El poblado: murallas, puertas y organización interna
Helena Bonet Rosado
Jaime Vives-Ferrándiz Sánchez
2011
[page-n-1]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 16:47 Página 62
04
el PoBlado
HelenA Bonet rosAdo y JAIme vIves-FerrándIz sáncHez
[page-n-2]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 2
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses es una aglomeración amurallada de viviendas y construcciones
en una trama urbana bien definida. En los estudios ibéricos este tipo de poblados se conoce bajo el
nombre de oppidum, término latino con el que se designa a aquellos asentamientos fortificados, de
cierta extensión, que controlan los recursos del entorno –su territorio– mediante una red de asentamientos
dependientes o de relaciones sociales estables.
En este capítulo vamos a exponer cómo sus ocupantes organizaron el poblado a partir de sus necesidades,
creando y acondicionando los espacios públicos como puertas, murallas, calles, viales o plazas y el entramado
de viviendas y otras construcciones [fig. 1].
Las muraLLas y Las torres
3. Reconstrucción hipotética del frente oeste, con la Puerta Oeste y las dos torres.
Materiales constructivos y fuentes de aprovisionamiento
2. Secciones de la muralla y de los sondeos realizados en la parte interna (según Díes et alii 1997).
Otros elementos a destacar de la fortificación son las torres. En la Bastida se han documentado, de forma
segura, tres: dos entre la Puerta Oeste y la Puerta Sur y otra junto a la Puerta Este, mucho más grande que
las anteriores. En los tres casos se trata de torres macizas, adosadas a la muralla para la vigilancia del entorno
y el control de los accesos. El hecho de que no todas las puertas tengan torres asociadas podría indicar o
bien que este proyecto constructivo esté inacabado –es decir, que se abandonara el yacimiento antes de
completar la construcción de otras torres– o bien que la situación de las torres no tenga tanto que ver con
la defensa de todos los accesos sino con la vigilancia y observación de espacios concretos del paisaje desde
el frente meridional y el extremo oriental.
En la Bastida no hay fosos, quizás debido a que la topografía del yacimiento, en lo alto de una loma cuyos
lados largos no son fáciles de acceder por el acusado desnivel, no lo requiere. Los únicos puntos fácilmente
accesibles son la parte este y, sobre todo, la oeste, donde se ubicaron las cuatro puertas del poblado.
67
El proyecto de erigir estas construcciones es considerable. Exige, de entrada, contar con la capacidad
técnica adecuada así como disponer de un cierto número de personas con conocimientos y habilidades para
su construcción y, desde luego, de brazos para trabajar. Requiere, además, contar con los derechos para acceder a las tierras de las que extraer el material constructivo, de organizar equipos de trabajo para hacer
acopio de la piedra, la tierra y la madera, así como de su transporte hasta la loma.
Se precisa de un conocimiento de cantería especializado para los paramentos más cuidados de las entradas o las torres y de carpintería para los entramados y armazones de madera. Pero con todo, el material más
utilizado en las construcciones, y que concentra gran parte de los esfuerzos constructivos es la tierra. Es un
material abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez 1997, 145).
Las puertas deL pobLado
La muralla y la amplia extensión que delimita (más de 4 ha) constituyen dos rasgos definitorios de este
oppidum. Las murallas delimitan el espacio perimetralmente y suponen la monumentalización del asentamiento y, en consecuencia, del paisaje. De hecho, algunos autores han denominado las murallas como “rostros de piedra” (Moret 1998) mientras que otros hablan de “paisajes fortificados” (Berrocal-Rangel y Moret
2007), pues son elementos visibles en el territorio. Y si hablamos de paisajes fortificados, también podemos
pensar en ‘paisajes construidos’ en el exterior del oppidum. Los oppida ibéricos organizaron el espacio territorial mediante redes viarias, establecimientos rurales, y marcadores territoriales visibles, como hitos
paisajísticos naturales o monumentalizados. Incluso los cementerios, ubicados siempre fuera de los espacios
habitados, servirían como marcadores cargados de connotaciones culturales.
Los recintos amurallados marcaban los límites del espacio en el que se desarrollaban las relaciones de
vecindad (Ruiz 2008). Las murallas servían para definir un espacio como propio de la comunidad que lo
habitaba respecto a los demás y, obviamente, también protegían de las amenazas exteriores.
Para el caso de la Bastida, hasta 1990 se sabía bien poco de sus puertas y murallas. Las actuaciones arqueológicas se habían centrado en la excavación de las unidades de habitación del sector central (1928-1931)
y en la limpieza exterior del asentamiento (capítulo 1; Bonet et alii 2005). El conocimiento de la muralla y
torres, de las puertas y, en general, de su sistema defensivo se limitaba a la información que se podía extraer
de la observación del terreno. De hecho, en 1928, antes de empezar las excavaciones, ya se identificaban estructuras de esta entidad. Merece la pena recoger aquí la descripción que I. Ballester y L. Pericot hacen de
ello, pues describen a partir de los restos visibles en superficie el perímetro de las dos murallas, una puerta
principal (la Puerta Oeste), torres y otras construcciones para la defensa (¿quizás se refieran a las Puertas
Sur y Norte?) y las Torres II y III, y la Puerta Este con la Torre I:
Las puertas de la Bastida aportan una documentación relevante en el estudio de los sistemas defensivos
ibéricos que tanto interés están suscitando en los últimos años (Quesada 2002; Gracia 2003; Oliver 2006;
Berrocal-Rangel y Moret 2007; Junyent y López 2009). Ello se debe a que las cuatro puertas del poblado
están actualmente excavadas, lo que permite aproximarnos, con garantías, a las dimensiones constructivas,
“De las dos murallas que defienden el poblado por poniente, la interior semeja por las ruinas haber
sido más elevada y fuerte que la externa y tal vez que todo el resto del recinto. Unos rompimientos en el
paramento de la doble muralla del oeste [...] semejan ser las puertas de dicho doble recinto; vislumbrándose, fuera y dentro de la interior, restos de construcciones que completaron su defensa, así como a los
lados grandes amontonamientos de piedra que parecen indicios de sendas torres destinadas a igual fin.
68
63
[page-n-3]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 1
Estas construcciones comenzaron a conocerse en detalle a partir de 1992, cuando se emprendió el estudio
y consolidación de la muralla y las torres del frente oeste, y, sobre todo, entre 1998 y 2007, cuando se excavaron las cuatro puertas de acceso al poblado (Bonet et alii 2005; Díes 2005; Bonet y Vives-Ferrándiz 2009).
En líneas generales, este sistema consiste en un perímetro amurallado de forma elíptica –la muralla del poblado propiamente dicha–, que es más estrecho en el lado este, de tendencia sinuosa pero sin ángulos ni retranqueos ya que se adapta a las curvas de nivel de la cima de la colina sobre la que se sitúa. El área
construida es de unas 4,2 ha. Existe un segundo recinto, al oeste del que acabamos de describir, que tiene
1,4 ha más y del que nos ocuparemos más abajo.
La muralla está realizada con un doble paramento de piedras, que suelen ser de mediano y gran tamaño
(entre 0,30 y 1 m de longitud) trabadas con tierra, y relleno de piedras más pequeñas. La primera hilada de
piedras se asienta sobre el terreno, coincidente con los puntos que requieren más estabilidad en la construcción para la defensa (puertas, torres). En las zonas con más pendiente el lienzo defensivo se construye
elevando primero el paramento exterior y nivelando después con tierra y piedras el espacio entre este paramento y la roca mientras se levanta el muro interior.
Varios sondeos exploratorios realizados en el interior de la muralla del frente oeste [fig. 2], y en el exterior,
junto a la Torre Este, han proporcionado datos para proponer el aspecto de estas construcciones. Los derrumbes de las estructuras están formados por un nivel de piedras de tamaño grande y mediano y un potente paquete
de tierra de diversos tonos y composición que identificamos con el derrumbe de adobes descompuestos. El
alzado de la muralla estaría, pues, formado por un zócalo de piedras que debía alcanzar unos 3-3,5 m, y sobre
el cual se elevarían hiladas de adobes hasta una altura dos veces mayor que el zócalo [fig. 3]. El hallazgo de
losas en el propio derrumbe de la muralla, en un sondeo realizado junto a la Torre Este, ha llevado a proponer
la existencia de un solado del adarve (Díes et alii 1997, 226). El adarve garantiza una mejor defensa de la muralla y la circulación superior por ésta y por las torres [figs. 4 y 5]. Este elemento es excepcional, pues en otros
poblados ibéricos las propias cubiertas de las viviendas adosadas a la muralla cumplen esta función (Moret
1996, 97 y 98). Ahora bien, en la Bastida no hay casas adosadas a la muralla salvo en una pequeña zona, entre
la Torre Este y la Puerta Este. En el resto del asentamiento, allí donde se ha excavado, hemos constatado que
se respeta un camino de ronda de, al menos, dos metros de anchura o más, entre las fachadas de las construcciones y el lienzo de la muralla [fig. 6].
