas en los contenedores, líquido
que era trasvasado a un botellín para su posterior uso. Se empleaba tanto en las heridas y
malaltías del ganado como para matar menudos animales que se creían dañinos. En la
geografía que venimos investigando, ninguno de los hojiformes presenta signos de disgregación granular por termoclastia, ni tampoco ennegrecimiento de la superficie por
ignición o aceites (de ser recientes), prueba inequívoca de que no fueron empleados para
la obtención del citado líquido graso.
Por otro lado se sitúan dominando extensos paisajes, lo que los hace más enigmáticos, alejándonos de aquella atribución popular, pastoril, así como unirlos al tan desconocido esoterismo de nuestra prehistoria, base de las creencias anímicas de todas las cultu—197—
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ras. Tampoco los creemos piedras pasivas para el prensado de la oliva, idea que iniciaría
Breuil (Breuil y Lantier, 1945), pues los que hemos estudiado (y en particular estos de
Penyagolosa) se sitúan en paisajes cimeros sin olivos, mayormente dominio de las fuertes nevadas invernales. Tampoco hemos visto junto a ellos los pétreos contrapesos que
siempre han usado los lagares para el prensado de la oliva, uva, o manzana cuando tales
artilugios son de palanca; como tampoco hoyos (pollegueres) para el encaste de las armaduras de madera cuando tales ingenios son de eje vertical de caracol o rosca, hecho apuntado por Jordán para la que denomina “prensa nº 9” en el Tolmo de Minateda (Jordán,
2001: 8 y 9), cuya inscultura es, como igualmente anota, idéntica a varias de las que
hemos citado; pero las pequeñas oquedades que se advierten en la fotografía (Foto 1 de
su trabajo) son insuficientes para retener el ingenio de madera en el momento del prensado, pues la mucha fuerza que hay que realizar lo sacaría de tales encastes. Por otro lado,
tanto si son de los primeros artilugios como de los segundos aquellas piezas pasivas insculturadas, ubicadas sobre rocas madre con gradiente (caso de nuestro ejemplar de la
Beltrana, o el del monte Garabaya de Manzanera), harían inútil el comprimido del fruto
pues las bases de las prensas siempre funcionan en horizontal. Pero no es menos cierto
que su temática tampoco figura en esos dos grandes centros mágico-religiosos tan cercanos, con su complejidad iconográfica, conjuntos (cerrados al aire libre) de La Serradeta
y Los Cerradicos de la Masía de Casagranja, éste último en término de Cantavieja; aunque sí lo hará en el de La Estrella, en término de Mosqueruela.
Son conjuntos que encumbran monumentales “peñedos” –auténticas aras sacrales–
elevando pocetas o receptáculos con canales de drenaje, uno de los cuales, el Peñedo II
de la Serradeta, ahora sin reguero, aparecerá circunvalado por sus crípticos ocho símbolos grabados junto a su circular bacino (fig. 10), auténticos signes sans paroles, como han
sido llamados (Abelanet, 1986). Grabados, éstos últimos, que en modo alguno, como
anotará Gómez-Barrera, los creemos medievales (Gómez-Barrera, 2003: 98) por ser antesala (única entrada posible) al poblado de El Castellet, con cerámicas del Hierro I e ibérico antiguo; aunque en sus cercanías está, también, el castillo y pobladillo medieval de
El Boi (fig. 11). Por otra parte lo enigmático en ellos, a través de cuanto hay punteado,
nada responde a los ritos árabes o cristianos más primitivos, las únicas Culturas conocidas tras la romanización en nuestra geografía castellonense; aunque estos cultos mistéricos, con las rocas como soporte, de procedencia centroeuropea, nacidos en la más remota antigüedad, alcanzaron (y rebasaron) el año 572 puesto que tales esoterismos fueron
recogidos en los cánones del II Concilio de Braga (en el antiguo reino de Galicia) que se
ocupó, principalmente, de erradicar el paganismo. Así, Martín de Braga, que presidió esta
reunión episcopal, en su carta De correctione rusticorum al obispo Polemio, escribe:
“...qué es sino adoración del Diablo el encender cirios a las piedras, a los árboles, a las
fuentes... Los demonios (persuadieron a los humanos) a que les levantasen altares en los
cuales no sólo derramasen sangre de animales sino también de hombres...”. Y es que el
culto a determinadas piedras y parajes, ya aludido por Estrabón en su visita a España alre—198—
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dedor del año 100 a.C. (Estrabón, III, 1.4.), fue la causa que dio origen, con el tiempo, a
muchas ermitas y cruceiros en sus cercanías.6
En tal culto pudo estar la génesis (críptica) de aquella frase de Jesús: “Tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, puesto que esta religión utilizaría para su evangelización de la suplantación de aquellos lugares de culto mistérico, algunos con rocas
insculturadas con símbolos “paganos” preexistentes. Así, en al-Andalus vamos a tener un
magnífico ejemplo, por no citar otros muchos, de aquella copularidad del “cristianismo”
sobre el “paganismo”: la gran catedral gótica en el propio corazón de la inmensa
Mezquita de Córdoba.
No es menos cierto que el conjunto de insculturas que venimos investigando en el
septentrión occidental castellonense (también los de Tarragona, Albacete y Murcia), presentan, con aquellos otros conjuntos del resto de España, unas connotaciones propias,
cual es el caso de su registro temático puesto que no van a figurar aquí ni los círculos concéntricos del SE español, ni los triples recintos cacereños, o los tan comunes laberintos
del área gallega; o aquellas escenas cinegéticas en las que antropomorfos con arco están
flechando ciervos; o aquellas armas (alabardas tipo Carrapatas, puñales de lengüeta, etc.)
que están copiando modelos metálicos bien conocidos en los registros arqueológicos de
finales del III milenio a.C., armamento que está sirviendo, lógicamente, para dar una cronología general, en tales áreas, a sus insculturas. Por ello Molina-García anota al estudiar
el conjunto murciano de Tobarrilla (que tantos paralelos acusa con los nuestros) “que es
notoria la diferenciación entre nuestros petroglifos y los atlánticos –como más próximos,
los gallegos– en los que la temática círculos, espirales y laberintos que, entre otros, la
caracterizan, no se da en Tobarrilla (Molina, 1985: 155).
Pero no es menos cierto que unos mismos motivos debieron de conllevar unos mismos ritos, pese a la distancia; y así advertiremos en las rocas de arenisca roja de Baños
de Alicúm (Guadix) nuestros mismos temas: cazoletas y canales que las drenan, estación
que, dada su proximidad (varios kilómetros) con los megalitos ubicados entre las localidades de Gor y Gorafe (Granada), fue datada en el Eneolítico (García-Sánchez y Spahni,
1985). Y es que, de nuevo, debemos de encontrarnos ante otro “trasvase cultural”. Como
trasvase cultural (tal vez desde el septentrión valenciano) es el conjunto citado de
Tobarrilla por su gran similitud física con los que vamos estudiando en nuestra área. Sus
hojiformes serían para Jordán “arboriformes”: “nos inclinamos más a considerarlo (en
caso de que no fuera una “vulgar” prensa de aceite protohistórica o romana) más como
un árbol de la vida” (Jordán, 2001b: 13). En todo caso, lo que sí que parece ir consolidándose es una alargada zona de posible influencia “mediterránea” (que alcanzaría por el
S la zona de Guadix), la cual tendría como soporte característico los bacinos o cupuli-
6. Fuente: http://usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocslglMed/MartindeBraga_biografia.html
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 10.- La Serradeta, Vistabella. Peñedo II.
Fig. 11.- El Boi, Vistabella. Masadas y ermita gótica de Sant Bertomeu.
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formes drenados por regueros, y hacia levante uniría los hojiformes o “árboles de la
vida”, con los majestuosos peñedos (auténticas aras sacrales/sacrificiales) encumbrando
otras pocetas y otros canales igualmente de drenaje.
Los hojiformes en los parajes con insculturas
En este “hinterland” escrutado, hemos registrado (exceptuando los tres de
Penyagolosa) los siguientes hojiformes: en la Torre de la Casalta, Zucaina (Alt Millars),
figuran en la plataforma I (fig. 12); en el Mas de Montón lo hacen en las plataformas I y
II (fig. 13); y en la Loma del Cañuelo, en la Plataforma I (fig. 14). En Manzanera, Teruel,
otro hojiforme se halla en el crestón, ahora calizo, del monte de Garabaya que domina
por el NW el pueblo (fig. 15).
En La Estrella (Mosqueruela, Teruel) sobre la cueva-balma de El Monj, y ya en la
carena de la montaña, tendremos el hojiforme más complejo de cuantos hemos encontrado, pues en su campo, ahora circular (viable cosmos), los canales extremos cortan, en su
salida al limbo, dos pequeñas circunferencias de desigual tamaño, posiblemente representación de la luna y del sol (fig. 16). Junto a él se alza el espectacular peñedo III, con
un canal en su planacara que alcanza los 5 m, y varias cupulillas (fig. 17). Tampoco deberemos olvidar que sobre esta cueva (un enorme abrigo cuajado de signos incisos, entre
ellos esteliformes) se halla la plataforma que comporta una constelación estelar, posiblemente Leo (Mesado y Viciano, 1994: 206, nota). En su contexto una relación repetida con
lo cósmico en un lugar en que la tradición invoca la aparición, a unos pastores, de la
Virgen de la Estrella, hoy patrona de Mosqueruela, cuyo ermitorio tenemos a 3 km aguas
abajo de la balma o Cueva del Monj. Y es que las leyendas suelen tener un trasfondo histórico, o cuanto menos de mitos ancestrales, por cuanto no es casual que unos motivos
prehistóricos, de simbología cósmica (¡únicos en su lectura!), estén cerca del santuario
de la Estrella.
R. Seva, al estudiar los grabados rupestres de Pinoso, Alicante, con cazoletas y canalillos que las drenan, anotará que pudieron relacionarse con cultos solares a la Dea Mater,
y “podrían situarse entre el Eneolítico y el Bronce final”; pero señala que en sus inmediaciones no ha encontrado restos materiales, aunque no lejos –rebasando el kilómetro y
medio– existen yacimientos del Paleolítico superior-Epipaleolítico y Neolítico final (La
Centenera), de fines del Eneolítico y la Edad del Bronce (Lel), e ibéricos, romanos y
altomedievales (Camarillas)... (Seva, 2003: 431 y 432).
En Peñalba, “un santuario a cielo abierto” (como prácticamente todos), F. Marco
relaciona los petroglifos con sacrificios sangrientos, aquí de animales (Marco, 1986:
731). Nosotros mismos observamos en Los Cerradicos de la Masía de Casagranja que
tales sacrificios (posiblemente humanos) son posibles (Mesado y Viciano, 1994: 256 y
figs. 18, 1 y 19, 3).
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 12.- Torre de la Casalta, Zucaina. Plataforma I.
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o
Fig. 13.- Mas de Montón, Zucaina. Plataforma I y II.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 14.- Loma del Cañuelo, Zucaina.
Fig. 15.- Garabaya, Manzanera (Teruel). Plataforma I.
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Otro paraje con semejante distribución ritual (insculturas plurales alrededor de un
encumbrado “peñedo” con bacino y canal de drenaje en su cima, y huellas labradas para
escalarlo) es el ya citado de La Serradeta, pero ninguno de los veinte temas que le arropan señala el motivo hojiforme, monotema singular –como hemos visto– en el conjunto
de Penyagolosa, aunque ambos campos insculturados estén dentro del mismo término
municipal.
Un motivo (como continuadamente estamos observando) que se repite con frecuencia en la mayoría de las estaciones rupestres con grabados en este hinterland castellonense, una especie de leit motiv, es el de los bacinos y sus canales de drenaje. Motivo
único en los planaltos de las mesas sacrales o “altares” (nuestros “peñedos”), cuestión
ésta que para Ana Alonso estaría vinculada a la simple recogida de agua pluvial para el
consumo humano, y también “para algo tan aparentemente nimio como es la caza de
aves” (Alonso, 2003: 285). Pero si así fuera, los regueros irían a desembocar en las cubetas y no al revés como siempre sucede en cuantos hemos encontrado. Por otro lado en las
cercanías de tales estaciones hay magníficas fuentes, y siempre hondos barrancos y ríos.
Y también nos parece “nimio” que sobre tan mayestáticos peñascos, y dominando campos con petroglifos varios, siempre contiguos a viejos caminos de herradura, fuesen
labrados grandes pocetas, circulares o rectangulares, con sus canalillos de drenaje, para
la simple caza de aves;7 o espectaculares canales, como el regato de más de 11 m de la
plataforma I de la masada de Penya Calba escoltado por grabados serpentiformes nacidos de una poceta minúscula (fig. 18), o “paletas” (fig. 19) sin función aparente alguna,
entre otros motivos (Mesado y Viciano, 1994: 210, fig. 8), siendo espectacular su ubicación sobre el curso del Montlleó (fig. 20).
La cronología y los ídolos-placa de la masía de Fraximeno
Respecto a la cronología dada a la mayoría de los petroglifoides reseñados, cuyo
registro simbólico se extiende por media Europa, está la de aquellos que avalan su origen
neoeneolítico; también romano, caso ya citado de Breuil y Lantier. En aquella dirección
primera estarían los que estudiamos cerca de los dólmenes de la Vega del Moll, Morella
(Mesado y Andrés, 1999), sepulturas fechadas por el C14 (datación calibrada), entre el
3496 y el 3376 BC (UBAR-520), con balsillas y sus duros canales de drenaje; y ese gran
peñedo con pocetas y más canales en su cercanía, cronología aproximada que en este privilegiado paisaje morellano pudieran señalar, también, las rocas III (con un petroglifoide
en forma de cruz de dobles brazos –los superiores alzados–) y IV (con un petroglifoide
en “phi”), inculturas que fechábamos dentro del Eneolítico.
7. Véase tal problemática en la “Segona part” del “Debat” (págs. 462-470) propiciado durante el I Congrés Internacional de
Gravats Rupestres i Murals (Institut d’Estudis Ilerdencs, Diputació de Lleida, 2003).
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 16.- La Estrella, Mosqueruela.
Plataforma II. Hojiforme circular.
Fig. 17.- La Estrella, Mosqueruela.
Su gran peñedo.
Sobre él J. Colomer y J.L. Viciano.
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Fig. 18.- Penya Calba, Culla.
Serpentiforme.
Fig. 19.- Penya Calba, Culla.
Grabado en “paleta”.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 20.- Penya Calba, Culla. Panorámica hacia el Riu de Montlleó (8) tomada desde Els Morrals, sobre la Cova del
Marqués: 1, Caseta del Sereno; 2, Castellalbo (Bronce Tardío); 3, La Tarongera; 4, Racó de Tadeu; 5, El Morral Foradat; 6,
Finestra del Sereno; 7, Volta de Maria; 8, Riu de Montlleó; 9, Cova de les Cabres (Bronce Valenciano); 10, El Fondo; 11,
Barranc de la Cova; 12, Coveta de la Munda; 13, Cova de la Soterranya (Bronce Valenciano); 14, El Queixal del Llop; 15,
Mas de Campos (Hierro I e Ibérico); 16, Punta con construcciones de piedra seca; 17, Serra del Boi, Vistabella.
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Confirmando esta última cronología, y dentro de esta singular orografía morellana,
ahora en la cuenca del Calders y apenas a 1 km enfrente del ermitorio de Sant Antoni de
Pàdua, en la dena de La Vespa, tras nuestras propias exploraciones han sido encontrados
sobre una plataforma ortostática elevada, dominando la vega, dos enormes grabados que
parecen representar sendos idoliformes, cuyos gráficos podemos ver expuestos en uno de
los paneles del Museo de la Valltorta. Nuevas insculturas, ahora espectaculares tanto por
el tamaño como por la propia representación incisa, que se ubican dentro de la propiedad
del Mas de Fraximeno (Pérez y Guardiola, 2006). Estos “ídolos-placa”, o “cilindro”, con
dirección E-W, aparecen representados por dos rectángulos paralelos y casi tangentes,
con pedestal basal contraído (balsillas rectangulares, labradas), cuyos cuerpos quedan
divididos por un banda vertical, central, en “Y”, marcándose los puntos de los ojos (cupulillas naturales) sobre ella, separados por otra línea vertical que sigue el eje interno anterior (fig. 21, A) .
Colindando con ellos, varias pocetas (mayores las que se aproximan a sus “cabezas”,
aunque escasamente señaladas) están conectadas por medio de un solo canal con los propios idoliformes, regatas que pudieron aportar algún líquido a los canalillos que siluetean los dos ídolos-placa, que van creciendo en profundidad conforme se aproximan a las
balsillas basales, únicos receptáculos en donde podía ser recogido cualquier líquido
derramado sobre aquellas balsillas o sobre los cuerpos de las propias figuraciones, contraviniendo, pues, al resto de las plataformas con sólo cupuliformes y canales que las drenan. Sin embargo la losa contigua, con una reparación de rotura de 70 cm, con un pequeño ídolo-placa grabado, presenta un duro reguero con balsillas que sí vierte en el extremo inferior de la plataforma, ideograma que no queda lejos de los grabados anteriores
(fig. 21, B).
Hoy la arenisca que contiene las dos insculturas mayores (rebasan los 140 cm de altura) se halla desgajada de la arenisca madre, habiendo iniciado su desplome, por cuanto
su planacara no conserva la horizontalidad que debiera para conducir un líquido vertido
en las pocetas.
Tal hecho sería indicativo de una “proximidad”, cuanto menos ritual, con aquellas
rocas que portan como único tema los cupuliformes y sus canales de salida, como las tan
cercanas a los monumentos dolménicos de L’Argilagar, en la citada Vega –o dena– del
Moll. Cercanía que igualmente podría ser cronológica, aunque en lo tocante a creencias
anímicas y sus ritos la profundidad en el tiempo puede ser mucha, como hemos podido
ver en el mentado Concilio de Braga.
Estas nuevas losas grabadas (que en origen estuvieron soldadas) quedan enfrente
(sobre 1 km) de la ermita de Sant Antoni de Pàdua, siendo visible desde ellas, al igual
que lo es el ermitorio de Sant Cristòfol de Saranyana, en cuyo cingle se ubican las pinturas rupestres del abrigo del Mas de Barberà. Recordemos, también, que muy cerca de
la primera ermita figuran las insculturas de la Masía de la Vespa, en cuya plataforma de
rodeno (utilizada, en parte, para la trilla) aparecen varias pocetas y un antropomorfo en
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
“phi”, esquema que pudiera responder –tal vez casualmente– a un “indalo” almeriense
aunque presenta en arco (signo siempre de antigüedad) sus extremidades inferiores
(Mesado y Andrés, 1994: 215), ideograma con fuertes paralelos en los antropomorfos
portugueses de Cachão do Algarbe y São Simão, en cuyas cercanías existen otros grabados comportando armas datadas en los inicios del primer milenio a. C. (Varela, 2001: 71
y 80, figs. 8 y 13).
El propio hecho de la magnitud de estos dos idoliformes de Fraximeno (como su propia simbología) señalan esa perspectiva jerárquica, máxima, dentro de esta zona del septentrión valenciano, tan rica en petroglifos, que en su gran mayoría inciden en los cupuliformes o balsillas, y en los canalillos que siempre las desaguan. Teniendo en cuenta el
abombamiento que presenta la figura del lado derecho de Fraximeno en su perfil inferior,
sospechamos que pueda tratarse de una deidad de “tipo dolménico” representando a una
diosa madre (de la fertilidad), en cuyo caso el diminuto idoliforme contiguo a esta pareja deificada pudiera simbolizar a su hijo, procreación divina al modo de los dioses egipcios, entre otros. Sobre el regato que comporta esta pareja idoliforme en lo que sería la
cabeza, cabe pensar que pudieron insertarse en ellos, en el instante del acto esotérico, flores o plumajes al modo que los presenta el idoliforme alicantino del Abric II de Garrofer.
El dilema en Fraximeno es saber si los idoliformes y la regata con pocetas y su desagüe
externo son coetáneos, o no. De lo que sí que estamos convencidos es que se trata de
“santuarios rupestres, verdadeiros lugares de poder” (Varela, 2001: 86).
En el grupo de los petroglifos galaicos aquellos temas que se interpretan como “ídolos-cilindro” (caso del conjunto grabado de la Pedra das Ferraduras de Fentáns, Cotobate,
Pontevedra), con tres idoliformes –aunque bien lejos, artísticamente, de los dos ejemplares morellanos–, se centran en “el último tercio del III milenio y el primer tercio del I
milenio; es decir, la fase más temprana de la implantación de la metalurgia en el área
gallega (...), y no sobrepasarían el primer tercio del II milenio, habida cuenta que la tendencia más generalizada en la investigación actual apunta la existencia de una clara ruptura en el registro arqueológico a partir del segundo tercio del II milenio, lo que parece
dar a entender que en estas tierras se produjo una crisis de dimensiones hoy por hoy difíciles de evaluar pero que supuso la interrupción de un proceso de desarrollo que conllevaría inevitables cambios sociales”. Crisis y ruptura que, igualmente, hemos apuntado y
defendido para el País Valenciano (Mesado, 19998).
8. Véase, en este trabajo referenciado, entre otros capítulos, el II: “El Eneolítico y el Bronce ¿Transición o rotura cultural?”.
También: Mesado, 2001a.
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A
B
Fig. 21.- Fraximeno, Morella. A, idoliforme izquierdo; B, idoliforme menor y canales con pocetas
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
El paramento pintado de La Serradeta
Ratificando aquella antigüedad prehistórica que dimos al conjunto grabado de La
Serradeta, está el panel, hallado recientemente, del Abric de la Serradeta, en la propia
ladera del Morral de Valero (lado izquierdo del camino arriero de Culla), cuyo conjunto
fotografiado también se expone por vez primera en el Museu de la Valltorta, TírigCastellón. En él advertiremos, en tono rojizo desvaído, varios antropomorfos; y podomorfos, en un tono más oscuro (rojo acarminado), en el extremo final de bandas (que los
envuelven) formadas por puntos digitados, motivo éste último que, en horizontal, va formando rítmicas fajas de dobles puntos sobre gran parte de la decorada balma.
Aunque cualquier interpretación iconográfica en arte es siempre subjetiva, en el abrigo de La Serradeta parecen marcarse caminos (las bandas punteadas), y el hecho de terminar con huellas podomorfas, en su interior, parece querer indicar prolongados caminos
hechos a pie: tal vez recuerdo de una ancestral peregrinación ritual para alcanzar este
lugar sagrado (el de La Serradeta) como año tras año, y centuria tras centuria, alcanzan
hoy, en acción de gracia (para unos en petición de lluvia; para otros intercesión por una
epidemia de peste), tras un recorrido montano de 70 km (ida y vuelta), el santuario de San
Juan de Penyagolosa els pelegrins de les Useres, trece personajes: uno representando a
Cristo y los otros a los apóstoles. Y lo hacían, antaño, portando en sus cuellos múltiples
abalorios profilácticos (“paganos”) y un enorme rosario de cuentas vegetales, que es el
que ha prevalecido. Restos, tal vez, de antiguos cultos agrarios o de fecundidad (Escuder
et al., 1989).
El paramento pintado de La Serradeta comporta –dentro del registro rupestre valenciano– el más puro conjunto de arte esquemático de cuantos abrigos han sido encontrados, constituyendo con el contiguo campo de insculturas y su poblado de Els Castellets
(Hierro I y II), un mundo espiritual, evidentemente prehistórico, muy complejo, puesto
que exceptuando aquellos grabados del siglo pasado (Plataforma XV, insculturada por
Silvino Moliner siendo zagal), cuantos motivos existen, incisos o pintados, deben de ser
sincrónicos. Ellos conforman un mundo de simbolismos, perdidos en el devenir del tiempo, con un claro valor anímico-religioso sacrificador (Duch, 2003: 448).
Paralelos, comentarios y una posible cronología
El problema crucial, ahora, tras estos novedosos hallazgos, es el de atribuir para el
conjunto de insculturas estudiadas una misma cultura (y por lo tanto una misma cronología), la cual quedaría centrada, grosso modo, en el III milenio a.C. Sin embargo, el
hecho innegable de que el campo con petroglifos de La Serradeta sea la antesala ineludible para alcanzar el poblado ubicado a 150 m de distancia, y que en la plataforma V
existan incisos varios signos ibéricos, abogaría –creemos– por la cronología del propio
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asentamiento con cerámicas atribuibles a Campos de Urnas, en cuyo momento habríamos
de datar los cabalísticos signos del Peñedo II así como los grabados con los antropomorfos y posibles narrias cuyos paralelos en el SW se fechan entre el 750 y el 650 a.C.
(Almagro, 1977: 189); santuario montano que habría cubierto, de igual forma, la fase ibérica de este pobladillo. De ser así, como también apuntamos, tras aquella fase de grabados eneolíticos (mayormente sobre paredes verticales o losas muy inclinadas) habríamos
de pontear el periodo ocupado por el llamado “Bronce Valenciano”, al cual bien poco de
arte (aunque las pocetas y canales carezcan de él) podemos atribuirle, puesto que entre
los múltiples pobladillos que hemos detectado en Castellón, encumbrados en cualquier
peñasco puntero, nada hemos visto en sus abrigos, paredes o rocas cercanas.
También para D. Antonio Beltrán el final de este arte esquemático quedaría centrado
en la Edad del Hierro como consecuencia de la penetración hallstática, puesto que “el
estilo esquemático se perpetuó en la cerámica durante la I Edad del Hierro y desapareció
con la introducción de los modelos clásicos de los pueblos colonizadores” (Beltrán,
1983). Para el propio Beltrán el grupillo de pinturas de La Fenollosa de Beceite, con jinetes que cabalgan de pie sobre sus monturas, podría llevarse a la “Edad del Bronce y tal
vez a la segunda mitad del II milenio a.C.” (Beltrán, 1993: 187). Sin embargo, el innegable paralelismo con la plataforma insculturada de Puntal del Tío Garrilla II, a 100 m del
poblado ibérico de igual topónimo, en la localidad de Pozondón, Teruel, no hará dudar a
su excavador en atribuir a ambos conjuntos una misma fecha (Berges, 1981), hecho igualmente aceptado por Royo, quien en su artículo sobre las manifestaciones ibéricas del arte
rupestre, cita, entre otros, el conocido Castro de Santa Tecla “donde parte de la muralla y
sus viviendas anexas se localiza sobre diversos grupos de paneles grabados con cazoletas
y canales”, hecho que va a repetirse en Masada de Ligros II, en Albarracín: “uno de los
santuarios con grabados rupestres más importantes de Aragón”, en donde sobre rodenos
triásicos, con la técnica del picado, existen “paneles de cazoletas y canalillos enterrados
bajo sedimento arqueológico fechado en época ibérica [el énfasis es nuestro, por cuanto podrían ser anteriores] con alguna espada grabada asociada a canalillos, serpentiformes
y cazoletas”. Por lo que considera que una parte significativa de tales insculturas “podría
encuadrarse dentro de las manifestaciones ibéricas” (Royo, 1999: 211), fechando la plataforma grabada, de tipo ecuestre, del Puntal del Tío Garrillas “entre el siglo IV y el III
a.C.”, aunque no descarta una fecha de fines del VI (ibíd.: 216). Nosotros mismo, ya en
el año 1989, datábamos en época ibérica el conocido jinete del Abrigo X del Cingle de la
Mola Remigia (fig. 22), cronología, aunque sin cita alguna, aceptada tanto por Royo
(ibíd.: 221) como por Mateo-Saura (Mateo, 2002: 59).
Si como se ha escrito Sierra Morena Oriental es la “génesis de las nuevas formas
esquemáticas” (López y Soria, 1988: 455), centrándose en el núcleo de Aldeaquemada
los motivos más primitivos de este lenguaje simbólico, no es menos cierto que nadie discute aquellos “trasvases culturales” que con seguridad se producen (en este caso procedentes del País Valenciano), como ponen de manifiesto los cérvidos de la capa inferior en
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 22.- Jinete del Abrigo X del Cingle de la Mola Remigia, Ares, Castellón.
Prado del Azogue, y los cérvidos y cápridos, en rojo claro, de Tabla de Rochico. Y siendo evidente, como reiteradamente venimos manifestando (Mesado, 2005a), que tal manifestación artística nace con el Neolítico Inciso –por ello lo denominamos Arte Rupestre
del Neolítico Inciso (Mesado, 1989: 91)– y fenece con anterioridad al Eneolítico, no es
menos cierto que cuanto entendemos como Arte Esquemático (siempre simbólico) deberemos situarlo a partir, cuanto menos, del Calcolítico, como, por otra parte, vienen indicando los idoliformes, su manifestación más singular.
Sólo basta hojear cualquier Corpus de Arte Esquemático para advertir motivos puntillistas (los “puntiformes”) en una gran mayoría de los yacimientos andaluces, pero prácticamente siempre van a pertenecer, o a integrase, en esta nueva dicción de arte: unas
veces formando figuras (buen ejemplo son las de Poyo de En Medio en Aldeaquemada9),
9. Se trata del Grupo 4 del listado de López y Soria, una serie de puntuaciones en “meandriforme” cuya idea se acerca a esas
deidades eneolíticas cuyas imágenes más representativas van a comportar los ídolos-placa, coronados por “bigotis”, ahora
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otras agrupándose, sin orden (casi siempre), junto a imágenes acéfalas de “brazos en asa”
como en Vacas del Retamoso-Los Órganos; o salpicando, abigarradamente, un “ramiforme arborescente” que sobresale de una escena formada por “dos arqueros, dos antropomorfos simples y dos figuras semicirculares” en el Abrigo de las Jaras, posible deidad que
con su lluvia (los puntos) parece bendecir la escena terrenal de la que sobresale –tipo de
figura que ya tratamos al dar a conocer la gran deessa esculturada de La Vall d’Artana,
Castellón (Mesado, 2001a)–; una escena cinegético-votiva, pintada, que repite el abrigo
de la Tinada del Ciervo I, de Nerpio, Albacete (Mateo y Carreño, 2001: fig. 3, 1-5)10. En
el propio término de Aldeaquemada hay bandas de puntuaciones y pequeños segmentos
en Morciguilla de la Cepera, panel que igualmente comporta menudos antropomorfos,
por cuanto es el yacimiento de Sierra Morena que más semejanzas alcanza con el de la
Masadeta, aunque no figuran los podomorfos (López y Soria, 1988: 38, fig. 2), motivo
que no recogerá Acosta; aunque sí “manos”, un “tema poco frecuente en la pintura
esquemática, encontrándose únicamente en una estación de Cádiz y dos de Badajoz (...)
Sobre su fecha no puede apuntarse dato alguno (Acosta, 1968: 137-138).
En Aragón, en los abrigos del Forau del Cocho (Estadilla, Huesca) tendremos en los
covachos VI, VII y VIII, conjuntos de puntuaciones digitadas “que forman ocho o diez
líneas paralelas”, digitados (“dispuestos en sentido de ritmo o armonía”) que en el panel
primero acompañan a un ciervo de tendencia esquemática que Beltrán describe como
“seminaturalista” (Beltrán, 1993: 112-115). En sus proximidades está la ermita de la
Virgen de la Carrodilla. Sería, pues, el conjunto con paralelos provinciales más cercanos
al de la Serradeta, aunque tampoco comporta podomorfos.
En aquellas áreas catalanas bien prospectadas y publicadas –Cuenca del Segre y Área
Central y Meridional (Alonso et al., 1990)– los dos yacimientos que presentan un mayor
“lenguaje” con paralelos en el abrigo de La Serradeta, son: el del Abric de la Vall d’Ingla,
con su conjunto ordenado de puntos (para el cual sus investigadores se inclinan “por un
concepto numérico” y cuya cronología horquillan entre la Edad del Bronce y la del
Hierro); y el abrigo denominado Cova dels Segarulls (Olérdola, Alt Penedès), otra agrupación de puntiformes emplazados en un ambiente cultural que sitúan entre la Edad del
Bronce y el Medioevo, por existir en el propio lecho del abrigo testigos arqueológicos de
ambos extremos culturales.
Los tres yacimiento castellonense que más paralelos formales –en especial digitados
o puntiformes– pueden acusar con el abrigo de la Masadeta (también, por el momento,
con dos prolongaciones laterales, arcadas, terminadas con tres líneas de puntos, posibles pies –o manos– de la figura central, que evidencia el también meandriforme puntillista del abrigo de Vacas del Retamoso en cuya “cabeza” fueron pintados dos puntos, los ojos, separados por un corta línea central, la nariz, que van a recordarnos a aquellas otras del Arte
Rupestre del Neolítico Cardial (el “Contestano”) en cuya génesis Oriental pudieran haber contactado.
10. En este estudio se interpreta el gran ramiforme como las astas de un ciervo, pudiendo tratarse (cosa que no negamos) de
un animal totémico, deificado.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
lógicamente los más cercanos) son: las prolongadas bandas, paralelas, de digitados y puntuaciones del canchal de areniscas triásicas del castillo de Vilafamés (la Plana Alta), motivos que para Beltrán serían “de una fecha muy tardía” (Beltrán, 1968: 15); los de la balma
del Río Chico (que vamos a ver seguidamente); y el del Cingle de Gargan, éste en término de Xodos (L’Alcalatén), asimismo descubierto por J.L. Viciano, con sus reiterativos “signos primarios” sobre un soporte arenoso apenas estable, en su mayoría motivos
en cuadrillajes, de fuerte pigmentación rojiza, con puntos en su interior. Es ésta, ya lo
dijimos, una manifestación cultural que objetamos como acronológica por ubicarse junto
a una calzada de trashumancia, y ser tales motivos un tema común, pintado, tanto en los
socarrats de Paterna como en las tejas de los aleros de la viejas casas del Maestrazgo y
del Alt Millars (Mesado, 1989: 69).
En el abrigo de La Serradeta, de ser sus motivos abstracciones procedentes de figuras naturalistas (cuanto menos los antropomorfos y podomorfos), llegan a tal simplicidad
que es imposible conocer su génesis, y por ello su propio significado, puesto que no ha
habido un lenguaje pigtogramático que una lo figurativo (si lo fue) con la abstracción
simbólica que tenemos hoy. Pero no es menos cierto que su enunciado –el propio panel–
fue comprendido dentro de un territorio que desde la cuenca del Segre, al norte, alcanza
el sur peninsular. Pero ambos horizontes artístico-culturales (el naturalista y el esquemático) llegan a entretejerse (los propios “trasvases culturales”) en unas pocas cuevas: por
ejemplo, en zona catalana los advertiremos en el Abric d’Alfés, en la Cova de l’Escoda,
o en la del Racó d’en Perdogó; y al sur, en Sierra Morena Oriental, en los abrigos ya citados de Tabla de Pochico y Prado del Azogue, marcando siempre su mayor antigüedad el
estilo naturalista por el hecho de situarse en la mejor zona tectónica del panel cuando es
la más resguardada de la meteorización externa.11
III. EL COVACHO DEL RÍO CHICO
Situación
Si desde la población de Onda (la Plana Baixa) alcanzamos la cuenca del Riu Millars
(Mijares) ascendiendo por su margen derecha (comarcal CV-20) en dirección a Puebla de
Arenoso (Alt Millars), tras un recorrido de 16 km alcanzaremos, a canto del Mijares, el
pequeño pueblo de Espadilla. Junto a él desemboca el Río Chico (pues el grande es el otro)
que procede del término de Ayódar (Alt Millars), por ello la población de Espadilla, con
sus callejas pinas, se ubica en la confluencia de ambos. Sus habitantes, hasta la expulsión
de 1609, fueron musulmanes. Después, Espadilla pertenecería al Ducado de Villahermosa.
11. Ver cuanto exponemos, por ejemplo, en: Mesado, 1989: 48 y 61.
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Si nos adentramos por el Chico, por su margen izquierda discurre un pequeño canal,
que drena las 24 h, conocido como la “Acequia de ahí-bajo-lugar”, agua que procede de
Fuentes de Ayodar. Tras un recorrido de 600 m alcanzaremos el abrigo con las pinturas,
trayecto que es conveniente realizar, por la mucha vegetación existente (adelfas, aliagas,
romeros, coscoja...), por la margen derecha del río ya que un camino, solado con mortero, adentra con facilidad medio kilómetro. Luego, por el interior del propio álveo, ahora
inundado, podremos alcanzar la canalización volada que, cruzando el cauce (fig. 23),
llega a las turbinas de la Central Eléctrica de Vallat. En la vertical de tal conducto, ladera izquierda, da comienzo la cueva, la cual se abre a sólo 2,50 m del lecho del Chico,
cavidad que mira hacia el NE sobre un paisaje corto, montano, repoblado de pinos: la
propia ladera derecha en donde en alto se advierte la boca de una cavidad. Desconocemos
tanto el topónimo del abrigo como el de esta cueva, ya que en Espadilla han emigrado la
mayoría de sus vecinos, quedando censados sólo 67 habitantes, que ya de tiempo abandonaron tierras y ganados, habiendo olvidado la toponímia menor. Por tal hecho, de
momento, hemos bautizado el abrigo con el del propio arroyo.12 Todo el sector izquierdo
del Chico lame, en declive casi vertical, la propia base oriental del encumbrado muñón
calizo de Peña Saganta, de 727 m s.n.m., que, conjuntamente con el peñón del Castillo
con las ruinas cimeras de la Torre del Homenaje, domina el término de Espadilla y el
curso medio del Millars.
El Abrigo
La cavidad, abierta en la caliza del piedemonte por la erosión del propio afluente –el
Chico– fue descubierta por J.L. Viciano en la década de los años sesenta. De ella dimos
noticia en 1989 al estudiar las pinturas levantinas del abrigo vilafranquino de la Covatina
del Mas de la Rambla (Mesado, 1988-89: 51).
El abrigo es de planta semicircular. Su cuerda alcanza los 12 m, perfil –o base de la
boca– por la que discurre la mentada acequia de “ahí-bajo-lugar”. Canal que en la cueva
alcanza los 60 cm de ancho, reduciéndose a casi su mitad en el resto del trayecto. Debido
a la constante humedad que produce esta conducción, todo el abrigo se encuentra oculto
por una tupida vegetación arbustiva, con predominio de las adelfas, tanto en su interior
(lado N) como en su caída al lecho del río, poseyendo una higuera rupícola con nacimiento en la máxima profundidad de la balma (fig. 24), motivos por el que no hemos
podido fotografiar, en su extensión, este nuevo yacimiento.
12. Finalizado el presente trabajo (ya en galeradas) el amigo Juan Ramos, espeleólogo y licenciado en arqueología e ingeniería industrial, daba con un anciano nacido en Espadilla quien le dijo que el abrigo con pinturas se llamaba: La Cueva
Rescoladora, y la cavidad de la ladera opuesta: La Cueva del Tío Catalán.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 23.- Panorámica del Río Chico en las cercanías del abrigo pintado.
La superficie meteorizada de la roca, que conforma la cárcava, aparece cubierta por
una especie de fina barbotina (producto de las inundaciones), dándole una coloración
rosada. Su altura, en el centro, alcanza los 6 m, siendo igual la profundidad. Tanto el
techo como su base forman dos acusados planos (algo abovedado el superior) cuyo ángulo es de unos 90º. Su vértice está a 3,50 m sobre la acequia (fig. 25). En él, y en su lateral izquierdo (SE de la cavidad) existe un recoveco labrado entre formaciones de tosca,
piedra porosa que alcanza otros puntos del abrigo (incluso su techo). Es éste el mejor
lugar para poder advertir, hacia la izquierda, a algo más de 1,50 m de elevación, una zona
de tectónica más regular aunque con fuertes desprendimientos viejos en su parte superior,
tramada siempre por las fisuras y la pérdida del soporte calizo.
Las pinturas
Es en esta especie de nicho, y sobre la superficie dejada por una loseta perdida, en
donde perduran los extraños restos basales de esta nueva manifestación pictórica, cuyos
motivos aparecen pincelados con una pigmentación rojizo-castaño, pinturas de las cuales
no nos hemos atrevido a realizar su calco por la peligrosidad que ofrece este sector del
abrigo, sobre un suelo muy buzado (rebasa los 50º), y por su mal estado de conservación,
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Fig. 24.- Abrigo del Río Chico, Espadilla.
Obsérvese su buzado suelo y la vegetación rupícola.
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Fig. 25.- Abrigo del Río Chico, Espadilla. Sección vertical.
5 m.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 26.- Detalle del motivo 1º de la balma del Río Chico, Espadilla.
Fig. 27.- Detalla del motivo 2º de la balma del Río Chico, Espadilla.
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pues la pintura posee adherencias calcáreas y desprendimientos del pigmento por el saltado de este sarro. Por ello sólo ofreceremos sus fotografías.
De existir una sola figura, su ancho alcanzaría los 115 cm, advirtiéndose de su altura unos 50 cm; aunque pudiera haber sido mayor dadas las placas desprendidas por aquellas hondas fisuras que comporta la roca soporte. En la zona derecha puede verse la franja inferior de una imagen de forma “escutiforme”, ribeteada de pequeñas triangulaciones
sueltas a modo de dientes de lobo (tal vez indicando escamas o espinas, o un posible ribeteado decorativo), que corren escoltando su base, pero sin tocarla. Ya en su interior, a
unos 3 cm de aquella especie de flecos, tras haber rebasado la línea que conforma la periferia, se superponen, paralelas, bandas horizontales: unas de cortos segmentos verticales
y otras de puntuaciones. Su parte alta, como hemos comentado, ha desaparecido por la
caída de la piedra (fig. 26).
A unos 25 cm a la izquierda de la imagen precedente (de no ser la misma), se distingue otra figura similar, bien perfilada, ahora en “escudo oblongo”, que no parece presentar los filamentos, espinas o uñas que circunvalaban el motivo primero. Su cuerpo, o
campo, está repleto de puntos y dentados en “cremallera”, los cuales se superponen en
bandas horizontales rellenando el cuerpo de la propia figura. La conservación de esta pintura (fig. 27), de tono rojizo más desvaído, es peor que la descrita en primer lugar, por
sus muchos descostres.
Paralelos, comentarios y una posible cronología
De entrada, y en espera de poder copiar, con otros medios, estas enigmáticas pinturas del Río Chico, nada de cuanto hemos visto y conocemos de arte rupestre en España
puede paralelizarse con certeza.
Por su gran tamaño, y evidente antigüedad, pensamos en un primer momento en una
manifestación cercana al Arte Contestano, pero nada de este mundo artístico, circunscrito por el momento a la zona N de Alicante y S de Valencia, se le asemeja, puesto que el
Arte Rupestre del Neolítico Cardial traza sus macro-figuras (simbólicas y expresionistas
siempre) con un temperamento más creativo y espontáneo, y nunca alcanzan el detallismo minucioso, casi caligráfico, que vemos en la balma de Espadilla, más propio –por
decir algo– de la pintura cerámica ibérica, ya que estamos convencidos de que tales motivos no son posteriores; pero tampoco nada parecido existe en arte “rupestre” dentro del
mundo ibérico, puesto que, de momento (exceptuando algunos jinetes e inscripciones) no
se conoce.13 A veces, contemplando los restos conservados y su cercanía con el álveo del
13. En determinados fragmentos cerámicos del yacimiento ibérico-costero de la Torre d’Onda (Burriana) existen bandas pintadas de puntos y menudos segmentos horizontales que, tal vez, pueden tener paralelos cronológicos (siglo I a.C.) con los
motivos rupestres del abrigo del Río Chico (Mesado, 2005b).
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Chico, inundado siempre, hemos pensado en posibles artilugios para la pesca –¿rediformes?–, pero... hasta que no pueda estudiarse más objetivamente y con otros medios (es
imprescindible, cuanto menos, su limpieza), el motivo y significado de tal manifestación
rupestre, que su creador quiso perpetuar en el tiempo, quedará en una incógnita.
Burriana, septiembre de 2006.
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—224—
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Rafael PÉREZ MÍNGUEZ*
RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS DESDE EL SUR
DEL RÍO TURIA HASTA LA SIERRA DE BENICADELL-AGULLENT
RESUMEN: Primeramente se hace una pequeña introducción sobre lo que se entiende por
villa, así como sus características según los clásicos latinos. A continuación se describe brevemente cada una de ellas, con su situación geográfica, material encontrado, cronología basada en los restos hallados y la bibliografía correspondiente. Algunas villas tienen amplias referencias, mientras
que en otras, los datos son escasos o casi nulos. El trabajo termina con unas conclusiones no tan
extensas y definitivas, por la escasez de datos, como quisiera el autor.
PALABRAS CLAVE: Villa, terra sigillata, dolia, imbrix, tegulae, pondus.
ABSTRACT: Provisional list of the roman villas found in the territory between the
southern part of the Turia river as far as the Benicadell-Agullent mountain range. This article begins with a short definition of a “villa” and recounts its characteristics according to the
Latin classics. In continuation, a brief description of each villa is given noting its geographical situation, the material found, the chronology based on the artefacts recovered and the corresponding
bibliography. There is ample reference material available concerning some villas, while about others, data is scarce or practically non-existent. As a result, the conclusions of the work are neither
so extensive nor definitive as the author wished.
KEY WORDS: Villa, Terra sigillata, dolia, imbrix, tegulae, pondus.
* Servei d’Investigació Prehistòrica. Diputació de València. C/ Corona 36, Valencia.
—225—
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2
R. PÉREZ MÍNGUEZ
I. INTRODUCCIÓN
En un trabajo anterior (Pérez Mínguez, 2006) ya comentamos que no existe una definición clara de lo que es una villa romana; estamos acostumbrados a clasificar como tal
a todo tipo de establecimiento rural de dicha época, sin reparar que una gran variedad de
edificios no se pueden catalogar de este modo, caso, por ejemplo, de los santuarios, construcciones militares, monumentos, etc. Además, podemos plantear distintos conceptos de
villa, al aludir a un edificio en el campo con un uso exclusivo de residencia, apartado del
ruido, de la multitud de personas, del bullicio de la ciudad, con un clima más fresco en
verano, y que en resumen sea un remanso de paz. O bien caracterizar a la villa como un
centro de producción agrícola, ganadera o “industrial”. Es lógico suponer que en la zona
de nuestro estudio, así como en el conjunto de Hispania y en el resto del mundo romano,
las villas como residencia señorial ocuparían un lugar muy modesto, si las comparamos
con las que tienen un carácter agropecuario.
Existen diversos indicios materiales para catalogar un edificio como villa romana.
Para Harmand (1951: 155-158) villa es todo emplazamiento que tiene restos de tegulae,
cerámicas romanas, monedas y placas de mármol. Por su parte, Prevosti (1984: 165) afirma que si tenemos dudas ante una edificación rural, la podemos catalogar como “posible
villa”. Para Járrega (1998: 354), villa es “una unidad económica autosuficiente, no exenta en ocasiones de lujo y confort, que constituye el precedente directo de las posteriores
masías”. Mansuelli define la villa como “un mundo cerrado provisto de organización
interna propia” (1957: 447). El arqueólogo Fernández Galiano (1992a: 331) amplía el término villa diciendo que “es una casa de campo, torre, casal, granja, alquería, estancia,
cortijo, masía, quinta, masada...”. Por último, otro arqueólogo, Martínez García (1997:
23) escribe que una villa ha de tener como mínimo tres características: que sea de época
romana, que este tipo de vivienda se dé únicamente en el campo y que el hábitat rural sea
aislado, individualizado y unifamiliar.
Son los propios autores clásicos latinos los que nos dan más información sobre las
villas, sus funciones, situación y orientación ideal, cría de los diferentes animales domésticos, cultivos más productivos, etc., sobresaliendo en este cometido Columela, Varrón y
Plinio, entre otros. Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que una villa consta de
una parte edificada (villa) y de otra correspondiente al terreno (fundus), el cual es el objeto de la explotación. Para Varrón (I, XXII, 1), el fundus tiene que cubrir sus propias necesidades. Columela nos dice que: “La capacidad y el número de las partes (de la villa) debe
ser proporcionada al total de su recinto y ha de dividirse en tres partes: urbana, rústica y
fructuaria” (I, 6, 1). Estas divisiones se corresponden respectivamente con la residencia
del propietario, las estancias de los esclavos y de toda la gente relacionada con la explotación, y la zona de almacenaje de la producción: pajares, granero, todo tipo de almacenes, herrería, etc. Pero entre los autores latinos también hay cierta discrepancia sobre el
concepto de villa; si Marcial define la villa como un lugar de descanso, tanto Varrón
—226—
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
3
como Columela la conciben como una casa edificada en el campo cuya función principal
es la de actividades agropecuarias.
Lo más característico de una villa es que se trata de una edificación romana, por lo
tanto, un producto de la romanización (Fernández Castro, 1982: 25). La parte edificada
consta de una mansión señorial con más o menos lujo, según las posibilidades económicas del propietario. Igualmente pueden existir otras edificaciones relacionadas con la
explotación agrícola: viviendas para los trabajadores, silos para el grano, corrales para los
animales domésticos, almacenes, etc. Por lo tanto, para una buena explotación agrícola,
el fundus debe de reunir ciertas características de salubridad, orientación, fácil accesibilidad al agua, a los caminos, etc. Vitruvio, en su De Architectura, y concretamente en su
libro VI, describe de qué forma, cómo y con qué se ha de construir y acondicionar las
casas de campo, así como la distribución de sus dependencias. Con referencia a la situación idónea de una villa, Columela (I, 4, 10) escribe: “Búsquese, pues, un aire templado,
que no sea muy caliente ni muy frío, como ocurre comúnmente en el medio de las colinas, porque como este paraje no está muy bajo, no se hiela en el invierno con las escarchas ni se abrasan en el estío por los calores... Y como no está encaramado en lo alto de
las montañas, no tiene que temer los vientos en todo tiempo... Esta posición, pues, del
medio de una colina es la mejor, pero ha de ser un sitio un poco más elevado que los
demás del terreno”.
Igualmente Varrón (I, 12, 3) insiste en construir en sitios un poco elevados “ya que allí
basta un ligero viento para disipar las emanaciones inferiores, si las hay”. Y además, “los
que habitan en lugares bajos y estrechos corren el peligro de las inundaciones y de los desbordamientos de los ríos...” (I, 12, 4). De la orientación de la villa, Columela (I, 5, 5) escribe: “La mejor exposición que se dará a la villa será... en los parajes saludables, al oriente
o al medio, y en las insanas, al norte”. Y continúa: “De suerte que su fachada esté mirando al punto del cielo por donde sale el sol en el equinoccio (el Levante)...” (I, 5, 7-8).
El agua y las vías de comunicación juegan un papel importante a la hora de construir
una villa. Sobre el agua, Varrón escribe: “A la hora de edificar la villa, deberá cuidarse
de que en su recinto haya agua o, si no, que esté próxima”. Y también: “Preferible es
(aquella agua) que mana del lugar; en su ausencia, la que fluye perennemente” (I, 11, 2).
Columela por su parte afirma que, “Si no hubiera agua corriente búsquese en la inmediación agua de pozo... Si ésta también faltara... se construirán cisternas para los hombres
y charcas para los ganados” (I, 5, 1).
De la misma manera, es importante que la villa tenga unas buenas comunicaciones:
“Un camino cómodo es muy útil para las fincas... porque facilita la importación de las
provisiones y la extracción de frutos, lo cual aumenta el valor de éstos y disminuye el
coste de aquéllos... Que un camino cómodo es muy útil para las fincas, lo primero, y es
lo más esencial, porque les proporciona la presencia del dueño, que irá a ellas con más
gusto si no teme la molestia de uno malo” (Col., I, 3, 3). El mismo autor defiende la no
conveniencia de construir a la orilla de los caminos: “Por cuyos motivos pienso que con—227—
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viene evitar incomodidades y no edificar la villa ni en camino ni paraje pestilencial... No
conviene éstos (los caminos) porque el destrozo de los viandantes y el hospedaje de los
que quieren alojarse perjudica al patrimonio” (Col. I, 5, 7). Así pues, las comunicaciones
permiten la libre circulación de personas, ideas y mercancías, tanto para la salida de excedentes agrícolas para su venta en el mercado, como para la entrada de los productos deficitarios de la villa.
A la hora de construir hay que tener en cuenta la proximidad de la villa a una ciudad
puesto que es muy ventajosa, ya que esta ubicación facilita la venta de sus productos:
“Así, en las huertas cercanas a las ciudades se cultivan violetas, rosas y otras flores que
se llevan a los mercados de las mismas, donde se reciben, mientras que en un predio lejano, donde no fuera posible hallar ocasión para su venta, no sería conveniente tal cultivo”
(Varr. I, 16, 3). También su proximidad facilita la venta de leña: “En terreno próximo a
la ciudad conviene sobre todo sembrar arbolado, cuya leña y ramaje se destinarán a la
venta o uso del dueño” (Cat., VII, I). No solamente las vías terrestres sirven para exportar los productos de la villa; también tiene importancia el comercio por los ríos o mares:
“Y si la fortuna suscribiera nuestros deseos, tendremos la finca no lejos del mar o de un
río navegable que facilite la exportación de los frutos y la importación de las mercancías
que hagan falta” (Col. I, 2, 3).
Como uno de los fines de las villas es su productividad agrícola, existe lógicamente, una preocupación por la fertilidad y riqueza de la tierra. Varrón insiste en la importancia de conocer la calidad de la tierra: “Como he dicho, ha de conocerse la calidad de
la tierra y para qué sirve o no sirve” (I, 9, 1). Por su parte, Columela (I, 4, 5) escribe:
“Por tanto, en ninguna parte se ha de omitir hacer varios experimentos, debiendo obrar
con mucha más resolución en el terreno pingüe, porque el buen éxito que tendrán en él
hará que no emplee en vano el trabajo y el dinero”. Y, llegado el caso de heredar una
finca en lugares insalubres, lo mejor es deshacerse de ella aunque no haya compradores:
“¿Qué podré hacer, preguntó, si llego a heredar una finca en estas condiciones, para evitar sus malignas influencias?... Véndela lo mejor que puedas y, si no, abandónala” (Varr.
I, 12, 2).
Como resumen, podemos afirmar que las villas deben estar situadas, preferentemente, en lugares que reúnan las siguientes características:
- Fertilidad del terreno, clima favorable, agua en abundancia, etc.
- Presencia de ciudades próximas, para sus posibles transacciones.
- Proximidad de alguna vía de comunicación, ya sea calzada, río o mar.
La explotación de animales domésticos también tiene su importancia en la economía
de una villa, después, claro está, de la agricultura, existiendo numerosas referencias en
los escritores latinos. Así, con respecto a la ventaja de la cría de caballos, Varrón escribe:
“Los caballos son buenos, unos para la guerra, otros para el transporte, otros para la
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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remonta, algunos para las carreras y otros para el acarreo” (II, 7, 15). Defiende la cría del
cerdo: “¿Qué cultivador, en efecto, no tiene cerdos en su fundus? (II, 4, 3). También
aboga por la creación de piscifactorías en las villas y escribe: “Hay dos clases de viveros
para el cultivo de los peces: unos de agua dulce y otros de agua salada; los primeros los
preparan las gentes del pueblo y no con poco provecho, y se mantienen de las aguas que
proporcionan las ninfas a nuestras villae” (III, 17, 2). Por último, como complemento a
la agricultura, este escritor tiene claro la importancia del pastoreo, distinguiendo dos
modalidades: “Porque hay dos clases de pastoreo: uno agreste, en el cual se hallan comprendidos los rebaños, y otro el de la villa, en el cual se comprende la cría de gallinas,
palomas, abejas, etc.” (III, 2, 13).
La aparición de las villas en Hispania, según Gorges (1979: 23) y Balil Iliana (1964:
217-228), entre otros, se sitúa a finales de la época republicana, siendo el periodo de
máximo esplendor los últimos años del reinado de Augusto (Fornell Muñoz, 2001: 43).
Ya desde el siglo I d.C. se constata la presencia de la villa en la Península Ibérica, que es
también cuando se observa el abandono de los oppida indígenas. Según Fuentes (1997:
313, 319), parece ser que el periodo de mayor esplendor de estas villas fue el siglo IV
d.C. Por otra parte, se cree que el motivo del abandono de las ciudades fue debido a la
anarquía militar y a las invasiones franco-alamanes del siglo III d.C., pero es verdad que
lo anterior no parece un factor decisivo puesto que la vida urbana no desapareció, aunque sí se vio deteriorada (Fernández Galiano, 1992b: 10-12).
Una cuestión no aclarada del todo es la dimensión que tenían las villas, si éstas eran
medianas o pequeñas, o por el contrario, eran grandes latifundios. Garnsey y Saller
(1991: 81, 82) dividen en tres tipos la disposición de la propiedad: 1) la pequeña nobleza; 2) los senadores medios y ecuestres, que tenían uno o más centros de propiedad; 3)
los que eran más ricos, que tenían posesiones tanto en Italia como fuera de ella. Sabemos
que existían grandes latifundios, pero en otras partes del Imperio romano. Petroneo pone
en boca de Trimalcio en su Satiricón (XLVIII) lo siguiente: “Por cierto, que deseo unir
Sicilia a algunas de las tierras que en esta parte de la costa poseo, para que cuando tenga
el capricho de pasar a África, pueda hacerlo sin salir de mis fincas”. Otro ejemplo nos lo
da Plinio (33, 135) cuando dice que al morir en el año 8 a.C. Celilio Isidoro, dejó 3.600
yuntas de bueyes, 275.000 cabezas de ganado, 4.116 esclavos y más de 60 millones de
sestercios en metálico. Lo que nos llama verdaderamente la atención es la cantidad de
pastos que debió de poseer, para alimentar a tan ingente número de cabezas de ganado,
máxime en una zona como la mediterránea en que aquéllos son escasos.
Las villas en Hispania se dedicaron preferentemente a la explotación de las tierras,
por lo tanto sus edificaciones han de estar acordes con este fin. Fernández Castro (1982:
61 y ss.) clasifica los diversos tipos de villas existentes en Hispania en:
1. Villa de plan diseminado, consistente en un número de edificios construidos independientemente en el interior de una misma propiedad. Dentro de este tipo podemos
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dividirlas entre las que estas edificaciones tienen un cierto orden y las que carecen de él.
2. Villa urbana o residencial-rústica, que tiene una doble finalidad, la agrícola y la de
residencia, distinguiéndose dos variedades, la villa de peristilo, que son la mayoría de las
villas de Hispania, con un patio central a partir del cual se redistribuyen las diversas
estancias, y la villa de bloque rectangular.
3. Villa únicamente como casa señorial, por lo tanto serían villas de recreo, de lujo,
con mosaicos, estancias bien decoradas, con todo tipo de riquezas. La mayoría fueron
villas de peristilo, pero sin descartar que alguna parte estaría dedicada a la explotación
agraria.
4. Villa marítima, que tiene como característica la apertura al mar mediante un peristilo.
5. La villa como establecimiento rústico, de la que Fernández Castro (1982: 135,
136) afirma: “A la estricta rusticidad de las dependencias conocidas, o a su escasa concesión a los espacios de vivienda, está condicionado el hecho de la inclusión de un grupo
de establecimientos-villa denominados de ‘tipo rústico’ en un apartado distinto. La deficiencia de los restos constructivos conocidos hasta el presente obliga siempre a considerar la provisionalidad de la clasificación; pero mientras la planta de la villa no esté lo suficientemente completa para la determinación de la función residencial pareja a la constatada rústica, la construcción sometida a examen está limitada por su destino estrictamente agrícola o industrial. Ésta es la justificación de un tipo de villa en España del que está
por descubrir el sector señorial con un destino eminentemente agrícola o industrial”.
II. LAS VILLAS
Lo que exponemos a continuación es un resumen de las villas estudiadas, de las que
poseemos en algunos casos amplias referencias, mientras de otras, por el contrario, nos
hemos encontrado con una información muy escasa o casi nula. Este trabajo lo hemos
estructurado siguiendo las directrices de otro también relacionado con las villas romanas
(cf. Pérez Mínguez, 2006). Hemos cambiado el orden de los yacimientos, siguiendo aquí
un orden alfabético, porque creemos que de esta manera es más fácil su localización.
Primeramente se ha ubicado su situación geográfica, con alguna anotación sobre el tipo
de cultivo actual en donde se asienta la villa, o alguna característica determinada, poniendo a continuación las coordenadas en grados y minutos. Seguidamente se ha descrito el
material encontrado; basándonos en dichos restos arqueológicos, hemos procedido a
situar la cronología que, en algunos casos, por falta de datos concretos, no se ha podido
precisar correctamente; por último, se incluye la bibliografía.
El ámbito geográfico de este estudio comprende las comarcas de la provincia de
Valencia situadas al S del río Turia hasta la sierra de Benicadell-Agullent, próxima ya a
las tierras alicantinas. Dichas comarcas son: la Plana de Utiel, el Valle de Cofrentes, la
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Mapa de distribución de villas
Vía Augusta
Vía litoral entre Suero y 1/íce - - - - -
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Canal de Navarrés, la Costera, l’Horta Sud, la Hoya de Buñol, la Ribera Alta y Baja, la
Safor, la Vall d’Albaida y una pequeña parte de los Serranos, con un total de unos 7.900
km2. Hemos creído conveniente hacer la relación de las villas romanas en esta zona geográfica, primero, porque hasta el momento no hay ninguna recopilación, y así, dar a conocer este espacio tan interesante y prometedor; y segundo, para tener referencias de unos
yacimientos arqueológicos que tal vez en un futuro próximo, debido a las infraestructuras viarias, a la proliferación de las segundas residencias o a la agricultura tan agresiva,
pudieran desaparecer.
1. Alt de la Perdiu (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: En el límite con el término municipal de Rugat. Campos cultivados y muy degradados
por las labores agrícolas. 38º 53’ Lat. N y 0º 22’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, clara A y D, ánforas, parte de un horno de forma cilíndrica,
pavimento de argamasa gris, ladrillo rectangular, balsa de agua y moneda de bronce del Emperador
Constantino.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 230, 231; 1973: 142.
2. Alter, l’ (Silla, l’Horta Sud)
Situación: Al NE de Silla. Próxima a la Via Augusta. 39º 23’ Lat. N y 0º 24’ Long. W.
Material: Terra sigillata clara, cerámica común, africana de cocina, tegulae y monedas republicanas e imperiales.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1982b: 111; Gil-Mascarell Boscá y Martí Oliver, 1985: 26; Borredá
Mejías, 1996: 32.
3. Alter, l’ (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: Entre los márgenes del barranco de Chiva y el camino de los Hornillos, en campos
de naranjos, hortalizas y una pequeña área yerma. Próxima a la Via Augusta. 39º 27’ Lat. N y 0º 28’
Long. W.
Material: Los campos han sufrido tanta transformación para su cultivo agrícola que apenas se ven
materiales en superficie. Se observa una serie de restos constructivos sobre una zona elevada del terreno y que consta de una plataforma cuadrangular de 14 x 15 m, formada por un zócalo construido con
sillares de piedra caliza de mediano tamaño alineados horizontalmente. Aparece cerámica común
romana, ánforas (Dr. 2-4), terra sigillata hispánica y clara A. Hay in situ pavimento cerámico de ladrillos romboidales. Abundantes fragmentos de dolia.
Cronología: Finales siglo I d.C. a primera mitad del III d.C.
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Bibliografía: AA.VV., 1983: 366; Fernández Aragón y Sanchis Alfonso, 1985: 9-22; Sanchis
Alfonso, Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986/87: 18.
4. Altico de la Hoyeta (Anna, la Canal de Navarrés)
Situación: En una de las vías de acceso a dicha población, en la que en el año 1981 se realizaron
trabajos de terraplenado. Próxima a la Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y 0º 39’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, cerámica común romana, dolia, imbrix y tegulae.
Cronología: Siglos III-V d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1982a: 81.
5. Alto del Agua Perdida (Chiva, la Hoya de Buñol)
Situación: Se accede fácilmente por la carretera de Chiva a Cheste, a unos 600 m del límite de la
primera población, ocupando una amplia zona cortada por dicha carretera. Tierras de secano. 39º 29’
Lat. N y 0º 41’ Long. W.
Material: Los restos cubren una amplia extensión de una suave colina en donde se han realizado
trabajos de nivelación para su posterior transformación en regadío. Han aparecido diversos materiales: cerámica común romana, fragmentos de ánforas, tegulae, lateres o testae, terra sigillata. No se
ha encontrado ningún resto de construcción.
Cronología: Siglos I-II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Inédita.
6. Barchilla, la (Estubeny, la Costera)
Situación: Elevado puntal que se encuentra sobre el barranco de la Barchilla, en el que se abren
numerosas covachas y simas. También recibe el nombre de Els Villars o La Teixonera. Próxima a la
Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Base cerámica con marca, terra sigillata sudgálica Drag. 15/17, terra sigillata aretina
Drag. 17/20, fragmentos de terra sigillata hispánica, entre ellas tres decoradas con motivos vegetales.
Cronología: I-II d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1973: 81.
7. Barranco del Ama (Gestalgar, los Serranos)
Situación: En el margen izquierdo de este barranco, junto al camino de la Andenia y cerca del
caserío del mismo nombre, en un campo de algarrobos. 39º 36’ Lat. N y 0º 47 Long. W.
Material: Es escaso; algún fragmento de teguale, cerámica común romana y dolia, vasos comunes y fragmentos de material de construcción.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Martínez Perona, 1975: 186; Pingarrón Seco, 1981a: 233, 234.
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8. Barrio de los Tunos (Utiel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: A 3 km de Utiel, en la margen derecha de la carretera local Utiel-El Pontón y frente a
un caserío abandonado. Terreno plantado de viñedos y frutales. 39º 32’ Lat. N y 1º 11’ Long. W.
Material: Aparecieron tres sepulturas sin ajuar. Restos de importantes construcciones: pedestales,
basamentos, capiteles, arquitrabes, ladrillos romboidales. Terra sigillata sudgálica, hispánica, clara
A, C y D y cerámica común romana; pequeño colgante de cristal de color negro opaco; dos botones
de sección piramidal, de color negro, opaco y duro; cerámica ibérica, monedas, teselas y tegulae.
Cronología: Siglos III-IV d.C.
Bibliografía: ; Pingarrón Seco, 1981a: 293-309; Martínez García, 1982: 156-164.
9. Benifaraig (Alberic, la Ribera Alta)
Situación: Villa que se encuentra en el punto kilométrico 1,300 de la carretera de Alberic a Alzira.
Próxima a la Via Augusta. 39º 7’ Lat. N y 0º 30’ Long. W.
Material: Éste apareció como consecuencia del desfonde de un campo. Se observan restos de
pavimento en opus spicatum. Al año siguiente, 1983, se excavaron tres balsas de forma rectangular,
de las cuales se conserva una con las medidas originales 2,96 x 1,38 m. Estas balsas podrían utilizarse para el tratamiento de los tejidos de lana, para enriar linos o también servirían para decantar la arcilla. Igualmente aparecieron cerámicas finas, fragmentos de lucernas, terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A y D, terra sigillata lucente, africana de cocina, cerámica común romana, fragmentos de
ánfora Dr. 2-4, dolia, tegulae, imbrix, ladrillos romboidales, vidrio, fragmentos de estuco pintado en
rojo, diversas monedas romanas y una ara funeraria de caliza gris.
Cronología: Nos da un amplio margen, desde inicios del siglo I d.C. hasta el IV d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1984: 91, 92; Martínez Pérez, 1984: 190; Serrano Várez, 1987: 163;
Ripollés Alegre, 1992: 397-410; Cebrián Fernández, 1996: 42.
10. Beniprí (Bèlgida, la Vall d’Albaida)
Situación: Asentamiento de pequeñas dimensiones y sin restos constructivos. 38º 53’ Lat. N y 0º
27’ Long. W.
Material: Cerámica ibérica decorada, terra sigillata, cerámica común romana, ánforas con marca
de alfarero, fusayolas, fragmento de piedra afilada, monedas imperiales, una tegula.
Cronología: Siglos I-II a.C. hasta siglo IV d.C.
Bibliografía: Jornet Perales, 1946: 257-267; Borredá Mejías, 1996: 42.
11. Benivaire (Carcaixent, la Ribera Alta)
Situación: Se encuentra en un meandro del Xúquer (Júcar), en la partida del mismo nombre, junto
a la acequia de l’Alborgí y el Camí de la Vall. Próxima a la Via Augusta. 39º 08’ Lat. N y 0º 28’ Long.
W.
Material: Villa excavada por la arqueóloga C. Aranegui en 1981 y 1982, delegada por el S.I.P. El
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material es abundante: cerámica ibérica pintada, cerámicas campanienses, de paredes finas, terra sigillata sudgálica e hispánica, africana clara A y D, cerámica tosca, tegulae, lucernas, restos de estuco,
vidrios, colgante fálico de bronce y estructuras de un edificio ibero-romano y romano imperial.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Gil Sancho y Martí Oliver, 1976: s/p; Martí Oliver, 1981: s/p; Fletcher Valls, 1982b:
148-150; Pla Ballester, 1984: 128, 129; Martínez Pérez, 1984: 183, 184; Carmona González y
Fumanal García, 1984: 153-162; Pla Ballester y Martí Oliver, 1986: 44; Oroval Tomás, 1989: 14;
Borredá Mejías, 1996: 40.
12. Bovalar, el (Montroi, la Ribera Alta)
Situación: Se accede desde la plaza del País Valencià de dicha población para dirigirse por la calle
de l’Horta. Cruzamos el río Magro y tomamos el primer camino a la izquierda. La villa ocupa las parcelas 410 y 403. Es zona de naranjos y muy próxima a la divisoria de Montroi y Real de Montroi. 39º
19’ Lat. N y 0º 38’ Long. W.
Material: Sorprende la cantidad de tegulae y ladrillos encontrados en superficie, en su mayoría
en la parcela 403, plantada de viñedos, mientras que en la 410, plantada de naranjos, se encuentra principalmente cerámica. El material recogido en ambas parcelas consiste en terra sigillata africana clara
A y C, cerámica africana de cocina, cerámica común romana, ánforas, un pondus, monedas con epígrafes ibéricos y de época romana y dolia. No hay estructuras pero sí se han encontrado sillares y piedras trabajadas a la orilla de los campos.
Cronología: Siglos II a.C. a IV-V d.C.
Bibliografía: Gil-Mascarell Boscá, 1971: 449; Pla Ballester, 1976, tomo IX: 257; Fletcher Valls,
1980: 87, 88; Martínez Pérez, 1984: 178; Serrano Várez, 1987: 63, 64; Vidal González, 1993: 259262. Informe de Agustina Herreros, excavadora del yacimiento, depositado en el S.I.P.
13. Cambrillas (Cheste, la Hoya de Buñol)
Situación: Dirigirse por la carretera N-III hasta la desviación de Cheste (km 328), tomar la carretera que lleva al pueblo y seguir un camino agrícola asfaltado a la derecha del anterior; ir por el primer camino a la izquierda, hacia el N, paralelo a las vallas de la antigua Universidad Laboral. El yacimiento se encuentra a 1.400 m de este desvío. 39º 29’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Los restos cerámicos aparecen en una viña al N y una finca no cultivada al S. Restos
de una cimentación de cuatro muros de hormigón de un edificio rectangular, seguramente abovedado
o a doble vertiente, que podría tratarse de un aljibe. Hay tramos de un tubo cerámico revestido de hormigón y que podría tener relación con el anterior edificio. Terra sigillata hispánica, lucente, clara D,
cerámica común, ánfora, tegulae, dolia y diversas monedas.
Cronología: Siglos I-II a.C. a IV-V d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1968: 75; Pla Ballester, 1972: 326; Ripollés Alegre, 1980: 107; Vall
de Pla, 1981: 70; Pingarrón Seco, 1981a: 158-160; AA.VV., 1983: 402; Cebrián Fernández, 1996: 45.
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14. Campina-Catorzena, la (Potries, la Safor)
Situación: En el paraje denominado El Pedregal. 38º 55’ Lat. N y 0º 11’ Long. W.
Material: Fragmentos de capitel jónico, opus signium, adobes y ladrillos de un posible hipocaustum; tegulae, imbrix, tubos de canalización, terra sigillata hispánica y clara A, cerámica común
romana, africana, fragmentos de ánfora Dr. 2/4, un as de Claudio, aguja de bronce, llaves y fragmentos de hierro.
En los trabajos realizados por el S.I.P. durante 1980-1981 apareció un muro de sillarejos en seco,
otro de hormigón, junto con un pavimento de cantos rodados y otro de tierra apisonada. Restos de
estuco rojo, mortero, hormigón y tejas. Campaniense A. El arqueólogo J. Gisbert diferencia La
Campina como lugar de residencia y habitación, y la Catorzena dedicada a actividades industriales.
La mejor zona está destruida.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Peiró Frasquet, 1949: 152, 153; Gisbert Santonja, 1982: 7-27; Aparicio Pérez,
Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 324, 326, 327; Borredá Mejías, 1996: 199.
15. Canals (Canals, la Costera)
Situación: Posible villa ubicada cerca de la antigua Iglesia de la Sangre. Próxima a la Via
Augusta. 38º 57’ Lat. N y 0º 35’ Long. W.
Material: Aparecieron pocos restos: fustes, “zócalos” de columnas sencillas y una lápida funeraria depositada en el Museo de Prehistoria de Valencia. Esta lápida se recuperó cuando la iglesia fue
destruida, en donde servía de pila para el agua bendita.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pereira Menaut, 1978: 256; Vila Moreno, 1981: 14; Martínez García, 1997: 26, 27.
16. Cañada de Villar de Olmos (Requena, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: A unos 100 m al SW del caserío de La Cañada, al lado de la aldea de Villar de Olmos.
Destruida en gran medida por los trabajos agrícolas. 39º 35’ Lat. N y 1º 04’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, clara, cerámica común romana, fragmentos de dolia, tegulae,
adobes, ladrillos rectangulares, restos de edificios, así como un horno; suelos en opus spicatum. En un
enterramiento aparecieron dos cadáveres. Los enterramientos son del siglo IV o V d.C.
Cronología: Siglos II-III d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1976: 51-54.
17. Cardues o Canyada (Daimús, la Safor)
Situación: Próxima a la citada población; inmediata a un viejo camino y cercana a la playa. 38º
59’ Lat. N y 0º 9’ Long. W.
Material: Tegulae, fragmentos de ánforas, de dolium con el numeral XXX. Capitel, fragmentos
de piedra caliza blanca, piedra cilíndrica, supuesto miliario; pieza de cobre, una pulsera y monedas.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 337-339.
18. Casa Baixa (Ontinyent, la Vall d’Albaida)
Situación: 38º 48’ Lat. N y 0º 40’ Long. W.
Material: Terra sigillata itálica, gálica, sudgálica, hispánica, clara A, C y D, cerámica de paredes
finas, común itálica, ibérica, pondus, africana de cocina, dolia y ánforas.
Cronología: Siglos I-V d.C.
Bibliografía: Ribera i Gómez, 1989: 7-24; Cebrián Fernández, 1996: 51.
19. Casa del Baile (Ayora, el Valle de Cofrentes)
Situación: En un pequeño cerro a unos 8 km al NW de Ayora, muy próxima a la carretera que se
dirige a Carcelén. 39º 03’ Lat. N y 1º 07’ Long. W.
Material: Tegulae, bloques de piedra, cerámica común romana, terra sigillata. Al W y en un cerro
próximo han aparecido fragmentos de cerámica ibérica pintada, pondus, cerámica arcaizante y fragmento de columna, habiendo noticias de la aparición de monedas.
Cronología: Siglos I-II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: AA.VV., 1984: 392; Borredá Mejías, 1996: 51; Poveda Mora, 2001: 65.
20. Casa de l’Alfàs (Ador, la Safor)
Situación: La Casa del Fas o de l’Alfàs está situada a 500 m al SE de la población, en una suave
ondulación y rodeada de naranjos. 38º 55’ Lat. N y 0º 12’ Long. W.
Material: A principios del siglo XX se encontró un frigidium en forma de una gran balsa cuadrada. Las paredes eran de mampostería de metro y medio de espesor, con pilares intermedios que sostenían arcos de medio punto. Cuatro cámaras cilíndricas dan paso a unas galerías subterráneas. Entre
el material aparecido destacaremos piedras-carriles de entrada, ladrillos, carbón, jambas trabajadas,
pilas, un cilindro de aplanar y una gran taza de molino aceitero, fragmentos de ánforas, tegulae con
bordes, vasijas de barro, urnas cinerarias, huesos humanos, barros saguntinos, numerosos objetos de
metal, etc. En poder de D. José Roig Mascarell se encuentran los siguientes materiales: un lacrimatorio, lamparillas, un hacha de piedra pulimentada, monedas de cobre de los primeros emperadores, un
trozo de inscripción, etc. Se encontró una loseta rectangular con los moldes de tres divinidades,
Mercurio, Minerva y una sin identificar.
En la fotografía que aporta Sarthou en la Geografía General se lee que es una sepultura
(Columbaria), pero según J. Aparicio es un sótano de una mansión, aunque también pudiera tratarse
de un caldarium.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 406; Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent
Mañó, 1983: 329-331; Borredá Mejías: 1996, 51.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
21. Casa del Hondo (Ayora, el Valle de Cofrentes)
Situación: A unos 3 km al NW del Castellar de Meca. 38º 59’ Lat. N y 1º 10’ Long. W.
Material: Gran dispersión de restos cerámicos divididos por una rambla y una vereda de ganados.
Terra sigillata hispánica y clara, cerámica común romana y pintada. Lápida de mármol veteado y la
base de una pequeña columna cerámica. Aparecen en superficie restos de ruinas de un edificio de
planta cuadrada, delimitada por muros de piedra desbastada y regular, con vestigios de tres estancias.
En el patio de la Casa del Hondo existe un sepulcro tallado en piedra de 0’90 m de longitud, con tapa
de piedra y, adosados a los muros de la casa, restos de piedras bien trabajadas.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: AA.VV., 1983: 393; Poveda Mora, 2001: 66, 67.
22. Casa del Porter (Sollana, la Ribera Baixa)
Situación: En Sollana, en donde aparecieron restos arquitectónicos, sin más referencias. Serrano
la cataloga como villa. Próxima a la Via Augusta. 39º 18’ Lat. N y 0º 22’ Long. W.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 74; Serrano Várez, 1987: 168, 169.
23. Casa Zapata (Villargordo del Cabriel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: La finca agrícola Casa Zapata está al N de Villargordo del Cabriel, a la altura del km
2 de la carretera a Camporrobles. El yacimiento se encuentra a unos 600 m al ESE de dicha finca. 39º
33’ Lat. N y 1º 25’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, marmorata, clara A, cerámica ibérica, común romana; una inscripción Alto imperial.
Cronología: Siglo I hasta finales del II d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1966: 299, 300; Fletcher Valls, 1967: 81, 82; Pereira Menaut, 1978:
261, 262; Pingarrón Seco, 1981a: 349-354; Martínez García, 1982: 215-217; Cebrián Fernández,
1996: 52.
24. Casas, las (Utiel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: La aldea de Las Casas se localiza a dos km de Los Corrales en dirección SW, hacia
Caudete de las Fuentes. Dista 6 km de Utiel por la carretera de Utiel-Camporrobles. Desde dicha aldea
se toma el camino del cementerio, y ya en el campo de fútbol, se coge el camino con dirección SW
que proviene de la Vereda Real de Madrid. A unos 300 m el camino describe una curva hacia el E,
atravesando el yacimiento y llegando otra vez a la aldea. Ocupa una extensión aproximada de 10 ha.
39º 35’ Lat. N y 1º 17’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, clara D, cerámica común romana, de tradición ibérica, dolia, tegulae, ímbrices, pondus, argamasa, ganga de vidrio, fragmentos de ánforas.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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Cronología: Desde el siglo I d.C. hasta finales del IV.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 341-346; Martínez García, 1982: 201-205.
25. Caseruchos de los Moros (Siete Aguas, la Hoya de Buñol)
Situación: En una pequeña loma en la partida de Raidón junto al barranco del mismo nombre y
al camino de la Alqueruela a Siete Aguas. 39º 29’ Lat. N y º0 57’ Long. W.
Material: Cerámica común romana, tardo romana y medieval; ánfora, tegulae, imbrix y restos
constructivos de más de 50 casas.
Cronología: Siglo I d.C. hasta V d.C. Posible perduración hasta época islámica.
Bibliografía: Corbín Carbo, 1928; Fletcher Valls, 1980: 88; Pingarrón Seco, 1981a: 162; Cebrián
Fernández, 1996: 52.
26. Cases de la Parra (Tous, la Ribera Alta)
Situación: Villa localizada al final de la ladera S de la montaña de Matamón, junto a la mina de
arena, en la zona denominada Les Cases de la Parra. Terreno abancalado y cultivado. 39º 14’ Lat. N
y 0º 38’ Long. W.
Material: La mayoría aparece a partir del barranco que lame la ladera, concretamente en el tercer
bancal a la izquierda de la senda que desde dicho barranco asciende por la ladera. Fragmentos de dolia
y ánforas, molinos circulares, ladrillos romboidales, tegulae, ímbrices, fragmento de hierro, terra sigillata sudgálica e hispánica, cerámica común romana, gris de aspecto arcaizante y un pondus. En el
Museo de Prehistoria de Valencia se ingresaron hace años dos monedas, un denario de Quinto Fabio
y un as de Antonio Pío, que al parecer procedían de una necrópolis, pero no se constata el lugar exacto de su emplazamiento. Según testimonio de un agricultor de la zona, se encontraron 2 ó 3 tumbas,
de donde quizá procedan las anteriores monedas.
Cronología: La podemos situar hacia finales del siglo I d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 291; Martínez Pérez, 1984: 177, 178; Serrano Várez,
1987: 56-60; Cebrián Fernández, 1996: 52.
27. Casica del Nispolero (Ayora, el Valle de Cofrentes)
Situación: A un kilómetro al NE de Los Arcellares y sobre un altozano. 39º 03’ Lat. N y 1º 03’
Long. W.
Material: Aparecieron bases y bocas de tinajas, de fragmentos de patenas, una pesa de telar, ladrillos y tejas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Poveda Mora, 2001: 64.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
28. Cerrito Royo (Pedralba, los Serranos)
Situación: Al S del término municipal se levanta un cerro plano que por su color toma el nombre
de Cerrito Royo. Esta villa se encuentra al pie del mismo y entre el barranco de Chiva, que pasa cercano. 39º 33’ Lat. N y 0º 43’ Long. W.
Material: Cerámica ibérica de temas geométricos, cerámica común romana, terra sigillata hispánica, anforas y dolia, un pequeño pondus y vasos.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Martínez Perona, 1975: 186; Pingarrón Seco, 1981a: 215.
29. Collado o Venta del Capitán (Manises, l’Horta Sud)
Situación: A la derecha del camino de Riba-roja a Manises, en la partida del Collado, cerca del
Pla de Nadal y próxima a la Venta del Capitán. 39º 30’ Lat. N y 0º 30’ Long. W.
Material: Fragmentos de cerámica común romana y un fuste de columna de caliza de casi un
metro de diámetro.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 134.
30. Cornelius (l’Ènova, la Ribera Alta)
Situación: Villa rústica localizada en la partida de Els Alters, en el piedemonte de la sierra de
Valiente muy cerca del cementerio de la anterior población. Próxima a la Via Augusta. 39º 02’ Lat. N
y 0º 28’ Long. W.
Material: Excavada recientemente, distinguiéndose la parte urbana, rústica y fructuaria. Dedicada
a la explotación agrícola y al procesado del lino y del esparto. Cerámica común y de cocina, africana
de cocina, terra sigillata hispánica, clara A, C y D, lucente, ánforas, dolium, metal, vidrio, inscripciones, monedas, pintura mural, teselas, fauna, esculturas de mármol, mosaicos, hueso trabajado, área
termal, marfil, elementos arquitectónicos y muro.
Cronología: Siglos I-V d.C.
Bibliografía: Albiach Descals y Madaria, coords., 2006; Albiach Descals, Gallego Úbeda y
García Prósper, 2006: 75-86.
31. Coroneta, la (Rotglà i Corbera, la Costera)
Situación: Junto a la carretera N-430 en la indicación del km 48. Próxima a la Via Augusta. 48.
39º 00’ Lat. N y 0º 33’ Long. W.
Material: Cerámica ibérica, ánforas, tegulae, terra sigillata, cerámica común romana, fragmentos de hierro, pondus, fauna y madera. Cuando fue prospectada por Aparicio Pérez, el yacimiento estaba casi totalmente destruido, aunque aún se pudo observar la presencia de muros y parte de un suelo
enlosado.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1972: 82; Montesinos Martínez, 1982: 82.
32. Corral de Adrián (Chiva, la Hoya de Buñol)
Situación: Villa localizada a ambos lados de la carretera de Chiva a Pedralba y a unos 250 m del
desvío a Gestalgar. Está ubicada en la ladera E de una cadena de cerros de poca elevación, con cultivos de secano. 39º 30’ Lat. N y 0º 45’ Long. W.
Material: En la ladera E del cerro existen fragmentos de cerámica de pasta depurada y mala cocción, así como algunos fragmentos de cubierta de vidrio verde metalizado. En el llano y al otro lado
de la carretera hay presencia de terra sigillata y de cerámica común romana, junto a fragmentos de
tegulae y dolia. No existen restos de estructuras. Tanto la zona de la ladera como la del llano están
afectadas por los diversos trabajos de nivelación y, por ello, algunas zonas están completamente arrasadas.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Inédita.
33. Covadelles, les (Moixent, la Costera)
Situación: Dirigirse por la carretera local de Moixent a Fontanars; a unos 5 km de la primera
población, sale un camino que lleva a la Casa de Covadelles; después de cruzar un barranco, se
encuentra a la derecha del Alt de Covadelles. Próxima a la Via Augusta. 38º 50’ Lat. N y 0º 46’ Long.
W.
Material: Lápidas con inscripciones latinas, cerámicas de varios tipos y restos de estructuras.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Almarche Vázquez, 1918: 125; Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 361; Fletcher
Valls, 1976: 28; Aparicio Pérez, 1977: 31.
34. Encolla, la (Chiva, la Hoya de Buñol)
Situación: Al NW de la población. Siguiendo el camino de la Encolla o Ancholla, antes de llegar
a la bifurcación con el de la Fuente del Enebro. Viñas y campos de algarrobos. 39º 29’ Lat. N y 0º 46’
Long. W.
Material: El camino lo atraviesan cinco muros, cuatro de ellos paralelos entre sí y el quinto formando ángulo con uno de ellos. Cerámica ibérica pintada, fragmentos de terra sigillata hispánica, uno
de ellos con la marca del alfarero (CRETIUS); clara A y D, cerámica común romana, tegulae y sillarejos utilizados en la construcción de las márgenes de los campos.
Cronología: Siglos I al IV d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1968: 75, 76; Pla Ballester, 1972: 324, 325; Pingarrón Seco, 1981a:
160, 161.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
35. Ereta dels Moros (Aldaia, l’Horta Sud)
Situación: Se encuentra en una pequeña elevación junto al barranco de Chiva, cercano al Pont
dels Cavalls. 39º 26’ Lat. N y 0º 31’ Long. W.
Material: Algunos restos de edificación romana y un hermoso mosaico de bellos colores con inscripciones y figuras. Cuatro grupos de edificación, dos de ellos parecen cisternas o construcción parecida. Barniz negro, terra sigillata clara, tegulae, dolia, pondus, ánforas, estucos, pavimentos destrozados por los trabajos agrícolas, fragmento de loseta de mármol, monedas. Llama la atención el espesor de las paredes de las dolia y su enorme tamaño; quizá se tratara de algún establecimiento de explotación oleícola, por su emplazamiento y cultivos próximos. Cerca de la villa pasa el antiguo camino,
hoy abandonado, de Aldaia al Pla de Quart. A finales del siglo XIX se encontró media escultura de
Baco y, en los años veinte del siguiente siglo, el resto. Está depositada en el Museo Arqueológico
Nacional.
Cronología: Siglo II-V d.C.
Bibliografía: Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 880-886; Fletcher Valls, 1966b: 14; Pingarrón
Seco, 1981a: 131-133; Sanchis Alfonso, Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986-1987: 13-15;
Cebrián Fernández, 1996: 72.
36. Font de la Garrofera (Guadassuar, la Ribera Alta)
Situación: Desde la misma fuente sale un camino con dirección E que, después de pasar por
delante de un bar y, a unos 100 m, dicho camino se eleva ligeramente, encontrándose allí mismo el
yacimiento a ambos lados del camino. Tiene aproximadamente 20 hanegadas de superficie, en campos plantados de algarrobos. Próxima a la Via Augusta. 39º 11’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Al trazar el camino se destruyeron parcialmente tres silos. El material es abundante:
fragmento de loseta de afilar, escorias de hierro, terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A y B, fragmentos de kalathos y de vasijas; bordes, asas y bocas de ánforas, ollas de pasta gris y tegulae. Se trataría de una villa romana de carácter agrícola, como parece indicar la aparición de los silos
Cronología: Inicios siglo I d.C. con una larga perduración.
Bibliografía: Martínez Pérez, 1984: 189; Serrano Várez, 1987: 75-80.
37. Font de Mussa (Benifaió, la Ribera Alta)
Situación: A 22 km al S de Valencia, en terreno llano, sobre tierra fértil y muy próxima a la Via
Augusta se encuentra esta importante villa. 39º 17’ Lat. N y 0º 26’ Long. W.
Material: Podemos destacar, cerámica de barniz negro, de paredes finas, romana de tradición ibérica, terra sigillata itálica, sudgálica e hispánica, clara A, C y D, lucente, estampada gris, vidriada,
común romana, africana de cocina; morteros, lucernas, ánforas, dolia, tegulae, ladrillos romboidales,
mármol, pondus, fusayola, fragmentos de hierro y bronce, así como diversas monedas. Se encontró
próximo a la villa un ara dedicada a Mithra, de gran interés por ser una de las escasas inscripciones
del culto mitraico en la Península Ibérica. Pero tal vez, la pieza más importante sea el hallazgo de un
mosaico de unos 21 m2 con referencia a la leyenda de la fundación de Roma con el descubrimiento de
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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Rómulo y Remo por los pastores Faustulo y Faustino. Se encuentra restaurado y expuesto en el Museo
de Prehistoria de Valencia.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Gómez Serrano, 1935: 183; Pla Ballester, 1957: 217; Ripollés Alegre, 1985: 337,
338; Serrano Várez, 1987: 164; Llorens Forcada, 1987-1988: 428; Beltrán López, 1992: 37, 38;
Cebrián Fernández, 1996: 75; Bonet Rosado, 2004: 29-45; Abad Casal, 2004: 67-83.
38. Font Roja (Guadassuar, la Ribera Alta)
Situación: La única referencia de su situación es que se encuentra en la partida de la Font Roja,
que se accede cogiendo la carretera de Valencia a Alicante, por el interior y al pasar L’Alcúdia, se toma
la salida 868 A (Montartal). Serrano Várez la denomina Frontoja. Próxima a la Via Augusta. 39º 10’
Lat. N y 0º 32’ Long. W.
Material: Únicamente aparece como material muelas de molino y dos ánforas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pla Ballester, 1974, tomo V: 163; Serrano Várez, 1987: 163.
39. Fornals, els (Carlet, la Ribera Alta)
Situación: Ubicada en la divisoria de los términos de L’Alcúdia y Carlet, junto a la carretera N340 y en la partida del mismo nombre. Zona de cultivo de naranjos; completamente arrasada. Próxima
a la Via Augusta. 39º 13’ Lat. N y 0º 29’ Long. W.
Material: Ánforas, terra sigillata y monedas, entre ellas una de Vespasiano y otras hispano-romanas de Celsa.
Cronología: I-II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1974, tomo III: 38; Martínez Pérez, 1984: 176; Serrano Várez, 1987:
162; Pla Ballester y Martí Oliver, 1988: 43.
40. Granja, la (Polinyà de Xúquer, la Ribera Baixa)
Situación: En la partida de Gual, en el margen derecho del río Júcar; junto al puente de Albalat
se encuentra un edificio del siglo XV denominado La Granja. Desde este lugar parte un camino en
dirección al río, a cuyos lados se sitúa la villa. Próxima a la Via Augusta. 39º 11’ Lat. N y 0º 23’ Long.
W.
Material: Ya desde finales del siglo XIX se tienen noticias de este yacimiento puesto que se
encontró una cabeza de Baco o Dionysos, de mármol, que fue donada al Museo de Bellas Artes de
Valencia. Además, se ha encontrado terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A, cerámica común
romana, tegulae, ímbrices y cerámica de los siglos XIV al XVIII.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1976, tomo IX: 97; Martínez Pérez, 1984: 184; Serrano Várez, 1987:
127-129.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
41. Hort de Pepica (Catarroja, l’Horta Sud)
Situación: Al NW de la población en la partida del Salt del Llop y, en gran parte, en el campo
conocido como L’Hort de Pepica. Plantaciones hortícolas y hortofrutícolas. Próxima a la Via Augusta.
39º 25’ Lat. N y 0º 24’ Long. W.
Material: Su superficie es de unas 1’50 ha, el tamaño medio de una villa mediterránea, correspondiendo en el plano general a un esquema en U con orientación N-S. Villa de planta diseminada.
Cerámica de cocina, dolia, tinajillas, ánforas vinarias y olearias, ollas con o sin asa, orzas, tapaderas,
lucernas, pesas de telar, fauna, dos tumbas, la primera parece un enterramiento cenatófico, tegulae,
ímbrices, terra sigillata hispánica, africana C y D, cerámica de paredes finas, jarras, vidrio, morteros,
platos, monedas, pavimentos en opus reticulatum, sillares bien escuadrados, adobes, estructuras. Se
han hallado dos alfares, circulares y alejados uno del otro. Se especializó en la fabricación de ánforas
de vino y aceite, para su abastecimiento y de otras villas. Apareció gran cantidad de escoria de hierro,
lo que nos puede indicar la existencia de un sector de fundición. Por la aparición y uso de la terra sigillata africana, debió de existir un sólido comercio con el N de África.
Cronología: Finales del siglo I a.C. hasta mediados del II d.C.
Bibliografía: Llorens y Raga, 1967: 37-43; Martí i Campoy, 1984: 37, 38; García-Gelabert Pérez
y García Díez, 1997: 351-374; Ídem, 1998: 50-55; García-Gelabert Pérez, 1999: 253-265; Ramos
Peris, 2002-2003: 261-285.
42. Hort del Comte (Daimús, la Safor)
Situación: Próxima a la citada población y en terrenos dedicados a la producción citrícola. 38º
59’ Lat. N y 0º 9’ Long. W.
Material: Sílex, cerámica hecha a mano, monedas, terra sigillata, cerámica común romana y
varias figuras escultóricas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 336.
43. Horteta, l’ (Alcàsser, l’Horta Sud)
Situación: Ubicada en el paraje denominado antiguamente La Paridera, ahora totalmente edificado, en donde se ha construido el Colegio Público Jaume I y edificios adyacentes. Próxima a la Via
Augusta. 39º 23’ Lat. N y 0º 26’ Long. W.
Material: Según testimonio oral de los obreros que en 1975 construyeron dicho colegio, en el
momento de hacerse los cimientos aparecieron restos de antiguas construcciones, enterramientos con
cerámica y monedas antiguas, que no se identificaron debidamente. Apareció una antigua era, muros
de piedra en estado ruinoso y una balsa.
Cronología: Siglos II-V d.C.
Bibliografía: Febrer Romaguera, 2005: 24.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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44. Horts, els (Vallada, la Costera)
Situación: En el mismo casco urbano, al N de la población. Próxima a la Via Augusta. 38º 54’
Lat. N y 0º 41’ Long. W.
Material: Cerámica común romana, terra sigillata sudgálica, hispánica, africana C y D, lucente,
de paredes finas, ánforas, morteros, platos, cuencos, dolia, tegulae, imbrix, ladrillos, ladrillos pilae,
lucernas, clavos, puntas, varilla, llave de puerta, agujas, asa de vidrio, tres monedas y una piedra dura
grabada. Estructuras de habitación.
Cronología: Siglos I a.C.-V d.C.
Bibliografía: Borredá Jiménez, 1996: 81, 82; Martínez García, 1997: 41-53.
45. Jovades, les (la Font d’En Carròs, la Safor)
Situación: En la partida del mismo nombre. 38º 55’ Lat. N y 0º 10’ Long. W.
sigillata.
Cronología: Siglo II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 353.
Material: Terra
46. Lauro (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: Nombre que perdura desde antiguo y que designa un despoblado situado en la actual
partida del Quadro. Zona muy degradada por las labores agrícolas, donde se encuentra la villa rústica
y un rahal o alquería. 38º 52’ Lat. N y 0º 23’ Long. W.
Material: Por los restos cerámicos encontrados se puede considerar que perdura a través del tiempo, continuando su ocupación en época islámica, dejando restos cerámicos y de construcción esparcidos por los campos y márgenes. Terra sigillata hispánica, clara A y D, fragmentos de ánfora, laminilla de plomo, clavo de hierro, fragmento de dolium y un ladrillo romboidal.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 224, 225; Ídem, 1973: 141; Pla Ballester, 1975, tomo VI:
118.
47. Mareny, el (Sueca, la Ribera Baixa)
Situación: La única referencia es que está situada en esta zona costera de cultivo y de difícil localización, al haber diversas zonas con el mismo nombre.
Material: Pla afirma que hay restos romanos, sin aportar alguna información más, y Serrano
Várez la cataloga como villa romana.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 106; Serrano Várez, 1987: 170.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
48. Marxillent (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: En el cruce de los caminos de Ràfol a Pobla del Duc y el del Pinar. 38º 53’ Lat. N y
0º 25’ Long. W.
Material: Al cavar la tierra profundamente apareció un enlosado de piedras rectangulares de gran
tamaño. En los campos que se consideran como núcleo central del yacimiento, se encontraron tubos
para la salida de humos y discos de barro, propios de un hipocaustum. Terra sigillata hispánica y clara
A; restos de estructuras y habitación; tegulae, ímbrices, fragmentos de ánfora, piedra en forma de
cubo, aro de hierro, etc. La dispersión de materiales es muy amplia estando presentes en los campos
de alrededor.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 227-229; 1973: 141.
49. Mas del Jutge (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: Junto a la masía del mismo nombre, a unos 6 km de Torrent, al E de la sierra de
Perenxissa. Conocida desde antiguo. Debió de ocupar una superficie de unos 10.000 m2. 39º 26’ Lat.
N y 0º 31’ Long. W.
Material: Fragmentos de campaniense B, terra sigillata sudgálica, hispánica y clara A y C; vasos,
pondus, fragmentos de mármol, vidrio y de estuco rojo con motivos florales. Dolia, tegulae, teselas
de mosaico, restos de construcciones, monedas. Pavimento formado por piezas cuadradas y policromas representando un estanque poblado de peces y crustáceos. Restos de un posible puente construido en opus quadratum.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: García de Cáceres, 1948: 411-416; Fletcher Valls, 1973: 89, 90; Pingarrón Seco,
1981a: 151-153; AA.VV., 1983: 336-341; Asins Velis, 1983: 25-30; Borredá Mejías, 1996: 103.
50. Mas dels Foressos (Picassent, l’Horta Sud)
Situación: Al SE del término de Picassent, en la partida denominada Terrabona, cerca de los límites de Benifaió y Almussafes, confrontando con la Masia dels Foressos. Próxima a la Via Augusta. 39º
20’ Lat. N y 0º 26’ Long. W.
Material: Fragmentos de mosaico formado por lositas de barro cocido, ladrillos rectangulares y
romboidales, tegulae, ímbrices, estuco pintado, dos fragmentos de tubo, posiblemente de un hipocausto, restos de un torcularium para prensar aceitunas o uva, pondus, dolia, terra sigillata sudgálica
e hispánica, clara A y C, cerámica común romana, lucernas, ánforas, clavos de hierro, una moneda,
fragmentos de vidrio y cinco ejemplares de cardium.
Cronología: Siglos II-III d.C.
Bibliografía: Gil-Mascarell y Martí Oliver, 1985: 7; Beltrán López, 1990: 35, 36.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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51. Masía del Castillo (Xirivella, l’Horta Sud)
Situación: Villa ubicada en plena huerta, al SW de dicha población. Próxima a la Via Augusta.
39º 27’ Lat. N y 0º 25’ Long. W.
Material: Fustes de columna de 25 a 30 cm de altura recortados en tambores que hacen las veces
de poyos o guardacantones; tres basas de columna. Villa destruida por los cultivos agrícolas, aunque
hay restos de tegulae, hormigón y un fragmento de pondus. Restos que, por el hormigón encontrado,
podrían corresponder a un acueducto. Debió de ser una importante villa agrícola por la riqueza de la
zona.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1967: 72; Pingarrón Seco, 1981a: 156, 157.
52. Maset del Retor (Montserrat, la Ribera Alta)
Situación: En la partida del mismo nombre, a pocos kilómetros de la población, junto a la carretera que va a Torrent, próximo al yacimiento del Castellet y sobre una loma. 39º 22’ Lat. N y 0º 34’
Long. W.
Material: Los restos encontrados se limitan a un molino de mano de arenisca, abundante cerámica común romana, dolium, terra sigillata hispánica y tegulae. Prospección realizada por el SIP el 25V-1956.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1961: 227; Ídem, 1975, tomo VII: 192; Serrano Várez, 1987: 160;
Soler y Jordá: 2005: 57.
53. Mojón, el (Alborache, la Hoya de Buñol)
Situación: Dirigirse por el camino que sale al S de la población, al inicio de la carretera a Turís;
este camino llega hasta Macastre y, a un kilómetro o kilómetro y medio se encuentra la partida del
Bobalar, poco antes de llegar al barranco de la Horteta. Junto al mojón de los dos términos se sitúa el
yacimiento, en campos de secano abandonados. 39º 22’ Lat. N y 0º 46’ Long. W.
Material: Destacaremos como material encontrado terra sigillata, africanas, sillares dispersos,
restos de muros, tegulae e imbrix.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Jiménez Navarro y San Valero Aparisi, 1944: 102; Fletcher Valls, 1966a: s/p;
Pingarrón Seco, 1981a: 157, 158.
54. Molino de Enmedio (Utiel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: Al NW de La Solana. A la altura del kilómetro 4 de la carretera de Utiel a Los Corrales
y, tomando un camino con restos de empedrado en dirección S, se llega al llamado Molino de
Enmedio. Terreno rodeado de viñedos, con una superficie de 6,25 ha. 39º 34’-35’ Lat. N y 1º 14’-15’
Long. W.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A, C y D, lucente, cerámica ibérica, de barniz negro, cerámica común romana, fragmentos de vidrio, pondus, cuentas de collar de pasta vítrea,
ladrillos de construcción, estuco, estela con inscripción latina, tubo de cerámica, una tesela, moneda
de Antoniniano, restos de muros, etc.
Cronología: Siglos I a.C.-VI d.C.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 309-327; Martínez García, 1982: 180-200; Borredá Mejías,
1996: 106.
55. Ofra, l’ (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: A la izquierda de la carretera de Albaida a Gandia, a la altura del kilómetro 11.
También se puede acceder por un camino que sale al W de la población y, que rodeando el cerro de
Sant Antoni, nos deja en el centro de la partida. Muy degradado por las labores agrícolas. 38º 53’ Lat.
N y 0º 24’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, itálica, clara A y D, clara estampada, lucente, cerámica común
romana, posible cuenta de collar o fusayola, dolia, tegulae, ladrillos romboidales, fragmentos de estuco pintado, sílex.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 233, 234; Ídem, 1973: 141, 142; Cebrián Fernández, 1996:
114.
56. Penyetes, les (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: Desde Torrent, dirigirse por la prolongación de la calle Padre Méndez siguiendo el
camino de la Fonda; villa situada entre el camino de Les Covetes y la pequeña cañada de Les
Penyetes. 39º 26’ Lat. N y 0º 27’ Long. W.
Material: Los materiales aparecieron al edificar en 1927 un chalet. Se encontró un cardo femina
de una puerta, un pilón y un gran dolium; terra sigillata y cerámica común romana. Los restos hallados son muy parecidos a los del Mas del Jutge.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Gómez Serrano, 1927; Ballester Tormo, 1934; Pingarrón Seco, 1981a: 153, 154;
Sanchis Alfonso, Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986-1987: 18.
57. Pla de la Font de l’Omet (Picassent, l’Horta Sud)
Situación: Al SW de la localidad. Próxima a la Via Augusta. 39º 20’Lat N y 0º 28’ Long. W.
Material: Fragmentos de tegulae, ladrillos rectangulares y una moneda de Adriano. Restos constructivos y cerámica común romana.
Cronología: Finales del siglo I o inicios del II d.C.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 150, 151; Gil-Mascarell Boscá y Martí Oliver, 1985: 29;
Febrer Romaguera, 2005: 24, 25.
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58. Pou de la Sargueta (Riba-roja de Túria, el Camp de Túria)
Situación: En el Área de Reserva para la ampliación de Patrimonio Público de Suelo “Parque
Logístico de Riba-roja”. Zona del Pou de la Sargueta. 39º 29’ Lat. N y 0º 32’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, cerámica campaniense, ibérica, común romana, de
cocina, de paredes finas, medieval; tegulae, imbrix, ladrillos romboidales, dolia, ánfora, restos arquitectónicos, sílex, fauna, vidrio, malacofauna, laminillas y agujas de bronce, clavos de hierro, y monedas. Se distingue perfectamente la pars urbana, rustica y fructuaria. Presencia de termas, dos pequeños hornos y cellae vinaria y olearia.
Cronología: Mitad de siglo II d.C. hasta inicios del siglo V.
Bibliografía: Inédita. Información facilitada por el excavador Sr. Hortelano Uceda.
59. Pujol, el (Benimuslem, la Ribera Alta)
Situación: A un km de dicha población y en la partida del mismo nombre se encontró material
procedente de una villa romana y también restos de una necrópolis con cerámica de los siglos XVIXVIII. Hoy día son campos de naranjos, viéndose montones de piedras recogidas por los labradores
pertenecientes al caserío que allí existió en el siglo XVII. Próxima a la Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y
0º 29’ Long. W.
Material: Además del abundante material del siglo XVII, depositado en el Museo Municipal de
Alzira, hay presencia de terra sigillata sudgálica e hispánica, clara A y C y cerámica común romana
e iberorromana, fragmentos de tegulae, parte delantera de un caballito de arcilla o de un perro en posición estática y de un clavo de hierro.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1961: 228; Martínez Pérez, 1984: 185; Serrano Várez, 1987: 93-95.
60. Punxa, la (Aldaia, l’Horta Sud)
Situación: A dos escasos kilómetros del yacimiento de la Ereta dels Moros, en una zona llana,
cercana a la carretera de Aldaia al Pla de Quart. Próxima a la Via Augusta. 39º 27’ Lat. N y 0º 31’
Long. W.
Material: Terra sigillata, fragmentos de cerámica común romana, tegulae, fragmentos de dolia,
de opus reticulatum y opus signium; estuco pintado con rojo pompeyano. Ladrillos romboidales y restos de mortero.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1973: 89; AA.VV., 1984: 368; Sanchis Alfonso, Fernández Aragón
y Beguer Esteve, 1986/1987: 13.
61. Rambla de los Ríos (Venta quemada-Siete Aguas, la Hoya de Buñol)
Situación: En la terraza del río Buñol, próxima a la carretera N-III, entre el punto kilométrico 300
y 301, se encuentra la villa en una zona denominada la Rambla de los Ríos, en la partida de Belen-
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
guerón. 39º 27’ Lat. N y 0º 53’ Long. W.
Material: La cantidad de restos en superficie es más bien escaso; fragmentos de tegulae, de cerámica común romana, terra sigillata sudgálica Drag. 15/17, hispánica, clara A y D, una pesa de telar.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1985: 35, 36.
62. Regajo, el (la Font de la Figuera, la Costera)
Situación: Próxima a la fuente homónima. Se accede por la carretera de Valencia a Font de la
Figuera y, al llegar al restaurante El Carrascal, se coge la carretera a Navalón. Villa muy deteriorada
por el trabajo de remoción. Zona forestal. Próxima a la Via Augusta. 38º 52’ Lat. N y 0º 54’ Long. W.
Material: Terra sigillata, dolia, tegulae y cerámica común romana.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: La única referencia que tenemos es que fue visitada por el arqueólogo Aparicio
Pérez en el verano de 1976.
63. Ríos, los (Buñol, la Hoya de Buñol)
Situación: Al NW de dicha población. Es una pequeña hondonada junto al caserío; se localiza en
las confluencias de los barrancos de Monedí y Carcolín. A esta zona se le llama Los Ríos por estos
cursos de agua. Zona salpicada de chalets. La villa ha desaparecido. 39º 27’ Lat. N y 0º 49’ Long. W.
Material: Aparecieron restos de un muro de hormigón y un pavimento de ladrillos romboidales
en opus latericium debajo de la actual casa. Monedas romanas e ibéricas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Jiménez Navarro y San Valero Aparisi, 1944: 101, 102; Pérez Soler, 1974: 75;
Pingarrón Seco, 1981a: 158; Cebrián Fernández, 1996: 137.
64. Romaní, el (Sollana, la Ribera Baixa)
Situación: En las proximidades de Almussafes y en la partida del mismo nombre. Próxima a la
Via Augusta. 39º 18’ Lat. N y 0º 22’ Long. W
Material: Piedra de molino, cerámica común romana, fragmentos de mosaico y monedas de bronce estudiadas por D. Pío Beltrán.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1977: 83; Serrano Várez, 1987: 168.
65. Ròtova (Ròtova, la Safor)
Situación: En la periferia del casco urbano, en las primeras casas entrando por la carretera de
Gandia y próxima al monasterio de Sant Jeroni. 38º 56’ Lat. N y 0º 15’ Long. W.
Material: La villa apareció durante las labores de desmonte de terrenos por la construcción de una
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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autovía y de una nave industrial. Muros, tegulae, dolia, imbrix, estuco (varios fragmentos pintados),
terra sigillata hispánica; cerámica común romana, fragmentos de asas, bases, galbos, etc.; pivote de
ánfora (posible Dr. 7/11), pesas de telar, fusayolas, fragmentos de ladrillo con el dígito III representado de forma incisa, posible fragmento de lucerna, clavos de hierro y fragmentos de dicho metal y de
bronce, fauna y tubo de mármol.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Inédita. Información facilitada por el arqueólogo excavador, Dr. Cisneros Fraile.
66. Safarejot, el (Llaurí, la Ribera Baixa)
Situación: Se localiza a la derecha de la autopista A-7 (Valencia-Alicante), en la partida del
mismo nombre, al SE de dicha población y a la izquierda del barranco de Cambrils. En dicho lugar
existía un lacus romano, destruido para cultivar naranjos. 39º 0’ Lat. N y 0º 19’ Long. W.
Material: Hay pocos restos; únicamente los textos citan cerámica y otros materiales, sin especificar más.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Gómez Serrano, 1942: 35; Pla Ballester, 1975, tomo VI: 239; Martínez Pérez, 1984:
186, 187; Pla Ballester y Martí Oliver, 1988: 43; Serrano Várez, 1987: 169.
67. Sant Gregori (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: A menos de 3 km al W de Torrent, en el margen derecho del barranco de la Horteta,
en la confluencia con la cañada del Peque. Próxima a la Via Augusta. 39º 25’ Lat. N y 0º 31’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica y clara A, C y D. Abundantes fragmentos de tegulae, dolia. Pesas de telar y cerámica común romana.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 155, 156; AA.VV., 1984: 365, 366; Sanchis Alfonso,
Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986-1987: 17, 18.
68. Sequer de Sant Bernat (Alzira, la Ribera Alta)
Situación: Se encuentra ubicada en un antiguo secadero, en donde hoy se alza un pequeño santuario dedicado a los Santos Patronos, detrás de la central de Hidroeléctrica, junto al camino de Pujol.
Hacia el siglo XIII, los Trinitarios construyeron un convento; luego, a fines del siglo XIX se destruyó y se hizo el secadero de arroz. Próxima a la Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y 0º 27’ Long. W.
Material: En 1980 se hizo una prospección, apareciendo fragmentos de terra sigillata, lucernas,
cerámica ibérica con decoración geométrica, imbrix y desconchados de argamasa pintados en blanco y
rojo. Han aparecido también dos lápidas romanas, estudiadas por Hübner y en paradero desconocido.
Cronología: Se puede afirmar que este “sequer” ha sido habitado desde principios de Era hasta
nuestros días.
Bibliografía: Martínez Pérez y Hernández Sanchis, 1980: s/p; Martínez Pérez, 1984: 183; Serrano
Várez, 1987: 166.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
69. Silos de la Parra (Tous, la Ribera Alta)
Situación: Frente a la villa de Les Cases de la Parra, al otro lado del barranco de la Parra, en la
partida denominada las Yencas del Barranco y sobre una suave colina. Terreno cultivado y propiedad
de D. Manuel Dauder. 39º 13’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Recibe el nombre de Silos debido al gran número que al parecer había de ellos. Como
resultado de los trabajos realizados para la transformación de los cultivos, se destruyeron 12 silos.
Quedó al descubierto uno de ellos relleno de tierra, con losa de 0,5 m de la superficie actual del suelo,
con una tapadera caliza de forma circular y con un diámetro de 420 mm y un grosor de 12. Terra sigillata sudgálica, hispánica tardía, clara A, cerámica común, fragmentos de ánfora y tegulae.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: Martínez Pérez, 1984: 178; Serrano Várez, 1987: 53-56.
70. Tarrassos (Vallada, la Costera)
Situación: Al W de la población, junto al barranco del mismo nombre. Próxima a la Via Augusta.
38º 54’ Lat. N y 0º 42’ Long. W.
Material: Inscripción romana; tres esqueletos con una moneda en la boca, una ánfora y una lucerna de barro cocido. Dijeron los jornaleros del campo que, al cavarlo, vieron muchas lápidas semejantes a la aparecida y que las volvieron a cubrir.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 372; Martínez García, 1997: 28.
71. Terrabona (Tous, la Ribera Alta)
Situación: Se encuentra en la ladera W del monte El Castellet, junto al río Júcar, a unos 2 km arriba del pantano de Tous. Cubierto por el pantano; después de reventar la presa en 1982, quedó al descubierto. 39º 08’ Lat. N y 0º 40’ Long. W.
Material: El material es escaso, enterramientos, huesos humanos, cerámica de varios tipos, ladrillos de pavimento, sillares y restos de muros.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 291; Martínez Pérez, 1984: 189, 190.
72. Torixí, el (Catadau, la Ribera Alta)
Situación: Se localiza en la partida de Les Salinetes, en el camino de Torixí, que sale de la carretera que une Carlet con Catadau; a unos 500 m el camino está semicortado, debido a grandes hoyos
producidos por el hundimiento de una bóveda de una galería. El material aparece en mayor cantidad
en los campos de la derecha, en donde hay plantadas viñas y en menor cantidad a la izquierda. 39º 16’
Lat. N y 0º 34’ Long. W.
Material: Fragmentos de terra sigillata sudgálica, hispánica; cerámica de paredes finas, común
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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romana, fragmento de lucerna, de tegulae y de imbrix.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Serrano Várez, 1987: 67-70
73. Travessa, la (Sollana, la Ribera Baixa)
Situación: Al N de la población, al lado del caserío de El Romaní y al W de la carretera general
(Valencia-Alicante). Se ubica en una pequeña elevación, en donde se sitúa una casa de campo. Villa
próxima a la Via Augusta. 39º 10’ Lat. N y 0º 23’ Long. W.
Material: Destacaremos molinos circulares, terra sigillata hispánica forma Drag. 37, una fíbula
de bronce, cerámica común romana, borde de ánfora, un fragmento de asa o brazalete de bronce, capitel y columna, losanges de barro cocido, pavimento y numerosas monedas clasificadas por D. Pío
Beltrán. Muchos de los materiales pertenecen a la colección privada de D. Vicente García Castillo.
Cronología: Siglos I-V d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 74; Fletcher Valls, 1978: 14; Martínez Pérez, 1984:
192; Gil-Mascarell Boscá y Martí Oliver, 1985: 27; Serrano Várez, 1987: 168; Cebrián Fernández,
1996: 175.
74. Viñas Viejas (Requena, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: Campos ubicados al W de Campo Arcis. 39º 26’ Lat. N y 0º 10’ Long. W.
Material: Cerámica común romana. Bloques y paredes descubiertos por los tractores.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Noticia facilitada por J. Piqueras.
75. Xarxet, el (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: En la partida homónima; asciende suavemente desde la carretera de Ràfol, hasta una
planicie, para descender después sobre el barranco del mismo nombre. 38º 52’ Lat. N y 0º 23’ Long.
W.
Material: Restos de edificación que se destruyeron al instalar una central eléctrica. Terra sigillata hispánica, algunas con estampillas, clara A, cerámica ibérica, común romana, fragmento de fusayola, lucerna, fíbula y un pondus.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 225-227; 1973: 142.
76. Yesares, los (Gestalgar, los Serranos)
Situación: En la partida del mismo nombre y en el punto kilométrico 19,500 aproximadamente
de la carretera que une Chiva con Gestalgar. 30º 0’ Lat. N y 0º 49’ Long. W.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
Material: Figurilla antropomorfa de plomo, un disco de plomo perforado, fragmentos de terra
sigillata lucente, hispánica, narbonense y clara A. Restos de edificaciones y de sillares reutilizados y
dovelas de un arco.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: AA.VV., 1989: 447-463.
III. CONCLUSIONES
Es difícil emitir unas conclusiones sobre estas villas cuando la gran mayoría no han
sido excavadas. De todas ellas, únicamente se han realizado excavaciones en diez villas:
Partida de Benifaraig, Benivaire, Campina-Catorzena, Cornelius, Font de Mussa, Hort de
Pepica, Horts, Mas del Jutge, Ròtova y Pou de la Sargueta. A esta falta de información
hemos de añadir el gran deterioro sufrido por estos yacimientos, ya que en su mayoría
están localizados sobre un terreno agrícolamente muy productivo, lo que conlleva intensos trabajos, como realización de acequias, muros, rebajes de tierra, etc. Tampoco podemos olvidarnos de la continua edificación de chalets, urbanizaciones, además de caminos, autovías, gasoductos, etc., que se han construido en los últimos años, dando por perdidas gran número de villas o, en todo caso, valiosísima información sobre ellas. Ejemplo
de todo lo anterior, podemos recordar la destrucción sufrida por el mosaico de la villa de
Font de Mussa durante la construcción del gasoducto Benifaió-Picassent (Raga y Rubio,
2004: 47-65).
Así, pues, el estudio se limita en muchos casos al de los materiales superficiales, de
modo que poco podemos deducir de la cronología de estas villas por falta de elementos
de datación. Sabemos que el Molino de Enmedio es la que más perduró, abarcando desde
el siglo I a.C. hasta el VI d.C., mientras que otras 10 villas llegaron hasta el siglo V d.C.
Parece ser que la mayoría estuvieron activas entre los siglo I al III d.C. Si comparamos
estos últimos siglos con el estudio del mismo periodo de las villas situadas al N del Turia,
vemos que existe una clara concordancia, puesto que la mayoría de estas villas se centran
en estos tres siglos: siglo I, 86’36%; siglo II, 98’18% y el siglo III, 49’09% (Pérez
Mínguez, 2006: 101, 102).
Es presumible que la mayoría de estas villas se dedicaran a la agricultura, como lo
demuestra la aparición de 27 villas con dolia, representando un 35% del total, pero lo que
no sabemos es si formaban parte de latifundios. Tarradell (1965: 148-150), estudioso de
la estructura agraria de las tierras valencianas, afirma que aquí no se dio el latifundismo,
basándose en que los edificios rurales son muy abundantes, pero de escasas dimensiones
y poca complejidad constructiva. También podemos añadir que los datos catastrales y
topográficos que conocemos hasta la actualidad demuestran que no se ha dado este tipo
de explotación. Insistiendo en el tema, Aranegui (1988: 117) afirma que: “... puede decirse que su dispersión [la de las villas] parece ser la característica de los propietarios
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medios, a juzgar por los resultados de las prospecciones...”. Por su parte, Olaria de Gusi
y Gusi Jener (1977: 144) y con referencia al territorio de Castellón, escriben: “La densidad de estas villas sin ser excesiva, sería considerable y desarrollarían una pequeña propiedad rural, aunque sin llegar al minifundio”.
Lo que sí parece haber existido son extensiones de tierra más o menos grandes, aunque no en régimen latifundista, que se dedicarían a la exportación de sus productos en
gran escala. Es el ejemplo de la familia edetana de los Nigrini, puesto que según escribe
Alföldy (1972: 29), perteneciendo al ordo senatorius es normal que su fortuna se basara
en propiedades agrícolas. También es posible que hubiera grandes extensiones de tierra,
pero fraccionadas y trabajadas por diversos agricultores que pagarían al dueño una parte
de las rentas obtenidas.
Además de dedicarse a la agricultura, algunas de estas villas también realizarían actividades industriales. Así por ejemplo, la villa de Cornelius procesaba lino y esparto;
l’Hort de Pepica fabricaba ánforas de vino y aceite; parece ser que la Campina-Catorzena
también tenía cierta actividad industrial, así como la villa de la partida de Benifaraig, con
balsas de tratamiento de tejidos de lana, para enriar linos o para decantar la arcilla.
En cuanto al material aparecido en estas villas, la cerámica más representativa es la
sigillata hispánica, que está presente en 50 de ellas, suponiendo un 67%, frente a un
59’09% aparecido en las villas al N del Turia. La aparición de este tipo de cerámica nos
puede indicar la relativa riqueza de las villas, ya que se trata de una cerámica de calidad,
no accesible a todo el mundo; le sigue en importancia la clara africana en sus diversos
tipos, representando un poco más del 44%. También es significativa la aparición de
monedas, concretamente en 22 villas, representando un 28% del total, mientras que en las
villas arriba del Turia llegaban únicamente al 12’27%.
La falta de materiales indicativos de una cierta ostentación va acorde con la ausencia
de villas de gran riqueza arquitectónica. La economía de estas villas debía de ser de tipo
medio, sin grandes lujos y, por lo tanto, la aparición de mosaicos, estatuas, etc., es mínima. Únicamente hay que destacar una serie de villas que, aunque sin ser de gran lujo, se
salen de lo normal por el material encontrado, como el mosaico de la Font Mussa, el
material aparecido en la villa de Cornelius, en l’Hort de Pepica o en el Barrio de los
Tunos, con pedestales, basamentos, capiteles, arquitrabes, termas, etc.
Papel muy importante juega la Via Augusta en nuestra zona de estudio, siendo la
columna vertebral de las comunicaciones. Tal es así, que a una distancia de 5 km de ésta,
podemos encontrar 30 villas. Dicho camino sale de Valentia dirigiéndose hacia el S. Entre
Benetússer y Silla se encuentra una centuriación estudiada por Pingarrón Seco: “…La
carretera N-340 constituye el Kardo maximus del sistema. Las coincidencias métricas
comienzan claramente a partir de Benetússer hacia el sur, en el punto de confluencia de
la carretera de Paiporta, aunque puede considerarse con anterioridad el área afectada,
prácticamente a partir del nuevo cauce del Turia. El límite meridional vendría dado por
una línea ideal que uniera la parte sur de las localidades de Silla y Alcàsser, pero es posi—255—
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
ble que, aún continuara a lo largo de una centuria más” (1981b: 152). Dicho camino hace
de kardo maximus, ocupando una extensión entre 3.022 y 4.230 ha. Dentro de esta centuriación se encuentran las villas de l’Alter de Silla, l’Hort de Pepica en Catarroja,
l’Horteta de Alcàsser y el Mas dels Foressos en Picassent.
Dicha vía corre paralela a la N-340 hasta llegar a Albalat de la Ribera, en donde,
según el investigador Morote Barberá (2002, 166), se encontraría la población de
Sucronem. Cerca de esta población se alzan las villas de la Granja (Polinyà de Xúquer) y
la de la Font Roja (Guadassuar). El camino continúa cruzando por el centro de Alzira y
Carcaixent, para llegar a Saitabi, una de las poblaciones más importantes de la
Contestania, pasando por las proximidades de las villas del Sequer de Sant Bernat
(Alzira), El Pujol (Benimuslem), Benivaire (Carcaixent), Cornelius (L’Ènova) y La
Coroneta (Rotglà i Corbera). Continúa la vía paralela a la citada carretera, y siguiendo al
anterior autor, llegaríamos a la mansión de Ad Statuas, situada en Moixent, corriendo
muy próxima a las villas de Canals, Tarrassos, Els Horts (Vallada) y Les Covatelles
(Moixent). Ya desde aquí se dirigiría hacia la mansión de Ad Tvrres (La Font de la
Figuera), núcleo importante porque allí se uniría esta vía con la que procedería de
Karthagine Spartaria (Morote Barberá, 2002: 174).
Hay otro ramal, reflejado en el anónimo de Ravena, que partiendo de la Via Augusta
y, después de Sucronem, se dirigía hacia Dionio y Lucentes (el Tossal de Manises), para
llegar a Ilice. Esta vía pasaría próxima a las villas de la Granja, Hort del Comte, Cardues
y Les Jovades. También es posible que hubiera una vía que comunicara las numerosas
villas que se sitúan a la falda de la sierra de Benicadell-Agullent, aunque hasta el momento, no se han encontrado vestigios (Morote Barberá, 2002, vol. I: 232, 233 y Arasa i Gil
y Rosselló Verger: 1995: 119).
La distribución de las villas es muy irregular. En la Plana de Utiel, la comarca de
mayor extensión, aparecen 6 villas y, en el Valle de Cofrentes, con una extensión de 1.141
km2, 3 villas. La comarca en que mayor número de villas ha aparecido hasta ahora es la
Ribera Alta, con 15. Por el contrario, la de menor cantidad es la Canal de Navarrés, con
únicamente una villa, igual que el Camp de Túria. En algunos casos esta escasez de villas
puede ser debida a la falta de prospecciones. Además de la concentración de villas a lo
largo de la Via Augusta, aparece cierto número de ellas en las cercanías de la sierra de
Benicadell-Agullent, como pueden ser las villas de Beniprí en Bèlgida, CampinaCatorzena en Potries, Casa de l’Alfàs en Ador, Lauro en Castelló de Rugat, etc.
Así como hay villas en las proximidades de la Via Augusta para una fácil comunicación, también hay cierto número de ellas alrededor de la ciudad de Valentia, debido tal
vez a la fertilidad del terreno y, también, para que los productos de éstas tengan una fácil
venta. Todas las villas están situadas a una distancia suficiente para hacer el trayecto de
ida y vuelta en un día, lo que facilitaría el viaje al agricultor para llevar sus productos. Y
así, constatamos la presencia de las villas del Collado o Venta del Capitán, en Manises,
La Punxa y Ereta dels Moros, en Aldaia, la Masía del Castillo, en Xirivella, Les Penyetes,
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
33
l’Alter, Mas del Jutge y Sant Gregori, en Torrent, l’Hort de Pepica, en Catarroja, l’Alter,
en Silla y el Pou de la Sargueta, en Riba-roja.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Ferran ARASA I GIL* e Isabel IZQUIERDO PERAILE**
LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827
EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CARRETERA DE MADRID
POR LAS CABRILLAS (BUÑOL, VALENCIA)
RESUMEN: En este artículo estudiamos los hallazgos arqueológicos que tuvieron lugar en el
año 1827 durante la construcción de la carretera de Valencia a Madrid a su paso por el paraje de Las
Cabrillas (Buñol). Las piezas mencionadas en la noticia manuscrita que el director de las obras, J.
Cortines, envió a la Real Academia de la Historia permiten deducir la existencia de un asentamiento ocupado entre los siglos II aE y II dE y posiblemente situado junto al camino que desde la ciudad de Valentia se dirigía hacia la Meseta. Entre las piezas encontradas destacan dos figuras de bronce que representan a Hércules y un jinete ibérico, la única conservada en el Museo Arqueológico
Nacional.
PALABRAS CLAVE: camino Valencia-Madrid, figuras de bronce, Real Academia de la
Historia, Museo Arqueológico Nacional, poblamiento iberorromano.
RÉSUMÉ: Les trouvailles archéologiques faites en 1827 pendant la construction de la
route à Madrid à travers Las Cabrillas (Buñol, Valence). Dans cet travail nous étudions les trouvailles archéologiques réalisées l’année 1827 pendant la construction de la route de Valence à
* Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València. Av. Blasco Ibáñez, 28, 46010 València.
ferran.arasa@uv.es
** Jefa del Servicio de Planificación y Medios, Área de Infraestructuras, Subdirección General de Museos Estatales,
Ministerio de Cultura. Plaza del Rey, 1, 28004 Madrid. isabel.izquierdo@mcu.es
—263—
[page-n-264]
2
F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
Madrid au passage par l’endroit dit de Las Cabrillas (Buñol). Les pièces mentionnées dans la lettre
adressée par le directeur des travaux, J. Cortines, à la Real Academia de la Historia, permettent d’en
déduire l’existence d’un site habité entre les IIè s. aE et IIè s. dE et situé possiblement à côté du chemin qui se dirigeait de Valence à la Meseta. Parmi les pièces trouvées il convient de remarquer deux
figures en bronze que représentent Hercule et un chevalier ibérique, celui-ci seul étant conservé dans
le Museo Arqueológico Nacional.
MOTS CLÉS: route Valence-Madrid, figures en bronze, Real Academia de la Historia, Museo
Arqueológico Nacional, peuplement iberoromain.
INTRODUCCIÓN
El cuerpo de ingenieros del ejército se creó bajo el reinado de Felipe V, y en él se formaron durante el de Fernando VI numerosos oficiales para dirigir las primeras obras de
carreteras. La institución responsable de su formación fue, entre los años 1720 y 1803, la
Real y Militar Academia de Matemáticas y Fortificación de Barcelona. En 1803, el rey
Carlos IV promulgó una nueva Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros mediante la que
se constituyeron el Regimiento Real de Zapadores Minadores y la Academia de
Ingenieros con sede en Alcalá de Henares. El primer jefe de ambas instituciones fue el
coronel de Ingenieros V. Heredia, quien tras su muerte fue sustituido en 1804 por el también coronel M. de Pueyo, que siguió ejerciendo sus cargos hasta 1808, cuando al inicio
de la Guerra de la Independencia se disolvió la Academia. En el primer tercio del siglo
XIX este cuerpo tuvo un protagonismo absoluto en la planificación y ejecución de las
principales carreteras del país. Pues bien, entre los 87 oficiales del Real Cuerpo de
Ingenieros procedentes de dicha Academia, y perteneciente a su primera promoción, con
fecha de ingreso en febrero de 1803, se encontraba J. Cortines (Capel, Sánchez y
Moncada, 1988: 199), quien en 1827 –cuando ya había alcanzado el rango de Teniente
Coronel– dirigía las obras de construcción de la carretera de Madrid y dio testimonio de
los hallazgos que aquí estudiamos.
José Cortines Espinosa,1 nacido en Caracas (Venezuela) en 1782, ingresó como cadete en el regimiento de infantería de Voluntarios de Castilla y siguió estudios en la mencionada academia, de la que en 1805 pasó a ser profesor (Ibid., 1988: 210 y 251). Durante
la Guerra de la Independencia cayó prisionero en Zaragoza y permaneció cautivo en
Francia durante 6 años. Una vez reincorporado a su puesto, dirigió las obras de la citada
carretera a su paso por Las Cabrillas y posteriormente los trabajos preparatorios para la
1. Puede consultarse una breve biografía de J. Cortines Espinosa en la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana,
XV: 1060.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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construcción del canal de Urgell (Lleida). En 1839 fue nombrado Comandante General
de Ingenieros del Ejército de Operaciones del Norte, intervino en el Convenio de Vergara
y fue ascendido a Mariscal de Campo. Posteriormente, a las órdenes de Espartero, luchó
en Castelló, Teruel y Catalunya, ascendió a Teniente General y fue nombrado senador.
Fue miembro de la Real Academia de la Historia (en adelante RAH) y de la Sociedad
Arqueológica de Cuenca. Murió en Madrid en el año 1856.
En el campo de la ingeniería civil, la Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales
se fundó en el año 1799, siguiendo el modelo francés, con la finalidad de formar técnicos con una mayor especialización y dedicación a las obras públicas, hasta entonces
encomendadas a arquitectos e ingenieros militares, siempre supeditados a las tareas castrenses y sujetos a los avatares de la carrera militar. Como consecuencia de la Guerra de
la Independencia y de la inestable situación política posterior, no fue hasta 1836 cuando
esta Escuela empezó a funcionar con normalidad. Pero el trabajo continuado de los ingenieros civiles no se iniciaría hasta 1841, cuando asumió la Dirección General de Obras
Públicas P. Miranda, quién organizó los distritos de obras públicas y puso las bases de las
actuaciones posteriores (Sáenz, 1990). Por ello, la presencia de ingenieros militares en la
dirección de obra de algunos caminos fue todavía frecuente hasta esta década. Este fue el
caso del Nuevo Camino Real de Madrid a Valencia, cuyas obras estuvieron repletas de
incidencias y cambios de dirección. Su finalización se produjo en 1849 bajo la dirección
de L. del Valle Arena, quién substituyó a E. Aquino en 1841 y permaneció hasta 1847,
cuando fue promovido al frente del Distrito de Valencia; fue justamente esta obra la que
más fama le dio, con la construcción del monumental puente sobre el río Cabriel en el
paraje de Contreras entre los años 1848 y 1851 (Sanchis, 1993: 31, 91-92).
La realización de importantes obras de construcción y reparación de caminos deparó
importantes hallazgos arqueológicos desde el siglo XVIII. Podemos recordar aquí los
casos de Sagunt, en abril de 1745, donde se encontró parte de una domus a la salida sur
de la población, de cuyos restos es particularmente conocido un mosaico que representaba a Baco cabalgando sobre una pantera (Olcina, 1991); y de Valencia, en cuya salida
meridional se encontraron en 1766 los restos de una villa suburbana entre los que se recuperó un miliario del emperador Adriano (Sales, 1766). En el siglo que nos ocupa volverán a producirse estos hallazgos, ahora en la construcción del ferrocarril, como fue el caso
de las 19 urnas funerarias de época ibérica encontradas en Alcossebre (Alcalà de Xivert)
en enero de 1864, recogidas por el mismo ingeniero jefe de las obras J. de Llano
(Anònim, 1873: 40; Arasa, 2005a: 172-173), que fue el primer director de la Sociedad
Arqueológica Valenciana, fundada en 1871 por diversos miembros de la Sociedad
Económica de Amigos del País de Valencia (Goberna, 1981; Papí, 2002 y 2004).
Los descubrimientos anteriormente mencionados de Sagunt y Valencia fueron realizados en dos de las más importantes ciudades romanas situadas en territorio valenciano
y se fechan en el período imperial. En el caso de Saguntum fueron estudiados por el comisionado real y miembro de la RAH M. B. Muñoz, y en el de Valentia por el cronista de
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la ciudad y también académico A. Sales. El hallazgo de Buñol presenta diferencias notables respecto a ellos puesto que se trata de un yacimiento arqueológico de carácter rural,
su cronología se extiende entre los periodos tardorrepublicano e imperial y –lo que parece más destacable– es el mismo ingeniero, el teniente coronel J. Cortines, quien lo dio a
conocer mediante un informe manuscrito enviado a la RAH. Esta institución, como venía
siendo habitual desde su fundación en 1738, y particularmente desde la constitución de
su Comisión de Antigüedades en el año 1792, figura como receptora de las noticias sobre
hallazgos arqueológicos de todo el país.2 Tras la Guerra de la Independencia (1808-1812),
la actividad de esta última, escasa en el sexenio absolutista (1814-1820), fue en aumento hasta el final del reinado de Fernando VII (Maier, en Almagro y Maier, 2003: 32).
Buena prueba de ello es la abundante documentación conservada perteneciente a este
período (Cebrián, 2002). En ella se recogen las escasas muestras de actividad en la
arqueología valenciana, casi paralizada en esta época (Goberna, 1985).
Entre los escasos asuntos sobre la arqueología valenciana que figuran en la documentación del archivo del Gabinete de Antigüedades de la RAH en las décadas posteriores a la Guerra de la Independencia, el primero es una nota anónima que da cuenta del
hallazgo de una inscripción bilingüe (latino-griega) en Sagunt (CAIV/9/3929/6), una
lámina de marfil encontrada “entre las ruinas de Sagunto” en marzo de 1825 (Cebrián,
2002: 276). A continuación, en el mismo año 1827 en que se comunican los hallazgos de
Las Cabrillas (Buñol) y Alboraig que trataremos más adelante, también se da cuenta del
hallazgo de una necrópolis ibérica en la partida del Mas de Alcalà de Xivert (Castelló)
(Cebrián, 2002: 269 = CAICS/9/3929/1(2); Anónimo, 1832: XVI; Arasa, 2005a: 182183). Habrá que esperar hasta 1838 para encontrar una nueva noticia de M. Cortés y
López sobre el hallazgo en Valencia de varias inscripciones romanas (Cebrián, 2002: 279
= CAIV/9/3929/8(1-5).
La documentación sobre el hallazgo que nos ocupa fue dada conocer por Cebrián
(2002: 277-278, fig. 85; 2003: 30-31), ha sido editada en sendos DVD por la RAH
(Almagro y Maier, 2003) y se encuentra disponible en el portal Antigua. Historia y
Arqueología de las civilizaciones de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
EL CAMINO
La Sierra de las Cabrillas es una alineación montañosa situada al NE de la comarca
de la Hoya de Buñol (fig. 1) que adopta una dirección NO-SE y tiene como principales
alturas el Alto Gordo (797 m) y Madriño (917 m). Se trata del escalón que separa esta
2. Sobre la RAH puede verse: Tortosa y Mora, 1996; y Almagro, 1999.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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Fig. 1.- Mapa del País Valenciano con la localización de Buñol (Valencia).
comarca del altiplano de Requena, y en ella estuvo la frontera histórica entre los reinos
de Castilla y Valencia antes de la incorporación de aquella comarca a esta provincia en el
siglo XIX: el llamado Paso de las Cabrillas era la entrada a Valencia desde la Meseta. Las
principales vías de comunicación que comunican ambos territorios atraviesan esta sierra.
Desde un punto de vista histórico, este lugar tuvo un especial protagonismo en la
Guerra de la Independencia. El día 4 de junio del año 1808, el ejército del mariscal
Moncey salió de Madrid con la orden de Murat de acabar con la insurrección valenciana.
Éste siguió la ruta más corta por Cuenca, pero las tropas valencianas dirigidas por el
conde de Cervelló se concentraron en Almansa pensando que éste sería el camino elegido. Moncey llegó a Cuenca el día 11 de junio, y entonces la Junta de Valencia envió al
general P. Adorno a Las Cabrillas con 8.000 hombres. Después de varios errores tácticos
y una primera derrota en el puente del Pajazo, en Las Cabrillas quedaron 200 soldados y
3.000 voluntarios mal armados al frente del brigadier Marimón, que –después de blo—267—
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F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
quear el camino con el fin de impedir el paso al ejército invasor– fueron derrotados por
las tropas francesas el 24 de junio (Ardit, 1980: 29-30; Archilés et alii, en Hermosilla dir.,
2007: 276). Como veremos más adelante, el tramo del camino que entonces fue bloqueado todavía se conservaba en 1827 cuando se estaban realizando las obras para la
construcción de la nueva carretera.
El trazado del Camino Real de Valencia a Toledo y Madrid no sufrió modificaciones
importantes al menos entre finales del siglo XV y el XVIII (Piqueras y Sanchis, 2006:
167-175). Con anterioridad, en época ibérica se ha señalado la importancia de un camino
que partiría del asentamiento urbano de La Carència (Torís) y seguiría por Alboraig hasta
Siete Aguas, con un trazado situado al sur del que nos ocupa (Ledo et alii, en Hermosilla
dir., 2007: 139, fig. 5). Para la época romana se ha señalado la existencia de una vía procedente de Valentia con dirección hacia el centro de la península, aunque hasta ahora no
se haya podido documentar arqueológicamente (Arasa y Roselló, 1995: 124-125). Su trazado se justificaría por la fundación de la ciudad en el año 138 aE y la reorganización de
la red viaria en la zona. Autores como Morote (2002: 241-242) y Arias (2004: 31) han destacado la existencia de una importante ruta ganadera con un recorrido en ocasiones muy
próximo al camino histórico. Recientemente se ha planteado que el trazado del camino
descrito por Villuga podría corresponder básicamente al de la vía romana (Ledo et alii, en
Hermosilla dir., 2007: 161-165, fig. 27). También en el período andalusí se ha apuntado
la existencia de un camino que desde Valencia pasaba por Requena y seguía hacia el oeste
(Barceló, 1984: 165; Barceló, Domingo y Teixidor, 1984: 237, fig. 1).
En el siglo XV el Camino Real de Valencia a Requena fue construido de nuevo por
iniciativa del Consell de Valencia con la finalidad de asegurar la comunicación entre los
reynos de Valencia y Castilla. Según recoge Perales (1880: 452), mosén B. Juan fue el
encargado del proyecto de construcción de un camino apto para vehículos de ruedas, que
se realizó entre los años 1427 y 1438 y supuso la obra más importante de las realizadas
hasta entonces. En las noticias posteriores a este camino aparecen como referencias
importantes los puentes de Vadocañas y el Pajazo y un amplio conjunto de ventas entre
las que destaca –por su importancia y proximidad al lugar del hallazgo– la de Buñol
(Piqueras y Sanchis, 2006: 177-181). Bajo los Austrias las primeras noticias son del escudero J. de Vandenesse que describe los itinerarios del emperador Carlos V: el primero en
el año 1528 cuando en el mes de abril viajó a Valencia procedente de Castilla y pasó por
la Venta del Pajazo (Ibid., 2006: 186-187), donde pernoctó, Requena, Buñol y Quart; y el
segundo en 1541 cuando siguió el mismo itinerario de viaje de vuelta pasando por Buñol,
Requena y Motilla del Palancar, en la que era la ruta oficial entre la corte y Valencia
(García Mercadal, 1952, I: 922 y 940-942).
