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LLengua
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escritura
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La Bastida
de Les
aLcusses
y eL
corraL
de
saus
en La geografía epigráfica y Lingüística
paLeohispánica
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses y la necrópolis del Corral de Saus han proporcionado un cierto
número de textos epigráficos, algunos de ellos de extraordinario interés. Cuando en 1990 J. Untermann
publicó el tomo de su corpus de inscripciones paleohispánicas correspondiente a las ibéricas de la península recogió tres inscripciones de la Bastida (G.7.2-4, equivalentes a Bastida I, IV y V), a las que hay que
añadir un signo sobre cerámica y un plomo (Bastida II y III), y a las que posteriormente se ha sumado un
nuevo plomo (*G.7.5; Bastida VI) y un grafito sobre cerámica (Bastida VII);1 por otro lado conviene tomar también en cuenta la inscripción de la necrópolis de Corral de Saus (G.7.1) por la evidente conexión de ambos yacimientos.
El ámbito cultural en el que se integra la Bastida, la Contestania, es una región epigráficamente muy rica,
en la que la escritura está directamente atestiguada desde el siglo IV o tal vez desde el V a.C., en la que se han
utilizado los tres tipos de escritura conocidos por los íberos, levantina, meridional y greco-ibérica, y en la
que se encuentran algunos de los yacimientos epigráficamente más destacables, como la Serreta de Alcoi, la
propia Bastida o la Illeta dels Banyets (El Campello), significativamente situados tanto en la costa como en
la zona interior montañosa. Dada la riqueza de la zona es notable la ausencia casi total de epigrafía en piedra,
aunque los pocos testimonios conservados (G.12.1, G.17.1, G.7.1) tienen un interés particular.
Toda la epigrafía indígena de la región está escrita en lengua ibérica; de hecho el límite meridional de la zona
donde encontramos nombres de persona no ibéricos se encuentra muy al norte y no hay ningún motivo para
pensar que el ibérico no fuese la lengua vernácula de Moixent2 y de su entorno (de Hoz 2009; de Hoz e. p.).
Los textos importantes de Moixent están escritos en la variedad de escritura paleohispánica que llamamos
escritura meridional,3 próxima de un lado a la escritura del suroeste, presente sobre todo en Portugal,4 y a
lo que, aunque apenas si podemos señalar testimonios de ella, debió ser la forma más antigua de escritura
de la península, que sin excesivo atrevimiento podemos llamar escritura tartésica,5 y de otro a la escritura
ibérica propiamente dicha, o levantina, utilizada desde el sureste de España hasta el río Herault en Languedoc (MLH I-III; Rodríguez Ramos 2004).
Las fechas iniciales de la utilización de la escritura meridional para escribir ibérico no las conocemos con
seguridad; no es probable que la escritura ibérica levantina, que existía ya a finales del siglo V a.C., sea anterior, pero los testimonios seguros más antiguos que tenemos son del siglo IV a.C. aunque se reparten ya
entre las zonas extremas del área en que va a ser conocida esta escritura, de un lado Cástulo en la Alta Andalucía, de otro la propia Bastida de les Alcusses, es decir no muy lejos del río Júcar.
En cuanto a la escritura levantina, atestiguada en el noreste ya a fines del siglo V a.C., está presente en
Contestania en la propia Bastida en el siglo IV como veremos, pero en general en esa zona parece haber penetrado en fecha relativamente tardía.
De la escritura greco-ibérica, simple adaptación del alfabeto jonio para escribir ibérico, utilizada en Contestania durante el siglo IV y en cierta medida el III a.C. (MLH III.1, § 401; de Hoz 1987), no hay por ahora
indicios de que se haya utilizado en la zona de la Bastida.
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Esta zona se sitúa en la frontera norte de la escritura meridional, utilizada también, más o menos en la
misma latitud pero más al oeste, en el Amarejo, en Bonete (*G.24.1-4, Broncano 1989; Rodríguez Ramos
2004, 74), y en el Salobral (G.17.1). También al oeste hay sin embargo algunos puntos de escritura meridional
más septentrionales, Castellar de Meca (Ayora) (de Hoz 1997, nº 226.1; Rouillard 1997, 137), Reiná (Pérez
Ballester 1992) y Abengibre (G.16), pero en la longitud de Moixent, Enguera conoce sólo escritura levantina
(F.21) e igualmente Xàtiva (A.35) y Gandia (*G.20.1, Fletcher y Silgo 1992-93) al noreste y Terrateig (*G.21.1,
Fletcher y Gisbert 1994) al este, aunque las fechas de todas estas inscripciones levantinas son o tardías o indeterminables. En escritura meridional hay que citar también el plomo de Covalta (Albaida, G.6.1) no fechable, mientras que las inscripciones greco-ibéricas más próximas son las del importante núcleo alcoyano
de la Serreta (G.1-G.4), donde también encontramos escritura levantina.
Dado lo mal atestiguada que está la epigrafía meridional y los problemas que plantea su cronología, es
importante la fecha de las inscripciones de la Bastida, en particular el plomo primero (G.7.2; Bastida I) y el
grafito G.7.4 (Bastida V), hallados en un contexto del siglo IV a.C. (Tarradell 1961, 10-1; Llobregat 1972, 3440), en lo que coinciden con un grafito de Cástulo, mientras que otras inscripciones del mismo tipo no tienen
fecha precisable, como ocurre con el plomo nuevo de la Bastida (*G.7.5; Bastida VI). La inscripción de Corral
de Saus es como tarde del siglo IV a.C., pero podría ser del siglo V (vid. infra), y constituye un testimonio
importante de la fecha inicial de la escritura meridional en el sureste. En fechas posteriores sin embargo,
cuando la zona de Moixent posiblemente quedaba dentro del territorio de Saiti (vid. por ej. el mapa de Mata
2001, 250), la escritura utilizada parece haber sido exclusivamente la levantina tal como vemos en Enguera
(F.21, aunque sin datación) y en las acuñaciones de la propia Saiti (A.35).
1. Distribución de las inscripciones sobre plomo y cerámica.
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2. Fotografías del plomo G.7.2 (Bastida I) antes de ser desenrollado 1928.
Los textos: presentación
Las inscripciones de la Bastida son siete, dos plomos de cierta longitud y considerable importancia – G.7.2
(Bastida I según terminología empleada por Fletcher) y *G.7.5 (Bastida VI)–; otra lámina de plomo pero que
sólo tiene tres signos G.7.3 (Bastida IV); un plomo (Bastida III) al parecer inédito y del que tengo escasa
información6; un fondo de kylix ático con un único signo (Bastida V)7; un pequeño fragmento de cerámica
ática en el que se leen cuatro signos, dos muy parcialmente conservados, de lo que debió ser una inscripción
más larga (G.7.4, Bastida II); y finalmente una base de cerámica ática con un grafito numeral griego del Depto.
100 (Bastida VII) [fig. 1]. Por otra parte la cercana necrópolis de Corral de Saus ha proporcionado un fragmento de piedra con restos de una inscripción (G.7.1).
El plomo G.7.2 (Bastida I) apareció en el Depto. 48, bajo una piedra de molino, al parecer como ocultación
deliberada [figs. 2, 3 y 4]; en el departamento había, entre otras cosas, numerosas fusayolas, pesas de telar,
una cacha de espada de frontón y un broche de bronce nielado en plata.8 En lo que debe ser otra habitación
del mismo edificio se encontraron restos de metalurgia.9
El plomo *G.7.5 (Bastida VI) apareció enrollado en 1992 en una terrera de las excavaciones de 1932 que
parece provenir del Depto. 158, al norte del cual fue encontrado (Fletcher y Bonet 1991-92, 143-4) [fig. 5].
El departamento es una habitación de una gran vivienda y en ella se hallaba bastante material metálico,
entre otras cosas dos ponderales, así como otras piezas, entre ellas dos fusayolas y un molino.
El plomo breve G.7.3 (Bastida IV) [fig. 6] apareció en circunstancias desconocidas (Fletcher y Bonet
1991-92, 144). Del otro plomo (Bastida III) no tengo datos precisos, pero parece que apareció en la calle
principal fuera de contexto [fig. 7].10
Como he dicho los dos textos realmente importantes de la Bastida son los dos largos grabados en plomo.
La lámina de plomo es uno de los soportes más utilizados en el mundo ibérico; en general se trata de textos
de carácter privado y relacionados con actividades económicas (de Hoz 1979; 1999; Untermann 1987a; 1996;
2001). Las condiciones de hallazgo de ambas piezas apuntan claramente en esa dirección y se suman a otros
muchos indicios. En escritura meridional tenemos un cierto número de plomos, aparte los de la Bastida, el
primero de los cuales por su fecha y características está entre los más interesantes de los ibéricos; otros plomos
meridionales permiten conocer las mismas variedades que encontramos en la escritura levantina, básicamente
textos sin articulación formal precisa, que pueden ser misivas o recordatorios narrativos, como *G.7.5 (Bastida
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3. El Depto. 48, con el molino a la derecha bajo el
que apareció el plomo escrito.
VI), y textos con numerales que parecen anotaciones contables, como la cara B de G.7.2 (Bastida I), a los que
hay que añadir plomos que más que textos desarrollados parecen ser meras etiquetas (F.9.4, F.13.2CD, G.1.5,
G.18.1), tipo al que parece pertenecer G.7.3 (Bastida IV) y Bastida III cuya forma circular tiene paralelos como
F.17.4, F.20.4 o el disco del Pico de los Ajos (*F.20.6, Tomás 1989).
Aparte algunos elementos léxicos recurrentes en la escritura levantina, en los plomos es frecuente la presencia de nombres propios que en ocasiones, como consecuencia de lo que considero su carácter económico,
aparecen en combinación con numerales. El ejemplo más significativo es, como veremos, la cara B del plomo
mayor de la Bastida con su secuencia de nombres propios seguidos de sufijos y de indicaciones metrológicas
a las que da precisión un numeral.
Desde el punto de vista formal es característico de los plomos meridionales una distribución del texto
ceñida a los bordes que da lugar a líneas invertidas la una con respecto de la otra (G.15.1, Llano de la Consolación;11 H.1.1, Gádor); a este tipo corresponde una de las caras de *G.7.5/Bastida VI12. Pero también encontramos textos organizados en líneas pautadas (G.0.1, G.1.4 (escritura greco-ibérica), G.6.1), que es el
caso de G.7.2/Bastida I y del ya citado plomo de Gádor.
Dado su carácter de anotaciones prácticas, del tipo de la lista de G.7.2B (Bastida IB), nada indica que la
utilidad de los plomos se extendiese a más de una generación, ni tan siquiera a muchos años de la vida de
su propietario.
Los grafitos G.7.4 (Bastida II) y Bastida V aparecieron en los Deptos. 64 y 62 [figs. 8 y 9], que parecen
formar parte de un gran edificio, singular por su tamaño y solidez, así como por su contenido con abundante
cerámica ibérica y ática (Fletcher et alii 1969, 56-60, 67-71 y plano tras p. 71; Fletcher y Bonet 1991-92, 144).
Puede haber jugado alguna función de almacén y centro de redistribución. Ambos grafitos están grabados
en el fondo de dos vasos áticos de barniz negro, Bastida V con seguridad en el interior de una kylix y Bastida
II posiblemente también pero en el exterior.
Los grafitos en cerámica son por supuesto textos particularmente banales que en la mayor parte de los
casos pertenecen al tipo de inscripciones de propiedad o de marcas comerciales (de Hoz 2002; 2007). El
signo aislado (Bastida V) (Fletcher et alii 1969, 57-8) pertenece probablemente a esta segunda clase, aunque
resulta anómalo que haya sido grabado en el interior, sin que estemos en condiciones de decir a que momento de la comercialización del vaso pertenece; teóricamente habría podido ser grabado incluso en Atenas.
Bastida II tenía al parecer mayor entidad, pero su estado fragmentario no permite precisiones (Fletcher et
alii 1969, 69; Llobregat 1972, 125 nº 15; Fletcher 1985b, 23, fig. 22.2, lám. XIX.1); la inscripción es doble, un
grafito griego y bajo él una inscripción ibérica. La posición del grafito griego en el vaso es la propia de una
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inscripción mercantil, y su contenido, una secuencia de triángulos esgrafiados, corresponde sin duda a una
inscripción numeral griega, del tipo usual en los grafitos mercantiles (Johnston 1979, 27-30), que indicaría
como mínimo “30” —cada triángulo, en realidad la letra delta, abreviatura de deka, = 10—; el espacio tras el
último triángulo parece indicar que el final de la inscripción está completo mientras que delante cabrían diversas posibilidades, otra delta, pi con delta incorporada, es decir “50”, heta por 100, o distintas combinaciones
de esos elementos. Dado lo común de estas inscripciones en todo el área de comercialización de la cerámica
griega es lógico suponer que llegó a la Bastida ya grabada y allí se le añadió la ibérica, como vemos en muchos
otros casos (varios ejemplos en de Hoz 2002, 83, n. 58). La ibérica podría ser igualmente mercantil, pero en
esa posición conocemos también lo que parecen ser inscripciones de propiedad; sin embargo los restos no
coinciden con ningún elemento conocido de la onomástica ibérica. Se trata de una inscripción en escritura levantina, dextrógira como es lo normal, pero de lectura insegura por lo dañado del primer y último signos.13
Otro grafito mercantil griego apareció en el Depto. 100 (Bastida VII) [fig. 10]. Se trata de un fragmento
de base de pátera ática de barniz negro (Fletcher et alii 1969, 317 nº 89) en el que está grabado un grafito
numeral, [Δ]ΔΔΔΠ, es decir “45”. De la primera delta sólo quedan restos mínimos pero la restitución es segura porque de ningún modo podrían corresponder a uno de los signos posibles ante delta. Teóricamente
ante esa primera delta podría haber habido algún otro numeral pero las alternativas nos llevan a números
como “95” o “145”, excesivamente altos para lo que solemos encontrar en esta clase de grafitos. Una abreviatura de un nombre que designase el tipo de vaso sería posible pero lo más usual es la mera mención numérica. Lo único que cabe decir es que, en algún momento en el proceso de comercialización entre Atenas
y la Bastida, la pátera en cuestión formó parte de un lote de cuarenta y cinco piezas empaquetado de tal
forma que el grafito resultaba visible.