Como hemos visto, Ballester y Pericot ya identificaban en 1928 otro recinto en la parte occidental que
define un área de 1,4 ha. Se trata de un muro corto, con un gran vano, que se une a dos largos lienzos rectilíneos de entre 1,5 y 2 m de anchura. Está realizado con un doble paramento de grandes piedras relleno de
piedras más pequeñas y tierra. Los dos muros largos no conectan con los lienzos del recinto perimetral descrito más arriba, ni por el lado sur –donde se queda a unos metros– ni por el norte –donde la distancia es
de unos 130 m–. No conocemos las características de su alzado, si lo hubo, ya que los sondeos realizados en
1999 junto al vano del lienzo occidental apenas ofrecieron unas pocas piedras caídas y cerámicas muy fragmentadas, sin otras evidencias de ocupación. No obstante, los reconocimientos del terreno en prospección
han permitido documentar dos estructuras, un pequeño departamento y un muro que cruza parte del espacio
(Díes et alii 1997, 224).
Esta construcción ha sido tradicionalmente interpretada como una albacara, un recinto murado para
guardar ganado situado al exterior de muchas fortalezas de cronología más reciente. No obstante, su entidad constructiva y la situación en la parte más accesible al poblado, nos lleva a considerarlo como una
segunda línea de muralla, a modo de un refuerzo del sistema defensivo o como una ampliación del espacio
habitado. Se trata de una estructura inacabada, tanto en planta como en alzado, todo lo cual permite
mantener la hipótesis de que sea una ampliación del espacio habitado, emprendida en un momento de
peligro o de cierta inestabilidad. Así, se intentaría reforzar el frente oeste del poblado –el acceso principal– mediante una construcción que nunca se acabó (Díes et alii 1997, 228). Volveremos sobre esta idea
en el capítulo 10.
64
1. Planta general de la Bastida de les Alcusses y detalle de los departamentos excavados.
También en lado opuesto del poblado [...] nótase asimismo otro amontonamiento de piedras que hace
suponer la existencia de otra torre, refuerzo de la defensa de la puerta que debiera existir en tal lugar”
(Ballester y Pericot 1929, 187).
65
66
[page-n-4]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 1
Estas construcciones comenzaron a conocerse en detalle a partir de 1992, cuando se emprendió el estudio
y consolidación de la muralla y las torres del frente oeste, y, sobre todo, entre 1998 y 2007, cuando se excavaron las cuatro puertas de acceso al poblado (Bonet et alii 2005; Díes 2005; Bonet y Vives-Ferrándiz 2009).
En líneas generales, este sistema consiste en un perímetro amurallado de forma elíptica –la muralla del poblado propiamente dicha–, que es más estrecho en el lado este, de tendencia sinuosa pero sin ángulos ni retranqueos ya que se adapta a las curvas de nivel de la cima de la colina sobre la que se sitúa. El área
construida es de unas 4,2 ha. Existe un segundo recinto, al oeste del que acabamos de describir, que tiene
1,4 ha más y del que nos ocuparemos más abajo.
La muralla está realizada con un doble paramento de piedras, que suelen ser de mediano y gran tamaño
(entre 0,30 y 1 m de longitud) trabadas con tierra, y relleno de piedras más pequeñas. La primera hilada de
piedras se asienta sobre el terreno, coincidente con los puntos que requieren más estabilidad en la construcción para la defensa (puertas, torres). En las zonas con más pendiente el lienzo defensivo se construye
elevando primero el paramento exterior y nivelando después con tierra y piedras el espacio entre este paramento y la roca mientras se levanta el muro interior.
Varios sondeos exploratorios realizados en el interior de la muralla del frente oeste [fig. 2], y en el exterior,
junto a la Torre Este, han proporcionado datos para proponer el aspecto de estas construcciones. Los derrumbes de las estructuras están formados por un nivel de piedras de tamaño grande y mediano y un potente paquete
de tierra de diversos tonos y composición que identificamos con el derrumbe de adobes descompuestos. El
alzado de la muralla estaría, pues, formado por un zócalo de piedras que debía alcanzar unos 3-3,5 m, y sobre
el cual se elevarían hiladas de adobes hasta una altura dos veces mayor que el zócalo [fig. 3]. El hallazgo de
losas en el propio derrumbe de la muralla, en un sondeo realizado junto a la Torre Este, ha llevado a proponer
la existencia de un solado del adarve (Díes et alii 1997, 226). El adarve garantiza una mejor defensa de la muralla y la circulación superior por ésta y por las torres [figs. 4 y 5]. Este elemento es excepcional, pues en otros
poblados ibéricos las propias cubiertas de las viviendas adosadas a la muralla cumplen esta función (Moret
1996, 97 y 98). Ahora bien, en la Bastida no hay casas adosadas a la muralla salvo en una pequeña zona, entre
la Torre Este y la Puerta Este. En el resto del asentamiento, allí donde se ha excavado, hemos constatado que
se respeta un camino de ronda de, al menos, dos metros de anchura o más, entre las fachadas de las construcciones y el lienzo de la muralla [fig. 6].
Como hemos visto, Ballester y Pericot ya identificaban en 1928 otro recinto en la parte occidental que
define un área de 1,4 ha. Se trata de un muro corto, con un gran vano, que se une a dos largos lienzos rectilíneos de entre 1,5 y 2 m de anchura. Está realizado con un doble paramento de grandes piedras relleno de
piedras más pequeñas y tierra. Los dos muros largos no conectan con los lienzos del recinto perimetral descrito más arriba, ni por el lado sur –donde se queda a unos metros– ni por el norte –donde la distancia es
de unos 130 m–. No conocemos las características de su alzado, si lo hubo, ya que los sondeos realizados en
1999 junto al vano del lienzo occidental apenas ofrecieron unas pocas piedras caídas y cerámicas muy fragmentadas, sin otras evidencias de ocupación. No obstante, los reconocimientos del terreno en prospección
han permitido documentar dos estructuras, un pequeño departamento y un muro que cruza parte del espacio
(Díes et alii 1997, 224).
Esta construcción ha sido tradicionalmente interpretada como una albacara, un recinto murado para
guardar ganado situado al exterior de muchas fortalezas de cronología más reciente. No obstante, su entidad constructiva y la situación en la parte más accesible al poblado, nos lleva a considerarlo como una
segunda línea de muralla, a modo de un refuerzo del sistema defensivo o como una ampliación del espacio
habitado. Se trata de una estructura inacabada, tanto en planta como en alzado, todo lo cual permite
mantener la hipótesis de que sea una ampliación del espacio habitado, emprendida en un momento de
peligro o de cierta inestabilidad. Así, se intentaría reforzar el frente oeste del poblado –el acceso principal– mediante una construcción que nunca se acabó (Díes et alii 1997, 228). Volveremos sobre esta idea
en el capítulo 10.
64
1. Planta general de la Bastida de les Alcusses y detalle de los departamentos excavados.
También en lado opuesto del poblado [...] nótase asimismo otro amontonamiento de piedras que hace
suponer la existencia de otra torre, refuerzo de la defensa de la puerta que debiera existir en tal lugar”
(Ballester y Pericot 1929, 187).
65
66
[page-n-5]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 2
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses es una aglomeración amurallada de viviendas y construcciones
en una trama urbana bien definida. En los estudios ibéricos este tipo de poblados se conoce bajo el
nombre de oppidum, término latino con el que se designa a aquellos asentamientos fortificados, de
cierta extensión, que controlan los recursos del entorno –su territorio– mediante una red de asentamientos
dependientes o de relaciones sociales estables.
En este capítulo vamos a exponer cómo sus ocupantes organizaron el poblado a partir de sus necesidades,
creando y acondicionando los espacios públicos como puertas, murallas, calles, viales o plazas y el entramado
de viviendas y otras construcciones [fig. 1].