Este camino aparece descrito en el Reportorio de todos los caminos de España de
Villuga (1546), en el que pasa por Quart y sigue hasta Chiva, la Venta de Buñol, Siete
Aguas, Requena y Utiel. También figura en el nuevo repertorio de caminos de Meneses
(1576). En esta misma época aparecen las primeras referencias cartográficas del camino
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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en el mapa de Ortelius (1584), en el que ya figura la Venta de Buñol. El trazado general
del camino se puede ver representado cartográficamente en el mapa del jesuita Cassaus
(1693), el primero que incluye los caminos principales; en el camino de Madrid figuran
las ventas de Chiva y Buñol.
En el siglo XVIII, bajo la dinastía de los Borbones, había tres caminos para cubrir el
trayecto de Valencia a Madrid (Arbáizar, 1996). El más septentrional era un camino de
herradura llamado de las Cabrejas que atravesaba los Altos de este nombre y pasaba cerca
de la ciudad de Cuenca. Por la llanura de la Mancha conquense discurría el camino directo, llamado ‘corto’, de Las Cabrillas o de Cabrera, por atravesar dichas sierras.
Finalmente, el itinerario más cómodo –pero también más largo– era el camino de carro
que pasaba por Albacete. En este siglo hubo una importante polémica sobre cuál de ellas
era la ruta más recomendable y, finalmente, tras la publicación del Real Decreto de 1761
para la construción de “caminos rectos y sólidos en España”, de entre estos tres itinerarios se decidió convertir en Camino Real de Valencia la ruta más larga, que dando un gran
rodeo por el sur seguía el corredor del Canyoles por la comarca de la Costera y desde
Almansa continuaba por Albacete en dirección a la capital. A pesar de ello, nunca se
abandonó totalmente la idea de construir un camino directo entre Valencia y Madrid que
pasara por Las Cabrillas.
Entre 1776 y 1780 hubo hasta tres intentos de mejorar el trazado de esta carretera,
habilitando los tramos difíciles en lugar de construir un nuevo camino, y ello con la finalidad de reducir el viaje en dos jornadas (14 leguas, 78 km) después de la construcción
del Nuevo Camino Real que pasaba por Albacete (Sanchis, 1997: 465-466). Estos proyectos pretendían mejorar los dos mayores obstáculos del trazado: el Puerto de las
Cabrillas entre Buñol y la meseta de Requena y las cuestas del valle del Cabriel entre
Villargordo y Minglanilla. El Camino Real discurría por Quart, Venta del Poyo, Venta de
Chiva, Venta de Buñol, Venta Quemada, Utiel y Villargordo. El paso tradicional del río
Cabriel, al menos entre los siglos XV y XVIII, fue por el Puente del Pajazo. En 1720,
cuando se publicó el Reglamento General de Correos y Postas, donde se definen las
carreras de posta, cuya red es el precedente del plan de carreteras general de 1761 (Uriol,
1990: 230-232), fue substituido por el de Contreras, desde donde el camino seguía hacia
Minglanilla (Sanchis, 1993: 89-92). En 1782 tenemos una descripción bastante negativa
de este camino a su paso por la zona de Campillo y Villargordo en la descripción del
Barón de Bourgoing (García Mercadal, 1962, III: 934-1075). Una imagen cartográfica
clara del trazado de este camino a finales del siglo XVIII figura en los conocidos mapas
de López de Vargas (1788) y Cavanilles (1795), donde se aprecia que pasa junto a Chiva
y por Requena y Utiel.
Finalmente, en 1825 el capitán General de Valencia Luis Alejandro de Bassecourt
reunió los fondos necesarios para habilitar el camino dentro de los límites del Reino de
Valencia, sobre todo en el tramo que ofrecía mayores dificultades entre Buñol y el
Rebollar, y cursó al rey la correspondiente petición de las autoridades valencianas con el
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F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
apoyo del Arzobispo y de entidades como la Sociedad de Amigos del País de Valencia.
Las obras de la carretera de Las Cabrillas empezaron este mismo año y se prolongaron
hasta 1852, con una interrupción entre los años 1836 y 1840 a causa de la guerra civil.
Su trazado coincide a grandes rasgos con el de la actual N-III y de acuerdo con el carácter de obra moderna que se le quería dar se proyectaron y construyeron numerosas alcantarillas y varios puentes. Los hallazgos que nos ocupan se produjeron precisamente en el
curso de la construcción de una de estas alcantarillas.
En el largo periodo de construcción de la nueva carretera se pueden distinguir tres
etapas, en una división justificada por los cambios en la dirección de obras y el traspaso
de la dirección de las mismas desde el cuerpo de ingenieros militares al de ingenieros
civiles. Nos interesa aquí la primera de ellas, que se extiende entre los años 1825 y 1831,
en la que los trabajos se concentraron en el puerto de Las Cabrillas, desde la Venta de
Buñol, al pie del puerto, en dirección hacia Siete Aguas, un tramo de enormes dificultades para el tráfico rodado. La dirección de obras cambió hasta cuatro veces debido al sistema de ascensos y destinos en el Ejército: las empezó el coronel Soziats, continuó el
teniente coronel Cortines, al que siguieron el teniente López Enguídanos y el capitán
Cortijo (Piqueras y Sanchis, 2006: 167-173). En estos primeros seis años sólo se pudieron construir 4,5 km, que permitieron aliviar la subida del Portillo de Buñol. Al final de
esta primera etapa se aprobó una real orden en 1830 para unir la carretera de Las Cabrillas
con la de Tarancón.
A modo de síntesis, podemos decir que el camino histórico que ha unido la franja
central de la costa valenciana con las tierras del centro de la península se ha visto obligado siempre a salvar el escalón montañoso de la Sierra de las Cabrillas. Se trata, por
tanto, de un lugar de paso prácticamente ineludible en la ruta que une ambas zonas. La
fundación de la colonia Valentia en el año 138 aE y el posterior desarrollo de su red de
caminos, consolidada en el período imperial, pudo ser la causa de su construcción, que
supondría el desplazamiento hacia el norte del trazado por el valle del Magro utilizado en
epoca ibérica. Con posterioridad, el corredor que une la ciudad con el centro de la península ha discurrido siempre por esta zona, con diversos trazados que han ido variando
hasta el presente.
LOS HALLAZGOS
Los hallazgos arqueológicos que nos ocupan fueron realizados en el mes de mayo del
año 1827, durante las obras de construcción de la carretera de Madrid a su paso por el
Puerto de las Cabrillas de Buñol (fig. 2). La primera noticia es de este mismo año, cuando el teniente coronel J. Cortines Espinosa, al frente de las obras, envió un informe
manuscrito a la RAH dando cuenta de lo hallado (Cortines, 1827). La zona ha sido prospectada por el arqueólogo L. Gimeno, a quien damos las gracias por su información, sin
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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Fig. 2.- Mapa 1:10.000 con la localización del lugar del hallazgo, según L. Gimeno.
que hayan podido encontrarse restos del yacimiento. Posiblemente fue destruido en el
curso de las obras y las posteriores modificaciones de la carretera han borrado cualquier
vestigio. Según sus indicaciones, estaba situado de manera aproximada a la altura del
nuevo viaducto de la carretera de Madrid (A-3), sobre la cota de 500 m, al este del
Portillo. Algunas piezas de especial relevancia fueron recogidas por Cortines y descritas
y representadas en dicho informe. De todas ellas, como veremos, tan sólo una se conserva en el Museo Arqueológico Nacional (en adelante MAN).
El teniente coronel J. Cortines Espinosa envió el informe sobre los hallazgos de Las
Cabrillas el día 1 de septiembre de 1827, y el día 31 del mismo mes fue presentado a la
Junta de la RAH. Cortines fue nombrado académico correspondiente en la junta del 5 de
abril de 1828, según consta en la Carpetilla de expediente sobre dicho informe
(CAIV/9/3929/7(1). Estos nombramientos eran habituales en casos como el que nos
ocupa. Por entonces era director de la RAH M. Fernández Navarrete (1825-1844), secretario D. Clemencín y Viñas (1814-1834) y Anticuario P. Sabau y Blanco (1820-1833)
(Maier, 2004). El día 1 de mayo el nuevo académico remitió una carta de agradecimiento a la RAH desde Buñol, que fue leída en la Academia el 9 del mismo mes.
En fecha indeterminada, pero posiblemente con anterioridad al de Las Cabrillas,
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Cortines había enviado otro informe a la RAH, también conservado en el archivo de esta
institución, que fue leído en la Junta el 21 de setiembre de 1827. En él da cuenta de unos
hallazgos de época romana realizados el día 7 de enero de 1826 por el propietario de un
terreno situado en la partida del Bovalar del término municipal de Alboraig
(CAIV/9/3929/7(5-6), población situada al SSE de Buñol (Anónimo, 1832: XVI;
Pingarrón, 1981: 157-158), entre los que destaca una inscripción latina de carácter funerario, dedicada a L. Fabius Proculus y Vitoria Omullina, que puede fecharse en el siglo I
dE.3 No tenemos más noticias de Cortines, que cambió de destino y fue relevado en la
dirección de la obra.
Los hallazgos fueron realizados en la construcción de una alcantarilla y en el desmonte para el camino: “Abriendose los cimientos de una alcantarilla en uno de los entrantes de las faldas de las Cabrillas, en el sitio llamado Vuelta de los Letreros y en el desmonte que ademas se egecutó para la caja de la carretera en el mismo punto y á varias
distancias en la profundidad de unas 12 á 15 varas”. Más adelante, Cortines describe el
lugar del hallazgo: “El sitio corresponde á una especie de escalon de la caida de la regata que recoge las aguas de parte de aquellas faldas, y por el cual pasaba el camino antiguo de Las Cabrillas desde la mas remota antiguedad, y por el mismo parage se construye ahora la nueva carretera”.
Cortines acompaña su informe de un croquis topográfico donde se sitúan con precisión todos los elementos indicados en la descripción (fig. 3): “Para la mayor inteligencia
del asunto, acompaño una vista en bosquejo de la montaña de las Cabrillas en que se
manifiestan las ocho vueltas que tiene en su falda, las carreteras antigua, la nueva y la
actual abierta por los franceses; el pasage de la peña que contiene los dichos numeros, y
el sitio de la excavacion en que se han encontrado las figuras de bronce y demas objetos
que he indicado. Su situación con respecto á la base del Castillo de Buñol, és al NordNoroeste con alguna inclinacion al Noroeste, á 3074 pasos de las Ventas de Buñol, ó 31
minutos al paso de camino”. La letra E, que corresponde al emplazamiento de dicha
alcantarilla, está situada como corresponde en el trazado de un torrente. No se aprecia ninguna irregularidad destacada en el terreno, por lo que parece tratarse de una zona en pendiente no muy pronunciada, una especie de terraza. Por tanto, el yacimiento no parece
ocupar una posición defensiva destacada, sino que está situado junto a un barranco, y
puede considerarse incluido en la categoría de asentamientos en ladera. Su localización
entre los estribos de la sierra limita su control visual hacia los lados este y oeste, por donde
transcurría el camino histórico. En el lateral derecho del croquis se aprecia una pequeña
elevación llamada el Alto Redondo, situada sobre el camino, que por sus características
parece más idónea para el emplazamiento de un asentamiento con carácter defensivo.
3. CIL II 3658; CIL II2/14, 106; Corell, 1996: 146-147, nº 92, con toda la bibliografía anterior.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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Fig. 3.- Croquis de Cortines (1827) con la localización del lugar del hallazgo conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(3).
Por otra parte, tanto la descripción como el citado croquis aportan algunas informaciones de interés en relación con el camino. Así, se representa el tramo de camino inutilizado en 1808 en el intento de las milicias valencianas de obstruir el paso a las tropas
francesas; se distingue el nuevo trazado construido por el ejército francés, que discurre a
una cota inferior al anterior y arranca desde el mencionado Alto Redondo, para unirse al
anterior poco más adelante del tramo inutilizado; este nuevo trazado era el utilizado aún
en 1827; se señala con claridad que la nueva carretera seguía un trazado próximo al del
camino en uso con anterioridad a 1808, por lo que puede suponerse que el yacimiento ya
debió ser alterado cuando aquél se construyó; y finalmente se localiza la llamada Vuelta
de los Letreros, que parece estar situada poco antes de llegar al barranco en cuyo alrededor se localizaron los hallazgos, y se representa la roca en la que figuraba grabada la cifra
1163 que le daba nombre.
Sobre la idoneidad del lugar para una emboscada, Cortines añade: “Las circunstancias de aquel terreno ofrecen ventajas para la defensa del camino, y és el punto mas oportuno para cortarlo é inutilizar el paso, al mismo tiempo que los salientes de la falda á
modo de estribos ofrecen posiciones que descubren aquel punto dominado por todos
lados”. A continuación describe los hechos bélicos anteriormente mencionados y sus consecuencia sobre la carretera de Madrid: “En nuestra guerra de seis años tambien se cortó
el camino en aquel mismo sitio y se embarazó con enormes peñascos derribados de la
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montaña con el objeto de impedir el paso al ejercito frances del General Moncey en 1808;
por lo que tambien se llama en el día aquel parage la Cortadura. A los ultimos de esta
guerra abrieron los franceses una carretera provisional, que és la actual, para sus comunicaciones, mas abajo de la carretera antigua y de la que actualmente se contruye, no
habiendoles sido posible habilitar aquella por el mucho gasto y tiempo que hubieran
necesitado”.
En la descripción de los hallazgos Cortines se centra en las dos figuras de bronce que
veremos más adelante,4 pero señala la presencia de otras piezas de interés: “Asimismo se
han encontrado un anillo de cobre pequeño, en cuya parte superior se nota un dibujo que
no puede distinguirse si son letras ó alguna flor; un arete; varias monedas, y una clava de
Hercules (pequeña), del mismo metal, y varios pedazos de hierro, clavos, estoques, chuzos, lanzas, regatones y otras armas la mayor parte hechas pedazos y muy carcomidas por
el tiempo; de suerte que solo dos ó tres estoques, y algunos hierros de lanzas y picas se
distinguen bien. Uno de los estoques presenta en su puño dos ó tres puntos brillantes
como de hoja de plata que indican haber sido revestido ó tachonado de este metal. El
numero de monedas halladas hasta el dia és de 31, mas ó menos legibles, y entre ellas un
ochavo de Carlos II en lo mas superficial de las excavaciones”. Destacan el elevado
número de monedas, aunque desconocemos si en su mayor parte eran antiguas, y los fragmentos de armas, entre los que se mencionan lanzas y empuñaduras de espada, una de
ellas damasquinada de plata. Estos últimos hallazgos, como asimismo el anillo, pudieron
haberse hallado en la necrópolis del asentamiento. Sin embargo, añade el oficial: “No se
han hallado hasta ahora objetos de madera de ninguna clase, ni resto humano que indique haber habido allí cadaveres; y sí solamente un hueso que parece de una canilla”. Pero
Cortines pensaba en una necrópolis de inhumación, no en una de incineración como
debió ser la de este yacimiento.
De todos los hallazgos, acompañan al informe de Cortines las ilustraciones de las dos
figuras de bronce, una de Hércules y otra de un jinete que confunde con un gladiador, una
moneda y una fíbula anular ibérica. Los dibujos de estas dos últimas son obra del oficial,
mientras que los de las figuras no deben ser obra suya según él mismo expresa: “El
Hercules y el Gladiador los presenté al Excelentísimo Sr. Capitán General D. Francisco
de Longa, asi como varias monedas, el anillo y algunos estoques y hierros de lanzas; cuyo
señor los conserva en su poder. No teniendo á la vista aquellas dos figuras, no me és posible remitir diseño de ellas”. Lo confirma también la nota añadida al pie de su manuscrito: “Presentado y leido con la vista de las Cabrillas y el diseño del arete en la Junta de 31
4. Las representaciones de bronces figurados en manuscritos y publicaciones antiguas en general son de gran utilidad para el
estudio de hallazgos y colecciones desaparecidas. Pueden verse, entre otros, dos ejemplos en los trabajos de WaldePsenner, 1984; y Heres, 1994.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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Fig. 4.- Dibujo de un as de Saiti conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(10).
de Setiembre del 1827”. Puede deducirse que los dibujos fueron realizados por encargo
del Capitán General, quien se quedó las piezas.
La moneda representada (CAI-V/9/3929/7(10) es una unidad de bronce de la ceca
Saiti (Xàtiva) que pertenece al grupo II.2 establecido por Ripollès (2007: 79), que representa un jinete con lanza en el reverso (fig. 4), tiene un peso medio de 12,22 gr y se fecha
en la segunda mitad del siglo II aE; éste fue uno de los dos tipos de denominaciones que
más se acuñaron. Esta pieza no ha sido considerada hasta ahora por los estudios numismáticos. En cuanto a la segunda pieza, interpreta el autor que pudiera ser un zarcillo o un
alfiler (CAI-V/9/3929/7(4), pero se trata de una fíbula anular ibérica bien conservada
(fig. 5) –representada de frente y de perfil– del tipo de timbal hemiesférico de Cuadrado
(1957: 15 y 30). La fíbula anular tiene una amplia cronología que comprende todo el
período ibérico, y que perdura hasta el I dE (Argente, 1994: 105-107).
Según hemos comentado, el manuscrito de la RAH está acompañado de otras dos
láminas a la acuarela. Una de ellas representa al jinete (fig. 6) y lleva la siguiente leyenda en el encabezamiento: “Diseño del tamaño natural de una figura de cobre que se ha
encontrado en los desmontes de las Cabrillas para la nueva carretera, el día 10 de marzo
de 1828” (CAI-V/9/3929/7(11). Como ya hiciera ver Albertini (1916: 295-296), se trata
de un doble error, puesto que el hallazgo se produjo en mayo de 1827, lo que confirma
que el dibujo no salió de la mano de Cortines, quien concreta la fecha en su informe. Con
la misma letra, al pie se añade una nota: “Parece que la posicion de esta figura és la de
haber estado á caballo”. El mismo Albertini destaca esta correción, que atribuye a un académico, al error inicial de Cortines de confundir el jinete con un gladiador. Cortines, en
su manuscrito da las medidas de esta figura: “del tamaño de 4 pulg. y 9 lin.”, y añade que
“representa al parecer un gladiador que mira sobre la izquierda, y la posicion de sus muslos y piernas algo abiertas manifiesta que está en ademan de obrar esfuerzo. El brazo
derecho lo tiene levantado en acto de amenaza ó pegar. Faltale la parte anterior del brazo
—275—
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F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
Fig. 5.- Dibujo de una fíbula anular ibérica conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(4).
Fig. 6.- Dibujo del jinete conservado en la RAH
(CAIV/9/3929/7(11).
—276—
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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izquierdo, y en la mano derecha q. está cerrada se conoce tenia alguna arma empuñada,
que se ha roto y perdido”. Tanto la descripción como las medidas, según señalara
Albertini, se corresponden con la figura conservada en el MAN procedente de la colección Vives.
Antes de pasar a estudiar las dos figuras de bronce seguiremos el rastro de la noticia
del hallazgo en la bibliografía, que pronto se redujo a la única pieza conservada actualmente en el MAN, el jinete. En 1832, la RAH incluyó el hallazgo de Las Cabrillas en el
tomo VII de sus Memorias: “El teniente coronel de ingenieros don José Cortines, encargado de las obras del camino real desde Madrid á Valencia por las Cabrillas, dió noticia
á la Academia en el año de mil ochocientos veinte y siete de unas antiguallas encontradas al abrirse los cimientos de una alcantarilla en el sitio llamado Vuelta de los Letreros,
á saber, dos figuras de bronce, de que remitió los dibujos, una que al parecer representa
á un gladiador y otra á Hércules; algunas espadas, regatones y hierros de picas, sortijas,
monedas romanas y otros objetos semejantes: un puño de espada tenia vestigios de haber
estado tachonada de plata. Estos objetos se entregaron al Capitan general de aquel reino”
(Anónimo, 1832: XVI). Esta es la última ocasión en que se identifica dicha figura con un
gladiador.
El jinete fue adquirido por A. Vives y Escudero en fecha desconocida, en cuya colección figura en el inventario publicado por J. R. Mélida en el año 1900. Según la información proporcionada por el museo, la figura ingresó en la colección del MAN con fecha
de agosto de 1913, formando parte de una de las colecciones más importantes que alberga el MAN, la Colección Vives y Escudero, comprada por el Estado a su propietario, que
comprende piezas de distinta naturaleza, desde la Prehistoria hasta época moderna
(Manso, 1993), y cuyo núcleo principal lo constituyen justamente los bronces, y muy
especialmente aquéllos de época ibérica. El jinete de Las Cabrillas aparece representado
en el álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de Vives y Escudero (fig. 7)
editado por García-Bellido (1993: 220, lám. 20, nº 2), donde se le atribuye la misma procedencia que a la figura número 1, un Hércules combatiente que no puede identificarse
con el otro bronce hallado en Las Cabrillas por no ajustarse ni a la descripción de Cortines ni al dibujo conservado en la RAH, y donde por vez primera se le reconoce como
tal: “ginete adquirido en Madrid del Sr. Morcillo procedente de Granada ?”; el mismo
Vives expresa con el interrogante sus dudas acerca de la procedencia. La editora añade
en la descripción: “Jinete con una superficie rugosa de color amarillento, ae, alt. 15 cm,
MAN nº inv. 22710, Mélida, lám. X, 54, p. 163”.
Como hemos visto, la primera referencia al jinete que fue publicada con posterioridad a la noticia de las Memorias de la RAH en 1832 es de Mélida (1900: 163-164, nº 54,
lám. X), cuando dio a conocer la colección de bronces antiguos de Vives. Mélida, que
desconocía el manuscrito y el dibujo conservado en la RAH, la describe de la siguiente
forma: “Jinete, sin su caballo. Viste túnica corta y lleva una especie de pequeño manto
arrollado á la cintura, á manera de faja. Calza botas altas á modo del campago romano.
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Fig. 7.- Dibujo de la colección Vives según García Bellido (1993: 220, lám. 20, núm. 2).
Tiene levantado el brazo diestro para sostener una lanza. Le faltan los dedos de la mano,
el brazo y el pie izquierdo. A pesar de que el modelado peca de tosco, llama la atención
del observador el espíritu con que están expresados el movimiento y la actitud. Sin duda
por la acción de la tierra, el bronce ofrece superficie como rugosa, de color amarillento.
–Altura 0’14 m. Desgraciadamente se ignora la procedencia de tan curiosa pieza. (…)
está visto al natural: hay en la intención, ya que no en la forma, un realismo que sólo parece posible al calor de una corriente artística puramente romana”. Esta noticia la recogió
pocos años más tarde Paris (1904: 182, fig. 278-279), quien reproduce la figura en sendas fotografias, señala que debía tratarse de un jinete con lanza y destaca su carácter
mediocre.
La procedencia de esta figura fue reconocida algunos años después por Albertini
(1916), quien había podido consultar los manuscritos conservados en la RAH sobre el
hallazgo de Las Cabrillas. Después de citar la hasta entonces escasa bibliografía sobre la
pieza, Albertini se refiere al manuscrito de Cortines, que reproduce en la parte donde describe el jinete, y a sendas láminas realizadas en acuarela conservadas junto a él en las que
se reproducen las figura de Hércules y del jinete. Sobre el primero, el autor afirma que
—278—
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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desconoce si se conserva, pero que en cualquier caso no lo ha visto en los fondos del
MAN. Añade, además, que los detalles del dibujo no concuerdan con la descripción contenida en la nota manuscrita, por lo que deduce que éste no se corresponde con la pieza
hallada y su inclusión puede deberse a una confusión. Contrariamente, considera que la
figura representada en la segunda lámina se corresponde fielmente al jinete que él mismo
pudo examinar en el MAN. Albertini comunicó a Mélida la procedencia de la figura,
quien se dio por enterado añadiendo una nota al artículo de aquél.
En su libro sobre La antigua civilización ibérica en el Reino de Valencia, Almarche
(1918: 82-84) se hace eco de la reciente publicación de Albertini donde esclarece la procedencia de la figura del jinete, reproduce parte del manuscrito de Cortines y cita el artículo de Mélida y el libro de Paris. Pocos años después cita el hallazgo Sarthou (s. a.: 318)
en el segundo volumen dedicado a la provincia de Valencia de la Geografía General del
Reino de Valencia, con referencias a la noticia de las Memorias de la RAH y a los trabajos de Mélida, Paris, Albertini y Almarche. Con posterioridad, cita la figura ÁlvarezOssorio (1941: 128, lám. CXVIII, núm. 1614) en su Catálogo de los exvotos de bronce,
ibéricos, donde señala que fue “hallada cerca de Buñol, partido de Chiva (Valencia)”.
Nicolini (1969: 54 y 58) la incluye en su trabajo sobre los bronces figurados de los santuarios ibéricos y le atribuye sin duda un origen romano (siglos II-I aE) que denotan el
movimiento, actitud y los pliegues de la túnica, aunque destaca su carácter ibérico en la
factura de la cabeza y el brazo. Posteriormente, Prados (1992: 92, 266 y 369, nº 1123) la
incluye en su monografía sobre los exvotos de bronce del MAN, sin incluir referencias
bibliográficas. Los hallazgos de Las Cabrillas han sido citados también por Pla Ballester
(s. v. “Buñol”, GERV, 2, 245) en la Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, Pérez
Soler (1974: 74-75) en su libro sobre la Hoya de Buñol y Uroz (1983: 73) en su monografía sobre la Edetania. Ripollès (1980: 48) cita el hallazgo de monedas indeterminadas
según la referencia de Almarche. Pérez Negre (1999: 71) incluye estos hallazgos en su
inventario de los yacimientos romanos de la comarca de la Hoya de Buñol-Chiva a partir de las noticias de Sarthou, Pla Ballester, Pérez Soler y Ripollès, y relacionándolos con
una necrópolis. Finalmente, han sido citados recientemente en una monografía sobre la
población de Buñol (Hermosilla, 2007: 151, 155-156 y 341).
LA FIGURA DE JINETE
Se trata de una pieza que pertenece a la colección permanente del departamento de
Protohistoria y Colonizaciones del Museo Arqueológico Nacional5 de Madrid (número de
5. Agradecemos a Alicia Rodero y Esperanza Manso (Departamento de Protohistoria y Colonizaciones del MAN) su amabilidad a la hora de estudiar la pieza.
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Fig. 8.- Vistas frontal y posterior del jinete, núm. inv. 22.710. Foto: MAN.
inventario 22.710). Es una figura masculina estante, exenta y fragmentada, que representa a un jinete sin caballo (fig. 8). Presenta un tocado muy ajustado, a modo de casquete esférico, marcadas orejas, nariz triangular, grandes ojos, cejas pronunciadas y boca
de gruesos labios marcados. Viste una túnica de faldellín corto, escote recto y manga
corta. En la cintura porta una gruesa prenda doblada, a modo de cinturón o banda superpuesta. Calza botas altas de borde superior marcado. Sus piernas están separadas y extraordinariamente arqueadas, lo cual no permite albergar dudas sobre su condición de jinete. Su brazo derecho está doblado y elevado. La figura está incompleta; faltan el brazo
izquierdo y parte del calzado del pie izquierdo.
Desde el punto de vista técnico, la figura está realizada en bronce fundido mediante
la técnica de la cera perdida. A propósito de la aleación del metal, visto su considerable
peso (346 gr), el color y las características de su pátina, amarronado-amarillenta, plomiza, según las consultas realizadas,6 parece tratarse de un bronce (hay indudablemente
cobre en su composición) con alta presencia de plomo, por tanto, una figura de bronce
6. Agradecemos a Salvador Rovira (Departamento de Conservación del MAN) su información al respecto.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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plomado. El trabajo es de mediana calidad y buen pulido, con huellas apreciables de instrumental en su superficie. Sus dimensiones son considerables, teniendo en cuenta el
soporte de la pieza: 14,4 cm de altura conservada x 6,5 cm de anchura máxima x 3,1 cm
de profundidad.
Destacaremos de la factura de esta pieza dos aspectos sobre los que merece la pena
detenerse. En primer lugar, en cuanto a las dimensiones, insistimos en la altura de la figura, en relación con el formato medio de este tipo de piezas. Tal y como señaló Nicolini
(1969: 108, n. p. p. 1) a propósito de los bronces ibéricos, su altura media se sitúa, en
general, entre los 4 y 12 cm, y la mayor parte entre los 6 y 8 cm. Son tallas muy excepcionales, por encima de la media, ejemplos como el varón armado de Despeñaperros
(Álvarez-Ossorio, 1941: núm. 194), de 26 cm de altura; otro exvoto masculino de
Castellar de Santisteban o el del santuario de La Luz, de 24 cm de altura (Nicolini, 1969:
81-83, pl. XVII). Por debajo de las dimensiones medias se sitúan las pequeñas figuritas
esquematizadas cuya altura oscila entre 1 y 1,5 cm. Por tanto, en el caso del bronce de
Las Cabrillas, estamos ante una pieza de tamaño excepcional, tal como el exvoto femenino ibérico estante, recientemente publicado también de la colección del MAN, de 15,3
cm de altura x 3,5-2,5 cm de anchura x 3,1-1,4 cm de profundidad y 499,7 gr de peso
(Izquierdo, 2002: figs. 1-3).
Igualmente, en el caso del jinete que estudiamos, resulta de interés la aleación del
metal, muy rico en plomo, otorgando la característica apariencia plomiza a la pieza.
Desde un punto de vista técnico, la presencia de plomo en los bronces antiguos favorece
la baja fusión de la colada que decrece al aumentar este metal. Tal vez el uso de refundiciones sucesivas motivase el incremento del plomo, tal y como se ha estudiado para el
caso ibérico. Sus altísimos porcentajes en algunas piezas –incluso por encima del 40%
según algunas metalografías realizadas– pueden deberse a diversas causas, entre las que
podemos citar la escasez de estaño en el territorio de fabricación, un deseo o búsqueda
de abaratamiento de la pieza o incluso la facilidad de su colada (Prados, 1992: 153).
Centrándonos en el tipo representado y su gestualidad, este jinete podría haber portado un arma ofensiva, tal vez una lanza o una jabalina en su mano derecha, como es
característico en otras figuras de jinetes en bronce halladas en emblemáticos santuarios
ibéricos con presencia de jinetes, como los exvotos del Collado de los Jardines
(Despeñaperros, Jaén) (Prados, 1992: núms. 424-427 y 429) o La Luz (Murcia) (Eadem:
núm. 1019).
La figura de jinete de Las Cabrillas, por su tipo, gesto y atributos iconográficos de
indumentaria puede situarse en el período pleno o más bien tardío (Ibero-romano, siglos
II-I aE) de la cultura ibérica. Su consideración como exvoto, por analogía con otros bronces similares, como a continuación detallaremos, podría indicar su procedencia de un
depósito votivo de santuario u otro espacio ritual en un contexto de habitat.
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ICONOGRAFÍA IBÉRICA DEL JINETE
La imagen del jinete es bien conocida y está documentada en distintos soportes materiales, muestra de su gran proyección en la sociedad como expresión identitaria de la cultura ibérica. La representación del caballo es muy frecuente en el imaginario ibérico, fundamentalmente en los monumentos funerarios ibéricos tallados en piedra, en objetos
rituales como los ajuares o los exvotos de bronce o en bienes de prestigio, como las cerámicas de lujo, sin olvidar las acuñaciones monetarias y su conocido emblema del jinete
lancero.
En cuanto a los soportes de piedra, se evidencia una gran variabilidad y tradición en
las representaciones de caballos, formas, tamaños y gestos. El caballo con jinete ataviado para la caza o la guerra es habitual en los monumentos funerarios ibéricos, mostrando la victoria del héroe sobre la muerte. El tipo del caballo, su significado y función en
el ámbito mediterráneo y la Península ibérica han sido estudiados por Chapa (1985: 166179; eadem, 1986: 157-167), en relación con el análisis morfológico y estilístico de las
esculturas exentas y en relieve, determinando agrupaciones tipológicas y estilísticas para
los restos hallados en la Península.
Ya en las estelas decoradas del suroeste de la Península, con cronologías entre el siglo
IX e inicios del VII aE, según Almagro Gorbea (1977: 185), se vincula al caballo con el
mundo funerario, aunque el jinete heroizado es una aportación de la plástica ibérica,
según se aprecia en el caballero de la necrópolis de Los Villares de Hoya Gonzalo en
Albacete (Blánquez, 1992) del siglo V aE; y posteriormente en el cipo de la necrópolis
del Corral de Saus de Moixent en Valencia (Izquierdo, 2000: figs. 145 y 146), con paralelos en el de la necrópolis de El Poblado de Coimbra del Barranco Ancho (Muñoz, 1983;
García Cano, 1994), cuya cronología se sitúa a mediados del siglo IV aE. En otro ámbito geográfico y cultural, las representaciones ecuestres son uno de los tipos iconográficos
claves en las estelas del Bajo Aragón, documentándose 46 ejemplares y diversas variantes conocidas. También, la representación del jinete, con connotaciones de heroización,
es conocida en la Meseta y en la Celtiberia. Un posible paralelo con la pieza del Corral
de Saus lo ofrece el cipo funerario con jinete de Clunia (García y Bellido, 1949: 371-372,
lám. 268), donde se hallaron asimismo cuatro estelas similares con jinetes, de las cuales
sólo dos se han conservado. Igualmente fueron documentadas seis estelas con jinete, procedentes de Lara de los Infantes (Burgos) (Idem: 372-375, láms. 269-270).
El bloque con jinete del Corral de Saus, muy fragmentario, permite apreciar un caballo que adelanta una de sus patas delanteras, indicando el momento de la partida, muy en
consonancia con ese ambiente de tránsito de las necrópolis. En relación con ello, el tema
del caballo y del jinete han sido vinculados tradicionalmente al arquetipo, común a muchos pueblos de la antigüedad, de la heroización del difunto (Benoit, 1953; Blázquez,
1959; Aranegui, 1994). El héroe caballero, por otra parte, posee una larga tradición mantenida hasta el final de la Edad Media (Marco, 1978: 36-37). Se ha resaltado igualmente
—282—
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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el carácter sagrado del caballo, símbolo de la inmortalidad y la apoteosis del difunto.
Tránsito o pasaje al allende, heroización del difunto, por tanto, pero también el caballo
representa el mundo aristocrático en el imaginario ibérico. La posesión del caballo implicó su doma y, desde el punto de vista social y económico, además, era privilegio de unos
pocos, pertenecientes al sector más restringido de la aristocracia ibérica, sin mencionar
su valor como arma de guerra (Izquierdo et alii, 2004: 155-156).
Según Quesada (1997a: 190), entre los siglos VI y III aE el caballo era un importante símbolo de estatus en los territorios ibéricos, empleado como tal en los monumentos
funerarios. Su utilización estaría limitada a los elementos dominantes de la sociedad ibérica, que mostraba al jinete orgullosamente en los programas escultóricos colocados
sobre sus tumbas. El citado caballero de la tumba núm. 18 de Los Villares en Albacete
sobre túmulo escalonado es el máximo exponente. Un ejemplo, menos conocido, podría
situarse en la hoy desaparecida escultura de jinete hallada en el huerto de Vizcarra de Elx
(Albertini, 1935).
En el contexto de la muerte, la presencia del jinete en las necrópolis se atestigua también a través de los objetos realizados en bronce y hierro que se depositan en algunos
ajuares de las tumbas y que forman parte de los arreos de montura (pasarriendas, frontaleras, espuelas, etc) documentados en distintas necrópolis ibéricas (Quesada, 1997b).
Además de la presencia de caballos y jinetes en los monumentos funerarios como
figuras exentas, estelas o cipos, en frisos arquitectónicos, cajas funerarias o en las pinturas de las cámaras pétreas subterráneas, la imagen del caballo se vincula al contexto
sagrado, a través de la presencia de exvotos en piedra que representan équidos. El conjunto ibérico más destacable en este sentido es el de El Cigarralejo de Mula (Murcia), que
puso de manifiesto la existencia de un edificio singular en cuyo interior se encontraron
más de doscientos exvotos, entre los que se ha estudiado la serie de équidos (Blánquez y
Quesada, 1999; y Lillo, Page y García Cano, 2004) con representaciones de caballitos en
bulto redondo, ricamente enjaezados o sin atalaje; grupos de yegua y potrillos, relieves
con labra de yeguas y potros, caballos, asnos y pollinos o grabados con caballos. Sin embargo, en este amplio conjunto no se han documentado jinetes.
Pero, al margen de las representaciones en piedra, parece más significativo aproximarnos a los soportes metálicos y concretamente, a las figuritas de jinetes elaboradas en
bronce. El tipo del jinete es representativo en este contexto, aunque, en general, cuantitativamente bastante minoritario en el conjunto de exvotos ibéricos.
En el citado santuario ibérico del Collado de los Jardines (Despeñaperros, Jaén) se
han estudiado 875 exvotos, donde predominan las representaciones masculinas (58% del
total) frente a las femeninas (33% del total), siendo el resto figuras indeterminadas
(Prados, 1992: 139). Del grupo de exvotos masculinos, un 32% corresponde a figuras
estantes desnudas, constituyendo cerca del 50% los grupos de varones estantes, con distintos tipos de indumentaria (túnicas cortas, largas o con mantos), que ofrecen objetos, se
presentan adoptando distintos gestos o muestran sus armas, dentro de las categorías esta—283—
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blecidas de orantes, oferentes y guerreros (Eadem: 141). El grupo de jinetes alcanza únicamente el 2% del total del conjunto en este santuario, donde los jinetes aparecen tanto
armados, como desarmados, si bien la proporción de los guerreros es superior (Prados,
1992: 142). Según el estudio citado, el denominado grupo VII de figuras masculinas (correspondiente a los jinetes) representa un porcentaje bastante superior al del Collado en
el santuario murciano de La Luz, donde además en casi todos los casos van armados
(Eadem).
En otra de las colecciones de exvotos ibéricos que recientemente han sido dadas a
conocer, la del Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, de diversas procedencias, en
parte desconocidas, sobre una muestra de 283 exvotos catalogados, tan sólo ocho figuras
corresponden a jinetes (Conde, 2006: núms. 223-230). Cabe destacar que, en santuarios
tan representativos de la cultura ibérica y destacados por su completo registro de exvotos
antropomorfos como el de Castellar de Santisteban (Jaén), el tipo del jinete está completamente ausente, lo cual es significativo, frente a su presencia en el otro gran santuario
ibérico jiennense.
Centrándonos, por tanto, en el reducido grupo de jinetes del Collado de los Jardines,
destacaremos un ejemplo indicativo de este tipo (Olmos et alii, 1999: núm. 55.1.1) cuyo
cuerpo se inclina ligeramente hacia delante (fig. 9). Viste, al igual que la figura de Las
Cabrillas, túnica corta y porta un ajustado casco en la cabeza. Este tipo de exvotos ha permitido plantear hipótesis sobre la identidad del ofrendante, su grupo y clase social. Se ha
interpretado la ofrenda de un varón que pertenece a la distinguida clase de los caballeros.
Otro paralelo interesante lo ofrece el ya citado santuario de La Luz (Murcia) (Olmos
et alii, 1999: núm. 55.1.4), donde se ha documentado un conjunto de exvotos metálicos,
con presencia de jinetes armados (fig. 10), con atuendo de guerrero, túnica corta ceñida
por un grueso cinturón y caetra al costado (Nicolini, 1969: 62, lám. V); y algún jinete sin
armas, montado sobre un caballo ricamente enjaezado.
Además del contexto sacro propio de los santuarios, es destacable el hallazgo de la
estatuilla de bronce de jinete armado sobre su caballo del poblado ibérico valenciano de
La Bastida de les Alcusses de Moixent (departamento 218, casa 10), un jinete desnudo
heroizado, sobrehumano, interpretado como referencia de prosperidad para las generaciones del lugar, que podría representar al antepasado de un grupo familiar (Kukhan,
1954: 147; Nicolini, 1969: 119; Olmos et alii, 1999: núm. 55.1.1, Izquierdo et alii, 2004:
103). Se trata de una imagen idealizada cuyos símbolos, armas y caballo, ensalzan la
figura del jinete (fig. 11). La imagen del jinete se podría ligar al culto a los antepasados,
arraigado en sociedades aristocráticas como la ibérica. El antepasado de una familia
noble puede convertirse en un personaje heroizado o mucho más hipotéticamente divino.
La veneración de la imagen y su posible culto o los ritos a ella ligados cohesionan o articulan la comunidad.
—284—
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
Fig. 9.- Exvoto masculino de bronce, de jinete, del santuario
ibérico de Collado de los Jardines, Despeñaperros (Jaén).
Foto: Olmos et alii (1999), núm. 55.1.1.
23
Fig. 10.- Exvoto masculino de bronce, de jinete,
del santuario ibérico de La Luz (Murcia).
Foto: Olmos et alii (1999), núm. 55.1.4.
En contextos urbanos, como el edetano, la iconografía del jinete armado se muestra
en todo su esplendor en los programas decorativos de las cerámicas figuradas de encargo (Bonet, 1995), con presencia de varones que visten la indumentaria guerrera en escenas de caza o de danza, además de exhibición y competición (Aranegui et alii, 1997: 6075). En el citado conjunto cerámico de El Tossal de Sant Miquel de Llíria en Valencia, el
jinete ibérico armado está presente en las escenas y vasos más destacados de la ciudad,
como el conocido lebes 129 del departamento 12/13, que constituye una de las escenificaciones de exhibición guerrera mejor logradas de esta categoría, con jinetes e infantes
armados (Eadem: fig. II.9).
Como muestra de la importancia del tipo masculino del jinete en el imaginario ibérico podemos finalizar este recorrido iconográfico a través de los distintos soportes materiales, mencionando la importancia del jinete ibérico en las acuñaciones monetarias ibéricas. El tipo del jinete (lancero) ha sido objeto de análisis monográfico (Almagro
Gorbea, 1995), recogido en los repertorios monetarios iconográficos recientes, que reconocen el floruit de este tipo monetal en torno al paso de los siglos II y I aE, con cronologías desde mediados del siglo II y principios del I aE en cecas como Bilbilis; tras el 133
y hacia finales del siglo II aE en Konterbia Karbika; o el último tercio del siglo II aE en
la ceca de Sekibirikes (García-Bellido y Blázquez, 2001: 63-64, 258, 338 y ss.).
—285—
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F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
Fig.- 11.- Estatuilla masculina de bronce, de jinete, del poblado ibérico valenciano de la Bastida de les Alcusses de Moixent
(Valencia). Foto: Archivo S.I.P.-Museu de Prehistòria de València.
CONSIDERACIONES FINALES SOBRE EL JINETE
A la vista de lo anteriormente expuesto, cabe concluir señalando la amplia tradición
iconográfica en la que se enmarca la figura del jinete ibérico, probablemente armado, de
Las Cabrillas. El tipo del varón armado sobre caballo ha constituido un referente simbólico de las sociedades antiguas, jerárquicas y aristocráticas, donde es emblema de los más
altos grupos sociales y encarna los valores de la élite. Se trata de un símbolo reconocible
en muy distintos soportes materiales en la cultura ibérica, desde los programas iconográficos en piedra de los monumentos funerarios del período Ibérico antiguo, pasando por
los bronces votivos y las cerámicas de lujo del Ibérico pleno y tardío, hasta las producciones monetarias de época Ibero-romana. No hemos de olvidar la presencia metonímica
del jinete en algunos ajuares funerarios destacados a través del depósito de elementos
metálicos relacionados con su función en la tumba, reveladora de su valor, más allá de la
muerte, en el pensamiento ibérico.
La presencia de estatuillas en bronce de jinete, armado o sin armas, con función de
exvotos, es significativa en los depósitos votivos de los santuarios ibéricos, donde si bien
desde el punto de vista numérico no es relevante, puede ser índice de un grupo restringido de donantes. De esta forma, la ofrenda de la imagen reproduce y perpetúa al donante
en el ámbito social de lo sagrado.
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El jinete de Las Cabrillas, parcialmente fragmentado, de calidad media en cuanto a
su factura y técnica, tamaño sobresaliente y apariencia plomiza, se inscribe en esta tradición de figuritas masculinas ibéricas de bronce a caballo. La ausencia de otros datos de
contexto impide mayores precisiones, pero al ser la única figura conservada, testimonio
del yacimiento, aporta un dato significativo, que se une además al hallazgo de una imagen que representa a Hércules, también en bronce, documentada bibliográficamente, en
paradero desconocido en la actualidad. El depósito conjunto de estas simbólicas imágenes, ligado a su carácter y paralelos, permite –tan sólo– plantear, como ya hemos señalado, su procedencia de un contexto ritual, bien de santuario, bien de habitat.
LA FIGURA DE HÉRCULES
Como hemos visto anteriormente, Cortines (1827) expresa en su manuscrito que
entregó las figuras al Capitán General y que en el momento de redactar su informe ya no
las tenía delante, por lo que no las pudo ilustrar. Por tanto, las láminas que lo acompañan
en el archivo de la RAH fueron confeccionadas posteriormente y no salieron de su mano.
Pero, mientras que la del jinete resulta bastante fiel, la figura de Hércules no se corresponde con la descripción del informe.7 Se trata de una acuarela que lleva la leyenda
Hercules y está firmada: “Francisco Torres fecit” (CAIV/9/3929/7(12). Albertini (1916:
295) ya se percató de las diferencias existentes entre la imagen y la descripción y planteó la posibilidad de que se tratara de una confusión: al dossier de Las Cabrillas se habría
añadido una lámina correspondiente a otra figura del héroe.
En el manuscrito se especifica que esta figura es “del tamaño de 4 pulgadas y 9
líneas”, poco más de 11 cm, y representa a Hércules “de pie, con la piel de Leon, la cual
le cubre la cabeza sirviendole de casco la parte de la cabeza de la piel; las garras delanteras le pasan sobre los hombros á unírsele al pecho, y lo demas cae por la espalda y vá
á enrollarse con una vuelta en el brazo izquierdo y por entre la clava que tiene en aquella mano apoyada al hombro, y luego cae hacia el pie de aquel lado, distinguiendose bien
las garras de atrás y la cola. En la mano derecha tiene empuñada uno como especie de
cuerno, cuya punta mira hacia dentro. De las plantas de los pies salen unas pequeñas espigas que manifiestan encajaban en dos agujeros correspondientes de lo que le servía de
pedestal, (…)”. Hay que señalar además la presencia de “una clava de Hercules (pequeña)”, que el autor parece diferenciar de la que porta la figura completa. Posiblemente se
trataba, como es habitual en este tipo de figuras, de una pieza de bronce de fundición
plena. La altura indicada puede considerarse como normal en este tipo de representacio-
7. Sobre esta figura puede verse recientemente: Arasa, 2005b: 26; y 2008a: 259, fig. 3.
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Fig. 12.- Dibujo de la figura de Hércules conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(12).
nes, frecuentemente de pequeño tamaño. Por ejemplo, entre los bronces valencianos, de
27 figuras de las que se conoce la altura, con una horquilla situada entre 6 y 45 cm, 14
son mayores que la de Buñol (Arasa, 2008a); en su segmento se sitúan cuatro: la Venus
de Sagunt mide 12,2 cm, el Eros de Llíria 12 cm, el Mimo de Valencia 11 cm y la Minerva
de Requena 10,5 cm.
El dibujo, idealizado según los cánones de la época (fig. 12), como ya hemos visto
no se corresponde con la descripción: el héroe descansa sobre la pierna derecha, a la que
le falta el pie, aparece tocado con un gorro o corona, el brazo derecho está un poco exten—288—
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dido y en su mano no se aprecia ningún objeto, la leontés cuelga desde el hombro izquierdo y cae junto al cuerpo, y con la mano izquierda sujeta la clava que cuelga junto a la
pierna y aparece casi rodeada por aquélla. Las diferencias más notables y determinantes
en cuanto a la adscripción de la figura a un tipo concreto son la posición de la leontés y
de la clava; otras, como el objeto que parece llevar en su mano derecha o el tocado de la
cabeza, son secundarias. Pero hay que destacar que tanto la descrita como la ilustrada
corresponden a variantes reales de un mismo tipo, por lo que esta última probablemente
representa una figura existente o al menos está inspirada en ella.
Tanto la figura descrita como la ilustrada corresponden al tipo más común de
Hércules libans o dexioumenos.8 Se trata de una representación del héroe-dios en una de
las actitudes convencionales de reposo y con sus atributos característicos. Hércules aparece representado adulto, desnudo y en posición estante, con la leontés y la clava sujeta
con la mano izquierda. El objeto que sostiene en su mano derecha debe ser –por su forma
apuntada y curvada– un rhyton. Se trata de una de las representaciones más difundidas
del héroe-dios en su aspecto de invictus, donde la mano derecha puede figurar abierta en
actitud de salutación (dexioumenos) o con una pátera o un scyphus (libans). En la tradición de los estudios iconográficos, el Hércules con un scyphus se diferencia de cuando
lleva una pátera y se conoce como bibax (Coralini, 2001: 59-60). Este tipo, en el que aún
se ve la tradición escultórica griega representada por Lisipo a través de numerosas variantes elaboradas en el período helenístico, es el más frecuentemente representado (Boucher,
1976: 145; Moitrieux, 2002: 98-99 y 111). El bronce de Las Cabrillas pertenece también
a esta fórmula iconográfica. De los dos atributos bien documentados, la leontés y la clava,
el segundo es el símbolo hercúleo de mayor evidencia y eficacia, que se asocia a sus
empresas y ejerce una clara función apotropaica.
Para Coralini (2001: 20-21) en el Hércules romano coexisten dos dimensiones: una,
la del mito y la iconografía, dominada por el componente griego; la otra, la del culto y la
devoción popular, mayoritariamente ligada al Hércules itálico. Esta bipolaridad es un
rasgo fundamental de la personalidad hercúlea que se expresa en la doble naturaleza del
héroe (y hombre) y dios. El Hércules tutor, protector de la casa y sus habitantes, puede
considerarse una suerte de banalización de la personalidad y de las funciones hercúleas.
A nivel popular la actividad del héroe-dios se adecuaba a las exigencias de la vida cotidiana. En esta dimensión Hércules se transforma en el defensor de los seres humanos
frente al mal en todas sus expresiones. En consecuencia con este carácter popular de su
culto, la figura de Hércules aparece frecuentemente representada en el arte romano
8. Sobre la iconografía de Hércules puede verse: LIMC, IV, s. v. “Herakles” (Boardman-Palagia-Woodford): 728-838. Para
Hispania: Rodà, 1990; y Oria, 1996. La tipología de las representaciones de Hércules en bronce ha sido estudiada por
Boucher, 1976: 25-31 y 144-146; Kaufmann-Heinimann, 1977: 50-51; y Moitrieux, 2002: 93-101.
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(Ritter, 1995). Sus representaciones más numerosas son precisamente las pequeñas figuras de bronce, como puede verse en la Galia, donde se conocen un total de 659 estatuillas (Moitrieux, 2002: 33).
En la descripción –donde no se especifica si el héroe aparece barbado o no– la leontés cubre la cabeza del héroe y descansa sobre los hombros, desde donde las garras delanteras se le cruzan sobre el pecho y la cola cuelga en el brazo izquierdo, la clava está sujeta con la mano izquierda y descansa en este hombro y con la mano derecha porta un objeto apuntado que puede identificarse con un rhyton. Entre las numerosas variantes de este
tipo, los ejemplares pertenecientes al mismo de Buñol –en sus diversas variantes– son
bastante frecuentes, como podemos ver entre los reunidos en el LIMC (IV: núm. 797-809
y 814-831), procedentes de diferentes países y colecciones. Kaufmann-Heinimann (1977:
50-51) clasifica el Hércules bibax o dexioumenos en sus tipos III-IV, y concretamente el
del héroe joven y la leontés en la mencionada posición en el subtipo IIIA. En la Galia,
entre las 206 figuritas analizadas por Moitrieux (2002: 61-62), el tipo más frecuente es el
Hércules combatiente (116), mientras que las del héroe en reposo (22) o caminando (16)
son minoritarias. Del segundo tipo hay seis ejemplares en los que el héroe aparece vestido con la piel de león y sólo uno de ellos lleva la clava en el lado izquierdo.
La leontés sobre la cabeza con las garras anudadas en el pecho aparece en diversos
tipos que representan al héroe tanto joven como adulto, con distintos recipientes en la
mano y la clava en diferentes posiciones (LIMC, IV: núm. 498 (New York), 559-560, 614
y 662 (Lansdowne). El que representa a Hércules joven e imberbe con la clava sobre el
hombro izquierdo y descansando sobre la pierna derecha no es muy frecuente.
Encontramos varios paralelos en figuras procedentes de la Casa de Trebius Valens de
Pompeya, de 7,4 cm de altura, que sostiene un escifo en la mano derecha y se fecha en
la primera mitad del siglo I dE (Coralini, 2001: 175-176, P.045); el museo del Louvre,
con una pátera en la misma mano (Reinach, 1908, II, 1: 219, núm. 6); la Casa delle Pareti
Rosse, también de Pompeya, de 11,5 cm, con la mano derecha sobre la cadera (Coralini,
2001: 214, P.102); y Bingerbrück (Alemania), de 7,7 cm, con la mano derecha en la
misma posición (Menzel, 1986: 28, núm. 61, Taf. 32).
La “cuffia leonina” parece estar asociada mayoritariamente a las representaciones de
Hércules prómachos, joven e imberbe, que blande la clava con la mano derecha sobre la
cabeza de manera amenazante. Encontramos ejemplares de estas característicias en
Alemania: Trier (Menzel, 1966: 27-28, núm. 58, Taf. 26-27), Bonn (Menzel, 1986: 4-5,
núm. 8, Taf. 3) y Gondorf-Cobern, con el brazo derecho doblado a la altura de la cabeza
(Moitrieux, 2002: 36, núm. 95, pl. IV, 7); Suiza: Augst (Kaufmann-Heinimann, 1977: 52,
núm. 47, Taf. 46-47); Francia: en el departamento de Seine-Maritime (Esperandieu y
Rolland, 1959: 39-40, núm. 52-55, pl. XIX-XXI) y en la desembocadura del Ródano
(Oggiano-Bitar, 1984: 37-39, núm. 14-17); y es muy frecuente entre los bronces itálicos,
como puede verse por ejemplo en la colección del Museo Arqueológico de Verona
(Franzoni, 1980: 169-176, núm. 148-155).
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Otras variantes vienen representadas por los ejemplares de Koninksem (Bélgica), que
representa al héroe en reposo con la clava hacia atrás apoyándola en la cadera izquierda
y el brazo derecho un poco avanzado (Faider-Feytmans, 1979: 78, núm. 67, Pl. 43);
Atenas, semejante pero con la mano derecha en la cintura (Kaufmann-Heinimann, 1998:
308, GF113, Abb. 274); y la procedente de Argelia y conservada en el Museo Calvet
d’Avignon, con la leontés colgando del brazo izquierdo y la clava sujeta con la mano
derecha y descansando en el suelo. En este esquema, en alguna ocasión el héroe lleva un
rhyton en la mano derecha (Esperandieu y Rolland, 1959: 39, núm. 50-51, pl. XVIII), elemento que aparece también en otras figuras como la del Museo Calvet d’Avignon, que
sostiene la leontés con el brazo izquierdo (Rolland, 1965: 62-63, núm. 84). Un rhyton en
la mano derecha puede verse también en otra del Kunsthistorische Museum de Viena
(LIMC, IV: 767, núm. 773) que representa al héroe imberbe, la leontés colgando del antebrazo izquierdo y no conserva la clava.
En la lámina conservada junto al manuscrito, la cabeza del león descansa sobre su
hombro izquierdo y la piel cubre este brazo, y con esta mano sujeta la clava que cuelga
hacia el suelo; en la cabeza se aprecia un tocado que no puede distinguirse. Se trata de
otra variante del tipo del héroe en reposo que corresponde al tipo IVB de KaufmannHeinimann (1977: 50-51), con la diferencia de que éste va coronado y sujeta la clava con
la mano izquierda que cuelga hacia el suelo. Encontramos un paralelo de este esquema
compositivo en una figurita de Augst de 11,9 cm de altura (Kaufmann-Heinimann, 1977:
164-165, Taf. 185-186). De Viena es una figura de 33 cm que presenta diferencias únicamente en el tocado y la barba (Gschwantler, 1986: 127-128, Abb. 253). Un gran bronce del Museo de Boston, de 1,01 m, corresponde también a este tipo, aunque no lleva
clava (Comstock-Vermeule, 1971: 100-101, núm. 106). Reinach (1908, II, 1: 218, núm.
2-3) cita dos ejemplares de Vienne y Nápoles. De Ceuta es un pequeño ejemplar de 7,2
cm y carácter más tosco, desnudo, que sostiene la clava con la mano derecha (BoubePiccot, 1969: 322, Pl. 248, 2; Rodríguez Oliva, 1988: 908-909).
En la península Ibérica, Oria (1996: 212-220, B.1-B.14, lám. XV-XVIII) ha reunido
un total de 14 figuras en las que hay algunas desaparecidas y otras de procedencia desconocida. Del País Valenciano tan sólo incluye una de Sagunt de cronología tardorrepublicana de la que más adelante hablaremos. Ninguna de estas figuras es del mismo tipo
exacto que la de Buñol, aunque hay tres que presentan alguno de los rasgos de ésta: una
figura encontrada en Sancti Petri (Cádiz) y no conservada representa al héroe adulto con
la leontés en la misma posición, pero con la clava descansando en el suelo y sujeta con
la mano derecha (Rodríguez Oliva, 1988: 912-913); otra figura de Pinos Puente
(Granada) conservada en el MAN, de 11,4 cm de altura, que representa al héroe adulto y
barbado, con la leontés en el brazo izquierdo y la clava sobre el hombro, y el brazo derecho avanzado con un gran escifo que necesita un soporte hasta el hombro; la escasa calidad técnica y estilística hacen dudar de su autenticidad; finalmente, otra figurita de la
antigua colección Helguera conservada también en el MAN, de 8,5 cm de altura conser—291—
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vada, representa al héroe joven e imberbe, con la leontés en el brazo izquierdo, la clava
descansando sobre el mismo hombro y el brazo ligeramente avanzado con un objeto, tal
vez una copa. El resto presenta una iconografía variada, como es habitual en este tipo de
figuritas.
Entre los bronces romanos del periodo imperial en el País Valenciano, Hércules aparece en otras dos ocasiones: La Jana (Castelló) y Cullera (Valencia), que corresponden a
dos tipos diferentes: el primero es el único ejemplar de Hércules prómachos (Oliver,
1996) y el segundo es del tipo de Hércules libans o dexioumenos (Arasa, 2005b y 2008a)
Además de estas tres representaciones podemos recordar la existencia de otra figura más
antigua como es el Hércules dexioumenos del depósito votivo de Sagunt, de 20,2 cm de
altura y que se fecha hacia el 100 aE (Blech, 1989: 77-81, núm. 11, Abb. 25-26). De factura un tanto tosca y obra de un taller local, presenta los brazos desproporcionados, aparece imberbe, va coronado de hiedra, lleva la leontés colgando del brazo izquierdo, en
cuya mano debía sujetar la clava que falta, y alarga el derecho con la mano abierta.
Estas figuritas eran corrientes en el Alto Imperio y estaban situadas normalmente
sobre pequeños pedestales de bronce, como debió ser el caso de la de Buñol a juzgar por
la referencia a las espigas que sobresalían de sus pies. Podían ser exvotos, ofrendas a
algún santuario, objetos privados para el culto e incluso podían tener un carácter ornamental, sin que pueda establecerse siempre una clara diferencia entre las funciones cultual y decorativa. En el ámbito doméstico estas figuritas solían estar situadas en una capilla o larario donde se les rendía culto. Ubicados preferentemente en los atrios y peristilos, en ellos estaban representados los dioses oficiales de la casa. Todos ellos constituyen
documentos fundamentales para el estudio de los cultos privados (Krzyszowska, 2002).
La datación de estas piezas no resulta fácil, en parte, por el carácter seriado de su producción. De manera general su cronología se sitúa entre los siglos I y II, sin que en la
mayor parte de los casos sea posible una mayor precisión.9 En el contexto en el que fue
hallada la figura de Buñol, es sin duda la pieza de cronología más avanzada entre las
pocas conocidas, la única que con seguridad se adentra en el período imperial.
Las muestras del culto a Hércules son bastante frecuentes en el País Valenciano,
como sucede en la mayor parte de los territorios hispánicos. En el campo de la epigrafía,
las dedicatorias al héroe son las más numerosas después de las de Júpiter y Marte (Oria,
1989). Se trata del pavimento mosaico de una villa y de cuatro textos epigráficos –que
suponen las evidencias más numerosas– que han sido reunidos por Oria (1996). Además
de las figuritas anteriormente vistas, de las cuales esta autora sólo incluye la de Sagunt,
conocemos el mosaico de Llíria con la representación de los trabajos del héroe (Balil,
9. Sobre el problema de la datación de las estatuillas metálicas puede verse: Boucher, 1976: 241-260; Braemer, 1995;
Galestin, 1995; en particular, para el caso de las representaciones de Hércules: Peters, 1995; y Moitrieux, 2002: 62-64.
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1978); y las inscripciones de Valencia, conservada en el Museu de Belles Arts de esta ciudad, de la segunda mitad del siglo I dE, donde los dedicantes donan una escultura del
héroe, su pedestal, un altar y un banco, posiblemente para un templo o edículo (Corell,
1997: 60-62, núm. 5 = CIL II2/14, 5); Montaverner (Corell, 2006: 130-131, núm. 79),
posiblemente un elemento arquitectónico de un mausoleo o santuario consagrado al héroe
en el siglo II dE; Alfarb (Corell, 1997: 237-238, núm. 125 = CIL II2/14, 99), una dedicatoria a Hércules invicto del siglo I dE; y Elx (Corell, 1999: 51-52, núm. 2), una dedicatoria al héroe costeada por un sevir augustal en calidad de protector del emperador que
se fecha en el siglo I dE. Podemos añadir el fragmento escultórico de la villa de Els Alters
(L’Ènova, Valencia) correspondiente a la cabeza del héroe (Albiach y De Madaria coord.,
2006: 74).
CONCLUSIONES
Los restos encontrados en el año 1827 durante la construcción de la nueva carretera
de Valencia a Madrid parecen corresponder a un pequeño asentamiento situado en la
ladera de la Sierra de las Cabrillas, en un punto por el que el camino histórico salvaba
este importante obstáculo orográfico. Entre los restos encontrados se señala la presencia
de fragmentos de armas, monedas, una fíbula anular ibérica y un anillo de bronce, además de dos figuras de esta misma aleación que representan a un jinete ibérico –la única
conservada– y a Hércules. La cronología del conjunto puede situarse de manera aproximada entre el período ibérico final (siglos II-I aE) y al menos el siglo I dE.
El tipo de asentamiento en ladera, al que parece corresponder el de Las Cabrillas, ha
sido documentado en diversas zonas del territorio valenciano, y en parte se asocia a yacimientos ocupados en el período ibérico final o ibero-romano. Entre la segunda mitad del
siglo II y el I aE se produce una reestructuración del poblamiento que lleva a la aparición
de un nuevo modelo de explotación agrícola (Arasa, 2008b). Este cambio en el patrón de
asentamiento se caracteriza por la pérdida de importancia del factor defensivo y la ubicación en el llano y los piedemontes de una población rural diseminada de núcleos pequeños. Ello se ha podido ver en la comarca del Camp de Túria, en el territorio de Edeta
(Bonet, 1995: 529-530), en el Campo de Utiel, en el territorio de Kelin (Mata et alii, 2001:
321-322), y en las comarcas costeras de Castelló (Arasa, 2001: 34, 174, 198 y 202).
A partir de estas consideraciones sobre su emplazamiento y de la breve descripción
de los restos encontrados no es posible determinar la función concreta de este asentamiento, aunque su localización en el corredor por el que discurrirá durante siglos el camino que desde Valencia se dirige hacia la Meseta permite plantear la posibilidad de que
pudiera estar relacionado con éste, tal vez situado en su trazado. Su emplazamiento no
permite un amplio control visual, ni presenta unas especiales características defensivas,
por lo que no se le puede asignar una función de atalaya o fortín. La presencia de algu—293—
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nas armas –tal vez procedentes de la necrópolis del asentamiento– tampoco parece suficiente para asignarle una función militar, como guarnición o puesto de vigilancia, que
debería estar relacionada con un emplazamiento topográfico más idóneo. Por otra parte,
la presencia de las dos figuras de bronce del jinete y Hércules, pese a tener un evidente
carácter ritual, puede explicarse en un ambiente doméstico, de manera más clara en el
caso de Hércules. Así pues, tampoco parece haber suficientes elementos para identificar
el yacimiento con un santuario.
Entre los hallazgos recogidos en el informe son escasos aquellos que pueden fecharse, y en su mayoría se agrupan en un contexto propio del período ibérico final o iberoromano. La moneda provincial –una unidad de bronce de la ceca Saiti– se fecha en la
segunda mitad del siglo II, aunque su uso se extendió al menos hasta la centuria siguiente.
La figura del jinete por su tipo, gesto y atributos iconográficos de indumentaria puede
situarse en el período Ibérico pleno o más bien tardío. La fíbula anular tiene una cronología amplia y perdura hasta el siglo I dE. Finalmente, la figura de Hércules corresponde
a un tipo común en el período altoimperial y puede fecharse de manera amplia en los
siglos I-II. Así pues, a partir de estos escasos materiales que pueden fecharse, es posible
establecer una horquilla cronológica amplia entre la segunda mitad del siglo II aE y el II
dE.
En conclusión, el yacimiento de Las Cabrillas debió ser un pequeño asentamiento
que estuvo en actividad al menos entre la segunda mitad del siglo II aE y el II dE.
Ninguno de los elementos mencionados en el informe manuscrito en el que se dio a conocer –ni tan siquiera el único hallazgo conservado, un jinete de bronce– permite atribuirle
una función determinada más allá de la estrictamente habitacional. Sin embargo, su localización en el trazado del camino histórico que une Valencia con la Meseta sugiere la
posibilidad de que pudiese haber estado emplazado junto a una vía romana construida
con posterioridad a la fundación de la colonia de Valentia en el año 138 aE, en el marco
de una amplia reorganización de la red viaria de su territorio.
Transcripción del ms. CAIV/9/3929/7 conservado en la RAH
Sobre varios objetos de la antiguedad encontrados en las excavaciones egecutadas hasta el
dia en las Cabrillas p.a la abertura de la nueva carretera de ese nombre
Abriendose los cimientos de una alcantarilla en uno de los entrantes de las faldas de las
Cabrillas, en el sitio llamado Vuelta de los Letreros y en el desmonte que ademas se egecutó para la caja de la carretera en el mismo punto y á varias distancias en la profundidad de
unos 12 á 15 varas, se encontraron en el mes de Mayo de este año dos figuras de bronce, del
tamaño de 4 pulg. y 9 lin. la primera, y de 7 pulg. 4 lin. castellanas la segunda. Esta representa al parecer un gladiador que mira sobre la izquierda, y la posicion de sus muslos y pier-
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nas algo abiertas manifiesta que está en ademan de obrar esfuerzo. El brazo derecho lo tiene
levantado en acto de amenaza ó pegar. Faltale la parte anterior del brazo izquierdo, y en la
mano derecha q. está cerrada se conoce tenia alguna arma empuñada, que se ha roto y perdido. La otra representa muy distintamente un Hercules (que ignoro si es el Thebano ó el
Cartagines) de pie, con la piel de Leon, la cual le cubre la cabeza sirviendole de casco la
parte de la cabeza de la piel; las garras delanteras le pasan sobre los hombros á unírsele al
pecho, y lo demas cae por la espalda y vá á enrollarse con una vuelta en el brazo izquierdo
y por entre la clava que tiene en aquella mano apoyada al hombro, y luego cae acia el pie de
aquel lado, distinguiendose bien la garra de atrás y la cola. En la mano derecha tiene empuñado uno como especie de cuerno, cuya punta mira acia dentro. De las plantas de los pies
salen unas pequeñas espigas que manfiestan encajaban en dos agugeros correspondientes de
lo que le servía de pedestal, tal vez al remate de algun guion ó bandera.
Asimismo se han encontrado un anillo de cobre pequeño, en cuya parte superior se nota
un dibujo que no puede distinguirse si son letras ó alguna flor; un arete; varias monedas, y
una clava de Hercules (pequeña), del mismo metal, y varios pedazos de hierro, clavos, estoques, chuzos, lanzas, regatones y otras armas la mayor parte hechas pedazos y muy carcomidas por el tiempo; de suerte que solo dos ó tres estoques, y algunos hierros de lanzas y
picas se distinguen bien. Uno de los estoques presenta en su puño dos ó tres puntos brillantes como de hoja de plata que indican haber sido revestido ó tachonado de este metal. El
numero de monedas halladas hasta el dia és de 31, mas ó menos legibles, y entre ellas un
ochavo de Carlos II en lo mas superficial de las excavaciones.
El sitio corresponde á una especie de escalon de la caida de la regata que recoge las
aguas de parte de aquellas faldas, y por el cual pasaba el camino antiguo de las Cabrillas
desde la mas remota antiguedad, y por el mismo parage se construye ahora la nueva carretera. Este escalon formado en el seno de aquel recodo se compone de arena y tierras depositadas por las aguas que bajan por la regata ó cañada mezcladas con guijo y piedras medianas y gruesas, que se conoce han sido arrastradas de la montaña por las aguas, ó desprendidas de ella.
Las circunstancias de aquel terreno ofrecen ventajas para la defensa del camino, y és el
punto mas oportuno para cortarlo é inutilizar el paso, al mismo tiempo que los salientes de
la falda á modo de estribos ofrecen posiciones que descubren aquel punto dominado por
todos lados. De manera que és de presumir que en las operaciones militares que en estos
alrededores hayan tenido lugar antiguamente, ya en las dirigidas sobre Castilla, ó al contrario, haya sido aquel parage teatro sino de batallas á lo menos de alguno que otro combate
para defender el paso.
Es de notar que poco antes de llegar á él, y en aquella revuelta que los del pais llaman
de los Letreros, se vé en una peña bastante grande y que he procurado conservar, escavado
el nº 1163 en cifras arabigas muy bien conservadas, que es lo que el vulgo llama letreros. Si
este numero es de alguna distancia ú otra cosa que no sea alguna época, parece no es posible atinar su objeto; pero si se atiende á que el referido parage és como he dicho defensible,
que por allí pasaba el camino desde la mas remota antiguedad, y que por los años de 1165
ganó D. Alonso III de Castilla á Cuenca y la batalla de las Navas de Tolosa, és de presumir
que aquellos guarísmos señalen en el año de 1163 algun hecho de armas de las tropas castellanas que invadían la provincia de Cuenca, cuyos límites están cerca, contra los moros de
Buñol ó de Valencia; no siendo extraño de que hicieran algunas correrías por estos alrede-
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dores, ó para proveer de viveres, ó para apoyar las operaciones sobre Cuenca observando á
los moros de este Reino.
En nuestra guerra de seis años tambien se cortó el camino en aquel mismo sitio y se
embarazó con enormes peñascos derribados de la montaña con el objeto de impedir el paso
al ejercito frances del General Moncey en 1808; por lo que tambien se llama en el día aquel
parage la Cortadura.
A los ultimos de esta guerra abrieron los franceses una carretera provisional, que és la
actual, para sus comunicaciones, mas abajo de la carretera antigua y de la que actualmente
se contruye, no habiendoles sido posible habilitar aquella por el mucho gasto y tiempo que
hubieran necesitado.
Para la mayor inteligencia del asunto, acompaño una vista en bosquejo de la montaña
de las Cabrillas en que se manifiestan las ocho vueltas que tiene en su falda, las carreteras
antigua, la nueva y la actual abierta por los franceses; el pasage de la peña que contiene los
dichos numeros, y el sitio de la excavacion en que se han encontrado las figuras de bronce
y demas objetos que he indicado. Su situación con respecto á la base del Castillo de Buñol,
és al Nord-Noroeste con alguna inclinacion al Noroeste, á 3074 pasos de las Ventas de
Buñol, ó 31 minutos al paso de camino.
El Hercules y el Gladiador los presenté al Excelentísimo Sr. Capitán General D.
Francisco de Longa, asi como varias monedas, el anillo y algunos estoques y hierros de lanzas; cuyo señor los conserva en su poder. No teniendo á la vista aquellas dos figuras, no me
és posible remitir diseño de ellas. No se han hallado hasta ahora objetos de madera de ninguna clase, ni resto humano que indique haber habido allí cadaveres; y sí solamente un hueso
que parece de una canilla.
Buñol, 1º de Setiembre de 1827.
Cortines
Firma
Presentado y leido con la vista de las Cabrillas
y el diseño del arete en la Junta de 31 de Setiembre del 1827.
Firma
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Rosario CEBRIÁN FERNÁNDEZ* y Tina HERREROS HERNÁNDEZ**
LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA
(VALENCIA)
RESUMEN: En este artículo se presenta el estudio de cuatro monumentos epigráficos hallados en la excavación de la necrópolis de La Boatella (Valencia) durante el año 2007. Se trata de aras
funerarias cuyos textos mencionan a cuatro matrimonios, tres de ellos de origen servil, fechadas en
el siglo II d. C.
PALABRAS CLAVE: necrópolis de La Boatella (Valencia), inscripciones funerarias, época
romana.
ABSTRACT: The arae from the roman necropolis of la Boatella (Valencia). In this article
we present the study of four epigraphs found in the course of archaeological excavations carried out
during 2007 in the roman necropolis of la Boatella (Valencia). They are funeral arae with inscriptions reminding four couples, three of them slaves, dated from the 2nd century A. D.
KEY WORDS: Necropolis of la Boatella, funeral epigraphs, roman period.
* Parque Arqueológico de Segóbriga. 16430 Saelices (Cuenca). segobriga@jccm.es
** C/ San Lázaro, 2, pta. 6. 46017 Valencia. tina@naumaquies.com
—303—
[page-n-304]
2
I. CEBRIÁN y T. HERREROS
En la zona sur de la Valentia romana, ya extramuros, y cerca de la actual calle de San
Vicente Mártir, por donde debió discurrir la vía Augusta, se sitúa la necrópolis de La
Boatella, un área cementerial con enterramientos de inhumación que, en un primer
momento en el siglo II d. C., coexisten con los de cremación. Esta necrópolis estuvo en
uso desde el siglo II hasta el V d. C.
El hallazgo de sepulturas en La Boatella comenzó en la década de los años 40 del
siglo XX cuando las obras de construcción de la Avenida del Oeste, cerca del Mercado
Central, pusieron al descubierto numerosas inhumaciones en fosas simples con cubierta
de tegulae a doble vertiente y una en sarcófago de piedra sin decoración y tapa de doble
vertiente. La extensa necrópolis ha sido objeto de distintas intervenciones arqueológicas
a lo largo de las décadas siguientes,1 que han permitido conocer otros tipos de cubiertas
en las sepulturas: con ladrillos bipedales, con losas de piedra y, en una ocasión, con un
mosaico policromo. También se han documentado inhumaciones infantiles en el interior
de ánforas.
En 2007 se llevó a cabo la intervención arqueológica de un sector de esta necrópolis,
con una superficie total de 1.958 m2 excavados, en la que se documentaron 106 enterramientos. En líneas generales, los resultados obtenidos corroboran los datos que se conocían hasta el momento. El ritual utilizado, en todos los casos, fue el de la inhumación con
el esqueleto dispuesto decúbito supino orientados este-oeste, quedando la cabeza siempre al oeste. El 75 % de las tumbas documentadas eran individuales en las que el esqueleto se dispuso en una fosa simple excavada en el nivel natural, de las cuales el 49 % presentaba cubierta plana de tegulas y el 26 % a dos aguas, y dos con cubierta formada por
fragmentos de ánforas de diversos tamaños. Junto a éstas, también se han documentado
tres tumbas en cistas con paredes formadas por grandes losas, una con un enterramiento
individual y dos colectivas. La tipología de tumbas de este sector de la necrópolis se completa con la documentación de siete enterramientos infantiles dispuestos en ánforas.
La carencia de ajuares, junto a la falta de materiales cerámicos dificultan la datación
de estas tumbas, contando para ello únicamente con la información proporcionada por las
ánforas recuperadas (Almagro 50, Keay 24, 26 y 38) que nos sitúan entre la segunda
mitad del siglo III y mediados del V.
De esta necrópolis proceden varios monumentos epigráficos.2 Durante los trabajos de
construcción del Mercado Central entre los años 1916 y 1917 se halló un ara dedicada a
1. La historia de la investigación en la necrópolis de La Boatella puede verse en R. Albiach y R. Soriano, 1996, pp. 101-122
y R. González Villaescusa, 2001, pp. 225-230.
2. CIL II2/14, 35, grafito sobre tegula, con texto referente al pago de una partida de tejas en una alfarería. J. Corell considera que las inscripciones CIL II2/14, 53, 69 y 496 fueron halladas durante las obras de construcción del Mercado Central en
1916, según la información proporcionada por el cronista de la ciudad de Valencia, Cebrián Mezquita, que describe el
hallazgo de varios monumentos epigráficos, aunque sólo presenta el texto de CIL II2/14, 66 (cf. Corell, 1997, p. 46). Por
otro lado, en relación a la placa dedicada a Lucius Magidius Gallus (CIL II2/14, 496) que fue hallada en la necrópolis de
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Lucius Cassius Urbicus por su mujer Cassia Accepta (CIL II2/14, 53)3 y una placa tallada en caliza de Buixcarró (CIL II2/14, 66). En 1960 apareció un nuevo epígrafe en las
excavaciones de La Boatella, reaprovechado como cubierta de una sepultura de inhumación fechada en el siglo III d. C.4 También proceden de esta necrópolis una placa con la
mención a Hyacinthus (CIL II2/14, 61), una placa dedicada a Otacilia Silvana por su hijo
(CIL II2/14, 74) y otra placa en la que se lee parte de un cognomen, [—-]mempt[—-], quizás Amemptus (CIL II2/14, 42).
En la excavación arqueológica realizada en la necrópolis de La Boatella en 2007 se
han localizado cuatro nuevos monumentos epigráficos, que presentamos a continuación.
1. ARA FUNERARIA DE FONTEIA IUCUNDA (fig. 1 y 2)
El 2 de marzo de 2007 se descubrió el ara en el interior de un pozo construido con
sillares de piedra caliza, que se conserva en el Servicio de Investigación Arqueológica
Municipal (SIAM) del Ayuntamiento de Valencia (n.º de inv. 0/1554). El ara funeraria
está realizada en piedra caliza amarillenta y tiene perdida en su parte superior el pulvinus
izquierdo y parte del frontón triangular. Las dimensiones del monumento son [114] x 47,5
x 47,5 cm. La pieza presenta todas las caras alisadas y conserva huellas de bujarda, mientras que en la cara superior sólo está trabajada la mitad anterior, quedando un espacio de
24,5 cm simplemente desbastado y sin talla de los pulvini (fig. 3). El ara debió colocarse de forma exenta en el interior de un mausoleo y el espacio sin trabajar de la cara superior del ara al que hemos hecho referencia, pudo servir para alojar la urna cineraria de la
difunta.
El ara con pulvini cilíndricos y frontón triangular no presenta focus. Se talló en una
sola pieza, con zócalo y cornisa moldurados. Las molduras talladas en la base fueron
una faja (10,5 cm), un bocel (5 cm), un listel (2,2 cm), una escocia inversa (4,2 cm), un
chaflán inverso (1,1 cm), un listel (1,5 cm), un chaflán inverso (0,7 cm) y una faja (2,5
cm). En el coronamiento se talló una escocia (3 cm), un listel (2,2 cm), una cima recta
(3,5 cm), un listel (0,9 cm), un esgucio (2,2 cm), un chaflán o bisel (0,5 cm) y una faja
(2,2 cm).
La Boatella según J. Corell (ibíd., pp. 157-158), M. Clauss en CIL II2/14, p. 102, considera que la inscripción pertenece a
Saguntum a pesar de conservarse en el Museo de Bellas Artes de Valencia. En todo caso, la cronología del monumento
epigráfico fechado en el siglo I d. C. impide su adscripción al momento de utilización de la necrópolis de La Boatella.
3. J. Corell proporciona la información del hallazgo de esta inscripción, encontrada en febrero de 1917 durante las obras de
construcción del Mercado Central, según las notas manuscritas del cronista de la ciudad de Valencia, Cebrián Mezquita
(cf. Corell, 1997, p. 138).
4. CIL II2/14, 40. Se trata de una placa de carácter honorífico fechada en el siglo I d. C.
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I. CEBRIÁN y T. HERREROS
Fig. 1.- Hallazgo del ara de Fonteia Iucunda
en la necrópolis de La Boatella.
Fig. 2.- Ara de Fonteia Iucunda.
Foto F. Alcántara.
Fig. 3.- Detalle de la parte superior del monumento
de Fonteia Iucunda visto desde
la cara lateral derecha.
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Por encima de esta serie moldurada se sitúa una amplia faja sobre la que se cincelaron los motivos decorativos del ara. En el centro se talló un kantharos de doble asa, de
cuya boca sale una cinta o cordón a derecha e izquierda, que forman dos elementos en
espiral a cada lado en forma de voluta. Este motivo iconográfico, de tradición helenística, se documenta en algunos monumentos de carácter funerario, tales como aras y sarcófagos, y recuerda las ofrendas, sacrificios o libaciones realizadas en honor del difunto
(Musso, 1981: 106-108).
En el espacio interior del frontón triangular se sitúa una corona funeraria, formada
por cuentas o perlas globulares separadas por óvalos. La corona situada en el frontón de
las aras es un motivo muy difundido en el ámbito funerario y alude a la victoria sobre la
muerte y, por tanto, a la inmortalidad.5 Por debajo de la corona, los pulvini del monumento se unen por un cordón en S.
El texto epigráfico se sitúa en el interior de una cartela de 53,5 x 35 cm, rebajada por
un bisel. La altura de las letras es de 5,5 cm, salvo en la última línea con 5 cm. En 1.3
hay una I longa de 7 cm y en 1.6 la X mide también 7 cm. El interlineado es de 1 cm. La
ordinatio no está cuidada y conserva líneas guías trazadas con inclinación. Las interpunciones tienen forma de hoja de hiedra y sólo aparece una en la primera línea con mención
a los dioses Manes.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
Fonteiae
Iucundae
Fonteius
Bubalus
uxori
sanctae
La inscripción contiene la dedicación de Fonteius Bubalus a su difunta esposa,
Fonteia Iucunda. Se trata de un matrimonio de libertos, pese a no hacer constar tal circunstancia, que se deduce de su homonimia. Los Fonteii, bien conocidos en Italia y poco
corrientes en Hispania más allá del grupo de Tarragona,6 están representados en Valentia
en otra ocasión en la persona de Marcus Fonteius Antitheus (CIL II2/14, 60, de Valencia).
El cognomen latino de la mujer es corriente (Solin y Salomies, 1988: 346), mientras que
el cognomen Bubalus, de origen griego, no está atestiguado hasta el momento en
Hispania (Solin, 1982: 1045).
5. Daremberg-Saglio, I, 2, p. 1520 y ss., s. v. corona; RE, IV, 2, c. 1636 y ss. s. v. corona; De Ruggiero, II, p. 1226 y ss., s.
v. corona; F. Cumont, 1941, p. 154, 481 y ss.
6. J. M. Abascal, 1994, p. 142, con la lista de los nombres de esta familia documentados en Hispania.
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I. CEBRIÁN y T. HERREROS
La tipología del monumento, el tipo de letra y la utilización del epíteto sancta fechan
el ara en la mitad del siglo II d. C.
2. ARA FUNERARIA DE SERVENIA PAULINA (fig. 4)
El ara funeraria se halló el día 8 de enero del 2008, formando parte de la pared oriental del pozo. Se conserva en el SIAM (n.º inv. 0/1605). Está fabricada en piedra caliza
local de color gris oscuro y presenta algunas roturas en el pulvini, en el dado y en las molduras talladas en la base del monumento por el lado izquierdo de la cara frontal. Por otro
lado, parte de las molduras de la cara lateral derecha están repicadas, probablemente para
su reutilización como bloque constructivo.
El ara tiene unas dimensiones de 129 x 60 x 60 cm. El monumento fue adosado a
alguna pared, ya que la cara posterior aparece desbastada y no tiene talladas las molduras de base y coronamiento, aunque sí conserva la masa de piedra para su elaboración. La
cara frontal y laterales están alisadas, mientras que la parte superior también está desbastada. Se trata de un ara con pulvini cilíndricos, de 15 cm de diámetro, y frontón triangular, que sólo han sido tallados en relieve sobre una amplia faja, que remata el coronamiento en la cara frontal. No presenta focus.
La serie de molduras que se tallaron en el zócalo del ara son una faja (10 cm), un
bocel (4,3 cm), un listel (1,5), una cyma recta inversa (5 cm) y un filete (1,3 cm). En el
coronamiento se cinceló una faja de 14 cm en la que se tallaron las acróteras y el frontón, un filete inverso (5 cm), una cyma recta (4,5 cm), un listel (1,2 cm), una escocia (2,5
cm) y un bisel (0,5 cm).
Presenta como elemento decorativo la talla de una ascia, de 17 x 14,5 cm, en la parte
inferior del dado, en el espacio entre la última línea y el inicio de las molduras de la base
(fig. 5). Para su talla, se rebajó la piedra en forma de hornacina poco profunda y con unas
dimensiones de 18 x 20 cm. Este elemento no es extraño en las aras elaboradas por los
talleres lapidarios de Valentia, pues se atestigua en cinco ocasiones más (CIL II2/14, 50,
51, 58 y 60 de Valencia y CIL II2/14, 115 de Riba-roja de Túria).
En algunos epígrafes de la ciudad de Roma (CIL VI, 8931 y 10821 de Roma) aparece la fórmula ab ascia fecit, cuyo significado parece relacionarse con la primera operación
de trabajo en la construcción del monumento por parte del individuo mencionado en la inscripción (Manacorda, 1972: 346-352). De tal forma, que su representación en diferentes
soportes funerarios pudo aludir a la actividad profesional del difunto. Sin embargo, la aparición de las fórmulas funerarias sub ascia, ab ascia, ad asciam dedicare, entre otras, en
un buen número de inscripciones galas parece indicar un simbolismo religioso. La dedicación, bajo la ascia, en opinión de J.-J. Hatt fue un acto religioso encaminado a inaugurar el culto funerario y consagrar la inviolabilidad de la tumba, en el que se realizaba un
sacrificio y una libación, confiriendo un carácter sagrado al ritual (Hatt, 1986: 86-107).
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Fig. 4.- Ara de Servenia
Paulina. Foto F. Alcántara.
Fig. 5.- Detalle de la ascia tallada en la cara frontal del ara de Servenia Paulina.
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El texto se dispone en el dado del ara sin ningún tipo de cartela. La altura de las letras
es de 5,5 cm y el interlineado oscila entre 3 y 2,5 cm. En 1.5 hay nexo de IM, con I longa,
y AE en la palabra karissimae y en 1.6 el artesano utilizó nexo de NTI en la voz benemerenti, aunque una pequeña rotura de la piedra ha hecho perderse la letra I.
Las interpunciones del texto son triangulares con el vértice hacia abajo y de pequeño tamaño, que aparecen en la línea 3.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
Serveniae Paulinae L(ucius) Publil(ius)
Glycerus uxori karissimae
de se benemerent[i]
El texto epigráfico menciona a Lucius Publilius Glycerus como dedicante del monumento funerario a su esposa Servenia Paulina. Las familias Publilia y Servenia están
documentadas en Hispania pero están ausentes en el registro epigráfico del área valenciana (Abascal, 1994: 207 y 220); si el primero de los nomina es corriente, los Servenii
sólo están documentados hasta el presente en una inscripción de Alconera (Badajoz).7 El
cognomen latino Paulina está ampliamente documentado (Solin y Salomies, 1988: 244),
mientras Glycera, el femenino del cognomen de origen griego, aparece en una inscripción de Mérida.8
La tipología del soporte, el calificativo de la difunta y la fórmula funeraria benemerenti sugieren datar la inscripción a finales del siglo II d. C.
3. ARA FUNERARIA DE PUBLICIA ATTICE (fig. 6)
El día 7 de marzo de 2007 se descubrió el monumento epigráfico en el interior del
pozo. Se custodia en el SIAM (n.º inv. 0/1555). Se trata de un ara con frontón triangular
en forma de fastigium o techo a doble vertiente y acroteras en cada uno de los ángulos de
la cara superior, que presentan pequeñas roturas (fig. 7). La pieza está realizada en caliza de Buixcarró en su tonalidad beige, procedente de las canteras situadas en el territorio
de la antigua Saetabis. El soporte está cuidadosamente elaborado con la parte frontal y
7. CIL II, 1010 + EE 8, p. 385; AE 1991, 1014 y las correcciones de HEp 4, 137.
8. CIL II 5272 de Mérida (Badajoz). Sobre el cognomen griego Glycerus, véase Solin, 1982, 872.
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Fig. 6.- Ara de Publicia Attice. Foto F. Alcántara.
Fig. 7.- Detalle de la cara superior del coronamiento del ara de Publicia Attice.
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I. CEBRIÁN y T. HERREROS
caras laterales pulidas y bien alisadas la cara posterior y la superior, lo que indica que
estuvo exento. Las dimensiones originales son 106 x 47,5 x 47,5 cm.
Las molduras que se tallaron en el zócalo del ara fueron una faja (10,5 cm), un chaflán inverso (0,5 cm), un bocel (4,5 cm), un listel (1 cm), un chaflán inverso (0,5 cm) y
una cyma recta (9 cm). En el coronamiento se cinceló una faja (3,7 cm), una cyma recta
(7,5 cm), un listel (1,5 cm), una escocia inversa (3,2 cm) y un chaflán (0,5 cm).
Tipológicamente, el monumento epigráfico de Publicia Attice es idéntico al ara de
Publius Marcius Verecundus (CIL II2/14, 69) hallado en Valencia.
El campo epigráfico ocupa 53 x 39 cm en la parte superior del dado y el texto no está
enmarcado en una cartela. La altura de las letras es de 3,5 cm en todos los renglones,
salvo en la primera línea con 4 cm. El interlineado es de 2,5 cm. En 1.5 hay nexo de NT
en el nombre Corinthus. Las interpunciones del texto, algunas de gran tamaño (4,9 cm y
4,5 cm) tienen forma de arco invertido con dos volutas en cada uno de sus extremos, que
aparecen en las líneas 1, 4, 6 y 7. En la primera línea, se utiliza también la hedera.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
Publiciae
Attices
Publicius
Corinthus
uxori
sanctae
Los cognomina griegos de la difunta y dedicante y el nomen Publicius delatan que se
trata de un matrimonio de libertos públicos y miembros de la familia pública de Valentia.
El cognomen griego Attice se documenta en una inscripción de Mérida,9 mientras que el
cognomen Corinthus está más difundido en Hispania.10
Las características del soporte y la estructura del texto fechan el epígrafe en la segunda mitad del siglo II d. C.
4. ARA FUNERARIA DE IULIUS STOLICUS (fig. 8)
La pieza se halló el día 10 de enero del 2008, reutilizada en la parte inferior de la
pared oriental del pozo. Se conserva en el SIAM (n.º inv. 0/1600). El ara funeraria, de
9. Sobre el cognomen Attice, véase H. Solin, 1982, 570. Sobre su presencia en Hispania, J. M. Abascal, 1994, p. 290.
10. Sobre el cognomen griego Corinthus, véase H. Solin, 1982, 579. Su difusión en Hispania, en J. M. Abascal, 1994, p. 335
con seis registros.
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Fig. 8.- Ara funeraria de Iulius Stolicus. Foto F. Alcántara.
cabecera semicircular y pulvini de pequeño tamaño, está realizada en piedra caliza local
de color gris oscuro. Presenta una rotura en la parte izquierda que afecta a las molduras
de zócalo y coronamiento y algunas letras del texto y a la cartela. Sus dimensiones son
60 x 40 x 26,3 cm. Las molduras del zócalo y del coronamiento sólo aparecen talladas en
la cara frontal y en las laterales. Todas las caras del monumento presentan la superficie
alisada.
En el zócalo se talló una faja (5 cm), un chaflán inverso (0,5 cm), una cyma recta (6,5
cm) y un chaflán inverso (0,5 cm). En el coronamiento se cinceló un listel (1 cm) y un
bocel (4 cm).
El texto se dispone en el interior de una cartela de 23,5 x 30 cm, aunque sólo con—313—
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I. CEBRIÁN y T. HERREROS
serva 23 cm de anchura y está enmarcado por un pequeño listel. La ordinatio está cuidada, con paginación centrada. La altura de las letras es de 5,2 cm en la primera línea, 4,2
cm en segunda y tercera y 3 cm en la última. La interlineación se sitúa en 1,5 cm en 1-2
y 2-3 y en 0,5 cm en 3-4. Las interpunciones son triangulares apuntando hacia abajo y
hacia la derecha.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
[I]ul(io) Stolico
[Gl]yce marito
b(ene) m(erenti)
El gentilicio Iulius es el más extendido en Hispania y fue adoptado por un buen
número de libertos. La ausencia del nomen en la dedicante del ara parece indicar que se
trata también de una liberta de la familia de los Iulii y que su nombre sea Iulia Glyce. El
cognomen Stolicus, de origen griego, no está documentado en Hispania y no lo recoge
H. Solin, aunque debe ser una forma derivada de Stolus,11 mientras que Glyce aparece en
otra inscripción perdida de Valentia.12 Hay que apuntar la posibilidad de que el cognomen
de la dedicante pueda restituirse en [Th]yce o [T]yce, con lo que podría tratarse de la
misma persona mencionada en una placa funeraria hallada en Valencia (CIL II2/14, 64),
en cuyo texto se indica la dedicación de Iulia Amica a su difunta liberta, Iulia Tyche.
La inscripción se fecha en el siglo II d. C., atendiendo al tipo de monumento y a la
paleografía.
VALORACIÓN
Cronológicamente, las inscripciones de La Boatella se encuadran entre el siglo II y
la primera mitad del III d. C. y marcan un horizonte unitario en cuanto al estatus social
de difuntos y dedicantes, principalmente individuos de condición social servil. Los textos epigráficos de las aras mencionan a matrimonios de libertos de las familias Cassii,
Fonteii, Iulii y de la propia familia pública de Valentia.
Los soportes utilizados en los monumentos epigráficos hallados en la necrópolis de
La Boatella son aras monolíticas con zócalo y coronamiento moldurados, sobre todo de
gran formato, y placas (fig. 9). Los primeros, dispuestos directamente sobre el suelo o
11. Sobre el cognomen griego Stolus, véase H. Solin, 1982, p. 1254.
12. CIL II2/14, 55 de Valencia. El cognomen Glyce se documenta en dos inscripciones de Roma, véase H. Solin, 1982, p. 875.
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Fig. 9.- Dibujo de los soportes epigráficos de las aras halladas en La Boatella (en gris, las áreas perdidas).
Dibujo R. Cebrián.
sobre podios escalonados, no dejan de ser monumentos funerarios en sí mismos.13 Las
aras que presentan todas las caras trabajadas, como la de Publicia Attice pudieron situarse en la necrópolis de forma exenta, señalizando el lugar de la sepultura. El resto de las
aras no presentan la cara posterior trabajada por lo que debieron colocarse en el interior
de construcciones funerarias junto a alguna de las paredes. Esta ubicación parece confirmarse por el hallazgo de distintos elementos arquitectónicos de, al menos, dos monumentos funerarios de obra en la excavación del año 2007. Reaprovechados como elementos constructivos en el pozo se localizaron sillares, varias dóvelas, basas de columnas y una pieza de umbral, algunos de ellos tallados en caliza local de color gris azulado
13. Los monumentos funerarios en forma de ara están documentados en algunas necrópolis de Hispania. Por ejemplo, en la
necrópolis de la Plaza Vila de Madrid (Barcelona) se halló in situ el ara dedicada a Terentia Fuscula por su hija Flavia
Chrysis, fechada en el último cuarto del siglo II d. C.; véase J. Beltrán de Heredia, 2007, p. 16. También en la necrópolis
de la C/ Virgen del Carmen Doloroso en Sevilla se halló un ara in situ dedicada a D. Iunius Rusticus y decorada en la cara
frontal con una corona con ínfulas. Sobre su hallazgo, véase A. B. Ruíz Osuna, 2006, pp. 183-184.
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y otros en caliza, también de producción local, pero de color amarillento. Por otro lado,
en el interior del mismo pozo se encontró fragmentada una estatua de mármol, de tamaño menor al natural, con la representación de la diosa Fortuna que debió situarse en el
interior de un mausoleo. Además, el texto de la placa funeraria de Otacilia Silvana (CIL
II2/14, 69) parece evidenciar la existencia de un monumento funerario construido en vida
de la difunta por su hijo.14
Intentar aproximarnos a la imagen más monumental de la necrópolis de La Boatella,
con los datos con los que contamos, resulta difícil por el desmantelamiento de las estructuras funerarias a partir de época visigoda para su reutilización como elementos constructivos. Sin embargo, sí apuntamos la existencia de un taller lapidario en Valentia que
produjo, a partir del siglo II d. C., un tipo de ara monolítica y sin focus,15 al que se unen
las aras presentadas aquí.
ÍNDICE
[G]lyce o [Th]yce: 4
[I]ul(ius) Stolicus: 4
Fonteia Iucunda: 1
Fonteius Bubalus: 1
Publicia Attice: 3
Publicius Corinthus: 3
L. Publil(ius) Glycerus: 2
Servenia Paulina: 2
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14. CIL II2/14, 74 de Valencia, con texto: quae feci mihi mimoria me viva filius fecit.
15. Sobre el taller lapidario individualizado en Valentia, véase R. Cebrián, 2000, pp. 216-220.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Gianni GALLELLO*
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS
DE ÉPOCA TARDOANTIGUA HALLADOS EN LA NECRÓPOLIS
DE LA BOATELLA EN VALENCIA
(CAMPAÑA 2006-2007)
RESUMEN: Este articulo tiene como objetivo la presentación de los principales resultados
del estudio de paleodieta efectuado a partir del análisis de elementos traza sobre restos óseos de 33
individuos de época tardoantigua, hallados en la necrópolis de La Boatella (Valencia) en el transcurso de la campaña de 2006-2007. El método utilizado es la espectrofotometría de absorción atómica (AAS). Esta investigación tiene en cuenta los factores diagenéticos, interviniendo con una
metodología de control para una mejor lectura de los resultados. Los datos obtenidos ponen en evidencia los valores elevados de los elementos traza indicadores de una dieta de base vegetal y los
valores inferiores reveladores de una dieta cárnica. Estos resultados se ponen en relación con las
fuentes arqueológicas, escritas y análisis arqueométricos referidos a la producción y comercio de
alimentos, así como con informaciones acerca de la dieta, en época tardoantigua en Valencia y su
entorno.
PALABRAS CLAVE: paleodieta, elementos traza, diagénesis, Valencia/Boatella.
ABSTRACT: Aspects of palaeodiet on skeletal remains belong to the Late Roman Period
found at the necropolis of Boatella in Valencia (archaeological excavations 2006-2007). The
* Master en Patrimonio Cultural por la Universitat de València. Curso 2007-2008. E-mail: gianga@alumni.uv.es
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G. GALLELLO
objective of this work is the studies of palaeodiet through trace elements analysis in skeletal remains
of 33 individuals belong to the Late Roman Period, found at the necropolis of Boatella (Valencia)
during the campaign of excavations (2006-2007). The method used to analyze the bone samples is
the atomic absorption spectrometry (AAS). This research takes into account diagenetic factors
applying a method of control for a better reading of the results. The data obtained show higher values of trace elements indicators of a vegetable diet and the lower values of trace elements indicators of a meat diet. These results are in line with the archaeological and written sources and archaeometric analysis where were found traces of productive and commercial activities, as well as general information about diet during the Late Roman Period in Valencia and its territory.
KEY WORDS: palaeodiet, trace elements, diagenesis, Valencia/Boatella.
INTRODUCCION1
En los últimos tiempos, los estudios sobre paleodieta están cobrando una importancia creciente en el ámbito de la investigación arqueológica por permitir una aproximación
a los hábitos alimenticios de poblaciones antiguas, que estaban determinados por un sistema relacionado con la disposición, obtención y distribución de los recursos naturales
que se consideran apropiados como alimentos y que en conjunto forman la dieta
(Nolasco, 1994). Este sistema incluye el medio ambiente, la organización social y política, y los patrones culturales e ideológicos que condicionan las creencias, preferencias,
restricciones y uso de los alimentos (Palacio y Román, 1994). La reconstrucción de los
patrones de alimentación de poblaciones antiguas en distintas épocas y lugares aporta elementos para analizar el poder adquisitivo de recursos y su estrecha vinculación con la
estratificación social; también constituye un apoyo para entender el desarrollo agrícola,
el grado de tecnificación, las redes de intercambio comercial y la dinámica poblacional.
La dieta de sociedades pretéritas proporciona además datos para la evaluación de las condiciones individuales y colectivas de nutrición y salud, tema central en los estudios
bioantropológicos y arqueológicos.
A partir de los años sesenta se empezaron a publicar los trabajos de los primeros
investigadores que recurrieron a los análisis de paleodieta como una herramienta antropológica para la reconstrucción de la alimentación de las antiguas civilizaciones (Comar,
Russell y Wasserman, 1957). Hacia finales de los años setenta surgió una corriente teórico-metodológica que ponía énfasis en la necesidad de profundizar en el conocimiento del
1. Este artículo es consecuencia de mi Trabajo Fin de Máster de Patrimonio Cultural de la Universitat de València, edición
2007-2008, titulado “Aspectos de paleodieta en Valencia”. Obtuvo la calificación de Sobresaliente.
—320—
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
3
proceso diagenético, considerado como un fenómeno de consolidación y tal vez de transformación parcial que acarrea una compactación, cementación y puede que una recristalización parcial de los sedimentos presentes en el hueso enterrado, causando así una alteración o contaminación de los resultados en las muestras analizadas (Lambert, 1985). En
la década de los ochenta y principio de los noventa surgió la polémica en torno a la validez de los resultados derivados de las experimentaciones pioneras, dando pie a que se
diera un fuerte impulso a una línea de investigación para el control del proceso diagenético, que permitiera hacer interpretaciones objetivas relacionadas con patrones alimenticios (Sillen, 1989).
En consonancia con esta línea (Gallello, 2008), planteamos el estudio del comportamiento diagenético para una correcta interpretación de la dieta, a través de los análisis
realizados mediante espectrometría de absorción atómica (AAS) de 33 muestras de los
individuos hallados durante la última campaña de excavaciones (2006-2007) en la necrópolis tardorromana de la Boatella en Valencia2 (Soriano, 1996), emplazada al sur de la
ciudad antigua (Ribera,1996). Este cementerio tendría su origen a inicios del siglo II d.C.
y continúa ejerciendo su función, al menos, hasta finales del siglo V - inicios del siglo VI
d.C., con una notable variedad tipológica de tumbas, cuyo rito funerario mayoritario es
la inhumación, siendo habituales los enterramientos en fosa con cubierta de tegulae. Es
el sitio donde las intervenciones arqueológicas han recuperado un mayor número de individuos enterrados en comparación con otras necrópolis valencianas de época romana.
Como ya se ha indicado, el método de análisis utilizado para la realización de este
trabajo ha sido la espectrometría de absorción atómica (AAS). Se trata de una técnica de
investigación muy utilizada en paleodieta, ya que permite analizar un sólo elemento a la
vez, tiene una alta sensibilidad para muchos elementos químicos, además es de fácil uso
y sus costes son limitados. En esta investigación han sido analizados cincos elementos:
Calcio (Ca), Estroncio (Sr), Magnesio (Mg), Zinc (Zn) y Cobre (Cu). Las medidas tomadas para el control del proceso diagenético han tenido en cuenta, en primer lugar, la elección de una población humana numerosa (Subirà et al., 1991). La ventaja de esta aplicación es que nos puede indicar, analizando los valores de los elementos, la ausencia de un
proceso diagenético diferencial en dicha población.
Otro procedimiento de control ha consistido en la recogida de muestras de tierra presente en los huesos de los individuos, así como en puntos alejados de las tumbas.
Sucesivamente los resultados de los individuos han sido puestos en relación con los resultados de las muestras de tierra recogidas para poder así averiguar el grado de contaminación post mortem de los huesos.
2. Agradezco a la Directora Tina Herreros por la facilitación de los restos de su excavación.
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4
G. GALLELLO
Una ulterior medida de control ha sido la toma de dos muestras por individuo, con el
fin de analizarlas en laboratorios diferentes y así comparar el grado de identidad de sus
resultados, lo que será objeto de una próxima publicación.
Aunque no forma parte de la metodología de control diagenético, no hay que olvidar
la aportación importante que supone la recogida de información bibliográfica, consulta
de fuentes escritas antiguas, así como análisis osteológicos y arqueométricos.
La posibilidad de actuar de manera sistemática en el control de la diagénesis contribuye a poner en relación más datos y así profundizar sobre las causas y el comportamiento de la contaminación de los restos óseos, aumentando la fiabilidad de los resultados.
Sobre estas premisas, presentamos en este trabajo una propuesta metodológica basada en cinco puntos que, en el mejor de los casos, si se aplicaran todos, darían un elevado
porcentaje de control de los procesos diagenéticos. Conviene aclarar que en el presente
trabajo no se ha podido realizar la aplicación de todos los puntos que contempla la propuesta metodológica.
METODOLOGÍA
La espectrometría de absorción atómica (AAS) es una forma de espectrometría luminosa u óptica, porque se utilizan espectros para identificar y cuantificar elementos específicos. Estos espectros, compuestos por longitud de onda por cada elemento específico,
están emitidos por substancias gaseosas, cuya lectura determina su intensidad.
Normalmente los electrones giran alrededor de un núcleo, sin absorber o emitir radiaciones. Pero los elementos estimulados son desplazados del núcleo y al volver a sus posiciones originales liberan energía y generan espectros característicos de cada elemento
químico. Los electrones están excitados por el calor de una llama o por medio de instrumentos como puede ser un horno de grafito. A partir de la longitud de onda se identifica
y se cuantifica cada elemento específico. Todo se basa en la ley de Kirchoff: “la materia
absorbe luz a la misma longitud de la onda que se emite”.
Los pasos a través de los cuales se llega a la lectura de los elementos traza son comunes para todos los métodos de investigación de paleodieta (Gallello, 2003):
- Muestreo (extracción) de las muestras
- Limpieza
- Combustión y pulverización
- Digestión
- Disolución
- Lectura
—322—
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
5
Por lo que se refiere al muestreo, se extrae una muestra de hueso cortical que resulta más adecuado que el hueso esponjoso. Para esta investigación se han extraído fragmentos de los fémures de los 33 individuos, más precisamente, de la parte lateral de este
hueso, 2,5 cm más abajo del trocánter menor, evitando los puntos osteométricos. Las
muestras extraídas de este punto del fémur han demostrado, en general, que los valores
analíticos son más fiables y en menor medida sujetos a contaminación, mientras el hueso
esponjoso, como por ejemplo las costillas, presenta un elevado grado de contaminación
post mortem (diagénesis), por lo que los resultados no resultan satisfactorios desde el
punto de vista paleodietético.
Para una individualización más correcta de los elementos traza es preferible el
empleo de técnicas “destructivas”. En nuestro caso la extracción de la muestra se ha
hecho con un instrumento de corte eléctrico con lama extraíble, de manera que, cada vez
que se trabajaba con un individuo, las lamas se limpiaban sumergiéndolas en acetona,
mientras que el plano de extracción también se pasaba con un papel impregnado de acetona para evitar que el polvillo dejado por un corte se mezclara con la extracción sucesiva. Otras opciones para la fase de muestreo pasarían por efectuar la extracción con puntas de diamante siempre en puntos no osteométricos.
Una vez concluida esta operación, las muestras de hueso junto a muestras de tierra,
tanto de la tierra presente en el hueso como de puntos distantes de las tumbas con objeto
de verificar el grado de contaminación post mortem de los huesos que podría afectar al
grado de fiabilidad de los resultados, han sido depositadas cuidadosamente en cajitas de
plástico esterilizadas y con sus correspondientes fichas enviadas al laboratorio del
Dipartimento di Scienze Biologiche della Università degli Studi di Pisa.
Ya en laboratorio se efectúa una limpieza en superficie de las muestras de hueso por
medio de un bisturí y, a continuación, el fragmento se lava con agua desionizada y se
pone en una balsa ultrasonido. Para remover el agua intersticial en el interior del fragmento de hueso, se procede a su desecación en una estufa a 100 ºC durante unas doce
horas y después se incinera en mufla a 500/600 ºC, durante unas cuatros horas para eliminar cualquier traza de substancia orgánica. La muestra se machaca sucesivamente con
un mortero apropiado y las cenizas se pesan y se disuelven a través de la digestión con
ácidos. El primer ataque con ácidos se efectúa con ácido nítrico a 120/150 ºC durante
unos 15 minutos y una vez enfriada, la solución, se añaden 5 ml de ácido clorhídrico y se
escalda nuevamente durante el mismo tiempo a 60/80 ºC. La solución se lleva a volumen
con agua desionizada.
Cada elemento, para ser diluido, necesita diferentes métodos; por ejemplo el calcio,
siendo un elemento mayoritario, tiene que diluirse más que otros. La lectura de los elementos traza es una operación compleja que contempla medidas particulares para cada
uno de ellos.
Los marcadores óseos comúnmente más utilizados para indicar una dieta a base de
vegetales y cereales son el estroncio, el bario y el magnesio en cuanto tienden a presen—323—
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6
G. GALLELLO
tarse en cantidades más elevadas en los huesos de los herbívoros, mientras que se presentan en cantidades limitadas en los carnívoros. Al contrario, zinc y cobre son valiosos
marcadores de una dieta a base de carne. En un omnívoro como es el hombre, la tasa ósea
de estos elementos viene dada por sus concentraciones medias, que son menores con respecto a la fauna, herbívora o carnívora, que ha vivido en el mismo ambiente. Para que
el resultado sea más esperado, cada uno de los elementos analizados ha sido relacionado
con el calcio. Después de haber decidido el elemento a analizar y haberlo leído por medio
de espectrofotometría de absorción atómica (AAS), se procede a la elaboración de los
datos. Otro paso a efectuar, pero que en esta investigación no ha podido aplicarse debido
a la falta de restos óseos animales en la excavación, consiste en la “corrección con el
yacimiento”, es decir la relación de los valores de estroncio/Ca del hombre con los de
estroncio/Ca de los animales herbívoros encontrados en la misma excavación.
La relación (Sr/Ca) hombre-animal herbívoro debe ser menor de 1, ya que cuanto
más se aproxime a la unidad, será mayor la posibilidad de que la dieta de los individuos
analizados fuese de tipo vegetal o basada en un consumo de vegetales y/o cereales.
Además, esto nos permite comparar nuestra muestra con otros grupos humanos sincrónicos, diacrónicos y estereotípicos.
El estudio de los elementos trazas presenta problemas teóricos y dificultades en el
momento de interpretar los resultados. El problema más importante lo representan las
contaminaciones diagenéticas. La diagénesis es un fenómeno de consolidación y tal vez
de transformación parcial que acarrea una compactación, cementación y puede que una
recristalización parcial de los sedimentos presentes en el hueso enterrado. Los procesos
diagenéticos, se activan mediante varios fenómenos de cementación, regeneración cristalina, desmineralización y sustitución de minerales presentes, favorecidos por la presión
de cargas de los mismos sedimentos, por variación del grado de humedad y temperatura,
por algunas características conexas con la composición originaria de los sedimentos y por
la presencia de agua.
La modificación de la estructura física del hueso obedece a los cambios químicos que
suceden, sea en los componentes orgánicos del hueso, sea en los inorgánicos. Las alteraciones químicas son muy comunes y no es posible visualizarlas por completo. El comportamiento diagenético de cada elemento es único y depende del hueso y de las características del suelo, por lo que aún no existe una regla general aplicable a todos los yacimientos.
Propuesta metodológica de control de la diagénesis
Como ya se ha indicado, la propuesta para el control de la diagénesis contemplaría
cinco puntos:
—324—
[page-n-325]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
7
1. Asociación de los análisis de los huesos humanos con los de los animales, cuya
dieta sea bien conocida, hallados en los mismos estratos del yacimiento. Si las concentraciones de un elemento traza de los herbívoros difiere mucho de los carnívoros y no
existe una superposición entre los dos grupos, significa que es muy probable que los restos humanos, en las mismas condiciones de enterramiento, tampoco hayan asumido una
contaminación del terreno.
2. Tener en cuenta las variabilidades y susceptibilidades de los elementos traza distribuidos entre los diferentes sectores esqueléticos de un mismo individuo (intra-individual), causados en vida por factores metabólicos, pero que en periodo post mortem son
consecuencia de los factores diagenéticos.
3. Elección, para este tipo de investigaciones, de poblaciones numerosas humanas y
animales, para poder analizar el mayor número de muestras posibles. La ventaja de esta
aplicación es una buena representación de la población que nos puede indicar que no
existe un proceso diagenético diferencial, en dicha población, que pueda alterar de algún
modo los resultados obtenidos.
4. Recogida de muestras de tierra en el área arqueológica, tanto la presente en los
huesos como en puntos distantes de las tumbas y a ser posible una o más muestras de tierra por individuo. Los resultados de los individuos se ponen en relación con los de las
muestras de tierra recogidas para averiguar el grado de contaminación post mortem de los
huesos.
5. División de una muestra en dos o más “sub-muestras” distintas de cada individuo
de una población y analizarlas aplicando dos o más metodologías similares de análisis y/o
un estudio paralelo entre dos o más laboratorios.
Como ya se ha comentado más arriba, conviene precisar que en el grupo humano
analizado en esta investigación no se ha podido realizar la aplicación de la totalidad de
los cinco puntos que contempla la propuesta metodológica. Se han realizado parcialmente los puntos 3 y 4 y por completo sólo el punto 5. No obstante, el objetivo de cara a
investigaciones futuras es la aplicación completa de todos los puntos.
RESULTADOS OBTENIDOS
Una vez preparadas las muestras, se ha procedido a la lectura con el espectrofotómetro y han proporcionado en concentración los datos establecidos en la tabla 2. Para que
las concentraciones pudieran ser comparadas con los estándares han sido transformadas
—325—
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8
G. GALLELLO
Tabla 1.- Individuos analizados y muestras de tierra: Unidades estratigráficas (UE); tumba (T);
SEXO: femenino (F), masculino (M), niño (N), no identificado (?); EDAD, edad de los individuos;
TIERRA, tierra en contacto con el hueso; TIERRA LEJANA, tierra lejana del hueso.
UE
TUMBA
SEXO
EDAD
1818
1454
1986
4480
1809
1450
9300
9313
3892
1426
4627
1432
10139
1843
1444
1812
T 37
T 7
T 82
T 52
T 34
T 14
T 69
T 71
T 17
T 3
T 87
T 12
T 58
T 54
T 13
T 35
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
35-40
?
20-25
?
?
25-30
35-40
30-35
?
30-35
35-40
?
30-40
30-40
45-50
30-40
7371
4373
10137
9312
10136
4464
3903
1423
1417
1429
3908
4363
T 76
T 46
T 57
T 71
T 66
T 72
T 18
T 2
T 1
T 6
T 19
T 50
M
M
M
M
M
M
M
M
M
M
M
M
35-40
30-40
?
25-35
25-35
?
30-35
40-45
35-40
30-40
30-35
45-50
—326—
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
9
Tabla 1. (cont.)
UE
TUMBA
SEXO
EDAD
10141
9294
1473
T 60
T 68
T 20
?
?
?
Adulto
Adulto
Adulto
3916
1821
T 21
T 38
N
N
5-10
0-5
TIERRA
1821
4464
3916
10139
3906
1818
10137
3892
1426
9300
4373
T 38
T 72
T 21
T 58
T 19
T 37
T 57
T 17
T3
T 69
T 46
TIERRA LEJANA
UE 3696
C/ Escolano
Solar 3000 Preestéril
—327—
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10
G. GALLELLO
Tabla 2.- Valores absolutos de las muestras analizadas con media y desviación estándar.
UE
MUJERES
1818 T 37
1454 T 7
1986 T 82
4480 T 52
1809 T 34
1450 T 14
9300 T 69
9313 T 71
3892 T 17
1426 T 3
4627 T 87
1432 T 12
10139 T 58
1843 T 54
1444 T 13
1812 T 35
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
HOMBRES
7371 T 76
4373 T 46
10137 T 57
9312 T 71
10136 T 66
4464 T 72
3903 T 18
1423 T 2
1417 T 1
1429 T 6
3908 T 19
4363 T 50
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Ca mg/g
Sr ppm
Mg ppm
Zn ppm
Cu ppm
278
286
274
275
273
307
284
277
290
263
266
246
262
296
255
294
276,625
16,049
616
908
972
942
800
778
972
766
1018
774
734
804
720
774
636
684
806,125
122,716
1100
1200
1080
1200
1200
1040
1320
1320
1200
1160
1320
1180
1460
1240
1080
1340
1215
113,959
185
178
211
198
198
165
150
211
100
267
178
150
96
146
224
176
177,062
36,524
30
25
30
44
32
35
32
26
31
24
26
32
27
34
24
40
30,75
5,650
282
284
299
264
263
279
298
261
294
262
290
270
278,833
14,509
886
826
920
440
788
646
630
798
1024
782
640
632
751
159,643
1300
1320
1180
1220
1180
1220
1140
1100
1080
1220
1460
860
1181,667
146,597
174
146
135
122
80
168
240
159
94
115
189
120
145,166
44,218
23
31
25
20
25
27
23
28
24
20
31
35
26
4,592
—328—
[page-n-329]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
11
Tabla 2. (cont.)
UE
ADULTOS
10141 T 60
9294 T 68
1473 T 20
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
NIÑOS
3916 T 21
1821 T 38
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
MEDIA TOTAL INDIVIDUOS
DESV. EST. TOTAL INDIVIDUOS
TIERRA
1821 T 38
4464 T 72
3916 T 21
10139 T 58
3906 T 19
1818 T 37
10137 T 57
3892 T 17
1426 T 3
9300 T 69
4373 T 46
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
TIERRA LEJANA
UE 3696
C/ Escolano
Solar 3000 Preestéril
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Ca mg/g
Sr ppm
Mg ppm
Zn ppm
Cu ppm
259
299
285
281
20,297
940
470
874
761,333
254,451
1360
1160
1320
1280
105,830
185
152
232
189,666
40,203
38
22
29
29,666
8,020
288
247
267,5
28,991
277,272
15,922
880
662
771
154,149
779,878
145,957
1100
1340
1220
169,705
1209,090
125,293
187
211
199
16,970
167,939
41,244
35
40
37,5
3,535
29,333
5,998
141
113
54
100
82
109
130
62
122
153
102
106,181
30,970
290
486
346
520
384
480
352
228
416
518
272
390,181
102,401
3840
4220
3600
3440
3600
3660
3520
4180
3840
3660
3560
3738,181
258,217
25
11
43
26
—
62
—
13
38
41
1
28,888
19,035
39
26
20
36
36
38
48
40
36
32
26
34,272
7,824
157
130
130
139
15,588
412
416
266
331,333
85,471
3520
3680
3640
3613,333
83,266
27
7
14
16
10,148
32
28
24
28
4
—329—
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12
G. GALLELLO
Gráfico 1.- Medias de los valores absolutos de los elementos (Ca, Sr, Mg, Zn, Cu) pertenecientes a los individuos (IND.),
a la tierra cercana al hueso (TIERRA) y a la tierra lejana del hueso (TIERRA L.) puestos en relación entre ellos.
Gráfico 2.- Relación desviación estándsar (dev) y media E/Ca en individuos.
Gráfico 3.- Relación desviación estándar (dev) y media E/Ca en tierra cercana al hueso.
—330—
[page-n-331]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
13
en la unidad de medida ppm (partes por millón) que corresponden a μg/g. El cálculo
matemático para la transformación de las concentraciones en ppm varía dependiendo de
cada elemento, ya que la dilución de éstos, tratada precedentemente, no ha sido la misma
para cada uno de ellos. La tabla 2 muestra los valores absolutos obtenidos en las muestras analizadas, elaborados en mg/g, como el calcio y ppm como el estroncio, el magnesio, el zinc, el cobre; además se pueden observar las medias y su desviación estándar. En
la tabla 1 se muestran los individuos analizados subdivididos por unidad estratigráfica,
tumba, sexo y edad, y las muestras de tierra identificadas por unidad estratigráfica.
En el gráfico 1 se ofrece la media de los valores absolutos de cada elemento, pertenecientes a los individuos, a la tierra cercana al hueso y a la tierra lejana del hueso.
Puestos en relación entre ellos, se evidencia cómo la media de los valores absolutos del
estroncio (Sr ppm), del magnesio (Mg ppm), del zinc (Zn ppm) y del cobre (Cu ppm),
pertenecientes a la tierra cercana al hueso, es siempre levemente superior a la media de
la tierra lejana del hueso. Esto podría ser consecuencia de una pérdida parcial de los elementos que desde el hueso se transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa probablemente de factores diagenéticos. Al contrario, en el caso del calcio (Ca mg/g) la media del
valor absoluto de la tierra cercana al hueso es ligeramente inferior de la tierra lejana. La
media de los valores absolutos del Ca mg/g, del Sr ppm y del Zn ppm pertenecientes a
los individuos son superiores a la media de las dos muestras de tierra, lo que indica una
cierta estabilidad en estos elementos (tabla 1 y 2; gráfico 1).
Cálculo de las relaciones Elemento/Calcio, medias y desviaciones estándar
Han sido calculadas las relaciones entre los elementos investigados y el calcio: la
corrección con el calcio está motivada por el hecho de que las concentraciones de un elemento dado, en un mismo individuo, están siempre en relación con éste último. Dado que
el calcio es parte integrante de la matriz ósea, su pérdida durante la permanencia en el
terreno de la sepultura comporta también una pérdida de los otros elementos, y por ello
es necesario mantener entre éstos una relación matemática constante.
La tabla 3 evidencia la distribución de las relaciones Elemento/Calcio de las diferentes muestras. Los gráficos 2, 3 y 4 ponen en relación las medias Elemento/Calcio (E/Ca)
con sus desviaciones estándar.
En el gráfico 5 se expresan las medias de los valores Elemento/Calcio (E/Ca) pertenecientes a los individuos, a la tierra cercana al hueso y a la tierra lejana del hueso.
Puestos en relación entre ellos, se evidencia cómo la media de los valores E/Ca de la tierra cercana al hueso es siempre superior a la media E/Ca de la tierra lejana del hueso. Esto
podría ser consecuencia de una pérdida parcial de los elementos que desde el hueso se
transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa probablemente de factores diagenéticos
(tabla 3; gráficos 2, 3, 4 y 5).
—331—
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14
G. GALLELLO
Tabla 3.- Relaciones Elemento/Calcio, media y desviación estándar.
Sr/Ca
MUJERES
1818 T 37
1454 T 7
1986 T 82
4480 T 52
1809 T 34
1450 T 14
9300 T 69
9313 T 71
3892 T 17
1426 T 3
4627 T 87
1432 T 12
10139 T 58
1843 T 54
1444 T 13
1812 T 35
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
HOMBRES
7371 T 76
4373 T 46
10137 T 57
9312 T 71
10136 T 66
4464 T 72
3903 T 18
1423 T 2
1417 T 1
1429 T 6
3908 T 19
4363 T 50
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Mg/Ca
Zn/ca
Cu/Ca
2,215
3,174
3,547
3,425
2,93
2,534
3,422
2,765
3,51
2,942
2,759
3,268
2,748
2,614
2,494
2,326
2,917
0,431
3,956
4,195
3,941
4,363
4,395
3,387
4,647
4,765
4,137
4,41
4,962
4,796
5,572
4,189
4,251
4,557
4,407
0,480
0,665
0,622
0,77
0,72
0,725
0,537
0,528
0,761
0,344
1,015
0,669
0,609
0,366
0,493
0,878
0,598
0,643
0,174
0,107
0,087
0,109
0,16
0,117
0,114
0,112
0,093
0,106
0,091
0,097
0,13
0,103
0,114
0,094
0,136
0,110
0,018
3,141
2,908
3,076
1,666
2,996
2,315
2,114
3,057
3,482
2,984
2,206
2,34
2,690
0,541
4,609
4,647
3,946
4,621
4,486
4,372
3,825
4,214
3,673
4,656
5,034
3,185
4,272
0,523
0,617
0,514
0,451
0,462
0,304
0,602
0,805
0,609
0,319
0,438
0,651
0,444
0,518
0,144
0,0815
0,109
0,083
0,075
0,095
0,096
0,077
0,107
0,081
0,076
0,106
0,129
0,092
0,016
—332—
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
15
Tabla 3. (cont.)
Sr/Ca
ADULTOS
10141 T 60
9294 T 68
1473 T 20
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
NIÑOS
3916 T 21
1821 T 38
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
MEDIA TOT. INDIV.
DESV. ES. TOT. IND.
TIERRA
1821 T 38
4464 T 72
3916 T 21
10139 T 58
3906 T 19
1818 T 37
10137 T 57
3892 T 17
1426 T 3
9300 T 69
4373 T 46
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
TIERRA LEJANA
UE 3696
C/ Escolano
Solar 3000 Preestéril
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Mg/Ca
Zn/ca
Cu/Ca
3,629
1,571
3,066
2,755
1,063
5,25
3,879
4,631
4,586
0,686
0,714
0,508
0,814
0,678
0,156
0,146
0,073
0,101
0,106
0,036
3,055
2,68
2,867
0,265
2,816
0,2651
3,819
5,425
4,622
1,135
4,387
0,5395
0,649
0,854
0,7515
0,144
0,607
0,1702
0,121
0,161
0,141
0,028
0,105
0,0229
2,056
4,3
6,407
5,2
4,682
4,403
2,707
3,677
3,409
3,385
2,666
3,899
1,261
27,234
37,345
66,666
34,4
43,902
44,634
27,076
67,419
31,475
23,921
34,901
39,906
14,916
0,177
0,097
0,796
0,26
0,2
0,311
0,267
0,009
0,298
0,133
0,276
0,23
0,37
0,36
0,439
0,348
0,369
0,645
0,295
0,209
0,254
0,345
0,121
2,624
3,2
2,046
2,623
0,577
22,42
28,307
28
26,242
3,313
0,171
0,053
0,107
0,110
0,059
0,203
0,215
0,184
0,200
0,015
—333—
0,568
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16
G. GALLELLO
Gráfico 4.- Relación desviación estándar (dev) y media E/Ca en tierra lejana del hueso.
Gráfico 5.- Medias de los valores Elemento/Calcio (E/Ca), Sr/Ca, Mg/Ca, Zn/Ca, Cu/Ca
pertenecientes a los individuos (IND.), a la tierra cercana al hueso (TIERRA) y a la tierra lejana del hueso
(TIERRA L.) puestos en relación entre ellos.
—334—
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
17
CONCLUSIONES
Los resultados de los análisis efectuados en el laboratorio del Dipartimento di
Scienze Biologiche de la Università degli Studi di Pisa se han podido comparar con las
fuentes escritas.
Recapitulando en función de los datos disponibles, la alimentación de los individuos
de la Boatella de época tardoantigua seria de tipo agrícola-rica, basada en un importante consumo de productos de origen vegetal y, en menor medida, por el aporte de alimentos de origen animal.
Las fuentes escritas señalan que durante la época tardoantigua se cultivaría, aparte
de la viña y el olivo, también los cereales, árboles frutales y hortalizas, de los que hay
noticias tanto por los restos que de ellos han quedado en los sedimentos (Grau, 2002)
como por las referencias de los autores clásicos. El territorio de Valentia contaría con una
gran superficie de terrenos cultivables y con una explotación intensa de los suelos de aluviones por medio de una agricultura de irrigación. Por lo tanto, los productos de la tierra
garantizarían una cierta autosuficiencia alimentaria. Por lo que se refiere a la ganadería,
a pesar de la escasez de estudios zooarqueológicos (Sanchis, 2002), las fuentes parecen
indicar que los ovicápridos constituían la especie dominante, seguida de los suidos. La
caza podría ser una fuente de alimento, mientras que peces, moluscos y crustáceos podrían también integrar parte de la dieta durante este periodo.
Los datos de las fuentes escritas concuerdan bastante con los resultados obtenidos
por los análisis de laboratorio. Los porcentajes de los valores del estroncio y del magnesio, indicadores de una dieta de base vegetal, son muy elevados respecto a los valores de
zinc y cobre, indicadores de una dieta cárnica. Todo esto confirmaría una alimentación
basada sobre todo en el consumo de alimentos de origen vegetal con un aporte menor de
productos de origen animal. Obviamente, en la reconstrucción de la dieta de los individuos de la Boatella no se tiene que excluir la posibilidad de que en el momento histórico
de vida de estas personas se podían presentar momentos de hambruna o cambios de dieta
causados por motivos bélicos, climáticos o factores individuales.
Como ya se ha explicado en el desarrollo de este trabajo, el estudio de los elementos
traza plantea problemas teóricos y dificultades en el momento de interpretar los resultados. El problema más importante viene representado por las contaminaciones diagenéticas. Las medidas tomadas para el control del proceso diagenético han sido, en primer
lugar, la elección de una población humana numerosa compuesta por 33 individuos.
Analizando los valores de los elementos, es evidente que no existe un proceso diagenético diferencial en dicha población, o sea, poniendo en relación los valores de cada elemento de los individuos se evidencia en general una cierta homogeneidad. La recogida de
muestras de tierra en el área arqueológica en puntos lejanos de las tumbas y otras muestras de tierra situadas en los huesos de los individuos, también forma parte de la metodología utilizada para el control de la diagénesis. Los resultados de los individuos han sido
—335—
[page-n-336]
18
G. GALLELLO
puestos en relación con los resultados de las muestras de tierra recogidas para poder así
averiguar el grado de contaminación post mortem de los huesos. En la lectura de estas
relaciones se ve cómo la media de los valores absolutos del estroncio (Sr ppm), del magnesio (Mg ppm), del zinc (Zn ppm) y del cobre (Cu ppm), pertenecientes a la tierra cercana al hueso, es siempre levemente superior a la media de la tierra lejana del hueso.
Esto podría ser consecuencia de una pérdida parcial de los elementos que desde el
hueso se transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa probablemente de factores diagenéticos. Al contrario, en el caso del calcio (Ca mg/g), la media del valor absoluto de la
tierra cercana al hueso es ligeramente inferior de la tierra lejana. La media de los valores
absolutos del Ca mg/g, del Sr ppm y del Zn ppm pertenecientes a los individuos son superiores a la media de las dos muestras de tierra, lo que indica una cierta estabilidad en estos
elementos. En las medias de los valores Elemento/Calcio (E/Ca), pertenecientes a los
individuos, a la tierra cercana al hueso y a la tierra lejana del hueso se evidencia cómo la
media de los valores E/Ca de la tierra cercana al hueso es siempre superior a la media
E/Ca de la tierra lejana del hueso. Esto confirmaría los datos que se observan en los valores absolutos, o sea, una posible pérdida parcial de los elementos que desde el hueso se
transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa de los procesos de contaminación diagenética.
Según estos datos, el elemento que parece ha estado menos sujeto a contaminación
es el zinc, que normalmente viene considerado un elemento estable (Francalacci, 1997),
mientras el estroncio, considerado también estable con leves variaciones, parece presentar un ligero grado de contaminación, teniendo en cuenta que para un mejor control de
este elemento no se ha podido efectuar la asociación de los análisis de los huesos humanos a los de los animales, especialmente herbívoros, cuya dieta es bien conocida, ya que
no se han hallado sus restos en los estratos del yacimiento. El magnesio y el cobre normalmente se consideran diagenéticos y esta tesis parece confirmada por los resultados,
donde se evidencia una fuerte pérdida de estos elementos en los huesos de los individuos
debidos a factores diagenéticos. En general, los resultados presentan un cierto grado de
fiabilidad tomando en consideración los dos elementos indicadores de la dieta: el estroncio (alimentos vegetales) y el zinc (alimentos animales). Todo parece confirmar el mayor
consumo de alimentos de base vegetal y un consumo menor de alimentos animales por
parte de esta población de época tardoantigua analizada.
Estas conclusiones quedan supeditadas a la realización de otros análisis con metodología diferente, lo que en futuros trabajos permitirá determinar su grado de equiparación.
Estamos convencidos que, para mejorar el conocimiento en el campo de la paleodieta, es
necesario actuar con una aplicación metodológica sistemática para el control de los procesos diagenéticos. La posibilidad de actuar de manera sistemática ayudaría a poner en
relación más datos para profundizar sobre las causas y el comportamiento de la contaminación de los restos óseos, mejorando de este modo la fiabilidad de los resultados.
—336—
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
19
AGRADECIMIENTOS
Estoy muy agradecido a todas aquellas personas y entidades que han colaborado y apoyado la
realización de este trabajo. Un especial agradecimiento a: Profesor José Luis Jiménez, mi tutor del
Máster en Patrimonio Cultural, del Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de
València; Doctor Albert Ribera Lacomba, director del SIAM del Ajuntament de València; Arqueóloga
Agustina Herreros Hernández y su equipo; Dottor Fulvio Bartoli, del Dipartimento di Scienze
Biologiche, Università degli Studi di Pisa; Professore Paolo Francalacci, del Dipartimento di Zoologia
e Antropologia Biologica, Università di Sassari; Silvia Barber Lleixa.
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20
G. GALLELLO
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—338—
[page-n-339]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Juan Antonio SENDRA IBÁÑEZ*
LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA
DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
RESUMEN: En el presente trabajo se realiza una catalogación exhaustiva de las acuñaciones
de plata de Carlos II en la ceca de Valencia entre 1681 y 1699, reinado bajo el que se introdujo por
vez primera la maquinaria en dicho taller. Se analizan los problemas derivados de la existencia de
diferentes estilos, detectándose reutilizaciones de cuños y se descarta la existencia de los llamados
novenets.
PALABRAS CLAVE: dihuité, Valencia, molinillo, plata, moneda, talla.
ABSTRACT: Silver minting in Valencia during the reign of Charles II. The present work
contains an exhaustive inventory of the Carlos II silver series minted in Valencia between 1681 and
1699. During this era, machinery for manufacturing coins was introduced for the first time in this
mint. The article analyzes problems derived from the existence of different styles, describes the
practice of reusing dies and excludes the existence of the so-called novenets.
KEY WORDS: dihuité, Valencia, rolling-mill, silver, coin.
* Associació Numismàtica i Filatèlica Xúquer. E-mail: monedesxuquer@hotmail.com
—339—
[page-n-340]
2
J.A. SENDRA IBÁÑEZ
INTRODUCCIÓN
Las acuñaciones de plata que Carlos II realizó en la ceca de Valencia suponen una
continuidad respecto a los tipos y valores emitidos por su antecesor Felipe IV. Durante
este reinado se llevaron a cabo emisiones en los tres metales, oro (escudos o mitjos
doblons), plata (dihuités) y vellón (dineros menudos, menuts o diners del ramet). Las
acuñaciones se realizaban en un taller que se encontraba emplazado durante el periodo
que nos ocupa a dos manzanas de la iglesia de Santa Catalina, en las confluencias de las
actuales calles de la Paz y Lluís Vives (Murray 2003: 49). El principal cargo era el de
Mestre de la seca, ocupado por Luís Escrivá. Junto a éste, se tiene constancia de la existencia del escribano, encargado de anotar y asentar todas las entradas y salidas de metal,
el entallador o Maestro de cuños (grabador de cuños), el Mestre de fundició, ensayador,
balanzario o pesador, guardas, pesadores de afinar, obreros y monederos (marcador o
cunyador).
Al final del reinado destaca la figura de Pedro Tomás, personaje destacado como
Lloctinent de la seca, el cual había desempeñado diferentes cargos dentro de la fábrica
como encargado del batiment del velló, y apareciendo además en distintos documentos
como arrendador de las acuñaciones de plata y vellón (Mateu y Llopis 1956; 19-27).
Fortunato Añón aparece citado como escribano entre los años 1694 y 1697. Geroni Vives
y Juan, como maestro de fundición, y Vicente Garcia, platero, como subdelegado de
maestro de fundición en el año 1693 (Mateu y Llopis 1958: 54-55).
LA TALLA
Las primeras acuñaciones de reales de plata, llamados dihuités en Valencia por su
valor de dieciocho dineros, en el reinado de Carlos II fueron realizadas en el año 1681 y
continuaban la talla de 103 piezas por marco. A partir de 1682 se produjo un aumento de
la misma, elevándose hasta las 110 piezas, debido al encarecimiento del precio de la plata
según consta en la Real Carta de 13 de mayo de 1682 (Mateu y Llopis, 1958: 47). Desde
1693 y hasta finalizar el reinado la talla se incrementó hasta las 115 piezas por marco.
Según los cálculos realizados por Crusafont (1999: 54) en las que estima un peso para el
marco de plata en Valencia de 237,988 g, es decir, prácticamente de 238 g, nos proporciona un peso teórico para el dihuité de:
Hasta 1681
1682-92
1693-99
Talla 103 piezas: 2,31 g
Talla 110 piezas: 2,16 g
Talla 115 piezas: 2,06 g
—340—
[page-n-341]
LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
3
Analizando los pesos de los ejemplares utilizados para la confección del presente trabajo, se observa que el ejemplar del año 1681 (cat. 1) se encuentra bastante por debajo
del peso teórico (2 g). Para el segundo periodo, talla 110 piezas, se han reunido 12 ejemplares (1682-1692), resultando un peso medio de 1,8 g siendo el más ligero de 1,2 g (cat.
7.1) y el más pesado de 2,23 g (cat. 2.2). Finalmente, los ejemplares analizados para el
momento comprendido entre 1693 y 1699 (5 ejemplares), proporcionan como resultado
un peso medio de 1,86 g. Se ha considerado dentro de este grupo el ejemplar híbrido (cat.
15), siendo este el más ligero de la muestra con 1,6 g, y el más pesado de 2 g (cat. 11.2).
A pesar de lo reducido de la muestra, se comprueba que la moneda de plata emitida por
Carlos II en la ceca de Valencia circulaba con una significativa merma de peso.
ACUÑACIÓN A MARTILLO (1681-1699)
Los primeros dihuités emitidos por Carlos II del año 1681 fueron realizados a martillo, sistema que continuó utilizándose hasta el final del reinado con la excepción de unas
escasas emisiones realizadas por el sistema de molinillo.
El método de acuñación a martillo consistía en la impresión en el cospel de los motivos grabados en los cuños de anverso y reverso (cuñar). Uno de los cuños, generalmente el de anverso, era fijado a un banco, y el otro cuño de reverso, era sostenido por un
operario. Se colocaba el cospel o flan entre los dos cuños, y un segundo operario golpeaba el cuño con una maza o martillo quedando estampados los motivos de estos en la
moneda (fig. 1).
Las fechas de acuñación de dihuités son bastante numerosas. Para las acuñaciones a
martillo se enumeran 17 variantes, que cubren los años 1681, 1682, 1684, 1686-1689 y
1691-1699 (Mateu y Llopis, 1958: 51; Crusafont, 2001: 22). De esta forma únicamente
los años 1683, 1685 y 1690 quedan sin constancia de la emisión de piezas. A este conjunto hay que añadir la acuñación de reales a molino en 1682 y 1683, incluyendo la fabricación de un doble real en la última de estas fechas.
Diversos autores y catálogos comerciales (Mateu y Llopis, 1929; Petit, 1981; Cayón,
2005; Calicó, 2008), refieren ejemplares fechados en 1681, 1686, 1687 y 1689 acuñados
a molino. Según la nota que el mismo Mateu y Llopis publicó del dietario de Onofre
Esquerdo (Mateu y Llopis, 1929: 143), las acuñaciones a molino en la ceca no empezaron hasta finales de 1682 (exactamente el 13 de noviembre de 1682), entrando en contradicción con el ejemplar que el mismo presenta del año 1681. Actualmente están descartadas las diferentes fechas a molino publicadas (exceptuando 1682 y 1683) por tratarse de falsificaciones más o menos recientes (Sendra, 2007). En cuanto a las de martillo,
restan por comprobar los años 1683, 1685, 1693, 1694, 1695 y 1696 de los cuales no ha
sido posible localizar ningún ejemplar, y 1697, conocido únicamente por un dibujo de
Heiss (Heiss, 1867, lám. 102 nº 5).
—341—
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Fig. 1.- Escena de acuñación. Aunque la escena corresponde a un taller alemán del siglo XVII,
las limitaciones técnicas de la época no permiten pensar en diferencias significativas respecto al trabajo
que se realizaría en la ceca de Valencia (Germanisches Nationalmuseum Nürnberg).
