De los primeros golpes de azadón al Museo al aire libre
Helena Bonet Rosado
2011
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de los “PriMeros golPes de azadón”
al Museo al aire liBre
HelenA Bonet rosAdo
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Las excavaciones pioneras deL sip (1928-1931)
L
as noticias sobre restos antiguos en la loma de la Bastida de les Alcusses de Moixent se remontan al
verano de 1909, cuando Luis Tortosa, natural de Ontinyent, con motivo de la catalogación de monumentos de la provincia de Valencia, comunicó a Isidro Ballester la existencia de un gran “despoblado”.
Años después Ballester, el impulsor y futuro director del Museo de Prehistoria, lo visitaría con Gonzalo Viñes
en el marco de una serie de exploraciones en la zona. Por la importancia y superficie del asentamiento, fue
consciente que sólo se podría abordar una gran excavación desde el respaldo de una institución, empresa
que llevó a cabo en 1927 con la creación del Servicio de Investigación Prehistórica.
Ballester era un gran conocedor de la geografía y de los yacimientos arqueológicos de su tierra natal, la
Vall d´Albaida. Ya en 1906 había realizado una exploración en el poblado ibérico de Covalta y había desarrollado varias campañas más entre 1917 y 1919. Este yacimiento, próximo a la Bastida, le permitió adquirir
la formación necesaria para el trabajo de campo así como un conocimiento directo de los materiales que
aplicaría diez años después en la Bastida. La intervención en la Bastida debe enmarcarse en la planificación
de actividades de campo del SIP. Las excavaciones arqueológicas y su inmediata publicación eran para Ballester el único camino para asentar la institución, pues el futuro del nuevo Servicio y de su Museo dependía
del éxito de estos trabajos, al carecer de grandes colecciones que exponer. También advirtió la necesidad de
contar con buenos colaboradores y ayudantes universitarios capaces de llevar a cabo las excavaciones arqueológicas. De ahí las estrechas relaciones personales y profesionales que siempre mantuvo el SIP con el
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia creado en 1921, muy especialmente con el joven
catedrático de Historia Contemporánea, Luis Pericot.
Rápidamente, en junio de 1928, comunicó a la Comisión Provincial Permanente el plan de trabajo de exploraciones y excavaciones del recién creado SIP y solicitó la autorización para intervenir en la Bastida de les
Alcusses, junto con otros emblemáticos yacimientos valencianos como la Cova Negra de Xàtiva o la Cova del
Parpalló de Gandia. Los trabajos en la Bastida quedaron encomendados a Luis Pericot, Mariano Jornet, Gonzalo Viñes y Emili Gómez Nadal bajo la dirección de Ballester [fig. 1]. También se previó ese mismo año la
importancia de la “reconstrucción” de los materiales de la Bastida desplazándose desde Alcoi para dicha tarea
Fernado Ponsell (De Pedro 2006, 52), hasta que se incorporara al SIP el capataz-restaurador Salvador Espí.
En julio de 1928, Ballester, acompañado de Pericot y Jornet, se desplazó desde Atzeneta d’Albaida hasta la
Bastida de les Alcusses para iniciar la que sería la primera excavación oficial del Servicio. El acierto de la elección queda bien reflejado en palabras de Pericot al referir como Ballester se había decidido por el poblado de
la Bastida entre una docena de estaciones inexploradas: “el futuro del servicio se jugaba a la carta de la suerte
que la excavación nos deparase. A los primeros golpes de azadón nos dimos cuenta que la Bastida de Mogente
pagaría con creces los esfuerzos que costase y que se trataba de un poblado riquísimo. De golpe, la fama de los
hallazgos del SIP pasó a los centros arqueológicos españoles”. Con la publicación de los resultados tanto en el
primer volumen del Servicio, el Archivo de Prehistoria Levantina I (1928) [fig. 2], junto a otros trabajos en publicaciones nacionales e internacionales de piezas selectas “la fama de los trabajos del SIP alcanzó los centros
arqueológicos internacionales y puede decirse que la vida de aquel parecía asegurada” (Pericot 1952, 12-13).
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1. Emili Gómez Nadal, Isidro Ballester y Manuel Navarrete en la muralla de la Bastida. 1928.
La Bastida, un desconocido asentamiento prehistórico, resultó ser la gran revelación para los estudios
ibéricos por la riqueza de sus hallazgos y por la espectacularidad de sus ruinas, y así se recoge en la noticia
del 18 de agosto de 1928 del diario La Semana Gráfica en que se denomina como “la nueva Pompeya” [figs.
3 y 4]. Los hallazgos, que se sucedieron a lo largo de cuatro campañas, desde 1928 a 1931, convirtieron a
este yacimiento en un hito de arqueología valenciana [fig. 5].
No en vano, las ‘Ruinas de la Bastida’ fueron declaradas Monumento Histórico-Artístico por Real Decreto
de 3 de junio de 1931 del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (Gaceta de Madrid 155, de 4 de
junio de 1931). La Bastida ha sido, además, un elemento clave en la dinámica de investigación sobre la cultura
ibérica por parte del SIP, con yacimientos como el Tossal de Sant Miquel de Llíria, los Villares de Caudete
de las Fuentes, Castellet de Bernabé en Llíria, Puntal dels Llops de Olocau o la necrópolis de Corral de Saus,
también en Moixent.
Aquellos primeros años dorados del SIP darán paso a una etapa difícil con la proclamación de la República y así, durante los años 1932 y 1933, las excavaciones son prácticamente nulas aunque, como comentamos, continúan importantes exploraciones en los poblados ibéricos de la zona de Casinos y Llíria. Serán,
precisamente las excavaciones en el Tossal de Sant Miquel, a partir del año 1934, las que permitan que el
SIP remonte y recobre de nuevo su prestigio. En realidad, fue la reducción económica de los años precedentes
lo que obligó a abandonar las excavaciones en la Bastida. Pericot explica esta situación al comentar los inicios
de las excavaciones en Llíria: “No era posible pensar en 1932 y 1933 en excavaciones importantes, tal como
se había realizado hasta entonces [se refiere a Bastida, la Cova del Parpalló de Gandia y Cova Negra de Xàtiva] pues a falta de estaciones lejanas pareció que podría aprovecharse la proximidad y buenas comunicaciones de Liria con la capital para realizar breves prospecciones”; continúa diciendo que “muy pronto se
hizo patente que la cerámica de San Miguel era especialmente rica” y “que el cerro merecía una excavación
más cuidada”.
De este modo se aplazó la labor de comenzar a estudiar la fortificación de la Bastida precisamente cuando
tenían previsto “intervenir en el vértice este del yacimiento donde se vislumbra una puerta tal vez defendida
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por una torre” (Ballester 1931, 23) [fig. 6]. Setenta años después, y como ellos ya identificaron, una torre y
una puerta dominan el sector este, si bien no podían imaginar las espectaculares puertas y fortificaciones
que hoy se pueden visitar en el acceso principal de la que fue su primera excavación.
viviendo aqueLLas campañas a través de Los diarios y Las fotografías
La aportación del archivo documental y fotográfico del SIP es fundamental para recuperar la historia del
yacimiento y de la propia institución. La labor del trabajo de campo de los años 1928-1931 está recogida en
siete diarios cuyas páginas ofrecen información estratigráfica, croquis, dibujos y datos diversos del transcurso de las campañas, e incluso, en ocasiones, transmiten emociones y sensaciones pasando de la mera
descripción de los restos a la narrativa [fig. 7].
Además de los diarios se hizo una exhaustiva labor de inventario de todas las piezas museables en donde
se adscribe a cada objeto un número de inventario, medidas, contexto, descripción y, lo más importante, un
dibujo que permite identificar todos los hallazgos. Esta documentación junto a la descripción de cada departamento y planos está recogida en nueve carpetas y dos archivadores con planos y dibujos.
El archivo fotográfico del SIP cuenta con 280 negativos, en soporte de vidrio y pasta, de las campañas y
de los materiales recuperados entre 1928 y 1931. Las fotografías reflejan mayoritariamente el proceso de la
excavación con vistas generales del yacimiento, el equipo de trabajo, detalles de la excavación o de los materiales in situ [figs. 8 y 9], imágenes todas ellas realizadas por los propios directores o responsables de la
excavación. No faltan tampoco instantáneas del Pla de les Alcusses, algunas de ellas mostrando escenas de
la vida cotidiana en el campo como el trillado, o la recogida de maleza (ver fig. 13 del capítulo 5), o fotografías
de los masoveros de la Casa Palmi [fig. 10], donde residían parte de los miembros de la expedición. Ya en
el Museo, se encargaron fotografías de las piezas más interesantes a profesionales como Joaquín Adell, de
la Casa Grollo de Valencia (Sánchez y Ferrer 2006).
Ballester dispuso que el trabajo de excavación se realizara con varias personas a pie de campo, y que una
persona fuera la responsable de anotar en el diario los hallazgos y su ubicación. Se podía hablar de un verdadero equipo donde el director y los ayudantes se alternaban escribiendo el diario de excavaciones como
revela la sucesión de caligrafías y dibujos de Pericot, Jornet [fig. 11] o Gómez Nadal y más excepcionalmente de
Viñes. Ballester visitaba regularmente la excavación y
aunque no estuviera presente, seguía de cerca su transcurso manteniendo correspondencia con los colaboradores casi diariamente. Cuando estaba presente, a veces
escribía al margen del diario en curso, pidiendo más detalles en los datos expuestos acerca de tal o cual hallazgo,
e incluso corrigiendo directamente algunos dibujos o
anotaciones de los demás.
