
Serie de Trabajos Varios 108
La Cova del Bolomor (Tavernes de la Valldigna, Valencia): las industrias líticas del Pleistoceno Medio en el ámbito del Mediterráneo peninsular
Josep Fernández Peris
2007
, ISBN 978-84-7795-486-6 , 463 p.
[page-n-1]
[page-n-2]
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 108
LA COVA DEL BOLOMOR
(Tavernes de la Valldigna, Valencia)
LAS INDUSTRIAS LÍTICAS DEL PLEISTOCENO MEDIO
EN EL ÁMBITO DEL MEDITERRÁNEO PENINSULAR
Por
JOSEP FERNÁNDEZ PERIS
VALENCIA
2007
[page-n-3]
ISSN 1989-540
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 108
Foto portada: Boca de la Cova del Bolomor.
ISBN: 978-84-7795-486-6
Depósito legal: V-5300-2007
Imprime:
Artes Gráficas J. Aguilar, S.L. • Benicadell, 16 - 46015 Valencia
Tel. 963 494 430 • Fax 963 490 532
e-mail: publicaciones@graficas-aguilar.com
[page-n-4]
A María Pilar Fumanal
in memoriam
[page-n-5]
[page-n-6]
PRÓLOGO
Pocos yacimientos europeos tienen una estratigrafía
arqueológica tan completa como la de la Cova del Bolomor.
Sus más de siete metros de potencia, con diecisiete unidades
sedimentarias que abarcan una parte sustancial del Pleistoceno medio y el inicio del Pleistoceno superior, han proporcionado abundantes restos líticos y óseos, algunos restos
fósiles de los homínidos que frecuentaron la cavidad y
evidencias de la utilización del fuego que resultan, al referirnos a esas cronologías, de una elevada trascendencia.
Tan larga secuencia no pasó inadvertida a los pioneros
de la arqueología prehistórica en las tierras valencianas,
como lo evidencian las referencias a la cavidad de Juan
Vilanova y Piera, Leandro Calvo o el mismo Henri Breuil.
Pero lo cierto es que el yacimiento fue, por desgracia,
objeto de actividades mineras que afectaron seriamente a
una parte importante del relleno sedimentario y permaneció
luego casi olvidado durante una buena parte del siglo
veinte. Esta situación, precedida de alguna intervención
puntual de la que apenas se conocen los resultados, es la
que presentaba la Cova del Bolomor a mediados de los años
ochenta del siglo pasado, fechas en las que se consideró la
oportunidad y el interés científico de iniciar la excavación
sistemática de su relleno.
La idea se fue gestando a partir de diversas visitas efectuadas al yacimiento por Josep Fernández Peris en compañía
de María Pilar Fumanal y de Michèle Dupré, y con todos
ellos tuve la oportunidad de cambiar impresiones sobre la
secuencia y el interés de conocer con mayor detalle unos
niveles que apuntaban claramente a cronologías del Pleistoceno medio, ampliando así el registro por entonces conocido
en el ámbito valenciano. Aquellos años coincidieron con el
inicio de mis propios trabajos arqueológicos en la Cova
Negra de Xàtiva, en cuyo equipo participaban las dos investigadoras citadas, y pronto se consideró conveniente
conformar un grupo investigador capaz de abordar esta
nueva y atractiva excavación.
La iniciativa resultaba prometedora, pero a la vez difícil,
pues es imposible ignorar las dificultades que conlleva la
excavación de una yacimiento de esas características. Se
trataba de una empresa que se intuía de larga duración, que
exigiría la inversión continuada de muchos esfuerzos y
cuyos frutos sólo iban a ser palpables tras años de laboriosa
actividad de campo. En torno a la figura de Josep Fernández
Peris se agruparon entonces una buena parte de los investigadores que participaban en el proyecto de Cova Negra,
muchos centrados en esas fechas en la realización de sus
respectivas tesis doctorales, y con posterioridad se han ido
añadiendo otros jóvenes investigadores que han aportado al
proyecto ilusión y trabajo.
Vistos los resultados obtenidos a lo largo de esos años,
ya casi veinte después del inicio de las excavaciones, justo es
reconocer que el equipo de dirección y los logros obtenidos
han cumplido plenamente las expectativas creadas. Una
buena parte de la actividad arqueológica de campo desarrollada en Bolomor desde el año 1989 ha estado codirigida por
Josep Fernández Peris y Pere Miquel Guillem Calatayud,
quienes han aprovechado la labor realizada para configurar,
total o parcialmente, sus respectivas tesis doctorales. De
hecho, el libro que ahora prologan estas líneas constituye la
adecuación para su publicación de la Tesis doctoral presentada por Josep Fernández Peris el año 2006 en la Universitat
de València. Y en todo ese proceso, el papel dinamizador y de
verdadera alma mater del proyecto y la excavación ha correspondido, sin duda alguna, a Josep Fernández Peris.
Resulta pertinente dedicar unas líneas a este aspecto ya
que, aunque pueda parecer obvio, no es en absoluto banal.
He mencionado las dificultades de excavación de un yacimiento como el de la Cova del Bolomor. Estas dificultades
son consecuencia no sólo de la amplitud de la secuencia,
sino de la situación misma en la que se encontraba el yacimiento al comenzar las intervenciones en el año 1989. El
vaciado de una parte del relleno dejaba a la vista una parte
V
[page-n-7]
importante de la estratigrafía, una situación que propició la
realización de un refresco del corte destinado a la determinación de las posibilidades arqueológicas de los distintos
niveles y a una primera evaluación de su cronología y
proceso de formación. La amplitud de la secuencia permitía
entrever la duración y la magnitud de cualquier iniciativa de
excavación que se planteara ir más allá de esta primera aproximación a la estratigrafía. En cualquier caso, es de justicia
señalar que en esas primeras campañas el papel desempeñado por M.P. Fumanal resultó fundamental y los objetivos
muy pronto conseguidos.
Fruto del trabajo realizado en esas primeras campañas, en
las que además se inició también la excavación en extensión
de dos zonas del sector oeste de la cavidad, fueron las primeras noticias sólidamente construidas de la secuencia arqueológica del yacimiento, publicadas ya en 1993 y 1994, y una
adecuada valoración de las posibilidades que abría su excavación y el interés de su cronología. Rafael Martínez Valle y
Pere M. Guillem Calatayud contribuyeron también con sus
trabajos a la síntesis de los primeros resultados, con aportaciones importantes en el campo de la arqueozoología y la tafonomía.
Esta fase dio paso a otra, dirigida a extraer las tierras
revueltas consecuencia de los antiguos trabajos de cantería
con la finalidad de comprender la geometría del relleno sedimentario del yacimiento y evaluar las posibilidades de excavación en extensión en nuevos sectores. La visión que se
tiene en la actualidad de la Cova del Bolomor no sería la
misma sin el trabajo emprendido en esos años, y la actual
excavación en extensión del sector norte no se encontraría en
el prometedor estado en el que ahora está si esa costosa actividad no se hubiera llevado a término.
Sin querer entrar en estas líneas en los detalles que
quedan recogidos perfectamente en las páginas que
Fernández Peris dedica a este tema, sí que deseo resaltar que
en todo momento la visión de trabajo a largo plazo ha sido
perfectamente asumida en las excavaciones llevadas a cabo
en el yacimiento y que la programación de los trabajos
arqueológicos ha sido totalmente coherente con esa idea. El
resultado consiste en la posibilidad de excavación en extensión en varios sectores diferenciados, con acceso en cada
uno de ellos a distintos niveles de la secuencia.
Un segundo aspecto a resaltar es la atención prestada a
la incorporación de nuevos investigadores al equipo, así
como la potenciación de las líneas de trabajo que un yacimiento excavado con modernas metodologías debe contemplar. En torno al proyecto vinculado al Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, Josep
Fernández Peris ha ido sumando colaboraciones que están
ofreciendo en estas fechas resultados de alto interés, algunos
en prensa a la hora de escribir estas líneas. Las aportaciones
de Alfred Sanchis al estudio de los lagomorfos y las marcas
antrópicas que implican su consumo, los de Ruth Blasco a la
fauna del nivel XII, con la identificación de procesos de
trampling en el yacimiento y una adecuada caracterización
de la economía y la tafonomía de esos periodos, los de Pablo
Sañudo al estudio espacial del nivel IV y los de Felipe Cuartero a la tecnología lítica del nivel IV, se suman a las que en
VI
su día publicaron también R. Martínez Valle sobre la fauna
o Pere M. Guillem sobre la microfauna. Si la finalidad de la
investigación es avanzar en el conocimiento y difundir los
resultados obtenidos mediante su publicación, esta meta se
está logrando con un muy adecuado cumplimiento en
Bolomor.
El estudio que se presenta en este volumen constituye,
asimismo, un avance fundamental al conocimiento de los
materiales líticos documentados en los distintos niveles de la
secuencia, con una sustancial información sobre la fauna
asociada, las estructuras de combustión documentadas y la
secuencia paleoambiental y cronológica. Una información
que los trabajos en curso permitirá ampliar y contrastar a la
hora de definir los procesos de ocupación del yacimiento,
pero que ya constituye una aportación de primer orden al
conocimiento de la tecnología lítica del periodo comprendido entre ca . 350.000 y 100.000 años.
La importancia de los datos proporcionados hasta la
fecha por las excavaciones y estudios efectuados en la Cova
del Bolomor es indudable y en el trabajo realizado por
Josep Fernández Peris se avanzan datos globales de gran
interés. En primer lugar, los casi trescientos mil años a los
que remite el relleno estratigráfico permiten obtener una
visión diacrónica de considerable amplitud para un periodo
clave en la secuencia arqueológica europea conocido a
partir de pocas secuencias de tanta potencia. Un periodo
que remite a una parte sustancial de la historia de los neandertales y que resulta crucial, por tanto, para una valoración
de la evolución del comportamiento de esas poblaciones en
la zona meridional europea. La excavación en extensión
llevada ya a término en algunos niveles está permitiendo
obtener información de primer orden para la caracterización
de las actividades económicas, tanto en lo que se refiere a
la obtención del alimento como a la producción y variedad
del instrumental lítico. Los datos apuntan hacia un perfil
cazador caracterizado por una cierta amplitud de especies y
una marcada presencia de animales de tamaño medio y
grande, con una escasa documentación de carnívoros y un
papel reducido, pero constante, de las pequeñas presas. Esta
situación, matizada por la constatación de la existencia de
las marcas dejadas por los carnívoros en los restos óseos de
las excavaciones en curso en alguno de los niveles de menor
presencia humana, como sería el nivel X, deberá ser objeto
de estudio y profundización en los próximos trabajos,
puesto que la definición del ritmo y duración de las ocupaciones del yacimiento constituyen algunas de las cuestiones
más trascendentales a la hora de definir los patrones de
movilidad y de ocupación del territorio. A su vez, el incremento de las evidencias arqueológicas, tanto líticas como
óseas en los niveles que corresponden a las fases terminales
del Pleistoceno medio e iniciales del Pleistoceno superior,
resulta coincidente con lo conocido a partir de la excavación
de otros yacimientos de similar cronología y obliga a una
reflexión sobre el grado de afianzamiento de las poblaciones neandertales en la zona meridional europea y el éxito
de su actividad cazadora.
Se aportan, a su vez, datos consistentes en el trabajo que
ahora presentamos sobre la homogeneidad industrial de la
[page-n-8]
secuencia de Bolomor, si bien no dejan tampoco de señalarse algunas agrupaciones industriales que, fundamentalmente, sirven para diferenciar los niveles superiores (I-V) de
los inferiores (XIII-XVII). Estos últimos limitados por la
extensión de la superficie excavada.
La ausencia de industrias achelenses en un contexto
cronológico del Pleistoceno medio superior e inicios del
Pleistoceno superior constituye otro de los rasgos más interesantes de Bolomor. La situación encuentra sus paralelos en
otros yacimientos del ámbito mediterráneo peninsular y
francés, tales como la Cuesta de la Bajada, la Baume Bonne
o la Caune de l’Aragó, y resulta del máximo interés a la hora
de valorar las tradiciones industriales del Pleistoceno medio
en el ámbito europeo meridional. Este tema es objeto de
reflexión en la última parte del libro, tras un repaso de las
características de los yacimientos de similar cronología en el
ámbito peninsular y francés.
Interpretadas algunas pulsaciones en las partes anatómicas representadas o en la mayor o menor presencia del
macroutillaje y el grado de transformación del material retocado en relación con las pautas de ocupación del yacimientos, resultará necesario profundizar en el futuro sobre
estos temas, incorporando cuestiones tan decisivas en la
interpretación de los distintos niveles como las variaciones
producidas por la localización de las áreas de actividad, la
influencia del fuego y la amplitud temporal misma de las
ocupaciones.
En relación con este último aspecto, han sido especialmente trascendentes los datos obtenidos del empleo del
fuego en diversos niveles de la secuencia. El ritmo de los
hallazgos, ligado al propio proceso de excavación, permite
conocer hoy la realidad de su documentación desde el nivel
XIII, aunque se indica en este mismo trabajo la existencia de
elementos que atestiguarían la presencia del fuego desde el
nivel XV, lo que nos sitúa en momentos muy tempranos de
la secuencia. Bolomor aporta en ese campo una precisión
secuencial que resulta muy necesaria en la valoración de uno
de los grandes hitos en la evolución del Pleistoceno medio
europeo. Es indudable que una correlación entre las pautas
de ocupación del yacimiento, la orientación cazadora de los
distintos niveles y el uso del fuego constituye una línea de
investigación prioritaria que pocos yacimientos europeos
pueden facilitar en este momento.
Presente y futuro de la investigación sobre la Cova del
Bolomor se derivan de la lectura de este trabajo, que se ha de
convertir en una referencia obligada tanto a nivel estrictamente regional como para el ámbito europeo meridional. Un
peso fundamental del presente de Bolomor recae en la muy
cuidada presentación de la industria lítica y su valoración.
Este apartado, especialmente detallado y realizado de acuerdo con la más moderna metodología, constituye un logro en
sí mismo y merece una muy viva felicitación. Mientras que
el futuro de Bolomor remite a los resultados interdisciplinares que las excavaciones en extensión van a favorecer y se
deduce también del esfuerzo de contextualización con el que
se complementa el estudio tecno-tipológico. Esta reflexión,
que ocupa una parte sustancial del libro, ha debido elaborarse a partir de una bibliografía desigual y en muchas
ocasiones insuficientemente detallada en relación con el
propio estudio efectuado en Bolomor. Estas circunstancias
limitan, sin duda, la capacidad de comparación y síntesis,
pero permiten comprender los márgenes en los que se mueve
la investigación actual. Bolomor no constituye un fenómeno
aislado, sino que traduce unas pautas de gestión de los
recursos líticos y bióticos, del sistema de ocupación del
territorio y del modo de vida de la cronología a la que
remiten sus niveles, que encuentran claro paralelo en otros
yacimientos contemporáneos. La escasez de secuencias de
esa entidad explica la importancia de los resultados obtenidos en el yacimiento, la oportunidad de una valoración
diacrónica de los resultados. Es obvio, por tanto, el esfuerzo
que se ha de realizar en precisar la cronología de los distintos
niveles y en caracterizar las pautas de ocupación del yacimiento. Así como la repercusión que los datos que se
obtengan va a tener en el panorama de la investigación internacional.
Siendo importante el presente de Bolomor, como lo
testimonia la información que este trabajo nos ofrece, las
perspectivas de futuro son muy prometedoras. Pero como
decíamos líneas arriba, el avance de la investigación en un
yacimiento de estas características requiere constancia y una
planificación cuidadosa del trabajo, así como la publicación
de los resultados obtenidos. El libro que ahora presentamos
permite concluir que estos requisitos se están cumpliendo
muy adecuadamente. Es por eso que mis últimas palabras
quieren ser de felicitación al SIP, tanto por la inclusión de la
excavación de Bolomor en su programa de investigación
arqueológica de campo, como por la publicación ahora de
los resultados obtenidos en las excavaciones realizadas en
los últimos años. Una atención por tan importante yacimiento arqueológico que se ha completado, además, con su
protección y la inversión en la infraestructura necesaria para
la realización de una excavación arqueológica moderna.
Valentín Villaverde Bonilla
Catedrático de Prehistoria
Universitat de València
VII
[page-n-9]
[page-n-10]
AGRADECIMIENTOS
El presente trabajo no hubiera sido posible sin la intervención de diversas personas y entidades. El departamento
de Prehistoria de la Universitat de València donde estudié
y me ilusioné en mis primeros pasos de futuro arqueólogo.
El Servei d’Investigació Prehistòrica de la Diputació de
València, que aceptó e hizo realidad las primeras campañas
de excavaciones con las que nació el proyecto Bolomor de la
mano de su director Bernat Martí, y a Helena Bonet que
actualmente apoya su continuidad. A Joaquim Juan Cabanilles y al personal del Museo de Prehistoria por su ayuda en
la materialización de esta publicación y en el inventario de
los materiales.
Los trabajos de todos estos años, aunque sea tópico, no
son obra de una persona y detrás de los mismos está el
esfuerzo de un equipo, de varias generaciones de estudiantes
y licenciados que dedicaron una parte valiosa de su tiempo.
Quiero recordar las maravillosas ilusiones y vivencias
compartidas con Carmen Guna, Yolanda Faus, Adolfo Ribes,
Laura Fortea, Gloria Sanchís, Laura Hortelano, Juan Moragues, Luis Zalvidea, Francisca Pérez, Sara Sanmatías, José
Yravedra, Iván de Castro, Raül Felis, Felipe Cuartero,
Anuska Nebot, y de otros muchos a los que pido perdón por
su no inclusión.
Han contribuido en la investigación de Bolomor y
merecen mi reconocimiento: Inocencio Sarrión, Alfred
Sanchís y Rafael Martínez por sus clasificaciones faunísticas. Michèle Dupré, que buscó durante años una curva
polínica que no pudo encontrar. Trinidad Torres por su desinteresada contribución en las dataciones absolutas. Brooks
Ellwood por la elaboración de la curva de susceptibilidad
magnética. Carlos Verdasco por la microsedimentología.
Susana Alonso por la realización de los maravillosos dibujos
de las piezas líticas, y a todos los compañeros e investiga-
dores que en este momento inician su andadura en el
proyecto Bolomor, a ellos, mi mayor consideración y apoyo.
Especialmente quiero reconocer la ayuda inestimable de
unos buenos amigos, como son Policarp Garay que me ha
asesorado en la geología y el medio físico. A Pere Guillem
por su compañía como co-director y asesor de los tests estadísticos. A Emili Aura por sus consejos y visión del mundo
paleolítico. A Pablo Sañudo por colaborar en la informatización de las tediosas bases de datos de la industria lítica, a
Ruth Blasco por su entrega al duro proceso de excavación y
a Virginia Barciela a quien debo yo y el lector la corrección
de un texto reiterativo que es más legible.
A Valentín Villaverde por su impulso en el inicio de las
excavaciones y por asumir la dirección de la tesis. A los
componentes del tribunal, que tan amablemente se han prestado a evaluarla: M.ª Pilar Utrilla, Eudald Carbonell,
Gerardo Vega, Manuel Santonja y Emili Aura.
Un recuerdo entrañable para María Pilar Fumanal: su
gran contribución a la investigación sólo fue comparable al
vital entusiasmo y decisión con que se volcó en los
momentos de crisis, para que el proyecto Bolomor fuera por
encima de todo una realidad.
A mi familia por el tiempo que les he robado con mi
obsesiva dedicación y a los amigos del trabajo por su apoyo
incondicional durante estos largos años. Un especial recuerdo para Guillermo y Sergio Martí por su presencia y
ánimo constante al final de cada campaña.
Por último, este escrito no sólo simboliza un largo recorrido científico por la historia de un yacimiento arqueológico, sino un recorrido de sacrificio personal y, al mismo
tiempo, de ilusión compartida con muchas personas, sin la
cual difícilmente este momento habría sido posible.
Benimaclet, 16 de abril de 2006
IX
[page-n-11]
[page-n-12]
ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1
I. El marco físico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1. El paleopaisaje y los corredores naturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.2. Los depósitos continentales: glacis, conos y terrazas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.3. Los depósitos kársticos y su aportación bioestratigráfica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.4. La paleogeografía litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.4.1. Los depósitos marinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.4.2. Variación de la línea de costa: evolución e implicaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.5. Consideraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
3
3
8
11
13
13
16
18
El yacimiento arqueológico Cova del Bolomor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1. Historia previa a las intervenciones arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2. Intervenciones arqueológicas (1989-2003) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3. Contexto geológico y geográfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.4. Geomorfología y evolución paleokárstica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.4.1. La cavidad y su evolución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5. Cronoestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.1. Sectores, niveles y unidades estratigráficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.2. Sedimentología y fases climáticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.3. La susceptibilidad magnética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4. La bioestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.1. Los micromamíferos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.2. Los macromamíferos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.3. Otros restos bióticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.4. Implicaciones paleoclimáticas de la fauna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.5. Dataciones radiométricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.6. Paleoantropología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.6.1. Otros restos antropológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.7. Yacimientos del contexto regional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.8. Anexo. Tablas de representación de los restos faunísticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
23
23
26
30
33
35
36
36
46
47
47
47
48
49
52
52
53
54
55
59
II.
XI
[page-n-13]
III. Las industrias líticas de la Cova del Bolomor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1. La Metodología aplicada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.1. La estructura industrial lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.2. La materia prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.3. La tipometría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.4. El análisis morfotécnico del elemento de explotación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.5. El análisis morfotécnico del elemento producido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.6. El análisis morfotécnico del elemento retocado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.7. La fracturación lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2. Las unidades espaciales arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.1. El nivel arqueológico Ia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.2. El nivel arqueológico Ib/Ic . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.3. El nivel arqueológico II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.4. El nivel arqueológico III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.5. El nivel arqueológico IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.6. El nivel arqueológico V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.7. El nivel arqueológico VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.8. El nivel arqueológico VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.9. Los niveles arqueológicos VIII-XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.10. El nivel arqueológico XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.11. El nivel arqueológico XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.12. El nivel arqueológico XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.13. El nivel arqueológico XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3. Dinámica y variación diacrónica de la industria lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.1. Los materiales arqueológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.2. La estructura industrial lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.3. La materia prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.4. La tipometría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.5. La gestión de los núcleos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.6. Orden de extracción de los elementos producidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.7. La superficie del talón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.8. La corticalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.9. Los bulbos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.10. La simetría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.11. Los productos retocados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.12. La tipología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.13. Los índices y grupos industriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.14. La fracturación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.15. Resultados obtenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.4. Anexo. Aplicación estadística mediante análisis de conglomerado (cluster analysis)
a las series tecnotipológicas de la secuencia arqueológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.
87
87
88
88
91
91
94
95
97
98
99
131
153
173
191
215
237
251
258
260
288
303
318
345
345
345
348
350
358
360
361
363
364
365
367
373
378
380
382
403
409
409
411
416
420
421
422
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
435
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
XII
La contextualización
IV.1. Las industrias del Pleistoceno medio de la Península Ibérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.1. Yacimientos en medios sedimentarios continentales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.2. Yacimientos en medios kársticos: cuevas y abrigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.3. Consideraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2. Las industrias del Pleistoceno medio de Europa meridional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2.1. Yacimientos en medios kársticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2.2. Consideraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
447
[page-n-14]
INTRODUCCIÓN
La vertiente mediterránea constituye una de las áreas de
la Península Ibérica con mayor número de yacimientos
documentados adscritos al Pleistoceno. Estos yacimientos
se encuentran en diferentes estados de conservación y
estudio, a pesar de lo cual se ha podido llevar a cabo una
interesante labor de investigación sobre el Paleolítico de la
zona y realizar un profundo análisis diacrónico de toda la
secuencia regional, con valoraciones precisas acerca de las
variaciones en los modos de vida que se producen durante
este lapso temporal. El resultado ha sido la sistematización
de una serie climatoestratigráfica vinculada al proceso de
desarrollo de las antiguas comunidades humanas que
poblaron este territorio (Pérez Ripoll 1977, Villaverde 1984,
1992, 1995, Villaverde y Fumanal 1990, Villaverde y
Martínez 1992, Fumanal 1993, 1995, Fernández 1994,
Fernández et al. 1994, Aura 1995, Martínez 1995, Guillem
1995, entre otros).
El proyecto Bolomor, aunque iniciado en 1982, arranca
con la excavación e investigación en 1989 del yacimiento
epónimo; proyecto que ha permitido observar, por primera
vez en estas tierras mediterráneas, los cambios paleoclimáticos, bioestratigráficos y antrópicos a lo largo de una larga
secuencia temporal. Además, es éste uno de los escasos
yacimientos arqueológicos de Europa que posee una estratigrafía pleistocena amplia, donde es posible contextualizar
los datos con los de otros yacimientos peninsulares y europeos, contribuyendo de forma importante al análisis de los
patrones humanos de selección de hábitat o a los procesos
generales de adaptación y subsistencia.
El proceso que se estudia en el presente trabajo se
encuadra temporalmente entre el 350.000 y el 100.000 BP
–Pleistoceno medio reciente e inicios del Pleistoceno superior–. Desde el punto de vista espacial, la Cova del Bolomor
se ubica en un corredor natural –La Valldigna–, localizado
junto al litoral y en el centro-meridional de las tierras valencianas, cuyas características físicas resultan determinantes
en la contextualización de la génesis y evolución del yacimiento. De ahí que el medio físico sea uno de los aspectos
mejor analizados en este trabajo, como base para la posterior
interpretación del registro arqueológico.
El tema central de este libro es el análisis de la industria
lítica del yacimiento Cova del Bolomor. El aprovechamiento
y utilización de los diferentes tipos de materias primas ha
permitido abordar la intensa relación entre medio físico y la
conducta humana. La variabilidad de la industria lítica en
los distintos niveles de la secuencia estratigráfica se
presenta dependiente de los cambios en su gestión y
economía, con todo lo que ello implica en cuanto a la explotación, transformación, aplicación y abandono, así como su
estrecha relación con el uso y funcionalidad de la cavidad.
No obstante, no se trata de un análisis aislado; en realidad la
industria lítica actúa como punto de partida y elemento de
cohesión entre todas aquellas variables esenciales para el
conocimiento de las características básicas de los tipos de
ocupación –análisis zooarqueológico, tafonómico, uso de
hogares, entre otros–. Del mismo modo, este trabajo permite
abordar aspectos conceptuales de extraordinaria relevancia,
dada la importante carga de definición cultural que se ha
concedido a las industrias líticas en la investigación. Así, se
cuestiona o matiza la existencia de algunas entidades culturales, cimentadas en la presencia/ausencia de determinados
útiles guía, al mismo tiempo que se lleva a cabo una valoración de los criterios empleados en la investigación para
realizar un tipo de construcciones intelectuales que no
siempre obedecen a un análisis diacrónico y espacial de la
variabilidad tecnológica y tipológica de estas industrias.
El texto se estructura en cinco capítulos en torno a tres
elementos principales de discusión: el medio físico, el yacimiento y la contextualización. El primero de ellos hace referencia al medio físico regional, considerando todos aquellos
depósitos con industrias antiguas y la potencialidad de cada
uno de ellos. El intento de reconstrucción del contexto cons-
1
[page-n-15]
tituye uno de los pilares básicos del presente trabajo, en el
que se presta especial atención a las concepciones sincrónicas y diacrónicas, y a las dimensiones espaciales y temporales, inherentes, por otro lado, a todo proceso de investigación. El objetivo principal del mismo ha sido relacionar el
medio físico con el poblamiento humano, situando en el
espacio y tiempo del Pleistoceno medio las actividades de
las comunidades paleolíticas. Los resultados revelan la
importancia de los entornos geográficos para los momentos
tratados. A su vez articulan las inferencias de los patrones
generales de subsistencia con los corredores naturales y
cavidades kársticas.
El segundo objetivo consiste en la investigación del
yacimiento Cova del Bolomor, cuerpo principal de análisis,
mediante sus aspectos más generales y el estudio exhaustivo
de la industria lítica. Éste se inicia precisamente con los
aspectos teóricos y metodológicos, cuya vinculación a lo
largo de la historia de la investigación sobre el Paleolítico
antiguo resulta determinante para comprender el estado de
la cuestión y proponer nuevas estrategias de análisis. Las
directrices básicas de algunas de estas propuestas que se
plantean y aplican en el trabajo consisten en relacionar todas
las variables que definen el comportamiento humano,
haciendo especial hincapié en la industria lítica y teniendo
en cuenta el grado de información que se puede alcanzar en
función del registro arqueológico y del proceso de documentación.
En cada uno de los niveles del yacimiento se ha llevado
a cabo un estudio pormenorizado de sus características y de
las particularidades de la industria lítica. De ese modo, cotejando minuciosamente los datos, se abordan cuestiones como
la existencia o no de esquemas conceptuales de tecnología
lítica a lo largo del Pleistoceno medio; la posible vinculación
de la variabilidad tecnológica a factores tecnoeconómicos
ligados a los esquemas operativos y/o a los elementos estructurales del sistema de producción; la relación entre la industria elaborada con esquemas operativos más o menos
complejos y su posición cronológica; la dificultad de comparación entre las industrias elaboradas en diferentes materias
primas; la valoración de homogeneidad de las características
industriales de diferentes niveles o la comparación de los
diferentes registros cuantitativos de la secuencia. Por último
era preciso, para comprender los procesos industriales, el
análisis de los resultados obtenidos en el marco de un planteamiento diacrónico, de “dinámica evolutiva”, que permitiera generalizar y sintetizar unas conclusiones.
El tercer y último punto está constituido por una reflexión final sobre todas estas cuestiones, aunque se centra
principalmente en dos aspectos: el resumen de las caracte-
2
rísticas de todos los niveles de la Cova del Bolomor y la
contextualización de estos mismos datos en base a las semejanzas y diferencias con otros yacimientos. El objetivo principal en este análisis ha sido, por tanto, establecer el grado
de variabilidad tecnotipológica de la industria lítica entre los
distintos niveles litoestratigráficos de la secuencia de la
cavidad, mediante el planteamiento de diferentes hipótesis
que hacen referencia a la variabilidad sincrónica y/o diacrónica y a los valores que influyeron en la misma, al igual que
situar dicha información en el contexto general del Pleistoceno medio y superior inicial de la Península Ibérica y del
resto de Europa.
La valoración de los resultados obtenidos queda a juicio
del lector y creo conveniente realizar algunas consideraciones autocríticas sobre el mismo. El trabajo, muy a mi
pesar, se ha alargado excesivos años, debido a un lento
proceso de excavación, por lo que ha sido difícil adaptarse a
las nuevas líneas de investigación y análisis. La gran
cantidad de material estudiado ha impedido, a su vez, el
tratamiento pormenorizado de diferentes aspectos de la
industria lítica, sintetizando características y valores en
aquellos rasgos más significativos. Este planteamiento ha
llevado a que casi dos décadas después del inicio de las
excavaciones muchas cuestiones aún no tengan una
respuesta definitiva.
La Cova del Bolomor, lejos de haber desvelado todos
sus entresijos, aún supone un gran reto. Muchos de los
niveles están comenzando a ser excavados en extensión, en
los que se pretende hacer análisis espaciales, y otros materiales a ser estudiados con la misma exhaustividad que las
industrias líticas. De cualquier modo, un solo yacimiento no
puede resolver el conocimiento de esta importante etapa en
la historia de la evolución humana, por lo que se hace cada
vez más necesario el análisis de otras secuencias pleistocenas y profundas reflexiones para las que serán necesarios
muchos más años de trabajo.
El presente estudio constituye una versión revisada de
mi Tesis Doctoral, realizada en la Universitat de València.
Los aspectos finales de este trabajo han sido redactados en
los años 2005 y 2006, aunque el inicio del mismo arranca en
1990 y ha estado estrechamente vinculado al ritmo de excavación de la Cova del Bolomor. De ese modo, se han eliminado algunos capítulos y se han sintetizado otros, centrando
el discurso en aquellos aspectos y aportaciones que podrían
ser de mayor interés para un lector especializado. No
obstante, todo aquel apasionado de la Prehistoria que no sea
un iniciado podrá encontrar también una línea de lectura
algo más sencilla en los capítulos de síntesis y valoraciones.
[page-n-16]
I. EL MARCO FÍSICO
El espacio en el que se han desarrollado las actividades
antrópicas pleistocenas es un conjunto de elementos naturales interrelacionados, es decir, de variables de un sistema
medioambiental que configuran lugares físicos susceptibles
de transformarse en nichos ecológicos. La conexión existente entre ellos está condicionada por la diversidad geográfica, resultado final del proceso evolutivo del territorio, el
cual influye, en mayor o menor grado, en las pautas del
comportamiento humano. El territorio y su estudio es pues,
algo más que un mero marco topográfico estático donde
fijar los acontecimientos prehistóricos. Si queremos aproximarnos a los patrones conductuales de los primeros homínidos debemos considerar la arqueología como la disciplina
que estudia la dinámica ecológica humana, un área de coincidencia interdisciplinar (historia, geografía, geología...),
donde el contexto cuaternario ha afectado a las condiciones
biogeográficas del territorio y consecuentemente a la
presencia humana. La red fluvial, las cuevas kársticas o el
endorreísmo, configuran un espacio-marco para el hombre
que no es una «naturaleza muerta» (Rosselló 1995).
La relación «hombre-territorio» durante el Pleistoceno
es difícil de abordar en detalle desde el presente y menos aún
sus implicaciones socioeconómicas, dados los escasos yacimientos regionales atribuibles al Pleistoceno medio. Sin
embargo, esta cuestión es abordada como punto de partida
para posteriores investigaciones que valoren las características y procesos del medioambiente biofísico. Esta visión
encuentra enlaces en las aportaciones propuestas para los
Site Catchement Analysis (Jarman et al. 1972), donde el
análisis de territorios y áreas de captación del medio fisiográfico se entienden como un elemento configurador de las
comunidades humanas asentadas sobre el mismo.
El recorrido biofísico del espacio valenciano se realiza
desde el marco geológico-estructural y la descripción fisiográfica actual del territorio para centrarse en los diferentes
depósitos sedimentarios: glacis, conos, terrazas fluviales y
marinas y cuevas que han soportado la presencia antrópica.
El estudio relaciona el hombre con el territorio mediante el
análisis de los corredores naturales, el paleopaisaje, la variación de la línea de costa y los datos ambientales del registro
fósil.
Los estudios peninsulares de estas características se han
desarrollado y han ido en aumento desde la década de 1980.
En las áreas del Cantábrico (De la Rasilla 1983), Cataluña
(Carbonell y Mora 1984), Submesetas (Espadas 1988, Díez
2000), Murcia (Montes 1984, 1989, López Campuzano
1994, 1996) y País Valenciano (Gusi 1974, 1980, Davidson
y Bailay 1984, Mochales 1991, 1991a, 1997, Aura et al.
1994, Villaverde et al. 1997, etc.).
I.1.
EL PALEOPAISAJE Y LOS CORREDORES
NATURALES
Los cambios evolutivos paleoambientales del Cuaternario permiten ser interpretados a través de dos medios diferentes actuales: el continental y el litoral. El área mediterránea de estudio presenta variaciones climáticas con episodios fríos vs frescos responsables de fases de relleno de los
valles (Calvo et al. 1986, Fumanal 1990) y períodos más
templados con formación de suelos rojos (Carmona et al.
1989, Fumanal y Carmona 1995). Estas situaciones han
generado una morfogénesis con dinámica fluvial activa,
intermitente y puntual; donde los mantos detríticos rellenaron depresiones en momentos fríos que fueron incididas
por los ríos en las fases interglaciares/anaglaciares, dando
lugar a la formación de terrazas, posteriormente desmanteladas (Butzer et al. 1983, Carmona 1990, Segura 1990). La
red fluvial valenciana tuvo diversas etapas: activa meteorización en las cabeceras durante los períodos fríos, con
relleno de las cuencas altas, y encajonamiento de los cauces
distales buscando la regularización de los perfiles por el bajo
nivel de base marino. Durante las fases templadas se invierte
3
[page-n-17]
la situación, con un vaciado aguas arriba, mientras avanza el
límite marino que da lugar a una formación de llanos
aluviales costeros y deposición de materiales finos en espacios que antes eran de cuenca media (Viñal 1991, Fumanal
et al. 1993).
Los sectores litorales valencianos son altamente sensibles a las fluctuaciones climáticas y subsidiarios de los
episodios generales cálidos/fríos, a los que se añade el fuerte
impacto de la actuación geotectónica (Martínez Gallego et
al. 1992, Fumanal et al. 1993b, Rey et al. 1993). El bajo
gradiente de la plataforma continental o el distinto comportamiento neotectónico de los tramos litorales han generado
una franja variable ampliamente emergida en las bajas
glacioeustáticas, o un paisaje recortado, invadido por el
medio marino, en las altas (Badal et al. 1991). Estas situaciones propias de los medios sedimentarios de transición
(llanos aluviales, sistemas de restinga-albufera, glacis,
conos aluviales) han variado sus respuestas deposicionales a
lo largo del Pleistoceno, de acuerdo con la variable línea
costera mediterránea (Mateu et al. 1985).
Los corredores naturales son considerados en este
estudio elementos del medio físico que por sus características geográficas facilitan la comunicación biótica territorial, en oposición a otras áreas que, en mayor o menor grado,
la dificultan. Las unidades estructurales que conforman la
geografía valenciana imprimen una distribución en la
geometría de los relieves y una orientación en el trazado y
dirección de los corredores cuyo resultado es un marco
paisajístico específico. El estudio de todos estos aspectos y
de su ubicación constituye un punto de partida imprescindible en el análisis de las relaciones espaciales «hombreterritorio» tan importantes en todo estudio prehistórico. Tras
una primera ordenación de los corredores naturales valencianos (Fernández Peris 1990, Aura et al. 1994) se presenta
la actualización y modificación de los mismos:
El corredor del Baix Maestrat articula, desde la
desembocadura del río Ebro, tres áreas próximas: la Cataluña interior, la litoral y el área septentrional del País Valenciano, constituyendo un importante punto de confluencia
territorial peninsular. El curso ascendente del río Ebro
comunica el área costera con la Cataluña interior y occidental, entre tierras aragonesas y el Montsant. A su vez, el
corredor litoral enlaza el Bajo Ebro con el Camp de Tarragona y la Cataluña oriental y litoral. Hacia el sur estas áreas
confluyen a través de la estribación occidental e interior del
Montsià en tierras valencianas, en el Pla de Vinaròs. Este
llano está formado por los aluviones de los ríos Sénia,
Cérvol, Calig y rambla de Alcalà que a su vez enlazan la
costa con las estribaciones montañosas del interior. El Sénia
es, de entre éstos, el que mejor comunica la costa con el
interior. Corresponde este corredor con la llamada Fossé
Médian de Canerot y «Fosa Vilafamés-Sant Mateu-Tortosa»
de Mateu. Es el mayor corredor septentrional valenciano
con un recorrido de unos 100 km y se sigue a través de las
poblaciones de Sant Mateu, Coves de Vinromà, Cabanes y
Vilafamés. Se halla enmarcado por distintos relieves montañosos, al NW La Serratella y la Serra d’en Galceran; al SE,
la Serra de la Vall Ampla, Talaies de la Salzadella y de les
4
Coves. Meridionalmente se presenta cerrado por el Desert
de les Palmes o Serra de les Santes. La superación de este
relieve montañoso hacia el llano de Castelló encuentra un
paso más fácil a través del río Sec, configurando el eje Pobla
Tornesa-Borriol-llano de Castelló.
En el extremo meridional del corredor del Baix Maestrat
se encuentra el yacimiento Cova del Tossal de la Font (Vilafamés), a escasa altura sobre el valle en una ladera, con depósitos coluviales exógenos del Pleistoceno medio y superior.
Actualmente se encuentra en proceso de excavación y ha
proporcionado industria lítica y restos antropológicos.
El corredor de Alcalà corresponde a la depresión Fossé
de Alcalá (Canerot 1974), una típica fosa de orientación catalánide, abierta al norte y cerrada al sur por el Desert de les
Palmes (Mateu 1982). Este corredor presenta una escasa
amplitud y un recorrido N-S de 30 km. La Serra d’Irta (537
m) es el principal accidente geográfico: contrafuerte adosado
al mar, dificulta la comunicación litoral hacia el sur que debe
desarrollarse por su vertiente occidental, entre ésta y Les
Talaies d’Alcalà, para desembocar en el llano TorreblancaOrpesa. Las estribaciones de la Serra del Desert de les Palmes
dificultan la conexión meridional, que se muestra más
cómoda a través del interior. Las sierras de Irta y del Desert
de les Palmes, últimos bloques del Baix Maestrat, originan
una costa alta con pequeñas calas. Los relieves circundantes
son por el W Les Talaies d’Alcalà (Serra Valldàngel), Murs,
Serra d’Orpesa y Serra de les Santes; por el E la Serra d’Irta.
Transversalmente los cursos de ríos o ramblas establecen una
comunicación entre valles. Tal es el caso del barranco de
Barbeguera, río Cérvol, barranco de l’Aigua y rambla de
Cervera en el entorno de los llanos de Vinaròs. A ello puede
añadirse el recorrido de colectores mayores como la rambla
Carbonera, río Montlleó, río de Les Coves de Sant Miquel y
río Sec.
En el corredor de Alcalà se localizan algunos hallazgos
superficiales de industria lítica de atribución paleolítica,
como el bifaz de Orpesa (Esteve 1956). También la cavidad
Cau d’en Borràs o Cova Roja presenta un depósito paleontológico del Pleistoceno medio.
El corredor del Alt Maestrat es un estrecho territorio
que se articula según el eje configurado por las poblaciones
de Sant Mateu, Tírig, Albocàsser y La Barona. Corresponde
a la «Depresión Tírig-La Barona» de Canerot (1974), el más
serrano e interior de los corredores septentrionales y se halla
adosado a los más importantes contrafuertes orientales del
Maestrat. Los macizos montañosos de Les Useres y Costur
dificultan el tránsito hacia el sur. El corredor se acopla al
valle de las ramblas Carbonera, de la Viuda y río Millars
hasta la Plana de Castelló al S y conecta por el N con el
amplio llano de Vinaròs. Los relieves que lo circundan son,
al W, las sierras de Espaneguera y Morral del Buitre y, al S,
las de En Galceran-Alturas de las Cotiendas.
El corredor del Millars se adapta al río Millars de clara
directriz ibérica y al desarrollo de las estribaciones septentrionales de la Serra d’Espadà y comunica el llano de
Castelló con las tierras del interior. Hacia su curso medio la
cuenca deja de ser transitable y se encaja fuertemente; a la
altura de las poblaciones de Fanzara-Toga, a unos 300 m de
[page-n-18]
altitud y 30 km de la costa. Sus afluentes, el Vilafamés y el
Villahermosa, no llegan a vertebrar accesos con tierras
aragonesas del interior, presentando profundas gargantas.
Las terrazas de la cuenca baja, más cercanas a la costa
(Vila-real), presentan algunos yacimientos con industrias
líticas de atribución musteriense en un área en la que
confluyen diversos corredores. También en los primeros
contrafuertes septentrionales de la Serra d’Espadà se ubica
el yacimiento pleistoceno de El Pinar (Artana), en un depósito aluvial del barranco Solaig.
El corredor del Palancia presenta un recorrido ascendente hacia el interior por el que discurre el río del mismo
nombre y amplio valle (vega de Segorbe) que articula la
comarca denominada Alto Palancia. Constituye la mejor
aproximación natural hacia los páramos de Teruel y el Bajo
Aragón. Presenta un cómodo recorrido hasta la población de
Jérica, donde se encaja su cauce, a una altitud de 400 m y a
unos 50 km de la costa. A partir de este lugar, la profundización de su curso deviene en la búsqueda de un camino
alternativo por superficies de relieve más suaves hacia las
cuestas del Ragudo, entre los páramos de El Toro (800 m) y
la Sierra de Pina (1401 m). El Ragudo es el único elemento
físico que dificulta la comunicación, con un desnivel de 300
m, frente a los páramos de Barracas situados a 1000 m. El
“escalón” del Ragudo constituye el extremo occidental de la
macroestructura del valle del río Palancia (Pérez Cueva
1988), que se halla bien delimitado por las sierras de Espadà
al norte y Calderona al sur.
En el corredor del Palancia se sitúan varios yacimientos
al aire libre asociados principalmente a terrazas fluviales y
con características propias de industrias musterienses.
También se documentan en la cabecera de la cuenca, en el
área de Pina de Montalgrado, y de forma más numerosa en
la cuenca media: Barranco Arguinas, Barranco Somat,
Rambla Rovira y Hoya Albaida (Segorbe); Las Navas
(Altura), Rambla Cerverola (Vall d’Uixó) y otros (Casabó y
Rovira 2002). En la cuenca baja próximo al mar se ubica el
yacimiento de Casa Blanca I, importante depósito paleontológico del tránsito Plio-Pleistoceno en medio kárstico.
El corredor del Turia se adapta al curso del río Turia y
configura la comarca natural de Los Serranos. Al igual que
otros ríos presenta un desarrollo NW-SE, propio de las directrices ibéricas en las que se enclava. Desde la costa hacia el
interior, entre los llanos de Llíria y Quart, transita por un
amplio valle hasta la población de Gestalgar, donde
profundas gargantas imposibilitan el acceso. Éste se efectúa
desviándose al norte (antiguo camino real de Chelva), tras
superar el suave relieve del área Casinos-La Losa, ajustándose al desarrollo del río Tuéjar, de amplia vega. El barranco
del Prado y la rambla de las Roturas facilitarían la comunicación hacia Titaguas, Aras de Alpuente y Santa Cruz de
Moya, para enlazar con los páramos de Teruel y Rincón de
Ademúz. En su conjunto, dada su orografía, el acceso hacia
el interior peninsular es complicado.
El corredor del Turia presenta varios yacimientos de
adscripción musteriense, principalmente situados en la cuenca
media, tanto en depósitos continentales como kársticos: en
Calles, Losa y Cueva de la Quebrada (Chelva). En la cuenca
baja y en contacto con el llano también se ubica alguna localidad con industria lítica en depósitos aluviales (Riba-roja).
El corredor de la Plana de Utiel vertebra la comarca
natural del mismo nombre que concluye en la fosa de Siete
Aguas. Se trata de una orografía suave que queda cerrada
lateralmente por los relieves de las sierras Malacara
(1119 m) y Cabrera (804 m), y al E por el denominado
portillo de Buñol, que salva un desnivel de 250 m. A pesar
de que la fosa de Siete Aguas representa actualmente el tránsito entre la Meseta y la llanura valenciana, su buena accesibilidad es reciente, ya que hasta el siglo XIX no permitía el
paso de carruajes (camino de las Cabrillas), el cual se realizaba por el valle de Montesa (camino Real de Madrid).
En el corredor de la Plana de Utiel se han localizado
algunos yacimientos en depósitos aluviales con características musterienses y materia prima lítica explotada en cuarcita (Siete Aguas).
El corredor del Magre y Baix Xúquer corresponde a
un típico río mediterráneo de inaccesible tránsito terrestre.
Desde su desembocadura hasta los primeros contrafuertes
montañosos presenta un recorrido de cota baja por terrenos
aluviales, encajándose rápidamente a partir de la antigua
población de Tous. Su afluente, el Magre, presenta una
mejor comunicación hacia el área de la llanura de RequenaUtiel, aunque la orografía que le envuelve, sierras Martés y
Malacara, motiva un fuerte encajamiento y recorrido meandriforme. Los afluentes del Magre –río Buñol, Millars, entre
otros– son muy tortuosos y encajados.
El corredor del río Magre presenta un número considerable de yacimientos al aire libre con industrias líticas de
atribución musteriense en la cuenca media y baja (Martínez
1997). Principalmente se sitúan en los depósitos continentales de la margen izquierda del corto río Sec: Camí de
Passelvir, Lloma de Carrions y Rambla del Riu Sec
(Catadau). En ambas márgenes del río Magre entre Llombai
y Torís se localizan una veintena de yacimientos entre los
que destacan las terrazas del Castell d’Alcalà (Montserrat),
La Sabotea (Torís) y El Palmeral (Montroi). Muchos de
estos yacimientos son áreas de talla y aprovisionamiento
donde se explota la cuarcita como materia prima.
El corredor litoral del Millars a la Marina es el tránsito considerado estrictamente litoral que queda limitado, en
la actualidad, por las sierras de Vilafamés y Desert de les
Palmes al norte, adaptándose al interior a través del corredor
del Baix Maestrat. Sin embargo, este eje litoral constituye la
columna vertebradora del territorio valenciano, al que se
vinculan estructuralmente la mayor parte de vías naturales
de comunicación. El amplio llano de Castelló enlaza con el
delta del Millars y la comunicación de este corredor hacia el
sur se estrecha entre las elevaciones orientales de la Serra
d’Espadà y el área de marjal (Estanys de Almenara). Se trata
de una vía histórica de paso obligado, es decir, una especie
de «cuello de botella» de 6 km de anchura formado por
pequeños bloques fallados (cerros de Xilxes y Almenara)
que establecen la separación con el Baix Palancia. En época
histórica estuvo jalonado por fuertes baluartes defensivos
(Almenara y Sagunt). La comunicación con el interior es
limitada y se circunscribe a la vertiente septentrional de la
5
[page-n-19]
Serra d’Espadà: Artana, Eslida y Aín, a través del río Sec. En
la vertiente sur de esta sierra sucede otro tanto con el río
Belcaire: Vall d’Uixó y Fondeguilla, mientras que la llanura
aluvial de Sagunt apenas se eleva pocos metros, al pie de
abruptos cerros montañosos, circunstancia a valorar con
respecto a los niveles de variación de costa en una franja
estrecha. La llanura central valenciana influye en un amplio
territorio al estar abierta en todas direcciones. Su anchura es
cercana a los 40 km, distancia precisa para encontrar la cota
de 500 m. Se suele dividir en dos áreas: al norte del Turia
hasta el llano de Sagunt, con la desembocadura del río
Palancia, y al sur hasta el Xúquer y el promontorio de
Cullera, con la Albufera en medio. El llano de Valencia juega
el papel de epicentro de distintas zonas que configuran el
óvalo central, como articulación territorial nuclear del territorio valenciano (Goy y Zazo 1974).
El tramo meridional está limitado por el Xúquer al norte
y la Serra del Benicadell al sur. La articulación costera es
clara en el contacto entre la llanura litoral y los primeros
contrafuertes montañosos de las sierras Corbera y
Mondúver. Comunica perfectamente el bajo Xúquer con la
desembocadura del Serpis. El corredor es ancho y bajo, la
conexión con la Canal de Montesa se realiza o bien a través
del valle de la Barraca o mejor bordeando la Serra de
Corbera por su vertiente septentrional (Favara, Llaurí,
Alzira). En el centro del mismo se abre la depresión transversal de La Valldigna que comunica La Safor con La Ribera
Alta y que presenta el yacimiento de la Cova del Bolomor.
El Serpis, con clara orientación bética, es un punto de conexión entre la costa y la hoya de Alcoi. Presenta un fuerte
encajamiento y no es de fácil tránsito. Hasta la población de
Vilallonga comunica muy bien con la costa. En La Marina
Alta, el corredor parcialmente costero discurre adosado
occidentalmente a los contrafuertes montañosos, debido a la
presencia de relieves como el Montgó (762 m) en DéniaXàbia y La Llorença (443 m) en Benitatxell que desvían el
tránsito hacia el interior. Concluye este corredor ante la
Serra de Bèrnia y el majestuoso Penyal d’Ifac (328 m),
alineación montañosa que se comporta como una barrera
natural transversal a la costa e imposibilita el fácil acceso,
obligado hoy en día a través de la garganta del Mascarat.
Aquí concluye la buena accesibilidad que desde Cataluña y
tras enlazar con el óvalo valenciano, vertebra la franja
costera mediterránea. Toda una serie de pequeños ríos y
barrancos se adentran hacia el interior montañoso: Girona,
Xaló, Gorgos, etc. Esta misma situación se produce al sur de
la Serra Bèrnia con el Algar-Guadalest, Sella-Gorga, Sec,
etc., todos ellos de difícil comunicación viaria.
Este amplio corredor presenta numerosos yacimientos
del Pleistoceno medio y superior vinculados al mismo, en
especial kársticos: Cova del Bolomor, Cova Foradada, Cova
de les Calaveres, Penya Roja, Cova del Corb, Coveta del
Puntal del Gat, Benissa, etc. También son numerosos los
dépositos de vertebrados fósiles en cuevas cuyo estudio está
pendiente de realizar, así como la posible atribución antrópica de alguno de ellos.
El corredor del Valle de Cofrentes, de dirección N-S,
configura la comarca natural que recibe el mismo nombre o
6
valle de Ayora, poblaciones que delimitan sus extremos. Este
corredor abierto a la Mancha a través de Almansa, discurre por
Ayora, Teresa, Jarafuel, Jalance y Cofrentes. Al E queda totalmente cerrado por la plataforma del Caroig, que es seccionada
profundamente por el Xúquer. Al sur se abren pequeñas comunicaciones hacia las superficies erosionadas de Albacete, como
el corredor o cañada de Jarafuel. A nivel físico es la conclusión
de la llanura de Almansa, situada unos 200 m más alta que el
extremo norte del valle. Su recorrido aproximado es de unos
25 km. El río Cabriel es una continuación del Xúquer, tan
encajado y mucho más meandriforme, nada adecuado para su
utilización como vía de comunicación.
El corredor del Valle de Cofrentes presenta varios yacimientos situados en terrazas fluviales del Xúquer y Cabriel
con industrias líticas y restos paleontológicos.
El corredor de la Canal de Navarrés es un corto eje
que configura la comarca natural del mismo nombre.
Presenta unos 15 km de recorrido, una anchura media de 3
km y altitud en torno a 200 m. Se halla bien delimitado por
relieves montañosos: al norte el eje Solana-Charcúm (350
m), con el río Escalona en su base, al W el macizo del Caroig
(400 m) y al E las montañas que lo separan de la fosa del
Xúquer (Sumacàrcer, Montot, etc.). El poblamiento actual se
ajusta a la dirección del mismo (SE-NW): Estubeny, Anna,
Chella, Bolbaite, Navarrés y Quesa. La importancia de este
valle, desde el punto de vista prehistórico y para los
momentos tratados, proviene del carácter general de zona
llana y deprimida, en la que se han generado espacios mal
drenados con abundancia de recursos hídricos superficiales,
como señalan los abundantes niveles travertínicos (lago de la
Ereta, la Albufereta de Anna, etc.). El nivel topográfico
general del valle, asignado al Pleistoceno medio, junto a
manifestaciones sedimentarias de espacios húmedos (La
Roca et al. 1990), nos indican unos buenos condicionantes
geográficos de hábitat en un área muy bien comunicada con
el corredor de Montesa y la cuenca del río Albaida.
El corto corredor de la Canal de Navarrés, muy vinculado al Valle de Montesa, presenta entre otros en su extremo
norte el yacimiento musteriense de Las Fuentes (Navarrés),
ubicado en una antigua área lacustre.
El corredor de Montesa articula la comarca natural de
La Costera, sobre La Canal o Valle de Montesa, recorrida
por el río Cànyoles. Se presenta abierto al SW a la meseta
manchega y al NE a la hoya de Xàtiva, desde donde conecta
con dificultades con la fosa de La Valldigna. La zona septentrional presenta pequeños corredores que proporcionan un
posible paso hacia el interior. Se trata de la rambla del
Riajuelo y del curso bajo del Bolbaite-Sellent que permiten
el acceso al corredor de la Canal de Navarrés. En su extremo
occidental conecta con zonas de amplios glacis que se
extienden en la cabecera del Vinalopó. Por el W se accede al
corredor de la Vall d’Albaida drenado por el río Clariano. La
Vall de Montesa es la comunicación más fácil y natural entre
las tierras castellanas y las centrales valencianas. Su anchura
y suaves relieves han hecho de la misma la gran vía de
comunicación hacia el interior peninsular.
El corredor de Montesa presenta algunas localizaciones
aisladas de industrias líticas con formatos de macroutillaje
en las terrazas pleistocenas del río Cànyoles.
[page-n-20]
El corredor de la Vall de Albaida se desarrolla paralelo
y próximo al de la Vall de Beneixama y viene configurado
por el área deprimida enmarcada por las sierras Grossa y La
Solana, que da nombre y estructura a la comarca natural de
La Vall d’Albaida. Su extremo SW se halla abierto al
corredor del Vinalopó, y el NE está cerrado por el macizo
del Mondúver y la Serra de Benicadell. Presenta un recorrido aproximado de 40 km y 4 km de anchura media. El
territorio adquiere una morfología subcircular consecuencia
de la erosión y drenaje en materiales blandos de los múltiples aportes que configuran la cuenca del río Albaida. Éste
se abre paso hacia el norte a través del Estret de les Aigües
para enlazar con el Xúquer en el corredor de Montesa. Hacia
el E, a través del río Vernissa, se accede a la costa. El recorrido en dirección SW, parcialmente ocupado por el río
Clariano, tributario del Albaida, va adquiriendo altitud, de
250 a 600 m, para enlazar ya en su extremo occidental con
el corredor del Vinalopó.
El corredor de la Vall de Albaida concentra en un
estrecho paso –Estret de les Aigües–, que comunica el
corredor de Montesa con la Vall d’Albaida, los yacimientos
musterienses de Cova Negra, Cova de la Petxina y Cova del
Túnel o Samit (Xàtiva).
El corredor de la Vall de Beneixama y la Foia de Alcoi
representa la unión entre la hoya de Alcoi y el Vinalopó,
enmarcado entre las sierras de Solana-Benicadell al N y
Salinas-Fontanelles-Mariola al S. El área de Alcoi presenta
fuertes relieves montañosos que definen el espacio que se ha
venido a denominar hoya de Alcoi. Hacia el E el fácil tránsito queda interrumpido por el abrupto desfiladero del río
Serpis que se abre paso hacia la plana de Gandia entre las
sierras de Safor y Gallinera. Hacia el S las estructuras se
complican y adoptan direcciones diversificadas debido a un
conjunto de sierras: Alfaro, Serrella, Aitana, Ferrer y otras,
surcadas por valles estrechos y pasos angostos que conectan
difícilmente con los grandes corredores. La mejor articulación comarcal del área se realiza hacia occidente con el eje
Bocairent-Beneixama-Villena por el que discurre el curso
alto del río Vinalopó. Este eje muestra un amplio y cómodo
corredor de unos 40 km de recorrido. La ruta de conexión
óptima parece situarse a los pies de los contrafuertes septentrionales de la Serra Mariola con un recorrido que enlaza las
poblaciones Alcoi-Cocentaina-Muro-Agres. Otras comunicaciones locales, como la desarrollada a través del río Polop,
debieron tener importancia en tiempos prehistóricos.
La hoya de Alcoi presenta numerosos yacimientos
considerados musterienses en diferentes medios sedimentarios kársticos, aluviales, lacustres, coluviales, etc. (Barciela
y Molina 2005). En cuevas y abrigos se sitúan: El Salt, Abric
del Pastor, Cova del Teular y Cova Beneito; y al aire libre:
Alt de la Capella, El Calvo, La Solana, La Alquerieta, La
Borra, Aigüeta Amarga, Cerro del Sargent, El Cantalar, La
Criola, La Gleda, Solana de Carbonell, así como numerosos
yacimientos paleontológicos vinculados a los depósitos del
río Serpis y cuevas (Molí Mató de Agres).
El corredor del Vinalopó enlaza en su extremo septentrional con la meseta de Caudete, de paisaje típicamente
manchego, con la cuenca endorreica de Almansa y el valle de
Montesa; lo que se denomina el Alto Vinalopó. El Medio
Vinalopó es el tramo de corredor comprendido entre Villena
y Novelda y el Bajo Vinalopó corresponde al tramo Noveldallano de Elx. Este corredor se inicia en los núcleos endorreicos de Villena-Biar para llegar al mar atravesando perpendicularmente un conjunto de alineaciones montañosas en
sentido SE-NW: Salines, Onil, Umbría, l’Alguenya, Cid,
Crevillent, Tabaià y Àguiles. Al S los relieves montañosos no
son obstáculo para el tránsito humano ya que la cuenca baja
del Vinalopó conecta mediante pequeños relieves (sierras de
Orihuela y de Callosa) con la cuenca del Bajo Segura. La
cabecera del Vinalopó articula al E el corredor de la Vall de
Beneixama hacia la hoya de Alcoi. Más al sur, entre las
sierras de Onil y l’Alguenya, se entra en el corredor de la
Foia de Castalla, área semicerrada recorrida por el río Sec. El
valle del Vinalopó es el mejor acceso desde la Meseta e interior peninsular al Mediterráneo, a través de anchas cuencas
con acusadas formas áridas y pequeños corredores que se
adentran hacia el SW en territorio murciano.
El corredor del Vinalopó a lo largo de su recorrido y
vinculados a los depósitos del río de igual nombre presenta
numerosos conjuntos líticos paleolíticos al aire libre, considerados como áreas de talla y aprovisionamiento musterienses: La Coca, Peñón de Ofre, Castillo del Río, Cerro Los
Cánovas, Barranco Canalosa o las terrazas de la Sierra de los
Madriles, entre otros. También se documenta un yacimiento
musteriense en medio kárstico: Cueva del Cochino (Villena)
y depósitos continentales paleontológicos de vertebrados
fósiles (Sax).
El corredor del Camp de Alacant y Vega Baja es el
tramo litoral comprendido entre la Serra Bèrnia y el llano de
Alacant. Presenta contrafuertes montañosos costeros que
dificultan el tránsito, que se desvía al área prelitoral. El Bajo
Segura, el llano d’Alacant y el sector meridional litoral de la
Marina Alta configuran una amplia llanura que ve desembocar los ríos Vinalopó y Segura. El llano d’Alacant con una
anchura de 10 km, todavía participa de relieves montañosos
con escasa aportación aluvial de los modestos ríos Sec,
Montnegre, Rambujar, etc. La Vega Baja queda configurada
por el campo de Elx y el Bajo Segura, punto de confluencia
de los sedimentos del Segura y Vinalopó, al que convergen
distintos territorios, montañosos (sierras septentrionales y
occidentales) y litorales (llano de Alacant, área de Guardamar). Esta zona enlaza con el campo de Cartagena y
Mediterráneo meridional. El valle del Segura es la ruta que,
a través del eje ascendente Murcia-Totana-Lorca, se dirige a
la Alta Andalucía.
En este corredor se ubica el controvertido yacimiento de
Hurchillo en una ladera sobre el río Segura y algún depósito
paleontológico de vertebrados fósiles en medio aluvial
(Guardamar).
Valoraciones generales
Las tierras septentrionales situadas al N de la Serra
d’Espadà se modulan a través de tres principales corredores
naturales, paralelos a la costa y, a su vez, parcialmente articulados. La comunicación por zonas llanas o de suaves
7
[page-n-21]
relieves es el componente principal, con ausencia de grandes
barreras montañosas y cursos de agua relevantes. La comunicación costa-interior es más difícil que la litoral, sobre
todo por el desarrollo montañoso que, con directriz Ibérica
(NW-SE) o Costero Catalánide (NE), corta las vías de tránsito, reforzada, además, por una diferente altitud y ausencia
de amplias cuencas fluviales que seccionen los macizos. La
rambla de la Viuda y el río Montlleó son una pequeña excepción, como entradas al Maestrat. En cambio, el macizo del
Desert de les Palmes divide los llanos litorales (TorreblancaOrpesa y Castelló) y limita la accesibilidad litoral N-S.
Los corredores septentrionales son tierras sin áreas llanas
amplias, dominios solapados, adosados, etc. (Mateu 1982).
Del Ebro a la desembocadura del Millars, el relieve no
presenta dificultades para el tránsito N-S, el cual se realiza
paralelo a la costa a través de los dispositivos estructurales
mencionados.
Las tierras centrales entre la Serra d’Espadà y el
Mondúver presentan alineaciones paralelas a la costa condicionadas por diferentes direcciones tectónicas. La red fluvial
corta el relieve encajándose en sentido NW-SE, cuyas principales arterias son por el N el Millars, accidentado y tortuoso,
y por el S, el río Sec de Borriana y el valle del Palancia
(antiguo camino real de Zaragoza), que se abre paso entre las
sierras de Espadà y Calderona. Más al S están los valles de
los ríos Turia, Magre y Xúquer. En sus cuencas medias y
bajas se abren amplios espacios que, en dirección NW-SE,
permiten un acceso fácil a la llanura litoral a través de las
depresiones del Camp de Llíria, atravesado éste por las
ramblas Castellarda y Escorihuela, del barranco de Carraixet
y del Pla de Quart al S. El llano litoral, con sus formaciones
de restinga-albufera, vertebran el paso a la comunicación
entre los dominios del N y S del territorio valenciano.
Los corredores meridionales corresponden al dominio
bético, con direcciones estructurales totalmente diferentes a
las anteriores, lo que se refleja en los accesos entre una serie
de valles longitudinales de dirección SW-NE, primeras vías
de comunicación natural de este sector. Ocasionalmente
aparecen seccionados por cursos fluviales en sentido
perpendicular u ortogonal, hecho que proporciona esporádicos accesos intramontanos. El valle del Vinalopó es el eje
vertebrador que permite la comunicación entre estas tierras,
enmarcando por poniente la salida y entrada a todas ellas. El
estudio de las características de los condicionantes geográficos continentales del territorio –vías naturales de comunicación o corredores en sentido amplio– permite desarrollar
una clasificación de los corredores en función de su importancia en época prehistórica:
- Corredores de conexión regional: aquellos que
permiten una comunicación amplia e importante, principalmente con tierras no valencianas, Corredor del
Baix Maestrat, Corredor litoral (Millars-La Marina),
Corredor de Montesa, Corredor del Vinalopó y
Corredor del Bajo Segura.
- Corredores de conexión comarcal: aquellos que articulan la comunicación interior del territorio, Corredor
de Alcalà, Corredor del Millars, Corredor del Palancia,
Corredor del Turia, Corredor del Magre, Corredor de
8
Cofrentes, Corredor de la Canal de Navarrés, Corredor
de la Vall de Albaida, Corredor de la Vall de Beneixama, Corredor del Camp de Alacant.
- Corredores de conexión local: corresponden al último
escalafón de interconexión configurando las redes de
tránsito locales del territorio, son numerosos y cortos
de recorrido, Corredor del Bergantes, Corredor de
Jarafuel, Corredor de la Foia de Castalla, Corredor del
Vernissa, entre otros.
Las tierras valencianas se vertebran en un eje principal,
la fachada litoral mediterránea. El tránsito por la base de los
primeros contrafuertes montañosos, bordeando las zonas de
marjal y albuferas, es extremadamente cómodo. Este gran
eje costero concluye, en la actualidad, en el denominado Tall
del Mascarat, límite meridional de su proyección, donde
confluyen los relieves montañosos de La Marina con sus
acantilados y el mar. Estas barreras no existirían en
momentos pleistocenos de regresión marina, en los que
debió darse un amplio corredor natural de desarrollo N-S a
lo largo de todo el litoral valenciano, enlazando bien con
Cataluña y Murcia. Por el contrario, la comunicación costainterior E-W, siempre fue difícil debido a la existencia de
cuencas fluviales profundas y de fuerte pendiente, lógicamente no transitables o cuanto menos incómodas. Sólo los
valles de tres ríos muestran condiciones excepcionales de
comunicación: Palancia, Vinalopó y Segura. El tramo bajo
del Segura y del Vinalopó configuran la salida natural de la
Alta Andalucía y Murcia al Mediterráneo valenciano, e
igualmente la comunicación con el litoral meridional a
través del Campo de Cartagena.