Las muraLLas y Las torres
3. Reconstrucción hipotética del frente oeste, con la Puerta Oeste y las dos torres.
Materiales constructivos y fuentes de aprovisionamiento
2. Secciones de la muralla y de los sondeos realizados en la parte interna (según Díes et alii 1997).
Otros elementos a destacar de la fortificación son las torres. En la Bastida se han documentado, de forma
segura, tres: dos entre la Puerta Oeste y la Puerta Sur y otra junto a la Puerta Este, mucho más grande que
las anteriores. En los tres casos se trata de torres macizas, adosadas a la muralla para la vigilancia del entorno
y el control de los accesos. El hecho de que no todas las puertas tengan torres asociadas podría indicar o
bien que este proyecto constructivo esté inacabado –es decir, que se abandonara el yacimiento antes de
completar la construcción de otras torres– o bien que la situación de las torres no tenga tanto que ver con
la defensa de todos los accesos sino con la vigilancia y observación de espacios concretos del paisaje desde
el frente meridional y el extremo oriental.
En la Bastida no hay fosos, quizás debido a que la topografía del yacimiento, en lo alto de una loma cuyos
lados largos no son fáciles de acceder por el acusado desnivel, no lo requiere. Los únicos puntos fácilmente
accesibles son la parte este y, sobre todo, la oeste, donde se ubicaron las cuatro puertas del poblado.
67
El proyecto de erigir estas construcciones es considerable. Exige, de entrada, contar con la capacidad
técnica adecuada así como disponer de un cierto número de personas con conocimientos y habilidades para
su construcción y, desde luego, de brazos para trabajar. Requiere, además, contar con los derechos para acceder a las tierras de las que extraer el material constructivo, de organizar equipos de trabajo para hacer
acopio de la piedra, la tierra y la madera, así como de su transporte hasta la loma.
Se precisa de un conocimiento de cantería especializado para los paramentos más cuidados de las entradas o las torres y de carpintería para los entramados y armazones de madera. Pero con todo, el material más
utilizado en las construcciones, y que concentra gran parte de los esfuerzos constructivos es la tierra. Es un
material abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez 1997, 145).
Las puertas deL pobLado
La muralla y la amplia extensión que delimita (más de 4 ha) constituyen dos rasgos definitorios de este
oppidum. Las murallas delimitan el espacio perimetralmente y suponen la monumentalización del asentamiento y, en consecuencia, del paisaje. De hecho, algunos autores han denominado las murallas como “rostros de piedra” (Moret 1998) mientras que otros hablan de “paisajes fortificados” (Berrocal-Rangel y Moret
2007), pues son elementos visibles en el territorio. Y si hablamos de paisajes fortificados, también podemos
pensar en ‘paisajes construidos’ en el exterior del oppidum. Los oppida ibéricos organizaron el espacio territorial mediante redes viarias, establecimientos rurales, y marcadores territoriales visibles, como hitos
paisajísticos naturales o monumentalizados. Incluso los cementerios, ubicados siempre fuera de los espacios
habitados, servirían como marcadores cargados de connotaciones culturales.
Los recintos amurallados marcaban los límites del espacio en el que se desarrollaban las relaciones de
vecindad (Ruiz 2008). Las murallas servían para definir un espacio como propio de la comunidad que lo
habitaba respecto a los demás y, obviamente, también protegían de las amenazas exteriores.
Para el caso de la Bastida, hasta 1990 se sabía bien poco de sus puertas y murallas. Las actuaciones arqueológicas se habían centrado en la excavación de las unidades de habitación del sector central (1928-1931)
y en la limpieza exterior del asentamiento (capítulo 1; Bonet et alii 2005). El conocimiento de la muralla y
torres, de las puertas y, en general, de su sistema defensivo se limitaba a la información que se podía extraer
de la observación del terreno. De hecho, en 1928, antes de empezar las excavaciones, ya se identificaban estructuras de esta entidad. Merece la pena recoger aquí la descripción que I. Ballester y L. Pericot hacen de
ello, pues describen a partir de los restos visibles en superficie el perímetro de las dos murallas, una puerta
principal (la Puerta Oeste), torres y otras construcciones para la defensa (¿quizás se refieran a las Puertas
Sur y Norte?) y las Torres II y III, y la Puerta Este con la Torre I:
Las puertas de la Bastida aportan una documentación relevante en el estudio de los sistemas defensivos
ibéricos que tanto interés están suscitando en los últimos años (Quesada 2002; Gracia 2003; Oliver 2006;
Berrocal-Rangel y Moret 2007; Junyent y López 2009). Ello se debe a que las cuatro puertas del poblado
están actualmente excavadas, lo que permite aproximarnos, con garantías, a las dimensiones constructivas,
“De las dos murallas que defienden el poblado por poniente, la interior semeja por las ruinas haber
sido más elevada y fuerte que la externa y tal vez que todo el resto del recinto. Unos rompimientos en el
paramento de la doble muralla del oeste [...] semejan ser las puertas de dicho doble recinto; vislumbrándose, fuera y dentro de la interior, restos de construcciones que completaron su defensa, así como a los
lados grandes amontonamientos de piedra que parecen indicios de sendas torres destinadas a igual fin.
68
63
[page-n-6]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 2
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses es una aglomeración amurallada de viviendas y construcciones
en una trama urbana bien definida. En los estudios ibéricos este tipo de poblados se conoce bajo el
nombre de oppidum, término latino con el que se designa a aquellos asentamientos fortificados, de
cierta extensión, que controlan los recursos del entorno –su territorio– mediante una red de asentamientos
dependientes o de relaciones sociales estables.
En este capítulo vamos a exponer cómo sus ocupantes organizaron el poblado a partir de sus necesidades,
creando y acondicionando los espacios públicos como puertas, murallas, calles, viales o plazas y el entramado
de viviendas y otras construcciones [fig. 1].
Las muraLLas y Las torres
3. Reconstrucción hipotética del frente oeste, con la Puerta Oeste y las dos torres.
Materiales constructivos y fuentes de aprovisionamiento
2. Secciones de la muralla y de los sondeos realizados en la parte interna (según Díes et alii 1997).
Otros elementos a destacar de la fortificación son las torres. En la Bastida se han documentado, de forma
segura, tres: dos entre la Puerta Oeste y la Puerta Sur y otra junto a la Puerta Este, mucho más grande que
las anteriores. En los tres casos se trata de torres macizas, adosadas a la muralla para la vigilancia del entorno
y el control de los accesos. El hecho de que no todas las puertas tengan torres asociadas podría indicar o
bien que este proyecto constructivo esté inacabado –es decir, que se abandonara el yacimiento antes de
completar la construcción de otras torres– o bien que la situación de las torres no tenga tanto que ver con
la defensa de todos los accesos sino con la vigilancia y observación de espacios concretos del paisaje desde
el frente meridional y el extremo oriental.
En la Bastida no hay fosos, quizás debido a que la topografía del yacimiento, en lo alto de una loma cuyos
lados largos no son fáciles de acceder por el acusado desnivel, no lo requiere. Los únicos puntos fácilmente
accesibles son la parte este y, sobre todo, la oeste, donde se ubicaron las cuatro puertas del poblado.
67
El proyecto de erigir estas construcciones es considerable. Exige, de entrada, contar con la capacidad
técnica adecuada así como disponer de un cierto número de personas con conocimientos y habilidades para
su construcción y, desde luego, de brazos para trabajar. Requiere, además, contar con los derechos para acceder a las tierras de las que extraer el material constructivo, de organizar equipos de trabajo para hacer
acopio de la piedra, la tierra y la madera, así como de su transporte hasta la loma.
Se precisa de un conocimiento de cantería especializado para los paramentos más cuidados de las entradas o las torres y de carpintería para los entramados y armazones de madera. Pero con todo, el material más
utilizado en las construcciones, y que concentra gran parte de los esfuerzos constructivos es la tierra. Es un
material abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez 1997, 145).