Siguiendo los métodos de excavación que se empleaban en aquella época en los grandes yacimientos arqueológicos, como Numancia o Ampurias, las excavaciones se
plantearon abriendo grandes superficies con el fin de conocer el urbanismo de un poblado ibérico y recuperar el
mayor número posible de hallazgos. Así, las cuatro campañas se centraron en la zona central y más alta del cerro
[figs. 12 y 13] donde afloraban restos constructivos y el
terreno estaba más despejado de pinos y maleza, excavándose aproximadamente 17.000 m2 .
El capataz Espí se ocupaba de la intendencia y controlaba la colla de obreros. Esencial fue la selección de obreros especializados procedentes de Atzeneta d’Albaida que
2. Portada del primer volumen del Archivo de Prehistoria
Levantina.
llevaban una veintena de años trabajando con Ballester
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3. Artículo publicado en la “Semana Gráfica” sobre las excavaciones de la Bastida. 1928.
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4. Vista del campamento con tiendas. Sentados en primer término y de izquierda a derecha, Lluís Pericot, Isidro Ballester, Gonzalo Viñes y Mariano Jornet. 1928. Foto Casa Grollo.
5. Los fragmentos de cerámica se amontonaban sobre los muros de los departamentos. 1928.
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6. Sector este de la muralla donde se ubica una
gran torre. 1962.
desde que emprendió las primeras excavaciones en el poblado ibérico de la Covalta en 1906: “se ha dado el
caso de una villa con buena parte de su población agrícola especializada en excavaciones arqueológicas. Y
durante muchos veranos una parte de la población masculina, después de ir a la siembra del arroz y antes
de la siega del cereal en la Ribera, salía para lo que la gente del pueblo llamaba la campaña de la Colla de
l’Os [fig. 14] y con el módico jornal de 5 pesetas se mantenían y ahorraban para la familia” (Pericot 1942,
19). Los obreros, cuyo número oscilaba cada campaña entre 19 y 25, estaban provistos de sus picos, azadas
y capazos, e iban descubriendo, a un buen ritmo, los sucesivos departamentos amontonando los tiestos en
los muros para ser recogidos al final de la jornada en cajas de madera. Mientras, los responsables de la excavación estaban al tanto del desarrollo de los continuos hallazgos, dibujando y describiendo minuciosamente en el diario, cada día y al final de la jornada, las piezas de valor y de interés. Muchos de estos objetos
se guardaron en cajitas, en tubitos de cristal o en papel de periódicos, que todavía hoy se conservan en los
almacenes del SIP.
Los preparativos de las campañas eran de vital importancia para el buen desarrollo de las mismas. Primero se relacionaban los nombres completos del personal y se detallaba el instrumental de campo. El primer
año, por ejemplo, estaba compuesto de “zapapicos, carretones, palas, capazos de esparto, cuerdas gruesas y
trencillas de esparto, dos cintas métricas de 10 m, (una para Pericot), maderas, una tienda de campaña tipo
playa y cuatro sillitas de campo”, además del material de escritorio complementario compuesto por “cuatro
libretas, dos lápices con guardapuntas, dos gomas, dos sacapuntas, dos cuadernillos de barba, papel oficial
y sobres”. El material de cocina es, obviamente, esencial y también se anota: “cuatro platos hondos, cuatro
llanos, cuatro de postre, dos boles todo de porcelana, una olla y una cacerola, cuatro tenedores, cuatro cuchillos, cuatro cucharitas de café, un portaviandas, dos candados y una cesta” (Diario 32, 1928, 3- 5).
Normalmente se iniciaban las excavaciones con “unos arreglando la senda para subir las herramientas y
carretones, otros se dedican a cortar pinos y recoger leña para montar los sombrajos” [fig. 15], y ya en la
cumbre montan el campamento de tiendas y se rozaba el monte para preparar la excavación. La comisión
de excavaciones y el personal a sus ordenes se hospedaban en dos fincas de labor sitas al pie de la Bastida,
la Casa de Palmi y la Casa Bas, propiedad de los masoveros D. Enrique Segura y D. Manuel Lara (La Labor
del SIP 1930; Ballester 1931, 9). En estas masías se depositaban los hallazgos de la campaña y se realizaban
labores de inventario por las tardes. En cuanto a la intendencia, un obrero, el llamado “acemilero”, subía
cada dos días las compras desde Moixent a les Alcusses en carro. Al final de cada campaña se hacía una lim-
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7. Diario de excavaciones de la campaña de 1930 con unos magníficos dibujos de bocados de caballo.
pieza de los muros y, la última tarde, se recogían las tiendas, sillas y herramientas, y se evaluaban los daños:
“los carretones están bien salvo uno que le falta un tornillo en una planchuela del eje de la rueda”; “se deben
reparar dos zapapicos, lo menos seis necesitan mangos nuevos”; “de las cuatro sillas, una está rota”; “la
tienda de campaña grande tiene una rotura, se lleva enseguida al talabartero para que la componga” (Diario
34, 1928, 63).
En los diarios se anotaba todo cuanto sucedía durante la campaña, con más o menos detalle según quien
estuviera al cargo: las visitas que se recibían, el tiempo que hacía, contabilidades, y otros detalles o anécdotas
quedaban reflejadas. Así. por ejemplo, se relata como “un arriero de Mogente con dos obreros se han dedicado a bajar de la montaña de la Bastida a la casa Bas las piedras de molino ibérico encontradas en esta estación. Ha cobrado por este servicio 10 pesetas, se llama dicho arriero José Jordán Bono quien por no saber
firmar el recibo lo han hecho a su ruego dos obreros” (Diario 38, 1931, 57). Las heridas y las contusiones estaban, como es normal, a la orden del día, pero afortunadamente el botiquín estaba bien provisto. El 17 de
julio se señala que una piedra produjo a Salvador Espí una contusión en los dedos medios del pie derecho
que curó con árnica del botiquín. No fue el único porque también ese día Bautista Tormo se hizo un rasguño
profundo en la mano que se curó con tintura yodo (Diario 38, 1931, 28).
Otros relatos son curiosos y sorprendentes vistos con perspectiva. El 25 de julio de 1931, a la hora del almuerzo (8 de la mañana), se detectó un incendio “en la loma paralela e inmediata a la Bastida por el sur (se
refiere a la Lloma del Serrellar). Salvador Espí y Joaquín Quilis marcharon a apagarlo logrando extinguirlo
en unos 20 minutos no obstante el viento huracanado que sopló toda la mañana. Al poco rato se vieron dos
incendios más, hacia levante, uno en la segunda montaña y otro más lejos aún y próxima a las fincas del
conde de Torrefiel” (Diario 38, 1931, 64). La causa de estos incendios no se señala pero es evidente que el
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8. Isidro Ballester, en el centro con chaqueta blanca, supervisando los trabajos. Detrás Mariano Jornet apoyado en un bastón. 1928.
monte era un espacio mucho más frecuentado de lo que es hoy en día con pastores, caleras y otras actividades
que usaban el fuego y que los pudieron haber causado.
Los haLLazgos más destacados
Algunos objetos adquirieron relevancia en los diarios y se destacan porque se percibieron en seguida como
importantes, mientras que otros, a pesar de ser piezas igualmente excepcionales, pasaron prácticamente desapercibidas en el momento de su hallazgo (Vives-Ferrándiz 2006, 141-148).
El hallazgo del primer plomo
escrito es un buen ejemplo de la
alegría que daba, y la importancia
que tenía, encontrar un objeto
destacado. Así describe Ballester
el momento del hallazgo de una lámina de plomo escrita, el 28 de
julio de 1928: “Al limpiar Pepe
Guerrero la tierra sobre [una
muela de molino] asoma una lámina arrollada de plomo. La
forma nos intriga [...] La tierra
sobre que se asienta levanta unos
15 cts sobre el suelo y con las precauciones del caso la vamos rebajando hasta sacar el plomo que,
9. Detalle de excavación con los materiales “ in situ” en el Depto. 49. 1928.
contra lo que creíamos es algo es-
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trecho. Inmediatamente y con verdadera emoción vemos que está
lleno de letras ibéricas a renglones
separados por rayas horizontales
formando espacios” (Diario 32,
1928, 61). Sabemos incluso la hora
del hallazgo, las doce y media de la
mañana, anotada en el margen izquierdo del diario y con doble
subrayado (a las 12 ½). Sin duda el
momento debió ser especial. Ese
día, el último, habían subido tarde
a excavar porque la tarde anterior
hubo una tempestad de aire que
había retrasado la labor diaria de
inventario, vendaval que incluso,
explican, se llevaría por delante una
de las dos tiendas de campo.
10. Grupo familiar de masoveros posando a la entrada de la Casa de Palmi.
Su hallazgo era excepcional por1928-1931.
que, en primer lugar, podía ofrecer
nuevos datos sobre el alfabeto ibérico, exponente de las manifestaciones culturales ibéricas valencianas, pues en 1928 sólo se conocían los
plomos escritos del Pujol de Gasset (Castellón), la Serreta (Alcoi-Cocentaina-Penàguila), Covalta (AlbaidaAgres) y unos fragmentos del Cabezo de Mariola (Alfafara-Bocairent) (La Labor del SIP, 1929, 18). En una
crónica de La Semana Gráfica dos semanas después, el 18 de agosto, –decía– que, sin embargo, era más
corta en tamaño y sin tanta “riqueza de caracteres como el plomo de Alcoi”. En segundo lugar el plomo había
sido hallado con una referencia estratigráfica precisa, como escribe Ballester en el diario: “la alegría ha sido
11. Mariano Jornet tomando mediciones para hacer la planimetría. 1928.
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12. Vista general de la campaña de 1931 con los obreros trabajando en el sector central del poblado.