La inscripción de Corral del Saus (G.7.1) [fig. 11], una necrópolis próxima a la Bastida pero perteneciente
al poblado ibérico del Castellaret (Izquierdo 2000, 168-170), nos proporciona la posibilidad de vislumbrar
lo que pudo existir en la igualmente desconocida necrópolis de la Bastida. En realidad los materiales de Corral de Saus que cronológicamente corresponden a la ocupación de la Bastida los conocemos indirectamente,
ya que la necrópolis siguió su vida hasta el siglo II a.C., y las tumbas contemporáneas de nuestro yacimiento
sólo se conocen por los restos reutilizados en tumbas posteriores (Fletcher 1977; Aparicio 1984, 175-205;
Izquierdo 2000, 157-343), pero existe un acuerdo generalizado desde los primeros estudios en distinguir
una fase monumental, a la que corresponde la pieza con inscripción, que hoy día se fecha entre finales del
siglo V o comienzos del IV y finales de este siglo, y una fase posterior con tumbas de empedrado tumular,
que aquí no nos interesa sino en la medida en que en esas tumbas se reemplearon los restos producidos por
la destrucción de las de la fase monumental en un momento no determinado.
No sabemos exactamente a qué monumento perteneció originalmente la pieza inscrita, e incluso hay discrepancias en la fechación de los límites de la fase monumental (Almagro-Gorbea 1987; Abad y Sala 1992,
154), pero no cabe duda de que había sido reutilizada, junto con otras piezas de la fase monumental en la
tumba llamada de “la sirena” (Izquierdo 2000, 289-92, 325-6, 492 nº 59 y lám. 89), y debe en todo caso ser
anterior a fines del siglo IV a.C., pudiendo improbablemente alcanzar los finales del V. Más discutible es su
clasificación. Algo precipitadamente la he considerado en ocasiones anteriores como parte de una estela, y
testimonio por lo tanto de la existencia de estelas tempranas en escritura meridional (de Hoz 1995, 60,
seguido por Izquierdo 2000, 291-92 y 325-6); sin embargo las medidas de lo conservado, aunque no imposibles para una estela, se adaptan mejor a un sillar utilizado en la construcción de un monumento mayor,
pilar-estela, cipo o similar, lo que quizá también sería aplicable a los restantes raros textos lapidarios meridionales como G.12.1 (l’Alcúdia de Elx), G.17.1 (el Salobral), o al recién publicado de Cerro Boyero (Pachón
et alii 2002), que sin embargo pertenece a un mundo diferente geográfica y cronológicamente.14 Como veremos luego, los rasgos epigráficos también se explican mejor desde este punto de vista.15
Por desgracia la lectura de la inscripción es insegura y ninguna de sus alternativas permite conclusiones
precisas.16 Fletcher leía, adaptando su transcripción a la aquí utilizada (vid. infra), ]tirZer[; Untermann
(G.7.1), ]tirZea[ o ]tiaZer[. De hecho hay una gran diferencia entre las dos supuestas de Fletcher,
pero si existen buenos paralelos como para ambos signos, no los hay como en escritura meridional para ninguno de los dos; la opción menos improbable sería ]tiaZer[, que yo leería ]tiakier[, sin
atreverme a dar valor al signo representado imitativamente por E.17
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4. Anverso y reverso del plomo G.7.2 (Bastida I) (calco según Fletcher). Fotografía a tamaño real.
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5. Anverso y reverso del plomo G.7.5 (Bastida VI) (calco según Fletcher y Bonet). Fotografía a tamaño real.
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Todavía se puede citar otra pieza epigráfica de Corral de Saus, aunque muy modesta. Se trata de un solo
signo, esgrafiado en el exterior sobre el galbo de una
pátera fina ibérica (Izquierdo 2000, 209, 291 y fig. 110.5
de la p. 219). Como corresponde al ajuar, de la baja
época de la necrópolis, debe ser una levantina,
forma desconocida en la escritura meridional, aunque
mucho más improbablemente y trazada en perpendicular a la base de la pátera, podría ser <ś> tanto levantina como meridional. No es posible decidir si es una
marca de propiedad o comercial.
6. Calco del plomo G.7.3 (Bastida IV) (según Silgo).
escritura
Las inscripciones significativas están en escritura
meridional, cuyo desciframiento presenta a mi modo
de ver todavía algunas dudas. En particular me ocuparé
7. Calco del plomo Bastida III (según Silgo).
aquí de los casos problemáticos de entre los signos atestiguados, pero conviene una observación previa sobre
el problema de las vocales; es seguro que algunos silabogramas meridionales de timbre /i/, en concreto y que transcribo y , no coinciden formalmente con sus equivalentes levantinos aunque estas formas levantinas también aparecen en la escritura
meridional, y en algún caso en contextos que hacen razonable la misma transcripción que en la escritura levantina; al parecer tenemos por lo tanto parejas de signos con un mismo valor, ya que no cabe una interpretación como variantes geográficas o cronológicas porque se dan en la misma inscripción. Creo que la
hipótesis de trabajo más económica de momento es considerar la posibilidad de seis vocales en el dialecto
ibérico para el que se adoptó la escritura meridional, con dos timbres anteriores próximos entre sí que confluirían en levantino y para los que utilizo, convencionalmente, transcripciones del tipo <-í> e <-i>. Esta hipótesis no ha sido en general aceptada, y se ha solucionado el problema a través de la hipótesis de variantes
geográficas y de la existencia de formas iguales en meridional y levantino que tendrían valores completamente distintos en una y otra escritura, para lo que evidentemente hay un buen apoyo en meridional
idéntico a levantino . De esta diferencia de enfoque derivan algunas discrepancias, pero en todo caso
hay que insistir en que el bajo número de inscripciones meridionales y la insuficiencia de los controles externos, como el que abundantemente proporcionan las monedas en escritura latina en el caso levantino, no
permiten proponer con seguridad un desciframiento de la totalidad de la escritura meridional sino un cierto
número de valores firmes y un conjunto de hipótesis que sólo nuevos hallazgos permitirán comprobar o falsar.18 De los signos que encontramos en estos documentos varios están afectados por estas inseguridades y
por ello utilizaré en la presentación de los textos ciertas convenciones “neutrales”, pero en el comentario
utilizaré mis propias lecturas. Los signos en cuestión son los siguientes (referencias al cuadros 1 a y b):
G16´: Untermann y Correa lo considera indescifrado pero tanto Rodríguez Ramos (2002 pp. 236-8) como Correa y Correia en lo que se refiere a la escritura del suroeste (Correa 1987 y 1996 a y b; Correia 1996) aceptan
mi transcripción ki (kí según mi hipótesis vocálica). En este caso la transcripción me parece tan segura que,
a diferencia de otros en que existen discrepancias, no dudo en utilizarla.
G20: la transcripción te no es tan segura como otras pero hay acuerdo generalizado entre los autores recientes y los argumentos son, si no indiscutibles, sí muy fuertes, por lo que utilizaré esa lectura.
G21´: la transcripción ti (tí) está asegurada y es unánimemente aceptada, a pesar de que plantea un problema
por la discrepancia con la escritura levantina y por la existencia en escritura meridional de S48 (G21, ti
en la escritura levantina).
S41: Untermann, seguido por la mayoría de los autores, transcribe be, pero a pesar de algunas lecturas ibéricas interesantes así obtenidas, se trata a mi modo de ver de testimonios insuficientes para dar por
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Cuadro 1a. Signarios meridionales; signos menos problemáticos.
1. Escritura consonántica fenicia.
2. Transcripción de la escritura fenicia en orden adaptado a la
estructura de las escrituras paleohispánicas.
3. Escritura del SO.
4. Transcripción real o convencional de la escritura del SO.
5. Referencias para identificar los signos.36
6. Transcripción de los signos meridionales indicando los que
presumiblemente existen pero no han sido identificados.37
7. Escritura meridional (SE).
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segura esa transcripción, que crea problemas
en relación con la escritura levantina, por lo
que utilizaré la representación puramente
imitativa E.
S45: Untermann transcribe, como en levantino,
ki; otros autores que aceptan ese valor para
G16´ se ven obligados a buscar distintas transcripciones; Rodríguez Ramos transcribe
, mientras Correa considera que no hay
un valor fonético demostrable (Rodríguez
Ramos 2002, 234-8; Correa 2004, 92). De
acuerdo con mi hipótesis sobre la sexta serie
vocálica sería ki, pero a la vista de las discrepancias utilizaré la representación imitativa Z.
S47(a): coincide con G28 levantino (bu) pero
está muy mal atestiguado en el sur y no aparece en ningún contexto que permita controlar su valor; utilizaré BU.
S48: la aceptación del valor ti para G21´ sin admitir la sexta serie vocálica obliga a buscar
otro valor para este signo, idéntico a levantino
G21 (ti), e incluso a postular valores diferentes en distintas inscripciones meridionales.19
Utilizaré TI.
S56: Untermann lo ha interpretado como ŕ y
otros autores le han seguido, aunque atribuyendo al signo el valor de la otra vibrante levantina, G7 (r), e identificando meridional
G7 con levantino G8 (ŕ). En realidad creo que
hay contextos que hacen imposible una vibrante; utilizaré W.
S60: coincide en forma con levantino G26 (bi) y
creo que probablemente es ese su valor, pero
al aceptar mi interpretación de G26´ y no la
sexta serie vocálica se plantea un problema
que Untermann ha resuelto dando a este
signo el valor ba a partir de algunos contextos
posibles, en lo que le han seguido otros autores. Sin embargo la forma esperable de ba en
escritura meridional (S42), a partir de cual se
explica sin problemas levantino G24, está
bien representada en H.1.1 en un contexto
que confirma su valor.20 Sin embargo en vista
de las discrepancias utilizaré P.
En la escritura levantina hay signos que han
surgido por transformación de otro que representa un sonido próximo, y en la greco-ibérica
por simple adición de un rasgo diacrítico. En
Moixent, algunas veces encontramos r marcada
con un rasgo oblicuo, pero estos casos no se dejan
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reducir a sistema y afectan también a otros
signos, incluso silabogramas (Correa 2004,
93), por lo que si tienen algún sentido no
parece que éste tenga relación alguna con
la distinción entre diferentes vibrantes,
cuyos signos se distinguen en las otras escrituras utilizadas para la lengua ibérica
por los procedimientos mencionados. Correa (pp. 92 y 93) ha supuesto que en
G.7.2B (Bastida IB) [fig. 4] se ha diferenciado entre el uso fonético y el metrológico
de añadiendo al signo un trazo en el
primer caso, al menos en ocasiones; personalmente creo que el conjunto de textos
con indicaciones metrológicas de ese sistema (vide infra) no distingue entre signos
metrológicos y fonéticos, por lo que en el
caso de los primeros podría tratarse de
simples abreviaturas.
Los textos breves de la Bastida plantean, a pesar de su aparente banalidad, un
problema importante ya que parecen estar
escritos en escritura levantina. Es cierto
que G.7.3 (Bastida IV) [fig. 6] es no sólo
breve —tres signos, o dos y un trazo quizá
numérico— sino mal trazado y por lo tanto
no se puede garantizar que sea levantino,
pero G.7.4 (Bastida II) [fig. 8], a pesar de
su carácter fragmentario, difícilmente admite otra interpretación ya que está escrito
con seguridad de izquierda a derecha y el
tercer signo no podría ser en escritura meridional sino, lo que difícilmente se
compagina con el contexto. Hay autores
que defienden la recepción muy tardía de
la escritura levantina en la zona (RodríCuadro 1b. Signarios meridionales; signos problemáticos.
guez Ramos 2004, 91-2), lo que parecen
1. Escritura consonántica fenicia.
refutar estos textos; sin embargo la convi2. Transcripción de la escritura fenicia en orden adaptado a la estrucvencia en las mismas fechas de tres varietura de las escrituras paleohispánicas.
3. Escritura del SO.
dades distintas de escritura para la lengua
4. Transcripción real o convencional de la escritura del SO.
ibérica
en Contestania plantea un pro5. Referencias para identificar los signos.36
blema
no
resuelto. En todo caso por ahora
6. Transcripción de los signos meridionales indicando los que presumiblemente existen pero no han sido identificados.37
no hay indicios de conocimiento de la es7. Escritura meridional (SE).
critura greco-ibérica en la área de Moixent
y, a la hora de valorar la presencia de escritura levantina, hay que tener en cuenta
que estamos en la zona más septentrional de uso de la escritura meridional y no es esperable que las fronteras
culturales presenten límites nítidos, por lo que podríamos estar ante un normal solapamiento de rasgos culturales en zona fronteriza, similar al solapamiento de isoglosas en fronteras dialectales.