La complejidad del territorio se sintetiza en la dualidad
existente entre dos conjuntos de espacios. Por un lado las
«áreas cerradas» con un tortuoso relieve con diferente orografía: el Maestrat al norte y las sierras centro-meridionales
(Alcoià, Comtat, Marinas) al sur. Por otro, «áreas abiertas»
resultado de la confluencia de importantes corredores naturales, de norte a sur: el delta del Ebro, el llano central valenciano, el altiplano del Vinalopó-Almansa y la Vega Baja del
Segura (fig. I.1). Estos espacios caracterizados por su unidad
medioambiental son susceptibles de albergar nichos ecológicos y su consideración es necesaria para la reconstrucción
de los ecosistemas regionales del pasado.
I.2.
LOS DEPÓSITOS CONTINENTALES:
GLACIS, CONOS Y TERRAZAS
Los depósitos sedimentarios cuaternarios del sector
septentrional valenciano al N del río Millars se circunscriben
en un paisaje de host y graben marcado por la línea de falla
Tortosa-Onda (Simón 1984, Martínez Gallego et al. 1987),
responsable de la existencia de los corredores naturales paralelos al mar. La red de drenaje se acomoda a estas estructuras
y genera la acumulación de sedimentos cuaternarios. Éstos
presentan cuatro niveles admitidos entre el Pleistoceno y el
Holoceno. El más antiguo, escasamente representado, podría
corresponder al inicio del Pleistoceno inferior: terrazas, conos
y glacis (T3/C3/G3). Es una facies de conglomerado con
cantos de gran tamaño y matriz rojiza. Los T2/C2/G2, atri-
[page-n-22]
Fig. I.1. Condicionantes orográficos y su relación con los yacimientos del Paleolítico medio.
buidos al Pleistoceno inferior-medio y ampliamente representados, están formados por materiales heterométricos con
matriz limo-arcillosa y coronados por una potente costra, que
puede presentar diferentes facies. En el Pleistoceno superior
(T1/C1) desaparecen los encostramientos sin glacis localizados, disminuye el tamaño de los cantos que son menos heterométricos y aumenta la proporción de matriz. Cierran la
secuencia los niveles Co/To, atribuidos al Holoceno y
formados por materiales finos (Segura 1995, Rosselló 1995).
Las fosas litorales con depósitos aluviales del Sénia,
Cérvol, Cervera, Coves, etc., presentan grandes abanicos
con sedimentación plio-cuaternaria –conglomerados y arcillas rojas– que tapizan sus márgenes. La sedimentación al N
del Millars es escasa con aportes coluviales, fluviales y
kársticos. Los depósitos encostrados del Pleistoceno inferior-medio se presentan cerca de las laderas y los del Pleistoceno superior-Holoceno en las áreas centrales de las fosas.
La actividad neotectónica favorece la colmatación de las
fosas con una potencia de cerca de los 100 m en el área
costera (Segura 1995). La mejor seriación estudiada pertenece a la Rambla de Cervera, un depósito que se sitúa a +40
m y en el que se encajan varios niveles de terrazas. La más
antigua (T3), de conglomerados y muy erosionada, da paso
a la T2 perteneciente al Pleistoceno inferior-medio con
potente costra superficial, gran heterometría de los cantos y
escasa matriz. Encajada en este nivel está la T1 del Pleistoceno superior con materiales sueltos, cantos más pequeños y
abundante matriz limo-arcillosa. Cierra la secuencia la
9
[page-n-23]
terraza holocena (To) formada por materiales finos (Canerot
et al. 1973, Segura 1995).
La terraza que más se repite en el valle del Millars es
la T2, formada por gravas intercaladas con materiales finos
y amplios encostramientos y fuertemente encostrada en el
techo (desde Ribesalbes a Montanejos). Aguas arriba de
esta última población, aparece coronada por una potente
cubierta de tobas (Pérez Cueva 1988). En la Plana de
Castelló, los conos (C2), se adosan a los relieves y se
extienden por toda la depresión, pero desaparecen de la
superficie al estar recubiertos por materiales más
modernos. El valle del Palancia, un sinclinal con escalones
que pierden altitud hacia el mar, presenta un nivel general
de terrazas (T2) desde Segorbe a Gilet, que desaparece en
las llanuras costeras, bajo materiales más modernos
(Estrela 1986).
La “depresión valenciana”, enmarcada entre las cordilleras Ibérica y Béticas, es un área deprimida entre dos
grandes sistemas plegados. Las deformaciones generadas
por las fases neotectónicas definieron ambientes morfoestructurales en los que se produce la sedimentación: depresiones tectónicas, valles de ríos y llanura aluvial litoral. El
depósito más antiguo y de menor desarrollo es una costra
calcárea con morfología de glacis sobre el Terciario. Los
niveles del Pleistoceno medio y superior adoptan la morfología de abanico y están ampliamente desarrollados
(Carmona 1995, 1995a). Los niveles mejor estudiados en
estas depresiones tectónicas son los abanicos de la fosa de
Casinos, con material de relleno del Pleistoceno medio en el
sector noroccidental, y en el central y oriental del Pleistoceno superior (Martínez Gallego et al. 1987, March 1992,
Carmona 1995a), y los conos del Barranc del Carraixet
–piedemonte de la Calderona– en contacto con la plataforma
neógena de Llíria, que presentan cuatro niveles morfogenéticos escalonados entre el Villafranquiense y el Pleistoceno
superior con morfología de glacis, abanicos o terrazas
(Martínez Gallego et al. 1987, Pérez Cueva 1988, Estrela
1989, Carmona 1995a).
Los valles de los ríos Turia, Xúquer y afluentes principales desarrollan sus terrazas, a veces continuadas por glacis
(Pleistoceno medio), a lo largo de sus cursos medios y bajos.
El hundimiento progresivo de la llanura aluvial explicaría los
abanicos pleistocenos (Rosselló 1995a). En el río Turia,
diversos estudios distinguen una seriación morfoestructural
sedimentaria (Carmona 1982, Pérez Cueva 1988, Martínez
Gallego 1986, Carmona et al. 1993, Carmona 1995a). El río,
al entrar en la depresión terciaria valenciana y tras pasar el
área triásica de Bugarra, presenta un nivel del Pleistoceno
inferior muy desmantelado y encostrado que se encaja en el
Pleistoceno medio, cuyas terrazas también encostradas están
coronadas por un glacis que incluye un nivel de suelo rojo,
generalizado en la cuenca. Las terrazas del Pleistoceno superior son de menor entidad y sin encostramiento e intercalan
limos y arcillas de un suelo rojo poco evolucionado. Aguas
abajo, en la confluencia de la Rambla Castellarda, a este nivel
del Pleistoceno medio se superpone el Pleistoceno superior.
En las terrazas del valle del Xúquer, antes de su salida a la
llanura costera, se localizan en el río Sallent cuatro niveles, el
10
de mayor extensión con fisonomía de cono; en el Albaida,
tres terrazas pleistocenas, la más común con fisonomía de
glacis (G2) del Pleistoceno medio. Su afluente el río Magro
presenta una secuencia de niveles pleistocenos (inferior,
medio y superior) que concuerda con las secuencias del río
Turia, y conforme el río se aproxima a la llanura costera, los
niveles más modernos del Pleistoceno superior se superponen a los más antiguos (Ibañez 1992, Carmona 1995a).
Las tierras meridionales valencianas al S del río Serpis
presentan cuatro niveles de terrazas frecuentes, denominadas glacis-terrazas A, B, C, y D de más moderna a más
antigua. La seriación general sería la siguiente (Cuenca y
Walker 1995):
Terraza A: presenta cinco tramos, los tres más antiguos
del Pleistoceno superior entre 12-40 ka. En la Vall d’Alcoi se
citan tres terrazas a 8-12, 23-28 y 70-100 m que pueden
correlacionarse con las A, B y C (Bernabé 1973, Estrela
1986, Fumanal 1994).
Terraza B: se localiza a una altura media de 35 m de los
cauces. Las facies que presenta dependen de la naturaleza y
distancia de las fuentes de alimentación: al pie de los relieves montañosos se muestra bajo la forma de coluviones
poco evolucionados, a veces encostrados a techo. En la
«zona media» los coluviones evolucionan a depósitos
aluviales y al aproximarse al eje fluvial aparecen aluviones
con clastos y se pierden los encostramientos. La edad inferior de estas terrazas la marcan los depósitos de playa T2 y
T3 en la Cala dels Borratxos, datada entre 140-120 ka (Zazo
et al. 1981) y la superior una amplia serie de dataciones
entre 45-32 ka (Cuenca et al. 1986).
Terrazas D y C: sus aluviones presentan granulometría
amplia desde bloques a fracción de arena fina, que se adosan
de forma muy discontinua a las laderas. Son de cronología
dudosa, pero asignables al Pleistoceno medio. La del río
Segura en Guardamar proporcionó Elephas antiquus
(Montenat 1973) y fue datada por ESR en 490 ka (Cuenca et
al. 1986). Estas terrazas de los valles de Elda, Vinalopó
(Sax) y Serpis (Ermita de Polop) se sitúan entre 75-80 m la
terraza C y entre 110-120 m la terraza D.
Valoraciones generales
Los depósitos cuaternarios continentales valencianos de
origen fluvial se asocian a tres grandes conjuntos generalizados de glacis (G2-3), conos (C1-3) y terrazas (T1-3), por
sus similares características texturales y estructurales, a
pesar de una diferente altura. La edad de los diferentes depósitos se ha establecido por criterios regionales, dada la
ausencia de dataciones cronométricas. En el tránsito PlioPleistoceno se formaron glacis en las cuencas altas de los
grandes ríos del Sistema Ibérico. En el Pleistoceno inferior
se desarrollaron terrazas T3, formadas por grandes cantos y
matriz rojiza, ahora erosionadas, que enlazan con superficies
de erosión G3. Durante el Pleistoceno medio se constituyen
glacis, terrazas y abanicos fluviales, bien representados en
todas las cuencas, con cantos heterométricos y matriz limoarcillosa. El nivel del Pleistoceno superior se suele encajar
en el nivel topográfico anterior; presenta menos potencia
detrítica y constituye niveles de terraza generalizada en las
[page-n-24]
cuencas; el material no aparece encostrado y suele subdividirse en varias plataformas. Desde el punto de vista climático es el mejor conocido: su comienzo viene marcado por
una serie de paleosuelos durante las fases interglaciares del
estadio isotópico 5.
Los sistemas de terrazas fluviales de las zonas ibéricas
y béticas presentan una disparidad, cuyo origen estaría en la
distinta actividad orogénica de las cadenas Ibérica y Bética
durante el Pleistoceno. Los sectores Prebético y Subbético
muestran una elevación generalizada –zona de surrección–
a razón de 25 cm/ka, según indica la altitud de la distintas
terrazas: 35 m de la terraza B (140 ka), 75 m de la terraza
C (300 ka) y 120 m de la terraza D (480 ka) (Cuenca y
Walker 1995). En cambio en el Bético, el sector entre Santa
Pola, Elx, Orihuela y Guardamar ha funcionado como zona
subsidente durante la mayor parte del Pleistoceno y se ha
rellenado con los aportes del Vinalopó y Segura. La divisoria la marca el eje Alicante-Serra de Crevillent, que
presenta una franja de basculamiento que afecta a estas
terrazas, dificultando su reconocimiento, principalmente de
las más antiguas. La misma posee fallas en la plataforma
paralelas al trazado costero entre Vila Joiosa y Campello
(Fumanal et al. 1993b, Rey et al. 1993, Cuenca y Walker
1995). La secuencia sedimentaria no está bien establecida y
la edad de los depósitos pleistocenos, en especial los más
antiguos, es dudosa; sin embargo determinadas circunstancias y valores parecen mostrar cierta similitud a lo largo del
territorio. Existe una gran dicotomía entre tierras altas del
interior y llanas litorales, las primeras con un acusado
relieve y cursos fluviales encajados en angostos valles que
hace muy difícil la conservación de formas de acumulación
extensas; sólo aparecen abanicos o conos que bordean los
ríos o valles y con escasa potencia sedimentaria. Por el
contrario las llanuras litorales y prelitorales presentan
amplios depósitos visibles al pie de las estribaciones montañosas (Pleistoceno inferior-medio), hallándose recubiertos
por materiales más recientes (Pleistoceno superior-Holoceno) en las áreas más deprimidas y en dirección a la costa.
Esta franja litoral presenta un espesor de sedimentos muy
grande, con las vertientes roturadas que dificultan sistematizar niveles de terrazas altas.
El ámbito cronológico del estudio corresponde a los
depósitos continentales que se han desarrollado en forma de
suelos susceptibles de registrar la presencia humana durante
las etapas del Pleistoceno inferior al superior. Los depósitos
continentales T3/C3/G3, atribuidos al primero, son muy
escasos y sin apenas información. Los depósitos T2/C2/G2,
adscritos al Pleistoceno medio, a diferencia de los anteriores
se hallan ampliamente repartidos y comienzan ha proporcionar datos en función de su mayor investigación. Estos
depósitos son los primeros en facilitar una somera secuencia
paleoclimática que muestra un ambiente con sucesión de
fases frescas con procesos de meteorización que dan lugar a
depósitos poco evolucionados y canchales al pie de los
cantiles. Alternan con episodios templados-cálidos con diferente humedad, que propicia la edafogénesis (paleosuelos),
características aplicables a los depósitos iniciales del Pleistoceno superior (fig. I.2).
I.3.
LOS DEPÓSITOS KÁRSTICOS Y SU
APORTACIÓN BIOESTRATIGRÁFICA
Las cavidades kársticas presentan un medio sedimentario altamente desarrollado en tierras valencianas, dada la
gran extensión del roquedo calizo. Más de la mitad de la
superficie territorial está constituida por rocas carbonatadas,
susceptibles de endokarstificación –cavernamiento– cuya
prueba son los diez mil de estos fenómenos registrados
(Fernández et al. 1978, 1980). Las cuevas valencianas con
frecuencia albergan potentes depósitos detríticos, generalmente bien conservados con existencia de fauna, niveles
estalagmíticos, buenas posibilidades de datación, que las
convierte en un elemento muy importante para elaborar
fases climatoestratigráficas. Muchas de estas antiguas cavidades han sido descubiertas al ser seccionadas por canteras,
carreteras, líneas de ferrocarril o la propia erosión de los
cantiles o farallones donde se sitúan. La relación más significativa de éstas es la siguiente:
Cau d’en Borràs (Orpesa). Esta cavidad se sitúa en los
primeros contrafuertes montañosos frente a la llanura de
Orpesa. Está formada por una estrecha diaclasa con boca de
1,8 x 1,3 m y 8 m de profundidad. Presenta un conjunto
faunístico compuesto por Hemitragus bonali, lince, pantera,
linx, canis, úrsido pequeño, équido, cáprido, bóvido, óvido,
puercoespín, Apodemus sp, Oryctolagus, aves. La atribución
cronológica de esta asociación faunística es situada en el
Pleistoceno medio. La existencia de cantos rodados con
señales de desconchado generó su atribución antrópica
(Carbonell et al. 1981, 1987, Gusi et al. 1982). La falta de
relación del material lítico con el faunístico y la inexistencia
de confirmación tafonómica, inciden en la consideración del
yacimiento como paleontológico (Fernández 1990, 1994).
Complejo kárstico Casa Blanca (Almenara). Es un
conjunto de cavidades fósiles originadas y colmatadas a
partir del Plioceno. Se hallan situadas en el último cerro
prelitoral junto a los Estanys de Almenara a 1,5 km del mar.
Su altitud varía entre los 15-30 m, presentando el depósito
principal unos 15 m de potencia. Estas antiguas cavidades
rellenas de sedimentación fueron sacadas a luz por canteras
y en gran parte destruidas con posterioridad. Se han encontrado seis de estos depósitos, siendo Casa Blanca I la que
mayor información bioestratigráfica y paleoambiental ha
proporcionado. La sedimentación es esencialmente arcillosa
y brechificada con cantos calizos de 1 a 15 cm y pequeños
fragmentos de sílex. La asociación de la macrofauna
también es típica de este momento: Equus stenonis, Gazellospira torticornis, Cervus cf. philisi, Ursus etruscus,
Pachycrocuta cf. brevirostris y otros. En base a la microfauna, con Allophaiomys deucalion como especie más antigua, y a la asociación faunística de Ursus etruscus, Canis
etruscus, Pachycrocuta cf. brevirostris, Equus stenonis,
Gazellospira torticortis y Dama nesti, entre otros, fue puesta
en relación con el Villafranquiense medio (2,7 a 1,6 m.a.),
fase MN-17 de Mein (Soto y Morales 1985). Sin embargo
también ha sido incluida en un momento posterior, en la
Biozona MnQ-1, con cronología aproximada de 1,4 m.a.
(Agustí y Moyà Solà 1991). Este registro paleontológico es
11
[page-n-25]
Fig. I.2. Principales depósitos fluviales pleistocenos.
actualmente el más completo que poseemos sobre el tránsito
Plio-Pleistoceno y su altitud nos indica un valor para la línea
de costa pleistocena (Martínez 1995). El yacimiento, tras las
primeras excavaciones (1983-85), fue considerado como
prehistórico y su hipotética industria de gran antigüedad
(Olaria 1984). Posteriormente se ha llegado a la conclusión
de que se trata de un yacimiento paleontológico (Gusi 1988,
Ginés y Pons-Moya 1986).
Muntanyeta dels Sants (Sueca). Es un antiguo conjunto
de cavidades kársticas de importante desarrollo y fuerte
potencia –según los mantos estalagmíticos aún existentes–
que fueron desmanteladas en los años 1920-30 para obtener
gravas utilizadas en el firme de las carreteras de la zona. El
12
depósito actual –uno de los varios que debieron existir–,
corresponde a un residuo basal que se sitúa a una cota entre
5 y 10 m de altitud. Se han identificado varias especies de
fauna: Ursus deningeri, Canis etruscus y cf. Cervus elaphoides, situando el yacimiento en términos cronológicos
entre 1,4 y 0,9 m.a. (Sarrión 1984, Martínez 1995). Un dato
de gran interés es la identificación fotográfica (Sarrión 1984)
de un fémur derecho humano en la publicación de P.
Burguera (1921), procedente del yacimiento, en paradero
desconocido y que podría alcanzar la cronología de 1 m.a.
Cova del Llentiscle (Vilamarxant). Es un yacimiento
kárstico situado en la ladera meridional del monte La
Rodana, a 250 m de altitud, en los primeros relieves monta-
[page-n-26]
ñosos occidentales de la llanura valenciana. La cavidad en
forma de fractura desarrollada en calizas triásicas presenta
una boca actual de 2,4 x 1,5 m, con 32 m de recorrido y 13
m de profundidad. Ha funcionado como sima-trampa recogiendo en su interior abundante material faunístico, entre el
que es de destacar: Dicerorhinus aff. etruscus, Equus
stenonis, Cervus sp, Felix linx spelaea, Testudo sp. La situación bioestratigráfica del D. etruscus, que debió ocupar las
áreas perimediterráneas desde el Villafranquiense hasta la
primera parte del Pleistoceno medio, define la cronología
del yacimiento (Sarrión 1980).
Cova de la Bassa de Sant Llorenç (Cullera). Se trata
de una pequeña cavidad con boca cenital en origen,
destruida parcialmente por una cantera y situada a 20 m de
altitud en una colina al E de la Bassa de Sant Llorenç.
Corresponde bioestratigráficamente a un momento posterior a la Muntanyeta dels Sants. La presencia de Meles
thorali y la similitud de los restos de Canis lupus con los
Canis lupus lunellensis de Lunel-Viel, han situado el yacimiento en el Mindel-Riss (Sarrión 1984).
El Castell (Cullera). Es un yacimiento sobre una fractura kárstica colmatada de sedimentación, situada a 125 m
de altitud y cerca de la cumbre donde se ubica el Santuari de
la Mare de Déu del Castell. Se han identificado especies
como Megaceros sp, Canis sp (cf. etruscus), Prolagus sp y
Allophaiomys chalinei. Se le atribuye una misma biozonación que el yacimiento de la Muntanyeta dels Sants de Sueca
(Sarrión 1984).
Cova del Molí Mató (Agres). Situada en la Serra
Mariola, presenta un paquete sedimentario que se generó al
actuar la cavidad como sumidero y recoger mediante arroyadas coluviales diversos materiales faunísticos, todos ellos
fuertemente rodados. El conjunto de fauna con Dama cf.
clactoniana, Ursus arctos, Ursus preartos y Crocuta
spelaea, junto a la especie predominante Capra pyrenaica,
llevaron a situar el yacimiento en el Riss final o Riss-Würm
(Sarrión et al. 1987), atribución matizada posteriormente a
partir de las dataciones realizadas por ESR (241-279 ka)
sobre material óseo (Cuenca et al. 1986) que lo sitúan en un
periodo interestadial (Sarrión 1990).
Otros yacimientos sin datos publicados y en fase de
estudio (Sarrión c.p.) presentan fauna pleistocena, como
Cala de la Barra (Xàbia), entre 20-30 m de altitud, en un
cantil rocoso considerado del Villafranquiense superior. El
Cantal del Fondo de Ambolo, cerca del anterior, la Sima del
Pla de les Llomes (Serra), en plena Serra Calderona, a 570 m
de altitud, la Cantera de áridos del Mondúver y un amplio
conjunto que cavidades que poseen material fósil de vertebrados y que recorren las sierras valencianas: Cabanes, Villanueva de Viver, Caudiel, Fanzara, Castelló, Castielfabib,
Nàquera, Serra, Olocau, Yátova, Alzira, Carcaixent, Catadau,
Corbera, Millares, Navarrés, La Font de la Figuera, Vallada,
Bocairent, Simat, Gandia, Elda, etc. Los yacimientos paleontológicos kársticos y en cotas bajas, como los litorales de
La Ribera, indican un nivel del mar bajo. Fenómeno también
observado en las fisuras colmatadas por debajo del nivel
marino. Esta circunstancia es un argumento a favor de un
área de subsidencia sin procesos emergentes que pusieran al
descubierto terrazas marinas (Sarrión 1984) (fig. I.3).
Valoraciones generales
La aportación bioestratigráfica de las cavidades valencianas es fundamental para el conocimiento de la evolución
y características de las comunidades de vertebrados fósiles.
La distribución de estos depósitos abarca diferente ubicación orográfica y una amplia presencia cronológica a lo
largo del Plioceno y Pleistoceno.
El mayor desarrollo de la morfogénesis de los procesos
kársticos valencianos corresponde a tiempos precuaternarios. El inicio corresponde a finales del Terciario con fuerte
descenso de las superficies piezométricas desde el Plioceno
(conductos colgados, poljes reactivados, cavidades desfondadas, etc.) y se asocia a un clima de tipo tropical cálidohúmedo y fuerte pluviosidad. A partir del Pleistoceno inferior –aceptado su inicio en 1,6 m.a. (Haq et al. 1977)–, la
fase más intensa generó poljes y organización de cavidades
entre 800-400 ka y durante el Pleistoceno medio se produjo
un descenso de los cauces hipogeos y un relleno en dos o
tres fases (Gualda 1988, Garay 1990, 1995a, Garay et al.
1995, Fumanal 1995, Rosselló 1995). La mayor parte de
estos depósitos corresponden a fallas y diaclasas abiertas
«simas-trampa», generalmente de boca estrecha y larga a
modo de grieta, a veces cubiertas por vegetación y que
captan todo tipo de material exógeno, biológico o no.
Algunas de estas fracturas de orientación predominante N-S
presentan rellenos con brechas y restos óseos que permiten
su datación a partir de 1,8 m.a. (Villafranquiense superior),
como son: Casa Blanca I, Sima del Pla de les Llomes, Cova
del Llentiscle, entre otras (Garay 1995a).
I.4.
LA PALEOGEOGRAFÍA LITORAL
El litoral mediterráneo valenciano es un espacio de transición entre los dominios de ámbito terrestre y marino. Se
trata de un territorio amplio, cambiante y de compleja articulación con la información arqueológica, ya que su configuración ha variado de forma notoria en el Pleistoceno inferior/medio. Su estudio resulta imprescindible para entender
tanto la evolución de la plataforma continental como sus
formas morfoestructurales: estuarios, deltas, albuferas y
marismas. La plataforma o shelf se extiende, en esta zona,
hasta unos 60 km de la costa. Entre las isobatas de -20/-40
m se denomina plataforma interna, media entre -40 y -100
m y externa hasta unos -150 m.
I.4.1. LOS DEPÓSITOS MARINOS
El estudio de los depósitos marinos se vincula con el
registro estratigráfico continuo pleistoceno mediante la
obtención de testigos sedimentológicos de los fondos oceánicos –Escala Isotópica del Océano (OIS)–, cuya muestra
estándar más utilizada es la número V28-238 del Plateau
Salomon. Existen también otras secuencias oceánicas en
áreas tropicales, fundamentadas en depósitos de arrecifes
coralinos de gran estabilidad geodinámica (Shackleton y
Opydyke 1973, Chapell 1974). Nuestro estudio, condicionado por el desarrollo de la investigación y las características de los registros que poseemos, nos conduce a emplear
como herramienta de trabajo la clásica división marina:
13
[page-n-27]
Fig. I.3. Principales depósitos kársticos pleistocenos con fauna fósil vertebrada.
Calabriense, Siciliense, Tirreniense, etc., y su relación con
los estadios isotópicos y las dataciones radiométricas. Los
estudios regionales fueron iniciados por Jiménez Cisneros
(1906) con el descubrimiento del yacimiento de la Albufereta (Alacant). La práctica totalidad de los depósitos litorales
–marinos y continentales– con información cronológica y
bioestratigráfica se circunscriben al área acantilada bética y
han sido durante los últimos años ampliamente estudiados.
Estos depósitos han dado lugar a la elaboración de un
número elevado de estratigrafías glacioeustásicas, situadas
en áreas subsidentes que modifican la situación de los depósitos marinos sobre los que están basadas y por tanto controvertidas.
14
Los depósitos bioestratigráficos marinos más antiguos
del territorio valenciano son considerados del Tirreniense I o
Paleotirreniense (Mindel-Riss) y se documentan en el Cap de
les Hortes, a +18 m con fauna de Strombus bubonicus y dataciones superiores a 200 ka. En la Cala dels Tests (Benitatxell)
se ha datado con U/Th un depósito de arena con fauna
marina situado a unos +50 m en 344.148 ± 60.405 BP, afectado por fenómenos tectónicos (Viñals y Fumanal 1990), y
en la Cala de la Granadella (Xàbia), la parte basal de una
terraza fluvial en contacto con la playa ha proporcionado la
edad de U/Th 229 ± 2,8 ka. El yacimiento de la Albufereta
presenta dos niveles de playas discordantes atribuidos al
Pleistoceno medio, al igual que en el Cap de les Hortes. Estos
depósitos presentarían dos niveles: tirrenienses poco o nada
[page-n-28]
encostrados a +1/+3 m con fauna cálida, datados en 221 y 85
ka, y niveles con costra situados entre 0/+68 m a causa de
intensa neotectónica y con fauna templada sin Estrombus
bubonicus, como la cantera de Santa Pola datada en más de
250 ka y Cap de l’Horta (Montenat 1973, Dumas 1977,
Gaibar 1975 y Rosselló 1985).
Los cantiles de La Marina, costa de Xàbia y desembocadura del Gorgos (sondeos Xàbia 1 a 5) han sido estudiados
mediante secuencias estratigráficas de los sondeos y perfiles
y con el apoyo cronológico de las dataciones cronométricas
en series siempre continentales, sin datos del Pleistoceno
inferior –a excepción de depósitos kársticos–. La serie más
antigua (Xàbia 3) con edad de 490 ka y situada a -30 m se
relaciona con la terraza T1 (+18/+20 m) del río Gorgos. En
el Muntanyar Alt la serie Xàbia 2 (a -27/-25 m), con edad de
190-172 ka, se atribuye al estadio isotópico 7 (Fumanal
1995b). Al estadio 7 de Emiliani (251-195 ka), se asignan
entre -20/-31 m de altitud dos pulsaciones marinas de naturaleza transgresiva, separadas por una fase regresional, con
facies continental de poco espesor. Al OIS 6, representado
por una fase de regresión marina, corresponde una acumulación fluvial entre -15/-20 m con un encostramiento a -17 m
que podría corresponder a los superficiales que coronan los
depósitos C2, al N del Millars (Segura et al. 1995). En la
llanura valenciana, los sondeos de la albufera de PuçolAlboraia han situado depósitos correspondientes al OIS 6,
entre -18/-20 m. Este primer episodio tirreniense se asocia al
OIS 7a/7c (Goy et al. 1993, Zazo et al. 1993).
Los depósitos fósiles y sondeos eléctricos han permitido
elaborar la reconstrucción paleogeográfica y paleoambiental
del último interglaciar: el Tirreniense II (estadio 5e de la
notación isotópica), con un buen número de depósitos, posiblemente el mejor documentado y que se relaciona en líneas
generales con un clima templado. Acotado cronológicamente entre 127-75 ka, se subdivide en tres fases templadas:
5e (125 ka), 5c (98 ka) y 5a (82 ka), y dos fases frías: 5d
(110 ka) y 5b (89 ka) (Shackleton 1969, Pujol y Turon 1986).
En la albufera de Torreblanca, las dos pulsaciones a -12/-15
m y -10/-6 m correspondientes a una potente transgresión se
asignan al mismo. Al igual que en la albufera de PuçolAlboraia con depósito de espesor superior a 5 m y que se
sitúa entre -13/-18 m. Sobre ella hay un nivel de calcoarenita
con potencia inferior a 2 m y posible facies de duna fósil
(Segura et al. 1995). En la secuencia de la Marjal de Pego
han sido reconocidos diversos subestadios del Tirreniense II,
entre los que el OIS 5e es el nivel más antiguo identificado
y aparece a -50 m (sondeo Pego 3) con calcarenitas, fauna
marina y facies de restinga-albufera. Su extensión es amplia
según los perfiles ecosísmicos realizados en la plataforma
interna (Fumanal et al. 1993). Otras pulsaciones positivas
menores (subestadios 5c y 5a) han sido también registradas
en las secuencias y con facies lagunares. El OIS 5c se
encuentra situado a -45 m (sondeo Pego 1), con una edad
cronométrica de 112.000 ± 17.000 BP y 119.000 ± 18.000
BP. El subestadio 5a se caracteriza por una importante
secuencia estratigráfica, cuyo techo está a -25 m. Alternando
con estos máximos marinos, hay niveles regresivos (subestadios 5d y 5b) con limos y arcillas relacionados con forma-
ciones de paleolagunas. Los momentos de mayor descenso
marino y rigor climático se revelan por la desecación de los
fondos lagunares y el empobrecimiento de la fauna bentónica (Viñals 1995). El segundo episodio tirreniense con
presencia ya de Strombus bubonicus presentaría dos subestadios (5e/5c) o tres subestadios (5a), en el que el último
sería neotirreniense.
La bahía de Moraira ocupa una depresión del prebético
litoral donde se formó una albufera con restinga en el Pleistoceno medio. Esta restinga fósil situada al sur del puerto de
Moraira ha proporcionado varias dataciones de U/Th, entre
87.000 ± 2.500 y 187.000 ± 10.000 BP. La misma presenta
una barra de edad eemiense que se formó con materiales
oolíticos y una duna fósil en la que se levanta El Castell,
antiguo torreón datada en 132 ka. Teniendo en cuenta estas
cronologías, entre otras valoraciones, los depósitos de Moraira se interpretan como eemienses (Viñals, 1995a). Los
paleodepósitos del acantilado de la Cala de les Cendres
(perfil II), en Moraira, se han datado por TL en 112.000 ±
17.000 BP y representarían una pulsación positiva del
estadio isotópico 5 correspondiente a un edificio dunar
situado a +60/65 m (Fumanal y Viñals 1988). Otros depósitos y niveles de menor entidad se sitúan en Cap de l’Horta
a +7 m, datado en 85.000 BP y la rasa de +15 m de l’Illa
Plana (Rosselló 1980). La duna fósil del Perellonet, dentro
del óvalo valenciano, podría pertenecer a este último interglaciar, así como algún nivel marino del Cap de Cullera
(Goy et al. 1987). En la provincia de Castellón, las dunas
fósiles de Torre de la Sal (Mateu 1982) y el también citado
cuaternario marino bajo el mar de Orpesa (Gigout 1960). El
Tirreniense II de las áreas meridionales valencianas se sitúa
a escasos metros sobre el mar actual. También en Cataluña
(Geltrú, Garraf y Cap Salou) se localiza entre +1/+4 m, e
idéntica situación se da en la costa de Murcia y Almería. En
Mallorca se ha fechado una playa algo más alta a +9/+15 m
y 125.000 ± 10.000 BP (Butzer 1975). Las italianas meridionales con edad de 129-128 ka se sitúan a +4/+5 m (Brancaccio et al. 1974), confirmando una cierta uniformidad
mediterránea occidental para estos momentos.
Los depósitos considerados Neotirrenienses asignados
al Pleistoceno superior (estadios isotópicos 4, 3 y 2) presentan una regresión marina general con descenso máximo
del nivel del mar en torno a -100 m. En la Marjal de Pego, se
inicia la regresión en el OIS 4 con humedad que mantiene la
presencia de agua en la laguna que acaba desecándose,
proceso datado (Pego 7) en 72.000 ± 11.000 BP y 68.000 ±
10.000 BP. El estadio isotópico 3 con rasgos más templados,
en Pego 6 tiene cronologías de 68.000 ± 9.000 BP y en Pego
9, 55.000 ± 8.000 BP. El estadio isotópico 2 es el más riguroso (Viñals 1995). Los depósitos de los sondeos de la albufera de Torreblanca situados entre -5/-8 m son considerados
de los estadios 4, 3 y 2 (Segura et al. 1995).
Valoraciones generales
El Pleistoceno inferior está escasamente representado en
los depósitos valencianos. Es posible que algunos de los
depósitos conservados en las zonas acantiladas con facies
continentales de coluvios o conos, correspondan al mismo.
15
[page-n-29]
Los testigos del Pleistoceno medio reciente de los estadios
isotópicos 9 a 6 no se han encontrado en las áreas donde
predomina la subsidencia; en cambio, en un sector más
estable como el de Xàbia, estos depósitos muestran dos
pulsaciones marinas que alternan con fases de sedimentación continental. El Pleistoceno superior (estadios isotópicos
5 a 2) está bien representado en todos los sectores con un
nivel alto que corresponde al interglacial eemiense (OIS 5e)
y depósitos con facies de restinga en las costas bajas que se
relacionan con dunas en los tramos acantilados. Los estadios
isotópicos 4, 3 y 2 son generalmente regresivos o regresionales con predominio de facies continentales, lagunares y
eólicas (fig. I.4).
I.4.2.
VARIACIÓN DE LA LÍNEA DE COSTA:
EVOLUCIÓN E IMPLICACIONES
Las variaciones del nivel marino son el resultado de
múltiples factores geodinámicos, astronómicos y climáticos.
Se considera eustasia o eustatismo al conjunto de movimientos negativos o positivos del nivel del mar, debidos a
una variación del volumen de las depresiones oceánicas
(hundimientos e intensa sedimentación del fondo) o del
volumen global de agua que fluctúa según la cantidad liberada por los casquetes glaciales (glacioeustasia); condicionada por variaciones climáticas y en relación al parecer con
factores astronómicos: manchas solares y ciclos de Milankovitch en los que la temperatura de la Tierra varía por
Fig. I.4. Principales depósitos litorales y marinos pleistocenos.
16
[page-n-30]
cambios regulares en la inclinación del eje y en órbita alrededor del sol. Excentricidad periódica de 95 ka, oblicuidad
cada 42 ka y precesión equinoccial que dura 21 ka (Lowe y
Walter 1997, Faure y Keraudren 1987).
Hoy es aceptado que el nivel del mar no depende de los
movimientos eustáticos sino del equilibrio entre estos y los
desplazamientos neotectónicos que presentan una alta variabilidad de factores causales. Por tanto, no existe una única
curva universal que defina el nivel marino cuaternario. Los
niveles marinos gradantes o regresivos de cada zona no
apuntan más que a tendencias generales con discrepancias
más o menos importantes, por lo que determinar el nivel
marino de cada lugar y época resulta muy complejo (Pardo
y Sanjaume 2001). Es obvio que una variación del nivel de
las aguas marinas y por tanto de la línea de costa pudo llegar
a modificar los condicionantes geográficos, determinando
variaciones en los ecosistemas y en la explotación de
recursos bióticos por el hombre en el Pleistoceno. Los
cambios en los niveles marinos han cubierto y descubierto
alternativamente grandes porciones de nuestro territorio
litoral. La superficie de erosión continental estuvo condicionada no sólo a los mudables niveles de base, sino también al
sistema morfogenético (frío-cálido, seco-húmedo) correspondiente. La fuerte subsidencia contribuyó a preservar el
registro arqueológico, aunque en momentos de descenso del
nivel marino la plataforma quedó expuesta y resultó erosionada al igual que los yacimientos arqueológicos (fig. I.5).
La evolución del sector ibérico litoral se puede observar
a través del estudio de la llanura o depresión valenciana que
constituye una cuenca deposicional terciaria que funciona
desde el Mioceno como zona distensiva o subsidente
ayudada por un sistema de fallas NE-SW y con importante
potencia de sedimentación cercana a 200 m, que suavizó los
efectos de la subsidencia. Ésta es más diferencial que general, como corresponde a un sector fragmentado en bloques
fallados. Durante el Plioceno se desarrollaron deltas en los
principales ríos que aportaron sedimentos con crecimiento y
progradación de la plataforma. En el óvalo valenciano, la
plataforma ha subsidido de forma importante durante el
Pleistoceno con hundimiento del sistema de terrazas y la
desaparición de los niveles tirrenienses bajo el mar. Una
serie de fracturas distensivas –un sistema de graben en
graderío– paralelo a la costa y con hundimiento diferencial
ha producido la forma general del óvalo valenciano (Rey
1995), y dan como resultado un hundimiento desigual de las
pequeñas llanuras litorales con mayor subsidencia donde se
sitúan las albuferas funcionales (Segura et al. 1995). Los
depósitos del óvalo más antiguos localizados, mediante
sondeos, parecen corresponder al Pleistoceno superior, e
indicarían la gran transgresión correspondiente al estadio 5
(75-128 ka) y cuatro pulsaciones entre -18 y -6 m; costras
travertínicas de la Albufera de Valencia a -15 m (Rosselló
1972, 1979) y finos en la playa de Tavernes de la Valldigna
a -8 m (Viñals 1995).
La evolución del sector bético litoral es diferente y más
compleja que la del ibérico. En la cuenca del Gorgos se
produce un hundimiento en el Pleistoceno inferior/medio
(Martínez Gallego et al. 1992). El sector de La Marina
Fig. I.5. Curva eustática del Mediterráneo peninsular y su relación
con los estadios isotópicos (Rosselló 1996).
presenta costas claramente altas y hundimiento de dovelas
de los tramos costeros meridionales –bahía de Moraira–
posiblemente en el Pleistoceno medio o inferior y una estabilidad tectónica durante el Pleistoceno superior (Viñals
1995a). Más al sur, los estudios neotectónicos indican el
colapso y levantamiento de las cuencas del bajo Segura y
Bajo Vinalopó y la ondulación postirreniana del Carabassí
(Gaibar y Cuerda 1969, Fumanal et al. 1991, 1993, 1993a).
Durante el Pleistoceno inferior/medio la franja litoral
valenciana experimentó un fuerte hundimiento con retroceso
del frente costero. Este hundimiento diferencial, en el sector
sur de la llanura valenciana –área de La Valldigna– y en base
a la información que proporciona el material lítico de origen
fluvial recuperado en la Cova del Bolomor, parece acentuarse con posterioridad a los estadios isotópicos 9-8, dando
a entender en los mismos una escasa sedimentación y subsidencia con posibles etapas regresionales menos acentuadas
(Fernández et al. 1999). En el Pleistoceno superior y etapas
regresivas marinas se construyen depósitos dunares que
serán cubiertos por sedimentos coluviales. Los depósitos del
Pleistoceno inferior/medio corresponden a fases coluviales
desarrolladas durante bajas glacioeustáticas y los depósitos
del Pleistoceno superior en cambio muestran series dunares
muy amplias (Fumanal 1995a). Las variaciones generales
del nivel marino pleistoceno en el Mediterráneo occidental,
según la actual documentación, muestran una gran amplitud,
entre +250 m y -150 m. Para momentos pliocuaternarios o
precalabrienses la máxima transgresión se situaría entre
+120/+200 m, como indican los estudios del SE francés
(Miskovsky 1974, Chaline 1982, entre otros). La informa-
17
[page-n-31]
ción sobre momentos iniciales del Pleistoceno medio (depósitos calabrienses y sicilienses) es imprecisa en cuanto a su
desarrollo evolutivo y dataciones. El registro anterior a 300
ka es incompleto y con distorsiones cronológicas muy
fuertes (Butzer e Isaac 1975, Butzer 1989).
Las señales de variación del nivel marino en las costas
valencianas han quedado reflejadas en el sector acantilado
meridional que se presenta relativamente estable desde una
perspectiva geodinámica. En el acantilado fósil del Cap de
Santa Pola, según Sanjaume (1985: 344-345), el primer
escarpe a +100 m corresponde al Plioceno superior, la
segunda fase de crecimiento se ubica a +30/+40 m y se relaciona faunísticamente con el Tirreniense I (Mindel/Riss).
El tercer estadio, ya a nivel actual del mar, sería Eutirreniense (Riss/Würm). Los niveles más altos localizados en
Mallorca, pliocenos o sicilienses (pre-Mindel), se sitúan a
una altura de +60/+110 m, aunque su reconocimiento no es
seguro. Probablemente la rasa del Cap de Sant Antoni podría
corresponder a este momento (Rosselló 1980). Para Gaibar
y Cuerda, (1969), serían asignables al Calabriense los
niveles de +120 m del Cap de Santa Pola, de +85 m de la
Serra del Colmenar y de +76 m de El Molar. Mientras que el
nivel de +81 m del Cap de Santa Pola se relacionaría con el
Siciliense. Según estas apreciaciones, el mar calabriense se
situaría a unos 40 m por encima del siciliense y así, durante
el Pleistoceno inferior, con fuerte imprecisión documental,
se registró una o varias pulsaciones positivas del mar, con
valores aproximados entre +60/+120 m. Aunque en tiempos
pliocuaternarios o inicios de éste la variación pudo superar
los +200 m, como indicarían ciertas rasas de Xàbia
(Fumanal 1995a, 1995b).
Para momentos del Pleistoceno medio ya se dispone de
numerosas dataciones cronométricas y consecuentemente
los datos son más precisos. El mar tirreniense en sus inicios
presentaría una pulsación positiva con dataciones entre 200300 ka y alturas imprecisas de +15/+40 m. En Cataluña los
niveles considerados del Tirreniense I de Cap Roig,
Palamòs, Tossa, Blanes, etc., se sitúan igualmente en altitudes entre +12/+35 m (Goy y Zazo 1974: 76). Las últimas
fases del Pleistoceno medio (estadios isotópicos 8, 7, 6)
tienen una amplia representación en la costa. La amplitud de
la regresión marina relacionada con la glaciación rissiense
presenta discrepancias según autores, entre -115/-120 m y
-137/-159 m, como señala Rosselló (1980: 127), pero la
mayoría coinciden en que no fue inferior a -100 m, sin sobrepasar los -150 m (Cuerda 1975: 97). Dentro de esta visión,
según Mateu (1985: 62), en base a estudios micropaleontológicos de sondeos marinos efectuados en Baleares, se
produce la unión en una sola isla de Mallorca, Menorca y
Cabrera, coincidiendo con la máxima regresión rissiense que
sitúa a -150 m, frente a la würmiense de -110 m. Sin
embargo, como muestra de la complejidad y multitud de factores a tener presentes en este tipo de estudios, está la existencia de un nivel a -200 m con datación U-Th de 18 ka
frente al Cap de Creus (Girona). Parece que la situación de
esta playa fósil a tal profundidad se debería a desnivelaciones de un sistema de fallas (Goy y Zazo 1974).
El desencadenamiento de mecanismos eólicos está
vinculado con las oscilaciones eustáticas. Existen numerosas
18
dunas y cordones dunares sumergidos sobre la plataforma
del golfo de Valencia a 60 m (Maldonado 1985), confirmando la lógica extrapolación de una de las principales
consecuencias de la regresión rissiense a efectos de paleodepósitos que fue la creación, al menos bien documentada en
Baleares, de extensas y potentes formaciones dunares. Las
grandes oscilaciones glacioeustaticas produjeron importantes efectos dinámicos al principio de las regresiones y al
final de las transgresiones (Dumas 1977).
Según los estudios morfosedimentarios obtenidos en la
Marjal de Pego, la cumbre cronológica de las pulsaciones
tirrenienses –episodio 5– indica un nivel del mar alto, aunque no tanto como en el Flandriense –seguramente por
causas neotectónicas y no eustáticas– (Viñals 1995), que se
situaría por extrapolación para el área valenciana en torno a
72 ka (Dupré et al. 1989).
Las costas valencianas presentan durante el Pleistoceno
un hundimiento generalizado, resultado de las diferencias
entre la neotectónica y la subsidencia. Este hundimiento no
es uniforme y se debe matizar su alcance y características
dependiendo del sector estudiado. En las cuencas neógenas
de Valencia y el Bajo Segura predomina la subsidencia,
mientras que los sectores acantilados de las béticas
presentan una elevación positiva. El índice general de este
contrajuego para el territorio es más bien subsidente o negativo. El movimiento de bloques ha generado una desigual
presencia de depósitos pleistocenos, generalizados entre el
Cap de la Nau y la Serra Gelada, y escasos cuando no
ausentes al N y S de este sector.
Vistos a nivel general los conocimientos que poseemos
sobre posibles variaciones marinas y su reflejo en depósitos
fósiles valencianos y áreas próximas, el estudio de la batimetría completa la visión configuradora de un nuevo
contexto geográfico. El País Valenciano posee una plataforma de gradiente regular y uniforme con extensión media
de 65 km, hasta el borde de la misma a 140 m de profundidad, a partir del cual la pendiente se incrementa notablemente y se reduce a 25 km frente a la costa acantilada de
Dénia-Xàbia. Las cartas batimétricas indican en la mayoría
de las áreas una superficie suavemente inclinada hasta
alcanzar la rotura de pendiente que se sitúa a 140-160 m de
profundidad y a 35 km de la costa (Rey 1995). Los perfiles
de pendiente se muestran muy suaves y mantenidos, entre
0,5 y 4 %. Estos valores de gradiente tan poco acentuados y
la escasa profundidad certifican una significativa uniformidad. Entre Cullera y Moncòfar, la isobata de -80 m se
presenta muy uniforme a 20 km de la costa actual. En
Gandia a 18 km, Dénia a 8 km y en el Cap de la Nau a 6 km
(fig. I.6 y I.7).
I.5.
CONSIDERACIONES
Los elementos morfosintéticos que mejor explican,
resumen y definen el relieve valenciano desde nuestra óptica
arqueológica es la gran diversidad física y los fuertes
dualismos existentes en el seno del territorio: litoral-interior,
llanura-montaña, costa llana-acantilada, directrices ibéricasbéticas, etc. El territorio valenciano es un variado y abiga-
[page-n-32]
Fig. I.6. Supuesta evolución de la línea de costa pleistocena respecto
de las isobatas actuales.
rrado conjunto orográfico, configurado por diversos dominios estructurales-tectónicos, agentes morfogenéticos,
factores climáticos y proximidad al Mediterráneo. Este
marco geográfico no uniforme es la suma de distintas orografías carentes de un gran elemento territorial que unifique
«en torno a él» el sistema medioambiental. Únicamente
globaliza la «frontera mediterránea», que motiva la realidad
de una importante circunstancia histórico-geográfica con
raíz paleoambiental: el País Valenciano es un corredor
adosado a relieves m ontañosos frente al Mediterráneo. Esta
diversidad territorial valenciana condiciona la morfología
sintética –tipos morfológicos de paisajes– y la descripción
del propio territorio. El estudio de la misma no se puede
realizar exclusivamente desde las unidades morfo-estructurales o del dualismo contrapuesto del relieve y, por ello, la
«frontera mediterránea» vuelve a ser el eje general sobre el
que se articula el estudio biofísico.
El sistema geoestructural del territorio no ha variado de
forma relevante, según todos los indicadores, desde los
tiempos pleistocenos. Con la debida prudencia que imponen
diferentes líneas de costa, enmascaramientos tectónicos,
distintos desarrollos hidrográficos, grados de encajamiento,
aportes fluviales, se puede afirmar que la mayoría de áreas
que facilitan la comunicación territorial en la actualidad son
las mismas –aunque modificadas– que las que se usaron en
el Pleistoceno, a excepción de las generadas como consecuencia de la variación de línea de costa.
Los depósitos cuaternarios valencianos se desarrollan
principalmente y por este orden en medios continentales,
kársticos y marinos. Los depósitos continentales más generalizados son fundamentalmente de origen fluvial y se
asocian a tres grandes conjuntos de glacis, conos y terrazas.
La secuencia sedimentaria de los mismos no está aún bien
establecida y la edad de los más antiguos no es precisa, dada
la ausencia de dataciones cronométricas, sin embargo, se
acepta la correlación regional por sus similares características texturales y estructurales. Estos depósitos se ven afectados por la gran dicotomía entre tierras altas del interior y
llanas litorales; las primeras, de acusado relieve y cursos
fluviales encajados, hacen muy difícil la conservación de
formas de acumulación sedimentarias extensas y/o potentes,
y sólo aparecen abanicos o conos que bordean ríos y valles
angostos. Por el contrario, las llanuras litorales y prelitorales
presentan depósitos más amplios (Pleistoceno inferiormedio), visibles al pie de las estribaciones montañosas y
muy recubiertos por materiales más recientes (Pleistoceno
superior-Holoceno) en las áreas deprimidas y en dirección a
la costa. Esta franja litoral muy afectada por todo tipo de
actividades antrópicas presenta vertientes roturadas de abancalamientos escalonados que impiden o dificultan el reconocimiento de niveles de terrazas. Este dualismo reaparece
en sistemas de terrazas fluviales que muestran fuertes diferencias, atribuidas a la distinta actividad orogénica. La tectónica regional también influye en la presencia y características de los depósitos sedimentarios. Así el sector ibérico
muestra una acusada subsidencia y los sectores Prebético y
Subbético una elevación generalizada. En cambio, el Bético
estricto ha funcionado como zona subsidente durante la
mayor parte del Pleistoceno.
Los depósitos continentales valencianos atribuidos al
Pleistoceno inferior son muy escasos, apenas proporcionan
información paleoambiental y se hallan muy lejos de los datos bioestratigráficos proporcionados por depósitos kársticos de esta edad, todos sin registro conocido de presencia
humana. Los depósitos continentales atribuidos al Pleistoceno medio, a diferencia de los anteriores, se hallan ampliamente repartidos y comienzan ha proporcionar datos bioestratigráficos –aún muy escasos– en función de su mayor
investigación.
Nuestro interés arqueológico por los depósitos pleistocenos continentales, aparte de su indisociable aportación
geomorfológica, reside en la posibilidad de presentar niveles
en forma de “paleosuelos”, susceptibles de albergar datos
sobre la presencia humana. Únicamente se conocen algunos
conjuntos líticos superficiales de atribución musteriense en
las cuencas del Vinalopó, Xúquer, Palancia y Millars. Estos
registros están expuestos a una serie de condicionantes
desfavorables como es la falta de asociación sincrónica entre
los depósitos y las industrias, entre éstas y los inexistentes
datos bioestratigráficos.
Todo indica que los depósitos vinculados a la red hidrográfica valenciana no presentan una gran potencialidad de
19
[page-n-33]
Fig. I.7. Reconstrucción del territorio en el máximo climático del Pleistoceno medio (OIS 6).
información paleolítica, a excepción de la vinculada al aprovisionamiento de materias primas. Las características morfogenéticas con ausencia de cuencas medias amplias en la red
fluvial, donde apenas hay transición entre el interior y el
litoral, es otro valor negativo a valorar. La existencia de depósitos sin protección o cobertera, en áreas de fuerte erosión
como son las cabeceras de las cuencas, dificulta la presencia
de materiales en posición primaria, por desmantelamiento o
arrastre. La brevedad deposicional de los mismos –en especial
los paleosuelos– no es prometedora y menos aún las áreas
litorales y prelitorales, que muestran los condicionantes de
una acusada acción antrópica y fuerte relleno sedimentario.
Las cavidades kársticas, en cambio, presentan una alta
potencialidad; prueba de ello es que la mayoría de yaci-
20
mientos paleolíticos están localizados en este medio sedimentario. Sus favorables características como receptáculos
estratificados y preservadores les confieren una gran importancia para elaborar fases paleoclimáticas, mucho mayor que
cualquier otro medio físico valenciano. La morfogénesis de
las mismas, iniciada en el Villafranquiense superior, concluyó su desarrollo principal en el Pleistoceno medio. La
génesis bioestratigráfica, sin intervención antrópica o de
carnívoros, se debe a la circunstancia de que la mayor parte
de estos depósitos corresponden a “simas-trampa”, diaclasas
o grietas de boca estrecha que captan todo tipo de material
exógeno, biológico o no, y finalizan muchas colmatadas. Así
pues, el medio kárstico constituye un elemento altamente
biótico y muy utilizado para el hábitat primitivo en tierras
[page-n-34]
valencianas, aunque hay que tener presente que este predominio de la ubicación kárstica constriñe por su notoria
presencia la amplia diversidad de asentamientos y entornos,
que es igual a la del propio territorio.
Los sectores litorales y los depósitos marinos valencianos son altamente sensibles a las fluctuaciones del mar y
a la actuación neotectónica. El bajo gradiente de la plataforma y el diferente comportamiento neotectónico de los
tramos litorales originan una franja ampliamente emergida
en las bajas glacioeustáticas, o un paisaje invadido y recortado por el medio marino, en las altas. Los medios sedimentarios –llanos aluviales, sistemas de restinga-albufera,
glacis, conos aluviales– se adaptan de acuerdo a esta variable línea costera mediterránea. Durante el Pleistoceno
inferior/medio la franja litoral valenciana experimentó un
fuerte hundimiento diferencial con retroceso del frente
costero, resultado de las diferencias entre la neotectónica y
la subsidencia. En las cuencas neógenas de Valencia y el
bajo Segura predomina la subsidencia mientras que los
sectores acantilados de las béticas presentan una elevación
positiva. El resultado general de este contrajuego para el
territorio es más bien subsidente o negativo. El movimiento
de bloques ha generado una desigual presencia de depósitos
marinos, generalizados entre el Cap de la Nau y la Serra
Gelada y escasos cuando no ausentes al N y S de este sector.
Los depósitos del Pleistoceno inferior/medio corresponden a
fases coluviales desarrolladas durante bajas glacioeustáticas
y a depósitos dunares cubiertos por sedimentos coluviales en
las etapas regresivas marinas. Mientras que los depósitos del
Pleistoceno superior muestran series dunares amplias.
Los yacimientos marinos valencianos son los que
presentan una menor potencialidad de albergar información
paleolítica general, en comparación con otros medios sedimentarios tratados. En los sectores ibérico y bético estricto,
zonas subsidentes, los depósitos del Pleistoceno medio/
superior se hallan cubiertos por materiales más modernos y
sólo son reconocibles mediante sondeos, entre 10-20 m de
profundidad. Las escasas terrazas tirrenienses de las costas
acantiladas presentan una reducida extensión y potencia, y
en ellas únicamente se han localizado fauna fósil marina y
huellas de ungulados.
Las posibles relaciones entre el medio físico y el poblamiento paleolítico humano precisan una atención especial a
las variables externas a los yacimientos: características
físicas y estructurales del territorio, tipos de depósitos y
edad, entornos biofísicos, posibilidades de vertebración
regional, distribución cartográfica de los yacimientos, etc.
Son especialmente importantes las características de los ejes
que vertebran la comunicación de los grupos de cazadoresrecolectores prehistóricos, ejes vertebradores de entornos y
medios ecológicos. La ubicación de los yacimientos sirve de
marco a la distribución de los asentamientos, el carácter
ocupacional y sus características paleoeconómicas.
La relación hombre-territorio durante el Paleolítico
antiguo ha sido frecuentemente valorada como sujeta a parámetros físicos que constriñen y reflejan una hostilidad del
medio (alta altitud, mala orientación, falta de agua), consecuencia de una supuesta incapacidad o limitación adaptativa
de los antiguos homínidos. El estudio regional es contrario a
estos planteamientos, que deben ser relativizados por
presentar una fuerte y rígida interdependencia orográfica en
el seno de una evolución paleogeográfica no estática. Sin
embargo, estas variables sí pueden ser significativas a la
hora de evaluar su uso estacional y funcional, en relación al
medioambiente, aunque por el momento no poseamos suficientes referencias. Hay que tener presente que las valoraciones que desarrollamos sobre la secuencia regional están
cimentadas con los datos que proporcionan los asentamientos en cuevas y abrigos, con un gran vacío documental
de yacimientos al aire libre y que en buena lógica deben
complementar la visión global del espacio adaptativo de
estas primitivas comunidades de homínidos. La diversidad
paleoambiental –dominando un valle, al pie de un farallón,
bajo la protección de una visera de cueva, etc.–, puesta en
relación con la ocupación territorial antrópica, no hace sino
reflejar la orografía del propio territorio que se muestra altamente contrastado y que comprende situaciones diversas.
Las ocupaciones antiguas presentan una geomorfología y
topografía genérica, de una diversidad igual a la de los territorios frecuentados o recorridos.
El estudio de la incidencia de los corredores naturales
respecto del poblamiento antiguo valenciano se plasmó en
una representación cartográfica con las diferentes «potencialidades biofísicas» (Aura et al. 1994) (fig. I.1). Ésta reúne
la información de distintas altitudes, rupturas y gradientes
orográficos, reconstrucción paleogeográfica, mapas geológicos, cartografía viaria histórica, fotografía aérea, ortoimágenes espaciales, etc. A estas se añaden las diferencias de
ubicación entre yacimientos del Paleolítico medio y superior
a partir de distintos elementos como altitudes, rupturas y
gradientes orográficos, reconstrucción paleogeográfica y
otros, que indican la existencia de un parámetro sobresaliente, la tasa de altitud relativa, como relación existente
entre la altitud del espacio de hábitat kárstico y la del espacio recorrido (corredor) para momentos del Pleistoceno
superior inicial (< 2). Este valor relacional presenta un
aumento en los escasos yacimientos del Pleistoceno medio
(2 a 10) y se dispara con la presencia de valores superiores a
10 en conjuntos del Paleolítico superior. Esta variación
importante del comportamiento acontece con la llegada del
Hombre moderno, donde no es tan nítida la vinculación
entre los asentamientos y las áreas de fácil tránsito. La
explotación de otros ecotomos, posiblemente más variados y
especializados, apoyada en una mayor y mejor tasa poblacional, tecnología, cultura y sistema social, hizo que se
actuara sobre otros territorios anteriormente no explotados.
Cada día parece más claro que al final del Paleolítico medio
se produce un cambio relevante con ocupación de áreas más
complejas desde un punto de vista ecológico. Sin embargo,
la ocupación de estas áreas más serranas se vincula a la
proximidad de los grandes ejes.
La práctica totalidad de los yacimientos valencianos
considerados del Paleolítico antiguo se ajustan bien al
desarrollo de los corredores y áreas limítrofes, o lo que es
lo mismo, existe una significativa ausencia de este tipo de
registros en áreas de difícil articulación territorial como el
21
[page-n-35]
Maestrat y sierras centro-meridionales, circunstancia que
futuras prospecciones deberán precisar. Esta relación con
las vías naturales de comunicación –corredores– presenta
una información muy significativa entre los asentamientos
anteriores al 30.000 BP (Fernández Peris 1990, 1994, Aura
et al. 1994, Fernández y Villaverde 2001). La imbricación
de los yacimientos en los grandes ejes es explicable como
la óptima adaptación a la variabilidad medioambiental de
estos grupos de cazadores-recolectores en un espacio biofísico que proporciona la máxima y única posibilidad de
subsistencia: movilidad, información y variabilidad (Aura
et al. 1994). La movilidad territorial de estos grupos se
debió ajustar estructuralmente a los corredores, y por tanto,
ésta no fue circular, radial o lineal como citan diversos
autores para los neandertales en otras regiones, sino recurrente y específica al desarrollo de los ejes. Estos entornos
ecológicos diversificados debieron representar a nivel
económico abundantes y variados recursos (llanura y
montaña; marjal y bosque, etc.). La búsqueda del esporádico lugar de hábitat debió de estar supeditada –entre otros
aspectos– a la obtención de elementos de información
económica y a la procura de protección o refugio.
Los yacimientos paleolíticos regionales, con una información paleoambiental y paleoeconómica muy limitada,
presentan, a pesar de todo, unos de los registros cronoestratigráficos mejor conocidos de la Península. Entre los yacimientos atribuibles al Paleolítico medio y Paleolítico superior se observan fuertes diferencias en los tamaños, entornos
y usos de los distintos asentamientos (Villaverde y Martínez
1992, Aura y Pérez Ripoll 1992). En el Paleolítico medio se
asiste a una continua pérdida de efectivos de los grandes
ungulados que conducirá a una marcada polarización en el
ciervo y la cabra durante el Paleolítico superior. Esta situación supone una estrategia económica de caza sobre ciervos
y cabras que tuvo que realizarse mediante la elección de los
enclaves apropiados para el acceso a estos recursos y que
debió implicar cambios en la implantación de los grupos
sobre el territorio (Aura et al. 1994).
El territorio valenciano en el Pleistoceno debe ser considerado como un marco espacial coordenado en el que las
opciones estratégicas de los cazadores-recolectores no plantean preferencias estáticas, sino que éstas son versátiles y
adecuadas en distinto grado a sus necesidades adaptativas. Las
estrategias de alta movilidad que corresponden a estos
momentos están contrapuestas a otras de búsqueda y predilección intencional por un área determinada (ocupación
22
costera frente a penetración interior en altura), o de biotopos
considerados variados frente a otros que no lo son (territorios
contrastados frente a grandes llanos). Por ello, posiblemente la
etología homínida no se dirige hacia una circunstancia
concreta predeterminada, sino que busca los elementos potencialmente más interesantes que pueda proporcionar ese territorio durante su recorrido. Cuando los datos muestran un
hecho relevante y reiterado, como es una situación determinada de los asentamientos sobre el terreno circundante, ésta
no se puede explicar exclusivamente por elementos individualizados como la presencia de agua o las comunicaciones más
fáciles y rápidas, sino por la conjunción general óptima de
elementos favorables que proporciona el territorio. La nítida
vinculación del hombre con el espacio no puede ser enmascarada con actuales observaciones subjetivas sobre lugares de
aguada, biotopo adecuado, alta insolación, etc. El hábitat y el
asentamiento deben verse como un elemento de carácter
general no restrictivo, inserto en un espacio cuya principal
plasmación para momentos del Pleistoceno medio y superior
inicial es el «corredor natural» (Fernández y Villaverde 2001).
La distribución cartográfica muestra una concentración
de yacimientos en el área comprendida entre los corredores
de la Canal de Montesa y Vinalopó con el Mediterráneo.
Estos ejes pueden ser considerados la mejor comunicación
con el interior peninsular, a través de la Submeseta sur, delimitando un espacio –comarcas centromeridionales– que
combina diferentes zonaciones ecológicas y accesos interior-costa. El estudio de éstos y sus variables puede ayudar a
comprender las características del principal núcleo conocido
de poblamiento paleolítico en el País Valenciano.
Los indicios paleolíticos más antiguos y conocidos en
tierras valencianas corresponden al Pleistoceno medio.
Éstos son escasos y se sitúan en el área costera, con explotación de las amplias llanuras prelitorales. Esta situación se
apoya también en la existencia allí de numerosos depósitos
paleontológicos –Orpesa, Vilavella, Almenara, Sueca,
Cullera, Xàbia, etc.– que vendrían a confirmar la existencia
de abundantes recursos bióticos. Los espacios que configuran los corredores naturales y la ubicación en los mismos
de medios kársticos constituyen los elementos más prometedores en la ubicación de nuevos yacimientos del Pleistoceno
medio. La prospección sistemática y general de los depósitos fluviales en su salida a los llanos prelitorales constituye
un potencial desconocido que deberá abordarse en el futuro
para poder interpretar de forma global las características del
poblamiento antiguo.
[page-n-36]
II. EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO COVA DEL BOLOMOR
El topónimo “El Bolomor” no es frecuente en las
fuentes documentales de La Valldigna; cuando aparece hace
referencia a la partida, barranco y fuente del Bolomor. El
escrito más antiguo que conocemos es un documento de
1693, que sitúa esta partida municipal (Toledo 1992: 57).
Posiblemente el significado de Bolomor se pueda vincular
con «salida de aguas», correspondiendo al impetuoso e irregular drenaje hacia La Valldigna de la vertiente norte del
macizo del Mondúver. La cavidad adoptaría el nombre
Bolomor al relacionarse con estos elementos geográficos de
mayor entidad y difusión.
II.1.
lógicos de esta importante cueva osífera junto al naturalista
Eduardo Boscá (Vilanova 1893: 13 y 21). Los materiales
recogidos por Vilanova fueron donados para la creación de
las colecciones del Museo Arqueológico Nacional (exp.
1868/51), números 21 y 22: «hachas de calizas silíceas de
las cuevas del Bolomort (Tavernes de Valldigna)» y número
23: «brechas huesosas con piedras del id» (fig. II.2), y constituyen parte de los primeros fondos fundacionales de esta
institución (Cacho y Martos 2002: 385). Los datos proporcionados por Leandro Calvo, geólogo y religioso aragonés
afincado en Gandia, que exploró la cueva en varias
ocasiones desde la década de 1880 (Calvo 1908), sirvieron
HISTORIA PREVIA A LAS
INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS
La información escrita más antigua conocida sobre la
Cova del Bolomor hace referencia a la búsqueda en el interior de la cavidad de inexistentes tesoros por los vecinos del
pueblo de Tavernes de la Valldigna en torno a la década de
1860, relato que recoge Leandro Calvo en el diario comarcal
Litoral (nº 183-1884) de Gandia:
«Estimulados los habitantes de la Vall por la codicia y
creídos sin duda que se destinaba en otro tiempo el dinero
para enriquecer a los muertos, trabajaron para desencantar
a la fuerza de los barrenos los tesoros escondidos en aquel
Cementerio de Moros. No contentos con despeñar tanta
preciosidad ... –dientes de carniceros, ciervos, algún paquidermo y también pequeños pedazos angulosos de pedernal
blanco– ..., continuaron excavando hasta las entrañas del
monte la rendija cada vez más angosta. La generación
presente ya se da por desengañada, y Dios haga que los venideros conserven lo poco que los presentes han respetado».