Las puertas deL pobLado
La muralla y la amplia extensión que delimita (más de 4 ha) constituyen dos rasgos definitorios de este
oppidum. Las murallas delimitan el espacio perimetralmente y suponen la monumentalización del asentamiento y, en consecuencia, del paisaje. De hecho, algunos autores han denominado las murallas como “rostros de piedra” (Moret 1998) mientras que otros hablan de “paisajes fortificados” (Berrocal-Rangel y Moret
2007), pues son elementos visibles en el territorio. Y si hablamos de paisajes fortificados, también podemos
pensar en ‘paisajes construidos’ en el exterior del oppidum. Los oppida ibéricos organizaron el espacio territorial mediante redes viarias, establecimientos rurales, y marcadores territoriales visibles, como hitos
paisajísticos naturales o monumentalizados. Incluso los cementerios, ubicados siempre fuera de los espacios
habitados, servirían como marcadores cargados de connotaciones culturales.
Los recintos amurallados marcaban los límites del espacio en el que se desarrollaban las relaciones de
vecindad (Ruiz 2008). Las murallas servían para definir un espacio como propio de la comunidad que lo
habitaba respecto a los demás y, obviamente, también protegían de las amenazas exteriores.
Para el caso de la Bastida, hasta 1990 se sabía bien poco de sus puertas y murallas. Las actuaciones arqueológicas se habían centrado en la excavación de las unidades de habitación del sector central (1928-1931)
y en la limpieza exterior del asentamiento (capítulo 1; Bonet et alii 2005). El conocimiento de la muralla y
torres, de las puertas y, en general, de su sistema defensivo se limitaba a la información que se podía extraer
de la observación del terreno. De hecho, en 1928, antes de empezar las excavaciones, ya se identificaban estructuras de esta entidad. Merece la pena recoger aquí la descripción que I. Ballester y L. Pericot hacen de
ello, pues describen a partir de los restos visibles en superficie el perímetro de las dos murallas, una puerta
principal (la Puerta Oeste), torres y otras construcciones para la defensa (¿quizás se refieran a las Puertas
Sur y Norte?) y las Torres II y III, y la Puerta Este con la Torre I:
Las puertas de la Bastida aportan una documentación relevante en el estudio de los sistemas defensivos
ibéricos que tanto interés están suscitando en los últimos años (Quesada 2002; Gracia 2003; Oliver 2006;
Berrocal-Rangel y Moret 2007; Junyent y López 2009). Ello se debe a que las cuatro puertas del poblado
están actualmente excavadas, lo que permite aproximarnos, con garantías, a las dimensiones constructivas,
“De las dos murallas que defienden el poblado por poniente, la interior semeja por las ruinas haber
sido más elevada y fuerte que la externa y tal vez que todo el resto del recinto. Unos rompimientos en el
paramento de la doble muralla del oeste [...] semejan ser las puertas de dicho doble recinto; vislumbrándose, fuera y dentro de la interior, restos de construcciones que completaron su defensa, así como a los
lados grandes amontonamientos de piedra que parecen indicios de sendas torres destinadas a igual fin.
68
63
[page-n-7]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 17:26 Página 69
defensivas, económicas o simbólicas que se vinculan a los accesos. Analizaremos estas entradas desde puntos
de vista constructivos y funcionales, en el marco de una visión más amplia, que tenga en cuenta aspectos
urbanísticos y, al mismo tiempo, cronológicos.
La Puerta Oeste
La estructura de la Puerta Oeste, en su fase final [figs. 10 y 11], consiste en dos muros paralelos de 6’3 m
de longitud por 1,8 m de anchura. Estos muros, que no traban con los paramentos de la muralla, están alineados con la cara exterior y sobresalen entre 1,8 y 2,2 m respecto a la cara interior de la misma (Díes 2005,
74).
En cada uno de estos muros hay dos bancos. Los anteriores miden 1,7 m y los posteriores 2,5 m de longitud y todos ellos tienen una anchura de 1,15 m. El vano que abre este dispositivo de acceso tiene 3,17 m de
anchura en la parte anterior y 3,13 m en la posterior. Hay dos piedras hincadas en el centro del paso que tienen 30 cm de altura, separadas por 2,5 m de distancia una de otra, y que interpretamos como topes del
cierre de los dos pares de hojas de madera [fig. 12]. La apertura de los dos pares de puertas se haría hacia el
interior. A partir de las medidas del vano suponemos que cada una de estas hojas tendría una anchura de
1,55 m, aunque no se han conservado las pletinas de hierro, como sucede en las otras puertas, para confirmar
este dato.
4. Vista aérea de la Bastida de les Alcusses hacia finales de los años 90.
69
[page-n-8]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 17:26 Página 70
La Puerta Sur
La estructura de esta puerta está formada por dos muros paralelos que se construyen sobre la misma roca
del terreno y adaptan a ésta su trazado [fig. 13]. Están separados por una distancia que oscila entre los 2,5 m y
los 2,7 m dejando una anchura de paso de 2,4 m a nivel del pavimento. La medida del cuerpo exterior es de 7,8
m de longitud y unos 2 m de anchura; el interior tiene la misma longitud pero es ligeramente más estrecho,
con 1,7 m de media. La altura conservada de las estructuras es francamente extraordinaria y, de hecho, ésta es
la puerta mejor conservada del yacimiento. En el cuerpo interior los paramentos llegan a los 2,10 m de altura
conservada, mientras que el cuerpo exterior alcanza 1-1,5 m por su cara externa y 0,40-0,60 m por la interna.
Los paramentos internos de ambos muros estaban enlucidos con barro y encalados.
A diferencia de la Puerta Oeste, aquí no hay dos pares de bancos por cada lado sino uno solo, al igual que
sucede en la Puerta Norte y en la Puerta Este. No obstante, en la Puerta Sur sólo se pudo documentar el
banco del muro norte debido al arrasamiento de los restos en dirección sur, y que ha eliminado toda traza
del mismo. El banco conservado mide 3,5 m de longitud por 0,8 m de anchura y presentaba una superficie
cubierta por tierra apisonada.
El pavimento de la puerta es, como en el resto de entradas, una capa de tierra y grava apisonada que
sirve también de relleno para regularizar el terreno entre la roca. El pavimento presenta un acusado desnivel
que facilitaría la salida de aguas del poblado. Sobre el pavimento se documentó, por primera vez en este yacimiento, un derrumbe de adobes bien conservado y entre los que se han podido recuperar algunos restos
de barro (limoarcillas) con huellas de formas redondeadas o semicirculares que pudieran formar parte de
la decoración de elementos singulares [fig. 14].
5. Vista aérea del frente oeste de la muralla, con la puerta y las dos torres (año 2000).
70
[page-n-9]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 17:26 Página 71
6. Propuesta de reconstrucción de la muralla en el frente oeste. Son visibles las torres macizas y la puerta, accesibles y transitables.
Bajo el derrumbe aparecieron, en muy buen estado de conservación, cinco pletinas de hierro remachadas
que corresponden a las hojas de madera [fig. 15]. A partir de su estudio sabemos que los batientes medirían
unos 1,22 m de anchura. Además, la disposición de las pletinas en planta indica que la apertura se hacía al
exterior, dejando así libres los bancos de cada lado cuando la puerta estaba abierta, aunque aquí no hemos
hallado guardacantones ni chumaceras, posiblemente porque los ejes pivotarían sobre quicios de madera.
La Puerta Norte
Esta puerta es de dimensiones similares a la Puerta Sur [fig. 16]. Al igual que ésta, se trata de un edificio
diferenciado de la muralla desde el punto de vista constructivo (Díes 2005, 75). La entrada en este caso
se hace dejando la muralla a mano derecha, mientras que en la Sur lo hacía a la izquierda. La estructura
está compuesta por dos muros de 7,7 m de longitud por 2,1 m de anchura y en cada muro se abre un banco
de 3,4 m de longitud y 0,8/1 m de ancho que, igual que los de las puertas Oeste y Sur, estaban cubiertos
por una capa tierra pisada y uno de ellos presentaba restos de carbones y cenizas cubiertos por capas de
barro sucesivas. El espacio para el paso en esta puerta es de 2,4 m en la parte anterior y 2,8 m en la parte
posterior.
También se documentaron tres pletinas de hierro correspondientes a los batientes de la puerta. El funcionamiento de los batientes es similar al mecanismo descrito para la Puerta Sur, con rotación sobre eje en
el extremo junto a los muros y apertura hacia el exterior, aunque con la diferencia de que en la Norte hay
guardacantones de piedra que protegen dos chumaceras practicadas en la piedra [fig. 17].