La documentación relativa a estos años de acuñaciones registra importantes cantidades de plata acuñada. Durante los años 1693-1699, los marcos de plata empleados en la
ceca fueron un total de 119.237, con los que se fabricaron un total de 13.711.895 piezas
según la siguiente distribución por años (Mateu y Llopis, 1958: 51, 53).
Año
Marcos
Total piezas
1693
34.352
3.950.480
1694
303
34.845
1695
57.373
6.597.895
1696
24.744
2.845.560
1697
816
93.840
1698
889
102.235
1699
760
87.400
—342—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
5
ACUÑACIONES A MOLINO (1682-1683)
Carlos II, a petición de la ciudad en el año 1682 y en un intento de frenar el descontento popular producido por el recorte de las piezas, autorizó la puesta en marcha en la
ceca de Valencia de un sistema de fabricación más moderno, el molinillo o acuñación a
rodillo, sistema con el cual únicamente se realizaron piezas de plata, dihuités y doblons
de 3 sous o dobles reales. Este sistema había sido introducido en España por Felipe II en
la ceca de Segovia en 1583, conocida desde entonces como Real Ingenio de Segovia. El
sistema de acuñación a rodillo consistía en la estampación de los motivos de la moneda
en una lámina de metal (riel) al hacerla pasar entre dos cuños-rodillos en los que estaban
grabados anverso y reverso de la moneda y que eran accionados mediante un sistema de
ruedas hidráulicas, por tracción humana o animal (fig. 2). Desconocemos cual de estos
dos sistemas de tracción se empleaba para los ingenios instalados en la casa de la ceca de
Valencia.
A pesar de la gran dificultad que suponía hacer coincidir los diseños de ambos rodillos, por este método se fabricaban piezas de gran calidad, que resultaban perfectamente
redondas y con un grabado completo de los motivos en ambas caras de la moneda. Su
Fig. 2.- Molino de sangre, es decir, impulsado por fuerza animal (Encyclopédie méthodique de Panckoucke, 1784).
—343—
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
aspecto mejoraba sustancialmente respecto a las habituales deficiencias de acabado que
ofrecían las descuidadas acuñaciones a martillo valencianas. El propósito al acuñar
mediante este sistema fue intentar poner freno a las mermas que sufrían los irregulares
cospeles de las piezas acuñadas a martillo que al entrar en circulación eran cercenadas y
limadas en su canto, ya que tras esta manipulación el valor intrínseco de las piezas disminuía (menor cantidad de plata), pero no su valor facial (seguían valiendo 18 dineros),
constituyendo un fraude que causaba elevadas pérdidas para las arcas reales.
Las labras realizadas por este sistema fueron muy escasas, muy probablemente debido a que no resultó rentable la fabricación de las piezas, y por ello en esos años no se
abandonó la acuñación por el método tradicional de martillo, siendo al menos durante el
año 1682 coincidentes ambos sistemas de acuñación. Para el montaje y puesta en funcionamiento de esta tecnología se trajo la maquinaria de Madrid y se hizo venir maestros
de Barcelona que aquí no había quien lo supiese hacer por ser cosa que no se platicaba
moneda de molinillo sino de cuño (Mateu y Llopis, 1929: 143). Existen noticias documentales de que ya a partir de 1660 ingenieros catalanes llevaron a cabo la mecanización
de los sistemas de acuñación de las cecas castellanas de Madrid, Sevilla, Toledo, Trujillo,
Córdoba, Valladolid, Burgos y La Coruña (Murray, 2008).
Para la instalación de la nueva maquinaria hubo que hacer ampliaciones en el edificio de la ceca, llegándose incluso a utilizar el patio para batir el vellón (Arxiu del Regne
València, Mestre Racional: Libro de 1681-1682, fol. 278-319). Las acuñaciones empezaron el 13 de noviembre de 1682, poniendo el virrey de su propia mano la primera plata
en el crisol para su fundición, en presencia del Maestro de la ceca, Luís Escrivá, del
maestro de fundición, Jerónimo Vivas, de Onofre Esquerdo, síndico del Secreto, del
Mestre Racional y de Pau Lor, cavesa de los artífices que vienieron de Cataluña y mui
perito hombre (Biblioteca Universitària de València, sig. 19, año 1682).
Por Real Carta al Virrey se ordena la suspensión de la fabricación a molino y que las
monedas que se habían fabricado mediante este sistema fueran refundidas para realizar
nuevos dihuités de cuño (a martillo), indicando un volumen fabricado de 165.000 libras
(Mateu y Llopis 1958: 46). En un cuaderno fechado el 15 de Julio de 1683 empiezan a
anotarse las entradas de plata de molinillo a la ceca para su refundición (Arxiu del Regne
València, Mestre Racional: C. 8595). Cabría preguntarse ¿por qué después de realizadas
estas piezas fueron fundidas para acuñar de nuevo la plata a martillo y no se dejaron en
circulación? Prueba de la escasa o nula circulación y de la efectiva retirada de estas piezas son los poquísimos ejemplares que han llegado hasta nuestros días, refutándolo también la ausencia de este tipo de ejemplares en las ocultaciones de tesoros conocidos hasta
el momento (fig. 3), como el tesoro de la calle Fos de Valencia (Tormo, 2005) o el de Sant
Doménech de Xàtiva (en estudio).
—344—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
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Fig. 3.- Tesoro de la calle Fos (Ayuntamiento de Valencia). Fot. M. Gozalbes.
EL DOBLE REAL DE 1683
Únicamente se conoce un ejemplar de doble real acuñado a molino perteneciente al
reinado de Carlos II (fig. 4). Este valor dejó de acuñarse en Valencia durante los primeros años del reinado de Felipe III. Al contrario de las emisiones de reales a molino, no se
tiene constancia documental de la realización de dobles reales, por lo que una vez más la
moneda se convierte en sí misma en un documento histórico de primer orden. La primera reproducción de la imagen de estos dobles reales la proporciona un dibujo de Heiss
(1867, lám. 102 nº 4), el cual es reproducido posteriormente por Mateu y Llopis. Más
recientemente se pudo ver un ejemplar fotografiado en una venta de la casa Calicó
(Barcelona) del 26 de febrero de 1987, lote 489.
Esta acuñación presenta ciertas particularidades que merecen ser reseñadas, como la
aparición del emblema heráldico de los Sánchez (escudo con león rampante), en el anverso bajo el busto del monarca y partiendo la leyenda, tal como aparecía en las monedas
acuñadas en el reinado de Carlos I y en el reverso encontramos el escudo de la ciudad
rodeado de orlas bilobuladas, ocupando todo el espacio libre del campo. La fecha desaparece del campo del reverso, colocándola el grabador al final de leyenda del reverso.
—345—
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Fig. 4.- Doble real 1683 acuñado a molino (cat. 15).
El hecho de la realización de estas labras a molino, junto con el intento de recuperación
del valor del doble real, también realizada a molino, se convierte claramente en un intento de devolver a la plata valenciana el prestigio que tuvo antaño, claramente desprestigiada por los falsificadores y con grandes mermas en el peso por los recortes que sufría.
Se llegó incluso a colocar en el anverso de la pieza de dos reales, cortando la leyenda en
el exergo, el escusón heráldico de los Sánchez, un león rampante, símbolo que se encontramos dentro de la numaria de Carlos I, en un claro intento de evocar el prestigio de
aquellas piezas, ya que la regencia de la ceca en este reinado no se encuentra bajo la
regencia de los Sánchez sino de los Escrivá.
TIPOS Y LEYENDAS
Las acuñaciones a martillo presentan en anverso el busto del rey coronado mirando
de frente y a cada lado de la figura la marca del valor 1-8 (18 dineros) tal como se venían
realizando desde 1640. Alrededor grafila de puntos y la leyenda exterior. En el reverso
figura el escudo de la ciudad de Valencia en losange sobremontado de una corona. La
fecha aparece partida en dos a izquierda y derecha del mismo y alrededor se sitúa una
gráfila de puntos que sirve como línea de base para la leyenda exterior.
Las piezas acuñadas a molino presentan una novedad sustancial respecto a las piezas
valencianas de plata precedentes. El busto del rey es representado de perfil, mirando a la
derecha, y no de frente como se venia realizando desde el siglo XIV. Además, las piezas
presentan una factura perfecta, totalmente redondas, a diferencia de las tradicionales acuñaciones a martillo y el arte de su grabado se ha mejorado notablemente.
En la década de 1680 se emplearon las siguientes leyendas para las acuñaciones a
martillo:
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRACIA·
r/ +VALENCIA·MAIORICARVM
—346—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
9
Éstas habitualmente aparecen más o menos desarrolladas, siendo común encontrar la
palabra GRACIA del anverso en formas abreviadas (GRA, GRAC...), del mismo modo
que sucede con MAIORICARVM en los reversos (MAIO, MAIORIC, MAIORICAR...).
También se detectan errores ortográficos, como la letra S en lugar de la C
(GRASIA,VALENSIA), o letras invertidas debidas a errores al grabar los cuños con los
punzones.
A partir de 1691, se utilizó una nueva leyenda para el anverso (Crusafont, 1977), aunque venía siendo utilizada en los escudos de oro desde 1688:
a/ +CAROLVS·D·G·HISPAN·R·
r/ +VALENCIA·MAIORICA·
Esta leyenda de anverso, aunque pueda ser más o menos visible por motivos de
defecto de acuñación o desgaste, no se han encontrado en forma abreviada. En cuanto a
los reversos, en los ejemplares estudiados aparece invariablemente la forma MAIORICA
sustituyendo la forma precedente MAIORICARVM. En todas estas leyendas, tanto de
anverso como de reverso, la separación de las palabras se realiza siempre mediante un
punto.
En las acuñaciones a molino, las leyendas presentan el siguiente desarrollo:
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRATIA·REX·
r/ +VALENTIE·MAIORICARVM
Cabe destacar que, aunque se han encontrado ejemplares del año 1682 con y sin la X
de la palabra REX, todas las piezas estudiadas con esta fecha aparecen con la incorrección ortográfica del cambio de T por S en la palabra GRATIA del anverso (nº 13). En
todos los ejemplares estudiados del año 1683 las leyendas están totalmente desarrolladas
y sin incorrecciones ortográficas (cat. 14). Al igual que en las piezas a martillo, la separación de las palabras se realiza mediante un punto.
EL ARTE
El análisis de los cuños de los ejemplares fabricados a martillo permite identificar
tres estilos bien diferenciados en la forma de representar al monarca, lo cual nos permite
asimismo el poder dar una aproximación de la fecha de acuñación de una pieza cuando
en ésta no es posible verla, ya sea por defecto durante el proceso de fabricación o por
cualquier otra causa, hecho frecuente en estas descuidadas acuñaciones (fig. 5). Estas
diferencias de estilos pudieron originarse en la intervención de diferentes grabadores.
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Fig. 5.- Los tres estilos representados por dihuités de 1682 (cat. 2.1), 1684 (cat. 3) y 1699 (cat. 11) .
Primer estilo. Busto Tipo I (1681-1682)
En un primer momento, durante 1681-1682, se observa un continuismo respecto a los
reinados anteriores, en los que el monarca se representa sin ninguna intención de realismo. Es posible que para la fabricación de los cuños del año 1681 se reutilizaran punzones de las piezas acuñadas al final del reinado de Felipe IV, ya que el estilo y la forma de
resolver son prácticamente idénticos: forma ovalada del rostro, el cabello se representa
por dos líneas a cada lado de la cara que caen casi en vertical para ondularse al final y la
corona con 5 puntas cortas y simples en forma de dientes de sierra (fig. 6). El torso tiene
el ancho de la corona; en cuanto al ropaje, aparece representado con camisa o jubón
abierto de cuello alto bajo la barbilla (cat. 1, 2, 2.1 y 2.3).
Durante el año siguiente (1682), y previamente al inicio de las acuñaciones a molino, se acuñaron piezas a martillo con un módulo inferior al que venía siendo habitual,
probablemente como primer intento de frenar los recortes que sufrían las monedas, con
la consiguiente pérdida de valor. Esta disminución del módulo, manteniendo la misma
talla, ocasionó que se tuvieran que hacer cuños nuevos.
Aparecieron tres variantes durante este año. La primera de estilo similar al año anterior, conserva la indicación del valor I-8 a los lados del busto (cat. 2) y la segunda también similar a la del año 1681, pero sin valor en el anverso (cat 2.3). Hay que destacar
que en estas dos variantes, el cuño del anverso no ha sido reducido para ajustarlo al nuevo
módulo, por lo que las leyendas desaparecen casi totalmente de la pieza por quedar fuera
del cospel. El cuño del reverso sí fue reducido, produciendo piezas en las que, al contrario que en el anverso, aparece la leyenda del reverso prácticamente completa.
—348—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
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Fig. 6.- Dihuités pertenecientes al tesoro de la calle Fos (Ayuntamiento de Valencia), correspondientes a los años 1653 y
1681, en los que se puede observar la gran similitud en la manera de representar el busto del rey. Fot. M. Gozalbes.
Finalmente, en un último intento de mejorar las piezas, se labró un nuevo cuño de
anverso, ajustado al pequeño módulo, y sin la indicación del valor. En esta tercera variante ya se vislumbra el que será el nuevo estilo de representar al monarca durante el periodo 1684-1689 (cat. 2.2). Estos ejemplares del año 1682, y sin la indicación del valor en
el anverso, han sido considerados tradicionalmente como medios reales o novenets, tema
que se tratará más adelante.
Segundo estilo. Busto Tipo II (1684-1689)
El segundo periodo, o momento artístico en la ceca corresponde a los años 16841689. El rey se representa con un rostro más delgado, de forma apuntada, su cabello sigue
representándose mediante dos o tres líneas a cada lado de la cara, aunque adquieren
mayor ondulación, y la corona aparece trazada con una doble línea, aumentando su
número de puntas (habitualmente siete) que se encuentran rematadas por puntos a modo
de perlas. El torso es más ancho, lo que le confiere un mayor volumen al cuerpo. En cuanto al ropaje, aparece la camisa cerrada bajo el cuello (cat. 3-7.1, 9.1, 10.1, 10.2, 11.1 y
11.2).
Tercer estilo. Busto Tipo III (1691-1699)
El tercer periodo corresponde a los años 1691-1699. En estos años, la forma de representar al rey adquiere un mayor realismo, las líneas ya no son tan simples, apreciándose
sobre todo en la forma de representar el cabello. La corona vuelve a la forma simple de
grandes dientes de sierra (habitualmente seis), el cabello deja de representarse por solo
dos líneas sencillas, consiguiendo así dar mayor sensación de volumen. El ropaje sigue
representándose cerrado bajo la barbilla, aunque aparece representado de forma más
esquemática (cat. 8-12)
Como conclusión, podría determinarse que hubo al menos un cambio de grabadores
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durante este reinado (considerando el tipo I como reutilización de punzones) ya que las
diferencias estilísticas entre los tipos II y III son notables, intentando durante los últimos
años del reinado conseguir un mayor realismo en los retratos.
REUTILIZACIONES Y RECTIFICACIONES DE CUÑOS EN LA CECA
Crusafont (2001) describe un fenómeno que teníamos documentado en las series de
dineros de este monarca, y es el de la rectificación de cuños para la realización de nuevas
emisiones. Este hecho consiste en rectificar uno o dos dígitos de la fecha de un cuño para
ser utilizados en un momento posterior, con el consiguiente ahorro de materiales y esfuerzos. Este fenómeno se constata sobre todo en la última década del reinado, correspondiendo el primer ejemplar observado a un cuño del año 1689 que aprovecha un troquel de
1688 en el que la cifra final del año se ha rectificado para convertirla en un 9 (fig. 7).
Durante la última década del reinado se detecta un reaprovechamiento de cuños de
anverso y de reverso. Crusafont clasificó las acuñaciones de plata de Carlos II en Valencia
en 3 grupos, llegando a la conclusión de que al final de las emisiones realizadas en 1692
y fechas posteriores (1698 y 1699) se retomó la leyenda original CAROLVS·II·DEI·GRACIA (catálogo nº 9.1; nº 10; nº 10.2; nº 11.2), observando y asociando a la reaparición de
esta leyenda la particularidad de los números 9 de la fecha del reverso, los cuales aparecen tumbados. Aparecerían pues simultáneamente durante estos años los dos tipos de
leyenda, aunque esta hipótesis se debe descartar tras la aparición de ejemplares con la
leyenda tipo CAROLVS·II·DEI·GRACIA, pero con los números 9 derechos (catálogo nº
11.1). Además, observamos que la leyenda CAROLVS·II·DEI·GRACIA en estos años
siempre va asociada al busto tipo II, mientras que la del tipo CAROLVS·D·G·HISPAN·REX siempre va asociada al busto tipo III.
A falta de una identificación precisa de cuños, esto nos hace plantearnos la hipótesis
de que realmente no se retoma de nuevo esa leyenda, sino que lo que se hace es reutilizar los cuños de anverso de los años 1684 a 1689. Esto vendría también refrendado por
el hecho de que durante el reinado siguiente en la ceca se labran nuevos cuños para los
dihuités, con representación del busto del monarca totalmente diferente a los anteriores,
pero se conserva la leyenda del tipo CAROLVS·D·G·HISPAN·REX.
Fig. 7.- Detalle de la fecha donde se aprecia
la rectificación del último número (cat. 7.1).
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
13
Fig. 8.- Dihuités sin indicación de valor utilizados para el estudio: cat. 2.3 (a) Col. CB; cat. 2.2 (b) Col. CB; (c) Col. CM;
(d) Col. CVV; (e) Col. ALM; (f) Col. ALM; (g) GNC nº 2064; (h) GNC nº 10.873; (i) GNC nº 2089
(g, h, i © MNAC, Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona. Fotógrafos: Jordi Calveras,
Marta Mérida, Joan Sagristà).
Fig. 9.- Dihuités con indicación de valor utilizados para el estudio. Cat. 2.1 (a) Col. CB; (b) Col. CM; (c) Col. CVB;
(d) Col. CM; (e) Col. CM; (f) Petit 1981, nº 306.
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También damos a conocer aquí un ejemplar híbrido en el cual se utilizó un cuño de
anverso de Carlos II junto a un cuño de reverso de Felipe III con fecha 1624. Este cuño
de anverso pertenece a la emisión de 1691-99 y resulta un claro ejemplo de reutilización
de los cuños de reverso en la ceca (cat. 12).
LOS NOVENETS
Mateu y Llopis habló reiteradamente de la acuñación de novenets o medios reales
(1929: 142-143), llamados así por su valor de 9 dineros, siendo seguido posteriormente
por diversos autores (Petit, 1981; Cayón, 2005; Calicó, 2008). La pieza que atribuye a
este valor es del año 1682 (Mateu y Llopis, 1929: lám. XVII núm. 352 y 353), realizando esta atribución en función de los ejemplares de modulo y cuño inferior al habitual y
sin indicación del tradicional valor I-8 a ambos lados del busto.
¿Son realmente estas acuñaciones novenets? Esta atribución inicial de Mateu y
Llopis puede considerarse errónea, ya que dejó de lado al estudiar estas piezas algo fundamental como es el peso de los ejemplares. Tampoco tuvo en cuenta que los ejemplares
que identifica como dihuité de este año (Mateu y Llopis, 1929: lám. XVI num. 351) y que
sí llevan valor en el anverso, también son de módulo reducido.
Atendiendo al peso teórico del dihuité para este año (2,15 g), el novenet o medio real
tendría un peso de algo más de 1 g (1,08 g). Comprobado el peso de 9 ejemplares sin
valor en el anverso (cat. tipo 2.2) (fig. 8), resulta un peso medio de 2,02 g (1,9 g; 1,9 g;
2 g; 2,23 g; 2,03 g; 2,05 g; 2,06 g; 2,01 g; 2,01 g). De los ejemplares del mismo módulo, pero con indicación del valor (cat. tipo nº 2), se han podido pesar 6 ejemplares (2,2 g;
1,9 g; 2 g; 1,9 g; 1,7 g; 2,04 g), resultando un peso medio 1,96 g (fig. 9). Ambos pesos
medios, aunque ligeramente inferiores al peso teórico para este año, confirman definitivamente estos tipos como dihuités. Otro argumento que refuerza esta hipótesis es que en
las labras realizadas a molino en este mismo año se prescindió también de la indicación
del valor.
CATÁLOGO
No hemos incluido en la siguiente clasificación las piezas a martillo correspondientes a los años
1683, 1685, 1693, 1694, 1695, 1696 y 1697 debido a que, aunque existe documentación sobre realización de labras en estos años, no hemos localizado ningún ejemplar en colecciones y museos. Los
tipos de busto I, II y III que se refieren en el catálogo se explican en el epígrafe “El Arte” y se ilustran en la figura 5.
—352—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
ACUÑACIONES A MARTILLO
Dihuité o Real
a/ Busto coronado de frente del rey acotado por las cifras I-8.
Alrededor gráfila de puntos y leyenda.
r/ Escudo coronado de la ciudad de Valencia acotado
por las cifras indicativas del año de acuñación.
Alrededor gráfila de puntos y leyenda.
Emisión 1681
Nº 1
Busto tipo I entre valor I-8
a / +CAR[OLVS·II·DEI·GRACIA]
r/ +[V]ALENCIA·[MAIORICARVM] 16-81
2 g; 17 mm; col. CM.
Emisión 1682
Nº 2
Busto tipo I entre valor I-8
a/ [+CAROLVS·II]·DEI·GR[ACIA]
r/ +VALENCIA·MAIORIC·[ARVM] 16-82
2 g; 15 mm; col. CB.
Nº 2.1
Busto tipo I entre valor I-8
Error de leyenda en el reverso, colocando
en este también la del anverso.
a/ +CARO[LVS·II·DEI·GRAC]IA
r/ +CAROLVS[·II·DEI·GRACI]A 16-82
1.8 g; 16 mm; col. CM.
Nº 2.2
Busto tipo II sin indicación del valor en anverso.
a/ +CAROL[VS·II·DEI·GRAC·[IA]
r/ +[VALENCI]A·MAIORICA·[RVM] 16-82
2,23 g; 14 mm; col. CB.
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15
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Nº 2.3
Busto tipo I sin indicación del valor en anverso.
a/ [+CAROL[VS·II·DEI·GRACIA]
r/ +VALENCIA[·MAIO]RICA[RVM] 16-82
1,9 g; 15 mm; col. CB
Emisión 1684
Nº 3
Busto tipo II entre valor I-8
a/ +C[AROLVS·II·DEI·GRAC]IA·
r/ [+VALENCIA·MAIOR]ICARV 16-84
2,1 g; 16 mm; col. CM.
Emisión 1686
Nº 4
Busto tipo II entre valor I-8
a/ +CAROLVS·II·DE[I·GRACIA]
r/ +VALENCIA[·MAORICARVM] 16-86
2 g; 19 mm; col. CB.
Emisión 1687
Nº 5
Busto tipo II entre valor I-8
a/ [+CAROLVS·II·DEI]·GRACIA
r/ +VAL[ENCIA·MAIORICAR]V· 16-87
2,1 g; 18 mm; col. CM.
Emisión 1688
Nº 6
Busto tipo II entre valor I-8
a/ +CAR[OLUS·II·]DEI·GRACIA
r/ +VALENCIA·[MAIORICA]RVM 16-88
2,1 g; 20 mm; col. CM.
—354—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
Emisión 1689
Nº 7
Busto tipo II entre valor I-8
a/ [+CA]ROL[LVS·II·DEI·G]RAC
r/ +.VA[LENCIA·M]AI[RI]CARV 16-89
19 mm; Subastas Aureo S.A.
Nº 7.1
Busto tipo II entre valor I-8
Ultima cifra de la fecha rectificada, 9 sobre 8
a/ [+CAROLVS·II·DEI·]GRA
r/ [+VALE]NTIA·[MAIORICARVM] 16-89
1,2 g; 16 mm; col. CM.
Emisión 1691
Nº 8
Busto tipo III entre valor I-8
a/ +CARO[LVS·D·G·HISPA·]R
r/ [+VALENCIA·]MAIO[RICARVM] 16-91
2,2 g; 18 mm; col. CB.
Emisión 1692
Nº 9
Busto tipo III entre valor I-8
a/ +CAROLVS·[D·G·HIS]AN·R·
r/ +V[ALENCI]E·MAIORICA 16-92
1,6 g; 19 mm; col. CM.
Nº 9.1
Busto tipo III entre valor I-8
El num. 9 de la fecha del reverso tumbado
a/ [+CAROLV]S·II·DE[I·GRACIA]
r/ +VA[LENCIA·MAIR]ICARVM 16-92
1,81 g; 18 mm; Museo Cerralbo nº 10.144.
—355—
17
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Emisión 1698
Nº 10
Busto tipo III entre valor I-8
Rectificación del último dígito
de la fecha 8 sobre 1
a/ [+CAROLVS·D·G·HIS]PAN[·R]
r/ +[VALENCIA·M]AIORICA 16-98
18 mm; L’Ardit nº 14. 2001.
Nº 10.1
Busto tipo II entre valor I-8
El 9 de la fecha tumbado
a/ [+CA]ROLV·II[DEI·GRACIA]
r/ +VA[LENCIA·MAIORICAR]V· 16-98
17 mm; Subastas Aureo S.A.
Nº 10.2
Busto tipo II entre valor I-8
Último dígito de la fecha rectificado 8 sobre 2
Error de leyenda en reverso, misma del anverso
a/ [+CAROLVS·II]·DE[I·GRACIA]
r/ [+CAROL]VS·II·DEI[·GRACIA]
1,9 g; 18 mm; Museo Cerralbo nº 10.141.
Emisión 1699
Nº 11
Busto tipo III entre valor I-8
a/ [+C]AROLVS·D[·G·]HISPAN·R
r/ +[VALENCI]·E·MAIORICA· 16-99
1,7 g; 18 mm; col. CM.
Nº 11.1
Busto tipo II entre valor I-8
a/ [+CAROLVS·II·D·GRACIA]
r/ [+VALENC]CIA·M[IORICARVM] 16-99
1,9 g; 16 mm; Museo Cerralbo nº 10.143.
—356—
[page-n-357]
LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
Nº 11.2
Busto tipo II entre valor I-8
Los dos últimos dígitos de la fecha
aparecen tumbados
a/ +CAROLVS[II·DEI·GRA]CIA
r/ + VALEN[CIA·MAIORIC]A. 16-99
2 g; 19 mm; col. CM.
Nº 12
Busto tipo III entre valor I-8
Híbrido con anverso correspondiente a
Carlos II emisión 1691-99 y reverso
correspondiente a Felipe III.
Con valor en anverso y fecha en reverso
a/ [+CAROLVS]·D·G·HISPA[N·R]
r/ +VAL[ENCIE·MAIORI]CAR 1624
16-24 ( el 4 vuelto al revés)
1,6 g; 18 mm; col. CB.
ACUÑACIONES A MOLINO
Dihuité o Real
a/: Busto coronado de perfil mirando a la derecha del rey, alrededor leyenda acotada por dble
gráfila de puntos.
r/: Escudo coronado de la ciudad de Valencia, acotado por las cifras indicativas del año de acuñación. Alrededor leyenda acotada por doble gráfila de puntos.
Emisión 1682
Nº 13
Sin valor I-8 en el anverso.
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRASIA·REX·
r/ +VALENCIE·MAIORICARVM·
1,5 g; 19 mm; col. CMM.
—357—
19
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20
J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Emisión 1683
Nº 14
Busto entre valor I-8
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRATIA·REX
r/ +VALENTIE·MAIORICARVM
2 g; 18 mm; col. CMC.
Dobló de a 3 sous o Doble real
a/ Busto coronado del rey de perfil mirando a la derecha, debajo, escudo con león. Alrededor
leyenda acotada por doble gráfila de puntos.
r/ Escudo coronado de la ciudad de Valencia, acotado por orlas bilobuladas. Alrededor leyenda y año de acuñación, acotada por doble gráfila de puntos.
Emisión 1683
Nº 15
a/ +CAROLVS·II·D(escudo con león)
EI·GRATIA·REX
r/ +VALENTIE·MAIORICARVM·1683
24 mm; Subasta Calicó 26/02/1987 nº 489.
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—359—
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Francisco-José PUCHALT FORTEA*
TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
RESUMEN: El objeto de este estudio es un cráneo procedente de una fosa-osario del cementerio del antiguo Calvario de Morella, provincia de Castellón, fruto del vaciamiento de otro cementerio fechado entre el siglo XIII y el XVII. Se evidencia que es un cráneo de características masculinas, con agujero oval de trepanación en hueso temporal izquierdo, sin signos de supervivencia.
El examen de la cara interna del cráneo puso en evidencia la existencia de un osteoma en el hueso
frontal.
PALABRAS CLAVE: Cráneo, osteoma, trepanación.
ABSTRACT: Cranial trephination in Morella. We have studied a cranium from the ossuary
of the cemetery Antiguo Calvario of Morella (Castellón, Spain) the result of the emptyng of another cemetery dated between XIII and XVII centuries. The skull shows male characteristics, with an
oval hole of trephination in the temporal bone, without survival signs. The study of the internal table
of the cranial vault shows an osteoma in frontal bone.
KEY WORDS: Skull, osteoma, trephination.
* Universitat de València (Estudi General), Facultat de Medicina i Odontologia, Unitat docent de Medicina Legal. Passeig
Blasco Ibáñez, 17. 46010 València. E-mail: francisco.puchalt@uv.es
—361—
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2
F.J. PUCHALT FORTEA
INTRODUCCIÓN
Los procesos de enfermedad y curación en el organismo humano pueden dejar huella en el tejido esquelético. No enferma tan sólo una porción del cuerpo, enferma todo el
cuerpo, aunque se focalicen los signos de enfermedad en una u otra región. Las distintas
partes del organismo no funcionan de forma aislada ni son independientes unas de otras.
La dificultad es que no siempre la enfermedad deja huellas en el tejido esquelético; o bien
no se pueden identificar porque ha ocurrido un deterioro post mortem bastante importante, haciéndolas invisibles. A todo esto hay que tener en cuenta que la reacción del tejido
esquelético es bastante inespecífica, bien sea con destrucción de ese tejido o con una
reconstrucción reactiva en una o distintas localizaciones.
Si las enfermedades pueden dejar huella en el tejido esquelético, los procesos de
intervención humana para reparar los daños de la enfermedad, la curación, así como los
de agresividad o violencia sobre otro semejante, también dejan sus señales. Tanto unos
como otros son objeto de especial atención por parte de los investigadores. Los datos
obtenidos son preciosos para el estudioso de los episodios de curación y de violencia de
una sociedad de la que tenemos los restos de sus componentes, casi siempre esqueléticos,
y cuyas crónicas, cuando las hay, no descienden tan al detalle, rozando lo individual.
En la tarea de investigación de los procesos de curar al otro, hay varias dificultades
añadidas: se estudian restos esqueléticos que no siempre están en buenas condiciones de
conservación, encontrándose deteriorados y semidestruidos por el paso del tiempo; se
carece, por otra parte, de antecedentes sobre la salud y forma de presentación de la enfermedad, es decir, no hay lo que hoy llamamos historia clínica, considerada tan necesaria
en la moderna medicina. Añádase a todo esto que las respuestas del tejido óseo a estas
intervenciones y manipulaciones terapéuticas, superpuestas a las de la enfermedad, son
bastante pobres e inespecíficas.
Todo lo antedicho, material escaso y deteriorado, forma peculiar de reacción del tejido esquelético, ausencia de antecedentes clínicos, hacen que las huellas debidas a los procesos de curación en los restos esqueléticos de poblaciones que llegan a las manos del
estudioso sean muy valiosas, aunque de interpretación laboriosa.
El cráneo con trepanación, cuyo estudio es el objeto del presente trabajo, proviene de
la ciudad de Morella, provincia de Castellón, en la comunidad autónoma de Valencia (fig.
1). Fue encontrado en el transcurso de una campaña arqueológica, realizada en 1995, en
el viejo cementerio ubicado en el Antic Calvari de la mencionada población, patrocinada por la Dirección General de Patrimonio Artístico de la Conselleria de Cultura de la
Generalitat Valenciana. Dicho cementerio estuvo en uso entre los años 1665 y 1812. En
él se excavó una fosa común cuyo contenido provenía, según documentación existente,
de un cementerio más antiguo utilizado desde el siglo XIII. De esta fosa procede el cráneo trepanado.
—362—
[page-n-363]
TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
3
MÉTODOS DE ESTUDIO Y MATERIAL
La descripción general de la pieza se realiza conforme a los parámetros anatómicos
y antropológicos establecidos (Testut y Latarjet, 1971; White, 2000).
La atribución sexual se ha establecido de acuerdo con las huellas de dimorfismo
sexual mas aceptadas (Ferembach, Schidetzky y Stloukal, 1970), añadiendo el valioso
dato, citado por Genovés, de la existencia o no del proceso retrocigomático supraauditivo (Genovés, 1980).
La asignación de la edad que poseía el sujeto cuyos restos estudiamos, en el momento de su fallecimiento, se ha hecho con los datos disponibles del estudio sutural, con criterios necesariamente amplios, debido al enorme grado de variabilidad general de este
procedimiento (Thillaud, 1996).
Este conjunto de datos se acompaña con la toma de medidas generales propias de la
antropología física (Demoulin, 1986; Olivier, 1960).
Los hallazgos patológicos y de intervención humana se estudian uno por uno, añadiendo los suficientes datos sobre su tamaño y localización anatómica. El diagnóstico se
hará de acuerdo con las características observadas, comparándose con otros hallazgos
similares que servirán de apoyo a los diagnósticos que se hagan.
Para todo ello se ha empleado el siguiente material: compás de puntas curvas, regla
de 20 cm y calibre graduado para las medidas; atlas anatómicos (Testut y Latarjet, 1971;
White, 2000) y de paleopatología, como apoyo a descripciones y diagnósticos (Campillo,
2000; Dastugue y Gervais, 1992; Steinbock, 1976); cámara fotográfica con objetivo
macro para mejor registro de lo observado.
RESULTADOS
La pieza esquelética objeto de este estudio es una calota craneal sin ningún fragmento del esqueleto de la cara. Al cráneo le falta toda la base ósea, todo el hueso temporal derecho y la porción inferior del parietal derecho.
La pieza configura un neurocráneo grande, de aspecto un poco tosco. La glabela, porción mas saliente por delante, es moderadamente prominente. La apófisis mastoidea
izquierda, única que se conserva, es grande. Los arcos supraciliares son gruesos y salientes. El proceso retrocigomático supraauditivo izquierdo está bien marcado. No se puede
valorar el derecho, por faltar la porción ósea que lo contiene, el temporal derecho.
Su superficie externa no presenta huellas reconocibles de suturas craneales. Su longitud máxima es de 195 mm y su anchura máxima de 131 mm.
Todas estas características configuran un cráneo dolicocéfalo, de un varón adulto.
Ateniéndose al estado de las suturas, todas obliteradas, es el cráneo de un adulto de edad
madura.
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4
F.J. PUCHALT FORTEA
Fig. 1.- Vista general del cráneo.
Fig. 2.- Vista en detalle de la trepanación.
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TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
5
En el lado izquierdo hay una falta de sustancia ósea, de forma oval, abierta por delante (fig. 1 y 2), abarcando casi totalmente la porción ósea de la mitad superior del hueso
temporal, inmediatamente por encima del proceso retrocigomático izquierdo. El borde
inferior de este defecto oval comprende también una pequeña porción del borde inferior
del parietal derecho. Los bordes de este defecto oval están todos afilados, mostrando su
borde superior que el contorno no es redondeado sino poligonal, de trazos casi minúsculos y rectos (fig. 3). Sus dimensiones son: 36 mm de diámetro anteroposterior máximo,
uniendo con una línea imaginaria los márgenes abiertos en el extremo anterior oval, y 26
mm de diámetro supero-inferior máximo.
Este conjunto de características muestra de una forma clara una trepanación del temporal izquierdo, abarcando mínimamente al borde inferior del parietal correspondiente,
sin que existan signos de supervivencia.
La inspección de la cara endocraneal interna, o capa vítrea, muestra una pequeña
tumoración de morfología levemente parecida a la de un piñón. Tiene las siguientes
dimensiones: 1,6 mm de relieve, 9 mm de longitud y 6 mm de ancho. Es de superficie
lisa y está bien delimitado. Está localizado cerca de la línea media del frontal, en la cara
endocraneal del hemifrontal derecho (fig. 4). El diagnóstico paleopatológico es de osteoma frontal derecho endocraneal, o endostoma craneal frontal.
DISCUSIÓN
Una aparente falta de precisión es la fijación de la fecha de la muerte del sujeto cuyos
restos se estudian. Su contexto de procedencia es una fosa común formada por el vaciamiento de otro cementerio. No hay lápidas ni referencias individuales con fechas. Por la
documentación existente, se sabe bien cuando se hizo, 1665, fecha que marcaría el final
de enterramientos en el cementerio original vaciado. La fecha inicial de comienzo de
enterramientos en aquel lugar vaciado tiene un límite posible: no es anterior a la toma
cristiana de la ciudad, ocurrida a principios del siglo XIII. Este amplio margen, s. XIIIXVII no se puede reducir hasta que aparezcan, con el tiempo, nuevos datos.
La asignación sexual del cráneo es clara debido a que los detalles que se consideran
para ello son poco confusos y no dejan lugar a error. La inclusión del estudio de las características del arco cigomático supraauditivo, saliente en esta pieza, criterio indicado por
Genovés, viene avalado por su aparición constante en cráneos de sujetos ya filiados
sexualmente como masculinos, como puede verse en cualquier estudio que se haga sobre
restos esqueléticos humanos (Ferembach, Schidetzky y Stloukal, 1970; Genovés, 1980;
Thillaud, 1996). Puede objetarse que la determinación del sexo por caracteres craneales es
en grado de probabilidad, pues con la edad, por efectos de remodelación ósea, pueden suavizarse, feminizando el cráneo. Pero aquí la conservación de salientes y protuberancias
masculinas, pese a la edad, hace que el diagnóstico sexual sea prácticamente de certeza.
—365—
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6
F.J. PUCHALT FORTEA
Fig. 3.- Vista en aproximación del borde
superior de la trepanación.
La asignación de la edad tiene que hacerse con unos márgenes necesariamente
amplios. No se cuenta con los datos valiosos de otras partes del esqueleto y no hay ninguna lápida, es una fosa común. Sólo pueden estudiarse los datos de la obliteración de las
suturas craneales. Este procedimiento tiene unos márgenes de variabilidad bastante
amplios y no es posible ajustar más. Hay una sinostosis total, en grado 4, de ahí el calificativo de edad madura (Thillaud, 1996).
El diagnóstico paleopatológico de osteoma de la cavidad endocraneal, o endostoma,
es claro debido a sus características morfológicas de tumoración lisa y de pequeño tamaño (fig. 4) (Campillo, 2000; Dastugue y Gervais, 1992; Steinbock, 1976). Suele ser
hallazgo frecuente y casual en las autopsias de hoy en día. Si en Paleopatología no se
están describiendo a cada momento es debido a que el cráneo ha de estar roto para poder
inspeccionar cómodamente su interior o habría que someter de manera sistemática a
todos los cráneos a un análisis radiográfico, conveniente pero muy costoso para hacerlo
de forma continua. No originó patología alguna, basándonos en el tamaño escaso que
tiene.
El interior craneal, endocráneo, no mostró, en su examen, ninguna otra huella de
enfermedad interpretable.
El orificio temporal ovalado no hay duda de que es una trepanación, con toda la carga
de intencionalidad debida en su ejecución. Es de tamaño regular, de forma oval, sin astillamiento de los bordes ni irradiación de fisuras reveladoras de trazos de fractura, como
indicaba Broca (1877) (fig. 1 y 2). Los bordes cortantes y la porción superior de ellos está
configurada por finos y pequeños trazos, dando aspecto poligonal (fig. 3). Estas características marcan la ausencia de regeneración del tejido óseo después del acto quirúrgico,
indicando que la trepanación se hizo post mortem, una vez fallecido el sujeto, o bien
falleció éste en pleno acto quirúrgico (Lacroix, 1972). La falta de concreción hace que se
hable de trepanación perimortem.
Ante un hallazgo de este tipo es fácil olvidarse de los protagonistas que se esbozan
detrás de esta clase de lesiones, quizá por estar el estudioso muy pendiente del hallazgo.
Si damos con la imaginación un paso atrás, alejándonos un poco de la lesión en sí, aunque sin perderla de vista, ¿qué más podemos ver?
—366—
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TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
7
Fig. 4.- Vista del osteoma en la parte interna del cráneo.
El hallazgo de una trepanación supone que podemos ver indirectamente un mínimo
de tres personas. Una que fue el paciente-víctima de esta intervención. Algo le pasó que
puso de manifiesto la necesidad de curarlo, hubiese sido una trepanación en vida del sujeto o ante mortem, o bien la intención de saber qué es lo que le pasaba, haciéndole la trepanación después del fallecimiento o post mortem. Otra que ayudó a tener sujeta la cabeza del paciente, una como mínimo, ya que ésta es extremadamente móvil y hay que sujetarla mientras se practica el orificio craneal. Y, por fin, otra persona que sintió la necesidad que había que intervenir al sujeto, después de indagar que algo le pasaba, bien con
intención de curar, teniendo el valor suficiente pues podía fracasar, bien para averiguar
qué es lo que le había pasado. Tanto una cosa como la otra indican un nivel de curiosidad elevado, base de cualquier ciencia, incluso hoy en nuestros días. Se ha de descartar
un rito mágico efectuado por un hechicero o por seguir unas costumbres, propio de culturas andinas precolombinas, muy alejadas del espacio y del tiempo de los momentos históricos y contexto cultural y médico que abarca esta pieza esquelética; contexto con raíces griegas, latinas y arábigas evolucionadas y en Europa.
¿Qué tenía el sujeto? No aparece ninguna huella en el endocráneo susceptible de patología que justificase esta intervención. No es necesario que se encuentre, pues no todas
las enfermedades que afectan al contenido del cráneo dejan huella en el estuche óseo.
¿Cómo se hizo? Aquí se entra un poco en el terreno de las conjeturas, pues no han
quedado muchas huellas. El borde poligonal superior, constituido por pequeños trazos
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8
F.J. PUCHALT FORTEA
rectos, hace pensar en la acción de un pequeño escoplo y mazo. También se puede pensar en la acción de un cuchillo lenticular, con la punta doblada 90º para no herir meninges, usado como escoplo. Un ejemplo de estas herramientas podemos verlo en la primera parte de la obra de Terrier y Péraire (1895), cuando describe los instrumentos usados
en épocas antiguas.
Pero hay que poner límites. El sujeto que intervino al paciente no era un neurocirujano o un anatomopatólogo conforme los conocemos hoy en día. Una cosa es quitar una
capa de hueso para ver qué pasa en la superficie del cerebro o meninges, y otra muy distinta introducirse de forma intencional dentro de la masa encefálica buscando algo más,
de forma concordante con los signos presentados en vida por el paciente para curar, neurocirugía, o con fin de averiguar qué es lo que le pasó al sujeto una vez difunto, anatomía patológica. Los principios técnicos y básicos de estas disciplinas fueron establecidos
bastante después del fallecimiento del sujeto.
CONCLUSIONES
Se estudia un cráneo proveniente de una fosa común del cementerio del Antiguo
Calvario de Morella (Castellón), fruto del vaciamiento de otro cementerio más antiguo.
Se puede fechar el fallecimiento del sujeto a quien pertenece el cráneo como anterior a
1665 y posterior a los comienzos del s. XIII. Se trata de un sujeto dolicocefálico, varón,
de edad adulta madura.
El examen del interior craneal puso en evidencia la existencia de un endostoma, u
osteoma del interior de la cavidad craneal. Por su tamaño se infiere que no produjo patología a su poseedor.
El examen general puso de manifiesto una trepanación craneal. El estudio de sus
características evidenció que se había efectuado peri mortem: o bien falleció durante la
intervención o inmediatamente después de ella, o fue hecha en el sujeto ya fallecido. Las
características de su borde superior indican que los instrumentos más probables usados
fueron un fino escoplo y un mazo, o bien éste último y un cuchillo lenticular como cincel. La causa que provocó la intervención es desconocida. No hay huellas que puedan
identificarla.
Una reflexión hace ver la existencia de un mínimo de tres personas: El sujeto cuyos
restos se estudian, el sujeto que practicó el orificio y alguien que le sujetaba la cabeza al
primero.
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TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
9
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—369—
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Marc TIFFAGOM* y Alfred SANCHIS SERRA**
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA
DE L’ASSUT DE BELLÚS. PRIMERAS VALORACIONES
RESUMEN: Se ofrecen los primeros resultados tras la primera campaña de excavaciones
arqueológicas en la Cova de l’Assut de Bellús. A pesar de que la estratigrafía aparece completamente alterada como consecuencia de sucesivas remociones, se han podido documentar diversas
fases de ocupación humana de la cavidad desde el Paleolítico superior hasta época medieval.
PALABRAS CLAVE: Pequeña cavidad, Río Albaida, ocupaciones humanas.
ABSTRACT: Archaeological excavations at the Cova de l’Assut de Bellús. First evaluations. In this paper the first results of the first archaeological excavations at the Cova de l’Assut de
Bellús are reported. Despite the fact that stratigraphy appears completely altered as a consequence
of successive removals, different phases of human occupation in the cave since Upper Palaeolithic
till medieval epoch have been documented.
KEY WORDS: Small cave, Albaida river, human occupations.
* UMR 7041 du CNRS, Équipe d’Ethnologie Préhistorique (Nanterre, Francia). mtiffagom@yahoo.es
** Museu de Prehistòria, Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València. alfred.sanchis@dival.es
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2
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
El presente texto pretende dar una primera noticia y valoración de los trabajos
arqueológicos llevados a cabo por el Servicio de Investigación Prehistórica, en el mes de
julio de 2003, y bajo la dirección de los arriba firmantes, en la Cova de l’Assut.
El yacimiento se ubica en el término de Bellús, población situada al norte de la
comarca de La Vall d’Albaida, en el límite con el término de Xàtiva (La Costera).
Concretamente, se emplaza en un terreno llano, funcionando como un lugar de tránsito
entre las zonas más bajas del río Albaida (Xàtiva) y las más altas de la comarca. Sus coordenadas UTM son 282154 x, 4314387 y, encontrándose a 130/140 metros s.n.m.
Esta pequeña cavidad está situada en la margen izquierda del río Albaida, afluente del
Xúquer, a pocos metros de la Cova de la Petxina, junto al azud (assut), en un estrato calizo (diaclasa) que se eleva desde el nivel del camino a unos 100 metros. Cuenta con una
boca de unos 2 metros (entrada principal) que da paso a una estancia de unos 5 x 3 metros
con techos bajos (fig. 1, 2 y 5); en su fondo se localizan tres o más gateras (fig. 2 y 5).
1. ANTECEDENTES
Tras una revisión de los fondos del Museo de Prehistoria de Valencia, se encuentran
algunos restos óseos y líticos procedentes de visitas anteriores a este enclave. Se identifican huesos de ciervo, conejo y caballo, así como una industria formada sobre todo por
desechos de talla (piezas laminares) que no concretan su adscripción cultural. En el año
2002, realizamos una primera inspección de la cavidad en la que se recogen algunos
materiales en superficie, que tampoco aportan luz sobre el contexto al que pertenecen.
Dada la proximidad de la cueva a los enclaves musterienses de la Cova de la Petxina
y Cova Negra (Villaverde, 1984), se decide llevar a cabo un sondeo para esclarecer si se
produjo una ocupación de este emplazamiento durante el Paleolítico, intentando valorar
la funcionalidad de la ocupación, su relación con el medio circundante y con los yacimientos antes mencionados.
2. LOS TRABAJOS DESARROLLADOS
La cueva presenta un corte referencial exterior de una potencia sedimentaria de aproximadamente 2 metros en su parte más profunda (fig. 3 a 5).
Una vez realizados los trabajos de topografía y de acondicionamiento de las inmediaciones (fig. 1 y 2), se observa que en la cavidad existe una gran cantidad de sedimento pulverulento (de aporte eólico) que se decide eliminar. Esta limpieza superficial afecta a la estancia principal (fig. 2). Como consecuencia de esta acción, comienzan a aparecer los primeros materiales que, por su pátina, tienen apariencia de subactuales.
Del mismo modo, se regulariza el perfil del corte frontal exterior, separándose los
—372—
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA DE L’ASSUT DE BELLÚS
Fig. 1.- Cova de l’Assut de Bellús. Vista de las entradas.
Fig. 2.- Cámara principal con las gateras al fondo.
Fig. 3.- Corte frontal exterior antes
de su regularización.
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3
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4
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
Fig. 4.- Corte frontal exterior.
materiales correspondientes a cada cambio de coloración, y observando la siguiente
estratigrafía (fig. 4 y 5):
– Capa superficial de color marrón grisáceo y carácter pulverulento.
– Por debajo, una potente capa de color marrón oscuro con abundante fracción de
gran tamaño y carácter anguloso, en la que se aprecian materiales faunísticos y manchas
de carbones.
– En la parte inferior, se produce un cambio de coloración del sedimento volviéndose marrón muy claro, con pocos materiales en el corte y sin manchas de carbones. Esta
última capa descansa directamente sobre la roca madre, aproximadamente a un metro de
profundidad.
—374—
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA DE L’ASSUT DE BELLÚS
o
cuadros &.xcavac:Jos (con Rflc:aciOn
e10 lAS cocas Za y/0 ZbJ
...
p
P
del.,...,,. o
Fig. 5.- Dibujo de la planta con indicación de las zonas excavadas.
—375—
5
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6
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
llmile de la zona excavada
roca modro
capa!
piedras v sedimento
asociados al ente-rramiento
-
&&queléto
ABEL 010 011
E NTERRAMENT
21-7 -2003
f
N
...
"
C10
...
..
...
Fig. 6.- Enterramiento medieval.
—376—
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA DE L’ASSUT DE BELLÚS
7
Se lleva a cabo la delimitación de las zonas afectadas por remociones anteriores, que
comprenden a los cuadros D11, D10, C11, C10, D8, E8, D9 y D6 (fig. 5). En la primera
zona, correspondiente a los cuadros D11, D10, C11 y C10, se observa un relleno formado por sedimento suelto con fauna, sílex y también restos humanos. Como consecuencia
de la aparición de dichos restos en esta zona, nos parece conveniente abrir cuatro cuadros
en extensión al nivel de la capa marrón con fracción, apareciendo un enterramiento
humano en el límite sagital izquierdo de los cuadros D10 y D11 (fig. 5 y 6). El cuerpo
parcial de un individuo se encontraba en posición decúbito supino, faltándole la parte
superior, afectado por la acción de remociones posteriores. Este hecho se corrobora al no
estar presente en diversas zonas el nivel de fracción que se sitúa justo por encima del
cuerpo. El enterramiento no presenta elementos de ajuar asociados y la datación radiocarbónica de uno de sus elementos óseos (ABEL03D10D11) proporciona un resultado de
670-870 d.C.
Los otros dos sectores afectados –D8 y D6 (fig. 5)– presentan también materiales
revueltos y la tierra que los contiene está suelta.
Tras comprobar que parte de la estancia principal aparece removida, se decide realizar un sondeo en la zona con mayor potencia sedimentaria aunque de techo más bajo
(cuadros E5 y E6) (fig. 5), con el objeto de conseguir una sección frontal y otra sagital,
y comprobar de esta manera la potencia estratigráfica, valorando su adscripción cronológica y cultural y ver si también se encuentra alterada.
El nivel marrón oscuro con fracción aporta restos de fauna y también industria lítica
(puntas cruciformes eneolíticas), pero también cerámica que incluso en los momentos
finales del estrato puede vincularse al mundo ibérico y a época romana y medieval. La
excavación del nivel marrón más claro que descansa sobre la roca madre (fig. 5), nos
muestra, salvo por algunos restos óseos de ciervo, que es prácticamente estéril.
Antes del cierre del yacimiento llevamos a cabo la limpieza del acceso a las gateras,
hallando restos de fauna antiguos y también subactuales, cerámica del tercer y segundo
milenio a.C., restos humanos aislados, cuentas de collar y una punta de flecha eneolítica.
Estos materiales tampoco aparecen en contexto arqueológico.
3. EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
En la zona del sondeo, se obtienen entremezclados fragmentos de cerámica pertenecientes al segundo y tercer milenios a.C. (formas globulares, carenadas y con decoración
inciso-impresa), del Bronce final (con decoración a bandas), del Ibérico antiguo (forma
cerrada con decoración pintada a bandas), así como tegulae romanas y cerámica califal.
En cuanto a la industria lítica, está formada por desechos de talla de difícil atribución
cronológica y por dos puntas de flecha que pueden situarse en el final del cuarto y la pri-
—377—
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8
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
Fig. 7.- Puntas líticas.
Fig. 8.- Cuenta de collar y pectínidos perforados.
mera mitad del tercer milenio a.C. (fig. 7), es decir entre el Neolítico final y el Eneolítico,
similares a las encontradas en los niveles más antiguos de la Ereta del Pedregal (Juan
Cabanilles, 1994).
La fauna recuperada es muy variada: aparecen especies domésticas como cabras,
ovejas, caballos, cerdos y un gato (algunas de apariencia reciente). Entre las silvestres se
documentan restos de ciervo, cabra montés, conejo, tejón, zorro, lince, gato silvestre,
hiena (Crocuta crocuta), lobo, castor (Castor fiber), avifauna indeterminada, malacofauna terrestre, fluvial y marina, anuros, restos de peces, saurios, ofidios, un galápago leproso y abundante microfauna. Gran parte de los ungulados presentan señales de manipulación antrópica, mientras que los carnívoros están libres de tales alteraciones.
También han sido hallados restos humanos, presentes de forma aislada en la mayor
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA DE L’ASSUT DE BELLÚS
9
parte de la zona excavada (estancia y entrada de las gateras) y como enterramiento en los
cuadros D11 y D10 (fig. 6).
Respecto a otros materiales, se documentan restos de vidrio, tanto antiguos (romanos) como modernos, y algunas cuentas de collar de piedra verde en forma de oliva del
Neolítico final/Eneolítico (Pascual Benito, 1998: 123) (fig. 8). De mayor interés son los
dos pectínidos con las charnelas perforadas hallados en el cuadro E6, capa 3 y 4, similares a los hallados en la Cova del Parpalló (Pericot García, 1942) (fig. 8).
4. VALORACIONES
Se han encontrado restos de fauna pertenecientes a especies del Pleistoceno superior
inicial, en concreto de hiena (Crocuta crocuta), en la limpieza superficial de D7, y de castor (Castor fiber), en la capa 2 de E5, taxones que en el área mediterránea se vinculan a
las fases antiguas del Würm y que ya no están presentes en el Paleolítico superior inicial
(Pérez Ripoll, 1977). Hay que tener en cuenta que estas especies se caracterizan por presentar hábitos cavernícolas y pudieron acceder a la cueva por sus propios medios, utilizando la cavidad como refugio o letrina. Los únicos elementos que nos hablan de una
ocupación durante el Paleolítico superior son las valvas perforadas de Pecten sp.
La zona de la estancia está casi en su totalidad removida. La abundancia de cerámicas atribuibles al segundo o tercer milenio a.C., junto a elementos como puntas cruciformes y cuentas de collar (elementos de ajuar), nos hablan de una probable ocupación funeraria de la cueva durante estos momentos. En la entrada de las gateras también han aparecido restos humanos, fauna y cerámica del tercer y segundo milenio a.C., pero también
de época ibérica, romana y medieval.
La aparición del enterramiento nos muestra la perduración de prácticas funerarias en
el interior de las cuevas en época histórica.
Con todos estos datos parece probable un modelo de reiterada ocupación antrópica
de la cavidad en diversas fases culturales desde el Paleolítico superior, posiblemente de
forma muy esporádica. En el Eneolítico, la cavidad pudo tener un uso funerario (cerámica a mano, puntas de flecha, cuentas de collar y restos humanos aislados presentes tanto
en la estancia como en la entrada de las gateras), similar al documentado en otros emplazamientos funerarios eneolíticos precampaniformes del término de Xàtiva (Barranc del
Poll) (Fletcher Valls, 1966).
Nuevas ocupaciones se atestiguan durante la Edad del Bronce, así como en época
ibérica, romana y medieval (enterramiento).
Las consecuentes remociones han provocado que el gran depósito (nivel de color
marrón oscuro) aparezca removido, descansando sobre el nivel más claro que se sitúa
directamente sobre la roca madre y que no ha proporcionado material alguno.
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M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
AGRADECIMIENTOS
A Inocencio Sarrión por facilitarnos mucha información sobre la cavidad y a Vita Korolewich por
la traducción al inglés del resumen del texto. Del mismo modo queremos agradecer al Ajuntament de
Bellús las facilidades prestadas y también a los estudiantes participantes en la campaña de excavaciones su colaboración.
BIBLIOGRAFÍA
FLETCHER VALLS, D. (1966): La labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su museo en el
pasado año 1962. Diputación Provincial de Valencia, Valencia.
JUAN CABANILLES, J. (1994): “Estructuras de habitación en la Ereta del Pedregal (Navarrés,
Valencia). Resultados de las campañas de 1980-1982 y 1990”. Saguntum-PLAV, 27, Valencia, p.
67-97.
PASCUAL BENITO, J.L. (1998): Utillaje óseo, adornos e ídolos neolíticos valencianos. Servicio de
Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Serie de Trabajos Varios, 95),
Valencia, 358 p.
PÉREZ RIPOLL, M. (1977): Los mamíferos del yacimiento musteriense de Cova Negra (Xàtiva,
València). Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Serie de
Trabajos Varios, 53), Valencia, 147 p.
PERICOT GARCÍA, L. (1942): La Cova del Parpalló (Gandía, Valencia). Instituto Diego Velázquez,
C.S.I.C., Madrid, 351 p.
VILLAVERDE BONILLA, V. (1984): La Cova Negra de Xàtiva y el Musteriense de la región central del
Mediterráneo español. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia
(Serie de Trabajos Varios, 79), Valencia, 327 p.
—380—
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Laura HORTELANO PIQUERAS*
ARQUEOMUSICOLOGÍA. PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN
DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
RESUMEN: Con este trabajo se presenta un modelo de metodología desarrollado para el análisis y sistematización de los artefactos sonoros e instrumentos musicales que aparecen en el registro arqueológico, especialmente de cronología prehistórica. La disciplina encargada de su estudio es
la Arqueomusicología: se determina aquí el ámbito de trabajo de la misma y la metodología básica.
A continuación, se delimitan los dos grandes campos de análisis de este tipo de objetos, el acústico
y el arqueológico, especificando las líneas de estudio más convenientes en cada caso. Para terminar,
se ofrecen una serie de herramientas para la sistematización de los resultados.
PALABRAS CLAVE: Instrumentos musicales, metodología, Prehistoria.
ABSTRACT: Music Archaeology. Keys to systematize sound producing artefacts. This
work provide a methodological model to analyse and systematize sound producing artefacts and
musical instruments from archaeological remains, particularly those from prehistoric chronology.
Music Archaeology studies these objects: here we presents its concrete subject and general methodology. Them, limits of two basic areas of analyses of this kind of objects are specified; those are
acoustics and archaeological studies. Line guides for studying selected cases are presented here.
Finally, we describe several models for systematize the results of analyses and studies.
KEY WORDS: Musical instruments, methodology, Prehistory.
* C/ Cofrentes, 18-26 - 46010 València. E-mail: lahorte25@hotmail.com
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2
L. HORTELANO PIQUERAS
INTRODUCCIÓN
La Arqueomusicología es una disciplina reciente y compleja. Compleja porque se
requieren conocimientos muy variados, procedentes de disciplinas relacionadas con la
Arqueología, pero también de otras vinculadas a la Musicología (Historia de la Música,
Etnomusicología, Paleorganología y Organología) y la Física (Acústica).
Se desarrolla en Europa Central y Europa del Norte a partir de los años 50, bajo la
influencia del Estructuralismo, la Nouvelle Histoire y la New Archaeology, y surge con
la idea de registrar y estudiar los restos de la actividad musical de las civilizaciones desaparecidas (Homo-Lechner, 1989: 73), pero no es hasta 1983 que se definen sus contenidos y líneas de investigación.
En 1982 se había creado, al amparo del ICTM (International Council for Traditional
Music) un grupo de trabajo especializado en Arqueología Musical. Este grupo se reúne
en Nueva York en 1983, y de aquí saldrá su reestructuración definitiva. Las conclusiones
a las que se llegaron en esa reunión fueron:
1. DEFINICIÓN DE SUS CONTENIDOS
1.1. Arqueomusicología es cualquier búsqueda que, con ayuda de métodos interdisciplinares, intente aproximarse, describir e interpretar la música y la práctica musical en: A) época prehistórica (arqueomusicología prehistórica) o/y B)
épocas históricas pero, en este caso, con artefactos arqueológicos (incluyendo
material iconográfico) utilizados como primera fuente documental.
1.2. Es el estudio de los instrumentos (no en uso) y la producción de sonido en las
sociedades del pasado, utilizando métodos derivados de la arqueología y disciplinas relacionadas, añadidas a los métodos de la musicología y la historia.
1.3. La investigación y sus resultados en estos campos combinados puede compararse con investigaciones interdisciplinares similares, a través de las épocas
hasta el presente, para dar solución a la cuestión de si las culturas musicales
actuales derivan de los cambios prehistóricos, o encontrar resultados más precisos para los problemas del continuo cambio de la cultura musical.
1.4. Se divide el grupo (o sus métodos) formalmente en dos secciones:
A. ARQUEOMUSICOLOGÍA PREHISTÓRICA
B. ARQUEOMUSICOLOGÍA HISTÓRICA
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
3
2. DEFINICIÓN DEL NOMBRE DEL GRUPO
De entre seis opciones se decide finalmente STUDY GROUP ON MUSIC
ARCHAEOLOGY (SGMA) (BAM,1985).
C. Homo-Lechner (1989) sistematizaba de esta forma las pautas de la investigación
en esta disciplina: la Arqueomusicología se apoya sobre tres tipos de materiales, que
constituyen lo que ella denomina el primer triángulo de oro de la investigación:
EL OBJETO
EL TEXTO
LA IMAGEN
El segundo triángulo de oro de la arqueomusicología lo constituyen los tres pilares
sobre los que se levanta esta disciplina, en los que convergen todas las especialidades
auxiliares:
DOCUMENTAR
RECONSTRUIR
INFORMAR
I) DOCUMENTAR: se basa en la colaboración de investigadores diversos, como
musicólogos, organólogos, arqueólogos, filólogos, historiadores del arte, que siguen cuatro líneas de trabajo:
1. La música pura (notación, escalas, interpretación); es la auténtica arqueomusicología y paleografía musical.
2. Los instrumentos hallados en contextos arqueológicos; es la paleo-organología.
3. Las representaciones de instrumentos (y de otras manifestaciones musicales); es
la iconografía musical.
4. Los textos que mencionan la práctica musical; es la filología musical.
II) RECONSTRUIR: colaboran acústicos, fabricantes de instrumentos y músicos.
III) INFORMAR: fomentando reuniones, publicaciones, emisiones radiofónicas o
televisivas, películas, conciertos y registros discográficos.
Como puede verse, la Arqueomusicología es una disciplina que recibe aportes de otras
muchas, procedentes de áreas diversas de investigación. Compaginar y ordenar los elementos de tan diversas procedencias no es tarea fácil, y es por eso que también hay dificultades a la hora de establecer una metodología más o menos estandarizada. Cada investigador se preocupa en analizar los datos que le interesan para sus objetivos particulares.
—383—
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4
L. HORTELANO PIQUERAS
OBJETIVOS
En el año 2003, desde la Universidad de Valencia, se desarrolló un trabajo de investigación para identificar y clasificar los posibles artefactos sonoros que proporciona el
registro arqueológico para la Prehistoria peninsular.
Para ello, en primer lugar, se realizó una amplia búsqueda de bibliografía sobre la
materia, bastante especializada, dispersa y, la mayor parte de las veces, difícilmente accesible. Después se establecieron claramente los límites de la investigación, y se determinaron las fuentes y las diferentes disciplinas que ayudarían a la localización, identificación y análisis de este tipo de artefactos. Por último se realizó un cuadro general de los
instrumentos musicales/artefactos sonoros que hay ya identificados y reconocidos en el
registro arqueológico europeo y de la ribera del Mediterráneo, dentro de los límites cronológicos de la prehistoria.
Se llevó a cabo también una compilación de los instrumentos musicales que etnomusicólogos y paleorganólogos han determinado como los más primitivos, de raíces prehistóricas, y se confrontaron estos resultados con los materiales arqueológicos de la
Prehistoria peninsular publicados hasta el momento, con el fin de identificar estos posibles artefactos sonoros.
El siguiente paso fue el establecimiento de sistemas de análisis y registro de datos
para este tipo de materiales, elemento fundamental para determinar la verdadera función
y clasificación de los mismos.
METODOLOGÍA: GENERALIDADES
J. Blacking, uno de los investigadores que se ha preocupado de la definición de contenidos, límites y metodología de la Arqueomusicología, estableció en el simposio “The
Archaelogy of Early Music Cultures” de 1988 una serie de premisas básicas que todo
interesado en arqueología musical debe tener en cuenta antes de abordar el estudio de los
restos (Blacking, 1988: 331-332):
1. Puesto que la música es un hecho social, su historia y su prehistoria no pueden
describirse como “una serie progresiva de descubrimientos en la organización
de patrones sonoros”.
2. La evolución de los estilos musicales no se corresponde con la evolución de la
tecnología.
3. La cantidad y la variedad de géneros musicales que los miembros de una misma
sociedad practican no puede predecirse basándose en la cultura material, que es
lo que queda en el registro arqueológico. Esta cuestión es especialmente importante en los restos de practica musical de las épocas prehistóricas. Y, por supues—384—
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
5
to, teniendo en cuenta que posiblemente había una gran variedad de instrumentos en materias vegetales que pueden haber desaparecido por completo (esto es,
que ni siquiera pueden tener paralelos en etnografía).
Y todavía va más allá, y presenta unas cuestiones que no deben perderse de vista
acerca de los datos arqueológicos y prehistóricos, en dos tipos de situaciones:
A. Cuando hay una evidencia clara de actividad “musical”: la reproducción de los
tonos y sonidos de un instrumento, por ejemplo, de viento, no puede contemplarse como evidencia del uso de una escala o modo, porque los mismos músicos seleccionan y restringen a menudo el número de tonos, y alteran los sonidos
mediante técnicas de control de respiración, de uso de la embocadura y de taponamientos parciales de los agujeros.
B. Allí donde no hay evidencia material o ésta es muy pequeña, como sucede con
la “música” prehistórica: los resultados son inevitablemente muy especulativos;
sin embargo, con la ayuda de datos etnomusicológicos y antropológicos las conclusiones pueden ser muy interesantes, si no se hacen comparaciones directas.
Por su parte, C. Lund (1988: 300) presentó un esquema que resumía la metodología
básica de la disciplina (fig. 1). Según este esquema, se parte de los restos arqueológicos,
entre los que se ha detectado un posible instrumento musical. Sobre este posible instrumento (o artefacto sonoro) se elaboran teorías e interpretaciones que hay que confirmar.
Para ello se pueden seguir dos líneas de análisis: una sobre los originales y otra sobre
reproducciones. Los análisis sobre los originales son de dos tipos: descriptivos y de laboratorio. Los descriptivos se centran en cuestiones tipológicas y morfológicas. Los análisis de laboratorio son arqueológicos y acústicos. Entre la analítica arqueológica se
encuentran estudios tafonómicos, traceológicos, osteológicos, con rayos X, etc. Los análisis acústicos sirven para medir la capacidad sonora del artefacto.
Con las reproducciones se pueden efectuar pruebas sonoras de diversa índole: acústicas, es decir, sobre el propio sonido emitido; prácticas, o sea, sobre las posibilidades
sonoras del artefacto según la técnica de ejecución. Además hay que buscar analogías,
mediante comparaciones con otros materiales, tanto arqueológicos como etnográficos;
después se establecen tipologías y dataciones, cuadros cronológicos, etc. Contrastando
los resultados de ambos tipos de análisis se pueden establecer nuevas teorías o confirmar
las iniciales. Ya tenemos el artefacto sonoro analizado de manera científica; éste puede
ahora ponerse en relación con nuevos hallazgos del registro arqueológico (nuevamente,
los datos arqueológicos).
A pesar de que algunos investigadores han intentado establecer unas pautas básicas
para definir y trabajar en el campo de la arqueomusicología, no hay ningún manual. Son
tantas las disciplinas que convergen en ella y tan variadas las fuentes de las que bebe, y
—385—
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6
L. HORTELANO PIQUERAS
_.
TEORÍAS
INTERPRETACIONES
ANALOGÍAS
~
INVESTIGACIÓN
(originales)
EXPERIMENTACIÓN
(réplicas)
Descripción
Agrupación
TESTS PRÁCTICOS
Posibilidades
Técnicas de toque
Características sonoras
Uso potencial
EXAMEN DE
LABORATOR 10
Osteológico
Químico
Conservación
Acústica
Rayos X
POSIBLE
INSTRUMENTO
MUSICAL
TESTS ACÚSTICOS
Análisis tonal
Espectro
Medida sónica
Altura potencial
DATOS
ARQUEOLÓGICOS
,
Ir
Planos
Combinaciones
Contexto
Material
comparable
Datación
Cronología
Tipología
DOCUMENTACIÓN
PUBLICACIÓN
Fig. 1.- Procedimientos metodológicos para trabajar sobre un posible artefacto sonoro. Según Lund, 1988: 300.
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
7
también tan distintos los especialistas que trabajan en ella, que hace que los marcos metodológicos sean igualmente diversos. No obstante, presentaremos a continuación una serie
de pautas y procedimientos para analizar y sistematizar los artefactos sonoros arqueológicos de la manera más completa posible.
LOS CAMPOS DE ANÁLISIS Y LOS PROCEDIMIENTOS
Cuando nos enfrentamos a un posible artefacto sonoro o musical se deben realizar
sobre él dos tipos de análisis: por un lado los propiamente acústicos, y por otro los vinculados a la arqueología descriptiva (tecnología, huellas de uso, etc.); además siempre
que sea posible hay que realizar pruebas experimentales e indicarlas.
Los procedimientos y la sistematización en la toma de datos dependerán de la categoría del resto, dentro de las establecidas por C. Lund (1981: 247) para el registro de artefactos sonoros arqueológicos. Este material sonoro puede clasificarse, según dicha autora, en base a dos sistemas:
A. La clasificación tipológica desarrollada por E. Sachs y A. Hornbostel, que es la
que se utiliza normalmente, y que divide a los instrumentos musicales en:
IDIÓFONOS, CORDÓFONOS, AERÓFONOS y MEMBRANÓFONOS,
dependiendo del modo con el cual se genera la vibración sonora.
B. Un sistema nuevo, desarrollado por la propia autora, denominado AGRUPACIÓN POR PROBABILIDAD (probability grouping), que los clasifica en
cinco grupos:
1. Objetos que son claramente artefactos productores de sonido.
2. Artefactos con un gran potencial de haber sido utilizados como productores
de sonido.
3. Artefactos que probablemente son, a juzgar por analogías en el registro
arqueológico, de funciones variadas, entre ellas la producción sonora.
4. Artefactos que probablemente no se hicieron para producir sonido, pero que
por su diseño pueden producirlo, y desarrollar a la vez su función primaria.
5. Artefactos de función desconocida, pero que como consecuencia de su diseño y de las circunstancias del hallazgo, podrían pensarse que tienen en la producción de sonido una de sus funciones.
Sin bien la mayor parte de los investigadores siguen el sistema tradicional, la mejor
opción, si se quiere tener una visión amplia del panorama musical prehistórico, al modo
de los historiadores de la música, es usar una combinación de ambas, es decir, la básica
sería la clasificación de C. Lund y, dentro de la misma, se podría aplicar el sistema de C.
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8
L. HORTELANO PIQUERAS
Sachs; así tendríamos una visión más completa de cómo podría ser el panorama sonoro
en cada época o lugar. Además, nos ayuda a comprobar el grado de fiabilidad y de capacidad sonora de los artefactos seleccionados.
Como se comentaba al principio, los procedimientos serán diferentes dependiendo de
la categoría del resto. Si se trata de un artefacto claramente productor de sonido, o con
muchas probabilidades de haber tenido uso musical, se puede empezar por los análisis
acústicos, bien con el original, bien con reproducciones. Estas reproducciones nos sirven
después para la fase experimental, en la que se hacen variaciones sobre el tipo de ejecución y se comprueba si alguno de los usos musicales deja señales en la réplica, que luego
se pueden buscar en el propio objeto. Si el objeto en cuestión puede presentar otra función, o se presta a confusión, el procedimiento es inverso: conviene realizar reproducciones, experimentar con la utilidad musical de las mismas, y pasar después a comprobar
el comportamiento sonoro de nuestro artefacto seleccionado.
A. Los análisis acústicos
En cuanto al primer tipo de análisis, los acústicos, conviene aclarar primero cual es
el objeto de estudio de la Acústica. Ésta se define como la ciencia que se ocupa de las
características físicas del sonido (altura, intensidad, duración, timbre, entre otros muchos
más componentes, etc.). También se ocupa del análisis técnico de la factura de los objetos sonoros.
Casi todos los análisis sonoros que se efectúan sobre los artefactos productores de
sonido se llevan a cabo a través de una serie de parámetros numéricos y gráficos que
maneja la acústica. Nos proporciona, por tanto, las pautas de análisis y la codificación de
los resultados.
El estudio de la producción sonora desde una perspectiva científica debe tener en
cuenta todos los fenómenos citados anteriormente. No obstante, hay dos caminos para
estudiarlos desde esta perspectiva, que se encuentran correlacionados entre sí, según el
análisis parta desde la iniciativa del físico o del músico (fig. 2). El físico ve el objeto como
un generador de señales acústicas, que se pueden leer y medir, y a las que se adjudican
valores físicos. El músico ve el objeto como un instrumento musical, que emite un sonido con unas cualidades determinadas, que son las que definirán los valores musicales de
dicho sonido. Aparentemente se persiguen objetivos diferentes; sin embargo, el punto
común, el sonido, puede ser medido desde ambos campos: los valores musicales que
determina el punto de vista del músico tienen unos valores físicos, que apoyan matemáticamente esas cualidades sonoras; y los valores y medidas físicas tomados por el especialista en acústica adquieren valores musicales, que son, al fin y al cabo, los que justifican
el uso de ese objeto o artefacto como instrumento musical (Schaeffer, 1996: 80-81).
Estos preceptos deben tenerse en cuenta, sobre todo a la hora de realizar trabajos
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
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Fig. 2.- Procedimiento de análisis acústico de un instrumento musical según se parta de la iniciativa
de un físico o de un músico. Según Schaeffer, 1996: 81.
interdisciplinares, ya que hay que tener claros cuáles son nuestros objetivos y nuestros
procedimientos y cuáles pueden ser los de los colaboradores en el campo de la acústica.
El siguiente paso es concretar los procesos de estudio a efectuar sobre los artefactos
sonoros; éstos son diferentes si se trata de objetos que emiten sonidos de altura definida
o de altura no definida. Para el primer caso, los artefactos que emiten sonidos de altura
definida, los análisis que deben efectuarse son, en primer lugar, la medición de la frecuencia del sonido emitido (en Hz). Lógicamente esta medición no debe realizarse con
un aparato regulado según el sistema temperado, sino con un medidor de cents. El sistema de cents, establecido por Ellis en 1885, divide cada semitono temperado en 100 cents,
—389—
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10
L. HORTELANO PIQUERAS
con lo que nos salen 1200 fracciones de la octava, lo que permite la medición acústica de
sonidos emitidos por artefactos sonoros no temperados, como sucede con la mayor parte
de instrumentos de culturas musicales no occidentales.
También es recomendable medir la intensidad de estos sonidos emitidos (en dB).
Estos serían dos procesos básicos, que nos llevarían también a la necesidad de elaborar
diagramas de Fourier y sonogramas. El procedimiento científico-acústico para la toma de
datos y la extracción de conclusiones viene detallado por P. Schaeffer en su tratado.
Recordemos que los pasos que se seguían eran:
1. Generación del sonido.
2. Se produce una señal sonora (por tanto, ese artefacto se considera un objeto
sonoro).
3. Lectura de la señal (la señal sonora se percibe como musical, como reclamo,
como aviso, etc.).
4. Medición de la señal y dotación de valor musical.
Después ya se puede pasar a la experimentación con los sonidos: hay que probar,
experimentar y contrastar todas las formas posibles de emitir y variar el sonido emitido
con todos y cada uno de los artefactos, o sus reproducciones. Se puede experimentar con
el sonido en diferentes ambientes que pudieran tener relación con las circunstancias en
las que las sociedades prehistóricas pudieron usarlos (parajes con arte prehistórico, cuevas, santuarios). Nos ayudamos de la etnomusicología, pero también de otras disciplinas
vinculadas con la etnografía, como técnicas de caza, rituales populares, folklore, etc., que
nos informan sobre los artefactos sonoros que se utilizan en ellos, y nos pueden inspirar
para deducir usos musicales de algunos objetos.
En los instrumentos de altura no definida sólo se puede experimentar con el sonido
en cuanto a variaciones rítmicas o melódicas o posibilidades sonoras. Se les pueden aplicar también los estudios sobre diferentes ambientes, las circunstancias de utilización, etc.
En cuanto a la extracción de conclusiones, también P. Schaeffer nos facilita su “sistema de escucha reducido”, que se ajusta más a los objetivos de la arqueomusicología que
el tradicional: se parte del solfeo de los objetos musicales (es decir, la identificación de
los sonidos musicales). Después se realiza la clasificación del sonido, y su análisis. Se
determina la especie del objeto, se describe su morfología y el género del objeto (formamateria). Por último se analiza y confirma la realización sonora (Schaeffer, 1996).
B. Análisis experimentales
Para llevar a cabo los análisis experimentales, tanto si se trata de objetos de piedra,
de barro, de hueso es imprescindible realizar reproducciones lo más exactas posibles. El
proceso es la emisión de sonidos, realizando todas las pruebas de ejecución posibles, y se
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
11
observarían las consecuencias para el objeto que pudieran tener. A continuación anotamos algunas posibilidades de estudio:
1. Huesos, placas, piedras percutidas: pruebas de percusión con bastoncillos de
madera y/o hueso, comprobar los piqueteados que quedan en la superficie, y
cuánto tiempo de percusión es necesario para que quede alguna señal; distribución de las señales.
2. Sonajas: comprobar si el uso como sonajas de algunos elementos deja señales
(erosión en los bordes, descamaciones) y si estas marcas podrían confundirse o
no con las dejadas por otros usos (por ejemplo, conchas ensartadas y agitadas).
3. En los rascadores, se sabe que el frotado para producir sonido deja lustre y algunas descamaciones en los dientes practicados en el objeto.
4. La utilización de determinados objetos como aerófonos es más difícil de comprobar, pero, por ejemplo, en las bramaderas se podría estudiar el tipo de marcas que quedan en el orificio por este tipo de uso musical, ya que el giro del instrumento en torno a la cuerda es muy característico.
5. En otro tipo de artefactos, sobre todo los aerófonos de soplo, es bastante más
difícil localizar este tipo de señales, ya que son actividades poco agresivas con
el objeto.
El método de selección y anotación de resultados también nos lo proporciona P.
Schaeffer en su tratado. Este es, además, el proceso que se ha seguido en este trabajo para
sistematizar los resultados, porque se parte del objeto: se construyen instrumentos; después se establece la clasificación musical a partir de los objetos (la textura, el carácter) y
se hace una síntesis. Se establece el género de los objetos, la tipología, y se hace una identificación de los artefactos en su contexto (articulación, entonación). El último paso es la
ejecución musical (porque viene determinada por el tipo de artefacto que tenemos, es
decir, primero tenemos que identificar un objeto como silbato, y luego hacerlo sonar
como tal).
Éstas son sólo algunas propuestas de estudios muy determinados, limitados a la búsqueda en los objetos de señales que podamos relacionar con un uso musical. Lógicamente
para determinar muchas de ellas primero hay que realizar reproducciones y usarlas con
este fin, para determinar qué tipo de señales deberemos buscar. Es aquí donde entran en
función los conocimientos sobre técnicas de ejecución instrumental y de organología.
Nos ayudarían también, en el caso de que el tiempo necesario para que se produzcan estas
señales sea extremadamente largo, a encontrar explicaciones posibles a la ausencia de
señales, de ningún tipo, que se aprecia en determinados artefactos.
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12
L. HORTELANO PIQUERAS
SISTEMAS DE REGISTRO Y CLASIFICACIÓN DE LOS DATOS
Una vez establecidas las pautas de análisis se planteó la siguiente cuestión: ¿cómo
recoger y sistematizar los resultados? La confluencia de diferentes tipos de estudios en el
análisis e inventario de los artefactos sonoros prehistóricos hace que sea complicada la
elaboración de fichas de registro de estos elementos. Estas fichas, sin embargo, son necesarias para una buena recogida, sistematización y estudio de los mismos.
Una completa ficha de estudio debe recoger varios tipos de análisis: descripción morfológica, contexto arqueológico, estudios sobre las huellas de uso, acústicos, las hipótesis de interpretación, y sistemas de ejecución instrumental, y comparaciones y analogías
etnográficas, iconográficas... Además cada objeto hay que agruparlo en la categoría y
grupo que le corresponda, y hay algunos objetos que pueden estar en varios grupos sonoros. Lógicamente es una ficha muy extensa. Además, también hay que tener en cuenta
que muchos elementos que recogemos generalmente están faltos de pruebas sonoras que
determinen su funcionalidad.
Por eso proponemos el uso de dos tipos de fichas para cada objeto: unas fichas de
recogida de datos previos, en las que se describe el artefacto, las circunstancias del
hallazgo, cronología, hipótesis de usos musicales y propuestas de análisis para la confirmación/ rechazo de su uso como artefacto sonoro; y otra definitiva, en la que ya aparecen las conclusiones de los estudios arqueológicos y acústicos llevados a cabo sobre la
pieza para aquellos artefactos de dudosa función, y los artefactos ya considerados instrumentos musicales por los investigadores. Esta ficha debe incluir campos descriptivos
(identificación del objeto, materia prima, contexto arqueológico- descripción y cronología- descripción de la forma),otros para señales de uso, señales relacionadas con el proceso de fabricación; otros para las pruebas acústicas y los resultados de las mismas, los
paralelos y la interpretación final (fig. 3).
Por otra parte, en los materiales arqueológicos la realización de pruebas directas
sobre la pieza es casi imposible. En el caso de los artefactos sonoros las reconstrucciones
experimentales han de ser lo más exactas posibles, ya que los resultados acústicos pueden variar ante diferencias, por mínimas que sean, de materia o de forma. Es muy importante también llevar un registro detallado de estas reconstrucciones: recoger los procesos
de fabricación al detalle, los análisis físicos del objeto, los resultados sonoros en cada tipo
de ejecución (si tuviera varias posibilidades), señales que deja la actividad, etc. De esta
forma las reproducciones se convierten en una verdadera fuente de información y apoyo
para la identificación como sonoros o no de los artefactos registrados como posibles instrumentos de música.
La agrupación de los materiales y objetos del mismo tipo musical da lugar a una ficha
que clasifica los diferentes artefactos sonoros identificados o que podrían identificarse en
el futuro. Es un modelo fundamental para tener visión de conjunto del panorama sonoro
prehistórico, ya que permite observar las categorías y tipos de restos en cada momento
—392—
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
ldentificació n
Material
Contexto Arqueológico
Localizadón actual
Yacimiento, capa o unidad estratigráfica y breve
descripción. Cronología, adscripción cultural.
Museo, colección o
centro de irwestigación,
y n° de inventario.
Descripción morfológica
Conviene anotar aquí cualquier rasgo que consideremos
de especial interés para su interpretación como artefacto sonoro.
Morfometría
No sólo las dimensiones del
objeto, sino también de los
orificios o marcas que tuviera.
Huellas de uso
Además de las señales de
un posible uso musical, hay que
anotar las marcas que pudieron
dejar otros usos.
Interpretación y paralelos
Tecnología
Aspectos relacionados oon
el proceso de fabricación.
Análisis organológico
Descripción del objeto como
artefacto musical, formas de ejecución
musical con el mismo y resultados de
pruebas sonoras que se hayan hecho.
Documentación gráfica
Paralelos no sólo del registro
arqueológico, sino también
iconográficos y etnográficos.
Referencias bibliográficas
Fig. 3.- Ficha de recogida de datos para un posible artefacto sonoro. Elaboración propia.
—393—
13
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14
L. HORTELANO PIQUERAS
IDENTIFICACióN! Nombre del artefacto sonoro.
CATEGORíA! De las cinco establecidas ¡:m C. Lund.
FAMILIAIDe las cuatro de C. Sachs.IGRUPOICiasificación dentro de cada categoría.
DESCRIPCIÓN MORFOLÓGICA
TÉCNICAS DE EJECUCIÓN
Descripción del artefacto, materia, forma,
dimensiones, etc.
Formas de emitir sonido con este
artefacto. Se incluyen todas las formas
y modalidades posibles, así como los
resultados sonoros, si proceden.
CRONOLOGÍA
1
Momento en que surge.
EXTENSIÓN GEOGRÁFICA
11
Áreas y regiones en que se documenta su uso.l
VARIANTES Artefactos que presentan diferencias con el modelo tipo, pero que
corresponden , sin duda, al mismo tipo de objeto sonoro.
PARALELOS
ETNOGRÁFICOS
Paralelos etnográficos del
artefacto tipo y sus variantes,
diferentes formas de ejecución
musical, usos y funciones del
artefacto en cada ejemplo, etc.
ICONOGRÁFICOS
Representaciones del
artefacto sonoro en
cualquier tipo de soporte,
incluso si la identificación
se ha hecho con reservas.
OTROS
Se incluirán aquí
las relaciones con
instrumentos del
folklore español,
aunque éste
corresponda a la
etnografía, y las
re producciones
hechas de forma
experimental.
DOCUMENTACIÓN GRÁFICA
Fig. 4.- Ficha para la clasificación de un artefacto sonoro-instrumento musical. Elaboración propia.
—394—
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
15
cronológico, y su distribución geográfica, y ayuda a localizar posibles artefactos sonoros
en el registro arqueológico. En la figura 4 se pueden ver los campos más interesantes que
podría contener.
Los diferentes modelos de análisis y métodos de recogida de datos presentados pretenden ser una herramienta de trabajo para el estudio de los artefactos sonoros prehistóricos. Son el resultado de numerosas pruebas, experimentaciones e intentos de recogida
de la mayor cantidad de informaciones posibles acerca de los mismos. Por ser un ámbito de estudio determinado, aunque una parte de los análisis proceden de disciplinas de la
Arqueología, presenta una serie de campos muy particulares, como son los relacionados
con los análisis acústicos y organológicos, por lo que necesitan una serie de análisis y de
métodos de trabajo no propiamente arqueológicos. Con los modelos de fichas presentados se ha intentado establecer una pauta de recogida de datos para cada una de las fases
de estudio de un artefacto sonoro o un instrumento musical procedente de una excavación arqueológica, que culmina con la plena identificación tipológica del objeto y las
posibilidades sonoras que tiene.
Se sigue trabajando en la delimitación de los análisis acústicos que son más apropiados para cada tipo de artefactos, menos agresivos y con resultados más fiables; contamos
para ello con los tremendos avances de la informática aplicada a la acústica. Unos métodos de análisis y unos avances que esperamos den pronto interesantes resultados.
BIBLIOGRAFÍA
BLACKING, J. (1988): “Ethnomusicology and Prehistoric Music-Making”. En E. Hickmann y D.-W.
Hughes (eds.): The Archaeology of Early Music Cultures. Orpheus, verlag fur systematishe
Musikwissenschaft, Bonn, p. 329-335.
BAM (Bulletin d’Archéologie Musicale) nº 1 (1985). Study Group on Music Archaeology. ICTM.
HOMO-LECHNER, C. (1989): “Archéologie et musique ancienne”. Les Dossiers d’Archéologie, 142,
Dijon, p. 72- 75.
LUND, C. (1981): “The Archaeomusicology of Scandinavia”. World Archaeology, 12 (3), London, p.
246- 265.
LUND, C. (1988): “Animal calls in Ancient Scandinavia”. En E. Hickmann y D.-W. Hughes (eds.): The
Archaeology of Early Music Cultures. Bonn, p. 289- 303.
SACHS, C. (1947): La historia universal de los instrumentos musicales. Ediciones Amorrortu, Buenos
Aires.
SCHAEFFER, P. (1996): Tratado de los objetos musicales. Alianza, Madrid.
—395—
[page-n-396]
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES
Archivo de Prehistoria Levantina es una revista periódica de carácter bienal, editada por el Museu de Prehistòria de
València. Tiene como objetivo la publicación de estudios, trabajos y notas sobre Prehistoria, Protohistoria y
Arqueología en general, siendo su vocación de ámbito esencialmente mediterránea, aunque no exclusivamente.
APL admite cualquier lengua hispánica, además de francés, inglés, alemán o italiano. La extensión de los trabajos
–incluyendo texto general, notas, ilustraciones (figuras de línea, láminas, gráficos, etc.) y tablas, con sus pies– deberá
tener un máximo de 40 páginas (100.000 caracteres). Los autores decidirán la proporción de texto e ilustraciones en
cada caso.
Los trabajos habrán de ser inéditos, aunque excepcionalmente podrán tener cabida traducciones de artículos ya publicados, en lenguas no hispánicas, cuya temática sea de especial interés de acuerdo con la línea editorial expuesta.
Los originales deberán remitirse a la siguiente dirección: Revista APL / Museu de Prehistòria de València / Carrer de
la Corona, 36 / E-46003 València. Correo-e: revista.apl@dival.es
Formato general
Utilizando un programa informático de texto, los originales se presentarán impresos en Din A-4, por una sola cara y
sin correcciones a mano. Cada página tendrá entre 30 y 35 líneas, dejando los márgenes suficientes (configuración de
página por defecto de Winword, p.e., con tipo de letra Times New Roman, cuerpo 12 e interlineado 1,5); todas las páginas irán numeradas. La numeración de las notas se hará siguiendo el orden de inclusión en el texto, y se reunirán al
final de éste para facilitar el trabajo de composición.
La primera página del texto presentará, en primer lugar, el nombre y apellido(s) del autor(es), seguido de un asterisco que remita, al pie, a la dirección completa de la Institución donde se presta servicio (una por autor) o, en su defecto, del domicilio particular, además de la dirección de correo electrónico. En segundo lugar, el título del trabajo; y a
continuación, el resumen del texto y las palabras clave en dos lenguas, una de las cuales deberá ser no hispánica (francés o inglés, preferentemente). Es importante que el resumen incluya objetivos, métodos, resultados y conclusiones,
con una extensión entre 50 y 150 palabras. El resumen en lengua no hispánica deberá ofrecer el título del trabajo en la
lengua utilizada. Las palabras clave deben permitir la localización del artículo en búsquedas informatizadas por temática, metodología, localización geográfica y cronológica. Los agradecimientos u otras notas parecidas se situarán al
final del texto, antes de la bibliografía.
Se entregarán dos copias impresas, con las figuras, láminas, tablas, etc., separadas del texto, junto con un disquete o
CD conteniendo exactamente los mismos archivos informáticos, preferentemente en formato IBM-PC, con indicación
del programa utilizado. En hoja aparte se hará constar la dirección completa del autor(es), el teléfono y el correo electrónico.
Ilustraciones
Todas las ilustraciones (figuras de línea, láminas –fotografías–, tablas y gráficos) se entregarán en formato digital,
junto con dos copias impresas; las figuras, láminas y gráficos en formatos preferentemente TIFF, EPS o JPEG, con una
resolución final de 300 ppp. Ninguna ilustración se compondrá dentro del texto, aunque sí deberá estar indicada en él.
Los pies respectivos se incluirán en listados también aparte, con los datos completos de identificación.
Las figuras llevarán escala gráfica, normalizando su representación y orientando de forma convencional los objetos
arqueológicos. Los mapas indicarán el Norte geográfico. La rotulación, en mapas o figuras, tendrá el tamaño suficiente para que, en caso de reducción, sea claramente legible. La numeración será independiente en cada caso: figuras de
línea, tablas o gráficos en números arábigos; láminas (fotografías) en romanos. Para la confección de la parte gráfica
(figuras de línea sobre todo) deberá tenerse en cuenta la caja de APL (150 x 203 mm), pudiendo ser el montaje a caja
entera, a 1/2, a 1/3, o a 2/3 (APL no tiene el formato a 2 columnas).
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Referencias bibliográficas
Las citas bibliográficas en el texto se realizarán de la forma siguiente: situado entre paréntesis, el apellido(s) del
autor(es), con minúsculas y sin la inicial del nombre propio, seguido del año de publicación y, caso de referencias completas, de la página, figura, etc. reseñadas tras dos puntos. Ejemplo: (Aura Tortosa, 1984), (Pla, Martí y Bernabeu,
1983a: 45). Si hay más de tres autores: (Martí et al., 1987).
La lista bibliográfica se situará al final del trabajo, siguiendo un orden alfabético, por apellidos. Se incluirán todos
los nombres en las obras colectivas. No son aconsejables las citas en texto de trabajos inéditos (tesis, tesinas); es preferible su reseña completa en notas al pie. Las obras en prensa, para ser aceptadas, deberán tener todos los datos editoriales.
La reseña completa de las citas (lista bibliográfica) atiende a los siguientes criterios: el apellido(s) del autor(es), en
mayúscula, seguidos por la inicial del nombre propio y por el año de publicación de la obra entre paréntesis, diferenciando con letras (a, b, c, etc.) trabajos del mismo autor(es) publicados en el mismo año. Los títulos de monografías
(libros u obras colectivas bajo el mismo lema) o, en su caso, de revistas o actas de Congresos deberán ir en cursiva y
sin abreviar. Para las monografías se señalará la editorial (o entidad editora) y el lugar de edición; para las revistas, el
volumen, el lugar de edición y las páginas del artículo; y para los Congresos, el lugar y la fecha de celebración, así
como el lugar de edición y páginas. Los siguientes ejemplos ilustran la normativa:
AURA TORTOSA, J.E. (1984): “Las sociedades cazadoras y recolectoras: Paleolítico y Epipaleolítico en Alcoy”.
En Alcoy. Prehistoria y Arqueología. Cien años de investigación. Ayuntamiento de Alcoy e Instituto de Estudios
‘Juan Gil-Albert’, Alcoy, p. 133-155.
[Ejemplo de contribución a obra colectiva sin editor]
FUMANAL, M.P. (1986): Sedimentología y clima en el País Valenciano. Las cuevas habitadas en el cuaternario
reciente. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 83),
Valencia, 207 p.
[Ejemplo de monografía (libro)]
INGOLD, T. (ed.) (1994): What is an animal? Routledge (One World Archaelogy, 1), London, 191 p.
[Ejemplo de monografía (obra colectiva con editor)]
MARTÍ, B.; FORTEA, J.; BERNABEU, J.; PÉREZ, M.; ACUÑA, J.D.; ROBLES, F. y GALLART, M.D. (1987):
“El Neolítico antiguo en la zona oriental de la Península Ibérica”. En J. Guilaine, J. Courtin, J.-L. Roudil y J.-L.
Vernet (dirs.): Premières communautés paysannes en Méditerranée occidentale. Actes du Colloque International
du CNRS (Montpellier, 1983). Éditions du CNRS, Paris, p. 607-619.
[Ejemplo de comunicación a Coloquio, con directores de publicación]
PLA, E.; MARTÍ, B. y BERNABEU, J. (1983a): “Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia). Campañas de excavación 1976-1979”. Noticiario Arqueológico Hispánico, 15, Madrid, p. 41-58.
[Ejemplo de artículo en revista]
PLA, E.; MARTÍ, B. y BERNABEU, J. (1983b): “La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia) y los inicios de la
Edad del Bronce”. En XVI Congreso Nacional de Arqueología (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, p. 239-247.
[Ejemplo de comunicación a Congreso sin directores, editores, etc., de publicación]
VV.AA. (1995): Actas de la I Reunión Internacional sobre el Patrimonio arqueológico: Modelos de Gestión.
Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Valencia y Castellón, Valencia,
135 p. [Ejemplo de monografía (obra colectiva sin editor)]
WISE, A.L. y THORME, T. (1995): “Global paleoclimate modelling approaches: some considerations for archaeologists”. En J. Huggett y N. Ryan (eds.): Computer Applications and Quantitative Methods in Archaeologia, 1994.
BAR International Series 600 (Tempvs Reparatum), Oxford, p. 127-132.
[Ejemplo de contribución a obra colectiva con editores]
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Pruebas y separatas
Las pruebas de imprenta, salvo petición expresa del autor, serán corregidas por los miembros del Consejo de
Redacción de la revista. En caso de corrección por autor, la devolución de pruebas se realizará en un plazo máximo de
quince días desde la fecha de entrega de las mismas para evitar retrasos de publicación. Si son varios los autores del
trabajo, las pruebas se dirigirán al primero de los firmantes. Las correcciones se limitarán, en la medida de lo posible,
a la revisión de erratas y a subsanar la falta de algún pequeño dato. Se aconseja la utilización de correctores automáticos en el momento de redacción del texto, a fin de paliar lapsus ortográficos.
Los autores tendrán derecho cada uno a un ejemplar de la revista y a su artículo en formato pdf.
La publicación de artículos en APL no da derecho a remuneración alguna. Los derechos de edición son del Museu
de Prehistòria de València, siendo necesario su permiso para cualquier reproducción.
Evaluación y aceptación de originales
APL es una revista con sistema de evaluación externa. Los trabajos deberán cumplir las normas generales arriba indicadas, cuyo objetivo es incrementar la difusión internacional de la revista. La calidad de los artículos es valorada por
al menos dos evaluadores externos, generalmente miembros del Consejo Asesor. El Consejo de Redacción es quien en
última instancia aprueba o no la publicación de los trabajos evaluados, reservándose el derecho de rechazar aquellos,
de los trabajos recibidos, que a su juicio no se ajusten a la línea editorial de la revista.
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XXVII
2008
A RCHIVO DE P REHISTORIA L EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia
V ALENCIA MMVIII
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ARCHIVO
DE
P REHISTORIA L EVANTINA
Servicio de Investigación Prehistórica
del Museo de Prehistoria de Valencia
Vol. XXVII
Diputación de Valencia
Valencia, MMVIII
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA (APL)
Revista del Museu de Prehistòria de València.
Fundada en 1928 por D. Isidro Ballester Tormo como Anuario del Servicio de Investigación Prehistórica
de la Diputación Provincial de Valencia.
Directora: Helena Bonet Rosado (MPV).
Editor: Joaquim Juan Cabanilles (MPV).
Consejo de redacción: Ferran Arasa i Gil (Universitat de València), Mauro S. Hernández Pérez (Universidad de
Alicante), Bernat Martí Oliver (MPV), Consuelo Mata Parreño (Universitat de València), María Jesús de Pedro Michó
(MPV), Albert Ribera Lacomba (SIAM de València), Valentín Villaverde Bonilla (Universitat de València).
Consejo asesor: Lorenzo Abad Casal (Universidad de Alicante), Juan Manuel Abascal Palazón (Universidad de
Alicante), Carmen Aranegui Gascó (Universitat de València), M.ª Eugènia Aubet Semmler (Universitat Pompeu Fabra,
Barcelona), J. Emili Aura Tortosa (Universitat de València), Ernestina Badal García (Universitat de València), Joan
Bernabeu Auban (Universitat de València), Paolo Biagi (Università degli Studi di Venezia), Didier Binder (CNRS,
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Complutense, Madrid), Joaquín Lomba Maurandi (Universidad de Murcia), M.ª Isabel Martínez Navarrete (CSIC,
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(Universitat Autònoma, Barcelona), Arturo Oliver Foix (Museu de Belles Arts, Castelló de la Plana), Manuel Pérez
Ripoll (Universitat de València), Pere Pau Ripollés Alegre (Universitat de València), Pierre Rouillard (Maison RenéGinouvès, Nanterre), Arturo C. Ruiz Rodríguez (Universidad de Jaén), G. Gonzalo Ruiz Zapatero (Universidad
Complutense, Madrid), Francesc Tarrats i Bou (Museu Nacional Arqueològic de Tarragona), M.ª Pilar Utrilla Miranda
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Ayudantes de edición: Manuel Gozalbes Fernández de Palencia (MPV), Ángel Sánchez Molina (MPV).
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ISSN: 1989-0508
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Imprime: Gráficas Papallona, s. coop. v. / www.graficaspapallona.com
[page-n-7]
ÍNDICE
Pág.
I. SARRIÓN MONTAÑANA: Presencia de Homo en el Pleistoceno inferior y medio valenciano. ..............
9
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA: El jaciment paleolític de
la Cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta). ............................................................................
25
F. X. OMS ARIAS: Caracterització tècnica, tipològica i cronològica de les ceràmiques del
Neolític antic de la Cova Colomera (Prepirineu de Lleida). ..........................................................
51
A. LUJÁN NAVAS y F. J. JOVER MAESTRE: El aprovechamiento de recursos malacológicos
marinos durante la Edad del Bronce en el levante de la península Ibérica. ..................................
81
J. A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS: El conjunto orientalizante
de Cerro Alcalá (Torres, Jaén). Cuestiones de cronología, contexto e interpretación. ..................
115
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA: Pinturas rupestres de la Cueva del Cerro
(Millares, Valencia): una nueva documentación, una nueva lectura. ............................................
161
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J. L. VICIANO: Tres nuevas manifestaciones de arte
rupestre prehistórico en la provincia de Castellón. ........................................................................
181
R. PÉREZ MÍNGUEZ: Relación provisional de las villas romanas desde el sur del río Turia
hasta la sierra de Benicadell-Agullent. ..........................................................................................
225
F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE: Los hallazgos arqueológicos de 1827 en la construcción
de la carretera de Madrid por Las Cabrillas (Buñol, Valencia). ....................................................
263
R. CEBRIÁN FERNÁNDEZ y T. HERREROS HERNÁNDEZ: Las aras de la necrópolis de
La Boatella (Valencia). ..................................................................................................................
303
G. GALLELLO: Aspectos de paleodieta en restos óseos de época tardoantigua hallados en
la necrópolis de la Boatella en Valencia (campaña 2006-2007). ..................................................
319
J. A. SENDRA IBÁÑEZ: Las acuñaciones de plata en Valencia durante el reinado de Carlos II. ..............
339
F. J. PUCHALT FORTEA: Trepanación craneal en Morella. ........................................................................
361
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA: Excavaciones arqueológicas en la Cova de l’Assut
de Bellús. Primeras valoraciones. ..................................................................................................
371
L. HORTELANO PIQUERAS: Arqueomusicología. Pautas para la sistematización de
los artefactos sonoros. ....................................................................................................................
381
Normas para la presentación de originales en APL ..............................................................................
397
[page-n-8]
[page-n-9]
1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Inocencio SARRIÓN MONTAÑANA*
PRESENCIA DE HOMO EN EL PLESTOCENO INFERIOR
Y MEDIO VALENCIANO
RESUMEN: Se da a conocer la presencia de restos de Homo en el Pleistoceno Inferior y Medio
del área valenciana, representados, por una parte, por el tercio distal de un fémur derecho procedente de la Muntanyeta dels Benissants (Sueca), reproducido en la obra del Padre Amado Burguera
(1921), que fue en su época el resto antropológico más antiguo del Pleistoceno inferior europeo,
asociado a una fauna de macro y micromamíferos de una cronología en torno a 1,3-1 Ma. Por otra
parte, por los restos hallados en la Cova del Llentiscle (Vilamarxant), consistentes en un fragmento
de costilla IV-V derecha del género Homo, con marcas antrópicas de descarne, y fragmentos de
parietal y fémur, entre otros, de un individuo infantil, así como restos de fauna compuestos por
macro y micromamíferos propios del tránsito Pleistoceno inferior/medio, de 0,8-0,7 Ma.
PALABRAS CLAVE: Valencia, restos humanos, Pleistoceno inferior, Pleistoceno inferior/medio.
ABSTRACT: Human remains from the Early and Middle Pleistocene in the Region of
Valencia. Muntanyeta dels Benissants (Sueca) has yielded anthropic remains of Early and Middle
Pleistocene represend by the third distal of a right femur reproduced in the work of Father Amado
Burguera (1921). Probably it constitutes the most ancient antropic remain of the Early European
Pleistocene associated with the fauna of macro and micromammels around 1.3 – 1 million of years.
On the other hand, we will deal with the remains found in the Cova del Llentiscle (Vilamarxant)
* Gabinet de Fauna Quaternària, Museu de Prehistòria de València (gabinet.fauna.quaternaria@dival.es).
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represented by a fragment of the right rib IV – V of the Homo species and fragments of parietal and
femur of an infant as well as remains of fauna composed of macro y micromammels typical of the
period of transition from Early to Middle Pleistocene (0.8 – 0.7 million of years).
KEY WORDS: Valencian Region, anthropic remains, Early Pleistocene, Early / Middle
Pleistocene.
MUNTANYETA DELS BENISSANTS
En la nota preliminar que realizamos sobre los yacimientos pleistocenos de la Ribera
Baixa (Sarrión, 1984), al tratar sobre el correspondiente a Benissants, Sueca, constatamos
la presencia del fémur humano reproducido por el Padre Amado Burguera en su ilustrada obra sobre la historia de Sueca (fotograbado 4; Burguera, 1921), así como el lugar
donde se encontró (fotograbado 3), localizando el punto de extracción en la roca brechosa, sirviendo como referencia la Ermita sin sus adiciones (v. fig. 1). En su inmediatez
hallamos incrustados restos de Felis (Lynx) spelaea, Pseudodama sp., además de restos
del arvicólido Allophaiomys chalinei, cuya especie ocupa toda la extensión del yacimiento.
La obra del Padre Amado nos describe los desmontes que se llevaron a cabo en la
Muntanyeta dels Sants o Cabeçó de Na-Molins, y montículos adyacentes, interesándonos
al respecto el Capítulo 51, del Tomo I, entresacando lo que sigue: “(...) el cabezo de NaMolins (Montanyeta dels Sants), con sus adyacentes cerros, uno de ellos arrancado por
desgracia, casi a ras de tierra y después de la enorme extracción de piedra que de ellos
se ha practicado (...) Estos Cabezo y cerros afectan a un triángulo casi equilátero (...) El
primero mide una altura de 25 x 100 metros de radio, y los segundos de 8 a 10 x 30 de
idem, poco mas o menos”. Éstos, consideramos que corresponden a los arrasados Ullalet
dels Sants y Malvinaret. Más adelante dice: “(...) tanto en el Cabezo como en el Cerrito,
arrancado casi a ras de tierra, entre un enorme conglomerado de arcillas (en aquel) y
de areniscas y pudingas (en este), todo ello recubierto de enormes bloques de calizas de
20 y 9 metros de altura, respectivamente, por el radio apuntado, han aparecido perfectos fósiles orgánicos e inorgánicos. Los primeros se componen de esqueletos fragmentados humanos, algunos de dimensiones gigantescas, y de otros irracionales, aunque raros
en número. Los segundos afectan a moluscos (conchas de peregrino).
”Las formas, dimensiones y estructura de esos fósiles, con sus descomunales menhires encima, acreditan una de dos cosas: o que en los dichos lugares hubo enterramientos humanos y, por lo tanto, seres que poblaron nuestra comarca, cuyos esqueletos, luego
de ser fragmentados por los años (y debieron de transcurrir muchos por causa de la
corta humedad del enterramiento) fueron invadidos y recubiertos por las arcillas, areniscas y pudingas expresadas, provenientes del horrible aluvión bíblico (Diluvio universal, que sucedió más de 4,000 años hace), y sobre esos conglomerados, totalmente petri—10—
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PRESENCIA DE HOMO EN EL PLEISTOCENO INFERIOR Y MEDIO VALENCIANO
a
3
b
Fig. 1.- a, reproducción del fotograbado 3 de la obra del Padre Amado Burguera;
b, foto tomada en la década de los 80, desde el punto que se considera se realizó la anterior.
ficados, se fueron formando las diversas capas calizas hasta rebasar de los 9 a los 20
metros de altura; o también acreditan esos fósiles que, arrastrando de otros puntos por
ese mismo aluvión o por inundaciones parecidas, fueron a parar a Na-Molins. Sin
embargo, nos parece mas natural el primer caso, por razón de la relativa localización de
los esqueletos fosilizados”.
En el Capítulo III, nº 69, cuyo enunciado dice: “Restos de necrópolis etruscas en el
Cabezo de los Santos (Cabesol o Capito romano) y en el Mareny de Barraquetes”, al tratar de varios objetos cerámicos hallados en el término (lucernas, anforitas) nos habla,
entre otros, de los restos de dos necrópolis descubiertas al roturar el terreno “a la falda
de la meseta de Na-Molins, dirección Este, a la altura de un poco mas o menos de un
metro sobre el suelo actual. Examinadas las enormes losas que cubrían las sepulturas y
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Fig. 2.- Reproducción del fotograbado 4 del P. Amado y descomposición del mismo,
correspondiendo la parte izquierda al tercio distal de fémur derecho de Homo sp.
y la derecha a fragmentos diafisiarios de fémur izquierdo de Ursus cf. deningeri.
estudiadas con detenimiento las anforitas de referencia, hemos podido apreciar que se
trata de una necrópolis etrusca”. La anforita reproducida (fotograbado 11) presenta
todas las características de la cerámica visigoda. Recordemos al respecto el cercano cenobio visigodo que se halló en Punta de l’Illa de Cullera (Pla, 1957, 1961 y 1972; Roselló,
1995). Traemos esto a colación para excluir los enterramientos hallados en el extremo
oriental, en los rellenos holocenos del Cabeçol, de la brecha pleistocena del área montañosa occidental.
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Fig. 3.- Restos óseos del fémur izquierdo de úrsido identificados entre
los depositados en la Biblioteca Suecana.
En el referido fotograbado nº 4 del P. Amado, el pie dice: “Fósiles orgánicos humanos (fémures, rótulas y otros huesos), e inorgánicos (arcillas, pudingas y areniscas)
hallados en la Montanyeta dels Sans”; y en el 3: “Punto del Capito donde estaban y quedan aún vestigios de fósiles humanos a que aluden los fotograbados 4 y 5”. Atendiendo
pues al contenido de los mismos, consideramos que el P. Amado era consciente del carácter de aquellos restos, subrayando con la fotografía el lugar donde fueron extraídos (fig.
1, a). En el fotograbado nº 4 se observa perfectamente la norma posterior del fémur
izquierdo, sobre todo su tercio inferior, con su característica línea aspersa, triángulo
popliteo y cóndilos articulares. Debajo del mismo aparece una diáfisis que pudiera pertenecer a un peroné o tal vez a un cúbito (fig. 2).
Con motivo de la realización de una nota preliminar sobre los yacimientos pleistocenos de la Ribera Baixa, en 1984, las indagaciones que realizamos en Sueca (Ayuntamiento, Chalet del P. Amado) sobre el paradero de los restos recuperados por el Padre en
Benissants, resultaron infructuosas. Nuevas noticias nos indicaron que en la Biblioteca
Suecana se conservaban los restos prehistóricos que figuraban en los fotograbados de su
obra. Contactamos con el bibliotecario Antoni Carrasquer, el 24-X-07, que tramitó nuestro deseo, mostrándonos los materiales que se conservaban. Obviando los restos arqueológicos (jarrita califal, la visigótica, lucerna romana, etc.), nos centramos en los restos
paleontológicos. Éstos se componían de una serie de una docena de fragmentos diafisiarios de variado tamaño, de los cuales pudimos recomponer unos cinco, observando que
varios encajaban con los representados en la parte derecha del fotograbado 4 (v. fig. 2 y
3), desprendidos del bloque brechoso, pudiendo comprobar que corresponden a un fémur
izquierdo pero de úrsido, con toda probabilidad Ursus deningeri, faltando el tercio distal
del fémur derecho de homínido que ocupa la parte izquierda del fotograbado.
En el citado fotograbado se observa, en su parte central, una hendidura diagonal, lo
cual nos hace pensar en la posibilidad de que la imagen reproducida corresponda a dos
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bloques brechosos diferentes, pudiendo ser la foto una composición del autor (véase al
respecto la fig. 2, con la descomposición del grabado y la reconstrucción de los restos
pertenecientes a diferentes especies, úrsido y homínido). Aunque perdido el resto de
homínido, en su momento, para nosotros, fue el testimonio y la cita más antigua de la presencia antrópica en Europa; y atendiendo a lo sucedido con los restantes fragmentos,
tenemos la esperanza de que en algún olvidado lugar, se tenga la feliz sorpresa de reencontrar el importante resto extraviado.
Las especies determinadas, en los desmontes y bloques residuales, son las siguientes:
- Equus altidens (M2/ iz.; frag. 1ª falange).
- Equus sp. (tamaño medio: canino sup.; radio; grande der.; pisiforme iz.; frag. art. distal metapodio).
- Praemegaceros cf. solilhacus (Pm/4 der.; frag. diáfisis MT; 2ª falange).
- Pseudodama nestii ssp. (abundantes).
- Ovis sp. (vértebra cervical).
- Ursus deningeri (M2/ der.; magno der.; MC IV der.; 1ª falange; frag. 2ª falange; 3ª falange, frag.
rótula y tibia).
- Meles sp. (frag. atlas; frag. prox. cúbito der. e iz.; pelvis iz.; art. distal fémur; 1ª falange).
- Canis sp. (I2/ der.; M/3 Iz.; axis; escápula, frag. cavidad art.; MT IV der.; astrágalo, tróclea).
- Vulpes sp (M1/ iz.).
- Homotherium latidens (MT III der.).
- Felis (Lynx) spelaea (diversos).
- HYENIDAE ind. (frag. prox. cúbito der.).
- Hystrix major (germen premolar; M2/ der.; frag. atlas; radio iz., tercio proximal; radio der., frag.
proximal; MT IV der., arts. desprendidas; MT V der., art. distal desprendida).
- Allophaiomys chalinae ssp. (abundantes).
- Mimomys savini (presencia).
- Castillomys crusafonti (presencia).
- Prolagus calpensis (abundantes).
- Oryctolagus cf. lacosti (abundantes).
- Apodemus cf. mystacinus (presencia).
- ERINACENAE ind. (escápula).
- Testudo cf. hermanni (abundantes plaquetas).
- AVES (abundantes, entre las que se identifica Corvus, Columba, Alectoris, etc.).
- Homo sp. (fémur iz.).
La presencia antrópica en la Península, al margen de los controvertidos restos de
Venta Micena y Cueva Victoria, está ratificada por la industria lítica de los yacimientos
de la cuenca Guadix-Baza de Fuente Nueva-3 y Barranco León-5 (Martínez-Navarro,
Toro y Agustí, 2004). Atendiendo a los hallazgos de Benissants, consideramos que la
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introducción antrópica vendría acompañada con la presencia del género Allophaiomys,
junto a la renovación faunística que ello conlleva, y de los que serían buenos testimonios,
a la par del de Benissants, los mencionados yacimientos del sureste y sur peninsular, a los
que habría que añadir el de Trinchera Dolina de Atapuerca y el que consideramos la ratificación de nuestra opinión, el hallazgo reciente, junio de 2007, en la denominada Sima
del Elefante de la Sierra de Atapuerca, nivel-9 (TE-9), de un premolar 2º inferior, al cual
se le otorga una antigüedad de 1,2 Ma y al que se considera como el resto más antiguo
de Europa (Diario de Atapuerta, nº 25, 2007), edad que encaja en la banda que otorgamos
al yacimiento de Benissants, 1,3-1 Ma.
COVA DEL LLENTISCLE
Otros restos son los procedentes del yacimiento del Pleistoceno medio/inferior de la
Cova del Llentiscle de Vilamarxant (Sarrión, 1980 y en prensa), formada sobre fractura
de distensión en calizas del Muschelkalk, colmatada por arcillas y materiales alóctonos,
con posteriores procesos desmanteladores, provocando una serie de desplomes de bloques brechosos, formando una serie de irregulares y artificiales pisos que podríamos catalogar en esquemático corte como: Piso-1, la galería superior; otro pequeño, intermedio,
Piso-2; y el inferior Piso-3 con Gatera Inferior.
Restos de fauna recuperados:
- Equus süssenbornensis (Piso-3: cráneo y tres vértebras).
- Equus sp. (Piso-2: frags. de escápula, costillas y sesamoideo).
- Stephanorhinus etruscus (Piso-3: diversos).
- Felis (Lynx) spelaea (Piso-2: diversos restos; Piso-3: MC IV).
- Cf. Pseudodama nestii vallonetensis (Piso-3).
- Bos / Bison sp. (Piso-3: frag. D/4).
- Meles sp. (Piso-3: frag. tibia).
- Testudo sp. (Piso-3: plaquetas).
- Crocidura suaveolens (Piso-3).
- Iberus alonensis (Piso-3: ejemplares brechificados).
Especies extraídas en el muestreo brechoso de la cavidad:
- Iberomys brecciensis.
- Allocricetus bursae.
- Apodemus cf. flavicolis.
- Eliomys quercinus cf. helleri.
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- Oryctolagus sp.
- Crocidura russula.
- OPHIDIA (vértebras).
- PEZ (vértebra).
Restos antropológicos:
- Homo sp. (Piso-2: frag. de costilla IV-V der., con incisiones antrópicas –Lle-69–).
- Homo sp. (Piso-3: metacarpo I iz. –Lle-382– y basio –Lle-383–).
- Homo sp. (Gatera inferior: frags. de fémur iz. –Lle-380– y parietal –Lle-381–).
- Homo sp. (Piso-3: frag. diáfisis de tibia der. con trazos oblicuos en su norma interna, de posible
origen mecánico –Lle-28–).
La edad aproximada la hemos encuadrado entre finales del Pleistoceno Inferior e inicios del Medio (0,8-0,7 Ma). En el artículo que realizamos en 1980, dividimos los restos
en varias fases, basándonos en la diferenciada pátina –bióxido de manganeso, óxido de
hierro–, fosilización y ubicación. Al retomar el yacimiento, 25 años después, realizamos
un muestreo de la brecha externa que colmata la fractura, así como de los bloques del
interior, observando sorprendentemente que de todos ellos se obtenían los mismos micromamíferos.
En la galería inferior, Piso-3, aparte de otros restos incrustados, donde se halló el cráneo y varias vértebras del équido, amalgamado y desprendido del techo, y en un relleno
lateral del mismo, apareció un MC IV de lince (entre los restos recuperados, identificamos un fragmento longitudinal diafisiario de tibia de homínido). En el piso superior,
Piso-2, recayente al que nos ocupa, encontramos restos diversos de lince, al igual que
fragmentos de costillas, escápula, sesamoideo de équido y un fragmento de “costilla de
artiodáctilo mediano” con varias incisiones antrópicas, en mayor entidad en su cara
interna y en menor grado en la externa, cercanas a su articulación, envueltos en relleno
arcillo-arenoso húmedo, de fracción pequeña. Los restos recuperados en esta área presentaban gran fragilidad y una coloración clara natural y pigmentaciones de bióxido de
manganeso, sobre todo los restos de lince.
Dado que las especies de ambos pisos sobrepuestos son coincidentes (équido, lince),
ello nos ha llevado a considerar la posibilidad de que pertenezcan a unos mismos individuos, afectados por diferentes condiciones de sedimentación. El fragmento de costilla,
con las incisiones antrópicas, que en un principio atribuimos genéricamente a un artiodáctilo de talla media, al retomarlo para realizar la parte gráfica del artículo, el compañero Alfred Sanchis comentó que le recordaba la morfología de los homínidos, hecho que
sorprendentemente así era, lo cual significaba que era coetáneo de los restos de équido y
a su vez al hallado en el piso inferior, Piso-3. Dicho fragmento de costilla comprende la
parte recayente al tubérculo dorsal y la carilla articular del tubérculo costal, de la IV ó
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Fig. 4.- a, fragmento proximal de costilla IV-V derecha (Lle-69) de Homo sp. con incisiones antrópicas;
b-c, detalle de las incisiones en carilla posterior y anterior.
V costilla derecha, siendo en su cara interna donde se hallan las más destacadas incisiones antrópicas (fig. 4).
Del Piso-3 procede el fragmento diafisiario de tibia, con roturas mecánicas. En su
parte interna aparecen dos o tres trazos oblicuos que, con reservas, consideramos de procedencia antrópica, sin desechar la mecánica (fig. 5 y 6). Su coetaneidad con los restantes, dada su concreción cálcica y su ubicación, tendemos a aceptarla aunque también con
reservas. En el mismo Piso-3, extremo derecho, adosado a la pared, en una especie de
escorrentía, hallamos un MC I y, a pocos centímetros, restos del basio así como diversas
esquirlas de aspecto humano. Los restos son muy frágiles, con adherencias carbonatoterrosas que no admiten tratamiento alguno con los ácidos. Pertenecen a un individuo
juvenil, como lo atestigua la articulación proximal del MC I desprendida y la endeblez
del basio (fig. 7, a y b).
En visita posterior, en este piso, en su parte izquierda, existe una pequeña gatera, la
que denominamos Gatera Inferior, en la cual penetraron Josep Fernández y Carmen
Tormo, hallando, adosado a la pared, el tercio distal de fémur, con la epífisis desprendida, así como en los derrubios, un fragmento de parietal cubierto de carbonatos (fig. 8, a
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o
S cm
Fig. 5.- Restos antropológicos del Piso-3 de la Cova del Llentiscle.
o
5 cm
--=:::::~--===--
Fig. 6.- Fragmento de diáfisis de tibia (Lle-28) con trazos de origen posiblemente mecánico.
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Fig. 7.- a, basio (Lle-383) y b, MC I izquierdo (Lle-382), normas anterior y posterior.
y b). Asimismo se recuperó un fragmento mandibular del équido superior con su misma
pátina y brechificación. El fémur presenta en su cara anterior concreciones carbonatadas,
pero en la posterior posee las mismas características, pátina y fragilidad que los restos
antropológicos colindantes del Piso-3. En esta segunda cara se observa una hendidura
circular producida por canino de carnívoro. El parietal se encuentra recubierto por una
fina película de carbonato cálcico, del que en una rotura reciente se aprecian sus características, o sea las láminas laterales y el diploe central, con un grado de fosilización superior a los restantes (fig. 9). Atendiendo a la ubicación y características (inmadurez), consideramos que posiblemente los restos corresponden a un mismo individuo, de una edad
entre los 9-14 años.
El MC I iz. pertenece a un individuo juvenil, como así lo atestigua su articulación
proximal desprendida. Igualmente sucede con el fragmento distal del fémur iz., con su
articulación desprendida por la línea epifisiaria.
El fragmento craneal, 35 x 37 mm, presenta una película de concreción cálcica por
ambas caras, observándose en la norma externa una exfoliación antigua. En el fragmento se aprecia una suave curvatura, con unos grosores de 7,1 y 5,1 mm, no pudiéndose
observar rastro de la red meníngea que nos permitiera su correcta orientación. Pensando
en una futura datación absoluta, hemos considerado no someterlo a una limpieza con el
acético, por temor a una posible contaminación. La porción basilar presenta unos deta—19—
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Fig. 8.- a, fragmento de parietal (Lle-381) y b, tercio distal, límite epifisiario,
de fémur izquierdo (Lle-380), normas anterior y posterior.
Fig. 9.- a-b, diploe del fragmento parietal (Lle-381).
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lles morfológicos que no los vemos tan acentuados en los cráneos subactuales comparados. En su norma exterior, lo más destacado es la existencia de una excavada fosita navicular y faríngea que nace al pie de un insignificante tubérculo faríngeo, y que finaliza en
el borde de la apófisis basilar. Los cóndilos articulares están rotos, mas en el lado derecho, se aprecia parte de la fosita condilar anterior, con una posterior rugosidad de inserción muscular. En la derecha se observa el conducto del agujero condilar anterior, y en
su norma interna el inicio de la espina yugular. Lo más destacado de esta parte interna es
la existencia de tres foramen, relacionados con su edad. Los más desarrollados cercanos
al punto basio y a la apófisis basilar, y el menor de ellos ubicado entre ambos, los cuales consideramos que son propios de los neonatos e inmaduros. Este hecho no lo hemos
apreciado en ninguno de los cráneos adultos comparados.
Dimensiones:
Basio
1. Long. porción basilar
Fémur
1. D T epíf. D
2. D AP epíf. D
MC I
1. L
2. D T D
3. D T ½ diáf.
4. D AP ½ diáf.
25,5
30,1 (sin art. prox.)
12
9,8
7,4
(58)
(33,1)
La problemática principal que plantean estos restos antropológicos es si son contemporáneos de los restantes restos determinados, cuya situación en la cavidad hemos reseñado. A simple vista, la diferenciación de pátina y fosilización parecen corresponder a
diferentes etapas. Guiándonos por las pruebas aportadas por el muestreo de micromamíferos, éstas nos inclinan hacia una coetaneidad del espacio que tratamos, considerando
que los restos de équido del Piso-2 (costillas, vértebras, escápula, sesamoideo), junto al
fragmento de costilla humana reseñada, deben pertenecer al mismo ejemplar que el cráneo, vértebras, del inferior Piso-3, continuando con el fragmento mandibular de la
Galería Inferior.
A este hecho, hay que añadir otro dato. Entre los restos de lince del Piso-2, y el MC
IV del Piso-3, todos ellos similares, con pigmentaciones de bióxido de manganeso, se
observa un zigomático iz., con la fosilización diferenciada, y similar a la de los restos
antropológicos. Estos detalles nos indican que, en puntuales ocasiones, la pátina y consiguiente fosilización vienen dadas por su situación posicional en la cavidad, condicionada
por diversos fenómenos, hidrológicos, clásticos, reconstructivos, sedimentológicos, etc.
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El équido de Llentiscle posee una estructura similar al Equus apolloniensis (Koufos
et al., 1997), al que se le otorga una edad en torno a los 0,8 Ma (Van der Made, 2001),
con rasgos dentales del Equus süssenbornensis de Stránkà Skála (Musil, 1971), alrededor de los 0,73 Ma (Lumley, 1988).
La presencia del Iberomys brecciensis nos conduce al tránsito del Pleistoceno
Inferior al Medio (inversión Matuyama-Bruhnes, 0,73 Ma), de los que son buenos representantes Huéscar-1 (Mazo et al., 1985) y Cúllar de Baza-1 (Ruiz Bustos y Michaux,
1976).
A través de la exposición de los restos antropológicos, hemos expresado el posible
sincronismo de ellos con las restantes especies recuperadas, siendo conscientes de la
incierta consistencia de tal atribución, mas la presencia de la costilla con los trazos de
descarne ha venido a incrementar notablemente dicha posibilidad, al menos en este resto.
El conjunto de los restos humanos evidencian prácticas de antropofagia, sobre todo los
ejemplares juveniles, hecho que vemos perfectamente representado en el ‘Horizonte
Aurora’ de Trinchera Dolina de Atapuerca (Fernández-Julve y Andrews, 2001), sin entrar
en la valoración de que se trate de un canibalismo gastronómico o cultural. Con todo ello,
mantenemos la cronología básica del yacimiento en los 0,8-0,7 Ma.
Finalmente, estos yacimientos pleistocenos con muestras de la presencia antrópica en
nuestra área, consideramos que encuentran paralelismos con los de Atapuerca: así, la
Sima del Elefante con Benissants; Trinchera Dolina con Llentiscle; y la Sima de los
Huesos con Bolomor (Sarrión, 2006; Fernández Peris, 2007).
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Ana CASTAÑO LLADRÓ*, Dídac ROMAN MONROIG** i Alfred SANCHIS SERRA***
EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
(BENITATXELL, LA MARINA ALTA)
RESUMEN: Se estudia un conjunto de materiales líticos y de fauna procedentes de la Cova
del Moro de Benitatxell. La muestra está formada, en primer lugar, por restos recogidos por técnicos del Museu Arqueològic de Xàbia que se encontraban en superficie, después de la actuación de
excavadores clandestinos. Los demás elementos corresponden a materiales que J. Vilanova y Piera,
a finales del siglo XIX, recogió tras una visita a la cueva y que fueron depositados en el MAN. La
industria lítica recuperada en la Cova del Moro nos aporta tan sólo un dato claro sobre un momento determinado del Paleolítico superior, el Solutrense, aunque la fauna nos podría remitir también a
momentos más tardíos del Tardiglacial.
PALABRAS CLAVE: Cova del Moro, Solutrense, Vilanova y Piera.
RÉSUMÉE: Le site paléolithique de Cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta). Dans
cet article, un lot de matériaux lithiques et de faune provenant de la Cova del Moro (Benitatxell) est
présenté. Une partie de ces matériaux a été récemment récupérée par des techniciens du Museu
Arqueològic de Xàbia, après l’intervention des fouilleurs clandestins. Le reste du lot correspond aux
matériaux récupérés à la fin du XIXème siècle par J. Vilanova y Piera, et déposés au MAN (Musée
Archéologique National). Le lot des matériaux lithiques de la Cova del Moro apporte des données
sur un moment déterminé du Paléolithique supérieur, le Solutréen. Les restes de faune, pourtant, ont
été attribués aussi aux moments plus récents du Tardiglaciaire.
MOTS CLÉS: Cova del Moro, Solutréen, Vilanova y Piera.
*
Museu Arqueològic i Etnogràfic Municipal, Xàbia.
** Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de Valencia (didac.roman@uv.es).
*** Museu de Prehistòria de València, Servei d’Investigació Prehistòrica (alfred.sanchis@dival.es).
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A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
1. OBJECTIUS DE L’ESTUDI
Al realitzar aquest estudi hem volgut recuperar de l’oblit un jaciment arqueològic
que, donat l’estat en què es troba degut a les labors agrícoles d’abancalament de finals
del segle XIX, d’una banda, i les actuacions dels furtius, d’una altra, no ha estat objecte
de l’interès que possiblement hagués tingut de no haver patit aquestes destruccions. Tot i
ser conegut de vell i mencionat en diverses publicacions, no s’ha realitzat cap estudi en
profunditat dels materials recuperats que es troben dispersos entre dos museus, sent estudiats només parcialment (Casabó, 1990: 15-16).
En primer terme hem de reconèixer que l’estudi d’uns materials recollits en superfície, provinents de les restes d’espoliacions, no és allò més desitjable, però si li afegim
altres factors com la localització geogràfica, l’estudi de l’entorn, les relacions amb altres
jaciments de la zona, etc., pensem que es pot obtindre alguna informació que contribuesca a un millor coneixement del que va poder ser aquest jaciment en el seu moment d’ocupació i potser siga l’inici d’una recerca que ens porte a realitzar alguna mena d’intervenció arqueològica per concretar amb dades més precises i fiables la seua seqüència.
2. ANTECEDENTS HISTÒRICS
La cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta) fou descoberta per a la ciència en el
segle XIX per Joan Vilanova i Piera. En el Congrés Internacional d’Antropologia
Arqueològica celebrat a Copenhaguen el 1869, aquest investigador afirmà en la seua
ponència que va fer l’exploració de les coves del Montdúber, com també la de la cova
Negra de Xàtiva i les de Tabernes i les Meravelles en els anys 1866 i 1867. En 1868 va
fer recerques en les de Matamomt (l’Olleria, la Costera) i en el túmul d’Aielo de Malferit
(la Costera). Més endavant fa referència a Bolomont en Tavernes (sens dubte una mala
transcripció de la cova del Bolomor). El cert és que, tot i no mencionar-ho, és possible
que la troballa de la cova del Moro es produïra al voltant d’aquestes dates en les quals
sembla que va recórrer la zona (Vilanova i Piera, 1869: 229-230).
El 1889 farà una menció expressa de la cova del Moro en el discurs pronunciat amb
motiu del seu ingrés en la Real Academia de la Historia (Vilanova i Piera, 1889). En
aquest discurs, desprès de parlar de les restes paleo o arqueolítiques de San Isidro com a
representants dels períodes més antics de la Prehistòria, es referirà al Mesolític: “Para
pasar en esta breve reseña del periodo paleo o arqueolítico al que yo llamo mesolítico,
porque sirve de tránsito al neolítico o de la piedra pulimentada, ya necesitamos ir en
busca de estaciones o yacimientos en los abrigos naturales y en las cavernas [...] Mas las
nuevas estaciones subterráneas, que por cierto aun subsisten entre nosotros en Valencia y
Almería, por ejemplo, no todas corresponden a la misma época, a juzgar por los objetos
que en ellas se encuentran”.
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EL JACIMENT PALEOLÍTIC DE LA COVA DEL MORO
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En aquest sentit distingeix i separa com a menys antics els llocs on troba una indústria que feia servir banyes de cérvol i elefant i la situa en un moment anterior a les que
no les fan servir. Seguidament continua: “… resulta que antes de las de Santillana, Seriñá,
del Tesoro de Málaga, etc. hay que colocar otras que, cual la del Parpalló, San Nicolás,
la del Moro, etc. carecen de objetos de dichas materias; así como aquellas deben ser más
antiguas que otras varias estaciones, sean o no cavernas, que ofrecen cerámica, pues esta
supone ya un estado más perfecto de la cultura que el hombre iba alcanzando”. El discurs
segueix i poc més endavant afirma que: “Pertenecen a las más antiguas, por carecer de
objetos en hueso y de cerámica, la llamada Cova Negra, no lejos de Játiva; las de San
Nicolás de la Ollería (Valencia); la del Parpalló, en término de Gandía; la del Moro, en
Teulada1 (Alicante) y otras varias exploradas por mí, pero que omito por brevedad”.
En 1892, en el text que Vilanova publica amb Rada i Delgado, “Geología y
Protohistoria Ibéricas”, en la Historia de España dirigida per Cánovas del Castillo, tornem a veure una menció al jaciment quan Rada escriu: “Las cuevas, las grutas y los abrigos Ibéricos desprovistas de objetos en hueso, tales como las de Parpalló, de las
Maravillas, la de San Nicolas en territorio de la Ollería, el abrigo o gruta llamada Covanegra, entre Bellus y Játiva, la de Torroella de Mongrí, en la provincia de Gerona, la de
Villaró, la del Moro de Teulada (Alicante), y algunas que por brevedad se omiten, pertenecen a las más antiguas del periodo mesolítico, en atención a que entre los objetos
encontrados solo figuran instrumentos de pedernal, huesos de animales salvajes y restos
de moluscos, con exclusión de útiles de hueso y menos aun de cerámica. La relación detallada de los tesoros que cada una de las mencionadas estaciones contiene, se dará más
adelante” (Vilanova i Rada, 1892: 447). Tot i que més endavant sí que fa una descripció
dels materials trobats en diversos d’aquests jaciments, no tenim la sort de comptar amb
la dels de la cova del Moro, que Rada passa per alt.
En 1894 l’Estat Espanyol va adquirir per al Museu de Ciències Naturals, en la seua
secció d’Antropologia i Etnografia, materials de la col·lecció de J. Vilanova i Piera entre
els quals es trobaven els de la cova del Moro.
En 1910, per Reial Decret aquesta secció del Museu de Ciències es va convertir en
Museu d’Antropologia, Etnografia i Prehistòria, i en 1940 per Ordre Ministerial es va
constituir el Museu Nacional d’Etnologia. Però serà el 1942 quan la col·lecció donada per
Vilanova passe a integrar-se en el Museu Arqueològic Nacional (MAN) i entre aquests
materials, diversos de la cova del Moro. En el Catàleg de materials entregat pel propi
Vilanova al Museu Antropològic, avui dia també al MAN, estan recollits amb els següents números i descripcions:
1 El jaciment és localitzat de vegades de forma errònia en el terme municipal de Teulada, quan ho està en el de Benitatxell.
Error comprensible donat que es troba pràcticament en la ratlla d’ambdós termes
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A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
“-Nº 127 Vª: Pedernales arqueolíticos, algún hueso humano, otros de mamíferos,
Helices y algunas conchas marinas. Cueva del Moro. Teulada.
-Nº 308 Vª: Cascos y astillas arqueolíticas de cuarzo. Cueva del Moro.
-Nº 309 Vª: Cráneos y huesos de mamíferos”.
En 1940, poc abans de la donació al MAN, D. Fletcher Valls va fer una revisió dels
materials arqueològics que Vilanova va donar al Museu Antropològic Nacional on recull
de manera somera els pertanyents al País Valencià, fent constar el número de cada peça
en la col·lecció i les pàgines de les publicacions de Vilanova en les quals es fa referència
als objectes enumerats (Fletcher, 1945: 343-348). En aquesta publicació menciona la
cova del Moro, que situa en Teulada seguint l’error que arrossega del propi Vilanova. A
propòsit d’aquest jaciment menciona la descripció que aquest autor fa dels materials
recollits per ell en aquesta cova, fent constar el número d’inventari 127. Com podem
veure, Fletcher només menciona en aquesta publicació una part dels materials, ja que no
recull els números 308 i 309, materials que hem pogut estudiar nosaltres i dels quals en
parlarem més endavant.
En 1945 trobem una nova referència a la cova del Moro en un text de F. Figueras
Pacheco (1945: 13-15) qui afirma que “Más a poniente, cerca del Cabo Moraira, descubrió Vilanova y Piera una interesante caverna prehistórica, la cova del Moro, excavada
al principio por aquel geólogo y seguidamente a sus ruegos por don Agustín Ramos, de
Denia, a quien debemos las noticias que hubimos de publicar hace unos treinta años”.
Açò darrer en referència a la seua Geografía de la provincia de Alicante.2
En 1990 J. Casabó, qui ocupava en aquells moments el càrrec d’arqueòleg municipal
de Xàbia (la Marina Alta), publica una part dels materials que es troben dipositats en el
Museu Soler Blasco d’aquesta localitat provinents de les recollides superficials (Casabó,
1990).
Posteriorment la cova del Moro ha estat mencionada en diverses ocasions per J.
Bolufer, actual director del Museu de Xàbia, qui va fer per primera vegada la descripció
de la cova i del jaciment, donant les referències de la seua localització geogràfica, la descripció de la cavitat i alertant del seu penós estat actual degut a diverses espoliacions i
dels riscos que pateix degut a la sobreexplotació urbanística de la zona (Bolufer, 2005,
2006). Durant l’hivern de 2006, J. Bolufer ens va proposar revisar els materials arqueològics dipositats en el Museu de Xàbia i ens va informar de l’existència d’uns altres
donats per Vilanova a l’antic Museu Antropològic Nacional (els estudiats per Fletcher) i
que posteriorment vam saber que es trobaven en el MAN des del 1942.3
2 No ens ha estat possible consultar aquesta obra, pel que ignorem quins treballs va realitzar A. Ramos en la cova del Moro.
3 Volem donar les gràcies a la Dra. Carmen Cacho per la seua amabilitat i col·laboració en les visites d’una de nosaltres
(A.C.) al MAN per a l’estudi dels materials i arxius relatius a aquesta col·lecció.
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Fig. 1.- Imatge de la boca d’entrada a la cova del Moro (foto: Ximo Bolufer).
3. SITUACIÓ GEOGRÀFICA I DESCRIPCIÓ DE LA COVA
La Cova del Moro es troba situada en el terme municipal de Benitatxell (la Marina
Alta), dins de la partida de Garsibà. Tal i com hem esmentat abans, Vilanova i Piera va
situar el jaciment en el terme de Teulada, error comprensible donada la proximitat de la
cavitat a la ratlla dels dos termes (menys de 500 m). Es troba a uns 160 m sobre el nivell
de la mar, de la qual dista uns 600 m en línia recta.
La cova és d’origen càrstic i s’obre al migdia sobre les parets calcàries del barranc
en la part més tancada d’aquest i sobre el costat dret. La boca té poc més de 2 m d’altura i uns 5 d’amplària màxima (fig. 1).
Dins de la cavitat podem observar una primera sala d’uns 35 m2 completament
il·luminada per la llum natural i que es troba buidada de sediments, possiblement degut
a la fabricació de bancals pels llauradors de finals del segle XIX. Cap al NE, per una petita obertura que queda entre grans blocs caiguts, accedim a una sala de forma allargada
que presenta un important desnivell, que té una superfície d’uns 25 m2 i que podríem dividir en dues parts que estan separades per un tall en la sedimentació. Aquesta sala està desproveïda de llum natural, però en la part més exterior hi ha certa ventilació entre les
esquerdes existents en la part alta. Cap a l’oest s’obre un petit passadís que de moment
resta inaccessible i des del qual es pot albirar una petita cambra (Bolufer, 2006).
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4. EL JACIMENT: DESCRIPCIÓ I ESTAT DE CONSERVACIÓ
Com s’ha dit anteriorment, a finals del segle XIX la cova va patir importants alteracions com a conseqüència dels treballs d’abancalament per al cultiu de garroferes. En
aquell moment la necessitat de reomplir els bancals va fer que es destruís bona part del
rebliment arqueològic.
Posteriorment, les activitats d’excavadors clandestins (les darreres denúncies es van
fer a l’abril de 2001 als Serveis Territorials d’Alacant de la Conselleria de Cultura), han
provocat una destrucció que el director del Museu de Xàbia, J. Bolufer, va valorar en
aquells moments en més del 50% dels sediments arqueològics.
Així doncs, la cavitat encara conserva nivells amb restes prehistòriques intactes, tot
i que bona part del rebliment es troba alterat pels forats clandestins. En la plataforma de
terres extretes de la cova, que es troba just en la boca, es pot apreciar un petit bancal de
pedres realitzat pels llauradors que ha servit per a retenir bona part dels sediments extrets
de la cavitat. És en aquesta plataforma on s’han recollit la major part dels materials que
hem estudiat en aquest treball.