Esta actividad posiblemente ya había finalizado cuando
en el verano de 1867 el catedrático de geología Juan Vilanova y Piera (fig. II.1) explora y recoge materiales arqueo-
Fig. II.1. Juan Vilanova y Piera (1821-1893).
23
[page-n-37]
En el año 1923, a consecuencia del descubrimiento de la
necrópolis de la Cova del Barranc de les Foietes en un
barranco contiguo y a escasa distancia de Bolomor, el ayuntamiento solicitó la presencia de una comisión del Colegio
de Doctores de Madrid para examinar las cavidades prehistóricas del valle, y en noviembre de 1924 el Dr. Carrillo y el
alcalde y médico de Tavernes Francisco Valiente exploraban
la cueva (Barras de Aragón y Sánchez 1925: 155-157):
«Encontróse allí una gran oquedad, semejante a la
entrada de una gruta, como de unos 10 m de elevación. En
sentido opuesto a la pendiente de la ladera montañosa hay
un entrante en forma de rapidísimo declive, y a la derecha
entrando se ve como el comienzo de una sima cuya boca
mide aproximadamente dos metros de diámetro. Pero lo
verdaderamente notable y digno de consideración y estudio
es el hecho de que las paredes y techo de la oquedad están
constituidas por un conglomerado de caliza y huesos de
diferentes especies animales, en forma de durísima roca. Su
variedad es grandísima: huesos largos, cortos, planos,
trozos de mandíbulas, asta y molares de gran tamaño pertenecientes a especies herbívoras y caninos de especies carnívoras. Prolijamente examinó el Dr. Carrillo este conglomerado sin hallar en el mismo un solo vestigio humano».
Fig. II.2. Inventario de la colección Vilanova y Piera. Museo Arqueológico Nacional (Exp. 1868/51).
para plasmar una primera y somera descripción estratigráfica en el libro Simas y Cavernas de España (1896: 343) del
geólogo Gabriel Puig y Larraz:
«El suelo de la cavidad está constituido por un depósito
de arcilla roja entremezclada con huesos de animales y fragmentos de instrumentos de pedernal, comprendido dicho
depósito por dos capas de caliza estalagmítica, una inferior
a él y otra superior. En el país al depósito fosilífero le llaman
el Cementerio de los Moros».
Durante la primera mitad del siglo XX naturalistas e investigadores visitan y comentan el depósito brechificado con
industria y fauna. Así, en el año 1913 el abatte Henri Breuil
visitó La Valldigna con Leandro Calvo (Blay 1967), y en 1932
Luis Pericot recogió un lote de materiales de la Cova del
Bolomor que fueron depositados por H. Breuil en el Institut de
Paléontologie Humaine de Paris (Bru y Vidal 1960). A principios del siglo XX Bolomor es ya considerado junto a Cova de
les Meravelles, Cova del Parpalló y Cova Negra como un importante yacimiento que «confirmaba la presencia del hombre
prehistórico» en tierras valencianas (Boscá 1901, 1916, Barras
de Aragón y Sánchez 1925), aunque era considerado como un
conchero –Kjoekkenmoeddings– siguiendo la tendencia de la
época (Fletcher 1976: 18) (archivo SIP). Posiblemente el catedrático de Ciencias Naturales Eduardo Boscá visitó la cavidad
en varias ocasiones, pues poseía una colección de materiales de
la misma de la que existe un depósito de fragmentos óseos en
los fondos de la Facultad de Biología de Valencia. El mismo
clasificó los restos faunísticos de ciervo y caballo como Equus
adamaticus (Pericot 1942: 277, Sarrión 1990: 30).
24
En esta misma época la publicación Topografía médica
de Tabernes de Valldigna recoge las dimensiones de la
cavidad (Grau Bono 1927: 22):
«Es notable esta oquedad, cuyas dimensiones son de tres
metros de anchura por otros tantos de profundidad… según
autorizadas opiniones debió servir de morada al hombre
primitivo».
A principios de 1930, la Secció d’Antropologia i
Prehistòria del Centre de Cultura Valenciana exploró la
cueva ingresando en la institución un lote de materiales
arqueológicos procedentes de ésta (C.C.V. 1931). Hacia
1935 y sin que haya podido ser localizada ninguna documentación escrita, tuvieron lugar amplias actividades de
extracción de piedra mediante vaciado con dinamita de una
importante parte del depósito arqueológico. Esta actividad
minera arrancó bloques cúbicos de varias toneladas de peso
y otros cilíndricos de 95 cm de diámetro, que fueron bajados
con cadenas tiradas por bueyes hacia el pueblo. Parte de las
mismas al parecer se utilizaron para elaborar las mesas de
piedra del desaparecido casino, según testimonios orales.
Las actividades vinculadas a la «búsqueda de tesoros»
de 1860-70, según se desprende del relato de L. Calvo, se
realizaron mediante la utilización de barrenos intentando
profundizar «hacia las entrañas cada vez más angostas».
Estas labores requirieron medios, organización y presupuesto económico, afectando a sectores como la galería y/o
la sima que reúnen las condiciones de grieta angosta. Sin
duda alguna estas actividades se desarrollaron durante largo
tiempo, tal vez favorecidas por algún hallazgo metálico
protohistórico o por la obstinación fantasiosa. Cuando en
1880 Leandro Calvo visita la cueva, el «suelo» estaba
formado por un depósito de arcilla roja entre dos niveles
estalagmíticos. La primera valoración que implica esta
descripción es que no existía de forma extensa el nivel
[page-n-38]
arqueológico I, de color negro intenso y fácil erosión. El
nivel rojo citado puede corresponder a diferentes niveles
cálidos o de terra rossa como el nivel IV o el XIII, ambos
limitados por paquetes estalagmíticos. Probablemente se
trate del primero. En 1924 la entrada a la cavidad se realizaba por la parte central como en la actualidad, y ésta
mostraba una altura de 10 m con fuerte declive a la derecha
(al sur) y con presencia allí de la sima, de dos metros de
boca. La existencia recalcada de fuertes depósitos osíferos
en techos y paredes debe referirse al Sector Norte. Los datos
de V. Grau que también corresponden al año 1924, indican
una escasa anchura para la cueva, por lo que es posible que
una parte del depósito central de la cavidad aún existiera.
Hacia 1935 debieron producirse las actividades mineras
en busca de los mantos estalagmíticos basales para su explotación industrial. Se utilizaron barrenos, con extracción de
bloques y escalonamiento con trincheras del Sector Norte. En
el extremo sur se produjo la perforación del pozo de 3,5 m y
95 cm de diámetro mediante barrenado. Las actividades de los
años 1930 debieron ser intensas y abandonadas al agotarse la
cantera pétrea. Estas labores produjeron transformaciones y
acondicionamiento para la extracción de piedra y el vertido de
tierras al barranco como desecho. La fuerte rampa que existe
en el Sector Oeste es debida al vertido sedimentario, mientras
que la extracción pétrea corresponde al Sector N que aún
muestra bloques abandonados de la actividad minera.
La excavación arqueológica ha permitido obtener información de estas actividades que muestran la existencia de una
dinámica que consiste en perforar para posteriormente
rellenar la perforación y desarrollar una nueva en sus proximidades. Esta actuación genera en muchos sitios una estratigrafía “invertida”. Existen oquedades generadas por la actividad de un sólo operario con las dimensiones justas para él y
su herramienta (pico). La misma estuvo muy planificada pues
el abancalamiento encontrado ha sido cuidado y se observa la
existencia de restos de yeso que debieron apuntalar andamiajes. Los fragmentos de botijos, cazuelas con restos óseos
y fragmentos metálicos de las herramientas hablan de una
actividad importante y con numerosos operarios. Todas estas
labores a lo largo de los siglos XIX y XX hicieron desaparecer
cerca de un 70% del depósito arqueológico.
El yacimiento, a partir de la década de 1970, recibe una
cierta atención bajo la óptica principal de su catalogación. El
S.I.P. en 1975 le incluye entre sus visitas (Fletcher 1976: 18),
llegando a recoger sedimentos en 1977 (Fletcher 1978: 19) y
practica una cata de urgencia de 1 m que afectó a los niveles
superiores (estrato I, cuadro B4) por J. Aparicio, quedando el
depósito arqueológico considerado de «industria íntegramente musteriense, estando presente la técnica levalloisiense y que los tipos son pequeños» (Fletcher 1978: 19,
1982: 72).
En junio de 1982, como consecuencia de la exploración
subacuática que realicé en Clot de la Font a requerimiento del
ayuntamiento de Tavernes, visité varias cuevas del término
municipal acompañado por miembros del Centro Excursionista de la localidad. Hoy aún recuerdo la fuerte impresión
que causó aquella majestuosa estratigrafía con huesos e
industria lítica en un ilusionado estudiante de prehistoria. Ese
mismo día notifiqué al Departamento de Prehistoria de la
Fig. II.3. La entrada del yacimiento en 1982.
Universitat de València aquel hallazgo: «el primer paleolítico
inferior en tierras valencianas con industria tayaciense»,
como se consideraba entonces. Seguidamente busqué durante
varios años el respaldo necesario con el fin de crear un
equipo multidisciplinar de estudio y la presentación de un
proyecto que pudiera hacer factible la excavación arqueológica. Éste fue asumido e impulsado por M.ª P. Fumanal y se
Fig. II.4. Vista interior del yacimiento.
25
[page-n-39]
aprobó por la Conselleria de Cultura en el año 1989, iniciándose la primera campaña de excavación a finales de aquel
mismo otoño, dirigida por Pere Guillem y Josep Fernández y
vinculada al Servicio de Investigación Prehistórica de la
Diputación de Valencia (Fernández Peris 2001).
II.2.
LAS INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS
(1989-2003)
Las intervenciones arqueológicas corresponden a las
campañas de excavación que desde el año 1989 hasta 2003
se realizaron de forma planificada durante treinta días al año
y con el correspondiente permiso de la Conselleria de
Cultura de la Generalitat Valenciana. Los resúmenes de estas
actuaciones anuales forman parte de las memorias de excavación correspondientes y el material arqueológico del
presente estudio corresponde a las mismas.
El yacimiento, al inicio de las intervenciones, se hallaba
totalmente cubierto de una fuerte vegetación arbustiva y
arbórea junto a un relleno sedimentario caótico consecuencia de las actuaciones mineras y erosivas (fig. II.3 y II.4).
Campaña de 1989
La primera campaña se desarrolló entre los días 8 de
noviembre y 4 de diciembre. Las actuaciones iniciales
consistieron en acondicionar el área de actuación arqueológica y el acceso al yacimiento. El principal objetivo planteado fue el de documentar detalladamente la secuencia
estratigráfica del Sector Occidental. Se procedió a regularizar el depósito sedimentológico y a confeccionar el levantamiento planimétrico general. La secuencia estratigráfica se
dividió en XV niveles provisionales de los que se excavaron
el VI, VII, VIII, IX, X, XI y XII, numerados arqueológicamente de I a VIII. La excavación se centró en los cuadros
A2, A3 y A4, mediante capas de 10 cm. Los niveles fueron
analizados para su posterior estudio microfaunístico, sedimentológico, palinológico y para la obtención de dataciones
absolutas (fig. II.5).
Campaña de 1990
La excavación de este año no se realizó por falta de presupuesto económico. En el mes de enero se procedió al cierre y
protección del yacimiento mediante vallado metálico.
Fig. II.5. El Sector Oeste antes del inicio de las excavaciones en 1989.
Campaña de 1991
La segunda campaña se desarrolló entre los días 22
de marzo y 22 de abril. Los objetivos se dirigieron a
completar el estudio de la secuencia estratigráfica con la
mínima afectación en extensión. Se consideraron tres
conjuntos de diferente diacronía: niveles estratigráficos
superiores, intermedios e inferiores. Los superiores (I a V)
con potencia de 150 m, afectaron a los cuadros B3 y B4. La
excavación de los niveles intermedios (XIII-XV), con
potencia de 220 cm, se desplazó al sur (cuadros A3 y A2).
Los niveles inferiores (XV-XVII) se excavaron mediante los
cuadros C1, C1’, C2’ y C3’, buscando la regularización
Fig. II.6. Intervención arqueológica secuencial en 1991.
26
[page-n-40]
respecto del corte estratigráfico general. Los mismos finalizaron en un manto estalagmítico basal y estaban afectados
parcialmente por las antiguas obras mineras.
Esta campaña de excavaciones generó modificaciones
estratigráficas: el nivel I se dividió en Ia, Ib y Ic debido a la
individualización de dos niveles arcillosos y uno brechificado. El nivel XIII a su vez en XIIIa, XIIIb y XIIIc por la
existencia de tres niveles con variación de fracción y brechificación. En los niveles inferiores, el momento de caída de
bloques pasó a ser considerado nivel XVI, bajo el cual el
XVII se dividió en XVIIa, XVIIb y XVIIc, correspondientes
a dos niveles arcillosos y otro de plaquetas (b). Para toma de
muestras se extrajeron materiales sedimentológicos de los
niveles inferiores y el análisis polínico afectó a los niveles I
al XIV (fig. II.6 y II.7).
las que raíces, madrigueras y un substrato brechoso e irregular (Ib) condicionaron el proceso de excavación. Los
cuadros con sedimentación no alterada se excavaron de
acuerdo a un levantamiento tridimensional. En determinados cuadros el nivel Ia estaba totalmente erosionado como
en B2, y en otros incluso hasta el estrato Ib como en el
cuadro D2. Las brechas del nivel presentaron una morfología tubular propia de travertinos, muy erosionados y sin
apenas material arqueológico. Las características morfoestratigráficas determinaron el cierre de los cuadros D5, H5,
J3, J4 y J5 (6 m2) y la apertura de B2, D2, F2 y H2 (4 m2),
quedando el yacimiento con una extensión media de 14 m2.
Campaña de 1992
La tercera campaña de desarrolló entre los días 11 de
abril y 5 de mayo. El objetivo fue buscar una adecuada área
de excavación en extensión de los niveles más recientes del
yacimiento (Sector Occidental). Tras la limpieza superficial
de tierras removidas entre 3 y 40 cm se procedió a la excavación propiamente dicha dividida en tres niveles sedimentarios –a, b y c– que correspondían a los cuadros B2, D2,
D3, D4, D5, F2, F3, F4, F5, H2, H3, H4, H5, J3, J4 y J5 (16
m2). El nivel Ia se excavó mediante seis capas de 8 cm, en
Campaña de 1993
La cuarta campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 14 de octubre y 15 de noviembre. Se procedió a la
limpieza de los niveles inferiores para buscar áreas no afectadas por las antiguas remociones. Tras el vaciado parcial
del Sector Sur se constató que todo el depósito estaba allí
revuelto. En los niveles superiores se excavaron los estratos
Ia, Ib y Ic, a través de los correspondientes cuadros B2, B3,
B4, D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4. Se abandonaron definitivamente los cuadros B5, D5, F5 y J5 debido
a su potente brechificación.
El estrato II presentó coloración gris característica de un
volcado de cenizas y con pérdida de potencia hacia el oeste.
Fig. II.7. Análisis polínico de los niveles VI a XII.
Fig. II.8. Estructuras de combustión de los niveles IV y XI.
27
[page-n-41]
El estrato III, con fuerte brechificación, formaba un pavimento compacto que sellaba los niveles subyacentes. Éste se
levantó en capa única, con espesor variable entre 15-20 cm.
La profundización de los estratos I, II, y III confirmó la afectación del registro arqueológico por procesos postdeposicionales (raíces, madrigueras, brechas, etc.). En la base de la
secuencia se profundizó hasta comprobar que no existía
estratigrafía in situ por debajo del nivel estratigráfico XVII,
en toda el área sur. Distintos niveles de la secuencia fueron
analizados para la determinación de dataciones por los
métodos de Aminoácidos, Torio-Uranio y Termoluminiscencia.
Campaña de 1994
La quinta campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 4 de septiembre y 2 de octubre. Las tareas de excavación se centraron en los niveles IV y XV-XVIIa. Se
abrieron 11 m2: cuadros B2, B3, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3,
H4 y J3. Igualmente se procedió al cierre definitivo de los
cuadros D5, F5, H5 y J5 (4 m2), quedando el área con una
extensión de 12 m2. En los cuadros F3, F4, H3 y H4 del
estrato IV se documentaron estructuras de combustión (fig.
II.8). En los niveles inferiores se procedió a regularizar el
corte sagital actuando sobre los estratos XV, XVI y XVII.
Aquí la excavación se centró en los cuadros C3´, C4´, C5´y
E5´ (4 m2) del estrato XVII muy brechificado.
Campaña de 1995
La excavación de este año no se realizó por falta de
presupuesto económico.
Campaña de 1996
La sexta campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 7 de octubre y 3 de noviembre. Los objetivos se
centraron en incidir secuencialmente en la estratigrafía y se
paralizó la excavación en extensión iniciada en 1992. Los
niveles IV al X, con potencia total de 150 cm, se excavaron
a través de los cuadros B3 y B4 con el levantamiento de 22
capas. Igualmente se procedió al cierre definitivo de los
cuadros J3, J4 y H4 (3 m2), quedando el área con una extensión media de 11 m2.
Los niveles XI al XIV, con potencia de 220 cm, se
excavaron a través de los cuadros B4, A1, A2 y A3 (4 m2),
y mediante 25 capas con potencia variable dependiendo de
las características sedimentológicas de cada capa, así como
de la presencia o no de materiales. Los niveles XV al XVII,
con potencia de 240 cm, se excavaron mediante los cuadros
A1, A2, A3, C2, C3´y C4´ (6 m2) y el levantamiento de 38
capas. El nivel X, formado por plaquetas gravitacionales,
es estéril por su génesis. Igualmente el estrato XVI que
corresponde a la mayor presencia de grandes bloques y que
se vincula al hundimiento del techo de la cueva. El estrato
XVIIb, nivel pétreo que sellaba los niveles subyacentes,
fue levantado mecánicamente, apareciendo el XVIIc fuertemente brechificado. Esto hizo que los cuadros C5’-E5’
fueran abandonados.
28
Campaña de 1997
La séptima campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 22 de septiembre y 20 de octubre. Los objetivos se
centraron en la secuencia litoestratigráfica y en la actuación
por primera vez en el Sector Oriental. La excavación de este
sector buscó acceder a otros niveles más profundos sin necesidad de actuar sobre los potentes paquetes sobrepuestos. El
nivel IV se excavó a través de los cuadros D2, D3, D4, F2, F3
y F4 (6 m2) y seis capas de 10 cm. El nivel V apareció con
mayor potencia hacia el interior del yacimiento. En la línea
de reducir el área de excavación, escalonar ésta y acelerar los
ritmos de trabajo en profundidad se cerraron los cuadros H2,
H3 y H4 (3 m2). El estrato XIII del área oriental con potencia
de 220 cm se excavó a través de los cuadros N4, N5, O4, O5,
Q4 y Q5 (6 m2).
La actuación en el Sector Oriental junto a la pared de la
cueva dio como resultado la existencia de una gran perforación y escombrera de las antiguas obras. Tras la limpieza de
todo este revuelto de 15 m2 apareció un “testigo” intacto de
2 m2 correspondiente a los cuadros parciales N4 a Q5, que
se excavó en sus primeras capas. Se procedió a la realización
de un sondeo en los cuadros O6-Q6 (2 m2) para saber su
máxima profundidad, que fue de 5 m, con aparición del nivel
XVII. Para individualizar la remoción o escombrera se abrió
una zanja en los cuadros G4-G7 a I4-I7 (8 m2). La extracción
de todo el revuelto se realizó mediante paquetes sedimentológicos de diferente coloración (XIII, I sub XIII y sub I A).
Estos depósitos poseían rasgos de “estratigrafía inversa”,
consecuencia del volcado minero. Se extrajeron unos 30 m3
de tierras removidas que fueron cribadas con malla de 1 cm.
Campaña de 1998
La octava campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 15 de septiembre y 13 de octubre. Los objetivos se
centraron en la excavación de los estratos IV y V a través de
los cuadros A2, B2, D2, D3, F2 y F3 (6 m2). El primero (IV),
con potencia media de 30-50 cm, excavando las últimas
capas entre las cotas 230-260, quedando finalizado. El segundo (V) mediante tres capas de 10 cm y con brechificación basal. Se hizo efectivo el abandono de los cuadros D4 y
F4, donde una potente brecha imposibilita la excavación y
bajo los que existe el gran bloque de hundimiento de visera.
En la línea de reducir el área de excavación se cerraron los
cuadros B1, D1, F1, H1, H2, H3 y H4 (7 m2), quedando una
extensión de 6 m2.
La actuación en el área oriental fue ganando profundidad y extensión hacia el Norte y Este, apareciendo una
galería a 5 m de profundidad con un recorrido de 15 m. Esta
gran remoción de unos 100 m3 de tierras fue cribada proporcionando abundante material arqueológico, que quedó inventariado en 161.178 huesos y piezas líticas.
Campaña de 1999
La novena campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 13 de septiembre y 10 de octubre. Los objetivos se
centraron en la excavación del estrato V, que finalizó en la
capa 4 y dio paso a uno de los más potentes pavimentos
[page-n-42]
brechificados del yacimiento, el estrato VI. Éste se levantó
en bloque con una potencia de 25 cm, fue troceado y se
extrajeron de él escasos materiales arqueológicos. El estrato
VII se excavó en 6 m2 mediante once capas y poco material
arqueológico, entre las cotas 250-350. El estrato VIII, individualizado por su brechificación, se excavó en capa única
de 15 cm y sin materiales arqueológicos. Igualmente, el
estrato IX, menos brechificado y con lajas pétreas, se levantó en capa única y sin materiales arqueológicos. El estrato X
corresponde a un nivel pétreo de plaquetas desprendidas del
techo. El último nivel excavado en este sector fue la primera
capa del XI, también sin materiales. En las otras áreas del
yacimiento, únicamente se actuó sobre una remoción existente junto a N4-Q5 (4 m2).
Campaña de 2000
La décima campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 18 de septiembre y 16 de octubre. Los objetivos se
centraron en la excavación de los estratos XI, XII, XIII, XIV
y XV. Éstos, con potencia de 420 cm, se excavaron a través
de los cuadros A2, B2, B3, D2, D3, F2, F3, N4, N5, O4, Q3,
Q4 y Q5 (12 m2) y mediante el levantamiento de capas artificiales con potencia media de 10 cm. En el Sector Occidental se excavó el estrato XI con cinco capas y escasos
restos óseos. El nivel XII se excavó igualmente mediante
cinco capas en los cuadros B2, B3, D2, D3, F2 y F3 (6 m2).
En el Sector Oriental y junto a la pared de la cueva se excavaron 19 capas (cotas 630-775), afectando a los cuadros N4,
N5, O4, O5, Q3, Q4 y Q5 (5 m2) y con reducción de la
superficie en profundidad al aflorar el manto estalagmítico.
dental, oriental y septentrional, a través de la excavación de
los estratos XII, XIII y XV El Sector Occidental se excavó
.
mediante los cuadros A2, A3, B2, B3, D2, D3, F2 y F3 (7 m2)
del estrato XIII, con las capas 5, 6 y 7 (cotas 500-530). En el
Sector Norte se excavó el estrato XII, fuertemente brechificado y mediante los cuadros G8, G9, K8, K9 (3 m2), documentando detalladamente este fuerte y rico pavimento arqueológico de difícil extracción. En el Sector Oriental, tras los
cuadros N, los O4 y O5 se vieron muy reducidos al ir en
aumento el manto estalagmítico. Se excavaron tres capas: 9,
10 y 11, con cotas entre 790-820 y se procedió al levantamiento topográfico con una estación total.
Campaña de 2003
La décimo tercera campaña de excavaciones se desarrolló entre los días 16 de septiembre y 12 de octubre. Los
objetivos y trabajos fueron la continuación de la excavación
de los estratos XII, XIII y XV. En el Sector Occidental se
excavó el estrato XIII, capas 8 a 11 (cotas 530-570) de los
cuadros A2, A3, A4, B2, B3, B4, D2, D3, F2 y F3. En el
Sector Norte la excavación del estrato XII, fuertemente
brechificado, fue mediante los cuadros G8, G9 e I9. En el
Sector Oriental, al aumentar el manto estalagmítico se redu-
Campaña de 2001
La undécima campaña de excavaciones se desarrolló
entre los días 10 de septiembre y 9 de octubre. Los objetivos
se centraron en abrir un tercer sector para aumentar el área
de actuación. Se regularizaron los cortes sagital y frontal del
área septentrional y oriental de la cueva. El estrato XII se
excavó mediante las capas 6 y 7 (cotas 440-460) y dió paso
al estrato XIII, sobre el que se actuó en las tres primeras
capas (cotas 470-500). En el Sector Norte, una vez cuadriculada el área, se regularizó el corte sagital. Los cuadros
excavados fueron E8, E9, G8, G9, K8 y K9, la mayoría con
extensión parcial, por lo que el área real de excavación fue
de unos 3 m2. Se excavó el estrato XI en capa única donde
aparecieron dos hogares en los cuadros I9 y K9. Levantados
éstos y realizados los análisis se inició la excavación del
estrato XII, fuertemente brechificado. En el Sector Oriental
únicamente se excavaron las capas 7 y 8 del estrato XV
(cotas 770-790), mediante los cuadros O4, O5, Q4, y Q5 (4
m2). En las tareas de limpieza se actuó en el área occidental
del yacimiento que da al barranco, para individualizar los
bloques existentes y relacionar con el colapso de la visera.
La escasa sedimentación existente y removida se consideró
como Remoción exterior.
Campaña de 2002
La duodécima campaña de excavaciones se desarrolló
entre los días 16 de septiembre y 14 de octubre. Los objetivos
y trabajos fueron la continuación en los tres sectores: occi-
Fig. II.9. Situación del yacimiento Cova del Bolomor.
29
[page-n-43]
jo la extensión del mismo a 2 m2. Se excavaron las capas 12
y 13 del estrato XV y se procedió a la apertura de los
cuadros O6, 07, Q6 y Q7 tras la limpieza de la sedimentación removida que los cubría. Ésta corresponde al “Ia sub
XIII”, sigla que equivale al nivel sedimentario Ia.
II.3.
CONTEXTO GEOLÓGICO Y GEOGRÁFICO
La Cova del Bolomor se sitúa en la fachada septentrional
del Macizo del Mondúver y en la vertiente meridional de la
depresión de La Valldigna, dentro del extremo más nororiental de la Zona Prebética (fig. II.9 y II.10). Este macizo es
estructuralmente un domo anticlinal (Domo Jaraco) constituído por calizas y dolomías cretácicas sobre materiales jurásicos poco aflorantes y con un substrato de arcillas y yesos
del Trias en facies Keuper (Champetier 1972). La Valldigna y
el Macizo del Mondúver pertenecen al extremo nororiental
de la Unidad Hidrogeológica Serra Grossa, que se inserta en
el dominio de las Cordilleras Béticas (Pulido 1979). La Valldigna es el límite estructural entre los dominios Ibérico y
Bético. El Prebético nororiental se caracteriza por una sucesión de pliegues-fallas orientadas ENE-WSW, cuyo anticlinorio más septentrional es la Serra Grossa y en cuyo extremo
NE está el Macizo del Mondúver. La Serra de Corbera con
dirección NW-SE es el contrafuerte al otro lado del valle. La
Valldigna se puede considerar la prolongación de la Canal de
Montesa y coincide con la línea del Guadalquivir, el gran
accidente tectónico de zócalo que marca el límite de las
sierras béticas y que coincide con la denominada falla sudvalenciana (Brinkmann 1931) (fig. II.11).
Los afloramientos rocosos que rodean La Valldigna
corresponden a los dominios ya citados, sin apenas diferencias estratigráficas entre ellos. Prácticamente la totalidad de
los relieves montañosos corresponden al periodo Cretácico.
El corte geológico más interesante y completo es el de
Jaraco (fig. II.12) que representa una amplia secuencia estratigráfica desde el Jurásico al Campaniense inferior (Garay
1998). Tres tramos son significativos desde el punto de vista
del interés arqueológico que nos atañe: la base jurásica con
calizas micríticas ampliamente explotadas en Bolomor. El
tramo C8 de calizas grises del Coniacense-Santonense con
Fig. II.10. Vista aérea del yacimiento.
Fig. II.11. Geomorfología regional.
30
Fig. II.12. Secuencia geológica del sector de La Valldigna-Mondúver.
[page-n-44]
Fig. II.13. Mapa topográfico I.C.V. Escala 1: 10.000.
Fig. II.17. El yacimiento desde la entrada del barranco.
Fig. II.14. Ortoimagen de la ubicación de la Cova del Bolomor.
Fig. II.18. El yacimiento desde el interior del barranco.
Fig. II.15. El yacimiento desde el Mondúver.
Fig. II.16. El yacimiento desde La Valldigna.
Fig. II.19. Detalle de la boca del yacimiento.
31
[page-n-45]
nódulos de sílex. Por último el tramo C9 con dolomías
arenosas del Santonense-Campaniense inferior, donde se
ubica el yacimiento.
La materia prima pétrea es un elemento vital para el
desarrollo de las comunidades paleolíticas; esta circunstancia implica la localización de las fuentes de aprovisionamiento de la misma y éstas se vinculan principalmente a las
características litológicas del relieve. Litología y materias
primas son pues elementos de una misma realidad. El sílex
hallado en la Cova del Bolomor se presenta en forma de
nódulos y cantos de pequeño tamaño. En el área próxima al
yacimiento, los depósitos primarios localizados de sílex
corresponden al citado nivel de calizas grises del piso geológico Coniacense-Santonense, en cuya base y ocasionalmente
aparecen nódulos de sílex. También en la base del Dogger
(en áreas más lejanas) existen buenos riñones de sílex. Por
último, en los niveles del Santoniense también aparece, pero
con baja calidad en interestratificaciones sabulosas con
granos cuarcíticos. El actual litoral de arena incluye
pequeños nódulos de sílex cuyo origen no se puede relacionar con los depósitos primarios anteriores. Este sílex
aparece a lo largo de la costa y es posible que guarde relación con las antiguas cuencas continentales y aportación a lo
largo de la historia geológica de los ríos más próximos
(Xúquer, Vaca y Serpis), pero también puede proceder de
otros más lejanos, dada su amplia repartición actual.
Los materiales estudiados indican una procedencia
Primaria, Permotriásica y Wealdense para los distintos clastos cuarcíticos hallados en Bolomor. No existen estratos primarios cuarcíticos vinculados a la cuenca valenciana del
Xúquer, aunque sí secundariamente depósitos de cuenca
terciaria, datados como Helveciense-Tortoniense y de edad
Plioceno superior (Formación Jaraguas). Éstos son principalmente depósitos de conglomerado con elementos calcáreos cretácicos y jurásicos y cantos cuarcíticos con matriz
margo-arcillosa poco consistente. Las cuarcitas rojizas de
componente ferruginoso se vinculan bien a niveles Permotriásicos, al igual que las verdes, aunque éstas últimas
pudieran guardar mejor relación con depósitos de grauwacas
primarios. Las cuarcitas grises y amarillas, con clastos de
menor volumetría, parecen asociarse claramente a la facies
Weald, bien representada en la cuenca media del Xúquer.
Todos los cantos están muy rodados, con morfologías subesféricas y sin impactos mecánicos en las superficies corticales, lo que indica un abundante flujo hídrico en la génesis
de su modelado. No presentan morfologías rodadas planas,
características de los cantos marinos. Parece obvio su transporte principal por el Xúquer a lo largo de su historia geológica, desde su cabecera hasta el área baja o litoral, donde
fueron captadas y transformadas por el hombre.
Las calizas halladas en la Cova del Bolomor son micríticas y proceden de bancos tableados de color azul y verde de
edad Oxfordiense, situados principalmente en la vertiente
oriental de la Serra de les Agulles, aunque presentan una
amplia distribución en las comarcas de La Ribera y La Safor.
Muchas de estas piezas se hallan erosionadas y decalcificadas, siendo difícil reconocer las superficies corticales en
comparación al sílex y cuarcita. La presencia de clastos coluviales con aristas redondeadas, no subesféricos, dificulta la
clasificación de los posibles modelados rodados fluviales o
marinos. Sin embargo, determinadas piezas presentan una
innegable morfología marina plana, aunque son escasas a lo
largo de la secuencia litoestratigráfica de Bolomor.
Fig. II.20. Geomorfología de La Valldigna-Mondúver (Rosselló 1968).
32
[page-n-46]
La cavidad se sitúa en la margen derecha del barranco
del Bolomor, partida de La Ombria, a 2 km al SE de la
población de Tavernes de la Valldigna (fig. II.13 a II.19). La
cueva presenta una extensión de 35 m de larga con desarrollo N-S y 17 m de ancha E-W (600 m2). Sus coordenadas
geográficas según la Hoja núm. 770-IV (29-30) del Instituto
Geográfico Nacional, Ed. 1979, Escala 1:25.000, son: 0º 15´
03” de longitud Este, 39º 08´ 39” de latitud Norte y a 100 m
sobre el nivel del mar. El entorno corresponde a un amplio
farallón rocoso vertical que forma parte del flanco meridional de la depresión tectónica de La Valldigna, frente a los
mayores contrafuertes calcáreos de las sierras de Les
Agulles y de Corbera que la limitan al N. Desde su boca,
emplazada a modo de balcón colgado sobre el valle, se
domina una amplia área septentrional hasta el promontorio
de Cullera. Ésta se visualiza perpendicular al valle, de fondo
plano casi a nivel del mar y cruzada por el corto río Vaca.
Este territorio está formado por una prolongada restinga
hacia el sur que arranca de la Serra de Cullera y cierra la
franja de marjal, frecuentemente anegada. Al mismo se
contrapone por poniente un relieve montañoso dual (ibérico
hacia el NW y bético hacia el SW) con alturas entre 800-600
m. En el relieve bético densamente karstificado se encajan
barrancos de fuerte pendiente, como el del Bolomor, en cuya
salida al valle vierte la Fonteta del Bolomor y sus aguas
generan un pequeño cauce a La Valldigna y río de la Vaca.
Esta surgencia es el principal aporte hídrico kárstico del
entorno de Bolomor, que descarga los flujos hipogeos circulantes entre las calizas.
El clima actual de la zona es típicamente mediterráneo,
tipo Csa (Strahler 1979). La C representa una temperatura
media en el mes más frío entre 18 y -3º C, la s se refiere a
que posee una estación seca durante el verano, y la a se
vincula a una temperatura media en el mes más caluroso
superior a 22º C. La temperatura media es de 17,2º C con
variación mensual entre 11º C (diciembre/enero) y 25º C
(julio/agosto). Los datos pluviométricos de las estaciones
próximas (Gandia, Barx, Simat, Benifairó) clasifican el
clima como de tipo mediterráneo templado. La elaboración
de isoyetas medias anuales sitúan al yacimiento con una
precipitación anual de 800 mm. Las precipitaciones quedan
concentradas principalmente a lo largo del otoño y, en menor
medida, durante la primavera, mientras que son menos
frecuentes en verano. En el registro de estos elevados valores
juega un papel muy importante la orografía comarcal: las
sierras se interponen a los vientos del NE y se favorece la
caída de lluvias, convirtiendo el lugar en uno de los lugares
más húmedos de las tierras valencianas. Así pues, el yacimiento queda enclavado en una llanura litoral lluviosa. Nos
encontramos en una zona de clima semiárido donde los
procesos geomórficos (morfoclimáticos) dominantes son el
agua, la alteración de la roca, los procesos erosivos, etc., que
originan conos, aluviones, pendientes, etc.
La vegetación actual que rodea el barranco es típicamente mediterránea, adaptada a la sequía estival, perennifolia, de hojas pequeñas y coriáceas. Los antiguos carrascales climáticos han desaparecido, resultado de un largo
proceso de degradación (incendios, pastoreo, prácticas agrícolas, talas abusivas, erosión, etc.). Hoy predominan los
campos de cultivo y una vegetación arbustiva con romero,
tomillo, jaras, palmito, etc. El barranco del Bolomor, por su
topografía y orientación, es un magnífico ejemplo de refugio
de vegetación en el que crece el fresno de flor (Fraxinus
ornus), durillo (Viburnum tinus), madreselva (Lonicera
implexa), zarzaparrilla (Smilax aspera), aladierno (Rhamnus
alaternus), cade (Juniperus oxycedrus) y sabina negral
(Juniperus phoenicea), representantes del antiguo bosque
mediterráneo.
II.4.
GEOMORFOLOGÍA Y EVOLUCIÓN
PALEOKÁRSTICA
El marco geomorfológico de la Valldigna está configurado por los relieves ibéricos de la Serra de les Creus al N,
muy denudados y con fuerte gradación hacia el valle, y el
macizo bético del Mondúver al S. El centro ocupado por el
valle está cubierto de potentes materiales sedimentarios
cuaternarios. Por el este La Valldigna queda abierta al
Mediterráneo en un ambiente de marismas y dunas que
enlaza con el llano litoral. Cova del Bolomor forma parte
EDAD
S. ALPINA
CLIMA
PROCESO
RESULTADO
0.1 m.a.
Würm
Frío y húmedo
Relleno y pedogénesis
Rellenos de cueva
0.12 m.a.
Riss-Würm
Cálido
Litogénesis y karstificación
Red de drenaje definitiva
0.35 m.a.
Riss
Frío y húmedo
Brechificación y karstificación
Relleno de brechas
0.6 m.a.
Mindel-Riss
Cálido y templado
Litogénesis y karstificación?
Costras y coladas
Mindel
Frío y húmedo
Brechificación
Red de drenaje
Günz-Mindel
Cálido y templado
Litogénesis calcítica
Costras y coladas
Günz
Frío moderado
Fase tectónica y brechificación
Fracturas abiertas
Donau-Günz
Cálido
Karstificación
Paleokarst
1.1 m.a.
3 m.a.
Pre-Günz
Frío moderado
Karstificación
Paleokarst
8 m.a.
Sin glaciación
Oscilaciones cálidas
Karstificación intensa
Paleokarst
Cuadro II.1. Ensayo de correlación de las formas kársticas del Mondúver (Garay 1990). Modificado.
33
[page-n-47]
Fig. II.21. Geomorfología del área de la Cova del Bolomor
(Roselló 1968).
de este marco y más concretamente en la margen derecha
de un pequeño cañón kárstico de dirección N-S, en el
extremo septentrional del Mondúver. El relieve topográfico
de 300-400 m de altitud se presenta amesetado y altamente
karstificado, cubierto de campos de dolinas y cruzado por
sistemas de diaclasación y cañones kársticos que funcionan
como cortas torrenteras que crean conos de deyección en el
contacto con el valle. Esta situación genera una orografía
muy contrastada entre el llano y la montaña, entre los dos
elementos topográficos que definen nuestro yacimiento
arqueológico: la Valldigna y el Mondúver (fig. II.20 y
II.21).
El Macizo del Mondúver presenta formas de paisaje
paleokárstico propias de tipos climáticos diferentes de los
actuales. Son de reseñar los denominados “pináculos” o
columnas rocosas aisladas que alcanzan hasta los 15 m de
altura y que se relacionan bien con las formas de karst
tropical (pinnacle karst). Igualmente los campos de dolinas
cónicas se vinculan con otras formas tropicales (cockpit
karst) e incluso algunos cerros cónicos aislados (kegel karst)
(Garay 1990). El clima del Mioceno superior-Plioceno, en el
ámbito de las Cordilleras Béticas, debió ser similar al Villafranquiense. Este clima durante un periodo tan dilatado sería
la causa de una intensa karstificación general con diferentes
sistemas morfoclimáticos, en función principalmente de la
altitud (Pezzi 1975). En la Cordillera Ibérica la karstificación se relaciona con la «superficie de erosión finipontiense» y el paso del Plioceno al Cuaternario (Gutiérrez y Peña
1975). Igualmente en Baleares la formación de importantes
cavidades acontece en un clima tropical precuaternario
(Ginés y Ginés 2002). Es evidente pues que el karst mediterráneo ha heredado formas de relieve propias de un karst
tropical húmedo (poljés, mogotes, cavernas, etc.) datados del
Terciario y con una fuerte evolución de los mismos durante
el posterior Pleistoceno.
Una de las formas endokársticas que mejor orientan
sobre la evolución del paleokarst son las dolinas. Numerosas
de éstas presenta el área estudiada en el entorno de Bolomor,
con fracturas fosilizadas por brechas que amplían su incidencia a laderas y conos de deyección. Estas fracturas de
orientación predominante N-S cortan las dolinas de forma
Fig. II.22. Planimetría del yacimiento Cova del Bolomor.
34
[page-n-48]
aleatoria, circunstancia que las sitúa cronológicamente con
posterioridad a las mismas, ya que si no fuera así, éstas
habrían incidido determinando la morfología, dirección y
posición de los sumideros en las mismas. Las brechas certifican una segunda fase de activación de los procesos de
erosión kársticos. Estos depósitos brechificados parecen
asociarse a climas rigurosos, posiblemente de tipo periglaciar, y su orientación general es NNE-SSW a N-S. Es
frecuente también observar la existencia de estas brechas en
laderas y conos de deyección, en especial en la salida de los
barrancos a la Valldigna, y suelen estar organizadas en un
paleosuelo con capa superficial muy oscura y de elevado
componente arcilloso. También son frecuentes los «diques
brechosos» formados por brechas rubefactas y concrecciones calcíticas con varias decenas de metros de longitud.
La evolución del paleokarst del Mondúver (cuadro II.1)
tiene como momento inicial de nuestro interés el Mioceno
superior-Plioceno, periodo que aporta un efecto importante
en el proceso inicial de karstificación respecto de las formas
que nos han sido transmitidas por la evolución geológica.
Estos momentos aportan al sector el carbonato cálcico y el
clima cálido capaz de favorecer la evaporación y por tanto
generaron importantes formas kársticas que se vieron afectadas en el Cuaternario antiguo por fracturas de orientación
N-S. En tiempos pleistocenos la instauración de climas más
rigurosos propiciaría la generación y acumulación de
brechas que rellenaron cavidades, laderas y conos de deyección. Cementaciones y encostramientos en el proceso genético de las mismas podría relacionarse con periodos de clima
mas benigno (interglaciares e interestadiales). Estos depósitos brechificados han sufrido procesos de karstificación y
reexcavación posteriores en un clima húmedo y cálido o
templado. Finalmente en el Würm se originarían los depósitos más recientes, tanto rellenos de cuevas como suelos de
tipo periglaciar de laderas y conos de deyección.
En resumen, la karstificación que ha sufrido el territorio
presenta dos fases principales. Una con clima tropical
húmedo y atribuida al Plioceno inferior, y otra cuaternaria,
de ubicación exacta desconocida pero que se vincula a un
momento climático húmedo, templado o cálido. Éste, por su
duración, encontraría mejor acomodo en los interglaciares
Mindel-Riss o Riss-Würm.
II.4.1. LA CAVIDAD Y SU EVOLUCIÓN
Los grupos de fenómenos subterráneos identificados en
el Macizo del Mondúver son: cuevas surgentes con actividad
hídrica, sumideros y simas de la zona de absorción o recarga
del karst y cavidades colgadas por encima del nivel piezométrico (cavernas residuales o relictas). Cova del Bolomor
Fig. II.24. Reconstrucción de la evolución cuaternaria del marco
físico y Cova del Bolomor.
Fig. II.23. Planta del yacimiento con la distribución interna de sus
elementos estructurales y sedimentológicos.
35
[page-n-49]
puede considerarse entre éstas últimas, aunque funcionalmente en el aparato kárstico actúa como elemento de transición entre las cavidades absorbentes y las surgentes, eso sí
de forma parcial y temporal (fig. II.22).
La evolución de la Cova del Bolomor a grandes rasgos
ha podido ser la siguiente (cuadro II.2): una fase de formación interna en la que se formaría la oquedad condicionada
por las características de la estratificación, donde la disolución y fisuración serían mayores en sus vertientes E y S.
Creación de un fuerte manto estalagmítico de cristalización
muy compacto y sin elementos exógenos (E. XVIIIb) que
indicaría unas condiciones ambientales constantes, adecuadas y durante un amplio espacio de tiempo. Esto apunta
a que la incipiente caverna no estaba abierta al exterior, o al
menos no existía una boca amplia. La cronología de esta
primera y amplia fase genética bien pudiera situarse en los
momentos cálidos del Mioceno final-Plioceno (8-3 m.a). Un
cambio hipogeo posterior e importante se produciría con la
primera incorporación al depósito kárstico de pequeños
elementos exteriores que indican la abertura de una boca o
conducto al exterior (E. XVIIIa), posiblemente abierta en el
sector norte donde existe una menor potencia del roquedo y
una estructura litológica favorable. Este acontecimiento, por
sus características, podría ser puntual y cronológicamente
asignable ya al Pleistoceno medio, momento que el estudio
en detalle deberá precisar.
Las fases tectónicas de fracturación atribuidas al Cuaternario antiguo serían las que originarían la diaclasa basal que
actúa de sumidero principal de la cueva y que ya existiría en
el momento de abertura de la boca al exterior. En aquel
periodo el actual barranco del Bolomor no poseía su morfología actual. La ladera tendría una mayor proyección hacia el
valle y estarían instalados conductos kársticos funcionales
en el área que hoy ocupa el barranco. Estos conductos, cuyos
restos basales pueden observarse en la ladera de enfrente,
podrían tener vinculación con la actual Cova del Bolomor y
configurar una amplio aparato endokárstico, hoy totalmente
desmantelado. El retroceso progresivo de la fachada norte de
esta vertiente y la transformación de las formas exokársticas
del mencionado aparato, que se hecha a faltar –dolinas,
poljé, etc.–, darían origen al actual cañón kárstico de fuerte
verticalidad que seccionaría el cavernamiento, dejando
colgado y residual a modo de balcón lateral el pequeño
abrigo hoy conocido como Cova del Bolomor. Entre la
captura y el hundimiento de la bóveda debió mediar un
tiempo geológico relativamente corto. A partir del estrato
XV la potente incorporación de materiales alóctonos nos
indica una amplia abertura de la cavidad al exterior y una
mayor incidencia de la ladera. Al inicio del Riss, en base a la
geomorfología del entorno y la estratigrafía del relleno, el
yacimiento ofrecería con toda seguridad unas dimensiones
mayores, mermadas tras el colapso de grandes bloques
parietales y de la antigua bóveda, que la han reducido al
espacio actual. Este hundimiento cenital (nivel XVI, ca 300
ka) podría relacionarse por sus características con fenómenos sísmicos. Este “conducto cavernario” funcionó como
sumidero, condición que aún perdura, ya que en el fondo se
abre una oquedad vertical que permite el paso del agua hacia
áreas inferiores del aparato kárstico (fig. II. 23 y II.24).
II.5.
CRONOESTRATIGRAFÍA
Los depósitos sedimentarios acumulados en yacimientos kársticos en forma de estratos de diferente configuración, espesor y cronología configuran una cronoestratigrafía. Su origen está relacionado con ciclos de erosión,
transporte y sedimentación, que ha ido modelando lentamente el paisaje geográfico en el que se inserta el yacimiento. El análisis del depósito sedimentario se traduce en
una litoestratigrafía con significado climático como es el
caso que se presenta en Cova del Bolomor.
II.5.1. SECTORES, NIVELES Y UNIDADES
ESTRATIGRÁFICAS
Las actuaciones arqueológicas que se han desarrollado
en Cova del Bolomor han generado una dialéctica metodológica que se ajusta a una división topográfica en extensión
y en profundidad: sectores de excavación y niveles estratigráficos (cuadro II.3 y II.4).
EDAD
S. ALPINA
CLIMA
PROCESO
RESULTADO
0.1 m.a.
Wurm
Frío y húmedo
Relleno y pedogénesis
Rellenos de cueva. Paleosuelo negro
0.12 m.a.
Riss-Wurm
Cálido y húmedo
Litogénesis y karstificación
Red de drenaje definitiva, costras y
travertinos. Activación hídrica
0.15 m.a.
Riss III
Frío
Brechificación y karstificación
Relleno de brechas, plaquetas
0.25 m.a.
Riss II-III
Cálido y templado
Litogénesis y karstificación
Costras y coladas. Activación hídrica.
Terra rossa.
0.3 m.a.
Riss II
Frío y húmedo
Brechificación
Red de drenaje y hundimiento de la visera
de la cueva
0.35 m.a.
Riss I-II
Cálido y templado
Litogénesis calcítica
Costras y coladas
0.5 m.a.
Mindel
Frío y húmedo
Brechificación
Red de drenaje. Captura por el barranco
1 m.a.
Gunz
Frío moderado
Fase tectónica y brechificación
Diaclasación interna E-W
3-8 m.a.
Sin glaciación
Oscilaciones cálidas
Litogénisis y karstificación intensa
Formación manto estalagmítico basal.
Cavidad no abierta
Cuadro II.2. Ensayo de evolución kárstica del Mondúver, según los datos de Cova del Bolomor.
36
[page-n-50]
El relleno sedimentario de Cova del Bolomor está
formado en su mayor parte por material alóctono de origen
coluvial y –en menor medida– a través de conductos abiertos
en paredes o techo. A estos aportes se suman otros autóctonos gravitatorios procedentes de desprendimientos cenitales o de procesos de meteorización. La serie sedimentaria
que se apoya en el roquedo cretácico se inicia con potentes
niveles litoquímicos, en forma de mantos de calcita apilados,
en los que se alternan capas de carbonato puro cristalizado
con otras que incluyen materiales detríticos y microrrestos
faunísticos. Esta acumulación ocupa todo el suelo de la
cavidad, desde la entrada hasta el punto más interior, con
coladas adaptadas a una topografía irregular y con formaciones estalagmíticas procedentes de goteos cenitales. Sobre
este primer relleno se apilan nuevos materiales con proyección subhorizontal y potencia variable según el lugar entre 4
y 8 m. La estratigrafía de este cuerpo sedimentario detrítico,
estudiada por M.P. Fumanal (1993) sería en síntesis, de
techo a muro, en el sector occidental que es el de referencia
para todo el yacimiento la siguiente (fig. II.25 a II.28):
Nivel 0: está constituido por un paquete sedimentario
con potencia variable entre 3-50 cm que inicia la secuencia
estratigráfica, pero cuyo origen es debido al vertido de las
antiguas labores de remoción que se realizaron en el yacimiento. Compuesto por tierras y clastos que pertenecen
principalmente al nivel estratigráfico XIII. Este nivel no se
considera a efectos de estudio arqueológico.
Nivel I: la serie estratigráfica se inicia propiamente con
este nivel que presenta una potencia de 50 cm y una clara
complejidad que motivó su separación interna en tres tramos
o niveles: Ia, Ib y Ic.
- Ia: consiste en sedimentos finos, oscuros –negros–,
sueltos, de escasa o nula fracción y que se acomodan
al nivel encostrado inferior rellenando las oquedades y
desniveles.
Sectores de Excavación
Correspondencia
Estratigráfica
Sector Occidental (1)
VI a XVII
Sector Este
XIII a XVII
Sector Sur
XII a XVII
Nivel II: tramo con potencia de 20-30 cm que se
presenta masivo, con escasa fracción y sedimento arenolimoso transportados por arroyadas leves y de coloración
oscura –grisácea–. Se añade una pequeña cantidad de clastos
que se engloban en las brechas intercaladas. El ambiente
climático muestra una clara disponibilidad hídrica, con un
reparto de precipitaciones tal vez estacional, pero su aspecto
más constante parece ser el de un entorno suave.
Nivel III: tramo de 20 cm de potencia que está formado
por una brecha carbonatada con estructura masiva que
incluye pequeños cantos dispersos y alterados. Presenta un
contacto normal con el nivel IV, aunque pueden señalarse
ocasionalmente finas laminaciones horizontales de carbonato cálcico. Esta brecha presenta características muy similares a las del nivel VI.
Nivel IV: de entre 30-40 cm de potencia, está formado
por pequeños cantos dispersos en una matriz formada por un
60% de arena, levemente cementada de color ocre-amarillento. Los gruesos en general angulosos están algo alterados y su litología es caliza. Esta discreta proporción de
fracción gruesa disminuye respecto al nivel V. Ello parece
apuntar hacia cierta reactivación de los procesos morfogenéticos (no acusada en comparación con momentos precedentes) y parece desenvolverse en un ambiente posiblemente
fresco y algo mas árido que la situación anterior.
Nivel V: con potencia entre 30-40 cm es un nivel netamente arenoso que responde a flujos de energía creciente
hacia el techo con discreta proporción de fracción gruesa y
angulosa alterada. Aparece de color oscuro por la inclusión de
materia orgánica y restos de carbón. Se estructura ocasionalmente en agregados carbonatados de tamaño canto y grava.
I a XVII
Sector Norte
- Ib: es una brecha rica en restos óseos, que ocupa una
superficie irregular y localmente forma estructuras
tubulares o cilíndricas de varios centímetros de
diámetro.
- Ic: se presenta con un material arcilloso, ocasionalmente suelto, acompañado por escasa fracción gruesa;
esta composición queda enmascarada por la presencia
de grandes agregados carbonatados.
Cuadro II.3. Sectores de excavación y su relación estratigráfica.
(1) También llamado Área Superior o Sector Oeste.
Estratos
Niveles
I a XI
Niveles Superiores
XII a XIV
Niveles Intermedios
XV a XVII
Niveles Inferiores
Cuadro II.4. Niveles estratigráficos de la Cova del Bolomor.
Nivel VI: tramo de 20-30 cm de potencia totalmente
brechificado que incluye pequeños cantos dispersos. Se trata
de una brecha carbonatada de estructura interna masiva, con
abundante fracción fina que engloba pequeños cantos calcáreos, homométricos y de formas poliédricas. Es un nivel
continuo con máxima compactación dentro del conjunto
litoestratigráfico. La curva de frecuencia señala una circulación persistente de flujos moderados que transportan materiales arenosos bien seleccionados en los tamaños medios.
El movimiento intersticial de aguas muy saturadas en carbonatos a lo largo de periodos de estabilidad dará como resultado una fuerte cementación. Con total ausencia de indicadores de clima frío, el factor que protagoniza este tramo es
la humedad oscilante en un medio templado.
37
[page-n-51]
Fig. II.25. Vista general del Sector Oeste.
Fig. II.26. Excavación de los niveles I-XII.
38
Fig. II.27. Excavación de los niveles XIII-XVII.
[page-n-52]
39
Fig. II.28. Estratigrafía general longitudinal. Cuadros A-G.
[page-n-53]
Nivel VII: con potencia de 40-50 cm está formado por
pequeños cantos, gravas y arenas angulosos, a los que se
añade un material fino que parece significar cierta variación
hacia un entorno algo mas fresco y agresivo, aunque lejos de
las manifestaciones de las unidades XVII o XII. Enriquecido
en materia orgánica, sus materiales principalmente finos
forman agregados arcillosos con leve carbonatación. Los escasos cantos son poliédricos, pequeños y angulosos. Su
contacto con el nivel inferior es normal.
Nivel VIII: tramo de 10-20 cm de potencia con materiales finos encostrados, formando fragmentos de tamaño de
canto y grava a los que se unen otros elementos brechoides,
carbonatados, en posición secundaria. Material detrítico fino
introducido por flujos hídricos de suave energía en arroyadas
difusas o débiles concentradas. En el techo de este nivel se
desarrolla un delgado suelo estalagmítico que sella el depósito previo y que presenta una estructura laminar y forma
ocasionalmente pequeños gours. Momento estable y húmedo en que cesa la sedimentación detrítica dando paso a la
formación estalagmítica.
Nivel IX: con potencia entre 30-40 cm, formado en su
mayoría por pequeñas gravas de morfología variada y cierta
evolución. La matriz, rica en limos y arcillas, está suelta, con
un contenido bajo en carbonatos. Se estructura en pequeños
agregados. Material detrítico fino introducido por flujos
hídricos de suave energía en arroyadas difusas o débiles
concentradas.
Nivel X: Está formado por bloques aplanados dispuestos
horizontalmente sobre la superficie previa. Este nuevo
episodio gravitacional puede seguirse en todos los perfiles.
Episodio gravitacional que no interrumpe al parecer la continuidad de las características de las capas entre las que se
aloja (IX-XI). Sólo se observa una cierta pérdida de horizontalidad en la parte externa, puesto que en esta zona los
desplomes, más abundantes, presentan un aspecto caótico.
Nivel XI: con potencia entre 25-30 cm su estructura
general es masiva y en contacto normal con el nivel XII.
Disminuye considerablemente el porcentaje de gruesos que
en su mayoría son grandes agregados muy compactados.
Material detrítico fino introducido por flujos hídricos de
suave energía en arroyadas difusas o débiles concentradas.
En la base del nivel aparece una laminación oscura, que
puede obedecer a restos orgánicos, asimismo reconocible en
otros puntos del perfil.
Nivel XII: tramo de 50-70 cm de potencia en contacto
normal con una acumulación de grandes cantos en forma de
lajas, plaquetas de gelifracción y bloques, todos ellos muy
angulosos y con aristas frescas. Se disponen horizontalmente al suelo y entre sus intersticios la matriz es mínima.
Predominio de elementos angulosos, aristados y de bordes
frescos entre los que se cuentan abundantes plaquetas de
gelifracción en situación horizontal a la base, sin aparentes
traslaciones postdeposicionales; las condiciones rigurosas
40
afectan al marco inmediato. La fracción fina está prácticamente ausente, y apenas rellena esporádicamente los intersticios, o forma delgadas capas interpuestas. Se subdivide en
tres tramos cuya diferencia estriba en que entre el inferior
(XIIc) y el superior (XIIa), muy similares, se intercala un
episodio de plaquetas de gelifracción y bloques (XIIb).
- XIIa: plaquetas y bloques con mayor proporción de
finos.
- XIIb: formado por grandes lajas de desprendimiento
cenital que podrían ser consecuencia de una activa
destrucción de la roca por procesos hielo-deshielo que
sistemáticamente aparecen horizontales a la base.
Contexto marcadamente frío en dicha fase postdeposicional.
- XIIc: plaquetas y bloques con mayor proporción de
finos.
Nivel XIII: tramo de 110-120 cm de potencia en
contacto neto con el nivel XIV. Los gruesos, de morfología
marcadamente aplanada, son angulosos y subangulosos, e
incluyen fragmentos de revestimiento estalactítico cenital.
Aparecen en elevada proporción (70-80%), aunque forman
alineaciones o subniveles que alternan con otros solamente
arcillosos en una secuencia rítmica. La matriz es muy rica en
carbonatos en la base (XIIIc), que disminuyen hacia la zona
media (XIIIb), y vuelve a cementarse a techo (XIIIa). Dentro
de un entorno húmedo en su comienzo, la meteorización
mecánica de las calizas se manifiesta de nuevo, formando
aportes de cantos y gravas que alternan con pasadas de finos,
en su mayoría fragmentos de revestimiento estalactítico
cenital o bien elementos parietales de morfología aplanada.
- XIIIa: abundantes bloques con matriz cementada.
Climáticamente inicia la degradación del nivel XII.
- XIIIb: desaparecen los gruesos y predominan los
finos que corresponden a un climático suave.
- XIIIc: matriz fina predominante muy rica en carbonatos que corresponde a un climático cálido y húmedo.
Nivel XIV: tramo con potencia de 45-50 cm formado
exclusivamente por fracción fina, arenosa, de color rojizo y
estructura interna laminar, con notable carbonatación postsedimentaria de tipo pulverulento. Se observan numerosos
agregados microscópicos con pequeños cuarzos redondeados y brillantes. La instalación del XIV presenta un cambio
gradual pero muy acusado de las condiciones climáticas.
Desaparece por completo la fracción gruesa, en favor de un
sedimento fino, vehiculizado por continuos procesos de
arroyada de cierta energía. Esto se refleja asimismo en las
estructuras laminares del depósito, de trazo paralelo al suelo.
- XIVa: carbonatación arenosa.
- XIVb: fuerte carbonatación arenosa.
Nivel XV: tramo con potencia entre 130-160 cm.
Acomoda su base (XVb), en contacto neto, a la posición
[page-n-54]
Fig. II.29. Cuerpo sedimentario detrítico de la secuencia de Bolomor
(Fumanal 1993).
Fig. II.30. Cuerpo sedimentario con gruesos de la secuencia de
Bolomor (Fumanal 1993).
inclinada del nivel precedente, pasando gradualmente a una
proyección horizontal que perdurará ya en el resto del perfil.
Fuerte nivel de cantos (60%) y gravas (20%), en su mayoría
aplanados pero de bordes evolucionados engastados en una
matriz arenoarcillosa, entre los que se reconocen fragmentos
de estalactitas. Presentan una pátina de carbonato por todas
las caras y ofrecen una disposición desordenada y ocasionalmente cierta imbricación. La cementación general es
elevada en la base y disminuye notablemente hacia la parte
superior (XVa), donde abundan agregados arcillosos.
Potente estrato rico en cantos de 2 a 3 cm y gravas de
morfología aplanada y bordes algo desgastados. Los granos
arenosos presentan similar apariencia. Su disposición desordenada con leves orientaciones indica la dirección del transporte hacia el interior. La carbonatación superficial de los
cantos y su inclusión en una masa arcillosa sugieren la
actuación de procesos solifluidales con aparición de alguna
laminación carbonatada que indica el funcionamiento de
flujos hídricos, de mínima competencia. De nuevo nos encontramos con la introducción de materiales que fueron
meteorizados en zonas con cierto alejamiento respecto a su
punto de deposición final. Por tanto el ambiente coetáneo al
deposito parece fresco (sin los rigores que implican una
activa meteorización física del entorno inmediato), y
húmedo, al menos estacionalmente, lo que permite la disolución/concreción de los carbonatos del medio.
Fig. II.31. Propuesta de relación de los niveles de Bolomor con la
curva oceánica.
41
[page-n-55]
Fig. II.32. Columna litoestratigráfica (Fumanal 1993).
Fig. II.34. Excavación de los niveles I a XII (2002).
42
Fig. II.33. Vista sagital del Sector Oeste.
Fig. II.35. Excavación de los niveles I a XIII (2006).
[page-n-56]
Fig. II.36. Vista frontal del Sector Oeste con excavación de los niveles I a XIII en 2006.
Fig. II.37. Vista sagital del Sector Norte en el inicio de la excavación en 2006.
43
[page-n-57]
Fig. II.38. Datos de MSEC para Bolomor con fases isotópicas,
dataciones absolutas y niveles arqueológicos. Según B. Ellwood.
Fig. II.40. Correlación gráfica de Bolomor con los datos de MSEC en
la Composite Cave Standard (CCS) para Europa. La línea negra
representa el segmento de tiempo excavado en Bolomor en relación a
los CCS europeos. Los números representan los estadios isotópicos de
oxígeno. La línea diagonal discontinua representa la extensión de
correlación –line of correlation– (LOC) para acomodar los datos de
Bolomor. Las flechas representan la proyección de los datos de
Bolomor a través del LOC en los CCS. Según B. Ellwood.
Fig. II.39. Gráfico cronométrico con representación de edades
absolutas (diamantes) y sus límites (líneas discontinuas).
Representación de los límites inferior y superior de MSEC
(cuadrados). Una línea de regresión relaciona los datos. Según B.
Ellwood.
- XVa: gravas con cementación alta y agregados arcillosos.
- XVb: abundancia de cantos y gravas evolucionados.
Nivel XVI: corresponde a un episodio gravitacional de
caída de grandes bloques cenitales consecuentes al hundimiento de la visera de la cavidad. Estos bloques de potencia
variable, entre 0,5 y 5 m, pueden seguirse en distintos sectores del yacimiento y se sitúan sobre el sedimento del nivel
44
XVII de forma horizontal. Paleoclimáticamente impreciso
como muchos procesos de este tipo, podría relacionarse con
la continuación del frío del nivel XVII, aunque hay que
recordar que en nuestras latitudes están documentados
frecuentes desplomes cenitales de cuevas que se sospecha se
vinculan a fenómenos sísmicos.
Nivel XVII: este tramo con potencia de 70 cm cierra la
secuencia a muro de la litoestratigrafía conocida y su
complejidad motivó la separación interna en tres tramos o
subniveles, especialmente por su contenido en fracción
gruesa: XVIIa, XVIIb, XVIIc.
- XVIIa: tramo formado por un importante porcentaje
de gruesos que se muestran frescos, aristados y de
buen tamaño en una matriz arcillosa. Entre ellos
destaca la presencia de elementos aplanados y muy an-
[page-n-58]
Niveles
Erinaceus
S. minutus
Sorex sp.
Talpa
Neomys sp.
Crocidura
Scirius
Eliomys
Allocricetus
Apodemus
Arvicola
Microtus
Total
Ic
II
III
IV
V
-
VII VIII-IX
XI
XII
-
1
-
-
-
-
1,7
-
-
-
1
1
-
4
7
2,9
6,2
-
1,9
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
XIII
XIV
XV
XVII
Total
-
1
-
1
-
7,6
-
2
-
5
1,8
-
3,1
-
3
1
-
-
-
-
-
-
4,7
1,1
2
2
2
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1,3
0,7
-
2
-
-
-
-
1,5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
1
-
-
-
-
-
-
3
1,3
-
2
-
1,8
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
13
24
18
7
1
2
6
1
13
2
5,8
-
-
-
9,1
5,1
16,3
6,5
14
7,6
8
14,1
5,5
6,6
2,7
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
0
1
-
-
1,7
-
-
-
-
-
-
-
-
1,7
1
-
-
5
4
21
5
2
5
9
2
26
7
2,9
-
-
2,7
2,7
8
10
15,3
20
10,4
11,1
14
-
-
-
-
4
5
2
-
-
-
20
12
-
-
-
-
-
3,2
10
15,3
-
-
-
11
6
130
78
184
19
5
11
45
13
80
31
43,1
68,7
54,5
64,8
63,1
69,5
38
38,4
44
50,9
46,4
43,2
2
-
2
8
7
6
1
-
1
1
-
10
3
-
18,1
3,6
4,7
2,2
2
-
4
1,8
-
45,3
4
90
2
42,4
5,8
3
10,8
19
6
9,5
-
17
4,1
9
4
2
36
25
24
11
3
6
26
2
31
16
26,4
25
18,1
17,4
17
9,2
22
23,1
24
29,3
11,1
16.8
16
11
200
147
264
50
13
25
88
18
185
73
43
632
41
21,9
34
87
195
112
Cuadro II.5. Distribución del NMI de micromamíferos (números y porcentajes) de los distintos niveles (P. Guillém 1994).
NMI: número mínimo de individuos identificados.
gulosos. Es un aporte en el que sobresalen clastos
calizos aristados y sin evolución, es decir, gelifractos
desprendidos de áreas inmediatas. Todo ello sugiere
una fase inicial húmeda, de temperaturas frescas,
durante la que se acumularon materiales provenientes
de zonas externas, que se suaviza al máximo en la
subunidad siguiente (b) para degradarse luego de
forma brusca.