13. Detalle del Depto. 42. En segundo plano aparece Mariano Jornet acompañado de un grupo de obreros. 1928.
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14. Grupo de trabajadores de Atzeneta
d´Albaida. Sentados y de izquierda a derecha se reconocen a José Espí (José de Caláis), Joaquín Quilis (Joaquinet del Piu),
Isodoro Montaner, José Espí (el Sequier),
Antonio Ferri (Toni Boix), Vicente Domingo
(Mingo Carmelita) y José Guerrero (Pepe
Cocullo). De pie, en primer lugar, el tio Bossero, Hermenegildo Soler el tercero, José
Nacer el séptimo, Bautista Nacer el octavo
y Rosendo Micó el noveno. 1931.
15. Grupo de trabajo posando bajo el sombrajo. A la izquierda Isidro Ballester y a la
derecha el acemilero.
general y la suerte y fortuna no para: pues se ha presentado el plomo en condiciones de tiempo y situación
tales que ha permitido al sospecharlo por su forma arrollada, tomar toda clase de medidas y datos gráficos,
que harán de este plomo el único documento de tal clase al que acompañen datos precisos de su situación.
Tomamos otra fotografía de modo que se vea la forma como está plegada la lámina” [fig. 16].
El SIP encontraba en la plancha de plomo escrito no sólo mera satisfacción arqueológica sino una justificación de la fuerte apuesta realizada –se invirtieron 12.000 pesetas– en la búsqueda de las raíces culturales
propias (no olvidemos que el servicio se crea a semejanza de otros en Cataluña, Galicia o País Vasco) como
gustaba destacar a la corriente regionalista. En el primer número del Archivo de Prehistoria Levantina se
publicó una extensa reseña de la campaña de 1928 (Ballester y Pericot 1929, 192, lám.VIII y IX) y dos participaciones en sendos congresos contribuyeron a publicitar el trabajo realizado. En mayo de 1929 Pericot
presentó los trabajos en la Bastida, entre otros yacimientos excavados por el SIP, en el XII Congreso de la
Asociación Española para el progreso de las Ciencias, en Barcelona. En septiembre de ese mismo año el Servicio fue invitado al IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado también en Barcelona con motivo
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16. Lámina de plomo escrita (Bastida I) en el
momento de su hallazgo en el Depto. 48. 1928
de la Exposición Internacional. Aunque no se presentó ninguna comunicación sobre la Bastida, se expuso
el plomo escrito en la Sala V (Civilización Ibérica) de la sección “España Primitiva” del Museo del Palacio
Nacional de la Exposición que pretendía ser “una verdadera síntesis de la evolución histórica de la cultura
española en sus múltiples aspectos [ilustrando] cuanto puede estudiarse, en el estado actual de la investigación” (Bosch Gimpera 1929).
Son momentos de gloria y la lámina de plomo nos permite evaluar esta proyección y el interés foráneo
por las excavaciones del SIP. Lo ilustra bien el hecho de que Gómez Moreno, a la sazón Director General de
Bellas Artes y muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, visitara Valencia para examinar algunos
materiales ya vistos en Barcelona e incluso elevara una petición escrita pidiendo detalles sobre el curso de las
investigaciones (Labor del SIP 1931, 28). En este contexto de colaboración fructífera sería invitado a realizar
un estudio epigráfico del plomo (citado por Ballester y Pericot 1929, 191) aparecido en 1962, e incluso el
mismo Schulten estuvo también interesado ya que en la Labor del SIP de 1933 se acusa el recibo de un trabajo
para el APL, aunque no llegó a ser publicado (Labor, 1933, 14). En años sucesivos, salieron tres obras monográficas (Beltrán 1954 y 1962; Fletcher 1982) y numerosas referencias en otras obras (Serra Ràfols 1936; Fletcher 1953 y Gómez Moreno 1962)
El caso del bronce que representa al jinete, conocido como el Guerrer de Moixent o el Jinete de la Bastida,
es diferente [fig. 17]. El descubrimiento del “Guerreret”, como se le conocía en el SIP, el 21 de julio de 1931,
no causó tanto impacto como el plomo escrito según se desprende de su tratamiento en el diario de ese año.
La figura es, obviamente, descrita con detalle, se dice qué obrero la halla, se señala en el croquis general el
lugar exacto y se aportan medidas: “cinco minutos antes de dejar el trabajo para la comida, el obrero Vicente
Espí desenterró una bellísima escultura de bronce representada por un guerrero a caballo”, añadiendo un
aire narrativo y juicios de valor al señalar el sello arrogante del guerrero o que “la cabeza del caballo es de
una expresión grotesca”. No obstante, la Bastida ya había dado muestras durante las tres campañas anteriores de su abundancia en materiales, y esta pieza no destaca especialmente en un diario escrito y dibujado
cada vez con más prisas -esa campaña es intensísima, llegan a trabajar 25 obreros y vacían alrededor de 100
departamentos.
La resonancia en la comunidad científica no fue tan inmediata como la del plomo, y sin embargo la pieza
se ha convertido en el logotipo del museo y un elemento identitario del municipio de Moixent. El bronce se
publicó por primera vez en La labor del SIP de 1931 (Ballester 1932, lám. V, 2), se recogió poco después en
la historia de España dirigida por Pericot (1934, 405) y en 1954 fue objeto de un estudio más detallado publicado en el Archivo de Prehistoria Levantina (Kukahn 1954), destacando la originalidad del exvoto por su
casco con gran penacho. En la segunda mitad de la década de los años 70 del siglo XX, el Guerrer adquirió
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relevancia iconográfica en el marco de las celebraciones del 50 aniversario del SIP en 1977, y a partir de ahí
pasará a ocupar la portada de la guía del museo editado ese mismo año, como precursor del logotipo que
hoy conocemos (Vives-Ferrándiz 2006, 147).
Como sucede con el “Guerreret”, la cantidad de hallazgos de la campaña de 1931 y las prisas por anotarlos y dibujarlos son las causas por las que el magnífico exvoto de bronce que representa un buey con
yunta tuviese una descripción muy somera: el día 23 de julio, en la capa 1 del departamento 237 (Diario 38,
1931, 57) [fig. 18]: “a última hora de la tarde aparece el toro del margen”, descripción que contrasta con un
detallado dibujo y, eso sí, la identificación del autor del hallazgo, Joaquín Quilis, como reconocimiento al
buen trabajo del obrero descubridor. “La pieza es de bronce y va unido a una pieza de hierro; falta un larguero, tanto si formaba pareja como si tiraba solo; el larguero que se conserva también es de bronce como
el toro; dicho larguero va roblonado al travesaño”. (Labor el SIP 1931 y 1932, 28 y lám. V)
A pesar de su calidad y de ser una de las escasas representaciones ibéricas de un buey con parte del yugo
y la barra de tiro, la pieza no ha sido objeto de un estudio específico, aunque se cita reiteradamente en las
publicaciones referentes a la economía y agricultura ibérica. Homenajes a este objeto son la portada de la
edición del Ayuntamiento de Moixent con motivo del 50 aniversario de la declaración de Monumento Histórico-Artístico (Ajuntament de Moixent, 1981) y la elección de su imagen como logotipo en la III Reunión
sobre Economía en el Mon Ibèric celebrada en Valencia en el año 2000 (Mata y Pérez Jordà 2000)
Las joyas de oro son realmente escasas, pues una cadena de oro y dos pares de pendientes son todos los
ejemplares recuperados. Sin duda, como apuntan sus propios excavadores, “estas pertenencias personales
de gran valor sería lo primero que intentarían salvar sus propietarios ante el ataque y saqueo que sufrió el
poblado”. Ballester (1928, 183) relata como “objetos de todas las clases aparecen esparcidos, como sembra-
17. Diario de excavaciones de la campaña de 1931, abierto por la página del día que se halló el jinete de bronce: 21 de julio.
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18. Página del diario de excavaciones que recoge la aparición
del buey de bronce. 1931.
19. Hoja de inventario con copitas de distintos departamentos
de la Bastida.
dos, por todas partes, en las habitaciones y fuera de ellas y en todas las capas”, hallándose in situ sólo los
vasos cerámicos, huellas evidentes de un gran desorden acaecido en el poblado. Hace referencia al “pequeño
tesoro compuesto de dos pares de pendientes de oro, presea [sic] estimada de una bastidana de los últimos
días del poblado”, y señala que “hallose también junto, constituyendo las cuatro piezas un lote (tal vez porque
lo sujetara algún atadijo)” (Ballester y Pericot 1929, 184; Labor del SIP 1931 y 1932, 28, lám. VI). Como es
costumbre en los diarios después de su descripción y dibujos se señala que el hallazgo se debe al capataz
Salvador Espí (Diario 33, 1928, 22).
La cadena de oro se halló el martes 30 de junio de 1931. Se escribe en el diario que “donde marca el croquis adjunto, arrimada a la peña saliente que separa el 150 y el 161, a las 11´55 de la mañana, Vicente Sanjuán
en la 3ª capa ha sacado una espléndida pulsera de filigrana de oro” y se ofrecen detalles de su factura y medidas (Diario 37, 1931, 20). Su imagen se destaca en La labor del SIP del año 1931 (Labor del SIP, 1932, 28
y lám. VI) entre las mejores piezas arqueológicas de aquella campaña y se presenta, veinticinco años después,
en el V Congreso Nacional de Arqueología celebrado en zaragoza en 1957 (Vall 1959, 239).