Evidentment no podem saber a simple vista quina és la seqüència que conté l’estratigrafia de la cavitat, però sí que podem veure gran part d’aquests nivells. En la meitat de
la sala interior queda a la vista, degut a les excavacions clandestines, un tall estratigràfic
de més d’un metre i mig de gruix (tall I), i al fons de la cavitat hi ha un gran forat realitzat també pels clandestins on podem veure més d’un metre de sedimentació (tall II).
En el tall I es poden apreciar un mínim de 15 nivells sedimentaris diferents. Així, després d’un primer nivell de color marró i amb fracció petita (amb bon nombre de pedres
cremades), el segueixen una sèrie d’estrats que s’alternen en laminacions de coloracions
marrons, grises i negres que es caracteritzen per presentar una quasi total absència de
fracció i un sediment aparentment fi. La part inferior del tall sembla que manté aquestes
característiques, però amb un clar augment de la fracció gran. En la base dreta del tall
existeix una petita zona on els clandestins han aprofundit un poc més en el sediment; en
aquest forat es poden apreciar un seguit de nivells que, iniciant-se en unes laminacions
ataronjades amb fracció petita i molts carbons (sembla que per sota dels nivells de fracció gran), se superposen a uns gruixuts nivells completament negres que podrien correspondre a llars, ja que s’aprecien laminacions grises i negres acompanyades de petites
taques blanques degudes tal vegada a la descomposició de la calcària pel foc.
En el tall II es poden apreciar almenys 6 nivells sedimentaris. La principal característica d’aquest tall és la presència en pràcticament tots els nivells d’una abundant fracció petita-mitjana que va augmentant de dimensions cap a la part inferior. El tall II es pot
dividir en dues grans unitats; la superior és de coloracions marrons i alterna nivells gruixuts amb molta fracció amb d’altres molt prims sense ella, mentre que el paquet inferior
és de color molt ataronjat i conté abundant fracció petita-mitjana.
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5. ESTUDI DELS MATERIALS
Els materials estudiats es troben en dos conjunts: uns pocs recollits per Vilanova i
Piera en els anys 1866-67, dipositats al MAN, i un conjunt més nombrós, dipositat en el
Museu de Xàbia, entre els quals podem distingir els recollits en la plataforma d’entrada
a la cavitat abans de 1990 i els recuperats posteriorment, producte de les excavacions
clandestines.
Degut a les circumstàncies de la seua arreplega, els materials no poden ser adscrits
(amb alguna excepció) amb seguretat a cap cultura o cronologia concreta, pel que ens
limitarem a realitzar una descripció de les seues característiques bàsiques per a finalment
intentar dur a terme una primera aproximació a la possible cronologia.
5.1. Els materials del Museu Arqueològic Nacional
Tot i no conèixer les circumstàncies de la seua recollida i tractar-se de molt poques
peces, estudiem a banda aquests materials perquè el fet d’haver estat arreplegats per
Vilanova i Piera en la segona meitat del segle XIX els fan posseïdors d’un valor historiogràfic especial. És ben cert que quan aquest investigador va visitar la zona, les tasques
agrícoles i fins i tot el “furtivisme” ja havien afectat tant a aquest jaciment com a d’altres. A propòsit d’aquest fet, Vilanova es referia a Parpalló “[...] dónde se encontraban
amontonados y revueltos los materiales que en busca de tesoros habían aquellos habitantes removido. Por desgracia, a falta de lo que con afán buscaban, utilizáronse de los muchos instrumentos de pedernal allí existentes para piedras de chispa, profanando y perdiéndose para la Arqueología prehistórica los más preciados documentos, tal vez, de la
historia primitiva patria”. Aquest fet es deguera produir en molts altres jaciments valencians, com per exemple en la veïna cova de les Cendres, que en el moment del seu descobriment per a la ciència per part de Breuil, presentava forats oberts pels camperols on
l’investigador francès va poder recollir algunes ceràmiques neolítiques (Breuil i
Obermaier, 1914; Bru, 1961).
La sèrie lítica d’aquest conjunt està formada per 78 peces, de les quals 14 estan retocades (taula 1). En general podem observar una talla poc laminar, amb un clar predomini de les ascles sobre les fulles. L’estri dominant són els burins (6), seguits per les peces
amb retocs continus (4) i les mosses (1).
La mostra òssia recollida per Vilanova està composada per 66 restes,4 entre les quals
dominen els caprins (31 fragments). L’estat de fossilització d’algunes de les restes ens fan
dubtar de la seua pertinença a cronologies prehistòriques. Entre les altres espècies docu-
4 En el procés d’identificació de la fauna de la cova del Moro conservada en el MAN ens va ser de gran ajuda la col·laboració de
J. Yravedra Sainz de los Terreros.
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Taula 1.- Materials retocats conservats al Museo Arqueológico Nacional (Madrid).
mentades comptem amb una resta de boví, una vèrtebra probablement d’ur, i èquids,
representats per una peça dentària i un tars, pertanyent aquest darrer a un Equus hidruntinus. Entre els carnívors hi ha un crani de gat serval (Felis silvestris) i restes de teixó
(Meles meles).
5.2. Els materials del Museu de Xàbia
La indústria lítica
En aquest conjunt s’han comptabilitzat un total de 674 peces de sílex (taula 2).
D’aquestes, 591 (87,7%) no presenten retocs, mentre que 83 (12,3%) estan retocades. A
més hi ha que comptar prop d’un centenar d’elements amb retocs d’ús o mecànics.
El material lític retocat està composat per 83 peces amb un clar predomini del grup
amb retocs continus o parcials (30,1%), seguit pels burins (19,3%) (fig. 2), entre els quals
dominen els d’angle sobre fractura o pla natural, les mosses i denticulats (15,7%) i els
gratadors (10,8%) (fig. 3). L’índex microlaminar és molt baix (6%) i, quant a la representació, la resta de grups són poc significatius (taula 3). Com és normal en un material
recollit superficialment, hi ha algunes peces que presenten també retocs mecànics que
podrien deure’s tant a l’ús com, en la seua major part, a fractures fortuïtes degudes al
xafat.
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D
o
3
Fig. 2.- Burins.
—33—
9
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Ú.
o
3
Fig. 3.- Materials retocats (fulla de llorer, punta de dors, gratadors i truncadures).
—34—
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Taula 2.- Suports dels materials conservats al Museu de Xàbia.
El material retocat està realitzat en la seua totalitat sobre sílex. Les coloracions són
diverses i la qualitat és bona-mitjana en la major part de les peces, amb algunes realitzades sobre sílex melat de gran qualitat.
De l’anàlisi tipomètric es conclou que ens trobem davant d’una indústria de petites
dimensions, tot i que alguna peça pot arribar a una talla mitjana. La longitud se situa principalment entre 10-40 mm, amb algunes peces que poden arribar als 65 mm; les amplàries se situen bàsicament entre els 10-30 mm i el gruix entre 5-20 mm.
Les condicions en què s’ha recollit el material de la cova del Moro no ens permeten
fer una valoració concloent. El conjunt industrial està realitzat pràcticament en la seua
totalitat sobre sílex. Es tracta de sílex de diversos tipus i qualitats, i presenten una varietat prou elevada de coloracions: marrons, ocres, beix, grisos, blancs i en menor mesura
melats. En allò referit als afloraments d’aquestes matèries primeres es podrien establir
dos orígens principals: un de local, pertanyent al Cretàcic, amb un sílex nodular de tonalitats grisàcies i que és habitual trobar-ne en l’entorn de la cavitat, i per altra banda estaria el sílex de l’Oligocé, els afloraments del qual es trobarien en les serres interiors de
l’Alcoià i que es presentaria com un sílex de bona qualitat, amb una estructura granular
molt fina i que sol presentar tonalitats marrons i melades (Villaverde et al., 1999).
Considerant la indústria lítica en el seu conjunt podem veure un clar predomini de les
ascles, que suposen el 55,3%, sent poc abundant la talla laminar (9%). Els nuclis no estan
especialment presents, tot i que el seu nombre no és menyspreable (48 peces; 7,1%); en
la seua major part es tracta de nuclis amorfs o massa fracturats com per a extreure’n
dades, i en la resta s’observa una major proporció de nuclis d’ascles que d’explotacions
laminars. En general són de petites dimensions, el que podríem relacionar tant amb un
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o.
TlPUS
N
%
1
1
1,2
Gratador doble
1
1,2
5
Gratador sobre fulJa o ascla retocada
1
1,2
Gratador unguiforme
1
1,2
14
Gratador pla en mussell o musclera
1
1,2
15
Gratador nucle"iforme
1
1,2
21
Perforador- Gratador
1
1,2
24
Perforador atípico bec
1
1,2
27
Burí díedre recte
4
4,8
29
Burí diedre d' angle
1
1,2
30
Burí d' angle sobre fractura o pla natural
5
6,0
34
Burí sobre truncadura retocada recta
1
1,2
35
Burí sobre truncadura retocada oblíqua
3
3,6
38
Burí transversal sobre truncatura lateral
1
1,2
44
T
Gratador atípic
10
8
3,6
3
p
3
2
G
Gratador s impte
Burí pla
1
1,2
61
Peya amb truncadura oblíqua
3
3,6
5
6,0
65 a Peya amb retocs continus en una vora
PR 65 b Peya amb retocs parcia1s en una vora
66 b Peya amb retocs parcials en dues vares
Sol
%
10,8
2,4
19,3
3,6
16 19,3 30, 1
4
4,8
1,2
70
FulJa de llorer
1
74
Mossa
9 10,8
75
Peya denticulada
4
4,8
PE
76
Peya escatada
4
4,8
4,8
R
77
Rascadora
1
1,2
1,2
2
2,4
1
1,2
M.O
1,2
15,7
85 b Lamineta de fin s rctocs directes
ml 85 e Laminera de dors apuntada
6,0
89
Lamineta amb mossa
2
2,4
92
Diversos
4
4,8
4,8
83
100
100
TOTAL
Taula 3.- Materials retocats conservats al Museu de Xàbia.
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aprofitament intensiu com amb les petites dimensions de la matèria primera original.
De l’estudi dels tipus representats s’ha de destriar el predomini del grup dels burins
(19,3 %) sobre els gratadors (10,8 %), sent els primers d’angle sobre fractura o pla natural, seguits pels díedres. Tot i que no hi ha un tipus de gratador predominant, són més
abundants els fabricats sobre ascla que sobre fulla. Les peces sobre fulla o fulleta són
minoritàries. El grup microlaminar no està representat més que per alguna fulleta mínimament retocada, amb l’excepció d’una lamineta de dors apuntada. Molt significativa és
la presència d’un fragment de fulla de llorer, sobre la qual tornarem més endavant. A
aquests grups els acompanyen un molt abundant grup de les peces amb retocs en una o
dues vores i el de les mosses i denticulats.
A més de la indústria sobre sílex cal citar dos còdols calcaris en el conjunt de materials del Museu de Xàbia: un de forma allargada, lleugerament apuntat i arrodonit en un
extrem però amb diversos colps en l’altre, possiblement utilitzat com a percussor; l’altre
còdol és més arrodonit, està fracturat i presenta en una de les cares restes de carbó i colorant roig. Es tracta de taques prou difuses en colors negre i rogenc que podrien suggerir
una utilització com a matxucador, tot i que no ens atrevim a descartar la presència d’alguna manifestació artística, ja que algunes de les taques presenten una certa delimitació.
Culturalment, a la vista del material estudiat, podem afirmar sens dubte que ens trobem enfront d’una indústria del Paleolític superior. Només una peça, la fulla de llorer,
fabricada en sílex marró-melat translúcid de molt bona qualitat, és el suficientment característica com perquè puguem determinar, donada la seua clara pertinença al Solutrià, una
ocupació de la cova en un moment en concret.
La fauna5
La mostra de fauna està formada per 203 restes (NR) corresponents a diverses
accions de recollida, encara que per al present treball les dades s’han tractat de manera
conjunta. Les restes han estat identificades a nivell genèric o específic (149) i la majoria
corresponen a espècies de vertebrats (135), mentre que només 14 són restes malacològiques (taula 4). Entre les indeterminades, 11 pertanyen a animals de talla mitjana
(caprins/cèrvids), 8 a animals de talla gran (com ara èquids) i 35 a petits resquills que
s’han classificat com a restes no identificades.
La fauna de vertebrats
Entre els vertebrats s’han comptabilitzat 21 individus, corresponents a 7 espècies
diferents (6 de mamífers i 1 d’aus) (taula 5). Com es pot observar, el conill és l’espècie
5 Agraïm al director del Museu de Xàbia, J. Bolufer, que confiara al Gabinet de Fauna Quaternària del Museu de Prehistòria de
València l’estudi d’aquests materials.
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Taula 4.- Nombre de restes i nombre mínim d’individus
de les restes malacològiques conservades
al Museu de Xàbia.
Taula 5.- Nombre de restes i nombre mínim d’individus
de les restes de vertebrats conservades
al Museu de Xàbia.
millor representada tant per NR com per NMI, seguit per la cabra (NR: 24; NMI: 2) i el
cérvol (NR: 14; NMI: 1); en el cas del cavall només 8 restes corresponen a dos individus
diferents (NR: 8; NMI: 2). Amb una presència més modesta se situen l’ase silvestre
(NR/NMI: 1), el linx (NR: 2; NMI: 1; fig. 4) i un colom indeterminat (NR/NMI: 1).
L’acció antròpica
L’existència de marques de tall i de fractures intencionades sobre algunes de les restes en confirmen l’aportació humana. La major presència d’aquestes marques es dóna
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Fig. 4.- Cos lumbar i fragment mandibular de Lynx pardina.
sobre les restes de cabra i estan relacionades amb diverses fases del processat carnisser.
Una escàpula amb una fractura antròpica presenta també marques de puncions de carnívor sobre la zona articular, demostrant l’acció carronyera d’un carnívor gran sobre les
deixalles de consum humanes. També s’han pogut observar marques de tall sobre una
resta de cérvol i una de linx.
Així mateix, els perfils anatòmics de les restes de conill responen a la selecció humana (major aportació dels ossos llargs posteriors amb major contingut medul·lar) i també
a la recollida selectiva dels elements més grans. La fragmentació és intensa pel que fa als
ossos llargs i no s’han observat alteracions relacionades amb l’acció de predadors no
humans, excepte un fèmur juvenil que presenta estries transversals per tota la diàfisi i que
poden haver-se produït per la dentició d’un petit carnívor. La resta d’elements no presenten cap alteració d’aquest tipus, ni mecànica ni digestiva. Totes les modificacions presents es relacionen amb actuacions humanes i també amb processos postdeposicionals
(alguns ossos presenten taques d’òxid de manganès). Són molt abundants els rascats lítics
vinculats amb el descarnat dels ossos (coxal, escápula, húmer, mandíbules, fèmur i tíbia),
similars als documentats sobre ossos de conill dels nivells gravetians de la Cova de les
Cendres (Pérez Ripoll, 2004) i als d’altres conjunts del Paleolític superior regional (Pérez
Ripoll, 2001); també apareixen incisions de desarticulació al coxal.
D’aquestes restes de conill, un gran nombre presenten fractures, que per la seua localització i morfologia, poden classificar-se com a humanes; es tracta de mossegades per a
consumir les parts toves, per tal d’accedir al contingut medul·lar en el cas dels ossos
llargs o per a desarticular els distints elements als membres i fer-ne més fàcil el consum
(Pérez Ripoll, 2005-2006). Encara que s’han determinat sobre diversos elements com ara
mandíbules, húmers, ulnes i escàpules, destaquen les fractures sobretot al fèmur i la tíbia
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Fig. 5.- Cilindres de tíbies de conill.
(fig. 5), ossos llargs amb major quantitat de medul·la. L’aparició de marques de tall sobre
aquestes mateixes restes, on també apareixen fractures, ve a confirmar el caràcter antròpic de les mossegades.
Valoracions respecte al conjunt de fauna
La mostra de fauna estudiada conforma un grup diversificat d’espècies. L’explotació
intensa del conill actua com a recurs complementari als ungulats de talla mitjana com la
cabra i el cérvol (Aura et al., 2002). Les marques observades en les restes de conill (rascats) es relacionen amb el descarnament dels membres per tal d’obtenir filets, presumiblement amb la finalitat d’emmagatzemar-los previ fumat, com ha estat observat en altres
jaciments del Paleolític superior (Pérez Ripoll, 2002, 2004). Aquest fet suposa una planificació de les activitats de subsistència i una previsió, el que ens indica un desenvolupament social important dels grups de caçadors-recol·lectors. El consum de la medul·la
dels ossos de conill seria la part final del processat. És característica també l’aparició
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d’altres tàxons de petites dimensions com ara el colom, el linx i els mol·luscos marins
(Pérez Ripoll i Martínez Valle, 2001; Martínez Valle, 2001). Els animals de talla gran,
com en aquest cas els èquids, són minoritaris. La presència de marques de descarnament
sobre les restes de cabra, cérvol, conill i linx confirmen el seu origen antròpic, mentre que
l’actuació d’altres predadors i la seua responsabilitat en l’acumulació òssia és molt reduïda: una resta juvenil de conill amb senyals d’actuació d’un petit carnívor i una escàpula
de cabra amb marques de dentició d’un carnívor de talla superior.
Des d’un punt de vista econòmic la mostra és característica dels conjunts de l’àmbit
regional mediterrani del Paleolític superior final. En el cas dels nivells solutrians i solutriogravetians de la cova Beneito, la cabra i el cérvol dominen la mostra però sense l’especialització concreta en una d’aquestes espècies, amb presència de cavall i abundància
de restes de conill (Martínez Valle, 1996). Als nivells tardiglacials de la cova de les
Cendres s’ha determinat una clara especialització en la caça del cérvol, acompanyada
d’elevades freqüències de lagomorfs (Villaverde Bonilla, 2001). En la cova del Moro les
cabres superen en efectius als cérvols, però resulta difícil conèixer amb precisió la representativitat dels tàxons i la seua atribució cronològica amb una mostra tan reduïda i sense
un context estratigràfic precís. En tot cas, estaríem davant d’una pauta d’explotació dels
recursos animals per part dels grups humans que podria emmarcar-se en el Paleolític
superior final (Villaverde Bonilla, 2001).
Des d’una vessant paleoecològica, dominen els tàxons procedents de planures arbustives com els cérvols i els conills, i també els procedents de zones més escarpades
(cabres). Menor importància en la mostra assoleixen els corresponents costaners i de les
planures més obertes (cavall). Respecte a l’aparició de l’ase (Equus hydruntinus) a Cova
del Moro, es tracta d’una espècie vinculada freqüentment a moments temperats, encara
que hi ha autors que també la relacionen amb períodes més rigorosos. En tot cas, la seua
distribució a Europa occidental és perimediterrània (zona oriental de la P. Ibèrica, SE de
França i costa adriàtica d’Itàlia), sent més abundant en jaciments del tardiglacial junt a
altres espècies de caràcter forestal (Martínez Valle, 1996). Al País Valencià ha estat identificada als nivells superiors de Cova del Bolomor (Fernández Peris et al., 1997), amb
dubtes en Cova Negra (Pérez Ripoll, 1977), en Beneito als nivells gravetians i solutrians,
i en Blaus i Cendres, en nivells magdalenians (Martínez Valle, 1996).
6. LA COVA DEL MORO I EL SEU CONTEXT ARQUEOLÒGIC
Tal i com hem pogut veure, els materials lítics recuperats en la cova del Moro ens
aporten únicament una dada clara sobre un moment determinat del Paleolític superior, el
Solutrià. Tot i així, la fauna sembla que ens podria remetre també a moments del tardiglacial.
Amb aquestes dades i vista la potència estratigràfica del jaciment i alguna altra peça
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com per exemple un gratador unguiforme i altres gratadors curts i una lamineta de dors
apuntada, podríem aventurar que en el jaciment també podrien existir moments finals del
Paleolític superior. Cal destriar però una dada curiosa com és l’absència de làmines o
laminetes de dors (només una). Aquest fet és com a mínim estrany, ja que aquestes peces
estan presents en gairebé tota la seqüència del Paleolític superior i l’Epipaleolític, presentant-se com un dels tipus més abundants del Gravetià, Magdalenià i Epipaleolític
microlaminar, sent precisament en els moments plens del Solutrià on menor nombre d’aquestes peces trobem. Aquesta característica dels materials recuperats en la cova del
Moro, si no és deguda a la pròpia cronologia dels nivells, podríem pensar que es deu a
una recollida selectiva del material en favor de les peces més grans, però no sembla haver
estat així vistos els nombrosos resquills arreplegats. Una altra possibilitat seria que entre
les nombroses visites dels clandestins, alguns d’ells hagen recollit tots les materials retocats que han trobat, fent desaparèixer la major part de peces; aquesta possibilitat no pot
ser descartada, ja que en la zona de la Marina Alta han existit durant molts anys alguns
grups ben organitzats d’espoliadors.
Les característiques de la recollida dels materials evidentment no ens permeten realitzar cap estudi de garanties, però pensem que és interessant veure en quin lloc i moment
s’emmarcarien les possibles ocupacions de la cavitat en relació amb els altres jaciments
de les comarques centrals que presenten ocupacions semblants.
6.1. Les ocupacions solutrianes de les comarques centrals
Si tenim en compte el fragment de fulla de llorer recuperada podem afirmar que en
el jaciment existeixen nivells vinculats al Solutrià mitjà o superior. Aquesta adscripció no
és estranya en la zona en què es troba la cova del Moro, ja que és en les comarques centrals del País Valencià on es localitzen gairebé la totalitat de les localitats arqueològiques
conegudes d’aquest moment cultural. Dels 19 jaciments, alguns dubtosos, en els quals
podem trobar materials solutrians, 14 estan ubicats en les comarques centrals (bàsicament
en la Marina Alta i la Safor) (fig. 6).
La major part d’aquests assentaments però, igual com la cova del Moro, no ens poden
aportar més que informacions fragmentades o molt superficials i en molts casos únicament vinculades a l’existència d’alguna peça solutriana (principalment puntes escotades)
entre els materials recuperats en excavacions clandestines. Altres jaciments han estat
objecte d’excavacions que no han estat publicades o ho han estat molt fragmentàriament,
i únicament cinc d’ells han estat publicats amb detall: cova de les Malladetes a Barx
(Fortea i Jordà, 1976), cova del Parpalló a Gandia (Pericot, 1942; Fullola, 1979), cova del
Barranc Blanc a Ròtova (Fullola, 1979), cova de Beneito a Muro del Comtat (Iturbe et
al., 1993) i cova de les Cendres a Teulada-Moraira (Villaverde, 2001; Villaverde et al.,
1999).
Tal i com acabem de dir, la major part dels jaciments solutrians han estat adscrits a
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Fig. 6.- Mapa de les comarques centrals del País Valencià amb els jaciments solutrians (punts)
i Magdalenians-Epipaleolítics (estrel·les).
aquest moment per l’existència d’algun morfotip característic, sent habitualment les puntes escotades mediterrànies les més presents. Les fulles de llorer no són tan abundants, i
són menys els jaciments on s’han pogut documentar. Gràcies a excavacions sistemàtiques
que ens permeten conèixer el moment de la seqüència en què es troben, tenim fulles de
llorer en les coves de les Malladetes, Parpalló, Barranc Blanc, Beneito i Cendres. Altres
troballes estan vinculades a recollides de superfície, excavacions antigues o amb metodologies no adequades, o a la labor destructiva dels clandestins. Entre aquests jaciments
de les comarques centrals trobem fulles de llorer en Rates Penades (Ròtova), Meravelles
(Gandia), Llop (Gandia) i Porcs (Real de Gandia).
Amb el Solutrià ens trobem en el moment de màxim fred de la darrera glaciació. En
Europa es produeix una forta baixada del poblament humà, i la major part de l’Europa
central i del nord restava coberta pels gels polars. Aquesta rigorositat climàtica va obligar la població europea a concentrar-se al sud del continent, principalment en la meitat
sud de França i la Península Ibèrica. Aquest aïllament va provocar una clara regionalització dels grups que fins i tot va afectar l’estil de les armes lítiques (fulles de llorer de
base convexa, puntes de peduncle i aletes, i puntes escotades) amb l’objectiu de buscar
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una diferenciació ètnica i geogràfica amb altres grups (Villaverde, 2001). De la mateixa
forma, la talla de la indústria lítica arriba a la màxima perfecció en aquest moment, i es
manifesta amb la fabricació de puntes foliàcies de diverses tipologies.
En l’àmbit territorial més estret de la cova del Moro trobem tres jaciments amb materials solutrians: la cova de les Cendres, la cova Ampla del Cap Gros (Xàbia) i la cova de
les Calaveres (Benidoleig). D’aquests tres jaciments els dos darrers no aporten cap element foliaci, i només la cova de les Cendres presenta uns nivells on existeixen fulles de
llorer. La relació territorial entre la cova de les Cendres i la cova del Moro podria ser molt
interessant, ja que en Cendres, una cavitat amb una llarga seqüència d’ocupació, els
nivells solutrians pertanyen a moments inicials del Solutrià evolucionat, amb un baix
índex de foliacis, que se superposen directament sobre els nivells gravetians (Villaverde
et al., e.p.). Per tant, si consideràrem la cova del Moro com pertanyent al Solutrià mitjà
podríem estar completant en gran mesura la seqüència solutriana de la zona, i seria precisament un dels pocs moments que manca en Cendres el que trobaríem en aquesta cova.
Les dues cavitats es troben separades únicament per un parell de quilòmetres i evidentment no sembla plausible que foren ocupades al mateix temps per dos grups humans diferents, sinó que el més normal seria que bé en el Solutrià s’ocupés primer la cova del Moro
i desprès la cova de les Cendres o bé, si pensàrem que ens trobem amb nivells de cronologia similar, que s’ocuparen al mateix temps pel mateix grup de persones. Evidentment,
aquestes són unes qüestions que amb les dades disponibles no són possibles de respondre, però seria molt interessant en el futur comprovar quin grau de relació posseeixen les
ocupacions d’aquestes dues cavitats.
Els altres jaciments amb foliacis queden a més de 40 quilòmetres al nord. Entre
aquests hi ha alguns que no poden aportar massa informació, com ara la cova de les Rates
Penades que, tot i posseir tres fulles de llorer, presenta una estratigrafia barrejada
(Villaverde, 1979), o la cova de les Meravelles, que posseeix tres fulles de llorer bifacials
i una unifacial en la seua capa 3 però que manca de publicació dels seus nivells paleolítics (ibíd.); la cova del Llop, amb un fragment de fulla de llorer, manca de publicació en
condicions (Aparicio et al., 1976), i la cova dels Porcs ha patit la mateixa sort que l’anterior i, tot i tindre una seqüència molt interessant en què s’inclou almenys una fulla de
llorer, presenta grans deficiències en la seua publicació (Aparicio, 1977, 1983; Aparicio
i San Valero, 1977).
Uns altres quatre jaciments ens han aportat dades més concises per a conèixer la
seqüència solutriana, tres situats en la Safor: cova del Parpalló (Pericot, 1942; Fullola,
1979), les Malladetes (Fortea i Jordà, 1976) i Barranc Blanc (Fullola, 1979), i un altre en
el Comtat: la cova Beneito (Iturbe et al., 1993). A partir d’aquests jaciments, principalment dels dos primers, s’ha pogut establir l’evolució tecno-cultural dels moments solutrians. Així, s’ha establert que després d’uns moments inicials amb una baixa densitat
ocupacional, documentats únicament a les coves del Parpalló i les Malladetes, a partir del
Solutrià mitjà (o ple) es produeix un fort increment dels llocs ocupats i de la intensitat
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d’aquestes ocupacions, el que podria estar reflectint tant un increment de la població com
un canvi en les estratègies d’ocupació del territori, amb una menor mobilitat territorial
(Villaverde, 2001, 2003/2004). Aquest augment del nombre de jaciments i de la intensitat de les ocupacions és manté o fins i tot s’acreix en els moments evolucionats d’aquesta fase cultural, on el nombre de jaciments coneguts que presenten puntes escotades es
prou major.
Pel que fa a la cronologia, i a partir de les datacions existents en alguns dels jaciments
que hem vist anteriorment, hem de pensar que el nivell que ha aportat la fulla de llorer
de la cova del Moro estarà molt possiblement entre els 19.500-18.000 anys BP. Uns
moments que a nivell ambiental, tal i com podem veure en la veïna cova de les Cendres,
ens aporten dades relacionades amb un paisatge de pinar obert (de Pinus nigra), amb
ginebres/savines i matolls de fabàcies, vegetació que respon a uns moments del pleniglacial més àrids que els immediatament anteriors (Badal i Carrión, 2001). Així mateix cal
pensar que, tot i que actualment la cavitat es troba a menys d’un quilòmetre de la línia de
costa, en els moments d’ocupació solutriana el nivell marí era entre 100-120 m menor
que en l’actualitat, el que va provocar que enfront de la costa de l’actual Marina Alta ens
trobàrem amb una plataforma emergida d’uns 15 km d’amplària, pel que aquest jaciment
deixaria de ser un assentament litoral i se situaria sobre els 200 m sobre el nivell marí, el
que faria augmentar la seua continentalitat.
6.2. Les ocupacions del Tardiglacial de les comarques centrals
La fauna i potser alguna peça lítica ens parlen d’una possible existència de nivells
tardiglacials en la cavitat. Si bé els jaciments que s’han vinculat a moments magdalenians
(o epipaleolítics) en aquestes comarques són nombrosos, el ben cert és que, seguint la
tònica general, dels més de 30 jaciments esmentats en la bibliografia només 7 ens han
aportat informació (fig. 6), desigual però vàlida, per a definir seqüències o comparacions.
La resta de jaciments, als quals ara caldria afegir la cova del Moro, o bé han estat destruïts per les espoliacions, han estat excavats deficientment, o bé no han estat objecte de
publicacions adequades.
El fet de no comptar entre els materials recuperats amb peces de clara adscripció tardiglacial, tal i com ho és el fragment de fulla de llorer per al Solutrià, no ens permet més
que recordar el context en què es mou la cova del Moro en aquests moments.
Per tardiglacial entenem els moments posteriors al màxim de la glaciació würmiana
fins l’arribada de l’Holocè (ca. 16.000-10.000 BP). En aquestes fases es desenvolupa el
Magdalenià, i també els inicis de l’Epipaleolític. Es tracta d’uns moments on el clima tendeix a un temperament, tot i estar marcat per diverses pulsacions fredes seguides d’altres
més temperades, pel que a poc a poc els boscos van guanyant terreny.
Entre els jaciments excavats, i en l’àmbit més proper de la cova del Moro, només
comptem amb la cova de les Cendres, en la qual s’han documentat nivells corresponents
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al Magdalenià mitjà i superior amb una indústria dominada per les laminetes de dors, els
gratadors i els burins, i amb una rica indústria òssia i una fauna dominada pel cérvol
(Martínez Valle, 1996; Roman, 2004; Villaverde et al., 1999; Villaverde i Roman, 20052006).
A una distància d’entre 10 i 40 quilòmetres, i tots en la mateixa comarca, ens trobem
amb quatre jaciments en els quals s’han documentat seqüències tardiglacials: la cova
Bolumini (Beniarbeig-Benimeli), amb un nivell inferior amb molt pocs materials però
atribuït pels seus excavadors al tardiglacial (Guillem et al., 1990); la cova de Santa Maira
(Castell de Castells), amb diversos nivells que abracen des del Magdalenià superior fins
al Mesolític geomètric (Aura, 2001); el Tossal de la Roca (Vall d’Alcalà), amb nivells que
comprenen des de la fase mitjana del Magdalenià fins al Mesolític (Cacho et al., 1995);
i la cova Fosca (Vall d’Ebo), amb uns nivells inferiors atribuïts al Magdalenià superior o
Epipaleolític (Domènech, 1990).
7. CONCLUSIONS FINALS
Com podem observar, la cova del Moro s’ubica en una de les zones amb un major
nombre de jaciments paleolítics no només de l’estat Espanyol, sinó de tot el continent.
Per tant, no és difícil contextualitzar qualsevol nivell d’ocupació amb altres hàbitats
paleolítics. La dificultat es troba en el mateix context de la recollida dels materials, producte de l’activitat clandestina.
Malgrat aquest alt nombre de jaciments, la comarca de la Marina Alta ha estat des de
fa temps un dels punts del país on major nombre de cavitats han quedat destruïdes per les
excavacions incontrolades. Per tant, la destrucció d’aquest jaciment no és un fet aïllat, i
tant en aquesta comarca com en la veïna de la Safor, la quantitat de jaciments que s’han
perdut per a la ciència són nombrosos.
Amb la cova del Moro ens trobem amb un d’eixos pocs jaciments on, amb total seguretat, podríem documentar una llarga seqüència paleolítica. El nivell de destrucció patit
fins ara és de la totalitat de la sala exterior i d’un 50% de la interior, pel que el perill de
perdre la valuosa informació que ens pot aportar és molt gran si no es prenen mesures
com el tancament de la cavitat.
A més, tal i com hem assenyalat anteriorment, és del major interès determinar amb
fiabilitat els diversos moments d’ocupació de la cova, sobretot per a poder vincular-la
amb una sèrie d’hàbitats documentats al llarg de les primeres elevacions litorals de la
comarca (cova de les Cendres, cova Ampla, cova Foradada...). Degut a aquest fet, no descartem emprendre pròximament alguna mena d’actuació arqueològica que ens permeta
realitzar una primera aproximació seqüencial. El primer, però, seria que les autoritats
competents, ja avisades en diverses ocasions del grau de destrucció de la cavitat, prengueren les mesures pertinents per a la seua protecció.
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Esperem que aquestes línies siguen un primer pas i servisquen per a cridar l’atenció
sobre un jaciment tristament oblidat i que amb tota seguretat mereixeria una major preocupació per part d’institucions i d’investigadors.
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—49—
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26
A. CASTAÑO LLADRÓ, D. ROMAN MONROIG i A. SANCHIS SERRA
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
F. Xavier OMS ARIAS*
CARACTERITZACIÓ TÈCNICA, TIPOLÒGICA I CRONOLÒGICA
DE LES CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC
DE LA COVA COLOMERA (PREPIRINEU DE LLEIDA)
RESUM: La caracterització de les restes ceràmiques dels nivells del Neolític antic (52004800 cal. BC) de la Cova Colomera (Sant Esteve de la Sarga, Lleida) ha permès situar els nivells
CE12, CE13-CE14 i CV10 en el context de la neolitització dels Pirineus i zones limítrofes.
S’analitza aquí tot el conjunt disponible fins la campanya de 2008 i s’insereix en el discurs sobre la
cultura material de l’Epicardial i la seva problemàtica cronològica, amb paral·lels des de les boques
del Roine a la vall del Segre.
PARAULES CLAU: Prepirineu de Lleida, Cova Colomera, ceràmica Epicardial, cronologia
Epicardial.
RÉSUMÉ: Caractérisation technique, typologique et chronologique des céramiques du
Néolithique ancien de la Cova Colomera (Pre-Pyrénées de Lleida). La caractérisation des restes
céramiques des niveaux du Néolithique ancien (5200-4900 cal BC) de la Cova Colomera (Sant
Esteve de la Sarga, Lleida) a permis de situer les niveaux CE12, CE13-CE14 et CV10 dans le contexte de la Néolithisation des Pyrénées et ses environs. Ici, on analyse toutes les céramiques exhumées jusqu’en 2008. On discute les résultats dans le contexte des matériaux epicardiaux et sa problématique chronologique depuis les bouches du Rhône jusqu’à la vallée du Sègre.
MOTS CLÉS: Pre-Pyrénées de Lleida, Cova Colomera, céramique Epicardial, chronologie
Epicardial.
* SERP (Seminari d’Estudis i Recerques Prehistòriques), Departament de Prehistòria, Història Antiga i Arqueologia,
Universitat de Barcelona. C/ Montalgre 6-8, 08001 Barcelona. xavieroms@gmail.com
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F.X. OMS ARIAS
1. INTRODUCCIÓ
Els treballs arqueològics a la Cova Colomera (Sant Esteve de la Sarga, Pallars Jussà)
han posat al descobert un conjunt estratigràfic pertanyent al Neolític antic inèdit fins el
moment en els territoris prepirinencs i pirinencs occidentals de Catalunya. Procedent d’aquests nivells s’ha exhumat un conjunt de materials ceràmics que si bé no és nombrós,
s’ha de considerar important pel fet que la contextualització estratigràfica i radiocarbònica de materials del Neolític Antic no s’havia documentat fins ara en aquesta zona de la
vessant catalana. Aquests factors han de facilitar la inserció dels nivells del Neolític antic
de la Cova Colomera dins el discurs de la neolitització d’aquest àmbit de l’interior del
NE de la Península Ibèrica.
2. EL JACIMENT
La Cova Colomera es troba situada al Prepirineu de Lleida, al bell mig del Congost
de Montrebei, obert per la Noguera Ribagorçana quan aquest travessa la Serra del
Montsec (fig. 1). Es tracta d’una gran cavitat excavada en un banc de calcàries secundàries del Maestrichtià i a sobre d’una diàclasi d’orientació NE-SW. Els processos bàsics
en la seva evolució són una primera fase de preparació amb predomini dels agents corrosió-dissolució, procedents de les filtracions de la plataforma superior propera a la carena de la serra; i una segona fase de fenòmens gravitacionals per descalcificació dels estrats, alguns d’aquests fenòmens són de gran mida i s’acumulen en alguns sectors de la
cova. La Serralada del Montsec és un massís eminentment calcari de gairebé 40 quilòmetres de longitud amb una orientació E-W. Aquesta serra es troba tallada pels rius
Noguera Ribagorçana, Noguera Pallaresa i Boix, que formen sengles congosts (Montrebei, Terradets i Pas Nou) que divideixen el Montsec en quatre unitats, el Montsec de
l’Estall (a Aragó), el Montsec d’Ares, el Montsec de Rúbies i el Montsec del Cogulló.
En la cara nord d’aquesta serra es localitzen una gran quantitat de jaciments arqueològics que en gran mesura han estat molt afectats per les accions de furtius i aficionats
diversos (De la Vega, 1981). Recentment s’ha realitzat una revisió historiogràfica i dels
materials arqueològics localitzats (ja sigui publicats o en museus locals) d’aquesta zona,
de manera que s’ha observat una freqüentació de grups humans a partir del Mosterià, i un
important augment de la densitat de jaciments a partir del Neolítc antic (Oms et al., en
premsa) en un còmput aproximat d’uns 25-30 jaciments arqueològics.
L’any 2005 es varen iniciar els treballs arqueològics en aquest jaciment. Des d’aquell
moment s’han realitzat dos sondejos. Un d’ells, el CV (Colomera Vestíbul) ha resultat
pràcticament estèril a causa d’una successió de formacions de crosta que han rentat primer i carbonatat després les capes arqueològiques, tot i així conté un nivell fèrtil (CV10);
l’altre sondeig, el CE (Colomera Est) ha proporcionat una estratigrafia de sis nivells
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
34 33
32 31
30 29
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Cova Colomera
Actuacions arqueologiques
fins la campanya de 2008
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Fig. 1.- Localització de la Cova Colomera (mapes modificats d’ICC).
—53—
3
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4
F.X. OMS ARIAS
arqueològics i una fossa tipus sitja al llarg del talús del jaciment, tots ells pertanyents o
relacionats amb utilitzacions com a indret per estabular ramats (fumier incendié). Els
nivells A i Asup es corresponen amb ocupacions de darreries del Bronze inicial i el
Neolític Final respectivament, i es troben a la part alta del talús. La fossa EE1, que pertany a una ocupació del Bronze inicial (trànsit III-IIn mil·lenni cal BC), i els nivells
CE12, CE13 i CE14, que abracen cronològicament gran part del Neolític Antic, es troben
a la part més baixa del talús.
En un primer treball de presentació del jaciment (Oms et al., 2008), es va proposar
per la manca de materials significatius l’any 2006 i de datacions, una adscripció del
Neolític antic Postcardial pel nivell CE12. Aquesta posició ha variat amb l’augment de
materials significatius i de datacions.
Com s’ha dit, les ocupacions del Neolític antic al Sondeig CE pertanyen a ocupacions
de tipus cleda de ramats. La utilització de coves i balmes durant el Neolític i l’edat del
Bronze es troba ben documentat a les diverses conques mediterrànies. Els fems de ramats
(d’ovicaprins generalment) s’amuntegaven i es cremaven per raons de salubritat. Per tant,
cal tenir en compte que la presència de material arqueològic en aquests nivells d’estabulació no s’ha de correspondre a priori amb zones d’hàbitat estricte, sinó més aviat amb
zones d’abocament d’escombraries. De manera general es consideren aquests nivells com
molt pobres arqueològicament parlant, tot i que proporcionen molta informació a nivell
paleoambiental i paleoeconòmic (Badal, 1999; Vergès et al., 2008). De manera particular, a la Cova Colomera, es pot observar en la migradesa del registre lític (sobretot pel
que fa a les fases inicials de les cadenes operatives) i com es veurà més endavant en l’alt
grau de fragmentació del registre ceràmic.
3. DATACIONS
Es disposa d’una bateria completa de datacions per tots els nivells de la Cova
Colomera, que es presentaran en un treball monogràfic sobre l’estratigrafia del jaciment.
Aquí es mostren les datacions dels nivells CE12 i CE13-CE14 (taula 1).
La datació Beta-240551 s’ha obtingut a partir d’una mostra de vida curta (cereal
Triticum aestivum/durum) procedent del quadre W30 recuperada mitjançant la flotació
manual i posterior triat, procedent d’una fàcies tf del nivell CE13-CE14. Per altra banda,
la mostra Beta-248523 està obtinguda sobre un fragment de carbó de Buxus sempervirens, procedent del quadre W30 i recuperada manualment en una fàcies c basal del nivell
CE12. L’espècie datada acostuma a presentar un caràcter quasi arbustiu i pot ser, per tant,
considerada com de vida curta.
Les dues mostres seleccionades es troben molt properes entre elles, però es documenta un possible hiatus d’ocupació reflectit en la presència entre la base de la fàcies
c d’inici del nivell CE12 i la fàcies g de sostre de CE13-CE14 d’un conjunt de clastes
—54—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
5
Taula 1.- Datacions C14 AMS dels nivells del Neolític antic de la Cova Colomera
(calibració mitjançant el programa CalPal’07).
centimètrics que no es documenten en la resta de la seqüència. El nivell CV10 no ha
estat datat, ja que tot i la homogeneïtat del conjunt ceràmic, no es pot considerar un
nivell fiable.
4. METODOLOGIA D’ESTUDI
L’estudi dels materials ceràmics de la Cova Colomera ja ha estat parcialment acomplit per nosaltres amb anterioritat (campanyes de 2005 i 2006; Oms, 2007). Es tracta d’un
estudi morfotecnològic realitzat sense microscopia, per tal de caracteritzar la mostra i
presentar els primers resultats.
En un primer moment es va intentar establir el nombre de vasos per a cada nivell,
malauradament aquest mètode va resultar poc profitós i només es va utilitzar puntualment. Per analitzar la mostra s’ha creat una base de dades específica a partir de criteris el
més objectius possibles, per aquest motiu s’han obviat en gran manera les observacions
entorn dels desgreixants i les matrius argiloses, feines que s’iniciaran properament. La
taula conté un total de trenta set variables diferents, basades en part en les utilitzades per
altres autors (Miró, 1989; Bernabeu, 1989; Manen, 2002; Calvo et al., 2004; Ramón,
2007).
La totalitat de les restes ceràmiques ha estat analitzada mitjançant aquesta base de
dades i això ha proporcionat una àmplia informació sobre aspectes i criteris tècnics observats (només la peça o peces més significatives de les unides dins d’un mateix vas). Per
altra banda, l’estudi de decoracions i tècniques emprades ha estat realitzat únicament en
base a aquells fragments implicats.
La mostra és especialment curta, factor que no ha de sorprendre si es té en compte
que la gran majoria dels efectius procedeixen de nivells arqueològics amb una funcionalitat de cleda, raó per la qual es pot considerar que foren tots els fragments llençats o abocats en una àrea del jaciment que estava reservada als ramats i, per tant també, una mena
d’escombrera pels estris domèstics. En aquest sentit, destaca el nivell CV10, que si bé
està rentat i no pot ser considerat una capa fiable, contenia en una potència i extensió molt
menor que la resta de zones excavades una densitat major de materials arqueològics. És
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6
F.X. OMS ARIAS
possible que la situació d’aquest nivell i el sondeig on es va localitzar, en el mateix vestíbul de la cavitat, pugui en certa manera estar relacionat amb un zona més adient per a
l’hàbitat dels grups humans.
5. LES CERÀMIQUES
En aquest article s’estudien unitàriament els materials dels nivells CE13 i CE14 (ja
que en el seu desenvolupament lateral s’arriben a unificar en un sol nivell), el nivell CE12
i el nivell CV10.
Es compta amb un registre de 414 efectius ceràmics, dels quals gairebé un trenta per
cent posseeix alguna forma destacada (vora, prensió o base), decoració o bé ambdós
casos. Mentre que la resta (291 fragments) es poden considerar com informes i per tant
parts de cossos ceràmics sense decoració, que en alguns casos han proporcionat informació sobre les formes dels vasos (taula 2). Els nivells CE12 i CE13-14 tenen una representació similar pel que fa als efectius, amb un percentatge intern d’entre el 30% i el 40%
entre els materials considerats com no informes. El nivell CV10, però, compta amb una
representació menor d’efectius no informes (entorn del 15%).
Les vores són les formes més documentades i de manera molt residual es constaten
algunes bases (planes només a CV10 i còncaves a tots els nivells amb uns percentatges
menors al 4%), algunes carenes extremadament suaus que es poden definir també com
cordons llisos de relleu molt limitat (documentades sobretot a CE12) i per últim uns pocs
arrencaments de nansa (a voltes del 2% a CV10 i CE12 i inexistents a CE13-CE14).
Les vores apareixen a CE12 i CE13-CE14 de manera bastant equilibrada entre les
rectes (40-45% en ambdós nivells), que en alguns casos presenten revora externa, i les
entrants (35-40%), mentre que les exvasades es documenten marginalment. A CV10,
aquesta representació és inversa, presentant-se les entrants com majoritàries (44%) i les
rectes secundàries en representació percentual (32%), mentre que les exvasades arriben
fins el 7,3%.
A CE12, els llavis són preferiblement apuntats (35’71%), els plans i arrodonits es
mostren equilibrats (28’57% cadascun), mentre que els còncaus decorats representen el
darrer grup documentat (14’28%). Cal puntualitzar que en aquest nivell hi ha l’única
Taula 2.- Distribució bàsica de les restes ceràmiques.
—56—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
7
representació disponible de vores merletades. CE13-CE14 mostra una predominança dels
llavis arrodonits, enfront dels apuntats (quasi el 33%) i els còncaus, amb una presència
quasi anecdòtica.
La combinació de vores i tipus de llavi sembla aleatòria, podent únicament remarcar
el fet que els llavis apuntats es relacionen habitualment (però no sempre) amb vasos aparentment mitjans o petits. En canvi els plans es relacionen amb tot tipus de recipient.
La mida dels efectius documentats demostra que la majoria dels fragments ceràmics
tenen unes dimensions molt modestes, factor provocat per una alta fragmentació del
registre. La forma de les fractures i la forma dels fragments també apunta cap a una fabricació dels vasos a partir de la tècnica dels marrells, tot i que la manufactura a base de plaques i molt residualment la realitzada a partir de buidatge també estan documentats
(aquesta darrera només a CV10).
Davant la migradesa en el registre de perfils més o menys complets, ha resultat molt
complex extreure possibles formes preferencials. Tot i així, de la combinació de vores i
fragments de cos ceràmics s’ha pogut observar un comportament molt equilibrat entre les
formes típiques del moment en relació a cada nivell (taula 3).
Per altra banda, s’ha mesurat el gruix màxim dels fragments (sempre el més ample
de cada vas) per tal de poder definir la mida dels vasos, entre petits (<7mm), mitjans (812mm), mitjans grans (13-17mm) i grans (>18mm) (fig. 2).
Fig. 2.- Mida dels vasos per nivell.
Taula 3.- Formes ceràmiques aproximades més habituals en el registre.
—57—
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8
F.X. OMS ARIAS
En el nivell CE12 es documenten sobretot aquells perfils que es consideren compostos, que semblen mostrar tant colls destacats com algunes carenes molt suaus i aparentment molt baixes. Les formes subesfèriques superen discretament als perfils ovoides, que
també podrien estar en relació amb formes de coll destacat. Per tant s’observa que serien
els recipients definits com profunds els més abundants a la mostra, factor que s’ha de
relacionar amb la mida dels vasos, amb percentatges superiors en el grup dels recipients
mitjans.
Dinàmiques similars es documenten per la resta dels nivells. S’observa com en
CE13-CE14 els perfils ovoides, subesfèrics i compostos es troben representats entre percentatges que oscil·len entre el 20-25% de forma progressiva. Es denota en aquest nivell
l’única presència destacable de perfils cilíndrics, que supera el 6% de representació.
Aquest fet es pot posar en relació amb el relatiu augment de mida que mostren els vasos
mitjans-grans d’aquest nivell. Per la seva banda, el nivell CV10 mostra una clara presència de vasos compostos i ovoides que, com s’ha comentat abans, poden estar relacionats, enfront de la poca representativitat que tenen els vasos oberts. Per tant i en relació
amb la mida dels vasos, en aquest nivell es documenten sobretot vasos mitjans i profunds.
Pel que fa als processos de manufactura, les argiles es troben ben decantades en
gairebé un 68% dels casos, mentre que en la resta es mostren amb presència de grumolls.
A nivell preliminar, no s’han definit fins el moment inclusions antròpiques en les argiles,
tot i així s’ha pogut observar macroscòpicament la presència de mica (29,6% a CE13CE14 i 36% a CV10, per exemple), calcita o quars (37% a CE12 i 43,1% a CV10, per
exemple) i vacúols de fins a 3mm representats de manera similar en tos els nivells. En
general, tant aquestes presències minerals com la pròpia matriu grossa de les pastes es
presenten com angulosos en un 45-50% dels casos, mentre que els subangulosos (3035%) i els arrodonits (15-20%) són percentualment menors, depenent dels nivells.
Aquests factors semblen mostrar un treball més o menys intens sobre les pastes prèvies a l’enformació i la cuita, fet al qual se li afegeix l’escassetat de restes que a priori es
poden relacionar amb els grans recipients. Tot i així, la caracterització arqueomètrica que
es realitzarà en el futur de la mostra aquí analitzada podrà proporcionar informació complementària més valuosa.
Les coccions més habituals que s’han descrit semblen indicar les atmosferes irregulars i/o incontrolades. La coloració reductora (forta o suau) es veu majoritàriament representada en les cares internes dels vasos, mentre que les externes presenten de forma equilibrada tota mena de coloració, des de reductores fortes fins a oxidants fortes, passant per
les coloracions mixtes en una mateixa superfície (aparentment “flamejades”). Aquestes
dades semblen mostrar en general i per a tots els nivells un escenari de poc control o
manca d’interès en el control de les coccions.
Els acabats dels vasos que s’han observat en la mostra semblen indicar una preferència pels allisats simples en percentatges que abracen forquilles del 45-55% entre els
tres nivells. Per altra banda, els espatulats són ja minoritaris i els brunyits quasi anecdò—58—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
9
Fig. 3.- Tractament de les superfícies externes per nivell.
Taula 4.- Afectacions postdeposicionals reflectides en el registre ceràmic.
tics (fig. 3). Però una quantitat important de fragments ceràmics es trobaven afectats per
diversos problemes de conservació i/o postdeposicionals, i en alguns casos no es va poder
observar amb claredat la tècnica d’acabat del vas. En aquest sentit, destaca la presència
de clapes de sediment tipus fumier incrustades en alguns fragments (sobretot documentat en el material coordenat en les fàcies b i g) (taula 4). Aquest problema és pràcticament
inexistent en la mostra del nivell CV10, on no es documenten nivell d’estabulació de
ramats. En canvi, però, en aquest nivell són molt freqüents les fractures relacionades amb
la carbonatació dels fragments. La documentació a CV10 de restes ceràmiques cremades
i sovint amb diferents pàtines superposades poden estar relacionades amb fets culinaris o
pràctics (abocades a fogars). En canvi, quan es dóna de manera més minoritària en CE12
i CE13-CE14, es pot relacionar amb els moments de cremació dels fems, que sembla que
seria un procés molt lent i progressiu.
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10
F.X. OMS ARIAS
6. LES DECORACIONS I ALTRES TRETS
Sondeig CE (Nivells CE12 i CE13-CE14) (fig. 4 a 6; taula 5)
Els fragments ceràmics que contenen alguna decoració oscil·len entre un 20-25%
dels efectius totals per cada nivell del Sondeig CE. Aquesta dada no és eminentment significativa a causa de dos factors. Per una banda l’alta fragmentació del registre provoca
que, tot i que s’ha establert un Nombre Mínim de Vasos per cada nivell, no es pugui
conèixer el nombre real de vasos decorats; per altra banda, la consideració de certes decoracions com quelcom funcional no s’ha tingut aquí en compte.
El nivell CE12 es caracteritza per un predomini de les decoracions incises i les decoracions plàstiques, tot i que la representació de materials impresos és també destacable.
Altres decoracions es poden considerar aquí molt secundàries. Cal destacar la presència
tant de cordons llisos com puntualment de cordons decorats (fig. 5, nº 8 i 11); la secció
d’aquestes aplicacions plàstiques acostuma a ser subcircular, tot i que puntualment també
s’han documentat de secció triangular. Per altra banda es documenten decoracions impreses realitzades amb eines diverses, com per exemple motius indeterminats fets amb una
punta roma perpendicular (fig. 5, nº 3) i amb punta roma obliqua (fig. 5, nº 2), o també
decoracions amb estris indeterminats apuntats que semblen mostrar-se en franges. També
les clàssiques línies incises horitzontals que formen acanalats horitzontals que només es
desenvoluparien en el terç superior dels vasos, i que possiblement també comptarien amb
franges verticals combinades (fig. 5, nº 4 i 5). Altres efectius es presenten amb decoracions inciso-impreses amb motiu d’espiga impresa i fines incisions al voltant del motiu
central (fig. 5, nº 1). Aquesta decoració podria ser una variació dels motius clàssics incisos Epicardials ben documentats a la Timba del Barenys (Vilardell, 1992), al Cavet (fora
de context) (Oms i Morales, en premsa) i a jaciments del Baix Aragó, com Botiqueria
dels Moros, Costalena o Pontet (Ramón, 2007). Es compta en aquest nivell amb algunes
carenes molt suaus i en una posició molt baixa (fig. 5, nº 7), la majoria de les quals no
presenten decoració i quan ho fan, es poden definir com arciformes. Per últim, cal destacar la presència de vores decorades, moltes de la quals presenten fines incisions en el
llavi, mentre d’altres es presenten amb profundes depressions i que poden definir-se com
merletades (fig. 5, nº 6 i 9).
El nivell CE13-CE14 es presenta bastant heterogeni pel que fa a les decoracions. Les
plàstiques amb decoració i les inciso-impreses no estan quasi representades. Destaquen
les impressions en franja realitzades amb estris d’empremta circular i punta roma, sovint
formant motius meandriformes o en franja horitzontal (fig. 4, nº 12 i 13). Altres tipus
d’impressions, en aquest cas d’empremta quadrangular o fins i tot de mitja canya, també
formen franges horitzontals (fig. 4, nº 7). Estan presents les decoracions impreses de
punts circulars (vareta?) que semblen articular-se espaiadament en franges horitzontals
(fig. 4, nº 2 i 4), i que en algun cas es combinen amb aplicacions plàstiques curtes (mame—60—
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Fig. 4.- Materials ceràmics més destacats del nivell CE13-CE14.
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15
1
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Fig. 5.- Materials ceràmics destacats dels nivells CE12 i CV10.
—62—
16
14
·
.
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
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lló) perforades verticalment. Altres vegades, les decoracions impreses estan realitzades
amb eines indeterminades, entre les quals destaquen les d’empremta rectangular (molt
fina i allargada) i les d’empremta quadrangular irregular (fig. 4, nº 14 i 15). Es troben en
fragments molt petits, però semblen articular-se el primer grup en línies aïllades i el
segon grup en franja (en aquest cas, vertical). Entre els aplics plàstics, es documenten
alguns cordons llisos propers a la vora (fig. 4, nº 6), i d’altres en zones intermèdies del
cos (fig. 4, nº 3, 5 i 10), tant de secció subcircular (majoritaris), com triangulars. També
entre els elements plàstics, però aquesta vegada combinats amb decoració (fig. 4, nº 11),
destaquen uns pocs efectius decorats amb motiu arciforme, que podrien estar realitzats
amb l’ungla o bé algun instrument indeterminat molt més fi. Per últim, les incisions es
troben documentades per efectius acanalats organitzats en franja (fig. 4, nº 1), però també
es documenten combinades amb algun cordó llis.
El Sondeig CV (Nivell CV10) (fig. 5 i 7; taula 5)
En el nivell CV10 s’han documentat dues tècnica decoratives que no es donen a cap
dels nivells del Sondeig CE; es tracta de la tècnica del punt i ratlla (boquique) i de la possible decoració impresa amb petxina. A part d’això, els vasos amb decoració impresa són
els més documentats, seguits dels que contenen una decoració inciso-impresa. Mentre
que les decoracions plàstiques, plàstiques amb decoració i les incises estan percentualment menys representades. Entre el grup de les impreses, es donen les que presenten la
tècnica del punt i ratlla en una organització complexa (fig. 5, nº 15) i les que ho fan en
franges horitzontals. Aquesta tècnica, que combina la impressió (en el punt) i la incisió
(en l’avanç), està realitzada a més en un sentit oblic vers la paret dels vasos. També es
compta amb efectius decorats mitjançant pintes o varetes, tant de secció circular com irregular i de punta roma i aguda, amb motius indeterminats a causa de la fragmentació dels
efectius. En el grup de les impreses destaca un fragment que mostra un terç de motiu solar
realitzat amb pinta o bé Cerastoderma edule (fig. 5, nº 13). Aquest presenta tres cercles
concèntrics dels quals sobresurt un conjunt de set braços o “raigs”. Un altre vas que porta
confusió quant a la realització de la decoració (fig. 5, nº 16) mostra un conjunt de cor-
Taula 5.- Decoracions per nivells.
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Punta roma circular
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heterogénia
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arciforme
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Cordó+impressió
digital (Ce12)
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Fig. 6.- Esquema de les decoracions del Sondeig CE.
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(franja)
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circular (franja)
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(franja)
lncisió irregular profunda
(motiu complex)
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Cordó+decoració arrossegada
(cardial?pinta?)
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Fig. 7.- Esquema de les decoracions del Sondeig CV.
—65—
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dons horitzontals amb decoració impresa perpendicular, realitzada amb pinta. Es combina amb una decoració impresa arrossegada enmig dels dos cordons que sembla estar
realitzada amb petxina, per la irregularitat i la sinuositat del seu traç i recorregut. Hi ha
altres decoracions impreses que estan realitzades amb pinta, vareta o instruments indeterminats que formen franges, en alguns casos línies impreses molt primes. En aquest
conjunt destaquen les franges o grups horitzontals de punts i també les decoracions que
semblen estar realitzades amb la punta d’un punxó, creant línies discontínues horitzontals (veure motius impresos de la fig. 7). Per altra banda, es donen dos grups d’efectius
pel que respecta a la decoració incisa. Per un costat (fig. 5, nº 14) aquells que presenten
una decoració acanalada profunda en franja horitzontal, de la qual possiblement menarien franges verticals puntuals (per analogia amb fragments documentats en les col·leccions antigues de la Colomera; De la Vega, 1981); l’altre grup (fig. 5, nº 12) ve representat per un tipus d’acanalat més ample i més irregular en el seu traç que mostraria un
motiu complex, possiblement de disposició ortogonal.
7. CONTEXTUALITZACIÓ DEL CONJUNT
El conjunt ceràmic pertanyent als nivells CE12, CE13-CE14 i les datacions radiocarbòniques disponibles per alguns d’aquests nivells situen el complex en el Neolític
antic Epicardial. Per altra banda, les restes del nivell CV10, per al qual no es disposa de
cap datació, poden entrar en consonància amb l’univers de l’encara mal caracteritzat
Neolític antic Cardial final.
Darrerament, l’Epicardial ha estat objecte parcial d’algunes revisions ressenyables
per la zona que abraça el NE de la Península Ibèrica, el SE de França i l’Alt Aragó. Alguns
autors han reformulat l’estructuració clàssica Cardial-Epicardial a partir d’un previ filtratge de les dades del registre ceràmic i de les datacions radiocarbònques (Manen, 2002;
Manen i Sabatier, 2003), mentre que d’altres han proposat el Cardial com quelcom intrusiu i tangencial coetani a un Epicardial protagonitzat per la ràpida aculturació de les
poblacions mesolítiques (Van Willigen, 2004). Malauradament, aquesta darrera opció és
a hores d’ara poc plausible davant la nul·la o pobre presència mesolítica recent documentada en molts dels territoris afectats. Sigui com sigui, els debats entorn d’aquests processos de neolitització i ocupació del territori continuen oberts (Bernabeu, 2006; Guilaine i
Manen, 2007) i més darrerament, amb noves aportacions que poden ajudar a respondre
velles preguntes (Berger i Guilaine, en premsa; Boquet-Appel et al., 2009).
L’Epicardial es troba estès per tots els territoris afectats prèviament d’una manera
més desigual pel fenomen Cardial. Gallay (1989) i Mestres (1992) van definir aquesta
com la fase neopionera, amb una representativitat àmplia per tots els territoris on prèviament o paral·lela es documenta la presència pionera Cardial (Martin i Vaquer, 1995). A
nivell de cultura material, els registres que s’estan incloent entre el Neolític antic Cardial
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final i l’Epicardial recent estan mal caracteritzats i això es deu probablement a una mala
contextualització del fenomen, tant a nivell cronològic com a nivell de registre ceràmic.
En aquest context hi ha alguns grups especialment problemàtics, com són el
Rocadourien/Pericardial (Guilaine, 2003, 2007) i l’Epicardial Recent (Manen, 2002). El
primer d’ells s’ha emprat per definir horitzons culturals poc clars, amb datacions arcaiques i conjunts ceràmics molt pobres, on no destaquen o no apareixen les decoracions
realitzades amb Cerastoderma edule. Es documenta en les àrees pirinenques i subpirinenques orientals i occidentals (Alday et al., 2008), a les Causses i a Aquitània (Guilaine,
2003: 194). Els exemples més propers són Dourgne C6, Jean-Cros 2c i 2a-b i possiblement la Balma Margineda 3a, 3b i 3b base, que s’han definit o es poden definir com
Pericardials. Les datacions d’aquests jaciments (tant o més antigues que les cardials litorals o prelitorals) han provocat que alguns autors parlin de grups continentals o no costaners de neolitització paral·lela o independent (Guilaine, 2007: 34), o altres vegades de
“fàcies laterals empobrides (...) que adopten la ceràmica per influències de les zones costaneres” (Guilaine, 1986: 73). Paradoxalment, els nivells arqueològics d’aquests jaciments semblen estar afectats per processos postdeposicionals, des dels generals palimpsestos que afecten a tots els jaciments holocens fins a problemes complexos (Bernabeu et
al., 2001; Brochier, 1995; Martínez et al., 2006-2007; Beeching i Brochier, 2003), i generalment compten amb datacions radiocarbòniques invàlides a causa de les altes variacions
i per tant de la barreja del material datat. Si afegim uns registres ceràmics sense cap decoració (Dourgne C6) o molt pobres en impressions de conquilla (Jean Cros i Balma
Margineda), el resultat és un horitzó, el Pericardial, que no pot ser acceptat per manca de
mètode i homogeneïtat.
Per altra banda, els registres de l’Epicardial Recent es poden descriure grosso modo
com conjunts on abunden les incisions i manquen les impressions respecte a moments
precedents. A part d’aquesta simple evolució estilística, per la majoria d’autors és emprat
com un apèndix cronològic per situar aquells nivells/jaciments amb datacions recents per
contexts del Neolític antic de ceràmiques impreses (Juan-Cabanilles i Martí, 2002). Per
altres autors, en canvi, s’estableix sobre uns criteris estilístics concrets (Manen, 2002):
gran profusió d’acanalats, pocs cordons (sempre llisos), decoració de punts impresos i en
general poques decoracions impreses (digitals, amb instruments arciformes, etc.). La diferència amb l’Epicardial Antic resulta poc clarificadora, ja que en aquest període destaquen
també els acanalats, les incisions, els cordons llisos o l’escassetat d’impressions, però potser amb uns percentatges diferents (Manen, 2002). Sembla clar, doncs, que només algunes particularitats molt específiques poden ser preses en compte per a l’Epcardial Antic
respecte al Recent: decoració cardial puntual o decoracions d’estil pràcticament locals
(les pastilles al SE de França). En canvi, un element més característic de l’Epicardial
Recent serien les incisions en garlanda rodejades de punts impresos o solcs més o menys
irregulars. És per això que, si no és tracta com un estricte criteri cronològic, una bipartició estricta de l’Epicardial en base als materials no es sustenta a hores d’ara.
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Fig. 8.- Mapa dels jaciments esmentats al text en àmbit pirinenc o subpirinenc: 2- Grotte de Camprafaud;
4- Grotte Gazel; 5- Abri de Font Juvenal; 6- Abri Jean Cros; 9- Abri Roc de Dourgne; 12- Font del Ros;
13- Tomba del Segudet; 14- Balma de la Margineda; 16- Bòfia de la Valldan; 18- Cova del Parco;
20- Cova del Pas de la Lloba; 21- Cova Colomera; 22- Cueva de los Moros de Gabasa; 23- Cova de les Llenes d’Erinyà;
25- Cueva del Moro de Olvena; 26- Cueva del Forcón/Espluga de la Puyascada; 27- Cueva de Chaves; 30- Plansallosa.
En un sentit geogràfic ample del NE de la Península Ibèrica i el SE de França, els
jaciments o nivells s’han definit de la manera següent (fig. 8):
- Chaves Ia (Baldellou i Utrilla, 1999), la Draga, el nivell II de la Cova del Vidre i
la capa 17 de Can Sadurní com pertanyents al Cardial Final (Morales et al., en premsa);
- Dourgne C6, Jean-Cros 2c i 2a-b i possiblement la Balma Margineda s’han definit
o es poden definir com Pericardials (Guilaine et al., 1993, 1979; Guilaine i Martzluff,
1995);
- Plansallosa I, la Cova del Parco EE1, la capa 14 de Can Sadurní, la Cova del
Frare C5b, les Cámaras Superiores de la Cueva del Moro de Olvena, Dourgne C5,
Camprafaud C19, Gazel C2f, Aspre del Paradís s5 dins l’Epicardial antic;
- Plansallosa II, la Timba del Barenys, la Cova dels Lladres, la Cova de l’Avellaner,
la Cova del Toll C4, la Tomba del Segudet, Camprafaud C18 a C16, Font Juvénal C12,
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
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Gazel C2c i C2d o la Espluga de la Puyascada dins l’Epicardial recent (Juan-Cabanilles
i Martí, 2002; Manen i Sabatier, 2003; Yàñez et al., 2002; Oms i Morales, 2009).
Malauradament, en pocs casos els contextos tant arqueològics com ceràmics han
estat clarament explicats; aquest factor junt amb algunes datacions radiocarbòniques problemàtiques (variacions massa elevades o de procedència indeterminada) dificulta enormement una correcta adscripció no aleatòria de cada jaciment o nivell. En altres casos, la
informació és encara més escassa. Procedeix de jaciments (coves i balmes generalment)
on a partir d’excavacions antigues s’han pogut identificar restes pertanyents al Neolític
antic Cardial, Cardial final i Epicardial en general. Aquests jaciments formen una llista
molt llarga de la qual només s’empren aquí aquells més propers a la Cova Colomera o els
que s’estructuren entorn dels Pirineus occidentals catalans. Entre aquests destaquen
materials de la Cova del Pas de la Lloba i la Cova del Coscoll (Rovira i Cura, 1992), la
Balma del Coll de Porta (Alòs, 1990) o la Cova de les Llenes d’Erinyà (Maluquer, 1949),
tots ells molt propers a la Cova Colomera (Oms et al., en premsa); també s’identifiquen
restes Cardials-Epicardials a la Cueva de los Moros de Gabasa, a Huerto Raso, a la Cueva
del Forcón (Ramón, 2007) o a la Bòfia de la Valldan (Castany et al., 1992-1993).
Només a nivell de cultura material, els nivells de la Cova Colomera troben els seus
paral·lels en molts d’aquests jaciments/nivells suara esmentats (fig. 9). Les franges de
punts impresos paral·lels a la Colomera CE13-CE14, a Camprafaud C19 (Van Willigen,
2003), a Plansallosa I (Bosch et al., 1998), a las Cámaras Superiores d’Olvena (Baldellou
i Ramón, 1995), a Puyascada IIb (Baldellou, 1987), a Puyascada (Baldellou i Barril,
1981-1982) i Font del Ros (Pallarès et al., 1997). La variació dels punts impresos combinats amb incisions/acanalats o bé en franja o bé en estructuracions més complexes a la
Cova del Pas de la Lloba (Rovira i Cura, 1992: 123), a Gazel C2f (Manen, 2002), a
Montclus Nx4 (Escalon de Fonton, 1971) o a Camprafaud c19 (Rodríguez, 1984). Els
cordons llisos horitzontals i successius es troben presents a la Colomera CE12 i Colomera
CE14, a la Balma del Coll de Porta (Alòs, 1990), a Parco EE1 (Petit, 1996), a Plansallosa
I i a Plansallosa II (Bosch et al., 1998: 43), a Jean-Cros 2a-b i a Fontbregoua (Guilaine
et al., 1979: 161) o a Aspre del Paradís (Manen et al., 2001). Les carenes baixes i molt
suaus, tot i no ser massa freqüents en aquestes cronologies, es documenten llises a
Colomera CE12, Dourgne C5 i a Plansallosa II i decorades a Cámaras Superiores de
Olvena o Parco (excavacions de Maluquer), entre d’altres. Les franges horitzontals de
decoració impresa no cardial (amb objecte indeterminat, mitja canya, objecte circular o
quadrangular de punta roma) es documenten a tots els nivells de la Colomera, a la Cova
del Coscoll, a la Cova del Pas de la Lloba (Rovira i Cura, 1992), a la Bòfia de la Valldan,
a les Llenes, a les Cámaras Superiores d’Olvena (Ramón, 2007), a Plansallosa I (Bosch
et al., 1998: 44) o Dourgne C5. Les vores merletades es documenten a la Colomera CE12,
a la Balma Margineda 3a, a Parco (excavacions Maluquer), a la Font del Ros (Pallarès et
al., 1997) i en nivells del Cardial final com el Ia de Chaves (Ramón, 2007). Les incisions
amb motius angulars o de garlandes s’observen a la Cova del Pas de la Lloba (Rovira i
—69—
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F.X. OMS ARIAS
Fig. 9.- Materials ceràmics del Cardial Final i de l’Epicardial de l’àmbit subpirinenc i pirinenc: 1, 3, 22- Cova del Coscoll
(Rovira i Cura, 1992); 2, 8, 11, 12- Cova del Parco (excavacions Maluquer; Petit, 1996); 4, 18- Dourgne (Guilaine et al.,
1993); 5- Cova Colomera (De la Vega, 1981); 6- Cova del Moro d’Olvena (Baldellou i Ramón, 1995); 7- Montclus (Manen,
2002); 9, 16- Font del Ros (Pallarès et al., 1997); 10,15- Cova de les Llenes (Maluquer de Motes, 1950); 13, 19- Balma
Margineda; 14- Aspre del Paradís (Manen et al., 2001); 17, 21- Bòfia de la Valldan (Castany et al., 1992-1993); 20,
23- Camprafaud (Van Willigen, 2004); 24, 27- Gazel (Manen, 2002); 25- Font Juvenal (Manen, 2002);
26- Cova del Pas de la Lloba (Rovira i Cura, 1992); 28- Balma del Coll de Porta (Alòs, 1990).
—70—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
21
Cura, 1992), a la Colomera CE12, a Plansallosa II (Bosch et al., 1998), a Cueva 2 de los
Moros de Gabasa (Ramón, 2007).
Les decoracions en boquique presents en el nivell CV10 es troben també en molts
conjunts ceràmics des del VIè mil·lenni cal BC fins el IV mil·lenni cal BC a tota la
Península Ibèrica, des del Mediterrani fins l’Atlàntic (Alday et al., 2008). En el passat,
aquesta tècnica decorativa es contemplava sobretot per cronologies molt més recents,
compreses entre el III-II mil·lenni cal BC, però la revisió dels conjunts està proporcionant una informació molt interessant sobre l’extensió d’aquesta tècnica inciso-impresa,
tot i que a nivell quantitatiu les dades són encara insuficients. Elements en aquesta zona
que es poden definir realitzats a partir del punt-ratlla es troben a las Cámaras Superiores
d’Olvena, a Puyascada, a Chaves Ia, a Forcón, a Gabasa 2b (Ramón, 2007: 159;
Baldellou, 1984), a Parco (excavacions de Maluquer) (Petit, 1996) i a Colomera CV10.
S’han documentat impressions profuses amb pinta, del tipus de Colomera CV10, a
Jean-Cros 2a (Guilaine, 1979), a Cámaras Superiores d’Olvena (Ramón, 2007), a Parco
(excavacions Maluquer) (Petit, 1996), a Plansallosa I i en menys quantitat a Plansallosa
II. També amb pinta però amb un motiu decoratiu soliforme, de CV10 se’n documenten
un fragment presumiblement del mateix vas a les antigues excavacions de la Cova
Colomera (De la Vega, 1981) o a la Espluga de la Puyascada II (Baldellou, 1987).
Aquesta tècnica decorativa, d’aparent imitació al cardial, ha estat observada darrerament
per alguns autors (Moral i Cebrià, 2006; Van Willigen, 2004).
8. LA CRONOLOGIA DE L’EPICARDIAL PIRINENC I LA POSICIÓ
DELS NIVELLS DE LA COVA COLOMERA
Per poder realitzar una aproximació conjunta entre els registres cronològics i ceràmics i situar acuradament els nivells CE12 i CE13-CE14 de la Cova Colomera, hi ha
algunes premisses de caire metodològic que s’han d’observar prèviament (taula 6):
- Els jaciments o nivells definits o potencialment definibles com Pericardials es
poden inserir sense aparents problemes (excepte Dourgne C6) en l’horitzó Epicardial
Antic.
- Les datacions amb variacions superiors als cent anys no són acceptades, per tant es
rebutgen les de la Grotte de Camprafaud, de la Baume de Montclus, de la Balma de la
Margineda i de la Cueva del Moro de Olvena.
- S’inclouen entre les datacions aquelles que per raons geogràfiques poden tenir relació amb l’àmbit Pirinenc i subpirinenc, entre la desembocadura del Roine i la vall del
Segre. Destaca, doncs, la presència de Plansallosa (que no es troba en aquest àmbit geogràfic), que s’ha inserit per ser un jaciment excavat amb metodologia moderna, amb dos
nivells successius datats per C14 i per comptar amb un estudi dels materials ceràmics
(Bosch et al., 1998).
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Jaciment
Referencia de
laboratori
Nivell associat
Moment Cultural
Data BP
CaiBC
2 si2mes
Colomera
Beta-240551
CEI3-CE I4
Epicardial Antic
6150±40
5250-4970
Colomera
Beta-248523
CEI2
Epicardial Antic
6020±50
5060-4780
Parco
GrN-20058
EEI -1
Epicardial Antic
6120±90
5320 - 4800
Epicardial Recent
5350±40
4340-4020
Tomba Segudet
PI ansa llosa
Beta-74313
PSL-1
Epicardial Antic
6130±60
5270 - 4910
Plansallosa
Beta-74311
PSL-1
Epicardial Antic
6180±60
5290-4970
Plansallosa
Beta-87965
PSL-11
Epicardial Recent
5720±70
4760-4400
PI ansa llosa
Beta-74312
PSL-11
Epicardial Recent
5870±60
4880 - 4600
Plansallosa
OxA-2592
PSL-11
Epicardial Recent
5890±80
4970-4570
Camprafaud
Gif-1488
Cl6
Epicardial Recent
5900±140
5150-4430
Camprafaud
Gif-1 489
Cl7
Epicardial Recent
5900±140
5150 - 4430
Camprafaud
Gif- 1490
Cl8
Epicardial Recent
5800±140
4990-4350
Camprafaud
Gif-3078
Cl9
Epicardial Antic
6480±130
5680 - 5200
Camprafaud
Gif- 1491
Cl9
Epicardial Antic
6300±140
5580-4900
Montc lus
Ly-304
Nx4
Epicardial Antic
6140±140
5410-4730
Font-Juvenal
MC-499
Cl2
Epicardial Recent
5850± 100
4960 - 4480
Gazel
GrN-6705
Epicardial Recent
6090±65
5260-4820
Gazel
GrN-6706
Epicardial Antic
6145±65
5270 - 4950
Gazel
GrN-6707
Epicardial Antic
6350±55
5490-5210
Dourgne
MC-1102
ses C2c
ses C2d
ses c2r
es
Epicardial Antic
6170±100
5380- 4860
Aspre del Paradis
GRA-16273
Fosse 5
Epicardial Antic
6030±40
soso - 4810
Aspre del Paradis
Ly-10069
Fosse 5
Epicardial Antic
5915±50
4920-4680
Moro Olvena
GrN-12119
Cámara Sup.
Epicardial Antic
6550±130
5710-5270
Puyascada
CSIC-384
11
Epicardial Recent
5930±60
4980 - 4660
Puyascada
CSIC-382
11
Epicardial Recent
5580±70
4550-4310
Font del Ros
AA- 16499
N E.IS (fossa)
Cardial Final
6243±56
5380 - 5020
Font del Ros
AA-16500
N E. 2 1 (fossa)
Cardial Final
6058± 79
5230- 4750
Font del Ros
AA-16501
N E. 33 (fossa)
Cardial Final
6307±68
5450- 5130
Font del Ros
AA- 16502
N E. 36 (fossa)
Cardial Final
6370±57
5510 - 5230
Chaves
GrN-13602
la
Cardial Fina l
6330±90
5530- 5090
Chaves
GrN-13603
la
Cardial Final
6260±100
5470-4950
Chaves
CSIC-379
la
Cardial Final
6230±70
5380 - 4980
Chaves
CSIC-381
la
Cardial Fina l
6120±70
5290-4850
Taula 6.- Datacions del Neolític Cardial Final i Epicardial de l’àmbit pirinenc. En gris, aquelles datacions
rebutjades per l’alta variació. Calibracions realitzades mitjançant el programa CalPal’07.
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
23
- S’inclouen aquelles datacions pertanyents a jaciments/nivells considerats del
Neolític antic Cardial final, que tenen un caràcter geogràfic escaient i que compten amb
un estudi dels materials arqueològics, com són les fosses de la Font del Ros (Pallarès et
al., 1997) i el nivell Ia de Chaves (Utrilla, 2002; Ramón, 2007).
- La columna Moment Cultural és una guia orientativa, entre les darreres obres de
síntesi (Juan-Cabanilles i Martí, 2002; Manen i Sabatier, 2003) i les terminologies que
han emprat els respectius autors.
- Per altra banda, en la realització dels quadres comparatius dels registres ceràmics
s’han utilitzat les informacions ja publicades, tot i que en alguns casos aquestes dades
eren només aproximades per Chaves Ia (a partir de Ramón, 2007: 149), o no concretades
quantitativament per Aspre del Paradís s5 (Manen et al., 2001: 511) i Dourgne C5
(Guilaine et al.,1993).
Les corbes dels diferents moments establerts pels autors mostren certs aspectes que
cal esmentar (fig. 10). En primer lloc, l’encavalcament de les datacions del Cardial Final
i de l’Epicardial Antic és evident i caldrà aclarir si els registres són també tan similars.
En tots els registres que comprenen les vuit datacions de l’Epicardial Antic (Gazel,
Plansallosa i Aspre del Paradís) s’hi documenten en baix nombre percentual les decoracions cardials. Aquest factor té el seu paral·lel en els nivells/jaciments que s’han proposat com pertanyents al Cardial Final de l’àmbit Pirinenc: les fosses de la Font del Ros on
les decoracions cardials comprenen el 5’7% de representació total i Chaves Ia, on el percentatge és a voltes del 10% (Ramón, 2007: 149). Altres tipus de decoracions amb representacions percentualment similars són les aplicacions plàstiques (decorades i/o llises)
amb altes freqüències, mentre que de manera constant els acanalats/incisos estranyament
superen el 10% (taula 7). Per tant, si la presència de ceràmiques cardials no es considera
significativa, la realitat indica que els conjunts “Cardial Final” i els conjunts “Epicardial
Antic” són gairebé iguals i no només a nivell de cronologia.
Les corbes també ens indiquen una caracterització deficient de l’anomenat Epicardial
Recent visible en una forquilla poc assumible que abraça des de 5250 cal BC a 4000 cal
BC. Per una banda aquesta problemàtica està provocada per les datacions CSIC-382 de
Puyascada i la de Tomba del Segudet. Tot i així, i com s’ha comentat abans, la caracterització dels nivells d’aquest grup no és homogènia.
Podem establir, doncs, a partir de les dades combinades entre el C14 i el registre ceràmic, que el nivell CE13-CE14 pot tenir una consonància real amb els conjunts clàssics
de l’Epicardial Antic, tot i la manca total d’efectius decorats amb Cerastoderma edule
(taula 7). Aquesta problemàtica ha estat observada per alguns autors (Juan-Cabanilles i
Martí, 2002), que han definit els conjunts Epicardials amb cardial i els conjunts
Epicardials sense cardial. Observen que hi ha jaciments sense cardial que posseeixen
datacions altes, sovint tant o més altes que els jaciments cardials i els Epicardials amb
cardial, com seria el cas de la Cueva del Moro de Olvena. Aquesta problemàtica, però,
sembla respondre més aviat a un problema de mala selecció de la mostra datada (visible
—73—
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Fig. 10.- Representació gràfica de les datacions cal BC a 2
Taula 7.- Freqüència de les decoracions en jaciments/nivells del Neolític Cardial Final i Epicardial Antic.
Taula 8.- Freqüència de les decoracions en jaciments/nivells de l’Epicardial Recent.
—74—
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CERÀMIQUES DEL NEOLÍTIC ANTIC DE LA COVA COLOMERA
25
en l’alta variació) i possiblement d’un àmbit concret, las Cámaras Superiores, que han
patit moltes remocions a causa de furtius, raó per la qual es podria donar una barreja a
l’hora d’aconseguir un pes de mostra suficient per una datació convencional no AMS.
Colomera CE12 concorda només relativament amb els conjunts de l’Epicardial
Recent que es coneixen de la zona i que estan més o menys analitzats (taula 8). En canvi,
sí que té certs aspectes similars amb els grups antics, sobretot amb el tema de les decoracions plàstiques. Per tant, i a falta d’augmentar la mostra en properes campanyes, es pot
definir provisionalment el nivell CE12 com un grup de l’Epicardial Antic amb reminiscències tardanes, factor que es veu prou corroborat per la datació disponible.
9. CONCLUSIONS
L’anàlisi del conjunt ceràmic dels nivells CE12, CE13-CE14 i CV10 de la Cova
Colomera permet establir unes bases entorn de la neolitització del Prepirineu de Lleida i
la seva cronologia. La presència de jaciments ex novo com la Cueva de Chaves (Utrilla,
2002; Baldellou i Utrilla, 1999) o els malauradament “perduts” nivells del Neolític antic
de la Cova del Parco (Petit, 1996, 2001) i de la Bòfia de la Valldan (Castany et al., 19921993), podrien formar part d’una xarxa de punts base, que permetrien l’establiment i estabilització del fenomen neolític arreu d’aquestes zones de l’interior, a partir de l’eix vertebrador que suposaria la vall del Segre i la seva relació amb conques veïnes (Utrilla,
2002; Petit, 2001). La Cova Colomera es pot presentar com un exemple de la segona fase,
la de l’estabilització, que es veu corroborada regionalment per la fossa EE1 de la Cova
del Parco (Petit, 1996), la Cueva del Moro de Olvena (tot i una problemàtica datació)
(Baldellou i Utrilla, 1995), l’Espluga de la Puyascada (Baldellou, 1987) en moments més
avançats i la presència de materials aïllats a diversos jaciments que no s’han excavat fins
el moment o dels quals en manca una estratigrafia aprofitable, com són la Cova del Pas
de la Lloba, la Cova del Coscoll, la Cova del Tabac, la Cova de les Llenes d’Erinyà, la
Cueva de los Moros de Gabasa o la Cueva del Forcón, només per citar alguns exemples.
Pel que fa al registre ceràmic, les formes ceràmiques presenten la homogeneïtat clàssica del període, en els grups de formes més habituals (ovoides i subesfèrics sobresurten,
amb una notable importància de les formes compostes; més escasses són les formes cilíndriques). Pel que fa a les tècniques i els motius decoratius, aquests troben molts paral·lels
arreu de la zona estudiada (àrea pirinenca i subpirinenca, i des de les boques del Roine
fins la vall del Segre), on destaquen alguns motius incisos de CE12 que tenen una notable representació pel llevant ibèric i francès; mentre que són marcadament característiques les franges horitzontals (amb variants com els meandres) decorades mitjançant
punts (cops de punxó i pinta) i els cordons a CE12 i CE13-CE14; per altra banda cal destacar la tècnica del punt-ratlla a CV10.
L’anàlisi acurat de la tipologia de les impressions en altres jaciments, la determina—75—
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F.X. OMS ARIAS
ció de la tècnica del boquique, les relacions en contexts arqueològics clars de les ceràmiques amb decoració cardial i altres tipus d’impressions (fins i tot amb el boquique) o
l’estudi de ceràmiques impreses/incises en relació amb aplicacions plàstiques són alguns
dels camins que poden proporcionar informació sobre si existeix un tipus de motius i tècniques característics/ques de zones d’interior en fases una mica avançades de la neolitització.
AGRAÏMENTS
La Dra. M. Àngels Petit Mendizàbal va dirigir entre els anys 2005-2006 el treball de recerca DEA
en què està basat aquest article. Els treballs arqueològics a la Cova Colomera es desenvolupen en el
marc del projecte Poblament i paleoambient a la Serra del Montsec, des del Plistocè superior fins l’edat del Bronze, dirigit pel signant d’aquest article i Mireia Pedro Pascual, integrats en el Grup de
recerca consolidat SERP de la Universitat de Barcelona, amb el seu projecte “La ocupación humana
y su interrelación con el medio en el nordeste peninsular durante el Pleistoceno superior final e inicios del Holoceno” (HAR2008-00103 del Ministerio de Educación e Innovación). Agraïm a l’Àrea de
Territori i Paisatge de l’Obra Social de la Caixa de Catalunya que s’interessi per la nostra tasca i que
patrocini amb mitjans materials i econòmics les campanyes arqueològiques al Congost de Montrebei
(Cova Colomera i Cova del Mort). El Servei d’Arqueologia i Paleontologia del Departament de
Cultura de la Generalitat de Catalunya ens proporciona el permís administratiu d’excavació, així com
un patrocini econòmic parcial.
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Alicia LUJÁN NAVAS* y Francisco Javier JOVER MAESTRE**
EL APROVECHAMIENTO DE RECURSOS MALACOLÓGICOS
MARINOS DURANTE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
RESUMEN: Se pretende mostrar la importancia de los recursos malacológicos en el ámbito
mediterráneo de la península Ibérica durante el desarrollo de la Edad del Bronce, a partir del análisis de las prácticas de consumo, modificación y uso de las conchas. La información disponible en
la zona del Levante de la península Ibérica constituye un ejemplo significativo.
PALABRAS CLAVE: Uso, consumo, malacología, Edad del Bronce, Mediterráneo, península
Ibérica.
ABSTRACT: Malacological remains during Bronze Age in Levante areas of Iberian
Peninsula. In this article we present the malacological remains of the humans groups of Eastern part
of Iberian Peninsula during Bronze Age. The study of consumption, use and modification of marine
shells inform us about the importance of this objects for this prehistoric society. The information of
Levante areas are good exemple.
KEY WORDS: Use, consumption, shell, Bronze Age, Mediterranean of Iberian Peninsula.
* Museo Arqueológico de Calpe. C/ Francisco Zaragoza, 2. 03710 Calpe (Alicante). alicialujannavas@hotmail.com
** Área de Prehistoria. Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filología Griega y Filología Latina.
Universidad de Alicante. Campus de Sant Vicent del Raspeig. Ap. 99. 03080 Alicante. javier.jover@ua.es
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2
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
1. INTRODUCCIÓN
Frente a la importante tradición de estudios malacológicos en la península Ibérica en
el ámbito de los grupos cazadores y recolectores (Moreno Nuño, 1995: 354; Álvarez,
2008), han sido muy pocos los análisis específicos efectuados para la Edad del Bronce.
Esta falta de interés, probablemente motivada por la escasez del número de evidencias
malacológicas y el protagonismo entre los investigadores de otros elementos de la cultura material, en especial el metal, ha limitado valorar su importancia en el ámbito de
comunidades campesinas ya plenamente consolidadas (Jover, 1999a). No en vano, los
caparazones de moluscos marinos, modificados o no, junto al metal o el marfil –entre
otros–, siguieron siendo una de las materias primas necesarias para la reproducción ideológica de aquellos grupos, aunque en su mayor parte tuvieron que ser obtenidos mediante procesos de intercambio (Marx, 1991; Jover, 1999a; Jover y López, 2004).
Con el presente texto pretendemos exponer algunas consideraciones sobre el aprovechamiento de la malacofauna de origen marino durante la Edad del Bronce en el marco
de la fachada mediterránea de la península Ibérica, mostrando su importancia así como
algunas de sus posibilidades interpretativas, ya que si bien es cierto que la estimación tradicional que de ella ha ofrecido la investigación era su consideración como elemento destinado al ornamento, la realidad es que también pudo emplearse como arteuso1 y/o artefacto, dentro de prácticas sociales y culturales singulares.
2. SOBRE LA DETERMINACIÓN DEL CONSUMO, PRODUCCIÓN Y USO
DE LA MALACOFAUNA MARINA
En el plano teórico, el aprovechamiento de recursos malacológicos marinos durante
la Prehistoria implicó la realización de diversos procesos de trabajo que supusieron desde
la recolección inicial en zonas rocosas o en los cordones arenosos, el posible consumo de
su carne, su transporte y la modificación de los caparazones (Jover, 1999b), hasta su desecho o abandono intencional como ajuar en contextos funerarios.
La recolección de los mismos se pudo realizar desde un principio, o bien con fines
bromatológicos, o bien directamente para su aprovechamiento como instrumento o adorno modificando o no su morfología, aunque ambas acciones no son excluyentes y pudieron darse de modo sucesivo. No obstante, la presencia de moluscos en asentamientos
situados a mucha distancia del litoral obliga a considerar que su distribución e intercambio fueron procesos de trabajo necesarios en la producción (Jover, 1999b).
1. M. Ruiz (1999) utiliza este término para designar al grupo de conchas que son resultado directo del consumo, y que posteriormente serán utilizados con otros fines, como la elaboración de utensilios o complementos. Se estaría refiriendo a un
consumo de tipo no productivo en su empleo como alimento.
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
3
Por este motivo, a la hora de abordar el estudio de las evidencias malacológicas, el
primer elemento a valorar en relación con el hecho de si fueron o no consumidos es el
que tiene que ver con si sus características lo permiten. Muchas de las especies de las que
existen caparazones aprovechados como ornamentos o instrumentos en los yacimientos
arqueológicos presentan carnes duras, lo que ha posibilitado que varios autores las consideraran incomibles (Sánchez, 1982; Rico y Martín, 1989).
Este hecho ya lo consideramos como altamente determinante para reconocer si su
intercambio o, simplemente aprovechamiento, se realizó para usos ornamentales o como
recurso alimenticio. No obstante, el consumo de especies con carnes potencialmente
comestibles no imposibilita que una vez consumidos, las conchas puedan ser empleadas
–reutilizadas– para otros menesteres, hayan sido o no modificadas, como de hecho se
constata en numerosos yacimientos (Luján, 2005).
Por otro lado, las especies consumidas proceden en su gran mayoría de litorales rocosos, lo que llevado a la práctica no debía representar una elevada inversión de trabajo, tan
sólo tendrían que resolver su transporte, siempre que no se optara por un consumo in situ,
disipando en gran medida la cuestión en torno al número tan restringido de ejemplares
comestibles recuperados en niveles arqueológicos, y posterior ingestión, ya que para
algunas especies se ha señalado repetidamente la necesidad de aplicar técnicas, ya conocidas desde el Paleolítico, que posibilitarían su consumo frescos, cocidos, asados, ahumados o macerados con hierbas (Gómez-Tabanera, 1971; Vega de la Torre, 1985).
A la hora de establecer una clasificación de las especies más consumidas debemos
recurrir a la información aportada por los yacimientos excavados en extensión. El estudio de los grupos taxonómicos (Lindner, 1977; Fletcher y Falkner, 1993; Pla, 2000) hallados en los yacimientos muestra que los más consumidos fueron los tróquidos y los patélidos, especies características de sustratos rocosos de las zonas costeras emergidas y litorales. No obstante, tampoco se puede excluir el consumo de otras especies menos representadas como algunos cárdidos, taididos y murícidos.
En cuanto a los bivalvos, aunque la investigación los considera potencialmente
comestibles, hay quien apunta que géneros como la Glycymeris,2 cuyas conchas con o sin
perforación aparecen muy frecuentemente en los yacimientos de la Edad del Bronce,
posiblemente no formaran parte de la alimentación al ser recolectados post mortem en los
cordones arenosos, donde son depositados por la marea, siendo ésta la principal responsable del desgaste de la superficie, así como del horadamiento del natis que presentan
muchas de las valvas (Ruiz, 1999; Luján, 2004a; Barciela, 2006). Incluso en el estudio
de algunos yacimientos como Fuente Álamo (Manhart et al., 2000: 234) donde el registro malacológico es muy elevado, se ha señalado no sólo el alto grado de desgaste de las
2. En la historiografía tradicional es frecuente el uso del término Pectúnculo para referirse a esta misma especie, por lo que
en algunos casos hemos conservado su empleo.
—83—
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4
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 1.- Mapa de distribución de los yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto con evidencias malacológicas
marinas. 1. Moncín (Borja, Zaragoza); 2. Loma del Lomo (Cogolludo, Guadalajara); 3. El Recuenco (Cervera del Llano,
Cuenca); 4. El Castillo (Frías de Albarracín, Teruel); 6. Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón); 6. Lloma de
Betxí (Paterna, Valencia); 7. Cerro de la Encantada (Granatula de Calatrava, Ciudad Real); 8. Muntanya Assolada (Alzira,
Valencia); 9. Cap Prim (Xàbia, Alicante); 10. Mina de Don Ricardo (Tíriez, Albacete); 11. Cerro de El Cuchillo (Almansa,
Albacete); 12. Cabezo Redondo (Villena, Alicante); 13. Terlinques (Villena, Alicante);14. Tabayá (Aspe, Alicante);
15. San Antón (Orihuela, Alicante); 16. Cerro de las Viñas (Coy, Murcia); 17. Rincón de Almendricos (Lorca, Murcia);
18. El Oficio; 19. El Picacho (Oria, Almería); 20. Fuente Álamo (Cuevas de Almanzora, Almería);
21. El Argar (Cuevas de Almanzora, Almería); 22. Gatas (Gatas, Almería).
conchas de bivalvos, sino también de gasterópodos. Esta característica es suficientemente indicadora de que buena parte de los mismos no fueron recolectados en vida, descartando su aprovechamiento como fuente de alimentación.
Sin embargo, conscientes del escaso interés como ingredientes nutricionales para
estos momentos, muy limitado a unos pocos asentamientos próximos a la costa, como
bien se ha puesto de manifiesto en el asentamiento argárico de Gatas (Ruiz, 1999: 361374), situado a menos de 5 km del litoral, optamos por hacer hincapié en otras utilidades
para explicar la recolección, transporte, modificación y uso de estos moluscos (fig. 1).
Cuando utilizamos el concepto de artefacto (Ruiz, 1999) para los restos malacológicos partimos de la existencia de una serie de ejemplares que fueron recolectados expre—84—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
5
samente y/o reutilizados en la elaboración de utensilios, constituyendo objetos con señales de manipulación antrópica, o al menos con huellas de uso (Bosch et al., 1999; Ruiz,
1999), lo que nos permite analizar los rasgos técnicos ejecutados y obtener más información sobre la capacidad tecnológica desarrollada (Pascual, 1995).
No obstante, estos rasgos parecen extremarse especialmente en el caso de los adornos, mientras que para el resto de utensilios tienden a aprovecharse las formas enteras,
especialmente con el mantenimiento de los bordes y/o ápices, de lo que deducimos que
la forma y el tamaño determinan la utilización de la especie, constituyendo un rasgo clave
en las pautas seguidas para la recolección.
En cualquier caso, tampoco podemos olvidar que en los contextos arqueológicos
también se documenta una buena cantidad de conchas de moluscos sin ninguna transformación, en estado natural, así como abundantes lúnulas (Ruiz, 1999; Luján, 2005). Estos
conjuntos o elementos aislados podrían ser explicados como materia prima en reserva,
seguramente para la elaboración de colgantes, cuentas de collar u otros elementos ornamentales.
Entre las características que debemos tener en cuenta a la hora de clasificar un molusco marino como un ornato (Vidal y López, 1943; Taborín, 1974) se encuentra la de presentar evidencias de modificaciones antrópicas, que en la práctica se manifiestan como
perforaciones, escotaduras o facetado de las piezas e, incluso, la total transformación del
soporte original. Estas modificaciones del soporte permiten ensartarlos o mantenerlos en
suspensión.
En cuanto a las perforaciones, no obstante, es necesario tener presente que no todas
fueron el resultado de la intencionalidad humana, sino que, por el contrario, muchas se
producen por causas naturales como las que ocasionan organismos litófagos o también
fruto de la erosión marina, como ha sido corroborado en diversos yacimientos (Manhart
et al., 2000; Luján, 2005), resultando muy complejo establecer con certeza su origen sin
ayuda de observación microscópica (Barciela, 2006).
Lo que parece evidente es que estos grupos humanos supieron aprovechar aquellos
ejemplares ya perforados y cuando se vieron en la necesidad, desarrollaron una serie de
técnicas para su horadamiento, dándose una predisposición a utilizar cierta zona de la
concha: los dorsos y ápice en los pequeños gasterópodos y el umbo en los bivalvos (Soler
Mayor, 1990).
En definitiva, encontramos colgantes u adornos sobre concha en todos los horizontes
cronológicos pero su presencia e importancia cuantitativa difiere según el contexto, destacando para la Edad del Bronce el uso mayoritario de conchas de los géneros Glycymeris
y Cerastoderma como muestran los documentados en yacimientos tanto costeros como
del interior peninsular (Siret y Siret, 1890; Manhart et al., 2000; Luján, 2004a), aunque
algunos adornos muy característicos del Neolítico y Calcolítico regional como son los
brazaletes sobre pectúnculo y los anillos (Pascual, 1998), dejan de elaborarse a partir de
estos momentos.
—85—
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6
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
3. CIRCULACIÓN, USO Y CONSUMO DE CAPARAZONES MARINOS:
LOS CORREDORES DEL VINALOPÓ Y ALMANSA COMO UNIDADES
DE ANÁLISIS
Para ejemplificar las apreciaciones teóricas realizadas, queremos exponer de forma
extensa algunas consideraciones sobre dos territorios interconectados y bien conocidos
como son el Corredor del río Vinalopó y el de Almansa.
Se trata de dos pasillos naturales comunicados entre sí que constituyen la principal
vía de paso entre la costa alicantina y el interior meseteño, especialmente con La Mancha.
El corredor de Almansa conecta por el Este con las tierras valencianas a través de diversos puertos –Ayora y Almansa–, separados por el macizo de Caroig, mientras que al Sur
se abre al altiplano de Yecla y Jumilla, y al Sureste se comunica directamente con la
Cubeta de Villena, unidad física integrante del Corredor del Vinalopó. No en vano, es por
estos corredores por donde, desde época medieval se estableció el camino con Castilla y,
desde el siglo XIX, discurren las principales vías –red ferroviaria y viaria– entre Madrid
y la costa alicantina. Ambos corredores interconectados y con una distancia superior a los
100 km con dirección Sureste-Noroeste, han desempeñado a lo largo de la Historia una
encrucijada al ser un camino obligado entre el litoral y el interior peninsular (Ponce,
1989).
Estos territorios, transversales a la disposición de las principales estribaciones montañosas del sistema Prebético que lo hacen con dirección Suroeste-Noreste, constituyen
un territorio bien conocido. Las prospecciones realizadas han permitido documentar un
número ingente de asentamientos de la Edad del Bronce, tanto en el corredor del
Vinalopó (Jover, López y Segura, 1989; Jover, López y López, 1995; Segura y Jover,
1997), como en el de Almansa (Hernández y Simón, 1994), alcanzando una cifra superior a 200 enclaves (fig. 2).
Sin embargo, quizás el aspecto más destacado es que en la actualidad contamos con
un número relativamente elevado de asentamientos excavados en extensión distribuidos
a lo largo de ambos corredores. Así, en el curso bajo del Vinalopó se actuó en el asentamiento argárico de Caramoro I (Ramos Fernández, 1988; González y Ruiz, 1995), interpretado como un fortín de pequeño tamaño, situado sobre el curso del río a escasos kilómetros de la costa. A pesar de haber sido documentado prácticamente en su extensión y
haberse estudiado y publicado los materiales, entre los que se encuentran un gran repertorio de formas cerámicas, botones y brazaletes de marfil, diversos objetos metálicos, líticos y faunísticos, solamente fueron registradas dos conchas perforadas (Ramos
Fernández, 1988: 97).
Más al norte, y en la cuenca media del Vinalopó, situada a algo más de 25 km de la
costa, se han venido realizando excavaciones arqueológicas en los asentamientos de
Tabayá (Hernández, 1990; Hernández y López 1992), Lloma Redona (Navarro Mederos,
1988) y La Horna (Hernández, 1994). Del primero conocemos algunos ejemplares pro—86—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
7
Fig. 2.- Mapa de distribución de yacimientos de la Edad del Bronce en los corredores de Almansa, Vinalopó y Camp
d’Alacant citados en el texto. 1. Cerro de El Cuchillo; 2. Peñicas; 3. Cabezo Redondo; 4. Terlinques; 5. Cerro de la
Campana; 6. El Zambo; 7. Lloma Redona; 8. La Horna; 9. Tabayá; 10. Caramoro I; 11. Serra Grossa;
12. Illeta dels Banyets.
cedentes de recogidas superficiales depositados en el Museo Arqueológico de Novelda.
Lo mismo sucede de El Zambo (Novelda) (Navarro, 1982). En la Lloma Redona, yacimiento de unos 200 m2, únicamente conocemos la constatación de 5 Glycymeris sp. perforados (Navarro, 1982: 27), una Cerastoderma y una Columbella rustica (Navarro,
1988: 80). Por el contrario, de La Horna sí conocemos el conjunto malacológico registrado en las excavaciones (Hernández, 1994).
En el Alto Vinalopó, en concreto en la Cubeta de Villena, situada a unos 50-60 km
en línea recta del litoral, contamos con la información malacológica obtenida en las excavaciones que venimos realizando en Terlinques (Jover y López, 1999; Luján, 2005), junto
a los elementos recuperados en una cata efectuada por J.M. Soler García (1953, 1986) en
Peñicas. A ambos debemos unir las conchas documentadas en las excavaciones de J.M.
Soler García (1987) en Cabezo Redondo, yacimiento de más de 1,5 ha de extensión, adscrito al Bronce Tardío (Hernández, 1997, 2001).
Por último, en el Corredor de Almansa, a algo más de 90 km de la costa, solamente
se ha excavado el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al., 1994), del que
—87—
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8
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
recientemente se ha realizado un amplio estudio de los objetos de adorno (Barciela,
2006).
Con las bases de periodización actuales y las dataciones absolutas disponibles de
estos yacimientos (Hernández et al., 1994; Jover, 1999a), podemos convenir que mientras yacimientos como Terlinques estuvieron ocupados de forma ininterrumpida entre c.
2100 y 1500 BC, otros, como la Lloma Redona, Cerro del Cuchillo, La Horna y Cabezo
Redondo pudieron ocuparse a partir de c. 1800 BC finalizando su ocupación hacia 1500
BC, con la excepción de Cabezo Redondo que se mantuvo hasta aproximadamente el
1200 BC (Hernández, 1997; Jover, 1999a).
Por tanto, estos corredores constituyen un marco excepcional como unidad de observación territorial, puesto que los trabajos de prospección y, especialmente de excavación,
han permitido disponer de una información de calidad equiparable.
Por otro lado, también consideramos necesario indicar que únicamente en Cabezo
Redondo se ha señalado la presencia de objetos malacológicos empleados como elementos de ajuar en prácticas funerarias (Soler García, 1987), a pesar de que en el Cerro del
Cuchillo se ha documentado un amplio número de inhumaciones individuales en cista en
el interior del poblado (Hernández et al., 1994) y diversas inhumaciones en grietas en La
Horna (Hernández, 1994). Y, por otro lado, en Terlinques, yacimiento que fue excavado
en 1969 por J.M. Soler y E. Fernández Moscoso (1970) y desde 1997 se vienen realizando excavaciones de forma ininterrumpida, no se ha documentado ningún tipo de práctica funeraria en el interior del asentamiento (Jover y López, 1999; Jover et al., 2001;
Jover y López, 2004).
De la evaluación de los conjuntos malacológicos (tabla 1 y fig. 3) podemos señalar:
–
–
Todas las evidencias proceden de contextos de hábitat, fundamentalmente, de
ambientes domésticos. Caramoro I, Lloma Redona, La Horna, Terlinques y Cerro del
Cuchillo han sido excavados ampliamente y, en general, el número de elementos
malacológicos es escaso teniendo en cuenta el volumen sedimentario sobre el que se
ha actuado. Incluso en el Cerro del Cuchillo el número de evidencias es equiparable
al resto si excluimos las cuentas de collar circulares con perforación central que en
su mayor parte formarían parte de un solo colgante.
El número de evidencias no disminuye en los yacimientos situados a mayor distancia de la costa, sino que al menos, en algunos de ellos como es el Cerro del Cuchillo,
a algo más de 90 km del litoral, su número aumenta. No obstante, en otros yacimientos ubicados a mayor distancia de la costa como El Castillo de Frías de
Albarracín (Teruel) (Harrison et al., 1998), Moncín (Borja, Zaragoza) (Harrison et
al., 1994), El Recuenco (Chapa et al., 1979) o Cerro de la Encantada (Granatula de
Calatrava, Ciudad Real) (Sánchez y Galán, 2004), donde los trabajos arqueológicos
han afectado a buena parte de su superficie, su presencia es muy escasa, limitada a
algún caparazón de bivalvo o gasterópodo.
—88—
[page-n-89]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
9
Tabla 1.- Diversos datos de interés sobre los principales yacimientos con malacofauna
en los corredores del Vinalopó y Almansa.
Yacimiento
Caramoro 1
Lloma
Redona
Extensión
450m
2
Distancia
costa
15km
Contexto
Hábitat
argárico
Procedencia
Excavación
(Ramos, 1988)
Excavación
200m 2
20 km
Hábitat
(Navarro,
1988)
Materiales
-2 Glycymeris sp. con el
natis perforado
Uso
Ornamental
Total.· 2
-5 Glycumeris sp. con el
natis perforado
-1 Cerastoderma
-1 Columbella rustica
Ornamental
Total: 7
Excavación
La Horna
1.000 m2
30 km
Hábitat
(Hernández,
1994)
-3 Cerastoderma edule
-2 Columbel/a rustica
- 1 Lurio lurida
-1 Coralliophila
lammelosa
-7 Glycymeris g lycymeris
-2 Monodonta turbinata
- 1 Patella caendea
- 1 Rudicardium
tuberculatum
-2 Venerupis decussata
Ornamental
Total: 20
Excavación
Terlinqu es
1.300 m2
50 km
Hábitat
(Jovcr y
López, 1999;
Luján, 2005)
—89—
-2 Conus mediterraneus
-2 Glycymeris g lycymeris
- 1 Cerastoderma edule
con perforación
-1 Cerastoderma edule
fragmentado
- 1 Cypraeidae
-2 Columbella rustica
-2 Conus medilerraneus
con ápice truncado
-1 Cypraeidae perforada
- 1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en e l
umbo
-1 Margine/la sp.
-1 Cerastoderma edule
rubefactado
-1 Columbel/a rustica.
-1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en umbo
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
-1 Columbella rústica con
perforac ión dorsal
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
- 1 Fragmento de
Cerastoderma edule
-1 Conus medilerraneus
con perforación apical
-1 Cypraeidae
Ornamental
Artefacto:
sección de
fibras
vegetales
blandas
[page-n-90]
10
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Yacimiento
Exte nsión
Distancia
costa
Contexto
Procedencia
MBteri.ales
Uso
-2 Fragmentos de indet.
Toral: 25
Pe ñicas
600m 2
56 km
Hábitat
Excavación:
cata 2 x 2m
(Soler, 1953)
- 1 colgante sobre labio de
Gasterópodo
indeterminado
-1 colgante de Pecten
pulimentado
- 1 fragmento de Carditm1
edule
-4 fragmentos de
Glycymeris sp., 1 de ellos
con ápice perforado
-1 borde de Gasterópodo Ornamental
indeterminado
- 1 Lurio perforada
dorsalrnente
-1 colgante fragmentado,
de fonna cuadrada sobre
lámina de concha
indetern1inada
- 1 Conus medÍ/erroneus
con perforación apical
Total: 11
Excavación
Cerro de El
Cu chillo
T a bayá
1.000 m2
1 ha
96 km
20 km
Hábitat
Hábitat
(Hcmández ct
al., 1994;
Barciela,
2006)
Superlicial y
expoliació111
(Jovcr el a l.,
1989)
—90—
-138 cuentas de collar
discoidales con
perforación central
-9 cuentas de collar en
proceso de fabricación
-11 Cerastoderma
perforadas en el natis por
abrasión
-3 Glycymeris perforados
en el natis
-4 valvas erosionadas s in Ornamental
perforación (lúnulas)
-4 Ceraslodermas edule
-4 fragmentos de
Cerasroderma edule
-3 fragmentos de
Glycymeris
-S fragmentos de bivalvos
indeterminados
Total: 181
-5 valvas erosionadas de
Glycymeris gú•c. con
perforación delumbo
- 1 lúnu la de Glycymeris
glyc. con perforación
-1 Colgante sobre lúnula
de Glycymeris gfyc. con
Ornamental
pequeño orificio
- 1 valva de Cerastoderma
edule erosionada con
perforación del umbo
-1 Conus medilerraneus
con desgaste de zona
apical
[page-n-91]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
–
–
11
Del estudio de los ejemplares malacológicos hallados en estos yacimientos apreciamos que las especies de mayor representatividad corresponden a bivalvos de mediano –Glycymeris– y pequeño tamaño –Cerastoderma– considerados aptos para la elaboración de colgantes, modificados o no.
En los yacimientos del Vinalopó están especialmente bien representados algunos gasterópodos de reducidas dimensiones, como la Columbella rustica, Conus mediterraneus o Luria lurida, empleados como cuentas o complementos, pero con la salvedad
de que no asistimos al hallazgo de composiciones malacológicas complejas, como las
acumulaciones de cuentas sobre Marginella o Trivia europea, que aparecen habitualmente en ajuares funerarios calcolíticos (Pascual, 1998; Soler, 2002). Se trata
más bien de caparazones aislados que podrían estar cosidos a la vestimenta o de ele—91—
[page-n-92]
12
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 3.- Relación en valores absolutos de malacofauna en diversos yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto.
–
–
mentos integrantes de collares o pulseras junto a otros elementos. Especial importancia adquiere la presencia de este tipo de gasterópodos en Terlinques ya que su
número supone más del 50 % de las evidencias junto a los bivalvos.
Por otro lado especies como los Dentalium, muy habituales en contextos funerarios
argáricos (Siret y Siret, 1890), están ausentes en los yacimientos estudiados. En este
punto conviene mencionar que en contextos funerarios argáricos los gasterópodos
como Conus, escafópodos como Dentalium y caparazones de bivalvos son empleados habitualmente como cuentas de collar combinados junto a otras de diversas materias primas, especialmente de hueso, vértebras, serpentina, cobre, marfil e incluso
plata (Siret y Siret, 1890). Este tipo de collares está ausente en la cuenca del Vinalopó
y en el Corredor de Almansa.
Por otro lado, si los gasterópodos de pequeño tamaño están especialmente representados en los yacimientos no argáricos del valle medio y Alto del Vinalopó como
Terlinques o Peñicas, en el Cerro del Cuchillo, situado en el corredor de Almansa, no
—92—
[page-n-93]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
13
Fig. 4.- Selección de algunas de las cuentas de collar (nº 1, 2, 3 y 4) y caparazones en reserva erosionados (nº 6 y 7)
del yacimiento del Cerro de El Cuchillo (Dibujos de V. Barciela, 2006).
se constata la presencia de éstos. Esta diferencia se suma a otras ya constatadas
–prácticas funerarias en el interior de los departamentos, diferente repertorio cerámico–, al mismo tiempo que se trata del único asentamiento donde se ha documentado
la elaboración y uso de cuentas de collar discoidales de perforación central sobre
concha (Barciela, 2006) (fig. 4). En este sentido, la ausencia –o escasa presencia– de
cuentas de collar discoidales en los yacimientos del Vinalopó y en el ámbito argárico es un claro indicador de los usos y la gestión que cada grupo cultural hizo de este
tipo de recurso.
Así, especial interés muestra el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al.,
1994; Barciela, 2006). Se trata de un poblado organizado en torno a un pasillo o calle
central alrededor de la que se disponen al menos 14 departamentos o unidades habitacionales. En bastantes departamentos, como se recoge en la figura 5, se constata la presencia de cuentas de collar discoidales con perforación central elaboradas sobre malacofauna, aunque se concentran especialmente en el nº I. Únicamente en los departamentos XI y, posiblemente XIII, se han documentado Cerastoderma, Glycymeris y lúnulas, probablemente sobre Glycymeris (fig. 6). Es destacable el registro de 8 caparazones
de Cerastoderma edule con el natis perforado en el departamento XIII –capa II del corte
—93—
[page-n-94]
14
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 5.- Distribución porcentual de la malacofauna documentada en el Cerro de El Cuchillo, siguiendo el trabajo de V.
Barciela (2006).
Fig. 6.- Adornos del Cerro de El Cuchillo. 1, 2, 5, 7 y 8,
Cerastoderma edule; 3 y 4, Glycymeris glycymeris; 6, Cassis undulata.
—94—
[page-n-95]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
15
7-2–, posiblemente integrantes todos ellos de un colgante, aunque la presencia de otros
elementos como cuentas y más caparazones de bivalvos en el mismo, ha hecho considerar a V. Barciela (2006: 144) que pudiera tratarse de una zona de trabajo destinada a
la elaboración de adornos de malacofauna.
Si la presencia de lúnulas y demás caparazones de bivalvos son habituales en buena
parte de los asentamientos del corredor del Vinalopó, la elaboración de cuentas de collar
discoidales sobre este tipo de materia es una característica bastante singular en el marco
peninsular, ya que la mayor parte de las documentadas en yacimientos de la Edad del
Bronce están elaboradas sobre diferentes tipos de rocas y hueso. Junto al excepcional
conjunto de cuentas del Cerro del Cuchillo, por el momento, solamente podemos citar
136 cuentas documentas en la Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón)
(Palomar 1995: 162), yacimiento de difícil adscripción cronocultural, otras 4 cuentas
documentadas en El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) y una en
Moncín (Harrison et al., 1994: 196, fig. 12.3), ésta última elaborada con la concha de un
molusco terrestre –Margaritifera margaritifera.
No obstante, su producción no debe extrañarnos si tenemos en cuenta que con anterioridad a la Edad del Bronce ya se constataba su presencia, especialmente como elementos de ajuar en contextos funerarios (Soler Díaz, 2002).
Otro conjunto destacado lo representa Terlinques (fig. 7), donde el registro evidencia
una serie de claras diferencias con respecto al Cerro del Cuchillo y otros yacimientos más
septentrionales. La malacofauna hallada corresponde principalmente a pequeños gasterópodos como Conus mediterraneus y Columbella rustica, especies que destacan numéricamente frente a las valvas de Glycymeris o Cerastoderma, ampliamente dominantes en
yacimientos más septentrionales como la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) (De Pedro,
1998), donde su conjunto representa más del 80 % del total (fig. 8). En Terlinques, junto
a los gasterópodos de pequeño tamaño y demás caparazones de bivalvos, documentados
siempre de forma aislada en los rellenos sedimentarios de los diferentes departamentos
excavados hasta el momento, destaca la total ausencia de cuentas de collar trabajadas –tipo
discoidal con perforación central–. Todo lo contrario que sucede en el Cerro del Cuchillo,
donde los gasterópodos pequeños están ausentes y el número de cuentas de collar discoidales es muy elevado, siendo el objeto fundamental del uso de la malacofauna.
De todo lo expuesto, podemos inferir que la demanda social y uso que cada grupo
realizó de los recursos malacológicos fue muy diferente, en clara consonancia con otras
prácticas culturales y sociales singulares ya señaladas. Mientras en la zona argárica la
presencia de caparazones en ambientes domésticos está centrada mayoritariamente en
bivalvos, y en contextos funerarios la presencia de moluscos marinos está extendida
como cuentas integrantes de collares o pulseras junto a otras cuentas de diversos materiales; en el medio y alto Vinalopó, una zona claramente no argárica (Jover y López,
1999, 2004), es habitual el uso de gasterópodos de pequeño tamaño, documentados
exclusivamente en ambientes domésticos.
—95—
[page-n-96]
16
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 7.- Selección de adornos malacológicos de Terlinques. 1, Glycymeris glycymeris; 2,
Cerastoderma edule; 3, Luria lurida; 4, Columbella rustica; 5, Conus mediterraneus.
Fig. 8.- Algunos ejemplares malacológicos de la Lloma de Betxí (De Pedro, 1998). 1,
Glycymeris glycmeris; 2-8, Cerastoderma edule con el natis recortado; 9, Cypraeidae.
—96—
[page-n-97]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
17
Todo lo contrario que ocurre en yacimientos más septentrionales como la Lloma de
Betxí (De Pedro, 1998), donde casi de modo exclusivo recurren al uso de caparazones de
bivalvos, u en otros más occidentales, como el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), donde
se tiende al empleo de los caparazones marinos para elaborar cuentas de collar discoidales con perforación central.
Por otro lado, del análisis anterior hemos individualizado un yacimiento como
Cabezo Redondo (Soler García, 1987), principalmente por tratarse de un asentamiento
del Bronce Tardío (Hernández, 2001) y por la singularidad de su registro. Situado a unos
56 km de la costa y basándonos en la información recabada en las excavaciones realizadas por J.M. Soler García (1987) en una superficie superior a los 1.000 m2, fueron registrados 158 objetos malacológicos ampliamente repartidos en ámbitos domésticos y como
elementos de ajuar en depósitos funerarios efectuados, tanto en el interior de las zonas de
hábitat, como en diversas covachas de la cima. De todo el conjunto (tabla 2 y fig. 9), destaca la mayor presencia de restos en los departamentos VII, XV y XVIII, lo que también
coincide con una mayor abundancia de evidencias materiales de todo tipo con respecto al
resto de ambientes (Soler García, 1987).
De no haber sido excavados otros yacimientos coetáneos de la zona podríamos considerar que durante esta fase se produjo una reactivación del uso de adornos malacológicos. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad, ya que en el Cerro de la Campana
de Yecla (Nieto y Clemente, 1983: 298), solamente se documentó un caparazón de
Marginella Philippi Monts, y en La Peña de Sax (Hernández y Pérez, 2005), situado a
unos 11 km de Cabezo Redondo y a unos 45 km de la costa, en el que se realizaron diversas catas, no se cita la documentación de evidencias malacológicas.
Cabezo Redondo supone toda una excepción, puesto que el índice de especies y la
variedad de los ejemplares encontrados supera al resto de los asentamientos del ámbito
regional, lo que nos conduce a plantearnos la existencia de grandes diferencias de acceso a este tipo de productos entre asentamientos o, al menos, permiten plantear la hipótesis de que algunos núcleos, como Cabezo Redondo, pudieron funcionar como centros
redistribuidores en el ámbito territorial.
En este sentido, en yacimientos donde el área de excavación ha sido también muy
amplia, caso de La Horna (Hernández, 1994), Lloma de Betxí (De Pedro, 1998), Muntanya Assolada (Martí, 1983), o el propio Terlinques (Jover y López, 2004), el número de
evidencias y la variedad de especies, como hemos podido valorar con anterioridad, es
mucho menor.
Y, por otro lado, no podemos obviar que Cabezo Redondo es también uno de los
pocos yacimientos, si no el único, en el que se realizó una ocultación de un tesoro de oro
–Tesorillo del Cabezo Redondo– (Soler García, 1987), además de haberse registrado
materias primas de procedencia muy lejana (Hernández, 2001).
Del análisis del conjunto malacológico documentado en Cabezo Redondo (fig. 10)
podemos señalar el dominio de las especies consideradas como de amplia duración, pues—97—
[page-n-98]
18
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Tabla 2.- Relación de malacofauna hallada en Cabezo Redondo procedente
de las excavaciones efectuadas por J.M. Soler (1987).
Contexto
Ubicación
Hábitat
Dep. l
Hábitat
Hábitat
Materiales
Uso
-1 fragmento de Glycymeris
Adorno
Dep.rll
-1 Glycymeris perforado y con borde recortado
- 1 Pútpura con pequel1a rotura en la boca
Adorno
Dep. IV
-1
el
-1
-1
Trochus nacarado, roto por una perforación en
borde de la boca
G/ycymeris perforado. 1 Fragmento de otro
Cypraeidae partida longitudinalmente
Adorno
Hábitat
Dep. V
-1 Glycymeris perforado
-1 Pate/la con gran orificio
-1 fragmento de Espondilus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 fragmento recortado de Conus
-1 Anomia, probablemente "pateliformis", con dos
orificios, uno en el gancho y otro en elnatis
-1 "Fusus"
-2 Nassas perforadas y otra cortada por la última
espira
Adorno
Hábitat
Dep. VI
Hábitat
Dep. VH
Hábitat
Dep. vm
Hábitat
Dep.IX
Hábitat
Dep.X
Funerario
Cueva en zona
noroeste
Hábitat
Dep.XI.
Dep.X.
- 1 Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-2 fragmentos de Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris perforado
-1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
- 1 fragmento de Venus
- 1 fragmento de Glycymeris
- 1 Glycymeris perforado
- 1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
-5 fragmentos de Glycymeris, algunos de ellos
perforados
-1 fragmento grande de concha sin determinar
-3 fragmentos de Glycymeris
-1 Trochus con el interior nacarado
-1 0/iva rota por la boca
-Varias Nassas perforadas por frotación
-1 fragmento de Denta/han
- 1 fragmento indeterminado
Adorno
Adorno
-1 Lurio lurida perforada
Adorno
-1 fragmento de Cassis nacarado
Adorno
-1 Pequeña caracola sin perforar
-1 G/ycymeris roto por la perforación
- 1 fragmento de Glvcvmeris perforado
Una columna estalagmítica dividía la cavidad en
dos cámaras. En la primera de ellas apareció un
esqueleto con los huesos removidos pero
claramente en posición flexionada, en una especie
de cista. Al sur de la columna apareció otro
esqueleto, incompleto y muy removido.
-1 colgante de G/ycymeris
-2 Cypraeidae perforadas
- 1 Co/umbella perforada
—98—
Adorno
Ajuar
Adorno
[page-n-99]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
Contexto
Hábitat
Hábitat
Funerario
Ubicació n
Materiales
-1 Conus perforado
-5 fragmentos de Glycymeris
Oep. XII
-1 fragmento de Purpuro
-1 borde de G~ycymeris
-1 Cerastoderma sin perforar
-1 Pmpura con perf
oración en el ápice
-1 pequeña caracola indetern1inada
-1 fragmento de borde de Glycy meris.
Dep. XIII
-1 Columbe/la perforada
-1 Cypraeidae p
Enterramiento 1 - 1 colgante de forma oval sobre Pecten
Infantil
- 1 colgante sobre la espira de un gasterópodo
Hábitat
Dcp. X IV
Hábitat
Dep. XV
Hábitat
Dep. XVI
llábitat
Dep. XVIII
funerario
Cantera del SE
-2 Conus perforados en el ápice
-1 Cypraeidae con orificio ovoide
- 1 Glycymeris entero
-2 fragmentos de otros Glycymeris
- 1 concha cónica, sin clasificar, con perforación o
rotura cuadrada
-1 Columbe/la con pequeña perforación
-1 fragmento de Spondilus muy desgastado
-1 Glycymeris
-6 fragmentos de Venus
- 1 Conus perforado
- 1 Cerastoderma con perforación en el ápice
-1 caracola indeterminada sin perforación
-8 G/ycymeris con perforación en el umbo
-1 fragmento de Glycymeris
-4 fragmentos de Glycymeris
-1 Cypraeidae perforada
-1 Trozo de Glycymeris
-2 Gasterópodos indetcm1inados sin perforar
-1 fragmento de Púrpura muy desgastado
-1 fragmento de GII'C¡•meris perforado
-1 Pwpura sin perforar
-1 Purpura con gran perforación
- 1 Pequeño fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris sin perforación
-1 fragmento de G/ycy meris
- 1 fragmento de caracol fosi lizado
-1 Gasterópodo indetermi nado puntiagudo con
rotura cuadrada
-1 Glycymeris perforado y con todo el borde
recortado
-1 Púrpura con gran orificio
-1 Conus perforado, partido longitudinalmente
-1 G/ycymeris con orificio
-1 Conus roto en cuatro fragmentos
-6 G/ycymeris agrupados con perforación
- 1 fragmento de Glycymeris
-2 Columbellas perforadas
- 1 fragmento de G/}•c¡•meris
-1 Conus perforado. Por su proximidad al lugar de
estos hallazgos mencionaremos una cuema
g lobular algo aplanada, de piedra verdosa con
manchas cla ras
—99—
19
Uso
Adorno
Ajuar
Ajuar
Adorno
Adorno
Adorno
Adorno
Ajuar
[page-n-100]
20
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 9.- Distribución porcentual de malacofauna por contextos en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
to que las hallamos como habituales a lo largo de la Prehistoria reciente. Se trata de conchas del género Glycymeris, que alcanzan el porcentaje más elevado, seguidas normalmente por las Cerastoderma. También constatamos la existencia de la Cypraeidae, y dentro de esta familia destaca el empleo de la Luria lurida, y la Columbella rustica, numéricamente superior a otros gasterópodos. Especies que, por otro lado, también se habían
constatado en los yacimientos del Bronce Pleno en la cuenca del río Vinalopó (tabla 1;
fig. 11).
—100—
[page-n-101]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
21
Fig. 10 .- Porcentajes relativos de especies de malacofauna en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
Fig. 11.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento de Cabezo Redondo (Museo Arqueológico de Villena).
—101—
[page-n-102]
22
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
No obstante, pese a lo visto, asistimos a una reducción, tanto cuantitativa como cualitativa, puesto que las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo
que en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación de los tipos de adornos,
manteniéndose los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, perforados
en el umbo o natis– y desapareciendo aquellos collares o pulseras para los que eran necesarias una gran cantidad de cuentas –pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente–.
Sin embargo, el empleo de cuentas obtenidas mediante el recorte y pulido de los bivalvos parece perdurar, especialmente en las zonas más al interior, como muestra el abundante registro ornamental del Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006).
De todo lo analizado podemos deducir que las especies malacológicas registradas con
una presencia regular, salvo pequeñas variaciones en los porcentajes, como sería el caso
de especies como Glycymeris glycymeris, Conus mediterraneus o la Columbella rustica,
van a sufrir un claro descenso con respecto a las fases previas a la Edad del Bronce. Las
especies de pequeño tamaño experimentarán una progresiva disminución hasta casi su
entrada en desuso durante el Bronce Final (Luján, 2005), lo que podría ser consecuencia
de una variación en los criterios ornamentales de las nuevas entidades sociales que parecen ir constituyéndose en los momentos finales de la Edad del Bronce y que, en la práctica, se materializa en la sustitución de los caparazones marinos por otros, alóctonos y de
distinta naturaleza, como el metal y el marfil. Así, en el Bronce Final, los elementos ornamentales más abundantes no serán los colgantes ni los collares de cuentas, sino que el porcentaje mayor vendrá representado por el grupo de pulseras y los aretes de metal, hallándose, aunque en número reducido, algunas cuentas de collar o adornos para la vestimenta sobre malacofauna –Marginella, Columbella rustica, Luria lurida.
4. SOBRE EL USO DE LOS CAPARAZONES MARINOS DURANTE LA EDAD
DEL BRONCE EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Una aproximación a la malacofauna hallada en distintos yacimientos arqueológicos
pertenecientes a la Edad del Bronce en la fachada mediterránea de la península Ibérica,
revela una primera inferencia, que no es otra que la de corroborar que la recolección de
moluscos marinos no se realizó con una finalidad bromatológica, como se ha podido
corroborar en diversos asentamientos, con la excepción de aquellos muy próximos a los
lugares costeros, como se ha evidenciado en Gatas (Ruiz, 1999: 366), a pesar de lo cual,
su consumo no pasó de ser un mero complemento puntual de la dieta.
Esta circunstancia, coherente por otra parte, también se constata en grupos productores de alimentos. Basta recordar la abundancia de restos malacológicos para consumo
humano en yacimientos neolíticos cercanos a la costa como El Barranquet de Oliva
(Esquembre et al., 2008) con casi 20.000 restos, frente a cualquier yacimiento neolítico
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situado a varios kilómetros al interior como la Cova Sant Martí (Torregrosa y López,
2004; Luján, 2004b) o la Cova l’Or (Martí et al., 1977, 1980) donde su número no llega
al centenar.
La mayor parte de las evidencias malacológicas de origen marino documentadas en
los yacimientos arqueológicos tiende a corresponderse con especies de bajo aprovechamiento cárnico, además de que los caparazones fueron utilizados principalmente como
adornos. Una buena parte presentan perforaciones naturales o importantes procesos erosivos en la superficie de las conchas, indicativo todo ello de que estas valvas fueron recolectadas post mortem en los cordones arenosos litorales y no fueron aprovechados como
recurso alimenticio (Manhart et al., 2000: 234).
Conscientes en todo momento del escaso interés como ingredientes nutricionales
para este periodo histórico, optamos por hacer hincapié en otras utilidades para explicar
la presencia de estos moluscos en los yacimientos arqueológicos, como podrían ser su
empleo para la elaboración de artefactos.
En los conjuntos malacológicos documentados en asentamientos de la Edad del
Bronce, resulta escasa, por no decir, prácticamente nula, la constatación del uso de caparazones de moluscos como instrumentos de trabajo. En las publicaciones de yacimientos
o materiales de la Edad del Bronce no se hace mención (Ayala, 1991; De Pedro, 1998;
Manhart et al., 2000). Incluso en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006) estudiado microscópicamente, no se ha señalado su presencia. Solamente en Gatas se han constatado
ejemplares con señales de uso (Ruiz, 1999), indicándose su empleo habitual como instrumentos de trabajo a lo largo de la secuencia de ocupación. Por este motivo, las evidencias de Terlinques (Luján, 2005), adquieren mayor importancia si cabe. Al menos dos
ejemplares de Glycymeris glycymeris presentan un pulido lustroso muy profundo en sus
bordes, claramente redondeados por uso (fig. 12). Además, su asociación con bobinas de
hilo de junco y a capazos de estiba de esparto repletos de cereales permiten considerar su
empleo en el trabajo con vegetales blandos (Luján, 2004a), aunque tampoco podemos
descartar su empleo como raspadores para alisar pieles (Mansur-Franchomme, 1984), ya
que el tipo de tramas y pulidos puede ser muy similar sobre este tipo de materias primas.
Pero, sin duda, el máximo interés de la malacofauna reside en la consideración que
de ésta ha hecho la arqueología como una de las materias primas empleadas en la confección de adornos y posibles amuletos3 (Batista, 2001; Pascual, 1996).
Si partimos del hecho de que parece darse una total supremacía de las formas naturales, poco o nada modificadas, convenimos en una triple clasificación según la aparien-
3. C. Batista (2001) considera que un ejemplar de Columbella rustica striata que presentaba la espira grabada debía contener un sentido propiciatorio o religioso para su portador.
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Fig. 12.- Glycymeris glycymeris rubefactadas, con lustre de cereal en el borde,
documentadas en la unidad habitacional nº 1 de Terlinques.
cia de los moluscos, encontrando formas alargadas –Dentalium, Turritela, Cerithium
rupestre–, redondas de tipo aplanado –Cardiidae, Glycymeris, Donax– y globulares
–Theodoxus, Muricidae, Trivia, Natica, Littorina.
Así, la comparación de los diferentes conjuntos estudiados (Manhart et al., 2000;
Luján, 2004a; 2005; Barciela, 2006) muestran el uso continuado de las mismas especies,
con pequeñas variaciones en su representatividad, lo que podría derivar de las mismas
exigencias estéticas del grupo (Luján, 2005).
Como ya mencionamos con anterioridad, los colgantes configuran un grupo de objetos de adorno de morfología y tamaño muy variado pero que participan en común de la
presencia de un elemento de suspensión. Podemos dividir dichos colgantes en aquellos
que se realizan sobre formas enteras o escasamente modificadas (Taborin, 1974, 1993),
donde se destaca la selección y uso mayoritario de caparazones de moluscos marinos
–bivalvos y gasterópodos– (fig. 13), y aquellos otros enormemente modificados donde es
imposible reconocer la especie sobre la que fueron elaborados.
No obstante, las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo que
en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación en la tipología de los adornos, manteniéndose básicamente los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, Glycymeris y Cardiidae perforados en el umbo de forma natural o artificial– y
reduciéndose aquellos collares o pulseras para los que eran necesarios una gran cantidad
de pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente o cuentas obtenidas mediante el
recorte y pulido de otros ejemplares malacológicos de mayor tamaño.
Pese a lo indicado, no siempre es así ya que en algunos poblados como el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) o El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) se
ha constatado la elaboración sistemática de cuentas de collar discoidales con perforación
central sobre este tipo de materia, impidiendo la identificación de las especies empleadas
la amplia manipulación efectuada sobre los soportes iniciales.
Otra de las cuestiones que ha llamado nuestra atención es la observación realizada
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Fig. 13.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento argárico de Tabayá (Aspe, Alicante).
Obsérvense las erosiones post mortem presentes en los caparazones de Glycymeris y Cerastoderma situados
a la derecha de la imagen (materiales depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda).
por D. Serrano y F. García (1986), quienes introducen la posibilidad de que no se adquiera la pieza malacológica una vez que ésta se encuentra finalizada, sino que en realidad el
intercambio y distribución se lleve a cabo exclusivamente con la materia prima, recurso
que explicaría la presencia de conchas sin utilizar en los yacimientos. En este sentido, la
presencia en diversos yacimientos del interior peninsular de cuentas de collar en proceso
de elaboración como en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), Cabezo Redondo (Luján,
2005) o de lúnulas como las constatadas en Gatas (Ruiz, 1999), Tabayá (fig. 14) o en el
Cerro del Cuchillo, así lo indican.
Pero de ser así, que cada grupo elabore sus propios adornos y/o utensilios, en muchos
casos es sorprendente el paralelismo y la repetición de los patrones en las distintas zonas,
ya que se repiten los modelos. Así, una vez que se dispone de los soportes matriz, éstos
se destinan a la confección de diversos elementos de adorno, entre los que señalamos la
confección de colgantes simples, en su mayoría ejemplares de bivalvos con un orificio
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Fig. 14.- Lúnulas de diferentes tamaños documentadas en Tabayá.
que posibilita su suspensión mediante una fibra vegetal o tira de cuero de la que carecemos de registro arqueológico, y de combinaciones más complejas, como muestran algunos collares o pulseras/tobilleras, realizados sobre gasterópodos enteros –Conus, Columbella, Trivia– o cuentas de concha trabajada de tipo cilíndrico o tubular, que incluso, en
algunos grupos arqueológicos muy concretos como es el argárico, pueden llegar a combinarse con elementos de diferentes materias primas, como lítico, hueso, vértebras, marfil, yeso, cobre o plata como se constata en al menos 78 sepulturas de El Argar y en menor
medida, en otros yacimientos como Zapata, El Oficio, Fuente Álamo y Gatas (Siret y
Siret, 1890) (fig. 15).
Otros usos apuntados plantean la posibilidad de que estas cuentas pudieran coserse
de algún modo a la vestimenta o a los tocados (Papi, 1989), como apreciamos en paralelos etnográficos canarios, destacando el hallazgo de una diadema de cuero con espiras de
Conus sp., asociada a una momia de Guayadeque (Navarro y Arco, 1987), en la que
dichos autores creen apreciar un distintivo jerárquico dentro del grupo social, opinión
respaldada por textos etnohistóricos (Abreu, 1977), donde se cita el uso de una diadema
o corona semejante por el rey de Lanzarote.
En cualquier caso, en el análisis efectuado se han resaltado diferencias palpables en
el uso de los caparazones marinos en los territorios estudiados. Mientras en el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) los caparazones eran trabajados intensamente para la elaboración de cuentas de collar discoidales, en las tierras del Vinalopó no argáricas
–Terlinques, Peñicas (Luján, 2005)– se priorizaba el uso de pequeños gasterópodos como
elementos de adorno y en la cuenca del Turia, en yacimientos como la Lloma de Betxí
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Fig. 16.- Adornos funerarios de Cabezo Redondo
(Soler García, 1987).
Fig. 15.- Lámina 53 del Álbum de Las primeras edades del
metal en el Sudeste de España (Siret y Siret, 1890).
Elementos de ajuar de las tumbas 133, 480, 485, 493, 496,
499, 517, 526, 559, 579 y 592.
(De Pedro, 1998), las preferencias eran puestas hacia el uso de bivalvos –Cerastoderma
edule y Glycymeris glycymeris– perforados para la configuración de colgantes. Estas
diferencias también pueden ponerse en relación con otras pautas culturales y sociales singulares entre estos territorios, como por ejemplo son las prácticas funerarias, que permiten respaldar la hipótesis de hallarnos ante distintos grupos arqueológicos.
Por otro lado, en el Bronce Tardío se observa el mantenimiento de las redes de intercambio y distribución de recursos malacológicos existentes en las fases previas, especialmente para su uso como adornos, observable en yacimientos como Cabezo Redondo
(Soler García, 1987). La abundante presencia de recursos malacológicos y su amplia
variedad indica cierta facilidad en su adquisición, ya que en casi todos los departamen—107—
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tos se ha documentado un conjunto considerable de restos y especies y, en los contextos
funerarios de la cima y cantera tampoco se observa un acceso diferencial. Las conchas
llegarían a través del intercambio como materia prima sin transformar, ya que existen
algunos exoesqueletos sin ningún tipo de modificación que pueden interpretarse como
soportes en reserva, como también ha sido sugerido para el Cerro del Cuchillo (Barciela,
2006).
Únicamente el yacimiento de Cabezo Redondo (Soler García, 1987) supone una
excepción a tener en cuenta, puesto que el índice de especies y la variedad de los ejemplares encontrados supera en mucho al resto de los asentamientos arqueológicos adscritos al Bronce Tardío, lo que podríamos explicar si considerásemos que se trata de un centro de redistribución territorial de diferentes tipos de materias primas y productos
(Hernández, 2001). Esto nos conduce a plantearnos la existencia, en un mismo periodo,
de asentamientos con grandes diferencias, entre las que debemos destacar, no sólo el
tamaño y el porcentaje de materiales recuperados, sino también el papel que debía desarrollar éste respecto al resto de asentamientos del ámbito regional, así como su posible
relación con las tierras del Sureste y del interior peninsular a través de diversas rutas por
las que se extenderían no sólo materias primas o productos de metal, marfil o malacofauna, sino sus creencias e ideología.
De este modo, la clase social dominante residente en Cabezo Redondo también incluyó entre los elementos de ajuar los adornos malacológicos siguiendo las tradiciones argáricas (fig. 16). En este sentido, son numerosas las tumbas argáricas (Siret y Siret, 1890;
Hernández y Dug, 1977; Ayala, 1991) donde se ha constatado su presencia entre las que
basta citar, además de la urna nº 2 con un Glycymeris sp. perforado y la nº 3 con una
concha de la familia Cypraeidae también perforada en El Picacho (Hernández y Dug,
1977), la presencia de Glycymeris sp. en las tumbas de El Argar 113, 441, 447, 450, 451
y 664 (Siret y Siret, 1890), de un Conus perforado verticalmente formando parte de una
pulsera con cuentas de hueso en una tumba en urna en el Cerro de las Viñas (Ayala, 1991)
o la tumba 28 de Gatas que presentaba un ajuar malacológico exterior formado por siete
conchas encajadas y otra de la misma especie como ajuar interno (Ruiz, 1999: 371).