71
[page-n-10]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 16:47 Página 62
04
el PoBlado
HelenA Bonet rosAdo y JAIme vIves-FerrándIz sáncHez
[page-n-2]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 2
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses es una aglomeración amurallada de viviendas y construcciones
en una trama urbana bien definida. En los estudios ibéricos este tipo de poblados se conoce bajo el
nombre de oppidum, término latino con el que se designa a aquellos asentamientos fortificados, de
cierta extensión, que controlan los recursos del entorno –su territorio– mediante una red de asentamientos
dependientes o de relaciones sociales estables.
En este capítulo vamos a exponer cómo sus ocupantes organizaron el poblado a partir de sus necesidades,
creando y acondicionando los espacios públicos como puertas, murallas, calles, viales o plazas y el entramado
de viviendas y otras construcciones [fig. 1].
Las muraLLas y Las torres
3. Reconstrucción hipotética del frente oeste, con la Puerta Oeste y las dos torres.
Materiales constructivos y fuentes de aprovisionamiento
2. Secciones de la muralla y de los sondeos realizados en la parte interna (según Díes et alii 1997).
Otros elementos a destacar de la fortificación son las torres. En la Bastida se han documentado, de forma
segura, tres: dos entre la Puerta Oeste y la Puerta Sur y otra junto a la Puerta Este, mucho más grande que
las anteriores. En los tres casos se trata de torres macizas, adosadas a la muralla para la vigilancia del entorno
y el control de los accesos. El hecho de que no todas las puertas tengan torres asociadas podría indicar o
bien que este proyecto constructivo esté inacabado –es decir, que se abandonara el yacimiento antes de
completar la construcción de otras torres– o bien que la situación de las torres no tenga tanto que ver con
la defensa de todos los accesos sino con la vigilancia y observación de espacios concretos del paisaje desde
el frente meridional y el extremo oriental.
En la Bastida no hay fosos, quizás debido a que la topografía del yacimiento, en lo alto de una loma cuyos
lados largos no son fáciles de acceder por el acusado desnivel, no lo requiere. Los únicos puntos fácilmente
accesibles son la parte este y, sobre todo, la oeste, donde se ubicaron las cuatro puertas del poblado.
67
El proyecto de erigir estas construcciones es considerable. Exige, de entrada, contar con la capacidad
técnica adecuada así como disponer de un cierto número de personas con conocimientos y habilidades para
su construcción y, desde luego, de brazos para trabajar. Requiere, además, contar con los derechos para acceder a las tierras de las que extraer el material constructivo, de organizar equipos de trabajo para hacer
acopio de la piedra, la tierra y la madera, así como de su transporte hasta la loma.
Se precisa de un conocimiento de cantería especializado para los paramentos más cuidados de las entradas o las torres y de carpintería para los entramados y armazones de madera. Pero con todo, el material más
utilizado en las construcciones, y que concentra gran parte de los esfuerzos constructivos es la tierra. Es un
material abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez 1997, 145).
Las puertas deL pobLado
La muralla y la amplia extensión que delimita (más de 4 ha) constituyen dos rasgos definitorios de este
oppidum. Las murallas delimitan el espacio perimetralmente y suponen la monumentalización del asentamiento y, en consecuencia, del paisaje. De hecho, algunos autores han denominado las murallas como “rostros de piedra” (Moret 1998) mientras que otros hablan de “paisajes fortificados” (Berrocal-Rangel y Moret
2007), pues son elementos visibles en el territorio. Y si hablamos de paisajes fortificados, también podemos
pensar en ‘paisajes construidos’ en el exterior del oppidum. Los oppida ibéricos organizaron el espacio territorial mediante redes viarias, establecimientos rurales, y marcadores territoriales visibles, como hitos
paisajísticos naturales o monumentalizados. Incluso los cementerios, ubicados siempre fuera de los espacios
habitados, servirían como marcadores cargados de connotaciones culturales.
Los recintos amurallados marcaban los límites del espacio en el que se desarrollaban las relaciones de
vecindad (Ruiz 2008). Las murallas servían para definir un espacio como propio de la comunidad que lo
habitaba respecto a los demás y, obviamente, también protegían de las amenazas exteriores.
Para el caso de la Bastida, hasta 1990 se sabía bien poco de sus puertas y murallas. Las actuaciones arqueológicas se habían centrado en la excavación de las unidades de habitación del sector central (1928-1931)
y en la limpieza exterior del asentamiento (capítulo 1; Bonet et alii 2005). El conocimiento de la muralla y
torres, de las puertas y, en general, de su sistema defensivo se limitaba a la información que se podía extraer
de la observación del terreno. De hecho, en 1928, antes de empezar las excavaciones, ya se identificaban estructuras de esta entidad. Merece la pena recoger aquí la descripción que I. Ballester y L. Pericot hacen de
ello, pues describen a partir de los restos visibles en superficie el perímetro de las dos murallas, una puerta
principal (la Puerta Oeste), torres y otras construcciones para la defensa (¿quizás se refieran a las Puertas
Sur y Norte?) y las Torres II y III, y la Puerta Este con la Torre I:
Las puertas de la Bastida aportan una documentación relevante en el estudio de los sistemas defensivos
ibéricos que tanto interés están suscitando en los últimos años (Quesada 2002; Gracia 2003; Oliver 2006;
Berrocal-Rangel y Moret 2007; Junyent y López 2009). Ello se debe a que las cuatro puertas del poblado
están actualmente excavadas, lo que permite aproximarnos, con garantías, a las dimensiones constructivas,
“De las dos murallas que defienden el poblado por poniente, la interior semeja por las ruinas haber
sido más elevada y fuerte que la externa y tal vez que todo el resto del recinto. Unos rompimientos en el
paramento de la doble muralla del oeste [...] semejan ser las puertas de dicho doble recinto; vislumbrándose, fuera y dentro de la interior, restos de construcciones que completaron su defensa, así como a los
lados grandes amontonamientos de piedra que parecen indicios de sendas torres destinadas a igual fin.
68
63
[page-n-3]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 1
Estas construcciones comenzaron a conocerse en detalle a partir de 1992, cuando se emprendió el estudio
y consolidación de la muralla y las torres del frente oeste, y, sobre todo, entre 1998 y 2007, cuando se excavaron las cuatro puertas de acceso al poblado (Bonet et alii 2005; Díes 2005; Bonet y Vives-Ferrándiz 2009).
En líneas generales, este sistema consiste en un perímetro amurallado de forma elíptica –la muralla del poblado propiamente dicha–, que es más estrecho en el lado este, de tendencia sinuosa pero sin ángulos ni retranqueos ya que se adapta a las curvas de nivel de la cima de la colina sobre la que se sitúa. El área
construida es de unas 4,2 ha. Existe un segundo recinto, al oeste del que acabamos de describir, que tiene
1,4 ha más y del que nos ocuparemos más abajo.
La muralla está realizada con un doble paramento de piedras, que suelen ser de mediano y gran tamaño
(entre 0,30 y 1 m de longitud) trabadas con tierra, y relleno de piedras más pequeñas. La primera hilada de
piedras se asienta sobre el terreno, coincidente con los puntos que requieren más estabilidad en la construcción para la defensa (puertas, torres). En las zonas con más pendiente el lienzo defensivo se construye
elevando primero el paramento exterior y nivelando después con tierra y piedras el espacio entre este paramento y la roca mientras se levanta el muro interior.
Varios sondeos exploratorios realizados en el interior de la muralla del frente oeste [fig. 2], y en el exterior,
junto a la Torre Este, han proporcionado datos para proponer el aspecto de estas construcciones. Los derrumbes de las estructuras están formados por un nivel de piedras de tamaño grande y mediano y un potente paquete
de tierra de diversos tonos y composición que identificamos con el derrumbe de adobes descompuestos. El
alzado de la muralla estaría, pues, formado por un zócalo de piedras que debía alcanzar unos 3-3,5 m, y sobre
el cual se elevarían hiladas de adobes hasta una altura dos veces mayor que el zócalo [fig. 3]. El hallazgo de
losas en el propio derrumbe de la muralla, en un sondeo realizado junto a la Torre Este, ha llevado a proponer
la existencia de un solado del adarve (Díes et alii 1997, 226). El adarve garantiza una mejor defensa de la muralla y la circulación superior por ésta y por las torres [figs. 4 y 5]. Este elemento es excepcional, pues en otros
poblados ibéricos las propias cubiertas de las viviendas adosadas a la muralla cumplen esta función (Moret
1996, 97 y 98). Ahora bien, en la Bastida no hay casas adosadas a la muralla salvo en una pequeña zona, entre
la Torre Este y la Puerta Este. En el resto del asentamiento, allí donde se ha excavado, hemos constatado que
se respeta un camino de ronda de, al menos, dos metros de anchura o más, entre las fachadas de las construcciones y el lienzo de la muralla [fig. 6].