Además de estas piezas, en los diarios e inventarios se da también gran importancia a otras piezas, recreándose especialmente en dibujar fíbulas, botones, herramientas, campanitas, cerámicas y fusayolas [fig.
19]. Hasta tal punto fue rico el yacimiento en estos objetos (en la primera campaña se inventariaron más de
2000 piezas) que una simpática anécdota nos da cuenta de la relevancia de la Bastida en el contexto local
de la época: el presidente de la Diputación de Valencia abrió una sesión de la Comisión Provincial permanente con el sonido de una campanita de bronce hallada en el Depto. 2 de la Bastida el 7 de julio de 1931 evidenciando la necesidad de ponderar el remoto pasado y de dar al mismo tiempo gloria al presente
(Vives-Ferrándiz 2006, 147).
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20. Materiales del Depto. 48 publicados en la serie de Trabajos Varios del SIP nº 24, 1965.
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eL Legado: una coLección única, una obra inacabada y una ampLia bibLiografía
Si bien los hallazgos más importantes se publicaron inmediatamente en los mismos años de las excavaciones en el APL y La labor del SIP, no será hasta los años 1965 y 1969 cuando saldrán a la luz dos volúmenes
monográficos sobre la Bastida [fig. 20]. Sin embargo sólo se editaron los 100 primeros departamentos en
los volúmenes 24 y 25 de la Serie de Trabajos Varios dejando vacantes los números del 26 al 30 para completar los 149 departamentos restantes y el estudio general del yacimiento, obra que desgraciadamente quedó
incompleta a pesar de estar preparado todo el material para su publicación.
En los treinta años que separan las excavaciones de la publicación de la monografía, Domingo Fletcher
y Enrique Pla, trabajaron intensamente en la identificación y contextualización de cada uno de los hallazgos
a través de los diarios de excavaciones. En su momento, este yacimiento fue el primer poblado ibérico excavado en extensión que publicaba la estratigrafía, planimetrías, inventarios y dibujos contextualizados de los
hallazgos.
En este periodo de tiempo se publica otro trabajo que marcará un hito en los estudios sobre las cerámicas
griegas y helenísticas. Se trata del artículo de Nino Lamboglia sobre la cerámica de barniz negro, o precampana como se conocía entonces (Lamboglia 1954). Lamboglia visitó el Museo de Prehistoria en 1949 para
tomar contacto con el material de barniz negro de la Bastida que, junto con la colección de Ensérune (Francia), fueron la base de su clasificación tipológica [fig. 21]. La importancia del conjunto de cerámicas griegas
de la Bastida, y la precisión estratigráfica que podía establecer le indujo a realizar, con la colaboración del
SIP, un sondeo el 17 de septiembre de 1952 para completar la documentación y la secuencia estratigráfica.
Puntualiza la cronología final del asentamiento, pues si bien se había dicho que el periodo de ocupación del
21. Cerámicas griegas de barniz negro y lekytos de figuras rojas hallados en la Bastida. Foto Casa Grollo.
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22. Diario de excavaciones en el que se ilustra la aparición de instrumental agrícola. 1930.
poblado no era largo y que había sido abandonado con anterioridad a las Guerras Púnicas, establece el final
de la Bastida en torno al 330 a.C. sobre la base de un estudio comparativo con los yacimientos de Ensérune
y Olinto (Grecia).
El interés de Pla por el trabajo cotidiano de los iberos le llevó a estudiar los objetos e instrumentos de
metal relacionados con las tareas agrícolas y artesanales (Pla 1968 y 1972). Sus trabajos se basan, fundamentalmente, en los hallazgos de la Bastida, que siguen siendo, después de cuarenta años de su publicación,
el estudio más completo de instrumental agrícola y artesanal prerromano y de referencia obligada hasta
en las más recientes ediciones sobre el trabajo en el mundo ibérico (Chapa y Mayoral 2007). La excepcional
colección y los meticulosos inventarios, dibujos, y estudios por parte de Pla adscribiendo todos los utensilios
a los distintos oficios, permitieron que términos como agricultura, apicultura, ganadería, carpintería, cantería, herrería y curtidos encontraran su lugar en los estudios ibéricos [fig. 22].
El volumen dedicado a las construcciones y al urbanismo de la Bastida nunca llegó a ver la luz, por lo
que para abordar estas cuestiones contamos exclusivamente con la planimetría del área excavada y la descripción de los 100 primeros departamentos (Fletcher et alii 1965 y 1969) además de las memorias de excavación publicadas. Al respecto, los diarios de excavación no son elocuentes porque son escasas estas
anotaciones en comparación con los hallazgos y descripción de materiales [fig. 23]. Aún así, los excavadores
destacaron grupos de viviendas con diversos compartimentos y paredes medianeras, de dimensiones muy
variadas, remarcando la confusión y la dificultad de definir las entradas a los departamentos. En ocasiones
se refieren con más detalle a muros de excelente factura (como el muro al este de los Deptos. 134, 135, 139
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23. Diario de excavación con el croquis de los departamentos excavados al final de la campaña de 1928.
y 140) o escaleras que salvan los desniveles entre las distintas habitaciones y detalles de los equipamientos
internos como bancos corridos, poyos para molinos [fig. 24], suelos de tierra batida y enlosados. Identifican
restos carbonizados de rollizos de madera que, obviamente, relacionan con las cubiertas y señalan la presencia de algunos adobes o pellas de barro pertenecientes a los alzados de las paredes (Ballester 1928, 188190).
La parte que dedicó Enrique Llobregat a la Bastida en su estudio de referencia sobre la Contestania (Llobregat 1972) planteaba atrevidas propuestas de interpretación y funcionalidad de los espacios al distinguir
una habitación con ajuares preferentemente masculinos (instrumental metálico artesanal, de labranza, o
armas) denominada androceo; y un departamento femenino, o gineceo, de la que serían propios objetos
como la cerámica, los útiles de hilado y tejido, y elementos culinarios como hogares y molinos. Estas propuestas fueron pioneras en los estudios ibéricos pero no tuvieron excesiva aceptación entre los investigadores
del momento. Si bien algunas de estas identificaciones pueden ser matizadas, en el mundo ibérico se están
documentando cada vez más estancias vinculadas específicamente a actividades femeninas (cocina, molienda, tejido) y otras, más difíciles de identificar, parecen destinadas al ámbito masculino, como salas de
reunión, con ajuares propios de este género (Guérin 1999; Bonet y Mata 2002).
Santos Velasco (1986 a y b), siguiendo en parte la línea de trabajo de Llobregat, realizó estudios espaciales
de los materiales con el objetivo de abordar la distribución desigual de la riqueza. También hizo un ensayo
de estudio demográfico, identificando 20 viviendas con un total aproximado de 100 personas en los departamentos publicados. Sirvan estos trabajos, el de Llobregat y Santos Velascos, como estudios pioneros y modelos de reflexión para cualquier estudio social, económico y demográfico en poblados ibéricos.
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redescubriendo aqueLLa ‘nueva pompeya’ (1975-2008)
24. Obrero posando junto a una base circular de piedra para molino del
Depto. 155. 1930.
25. Trabajos de limpieza de muralla de la Bastida. 1975.
26. 50 aniversario del SIP. Enrique Pla explicando el urbanismo de la
Bastida. 1978.
29
Las excavaciones en la Bastida quedaron interrumpidas en 1931 debido a
una drástica reducción presupuestaria
que afectó todo el plan de trabajo de
Ballester (De Pedro, 2006, 60). Salvo el
pequeño sondeo realizado en 1952 por
Lamboglia no se volvió a intervenir en el
yacimiento hasta 1975. Ese año la Diputación de Valencia, a través del SIP y en
colaboración con el Ayuntamiento de
Moixent, emprendió un proyecto de protección y reconstrucción de muros porque el monte bajo y los pinos habían
ocultado casi prácticamente todas las estructuras. En varias fases se acometió la
construcción de un amplio camino de
acceso hasta la cima del yacimiento; el
vallado de todo el conjunto con una
puerta monumental y un refugio; la limpieza del área excavada y de todo el perímetro extramuros de la fortificación
[fig. 25]; y, la reparación de los muros,
quedando pendiente el último objetivo
del proyecto que era la reconstrucción
de uno o varios recintos (Aparicio 1982,
57-63; Aparicio 1984). Parte de estos
trabajos se realizaron para acondicionar
el yacimientos y preparar la visita que se
hizo a la Bastida, en 1978, con motivo de
los actos programados por el SIP en su
50 aniversario [fig. 26].
En 1990 se retoma el proyecto de investigación y puesta en valor del yacimiento con un nuevo enfoque (capítulo
11), pues ahora se abordan aspectos defensivos, urbanísticos, sociales y paleoambientales (Díes y Bonet 1996; Díes et
alii 1997; Díes y álvarez 1997 y 1998;
Bonet et alii 2000 y 2002; Bonet y VivesFerrándiz 2005, Bonet et alii 2007) que
nunca fueron tratados en las primeras
campañas. Este proyecto, actualmente en
desarrollo, conlleva también un interés
especial por la didáctica y la difusión de
los resultados de las investigaciones a
través de diferentes líneas de trabajo.
Cada una de ellas se abordan en los distintos capítulos de esta edición.