Es notable el uso de interpunciones que encontramos en estas piezas. En las inscripciones ibéricas y
greco-ibéricas encontramos el uso de dos o tres puntos como interpunción, pero en las meridionales la si-
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8. G.7.4 (Bastida II). Grafito mercantil griego e inscripción ibérica sobre una pieza ática del Depto. 64. Long. máxima 3 cm.
tuación es más confusa; en Abengibre (G.16) y El Salobral (G.17) se utilizan rayas verticales; en G.0.1 tres o
más puntos, aunque en algunos casos podría tratarse de indicaciones numerales cuya relación sin embargo
con los trazos verticales, sin duda numéricos, no se ve clara; también puntos en Llano de la Consolación
(G.15), trazos cortos en Perotito (H.3), y espacio en blanco en Torres (H.5), mientras falta separación en
Gádor (H.1). En la Bastida tenemos trazo vertical en *G.7.5 (Bastida VI) [fig. 5], puntos en G.7.2Aa (Bastida
IAa), trazo vertical con puntos sobreincisos en G.7.2Ab (Bastida IAb), y finalmente una solución original en
G.7.2B (Bastida IB), ya que se ha optado por indicar, en las anotaciones contables, las unidades por medio
de puntos en una o dos secuencias verticales que hacen a la vez la función de interpunciones [fig. 4].
numeraLes
El plomo mayor de la Bastida G.7.2B (Bastida IB) nos proporciona información importante sobre uno de
los sistemas metrológico-numerales ibéricos. Los numerales, y los signos metrológicos, que no pueden ser separados de ellos, se organizan en el mundo ibérico en una variedad notable de sistemas.21 El más simple implica
la utilización de trazos verticales como indicadores de unidades —en el plomo de la Bastida, puntos como hemos
visto— que en lo que sigue transcribiré con el número de trazos entre paréntesis, tipo (3)—, y la de grafemas
del semisilabario levantino o meridional para definir las categorías metrológicas. En nuestro caso encontramos
tres grafemas, a, o y kí en una relación de valores que desconocemos; el sistema está atestiguado en escritura
levantina, en la que los ejemplos más claros son el plomo Alcoi G.1.6 y el cuenco de El Arcornocal H.9.1, que
aunque aparecido en Andalucía occidental procede claramente del este a juzgar por su escritura ibérica. Ambos
textos nos garantizan una secuencia nombre propio+sufijo a C (cifra) o C ki C, lo que implica que a, o y ki son
unidades metrológicas de un mismo sistema organizadas en una gradación posiblemente de mayor a menor.
Podemos esperar por lo tanto otros casos en que, por tratarse de cantidades menores, falte a o a y o, o en los
que figurando unidades mayores falte la mención de una menor porque esté representada por cero.
El mismo sistema aparece también en escritura meridional (de Hoz 1981), no sólo en la Bastida sino en un
plomo de origen desconocido (G.0.1), un texto muy fragmentario pero en el que observamos algunas secuencias
significativas:
A1: ](3) o (2) (3 puntos) [
A3: ](4) kí (4) (7 puntos)
B4: ]a (1) o (4)[.
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9. Signo aislado G.7.4 (Bastida V) del Depto. 62. ø 6 cm
No se conserva aquí ninguna secuencia completa a o ki —en escritura meridional kí— pero sí tenemos
restos suficientes para admitir, sin que sea excesivamente arriesgado, que estamos ante el mismo sistema
levantino.
La cara B del plomo G.7.2 (Bastida I) puede interpretarse de forma similar una vez que aceptemos que
los puntos, variables y a veces muy numerosos, que separan las secuencias de signos corresponden en realidad a los trazos numéricos de otras inscripciones. Obtenemos así un esquema reiterado en el que se dan
las variables nombre propio-ka o nombre propio-kia (-Za) seguidas de kí u o y cifras; la última variante
puede ser un sufijo -kia o más probablemente -ki seguido del signo metrológico a.
anáLisis de Los textos mayores
El plomo mayor de la Bastida G.7.2 (Bastida I)22 está escrito por ambas caras pero, a diferencia de otros,
en este caso los textos son independientes. La cara A fue grabada anteriormente con un texto tal vez largo
del que sólo se conservan las dos líneas fragmentarias que denominamos Aa; posteriormente, al parecer
una mano diferente, añadió el texto Ab, invertido con respecto a Aa pero tal vez aprovechando las pautas
previamente preparadas para el texto anterior, ya que la última línea conservada de Aa y la última de Ab se
hallan dentro del mismo renglón aunque naturalmente en dirección opuesta.
Aa ]śkíliW : ututa : pśiWtarakar : / ]nZ
Ab23 otalauZtiteW : sikíltirikan : / kítarWkíW : sosintíkeWka : nanpn / pnkíśarikan :
kítaW / urketíikeWka : kítetírW / laZ
B saltulako-Z a kí (6) / ersiW-ka kí (8) artaker-ka kí (6) koltiśtautin-ka kí (7) ersiW-ka o
(3) kí 1 / bíurtaker-ka kí (2?) Burltir-ka kí (5?) saltulako-Z a kí (1) saltulako-Z a o (2) / koeron-ka kí (2) ersiW-ka o (3) sakarpś-ka kí bí(3) ersiW-ka kí (10) aiturarkí-Z a kí (1) / kanieron-ka kí (5?) bíuriltir-ka kí (2) stikel-ka kí (6) biurtaker-ka kí (5) aiturarkí-Z a kí (6)
Las inscripciones Aa y Ab no permiten una interpretación, la primera por su brevedad, la segunda porque
por ahora sólo podemos detectar algunos nombres propios y un par de posibles sufijos, —ikan en sikíltirikan
y binkíśarikan, y Wka en sosintíkeWka y urketíikeWka—. El primero puede ser el mismo atestiguado en Em-
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púries (C.1.24) en iŕika iunstirika. Además Untermann (MLH III, ad loc.) ha
señalado que laki podría ser una combinación de los sufijos ibéricos -la y -ki (MLH
III. 1 §§ 533 y 530), lo que apoyaría la
transcripción de S45 (Z) como ki. Los nombres propios son sikíltir-, sosintíke- y
urketíike-. El primero está formado por los
elementos onomásticos ibéricos bien conocidos sike- (MLH III.1 §7.102) e iltir/iltiŕ (§
7.61), lo que constituye un buen apoyo para
la transcripción ti de S48. Es significativo
que aquí encontremos ilTIr- y en la cara B
-iltír, para lo que caben al menos dos interpretaciones; en la zona septentrional del
ibérico meridional la distinción entre
ambos tipos de vocal anterior ha podido
haberse perdido o estar en proceso de pérdida, lo que daría lugar a vacilaciones gráficas, o la forma levantina podría ser el
10. Grafito mercantil griego procedente del Depto. 100 (Bastida VII).
resultado histórico de dos morfemas muy
Longitud 6,2 cm.
similares pero diferenciados por la vocal
anterior y la vibrante, ambos atestiguados
en la Bastida.24 Los nombres propios sosintíke- y urketíike-25 están formados por elementos onomásticos bien conocidos (§§ 7.109 (sosin), 7.140 (urke) y 7.125 (tiker/tikeŕ)); si se acepta la
interpretación de como ambos nombres propios irían seguidos de un único sufijo -ka; personalmente
prefiero pensar en una combinación de sufijos, -W-ka, el primero de los cuales por razones fonéticas causaría
la caída de la vibrante final de tiker.26 Dada la relación que presentan los nombres propios con los diversos sufijos mencionados se esperaría que Pnkíśar-/binkíśar- fuese también un nombre propio, y de hecho bin- es
un elemento onomástico (§ 7.40) pero el paralelo más
próximo para -kíśar- es kitaŕ/kitar (§ 7.76) que difícilmente puede ser equivalente.
En B obtenemos una serie de nombres propios atestiguados como ibéricos, o de formas que podrían serlo
y que sin duda juegan en el plomo el mismo papel, seguidos de uno u otro de dos sufijos: con -ka: kaniEron,
bíuriltir, stikel, biurtaker (2x), koEron, ErsiW (4x), sakarbiś, burltir,27 artaker,koltis;tautin,28 con -ki (Z):
aiturarkí (2x), saltulako (3x). El esquema resultante, de
acuerdo con lo dicho más arriba sobre numerales y signos metrológicos, es:
NP-ki a kí c : líneas 1, 3, 4, 5
NP-ki a o c : línea 3
NP-ka kí c : líneas 2 (x 3), 3 (x 2), 4 (x 3), 5 (x 4)
NP-ka a o c kí c : línea 2
NP-ka o c : línea 4
11. Calco de la inscripción sobre piedra procedente de la
necrópolis del Corral de Saus (según Fletcher). Longitud
máxima 21 cm.
Alguna de las secuencias que preceden al sufijo ka
no puede ser identificada con seguridad en el repertorio
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antroponímico ibérico, pero no me parece probable que en lo que es indudablemente una lista de items a
cada uno de los cuales corresponde una cierta asignación cuantificada puedan mezclarse personas y cosas.
Que debemos contar con un sufiko ki y no kia se deduce porque en la última secuencia de las líneas 4 y 5 kia
va seguido de un único punto similar al que, alternando con grupos más numerosos, de hasta ocho y diez
unidades, sigue a kí en tres ocasiones.29 Eso me hace pensar que kia es en realidad un sufijo -ki seguido de la
indicación metrológica a, y sería paralelo a -ka a de la línea 2, también formada por un sufijo y un grafema
utilizado como símbolo metrológico; el hecho de que nunca aparezca ki no seguido de a se explicará posiblemente porque las personas a cuyo nombre acompaña ese sufijo están involucradas en operaciones de mayor
volumen. En sólo dos casos a va seguido de un punto porque en general se prescindirá de indicar el numeral
cuando coincide con la unidad, ya que la presencia del símbolo metrológico es indicación por sí misma, es
decir tanto a como a (1) equivalen a una unidad de a.
Tenemos por lo tanto posiblemente dos sufijos alternantes, en distribución complementaria, al menos
dentro de este texto puesto que en las varias repeticiones que se dan de un nombre propio siempre le acompaña
el mismo sufijo, que serían ka y ki. Desde el punto de vista lingüístico lo más interesante del texto es precisamente el juego de alternancia entre ambos sufijos. La interpretación más obvia nos llevaría a pensar que se
trata de funciones gramaticales distintas e incluso tal vez opuestas. Puesto que se trata de una lista de nombres
propios con indicaciones de cantidad podríamos pensar en deudores y acreedores, pero ningún nombre aparece
con ambos sufijos a pesar de estar algunos repetidos. Como hemos visto la mayor parte lleva el sufijo -ka, y
sólo dos nombres propios, repetidos dos veces uno y tres otro, -ki. Se plantea la duda por lo tanto de si los dos
sufijos no serán alomorfos condicionados por el tema al que se unen, o incluso si el sufijo será /-k/g/ y estaremos ante dos variantes gráficas. aiturarkí-ki podría justificarse por una especie de atracción, pero no saltulako-ki. Otros casos de -ki tras nombres propios no apoyan la idea de que el tema determine de una forma u
otra el sufijo: aitíkeltunki (G.15.1A), iltírtíkeWki (G.16.1B). El único elemento común a dos secuencias con
-ki es el primer formante del nombre propio aiti/aitur, sobre cuya base por ahora no se puede construir nada.
Otros ejemplos de -ki no aparecen ante cifras ni tras nombres propios, y sobre todo no aparecen en contextos
claros (MLH III.1, § 530). La única posibilidad de paralelismo entre -ka y -ki, muy insegura, está en el uso de
-ka en la inscripción de Santa Perpètua de la Mogoda (C.10.1) y el de -ki en un texto de Abengibre:
iltírtíkeWki : ebinin (G.16.1B)
aụ/ŕuninkika / oŕtinse/ikika : siba+tin (C.10.1), es decir nombre propio- W-ki / ki-ka + forma en
–in.
Podría pensarse en una acción verbal y la indicación de la(s) persona(s) responsable, en el primer caso
dedicación o donación, en el segundo enterramiento o construcción de la tumba, pero todo esto es excesivamente especulativo. Además el paralelismo plantea el problema del doble sufijo, y de que en ambos casos
hay ki aunque la posición apoye la equivalencia funcional ki/ka.
En resumen se trata de una serie de secuencias en las que un nombre propio va seguido de un sufijo y
de una indicación metrológica del sistema a o ki en la que en un sólo caso aparecen las tres unidades del
sistema, en otro aparece a o, en un tercero a kí, en un cuarto o sólo, y en los restantes sólo kí. En un caso
aparece un signo de pequeño tamaño bajo los puntos numéricos, que por el momento carece de
explicación pero que podría ser un numeral equivalente a un cierto número de unidades, aunque no hay
paralelos coincidentes.
Respecto a la interpretación de este sistema metrológico tenemos un indicio en su utilización en vajilla
de plata, lo que parece indicar que se trata de pesos. El cuenco del Alcornocal (H.9.1) pesa al parecer 568’2
gr, que deben corresponder a su leyenda metrológica a 1 o 4 ki 4, pero el problema de la relación entre las
unidades metrológicas y del peso que corresponde a cada una no está aún resuelto (Oroz 1979, 351-5).
El plomo aparecido más recientemente *G.7.5 (Bastida VI) (Fletcher y Bonet 1991-2; Faria 1992-93 (1994);
Rodríguez Ramos 2004, 72-3), cuya peculiar disposición ya he comentado, está escrito por ambas caras:
A bíśkíbítersetí : teia : pneia : psbíturpWtín
B śntarlabí+nkos:bítertuan : koikaZskítur
epWkoraW.30
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Es muy poco lo que de interés se puede decir de este texto. En ambas caras tenemos una secuencia -bíter-31
que debe corresponder al -biter- frecuente en los textos levantinos donde creo que probablemente se debe interpretar como núcleo de una construcción verbal, pero sin que quepa especular sobre su sentido aunque aparece
casi exclusivamente en plomos (MLH III.1, 184-5; de Hoz 2001 a y b). Sin embargo la posición inicial de -bíterresulta sorprendente y carecemos de paralelos para las secuencias en que se integra, lo que es particularmente
extraño en el caso de los posibles sufijos o lexemas incorporados -setí y -tuan,32 mientras que las secuencias que
preceden, dada la habitual libertad en el uso de las interpunciones, podrían ser comparables a las palabras como
śalir que preceden a la secuencia -biter- en algunos casos.
Desde luego serían esperables algunos nombres propios en el texto, pero no hay casos netos a no ser que
se acepte la lectura de Untermann para psbíturpWtín, es decir basbitirbartin que compara con
basbidirbartin (G.1.1, greco-ibérico)33 y que contendría un nombre propio formado por bas (§ 7.27) y una
variante de bitu (§ 7.42). En todo caso no es frecuente que un nombre propio se suelde a elementos de cierta
complejidad, como -PWtín que carece de paralelos para ser identificado como una secuencia de sufijos. En
cuanto a ePWkoraW, aunque sin paralelos aducibles tiene la estructura de un nombre propio compuesto
seguido de -aW que, con función al parecer sufijal, encontramos en otras inscripciones meridionales como
kítaW en la propia Bastida (G.7.2 Ab-/Bastida IAa) y varios ejemplos en Abengibre (G.16.1 C y D, G.16.2-5).