- XVIIb: tramo en contacto normal con el nivel XVIIc
que ve disminuir levemente el contenido de cantos y en
mayor proporción el de gravas, y donde las temperaturas frescas se suavizan al máximo. Continúa
mostrando una elevada cantidad de fracción fina arcillosa, rojiza, más cementada que en el caso anterior
(XVIIc). Arcillas fuertemente encostradas se reafirman donde se minimizan los gruesos, dando lugar a
una capa de textura franca (actuación de arroyadas
muy difusas), cohesionada posteriormente en poliedros de diversos calibres.
- XVIIc: tramo compuesto por cantos calizos y gravas
de pequeño tamaño subangulosos o angulosos, entre
los que se encuentran algunas plaquetas. La matriz que
los engloba aparece suelta, aunque forma pequeños
agregados con cemento calcáreo. Inicialmente y de
forma principal presenta fracciones finas entre las que
se alojan algunos cantos y gravas con revestimiento
carbonatado de su contorno que indica que han sufrido
movilizaciones. Las curvas e histogramas de frecuencias señalan que este desplazamiento se realizó en el
seno de un flujo denso. Hay que considerar que el
gráfico textural refleja un elevado porcentaje de tales
elementos, pero en buena parte son fragmentos de arcillas encostrados fuertemente. Entre esta fase y la anterior existe un contacto neto que posiblemente corresponde a un largo lapso temporal con hiatus sedimentario. El nivel XVII señala la abertura de la caverna a
las influencias externas, posibilitando por primera vez
unas condiciones de habitabilidad para la posterior
utilización por comunidades prehistóricas.
Nivel XVIII: está formado por un grueso manto estalagmítico basal, fuerte pavimento calcítico cristalizado con
potencia variable y que en algunos puntos supera los 300 cm
(sector sur). Esta gruesa formación litoquímica ha sido dividida en dos episodios, considerados en principio como
niveles A y B.
45
[page-n-59]
Fig. II.41. Dendograma de clasificación de los niveles de Cova del
Bolomor a partir de la distancia euclídea (P. Guillém 1999).
- XVIIIa (nivel B): supone la incorporación al cuerpo
calcítico de elementos detríticos finos alóctonos y
microrestos faunísticos. Esta circunstancia indicaría un
cambio en el medio hipogeo con comunicación al exterior, directa o de cierta amplitud, o a través de
conductos secundarios. Este episodio sólo ha sido
reconocido en el sector norte.
- XVIIIb (nivel A): manto estalagmítico que se apoya
directamente sobre la roca caliza y que tiene un grosor
variable entre 100-300 cm dependiendo del lugar que
corresponde a una prolongada precipitación de C02Ca.
Este cuerpo calcítico “puro” de génesis en un medio
cerrado se construye en un relieve topográfico interno
desprovisto de sedimentos. Presenta una geometría de
cubeta y estructura laminar en el sector norte o actual
zona externa de la cavidad y con fuerte buzamiento
hacia el sur con morfología de colada estalagmítica
descendente de topografía irregular y que concluye en
el sumidero, lugar de absorción que aprovecha el fenómeno de fracturación más relevante.
II.5.2. SEDIMENTOLOGÍA Y FASES CLIMÁTICAS
El depósito kárstico de la Cova del Bolomor presenta
unas implicaciones paleoclimáticas que proceden de datos
elaborados principalmente a partir de la sedimentología (fig.
II.29 y II.30), macrofauna y microfauna (Fumanal 1993,
Fernández et al. 1994, Fumanal 1995, Guillem 1995,
Martínez-Valle 1995, Fernández et al. 1997, 1998, 1999,
1999a, Fernández y Villaverde 2001; Fernández Peris 2001a,
2003). Estas fases climáticas son:
Fase Bolomor I (niveles XVII, XVI y XV). Conjunto
basal que se corresponde con un ciclo climático fresco de
cierta humedad, al menos estacionalmente, durante el cual se
acumulan materiales provenientes de zonas externas y se
registra una brechificación del sedimento. Nos encontramos
en la base con la introducción de materiales que fueron
meteorizados en zonas de cierto alejamiento respecto a su
punto de deposición final. El ambiente parece fresco (sin los
rigores que implican una activa meteorización física del
entorno inmediato), y húmedo, al menos estacionalmente, lo
que permite la disolución-concreción de carbonatos del
46
Fig. II.42. Dendograma de clasificación de las especies de Cova del
Bolomor a partir de la distancia euclídea (P. Guillém 1999).
medio. Cronológicamente debe inscribirse dentro del estadio
isotópico 8 y 9 (Riss inicial alpino).
Fase Bolomor II (niveles XIV y XIII). Período climático con rasgos interestadiales, templado-cálidos y estacionalmente muy húmedos, que ha permitido el encharcamiento periódico de la cueva. Un cambio gradual pero muy
acusado de las condiciones climáticas se marca con la instalación del nivel XIV. Los parámetros ambientales cambian
notablemente y la remisión de las manifestaciones rigurosas
anteriores es total, dando paso a la actuación de flujos
hídricos suaves que introducen materiales de cierta selección. El contacto neto con el nivel siguiente, XIII, parece
indicar la decapitación del techo sedimentario del conjunto
anterior, en principio suave, XIII c y b, etapa templadacálida y estacionalmente muy húmeda. Cronológicamente se
inscribe dentro del estadio isotópico 7 (Riss II-III alpino).
Fase Bolomor III (niveles XII a VIII). Episodio climático con oscilación fresca y húmeda, que paulatinamente
evoluciona hacia una situación más rigurosa y árida (nivel
XII). Posteriormente remite poco a poco y se instala finalmente un clima templado y muy húmedo (nivel VIII). Se
inicia a continuación un nuevo episodio climático, en principio suave (XIIIa) que va a degradarse progresivamente hasta
culminar en la capa XII, remitiendo en XI-X-IX-VIII. Dentro
de un entorno fresco y húmedo en su comienzo, gradualmente
se accede a una etapa muy rigurosa y árida en la secuencia
materializada en el nivel XII. Estas condiciones ceden paulatinamente hasta finalizar el ciclo en el nivel VIII, momento en
que se instala de nuevo un clima templado y muy húmedo.
Estaríamos ante el estadio isotópico 6 o Riss III alpino.
Fase Bolomor IV (niveles VII a I). Representa el tramo
superior de la secuencia con oscilaciones templadas y húmedas propias del último interglaciar. Un periodo globalmente suave, con lapsos frescos poco marcados (niveles VII
a III) que provocan la acumulación de pequeños cantos,
resultado de la meteorización de la bóveda de la cavidad por
la acción del hielo-deshielo. La elevada humedad también ha
provocado la inundación parcial de la cueva y la brechificación de los sedimentos. Los indicadores ambientales de
[page-n-60]
signo frío, sobre todo en relación con los que caracterizan
los períodos anteriores, se atenúan notablemente. Por otra
parte, parece generalizarse un régimen climático que reviste
condiciones de ciclicidad, es decir, se suceden lapsos aún
frescos (niveles VII-VI, V-IV-III) durante los que se acumula
un material detrítico de pequeño calibre, subanguloso, que
se interrumpe dando paso a una circulación hídrica de flujos
continuos y muy carbonatados que encostran el techo de los
niveles VI, III y Ic. Nos encontramos con un periodo globalmente suave, con degradaciones poco marcadas, durante el
que persiste una humedad alta y oscilante. Esta fase se relaciona con el estadio isotópico 5e o el Riss-Würm alpino
(figs. II.33 a II.37).
Estos valores se traducen en una secuencia que queda
resumida, de base a techo, en cuatro fases paleoclimáticas
(Fumanal 1993) y posteriormente se ha elaborado una
propuesta de ajuste de la secuencia estratigráfica terrestre
discontinua de Bolomor a la secuencia oceánica continua
(fig. II.31 y II.32).
II.5.3. LA SUSCEPTIBILIDAD MAGNÉTICA
La susceptibilidad magnética (MS) relaciona las propiedades magnéticas conservadas de los sedimentos de Bolomor
con la estimación del paleoclima y las correlaciones con
otros yacimientos. Utilizando la MS y la cicloestratigrafía
(EC) se presenta una estructura paleoclimática basada en este
método (MSEC) mediante correlación gráfica (fig. II.38).
Este edificio se relaciona con el registro isotópico del
oxígeno marino (OIS). Brooks B. Ellwood del Paleomagnetism Laboratory at Lousiana State University propone que el
MSEC puede usarse como una metodología independiente,
junto a otros métodos convencionales como la sedimentología y palinología, para buscar los cambios del paleoclima.
En Bolomor este estudio incluye una sucesión continua
temporal desde el OIS 9 al 5d. El gráfico cronométrico
muestra que la acumulación sedimentaria ha sido casi
uniforme por debajo de la fase isotópica 6b y con tasa de
acumulación ligeramente menor que durante la fase isotópica 5 (fig. II.39 y II.40).
II.5.4. LA BIOESTRATIGRAFÍA
Los datos biológicos de todo tipo que proporciona la
sedimentación de la amplia secuencia de Bolomor configuran un cuerpo documental “bioestratigráfico” que tras su
examen es incorporado al estudio multidisciplinar del resto
del edificio investigativo. Principalmente los elementos
tratados se agrupan en dos grandes categorías: los micromamíferos y los macromamíferos.
II.5.4.1. LOS MICROMAMÍFEROS
El muestreo microfaunístico y estudio realizado en 1991
por Pere Guillém (Fernández et al. 1994, 1999) proporcionó
en el sector occidental 1124 individuos (insectívoros y
roedores) que se han identificado en doce especies: Erinaceus europaeus (erizo común), Sorex minutus (musaraña
enana), Sorex sp., Neomis sp. (musgaño), Crocidura suaveolens (musaraña), Talpa europaea (topo), Sciurus vulgaris
(ardilla), Eliomys quercinus (lirón careto), Allocricetus
bursae (hámster), Arvicola sapidus (rata de agua), Microtus
brecciensis (topillo mediterráneo) y Apodemus sp. (ratón de
bosque) (cuadro II.5).
Los niveles proporcionaron un número de individuos
suficiente como para poder interpretarlos desde el punto de
vista climático, a excepción de II, III, VI, X-XIa, X-XIb, XII
y XIV, y por contaminación los niveles Ia y Ib. Las especies
localizadas no indican condiciones climáticas extremadamente frías, circunstancia acorde con un ambiente perimediterráneo. Allocricetus bursae es el taxón más ligado a condiciones climáticas áridas y frías junto a Sorex minutus, que
tiene unos requerimientos ambientales de tipo medioeuropeo actual. El resto de las especies son ubícuidas y están
ligadas a unos requerimientos estrictos como: formación de
bosques (Sciurus vulgaris), presencia de cursos de agua
(Arvicola sapidus), etc.
Este estudio de los micromamíferos estableció la
secuencia cronoclimática y su localización bioestratigráfica
en base a dos especies: Allocricetus bursae (hámster) y
Microtus brecciensis (topillo mediterráneo). Los molares de
A. bursae a partir de su morfología se situarían cerca de las
poblaciones de Arago, La Fage y Cueva del Agua. La talla de
M. brecciensis es comparable a la de otras poblaciones del
Pleistoceno medio, Saint Estève Janson, Orgnac 3, Cúllar de
Baza, El Higuerón y Áridos. Los restos de Bolomor tienen
un carácter más evolucionado que estos últimos yacimientos
en base a la anchura de los molares y los triángulos cerrados
del M3 inferior. La morfología de los mismos se aproxima
mucho a los molares de Orgnac 3 y por todo ello la ubicación microfaunística nos sitúa en cronologías del Pleistoceno medio reciente.
Climáticamente se observa una diferencia en las asociaciones faunísticas de los niveles superiores (Bolomor IV)
con presencia de Sorex minutus e inferiores (Bolomor I) con
Allocricetus bursae. Ello apunta a un mayor grado de temperatura y humedad en los primeros. La presencia de Allocricetus bursae está indicando unas características climáticas
más áridas confirmada por los más bajos porcentajes de
Microtinos. En cambio, la parte superior de la secuencia
apunta hacia un incremento de la humedad por el elevado
porcentaje de éstos. La asociación faunística del nivel XIII
es propia de condiciones climáticas templadas y muy
húmedas. No aparece ningún indicador de condiciones
“frías“ (Sorex minutus) ni tampoco áridas (Allocricetus
bursae ), y sin embargo es el momento en el que los Microtinos alcanzan los porcentajes más elevados de la secuencia
(30%). En los niveles XV a XVII (Bolomor I) Allocricetus
bursae sigue estando presente, ahora bien, Talpa europaea
marca el desarrollo de unas condiciones climáticas más
húmedas. En el nivel XVII el porcentaje de Microtinos es
elevado, confirmando su carácter húmedo.
La interpretación paleoclimática se ha contrastado a
partir de un análisis cluster y se ha elaborado un dendograma (fig. II.41). Los resultados indican que el mayor nivel
de similitud procede de las distintas capas de un mismo nivel
estratigráfico. Un segundo estadio vendría marcado por el
grado de humedad y templanza. De este modo quedan agrupados, por una parte, los niveles Ic y XIII, dos momentos
templados y muy húmedos, y por otra, los niveles VIII-IX,
47
[page-n-61]
XV y XVII, climáticamente menos húmedos que los anteriores y más frescos. El resto de los niveles (IV, V y VII)
tendrían unas connotaciones climáticas intermedias.
Las características ecológicas de cada especie se han
analizado también a partir de un cluster (fig. II.42). En este
dendograma se observan varios grupos: Talpa, Erinaceus,
Sciurus, Neomys y Sorex sp., especies con afinidades
ambientales medioeuropeas. Sorex minutus y Arvicola con
afinidades climáticas húmedas y algunas frescas (grupo
Sorex). Allocricetus, Eliomys y Crocidura como especies de
espacios despejados. Microtus y Apodemus son las clases
más abundantes e indican la dicotomía entre mayor
(Microtus) o menor humedad (Apodemus). Los paisajes
vegetales se deducen de sus biotopos, donde el hámster es un
taxón que ocupa praderas secas de climas frescos, el lirón
zonas arboladas abiertas y pedregosas y Crocidura vive en
lugares arbustivos, bordes de bosque o praderas secas
(Guillem 1999).
II.5.4.2. LOS MACROMAMÍFEROS
La Cova del Bolomor constituye un yacimiento fundamental para conocer la evolución de la fauna de mamíferos
del Pleistoceno medio y superior en el Mediterráneo peninsular. El estudio de los restos óseos recuperados hasta ahora
ha permitido identificar numerosas especies de macromamíferos, cuya distribución a lo largo de la secuencia y sus
frecuencias relativas indican el desarrollo de cambios
ambientales en el entorno del yacimiento y la incidencia de
la actuación antrópica (anexo II.8, cuadros II.10 a II.38).
El primer aspecto que conviene tratar respecto de la
presencia de restos de especies de macromamíferos es la
incidencia de los carnívoros en la secuencia del yacimiento
(Fernández Peris 2004). Los datos disponibles muestran una
escasa incidencia de carnívoros, en relación a la abundante
presencia de fauna de herbívoros. La potencial incidencia
del agente carnívoro sobre cualquier registro arqueológico
pleistoceno, en general, no puede ser puesta en duda; sin
embargo, la importancia y características de esta actuación
puede ser muy desigual y obliga a una precisión particular.
Uno de éstos es la Cova del Bolomor, donde las condiciones
fisiográficas (paleoambientales y ecológicas) del hábitat
deben ser consideradas como importantes elementos explicativos de la casi nula incidencia de los carnívoros en su
particular registro arqueológico. A estas características
físicas se añade la fuerte presencia humana, principalmente
en los niveles del OIS 5 (niveles I-V), una ocupación intensiva, la más alta del contexto regional del Paleolítico medio
con 4.126 registros por m3 (883 líticos y 3.243 faunísticos).
Esta situación induce a pensar en un patrón de explotación
“intenso” que favorecería una fuerte presión antrópica sobre
los carnívoros del valle y áreas circundantes, en los
momentos de ocupación del hábitat.
Confirmada la gran acción y responsabilidad antrópica
en la acumulación de restos faunísticos de herbívoros,
conviene explicitar la variabilidad de los mismos respecto a
otros taxones y su correlación con la secuencia paleoclimática. La representatividad de las distintas partes anatómicas
aportadas por la acción humana completan un cuadro explicativo mínimo que nos aproxima a las características económicas de los momentos tratados. Los estudios específicos y
en detalle superan el marco del presente estudio y por tanto
no son abordados. El primer elemento relevante, tal y como
se ha comentado, es la baja o casi nula presencia de carnívoros, circunscritos a especies de no gran talla y alta potencialidad de acumulaciones óseas. Esta circunstancia se
acompaña de un gran volumen de restos óseos, decenas de
miles, que están procesados por técnicas antrópicas de fracturación. A su vez existe una alta variabilidad de especies
que superan la docena, diferente de la especificidad cinegética carnívora. Todo ello configura un marco espacial de alta
antropización.
La distribución faunística planteada en el presente
estudio agrupa cinco categorías faunísticas como base
estructurada del desarrollo explicativo. Tres de ellas hacen
referencia a los herbívoros procesados por el hombre (meso,
macro y megafauna). La cuarta categoría es la de los carnívoros que incide en la confirmación de la aportación antrópica y por último la quinta o de la microfauna referida a los
pequeños restos no aportados por el hombre y que marcan
las fases de ocupación/desocupación. Las tres primeras categorías se han identificado por la comparación morfológica y
métrica con materiales paleontológicos de referencia
(fósiles, subactuales y actuales), es el caso de la determinación de taxones específicos y ha sido posible gracias a la
dedicación de Inocencio Sarrión y Alfred Sanchis. En el
caso de no ser posible este nivel de identificación se han
agrupado en función del grosor de las corticales óseas
(A meso, B macro, C mega), que a su vez hace referencia a
una agrupación genérica basada en el peso (A: menos de 300
kg, B: entre 300-800 kg y C: más de 800 kg).
Nivel. Cota (m)
Paleodosis
fr. m m Gy
K (%)
U (ppm)
Th (ppm)
Limo arenoso
II - 0.8 m
50-31 (139)
0.32
0.74
3.57
0.1
1.15
121+/-18
Limo rojo
XIIIa - 3.8 m
56-31 (139)
0.40
1.29
4.42
0.1
1.61
152+/-23
Arena limosa
XIVa - 4.8 m
50 (254)
0.21
1.00
2.83
0.08
1.09
233+/-35
Arena limosa
XIVb - 5.0 m
50-31(292)
0.28
1.00
4.00
0.1
1.30
225+/-34
Muestra sedimento
Contenido de Dosis anual
agua
Gy/Ka
Fecha TL ka
BP
Cuadro II.6. Paleodosis determinada por el método regeneración de termoluminiscencia en los granos poliminerales de fracciones 50-31 y 5031µ m. Los contenidos de potasio, uranio y sodio han sido determinados por el método de espectrometría γ. El contenido medio del agua es igual
al peso agua/peso de sedimento seco. La dosis anual es la dosis efectiva corregida al efecto de absorción de radicación por el agua:
d=d γ+dβ+0,1dα. La fecha de TL= paleodosis/dosis anual.
48
[page-n-62]
Los mesofauna, cérvidos, cápridos y suidos, representan
valores que superan el 60% de las colecciones de la secuencia, a excepción del nivel XVII en que desciende al
47%. Esta representación del 60% está dominada por los
cérvidos, que suponen casi los dos tercios, completada por
los cápridos con valores inferiores al 20% y los suidos,
exclusivos del OIS 5, que no alcanzan el 10%. Esta distribución faunística muestra que el ciervo es el elemento más
presente. Durante los distintos niveles del último interglaciar
(niveles I a V) su incidencia representa más del 40% del total
de la fauna consumida, aspecto éste que se reproduce también en las fases más antiguas con valores entre 30-50%.
Es por tanto, independientemente del momento climático de la secuencia, el recurso genérico más abundante. A él
se añaden otros pequeños cérvidos con porcentajes bajos
que sitúan en conjunto el consumo en torno al 50%, incidencia que desciende en los niveles inferiores a un 30%.
La macrofauna, équidos y bóvidos principalmente,
muestra una desigual distribución, donde el predominio de
un determinado taxón es a cargo de otro y viceversa. La
presencia del uro en la parte alta de la secuencia contrasta
con el relevo por el caballo en la parte baja. Esta circunstancia apunta a un condicionante paleoclimático posiblemente acompañado por una alta preferencia antrópica. La
megafauna, con valores siempre inferiores al 5% y por tanto
poco significativos, muestra una presencia igualmente con
vínculos paleoclimáticos en los que destaca el hipopótamo
en la parte reciente y el rinoceronte en la antigua. A efectos
de distribución y relación paleoclimática, el jabalí, el asno,
el corzo y el hipopótamo sólo están presentes en los niveles
del último interglaciar, mientras que el megaceros es casi
exclusivo del inicio de la secuencia (OIS 8/9).
Respecto a la representatividad de las distintas partes
anatómicas de los elementos faunísticos, es decir, aquellas
que han sobrevivido a los distintos procesos postdeposicionales, se aprecia que entre la mesofauna hay un predominio
de extremidades proximales a lo largo de la secuencia (niveles
III-XVII). Esta tendencia se invierte en la fauna más grande
(macro y mega) en que predominan los elementos de la
cabeza. Sin embargo hay que tener presente la metodología
utilizada en los estudios identificativos, donde distintas partes
anatómicas “son sesgadas” al identificar mejor o en mayor
proporcionalidad unas respecto de otras. Éste es el caso de los
dientes (cabeza) y restos de extremidades distales (metapo-
Inventario
Nº SIP
HCB-01
dios, falanges, carpales, etc.). Esta circunstancia debe ser
tenida en cuenta cuando se relacionen categorías próximas.
Esto es debido a la ausencia del NMI (número mínimo de
individuos identificados), que es un parámetro de mayor cualificación. De todas formas las extremidades proximales y las
cabezas en la mesofauna, junto a cabezas y extremidades
proximales en la macro/megafauna, configuran unas pautas
de consumo generalistas a lo largo de la secuencia. Ello no
quita la existencia de variabilidad más reducida en la escala
temporal, como es el caso de los dos primeros niveles, en los
que las extremidades distales cobran importancia independientemente de las distintas especies. El elemento anatómico
más marginal, por ser el menos aportado o hallado, es el
tronco (el componente axial) que tiene una representación
algo mayor entre la macrofauna respecto de la mesofauna.
Es difícil interpretar dinámicas “evolutivas” de presencia/ausencia de los diferentes taxones a lo largo de la
secuencia, aunque podría apuntarse sobre la base de la alta
importancia de la mesofauna, con presencia constante (especialmente cérvidos –ciervo–), que se asiste a una pérdida de
la significación del caballo desde los niveles inferiores a los
superiores. Esta circunstancia se correlaciona con el
aumento del uro. La macrofauna presenta una cierta “homogeneidad” porcentual en torno al 30% a lo largo de la
secuencia. La megafauna recoge esta circunstancia, aunque
con marginalidad y con pérdida de importancia del rinoceronte hacia los niveles superiores (figs. 43 a 56).
II.5.4.3. OTROS RESTOS BIÓTICOS
La presencia y estudio malacológico de pequeñas
conchas de bivalvos marinos contribuye a la valoración de
cambios en la línea de costa y su relación con las oscilaciones climáticas. Esta procedencia se debe a la deposición
en forma de egagrópila por aves marinas (cormoranes,
pardelas, paiños y gaviotas, entre otros) que se alimentan de
peces y moluscos. Estos pequeños moluscos se han documentado en los niveles V, VII, XIII, XIV y XV de la
secuencia, cuyas características apuntan a momentos de
clima benigno y posible mayor proximidad del mar
(Fernández et al. 1999). También se incorporan a esta documentación restos dentales y vertebrales de peces (nivel I).
Otros moluscos continentales (caracoles y caracolas), como
rumina y melanopsis, marcan un medio húmedo en sus
correspondientes niveles (Ia, Ib, Ic, IV, VIIb y XIIIc).
Descripción
Situación
Estrato
Año
OIS
58902
Diafisis de peroné
F3-EIV-brecha
III
1993
5e
HCB-02
68368
Molar inferior izquierdo (M2)
B4-EV-C4/nº 31
IV
1994
5e
HCB-03
82250-74
Molar deciduo sup. dcho (dm2)
Remoción I sub. XIII
Ia?
1997
5e?
HCB-04
82250-74
Canino inferior izquierdo (C1)
Remoción I sub. XIII
Ia?
1997
5e?
(C1)
HCB-05
82278
Canino superior izquierdo
Remoción XIII
XIII?
1997
7?
HCB-06
82260
Fragmento de parietal
Remoción I sub. XIII
Ia?
1997
5e?
HCB-07
24122
Fragmento de parietal
Remoción
VI?
2006
5e?
Cuadro II.7. Inventario antropológico de HCB (Homínido Cova Bolomor).
49
[page-n-63]
Fig. II.45. Molares de Palaeoloxodon antiquus. Niveles IV y XVII.
Fig. II.43. Falanges y fragmentos dentales de
Hippopotamus anphybius.
Fig. II.46. Maxilares de Equus ferus. Niveles IV y XVII.
Fig. II.44. Fragmento de maxilar de Stephanorhinus hemitoechus.
Nivel XVII.
50
Fig. II.47. Maxilar de Equus ferus. Nivel XII.
[page-n-64]
Fig. II.51. Fragmentos óseos de pez y de bivalvos marinos. Nivel I.
Fig. II.48. Restos óseos de Sus scrofa. Niveles I a V.
Fig. II.52. Maxilar de Macaca sylvana. Nivel XII.
Fig. II.49. Molares de Equus hydruntinus. Nivel IV.
Fig. II.53. Gasterópodos continentales. Niveles I, VII y XIII.
Fig. II.50. Fragmento de asta de Cervus elaphus. Nivel XVII.
Fig. II.54. Impacto de percusión en tibia de Cervus elaphus. Nivel XII.
51
[page-n-65]
Fig. II.55. Troceados de falanges y diáfisis de herbívoros. Niveles I a V.
Fig. II.56. Marcas de corte en metápodo de Cervus elaphus. Nivel XII.
Ante la ausencia de datos palinológicos, los restos antrocológicos hallados en forma de semillas fosilizadas, ha
permitido documentar la presencia de dos especies vegetales: Celtis australis (almez) y Prunus spinosa (endrino),
que colonizaron lugares distintos. El almez necesita suelos
húmedos y se asocia a olmedas que circundarían la ribera del
río de la Vaca en las fases climáticas Bolomor II y IV. El
endrino es frecuente en robledales que podrían extenderse
por la depresión de la Valldigna y ocupar las umbrías de las
montañas, al menos durante las pulsaciones frescas del
estadio isotópico 5 (Fase Bolomor IV).
II.5.4.4. IMPLICACIONES PALEOCLIMÁTICAS DE LA FAUNA
El estudio de los restos óseos recuperados hasta ahora ha
permitido identificar numerosas especies faunísticas cuya
distribución a lo largo de la secuencia y sus frecuencias relativas indican el desarrollo de cambios ambientales en el
entorno del yacimiento.
- Fase Bolomor I (niveles XV a XVII). Se observa a
rasgos generales el predominio del caballo que alcanza
los más altos valores de la secuencia acompañado del
ciervo. Junto a ellos la presencia del rinoceronte de
estepa también con sus más altos valores, y el megaceros, nos indicarían la existencia de climas frescos y
52
algo húmedos en esta parte de la secuencia, al estar
estas especias ligadas a los mismos. Los micromamíferos, por su parte, reflejan el desarrollo de distintos
nichos ecológicos: el Allocricetus bursae ocupó espacios de vegetación abiertos y secos, y la Talpa europaea praderas húmedas, corroborando unas condiciones climáticas frescas y menos húmedas.
- Fase Bolomor II (niveles XIII a XIV). Las condiciones anteriores frescas y menos húmedas se transformarían en unas características de mayor húmedad y
calor con fuerte presencia de cérvidos e importante
descenso del caballo con aparición de tortugas. Las
condiciones de alta humedad y encharcamiento de la
cueva dificultaron la buena habitabilidad.
- Fase Bolomor III (niveles VIII a XII). Las anteriores
condiciones de climas cálidos y húmedos tenderían
hacia un clima más seco y riguroso, tal y como indican
la desaparición del megaceros y la importancia que
adquieren los caballos.
- Fase Bolomor IV (niveles I a VII). Caracterizada por
la aparición de especies de marcado carácter templado: el elefante, el hipopótamo, el jabalí, el uro y el
asno, cuya presencia estaría indicando, junto a un
incremento de las temperaturas y la humedad, la expansión de las zonas forestales en el entorno del yacimiento. La presencia del hipopótamo se vincula a la
existencia de zonas lagunares de una cierta entidad,
áreas frecuentadas también por el uro. El Equus
hydruntinus es un équido propio de las faunas de
clima templado y húmedo, de características interestadiales o interglaciares al igual que el jabalí, que se
ciñen exclusivamente a esta fase.
II.5.5. DATACIONES RADIOMÉTRICAS
La información cronométrica expresada en dígitos numéricos y con una franja indeterminada de los mismos
asociada, tiene la consideración expositiva de “edad absoluta”, aunque ello no suponga que el contexto vinculado o la
pieza considerada se formaran en ese preciso instante o
fecha. Su principal valor para el estudio reside en ser un referente cuantificable, una “ubicación cronométrica” en la que
situar la contextualización a estudio. Estas dataciones, estos
métodos y sus resultados deben ir acompañados de otros que
contrasten los valores cronométricos considerados. El reduccionismo en este campo también conduce a posiciones de
debilidad demostrativa y no se pueden ocultar nuestras
carencias metodológicas en un relativo valor cuantificado
“absoluto”. En el yacimiento de Bolomor se han desarrollado diversas actuaciones encaminadas a la obtención de
dataciones por métodos radioactivos, analizándose:
- Muestras de arcillas de los correspondientes niveles
para la aplicación del método de termoluminiscencia (TL)
por Wanda Stanska-Prószzynska y Hanna PrószzynskaBordas (Laboratorio de Sedimentología de la Facultad de
Geografía y Ciencias Regionales. Universidad de Varsovia.
Polonia) (cuadro II.6)
Nivel II: 121.000 ± 18.000 BP.
[page-n-66]
Nivel XIIIa: 152.000 ± 23.000 BP.
Nivel XIVb: 233.000 ± 35.000 BP.
Nivel XIVa: 225.000 ± 34.000 BP.
Estas dataciones, por su coherencia y adecuación a otros
métodos, han sido consideradas sin objeción como válidas.
- Muestras óseas de los niveles IV V XII, XIII, XV y
, ,
XVII, analizadas por G. Belluomini (Dipartimento di Scienze
della Terra de la Universidad “La Sapienza” de Roma):
Nivel IV-V: 390.000 ± 100.000 BP.
Nivel XVII: 525.000 ± 125.000 BP.
Estas dataciones se han obtenido de masa ósea de herbívoros (nivel IV-V) y de esmalte dentario (nivel XVII), por
racemización (aminoácidos). El laboratorio considera más
adecuado este último material. El intervalo entre las medidas
de los niveles superiores (IV-V) y los inferiores (XVII)
presenta un intervalo de 0,14 ± 0,1 y la constante cinética
para el yacimiento es 3,57 x 10-7 yrs -1. Los valores obtenidos son considerados altos. Igualmente la indeterminación
es excesivamente amplia. Pese a ello el valor 525.000
descontada la franja negativa de edad sitúa la fecha próxima
a los valores considerados para el momento deposicional del
OIS 9 en el que se ubica y por tanto se ha procedido a su
inclusión en las publicaciones pero con las reversas correspondientes.
- Muestras carbonatadas para el método radiactivo de
Torio-Uranio (Th-U), recogidas y elaboradas por R. Julia
(Instituto de Geología Jaime Almera, Barcelona) aunque
sobrepasaron los límites del método (comunicación verbal):
Estas seis fechas, según el laboratorio, presentan un bajo
nivel de confianza (68%). Además, la cronometría no es
consistente entre las propias cifras ni respecto del orden estratigráfico y la indeterminación es excesivamente alta como
reconoce el laboratorio. La fuerte variabilidad es incomprensible respecto a niveles inferiores con cronología más reciente
que los superiores. Igualmente, lapsos de temporalidad tan
altos en un mismo nivel no son adecuados. La ubicación de
todos estos valores en el OIS 5 no se corresponde al mismo y
están muy alejados. Por tanto estos datos sólo pueden ser el
resultado de un problema metodológico del análisis de termoluminiscencia y son rechazados como tales.
En 2005 se realizaron dataciones mediante racemización sobre gasterópodos en el estrato XIII capa 11 (OIS 7),
que proporcionaron una fecha de 229 ± 53 ka. Correspondiente al estrato XII y sobre molar de équido la cifra dio
<180 ka (Trinidad Torres, Laboratorio de Estratigrafía Molecular, Madrid). Todas ellas concordantes con otros metodos
previamente empleados y su ubicación en la estratigrafía.
II.6.
PALEOANTROPOLOGÍA
Los restos antropológicos hallados actualmente en
Bolomor (2006) contabilizan siete piezas óseas con atribución genérica a Homo sapiens neanderthalensis. Su procedencia corresponde a elementos situados en la litoestratigrafía y recuperados mediante excavación tridimensional, y
a otros que proceden del cribado de tierras removidas de las
antiguas actuaciones mineras (cuadro II.7).
HCB-01: Diáfisis de peroné de 48,7 mm. Corresponde
a un individuo adulto bien situado en el nivel III (OIS
5e), con datación ante quem de 121.000 ± 18.000 BP.
No permite mayores valoraciones (fig. II.57).
Nivel XV: >350.000 BP.
Esta datación se ajusta a las características del momento
deposicional OIS 8 en el que se ubica, aunque no presenta
un valor determinado.
En el año 1996 se procedió a la recogida de una amplia
serie de piezas líticas de sílex quemadas para su datación
tras la calibración de la radiactividad de los correspondientes
niveles sedimentarios. El estudio, realizado por N.C.
Debenham (Quaternary TL Survey de Nottingham), presentó
los siguientes valores:
Nivel I: 320.000 ± 33.000 BP.
Nivel II: 324.000 ± 31.000 BP.
Nivel II: 435.000 ± 48.000 BP.
Nivel IV: 398.000 ± 48.000 BP.
Nivel IV: 235.000 ± 21.000 BP.
Nivel IV: 268.000 ± 27.000 BP.
Fig. II.57. Diáfisis de peroné. HCB-01. Nivel III.
53
[page-n-67]
HCB-05: Canino superior izquierdo (C1). Claramente
arcaico, es similar morfológicamente a los de Atapuerca
y Krapina. Posible individuo masculino. Esta pieza fue
encontrada en la remoción Ia-Sub XIII en contacto con
la remoción XIII. La brecha adherida a la misma corresponde al nivel XIII (fig. II.59, arriba).
HCB-06: Fragmento de parietal (22 x 18 mm) coincidente con la sutura coronal.
HCB-07: Fragmento de parietal (109 x 116 mm) incrustado en brecha desprendida, en proceso de estudio
(fig. II.60) (Sarrión 2006).
Fig. II.58. Molar inferior izquierdo. HCB-02. Nivel IV.
El conjunto de restos óseos fósiles humanos hallados en
la Cova del Bolomor es ante todo una muestra reducida y
fragmentada en la que destacan los elementos dentales frente
a los postcraneales. Los siete restos pueden ser atribuidos a
otros tantos individuos en función de sus características
físicas, edad de muerte y ubicación estratigráfica. Todas las
piezas, excepto la HCB-05, pueden asignarse al OIS 5; la
HCB4 pudiera ser más moderna al situarse en un contexto
removido que contiene algún elemento postpaleolítico.
HCB-05, por las características sedimentológicas que lleva
adheridas y la remoción donde fue hallada (Remoción XIII),
se relaciona con los niveles XII-XV y no sería descartable su
ubicación en el OIS 7. Este resto claramente arcaico difiere
métricamente de los neandertales y se relaciona bien con
otros de Atapuerca y Krapina, por ello podría ser considerado H. heidelbergensis, pero lo limitado de la pieza impide
por el momento la atribución (cuadro II.8).
II.6.1. OTROS RESTOS ANTROPOLÓGICOS
La presente relación abarca aquellos restos cuya cronología pudiera situarse en el Pleistoceno medio y por tanto no
se incluyen los numerosos restos de neandertales de Cova
Negra (Xàtiva) o los del Salt (Alcoi).
Fig. II.59. Molar (HCB-03) y caninos (HCB-04 y HCB-05)
procedentes de remoción.
HCB-02: Molar inferior izquierdo (M2) correspondiente a un individuo de unos 5 años de edad. Bien
situado en nivel IV (OIS 5e), con datación ante quem
de 121.000 ± 18.000 BP (fig. II.58).
HCB-03: Molar deciduo superior derecho (dm2)
correspondiente a un individuo de 6-9 meses de edad
(fig. II.59, izquierda).
HCB-04: Canino inferior izquierdo (C1) muy similar a
los humanos actuales. Posible individuo femenino (fig.
II.59, derecha).
54
Fig. II.60. Fragmento de parietal en el interior de brecha.
[page-n-68]
M2-MD
M2 BL
dm2 MD
dm2 BL
C1 MD
C1 BL
HCB-02
11,9
10,3
-
-
-
HCB-03
-
-
-
10,1
-
-
HCB-04
-
-
-
-
7,0
7,7
-
-
HCB-05
-
-
-
-
-
-
8,9
10,1
Sima de los Huesos (media)
11,2
10,5
-
-
7,7
8,7
8,8
9,9
-
C1 MD
C1 BL
-
-
-
-
Neandertales (media)
11,5
10,8
9,8
10,5
7,8
8,8
8,2
9,5
Humanos modernos fósiles (media)
11,3
10,9
9,6
10,5
7,1
8,3
8,0
8,9
Humanos recientes (media)
10,7
10,3
9,0
9,7
6,6
7,7
7,6
8,3
Cuadro II.8. Tamaño comparativo de los dientes de Bolomor (HCB). MD: diámetro mesiodistal. BL: diámetro bucolingual (Arsuaga et al. 2001).
Cova del Tossal de la Font (Vilafamés). Yacimiento que
proporcionó a finales de los años 1970 dos restos antropológicos procedentes de un potente relleno brechificado bajo un
nivel de cantos. Una mitad distal de húmero izquierdo con
epífisis completa y un fragmento de coxal derecho con gran
parte de la cavidad cotiloidea (Gusi et al. 1980, 1982, 1982a,
1984, 1992). Estos restos fueron estudiados posteriormente
(Arsuaga y Bermúdez de Castro 1984, Carretero 1994). Sus
características métrico-morfológicas son propias de hóminidos fósiles del Pleistoceno medio final y Pleistoceno superior inicial. Por tanto bien pudieran atribuirse a neandertales
clásicos o a neandertales tempranos como los existentes en
los niveles superiores de Bolomor.
La Muntanyeta dels Sants o Benisants (Sueca). Este
yacimiento o mejor los restos que de él quedan corresponde a
la base de una antigua cueva desmantelada como cantera por el
hombre. En la obra “Historia de Sueca...” aparece la fotografía
de un húmero humano como elemento paleontológico del
depósito; esta identificación y estudio por I. Sarrión (1984) ha
asignado al depósito una edad de 0,9-1,5 ka con asociación de
Ursus deningeri, Canis etruscus y cf. Cervus elaphoides. Las
limitaciones del hallazgo, en paradero desconocido, resultan
obvias a la hora de profundizar en la valoración del mismo,
habida cuenta de que el lugar de procedencia fue desmantelado
y en la actualidad sólo queda una pequeña parte de la sedimentación basal original, que es de donde se han obtenido los restos
faunísticos citados (Burguera 1921, Martínez Valle 1995).
Otros antiguos hallazgos con imprecisa documentación
son el hueso humano procedente de una toba existente junto a
las terrazas del río Mijares en la Virgen de Gracia (Vila-real)
en 1929 (Sos Baynat 1981). El radio humano incrustado en la
toba de la caverna de Cortés en Alcoi en la década de 1860
(Martí Casanova 1864) y la supuesta tibia fósil hallada en El
Castellar (Alcoi) también a finales del s. XIX. Todos estos
restos paleoantropológicos se hallan en paradero desconocido.
II.7.
YACIMIENTOS DEL CONTEXTO REGIONAL
Los primeros datos atribuibles al Paleolítico inferior en
tierras valencianas corresponden a los materiales de la antigua colección de Juan Vilanova y Piera de finales del siglo
XIX, depositada en el Museo Arqueológico Nacional: «bre-
cha ósea de Penya Roja, fragmento de hacha chelense de
Orihuela y útiles de sílex y brecha ósea de Tavernes de la
Valldigna» (Fletcher, 1949: 343-348). Al inicio del siglo XX
algunos estudiosos de la geología y paleontología se preocupan de la búsqueda de testimonios de épocas remotas.
Entre éstos destaca el geólogo Leandro Calvo, quien aportó
información sobre depósitos brechosos arqueológicos: Cova
del Corb, Cova de les Calaveres y Cova de Bolomor (Puig y
Larraz 1896, Calvo 1908). El naturalista Eduardo Boscá
(1916: 7), también reseñó la existencia de un yacimiento
paleolítico en Oliva con «sílex pequeños y ninguno en forma
de almendra». Henri Breuil, quien en 1913 exploró una
treintena de cavernas valencianas en busca de restos prehistóricos, cita la existencia de brechas con huesos e industria.
Este autor estudia en 1931 los materiales de Cova Negra y
les atribuye una carácter tayaciense, en relación con las
excavaciones que por entonces realizaba D. Peyrony en La
Micoque (Pla 1965).
Las prospecciones del Padre Belda (1945) y Luis Pericot
en el yacimiento de Els Dubots (Alcoi) concluyen que existe
«una pátina cheleo-achelense muy antigua con lascas de
tipo clactoniense. Podemos hablar con seguridad de la
presencia en la comarca de Alcoy del paleolítico inferior...»
(Pericot 1946: 49). La valoración del Clactoniense en Alcoi
ha persistido hasta la actualidad (Aparicio, 1980: 16 y 1989:
85). En la década de los años 1940 existe el convencimiento
de un Paleolítico inferior en Cova Negra por la determinación de Elephas iolensis (Royo 1942) y las valoraciones
industriales de F. Jordá (1947), quien fija la secuencia de
Cova Negra: sitúa como anteriores al Würm el Tayaciense
(sin nivel) y el Matritense I (Nivel E, musteriense pobre de
tendencia tayaciense, del Riss-Würm). Esta tendencia tayaciense será abandonada en 1955 al plantear el estado de la
cuestión del Paleolítico inferior valenciano, señalando la
escasez de materiales (Jordá 1949: 104).
En la década de los años 1950 se excava Cova Negra
(Xàtiva); inicialmente el hallazgo de tres bifaces generó su
asignación al Paleolítico inferior, «a momentos finales del
acheulense con una equivalencia a unos 200.000 años»
(Fletcher 1952: 14), para concluir una definitiva asignación
musteriense del yacimiento y aceptación general, a excepción de H. de Lumley (1969, 1971) y M.A. de Lumley
55
[page-n-69]
(1973), quienes tras valorar el parietal humano como Homo
Anteneandertalis, postulan una cronología rissiense del
relleno y un carácter tayaciense de la industria. En 1956, F.
Esteve publica el hallazgo del bifaz de Oropesa (Castellón),
que clasifica como amigdaloide y relaciona con un Abbevillense final o un Achelense inferior. Este útil ha sido durante
décadas la referencia que sustentaba la presencia del Achelense y del Paleolítico inferior en tierras valencianas (Esteve
1956, Gusi 1974 y 1980). Los escasos hallazgos de las dos
últimas décadas atribuidos al Pleistoceno medio no han
aportado por su entidad avances significativos a la investigación de los momentos antiguos, hasta el inicio de las excavaciones en Bolomor.
Cau d’en Borràs (Orpesa)
Yacimiento que se localiza en el interior de una cavidad
subterránea desarrollada a través de una diaclasa que configura un abrigo-sima. Posee dos bocas, la actual de entrada de
1,8 x 1,3 m, con un estrecho corredor de 5,5 m, y la que se
sitúa sobre la vertical de la sima, de la que proviene principalmente el relleno sedimentológico. Presenta una potencia
estratigráfica de 8 m individualizada en 14 niveles. Se
deduce la existencia de niveles osíferos sin piezas líticas
(niveles 5, 8, 10 y 12), frente al nivel 9, considerado de relación entre fauna e industria y situado en la cota -5,80 m y
con 20 cm de potencia (Carbonell et al. 1981: 8 y 1987:
431). La ubicación del yacimiento en el interior de una sima
con profundidad de más de 6 m y anchura máxima de 2 m,
imposibilita unas mínimas condiciones de acceso y hábitat.
Los autores reconocen estas limitaciones y explican que los
restos han sido arrojados por los homínidos al interior.
El análisis taxonómico de la secuencia estratigráfica, sin
especificar nivel, ha proporcionado: lince, pantera, gato salvaje, cánido pequeño, úrsido pequeño, équido, puercoespín,
topo, conejo, aves, Apodemus sp., Microtus sp., cáprido,
bóvidos, ovido y Hemitragus bonali. En base a la determinación de éste último, el yacimiento se ha situado en el
Mindel final. El conjunto lítico está compuesto por un
núcleo, dos percutores, dos choppers y una lasca (Carbonell
et al. 1981: 10). Por nuestra parte, examinadas las piezas
depositadas en el Museo de Bellas Artes de Castellón, valoramos este reducido conjunto lítico como de tremenda
simpleza tecnológica y con incidencia de acciones mecánicas. La carencia de una evidente intencionalidad, con
ausencia de superficies preparadas para la percusión, una
tendencia no clara del filo, la ausencia de cualquier rasgo
tecnológico definitorio (efectos de la acción de un percutor
sobre un canto, claramente dirigido y con nitidez en la
extracción, etc.), así como la desfiguración debida a causas
naturales, completan una visión que no apunta a una manipulación antrópica. A falta de un estudio detallado de la
fauna recuperada, de los procesos kársticos, sedimentológicos y estratigráficos de la cavidad-yacimiento, y de la
explicación del origen de los cantos, parece oportuno no
descalificar el yacimiento, si bien el origen natural del depósito y por tanto la consideración paleontológica, tal vez un
cubil de carnívoros, constituye una hipótesis muy sólida a
considerar (Fernández Peris 1994, 2004).
56
Casa Blanca I (Almenara)
Yacimiento situado en el último cerro prelitoral sobre
los Estanys de Almenara, a 1,5 km del mar. Se trata en su
conjunto de varias cavidades kársticas fósiles colmatadas
por materiales y sacadas a luz por canteras. Se han encontrado cuatro de estos depósitos, siendo Casa Blanca I el más
rico en fauna. La sedimentación es esencialmente arcillosa y
brechificada con cantos calizos de 1-15 cm y pequeños fragmentos de sílex. En base a la microfauna con Allophaiomys
deucalion, el depósito tendría una edad de 2,7 a 1,6 m.a.
(Villafranquiense medio). La asociación de la macrofauna
también es típica de este momento: Equus stenonis, Gazellospira torticornis, Cervus cf. philisi, Ursus etruscus,
Pachycrocuta cf. brevirostris y otros.
En un principio el yacimiento fue considerado como
prehistórico y su hipotética industria como la más antigua de
la Península, tras las tres primeras campañas de excavaciones 1983-85 (Olaria 1984). Posteriormente se ha llegado
a la conclusión de estar ante un yacimiento paleontológico
(Gusi 1988: 127, Ginés y Pons-Moya 1986), pendiente del
estudio de la reconstrucción de la génesis kárstica y de sus
características litoestratigráficas.
Cova del Tossal de la Font (Vilafamés)
Se trata de un amplio complejo subterráneo de varios km
de recorrido y cuya boca se abre a 360 m de altitud, dando
paso a un depósito brechificado de gran extensión y profundidad. La estratigrafía de un corte “frontal” de 10 m de
potencia ha permitido distinguir, en función del tamaño de
los bloques y de la matriz, 9 niveles. El aspecto general es de
brechificación con acumulación importante de bloques.
En base al estudio microfaunístico del Cricetulus (Allocricetus), relacionado con poblaciones del Pleistoceno medio final en el SW de Francia, y los restos antropológicos
anteneandertales, según M.A. de Lumley, el yacimiento se
consideró como perteneciente al Pleistoceno medio (Gusi et
al. 1980: 21). El estudio posterior de los restos antropológicos (mitad inferior de un húmero y un fragmento de
coxal), indica la dificultad de fijar la situación cronológica
en base a los mismos (Arsuaga y Bermúdez de Castro 1984:
33). Los restos faunísticos son escasos: Crocuta spelaea,
Lynx spelaea y Cuon sp., además de un équido, un cérvido
y un ovicáprido. La microfauna ha proporcionado las
siguientes especies: Apodemus aff. flavicolis, Mus sp.,
Rattus sp., Cricetulus (Allocricetus) bursae, Pitimys sp., y
Eliomys q. quercinus. En base a la misma, en especial la
presencia de Cricetulus (Allocricetus) bursae, se propone
una edad Riss-Würm sin descartar un Würm antiguo o
Würm I-II (Gusi et al. 1984: 14). A partir de 2005 se han
reiniciado las excavaciones en el yacimiento.
Las escasas piezas líticas halladas hasta la fecha han
sido clasificadas como dos raederas y dos puntas. Aparecieron en relación con los restos antropológicos y paleontológicos y de su estudio se concluye la posible pertenencia a
«una fase muy final del Achelense superior de tipo micoquiense (Riss-Würm final/Würm I) o al tecno-complejo
Musteriense típico (Würm I-II)» (Gusi et al. 1984: 16). En
[page-n-70]
las memorias de excavaciones de las campañas 1984-85 se
aprecia una consideración como yacimiento atribuible al
Paleolítico medio (Gusi 1988a). Por nuestra parte y tras
examinar las piezas, el conjunto se resume en cuatro útiles
de sílex: raedera de dorso adelgazado, raedera desviada
doble, raedera simple convexa y lasca levallois típica. En el
estado actual de investigación del yacimiento, no se poseen
datos suficientes que apunten hacia su ubicación en
momentos cronológicos correspondientes al Pleistoceno
medio en una cavidad con ocupación o utilización muy
esporádica y fuerte incidencia de carnívoros.
El Pinar (Artana)
Yacimiento al aire libre situado en una amplia llanura
aluvial cruzada por el barranco de Solaig, en las proximidades
de la población de Artana. La explotación de áridos sacó a luz
numerosas piezas líticas destruyendo gran parte del yacimiento, en el que se han realizado excavaciones entre los años
1984-86. Se han documentado tres niveles estratigráficos
principales. El superior posiblemente de edad holocena con
potencia de 1 a 2 m y cantos redondeados de arenisca y caliza.
El medio formado por capas de arcillas con sílex y potencia
de hasta 5 m, y el inferior con cantos rodados y arcillas, fuertemente brechificados y estériles que constituyen la base
sobre la que se asienta el manto arcilloso. En las excavaciones
apareció gran cantidad de material, mayoritariamente no
tallado ni retocado (Casabó 1988: 155-157). La industria se
caracteriza por poseer índices levallois, laminar y de facetado
muy bajos. Las raederas son los útiles predominantes, seguidos de los denticulados con incidencia de algunas puntas de
Tayac y puntas de Quinson que darían al conjunto un cierto
aire “arcaico” (Casabó y Rovira 1991). Se han obtenido dataciones por termoluminiscencia sobre las arcillas, con fechas
entre 87.000 ± 13.000 BP y 116.000 ± 17.000 BP, proponiendo la ocupación en relación con la primera fecha, en el
Würm I. Este yacimiento en una terraza fluvial participa de la
problemática inherente a estos depósitos, sin asociación
faunística, mala materia prima, posible área de aprovisionamiento y presencia de industrias de otras épocas.
Cova del Corb (Ondara)
Ubicada en el extremo oriental de la Serra Segaria, en el
último relieve montañoso frente al mar. Desde su boca situada a una altitud de 200 m se divisa gran parte de la llanura
costera de las comarcas de La Safor y La Marina. El yacimiento fue dado a conocer por Leandro Calvo como
«guarida de época prehistórica, según indican algunas astillas de piedra chispa empotradas en la cueva» (Calvo 1908:
188); visitado por H. Breuil en abril de 1913 con recogida de
material (Jeannel y Racovitza 1914: 506, Breuil y Obermaier
1914: 252-253) y finalmente clasificado como yacimiento
con útiles de tipo “Le Moustier” (Obermaier 1916: 197,
Carballo 1924: 70).
El depósito prehistórico está formado por un amplio
testigo brechoso adosado al escarpe del farallón con una
potencia máxima de 3 m de muro a techo, anchura máxima
de 2 m y una extensión aproximada de 10 m. Se halla
ubicado en el área de contacto de una antigua resurgencia
kárstica. La brecha corresponde al depósito de un abrigo
rocoso cuya cornisa ha sido completamente desmantelada
por la erosión que ha volcado sobre la ladera distintos materiales, entre otros, del Paleolítico superior y medievales. La
brecha se presenta bastante homogénea, “muy pétrea” y sin
excesivas variaciones estratigráficas, de textura y fracción.
Su tendencia es visualmente areno-arcillosa fuertemente
encostrada y con tendencia a aumento de cantos hacia su
techo. En la misma se observan englobados restos líticos y
faunísticos. El depósito presenta visualmente momentos fértiles y estériles, los primeros con escaso material y algún
sílex o hueso quemado, sin líneas de hogar o alteración sedimentaria producida por éste.
El conjunto lítico que ha podido ser examinado procedente de la desmantelación erosiva está formado por una
treintena de piezas, todas ellas de sílex patinado o desilificado. Entre los útiles hay un fuerte predominio de las
raederas diversificadas con retoque simple, talón liso y de
técnica no levallois. No existe macroutillaje, ni microlitismo
ni elementos sobreelevados. Todo ello da al conjunto un aire
muy “musteriense” –charentiense–. El conjunto faunístico
cercano a 220 restos óseos es suficientemente indicador de
las características bioestratigráficas del mismo (cuadro II.9).
La notoria presencia de carnívoros está en consonancia
con una ocupación muy esporádica, como parece mostrar el
registro. Los herbívoros predominantes son cabra y uro junto
al asno y tortuga, que configuran un momento climático cálido. La microfauna presenta Microtus brecciensis que por
sus características sería evolucionado pero más antiguo que
los del Würm antiguo de Cova Negra.
Estaríamos pues ante un yacimiento del Paleolítico
medio con ocupación muy esporádica y puntual en un momento cálido situado entre el OIS 7 o el último interglaciar
y las primeras fases húmedas del Würm antiguo (Würm I/II
o OIS 5a, 85/71 ka), acomodándose posiblemente mejor en
este último, aunque ello es especulativo. Esta ocupación
comporta la utilización del fuego en un espacio en gran parte
desaparecido que difícilmente puede ser fiel reflejo de las
características primarias del depósito.
COVA DEL CORB
NRI
Dama clactoniana
Cervus elaphus
Capra pyrenaica
Bos primigenius
Equus ferus
Equus hydruntinus
HERBÍVOROS
Crocuta sp
Panthera sp
Felis sp
Canis lupus
CARNÍVOROS
5 (2,7%)
3 (1,6%)
33 (17,7%)
12 (6,4%)
3 (1,6%)
2 (1,08%)
166 (89,25%)
3 (1,6%)
2 (1,08)
6 (3,2%)
9 (4,8%)
20 (10,75%)
Cuadro II.9. Porcentaje faunístico de la Cova del Corb
(Sarrión 1991). NRI: número de restos identificados.
57
[page-n-71]
Cova de les Calaveres (Benidoleig)
Presenta una boca orientada al NNW sobre el amplio
cauce del río Girona, a 100 m de altitud y en las inmediaciones de la población. El yacimiento se ubica principalmente en la terraza de la desembocadura de un cauce
hipogeo que fue dado a conocer por H. Breuil tras el hallazgo de un «petit coup de poing ovoïde en roche quartzeuse» que señaló como perteneciente al paléolithique
ancien (Breuil y Obermaier 1914: 251-252, Jeannel y Racovitza 1914), hallazgo y asignación difundida en la obra
“El Hombre Fósil” (Obermaier 1916: 197 y 1925: 219). El
abatte Breuil en 1913 observó dos niveles brechosos principales, el superior que asignó al Paleolítico superior y el inferior que no precisó con fauna y «silex taillé peu caractérisé,
très lustré et usé». Esta circunstancia le indujo a solicitar
permiso de excavación a la Junta Superior de Excavaciones
y Antigüedades, permiso que se le otorgó el 17 de octubre de
1914. A causa de la guerra europea, la misma no se materializó (Pla 1965: 282-283).
Las primeras excavaciones oficiales serían realizadas
en 1931-32 por J.J. Senent, secretario de la Comisión de
Monumentos Histórico-Artísticos de la provincia de Alicante. Las mismas se centraron en la brecha osífera cercana a
la entrada y proporcionaron cuatro estratos: «el superior
con restos de culturas anteriores al Paleolítico (ibérica y de
los metales), sigue la brecha osífera con espesor variable de
12 a 20 cm y con restos de fauna cuaternaria y sílex
tallados de la época al parecer musteriense y auriñaciense.
Debajo de ésta existe una capa negruzca menos dura con
restos análogos a los de la brecha osífera y finalmente sigue
a esta última el firme de la caliza del terreno» (C.P.M.H.A.
de la provincia de Alicante, libro de Actas, sesión 24-XII1931 y Aparicio et al. 1982: 15).
Los materiales de la excavación fueron estudiados por
H. Breuil en visita a Alicante (C.P.M.H.A. del 6-VI-1932),
con resultados inéditos y desconocidos. El yacimiento
adquirió una cierta relevancia por aquellas fechas según
diversos artículos divulgativos (Gómez 1931, 1931a, 1932,
C.C.V. 1931, Jiménez de Cisneros 1932) y cobran importancia ante la escasez de datos publicados de la excavación.
En visita al yacimiento, Jiménez de Cisneros comenta que
en la galería donde se ubican las brechas se excavó para el
desagüe de la cueva un largo canal en tiempos precedentes a
las primeras excavaciones: «Gran cantidad de escombros fue
lanzada a la proximidad de la entrada de la cueva, y esta
escombrera fue la parte estudiada primeramente y donde se
recogieron pedernales labrados, dientes diversos y fragmentos de hueso en su mayoría indeterminables..., se han
encontrado huesos largos, de diáfisis gruesísima. Desde
luego supuse que se trataba de un herbívoro muy grande, y
el abbate Breuil, que los ha visto después, opina que son de
Hippopotamus. Se encuentran cuernas de ciervo (Cervus
elaphus) muy grandes y robustas; he encontrado una cabeza
de húmero de grandes dimensiones perteneciente a esta
especie. Se encuentran también dientes de caballo, de un
suido (Sus cristatus ?) y pequeños huesos que parecen de un
roedor». También comenta la existencia de toscos sílex y
que las especies son propias de un clima húmedo (Jiménez
58
de Cisneros 1932: 417-422). Según Gómez Serrano (1932:
221), J.J. Senent halló abundantes huesos de «cérvols,
cavall, elephas?, rhinoceros? y pedrenyes (puntes musterenques, rascadors, amorfes)». Además señala que se están
excavando materiales “in situ” del interior.
De estas excavaciones apenas se posee información, no
existe publicación de las mismas, aunque se desprende que
se recuperaron abundantes restos faunísticos y líticos, no
inventariados y en gran parte perdidos. Los escasos materiales depositados en distintos museos (Alacant, Alcoi y
Valencia), en especial óseos (hipopótamo, elefante y rinoceronte), y la existencia de algún útil, encajarían bien en momentos antiguos. De la donación de H. Breuil al S.I.P. de
Valencia en 1931 existe un lote de restos faunísticos clasificado por él mismo: molares de Cervus elaphus, Cervus,
Equus, Sayga y Hyaena; así como huesos varios de Cervus
elaphus, Rupicapra pirenaica, Lepus cuniculus, Bos, Equus,
Sus scrofa, Ursus speleus, Rhinoceros frabulls y una gran
falange de felino.
En 1977 se realizaron las únicas excavaciones recientes
hasta el momento muy limitadas por el registro existente. Los
conjuntos industriales recuperados, atribuidos al Paleolítico
superior y al Mesolítico I (Aparicio 1982: 20), no han dado
una respuesta satisfactoria sobre la existencia o no de niveles
atribuibles al musteriense o anteriores, aunque el estudio
sedimentológico no descarta que los niveles V a VII sean
musterienses (Fumanal 1982: 56). En 1999, a consecuencia
de las obras de electrificación de la cavidad turística, pude
estudiar las características del suelo de hormigón, que transformó las primeras estancias de la cueva en fábrica de explosivos durante la Guerra Civil (1936-39) (Brú y Vidal 1960:
14). Este suelo presenta un nivel hormigonado con mortero
inicial de 8 cm y muy mala calidad sobre un conjunto de
grava y cal de unos 15 cm, todo ello sobre un potente relleno
nivelador superior a 1 m de gruesos bloques (de origen interno y externo). Entre el material de relleno se aprecian brechas arqueológicas cuyas características y ubicación se podría averiguar levantando el hormigón y sacando el escombro
pétreo. En base a fotografías antiguas (1931) y al desarrollo
del cauce, se puede considerar que el área oriental del atrio es
posiblemente la que pudiera guardar algún testigo brechoso,
dado que se incidió mayormente para el drenaje de aguas
sobre el lado contrario. Sin embargo y dada la gran destrucción que se realizó en las paredes mediante barrenos y cincelándolas verticalmente, es muy difícil que quedan depósitos
arqueológicos antiguos (Pleistoceno medio o superior inicial)
“in situ” y menos de cierta entidad. De todos los datos anteriores se desprende que durante los últimos 300 años se ha
extraído material sedimentario del interior (explotación
hídrica) generando una escombrera con materiales arqueológicos; de ella creemos proceden la mayoría de los materiales
más antiguos localizados en los distintos museos. El yacimiento queda hoy en una situación muy difícil para futuras y
amplias investigaciones.
Yacimientos de los valles de Alcoi
Se trata de numerosos yacimientos al aire libre y con una
repartición geográfica amplia aprovechando áreas lacustres,
[page-n-72]
terrazas fluviales y glacis. Tradicionalmente, desde que
Belda y Pericot en 1945 señalaran la existencia de Paleolítico
inferior en la zona –clactoniense–, en un momento en que se
intentaba correlacionar la antigüedad de los útiles con las
características de su pátina, la misma se ha venido considerando en bibliografía. El comentario detallado de cada yacimiento sería exhaustivo por lo que sólo reseño algunos con su
nombre: En la Hoya de Polop (Mas Roig, El Calvo, La
Cordeta, L’Alquerieta, Barranc d’Aigüeta Amarga, La
Borra); los yacimientos de Beniaia (La Gleda, La Solana de
la Criola, La Carbonera, Les Ronxes, La Lloma del Moll);
El Cantalar, Els Dubots, las Terrazas del Serpis (Alcoi),
El Cerro del Sargent, La Carroja, El Fondo de l’Urbá, etc.
Pericot 1946, Villaverde 1984, Aparicio 1980 y 1989, Faus
1990). Tras el estudio de estos materiales, depositados principalmente en el Museo de Alcoi, los yacimientos mencionados son principalmente áreas de talla con mezcla de restos
industriales de distintas cronologías; en ningún momento he
apreciado conjunto alguno estratificado, datos faunísticos o
que pudiera relacionarse con el Paleolítico antiguo. La gran
mayoría corresponden a áreas de talla y aprovisionamiento
con fuerte predominio de restos de talla y núcleos centrípetos; sobre los útiles y por comparación con otros yacimientos regionales posiblemente correspondan a momentos
avanzados del Würm antiguo.
Hurchillo
Yacimiento al aire libre ubicado en la Loma de Bigastro,
a 107 m de altitud y sobre la población de igual nombre. Fue
dado a conocer por el geólogo Ch. Montenat (1973) y posteriormente publicado con asignación a la Pebble culture
(Cuenca et al. 1982). También se asigna a un Achelense inferior (Montes 1983 y 1986). Este es un yacimiento controvertido; sus investigadores propusieron una cronología referencial de 28.000 BP y su relación con industrias de variado
tipo: Pebble culture evolué, Camposaquiense y Gándaras de
Budiño.
Tras visitar el yacimiento y examinar la colección del
Museo de Novelda, observamos una falta de recogida metódica de materiales, que se han centrado en localizar piezas
“significativas”, olvidando los millares que se esparcen por
la zona. La materia prima en su totalidad es cuarcita; el
soporte está constituido por cantos rodados, por lo general
ovoides, de coloración violáceo-rojiza y con variada tipometría. La primera valoración que debe realizarse es que existe
talla intencional lítica en el yacimiento, independientemente
de la existencia de gran número de guijarros fracturados por
causas naturales que dan origen a superficies de exfoliación
planas, correspondientes a diferentes vetas de mineralización.
Por lo observado, es un yacimiento superficial no estratificado y sin asociación faunística, en un lugar donde
existen materiales cerámicos romanos. El conjunto lítico no
tiene una característica tecnológica definida y predominan
los núcleos y restos de talla. La materia prima es de mala
calidad y dificulta ver bien las improntas del proceso de
talla. Existe un muy escaso número de útiles, todos ellos mal
caracterizados como morfotipos; alguna tosca raedera y
denticulado parecen ser los más significativos, así como los
nódulos con talla grosera para la extracción de amplias
lascas con cierto apuntamiento de los mismos. Estamos ante
un área de talla de características tecnológicas, cronológicas
y culturales imprecisas. Nuestra postura es especulativa y de
hecho no sería descartable su adscripción holocena, por lo
que tenemos muchas reservas en su inclusión en un Paleolítico antiguo; únicamente un estudio en profundidad de la
totalidad de los materiales podrá definir el mismo.
II.8.
ANEXO. TABLAS DE REPRESENTACIÓN DE
LOS RESTOS FAUNÍSTICOS
Los siguientes cuadros (II.10 a II.38) corresponden a las
categorías faunísticas identificadas en el Sector Oeste del
yacimiento. Es un inventario provisional elaborado sobre el
número de restos, taxones y partes anatómicas. La cuantificación del número mínimo de individuos (NMI) y los
correspondientes estudios tafonómicos se están llevando a
cabo en la actualidad, así como el análisis faunístico de otros
sectores del yacimiento. La presente relación ha sido posible
gracias a la contribución de Inocencio Sarrión, Alfred
Sanchis, Rafael Martínez y Ruth Blasco.
59
[page-n-73]
Capas
1
2
3
4
5
6
LC
Total
Cervus elaphus
97
102
27
8
28
1
8
271 (49,9%)
Dama sp.
2
5
-
-
-
-
2
9 (1,6%)
Cervidae
4
5
1
-
4
5
1
20 (3,6%)
Hemitragus sp.
1
3
-
-
-
-
-
4 (0,7%)
Capridae
13
7
5
3
6
1
1
36 (6,6%)
Sus scrofa
4
6
2
1
1
-
3
17 (3,1%)
Mesomamífero
121
128
35
12
39
7
15
357 (65,9%)
Mesomam. indet.
553
366
233
38
42
3
-
1235
Equus ferus
8
12
5
-
-
2
1
28 (5,1%)
Equus hydruntinus
1
-
-
1
1
-
-
3 (0,5%)
Bos primigenius
51
45
14
3
25
2
6
146 (26,9%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero
60
57
19
4
26
4
7
177 (32,6%)
Macrom. indet.