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01
de los “PriMeros golPes de azadón”
al Museo al aire liBre
HelenA Bonet rosAdo
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Las excavaciones pioneras deL sip (1928-1931)
L
as noticias sobre restos antiguos en la loma de la Bastida de les Alcusses de Moixent se remontan al
verano de 1909, cuando Luis Tortosa, natural de Ontinyent, con motivo de la catalogación de monumentos de la provincia de Valencia, comunicó a Isidro Ballester la existencia de un gran “despoblado”.
Años después Ballester, el impulsor y futuro director del Museo de Prehistoria, lo visitaría con Gonzalo Viñes
en el marco de una serie de exploraciones en la zona. Por la importancia y superficie del asentamiento, fue
consciente que sólo se podría abordar una gran excavación desde el respaldo de una institución, empresa
que llevó a cabo en 1927 con la creación del Servicio de Investigación Prehistórica.
Ballester era un gran conocedor de la geografía y de los yacimientos arqueológicos de su tierra natal, la
Vall d´Albaida. Ya en 1906 había realizado una exploración en el poblado ibérico de Covalta y había desarrollado varias campañas más entre 1917 y 1919. Este yacimiento, próximo a la Bastida, le permitió adquirir
la formación necesaria para el trabajo de campo así como un conocimiento directo de los materiales que
aplicaría diez años después en la Bastida. La intervención en la Bastida debe enmarcarse en la planificación
de actividades de campo del SIP. Las excavaciones arqueológicas y su inmediata publicación eran para Ballester el único camino para asentar la institución, pues el futuro del nuevo Servicio y de su Museo dependía
del éxito de estos trabajos, al carecer de grandes colecciones que exponer. También advirtió la necesidad de
contar con buenos colaboradores y ayudantes universitarios capaces de llevar a cabo las excavaciones arqueológicas. De ahí las estrechas relaciones personales y profesionales que siempre mantuvo el SIP con el
Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia creado en 1921, muy especialmente con el joven
catedrático de Historia Contemporánea, Luis Pericot.
Rápidamente, en junio de 1928, comunicó a la Comisión Provincial Permanente el plan de trabajo de exploraciones y excavaciones del recién creado SIP y solicitó la autorización para intervenir en la Bastida de les
Alcusses, junto con otros emblemáticos yacimientos valencianos como la Cova Negra de Xàtiva o la Cova del
Parpalló de Gandia. Los trabajos en la Bastida quedaron encomendados a Luis Pericot, Mariano Jornet, Gonzalo Viñes y Emili Gómez Nadal bajo la dirección de Ballester [fig. 1]. También se previó ese mismo año la
importancia de la “reconstrucción” de los materiales de la Bastida desplazándose desde Alcoi para dicha tarea
Fernado Ponsell (De Pedro 2006, 52), hasta que se incorporara al SIP el capataz-restaurador Salvador Espí.
En julio de 1928, Ballester, acompañado de Pericot y Jornet, se desplazó desde Atzeneta d’Albaida hasta la
Bastida de les Alcusses para iniciar la que sería la primera excavación oficial del Servicio. El acierto de la elección queda bien reflejado en palabras de Pericot al referir como Ballester se había decidido por el poblado de
la Bastida entre una docena de estaciones inexploradas: “el futuro del servicio se jugaba a la carta de la suerte
que la excavación nos deparase. A los primeros golpes de azadón nos dimos cuenta que la Bastida de Mogente
pagaría con creces los esfuerzos que costase y que se trataba de un poblado riquísimo. De golpe, la fama de los
hallazgos del SIP pasó a los centros arqueológicos españoles”. Con la publicación de los resultados tanto en el
primer volumen del Servicio, el Archivo de Prehistoria Levantina I (1928) [fig. 2], junto a otros trabajos en publicaciones nacionales e internacionales de piezas selectas “la fama de los trabajos del SIP alcanzó los centros
arqueológicos internacionales y puede decirse que la vida de aquel parecía asegurada” (Pericot 1952, 12-13).
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1. Emili Gómez Nadal, Isidro Ballester y Manuel Navarrete en la muralla de la Bastida. 1928.
La Bastida, un desconocido asentamiento prehistórico, resultó ser la gran revelación para los estudios
ibéricos por la riqueza de sus hallazgos y por la espectacularidad de sus ruinas, y así se recoge en la noticia
del 18 de agosto de 1928 del diario La Semana Gráfica en que se denomina como “la nueva Pompeya” [figs.
3 y 4]. Los hallazgos, que se sucedieron a lo largo de cuatro campañas, desde 1928 a 1931, convirtieron a
este yacimiento en un hito de arqueología valenciana [fig. 5].
No en vano, las ‘Ruinas de la Bastida’ fueron declaradas Monumento Histórico-Artístico por Real Decreto
de 3 de junio de 1931 del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (Gaceta de Madrid 155, de 4 de
junio de 1931). La Bastida ha sido, además, un elemento clave en la dinámica de investigación sobre la cultura
ibérica por parte del SIP, con yacimientos como el Tossal de Sant Miquel de Llíria, los Villares de Caudete
de las Fuentes, Castellet de Bernabé en Llíria, Puntal dels Llops de Olocau o la necrópolis de Corral de Saus,
también en Moixent.
Aquellos primeros años dorados del SIP darán paso a una etapa difícil con la proclamación de la República y así, durante los años 1932 y 1933, las excavaciones son prácticamente nulas aunque, como comentamos, continúan importantes exploraciones en los poblados ibéricos de la zona de Casinos y Llíria. Serán,
precisamente las excavaciones en el Tossal de Sant Miquel, a partir del año 1934, las que permitan que el
SIP remonte y recobre de nuevo su prestigio. En realidad, fue la reducción económica de los años precedentes
lo que obligó a abandonar las excavaciones en la Bastida. Pericot explica esta situación al comentar los inicios
de las excavaciones en Llíria: “No era posible pensar en 1932 y 1933 en excavaciones importantes, tal como
se había realizado hasta entonces [se refiere a Bastida, la Cova del Parpalló de Gandia y Cova Negra de Xàtiva] pues a falta de estaciones lejanas pareció que podría aprovecharse la proximidad y buenas comunicaciones de Liria con la capital para realizar breves prospecciones”; continúa diciendo que “muy pronto se
hizo patente que la cerámica de San Miguel era especialmente rica” y “que el cerro merecía una excavación
más cuidada”.
De este modo se aplazó la labor de comenzar a estudiar la fortificación de la Bastida precisamente cuando
tenían previsto “intervenir en el vértice este del yacimiento donde se vislumbra una puerta tal vez defendida
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por una torre” (Ballester 1931, 23) [fig. 6]. Setenta años después, y como ellos ya identificaron, una torre y
una puerta dominan el sector este, si bien no podían imaginar las espectaculares puertas y fortificaciones
que hoy se pueden visitar en el acceso principal de la que fue su primera excavación.
viviendo aqueLLas campañas a través de Los diarios y Las fotografías
La aportación del archivo documental y fotográfico del SIP es fundamental para recuperar la historia del
yacimiento y de la propia institución. La labor del trabajo de campo de los años 1928-1931 está recogida en
siete diarios cuyas páginas ofrecen información estratigráfica, croquis, dibujos y datos diversos del transcurso de las campañas, e incluso, en ocasiones, transmiten emociones y sensaciones pasando de la mera
descripción de los restos a la narrativa [fig. 7].
Además de los diarios se hizo una exhaustiva labor de inventario de todas las piezas museables en donde
se adscribe a cada objeto un número de inventario, medidas, contexto, descripción y, lo más importante, un
dibujo que permite identificar todos los hallazgos. Esta documentación junto a la descripción de cada departamento y planos está recogida en nueve carpetas y dos archivadores con planos y dibujos.
El archivo fotográfico del SIP cuenta con 280 negativos, en soporte de vidrio y pasta, de las campañas y
de los materiales recuperados entre 1928 y 1931. Las fotografías reflejan mayoritariamente el proceso de la
excavación con vistas generales del yacimiento, el equipo de trabajo, detalles de la excavación o de los materiales in situ [figs. 8 y 9], imágenes todas ellas realizadas por los propios directores o responsables de la
excavación. No faltan tampoco instantáneas del Pla de les Alcusses, algunas de ellas mostrando escenas de
la vida cotidiana en el campo como el trillado, o la recogida de maleza (ver fig. 13 del capítulo 5), o fotografías
de los masoveros de la Casa Palmi [fig. 10], donde residían parte de los miembros de la expedición. Ya en
el Museo, se encargaron fotografías de las piezas más interesantes a profesionales como Joaquín Adell, de
la Casa Grollo de Valencia (Sánchez y Ferrer 2006).
Ballester dispuso que el trabajo de excavación se realizara con varias personas a pie de campo, y que una
persona fuera la responsable de anotar en el diario los hallazgos y su ubicación. Se podía hablar de un verdadero equipo donde el director y los ayudantes se alternaban escribiendo el diario de excavaciones como
revela la sucesión de caligrafías y dibujos de Pericot, Jornet [fig. 11] o Gómez Nadal y más excepcionalmente de
Viñes. Ballester visitaba regularmente la excavación y
aunque no estuviera presente, seguía de cerca su transcurso manteniendo correspondencia con los colaboradores casi diariamente. Cuando estaba presente, a veces
escribía al margen del diario en curso, pidiendo más detalles en los datos expuestos acerca de tal o cual hallazgo,
e incluso corrigiendo directamente algunos dibujos o
anotaciones de los demás.