Probablemente se tratará de una forma compuesta del también sufijo -W, igualmente presente en G.7.2A
(Bastida IA) y además en Abengibre (G.16.1A (posible)), H.2.1, tal vez el fr. nº 4 de El Amarejo (*G.24.4,
Broncano 1989, 95-100), y tal vez en un plomo publicado como falso (Gil Farrés 1984, cuyas conclusiones
se aceptan en MLH III.1, 102), pero cuya posible autenticidad merecería una revisión.
recapituLación
Los textos de la Bastida de les Alcusses y el Corral de Saus, a pesar de ser poco numerosos, tienen una
importancia considerable. Su cronología en el conjunto ibérico es muy alta y podría alcanzar el siglo V a.C.
en el caso de la piedra de la necrópolis. Su variedad de tipos es también significativa y nos muestra que ya
en esas fechas existían diversas clases de documentos en plomo, al igual que ocurría con sus modelos griegos,
grafitos cerámicos y, lo que es más notable, epigrafía sepulcral que a veces se ha querido restringir a época
romana, aunque el testimonio de Corral de Saus no permite hablar de una auténtica tradición lapidaria en
manos de profesionales sino de un uso que podría ser incluso totalmente privado: uno de los miembros de
la familia del muerto habría grabado en algún bloque de su monumento sepulcral una inscripción cuyo alcance, simple nombre del difunto, expresión de lamento o texto más complejo, se nos escapa. En todo caso
todos los textos apuntan a un uso privado de la escritura, que podría ser casi doméstico aunque es probable
que los edificios de la Bastida en que se han hallado los textos tuviesen unas funciones económicas de cierta
complejidad como centros de comercio o de redistribución.
Por otra parte la convivencia en un mismo yacimiento, en fecha tan temprana, de escritura meridional
y levantina es a la vez una información de gran trascendencia y plantea importantes cuestiones sobre la
historia de la escritura entre los íberos y la relación entre ambas variedades. La proximidad de la escritura
meridional a la del suroeste y a los escasos testimonios de lo que pudiéramos llamar escritura tartesia propiamente dicha apunta a que se desarrolló, como adaptación o simple adopción de la escritura tartesia para
escribir ibérico, con anterioridad a la levantina. Los modelos que en ese caso pudieron dar pie a la creación
de esta última no plantean dificultades si, de las alternativas posibles, optamos por la transformación de
la escritura meridional ya adaptada previamente a la transcripción del ibérico. En ese caso se trataría de
un fenómeno de reforma ortográfica nacida en el borde de un área epigráfica, la frontera de uso de la escritura meridional al norte de una línea que va de Moixent a Abengibre, y extendida desde allí siguiendo la
costa en dirección a los Pirineos.34 La causa de la reforma podría haber sido una frontera dialectal, pero
podría tratarse simplemente de una escuela de escribas más sensible a los inconvenientes de la escritura
meridional o más deseosa de marcar una personalidad autónoma frente a unos vecinos meridionales a los
que se sentía miembros de una etnia distinta por más que hablasen la misma lengua. Naturalmente esto
implicaría para la escritura ibérica meridional una fecha más temprana que la de los primeros textos atestiguados. La Bastida podría ser en ese caso un punto muy próximo al área de creación de la escritura le-
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vantina, lo que explicaría la presencia allí de ambas variedades, presentes además en distintos departamentos, lo que podría implicar distintas tradiciones familiares. Una alternativa diferente, menos económica
pero no imposible, sería la creación de la escritura levantina lejos del área nuclear de la lengua ibérica por
obra de mercaderes conocedores de la escritura meridional pero en contacto con otras variedades dialectales e incluso con los problemas de transcripción de nombres propios en lenguas distintas del ibérico, tal
como ocurría sin duda en Languedoc y muy probablemente en Cataluña; en ese caso la epigrafía levantina
de Moixent resulta más difícil de explicar, ya que implicaría o una expansión generalizada de la escritura
levantina ya en esas fechas a todo el territorio en que la encontraremos más adelante, o una presencia puntual de íberos con bases más septentrionales,35 lo que dada la distancia de la costa parece poco probable.
Este estudio ha sido realizado en el marco del proyecto BFF2003-09872-C02-01, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia.
Agradezco muy sinceramente a Helena Bonet la invitación a la que debe su existencia.
notas
1.- Las referencias a inscripciones ibéricas son siempre a MLH (normalmente a MLH III; A se refiere a MLH I y B a MLH II) cuando
ello es posible; en inscripciones publicadas posteriormente, una referencia del tipo *G.7.5 implica que, gracias a la amabilidad de
J. Untermann, conozco la identificación del texto en el suplemento a MLH en preparación, pero naturalmente se indica también
la editio princeps, que para *G.7.5 es Fletcher y Bonet 1991-92.
2.- De acuerdo con las normas de publicación de esta obra he aceptado utilizar para los topónimos valencianos formas no usadas en
español; quiero sin embargo hacer constar que, a pesar de las ventajas que tendría la utilización generalizada de las formas locales,
lo considero un error lingüístico.
3.- MLH III.1, §§ 415-31; de Hoz 1976; 1989; 1993b; 2000-2001; Correa 1983; 2004, 84-93; Rodríguez Ramos 2002. Las bases del
desciframiento de la escritura meridional están en Schmoll 1966.
4.- MLH IV; de Hoz 1989; 2005; Correa 1996a; 1996b; Correia 1996; Rodríguez Ramos 2000.
5.- Es frecuente que se identifique la escritura del suroeste con la tartesia; a mi modo de ver se trata de dos escrituras diferentes pero
apenas si conocemos la tartesia por un puñado de grafitos; posiblemente se trata de la meridional en un uso previo y distinto a su
utilización para escribir ibérico (de Hoz 1989; 2001a, 202-3; 2005).
6.- Citado en Fletcher y Bonet 1991-92, 144 y n. 2, e incluido, con indicación del diámetro (33 mm), en la lista de plomos valencianos
de Fletcher 1985a, 293. Agradezco a Helena Bonet el haber podido ver un dibujo de la tesis de L. Silgo, del que no puede deducirse
a que escritura pertenece.
7.- Fletcher et alii 1969, 57 nº 7. Como se ve claramente en la fotografía se trata de un signo Y, lo que excluye escritura meridional pero
no griega, greco-ibérica o levantina.
8.- Fletcher et alii 1965, 229-36; Fletcher et alii 1969, plano tras p. 71. Un plano con la situación de todos los hallazgos epigráficos de
la Bastida en Fletcher y Bonet 1991-92, 145.
9.- Fletcher et alii 1965, 15. Llobregat 1972, 37, considera sin embargo que el departamento 48 constituía una vivienda autónoma.
10.- Fletcher y Bonet 1991-92, 144 y plano de la p. 145; el plomo procede al parecer del espacio 125, en la calle, que no forma parte de
lo publicado de la excavación hasta la fecha.
11.- En este caso se ha recortado posteriormente la parte escrita lo que, al ocupar la inscripción sólo los bordes superior e izquierdo de
la lámina, ha dado lugar a una pieza en forma de L.
12.- Un caso extremo, que da lugar a una presentación casi concéntrica, es el plomo greco-ibérico del Cigarralejo (G.13.1).
13.- Fletcher (1953, 146) leyó razonablemente ]nnae[, con lo que coincide Llobregat, para dudar después con ]inae[, pero en 1985b
se decide sorprendentemente por ]inabi[, lo que podría ser una simple errata aunque Untermann, cuya lectura es ]ina+[, no descarta esa posibilidad. Por otro lado Fletcher considera la idea de que no se trate de una inscripción ibérica sino griega, lo que me
parece imposible.
14.- Los datos de la editio princeps, en particular pp. 126 y 128, apuntan, como se dice explícitamente más a “un fragmento de pedestal
que de losa”, pero el mundo del sureste y el de la Alta Andalucía parecen epigráficamente muy distintos y los paralelos más próximos
a la paleografía de Cerro Boyero (op. cit., 129-30) son claramente tardíos.
15.- Lo único que se puede deducir del análisis de la piedra de la inscripción (nº SIP 13.549), realizado por T. Orozco (Izquierdo 2000,
495-9, en particular 496 y tabla I de p. 498) es que no pertenece al mismo tipo que la de la sirena (nº SIP 13.570) que da nombre
a la tumba en que apareció.
16.- MLH III.2, G.7.1; Fletcher 1985b, 22; Rodríguez Ramos 2004, 74-5. En realidad ninguno de los signos excluye una lectura como
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escritura levantina, que en ese caso sería ]tiakier[, pero la dirección levogira de la escritura y el lugar de hallazgo unido a la cronología alta aconsejan aceptar la usual interpretación meridional.
17.- En Izquierdo 2000, 291, fig. 154, hay tres dibujos de la inscripción, en dos de los cuales, así como en el cuadro 20 de la misma página, el signo Y parece en realidad levantino, desconocido en la escritura meridional, mientras que en otro el trazo horizontal
aparece formando un ligero ángulo hacia arriba compatible con la lectura generalmente aceptada; por otro lado eso parece observarse en la lámina 89 de la misma obra y en Fletcher 1985b, 129, únicas fotografías de la pieza, publicadas y aceptables, que conozco.
18.- No tomo en cuenta propuestas muy estimables en su momento pero que se pueden dar con seguridad como erróneas; así las de
Beltrán 1962; Gómez-Moreno 1962; Fletcher 1982 y 1985b; Maluquer de Motes 1968. Cf. bibliografía de n. 3.
19.- Untermann (ad loc.) propone en G.7.2B, pero no en G.7.2A; para Correa (p. 92) es indeterminado; Rodríguez Ramos (238 y
243) sigue a Untermann para G.7.B y propone con dudas para G.7.A.
20.- En contra Untermann (ad loc.) y Rodríguez Ramos (241-2); Correa (91-2) considera que los datos son insuficientes para pronunciarse.
21.- En lo que sigue utilizo de Hoz 1994, 251-3. Vid. también MLH III. 1, § 432-37, aunque no estoy de acuerdo con la idea allí expresada
de que los diversos numerales ibéricos pertenezcan a un único sistema, y Oroz 1979. Presentación muy completa del material pero
con interpretaciones discutibles en Guadán 1980. Vid. también la bibliografía relativa a las inscripciones citadas a continuación.
22.- Serra-Ràfols 1934; Bähr 1948, 425-9; Caro Baroja 1954, 773-6; Beltrán 1962, 4-8, 34-5; Gómez-Moreno 1962, 55-8; Maluquer de
Motes 1968, 231-3; Llobregat 1972, 118-9; de Hoz 1981; Fletcher 1985b, 22-3; Rodríguez Ramos 2004, 70-2.
23.- La transcripción de la vibrante en los casos subrayados como dudosos me parece en realidad segura, pero Untermann utiliza en
ellos un signo D para indicar que no existe una transcripción y los distingue de los otros casos que en realidad apenas si presentan
las normales variaciones en escritura en plomo. La decisión de Untermann de no aceptar la transcripción (<ŕ> en su sistema)
obedece a que, en ese caso, W no podría ser de ningún modo una vibrante, valor del que está convencido y en el que ha sido generalmente seguido, pero que a mi modo de ver es un error.
24.- El problema de la vibrante en la zona meridional, como ya he señalado, no está a mi modo de ver resuelto; cabe que no existiese diferencia entre dos vibrantes o que esa diferencia no la notase la escritura, lo que encajaría bien con el elemento ahora comentado.
25.- La grafía redundante -tíi- tiene algunos paralelos en escritura meridional.
26.- Cf. por ej. śalibos (F.17.1, tres veces) frente a śalirbosita (mismo texo) y el frecuente śalir.
27.- La explicación más económica para BUrltir es que, con falta de una por un lapsus, se trata de una grafía buriltir, alternativa
de bíuriltir, lo que sirve para apoyar la lectura bu de S47a.
28.- De la autopsia del plomo creo que se deduce que el signo no presenta una variante anómala, sino que a su derecha hay un
trazo que corresponde a un falso arranque.
29.- Utilizo mis notas tomadas sobre la autopsia del texto el 26-06-1980, y aprovecho la ocasión para recordar con agradecimiento las
facilidades y la generosidad con su tiempo que me brindó D. Domingo Fletcher en los viejos locales del SIP.
30.- La secuencia śn- es imposible; probablemente la es una trazada descuidadamente; en cuanto a epWkoraW podría ser
erWkoraW, de nuevo con ante W.
31.- También identificado por Untermann en carta a Fletcher de 26-01-93 que me comunicó el 4-07-94.
32.- Para seti vid. C.1.24 y un plomo de la Balaguera (Allepuz 1996; Velaza 2001, 642, 1.3); en la inscripción de Jorba parece leerse basetiŕ[ (Ferrer 2006, 130-1, 141, fig. 15, ya percibido por Panosa 2002, 336 y 342). Para tuan, que no parece estar atestiguado como
tal secuencia, habría que buscar los ejs. de tu y an por separado, lo que deja demasiado margen a la mera casualidad.
33.- Carta citada; se trata de uno de los mejores apoyos para su desciframiento de algunos signos meridionales, pero a mi modo de ver
insuficiente para proporcionar una prueba.
34.- Esta idea es en este momento un tema polémico; vid. en contra Ferrer 2005; Velaza 2006; a favor de Hoz 2009; e. p. b, con la bibliografía anterior.
35.- Tal como algunos plomos meridionales han aparecido en territorio de escritura levantina, en Lattes (Herault, B.2.3 = G.18.1), en
Orleyl (G.9.2) y en Yátova (*F.20.6, publicado por Tomás 1989, cf. Velaza 1996, 314 n. 9).
36.- G indica grafema identificado o que teóricamente debió existir en el sistema, S signo formalmente aislable, posible grafema, pero
con valor no identificado, aunque en algunos casos exagero la prudencia al existir interpretaciones discrepantes; de ahí la repetición
de G16´/S46 y G26’/S44, y el relegar S42, S43, S47a, S48 y S60 al grupo S.