67
51
15
3
5
-
-
141
Elephantidae
1
1
-
-
-
-
-
2 (0,3%)
Hippopotamus sp.
2
2
-
-
-
-
-
4 (0,7%)
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero
3
3
-
-
-
-
-
6 (1,1%)
Megamamífero indet.
2
5
1
-
1
-
-
49
Elephantidae
1
1
-
-
-
-
-
2 (0,3%)
Canis sp.
1
-
-
-
-
-
-
1 (0,2%)
Canis lupus
1
-
-
-
-
-
-
1 (0,2%)
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoro
2
-
-
-
-
-
-
2 (0,4%)
Avifauna
6
8
2
5
9
2
-
32
Oryctolagus cuniculus
46
90
22
2
6
1
-
167
Testudo sp.
151
260
13
12
27
2
-
465
Otros
40
-
-
15
13
-
-
68
Micromamífero
275
358
37
34
55
5
-
764
Fragmentos indeterm.
3260
5631
1683
750
1318
190
-
12832
4343
6599
2023
841
1486
209
22
15523
Total
Cuadro II.10. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico Ia. Sector occidental.
60
[page-n-74]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Extrem. distales
Mt
FG
HC
Total
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
97
1
-
-
-
2
1
2
8
14
109
24
2
271
Dama sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
6
1
9
Cervidae
-
6
-
-
-
-
-
-
-
3
1
2
8
-
20
Hemitragus sp.
1
2
-
-
-
-
-
-
-
8
-
-
1
-
4
Capridae
-
9
-
-
-
-
1
-
2
2
1
3
9
-
27
Sus scrofa
-
10
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
4
2
17
Mesomamífero indet.
3
5
15
12
1
1
47
9
17
24
22
3
2
161
Mesomamífero
133 (26,02%)
33 (6,45%)
Rd/Ul Tb/Fb
128 (25,04%)
216 (42,27%)
510
Equus ferus
1
16
-
-
-
1
-
-
-
2
5
-
3
-
28
Equus hydruntinus
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
3
Bos primigenius
-
116
-
-
-
-
-
1
1
1
3
21
1
2
146
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
2
2
-
4
-
1
2
7
2
2
7
2
-
1
32
Macromamífero
139 (66,5%)
8 (3,83%)
23 (11%)
39 (18,66%)
209
Elephantidae
-
1
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
2
Hippopotamus sp.
-
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4
Stephanorhinus hemitoech.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero ind.
-
1
-
1
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
3
Megamamífero
6 (66,6%)
Canis sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Felis sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Lynx sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macaca sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Carnívoro
2
Total
278 (38,27%)
1 (11,1%)
42 (5,76%)
1 (11,1%)
121 (16,6%)
1 (11,1%)
287 (39,37%)
9
728
Cuadro II.11. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico Ia. Cr: cráneo. Dt: diente. Vt: vértebra. Ct: costilla. Cx: coxal.
Pv: pelvis. Ep: escápula. Hm: húmero. Fm: fémur. Rd/Ul: radio/ulna. Tb/Fb: tibia/fíbula. Rt: rótula.
Mt: metapodo. Fg: falange. HC: hueso compacto.
61
[page-n-75]
Capas
Ib
Ic-c1
Ic-c2
Ic-c3
Ic-LC
Total
Cervus elaphus
1
6
6
4
1
18 (34,6%)
Dama sp.
-
-
-
-
3
3 (5,7%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
-
1
2
-
4 (7,7%)
Hemitragus sp.
-
-
-
-
1 (1,9%)
Capridae
-
1
-
1
-
2 (2,8%)
Sus scrofa
-
-
-
1
-
1 (1,9%)
Mesomamífero
2
8
7
8
4
29 (55,7%)
Mesomamífero indet.
12
13
10
8
-
43
Equus ferus
-
2
-
1
1
4 (7,7%)
Equus hydruntinus
2
-
-
-
-
2 (3,8%)
Bos primigenius
-
6
3
1
1
11 (21,1%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
Macromamífero
2
8
3
2
2
17 (32,7%)
Macromamífero indet.
-
5
4
9
1
19
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
1
1
2 (3,8%)
Stephanorhinus hemitoech.
-
1
-
-
-
1 (1,9%)
Megamamífero
-
1
-
1
1
3 (5,7%)
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
2
-
-
1
3 (5,7%)
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
Carnívoro
-
2
-
-
1
3 (5,7%)
Avifauna
-
-
2
1
-
3
18
5
2
2
1
28
Testudo sp.
-
7
-
3
-
10
Otros
-
9
-
-
-
9
Microfauna
18
21
4
6
1
50
Frag. indeterm.
68
641
271
326
-
1306
102
699
299
360
10
1470
Oryctolagus cuniculus
Total
-
Cuadro II.12. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos Ib-Ic. Sector occidental.
62
[page-n-76]
63
-
-
15 (31,9%)
-
-
-
-
13 (59,1%)
-
-
-
Sus scrofa
Mesomam. indet
Mesomamíferos
Equus ferus
Equus hydruntinus
Bos primigenius
Macrom. indet.
Macromamíferos
Elephantidae
Hippopotamus sp.
Rhinocerus sp.
-
-
Capridae
1
-
-
-
Felis sp.
Meles meles
Ursus arctos
Hienidae
Macacus sp.
Total
2
-
-
-
1
-
-
-
1
2
-
1
6
2
4
2
1
-
1
-
33 (44,6%)
-
Canis lupus
Carnívoros
-
Canis sp.
3
-
Hemitragus sp.
Megamamíferos
-
Cervidae
3
-
Dama sp
8
Dt
-
Cr
Cabeza
Cervus elaphus
Partes Anatómicas
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
3
-
-
-
-
-
-
Ct
5 (6,7%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2 8 (9,1%)
-
-
-
-
3 (19,1%)
-
-
-
-
-
-
-
Cx
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Pv
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ep
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3
-
-
-
-
-
-
Hm
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1
Fm
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3 (13,6%)
-
-
-
-
12 (25,5%)
-
-
1
-
-
-
1
FG
15 (20,2%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
3
-
-
1
-
-
-
4
-
5
Mt
21 (28,3%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Rt
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
1
-
-
7
-
-
-
-
-
3
Tb/Fb
Extrem. distales
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3 (13,6%)
1
-
-
-
17 (36,1%)
2
-
-
-
-
-
-
Rd/Ul
Extremidades proximales
Cuadro II.13. Partes anatómicas identificadas. Niveles arqueológicos Ib y Ic. Sector occidental.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Vt
Tronco
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
HC
74
3
-
-
-
-
-
-
-
3
1
2
-
22
6
10
2
4
47
19
1
1
1
4
3
18
Total
[page-n-77]
Nivel
II
III
Cervus elaphus
7 (25%)
55 (36,9%)
Dama sp.
1(3,6%)
2 (1,3%)
-
-
Cervidae
1 (3,6%)
4 (2,6%)
Hemitragus sp.
1 (3,6%)
4 (2,6%)
Capridae
4 (14,3%)
5 (3,1%)
Sus scrofa
-
7 (4,7%)
14 (50%)
77 (51,6%)
45
300
Equus ferus
1 (3,6%)
5 (3,3%)
Equus hydruntinus
1 (3,6%)
-
Bos primigenius
12 (42,8%)
61 (40,9%)
Megaloceros sp.
-
-
Macromamíferos
14 (50%)
66 (44,3%)
Macromamíferos indet.
2
78
Elephantidae
-
-
Hippopotamus sp.
-
3 (2%)
Stephanorhinus hemitoechus
-
1 (0,6%)
Megamamíferos
-
4 (2,6%)
Megamamíferos indet.
-
2
Canis sp.
-
-
Canis lupus
-
-
Felis sp.
-
-
Meles meles
-
-
Ursus arctos
-
2 (1,3%)
Hienidae
-
-
Macacus sp.
-
-
Carnívoros
-
2 (1,3%)
Avifauna
-
Oryctolagus cuniculus
5
52
Testudo sp.
9
67
Otros
-
Capreolus capreolus
Mesomamíferos
Mesomamíferos indet.
Micromamíferos
14
Fragmentos indeterminados
Total
119
1364
1558
1451
2206
Cuadro II.14. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos II y III. Sector occidental.
64
[page-n-78]
65
-
-
-
-
7 (38,8%)
-
-
-
-
-
14 (93,3%)
-
-
Hemitragus sp.
Capridae
Sus scrofa
Mesomamífero indet.
Mesomamíferos
Equus ferus
Equus hydruntinus
Bos primigenius
Megaloceros sp.
Macromamíferoinde.
Macromamíferos
Elephantidae
Hippopotamus sp.
-
-
Megamamífero indet.
-
-
Meles meles
Ursus arctos
Hienidae
Carnívoros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
11
1
1
-
-
1
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Vt
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Ct
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Fm
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (15%)
-
-
-
-
-
1 (5,5%)
-
-
-
-
-
-
-
-
Rd/Ul
2 (6,1%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hm
2 (6,1%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ep
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Pv
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Tb/Fb
Extremidades proximales
-
-
-
-
-
2 (11,1%)
-
-
-
-
-
-
-
-
Cx
Tronco
Cuadro II.15. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico II. Sector occidental.
21 (63,6%)
-
Felis sp.
Total
-
Canis lupus
Macacus sp.
-
Canis sp.
Megamamíferos
-
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
Rupicapra rupicapra
-
-
Cervidae
-
-
5
-
Dt
Dama sp.
Cr
Cabeza
Cervus elaphus
Partes Anatómicas
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Rt
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Mt
-
-
-
-
-
-
-
-
8 (24,2%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
8 (44,4%)
1
-
3
-
-
-
1
-
FG
Extrem. distales
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
HC
-
-
-
-
-
-
-
-
-
33
-
-
-
-
15
1
-
12
1
1
18
4
-
4
1
1
1
7
Total
[page-n-79]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
1
19
-
-
-
2
1
1
-
5
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
2
-
-
-
-
-
1
Rupicapra rupicapra
-
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
2
-
-
-
-
Capridae
-
-
-
-
-
Sus scrofa
-
5
-
-
Mesomamífero indet.
3
2
5
15
Mesomamíferos
36 (26,8%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
4
-
18
4
-
55
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
1
-
-
4
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
-
1
-
-
-
-
1
4
-
-
-
-
1
-
-
3
-
-
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
7
-
-
3
7
5
6
8
-
1
1
1
57
26 (19,4%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
39 (29,1%)
33 (24,6%)
134
Equus ferus
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
3
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
4
43
-
-
-
-
-
-
-
4
5
-
4
1
-
60
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
2
2
1
2
-
1
1
2
2
1
8
-
-
-
-
22
Macromamiferos
54 (61,3%)
5 (5,6%)
23 (26,1%)
6 (6,8%)
88
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
3
Rhinocerus sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
2
Megamamíferos
3 (50%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
2
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
1 (50%)
-
1 (50%)
-
2
94 (40,8%)
31 (13,4%)
65 (28,2%)
40 (17,4%)
230
Total
-
2 (33,3%)
1 (33,3%)
Cuadro II.16. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico III. Sector occidental.
66
6
-
[page-n-80]
Capas
1
2
3
4
5
6
Total
Cervus elaphus
45
67
30
50
10
3
205 (34%)
Dama sp.
2
2
3
-
1
-
8 (1,3%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
6
14
11
14
2
-
47 (7,8%)
Hemitragus sp.
3
2
1
-
-
-
6 (1%)
Capridae
9
17
10
10
3
-
49 (8%)
Sus scrofa
10
25
12
31
18
1
97 (16,1%)
Mesomamíferos
75
127
67
105
34
4
412 (68,3%)
Mesomamífero indet.
475
690
1343
940
249
3
3700
Equus ferus
4
1
4
-
-
-
9 (1,5%)
Equus hydruntinus
-
1
-
-
-
-
1 (0,1%)
Bos primigenius
32
41
27
33
16
1
150 (24,8%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
36
43
31
33
16
1
160 (26,5%)
Macromamífero indet.
87
93
76
152
44
-
452
Elephantidae
1
-
-
-
1
-
2 (0,3%)
Hippopotamus sp.
5
6
4
-
5
-
20 (3,3%)
Stephanorhinus hemitoechus
1
-
1
-
1
-
3 (0,5%)
Megamamíferos
7
6
5
-
7
-
25 (4,1%)
Megamamífero indet.
-
10
3
4
-
-
17
Canis sp.
2
1
-
1
-
-
4 (0,6%)
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
1
-
-
-
-
-
1 (0,1%)
Hienidae
-
1
-
-
-
-
1 (0,1%)
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
3
2
-
1
-
-
6 (1%)
Avifauna
10
38
37
35
3
1
124
Oryctolagus cuniculus
364
460
587
465
112
2
1990
Testudo sp.
77
135
124
95
26
-
457
-
68
28
9
-
-
105
Micromamíferos
451
701
776
604
141
3
2676
Fragmentos indeterminados
2756
5789
5017
4778
1645
145
20130
3890
7461
7318
6617
2129
156
20954
Otros
Total
Cuadro II.17. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico IV. Sector occidental.
67
[page-n-81]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
2
41
-
-
-
1
2
14
2
8
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
17
-
-
-
-
-
1
Hemitragus sp.
4
-
-
-
-
-
-
Capridae
1
25
1
-
-
-
Sus scrofa
1
48
-
1
-
Mesomamífero indet.
28
87
30
68
-
Mesomamíferos
257 (28,6%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
9
-
90
21
13
203
1
-
-
-
4
1
8
1
1
2
-
19
5
-
47
-
-
1
-
-
-
-
1
6
-
4
1
4
3
-
12
7
5
63
1
2
2
-
8
2
-
10
19
3
97
3
18
58
31
31
75
-
25
6
13
473
127 (14,1%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
259 (28,8%)
254 (28,3%)
897
Equus ferus
-
6
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
3
-
-
10
Equus hydruntinus
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
8
84
-
1
-
-
-
2
1
4
10
-
10
6
4
130
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
8
14
6
31
-
1
5
27
6
6
25
-
3
4
3
Macromamíferos
122 (43,7%)
44 (15,7%)
98 (35,1%)
Elephantidae
-
2
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
18
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
2
-
-
-
-
1
Megamamífero indet.
-
1
1
-
-
-
-
Megamamíferos
23 (69,7%)
-
-
33 (11,8%)
139
279
-
-
18 (3%)
-
-
-
-
2
-
1
-
1
-
-
20
-
-
-
-
-
-
-
-
3
-
3
-
2
1
-
8
5 (15,1%)
33
Canis sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
1
-
-
-
-
Hienidae
-
1
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
Carnívoros
3 (50%)
-
1 (16,6%)
2 (33,3%)
6
405 (33,6%)
189 (15,7%)
363 (30,1%)
293 (24,3%)
1204
Total
-
1
-
-
-
2
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4 (12,1%)
-
Cuadro II.18. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico IV. Sector occidental.
68
[page-n-82]
Capas
1
2
3
4
5
Total
Cervus elaphus
11
2
4
-
1
18 (25,3%)
Dama sp.
5
1
-
-
-
6 (8,4%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
1
1
-
-
-
2 (2,8%)
Capridae
17
-
1
-
1
19 (26,7%)
Sus scrofa
3
-
-
-
-
3 (4,2%)
Mesomamíferos
37
4
5
-
2
48 (67,6%)
Mesomamífero indet.
737
33
2
3
18
793
Equus ferus
2
-
-
-
-
2 (2,8%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
16
-
-
-
-
16 (22,5%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
18
-
-
-
-
18 (25,3%)
Macromamífero indet.
51
-
1
-
-
52
Elephantidae
1
-
1
-
-
2
Hippopotamus sp.
2
-
-
-
-
2
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
3
-
1
-
-
4 (5,6%)
Megamamífero indet.
18
-
-
-
-
18
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
1
1
Hienidae
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
-
-
-
-
1
1 (1,4%)
Avifauna
18
-
-
-
-
18
Oryctolagus cuniculus
258
38
-
-
1
297
Testudo sp.
81
2
-
-
1
84
-
1
-
-
-
1
Micromamíferos
357
41
-
-
2
400
Fragmentos indeterminados
3364
288
64
99
209
4024
4585
366
73
102
232
5358
Otros
Total
Cuadro II.19. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico V. Sector occidental.
69
[page-n-83]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
4
-
-
-
-
-
2
-
-
Dama sp.
-
4
-
-
-
-
-
-
1
Cervidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
1
-
-
-
-
-
Capridae
-
8
-
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
2
14
1
5
-
Mesomamíferos
33 (30%)
Equus ferus
-
1
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
12
-
-
-
-
-
-
1
-
2
-
1
-
-
16
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
-
2
-
1
-
1
-
3
2
-
6
-
-
-
-
15
Macromamíferos
Rt
Mt
FG
HC
Total
3
-
6
1
2
18
-
-
-
1
-
-
6
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
2
-
-
-
-
-
-
8
1
2
19
-
-
-
-
1
-
-
1
1
-
3
-
1
9
1
6
11
-
2
-
-
52
7 (6,3%)
15 (45,4%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
44 (40%)
2 (6,1%)
26 (23,6%)
15 (45,4%)
110
1 (3%)
33
Elephantidae
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Hippopotamus sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
2
Stephanorhinus hemit.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
3
Megamamíferos
3 (42,8%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
TOTAL
1 (14,3%)
2 (28,5%)
1 (14,3%)
1
-
-
-
1
51 (33,7%)
10 (6,6%)
61 (40,4%)
28 (18,5%)
151
Cuadro II.20. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico V. Sector occidental.
70
7
[page-n-84]
Niveles
VI
VIII
Cervus elaphus
3
-
Dama sp.
-
-
Capreolus capreolus
-
-
Cervidae
-
-
Hemitragus sp.
-
-
Capridae
1
-
Sus scrofa
-
-
Mesomamíferos
3
-
Mesomamífero indet.
5
-
Equus ferus
-
-
Equus hydruntinus
-
-
Bos primigenius
3
1
Megaloceros sp.
-
-
Macromamíferos
3
1
Macromamífero indet.
1
-
Elephantidae
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
Megamamíferos
-
-
Megamamífero indet.
-
-
Canis sp.
-
-
Canis lupus
-
-
Felis sp.
-
-
Meles Meles
-
-
Ursus arctos
-
-
Hienidae
-
-
Macacus sp.
-
-
Carnívoros
-
-
Avifauna
-
-
Oryctolagus cuniculus
-
-
Testudo sp.
-
-
Otros
-
-
Micromamíferos
-
-
72
-
84
1
Fragmentos indeterminados
Total
Cuadro II.21. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos VI-VIII. Sector occidental.
71
[page-n-85]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
1
-
-
-
-
-
-
1
-
Dama sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
-
-
-
-
-
-
Capridae
-
-
-
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
-
-
-
1
-
Mesomamíferos
1
Rt
Mt
FG
HC
Total
-
-
1
-
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
-
-
-
3
1
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
3
1
6
Equus ferus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
3
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
1
3
-
4
1
-
4
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hem.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
-
-
-
-
-
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
Total
-
-
-
-
-
4
1
4
1
10
Cuadro II.22. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Niveles arqueológicos VI-VIII. Sector occidental.
72
[page-n-86]
Capas
1
2
3
4
5
6
LS
Total
Cervus elaphus
-
3
2
3
4
-
12
24 (41,3%)
Dama sp.
-
-
2
-
-
-
-
2 (3,4%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
1
1
-
-
2 (3,4%)
Hemitragus sp.
5
-
-
-
-
-
-
5 (8,6%)
-
-
-
2
1
-
3 (5,1%)
Capridae
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
5
3
4
4
7
1
12
36 (62,1%)
Mesomam. indet.
-
-
8
7
17
10
10
52
Equus ferus
1
-
1
3
3
6
1
15 (25,8%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
-
-
-
3
-
2
5 (8,6%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
1
-
1
3
6
6
3
20 (34,4%)
Macromamífero indet.
-
-
2
-
2
1
3
8
Elephantidae
-
-
-
-
1
-
-
1 (1,7%)
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemitoechus
1
-
-
-
-
-
-
1 (1,7%)
Megamamíferos
1
-
-
-
1
-
-
2 (3,4%)
Megamamífero indet.
-
-
1
-
-
-
-
1
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
-
-
-
-
-
-
-
-
Avifauna
-
1
1
2
-
-
-
4
Oryctolagus cuniculus
-
4
15
10
5
-
2
36
Testudo sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
Micromamíferos
-
5
16
12
5
-
2
40
Fragmentos indeterm.
2
18
16
-
5
-
1
2
9
26
47
26
43
18
31
200
Total
Cuadro II.23. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XII. Sector occidental.
73
[page-n-87]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
3
-
-
-
3
1
1
-
-
Dama sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
-
-
-
-
1
Hemitragus sp.
-
-
-
-
-
-
-
Capridae
-
-
-
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
2
1
4
6
-
Mesomamíferos
7 (11,3%)
Equus ferus
2
4
-
-
-
-
1
-
1
-
3
-
2
-
2
15
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
3
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
-
-
1
2
1
-
-
-
-
1
-
1
-
-
6
Macromamíferos
7 (29,1%)
Elephantidae
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hem.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
1 (50%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
Total
Rt
Mt
FG
HC
Total
9
-
7
-
-
24
-
-
-
-
-
1
2
-
-
-
-
1
-
-
2
-
-
-
-
-
1
4
-
5
-
2
-
-
1
-
-
-
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
6
3
-
2
-
-
-
26
16 (25,8%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
-
25 (40,3%)
5 (20,8%)
14 (22,5%)
7 (29,1%)
-
5 (20,8%)
-
24
1 (50%)
-
-
-
-
-
-
15 (17,1%)
21 (23,8%)
32 (36,3%)
20 (22,7%)
88
Cuadro II.24. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XII. Sector occidental.
74
62
[page-n-88]
Nivel
Capas
XIIIa
XIIIb
XIIIc
1
2
3
4
5
6
7
9
10
11
Total
Cervus elaphus
32
7
1
2
4
1
-
3
1
-
51 (53,1%)
Dama sp.
1
3
-
1
-
-
-
-
-
-
5 (5,2%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
1
-
-
-
-
-
2
-
-
1 (1,04%)
Hemitragus sp.
-
-
1
1
2
1
1
-
6
-
12 (12,5%)
Capridae
1
-
2
1
-
-
-
-
-
1
5 (5,2%)
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
34
11
4
6
6
2
1
5
7
1
77 (80,2%)
Mesomamífero indet.
135
25
15
5
39
5
2
-
13
-
239
Equus ferus
7
2
-
-
1
-
-
-
-
1
11 (11,4%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
8
3
-
-
1
-
-
-
-
1
13 (13,5%)
Macromamífero indet.
21
1
-
3
-
-
-
-
-
-
25
Elephantidae
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus
1
-
1
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
3
-
1
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
7
1
-
-
-
-
Canis sp.
-
-
-
1
-
Canis lupus
-
-
1
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
-
4 (4,2%)
-
-
-
8
-
-
-
-
1 (1,04%)
-
-
-
-
-
1 (1,04%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
-
-
1
1
-
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
Avifauna
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
2
19
6
1
-
4
12
15
75
50
-
182
Testudo sp.
-
2
-
-
1
1
-
-
-
-
4
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
19
8
1
-
5
13
15
77
50
-
188
59
143
26
26
-
1
-
-
15
3
273
286
192
48
41
51
21
18
82
85
5
829
Oryctolagus cuniculus
Micromamíferos
Fragmentos indeterm.
Total
Cuadro II.25. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XIII. Sector occidental.
75
[page-n-89]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
13
1
1
-
-
3
1
3
3
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
1
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
1
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
7
-
-
-
-
Capridae
-
2
1
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
4
2
3
6
Mesomamíferos
32 (25,8%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
8
-
14
1
3
51
1
-
-
-
-
1
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
1
-
3
-
-
-
-
-
-
3
1
-
11
-
-
1
-
-
-
-
-
1
-
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3
5
4
6
15
-
-
-
-
48
18 (14,5%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
49 (39,5%)
25 (20,1%)
124
Equus ferus
-
7
-
-
-
1
1
2
-
-
-
-
-
-
-
11
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
2
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
5
-
3
4
-
1
3
-
2
-
1
-
1
1
1
22
Macromamíferos
13 (37,1%)
13 (37,1%)
5 (14,3)
4 (11,4%)
35
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
2
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Megamamífero indet.
-
1
-
-
-
1
-
1
-
2
2
-
-
-
-
7
Megamamíferos
2 (20%)
Canis sp.
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (10%)
6 (60%)
1 (10%)
10
Macacus sp.
-
-
-
-
-
Carnívoros
1 (50%)
-
1 (50%)
-
2
48 (28,07%)
32 (18,71%)
61 (35,6%)
30 (17,54%)
171
Total
Cuadro II.26. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XIII. Sector occidental.
76
[page-n-90]
Capas
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
LS
Total
Cervus elaphus
4
1
1
4
2
-
3
-
3
7
22
3
50 (37,6%)
Dama sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4
-
4 (3%)
Capreolus capreol.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
-
-
1
-
-
-
1
-
-
1
1
5 (3,7%)
Hemitragus sp.
5
-
-
1
-
3
-
-
2
3
7
2
23 (17,3%)
Capridae
1
1
1
1
-
-
-
-
-
-
2
1
7 (5,2%)
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
11
2
2
7
2
3
3
1
5
10
32
7
85 (63,9%)
Mesomam. indet.
11
8
4
12
3
9
10
14
13
15
97
6
202
Equus ferus
6
1
1
1
1
1
2
1
1
5
20
1
41 (30,8%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (0,7%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
2 (1,5%)
Macromamíferos
7
1
1
1
1
1
2
1
1
5
22
1
44 (33,1%)
Macromam indet.
5
1
-
2
-
1
3
3
-
9
12
-
36
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
1
1
3 (2,2%)
Megamamíferos
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
1
1
3 (2,2%)
Megamam. indet.
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
3
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1 (0,7%)
Carnívoros
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1 (0,7%)
Avifauna
-
-
1
1
-
-
-
1
-
4
4
11
22
46
5
48
15
6
24
18
34
35
93
755
77
1156
Testudo sp.
-
-
1
2
-
-
-
-
-
-
-
1
4
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
5
-
5
Micromamíferos
46
5
50
18
6
24
18
35
35
97
764
89
1177
Fragm. indeterm.
104
-
10
45
1
15
-
8
9
47
127
37
403
185
17
68
85
13
53
37
62
63
183
1055
141
1962
Oryctolagus cuniculus
Total
Cuadro II.27. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XV. Sector occidental.
77
[page-n-91]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
2
17
-
-
-
-
-
3
1
2
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
1
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
12
1
-
-
-
Capridae
-
2
1
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
3
5
5
20
Mesomamíferos
45 (26,4%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
10
-
18
3
1
57
-
1
-
-
1
-
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
4
-
-
-
1
1
-
3
4
3
25
-
-
2
-
-
-
-
2
1
-
8
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
4
7
4
5
17
-
1
-
-
72
32 (18,8%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
55 (32,3%)
38 (22,3%)
170
Equus caballus
1
25
-
1
-
-
1
2
-
2
5
-
3
1
-
41
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
4
Megaloceros sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Macromamífero indet.
-
-
5
3
-
-
2
1
1
-
3
-
2
-
1
18
Macromamíferos
31 (47,7%)
12 (18,4%)
15 (23,1%)
7 (10,7%)
65
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
2
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
2 (66,6%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (33,3%)
-
3
Macacus sp.
-
1
-
-
-
Carnívoros
1 (50%)
-
1 (50%)
-
2
79 (34,3%)
44 (19,1%)
62 (26,9%)
45 (19,5%)
230
Total
Cuadro II.28. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XV. Sector occidental.
78
[page-n-92]
Nivel
XVIIa
Capas
XVIIc
XVII
1
2
3
LS
1
2
3
4
5
6
LS
LS
Cervus elaphus
18
47
14
3
36
50
9
2
1
6
1
5
192 (32,6%)
Dama sp.
5
4
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
13 (2,2%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
4
19
-
-
4
1
2
1
-
-
-
-
31 (5,27%)
Hemitragus sp.
5
2
1
-
4
1
3
-
-
-
-
-
16 (2,7%)
Capridae
9
7
-
-
1
7
2
-
1
-
-
-
27 (4,6%)
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
41
79
19
3
45
59
16
3
2
6
1
5
279 (47,4%)
Mesomamífero indet.
227
346
15
35
112
140
105
12
7
8
2
31
1040
Equus ferus
50
54
7
6
36
59
36
2
2
4
-
4
260 (44,2%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
-
-
-
2
1
-
-
-
-
-
-
3 (0,5%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
2
1
3
-
-
-
-
-
6 (1,02%)
Macromamíferos
50
54
7
6
40
61
39
2
2
4
-
4
265 (45,1%)
Macromamíf. indet.
38
60
12
5
40
40
58
2
1
5
3
2
269
Elephantidae
-
3
-
-
-
4
-
-
-
1
-
-
8 (1,3%)
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
8
15
-
-
1
2
-
-
-
-
-
-
26 (4,4%)
Megamamíferos
8
18
-
-
1
6
-
-
-
1
-
-
34 (5,7%)
Megamam. indet.
-
2
-
-
-
9
2
-
-
-
-
1
14
Canis sp.
2
1
1
-
-
1
1
-
-
-
-
-
6 (1,02%)
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
2
1
1
-
-
1
1
-
-
-
-
-
6 (1,02%)
Avifauna
6
3
5
1
2
3
4
2
-
-
-
-
25
463
511
355
73
30
132
50
14
1
17
5
30
1681
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Otros
250
3
3
-
-
-
-
-
-
-
-
-
256
Micromamíferos
719
517
363
74
32
135
54
16
1
17
5
30
1963
Fragm. indeterm.
147
228
57
60
658
350
274
20
52
51
52
100
2049
1232
1305
474
183
928
801
549
55
65
92
63
173
6093
Oryctolagus cuniculus
Testudo sp.
Total
Cuadro II.29. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XVII. Sector occidental.
79
[page-n-93]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
23
37
1
5
-
2
1
12
4
12
Dama sp.
1
1
-
-
-
-
-
1
1
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
11
6
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
3
-
-
-
-
Capridae
2
6
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
50
11
25
74
Cervidae
Mesomamífero indet.
Mesomamíferos
Rt
Mt
FG
HC
Total
29
1
47
7
4
185
1
1
-
4
3
-
13
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
6
2
-
27
1
1
1
3
1
-
2
2
2
16
1
-
8
1
-
2
-
1
4
1
26
-
151 (25,4%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
4
8
49
19
23
56
-
5
-
1
326
123 (20,7%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
228 (38,4%)
91 (15,3%)
593
Equus ferus
8
126
5
6
1
3
-
16
9
12
21
-
12
7
6
232
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
1
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
-
-
3
Megaloceros sp.
-
3
-
-
-
-
-
-
-
4
-
-
-
-
2
9
Macromamífero indet.
8
13
9
27
-
1
4
13
5
2
4
-
2
-
-
88
Macromamíferos
159 (47,9%)
56 (16,8%)
88 (26,5%)
29 (8,7%)
332
Elephantidae
-
6
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
6
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hem.
-
26
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
26
Megamamífero indet.
-
-
2
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
3
Megamamíferos
32 (91,4%)
2 (5,7%)
1 (2,8%)
-
35
Canis sp.
-
-
1
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
6
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macaca sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
Total
-
6 (100%)
-
-
6
342 (34,5%)
187 (19,3%)
317 (32,8%)
120 (12,4%)
966
Cuadro II.30. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XVII. Sector occidental.
80
[page-n-94]
Niveles
Ia
Ib-Ic
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
Total
Cervus elaphus
49,9
34,6
25
36,9
34
25,3
41,3
53,1
38,1
32,6
37,1
Dama sp.
1,6
5,7
3,6
1,3
1,3
8,4
3,4
5,2
3,05
2,2
3,5
Cervidae
3,6
7,7
3,6
2,6
7,8
0
3,4
1,04
3,8
5,27
3,8
Hemitragus sp.
0,7
1,9
3,6
2,6
1
2,8
8,6
12,5
17,5
2,7
5,4
Capridae
6,6
3,8
14,3
3,1
8
26,7
5,1
5,2
5,3
4,6
8,2
Sus scrofa
3,1
1,9
0
4,7
16,1
4,2
0
0
0
0
3
Mesomamíferos
65,7
55,7
50
51,6
68,1
67,6
62,1
80,2
64,9
47,4
61,33
Equus ferus
5,1
7,7
3,6
3,3
1,5
2,8
25,8
11,4
31,3
44,2
13,67
Equus hydruntinus
0,5
3,8
3,6
0
0,1
0
0
0
0
0
0,8
Bos primigenius
26,9
21,1
42,8
40,9
24,8
22,5
8,6
2,1
0,7
0,5
19,1
Megaloceros sp.
0
0
0
0
0
0
0
0
0
1,02
0,1
Macromamíferos
32,6
32,7
50
44,3
26,5
25,3
34,4
13,5
32,1
45,1
33,6
Elephantidae
0,3
0
0
0
0,3
2,8
4,7
2,1
0
1,3
1,1
Hippopotamus sp.
0,7
3,8
0
2
3,3
2,8
0
0
0
0
1,2
0
1,9
0
0,6
0,5
0
1,7
2,1
2,3
4,4
1,3
1,1
5,7
0
2,6
4,1
5,6
3,4
4,2
2,3
5,7
3,4
Canis sp.
1
0
0
0
4
0
0
1
0
6
1,2
Canis lupus
0
0
0
0
0
0
0
1
0
0
0,1
Felis sp.
1
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0,1
Meles Meles
0
3
0
0
0
0
0
0
0
0
0,2
Ursus arctos
0
0
0
2
1
1
0
0
0
0
0,4
Hienidae
0
0
0
0
1
0
0
0
0
0
0,1
Macacus sp.
0
0
0
0
0
0
0
0
1
0
0,1
Carnívoros
0,4
5,7
0
1,3
1
1,4
0
2,1
0,7
1,02
1,3
Stephanorhinus hemitoechus
Megamamíferos
Cuadro II.31. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos I-XVII. Sector occidental.
81
[page-n-95]
Nivel
Ia
Ib-c
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
Cabeza
Ex. distal
97
(35,8)
3
(1,1)
22
(8,1)
149
(54,9)
8
(44,4)
0
(0)
4
(22,2)
6
(33,3)
5
(71,4)
0
(0)
0
(0)
2
(28,5)
20
(36,3)
3
(5,4)
10
(18,1)
22
(40)
43
(21,2)
3
(1,5)
32
(15,8)
124
(61,3)
4
(22,2)
0
(0)
5
(27,7)
9
(50)
3
(12,5)
4
(16,6)
10
(41,6)
7
(29,1)
13
(25,4)
5
(9,8)
15
(29,4)
18
(35,2)
19
(33,3)
0
(0)
16
(28)
22
(38,6)
60
(32,4)
9
(4,8)
58
(31,3)
58
(31,3)
Total
271
55
202
18
24
51
57
185
Cabeza
Ex. distal
18
3
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
7
1
(11,1)
0
(0)
0
(0)
8
(88,9)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(100)
2
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
43
(21,1)
3
(1,4)
33
(16,2)
124
(61,1)
4
(66,6)
0
(0)
1
(16,6)
1
(16,6)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
2
(40)
0
(0)
2
(40)
1
(20)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
2
(15,3)
0
(0)
4
(30,6)
7
(53,8)
Total
9
3
1
2
2
5
4
13
Cabeza
0
(0)
0
(0)
0
(0)
4
(100)
5
(71,4)
0
(0)
0
(0)
2
(28,5)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
203
20
(35,1)
0
(0)
11
(19,2)
26
(45,6)
6
6
(30)
0
(0)
3
(15)
11
(55)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
1
(50)
3
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
19
(55,8)
0
(0)
6
(17,6)
9
(26,4)
Ciervo
Tronco
Ex. prox.
Cervidae
Gamo
Tronco
Ex. prox.
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
20
4
7
4
57
0
4
34
Ex. distal
104
(34,6)
3
(1)
25
(8,3)
168
(56)
11
(44)
0
(0)
4
(16)
10
(40)
10
(66,6)
0
(0)
0
(0)
5
(33,3)
24
(39,3)
3
(4,9)
11
(18)
23
(37,7)
106
(22,9)
6
(1,2)
76
(16,4)
274
(59,3)
8
(33,3)
0
(0)
6
(25)
10
(41,6)
2
4
(14,2)
4
(14,2)
11
(39,2)
9
(32,1)
3
Cabeza
18
(30,5)
5
(8,4)
17
(28,8)
19
(32,2)
23
(35,3)
0
(0)
18
(27,6)
24
(36,9)
81
(24,9)
9
(3,8)
68
(29,3)
74
(31,8)
Total
300
25
15
61
462
24
28
59
65
Cabeza
Ex. distal
3
(75)
0
(0)
0
(0)
1
(25)
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(100)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
4
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
1
(33,3)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
5
(100)
7
(63,6)
0
(0)
0
(0)
4
(36,3)
12
(48)
1
(4)
2
(8)
10
(40)
232
3
(18,7)
1
(6,2)
6
(37,5)
6
(37,5)
Total
4
1
1
4
6
2
5
11
25
16
Cabeza
Cervidos
Total
8
(40)
0
(0)
3
(15)
9
(45)
20
10
(58,8)
0
(0)
1
(5,8)
6
(35,2)
17
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
1
(25)
0
(0)
0
(0)
3
(75)
5
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
1
(25)
3
(75)
7
5
(71,4)
0
(0)
0
(0)
2
(28,5)
7
24
(42,8)
1
(1,8)
9
(16)
22
(39,3)
62
49
(50,5)
4
(4,1)
12
(12,3)
32
(32,9)
97
8
(61,8)
0
(0)
0
(0)
5
(38,5)
15
0
(0)
0
(0)
1
(33,3)
2
(66,6)
3
0
(0)
0
(0)
3
(100)
0
(0)
8
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(40)
1
(20)
1
(20)
1
(20)
16
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(25)
1
(12,5)
2
(25)
3
(37,5)
33
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
6
(31,5)
1
(5,2)
7
(36,8)
5
(26,3)
35
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
Tronco
Ex. prox.
Cápridos
Tar
Tronco
Ex. prox.
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Cabeza
Jabalí
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Cuadro II.32. Relación de partes anatómicas de los diferentes taxones en los niveles arqueológicos.
82
[page-n-96]
Nivel
Caballo
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Cabeza
Uro
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Elefante
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Hipopótamo
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Rinoceronte
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
I
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
21
(65,6)
1
(3,1)
2
(6,2)
8
(25)
32
122
(76,2)
1
(0,6)
6
(3,7)
31
(19,3)
160
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
6
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
6
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
11
(91,6)
0
(0)
0
(0)
1
(8,3)
12
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
3
(60)
0
(0)
1
(20)
1
(20)
5
47
(77)
0
(0)
9
(14,7)
5
(8,1)
61
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(66,6)
0
(0)
0
(0)
1
(33,3)
3
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
6
(60)
0
(0)
1
(10)
3
(30)
10
92
(70,7)
1
(0,7)
7
(5,3)
30
(23,1)
130
2
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
2
18
(90)
1
(5)
0
(0)
1
(5)
20
2
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
0
(0)
3
1
(50)
0
(0)
1
(50)
0
(0)
2
12
(75)
0
(0)
3
(18,7)
1
(6,2)
16
2
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
2
0
(0)
1
(50)
0
(0)
1
(50)
2
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
6
(40)
1
(6,6)
4
(26,6)
4
(26,6)
15
1
(33,3)
0
(0)
2
(66,6)
0
(0)
3
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(100)
1
7
(63,6)
2
(18,1)
2
(18,1)
0
(0)
11
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
2
0
(0)
0
(0)
1
(100)
0
(0)
1
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
26
(63,4)
2
(4,8)
9
(21,9)
4
(9,7)
41
3
(75)
0
(0)
1
(25)
0
(0)
4
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
0
(0)
3
134
(57,7)
15
(6,4)
58
(25)
25
(10,7)
232
1
(33,3)
0
(0)
2
(66,6)
0
(0)
3
6
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
6
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
26
(96,2)
0
(0)
1
(3,7)
0
(0)
27
Cuadro II.33. Relación de partes anatómicas de los diferentes taxones en los niveles arqueológicos.
83
[page-n-97]
OIS
5e
Cervidae
8
8-9
24 (41,37%)
51 (53,12%)
50 (38,16%)
192 (32,65%)
29 (2,21%)
Dama sp.
7
574 (43,78%)
Cervus elaphus
6
2 (3,44%)
5 (5,2%)
4 (3,05%)
13 (2,21%)
76 (5,8%)
Capridae
1 (1,04%)
5 (3,8%)
31 (5,27%)
28 (48,27%)
57 (59,37%)
59 (45,03%)
136 (23,12%)
18 (1,37%)
Hemitragus sp.
2 (3,4%)
680 (51,86%)
CERVIDOS
5 (8,6%)
12 (12,5)
23 (17,55%)
16 (2,72%)
115 (8,6%)
3 (5,17%)
5 (5,12%)
7 (5,3%)
27 (4,6%)
CAPRIDOS
133 (19,55%)
8 (13,79%)
17 (17,7%)
30 (22,9%)
43 (7,31%)
Sus scrofa
125 (9,53%)
-
-
-
-
Mesomamíferos
938 (71,54%)
36 (62,06%)
77 (80,2%)
85 (64,88 %)
279 (47,44%)
49 (3,73%)
15 (25,86%)
11 (11,45%)
41 (31,29%)
260 (44,21%)
7 (05%)
-
-
-
-
Equus ferus
Equus hydruntinus
Bos primigenius
396 (30,2%)
5 (8,62%)
2 (2,08%)
1 (0,76%)
3 (0,51%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
6 (1,02%)
Macromamíferos
452 (34,47%)
20 (34,48%)
13 (13,54%)
42 (32,06%)
265 (45,06%)
Elephantidae
6 (0,45%)
1 (1,7%)
2 (3,5%)
-
8 (1,36%)
Hippopotamus sp.
31 (2,36%)
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
5 (0,38%)
1 (1,04%)
2 (2,08%)
3 (2,29%)
26 (4,42%)
Megamamíferos
42 (3,23%)
2 (3,44%)
4 (4,16%)
3 (2,29%)
34 (5,78%)
Carnívoros
14 (1,06%)
-
2 (2,08%)
1 (0,76%)
6 (1,02%)
1404
56
92
128
550
TOTAL
Cuadro II.34. Restos faunísticos identificados y agrupados en la secuencia oceánica (OIS).
Nivel
Ia
Ib-c
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
134
(26,2)
33
(6,4)
104
(20,3)
240
(46,9)
15
(31,9)
3
(6,3)
17
(36,1)
12
(25,5)
7
(38,8)
2
(11,2)
1
(5,5)
8
(44,4)
36
(26,8)
26
(19,4)
39
(29,1)
33
24,6)
257
(28,6)
127
(14,1)
259
(28,8)
254
(28,3)
33
(30)
7
(6,3)
44
(40)
26
(23,6)
7
(11,29)
16
(25,81)
25
(40,32)
14
(22,58)
32
(25,81)
18
(14,52)
49
(39,52)
25
(20,16)
45
(26,47)
32
(18,82)
55
(32,35)
38
(22,35)
151
(25,46)
123
(20,74)
228
(38,45)
91
(15,35)
511
47
18
134
897
110
62
124
170
593
139
(66,5)
8
(3,8)
16
(7,6)
46
(22)
13
(27,6)
28
(59,5)
3
(6,3)
3
(6,3)
14
(93,3)
1
(6,6)
54
61,3)
5
(5,6)
23
(26,1)
6
(6,8)
122
(41)
44
(14,8)
98
(32,9)
33
(11,1)
15
(45,4)
2
(6,06)
15
(45,4)
1
(3,03)
7
(29,17)
5
(20,83)
7
(29,17)
5
(20,83)
13
(37,14)
13
(37,14)
5
(14,29)
4
(11,43)
31
(47,69)
12
(18,46)
15
(23,08)
7
(19,77)
159
(47,89)
56
(16,87)
88
(26,57)
29
(8,73)
Total
209
47
15
88
297
33
24
35
65
332
Cabeza
5
(100)
3
(100)
0
3
(50)
Tronco
0
0
0
0
Ex. prox.
0
0
0
Ex. distal
0
0
0
2
(33,3)
1
(16,6)
23
(46)
18
(36)
5
(10)
4
(8)
3
(42,8
1
(14,2)
2
(4)
1
(14,2)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
2
(20)
1
(10)
6
(60)
1
(10)
2
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
0
(0)
32
(91,43)
2
(5,71)
1
(2,86)
0
(0)
Total
5
3
0
6
50
7
2
10
3
35
Mesomamíferos
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Megamamíferos
Macromamíferos
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
0
0
Cuadro II.35. Relación de partes anatómicas agrupadas por peso y respecto de los niveles arqueológicos.
84
[page-n-98]
Categorías Faunísticas - Especies
Nivel
1ª
2ª
3ª
4ª
5ª
I
ciervo
uro
tar
caballo
jabalí
II
uro
ciervo
tar
caballo
gamo
III
uro
ciervo
tar
jabalí
caballo
IV
ciervo
uro
jabalí
tar
hipopótamo
V
tar
ciervo
uro
jabalí
hipopótamo
XII
ciervo
caballo
tar
uro
elefante
XIII
ciervo
tar
caballo
uro
rinoceronte
XV
ciervo
caballo
tar
gamo
rinoceronte
XVII
caballo
ciervo
tar
rinoceronte
gamo
Cuadro II.36. Representatividad de los taxones faunísticos en la secuencia: Ciervo, uro, caballo, tar, jabalí, gamo, rinoceronte, hipopótamo y
elefante. Se ha vinculado los restos de cervidae a ciervo y los de capridae al tar.
Categorías
1ª
2ª
3ª
4ª
5ª
I
meso
macro
meso
macro
meso
II
macro
meso
meso
macro
meso
III
macro
meso
meso
meso
macro
IV
meso
macro
meso
meso
mega
V
meso
meso
macro
meso
mega
XII
meso
macro
meso
macro
mega
XIII
meso
meso
macro
macro
mega
XV
meso
macro
meso
meso
mega
XVII
macro
meso
meso
mega
meso
Cuadro II.37. Representatividad de las categorías faunísticas: mesomamífero, macromamífero, megamamífero.
Mesomamífero
Macromamífero
Megamamífero
Nivel
1ª
2ª
3ª
4ª
1ª
2ª
3ª
4ª
1ª
2ª
3ª
4ª
I
ED
C
EP
T
C
ED
T
EP
C
-
-
-
II
ED
C
T
EP
C
ED
-
-
-
-
-
-
III
EP
C
ED
T
C
EP
ED
T
C
EP
ED
-
IV
EP
C
ED
T
C
EP
T
ED
C
T
EP
ED
V
EP
C
ED
T
C
EP
T
ED
C
EP
T
ED
XII
EP
T
ED
C
C
EP
T
ED
C
ED
-
-
XIII
EP
C
ED
T
C
T
EP
ED
EP
C
T
ED
XV
EP
C
ED
T
C
EP
T
ED
C
EP
T
ED
XVII
EP
C
T
ED
C
EP
T
ED
C
T
EP
ED
Cuadro II.38. Representatividad de las partes anatómicas según las categorías faunísticas: mesomamífero, macromamífero, megamamífero.
C: cabeza. T: tronco. EP: extremidades proximales. ED: extremidades distales.
85
[page-n-99]
[page-n-100]
III. LAS INDUSTRIAS LÍTICAS DE LA COVA DEL BOLOMOR
El principal objetivo de estudio es el análisis de aquellos
ítems relacionados con la acción humana, tanto objetos de
utilización como objetos de transformación. No obstante,
también se han tenido en consideración aquellos elementos
exclusivamente medioambientales, ya que condicionan la
ocupación de la cavidad y su conocimiento resulta fundamental para la correcta contextualización de los materiales
arqueológicos. Las diferentes características y grados de
manipulación permiten ordenarlos en categorías, algunas de
las cuales no están representadas, por el momento, en el
registro arqueológico de la Cova del Bolomor (cuadro III.1).
III.1. LA METODOLOGÍA APLICADA
El objetivo concreto de este trabajo es el conjunto de
productos líticos recuperados en las excavaciones realizadas
en el yacimiento entre los años 1989 y 2003, aunque se hace
referencia a su relación con los materiales de otros sectores
o las características de sus contextos sedimentarios. El mate-
rial procede de las unidades arqueológicas excavadas en el
Sector Occidental y para su estudio se han aplicado distintas
aproximaciones metodológicas, consideradas relevantes
desde un punto de vista tanto teórico como práctico, de cara
a afrontar los objetivos planteados. De ese modo, el discurso
estructurado y elaborado, desde las hipótesis del investigador, va acompañado de observaciones analíticas y tratamientos estadísticos que articulan objetivamente la variabilidad de los datos, categorías y criterios. En dichos análisis
se presta atención cualitativa y cuantitativa a cualquier
característica, atributo o estado de los distintos elementos,
basándose en la larga experiencia de otros investigadores, de
la que soy partícipe a través de la bibliografía, y de mi propia
experiencia.
La observación analítica individualizada permite, por
tanto, la medición y clasificación de productos arqueológicos, mientras que su tratamiento estadístico posibilita la
identificación de fenómenos objetivos, requisito fundamental para ser contrastados con otros conjuntos o, dado el
POSIBLES OBJETOS DE LA UNIDAD ARQUEOLÓGICA
MEDIOAMBIENTALES
ANTRÓPICOS DE UTILIZACIÓN O TRANSFORMACIÓN
No transformados
Deposición natural geológica
o
biológica por acción
sedimentológica sin
intervención antrópica
Sin trazas de uso
Transformados
Con trazas de uso
Estructura ecosocial
Manuports
Enlosados
Empedrados
Bloques hogar, etc
Debitados
Retocados
Estructura industrial antrópica
Percutores
Yunques
Retocadores
Huesos, etc
Núcleos
Lascas/láminas
Restos de talla y debris
Útiles transformados
(líticos, óseos y vegetales)
Cuadro III.1. Posibles objetos de la unidad arqueológica.
87
[page-n-101]
caso, ser reinterpretados. En este sentido, una valoración
cuantitativa de los objetos líticos, en relación a su distribución espacial en el seno de la unidad deposicional arqueológica, es también un parámetro importante para establecer
comparaciones intra e intersite, como reflejo de la intensidad y/o duración de las actividades humanas. Esta valoración se concreta mediante la proporción de registros líticos
por unidad arqueológica. La variabilidad de estos valores
puede ayudar a detectar la presencia de diferentes agentes en
la dinámica teórica y deposicional de los objetos líticos.
Igualmente el índice de restos óseos/restos líticos (H/L)
proporciona una visión comparativa interna del conjunto de
elementos registrados.
La clasificación y cuantificación de los datos de la
industria lítica se ha realizado mediante la elaboración de
una ficha estándar que recoge las variables a tener en cuenta
en el análisis general. El número de fichas elaboradas
asciende a 35.000 y los campos existentes por ficha son 70.
Dentro de cada campo se relacionan un número de variables
limitado que asciende a 360. La computarización de todos
estos datos se ha desarrollado mediante una base de datos
FileMaker Pro acompañada de una hoja de cálculo Excel
para el tratamiento gráfico y el programa estadístico SPSS
que permiten realizar aquellos cálculos que se han considerado necesarios.
III.1.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
El estudio de la estructura industrial precisa definir los
conceptos instrumentales empleados para que no puedan ser
usados desde perspectivas contrapuestas que invaliden su
concepción teórica (Pie y Vila 1991). Así pues, el uso de una
terminología tecnológica –mayoritariamente francesa y, a
menudo, de difícil traducción– se convierte en una necesidad
metodológica. En la misma se recurre a expresiones originales o a neologismos, como es el caso de los dos principios
de talla o fabricación del utillaje façonnage y débitage, cuya
propuesta de traducción por desbastar y debitar (Merino
1994) es empleada en el presente estudio. Igualmente ocurre
con otros términos alusivos a conceptos o modos de explotación volumétrica (levallois, discoide, entre otros) o a
métodos de debitado o de producción (lineal, recurrente)
(Boëda 1986).
La estructura industrial recoge la totalidad de los materiales líticos manipulados y transformados por el hombre. Dos
grandes grupos de objetos configuran la estructura industrial
lítica de Bolomor: los elementos de producción o explotación
(núcleos, cantos y percutores) y los elementos producidos que
se obtienen por interacción de los primeros. Uno de los principales objetivos es discriminar los registros líticos en las correspondientes categorías estructurales establecidas (percutores,
cantos, núcleos, restos de talla, debris, pequeñas lascas, lascas
y productos retocados), puesto que su ausencia/presencia diferencial resulta de excepcional importancia.
Se han considerado productos configurados todos aquellos que se han obtenido intencionalmente mediante debitado. Éstos se agrupan en dos categorías: productos retocados y no retocados o lascas/láminas. La diferenciación
entre ambas está en función de la existencia o no de retoque.
88
Se han valorado como productos no configurados el resto de
categorías consecuentes a la preparación y manipulación de
los productos configurados, clasificándolos en tres categorías según sus atributos morfológicos y tipométricos: restos
de talla o fragmentos no identificables, debris o productos
líticos inferiores a 10 mm y pequeñas lascas con tipometría
entre 11-19 mm. La separación entre las categorías “pequeñas lascas” y “lascas”, como elementos de configuración,
está sujeta a un cierto grado de subjetividad, pero los bajos
valores tipométricos de la industria aconsejan esta diferenciación.
La distinción entre elementos de producción y
elementos producidos nos puede aproximar a las actividades
desarrolladas en el yacimiento Cova del Bolomor. Tres
índices nos indican la proporcionalidad de estas actividades:
- Índice de Producción (IP) o relación entre el número
de soportes producidos y el número de núcleos
(número soportes/número núcleos).
- Índice de Configuración (IC) o relación entre el
número de soportes configurados y no configurados
(número soportes configurados/número soportes no
configurados).
- Índice Configurado de Transformación (ICT) o
relación entre el número de soportes configurados
retocados y no retocados. Expresa un mayor grado
cualitativo del proceso de configuración y transformación compleja del utillaje.
Los índices anteriores son valorados en cada unidad
arqueológica para observar la diferencia entre los distintos
niveles. Valoraciones estadísticas como la media o la moda
aportan valores comparativos para relacionar las variaciones
diacrónicas y sus dinámicas.
III.1.2. LA MATERIA PRIMA
La materia prima lítica está considerada como el
producto bruto pétreo que proporciona la naturaleza para su
utilización por el hombre. En los inicios de la arqueología se
empleaban los términos “bloque-matriz” y “núcleo” como
sinónimos desde el punto de vista conceptual (Mortillet
1883, Hamal y Servais 1921, etc.). Progresivamente, estos
términos darán paso al de “masa de materia prima” que
viene definido como «…bloque de donde se han sacado
lascas…» o «…toda masa de materia prima debitada…»
(Tixier 1963, Leroi Gourhan 1964...). Actualmente la definición de materia prima lítica admite algunos matices, sobre
todo en su diferenciación con los núcleos propiamente
dichos. De ese modo puede ser considerada como el volumen pétreo duro que permite su captación y utilización como elemento de producción lítica. Un concepto empleado en
el presente estudio es la denominada “dicotomía litotécnica”
como división litológica de los tipos de soportes con características tecnofuncionales y morfológicas que coexisten en
un determinado espacio donde el macroutillaje se realiza en
caliza y los útiles sobre lasca en sílex.
[page-n-102]
Las características litológicas
Los análisis litológicos de la materia prima son, generalmente, de carácter macro o microscópico y se centran en las
características epigénicas de las rocas sedimentarias duras:
análisis de la estructura, formación y contenido paleontológico, que permiten situar geológicamente el lugar de procedencia. Determinados análisis muy específicos y complejos
profundizan en estas cuestiones. Desde la microscopía electrónica para conocer la diagénesis pétrea o el sencillo
método de diferente densimetría, hasta otros más sofisticados y con escasa aplicación arqueológica: estudio de
elementos traza (Luedtke 1978), método de difracción de
rayos X, la activación de neutrones, la absorción atómica, la
termoluminiscencia, entre otros (Earle y Ericson 1977).
La localización exacta de las diferentes fuentes de aprovisionamiento lítico es una tarea compleja, por las numerosas variables discriminantes entre las probables áreasfuente y las dificultades inherentes a la naturaleza de los
afloramientos. La investigación se enfoca a la determinación
mineralógica de los soportes líticos mediante análisis que
orientan sobre determinadas categorías mineralógicas que
son asociadas a un contexto geológico (Carrión et al. 1998).
Una vez identificado el tipo particular de materia prima,
individualizada por sus características genéticas, biológicas
y estructurales, se busca su origen en el interior del contexto
geológico regional, en su particular litoteca. Obviamente, la
ausencia en nuestro caso de un corpus lítico regional de este
tipo imposibilita, por el momento, la aplicación práctica;
pero sin embargo esta “constitución litológica” puede ser
individualizada y agrupada en conjuntos diferentes a la
espera de determinar su origen geográfico.
La falta de estudios litológicos especializados en el
entorno de Bolomor se acompaña de otras dificultades como
son las características físicas de los repertorios líticos que,
dada su alteración físico-química, impiden en gran medida
determinar la ubicación o procedencia concreta de los
mismos. Resulta imposible, en la mayoría de los casos,
conocer la estructura y características litológicas de muchos
de los conjuntos líticos. Nuestro método actual está acotado,
por tanto, a una valoración macroscópica que agrupa unos
pocos tipos de rocas: sílex, caliza y cuarcita, constituyendo
el 99% de la materia lítica utilizada en Bolomor (Fernández
et al. 1994, 1997).
Sílex: roca compuesta mayoritariamente por óxido de
silicio (SiO2) con dureza entre 6,5-7 en la escala de Mohs,
peso específico entre 2,3-2,7 y con fractura concoidea
procedente de la sustitución iónica del calcio por sílice en las
arcillas carbonatadas antes de su compactación. En esta categoría se agrupan todas las variedades de rocas formadas
por agregación silícea y con alto índice de silicio. El sílex
hallado en la Cova del Bolomor se presenta en forma de
nódulos y cantos de pequeño tamaño procedentes de depósitos primarios que corresponden al nivel de calizas grises
del piso geológico Coniacense-Santonense, en cuya base
ocasionalmente existen nódulos de sílex. También en la base
del Dogger hay buenos riñones de sílex y en las interestratificaciones sabulosas con granos cuarcíticos de los niveles
Santonienses, aunque es de baja calidad. El actual litoral are-
noso incluye alguna de estas piezas y su morfología indica,
a veces parcialmente, el modelado rodado, dada la gran
dureza del sílex, que se muestra mejor en las superficies
corticales calcáreas. El origen primario de estos elementos
líticos se desconoce. Posiblemente guarde relación con antiguas cuencas continentales y la aportación a lo largo de la
historia geológica de los ríos más próximos (Xúquer, Vaca y
Serpis) o incluso de otros más lejanos, dada su amplia
dispersión.
Caliza: roca calcárea con alto porcentaje de carbonato
cálcico (CaCO2), dureza de 3 en la escala de Mohs, peso
específico de 2,6-2,8 y fractura concoidea. Su coloración
está en función de las impurezas que contenga. Las halladas
en Bolomor son mayoritariamente micríticas y proceden de
bancos tableados azules y verdes de edad Oxfordiense,
situados principalmente en la vertiente oriental de la Serra
de les Agulles, aunque presentan una amplia distribución en
las comarcas próximas de La Ribera y La Safor. La
presencia de clastos coluviales con aristas redondeadas, no
subesféricos, dificulta la clasificación de los posibles modelados rodados fluviales o marinos. Sin embargo, determinadas piezas presentan una innegable morfología marina
plana, aunque son escasas a lo largo de la secuencia litoestratigráfica. Estos elementos micríticos son los que potencialmente mejor responden, por su menor dureza, al modelado abrasivo marino.
Cuarcita: roca sedimentaria o metamórfica formada
por granos de cuarzo y cemento silíceo y dureza en la escala
de Mohs de 7. Las halladas en Bolomor proceden de terrenos de edad Primaria, erosionados y redepositados en varios
ciclos geológicos en cuencas secundarias, terciarias y cuaternarias, y parte de ellos vertidos al mar por los ríos. Los
materiales estudiados indican una procedencia Primaria,
Permotriásica y Wealdense para los distintos clastos. No
existen estratos primarios cuarcíticos vinculados a la cuenca
valenciana del Xúquer, aunque sí secundariamente depósitos
de cuenca terciaria, datados como Helveciense-Tortoniense
y de edad Plioceno superior (Formación Jaraguas). Éstos son
principalmente depósitos de conglomerado con elementos
calcáreos cretácicos y jurásicos y cantos cuarcíticos con
matriz margo-arcillosa poco consistente. Las cuarcitas rojizas de componente ferruginoso se vinculan bien a niveles
Permotriásicos, al igual que las verdes, aunque éstas últimas
pudieran guardar mejor relación con depósitos de grauwacas
primarios. Las cuarcitas grises y amarillas, con clastos de
menor volumetría, parecen asociarse claramente a la facies
Weald, bien representada en la cuenca media del Xúquer.
Todos los cantos están muy rodados, con morfologías subesféricas y sin impactos mecánicos en las superficies corticales, lo que indica un abundante flujo hídrico en la génesis
de su modelado. No presentan morfologías rodadas planas,
características de los cantos marinos. Parece obvio su transporte principal por el Xúquer a lo largo de su historia geológica, desde su cabecera hasta el área baja o litoral, donde
fueron captadas y transformadas por el hombre.
Otras rocas silíceas han sido bien determinadas como
la calcedonia y el cuarzo (cristalino y filoniano), diversos
89
[page-n-103]
tipos de areniscas de color gris y rojizo y alguna roca ígnea
como la ofita. Su presencia es testimonial en el porcentaje
lítico de Bolomor. Las distintas materias líticas de Bolomor
han sido clasificadas en categorías morfoestructurales, a las
que se ha añadido el valor medio correspondiente al
volumen y peso específico de las mismas (cuadro III.2). La
obtención de estos valores se ha realizado mediante la medición de un número suficientemente representativo de las
distintas categorías líticas. Se presenta la relación entre los
diferentes tipos de materias primas y las categorías estructurales de las unidades arqueológicas dentro de los correspondientes niveles. Estos resultados tienen sus correspondientes
aplicaciones estadísticas.
Materia prima
Volumen/gr.
Peso específico
(gramo/volumen)
Caliza cristalina
0,34
2,92
Calcedonia
0,35
2,90
Cuarcita granulosa
granate
0,36
2,78
Cuarcita granulosa verde
0,37
2,68
Caliza micrítica
0,38
2,61
Cuarcita amarilla/gris
0,39
2,57
Sílex fresco
0,40
2,50
Sílex alterado (1)
0,41
2,43
Sílex patinado
0,43
2,34
Sílex desilificado
0,44
2,28
Cuadro III.2. Características de la materia prima de la Cova del
Bolomor. (1) Suma el sílex patinado y el desilificado.
En términos arqueológicos generales se observa un
tratamiento diferencial de las materias primas, según se trate
de materiales alóctonos o de procedencia local, con un aprovechamiento de materias primas de muy buena calidad para
la talla, no sólo de adquisición inmediata, sino buscados
específicamente para tal efecto. La captación de estos materiales en el paisaje supone una importante movilidad por
parte de los grupos cazadores-recolectores.
Las alteraciones líticas
Las alteraciones líticas son las modificaciones de las
propiedades mecánicas y químicas de una roca por transformación de todos o parte de los elementos que la constituyen.
Estas alteraciones postdeposicionales experimentadas por los
objetos nos informan de los procesos sufridos en el registro
arqueológico. Los tipos principales considerados, mediante
observación macroscópica, en Bolomor son: pátina, erosión y
termoalteración, que se correlacionan bien con los principales
factores de alteración pétrea: presión, temperatura y factores
químicos (Shepherd 1972, Rottländer R.C. 1975, Masson
1981, 1981a, entre otros).
Pátina: es la alteración de la superficie de los objetos
líticos consistente en un cambio de coloración y brillo de
90
diferentes tonalidades, generalmente blancas y amarillas, que
afecta en profundidad al objeto. La presencia de la pátina
obedece a procesos de deshidratación y su penetración en el
interior del objeto depende de la composición química del
terreno y de la exposición a los agentes atmosféricos. Los
factores principales que intervienen en este proceso son la
textura y composición mineralógica del sílex, la porosidad y
los efectos químicos de la sedimentación. La textura y
composición mineralógica favorece o no la resistencia al
ataque químico de los iones del sedimento. La porosidad
constituye una red anastomósica que junto con el agua intersticial facilita la entrada de iones capaces de disolver el sílice
(Doce y Rodon 1991). La diferente porosidad, 1/7000 mm
para el sílex y 1/280.000 mm para la calcedonia –valores
mineralógicos estándar– (Texier 1981) es causa de que esta
última roca tenga una muy baja alteración en comparación al
sílex. Este tipo de alteración puede presentar diferentes
grados desde el óptimo estado de la pieza o fresco: semipátina, pátina plena y desilificación. Esta última se produce con
el cambio estructural interno de la pieza y la consecuente
pérdida de peso. La desilificación puede explicarse por la
destrucción de gran número de microfibras cristalinas de
sílice por acción conjunta de agua, materia orgánica y raíces
de plantas. Se ha diferenciado la pátina completa, en la totalidad de la pieza, de la parcial o semipátina. Igualmente se ha
buscado la presencia de doble pátina, que indicaría un tiempo
de modificación entre ambas. A partir de los remontajes se
pueden observar la existencia o no de grados de pátina diferentes de un mismo elemento.
Erosión: es la alteración resultado de un rodamiento
mecánico, principalmente por acción hídrica. A este tipo de
alteración se añade la afectación fisioquímica de los agentes
naturales (decalcificación en las rocas carbonatadas). La
acción del agua no sólo debe ser considerada como erosión
mecánica sino también como química.
Termoalteración: es la alteración que se produce como
consecuencia de la exposición a altas temperaturas de los
ob97jetos líticos, lo que conlleva la modificación de su
aspecto o estructura. El fuerte cambio de temperatura actúa
acelerando la descomposición del agua (hidrólisis). Se han
establecido dos tipos principales de manifestaciones que a
veces pueden presentarse de forma conjunta y que afectan
principalmente al sílex (Gruet 1954, Texier 1981):
- Fisuras y modificación del color y brillo del objeto.
- Levantamientos térmicos o cúpulas características.
La cuantificación y valoración de las diferentes alteraciones de Bolomor se realiza mediante la relación de los
diferentes tipos de materia prima litológica y las categorías
de las alteraciones de las unidades arqueológicas agrupadas
en su correspondiente nivel. Igualmente se relacionan los
modos de alteraciones (pátina, semipátina, desilificación,
termoalteración y fresco o no alterado) del sílex y la caliza
en sus unidades arqueológicas correspondientes. La cuarcita
no se incluye por no presentar alteraciones fiables susceptibles de ser observadas macroscópicamente.