Siguiendo los métodos de excavación que se empleaban en aquella época en los grandes yacimientos arqueológicos, como Numancia o Ampurias, las excavaciones se
plantearon abriendo grandes superficies con el fin de conocer el urbanismo de un poblado ibérico y recuperar el
mayor número posible de hallazgos. Así, las cuatro campañas se centraron en la zona central y más alta del cerro
[figs. 12 y 13] donde afloraban restos constructivos y el
terreno estaba más despejado de pinos y maleza, excavándose aproximadamente 17.000 m2 .
El capataz Espí se ocupaba de la intendencia y controlaba la colla de obreros. Esencial fue la selección de obreros especializados procedentes de Atzeneta d’Albaida que
2. Portada del primer volumen del Archivo de Prehistoria
Levantina.
llevaban una veintena de años trabajando con Ballester
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3. Artículo publicado en la “Semana Gráfica” sobre las excavaciones de la Bastida. 1928.
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4. Vista del campamento con tiendas. Sentados en primer término y de izquierda a derecha, Lluís Pericot, Isidro Ballester, Gonzalo Viñes y Mariano Jornet. 1928. Foto Casa Grollo.
5. Los fragmentos de cerámica se amontonaban sobre los muros de los departamentos. 1928.
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6. Sector este de la muralla donde se ubica una
gran torre. 1962.
desde que emprendió las primeras excavaciones en el poblado ibérico de la Covalta en 1906: “se ha dado el
caso de una villa con buena parte de su población agrícola especializada en excavaciones arqueológicas. Y
durante muchos veranos una parte de la población masculina, después de ir a la siembra del arroz y antes
de la siega del cereal en la Ribera, salía para lo que la gente del pueblo llamaba la campaña de la Colla de
l’Os [fig. 14] y con el módico jornal de 5 pesetas se mantenían y ahorraban para la familia” (Pericot 1942,
19). Los obreros, cuyo número oscilaba cada campaña entre 19 y 25, estaban provistos de sus picos, azadas
y capazos, e iban descubriendo, a un buen ritmo, los sucesivos departamentos amontonando los tiestos en
los muros para ser recogidos al final de la jornada en cajas de madera. Mientras, los responsables de la excavación estaban al tanto del desarrollo de los continuos hallazgos, dibujando y describiendo minuciosamente en el diario, cada día y al final de la jornada, las piezas de valor y de interés. Muchos de estos objetos
se guardaron en cajitas, en tubitos de cristal o en papel de periódicos, que todavía hoy se conservan en los
almacenes del SIP.
Los preparativos de las campañas eran de vital importancia para el buen desarrollo de las mismas. Primero se relacionaban los nombres completos del personal y se detallaba el instrumental de campo. El primer
año, por ejemplo, estaba compuesto de “zapapicos, carretones, palas, capazos de esparto, cuerdas gruesas y
trencillas de esparto, dos cintas métricas de 10 m, (una para Pericot), maderas, una tienda de campaña tipo
playa y cuatro sillitas de campo”, además del material de escritorio complementario compuesto por “cuatro
libretas, dos lápices con guardapuntas, dos gomas, dos sacapuntas, dos cuadernillos de barba, papel oficial
y sobres”. El material de cocina es, obviamente, esencial y también se anota: “cuatro platos hondos, cuatro
llanos, cuatro de postre, dos boles todo de porcelana, una olla y una cacerola, cuatro tenedores, cuatro cuchillos, cuatro cucharitas de café, un portaviandas, dos candados y una cesta” (Diario 32, 1928, 3- 5).
Normalmente se iniciaban las excavaciones con “unos arreglando la senda para subir las herramientas y
carretones, otros se dedican a cortar pinos y recoger leña para montar los sombrajos” [fig. 15], y ya en la
cumbre montan el campamento de tiendas y se rozaba el monte para preparar la excavación. La comisión
de excavaciones y el personal a sus ordenes se hospedaban en dos fincas de labor sitas al pie de la Bastida,
la Casa de Palmi y la Casa Bas, propiedad de los masoveros D. Enrique Segura y D. Manuel Lara (La Labor
del SIP 1930; Ballester 1931, 9). En estas masías se depositaban los hallazgos de la campaña y se realizaban
labores de inventario por las tardes. En cuanto a la intendencia, un obrero, el llamado “acemilero”, subía
cada dos días las compras desde Moixent a les Alcusses en carro. Al final de cada campaña se hacía una lim-
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7. Diario de excavaciones de la campaña de 1930 con unos magníficos dibujos de bocados de caballo.
pieza de los muros y, la última tarde, se recogían las tiendas, sillas y herramientas, y se evaluaban los daños:
“los carretones están bien salvo uno que le falta un tornillo en una planchuela del eje de la rueda”; “se deben
reparar dos zapapicos, lo menos seis necesitan mangos nuevos”; “de las cuatro sillas, una está rota”; “la
tienda de campaña grande tiene una rotura, se lleva enseguida al talabartero para que la componga” (Diario
34, 1928, 63).
En los diarios se anotaba todo cuanto sucedía durante la campaña, con más o menos detalle según quien
estuviera al cargo: las visitas que se recibían, el tiempo que hacía, contabilidades, y otros detalles o anécdotas
quedaban reflejadas. Así. por ejemplo, se relata como “un arriero de Mogente con dos obreros se han dedicado a bajar de la montaña de la Bastida a la casa Bas las piedras de molino ibérico encontradas en esta estación. Ha cobrado por este servicio 10 pesetas, se llama dicho arriero José Jordán Bono quien por no saber
firmar el recibo lo han hecho a su ruego dos obreros” (Diario 38, 1931, 57). Las heridas y las contusiones estaban, como es normal, a la orden del día, pero afortunadamente el botiquín estaba bien provisto. El 17 de
julio se señala que una piedra produjo a Salvador Espí una contusión en los dedos medios del pie derecho
que curó con árnica del botiquín. No fue el único porque también ese día Bautista Tormo se hizo un rasguño
profundo en la mano que se curó con tintura yodo (Diario 38, 1931, 28).
Otros relatos son curiosos y sorprendentes vistos con perspectiva. El 25 de julio de 1931, a la hora del almuerzo (8 de la mañana), se detectó un incendio “en la loma paralela e inmediata a la Bastida por el sur (se
refiere a la Lloma del Serrellar). Salvador Espí y Joaquín Quilis marcharon a apagarlo logrando extinguirlo
en unos 20 minutos no obstante el viento huracanado que sopló toda la mañana. Al poco rato se vieron dos
incendios más, hacia levante, uno en la segunda montaña y otro más lejos aún y próxima a las fincas del
conde de Torrefiel” (Diario 38, 1931, 64). La causa de estos incendios no se señala pero es evidente que el
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8. Isidro Ballester, en el centro con chaqueta blanca, supervisando los trabajos. Detrás Mariano Jornet apoyado en un bastón. 1928.
monte era un espacio mucho más frecuentado de lo que es hoy en día con pastores, caleras y otras actividades
que usaban el fuego y que los pudieron haber causado.
Los haLLazgos más destacados
Algunos objetos adquirieron relevancia en los diarios y se destacan porque se percibieron en seguida como
importantes, mientras que otros, a pesar de ser piezas igualmente excepcionales, pasaron prácticamente desapercibidas en el momento de su hallazgo (Vives-Ferrándiz 2006, 141-148).
El hallazgo del primer plomo
escrito es un buen ejemplo de la
alegría que daba, y la importancia
que tenía, encontrar un objeto
destacado. Así describe Ballester
el momento del hallazgo de una lámina de plomo escrita, el 28 de
julio de 1928: “Al limpiar Pepe
Guerrero la tierra sobre [una
muela de molino] asoma una lámina arrollada de plomo. La
forma nos intriga [...] La tierra
sobre que se asienta levanta unos
15 cts sobre el suelo y con las precauciones del caso la vamos rebajando hasta sacar el plomo que,
9. Detalle de excavación con los materiales “ in situ” en el Depto. 49. 1928.
contra lo que creíamos es algo es-
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trecho. Inmediatamente y con verdadera emoción vemos que está
lleno de letras ibéricas a renglones
separados por rayas horizontales
formando espacios” (Diario 32,
1928, 61). Sabemos incluso la hora
del hallazgo, las doce y media de la
mañana, anotada en el margen izquierdo del diario y con doble
subrayado (a las 12 ½). Sin duda el
momento debió ser especial. Ese
día, el último, habían subido tarde
a excavar porque la tarde anterior
hubo una tempestad de aire que
había retrasado la labor diaria de
inventario, vendaval que incluso,
explican, se llevaría por delante una
de las dos tiendas de campo.
10. Grupo familiar de masoveros posando a la entrada de la Casa de Palmi.
Su hallazgo era excepcional por1928-1931.
que, en primer lugar, podía ofrecer
nuevos datos sobre el alfabeto ibérico, exponente de las manifestaciones culturales ibéricas valencianas, pues en 1928 sólo se conocían los
plomos escritos del Pujol de Gasset (Castellón), la Serreta (Alcoi-Cocentaina-Penàguila), Covalta (AlbaidaAgres) y unos fragmentos del Cabezo de Mariola (Alfafara-Bocairent) (La Labor del SIP, 1929, 18). En una
crónica de La Semana Gráfica dos semanas después, el 18 de agosto, –decía– que, sin embargo, era más
corta en tamaño y sin tanta “riqueza de caracteres como el plomo de Alcoi”. En segundo lugar el plomo había
sido hallado con una referencia estratigráfica precisa, como escribe Ballester en el diario: “la alegría ha sido
11. Mariano Jornet tomando mediciones para hacer la planimetría. 1928.
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12. Vista general de la campaña de 1931 con los obreros trabajando en el sector central del poblado.