37.- Otros autores no aceptan los valores de G16’, G21’ y G26’ —basados en la alta probabilidad de que los signos meridionales de forma
igual a levantino, , , tengan esos mismos valores—, o distinguen las dos variantes formales de G23 (S57) en la escritura
del S.O. como y , S58 como y algunos de los signos de la serie S47 como . También es frecuente atribuir a S51
el valor <ŕ> en el SO y en escritura meridional, en cuyo caso G7 meridional tendría el valor <ŕ>. Prescindo de algunos valores
atribuidos a la escritura meridional o a la del SO en MLH, además de los ya mencionados, porque no me parecen seguros o porque
otra alternativa me parece más probable. Vid. además la n. anterior.
237
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09
LLengua
engua yy escritura
escritura
Javier
Javierde
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Hoz
oz Bravo
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La Bastida
de Les
aLcusses
y eL
corraL
de
saus
en La geografía epigráfica y Lingüística
paLeohispánica
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses y la necrópolis del Corral de Saus han proporcionado un cierto
número de textos epigráficos, algunos de ellos de extraordinario interés. Cuando en 1990 J. Untermann
publicó el tomo de su corpus de inscripciones paleohispánicas correspondiente a las ibéricas de la península recogió tres inscripciones de la Bastida (G.7.2-4, equivalentes a Bastida I, IV y V), a las que hay que
añadir un signo sobre cerámica y un plomo (Bastida II y III), y a las que posteriormente se ha sumado un
nuevo plomo (*G.7.5; Bastida VI) y un grafito sobre cerámica (Bastida VII);1 por otro lado conviene tomar también en cuenta la inscripción de la necrópolis de Corral de Saus (G.7.1) por la evidente conexión de ambos yacimientos.
El ámbito cultural en el que se integra la Bastida, la Contestania, es una región epigráficamente muy rica,
en la que la escritura está directamente atestiguada desde el siglo IV o tal vez desde el V a.C., en la que se han
utilizado los tres tipos de escritura conocidos por los íberos, levantina, meridional y greco-ibérica, y en la
que se encuentran algunos de los yacimientos epigráficamente más destacables, como la Serreta de Alcoi, la
propia Bastida o la Illeta dels Banyets (El Campello), significativamente situados tanto en la costa como en
la zona interior montañosa. Dada la riqueza de la zona es notable la ausencia casi total de epigrafía en piedra,
aunque los pocos testimonios conservados (G.12.1, G.17.1, G.7.1) tienen un interés particular.
Toda la epigrafía indígena de la región está escrita en lengua ibérica; de hecho el límite meridional de la zona
donde encontramos nombres de persona no ibéricos se encuentra muy al norte y no hay ningún motivo para
pensar que el ibérico no fuese la lengua vernácula de Moixent2 y de su entorno (de Hoz 2009; de Hoz e. p.).
Los textos importantes de Moixent están escritos en la variedad de escritura paleohispánica que llamamos
escritura meridional,3 próxima de un lado a la escritura del suroeste, presente sobre todo en Portugal,4 y a
lo que, aunque apenas si podemos señalar testimonios de ella, debió ser la forma más antigua de escritura
de la península, que sin excesivo atrevimiento podemos llamar escritura tartésica,5 y de otro a la escritura
ibérica propiamente dicha, o levantina, utilizada desde el sureste de España hasta el río Herault en Languedoc (MLH I-III; Rodríguez Ramos 2004).
Las fechas iniciales de la utilización de la escritura meridional para escribir ibérico no las conocemos con
seguridad; no es probable que la escritura ibérica levantina, que existía ya a finales del siglo V a.C., sea anterior, pero los testimonios seguros más antiguos que tenemos son del siglo IV a.C. aunque se reparten ya
entre las zonas extremas del área en que va a ser conocida esta escritura, de un lado Cástulo en la Alta Andalucía, de otro la propia Bastida de les Alcusses, es decir no muy lejos del río Júcar.
En cuanto a la escritura levantina, atestiguada en el noreste ya a fines del siglo V a.C., está presente en
Contestania en la propia Bastida en el siglo IV como veremos, pero en general en esa zona parece haber penetrado en fecha relativamente tardía.
De la escritura greco-ibérica, simple adaptación del alfabeto jonio para escribir ibérico, utilizada en Contestania durante el siglo IV y en cierta medida el III a.C. (MLH III.1, § 401; de Hoz 1987), no hay por ahora
indicios de que se haya utilizado en la zona de la Bastida.
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Esta zona se sitúa en la frontera norte de la escritura meridional, utilizada también, más o menos en la
misma latitud pero más al oeste, en el Amarejo, en Bonete (*G.24.1-4, Broncano 1989; Rodríguez Ramos
2004, 74), y en el Salobral (G.17.1). También al oeste hay sin embargo algunos puntos de escritura meridional
más septentrionales, Castellar de Meca (Ayora) (de Hoz 1997, nº 226.1; Rouillard 1997, 137), Reiná (Pérez
Ballester 1992) y Abengibre (G.16), pero en la longitud de Moixent, Enguera conoce sólo escritura levantina
(F.21) e igualmente Xàtiva (A.35) y Gandia (*G.20.1, Fletcher y Silgo 1992-93) al noreste y Terrateig (*G.21.1,
Fletcher y Gisbert 1994) al este, aunque las fechas de todas estas inscripciones levantinas son o tardías o indeterminables. En escritura meridional hay que citar también el plomo de Covalta (Albaida, G.6.1) no fechable, mientras que las inscripciones greco-ibéricas más próximas son las del importante núcleo alcoyano
de la Serreta (G.1-G.4), donde también encontramos escritura levantina.
Dado lo mal atestiguada que está la epigrafía meridional y los problemas que plantea su cronología, es
importante la fecha de las inscripciones de la Bastida, en particular el plomo primero (G.7.2; Bastida I) y el
grafito G.7.4 (Bastida V), hallados en un contexto del siglo IV a.C. (Tarradell 1961, 10-1; Llobregat 1972, 3440), en lo que coinciden con un grafito de Cástulo, mientras que otras inscripciones del mismo tipo no tienen
fecha precisable, como ocurre con el plomo nuevo de la Bastida (*G.7.5; Bastida VI). La inscripción de Corral
de Saus es como tarde del siglo IV a.C., pero podría ser del siglo V (vid. infra), y constituye un testimonio
importante de la fecha inicial de la escritura meridional en el sureste. En fechas posteriores sin embargo,
cuando la zona de Moixent posiblemente quedaba dentro del territorio de Saiti (vid. por ej. el mapa de Mata
2001, 250), la escritura utilizada parece haber sido exclusivamente la levantina tal como vemos en Enguera
(F.21, aunque sin datación) y en las acuñaciones de la propia Saiti (A.35).
1. Distribución de las inscripciones sobre plomo y cerámica.
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2. Fotografías del plomo G.7.2 (Bastida I) antes de ser desenrollado 1928.
Los textos: presentación
Las inscripciones de la Bastida son siete, dos plomos de cierta longitud y considerable importancia – G.7.2
(Bastida I según terminología empleada por Fletcher) y *G.7.5 (Bastida VI)–; otra lámina de plomo pero que
sólo tiene tres signos G.7.3 (Bastida IV); un plomo (Bastida III) al parecer inédito y del que tengo escasa
información6; un fondo de kylix ático con un único signo (Bastida V)7; un pequeño fragmento de cerámica
ática en el que se leen cuatro signos, dos muy parcialmente conservados, de lo que debió ser una inscripción
más larga (G.7.4, Bastida II); y finalmente una base de cerámica ática con un grafito numeral griego del Depto.
100 (Bastida VII) [fig. 1]. Por otra parte la cercana necrópolis de Corral de Saus ha proporcionado un fragmento de piedra con restos de una inscripción (G.7.1).
El plomo G.7.2 (Bastida I) apareció en el Depto. 48, bajo una piedra de molino, al parecer como ocultación
deliberada [figs. 2, 3 y 4]; en el departamento había, entre otras cosas, numerosas fusayolas, pesas de telar,
una cacha de espada de frontón y un broche de bronce nielado en plata.8 En lo que debe ser otra habitación
del mismo edificio se encontraron restos de metalurgia.9
El plomo *G.7.5 (Bastida VI) apareció enrollado en 1992 en una terrera de las excavaciones de 1932 que
parece provenir del Depto. 158, al norte del cual fue encontrado (Fletcher y Bonet 1991-92, 143-4) [fig. 5].
El departamento es una habitación de una gran vivienda y en ella se hallaba bastante material metálico,
entre otras cosas dos ponderales, así como otras piezas, entre ellas dos fusayolas y un molino.
El plomo breve G.7.3 (Bastida IV) [fig. 6] apareció en circunstancias desconocidas (Fletcher y Bonet
1991-92, 144). Del otro plomo (Bastida III) no tengo datos precisos, pero parece que apareció en la calle
principal fuera de contexto [fig. 7].10
Como he dicho los dos textos realmente importantes de la Bastida son los dos largos grabados en plomo.
La lámina de plomo es uno de los soportes más utilizados en el mundo ibérico; en general se trata de textos
de carácter privado y relacionados con actividades económicas (de Hoz 1979; 1999; Untermann 1987a; 1996;
2001). Las condiciones de hallazgo de ambas piezas apuntan claramente en esa dirección y se suman a otros
muchos indicios. En escritura meridional tenemos un cierto número de plomos, aparte los de la Bastida, el
primero de los cuales por su fecha y características está entre los más interesantes de los ibéricos; otros plomos
meridionales permiten conocer las mismas variedades que encontramos en la escritura levantina, básicamente
textos sin articulación formal precisa, que pueden ser misivas o recordatorios narrativos, como *G.7.5 (Bastida
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3. El Depto. 48, con el molino a la derecha bajo el
que apareció el plomo escrito.
VI), y textos con numerales que parecen anotaciones contables, como la cara B de G.7.2 (Bastida I), a los que
hay que añadir plomos que más que textos desarrollados parecen ser meras etiquetas (F.9.4, F.13.2CD, G.1.5,
G.18.1), tipo al que parece pertenecer G.7.3 (Bastida IV) y Bastida III cuya forma circular tiene paralelos como
F.17.4, F.20.4 o el disco del Pico de los Ajos (*F.20.6, Tomás 1989).
Aparte algunos elementos léxicos recurrentes en la escritura levantina, en los plomos es frecuente la presencia de nombres propios que en ocasiones, como consecuencia de lo que considero su carácter económico,
aparecen en combinación con numerales. El ejemplo más significativo es, como veremos, la cara B del plomo
mayor de la Bastida con su secuencia de nombres propios seguidos de sufijos y de indicaciones metrológicas
a las que da precisión un numeral.
Desde el punto de vista formal es característico de los plomos meridionales una distribución del texto
ceñida a los bordes que da lugar a líneas invertidas la una con respecto de la otra (G.15.1, Llano de la Consolación;11 H.1.1, Gádor); a este tipo corresponde una de las caras de *G.7.5/Bastida VI12. Pero también encontramos textos organizados en líneas pautadas (G.0.1, G.1.4 (escritura greco-ibérica), G.6.1), que es el
caso de G.7.2/Bastida I y del ya citado plomo de Gádor.
Dado su carácter de anotaciones prácticas, del tipo de la lista de G.7.2B (Bastida IB), nada indica que la
utilidad de los plomos se extendiese a más de una generación, ni tan siquiera a muchos años de la vida de
su propietario.
Los grafitos G.7.4 (Bastida II) y Bastida V aparecieron en los Deptos. 64 y 62 [figs. 8 y 9], que parecen
formar parte de un gran edificio, singular por su tamaño y solidez, así como por su contenido con abundante
cerámica ibérica y ática (Fletcher et alii 1969, 56-60, 67-71 y plano tras p. 71; Fletcher y Bonet 1991-92, 144).
Puede haber jugado alguna función de almacén y centro de redistribución. Ambos grafitos están grabados
en el fondo de dos vasos áticos de barniz negro, Bastida V con seguridad en el interior de una kylix y Bastida
II posiblemente también pero en el exterior.
Los grafitos en cerámica son por supuesto textos particularmente banales que en la mayor parte de los
casos pertenecen al tipo de inscripciones de propiedad o de marcas comerciales (de Hoz 2002; 2007). El
signo aislado (Bastida V) (Fletcher et alii 1969, 57-8) pertenece probablemente a esta segunda clase, aunque
resulta anómalo que haya sido grabado en el interior, sin que estemos en condiciones de decir a que momento de la comercialización del vaso pertenece; teóricamente habría podido ser grabado incluso en Atenas.
Bastida II tenía al parecer mayor entidad, pero su estado fragmentario no permite precisiones (Fletcher et
alii 1969, 69; Llobregat 1972, 125 nº 15; Fletcher 1985b, 23, fig. 22.2, lám. XIX.1); la inscripción es doble, un
grafito griego y bajo él una inscripción ibérica. La posición del grafito griego en el vaso es la propia de una
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inscripción mercantil, y su contenido, una secuencia de triángulos esgrafiados, corresponde sin duda a una
inscripción numeral griega, del tipo usual en los grafitos mercantiles (Johnston 1979, 27-30), que indicaría
como mínimo “30” —cada triángulo, en realidad la letra delta, abreviatura de deka, = 10—; el espacio tras el
último triángulo parece indicar que el final de la inscripción está completo mientras que delante cabrían diversas posibilidades, otra delta, pi con delta incorporada, es decir “50”, heta por 100, o distintas combinaciones
de esos elementos. Dado lo común de estas inscripciones en todo el área de comercialización de la cerámica
griega es lógico suponer que llegó a la Bastida ya grabada y allí se le añadió la ibérica, como vemos en muchos
otros casos (varios ejemplos en de Hoz 2002, 83, n. 58). La ibérica podría ser igualmente mercantil, pero en
esa posición conocemos también lo que parecen ser inscripciones de propiedad; sin embargo los restos no
coinciden con ningún elemento conocido de la onomástica ibérica. Se trata de una inscripción en escritura levantina, dextrógira como es lo normal, pero de lectura insegura por lo dañado del primer y último signos.13
Otro grafito mercantil griego apareció en el Depto. 100 (Bastida VII) [fig. 10]. Se trata de un fragmento
de base de pátera ática de barniz negro (Fletcher et alii 1969, 317 nº 89) en el que está grabado un grafito
numeral, [Δ]ΔΔΔΠ, es decir “45”. De la primera delta sólo quedan restos mínimos pero la restitución es segura porque de ningún modo podrían corresponder a uno de los signos posibles ante delta. Teóricamente
ante esa primera delta podría haber habido algún otro numeral pero las alternativas nos llevan a números
como “95” o “145”, excesivamente altos para lo que solemos encontrar en esta clase de grafitos. Una abreviatura de un nombre que designase el tipo de vaso sería posible pero lo más usual es la mera mención numérica. Lo único que cabe decir es que, en algún momento en el proceso de comercialización entre Atenas
y la Bastida, la pátera en cuestión formó parte de un lote de cuarenta y cinco piezas empaquetado de tal
forma que el grafito resultaba visible.