Por tanto, el empleo y el valor social e ideológico de los recursos malacológicos se
mantendrá hasta momentos avanzados de la Edad del Bronce, pudiendo combinarse el
uso de pequeñas cuentas con piezas de metal, como se puede observar en el hallazgo de
un collar compuesto por 73 pequeños conos de oro, 3 Conus mediterraneus y 2 discos de
marfil perforados en su zona central, en el yacimiento de San Antón, Orihuela (Furgús,
1937: 63, lám. I, fig. 1ª; Jover y López, 1997: 64, fig. 9).
Al mismo tiempo, la información disponible para toda la zona central de la fachada
oriental de la península Ibérica permite corroborar que a lo largo de la Edad del Bronce
asistimos a una paulatina reducción de adornos realizados sobre malacofauna, tanto en
asentamientos de hábitat, como en contextos funerarios, donde este proceso se hace más
evidente, alcanzando su punto más álgido en el Bronce Final (González Prats, 1978), que
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bien podría explicarse como resultado directo de la aparición de los adornos metálicos y
que, poco a poco, se irán imponiendo en la confección de elementos ornamentales,
pudiendo combinar éstos con cuentas sobre malacofauna. En cualquier caso, a partir de
la fase Orientalizante y sobre todo, en el mundo ibérico, se abandona casi por completo
su uso. Ya no se constatan instrumentos ni adornos sobre malacofauna, y a lo sumo, se
mantuvo su empleo como recurso alimenticio o elemento decorativo en viviendas en
yacimientos próximos a la costa como es el caso de El Oral (Abad y Sala, 2001).
En definitiva, además del valor estético de muchos de los caparazones, debemos considerar el contenido simbólico e ideológico implícito. Su presencia en numerosos contextos domésticos de asentamientos de muy diversos tamaños y ubicaciones, y especialmente, en contextos funerarios, plantea su amplia aceptación social y la existencia de
relaciones sociales y económicas muy consolidadas entre diferentes comunidades, lo que
en la práctica podría reforzarse mediante el establecimiento de políticas matrimoniales
y/o de lazos de sangre que llevarían consigo la circulación de personas y con ellas, sus
adornos. No obstante, como hemos pretendido evidenciar, cada grupo seleccionó un tipo
de especies, otorgándole un uso diferenciado. Pero esta es una cuestión en la que todavía
es necesario profundizar con mejores y mayores registros.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Juan Antonio PACHÓN ROMERO*, Cayetano ANÍBAL GONZÁLEZ**
y Javier CARRASCO RUS*
EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ
(TORRES, JAÉN). CUESTIONES DE CRONOLOGÍA,
CONTEXTO E INTERPRETACIÓN
RESUMEN: La cada vez más importante documentación de vasijas con decoración figurada
orientalizante hace imprescindible un mejor conocimiento de los contextos que pudieron acompañarlas. En Cerro Alcalá, la anterior publicación de uno de sus vasos puede completarse ahora con
otro semejante, pero asociado a parte del que pudo ser su ajuar funerario. Todo un conjunto cerámico estudiado que, con independencia de que sea o no un hallazgo mortuorio, podría pertenecer a
un mismo horizonte cultural y cronológico. El ánfora que aquí analizamos, decorada con nuevas
figuras de grifos dibujadas, ayuda a completar la iconografía conocida en estos vasos, además de
apuntar hacia la existencia de escuelas artísticas. De una de ellas pudieron salir, tanto estas ánforas
como la recientemente dada a conocer del Museo de Cabra.
PALABRAS CLAVE: decoración figurativa, cerámica orientalizante, contexto funerario, santuario, realeza.
ABSTRACT: The orientalizating collection from Cerro Alcalá (Torres, Jaén). Questions
of chronology, context and interpretation. The important amount of vessels with figurative decoration force towards a better knowledge of the context in wich appear. The publication of one of the
*
Universidad de Granada (Departamento de Prehistoria y Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras. Campus
Universitario de Cartuja, s/n. 18071 Granada) y Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino (japr@arrakis.es
y jcrus@ugr.es).
** Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias, Granada (cayetanoanibal@yahoo.es).
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J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
vessels from Cerro Alcalá could be completed now with other similar, probably associated with the
grave goods. All the pottery assemblage could belong to the same chronological and cultural horizon, independently whether it is from a mortuary context or not. The studied amphora, decorated
with grifíbns, helps in the understanding of the iconography known from these vessels, and points
to the existence of artistic workshop. Not only these mentioned amphorae, but the recently known
from the Museo de Cabra, could belong to one of this workshop.
KEY WORDS: figurative decoration, oriental style pottery, funerary context, sanctuary, royalty.
I. PREÁMBULO
La trayectoria del hallazgo que aquí se estudia es una desgraciada acumulación de
coincidencias que impidieron, en su momento, hacer un análisis global del mismo. En un
principio, el acercamiento que le dedicamos fue bastante superficial, obligado por la propia concepción general del acercamiento sobre cerámicas orientalizantes en el que se
incluyó hace ya más de diez años (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994), lo que generó algunas dificultades de comprensión e interpretación. Estas inconveniencias trataron de superarse con una más reciente puesta al día de aquel trabajo, que comprendió no solo su reedición literal (Pachón y Carrasco, 2005: 45-101), sino un estudio monográfico más extenso que pretendía dar a conocer, básicamente, el contexto arqueológico que acompañó
aquel hallazgo orientalizante de Cerro Alcalá (Pachón, Aníbal y Carrasco, 2005) y completaba las deficiencias editoriales de su primer conocimiento público.
Aquella publicación, de la década de los noventa, había permitido reunir un variado
grupo de cerámicas pintadas con motivos policromados y figurados orientalizantes, junto
otras derivadas de las mismas e, incluso, una sorprendente versión indígena de originales griegos más tardía que tuvo un importante eco en la bibliografía posterior (Olmos,
1999: n º 35.4; Sánchez, 2000: 185-186, fíg. 4; Olmos, 2003a: 54-55, fig. 10; Chapa,
2004: 246, fig. 4,4) y que nos ha llevado a una muy reciente y necesaria revisión (Pachón,
Carrasco y Aníbal, 2007). Pero el elemento común que reunía esas cerámicas era la procedencia meridional de todas ellas, aunque pertenecientes a muy diversos yacimientos y
variadas geografías de la región andaluza (fig. 1), además de haber sido documentadas
sin las adecuadas condiciones generales de contextualización que convienen a un mejor
conocimiento y comprensión científica.
En el devenir cronológico que va desde el año 1994 a la actualidad, la contribución
al corpus alfarero orientalizante se ha extendido, si no de un modo importante cuantitativamente, sí cualitativamente, gracias a la incorporación de relevantes hallazgos mejor
secuenciados estratigráficamente (Belén et al., 1997: 210 ss.) o a que ampliaban la referencia tipológica e iconológica del mismo (Pachón y Aníbal, 1999 y 2000; Blánquez, ed.,
2003). Estos cambios propiciaron un estado de la cuestión que ha venido a completar un
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
3
Fig. 1.- Zona meridional de la Península Ibérica mostrando la dispersión general de las cerámicas orientalizantes pintadas y
asociadas, respecto de Cerro Alcalá: [1. Cerro Macareno (La Rinconada, Sevilla); 2. Carmona (Sevilla); 3. Entremalo
(Carmona); 4. Cruz del Negro; 5. La Mesa (Alcolea del Río, Sevilla); 6. El Castillo (Lora del Río, Sevilla); 7. Setefilla (Lora
del Río); 8. El Arahal (Sevilla); 9. Montemolín (Marchena, Sevilla); 10. Consuegra (La Lantejuela, Sevilla); 11. Cerro de
San Cristóbal (Estepa, Sevilla); 12. Colina de los Quemados (Córdoba); 13. Cerro del Castillo (Aguilar de la Frontera);
14. Las Cabezas (Fuente Tójar, Córdoba); 15. Cástulo (Linares, Jaén). (Según Remesal y Chaves/De la Bandera)].
[16. Cerro Alcalá (Torres, Jaén); 17. Alcores (Porcuna, Jaén); 18. El Molinillo (Baena, Córdoba); 19. Las Cabezas (Osuna,
Sevilla); 20. Ronda la Vieja (Ronda, Málaga); 21. Máquiz (Mengíbar, Jaén); 22. Los Infantes (Pinos Puente, Granada);
23. El Villar (Málaga); 24. El Peñón (Torre del Mar, Málaga); 25. Alcolea del Río (Sevilla); 26. Tocina (Sevilla);
27. La Muela (Santaella, Córdoba); 28. Puente Genil (Córdoba); 29. La Roda (Sevilla); 30. Boyero (Valenzuela, Córdoba);
31. Alcazaba (Badajoz); 32. Cabezo de San Pedro (Huelva); 33. Balneario (Alhama, Granada); 34. Tútugi (Galera,
Granada); 35. Atalayuelas (Fuerte del Rey, Jaén). (Según Pachón, Carrasco y Aníbal)]. [36. San Sebastián (Palma del Río,
Córdoba); 37. Castillo (Almodóvar del Río, Córdoba); 38. La Saetilla (Palma del Río); 39. Km. 15,5 a Écija (Palma del
Río); 40. La Atalaya (Palma del Río); 41. Alhonoz (Herrera/Écija, Sevilla); 42. La Sendilla (Santaella, Córdoba);
43. Carramolos (Montalbán, Córdoba); 44. El Hacho (Benamejí, Córdoba); 45. El Espino (Córdoba); 46. La Estrella
(Espiel, Córdoba); 47. Cabezo de Córdoba (Castro del Río, Córdoba); 48. La Almanzora (Baena, Córdoba); 49. Villaricos
(Almería); 50. La Peña Negra (Crevillente, Alicante); 51. Canillas (Santaella, Córdoba). (Según Murillo)]. [52. Cerro Gordo
(Gilena, Sevilla); 53. Castillejos (Teba, Málaga); 54. Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María, Cádiz); 55. Mesas de
Asta (Medina Sidonia, Cádiz); 56. Cerro de las Madres (Medina Sidonia); 57. Los Villares (Gileena, Sevilla); 58. Soterraña
(Teba); 59. El Higuerón (Teba); 60. Fuengirola (Málaga); 61. Cerro Platero (Osuna); 62. Sisapo (Almadén, Ciudad Real);
63. Baena-Cabra; 64. Casar (Utrera). (Según Pachón y Aníbal)].
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J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
horizonte interpretativo muy diferente del original, en el que merecen suficiente consideración propuestas de lecturas diferentes para algunos de los hallazgos conocidos, pero
que todavía se encuentran en medio de posiciones contradictorias, a juzgar por los diferentes autores que siguen refiriéndose a estas cuestiones. Este hecho es el que explica
que, solo tres años después de que completásemos el análisis de las cerámicas de Cerro
Alcalá, volvamos de nuevo a dedicarles un nuevo trabajo. En él trataremos de asentar
determinados conceptos que consideramos fundamentales en el estudio e interpretación
de su particular valoración arqueológica, al hilo de otras referencias indirectas que pueden ahora servir de apoyo a nuestro objetivo central.
II. SOBRE EL HALLAZGO Y SU CARÁCTER FUNERARIO
Partiendo del hecho contrastado de que la recuperación de las cerámicas orientalizantes de Cerro Alcalá se produjo en circunstancias no regladas, también hoy estamos en
condiciones de conocer muchos más detalles, si no del hallazgo propiamente, sí de las
condiciones del sitio que facilitó su aparición, del carácter del mismo y de la procedencia exacta del área funcional del yacimiento de referencia. En efecto, las primeras noticias sobre este conjunto cerámico datan de finales de la década de los setenta del siglo
pasado, mostrando escasos detalles sobre un descubrimiento en apariencia superficial que
se produjo en uno de los olivares que todavía hoy se sitúan alrededor del asentamiento de
Cerro Alcalá (fig. 2).1 Pero una visita actual a esas plantaciones de olivos no permiten
divisar –a simple vista– ningún importante vestigio arqueológico que, como veremos, sí
existen en la zona , aunque no de una manera evidente. Gana credibilidad el dato de que
por aquellos años setenta se había producido una remoción parcialmente profunda y aleatoria de tierras, producto de una de las periódicas entresaca de olivos que, habitualmente, se realiza en este tipo de agricultura para sanear y regularizar las plantaciones, eliminando aquellos pies de los árboles deteriorados o muertos y que deben ser suplantados
por plantones nuevos. Una intervención de este tipo podría alterar suficientemente un
subsuelo, aunque fuese muy localizadamente, como para sacar a la luz elementos de un
posible relleno arqueológico inferior; si, además, lo enterrado correspondiese con una
necrópolis, la remoción de algunas de las tumbas explicaría no solo el hallazgo, sino el
buen estado de conservación de sus componentes que, en este caso concreto parece aludir inequívocamente a un ajuar funerario.
1
El último estudio sobre este yacimiento se hizo hace, aproximadamente, cuatro años y en él se recoge la mayor parte de
la bibliografía que ha generado (Lozano y Gutiérrez, 2006); anque este análisis se centrara solo en los vestigios ibéricos
hasta su transformación en núcleo romano.
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
5
Fig. 2.- Panorámica general de Cerro Alcalá: fotografía aérea (izquierda) y planimetría ampliada de la misma zona
(derecha), con la situación aproximada de la necrópolis ibérica de la Era Alta (A) y Tosquillas (B).
Estas evidencias quizás indiquen la pertenencia de lo hallado a una de las necrópolis
del yacimiento que comentamos, en el que por las dataciones que podemos argüir, para
todo el conjunto estudiado, podría hacerse corresponder con la necrópolis de Las
Tosquillas,2 una de las que se asocian al asentamiento de referencia. De este espacio
necropolar existen aportaciones científicas de suficiente fiabilidad, a tenor de la investigación arqueológica de campo que se efectuó en este mismo sitio, después de los hallazgos que aquí se estudian, concretamente en 1987 (Negueruela, Rodríguez y Avella,
1990). En la publicación de estas excavaciones se relata otra serie de remociones, ajenas
al estudio científico, pero que tampoco sabemos si tuvieron relación con los restos orientalizantes recuperados en la década anterior. Nos referimos, en prime lugar, a la apertura
2
En algunos de nuestros anteriores trabajos aparece por error el nombre de Turquillas, evidentemente la referencia debe
hacerse corresponder con Tosquillas, que es el topónimo que puede encontrarse en la cartografía existente (Pachón, Aníbal
y Carrasco, 2005: 129 ss.)
—119—
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J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
en el yacimiento de una zanja para colocar una tubería de riego necesaria para la mejora
de la plantación olivarera; en segundo lugar, las exploraciones de Negueruela constataron también la existencia de hoyos causados por actuaciones indeterminadas, cuyas evidencias superficiales se encontraban muy desdibujadas por las propias tareas agrícolas,
pero que eran claramente ajenas al trazado de aquella tubería y, posiblemente, más antiguas. A Iván Negueruela no le fue muy dificultoso indicar que debían ser producto de
acciones clandestinas.
Es difícil, en estas condiciones, saber con certeza si los materiales que estudiamos
proceden de las remociones agrícolas para acondicionar el terreno al regadío, o de los trabajos clandestinos comprobados en el lugar. Desgraciadamente, no disponemos de suficientes elementos documentales para determinarlo, puesto que la única información disponible –si tampoco pudiera confirmarse la procedencia de la renovación de algunos de
los olivos– ciertamente aludiría a alguno de los dos hechos más recientes, aunque es
imposible dilucidar a cuál de ellos. Del mismo modo, esa duda impide conocer realmente si el hallazgo se produjo antes de la entrada en vigor de las leyes de Patrimonio
Histórico Español (LPHE) y de Andalucía (LPHA) y, por tanto, su carácter de recuperación ciertamente accidental o genuinamente ilegal. Por otra parte, no nos hemos marcado para el presente trabajo una indagación en este sentido, al margen de su estudio científico, por lo que no creemos determinante hacer mayores averiguaciones.
Con independencia, entonces, de las condiciones reales de la recuperación arqueológica, lo más importante es confirmar la asociación de todo el conjunto estudiado de Cerro
Alcalá, sin necesidad de tener que asegurar tampoco una procedencia tan exacta de la
necrópolis concreta a la que antes nos referíamos, ya que los restos se encontraron, información incluida, en el comercio de antigüedades treinta años atrás. Más factible es
demostrar que todo el conjunto estudiado constituye un grupo relacionado, un hallazgo
al que no repugnaría catalogar de cerrado y, evidentemente, de clara raíz mortuoria.
Dentro de él, lo orientalizante, en cuanto a su iconografía, lo conforman dos ánforas con
muchas similitudes que contribuyen a apoyar con suficiente consistencia la posibilidad
real de que se trata de un mismo contexto arqueológico, un idéntico horizonte necropolar en el que pudieron depositarse ambas vasijas pintadas.
La relación formal, técnica y decorativa de las dos ánforas, así como la conexión
crono-cultural con el resto del posible ajuar funerario es fundamental para la comprensión del hallazgo como un todo, así como para explicar el valor mortuorio de algunas de
las producciones orientalizantes. En aras de este objetivo, debe partirse del suficiente
acercamiento a los parámetros temporales de la necrópolis más antigua de Cerro Alcalá,
Las Tosquillas, ya que pretendemos conectar los elementos cerámicos con el sitio, sin
necesidad de ampliar hipotética y artificialmente el horizonte de uso del mismo.
Precisamente, en la misma zona de Las Tosquillas, o en sus aledaños, se conocían desde
hace tiempo otros materiales más antiguos, procedentes de una necrópolis sin identificar
de finales de los tiempos prehistóricos (Carrasco et al., 1982). Posteriormente, el cono—120—
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
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cimiento de las áreas funerarias del yacimiento se vio ampliada con la exploración y
excavación de otras dos necrópolis: una, de plena época ibérica, en las afueras de la parte
septentrional del asentamiento, en la llamada Era Alta (Negueruela y Rodríguez, 1987)3
(fig. 2: A); la segunda, al suroeste, que es la que coincide con Las Tosquillas (Negueruela,
Rodríguez y Avella, 1990) (fig. 2: B), donde sus investigadores advirtieron la existencia
de varios momentos de utilización, los dos primeros claramente diferenciados por la
intersección de un periodo de abandono que se fijó en el siglo V a.C. De ahí, el interés
de asegurar la procedencia de los ajuares estudiados de esta necrópolis que, al ser orientalizantes, tendrían que ser datados en esta necrópolis con anterioridad a esa quinta centuria; es decir, que procederían necesariamente de Tosquillas I. Un tercer periodo, bastante tardío, ya del siglo I a.C., no es relevante para nuestro estudio
Dado el carácter cronológico que cabe adjudicar a las cerámicas orientalizantes de
Cerro Alcalá, esta última necrópolis es la que debe corresponderse no solo con los datos
recabados del hallazgo, sino con la franja temporal que tendría que adjudicárseles. En
este sentido, Las Tosquillas habría podido iniciar su frecuentación funeraria en el siglo
VI a.C., si no lo hizo en el Bronce Final, ultimándose ese destino mortuorio del lugar a
lo largo del IV a.C., con la evidente discontinuidad cronológica citada, correspondiente a
la quinta centuria., tal como marcaron sus excavadores. Es una conclusión relevante que
no planteamos poner en duda, sin posibilidad de un análisis directo en el yacimiento que
pudiera contradecirla, por lo que atenderemos a la documentación que recopiló
Negueruela. Solo procuraremos comprobar si los restos arqueológicos que disponemos
ahora correspondieron al periodo de funcionamiento de la necrópolis, a cualquiera de los
diferentes momentos que se conocen en el cementerio suroeste del yacimiento. De ellos,
concretamente, estamos más interesados en el horizonte más antiguo, porque, si fuésemos capaces de corroborarlo como sintónico con los hallazgos que aquí presentamos,
estaríamos en condiciones de apoyar consistentemente las conclusiones cronológicas
obtenidas anteriormente para la primera de las ánforas que se publicó de esta procedencia (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994). Unas conclusiones que situaron el hallazgo en un
momento indeterminado entre los siglos VII/VI a.C. (Pachón y Carrasco, 2005: 77).
3
Quizás de esta necrópolis proceda la incompleta escultura ibérica en piedra que se conserva en el Museo Provincial de
Jaén (De la Bandera y Molina, 2002). Aunque los autores de su estudio se inclinen más por hacerla proceder de un lugar
sagrado, santuario o templo del recinto urbano del yacimiento. En cuanto a su cronología, apoyada en los aditamentos de
adorno que presentaba la representación femenil, se ha ajustado a los siglos IV-II a.C., lo que parece coincidir con la cronología que cabría aplicar a la necrópolis de la Era Alta, en el mismo asentamiento. Del mismo modo, un posible origen
funerario también podría corresponder con la necrópolis de Las Tosquillas II, que se situó a partir del siglo IV a.C.
—121—
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8
J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
III. LA NECRÓPOLIS Y SUS EVIDENCIAS ORIENTALIZANTES
III.1. El horizonte funerario de Las Tosquillas I, en Cerro Alcalá
La documentación arqueológica que I. Negueruela pudo poner en relación con el primer momento de uso de la necrópolis de Las Tosquillas (fase I), fue situada globalmente a lo largo del siglo VI a.C., aunque posiblemente alguno de sus componentes pudiese
ampliar los límites cronológicos de esa centuria. Esto supone plantear una problemática
interpretativa que importa para la comprensión del fenómeno orientalizante, pero también para adecuar la pertenencia de los materiales que aquí interesan al marco temporal
que hemos venido defendiendo en nuestras anteriores aportaciones.
Los restos de ajuares mortuorios, que se publicaron al inicio de los años noventa,
incluían elementos metálicos y cerámicos muy significativos, ya que representan el grupo
de hallazgos de los que ha sido posible derivar una cronología antigua y diferenciable de
los hallazgos más modernos de la necrópolis. De los primeros, es necesario incidir en la
presencia de una fíbula de bronce de doble resorte, provista de los restos de una placa
decorativa del mismo metal (fig. 3: 1), junto a un cuchillo afalcatado de hierro.
Las fíbulas peninsulares de doble resorte son una evidencia arqueológica muy conocida en los contenidos protohistóricos y orientalizantes, no solo por su gran abundancia
en los hallazgos catalogados, sino por los importantes estudios monográficos, o generalistas, que les han dedicado varios autores (Ruiz Delgado, 1987; 1988: 157-390; 1989a y
1989b; Storch de Gracia, 1988: 154-192). Estos análisis coinciden al adjudicarles a esos
objetos un desarrollo temporal que parece arrancar desde el siglo VII a.C.,4 cubriendo sin
género de dudas todo el siglo VI a.C., aunque sin saber con claridad el momento exacto
de su desaparición. En este último sentido, no hay una certeza absoluta sobre su posible
pervivencia a partir de la V centuria, al menos en lo que respecta a Andalucía.5
Esta periodización meridional se deduce, entre otras evidencias, de lo conocido en
contextos funerarios del mundo costero fenicio, donde se documenta la presencia de fíbulas de doble resorte en ambientes necropolares como Trayamar, en la tumba 4 (Schubart
y Niemeyer, 1976: 225 ss., lám. 17: 655 y 53c), en clara correspondencia con el final del
siglo VII y principios del VI. Sin embargo, en ambientes más propios de los siglos VI/V,
como ocurre en gran parte de los enterramientos descubiertos en Jardines (Schubart y
Maass-Lindemann, 1996), no encontramos fíbulas de este tipo que, en contraposición, sí
4
5
Hoy sabemos que también existieron fíbulas de doble resorte en el siglo VIII a.C., como estarían demostrando los hallazgos de la fase Blb de Morro de Mezquitilla, que abarcaría desde fines de la octava centuria a la séptima (Mansel, 2000:
1602, fig. 4).
En cambio, fuera de territorio andaluz, desde fines del siglo VI a.C. y con un claro desarrollo en la siguiente centuria, se
constata la presencia del subtipo IIIB, o tipo Miraveche, muy extendido en la Meseta (Ruiz Delgado, 1987: 511), como
puede corroborar el estudio de Argente (1994: 56 ss).
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
9
Fig. 3.- Cerro Alcalá. Contexto de Las Tosquillas I, a partir del original de Negueruela et al. (1990: fig. 5).
se hallaron en Frigiliana (Arribas y Wilkins, 1971), donde sus ejemplares incluían placas
decorativas, en un horizonte cultural muy próximo a los coloniales y que también se ha
situado entre los siglos VII/VI, aunque no falta quien prefiere rebajar esa fecha hasta las
centurias VI/V a.C. (Martín, 1995: 98, fig. 74).6 De todos modos, esta última opinión
tampoco desmentiría la hipótesis que defendemos, porque las fíbulas en cuestión deberían estar aquí, pese a todo, más cerca del siglo VI que del V a.C.
Con independencia de los contenidos necropolares, si tenemos en cuenta los registros
estratigráficos del interior de Andalucía, hemos de hacer hincapié en la secuencia exhumada en el yacimiento granadino del Cerro de la Mora, que tuvimos la oportunidad de
estudiar directamente. En este asentamiento, con una importante acumulación de depósitos arqueológicos, se ha constatado la existencia de un buen número de fíbulas de doble
resorte, aunque ninguna de ellas con la chapa decorativa que oculta los muelles de las de
Cerro Alcalá, desde los inicios de su fase IV (Carrasco et al., 1982b: fig. 59: 331), en el
6
Para una visión actual sobre la discusión de estas necrópolis, respecto de su pertenencia o no al horizonte antiguo de colonización puede consultarse (Jiménez Hernández, 2007)
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tránsito de los siglos VII/VI a.C. (Pachón, 1997: 210). Si la incorporación de láminas
metálicas, ocultando el mecanismo y aumentando su aspecto estético, puede considerarse un paso avanzado en el desarrollo de estas fíbulas, cabría considerarlos con posterioridad al siglo VII y, en Andalucía, si existieron, catalogarlos como un producto más propio del siglo siguiente.
En el mismo orden de cosas habría que considerar el cuchillo afalcatado de hierro
(fig. 3: 2). En la Península este tipo de armas caracteriza un modelo muy primitivo, cuyo
origen precede a los primeros y más grandes representantes que también se realizaron
con idéntica materia prima metalúrgica. Pero, dentro de una apreciación general peninsular, estos cuchillos alcanzarían un espectro cronológico bastante amplio entre los siglos
VII al V a.C., por lo que su hallazgo ha sido abundante, especialmente formando parte
de muchos ajuares mortuorios. Cuando Fernando Quesada hizo su monografía sobre el
armamento ibérico, al estudiar su presencia en las necrópolis, señaló que estos cuchillos
curvos se fechaban sólo hasta el siglo VI en Andalucía. Entre los hallazgos que documentó este autor en el mediodía peninsular, puede recodarse su aparición –sin asociarse
a otras armas– (Quesada, 1997: 167) en Almería: Boliche (Osuna y Remesal, 1981: sep.
27); Cádiz: Las Cumbres (Ruiz Mata y Pérez, 1989: 291); Huelva: La Joya (Garrido,
1970; Garrido y Orta, 1978: 68-69); Jaén: Cerrillo Blanco (Torrecillas, 1985: 122) y
Sevilla: Cruz del Negro (Jiménez Barrientos, 1986 y 1987) y Setefilla (Aubet, 1975 y
1978); por lo que es evidente que se olvidó del hallazgo de Cerro Alcalá,7 del que quizás
pensara más en las dificultades para demostrar su carácter funerario y que se tratase, en
realidad, de un arma aislada. Todos ellos, sin embargo, revelan la importancia cronológica de este elemento metálico protohistórico, mostrando una clara relación con los desenvolvimientos fenicios en la Península (Mancebo, 2000), por lo que no puede descartarse su filiación antigua en los repertorios funerarios que se conocen en los hallazgos
hispanos.
Para afianzar el criterio cronológico indicado, podríamos traer a colación algunas
recuperaciones de cuchillos curvos en las estratigrafías de los hábitats conocidos de
Andalucía, que parecen no aportar diferencias temporales con lo apreciado en las necrópolis. Únicamente, constataremos como ejemplo un hallazgo en Granada, en el yacimiento del Cerro de la Mora, fuera del horizonte colonial fenicio, pero dentro de su hinterland. Aquí, los cuchillos afalcatados se hacen patentes durante largo tiempo, perdurando hasta la quinta fase del asentamiento (Mora V) que se ha fechado entre mediados
del siglo VI al V a.C. (Pachón, 1997: fig. 186, núm. 108 y 110), lo que abogaría por las
dataciones que hemos venido señalando, ya que en esa fase este elemento solo reflejaría
un utensilio retardatario y propio, como mucho, de los momentos iniciales de la etapa.
7
Ausencia que también seguimos observando en otra aportación mucho más reciente, pero que posiblemente se haya documentado en fuentes indirectas (Mancebo, 2000).
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No se trata de un hecho aislado, sino que encuentra apoyo en lo que vamos conociendo en otros yacimientos peninsulares, con los que podemos entender mejor la temporalización que estamos concretando. No extraña así que, incluso en áreas costeras de más
al norte, en sitios claramente fenicios, pero muy relacionados con los asentamientos coloniales andaluces y los de su ámbito de influencia, las fechas para estos hallazgos vuelvan
a documentarse en los mismos periodos, sin alcanzar el siglo V, como sucede en La
Fonteta de Guardamar de Segura, Alicante. Aquí, los cuchillos curvos de hierro se localizaron en las fases II y Vb: es decir, en un periodo comprendido entre los márgenes cronológicos señalados por esos dos horizontes, que se extenderían entre los años 700/650 y
525/500 a.C., respectivamente (Le Meaux y Sánchez, 2007: 324-325, fig. 260, 1).
Esta presencia, claramente documentada en los asentamientos coloniales de Levante,
justificaría también la aparición de estos cuchillos en necrópolis del interior alicantino,
como puede comprobarse en Les Moreres, donde la cronología de su segundo horizonte,
entre 750 y 625 a.C. (González Prats, 2002: 263), donde aparecen estas armas de hierro
demostraría el carácter antiguo de las mismas y el índice arcaizante que su hallazgo
imprime a cualquier contexto. El caso de Cerro Alcalá, en un ambiente si no tartésico,
muy cercano al mismo, abogaría por una fechación temprana, ya que en zonas más alejadas podría explicarse su presencia como fruto de la expansión desde los centros nucleares bajoandaluces, ya en el siglo VI (Mancebo, 2000: 1829).
De los contenidos cerámicos de Tosquillas I, que se recogieron junto a los metálicos
anteriores, o se asociaron claramente a ellos, destacó Negueruela una fuente o cuenco
carenado de borde vuelto, en arcilla clara sin pintar, que merece una pequeña referencia
(fig. 3: 3). Esta fuente carenada, aunque en este caso sea de cerámica clara, es un modelo muy conocido en los repertorios de la cerámica gris a torno protohistórica (Aranegui,
1975; Belén, 1976; Roos, 1982 y Caro, 1989); concretamente, se asimilaría a la forma nº
8 de Roos (1982: 62, fig. 5) y al tipo VI de Belén (1976: 370, fig. 5). Es un modelo formal que también hemos podido estudiar directamente en las estratigrafías del Cerro de la
Mora, en las que tendríamos que relacionarlo con la forma B3.1a.1 (Pachón, 1997: 280,
fig. 55), que estaría presente en las fases III y IV de ese yacimiento, desde la segunda
mitad de la primera de ellas y fechable entre los años 660 a 550 a.C. Esta referencia, si
admitimos que la cerámica gris pudo imitar formas fenicias anteriores, supondría una
cronología para los modelos originales de, al menos, el siglo VII y principios del VI a.C.
Por lo que respecta a los representantes de este típico vaso en vajilla clara, se conocen otras recuperaciones arqueológicas que también deben tenerse en consideración. En
Granada, vuelve a ser el mismo Cerro de la Mora el que aporta ejemplares paralelizables
que, en este yacimiento, ocupan el horizonte estratigráfico correspondiente a Mora IV,
con una cronología que pudo alcanzar el siglo VI a.C. y coincidentes con la forma B4.3a.I
(Pachón Romero, 1997: 308), aportando un arco temporal que muestra evidentes coincidencias con los ejemplares grises y que debe tenerse en consideración. Esta situación
estratigráfica se afianza con la presencia en la fase Mora V de un tipo claramente deri—125—
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vado del anterior, como explicaría la pequeña diferencia de un mayor desarrollo del cuello por encima de la carena, lo que quizás esté mostrando –igualmente– un ejemplar algo
más evolucionado que el de Las Tosquillas.
El segundo caso granadino que se ha citado hace una clara referencia al denominado
tipo B4.3a.III (Pachón, 1987: 383, fig. 113), que podría fecharse como muy tarde en el
siglo V a.C. Pero este último paralelo, por sus características morfológicas, se trataría de
una forma evolucionada de los prototipos anteriores, por lo que estaríamos ante una evidencia contrastada que sería suficiente para justificar en Tosquillas I la fecha que ya le
adjudicara en el siglo VI a.C. I. Negueruela.
En último término, es necesario destacar un vasito cerámico de reducidas dimensiones (fig. 3: 4), del que Negueruela no indica mayor detalle en la publicación a la que nos
estamos remitiendo. Se trataría, en realidad, de un pequeño cuenco en el que es imposible apreciar si su factura coincide con las producciones a mano, aunque el perfil del vaso
también recuerda algunas otras formas propias del barniz rojo. Con independencia de su
pertenencia a uno u otro caso (torneado o no), la presencia de este recipiente –por sí sola–
ayudaría a afianzar una cronología suficientemente antigua, lo que bastaría para no tener
que traerla más acá del siglo VI a.C., tal como propuso su excavador. No obstante, resultaría de interés que abordásemos un análisis más detallado del cuenco, a partir de la hipótesis de que se tratase en realidad de un recipiente de barniz rojo; con ello, intentaríamos
homogeneizar y apoyar una temporalización del conjunto que no fuese posterior a esa
fecha antes indicada. La opción contraria, afín al hecho de que se pudiese tratar de un
ejemplar a mano, lo único que provocaría es empujar la cronología de todo este contenido arqueológico, si aceptamos su carácter de hallazgo cerrado, hacia épocas anteriores,
en el siglo VII a.C., al menos. Posición interesante, pero que separaría esta interpretación
de la que queremos defender, en sintonía con las conclusiones de Negueruela que son las
que nos parecen más acertadas.
Cuencos carenados similares al de Tosquillas I, elaborados en cerámica roja, existen
en el horizonte colonial fenicio. Son vasos en cuyo perfil la carena diferencia nítidamente dos cuerpos: el que se sitúa en la parte inferior es poco profundo, pero el superior
alcanza más desarrollo y suele adquirir un perfil troncocónico, a lo que añade una diferente inclinación de paredes y bordes que son, en unos casos, más lisos y, en otros, engrosados hacia el exterior; los fondos tienen cierta tendencia a ser planos, aunque la inmensa mayoría muestra un ligero realce. En las zonas costeras semitizadas no parece que se
fabricaran estos vasos en cerámica gris, por lo que puede adjudicárseles un claro origen
colonial. Por su forma, también se las ha denominado páteras, debido a que nunca alcanzan una altura de consideración (Curia et al., 1999: 164), estando representadas en yacimientos cuya dinámica económica se orientaba básicamente hacia el hinterland de las
factorías fenicias, como ocurre en Alarcón; lo que, quizás, pueda reflejar un espectro más
cercano al mundo indígena. En esta última localización, la ocupación habitacional nunca
sobrepasó el siglo VI a.C. (Maas-Lindemann, 2003: 217), ya que el sitio debió abando—126—
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narse en un momento no muy avanzado de esta misma centuria. Este hecho permite disponer de un referente temporal, bastante sólido, en el que encajar el cuenco de Cerro
Alcalá, teniendo en cuenta la homogeneidad cronológica que hemos tratado de destacar,
igualmente, en todo el conjunto funerario procedente de Las Tosquillas I.
III.2. Las ánforas orientalizantes de Cerro Alcalá
La secuencia editorial de las dos ánforas pintadas del yacimiento, así como su conocimiento, no responde a una historiografía única, sino a dos entregas distanciadas en el
tiempo (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994; Pachón, Aníbal y Carrasco, 2005), debidas a
la distinta conservación iconográfica de ambos vasos y a las pocas diferencias que en un
principio nos pareció que se daban entre ellas; a todo se unió la moderna, desgraciada y
torpe manipulación de la decoración de la segunda, que acabó dilatando más de lo debido su estudio pormenorizado.
En otro orden de cosas, el análisis de la primera de las ánforas terminó por generar
un patrón formal de la misma (fig. 4: 1) que ha tenido que corregirse, gracias al estudio
posterior del segundo de los recipientes, una revisión que vino a facilitar la lectura más
exacta de la tipología (fig. 4: 3) a la que ambos vasos pertenecen.8 El cambio morfo-interpretativo de aquel ánfora afecta básicamente a la configuración de la boca (fig. 4: 4), concretamente en lo que se refiere a su directa inserción en las paredes del recipiente, pero
sin que ello suponga una transformación profunda del aspecto y perfil general del vaso,9
como puede apreciarse si se comparan el dibujo inicial (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994:
fig. 2) con el de ahora y que mostramos en la figura 4. No obstante, pese al evidente error
que cometimos en aquella primitiva representación gráfica de la sección de su abertura,
podemos seguir adjudicándole una cronología relativamente antigua, que trataremos de
probar con el apoyo de la nueva referencia tipológica, entre otras cosas. De todos modos,
los caracteres morfo-tipológicos se emplearán también para la argumentación cronológica que afecta al resto material del hallazgo: es decir, a su contexto arqueológico.
8
9
Sin tratar de disculparnos, la publicación inicial del ánfora nº 1 de Cerro Alcalá nunca fue todo lo exhaustiva que tendría
que haber sido, impelidos por las necesidades y límites editoriales que se imponían en un trabajo más general que abarcaba otros hallazgos y yacimientos. Pero debemos reconocer, en realidad, que las condiciones de análisis de esta vasija no
fueron las más idóneas, porque tampoco dispusimos del tiempo suficiente para las mediciones adecuadas, salvo en lo que
respecta a su altura y a una serie de fotografías, a partir de las cuales se reprodujo gráficamente el vaso lo más fielmente
que fue posible.
Las diferencias que todavía se observan entre los dos cuerpos de las ánforas son perfectamente asumibles. Desde nuestro
planteamiento, serían un simple reflejo de las producciones artesanas de entonces, sin posibilidad de crear productos exactamente iguales, como los que hoy caracterizan a los fabricados por la industria moderna, salvo que hubiesen usado un
molde en su realización. Sin embargo, es posible –de ser factible un análisis directo del primer ánfora– que el resultado
produjese un perfil aún más estilizado y cercano al de la segunda.
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De todo lo conocido por las publicaciones sobre este yacimiento, lo que podemos
relacionar con los elementos orientalizantes y contextuales de los mismos se centra
mayoritariamente en las ánforas pintadas con grifos, o pseudogrifos,10 que ya hemos estudiado, además de la vasija cerrada y el plato que luego analizaremos y –posiblemente–
en los restos del ajuar funerario que Negueruela había fechado en el siglo VI a.C.
(Negueruela et al., 1990: fig. 5). Estos últimos elementos fúnebres, que hemos vuelto a
recoger gráficamente aquí (fig. 3) y que ya han sido comentados suficientemente, plantean el gran desafío de la posibilidad real de relacionar esas dos últimas cuestiones, el
ajuar funerario y la sexta centuria. En este sentido, la cronología que habíamos señalado
para el primer hallazgo anfórico de Cerro Alcalá abarcaba un arco temporal, cuyo final
situamos en un momento indeterminado del siglo VI a.C. (Pachón, Carrasco y Aníbal,
1994: 241), no creyendo factible la posibilidad de reducir la data hasta el siglo V a.C.
Sin embargo, otros autores sí han reparado –posteriormente– en esta última fecha a
la baja, aludiendo para su apoyo en determinados paralelos cerámicos de clara raíz tipológica (Blánquez, 2003a: 126), que parecen estar en la línea de otras interpretaciones
anteriores semejantes, aunque de diferente origen (Murillo, 1994: 379).11 No obstante,
existe algún otro hallazgo, bastante más reciente, que proporciona datos con los que sustentar la aceptación ánforas de este tipo en fechas anteriores a la quinta centuria. Así, en
La Fonteta se ha documentado, entre las producciones indígenas, algún borde de ánfora
asimilable a los de Cerro Alcalá, conviviendo con ejemplares de hombro marcado, pese
a que no sepamos realmente si el parangón que proponemos lo tuvo redondeado o no.
Esta boca anfórica correspondería a la fase IVb del yacimiento, que se ha datado entre los
años 575 y 550 a.C. (Gallaidrat y Rouillard, 2007: 228, fig. 217, 2 ) y, aunque sus descubridores hablen de una atribución tipológica imprecisa, debe tratarse de una forma análoga a las que estudiamos.
Pese a todas las argumentaciones anteriores, somos conscientes de que existe una
dificultad esencial para fechar el tipo de elementos cerámicos que analizamos: la falta de
asociación material contextualizada, junto con la ausencia de referencias cronológicas
más fiables. Si no existieran tales deficiencias, seríamos capaces de alejarnos por completo de meras consideraciones morfométricas, que siempre resultan problemáticas de
aceptar; más aún, sin el necesario análisis de distribución territorial para los diferentes
vasos, encuadrados temporalmente en sus respectivos ámbitos comarcales, que aún resta
por hacer. De todos modos, en consideración a lo que ha venido siendo habitual, tampo-
10 Recientemente se ha apuntado cómo la representación pintada de este ánfora reflejaría en realidad animales derivados de
los grifos (Le Meaux, 2003: 187, fig. 14), lo que podría sugerir una datación más tardía y alejada de los posibles modelos ortodoxos.
11 J. Blánquez, no obstante, también defendía, poco antes de ese referencia, la segunda mitad del siglo VI a.C. para el conjunto de Cabra, donde encontramos un ánfora en gran medida equiparable a las de Cerro Alcalá (Blánquez, 2003b: 217).
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co querernos rechazar un acercamiento morfológico, del que trataremos de obtener algunas conclusiones útiles, aunque no podamos asentarlas de manera definitiva.
Desde unos parámetros estrictamente formales, el ánfora de Alcalá se puede caracterizar por la evidente ausencia del hombro marcado propio de las ánforas fenicias, o de
raigambre fenicia. En su lugar se observa un galbo redondeado, cuya presencia suaviza
la línea carenada que había perfilado la forma del prototipo de los siglos VIII/VII a.C. La
ausencia de esa fuerte inflexión del hombro provoca la aparición de unas asas que, al perder tan clara referencia en la que fijarse, parecen tender a un general acercamiento hacia
el borde. Aquellas ánforas de hombro carenado se conocen perfectamente en todos los
ambientes coloniales fenicios del mediodía peninsular, conformando el conocido tipo AI
(Maas-Lindemann, 2003: 206-207), presente tanto en Toscanos (Maas-Lindemann, 1986:
228 y 234, fig. 1: 12) como en muchos otros sitios del mismo ámbito cultural. Igualmente, se conjugarían o derivarían hacia formas también carenadas, pero no ya propias
de las ánforas comerciales, sino de la cerámica fina en barniz rojo o pintada (MaasLindemann, 1986: 235, fig. 2: 13), desde inicios del siglo VII, hasta los últimos tipos lisos
que, en el siglo VI a.C. proporcionan perfiles anfóricos de aspecto triangular y fondos
puntiagudos (Maas Lindemann, 1986: fig. 2: 14), muy diferenciables.12
Este panorama dibuja un amplio espectro cronológico sobre la base de la perduración
de las ánforas de hombro marcado, pero quizás no asegure una filiación mucho más tardía de los tipos industriales de hombro redondeado, al menos para los orígenes de estas
formas. Por un lado, estamos en condiciones de asegurar que en los ambientes fenicios,
en este tipo de ánforas, la carena sigue apareciendo en aquellos ejemplares que pueden
todavía fecharse en el siglo VI a.C., como ocurre en Guadalhorce hasta mediados de la
sexta centuria (Curia et al., 1999: 181), ejemplificando algo que parece habitual en otros
muchos centros del Mediterráneo (Ramón, 1995: 281). Desde ese momento, la evolución
parece desenvolverse hacia formas con fuerte curvatura por debajo de la carena, e importante abombamiento de la panza, en modelos que se fechan en ese mismo siglo VI, pero
también en el V a.C. (Maass-Lindemann, 2002: 207). Se trataría de un proceso evolutivo
que parece haber ido acompañado de la suavización de la carena, hasta la total desaparición de los ejemplares carenados, ante la imposición exclusiva de los representantes de
hombros redondeados.
Tampoco podría articularse razonablemente una secuencia exclusiva de desarrollo tal
como se acaba de exponer, porque también hay constancia en otros sitios del Mediterráneo de la existencia –en ambientes antiguos– de ánforas con hombros redondeados,
12 Un estudio general sobre las ánforas fenicias y púnicas puede seguirse en Ramón (1995) y, respecto a la cronología de las
mismas, puede consultarse también las referencias generales a las ánforas del yacimiento fenicio de la Fonteta (Gailledrat
y Rouillard, 2007: 229-230).
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que se separan claramente de aquellos casos que lo presentan marcados. Esto ocurre en
hallazgos funerarios centromediterráneos, en la actual isla napolitana de Ischia
(Pithekoussai), correspondiente a ciertos ajuares de la necrópolis de S. Montano (Buchner, 1982: Abb. 5), en los que se documentan ánforas cuyas bocas incluso recuerdan la
versión gráfica inicial del primer caso de Cerro Alcalá, pero que tendríamos que fechar
como muy tarde en el siglo VII a.C. La importancia de este hallazgo insular podría, incluso, evidenciar la existencia de una evolución separada de las ánforas de hombro redondeado frente a las de hombro marcado, por lo que no sería necesario aceptar un desarrollo único de las dos formas. Desgraciadamente, el vacío que todavía ofrecen los hallazgos peninsulares no favorece aún una más segura justificación de la hipótesis.
Si nos separamos de los focos fenicios, centrándonos en los ambientes indígenas de
la Península Ibérica, y atendiendo a la primera de aquellas dos posibilidades evolutivas,
cabría admitir un desarrollo desde los hombros marcados en un proceso similar al señalado, con el añadido de las variaciones que pudieron introducir las producciones anfóricas locales del interior, más o menos alejadas de los centros artesanales costeros. En este
sentido, si comparamos las ánforas de Cerro Alcalá con algunos de los modelos tardíos
que hemos señalado, comprobamos cómo solo presentan el elemento común de la suavidad de su hombro sin carena, porque ni la panza, ni el estrangulamiento bajo ese hombro, ofrecen un sesgo tan acusado13 como para pensar que estemos en el siglo V, sino más
bien en el VI a.C. Si es que hemos de atender, necesariamente, a alguno de los procesos
evolutivos que se han apuntado para el ámbito fenicio.
En los mismos ambientes indígenas del interior sabemos que también se fabricaron
ánforas de hombro marcado, como ocurrió en Andalucía Oriental, en hornos como el
excavado en el Cerro de los Infantes de Pinos Puente, Granada (Contreras, Carrión y
Jabaloy, 1983); aunque la época de su funcionamiento no parece poder llevarse más acá
del siglo VI a.C.,14 con unas ánforas que recuerdan siempre los modelos de hombro marcado. Esa fecha podría haber funcionado como un auténtico terminus post quem para
determinar el abandono de los modelos anfóricos de hombro carenado y su sustitución, o
mantenimiento de los redondeados. Pero la importante labor productiva autóctona tampoco debe exagerarse para nuestro propósito, ya que los mecanismos evolutivos anfóricos no tendrían por qué centrarse, en exclusividad, en la dinámica de un taller alfarero
13 Pueden confrontarse los perfiles de las dos ánforas de Cerro Alcalá con algunas de las procedentes de la necrópolis de
Tútugi, Galera (Vico, 1999: fig. 210), también pintadas. Las diferencias más pronunciada en éstas, tanto en la panza como
en el estrangulamiento que la separa del hombro, así como las bises, creemos que distanciarían suficientemente las producciones del siglo VI a.C. con las del V.
14 Este horno se corresponde con el nivel XI del corte 23, excavado en este yacimiento y perteneciente al denominado horizonte Proto-Ibérico (Cerro de los Infantes V), que recibe un marco cronológico muy amplio entre el siglo VIII y el 600
a.C.; periodo del que aquel estrato sería su último nivel (Mendoza et al., 1991; Molina et al., 1983: 696-697). Es decir,
anterior al siglo VI a.C.
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que parece tener un tiempo de amortización relativamente corto, como dejan en evidencia algunas estratigrafías granadinas.
Podemos destacar, así de nuevo, el Cerro de la Mora, donde hemos investigado personalmente cómo los hombros marcados, aunque alcancen el siglo VI, acaban coexistiendo en ese mismo siglo con ánforas de hombros redondeados no demasiado diferentes
de los perfiles de Cerro Alcalá. Nos referimos al horizonte IV de aquel yacimiento
(Carrasco, Pastor y Pachón, 1982), que explicaría en Granada lo factible de aquella convivencia y cronología para las producciones lisas. Esto abre también la posibilidad de que
pudiera haberse dado un proceso parecido para las cerámicas pintadas, a tenor de las evidentes similitudes formales que se establecen entre conocidas producciones ilustradas de
Galera15 y otras cerámicas lisas de la Mora, que podrían responder a circunstancias evolutivas parecidas.
Para el interior de la provincia de Granada, un todavía reciente estudio sobre ánforas (Adroher y López, 2000) ha puesto en evidencia la evolución y cronología que regulaba su producción entre los ambientes fenicios, ibéricos y púnicos, a partir de la documentación extraída de las estratigrafías de hábitats conocidos, junto a otros hallazgos
superficiales menos contextualizados. En este sentido, la pérdida de los hombros marcados es aceptada en horizontes temporales que tampoco contradicen las indicaciones que
ya se han hecho en los anteriores trabajos sobre el ejemplar de Cerro Alcalá. Pero aquellos autores llegan a reconocer que, ya incluso a finales del siglo VII a.C., las carenas
prácticamente habían desaparecido, reafirmando lo que nosotros mismos habíamos establecido parcialmente para la secuencia de Cerro de la Mora, desde su fase IV, en la que
es patente la presencia de ánforas sin carenación (Pachón, 1997: fig. 183: 93) que acabarán consolidándose en Mora V, ya en el siglo VI a.C. (Carrasco, Pastor y Pachón,
1981: fig. 10).
El planteamiento que se acaba de resaltar responde al apoyo que algunos de esos mismos investigadores ha encontrado en análisis directos de otros yacimientos, al señalar
ánforas lisas sin carenación durante el mismo siglo VI a.C. dentro de la provincia de
Granada, en el asentamiento de Canto Tortoso, muy cerca ya de la frontera provincial con
Jaén (González, Adroher y López, 1996: fig. 6-8 y 10); por lo que, en esos territorios aledaños, puede aceptarse un proceso de desarrollo para estos vasos semejante al que intuimos en el sector granadino. Es más, este último asentamiento citado se localiza junto a
una de las vías de comunicación más importantes de la zona, relacionando las altiplanicies granadinas y las tierras del Alto Guadalquivir, a través del curso del río Guadiana
Menor. El yacimiento ha aportado una sorprendente abundancia de ánforas, que demos-
15 Estas vasijas pintadas con motivos figurados de Galera han sido objeto reciente de estudio y se corresponden con las ánforas halladas en la tumba nº 34 de la necrópolis que, por su asociación a vasos griegos, se han fechado en el siglo V a.C.
(Pereira et al., 2004: 104-105, figs. 38-41).
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traría su función comercial en la distribución de estos recipientes cerámicos y, fundamentalmente, de sus contenidos. Desde un punto de vista de la interpretación arqueológica, Jaén disponía desde el cauce del citado río, afluente del Guadalquivir, de un camino por el que se intercambiaron productos asimilables a las ánforas de Cerro Alcalá. Solo
en lo que respecta a las formas cerámicas, porque, en cuanto a las decoraciones figurativas, todavía no las conocemos con claridad en el espacio granadino.16
Junto con ello, tampoco deberíamos olvidar las configuraciones que acabarán teniendo los bordes de estas ánforas. En el caso de Cerro Alcalá, el tipo que conocemos desde
la publicación del primero de sus ejemplares, podría haber derivado posiblemente de la
forma fenicia AIb; un modelo que, según la taxonomía propuesta para Toscanos, agruparía bocas con la parte externa del borde curvado en forma cóncava (Maass-Lindemann,
1982: 62). Aunque el borde ligeramente erróneo que dimos a conocer en aquella primera publicación parecería incluso más evolucionado, siempre que nos olvidemos de los
referentes citados de Ischia, al presentar un reborde exterior engrosado (Pachón, Carrasco
y Aníbal, 1994: fig. 2), lo que volvería a aludir a momentos más tardíos que los prototipos coloniales peninsulares. Pese a todo, las peculiaridades de su decoración pintada nos
inclinaron a aceptar, con las lógicas reservas, una situación que todavía podemos admitir
en una fecha amplia entre los siglos VII/VI a.C., apoyados en los paralelos entonces existentes, básicamente los que se encontraron estratificados en Montemolín (Chaves y de la
Bandera, 1983 y l993; De la Bandera et al., 1995), incluso con las diferencias formales
fundamentales y evidentes entre los soportes cerámicos cotejados (Pachón y Aníbal,
1999: 22, tabla).
IV. INVENTARIO DE LAS ÁNFORAS Y DE SU CONTEXTO INMEDIATO
IV.1. Ánfora 1 (fig. 4-5)17
Ánfora ovoide de fondo apuntado, el hombro redondeado con cuello de cierta tendencia recta, mientras la boca es redondeada al interior. Su aspecto general recuerda bastante a las ánforas de hombro marcado y borde almendrado. Ofrece, además, un par de
asas verticales, enfrentadas y dispuestas sobre los hombros. Las dimensiones son: altura,
68 cm; Ø de la boca, 13 cm; Ø máximo del cuerpo, 39,2 cm.
16 Suponen una excepción, para este vacío iconográfico, el posible caso que publicamos de Pinos Puente (Pachón, Carrasco
y Aníbal,1994: 223-225, fig. 4), los conocidos vasos de Galera (ver nota 5) y las ánforas pintadas de la tumba de la Dama
de Baza (Presedo, 1973: fig. 2) que creemos, francamente, que solo son un apéndice tardío del fenómeno que analizarnos.
17 Aunque la descripción de esta vasija ya se ha hecho en otras ocasiones, volvemos a recogerla aquí para una mejor contrastación con la segunda de las ánforas. No obstante hemos de indicar que reproducimos la descripción inicial, correspondiente a su primera publicación, por lo que no se ha corregido la configuración más correcta de la zona del borde que
habrá de coincidir con la que acompaña a IV.2.
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Fig. 4.- Cerro Alcalá. Dibujos arqueológicos del ánfora 1 (1 y 3) flanqueando su imagen fotográfica (2),
junto al detalle ampliado del borde (4). Dibujos de C. Aníbal.
Fig. 5.- Cerro Alcalá. Secuencia fotográfica de la franja decorativa del ánfora 1: primer grifo sin cabeza (izquierda),
grifo principal y cabeza aislada del tercero.
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J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
La pasta es de color anaranjado, con presencia de desengrasante de grosor medio en
el que se aprecian granos arenosos, micáceos, calizos y quizás esquistosos. No se observa un tratamiento especial de las superficies, aunque es de suponer que estuvieran alisarían. Su coloración es semejante a la de la pasta.
La decoración se desarrolla en un área que cubre las tres cuartas partes de la superficie del vaso, utilizándose al menos tres colores: rojo, negro y naranja. Todos los campos decorativos están enmarcados por líneas horizontales paralelas de color negro; los
campos superior e inferior desarrollan unos motivos estrictamente geométricos, siendo
más complejo el superior, que queda fijado en la zona del hombro del ánfora: se trata de
una serie de líneas rojas en grupos de al menos cuatro unidades y que sirven para delimitar, en el centro, una faja decorativa con alternancia de líneas paralelas y oblicuas rojas.
En la parte inferior, debajo del campo figurativo, se aprecia al menos otro grupo de líneas rojas horizontales y paralelas.
En la zona central de la vasija, llegando a ocupar algo más de la mitad de la superficie del recipiente, se desarrolla la decoración propiamente figurada. En ella, se observan
con muy diferente conservación hasta tres grifos (?) que caminan hacia la izquierda.
Todos llevan las alas extendidas verticalmente, mientras sus colas se levantan haciendo
un bucle. Entre ellos y la línea pintada que los delimita por arriba, aparece una serie de
triángulos invertidos distribuidos irregularmente alrededor del vaso, observándose en los
casos mejor conservados su composición doble, mediante líneas negras que definen un
triángulo menor e interior pintado en naranja. Todo el dibujo de la escena se realizó con
líneas negras.
Se constata un claro horror al vacío, pues entre los grifos, y alrededor de sus rabos,
se desarrolla una importante y variada decoración geométrica menuda, en la que destacan los elementos redondeados, con el fondo coloreado de naranja. También existe otro
motivo diferente entre los animales, es un elemento fusiforme, rematado con otra forma
redondeada, y que se rellena con trazos horizontales paralelos y dispuestos a distintas
alturas, con los que se llega a conformar una serie de campos menores que conservan, en
algún caso, restos de pintura anaranjada. Pero la necesidad de rellenar los espacios vacíos se aprecia incluso dentro del cuerpo de los propios animales; así, las alas aparecen
también excesivamente compartimentadas, como queriendo realzar el plumaje de estas
extremidades. Igualmente, en los lomos y cuellos de los grifos encontramos espacios rectangulares, a veces segmentos de círculo, además de rayas horizontales, todo en negro,
que remarcan nuevas zonas menores que también se pintaron con color naranja.
Sin que haya dudas sobre la presencia de los tres animales, existen leves diferencias
formales entre ellos, sobre todo en lo que respecta a las alas de los mejor conservados;
pues mientras en uno de ellos éstas arrancan de las patas delanteras y del hombro del animal, en el otro parecen hacerlo desde una zona algo más retrasada. De cualquier modo,
estas diferencias, y otras menos relevantes, pudieron ser recursos artísticos para evitar la
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
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monotonía de un tema procesional como éste, siempre que no se tratara sencillamente de
la falta de experiencia del propio pintor.
Pese a que el aspecto general de los animales nos incline, en un principio, hacia su
interpretación como grifos, la representación del rabo con el bucle es parecido a la de la
esfinge del vaso que publicamos de Mengíbar (Pachón y Carrasco, 2005: gráf. 7), por lo
que no debe descartarse la posibilidad de que también se trate de un ser semejante, aunque en el caso que ahora estudiamos no encontramos la mixtura antropo-zoomorfa que
allí veíamos, resultado posiblemente de una producción alfarera más tardía.
IV.2. Ánfora 2 (fig. 6-7)
Vasija cerrada, fragmentada, reconstruida y con la típica forma de ánfora18 como el
caso anterior, de tendencia ovoide, el fondo apuntado y todo el tercio inferior del cuerpo
más ancho, para acabar mostrando un perfil genérico trapezoidal. El hombro, sin carena,
conforma un perfil redondeado, pero sigue guardando una indudable conexión con las
tradicionales formas de hombro marcado, así como con sus habituales bocas y bordes
almendrados, aunque en este caso solo nos encontramos ante un modelo cercano, claramente relacionado. Sus elementos de soporte, las asas, son de sección circular, están
enfrentadas y dispuestas verticalmente sobre el hombro, marcando –la posición de su
arranque inferior– el desarrollo del cuerpo y el inicio del área pintada central; en esta
parte, el rollo de cada asidero se bifurca para buscar un apoyo doble más seguro sobre la
superficie.19 Las dimensiones del recipiente responden a las siguientes magnitudes: altura, 68 cm; Ø de la boca, 13,37 cm; Ø máximo del cuerpo, 36,58 cm.20
Las peculiaridades de la pasta son como las destacadas en la primera de las ánforas.
Color anaranjado, desgrasante de volumen medio a grueso, visible al exterior en ocasiones y composición arenosa, micácea, caliza y otras de color negruzco que pudieran ser de
esquisto. La superficie, aunque está excesivamente lavada, deja entrever restos irregula-
18 De esta ánfora solo se conocía la mínima referencia que habíamos publicado directamente y que se significó literalmente, del siguiente modo (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: 214, fíg. 9): “Hay un ejemplar de ánfora gemela a la Al, con
decoración casi idéntica de animales alados. Tanto los caracteres técnicos de la arcilla, como las dimensiones y coloraciones son semejantes, lo que junto al lamentable estado de conservación nos ha decidido a no dibujarla, ni describirla con
exhaustividad. Por ello, solo documentamos su existencia y la incluimos en la tabla tipológica de la figura 9”.
19 Si atendemos a la radiografía practicada al ánfora de Cabra, las asas se constituyeron interiormente con dos rollos de arcilla, recubiertos de pasta hasta conseguir el acabado buscado (Blánquez, 2003a: 82, fig. 1). Es más que probable que el
indicio con una doble bifurcación, de la zona inferior de las asas de Cerro Alcalá, indiquen la misma elaboración y, posiblemente, idéntico taller alfarero.
20 Como se aprecia en las figuras 4 y 5, las dimensiones de las dos ánforas son muy similares: la altura es la misma, el diámetro de la boca es 0,37 cm menor para el ánfora 1, mientras que el diámetro máximo es 2,62 cm superior en el segundo
de los ejemplares.
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J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
Fig. 6.- Cerro Alcalá. Fotografía y dibujo arqueológico del ánfora 2. Dibujo de C. Aníbal.
Fig. 7.- Cerro Alcalá. Desarrollo de la
faja decorativa del ánfora 2 en su
estado actual (arriba) e interpretación
de los autores (abajo).
Dibujos de C. Aníbal.
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EL CONJUNTO ORIENTALIZANTE DE CERRO ALCALÁ (TORRES, JAÉN)
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res de tratamiento alisado, mostrando áreas mejor preservadas donde la coloración es
ocre claro, mientras en otras se aprecia el naranja interior de la pasta.
La superficie aún conserva, además, restos importantes de decoración pintada figurativa. Como en el caso anterior, el motivo central de la ornamentación se extiende por
su parte más ancha, entre la zona inmediatamente inferior al hombro, desde la base de las
asas hasta el final del área media del vaso, justo cuando su perfil inflexiona para buscar
el fondo. La banda figurativa se delimita, a modo de una gran viñeta corrida, con algunas líneas pintadas paralelas que no se han conservado, salvo la huella en negativo por
donde discurrieron, tanto encima como por debajo de aquella. Arriba, las huellas son más
complejas y debieron formar un motivo decorativo repetitivo de triángulos, o líneas paralelas entrecruzadas rojizas que, al observarlas parcialmente, pueden sugerir aquellos
triángulos, como también aparecen en la composición decorativa del otro gran vaso de
Cerro Alcalá.
En cuanto al motivo pintado principal (fig. 7), se trata de una agrupación procesional
con tres animales alados de perfil que marchan hacia la izquierda, dispuestos del modo
habitual, alas extendidas verticalmente, patas del flanco derecho hacia delante, cola
levantada y doblada sobre sí misma para formar un bucle y adquiriendo una configuración general muy similar en los tres individuos representados. Las diferencias apreciables
hoy día entre los animales son mínimas, centrándose básicamente en la diferente proporción longitudinal de los cuerpos, así como en los elementos textiles que adornan sus
lomos y cuartos traseros (gualdrapas):21 las primeras rectangulares y las segundas triangulares. Las cabezas son también distintas a las que conocíamos en el ánfora nº 1, que
parecían evocar ciervas mochas,22 mientras que aquí, apoyándonos en la reconstrucción
que hemos tenido que hacer, recordarían más las testas de aves rapaces propias de las
águilas, algo que normativamente estarían reflejando mejor las representaciones de
auténticos grifos.
Los intervalos espaciales entre animales tampoco quedaron vacíos, sino que se rellenaron con los habituales elementos redondeados que aparecían en el vaso anterior. Su disposición sigue un programa estético, conformando alineamientos curvos paralelos a las
patas y cuartos traseros de los animales, pero completados con algunos otros elementos
más sueltos que se distribuyen irregularmente por los espacios restantes. Entre las patas
traseras y delanteras de las representaciones zoomorfas se desarrollaron diversos motivos
decorativos que en los dos casos de la derecha quizás podamos identificar, más o menos
conservados, con sendas flores de loto, mientras el tercero ofrece una forma fusiforme
que también conocíamos en el primer ánfora y es posible identificar con un capullo floral de la misma especie, realizado con mayor o menor realismo. Una segunda forma fusi-
21 Según la definición de la RAE, cobertura larga, de seda o lana, que cubre y adorna las ancas de la mula o caballo.
22 En la publicación original de esta pieza indicamos con dudas que podría tratarse de un grifo (Pachón Carrasco y Aníbal,
1994: 214).
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J.A. PACHÓN ROMERO, C. ANÍBAL GONZÁLEZ y J. CARRASCO RUS
forme separa la cabeza del animal de la derecha del que la precede, a la altura de la garganta de aquel; mientras los restos de un tercero, si no son los de otra flor abierta, se
colocó entre las patas traseras del animal central de la composición. En la parte superior
de la franja decorativa encontramos también los característicos triángulos, dispuestos
irregularmente, de los que se han conservado dos y el arranque de un tercero.
Peor aún es el estado de conservación de los trazos que delimitan toda la figuración,
pero que es visible parcialmente por haberse hecho mediante un contorneado en color
negro. Cuando esos trazos presentan una disposición paralela, muestran una ligera separación que se muestra como un relleno blancuzco, pero que más parece debido a que
quedó en reserva, lo que –a la vista– hace aflorar el color más apagado de la superficie
cerámica. Mientras, los espacios mayores, que quedan delimitados por esos mismos trazos, se cubrieron con pintura roja, posiblemente de almagra.
El criterio de interpretación, en la representación ideal de los motivos de la vasija, ha
seguido lo más fielmente posible lo poco que aún se conserva de la pintura original o, en
su defecto, de la huella que la misma ha dejado al desaparecer. En este ánfora se observa cómo alguno de los poseedores contemporáneos de la misma ha reseguido con rotulador negro, al igual que se señala en su registro decorativo (fig. 7: arriba), la parte de las
líneas que eran de difícil visión, encontrando en esto, al realizar el dibujo que se presenta, gran dificultad en reponer el trazado que interpretamos como más cercano al estilo de
estos vasos (fig. 7: abajo). Por ello, en nuestra interpretación sobre papel, nos hemos
basado en los caracteres estilísticos de los temas de las representaciones ya conocidas y
publicadas en la primera de las ánforas y en los del conjunto conservado en el Museo de
Cabra (Blánquez, 2003a: fig. 21), considerando en el análisis de los estilos, que pudieran
atribuirse los tres recipientes anfóricos a la misma mano o, al menos, a producciones del
mismo taller artesano, en vista de sus innegables semejanzas.
En esta segunda ánfora de Cerro Alcalá, las cabezas de los animales, que seguramente debieron ser grifos, también habían sido repintadas con un criterio poco adecuado
a las formas prototípicas de estos seres (fig. 7: arriba); concretamente, en dos de ellos,
faltando por completo la del tercero. Se les ha dado, libremente y siguiendo la posición
que al parecer tenían, una forma más cercana a la de la rapaz que correspondería a la testuz de tales grifos. Respecto a las patas, se ha continuado en lo posible con la adecuación
de las mismas a la estilización observada en ejemplares semejantes. El mismo criterio se
ha empleado para otros elementos, como las gualdrapas de los grifos o aquellos otros que
llenan los espacios del campo figurativo: gotas, círculos, triángulos y elementos florales.
Las bandas del hombro de la vasija, y las del cuerpo inferior, se han trazado sobre la base
de los restos que todavía se pueden apreciar, con el apoyo imprescindible –para su interpretación– de las ánforas anteriormente señaladas.
Tras este detallado estudio e interpretación, creemos haber comprobado cómo el
dibujo tendría, originariamente, pintadas en negro de humo las líneas de los perfiles y en
rojo de almagra las zonas de relleno, que generalmente, aunque no siempre, siguen cier—138—
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tos criterios de aplicación alternativa. En el primer dibujo del registro central del ánfora
(fig. 7: arriba) se han marcado en negro las líneas que se repintaron sobre la vasija, dejando en un tono sepia las de las huellas que se conservan de las originales perdidas.
También se ha señalado el color de las zonas en las que, con dificultad, se pueden percibir los restos de la pintura roja perdida.
IV.3. Vasija globular de cuello troncocónico exvasado (fig. 8)
Se trata de un vaso de perfil globular, también está fragmentado y reconstruido por
completo. El cuello tiene forma troncocónica abierta, mientras que el fondo es rehundido, sin presentar ningún ruedo de asiento, mientras que el borde acaba siendo plano con
el labio redondeado al exterior, exvasado. En la zona de separación entre el cuello y el
cuerpo aparece un resalte cilíndrico, conformando un auténtico baquetón de perfil rectangular que refuerza esta zona, dotándola de mayor seguridad ante posibles roturas. Ese
resalte quizás indique las pautas de fabricación de la vasija, en la que cuerpo y cuello fuesen elementos elaborados independientemente, pero unidos a posteriori, quedando ese
baquetón como recuerdo de la zona de unión y como dispositivo de ocultación de la
misma. Las dimensiones son: altura, 33 cm; Ø exterior de la boca, 22,47 cm; Ø interior
de la boca, 18,59 cm; Ø del asiento, ll,56 cm.
La arcilla utilizada es de coloración ocre anaranjada al interior y ocre claro al exterior, con desgrasante medio arenoso, calizo y micáceo, junto a pequeñas inclusiones
negruzcas. La superficie está finamente alisada, alcanzando una textura en ocasiones
acharolada. No quedan evidencias muy claras de que haya tenido alguna decoración pintada policroma, aunque en partes del hombro y en el arranque del cuello se adivinan restos de estrechas líneas paralelas en tono rojizo.23 Las líneas a que nos referimos se aprecian en la fotografía que acompaña el alzado del vaso (fig. 7), aunque el color de la reproducción que adjuntamos ofrece un tono escesivamente oscuro.
IV.4. Plato o fuente de perfil estrangulado y fondo realzado (fig. 9)
Vaso abierto con forma de fuente honda y borde casi horizontal, aunque levemente
inclinado al interior y vuelto. El borde presenta al interior una inflexión que lo divide en
dos, ofreciendo una diferente inclinación que culmina en un fuerte escalón que enlaza con
23 Las líneas a que nos referimos se aprecian en la fotografía que acompaña el alzado del vaso (fig. 7), aunque el color de la
reproducción que adjuntamos ofrece un tono escesivamente oscuro.
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Fig. 8.- Cerro Alcalá. Contexto de las ánforas orientalizantes (1): vaso ovoide.
el fondo cóncavo del recipiente. Exteriormente, el borde resulta claramente independizado respecto del resto del vaso, gracias a la presencia de otra acusada inflexión sin arista,
desde la que la superficie se convexa formando el cuerpo principal de la vasija. El fondo,
que se dispuso sin ruedo de asiento, forma una arista acusada que sirve de apoyo basal,
a partir de la cual se realza, para formar un área central ligeramente rehundida. Las
dimensiones son: altura, 6,5 cm; Ø exterior del borde 24,57 cm; Ø del fondo, 8,57 cm;
anchura de borde 2,6 cm.
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Fig. 9.- Cerro Alcalá. Contexto de las ánforas orientalizantes (2): fuente de labio quebrado.
La pasta es de color ocre rojizo, el desgrasante de tamaño medio, conformado con
granos de arena, cal, mica y esquisto. La superficie no se diferencia demasiado del cromatismo de la pasta, aunque en un color algo más claro, ofrece un tratamiento bien alisado, pero sin muestra evidente de alguna decoración pintada o engobada, que en el estado de conservación del plato tampoco podría descartarse.
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V. SIGNIFICACIÓN DEL AJUAR ORIENTALIZANTE
La hipótesis de trabajo que defendemos estriba en la idea de que las dos ánforas,
junto al vaso globular y la fuente conformaron una única recuperación arqueológica procedente del mismo hallazgo cerrado, por lo que es factible que pudieron tener un carácter probablemente funerario, ya que ninguna de las referencias disponibles sobre su origen alude a su aparición en el área de hábitat del yacimiento. La procedencia global del
mismo hallazgo solo podría atestiguarse si fuésemos capaces de argumentar para todos
sus componentes una cronología confluyente, con lo que el planteamiento de partida tendría suficientes visos de realidad.
Pero abordar un estudio monográfico de todos los elementos cerámicos, que compusieron la posible tumba orientalizante de Cerro Alcalá, también permite aportar importantes elementos de juicio a este debate. Algo que sería muy problemático, si solo dispusiéramos de hallazgos aislados, como el que representó en su momento la publicación de
la primera de las ánforas, aún a pesar de la existencia de su pareja. Sin embargo, el gran
inconveniente que sigue gravitando sobre estos hallazgos es el hecho de que, en realidad,
pudiésemos estar ante una colección arqueológica artificial creada intencionadamente
con la agregación indiscriminada de una serie de elementos procedentes del mercado de
antigüedades. Una posibilidad que, sin poderla desechar absolutamente, conduce a la
necesidad de analizar todos los componentes de este conjunto y articular vínculos de relación capaces de mostrar una asociación cultural y cronológica coherente. Desde este
punto de vista, antes de iniciar cualquier razonamiento interpretativo, no dudamos de que
existe una única procedencia en lo que respecta, al menos, a las dos ánforas. En ellas
encontramos similitudes iconográficas, tipológicas y tecnológicas evidentes, hasta el
punto de que pueden encajar –sin ningún tipo de forzamiento– con las peculiaridades que
se reúnen en una recuperación común.24
En lo relativo a la tipología, ya hemos indagado suficientemente en lo que se refiere
a la forma de las ánforas, por lo que no tendríamos que volver sobre ello. No obstante, sí
debemos asegurar las evidentes similitudes que los ejemplares de Cerro Alcalá tienen con
el ánfora del Museo de Cabra, tanto en el aspecto como en las proporciones; a pesar de
que el dibujo que hemos cotejado (Blánquez, 2003a: fig. 21) podría distanciarla de las
giennenses, al haberse representado por su perfil que más acusa la concavidad de su pared
bajo las asas, cosa que no es tan clara en las ánforas de Cerro Alcalá. Pero, pese a todo,
somos conscientes de que se trata de un detalle que no debería exagerarse, dadas las irre-
24 Pueden recordarse ciertas asociaciones en las que se han repetido algunos de los vasos recuperados, tanto en tumbas ibéricas más tardías: Galera (Cabré y Motos, 1920: lám. XV) o Baza (Presedo, 1973: fig. 2 y 4), como en poblados orientalizantes, donde posiblemente haya que admitir la existencia de santuarios urbanos orientalizantes: Montemolín (Chaves et
al., 2000) y, quizás, Carmona. (Belén et al., 2000). Sobre los santuarios urbanos y su evolución puede analizarse (Moneo
y Almagro-Gorbea, 1998).
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gularidades del producto alfarero final y que cabe achacar a la dificultosa confección de
un recipiente tan grande que, según los análisis radiográficos25 del ejemplar cordobés, se
hizo en tres partes independientes, preparadas por separado y que finalmente se unieron,
antes de introducirlo en el horno. Entendemos, así, que muchas veces los detalles que
analizamos con un interés científico no son más que los evidentes efectos de la impericia
del alfarero, valorando como aspectos formales característicos unos acabados que solo
debieron ser defectos achacables a su torpeza manual. En el intento por salvar esas dificultades, estimamos que las dos ánforas de Cerro Alcalá y una tercera, de Cabra, forman
parte de una producción en la que el artífice cerámico fue el mismo, que pueden responder al fruto del trabajo de un mismo taller, o incluso de dos alfarerías diferentes, pero muy
cercanas en lo productivo y en la geografía. Una circunstancia que, también, parecen evidenciar los elementos pintados decorativos que ostentan sus superficies.
Las otras formas, que pudieron incluirse en la misma tumba de las que proceden las
ánforas de Cerro Alcalá, requieren un estudio suficientemente pormenorizado. La urna
globular, en primer lugar, remite a tipologías que son muy recurrentes en contextos funerarios orientalizantes de distintos momentos y diferentes lugares. Por lo que ha venido
siendo habitual adoptar para ellas cronologías ciertamente distantes, que en ocasiones
confunden las interpretaciones arqueológicas. A ello, quizás haya contribuido también el
que los estudios globales de las vajillas prerromanas de la Península y Andalucía no son
muy abundantes, constituyendo un inconveniente para una sistemática clara de estas producciones. No obstante, estamos en condiciones de poder considerar algunos de esos análisis en los que se apuntan datos de cierto valor interpretativo, útiles para los objetivos
analíticos que perseguimos.
Sin un interés rigurosamente cronológico en esta búsqueda, el primero de esos estudios (July, 1975) constituye una aportación antigua, muy genérica en lo espacial y en lo
temporal, aunque de gran interés a pesar de su lamentable olvido. En él, su autor destacó
la importancia de la forma cerámica “chardón” en la Península, retomándola de una referencia anterior (Cintas, 1970: tipo Al), así como la de sus formas evolucionadas (Jully,
1975: fig. 10 ss.). Este tipo de vasija se parece a la nuestra en cuanto a la configuración
general de su cuerpo ovoide, cuello con perfil troncocónico invertido y tendencia a exvasarse. Pero hemos de dejar claro que el vaso globular de Cerro Alcalá no es exactamente
como el prototipo chardón, aunque sí debe estar relacionado de alguna manera con el
mismo. Del chardón derivaron otros muchos vasos con cuellos de muy distinto desarrollo longitudinal, como ocurre con algunos casos pintados de Toya (Pereira, 1979: tipos 4
25 Esa misma radiografía de la pieza muestra el diferente perfil a un lado y otro de las asas. A la derecha con la inflexión
señalada, a la izquierda con el abombamiento característico de los ejemplares de Cerro Alcalá (Blánquez, 2003a: 105, fig.
1 y 22,), lo que viene determinado por la contingencia espacial en la que se obtenga la muestra de la pared para el dibujo
arqueológico. Pese a tan notoria irregularidad, esa es la que se toma como referencia para la descripción del vaso, en la
que se acaba señalando un «cuerpo en forma de elipse ligeramente estrangulado hacia la mitad» (Blánquez, 2003a: 104).
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y 5,304-308), que en sus formas más definidas conformarán más tarde el denominado
grupo II.2.B.a.1 (Belén y Pereira, 1985: 313-316, fig. 4). Esto evidenciaría una trayectoria evolutiva extremadamente amplia, en la que encajarían múltiples formas cerámicas
globulares cerradas con cuellos abiertos, troncocónicos e invertidos, entre ellas las que
aparecieron junto a la Dama de Baza, que también serían un ejemplo propio de las fases
epigonales de esa misma evolución.
Dejando a un lado las distancias morfológicas entre la vasija globular de Cerro Alcalá
y los modelos chardón, en ambos casos y en cualquiera de los que podrían relacionárseles, se trata de vasos compuestos en los que puede diferenciarse nítidamente el cuerpo del
remate superior, además de la constante de no presentar nunca asas. En el vaso de Cerro
Alcalá el cuello es mucho más corto que en algunos de los ejemplares chardón, así como
en los asociados cercanos, representando dimensionalmente solo un cuarto –aproximadamente– del alzado completo de la vasija; mientras que en la s referencias originales, el
cuello significaba, en los casos más exagerados, hasta dos tercios del total de la altura.
De todos modos, no es una referencia totalmente significativa, ya que formas imitadas de
los primeros prototipos parecen alcanzar los tiempos ibéricos; aunque los cuerpos de
estos vasos son ya bicónicos, ciertamente muy diferentes de los antiguos. Con ello, sigue
siendo patente que la dificultad primordial con la que nos enfrentamos es la de situar cada
modelo en su adecuada localización temporal, siempre que sea cierta la evolución que se
ha planteado.
Con independencia de ello, las relaciones que sí pueden establecerse entre estos
vasos no impiden plantear que vasijas globulares como la de Cerro Alcalá pudieron desarrollarse desde un momento temprano, conformando un grupo aparte que pudo ser coetáneo con parte de la producción más cercana al modelo chardón. De esta forma, los paralelos que puedan existir estarían en ambientes antiguos, a los que no debieron ser tampoco ajenos otros contextos como los funerarios. Atendiendo a esta perspectiva, no parece desacertado fijarnos en alguna necrópolis relativamente antigua, donde también podemos encontrar vasos semejantes, aunque sigue pareciendo difícil poder matizar una cronología suficientemente segura.
Resulta curioso que sea la propia provincia de Jaén donde podemos encontrar las referencias más cercanas de nuestro vaso; concretamente, en algunas de las áreas funerarias
de Cástulo. Así, en una de sus necrópolis, en el Estacar de Robarinas, se descubrieron los
restos de una zona necropolar en la que aparecieron dos urnas (Blázquez y Valiente, 1982:
412 ss., Abb. 6-7) que serían las más parecidas a la de Cerro Alcalá, ya que incluso presentan el característico refuerzo engrosado de la base de los cuellos. Por lo que, con independencia de los restos pintados que también conservan, así como las diferencias en el
desarrollo de esos cuellos y en la configuración de sus bases, no encontramos demasiados
óbices para establecer una general similitud. Cronológicamente, la fecha que se obtuvo
para este conjunto funerario, en asociación con una estatuilla de Hathor26 en bronce, junto
a otros elementos del mismo metal, fue el siglo VII a.C. (Jiménez Ávila, 2003: 241).
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Ese jalón temporal, siempre que sea un referente válido para las propias cerámicas de
esa tumba de Cástulo, podría también tenerse en cuenta con la vasija de Cerro Alcalá. En
ella, ya señalamos cómo aparecían sobre su superficie restos muy desvaídos de estrechas
líneas pintadas en rojo, algo que configuraría otro parentesco de interés con las urnas de
Estacar de Robarinas, aunque aquí se conjugaba el fondo rojo decorativo con el contraste materializado por unos trazos que se pintaron en blanco.
El conjunto funerario de Cerro Alcalá se completaba con el plato que, además de la
descripción ya expuesta (fig. 8), podemos también definir como de labio quebrado, sin
resto alguno de decoración, pero en pasta clara rojiza. Su forma destaca un recipiente de
cierta profundidad, por encima de seis centímetros, por lo que tampoco hemos descartado que pudiera tratarse de una fuente. De todos modos, no es una forma habitual en los
repertorios de la vajilla conocida en los yacimientos andaluces: hay un posible paralelo
en Castillo de Doña Blanca (Ruiz Mata, 1993: fig. 14:3), pero con el que solo guardaría
una relación relativa, ya que el recipiente de Cerro Alcalá no presenta carena exterior y
el borde es mucho más corto; además de no aparecer pintado de rojo como el gaditano,
aunque tampoco podemos asegurar si el giennense lo estuvo en algún momento, aunque
es bastante probable a juzgar por el aspecto de la superficie.
En Cádiz, ese tipo de platos reciben una fecha en el siglo VI a.C., lo que podemos
poner en conexión con otras formas relacionadas que conocemos más directamente en el
Cerro de la Mora. Aquí se hallaron, tanto en cerámica gris como en clara, con pocos
representantes en las fases Mora IV/V; es decir, entre los siglos VII/ VI a.C. (Pachón,
1997: 286). Equivaldrían a la forma B3.la.IV que nosotros hemos reconstruimos con el
fondo más plano, pero que puede rectificarse con garantías, siguiendo fielmente el modelo de Jaén.
Tanto la configuración general del vaso, como el característico fondo rehundido, aluden a momentos relativamente antiguos de estas producciones, por lo que tampoco se trataría de un elemento cerámico que deba inducir a rebajar la fecha del conjunto hasta el
siglo V a.C. Por lo demás, habría también que considerar la posible relación de este
plato/fuente con los cuencos carenados de borde cóncavo, muy habituales en los hábitats
coloniales fenicios de la costa mediterránea, de los que podría derivar. Así, se explicaría
su presencia en Granada con formas evolucionadas ya en cerámica gris, que sabemos imitaban modelos foráneos en el hinterland fenicio. Junto con ello, si la anchura del borde
fuese significativa de cierto arcaísmo en la evolución interna del propio desarrollo de los
platos y fuentes de barniz rojo, como ya expusiera hace mucho tiempo Schubart (1976),
al menos para la costa del mediodía peninsular y pese a las críticas conocidas (Barceló et
al., 2000), el borde relativamente estrecho de nuestro vaso también tendería a subir la
26 Aunque quizás pueda tratarse de una imitación algo desvirtuada de Hathor (Jiménez Ávila, 2002).
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data. Pero esta peculiaridad no puede aceptarse sin el aval de los demás caracteres de la
vasija, además de su relación con las otras formas cerámicas de su posible contexto que,
en este caso, también parecen avalarlo.
Para apoyar una situación anterior al siglo V a.C., en nuestras cerámicas y sus posibles paralelos, debemos traer a colación otro fragmento cerámico de grandes similitudes
con el de Cerro Alcalá, procedente asimismo del horizonte de las colonias, concretamente del Cerro del Villar, en Málaga. El fragmento que destacamos de este yacimiento procede del estrato Ilb del corte 3, que se pudo fechar en el siglo VI a.C., posiblemente a
principios de la centuria (Aubet et al., 1999: 151, fig. 126, i), aunque los excavadores de
este yacimiento lo incluyen dentro del amplio conjunto de los cuencos carenados.27 Una
diferencia de nomenclatura que no impide, razonablemente, excluirlo como producto
relacionado en su forma con los ajuares funerarios de Las Tosquillas.
VI. CONCLUSIÓN
Ninguno de los dos ejemplares de ánforas de Cerro Alcalá presenta, frente a su pareja, diferencias de bulto en lo que respecta a sus representaciones iconográficas; pero tampoco son muy distintas de las demás que se conocen en este tipo de vasos. La gran mayoría de esas representaciones se mueven, casi permanentemente, en el mundo de las escenificaciones pintadas de animales fantásticos y alados, que ya son muy conocidas; al margen de las producciones con decoración exclusiva de motivos vegetales, que no se tratarán aquí. Todos estos motivos se relacionan con una raíz claramente orientalizante, en la
que tienen cabida formulaciones estéticas que oscilan desde las expresiones ortodoxas
hasta las híbridas, fruto de la unión de aquellas con la impronta autóctona. Estas últimas
han sido estudiadas en otros sitios suficiente y recientemente, tanto en lo que respecta a
su sentido general (Olmos, 2003b) como a su plasmación material en soportes muy diversos (Le Meaux, 2003), piedra (Izquierdo, 2003) y toréutica (Jiménez Ávila, 2003).28
Tratando de tener todo esto en cuenta, la iconografía de Cerro Alcalá obliga a centrar
el análisis en las representaciones de los dos representantes anfóricos. De ellos, lo más
significativo, tanto si observamos la decoración de uno como del otro vaso, es la constatación de que estamos ante sendas procesiones de tres grifos, aunque con la diferencia de
plasmarse con mucha mayor autenticidad en la segunda de las vasijas; entendiendo con
ello que en este ánfora se amoldan mejor a la imagen prototípica que tenemos de esos ani-
27 La descripción que dan del fragmento es la siguiente: «Borde de cuenco carenado. Pasta de color gris claro, grosera.
Superficie alisada de color castaño claro. Desgrasantes: esquisto y cuarzo con frecuencia media y tamaño mediano. Diám.
boca: 20,6 cm.» (Aubet et al., 1990: 73 del Anexo digitalizado).
28 Nosotros mismos también hicimos una incursión en esta discursiva, que puede seguir teniéndose en cuenta (Pachón,
Carrasco y Aníbal, 1994: 253 ss.)
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males fantásticos. Pero, considerando esas pequeñas diferencias, y teniendo en cuenta
que los dos recipientes proceden del mismo contexto funcional, estaríamos ante la certeza de que en ellas pudieron fusionarse coetáneamente dos corrientes: la de la interpretación ortodoxa de los referentes míticos orientalizantes y la de la hibridación indígena, o
asimilación personal del modelo original.
Se trata de una idea que no podemos considerar estrictamente novedosa, porque ya
se ha expresado convenientemente,29 pero sí consideramos que las ánforas de Cerro
Alcalá materializan por primera vez, en el mismo lugar y tiempo, la producción de un
taller concreto, o de un artista particular, en el que encontramos las dos versiones diferentes de una misma realidad, una más cercana al modelo y otra interpretada más libremente, pero –probablemente– realizadas por una misma mano o por artífices muy cercanos. Ante este planteamiento, la explicación más convincente sería suponer una sucesión
lógica de acontecimientos, dentro de un proceso en el que, primero, se reproduce el
modelo foráneo y, después, se interpreta localmente. Pero, como hemos tratado de
demostrar idéntico contexto funerario para las dos ánforas, surge la evidente contradicción que supone hacer coincidir ambos momentos sucesivos. Sin embargo, no se trata de
un problema insalvable, porque sólo se trataría de una antítesis aparente. Ante ella, cabe
aceptar la dinámica de unas sociedades indígenas en las que los modelos orientales reales, que habían sido traídos de fuera,30 acabaron significando referencias simbólicas con
valor mágico-religioso y de expresión de poder cuyo uso trascendió varias generaciones.
Por tanto, no debe extrañar que la pervivencia de muchos de ellos siguiera inspirando
imitaciones cercanas a los originales, al tiempo que se desarrollaban versiones novedosas inspiradas en aquellos mismos modelos.31
Detallando algo más las diferencias materiales entre las representaciones de una y
otra ánfora, deberíamos centrarnos fundamentalmente en las cabezas, que son las que
determinan la indudable presencia de grifos en la segunda vasija, frente a los más problemáticos animales que se plasmaron en la primera. Por lo demás, las similitudes en
cuanto a composición, distribución espacial y solución decorativa, son más que evidentes, reforzadas por la propia equivalencia tipológica de las vasijas. Este hecho imposibilita aceptar diferencias cronológicas entre los dos ejemplares, de modo que la distinta
29 En palabras de una de las autoras antes citadas (Le Meaux, 2003: 188): “... l’étude et la connaissance du matériel de probable origine oriéntale peuvent confirmer, éclairer et spécifier dans un premier temps la cause de sa longue persistance et
dans un second temps la continuité des valeurs symboliques du matériel occidental ou, au contraire, la disparition ou la
transformation en de noveaux canons décoratifs”.
30 La llegada de todos estos elementos orientalizantes puede achacarse originariamente a lo que se ha llamado precolonización, un fenómeno bastante debatido pero que podríamos hoy aceptar sin demasiados ambages. Dos estados de la cuestión, bastante recientes, se encuentran en Almagro-Gorbea (2000) y Blázquez (2002). Existe también una puesta en valor
de lo orientalizante en Córdoba, cerca del lugar de los hallazgos que aquí estudiamos, que resulta de interés para la comprensión de esta problemática (Martín de la Cruz, 2003).
31 Tampoco se trataría de las maneras heterodoxas que encontramos en las producciones finales del proceso, aunque sigan
recordando todavía los orígenes orientalizantes. Se trataría del caso de Atalayuelas que luego comentaremos.
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solución de las testuces debe responder, necesariamente, a la contemporaneidad entre
pervivencias de modelos y desarrollos originales. A ello habría que unir la posible necesidad de cubrir un encargo doble, destinado a una misma tumba en la que debieron diferenciarse estéticamente los dos vasos principales, aunque fuese mínimamente, posiblemente porque la manifestación de riqueza inherente a la sepultura a la que pertenecieron
debería justificar esa misma individualización de las decoraciones.32
Ya hemos explicado en otro sitio la significación de las representaciones de grifos
(Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: 252, nota 159), por lo que no debe insistirse en ello;
pero sí interesa reiterar la importancia que tuvieron y su uso en variados soportes, en concreto respecto a la concepción del poder y como justificación de la posible existencia de
realeza. Se partía de sociedades incipientemente diferenciadas, en las que había un horizonte determinado y primigenio de separación de clases, en las que cobraba interés la
posesión de ciertos elementos de prestigio por su valor para reproducir la jerarquización,
como ya señalara Renfrew (1972). Para el insigne autor, las sociedades que ya han desarrollado estructuras de poder basadas en las jefaturas tienen un modo de significarse a
través de la posesión de objetos de prestigio: elementos suntuarios que, a finales del
Bronce, eran los que estaba aportando la precolonización y, luego, siguieron suministrando los fenicios.33
Tales comportamientos explicarían la distribución de un importante grupo de objetos
exóticos y de lujo en muchos lugares del interior peninsular, pero de los que todavía disponemos de un porcentaje ciertamente exiguo; aunque su conocimiento sigue creciendo
paulatinamente, como reflejo directo de su verdadera importancia. Los diferentes soportes y la distribución de los mismos: elementos metálicos, marfiles y cerámicas, deberían
expresar no solo un reparto acorde con la radicación de diferentes poblaciones con cierto valor cultural,34 sino la capacidad económica de los receptores y la propia cercanía a
los centros productores y rutas comerciales de uso en la circulación de sus artículos, aunque fuesen relativamente ajenos al centro político de mayor importancia más cercano.
32 Puede recordarse un comportamiento similar en tiempos ibéricos, en las urnas y ánforas pintadas que aparecieron formando parte del ajuar de la tumba de la Dama de Baza, vasijas que recibieron una decoración similar, pero diferente
(Presedo, 1973: figs. 2, 4y 7; láms. VII y VIII). En el caso de Cerro Alcalá, tampoco creemos posible una falta de intencionalidad en las diferencias pictóricas observables, porque, si se hubiese pretendido hacer dos ánforas totalmente iguales, las lógicas diferencias existentes en todos los productos artesanales no serían suficientes para explicar la distancia
entre los grifos de cada ánfora.
33 La espectacular fuente metálica de El Gandul (Fernández, 1989) debe entenderse en este sentido. En ella se representa un
repertorio iconográfico amplio con serpiente, peces, esfinges, leones alados, palmetas, flores de loto y vaso chardón, también alado, en la línea de los que conocemos en las cerámicas orientalizantes. Una bandeja que no supone, para todos los
autores, un producto totalmente foráneo: Jiménez Ávila (2003: 237) la considera de fabricación fenicia occidental, algo
que no significa nada trascendental en la lógica de nuestro discurso, ya que los semitas de las colonias occidentales debieron trabajar según las pautas orientales, aunque en muchas ocasiones acomodaran sus productos a los gustos indígenas.
34 Así, algunos intentos de limitación espacial de lo tartésico (Molinos, Rué y Serrano, 1995) quedan en entredicho conforme se van conociendo hallazgos que amplían el hinterland de los centros nucleares, como muestran los hallazgos que presentamos y otros que ya lo anunciaban (Roos, 1997).
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Es muy probable que los elementos de prestigio cumplieran, en los tiempos iniciales
del proceso, un papel claro de distinción de la realeza (Almagro-Gorbea, 1993a, 1993b y
1996); aunque la posterior crisis de las monarquías orientalizantes, ante el empuje de las
aristocracias locales, debió cambiar profundamente el significado de estos objetos de
lujo, o tal vez ampliase el ámbito de aplicación práctica de los mismos. En conjunción
con esto, también en los orígenes, la relación directa entre divinidad y realeza parece quedar fuera de toda duda. Al amparo del influjo de la mitología fenicia en el mundo indígena, se produjo una asimilación de los dioses semitas que pudieron llegar a identificarse con los reyes autóctonos, como se ha interpretado a partir de la iconografía de un marfil de la necrópolis de Medellín.35
Pasado un tiempo, la disolución de ese poder monárquico, dinamitado por el auge
aristocrático, debió provocar una cierta disociación entre política y tradición religiosa; de
modo que lo que hasta entonces habían sido elementos de apropiación de ese poder, gracias a los objetos de prestigio, pasarán a poseer un simple valor religioso con interés para
los depósitos cultuales en los santuarios, o incluso para su empleo en los ajuares funerarios de los personajes más distinguidos de las comunidades peninsulares. La presencia de
toda esta imaginería orientalizante puede rastrearse en elementos de prestigio de gran
valor económico, como marfiles o bronces, y pasarán ahora a desarrollar auténticos programas iconográficos sobre soportes de mayor acceso social, principalmente a través de
las cerámicas. Así, la abundancia de productos alfareros, donde se incluirían los casos
pintados con estas temáticas orientalizantes, como los que se conservan en el Museo de
Cabra, creemos que aluden directamente a esta importante transformación socioeconómica, que al final de su proceso daría lugar a las sociedades aristocráticas plenamente ibéricas (Ruiz Rodríguez y Molinos Molinos, 1992: 181 ss.)
El valor de prestigio que venimos señalando hace referencia a uno de los usos que
pudieron recibir estos vasos,36 al que se añadiría respectivamente, en atención a los lugares conocidos de hallazgo, ya sean hábitats o necrópolis, la doble función cultual y fune-
35 Almagro-Gorbea (2002: 72) destaca: “En todo caso, estas escenas iconográficas deben verse como resultado de la confluencia de diversos planos paralelos. Uno puede considerarse el narrativo tradicional, relacionado con cuentos y leyendas que circularían por Oriente y que los contactos coloniales contribuirían a difundir por todo el Mediterráneo. Otro sería
el plano mítico y de las creencias, pues dichas narraciones, seguramente de tipo épico, responderían a un fondo originariamente religioso, contribuyendo a la asimilación y conformación de las creencias y mitos correspondientes. Finalmente,
otro plano sería etiológico, pues el héroe se identificaría con el «Héroe Real», imagen y símbolo del Rey como liberador
del mal, con un marcado carácter benefactor y apotropaico, función que explica la perduración de esta iconografía hasta
el palacio de Darío en Persépolis, última manifestación de este esquema milenario”.
36 No nos referimos al uso intrínseco que pudo tener cada vaso en cuestión, porque sin un análisis más profundo de los recipientes, descontando el inconveniente de ser hallazgos casuales, no podemos determinarlo expresamente. En estas condiciones, solo podemos intuir que si se depositaron en una tumba, como venimos defendiendo para los casos de Cerro
Alcalá, debieron emplearse como simples receptores cinerarios o como contenedores ajuáricos de carácter alimenticio.
Está comprobada la utilización de algunos de estos vasos como recipientes cinerarios, tal como ha evidenciado científicamente el estudio de las vasijas del Museo de Cabra (Blánquez, 2003b: 216).
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raria.37 Posiblemente, los objetos orientalizantes tuvieron desde un principio estas dos
últimas utilidades básicas; a la que se habría unido en los momentos más antiguos aquella citada en primer lugar: la acumulación de prestigio social. A partir de la creciente
socialización de las comunidades protohistóricas, entre la fases orientalizante e ibérica,
desde la crisis de las realezas, hubo de provocarse una particularización en el uso de los
objetos, en uno u otro sentido de aquellas dos funcionalidades. Es decir, se asistiría a un
ascenso en su utilidad religiosa y mortuoria, pero sin que se produjese una pérdida absoluta de la primera de las practicidades, sino una progresiva disolución al repartirse en una
más amplia base de usuarios.
Este proceso rompería el sentido simbólico de la identificación de los héroes míticos
con la realeza, para lo que debió ser definitiva la transformación de los animales fantásticos ortodoxos en híbridos cargados de un menor sentido simbólico, o con una significación más confusa y distinta. La pérdida de las tradicionales expresiones iconográficas,
su paulatina transformación hacia manifestaciones simbólico-religiosas nuevas, la
suplantación de las bandas iconográficas corridas por escenas diferenciadas y el cambio
de los soportes vasculares, empezaron a ser corrientes. Esta nueva situación creemos que
debió darse en el siglo V a.C., como manifestaría explícitamente la crátera de columnas
de Atalayuelas (Pachón, Carrasco y Aníbal, 2007), por lo que el mantenimiento de los
valores anteriores, que todavía se muestran en Cerro Alcalá, hablaría de que estamos en
un momento previo que, al menos, tendríamos que situar en el siglo VI a.C.
Con ocasión de la publicación de la primera de las ánforas de Cerro Alcalá, interpretamos ese proceso que acabamos de describir en las cerámicas pintadas orientalizantes,
aludiendo a una cierta democratización en su uso, en el sentido que se ha venido señalando antes: de una mayor generalización social de su empleo, que se vio facilitada por la
suplantación de las estructuras socio-políticas basadas en la realeza por otras de carácter
aristocrático. La nueva situación tendría que expresar un mayor reparto del poder, dividido cuando éste se trasvasó a una base social más amplia (los aristócratas frente al rey).
Arqueológicamente, esta circunstancia parecería estar demostrada con el aumento de cerámicas pintadas orientalizantes, que de esta manera empiezan a hacerse presentes generalizadamente en los espacios de hábitat.38 Se trata de una opinión hipotética que, recientemente, se ha puesto en entredicho (Blánquez, 2003b: 216; Blánquez y Belén, 2003:188),
aunque creemos que no se ha considerado nuestra posición en su justo sentido.39
37 Esta dualidad no impide interpretar que en ambos conceptos subyace un único trasfondo de cariz religioso, pero la disyuntiva la exponemos conscientemente para atender de un modo más práctico al análisis interpretativo que planteamos.
38 No queremos decir que aparezcan ahora en los asentamientos, sino que su presencia se hace más abundante. En este sentido podríamos traer a colación el pequeño asentamiento de Granados, en la provincia de Sevilla, donde la importante aparición superficial de este tipo de cerámicas es muy elocuente (De la Bandera et al., 1990) y que más adelante comentaremos.
39 Literalmente dijimos (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: 253): “De la necesidad del propio grupo dominante para apropiarse de una religión tan exótica, buscando un elemento diferenciador más de clase, se pasó a la imitación generalizada
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Por ello, es necesario añadir al respecto que la democratización de la que hablamos
solo supondría una ampliación social importante de determinados usos de la comunidad,
pero en ninguna medida la generalización de ellos. De lo contrario, estaríamos confundiendo literalmente democracia y sociedad comunal, que es precisamente hacia lo que
divergen los grupos sociales relativamente modernos frente a las comunidades más claramente prehistóricas. Si, en el plano de los productos orientalizantes, tuviésemos la certeza de que solo ha habido un uso funerario de los mismos, tendríamos que aceptar siempre la presencia de una estructura social clasista en la que determinados objetos de lujo
caracterizarían –en especial– ciertas tumbas de los grupos jerárquicos. Pero, junto a eso,
cada día es más evidente que, desde un cierto momento, empezamos a encontrar una
abundancia distributiva mayor en los hábitats para las producciones cerámicas ilustradas
orientalizantes, lo que debe tener una explicación razonable.
Responder en esa explicación que hay un uso sacro para esas cerámicas en los hábitats, no es del todo significativo, en cuanto que, incluso si solo fuesen hallazgos exclusivos de las sepulturas, no dejarían de tener ese mismo sentido sacral. Es decir, lo sagrado
por sí solo no podría explicar una mayor abundancia cerámica en los poblados, por lo
menos si se separa radicalmente de una interpretación social. Veamos: el servicio funerario dentro del ajuar es un contenido sacral privativo, en cuanto que sólo se dispone para
que sirva aisladamente como función salvífica del difunto. Este sentido, de relación individual con la divinidad, también se hace presente en cualquier ofrenda a los dioses que
se lleve a cabo en un lugar de culto, como pudieron ser los santuarios urbanos. Pero, a
diferencia de lo que ocurre en la tumba, cualquier santuario tiene un carácter abierto, y
extraindividual, que socializa la mayor parte de las actuaciones que tienen lugar en el
mismo; lo que supone una participación de la sociedad creyente en cualquiera de sus
actos litúrgicos (ofrenda o sacrificio).
Es más, si pudiésemos demostrar que todas las ofrendas cultuales en los templos
orientalizantes son exclusivas de las clases dirigentes, su exposición pública y el desarrollo de un ritual ad hoc, que debía quedar visible post féstum,40 haría partícipes a un
número mayor de miembros de la comunidad que cuando esos objetos eran sólo una señal
privada de prestigio, como indudablemente lo fueron al servir de contenido mortuorio. Es
decir, el uso urbano cultual de las cerámicas orientalizantes debió significar una demo-
por parte de los subditos, de los modos jerárquicos, en el convencimiento de que de ahí derivaría un cambio de su propio
status. Aunque ese cambio se producirá, dispersándose la situación de concentración del poder tradicional basado en las
jefaturas, gracias a la adopción de modelos más socializantes como la metalurgia del hierro, la realidad vino acompañada
por la extensión de las nuevas creencias y de sus soportes artísticos. La cerámica orientalizante, como uno más de ellos,
extiende su geografía y la topografía de utilización: saltando los márgenes funerarios donde, originariamente, quizás fue
exclusiva.”
40 Salvo las ofrendas de fundación que sí quedaban enterradas, tal como hoy ocurre todavía con los actos de colocación de
la primera piedra en los nuevos edificios. Puede citare a este respecto las importantes depósitos fundacionales de los templos de Biblos, que ya suponen un hallazgo clásico (Montet, 1928: 62 ss)
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cratización relativa en el uso de esos objetos y en el servicio religioso que suponen. Pero,
incluso si esto no se hubiese producido, habría que demostrar que todos los fragmentos
cerámicos conocidos solo proceden de áreas religiosas, santuarios y templos comprobados; cosa que, hoy por hoy, no podemos demostrar. Sólo contamos con el hecho de que
el mayor número de referencias cerámicas existentes (fig. 1) son relativas a yacimientos
que, en su mayoría, se han considerado poblados; pero, también son, en gran medida,
lugares que no se han excavado todavía, por lo que su mejor conocimiento futuro podría
trastocar esa adjudicación.
Por último, y al respecto, no queremos acabar este trabajo sin hacer referencia a un
pequeño yacimiento, donde se ha recuperado una enorme cantidad de fragmentos de
cerámicas orientalizantes figurativas. Se trata de Cerro Gordo en Gilena (De la Bandera
et al., 1990), donde la acumulación superficial de fragmentos de estos vasos es impresionante, alcanzando un área de dispersión que, prácticamente, parece cubrir la totalidad
del yacimiento. Esto supondría, según la teoría restrictiva de un uso exclusivamente religioso, que toda la extensión del lugar estuvo dedicada al servicio cultual, cosa que supondría un espacio en apariencia bastante mayor que el que representa, por ejemplo, el conocido palacio-santuario de Cancho Roano.41
Desde una posición razonable, es indudable que un yacimiento como el citado no
podría considerarse un hecho habitual, pero más insólito resultaría dar por probada la
existencia, en ese sitio de Gilena (Sevilla), de una especie de palacio o de templo monumental que lo explicase, según la teoría del uso urbano de lo cultual. Por el contrario, la
ampliación de la representación de las clases sociales en el poder, ya fuese en momentos
plenamente aristocráticos de lo ibérico, o incluso en las situaciones de transición de ese
proceso,42 sí creemos que ilustra convincentemente la ampliación de las modas de las élites anteriores y, por ende, el aumento de la demanda de unos productos prestigiosos que
entonces se encontraban generalizados en soportes relativamente baratos como las cerámicas. El amplio repertorio de formas vasculares, con las que hoy contamos, debería también demostrarlo.43
Esa, y no otra, es la democratización a la que nos habíamos referido anteriormente,
en relación con las cerámicas orientalizantes, siempre relativizándola a las clases privilegiadas de las sociedades indígenas. Sin querer poner en duda su valoración religiosa, en
la tradición simbólica de legitimación del poder, debemos admitir el uso mágico que
tuvieron esas cerámicas en los espacios sagrados de los vivos y el sentido apotropaico
41 La bibliografía de este lugar es muy extensa por lo que puede consultarse una de sus últimas aportaciones (Celestino,
2001), con la mayor parte de las referencias editoriales existentes.
42 Puede verse, en relación con estos presupuestos, nuestro último estudio sobre la crátera pintada de Atalayuelas (Pachón,
Carrasco y Aníbal, 2007).
43 Véanse las tablas que ya hemos publicado (Pachón, Carrasco y Aníbal, 1994: fig. 9, sin Atalayuelas; Pachón y Aníbal,
1999: 22 y 2000: fig. 5; Pachón y Carrasco, 2005: cuadro 2), a las que habría que añadir las novedades que aportan las
vasijas del Museo de Cabra (Blánquez, 2003a: fig. 7, 9, 11, 13, 15, 17 y 19).
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que puede adjudicárseles, así como el haber sido vehículo de salvación de las almas en
los lugares fúnebres. Todo, sin menoscabo de la generalización de su presencia ante tan
extendida demanda funcional, que explicaría un mayor y creciente conocimiento de sus
restos en los diversos espacios arqueológicos del mediodía peninsular. En ese contexto,
creemos que las cerámicas policromas de Cerro Alcalá contribuyen a comprender la
ampliación de referentes de este tipo con los que hoy cuenta la arqueología orientalizante de la Península, en general, y de Andalucía, en particular.
Este uso tampoco desdice que sigamos aceptando fechas que ya habíamos venido
exponiendo para el hallazgo estudiado, pero que hoy encuentran mejor apoyo con el contexto que se le ha podido asociar. La cronología que le es afín parece que concuerda con
las fases de transición entre los momentos de pujanza de aquellas estructuras sociales, en
las que la realeza pudo haber tenido un papel destacado, y aquellos otros en que tal realeza empezó a ser puesta en entredicho por las aristocracias locales. Aunque lo más adecuado sería optar por un momento antiguo de esas etapas transicionales, anteriores a otras
materializaciones policromas e iconográficas sobre cerámica, que encontraríamos ya en
el siglo V a.C. y que evidencian otros hallazgos como el de Atalayuelas. Por ello, el debate que hemos planteado, entre argumentaciones arqueológicas, tipológicas y cronológicas, permiten mantener estas cerámicas de Cerro Alcalá en un momento indeterminado
del amplio horizonte cronológico que discurre entre los siglos VII y VI a.C.
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Trinidad MARTÍNEZ I RUBIO* y Valentín VILLAVERDE BONILLA*
PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO
(MILLARES, VALENCIA): UNA NUEVA DOCUMENTACIÓN,
UNA NUEVA LECTURA
RESUMEN: Se presentan los resultados de la revisión de los paneles con arte rupestre de la
Cueva del Cerro, que ya fuera publicada en esta revista en 1981. Los trabajos de documentación han
permitido localizar 10 figuras humanas, un zoomorfo y un signo abstracto inéditos. A partir de esta
revisión se evalúan los distintos sistemas utilizados para la realización de los calcos. Del mismo
modo, el análisis de los paneles ha modificado la inscripción inicial de los motivos antropomorfos
dentro del horizonte levantino.
PALABRAS CLAVE: Arte rupestre holoceno, documentación, figuras humanas.
ABSTRACT: Rock art from la Cueva del Cerro (Millares, Valencia): a new documentation, new approach. We present in this paper the results of the review of documentation from the
Cueva del Cerro (Millares, Valencia), which was already published in APL in 1981. This new documentation has pointed out 10 human figures, one zoomorphic figure and one abstract sign, all of
them unknown until now. From this revision we assess different systems for recording rock art
paintings. In the same way, the evaluation of the panels has modified the initial inclusion in
Levantin Rock Art of human motifs.
KEY WORDS: Holocen Rock Art, recording rock art systems, human figures.
* Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
E-mails: trinidad.martinez@uv.es - valentin.villaverde@uv.es
—161—
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2
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
INTRODUCCIÓN
La importancia de la documentación como herramienta de estudio y conservación del
arte rupestre ha sido ampliamente mostrada y sobra decir que una buena parte de los
estudios de arte rupestre recurren a documentación preexistente. Del mismo modo, la
documentación resulta básica a la hora de llevar a cabo cualquier plan de conservación o
administración del sitio (Kolber, 2002).
La finalidad de los trabajos de documentación de arte rupestre desde sus inicios fue
doble (Villaverde, 2007): por un lado mostrar y demostrar la existencia de los restos
arqueológicos, el material ‘extraído’ del yacimiento, en este caso las expresiones gráficas
rupestres. Por otro, posibilitar su lectura, su estudio. Producir objetos arqueológicos,
transformar fenómenos (las pinturas) en objetos controlables en el laboratorio y
trascender el mero rescate técnico para realizar evaluaciones culturales; interpretar los
procesos de construcción de los sitios (Consens, 2002). Sin una completa documentación
no existe base para una investigación exhaustiva y exacta, o una interpretación plausible
(Kolber, 2002).
El valor de los calcos, o restituciones gráficas, reside en la cantidad y calidad de
información que estos aportan para el estudio de los motivos, paneles y estaciones, dada
la imposibilidad de acceder a todos los documentos primarios por parte de los investigadores (hecho que tampoco es deseable para el desarrollo de la actividad investigadora).
Con estos objetivos en mente, la evolución de los métodos de documentación ha sido
notable en los últimos años. Los métodos directos, casi omnipresentes hace tan sólo unas
décadas, han dado paso, con la aparición de nuevas tecnologías, a métodos mucho menos
agresivos, indirectos, con los que a su vez, se obtienen en numerosas ocasiones unos
mejores resultados. Todo esto a pesar que el fenómeno rupestre a analizar, por un lado, y
los objetivos de la investigación, por otro, limitan y matizan tanto los resultados de la
documentación como el uso que se puede hacer de ella.
A lo largo del tiempo y de manera no siempre explícita, los estándares de presentación de los calcos o reproducciones del arte rupestre pintado han quedado más o menos
establecidos (Domingo y López Montalvo, 2002; López Montalvo y Domingo, 2005):
reproducciones en blanco y negro con uso de intensidades, escaladas, que puede contar
con una restitución básica del soporte, si bien, el abanico de posibilidades sigue siendo
amplio en función de los objetivos de tales reproducciones.
METODOLOGÍA
La metodología con la que se ha abordado este trabajo prosigue la línea iniciada en
la documentación de varios conjuntos levantinos, llevada a cabo mediante la colabora—162—
[page-n-163]
PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
3
ción del Departament de Prehistòria i Arqueologia y el Instituto de Arte Rupestre Valenciano, ahora incluido en el Institut Valencià de Conservació i Restauració (Villaverde et
al., 2000; López Montalvo et al., 2001; Martínez y Villaverde, 2002; Domingo et al.,
2003; Martínez i Rubio, 2006; Domingo et al., 2007).
En estos momentos, esta metodología de restitución de los paneles mediante
procesos digitales, ha sido suficientemente contrastada y los resultados obtenidos en algunas de las principales estaciones de arte rupestre donde se ha aplicado, principalmente
en Castelló, dan muestra de su validez.
Uno de los principales pilares en los que se basa este método es el establecimiento
de una dialéctica continua de trabajo entre los calcos y las imágenes originales, a las que
se recurre reiteradamente hasta que la lectura de las restituciones alcanza el nivel de
corrección deseado. Esto hace de la obtención de los calcos un proceso largo, pero es el
resultado final el que valida el tiempo invertido.
Con la discriminación del pigmento respecto del soporte y la obtención de los
motivos, el paso siguiente es el estudio de las relaciones espaciales entre motivos, la
restitución del panel en su totalidad. Con este objetivo se han introducido instrumentos
de medición de precisión para ubicar los motivos. En este caso, el uso de la Estación Total
nos ha permitido reducir el margen de error en la localización. Esto es, una correcta
ubicación y orientación (coordenadas X Y) de los motivos en si mismos y entre ellos, y
a su vez, considerar e introducir la profundidad (coordenada Z) en el estudio de las
relaciones espaciales de y entre los motivos.1
De esta manera la restitución del panel se presenta manteniendo los estándares de
publicación tradicionales, donde se localizan los motivos con su relación espacial
respecto al resto, los principales rasgos topográficos que afectan el panel y su ubicación
general dentro del abrigo o cueva.
LA CUEVA DEL CERRO
Descubierta en 1980 por José Martínez, la Cueva del Cerro fue estudiada y publicada en 1981 por Valentín Villaverde, José Luis Peña y Joan Bernabeu en el Archivo de
Prehistoria Levantina. Esta fue una de las primeras aproximaciones a los yacimientos de
arte rupestre del término municipal de Millares. Actualmente, la revisión de esta documentación se da en el marco de la tesis doctoral realizada por uno de nosotros (T.M.R.),
centrada en el arte rupestre de la zona.
1. Los calcos han sido elaborados por Trinidad Martínez i Rubio en el marco de los trabajos de documentación llevados a
cabo para la realización de la Tesis Doctoral.
—163—
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4
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
Fig. 1.- Localización de la Cueva del Cerro.
La Cueva del Cerro se localiza en las proximidades del municipio de Millares
(Valencia), a poco más de 2,5 km de éste y a 283 m de altitud (fig. 1). Los altos en los
que se ubica forman parte de la vertiente meridional del Riu Xúquer. La cueva está
orientada hacia el SW, dominando desde su boca la partida, actualmente de uso agrícola,
denominada del Ortiz, que se configura como un estrecho valle en el abrupto descenso
desde la Muela hasta el cauce del río. Las coordenadas UTM son 30 S 0694820E
4345002N (Datum WGS 84).
La cueva presenta una boca de 2,85 m de anchura y 2,5 m de altura. La profundidad
de la cueva es, hasta donde se puede entrar, de 11 m. pero continúa convertida ya en una
estrecha galería el desarrollo cárstico. La cueva presenta filtraciones de agua que afectan
a las pinturas, especialmente en la pared derecha. Actualmente, sirve de refugio para los
animales salvajes que, a pesar de la proximidad a las zonas agrícolas (o tal vez por ello),
frecuentan o habitan la zona. Tienen una especial incidencia para la conservación de los
motivos, por sus hábitos, las cabras salvajes (Capra pyrenaica), el muflón (Ovis ammon)
y los jabalíes (Sus scrofa).
Desde el exterior de la cueva hacia el interior, en la pared izquierda, encontramos en
primer lugar, un motivo aislado, CC1, en la parte alta, casi en el techo. Situados más
abajo, se encuentran CC2 y 3 en un alveolo poco profundo. Hacia el interior de la cueva,
enmarcado en un alveolo de paredes suaves esta la agrupación de motivos, CC4 a 21.
Opuesto a este sobre la pared derecha, y sobre otro alveolo, se localizan los motivos
CC22 a 26 (fig. 2).
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
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Fig. 2.- Topografía. Detalle en alzado y sección de los paneles. 1) Panel izquierdo exterior.
2) Panel izquierdo interior. 3) Panel derecho.
DESCRIPCIÓN DE LOS MOTIVOS (fig. 3 a 5)
CC1: Motivo esquemático localizado a la entrada de la cueva, sobre el sector
superior de la pared izquierda. Compuesto por 4 líneas verticales de espesor entre 5 y 14
mm, una línea a la izquierda en disposición oblicua (45º de inclinación aproximadamente) y restos de pigmento en la parte superior y derecha. El motivo se ubica en una
pequeña oquedad natural, poco profunda, que enmarca la figura. Un desconchado en el
sector inferior izquierdo y otro en el lado superior central han dañado el motivo. Así
como procesos de ahumado que han oscurecido y difuminado el pigmento. Color: 5R 3/6.
Tamaño: Las líneas oscilan en su longitud entre los 5 y los 6 cm.
CC2: Línea horizontal en rojo entre los motivos 1 y 3. Parece que el pigmento se
haya aplicado con pincel con el inicio del trazo en el lado izquierdo y el final en el
derecho. Color: 5R 4/4. Tamaño: 4,2 cm.
CC3: Figura zoomorfa en negro orientada a la izquierda. Con una conservación muy
deficiente por la perdida de soporte a la derecha que afecta la cabeza y por el corrimiento
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Fig. 3.- Sector izquierdo-entrada. Motivos 1 a 3.
del pigmento provocado, aparentemente, por el agua. Su identificación se hace aun más
difícil por el color negro que presenta, que se diluye en el negro del humo o los oxolatos
adheridos a la pared. Aunque se ha perdido la zona de la cabeza, el cuello, ancho y
robusto, es una de las partes mejor definidas. Así como la línea cérvico-dorsal, que marca
en la cruz una ligera inclinación. El cuerpo, macizo, muestra cierta gravidez y las
extremidades se insertan toscamente en el cuerpo, sin que se aprecie modelado anatómico
y con una disposición paralela que responde a una visión en perspectiva biangular recta.
El extremo posterior da cuenta de una cola ancha apuntada y, debajo de ésta, las nalgas
adquieren un aspecto anguloso y rectilíneo. En general, la figura tiene un aspecto bastante
tosco y aunque es difícil proponer una identificación, pensamos que podría tratarse de
una caballo. Color: 7.5 YR 4/0. Tamaño: 20 cm.
CC4-7: Grupo de 4 figuras humanas en visión frontal. Se localiza a unos 5 m de la
entrada, en la pared izquierda y a unos 70 cm del suelo, en el centro de una concavidad
provocada por la erosión, lo que proporciona un soporte liso y apto para la pintura.
Bastante afectada la composición por los procesos erosivos, los restos se aprecian muy
tenuemente. Las 4 figuras presentan un mismo patrón y están unidas por parejas (CC4-5
y CC6-7). La conservación de CC6 no permite la lectura de la cabeza, pero en CC4 y CC7
éstas son discoidales, mientras que en CC5 es triangular. Tienen el cuello indicado, ancho
y largo respecto al cuerpo. Los brazos en la pareja CC4-5 adoptan una posición simétrica:
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PINTURAS RUPESTRES DE LA CUEVA DEL CERRO (MILLARES, VALENCIA)
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Fig. 4.- Sector izquierdo interior. Motivos 4 a 21.
los exteriores (en relación a la pareja) van a la cintura flexionando el codo; los brazos más
próximos están extendidos y en contacto, materializando la unión. Una situación similar
parecen reflejar las figuras de la pareja CC6-7, pero su estado de conservación no permite
una lectura clara de los brazos. Los troncos son rectos y desde la cintura hasta la altura
de las rodillas presentan ensanchamientos en tinta plana que entendemos como la
representación de faldas, cortas y ligeramente acampanadas. Las piernas se curvan
levemente hacia el interior y no tienen los pies indicados. En general, las figuras
presentan una disposición casi estática, sólo modificada por la posición de los brazos y
la unión de las manos. La visión es frontal para todas las figuras. Color: 2.5 YR 5/6.
Tamaño CC4: 6 cm; CC7: 4,9 cm.
CC8-13b: Agrupación humana compuesta de un mínimo de 4 individuos y restos de
pigmento no identificables. Situados a la derecha del grupo anterior, en el borde superior
de la concavidad que las encuadra, el estado de conservación es muy deficiente: a los
problemas de despigmentación por la acción del agua que suma la pared, hay que añadir
la existencia de una capa de líquenes que las cubre casi totalmente y que dificultó su
identificación en 1981. Los restos de pigmento llamaron en esta revisión nuestra atención
y fueron fotografiados; una vez en el laboratorio la selección de colores permitió
distinguir los motivos que a simple vista no se apreciaban.
De los 7 motivos que incluimos en esta agrupación, los situados en los extremos,
CC8 y CC13b, se reducen a manchas informes. CC9 podría tratarse de una figura
humana, pero en la actualidad tan sólo se aprecia una línea vertical. CC10 corresponde a
la mitad derecha de una figura humana. La cabeza parece discoidal, el brazo que se
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Fig. 5.- Sector derecho interior. Motivos 22 a 26.
aprecia, el del lado derecho, se presenta en ‘jarra’, flexionando el codo y alcanzando la
cintura.
Las figuras más sobresalientes de la agrupación, por su conservación, son CC11 y 12.
CC11 presenta una cabeza de contorno complejo: la parte superior muestra un perfil oval,
aparentemente lobulado (hecho que podría deberse a la conservación); la parte inferior es
de tendencia cuadrangular y supera en anchura la línea del tronco. Sin cuello, el brazo
situado a la izquierda de la figura se une a la cintura, en la disposición en jarra
característica de todas estas representaciones. El brazo situado a la derecha, muy corto, va
a encontrarse con el brazo del lado izquierdo de la figura CC12. Un cambio de dirección
en el costado izquierdo indicaría la cadera, a partir de la cual sale un ensanchamiento
acampanado que interpretamos como una falda estrecha y corta. Las piernas flexionan las
rodillas levemente hacía el interior y no tiene los pies indicados. El motivo CC12 muestra
una cabeza similar, pero más pequeña. En este caso, la parte inferior es más estrecha que
el tronco. No se diferencia el cuello y los hombros nacen directamente de la parte inferior
de la cabeza para llevar el brazo del lado izquierdo, muy corto, al encuentro del brazo de
CC11, mientras que el de la derecha alcanza la cintura. Igualmente, desde la cadera y
hasta arriba de las rodillas el trazo se ensancha. Las piernas se desarrollan en paralelo sin
pies. Color: 5R 2.5/4. Tamaño de CC11: 8,4 cm; CC12: 7,6 cm.
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El estado de conservación de CC13a es muy deficiente. La lectura que de esta figura
humana se puede hacer es muy incompleta; aun así, la cabeza y el tronco tienen la misma
anchura, sin diferenciar el cuello. El brazo de la izquierda lo compone un trazo ancho que
va hasta la cintura. El de la parte derecha se extiende y posiblemente la anómala longitud
se deba a que se une a la parte que se conserva del brazo de la figura CC13b, hoy reducida
a una mancha. Las piernas se limitan a los restos de dos líneas paralelas ligeramente
curvas. El color de CC8, 9, 10 y 13a-b es 2.5YR 6/6. Tamaño 13a: 7,9 cm.
CC14-17: Agrupación humana compuesta de 4 individuos. Inmediatamente a la
derecha de la anterior, en un plano inferior, se encuentran estas figuras gravemente
afectadas por las coladas de agua que hasta el día de hoy siguen lavando el pigmento.
CC14 se reduce a una barra ancha de 7 cm de longitud que en su parte inferior se divide
en dos trazos más finos que interpretamos como las piernas. En CC15 aún se aprecia una
cabeza circular, la curva del brazo situado a la derecha y el de la izquierda extendido
hacía CC14, la parte derecha del tronco, recto, y los trazos de las piernas en paralelo.
CC16 y 17 formarían otra pareja con la misma estructura. Los brazos exteriores en ‘jarra’
y los interiores extendidos, aunque la proximidad entre las figuras de esta pareja
prácticamente no deja espacio y hace que resulten desproporcionadamente cortos.
A diferencia de las otras agrupaciones, en esta no se aprecia el ensanchamiento a la
altura de los muslos que relacionábamos con la presencia de faldas, y aunque el factor
conservación debe ser considerado es también posible que en ésta no se representasen.
Color CC14: 5R 2.5/4: CC15-17: 2.5YR 6/6. Tamaño entre los 8 cm de CC15 y los 6,5
cm de CC16.
CC18: Figura humana en rojo. Se aprecia con mucha dificultad. Una colada, todavía
activa, la parte por la mitad y ha diluido la pigmentación. La estructura es muy similar al
resto de figuras humanas del conjunto, pero se encuentra aislada, sin pareja, hecho que
puede deberse a la conservación, pero no resultaría un caso único, pues en la misma
situación se encuentra CC20. Color: 2.5 YR 6/6. Tamaño: 7,5 cm.
CC19: Indeterminado en rojo. Aunque en 1981 fue interpretado como un zoomorfo,
en la actualidad esta afirmación no la podemos hacer con seguridad, pues lo que se
interpretó como los cuartos traseros, con ayuda del soporte para representarlas
(Villaverde et al., 1981), es el resultado de una alteración en el relieve que rompe la
continuidad de la figura, atestiguada por los restos de pigmento a la derecha de este
micro-accidente en la topografía. Sin embargo, la dimensión de la figura y el desarroyo
vertical en el extremo izquierdo bien puede remitirnos a una figura animal. Color: 7.5R
5/6. Tamaño, en desarrollo horizontal, 5 cm.
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CC20: Figura humana en rojo en visión frontal. Se conserva muy tenuemente. La
cabeza es piriforme. La posición de los brazos es simétrica y en ‘jarra’. El tronco es un
trazo ancho y continuo que transcurre paralelo hasta el final de la figura sin que se
aprecien las piernas diferenciadas. A la altura del cuello, en la parte derecha, dos trazos
finos salen oblicuamente. Algunos restos de pigmento a la izquierda podrían estar
asociados. Color: 7.5R 6/6. Tamaño: 9,5 cm.
CC21: Figura zoomorfa en rojo orientada a la derecha. A la derecha de las anteriores
figuras y orientada a la derecha. Aunque incompleta, cabeza y cuello están cubiertos por
una colada, la figura tiene una buena intensidad de color que juntamente con la
orientación hacia la boca del reborde que la aloja hace que sea de las figuras más visibles.
Perdida la cabeza, la figura arranca de la base del cuello. El cuerpo es macizo,
redondeado y con una línea cérvico-dorsal pronunciada, mientras que la línea ventral
describe una sola curva, de convexidad menos marcada. Las extremidades se reducen a
cuatro líneas paralelas insertadas toscamente y sin modelado anatómico, las anteriores
ligeramente curvadas. La cola interrumpe, por la parte inferior, la curva de las nalgas y,
paralela a las extremidades, las supera en longitud. Color: 7.5R 3/4. Tamaño: 12,7 cm.
CC22-26: Bajo esta numeración englobamos los restos de pigmento no identificables
que se ubican en una concavidad de la pared derecha de la cueva, enfrentada al alveolo
que aloja los motivos CC4 a CC22. Continuamente mojadas por el agua que rezuma de
la pared y que pasa directamente sobre los motivos, ninguno de ellos resulta identificable.
ESTUDIO DE LOS MOTIVOS
Con la nueva documentación han salido a la luz 10 figuras humanas, un nuevo
motivo zoomorfo y un motivo geométrico.
No son de extrañar las diferencias existentes entre ambos calcos, pues entendemos,
siguiendo a Consens (2002), que cada sitio rupestre es diferente con cada visita, con cada
nueva mirada, aunque el sitio permanezca en el mismo lugar. Los factores que inciden en
la documentación de los conjuntos rupestres exceden en la mayoría de los casos los
parámetros controlables por el investigador (biológicos, ópticos, químicos, físicos,
cognitivos, técnicos, de formación y experiencia, de percepción...). Por esto, cabe
considerar que, a pesar del esmero que se ha puesto en cada una de las documentaciones
realizadas hasta el momento en la Cueva del Cerro, una nueva aproximación al conjunto
dé como resultado una documentación diferente y con ella una nueva lectura de los
temas.
Sin embargo, contribuyen de manera decisiva en los resultados los métodos
utilizados en la obtención de los calcos. Con los métodos de calco directo, sin contar con
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Tabla 1.- Identificación de los motivos de la Cueva del Cerro.
las posibles alteraciones que podamos producir en el soporte e incidir la conservación,
existen los problemas producidos por brillos, sombras o reflejos que dificultan la
identificación de los motivos y la obtención de las reproducciones, especialmente en los
medios que exigen de iluminación artificial. El ejemplo más claro lo tenemos en los
motivos 8-13b, situados bajo una capa de formaciones biológicas que impide su
identificación a simple vista. En este sentido, el método de documentación empleado en
esta ocasión ha permitido salvar estos problemas.
De este modo, en la actualidad en el abrigo se inventarían 27 motivos (tabla 1), 9 de
los cuales no permiten, por su grado de conservación, una identificación. De los 18
motivos de los que se puede extraer una lectura, 2 son abstractos y 16 figurativos de los
cuales, 2 corresponden a zoomorfos y 14 a figuras humanas.
En lo referente a las figuras abstractas de carácter esquemático, poco más es lo que
podemos precisar. La figura 1, un tema de la amplia dispersión espacial y sobretodo
temporal, resulta difícil de encuadrar cronológicamente. Algunos motivos semejantes los
hallamos en zonas próximas, como el Cinto de las Ventanas en Millares y un poco más
alejados en la zona de Alacant, por ejemplo, en los motivos de los paneles 2 y 3, en el
abrigo IV, del Barranc del Salt, Penàguila (CEC, 2002), siendo también expresiones
relativamente frecuentes en zonas del interior y sur peninsular (Grande del Brío, 1987).
Sin embargo, el motivo 2 creemos que tiene su origen en un fenómeno restringido
territorialmente, como es el Barranco del Nacimiento (Millares), donde se conocen,
además de ésta, otras líneas similares, ejecutadas con la misma técnica, en la misma
disposición horizontal y con dimensiones semejantes. Es el caso del Ceñajo del Acegador
o del Abrigo de Enfrente del Balsón, ambos aguas arriba y marcando territorialmente los
lindes del barranco en sus partes altas.
De los motivos figurativos, y por lo que respecta a las figuras zoomorfas, el hecho
que se documente un motivo en negro, no es habitual, pero aun siendo una técnica marginal, no es en absoluto desconocida en las expresiones gráficas de la vertiente mediterránea de la Península Ibérica. En todo caso, lo que destaca de estas figuras es la ejecución y modelado del trazo que las caracteriza. Unos cuerpos macizos y alargados, con las
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líneas dorsales bien marcadas y cierta gravitación ventral, especialmente pronunciada en
CC3, pero sobre todo, con extremidades que se insertan en el cuerpo, sin ningún
modelado anatómico, desproporcionadas y reducidas a meras barras que se yuxtaponen
al volumen corporal. Todo ello dando por resultado unas representaciones muy
convencionalizadas y escasamente realistas. La identificación como caballos, a pesar de
que ambas figuras han perdido la cabeza, la proponemos a partir de las características
corporales (a las ya mencionadas hay que añadir el cuello de CC3 y las nalgas de CC21)
y de la definición de las colas. Existen representaciones de équidos cercanos en la Cueva
de la Araña de Bicorp (fig. 26; Hernández Pacheco, 1924) y en el Abrigo de las Cañas
(Villaverde, Peña y Bernabeu, 1981) ambos de estilo levantino y muy distintos de los que
ahora comentamos; más infrecuente resulta el uso de colorantes negros. Está claro que,
siendo naturalistas, no son levantinos y que, con independencia del color, todos estos
temas guardan una cierta homogeneidad.
Mucho más cautos debemos ser con el motivo 19. Los restos de pigmento a la
izquierda de lo que deberían ser los cuartos traseros del zoomorfo que se documentó en
1981, no permiten una interpetación tan clara, pues nos está indicando que se trata de una
figura parcialmente conservada, fragmentada por los procesos cársticos (como ocurre,
por ejemplo, con la figura humana 18) y que su lectura actual está condicionada por estos
procesos y su deficiente conservación.
En cuanto a los motivos antropomorfos, destaca, en primer lugar, la homogeneidad
de las representaciones. Están ejecutadas bajo un mismo patrón estilístico, aunque
individualmente puedan poseer rasgos propios. La técnica utilizada es la tinta plana en
color rojo. Las dimensiones oscilan entre los 5 y 8 cm. La visualización de las figuras es
mayoritariamente frontal. Del mismo modo, la disposición de los antropomorfos se
organiza en torno a 3 planos distintos, preferentemente horizontales, excepto en el grupo
4-7 donde se documenta posible recurso a la perspectiva de grupo a partir de una
disposición en diagonal de las figuras.
En la composición de este grupo destacan la diferencia en la altura a la que se representan los motivos así como la diferencia en los tamaños. CC6 y 7 forman una pareja
cogida de las manos y, por lo tanto, la diferencia de tamaños podría deberse tanto al uso
de la perspectiva como a la diferente estatura de los individuos. A su vez, esta pareja estaría en un plano más alejado que la pareja CC4-5. A partir de la misma no podemos inferir la actividad que se está realizando, pues las figuras son prácticamente estáticas y nada
indica movimiento de las piernas. Las posibilidades son diversas, desde una marcha tranquila, hasta la representación de una unidad grupal o familiar o la escenificación de una
danza. Ésta última debe considerarse a raíz de las actitudes y disposición de los motivos,
que es la misma que se observa en el resto de figuras: la agrupación por parejas unidas
físicamente por uno de sus brazos y con los brazos exteriores dispuestos en jarra.
Destaca, en aquellas figuras mejor conservadas, una cierta individualización de los
motivos a partir de la incorporación de detalles en la cabeza y cadera. En la cabeza los
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tipos varían desde esferoides (CC4, 7, 13a, 15), triangulares (CC5), piriformes (CC20) u
ovalados (CC11, 12). Especialmente llamativas resultan éstas últimas, pues las
proporciones y el ensanchamiento oval en la parte superior nos remite a la representación
de algún tipo de tocado, mascara o gorro. También se podría incluir en este apartado la
representación de armamento u otro tipo de objeto, ejecutado mediante dos trazos
lineales, del motivo CC20.
En cuanto a las caderas, en los motivos 4, 5, 7, 11 y 12, el ensanchamiento de las
líneas de los muslos se puede seguir interpretando de igual manera que en la propuesta
de 1981, considerándolo como la representación de vestimenta: faldas cortas, ligeramente
acampanadas que se siguen en todos los ejemplos a excepción de CC20, que no tiene las
piernas individualizadas, sino que el trazo ancho se mantiene paralelo desde el arranque
de los hombros hasta el final de la figura, pudiendo interpretarse como un vestido. Este
mismo motivo, presenta además los trazos oblicuos al cuello, como elemento añadido a
la figura humana. Aparentemente aislada, sin pareja (aunque con restos de pigmento a su
izquierda) la disposición de ambos brazos aparecen en jarra lo que reforzaría esta
singularización que la aleja en términos compositivos y de actitud del resto de figuras.
Esto nos lleva a proponer la asignación sexual de estas 5 figuras como femeninas,
con dudas para CC20. Si bien el uso de faldas se considera tradicionalmente como un
elemento de adscripción sexual femenino, la ausencia de representación de los senos
entorpece esta afirmación, más todavía si se tiene en cuenta que no tenemos una
adscripción cronológica clara para estas representaciones que nos ayude a ubicarlas
culturalmente.
A la hora de abordar esta cuestión, no podemos olvidar que la disposición en parejas
es uno de los elementos más característicos de las representaciones femeninas en el
horizonte levantino (fig. 6). Las parejas compuestas por figuras femeninas es un hecho
recurrente en todo el territorio levantino, principalmente en el sector meridional (Alonso
y Grimal, 1993). El ejemplo más cercano lo tenemos en el Cinto de las Letras (Martínez
i Rubio, 2006), en Dos Aguas, sin embargo la pareja formada por los motivos 13 y 14 son
en su concepción y ejecución muy distintas a las de la Cueva del Cerro. Las figuras
femeninas del Abrigo de Lucio de Bicorp poseen unas faldas acampanadas hasta las
rodillas y, sobretodo, la disposición de brazos entrelazados, aunque ligeramente distinta,
podría remitirnos a las figuras del Cerro. Sin embargo, como ocurría con las figuras del
Cinto de las Letras, su concepción, su ejecución y el patrón estilístico, las aleja de las
figuras del Cerro.
Por otro lado, la representación de parejas como tema individualizado también es
relativamente frecuente en el arte esquemático (Acosta, 1968). Del mismo modo, algunos
paneles decorados en el sur peninsular muestran escenas donde “un grupo de personajes
danzan cogidos de la mano” como en la Cueva Ahumada en Cádiz (Grande del Brío,
1987: 163; Acosta, 1968: 168) y que, por tanto, se interpretan como escenas de danza
(fig. 7).
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Fig. 6.- Parejas en el arte esquemático y en el arte levantino. 1) Cueva del Cerro. 2-3) Canforos de Peñarrubia (Acosta,
1968). 4-5) Las Viñas, Abrigo Grande (Acosta, 1968). 6) Las Vereas, Abrigo Central (Acosta, 1968).
7) Abrigo de Lucio. 8) Cinto de las Letras (Martínez i Rubio, 2006).
Sin embargo, la temática es, como se ha comentado anteriormente, difícil de inferir
a partir de las figuraciones. Los elementos que consideramos son la disposición de las
figuras, la posible representación de mascaras, tocados o gorros en la cabeza y el hecho
que las figuras de mayor tamaño y con una cabeza más detallada se sitúen en una posición
central superior. Todo esto nos induce a pensar en una representación de marcado carácter
grupal, social, pero sin poder precisar si se trata de una danza, una ceremonia, un
desplazamiento en grupo o cualquier otra actividad semejante, pues la expresión de las
figuras, el movimiento, se reduce a los brazos y es muy limitado. La inclusión de la figura
zoomorfa 21 en la composición no es clara, ya que no hay elementos que la vinculen a
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Fig. 7.- Representaciones con escenas interpretadas de danza en el Arte Esquemático. 1) Abrigo del Cerro.
2) Cueva Ahumada o de las Mujeres (calco según Cabré y Hernández Pacheco recogido en Acosta, 1968).
3) Piruetanal (Acosta, 1968).
las figuras humanas, por lo que inicialmente la consideramos ajena a la agrupación
humana 4-18. De este modo, consideramos muy próximas en su ejecución las figuras
humanas, 4-18, mientras que la relación con los zoomorfos y CC20 no queda clara y bien
podríamos estar frente a un panel en el que existieran diferentes fases decorativas, con
dos agrupaciones temáticamente diferenciadas. En un caso conformadas una por las
figuras humanas 4-18 y en el otro por las figuras 19-21.
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EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
El contexto arqueológico inmediato viene determinado por los hallazgos
superficiales en la misma cueva del Cerro que se reducen a unos pocos fragmentos
cerámicos de cronología contemporánea; materiales que se explican bien por el uso de la
cavidad como aprisco eventual de ganado ovi-caprino hasta finales de los años 60 del
pasado siglo. No se han localizado materiales de épocas más antiguas (García Robles,
2003); tampoco restos líticos a pesar de localizarse afloramientos silíceos a unos 20 m de
la boca.