[page-n-104]
III.1.3. LA TIPOMETRÍA
La tipometría de las categorías estructurales consiste en
obtener valores métricos de las dimensiones fundamentales
del objeto lítico (longitud, anchura y grosor). La obtención
de estas medidas implica la orientación previa mediante un
criterio establecido único y su valor homogéneo expresado
en milímetros. El análisis tipométrico de Bolomor incluye
además unos índices que expresan la relación entre las
dimensiones fundamentales: índice de alargamiento (IA)
resultado de dividir la longitud (L) por la anchura (A) del
objeto, e índice de carenado (IC) o cociente entre la menor
medida (de longitud o anchura) y el máximo grosor (Laplace
1972). El índice de carenado para los núcleos será la división
de la anchura por el grosor. A éstos se añade el peso en
gramos como valor de mayor proximidad al parámetro de
globalidad –tridimensional–. La variable peso constituye
uno de los atributos más significativos en relación a los estadios de la cadena de producción lítica.
La pieza lítica a medir se inscribe en un rectángulo
imaginario cuyos lados expresan la longitud (paralela al eje
de percusión) y la anchura (perpendicular a dicho eje). El
grosor se inscribe entre dos ejes paralelos óptimos respecto
a la horizontal entre los que se sitúa longitudinalmente la
pieza. La experimentación señala que el formato de las
lascas es un valor que guarda relación muy estrecha con el
desarrollo temporal de las secuencias de explotación y por
tanto es un buen indicador de la fase del proceso operativo
al que corresponden los objetos. Uno de los fenómenos más
observado y reiterado es la disminución tipométrica progresiva de las lascas a medida que avanza la explotación
(Magne 1989, Mauldin y Amick 1989). Es decir, las lascas
de mayor tamaño tienden a corresponder a las primeras fases
de la secuencia, disminuyendo el formato conforme el
tamaño del núcleo se va reduciendo, aunque hay que tener
presente la relación entre los atributos formales del objeto y
el proceso técnico del que derivan. También es cierto que
elementos de pequeño formato siempre son frecuentes a lo
largo de la secuencia, pero su proporción tiende a aumentar
a medida que disminuye el tamaño del núcleo.
El tamaño máximo de la lasca viene condicionado por el
tamaño del núcleo. Conforme el núcleo se reduce la posibilidad de obtener elementos de mayor tamaño es menos
frecuente, por lo que es más probable en cualquier secuencia
de explotación que los formatos pequeños sean más numerosos que los grandes. Parece obvio que cuanto mayor sea el
tamaño de la lasca mejor representará la fase del proceso de la
cadena operativa. La aplicación de criterios de clasificación
tipométrica y la comparación de guarismos puros entre yacimientos es un criterio no exento de error, dado que los valores
métricos de las piezas líticas dependen de factores tecnológicos y geológicos como las estrategias de explotación lítica,
el tamaño de la materia prima disponible y utilizada y el grado
de aprovechamiento de la misma. Las etapas del proceso de
producción lítico pueden ser identificadas a través del estudio
morfotipométrico. En este sentido, el amplio predominio de
productos líticos pequeños, la mayor representatividad de
formatos poco espesos y cortos, la concentración en categorías de bajo peso y, fundamentalmente, la alta proporción de
lascas de 3º orden y la inmensa cantidad de micro restos de
talla identificados, sugieren actividades de talla vinculadas
con los últimos estadios de reducción lítica.
La elaboración de formatos tipométricos es una herramienta útil, cuando no imprescindible, para valorar la
dimensión espacial de los objetos. Existen dos tendencias
sobre la forma de establecer categorías volumétricas o de
formato. Por una parte se pueden desarrollar categorías en
base a los límites o distancias en el interior de los
conjuntos del mismo yacimiento, a partir de medidas de
tendencia central basadas en la dispersión de la longitud y
anchura. Esta medición precisa conlleva una dificultad a la
hora de comparar con otros yacimientos por lo que, y a
pesar de que existen múltiples factores que intervienen en
los condicionantes tipométricos, parece aconsejable establecer parámetros rígidos como elementos homogéneos de
comparación. Por ello, se ha optado por utilizar gráficas de
uso común que relacionan nítidamente formatos de alargamiento y tamaño.
El análisis tipométrico de Bolomor relaciona las categorías estructurales (percutor, núcleo, lasca y producto retocado) con una amplia serie de valores métricos y de índices
correspondientes: longitud, anchura, grosor, índice de alargamiento, índice de carenado, peso. Estos resultados tendrán
sus correspondientes y posteriores aplicaciones estadísticas:
mediana, media, rango, desviación, curtosis y oblicuidad.
También se relacionan, de cara a completar la configuración
del análisis tipométrico, estos valores estadísticos con la
estructura industrial y las materias primas de cada nivel
arqueológico.
III.1.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DEL
ELEMENTO DE EXPLOTACIÓN
El objetivo del análisis morfotécnico de las industrias de
Cova del Bolomor es determinar las características morfológicas y tecnológicas de cada una de las categorías estructurales que han sido individualizadas atendiendo a un criterio
temporal dentro de la cadena operativa. La ordenación en
elementos de producción o explotación y elementos producidos sigue, por tanto, un criterio coherente con el proceso
productivo.
Los elementos de explotación son los percutores y
núcleos, aunque una valoración más amplia abarca también
a los manuport como potenciales elementos en la cadena
productiva. Entre los percutores se incluyen todos aquellos
elementos que aunque tengan una definición más precisa, a
veces problemática, han podido intervenir en el proceso de
producción (yunques, retocadores, entre otros). Todos ellos
muestran señales de actividad antrópica.
Los percutores
Los objetos considerados percutores en Bolomor son
cantos rodados por acción fluvial o marina que tienen forma
regular esférica, ovoide u oblonga, con ángulos apuntados o
redondeados. Los estigmas de su utilización son diferentes
trazas en las partes sobresalientes de su superficie (ángulos,
aristas o extremos), desde ligeros puntos de impacto hasta
amplios levantamientos. Las formas, dimensiones, materia
91
[page-n-105]
prima y señales de utilización de estas piezas presentan unas
características bien definidas y constantes, tanto como para
que puedan ser considerados útiles con un uso especializado.
Los percutores han sido, tradicionalmente, definidos
como martillo natural para debitar o retocar la piedra dura y
pueden ser empleadas materias como guijarros, hueso, asta,
madera, marfil, entre otros (Tixier 1963). Su estudio no está
exento de problemas, ya que a pesar de ser la función y la
prueba de esta actividad la que debe marcar su estudio –los
percutores deben estar caracterizados por las trazas de utilización que llevan–, su clasificación se ha realizado, en
cambio, en base a las características de sus diferencias
morfológicas: simples, apuntados, activos, pasivos, etc.
(Rutot 1909, Bordes 1961, Chavaillon 1979, Tixier et al.
1980, Brézillon 1983...). La propuesta que consigue integrar
mejor estos dos aspectos fundamentales es la llevada a cabo
por Leroi-Gourhan (1943, 1971), que vincula el tipo de
percusión con las trazas dejadas. En este sentido, el estudio
de los percutores, sus características –tales como la forma, el
tamaño, el peso, la materia prima y las señales o trazas de los
impactos en su superficie– y la relación de las mismas entre
sí resulta de gran importancia.
La función del percutor de mano con sus trazas de uso
ha sido debidamente confirmada por la experimentación,
por lo que los caracteres observados macroscópicamente y
vinculados a su función constituyen valores aceptables. La
función polivalente y su variabilidad morfológica hacen
difícil su individualización frente a otros elementos
próximos (yunque, retocador, etc.). De hecho, los percutores
destinados a la talla lítica pueden ser confundidos con otros
que se utilizan para fracturar huesos, frutos secos e incluso
como morteros; o con aquellos soportes que han servido de
yunques, tal y como muestran las trazas en su superficie. El
peso es uno de los criterios que permiten la diferenciación,
pues se considera que los percutores suelen presentar un
peso inferior a 600 gr para ser efectivos en su función
(Chavaillon 1979). El tamaño y su morfología, más o menos
adaptable a la mano, también son criterios de separación.
Los percutores de talla pequeña, cuyo destino funcional
principal se cree fue el retoque, han sido diferenciados con
la denominación retocadores y su problemática reside en
que determinadas operaciones técnicas (diferentes del
retoque) se acomoden bien a las reducidas dimensiones de
éstos. No estamos hablando de retocadores o compresores
por presión; el término retocador es una acepción amplia que
incluye presión y percusión (Beaune 1997). Generalmente
no exceden de 100 gr y de 10 cm de longitud y presentan
morfologías planas y contornos generalmente utilizados. La
materia prima es otro valor a considerar y su elección parece
menos sistemática que en los percutores de tamaño grande,
posiblemente porque la percusión lanzada, cuanto mayor es
el tamaño y peso, precisa una mayor dureza para así evitar la
fracturación. La materia prima debe ser adecuada a su función; esta presenta una variabilidad que debe ser explicada
por las fuentes de aprovisionamiento lítico y por sus usos
varios. La polivalencia frecuente de un mismo soporte daría
a entender que la materia prima no es específica –poco especializada– para una función determinada.
92
La presencia de percutores en yacimientos europeos del
Paleolítico antiguo no es numerosa, incluso en áreas de talla.
Esta circunstancia debe ser puesta en contraste con otros
factores (estrategias de gestión de los recursos, características de la ocupación, etc.). El tipo de percusión utilizada en
los niveles de Bolomor, observada microscópicamente,
corresponde a la denominada lanzada a mano, ejercida por
un apuntamiento que genera una señal o traza, cuyo tamaño
tras el impacto depende de la energía empleada. Las concentraciones (puntos, impactos, cúpulas) y modalidades (puntiforme, lineal y difusa) de estas marcas de golpeo se clasifican según Leroi-Gourhan (1943, 1971) y S. de Beaune
(1997, 2000).
En Bolomor la materia prima empleada en la elaboración de los percutores es muy poco variada y está caracterizada por el uso de rocas duras con grano muy fino como la
caliza cristalina o esparítica y, a su vez, por una ausencia de
las de grano grueso que no posibilitan unas superficies de
impacto nítido. Las trazas de utilización son las típicas
señales puntiformes y ligeros desconchados circunscritos a
los extremos de las caras. La cuantificación y valoración de
los percutores y sus características relacionan cuatro valores
métricos: longitud, anchura, grosor y peso, y tres morfotecnológicos: litología, morfología y piqueteados. Estos valores
se presentan en las unidades arqueológicas correspondientes. Además se valoran y cuantifican las características
de los impactos (puntiformes, estrías, desconchados), las
superficies de utilización (una cara, dos caras, tres caras,
contorno), la integridad de los percutores (entero, 3/4, 1/2),
el grado de intensidad de los impactos (ligera, media,
intensa), entre otros.
Los núcleos
Los núcleos son considerados los elementos de producción o explotación más relevantes en la definición de la
estructura industrial a estudio. La definición de núcleo utilizada descarta el establecimiento de tipos basada en la
búsqueda de una descripción morfológica, sin atender a la
secuencia operatoria y con el objetivo de clasificar piezas
sueltas. Este planteamiento restrictivo condujo a una cierta
uniformidad con escasa variabilidad entre éstos. Hoy se
considera como una masa lítica preparada para servir de
base a la extracción de piezas en el marco de su cadena
operativa con características petrológicas y tecnológicas
definidas. Aunque es obvio que toda masa de materia lítica
tallada adquiere el carácter de núcleo, las necesidades de la
extracción obligan a dar a éste la forma y proporciones favorables para la talla, por lo cual estas piezas deben presentar
extracciones claras que no formen un filo o parte activa.
Igualmente la intencionalidad cognitiva como elemento de
producción debe prevalecer en la base conceptual de núcleo.
Como consecuencia de ello, es preciso indagar en las distintas fases de las cadenas operativas donde la superficie de
percusión o preparación (SP) y el modo de gestión de la
superficie de debitado (SD) sean determinantes en la obtención de diferentes categorías de núcleos. Por tanto, debe ser
aplicado un agrupamiento doble basado en la fase de desarrollo dentro de la cadena operativa y en los modos de ges-
[page-n-106]
tión y características de la SD, en la que juegue un importante papel la dirección del eje de debitado y su relación con
las características de la SP. Del mismo modo, debe tenerse
en cuenta el objetivo original de obtención de un producto
lítico de morfología regular con buen filo y una recurrente
producción de varias lascas a partir de una misma serie de
debitado. Las actividades que corresponden a los diferentes
momentos del proceso de producción de instrumentos líticos
se pueden resumir en: descortezar nódulos, reducción de
núcleos, extracción de soportes, formalización de instrumentos, regularización y mantenimientos de filos.
La explotación de los núcleos y la correspondiente
producción de elementos líticos pueden depender de
diversos factores:
es decir, con relación L/A próxima o igual a 1. La ausencia
de un tipo de debitado en alguna fase concreta de la cadena
operativa (ej. inicial) conduce a valorar la aplicación de esta
gestión en otras fases (avanzadas). Igualmente, la ausencia
de un debitado avanzado o agotado (ej. unipolar) lleva a
valorar como ausente este modo de gestión. La presencia de
índices de carenado en los núcleos con valores superiores a
2 (planos o muy planos) indica que los nódulos elegidos son
preferentemente planos, circunstancia que se puede acompañar de un determinado debitado inicial (Fernández Peris
1998). Los valores métricos de los núcleos se relacionan con
sus respectivas fases de gestión (testado, inicial, explotado,
agotado) y estas categorías se agrupan en las correspondientes unidades arqueológicas.
Factores conductuales:
- De la materia prima y el tamaño de los núcleos. A
mayor tamaño del núcleo, mayor número de productos
a obtener.
- Del grado de aprovechamiento o economía de materia
prima. A mayor explotación del núcleo mayor número
de productos obtenidos.
- Del método de explotación utilizado. Por ejemplo, los
métodos recurrentes levallois (centrípetos) generan
más productos que los lineales, en una misma fase de
agotamiento.
- De las estrategias de movilidad de la materia prima. El
aumento de productos transportados frente a los
núcleos aumenta el número de éstos.
Las extracciones del núcleo
Las extracciones del núcleo corresponden a las que se
generan en la superficie de debitado (SD). Éstas permiten
distinguir las secuencias y tipo de explotación: unipolares,
bipolares, multipolares, ortogonales y centrípetas; así como
el grado de explotación. Los núcleos iniciales con amplia
lasca preferencial, generalmente cortical y poco espesa,
proporcionan el menor número de extracciones por núcleo,
mientras que extracciones radiales (centrípetas) aportan un
mayor número de lascas, a costa de una baja tipometría. Hay
que recordar que estos valores corresponden al negativo
dejado sobre la SD del núcleo y que éste siempre es inferior
métricamente al soporte desprendido. La alta proporción de
lascas de 3º orden, sumado a ciertos atributos como la regularización del frente de extracción y la preparación de la
superficie de percusión, suponen el desarrollo de actividades
vinculadas con la extracción de formas configuradas (debitadas) para su posterior transformación (retocadas) y uso. La
extracción de soportes orientada fundamentalmente hacia
materias primas de calidad y fuentes de abastecimiento
distantes, junto a un amplio predominio de tamaños pequeños en las lascas de 3º orden, permite suponer un aprovechamiento intenso de los soportes cuyas dimensiones resultaron más aptas para la confección de instrumentos.
La morfología, el número y la disposición de los levantamientos informan de su simetría y desarrollo respecto al
eje radial o centrípeto, complementando las secuencias y
tipo de gestión de las SD. La gran mayoría de los levantamientos presenta una morfología cuadrangular (cuatro
lados) que puede ser más larga que ancha –larga– o, por el
contrario, con valores L/A cercanos a 1 y de mayor anchura
–corta–. En Bolomor los levantamientos ovales y triangulares son escasos. La morfología gajo o segmento esférico es
frecuente y corresponde a las lascas de 2º orden típico que
presentan un filo opuesto a una superficie cortical. Por todo
ello podemos afirmar que los sistemas tecnológicos empleados no producen puntas como soporte primario, aunque
esto no está en contradicción con que algún soporte cuadrangular se trasforme en «útil de morfología triangular». La
relación lascas/núcleo respecto a las fases de gestión
(testado, inicial, explotado, agotado) sirve para ubicar las
morfologías de los elementos configurados en las fases de la
cadena operativa.
Factores postdeposicionales:
- Todos aquellos que hayan alterado la deposición primigenia. Cualquiera de estos factores puede ser en mayor
o menor grado responsable de la obtención de un
determinado índice.
Las variables morfotécnicas son las que discriminan las
características de configuración del objeto. El modo de
actuación en la superficie de debitado en relación a la superficie de percusión y la fase de explotación correspondiente
generan unas características específicas. Estos planos de
actuación se denominan:
- Superficie de preparación o percusión (SP), en la que
se aplica la percusión para obtener los productos de
debitado.
- Superficie de lascado o debitado (SD) o plano que
contiene las extracciones de estos productos.
La tipometría del núcleo
El escaso número de ejemplares y su distribución en los
niveles de Bolomor aconseja no agrupar éstos por unidades
arqueológicas. La tipometría y explotación de los núcleos
indica que determinadas gestiones (ej. ortogonal) son exclusivas iniciales, al no hallarse en las formas agotadas, y
además se aplican cuando la SD del núcleo es muy regular,
93
[page-n-107]
Las fases de explotación y el modo de configuración
Las diferentes fases de explotación tienen un carácter
secuencial de gran importancia pues indican el grado de
transformación al que ha sido sometido el elemento de
producción: testado o fase de comprobación, inicial o fase
de inicio, explotado o fase plena del proceso y agotado o en
el límite de su capacidad productiva.
La configuración del núcleo caracteriza la morfología de
la superficie de lascado en relación a la superficie de percusión. La orientación de los núcleos viene marcada por el eje
de debitado principal de la SD. Los tipos de núcleos se
agrupan en categorías en función de sus características morfológicas y secuenciales. El estudio de Bolomor, más que tipos
de núcleos, intenta abordar “formas nucleares de actuación”
relacionadas con otras categorías líticas. La relación de
núcleos se realiza en las distintas unidades arqueológicas y
respecto de la fase de explotación considerada. Las denominaciones levallois, discoide, etc., corresponden a las ampliamente debatidas en la literatura arqueológica y el estado de
agotamiento del núcleo es obtenido de dividir la volumetría
original en cuatro segmentos paralelos y equidistantes (<25%,
25-50%, 51-75% y >75%). Los núcleos más agotados son
aquellos en los que la explotación, recurrencia y preferencialidad han sido más aplicadas (ej. preferenciales y centrípetos).
Determinadas gestiones pueden corresponder a fases intermedias de las cadenas operativas (ej. gestión bipolar).
Los planos de percusión del núcleo
Los planos de percusión o preparación como superficies
que reciben el impacto extractivo se asocian al estado de
agotamiento del núcleo y a la complejidad y ordenación de
elaboración (cortical, liso, diedro, facetado). En Bolomor,
los planos de percusión multifacetados están presentes en las
fases avanzadas de explotación y pueden mostrar vinculaciones a determinadas gestiones (ej. preferenciales), que
además suelen coincidir con procesos de mayor elaboración.
Esta misma circunstancia puede producirse también en los
núcleos iniciales, aunque de forma particular (ej., en los
ortogonales).
III.1.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DEL
ELEMENTO PRODUCIDO
El elemento producido es aquel producto lítico obtenido
de un núcleo y, en el caso de que esté configurado, se le ha
denominado producto de debitado “intencionado”. Por tanto,
debitar es producir elementos configurados líticos (lascas)
con una distinción secuencial. Las lascas son elementos
producidos –debitados– por la percusión (Laplace 1968). Su
longitud debe ser inferior a dos veces su anchura (lámina
tipométrica) y técnicamente se distinguen las de preparación, debitado y retoque (Tixier 1963). Dada la dificultad en
Bolomor de discernir correctamente la totalidad de los
productos de preparación y debitado, se han establecido las
siguientes categorías:
- Lasca de decalotado: producto de debitado con
reverso y talón cortical.
- Lasca de 1º orden: producto de debitado con reverso
cortical y talón preparado o semicortical.
94
- Lasca de 2º orden: producto de debitado con córtex
parcial en su cara superior.
- Lasca de 3º orden: producto de debitado sin córtex.
Los productos configurados (lascas y productos retocados) se han relacionado con el correspondiente orden de
extracción (decalotado, 1º orden, 2º orden, 3º orden). En
ocasiones se han unido las categorías lasca de decalotado y
lasca de 1º orden con la denominación de esta última.
La superficie del talón
La superficie de la pieza lítica (superficie de percusión)
situada en la porción proximal y perpendicular al eje de
percusión es comúnmente denominada talón. El predominio
de talones lisos identificados en la muestra de Bolomor
constituye una evidencia del estadio de la secuencia productiva, en tanto que éstos se vinculan fundamentalmente con la
talla por percusión lanzada, más relacionada con la obtención de soportes. En cambio, los estadios más avanzados
relacionados con la extracción de formas configuradas
muestran un mayor porcentaje de superficies talonares
complejas. La modalidad de talla en la producción de instrumentos líticos de Bolomor es principalmente la percusión
directa (lanzada) con percutor duro. La utilización de una
percusión más precisa, tal vez con percutor no pétreo, podría
estar vinculada a la presencia de porcentajes significativos
de talones puntiformes o de muy bajo grosor que habría que
contrastar con la calidad de materia prima.
Los productos líticos configurados de Bolomor se han
relacionado con la preparación de la superficie talonar
(cortical, plana, facetada, ausente) y los correspondientes
talones, con sus características morfologías: cortical, semicortical, liso puntiforme, diedro, triedro, multifacetado, fracturado y suprimido). Igualmente se presentan las características del talón en los productos configurados: longitud (L),
anchura (A), superficie (IS o longitud por anchura), índice
de alargamiento (IA o longitud/anchura), índice de regulación de la periferia del núcleo (IRPN o grosor lasca/anchura)
y AN o ángulo. Por último, la incidencia de los accidentes de
talla es indicadora de los gestos técnicos del debitado:
golpes fallidos, terminaciones en charnela, talones fracturados o fisurados, entre otros.
La cara dorsal y la corticalidad
El dorso es el anverso de la pieza lítica obtenida
mediante debitado y presenta las señales previas de esta actividad en su superficie. Esta cara de morfología convexa
general suele presentar o bien una superficie sin aristas (cortical), que corresponde a lascas de decalotado y de primer
orden, o una o varias aristas que son el negativo de los
extremos de los anteriores levantamientos. La cara dorsal es
la principal superficie de producción de los elementos líticos
configurados.
La presencia de córtex en las lascas se vincula a las
fases iniciales de la secuencia operativa lítica, en las que la
proporción de elementos corticales es mayor respecto a otras
fases más avanzadas. El análisis de los tipos morfológicos de
lascas de fuerte corticalidad (iniciales) debe presentar una
[page-n-108]
relación inversa entre la proporción de superficie cortical y
su representatividad en la muestra. Por ello es posible inferir
si el traslado de materias primas al yacimiento se realizó
posteriormente o no a un descortezado relevante. Las estrategias de producción que no se vinculan a un completo
descortezado nodular presentan un mayor potencial de
productos corticales. Las diferencias en los porcentajes de
corticalidad no deben ser interpretadas exclusivamente
como presencia más o menos intensa de las primeras fases
de la cadena operativa. Éstas también pueden deberse a una
diferente intensidad de la explotación de los nódulos donde
a mayor explotación mayor posibilidad de producción
cortical. La corticalidad es, por tanto, un buen indicador de
la segmentación de los procesos operativos.
Los grados de corticalidad considerados en el estudio de
Bolomor hacen referencia a cinco categorías:
- Grado 0: Sin córtex en la pieza (lasca de 3º O).
- Grado 1: Hasta un 25% del anverso con córtex (lasca
de 2º O).
- Grado 2: De un 25-50% del anverso con córtex (lasca
de 2º O).
- Grado 3: De un 50-75% del anverso con córtex (lasca
de 2º O).
- Grado 4: Todo el anverso cortical, lasca de decalotado
con toda su superficie cortical y lasca de 1º orden con
el talón no cortical.
Una fórmula para valorar el desarrollo de la secuencia
de explotación es considerar el tamaño de las lascas corticales en las distintas categorías o grados de corticalidad.
Una relación positiva entre lascas con formatos grandes y
presencia de córtex, que aumenta en relación al tamaño, es
un indicador óptimo del grado de desarrollo de un proceso
de talla concreto. Por tanto, formato tipométrico y corticalidad son dos variables que se conjugan para aproximarnos a
identificar la fase de la cadena operativa tratada. El estudio
de Bolomor muestra el análisis morfotécnico de corticalidad
(grado y situación) respecto a la estructura industrial y a la
materia prima. También se ha relacionado el grado de corticalidad respecto a la longitud y anchura de los productos
configurados.
Las extracciones
El número de extracciones previas –negativos– que
muestra la cara dorsal nos informa del desarrollo de la
secuencia de explotación y de la complejidad previa a la
obtención de un producto predeterminado. Circunstancia a
valorar tecnológicamente en algunos soportes como los
considerados levallois, donde se relacionan el número de
levantamientos (aristas) con los productos configurados.
La cara ventral
El reverso de la pieza lítica obtenida mediante debitado
es siempre considerado ventral y bulbar. Las características
morfotécnicas de la cara ventral pueden mostrar aspectos
tecnológicos del debitado. La presencia de bulbos difusos, el
dominio de talones poco espesos y la baja frecuencia de
fracturas sobre las plataformas de percusión son atributos
que pueden ser asociados a una técnica de talla. Los tipos de
bulbo (difusos o marcados) son indicadores de acciones de
percusión-talla que se pueden relacionar, entre otros, con la
elección de determinadas calidades de materias primas (ej.
calizas de grano fino o micríticas). Las características bulbares en el estudio de Bolomor se presentan relacionadas:
simple-difuso (SD), simple-marcado (SM), doble presente
(DP), doble marcado (DM), triple presente (TP), triple marcado (TM) y suprimido (S); respecto de los productos configurados y las materias primas.
La simetría
La simetría de la sección transversal de las piezas líticas
es un valor importante para poder discernir los elementos
configurados de los que no lo son. Ésta también interviene
en aspectos cualitativos referentes a la estandarización del
utillaje e incluso en aspectos tecnológicos de inclusión en las
listas tipológicas. Los ejes de lascado y simetría, así como
las secciones de los objetos líticos, ayudan a esta determinación. Orientar un objeto es darle una posición en relación a
un sistema de referencias. La noción de orientación tridimensional: derecho, izquierdo, distal, proximal –todas estas
porciones del espacio–, reclama una precisión de las referencias, y este sistema de referencias es el de los ejes. La
orientación es, por tanto, indispensable para comparar los
objetos entre ellos. Por otro lado, el eje de simetría es uno de
los elementos base, tanto del estudio como de la clasificación tipológica (Dauvois 1976):
- El eje de debitado o de percusión es un criterio de
orientación en un elemento que debe estar previamente
definido para poder mesurar las piezas líticas. Esta
orientación se realiza en base al eje de percusión como
línea imaginaria que pasa por el punto de impacto y
separa el bulbo en dos partes iguales (Bordes
1961:16). El eje es único y con valor constante de 90º.
- El eje de simetría o morfológico es la línea imaginaria
que divide la pieza en dos mitades simétricas pasando
por el punto de percusión y el extremo distal de la
pieza. El eje puede presentar valores entre 1º y 179º
dependiendo de si su proyección se sitúa hacia la
derecha o hacia la izquierda respecto del eje de
lascado.
En los niveles de Bolomor, el análisis morfométrico de
la simetría de la sección transversal (triangular, trapezoidal,
convexa, irregular) se ha relacionado con los productos
líticos configurados e, igualmente, con la medición del eje
de debitado y eje morfológico.
III.1.6. EL ANÁLISIS FORMOTÉCNICO DEL
ELEMENTO RETOCADO
El elemento retocado es considerado como aquel
producto lítico sobre el que se ha elaborado un retoque
intencional antrópico. Generalmente éste se realiza sobre
soportes configurados como fase culminativa de la cadena
95
[page-n-109]
operativa. La aproximación al retoque mediante valores
cuantitativos complementa la subjetividad y aleatoriedad de
las descripciones morfológicas y, por tanto, la aplicación
métrica ayuda a evaluar el grado de homogeneidad del
retoque. Tras varias propuestas de partida, con planteamientos muy amplios en los criterios a utilizar, se observa lo
poco operativos que resultan algunos de ellos para el
conjunto estudiado, pues superan la viabilidad del mismo y
se ha optado por su no inclusión. Me refiero a todos los
caracteres micromorfológicos cuyo estudio está en plena
expansión (Prost 1990, 1993), al igual que otros macromorfológicos.
Los criterios utilizados en el análisis morfotécnico de
los productos retocados de Bolomor son:
- Cuantitativos: longitud, anchura, altura, ángulo de
incidencia del retoque, proporción del retoque, superficie retocada y superficie del soporte.
- Cualitativos: Materia prima, forma del soporte, tipo
técnico del retoque, tipo de útil, tipo de talón, superficie opuesta al retoque, morfología y delineación del
retoque.
La longitud del retoque es la que expresa su nombre; la
anchura y el ángulo corresponden a la medida media obtenida en tres puntos que se identifica con el carácter mayoritario. Los aspectos técnicos del retoque se han hecho
siguiendo a Tixier et al. (1980), al igual que los caracteres
del mismo: posición, localización, repartición, delineación,
extensión, inclinación y morfología. La cuantificación
eficaz de la superficie retocada implica valorar correctamente el soporte y las modificaciones que ha sufrido en las
primeras fases de talla. Tres elementos han sido considerados fundamentales en el análisis de los productos retocados y configuran una síntesis de sus características: el
retoque como elemento particular e individual, el filo retocado o parte activa y el frente o superficie retocada.
El retoque
El retoque es el resultado de la operación que a través
del debitado repara, rectifica o acomoda los objetos líticos
dotándolos de la forma definitiva de útil y consiste en la
acción de dar forma al producto de debitado (Heinzelin
1962, Laplace 1968). El retoque es un caracter del utillaje
con definición ambigua dada su amplitud conceptual –cualquier levantamiento lítico con valor tipométrico aceptado
podría ser incluido–. También es considerado una modificación de una parte del soporte y, por tanto, relacionado con su
localización y su delineación, aunque tecnológicamente no
guarde relación con la modificación de un filo. Retoque y
función son dos variables inseparables en las que subyace
una fuerte carga cognitiva, ya que el retoque es función y
funcionamiento del soporte. Por estas características, el
retoque como elemento, ante todo, del sistema de producción, se le considera con valor cultural (Yvorra 2000). La
aplicación del mismo y su variabilidad a determinados
soportes se inscriben en esquemas conceptuales complejos y
elaborados. La problemática que presenta es la identifica-
96
ción de caracteres fiables que hacen necesaria la búsqueda
de criterios homogéneos sobre la variabilidad del retoque y
su relación con los soportes elegidos.
El estudio de Bolomor relaciona la morfología del
retoque (escamoso, escaleriforme, paralelo, subparalelo,
denticulado y en muesca), la proporción (corto, medio, largo
y laminar) y la amplitud (marginal, muy marginal, entrante,
profundo y muy profundo) respecto de las categorías de los
productos de debitado.
El filo retocado
La fuerte asociación entre determinadas materias y
objetos con retoque recurrente (reactivación lítica) permite
visualizar cómo las actividades de regularización y mantenimiento de filos líticos estuvieron orientados principalmente
hacia las materias primas de muy buena calidad para la talla.
Este es un principio cualitativo generalmente admitido. Igualmente es frecuente que las etapas iniciales de la cadena operativa no estén representadas en las materias primas de mayor
calidad disponibles. Así pues, en el estudio de Bolomor se
relaciona la delineación del filo del retoque (recto, cóncavo,
convexo y sinuoso) con las categorías de debitado. Igualmente
se presenta el ángulo del filo del retoque respecto al orden de
extracción de los productos líticos.
La superficie y ubicación del retoque
El frente del retoque es la superficie configurada que ha
sido expuesta a esta actividad y nos indica la morfología útil
del objeto lítico, así como la intencionalidad en la extensión
y ubicación de esa superficie considerada funcionalmente
como cortante. La aplicación del retoque sobre el soporte
crea un “diedro” con inclinación variable dependiendo de la
intensidad de la actividad.
Posición, localización y repartición nos indican la ubicación del retoque respecto del filo configurado y su posición
de talla, así como la mayor o menor complejidad en el desarrollo de varios filos retocados. La morfología y la proporción indican las características específicas del hacer tecnológico. La posición del retoque (lado izquierdo, lado
derecho, lado distal o transversal y lado proximal) y su localización (directo, inverso, bifacial, alterno y alternante) se
presentan en relación a las categorías de los productos de
debitado. Igualmente se presenta, en relación con éstos, la
repartición del frente retocado (continuo, discontinuo y
parcial).
Los tipos de retoques
Los tipos de retoques se han considerado siguiendo el
conocido y extendido modelo de Laplace (1968, 1972),
aunque con pequeñas modificaciones. Los modos o tipos de
retoques quedan simplificados en cuatro categorías para los
distintos niveles de Bolomor. Estas agrupaciones se han
realizado en base a una medición métrica para evitar la
subjetividad en la valoración del retoque:
- El modo simple considera aquél que afecta sólo al
filo y con un grado de inclinación inferior a 45º. La
medición de la relación anchura/altura del frente debe
ser 1 o muy próximo, la altura preferentemente superior a la anchura y ésta última con valor inferior a 5.
[page-n-110]
- El modo plano presenta la relación anchura/altura
siempre superior a 1 con grado de inclinación inferior
a 45º y filos rasantes que entran en las piezas, por lo
general delgadas.
- El modo sobreelevado con ángulo superior a 45º
afecta al filo y al plano; son piezas espesas y la relación anchura/altura es inferior a 1.
- El modo escaleriforme corresponde a un grado de
inclinación superior a 75º, afecta al filo y plano, y la
relación anchura/altura es inferior a 0,6 o negativa; son
piezas muy espesas con frente abrupto.
La dimensión del retoque y el grado de transformación
La dimensión del frente del retoque es un valor muy útil
que informa sobre la función y grado de agotamiento del
soporte (Kuhn 1990). Ésta expresa la reducción del objeto
lítico como soporte configurado original y puede especificar
el grado de agotamiento o reutilización del objeto con las
connotaciones de cambios morfológicos que ello supone
(Dibble 1987, 1987a, 1988, 1988a). El grado de transformación no es sino una reducción en valores tipométricos del
objeto. Para poder valorar esta incidencia en el estudio de
Bolomor se utilizan tres parámetros: extensión, amplitud y
profundidad del frente retocado o superficie afectada por
éste. Diferentes índices ayudan a entender esta incidencia:
- LF: longitud del frente retocado.
- AF: anchura del frente retocado.
- HF: altura del frente retocado.
- IF: relación anchura/altura del frente retocado. Inclinación del retoque.
- SR: superficie retocada, longitud por anchura del
frente retocado (izquierdo, derecho y transversal), en
cm2.
- F/RT: relación filo/retoque, longitud de la lasca
(filo)/longitud del frente retocado (izquierdo, derecho
y transversal). A mayor índice F/R menor aprovechamiento del filo propio de la lasca, es decir, menor desarrollo potencial de la pieza.
- IT: índice de transformación como proporción de
superficie retocada respecto del soporte no transformado, obtenido mediante el cociente superficie retocada/superficie total de la pieza (SP) por 100.
Los grados de retoque se han analizado en los respectivos niveles arqueológicos de Bolomor, así como su relación con las categorías de los productos retocados.
La tipología
La tipología surge como la necesidad de elaborar clasificaciones taxonómicas y descriptivas previas a los estudios
funcionales. La tipología utilizada en Bolomor es una nomenclatura de carácter meramente morfológico, no pretende
ninguna inferencia funcional. Es el estudio de una “población” considerada homogénea de artefactos que comparten
una gama sistemática recurrente de estados de atributos den-
tro de un conjunto politético (Clark 1968). Por tanto, es una
clasificación estrictamente taxonómica que intenta buscar y
definir valores con carácter irreductible o variables epistémicamente independientes dentro de un marco de referencia
específico. A estos complejos de valores se consideran las
series politéticas diferentes observadas conjunta y repetidamente en artefactos individuales. No es posible plantear una
tipología funcional; la función de los objetos no sólo
depende de la forma de los mismos sino también de variables culturales no controladas. Además las formas son polifuncionales, por lo que es inviable establecer categorías tipológico-funcionales (Calvo 2002).
La utilización del término tipo en el presente estudio es
meramente tipológica (artefacto tipo específico) y no es
sinónimo de ninguna función de uso. Las categorías “tipos”
se agrupan en las correspondientes listas tipológicas donde
el tipo es un artefacto que comparte una serie de atributos
con una afinidad menor que el subtipo o variante del artefacto con un elevado nivel de afinidad (Clark 1968). Se plantean diferentes subtipos concernientes en especial a raederas, denticulados y perforadores cuyos atributos permitan
este agrupamiento específico. Los tipos se encuadran en las
categorías propuestas por F. Bordes (1961).
La utilización de la méthode Bordes no obedece a posiciones ideológicas sino pragmáticas, al ser el método
comparativo más extendido y de fácil comprensión y utilización. Metodológicamente es preciso aceptar un modelo de
sistematización que homogeneice las clasificaciones de
utillaje lítico. Valorar la validez de los distintos criterios
utilizados en las propuestas tipológicas imperantes es un
esfuerzo que supera los límites del presente estudio. Se han
realizado modificaciones concernientes a estructuraciones
particulares sobre aspectos ligados a factores morfológicos o
tecnológicos, como la agrupación de los frentes retocados
dobles o perfilar determinados atributos. También se han
matizado aquellas variables que se consideran esenciales en
los grupos tipológicos y se han buscado elementos de mayor
complejidad y síntesis en el seno del conjunto tipológico
estudiado.
Los índices tipológicos e industriales son una forma de
sistematización de la realidad tipológica, un modo de
circunscribir lo concreto, de interpretar los atributos. Se
presentan estos índices líticos junto a otros métricos (índice
de alargamiento e índice de carenado) y con respecto a la
secuencia productiva u orden de extracción.
III.1.7. LA FRACTURACIÓN LÍTICA
La fracturación de las piezas líticas configuradas y que
poseen retoque es un indicador de la reutilización del instrumental lítico como elemento técnico de una determinada
ocupación intensiva y/o prolongada del hábitat. La fracturación también puede deberse a causas naturales postdeposicionales o a causas antrópicas no intencionales (accidentes de
talla, fracturación térmica, pisoteo, etc.) o buscadas, como es
el caso de la reconfiguración del objeto. La fracturación
intencional y con aplicación de una metodología técnica
particular es un aspecto estilístico que conviene retener. Las
características tecnológicas entre las piezas soporte como
97
[page-n-111]
elementos de producción y las piezas de desecho clarifican
los procesos operativos dinámicos de la transformación del
utillaje y pueden explicar pautas conductuales antrópicas.
El grado de fracturación en el estudio de Bolomor se
divide en cuatro categorías y los productos retocados correspondientes a cada unidad arqueológica considerada. Igualmente se relacionan los distintos tipos fracturados, la ubicación (distal, mesial, proximal y lateral) y los modos de retoques correspondientes.
III.2. LAS UNIDADES ESPACIALES
ARQUEOLÓGICAS
Las unidades espaciales arqueológicas hacen referencia
a espacios físicos e interpretativos de actuación arqueológica práctica y teórica. El proceso se inicia en la unidad
arqueológica que corresponde al segmento o porción espacial de excavación considerada como capa artificial
–unidad cartesiana de excavación– dentro de la unidad
geológica o litoestratigráfica correspondiente. En las excavaciones de Bolomor se han utilizado, salvo excepciones,
unidades arqueológicas con una potencia media teórica de
10 cm y extensión de 1 m2 para cada cuadro vinculado. Las
unidades arqueológicas son independientes en su numeración y correlación, aunque siempre se insertan en las
unidades geológicas que condicionan su desarrollo y por
tanto cada unidad geológica presenta sus correspondientes
SECUENCIA GEOLÓGICA
Estrato
Unidad
geológico
geológica
Ia
Ib
I
Ic
II
II
III
III
IV
IV
V
V
VI
VI
VII
VII
VIII-IX
VIII-IX
X
X
XI
XI
XIIa
XII
XIIb
XIIc
XIIIa
XIII
XIIIb
XIIIc
XIV
XIV
XVa
XV
XVb
XVI
XVI
XVIIa
XVII
XVIIb
XVIIc
XVIII
XVIII
Estrato
arqueológico
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII-IX
Bloques
XI
XII
XIII
XIV
XV
Bloques
XVII
Estalagmítico
unidades arqueológicas. De esta forma la aparición de
nuevos niveles o unidades puede ser abordada con mejor
resolución en el proceso de excavación. Ante esta nomenclatura hablaremos preferentemente de estrato y unidad
geológicos para referirnos a la secuencia litoestratigráfica y
nivel o capa para la arqueológica. También se hace referencia a la unidad total (arqueológica o geológica) como
aquella que abarca su correspondiente espacio en la totalidad del yacimiento. El nivel estratigráfico será aquel que
sintetiza el estrato o nivel litoestratigráfico (geológico) y el
estrato arqueológico en su totalidad, independientes de su
ubicación espacial concreta. La unidad geoarqueológica es
aquella porción de espacio que interpretativamente se ha
considerado que presenta una mayor concentración de
materiales arqueológicos respecto a otros espacios que la
limitan y que teóricamente representan momentos de desocupación. Su individualización se realiza mediante el estudio de la dispersión de los ítems arqueológicos.
Los conjuntos industriales del yacimiento corresponden a
distintos sectores cuya secuencia litoestratigráfica general (I a
XVII) se puede correlacionar. También existen remociones
sedimentológicas que aportan materiales parcialmente
descontextualizados y cuya información separada debe ser
considerada como acompañante de la estratificada. El estudio
propuesto es básicamente de carácter diacrónico e intenta establecer e interpretar los posibles procesos de cambio en los
sistemas morfotécnicos de producción lítica (cuadro III.3).
SECUENCIA ARQUEOLÓGICA
Nivel
Unidades
arqueológico
arqueológicas
Ia
6
Ib
1
Ic
3
II
1
III
1
IV
6
V
4
VI
1
VII
8
VIII-IX
8
Bloques
Bloques
XI
3
XIIa
2
Bloques
Bloques
XIIc
3
XIIIa
3
XIIIb
5
XIIIc
3
XIV
1
XVa
5
XVb
6
Bloques
Bloques
XVIIa
3
Bloques
Bloques
XVIIc
3
Estalagmítico
Estalagmítico
Cuadro III.3. Correlación secuencial geológica y arqueológica de la Cova del Bolomor.
98
Unidades
geoarqueológicas
Bloques
Bloques
Bloques
Bloques
Estalagmítico
[page-n-112]
III.2.1. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO Ia
El nivel arqueológico Ia sólo se conserva en la actualidad en el sector occidental del yacimiento; desapareció en
el resto de sectores a consecuencia de las actividades
mineras. Previamente al inicio de excavación se retiró un
nivel cubriente de materiales denominado unidad superficial
o nivel 0. Este nivel, techo de la secuencia sedimentaria,
registra eventos de diferente cronología desde el paleolítico
a nuestros días y ha soportado vertidos de las actividades
mineras procedentes de la extracción de tierras de las áreas
orientales del yacimiento. En su conjunto estos acarreos
mineros corresponden a niveles arqueológicos con escasa
presencia de elementos quemados y en su gran mayoría
pertenecen al conjunto XVII-XII.
El estrato I se presenta dividido en tres niveles sedimentarios o unidades geológicas Ia, Ib y Ic, que representan
a nivel geológico de identificación las unidades litoestratigráficas deposicionales primarias. Estas unidades, por sus
características morfoestructurales (color, fracción, composición, alteración, etc.), pueden ser identificadas e individualizadas en la secuencia. La unidad Ia muestra una
potencia media de 30-40 cm, coloración negra, textura
limosa y se excavó mediante seis capas artificiales de 8 cm
aproximadamente. En 1992 se inició la excavación en
extensión y en 1993 se levantaron las últimas capas que
presentaban una mayor potencia en los cuadros H2 y J3, así
como en determinadas áreas más deprimidas pertenecientes
a los cuadros F4 y H3 (fig. III.1).
III.2.1.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL Ia
La extensión excavada se individualiza en seis unidades
arqueológicas y la unidad superficial removida (unidad
arqueológica 0) que las cubría (fig. III.2, III.3, III.4 y III.5):
Fig. III.1. Planta de la cueva con situación de la excavación
del nivel Ia.
Fig. III.2. Corte frontal occidental del nivel Ia. Sector occidental.
- Unidad arqueológica superficial: corresponde a la
limpieza superficial del área formada por tierras
rojizas con cantos y potencia variable entre 2 y 50 cm.
Totalmente removida, proporcionó elementos metálicos y algún fragmento cerámico junto a abundantes
materiales líticos y óseos paleolíticos. El levantamiento se efectuó por cuadros de 1 m2, recogiendo el material en criba (18 m2).
- Unidad arqueológica 1: cuadros B3, B4, D3, D4, D5,
F2, F3, F4, F5, H2, H3, H4, H5 y J5 (15 m2).
Fig. III.3. Corte sagital septentrional del nivel Ia. Sector occidental.
99
[page-n-113]
dros de 25 cm2 y recogida en criba. Estas circunstancias
adversas se centran principalmente en las dos primeras
unidades arqueológicas.
Los materiales antrópicos de utilización faunísticos y
líticos presentan unas dimensiones cuantitativas y porcentuales altas. La comparación se realiza por operatividad
sobre elementos de ubicación en el mismo espacio, aunque
ello reste un porcentaje a la cuantificación mayor. Con esto
queremos decir que aunque los restos computados sean
19.068, a ellos se deberían añadir otros elementos recuperados de las regularizaciones de los cortes o de las limpiezas
superficiales (cuadro III.4).
Capas
Fig. III.4. Corte sagital meridional del nivel Ia. Sector occidental.
1
2
3
4
5
6
Total
Vol. m3
NRL m3
Lítica
(núm)
NRH m3
Hueso
(núm)
NR m3
Lítica
peso gr.
Lítica
grs/m3
H/L
0,864
1033
0,81
2460
0,81
587
0,358
603
0,616
1417
0,21
386
3,618
1251
893
1993
476
216
873
81
4528
4460
7720
2460
2250
2330
560
4018
3854
6254
1989
806
1434
203
14540
5490
10180
3050
2860
3750
950
5280
3594
7368
1604
783
4545
410
14710
4159
9096
1981
2187
7378
1952
4055
4,33
3,14
4,17
3,7
1,64
1,43
3,2
Cuadro III.4. Materiales líticos y faunísticos por metro cúbico, peso e
índice de relación del nivel Ia. NRL: número restos líticos.
NRH: número restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
Fig. III.5. Superficie inicial excavada del nivel Ia. Sector occidental.
- Unidad arqueológica 2: cuadros B3, B4, D3, D4, D5,
F2, F3, F4, F5, H2, H3, H4, H5, J4 y J5 (14 m2).
- Unidad arqueológica 3: cuadros B4, D3, D5, F2, F3,
F4, F5, H2, H3, H4, H5, J3, J4 y J5 (14 m2).
- Unidad arqueológica 4: cuadros F3, F4, F5, H3, H4,
J3 y J4 (6 m2).
- Unidad arqueológica 5: cuadros F3, F4, H3, H4, J3 y
J4 (6 m2).
- Unidad arqueológica 6: cuadros F4, J3 y J4 (3 m2).
III.2.1.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL Ia
La existencia de numerosas raíces, varias madrigueras y
un substrato totalmente brechoso e irregular (unidad Ib), han
condicionado el proceso de excavación mermando las valoraciones y estudios espaciales. Por ello en los cuadros en que
la sedimentación no se presentaba alterada se excavó con
levantamiento tridimensional y en el resto mediante subcua-
100
III.2.1.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
Los materiales incluidos en el presente estudio son
todos aquellos que han sido manipulados o transformados
por el hombre y se han recuperado mediante las tareas de
excavación del nivel arqueológico Ia.
III.2.1.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción (1,3%) respecto de los producidos (98,7%). Por ello se puede considerar que el núcleo
como soporte productivo no ha sido introducido en cantidad
importante en el yacimiento. Sin embargo la existencia de un
porcentaje cercano al 16% de restos de talla que pudieran
enmascarar un gran agotamiento de elementos nucleares
hace ser prudente al respecto. Igualmente se aprecia la
ausencia de percutores. Entre los elementos producidos es
lógica la primacía de los pequeños productos (74,7%) frente
a los configurados (23,9%). Entre éstos, el alto valor de los
retocados (46,6%) apunta a una actividad de transformación
importante (cuadros III.5 y III.6).
III.2.1.3.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada muestra tres categorías:
sílex, caliza micrítica y cuarcita. De forma muy marginal
existe alguna pieza de arenisca, cuarzo y calcedonia que
[page-n-114]
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
Nivel Ia
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
0
12
47
554
1885
947
578
505
(21,6)
(78,3)
(16,3)
(55,6)
(27,9)
(53,3)
(46,6)
(0)
Total
4528
%
59 (1,3)
3386 (74,77)
1083 (23,9)
4528
Cuadro III.5. Categorías estructurales líticas del nivel Ia.
1
2
3
4
5
6
Media
IP
89,2
164,6
46,5
69,6
123
15
95,1
IC
0,36
0,24
0,46
0,30
0,34
0,40
0,31
ICT
0,67
0,91
1,18
1,12
1,01
0,83
0,87
Cuadro III.6. Índices estructurales líticos del nivel Ia.
IP: índice de producción. IC: índice de configuración.
ICT: índice configurado de transformación.
completan el cuadro litológico. A efectos arqueológicos
únicamente las tres primeras tienen relevancia y son las
categorías a considerar en los cálculos correspondientes. El
sílex en el nivel Ia, con porcentajes superiores al 96%, se
muestra como la roca de elección y utilización. La caliza
está presente mayoritariamente entre las lascas sin retoque
y la cuarcita entre los productos retocados con presencia de
córtex (cuadro III.7).
Las alteraciones líticas
Las seis categorías consideradas representan diferentes
grados de intensidad de alteración, de menor a mayor y
vinculados en especial al mayoritario sílex. La pátina tiene
una alta presencia; es una alteración con color predominante
blanco y en menor cantidad crema con superficie lisa de
brillo característico. Ésta representa el 65% de las piezas
aunque supera el 80% si se añade la categoría “termoalterada”. La semipátina o pátina ligera que permite ver el alma
del sílex tiene muy escasa presencia. Las piezas muy alteradas (desfiguradas) que han perdido su estructura interior
con ausencia importante de peso también son escasas. Las
piezas consideradas frescas o sin alteración (2,5%), su valor
es mucho menor si restamos las cuarcitas, todas ellas consideradas como no alteradas. Las piezas calcáreas y su alteración característica, la decalcificación, afecta a más de la
mitad de las mismas, circunstancia acorde al medio húmedo
del depósito en el que a mayor profundidad hay mayor alteración, pasando de 1/3 en la capa 1 a casi el 90% en la capa
3. La termoalteración en las piezas representa 1/3 del total,
en especial en el sílex y es prácticamente ausente en la
caliza, donde es difícil de detectar. Por todo ello la alteración
de la unidad Ia es muy alta y representa casi la totalidad del
conjunto estudiado, circunstancia que condiciona el análisis
traceológico (cuadro III.8).
III.2.1.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan en el nivel Ia, como
medidas de tendencia central, una media aritmética de 27,5
x 26,5 x 10,5 mm con valor central (mediana) de 28 x 26 x
10 mm. Los valores modales son poco significativos debido
a lo reducido de la muestra, por lo que no podemos hablar de
una clase modal ni de multimodalidad. El rango o recorrido
entre valores es corto en la longitud y amplio en la anchura.
La distribución muestra unos umbrales de dispersión y sus
distancias a la mediana y rango próximos, lo que se acerca a
una distribución normal o campana de Gauss. La desviación
M. Prima
Sílex
Caliza
Cuarcita
Otro
Total
Percutor
-
-
-
-
-
Canto
10
(83,3)
1
(8,3)
1
(8,3)
-
12
Núcleo
46
(97,8)
1
(2,2)
-
-
47
Resto talla
527
(95,1)
14
(2,5)
10
(1,8)
3
(0,5)
554
Debris
1858
(98,5)
11
(0,5)
14
(0,7)
2
(0,1)
1885
Sílex
8
(0,2)
29
(0,6)
2897
(66,5)
77
(1,7)
-
1350
(31)
4353
P. lasca
924
(97,5)
14
(1,4)
9
(0,9)
-
947
Caliza
40
(40)
-
-
-
58
(58)
2
(2)
100
Lasca
508
(87,8)
53
(9,1)
16
(2,7)
1
(0,1)
578
Cuarcita
67
(100)
-
-
-
-
-
67
P. retocado
477
(94,4)
6
(1,1)
17
(3,3)
5
(0,9)
505
Otros
-
-
-
-
8
(100)
-
8
Total
4350
(96,1)
100
(2,2)
67
(1,4)
11
(0,2)
4528
Total
115
(2,5)
29
(0,6)
2897
(63,9)
77
(1,7)
66
(1,4)
1352
(29,8)
4528
Cuadro III.7. Materias primas y categorías líticas del nivel Ia.
Fresco Semipát. Pátina Desilif. Decalc. Termoal. Total
Cuadro III.8. Alteración de la materia prima lítica del nivel Ia.
101
[page-n-115]
típica presenta la uniformidad de la longitud respecto a una
mayor variabilidad en la anchura. El error típico es alto
debido a lo reducido de la muestra. El coeficiente de dispersión que permitirá comparaciones con distribuciones de
otros niveles también acusa esta variación en la anchura y el
grosor. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente platicúrtica o achatada por
los valores negativos. El grado de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha respecto de su media en las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor, índice de
alargamiento, índice de carenado y peso presenta una asimetría positiva con mayor concentración de valores a la derecha
de la media. El peso de los núcleos es el valor más asimétrico de todas las categorías con valores extremos
–outliers– muy altos (cuadro III.9).
mayor medida como longitud. La variación del rango
también obedece a circunstancias parecidas, donde la menor
medida se atribuye al grosor. El grado de asimetría de la
distribución, a izquierda o derecha respecto de su media
tiene en todas las categorías una concentración a la derecha.
Las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor,
índice de alargamiento, índice de carenado y peso presentan
una asimetría positiva con mayor concentración de valores a
la derecha de la media (cuadro III.10).
Las lascas presentan en el nivel Ia como medidas de
Resto Talla
Long.
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
17,6
14,6
8,3
1,23
2,89
3,84
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
27,5
26,5
10,5
1,1
2,8
11,03
Mediana
28
26
10
1,05
2,6
7,1
Moda
17
18
10
0,65
3,2
4,2
Mínimo
14
11
4
0,43
1,4
2,3
Máximo
46
44
24
2,5
8,2
55,6
Rango
32
33
20
2,06
6,8
53,2
Disp. central
13
14,5
5
0,52
1,51
9,54
Desv. típica
9,06
8,32
4,29
0,47
1,3
11,16
Error típico
1,38
1,26
0,65
0,07
0,2
32%
31%
40%
42%
46%
66%
Curtosis
-0,68
-0,89
1,44
0,62
5,6
0,45
0,3
1,21
1,04
0,71
2,35
Válidos
43
43
43
43
43
43
1,15
3,25
1,01
4
1,15
3,75
0,93
5
4
1
0,36
1,07
0,3
Máximo
62
35
22
4
12,5
34,27
Rango
57
31
21
3,63
11,42
34,24
Disp. central
8
6
9
0,15
2,1
5,8
5,4
Cf. A. Fisher
4
12
1,7
Cf. V. Pearson
13
15
Mínimo
Long.
15
Moda
Núcleo
Mediana
Cuadro III.9. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel Ia.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Los restos de talla identificados presentan en el nivel Ia
como medidas de tendencia central una media aritmética de
17,6 x 14,6 x 8,3 mm con valor central (mediana) de 15 x 13
x 4 mm. Los valores modales son poco significativos debido
a lo reducido de la muestra por lo que no podemos hablar de
multimodalidad. El rango o recorrido entre valores es
amplio en la longitud, anchura y grosor, aunque el doble en
el primero. La distribución tiene unos umbrales de dispersión y sus distancias a la mediana y rango, próximos, lo que
se acerca a una distribución normal o campana de Gauss. La
desviación típica muestra la uniformidad de todas las categorías. El error típico es bajo debido a lo amplio de la
muestra. El coeficiente de dispersión acusa la variabilidad
del grosor, doble que en la longitud y anchura. La forma de
la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es
claramente divergente, muy leptocúrtica o puntiaguda en la
longitud y platicúrtica o achatada en el grosor. Esto es
debido posiblemente a la arbitrariedad en la orientación de
las piezas que no poseen un elemento de referencia donde
situar el eje y por tanto es usual el recurso de considerar la
102
Desv. típica
5,9
4,8
5,9
0,27
1,31
4,83
Error típico
0,25
0,2
0,25
0,01
0,05
0,20
Cf. V Pearson
.
33%
32%
71%
22%
45%
125%
Curtosis
6,2
1,04
-0,82
22,39
5,4
4,92
Cf. A. Fisher
1,4
0,75
0,84
3,38
1,07
1,96
Válidos
554
554
554
554
554
554
Cuadro III.10. Análisis tipométrico de los restos de talla del nivel Ia.
tendencia central una media aritmética de 22,1 x 21,2 x 5,9
mm con valor central (mediana) de 21 x 21 x 5 mm. Los
valores modales están muy próximos a los anteriores y es
casi una distribución simétrica donde coinciden media,
mediana y moda. El rango o recorrido entre valores es
similar, aunque mayor en la anchura. La distribución tiene
los umbrales de dispersión y sus distancias a la mediana y
rango próximos, lo que se acerca a una distribución normal
o campana de Gauss. La desviación típica muestra la uniformidad de todas las categorías. El error típico es bajo debido
a lo amplio de la muestra. El coeficiente de dispersión acusa
la variabilidad del grosor, mayor que en la longitud y la
anchura. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o puntiaguda
en las tres categorías. El grado de asimetría de la distribución tiene en todas las categorías una concentración a la
derecha, asimetría menor en la longitud y la anchura que
están muy próximas al eje de simetría. El peso muestra una
gran dispersión o variación que supera el 100 porcentual,
aunque ello no impide una concentración de valores en
asimetría positiva (cuadro III.11).
Los productos retocados presentan en el nivel Ia como
medidas de tendencia central una media aritmética de 25,7 x
23,3 x 8,3 mm con valor central (mediana) de 24,7 x 22 x 8
mm. Los valores modales están muy próximos a los anteriores y es casi una distribución simétrica. El rango muestra
[page-n-116]
Lasca
Long.
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Pr. Retocado
Long.
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
22,1
21,2
5,9
1,1
4,3
4,06
Media
25,7
23,3
8,3
1,18
3,64
6,75
Mediana
21
21
5
1,04
4
2,7
Mediana
24,7
22
8
1,12
3,16
4,8
Moda
20
22
5
1
4
2,5
Moda
22
22
7
1
5
2,16
Mínimo
7
2
1
0,31
0,38
0,12
Mínimo
8
4
1
0,36
1
0,15
Máximo
48
52
19
8,5
22
53
Máximo
50
60
21
4,75
37
43,32
Rango
41
50
18
8,1
21,6
52,9
Rango
42
56
20
4,38
36
43,16
Disp. central
7
8
3
0,56
2,15
3,25
Disp. central
10
8
4
0,52
1,88
4,92
Desv. típica
5,71
6,31
2,78
0,59
2,16
4,89
Desv. típica
7,58
7,24
3,51
0,45
2,37
6,1
Error típico
0,24
0,26
0,11
0,025
0,09
0,20
Error típico
0,35
0,33
0,16
0,02
0,11
0,28
Cf. V Pearson
.
25%
29%
47%
53%
50%
120%
Cf. V Pearson
.
29%
31%
42%
38%
65%
90%
Curtosis
1,9
1,8
3,4
44,9
11,5
35,11
Curtosis
0,44
2,74
0,78
9,88
85,5
9,07
Cf. A. Fisher
0,93
0,53
1,6
4,64
2,13
5,06
Cf. A. Fisher
0,75
1,11
0,80
2,06
6,95
2,64
Válidos
562
562
562
562
562
562
Válidos
463
463
463
463
463
463
Cuadro III.11. Análisis tipométrico de las lascas del nivel Ia.
Cuadro III.12. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel Ia.
un mayor recorrido en la anchura. La distribución tiene unos
umbrales de dispersión y sus distancias a la mediana y rango
próximos, lo que se acerca a una distribución normal o
campana de Gauss. La desviación típica presenta una uniformidad entre longitud y anchura. El error típico es bajo debido
a lo amplio de la muestra. El coeficiente de dispersión acusa
la variabilidad del grosor, mayor que la longitud y anchura, y
más relevante en los índices de carenado. La forma de la
distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o puntiaguda en las tres categorías y
mayor en la anchura. El grado de asimetría de la distribución
de todas las categorías tiene una concentración a la derecha y
próxima al eje de simetría (cuadro III.12).
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos de núcleos, restos de talla, lascas y productos retocados en conjunto del nivel Ia, sólo son parcialmente comparables. A efectos de evaluar la dimensión tipométrica se
aprecia que los datos de tendencia central se sitúan por
debajo de los 2 cm para las mediciones de longitud, anchura
y grosor. Las características tipométricas de la longitud y la
anchura guardan una alta relación en las mediciones estadísticas. La asimetría de la distribución siempre se concentra a
derecha, donde el valor más asimétrico es el grosor, circunstancia obvia por su diferente potencialidad volumétrica
dentro de unas diferentes categorías estructurales.
La tipometría de las categorías estructurales respecto de
la materia prima muestra a través de los valores estadísticos
que la caliza es la roca utilizada de mayor tamaño. Sigue la
cuarcita y por último a distancia el sílex. Los núcleos no
pueden ser comparados respecto de la materia prima dado
que son todos menos uno de sílex. Los productos retocados,
independientemente de la materia prima en que están elaborados, indican valores tipométricos mayores que los de las
lascas. Ello es prueba de que son elegidas las lascas grandes
para su transformación mediante el retoque, circunstancia
corroborada también por un peso mayor. Las mayores dife-
rencias entre lascas y productos retocados de la misma
materia prima se producen en la cuarcita y por tanto su elección podría ser más específica, aunque hay que tener presente la baja representación de la muestra. El coeficiente de
dispersión no presenta apenas variabilidad respecto de las
categorías estructurales. El grado de asimetría de la distribución en todas las categorías tiene una concentración a la
derecha y próxima al eje de simetría, con cierta diferencia en
los productos calcáreos retocados que se concentran a la
izquierda (cuadro III.13).
III.2.1.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos tienen
unas dimensiones inferiores a 4 cm, con los valores más
altos de 2 a 3 cm que representan el 70%. Esta distribución
presenta una mayor tendencia hacia soportes más pequeños
conforme las fases de explotación del núcleo avanzan
(cuadro III.14).
La morfología de los elementos producidos presenta una
mayoría de formas con cuatro lados, más del 80%. La
ausencia de formas triangulares o con tres lados es notoria;
ello indica la no búsqueda de productos apuntados como
soporte a transformar. Respecto de la fase de explotación de
los núcleos, más del 90% están explotados o agotados,
circunstancia que confirma la alta presión ejercida en la
producción lítica, aumentada posteriormente con su transformación mediante retoque. El valor más repetido es el
explotado, que supera el 60%.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos determinados presenta la utilización mayoritaria de
una superficie o cara (unifacial) en un 76%, frente a un 12%
de la bifacial. La dirección del debitado muestra un predo-
103
[page-n-117]
Núcleo
Lasca
Pr. Retocado
Ca
Cu
S
Ca
Cu
S
Ca
Cu
L
27,5
40
-
21,6
26,5
21,2
25,2
36,5
32,5
A
26,5
47
-
20,8
24
23
22,9
26
30,2
G
10,5
19
-
5,7
7,6
6,5
8,2
9,7
9,6
P
Media
S
11,03
42,9
-
3,3
7,6
3,9
6,3
12,5
12,6
28
-
-
21
27,5
21
24
40
33
26
-
-
21
22
23
22
28
30
G
Mediana
L
A
10
-
-
5
6,5
6
8
8
9
7,1
-
-
2,6
5,1
2,8
4,5
7,5
10,3
13
-
-
7
11,7
8,5
10
7,5
15
A
D. central
P
L
14,5
-
-
7
10,5
11,7
9
12
14
-
-
3
5
4,2
4
0,5
6
9,54
-
-
2,08
6,1
4,1
4,6
8,4
8,3
L
32%
-
-
23%
29%
29%
28%
24%
28%
A
31%
-
-
27%
41%
34%
30%
31%
31%
G
40%
-
-
45%
48%
51%
40%
52%
38%
P
66%
-
-
77%
111%
73%
87%
89%
79%
L
0,45
-
-
0,75
0,25
0,22
0,76
-1,43
0,06
A
0,3
-
-
0,11
0,63
0,57
1,1
-0,3
0,88
G
1,21
-
1,68
1,02
1,09
0,79
2,47
-0,43
P
2,35
-
-
2,78
2,47
1,46
2,77
1,87
1,23
42
Cf. .Fisher
5
P
Pearson
G
1
-
489
52
16
431
7
18
Total
43
562
463
Cuadro III.13. Análisis tipométrico de la estructura industrial por materias primas del nivel Ia. S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita
≤20-29
Total
-
-
1
-
2
2
7
16
25
Agotado
-
5
Anchura
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
1
-
-
1
Inicial
-
2
1
3
Explotado
-
6
19
25
predominante en el nivel Ia. Las distintas modalidades y sus
características de gestión respecto de la cadena operativa
indican un más claro predominio de los unifaciales y la relevancia de los indeterminados, que alcanzan casi el 35% de
los casos. Esto último apunta a un proceso de reutilización y
explotación con características tecnológicas no definidas
(cuadro III.15).
Los planos de percusión observados en los núcleos son
una muestra reducida, pero que evidencia la presencia de
facetado vinculado a elementos levallois que corresponden a
fases operativas avanzadas.
Agotado
-
-
13
13
III.2.1.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
Longitud
40-49
30-39
Testado
1
Inicial
-
Explotado
2
8
13
Cuadro III.14. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel Ia.
minio en la obtención de una amplia lasca o preferencial
(48%), influida por una baja tipometría de los soportes de
producción. Esta dirección en parte enmascara el proceso
general que se muestra dual, centrípeto en un 26% y unipolar
en un 22% de los casos. La dirección de las superficies de
preparación confirma, con un 79% de valores centrípetos
frente a un 21% de unipolares, que la gestión centrípeta es la
104
PRODUCIDOS
El orden extracción
El orden de extracción de los productos configurados
presenta la lógica ascendente de elementos líticos en su
orden de extracción. Una característica a señalar es la mayor
elección de soportes amplios para su transformación en retocados. Hay mayor proporción de lascas retocadas de 1º y 2º
orden que no retocadas, circunstancia que se invierte en las
piezas de 3º orden o sin córtex (cuadro III.16).
[page-n-118]
Fases
Explotación
Testado
<25%
Inicial
25-50%
Unifacial/Unip.
-
1
3
-
Unifacial/Prefer.
-
-
5
4
9 (20,45)
Unifacial/Bipolar
-
-
1
-
1 (2,2)
Unifacial/Ortog.