Como hemos visto, Ballester y Pericot ya identificaban en 1928 otro recinto en la parte occidental que
define un área de 1,4 ha. Se trata de un muro corto, con un gran vano, que se une a dos largos lienzos rectilíneos de entre 1,5 y 2 m de anchura. Está realizado con un doble paramento de grandes piedras relleno de
piedras más pequeñas y tierra. Los dos muros largos no conectan con los lienzos del recinto perimetral descrito más arriba, ni por el lado sur –donde se queda a unos metros– ni por el norte –donde la distancia es
de unos 130 m–. No conocemos las características de su alzado, si lo hubo, ya que los sondeos realizados en
1999 junto al vano del lienzo occidental apenas ofrecieron unas pocas piedras caídas y cerámicas muy fragmentadas, sin otras evidencias de ocupación. No obstante, los reconocimientos del terreno en prospección
han permitido documentar dos estructuras, un pequeño departamento y un muro que cruza parte del espacio
(Díes et alii 1997, 224).
Esta construcción ha sido tradicionalmente interpretada como una albacara, un recinto murado para
guardar ganado situado al exterior de muchas fortalezas de cronología más reciente. No obstante, su entidad constructiva y la situación en la parte más accesible al poblado, nos lleva a considerarlo como una
segunda línea de muralla, a modo de un refuerzo del sistema defensivo o como una ampliación del espacio
habitado. Se trata de una estructura inacabada, tanto en planta como en alzado, todo lo cual permite
mantener la hipótesis de que sea una ampliación del espacio habitado, emprendida en un momento de
peligro o de cierta inestabilidad. Así, se intentaría reforzar el frente oeste del poblado –el acceso principal– mediante una construcción que nunca se acabó (Díes et alii 1997, 228). Volveremos sobre esta idea
en el capítulo 10.
64
1. Planta general de la Bastida de les Alcusses y detalle de los departamentos excavados.
También en lado opuesto del poblado [...] nótase asimismo otro amontonamiento de piedras que hace
suponer la existencia de otra torre, refuerzo de la defensa de la puerta que debiera existir en tal lugar”
(Ballester y Pericot 1929, 187).
65
66
[page-n-4]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 1
Estas construcciones comenzaron a conocerse en detalle a partir de 1992, cuando se emprendió el estudio
y consolidación de la muralla y las torres del frente oeste, y, sobre todo, entre 1998 y 2007, cuando se excavaron las cuatro puertas de acceso al poblado (Bonet et alii 2005; Díes 2005; Bonet y Vives-Ferrándiz 2009).
En líneas generales, este sistema consiste en un perímetro amurallado de forma elíptica –la muralla del poblado propiamente dicha–, que es más estrecho en el lado este, de tendencia sinuosa pero sin ángulos ni retranqueos ya que se adapta a las curvas de nivel de la cima de la colina sobre la que se sitúa. El área
construida es de unas 4,2 ha. Existe un segundo recinto, al oeste del que acabamos de describir, que tiene
1,4 ha más y del que nos ocuparemos más abajo.
La muralla está realizada con un doble paramento de piedras, que suelen ser de mediano y gran tamaño
(entre 0,30 y 1 m de longitud) trabadas con tierra, y relleno de piedras más pequeñas. La primera hilada de
piedras se asienta sobre el terreno, coincidente con los puntos que requieren más estabilidad en la construcción para la defensa (puertas, torres). En las zonas con más pendiente el lienzo defensivo se construye
elevando primero el paramento exterior y nivelando después con tierra y piedras el espacio entre este paramento y la roca mientras se levanta el muro interior.
Varios sondeos exploratorios realizados en el interior de la muralla del frente oeste [fig. 2], y en el exterior,
junto a la Torre Este, han proporcionado datos para proponer el aspecto de estas construcciones. Los derrumbes de las estructuras están formados por un nivel de piedras de tamaño grande y mediano y un potente paquete
de tierra de diversos tonos y composición que identificamos con el derrumbe de adobes descompuestos. El
alzado de la muralla estaría, pues, formado por un zócalo de piedras que debía alcanzar unos 3-3,5 m, y sobre
el cual se elevarían hiladas de adobes hasta una altura dos veces mayor que el zócalo [fig. 3]. El hallazgo de
losas en el propio derrumbe de la muralla, en un sondeo realizado junto a la Torre Este, ha llevado a proponer
la existencia de un solado del adarve (Díes et alii 1997, 226). El adarve garantiza una mejor defensa de la muralla y la circulación superior por ésta y por las torres [figs. 4 y 5]. Este elemento es excepcional, pues en otros
poblados ibéricos las propias cubiertas de las viviendas adosadas a la muralla cumplen esta función (Moret
1996, 97 y 98). Ahora bien, en la Bastida no hay casas adosadas a la muralla salvo en una pequeña zona, entre
la Torre Este y la Puerta Este. En el resto del asentamiento, allí donde se ha excavado, hemos constatado que
se respeta un camino de ronda de, al menos, dos metros de anchura o más, entre las fachadas de las construcciones y el lienzo de la muralla [fig. 6].
Como hemos visto, Ballester y Pericot ya identificaban en 1928 otro recinto en la parte occidental que
define un área de 1,4 ha. Se trata de un muro corto, con un gran vano, que se une a dos largos lienzos rectilíneos de entre 1,5 y 2 m de anchura. Está realizado con un doble paramento de grandes piedras relleno de
piedras más pequeñas y tierra. Los dos muros largos no conectan con los lienzos del recinto perimetral descrito más arriba, ni por el lado sur –donde se queda a unos metros– ni por el norte –donde la distancia es
de unos 130 m–. No conocemos las características de su alzado, si lo hubo, ya que los sondeos realizados en
1999 junto al vano del lienzo occidental apenas ofrecieron unas pocas piedras caídas y cerámicas muy fragmentadas, sin otras evidencias de ocupación. No obstante, los reconocimientos del terreno en prospección
han permitido documentar dos estructuras, un pequeño departamento y un muro que cruza parte del espacio
(Díes et alii 1997, 224).
Esta construcción ha sido tradicionalmente interpretada como una albacara, un recinto murado para
guardar ganado situado al exterior de muchas fortalezas de cronología más reciente. No obstante, su entidad constructiva y la situación en la parte más accesible al poblado, nos lleva a considerarlo como una
segunda línea de muralla, a modo de un refuerzo del sistema defensivo o como una ampliación del espacio
habitado. Se trata de una estructura inacabada, tanto en planta como en alzado, todo lo cual permite
mantener la hipótesis de que sea una ampliación del espacio habitado, emprendida en un momento de
peligro o de cierta inestabilidad. Así, se intentaría reforzar el frente oeste del poblado –el acceso principal– mediante una construcción que nunca se acabó (Díes et alii 1997, 228). Volveremos sobre esta idea
en el capítulo 10.
64
1. Planta general de la Bastida de les Alcusses y detalle de los departamentos excavados.
También en lado opuesto del poblado [...] nótase asimismo otro amontonamiento de piedras que hace
suponer la existencia de otra torre, refuerzo de la defensa de la puerta que debiera existir en tal lugar”
(Ballester y Pericot 1929, 187).
65
66
[page-n-5]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 2
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses es una aglomeración amurallada de viviendas y construcciones
en una trama urbana bien definida. En los estudios ibéricos este tipo de poblados se conoce bajo el
nombre de oppidum, término latino con el que se designa a aquellos asentamientos fortificados, de
cierta extensión, que controlan los recursos del entorno –su territorio– mediante una red de asentamientos
dependientes o de relaciones sociales estables.
En este capítulo vamos a exponer cómo sus ocupantes organizaron el poblado a partir de sus necesidades,
creando y acondicionando los espacios públicos como puertas, murallas, calles, viales o plazas y el entramado
de viviendas y otras construcciones [fig. 1].