En las inmediaciones a la cueva, en el Barranco del Nacimiento, el poblamiento prehistórico está documentado desde el Epipaleolítico Microlaminar hasta el Neolítico Final
(García Robles, 2003; Villaverde et al., 2000) y en la vertiente opuesta del río se localizan
entre otros yacimientos prehistóricos la Cueva de la Cocina (García Puchol, 2005). Hacia
el sur de la muela, en la Rambla de las Cañas, hay documentada la existencia de, como
mínimo, un yacimiento de la Edad del Bronze, los Tornajos, con restos de estructuras,
cerámica y molinos de mano (García Robles, 2003).
Igualmente rico es el panorama artístico de la zona con los yacimientos cercanos de
Dos Aguas, como el Cinto de las Letras, el Abrigo de la Pareja o el Cinto de la Ventana
(Jordá y Alcácer, 1951); el Barranco del Nacimiento, muy próximo a la Cueva del Cerro,
aloja motivos iguales a la línea CC2 así como yacimientos levantinos como la Cueva de
los Chorradores. Dentro de la Muela de Cortes donde se ubica la Cueva del Cerro
encontramos en su tramo bajo la concentración de yacimientos, tanto esquemáticos como
levantinos, de la Rambla Seca y la Rambla del Tambuc (García Robles, 2003; Villaverde
et al., 2000) que conectan con los yacimientos de Bicorp, Quesa y Navarrés.
Con tan variado panorama arqueológico resulta difícil discriminar cualquier período
prehistórico o histórico como posible encuadre cronológico para las representaciones del
Cerro.
CONCLUSIONES
En primer lugar, la Cueva del Cerro viene a poner de manifiesto la importancia que
tiene la renovación de las técnicas de documentación para el correcto conocimiento de
las expresiones gráficas de nuestro pasado. A la vez que confirma la eficacia del sistema
empleado. La nueva documentación ha permitido una nueva y más completa lectura de
los motivos existentes en este yacimiento.
En lo referente a las expresiones gráficas documentadas, por un lado tenemos las
expresiones esquemáticas y por otro las figurativas, hecho que nos puede estar indicando diferentes momentos de decoración de la cueva. Sin embargo, no sería de extrañar que
ambos tipos de representaciones se encuadrasen dentro del mismo complejo cultural: con
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dudas para la línea CC2, la adscripción cultural del motivo esquemático 1, si bien es
incierta, encaja en las frecuentes representaciones de temas abstractos (barras, puntuaciones, círculos) de la Edad del Bronce (Beltrán, 1969)
Por otro lado, la revisión de los motivos figurativos nos lleva a cuestionar su
adscripción al horizonte gráfico levantino, cómo se propuso inicialmente en 1981. Si bien
se trata de motivos figurativos realizados en rojo y con tinta plana, hay diversos factores
que los alejan de las convenciones que definen este arte. En primer lugar la ubicación en
la zona de penumbra de una cueva con desarrollo cárstico lo aleja de los patrones de
localización habituales del arte levantino, mucho más expuesto a la luz natural. Por otro
lado, la visión frontal de los antropomorfos, la falta de expresión de los mismos, alejados
de los patrones estilísticos dominantes en este horizonte en la zona, donde no se
documentan figuras similares, son hechos que nos hacen dudar de su adscripción a este
tipo de arte.
Del mismo modo, en lo referente a las figuras zoomorfas, las figuras del Cerro se
alejan también de los patrones naturalistas típicos del Arte Levantino, donde sea cual sea
su grado de estilización, las extremidades aparecen integradas en la representación, no
añadidas o yuxtapuestas al contorno, como en el caso del Cerro. Estas convenciones no
resultan muy alejadas de las que es posible observar en el arte figurativo de otros
periodos prehistóricos o protohistóricos.
Resulta necesario revisar la adscripción levantina de la Cueva del Cerro, porque de
no hacerlo así corremos el riesgo de acabar convirtiendo el término de Arte Levantino en
un saco sin fondo en el que se incluirían todas las expresiones gráficas figurativas más o
menos naturalistas que no podemos encuadrar con facilidad por falta de paralelos, la
escasez de ejemplos o la inexistencia de una cronología clara, pero que se alejan del
concepto estilístico que define a este horizonte gráfico. Martínez Bea (2004) ha llamado
la atención al respecto en la revisión de algunas figuras del Abrigo de la Vacada (Teruel),
sacando a la luz motivos de clara filiación celtibérica, con cronologías protohistóricas
avanzadas. En el caso de la Cueva del Cerro, sin ser determinantes, las figuras humanas
podrían vincularse con aquellas otras que han sido relacionadas por otros autores con la
Edad del Bronce (Acosta, 1968: 184; Beltrán, 1969). La existencia en la zona de restos
arqueológicos que atestiguan la presencia de un poblamiento del Bronce no entra
contradicción con esta propuesta (García Robles, 2003). Sin embargo, la dificultad de
establecer la sincronía entre las representaciones zoomorfas y las antropomorfas, la
existencia de diferentes coloraciones en los temas documentados y la dificultad de definir
la composición del panel interior izquierdo, en nada ayudan a precisar una cronología
para este yacimiento. Por ello, de momento y a pesar de la nueva documentación
obtenida, no nos atrevemos a formular una propuesta de adscripción cultural de este
conjunto y preferimos señalar los problemas encontrados a la hora de plantearnos su
filiación.
—177—
[page-n-178]
18
T. MARTÍNEZ I RUBIO y V. VILLAVERDE BONILLA
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Norberto MESADO*, Joan BARREDA**, Arturo RUFINO*** y José L. VICIANO****
TRES NUEVAS MANIFESTACIONES DE ARTE RUPESTRE
PREHISTÓRICO EN LA PROVINCIA DE CASTELLÓN
RESUMEN: Como es lo lógico, la búsqueda de Arte Rupestre Prehistórico en nuestro País
lleva a encontrar nuevos yacimientos. En el presente caso, lo “nuevo” a divulgar es: una manifestación pictórica seminaturalista, en cueva, encontrada por Juan Barreda en término del municipio de
Vilafranca (Els Ports de Morella); una inscultura hojiforme hallada por Arturo Rufino en la zona de
La Beltrana, Vistabella (l’Alcalatén); y unas raras pinturas encontradas por José L. Viciano en un
abrigo del Río Chico, en término del municipio de Espadilla (Alt Millars).
PALABRAS CLAVE: Arte rupestre, petroglifo, inscultura, hojiforme, Hierro I.
ZUSAMMENFASSUNG: Drei neue entdeckungen von höhlenmalerei in der provinz von
Castellón. Logischerweise bringt uns die Suche nach vorgeschichtlicher Höhlenkunst zu neuen
Fundorten. In diesem Fall handelt es sich um ein naturalistischartiges Gemälde in einer Höhle von
Juan Barreda in der Stadt von Vilafranca, blattartig gravierte Steine von Arturo Rufino in Vistabella
sowie merkwürdige Malereien die von Jose L. Viciano beim Fluss Chico in der Stadt von Espadilla
entdeckt worden sind.
SCHLÜSSELWÖRTER: Höhlenmalerei, petrographie, grabinschrift, blatt förmig, Eisen I.
*
**
***
****
Avda. Llombai, s/n (junto a Instituto). 12530 Burriana (Castellón).
Avda. del Llosar, s/n. 12150 Vilafranca (Castellón).
Avda. San Juan Bosco, 19. 12530 Burriana (Castellón).
C/ Jesús Martí Martín, 7-3º. Castellón.
—181—
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2
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
I. LA PINTURA SEMINATURALISTA DE LA COVA DE LA REINA
Situación
Si desde el pintoresco pueblo de Vilafranca, en la histórica comarca de Els Ports (de
Morella), tomamos hacia el S, al finalizar la calle del Cid, el viejo camino que conduce
a Benassal, pronto, en su primer y acusado descenso, hallaremos el álveo del Barranc de
les Coves del Forcall, cerca ya de su drenaje sobre la profunda fractura del Barranc de la
Fos, sitio ideal para aparcar si llegamos con el coche; pero, para el caminante, aconsejamos hacerlo desde el final de la mencionada calle, Barri del Maset, en donde da principio, a mano derecha, un sendero con el indicador del PR, I (el camino Real de Benassal
y Culla) que por una cresta rocosa, muy quebrada, corre paralelo a una fuerte depresión,
denominada Les Vegues, que delimita por el W el pueblo, valle por el que discurre el Riu
de la Teuleria. Vía rupestre, ésta, desde la cual podremos observar, hacia el N, una de las
mejores vistas de este municipio del interior, caserío apiñado sobre un espolón calizo; y,
hacia el SW, el curso del aludido Barranc de les Coves del Forcall. Camino viejo que,
igualmente, va a descender para cruzar este último barranco en donde suelen aparcar los
coches, puesto que a escasos metros mana la Font de Santa Bàrbara, también llamada de
la Canaleta, lugar en donde el ayuntamiento a instalado mesas, utilizando algunas muelas de molino maquilero, y una chopera da sombra a este merendero ubicado en la margen derecha del propio barranco en donde están Els Llavadors de Santa Bàrbara.
Si nos adentramos por su vado y tras haber rebasado la Clotxa dels Capellanets, tras
un kilómetro de recorrido, ahora en la margen izquierda, advertiremos un bravío farallón
calizo –El Riscle– en donde colgadas a igual altura sobre una potente cornisa caliza, con
una longitud de unos 200 m, veremos una serie de covachos de erosión (36 en total, nos
comenta J. Barreda), causantes del topónimo de esta fractura del término de Vilafranca.
A ellos se accede, con bastante comodidad, por la cornisa volada, labrada por la erosión
del río y el karsticismo del propio paraje.
Aquí la panorámica de la hondonada es majestuosa (fig. 1). La alcanzábamos el día
30 de marzo del 2006 acompañados de los amigos Juan Ramos y José Luis Viciano,
ambos del Espeleo Club de Castellón, a quienes debemos la topografía que publicamos
en la fig. 2; y de Joan Barreda, defensor y conocedor como pocos del patrimonio cultural vilafranquino.
De N a S la toponímia vieja –siempre la óptima– señalará, entre cárcavas o abrigos
de escasa profundidad, las cavidades de la Cova de l’Anca de Cavall1 y la Cova de la
Reina, entre la anterior y el ventano abierto en el extremo W del farallón calizo conocido por los lugareños como L’Arc del Campanar.
1. Topónimo debido a esta forma que presenta, en su entrada, un resalte de la roca basal. Pudiera no ser antiguo.
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
3
Fig. 1.- Barranc de les Coves de Forcall, Vilafranca. Cingle con los abrigos en estudio (J. Ramos).
Como antecedente de los estudios arqueológicos por estos altiplanos de Els Ports,
sector geológico meridional del borde oriental del Macizo Ibérico, figura el amigo Ferran
Arasa Gil, buen conocedor de la arqueología de su pueblo natal: Vilafranca (Arasa,
1977).
La pintura
La Cova de la Reina es conocida, asimismo, por el topónimo (reciente) de la Cova
del Trono;2 su interior custodia la pintura “seminaturalista” que pasamos a describir, y lo
hace –cosa bien rara y a tener en cuenta (no conocemos en nuestra geografía valenciana
otro caso para una manifestación levantina, aunque tardía)– en un punto de la cueva que
no alcanza la luz diurna, motivo principal, creemos, por el que permanecía desconocida
e inédita. Fue encontrada por J. B. a fines del 2005, quien le comunicaría el hallazgo al
2. Recibe este nombre por tener junto a su entrada, lado derecho, una hornacina con un banco o reposadero natural.
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4
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
igualmente amigo Inocencio Sarrión Montañana, quien, a su vez, en febrero del 2006, nos
daba la noticia. Hallazgo que, de inmediato, poníamos en conocimiento del Museo de la
Valltorta.
Pese a que en todo este alargado cingle, sobre la misma cornisa, como hemos comentado, existen otras balmas y recovecos, no hemos encontrado (lo que quiere decir que no
exista) otra manifestación rupestre a destacar; pero sí que la hay en otro punto del término, caso de la existente en la Covatina del Tossalet del Mas de la Rambla con sus novedosas y sorprendentes escenas cinegéticas, ahora plenamente “levantinas”: una con la
representación de la caza de un córvido, empleando su captor una honda; y la segunda,
con la captura por mujeres, a mano, de la vípera latasti (Mesado, 1988-89).
La Cova de la Reina, en la orilla activa de un abierto meandro, abre su boca hacia el
NE, en donde los montes cierran el paisaje, encumbrándose a 30 m del fondo del barranco. Lo hace tras un descenso de 5 gradas abancaladas, prácticamente yermas por abandonadas, ubicándose a unos 12 m de desnivel del pretil o canto que rompe la plataforma
que soporta la crecida llanada del Pla de Mossorro, hoy con almendros, algarrobos y
pinos; antaño, óptima para el pastoreo de ovicápridos, la riqueza ancestral de toda esta
comarca que es antesala del cercano Bajo Aragón, puesto que Vilafranca está en el límite noroccidental de la Provincia de Castellón, colindando por el W con los términos de
Mosqueruela e Iglesuela del Cid, núcleos urbanos ya turolenses.
La boca de la Cova de la Reina, elevada 3 m sobre la visera o corredor rocoso, es de
perfil periforme, midiendo 3,50 m de alto por 2,75 m de ancho basal (fig. 2). Abertura
que, en embudo, se adentra hasta dejar el paso junto a una persona, en cuyo fondo, en
completa oscuridad, vuelve, a los 9 m de la entrada, brevemente a ensancharse elevando
el techo, amplitud causada por la erosión hídrica de una grieta ubicada en su cenit,
momento a partir del cual la pared desciende, en un frente casi vertical (ubicación de la
pintura) para formar un cubículo de 1 x 1,8 m con el que finaliza. Su recorrido alcanza
los 13 m. Es en esta caída frontal, dominando el acceso a este nicho, en donde, en plena
oscuridad (reforzando por ello el valor esotérico y sacral) fue pintado, sobre una superficie turgente y lisa, con un pigmento rojizo muy potente (tal vez por no alcanzarle la radiación solar) el reducido grupo de imágenes que pasamos describir (fig. 3).
La pintura mayor, y principal (fig. 4, calco), alcanza una altura de 23,5 cm, la cual
constituye el eje o “tronco” de un antropomorfo dado que se le aprecia un punto superior,
ligeramente inclinado y apuntado hacia la izquierda, que interpretamos como la cabeza
de un personaje, tal vez deificado. Después, con un vacío o separación de 13 mm (lo que
sería el cuello) da comienzo el tronco, de pigmentación más diluida, primero ensanchado (el pecho) y luego filiforme hasta topar con un abultamiento, apuntado en sus extremos (a modo de losange) en su zona coxal, de difícil interpretación por la pérdida de pigmento. Otras manchas, hacia su lado izquierdo, parecen pertenecer a otra figura.
Después, siguiendo de nuevo el trazo lineal descendente, alcanzaremos las extremidades inferiores: la posterior, menos definida y rota a intervalos, que proyecta hacia atrás;
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
5
COVA DEL TRONO (Vilafranca)
Topografía: Espeleo Club Castelló - 30/03/2006
Fig. 2.- Planta y alzado de la Cova de la Reina. Vilafranca.
y la que avanza, mejor modelada anatómicamente, con la curvatura rítmica que da la marcha, con su correspondiente pie ligeramente flexionado. Aunque le falta, por pérdida de
pintura, la conjunción con la pierna posterior, pudo ser una figura asexuada.
De sus extremidades superiores, los brazos, podemos advertir el izquierdo (mirando
la pared), el cual ensancha hacia el codo doblando el antebrazo en busca del pecho de la
figura. Igual posición parece tener su extremidad derecha, aunque unas manchas de pintura, desprendidas, hacen problemática su posición primera; aunque pudieran tratarse de
adornos colgantes.
Por lo analizado, parece que estemos ante un personaje de canon filiforme, cronológica y estilísticamente tardío; pero igualmente lejos, estéticamente, de cuanto entendemos como arte esquemático “puro”, cuyo canon marcan las manifestaciones rupestres del
mediodía peninsular.
En el lado izquierdo de esta figura, surge otra: un posible animal cuya longitud ronda
los 22 cm. Lo forma un trazo diagonal, descendente, que constituiría la línea cérvico-dor—185—
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Fig. 3.- Pintura de la Cova de la Reina (J. Barreda).
\
Fig. 4.- Antropomorfo de la Cova de la Reina. Calco.
6
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
7
sal (el espinazo) si el ensanchamiento que presenta su extremo superior, tangente al cuerpo del antropomorfo, es la cabeza; y su opuesto, con dos proyecciones verticales, caídas
(la posterior gruesa y deforme, y la anterior filiforme) que parecen responden a las nalgas y patas traseras. De ser así, podríamos estar ante un cuadrúpedo, tal vez (por la anatomía de la supuesta cabeza) un cánido doméstico; aunque no se le habrían señalado las
orejas. Sin embargo obliga a ser cautos en esta interpretación ya que en su conjunto, pese
a que se utilizó una pigmentación fuerte, hay repetidas roturas del color (por el paso del
tiempo) que han podido deformar la idea primigenia que tuvo su autor.
Si estas dos imágenes, de alguna manera, pueden interpretarse, no ocurre lo mismo
con otras manchas del mismo color, hoy dispersas, aunque menos potentes, que dan
comienzo a 9 cm a la derecha del antropomorfo y tras haber rebasado una fina grieta que
finaliza, en su base, con una poceta que igualmente conserva pigmentación rojiza en su
fondo inferior. Su degradación, y nula lectura formal, es la causa de no haberla dibujado,
aunque podemos observarlas, en parte, en la mencionada figura 3.
La composición, en su tercio inferior, aparece alterada por los “ineludibles” grafitos
(incisos) de quienes visitan los abrigos dejando su huella de simpleza sobre un patrimonio declarado Patrimonio de la Humanidad.
Paralelos y comentarios
Por su crecida sencillez, a simple vista, la figura humana descrita parece rozar el arte
esquemático; aunque sigue perdurando en ella ese hálito “levantino” que la hace diferente, pues mientras en lo esquemático (Arte de Sierra Morena Oriental, por más cercano y compacto) va a primar el ideograma simbólico (inicio, aunque lejano, de las ideas
escritas), en el Arte Levantino, tras una Primera Fase de grandes figuras (naturalista la
fauna e idealizada la figura humana y por ello estilizada, que no esquemática3), lo que
va a primar es el naturalismo descriptivo. Con él tiene nacimiento en nuestro continente europeo la pintura escénica. Y lo hace (especialmente en Cova Remigia) con composiciones cinegéticas electrizadas por el movimiento (Segunda Fase), en donde la capacidad narrativa alcanza la cima del Arte Naturalista Prehistórico, tras las cuales las figuras
(Tercera Fase Artística) se empequeñecen convirtiéndose sus personajes en auténticos
liliputienses, al tiempo que se disgregan aquellos relatos, tendiendo ahora hacia el esquematismo y la abstracción aunque suele pervivir, siempre, aquel sello de origen
Mediterráneo (“Levantino”) que los distingue: la idealización primigenia y el movimiento. Y pese a la distancia, de todo tipo, que impera en el antropomorfo de la Cova de la
Reina, parece haber un philum que une tales extremos artísticos.
3. Ver ambos conceptos en Mesado, 1989: 86 y 88.
—187—
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8
N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Como dijimos, hace ya años: “La estilización es idealismo, mientras que el esquematismo es abstracción” (Mesado, 1989: 88). En ambos conceptos radican dos mundos
culturales, diferentes y antagónicos: el más viejo, de economía neolítica (dentro del
Neolítico Inciso); y el más joven, de raíz eneolítica. Horizontes artísticos que hay que
enmarcar, creemos, en un proceso religioso.
Se trata, evidentemente, de sociedades adscritas a la geografía que las ampara ya que
es el paisaje, el entorno natural mediato (el “factor ecológico”), el que conforma al hombre y a su economía. Sin él, cualquier estudio sociológico, arqueológico, puede quedar
minusvalorado, coincidiendo, por ello, con lo apuntado por López y Soria: “Las culturas
primitivas, cuanto más lo son, más vinculadas se encuentran con su entorno ecológico”.
Siendo bien cierto cuanto estos dos investigadores anotan “...que las diferencias estilísticas son el exponente de las diferentes mentalidades que plasmaron los lienzos pictóricos”
(López y Soria, 1988: 3 y 428). Opinión que venimos apuntando a lo largo de nuestros
propios estudios: “Las diversas manifestaciones del Arte Prehistórico Peninsular, quiérase o no, se nos presentan compactadas y herméticas, y cada cual es el producto anímico
de una Cultura, igualmente compacta y hermética, y, quiérase o no, no hay un fluir que
pueda gestar la unión, ni entre las Culturas ni obviamente entre tales manifestaciones
artísticas” (Mesado, 2001b). Por ello mismo, bien poco (mejor nada) van a tener que ver
los ciervos naturalistas, de evidente porte “levantino” (muy raros en esta geografía del Sur
Peninsular), de Tabla de Pochico (Aldeaquemada, Jaén); o los ya “menos levantinos”,
pero aún naturalistas (aunque de cuerpo “amorcillado”, por lo que López y Soria los incluyen en el Estilo Seminaturalista) de Prado del Azogue, del mismo término municipal, con
el resto de los ideogramas pictográficos de ambas cuevas: claros exponentes del más puro
estilo esquemático del área andaluza (López y Soria, 1988: fig. 11 y 15). Hecho que evidencia que entre ambos estilos hay un mundo de silencio artístico y cultural.
Una aproximación cercana, también geográficamente, a este antropomorfo del término de Vilafranca la tendremos en el cazador filiforme, con arco, del abrigo del Mas de
Barberà (Forcall, Castellón), esa balma que desarrolla un mensaje críptico por el momento sin paralelos: “posible mitomanía de esa fase tan final del Arte Rupestre del Neolítico
Inciso, inserta dentro del contexto de la Fase III de Remigia en un momento de simbologías, iconos inconexos o de difícil integración en una escena racional como siempre acontece con la Fase II” (Mesado, Barreda y Andrés, 1997: 128). Se trata de un momento muy
tardío en el que no sólo se desintegra aquel canon naturalista por la propia descomposición de la figura; pues igualmente van a desarticulase las propias escenas dando paso a
iconos inconexos y, muchas veces, cabalísticos. Tal vez en Castellón el conjunto de balmas de Morella la Vella son el exponente más claro de ese horizonte artístico final, con
sus figuras filiformes repletas, algunas, de la gracia armónica más propia de la danza que
de la lucha (“combate de arqueros”); otras, ya sueltas, del más puro canon del arte esquemático (cuadrúpedos). Pero igualmente las tendremos, por poner otro ejemplo, en esa
balma cimera –junto con Remigia– de la Valltorta: la Cova dels Cavalls, ya que sus caza—188—
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
9
dores 35b y 37a (entre otros) quedan cerca, estilísticamente, de la figura humana de la
Cova de la Reina (Martínez-Valle y Villaverde, 2002).
Y por dar otro ejemplo, ahora también lejano, adentrándonos en el Alto Aragón oscense, tendremos otros paralelos en los personajes mayores del Sector 1 de Muriecho L, sobre
el barranco de Fornocal (cuenca del río Vero), formado por apelotonados hombrecillos
que, en varios grupos, parecen dialogar entre sí; pero sin definir la función que desempeñan (Baldellou, 1987: 66 y ss.). Aunque por existir en la base de esta composición un ciervo de tendencia naturalista, rodeado igualmente de más personajes, ha sido interpretada,
toda ella, como una posible escena de la captura, a mano, de este animal. Conjunto que
aunque ha sido clasificado como “levantino” aparece impregnado de esa dicción tardía
que lo aleja. Sin embargo, en la misma cavidad, en su Panel 2, con la separación de sus
escasos grupos de figuras (por cuanto no parecen formar parte de una misma composición
o escena), hay, de nuevo, un grupo de menudos cápridos unidos por su coloración y técnica, para nosotros el conjunto más “levantino” de cuentos aquí existen.
Contigua a esta balma se abre Muriecho E2, en cuyo Sector 1 fue pintado un antropomorfo con brazos en asa junto a un grupo de digitaciones, dueto del más puro estilo
esquemático (Baldellou et al., 2000), poniendo de manifiesto la idoneidad –posiblemente esotérico/mistérica– del lugar a lo largo del tiempo, manifestaciones tardías que tampoco suelen faltar en determinadas cárcavas castellonenses, y siempre lo hacen “respetando” las figuras y composiciones primigenias –levantinas– que ocuparán los mejores
paneles tectónicos de los abrigos, ubicándose las figuras postlevantinas (cuando verdaderamente lo son) extrapoladas de las primigenias, signo, siempre, de modernidad y de
respeto por el pasado. Y es que cuando las balmas amalgaman estilos diversos, estamos
ante un esoterismo con profundidad cronológica y cultural evidente.
Una posible cronología
El yacimiento arqueológico más próximo a la Cova de la Reina es el de la gran cavidad de la Cova del Racó, abrigo de erosión debido a la dislocación fallada del propio curso
del barranco, teniendo junto a su boca una charca de agua manantial perenne, causada por
la propia rotura de la capa freática del lecho, punto denominado El Pau de la Llamia. En
su interior, a mano izquierda, el maestro de escuela Salvador Gómez Bellot, hacia el año
1969 (década en la que ejerció su magisterio en Vilafranca) llevo a cabo una auténtica
“escarbación”. Fue un período en el que esta persona prospectó, destruyéndolos, infinidad
de puntos arqueológicos en todo el Alt Maestrat, entre ellos gran parte de la importante
cavidad de Fosca (la “Cova del Mas d’en Llorenç”), en Ares del Maestre, en la que “dejó
media cueva prácticamente reventada” (Prats, 1979: 9), área socavada y revuelta en la que,
con los años, incidieron las excavaciones del Servicio de Investigaciones Arqueológicas y
Prehistóricas de la Excma. Diputación de Castellón (Gusi y Olaria, 1985) .
—189—
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Casualmente, en la prospección realizada en la Cova Gran por este maestro de escuela trabajaría en su juventud Joan Barreda, exhumándose “numerosos restos arqueológicos en distintos niveles de habitación. Los materiales, en la actualidad perdidos, contenían, entre otros, pezones de hueso, restos de collares, una pequeña hacha pulimentada,
de fibrolita, cerámicas y sílex” (Arasa, 1977: 257).
También se detectan rebuscas en la propia base de la pintura de la Cova de la Reina,
allí donde el lecho de la cavidad parece alcanzar un mayor fondo, suelo con una sedimentación alterada. Según Arasa, en esta cavidad se encontraron varios fragmentos de
cerámica tosca, de “pastas ocres y negruzcas, desengrasante grueso, superficie de tacto
suave, ligero engobe ocre-grisáceo y bruñido”, encontrando fuera de la cavidad, sobre los
bancales, “una pequeña lasca de forma semicircular con saliente central, con retoque
plano profundo en el borde oblicuo izquierdo, y dos muescas en el borde lateral derecho”
(ibíd.).
No queda lejos (sobre algo más de dos kilómetro en línea recta) la divulgada estación
de la Ereta del Castellar (Ripollés, 1997), perteneciente a un “Bronce de Transición”
como señalan sus hermosos pithoi (Mesado, 1999: 43-46), aunque desde el espolón de la
Ereta, sobre el profundo Barranc de la Fos (vivero natural de víboras), no se divisan los
abrigos del Barranc de les Coves del Forcall. Tampoco se conoce manifestación pictórica rupestre (pese al elevado número de estaciones del Bronce por toda nuestra geografía) en dicho horizonte cultural.
Por lo comentado, pues, la cronología que, de momento, habremos de dar al pequeño grupo de pinturas de la Cova de la Reina, horquillaría en ese momento tan final de la
Fase III de Remigia; pero sin alcanzar, creemos, el Eneolítico. Horizonte cultural cuya
expresión pictórica cubriría el auténtico y novedoso Arte Esquemático.
Potenciales espacios sacrales e hierofánicos
Entre la fuente de Santa Bàrbara (o de la Canaleta) y la desembocadura del Barranc
de les Coves del Forcall en el de La Fos (y por ello en las cercanías de la Cova de la
Reina) existía una ermita dedicada a esta santa cuyos restos aparecen hoy enmascarados
en la denominada Granja de Justo, edificio religioso que ya estaba en ruinas en el siglo
XVII según documentación del Archivo Parroquial del pueblo. En el siglo siguiente construyose otra ermita, con la misma advocación, junto a la carretera que desde Vilafranca
conduce al ermitorio del Llossar.
Ello recuerda, por poner otros ejemplos dentro del país (posiblemente casuales, no lo
negamos), la conjunción, de otras pinturas, con fuentes y ermitas o iglesias cristianas en
sus aledaños, caso del abrigo del Mas de Barberà, junto al ermitorio de Sant Cristòfol de
Forcall (Mesado, Barreda y Andrés, 1997); o las pinturas del Barranc de les Coves Llongues, tan cercanas a la iglesia rupestre, con campanario incluido, de la Balma de Sorita
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ARTE RUPESTRE PREHISTÓRICO EN CASTELLÓN
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(Andrés, 2004); o el antropomorfo, de brazos enjarrados, de Les Roques de Mallassén,
en Vilafamés, cercana a la ermita de San Antonio (Mesado, 1973); o el ídolo oculado del
covacho de La Vall de Toliu (Gilet, Valencia), junto al monasterio franciscano, y fuente,
de Santo Espíritu del Monte (ibíd.: fig. 8).
Después, ya en la provincia de Alicante, aunque dentro de otros contextos artísticos y
cronológicos –el arte simbólico expresionista (del Neolítico Cardial) y el arte naturalista
narrativo (del Neolítico Inciso)–, en el acantilado del Pla de Petracos (Castell de Castells,
la Marina Alta) tendremos, en auténticas hornacinas naturales e individuales –absidiolos
sacrales– y por ello despreciando la contigua balma “levantina”, las macro-figuras del
horizonte Neolítico Cardial; y la cierva naturalista, “levantina”, en el contiguo y alargado
abrigo (el típico para su soporte) de La “Tans” de José Luis, manifestaciones, ambas, sobre
la cinglera de Renyidós, en la ladera izquierda del Barranc de Malafí , en cuya entrada al
valle “perduran las románticas y solitarias ruinas de un ermitorio (¡sin advocación recordada!) lejos de cualquier núcleo de población, donde en una romería ancestral, alrededor
del día 8 de septiembre, se lleva en andas a la Mare de Déu de Petracos, peregrinación en
la que subyace ese valor telúrico y religioso que comentamos, cuya génesis está por investigar” (Mesado, 2001b: 136). Y es que se trata, muy posiblemente, como apunta J.F. Jordán
al comentar el simbolismo críptico del panel rupestre del Abrigo del Mas de Barberà: “de
espacios sacrales e hierofánicos a lo largo del tiempo” (Jordán, 2001a).
II. EL PETROGLIFO DE LA BELTRANA
Esta manifestación rupestre, esculturada, dentro de la novedad arqueológica valenciana que constituyen los petroglifoides, ha sido encontrada por otro amigo, Arturo
Rufino Guinot, el cual, conociendo aquellas dos rocas grabadas (“plataformas”4 ), con
motivos hojiformes, que publicábamos en 1994 (ubicadas en las cercanías del pico de
Penyagolosa, de 1.815 m s.n.m.), yendo de paseo la tarde del día 7 de abril de 2006 por
los alrededores del ermitorio de San Juan de Penyagolosa, zona boscosa de La Beltrana,
hallaba otra “plataforma”, igualmente exenta, comportando un nuevo (por desconocido)
grabado hojiforme (fig. 5 y 6).
Situación
Se llega a él, tomando desde Vistabella (L’Alcalatén) la carretera que lleva al ermitorio de San Juan. Ya en su cercanía cogeremos, a mano derecha, la estrecha entrada al
4. Para su exposición, y atendiendo a la morfología de los propios soportes, seguiremos denominando peñedos a aquellas
rocas o salientes “in situ” de grandes proporciones; plataformas a las losas menores, igualmente “in situ”; y rocas a las
areniscas desplazadas, tal como ya hicimos (Mesado y Viciano, 1994).
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
camping, en cuyo inicio se halla el conocido pino de los tres troncos. Tras dejar esta zona
de acampada seguimos ascendiendo por la misma pista, y a unos 500 m de su recorrido
tendremos a la derecha una zona de grandes losas en donde se encuentra el abrigo llamado la Cova de la Beltrana, frente al cual, uno de nosotros (Viciano), recogió fragmentos de la talla de sílex. Tras este punto la pista vira a la izquierda y, ya en horizontal, tras
un recorrido de unos 200 m daremos, nuevamente a la derecha, con otro grupo de grandes losas uno de cuyos ortostatos, a modo de visera, ha sido, por su lado W, paredado con
roca en seco para aprovechar su interior como refugio. Es en este punto, ahora a la
izquierda del camino, con una separación de 13,50 m y en el declive de un monte cubierto siempre de pinos (el laricio y el silvestre), y su monte bajo de crecidos helechos, donde
advertiremos la roca de arenisca gris, manchada por la acción biótica de los líquenes, con
este “nuevo” petroglifoide.
La inscultura
La litoarenisca que lo comporta presenta la superficie superior plana (a la vez que
ligeramente cóncava en su centro) en acusado declive hacia el N. Alcanza un eje máximo (SE-NW) de 3 m, siendo su anchura (E-W) de 2,30 m. Y mientras su frente W (la de
la propia pendiente del valle) tiene una caída vertical de 1,10 m, su opuesto rasa un suelo
cubierto por la pinocha y el humus. Muestra junto a su perfil W un cupuliforme abierto,
labrado por un proceso alterológico generado por la abrasión pluvial y la gelifracción,
habiendo provocando un gnamma (Peña y Sancho, 2003). No se observa desplacación
superficial; pero sí erosión, como una roca más, por la acción de los líquenes y los procesos derivados de la humectación, pese a lo cual su estado es bueno. No hay indicios de
haber comportado fuego pues no existen señales de termoclastos.
El ancho de este motivo insculturado (eje E-W) es de 96 cm, siendo la altura total
(eje N-S) de 150 cm. Su campo cerrado queda dividido en dos partes iguales por un canalillo, ahora de perfil irregular y escaso fondo, de 105 cm de recorrido, que, tras cortar la
silueta cerrada, sigue, estrecho y ahora hondo (el pecíolo del hojiforme), con un recorrido de 45 cm hasta alcanzar el extremo inferior de la roca, su desagüe natural.
Fue labrado con un instrumento apuntado, seguro que metálico, como se aprecia en
el picado visible, espaciado y no compacto, del canal que lo conforma. Reguero de sección tanto en U (más o menos abierta) en la periferia (la del limbo de la hoja), como en
V en el canal de drenaje. La anchura de este surco varía poco, sobre 45 mm en el perímetro, y se expande, deformándose, en su interior, alcanzando el canalillo de desagüe
unos 3 cm de profundidad. Hojiforme que por su lado E está a 80 cm del contorno de la
roca, y su opuesto a 55 cm. Tanto la ligera concavidad central, natural, de la arenisca,
como su pendiente (sobre unos 20º), favorecen el drenaje a cualquier líquido que se vierta o recoja en la superficie esculturada.
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Fig. 5.- Vistabella. Plataforma de La Beltrana. Penyagolosa (A. Rufino).
Fig. 6.- La Beltrana. Penyagolosa, Vistabella.
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Paralelos y comentarios
Observamos cómo la dirección del derrame (S-N) es el mismo que presentan los dos
petroglifos de la cumbre de Penyagolosa, cuyos campos tienen una red de canales más
compleja (fig. 7 y 8). Como es bien conocido, y ya dijimos (Mesado y Viciano, 1994: 246
y 247, nota 142), se trata de una encumbrada montaña que en tiempos prehistóricos pudo
estar dedicada al dios céltico Lug. Sobre estos grabados pudieron haberse celebrado ceremonias de libación o sacrificios en su honor, como se ha constatado en la estación turolense del santuario de Peñalba de Villastar, junto al Turia: “sin duda el centro cultual más
importante del dios Lug en la Península” (Marco, 1986: 731). Se trata de un santuario
cuyo nombre popular es el de Cerro de las Hoyuelas por las muchas cazoletas y canalillos que comporta, “conjunto de grabados con más de 3 km de extensión lineal”, entre los
que se han detectado junto a las cazoletas y sus canalillos de drenaje “motivos geométricos y astrales”, y “representaciones del dios de raigambre celta Lug” (ibíd.: 211). Corpus
inciso que sitúa este investigador “en los momentos finales de la Edad del Bronce o inicios de los campos de Urnas del Hierro”, existiendo, además, “una buena cantidad de inscripciones celtibéricas o ibéricas, y latinas, que llevaría el momento final del santuario en
época ibérica del siglo I a.C., o al cambio de era”.
También comentamos que cercanas a estas insculturas de Penyagolosa existen indicios de un poblado Eneolítico en La Bayadera, así como otro de la primera Edad del
Hierro en la loma de Belart (Mesado y Viciano, 1994: 202 y 246). Creemos que a este
último horizonte cultural, ya rebasado el año 1000 a.C., pudieran pertenecer los petroglifos de esta montaña cimera del país, cuyo topónimo, repetimos, pudiera derivar de aquella deidad céltica (Penya-Lug-osa) y que el actual santuario dedicado a San Juan (24 de
junio, solsticio del verano) pudo ser perduración religiosa de aquella lejana tradición
“pagana”. A este santuario montano sigue acudiendo, anualmente, una de las romerías
más primitivas del país, de origen incierto: la dels Pelegrins de les Useres.
De cuanto hemos comentado llama la atención que el plano insculturado de esta plataforma de La Beltrana se contrapone al declive del propio valle, o sea que la inclinación
de su planacara es la misma que la de los petroglifos de la cumbre de Penyagolosa que se
ubican en la vallada opuesta y por esto acordes con su pendiente, cosa que no hace el
petroglifo de La Beltrana. Se trataría, pues, de una estación (la del conjunto de Penyagolosa) que se vale para unos mismos rituales de un monotema: el hojiforme, en este
nuevo caso, también, con un posible valor figurativo de vulva, inicio de cuanto nace. Y los
tres, como hemos visto, con los canales de drenaje orientados hacia el N y teniendo en el
S (a 160º el hojiforme de La Beltrana) la majestuosa cumbre de la montaña más elevada
del país, tal vez con la intención de que quienes realizaban actos esotéricos no dieran la
espalda a aquella divinidad... Cumbre con su imponente pared vertical en la vertiente de
levante cuya fuerza telúrica sigue perdurando en cuantos excursionistas la contemplan
(fig. 9). En la actualidad, en esta cúspide se halla entronizada la Virgen del Lidón.
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Fig. 7.- Penyagolosa, Vistabella. Plataforma I.
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Fig. 8.- Penyagolosa, Vistabella. Plataforma II.
Como también glosamos, y conviene repetirlo, hay pastores que relacionan los hojiformes insculturados con la destilación del aceite de enebro (Mesado y Viciano, 1994:
258), pero el hecho cierto de que ninguna de las rocas que los comporta presenta indicios
de termoclastia, así como su excesivo tamaño, nos lleva a asegurar que no fue ésta su función ya que según Agustín Gascs,5 de la masía de Montoliu, en término de Xodos
(L’Alcalatén), el aceite de enebro se obtenía colocando sus astillas en el interior de los
cántaros (solían aprovecharse los recipientes rotos), y una vez llenos se invertían sobre las
bases de otros contenedores igualmente cerámicos. Tras esta preparación los recipientes
5. Este relato fue recogido por J.L. Viciano, en 1967.
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Fig. 9.- Cumbre de Penyagolosa. Vertiente de Levante.
se cubrían de maleza a la que se prendía fuego, provocando la alta temperatura de la combustión la exudación del enebro, cuyas gotas eran recogidas en los contenedores, líquido
que era trasvasado a un botellín para su posterior uso. Se empleaba tanto en las heridas y
malaltías del ganado como para matar menudos animales que se creían dañinos. En la
geografía que venimos investigando, ninguno de los hojiformes presenta signos de disgregación granular por termoclastia, ni tampoco ennegrecimiento de la superficie por
ignición o aceites (de ser recientes), prueba inequívoca de que no fueron empleados para
la obtención del citado líquido graso.
Por otro lado se sitúan dominando extensos paisajes, lo que los hace más enigmáticos, alejándonos de aquella atribución popular, pastoril, así como unirlos al tan desconocido esoterismo de nuestra prehistoria, base de las creencias anímicas de todas las cultu—197—
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ras. Tampoco los creemos piedras pasivas para el prensado de la oliva, idea que iniciaría
Breuil (Breuil y Lantier, 1945), pues los que hemos estudiado (y en particular estos de
Penyagolosa) se sitúan en paisajes cimeros sin olivos, mayormente dominio de las fuertes nevadas invernales. Tampoco hemos visto junto a ellos los pétreos contrapesos que
siempre han usado los lagares para el prensado de la oliva, uva, o manzana cuando tales
artilugios son de palanca; como tampoco hoyos (pollegueres) para el encaste de las armaduras de madera cuando tales ingenios son de eje vertical de caracol o rosca, hecho apuntado por Jordán para la que denomina “prensa nº 9” en el Tolmo de Minateda (Jordán,
2001: 8 y 9), cuya inscultura es, como igualmente anota, idéntica a varias de las que
hemos citado; pero las pequeñas oquedades que se advierten en la fotografía (Foto 1 de
su trabajo) son insuficientes para retener el ingenio de madera en el momento del prensado, pues la mucha fuerza que hay que realizar lo sacaría de tales encastes. Por otro lado,
tanto si son de los primeros artilugios como de los segundos aquellas piezas pasivas insculturadas, ubicadas sobre rocas madre con gradiente (caso de nuestro ejemplar de la
Beltrana, o el del monte Garabaya de Manzanera), harían inútil el comprimido del fruto
pues las bases de las prensas siempre funcionan en horizontal. Pero no es menos cierto
que su temática tampoco figura en esos dos grandes centros mágico-religiosos tan cercanos, con su complejidad iconográfica, conjuntos (cerrados al aire libre) de La Serradeta
y Los Cerradicos de la Masía de Casagranja, éste último en término de Cantavieja; aunque sí lo hará en el de La Estrella, en término de Mosqueruela.
Son conjuntos que encumbran monumentales “peñedos” –auténticas aras sacrales–
elevando pocetas o receptáculos con canales de drenaje, uno de los cuales, el Peñedo II
de la Serradeta, ahora sin reguero, aparecerá circunvalado por sus crípticos ocho símbolos grabados junto a su circular bacino (fig. 10), auténticos signes sans paroles, como han
sido llamados (Abelanet, 1986). Grabados, éstos últimos, que en modo alguno, como
anotará Gómez-Barrera, los creemos medievales (Gómez-Barrera, 2003: 98) por ser antesala (única entrada posible) al poblado de El Castellet, con cerámicas del Hierro I e ibérico antiguo; aunque en sus cercanías está, también, el castillo y pobladillo medieval de
El Boi (fig. 11). Por otra parte lo enigmático en ellos, a través de cuanto hay punteado,
nada responde a los ritos árabes o cristianos más primitivos, las únicas Culturas conocidas tras la romanización en nuestra geografía castellonense; aunque estos cultos mistéricos, con las rocas como soporte, de procedencia centroeuropea, nacidos en la más remota antigüedad, alcanzaron (y rebasaron) el año 572 puesto que tales esoterismos fueron
recogidos en los cánones del II Concilio de Braga (en el antiguo reino de Galicia) que se
ocupó, principalmente, de erradicar el paganismo. Así, Martín de Braga, que presidió esta
reunión episcopal, en su carta De correctione rusticorum al obispo Polemio, escribe:
“...qué es sino adoración del Diablo el encender cirios a las piedras, a los árboles, a las
fuentes... Los demonios (persuadieron a los humanos) a que les levantasen altares en los
cuales no sólo derramasen sangre de animales sino también de hombres...”. Y es que el
culto a determinadas piedras y parajes, ya aludido por Estrabón en su visita a España alre—198—
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dedor del año 100 a.C. (Estrabón, III, 1.4.), fue la causa que dio origen, con el tiempo, a
muchas ermitas y cruceiros en sus cercanías.6
En tal culto pudo estar la génesis (críptica) de aquella frase de Jesús: “Tú eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, puesto que esta religión utilizaría para su evangelización de la suplantación de aquellos lugares de culto mistérico, algunos con rocas
insculturadas con símbolos “paganos” preexistentes. Así, en al-Andalus vamos a tener un
magnífico ejemplo, por no citar otros muchos, de aquella copularidad del “cristianismo”
sobre el “paganismo”: la gran catedral gótica en el propio corazón de la inmensa
Mezquita de Córdoba.
No es menos cierto que el conjunto de insculturas que venimos investigando en el
septentrión occidental castellonense (también los de Tarragona, Albacete y Murcia), presentan, con aquellos otros conjuntos del resto de España, unas connotaciones propias,
cual es el caso de su registro temático puesto que no van a figurar aquí ni los círculos concéntricos del SE español, ni los triples recintos cacereños, o los tan comunes laberintos
del área gallega; o aquellas escenas cinegéticas en las que antropomorfos con arco están
flechando ciervos; o aquellas armas (alabardas tipo Carrapatas, puñales de lengüeta, etc.)
que están copiando modelos metálicos bien conocidos en los registros arqueológicos de
finales del III milenio a.C., armamento que está sirviendo, lógicamente, para dar una cronología general, en tales áreas, a sus insculturas. Por ello Molina-García anota al estudiar
el conjunto murciano de Tobarrilla (que tantos paralelos acusa con los nuestros) “que es
notoria la diferenciación entre nuestros petroglifos y los atlánticos –como más próximos,
los gallegos– en los que la temática círculos, espirales y laberintos que, entre otros, la
caracterizan, no se da en Tobarrilla (Molina, 1985: 155).
Pero no es menos cierto que unos mismos motivos debieron de conllevar unos mismos ritos, pese a la distancia; y así advertiremos en las rocas de arenisca roja de Baños
de Alicúm (Guadix) nuestros mismos temas: cazoletas y canales que las drenan, estación
que, dada su proximidad (varios kilómetros) con los megalitos ubicados entre las localidades de Gor y Gorafe (Granada), fue datada en el Eneolítico (García-Sánchez y Spahni,
1985). Y es que, de nuevo, debemos de encontrarnos ante otro “trasvase cultural”. Como
trasvase cultural (tal vez desde el septentrión valenciano) es el conjunto citado de
Tobarrilla por su gran similitud física con los que vamos estudiando en nuestra área. Sus
hojiformes serían para Jordán “arboriformes”: “nos inclinamos más a considerarlo (en
caso de que no fuera una “vulgar” prensa de aceite protohistórica o romana) más como
un árbol de la vida” (Jordán, 2001b: 13). En todo caso, lo que sí que parece ir consolidándose es una alargada zona de posible influencia “mediterránea” (que alcanzaría por el
S la zona de Guadix), la cual tendría como soporte característico los bacinos o cupuli-
6. Fuente: http://usuarios.advance.com.ar/pfernando/DocslglMed/MartindeBraga_biografia.html
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 10.- La Serradeta, Vistabella. Peñedo II.
Fig. 11.- El Boi, Vistabella. Masadas y ermita gótica de Sant Bertomeu.
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formes drenados por regueros, y hacia levante uniría los hojiformes o “árboles de la
vida”, con los majestuosos peñedos (auténticas aras sacrales/sacrificiales) encumbrando
otras pocetas y otros canales igualmente de drenaje.
Los hojiformes en los parajes con insculturas
En este “hinterland” escrutado, hemos registrado (exceptuando los tres de
Penyagolosa) los siguientes hojiformes: en la Torre de la Casalta, Zucaina (Alt Millars),
figuran en la plataforma I (fig. 12); en el Mas de Montón lo hacen en las plataformas I y
II (fig. 13); y en la Loma del Cañuelo, en la Plataforma I (fig. 14). En Manzanera, Teruel,
otro hojiforme se halla en el crestón, ahora calizo, del monte de Garabaya que domina
por el NW el pueblo (fig. 15).
En La Estrella (Mosqueruela, Teruel) sobre la cueva-balma de El Monj, y ya en la
carena de la montaña, tendremos el hojiforme más complejo de cuantos hemos encontrado, pues en su campo, ahora circular (viable cosmos), los canales extremos cortan, en su
salida al limbo, dos pequeñas circunferencias de desigual tamaño, posiblemente representación de la luna y del sol (fig. 16). Junto a él se alza el espectacular peñedo III, con
un canal en su planacara que alcanza los 5 m, y varias cupulillas (fig. 17). Tampoco deberemos olvidar que sobre esta cueva (un enorme abrigo cuajado de signos incisos, entre
ellos esteliformes) se halla la plataforma que comporta una constelación estelar, posiblemente Leo (Mesado y Viciano, 1994: 206, nota). En su contexto una relación repetida con
lo cósmico en un lugar en que la tradición invoca la aparición, a unos pastores, de la
Virgen de la Estrella, hoy patrona de Mosqueruela, cuyo ermitorio tenemos a 3 km aguas
abajo de la balma o Cueva del Monj. Y es que las leyendas suelen tener un trasfondo histórico, o cuanto menos de mitos ancestrales, por cuanto no es casual que unos motivos
prehistóricos, de simbología cósmica (¡únicos en su lectura!), estén cerca del santuario
de la Estrella.
R. Seva, al estudiar los grabados rupestres de Pinoso, Alicante, con cazoletas y canalillos que las drenan, anotará que pudieron relacionarse con cultos solares a la Dea Mater,
y “podrían situarse entre el Eneolítico y el Bronce final”; pero señala que en sus inmediaciones no ha encontrado restos materiales, aunque no lejos –rebasando el kilómetro y
medio– existen yacimientos del Paleolítico superior-Epipaleolítico y Neolítico final (La
Centenera), de fines del Eneolítico y la Edad del Bronce (Lel), e ibéricos, romanos y
altomedievales (Camarillas)... (Seva, 2003: 431 y 432).
En Peñalba, “un santuario a cielo abierto” (como prácticamente todos), F. Marco
relaciona los petroglifos con sacrificios sangrientos, aquí de animales (Marco, 1986:
731). Nosotros mismos observamos en Los Cerradicos de la Masía de Casagranja que
tales sacrificios (posiblemente humanos) son posibles (Mesado y Viciano, 1994: 256 y
figs. 18, 1 y 19, 3).
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Fig. 12.- Torre de la Casalta, Zucaina. Plataforma I.
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o
Fig. 13.- Mas de Montón, Zucaina. Plataforma I y II.
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Fig. 14.- Loma del Cañuelo, Zucaina.
Fig. 15.- Garabaya, Manzanera (Teruel). Plataforma I.
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Otro paraje con semejante distribución ritual (insculturas plurales alrededor de un
encumbrado “peñedo” con bacino y canal de drenaje en su cima, y huellas labradas para
escalarlo) es el ya citado de La Serradeta, pero ninguno de los veinte temas que le arropan señala el motivo hojiforme, monotema singular –como hemos visto– en el conjunto
de Penyagolosa, aunque ambos campos insculturados estén dentro del mismo término
municipal.
Un motivo (como continuadamente estamos observando) que se repite con frecuencia en la mayoría de las estaciones rupestres con grabados en este hinterland castellonense, una especie de leit motiv, es el de los bacinos y sus canales de drenaje. Motivo
único en los planaltos de las mesas sacrales o “altares” (nuestros “peñedos”), cuestión
ésta que para Ana Alonso estaría vinculada a la simple recogida de agua pluvial para el
consumo humano, y también “para algo tan aparentemente nimio como es la caza de
aves” (Alonso, 2003: 285). Pero si así fuera, los regueros irían a desembocar en las cubetas y no al revés como siempre sucede en cuantos hemos encontrado. Por otro lado en las
cercanías de tales estaciones hay magníficas fuentes, y siempre hondos barrancos y ríos.
Y también nos parece “nimio” que sobre tan mayestáticos peñascos, y dominando campos con petroglifos varios, siempre contiguos a viejos caminos de herradura, fuesen
labrados grandes pocetas, circulares o rectangulares, con sus canalillos de drenaje, para
la simple caza de aves;7 o espectaculares canales, como el regato de más de 11 m de la
plataforma I de la masada de Penya Calba escoltado por grabados serpentiformes nacidos de una poceta minúscula (fig. 18), o “paletas” (fig. 19) sin función aparente alguna,
entre otros motivos (Mesado y Viciano, 1994: 210, fig. 8), siendo espectacular su ubicación sobre el curso del Montlleó (fig. 20).
La cronología y los ídolos-placa de la masía de Fraximeno
Respecto a la cronología dada a la mayoría de los petroglifoides reseñados, cuyo
registro simbólico se extiende por media Europa, está la de aquellos que avalan su origen
neoeneolítico; también romano, caso ya citado de Breuil y Lantier. En aquella dirección
primera estarían los que estudiamos cerca de los dólmenes de la Vega del Moll, Morella
(Mesado y Andrés, 1999), sepulturas fechadas por el C14 (datación calibrada), entre el
3496 y el 3376 BC (UBAR-520), con balsillas y sus duros canales de drenaje; y ese gran
peñedo con pocetas y más canales en su cercanía, cronología aproximada que en este privilegiado paisaje morellano pudieran señalar, también, las rocas III (con un petroglifoide
en forma de cruz de dobles brazos –los superiores alzados–) y IV (con un petroglifoide
en “phi”), inculturas que fechábamos dentro del Eneolítico.
7. Véase tal problemática en la “Segona part” del “Debat” (págs. 462-470) propiciado durante el I Congrés Internacional de
Gravats Rupestres i Murals (Institut d’Estudis Ilerdencs, Diputació de Lleida, 2003).
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Fig. 16.- La Estrella, Mosqueruela.
Plataforma II. Hojiforme circular.
Fig. 17.- La Estrella, Mosqueruela.
Su gran peñedo.
Sobre él J. Colomer y J.L. Viciano.
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Fig. 18.- Penya Calba, Culla.
Serpentiforme.
Fig. 19.- Penya Calba, Culla.
Grabado en “paleta”.
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 20.- Penya Calba, Culla. Panorámica hacia el Riu de Montlleó (8) tomada desde Els Morrals, sobre la Cova del
Marqués: 1, Caseta del Sereno; 2, Castellalbo (Bronce Tardío); 3, La Tarongera; 4, Racó de Tadeu; 5, El Morral Foradat; 6,
Finestra del Sereno; 7, Volta de Maria; 8, Riu de Montlleó; 9, Cova de les Cabres (Bronce Valenciano); 10, El Fondo; 11,
Barranc de la Cova; 12, Coveta de la Munda; 13, Cova de la Soterranya (Bronce Valenciano); 14, El Queixal del Llop; 15,
Mas de Campos (Hierro I e Ibérico); 16, Punta con construcciones de piedra seca; 17, Serra del Boi, Vistabella.
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Confirmando esta última cronología, y dentro de esta singular orografía morellana,
ahora en la cuenca del Calders y apenas a 1 km enfrente del ermitorio de Sant Antoni de
Pàdua, en la dena de La Vespa, tras nuestras propias exploraciones han sido encontrados
sobre una plataforma ortostática elevada, dominando la vega, dos enormes grabados que
parecen representar sendos idoliformes, cuyos gráficos podemos ver expuestos en uno de
los paneles del Museo de la Valltorta. Nuevas insculturas, ahora espectaculares tanto por
el tamaño como por la propia representación incisa, que se ubican dentro de la propiedad
del Mas de Fraximeno (Pérez y Guardiola, 2006). Estos “ídolos-placa”, o “cilindro”, con
dirección E-W, aparecen representados por dos rectángulos paralelos y casi tangentes,
con pedestal basal contraído (balsillas rectangulares, labradas), cuyos cuerpos quedan
divididos por un banda vertical, central, en “Y”, marcándose los puntos de los ojos (cupulillas naturales) sobre ella, separados por otra línea vertical que sigue el eje interno anterior (fig. 21, A) .
Colindando con ellos, varias pocetas (mayores las que se aproximan a sus “cabezas”,
aunque escasamente señaladas) están conectadas por medio de un solo canal con los propios idoliformes, regatas que pudieron aportar algún líquido a los canalillos que siluetean los dos ídolos-placa, que van creciendo en profundidad conforme se aproximan a las
balsillas basales, únicos receptáculos en donde podía ser recogido cualquier líquido
derramado sobre aquellas balsillas o sobre los cuerpos de las propias figuraciones, contraviniendo, pues, al resto de las plataformas con sólo cupuliformes y canales que las drenan. Sin embargo la losa contigua, con una reparación de rotura de 70 cm, con un pequeño ídolo-placa grabado, presenta un duro reguero con balsillas que sí vierte en el extremo inferior de la plataforma, ideograma que no queda lejos de los grabados anteriores
(fig. 21, B).
Hoy la arenisca que contiene las dos insculturas mayores (rebasan los 140 cm de altura) se halla desgajada de la arenisca madre, habiendo iniciado su desplome, por cuanto
su planacara no conserva la horizontalidad que debiera para conducir un líquido vertido
en las pocetas.
Tal hecho sería indicativo de una “proximidad”, cuanto menos ritual, con aquellas
rocas que portan como único tema los cupuliformes y sus canales de salida, como las tan
cercanas a los monumentos dolménicos de L’Argilagar, en la citada Vega –o dena– del
Moll. Cercanía que igualmente podría ser cronológica, aunque en lo tocante a creencias
anímicas y sus ritos la profundidad en el tiempo puede ser mucha, como hemos podido
ver en el mentado Concilio de Braga.
Estas nuevas losas grabadas (que en origen estuvieron soldadas) quedan enfrente
(sobre 1 km) de la ermita de Sant Antoni de Pàdua, siendo visible desde ellas, al igual
que lo es el ermitorio de Sant Cristòfol de Saranyana, en cuyo cingle se ubican las pinturas rupestres del abrigo del Mas de Barberà. Recordemos, también, que muy cerca de
la primera ermita figuran las insculturas de la Masía de la Vespa, en cuya plataforma de
rodeno (utilizada, en parte, para la trilla) aparecen varias pocetas y un antropomorfo en
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“phi”, esquema que pudiera responder –tal vez casualmente– a un “indalo” almeriense
aunque presenta en arco (signo siempre de antigüedad) sus extremidades inferiores
(Mesado y Andrés, 1994: 215), ideograma con fuertes paralelos en los antropomorfos
portugueses de Cachão do Algarbe y São Simão, en cuyas cercanías existen otros grabados comportando armas datadas en los inicios del primer milenio a. C. (Varela, 2001: 71
y 80, figs. 8 y 13).
El propio hecho de la magnitud de estos dos idoliformes de Fraximeno (como su propia simbología) señalan esa perspectiva jerárquica, máxima, dentro de esta zona del septentrión valenciano, tan rica en petroglifos, que en su gran mayoría inciden en los cupuliformes o balsillas, y en los canalillos que siempre las desaguan. Teniendo en cuenta el
abombamiento que presenta la figura del lado derecho de Fraximeno en su perfil inferior,
sospechamos que pueda tratarse de una deidad de “tipo dolménico” representando a una
diosa madre (de la fertilidad), en cuyo caso el diminuto idoliforme contiguo a esta pareja deificada pudiera simbolizar a su hijo, procreación divina al modo de los dioses egipcios, entre otros. Sobre el regato que comporta esta pareja idoliforme en lo que sería la
cabeza, cabe pensar que pudieron insertarse en ellos, en el instante del acto esotérico, flores o plumajes al modo que los presenta el idoliforme alicantino del Abric II de Garrofer.
El dilema en Fraximeno es saber si los idoliformes y la regata con pocetas y su desagüe
externo son coetáneos, o no. De lo que sí que estamos convencidos es que se trata de
“santuarios rupestres, verdadeiros lugares de poder” (Varela, 2001: 86).
En el grupo de los petroglifos galaicos aquellos temas que se interpretan como “ídolos-cilindro” (caso del conjunto grabado de la Pedra das Ferraduras de Fentáns, Cotobate,
Pontevedra), con tres idoliformes –aunque bien lejos, artísticamente, de los dos ejemplares morellanos–, se centran en “el último tercio del III milenio y el primer tercio del I
milenio; es decir, la fase más temprana de la implantación de la metalurgia en el área
gallega (...), y no sobrepasarían el primer tercio del II milenio, habida cuenta que la tendencia más generalizada en la investigación actual apunta la existencia de una clara ruptura en el registro arqueológico a partir del segundo tercio del II milenio, lo que parece
dar a entender que en estas tierras se produjo una crisis de dimensiones hoy por hoy difíciles de evaluar pero que supuso la interrupción de un proceso de desarrollo que conllevaría inevitables cambios sociales”. Crisis y ruptura que, igualmente, hemos apuntado y
defendido para el País Valenciano (Mesado, 19998).
8. Véase, en este trabajo referenciado, entre otros capítulos, el II: “El Eneolítico y el Bronce ¿Transición o rotura cultural?”.
También: Mesado, 2001a.
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A
B
Fig. 21.- Fraximeno, Morella. A, idoliforme izquierdo; B, idoliforme menor y canales con pocetas
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El paramento pintado de La Serradeta
Ratificando aquella antigüedad prehistórica que dimos al conjunto grabado de La
Serradeta, está el panel, hallado recientemente, del Abric de la Serradeta, en la propia
ladera del Morral de Valero (lado izquierdo del camino arriero de Culla), cuyo conjunto
fotografiado también se expone por vez primera en el Museu de la Valltorta, TírigCastellón. En él advertiremos, en tono rojizo desvaído, varios antropomorfos; y podomorfos, en un tono más oscuro (rojo acarminado), en el extremo final de bandas (que los
envuelven) formadas por puntos digitados, motivo éste último que, en horizontal, va formando rítmicas fajas de dobles puntos sobre gran parte de la decorada balma.
Aunque cualquier interpretación iconográfica en arte es siempre subjetiva, en el abrigo de La Serradeta parecen marcarse caminos (las bandas punteadas), y el hecho de terminar con huellas podomorfas, en su interior, parece querer indicar prolongados caminos
hechos a pie: tal vez recuerdo de una ancestral peregrinación ritual para alcanzar este
lugar sagrado (el de La Serradeta) como año tras año, y centuria tras centuria, alcanzan
hoy, en acción de gracia (para unos en petición de lluvia; para otros intercesión por una
epidemia de peste), tras un recorrido montano de 70 km (ida y vuelta), el santuario de San
Juan de Penyagolosa els pelegrins de les Useres, trece personajes: uno representando a
Cristo y los otros a los apóstoles. Y lo hacían, antaño, portando en sus cuellos múltiples
abalorios profilácticos (“paganos”) y un enorme rosario de cuentas vegetales, que es el
que ha prevalecido. Restos, tal vez, de antiguos cultos agrarios o de fecundidad (Escuder
et al., 1989).
El paramento pintado de La Serradeta comporta –dentro del registro rupestre valenciano– el más puro conjunto de arte esquemático de cuantos abrigos han sido encontrados, constituyendo con el contiguo campo de insculturas y su poblado de Els Castellets
(Hierro I y II), un mundo espiritual, evidentemente prehistórico, muy complejo, puesto
que exceptuando aquellos grabados del siglo pasado (Plataforma XV, insculturada por
Silvino Moliner siendo zagal), cuantos motivos existen, incisos o pintados, deben de ser
sincrónicos. Ellos conforman un mundo de simbolismos, perdidos en el devenir del tiempo, con un claro valor anímico-religioso sacrificador (Duch, 2003: 448).
Paralelos, comentarios y una posible cronología
El problema crucial, ahora, tras estos novedosos hallazgos, es el de atribuir para el
conjunto de insculturas estudiadas una misma cultura (y por lo tanto una misma cronología), la cual quedaría centrada, grosso modo, en el III milenio a.C. Sin embargo, el
hecho innegable de que el campo con petroglifos de La Serradeta sea la antesala ineludible para alcanzar el poblado ubicado a 150 m de distancia, y que en la plataforma V
existan incisos varios signos ibéricos, abogaría –creemos– por la cronología del propio
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asentamiento con cerámicas atribuibles a Campos de Urnas, en cuyo momento habríamos
de datar los cabalísticos signos del Peñedo II así como los grabados con los antropomorfos y posibles narrias cuyos paralelos en el SW se fechan entre el 750 y el 650 a.C.
(Almagro, 1977: 189); santuario montano que habría cubierto, de igual forma, la fase ibérica de este pobladillo. De ser así, como también apuntamos, tras aquella fase de grabados eneolíticos (mayormente sobre paredes verticales o losas muy inclinadas) habríamos
de pontear el periodo ocupado por el llamado “Bronce Valenciano”, al cual bien poco de
arte (aunque las pocetas y canales carezcan de él) podemos atribuirle, puesto que entre
los múltiples pobladillos que hemos detectado en Castellón, encumbrados en cualquier
peñasco puntero, nada hemos visto en sus abrigos, paredes o rocas cercanas.
También para D. Antonio Beltrán el final de este arte esquemático quedaría centrado
en la Edad del Hierro como consecuencia de la penetración hallstática, puesto que “el
estilo esquemático se perpetuó en la cerámica durante la I Edad del Hierro y desapareció
con la introducción de los modelos clásicos de los pueblos colonizadores” (Beltrán,
1983). Para el propio Beltrán el grupillo de pinturas de La Fenollosa de Beceite, con jinetes que cabalgan de pie sobre sus monturas, podría llevarse a la “Edad del Bronce y tal
vez a la segunda mitad del II milenio a.C.” (Beltrán, 1993: 187). Sin embargo, el innegable paralelismo con la plataforma insculturada de Puntal del Tío Garrilla II, a 100 m del
poblado ibérico de igual topónimo, en la localidad de Pozondón, Teruel, no hará dudar a
su excavador en atribuir a ambos conjuntos una misma fecha (Berges, 1981), hecho igualmente aceptado por Royo, quien en su artículo sobre las manifestaciones ibéricas del arte
rupestre, cita, entre otros, el conocido Castro de Santa Tecla “donde parte de la muralla y
sus viviendas anexas se localiza sobre diversos grupos de paneles grabados con cazoletas
y canales”, hecho que va a repetirse en Masada de Ligros II, en Albarracín: “uno de los
santuarios con grabados rupestres más importantes de Aragón”, en donde sobre rodenos
triásicos, con la técnica del picado, existen “paneles de cazoletas y canalillos enterrados
bajo sedimento arqueológico fechado en época ibérica [el énfasis es nuestro, por cuanto podrían ser anteriores] con alguna espada grabada asociada a canalillos, serpentiformes
y cazoletas”. Por lo que considera que una parte significativa de tales insculturas “podría
encuadrarse dentro de las manifestaciones ibéricas” (Royo, 1999: 211), fechando la plataforma grabada, de tipo ecuestre, del Puntal del Tío Garrillas “entre el siglo IV y el III
a.C.”, aunque no descarta una fecha de fines del VI (ibíd.: 216). Nosotros mismo, ya en
el año 1989, datábamos en época ibérica el conocido jinete del Abrigo X del Cingle de la
Mola Remigia (fig. 22), cronología, aunque sin cita alguna, aceptada tanto por Royo
(ibíd.: 221) como por Mateo-Saura (Mateo, 2002: 59).
Si como se ha escrito Sierra Morena Oriental es la “génesis de las nuevas formas
esquemáticas” (López y Soria, 1988: 455), centrándose en el núcleo de Aldeaquemada
los motivos más primitivos de este lenguaje simbólico, no es menos cierto que nadie discute aquellos “trasvases culturales” que con seguridad se producen (en este caso procedentes del País Valenciano), como ponen de manifiesto los cérvidos de la capa inferior en
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Fig. 22.- Jinete del Abrigo X del Cingle de la Mola Remigia, Ares, Castellón.
Prado del Azogue, y los cérvidos y cápridos, en rojo claro, de Tabla de Rochico. Y siendo evidente, como reiteradamente venimos manifestando (Mesado, 2005a), que tal manifestación artística nace con el Neolítico Inciso –por ello lo denominamos Arte Rupestre
del Neolítico Inciso (Mesado, 1989: 91)– y fenece con anterioridad al Eneolítico, no es
menos cierto que cuanto entendemos como Arte Esquemático (siempre simbólico) deberemos situarlo a partir, cuanto menos, del Calcolítico, como, por otra parte, vienen indicando los idoliformes, su manifestación más singular.
Sólo basta hojear cualquier Corpus de Arte Esquemático para advertir motivos puntillistas (los “puntiformes”) en una gran mayoría de los yacimientos andaluces, pero prácticamente siempre van a pertenecer, o a integrase, en esta nueva dicción de arte: unas
veces formando figuras (buen ejemplo son las de Poyo de En Medio en Aldeaquemada9),
9. Se trata del Grupo 4 del listado de López y Soria, una serie de puntuaciones en “meandriforme” cuya idea se acerca a esas
deidades eneolíticas cuyas imágenes más representativas van a comportar los ídolos-placa, coronados por “bigotis”, ahora
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otras agrupándose, sin orden (casi siempre), junto a imágenes acéfalas de “brazos en asa”
como en Vacas del Retamoso-Los Órganos; o salpicando, abigarradamente, un “ramiforme arborescente” que sobresale de una escena formada por “dos arqueros, dos antropomorfos simples y dos figuras semicirculares” en el Abrigo de las Jaras, posible deidad que
con su lluvia (los puntos) parece bendecir la escena terrenal de la que sobresale –tipo de
figura que ya tratamos al dar a conocer la gran deessa esculturada de La Vall d’Artana,
Castellón (Mesado, 2001a)–; una escena cinegético-votiva, pintada, que repite el abrigo
de la Tinada del Ciervo I, de Nerpio, Albacete (Mateo y Carreño, 2001: fig. 3, 1-5)10. En
el propio término de Aldeaquemada hay bandas de puntuaciones y pequeños segmentos
en Morciguilla de la Cepera, panel que igualmente comporta menudos antropomorfos,
por cuanto es el yacimiento de Sierra Morena que más semejanzas alcanza con el de la
Masadeta, aunque no figuran los podomorfos (López y Soria, 1988: 38, fig. 2), motivo
que no recogerá Acosta; aunque sí “manos”, un “tema poco frecuente en la pintura
esquemática, encontrándose únicamente en una estación de Cádiz y dos de Badajoz (...)
Sobre su fecha no puede apuntarse dato alguno (Acosta, 1968: 137-138).
En Aragón, en los abrigos del Forau del Cocho (Estadilla, Huesca) tendremos en los
covachos VI, VII y VIII, conjuntos de puntuaciones digitadas “que forman ocho o diez
líneas paralelas”, digitados (“dispuestos en sentido de ritmo o armonía”) que en el panel
primero acompañan a un ciervo de tendencia esquemática que Beltrán describe como
“seminaturalista” (Beltrán, 1993: 112-115). En sus proximidades está la ermita de la
Virgen de la Carrodilla. Sería, pues, el conjunto con paralelos provinciales más cercanos
al de la Serradeta, aunque tampoco comporta podomorfos.
En aquellas áreas catalanas bien prospectadas y publicadas –Cuenca del Segre y Área
Central y Meridional (Alonso et al., 1990)– los dos yacimientos que presentan un mayor
“lenguaje” con paralelos en el abrigo de La Serradeta, son: el del Abric de la Vall d’Ingla,
con su conjunto ordenado de puntos (para el cual sus investigadores se inclinan “por un
concepto numérico” y cuya cronología horquillan entre la Edad del Bronce y la del
Hierro); y el abrigo denominado Cova dels Segarulls (Olérdola, Alt Penedès), otra agrupación de puntiformes emplazados en un ambiente cultural que sitúan entre la Edad del
Bronce y el Medioevo, por existir en el propio lecho del abrigo testigos arqueológicos de
ambos extremos culturales.
Los tres yacimiento castellonense que más paralelos formales –en especial digitados
o puntiformes– pueden acusar con el abrigo de la Masadeta (también, por el momento,
con dos prolongaciones laterales, arcadas, terminadas con tres líneas de puntos, posibles pies –o manos– de la figura central, que evidencia el también meandriforme puntillista del abrigo de Vacas del Retamoso en cuya “cabeza” fueron pintados dos puntos, los ojos, separados por un corta línea central, la nariz, que van a recordarnos a aquellas otras del Arte
Rupestre del Neolítico Cardial (el “Contestano”) en cuya génesis Oriental pudieran haber contactado.
10. En este estudio se interpreta el gran ramiforme como las astas de un ciervo, pudiendo tratarse (cosa que no negamos) de
un animal totémico, deificado.
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lógicamente los más cercanos) son: las prolongadas bandas, paralelas, de digitados y puntuaciones del canchal de areniscas triásicas del castillo de Vilafamés (la Plana Alta), motivos que para Beltrán serían “de una fecha muy tardía” (Beltrán, 1968: 15); los de la balma
del Río Chico (que vamos a ver seguidamente); y el del Cingle de Gargan, éste en término de Xodos (L’Alcalatén), asimismo descubierto por J.L. Viciano, con sus reiterativos “signos primarios” sobre un soporte arenoso apenas estable, en su mayoría motivos
en cuadrillajes, de fuerte pigmentación rojiza, con puntos en su interior. Es ésta, ya lo
dijimos, una manifestación cultural que objetamos como acronológica por ubicarse junto
a una calzada de trashumancia, y ser tales motivos un tema común, pintado, tanto en los
socarrats de Paterna como en las tejas de los aleros de la viejas casas del Maestrazgo y
del Alt Millars (Mesado, 1989: 69).
En el abrigo de La Serradeta, de ser sus motivos abstracciones procedentes de figuras naturalistas (cuanto menos los antropomorfos y podomorfos), llegan a tal simplicidad
que es imposible conocer su génesis, y por ello su propio significado, puesto que no ha
habido un lenguaje pigtogramático que una lo figurativo (si lo fue) con la abstracción
simbólica que tenemos hoy. Pero no es menos cierto que su enunciado –el propio panel–
fue comprendido dentro de un territorio que desde la cuenca del Segre, al norte, alcanza
el sur peninsular. Pero ambos horizontes artístico-culturales (el naturalista y el esquemático) llegan a entretejerse (los propios “trasvases culturales”) en unas pocas cuevas: por
ejemplo, en zona catalana los advertiremos en el Abric d’Alfés, en la Cova de l’Escoda,
o en la del Racó d’en Perdogó; y al sur, en Sierra Morena Oriental, en los abrigos ya citados de Tabla de Pochico y Prado del Azogue, marcando siempre su mayor antigüedad el
estilo naturalista por el hecho de situarse en la mejor zona tectónica del panel cuando es
la más resguardada de la meteorización externa.11
III. EL COVACHO DEL RÍO CHICO
Situación
Si desde la población de Onda (la Plana Baixa) alcanzamos la cuenca del Riu Millars
(Mijares) ascendiendo por su margen derecha (comarcal CV-20) en dirección a Puebla de
Arenoso (Alt Millars), tras un recorrido de 16 km alcanzaremos, a canto del Mijares, el
pequeño pueblo de Espadilla. Junto a él desemboca el Río Chico (pues el grande es el otro)
que procede del término de Ayódar (Alt Millars), por ello la población de Espadilla, con
sus callejas pinas, se ubica en la confluencia de ambos. Sus habitantes, hasta la expulsión
de 1609, fueron musulmanes. Después, Espadilla pertenecería al Ducado de Villahermosa.
11. Ver cuanto exponemos, por ejemplo, en: Mesado, 1989: 48 y 61.
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Si nos adentramos por el Chico, por su margen izquierda discurre un pequeño canal,
que drena las 24 h, conocido como la “Acequia de ahí-bajo-lugar”, agua que procede de
Fuentes de Ayodar. Tras un recorrido de 600 m alcanzaremos el abrigo con las pinturas,
trayecto que es conveniente realizar, por la mucha vegetación existente (adelfas, aliagas,
romeros, coscoja...), por la margen derecha del río ya que un camino, solado con mortero, adentra con facilidad medio kilómetro. Luego, por el interior del propio álveo, ahora
inundado, podremos alcanzar la canalización volada que, cruzando el cauce (fig. 23),
llega a las turbinas de la Central Eléctrica de Vallat. En la vertical de tal conducto, ladera izquierda, da comienzo la cueva, la cual se abre a sólo 2,50 m del lecho del Chico,
cavidad que mira hacia el NE sobre un paisaje corto, montano, repoblado de pinos: la
propia ladera derecha en donde en alto se advierte la boca de una cavidad. Desconocemos
tanto el topónimo del abrigo como el de esta cueva, ya que en Espadilla han emigrado la
mayoría de sus vecinos, quedando censados sólo 67 habitantes, que ya de tiempo abandonaron tierras y ganados, habiendo olvidado la toponímia menor. Por tal hecho, de
momento, hemos bautizado el abrigo con el del propio arroyo.12 Todo el sector izquierdo
del Chico lame, en declive casi vertical, la propia base oriental del encumbrado muñón
calizo de Peña Saganta, de 727 m s.n.m., que, conjuntamente con el peñón del Castillo
con las ruinas cimeras de la Torre del Homenaje, domina el término de Espadilla y el
curso medio del Millars.
El Abrigo
La cavidad, abierta en la caliza del piedemonte por la erosión del propio afluente –el
Chico– fue descubierta por J.L. Viciano en la década de los años sesenta. De ella dimos
noticia en 1989 al estudiar las pinturas levantinas del abrigo vilafranquino de la Covatina
del Mas de la Rambla (Mesado, 1988-89: 51).
El abrigo es de planta semicircular. Su cuerda alcanza los 12 m, perfil –o base de la
boca– por la que discurre la mentada acequia de “ahí-bajo-lugar”. Canal que en la cueva
alcanza los 60 cm de ancho, reduciéndose a casi su mitad en el resto del trayecto. Debido
a la constante humedad que produce esta conducción, todo el abrigo se encuentra oculto
por una tupida vegetación arbustiva, con predominio de las adelfas, tanto en su interior
(lado N) como en su caída al lecho del río, poseyendo una higuera rupícola con nacimiento en la máxima profundidad de la balma (fig. 24), motivos por el que no hemos
podido fotografiar, en su extensión, este nuevo yacimiento.
12. Finalizado el presente trabajo (ya en galeradas) el amigo Juan Ramos, espeleólogo y licenciado en arqueología e ingeniería industrial, daba con un anciano nacido en Espadilla quien le dijo que el abrigo con pinturas se llamaba: La Cueva
Rescoladora, y la cavidad de la ladera opuesta: La Cueva del Tío Catalán.
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Fig. 23.- Panorámica del Río Chico en las cercanías del abrigo pintado.
La superficie meteorizada de la roca, que conforma la cárcava, aparece cubierta por
una especie de fina barbotina (producto de las inundaciones), dándole una coloración
rosada. Su altura, en el centro, alcanza los 6 m, siendo igual la profundidad. Tanto el
techo como su base forman dos acusados planos (algo abovedado el superior) cuyo ángulo es de unos 90º. Su vértice está a 3,50 m sobre la acequia (fig. 25). En él, y en su lateral izquierdo (SE de la cavidad) existe un recoveco labrado entre formaciones de tosca,
piedra porosa que alcanza otros puntos del abrigo (incluso su techo). Es éste el mejor
lugar para poder advertir, hacia la izquierda, a algo más de 1,50 m de elevación, una zona
de tectónica más regular aunque con fuertes desprendimientos viejos en su parte superior,
tramada siempre por las fisuras y la pérdida del soporte calizo.
Las pinturas
Es en esta especie de nicho, y sobre la superficie dejada por una loseta perdida, en
donde perduran los extraños restos basales de esta nueva manifestación pictórica, cuyos
motivos aparecen pincelados con una pigmentación rojizo-castaño, pinturas de las cuales
no nos hemos atrevido a realizar su calco por la peligrosidad que ofrece este sector del
abrigo, sobre un suelo muy buzado (rebasa los 50º), y por su mal estado de conservación,
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Fig. 24.- Abrigo del Río Chico, Espadilla.
Obsérvese su buzado suelo y la vegetación rupícola.
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Fig. 25.- Abrigo del Río Chico, Espadilla. Sección vertical.
5 m.
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Fig. 26.- Detalle del motivo 1º de la balma del Río Chico, Espadilla.
Fig. 27.- Detalla del motivo 2º de la balma del Río Chico, Espadilla.
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pues la pintura posee adherencias calcáreas y desprendimientos del pigmento por el saltado de este sarro. Por ello sólo ofreceremos sus fotografías.
De existir una sola figura, su ancho alcanzaría los 115 cm, advirtiéndose de su altura unos 50 cm; aunque pudiera haber sido mayor dadas las placas desprendidas por aquellas hondas fisuras que comporta la roca soporte. En la zona derecha puede verse la franja inferior de una imagen de forma “escutiforme”, ribeteada de pequeñas triangulaciones
sueltas a modo de dientes de lobo (tal vez indicando escamas o espinas, o un posible ribeteado decorativo), que corren escoltando su base, pero sin tocarla. Ya en su interior, a
unos 3 cm de aquella especie de flecos, tras haber rebasado la línea que conforma la periferia, se superponen, paralelas, bandas horizontales: unas de cortos segmentos verticales
y otras de puntuaciones. Su parte alta, como hemos comentado, ha desaparecido por la
caída de la piedra (fig. 26).
A unos 25 cm a la izquierda de la imagen precedente (de no ser la misma), se distingue otra figura similar, bien perfilada, ahora en “escudo oblongo”, que no parece presentar los filamentos, espinas o uñas que circunvalaban el motivo primero. Su cuerpo, o
campo, está repleto de puntos y dentados en “cremallera”, los cuales se superponen en
bandas horizontales rellenando el cuerpo de la propia figura. La conservación de esta pintura (fig. 27), de tono rojizo más desvaído, es peor que la descrita en primer lugar, por
sus muchos descostres.
Paralelos, comentarios y una posible cronología
De entrada, y en espera de poder copiar, con otros medios, estas enigmáticas pinturas del Río Chico, nada de cuanto hemos visto y conocemos de arte rupestre en España
puede paralelizarse con certeza.
Por su gran tamaño, y evidente antigüedad, pensamos en un primer momento en una
manifestación cercana al Arte Contestano, pero nada de este mundo artístico, circunscrito por el momento a la zona N de Alicante y S de Valencia, se le asemeja, puesto que el
Arte Rupestre del Neolítico Cardial traza sus macro-figuras (simbólicas y expresionistas
siempre) con un temperamento más creativo y espontáneo, y nunca alcanzan el detallismo minucioso, casi caligráfico, que vemos en la balma de Espadilla, más propio –por
decir algo– de la pintura cerámica ibérica, ya que estamos convencidos de que tales motivos no son posteriores; pero tampoco nada parecido existe en arte “rupestre” dentro del
mundo ibérico, puesto que, de momento (exceptuando algunos jinetes e inscripciones) no
se conoce.13 A veces, contemplando los restos conservados y su cercanía con el álveo del
13. En determinados fragmentos cerámicos del yacimiento ibérico-costero de la Torre d’Onda (Burriana) existen bandas pintadas de puntos y menudos segmentos horizontales que, tal vez, pueden tener paralelos cronológicos (siglo I a.C.) con los
motivos rupestres del abrigo del Río Chico (Mesado, 2005b).
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N. MESADO, J. BARREDA, A. RUFINO y J.L. VICIANO
Chico, inundado siempre, hemos pensado en posibles artilugios para la pesca –¿rediformes?–, pero... hasta que no pueda estudiarse más objetivamente y con otros medios (es
imprescindible, cuanto menos, su limpieza), el motivo y significado de tal manifestación
rupestre, que su creador quiso perpetuar en el tiempo, quedará en una incógnita.
Burriana, septiembre de 2006.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Rafael PÉREZ MÍNGUEZ*
RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS DESDE EL SUR
DEL RÍO TURIA HASTA LA SIERRA DE BENICADELL-AGULLENT
RESUMEN: Primeramente se hace una pequeña introducción sobre lo que se entiende por
villa, así como sus características según los clásicos latinos. A continuación se describe brevemente cada una de ellas, con su situación geográfica, material encontrado, cronología basada en los restos hallados y la bibliografía correspondiente. Algunas villas tienen amplias referencias, mientras
que en otras, los datos son escasos o casi nulos. El trabajo termina con unas conclusiones no tan
extensas y definitivas, por la escasez de datos, como quisiera el autor.
PALABRAS CLAVE: Villa, terra sigillata, dolia, imbrix, tegulae, pondus.
ABSTRACT: Provisional list of the roman villas found in the territory between the
southern part of the Turia river as far as the Benicadell-Agullent mountain range. This article begins with a short definition of a “villa” and recounts its characteristics according to the
Latin classics. In continuation, a brief description of each villa is given noting its geographical situation, the material found, the chronology based on the artefacts recovered and the corresponding
bibliography. There is ample reference material available concerning some villas, while about others, data is scarce or practically non-existent. As a result, the conclusions of the work are neither
so extensive nor definitive as the author wished.
KEY WORDS: Villa, Terra sigillata, dolia, imbrix, tegulae, pondus.
* Servei d’Investigació Prehistòrica. Diputació de València. C/ Corona 36, Valencia.
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2
R. PÉREZ MÍNGUEZ
I. INTRODUCCIÓN
En un trabajo anterior (Pérez Mínguez, 2006) ya comentamos que no existe una definición clara de lo que es una villa romana; estamos acostumbrados a clasificar como tal
a todo tipo de establecimiento rural de dicha época, sin reparar que una gran variedad de
edificios no se pueden catalogar de este modo, caso, por ejemplo, de los santuarios, construcciones militares, monumentos, etc. Además, podemos plantear distintos conceptos de
villa, al aludir a un edificio en el campo con un uso exclusivo de residencia, apartado del
ruido, de la multitud de personas, del bullicio de la ciudad, con un clima más fresco en
verano, y que en resumen sea un remanso de paz. O bien caracterizar a la villa como un
centro de producción agrícola, ganadera o “industrial”. Es lógico suponer que en la zona
de nuestro estudio, así como en el conjunto de Hispania y en el resto del mundo romano,
las villas como residencia señorial ocuparían un lugar muy modesto, si las comparamos
con las que tienen un carácter agropecuario.
Existen diversos indicios materiales para catalogar un edificio como villa romana.
Para Harmand (1951: 155-158) villa es todo emplazamiento que tiene restos de tegulae,
cerámicas romanas, monedas y placas de mármol. Por su parte, Prevosti (1984: 165) afirma que si tenemos dudas ante una edificación rural, la podemos catalogar como “posible
villa”. Para Járrega (1998: 354), villa es “una unidad económica autosuficiente, no exenta en ocasiones de lujo y confort, que constituye el precedente directo de las posteriores
masías”. Mansuelli define la villa como “un mundo cerrado provisto de organización
interna propia” (1957: 447). El arqueólogo Fernández Galiano (1992a: 331) amplía el término villa diciendo que “es una casa de campo, torre, casal, granja, alquería, estancia,
cortijo, masía, quinta, masada...”. Por último, otro arqueólogo, Martínez García (1997:
23) escribe que una villa ha de tener como mínimo tres características: que sea de época
romana, que este tipo de vivienda se dé únicamente en el campo y que el hábitat rural sea
aislado, individualizado y unifamiliar.
Son los propios autores clásicos latinos los que nos dan más información sobre las
villas, sus funciones, situación y orientación ideal, cría de los diferentes animales domésticos, cultivos más productivos, etc., sobresaliendo en este cometido Columela, Varrón y
Plinio, entre otros. Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que una villa consta de
una parte edificada (villa) y de otra correspondiente al terreno (fundus), el cual es el objeto de la explotación. Para Varrón (I, XXII, 1), el fundus tiene que cubrir sus propias necesidades. Columela nos dice que: “La capacidad y el número de las partes (de la villa) debe
ser proporcionada al total de su recinto y ha de dividirse en tres partes: urbana, rústica y
fructuaria” (I, 6, 1). Estas divisiones se corresponden respectivamente con la residencia
del propietario, las estancias de los esclavos y de toda la gente relacionada con la explotación, y la zona de almacenaje de la producción: pajares, granero, todo tipo de almacenes, herrería, etc. Pero entre los autores latinos también hay cierta discrepancia sobre el
concepto de villa; si Marcial define la villa como un lugar de descanso, tanto Varrón
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
3
como Columela la conciben como una casa edificada en el campo cuya función principal
es la de actividades agropecuarias.
Lo más característico de una villa es que se trata de una edificación romana, por lo
tanto, un producto de la romanización (Fernández Castro, 1982: 25). La parte edificada
consta de una mansión señorial con más o menos lujo, según las posibilidades económicas del propietario. Igualmente pueden existir otras edificaciones relacionadas con la
explotación agrícola: viviendas para los trabajadores, silos para el grano, corrales para los
animales domésticos, almacenes, etc. Por lo tanto, para una buena explotación agrícola,
el fundus debe de reunir ciertas características de salubridad, orientación, fácil accesibilidad al agua, a los caminos, etc. Vitruvio, en su De Architectura, y concretamente en su
libro VI, describe de qué forma, cómo y con qué se ha de construir y acondicionar las
casas de campo, así como la distribución de sus dependencias. Con referencia a la situación idónea de una villa, Columela (I, 4, 10) escribe: “Búsquese, pues, un aire templado,
que no sea muy caliente ni muy frío, como ocurre comúnmente en el medio de las colinas, porque como este paraje no está muy bajo, no se hiela en el invierno con las escarchas ni se abrasan en el estío por los calores... Y como no está encaramado en lo alto de
las montañas, no tiene que temer los vientos en todo tiempo... Esta posición, pues, del
medio de una colina es la mejor, pero ha de ser un sitio un poco más elevado que los
demás del terreno”.
Igualmente Varrón (I, 12, 3) insiste en construir en sitios un poco elevados “ya que allí
basta un ligero viento para disipar las emanaciones inferiores, si las hay”. Y además, “los
que habitan en lugares bajos y estrechos corren el peligro de las inundaciones y de los desbordamientos de los ríos...” (I, 12, 4). De la orientación de la villa, Columela (I, 5, 5) escribe: “La mejor exposición que se dará a la villa será... en los parajes saludables, al oriente
o al medio, y en las insanas, al norte”. Y continúa: “De suerte que su fachada esté mirando al punto del cielo por donde sale el sol en el equinoccio (el Levante)...” (I, 5, 7-8).
El agua y las vías de comunicación juegan un papel importante a la hora de construir
una villa. Sobre el agua, Varrón escribe: “A la hora de edificar la villa, deberá cuidarse
de que en su recinto haya agua o, si no, que esté próxima”. Y también: “Preferible es
(aquella agua) que mana del lugar; en su ausencia, la que fluye perennemente” (I, 11, 2).
Columela por su parte afirma que, “Si no hubiera agua corriente búsquese en la inmediación agua de pozo... Si ésta también faltara... se construirán cisternas para los hombres
y charcas para los ganados” (I, 5, 1).
De la misma manera, es importante que la villa tenga unas buenas comunicaciones:
“Un camino cómodo es muy útil para las fincas... porque facilita la importación de las
provisiones y la extracción de frutos, lo cual aumenta el valor de éstos y disminuye el
coste de aquéllos... Que un camino cómodo es muy útil para las fincas, lo primero, y es
lo más esencial, porque les proporciona la presencia del dueño, que irá a ellas con más
gusto si no teme la molestia de uno malo” (Col., I, 3, 3). El mismo autor defiende la no
conveniencia de construir a la orilla de los caminos: “Por cuyos motivos pienso que con—227—
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4
R. PÉREZ MÍNGUEZ
viene evitar incomodidades y no edificar la villa ni en camino ni paraje pestilencial... No
conviene éstos (los caminos) porque el destrozo de los viandantes y el hospedaje de los
que quieren alojarse perjudica al patrimonio” (Col. I, 5, 7). Así pues, las comunicaciones
permiten la libre circulación de personas, ideas y mercancías, tanto para la salida de excedentes agrícolas para su venta en el mercado, como para la entrada de los productos deficitarios de la villa.
A la hora de construir hay que tener en cuenta la proximidad de la villa a una ciudad
puesto que es muy ventajosa, ya que esta ubicación facilita la venta de sus productos:
“Así, en las huertas cercanas a las ciudades se cultivan violetas, rosas y otras flores que
se llevan a los mercados de las mismas, donde se reciben, mientras que en un predio lejano, donde no fuera posible hallar ocasión para su venta, no sería conveniente tal cultivo”
(Varr. I, 16, 3). También su proximidad facilita la venta de leña: “En terreno próximo a
la ciudad conviene sobre todo sembrar arbolado, cuya leña y ramaje se destinarán a la
venta o uso del dueño” (Cat., VII, I). No solamente las vías terrestres sirven para exportar los productos de la villa; también tiene importancia el comercio por los ríos o mares:
“Y si la fortuna suscribiera nuestros deseos, tendremos la finca no lejos del mar o de un
río navegable que facilite la exportación de los frutos y la importación de las mercancías
que hagan falta” (Col. I, 2, 3).
Como uno de los fines de las villas es su productividad agrícola, existe lógicamente, una preocupación por la fertilidad y riqueza de la tierra. Varrón insiste en la importancia de conocer la calidad de la tierra: “Como he dicho, ha de conocerse la calidad de
la tierra y para qué sirve o no sirve” (I, 9, 1). Por su parte, Columela (I, 4, 5) escribe:
“Por tanto, en ninguna parte se ha de omitir hacer varios experimentos, debiendo obrar
con mucha más resolución en el terreno pingüe, porque el buen éxito que tendrán en él
hará que no emplee en vano el trabajo y el dinero”. Y, llegado el caso de heredar una
finca en lugares insalubres, lo mejor es deshacerse de ella aunque no haya compradores:
“¿Qué podré hacer, preguntó, si llego a heredar una finca en estas condiciones, para evitar sus malignas influencias?... Véndela lo mejor que puedas y, si no, abandónala” (Varr.
I, 12, 2).
Como resumen, podemos afirmar que las villas deben estar situadas, preferentemente, en lugares que reúnan las siguientes características:
- Fertilidad del terreno, clima favorable, agua en abundancia, etc.
- Presencia de ciudades próximas, para sus posibles transacciones.
- Proximidad de alguna vía de comunicación, ya sea calzada, río o mar.
La explotación de animales domésticos también tiene su importancia en la economía
de una villa, después, claro está, de la agricultura, existiendo numerosas referencias en
los escritores latinos. Así, con respecto a la ventaja de la cría de caballos, Varrón escribe:
“Los caballos son buenos, unos para la guerra, otros para el transporte, otros para la
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
5
remonta, algunos para las carreras y otros para el acarreo” (II, 7, 15). Defiende la cría del
cerdo: “¿Qué cultivador, en efecto, no tiene cerdos en su fundus? (II, 4, 3). También
aboga por la creación de piscifactorías en las villas y escribe: “Hay dos clases de viveros
para el cultivo de los peces: unos de agua dulce y otros de agua salada; los primeros los
preparan las gentes del pueblo y no con poco provecho, y se mantienen de las aguas que
proporcionan las ninfas a nuestras villae” (III, 17, 2). Por último, como complemento a
la agricultura, este escritor tiene claro la importancia del pastoreo, distinguiendo dos
modalidades: “Porque hay dos clases de pastoreo: uno agreste, en el cual se hallan comprendidos los rebaños, y otro el de la villa, en el cual se comprende la cría de gallinas,
palomas, abejas, etc.” (III, 2, 13).
La aparición de las villas en Hispania, según Gorges (1979: 23) y Balil Iliana (1964:
217-228), entre otros, se sitúa a finales de la época republicana, siendo el periodo de
máximo esplendor los últimos años del reinado de Augusto (Fornell Muñoz, 2001: 43).
Ya desde el siglo I d.C. se constata la presencia de la villa en la Península Ibérica, que es
también cuando se observa el abandono de los oppida indígenas. Según Fuentes (1997:
313, 319), parece ser que el periodo de mayor esplendor de estas villas fue el siglo IV
d.C. Por otra parte, se cree que el motivo del abandono de las ciudades fue debido a la
anarquía militar y a las invasiones franco-alamanes del siglo III d.C., pero es verdad que
lo anterior no parece un factor decisivo puesto que la vida urbana no desapareció, aunque sí se vio deteriorada (Fernández Galiano, 1992b: 10-12).
Una cuestión no aclarada del todo es la dimensión que tenían las villas, si éstas eran
medianas o pequeñas, o por el contrario, eran grandes latifundios. Garnsey y Saller
(1991: 81, 82) dividen en tres tipos la disposición de la propiedad: 1) la pequeña nobleza; 2) los senadores medios y ecuestres, que tenían uno o más centros de propiedad; 3)
los que eran más ricos, que tenían posesiones tanto en Italia como fuera de ella. Sabemos
que existían grandes latifundios, pero en otras partes del Imperio romano. Petroneo pone
en boca de Trimalcio en su Satiricón (XLVIII) lo siguiente: “Por cierto, que deseo unir
Sicilia a algunas de las tierras que en esta parte de la costa poseo, para que cuando tenga
el capricho de pasar a África, pueda hacerlo sin salir de mis fincas”. Otro ejemplo nos lo
da Plinio (33, 135) cuando dice que al morir en el año 8 a.C. Celilio Isidoro, dejó 3.600
yuntas de bueyes, 275.000 cabezas de ganado, 4.116 esclavos y más de 60 millones de
sestercios en metálico. Lo que nos llama verdaderamente la atención es la cantidad de
pastos que debió de poseer, para alimentar a tan ingente número de cabezas de ganado,
máxime en una zona como la mediterránea en que aquéllos son escasos.
Las villas en Hispania se dedicaron preferentemente a la explotación de las tierras,
por lo tanto sus edificaciones han de estar acordes con este fin. Fernández Castro (1982:
61 y ss.) clasifica los diversos tipos de villas existentes en Hispania en:
1. Villa de plan diseminado, consistente en un número de edificios construidos independientemente en el interior de una misma propiedad. Dentro de este tipo podemos
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
dividirlas entre las que estas edificaciones tienen un cierto orden y las que carecen de él.
2. Villa urbana o residencial-rústica, que tiene una doble finalidad, la agrícola y la de
residencia, distinguiéndose dos variedades, la villa de peristilo, que son la mayoría de las
villas de Hispania, con un patio central a partir del cual se redistribuyen las diversas
estancias, y la villa de bloque rectangular.
3. Villa únicamente como casa señorial, por lo tanto serían villas de recreo, de lujo,
con mosaicos, estancias bien decoradas, con todo tipo de riquezas. La mayoría fueron
villas de peristilo, pero sin descartar que alguna parte estaría dedicada a la explotación
agraria.
4. Villa marítima, que tiene como característica la apertura al mar mediante un peristilo.
5. La villa como establecimiento rústico, de la que Fernández Castro (1982: 135,
136) afirma: “A la estricta rusticidad de las dependencias conocidas, o a su escasa concesión a los espacios de vivienda, está condicionado el hecho de la inclusión de un grupo
de establecimientos-villa denominados de ‘tipo rústico’ en un apartado distinto. La deficiencia de los restos constructivos conocidos hasta el presente obliga siempre a considerar la provisionalidad de la clasificación; pero mientras la planta de la villa no esté lo suficientemente completa para la determinación de la función residencial pareja a la constatada rústica, la construcción sometida a examen está limitada por su destino estrictamente agrícola o industrial. Ésta es la justificación de un tipo de villa en España del que está
por descubrir el sector señorial con un destino eminentemente agrícola o industrial”.
II. LAS VILLAS
Lo que exponemos a continuación es un resumen de las villas estudiadas, de las que
poseemos en algunos casos amplias referencias, mientras de otras, por el contrario, nos
hemos encontrado con una información muy escasa o casi nula. Este trabajo lo hemos
estructurado siguiendo las directrices de otro también relacionado con las villas romanas
(cf. Pérez Mínguez, 2006). Hemos cambiado el orden de los yacimientos, siguiendo aquí
un orden alfabético, porque creemos que de esta manera es más fácil su localización.
Primeramente se ha ubicado su situación geográfica, con alguna anotación sobre el tipo
de cultivo actual en donde se asienta la villa, o alguna característica determinada, poniendo a continuación las coordenadas en grados y minutos. Seguidamente se ha descrito el
material encontrado; basándonos en dichos restos arqueológicos, hemos procedido a
situar la cronología que, en algunos casos, por falta de datos concretos, no se ha podido
precisar correctamente; por último, se incluye la bibliografía.
El ámbito geográfico de este estudio comprende las comarcas de la provincia de
Valencia situadas al S del río Turia hasta la sierra de Benicadell-Agullent, próxima ya a
las tierras alicantinas. Dichas comarcas son: la Plana de Utiel, el Valle de Cofrentes, la
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Mapa de distribución de villas
Vía Augusta
Vía litoral entre Suero y 1/íce - - - - -
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Canal de Navarrés, la Costera, l’Horta Sud, la Hoya de Buñol, la Ribera Alta y Baja, la
Safor, la Vall d’Albaida y una pequeña parte de los Serranos, con un total de unos 7.900
km2. Hemos creído conveniente hacer la relación de las villas romanas en esta zona geográfica, primero, porque hasta el momento no hay ninguna recopilación, y así, dar a conocer este espacio tan interesante y prometedor; y segundo, para tener referencias de unos
yacimientos arqueológicos que tal vez en un futuro próximo, debido a las infraestructuras viarias, a la proliferación de las segundas residencias o a la agricultura tan agresiva,
pudieran desaparecer.
1. Alt de la Perdiu (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: En el límite con el término municipal de Rugat. Campos cultivados y muy degradados
por las labores agrícolas. 38º 53’ Lat. N y 0º 22’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, clara A y D, ánforas, parte de un horno de forma cilíndrica,
pavimento de argamasa gris, ladrillo rectangular, balsa de agua y moneda de bronce del Emperador
Constantino.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 230, 231; 1973: 142.
2. Alter, l’ (Silla, l’Horta Sud)
Situación: Al NE de Silla. Próxima a la Via Augusta. 39º 23’ Lat. N y 0º 24’ Long. W.
Material: Terra sigillata clara, cerámica común, africana de cocina, tegulae y monedas republicanas e imperiales.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1982b: 111; Gil-Mascarell Boscá y Martí Oliver, 1985: 26; Borredá
Mejías, 1996: 32.
3. Alter, l’ (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: Entre los márgenes del barranco de Chiva y el camino de los Hornillos, en campos
de naranjos, hortalizas y una pequeña área yerma. Próxima a la Via Augusta. 39º 27’ Lat. N y 0º 28’
Long. W.
Material: Los campos han sufrido tanta transformación para su cultivo agrícola que apenas se ven
materiales en superficie. Se observa una serie de restos constructivos sobre una zona elevada del terreno y que consta de una plataforma cuadrangular de 14 x 15 m, formada por un zócalo construido con
sillares de piedra caliza de mediano tamaño alineados horizontalmente. Aparece cerámica común
romana, ánforas (Dr. 2-4), terra sigillata hispánica y clara A. Hay in situ pavimento cerámico de ladrillos romboidales. Abundantes fragmentos de dolia.
Cronología: Finales siglo I d.C. a primera mitad del III d.C.
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Bibliografía: AA.VV., 1983: 366; Fernández Aragón y Sanchis Alfonso, 1985: 9-22; Sanchis
Alfonso, Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986/87: 18.
4. Altico de la Hoyeta (Anna, la Canal de Navarrés)
Situación: En una de las vías de acceso a dicha población, en la que en el año 1981 se realizaron
trabajos de terraplenado. Próxima a la Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y 0º 39’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, cerámica común romana, dolia, imbrix y tegulae.
Cronología: Siglos III-V d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1982a: 81.
5. Alto del Agua Perdida (Chiva, la Hoya de Buñol)
Situación: Se accede fácilmente por la carretera de Chiva a Cheste, a unos 600 m del límite de la
primera población, ocupando una amplia zona cortada por dicha carretera. Tierras de secano. 39º 29’
Lat. N y 0º 41’ Long. W.
Material: Los restos cubren una amplia extensión de una suave colina en donde se han realizado
trabajos de nivelación para su posterior transformación en regadío. Han aparecido diversos materiales: cerámica común romana, fragmentos de ánforas, tegulae, lateres o testae, terra sigillata. No se
ha encontrado ningún resto de construcción.
Cronología: Siglos I-II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Inédita.
6. Barchilla, la (Estubeny, la Costera)
Situación: Elevado puntal que se encuentra sobre el barranco de la Barchilla, en el que se abren
numerosas covachas y simas. También recibe el nombre de Els Villars o La Teixonera. Próxima a la
Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Base cerámica con marca, terra sigillata sudgálica Drag. 15/17, terra sigillata aretina
Drag. 17/20, fragmentos de terra sigillata hispánica, entre ellas tres decoradas con motivos vegetales.
Cronología: I-II d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1973: 81.
7. Barranco del Ama (Gestalgar, los Serranos)
Situación: En el margen izquierdo de este barranco, junto al camino de la Andenia y cerca del
caserío del mismo nombre, en un campo de algarrobos. 39º 36’ Lat. N y 0º 47 Long. W.
Material: Es escaso; algún fragmento de teguale, cerámica común romana y dolia, vasos comunes y fragmentos de material de construcción.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Martínez Perona, 1975: 186; Pingarrón Seco, 1981a: 233, 234.
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8. Barrio de los Tunos (Utiel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: A 3 km de Utiel, en la margen derecha de la carretera local Utiel-El Pontón y frente a
un caserío abandonado. Terreno plantado de viñedos y frutales. 39º 32’ Lat. N y 1º 11’ Long. W.
Material: Aparecieron tres sepulturas sin ajuar. Restos de importantes construcciones: pedestales,
basamentos, capiteles, arquitrabes, ladrillos romboidales. Terra sigillata sudgálica, hispánica, clara
A, C y D y cerámica común romana; pequeño colgante de cristal de color negro opaco; dos botones
de sección piramidal, de color negro, opaco y duro; cerámica ibérica, monedas, teselas y tegulae.
Cronología: Siglos III-IV d.C.
Bibliografía: ; Pingarrón Seco, 1981a: 293-309; Martínez García, 1982: 156-164.
9. Benifaraig (Alberic, la Ribera Alta)
Situación: Villa que se encuentra en el punto kilométrico 1,300 de la carretera de Alberic a Alzira.
Próxima a la Via Augusta. 39º 7’ Lat. N y 0º 30’ Long. W.
Material: Éste apareció como consecuencia del desfonde de un campo. Se observan restos de
pavimento en opus spicatum. Al año siguiente, 1983, se excavaron tres balsas de forma rectangular,
de las cuales se conserva una con las medidas originales 2,96 x 1,38 m. Estas balsas podrían utilizarse para el tratamiento de los tejidos de lana, para enriar linos o también servirían para decantar la arcilla. Igualmente aparecieron cerámicas finas, fragmentos de lucernas, terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A y D, terra sigillata lucente, africana de cocina, cerámica común romana, fragmentos de
ánfora Dr. 2-4, dolia, tegulae, imbrix, ladrillos romboidales, vidrio, fragmentos de estuco pintado en
rojo, diversas monedas romanas y una ara funeraria de caliza gris.
Cronología: Nos da un amplio margen, desde inicios del siglo I d.C. hasta el IV d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1984: 91, 92; Martínez Pérez, 1984: 190; Serrano Várez, 1987: 163;
Ripollés Alegre, 1992: 397-410; Cebrián Fernández, 1996: 42.
10. Beniprí (Bèlgida, la Vall d’Albaida)
Situación: Asentamiento de pequeñas dimensiones y sin restos constructivos. 38º 53’ Lat. N y 0º
27’ Long. W.
Material: Cerámica ibérica decorada, terra sigillata, cerámica común romana, ánforas con marca
de alfarero, fusayolas, fragmento de piedra afilada, monedas imperiales, una tegula.
Cronología: Siglos I-II a.C. hasta siglo IV d.C.
Bibliografía: Jornet Perales, 1946: 257-267; Borredá Mejías, 1996: 42.
11. Benivaire (Carcaixent, la Ribera Alta)
Situación: Se encuentra en un meandro del Xúquer (Júcar), en la partida del mismo nombre, junto
a la acequia de l’Alborgí y el Camí de la Vall. Próxima a la Via Augusta. 39º 08’ Lat. N y 0º 28’ Long.
W.
Material: Villa excavada por la arqueóloga C. Aranegui en 1981 y 1982, delegada por el S.I.P. El
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material es abundante: cerámica ibérica pintada, cerámicas campanienses, de paredes finas, terra sigillata sudgálica e hispánica, africana clara A y D, cerámica tosca, tegulae, lucernas, restos de estuco,
vidrios, colgante fálico de bronce y estructuras de un edificio ibero-romano y romano imperial.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Gil Sancho y Martí Oliver, 1976: s/p; Martí Oliver, 1981: s/p; Fletcher Valls, 1982b:
148-150; Pla Ballester, 1984: 128, 129; Martínez Pérez, 1984: 183, 184; Carmona González y
Fumanal García, 1984: 153-162; Pla Ballester y Martí Oliver, 1986: 44; Oroval Tomás, 1989: 14;
Borredá Mejías, 1996: 40.
12. Bovalar, el (Montroi, la Ribera Alta)
Situación: Se accede desde la plaza del País Valencià de dicha población para dirigirse por la calle
de l’Horta. Cruzamos el río Magro y tomamos el primer camino a la izquierda. La villa ocupa las parcelas 410 y 403. Es zona de naranjos y muy próxima a la divisoria de Montroi y Real de Montroi. 39º
19’ Lat. N y 0º 38’ Long. W.
Material: Sorprende la cantidad de tegulae y ladrillos encontrados en superficie, en su mayoría
en la parcela 403, plantada de viñedos, mientras que en la 410, plantada de naranjos, se encuentra principalmente cerámica. El material recogido en ambas parcelas consiste en terra sigillata africana clara
A y C, cerámica africana de cocina, cerámica común romana, ánforas, un pondus, monedas con epígrafes ibéricos y de época romana y dolia. No hay estructuras pero sí se han encontrado sillares y piedras trabajadas a la orilla de los campos.
Cronología: Siglos II a.C. a IV-V d.C.
Bibliografía: Gil-Mascarell Boscá, 1971: 449; Pla Ballester, 1976, tomo IX: 257; Fletcher Valls,
1980: 87, 88; Martínez Pérez, 1984: 178; Serrano Várez, 1987: 63, 64; Vidal González, 1993: 259262. Informe de Agustina Herreros, excavadora del yacimiento, depositado en el S.I.P.
13. Cambrillas (Cheste, la Hoya de Buñol)
Situación: Dirigirse por la carretera N-III hasta la desviación de Cheste (km 328), tomar la carretera que lleva al pueblo y seguir un camino agrícola asfaltado a la derecha del anterior; ir por el primer camino a la izquierda, hacia el N, paralelo a las vallas de la antigua Universidad Laboral. El yacimiento se encuentra a 1.400 m de este desvío. 39º 29’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Los restos cerámicos aparecen en una viña al N y una finca no cultivada al S. Restos
de una cimentación de cuatro muros de hormigón de un edificio rectangular, seguramente abovedado
o a doble vertiente, que podría tratarse de un aljibe. Hay tramos de un tubo cerámico revestido de hormigón y que podría tener relación con el anterior edificio. Terra sigillata hispánica, lucente, clara D,
cerámica común, ánfora, tegulae, dolia y diversas monedas.
Cronología: Siglos I-II a.C. a IV-V d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1968: 75; Pla Ballester, 1972: 326; Ripollés Alegre, 1980: 107; Vall
de Pla, 1981: 70; Pingarrón Seco, 1981a: 158-160; AA.VV., 1983: 402; Cebrián Fernández, 1996: 45.
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14. Campina-Catorzena, la (Potries, la Safor)
Situación: En el paraje denominado El Pedregal. 38º 55’ Lat. N y 0º 11’ Long. W.
Material: Fragmentos de capitel jónico, opus signium, adobes y ladrillos de un posible hipocaustum; tegulae, imbrix, tubos de canalización, terra sigillata hispánica y clara A, cerámica común
romana, africana, fragmentos de ánfora Dr. 2/4, un as de Claudio, aguja de bronce, llaves y fragmentos de hierro.
En los trabajos realizados por el S.I.P. durante 1980-1981 apareció un muro de sillarejos en seco,
otro de hormigón, junto con un pavimento de cantos rodados y otro de tierra apisonada. Restos de
estuco rojo, mortero, hormigón y tejas. Campaniense A. El arqueólogo J. Gisbert diferencia La
Campina como lugar de residencia y habitación, y la Catorzena dedicada a actividades industriales.
La mejor zona está destruida.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Peiró Frasquet, 1949: 152, 153; Gisbert Santonja, 1982: 7-27; Aparicio Pérez,
Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 324, 326, 327; Borredá Mejías, 1996: 199.
15. Canals (Canals, la Costera)
Situación: Posible villa ubicada cerca de la antigua Iglesia de la Sangre. Próxima a la Via
Augusta. 38º 57’ Lat. N y 0º 35’ Long. W.
Material: Aparecieron pocos restos: fustes, “zócalos” de columnas sencillas y una lápida funeraria depositada en el Museo de Prehistoria de Valencia. Esta lápida se recuperó cuando la iglesia fue
destruida, en donde servía de pila para el agua bendita.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pereira Menaut, 1978: 256; Vila Moreno, 1981: 14; Martínez García, 1997: 26, 27.
16. Cañada de Villar de Olmos (Requena, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: A unos 100 m al SW del caserío de La Cañada, al lado de la aldea de Villar de Olmos.
Destruida en gran medida por los trabajos agrícolas. 39º 35’ Lat. N y 1º 04’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, clara, cerámica común romana, fragmentos de dolia, tegulae,
adobes, ladrillos rectangulares, restos de edificios, así como un horno; suelos en opus spicatum. En un
enterramiento aparecieron dos cadáveres. Los enterramientos son del siglo IV o V d.C.
Cronología: Siglos II-III d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1976: 51-54.
17. Cardues o Canyada (Daimús, la Safor)
Situación: Próxima a la citada población; inmediata a un viejo camino y cercana a la playa. 38º
59’ Lat. N y 0º 9’ Long. W.
Material: Tegulae, fragmentos de ánforas, de dolium con el numeral XXX. Capitel, fragmentos
de piedra caliza blanca, piedra cilíndrica, supuesto miliario; pieza de cobre, una pulsera y monedas.
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Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 337-339.
18. Casa Baixa (Ontinyent, la Vall d’Albaida)
Situación: 38º 48’ Lat. N y 0º 40’ Long. W.
Material: Terra sigillata itálica, gálica, sudgálica, hispánica, clara A, C y D, cerámica de paredes
finas, común itálica, ibérica, pondus, africana de cocina, dolia y ánforas.
Cronología: Siglos I-V d.C.
Bibliografía: Ribera i Gómez, 1989: 7-24; Cebrián Fernández, 1996: 51.
19. Casa del Baile (Ayora, el Valle de Cofrentes)
Situación: En un pequeño cerro a unos 8 km al NW de Ayora, muy próxima a la carretera que se
dirige a Carcelén. 39º 03’ Lat. N y 1º 07’ Long. W.
Material: Tegulae, bloques de piedra, cerámica común romana, terra sigillata. Al W y en un cerro
próximo han aparecido fragmentos de cerámica ibérica pintada, pondus, cerámica arcaizante y fragmento de columna, habiendo noticias de la aparición de monedas.
Cronología: Siglos I-II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: AA.VV., 1984: 392; Borredá Mejías, 1996: 51; Poveda Mora, 2001: 65.
20. Casa de l’Alfàs (Ador, la Safor)
Situación: La Casa del Fas o de l’Alfàs está situada a 500 m al SE de la población, en una suave
ondulación y rodeada de naranjos. 38º 55’ Lat. N y 0º 12’ Long. W.
Material: A principios del siglo XX se encontró un frigidium en forma de una gran balsa cuadrada. Las paredes eran de mampostería de metro y medio de espesor, con pilares intermedios que sostenían arcos de medio punto. Cuatro cámaras cilíndricas dan paso a unas galerías subterráneas. Entre
el material aparecido destacaremos piedras-carriles de entrada, ladrillos, carbón, jambas trabajadas,
pilas, un cilindro de aplanar y una gran taza de molino aceitero, fragmentos de ánforas, tegulae con
bordes, vasijas de barro, urnas cinerarias, huesos humanos, barros saguntinos, numerosos objetos de
metal, etc. En poder de D. José Roig Mascarell se encuentran los siguientes materiales: un lacrimatorio, lamparillas, un hacha de piedra pulimentada, monedas de cobre de los primeros emperadores, un
trozo de inscripción, etc. Se encontró una loseta rectangular con los moldes de tres divinidades,
Mercurio, Minerva y una sin identificar.
En la fotografía que aporta Sarthou en la Geografía General se lee que es una sepultura
(Columbaria), pero según J. Aparicio es un sótano de una mansión, aunque también pudiera tratarse
de un caldarium.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 406; Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent
Mañó, 1983: 329-331; Borredá Mejías: 1996, 51.
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21. Casa del Hondo (Ayora, el Valle de Cofrentes)
Situación: A unos 3 km al NW del Castellar de Meca. 38º 59’ Lat. N y 1º 10’ Long. W.
Material: Gran dispersión de restos cerámicos divididos por una rambla y una vereda de ganados.
Terra sigillata hispánica y clara, cerámica común romana y pintada. Lápida de mármol veteado y la
base de una pequeña columna cerámica. Aparecen en superficie restos de ruinas de un edificio de
planta cuadrada, delimitada por muros de piedra desbastada y regular, con vestigios de tres estancias.
En el patio de la Casa del Hondo existe un sepulcro tallado en piedra de 0’90 m de longitud, con tapa
de piedra y, adosados a los muros de la casa, restos de piedras bien trabajadas.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: AA.VV., 1983: 393; Poveda Mora, 2001: 66, 67.
22. Casa del Porter (Sollana, la Ribera Baixa)
Situación: En Sollana, en donde aparecieron restos arquitectónicos, sin más referencias. Serrano
la cataloga como villa. Próxima a la Via Augusta. 39º 18’ Lat. N y 0º 22’ Long. W.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 74; Serrano Várez, 1987: 168, 169.
23. Casa Zapata (Villargordo del Cabriel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: La finca agrícola Casa Zapata está al N de Villargordo del Cabriel, a la altura del km
2 de la carretera a Camporrobles. El yacimiento se encuentra a unos 600 m al ESE de dicha finca. 39º
33’ Lat. N y 1º 25’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, marmorata, clara A, cerámica ibérica, común romana; una inscripción Alto imperial.
Cronología: Siglo I hasta finales del II d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1966: 299, 300; Fletcher Valls, 1967: 81, 82; Pereira Menaut, 1978:
261, 262; Pingarrón Seco, 1981a: 349-354; Martínez García, 1982: 215-217; Cebrián Fernández,
1996: 52.
24. Casas, las (Utiel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: La aldea de Las Casas se localiza a dos km de Los Corrales en dirección SW, hacia
Caudete de las Fuentes. Dista 6 km de Utiel por la carretera de Utiel-Camporrobles. Desde dicha aldea
se toma el camino del cementerio, y ya en el campo de fútbol, se coge el camino con dirección SW
que proviene de la Vereda Real de Madrid. A unos 300 m el camino describe una curva hacia el E,
atravesando el yacimiento y llegando otra vez a la aldea. Ocupa una extensión aproximada de 10 ha.
39º 35’ Lat. N y 1º 17’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, clara D, cerámica común romana, de tradición ibérica, dolia, tegulae, ímbrices, pondus, argamasa, ganga de vidrio, fragmentos de ánforas.
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Cronología: Desde el siglo I d.C. hasta finales del IV.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 341-346; Martínez García, 1982: 201-205.
25. Caseruchos de los Moros (Siete Aguas, la Hoya de Buñol)
Situación: En una pequeña loma en la partida de Raidón junto al barranco del mismo nombre y
al camino de la Alqueruela a Siete Aguas. 39º 29’ Lat. N y º0 57’ Long. W.
Material: Cerámica común romana, tardo romana y medieval; ánfora, tegulae, imbrix y restos
constructivos de más de 50 casas.
Cronología: Siglo I d.C. hasta V d.C. Posible perduración hasta época islámica.
Bibliografía: Corbín Carbo, 1928; Fletcher Valls, 1980: 88; Pingarrón Seco, 1981a: 162; Cebrián
Fernández, 1996: 52.
26. Cases de la Parra (Tous, la Ribera Alta)
Situación: Villa localizada al final de la ladera S de la montaña de Matamón, junto a la mina de
arena, en la zona denominada Les Cases de la Parra. Terreno abancalado y cultivado. 39º 14’ Lat. N
y 0º 38’ Long. W.
Material: La mayoría aparece a partir del barranco que lame la ladera, concretamente en el tercer
bancal a la izquierda de la senda que desde dicho barranco asciende por la ladera. Fragmentos de dolia
y ánforas, molinos circulares, ladrillos romboidales, tegulae, ímbrices, fragmento de hierro, terra sigillata sudgálica e hispánica, cerámica común romana, gris de aspecto arcaizante y un pondus. En el
Museo de Prehistoria de Valencia se ingresaron hace años dos monedas, un denario de Quinto Fabio
y un as de Antonio Pío, que al parecer procedían de una necrópolis, pero no se constata el lugar exacto de su emplazamiento. Según testimonio de un agricultor de la zona, se encontraron 2 ó 3 tumbas,
de donde quizá procedan las anteriores monedas.
Cronología: La podemos situar hacia finales del siglo I d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 291; Martínez Pérez, 1984: 177, 178; Serrano Várez,
1987: 56-60; Cebrián Fernández, 1996: 52.
27. Casica del Nispolero (Ayora, el Valle de Cofrentes)
Situación: A un kilómetro al NE de Los Arcellares y sobre un altozano. 39º 03’ Lat. N y 1º 03’
Long. W.
Material: Aparecieron bases y bocas de tinajas, de fragmentos de patenas, una pesa de telar, ladrillos y tejas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Poveda Mora, 2001: 64.
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28. Cerrito Royo (Pedralba, los Serranos)
Situación: Al S del término municipal se levanta un cerro plano que por su color toma el nombre
de Cerrito Royo. Esta villa se encuentra al pie del mismo y entre el barranco de Chiva, que pasa cercano. 39º 33’ Lat. N y 0º 43’ Long. W.
Material: Cerámica ibérica de temas geométricos, cerámica común romana, terra sigillata hispánica, anforas y dolia, un pequeño pondus y vasos.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Martínez Perona, 1975: 186; Pingarrón Seco, 1981a: 215.
29. Collado o Venta del Capitán (Manises, l’Horta Sud)
Situación: A la derecha del camino de Riba-roja a Manises, en la partida del Collado, cerca del
Pla de Nadal y próxima a la Venta del Capitán. 39º 30’ Lat. N y 0º 30’ Long. W.
Material: Fragmentos de cerámica común romana y un fuste de columna de caliza de casi un
metro de diámetro.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 134.
30. Cornelius (l’Ènova, la Ribera Alta)
Situación: Villa rústica localizada en la partida de Els Alters, en el piedemonte de la sierra de
Valiente muy cerca del cementerio de la anterior población. Próxima a la Via Augusta. 39º 02’ Lat. N
y 0º 28’ Long. W.
Material: Excavada recientemente, distinguiéndose la parte urbana, rústica y fructuaria. Dedicada
a la explotación agrícola y al procesado del lino y del esparto. Cerámica común y de cocina, africana
de cocina, terra sigillata hispánica, clara A, C y D, lucente, ánforas, dolium, metal, vidrio, inscripciones, monedas, pintura mural, teselas, fauna, esculturas de mármol, mosaicos, hueso trabajado, área
termal, marfil, elementos arquitectónicos y muro.
Cronología: Siglos I-V d.C.
Bibliografía: Albiach Descals y Madaria, coords., 2006; Albiach Descals, Gallego Úbeda y
García Prósper, 2006: 75-86.
31. Coroneta, la (Rotglà i Corbera, la Costera)
Situación: Junto a la carretera N-430 en la indicación del km 48. Próxima a la Via Augusta. 48.
39º 00’ Lat. N y 0º 33’ Long. W.
Material: Cerámica ibérica, ánforas, tegulae, terra sigillata, cerámica común romana, fragmentos de hierro, pondus, fauna y madera. Cuando fue prospectada por Aparicio Pérez, el yacimiento estaba casi totalmente destruido, aunque aún se pudo observar la presencia de muros y parte de un suelo
enlosado.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1972: 82; Montesinos Martínez, 1982: 82.
32. Corral de Adrián (Chiva, la Hoya de Buñol)
Situación: Villa localizada a ambos lados de la carretera de Chiva a Pedralba y a unos 250 m del
desvío a Gestalgar. Está ubicada en la ladera E de una cadena de cerros de poca elevación, con cultivos de secano. 39º 30’ Lat. N y 0º 45’ Long. W.
Material: En la ladera E del cerro existen fragmentos de cerámica de pasta depurada y mala cocción, así como algunos fragmentos de cubierta de vidrio verde metalizado. En el llano y al otro lado
de la carretera hay presencia de terra sigillata y de cerámica común romana, junto a fragmentos de
tegulae y dolia. No existen restos de estructuras. Tanto la zona de la ladera como la del llano están
afectadas por los diversos trabajos de nivelación y, por ello, algunas zonas están completamente arrasadas.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Inédita.
33. Covadelles, les (Moixent, la Costera)
Situación: Dirigirse por la carretera local de Moixent a Fontanars; a unos 5 km de la primera
población, sale un camino que lleva a la Casa de Covadelles; después de cruzar un barranco, se
encuentra a la derecha del Alt de Covadelles. Próxima a la Via Augusta. 38º 50’ Lat. N y 0º 46’ Long.
W.
Material: Lápidas con inscripciones latinas, cerámicas de varios tipos y restos de estructuras.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Almarche Vázquez, 1918: 125; Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 361; Fletcher
Valls, 1976: 28; Aparicio Pérez, 1977: 31.
34. Encolla, la (Chiva, la Hoya de Buñol)
Situación: Al NW de la población. Siguiendo el camino de la Encolla o Ancholla, antes de llegar
a la bifurcación con el de la Fuente del Enebro. Viñas y campos de algarrobos. 39º 29’ Lat. N y 0º 46’
Long. W.
Material: El camino lo atraviesan cinco muros, cuatro de ellos paralelos entre sí y el quinto formando ángulo con uno de ellos. Cerámica ibérica pintada, fragmentos de terra sigillata hispánica, uno
de ellos con la marca del alfarero (CRETIUS); clara A y D, cerámica común romana, tegulae y sillarejos utilizados en la construcción de las márgenes de los campos.
Cronología: Siglos I al IV d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1968: 75, 76; Pla Ballester, 1972: 324, 325; Pingarrón Seco, 1981a:
160, 161.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
35. Ereta dels Moros (Aldaia, l’Horta Sud)
Situación: Se encuentra en una pequeña elevación junto al barranco de Chiva, cercano al Pont
dels Cavalls. 39º 26’ Lat. N y 0º 31’ Long. W.
Material: Algunos restos de edificación romana y un hermoso mosaico de bellos colores con inscripciones y figuras. Cuatro grupos de edificación, dos de ellos parecen cisternas o construcción parecida. Barniz negro, terra sigillata clara, tegulae, dolia, pondus, ánforas, estucos, pavimentos destrozados por los trabajos agrícolas, fragmento de loseta de mármol, monedas. Llama la atención el espesor de las paredes de las dolia y su enorme tamaño; quizá se tratara de algún establecimiento de explotación oleícola, por su emplazamiento y cultivos próximos. Cerca de la villa pasa el antiguo camino,
hoy abandonado, de Aldaia al Pla de Quart. A finales del siglo XIX se encontró media escultura de
Baco y, en los años veinte del siguiente siglo, el resto. Está depositada en el Museo Arqueológico
Nacional.
Cronología: Siglo II-V d.C.
Bibliografía: Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 880-886; Fletcher Valls, 1966b: 14; Pingarrón
Seco, 1981a: 131-133; Sanchis Alfonso, Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986-1987: 13-15;
Cebrián Fernández, 1996: 72.
36. Font de la Garrofera (Guadassuar, la Ribera Alta)
Situación: Desde la misma fuente sale un camino con dirección E que, después de pasar por
delante de un bar y, a unos 100 m, dicho camino se eleva ligeramente, encontrándose allí mismo el
yacimiento a ambos lados del camino. Tiene aproximadamente 20 hanegadas de superficie, en campos plantados de algarrobos. Próxima a la Via Augusta. 39º 11’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Al trazar el camino se destruyeron parcialmente tres silos. El material es abundante:
fragmento de loseta de afilar, escorias de hierro, terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A y B, fragmentos de kalathos y de vasijas; bordes, asas y bocas de ánforas, ollas de pasta gris y tegulae. Se trataría de una villa romana de carácter agrícola, como parece indicar la aparición de los silos
Cronología: Inicios siglo I d.C. con una larga perduración.
Bibliografía: Martínez Pérez, 1984: 189; Serrano Várez, 1987: 75-80.
37. Font de Mussa (Benifaió, la Ribera Alta)
Situación: A 22 km al S de Valencia, en terreno llano, sobre tierra fértil y muy próxima a la Via
Augusta se encuentra esta importante villa. 39º 17’ Lat. N y 0º 26’ Long. W.
Material: Podemos destacar, cerámica de barniz negro, de paredes finas, romana de tradición ibérica, terra sigillata itálica, sudgálica e hispánica, clara A, C y D, lucente, estampada gris, vidriada,
común romana, africana de cocina; morteros, lucernas, ánforas, dolia, tegulae, ladrillos romboidales,
mármol, pondus, fusayola, fragmentos de hierro y bronce, así como diversas monedas. Se encontró
próximo a la villa un ara dedicada a Mithra, de gran interés por ser una de las escasas inscripciones
del culto mitraico en la Península Ibérica. Pero tal vez, la pieza más importante sea el hallazgo de un
mosaico de unos 21 m2 con referencia a la leyenda de la fundación de Roma con el descubrimiento de
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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Rómulo y Remo por los pastores Faustulo y Faustino. Se encuentra restaurado y expuesto en el Museo
de Prehistoria de Valencia.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Gómez Serrano, 1935: 183; Pla Ballester, 1957: 217; Ripollés Alegre, 1985: 337,
338; Serrano Várez, 1987: 164; Llorens Forcada, 1987-1988: 428; Beltrán López, 1992: 37, 38;
Cebrián Fernández, 1996: 75; Bonet Rosado, 2004: 29-45; Abad Casal, 2004: 67-83.
38. Font Roja (Guadassuar, la Ribera Alta)
Situación: La única referencia de su situación es que se encuentra en la partida de la Font Roja,
que se accede cogiendo la carretera de Valencia a Alicante, por el interior y al pasar L’Alcúdia, se toma
la salida 868 A (Montartal). Serrano Várez la denomina Frontoja. Próxima a la Via Augusta. 39º 10’
Lat. N y 0º 32’ Long. W.
Material: Únicamente aparece como material muelas de molino y dos ánforas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pla Ballester, 1974, tomo V: 163; Serrano Várez, 1987: 163.
39. Fornals, els (Carlet, la Ribera Alta)
Situación: Ubicada en la divisoria de los términos de L’Alcúdia y Carlet, junto a la carretera N340 y en la partida del mismo nombre. Zona de cultivo de naranjos; completamente arrasada. Próxima
a la Via Augusta. 39º 13’ Lat. N y 0º 29’ Long. W.
Material: Ánforas, terra sigillata y monedas, entre ellas una de Vespasiano y otras hispano-romanas de Celsa.
Cronología: I-II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1974, tomo III: 38; Martínez Pérez, 1984: 176; Serrano Várez, 1987:
162; Pla Ballester y Martí Oliver, 1988: 43.
40. Granja, la (Polinyà de Xúquer, la Ribera Baixa)
Situación: En la partida de Gual, en el margen derecho del río Júcar; junto al puente de Albalat
se encuentra un edificio del siglo XV denominado La Granja. Desde este lugar parte un camino en
dirección al río, a cuyos lados se sitúa la villa. Próxima a la Via Augusta. 39º 11’ Lat. N y 0º 23’ Long.
W.
Material: Ya desde finales del siglo XIX se tienen noticias de este yacimiento puesto que se
encontró una cabeza de Baco o Dionysos, de mármol, que fue donada al Museo de Bellas Artes de
Valencia. Además, se ha encontrado terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A, cerámica común
romana, tegulae, ímbrices y cerámica de los siglos XIV al XVIII.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1976, tomo IX: 97; Martínez Pérez, 1984: 184; Serrano Várez, 1987:
127-129.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
41. Hort de Pepica (Catarroja, l’Horta Sud)
Situación: Al NW de la población en la partida del Salt del Llop y, en gran parte, en el campo
conocido como L’Hort de Pepica. Plantaciones hortícolas y hortofrutícolas. Próxima a la Via Augusta.
39º 25’ Lat. N y 0º 24’ Long. W.
Material: Su superficie es de unas 1’50 ha, el tamaño medio de una villa mediterránea, correspondiendo en el plano general a un esquema en U con orientación N-S. Villa de planta diseminada.
Cerámica de cocina, dolia, tinajillas, ánforas vinarias y olearias, ollas con o sin asa, orzas, tapaderas,
lucernas, pesas de telar, fauna, dos tumbas, la primera parece un enterramiento cenatófico, tegulae,
ímbrices, terra sigillata hispánica, africana C y D, cerámica de paredes finas, jarras, vidrio, morteros,
platos, monedas, pavimentos en opus reticulatum, sillares bien escuadrados, adobes, estructuras. Se
han hallado dos alfares, circulares y alejados uno del otro. Se especializó en la fabricación de ánforas
de vino y aceite, para su abastecimiento y de otras villas. Apareció gran cantidad de escoria de hierro,
lo que nos puede indicar la existencia de un sector de fundición. Por la aparición y uso de la terra sigillata africana, debió de existir un sólido comercio con el N de África.
Cronología: Finales del siglo I a.C. hasta mediados del II d.C.
Bibliografía: Llorens y Raga, 1967: 37-43; Martí i Campoy, 1984: 37, 38; García-Gelabert Pérez
y García Díez, 1997: 351-374; Ídem, 1998: 50-55; García-Gelabert Pérez, 1999: 253-265; Ramos
Peris, 2002-2003: 261-285.
42. Hort del Comte (Daimús, la Safor)
Situación: Próxima a la citada población y en terrenos dedicados a la producción citrícola. 38º
59’ Lat. N y 0º 9’ Long. W.
Material: Sílex, cerámica hecha a mano, monedas, terra sigillata, cerámica común romana y
varias figuras escultóricas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 336.
43. Horteta, l’ (Alcàsser, l’Horta Sud)
Situación: Ubicada en el paraje denominado antiguamente La Paridera, ahora totalmente edificado, en donde se ha construido el Colegio Público Jaume I y edificios adyacentes. Próxima a la Via
Augusta. 39º 23’ Lat. N y 0º 26’ Long. W.
Material: Según testimonio oral de los obreros que en 1975 construyeron dicho colegio, en el
momento de hacerse los cimientos aparecieron restos de antiguas construcciones, enterramientos con
cerámica y monedas antiguas, que no se identificaron debidamente. Apareció una antigua era, muros
de piedra en estado ruinoso y una balsa.
Cronología: Siglos II-V d.C.
Bibliografía: Febrer Romaguera, 2005: 24.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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44. Horts, els (Vallada, la Costera)
Situación: En el mismo casco urbano, al N de la población. Próxima a la Via Augusta. 38º 54’
Lat. N y 0º 41’ Long. W.
Material: Cerámica común romana, terra sigillata sudgálica, hispánica, africana C y D, lucente,
de paredes finas, ánforas, morteros, platos, cuencos, dolia, tegulae, imbrix, ladrillos, ladrillos pilae,
lucernas, clavos, puntas, varilla, llave de puerta, agujas, asa de vidrio, tres monedas y una piedra dura
grabada. Estructuras de habitación.
Cronología: Siglos I a.C.-V d.C.
Bibliografía: Borredá Jiménez, 1996: 81, 82; Martínez García, 1997: 41-53.
45. Jovades, les (la Font d’En Carròs, la Safor)
Situación: En la partida del mismo nombre. 38º 55’ Lat. N y 0º 10’ Long. W.
sigillata.
Cronología: Siglo II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Aparicio Pérez, Gurrea Crespo y Climent Mañó, 1983: 353.
Material: Terra
46. Lauro (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: Nombre que perdura desde antiguo y que designa un despoblado situado en la actual
partida del Quadro. Zona muy degradada por las labores agrícolas, donde se encuentra la villa rústica
y un rahal o alquería. 38º 52’ Lat. N y 0º 23’ Long. W.
Material: Por los restos cerámicos encontrados se puede considerar que perdura a través del tiempo, continuando su ocupación en época islámica, dejando restos cerámicos y de construcción esparcidos por los campos y márgenes. Terra sigillata hispánica, clara A y D, fragmentos de ánfora, laminilla de plomo, clavo de hierro, fragmento de dolium y un ladrillo romboidal.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 224, 225; Ídem, 1973: 141; Pla Ballester, 1975, tomo VI:
118.
47. Mareny, el (Sueca, la Ribera Baixa)
Situación: La única referencia es que está situada en esta zona costera de cultivo y de difícil localización, al haber diversas zonas con el mismo nombre.
Material: Pla afirma que hay restos romanos, sin aportar alguna información más, y Serrano
Várez la cataloga como villa romana.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 106; Serrano Várez, 1987: 170.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
48. Marxillent (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: En el cruce de los caminos de Ràfol a Pobla del Duc y el del Pinar. 38º 53’ Lat. N y
0º 25’ Long. W.
Material: Al cavar la tierra profundamente apareció un enlosado de piedras rectangulares de gran
tamaño. En los campos que se consideran como núcleo central del yacimiento, se encontraron tubos
para la salida de humos y discos de barro, propios de un hipocaustum. Terra sigillata hispánica y clara
A; restos de estructuras y habitación; tegulae, ímbrices, fragmentos de ánfora, piedra en forma de
cubo, aro de hierro, etc. La dispersión de materiales es muy amplia estando presentes en los campos
de alrededor.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 227-229; 1973: 141.
49. Mas del Jutge (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: Junto a la masía del mismo nombre, a unos 6 km de Torrent, al E de la sierra de
Perenxissa. Conocida desde antiguo. Debió de ocupar una superficie de unos 10.000 m2. 39º 26’ Lat.
N y 0º 31’ Long. W.
Material: Fragmentos de campaniense B, terra sigillata sudgálica, hispánica y clara A y C; vasos,
pondus, fragmentos de mármol, vidrio y de estuco rojo con motivos florales. Dolia, tegulae, teselas
de mosaico, restos de construcciones, monedas. Pavimento formado por piezas cuadradas y policromas representando un estanque poblado de peces y crustáceos. Restos de un posible puente construido en opus quadratum.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: García de Cáceres, 1948: 411-416; Fletcher Valls, 1973: 89, 90; Pingarrón Seco,
1981a: 151-153; AA.VV., 1983: 336-341; Asins Velis, 1983: 25-30; Borredá Mejías, 1996: 103.
50. Mas dels Foressos (Picassent, l’Horta Sud)
Situación: Al SE del término de Picassent, en la partida denominada Terrabona, cerca de los límites de Benifaió y Almussafes, confrontando con la Masia dels Foressos. Próxima a la Via Augusta. 39º
20’ Lat. N y 0º 26’ Long. W.
Material: Fragmentos de mosaico formado por lositas de barro cocido, ladrillos rectangulares y
romboidales, tegulae, ímbrices, estuco pintado, dos fragmentos de tubo, posiblemente de un hipocausto, restos de un torcularium para prensar aceitunas o uva, pondus, dolia, terra sigillata sudgálica
e hispánica, clara A y C, cerámica común romana, lucernas, ánforas, clavos de hierro, una moneda,
fragmentos de vidrio y cinco ejemplares de cardium.
Cronología: Siglos II-III d.C.
Bibliografía: Gil-Mascarell y Martí Oliver, 1985: 7; Beltrán López, 1990: 35, 36.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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51. Masía del Castillo (Xirivella, l’Horta Sud)
Situación: Villa ubicada en plena huerta, al SW de dicha población. Próxima a la Via Augusta.
39º 27’ Lat. N y 0º 25’ Long. W.
Material: Fustes de columna de 25 a 30 cm de altura recortados en tambores que hacen las veces
de poyos o guardacantones; tres basas de columna. Villa destruida por los cultivos agrícolas, aunque
hay restos de tegulae, hormigón y un fragmento de pondus. Restos que, por el hormigón encontrado,
podrían corresponder a un acueducto. Debió de ser una importante villa agrícola por la riqueza de la
zona.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1967: 72; Pingarrón Seco, 1981a: 156, 157.
52. Maset del Retor (Montserrat, la Ribera Alta)
Situación: En la partida del mismo nombre, a pocos kilómetros de la población, junto a la carretera que va a Torrent, próximo al yacimiento del Castellet y sobre una loma. 39º 22’ Lat. N y 0º 34’
Long. W.
Material: Los restos encontrados se limitan a un molino de mano de arenisca, abundante cerámica común romana, dolium, terra sigillata hispánica y tegulae. Prospección realizada por el SIP el 25V-1956.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1961: 227; Ídem, 1975, tomo VII: 192; Serrano Várez, 1987: 160;
Soler y Jordá: 2005: 57.
53. Mojón, el (Alborache, la Hoya de Buñol)
Situación: Dirigirse por el camino que sale al S de la población, al inicio de la carretera a Turís;
este camino llega hasta Macastre y, a un kilómetro o kilómetro y medio se encuentra la partida del
Bobalar, poco antes de llegar al barranco de la Horteta. Junto al mojón de los dos términos se sitúa el
yacimiento, en campos de secano abandonados. 39º 22’ Lat. N y 0º 46’ Long. W.
Material: Destacaremos como material encontrado terra sigillata, africanas, sillares dispersos,
restos de muros, tegulae e imbrix.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Jiménez Navarro y San Valero Aparisi, 1944: 102; Fletcher Valls, 1966a: s/p;
Pingarrón Seco, 1981a: 157, 158.