La inscripción de Corral del Saus (G.7.1) [fig. 11], una necrópolis próxima a la Bastida pero perteneciente
al poblado ibérico del Castellaret (Izquierdo 2000, 168-170), nos proporciona la posibilidad de vislumbrar
lo que pudo existir en la igualmente desconocida necrópolis de la Bastida. En realidad los materiales de Corral de Saus que cronológicamente corresponden a la ocupación de la Bastida los conocemos indirectamente,
ya que la necrópolis siguió su vida hasta el siglo II a.C., y las tumbas contemporáneas de nuestro yacimiento
sólo se conocen por los restos reutilizados en tumbas posteriores (Fletcher 1977; Aparicio 1984, 175-205;
Izquierdo 2000, 157-343), pero existe un acuerdo generalizado desde los primeros estudios en distinguir
una fase monumental, a la que corresponde la pieza con inscripción, que hoy día se fecha entre finales del
siglo V o comienzos del IV y finales de este siglo, y una fase posterior con tumbas de empedrado tumular,
que aquí no nos interesa sino en la medida en que en esas tumbas se reemplearon los restos producidos por
la destrucción de las de la fase monumental en un momento no determinado.
No sabemos exactamente a qué monumento perteneció originalmente la pieza inscrita, e incluso hay discrepancias en la fechación de los límites de la fase monumental (Almagro-Gorbea 1987; Abad y Sala 1992,
154), pero no cabe duda de que había sido reutilizada, junto con otras piezas de la fase monumental en la
tumba llamada de “la sirena” (Izquierdo 2000, 289-92, 325-6, 492 nº 59 y lám. 89), y debe en todo caso ser
anterior a fines del siglo IV a.C., pudiendo improbablemente alcanzar los finales del V. Más discutible es su
clasificación. Algo precipitadamente la he considerado en ocasiones anteriores como parte de una estela, y
testimonio por lo tanto de la existencia de estelas tempranas en escritura meridional (de Hoz 1995, 60,
seguido por Izquierdo 2000, 291-92 y 325-6); sin embargo las medidas de lo conservado, aunque no imposibles para una estela, se adaptan mejor a un sillar utilizado en la construcción de un monumento mayor,
pilar-estela, cipo o similar, lo que quizá también sería aplicable a los restantes raros textos lapidarios meridionales como G.12.1 (l’Alcúdia de Elx), G.17.1 (el Salobral), o al recién publicado de Cerro Boyero (Pachón
et alii 2002), que sin embargo pertenece a un mundo diferente geográfica y cronológicamente.14 Como veremos luego, los rasgos epigráficos también se explican mejor desde este punto de vista.15
Por desgracia la lectura de la inscripción es insegura y ninguna de sus alternativas permite conclusiones
precisas.16 Fletcher leía, adaptando su transcripción a la aquí utilizada (vid. infra), ]tirZer[; Untermann
(G.7.1), ]tirZea[ o ]tiaZer[. De hecho hay una gran diferencia entre las dos supuestas
pero si existen buenos paralelos como
atreverme a dar valor al signo representado imitativamente por E.17
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4. Anverso y reverso del plomo G.7.2 (Bastida I) (calco según Fletcher). Fotografía a tamaño real.
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5. Anverso y reverso del plomo G.7.5 (Bastida VI) (calco según Fletcher y Bonet). Fotografía a tamaño real.
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Todavía se puede citar otra pieza epigráfica de Corral de Saus, aunque muy modesta. Se trata de un solo
signo, esgrafiado en el exterior sobre el galbo de una
pátera fina ibérica (Izquierdo 2000, 209, 291 y fig. 110.5
de la p. 219). Como corresponde al ajuar, de la baja
época de la necrópolis, debe ser una
forma desconocida en la escritura meridional, aunque
mucho más improbablemente y trazada en perpendicular a la base de la pátera, podría ser <ś> tanto levantina como meridional. No es posible decidir si es una
marca de propiedad o comercial.
6. Calco del plomo G.7.3 (Bastida IV) (según Silgo).
escritura
Las inscripciones significativas están en escritura
meridional, cuyo desciframiento presenta a mi modo
de ver todavía algunas dudas. En particular me ocuparé
7. Calco del plomo Bastida III (según Silgo).
aquí de los casos problemáticos de entre los signos atestiguados, pero conviene una observación previa sobre
el problema de las vocales; es seguro que algunos silabogramas meridionales de timbre /i/, en concreto
meridional, y en algún caso en contextos que hacen razonable la misma transcripción que en la escritura levantina; al parecer tenemos por lo tanto parejas de signos con un mismo valor, ya que no cabe una interpretación como variantes geográficas o cronológicas porque se dan en la misma inscripción. Creo que la
hipótesis de trabajo más económica de momento es considerar la posibilidad de seis vocales en el dialecto
ibérico para el que se adoptó la escritura meridional, con dos timbres anteriores próximos entre sí que confluirían en levantino y para los que utilizo, convencionalmente, transcripciones del tipo <-í> e <-i>. Esta hipótesis no ha sido en general aceptada, y se ha solucionado el problema a través de la hipótesis de variantes
geográficas y de la existencia de formas iguales en meridional y levantino que tendrían valores completamente distintos en una y otra escritura, para lo que evidentemente hay un buen apoyo en meridional
idéntico a levantino . De esta diferencia de enfoque derivan algunas discrepancias, pero en todo caso
hay que insistir en que el bajo número de inscripciones meridionales y la insuficiencia de los controles externos, como el que abundantemente proporcionan las monedas en escritura latina en el caso levantino, no
permiten proponer con seguridad un desciframiento de la totalidad de la escritura meridional sino un cierto
número de valores firmes y un conjunto de hipótesis que sólo nuevos hallazgos permitirán comprobar o falsar.18 De los signos que encontramos en estos documentos varios están afectados por estas inseguridades y
por ello utilizaré en la presentación de los textos ciertas convenciones “neutrales”, pero en el comentario
utilizaré mis propias lecturas. Los signos en cuestión son los siguientes (referencias al cuadros 1 a y b):
G16´: Untermann y Correa lo considera indescifrado pero tanto Rodríguez Ramos (2002 pp. 236-8) como Correa y Correia en lo que se refiere a la escritura del suroeste (Correa 1987 y 1996 a y b; Correia 1996) aceptan
mi transcripción ki (kí según mi hipótesis vocálica). En este caso la transcripción me parece tan segura que,
a diferencia de otros en que existen discrepancias, no dudo en utilizarla.
G20: la transcripción te no es tan segura como otras pero hay acuerdo generalizado entre los autores recientes y los argumentos son, si no indiscutibles, sí muy fuertes, por lo que utilizaré esa lectura.
G21´: la transcripción ti (tí) está asegurada y es unánimemente aceptada, a pesar de que plantea un problema
por la discrepancia con la escritura levantina y por la existencia en escritura meridional de S48 (G21, ti
en la escritura levantina).
S41: Untermann, seguido por la mayoría de los autores, transcribe be, pero a pesar de algunas lecturas ibéricas interesantes así obtenidas, se trata a mi modo de ver de testimonios insuficientes para dar por
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Cuadro 1a. Signarios meridionales; signos menos problemáticos.
1. Escritura consonántica fenicia.
2. Transcripción de la escritura fenicia en orden adaptado a la
estructura de las escrituras paleohispánicas.
3. Escritura del SO.
4. Transcripción real o convencional de la escritura del SO.
5. Referencias para identificar los signos.36
6. Transcripción de los signos meridionales indicando los que
presumiblemente existen pero no han sido identificados.37
7. Escritura meridional (SE).
229
segura esa transcripción, que crea problemas
en relación con la escritura levantina, por lo
que utilizaré la representación puramente
imitativa E.
S45: Untermann transcribe, como en levantino,
ki; otros autores que aceptan ese valor para
G16´ se ven obligados a buscar distintas transcripciones; Rodríguez Ramos transcribe
un valor fonético demostrable (Rodríguez
Ramos 2002, 234-8; Correa 2004, 92). De
acuerdo con mi hipótesis sobre la sexta serie
vocálica sería ki, pero a la vista de las discrepancias utilizaré la representación imitativa Z.
S47(a): coincide con G28 levantino (bu) pero
está muy mal atestiguado en el sur y no aparece en ningún contexto que permita controlar su valor; utilizaré BU.
S48: la aceptación del valor ti para G21´ sin admitir la sexta serie vocálica obliga a buscar
otro valor para este signo, idéntico a levantino
G21 (ti), e incluso a postular valores diferentes en distintas inscripciones meridionales.19
Utilizaré TI.
S56: Untermann lo ha interpretado como ŕ y
otros autores le han seguido, aunque atribuyendo al signo el valor de la otra vibrante levantina, G7 (r), e identificando meridional
G7 con levantino G8 (ŕ). En realidad creo que
hay contextos que hacen imposible una vibrante; utilizaré W.
S60: coincide en forma con levantino G26 (bi) y
creo que probablemente es ese su valor, pero
al aceptar mi interpretación de G26´ y no la
sexta serie vocálica se plantea un problema
que Untermann ha resuelto dando a este
signo el valor ba a partir de algunos contextos
posibles, en lo que le han seguido otros autores. Sin embargo la forma esperable de ba en
escritura meridional (S42), a partir de cual se
explica sin problemas levantino G24, está
bien representada en H.1.1 en un contexto
que confirma su valor.20 Sin embargo en vista
de las discrepancias utilizaré P.
En la escritura levantina hay signos que han
surgido por transformación de otro que representa un sonido próximo, y en la greco-ibérica
por simple adición de un rasgo diacrítico. En
Moixent, algunas veces encontramos r marcada
con un rasgo oblicuo, pero estos casos no se dejan
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reducir a sistema y afectan también a otros
signos, incluso silabogramas (Correa 2004,
93), por lo que si tienen algún sentido no
parece que éste tenga relación alguna con
la distinción entre diferentes vibrantes,
cuyos signos se distinguen en las otras escrituras utilizadas para la lengua ibérica
por los procedimientos mencionados. Correa (pp. 92 y 93) ha supuesto que en
G.7.2B (Bastida IB) [fig. 4] se ha diferenciado entre el uso fonético y el metrológico
de
primer caso, al menos en ocasiones; personalmente creo que el conjunto de textos
con indicaciones metrológicas de ese sistema (vide infra) no distingue entre signos
metrológicos y fonéticos, por lo que en el
caso de los primeros podría tratarse de
simples abreviaturas.
Los textos breves de la Bastida plantean, a pesar de su aparente banalidad, un
problema importante ya que parecen estar
escritos en escritura levantina. Es cierto
que G.7.3 (Bastida IV) [fig. 6] es no sólo
breve —tres signos, o dos y un trazo quizá
numérico— sino mal trazado y por lo tanto
no se puede garantizar que sea levantino,
pero G.7.4 (Bastida II) [fig. 8], a pesar de
su carácter fragmentario, difícilmente admite otra interpretación ya que está escrito
con seguridad de izquierda a derecha y el
tercer signo no podría ser en escritura meridional sino
compagina con el contexto. Hay autores
que defienden la recepción muy tardía de
la escritura levantina en la zona (RodríCuadro 1b. Signarios meridionales; signos problemáticos.
guez Ramos 2004, 91-2), lo que parecen
1. Escritura consonántica fenicia.
refutar estos textos; sin embargo la convi2. Transcripción de la escritura fenicia en orden adaptado a la estrucvencia en las mismas fechas de tres varietura de las escrituras paleohispánicas.
3. Escritura del SO.
dades distintas de escritura para la lengua
4. Transcripción real o convencional de la escritura del SO.
ibérica
en Contestania plantea un pro5. Referencias para identificar los signos.36
blema
no
resuelto. En todo caso por ahora
6. Transcripción de los signos meridionales indicando los que presumiblemente existen pero no han sido identificados.37
no hay indicios de conocimiento de la es7. Escritura meridional (SE).
critura greco-ibérica en la área de Moixent
y, a la hora de valorar la presencia de escritura levantina, hay que tener en cuenta
que estamos en la zona más septentrional de uso de la escritura meridional y no es esperable que las fronteras
culturales presenten límites nítidos, por lo que podríamos estar ante un normal solapamiento de rasgos culturales en zona fronteriza, similar al solapamiento de isoglosas en fronteras dialectales.