Las muraLLas y Las torres
3. Reconstrucción hipotética del frente oeste, con la Puerta Oeste y las dos torres.
Materiales constructivos y fuentes de aprovisionamiento
2. Secciones de la muralla y de los sondeos realizados en la parte interna (según Díes et alii 1997).
Otros elementos a destacar de la fortificación son las torres. En la Bastida se han documentado, de forma
segura, tres: dos entre la Puerta Oeste y la Puerta Sur y otra junto a la Puerta Este, mucho más grande que
las anteriores. En los tres casos se trata de torres macizas, adosadas a la muralla para la vigilancia del entorno
y el control de los accesos. El hecho de que no todas las puertas tengan torres asociadas podría indicar o
bien que este proyecto constructivo esté inacabado –es decir, que se abandonara el yacimiento antes de
completar la construcción de otras torres– o bien que la situación de las torres no tenga tanto que ver con
la defensa de todos los accesos sino con la vigilancia y observación de espacios concretos del paisaje desde
el frente meridional y el extremo oriental.
En la Bastida no hay fosos, quizás debido a que la topografía del yacimiento, en lo alto de una loma cuyos
lados largos no son fáciles de acceder por el acusado desnivel, no lo requiere. Los únicos puntos fácilmente
accesibles son la parte este y, sobre todo, la oeste, donde se ubicaron las cuatro puertas del poblado.
67
El proyecto de erigir estas construcciones es considerable. Exige, de entrada, contar con la capacidad
técnica adecuada así como disponer de un cierto número de personas con conocimientos y habilidades para
su construcción y, desde luego, de brazos para trabajar. Requiere, además, contar con los derechos para acceder a las tierras de las que extraer el material constructivo, de organizar equipos de trabajo para hacer
acopio de la piedra, la tierra y la madera, así como de su transporte hasta la loma.
Se precisa de un conocimiento de cantería especializado para los paramentos más cuidados de las entradas o las torres y de carpintería para los entramados y armazones de madera. Pero con todo, el material más
utilizado en las construcciones, y que concentra gran parte de los esfuerzos constructivos es la tierra. Es un
material abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez 1997, 145).
Las puertas deL pobLado
La muralla y la amplia extensión que delimita (más de 4 ha) constituyen dos rasgos definitorios de este
oppidum. Las murallas delimitan el espacio perimetralmente y suponen la monumentalización del asentamiento y, en consecuencia, del paisaje. De hecho, algunos autores han denominado las murallas como “rostros de piedra” (Moret 1998) mientras que otros hablan de “paisajes fortificados” (Berrocal-Rangel y Moret
2007), pues son elementos visibles en el territorio. Y si hablamos de paisajes fortificados, también podemos
pensar en ‘paisajes construidos’ en el exterior del oppidum. Los oppida ibéricos organizaron el espacio territorial mediante redes viarias, establecimientos rurales, y marcadores territoriales visibles, como hitos
paisajísticos naturales o monumentalizados. Incluso los cementerios, ubicados siempre fuera de los espacios
habitados, servirían como marcadores cargados de connotaciones culturales.
Los recintos amurallados marcaban los límites del espacio en el que se desarrollaban las relaciones de
vecindad (Ruiz 2008). Las murallas servían para definir un espacio como propio de la comunidad que lo
habitaba respecto a los demás y, obviamente, también protegían de las amenazas exteriores.
Para el caso de la Bastida, hasta 1990 se sabía bien poco de sus puertas y murallas. Las actuaciones arqueológicas se habían centrado en la excavación de las unidades de habitación del sector central (1928-1931)
y en la limpieza exterior del asentamiento (capítulo 1; Bonet et alii 2005). El conocimiento de la muralla y
torres, de las puertas y, en general, de su sistema defensivo se limitaba a la información que se podía extraer
de la observación del terreno. De hecho, en 1928, antes de empezar las excavaciones, ya se identificaban estructuras de esta entidad. Merece la pena recoger aquí la descripción que I. Ballester y L. Pericot hacen de
ello, pues describen a partir de los restos visibles en superficie el perímetro de las dos murallas, una puerta
principal (la Puerta Oeste), torres y otras construcciones para la defensa (¿quizás se refieran a las Puertas
Sur y Norte?) y las Torres II y III, y la Puerta Este con la Torre I:
Las puertas de la Bastida aportan una documentación relevante en el estudio de los sistemas defensivos
ibéricos que tanto interés están suscitando en los últimos años (Quesada 2002; Gracia 2003; Oliver 2006;
Berrocal-Rangel y Moret 2007; Junyent y López 2009). Ello se debe a que las cuatro puertas del poblado
están actualmente excavadas, lo que permite aproximarnos, con garantías, a las dimensiones constructivas,
“De las dos murallas que defienden el poblado por poniente, la interior semeja por las ruinas haber
sido más elevada y fuerte que la externa y tal vez que todo el resto del recinto. Unos rompimientos en el
paramento de la doble muralla del oeste [...] semejan ser las puertas de dicho doble recinto; vislumbrándose, fuera y dentro de la interior, restos de construcciones que completaron su defensa, así como a los
lados grandes amontonamientos de piedra que parecen indicios de sendas torres destinadas a igual fin.
68
63
[page-n-6]
triptico:trptico 64_68 19/05/11 17:10 Página 2
E
l poblado de la Bastida de les Alcusses es una aglomeración amurallada de viviendas y construcciones
en una trama urbana bien definida. En los estudios ibéricos este tipo de poblados se conoce bajo el
nombre de oppidum, término latino con el que se designa a aquellos asentamientos fortificados, de
cierta extensión, que controlan los recursos del entorno –su territorio– mediante una red de asentamientos
dependientes o de relaciones sociales estables.
En este capítulo vamos a exponer cómo sus ocupantes organizaron el poblado a partir de sus necesidades,
creando y acondicionando los espacios públicos como puertas, murallas, calles, viales o plazas y el entramado
de viviendas y otras construcciones [fig. 1].
Las muraLLas y Las torres
3. Reconstrucción hipotética del frente oeste, con la Puerta Oeste y las dos torres.
Materiales constructivos y fuentes de aprovisionamiento
2. Secciones de la muralla y de los sondeos realizados en la parte interna (según Díes et alii 1997).
Otros elementos a destacar de la fortificación son las torres. En la Bastida se han documentado, de forma
segura, tres: dos entre la Puerta Oeste y la Puerta Sur y otra junto a la Puerta Este, mucho más grande que
las anteriores. En los tres casos se trata de torres macizas, adosadas a la muralla para la vigilancia del entorno
y el control de los accesos. El hecho de que no todas las puertas tengan torres asociadas podría indicar o
bien que este proyecto constructivo esté inacabado –es decir, que se abandonara el yacimiento antes de
completar la construcción de otras torres– o bien que la situación de las torres no tenga tanto que ver con
la defensa de todos los accesos sino con la vigilancia y observación de espacios concretos del paisaje desde
el frente meridional y el extremo oriental.
En la Bastida no hay fosos, quizás debido a que la topografía del yacimiento, en lo alto de una loma cuyos
lados largos no son fáciles de acceder por el acusado desnivel, no lo requiere. Los únicos puntos fácilmente
accesibles son la parte este y, sobre todo, la oeste, donde se ubicaron las cuatro puertas del poblado.
67
El proyecto de erigir estas construcciones es considerable. Exige, de entrada, contar con la capacidad
técnica adecuada así como disponer de un cierto número de personas con conocimientos y habilidades para
su construcción y, desde luego, de brazos para trabajar. Requiere, además, contar con los derechos para acceder a las tierras de las que extraer el material constructivo, de organizar equipos de trabajo para hacer
acopio de la piedra, la tierra y la madera, así como de su transporte hasta la loma.
Se precisa de un conocimiento de cantería especializado para los paramentos más cuidados de las entradas o las torres y de carpintería para los entramados y armazones de madera. Pero con todo, el material más
utilizado en las construcciones, y que concentra gran parte de los esfuerzos constructivos es la tierra. Es un
material abundante, fácil de trabajar y buen aislante térmico, aunque en contrapartida exige continuas labores de mantenimiento, dado que sufre un rápido deterioro (Sánchez 1997, 145).