54. Molino de Enmedio (Utiel, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: Al NW de La Solana. A la altura del kilómetro 4 de la carretera de Utiel a Los Corrales
y, tomando un camino con restos de empedrado en dirección S, se llega al llamado Molino de
Enmedio. Terreno rodeado de viñedos, con una superficie de 6,25 ha. 39º 34’-35’ Lat. N y 1º 14’-15’
Long. W.
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R. PÉREZ MÍNGUEZ
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, clara A, C y D, lucente, cerámica ibérica, de barniz negro, cerámica común romana, fragmentos de vidrio, pondus, cuentas de collar de pasta vítrea,
ladrillos de construcción, estuco, estela con inscripción latina, tubo de cerámica, una tesela, moneda
de Antoniniano, restos de muros, etc.
Cronología: Siglos I a.C.-VI d.C.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 309-327; Martínez García, 1982: 180-200; Borredá Mejías,
1996: 106.
55. Ofra, l’ (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: A la izquierda de la carretera de Albaida a Gandia, a la altura del kilómetro 11.
También se puede acceder por un camino que sale al W de la población y, que rodeando el cerro de
Sant Antoni, nos deja en el centro de la partida. Muy degradado por las labores agrícolas. 38º 53’ Lat.
N y 0º 24’ Long. W.
Material: Terra sigillata hispánica, itálica, clara A y D, clara estampada, lucente, cerámica común
romana, posible cuenta de collar o fusayola, dolia, tegulae, ladrillos romboidales, fragmentos de estuco pintado, sílex.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 233, 234; Ídem, 1973: 141, 142; Cebrián Fernández, 1996:
114.
56. Penyetes, les (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: Desde Torrent, dirigirse por la prolongación de la calle Padre Méndez siguiendo el
camino de la Fonda; villa situada entre el camino de Les Covetes y la pequeña cañada de Les
Penyetes. 39º 26’ Lat. N y 0º 27’ Long. W.
Material: Los materiales aparecieron al edificar en 1927 un chalet. Se encontró un cardo femina
de una puerta, un pilón y un gran dolium; terra sigillata y cerámica común romana. Los restos hallados son muy parecidos a los del Mas del Jutge.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Gómez Serrano, 1927; Ballester Tormo, 1934; Pingarrón Seco, 1981a: 153, 154;
Sanchis Alfonso, Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986-1987: 18.
57. Pla de la Font de l’Omet (Picassent, l’Horta Sud)
Situación: Al SW de la localidad. Próxima a la Via Augusta. 39º 20’Lat N y 0º 28’ Long. W.
Material: Fragmentos de tegulae, ladrillos rectangulares y una moneda de Adriano. Restos constructivos y cerámica común romana.
Cronología: Finales del siglo I o inicios del II d.C.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 150, 151; Gil-Mascarell Boscá y Martí Oliver, 1985: 29;
Febrer Romaguera, 2005: 24, 25.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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58. Pou de la Sargueta (Riba-roja de Túria, el Camp de Túria)
Situación: En el Área de Reserva para la ampliación de Patrimonio Público de Suelo “Parque
Logístico de Riba-roja”. Zona del Pou de la Sargueta. 39º 29’ Lat. N y 0º 32’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica, cerámica campaniense, ibérica, común romana, de
cocina, de paredes finas, medieval; tegulae, imbrix, ladrillos romboidales, dolia, ánfora, restos arquitectónicos, sílex, fauna, vidrio, malacofauna, laminillas y agujas de bronce, clavos de hierro, y monedas. Se distingue perfectamente la pars urbana, rustica y fructuaria. Presencia de termas, dos pequeños hornos y cellae vinaria y olearia.
Cronología: Mitad de siglo II d.C. hasta inicios del siglo V.
Bibliografía: Inédita. Información facilitada por el excavador Sr. Hortelano Uceda.
59. Pujol, el (Benimuslem, la Ribera Alta)
Situación: A un km de dicha población y en la partida del mismo nombre se encontró material
procedente de una villa romana y también restos de una necrópolis con cerámica de los siglos XVIXVIII. Hoy día son campos de naranjos, viéndose montones de piedras recogidas por los labradores
pertenecientes al caserío que allí existió en el siglo XVII. Próxima a la Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y
0º 29’ Long. W.
Material: Además del abundante material del siglo XVII, depositado en el Museo Municipal de
Alzira, hay presencia de terra sigillata sudgálica e hispánica, clara A y C y cerámica común romana
e iberorromana, fragmentos de tegulae, parte delantera de un caballito de arcilla o de un perro en posición estática y de un clavo de hierro.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1961: 228; Martínez Pérez, 1984: 185; Serrano Várez, 1987: 93-95.
60. Punxa, la (Aldaia, l’Horta Sud)
Situación: A dos escasos kilómetros del yacimiento de la Ereta dels Moros, en una zona llana,
cercana a la carretera de Aldaia al Pla de Quart. Próxima a la Via Augusta. 39º 27’ Lat. N y 0º 31’
Long. W.
Material: Terra sigillata, fragmentos de cerámica común romana, tegulae, fragmentos de dolia,
de opus reticulatum y opus signium; estuco pintado con rojo pompeyano. Ladrillos romboidales y restos de mortero.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1973: 89; AA.VV., 1984: 368; Sanchis Alfonso, Fernández Aragón
y Beguer Esteve, 1986/1987: 13.
61. Rambla de los Ríos (Venta quemada-Siete Aguas, la Hoya de Buñol)
Situación: En la terraza del río Buñol, próxima a la carretera N-III, entre el punto kilométrico 300
y 301, se encuentra la villa en una zona denominada la Rambla de los Ríos, en la partida de Belen-
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guerón. 39º 27’ Lat. N y 0º 53’ Long. W.
Material: La cantidad de restos en superficie es más bien escaso; fragmentos de tegulae, de cerámica común romana, terra sigillata sudgálica Drag. 15/17, hispánica, clara A y D, una pesa de telar.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1985: 35, 36.
62. Regajo, el (la Font de la Figuera, la Costera)
Situación: Próxima a la fuente homónima. Se accede por la carretera de Valencia a Font de la
Figuera y, al llegar al restaurante El Carrascal, se coge la carretera a Navalón. Villa muy deteriorada
por el trabajo de remoción. Zona forestal. Próxima a la Via Augusta. 38º 52’ Lat. N y 0º 54’ Long. W.
Material: Terra sigillata, dolia, tegulae y cerámica común romana.
Cronología: Siglos II a.C.-IV d.C.
Bibliografía: La única referencia que tenemos es que fue visitada por el arqueólogo Aparicio
Pérez en el verano de 1976.
63. Ríos, los (Buñol, la Hoya de Buñol)
Situación: Al NW de dicha población. Es una pequeña hondonada junto al caserío; se localiza en
las confluencias de los barrancos de Monedí y Carcolín. A esta zona se le llama Los Ríos por estos
cursos de agua. Zona salpicada de chalets. La villa ha desaparecido. 39º 27’ Lat. N y 0º 49’ Long. W.
Material: Aparecieron restos de un muro de hormigón y un pavimento de ladrillos romboidales
en opus latericium debajo de la actual casa. Monedas romanas e ibéricas.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Jiménez Navarro y San Valero Aparisi, 1944: 101, 102; Pérez Soler, 1974: 75;
Pingarrón Seco, 1981a: 158; Cebrián Fernández, 1996: 137.
64. Romaní, el (Sollana, la Ribera Baixa)
Situación: En las proximidades de Almussafes y en la partida del mismo nombre. Próxima a la
Via Augusta. 39º 18’ Lat. N y 0º 22’ Long. W
Material: Piedra de molino, cerámica común romana, fragmentos de mosaico y monedas de bronce estudiadas por D. Pío Beltrán.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Fletcher Valls, 1977: 83; Serrano Várez, 1987: 168.
65. Ròtova (Ròtova, la Safor)
Situación: En la periferia del casco urbano, en las primeras casas entrando por la carretera de
Gandia y próxima al monasterio de Sant Jeroni. 38º 56’ Lat. N y 0º 15’ Long. W.
Material: La villa apareció durante las labores de desmonte de terrenos por la construcción de una
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autovía y de una nave industrial. Muros, tegulae, dolia, imbrix, estuco (varios fragmentos pintados),
terra sigillata hispánica; cerámica común romana, fragmentos de asas, bases, galbos, etc.; pivote de
ánfora (posible Dr. 7/11), pesas de telar, fusayolas, fragmentos de ladrillo con el dígito III representado de forma incisa, posible fragmento de lucerna, clavos de hierro y fragmentos de dicho metal y de
bronce, fauna y tubo de mármol.
Cronología: Siglos I-IV d.C.
Bibliografía: Inédita. Información facilitada por el arqueólogo excavador, Dr. Cisneros Fraile.
66. Safarejot, el (Llaurí, la Ribera Baixa)
Situación: Se localiza a la derecha de la autopista A-7 (Valencia-Alicante), en la partida del
mismo nombre, al SE de dicha población y a la izquierda del barranco de Cambrils. En dicho lugar
existía un lacus romano, destruido para cultivar naranjos. 39º 0’ Lat. N y 0º 19’ Long. W.
Material: Hay pocos restos; únicamente los textos citan cerámica y otros materiales, sin especificar más.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Gómez Serrano, 1942: 35; Pla Ballester, 1975, tomo VI: 239; Martínez Pérez, 1984:
186, 187; Pla Ballester y Martí Oliver, 1988: 43; Serrano Várez, 1987: 169.
67. Sant Gregori (Torrent, l’Horta Sud)
Situación: A menos de 3 km al W de Torrent, en el margen derecho del barranco de la Horteta,
en la confluencia con la cañada del Peque. Próxima a la Via Augusta. 39º 25’ Lat. N y 0º 31’ Long. W.
Material: Terra sigillata sudgálica, hispánica y clara A, C y D. Abundantes fragmentos de tegulae, dolia. Pesas de telar y cerámica común romana.
Cronología: Siglos I-II d.C.
Bibliografía: Pingarrón Seco, 1981a: 155, 156; AA.VV., 1984: 365, 366; Sanchis Alfonso,
Fernández Aragón y Beguer Esteve, 1986-1987: 17, 18.
68. Sequer de Sant Bernat (Alzira, la Ribera Alta)
Situación: Se encuentra ubicada en un antiguo secadero, en donde hoy se alza un pequeño santuario dedicado a los Santos Patronos, detrás de la central de Hidroeléctrica, junto al camino de Pujol.
Hacia el siglo XIII, los Trinitarios construyeron un convento; luego, a fines del siglo XIX se destruyó y se hizo el secadero de arroz. Próxima a la Via Augusta. 39º 0’ Lat. N y 0º 27’ Long. W.
Material: En 1980 se hizo una prospección, apareciendo fragmentos de terra sigillata, lucernas,
cerámica ibérica con decoración geométrica, imbrix y desconchados de argamasa pintados en blanco y
rojo. Han aparecido también dos lápidas romanas, estudiadas por Hübner y en paradero desconocido.
Cronología: Se puede afirmar que este “sequer” ha sido habitado desde principios de Era hasta
nuestros días.
Bibliografía: Martínez Pérez y Hernández Sanchis, 1980: s/p; Martínez Pérez, 1984: 183; Serrano
Várez, 1987: 166.
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69. Silos de la Parra (Tous, la Ribera Alta)
Situación: Frente a la villa de Les Cases de la Parra, al otro lado del barranco de la Parra, en la
partida denominada las Yencas del Barranco y sobre una suave colina. Terreno cultivado y propiedad
de D. Manuel Dauder. 39º 13’ Lat. N y 0º 37’ Long. W.
Material: Recibe el nombre de Silos debido al gran número que al parecer había de ellos. Como
resultado de los trabajos realizados para la transformación de los cultivos, se destruyeron 12 silos.
Quedó al descubierto uno de ellos relleno de tierra, con losa de 0,5 m de la superficie actual del suelo,
con una tapadera caliza de forma circular y con un diámetro de 420 mm y un grosor de 12. Terra sigillata sudgálica, hispánica tardía, clara A, cerámica común, fragmentos de ánfora y tegulae.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: Martínez Pérez, 1984: 178; Serrano Várez, 1987: 53-56.
70. Tarrassos (Vallada, la Costera)
Situación: Al W de la población, junto al barranco del mismo nombre. Próxima a la Via Augusta.
38º 54’ Lat. N y 0º 42’ Long. W.
Material: Inscripción romana; tres esqueletos con una moneda en la boca, una ánfora y una lucerna de barro cocido. Dijeron los jornaleros del campo que, al cavarlo, vieron muchas lápidas semejantes a la aparecida y que las volvieron a cubrir.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Sarthou y Carreres, 1918, tomo II: 372; Martínez García, 1997: 28.
71. Terrabona (Tous, la Ribera Alta)
Situación: Se encuentra en la ladera W del monte El Castellet, junto al río Júcar, a unos 2 km arriba del pantano de Tous. Cubierto por el pantano; después de reventar la presa en 1982, quedó al descubierto. 39º 08’ Lat. N y 0º 40’ Long. W.
Material: El material es escaso, enterramientos, huesos humanos, cerámica de varios tipos, ladrillos de pavimento, sillares y restos de muros.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 291; Martínez Pérez, 1984: 189, 190.
72. Torixí, el (Catadau, la Ribera Alta)
Situación: Se localiza en la partida de Les Salinetes, en el camino de Torixí, que sale de la carretera que une Carlet con Catadau; a unos 500 m el camino está semicortado, debido a grandes hoyos
producidos por el hundimiento de una bóveda de una galería. El material aparece en mayor cantidad
en los campos de la derecha, en donde hay plantadas viñas y en menor cantidad a la izquierda. 39º 16’
Lat. N y 0º 34’ Long. W.
Material: Fragmentos de terra sigillata sudgálica, hispánica; cerámica de paredes finas, común
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romana, fragmento de lucerna, de tegulae y de imbrix.
Cronología: Siglos I-III d.C.
Bibliografía: Serrano Várez, 1987: 67-70
73. Travessa, la (Sollana, la Ribera Baixa)
Situación: Al N de la población, al lado del caserío de El Romaní y al W de la carretera general
(Valencia-Alicante). Se ubica en una pequeña elevación, en donde se sitúa una casa de campo. Villa
próxima a la Via Augusta. 39º 10’ Lat. N y 0º 23’ Long. W.
Material: Destacaremos molinos circulares, terra sigillata hispánica forma Drag. 37, una fíbula
de bronce, cerámica común romana, borde de ánfora, un fragmento de asa o brazalete de bronce, capitel y columna, losanges de barro cocido, pavimento y numerosas monedas clasificadas por D. Pío
Beltrán. Muchos de los materiales pertenecen a la colección privada de D. Vicente García Castillo.
Cronología: Siglos I-V d.C.
Bibliografía: Pla Ballester, 1977, tomo XI: 74; Fletcher Valls, 1978: 14; Martínez Pérez, 1984:
192; Gil-Mascarell Boscá y Martí Oliver, 1985: 27; Serrano Várez, 1987: 168; Cebrián Fernández,
1996: 175.
74. Viñas Viejas (Requena, la Plana de Requena-Utiel)
Situación: Campos ubicados al W de Campo Arcis. 39º 26’ Lat. N y 0º 10’ Long. W.
Material: Cerámica común romana. Bloques y paredes descubiertos por los tractores.
Cronología: No determinada.
Bibliografía: Noticia facilitada por J. Piqueras.
75. Xarxet, el (Castelló de Rugat, la Vall d’Albaida)
Situación: En la partida homónima; asciende suavemente desde la carretera de Ràfol, hasta una
planicie, para descender después sobre el barranco del mismo nombre. 38º 52’ Lat. N y 0º 23’ Long.
W.
Material: Restos de edificación que se destruyeron al instalar una central eléctrica. Terra sigillata hispánica, algunas con estampillas, clara A, cerámica ibérica, común romana, fragmento de fusayola, lucerna, fíbula y un pondus.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: Pastor Alberola, 1972: 225-227; 1973: 142.
76. Yesares, los (Gestalgar, los Serranos)
Situación: En la partida del mismo nombre y en el punto kilométrico 19,500 aproximadamente
de la carretera que une Chiva con Gestalgar. 30º 0’ Lat. N y 0º 49’ Long. W.
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Material: Figurilla antropomorfa de plomo, un disco de plomo perforado, fragmentos de terra
sigillata lucente, hispánica, narbonense y clara A. Restos de edificaciones y de sillares reutilizados y
dovelas de un arco.
Cronología: Siglos II-IV d.C.
Bibliografía: AA.VV., 1989: 447-463.
III. CONCLUSIONES
Es difícil emitir unas conclusiones sobre estas villas cuando la gran mayoría no han
sido excavadas. De todas ellas, únicamente se han realizado excavaciones en diez villas:
Partida de Benifaraig, Benivaire, Campina-Catorzena, Cornelius, Font de Mussa, Hort de
Pepica, Horts, Mas del Jutge, Ròtova y Pou de la Sargueta. A esta falta de información
hemos de añadir el gran deterioro sufrido por estos yacimientos, ya que en su mayoría
están localizados sobre un terreno agrícolamente muy productivo, lo que conlleva intensos trabajos, como realización de acequias, muros, rebajes de tierra, etc. Tampoco podemos olvidarnos de la continua edificación de chalets, urbanizaciones, además de caminos, autovías, gasoductos, etc., que se han construido en los últimos años, dando por perdidas gran número de villas o, en todo caso, valiosísima información sobre ellas. Ejemplo
de todo lo anterior, podemos recordar la destrucción sufrida por el mosaico de la villa de
Font de Mussa durante la construcción del gasoducto Benifaió-Picassent (Raga y Rubio,
2004: 47-65).
Así, pues, el estudio se limita en muchos casos al de los materiales superficiales, de
modo que poco podemos deducir de la cronología de estas villas por falta de elementos
de datación. Sabemos que el Molino de Enmedio es la que más perduró, abarcando desde
el siglo I a.C. hasta el VI d.C., mientras que otras 10 villas llegaron hasta el siglo V d.C.
Parece ser que la mayoría estuvieron activas entre los siglo I al III d.C. Si comparamos
estos últimos siglos con el estudio del mismo periodo de las villas situadas al N del Turia,
vemos que existe una clara concordancia, puesto que la mayoría de estas villas se centran
en estos tres siglos: siglo I, 86’36%; siglo II, 98’18% y el siglo III, 49’09% (Pérez
Mínguez, 2006: 101, 102).
Es presumible que la mayoría de estas villas se dedicaran a la agricultura, como lo
demuestra la aparición de 27 villas con dolia, representando un 35% del total, pero lo que
no sabemos es si formaban parte de latifundios. Tarradell (1965: 148-150), estudioso de
la estructura agraria de las tierras valencianas, afirma que aquí no se dio el latifundismo,
basándose en que los edificios rurales son muy abundantes, pero de escasas dimensiones
y poca complejidad constructiva. También podemos añadir que los datos catastrales y
topográficos que conocemos hasta la actualidad demuestran que no se ha dado este tipo
de explotación. Insistiendo en el tema, Aranegui (1988: 117) afirma que: “... puede decirse que su dispersión [la de las villas] parece ser la característica de los propietarios
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medios, a juzgar por los resultados de las prospecciones...”. Por su parte, Olaria de Gusi
y Gusi Jener (1977: 144) y con referencia al territorio de Castellón, escriben: “La densidad de estas villas sin ser excesiva, sería considerable y desarrollarían una pequeña propiedad rural, aunque sin llegar al minifundio”.
Lo que sí parece haber existido son extensiones de tierra más o menos grandes, aunque no en régimen latifundista, que se dedicarían a la exportación de sus productos en
gran escala. Es el ejemplo de la familia edetana de los Nigrini, puesto que según escribe
Alföldy (1972: 29), perteneciendo al ordo senatorius es normal que su fortuna se basara
en propiedades agrícolas. También es posible que hubiera grandes extensiones de tierra,
pero fraccionadas y trabajadas por diversos agricultores que pagarían al dueño una parte
de las rentas obtenidas.
Además de dedicarse a la agricultura, algunas de estas villas también realizarían actividades industriales. Así por ejemplo, la villa de Cornelius procesaba lino y esparto;
l’Hort de Pepica fabricaba ánforas de vino y aceite; parece ser que la Campina-Catorzena
también tenía cierta actividad industrial, así como la villa de la partida de Benifaraig, con
balsas de tratamiento de tejidos de lana, para enriar linos o para decantar la arcilla.
En cuanto al material aparecido en estas villas, la cerámica más representativa es la
sigillata hispánica, que está presente en 50 de ellas, suponiendo un 67%, frente a un
59’09% aparecido en las villas al N del Turia. La aparición de este tipo de cerámica nos
puede indicar la relativa riqueza de las villas, ya que se trata de una cerámica de calidad,
no accesible a todo el mundo; le sigue en importancia la clara africana en sus diversos
tipos, representando un poco más del 44%. También es significativa la aparición de
monedas, concretamente en 22 villas, representando un 28% del total, mientras que en las
villas arriba del Turia llegaban únicamente al 12’27%.
La falta de materiales indicativos de una cierta ostentación va acorde con la ausencia
de villas de gran riqueza arquitectónica. La economía de estas villas debía de ser de tipo
medio, sin grandes lujos y, por lo tanto, la aparición de mosaicos, estatuas, etc., es mínima. Únicamente hay que destacar una serie de villas que, aunque sin ser de gran lujo, se
salen de lo normal por el material encontrado, como el mosaico de la Font Mussa, el
material aparecido en la villa de Cornelius, en l’Hort de Pepica o en el Barrio de los
Tunos, con pedestales, basamentos, capiteles, arquitrabes, termas, etc.
Papel muy importante juega la Via Augusta en nuestra zona de estudio, siendo la
columna vertebral de las comunicaciones. Tal es así, que a una distancia de 5 km de ésta,
podemos encontrar 30 villas. Dicho camino sale de Valentia dirigiéndose hacia el S. Entre
Benetússer y Silla se encuentra una centuriación estudiada por Pingarrón Seco: “…La
carretera N-340 constituye el Kardo maximus del sistema. Las coincidencias métricas
comienzan claramente a partir de Benetússer hacia el sur, en el punto de confluencia de
la carretera de Paiporta, aunque puede considerarse con anterioridad el área afectada,
prácticamente a partir del nuevo cauce del Turia. El límite meridional vendría dado por
una línea ideal que uniera la parte sur de las localidades de Silla y Alcàsser, pero es posi—255—
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ble que, aún continuara a lo largo de una centuria más” (1981b: 152). Dicho camino hace
de kardo maximus, ocupando una extensión entre 3.022 y 4.230 ha. Dentro de esta centuriación se encuentran las villas de l’Alter de Silla, l’Hort de Pepica en Catarroja,
l’Horteta de Alcàsser y el Mas dels Foressos en Picassent.
Dicha vía corre paralela a la N-340 hasta llegar a Albalat de la Ribera, en donde,
según el investigador Morote Barberá (2002, 166), se encontraría la población de
Sucronem. Cerca de esta población se alzan las villas de la Granja (Polinyà de Xúquer) y
la de la Font Roja (Guadassuar). El camino continúa cruzando por el centro de Alzira y
Carcaixent, para llegar a Saitabi, una de las poblaciones más importantes de la
Contestania, pasando por las proximidades de las villas del Sequer de Sant Bernat
(Alzira), El Pujol (Benimuslem), Benivaire (Carcaixent), Cornelius (L’Ènova) y La
Coroneta (Rotglà i Corbera). Continúa la vía paralela a la citada carretera, y siguiendo al
anterior autor, llegaríamos a la mansión de Ad Statuas, situada en Moixent, corriendo
muy próxima a las villas de Canals, Tarrassos, Els Horts (Vallada) y Les Covatelles
(Moixent). Ya desde aquí se dirigiría hacia la mansión de Ad Tvrres (La Font de la
Figuera), núcleo importante porque allí se uniría esta vía con la que procedería de
Karthagine Spartaria (Morote Barberá, 2002: 174).
Hay otro ramal, reflejado en el anónimo de Ravena, que partiendo de la Via Augusta
y, después de Sucronem, se dirigía hacia Dionio y Lucentes (el Tossal de Manises), para
llegar a Ilice. Esta vía pasaría próxima a las villas de la Granja, Hort del Comte, Cardues
y Les Jovades. También es posible que hubiera una vía que comunicara las numerosas
villas que se sitúan a la falda de la sierra de Benicadell-Agullent, aunque hasta el momento, no se han encontrado vestigios (Morote Barberá, 2002, vol. I: 232, 233 y Arasa i Gil
y Rosselló Verger: 1995: 119).
La distribución de las villas es muy irregular. En la Plana de Utiel, la comarca de
mayor extensión, aparecen 6 villas y, en el Valle de Cofrentes, con una extensión de 1.141
km2, 3 villas. La comarca en que mayor número de villas ha aparecido hasta ahora es la
Ribera Alta, con 15. Por el contrario, la de menor cantidad es la Canal de Navarrés, con
únicamente una villa, igual que el Camp de Túria. En algunos casos esta escasez de villas
puede ser debida a la falta de prospecciones. Además de la concentración de villas a lo
largo de la Via Augusta, aparece cierto número de ellas en las cercanías de la sierra de
Benicadell-Agullent, como pueden ser las villas de Beniprí en Bèlgida, CampinaCatorzena en Potries, Casa de l’Alfàs en Ador, Lauro en Castelló de Rugat, etc.
Así como hay villas en las proximidades de la Via Augusta para una fácil comunicación, también hay cierto número de ellas alrededor de la ciudad de Valentia, debido tal
vez a la fertilidad del terreno y, también, para que los productos de éstas tengan una fácil
venta. Todas las villas están situadas a una distancia suficiente para hacer el trayecto de
ida y vuelta en un día, lo que facilitaría el viaje al agricultor para llevar sus productos. Y
así, constatamos la presencia de las villas del Collado o Venta del Capitán, en Manises,
La Punxa y Ereta dels Moros, en Aldaia, la Masía del Castillo, en Xirivella, Les Penyetes,
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l’Alter, Mas del Jutge y Sant Gregori, en Torrent, l’Hort de Pepica, en Catarroja, l’Alter,
en Silla y el Pou de la Sargueta, en Riba-roja.
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FLETCHER VALLS, D. (1967): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1965. Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1968): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1966. Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1973): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1971. Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1976): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1975. Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1977): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1976. Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1978): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1977. Valencia.
FLETCHER VALLS, D. (1980): La Labor del Servicio de Investigación Prehistórica y su Museo en el
pasado año 1979. Valencia.
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RELACIÓN PROVISIONAL DE LAS VILLAS ROMANAS
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Ferran ARASA I GIL* e Isabel IZQUIERDO PERAILE**
LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827
EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA CARRETERA DE MADRID
POR LAS CABRILLAS (BUÑOL, VALENCIA)
RESUMEN: En este artículo estudiamos los hallazgos arqueológicos que tuvieron lugar en el
año 1827 durante la construcción de la carretera de Valencia a Madrid a su paso por el paraje de Las
Cabrillas (Buñol). Las piezas mencionadas en la noticia manuscrita que el director de las obras, J.
Cortines, envió a la Real Academia de la Historia permiten deducir la existencia de un asentamiento ocupado entre los siglos II aE y II dE y posiblemente situado junto al camino que desde la ciudad de Valentia se dirigía hacia la Meseta. Entre las piezas encontradas destacan dos figuras de bronce que representan a Hércules y un jinete ibérico, la única conservada en el Museo Arqueológico
Nacional.
PALABRAS CLAVE: camino Valencia-Madrid, figuras de bronce, Real Academia de la
Historia, Museo Arqueológico Nacional, poblamiento iberorromano.
RÉSUMÉ: Les trouvailles archéologiques faites en 1827 pendant la construction de la
route à Madrid à travers Las Cabrillas (Buñol, Valence). Dans cet travail nous étudions les trouvailles archéologiques réalisées l’année 1827 pendant la construction de la route de Valence à
* Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València. Av. Blasco Ibáñez, 28, 46010 València.
ferran.arasa@uv.es
** Jefa del Servicio de Planificación y Medios, Área de Infraestructuras, Subdirección General de Museos Estatales,
Ministerio de Cultura. Plaza del Rey, 1, 28004 Madrid. isabel.izquierdo@mcu.es
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2
F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
Madrid au passage par l’endroit dit de Las Cabrillas (Buñol). Les pièces mentionnées dans la lettre
adressée par le directeur des travaux, J. Cortines, à la Real Academia de la Historia, permettent d’en
déduire l’existence d’un site habité entre les IIè s. aE et IIè s. dE et situé possiblement à côté du chemin qui se dirigeait de Valence à la Meseta. Parmi les pièces trouvées il convient de remarquer deux
figures en bronze que représentent Hercule et un chevalier ibérique, celui-ci seul étant conservé dans
le Museo Arqueológico Nacional.
MOTS CLÉS: route Valence-Madrid, figures en bronze, Real Academia de la Historia, Museo
Arqueológico Nacional, peuplement iberoromain.
INTRODUCCIÓN
El cuerpo de ingenieros del ejército se creó bajo el reinado de Felipe V, y en él se formaron durante el de Fernando VI numerosos oficiales para dirigir las primeras obras de
carreteras. La institución responsable de su formación fue, entre los años 1720 y 1803, la
Real y Militar Academia de Matemáticas y Fortificación de Barcelona. En 1803, el rey
Carlos IV promulgó una nueva Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros mediante la que
se constituyeron el Regimiento Real de Zapadores Minadores y la Academia de
Ingenieros con sede en Alcalá de Henares. El primer jefe de ambas instituciones fue el
coronel de Ingenieros V. Heredia, quien tras su muerte fue sustituido en 1804 por el también coronel M. de Pueyo, que siguió ejerciendo sus cargos hasta 1808, cuando al inicio
de la Guerra de la Independencia se disolvió la Academia. En el primer tercio del siglo
XIX este cuerpo tuvo un protagonismo absoluto en la planificación y ejecución de las
principales carreteras del país. Pues bien, entre los 87 oficiales del Real Cuerpo de
Ingenieros procedentes de dicha Academia, y perteneciente a su primera promoción, con
fecha de ingreso en febrero de 1803, se encontraba J. Cortines (Capel, Sánchez y
Moncada, 1988: 199), quien en 1827 –cuando ya había alcanzado el rango de Teniente
Coronel– dirigía las obras de construcción de la carretera de Madrid y dio testimonio de
los hallazgos que aquí estudiamos.
José Cortines Espinosa,1 nacido en Caracas (Venezuela) en 1782, ingresó como cadete en el regimiento de infantería de Voluntarios de Castilla y siguió estudios en la mencionada academia, de la que en 1805 pasó a ser profesor (Ibid., 1988: 210 y 251). Durante
la Guerra de la Independencia cayó prisionero en Zaragoza y permaneció cautivo en
Francia durante 6 años. Una vez reincorporado a su puesto, dirigió las obras de la citada
carretera a su paso por Las Cabrillas y posteriormente los trabajos preparatorios para la
1. Puede consultarse una breve biografía de J. Cortines Espinosa en la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana,
XV: 1060.
—264—
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
3
construcción del canal de Urgell (Lleida). En 1839 fue nombrado Comandante General
de Ingenieros del Ejército de Operaciones del Norte, intervino en el Convenio de Vergara
y fue ascendido a Mariscal de Campo. Posteriormente, a las órdenes de Espartero, luchó
en Castelló, Teruel y Catalunya, ascendió a Teniente General y fue nombrado senador.
Fue miembro de la Real Academia de la Historia (en adelante RAH) y de la Sociedad
Arqueológica de Cuenca. Murió en Madrid en el año 1856.
En el campo de la ingeniería civil, la Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales
se fundó en el año 1799, siguiendo el modelo francés, con la finalidad de formar técnicos con una mayor especialización y dedicación a las obras públicas, hasta entonces
encomendadas a arquitectos e ingenieros militares, siempre supeditados a las tareas castrenses y sujetos a los avatares de la carrera militar. Como consecuencia de la Guerra de
la Independencia y de la inestable situación política posterior, no fue hasta 1836 cuando
esta Escuela empezó a funcionar con normalidad. Pero el trabajo continuado de los ingenieros civiles no se iniciaría hasta 1841, cuando asumió la Dirección General de Obras
Públicas P. Miranda, quién organizó los distritos de obras públicas y puso las bases de las
actuaciones posteriores (Sáenz, 1990). Por ello, la presencia de ingenieros militares en la
dirección de obra de algunos caminos fue todavía frecuente hasta esta década. Este fue el
caso del Nuevo Camino Real de Madrid a Valencia, cuyas obras estuvieron repletas de
incidencias y cambios de dirección. Su finalización se produjo en 1849 bajo la dirección
de L. del Valle Arena, quién substituyó a E. Aquino en 1841 y permaneció hasta 1847,
cuando fue promovido al frente del Distrito de Valencia; fue justamente esta obra la que
más fama le dio, con la construcción del monumental puente sobre el río Cabriel en el
paraje de Contreras entre los años 1848 y 1851 (Sanchis, 1993: 31, 91-92).
La realización de importantes obras de construcción y reparación de caminos deparó
importantes hallazgos arqueológicos desde el siglo XVIII. Podemos recordar aquí los
casos de Sagunt, en abril de 1745, donde se encontró parte de una domus a la salida sur
de la población, de cuyos restos es particularmente conocido un mosaico que representaba a Baco cabalgando sobre una pantera (Olcina, 1991); y de Valencia, en cuya salida
meridional se encontraron en 1766 los restos de una villa suburbana entre los que se recuperó un miliario del emperador Adriano (Sales, 1766). En el siglo que nos ocupa volverán a producirse estos hallazgos, ahora en la construcción del ferrocarril, como fue el caso
de las 19 urnas funerarias de época ibérica encontradas en Alcossebre (Alcalà de Xivert)
en enero de 1864, recogidas por el mismo ingeniero jefe de las obras J. de Llano
(Anònim, 1873: 40; Arasa, 2005a: 172-173), que fue el primer director de la Sociedad
Arqueológica Valenciana, fundada en 1871 por diversos miembros de la Sociedad
Económica de Amigos del País de Valencia (Goberna, 1981; Papí, 2002 y 2004).
Los descubrimientos anteriormente mencionados de Sagunt y Valencia fueron realizados en dos de las más importantes ciudades romanas situadas en territorio valenciano
y se fechan en el período imperial. En el caso de Saguntum fueron estudiados por el comisionado real y miembro de la RAH M. B. Muñoz, y en el de Valentia por el cronista de
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4
F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
la ciudad y también académico A. Sales. El hallazgo de Buñol presenta diferencias notables respecto a ellos puesto que se trata de un yacimiento arqueológico de carácter rural,
su cronología se extiende entre los periodos tardorrepublicano e imperial y –lo que parece más destacable– es el mismo ingeniero, el teniente coronel J. Cortines, quien lo dio a
conocer mediante un informe manuscrito enviado a la RAH. Esta institución, como venía
siendo habitual desde su fundación en 1738, y particularmente desde la constitución de
su Comisión de Antigüedades en el año 1792, figura como receptora de las noticias sobre
hallazgos arqueológicos de todo el país.2 Tras la Guerra de la Independencia (1808-1812),
la actividad de esta última, escasa en el sexenio absolutista (1814-1820), fue en aumento hasta el final del reinado de Fernando VII (Maier, en Almagro y Maier, 2003: 32).
Buena prueba de ello es la abundante documentación conservada perteneciente a este
período (Cebrián, 2002). En ella se recogen las escasas muestras de actividad en la
arqueología valenciana, casi paralizada en esta época (Goberna, 1985).
Entre los escasos asuntos sobre la arqueología valenciana que figuran en la documentación del archivo del Gabinete de Antigüedades de la RAH en las décadas posteriores a la Guerra de la Independencia, el primero es una nota anónima que da cuenta del
hallazgo de una inscripción bilingüe (latino-griega) en Sagunt (CAIV/9/3929/6), una
lámina de marfil encontrada “entre las ruinas de Sagunto” en marzo de 1825 (Cebrián,
2002: 276). A continuación, en el mismo año 1827 en que se comunican los hallazgos de
Las Cabrillas (Buñol) y Alboraig que trataremos más adelante, también se da cuenta del
hallazgo de una necrópolis ibérica en la partida del Mas de Alcalà de Xivert (Castelló)
(Cebrián, 2002: 269 = CAICS/9/3929/1(2); Anónimo, 1832: XVI; Arasa, 2005a: 182183). Habrá que esperar hasta 1838 para encontrar una nueva noticia de M. Cortés y
López sobre el hallazgo en Valencia de varias inscripciones romanas (Cebrián, 2002: 279
= CAIV/9/3929/8(1-5).
La documentación sobre el hallazgo que nos ocupa fue dada conocer por Cebrián
(2002: 277-278, fig. 85; 2003: 30-31), ha sido editada en sendos DVD por la RAH
(Almagro y Maier, 2003) y se encuentra disponible en el portal Antigua. Historia y
Arqueología de las civilizaciones de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
EL CAMINO
La Sierra de las Cabrillas es una alineación montañosa situada al NE de la comarca
de la Hoya de Buñol (fig. 1) que adopta una dirección NO-SE y tiene como principales
alturas el Alto Gordo (797 m) y Madriño (917 m). Se trata del escalón que separa esta
2. Sobre la RAH puede verse: Tortosa y Mora, 1996; y Almagro, 1999.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
5
Fig. 1.- Mapa del País Valenciano con la localización de Buñol (Valencia).
comarca del altiplano de Requena, y en ella estuvo la frontera histórica entre los reinos
de Castilla y Valencia antes de la incorporación de aquella comarca a esta provincia en el
siglo XIX: el llamado Paso de las Cabrillas era la entrada a Valencia desde la Meseta. Las
principales vías de comunicación que comunican ambos territorios atraviesan esta sierra.
Desde un punto de vista histórico, este lugar tuvo un especial protagonismo en la
Guerra de la Independencia. El día 4 de junio del año 1808, el ejército del mariscal
Moncey salió de Madrid con la orden de Murat de acabar con la insurrección valenciana.
Éste siguió la ruta más corta por Cuenca, pero las tropas valencianas dirigidas por el
conde de Cervelló se concentraron en Almansa pensando que éste sería el camino elegido. Moncey llegó a Cuenca el día 11 de junio, y entonces la Junta de Valencia envió al
general P. Adorno a Las Cabrillas con 8.000 hombres. Después de varios errores tácticos
y una primera derrota en el puente del Pajazo, en Las Cabrillas quedaron 200 soldados y
3.000 voluntarios mal armados al frente del brigadier Marimón, que –después de blo—267—
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F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
quear el camino con el fin de impedir el paso al ejército invasor– fueron derrotados por
las tropas francesas el 24 de junio (Ardit, 1980: 29-30; Archilés et alii, en Hermosilla dir.,
2007: 276). Como veremos más adelante, el tramo del camino que entonces fue bloqueado todavía se conservaba en 1827 cuando se estaban realizando las obras para la
construcción de la nueva carretera.
El trazado del Camino Real de Valencia a Toledo y Madrid no sufrió modificaciones
importantes al menos entre finales del siglo XV y el XVIII (Piqueras y Sanchis, 2006:
167-175). Con anterioridad, en época ibérica se ha señalado la importancia de un camino
que partiría del asentamiento urbano de La Carència (Torís) y seguiría por Alboraig hasta
Siete Aguas, con un trazado situado al sur del que nos ocupa (Ledo et alii, en Hermosilla
dir., 2007: 139, fig. 5). Para la época romana se ha señalado la existencia de una vía procedente de Valentia con dirección hacia el centro de la península, aunque hasta ahora no
se haya podido documentar arqueológicamente (Arasa y Roselló, 1995: 124-125). Su trazado se justificaría por la fundación de la ciudad en el año 138 aE y la reorganización de
la red viaria en la zona. Autores como Morote (2002: 241-242) y Arias (2004: 31) han destacado la existencia de una importante ruta ganadera con un recorrido en ocasiones muy
próximo al camino histórico. Recientemente se ha planteado que el trazado del camino
descrito por Villuga podría corresponder básicamente al de la vía romana (Ledo et alii, en
Hermosilla dir., 2007: 161-165, fig. 27). También en el período andalusí se ha apuntado
la existencia de un camino que desde Valencia pasaba por Requena y seguía hacia el oeste
(Barceló, 1984: 165; Barceló, Domingo y Teixidor, 1984: 237, fig. 1).
En el siglo XV el Camino Real de Valencia a Requena fue construido de nuevo por
iniciativa del Consell de Valencia con la finalidad de asegurar la comunicación entre los
reynos de Valencia y Castilla. Según recoge Perales (1880: 452), mosén B. Juan fue el
encargado del proyecto de construcción de un camino apto para vehículos de ruedas, que
se realizó entre los años 1427 y 1438 y supuso la obra más importante de las realizadas
hasta entonces. En las noticias posteriores a este camino aparecen como referencias
importantes los puentes de Vadocañas y el Pajazo y un amplio conjunto de ventas entre
las que destaca –por su importancia y proximidad al lugar del hallazgo– la de Buñol
(Piqueras y Sanchis, 2006: 177-181). Bajo los Austrias las primeras noticias son del escudero J. de Vandenesse que describe los itinerarios del emperador Carlos V: el primero en
el año 1528 cuando en el mes de abril viajó a Valencia procedente de Castilla y pasó por
la Venta del Pajazo (Ibid., 2006: 186-187), donde pernoctó, Requena, Buñol y Quart; y el
segundo en 1541 cuando siguió el mismo itinerario de viaje de vuelta pasando por Buñol,
Requena y Motilla del Palancar, en la que era la ruta oficial entre la corte y Valencia
(García Mercadal, 1952, I: 922 y 940-942).
Este camino aparece descrito en el Reportorio de todos los caminos de España de
Villuga (1546), en el que pasa por Quart y sigue hasta Chiva, la Venta de Buñol, Siete
Aguas, Requena y Utiel. También figura en el nuevo repertorio de caminos de Meneses
(1576). En esta misma época aparecen las primeras referencias cartográficas del camino
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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en el mapa de Ortelius (1584), en el que ya figura la Venta de Buñol. El trazado general
del camino se puede ver representado cartográficamente en el mapa del jesuita Cassaus
(1693), el primero que incluye los caminos principales; en el camino de Madrid figuran
las ventas de Chiva y Buñol.
En el siglo XVIII, bajo la dinastía de los Borbones, había tres caminos para cubrir el
trayecto de Valencia a Madrid (Arbáizar, 1996). El más septentrional era un camino de
herradura llamado de las Cabrejas que atravesaba los Altos de este nombre y pasaba cerca
de la ciudad de Cuenca. Por la llanura de la Mancha conquense discurría el camino directo, llamado ‘corto’, de Las Cabrillas o de Cabrera, por atravesar dichas sierras.
Finalmente, el itinerario más cómodo –pero también más largo– era el camino de carro
que pasaba por Albacete. En este siglo hubo una importante polémica sobre cuál de ellas
era la ruta más recomendable y, finalmente, tras la publicación del Real Decreto de 1761
para la construción de “caminos rectos y sólidos en España”, de entre estos tres itinerarios se decidió convertir en Camino Real de Valencia la ruta más larga, que dando un gran
rodeo por el sur seguía el corredor del Canyoles por la comarca de la Costera y desde
Almansa continuaba por Albacete en dirección a la capital. A pesar de ello, nunca se
abandonó totalmente la idea de construir un camino directo entre Valencia y Madrid que
pasara por Las Cabrillas.
Entre 1776 y 1780 hubo hasta tres intentos de mejorar el trazado de esta carretera,
habilitando los tramos difíciles en lugar de construir un nuevo camino, y ello con la finalidad de reducir el viaje en dos jornadas (14 leguas, 78 km) después de la construcción
del Nuevo Camino Real que pasaba por Albacete (Sanchis, 1997: 465-466). Estos proyectos pretendían mejorar los dos mayores obstáculos del trazado: el Puerto de las
Cabrillas entre Buñol y la meseta de Requena y las cuestas del valle del Cabriel entre
Villargordo y Minglanilla. El Camino Real discurría por Quart, Venta del Poyo, Venta de
Chiva, Venta de Buñol, Venta Quemada, Utiel y Villargordo. El paso tradicional del río
Cabriel, al menos entre los siglos XV y XVIII, fue por el Puente del Pajazo. En 1720,
cuando se publicó el Reglamento General de Correos y Postas, donde se definen las
carreras de posta, cuya red es el precedente del plan de carreteras general de 1761 (Uriol,
1990: 230-232), fue substituido por el de Contreras, desde donde el camino seguía hacia
Minglanilla (Sanchis, 1993: 89-92). En 1782 tenemos una descripción bastante negativa
de este camino a su paso por la zona de Campillo y Villargordo en la descripción del
Barón de Bourgoing (García Mercadal, 1962, III: 934-1075). Una imagen cartográfica
clara del trazado de este camino a finales del siglo XVIII figura en los conocidos mapas
de López de Vargas (1788) y Cavanilles (1795), donde se aprecia que pasa junto a Chiva
y por Requena y Utiel.
Finalmente, en 1825 el capitán General de Valencia Luis Alejandro de Bassecourt
reunió los fondos necesarios para habilitar el camino dentro de los límites del Reino de
Valencia, sobre todo en el tramo que ofrecía mayores dificultades entre Buñol y el
Rebollar, y cursó al rey la correspondiente petición de las autoridades valencianas con el
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F. ARASA I GIL e I. IZQUIERDO PERAILE
apoyo del Arzobispo y de entidades como la Sociedad de Amigos del País de Valencia.
Las obras de la carretera de Las Cabrillas empezaron este mismo año y se prolongaron
hasta 1852, con una interrupción entre los años 1836 y 1840 a causa de la guerra civil.
Su trazado coincide a grandes rasgos con el de la actual N-III y de acuerdo con el carácter de obra moderna que se le quería dar se proyectaron y construyeron numerosas alcantarillas y varios puentes. Los hallazgos que nos ocupan se produjeron precisamente en el
curso de la construcción de una de estas alcantarillas.
En el largo periodo de construcción de la nueva carretera se pueden distinguir tres
etapas, en una división justificada por los cambios en la dirección de obras y el traspaso
de la dirección de las mismas desde el cuerpo de ingenieros militares al de ingenieros
civiles. Nos interesa aquí la primera de ellas, que se extiende entre los años 1825 y 1831,
en la que los trabajos se concentraron en el puerto de Las Cabrillas, desde la Venta de
Buñol, al pie del puerto, en dirección hacia Siete Aguas, un tramo de enormes dificultades para el tráfico rodado. La dirección de obras cambió hasta cuatro veces debido al sistema de ascensos y destinos en el Ejército: las empezó el coronel Soziats, continuó el
teniente coronel Cortines, al que siguieron el teniente López Enguídanos y el capitán
Cortijo (Piqueras y Sanchis, 2006: 167-173). En estos primeros seis años sólo se pudieron construir 4,5 km, que permitieron aliviar la subida del Portillo de Buñol. Al final de
esta primera etapa se aprobó una real orden en 1830 para unir la carretera de Las Cabrillas
con la de Tarancón.
A modo de síntesis, podemos decir que el camino histórico que ha unido la franja
central de la costa valenciana con las tierras del centro de la península se ha visto obligado siempre a salvar el escalón montañoso de la Sierra de las Cabrillas. Se trata, por
tanto, de un lugar de paso prácticamente ineludible en la ruta que une ambas zonas. La
fundación de la colonia Valentia en el año 138 aE y el posterior desarrollo de su red de
caminos, consolidada en el período imperial, pudo ser la causa de su construcción, que
supondría el desplazamiento hacia el norte del trazado por el valle del Magro utilizado en
epoca ibérica. Con posterioridad, el corredor que une la ciudad con el centro de la península ha discurrido siempre por esta zona, con diversos trazados que han ido variando
hasta el presente.
LOS HALLAZGOS
Los hallazgos arqueológicos que nos ocupan fueron realizados en el mes de mayo del
año 1827, durante las obras de construcción de la carretera de Madrid a su paso por el
Puerto de las Cabrillas de Buñol (fig. 2). La primera noticia es de este mismo año, cuando el teniente coronel J. Cortines Espinosa, al frente de las obras, envió un informe
manuscrito a la RAH dando cuenta de lo hallado (Cortines, 1827). La zona ha sido prospectada por el arqueólogo L. Gimeno, a quien damos las gracias por su información, sin
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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Fig. 2.- Mapa 1:10.000 con la localización del lugar del hallazgo, según L. Gimeno.
que hayan podido encontrarse restos del yacimiento. Posiblemente fue destruido en el
curso de las obras y las posteriores modificaciones de la carretera han borrado cualquier
vestigio. Según sus indicaciones, estaba situado de manera aproximada a la altura del
nuevo viaducto de la carretera de Madrid (A-3), sobre la cota de 500 m, al este del
Portillo. Algunas piezas de especial relevancia fueron recogidas por Cortines y descritas
y representadas en dicho informe. De todas ellas, como veremos, tan sólo una se conserva en el Museo Arqueológico Nacional (en adelante MAN).
El teniente coronel J. Cortines Espinosa envió el informe sobre los hallazgos de Las
Cabrillas el día 1 de septiembre de 1827, y el día 31 del mismo mes fue presentado a la
Junta de la RAH. Cortines fue nombrado académico correspondiente en la junta del 5 de
abril de 1828, según consta en la Carpetilla de expediente sobre dicho informe
(CAIV/9/3929/7(1). Estos nombramientos eran habituales en casos como el que nos
ocupa. Por entonces era director de la RAH M. Fernández Navarrete (1825-1844), secretario D. Clemencín y Viñas (1814-1834) y Anticuario P. Sabau y Blanco (1820-1833)
(Maier, 2004). El día 1 de mayo el nuevo académico remitió una carta de agradecimiento a la RAH desde Buñol, que fue leída en la Academia el 9 del mismo mes.
En fecha indeterminada, pero posiblemente con anterioridad al de Las Cabrillas,
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Cortines había enviado otro informe a la RAH, también conservado en el archivo de esta
institución, que fue leído en la Junta el 21 de setiembre de 1827. En él da cuenta de unos
hallazgos de época romana realizados el día 7 de enero de 1826 por el propietario de un
terreno situado en la partida del Bovalar del término municipal de Alboraig
(CAIV/9/3929/7(5-6), población situada al SSE de Buñol (Anónimo, 1832: XVI;
Pingarrón, 1981: 157-158), entre los que destaca una inscripción latina de carácter funerario, dedicada a L. Fabius Proculus y Vitoria Omullina, que puede fecharse en el siglo I
dE.3 No tenemos más noticias de Cortines, que cambió de destino y fue relevado en la
dirección de la obra.
Los hallazgos fueron realizados en la construcción de una alcantarilla y en el desmonte para el camino: “Abriendose los cimientos de una alcantarilla en uno de los entrantes de las faldas de las Cabrillas, en el sitio llamado Vuelta de los Letreros y en el desmonte que ademas se egecutó para la caja de la carretera en el mismo punto y á varias
distancias en la profundidad de unas 12 á 15 varas”. Más adelante, Cortines describe el
lugar del hallazgo: “El sitio corresponde á una especie de escalon de la caida de la regata que recoge las aguas de parte de aquellas faldas, y por el cual pasaba el camino antiguo de Las Cabrillas desde la mas remota antiguedad, y por el mismo parage se construye ahora la nueva carretera”.
Cortines acompaña su informe de un croquis topográfico donde se sitúan con precisión todos los elementos indicados en la descripción (fig. 3): “Para la mayor inteligencia
del asunto, acompaño una vista en bosquejo de la montaña de las Cabrillas en que se
manifiestan las ocho vueltas que tiene en su falda, las carreteras antigua, la nueva y la
actual abierta por los franceses; el pasage de la peña que contiene los dichos numeros, y
el sitio de la excavacion en que se han encontrado las figuras de bronce y demas objetos
que he indicado. Su situación con respecto á la base del Castillo de Buñol, és al NordNoroeste con alguna inclinacion al Noroeste, á 3074 pasos de las Ventas de Buñol, ó 31
minutos al paso de camino”. La letra E, que corresponde al emplazamiento de dicha
alcantarilla, está situada como corresponde en el trazado de un torrente. No se aprecia ninguna irregularidad destacada en el terreno, por lo que parece tratarse de una zona en pendiente no muy pronunciada, una especie de terraza. Por tanto, el yacimiento no parece
ocupar una posición defensiva destacada, sino que está situado junto a un barranco, y
puede considerarse incluido en la categoría de asentamientos en ladera. Su localización
entre los estribos de la sierra limita su control visual hacia los lados este y oeste, por donde
transcurría el camino histórico. En el lateral derecho del croquis se aprecia una pequeña
elevación llamada el Alto Redondo, situada sobre el camino, que por sus características
parece más idónea para el emplazamiento de un asentamiento con carácter defensivo.
3. CIL II 3658; CIL II2/14, 106; Corell, 1996: 146-147, nº 92, con toda la bibliografía anterior.
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Fig. 3.- Croquis de Cortines (1827) con la localización del lugar del hallazgo conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(3).
Por otra parte, tanto la descripción como el citado croquis aportan algunas informaciones de interés en relación con el camino. Así, se representa el tramo de camino inutilizado en 1808 en el intento de las milicias valencianas de obstruir el paso a las tropas
francesas; se distingue el nuevo trazado construido por el ejército francés, que discurre a
una cota inferior al anterior y arranca desde el mencionado Alto Redondo, para unirse al
anterior poco más adelante del tramo inutilizado; este nuevo trazado era el utilizado aún
en 1827; se señala con claridad que la nueva carretera seguía un trazado próximo al del
camino en uso con anterioridad a 1808, por lo que puede suponerse que el yacimiento ya
debió ser alterado cuando aquél se construyó; y finalmente se localiza la llamada Vuelta
de los Letreros, que parece estar situada poco antes de llegar al barranco en cuyo alrededor se localizaron los hallazgos, y se representa la roca en la que figuraba grabada la cifra
1163 que le daba nombre.
Sobre la idoneidad del lugar para una emboscada, Cortines añade: “Las circunstancias de aquel terreno ofrecen ventajas para la defensa del camino, y és el punto mas oportuno para cortarlo é inutilizar el paso, al mismo tiempo que los salientes de la falda á
modo de estribos ofrecen posiciones que descubren aquel punto dominado por todos
lados”. A continuación describe los hechos bélicos anteriormente mencionados y sus consecuencia sobre la carretera de Madrid: “En nuestra guerra de seis años tambien se cortó
el camino en aquel mismo sitio y se embarazó con enormes peñascos derribados de la
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montaña con el objeto de impedir el paso al ejercito frances del General Moncey en 1808;
por lo que tambien se llama en el día aquel parage la Cortadura. A los ultimos de esta
guerra abrieron los franceses una carretera provisional, que és la actual, para sus comunicaciones, mas abajo de la carretera antigua y de la que actualmente se contruye, no
habiendoles sido posible habilitar aquella por el mucho gasto y tiempo que hubieran
necesitado”.
En la descripción de los hallazgos Cortines se centra en las dos figuras de bronce que
veremos más adelante,4 pero señala la presencia de otras piezas de interés: “Asimismo se
han encontrado un anillo de cobre pequeño, en cuya parte superior se nota un dibujo que
no puede distinguirse si son letras ó alguna flor; un arete; varias monedas, y una clava de
Hercules (pequeña), del mismo metal, y varios pedazos de hierro, clavos, estoques, chuzos, lanzas, regatones y otras armas la mayor parte hechas pedazos y muy carcomidas por
el tiempo; de suerte que solo dos ó tres estoques, y algunos hierros de lanzas y picas se
distinguen bien. Uno de los estoques presenta en su puño dos ó tres puntos brillantes
como de hoja de plata que indican haber sido revestido ó tachonado de este metal. El
numero de monedas halladas hasta el dia és de 31, mas ó menos legibles, y entre ellas un
ochavo de Carlos II en lo mas superficial de las excavaciones”. Destacan el elevado
número de monedas, aunque desconocemos si en su mayor parte eran antiguas, y los fragmentos de armas, entre los que se mencionan lanzas y empuñaduras de espada, una de
ellas damasquinada de plata. Estos últimos hallazgos, como asimismo el anillo, pudieron
haberse hallado en la necrópolis del asentamiento. Sin embargo, añade el oficial: “No se
han hallado hasta ahora objetos de madera de ninguna clase, ni resto humano que indique haber habido allí cadaveres; y sí solamente un hueso que parece de una canilla”. Pero
Cortines pensaba en una necrópolis de inhumación, no en una de incineración como
debió ser la de este yacimiento.
De todos los hallazgos, acompañan al informe de Cortines las ilustraciones de las dos
figuras de bronce, una de Hércules y otra de un jinete que confunde con un gladiador, una
moneda y una fíbula anular ibérica. Los dibujos de estas dos últimas son obra del oficial,
mientras que los de las figuras no deben ser obra suya según él mismo expresa: “El
Hercules y el Gladiador los presenté al Excelentísimo Sr. Capitán General D. Francisco
de Longa, asi como varias monedas, el anillo y algunos estoques y hierros de lanzas; cuyo
señor los conserva en su poder. No teniendo á la vista aquellas dos figuras, no me és posible remitir diseño de ellas”. Lo confirma también la nota añadida al pie de su manuscrito: “Presentado y leido con la vista de las Cabrillas y el diseño del arete en la Junta de 31
4. Las representaciones de bronces figurados en manuscritos y publicaciones antiguas en general son de gran utilidad para el
estudio de hallazgos y colecciones desaparecidas. Pueden verse, entre otros, dos ejemplos en los trabajos de WaldePsenner, 1984; y Heres, 1994.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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Fig. 4.- Dibujo de un as de Saiti conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(10).
de Setiembre del 1827”. Puede deducirse que los dibujos fueron realizados por encargo
del Capitán General, quien se quedó las piezas.
La moneda representada (CAI-V/9/3929/7(10) es una unidad de bronce de la ceca
Saiti (Xàtiva) que pertenece al grupo II.2 establecido por Ripollès (2007: 79), que representa un jinete con lanza en el reverso (fig. 4), tiene un peso medio de 12,22 gr y se fecha
en la segunda mitad del siglo II aE; éste fue uno de los dos tipos de denominaciones que
más se acuñaron. Esta pieza no ha sido considerada hasta ahora por los estudios numismáticos. En cuanto a la segunda pieza, interpreta el autor que pudiera ser un zarcillo o un
alfiler (CAI-V/9/3929/7(4), pero se trata de una fíbula anular ibérica bien conservada
(fig. 5) –representada de frente y de perfil– del tipo de timbal hemiesférico de Cuadrado
(1957: 15 y 30). La fíbula anular tiene una amplia cronología que comprende todo el
período ibérico, y que perdura hasta el I dE (Argente, 1994: 105-107).
Según hemos comentado, el manuscrito de la RAH está acompañado de otras dos
láminas a la acuarela. Una de ellas representa al jinete (fig. 6) y lleva la siguiente leyenda en el encabezamiento: “Diseño del tamaño natural de una figura de cobre que se ha
encontrado en los desmontes de las Cabrillas para la nueva carretera, el día 10 de marzo
de 1828” (CAI-V/9/3929/7(11). Como ya hiciera ver Albertini (1916: 295-296), se trata
de un doble error, puesto que el hallazgo se produjo en mayo de 1827, lo que confirma
que el dibujo no salió de la mano de Cortines, quien concreta la fecha en su informe. Con
la misma letra, al pie se añade una nota: “Parece que la posicion de esta figura és la de
haber estado á caballo”. El mismo Albertini destaca esta correción, que atribuye a un académico, al error inicial de Cortines de confundir el jinete con un gladiador. Cortines, en
su manuscrito da las medidas de esta figura: “del tamaño de 4 pulg. y 9 lin.”, y añade que
“representa al parecer un gladiador que mira sobre la izquierda, y la posicion de sus muslos y piernas algo abiertas manifiesta que está en ademan de obrar esfuerzo. El brazo
derecho lo tiene levantado en acto de amenaza ó pegar. Faltale la parte anterior del brazo
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Fig. 5.- Dibujo de una fíbula anular ibérica conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(4).
Fig. 6.- Dibujo del jinete conservado en la RAH
(CAIV/9/3929/7(11).
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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izquierdo, y en la mano derecha q. está cerrada se conoce tenia alguna arma empuñada,
que se ha roto y perdido”. Tanto la descripción como las medidas, según señalara
Albertini, se corresponden con la figura conservada en el MAN procedente de la colección Vives.
Antes de pasar a estudiar las dos figuras de bronce seguiremos el rastro de la noticia
del hallazgo en la bibliografía, que pronto se redujo a la única pieza conservada actualmente en el MAN, el jinete. En 1832, la RAH incluyó el hallazgo de Las Cabrillas en el
tomo VII de sus Memorias: “El teniente coronel de ingenieros don José Cortines, encargado de las obras del camino real desde Madrid á Valencia por las Cabrillas, dió noticia
á la Academia en el año de mil ochocientos veinte y siete de unas antiguallas encontradas al abrirse los cimientos de una alcantarilla en el sitio llamado Vuelta de los Letreros,
á saber, dos figuras de bronce, de que remitió los dibujos, una que al parecer representa
á un gladiador y otra á Hércules; algunas espadas, regatones y hierros de picas, sortijas,
monedas romanas y otros objetos semejantes: un puño de espada tenia vestigios de haber
estado tachonada de plata. Estos objetos se entregaron al Capitan general de aquel reino”
(Anónimo, 1832: XVI). Esta es la última ocasión en que se identifica dicha figura con un
gladiador.
El jinete fue adquirido por A. Vives y Escudero en fecha desconocida, en cuya colección figura en el inventario publicado por J. R. Mélida en el año 1900. Según la información proporcionada por el museo, la figura ingresó en la colección del MAN con fecha
de agosto de 1913, formando parte de una de las colecciones más importantes que alberga el MAN, la Colección Vives y Escudero, comprada por el Estado a su propietario, que
comprende piezas de distinta naturaleza, desde la Prehistoria hasta época moderna
(Manso, 1993), y cuyo núcleo principal lo constituyen justamente los bronces, y muy
especialmente aquéllos de época ibérica. El jinete de Las Cabrillas aparece representado
en el álbum de dibujos de la colección de bronces antiguos de Vives y Escudero (fig. 7)
editado por García-Bellido (1993: 220, lám. 20, nº 2), donde se le atribuye la misma procedencia que a la figura número 1, un Hércules combatiente que no puede identificarse
con el otro bronce hallado en Las Cabrillas por no ajustarse ni a la descripción de Cortines ni al dibujo conservado en la RAH, y donde por vez primera se le reconoce como
tal: “ginete adquirido en Madrid del Sr. Morcillo procedente de Granada ?”; el mismo
Vives expresa con el interrogante sus dudas acerca de la procedencia. La editora añade
en la descripción: “Jinete con una superficie rugosa de color amarillento, ae, alt. 15 cm,
MAN nº inv. 22710, Mélida, lám. X, 54, p. 163”.
Como hemos visto, la primera referencia al jinete que fue publicada con posterioridad a la noticia de las Memorias de la RAH en 1832 es de Mélida (1900: 163-164, nº 54,
lám. X), cuando dio a conocer la colección de bronces antiguos de Vives. Mélida, que
desconocía el manuscrito y el dibujo conservado en la RAH, la describe de la siguiente
forma: “Jinete, sin su caballo. Viste túnica corta y lleva una especie de pequeño manto
arrollado á la cintura, á manera de faja. Calza botas altas á modo del campago romano.
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Fig. 7.- Dibujo de la colección Vives según García Bellido (1993: 220, lám. 20, núm. 2).
Tiene levantado el brazo diestro para sostener una lanza. Le faltan los dedos de la mano,
el brazo y el pie izquierdo. A pesar de que el modelado peca de tosco, llama la atención
del observador el espíritu con que están expresados el movimiento y la actitud. Sin duda
por la acción de la tierra, el bronce ofrece superficie como rugosa, de color amarillento.
–Altura 0’14 m. Desgraciadamente se ignora la procedencia de tan curiosa pieza. (…)
está visto al natural: hay en la intención, ya que no en la forma, un realismo que sólo parece posible al calor de una corriente artística puramente romana”. Esta noticia la recogió
pocos años más tarde Paris (1904: 182, fig. 278-279), quien reproduce la figura en sendas fotografias, señala que debía tratarse de un jinete con lanza y destaca su carácter
mediocre.
La procedencia de esta figura fue reconocida algunos años después por Albertini
(1916), quien había podido consultar los manuscritos conservados en la RAH sobre el
hallazgo de Las Cabrillas. Después de citar la hasta entonces escasa bibliografía sobre la
pieza, Albertini se refiere al manuscrito de Cortines, que reproduce en la parte donde describe el jinete, y a sendas láminas realizadas en acuarela conservadas junto a él en las que
se reproducen las figura de Hércules y del jinete. Sobre el primero, el autor afirma que
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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desconoce si se conserva, pero que en cualquier caso no lo ha visto en los fondos del
MAN. Añade, además, que los detalles del dibujo no concuerdan con la descripción contenida en la nota manuscrita, por lo que deduce que éste no se corresponde con la pieza
hallada y su inclusión puede deberse a una confusión. Contrariamente, considera que la
figura representada en la segunda lámina se corresponde fielmente al jinete que él mismo
pudo examinar en el MAN. Albertini comunicó a Mélida la procedencia de la figura,
quien se dio por enterado añadiendo una nota al artículo de aquél.
En su libro sobre La antigua civilización ibérica en el Reino de Valencia, Almarche
(1918: 82-84) se hace eco de la reciente publicación de Albertini donde esclarece la procedencia de la figura del jinete, reproduce parte del manuscrito de Cortines y cita el artículo de Mélida y el libro de Paris. Pocos años después cita el hallazgo Sarthou (s. a.: 318)
en el segundo volumen dedicado a la provincia de Valencia de la Geografía General del
Reino de Valencia, con referencias a la noticia de las Memorias de la RAH y a los trabajos de Mélida, Paris, Albertini y Almarche. Con posterioridad, cita la figura ÁlvarezOssorio (1941: 128, lám. CXVIII, núm. 1614) en su Catálogo de los exvotos de bronce,
ibéricos, donde señala que fue “hallada cerca de Buñol, partido de Chiva (Valencia)”.
Nicolini (1969: 54 y 58) la incluye en su trabajo sobre los bronces figurados de los santuarios ibéricos y le atribuye sin duda un origen romano (siglos II-I aE) que denotan el
movimiento, actitud y los pliegues de la túnica, aunque destaca su carácter ibérico en la
factura de la cabeza y el brazo. Posteriormente, Prados (1992: 92, 266 y 369, nº 1123) la
incluye en su monografía sobre los exvotos de bronce del MAN, sin incluir referencias
bibliográficas. Los hallazgos de Las Cabrillas han sido citados también por Pla Ballester
(s. v. “Buñol”, GERV, 2, 245) en la Gran Enciclopedia de la Región Valenciana, Pérez
Soler (1974: 74-75) en su libro sobre la Hoya de Buñol y Uroz (1983: 73) en su monografía sobre la Edetania. Ripollès (1980: 48) cita el hallazgo de monedas indeterminadas
según la referencia de Almarche. Pérez Negre (1999: 71) incluye estos hallazgos en su
inventario de los yacimientos romanos de la comarca de la Hoya de Buñol-Chiva a partir de las noticias de Sarthou, Pla Ballester, Pérez Soler y Ripollès, y relacionándolos con
una necrópolis. Finalmente, han sido citados recientemente en una monografía sobre la
población de Buñol (Hermosilla, 2007: 151, 155-156 y 341).
LA FIGURA DE JINETE
Se trata de una pieza que pertenece a la colección permanente del departamento de
Protohistoria y Colonizaciones del Museo Arqueológico Nacional5 de Madrid (número de
5. Agradecemos a Alicia Rodero y Esperanza Manso (Departamento de Protohistoria y Colonizaciones del MAN) su amabilidad a la hora de estudiar la pieza.
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Fig. 8.- Vistas frontal y posterior del jinete, núm. inv. 22.710. Foto: MAN.
inventario 22.710). Es una figura masculina estante, exenta y fragmentada, que representa a un jinete sin caballo (fig. 8). Presenta un tocado muy ajustado, a modo de casquete esférico, marcadas orejas, nariz triangular, grandes ojos, cejas pronunciadas y boca
de gruesos labios marcados. Viste una túnica de faldellín corto, escote recto y manga
corta. En la cintura porta una gruesa prenda doblada, a modo de cinturón o banda superpuesta. Calza botas altas de borde superior marcado. Sus piernas están separadas y extraordinariamente arqueadas, lo cual no permite albergar dudas sobre su condición de jinete. Su brazo derecho está doblado y elevado. La figura está incompleta; faltan el brazo
izquierdo y parte del calzado del pie izquierdo.
Desde el punto de vista técnico, la figura está realizada en bronce fundido mediante
la técnica de la cera perdida. A propósito de la aleación del metal, visto su considerable
peso (346 gr), el color y las características de su pátina, amarronado-amarillenta, plomiza, según las consultas realizadas,6 parece tratarse de un bronce (hay indudablemente
cobre en su composición) con alta presencia de plomo, por tanto, una figura de bronce
6. Agradecemos a Salvador Rovira (Departamento de Conservación del MAN) su información al respecto.
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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plomado. El trabajo es de mediana calidad y buen pulido, con huellas apreciables de instrumental en su superficie. Sus dimensiones son considerables, teniendo en cuenta el
soporte de la pieza: 14,4 cm de altura conservada x 6,5 cm de anchura máxima x 3,1 cm
de profundidad.
Destacaremos de la factura de esta pieza dos aspectos sobre los que merece la pena
detenerse. En primer lugar, en cuanto a las dimensiones, insistimos en la altura de la figura, en relación con el formato medio de este tipo de piezas. Tal y como señaló Nicolini
(1969: 108, n. p. p. 1) a propósito de los bronces ibéricos, su altura media se sitúa, en
general, entre los 4 y 12 cm, y la mayor parte entre los 6 y 8 cm. Son tallas muy excepcionales, por encima de la media, ejemplos como el varón armado de Despeñaperros
(Álvarez-Ossorio, 1941: núm. 194), de 26 cm de altura; otro exvoto masculino de
Castellar de Santisteban o el del santuario de La Luz, de 24 cm de altura (Nicolini, 1969:
81-83, pl. XVII). Por debajo de las dimensiones medias se sitúan las pequeñas figuritas
esquematizadas cuya altura oscila entre 1 y 1,5 cm. Por tanto, en el caso del bronce de
Las Cabrillas, estamos ante una pieza de tamaño excepcional, tal como el exvoto femenino ibérico estante, recientemente publicado también de la colección del MAN, de 15,3
cm de altura x 3,5-2,5 cm de anchura x 3,1-1,4 cm de profundidad y 499,7 gr de peso
(Izquierdo, 2002: figs. 1-3).
Igualmente, en el caso del jinete que estudiamos, resulta de interés la aleación del
metal, muy rico en plomo, otorgando la característica apariencia plomiza a la pieza.
Desde un punto de vista técnico, la presencia de plomo en los bronces antiguos favorece
la baja fusión de la colada que decrece al aumentar este metal. Tal vez el uso de refundiciones sucesivas motivase el incremento del plomo, tal y como se ha estudiado para el
caso ibérico. Sus altísimos porcentajes en algunas piezas –incluso por encima del 40%
según algunas metalografías realizadas– pueden deberse a diversas causas, entre las que
podemos citar la escasez de estaño en el territorio de fabricación, un deseo o búsqueda
de abaratamiento de la pieza o incluso la facilidad de su colada (Prados, 1992: 153).
Centrándonos en el tipo representado y su gestualidad, este jinete podría haber portado un arma ofensiva, tal vez una lanza o una jabalina en su mano derecha, como es
característico en otras figuras de jinetes en bronce halladas en emblemáticos santuarios
ibéricos con presencia de jinetes, como los exvotos del Collado de los Jardines
(Despeñaperros, Jaén) (Prados, 1992: núms. 424-427 y 429) o La Luz (Murcia) (Eadem:
núm. 1019).
La figura de jinete de Las Cabrillas, por su tipo, gesto y atributos iconográficos de
indumentaria puede situarse en el período pleno o más bien tardío (Ibero-romano, siglos
II-I aE) de la cultura ibérica. Su consideración como exvoto, por analogía con otros bronces similares, como a continuación detallaremos, podría indicar su procedencia de un
depósito votivo de santuario u otro espacio ritual en un contexto de habitat.
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ICONOGRAFÍA IBÉRICA DEL JINETE
La imagen del jinete es bien conocida y está documentada en distintos soportes materiales, muestra de su gran proyección en la sociedad como expresión identitaria de la cultura ibérica. La representación del caballo es muy frecuente en el imaginario ibérico, fundamentalmente en los monumentos funerarios ibéricos tallados en piedra, en objetos
rituales como los ajuares o los exvotos de bronce o en bienes de prestigio, como las cerámicas de lujo, sin olvidar las acuñaciones monetarias y su conocido emblema del jinete
lancero.
En cuanto a los soportes de piedra, se evidencia una gran variabilidad y tradición en
las representaciones de caballos, formas, tamaños y gestos. El caballo con jinete ataviado para la caza o la guerra es habitual en los monumentos funerarios ibéricos, mostrando la victoria del héroe sobre la muerte. El tipo del caballo, su significado y función en
el ámbito mediterráneo y la Península ibérica han sido estudiados por Chapa (1985: 166179; eadem, 1986: 157-167), en relación con el análisis morfológico y estilístico de las
esculturas exentas y en relieve, determinando agrupaciones tipológicas y estilísticas para
los restos hallados en la Península.
Ya en las estelas decoradas del suroeste de la Península, con cronologías entre el siglo
IX e inicios del VII aE, según Almagro Gorbea (1977: 185), se vincula al caballo con el
mundo funerario, aunque el jinete heroizado es una aportación de la plástica ibérica,
según se aprecia en el caballero de la necrópolis de Los Villares de Hoya Gonzalo en
Albacete (Blánquez, 1992) del siglo V aE; y posteriormente en el cipo de la necrópolis
del Corral de Saus de Moixent en Valencia (Izquierdo, 2000: figs. 145 y 146), con paralelos en el de la necrópolis de El Poblado de Coimbra del Barranco Ancho (Muñoz, 1983;
García Cano, 1994), cuya cronología se sitúa a mediados del siglo IV aE. En otro ámbito geográfico y cultural, las representaciones ecuestres son uno de los tipos iconográficos
claves en las estelas del Bajo Aragón, documentándose 46 ejemplares y diversas variantes conocidas. También, la representación del jinete, con connotaciones de heroización,
es conocida en la Meseta y en la Celtiberia. Un posible paralelo con la pieza del Corral
de Saus lo ofrece el cipo funerario con jinete de Clunia (García y Bellido, 1949: 371-372,
lám. 268), donde se hallaron asimismo cuatro estelas similares con jinetes, de las cuales
sólo dos se han conservado. Igualmente fueron documentadas seis estelas con jinete, procedentes de Lara de los Infantes (Burgos) (Idem: 372-375, láms. 269-270).
El bloque con jinete del Corral de Saus, muy fragmentario, permite apreciar un caballo que adelanta una de sus patas delanteras, indicando el momento de la partida, muy en
consonancia con ese ambiente de tránsito de las necrópolis. En relación con ello, el tema
del caballo y del jinete han sido vinculados tradicionalmente al arquetipo, común a muchos pueblos de la antigüedad, de la heroización del difunto (Benoit, 1953; Blázquez,
1959; Aranegui, 1994). El héroe caballero, por otra parte, posee una larga tradición mantenida hasta el final de la Edad Media (Marco, 1978: 36-37). Se ha resaltado igualmente
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LOS HALLAZGOS ARQUEOLÓGICOS DE 1827 EN LAS CABRILLAS
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el carácter sagrado del caballo, símbolo de la inmortalidad y la apoteosis del difunto.
Tránsito o pasaje al allende, heroización del difunto, por tanto, pero también el caballo
representa el mundo aristocrático en el imaginario ibérico. La posesión del caballo implicó su doma y, desde el punto de vista social y económico, además, era privilegio de unos
pocos, pertenecientes al sector más restringido de la aristocracia ibérica, sin mencionar
su valor como arma de guerra (Izquierdo et alii, 2004: 155-156).
Según Quesada (1997a: 190), entre los siglos VI y III aE el caballo era un importante símbolo de estatus en los territorios ibéricos, empleado como tal en los monumentos
funerarios. Su utilización estaría limitada a los elementos dominantes de la sociedad ibérica, que mostraba al jinete orgullosamente en los programas escultóricos colocados
sobre sus tumbas. El citado caballero de la tumba núm. 18 de Los Villares en Albacete
sobre túmulo escalonado es el máximo exponente. Un ejemplo, menos conocido, podría
situarse en la hoy desaparecida escultura de jinete hallada en el huerto de Vizcarra de Elx
(Albertini, 1935).
En el contexto de la muerte, la presencia del jinete en las necrópolis se atestigua también a través de los objetos realizados en bronce y hierro que se depositan en algunos
ajuares de las tumbas y que forman parte de los arreos de montura (pasarriendas, frontaleras, espuelas, etc) documentados en distintas necrópolis ibéricas (Quesada, 1997b).
Además de la presencia de caballos y jinetes en los monumentos funerarios como
figuras exentas, estelas o cipos, en frisos arquitectónicos, cajas funerarias o en las pinturas de las cámaras pétreas subterráneas, la imagen del caballo se vincula al contexto
sagrado, a través de la presencia de exvotos en piedra que representan équidos. El conjunto ibérico más destacable en este sentido es el de El Cigarralejo de Mula (Murcia), que
puso de manifiesto la existencia de un edificio singular en cuyo interior se encontraron
más de doscientos exvotos, entre los que se ha estudiado la serie de équidos (Blánquez y
Quesada, 1999; y Lillo, Page y García Cano, 2004) con representaciones de caballitos en
bulto redondo, ricamente enjaezados o sin atalaje; grupos de yegua y potrillos, relieves
con labra de yeguas y potros, caballos, asnos y pollinos o grabados con caballos. Sin embargo, en este amplio conjunto no se han documentado jinetes.
Pero, al margen de las representaciones en piedra, parece más significativo aproximarnos a los soportes metálicos y concretamente, a las figuritas de jinetes elaboradas en
bronce. El tipo del jinete es representativo en este contexto, aunque, en general, cuantitativamente bastante minoritario en el conjunto de exvotos ibéricos.
En el citado santuario ibérico del Collado de los Jardines (Despeñaperros, Jaén) se
han estudiado 875 exvotos, donde predominan las representaciones masculinas (58% del
total) frente a las femeninas (33% del total), siendo el resto figuras indeterminadas
(Prados, 1992: 139). Del grupo de exvotos masculinos, un 32% corresponde a figuras
estantes desnudas, constituyendo cerca del 50% los grupos de varones estantes, con distintos tipos de indumentaria (túnicas cortas, largas o con mantos), que ofrecen objetos, se
presentan adoptando distintos gestos o muestran sus armas, dentro de las categorías esta—283—
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blecidas de orantes, oferentes y guerreros (Eadem: 141). El grupo de jinetes alcanza únicamente el 2% del total del conjunto en este santuario, donde los jinetes aparecen tanto
armados, como desarmados, si bien la proporción de los guerreros es superior (Prados,
1992: 142). Según el estudio citado, el denominado grupo VII de figuras masculinas (correspondiente a los jinetes) representa un porcentaje bastante superior al del Collado en
el santuario murciano de La Luz, donde además en casi todos los casos van armados
(Eadem).
En otra de las colecciones de exvotos ibéricos que recientemente han sido dadas a
conocer, la del Instituto Valencia de Don Juan de Madrid, de diversas procedencias, en
parte desconocidas, sobre una muestra de 283 exvotos catalogados, tan sólo ocho figuras
corresponden a jinetes (Conde, 2006: núms. 223-230). Cabe destacar que, en santuarios
tan representativos de la cultura ibérica y destacados por su completo registro de exvotos
antropomorfos como el de Castellar de Santisteban (Jaén), el tipo del jinete está completamente ausente, lo cual es significativo, frente a su presencia en el otro gran santuario
ibérico jiennense.
Centrándonos, por tanto, en el reducido grupo de jinetes del Collado de los Jardines,
destacaremos un ejemplo indicativo de este tipo (Olmos et alii, 1999: núm. 55.1.1) cuyo
cuerpo se inclina ligeramente hacia delante (fig. 9). Viste, al igual que la figura de Las
Cabrillas, túnica corta y porta un ajustado casco en la cabeza. Este tipo de exvotos ha permitido plantear hipótesis sobre la identidad del ofrendante, su grupo y clase social. Se ha
interpretado la ofrenda de un varón que pertenece a la distinguida clase de los caballeros.
Otro paralelo interesante lo ofrece el ya citado santuario de La Luz (Murcia) (Olmos
et alii, 1999: núm. 55.1.4), donde se ha documentado un conjunto de exvotos metálicos,
con presencia de jinetes armados (fig. 10), con atuendo de guerrero, túnica corta ceñida
por un grueso cinturón y caetra al costado (Nicolini, 1969: 62, lám. V); y algún jinete sin
armas, montado sobre un caballo ricamente enjaezado.
Además del contexto sacro propio de los santuarios, es destacable el hallazgo de la
estatuilla de bronce de jinete armado sobre su caballo del poblado ibérico valenciano de
La Bastida de les Alcusses de Moixent (departamento 218, casa 10), un jinete desnudo
heroizado, sobrehumano, interpretado como referencia de prosperidad para las generaciones del lugar, que podría representar al antepasado de un grupo familiar (Kukhan,
1954: 147; Nicolini, 1969: 119; Olmos et alii, 1999: núm. 55.1.1, Izquierdo et alii, 2004:
103). Se trata de una imagen idealizada cuyos símbolos, armas y caballo, ensalzan la
figura del jinete (fig. 11). La imagen del jinete se podría ligar al culto a los antepasados,
arraigado en sociedades aristocráticas como la ibérica. El antepasado de una familia
noble puede convertirse en un personaje heroizado o mucho más hipotéticamente divino.
La veneración de la imagen y su posible culto o los ritos a ella ligados cohesionan o articulan la comunidad.
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Fig. 9.- Exvoto masculino de bronce, de jinete, del santuario
ibérico de Collado de los Jardines, Despeñaperros (Jaén).
Foto: Olmos et alii (1999), núm. 55.1.1.
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Fig. 10.- Exvoto masculino de bronce, de jinete,
del santuario ibérico de La Luz (Murcia).
Foto: Olmos et alii (1999), núm. 55.1.4.
En contextos urbanos, como el edetano, la iconografía del jinete armado se muestra
en todo su esplendor en los programas decorativos de las cerámicas figuradas de encargo (Bonet, 1995), con presencia de varones que visten la indumentaria guerrera en escenas de caza o de danza, además de exhibición y competición (Aranegui et alii, 1997: 6075). En el citado conjunto cerámico de El Tossal de Sant Miquel de Llíria en Valencia, el
jinete ibérico armado está presente en las escenas y vasos más destacados de la ciudad,
como el conocido lebes 129 del departamento 12/13, que constituye una de las escenificaciones de exhibición guerrera mejor logradas de esta categoría, con jinetes e infantes
armados (Eadem: fig. II.9).
Como muestra de la importancia del tipo masculino del jinete en el imaginario ibérico podemos finalizar este recorrido iconográfico a través de los distintos soportes materiales, mencionando la importancia del jinete ibérico en las acuñaciones monetarias ibéricas. El tipo del jinete (lancero) ha sido objeto de análisis monográfico (Almagro
Gorbea, 1995), recogido en los repertorios monetarios iconográficos recientes, que reconocen el floruit de este tipo monetal en torno al paso de los siglos II y I aE, con cronologías desde mediados del siglo II y principios del I aE en cecas como Bilbilis; tras el 133
y hacia finales del siglo II aE en Konterbia Karbika; o el último tercio del siglo II aE en
la ceca de Sekibirikes (García-Bellido y Blázquez, 2001: 63-64, 258, 338 y ss.).
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Fig.- 11.- Estatuilla masculina de bronce, de jinete, del poblado ibérico valenciano de la Bastida de les Alcusses de Moixent
(Valencia). Foto: Archivo S.I.P.-Museu de Prehistòria de València.
CONSIDERACIONES FINALES SOBRE EL JINETE
A la vista de lo anteriormente expuesto, cabe concluir señalando la amplia tradición
iconográfica en la que se enmarca la figura del jinete ibérico, probablemente armado, de
Las Cabrillas. El tipo del varón armado sobre caballo ha constituido un referente simbólico de las sociedades antiguas, jerárquicas y aristocráticas, donde es emblema de los más
altos grupos sociales y encarna los valores de la élite. Se trata de un símbolo reconocible
en muy distintos soportes materiales en la cultura ibérica, desde los programas iconográficos en piedra de los monumentos funerarios del período Ibérico antiguo, pasando por
los bronces votivos y las cerámicas de lujo del Ibérico pleno y tardío, hasta las producciones monetarias de época Ibero-romana. No hemos de olvidar la presencia metonímica
del jinete en algunos ajuares funerarios destacados a través del depósito de elementos
metálicos relacionados con su función en la tumba, reveladora de su valor, más allá de la
muerte, en el pensamiento ibérico.
La presencia de estatuillas en bronce de jinete, armado o sin armas, con función de
exvotos, es significativa en los depósitos votivos de los santuarios ibéricos, donde si bien
desde el punto de vista numérico no es relevante, puede ser índice de un grupo restringido de donantes. De esta forma, la ofrenda de la imagen reproduce y perpetúa al donante
en el ámbito social de lo sagrado.
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El jinete de Las Cabrillas, parcialmente fragmentado, de calidad media en cuanto a
su factura y técnica, tamaño sobresaliente y apariencia plomiza, se inscribe en esta tradición de figuritas masculinas ibéricas de bronce a caballo. La ausencia de otros datos de
contexto impide mayores precisiones, pero al ser la única figura conservada, testimonio
del yacimiento, aporta un dato significativo, que se une además al hallazgo de una imagen que representa a Hércules, también en bronce, documentada bibliográficamente, en
paradero desconocido en la actualidad. El depósito conjunto de estas simbólicas imágenes, ligado a su carácter y paralelos, permite –tan sólo– plantear, como ya hemos señalado, su procedencia de un contexto ritual, bien de santuario, bien de habitat.
LA FIGURA DE HÉRCULES
Como hemos visto anteriormente, Cortines (1827) expresa en su manuscrito que
entregó las figuras al Capitán General y que en el momento de redactar su informe ya no
las tenía delante, por lo que no las pudo ilustrar. Por tanto, las láminas que lo acompañan
en el archivo de la RAH fueron confeccionadas posteriormente y no salieron de su mano.
Pero, mientras que la del jinete resulta bastante fiel, la figura de Hércules no se corresponde con la descripción del informe.7 Se trata de una acuarela que lleva la leyenda
Hercules y está firmada: “Francisco Torres fecit” (CAIV/9/3929/7(12). Albertini (1916:
295) ya se percató de las diferencias existentes entre la imagen y la descripción y planteó la posibilidad de que se tratara de una confusión: al dossier de Las Cabrillas se habría
añadido una lámina correspondiente a otra figura del héroe.
En el manuscrito se especifica que esta figura es “del tamaño de 4 pulgadas y 9
líneas”, poco más de 11 cm, y representa a Hércules “de pie, con la piel de Leon, la cual
le cubre la cabeza sirviendole de casco la parte de la cabeza de la piel; las garras delanteras le pasan sobre los hombros á unírsele al pecho, y lo demas cae por la espalda y vá
á enrollarse con una vuelta en el brazo izquierdo y por entre la clava que tiene en aquella mano apoyada al hombro, y luego cae hacia el pie de aquel lado, distinguiendose bien
las garras de atrás y la cola. En la mano derecha tiene empuñada uno como especie de
cuerno, cuya punta mira hacia dentro. De las plantas de los pies salen unas pequeñas espigas que manifiestan encajaban en dos agujeros correspondientes de lo que le servía de
pedestal, (…)”. Hay que señalar además la presencia de “una clava de Hercules (pequeña)”, que el autor parece diferenciar de la que porta la figura completa. Posiblemente se
trataba, como es habitual en este tipo de figuras, de una pieza de bronce de fundición
plena. La altura indicada puede considerarse como normal en este tipo de representacio-
7. Sobre esta figura puede verse recientemente: Arasa, 2005b: 26; y 2008a: 259, fig. 3.
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Fig. 12.- Dibujo de la figura de Hércules conservado en la RAH (CAIV/9/3929/7(12).
nes, frecuentemente de pequeño tamaño. Por ejemplo, entre los bronces valencianos, de
27 figuras de las que se conoce la altura, con una horquilla situada entre 6 y 45 cm, 14
son mayores que la de Buñol (Arasa, 2008a); en su segmento se sitúan cuatro: la Venus
de Sagunt mide 12,2 cm, el Eros de Llíria 12 cm, el Mimo de Valencia 11 cm y la Minerva
de Requena 10,5 cm.
El dibujo, idealizado según los cánones de la época (fig. 12), como ya hemos visto
no se corresponde con la descripción: el héroe descansa sobre la pierna derecha, a la que
le falta el pie, aparece tocado con un gorro o corona, el brazo derecho está un poco exten—288—
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dido y en su mano no se aprecia ningún objeto, la leontés cuelga desde el hombro izquierdo y cae junto al cuerpo, y con la mano izquierda sujeta la clava que cuelga junto a la
pierna y aparece casi rodeada por aquélla. Las diferencias más notables y determinantes
en cuanto a la adscripción de la figura a un tipo concreto son la posición de la leontés y
de la clava; otras, como el objeto que parece llevar en su mano derecha o el tocado de la
cabeza, son secundarias. Pero hay que destacar que tanto la descrita como la ilustrada
corresponden a variantes reales de un mismo tipo, por lo que esta última probablemente
representa una figura existente o al menos está inspirada en ella.
Tanto la figura descrita como la ilustrada corresponden al tipo más común de
Hércules libans o dexioumenos.8 Se trata de una representación del héroe-dios en una de
las actitudes convencionales de reposo y con sus atributos característicos. Hércules aparece representado adulto, desnudo y en posición estante, con la leontés y la clava sujeta
con la mano izquierda. El objeto que sostiene en su mano derecha debe ser –por su forma
apuntada y curvada– un rhyton. Se trata de una de las representaciones más difundidas
del héroe-dios en su aspecto de invictus, donde la mano derecha puede figurar abierta en
actitud de salutación (dexioumenos) o con una pátera o un scyphus (libans). En la tradición de los estudios iconográficos, el Hércules con un scyphus se diferencia de cuando
lleva una pátera y se conoce como bibax (Coralini, 2001: 59-60). Este tipo, en el que aún
se ve la tradición escultórica griega representada por Lisipo a través de numerosas variantes elaboradas en el período helenístico, es el más frecuentemente representado (Boucher,
1976: 145; Moitrieux, 2002: 98-99 y 111). El bronce de Las Cabrillas pertenece también
a esta fórmula iconográfica. De los dos atributos bien documentados, la leontés y la clava,
el segundo es el símbolo hercúleo de mayor evidencia y eficacia, que se asocia a sus
empresas y ejerce una clara función apotropaica.
Para Coralini (2001: 20-21) en el Hércules romano coexisten dos dimensiones: una,
la del mito y la iconografía, dominada por el componente griego; la otra, la del culto y la
devoción popular, mayoritariamente ligada al Hércules itálico. Esta bipolaridad es un
rasgo fundamental de la personalidad hercúlea que se expresa en la doble naturaleza del
héroe (y hombre) y dios. El Hércules tutor, protector de la casa y sus habitantes, puede
considerarse una suerte de banalización de la personalidad y de las funciones hercúleas.
A nivel popular la actividad del héroe-dios se adecuaba a las exigencias de la vida cotidiana. En esta dimensión Hércules se transforma en el defensor de los seres humanos
frente al mal en todas sus expresiones. En consecuencia con este carácter popular de su
culto, la figura de Hércules aparece frecuentemente representada en el arte romano
8. Sobre la iconografía de Hércules puede verse: LIMC, IV, s. v. “Herakles” (Boardman-Palagia-Woodford): 728-838. Para
Hispania: Rodà, 1990; y Oria, 1996. La tipología de las representaciones de Hércules en bronce ha sido estudiada por
Boucher, 1976: 25-31 y 144-146; Kaufmann-Heinimann, 1977: 50-51; y Moitrieux, 2002: 93-101.
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(Ritter, 1995). Sus representaciones más numerosas son precisamente las pequeñas figuras de bronce, como puede verse en la Galia, donde se conocen un total de 659 estatuillas (Moitrieux, 2002: 33).
En la descripción –donde no se especifica si el héroe aparece barbado o no– la leontés cubre la cabeza del héroe y descansa sobre los hombros, desde donde las garras delanteras se le cruzan sobre el pecho y la cola cuelga en el brazo izquierdo, la clava está sujeta con la mano izquierda y descansa en este hombro y con la mano derecha porta un objeto apuntado que puede identificarse con un rhyton. Entre las numerosas variantes de este
tipo, los ejemplares pertenecientes al mismo de Buñol –en sus diversas variantes– son
bastante frecuentes, como podemos ver entre los reunidos en el LIMC (IV: núm. 797-809
y 814-831), procedentes de diferentes países y colecciones. Kaufmann-Heinimann (1977:
50-51) clasifica el Hércules bibax o dexioumenos en sus tipos III-IV, y concretamente el
del héroe joven y la leontés en la mencionada posición en el subtipo IIIA. En la Galia,
entre las 206 figuritas analizadas por Moitrieux (2002: 61-62), el tipo más frecuente es el
Hércules combatiente (116), mientras que las del héroe en reposo (22) o caminando (16)
son minoritarias. Del segundo tipo hay seis ejemplares en los que el héroe aparece vestido con la piel de león y sólo uno de ellos lleva la clava en el lado izquierdo.
La leontés sobre la cabeza con las garras anudadas en el pecho aparece en diversos
tipos que representan al héroe tanto joven como adulto, con distintos recipientes en la
mano y la clava en diferentes posiciones (LIMC, IV: núm. 498 (New York), 559-560, 614
y 662 (Lansdowne). El que representa a Hércules joven e imberbe con la clava sobre el
hombro izquierdo y descansando sobre la pierna derecha no es muy frecuente.
Encontramos varios paralelos en figuras procedentes de la Casa de Trebius Valens de
Pompeya, de 7,4 cm de altura, que sostiene un escifo en la mano derecha y se fecha en
la primera mitad del siglo I dE (Coralini, 2001: 175-176, P.045); el museo del Louvre,
con una pátera en la misma mano (Reinach, 1908, II, 1: 219, núm. 6); la Casa delle Pareti
Rosse, también de Pompeya, de 11,5 cm, con la mano derecha sobre la cadera (Coralini,
2001: 214, P.102); y Bingerbrück (Alemania), de 7,7 cm, con la mano derecha en la
misma posición (Menzel, 1986: 28, núm. 61, Taf. 32).
La “cuffia leonina” parece estar asociada mayoritariamente a las representaciones de
Hércules prómachos, joven e imberbe, que blande la clava con la mano derecha sobre la
cabeza de manera amenazante. Encontramos ejemplares de estas característicias en
Alemania: Trier (Menzel, 1966: 27-28, núm. 58, Taf. 26-27), Bonn (Menzel, 1986: 4-5,
núm. 8, Taf. 3) y Gondorf-Cobern, con el brazo derecho doblado a la altura de la cabeza
(Moitrieux, 2002: 36, núm. 95, pl. IV, 7); Suiza: Augst (Kaufmann-Heinimann, 1977: 52,
núm. 47, Taf. 46-47); Francia: en el departamento de Seine-Maritime (Esperandieu y
Rolland, 1959: 39-40, núm. 52-55, pl. XIX-XXI) y en la desembocadura del Ródano
(Oggiano-Bitar, 1984: 37-39, núm. 14-17); y es muy frecuente entre los bronces itálicos,
como puede verse por ejemplo en la colección del Museo Arqueológico de Verona
(Franzoni, 1980: 169-176, núm. 148-155).
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Otras variantes vienen representadas por los ejemplares de Koninksem (Bélgica), que
representa al héroe en reposo con la clava hacia atrás apoyándola en la cadera izquierda
y el brazo derecho un poco avanzado (Faider-Feytmans, 1979: 78, núm. 67, Pl. 43);
Atenas, semejante pero con la mano derecha en la cintura (Kaufmann-Heinimann, 1998:
308, GF113, Abb. 274); y la procedente de Argelia y conservada en el Museo Calvet
d’Avignon, con la leontés colgando del brazo izquierdo y la clava sujeta con la mano
derecha y descansando en el suelo. En este esquema, en alguna ocasión el héroe lleva un
rhyton en la mano derecha (Esperandieu y Rolland, 1959: 39, núm. 50-51, pl. XVIII), elemento que aparece también en otras figuras como la del Museo Calvet d’Avignon, que
sostiene la leontés con el brazo izquierdo (Rolland, 1965: 62-63, núm. 84). Un rhyton en
la mano derecha puede verse también en otra del Kunsthistorische Museum de Viena
(LIMC, IV: 767, núm. 773) que representa al héroe imberbe, la leontés colgando del antebrazo izquierdo y no conserva la clava.
En la lámina conservada junto al manuscrito, la cabeza del león descansa sobre su
hombro izquierdo y la piel cubre este brazo, y con esta mano sujeta la clava que cuelga
hacia el suelo; en la cabeza se aprecia un tocado que no puede distinguirse. Se trata de
otra variante del tipo del héroe en reposo que corresponde al tipo IVB de KaufmannHeinimann (1977: 50-51), con la diferencia de que éste va coronado y sujeta la clava con
la mano izquierda que cuelga hacia el suelo. Encontramos un paralelo de este esquema
compositivo en una figurita de Augst de 11,9 cm de altura (Kaufmann-Heinimann, 1977:
164-165, Taf. 185-186). De Viena es una figura de 33 cm que presenta diferencias únicamente en el tocado y la barba (Gschwantler, 1986: 127-128, Abb. 253). Un gran bronce del Museo de Boston, de 1,01 m, corresponde también a este tipo, aunque no lleva
clava (Comstock-Vermeule, 1971: 100-101, núm. 106). Reinach (1908, II, 1: 218, núm.
2-3) cita dos ejemplares de Vienne y Nápoles. De Ceuta es un pequeño ejemplar de 7,2
cm y carácter más tosco, desnudo, que sostiene la clava con la mano derecha (BoubePiccot, 1969: 322, Pl. 248, 2; Rodríguez Oliva, 1988: 908-909).
En la península Ibérica, Oria (1996: 212-220, B.1-B.14, lám. XV-XVIII) ha reunido
un total de 14 figuras en las que hay algunas desaparecidas y otras de procedencia desconocida. Del País Valenciano tan sólo incluye una de Sagunt de cronología tardorrepublicana de la que más adelante hablaremos. Ninguna de estas figuras es del mismo tipo
exacto que la de Buñol, aunque hay tres que presentan alguno de los rasgos de ésta: una
figura encontrada en Sancti Petri (Cádiz) y no conservada representa al héroe adulto con
la leontés en la misma posición, pero con la clava descansando en el suelo y sujeta con
la mano derecha (Rodríguez Oliva, 1988: 912-913); otra figura de Pinos Puente
(Granada) conservada en el MAN, de 11,4 cm de altura, que representa al héroe adulto y
barbado, con la leontés en el brazo izquierdo y la clava sobre el hombro, y el brazo derecho avanzado con un gran escifo que necesita un soporte hasta el hombro; la escasa calidad técnica y estilística hacen dudar de su autenticidad; finalmente, otra figurita de la
antigua colección Helguera conservada también en el MAN, de 8,5 cm de altura conser—291—
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vada, representa al héroe joven e imberbe, con la leontés en el brazo izquierdo, la clava
descansando sobre el mismo hombro y el brazo ligeramente avanzado con un objeto, tal
vez una copa. El resto presenta una iconografía variada, como es habitual en este tipo de
figuritas.
Entre los bronces romanos del periodo imperial en el País Valenciano, Hércules aparece en otras dos ocasiones: La Jana (Castelló) y Cullera (Valencia), que corresponden a
dos tipos diferentes: el primero es el único ejemplar de Hércules prómachos (Oliver,
1996) y el segundo es del tipo de Hércules libans o dexioumenos (Arasa, 2005b y 2008a)
Además de estas tres representaciones podemos recordar la existencia de otra figura más
antigua como es el Hércules dexioumenos del depósito votivo de Sagunt, de 20,2 cm de
altura y que se fecha hacia el 100 aE (Blech, 1989: 77-81, núm. 11, Abb. 25-26). De factura un tanto tosca y obra de un taller local, presenta los brazos desproporcionados, aparece imberbe, va coronado de hiedra, lleva la leontés colgando del brazo izquierdo, en
cuya mano debía sujetar la clava que falta, y alarga el derecho con la mano abierta.
Estas figuritas eran corrientes en el Alto Imperio y estaban situadas normalmente
sobre pequeños pedestales de bronce, como debió ser el caso de la de Buñol a juzgar por
la referencia a las espigas que sobresalían de sus pies. Podían ser exvotos, ofrendas a
algún santuario, objetos privados para el culto e incluso podían tener un carácter ornamental, sin que pueda establecerse siempre una clara diferencia entre las funciones cultual y decorativa. En el ámbito doméstico estas figuritas solían estar situadas en una capilla o larario donde se les rendía culto. Ubicados preferentemente en los atrios y peristilos, en ellos estaban representados los dioses oficiales de la casa. Todos ellos constituyen
documentos fundamentales para el estudio de los cultos privados (Krzyszowska, 2002).
La datación de estas piezas no resulta fácil, en parte, por el carácter seriado de su producción. De manera general su cronología se sitúa entre los siglos I y II, sin que en la
mayor parte de los casos sea posible una mayor precisión.9 En el contexto en el que fue
hallada la figura de Buñol, es sin duda la pieza de cronología más avanzada entre las
pocas conocidas, la única que con seguridad se adentra en el período imperial.
Las muestras del culto a Hércules son bastante frecuentes en el País Valenciano,
como sucede en la mayor parte de los territorios hispánicos. En el campo de la epigrafía,
las dedicatorias al héroe son las más numerosas después de las de Júpiter y Marte (Oria,
1989). Se trata del pavimento mosaico de una villa y de cuatro textos epigráficos –que
suponen las evidencias más numerosas– que han sido reunidos por Oria (1996). Además
de las figuritas anteriormente vistas, de las cuales esta autora sólo incluye la de Sagunt,
conocemos el mosaico de Llíria con la representación de los trabajos del héroe (Balil,
9. Sobre el problema de la datación de las estatuillas metálicas puede verse: Boucher, 1976: 241-260; Braemer, 1995;
Galestin, 1995; en particular, para el caso de las representaciones de Hércules: Peters, 1995; y Moitrieux, 2002: 62-64.
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1978); y las inscripciones de Valencia, conservada en el Museu de Belles Arts de esta ciudad, de la segunda mitad del siglo I dE, donde los dedicantes donan una escultura del
héroe, su pedestal, un altar y un banco, posiblemente para un templo o edículo (Corell,
1997: 60-62, núm. 5 = CIL II2/14, 5); Montaverner (Corell, 2006: 130-131, núm. 79),
posiblemente un elemento arquitectónico de un mausoleo o santuario consagrado al héroe
en el siglo II dE; Alfarb (Corell, 1997: 237-238, núm. 125 = CIL II2/14, 99), una dedicatoria a Hércules invicto del siglo I dE; y Elx (Corell, 1999: 51-52, núm. 2), una dedicatoria al héroe costeada por un sevir augustal en calidad de protector del emperador que
se fecha en el siglo I dE. Podemos añadir el fragmento escultórico de la villa de Els Alters
(L’Ènova, Valencia) correspondiente a la cabeza del héroe (Albiach y De Madaria coord.,
2006: 74).
CONCLUSIONES
Los restos encontrados en el año 1827 durante la construcción de la nueva carretera
de Valencia a Madrid parecen corresponder a un pequeño asentamiento situado en la
ladera de la Sierra de las Cabrillas, en un punto por el que el camino histórico salvaba
este importante obstáculo orográfico. Entre los restos encontrados se señala la presencia
de fragmentos de armas, monedas, una fíbula anular ibérica y un anillo de bronce, además de dos figuras de esta misma aleación que representan a un jinete ibérico –la única
conservada– y a Hércules. La cronología del conjunto puede situarse de manera aproximada entre el período ibérico final (siglos II-I aE) y al menos el siglo I dE.
El tipo de asentamiento en ladera, al que parece corresponder el de Las Cabrillas, ha
sido documentado en diversas zonas del territorio valenciano, y en parte se asocia a yacimientos ocupados en el período ibérico final o ibero-romano. Entre la segunda mitad del
siglo II y el I aE se produce una reestructuración del poblamiento que lleva a la aparición
de un nuevo modelo de explotación agrícola (Arasa, 2008b). Este cambio en el patrón de
asentamiento se caracteriza por la pérdida de importancia del factor defensivo y la ubicación en el llano y los piedemontes de una población rural diseminada de núcleos pequeños. Ello se ha podido ver en la comarca del Camp de Túria, en el territorio de Edeta
(Bonet, 1995: 529-530), en el Campo de Utiel, en el territorio de Kelin (Mata et alii, 2001:
321-322), y en las comarcas costeras de Castelló (Arasa, 2001: 34, 174, 198 y 202).
A partir de estas consideraciones sobre su emplazamiento y de la breve descripción
de los restos encontrados no es posible determinar la función concreta de este asentamiento, aunque su localización en el corredor por el que discurrirá durante siglos el camino que desde Valencia se dirige hacia la Meseta permite plantear la posibilidad de que
pudiera estar relacionado con éste, tal vez situado en su trazado. Su emplazamiento no
permite un amplio control visual, ni presenta unas especiales características defensivas,
por lo que no se le puede asignar una función de atalaya o fortín. La presencia de algu—293—
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nas armas –tal vez procedentes de la necrópolis del asentamiento– tampoco parece suficiente para asignarle una función militar, como guarnición o puesto de vigilancia, que
debería estar relacionada con un emplazamiento topográfico más idóneo. Por otra parte,
la presencia de las dos figuras de bronce del jinete y Hércules, pese a tener un evidente
carácter ritual, puede explicarse en un ambiente doméstico, de manera más clara en el
caso de Hércules. Así pues, tampoco parece haber suficientes elementos para identificar
el yacimiento con un santuario.
Entre los hallazgos recogidos en el informe son escasos aquellos que pueden fecharse, y en su mayoría se agrupan en un contexto propio del período ibérico final o iberoromano. La moneda provincial –una unidad de bronce de la ceca Saiti– se fecha en la
segunda mitad del siglo II, aunque su uso se extendió al menos hasta la centuria siguiente.
La figura del jinete por su tipo, gesto y atributos iconográficos de indumentaria puede
situarse en el período Ibérico pleno o más bien tardío. La fíbula anular tiene una cronología amplia y perdura hasta el siglo I dE. Finalmente, la figura de Hércules corresponde
a un tipo común en el período altoimperial y puede fecharse de manera amplia en los
siglos I-II. Así pues, a partir de estos escasos materiales que pueden fecharse, es posible
establecer una horquilla cronológica amplia entre la segunda mitad del siglo II aE y el II
dE.
En conclusión, el yacimiento de Las Cabrillas debió ser un pequeño asentamiento
que estuvo en actividad al menos entre la segunda mitad del siglo II aE y el II dE.
Ninguno de los elementos mencionados en el informe manuscrito en el que se dio a conocer –ni tan siquiera el único hallazgo conservado, un jinete de bronce– permite atribuirle
una función determinada más allá de la estrictamente habitacional. Sin embargo, su localización en el trazado del camino histórico que une Valencia con la Meseta sugiere la
posibilidad de que pudiese haber estado emplazado junto a una vía romana construida
con posterioridad a la fundación de la colonia de Valentia en el año 138 aE, en el marco
de una amplia reorganización de la red viaria de su territorio.
Transcripción del ms. CAIV/9/3929/7 conservado en la RAH
Sobre varios objetos de la antiguedad encontrados en las excavaciones egecutadas hasta el
dia en las Cabrillas p.a la abertura de la nueva carretera de ese nombre
Abriendose los cimientos de una alcantarilla en uno de los entrantes de las faldas de las
Cabrillas, en el sitio llamado Vuelta de los Letreros y en el desmonte que ademas se egecutó para la caja de la carretera en el mismo punto y á varias distancias en la profundidad de
unos 12 á 15 varas, se encontraron en el mes de Mayo de este año dos figuras de bronce, del
tamaño de 4 pulg. y 9 lin. la primera, y de 7 pulg. 4 lin. castellanas la segunda. Esta representa al parecer un gladiador que mira sobre la izquierda, y la posicion de sus muslos y pier-
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nas algo abiertas manifiesta que está en ademan de obrar esfuerzo. El brazo derecho lo tiene
levantado en acto de amenaza ó pegar. Faltale la parte anterior del brazo izquierdo, y en la
mano derecha q. está cerrada se conoce tenia alguna arma empuñada, que se ha roto y perdido. La otra representa muy distintamente un Hercules (que ignoro si es el Thebano ó el
Cartagines) de pie, con la piel de Leon, la cual le cubre la cabeza sirviendole de casco la
parte de la cabeza de la piel; las garras delanteras le pasan sobre los hombros á unírsele al
pecho, y lo demas cae por la espalda y vá á enrollarse con una vuelta en el brazo izquierdo
y por entre la clava que tiene en aquella mano apoyada al hombro, y luego cae acia el pie de
aquel lado, distinguiendose bien la garra de atrás y la cola. En la mano derecha tiene empuñado uno como especie de cuerno, cuya punta mira acia dentro. De las plantas de los pies
salen unas pequeñas espigas que manfiestan encajaban en dos agugeros correspondientes de
lo que le servía de pedestal, tal vez al remate de algun guion ó bandera.
Asimismo se han encontrado un anillo de cobre pequeño, en cuya parte superior se nota
un dibujo que no puede distinguirse si son letras ó alguna flor; un arete; varias monedas, y
una clava de Hercules (pequeña), del mismo metal, y varios pedazos de hierro, clavos, estoques, chuzos, lanzas, regatones y otras armas la mayor parte hechas pedazos y muy carcomidas por el tiempo; de suerte que solo dos ó tres estoques, y algunos hierros de lanzas y
picas se distinguen bien. Uno de los estoques presenta en su puño dos ó tres puntos brillantes como de hoja de plata que indican haber sido revestido ó tachonado de este metal. El
numero de monedas halladas hasta el dia és de 31, mas ó menos legibles, y entre ellas un
ochavo de Carlos II en lo mas superficial de las excavaciones.
El sitio corresponde á una especie de escalon de la caida de la regata que recoge las
aguas de parte de aquellas faldas, y por el cual pasaba el camino antiguo de las Cabrillas
desde la mas remota antiguedad, y por el mismo parage se construye ahora la nueva carretera. Este escalon formado en el seno de aquel recodo se compone de arena y tierras depositadas por las aguas que bajan por la regata ó cañada mezcladas con guijo y piedras medianas y gruesas, que se conoce han sido arrastradas de la montaña por las aguas, ó desprendidas de ella.
Las circunstancias de aquel terreno ofrecen ventajas para la defensa del camino, y és el
punto mas oportuno para cortarlo é inutilizar el paso, al mismo tiempo que los salientes de
la falda á modo de estribos ofrecen posiciones que descubren aquel punto dominado por
todos lados. De manera que és de presumir que en las operaciones militares que en estos
alrededores hayan tenido lugar antiguamente, ya en las dirigidas sobre Castilla, ó al contrario, haya sido aquel parage teatro sino de batallas á lo menos de alguno que otro combate
para defender el paso.
Es de notar que poco antes de llegar á él, y en aquella revuelta que los del pais llaman
de los Letreros, se vé en una peña bastante grande y que he procurado conservar, escavado
el nº 1163 en cifras arabigas muy bien conservadas, que es lo que el vulgo llama letreros. Si
este numero es de alguna distancia ú otra cosa que no sea alguna época, parece no es posible atinar su objeto; pero si se atiende á que el referido parage és como he dicho defensible,
que por allí pasaba el camino desde la mas remota antiguedad, y que por los años de 1165
ganó D. Alonso III de Castilla á Cuenca y la batalla de las Navas de Tolosa, és de presumir
que aquellos guarísmos señalen en el año de 1163 algun hecho de armas de las tropas castellanas que invadían la provincia de Cuenca, cuyos límites están cerca, contra los moros de
Buñol ó de Valencia; no siendo extraño de que hicieran algunas correrías por estos alrede-
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dores, ó para proveer de viveres, ó para apoyar las operaciones sobre Cuenca observando á
los moros de este Reino.
En nuestra guerra de seis años tambien se cortó el camino en aquel mismo sitio y se
embarazó con enormes peñascos derribados de la montaña con el objeto de impedir el paso
al ejercito frances del General Moncey en 1808; por lo que tambien se llama en el día aquel
parage la Cortadura.
A los ultimos de esta guerra abrieron los franceses una carretera provisional, que és la
actual, para sus comunicaciones, mas abajo de la carretera antigua y de la que actualmente
se contruye, no habiendoles sido posible habilitar aquella por el mucho gasto y tiempo que
hubieran necesitado.
Para la mayor inteligencia del asunto, acompaño una vista en bosquejo de la montaña
de las Cabrillas en que se manifiestan las ocho vueltas que tiene en su falda, las carreteras
antigua, la nueva y la actual abierta por los franceses; el pasage de la peña que contiene los
dichos numeros, y el sitio de la excavacion en que se han encontrado las figuras de bronce
y demas objetos que he indicado. Su situación con respecto á la base del Castillo de Buñol,
és al Nord-Noroeste con alguna inclinacion al Noroeste, á 3074 pasos de las Ventas de
Buñol, ó 31 minutos al paso de camino.
El Hercules y el Gladiador los presenté al Excelentísimo Sr. Capitán General D.
Francisco de Longa, asi como varias monedas, el anillo y algunos estoques y hierros de lanzas; cuyo señor los conserva en su poder. No teniendo á la vista aquellas dos figuras, no me
és posible remitir diseño de ellas. No se han hallado hasta ahora objetos de madera de ninguna clase, ni resto humano que indique haber habido allí cadaveres; y sí solamente un hueso
que parece de una canilla.
Buñol, 1º de Setiembre de 1827.
Cortines
Firma
Presentado y leido con la vista de las Cabrillas
y el diseño del arete en la Junta de 31 de Setiembre del 1827.
Firma
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Rosario CEBRIÁN FERNÁNDEZ* y Tina HERREROS HERNÁNDEZ**
LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA
(VALENCIA)
RESUMEN: En este artículo se presenta el estudio de cuatro monumentos epigráficos hallados en la excavación de la necrópolis de La Boatella (Valencia) durante el año 2007. Se trata de aras
funerarias cuyos textos mencionan a cuatro matrimonios, tres de ellos de origen servil, fechadas en
el siglo II d. C.
PALABRAS CLAVE: necrópolis de La Boatella (Valencia), inscripciones funerarias, época
romana.
ABSTRACT: The arae from the roman necropolis of la Boatella (Valencia). In this article
we present the study of four epigraphs found in the course of archaeological excavations carried out
during 2007 in the roman necropolis of la Boatella (Valencia). They are funeral arae with inscriptions reminding four couples, three of them slaves, dated from the 2nd century A. D.
KEY WORDS: Necropolis of la Boatella, funeral epigraphs, roman period.
* Parque Arqueológico de Segóbriga. 16430 Saelices (Cuenca). segobriga@jccm.es
** C/ San Lázaro, 2, pta. 6. 46017 Valencia. tina@naumaquies.com
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2
I. CEBRIÁN y T. HERREROS
En la zona sur de la Valentia romana, ya extramuros, y cerca de la actual calle de San
Vicente Mártir, por donde debió discurrir la vía Augusta, se sitúa la necrópolis de La
Boatella, un área cementerial con enterramientos de inhumación que, en un primer
momento en el siglo II d. C., coexisten con los de cremación. Esta necrópolis estuvo en
uso desde el siglo II hasta el V d. C.
El hallazgo de sepulturas en La Boatella comenzó en la década de los años 40 del
siglo XX cuando las obras de construcción de la Avenida del Oeste, cerca del Mercado
Central, pusieron al descubierto numerosas inhumaciones en fosas simples con cubierta
de tegulae a doble vertiente y una en sarcófago de piedra sin decoración y tapa de doble
vertiente. La extensa necrópolis ha sido objeto de distintas intervenciones arqueológicas
a lo largo de las décadas siguientes,1 que han permitido conocer otros tipos de cubiertas
en las sepulturas: con ladrillos bipedales, con losas de piedra y, en una ocasión, con un
mosaico policromo. También se han documentado inhumaciones infantiles en el interior
de ánforas.
En 2007 se llevó a cabo la intervención arqueológica de un sector de esta necrópolis,
con una superficie total de 1.958 m2 excavados, en la que se documentaron 106 enterramientos. En líneas generales, los resultados obtenidos corroboran los datos que se conocían hasta el momento. El ritual utilizado, en todos los casos, fue el de la inhumación con
el esqueleto dispuesto decúbito supino orientados este-oeste, quedando la cabeza siempre al oeste. El 75 % de las tumbas documentadas eran individuales en las que el esqueleto se dispuso en una fosa simple excavada en el nivel natural, de las cuales el 49 % presentaba cubierta plana de tegulas y el 26 % a dos aguas, y dos con cubierta formada por
fragmentos de ánforas de diversos tamaños. Junto a éstas, también se han documentado
tres tumbas en cistas con paredes formadas por grandes losas, una con un enterramiento
individual y dos colectivas. La tipología de tumbas de este sector de la necrópolis se completa con la documentación de siete enterramientos infantiles dispuestos en ánforas.
La carencia de ajuares, junto a la falta de materiales cerámicos dificultan la datación
de estas tumbas, contando para ello únicamente con la información proporcionada por las
ánforas recuperadas (Almagro 50, Keay 24, 26 y 38) que nos sitúan entre la segunda
mitad del siglo III y mediados del V.
De esta necrópolis proceden varios monumentos epigráficos.2 Durante los trabajos de
construcción del Mercado Central entre los años 1916 y 1917 se halló un ara dedicada a
1. La historia de la investigación en la necrópolis de La Boatella puede verse en R. Albiach y R. Soriano, 1996, pp. 101-122
y R. González Villaescusa, 2001, pp. 225-230.
2. CIL II2/14, 35, grafito sobre tegula, con texto referente al pago de una partida de tejas en una alfarería. J. Corell considera que las inscripciones CIL II2/14, 53, 69 y 496 fueron halladas durante las obras de construcción del Mercado Central en
1916, según la información proporcionada por el cronista de la ciudad de Valencia, Cebrián Mezquita, que describe el
hallazgo de varios monumentos epigráficos, aunque sólo presenta el texto de CIL II2/14, 66 (cf. Corell, 1997, p. 46). Por
otro lado, en relación a la placa dedicada a Lucius Magidius Gallus (CIL II2/14, 496) que fue hallada en la necrópolis de
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
3
Lucius Cassius Urbicus por su mujer Cassia Accepta (CIL II2/14, 53)3 y una placa tallada en caliza de Buixcarró (CIL II2/14, 66). En 1960 apareció un nuevo epígrafe en las
excavaciones de La Boatella, reaprovechado como cubierta de una sepultura de inhumación fechada en el siglo III d. C.4 También proceden de esta necrópolis una placa con la
mención a Hyacinthus (CIL II2/14, 61), una placa dedicada a Otacilia Silvana por su hijo
(CIL II2/14, 74) y otra placa en la que se lee parte de un cognomen, [—-]mempt[—-], quizás Amemptus (CIL II2/14, 42).
En la excavación arqueológica realizada en la necrópolis de La Boatella en 2007 se
han localizado cuatro nuevos monumentos epigráficos, que presentamos a continuación.
1. ARA FUNERARIA DE FONTEIA IUCUNDA (fig. 1 y 2)
El 2 de marzo de 2007 se descubrió el ara en el interior de un pozo construido con
sillares de piedra caliza, que se conserva en el Servicio de Investigación Arqueológica
Municipal (SIAM) del Ayuntamiento de Valencia (n.º de inv. 0/1554). El ara funeraria
está realizada en piedra caliza amarillenta y tiene perdida en su parte superior el pulvinus
izquierdo y parte del frontón triangular. Las dimensiones del monumento son [114] x 47,5
x 47,5 cm. La pieza presenta todas las caras alisadas y conserva huellas de bujarda, mientras que en la cara superior sólo está trabajada la mitad anterior, quedando un espacio de
24,5 cm simplemente desbastado y sin talla de los pulvini (fig. 3). El ara debió colocarse de forma exenta en el interior de un mausoleo y el espacio sin trabajar de la cara superior del ara al que hemos hecho referencia, pudo servir para alojar la urna cineraria de la
difunta.
El ara con pulvini cilíndricos y frontón triangular no presenta focus. Se talló en una
sola pieza, con zócalo y cornisa moldurados. Las molduras talladas en la base fueron
una faja (10,5 cm), un bocel (5 cm), un listel (2,2 cm), una escocia inversa (4,2 cm), un
chaflán inverso (1,1 cm), un listel (1,5 cm), un chaflán inverso (0,7 cm) y una faja (2,5
cm). En el coronamiento se talló una escocia (3 cm), un listel (2,2 cm), una cima recta
(3,5 cm), un listel (0,9 cm), un esgucio (2,2 cm), un chaflán o bisel (0,5 cm) y una faja
(2,2 cm).
La Boatella según J. Corell (ibíd., pp. 157-158), M. Clauss en CIL II2/14, p. 102, considera que la inscripción pertenece a
Saguntum a pesar de conservarse en el Museo de Bellas Artes de Valencia. En todo caso, la cronología del monumento
epigráfico fechado en el siglo I d. C. impide su adscripción al momento de utilización de la necrópolis de La Boatella.
3. J. Corell proporciona la información del hallazgo de esta inscripción, encontrada en febrero de 1917 durante las obras de
construcción del Mercado Central, según las notas manuscritas del cronista de la ciudad de Valencia, Cebrián Mezquita
(cf. Corell, 1997, p. 138).
4. CIL II2/14, 40. Se trata de una placa de carácter honorífico fechada en el siglo I d. C.
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4
I. CEBRIÁN y T. HERREROS
Fig. 1.- Hallazgo del ara de Fonteia Iucunda
en la necrópolis de La Boatella.
Fig. 2.- Ara de Fonteia Iucunda.
Foto F. Alcántara.
Fig. 3.- Detalle de la parte superior del monumento
de Fonteia Iucunda visto desde
la cara lateral derecha.
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
5
Por encima de esta serie moldurada se sitúa una amplia faja sobre la que se cincelaron los motivos decorativos del ara. En el centro se talló un kantharos de doble asa, de
cuya boca sale una cinta o cordón a derecha e izquierda, que forman dos elementos en
espiral a cada lado en forma de voluta. Este motivo iconográfico, de tradición helenística, se documenta en algunos monumentos de carácter funerario, tales como aras y sarcófagos, y recuerda las ofrendas, sacrificios o libaciones realizadas en honor del difunto
(Musso, 1981: 106-108).
En el espacio interior del frontón triangular se sitúa una corona funeraria, formada
por cuentas o perlas globulares separadas por óvalos. La corona situada en el frontón de
las aras es un motivo muy difundido en el ámbito funerario y alude a la victoria sobre la
muerte y, por tanto, a la inmortalidad.5 Por debajo de la corona, los pulvini del monumento se unen por un cordón en S.
El texto epigráfico se sitúa en el interior de una cartela de 53,5 x 35 cm, rebajada por
un bisel. La altura de las letras es de 5,5 cm, salvo en la última línea con 5 cm. En 1.3
hay una I longa de 7 cm y en 1.6 la X mide también 7 cm. El interlineado es de 1 cm. La
ordinatio no está cuidada y conserva líneas guías trazadas con inclinación. Las interpunciones tienen forma de hoja de hiedra y sólo aparece una en la primera línea con mención
a los dioses Manes.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
Fonteiae
Iucundae
Fonteius
Bubalus
uxori
sanctae
La inscripción contiene la dedicación de Fonteius Bubalus a su difunta esposa,
Fonteia Iucunda. Se trata de un matrimonio de libertos, pese a no hacer constar tal circunstancia, que se deduce de su homonimia. Los Fonteii, bien conocidos en Italia y poco
corrientes en Hispania más allá del grupo de Tarragona,6 están representados en Valentia
en otra ocasión en la persona de Marcus Fonteius Antitheus (CIL II2/14, 60, de Valencia).
El cognomen latino de la mujer es corriente (Solin y Salomies, 1988: 346), mientras que
el cognomen Bubalus, de origen griego, no está atestiguado hasta el momento en
Hispania (Solin, 1982: 1045).
5. Daremberg-Saglio, I, 2, p. 1520 y ss., s. v. corona; RE, IV, 2, c. 1636 y ss. s. v. corona; De Ruggiero, II, p. 1226 y ss., s.
v. corona; F. Cumont, 1941, p. 154, 481 y ss.
6. J. M. Abascal, 1994, p. 142, con la lista de los nombres de esta familia documentados en Hispania.
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6
I. CEBRIÁN y T. HERREROS
La tipología del monumento, el tipo de letra y la utilización del epíteto sancta fechan
el ara en la mitad del siglo II d. C.
2. ARA FUNERARIA DE SERVENIA PAULINA (fig. 4)
El ara funeraria se halló el día 8 de enero del 2008, formando parte de la pared oriental del pozo. Se conserva en el SIAM (n.º inv. 0/1605). Está fabricada en piedra caliza
local de color gris oscuro y presenta algunas roturas en el pulvini, en el dado y en las molduras talladas en la base del monumento por el lado izquierdo de la cara frontal. Por otro
lado, parte de las molduras de la cara lateral derecha están repicadas, probablemente para
su reutilización como bloque constructivo.
El ara tiene unas dimensiones de 129 x 60 x 60 cm. El monumento fue adosado a
alguna pared, ya que la cara posterior aparece desbastada y no tiene talladas las molduras de base y coronamiento, aunque sí conserva la masa de piedra para su elaboración. La
cara frontal y laterales están alisadas, mientras que la parte superior también está desbastada. Se trata de un ara con pulvini cilíndricos, de 15 cm de diámetro, y frontón triangular, que sólo han sido tallados en relieve sobre una amplia faja, que remata el coronamiento en la cara frontal. No presenta focus.
La serie de molduras que se tallaron en el zócalo del ara son una faja (10 cm), un
bocel (4,3 cm), un listel (1,5), una cyma recta inversa (5 cm) y un filete (1,3 cm). En el
coronamiento se cinceló una faja de 14 cm en la que se tallaron las acróteras y el frontón, un filete inverso (5 cm), una cyma recta (4,5 cm), un listel (1,2 cm), una escocia (2,5
cm) y un bisel (0,5 cm).
Presenta como elemento decorativo la talla de una ascia, de 17 x 14,5 cm, en la parte
inferior del dado, en el espacio entre la última línea y el inicio de las molduras de la base
(fig. 5). Para su talla, se rebajó la piedra en forma de hornacina poco profunda y con unas
dimensiones de 18 x 20 cm. Este elemento no es extraño en las aras elaboradas por los
talleres lapidarios de Valentia, pues se atestigua en cinco ocasiones más (CIL II2/14, 50,
51, 58 y 60 de Valencia y CIL II2/14, 115 de Riba-roja de Túria).
En algunos epígrafes de la ciudad de Roma (CIL VI, 8931 y 10821 de Roma) aparece la fórmula ab ascia fecit, cuyo significado parece relacionarse con la primera operación
de trabajo en la construcción del monumento por parte del individuo mencionado en la inscripción (Manacorda, 1972: 346-352). De tal forma, que su representación en diferentes
soportes funerarios pudo aludir a la actividad profesional del difunto. Sin embargo, la aparición de las fórmulas funerarias sub ascia, ab ascia, ad asciam dedicare, entre otras, en
un buen número de inscripciones galas parece indicar un simbolismo religioso. La dedicación, bajo la ascia, en opinión de J.-J. Hatt fue un acto religioso encaminado a inaugurar el culto funerario y consagrar la inviolabilidad de la tumba, en el que se realizaba un
sacrificio y una libación, confiriendo un carácter sagrado al ritual (Hatt, 1986: 86-107).
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
7
Fig. 4.- Ara de Servenia
Paulina. Foto F. Alcántara.
Fig. 5.- Detalle de la ascia tallada en la cara frontal del ara de Servenia Paulina.
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8
I. CEBRIÁN y T. HERREROS
El texto se dispone en el dado del ara sin ningún tipo de cartela. La altura de las letras
es de 5,5 cm y el interlineado oscila entre 3 y 2,5 cm. En 1.5 hay nexo de IM, con I longa,
y AE en la palabra karissimae y en 1.6 el artesano utilizó nexo de NTI en la voz benemerenti, aunque una pequeña rotura de la piedra ha hecho perderse la letra I.
Las interpunciones del texto son triangulares con el vértice hacia abajo y de pequeño tamaño, que aparecen en la línea 3.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
Serveniae Paulinae L(ucius) Publil(ius)
Glycerus uxori karissimae
de se benemerent[i]
El texto epigráfico menciona a Lucius Publilius Glycerus como dedicante del monumento funerario a su esposa Servenia Paulina. Las familias Publilia y Servenia están
documentadas en Hispania pero están ausentes en el registro epigráfico del área valenciana (Abascal, 1994: 207 y 220); si el primero de los nomina es corriente, los Servenii
sólo están documentados hasta el presente en una inscripción de Alconera (Badajoz).7 El
cognomen latino Paulina está ampliamente documentado (Solin y Salomies, 1988: 244),
mientras Glycera, el femenino del cognomen de origen griego, aparece en una inscripción de Mérida.8
La tipología del soporte, el calificativo de la difunta y la fórmula funeraria benemerenti sugieren datar la inscripción a finales del siglo II d. C.
3. ARA FUNERARIA DE PUBLICIA ATTICE (fig. 6)
El día 7 de marzo de 2007 se descubrió el monumento epigráfico en el interior del
pozo. Se custodia en el SIAM (n.º inv. 0/1555). Se trata de un ara con frontón triangular
en forma de fastigium o techo a doble vertiente y acroteras en cada uno de los ángulos de
la cara superior, que presentan pequeñas roturas (fig. 7). La pieza está realizada en caliza de Buixcarró en su tonalidad beige, procedente de las canteras situadas en el territorio
de la antigua Saetabis. El soporte está cuidadosamente elaborado con la parte frontal y
7. CIL II, 1010 + EE 8, p. 385; AE 1991, 1014 y las correcciones de HEp 4, 137.
8. CIL II 5272 de Mérida (Badajoz). Sobre el cognomen griego Glycerus, véase Solin, 1982, 872.
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
Fig. 6.- Ara de Publicia Attice. Foto F. Alcántara.
Fig. 7.- Detalle de la cara superior del coronamiento del ara de Publicia Attice.
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I. CEBRIÁN y T. HERREROS
caras laterales pulidas y bien alisadas la cara posterior y la superior, lo que indica que
estuvo exento. Las dimensiones originales son 106 x 47,5 x 47,5 cm.
Las molduras que se tallaron en el zócalo del ara fueron una faja (10,5 cm), un chaflán inverso (0,5 cm), un bocel (4,5 cm), un listel (1 cm), un chaflán inverso (0,5 cm) y
una cyma recta (9 cm). En el coronamiento se cinceló una faja (3,7 cm), una cyma recta
(7,5 cm), un listel (1,5 cm), una escocia inversa (3,2 cm) y un chaflán (0,5 cm).
Tipológicamente, el monumento epigráfico de Publicia Attice es idéntico al ara de
Publius Marcius Verecundus (CIL II2/14, 69) hallado en Valencia.
El campo epigráfico ocupa 53 x 39 cm en la parte superior del dado y el texto no está
enmarcado en una cartela. La altura de las letras es de 3,5 cm en todos los renglones,
salvo en la primera línea con 4 cm. El interlineado es de 2,5 cm. En 1.5 hay nexo de NT
en el nombre Corinthus. Las interpunciones del texto, algunas de gran tamaño (4,9 cm y
4,5 cm) tienen forma de arco invertido con dos volutas en cada uno de sus extremos, que
aparecen en las líneas 1, 4, 6 y 7. En la primera línea, se utiliza también la hedera.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
Publiciae
Attices
Publicius
Corinthus
uxori
sanctae
Los cognomina griegos de la difunta y dedicante y el nomen Publicius delatan que se
trata de un matrimonio de libertos públicos y miembros de la familia pública de Valentia.
El cognomen griego Attice se documenta en una inscripción de Mérida,9 mientras que el
cognomen Corinthus está más difundido en Hispania.10
Las características del soporte y la estructura del texto fechan el epígrafe en la segunda mitad del siglo II d. C.
4. ARA FUNERARIA DE IULIUS STOLICUS (fig. 8)
La pieza se halló el día 10 de enero del 2008, reutilizada en la parte inferior de la
pared oriental del pozo. Se conserva en el SIAM (n.º inv. 0/1600). El ara funeraria, de
9. Sobre el cognomen Attice, véase H. Solin, 1982, 570. Sobre su presencia en Hispania, J. M. Abascal, 1994, p. 290.
10. Sobre el cognomen griego Corinthus, véase H. Solin, 1982, 579. Su difusión en Hispania, en J. M. Abascal, 1994, p. 335
con seis registros.
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
11
Fig. 8.- Ara funeraria de Iulius Stolicus. Foto F. Alcántara.
cabecera semicircular y pulvini de pequeño tamaño, está realizada en piedra caliza local
de color gris oscuro. Presenta una rotura en la parte izquierda que afecta a las molduras
de zócalo y coronamiento y algunas letras del texto y a la cartela. Sus dimensiones son
60 x 40 x 26,3 cm. Las molduras del zócalo y del coronamiento sólo aparecen talladas en
la cara frontal y en las laterales. Todas las caras del monumento presentan la superficie
alisada.
En el zócalo se talló una faja (5 cm), un chaflán inverso (0,5 cm), una cyma recta (6,5
cm) y un chaflán inverso (0,5 cm). En el coronamiento se cinceló un listel (1 cm) y un
bocel (4 cm).
El texto se dispone en el interior de una cartela de 23,5 x 30 cm, aunque sólo con—313—
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12
I. CEBRIÁN y T. HERREROS
serva 23 cm de anchura y está enmarcado por un pequeño listel. La ordinatio está cuidada, con paginación centrada. La altura de las letras es de 5,2 cm en la primera línea, 4,2
cm en segunda y tercera y 3 cm en la última. La interlineación se sitúa en 1,5 cm en 1-2
y 2-3 y en 0,5 cm en 3-4. Las interpunciones son triangulares apuntando hacia abajo y
hacia la derecha.
El texto dice:
D(is) M(anibus)
[I]ul(io) Stolico
[Gl]yce marito
b(ene) m(erenti)
El gentilicio Iulius es el más extendido en Hispania y fue adoptado por un buen
número de libertos. La ausencia del nomen en la dedicante del ara parece indicar que se
trata también de una liberta de la familia de los Iulii y que su nombre sea Iulia Glyce. El
cognomen Stolicus, de origen griego, no está documentado en Hispania y no lo recoge
H. Solin, aunque debe ser una forma derivada de Stolus,11 mientras que Glyce aparece en
otra inscripción perdida de Valentia.12 Hay que apuntar la posibilidad de que el cognomen
de la dedicante pueda restituirse en [Th]yce o [T]yce, con lo que podría tratarse de la
misma persona mencionada en una placa funeraria hallada en Valencia (CIL II2/14, 64),
en cuyo texto se indica la dedicación de Iulia Amica a su difunta liberta, Iulia Tyche.
La inscripción se fecha en el siglo II d. C., atendiendo al tipo de monumento y a la
paleografía.
VALORACIÓN
Cronológicamente, las inscripciones de La Boatella se encuadran entre el siglo II y
la primera mitad del III d. C. y marcan un horizonte unitario en cuanto al estatus social
de difuntos y dedicantes, principalmente individuos de condición social servil. Los textos epigráficos de las aras mencionan a matrimonios de libertos de las familias Cassii,
Fonteii, Iulii y de la propia familia pública de Valentia.
Los soportes utilizados en los monumentos epigráficos hallados en la necrópolis de
La Boatella son aras monolíticas con zócalo y coronamiento moldurados, sobre todo de
gran formato, y placas (fig. 9). Los primeros, dispuestos directamente sobre el suelo o
11. Sobre el cognomen griego Stolus, véase H. Solin, 1982, p. 1254.
12. CIL II2/14, 55 de Valencia. El cognomen Glyce se documenta en dos inscripciones de Roma, véase H. Solin, 1982, p. 875.
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
13
Fig. 9.- Dibujo de los soportes epigráficos de las aras halladas en La Boatella (en gris, las áreas perdidas).
Dibujo R. Cebrián.
sobre podios escalonados, no dejan de ser monumentos funerarios en sí mismos.13 Las
aras que presentan todas las caras trabajadas, como la de Publicia Attice pudieron situarse en la necrópolis de forma exenta, señalizando el lugar de la sepultura. El resto de las
aras no presentan la cara posterior trabajada por lo que debieron colocarse en el interior
de construcciones funerarias junto a alguna de las paredes. Esta ubicación parece confirmarse por el hallazgo de distintos elementos arquitectónicos de, al menos, dos monumentos funerarios de obra en la excavación del año 2007. Reaprovechados como elementos constructivos en el pozo se localizaron sillares, varias dóvelas, basas de columnas y una pieza de umbral, algunos de ellos tallados en caliza local de color gris azulado
13. Los monumentos funerarios en forma de ara están documentados en algunas necrópolis de Hispania. Por ejemplo, en la
necrópolis de la Plaza Vila de Madrid (Barcelona) se halló in situ el ara dedicada a Terentia Fuscula por su hija Flavia
Chrysis, fechada en el último cuarto del siglo II d. C.; véase J. Beltrán de Heredia, 2007, p. 16. También en la necrópolis
de la C/ Virgen del Carmen Doloroso en Sevilla se halló un ara in situ dedicada a D. Iunius Rusticus y decorada en la cara
frontal con una corona con ínfulas. Sobre su hallazgo, véase A. B. Ruíz Osuna, 2006, pp. 183-184.
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I. CEBRIÁN y T. HERREROS
y otros en caliza, también de producción local, pero de color amarillento. Por otro lado,
en el interior del mismo pozo se encontró fragmentada una estatua de mármol, de tamaño menor al natural, con la representación de la diosa Fortuna que debió situarse en el
interior de un mausoleo. Además, el texto de la placa funeraria de Otacilia Silvana (CIL
II2/14, 69) parece evidenciar la existencia de un monumento funerario construido en vida
de la difunta por su hijo.14
Intentar aproximarnos a la imagen más monumental de la necrópolis de La Boatella,
con los datos con los que contamos, resulta difícil por el desmantelamiento de las estructuras funerarias a partir de época visigoda para su reutilización como elementos constructivos. Sin embargo, sí apuntamos la existencia de un taller lapidario en Valentia que
produjo, a partir del siglo II d. C., un tipo de ara monolítica y sin focus,15 al que se unen
las aras presentadas aquí.
ÍNDICE
[G]lyce o [Th]yce: 4
[I]ul(ius) Stolicus: 4
Fonteia Iucunda: 1
Fonteius Bubalus: 1
Publicia Attice: 3
Publicius Corinthus: 3
L. Publil(ius) Glycerus: 2
Servenia Paulina: 2
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14. CIL II2/14, 74 de Valencia, con texto: quae feci mihi mimoria me viva filius fecit.
15. Sobre el taller lapidario individualizado en Valentia, véase R. Cebrián, 2000, pp. 216-220.
—316—
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LAS ARAS DE LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA (VALENCIA)
15
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Gianni GALLELLO*
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS
DE ÉPOCA TARDOANTIGUA HALLADOS EN LA NECRÓPOLIS
DE LA BOATELLA EN VALENCIA
(CAMPAÑA 2006-2007)
RESUMEN: Este articulo tiene como objetivo la presentación de los principales resultados
del estudio de paleodieta efectuado a partir del análisis de elementos traza sobre restos óseos de 33
individuos de época tardoantigua, hallados en la necrópolis de La Boatella (Valencia) en el transcurso de la campaña de 2006-2007. El método utilizado es la espectrofotometría de absorción atómica (AAS). Esta investigación tiene en cuenta los factores diagenéticos, interviniendo con una
metodología de control para una mejor lectura de los resultados. Los datos obtenidos ponen en evidencia los valores elevados de los elementos traza indicadores de una dieta de base vegetal y los
valores inferiores reveladores de una dieta cárnica. Estos resultados se ponen en relación con las
fuentes arqueológicas, escritas y análisis arqueométricos referidos a la producción y comercio de
alimentos, así como con informaciones acerca de la dieta, en época tardoantigua en Valencia y su
entorno.
PALABRAS CLAVE: paleodieta, elementos traza, diagénesis, Valencia/Boatella.