-
-
-
1
1 (2,2)
Unifacial/Centr.
-
1
2
1
firman la mayor producción de superficies lisas. La corticalidad en los talones es alta y relacionada con la búsqueda de
la mayor tipometría lítica. Las superficies suprimidas
corresponden a piezas transformadas mediante el retoque y
por tanto a ese proceso corresponde la especificidad de
eliminar el talón (cuadro III.17).
Los talones más amplios en el sentido de longitud se
correlacionan con el proceso de explotación y transformación. La mayor superficie corresponde a los productos retocados de 2º orden. El grosor o anchura del talón en cambio
está más supeditado a la fase de explotación, donde los
talones gruesos corresponden a las dos primeras fases
(productos corticales). Los mayores ángulos de percusión
corresponden a los productos de 1º orden que precisan un
impacto contundente que recoja la mayor proporción del
soporte, entre 110º-115º. En general, donde las diferencias
se presentan significativas respecto de los valores estadísticos es en la comparación entre productos no retocados y
retocados. Éstos últimos presentan una mayor superficie
talonar, un menor alargamiento, una superficie más estrecha
respecto del soporte (más equilibrada) y un ángulo de percusión ligeramente mayor, entre 105º-110º (cuadro III.18).
4 (9,09)
4 (9,09)
UNIFACIALES
Explot. Agotado
51-75% >75%
Total
2
11
6
19 (40,9)
Bifacial/Prefer.
-
-
-
2
2 (4,55)
Bifacial/Centríp.
-
-
1
-
1 (2,27)
BIFACIALES
-
-
1
2
3 (6,82)
MULTIFACIAL
-
-
3
-
3 (6,82)
INDETERM.
1
-
9
5
15 (34,1)
1
(2,27)
2
(4,55)
24
(52,27)
13
(29,55)
Total
3 (6,82)
37 (81,82)
40 (100)
Cuadro III.15. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel Ia.
Orden
Extracción
1º O
2º O
3º O
Total
Lasca
18 (3,2)
177 (31,6)
364 (65,1)
559
Pr. retocado
28 (8,5)
180 (40,4)
227 (51)
445
Total
56 (5,5)
357 (35,5)
591 (58,8)
La corticalidad
La corticalidad tiene su mayor presencia en los
productos retocados, confirmando la ya comentada búsqueda de una amplia tipometría. Esta corticalidad, para los
elementos producidos, presenta una proporción pequeña (025% de córtex), mayoritaria en todas las piezas. Respecto a
su ubicación, casi un 70% de los productos presentan córtex
en un lado y nunca alcanza el 20% las piezas que lo tienen
en dos lados. La materia prima no muestra una variación
significativa en esta cuestión, pero hay que recordar la baja
proporción de piezas no silíceas (cuadro III.19).
Los formatos de longitud y anchura respecto del orden
de extracción indican que la mayoritaria longitud entre 2-3
cm se obtiene principalmente a partir de piezas con córtex
inferior al 50%, circunstancia que se repite para la anchura.
A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las categorías
con menos y más del 50% de córtex, mientras que los
formatos pequeños presentan un predominio de poca corticalidad (<50%) (cuadro III.20).
1004
Cuadro III.16. Orden de extracción de los elementos líticos
producidos del nivel Ia.
La superficie talonar
La superficie talonar presenta un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas con un valor del 68%,
a mucha distancia de las facetadas con un 6,5%. La mayor
elaboración de los productos configurados de 3º orden no
indica una complejidad relevante en los talones, circunstancia que tampoco sucede con los productos retocados. Las
superficies diedras, mayoritarias entre las facetadas, con-
Superficie
Cortical
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetado
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
-
4
-
-
-
-
-
4
Lasca 2º O
97 (54,8%)
123 (69,5%)
19 (10,7%)
4 (2,2%)
1 (0,5%)
3 (1,6%)
1 (0,5%)
177
Lasca 3º O
-
226 (68,2%)
50 (15,1%)
24 (7,2%)
4 (1,2%)
2 (0,6%)
5 (1,5%)
331
Pr. ret. 1º O
4 (30%)
5 (38,4%)
2 (15%)
-
-
-
2(15%)
13
Pr. ret. 2º O
71 (32,5%)
56 (25,6%)
13 (5,9%)
7 (3,2%)
2 (0,9%)
8 (3,6%)
20 (9,1%)
218
Pr. ret. 3º O
-
119 (52,8%)
11 (4,8%)
10 (4,4%)
9 (4%)
9 (4%)
16 (7,1%)
225
172 (18,5%)
533 (57,5%)
95 (10,2%)
45 (4,8%)
16 (1,7%)
22 (2,3%)
44 (4,7%)
927
Total
172 (18,5%)
Plana
Facetada
628 (67,7%)
61 (6,5%)
Ausente
66 (7,1%)
(100%)
Cuadro III.17. Preparación de la superficie talonar respecto de los productos configurados del nivel Ia.
105
[page-n-119]
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Lasca 1º O
10
5,3
57
2,1
1,3
115º
4
Lasca 2º O
10,7
3,7
46,5
3,8
2,2
103º
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, mayoritariamente entre 1-2 (58%) y 3-4 (36%). Destaca la particularidad de los productos retocados de 3º orden que indican un
equilibrio entre la categoría de 1-2 (45%) y la de 3-4 aristas
(41%), resultado de la fase de desarrollo técnico. El resto de
categorías con cinco o más aristas apenas alcanza el 6%.
Total
86
Lasca 3º O
10,9
3,9
48,9
3,7
1,9
103º
190
Pr. ret. 1º O
12,6
4,6
68,6
3,1
2,7
110º
6
Pr. ret. 2º O
13,6
5
87,4
3,1
2,6
108º
52
Pr. ret. 3º O
12,9
4,5
74,1
3,5
2,5
105º
120
Cuadro III.18. Tipometría del talón en los productos configurados del
nivel Ia. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
Grado
Corticalidad
2
3
4
Total
318
114
(65,9)
24
(13,8)
18
(10,4)
17
(9,8)
173
(88,2)
Caliza
40
8
(66,6)
4
(33,3)
-
-
12
(6,1)
Cuarc.
6
6
(60)
-
4 (40)
-
10
(5,1)
Otro
-
-
-
-
1
1
(0,5)
364
128
(65,3)
28
(14,2)
22
(11,2)
18
(9,1)
196
(47,4)
Sílex
212
117
(57,9)
38
(18,8)
32
(15,8)
15
(7,4)
202
(93,1)
Caliza
6
-
-
-
-
-
Cuarc.
5
7
(58,3)
2
(16,6)
3 (25)
-
12
(5,5)
Otro
-
-
2
(66,6)
-
1
(33,3)
3
(1,3)
223
Pr. retocado
1
Sílex
Lasca
Nº
124
(57,1)
42
(19,3)
35
(16,1)
16
(7,3)
217
(52,5)
587
252
70
57
34
413
(100)
Tot.
La cara ventral
La cara ventral muestra que más del 80% de los bulbos
están presentes con nitidez, causa motivada por el tipo de
percusión utilizada que ha generado su buena definición.
Aquellos que resaltan de forma más prominente representan
un 12% y los suprimidos un 6%, posiblemente por su excesiva prominencia. Si sumamos ambos valores la incidencia es
inferior al 20%. Respecto del orden de extracción se aprecia
una mayor presencia de bulbos marcados en los productos
retocados respecto de las lascas; ello se vincula a una mayor
tipometría de los primeros productos. También es significativa la categoría de bulbo suprimido entre los productos retocados, indicadora de una transformación más avanzada y de
un equilibrio morfotécnico más adecuado (cuadro III.21).
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos con casi el
75% frente a los simétricos con un 25%. La principal categoría simétrica es la trapezoidal muy próxima a la triangular.
La asimetría en cambio presenta la categoría triangular
como predominante con casi el 50% del total. Estos valores
son superados en las piezas de 2º orden, circunstancia que
relaciona la morfología y el orden de extracción. La sección
trapezoidal (simétrica o asimétrica) se vincula mejor con los
productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de debitado, la total simetría (90º) se da en casi el 80% de las piezas
y en especial entre las de 2º orden, que llegan ha alcanzar
el 93%, independientemente de si están o no retocadas.
Cuadro III.19. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad en
los productos configurados del nivel Ia.
Longitud
50-59
40-49
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
Total
<50% - >50%
-
<50% - >50%
1 (0,6)-1 (0,6)
1 (5) - 0
2 (0,9) – 1 (0,4)
30-39
20-29
<50% - >50%
<50% - >50%
0-3
0 - 5 (38,4)
0 - 5 (38,4)
6 (3,5)-8 (4,7)
83 (48,8) - 33 (19,4)
7 (35) - 3 (15)
7 (35) - 2 (10)
13 (6,3) – 16 (7,7) 90 (43,7) - 43 (20,8)
20-29
<20
Total
<50% - >50%
0 - 3 (23)
32 (18,8) - 6 (3,5)
1 (5) - 0
33 (16) - 9 (4,3)
3
13
170
20
206
Anchura
50-59
40-49
30-39
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
<50->50
0-1
<50->50
1-1
-
<50->50
0-4
15 (8,8) - 5 (2,9)
2 (10) - 0
<50 - >50
<50 - >50
0-1
0-2
0-7
0-2
68 (40) - 20 (11,7) 39 (22,9) - 21 (12,3)
6 (30) - 2 (10)
7 (35) - 2 (10)
<20
3
13
170
20
Total
0 - 1 (0,4)
1-1
17 (8,2) - 9 (4,3)
74 (35,9) - 30 (14,5) 36 (17,4) - 27 (13,1)
206
Cuadro III.20. Grado de corticalidad de los formatos longitud y anchura en los productos configurados del nivel Ia.
106
[page-n-120]
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Otra
Total
Presente
624
(92,6)
22
(3,2)
27
(4)
1
(0,1)
674
(82,1)
Marcado
94
(98)
1
(1)
1
(1)
-
96
(11,7)
Suprimido
49
(96,1)
-
2
(0,9)
-
51
(6,2)
Total
767
23
30
1
821
los segundos el 2,5%. La mayor incidencia de la misma
cercana al 20% se da en los productos retocados de 3º orden.
Cuadro III.21. Características del bulbo según la materia prima
del nivel Ia.
La asimetría izquierda y derecha representan valores equilibrados en torno al 10%. Las piezas con mayor asimetría
corresponden a productos de 3º orden, transformados por el
retoque o no (cuadros III.22 y III.23).
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen la mitad de la
muestra, seguida de la triangular con un 22% y por último
los gajos o segmentos esféricos con un 12%. Respecto del
orden de extracción se observa el predominio de las
cuadrangulares cortas en las piezas de 2º orden, que se
invierte a cuadrangular larga en las de 3º orden; esta circunstancia se acentúa en los productos retocados. Hay una cierta
producción de lascas largas con cuatro lados y sección trapezoidal en los útiles más elaborados. La morfología técnica
que informa de la presencia de productos desbordados y
sobrepasados indica que los primeros representan el 15% y
III.2.1.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque muestra que casi el 70% de estas formas son
denticuladas, seguidas de las escamosas con un 25%; el resto
es marginal. La proporción de las dimensiones de estos
elementos indica que la categoría “corto” (más ancho que
largo) representa el 71%, igual de largo que ancho (medio) en
un 23% y largo o laminar (doble o más) en sólo el 5,5%. La
extensión del retoque afecta modificando las piezas mediante
las categorías entrante (50%) y profundo (24%), mientras que
sólo es marginal sin modificación en un 25%. Esta circunstancia reafirma la alta transformación ya detectada por otros
valores en el nivel (cuadros III.24 y III.25).
El filo retocado
El filo que genera la intersección entre la superficie
retocada y el extremo de la pieza muestra que la delineación
de este filo es en un 57% recto, cóncavo en un 26% y
convexo en el 10%. Los valores tipométricos bajos favorecen los filos rectos que precisan menos extensión para su
elaboración. Filos convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y
también filos cóncavos. Respecto de la ubicación de los
filos, éstos tienen porcentajes similares en los lados izquierdo y derecho, donde vuelven a ser los rectos y cóncavos los
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección
Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
4 (5,4)
8 (10,8)
2 (2,7)
42 (56,7)
18 (24,3)
-
74
Lasca 3º O
18 (12,6)
22 (15,5)
1 (0,7)
68 (47,8)
32 (22,5)
1 (0,7)
141
Pr. retocado 2º O
15 (10)
10 (6,7)
1 (0,6)
85 (57)
37 (24,8)
1 (0,6)
148
Pr. retocado 3º O
16 (10,5)
28 (18,4)
9 (5,9)
52 (34,2)
54 (35,5)
2 (1,3)
159
68 (12,9)
13 (2,4)
247 (47)
141 (26,8)
4 (0,7)
53 (10,1)
Total
134 (25,5)
392 (74,6)
526
Cuadro III.22. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel Ia.
Grado Simetría
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Lasca 1º O
-
3
-
3
Lasca 2º O
5
144 (93,5)
10
159
Lasca 3º O
40
249 (77,8)
31
320
Pr. retocado 1º O
2
9 (75)
1
19
131 (81,3)
11
161
Pr. retocado 3º O
19
129 (73,3)
28
176
Total
85 (10,2)
662 (79,6)
81 (9,7)
831
Corto
Medio
Largo
Laminar
Total
1º O
6
(50)
4
(33,3)
2
(16,6)
-
12
2º O
131
(65,8)
54
(27,1)
12
(6)
2
(1)
199
3º O
133
(78,7)
31
(18,3)
5
(2,9)
-
169
Total
270
(71)
89
(23,4)
19
(5)
2
(0,5)
380
12
Pr. retocado 2º O
Proporción
Cuadro III.23. Ángulo del eje de debitado del nivel Ia.
Cuadro III.24. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel Ia.
107
[page-n-121]
Extensión
M. Marg. Marg.
Entr.
Prof.
M. Prof.
Total
1º O
-
2
(16,6)
7
(58,3)
3
(25)
-
12
2º O
13
(7,3)
18
(10,2)
91
(51,7)
34
(19,3)
20
(11,3)
176
3º O
26
(14,3)
35
(19,3)
89
(49,2)
25
(13,8)
6
(3,3)
181
Total
39
(10,5)
55
(14,9)
187
(50,6)
62
(16,8)
26
(7)
369
Cuadro III.25. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel Ia.
mayoritarios, con independencia de su situación. Únicamente es reseñable que los filos del lado distal presentan una
mayoría de cóncavos, circunstancia que apunta a que este
tipo de piezas están agotadas o muy agotadas y siempre en
mayor proporción que las laterales (cuadro III.26).
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno a un 40%
en los lados izquierdo y derecho y en un 14% en el lado
distal. La localización en la cara dorsal es mayoritaria con un
91% (categoría directo) y el resto afecta de forma diferente a
la cara ventral. Respecto de la repartición del mismo es casi
exclusivo continuo en su elaboración y sólo alguna pieza
como las lascas con retoque muy marginal presentan retoque
discontinuo. La extensión de las áreas de afectación del
retoque indica que éste es completo (proximal, mesial y
distal) en casi el 80% de las piezas y parcial en el 20%. Esta
parcialidad afecta mayoritariamente a la mitad distal (48%) y
a la mitad proximal (34%). Ello es explicable por la búsqueda
de un apuntamiento más o menos aguzado que marcarían las
piezas sólo distales (34%) (cuadros III.27 y III.28).
Delineación
Recto
Cónc.
1º O
13
(81,3)
3
(18,7)
Conv. Cc-Cv
Sinuoso
Total
-
-
-
16
2º O
117
(52,4)
56
(25,1)
27
(12,1)
2
(0,9)
21
(9,4)
223
3º O
143
(59,8)
66
(27,6)
22
(9,2)
3
(1,2)
5
(2,1)
239
Total
273
(57,2)
125
(26,2)
49
(10,2)
5
(1)
25
(5,2)
478
Cuadro III.26. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel Ia.
Los modos o tipos de superficies retocadas
Los modos o tipos de superficies retocadas indican un
predominio de las sobreelevadas con casi el 50%, seguidas
de las simples (42%) y por último las planas (8%). Estos
valores no varían significativamente en las distintas
unidades arqueológicas. Estas categorías se han obtenido
mediante medición numeral y posterior asignación nominal.
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, indican que la mayoría de
ellos se elaboran con retoques sobreelevado y simple en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en las puntas
musterienses, raederas de cara plana, raederas de dorso adelgazado y raederas alternas, es decir, en especial en aquellos
útiles en el que el retoque afecta a la superficie ventral o con
la peculiaridad de la búsqueda de un apuntamiento distal. El
retoque plano, minoritario en general, afecta a puntas,
raederas laterales, raederas de cara plana y raederas de dorso
adelgazado (cuadros III. 29 y III.30).
La dimensión y el grado de transformación del retoque
La dimensión y el grado de transformación que se
produce en los útiles retocados respecto del orden de extracción muestra que la longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde tipometría pasando de valores medios
de 24 a 21 mm para la longitud y de 3,6 a 2,6 mm para la
anchura. La altura del retoque, que implicaría mayoritariamente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los
productos de 2º y 1º orden. La superficie retocada muestra
que ésta es menor en las piezas de 3º orden y muy destacable
en las de 2º orden, que recogen los frentes retocados más
amplios (SP 670 mm2). La relación existente entre las posibilidades de extensión del retoque y la dimensión elaborada
apunta a que conforme avanza la extracción y elaboración
del retoque, éste se centra más en entrar en la pieza que en
alcanzar su máxima longitud, que se produce en los
productos de 1º orden. La posibilidad de transformación de
los soportes mediante el retoque indica que son los de 2º
orden los que tienen una mayor posibilidad de explotación
dimensional (cuadro III.31).
Las distintas categorías de grado vinculadas al retoque
en las distintas unidades arqueológicas indican que no
existen diferencias significativas en las mismas. La longitud
de la superficie retocada presenta un valor medio de 22 mm
que se ajusta a la longitud de los soportes no transformados,
cuya media es igualmente de 22 mm. Por ello se puede decir
que la explotación en la dimensión longitud es máxima. La
Posición
Localización
Lat. izq.
Lat. derecho
Transv.
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
1º O
7 (43,7)
7 (43,7)
2 (12,5)
10 (91)
-
-
1
-
11
2º O
95 (43,7)
97 (44,7)
25 (11,5)
149 (87,1)
2 (1,1)
3 (1,7)
9 (5,2)
8 (4,6)
171
3º O
97 (40,5)
109 (45,6)
33 (13,8)
164 (85,8)
13 (6,8)
-
10 (5,2)
4 (2,1)
191
Total
199 (41,6)
213 (44,5)
66 (13,8)
323 (91,5)
15 (4,2)
3 (0,8)
20 (5,6)
12 (3,4)
373
Cuadro III.27. Posición y localización del retoque según el orden de extracción del nivel Ia.
108
[page-n-122]
Repart. Cont. Disc.
Parcial
Completo
P
PM
M
MD
1º O
15
-
-
2
-
2
1
209
1
8
6
5
6
18
135 (75,8)
3º O
179
1
8
4
9
4
19
162 (78,6)
403
2
16
12
14
12
3
4
5
6
Total
44
(36)
81
(45,5)
29
(37,6)
9
49
(40,1)
6
218
(41,5)
Plano
9
(7,3)
14
(7,8)
9
(11,6)
1
8
(6,5)
2
43
(8,2)
Sobreel.
65
(53,2)
80
(44,9)
35
(45,4)
12
59
(48,3)
8
259
(49,3)
Escaler.
3
(2,4)
1
(0,5)
1
(1,3)
-
1
(0,8)
0
6
(1,1)
Total
121
176
74
22
117
16
526
11 (68,7)
2º O
2
Simple
D
1
28
Total
405
28 (34,1)
14 (17)
40 (40,7)
308 (79)
Cuadro III.28. Repartición del retoque según el orden de extracción
del nivel Ia. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal.
Lista Tipológica
Sobrelevado
4. Punta levallois retocada
Simple
Cuadro III.29. Modos del retoque del nivel Ia.
Plano
Escaleriforme
Total
-
1
1
-
2
6/7. Punta musteriense
7 (36,8)
8 (42,1)
4 (21)
-
19
9/11. Raedera lateral
41 (42,7)
36 (37,5)
17 (17,7)
2 (2)
96
12/20. Raedera doble
12 (63,15)
6 (31,57)
1 (5,26)
-
19
21. Raedera desviada
24 (68,57)
11 (31,42)
-
-
35
9 (60)
3 (20)
3 (20)
-
15
25. Raedera sobre cara plana
1 (14,28)
5 (71,42)
1 (14,28)
-
7
27. Raedera dorso adelgazado
1 (20)
3 (50)
2 (30)
-
6
6 (35,29)
9 (52,94)
2 (11,76)
-
17
-
22/24. Raedera transversal
29. Raedera alterna
30/31. Raspador
4 (50)
3 (37,5)
1 (12,5)
34/35. Perforador
17 (70,8)
6 (25)
1 (4,1)
42/54. Muesca
15 (68,18)
6 (27,27)
-
1 (4,5)
22
43. Útil denticulado
96 (51,9)
84 (45,4)
5 (2,7)
-
185
-
19 (100)
-
-
19
45/50. Lasca con retoque
8
24
Cuadro III.30. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel Ia.
anchura retocada con valor medio de 3 mm representa el
15% de la anchura media de los soportes, circunstancia que
señala una decidida elaboración de categorías sobreelevadas
frente a planas o cubrientes en la superficie. Es decir, no se
fabrican piezas planas ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados con valor de 4 mm está muy próxima al
grosor medio de los soportes, que es de 6 mm y por tanto
representa el 70% de esa dimensión. Nuevamente se certiGrado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
P R.1º O
24,11
3,64
4,41
0,82
64,95
1,1
640
10,1
P R 2º O
23,36
3,58
4,75
0,90
92,86
1,39
670
13,8
P R 3º O
20,74
2,66
3,40
0,86
59,30
1,42
576
10,3
Cuadro III.31. Grado del retoque y orden de extracción del nivel Ia.
LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado.
HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente
retocado. SR: superficie de los frentes retocados en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP: superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
fica la búsqueda de frentes sobreelevados. Las superficies
retocadas son ligeramente mayores en los lados izquierdos,
circunstancia que el índice (F/R) muestra en todas las
unidades arqueológicas. La transformación mediante el
retoque, principalmente en altura como se ha comentado,
sólo afecta a un 12% de la proyección de la masa lítica en
planta. Ello apunta a un fuerte interés en economizar materia
prima mediante una máxima explotación volumétrica de la
misma (cuadro III.32).
III.2.1.3.7. LA TIPOLOGÍA
Los útiles mayoritarios son las raederas simples, que
guardan una equilibrada proporción entre rectas y convexas
con valor porcentual de un 10% del total en cada categoría.
Las raederas dobles alcanzan el 2,5%, y unidas a las convergentes sitúan en un 5% los filos dobles. Esta misma incidencia presentan las raederas desviadas y un 3% las transversales, que son mayoritariamente convexas. El resto de
raederas tienen valores cercanos al 1%. Los raspadores, con
1,3%, son poco significativos y ausentes los buriles. En
109
[page-n-123]
cambio los perforadores tienen mayor incidencia (3,4%).
Las muescas están bien presentes con un 5%, y los útiles
denticulados constituyen la categoría dominante con un 32%
(cuadro III.33).
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los raspadores, muescas y raederas simples; a pesar de
ello no alcanzan el índice 1,5, lejano del 2 laminar. No se
aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera
con los elementos levallois, que en cambio sí indican una
diferencia significativa en el índice de carenado, al ser las
más delgadas de todas las piezas con diferencia. Respecto
del orden de extracción, están mayoritariamente elaboradas
sobre soportes de 3º y 2º orden, circunstancia que se invierte
en las raederas transversales, raspadores y muescas, que
presentan un predominio de elementos corticales (cuadro
III.34).
Los índices y grupos industriales
Los valores industriales del nivel Ia presentan un muy
bajo índice levallois de 2,6, lejos de la línea de corte establecida en 13 para poder ser considerado de muy débil debitado levallois. El índice laminar con valores de casi 5 se sitúa
entre la consideración de débil y muy débil. El índice de
facetado con 7 también está muy por debajo del 10, considerado para definir la industria como facetada. Las agrupaciones de categorías industriales indican que el índice levallois tipológico de 3 está muy distante del 30 considerado
para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II y los
índices esenciales de raedera con valor casi de 44 consideran
su incidencia como media y alta a partir de 50. El índice
charentiense de 13 está lejos del 20 que permite su asignaLista Tipológica
Total
1. Lasca levallois típica
9 (1,9)
2. Lasca levallois atípica
3 (0,6)
4. Punta levallois retocada
2 (0,4)
5. Punta pseudolevallois
8 (1,7)
6. Punta musteriense
7 (1,7)
7. Punta musteriense alargada
3 (0,6)
4
5
6
23
22,19
20,45
21,8
23,39
17,4
22,17
LFd
22
19,4
19,75
19,72
23,26
20,28
20,82
LFt
17,68
18,66
26,9
23,33
24,38
22,5
22,19
LF
22,93
20,18
22,2
19,8
24,16
19,57
22,17
AFi
3,68
3,33
2,1
2,6
2,53
2
2,84
AFd
3,45
2,77
2,64
2,68
3,14
2,71
2,93
AFt
3,62
2,83
4,4
4,33
2,80
1,5
3,6
AF
3,78
2,97
2,75
2,8
2,94
2,28
3,11
HFi
5,1
3,79
2,72
3,8
3,62
3,5
3,8
HFd
4,38
3,80
3,3
3,31
4,32
4,78
3,82
HFt
4,25
2,54
6
4,33
4,83
3
4,39
HF
4,92
3,57
3,53
3,42
4,27
4,07
4,1
IF
0,89
0,95
0,90
0,93
0,78
0,6
0,88
SRi
101,54
82,93
61,28
66,6
64,17
54,85
75,3
SRd
90,44
61,31
56,67
53,86
81,34
21,5
68,72
SRtr
83,42
67
112,72
99,66
94,97
63,78
91,5
SR
94,25
71
63,22
64,44
77,82
44
76,1
F/Ri
1,24
1,48
1,2
1,35
1,26
1,24
1,33
F/Rd
1,29
1,57
1,6
1,53
1,40
1,75
1,46
F/Rtr
1,28
1,60
1,35
1,8
1,20
1
1,41
F/R
1,3
1,54
1,41
1,53
1,32
1,28
1,4
SP
638,8
580,3
609,6
591,2
682,6
462,8
620,8
9,5%
12,25%
11. Raed. simple cóncava
8 (1,7)
5 (1,1)
2 (0,4)
3 (0,6)
17. Raed. doble cóncavo-convexa
2 (0,4)
19. Raed. convergente convexa
11 (2,3)
21. Raedera desviada
23 (4,9)
22. Raed. transversal recta
2 (0,4)
23. Raed. transversal convexa
13 (2,8)
25. Raedera cara plana
6 (1,3)
27. Raed. dorso adelgazado
3 (0,6)
29. Raedera alterna
8 (1,7)
30. Raspador típico
5 (1,1)
31. Raspador atípico
1 (0,2)
34. Perforador típico
15 (3,2)
35. Perforador atípico
1 (0,2)
38. Cuch. dorso natural
1 (0,2)
40. Lasca truncada
1 (0,2)
Media
LFi
46 (9,9)
15. Raed. doble biconvexa
3
10. Raed. simple convexa
13. Raed. doble recto-convexa
2
48 (10,3)
12. Raedera doble recta
1
9. Raedera simple recta
IT
14,75% 12,23% 10,37% 10,89% 11,40%
Cuadro III.32. Grado del retoque por unidad arqueológica
del nivel Ia.
110
42. Muesca
23 (4,9)
43. Útil denticulado
168 (36,3)
45/50. Lasca retoque
19 (4,1)
51. Punta de Tayac
1 (0,2)
54. Muesca extremo
3 (0,6)
59. Canto unifacial
2 (0,4)
61. Canto bifacial
1 (0,2)
62. Diverso
9 (1,9)
Total
462
Cuadro III.33. Lista tipológica del nivel Ia.
[page-n-124]
2º O
3º O
Lasca levallois
9
1,19
7,66
4,23
-
-
-
P. pseudolevall.
8
0,9
3,47
3,87
-
-
-
Raedera simple
91
1,29
3,89
7,15
6
41
44
Raed. transv.
15
0,78
3,40
12,08
2
8
5
R. dos frentes
47
1,06
3,69
8,62
4
19
24
Raed. inversa
6
1,12
3,85
6,91
0
2
4
Raspador
7
1,40
3,17
10,35
2
3
1
Perforador
16
1,05
3,49
5,9
1
6
9
C. dorso nat.
1
-
-
-
-
-
-
Muesca
25
1,24
3,24
7,16
2
13
146
1,14
3,61
5,75
10
60
76
4,92
-
I. Facetado amplio (IF)
7,08
-
1,85
-
I. Levallois tipológico (ILty)
2,99
3,18
41,9
43,59
I. Retoque Quina (IQ)
1,35
3,33
I. Charentiense (ICh)
12,84
13,63
2,56
2,61
Grupo II (Musteriense)
41,9
43,59
Grupo III (Paleolítico superior)
5,19
5,39
36,36
37,75
Grupo IV+Muescas
41,12
42,65
Índices Industriales
10
Denticulado
I. Laminar (ILam)
Grupo IV (Denticulado)
1º O
-
Grupo I (Levallois)
Peso
2,58
I. Raederas (IR)
IC
Esencial
I. Facetado estricto (IFs)
IA
Real
I. Levallois (IL)
Núm
Cuadro III.34. Índices tipométricos, peso y orden de extracción
del nivel Ia.
ción. El Grupo III, formado principalmente por perforadores
y en menor medida raspadores, presenta un índice esencial
de 5, considerado débil hasta 9 y definido como alto a partir
de 12. Por último el Grupo IV, con un índice de 37, se define
como muy alto al superar el límite 35 considerado para dar
paso a la categoría alta. Por tanto y en resumen el nivel Ia de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de denticulados del Paleolítico medio, con débil
presencia de útiles del grupo Paleolítico superior y con una
incidencia media de raederas (cuadro III.35).
III.2.1.3.8. LA FRACTURACIÓN LÍTICA
La fracturación intencional de los productos configurados
y retocados supone un paso adelante en el proceso de aprovechamiento y transformación de los utensilios; es la antesala
del abandono y el final del proceso técnico operativo.
El índice de fracturación del nivel Ia indica que éste es
mayor entre los productos retocados (35%) que entre las
lascas (22%). Entre éstas últimas más numerosas las fracturadas de 3º orden, que parece lógico por una mayor manipulación en la que intervendrían los accidentes de talla. La
incidencia de la fracturación respecto a los restos de talla y
núcleos es una cuestión de difícil solución, ya que los criterios para su inclusión en esta categoría no son claros. Sin
embargo sí es significativa la presencia de retoque en los
considerados restos de talla, que alcanza el 15% de estos
productos. Complejo vuelve a ser diferenciar si los restos de
talla corresponden a fragmentos informes del proceso de
talla o a fragmentos informes por transformación exhaustiva
de productos configurados y retocados. De todo ello se
desprende que una industria que presenta un 35% de pro-
Cuadro III.35. Índices y grupos industriales líticos del nivel Ia.
ductos retocados fracturados, a los que añadir un 18% de
fragmentos informes con retoque, indica la alta explotación
de la misma (cuadro III.36).
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son las
raederas dobles (45%), seguidas de las raederas simples
(24%) y los denticulados (21%). Esto apunta a que las posibilidades de transformación para reconfigurar los útiles
presenta mejores condiciones en las piezas complejas desde
el punto de vista de estar más retocadas. Este grado de fracturación es predominantemente pequeño, aunque hay que
tener presente la dificultad de identificación cuanto mayor es
éste. Un elemento poco fracturado son las raederas desviadas. La ubicación de las fracturas se presenta mayoritaria en
los extremos distales de las piezas retocadas, raederas
simples y denticulados, que representan casi la mitad de las
fracturas. El extremo proximal, donde se ubica el talón, es la
siguiente ubicación con más fracturas, en especial raederas
Índice de Fracturación
Entera
Fract.
Índice
Total
Núcleo
24
23
48,9%
47
Lasca 1º O
3
0
0%
3
Lasca 2º O
154
37
19,37%
191
Lasca 3º O
302
73
24,17%
375
No retocado
483
133
21,6%
616
Pr. ret 1º O
9
4
44,4%
13
Pr. ret. 2º O
135
43
31,8%
178
Pr. ret. 3º O
167
63
37,7%
230
Retocado
311
110
35,3%
421
Total
794
243
23,4%
1037
Cuadro III.36. Fracturación de las categorías líticas según orden de
extracción del nivel Ia.
111
[page-n-125]
simples. Divididas las piezas en dos mitades, el porcentaje de
fracturación es similar para estas dos categorías. Por todo ello
se aprecia que existe una tendencia a suprimir los extremos
de las piezas como método para reconfigurar éstas. Por
último la incidencia de la fracturación respecto de los modos
de retoque indica que las piezas con retoque simple son
mucho más fracturadas distalmente (62%) que en el extremo
proximal (32%). Los tipos sobreelevados no presentan diferencias, tienen un porcentaje igual de ubicación en la fracturación distal y proximal (44% y 42%). Las escasas piezas con
retoque plano presentan una destacada fracturación proximal
(83%), favorecida posiblemente por la incidencia de los
dorsos rebajados, los bulbos suprimidos y los retoques
inversos (cuadros III.37, III.38 y III.39).
P
PM
PD
MD
R. simple
6
(28,5)
2
(9,5)
1
(4,7)
3
7
(14,2) (33,3)
R. dobl/cv
2
3
1
1
Grado de
Fracturación
0-25%
26-50%
50-75%
>75%
Total
Punta
-
-
-
-
-
Raed. simple
11
12
1
-
24
Raedera doble
5
3
2
-
10
Raed. transv.
-
-
-
-
-
R. desviada
1
1
-
-
2
R. cara plana
1
-
-
-
1
Raspador
-
-
-
-
-
Perforador
1
1
-
-
2
Muesca
1
1
-
-
2
Denticulado
18
13
2
-
33
-
-
Indeterm.
Total
38 (44,1) 32 (37,2)
-
10
10
6 (6,9)
10 (11,6)
86 (100)
Cuadro III.37. Grado de fracturación de los productos retocados
del nivel Ia.
112
L
Total
2
(9,5)
21
3
-
10
R. transv.
1
-
-
-
1
-
2
R. desviada
-
1
-
-
1
-
2
R. cara plana
-
-
-
-
1
-
1
Perforador
-
1
-
-
2
-
3
Muesca
-
1
-
-
1
-
2
Denticulado
5
(18,5)
1
(3,7)
10
(37)
5
(18,5)
27
Total
III.2.3.1.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso), supone
un 3% de las lascas y un 5% de los útiles, por tanto valores
bajos, teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas no
transformadas mediante el retoque es alto (57%). Las lascas
levallois con 12 ejemplares son mayoritariamente típicas
(fig. III.8, núm. 1, 2, 3, 9, 11, 12, 14) frente a las atípicas
(fig. III.8, núm. 4, 5 y 7). Generalmente de excelente factura y en algún caso con talones multifacetados, son de talla
amplia superando la media de 25 mm y con morfología
cuadrangular larga (50%). A reseñar la ausencia de láminas
levallois. Como punta levallois retocada se han incluido dos
piezas de 3º orden poco típicas con retoque simple parcial
(fig. III.9, núm 1 y 2). Por tanto estas puntas pueden considerarse como muy raras. Las puntas pseudolevallois, con 8
ejemplares, presentan una baja proporción para una gestión
centrípeta donde las piezas desviadas tienen una cierta incidencia y por lo general son de pequeña talla (fig. III.8, núm.
6). Los cuchillos de dorso natural, con un sólo ejemplar,
tienen escasa presencia, aunque hay que recordar la difi-
D
3
3
(11,1) (11,1)
14
9
(27,1) (16,3)
5
(9,1)
7
26
7
(12,7) (47,3) (12,7)
68
(100)
Cuadro III.38. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel Ia. P: proximal. PM próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: meso-distal. D: distal. L: lateral.
Simple
Proximal
Plano
Sobreelev.
Total
8 (21,6)
5 (83,3)
5 (25)
18
Próximomesial
2 (16,6)
-
10 (50)
12
Proximal-distal
2 (16,6)
-
5 (25)
5
1ª mitad
12 (32,4)
5 (83,3)
20 (44,4)
37
Mesodistal
7
1
1
9
Distal
16 (43,2)
-
18 (40)
34
2ª mitad
23 (62,1)
1 (16,6)
19 (42,2)
43
Lateral
2 (5,4)
-
6 (13,3)
8
Total
37
6
45
88
Cuadro III.39. Fracturación y modos de retoque del nivel Ia.
cultad de valorar este tipo de útil en una industria de
pequeño formato, donde sólo hay 4 piezas de más de 3 cm.
Por ello, si consideramos todas las lascas con córtex
opuesto a filo, ampliaríamos la clasificación a un 6% de la
lista tipo, porcentaje igualmente débil.
Las puntas musterienses presentan 9 ejemplares (2%)
con piezas poco típicas, por desviadas, con escasa simetría
de sus bordes y configuración de apuntamiento abierto (fig.
III.9, núm. 3, 5, 6, 7, 10 y 11). Destaca sólo una punta sobre
lasca levallois y talón multifacetado (fig. III.9, núm. 4). No
existen limaces ni proto-limaces. Las puntas más largas
corresponden a elementos corticales (fig. III.9, núm. 7).
Las raederas simples o laterales agrupadas son 102
ejemplares, en igual proporción de rectas y convexas que
representan un 21% del total y menos frecuentes las
cóncavas (8, 1,7%) (fig. III.11, núm. 12, 13 y 14). Tipométricamente las raederas laterales están entre los útiles retocados de mayor formato (27,7 x 23,1 x 8,6 mm), y más aún
las 52 piezas con córtex que representan el 52% de éstas y
que tienen un formato medio de 28,6 x 23,5 x 9,4 mm. El
so-porte de estas raederas es mayoritariamente cuadran-
[page-n-126]
gular largo en un 30% (fig. III.10, núm. 1, 3, 4, 6, 10, 11)
y gajo en otro 30% (fig. III.10, núm. 8, 9, 12; fig. III.11,
núm. 3), con un 15% de piezas desbordadas (fig. III.10,
núm. 11 y fig. III.11, núm. 1, 4) y un 2% de sobrepasadas
(fig. III.10, núm 3). La sección transversal es asimétrica en
un 80%, principalmente triangular. La morfología del
retoque indica una distribución bimodal del escamoso y
denticulado con un 42% cada uno, a distancia del escaleriforme (13%). Estas raederas presentan una extensión
amplia de retoque, con sólo un 9% de las piezas que tienen
retoque parcial y un 15% con retoque marginal. El retoque
directo se distribuye a partes iguales en los lados izquierdo
y derecho y en su modo es principalmente sobreelevado
(40%), simple (36%) y plano (17%). Sólo cinco piezas se
elaboran sobre soporte levallois (fig. III.10, núm. 4, 10 y
fig. III.11, núm. 2) y cuatro tienen talón facetado (fig.
III.10, núm. 2 y fig. III.11, núm. 9). Generalmente las
raederas laterales son de bella factura, bien configuradas
con debitado previo variado en el que destacan el unipolar
y el preferencial con un 27% cada uno.
Las raederas dobles y convergentes presentan 25 ejemplares (14%), en igual proporción en cada una de las dos
categorías. Éstas son los elementos de transformación por
retoques más amplios y poseen un 50% de corticalidad. Tipométricamente son de “gran formato” (27,8 x 24,3 x 9 mm) y
las corticales los mayores formatos del nivel Ia (30,5 x 25,7
x 10,7 mm). Mayoritariamente cuadrangulares largas (30%)
(fig. III.12, núm. 2, 3 y 4). Destaca la casi ausencia de piezas
desbordadas (fig. III.12, núm. 7) y sobrepasadas. En igual
proporción de simétricas que de asimétricas. La morfología
del retoque indica aquí una distribución unimodal con un
54% de escamoso y apenas un 12% de denticulado. Estas
raederas también presentan una extensión amplia del retoque,
con una sola pieza parcial y cuatro con retoque marginal (fig.
III.13, núm. 11, 12). El modo de retoque es sobreelevado
(62%), simple (30%) y no se observa el escaleriforme. Sólo
dos piezas sobre lasca levallois y un talón multifacetado (fig.
III.13, núm. 7). Son de bella factura y con debitado dorsal
mayoritario preferencial (42%) (fig. III.13, núm. 4, 5, 6, 7, 8
y 9) y el resto muy distribuido.
Las raederas desviadas son 23 ejemplares con tipometría media de 24,8 x 27,1 x 8,7 mm y un formato algo menor
que laterales y dobles. Son más anchas (65%) que largas y
hay 11 piezas con córtex. La morfología es diversificada,
con muy pocos gajos y dominio de cuadrangulares largas y
triangulares (fig. III.14, núm. 3, 5, 7, 8). Un 70% son asimétricas y sin piezas sobrepasadas o desbordadas. La morfología del retoque indica aquí una distribución unimodal, con
un 75% de escamoso y apenas un 10% de denticulado. La
extensión del retoque es amplia, con un 15% de retoque
parcial y otro 15% de marginal. El modo de retoque es
sobreelevado (66%), simple (33%) y no se observa retoque
plano ni escaleriforme. Tampoco hay soportes levallois ni
talones multifacetados. El debitado dorsal mayoritario es
centrípeto (54%), con cierta incidencia del ortogonal (30%)
y ausencia del preferencial. Son piezas bien elaboradas de
formato no muy amplio, algo más de la mitad elaboradas
sobre lascas desviadas, retoque sobreelevado y por lo gene-
ral con convergencia apuntada (43%); también están presentes los ejemplares dobles (18%).
Las raederas alternas son 8 ejemplares (fig. III.14,
núm. 4, 9, 10, 11, 12) que incluyen las alternantes (fig.
III.13, núm. 6), de formato amplio como ocurría con las laterales y dobles (30 x 24 x 8 mm). El retoque predominante en
cambio es simple y el debitado dorsal preferencial (fig.
III.14, núm. 9, 10, 11, 12). Su morfología principal es la
cuadrangular larga.
Las raederas transversales presentan 15 ejemplares
con tipometría de 25 x 33 x 10,7 mm. Su morfología es
variada, con elementos pentagonales (fig. III.12, núm. 7) y
más anchas que largas. Principalmente son asimétricas y por
lo general agotadas por un exhaustivo retoque en piezas con
córtex (75%) y alta procedencia de nódulos marinos (fig.
III.12, núm. 8). El debitado es mayoritariamente preferencial
(fig. III.12, núm. 1, 4 y 6) y unipolar, y con ausencia de
soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es
sobreelevado (60%), con escasa incidencia de retoque
parcial y marginal y piezas desbordadas (fig. III.12, núm. 1,
3, 6 y 7). Estas piezas mayoritariamente convexas representan casi el 8% de las raederas y un porcentaje esencial
débil (3,4%).
Las raederas de cara plana y dorso adelgazado
presentan un baja incidencia, del 1% y 0,6% respectivamente (8 piezas). Las de dorso adelgazado (fig. III.12, núm
9, 10) están más elaboradas y con formato amplio que
supera los 3 cm. Las de cara plana con 26 mm de longitud
presentan retoque inverso, generalmente simple y marginal
(fig. III.12, núm. 11, 12, 13) y algún soporte levallois.
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, buril,
perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan un
conjunto de 24 piezas y una incidencia del 5%, principalmente perforadores. Los raspadores son 6 ejemplares de
factura mediocre: 5 corticales, 4 en extremo distal de lasca y
otro sobre lasca de decalotado. Los buriles están ausentes.
Los perforadores (fig. III.15), con 16 piezas, presentan un
porcentaje esencial de 3,6, considerado como débil. Son de
formato pequeño (23,5 x 22,6 x 8,5 mm), donde la longitud
y anchura están equilibradas. Son piezas asimétricas (90%),
de las que un 27% presentan córtex y soporte mayoritario
triangular (33%), seguido del cuadrangular corto (25%). La
morfología del retoque es denticulado y escaleriforme y el
modo sobreelevado y simple. Son piezas denticuladas
marcadas de muy bella factura con debitados diversificados
pero preferentemente centrípetos. Su fracturación es escasa
al igual que la presencia de piezas desbordantes.
Las muescas son 25, de las cuales 3 son muesca en
extremo y un 20% clactonienses frente a un 75% de muescas
retocadas. Tipométricamente son de formato medio (26 x 22
x 9 mm), con un 52% de piezas corticales, morfología de
soportes diversificados y asimétricas (75%). La morfología
del retoque es mayoritario denticulado (65%) y escaleriforme (22%), y el modo sobreelevado (70%) y simple
(25%). Son piezas denticuladas cóncavas bien elaboradas,
con extremos marcados y aguzados por rupturas de convergencia (méplat, córtex, fractura, etc.). El debitado dorsal es
variado pero preferentemente centrípeto, con un 10% de
113
[page-n-127]
piezas desbordadas, un soporte levallois y sin talones multifacetados. Como en otros tipos, hay una cierta incidencia
(12%) de apoyo sobre méplat (fig. III.16, núm. 7, 15 y 16) y
elaboración (30%) sobre restos de talla o núcleos (fig. III.16,
núm. 9). Alguna pieza recuerda la denominada “técnica de
microburil” (fig. III.16, núm. 13).
Los denticulados representan el grupo de útiles mayoritario con 168 piezas (36,3%). Éstos pueden ser divididos
en laterales simples (62%), dobles (20%), transversales (8%)
y alternos (5%). Generalmente están bien configurados, con
denticulación marcada y algunos con espinas pronunciadas.
Su formato en comparación a las raederas es inferior (23,8 x
22,2 x 8,1 mm), con un 48% de piezas corticales, morfología
de soportes diversificados en los que son de reseñar los
cuadrangulares largos (37%) y especialmente los gajos que
alcanzan un 24%. Las piezas son asimétricas (79%). La
morfología del retoque es obviamente denticulada y el modo
se presenta bimodal con casi un 50% para los retoques
sobreelevado y simple y ausencia del escaleriforme. La
extensión del retoque presenta un 22% de parcialidad y un
5% de retoque marginal. El debitado dorsal es mayoritario
preferencial (42%) y unipolar (27%), con un 11% de piezas
desbordadas (fig. III.17, núm. 5, 9; fig. III.17, núm. 8, 11) y
sobrepasadas (fig. III.17, núm 1), tres soportes levallois y
dos talones multifacetados. Hay una incidencia alta de denticulados sobre núcleo o resto de talla (18%). La fracturación
es significativa (18%) con ubicación distal (fig. III.19, núm.
1, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13 15, 16 y 17), proximal (fig.
III.19, núm. 2, 4), lateral o hemilasca (fig. III.19, núm. 14) y
mesial (fig. III.19, núm. 3). La fracturación configura una
ruptura de convergencia acusada como pasaba con las
muescas, de las que es difícil separar algunos denticulados
apoyados en méplat (fig. III.19, núm. 11, 12). Las piezas
sobre gajo son relevantes (fig. III.18, núm. 1, 2, 3, 5, 9; fig.
III.19, núm. 5, 6, 9, 15). Hay piezas múltiples de configuración particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en
sus vértices y que pueden ser definidas como un morfotipo
individualizado (fig. III.18, núm. 13, 14). Los denticulados
son de cuidada elaboración en sus frentes retocados, circunstancia que dificulta la separación con las raederas; prueba de
ello es la igual proporción de bulbos suprimidos en ambas
categorías (10%).
III.2.1.4. LA VALORACIÓN DEL NIVEL Ia
La sedimentación de este nivel arqueológico es característica de un ambiente húmedo con elevada pedogénesis sin
apenas fracción pétrea ni otros elementos de aportación
exógena ni endógena. La estructura topográfica del nivel
registra en su interior un depósito travertínico con baja
energía y escasa sedimentación gravitacional. Este depósito
puede ser considerado un conjunto de edificios bioconstruidos sobre morfologías tubulares (helechos, juncos,
herbáceas, etc.) que no presentan material arqueológico en
su interior. Los elementos vegetales configurados a modo de
haces presentan disposición paralela y ligero buzamiento
hacia el SE. El nivel es un paleosuelo con humus que se halla
muy alterado por madrigueras y actividades de pequeños
mamíferos y reptiles. Las características de esta sedimenta-
114
ción muy suelta favorecen la dispersión vertical y horizontal
de los materiales arqueológicos. Es difícil discernir con
fiabilidad los posibles eventos ocupacionales que se produjeron y es sin duda el nivel arqueológico de la secuencia que
mejor refleja el efecto palimpsesto.
El nivel Ia fue excavado en una superficie máxima de 15
m2 (capa 1) y mínima de 3 m2 (capa 6), lo que supone una
extensión media de 10 m2. Ésta representa el 10% del área
ocupacional total considerada en el pasado, que debió de ser
de unos 100 m2. Por tanto, es una parte restringida de la
superficie arqueológica original. Se han contabilizado un
total de 19.068 elementos arqueológicos, lo que supone una
media de 5.280 restos/m3, entre restos líticos (1.251/m3) y
óseos (4.018/m3), considerados los primeros mayores de 1
cm. Es decir, 53 materiales por cuadro y capa. La distribución de los mismos se presenta desigual, tanto en la industria como en los restos óseos, con dos concentraciones
centradas en los cuadros H2 y F5, sin que se halla podido
averiguar la causa, al estar en los márgenes del área excavada. La diferencia de profundidad entre los cuadros supone
un ligero buzamiento de cinco grados de W a E y prácticamente horizontal de N a S. Las tres primeras capas proporcionaron intrusiones verticales de elementos modernos (tres
pequeños fragmentos cerámicos) y fauna actual no fósil
vinculada a la sedimentación de las madrigueras.
La excavación no ha detectado hogares, aunque un tercio
del material arqueológico está termoalterado por la incidencia
de los mismos. La cantidad de materiales óseos y líticos
(14.540 y 4.528) es lo suficientemente amplia para el estudio
propuesto del nivel Ia. Valores a retener son un volumen excavado de 3,6 m3 con un alto porcentaje de materiales óseos y
líticos que suman un total de 5.280/m3. La relación de diferencia entre ambas categorías es de 3,2.
En cuanto a la industria lítica, los procesos de explotación de los núcleos no se detectan con nitidez en los distintos
cuadros, con ausencia de éstos en los septentrionales, presencia de restos de talla en los occidentales y una concentración de ambos en los meridionales. Por tanto, la ubicación de
los núcleos no coincide con las concentraciones principales
de talla. La estructura lítica en la relación interna de sus
componentes indica que ésta es coherente y sólo se echan en
falta los percutores. Las proporciones señalan el alto índice
de elementos producidos frente a los de producción.
La materia prima como roca de elección y utilización es
el sílex, lo que hace poco significativas al resto (caliza y
cuarcita). El sílex se muestra con un alto grado de alteración
que abarca a la casi totalidad del conjunto, del cual un tercio
corresponde a alteraciones térmicas. Por ello la alta alteración silícea del nivel Ia condiciona el análisis traceológico y
dificulta especialmente los remontajes líticos. A efectos de
evaluar la dimensión tipométrica, se aprecia que los datos de
tendencia central son: núcleo (27 x 26 x 10 mm), resto de
talla (17 x 14 x 8 mm), lasca (22 x 21 x 6 mm) y producto
retocado (26 x 23 x 8 mm). Esto representa para el total una
media de 19 x 17 x 6 mm; así pues un conjunto industrial
lítico con valores por debajo de los 2 cm para las mediciones
de longitud, anchura y grosor. El soporte de caliza muy
frecuente en el área y de proporciones mayores no es utili-
[page-n-128]
zado como recurso generalizado. Por ello la industria puede
ser considerada de tamaño muy pequeño y con alto grado de
reutilización.
Los formatos de los núcleos tienen una tipometría entre
3-4 cm, tanto en longitud como anchura. Los mismos están
explotados o agotados y son gestionados unifacialmente y
con dirección de debitado centrípeta de forma mayoritaria.
Las características de las superficies de debitado planasconvexas y las de preparación con planos multifacetados
certifican la presencia de gestión levallois en el nivel Ia,
preferentemente centrípeta. En los productos configurados
las plataformas de los talones son mayoritariamente planas y
lisas. La cara dorsal muestra que el grado de corticalidad es
mayor en los productos retocados. Los formatos de longitud
y anchura respecto del orden de extracción indican que la
mayor longitud se obtiene principalmente a partir de piezas
con córtex.
La morfología de las lascas revela el predominio de las
formas de cuatro lados, que suponen la mitad de la muestra,
seguidas de la triangular y por último los gajos o segmentos
esféricos. Hay una cierta elección de lascas largas con
cuatro lados y sección trapezoidal en los útiles más elaborados. La simetría de la sección transversal indica un predominio de dos tercios de los asimétricos frente a un tercio de
los simétricos, cuya categoría principal es la trapezoidal
muy próxima a la triangular. La asimetría en cambio
presenta la categoría triangular como predominante. Estos
valores son superados en las piezas corticales, circunstancia
que correlaciona la morfología y el orden de extracción. La
sección trapezoidal se vincula mejor con los productos retocados de 3º orden y las piezas con mayor asimetría corresponden a productos de 3º orden, con o sin retoque. Los
productos retocados indican morfología denticulada, extensión entrante y filo recto. Este frente retocado es lateral,
localizado en la cara dorsal –directo–, continuo y mayoritariamente completo en su extensión. Los modos de retoques
indican un predominio de los sobreelevados, simples y por
último los planos. Los diferentes útiles se elaboran con
retoque sobreelevado o simple, en este orden, aunque con
algunas diferencias reseñables. El retoque simple es más
utilizado que el sobreelevado en las puntas musterienses,
raederas de cara plana, raederas de dorso adelgazado y
raederas alternas. El retoque plano, minoritario en general,
afecta a puntas, raederas laterales, raederas de cara plana y
raederas de dorso adelgazado.
La longitud del retoque presenta un valor que se ajusta
a la longitud de los soportes. Por ello se puede decir que la
elaboración en la dimensión longitud es máxima y hay una
decidida elección de categorías sobreelevadas frente a planas
o cubrientes en la superficie. Así pues, no se fabrican piezas
planas ni la transformación mediante el retoque tiende a ello,
sino al contrario. La altura de los frentes retocados, con
valor muy próximo al grosor medio de los soportes, certifica
la búsqueda de frentes sobreelevados. Todo ello apunta a un
fuerte interés en economizar materia prima mediante una
máxima explotación volumétrica. Entre los útiles mayoritarios, las raederas simples guardan una equilibrada proporción entre rectas y convexas. Las raederas dobles unidas a
las convergentes representan el 5%. Esta misma incidencia
tienen las desviadas y algo menor las transversales, que son
mayoritariamente convexas. Los raspadores son poco significativos y ausentes los buriles. En cambio los perforadores
tienen una alta incidencia. Las muescas están bien presentes
y los útiles denticulados representan la categoría predominante. Las piezas retocadas con índice de alargamiento
mayor son los raspadores, muescas y raederas simples, a
pesar de ello, lejos de poder ser considerados laminares. No
se aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera
con los elementos levallois, que en cambio sí tienen una
diferencia significativa en el índice de carenado al ser las
piezas más delgadas de todas. Respecto al orden de extracción las raederas transversales, los raspadores y las muescas
están mayoritariamente elaboradas sobre soportes corticales.
El índice de fracturación del nivel Ia es mayor en los
productos retocados que en las lascas, y entre estas últimas
son más numerosas las de 3º orden. El nivel presenta un
tercio de productos retocados fracturados y numerosos fragmentos informes con retoque que indican la alta explotación
y transformación de la industria. Los útiles con mayor fracturación son las raederas dobles, raederas simples y denticulados. Un elemento poco fracturado son las raederas
desviadas. La ubicación de las fracturas se presenta mayoritaria en los extremos distales de raederas simples y denticulados que representan casi la mitad de la muestra. Existe una
tendencia a suprimir los extremos de las piezas como
método para reconfigurar éstas, y las piezas con retoque
simple están mucho más fracturadas distalmente que en el
extremo proximal. La mayor parte de los núcleos identificados presentan una gestión levallois, hecho que diverge en
porcentaje del bajo número de productos configurados levallois. Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois, al igual que el índice laminar y el de facetado. Así
pues, la industria del nivel Ia por sus características técnicas
de debitado se puede definir como no laminar, no facetada y
no levallois.
El Grupo II y los índices esenciales de raedera tienen
valores medios. Las raederas laterales de formato amplio
presentan morfología cuadrangular larga y asimetría triangular
con un debitado dorsal unipolar y preferencial y retoques
sobreelevado y simple. Las raederas dobles de formato amplio
presentan morfología cuadrangular larga y simetría/asimetría
trapezoidal y triangular. El debitado dorsal es preferencial y el
retoque principalmente sobreelevado. Las raederas desviadas
de formato medio presentan asimetría con morfología cuadrangular larga y triangular. El debitado es centrípeto y el retoque
mayoritario sobreelevado. Las raederas transversales de
formato medio presentan morfología variada –pentagonal–,
asimetría trapezoidal/triangular y debitado preferencial con
retoque sobreelevado. El Grupo III está formado principalmente por perforadores de formato pequeño, morfología y
simetría variada, y raspadores en menor medida. El debitado
dorsal es centrípeto y el retoque sobreelevado.
Por último, el Grupo IV presenta un índice muy alto. Las
muescas de formato medio tienen morfología diversa, asimetría triangular, debitado centrípeto y retoque sobreelevado
mayoritario. Los denticulados en cambio, de formato pequeño,
115
[page-n-129]
presentan morfología cuadrangular, asimetría triangular y
retoque sobreelevado y simple. En resumen, el nivel Ia de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los conjuntos
del Paleolítico medio con alta incidencia de denticulados, débil
presencia de útiles del grupo Paleolítico superior, en especial
perforadores, y con una incidencia media de raederas.
Los núcleos posiblemente son introducidos en el yacimiento en fases de explotación no iniciales o avanzadas y
difieren de los formatos de lascas amplias que corresponden
al principio de la cadena operativa. Los núcleos son transformados en un alto grado y reutilizados, y por ello tal vez no
estén presentes. Sus morfologías indican una explotación
sistemática avanzada y una cuestión relevante reside en saber
si la fragmentación es parte de una sistemática operativa no
detectada. La alta fragmentación y reducción de la industria
va acompañada de productos corticales transformados y
abandonados de mayor formato, que posiblemente formen
parte del equipamiento personal o individual introducido en
el yacimiento. El sílex es utilizado en actividades de talla; la
existencia de pocos productos de alta corticalidad apunta a
que las cadenas operativas se han iniciado en otros espacios,
dentro o fuera del yacimiento. Por ello, las secuencias de
explotación y configuración guardan diferencias que no
pueden ser explicadas, en un nivel en el que predominan
las pequeñas morfologías finales muy transformadas. Las
secuencias de configuración manifiestan una relación preferencial de soportes de mayor formato y morfologías transformadas –raederas, denticulados…– y la variabilidad morfoló-
116
gica de los soportes no se ajusta a morfotipos seleccionados.
En conclusión, el nivel Ia presenta procesos de alteración postdeposicional importantes entre los que destacan las
madrigueras de pequeños mamíferos. Los depósitos travertínicos, la alta pedogénesis y la ubicación bajo la línea de
ruptura de la visera de la cueva son factores distorsionantes
a valorar. Las estrategias de aprovisionamiento lítico son
exclusivas para el sílex e indican una cierta lejanía superior
a 5 km. Las cadenas operativas líticas se presentan fragmentadas, hecho que puede responder a una movilidad de
objetos entre diferentes y próximos lugares de ocupación.
Sin embargo, la alta concentración de vestigios arqueológicos apunta a una mayor entrada de éstos –intrasite– que no
a una “exportación” intersite.
La falta de estudios imposibilita conocer si las actividades técnicas desarrolladas en este espacio físico –nivel Ia–
son complementadas o no en otros lugares, ni tampoco se
puede caracterizar las zonas de acumulación ni su interrelación, así como si existieron áreas de actividad funcionalmente diferenciadas. Saber si existió una ocupación completa o no del espacio es una cuestión difícil, pero diversos
aspectos apuntan a que ésta debió de ser amplia. Bolomor Ia
no parece un lugar de paso muy breve por el volumen y
transformación del material lítico; posiblemente sea un lugar
de hábitat con una ocupación de corta duración en el que se
han desarrollado actividades antrópicas diversas, complejas
e intensas.
[page-n-130]
Fig. III.6. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel Ia.
117
[page-n-131]
Fig. III.7. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel Ia.
118
[page-n-132]
Fig. III.8. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Lascas del nivel Ia.
119
[page-n-133]
Fig. III.9. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Puntas del nivel Ia.
120
[page-n-134]
Fig. III.10. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas simples rectas del nivel Ia.
121
[page-n-135]
Fig. III.11. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas simples convexas y cóncavas del nivel Ia.
122
[page-n-136]
Fig. III.12. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas transversales, de dorso adelgazado y de cara plana del nivel Ia.
123
[page-n-137]
Fig. III.13. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas dobles y convergentes del nivel Ia.
124
[page-n-138]
Fig. III.14. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas alternas y desviadas del nivel Ia.
125
[page-n-139]
Fig. III.15. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Perforadores del nivel Ia.
126
[page-n-140]
Fig. III.16. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Muescas del nivel Ia.
127
[page-n-141]
Fig. III.17. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel Ia.
128
[page-n-142]
Fig. III.18. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel Ia.
129
[page-n-143]
Fig. III.19. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados con fracturas del nivel Ia.
130
[page-n-144]
III.2.2. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO Ib-Ic
El estrato I se presenta dividido en tres niveles: Ia, Ib y
Ic. Las unidades Ib y Ic, cuya excavación se realizó en los
años 1992-93, deben ser consideradas como un conjunto.
Ello es debido a que el material del nivel Ib se hallaba adosado a la base de las brechas y en contacto con la primera capa
del nivel Ic. Además estas brechas son estériles pues su
componente principal es un travertino que recubre antiguos
vegetales y el troceado del mismo mostró la ausencia de
materiales arqueológicos en su interior. El nivel Ib, brechoso
e irregular, se presenta fuertemente erosionado y ha condicionado en extremo el proceso de excavación, mermando las
valoraciones espaciales. Los cuadros en los que la sedimentación no se presentaba alterada se excavaron mediante
levantamiento tridimensional y el resto en subcuadros de 33
cm2 y recogida en criba.
III.2.2.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL Ib-Ic
La extensión excavada se individualiza en cuatro
unidades arqueológicas que se vinculan a los cuadros (figs.
III.20, III.21, III.22, III.23, III.24 y III.25):
- Unidad arqueológica 0 (nivel Ib): cuadros D3, D4,
F3, F4, H4 (5 m2).
- Unidad arqueológica 1 (nivel Ic): cuadros B2, B3,
B4, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4 (13 m2).
- Unidad arqueológica 2 (nivel Ic): cuadros B3, B4,
D3, D4, F3, F4, H2, H3, H4, J3, J4 (11 m2).
Fig. III.21. Superficie inicial con brechas del nivel Ib
(cuadros B3 a B5). Sector occidental.
- Unidad arqueológica 3 (nivel Ic): cuadros B3, B4,
D3, D4 y H2 (5 m2).
Fig. III.22. Superficie excavada del nivel Ic y brechas del Ib
(cuadros H3/J3). Sector occidental.
Fig. III.20. Planta del yacimiento con situación de la excavación
del nivel Ib/Ic.
III.2.2.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL Ib/Ic
La distribución de los registros arqueológicos en las
distintas capas no ha podido ser individualizada en el grado
deseado para detallar la ubicación de los materiales arqueológicos respecto de las unidades deposicionales. Ello es
debido al alto número de materiales no situados tridimensionalmente. Sin embargo distintos cuadros presentan una
similar concentración de materiales. La capa 0 corresponde
al nivel Ib y el resto a tres unidades del Ic.
131
[page-n-145]
Fig. III.25. Corte frontal occidental del estrato I (cuadro D3).
Sector occidental.
Capas
0
1
2
3
Total
Vol. m3
0,4
1,35
0,65
0,6
3
NRL m3
212
123
521
600
557
Lítica
85
889
339
360
1673
NRH m3
175
547
488
493
474
Hueso
70
739
317
296
1422
m3
NR
Fig. III.23. Superficie excavada del nivel Ib/Ic (cuadros orientales).
Sector occidental. Vista desde el techo de la cueva.
387
1205
1009
1093
1031
Lítica peso gr.
171
2079
763
664
3677
Lítica grs/m3
427
1540
1173
1106
1225
H/L
0,82
0,83
0,94
0,82
0,85
Cuadro III.40. Materiales líticos y óseos por metro cúbico,
peso e índice de relación del nivel Ib/Ic. NRL: número de restos
líticos. NRH: número de restos óseos. H/L:relación hueso/lítica.
Fig. III.24. Corte frontal occidental del nivel Ib/Ic. Sector occidental.
La relación hueso/lítica correspondiente al mismo
espacio considerado muestra una distribución uniforme a lo
largo de las distintas unidades, con un número de restos faunísticos algo inferior a los líticos en cada capa. El menor
número de materiales de la capa 0 tiene su explicación en sus
características sedimentológicas (cuadro III.40).
III.2.2.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
III.2.2.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
132
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
en el yacimiento. Sin embargo, la existencia de un porcentaje cercano al 25% de restos de talla que pudieran enmascarar un gran agotamiento de elementos nucleares hace ser
prudente al respecto. Igualmente se aprecia la ausencia de
percutores. Entre los elementos producidos es lógica la primacía de los pequeños productos frente a los configurados y
entre éstos el alto valor de los no retocados apunta a una actividad no exhaustiva de transformación.
Los índices de producción, configuración y transformación indican diferencias en las unidades que en su conjunto
son poco significativas pero explicables. Así, una menor presencia de productos no configurados en el nivel Ib (brecha)
se deba a la imposibilidad de recuperar la casi totalidad de
los mismos. Las diferencias entre las capas 2 y 3, cuyos
valores se promedian, indican la artificialidad en la separación de las unidades (cuadro III.41 y III.42).
[page-n-146]
Nivel Ib/Ic
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Total
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
1
2
17
322
710
247
228
146
(10)
(85)
(25,1)
(55,5)
(19,3)
(60,9)
(5)
1673
(39,1)
%
20 (1,2)
1279 (76,5)
374 (22,3)
1673
Cuadro III.41. Categorías estructurales líticas del nivel Ib/Ic.
Capas
0
1
2
3
Media
IP
84
98,8
56,5
120
88
IC
0,75
0,30
0,24
0,25
0,29
ICT
0,61
0,67
0,61
1,03
0,73
Cuadro III.42. Índices estructurales del nivel Ib/Ic.
IP: índice de producción. IC: índice de configuración.
ICT: índice configurado de transformación.
medio sedimentario del depósito muy carbonatado, poco
ácido y menos húmedo que el nivel precedente Ia. La termoalteración en las piezas representa casi 1/3 del total, en especial en el sílex y en alguna pieza calcárea. Por todo ello la
alteración de la unidad Ib/Ic es muy alta y representa la práctica totalidad del conjunto estudiado (98,4%), circunstancia
que condiciona el análisis traceológico (cuadro III.44).