13. Detalle del Depto. 42. En segundo plano aparece Mariano Jornet acompañado de un grupo de obreros. 1928.
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14. Grupo de trabajadores de Atzeneta
d´Albaida. Sentados y de izquierda a derecha se reconocen a José Espí (José de Caláis), Joaquín Quilis (Joaquinet del Piu),
Isodoro Montaner, José Espí (el Sequier),
Antonio Ferri (Toni Boix), Vicente Domingo
(Mingo Carmelita) y José Guerrero (Pepe
Cocullo). De pie, en primer lugar, el tio Bossero, Hermenegildo Soler el tercero, José
Nacer el séptimo, Bautista Nacer el octavo
y Rosendo Micó el noveno. 1931.
15. Grupo de trabajo posando bajo el sombrajo. A la izquierda Isidro Ballester y a la
derecha el acemilero.
general y la suerte y fortuna no para: pues se ha presentado el plomo en condiciones de tiempo y situación
tales que ha permitido al sospecharlo por su forma arrollada, tomar toda clase de medidas y datos gráficos,
que harán de este plomo el único documento de tal clase al que acompañen datos precisos de su situación.
Tomamos otra fotografía de modo que se vea la forma como está plegada la lámina” [fig. 16].
El SIP encontraba en la plancha de plomo escrito no sólo mera satisfacción arqueológica sino una justificación de la fuerte apuesta realizada –se invirtieron 12.000 pesetas– en la búsqueda de las raíces culturales
propias (no olvidemos que el servicio se crea a semejanza de otros en Cataluña, Galicia o País Vasco) como
gustaba destacar a la corriente regionalista. En el primer número del Archivo de Prehistoria Levantina se
publicó una extensa reseña de la campaña de 1928 (Ballester y Pericot 1929, 192, lám.VIII y IX) y dos participaciones en sendos congresos contribuyeron a publicitar el trabajo realizado. En mayo de 1929 Pericot
presentó los trabajos en la Bastida, entre otros yacimientos excavados por el SIP, en el XII Congreso de la
Asociación Española para el progreso de las Ciencias, en Barcelona. En septiembre de ese mismo año el Servicio fue invitado al IV Congreso Internacional de Arqueología, celebrado también en Barcelona con motivo
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16. Lámina de plomo escrita (Bastida I) en el
momento de su hallazgo en el Depto. 48. 1928
de la Exposición Internacional. Aunque no se presentó ninguna comunicación sobre la Bastida, se expuso
el plomo escrito en la Sala V (Civilización Ibérica) de la sección “España Primitiva” del Museo del Palacio
Nacional de la Exposición que pretendía ser “una verdadera síntesis de la evolución histórica de la cultura
española en sus múltiples aspectos [ilustrando] cuanto puede estudiarse, en el estado actual de la investigación” (Bosch Gimpera 1929).
Son momentos de gloria y la lámina de plomo nos permite evaluar esta proyección y el interés foráneo
por las excavaciones del SIP. Lo ilustra bien el hecho de que Gómez Moreno, a la sazón Director General de
Bellas Artes y muy vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, visitara Valencia para examinar algunos
materiales ya vistos en Barcelona e incluso elevara una petición escrita pidiendo detalles sobre el curso de las
investigaciones (Labor del SIP 1931, 28). En este contexto de colaboración fructífera sería invitado a realizar
un estudio epigráfico del plomo (citado por Ballester y Pericot 1929, 191) aparecido en 1962, e incluso el
mismo Schulten estuvo también interesado ya que en la Labor del SIP de 1933 se acusa el recibo de un trabajo
para el APL, aunque no llegó a ser publicado (Labor, 1933, 14). En años sucesivos, salieron tres obras monográficas (Beltrán 1954 y 1962; Fletcher 1982) y numerosas referencias en otras obras (Serra Ràfols 1936; Fletcher 1953 y Gómez Moreno 1962)
El caso del bronce que representa al jinete, conocido como el Guerrer de Moixent o el Jinete de la Bastida,
es diferente [fig. 17]. El descubrimiento del “Guerreret”, como se le conocía en el SIP, el 21 de julio de 1931,
no causó tanto impacto como el plomo escrito según se desprende de su tratamiento en el diario de ese año.
La figura es, obviamente, descrita con detalle, se dice qué obrero la halla, se señala en el croquis general el
lugar exacto y se aportan medidas: “cinco minutos antes de dejar el trabajo para la comida, el obrero Vicente
Espí desenterró una bellísima escultura de bronce representada por un guerrero a caballo”, añadiendo un
aire narrativo y juicios de valor al señalar el sello arrogante del guerrero o que “la cabeza del caballo es de
una expresión grotesca”. No obstante, la Bastida ya había dado muestras durante las tres campañas anteriores de su abundancia en materiales, y esta pieza no destaca especialmente en un diario escrito y dibujado
cada vez con más prisas -esa campaña es intensísima, llegan a trabajar 25 obreros y vacían alrededor de 100
departamentos.
La resonancia en la comunidad científica no fue tan inmediata como la del plomo, y sin embargo la pieza
se ha convertido en el logotipo del museo y un elemento identitario del municipio de Moixent. El bronce se
publicó por primera vez en La labor del SIP de 1931 (Ballester 1932, lám. V, 2), se recogió poco después en
la historia de España dirigida por Pericot (1934, 405) y en 1954 fue objeto de un estudio más detallado publicado en el Archivo de Prehistoria Levantina (Kukahn 1954), destacando la originalidad del exvoto por su
casco con gran penacho. En la segunda mitad de la década de los años 70 del siglo XX, el Guerrer adquirió
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relevancia iconográfica en el marco de las celebraciones del 50 aniversario del SIP en 1977, y a partir de ahí
pasará a ocupar la portada de la guía del museo editado ese mismo año, como precursor del logotipo que
hoy conocemos (Vives-Ferrándiz 2006, 147).
Como sucede con el “Guerreret”, la cantidad de hallazgos de la campaña de 1931 y las prisas por anotarlos y dibujarlos son las causas por las que el magnífico exvoto de bronce que representa un buey con
yunta tuviese una descripción muy somera: el día 23 de julio, en la capa 1 del departamento 237 (Diario 38,
1931, 57) [fig. 18]: “a última hora de la tarde aparece el toro del margen”, descripción que contrasta con un
detallado dibujo y, eso sí, la identificación del autor del hallazgo, Joaquín Quilis, como reconocimiento al
buen trabajo del obrero descubridor. “La pieza es de bronce y va unido a una pieza de hierro; falta un larguero, tanto si formaba pareja como si tiraba solo; el larguero que se conserva también es de bronce como
el toro; dicho larguero va roblonado al travesaño”. (Labor el SIP 1931 y 1932, 28 y lám. V)
A pesar de su calidad y de ser una de las escasas representaciones ibéricas de un buey con parte del yugo
y la barra de tiro, la pieza no ha sido objeto de un estudio específico, aunque se cita reiteradamente en las
publicaciones referentes a la economía y agricultura ibérica. Homenajes a este objeto son la portada de la
edición del Ayuntamiento de Moixent con motivo del 50 aniversario de la declaración de Monumento Histórico-Artístico (Ajuntament de Moixent, 1981) y la elección de su imagen como logotipo en la III Reunión
sobre Economía en el Mon Ibèric celebrada en Valencia en el año 2000 (Mata y Pérez Jordà 2000)
Las joyas de oro son realmente escasas, pues una cadena de oro y dos pares de pendientes son todos los
ejemplares recuperados. Sin duda, como apuntan sus propios excavadores, “estas pertenencias personales
de gran valor sería lo primero que intentarían salvar sus propietarios ante el ataque y saqueo que sufrió el
poblado”. Ballester (1928, 183) relata como “objetos de todas las clases aparecen esparcidos, como sembra-
17. Diario de excavaciones de la campaña de 1931, abierto por la página del día que se halló el jinete de bronce: 21 de julio.
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18. Página del diario de excavaciones que recoge la aparición
del buey de bronce. 1931.
19. Hoja de inventario con copitas de distintos departamentos
de la Bastida.
dos, por todas partes, en las habitaciones y fuera de ellas y en todas las capas”, hallándose in situ sólo los
vasos cerámicos, huellas evidentes de un gran desorden acaecido en el poblado. Hace referencia al “pequeño
tesoro compuesto de dos pares de pendientes de oro, presea [sic] estimada de una bastidana de los últimos
días del poblado”, y señala que “hallose también junto, constituyendo las cuatro piezas un lote (tal vez porque
lo sujetara algún atadijo)” (Ballester y Pericot 1929, 184; Labor del SIP 1931 y 1932, 28, lám. VI). Como es
costumbre en los diarios después de su descripción y dibujos se señala que el hallazgo se debe al capataz
Salvador Espí (Diario 33, 1928, 22).
La cadena de oro se halló el martes 30 de junio de 1931. Se escribe en el diario que “donde marca el croquis adjunto, arrimada a la peña saliente que separa el 150 y el 161, a las 11´55 de la mañana, Vicente Sanjuán
en la 3ª capa ha sacado una espléndida pulsera de filigrana de oro” y se ofrecen detalles de su factura y medidas (Diario 37, 1931, 20). Su imagen se destaca en La labor del SIP del año 1931 (Labor del SIP, 1932, 28
y lám. VI) entre las mejores piezas arqueológicas de aquella campaña y se presenta, veinticinco años después,
en el V Congreso Nacional de Arqueología celebrado en zaragoza en 1957 (Vall 1959, 239).