ABSTRACT: Aspects of palaeodiet on skeletal remains belong to the Late Roman Period
found at the necropolis of Boatella in Valencia (archaeological excavations 2006-2007). The
* Master en Patrimonio Cultural por la Universitat de València. Curso 2007-2008. E-mail: gianga@alumni.uv.es
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2
G. GALLELLO
objective of this work is the studies of palaeodiet through trace elements analysis in skeletal remains
of 33 individuals belong to the Late Roman Period, found at the necropolis of Boatella (Valencia)
during the campaign of excavations (2006-2007). The method used to analyze the bone samples is
the atomic absorption spectrometry (AAS). This research takes into account diagenetic factors
applying a method of control for a better reading of the results. The data obtained show higher values of trace elements indicators of a vegetable diet and the lower values of trace elements indicators of a meat diet. These results are in line with the archaeological and written sources and archaeometric analysis where were found traces of productive and commercial activities, as well as general information about diet during the Late Roman Period in Valencia and its territory.
KEY WORDS: palaeodiet, trace elements, diagenesis, Valencia/Boatella.
INTRODUCCION1
En los últimos tiempos, los estudios sobre paleodieta están cobrando una importancia creciente en el ámbito de la investigación arqueológica por permitir una aproximación
a los hábitos alimenticios de poblaciones antiguas, que estaban determinados por un sistema relacionado con la disposición, obtención y distribución de los recursos naturales
que se consideran apropiados como alimentos y que en conjunto forman la dieta
(Nolasco, 1994). Este sistema incluye el medio ambiente, la organización social y política, y los patrones culturales e ideológicos que condicionan las creencias, preferencias,
restricciones y uso de los alimentos (Palacio y Román, 1994). La reconstrucción de los
patrones de alimentación de poblaciones antiguas en distintas épocas y lugares aporta elementos para analizar el poder adquisitivo de recursos y su estrecha vinculación con la
estratificación social; también constituye un apoyo para entender el desarrollo agrícola,
el grado de tecnificación, las redes de intercambio comercial y la dinámica poblacional.
La dieta de sociedades pretéritas proporciona además datos para la evaluación de las condiciones individuales y colectivas de nutrición y salud, tema central en los estudios
bioantropológicos y arqueológicos.
A partir de los años sesenta se empezaron a publicar los trabajos de los primeros
investigadores que recurrieron a los análisis de paleodieta como una herramienta antropológica para la reconstrucción de la alimentación de las antiguas civilizaciones (Comar,
Russell y Wasserman, 1957). Hacia finales de los años setenta surgió una corriente teórico-metodológica que ponía énfasis en la necesidad de profundizar en el conocimiento del
1. Este artículo es consecuencia de mi Trabajo Fin de Máster de Patrimonio Cultural de la Universitat de València, edición
2007-2008, titulado “Aspectos de paleodieta en Valencia”. Obtuvo la calificación de Sobresaliente.
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
3
proceso diagenético, considerado como un fenómeno de consolidación y tal vez de transformación parcial que acarrea una compactación, cementación y puede que una recristalización parcial de los sedimentos presentes en el hueso enterrado, causando así una alteración o contaminación de los resultados en las muestras analizadas (Lambert, 1985). En
la década de los ochenta y principio de los noventa surgió la polémica en torno a la validez de los resultados derivados de las experimentaciones pioneras, dando pie a que se
diera un fuerte impulso a una línea de investigación para el control del proceso diagenético, que permitiera hacer interpretaciones objetivas relacionadas con patrones alimenticios (Sillen, 1989).
En consonancia con esta línea (Gallello, 2008), planteamos el estudio del comportamiento diagenético para una correcta interpretación de la dieta, a través de los análisis
realizados mediante espectrometría de absorción atómica (AAS) de 33 muestras de los
individuos hallados durante la última campaña de excavaciones (2006-2007) en la necrópolis tardorromana de la Boatella en Valencia2 (Soriano, 1996), emplazada al sur de la
ciudad antigua (Ribera,1996). Este cementerio tendría su origen a inicios del siglo II d.C.
y continúa ejerciendo su función, al menos, hasta finales del siglo V - inicios del siglo VI
d.C., con una notable variedad tipológica de tumbas, cuyo rito funerario mayoritario es
la inhumación, siendo habituales los enterramientos en fosa con cubierta de tegulae. Es
el sitio donde las intervenciones arqueológicas han recuperado un mayor número de individuos enterrados en comparación con otras necrópolis valencianas de época romana.
Como ya se ha indicado, el método de análisis utilizado para la realización de este
trabajo ha sido la espectrometría de absorción atómica (AAS). Se trata de una técnica de
investigación muy utilizada en paleodieta, ya que permite analizar un sólo elemento a la
vez, tiene una alta sensibilidad para muchos elementos químicos, además es de fácil uso
y sus costes son limitados. En esta investigación han sido analizados cincos elementos:
Calcio (Ca), Estroncio (Sr), Magnesio (Mg), Zinc (Zn) y Cobre (Cu). Las medidas tomadas para el control del proceso diagenético han tenido en cuenta, en primer lugar, la elección de una población humana numerosa (Subirà et al., 1991). La ventaja de esta aplicación es que nos puede indicar, analizando los valores de los elementos, la ausencia de un
proceso diagenético diferencial en dicha población.
Otro procedimiento de control ha consistido en la recogida de muestras de tierra presente en los huesos de los individuos, así como en puntos alejados de las tumbas.
Sucesivamente los resultados de los individuos han sido puestos en relación con los resultados de las muestras de tierra recogidas para poder así averiguar el grado de contaminación post mortem de los huesos.
2. Agradezco a la Directora Tina Herreros por la facilitación de los restos de su excavación.
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4
G. GALLELLO
Una ulterior medida de control ha sido la toma de dos muestras por individuo, con el
fin de analizarlas en laboratorios diferentes y así comparar el grado de identidad de sus
resultados, lo que será objeto de una próxima publicación.
Aunque no forma parte de la metodología de control diagenético, no hay que olvidar
la aportación importante que supone la recogida de información bibliográfica, consulta
de fuentes escritas antiguas, así como análisis osteológicos y arqueométricos.
La posibilidad de actuar de manera sistemática en el control de la diagénesis contribuye a poner en relación más datos y así profundizar sobre las causas y el comportamiento de la contaminación de los restos óseos, aumentando la fiabilidad de los resultados.
Sobre estas premisas, presentamos en este trabajo una propuesta metodológica basada en cinco puntos que, en el mejor de los casos, si se aplicaran todos, darían un elevado
porcentaje de control de los procesos diagenéticos. Conviene aclarar que en el presente
trabajo no se ha podido realizar la aplicación de todos los puntos que contempla la propuesta metodológica.
METODOLOGÍA
La espectrometría de absorción atómica (AAS) es una forma de espectrometría luminosa u óptica, porque se utilizan espectros para identificar y cuantificar elementos específicos. Estos espectros, compuestos por longitud de onda por cada elemento específico,
están emitidos por substancias gaseosas, cuya lectura determina su intensidad.
Normalmente los electrones giran alrededor de un núcleo, sin absorber o emitir radiaciones. Pero los elementos estimulados son desplazados del núcleo y al volver a sus posiciones originales liberan energía y generan espectros característicos de cada elemento
químico. Los electrones están excitados por el calor de una llama o por medio de instrumentos como puede ser un horno de grafito. A partir de la longitud de onda se identifica
y se cuantifica cada elemento específico. Todo se basa en la ley de Kirchoff: “la materia
absorbe luz a la misma longitud de la onda que se emite”.
Los pasos a través de los cuales se llega a la lectura de los elementos traza son comunes para todos los métodos de investigación de paleodieta (Gallello, 2003):
- Muestreo (extracción) de las muestras
- Limpieza
- Combustión y pulverización
- Digestión
- Disolución
- Lectura
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ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
5
Por lo que se refiere al muestreo, se extrae una muestra de hueso cortical que resulta más adecuado que el hueso esponjoso. Para esta investigación se han extraído fragmentos de los fémures de los 33 individuos, más precisamente, de la parte lateral de este
hueso, 2,5 cm más abajo del trocánter menor, evitando los puntos osteométricos. Las
muestras extraídas de este punto del fémur han demostrado, en general, que los valores
analíticos son más fiables y en menor medida sujetos a contaminación, mientras el hueso
esponjoso, como por ejemplo las costillas, presenta un elevado grado de contaminación
post mortem (diagénesis), por lo que los resultados no resultan satisfactorios desde el
punto de vista paleodietético.
Para una individualización más correcta de los elementos traza es preferible el
empleo de técnicas “destructivas”. En nuestro caso la extracción de la muestra se ha
hecho con un instrumento de corte eléctrico con lama extraíble, de manera que, cada vez
que se trabajaba con un individuo, las lamas se limpiaban sumergiéndolas en acetona,
mientras que el plano de extracción también se pasaba con un papel impregnado de acetona para evitar que el polvillo dejado por un corte se mezclara con la extracción sucesiva. Otras opciones para la fase de muestreo pasarían por efectuar la extracción con puntas de diamante siempre en puntos no osteométricos.
Una vez concluida esta operación, las muestras de hueso junto a muestras de tierra,
tanto de la tierra presente en el hueso como de puntos distantes de las tumbas con objeto
de verificar el grado de contaminación post mortem de los huesos que podría afectar al
grado de fiabilidad de los resultados, han sido depositadas cuidadosamente en cajitas de
plástico esterilizadas y con sus correspondientes fichas enviadas al laboratorio del
Dipartimento di Scienze Biologiche della Università degli Studi di Pisa.
Ya en laboratorio se efectúa una limpieza en superficie de las muestras de hueso por
medio de un bisturí y, a continuación, el fragmento se lava con agua desionizada y se
pone en una balsa ultrasonido. Para remover el agua intersticial en el interior del fragmento de hueso, se procede a su desecación en una estufa a 100 ºC durante unas doce
horas y después se incinera en mufla a 500/600 ºC, durante unas cuatros horas para eliminar cualquier traza de substancia orgánica. La muestra se machaca sucesivamente con
un mortero apropiado y las cenizas se pesan y se disuelven a través de la digestión con
ácidos. El primer ataque con ácidos se efectúa con ácido nítrico a 120/150 ºC durante
unos 15 minutos y una vez enfriada, la solución, se añaden 5 ml de ácido clorhídrico y se
escalda nuevamente durante el mismo tiempo a 60/80 ºC. La solución se lleva a volumen
con agua desionizada.
Cada elemento, para ser diluido, necesita diferentes métodos; por ejemplo el calcio,
siendo un elemento mayoritario, tiene que diluirse más que otros. La lectura de los elementos traza es una operación compleja que contempla medidas particulares para cada
uno de ellos.
Los marcadores óseos comúnmente más utilizados para indicar una dieta a base de
vegetales y cereales son el estroncio, el bario y el magnesio en cuanto tienden a presen—323—
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6
G. GALLELLO
tarse en cantidades más elevadas en los huesos de los herbívoros, mientras que se presentan en cantidades limitadas en los carnívoros. Al contrario, zinc y cobre son valiosos
marcadores de una dieta a base de carne. En un omnívoro como es el hombre, la tasa ósea
de estos elementos viene dada por sus concentraciones medias, que son menores con respecto a la fauna, herbívora o carnívora, que ha vivido en el mismo ambiente. Para que
el resultado sea más esperado, cada uno de los elementos analizados ha sido relacionado
con el calcio. Después de haber decidido el elemento a analizar y haberlo leído por medio
de espectrofotometría de absorción atómica (AAS), se procede a la elaboración de los
datos. Otro paso a efectuar, pero que en esta investigación no ha podido aplicarse debido
a la falta de restos óseos animales en la excavación, consiste en la “corrección con el
yacimiento”, es decir la relación de los valores de estroncio/Ca del hombre con los de
estroncio/Ca de los animales herbívoros encontrados en la misma excavación.
La relación (Sr/Ca) hombre-animal herbívoro debe ser menor de 1, ya que cuanto
más se aproxime a la unidad, será mayor la posibilidad de que la dieta de los individuos
analizados fuese de tipo vegetal o basada en un consumo de vegetales y/o cereales.
Además, esto nos permite comparar nuestra muestra con otros grupos humanos sincrónicos, diacrónicos y estereotípicos.
El estudio de los elementos trazas presenta problemas teóricos y dificultades en el
momento de interpretar los resultados. El problema más importante lo representan las
contaminaciones diagenéticas. La diagénesis es un fenómeno de consolidación y tal vez
de transformación parcial que acarrea una compactación, cementación y puede que una
recristalización parcial de los sedimentos presentes en el hueso enterrado. Los procesos
diagenéticos, se activan mediante varios fenómenos de cementación, regeneración cristalina, desmineralización y sustitución de minerales presentes, favorecidos por la presión
de cargas de los mismos sedimentos, por variación del grado de humedad y temperatura,
por algunas características conexas con la composición originaria de los sedimentos y por
la presencia de agua.
La modificación de la estructura física del hueso obedece a los cambios químicos que
suceden, sea en los componentes orgánicos del hueso, sea en los inorgánicos. Las alteraciones químicas son muy comunes y no es posible visualizarlas por completo. El comportamiento diagenético de cada elemento es único y depende del hueso y de las características del suelo, por lo que aún no existe una regla general aplicable a todos los yacimientos.
Propuesta metodológica de control de la diagénesis
Como ya se ha indicado, la propuesta para el control de la diagénesis contemplaría
cinco puntos:
—324—
[page-n-325]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
7
1. Asociación de los análisis de los huesos humanos con los de los animales, cuya
dieta sea bien conocida, hallados en los mismos estratos del yacimiento. Si las concentraciones de un elemento traza de los herbívoros difiere mucho de los carnívoros y no
existe una superposición entre los dos grupos, significa que es muy probable que los restos humanos, en las mismas condiciones de enterramiento, tampoco hayan asumido una
contaminación del terreno.
2. Tener en cuenta las variabilidades y susceptibilidades de los elementos traza distribuidos entre los diferentes sectores esqueléticos de un mismo individuo (intra-individual), causados en vida por factores metabólicos, pero que en periodo post mortem son
consecuencia de los factores diagenéticos.
3. Elección, para este tipo de investigaciones, de poblaciones numerosas humanas y
animales, para poder analizar el mayor número de muestras posibles. La ventaja de esta
aplicación es una buena representación de la población que nos puede indicar que no
existe un proceso diagenético diferencial, en dicha población, que pueda alterar de algún
modo los resultados obtenidos.
4. Recogida de muestras de tierra en el área arqueológica, tanto la presente en los
huesos como en puntos distantes de las tumbas y a ser posible una o más muestras de tierra por individuo. Los resultados de los individuos se ponen en relación con los de las
muestras de tierra recogidas para averiguar el grado de contaminación post mortem de los
huesos.
5. División de una muestra en dos o más “sub-muestras” distintas de cada individuo
de una población y analizarlas aplicando dos o más metodologías similares de análisis y/o
un estudio paralelo entre dos o más laboratorios.
Como ya se ha comentado más arriba, conviene precisar que en el grupo humano
analizado en esta investigación no se ha podido realizar la aplicación de la totalidad de
los cinco puntos que contempla la propuesta metodológica. Se han realizado parcialmente los puntos 3 y 4 y por completo sólo el punto 5. No obstante, el objetivo de cara a
investigaciones futuras es la aplicación completa de todos los puntos.
RESULTADOS OBTENIDOS
Una vez preparadas las muestras, se ha procedido a la lectura con el espectrofotómetro y han proporcionado en concentración los datos establecidos en la tabla 2. Para que
las concentraciones pudieran ser comparadas con los estándares han sido transformadas
—325—
[page-n-326]
8
G. GALLELLO
Tabla 1.- Individuos analizados y muestras de tierra: Unidades estratigráficas (UE); tumba (T);
SEXO: femenino (F), masculino (M), niño (N), no identificado (?); EDAD, edad de los individuos;
TIERRA, tierra en contacto con el hueso; TIERRA LEJANA, tierra lejana del hueso.
UE
TUMBA
SEXO
EDAD
1818
1454
1986
4480
1809
1450
9300
9313
3892
1426
4627
1432
10139
1843
1444
1812
T 37
T 7
T 82
T 52
T 34
T 14
T 69
T 71
T 17
T 3
T 87
T 12
T 58
T 54
T 13
T 35
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
F
35-40
?
20-25
?
?
25-30
35-40
30-35
?
30-35
35-40
?
30-40
30-40
45-50
30-40
7371
4373
10137
9312
10136
4464
3903
1423
1417
1429
3908
4363
T 76
T 46
T 57
T 71
T 66
T 72
T 18
T 2
T 1
T 6
T 19
T 50
M
M
M
M
M
M
M
M
M
M
M
M
35-40
30-40
?
25-35
25-35
?
30-35
40-45
35-40
30-40
30-35
45-50
—326—
[page-n-327]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
9
Tabla 1. (cont.)
UE
TUMBA
SEXO
EDAD
10141
9294
1473
T 60
T 68
T 20
?
?
?
Adulto
Adulto
Adulto
3916
1821
T 21
T 38
N
N
5-10
0-5
TIERRA
1821
4464
3916
10139
3906
1818
10137
3892
1426
9300
4373
T 38
T 72
T 21
T 58
T 19
T 37
T 57
T 17
T3
T 69
T 46
TIERRA LEJANA
UE 3696
C/ Escolano
Solar 3000 Preestéril
—327—
[page-n-328]
10
G. GALLELLO
Tabla 2.- Valores absolutos de las muestras analizadas con media y desviación estándar.
UE
MUJERES
1818 T 37
1454 T 7
1986 T 82
4480 T 52
1809 T 34
1450 T 14
9300 T 69
9313 T 71
3892 T 17
1426 T 3
4627 T 87
1432 T 12
10139 T 58
1843 T 54
1444 T 13
1812 T 35
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
HOMBRES
7371 T 76
4373 T 46
10137 T 57
9312 T 71
10136 T 66
4464 T 72
3903 T 18
1423 T 2
1417 T 1
1429 T 6
3908 T 19
4363 T 50
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Ca mg/g
Sr ppm
Mg ppm
Zn ppm
Cu ppm
278
286
274
275
273
307
284
277
290
263
266
246
262
296
255
294
276,625
16,049
616
908
972
942
800
778
972
766
1018
774
734
804
720
774
636
684
806,125
122,716
1100
1200
1080
1200
1200
1040
1320
1320
1200
1160
1320
1180
1460
1240
1080
1340
1215
113,959
185
178
211
198
198
165
150
211
100
267
178
150
96
146
224
176
177,062
36,524
30
25
30
44
32
35
32
26
31
24
26
32
27
34
24
40
30,75
5,650
282
284
299
264
263
279
298
261
294
262
290
270
278,833
14,509
886
826
920
440
788
646
630
798
1024
782
640
632
751
159,643
1300
1320
1180
1220
1180
1220
1140
1100
1080
1220
1460
860
1181,667
146,597
174
146
135
122
80
168
240
159
94
115
189
120
145,166
44,218
23
31
25
20
25
27
23
28
24
20
31
35
26
4,592
—328—
[page-n-329]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
11
Tabla 2. (cont.)
UE
ADULTOS
10141 T 60
9294 T 68
1473 T 20
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
NIÑOS
3916 T 21
1821 T 38
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
MEDIA TOTAL INDIVIDUOS
DESV. EST. TOTAL INDIVIDUOS
TIERRA
1821 T 38
4464 T 72
3916 T 21
10139 T 58
3906 T 19
1818 T 37
10137 T 57
3892 T 17
1426 T 3
9300 T 69
4373 T 46
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
TIERRA LEJANA
UE 3696
C/ Escolano
Solar 3000 Preestéril
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Ca mg/g
Sr ppm
Mg ppm
Zn ppm
Cu ppm
259
299
285
281
20,297
940
470
874
761,333
254,451
1360
1160
1320
1280
105,830
185
152
232
189,666
40,203
38
22
29
29,666
8,020
288
247
267,5
28,991
277,272
15,922
880
662
771
154,149
779,878
145,957
1100
1340
1220
169,705
1209,090
125,293
187
211
199
16,970
167,939
41,244
35
40
37,5
3,535
29,333
5,998
141
113
54
100
82
109
130
62
122
153
102
106,181
30,970
290
486
346
520
384
480
352
228
416
518
272
390,181
102,401
3840
4220
3600
3440
3600
3660
3520
4180
3840
3660
3560
3738,181
258,217
25
11
43
26
—
62
—
13
38
41
1
28,888
19,035
39
26
20
36
36
38
48
40
36
32
26
34,272
7,824
157
130
130
139
15,588
412
416
266
331,333
85,471
3520
3680
3640
3613,333
83,266
27
7
14
16
10,148
32
28
24
28
4
—329—
[page-n-330]
12
G. GALLELLO
Gráfico 1.- Medias de los valores absolutos de los elementos (Ca, Sr, Mg, Zn, Cu) pertenecientes a los individuos (IND.),
a la tierra cercana al hueso (TIERRA) y a la tierra lejana del hueso (TIERRA L.) puestos en relación entre ellos.
Gráfico 2.- Relación desviación estándsar (dev) y media E/Ca en individuos.
Gráfico 3.- Relación desviación estándar (dev) y media E/Ca en tierra cercana al hueso.
—330—
[page-n-331]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
13
en la unidad de medida ppm (partes por millón) que corresponden a μg/g. El cálculo
matemático para la transformación de las concentraciones en ppm varía dependiendo de
cada elemento, ya que la dilución de éstos, tratada precedentemente, no ha sido la misma
para cada uno de ellos. La tabla 2 muestra los valores absolutos obtenidos en las muestras analizadas, elaborados en mg/g, como el calcio y ppm como el estroncio, el magnesio, el zinc, el cobre; además se pueden observar las medias y su desviación estándar. En
la tabla 1 se muestran los individuos analizados subdivididos por unidad estratigráfica,
tumba, sexo y edad, y las muestras de tierra identificadas por unidad estratigráfica.
En el gráfico 1 se ofrece la media de los valores absolutos de cada elemento, pertenecientes a los individuos, a la tierra cercana al hueso y a la tierra lejana del hueso.
Puestos en relación entre ellos, se evidencia cómo la media de los valores absolutos del
estroncio (Sr ppm), del magnesio (Mg ppm), del zinc (Zn ppm) y del cobre (Cu ppm),
pertenecientes a la tierra cercana al hueso, es siempre levemente superior a la media de
la tierra lejana del hueso. Esto podría ser consecuencia de una pérdida parcial de los elementos que desde el hueso se transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa probablemente de factores diagenéticos. Al contrario, en el caso del calcio (Ca mg/g) la media del
valor absoluto de la tierra cercana al hueso es ligeramente inferior de la tierra lejana. La
media de los valores absolutos del Ca mg/g, del Sr ppm y del Zn ppm pertenecientes a
los individuos son superiores a la media de las dos muestras de tierra, lo que indica una
cierta estabilidad en estos elementos (tabla 1 y 2; gráfico 1).
Cálculo de las relaciones Elemento/Calcio, medias y desviaciones estándar
Han sido calculadas las relaciones entre los elementos investigados y el calcio: la
corrección con el calcio está motivada por el hecho de que las concentraciones de un elemento dado, en un mismo individuo, están siempre en relación con éste último. Dado que
el calcio es parte integrante de la matriz ósea, su pérdida durante la permanencia en el
terreno de la sepultura comporta también una pérdida de los otros elementos, y por ello
es necesario mantener entre éstos una relación matemática constante.
La tabla 3 evidencia la distribución de las relaciones Elemento/Calcio de las diferentes muestras. Los gráficos 2, 3 y 4 ponen en relación las medias Elemento/Calcio (E/Ca)
con sus desviaciones estándar.
En el gráfico 5 se expresan las medias de los valores Elemento/Calcio (E/Ca) pertenecientes a los individuos, a la tierra cercana al hueso y a la tierra lejana del hueso.
Puestos en relación entre ellos, se evidencia cómo la media de los valores E/Ca de la tierra cercana al hueso es siempre superior a la media E/Ca de la tierra lejana del hueso. Esto
podría ser consecuencia de una pérdida parcial de los elementos que desde el hueso se
transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa probablemente de factores diagenéticos
(tabla 3; gráficos 2, 3, 4 y 5).
—331—
[page-n-332]
14
G. GALLELLO
Tabla 3.- Relaciones Elemento/Calcio, media y desviación estándar.
Sr/Ca
MUJERES
1818 T 37
1454 T 7
1986 T 82
4480 T 52
1809 T 34
1450 T 14
9300 T 69
9313 T 71
3892 T 17
1426 T 3
4627 T 87
1432 T 12
10139 T 58
1843 T 54
1444 T 13
1812 T 35
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
HOMBRES
7371 T 76
4373 T 46
10137 T 57
9312 T 71
10136 T 66
4464 T 72
3903 T 18
1423 T 2
1417 T 1
1429 T 6
3908 T 19
4363 T 50
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Mg/Ca
Zn/ca
Cu/Ca
2,215
3,174
3,547
3,425
2,93
2,534
3,422
2,765
3,51
2,942
2,759
3,268
2,748
2,614
2,494
2,326
2,917
0,431
3,956
4,195
3,941
4,363
4,395
3,387
4,647
4,765
4,137
4,41
4,962
4,796
5,572
4,189
4,251
4,557
4,407
0,480
0,665
0,622
0,77
0,72
0,725
0,537
0,528
0,761
0,344
1,015
0,669
0,609
0,366
0,493
0,878
0,598
0,643
0,174
0,107
0,087
0,109
0,16
0,117
0,114
0,112
0,093
0,106
0,091
0,097
0,13
0,103
0,114
0,094
0,136
0,110
0,018
3,141
2,908
3,076
1,666
2,996
2,315
2,114
3,057
3,482
2,984
2,206
2,34
2,690
0,541
4,609
4,647
3,946
4,621
4,486
4,372
3,825
4,214
3,673
4,656
5,034
3,185
4,272
0,523
0,617
0,514
0,451
0,462
0,304
0,602
0,805
0,609
0,319
0,438
0,651
0,444
0,518
0,144
0,0815
0,109
0,083
0,075
0,095
0,096
0,077
0,107
0,081
0,076
0,106
0,129
0,092
0,016
—332—
[page-n-333]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
15
Tabla 3. (cont.)
Sr/Ca
ADULTOS
10141 T 60
9294 T 68
1473 T 20
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
NIÑOS
3916 T 21
1821 T 38
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
MEDIA TOT. INDIV.
DESV. ES. TOT. IND.
TIERRA
1821 T 38
4464 T 72
3916 T 21
10139 T 58
3906 T 19
1818 T 37
10137 T 57
3892 T 17
1426 T 3
9300 T 69
4373 T 46
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
TIERRA LEJANA
UE 3696
C/ Escolano
Solar 3000 Preestéril
MEDIA
DESV. ESTÁNDAR
Mg/Ca
Zn/ca
Cu/Ca
3,629
1,571
3,066
2,755
1,063
5,25
3,879
4,631
4,586
0,686
0,714
0,508
0,814
0,678
0,156
0,146
0,073
0,101
0,106
0,036
3,055
2,68
2,867
0,265
2,816
0,2651
3,819
5,425
4,622
1,135
4,387
0,5395
0,649
0,854
0,7515
0,144
0,607
0,1702
0,121
0,161
0,141
0,028
0,105
0,0229
2,056
4,3
6,407
5,2
4,682
4,403
2,707
3,677
3,409
3,385
2,666
3,899
1,261
27,234
37,345
66,666
34,4
43,902
44,634
27,076
67,419
31,475
23,921
34,901
39,906
14,916
0,177
0,097
0,796
0,26
0,2
0,311
0,267
0,009
0,298
0,133
0,276
0,23
0,37
0,36
0,439
0,348
0,369
0,645
0,295
0,209
0,254
0,345
0,121
2,624
3,2
2,046
2,623
0,577
22,42
28,307
28
26,242
3,313
0,171
0,053
0,107
0,110
0,059
0,203
0,215
0,184
0,200
0,015
—333—
0,568
[page-n-334]
16
G. GALLELLO
Gráfico 4.- Relación desviación estándar (dev) y media E/Ca en tierra lejana del hueso.
Gráfico 5.- Medias de los valores Elemento/Calcio (E/Ca), Sr/Ca, Mg/Ca, Zn/Ca, Cu/Ca
pertenecientes a los individuos (IND.), a la tierra cercana al hueso (TIERRA) y a la tierra lejana del hueso
(TIERRA L.) puestos en relación entre ellos.
—334—
[page-n-335]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
17
CONCLUSIONES
Los resultados de los análisis efectuados en el laboratorio del Dipartimento di
Scienze Biologiche de la Università degli Studi di Pisa se han podido comparar con las
fuentes escritas.
Recapitulando en función de los datos disponibles, la alimentación de los individuos
de la Boatella de época tardoantigua seria de tipo agrícola-rica, basada en un importante consumo de productos de origen vegetal y, en menor medida, por el aporte de alimentos de origen animal.
Las fuentes escritas señalan que durante la época tardoantigua se cultivaría, aparte
de la viña y el olivo, también los cereales, árboles frutales y hortalizas, de los que hay
noticias tanto por los restos que de ellos han quedado en los sedimentos (Grau, 2002)
como por las referencias de los autores clásicos. El territorio de Valentia contaría con una
gran superficie de terrenos cultivables y con una explotación intensa de los suelos de aluviones por medio de una agricultura de irrigación. Por lo tanto, los productos de la tierra
garantizarían una cierta autosuficiencia alimentaria. Por lo que se refiere a la ganadería,
a pesar de la escasez de estudios zooarqueológicos (Sanchis, 2002), las fuentes parecen
indicar que los ovicápridos constituían la especie dominante, seguida de los suidos. La
caza podría ser una fuente de alimento, mientras que peces, moluscos y crustáceos podrían también integrar parte de la dieta durante este periodo.
Los datos de las fuentes escritas concuerdan bastante con los resultados obtenidos
por los análisis de laboratorio. Los porcentajes de los valores del estroncio y del magnesio, indicadores de una dieta de base vegetal, son muy elevados respecto a los valores de
zinc y cobre, indicadores de una dieta cárnica. Todo esto confirmaría una alimentación
basada sobre todo en el consumo de alimentos de origen vegetal con un aporte menor de
productos de origen animal. Obviamente, en la reconstrucción de la dieta de los individuos de la Boatella no se tiene que excluir la posibilidad de que en el momento histórico
de vida de estas personas se podían presentar momentos de hambruna o cambios de dieta
causados por motivos bélicos, climáticos o factores individuales.
Como ya se ha explicado en el desarrollo de este trabajo, el estudio de los elementos
traza plantea problemas teóricos y dificultades en el momento de interpretar los resultados. El problema más importante viene representado por las contaminaciones diagenéticas. Las medidas tomadas para el control del proceso diagenético han sido, en primer
lugar, la elección de una población humana numerosa compuesta por 33 individuos.
Analizando los valores de los elementos, es evidente que no existe un proceso diagenético diferencial en dicha población, o sea, poniendo en relación los valores de cada elemento de los individuos se evidencia en general una cierta homogeneidad. La recogida de
muestras de tierra en el área arqueológica en puntos lejanos de las tumbas y otras muestras de tierra situadas en los huesos de los individuos, también forma parte de la metodología utilizada para el control de la diagénesis. Los resultados de los individuos han sido
—335—
[page-n-336]
18
G. GALLELLO
puestos en relación con los resultados de las muestras de tierra recogidas para poder así
averiguar el grado de contaminación post mortem de los huesos. En la lectura de estas
relaciones se ve cómo la media de los valores absolutos del estroncio (Sr ppm), del magnesio (Mg ppm), del zinc (Zn ppm) y del cobre (Cu ppm), pertenecientes a la tierra cercana al hueso, es siempre levemente superior a la media de la tierra lejana del hueso.
Esto podría ser consecuencia de una pérdida parcial de los elementos que desde el
hueso se transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa probablemente de factores diagenéticos. Al contrario, en el caso del calcio (Ca mg/g), la media del valor absoluto de la
tierra cercana al hueso es ligeramente inferior de la tierra lejana. La media de los valores
absolutos del Ca mg/g, del Sr ppm y del Zn ppm pertenecientes a los individuos son superiores a la media de las dos muestras de tierra, lo que indica una cierta estabilidad en estos
elementos. En las medias de los valores Elemento/Calcio (E/Ca), pertenecientes a los
individuos, a la tierra cercana al hueso y a la tierra lejana del hueso se evidencia cómo la
media de los valores E/Ca de la tierra cercana al hueso es siempre superior a la media
E/Ca de la tierra lejana del hueso. Esto confirmaría los datos que se observan en los valores absolutos, o sea, una posible pérdida parcial de los elementos que desde el hueso se
transfieren hacia la tierra cercana a éste, a causa de los procesos de contaminación diagenética.
Según estos datos, el elemento que parece ha estado menos sujeto a contaminación
es el zinc, que normalmente viene considerado un elemento estable (Francalacci, 1997),
mientras el estroncio, considerado también estable con leves variaciones, parece presentar un ligero grado de contaminación, teniendo en cuenta que para un mejor control de
este elemento no se ha podido efectuar la asociación de los análisis de los huesos humanos a los de los animales, especialmente herbívoros, cuya dieta es bien conocida, ya que
no se han hallado sus restos en los estratos del yacimiento. El magnesio y el cobre normalmente se consideran diagenéticos y esta tesis parece confirmada por los resultados,
donde se evidencia una fuerte pérdida de estos elementos en los huesos de los individuos
debidos a factores diagenéticos. En general, los resultados presentan un cierto grado de
fiabilidad tomando en consideración los dos elementos indicadores de la dieta: el estroncio (alimentos vegetales) y el zinc (alimentos animales). Todo parece confirmar el mayor
consumo de alimentos de base vegetal y un consumo menor de alimentos animales por
parte de esta población de época tardoantigua analizada.
Estas conclusiones quedan supeditadas a la realización de otros análisis con metodología diferente, lo que en futuros trabajos permitirá determinar su grado de equiparación.
Estamos convencidos que, para mejorar el conocimiento en el campo de la paleodieta, es
necesario actuar con una aplicación metodológica sistemática para el control de los procesos diagenéticos. La posibilidad de actuar de manera sistemática ayudaría a poner en
relación más datos para profundizar sobre las causas y el comportamiento de la contaminación de los restos óseos, mejorando de este modo la fiabilidad de los resultados.
—336—
[page-n-337]
ASPECTOS DE PALEODIETA EN RESTOS ÓSEOS DE LA BOATELLA
19
AGRADECIMIENTOS
Estoy muy agradecido a todas aquellas personas y entidades que han colaborado y apoyado la
realización de este trabajo. Un especial agradecimiento a: Profesor José Luis Jiménez, mi tutor del
Máster en Patrimonio Cultural, del Departament de Prehistòria i Arqueologia de la Universitat de
València; Doctor Albert Ribera Lacomba, director del SIAM del Ajuntament de València; Arqueóloga
Agustina Herreros Hernández y su equipo; Dottor Fulvio Bartoli, del Dipartimento di Scienze
Biologiche, Università degli Studi di Pisa; Professore Paolo Francalacci, del Dipartimento di Zoologia
e Antropologia Biologica, Università di Sassari; Silvia Barber Lleixa.
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G. GALLELLO
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—338—
[page-n-339]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Juan Antonio SENDRA IBÁÑEZ*
LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA
DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
RESUMEN: En el presente trabajo se realiza una catalogación exhaustiva de las acuñaciones
de plata de Carlos II en la ceca de Valencia entre 1681 y 1699, reinado bajo el que se introdujo por
vez primera la maquinaria en dicho taller. Se analizan los problemas derivados de la existencia de
diferentes estilos, detectándose reutilizaciones de cuños y se descarta la existencia de los llamados
novenets.
PALABRAS CLAVE: dihuité, Valencia, molinillo, plata, moneda, talla.
ABSTRACT: Silver minting in Valencia during the reign of Charles II. The present work
contains an exhaustive inventory of the Carlos II silver series minted in Valencia between 1681 and
1699. During this era, machinery for manufacturing coins was introduced for the first time in this
mint. The article analyzes problems derived from the existence of different styles, describes the
practice of reusing dies and excludes the existence of the so-called novenets.
KEY WORDS: dihuité, Valencia, rolling-mill, silver, coin.
* Associació Numismàtica i Filatèlica Xúquer. E-mail: monedesxuquer@hotmail.com
—339—
[page-n-340]
2
J.A. SENDRA IBÁÑEZ
INTRODUCCIÓN
Las acuñaciones de plata que Carlos II realizó en la ceca de Valencia suponen una
continuidad respecto a los tipos y valores emitidos por su antecesor Felipe IV. Durante
este reinado se llevaron a cabo emisiones en los tres metales, oro (escudos o mitjos
doblons), plata (dihuités) y vellón (dineros menudos, menuts o diners del ramet). Las
acuñaciones se realizaban en un taller que se encontraba emplazado durante el periodo
que nos ocupa a dos manzanas de la iglesia de Santa Catalina, en las confluencias de las
actuales calles de la Paz y Lluís Vives (Murray 2003: 49). El principal cargo era el de
Mestre de la seca, ocupado por Luís Escrivá. Junto a éste, se tiene constancia de la existencia del escribano, encargado de anotar y asentar todas las entradas y salidas de metal,
el entallador o Maestro de cuños (grabador de cuños), el Mestre de fundició, ensayador,
balanzario o pesador, guardas, pesadores de afinar, obreros y monederos (marcador o
cunyador).
Al final del reinado destaca la figura de Pedro Tomás, personaje destacado como
Lloctinent de la seca, el cual había desempeñado diferentes cargos dentro de la fábrica
como encargado del batiment del velló, y apareciendo además en distintos documentos
como arrendador de las acuñaciones de plata y vellón (Mateu y Llopis 1956; 19-27).
Fortunato Añón aparece citado como escribano entre los años 1694 y 1697. Geroni Vives
y Juan, como maestro de fundición, y Vicente Garcia, platero, como subdelegado de
maestro de fundición en el año 1693 (Mateu y Llopis 1958: 54-55).
LA TALLA
Las primeras acuñaciones de reales de plata, llamados dihuités en Valencia por su
valor de dieciocho dineros, en el reinado de Carlos II fueron realizadas en el año 1681 y
continuaban la talla de 103 piezas por marco. A partir de 1682 se produjo un aumento de
la misma, elevándose hasta las 110 piezas, debido al encarecimiento del precio de la plata
según consta en la Real Carta de 13 de mayo de 1682 (Mateu y Llopis, 1958: 47). Desde
1693 y hasta finalizar el reinado la talla se incrementó hasta las 115 piezas por marco.
Según los cálculos realizados por Crusafont (1999: 54) en las que estima un peso para el
marco de plata en Valencia de 237,988 g, es decir, prácticamente de 238 g, nos proporciona un peso teórico para el dihuité de:
Hasta 1681
1682-92
1693-99
Talla 103 piezas: 2,31 g
Talla 110 piezas: 2,16 g
Talla 115 piezas: 2,06 g
—340—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
3
Analizando los pesos de los ejemplares utilizados para la confección del presente trabajo, se observa que el ejemplar del año 1681 (cat. 1) se encuentra bastante por debajo
del peso teórico (2 g). Para el segundo periodo, talla 110 piezas, se han reunido 12 ejemplares (1682-1692), resultando un peso medio de 1,8 g siendo el más ligero de 1,2 g (cat.
7.1) y el más pesado de 2,23 g (cat. 2.2). Finalmente, los ejemplares analizados para el
momento comprendido entre 1693 y 1699 (5 ejemplares), proporcionan como resultado
un peso medio de 1,86 g. Se ha considerado dentro de este grupo el ejemplar híbrido (cat.
15), siendo este el más ligero de la muestra con 1,6 g, y el más pesado de 2 g (cat. 11.2).
A pesar de lo reducido de la muestra, se comprueba que la moneda de plata emitida por
Carlos II en la ceca de Valencia circulaba con una significativa merma de peso.
ACUÑACIÓN A MARTILLO (1681-1699)
Los primeros dihuités emitidos por Carlos II del año 1681 fueron realizados a martillo, sistema que continuó utilizándose hasta el final del reinado con la excepción de unas
escasas emisiones realizadas por el sistema de molinillo.
El método de acuñación a martillo consistía en la impresión en el cospel de los motivos grabados en los cuños de anverso y reverso (cuñar). Uno de los cuños, generalmente el de anverso, era fijado a un banco, y el otro cuño de reverso, era sostenido por un
operario. Se colocaba el cospel o flan entre los dos cuños, y un segundo operario golpeaba el cuño con una maza o martillo quedando estampados los motivos de estos en la
moneda (fig. 1).
Las fechas de acuñación de dihuités son bastante numerosas. Para las acuñaciones a
martillo se enumeran 17 variantes, que cubren los años 1681, 1682, 1684, 1686-1689 y
1691-1699 (Mateu y Llopis, 1958: 51; Crusafont, 2001: 22). De esta forma únicamente
los años 1683, 1685 y 1690 quedan sin constancia de la emisión de piezas. A este conjunto hay que añadir la acuñación de reales a molino en 1682 y 1683, incluyendo la fabricación de un doble real en la última de estas fechas.
Diversos autores y catálogos comerciales (Mateu y Llopis, 1929; Petit, 1981; Cayón,
2005; Calicó, 2008), refieren ejemplares fechados en 1681, 1686, 1687 y 1689 acuñados
a molino. Según la nota que el mismo Mateu y Llopis publicó del dietario de Onofre
Esquerdo (Mateu y Llopis, 1929: 143), las acuñaciones a molino en la ceca no empezaron hasta finales de 1682 (exactamente el 13 de noviembre de 1682), entrando en contradicción con el ejemplar que el mismo presenta del año 1681. Actualmente están descartadas las diferentes fechas a molino publicadas (exceptuando 1682 y 1683) por tratarse de falsificaciones más o menos recientes (Sendra, 2007). En cuanto a las de martillo,
restan por comprobar los años 1683, 1685, 1693, 1694, 1695 y 1696 de los cuales no ha
sido posible localizar ningún ejemplar, y 1697, conocido únicamente por un dibujo de
Heiss (Heiss, 1867, lám. 102 nº 5).
—341—
[page-n-342]
4
J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Fig. 1.- Escena de acuñación. Aunque la escena corresponde a un taller alemán del siglo XVII,
las limitaciones técnicas de la época no permiten pensar en diferencias significativas respecto al trabajo
que se realizaría en la ceca de Valencia (Germanisches Nationalmuseum Nürnberg).
La documentación relativa a estos años de acuñaciones registra importantes cantidades de plata acuñada. Durante los años 1693-1699, los marcos de plata empleados en la
ceca fueron un total de 119.237, con los que se fabricaron un total de 13.711.895 piezas
según la siguiente distribución por años (Mateu y Llopis, 1958: 51, 53).
Año
Marcos
Total piezas
1693
34.352
3.950.480
1694
303
34.845
1695
57.373
6.597.895
1696
24.744
2.845.560
1697
816
93.840
1698
889
102.235
1699
760
87.400
—342—
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
5
ACUÑACIONES A MOLINO (1682-1683)
Carlos II, a petición de la ciudad en el año 1682 y en un intento de frenar el descontento popular producido por el recorte de las piezas, autorizó la puesta en marcha en la
ceca de Valencia de un sistema de fabricación más moderno, el molinillo o acuñación a
rodillo, sistema con el cual únicamente se realizaron piezas de plata, dihuités y doblons
de 3 sous o dobles reales. Este sistema había sido introducido en España por Felipe II en
la ceca de Segovia en 1583, conocida desde entonces como Real Ingenio de Segovia. El
sistema de acuñación a rodillo consistía en la estampación de los motivos de la moneda
en una lámina de metal (riel) al hacerla pasar entre dos cuños-rodillos en los que estaban
grabados anverso y reverso de la moneda y que eran accionados mediante un sistema de
ruedas hidráulicas, por tracción humana o animal (fig. 2). Desconocemos cual de estos
dos sistemas de tracción se empleaba para los ingenios instalados en la casa de la ceca de
Valencia.
A pesar de la gran dificultad que suponía hacer coincidir los diseños de ambos rodillos, por este método se fabricaban piezas de gran calidad, que resultaban perfectamente
redondas y con un grabado completo de los motivos en ambas caras de la moneda. Su
Fig. 2.- Molino de sangre, es decir, impulsado por fuerza animal (Encyclopédie méthodique de Panckoucke, 1784).
—343—
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6
J.A. SENDRA IBÁÑEZ
aspecto mejoraba sustancialmente respecto a las habituales deficiencias de acabado que
ofrecían las descuidadas acuñaciones a martillo valencianas. El propósito al acuñar
mediante este sistema fue intentar poner freno a las mermas que sufrían los irregulares
cospeles de las piezas acuñadas a martillo que al entrar en circulación eran cercenadas y
limadas en su canto, ya que tras esta manipulación el valor intrínseco de las piezas disminuía (menor cantidad de plata), pero no su valor facial (seguían valiendo 18 dineros),
constituyendo un fraude que causaba elevadas pérdidas para las arcas reales.
Las labras realizadas por este sistema fueron muy escasas, muy probablemente debido a que no resultó rentable la fabricación de las piezas, y por ello en esos años no se
abandonó la acuñación por el método tradicional de martillo, siendo al menos durante el
año 1682 coincidentes ambos sistemas de acuñación. Para el montaje y puesta en funcionamiento de esta tecnología se trajo la maquinaria de Madrid y se hizo venir maestros
de Barcelona que aquí no había quien lo supiese hacer por ser cosa que no se platicaba
moneda de molinillo sino de cuño (Mateu y Llopis, 1929: 143). Existen noticias documentales de que ya a partir de 1660 ingenieros catalanes llevaron a cabo la mecanización
de los sistemas de acuñación de las cecas castellanas de Madrid, Sevilla, Toledo, Trujillo,
Córdoba, Valladolid, Burgos y La Coruña (Murray, 2008).
Para la instalación de la nueva maquinaria hubo que hacer ampliaciones en el edificio de la ceca, llegándose incluso a utilizar el patio para batir el vellón (Arxiu del Regne
València, Mestre Racional: Libro de 1681-1682, fol. 278-319). Las acuñaciones empezaron el 13 de noviembre de 1682, poniendo el virrey de su propia mano la primera plata
en el crisol para su fundición, en presencia del Maestro de la ceca, Luís Escrivá, del
maestro de fundición, Jerónimo Vivas, de Onofre Esquerdo, síndico del Secreto, del
Mestre Racional y de Pau Lor, cavesa de los artífices que vienieron de Cataluña y mui
perito hombre (Biblioteca Universitària de València, sig. 19, año 1682).
Por Real Carta al Virrey se ordena la suspensión de la fabricación a molino y que las
monedas que se habían fabricado mediante este sistema fueran refundidas para realizar
nuevos dihuités de cuño (a martillo), indicando un volumen fabricado de 165.000 libras
(Mateu y Llopis 1958: 46). En un cuaderno fechado el 15 de Julio de 1683 empiezan a
anotarse las entradas de plata de molinillo a la ceca para su refundición (Arxiu del Regne
València, Mestre Racional: C. 8595). Cabría preguntarse ¿por qué después de realizadas
estas piezas fueron fundidas para acuñar de nuevo la plata a martillo y no se dejaron en
circulación? Prueba de la escasa o nula circulación y de la efectiva retirada de estas piezas son los poquísimos ejemplares que han llegado hasta nuestros días, refutándolo también la ausencia de este tipo de ejemplares en las ocultaciones de tesoros conocidos hasta
el momento (fig. 3), como el tesoro de la calle Fos de Valencia (Tormo, 2005) o el de Sant
Doménech de Xàtiva (en estudio).
—344—
[page-n-345]
LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
7
Fig. 3.- Tesoro de la calle Fos (Ayuntamiento de Valencia). Fot. M. Gozalbes.
EL DOBLE REAL DE 1683
Únicamente se conoce un ejemplar de doble real acuñado a molino perteneciente al
reinado de Carlos II (fig. 4). Este valor dejó de acuñarse en Valencia durante los primeros años del reinado de Felipe III. Al contrario de las emisiones de reales a molino, no se
tiene constancia documental de la realización de dobles reales, por lo que una vez más la
moneda se convierte en sí misma en un documento histórico de primer orden. La primera reproducción de la imagen de estos dobles reales la proporciona un dibujo de Heiss
(1867, lám. 102 nº 4), el cual es reproducido posteriormente por Mateu y Llopis. Más
recientemente se pudo ver un ejemplar fotografiado en una venta de la casa Calicó
(Barcelona) del 26 de febrero de 1987, lote 489.
Esta acuñación presenta ciertas particularidades que merecen ser reseñadas, como la
aparición del emblema heráldico de los Sánchez (escudo con león rampante), en el anverso bajo el busto del monarca y partiendo la leyenda, tal como aparecía en las monedas
acuñadas en el reinado de Carlos I y en el reverso encontramos el escudo de la ciudad
rodeado de orlas bilobuladas, ocupando todo el espacio libre del campo. La fecha desaparece del campo del reverso, colocándola el grabador al final de leyenda del reverso.
—345—
[page-n-346]
8
J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Fig. 4.- Doble real 1683 acuñado a molino (cat. 15).
El hecho de la realización de estas labras a molino, junto con el intento de recuperación
del valor del doble real, también realizada a molino, se convierte claramente en un intento de devolver a la plata valenciana el prestigio que tuvo antaño, claramente desprestigiada por los falsificadores y con grandes mermas en el peso por los recortes que sufría.
Se llegó incluso a colocar en el anverso de la pieza de dos reales, cortando la leyenda en
el exergo, el escusón heráldico de los Sánchez, un león rampante, símbolo que se encontramos dentro de la numaria de Carlos I, en un claro intento de evocar el prestigio de
aquellas piezas, ya que la regencia de la ceca en este reinado no se encuentra bajo la
regencia de los Sánchez sino de los Escrivá.
TIPOS Y LEYENDAS
Las acuñaciones a martillo presentan en anverso el busto del rey coronado mirando
de frente y a cada lado de la figura la marca del valor 1-8 (18 dineros) tal como se venían
realizando desde 1640. Alrededor grafila de puntos y la leyenda exterior. En el reverso
figura el escudo de la ciudad de Valencia en losange sobremontado de una corona. La
fecha aparece partida en dos a izquierda y derecha del mismo y alrededor se sitúa una
gráfila de puntos que sirve como línea de base para la leyenda exterior.
Las piezas acuñadas a molino presentan una novedad sustancial respecto a las piezas
valencianas de plata precedentes. El busto del rey es representado de perfil, mirando a la
derecha, y no de frente como se venia realizando desde el siglo XIV. Además, las piezas
presentan una factura perfecta, totalmente redondas, a diferencia de las tradicionales acuñaciones a martillo y el arte de su grabado se ha mejorado notablemente.
En la década de 1680 se emplearon las siguientes leyendas para las acuñaciones a
martillo:
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRACIA·
r/ +VALENCIA·MAIORICARVM
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
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Éstas habitualmente aparecen más o menos desarrolladas, siendo común encontrar la
palabra GRACIA del anverso en formas abreviadas (GRA, GRAC...), del mismo modo
que sucede con MAIORICARVM en los reversos (MAIO, MAIORIC, MAIORICAR...).
También se detectan errores ortográficos, como la letra S en lugar de la C
(GRASIA,VALENSIA), o letras invertidas debidas a errores al grabar los cuños con los
punzones.
A partir de 1691, se utilizó una nueva leyenda para el anverso (Crusafont, 1977), aunque venía siendo utilizada en los escudos de oro desde 1688:
a/ +CAROLVS·D·G·HISPAN·R·
r/ +VALENCIA·MAIORICA·
Esta leyenda de anverso, aunque pueda ser más o menos visible por motivos de
defecto de acuñación o desgaste, no se han encontrado en forma abreviada. En cuanto a
los reversos, en los ejemplares estudiados aparece invariablemente la forma MAIORICA
sustituyendo la forma precedente MAIORICARVM. En todas estas leyendas, tanto de
anverso como de reverso, la separación de las palabras se realiza siempre mediante un
punto.
En las acuñaciones a molino, las leyendas presentan el siguiente desarrollo:
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRATIA·REX·
r/ +VALENTIE·MAIORICARVM
Cabe destacar que, aunque se han encontrado ejemplares del año 1682 con y sin la X
de la palabra REX, todas las piezas estudiadas con esta fecha aparecen con la incorrección ortográfica del cambio de T por S en la palabra GRATIA del anverso (nº 13). En
todos los ejemplares estudiados del año 1683 las leyendas están totalmente desarrolladas
y sin incorrecciones ortográficas (cat. 14). Al igual que en las piezas a martillo, la separación de las palabras se realiza mediante un punto.
EL ARTE
El análisis de los cuños de los ejemplares fabricados a martillo permite identificar
tres estilos bien diferenciados en la forma de representar al monarca, lo cual nos permite
asimismo el poder dar una aproximación de la fecha de acuñación de una pieza cuando
en ésta no es posible verla, ya sea por defecto durante el proceso de fabricación o por
cualquier otra causa, hecho frecuente en estas descuidadas acuñaciones (fig. 5). Estas
diferencias de estilos pudieron originarse en la intervención de diferentes grabadores.
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Fig. 5.- Los tres estilos representados por dihuités de 1682 (cat. 2.1), 1684 (cat. 3) y 1699 (cat. 11) .
Primer estilo. Busto Tipo I (1681-1682)
En un primer momento, durante 1681-1682, se observa un continuismo respecto a los
reinados anteriores, en los que el monarca se representa sin ninguna intención de realismo. Es posible que para la fabricación de los cuños del año 1681 se reutilizaran punzones de las piezas acuñadas al final del reinado de Felipe IV, ya que el estilo y la forma de
resolver son prácticamente idénticos: forma ovalada del rostro, el cabello se representa
por dos líneas a cada lado de la cara que caen casi en vertical para ondularse al final y la
corona con 5 puntas cortas y simples en forma de dientes de sierra (fig. 6). El torso tiene
el ancho de la corona; en cuanto al ropaje, aparece representado con camisa o jubón
abierto de cuello alto bajo la barbilla (cat. 1, 2, 2.1 y 2.3).
Durante el año siguiente (1682), y previamente al inicio de las acuñaciones a molino, se acuñaron piezas a martillo con un módulo inferior al que venía siendo habitual,
probablemente como primer intento de frenar los recortes que sufrían las monedas, con
la consiguiente pérdida de valor. Esta disminución del módulo, manteniendo la misma
talla, ocasionó que se tuvieran que hacer cuños nuevos.
Aparecieron tres variantes durante este año. La primera de estilo similar al año anterior, conserva la indicación del valor I-8 a los lados del busto (cat. 2) y la segunda también similar a la del año 1681, pero sin valor en el anverso (cat 2.3). Hay que destacar
que en estas dos variantes, el cuño del anverso no ha sido reducido para ajustarlo al nuevo
módulo, por lo que las leyendas desaparecen casi totalmente de la pieza por quedar fuera
del cospel. El cuño del reverso sí fue reducido, produciendo piezas en las que, al contrario que en el anverso, aparece la leyenda del reverso prácticamente completa.
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
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Fig. 6.- Dihuités pertenecientes al tesoro de la calle Fos (Ayuntamiento de Valencia), correspondientes a los años 1653 y
1681, en los que se puede observar la gran similitud en la manera de representar el busto del rey. Fot. M. Gozalbes.
Finalmente, en un último intento de mejorar las piezas, se labró un nuevo cuño de
anverso, ajustado al pequeño módulo, y sin la indicación del valor. En esta tercera variante ya se vislumbra el que será el nuevo estilo de representar al monarca durante el periodo 1684-1689 (cat. 2.2). Estos ejemplares del año 1682, y sin la indicación del valor en
el anverso, han sido considerados tradicionalmente como medios reales o novenets, tema
que se tratará más adelante.
Segundo estilo. Busto Tipo II (1684-1689)
El segundo periodo, o momento artístico en la ceca corresponde a los años 16841689. El rey se representa con un rostro más delgado, de forma apuntada, su cabello sigue
representándose mediante dos o tres líneas a cada lado de la cara, aunque adquieren
mayor ondulación, y la corona aparece trazada con una doble línea, aumentando su
número de puntas (habitualmente siete) que se encuentran rematadas por puntos a modo
de perlas. El torso es más ancho, lo que le confiere un mayor volumen al cuerpo. En cuanto al ropaje, aparece la camisa cerrada bajo el cuello (cat. 3-7.1, 9.1, 10.1, 10.2, 11.1 y
11.2).
Tercer estilo. Busto Tipo III (1691-1699)
El tercer periodo corresponde a los años 1691-1699. En estos años, la forma de representar al rey adquiere un mayor realismo, las líneas ya no son tan simples, apreciándose
sobre todo en la forma de representar el cabello. La corona vuelve a la forma simple de
grandes dientes de sierra (habitualmente seis), el cabello deja de representarse por solo
dos líneas sencillas, consiguiendo así dar mayor sensación de volumen. El ropaje sigue
representándose cerrado bajo la barbilla, aunque aparece representado de forma más
esquemática (cat. 8-12)
Como conclusión, podría determinarse que hubo al menos un cambio de grabadores
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
durante este reinado (considerando el tipo I como reutilización de punzones) ya que las
diferencias estilísticas entre los tipos II y III son notables, intentando durante los últimos
años del reinado conseguir un mayor realismo en los retratos.
REUTILIZACIONES Y RECTIFICACIONES DE CUÑOS EN LA CECA
Crusafont (2001) describe un fenómeno que teníamos documentado en las series de
dineros de este monarca, y es el de la rectificación de cuños para la realización de nuevas
emisiones. Este hecho consiste en rectificar uno o dos dígitos de la fecha de un cuño para
ser utilizados en un momento posterior, con el consiguiente ahorro de materiales y esfuerzos. Este fenómeno se constata sobre todo en la última década del reinado, correspondiendo el primer ejemplar observado a un cuño del año 1689 que aprovecha un troquel de
1688 en el que la cifra final del año se ha rectificado para convertirla en un 9 (fig. 7).
Durante la última década del reinado se detecta un reaprovechamiento de cuños de
anverso y de reverso. Crusafont clasificó las acuñaciones de plata de Carlos II en Valencia
en 3 grupos, llegando a la conclusión de que al final de las emisiones realizadas en 1692
y fechas posteriores (1698 y 1699) se retomó la leyenda original CAROLVS·II·DEI·GRACIA (catálogo nº 9.1; nº 10; nº 10.2; nº 11.2), observando y asociando a la reaparición de
esta leyenda la particularidad de los números 9 de la fecha del reverso, los cuales aparecen tumbados. Aparecerían pues simultáneamente durante estos años los dos tipos de
leyenda, aunque esta hipótesis se debe descartar tras la aparición de ejemplares con la
leyenda tipo CAROLVS·II·DEI·GRACIA, pero con los números 9 derechos (catálogo nº
11.1). Además, observamos que la leyenda CAROLVS·II·DEI·GRACIA en estos años
siempre va asociada al busto tipo II, mientras que la del tipo CAROLVS·D·G·HISPAN·REX siempre va asociada al busto tipo III.
A falta de una identificación precisa de cuños, esto nos hace plantearnos la hipótesis
de que realmente no se retoma de nuevo esa leyenda, sino que lo que se hace es reutilizar los cuños de anverso de los años 1684 a 1689. Esto vendría también refrendado por
el hecho de que durante el reinado siguiente en la ceca se labran nuevos cuños para los
dihuités, con representación del busto del monarca totalmente diferente a los anteriores,
pero se conserva la leyenda del tipo CAROLVS·D·G·HISPAN·REX.
Fig. 7.- Detalle de la fecha donde se aprecia
la rectificación del último número (cat. 7.1).
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
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Fig. 8.- Dihuités sin indicación de valor utilizados para el estudio: cat. 2.3 (a) Col. CB; cat. 2.2 (b) Col. CB; (c) Col. CM;
(d) Col. CVV; (e) Col. ALM; (f) Col. ALM; (g) GNC nº 2064; (h) GNC nº 10.873; (i) GNC nº 2089
(g, h, i © MNAC, Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona. Fotógrafos: Jordi Calveras,
Marta Mérida, Joan Sagristà).
Fig. 9.- Dihuités con indicación de valor utilizados para el estudio. Cat. 2.1 (a) Col. CB; (b) Col. CM; (c) Col. CVB;
(d) Col. CM; (e) Col. CM; (f) Petit 1981, nº 306.
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También damos a conocer aquí un ejemplar híbrido en el cual se utilizó un cuño de
anverso de Carlos II junto a un cuño de reverso de Felipe III con fecha 1624. Este cuño
de anverso pertenece a la emisión de 1691-99 y resulta un claro ejemplo de reutilización
de los cuños de reverso en la ceca (cat. 12).
LOS NOVENETS
Mateu y Llopis habló reiteradamente de la acuñación de novenets o medios reales
(1929: 142-143), llamados así por su valor de 9 dineros, siendo seguido posteriormente
por diversos autores (Petit, 1981; Cayón, 2005; Calicó, 2008). La pieza que atribuye a
este valor es del año 1682 (Mateu y Llopis, 1929: lám. XVII núm. 352 y 353), realizando esta atribución en función de los ejemplares de modulo y cuño inferior al habitual y
sin indicación del tradicional valor I-8 a ambos lados del busto.
¿Son realmente estas acuñaciones novenets? Esta atribución inicial de Mateu y
Llopis puede considerarse errónea, ya que dejó de lado al estudiar estas piezas algo fundamental como es el peso de los ejemplares. Tampoco tuvo en cuenta que los ejemplares
que identifica como dihuité de este año (Mateu y Llopis, 1929: lám. XVI num. 351) y que
sí llevan valor en el anverso, también son de módulo reducido.
Atendiendo al peso teórico del dihuité para este año (2,15 g), el novenet o medio real
tendría un peso de algo más de 1 g (1,08 g). Comprobado el peso de 9 ejemplares sin
valor en el anverso (cat. tipo 2.2) (fig. 8), resulta un peso medio de 2,02 g (1,9 g; 1,9 g;
2 g; 2,23 g; 2,03 g; 2,05 g; 2,06 g; 2,01 g; 2,01 g). De los ejemplares del mismo módulo, pero con indicación del valor (cat. tipo nº 2), se han podido pesar 6 ejemplares (2,2 g;
1,9 g; 2 g; 1,9 g; 1,7 g; 2,04 g), resultando un peso medio 1,96 g (fig. 9). Ambos pesos
medios, aunque ligeramente inferiores al peso teórico para este año, confirman definitivamente estos tipos como dihuités. Otro argumento que refuerza esta hipótesis es que en
las labras realizadas a molino en este mismo año se prescindió también de la indicación
del valor.
CATÁLOGO
No hemos incluido en la siguiente clasificación las piezas a martillo correspondientes a los años
1683, 1685, 1693, 1694, 1695, 1696 y 1697 debido a que, aunque existe documentación sobre realización de labras en estos años, no hemos localizado ningún ejemplar en colecciones y museos. Los
tipos de busto I, II y III que se refieren en el catálogo se explican en el epígrafe “El Arte” y se ilustran en la figura 5.
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
ACUÑACIONES A MARTILLO
Dihuité o Real
a/ Busto coronado de frente del rey acotado por las cifras I-8.
Alrededor gráfila de puntos y leyenda.
r/ Escudo coronado de la ciudad de Valencia acotado
por las cifras indicativas del año de acuñación.
Alrededor gráfila de puntos y leyenda.
Emisión 1681
Nº 1
Busto tipo I entre valor I-8
a / +CAR[OLVS·II·DEI·GRACIA]
r/ +[V]ALENCIA·[MAIORICARVM] 16-81
2 g; 17 mm; col. CM.
Emisión 1682
Nº 2
Busto tipo I entre valor I-8
a/ [+CAROLVS·II]·DEI·GR[ACIA]
r/ +VALENCIA·MAIORIC·[ARVM] 16-82
2 g; 15 mm; col. CB.
Nº 2.1
Busto tipo I entre valor I-8
Error de leyenda en el reverso, colocando
en este también la del anverso.
a/ +CARO[LVS·II·DEI·GRAC]IA
r/ +CAROLVS[·II·DEI·GRACI]A 16-82
1.8 g; 16 mm; col. CM.
Nº 2.2
Busto tipo II sin indicación del valor en anverso.
a/ +CAROL[VS·II·DEI·GRAC·[IA]
r/ +[VALENCI]A·MAIORICA·[RVM] 16-82
2,23 g; 14 mm; col. CB.
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Nº 2.3
Busto tipo I sin indicación del valor en anverso.
a/ [+CAROL[VS·II·DEI·GRACIA]
r/ +VALENCIA[·MAIO]RICA[RVM] 16-82
1,9 g; 15 mm; col. CB
Emisión 1684
Nº 3
Busto tipo II entre valor I-8
a/ +C[AROLVS·II·DEI·GRAC]IA·
r/ [+VALENCIA·MAIOR]ICARV 16-84
2,1 g; 16 mm; col. CM.
Emisión 1686
Nº 4
Busto tipo II entre valor I-8
a/ +CAROLVS·II·DE[I·GRACIA]
r/ +VALENCIA[·MAORICARVM] 16-86
2 g; 19 mm; col. CB.
Emisión 1687
Nº 5
Busto tipo II entre valor I-8
a/ [+CAROLVS·II·DEI]·GRACIA
r/ +VAL[ENCIA·MAIORICAR]V· 16-87
2,1 g; 18 mm; col. CM.
Emisión 1688
Nº 6
Busto tipo II entre valor I-8
a/ +CAR[OLUS·II·]DEI·GRACIA
r/ +VALENCIA·[MAIORICA]RVM 16-88
2,1 g; 20 mm; col. CM.
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
Emisión 1689
Nº 7
Busto tipo II entre valor I-8
a/ [+CA]ROL[LVS·II·DEI·G]RAC
r/ +.VA[LENCIA·M]AI[RI]CARV 16-89
19 mm; Subastas Aureo S.A.
Nº 7.1
Busto tipo II entre valor I-8
Ultima cifra de la fecha rectificada, 9 sobre 8
a/ [+CAROLVS·II·DEI·]GRA
r/ [+VALE]NTIA·[MAIORICARVM] 16-89
1,2 g; 16 mm; col. CM.
Emisión 1691
Nº 8
Busto tipo III entre valor I-8
a/ +CARO[LVS·D·G·HISPA·]R
r/ [+VALENCIA·]MAIO[RICARVM] 16-91
2,2 g; 18 mm; col. CB.
Emisión 1692
Nº 9
Busto tipo III entre valor I-8
a/ +CAROLVS·[D·G·HIS]AN·R·
r/ +V[ALENCI]E·MAIORICA 16-92
1,6 g; 19 mm; col. CM.
Nº 9.1
Busto tipo III entre valor I-8
El num. 9 de la fecha del reverso tumbado
a/ [+CAROLV]S·II·DE[I·GRACIA]
r/ +VA[LENCIA·MAIR]ICARVM 16-92
1,81 g; 18 mm; Museo Cerralbo nº 10.144.
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Emisión 1698
Nº 10
Busto tipo III entre valor I-8
Rectificación del último dígito
de la fecha 8 sobre 1
a/ [+CAROLVS·D·G·HIS]PAN[·R]
r/ +[VALENCIA·M]AIORICA 16-98
18 mm; L’Ardit nº 14. 2001.
Nº 10.1
Busto tipo II entre valor I-8
El 9 de la fecha tumbado
a/ [+CA]ROLV·II[DEI·GRACIA]
r/ +VA[LENCIA·MAIORICAR]V· 16-98
17 mm; Subastas Aureo S.A.
Nº 10.2
Busto tipo II entre valor I-8
Último dígito de la fecha rectificado 8 sobre 2
Error de leyenda en reverso, misma del anverso
a/ [+CAROLVS·II]·DE[I·GRACIA]
r/ [+CAROL]VS·II·DEI[·GRACIA]
1,9 g; 18 mm; Museo Cerralbo nº 10.141.
Emisión 1699
Nº 11
Busto tipo III entre valor I-8
a/ [+C]AROLVS·D[·G·]HISPAN·R
r/ +[VALENCI]·E·MAIORICA· 16-99
1,7 g; 18 mm; col. CM.
Nº 11.1
Busto tipo II entre valor I-8
a/ [+CAROLVS·II·D·GRACIA]
r/ [+VALENC]CIA·M[IORICARVM] 16-99
1,9 g; 16 mm; Museo Cerralbo nº 10.143.
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LAS ACUÑACIONES DE PLATA EN VALENCIA DURANTE EL REINADO DE CARLOS II
Nº 11.2
Busto tipo II entre valor I-8
Los dos últimos dígitos de la fecha
aparecen tumbados
a/ +CAROLVS[II·DEI·GRA]CIA
r/ + VALEN[CIA·MAIORIC]A. 16-99
2 g; 19 mm; col. CM.
Nº 12
Busto tipo III entre valor I-8
Híbrido con anverso correspondiente a
Carlos II emisión 1691-99 y reverso
correspondiente a Felipe III.
Con valor en anverso y fecha en reverso
a/ [+CAROLVS]·D·G·HISPA[N·R]
r/ +VAL[ENCIE·MAIORI]CAR 1624
16-24 ( el 4 vuelto al revés)
1,6 g; 18 mm; col. CB.
ACUÑACIONES A MOLINO
Dihuité o Real
a/: Busto coronado de perfil mirando a la derecha del rey, alrededor leyenda acotada por dble
gráfila de puntos.
r/: Escudo coronado de la ciudad de Valencia, acotado por las cifras indicativas del año de acuñación. Alrededor leyenda acotada por doble gráfila de puntos.
Emisión 1682
Nº 13
Sin valor I-8 en el anverso.
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRASIA·REX·
r/ +VALENCIE·MAIORICARVM·
1,5 g; 19 mm; col. CMM.
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J.A. SENDRA IBÁÑEZ
Emisión 1683
Nº 14
Busto entre valor I-8
a/ +CAROLVS·II·DEI·GRATIA·REX
r/ +VALENTIE·MAIORICARVM
2 g; 18 mm; col. CMC.
Dobló de a 3 sous o Doble real
a/ Busto coronado del rey de perfil mirando a la derecha, debajo, escudo con león. Alrededor
leyenda acotada por doble gráfila de puntos.
r/ Escudo coronado de la ciudad de Valencia, acotado por orlas bilobuladas. Alrededor leyenda y año de acuñación, acotada por doble gráfila de puntos.
Emisión 1683
Nº 15
a/ +CAROLVS·II·D(escudo con león)
EI·GRATIA·REX
r/ +VALENTIE·MAIORICARVM·1683
24 mm; Subasta Calicó 26/02/1987 nº 489.
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—359—
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Francisco-José PUCHALT FORTEA*
TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
RESUMEN: El objeto de este estudio es un cráneo procedente de una fosa-osario del cementerio del antiguo Calvario de Morella, provincia de Castellón, fruto del vaciamiento de otro cementerio fechado entre el siglo XIII y el XVII. Se evidencia que es un cráneo de características masculinas, con agujero oval de trepanación en hueso temporal izquierdo, sin signos de supervivencia.
El examen de la cara interna del cráneo puso en evidencia la existencia de un osteoma en el hueso
frontal.
PALABRAS CLAVE: Cráneo, osteoma, trepanación.
ABSTRACT: Cranial trephination in Morella. We have studied a cranium from the ossuary
of the cemetery Antiguo Calvario of Morella (Castellón, Spain) the result of the emptyng of another cemetery dated between XIII and XVII centuries. The skull shows male characteristics, with an
oval hole of trephination in the temporal bone, without survival signs. The study of the internal table
of the cranial vault shows an osteoma in frontal bone.
KEY WORDS: Skull, osteoma, trephination.
* Universitat de València (Estudi General), Facultat de Medicina i Odontologia, Unitat docent de Medicina Legal. Passeig
Blasco Ibáñez, 17. 46010 València. E-mail: francisco.puchalt@uv.es
—361—
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2
F.J. PUCHALT FORTEA
INTRODUCCIÓN
Los procesos de enfermedad y curación en el organismo humano pueden dejar huella en el tejido esquelético. No enferma tan sólo una porción del cuerpo, enferma todo el
cuerpo, aunque se focalicen los signos de enfermedad en una u otra región. Las distintas
partes del organismo no funcionan de forma aislada ni son independientes unas de otras.
La dificultad es que no siempre la enfermedad deja huellas en el tejido esquelético; o bien
no se pueden identificar porque ha ocurrido un deterioro post mortem bastante importante, haciéndolas invisibles. A todo esto hay que tener en cuenta que la reacción del tejido
esquelético es bastante inespecífica, bien sea con destrucción de ese tejido o con una
reconstrucción reactiva en una o distintas localizaciones.
Si las enfermedades pueden dejar huella en el tejido esquelético, los procesos de
intervención humana para reparar los daños de la enfermedad, la curación, así como los
de agresividad o violencia sobre otro semejante, también dejan sus señales. Tanto unos
como otros son objeto de especial atención por parte de los investigadores. Los datos
obtenidos son preciosos para el estudioso de los episodios de curación y de violencia de
una sociedad de la que tenemos los restos de sus componentes, casi siempre esqueléticos,
y cuyas crónicas, cuando las hay, no descienden tan al detalle, rozando lo individual.
En la tarea de investigación de los procesos de curar al otro, hay varias dificultades
añadidas: se estudian restos esqueléticos que no siempre están en buenas condiciones de
conservación, encontrándose deteriorados y semidestruidos por el paso del tiempo; se
carece, por otra parte, de antecedentes sobre la salud y forma de presentación de la enfermedad, es decir, no hay lo que hoy llamamos historia clínica, considerada tan necesaria
en la moderna medicina. Añádase a todo esto que las respuestas del tejido óseo a estas
intervenciones y manipulaciones terapéuticas, superpuestas a las de la enfermedad, son
bastante pobres e inespecíficas.
Todo lo antedicho, material escaso y deteriorado, forma peculiar de reacción del tejido esquelético, ausencia de antecedentes clínicos, hacen que las huellas debidas a los procesos de curación en los restos esqueléticos de poblaciones que llegan a las manos del
estudioso sean muy valiosas, aunque de interpretación laboriosa.
El cráneo con trepanación, cuyo estudio es el objeto del presente trabajo, proviene de
la ciudad de Morella, provincia de Castellón, en la comunidad autónoma de Valencia (fig.
1). Fue encontrado en el transcurso de una campaña arqueológica, realizada en 1995, en
el viejo cementerio ubicado en el Antic Calvari de la mencionada población, patrocinada por la Dirección General de Patrimonio Artístico de la Conselleria de Cultura de la
Generalitat Valenciana. Dicho cementerio estuvo en uso entre los años 1665 y 1812. En
él se excavó una fosa común cuyo contenido provenía, según documentación existente,
de un cementerio más antiguo utilizado desde el siglo XIII. De esta fosa procede el cráneo trepanado.
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TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
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MÉTODOS DE ESTUDIO Y MATERIAL
La descripción general de la pieza se realiza conforme a los parámetros anatómicos
y antropológicos establecidos (Testut y Latarjet, 1971; White, 2000).
La atribución sexual se ha establecido de acuerdo con las huellas de dimorfismo
sexual mas aceptadas (Ferembach, Schidetzky y Stloukal, 1970), añadiendo el valioso
dato, citado por Genovés, de la existencia o no del proceso retrocigomático supraauditivo (Genovés, 1980).
La asignación de la edad que poseía el sujeto cuyos restos estudiamos, en el momento de su fallecimiento, se ha hecho con los datos disponibles del estudio sutural, con criterios necesariamente amplios, debido al enorme grado de variabilidad general de este
procedimiento (Thillaud, 1996).
Este conjunto de datos se acompaña con la toma de medidas generales propias de la
antropología física (Demoulin, 1986; Olivier, 1960).
Los hallazgos patológicos y de intervención humana se estudian uno por uno, añadiendo los suficientes datos sobre su tamaño y localización anatómica. El diagnóstico se
hará de acuerdo con las características observadas, comparándose con otros hallazgos
similares que servirán de apoyo a los diagnósticos que se hagan.
Para todo ello se ha empleado el siguiente material: compás de puntas curvas, regla
de 20 cm y calibre graduado para las medidas; atlas anatómicos (Testut y Latarjet, 1971;
White, 2000) y de paleopatología, como apoyo a descripciones y diagnósticos (Campillo,
2000; Dastugue y Gervais, 1992; Steinbock, 1976); cámara fotográfica con objetivo
macro para mejor registro de lo observado.
RESULTADOS
La pieza esquelética objeto de este estudio es una calota craneal sin ningún fragmento del esqueleto de la cara. Al cráneo le falta toda la base ósea, todo el hueso temporal derecho y la porción inferior del parietal derecho.
La pieza configura un neurocráneo grande, de aspecto un poco tosco. La glabela, porción mas saliente por delante, es moderadamente prominente. La apófisis mastoidea
izquierda, única que se conserva, es grande. Los arcos supraciliares son gruesos y salientes. El proceso retrocigomático supraauditivo izquierdo está bien marcado. No se puede
valorar el derecho, por faltar la porción ósea que lo contiene, el temporal derecho.
Su superficie externa no presenta huellas reconocibles de suturas craneales. Su longitud máxima es de 195 mm y su anchura máxima de 131 mm.
Todas estas características configuran un cráneo dolicocéfalo, de un varón adulto.
Ateniéndose al estado de las suturas, todas obliteradas, es el cráneo de un adulto de edad
madura.
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Fig. 1.- Vista general del cráneo.
Fig. 2.- Vista en detalle de la trepanación.
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En el lado izquierdo hay una falta de sustancia ósea, de forma oval, abierta por delante (fig. 1 y 2), abarcando casi totalmente la porción ósea de la mitad superior del hueso
temporal, inmediatamente por encima del proceso retrocigomático izquierdo. El borde
inferior de este defecto oval comprende también una pequeña porción del borde inferior
del parietal derecho. Los bordes de este defecto oval están todos afilados, mostrando su
borde superior que el contorno no es redondeado sino poligonal, de trazos casi minúsculos y rectos (fig. 3). Sus dimensiones son: 36 mm de diámetro anteroposterior máximo,
uniendo con una línea imaginaria los márgenes abiertos en el extremo anterior oval, y 26
mm de diámetro supero-inferior máximo.
Este conjunto de características muestra de una forma clara una trepanación del temporal izquierdo, abarcando mínimamente al borde inferior del parietal correspondiente,
sin que existan signos de supervivencia.
La inspección de la cara endocraneal interna, o capa vítrea, muestra una pequeña
tumoración de morfología levemente parecida a la de un piñón. Tiene las siguientes
dimensiones: 1,6 mm de relieve, 9 mm de longitud y 6 mm de ancho. Es de superficie
lisa y está bien delimitado. Está localizado cerca de la línea media del frontal, en la cara
endocraneal del hemifrontal derecho (fig. 4). El diagnóstico paleopatológico es de osteoma frontal derecho endocraneal, o endostoma craneal frontal.
DISCUSIÓN
Una aparente falta de precisión es la fijación de la fecha de la muerte del sujeto cuyos
restos se estudian. Su contexto de procedencia es una fosa común formada por el vaciamiento de otro cementerio. No hay lápidas ni referencias individuales con fechas. Por la
documentación existente, se sabe bien cuando se hizo, 1665, fecha que marcaría el final
de enterramientos en el cementerio original vaciado. La fecha inicial de comienzo de
enterramientos en aquel lugar vaciado tiene un límite posible: no es anterior a la toma
cristiana de la ciudad, ocurrida a principios del siglo XIII. Este amplio margen, s. XIIIXVII no se puede reducir hasta que aparezcan, con el tiempo, nuevos datos.
La asignación sexual del cráneo es clara debido a que los detalles que se consideran
para ello son poco confusos y no dejan lugar a error. La inclusión del estudio de las características del arco cigomático supraauditivo, saliente en esta pieza, criterio indicado por
Genovés, viene avalado por su aparición constante en cráneos de sujetos ya filiados
sexualmente como masculinos, como puede verse en cualquier estudio que se haga sobre
restos esqueléticos humanos (Ferembach, Schidetzky y Stloukal, 1970; Genovés, 1980;
Thillaud, 1996). Puede objetarse que la determinación del sexo por caracteres craneales es
en grado de probabilidad, pues con la edad, por efectos de remodelación ósea, pueden suavizarse, feminizando el cráneo. Pero aquí la conservación de salientes y protuberancias
masculinas, pese a la edad, hace que el diagnóstico sexual sea prácticamente de certeza.
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Fig. 3.- Vista en aproximación del borde
superior de la trepanación.
La asignación de la edad tiene que hacerse con unos márgenes necesariamente
amplios. No se cuenta con los datos valiosos de otras partes del esqueleto y no hay ninguna lápida, es una fosa común. Sólo pueden estudiarse los datos de la obliteración de las
suturas craneales. Este procedimiento tiene unos márgenes de variabilidad bastante
amplios y no es posible ajustar más. Hay una sinostosis total, en grado 4, de ahí el calificativo de edad madura (Thillaud, 1996).
El diagnóstico paleopatológico de osteoma de la cavidad endocraneal, o endostoma,
es claro debido a sus características morfológicas de tumoración lisa y de pequeño tamaño (fig. 4) (Campillo, 2000; Dastugue y Gervais, 1992; Steinbock, 1976). Suele ser
hallazgo frecuente y casual en las autopsias de hoy en día. Si en Paleopatología no se
están describiendo a cada momento es debido a que el cráneo ha de estar roto para poder
inspeccionar cómodamente su interior o habría que someter de manera sistemática a
todos los cráneos a un análisis radiográfico, conveniente pero muy costoso para hacerlo
de forma continua. No originó patología alguna, basándonos en el tamaño escaso que
tiene.
El interior craneal, endocráneo, no mostró, en su examen, ninguna otra huella de
enfermedad interpretable.
El orificio temporal ovalado no hay duda de que es una trepanación, con toda la carga
de intencionalidad debida en su ejecución. Es de tamaño regular, de forma oval, sin astillamiento de los bordes ni irradiación de fisuras reveladoras de trazos de fractura, como
indicaba Broca (1877) (fig. 1 y 2). Los bordes cortantes y la porción superior de ellos está
configurada por finos y pequeños trazos, dando aspecto poligonal (fig. 3). Estas características marcan la ausencia de regeneración del tejido óseo después del acto quirúrgico,
indicando que la trepanación se hizo post mortem, una vez fallecido el sujeto, o bien
falleció éste en pleno acto quirúrgico (Lacroix, 1972). La falta de concreción hace que se
hable de trepanación perimortem.
Ante un hallazgo de este tipo es fácil olvidarse de los protagonistas que se esbozan
detrás de esta clase de lesiones, quizá por estar el estudioso muy pendiente del hallazgo.
Si damos con la imaginación un paso atrás, alejándonos un poco de la lesión en sí, aunque sin perderla de vista, ¿qué más podemos ver?
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TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
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Fig. 4.- Vista del osteoma en la parte interna del cráneo.
El hallazgo de una trepanación supone que podemos ver indirectamente un mínimo
de tres personas. Una que fue el paciente-víctima de esta intervención. Algo le pasó que
puso de manifiesto la necesidad de curarlo, hubiese sido una trepanación en vida del sujeto o ante mortem, o bien la intención de saber qué es lo que le pasaba, haciéndole la trepanación después del fallecimiento o post mortem. Otra que ayudó a tener sujeta la cabeza del paciente, una como mínimo, ya que ésta es extremadamente móvil y hay que sujetarla mientras se practica el orificio craneal. Y, por fin, otra persona que sintió la necesidad que había que intervenir al sujeto, después de indagar que algo le pasaba, bien con
intención de curar, teniendo el valor suficiente pues podía fracasar, bien para averiguar
qué es lo que le había pasado. Tanto una cosa como la otra indican un nivel de curiosidad elevado, base de cualquier ciencia, incluso hoy en nuestros días. Se ha de descartar
un rito mágico efectuado por un hechicero o por seguir unas costumbres, propio de culturas andinas precolombinas, muy alejadas del espacio y del tiempo de los momentos históricos y contexto cultural y médico que abarca esta pieza esquelética; contexto con raíces griegas, latinas y arábigas evolucionadas y en Europa.
¿Qué tenía el sujeto? No aparece ninguna huella en el endocráneo susceptible de patología que justificase esta intervención. No es necesario que se encuentre, pues no todas
las enfermedades que afectan al contenido del cráneo dejan huella en el estuche óseo.
¿Cómo se hizo? Aquí se entra un poco en el terreno de las conjeturas, pues no han
quedado muchas huellas. El borde poligonal superior, constituido por pequeños trazos
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rectos, hace pensar en la acción de un pequeño escoplo y mazo. También se puede pensar en la acción de un cuchillo lenticular, con la punta doblada 90º para no herir meninges, usado como escoplo. Un ejemplo de estas herramientas podemos verlo en la primera parte de la obra de Terrier y Péraire (1895), cuando describe los instrumentos usados
en épocas antiguas.
Pero hay que poner límites. El sujeto que intervino al paciente no era un neurocirujano o un anatomopatólogo conforme los conocemos hoy en día. Una cosa es quitar una
capa de hueso para ver qué pasa en la superficie del cerebro o meninges, y otra muy distinta introducirse de forma intencional dentro de la masa encefálica buscando algo más,
de forma concordante con los signos presentados en vida por el paciente para curar, neurocirugía, o con fin de averiguar qué es lo que le pasó al sujeto una vez difunto, anatomía patológica. Los principios técnicos y básicos de estas disciplinas fueron establecidos
bastante después del fallecimiento del sujeto.
CONCLUSIONES
Se estudia un cráneo proveniente de una fosa común del cementerio del Antiguo
Calvario de Morella (Castellón), fruto del vaciamiento de otro cementerio más antiguo.
Se puede fechar el fallecimiento del sujeto a quien pertenece el cráneo como anterior a
1665 y posterior a los comienzos del s. XIII. Se trata de un sujeto dolicocefálico, varón,
de edad adulta madura.
El examen del interior craneal puso en evidencia la existencia de un endostoma, u
osteoma del interior de la cavidad craneal. Por su tamaño se infiere que no produjo patología a su poseedor.
El examen general puso de manifiesto una trepanación craneal. El estudio de sus
características evidenció que se había efectuado peri mortem: o bien falleció durante la
intervención o inmediatamente después de ella, o fue hecha en el sujeto ya fallecido. Las
características de su borde superior indican que los instrumentos más probables usados
fueron un fino escoplo y un mazo, o bien éste último y un cuchillo lenticular como cincel. La causa que provocó la intervención es desconocida. No hay huellas que puedan
identificarla.
Una reflexión hace ver la existencia de un mínimo de tres personas: El sujeto cuyos
restos se estudian, el sujeto que practicó el orificio y alguien que le sujetaba la cabeza al
primero.
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TREPANACIÓN CRANEAL EN MORELLA
9
BIBLIOGRAFÍA
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FEREMBACH, D.; SCHIDETZKY, I. y STLOUKAL, M. (1970): “Recommandations pour déterminer l’âge
et le sexe sur le squelette”. Bulletin et Mémoires de la Société d’Anthropologie, 6e série, XIII, Paris,
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(eds.): Ciencia en Arqueología. Fondo de Cultura Económica, Madrid, p. 443-453.
LACROIX, M. (1972): Étude médico-légale des pertes de substance de la voûte du crâne. Éd. Masson,
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THILLAUD, P.L. (1996): Paléopathologie Humaine. Sceaux, Kronos, 238 p.
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WHITE, T.D. (2000): Human Osteology. Academic Press, San Diego (2ª ed.), 561 p.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
1
Marc TIFFAGOM* y Alfred SANCHIS SERRA**
EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA
DE L’ASSUT DE BELLÚS. PRIMERAS VALORACIONES
RESUMEN: Se ofrecen los primeros resultados tras la primera campaña de excavaciones
arqueológicas en la Cova de l’Assut de Bellús. A pesar de que la estratigrafía aparece completamente alterada como consecuencia de sucesivas remociones, se han podido documentar diversas
fases de ocupación humana de la cavidad desde el Paleolítico superior hasta época medieval.
PALABRAS CLAVE: Pequeña cavidad, Río Albaida, ocupaciones humanas.
ABSTRACT: Archaeological excavations at the Cova de l’Assut de Bellús. First evaluations. In this paper the first results of the first archaeological excavations at the Cova de l’Assut de
Bellús are reported. Despite the fact that stratigraphy appears completely altered as a consequence
of successive removals, different phases of human occupation in the cave since Upper Palaeolithic
till medieval epoch have been documented.
KEY WORDS: Small cave, Albaida river, human occupations.
* UMR 7041 du CNRS, Équipe d’Ethnologie Préhistorique (Nanterre, Francia). mtiffagom@yahoo.es
** Museu de Prehistòria, Servei d’Investigació Prehistòrica, Diputació de València. alfred.sanchis@dival.es
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2
M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
El presente texto pretende dar una primera noticia y valoración de los trabajos
arqueológicos llevados a cabo por el Servicio de Investigación Prehistórica, en el mes de
julio de 2003, y bajo la dirección de los arriba firmantes, en la Cova de l’Assut.
El yacimiento se ubica en el término de Bellús, población situada al norte de la
comarca de La Vall d’Albaida, en el límite con el término de Xàtiva (La Costera).
Concretamente, se emplaza en un terreno llano, funcionando como un lugar de tránsito
entre las zonas más bajas del río Albaida (Xàtiva) y las más altas de la comarca. Sus coordenadas UTM son 282154 x, 4314387 y, encontrándose a 130/140 metros s.n.m.
Esta pequeña cavidad está situada en la margen izquierda del río Albaida, afluente del
Xúquer, a pocos metros de la Cova de la Petxina, junto al azud (assut), en un estrato calizo (diaclasa) que se eleva desde el nivel del camino a unos 100 metros. Cuenta con una
boca de unos 2 metros (entrada principal) que da paso a una estancia de unos 5 x 3 metros
con techos bajos (fig. 1, 2 y 5); en su fondo se localizan tres o más gateras (fig. 2 y 5).
1. ANTECEDENTES
Tras una revisión de los fondos del Museo de Prehistoria de Valencia, se encuentran
algunos restos óseos y líticos procedentes de visitas anteriores a este enclave. Se identifican huesos de ciervo, conejo y caballo, así como una industria formada sobre todo por
desechos de talla (piezas laminares) que no concretan su adscripción cultural. En el año
2002, realizamos una primera inspección de la cavidad en la que se recogen algunos
materiales en superficie, que tampoco aportan luz sobre el contexto al que pertenecen.
Dada la proximidad de la cueva a los enclaves musterienses de la Cova de la Petxina
y Cova Negra (Villaverde, 1984), se decide llevar a cabo un sondeo para esclarecer si se
produjo una ocupación de este emplazamiento durante el Paleolítico, intentando valorar
la funcionalidad de la ocupación, su relación con el medio circundante y con los yacimientos antes mencionados.
2. LOS TRABAJOS DESARROLLADOS
La cueva presenta un corte referencial exterior de una potencia sedimentaria de aproximadamente 2 metros en su parte más profunda (fig. 3 a 5).
Una vez realizados los trabajos de topografía y de acondicionamiento de las inmediaciones (fig. 1 y 2), se observa que en la cavidad existe una gran cantidad de sedimento pulverulento (de aporte eólico) que se decide eliminar. Esta limpieza superficial afecta a la estancia principal (fig. 2). Como consecuencia de esta acción, comienzan a aparecer los primeros materiales que, por su pátina, tienen apariencia de subactuales.
Del mismo modo, se regulariza el perfil del corte frontal exterior, separándose los
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA DE L’ASSUT DE BELLÚS
Fig. 1.- Cova de l’Assut de Bellús. Vista de las entradas.
Fig. 2.- Cámara principal con las gateras al fondo.
Fig. 3.- Corte frontal exterior antes
de su regularización.
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Fig. 4.- Corte frontal exterior.
materiales correspondientes a cada cambio de coloración, y observando la siguiente
estratigrafía (fig. 4 y 5):
– Capa superficial de color marrón grisáceo y carácter pulverulento.
– Por debajo, una potente capa de color marrón oscuro con abundante fracción de
gran tamaño y carácter anguloso, en la que se aprecian materiales faunísticos y manchas
de carbones.
– En la parte inferior, se produce un cambio de coloración del sedimento volviéndose marrón muy claro, con pocos materiales en el corte y sin manchas de carbones. Esta
última capa descansa directamente sobre la roca madre, aproximadamente a un metro de
profundidad.
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EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN LA COVA DE L’ASSUT DE BELLÚS
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Fig. 5.- Dibujo de la planta con indicación de las zonas excavadas.
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Fig. 6.- Enterramiento medieval.
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7
Se lleva a cabo la delimitación de las zonas afectadas por remociones anteriores, que
comprenden a los cuadros D11, D10, C11, C10, D8, E8, D9 y D6 (fig. 5). En la primera
zona, correspondiente a los cuadros D11, D10, C11 y C10, se observa un relleno formado por sedimento suelto con fauna, sílex y también restos humanos. Como consecuencia
de la aparición de dichos restos en esta zona, nos parece conveniente abrir cuatro cuadros
en extensión al nivel de la capa marrón con fracción, apareciendo un enterramiento
humano en el límite sagital izquierdo de los cuadros D10 y D11 (fig. 5 y 6). El cuerpo
parcial de un individuo se encontraba en posición decúbito supino, faltándole la parte
superior, afectado por la acción de remociones posteriores. Este hecho se corrobora al no
estar presente en diversas zonas el nivel de fracción que se sitúa justo por encima del
cuerpo. El enterramiento no presenta elementos de ajuar asociados y la datación radiocarbónica de uno de sus elementos óseos (ABEL03D10D11) proporciona un resultado de
670-870 d.C.
Los otros dos sectores afectados –D8 y D6 (fig. 5)– presentan también materiales
revueltos y la tierra que los contiene está suelta.
Tras comprobar que parte de la estancia principal aparece removida, se decide realizar un sondeo en la zona con mayor potencia sedimentaria aunque de techo más bajo
(cuadros E5 y E6) (fig. 5), con el objeto de conseguir una sección frontal y otra sagital,
y comprobar de esta manera la potencia estratigráfica, valorando su adscripción cronológica y cultural y ver si también se encuentra alterada.
El nivel marrón oscuro con fracción aporta restos de fauna y también industria lítica
(puntas cruciformes eneolíticas), pero también cerámica que incluso en los momentos
finales del estrato puede vincularse al mundo ibérico y a época romana y medieval. La
excavación del nivel marrón más claro que descansa sobre la roca madre (fig. 5), nos
muestra, salvo por algunos restos óseos de ciervo, que es prácticamente estéril.
Antes del cierre del yacimiento llevamos a cabo la limpieza del acceso a las gateras,
hallando restos de fauna antiguos y también subactuales, cerámica del tercer y segundo
milenio a.C., restos humanos aislados, cuentas de collar y una punta de flecha eneolítica.
Estos materiales tampoco aparecen en contexto arqueológico.
3. EL REGISTRO ARQUEOLÓGICO
En la zona del sondeo, se obtienen entremezclados fragmentos de cerámica pertenecientes al segundo y tercer milenios a.C. (formas globulares, carenadas y con decoración
inciso-impresa), del Bronce final (con decoración a bandas), del Ibérico antiguo (forma
cerrada con decoración pintada a bandas), así como tegulae romanas y cerámica califal.
En cuanto a la industria lítica, está formada por desechos de talla de difícil atribución
cronológica y por dos puntas de flecha que pueden situarse en el final del cuarto y la pri-
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M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
Fig. 7.- Puntas líticas.
Fig. 8.- Cuenta de collar y pectínidos perforados.
mera mitad del tercer milenio a.C. (fig. 7), es decir entre el Neolítico final y el Eneolítico,
similares a las encontradas en los niveles más antiguos de la Ereta del Pedregal (Juan
Cabanilles, 1994).
La fauna recuperada es muy variada: aparecen especies domésticas como cabras,
ovejas, caballos, cerdos y un gato (algunas de apariencia reciente). Entre las silvestres se
documentan restos de ciervo, cabra montés, conejo, tejón, zorro, lince, gato silvestre,
hiena (Crocuta crocuta), lobo, castor (Castor fiber), avifauna indeterminada, malacofauna terrestre, fluvial y marina, anuros, restos de peces, saurios, ofidios, un galápago leproso y abundante microfauna. Gran parte de los ungulados presentan señales de manipulación antrópica, mientras que los carnívoros están libres de tales alteraciones.
También han sido hallados restos humanos, presentes de forma aislada en la mayor
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parte de la zona excavada (estancia y entrada de las gateras) y como enterramiento en los
cuadros D11 y D10 (fig. 6).
Respecto a otros materiales, se documentan restos de vidrio, tanto antiguos (romanos) como modernos, y algunas cuentas de collar de piedra verde en forma de oliva del
Neolítico final/Eneolítico (Pascual Benito, 1998: 123) (fig. 8). De mayor interés son los
dos pectínidos con las charnelas perforadas hallados en el cuadro E6, capa 3 y 4, similares a los hallados en la Cova del Parpalló (Pericot García, 1942) (fig. 8).
4. VALORACIONES
Se han encontrado restos de fauna pertenecientes a especies del Pleistoceno superior
inicial, en concreto de hiena (Crocuta crocuta), en la limpieza superficial de D7, y de castor (Castor fiber), en la capa 2 de E5, taxones que en el área mediterránea se vinculan a
las fases antiguas del Würm y que ya no están presentes en el Paleolítico superior inicial
(Pérez Ripoll, 1977). Hay que tener en cuenta que estas especies se caracterizan por presentar hábitos cavernícolas y pudieron acceder a la cueva por sus propios medios, utilizando la cavidad como refugio o letrina. Los únicos elementos que nos hablan de una
ocupación durante el Paleolítico superior son las valvas perforadas de Pecten sp.
La zona de la estancia está casi en su totalidad removida. La abundancia de cerámicas atribuibles al segundo o tercer milenio a.C., junto a elementos como puntas cruciformes y cuentas de collar (elementos de ajuar), nos hablan de una probable ocupación funeraria de la cueva durante estos momentos. En la entrada de las gateras también han aparecido restos humanos, fauna y cerámica del tercer y segundo milenio a.C., pero también
de época ibérica, romana y medieval.
La aparición del enterramiento nos muestra la perduración de prácticas funerarias en
el interior de las cuevas en época histórica.
Con todos estos datos parece probable un modelo de reiterada ocupación antrópica
de la cavidad en diversas fases culturales desde el Paleolítico superior, posiblemente de
forma muy esporádica. En el Eneolítico, la cavidad pudo tener un uso funerario (cerámica a mano, puntas de flecha, cuentas de collar y restos humanos aislados presentes tanto
en la estancia como en la entrada de las gateras), similar al documentado en otros emplazamientos funerarios eneolíticos precampaniformes del término de Xàtiva (Barranc del
Poll) (Fletcher Valls, 1966).
Nuevas ocupaciones se atestiguan durante la Edad del Bronce, así como en época
ibérica, romana y medieval (enterramiento).
Las consecuentes remociones han provocado que el gran depósito (nivel de color
marrón oscuro) aparezca removido, descansando sobre el nivel más claro que se sitúa
directamente sobre la roca madre y que no ha proporcionado material alguno.
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M. TIFFAGOM y A. SANCHIS SERRA
AGRADECIMIENTOS
A Inocencio Sarrión por facilitarnos mucha información sobre la cavidad y a Vita Korolewich por
la traducción al inglés del resumen del texto. Del mismo modo queremos agradecer al Ajuntament de
Bellús las facilidades prestadas y también a los estudiantes participantes en la campaña de excavaciones su colaboración.
BIBLIOGRAFÍA
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PERICOT GARCÍA, L. (1942): La Cova del Parpalló (Gandía, Valencia). Instituto Diego Velázquez,
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VILLAVERDE BONILLA, V. (1984): La Cova Negra de Xàtiva y el Musteriense de la región central del
Mediterráneo español. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia
(Serie de Trabajos Varios, 79), Valencia, 327 p.
—380—
[page-n-381]
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
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Laura HORTELANO PIQUERAS*
ARQUEOMUSICOLOGÍA. PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN
DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
RESUMEN: Con este trabajo se presenta un modelo de metodología desarrollado para el análisis y sistematización de los artefactos sonoros e instrumentos musicales que aparecen en el registro arqueológico, especialmente de cronología prehistórica. La disciplina encargada de su estudio es
la Arqueomusicología: se determina aquí el ámbito de trabajo de la misma y la metodología básica.
A continuación, se delimitan los dos grandes campos de análisis de este tipo de objetos, el acústico
y el arqueológico, especificando las líneas de estudio más convenientes en cada caso. Para terminar,
se ofrecen una serie de herramientas para la sistematización de los resultados.
PALABRAS CLAVE: Instrumentos musicales, metodología, Prehistoria.
ABSTRACT: Music Archaeology. Keys to systematize sound producing artefacts. This
work provide a methodological model to analyse and systematize sound producing artefacts and
musical instruments from archaeological remains, particularly those from prehistoric chronology.
Music Archaeology studies these objects: here we presents its concrete subject and general methodology. Them, limits of two basic areas of analyses of this kind of objects are specified; those are
acoustics and archaeological studies. Line guides for studying selected cases are presented here.
Finally, we describe several models for systematize the results of analyses and studies.
KEY WORDS: Musical instruments, methodology, Prehistory.
* C/ Cofrentes, 18-26 - 46010 València. E-mail: lahorte25@hotmail.com
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2
L. HORTELANO PIQUERAS
INTRODUCCIÓN
La Arqueomusicología es una disciplina reciente y compleja. Compleja porque se
requieren conocimientos muy variados, procedentes de disciplinas relacionadas con la
Arqueología, pero también de otras vinculadas a la Musicología (Historia de la Música,
Etnomusicología, Paleorganología y Organología) y la Física (Acústica).
Se desarrolla en Europa Central y Europa del Norte a partir de los años 50, bajo la
influencia del Estructuralismo, la Nouvelle Histoire y la New Archaeology, y surge con
la idea de registrar y estudiar los restos de la actividad musical de las civilizaciones desaparecidas (Homo-Lechner, 1989: 73), pero no es hasta 1983 que se definen sus contenidos y líneas de investigación.
En 1982 se había creado, al amparo del ICTM (International Council for Traditional
Music) un grupo de trabajo especializado en Arqueología Musical. Este grupo se reúne
en Nueva York en 1983, y de aquí saldrá su reestructuración definitiva. Las conclusiones
a las que se llegaron en esa reunión fueron:
1. DEFINICIÓN DE SUS CONTENIDOS
1.1. Arqueomusicología es cualquier búsqueda que, con ayuda de métodos interdisciplinares, intente aproximarse, describir e interpretar la música y la práctica musical en: A) época prehistórica (arqueomusicología prehistórica) o/y B)
épocas históricas pero, en este caso, con artefactos arqueológicos (incluyendo
material iconográfico) utilizados como primera fuente documental.
1.2. Es el estudio de los instrumentos (no en uso) y la producción de sonido en las
sociedades del pasado, utilizando métodos derivados de la arqueología y disciplinas relacionadas, añadidas a los métodos de la musicología y la historia.
1.3. La investigación y sus resultados en estos campos combinados puede compararse con investigaciones interdisciplinares similares, a través de las épocas
hasta el presente, para dar solución a la cuestión de si las culturas musicales
actuales derivan de los cambios prehistóricos, o encontrar resultados más precisos para los problemas del continuo cambio de la cultura musical.
1.4. Se divide el grupo (o sus métodos) formalmente en dos secciones:
A. ARQUEOMUSICOLOGÍA PREHISTÓRICA
B. ARQUEOMUSICOLOGÍA HISTÓRICA
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
3
2. DEFINICIÓN DEL NOMBRE DEL GRUPO
De entre seis opciones se decide finalmente STUDY GROUP ON MUSIC
ARCHAEOLOGY (SGMA) (BAM,1985).
C. Homo-Lechner (1989) sistematizaba de esta forma las pautas de la investigación
en esta disciplina: la Arqueomusicología se apoya sobre tres tipos de materiales, que
constituyen lo que ella denomina el primer triángulo de oro de la investigación:
EL OBJETO
EL TEXTO
LA IMAGEN
El segundo triángulo de oro de la arqueomusicología lo constituyen los tres pilares
sobre los que se levanta esta disciplina, en los que convergen todas las especialidades
auxiliares:
DOCUMENTAR
RECONSTRUIR
INFORMAR
I) DOCUMENTAR: se basa en la colaboración de investigadores diversos, como
musicólogos, organólogos, arqueólogos, filólogos, historiadores del arte, que siguen cuatro líneas de trabajo:
1. La música pura (notación, escalas, interpretación); es la auténtica arqueomusicología y paleografía musical.
2. Los instrumentos hallados en contextos arqueológicos; es la paleo-organología.
3. Las representaciones de instrumentos (y de otras manifestaciones musicales); es
la iconografía musical.
4. Los textos que mencionan la práctica musical; es la filología musical.
II) RECONSTRUIR: colaboran acústicos, fabricantes de instrumentos y músicos.
III) INFORMAR: fomentando reuniones, publicaciones, emisiones radiofónicas o
televisivas, películas, conciertos y registros discográficos.
Como puede verse, la Arqueomusicología es una disciplina que recibe aportes de otras
muchas, procedentes de áreas diversas de investigación. Compaginar y ordenar los elementos de tan diversas procedencias no es tarea fácil, y es por eso que también hay dificultades a la hora de establecer una metodología más o menos estandarizada. Cada investigador se preocupa en analizar los datos que le interesan para sus objetivos particulares.
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4
L. HORTELANO PIQUERAS
OBJETIVOS
En el año 2003, desde la Universidad de Valencia, se desarrolló un trabajo de investigación para identificar y clasificar los posibles artefactos sonoros que proporciona el
registro arqueológico para la Prehistoria peninsular.
Para ello, en primer lugar, se realizó una amplia búsqueda de bibliografía sobre la
materia, bastante especializada, dispersa y, la mayor parte de las veces, difícilmente accesible. Después se establecieron claramente los límites de la investigación, y se determinaron las fuentes y las diferentes disciplinas que ayudarían a la localización, identificación y análisis de este tipo de artefactos. Por último se realizó un cuadro general de los
instrumentos musicales/artefactos sonoros que hay ya identificados y reconocidos en el
registro arqueológico europeo y de la ribera del Mediterráneo, dentro de los límites cronológicos de la prehistoria.
Se llevó a cabo también una compilación de los instrumentos musicales que etnomusicólogos y paleorganólogos han determinado como los más primitivos, de raíces prehistóricas, y se confrontaron estos resultados con los materiales arqueológicos de la
Prehistoria peninsular publicados hasta el momento, con el fin de identificar estos posibles artefactos sonoros.
El siguiente paso fue el establecimiento de sistemas de análisis y registro de datos
para este tipo de materiales, elemento fundamental para determinar la verdadera función
y clasificación de los mismos.
METODOLOGÍA: GENERALIDADES
J. Blacking, uno de los investigadores que se ha preocupado de la definición de contenidos, límites y metodología de la Arqueomusicología, estableció en el simposio “The
Archaelogy of Early Music Cultures” de 1988 una serie de premisas básicas que todo
interesado en arqueología musical debe tener en cuenta antes de abordar el estudio de los
restos (Blacking, 1988: 331-332):
1. Puesto que la música es un hecho social, su historia y su prehistoria no pueden
describirse como “una serie progresiva de descubrimientos en la organización
de patrones sonoros”.
2. La evolución de los estilos musicales no se corresponde con la evolución de la
tecnología.
3. La cantidad y la variedad de géneros musicales que los miembros de una misma
sociedad practican no puede predecirse basándose en la cultura material, que es
lo que queda en el registro arqueológico. Esta cuestión es especialmente importante en los restos de practica musical de las épocas prehistóricas. Y, por supues—384—
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
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to, teniendo en cuenta que posiblemente había una gran variedad de instrumentos en materias vegetales que pueden haber desaparecido por completo (esto es,
que ni siquiera pueden tener paralelos en etnografía).
Y todavía va más allá, y presenta unas cuestiones que no deben perderse de vista
acerca de los datos arqueológicos y prehistóricos, en dos tipos de situaciones:
A. Cuando hay una evidencia clara de actividad “musical”: la reproducción de los
tonos y sonidos de un instrumento, por ejemplo, de viento, no puede contemplarse como evidencia del uso de una escala o modo, porque los mismos músicos seleccionan y restringen a menudo el número de tonos, y alteran los sonidos
mediante técnicas de control de respiración, de uso de la embocadura y de taponamientos parciales de los agujeros.
B. Allí donde no hay evidencia material o ésta es muy pequeña, como sucede con
la “música” prehistórica: los resultados son inevitablemente muy especulativos;
sin embargo, con la ayuda de datos etnomusicológicos y antropológicos las conclusiones pueden ser muy interesantes, si no se hacen comparaciones directas.
Por su parte, C. Lund (1988: 300) presentó un esquema que resumía la metodología
básica de la disciplina (fig. 1). Según este esquema, se parte de los restos arqueológicos,
entre los que se ha detectado un posible instrumento musical. Sobre este posible instrumento (o artefacto sonoro) se elaboran teorías e interpretaciones que hay que confirmar.
Para ello se pueden seguir dos líneas de análisis: una sobre los originales y otra sobre
reproducciones. Los análisis sobre los originales son de dos tipos: descriptivos y de laboratorio. Los descriptivos se centran en cuestiones tipológicas y morfológicas. Los análisis de laboratorio son arqueológicos y acústicos. Entre la analítica arqueológica se
encuentran estudios tafonómicos, traceológicos, osteológicos, con rayos X, etc. Los análisis acústicos sirven para medir la capacidad sonora del artefacto.
Con las reproducciones se pueden efectuar pruebas sonoras de diversa índole: acústicas, es decir, sobre el propio sonido emitido; prácticas, o sea, sobre las posibilidades
sonoras del artefacto según la técnica de ejecución. Además hay que buscar analogías,
mediante comparaciones con otros materiales, tanto arqueológicos como etnográficos;
después se establecen tipologías y dataciones, cuadros cronológicos, etc. Contrastando
los resultados de ambos tipos de análisis se pueden establecer nuevas teorías o confirmar
las iniciales. Ya tenemos el artefacto sonoro analizado de manera científica; éste puede
ahora ponerse en relación con nuevos hallazgos del registro arqueológico (nuevamente,
los datos arqueológicos).
A pesar de que algunos investigadores han intentado establecer unas pautas básicas
para definir y trabajar en el campo de la arqueomusicología, no hay ningún manual. Son
tantas las disciplinas que convergen en ella y tan variadas las fuentes de las que bebe, y
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L. HORTELANO PIQUERAS
_.
TEORÍAS
INTERPRETACIONES
ANALOGÍAS
~
INVESTIGACIÓN
(originales)
EXPERIMENTACIÓN
(réplicas)
Descripción
Agrupación
TESTS PRÁCTICOS
Posibilidades
Técnicas de toque
Características sonoras
Uso potencial
EXAMEN DE
LABORATOR 10
Osteológico
Químico
Conservación
Acústica
Rayos X
POSIBLE
INSTRUMENTO
MUSICAL
TESTS ACÚSTICOS
Análisis tonal
Espectro
Medida sónica
Altura potencial
DATOS
ARQUEOLÓGICOS
,
Ir
Planos
Combinaciones
Contexto
Material
comparable
Datación
Cronología
Tipología
DOCUMENTACIÓN
PUBLICACIÓN
Fig. 1.- Procedimientos metodológicos para trabajar sobre un posible artefacto sonoro. Según Lund, 1988: 300.
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
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también tan distintos los especialistas que trabajan en ella, que hace que los marcos metodológicos sean igualmente diversos. No obstante, presentaremos a continuación una serie
de pautas y procedimientos para analizar y sistematizar los artefactos sonoros arqueológicos de la manera más completa posible.
LOS CAMPOS DE ANÁLISIS Y LOS PROCEDIMIENTOS
Cuando nos enfrentamos a un posible artefacto sonoro o musical se deben realizar
sobre él dos tipos de análisis: por un lado los propiamente acústicos, y por otro los vinculados a la arqueología descriptiva (tecnología, huellas de uso, etc.); además siempre
que sea posible hay que realizar pruebas experimentales e indicarlas.
Los procedimientos y la sistematización en la toma de datos dependerán de la categoría del resto, dentro de las establecidas por C. Lund (1981: 247) para el registro de artefactos sonoros arqueológicos. Este material sonoro puede clasificarse, según dicha autora, en base a dos sistemas:
A. La clasificación tipológica desarrollada por E. Sachs y A. Hornbostel, que es la
que se utiliza normalmente, y que divide a los instrumentos musicales en:
IDIÓFONOS, CORDÓFONOS, AERÓFONOS y MEMBRANÓFONOS,
dependiendo del modo con el cual se genera la vibración sonora.
B. Un sistema nuevo, desarrollado por la propia autora, denominado AGRUPACIÓN POR PROBABILIDAD (probability grouping), que los clasifica en
cinco grupos:
1. Objetos que son claramente artefactos productores de sonido.
2. Artefactos con un gran potencial de haber sido utilizados como productores
de sonido.
3. Artefactos que probablemente son, a juzgar por analogías en el registro
arqueológico, de funciones variadas, entre ellas la producción sonora.
4. Artefactos que probablemente no se hicieron para producir sonido, pero que
por su diseño pueden producirlo, y desarrollar a la vez su función primaria.
5. Artefactos de función desconocida, pero que como consecuencia de su diseño y de las circunstancias del hallazgo, podrían pensarse que tienen en la producción de sonido una de sus funciones.
Sin bien la mayor parte de los investigadores siguen el sistema tradicional, la mejor
opción, si se quiere tener una visión amplia del panorama musical prehistórico, al modo
de los historiadores de la música, es usar una combinación de ambas, es decir, la básica
sería la clasificación de C. Lund y, dentro de la misma, se podría aplicar el sistema de C.
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Sachs; así tendríamos una visión más completa de cómo podría ser el panorama sonoro
en cada época o lugar. Además, nos ayuda a comprobar el grado de fiabilidad y de capacidad sonora de los artefactos seleccionados.
Como se comentaba al principio, los procedimientos serán diferentes dependiendo de
la categoría del resto. Si se trata de un artefacto claramente productor de sonido, o con
muchas probabilidades de haber tenido uso musical, se puede empezar por los análisis
acústicos, bien con el original, bien con reproducciones. Estas reproducciones nos sirven
después para la fase experimental, en la que se hacen variaciones sobre el tipo de ejecución y se comprueba si alguno de los usos musicales deja señales en la réplica, que luego
se pueden buscar en el propio objeto. Si el objeto en cuestión puede presentar otra función, o se presta a confusión, el procedimiento es inverso: conviene realizar reproducciones, experimentar con la utilidad musical de las mismas, y pasar después a comprobar
el comportamiento sonoro de nuestro artefacto seleccionado.
A. Los análisis acústicos
En cuanto al primer tipo de análisis, los acústicos, conviene aclarar primero cual es
el objeto de estudio de la Acústica. Ésta se define como la ciencia que se ocupa de las
características físicas del sonido (altura, intensidad, duración, timbre, entre otros muchos
más componentes, etc.). También se ocupa del análisis técnico de la factura de los objetos sonoros.
Casi todos los análisis sonoros que se efectúan sobre los artefactos productores de
sonido se llevan a cabo a través de una serie de parámetros numéricos y gráficos que
maneja la acústica. Nos proporciona, por tanto, las pautas de análisis y la codificación de
los resultados.
El estudio de la producción sonora desde una perspectiva científica debe tener en
cuenta todos los fenómenos citados anteriormente. No obstante, hay dos caminos para
estudiarlos desde esta perspectiva, que se encuentran correlacionados entre sí, según el
análisis parta desde la iniciativa del físico o del músico (fig. 2). El físico ve el objeto como
un generador de señales acústicas, que se pueden leer y medir, y a las que se adjudican
valores físicos. El músico ve el objeto como un instrumento musical, que emite un sonido con unas cualidades determinadas, que son las que definirán los valores musicales de
dicho sonido. Aparentemente se persiguen objetivos diferentes; sin embargo, el punto
común, el sonido, puede ser medido desde ambos campos: los valores musicales que
determina el punto de vista del músico tienen unos valores físicos, que apoyan matemáticamente esas cualidades sonoras; y los valores y medidas físicas tomados por el especialista en acústica adquieren valores musicales, que son, al fin y al cabo, los que justifican
el uso de ese objeto o artefacto como instrumento musical (Schaeffer, 1996: 80-81).
Estos preceptos deben tenerse en cuenta, sobre todo a la hora de realizar trabajos
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
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Fig. 2.- Procedimiento de análisis acústico de un instrumento musical según se parta de la iniciativa
de un físico o de un músico. Según Schaeffer, 1996: 81.
interdisciplinares, ya que hay que tener claros cuáles son nuestros objetivos y nuestros
procedimientos y cuáles pueden ser los de los colaboradores en el campo de la acústica.
El siguiente paso es concretar los procesos de estudio a efectuar sobre los artefactos
sonoros; éstos son diferentes si se trata de objetos que emiten sonidos de altura definida
o de altura no definida. Para el primer caso, los artefactos que emiten sonidos de altura
definida, los análisis que deben efectuarse son, en primer lugar, la medición de la frecuencia del sonido emitido (en Hz). Lógicamente esta medición no debe realizarse con
un aparato regulado según el sistema temperado, sino con un medidor de cents. El sistema de cents, establecido por Ellis en 1885, divide cada semitono temperado en 100 cents,
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L. HORTELANO PIQUERAS
con lo que nos salen 1200 fracciones de la octava, lo que permite la medición acústica de
sonidos emitidos por artefactos sonoros no temperados, como sucede con la mayor parte
de instrumentos de culturas musicales no occidentales.
También es recomendable medir la intensidad de estos sonidos emitidos (en dB).
Estos serían dos procesos básicos, que nos llevarían también a la necesidad de elaborar
diagramas de Fourier y sonogramas. El procedimiento científico-acústico para la toma de
datos y la extracción de conclusiones viene detallado por P. Schaeffer en su tratado.
Recordemos que los pasos que se seguían eran:
1. Generación del sonido.
2. Se produce una señal sonora (por tanto, ese artefacto se considera un objeto
sonoro).
3. Lectura de la señal (la señal sonora se percibe como musical, como reclamo,
como aviso, etc.).
4. Medición de la señal y dotación de valor musical.
Después ya se puede pasar a la experimentación con los sonidos: hay que probar,
experimentar y contrastar todas las formas posibles de emitir y variar el sonido emitido
con todos y cada uno de los artefactos, o sus reproducciones. Se puede experimentar con
el sonido en diferentes ambientes que pudieran tener relación con las circunstancias en
las que las sociedades prehistóricas pudieron usarlos (parajes con arte prehistórico, cuevas, santuarios). Nos ayudamos de la etnomusicología, pero también de otras disciplinas
vinculadas con la etnografía, como técnicas de caza, rituales populares, folklore, etc., que
nos informan sobre los artefactos sonoros que se utilizan en ellos, y nos pueden inspirar
para deducir usos musicales de algunos objetos.
En los instrumentos de altura no definida sólo se puede experimentar con el sonido
en cuanto a variaciones rítmicas o melódicas o posibilidades sonoras. Se les pueden aplicar también los estudios sobre diferentes ambientes, las circunstancias de utilización, etc.
En cuanto a la extracción de conclusiones, también P. Schaeffer nos facilita su “sistema de escucha reducido”, que se ajusta más a los objetivos de la arqueomusicología que
el tradicional: se parte del solfeo de los objetos musicales (es decir, la identificación de
los sonidos musicales). Después se realiza la clasificación del sonido, y su análisis. Se
determina la especie del objeto, se describe su morfología y el género del objeto (formamateria). Por último se analiza y confirma la realización sonora (Schaeffer, 1996).
B. Análisis experimentales
Para llevar a cabo los análisis experimentales, tanto si se trata de objetos de piedra,
de barro, de hueso es imprescindible realizar reproducciones lo más exactas posibles. El
proceso es la emisión de sonidos, realizando todas las pruebas de ejecución posibles, y se
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
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observarían las consecuencias para el objeto que pudieran tener. A continuación anotamos algunas posibilidades de estudio:
1. Huesos, placas, piedras percutidas: pruebas de percusión con bastoncillos de
madera y/o hueso, comprobar los piqueteados que quedan en la superficie, y
cuánto tiempo de percusión es necesario para que quede alguna señal; distribución de las señales.
2. Sonajas: comprobar si el uso como sonajas de algunos elementos deja señales
(erosión en los bordes, descamaciones) y si estas marcas podrían confundirse o
no con las dejadas por otros usos (por ejemplo, conchas ensartadas y agitadas).
3. En los rascadores, se sabe que el frotado para producir sonido deja lustre y algunas descamaciones en los dientes practicados en el objeto.
4. La utilización de determinados objetos como aerófonos es más difícil de comprobar, pero, por ejemplo, en las bramaderas se podría estudiar el tipo de marcas que quedan en el orificio por este tipo de uso musical, ya que el giro del instrumento en torno a la cuerda es muy característico.
5. En otro tipo de artefactos, sobre todo los aerófonos de soplo, es bastante más
difícil localizar este tipo de señales, ya que son actividades poco agresivas con
el objeto.
El método de selección y anotación de resultados también nos lo proporciona P.
Schaeffer en su tratado. Este es, además, el proceso que se ha seguido en este trabajo para
sistematizar los resultados, porque se parte del objeto: se construyen instrumentos; después se establece la clasificación musical a partir de los objetos (la textura, el carácter) y
se hace una síntesis. Se establece el género de los objetos, la tipología, y se hace una identificación de los artefactos en su contexto (articulación, entonación). El último paso es la
ejecución musical (porque viene determinada por el tipo de artefacto que tenemos, es
decir, primero tenemos que identificar un objeto como silbato, y luego hacerlo sonar
como tal).
Éstas son sólo algunas propuestas de estudios muy determinados, limitados a la búsqueda en los objetos de señales que podamos relacionar con un uso musical. Lógicamente
para determinar muchas de ellas primero hay que realizar reproducciones y usarlas con
este fin, para determinar qué tipo de señales deberemos buscar. Es aquí donde entran en
función los conocimientos sobre técnicas de ejecución instrumental y de organología.
Nos ayudarían también, en el caso de que el tiempo necesario para que se produzcan estas
señales sea extremadamente largo, a encontrar explicaciones posibles a la ausencia de
señales, de ningún tipo, que se aprecia en determinados artefactos.
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L. HORTELANO PIQUERAS
SISTEMAS DE REGISTRO Y CLASIFICACIÓN DE LOS DATOS
Una vez establecidas las pautas de análisis se planteó la siguiente cuestión: ¿cómo
recoger y sistematizar los resultados? La confluencia de diferentes tipos de estudios en el
análisis e inventario de los artefactos sonoros prehistóricos hace que sea complicada la
elaboración de fichas de registro de estos elementos. Estas fichas, sin embargo, son necesarias para una buena recogida, sistematización y estudio de los mismos.
Una completa ficha de estudio debe recoger varios tipos de análisis: descripción morfológica, contexto arqueológico, estudios sobre las huellas de uso, acústicos, las hipótesis de interpretación, y sistemas de ejecución instrumental, y comparaciones y analogías
etnográficas, iconográficas... Además cada objeto hay que agruparlo en la categoría y
grupo que le corresponda, y hay algunos objetos que pueden estar en varios grupos sonoros. Lógicamente es una ficha muy extensa. Además, también hay que tener en cuenta
que muchos elementos que recogemos generalmente están faltos de pruebas sonoras que
determinen su funcionalidad.
Por eso proponemos el uso de dos tipos de fichas para cada objeto: unas fichas de
recogida de datos previos, en las que se describe el artefacto, las circunstancias del
hallazgo, cronología, hipótesis de usos musicales y propuestas de análisis para la confirmación/ rechazo de su uso como artefacto sonoro; y otra definitiva, en la que ya aparecen las conclusiones de los estudios arqueológicos y acústicos llevados a cabo sobre la
pieza para aquellos artefactos de dudosa función, y los artefactos ya considerados instrumentos musicales por los investigadores. Esta ficha debe incluir campos descriptivos
(identificación del objeto, materia prima, contexto arqueológico- descripción y cronología- descripción de la forma),otros para señales de uso, señales relacionadas con el proceso de fabricación; otros para las pruebas acústicas y los resultados de las mismas, los
paralelos y la interpretación final (fig. 3).
Por otra parte, en los materiales arqueológicos la realización de pruebas directas
sobre la pieza es casi imposible. En el caso de los artefactos sonoros las reconstrucciones
experimentales han de ser lo más exactas posibles, ya que los resultados acústicos pueden variar ante diferencias, por mínimas que sean, de materia o de forma. Es muy importante también llevar un registro detallado de estas reconstrucciones: recoger los procesos
de fabricación al detalle, los análisis físicos del objeto, los resultados sonoros en cada tipo
de ejecución (si tuviera varias posibilidades), señales que deja la actividad, etc. De esta
forma las reproducciones se convierten en una verdadera fuente de información y apoyo
para la identificación como sonoros o no de los artefactos registrados como posibles instrumentos de música.
La agrupación de los materiales y objetos del mismo tipo musical da lugar a una ficha
que clasifica los diferentes artefactos sonoros identificados o que podrían identificarse en
el futuro. Es un modelo fundamental para tener visión de conjunto del panorama sonoro
prehistórico, ya que permite observar las categorías y tipos de restos en cada momento
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
ldentificació n
Material
Contexto Arqueológico
Localizadón actual
Yacimiento, capa o unidad estratigráfica y breve
descripción. Cronología, adscripción cultural.
Museo, colección o
centro de irwestigación,
y n° de inventario.
Descripción morfológica
Conviene anotar aquí cualquier rasgo que consideremos
de especial interés para su interpretación como artefacto sonoro.
Morfometría
No sólo las dimensiones del
objeto, sino también de los
orificios o marcas que tuviera.
Huellas de uso
Además de las señales de
un posible uso musical, hay que
anotar las marcas que pudieron
dejar otros usos.
Interpretación y paralelos
Tecnología
Aspectos relacionados oon
el proceso de fabricación.
Análisis organológico
Descripción del objeto como
artefacto musical, formas de ejecución
musical con el mismo y resultados de
pruebas sonoras que se hayan hecho.
Documentación gráfica
Paralelos no sólo del registro
arqueológico, sino también
iconográficos y etnográficos.
Referencias bibliográficas
Fig. 3.- Ficha de recogida de datos para un posible artefacto sonoro. Elaboración propia.
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L. HORTELANO PIQUERAS
IDENTIFICACióN! Nombre del artefacto sonoro.
CATEGORíA! De las cinco establecidas ¡:m C. Lund.
FAMILIAIDe las cuatro de C. Sachs.IGRUPOICiasificación dentro de cada categoría.
DESCRIPCIÓN MORFOLÓGICA
TÉCNICAS DE EJECUCIÓN
Descripción del artefacto, materia, forma,
dimensiones, etc.
Formas de emitir sonido con este
artefacto. Se incluyen todas las formas
y modalidades posibles, así como los
resultados sonoros, si proceden.
CRONOLOGÍA
1
Momento en que surge.
EXTENSIÓN GEOGRÁFICA
11
Áreas y regiones en que se documenta su uso.l
VARIANTES Artefactos que presentan diferencias con el modelo tipo, pero que
corresponden , sin duda, al mismo tipo de objeto sonoro.
PARALELOS
ETNOGRÁFICOS
Paralelos etnográficos del
artefacto tipo y sus variantes,
diferentes formas de ejecución
musical, usos y funciones del
artefacto en cada ejemplo, etc.
ICONOGRÁFICOS
Representaciones del
artefacto sonoro en
cualquier tipo de soporte,
incluso si la identificación
se ha hecho con reservas.
OTROS
Se incluirán aquí
las relaciones con
instrumentos del
folklore español,
aunque éste
corresponda a la
etnografía, y las
re producciones
hechas de forma
experimental.
DOCUMENTACIÓN GRÁFICA
Fig. 4.- Ficha para la clasificación de un artefacto sonoro-instrumento musical. Elaboración propia.
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PAUTAS PARA LA SISTEMATIZACIÓN DE LOS ARTEFACTOS SONOROS
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cronológico, y su distribución geográfica, y ayuda a localizar posibles artefactos sonoros
en el registro arqueológico. En la figura 4 se pueden ver los campos más interesantes que
podría contener.
Los diferentes modelos de análisis y métodos de recogida de datos presentados pretenden ser una herramienta de trabajo para el estudio de los artefactos sonoros prehistóricos. Son el resultado de numerosas pruebas, experimentaciones e intentos de recogida
de la mayor cantidad de informaciones posibles acerca de los mismos. Por ser un ámbito de estudio determinado, aunque una parte de los análisis proceden de disciplinas de la
Arqueología, presenta una serie de campos muy particulares, como son los relacionados
con los análisis acústicos y organológicos, por lo que necesitan una serie de análisis y de
métodos de trabajo no propiamente arqueológicos. Con los modelos de fichas presentados se ha intentado establecer una pauta de recogida de datos para cada una de las fases
de estudio de un artefacto sonoro o un instrumento musical procedente de una excavación arqueológica, que culmina con la plena identificación tipológica del objeto y las
posibilidades sonoras que tiene.
Se sigue trabajando en la delimitación de los análisis acústicos que son más apropiados para cada tipo de artefactos, menos agresivos y con resultados más fiables; contamos
para ello con los tremendos avances de la informática aplicada a la acústica. Unos métodos de análisis y unos avances que esperamos den pronto interesantes resultados.
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LUND, C. (1981): “The Archaeomusicology of Scandinavia”. World Archaeology, 12 (3), London, p.
246- 265.
LUND, C. (1988): “Animal calls in Ancient Scandinavia”. En E. Hickmann y D.-W. Hughes (eds.): The
Archaeology of Early Music Cultures. Bonn, p. 289- 303.
SACHS, C. (1947): La historia universal de los instrumentos musicales. Ediciones Amorrortu, Buenos
Aires.
SCHAEFFER, P. (1996): Tratado de los objetos musicales. Alianza, Madrid.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
NORMAS PARA LA PRESENTACIÓN DE ORIGINALES
Archivo de Prehistoria Levantina es una revista periódica de carácter bienal, editada por el Museu de Prehistòria de
València. Tiene como objetivo la publicación de estudios, trabajos y notas sobre Prehistoria, Protohistoria y
Arqueología en general, siendo su vocación de ámbito esencialmente mediterránea, aunque no exclusivamente.
APL admite cualquier lengua hispánica, además de francés, inglés, alemán o italiano. La extensión de los trabajos
–incluyendo texto general, notas, ilustraciones (figuras de línea, láminas, gráficos, etc.) y tablas, con sus pies– deberá
tener un máximo de 40 páginas (100.000 caracteres). Los autores decidirán la proporción de texto e ilustraciones en
cada caso.
Los trabajos habrán de ser inéditos, aunque excepcionalmente podrán tener cabida traducciones de artículos ya publicados, en lenguas no hispánicas, cuya temática sea de especial interés de acuerdo con la línea editorial expuesta.
Los originales deberán remitirse a la siguiente dirección: Revista APL / Museu de Prehistòria de València / Carrer de
la Corona, 36 / E-46003 València. Correo-e: revista.apl@dival.es
Formato general
Utilizando un programa informático de texto, los originales se presentarán impresos en Din A-4, por una sola cara y
sin correcciones a mano. Cada página tendrá entre 30 y 35 líneas, dejando los márgenes suficientes (configuración de
página por defecto de Winword, p.e., con tipo de letra Times New Roman, cuerpo 12 e interlineado 1,5); todas las páginas irán numeradas. La numeración de las notas se hará siguiendo el orden de inclusión en el texto, y se reunirán al
final de éste para facilitar el trabajo de composición.
La primera página del texto presentará, en primer lugar, el nombre y apellido(s) del autor(es), seguido de un asterisco que remita, al pie, a la dirección completa de la Institución donde se presta servicio (una por autor) o, en su defecto, del domicilio particular, además de la dirección de correo electrónico. En segundo lugar, el título del trabajo; y a
continuación, el resumen del texto y las palabras clave en dos lenguas, una de las cuales deberá ser no hispánica (francés o inglés, preferentemente). Es importante que el resumen incluya objetivos, métodos, resultados y conclusiones,
con una extensión entre 50 y 150 palabras. El resumen en lengua no hispánica deberá ofrecer el título del trabajo en la
lengua utilizada. Las palabras clave deben permitir la localización del artículo en búsquedas informatizadas por temática, metodología, localización geográfica y cronológica. Los agradecimientos u otras notas parecidas se situarán al
final del texto, antes de la bibliografía.
Se entregarán dos copias impresas, con las figuras, láminas, tablas, etc., separadas del texto, junto con un disquete o
CD conteniendo exactamente los mismos archivos informáticos, preferentemente en formato IBM-PC, con indicación
del programa utilizado. En hoja aparte se hará constar la dirección completa del autor(es), el teléfono y el correo electrónico.
Ilustraciones
Todas las ilustraciones (figuras de línea, láminas –fotografías–, tablas y gráficos) se entregarán en formato digital,
junto con dos copias impresas; las figuras, láminas y gráficos en formatos preferentemente TIFF, EPS o JPEG, con una
resolución final de 300 ppp. Ninguna ilustración se compondrá dentro del texto, aunque sí deberá estar indicada en él.
Los pies respectivos se incluirán en listados también aparte, con los datos completos de identificación.
Las figuras llevarán escala gráfica, normalizando su representación y orientando de forma convencional los objetos
arqueológicos. Los mapas indicarán el Norte geográfico. La rotulación, en mapas o figuras, tendrá el tamaño suficiente para que, en caso de reducción, sea claramente legible. La numeración será independiente en cada caso: figuras de
línea, tablas o gráficos en números arábigos; láminas (fotografías) en romanos. Para la confección de la parte gráfica
(figuras de línea sobre todo) deberá tenerse en cuenta la caja de APL (150 x 203 mm), pudiendo ser el montaje a caja
entera, a 1/2, a 1/3, o a 2/3 (APL no tiene el formato a 2 columnas).
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Referencias bibliográficas
Las citas bibliográficas en el texto se realizarán de la forma siguiente: situado entre paréntesis, el apellido(s) del
autor(es), con minúsculas y sin la inicial del nombre propio, seguido del año de publicación y, caso de referencias completas, de la página, figura, etc. reseñadas tras dos puntos. Ejemplo: (Aura Tortosa, 1984), (Pla, Martí y Bernabeu,
1983a: 45). Si hay más de tres autores: (Martí et al., 1987).
La lista bibliográfica se situará al final del trabajo, siguiendo un orden alfabético, por apellidos. Se incluirán todos
los nombres en las obras colectivas. No son aconsejables las citas en texto de trabajos inéditos (tesis, tesinas); es preferible su reseña completa en notas al pie. Las obras en prensa, para ser aceptadas, deberán tener todos los datos editoriales.
La reseña completa de las citas (lista bibliográfica) atiende a los siguientes criterios: el apellido(s) del autor(es), en
mayúscula, seguidos por la inicial del nombre propio y por el año de publicación de la obra entre paréntesis, diferenciando con letras (a, b, c, etc.) trabajos del mismo autor(es) publicados en el mismo año. Los títulos de monografías
(libros u obras colectivas bajo el mismo lema) o, en su caso, de revistas o actas de Congresos deberán ir en cursiva y
sin abreviar. Para las monografías se señalará la editorial (o entidad editora) y el lugar de edición; para las revistas, el
volumen, el lugar de edición y las páginas del artículo; y para los Congresos, el lugar y la fecha de celebración, así
como el lugar de edición y páginas. Los siguientes ejemplos ilustran la normativa:
AURA TORTOSA, J.E. (1984): “Las sociedades cazadoras y recolectoras: Paleolítico y Epipaleolítico en Alcoy”.
En Alcoy. Prehistoria y Arqueología. Cien años de investigación. Ayuntamiento de Alcoy e Instituto de Estudios
‘Juan Gil-Albert’, Alcoy, p. 133-155.
[Ejemplo de contribución a obra colectiva sin editor]
FUMANAL, M.P. (1986): Sedimentología y clima en el País Valenciano. Las cuevas habitadas en el cuaternario
reciente. Servicio de Investigación Prehistórica, Diputación Provincial de Valencia (Trabajos Varios del SIP, 83),
Valencia, 207 p.
[Ejemplo de monografía (libro)]
INGOLD, T. (ed.) (1994): What is an animal? Routledge (One World Archaelogy, 1), London, 191 p.
[Ejemplo de monografía (obra colectiva con editor)]
MARTÍ, B.; FORTEA, J.; BERNABEU, J.; PÉREZ, M.; ACUÑA, J.D.; ROBLES, F. y GALLART, M.D. (1987):
“El Neolítico antiguo en la zona oriental de la Península Ibérica”. En J. Guilaine, J. Courtin, J.-L. Roudil y J.-L.
Vernet (dirs.): Premières communautés paysannes en Méditerranée occidentale. Actes du Colloque International
du CNRS (Montpellier, 1983). Éditions du CNRS, Paris, p. 607-619.
[Ejemplo de comunicación a Coloquio, con directores de publicación]
PLA, E.; MARTÍ, B. y BERNABEU, J. (1983a): “Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia). Campañas de excavación 1976-1979”. Noticiario Arqueológico Hispánico, 15, Madrid, p. 41-58.
[Ejemplo de artículo en revista]
PLA, E.; MARTÍ, B. y BERNABEU, J. (1983b): “La Ereta del Pedregal (Navarrés, Valencia) y los inicios de la
Edad del Bronce”. En XVI Congreso Nacional de Arqueología (Murcia-Cartagena, 1982), Zaragoza, p. 239-247.
[Ejemplo de comunicación a Congreso sin directores, editores, etc., de publicación]
VV.AA. (1995): Actas de la I Reunión Internacional sobre el Patrimonio arqueológico: Modelos de Gestión.
Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de Valencia y Castellón, Valencia,
135 p. [Ejemplo de monografía (obra colectiva sin editor)]
WISE, A.L. y THORME, T. (1995): “Global paleoclimate modelling approaches: some considerations for archaeologists”. En J. Huggett y N. Ryan (eds.): Computer Applications and Quantitative Methods in Archaeologia, 1994.
BAR International Series 600 (Tempvs Reparatum), Oxford, p. 127-132.
[Ejemplo de contribución a obra colectiva con editores]
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Pruebas y separatas
Las pruebas de imprenta, salvo petición expresa del autor, serán corregidas por los miembros del Consejo de
Redacción de la revista. En caso de corrección por autor, la devolución de pruebas se realizará en un plazo máximo de
quince días desde la fecha de entrega de las mismas para evitar retrasos de publicación. Si son varios los autores del
trabajo, las pruebas se dirigirán al primero de los firmantes. Las correcciones se limitarán, en la medida de lo posible,
a la revisión de erratas y a subsanar la falta de algún pequeño dato. Se aconseja la utilización de correctores automáticos en el momento de redacción del texto, a fin de paliar lapsus ortográficos.
Los autores tendrán derecho cada uno a un ejemplar de la revista y a su artículo en formato pdf.
La publicación de artículos en APL no da derecho a remuneración alguna. Los derechos de edición son del Museu
de Prehistòria de València, siendo necesario su permiso para cualquier reproducción.
Evaluación y aceptación de originales
APL es una revista con sistema de evaluación externa. Los trabajos deberán cumplir las normas generales arriba indicadas, cuyo objetivo es incrementar la difusión internacional de la revista. La calidad de los artículos es valorada por
al menos dos evaluadores externos, generalmente miembros del Consejo Asesor. El Consejo de Redacción es quien en
última instancia aprueba o no la publicación de los trabajos evaluados, reservándose el derecho de rechazar aquellos,
de los trabajos recibidos, que a su juicio no se ajusten a la línea editorial de la revista.
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Presencia de Homo en el Pleistoceno inferior y medio valenciano
Inocencio Sarrión MontañanaPag. 9-24descarregarEl jaciment paleolític de la Cova del Moro (Benitatxell, la Marina Alta)
A. Castaño Lladró / Dídac Roman Monroig / Alfred Sanchis SerraPag. 25-50descarregarCaracterització tècnica, tipològica i cronològica de les ceràmiques del Neolític antic de la Cova Colomera (Prepirineu de Lleida)
Francesc Xavier Oms AriasPag. 51-80descarregarEl aprovechamiento de recursos malacológicos marinos durante la Edad del Bronce en el levante de la Península Ibérica
Alicia Luján Navas / Francisco Javier Jover MaestrePag. 81-114descarregarEl conjunto orientalizante de Cerro Alcalá (Torres, Jaén). Cuestiones de cronología, contexto e interpretación
Juan Antonio Pachón Romero / Cayetano Aníbal González / Javier Carrasco RusPag. 115-160descarregarPinturas rupestres de la Cueva del Cerro (Millares, Valencia): una nueva documentación, una nueva lectura
Trinidad Martínez Rubio / Valentín Villaverde BonillaPag. 161-180descarregarTres nuevas manifestaciones de arte rupestre prehistórico en la provincia de Castellón
Norbert Mesado Oliver / J. Barreda / A. Rufino / Josep L. Viciano AgramuntPag. 181-224descarregarRelación provisional de las villas romanas desde el sur del río Turia hasta la sierra de Benicadell-Agullent
Rafael Pérez MínguezPag. 225-262descarregarLos hallazgos arqueológicos de 1827 en la construcción de la carretera de Madrid por las Cabrillas (Buñol, Valencia)
Ferran Arasa Gil / María Isabel Izquierdo PerailePag. 263-302descarregarLas aras de la necrópolis de La Boatella (Valencia)
Rosario Cebrián Fernández / Agustina Herreros HernándezPag. 303-318descarregarLas acuñaciones de plata en Valencia durante el reinado de Carlos II
Juan Antonio Sendra IbáñezPag. 339-360descarregarExcavaciones arqueológicas en la Cova de l’Assut de Bellús. Primeras valoraciones
Marc Tiffagom / Alfred Sanchis SerraPag. 371-380descarregarArqueomusicología. Pautas para la sistematización de los artefactos sonoros
Laura Hortelano PiquerasPag. 381-396descarregar