Es notable el uso de interpunciones que encontramos en estas piezas. En las inscripciones ibéricas y
greco-ibéricas encontramos el uso de dos o tres puntos como interpunción, pero en las meridionales la si-
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8. G.7.4 (Bastida II). Grafito mercantil griego e inscripción ibérica sobre una pieza ática del Depto. 64. Long. máxima 3 cm.
tuación es más confusa; en Abengibre (G.16) y El Salobral (G.17) se utilizan rayas verticales; en G.0.1 tres o
más puntos, aunque en algunos casos podría tratarse de indicaciones numerales cuya relación sin embargo
con los trazos verticales, sin duda numéricos, no se ve clara; también puntos en Llano de la Consolación
(G.15), trazos cortos en Perotito (H.3), y espacio en blanco en Torres (H.5), mientras falta separación en
Gádor (H.1). En la Bastida tenemos trazo vertical en *G.7.5 (Bastida VI) [fig. 5], puntos en G.7.2Aa (Bastida
IAa), trazo vertical con puntos sobreincisos en G.7.2Ab (Bastida IAb), y finalmente una solución original en
G.7.2B (Bastida IB), ya que se ha optado por indicar, en las anotaciones contables, las unidades por medio
de puntos en una o dos secuencias verticales que hacen a la vez la función de interpunciones [fig. 4].
numeraLes
El plomo mayor de la Bastida G.7.2B (Bastida IB) nos proporciona información importante sobre uno de
los sistemas metrológico-numerales ibéricos. Los numerales, y los signos metrológicos, que no pueden ser separados de ellos, se organizan en el mundo ibérico en una variedad notable de sistemas.21 El más simple implica
la utilización de trazos verticales como indicadores de unidades —en el plomo de la Bastida, puntos como hemos
visto— que en lo que sigue transcribiré con el número de trazos entre paréntesis, tipo (3)—, y la de grafemas
del semisilabario levantino o meridional para definir las categorías metrológicas. En nuestro caso encontramos
tres grafemas, a, o y kí en una relación de valores que desconocemos; el sistema está atestiguado en escritura
levantina, en la que los ejemplos más claros son el plomo Alcoi G.1.6 y el cuenco de El Arcornocal H.9.1, que
aunque aparecido en Andalucía occidental procede claramente del este a juzgar por su escritura ibérica. Ambos
textos nos garantizan una secuencia nombre propio+sufijo a C (cifra) o C ki C, lo que implica que a, o y ki son
unidades metrológicas de un mismo sistema organizadas en una gradación posiblemente de mayor a menor.
Podemos esperar por lo tanto otros casos en que, por tratarse de cantidades menores, falte a o a y o, o en los
que figurando unidades mayores falte la mención de una menor porque esté representada por cero.
El mismo sistema aparece también en escritura meridional (de Hoz 1981), no sólo en la Bastida sino en un
plomo de origen desconocido (G.0.1), un texto muy fragmentario pero en el que observamos algunas secuencias
significativas:
A1: ](3) o (2) (3 puntos) [
A3: ](4) kí (4) (7 puntos)
B4: ]a (1) o (4)[.
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9. Signo aislado G.7.4 (Bastida V) del Depto. 62. ø 6 cm
No se conserva aquí ninguna secuencia completa a o ki —en escritura meridional kí— pero sí tenemos
restos suficientes para admitir, sin que sea excesivamente arriesgado, que estamos ante el mismo sistema
levantino.
La cara B del plomo G.7.2 (Bastida I) puede interpretarse de forma similar una vez que aceptemos que
los puntos, variables y a veces muy numerosos, que separan las secuencias de signos corresponden en realidad a los trazos numéricos de otras inscripciones. Obtenemos así un esquema reiterado en el que se dan
las variables nombre propio-ka o nombre propio-kia (-Za) seguidas de kí u o y cifras; la última variante
puede ser un sufijo -kia o más probablemente -ki seguido del signo metrológico a.
anáLisis de Los textos mayores
El plomo mayor de la Bastida G.7.2 (Bastida I)22 está escrito por ambas caras pero, a diferencia de otros,
en este caso los textos son independientes. La cara A fue grabada anteriormente con un texto tal vez largo
del que sólo se conservan las dos líneas fragmentarias que denominamos Aa; posteriormente, al parecer
una mano diferente, añadió el texto Ab, invertido con respecto a Aa pero tal vez aprovechando las pautas
previamente preparadas para el texto anterior, ya que la última línea conservada de Aa y la última de Ab se
hallan dentro del mismo renglón aunque naturalmente en dirección opuesta.
Aa ]śkíliW : ututa : pśiWtarakar : / ]nZ
Ab23 otalauZtiteW : sikíltirikan : / kítarWkíW : sosintíkeWka : nanpn / pnkíśarikan :
kítaW / urketíikeWka : kítetírW / laZ
B saltulako-Z a kí (6) / ersiW-ka kí (8) artaker-ka kí (6) koltiśtautin-ka kí (7) ersiW-ka o
(3) kí 1 / bíurtaker-ka kí (2?) Burltir-ka kí (5?) saltulako-Z a kí (1) saltulako-Z a o (2) / koeron-ka kí (2) ersiW-ka o (3) sakarpś-ka kí bí(3) ersiW-ka kí (10) aiturarkí-Z a kí (1) / kanieron-ka kí (5?) bíuriltir-ka kí (2) stikel-ka kí (6) biurtaker-ka kí (5) aiturarkí-Z a kí (6)
Las inscripciones Aa y Ab no permiten una interpretación, la primera por su brevedad, la segunda porque
por ahora sólo podemos detectar algunos nombres propios y un par de posibles sufijos, —ikan en sikíltirikan
y binkíśarikan, y Wka en sosintíkeWka y urketíikeWka—. El primero puede ser el mismo atestiguado en Em-
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púries (C.1.24) en iŕika iunstirika. Además Untermann (MLH III, ad loc.) ha
señalado que laki podría ser una combinación de los sufijos ibéricos -la y -ki (MLH
III. 1 §§ 533 y 530), lo que apoyaría la
transcripción de S45 (Z) como ki. Los nombres propios son sikíltir-, sosintíke- y
urketíike-. El primero está formado por los
elementos onomásticos ibéricos bien conocidos sike- (MLH III.1 §7.102) e iltir/iltiŕ (§
7.61), lo que constituye un buen apoyo para
la transcripción ti de S48. Es significativo
que aquí encontremos ilTIr- y en la cara B
-iltír, para lo que caben al menos dos interpretaciones; en la zona septentrional del
ibérico meridional la distinción entre
ambos tipos de vocal anterior ha podido
haberse perdido o estar en proceso de pérdida, lo que daría lugar a vacilaciones gráficas, o la forma levantina podría ser el
10. Grafito mercantil griego procedente del Depto. 100 (Bastida VII).
resultado histórico de dos morfemas muy
Longitud 6,2 cm.
similares pero diferenciados por la vocal
anterior y la vibrante, ambos atestiguados
en la Bastida.24 Los nombres propios sosintíke- y urketíike-25 están formados por elementos onomásticos bien conocidos (§§ 7.109 (sosin), 7.140 (urke) y 7.125 (tiker/tikeŕ)); si se acepta la
interpretación de
prefiero pensar en una combinación de sufijos, -W-ka, el primero de los cuales por razones fonéticas causaría
la caída de la vibrante final de tiker.26 Dada la relación que presentan los nombres propios con los diversos sufijos mencionados se esperaría que Pnkíśar-/binkíśar- fuese también un nombre propio, y de hecho bin- es
un elemento onomástico (§ 7.40) pero el paralelo más
próximo para -kíśar- es kitaŕ/kitar (§ 7.76) que difícilmente puede ser equivalente.
En B obtenemos una serie de nombres propios atestiguados como ibéricos, o de formas que podrían serlo
y que sin duda juegan en el plomo el mismo papel, seguidos de uno u otro de dos sufijos: con -ka: kaniEron,
bíuriltir, stikel, biurtaker (2x), koEron, ErsiW (4x), sakarbiś, burltir,27 artaker,koltis;tautin,28 con -ki (Z):
aiturarkí (2x), saltulako (3x). El esquema resultante, de
acuerdo con lo dicho más arriba sobre numerales y signos metrológicos, es:
NP-ki a kí c : líneas 1, 3, 4, 5
NP-ki a o c : línea 3
NP-ka kí c : líneas 2 (x 3), 3 (x 2), 4 (x 3), 5 (x 4)
NP-ka a o c kí c : línea 2
NP-ka o c : línea 4
11. Calco de la inscripción sobre piedra procedente de la
necrópolis del Corral de Saus (según Fletcher). Longitud
máxima 21 cm.
Alguna de las secuencias que preceden al sufijo ka
no puede ser identificada con seguridad en el repertorio
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antroponímico ibérico, pero no me parece probable que en lo que es indudablemente una lista de items a
cada uno de los cuales corresponde una cierta asignación cuantificada puedan mezclarse personas y cosas.
Que debemos contar con un sufiko ki y no kia se deduce porque en la última secuencia de las líneas 4 y 5 kia
va seguido de un único punto similar al que, alternando con grupos más numerosos, de hasta ocho y diez
unidades, sigue a kí en tres ocasiones.29 Eso me hace pensar que kia es en realidad un sufijo -ki seguido de la
indicación metrológica a, y sería paralelo a -ka a de la línea 2, también formada por un sufijo y un grafema
utilizado como símbolo metrológico; el hecho de que nunca aparezca ki no seguido de a se explicará posiblemente porque las personas a cuyo nombre acompaña ese sufijo están involucradas en operaciones de mayor
volumen. En sólo dos casos a va seguido de un punto porque en general se prescindirá de indicar el numeral
cuando coincide con la unidad, ya que la presencia del símbolo metrológico es indicación por sí misma, es
decir tanto a como a (1) equivalen a una unidad de a.
Tenemos por lo tanto posiblemente dos sufijos alternantes, en distribución complementaria, al menos
dentro de este texto puesto que en las varias repeticiones que se dan de un nombre propio siempre le acompaña
el mismo sufijo, que serían ka y ki. Desde el punto de vista lingüístico lo más interesante del texto es precisamente el juego de alternancia entre ambos sufijos. La interpretación más obvia nos llevaría a pensar que se
trata de funciones gramaticales distintas e incluso tal vez opuestas. Puesto que se trata de una lista de nombres
propios con indicaciones de cantidad podríamos pensar en deudores y acreedores, pero ningún nombre aparece
con ambos sufijos a pesar de estar algunos repetidos. Como hemos visto la mayor parte lleva el sufijo -ka, y
sólo dos nombres propios, repetidos dos veces uno y tres otro, -ki. Se plantea la duda por lo tanto de si los dos
sufijos no serán alomorfos condicionados por el tema al que se unen, o incluso si el sufijo será /-k/g/ y estaremos ante dos variantes gráficas. aiturarkí-ki podría justificarse por una especie de atracción, pero no saltulako-ki. Otros casos de -ki tras nombres propios no apoyan la idea de que el tema determine de una forma u
otra el sufijo: aitíkeltunki (G.15.1A), iltírtíkeWki (G.16.1B). El único elemento común a dos secuencias con
-ki es el primer formante del nombre propio aiti/aitur, sobre cuya base por ahora no se puede construir nada.
Otros ejemplos de -ki no aparecen ante cifras ni tras nombres propios, y sobre todo no aparecen en contextos
claros (MLH III.1, § 530). La única posibilidad de paralelismo entre -ka y -ki, muy insegura, está en el uso de
-ka en la inscripción de Santa Perpètua de la Mogoda (C.10.1) y el de -ki en un texto de Abengibre:
iltírtíkeWki : ebinin (G.16.1B)
aụ/ŕuninkika / oŕtinse/ikika : siba+tin (C.10.1), es decir nombre propio- W-ki / ki-ka + forma en
–in.
Podría pensarse en una acción verbal y la indicación de la(s) persona(s) responsable, en el primer caso
dedicación o donación, en el segundo enterramiento o construcción de la tumba, pero todo esto es excesivamente especulativo. Además el paralelismo plantea el problema del doble sufijo, y de que en ambos casos
hay ki aunque la posición apoye la equivalencia funcional ki/ka.
En resumen se trata de una serie de secuencias en las que un nombre propio va seguido de un sufijo y
de una indicación metrológica del sistema a o ki en la que en un sólo caso aparecen las tres unidades del
sistema, en otro aparece a o, en un tercero a kí, en un cuarto o sólo, y en los restantes sólo kí. En un caso
aparece un signo de pequeño tamaño bajo los puntos numéricos, que por el momento carece de
explicación pero que podría ser un numeral equivalente a un cierto número de unidades, aunque no hay
paralelos coincidentes.
Respecto a la interpretación de este sistema metrológico tenemos un indicio en su utilización en vajilla
de plata, lo que parece indicar que se trata de pesos. El cuenco del Alcornocal (H.9.1) pesa al parecer 568’2
gr, que deben corresponder a su leyenda metrológica a 1 o 4 ki 4, pero el problema de la relación entre las
unidades metrológicas y del peso que corresponde a cada una no está aún resuelto (Oroz 1979, 351-5).
El plomo aparecido más recientemente *G.7.5 (Bastida VI) (Fletcher y Bonet 1991-2; Faria 1992-93 (1994);
Rodríguez Ramos 2004, 72-3), cuya peculiar disposición ya he comentado, está escrito por ambas caras:
A bíśkíbítersetí : teia : pneia : psbíturpWtín
B śntarlabí+nkos:bítertuan : koikaZskítur
epWkoraW.30
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Es muy poco lo que de interés se puede decir de este texto. En ambas caras tenemos una secuencia -bíter-31
que debe corresponder al -biter- frecuente en los textos levantinos donde creo que probablemente se debe interpretar como núcleo de una construcción verbal, pero sin que quepa especular sobre su sentido aunque aparece
casi exclusivamente en plomos (MLH III.1, 184-5; de Hoz 2001 a y b). Sin embargo la posición inicial de -bíterresulta sorprendente y carecemos de paralelos para las secuencias en que se integra, lo que es particularmente
extraño en el caso de los posibles sufijos o lexemas incorporados -setí y -tuan,32 mientras que las secuencias que
preceden, dada la habitual libertad en el uso de las interpunciones, podrían ser comparables a las palabras como
śalir que preceden a la secuencia -biter- en algunos casos.
Desde luego serían esperables algunos nombres propios en el texto, pero no hay casos netos a no ser que
se acepte la lectura de Untermann para psbíturpWtín, es decir basbitirbartin que compara con
basbidirbartin (G.1.1, greco-ibérico)33 y que contendría un nombre propio formado por bas (§ 7.27) y una
variante de bitu (§ 7.42). En todo caso no es frecuente que un nombre propio se suelde a elementos de cierta
complejidad, como -PWtín que carece de paralelos para ser identificado como una secuencia de sufijos. En
cuanto a ePWkoraW, aunque sin paralelos aducibles tiene la estructura de un nombre propio compuesto
seguido de -aW que, con función al parecer sufijal, encontramos en otras inscripciones meridionales como
kítaW en la propia Bastida (G.7.2 Ab-/Bastida IAa) y varios ejemplos en Abengibre (G.16.1 C y D, G.16.2-5).