Las puertas deL pobLado
La muralla y la amplia extensión que delimita (más de 4 ha) constituyen dos rasgos definitorios de este
oppidum. Las murallas delimitan el espacio perimetralmente y suponen la monumentalización del asentamiento y, en consecuencia, del paisaje. De hecho, algunos autores han denominado las murallas como “rostros de piedra” (Moret 1998) mientras que otros hablan de “paisajes fortificados” (Berrocal-Rangel y Moret
2007), pues son elementos visibles en el territorio. Y si hablamos de paisajes fortificados, también podemos
pensar en ‘paisajes construidos’ en el exterior del oppidum. Los oppida ibéricos organizaron el espacio territorial mediante redes viarias, establecimientos rurales, y marcadores territoriales visibles, como hitos
paisajísticos naturales o monumentalizados. Incluso los cementerios, ubicados siempre fuera de los espacios
habitados, servirían como marcadores cargados de connotaciones culturales.
Los recintos amurallados marcaban los límites del espacio en el que se desarrollaban las relaciones de
vecindad (Ruiz 2008). Las murallas servían para definir un espacio como propio de la comunidad que lo
habitaba respecto a los demás y, obviamente, también protegían de las amenazas exteriores.
Para el caso de la Bastida, hasta 1990 se sabía bien poco de sus puertas y murallas. Las actuaciones arqueológicas se habían centrado en la excavación de las unidades de habitación del sector central (1928-1931)
y en la limpieza exterior del asentamiento (capítulo 1; Bonet et alii 2005). El conocimiento de la muralla y
torres, de las puertas y, en general, de su sistema defensivo se limitaba a la información que se podía extraer
de la observación del terreno. De hecho, en 1928, antes de empezar las excavaciones, ya se identificaban estructuras de esta entidad. Merece la pena recoger aquí la descripción que I. Ballester y L. Pericot hacen de
ello, pues describen a partir de los restos visibles en superficie el perímetro de las dos murallas, una puerta
principal (la Puerta Oeste), torres y otras construcciones para la defensa (¿quizás se refieran a las Puertas
Sur y Norte?) y las Torres II y III, y la Puerta Este con la Torre I:
Las puertas de la Bastida aportan una documentación relevante en el estudio de los sistemas defensivos
ibéricos que tanto interés están suscitando en los últimos años (Quesada 2002; Gracia 2003; Oliver 2006;
Berrocal-Rangel y Moret 2007; Junyent y López 2009). Ello se debe a que las cuatro puertas del poblado
están actualmente excavadas, lo que permite aproximarnos, con garantías, a las dimensiones constructivas,
“De las dos murallas que defienden el poblado por poniente, la interior semeja por las ruinas haber
sido más elevada y fuerte que la externa y tal vez que todo el resto del recinto. Unos rompimientos en el
paramento de la doble muralla del oeste [...] semejan ser las puertas de dicho doble recinto; vislumbrándose, fuera y dentro de la interior, restos de construcciones que completaron su defensa, así como a los
lados grandes amontonamientos de piedra que parecen indicios de sendas torres destinadas a igual fin.
68
63
[page-n-7]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 17:26 Página 69
defensivas, económicas o simbólicas que se vinculan a los accesos. Analizaremos estas entradas desde puntos
de vista constructivos y funcionales, en el marco de una visión más amplia, que tenga en cuenta aspectos
urbanísticos y, al mismo tiempo, cronológicos.
La Puerta Oeste
La estructura de la Puerta Oeste, en su fase final [figs. 10 y 11], consiste en dos muros paralelos de 6’3 m
de longitud por 1,8 m de anchura. Estos muros, que no traban con los paramentos de la muralla, están alineados con la cara exterior y sobresalen entre 1,8 y 2,2 m respecto a la cara interior de la misma (Díes 2005,
74).
En cada uno de estos muros hay dos bancos. Los anteriores miden 1,7 m y los posteriores 2,5 m de longitud y todos ellos tienen una anchura de 1,15 m. El vano que abre este dispositivo de acceso tiene 3,17 m de
anchura en la parte anterior y 3,13 m en la posterior. Hay dos piedras hincadas en el centro del paso que tienen 30 cm de altura, separadas por 2,5 m de distancia una de otra, y que interpretamos como topes del
cierre de los dos pares de hojas de madera [fig. 12]. La apertura de los dos pares de puertas se haría hacia el
interior. A partir de las medidas del vano suponemos que cada una de estas hojas tendría una anchura de
1,55 m, aunque no se han conservado las pletinas de hierro, como sucede en las otras puertas, para confirmar
este dato.
4. Vista aérea de la Bastida de les Alcusses hacia finales de los años 90.
69
[page-n-8]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 17:26 Página 70
La Puerta Sur
La estructura de esta puerta está formada por dos muros paralelos que se construyen sobre la misma roca
del terreno y adaptan a ésta su trazado [fig. 13]. Están separados por una distancia que oscila entre los 2,5 m y
los 2,7 m dejando una anchura de paso de 2,4 m a nivel del pavimento. La medida del cuerpo exterior es de 7,8
m de longitud y unos 2 m de anchura; el interior tiene la misma longitud pero es ligeramente más estrecho,
con 1,7 m de media. La altura conservada de las estructuras es francamente extraordinaria y, de hecho, ésta es
la puerta mejor conservada del yacimiento. En el cuerpo interior los paramentos llegan a los 2,10 m de altura
conservada, mientras que el cuerpo exterior alcanza 1-1,5 m por su cara externa y 0,40-0,60 m por la interna.
Los paramentos internos de ambos muros estaban enlucidos con barro y encalados.
A diferencia de la Puerta Oeste, aquí no hay dos pares de bancos por cada lado sino uno solo, al igual que
sucede en la Puerta Norte y en la Puerta Este. No obstante, en la Puerta Sur sólo se pudo documentar el
banco del muro norte debido al arrasamiento de los restos en dirección sur, y que ha eliminado toda traza
del mismo. El banco conservado mide 3,5 m de longitud por 0,8 m de anchura y presentaba una superficie
cubierta por tierra apisonada.
El pavimento de la puerta es, como en el resto de entradas, una capa de tierra y grava apisonada que
sirve también de relleno para regularizar el terreno entre la roca. El pavimento presenta un acusado desnivel
que facilitaría la salida de aguas del poblado. Sobre el pavimento se documentó, por primera vez en este yacimiento, un derrumbe de adobes bien conservado y entre los que se han podido recuperar algunos restos
de barro (limoarcillas) con huellas de formas redondeadas o semicirculares que pudieran formar parte de
la decoración de elementos singulares [fig. 14].
5. Vista aérea del frente oeste de la muralla, con la puerta y las dos torres (año 2000).
70
[page-n-9]
la bastida 01_176:la bastida 19/05/11 17:26 Página 71
6. Propuesta de reconstrucción de la muralla en el frente oeste. Son visibles las torres macizas y la puerta, accesibles y transitables.
Bajo el derrumbe aparecieron, en muy buen estado de conservación, cinco pletinas de hierro remachadas
que corresponden a las hojas de madera [fig. 15]. A partir de su estudio sabemos que los batientes medirían
unos 1,22 m de anchura. Además, la disposición de las pletinas en planta indica que la apertura se hacía al
exterior, dejando así libres los bancos de cada lado cuando la puerta estaba abierta, aunque aquí no hemos
hallado guardacantones ni chumaceras, posiblemente porque los ejes pivotarían sobre quicios de madera.
La Puerta Norte
Esta puerta es de dimensiones similares a la Puerta Sur [fig. 16]. Al igual que ésta, se trata de un edificio
diferenciado de la muralla desde el punto de vista constructivo (Díes 2005, 75). La entrada en este caso
se hace dejando la muralla a mano derecha, mientras que en la Sur lo hacía a la izquierda. La estructura
está compuesta por dos muros de 7,7 m de longitud por 2,1 m de anchura y en cada muro se abre un banco
de 3,4 m de longitud y 0,8/1 m de ancho que, igual que los de las puertas Oeste y Sur, estaban cubiertos
por una capa tierra pisada y uno de ellos presentaba restos de carbones y cenizas cubiertos por capas de
barro sucesivas. El espacio para el paso en esta puerta es de 2,4 m en la parte anterior y 2,8 m en la parte
posterior.
También se documentaron tres pletinas de hierro correspondientes a los batientes de la puerta. El funcionamiento de los batientes es similar al mecanismo descrito para la Puerta Sur, con rotación sobre eje en
el extremo junto a los muros y apertura hacia el exterior, aunque con la diferencia de que en la Norte hay
guardacantones de piedra que protegen dos chumaceras practicadas en la piedra [fig. 17].
71
[page-n-10]