Además de estas piezas, en los diarios e inventarios se da también gran importancia a otras piezas, recreándose especialmente en dibujar fíbulas, botones, herramientas, campanitas, cerámicas y fusayolas [fig.
19]. Hasta tal punto fue rico el yacimiento en estos objetos (en la primera campaña se inventariaron más de
2000 piezas) que una simpática anécdota nos da cuenta de la relevancia de la Bastida en el contexto local
de la época: el presidente de la Diputación de Valencia abrió una sesión de la Comisión Provincial permanente con el sonido de una campanita de bronce hallada en el Depto. 2 de la Bastida el 7 de julio de 1931 evidenciando la necesidad de ponderar el remoto pasado y de dar al mismo tiempo gloria al presente
(Vives-Ferrándiz 2006, 147).
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20. Materiales del Depto. 48 publicados en la serie de Trabajos Varios del SIP nº 24, 1965.
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eL Legado: una coLección única, una obra inacabada y una ampLia bibLiografía
Si bien los hallazgos más importantes se publicaron inmediatamente en los mismos años de las excavaciones en el APL y La labor del SIP, no será hasta los años 1965 y 1969 cuando saldrán a la luz dos volúmenes
monográficos sobre la Bastida [fig. 20]. Sin embargo sólo se editaron los 100 primeros departamentos en
los volúmenes 24 y 25 de la Serie de Trabajos Varios dejando vacantes los números del 26 al 30 para completar los 149 departamentos restantes y el estudio general del yacimiento, obra que desgraciadamente quedó
incompleta a pesar de estar preparado todo el material para su publicación.
En los treinta años que separan las excavaciones de la publicación de la monografía, Domingo Fletcher
y Enrique Pla, trabajaron intensamente en la identificación y contextualización de cada uno de los hallazgos
a través de los diarios de excavaciones. En su momento, este yacimiento fue el primer poblado ibérico excavado en extensión que publicaba la estratigrafía, planimetrías, inventarios y dibujos contextualizados de los
hallazgos.
En este periodo de tiempo se publica otro trabajo que marcará un hito en los estudios sobre las cerámicas
griegas y helenísticas. Se trata del artículo de Nino Lamboglia sobre la cerámica de barniz negro, o precampana como se conocía entonces (Lamboglia 1954). Lamboglia visitó el Museo de Prehistoria en 1949 para
tomar contacto con el material de barniz negro de la Bastida que, junto con la colección de Ensérune (Francia), fueron la base de su clasificación tipológica [fig. 21]. La importancia del conjunto de cerámicas griegas
de la Bastida, y la precisión estratigráfica que podía establecer le indujo a realizar, con la colaboración del
SIP, un sondeo el 17 de septiembre de 1952 para completar la documentación y la secuencia estratigráfica.
Puntualiza la cronología final del asentamiento, pues si bien se había dicho que el periodo de ocupación del
21. Cerámicas griegas de barniz negro y lekytos de figuras rojas hallados en la Bastida. Foto Casa Grollo.
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22. Diario de excavaciones en el que se ilustra la aparición de instrumental agrícola. 1930.
poblado no era largo y que había sido abandonado con anterioridad a las Guerras Púnicas, establece el final
de la Bastida en torno al 330 a.C. sobre la base de un estudio comparativo con los yacimientos de Ensérune
y Olinto (Grecia).
El interés de Pla por el trabajo cotidiano de los iberos le llevó a estudiar los objetos e instrumentos de
metal relacionados con las tareas agrícolas y artesanales (Pla 1968 y 1972). Sus trabajos se basan, fundamentalmente, en los hallazgos de la Bastida, que siguen siendo, después de cuarenta años de su publicación,
el estudio más completo de instrumental agrícola y artesanal prerromano y de referencia obligada hasta
en las más recientes ediciones sobre el trabajo en el mundo ibérico (Chapa y Mayoral 2007). La excepcional
colección y los meticulosos inventarios, dibujos, y estudios por parte de Pla adscribiendo todos los utensilios
a los distintos oficios, permitieron que términos como agricultura, apicultura, ganadería, carpintería, cantería, herrería y curtidos encontraran su lugar en los estudios ibéricos [fig. 22].
El volumen dedicado a las construcciones y al urbanismo de la Bastida nunca llegó a ver la luz, por lo
que para abordar estas cuestiones contamos exclusivamente con la planimetría del área excavada y la descripción de los 100 primeros departamentos (Fletcher et alii 1965 y 1969) además de las memorias de excavación publicadas. Al respecto, los diarios de excavación no son elocuentes porque son escasas estas
anotaciones en comparación con los hallazgos y descripción de materiales [fig. 23]. Aún así, los excavadores
destacaron grupos de viviendas con diversos compartimentos y paredes medianeras, de dimensiones muy
variadas, remarcando la confusión y la dificultad de definir las entradas a los departamentos. En ocasiones
se refieren con más detalle a muros de excelente factura (como el muro al este de los Deptos. 134, 135, 139
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23. Diario de excavación con el croquis de los departamentos excavados al final de la campaña de 1928.
y 140) o escaleras que salvan los desniveles entre las distintas habitaciones y detalles de los equipamientos
internos como bancos corridos, poyos para molinos [fig. 24], suelos de tierra batida y enlosados. Identifican
restos carbonizados de rollizos de madera que, obviamente, relacionan con las cubiertas y señalan la presencia de algunos adobes o pellas de barro pertenecientes a los alzados de las paredes (Ballester 1928, 188190).
La parte que dedicó Enrique Llobregat a la Bastida en su estudio de referencia sobre la Contestania (Llobregat 1972) planteaba atrevidas propuestas de interpretación y funcionalidad de los espacios al distinguir
una habitación con ajuares preferentemente masculinos (instrumental metálico artesanal, de labranza, o
armas) denominada androceo; y un departamento femenino, o gineceo, de la que serían propios objetos
como la cerámica, los útiles de hilado y tejido, y elementos culinarios como hogares y molinos. Estas propuestas fueron pioneras en los estudios ibéricos pero no tuvieron excesiva aceptación entre los investigadores
del momento. Si bien algunas de estas identificaciones pueden ser matizadas, en el mundo ibérico se están
documentando cada vez más estancias vinculadas específicamente a actividades femeninas (cocina, molienda, tejido) y otras, más difíciles de identificar, parecen destinadas al ámbito masculino, como salas de
reunión, con ajuares propios de este género (Guérin 1999; Bonet y Mata 2002).
Santos Velasco (1986 a y b), siguiendo en parte la línea de trabajo de Llobregat, realizó estudios espaciales
de los materiales con el objetivo de abordar la distribución desigual de la riqueza. También hizo un ensayo
de estudio demográfico, identificando 20 viviendas con un total aproximado de 100 personas en los departamentos publicados. Sirvan estos trabajos, el de Llobregat y Santos Velascos, como estudios pioneros y modelos de reflexión para cualquier estudio social, económico y demográfico en poblados ibéricos.
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redescubriendo aqueLLa ‘nueva pompeya’ (1975-2008)
24. Obrero posando junto a una base circular de piedra para molino del
Depto. 155. 1930.
25. Trabajos de limpieza de muralla de la Bastida. 1975.
26. 50 aniversario del SIP. Enrique Pla explicando el urbanismo de la
Bastida. 1978.
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Las excavaciones en la Bastida quedaron interrumpidas en 1931 debido a
una drástica reducción presupuestaria
que afectó todo el plan de trabajo de
Ballester (De Pedro, 2006, 60). Salvo el
pequeño sondeo realizado en 1952 por
Lamboglia no se volvió a intervenir en el
yacimiento hasta 1975. Ese año la Diputación de Valencia, a través del SIP y en
colaboración con el Ayuntamiento de
Moixent, emprendió un proyecto de protección y reconstrucción de muros porque el monte bajo y los pinos habían
ocultado casi prácticamente todas las estructuras. En varias fases se acometió la
construcción de un amplio camino de
acceso hasta la cima del yacimiento; el
vallado de todo el conjunto con una
puerta monumental y un refugio; la limpieza del área excavada y de todo el perímetro extramuros de la fortificación
[fig. 25]; y, la reparación de los muros,
quedando pendiente el último objetivo
del proyecto que era la reconstrucción
de uno o varios recintos (Aparicio 1982,
57-63; Aparicio 1984). Parte de estos
trabajos se realizaron para acondicionar
el yacimientos y preparar la visita que se
hizo a la Bastida, en 1978, con motivo de
los actos programados por el SIP en su
50 aniversario [fig. 26].
En 1990 se retoma el proyecto de investigación y puesta en valor del yacimiento con un nuevo enfoque (capítulo
11), pues ahora se abordan aspectos defensivos, urbanísticos, sociales y paleoambientales (Díes y Bonet 1996; Díes et
alii 1997; Díes y álvarez 1997 y 1998;
Bonet et alii 2000 y 2002; Bonet y VivesFerrándiz 2005, Bonet et alii 2007) que
nunca fueron tratados en las primeras
campañas. Este proyecto, actualmente en
desarrollo, conlleva también un interés
especial por la didáctica y la difusión de
los resultados de las investigaciones a
través de diferentes líneas de trabajo.
Cada una de ellas se abordan en los distintos capítulos de esta edición.
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