Probablemente se tratará de una forma compuesta del también sufijo -W, igualmente presente en G.7.2A
(Bastida IA) y además en Abengibre (G.16.1A (posible)), H.2.1, tal vez el fr. nº 4 de El Amarejo (*G.24.4,
Broncano 1989, 95-100), y tal vez en un plomo publicado como falso (Gil Farrés 1984, cuyas conclusiones
se aceptan en MLH III.1, 102), pero cuya posible autenticidad merecería una revisión.
recapituLación
Los textos de la Bastida de les Alcusses y el Corral de Saus, a pesar de ser poco numerosos, tienen una
importancia considerable. Su cronología en el conjunto ibérico es muy alta y podría alcanzar el siglo V a.C.
en el caso de la piedra de la necrópolis. Su variedad de tipos es también significativa y nos muestra que ya
en esas fechas existían diversas clases de documentos en plomo, al igual que ocurría con sus modelos griegos,
grafitos cerámicos y, lo que es más notable, epigrafía sepulcral que a veces se ha querido restringir a época
romana, aunque el testimonio de Corral de Saus no permite hablar de una auténtica tradición lapidaria en
manos de profesionales sino de un uso que podría ser incluso totalmente privado: uno de los miembros de
la familia del muerto habría grabado en algún bloque de su monumento sepulcral una inscripción cuyo alcance, simple nombre del difunto, expresión de lamento o texto más complejo, se nos escapa. En todo caso
todos los textos apuntan a un uso privado de la escritura, que podría ser casi doméstico aunque es probable
que los edificios de la Bastida en que se han hallado los textos tuviesen unas funciones económicas de cierta
complejidad como centros de comercio o de redistribución.
Por otra parte la convivencia en un mismo yacimiento, en fecha tan temprana, de escritura meridional
y levantina es a la vez una información de gran trascendencia y plantea importantes cuestiones sobre la
historia de la escritura entre los íberos y la relación entre ambas variedades. La proximidad de la escritura
meridional a la del suroeste y a los escasos testimonios de lo que pudiéramos llamar escritura tartesia propiamente dicha apunta a que se desarrolló, como adaptación o simple adopción de la escritura tartesia para
escribir ibérico, con anterioridad a la levantina. Los modelos que en ese caso pudieron dar pie a la creación
de esta última no plantean dificultades si, de las alternativas posibles, optamos por la transformación de
la escritura meridional ya adaptada previamente a la transcripción del ibérico. En ese caso se trataría de
un fenómeno de reforma ortográfica nacida en el borde de un área epigráfica, la frontera de uso de la escritura meridional al norte de una línea que va de Moixent a Abengibre, y extendida desde allí siguiendo la
costa en dirección a los Pirineos.34 La causa de la reforma podría haber sido una frontera dialectal, pero
podría tratarse simplemente de una escuela de escribas más sensible a los inconvenientes de la escritura
meridional o más deseosa de marcar una personalidad autónoma frente a unos vecinos meridionales a los
que se sentía miembros de una etnia distinta por más que hablasen la misma lengua. Naturalmente esto
implicaría para la escritura ibérica meridional una fecha más temprana que la de los primeros textos atestiguados. La Bastida podría ser en ese caso un punto muy próximo al área de creación de la escritura le-
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vantina, lo que explicaría la presencia allí de ambas variedades, presentes además en distintos departamentos, lo que podría implicar distintas tradiciones familiares. Una alternativa diferente, menos económica
pero no imposible, sería la creación de la escritura levantina lejos del área nuclear de la lengua ibérica por
obra de mercaderes conocedores de la escritura meridional pero en contacto con otras variedades dialectales e incluso con los problemas de transcripción de nombres propios en lenguas distintas del ibérico, tal
como ocurría sin duda en Languedoc y muy probablemente en Cataluña; en ese caso la epigrafía levantina
de Moixent resulta más difícil de explicar, ya que implicaría o una expansión generalizada de la escritura
levantina ya en esas fechas a todo el territorio en que la encontraremos más adelante, o una presencia puntual de íberos con bases más septentrionales,35 lo que dada la distancia de la costa parece poco probable.
Este estudio ha sido realizado en el marco del proyecto BFF2003-09872-C02-01, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia.
Agradezco muy sinceramente a Helena Bonet la invitación a la que debe su existencia.
notas
1.- Las referencias a inscripciones ibéricas son siempre a MLH (normalmente a MLH III; A se refiere a MLH I y B a MLH II) cuando
ello es posible; en inscripciones publicadas posteriormente, una referencia del tipo *G.7.5 implica que, gracias a la amabilidad de
J. Untermann, conozco la identificación del texto en el suplemento a MLH en preparación, pero naturalmente se indica también
la editio princeps, que para *G.7.5 es Fletcher y Bonet 1991-92.
2.- De acuerdo con las normas de publicación de esta obra he aceptado utilizar para los topónimos valencianos formas no usadas en
español; quiero sin embargo hacer constar que, a pesar de las ventajas que tendría la utilización generalizada de las formas locales,
lo considero un error lingüístico.
3.- MLH III.1, §§ 415-31; de Hoz 1976; 1989; 1993b; 2000-2001; Correa 1983; 2004, 84-93; Rodríguez Ramos 2002. Las bases del
desciframiento de la escritura meridional están en Schmoll 1966.
4.- MLH IV; de Hoz 1989; 2005; Correa 1996a; 1996b; Correia 1996; Rodríguez Ramos 2000.
5.- Es frecuente que se identifique la escritura del suroeste con la tartesia; a mi modo de ver se trata de dos escrituras diferentes pero
apenas si conocemos la tartesia por un puñado de grafitos; posiblemente se trata de la meridional en un uso previo y distinto a su
utilización para escribir ibérico (de Hoz 1989; 2001a, 202-3; 2005).
6.- Citado en Fletcher y Bonet 1991-92, 144 y n. 2, e incluido, con indicación del diámetro (33 mm), en la lista de plomos valencianos
de Fletcher 1985a, 293. Agradezco a Helena Bonet el haber podido ver un dibujo de la tesis de L. Silgo, del que no puede deducirse
a que escritura pertenece.
7.- Fletcher et alii 1969, 57 nº 7. Como se ve claramente en la fotografía se trata de un signo Y, lo que excluye escritura meridional pero
no griega, greco-ibérica o levantina.
8.- Fletcher et alii 1965, 229-36; Fletcher et alii 1969, plano tras p. 71. Un plano con la situación de todos los hallazgos epigráficos de
la Bastida en Fletcher y Bonet 1991-92, 145.
9.- Fletcher et alii 1965, 15. Llobregat 1972, 37, considera sin embargo que el departamento 48 constituía una vivienda autónoma.
10.- Fletcher y Bonet 1991-92, 144 y plano de la p. 145; el plomo procede al parecer del espacio 125, en la calle, que no forma parte de
lo publicado de la excavación hasta la fecha.
11.- En este caso se ha recortado posteriormente la parte escrita lo que, al ocupar la inscripción sólo los bordes superior e izquierdo de
la lámina, ha dado lugar a una pieza en forma de L.
12.- Un caso extremo, que da lugar a una presentación casi concéntrica, es el plomo greco-ibérico del Cigarralejo (G.13.1).
13.- Fletcher (1953, 146) leyó razonablemente ]nnae[, con lo que coincide Llobregat, para dudar después con ]inae[, pero en 1985b
se decide sorprendentemente por ]inabi[, lo que podría ser una simple errata aunque Untermann, cuya lectura es ]ina+[, no descarta esa posibilidad. Por otro lado Fletcher considera la idea de que no se trate de una inscripción ibérica sino griega, lo que me
parece imposible.
14.- Los datos de la editio princeps, en particular pp. 126 y 128, apuntan, como se dice explícitamente más a “un fragmento de pedestal
que de losa”, pero el mundo del sureste y el de la Alta Andalucía parecen epigráficamente muy distintos y los paralelos más próximos
a la paleografía de Cerro Boyero (op. cit., 129-30) son claramente tardíos.
15.- Lo único que se puede deducir del análisis de la piedra de la inscripción (nº SIP 13.549), realizado por T. Orozco (Izquierdo 2000,
495-9, en particular 496 y tabla I de p. 498) es que no pertenece al mismo tipo que la de la sirena (nº SIP 13.570) que da nombre
a la tumba en que apareció.
16.- MLH III.2, G.7.1; Fletcher 1985b, 22; Rodríguez Ramos 2004, 74-5. En realidad ninguno de los signos excluye una lectura como
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escritura levantina, que en ese caso sería ]tiakier[, pero la dirección levogira de la escritura y el lugar de hallazgo unido a la cronología alta aconsejan aceptar la usual interpretación meridional.
17.- En Izquierdo 2000, 291, fig. 154, hay tres dibujos de la inscripción, en dos de los cuales, así como en el cuadro 20 de la misma página, el signo Y parece en realidad
aparece formando un ligero ángulo hacia arriba compatible con la lectura generalmente aceptada; por otro lado eso parece observarse en la lámina 89 de la misma obra y en Fletcher 1985b, 129, únicas fotografías de la pieza, publicadas y aceptables, que conozco.
18.- No tomo en cuenta propuestas muy estimables en su momento pero que se pueden dar con seguridad como erróneas; así las de
Beltrán 1962; Gómez-Moreno 1962; Fletcher 1982 y 1985b; Maluquer de Motes 1968. Cf. bibliografía de n. 3.
19.- Untermann (ad loc.) propone
243) sigue a Untermann para G.7.B y propone con dudas
20.- En contra Untermann (ad loc.) y Rodríguez Ramos (241-2); Correa (91-2) considera que los datos son insuficientes para pronunciarse.
21.- En lo que sigue utilizo de Hoz 1994, 251-3. Vid. también MLH III. 1, § 432-37, aunque no estoy de acuerdo con la idea allí expresada
de que los diversos numerales ibéricos pertenezcan a un único sistema, y Oroz 1979. Presentación muy completa del material pero
con interpretaciones discutibles en Guadán 1980. Vid. también la bibliografía relativa a las inscripciones citadas a continuación.
22.- Serra-Ràfols 1934; Bähr 1948, 425-9; Caro Baroja 1954, 773-6; Beltrán 1962, 4-8, 34-5; Gómez-Moreno 1962, 55-8; Maluquer de
Motes 1968, 231-3; Llobregat 1972, 118-9; de Hoz 1981; Fletcher 1985b, 22-3; Rodríguez Ramos 2004, 70-2.
23.- La transcripción de la vibrante en los casos subrayados como dudosos me parece en realidad segura, pero Untermann utiliza en
ellos un signo D para indicar que no existe una transcripción y los distingue de los otros casos que en realidad apenas si presentan
las normales variaciones en escritura en plomo. La decisión de Untermann de no aceptar la transcripción
obedece a que, en ese caso, W no podría ser de ningún modo una vibrante, valor del que está convencido y en el que ha sido generalmente seguido, pero que a mi modo de ver es un error.
24.- El problema de la vibrante en la zona meridional, como ya he señalado, no está a mi modo de ver resuelto; cabe que no existiese diferencia entre dos vibrantes o que esa diferencia no la notase la escritura, lo que encajaría bien con el elemento ahora comentado.
25.- La grafía redundante -tíi- tiene algunos paralelos en escritura meridional.
26.- Cf. por ej. śalibos (F.17.1, tres veces) frente a śalirbosita (mismo texo) y el frecuente śalir.
27.- La explicación más económica para BUrltir es que, con falta de una por un lapsus, se trata de una grafía buriltir, alternativa
de bíuriltir, lo que sirve para apoyar la lectura bu de S47a.
28.- De la autopsia del plomo creo que se deduce que el signo
trazo que corresponde a un falso arranque.
29.- Utilizo mis notas tomadas sobre la autopsia del texto el 26-06-1980, y aprovecho la ocasión para recordar con agradecimiento las
facilidades y la generosidad con su tiempo que me brindó D. Domingo Fletcher en los viejos locales del SIP.
30.- La secuencia śn- es imposible; probablemente la
erWkoraW, de nuevo con
31.- También identificado por Untermann en carta a Fletcher de 26-01-93 que me comunicó el 4-07-94.
32.- Para seti vid. C.1.24 y un plomo de la Balaguera (Allepuz 1996; Velaza 2001, 642, 1.3); en la inscripción de Jorba parece leerse basetiŕ[ (Ferrer 2006, 130-1, 141, fig. 15, ya percibido por Panosa 2002, 336 y 342). Para tuan, que no parece estar atestiguado como
tal secuencia, habría que buscar los ejs. de tu y an por separado, lo que deja demasiado margen a la mera casualidad.
33.- Carta citada; se trata de uno de los mejores apoyos para su desciframiento de algunos signos meridionales, pero a mi modo de ver
insuficiente para proporcionar una prueba.
34.- Esta idea es en este momento un tema polémico; vid. en contra Ferrer 2005; Velaza 2006; a favor de Hoz 2009; e. p. b, con la bibliografía anterior.
35.- Tal como algunos plomos meridionales han aparecido en territorio de escritura levantina, en Lattes (Herault, B.2.3 = G.18.1), en
Orleyl (G.9.2) y en Yátova (*F.20.6, publicado por Tomás 1989, cf. Velaza 1996, 314 n. 9).
36.- G indica grafema identificado o que teóricamente debió existir en el sistema, S signo formalmente aislable, posible grafema, pero
con valor no identificado, aunque en algunos casos exagero la prudencia al existir interpretaciones discrepantes; de ahí la repetición
de G16´/S46 y G26’/S44, y el relegar S42, S43, S47a, S48 y S60 al grupo S.
37.- Otros autores no aceptan los valores de G16’, G21’ y G26’ —basados en la alta probabilidad de que los signos meridionales de forma
igual a levantino
del S.O. como
el valor <ŕ> en el SO y
atribuidos a la escritura meridional o a la del SO en MLH, además de los ya mencionados, porque no me parecen seguros o porque
otra alternativa me parece más probable. Vid. además la n. anterior.
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