Fresco
La litología
La materia prima utilizada se reduce en la práctica a sólo
tres categorías: sílex, caliza micrítica y cuarcita. De forma
muy marginal existe alguna pieza de calcedonia y de ofita que
completan el cuadro litológico. A efectos arqueológicos sólo
las tres primeras tienen relevancia y son las categorías a considerar en los cálculos correspondientes. El sílex en el nivel
Ib/Ic, con porcentaje superior al 98%, se muestra como la roca
de elección y utilización. La caliza está presente por igual en
todas las categorías estructurales; en cambio la cuarcita es
mayoritaria entre los productos configurados y retocados
(71%), por lo que indica que es una roca de elección. Posiblemente su baja presencia se deba a la dificultad o escasez de las
fuentes de aprovisionamiento (cuadro III.43).
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes
grados de intensidad en la alteración del sílex concentran en
“la pátina” el 65% de los valores, con casi nula presencia de
piezas frescas o muy alteradas. En las piezas calcáreas la
decalcificación está ausente, causa que debemos atribuir al
M. Prima
Sílex
Caliza
Cuarcita
Otros
Total
Canto
-
1
1
-
2
Núcleo
17 (100)
Resto talla 318 (98,7)
-
-
-
17
4
-
-
322
-
712
Debris
709 (99,6)
1
2
P. lascas
245 (99,2)
1
1
-
247
Lascas
204 (96,2)
3
4
1
212
P. retoc.
152 (94,4)
3
6
-
161
14 (0,84)
1
1673
Total
1645 (98,3) 13 (0,78)
Cuadro III.43. Materias primas y categorías líticas del nivel Ib/Ic.
Semip.
Pátina
Sílex
III.2.2.3.2. LA MATERIA PRIMA
Desilif. Termoalt.
Total
-
1
1080
109
455
1645
Caliza
12
-
-
-
1
13
Cuarcita
14
-
-
-
-
14
Otros
1
-
-
-
-
1
Total
27
(1,6)
1
1080
(64,7)
109
(6,5)
456
(27,7)
1673
Cuadro III.44. Alteración de la materia prima del nivel Ib/Ic.
III.2.2.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 25,8 x 24,6 x 14,4
mm, con valor central (mediana) de 25 x 25 x 14 mm. Los
valores modales son poco significativos debido a lo reducido
de la muestra. El rango entre valores es similar para la
longitud y la anchura. La desviación típica vuelve a mostrar
la uniformidad de la longitud respecto a una ligera y mayor
variabilidad en la anchura. La forma de la distribución
respecto a su apuntamiento (curtosis) es platicúrtica o achatada para la longitud y leptocúrtica o apuntada para el grosor
y anchura, por los valores positivos. El grado de asimetría de
la distribución, a izquierda o derecha, de todas las categorías
consideradas: longitud, anchura, grosor, índices de alargamiento y carenado y el peso, muestra una asimetría positiva
con mayor concentración de valores a la derecha de la media
(cuadro III.45).
Los restos de talla identificados presentan como medidas de tendencia central una media aritmética de 15,9 x
12,8 x 8,8 mm, con valor central (mediana) de 15 x 12 x 9
mm. El rango o recorrido entre valores es amplio en las tres
dimensiones longitud, anchura y grosor, aunque mayor en la
longitud. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es homogénea, poco leptocúrtica en las
tres categorías. El grado de asimetría de la distribución indi-
133
[page-n-147]
Núcleo
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
25,8
24,6
14,4
1,1
2
15,5
Mediana
25
25
14
1,1
1,9
11
Moda
22
22
14
-
1,9
-
Mínimo
17
18
5
0,6
1
3,2
Máximo
35
38
28
1,6
5
24,4
Rango
18
20
23
1
4,1
21,2
Desviación típica
4,8
5,4
5,1
0,3
0,9
5,9
Cf. V. Pearson
19%
22%
35%
28%
46%
38%
Curtosis
-0,67
1,47
2,18
-0,04
6,8
0,17
Cf. A. Fisher
0,1
1,2
0,9
-0,2
2,2
0,9
Válidos
17
17
17
17
17
17
Cuadro III.45. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel Ib/Ic.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
ca que todas las categorías muestran una concentración a la
derecha muy similar. Las categorías consideradas: longitud,
anchura, grosor, índice de alargamiento, índice de carenado
y peso, indican una asimetría positiva con mayor concentración de valores a la derecha de la media (cuadro III.46).
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 20,6 x 19,5 x 5,5 mm, con valor
central (mediana) de 20 x 20 x 5 mm. Los valores modales
difieren en la longitud pero están muy próximos a los anteriores en la anchura y grosor, por tanto es casi una distribución simétrica donde coincidirían media, mediana y moda.
La divergencia de la longitud se explicaría por una concentración de lascas cortas. El rango o recorrido entre valores es
similar, aunque mayor en la anchura. El coeficiente de
dispersión acusa una ligera mayor variabilidad del grosor
respecto de la longitud y anchura. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente
leptocúrtica o puntiaguda en las categorías longitud y
anchura, y platicúrtica o achatada en el grosor. El grado de
Resto Talla
Media
Long. Anch.
15,9
12,8
asimetría de la distribución indica que todas las categorías
muestran una concentración a la derecha, asimetría menor
en el grosor que está próximo al eje de simetría. El peso
muestra una gran dispersión o variación que supera el 100
porcentual, aunque ello no impide una concentración de
valores en asimetría positiva (cuadro III.47).
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 26,4 x 23,9 x 8,4
mm, con valor central (mediana) de 26 x 22 x 8 mm. Los
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la anchura. El coeficiente de dispersión
acusa la variabilidad del grosor y la homogeneidad entre
longitud y anchura. La forma de la distribución es ligeramente leptocúrtica en las tres categorías y mayor en el
grosor. El grado de asimetría de la distribución indica que
todas las categorías muestran una concentración a la derecha
y próximas al eje de simetría (cuadro III.48).
Lasca
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
4,27
3,1
Media
20,6
19,5
5,5
1,16
Mediana
20
20
5
1,1
4
2,3
Moda
16
20
5
1,5
3,2
1,1
Mínimo
7
8
1,5
0,5
1,3
0,2
Máximo
50
61
12
3,2
13,5
43,2
Rango
43
53
10,5
2,7
12,2
43
Desviación típica
5,6
6,6
2,2
0,4
1,9
3,2
Cf. V Pearson
27%
34%
40%
34%
47%
103%
Curtosis
4,1
8,9
-0,2
2,2
2,9
53,6
Cf. A Fisher
1,1
1,4
0,6
1
1,3
5,9
Válidos
212
212
212
212
212
212
Cuadro III.47. Análisis tipométrico de las lascas del nivel Ib/Ic.
Gr.
IA
IC
Peso
Pr. Retocado
8,8
1,3
2,2
2,8
Media
26,4
23,9
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
8,4
1,17
3,7
7,3
Mediana
15
12
9
1,2
1,8
1,7
Mediana
26
22
8
1,2
3,2
4,9
Moda
13
10
9
1,3
1,4
1,4
Moda
22
22
5
1
4
2,1
Mínimo
6
4
1
0,6
0,9
0,1
Mínimo
12
11
1
0,4
1
0,5
Máximo
38
27
20
4,3
10
14,2
Máximo
48
50
25
2,5
22
38
Rango o recorrido
32
23
19
3,7
9,1
14,1
Rango o recorrido
36
39
24
2,1
21,1
37,5
Desviación típica
5,2
4,2
4,2
0,4
1,3
3,1
Desviación típica
7,8
7,1
4
0,4
2,3
6,8
Cf. V Pearson
33%
33%
48%
31%
59%
111%
Cf. V Pearson
30%
30%
47%
34%
61%
93%
Curtosis
0,5
0,2
0,7
24,9
8,5
3,4
Curtosis
0,2
0,7
1,9
0,6
29,1
6
Cf. A Fisher
0,8
0,7
0,6
4,3
2,5
2
Cf. A Fisher
0,6
0,8
1,1
0,5
4,3
2,3
Válidos
322
322
322
322
322
322
Válidos
147
147
147
147
147
147
Cuadro III.46. Análisis tipométrico de los restos de talla
del nivel Ib/Ic.
134
Cuadro III.48. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel Ib/Ic.
[page-n-148]
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos totales del nivel Ib/Ic son valores generales aproximativos de un conjunto sólo parcialmente comparable
por su distinta ubicación en la cadena operativa. A efectos
de evaluar la dimensión tipométrica, se aprecia que los
datos de tendencia central se sitúan por debajo de los 2 cm
en sus categorías de longitud, anchura y grosor. Sin
embargo los valores tienden a situarse cerca de este límite.
Las categorías longitud y anchura muestran una gran
homogeneidad en todos los muestreos estadísticos. El
grosor es el valor que más difiere de los anteriores pero no
excesivamente. La variación de la dispersión es patente en
esta categoría y en sus correspondientes índices de carenado. El peso, como en otros niveles, es la categoría de más
alta dispersión. La asimetría de la distribución de todas las
categorías siempre se concentra a derecha, con gran semejanza entre sus valores.
III.2.2.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos indican
que prácticamente todos los elementos producidos y configurados presentan unas dimensiones inferiores a 4 cm, con
los valores más altos de 2 a 3 cm que representan una media
del 82%. Esta distribución presenta una mayor tendencia
hacia soportes más pequeños conforme las fases de explotación del núcleo avanzan (cuadro III.49).
La morfología de los elementos producidos muestra
una mayoría de formas con cuatro lados que representa el
93%, ligeramente mayores las lascas largas que las cortas.
Respecto de la fase de explotación de los núcleos, más del
88% están explotados o agotados, circunstancia que indica
la alta presión ejercida en la producción lítica, acompañada
y aumentada posteriormente con su transformación
mediante retoque. El valor más repetido es el explotado,
que supera el 50%.
Longitud
≥50-59
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
-
-
-
-
-
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos indica un predominio de la utilización de una superficie o cara (unifacial) en un 60%, frente a un 26% de los bifaciales. La dirección del debitado muestra un equilibrio entre la
obtención de una amplia lasca (preferencial), múltiples unipolares y centrípetas. Esta dirección clarifica el proceso general
que se muestra dual, centrípeto en un 70% y unipolar en un
30% de los casos. La dirección de las superficies de preparación confirma, con un 70% de valores centrípetos frente a un
30% de unipolares, que la gestión centrípeta es la predominante en el nivel Ib/Ic. Las distintas modalidades y sus características de gestión respecto de la cadena operativa muestran
un claro predominio de los unifaciales y una buena presencia
de los bifaciales, con escasa incidencia de los indeterminados
(cuadro III.50).
Los planos de percusión observados en los núcleos son
una muestra reducida, pero con predominio de facetados
(50%) y diedros (42%) que evidencia la presencia de elementos levallois que corresponden a fases operativas avanzadas, aunque éstos también están ya presentes en núcleos
iniciales.
III.2.2.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
El orden de extracción
El orden de extracción de los productos configurados
muestra la lógica proporción y presencia ascendente de
elementos en su orden de extracción. Una característica a
señalar es la mayor producción de soportes amplios para su
transformación en retocados; hay mayor proporción de
lascas retocadas de 1º y 2º orden que no retocadas, circunstancia que se invierte en las piezas de 3º orden o ausentes de
córtex (cuadro III.51).
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas, con un 68% de
valores, a mucha distancia de las facetadas con un 11%.
La mayor elaboración de los productos configurados de 3º
Fases
Explotación
Testado Inicial Explotado Agotado
<25% 25-50% 51-75%
>75%
Total
Inicial
-
-
1
1
2
Unifacial/Unipolar
-
2
2
1
5
Explotado
-
-
2
7
9
Unifacial/Preferencia
l
-
3
-
4
Agotado
-
-
1
5
6
UNIFACIALES
1
2
5
1
9 (60)
Total
-
-
4 (23,5)
13 (76,5)
17
Bifacial/Preferencial
-
-
1
-
1
Anchura
≥50-59
40-49
30-39
≤20-29
Total
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
Testado
-
-
-
-
-
Bifacial/Centrípeto
-
-
1
1
2
Inicial
-
-
1
1
2
BIFACIALES
-
-
3
1
4 (26,6)
-
-
1
1
2
Explotado
-
-
1
-
9
Trifacial/Centrípeto
Agotado
-
-
-
6
6
TRIFACIALES
-
-
1
1
2 (13,3)
Total
-
-
2 (11,7)
15 (88,3)
17
Total
1
2
9
3
15
Cuadro III.49. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel Ib/Ic.
Cuadro III.50. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel Ib/Ic.
135
[page-n-149]
Orden
Extracción
1º Orden
2º Orden
3º Orden
Total
Lascas
7 (3,3)
58 (27,3)
147 (69,3)
212
Pr. retocado
6 (3,9)
62 (41,6)
81 (54,3)
149
Total
13 (3,6)
120 (33,2)
228 (63,1)
361
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
4
Lasca 2º O
9
3
40,2
3,1
2,2
107º
36
Lasca 3º O
3,4
2,2
108º
59
-
-
-
-
2
12,2
4,2
63,8
2,9
3,4
108º
18
13,9
4,9
94,8
3,7
2,2
109º
43
Cuadro III.53. Tipometría del talón en los productos configurados del
nivel Ib/Ic. L: longitud. A: anchura. S: superficie.
IA: índice alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia
del núcleo. AN: ángulo de percusión.
orden no muestra una complejidad relevante en los talones,
circunstancia que tampoco sucede con los productos retocados. Las superficies diedras, mayoritarias entre las facetadas, confirman la producción más amplia de superficies
lisas. La corticalidad en los talones es relevante y ajustada a
la búsqueda de la mayor tipometría. Las superficies suprimidas (8%) corresponden a piezas transformadas mediante
el retoque y por tanto a ese proceso corresponde la especificidad de eliminar el talón (cuadro III.52).
Los talones más amplios se relacionan con las fases más
avanzadas del proceso de explotación y transformación. En
general no se observan diferencias significativas en los
valores estadísticos entre productos no retocados y retocados, posiblemente por lo reducido de la muestra (cuadro
III.53).
Grado
Corticalidad
2
3
4
Total
151
43
(66,1)
13
(20)
3
(4,6)
6
(9,2)
65
2
-
1
-
-
1
Cuarc.
1
-
2
1
-
3
Otro
-
1
-
-
-
1
154
44
(62,8)
16
(22,8)
4
(5,7)
6
(8,5)
70
(31,25)
Sílex
89
34
(54,8)
16
(25,8)
10
(16,1)
2
(3,2)
62
Caliza
2
1
-
-
-
1
Cuarc.
3
2
1
-
-
3
Otro
-
-
-
-
-
-
94
Lasca
1
Caliza
Pr. retocado
0
Sílex
La corticalidad
La corticalidad muestra una mayor presencia en los
productos retocados (40%) frente a los no retocados (30%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría ya
comentada. Esta corticalidad para los elementos producidos
presenta una proporción pequeña (0-25% de córtex con un
47%), mayoritaria en todas las piezas. Respecto a su ubicación, más del 80% de los productos presentan córtex en un
lado y en torno al 15% las piezas que lo tienen en dos lados.
La materia prima no presenta una variación significativa en
esta cuestión, pero nuevamente hay que recordar la baja
proporción de piezas no silíceas (cuadro III.54).
Los formatos de longitud y anchura respecto del orden
de extracción muestran que la mayoritaria longitud entre 23 cm (50%) se obtiene principalmente a partir de piezas con
córtex inferior al 50%, circunstancia que se repite para la
Cortical
34,8
-
Pr. ret. 3º O
Superficie
3,1
-
Pr. ret. 2º O
Cuadro III.51. Orden de extracción de los productos configurados
del nivel Ib/Ic.
9,2
Pr. ret. 1º O
36
(55,3)
17
(26,1)
10
(15,3)
2 (3,1)
65
(40,88)
248
80
(47,6)
33
(19,6)
14
(8,3)
8
(4,7)
168
Total
Cuadro III.54. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad en
los productos configurados del nivel Ia.
Plana
Facetada
Ausente
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetada
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
-
3
-
1
-
-
-
4
Lasca 2º O
17 (28,3)
26 (43,3)
6 (10)
5 (8,3)
3
1
2
60
Lasca 3º O
-
70 (61,4)
26 (22,8)
12 (10,5)
5
1
-
114
Pr. ret. 1º O
1
1
1
1
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O
21 (40,3)
18 (34,6)
3
1
-
-
9
52
68
Pr. ret. 3º O
Total
-
43 (63,2)
9 (13,2)
4 (5,8)
1
-
11
39
161(53,3)
45 (14,9)
24 (7,9)
9 (2,9)
2
22
39 (12,9)
206 (68,2)
33 (10,9)
24 (7,9)
Cuadro III.52. Preparación de la superficie talonar en los productos configurados del nivel Ib/Ic.
136
302
[page-n-150]
anchura. A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las categorías con menos y más del 50% de córtex (cuadro III.55).
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, mayoritariamente entre 1 y 2 (58%). Destaca la particularidad de los
productos retocados de 2º orden que muestran un equilibrio
entre la categoría de 1-2 (47%) y la de 3-4 (41%) aristas. Sin
embargo en todas las categorías existe un predomino de
pocos levantamientos por superficie (92% menos de 5
aristas), circunstancia que se explicaría por la búsqueda de la
máxima tipometría posible.
La cara ventral
La cara ventral muestra que un 90% de los bulbos están
presentes con nitidez, causa motivada por el tipo de percusión utilizada que ha generado su buena definición. Aquellos
que resaltan de forma más prominente representan un 17% y
los suprimidos un 6%, posiblemente por su prominencia.
Respecto del orden de extracción se aprecia una mayor
presencia de bulbos marcados en los productos retocados
que en las lascas; ello posiblemente se vincula a una mayor
tipometría de los primeros productos. También es significaLongitud
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad <50% ->50% <50%->50% <50% ->50% <50% - >50%
tiva la categoría de bulbo suprimido (20%) entre los
productos retocados, indicador de la transformación más
avanzada y equilibrada hacia el uso (cuadro III.56).
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Otra
Total
Presente
242
8
5
1
256
Marcado
64
-
1
-
65
Suprimido
26
-
-
-
26
Total
332
8
6
1
347
Cuadro III.56. Características del bulbo según la materia prima
del nivel Ib/Ic.
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos, con un
70%, frente a los simétricos, con un 29%. La principal categoría simétrica es la triangular, muy próxima de la trapezoidal. La asimetría en cambio invierte los valores con categoría trapezoidal ligeramente dominante, con un 35% del
total. La sección trapezoidal asimétrica se vincula mejor con
los productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de
debitado, la total simetría (90º) se da en el 77% de las piezas
y en especial entre las de 2º orden, que llegan a alcanzar el
83%, independientemente de si están o no retocadas
(cuadros III.57 y III.58).
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 60% de la
muestra, seguida de la triangular con un 18% y por último
los gajos o segmentos esféricos con un 13%. Respecto del
orden de extracción se observa el predominio de las
Lasca 1º O
-
-
0-1
0-3
4
Pr. ret. 1º O
-
0-3
-
-
3
Lasca 2º O
2-1
4-2
27 - 10
10 - 7
63
Pr. ret. 2º O
2-2
11 - 11
17 - 13
9-1
66
Total
4-3
15 - 16
44 - 24
19 - 11
136
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Lasca 1º O
-
-
0-2
0-2
4
Grados
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Pr. ret. 1º O
0-1
-
0-3
0
3
Lasca 2º O
4
35 (83,3)
3
42
Lasca 2º O
1-1
8-1
22 - 8
18 - 10
69
Lasca 3º O
10
76 (77,5)
12
98
4
31 (81,5)
3
38
Pr. ret. 2º O
1-1
7-5
20 - 13
10 - 8
65
Pr. ret. 2º O
Total
2-3
15 - 6
42 - 26
28 - 20
141
Pr. ret. 3º O
11
45 (71,4)
7
63
Total
29 (12)
187 (77,5)
25 (10,3)
241
Cuadro III.55. Grado de corticalidad de los formatos longitud y
anchura en los productos configurados del nivel Ib/Ic.
Cuadro III.58. Ángulo de debitado del nivel Ib/Ic.
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
2 (7,6)
2 (7,6)
2
10 (38,4)
9 (34,6)
1
26
Lasca 3º O
9 (12,5)
4 (5,5)
6
30 (41,6)
20 (27,7)
3
72
Pr. ret. 2º O
4 (6)
5 (7,5)
1
9 (23,6)
15 (39,4)
4
38
Pr. ret. 3º O
12 (18,1)
10 (15,1)
2
14 (21,2)
27 (40,9)
1
66
27 (13,3)
21 (10,4)
11 (5,4)
63 (31,2)
71 (35,1)
9 (4,4)
Total
59 (29,2)
143 (70,8)
202
Cuadro III.57. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel Ib/Ic.
137
[page-n-151]
cuadrangulares largas en todas las fases de la cadena operativa. Hay pues una producción de lascas largas con cuatro
lados y sección trapezoidal en los elementos configurados.
La morfología técnica, que informa de la presencia de
productos desbordados y sobrepasados, indica que los
primeros representan el 16% y los segundos el 3%. La mayor
incidencia, cercana al 21%, se da en las lascas de 3º orden.
III.2.2.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque, como asociación de levantamientos, en el
nivel Ib/Ic muestra que el 62% de estas formas son denticuladas, seguidas de las escamosas con un 29%; el resto es
marginal. La proporción de las dimensiones aisladas de estos
elementos indica que la categoría “corto” (más ancho que
largo) representa el 61,6%, igual de largo que ancho en un
32,3% y largo o laminar (doble o más) en sólo el 6%. La
extensión del retoque afecta modificando las piezas
mediante las categorías entrante (47%) y profundo (18,5%),
mientras que sólo es marginal sin modificación en un 32%.
Esta circunstancia indica la alta transformación lítica en el
nivel, ya detectada por otros valores (cuadros III.59 y III.60).
El filo retocado
La delineación del filo es en casi un 50% recto, cóncavo
en un 30% y convexo en el 16%. Filos convexos escasos
Proporción
Corto
Medio
Largo
Laminar
Total
1º O
2
1
-
-
3
2º O
25 (53,2)
19 (40,4)
3 (6,4)
-
47
3º O
34 (69,4)
12 (24,5)
2 (4,1)
1 (2)
49
Total
61 (61,6)
32 (32,3)
5 (5)
1 (1)
99
Cuadro III.59. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel Ib/Ic.
Extensión
1º O
Muy
Muy
Marginal Entrante Profundo
Marginal
profundo
-
-
1
2º O
3 (7,1)
3º O
6 (12,2) 11 (22,4) 25 (51)
Total
9 (9,7)
-
Total
4 (9,5)
42
-
49
4 (4,3)
10 (23,8) 19 (45,2) 6 (14,2)
1
92
7 (14,9)
21 (22,8) 44 (47,8) 13 (14,1)
apuntan a una mayor reutilización, con entrada en la superficie de la pieza y filos cóncavos. Respecto de la ubicación
de los filos, éstos tienen porcentajes similares en los lados
izquierdo y derecho (40% y 43%), donde vuelven a ser los
rectos (50%) y cóncavos (28%) los mayoritarios, con independencia de su situación. Únicamente es reseñable que los
filos transversales del lado distal presentan una incidencia
alta de cóncavos (41%), circunstancia que apunta a que este
tipo de piezas están agotadas en mayor proporción que las
laterales (cuadro III.61).
Delineación
Recto
Cónc.
Conv.
Cc-Cv.
Total
1º O
3
-
-
-
3
33 (60)
13 (23,6)
9 (16,3)
2º O
-
55
3º O
39 (43,8) 32 (35,9) 15 (16,8)
3 (3,3)
89
Total
73 (49,6) 45 (30,6) 24 (16,3)
3 (2)
147
Cuadro III.61. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel Ib/Ic.
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno al 50%
y 40% en los lados derecho e izquierdo, y en un 8% en el
lado distal. La localización respecto de la cara dorsal es
mayoritario con un 94% en la categoría directo y un 4%
inverso. Respecto de la repartición del mismo, es casi
exclusivo continuo en su elaboración (96%) y sólo alguna
pieza como las lascas con retoque muy marginal presentan
esta característica. La extensión de las áreas de afectación
del retoque muestra que éste es completo (proximal, mesial
y distal) en el 74% de las piezas y parcial en el 25%. Esta
parcialidad afecta mayoritariamente a la mitad distal en un
63% y a la mitad proximal en un 28%, circunstancia relacionada con la búsqueda de un apuntamiento más o menos
aguzado que marcarían las piezas sólo distales (20%)
(cuadros III.62 y III.63).
Los modos o tipos de superficies retocadas
Los modos o tipos de superficies retocadas muestran un
predominio de las simples (47%) y sobreelevadas, con el
43%, seguidas de las planas con un 6% y escaleriformes
(3,6%). Estos valores no varían significativamente en las
distintas unidades arqueológicas.
Cuadro III.60. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel Ib/Ic.
Posición
Localización
Lat. izquierdo Lat. derecho Transversal
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
-
-
3
1º O
1
2
-
3
-
-
2º O
34
34
8
70
5
-
-
1
76
3º O
37
56
7
95
3
-
1
-
99
Total
72 (40,2)
92 (51,3)
15 (8,3)
168 (93,8)
8 (4,4)
-
1 (0,5)
1 (0,5)
178
Cuadro III.62. Posición y localización del retoque según el orden de extracción del nivel Ib/Ic.
138
[page-n-152]
Repartición
Continuo
Discontinuo
Parcial
Completo
P
1º O
5
M
MD
D
T
-
-
PM
-
-
2
-
-
2
2º O
70
4
2
7
2
5
2
1
51
3º O
105
3
2
2
2
9
7
3
80
Total
180
7
4
9
4
16
9
4
133
(96,2)
Total
(3,8)
13 (28,2)
8 (17,4)
187 (100)
29 (63)
46 (25,7)
133 (74,3)
Cuadro III.63. Repartición del frente del retoque según el orden de extracción del nivel Ib/Ic. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, muestran que la mayoría de
ellos se elaboran con retoque sobreelevado y simple, en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en las raederas
laterales, aunque de forma no muy destacada. El retoque
plano, minoritario en general, afecta a raederas laterales,
dobles y desviadas (cuadros III.64 y III.65).
Modos
0
1
2
3
Total
Simple
5 (45,4)
47 (43,5)
16 (45,7)
23 (57,5)
91 (46,9)
Plano
-
6 (5,5)
2 (5,7)
4 (10)
12 (6,1)
Sobreelev.
5 (45,4)
52 (48,1)
17 (48,5)
10 (25)
84 (43,2)
Escalerif.
1 (9)
3 (2,7)
-
3 (7,5)
7 (3,6)
Total
11
108
35
40
194
Cuadro III.64. Modos del retoque de las unidades arqueológicas
del nivel Ib/Ic.
Lista Tipológica
Sobreelev. Simple
Plano
Escaler. Total
4. Punta levallois retocada
-
1
-
-
1
6/7. Punta musteriense
2
2
-
-
4
9/11. Raedera lateral
11 (33,3) 15(45,4) 7 (21,2)
-
33
12/20. Raedera doble
16 (61,5) 7 (21,2) 3 (11,5)
-
26
21. Raedera desviada
10 (62,5) 5 (31,2) 1 (6,2)
-
16
22/24. Raedera transversal
2
3
-
-
5
25. Raedera cara plana
1
-
-
-
1
27. Raedera dorso adelga.
-
-
-
-
-
29. Raedera alterna
-
3
-
-
3
30/31. Raspador
-
3
-
-
3
34/35. Perforador
1
2
-
-
3
42/54. Muesca
5
3
-
-
8
-
4 (6,8)
58
-
-
9
La dimensión y el grado de transformación del retoque
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
retocados respecto del orden de extracción muestra que la
longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde
tipometría, pasando de valores medios de 22 a 21 mm para
la longitud y de 3 a 2,4 mm para la anchura. La altura del
retoque, que implica mayoritariamente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los productos de 2º orden,
circunstancia que se concreta en un bajo índice IF. La superficie retocada es menor en las piezas de 1º y 3º orden y muy
destacable en las de 2º orden. La relación existente entre las
posibilidades de extensión del retoque y la dimensión elaborada apunta a que conforme avanza la extracción y elaboración del retoque, éste se centra más en entrar en la pieza que
en alcanzar su máxima longitud, que se produce en los
productos de 1º orden. Las posibilidades de transformación
de los soportes mediante el retoque indica que son los de 2º
orden los que muestran una mayor posibilidad dimensional
(cuadro III.66).
Las distintas categorías de grado vinculadas al retoque
en las distintas unidades arqueológicas muestran que no
existen diferencias significativas, a excepción de la capa 0 o
nivel Ib, que presenta diferencias respecto del resto. Los
índices del grado de retoque muestran que éstos son inferiores a las capas del Ic y por tanto es un conjunto menos
retocado. La longitud de la superficie retocada de Ib/Ic
presenta un valor medio de 21,5 mm que se ajusta a la
longitud de los soportes no transformados, por lo que la
explotación es máxima en la dimensión longitud. La anchura
retocada con valor medio de 2,9 mm representa el 12% de la
anchura media de los soportes, circunstancia que señala una
43. Útil denticulado
45/50. Lasca con retoque
25 (43,1) 29 (50)
-
9
Cuadro III.65. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel Ib/Ic.
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
Pr. ret. 1º O
20
3
3
1,1
57,3 1,36
837
6,8
3
Pr. ret. 2º O 22,38 3,48 4,77 0,84 93,23 1,43
667
16,52
70
Pr. ret. 3º O 20,75 2,45 3,36 0,90 84,22 1,46
606
13,45
88
Cuadro III.66. Grado del retoque y orden de extracción del nivel
Ib/Ic. LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente
retocado. HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura
del frente retocado. SR: superficie total retocada en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP: superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
139
[page-n-153]
decidida elaboración de categorías sobreelevadas frente a
planas. Es decir, no se fabrican piezas planas ni la transformación mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario.
La altura de los frentes retocados, con valor de 3,9 mm, no
está próxima al grosor medio de los soportes que es de 8,4
mm y por tanto representa el 46% de esa dimensión. Ello
certifica la búsqueda de frentes simples y sobreelevados. Las
superficies retocadas son muy similares en ambos lados,
corroborado por el índice (F/R) en todas las unidades arqueológicas. La transformación mediante el retoque, principalmente en altura, como se ha comentado, sólo afecta a un
12% de la proyección de la masa lítica en planta. Ello apunta
a un fuerte interés en economizar materia prima mediante
una máxima explotación volumétrica (cuadro III.67).
mente un 21,8% del total. Las raederas dobles alcanzan el
3,6%, y unidas a las convergentes sitúan en un 8,2% los filos
dobles. Las transversales alcanzan el 3% y el resto de raederas tienen valores marginales. Los raspadores y perforadores son poco significativos y ausentes los buriles. Las
muescas están presentes con un 3,6%, y los útiles denticulados representan la categoría predominante con casi un
28% (cuadro III.68).
Lista Tipológica
0
1
2
3
Total
1. Lasca levallois típica
1
2
-
1
4 (2,41)
2. Lasca levallois atípica
-
-
1
2
3 (1,8)
III.2.2.3.7. LA TIPOLOGÍA
3. Punta levallois
-
-
1
-
1 (0,6)
Entre los útiles dominantes, las raederas simples presentan una mayor proporción de convexas y porcentual-
4. Punta levallois retocada
-
-
1
-
1 (0,6)
5. Punta pseudolevallois
1
-
-
-
1 (0,6)
6. Punta musteriense
-
2
-
-
2 (1,2)
7. Punta musteriense alarg.
-
1
-
-
9. Raedera simple recta
Grado
0
1
2
2
1 (0,6)
7
1
-
10 (6,1)
3
Total
10. Raedera simple convexa
2
10
5
5
22 (13,2)
1
1
1
4 (2,41)
LFi
12,66
23,11
20,9
24,9
22,52
11. Raedera simple cóncava
1
LFd
19,25
22,34
19,35
21,42
21,49
13. Raedera doble rect-cv.
-
-
1
-
1 (0,6)
LFt
14
17,7
22,7
19,57
19,26
15. Raedera doble biconv.
-
1
-
2
3 (1,8)
1
-
-
1 (0,6)
-
-
1
-
1
-
1 (0,6)
LF
15,88
22,13
20,62
22,21
21,52
16. Raedera doble bicónc.
-
AFi
1,5
3,18
3,13
2,45
2,95
17. Raedera doble cc.-conv.
-
AFd
1,87
3,1
2,5
3,32
2,95
18. Raedera converg. recta
AFt
4
2
2,85
3,21
2,71
19. Raedera converg. conv.
-
6
-
1
7 (4,2)
AF
2,2
3
2,79
3
2,91
21. Raedera desviada
-
5
4
-
9 (5,4)
HFi
3
4,88
3,12
2,54
4,06
22. Raedera transv. recta
-
1
1
-
2 (1,2)
HFd
2,37
3,97
3,4
3,25
3,67
23. Raedera transv. conv.
-
3
-
-
3 (1,8)
HFt
5
3
4,64
4,78
4,07
25. Raedera cara plana
-
2
-
-
2 (1,2)
HF
3,16
4,22
3,6
3,34
3,87
29. Raedera alterna
-
1
-
1
2 (1,2)
-
-
2 (1,2)
-
1 (0,6)
IF
0,76
0,82
0,91
1,36
0,94
30. Raspador típico
1
1
SFi
19
88,11
70,31
66
75,99
31. Raspador atípico
1
1
-
1
3 (1,8)
SFd
36,87
78,7
54,92
80,35
72,66
34. Perforador típico
-
1
1
-
2 (1,2)
SFtr
60
37,5
74
75,28
59,23
35. Perforador atípico
-
-
1
-
1 (0,6)
SR
36,05
76,91
64,39
72,06
71,78
38. Cuchillo dorso natural
-
-
-
2
2 (1,2)
F/Ri
1,65
1,25
1,35
1,45
1,33
40. Lasca truncada
-
-
-
1
1 (0,6)
F/Rd
1,24
1,43
1,77
1,54
1,50
42. Muesca
1
3
1
1
6 (3,6)
F/Rtr
2,28
1,7
1,13
1,12
1,43
43. Útil denticulado
3
25
5
13
46 (27,7)
F/R
1,61
1,39
1,48
1,42
1,43
44. Becs
-
1
-
-
1 (0,6)
45/50. Lasca con retoque
1
6
-
2
9 (5,4)
51. Punta de Tayac
1
1
-
-
2 (1,2)
62. Diverso
-
2
-
-
2 (1,2)
14
83
25
44
166
SP
489,9
635,5
618,6
621,1
619
IT
10,1%
15,3%
11,1%
11,2%
13,2%
Cuadro III.67. Grado del retoque por unidad arqueológica del nivel
Ib/Ic. LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente
retocado. HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura
del frente retocado. SR: superficie total retocada en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP: superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
140
Total
Cuadro III.68. Lista tipológica de las unidades arqueológicas
del nivel Ib/Ic.
[page-n-154]
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los raspadores, muescas y raederas simples; a pesar de
ello no alcanzan el índice 1,5 lejano del 2 laminar. No se
aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera
con los elementos levallois, que en cambio sí muestran una
diferencia significativa en el índice de carenado al ser las
más delgadas de todas las piezas con diferencia y las de
menor peso. Respecto del orden de extracción, están mayoritariamente elaboradas sobre soportes de 3º orden, circunstancia que contrasta con las raederas simples, que presentan
mayor número de elementos corticales (cuadro III.69).
Nº
IA
IC
Peso
1º O
2º O
3º O
Lasca levallois
7
1,18
6,87
2,36
0
1
6
Raedera simple
36
1,2
4,57
7,02
2
19
15
III.2.2.3.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación del nivel Ib/Ic es menor entre
los productos retocados (30,8%) que entre las lascas
(48,8%), y entre éstas más numerosas las de 3º orden. La
incidencia de la fracturación respecto a los restos de talla y
núcleos no es clara, como ya se ha comentado. La presencia
de retoque en los restos de talla no es significativa (2%).
Complejo vuelve a ser diferenciar si los restos de talla
corresponden a fragmentos informes del proceso de talla o a
fragmentos informes por transformación exahustiva de productos configurados y retocados. La industria de este nivel
presenta una fracturación total del 41%, que entre los
productos retocados alcanza un 31%; nuevamente se aprecia
una alta explotación y transformación de los elementos
líticos (cuadro III.71).
Índices Industriales
Real
Esencial
3,47
-
4
-
I. Facetado amplio (IF)
11,87
-
I. Facetado estricto (IFs)
3,23
-
Raedera transv.
5
0,75
3,85
4,14
-
2
3
Raed dos frentes
23
1,19
3,68
11,32
-
7
16
Raedera inversa
2
-
-
-
-
2
-
Raspador
5
1,32
4,54
8,08
-
2
3
Cuch. dorso nat.
2
-
-
-
-
2
-
Muesca
6
1,24
3,36
8,11
1
2
3
I. Levallois tipológico (ILty)
4,82
5,37
Denticulado
46
1,18
3,1
5,82
-
20
26
I. Raederas (IR)
40,36
44,97
I. Retoque Quina (IQ)
3,4
7,3
I. Charentiense (ICh)
16,2
18,1
Grupo I (Levallois)
2,4
2,6
Grupo II (Musteriense)
42,7
47,6
Grupo III (Paleolítico superior)
5,4
6,1
Grupo IV (Denticulado)
27,7
30,8
Grupo IV+Muescas
31,3
34,9
Cuadro III.69. Índices tipométricos, peso y orden de extracción
del nivel Ib/Ic.
Los índices y grupos industriales
Los valores del nivel Ib/Ic presentan un muy bajo índice
levallois de 3,4, lejos de la línea de corte establecida en 13
para poder ser considerado de muy débil debitado levallois.
El índice laminar de 4 se sitúa entre la consideración de
débil y muy débil. El índice de facetado es de 11, por encima
del 10 fijado para definir la industria como facetada. Las
agrupaciones de categorías muestran que el índice levallois
tipológico de 4,8 está muy distante del 30 considerado para
asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II (42,7) y los
índices esenciales de raedera con valor de 45 estiman su
incidencia como media, considerada alta a partir de 50. El
particular índice charentiense de 16, lejos del 20, permite
considerar este conjunto como no charentiense. El Grupo
III, formado principalmente por raspadores y en menor
medida perforadores, presenta un índice esencial de 6,1,
definido como débil. Por último el Grupo IV, con un índice
de 30,8, se define como alto y cerca del límite 35 considerado para dar paso a la categoría muy alta, que alcanzaría si
añadimos las muescas. Por tanto y en resumen, el nivel Ib/Ic
de Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de denticulados del Paleolítico medio con
presencia media de raederas y baja incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior (cuadro III.70).
I. Levallois (IL)
I. Laminar (ILam)
Cuadro III.70. Índices y grupos industriales líticos del nivel Ib/Ic.
Fracturación
Entera
Fracturada
Total
Índice
Núcleo
11
6
17
35,3%
Lasca 1º O
2
2
4
50%
Lasca 2º O
30
28
58
48,2%
Lasca 3º O
45
72
147
48,9%
No retocado
77
102
209
48,8%
Pr. ret 1º O
5
1
6
16,6%
Pr. ret. 2º O
44
18
62
29,1%
Pr. ret. 3º O
54
27
81
33,3%
Retocado
103
46
149
30,8%
Total
180
148
358
41,3%
Cuadro III.71. Fracturación de las categorías líticas según orden de
extracción del nivel Ib/Ic.
141
[page-n-155]
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son
los denticulados (43%), seguidos de las raederas desviadas,
simples y dobles con valores en torno al 30%. Las tres
puntas clasificadas se hallan todas fracturadas distalmente.
No hay ninguna categoría significativa de estar poco o nada
fracturada. El grado de fractura es predominantemente pequeño. La ubicación de las fracturas se presenta mayoritaria
en el extremo distal de las piezas retocadas (40,5%), especialmente en puntas, raederas desviadas y denticulados. El
extremo proximal no presenta ninguna elección significativa. Divididas las piezas en dos mitades, el porcentaje de
fracturación es superior distalmente (51,8%) que en la mitad
proximal (31,4%), y menor en los lados (16,6%). Ello apunta a que existe una tendencia a suprimir el extremo distal de
las piezas cuya causa puede ser funcional, de configuración
o utilización. Por último, la incidencia de la fracturación
respecto de los modos de retoque indica que existe un
porcentaje similar entre piezas con retoque simple y retoque
sobreelevado fracturadas (42,6% y 48,1%, respectivamente).
Las escasas piezas con retoque plano no alcanzan el 10% y
tienen fractura distal. De reseñar es que las piezas con
retoque simple ubican las fracturas en la porción proximal
en casi la mitad de casos. La valoración de la fracturación en
este nivel debe tener presente una baja presencia de
elementos, a diferencia de otros niveles (cuadros III.72,
III.73 y III.74).
III.2.2.3.9. ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo son 17 piezas a las que habría que
sumar 7 más transformadas en productos retocados con filos
sobretodo denticulados. Este grado de transformación de un
28% puede ser considerado alto. Los diferentes tipos de
núcleos identificados son mayoritariamente gestionados por
una sola superficie (60% de unifaciales) frente a más caras.
La dirección de debitado dominante (38,5%) es unipolar
(fig. III.26, núm. 10, 11), aunque con valores muy próximos
a los debitados centrípeto (fig. III.26, núm. 2, 3, 9) y preferencial (fig. III.26, núm 5, 7), también con un 30%.
La dirección bipolar tiene escasa incidencia (fig. III.26,
núm 6), así como la preferencial. Las características de las
superficies de debitado planas-convexas y las de preparación
con planos multifacetados indican la presencia de gestión
levallois mayoritariamente centrípeta en el nivel Ib/Ic. Otros
núcleos con superficies de morfología piramidal (fig. III.26,
núm. 4), discoide (fig. III.26, núm 9) y los unipolares sobre
gajo (fig III.26, núm 1, 10, 11) se distancian de los levallois.
Así pues una buena parte de los pocos núcleos recuperados
en el nivel Ib-Ic pueden se conceptualizados en la órbita de lo
que se considera levallois y con bajos valores tipométricos.
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso), supone
un 4,8% de las lascas y un 6,6% de los útiles, por tanto
valores bajos. Teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas
no transformadas mediante el retoque es alto (61%), lo que
supone un alto rechazo de elección. Las lascas levallois con
142
Gr. Fracturación
0-25% 26-50% 50-75%
>75%
Total
Punta
3
-
-
-
3
Raedera simple
5
6
-
-
11
Raedera doble
1
-
-
1
2
Raedera transv.
-
1
-
-
1
Raedera desviada
3
-
-
-
3
Muesca
2
-
-
-
2
Denticulado
8
10
2
-
20
Indeterminado
1
2
-
5
8
Total
23 (46)
19 (38)
2 (4)
6 (12)
50
Cuadro III.72. Grado de fracturación en los productos retocados
del nivel Ib/Ic.
Situación
P
PM
MD
D
L
Total
Punta
-
-
-
3
-
3
Raedera simple
2
2
3
3
1
11
R. doble/converg.
1
-
-
1
1
3
Raed. transversal
-
-
-
-
1
1
Raedera desviada
-
-
-
3
-
3
Denticulado
4
2
2
6
3
17
Total
7 (18,4) 4 (10,5) 5 (13,1) 16 (42,1) 6 (15,7)
38
Cuadro III.73. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel Ib/Ic. P: proximal. PM: próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: meso-distal. D: distal. L: lateral.
Simple
Plano
Sobreelev.
Total
Proximal
6
-
6
12
Próximomesial
2
-
3
8
Proximal-distal
-
-
-
-
1ª mitad
8 (47)
-
9 (53)
17 (31,4)
Mesodistal
1
2
8
11
Distal
10
3
4
17
2ª mitad
11 (29,2)
5 (17,8)
12 (42,8)
28 (51,8)
Lateral
4 (44,4)
-
5 (55,6)
9 (16,6)
Total
23 (42,6)
5 (9,2)
26 (48,1)
54
Cuadro III.74. Fracturación y modos de retoque del nivel Ib/Ic.
7 ejemplares son de excelente factura (fig. III.27, núm. 5 y
9). Son de talla amplia con media de 24,8 mm y con morfología cuadrangular larga (50%). De reseñar la ausencia de
láminas levallois. Como punta levallois retocada se ha incluido una pieza de 3º orden con retoque simple (fig. III.27,
núm 1). Las puntas pseudolevallois (fig. III.27, núm 7) y
los cuchillos de dorso natural tienen escasa incidencia,
aunque hay que recordar la dificultad de valorar este tipo de
útil en una industria de pequeño formato; sólo hay 8 piezas
de más de 3 cm. Por ello, si consideramos todas las lascas
[page-n-156]
con córtex opuesto a filo, ampliaríamos la clasificación a un
5% de la lista tipo, porcentaje débil. Las puntas musterienses, con dos ejemplares (1,8%), están presentes con
piezas poco típicas, por desviadas, escasa simetría de sus
bordes y configuración de apuntamiento, una de ellas sobre
lámina (fig. III.27, núm. 2, 3). No existen limaces ni protolimaces. Una pieza no muy típica se ha incluido entre las
puntas de Tayac (fig. III.27, núm. 6).
Las raederas simples o laterales agrupadas suman 36
ejemplares, en mayor proporción de convexas que representan un 13,2% del total y poco frecuentes las cóncavas
(2,4%). Tipométricamente las raederas laterales están entre
los útiles retocados de mayor formato (27,5 x 23,7 x 7,8
mm), sin apenas variación respecto al orden de extracción.
Las 21 piezas con córtex representan el 58% de éstas y
tienen un formato medio de 27,2 x 23,1 x 7,7 mm. El soporte
de estas raederas es mayoritariamente cuadrangular largo en
un 39% (fig. III.28, núm. 2, 3) y gajo en 30% (fig. III.28,
núm. 5, 6, 9), con un 19% de piezas desbordadas y un 5% de
sobrepasadas. Asimétricas en un 88%, principalmente trapezoidales (53%). La morfología del retoque indica una distribución bimodal con escamoso (29%) y denticulado (62%), a
distancia del escaleriforme con un 4,5%. Estas raederas
presentan una extensión de retoque amplia, sin piezas con
retoque parcial y un 24% con retoque marginal. El retoque
directo se distribuye en los lados derecho (56%) e izquierdo
(43%) y en su modo es principalmente simple (45%), sobreelevado (33%) y plano (21%). No hay piezas claras sobre
soporte levallois ni talón multifacetado. Generalmente las
raederas laterales son de bella factura, bien configuradas con
debitado previo variado en el que destacan el preferencial
(36%) y el unipolar (26%), el resto configuran fases del
centrípeto (bipolar, ortogonal y centrípeto).
Las raederas dobles y convergentes con 6 y 8 ejemplares, representando un 21% de las raederas. Como elementos de mayor transformación por retoque presentan un
57% de corticalidad. Tipométricamente son de gran formato
(32 x 27,5 x 10,6 mm). Mayoritariamente cuadrangulares
largas (36%) (fig. III.29, núm. 2, 6). Destaca la ausencia de
piezas desbordadas y sobrepasadas. En igual proporción de
simétricas que de asimétricas. La morfología del retoque
indica aquí una distribución unimodal con un 73% de escamoso y un 26% de denticulado. Estas raederas también
presentan una extensión amplia del retoque, con un 35% de
piezas con retoque parcial. El modo de retoque es sobreelevado (59%), simple (26%), plano (14,8%). No se observa el
escaleriforme. Sin piezas sobre lasca levallois ni talón multifacetado. Son de bella factura y con debitado dorsal principalmente unipolar (44%) y preferencial (33%).
Las raederas desviadas son 10 ejemplares con tipometría media de 26,4 x 25 x 8,3 mm, un formato algo menor
que laterales y dobles. En igual proporción (50%) son
anchas y largas y no hay piezas con córtex. Las formas son
diversificadas sin gajos y dominio de cuadrangulares cortas
y largas (fig. III.29, núm. 1, 3, 9). Un 90% de las piezas son
asimétricas. Dos piezas sobrepasadas o desbordadas. La
morfología del retoque indica aquí una distribución
unimodal con un 80% de escamoso y apenas un 10% de
denticulado. La extensión del retoque es amplia con un 15%
de retoque parcial y otro 20% de marginal. El modo de
retoque es sobreelevado (66%), simple (33%). Se observa un
soporte levallois y ausencia de talones multifacetados. Su
debitado dorsal mayoritario es centrípeto (40%), con cierta
incidencia del ortogonal (10%) y presencia del preferencial
(30%). Son piezas bien elaboradas de formato no muy
amplio, sobre lascas desviadas (30%), retoque sobreelevado
y por lo general con convergencia apuntada (40%); también
están presentes los ejemplares dobles (20%).
Las raederas alternas son 2 ejemplares (fig. III.29,
núm. 7) con retoque predominante simple, debitado dorsal
preferencial y morfología cuadrangular larga. Las raederas
transversales presentan 5 ejemplares con tipometría de 17,8
x 25,2 x 8 mm. Su morfología es variada, generalmente más
ancha que larga (fig. III.29, núm. 8). El debitado es variado
y con ausencia de soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es simple y sobreelevado. Estas piezas,
mayoritariamente convexas, representan un porcentaje esencial débil (3 %). Las raederas de cara plana presentan una
baja incidencia con dos piezas, una cuadrangular larga con
retoque simple, talón cortical y desbordada.
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan en
conjunto 9 piezas con ausencia de buriles e incidencia principal de raspadores, con cuatro ejemplares de factura mediocre: todos en extremo distal de lasca (fig. III.30, núm. 8,
9, 10), uno en hocico (fig. III.30, núm. 7) y otro circular (fig.
III.30, núm. 5). Los perforadores suman tres piezas que
suponen un porcentaje esencial de 1,8, considerado débil. La
fracturación no está documentada y hay una buena presencia
de piezas desbordantes y sobrepasadas (50%). No hay soportes levallois ni talones multifacetados. El apuntamiento es
de cortas proporciones, con existencia de pequeños guijarros
marinos como soportes (fig. III.30, núm. 6).
Las muescas son seis (fig. III.32, núm. 1, 3, 4), todas
ellas retocadas. Tipométricamente son de formato medio
(27,1 x 25,3 x 9,1 mm), con un 50% de piezas corticales,
morfología de soportes diversificados y asimétricas. La
morfología del retoque es básicamente denticulado (66%) y
el modo sobreelevado (63%) y simple (37%). Son piezas
denticuladas cóncavas bien elaboradas con extremos marcados y aguzados por rupturas de convergencia (méplat,
córtex, fractura, etc.). El debitado dorsal es variado pero
preferentemente centrípeto, con alguna pieza desbordada y
sin soporte levallois ni talones multifacetados. Como en
otros tipos, hay una cierta incidencia (20%) sobre restos de
talla o núcleos y fragmentos.
Los denticulados (fig. III.31 y III.32) representan el
grupo de útiles mayoritario con 46 piezas (31,2%). Éstos
pueden ser divididos en laterales simples (58%), dobles
(21%), transversales (13%) y alternos e inversos (6%). Generalmente están bien configurados, con denticulación marcada y algunos con espinas pronunciadas. Su formato en
comparación a las raederas es inferior (24,4 x 22,1 x 8,5
mm), con un 43% de piezas corticales, morfología de
soportes diversificados, entre los que son de reseñar los
cuadrangulares largos (45%) y cortos (27,5%) y pocas piezas
143
[page-n-157]
en gajo (13,7%) y triangulares (13,7%). Las piezas son
asimétricas (63%) y simétricas en un 37%. La morfología del
retoque es obviamente denticulada y el modo se presenta
bimodal, con un 50% de retoque simple y un 43% de sobreelevado, frente a un 7% de escaleriforme. La extensión del
retoque presenta un 19% de parcialidad y un 6% de retoque
marginal. El debitado dorsal mayoritario es el vinculado al
centrípeto, con un 50%, seguido del unipolar 35% y del
preferencial con un 14%. Hay un 9% de piezas desbordadas
(fig. III.31, núm. 6) y sobrepasadas (fig. III.31, núm 10), un
soporte levallois y sin talones multifacetados. La incidencia
de denticulados sobre núcleo o resto de talla es del 13%. La
fracturación es muy significativa (39%), distal (fig. III.32,
núm. 5, 7, 10), proximal (fig. III.32, núm. 2, 8, 12), lateral o
hemilasca (fig. III.32, núm. 11) y mesial. La fracturación
configura una ruptura de convergencia acusada que dificulta
separar muescas de denticulados en su morfología final (fig.
III.32, núm. 8, 12). Las piezas sobre gajo son relevantes (fig.
III.31, núm. 4, 11). Hay piezas múltiples de configuración
particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en sus
vértices y que pueden ser definidas como un morfotipo individualizado (fig. III.27, núm. 4 y fig. III.31, núm. 2). Los
denticulados son de cuidada elaboración en sus frentes retocados, dificultando la separación con las raederas.
III.2.2.4. VALORACIÓN DEL NIVEL Ib-Ic
La sedimentación de este nivel arqueológico es característica de un ambiente húmedo con abundante materia orgánica y, por tanto, elevada pedogénesis; así como escasa fracción de aportación exógena o endógena. El nivel registra un
depósito travertínico (Ib) con baja energía hídrica formado
por un conjunto de bioconstrucciones con morfologías tubulares (helechos, juncos, herbáceas, etc.) sin material arqueológico en su interior.
El nivel fue excavado en una extensión de 8 m2 (una
superficie máxima de 13 m2 –capa 1– y mínima de 5 m2
–nivel Ib y capa 3–); ésta representa únicamente el 10% del
área ocupacional máxima, que pudo alcanzar los 100 m2 y
el volumen excavado los 3 m3. Los elementos arqueológicos documentados son 3.095, lo que supone una media
de 1.031 restos/m3, de los cuales 557/m3 son piezas líticas
y 474/m3 restos óseos. Es decir, 23 elementos por cuadro y
capa. La relación de diferencia entre ambas categorías (F/I)
es de 0,8. Las cantidades de materiales óseos y líticos
(1.422 y 1.673) son lo suficientemente amplias de cara a
una contribución cuantitativa en el estudio del nivel Ib/Ic.
Esta distribución se presenta desigual, tanto en la industria
como en los restos óseos, con dos concentraciones localizadas en los extremos NE (cuadros B3, B4 y D4) y SW
(cuadros F2, H2, y J3) del área que representan, respectivamente, el 37% y 33% de los elementos. Esta distribución, que se dispone topográficamente paralela al frente de
visera, podría haber estado condicionada por la presencia
de los edificios travertínicos en su zona media y el correspondiente buzamiento hacia el E, que generaría un ligero
flujo hacia los extremos, mayor al NE. La sedimentación,
está sellada por una fuerte carbonatación que engloba
algunos travertinos.
144
El proceso erosivo, mecánico y fisioquímico, hace
difícil discernir los posibles eventos ocupacionales que se
produjeron en el nivel Ib/Ic. En la excavación no se han
detectado hogares, aunque un tercio del registro arqueológico está termoalterado (28% de las piezas líticas y el 32%
de las óseas).
En cuanto a la industria lítica, se caracteriza por un alto
índice de elementos producidos frente a los de explotación,
destacando, la ausencia de percutores. La materia prima
empleada es de forma mayoritaria, el sílex. El soporte de
caliza, muy frecuente en el área y de proporciones mayores,
no es utilizado como recurso generalizado en el nivel Ib/Ic.
Las piezas de sílex tienen un alto grado de alteración que
abarca a la casi totalidad del conjunto, de las cuales un tercio
corresponden a alteraciones térmicas.
Las áreas del yacimiento donde se realizaron los
procesos de explotación de los núcleos no se detectan con
nitidez, al estar distribuidos éstos por los distintos cuadros y
no existir vinculación con los lugares de mayor concentración de restos de talla. A efectos de evaluar la dimensión
tipométrica, los datos de tendencia central son: núcleo (26 x
25 x 14 mm), resto de talla (16 x 13 x 9 mm), lasca (21 x 20
x 6 mm) y producto retocado (26 x 24 x 8 mm); lo que representa para el total una media de 19 x 17 x 7 mm. Así pues,
el conjunto industrial lítico puede considerarse de tamaño
muy pequeño –con valores por debajo de los 2 cm para las
mediciones de longitud, anchura y grosor– y con alto grado
de reutilización.
Los núcleos presentan unos formatos de longitud y
anchura de hasta 4 cm y están explotados o agotados (88%).
La gestión es unifacial (60%) con dirección de debitado
variada, presencia marginal de gestión levallois centrípeta y
planos multifacetados de preparación. Las lascas presentan
talones principalmente lisos, aunque existen facetados y la
cara dorsal de las piezas muestra que el grado de corticalidad es ligeramente mayor en los productos retocados
(40%) que en las lascas (30%). La morfología de los
productos configurados revela el predominio de las formas
de cuatro lados (60%), seguida de la triangular y gajos. Hay
una producción de lascas largas con cuatro lados y sección
trapezoidal en los útiles más elaborados, con incidencia
importante de los gajos. La simetría de la sección transversal
de los productos líticos configurados también muestra un
ligero predominio de la categoría triangular frente a la trapezoidal. La asimetría, en cambio, invierte esta dominancia,
donde estos valores son más notorios en las piezas corticales, circunstancia que relaciona la morfología y el orden
de extracción. La sección trapezoidal se vincula mejor con
los productos retocados, que se caracterizan, mayoritariamente, por una morfología denticulada, proporción “corta”,
extensión entrante y filo retocado recto. Esta circunstancia
reafirma la alta transformación ya detectada por otros
valores en el nivel.
El frente retocado es lateral, localizado en la cara dorsal
(directo), continuo y, de forma mayoritaria, completo en su
extensión. Los modos muestran un predominio de los
simples (47%) y sobreelevados (43%), y por último los
planos (6%). Los diferentes útiles retocados se elaboran con
[page-n-158]
retoque simple o sobreelevado, aunque con algunas diferencias reseñables. El primero es más utilizado que el sobreelevado en las raederas laterales, y éste en cambio es mayor en
las dobles y desviadas. La longitud del retoque presenta un
valor medio (21,5 mm) que se ajusta a la misma dimensión
de los soportes no transformados. Por ello puede decirse que
la explotación en “longitud” es máxima y que se da con
elaboración bimodal de las categorías simple y sobreelevada. Así pues, no se fabrican piezas planas ni la transformación mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario.
La altura de los frentes retocados (4 mm), con valor próximo
al grosor medio de los soportes (6 mm), certifica la
búsqueda igualmente de frentes sobreelevados.
Entre los útiles mayoritarios, las raederas simples
presentan un alto dominio de las convexas, seguidas de las
dobles y convergentes (8%), y las raederas desviadas (5%) y
algo menor las transversales. Los raspadores y los perforadores son poco significativos y no existen buriles. Los útiles
denticulados representan la categoría dominante con casi el
30%. Las piezas retocadas con mayor índice de alargamiento
son los raspadores, muescas y raederas simples, aunque lejos
de considerarse laminares. No se aprecia una tendencia a
elaborar piezas largas, ni siquiera con los elementos levallois, que en cambio sí muestran una diferencia en el índice
de carenado (6,8), siendo las piezas más delgadas. Respecto
al orden de extracción, los elementos configurados están
mayoritariamente elaborados sobre soportes de 3º y 2º
orden, con la diferencia de que las raederas con dos frentes
presentan una mayoría de soportes de 3º orden. En cambio,
se constata un predominio de elementos corticales entre las
raederas laterales.
El índice de fracturación del nivel Ib/Ic es mayor en las
lascas que en los productos retocados, y las categorías tipológicas más fracturadas son denticulados, raederas simples y
raederas dobles. La ubicación de las fracturas es mayoritaria
en los extremos distales de raederas simples y denticulados,
con tendencia a suprimir los mismos como método para
transformarlas. Las piezas con retoque sobreelevado están
mucho más fracturadas que las de retoque simple. Las categorías industriales reflejan una gestión levallois significativa
en los núcleos identificados y un débil debitado levallois.
Los valores industriales presentan un bajo índice laminar
con un facetado mínimo, aunque con formas diedras. Así
pues, la industria del nivel Ib/Ic puede definirse, por sus
características técnicas de debitado, como no facetada, no
laminar y no levallois.
El Grupo II y los índices esenciales de raedera consideran su incidencia como media. Las raederas laterales
presentan morfología cuadrangular y asimetría trapezoidal
con un debitado preferencial y centrípeto, y su retoque es
simple y sobreelevado. Las raederas dobles presentan
morfología cuadrangular y simetría/asimetría bimodal trapezoidal y triangular, con un debitado unipolar y preferencial,
y retoque sobreelevado. Las raederas desviadas, de menor
formato que las anteriores, presentan morfología cuadrangular y asimetría triangular y trapezoidal, con debitado
centrípeto y retoque sobreelevado. Las raederas transversales, de formato medio, presentan variadas morfologías,
debitados y simetrías. El índice de materiales pertenecientes
al Grupo III, formado principalmente por raspadores y
perforadores, es bastante bajo. Finalmente, el índice de
piezas del Grupo IV es alto, con denticulados de morfología
cuadrangular, asimetría trapezoidal y retoque simple y
sobreelevado. Las muescas presentan morfología diversa,
debitado centrípeto y retoque sobreelevado mayoritario.
En resumen, se puede decir que el nivel Ib/Ic remite
tipológicamente a los conjuntos de lascas del Paleolítico
medio, con denticulados, débil presencia de útiles del grupo
Paleolítico superior e incidencia media de raederas. El
espacio estudiado del nivel indica que los productos retocados no tienen concentraciones particulares y que su distribución es aleatoria. Los núcleos son introducidos en el yacimiento en fases no iniciales o avanzadas y difieren de los
formatos de lascas amplias. Los núcleos son explotados en
un alto grado y reutilizados, por ello su porcentaje es bajo.
Las morfologías observadas muestran una explotación avanzada y sería conveniente saber si la fragmentación es parte
de una sistemática operativa no detectada. La fragmentación
y reducción de la industria es importante, con existencia de
pocos productos con córtex extenso, que apuntan a que las
cadenas operativas se han iniciado en otros espacios, dentro
o fuera del yacimiento. Por ello, las secuencias de explotación y configuración guardan diferencias, en un nivel en el
que predominan las pequeñas morfologías finales líticas
muy transformadas. Las secuencias de configuración manifiestan una relación preferencial de soportes de mayor
formato y morfologías transformadas (raederas y denticulados), y la variabilidad morfológica de los soportes no se
ajusta a morfotipos que puedan ser considerados seleccionados.
En conclusión, el nivel Ib-Ic presenta procesos de alteración postdeposicionales, travertinos y encostramientos
estalagmíticos. El proceso erosivo cenital del farallón, cuya
línea de visera coincide con la proyección del nivel, ha generado un resultado negativo por su impacto a modo de
“cortina de agua”. Las estrategias de aprovisionamiento
preferencial del sílex implican desplazamientos a cierta
distancia del yacimiento, dado que este material no se localiza con abundancia en las inmediaciones.
Las cadenas operativas líticas se muestran fragmentadas, hecho que puede responder a una movilidad de
objetos entre diferentes y próximos lugares de ocupación.
Sin embargo, la alta concentración de vestigios arqueológicos apunta más a una entrada y transformación de éstos en
el interior. Los estudios actuales no permiten saber si las
actividades técnicas desarrolladas en el nivel Ib/Ic eran
complementadas o no en otros lugares. Igualmente es difícil
pronunciarse sobre las características de la ocupación del
espacio interior; tal vez pudo ser amplia, dado el volumen,
transformación y concentración de los restos documentados.
El hábitat posiblemente funcionó como un lugar con una
ocupación de corta duración en el que se desarrollaron actividades diversas.
145
[page-n-159]
Fig. III.26. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel Ib/Ic.
146
[page-n-160]
Fig. III.27. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Lascas y puntas del nivel Ib/Ic.
147
[page-n-161]
Fig. III.28. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas laterales del nivel Ib/Ic.
148
[page-n-162]
Fig. III.29. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas dobles, convergentes, transversales y desviadas del nivel Ib/Ic.
149
[page-n-163]
Fig. III.30. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raspadores, perforadores, punta de Tayac y lasca truncada del nivel Ib/Ic.
150
[page-n-164]
Fig. III.31. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel Ib/Ic.
151
[page-n-165]
Fig. III.32. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados y muescas del nivel Ib/Ic.
152
[page-n-166]
III.2.3. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO II
El estrato II se halla individualizado por sus características morfoestructurales (color, fracción, composición, alteración, etc.) en una unidad litoestratigráfica. Posiblemente la
menos potente y extensa de todo el yacimiento. La excavación
se realizó en los años 1992-93 y desde el punto de vista del
presente estudio es valorada como una única unidad arqueológica. El nivel II se presenta limoso, erosionado y afectado
por madrigueras, especialmente hacia el sur, y muy brechificado al norte. Hacia el oeste pierde rápidamente potencia y
desaparece. Todas estas circunstancias han condicionado el
proceso de excavación, y sólo una reducida área del mismo
pudo ser excavada mediante levantamiento tridimensional,
mermando las valoraciones espaciales.
hacia el este y mínima de 5 cm al oeste (fig. III.33, III.34,
III.35, III.36 y III.37):
- Unidad arqueológica 1 (nivel II): cuadros B2, B3,
D2, D3, D4, F2, F3, F4 (8 m2).
III.2.3.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL II
A nivel arqueológico, la extensión excavada se individualiza en una única unidad con potencia máxima de 20 cm
Fig. III.35. Corte sagital meridional del nivel II. Sector occidental.
Fig. III.36. Superficie inicial del nivel II. Sector occidental.
Fig. III.33. Planta del yacimiento con situación de la excavación.
Fig. III.34. Corte frontal occidental del nivel II. Sector occidental.
Fig. III.37. Detalle basal del nivel II con estructura de combustión.
Sector occidental.
153
[page-n-167]
III.2.3.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL II
La distribución de los materiales arqueológicos no ha
podido ser individualizada y por tanto tampoco la ubicación
de éstos respecto de las unidades deposicionales. Ello es
debido al alto número de materiales no situados tridimensionalmente. La relación hueso/lítica correspondiente al mismo
espacio considerado muestra un número de restos óseos
bastante inferior a los líticos (cuadro III.75).
Vol. m3
1,28
NRL m3
2754
Lítica (núm)
3526
NRH m3
1293
Hueso (núm)
1656
NR m3
4048
Lítica peso gr.
10034
Lítica grs/m3
1540
H/L
0,47
III.2.3.3.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada se reduce prácticamente a sólo
tres categorías: sílex, caliza micrítica y cuarcita. De forma
muy marginal existe alguna pieza de calcedonia y de cristal de
roca que completan el cuadro litológico. A efectos arqueológicos sólo las tres primeras tienen relevancia y son las categorías a considerar en los cálculos correspondientes. El sílex en
el nivel II, con porcentaje medio del 99%, se muestra como la
roca de elección y utilización (cuadro III.77).
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes
grados de intensidad en la alteración del sílex concentran en
“la pátina” el 59% de los valores, con casi nula presencia de
piezas frescas y 1,3% de muy alteradas (desilificadas). La
termoalteración en las piezas alcanza más de 1/3 del total.
Por todo ello la alteración del nivel II es muy alta y representa la práctica totalidad del conjunto estudiado (97%),
circunstancia que condiciona el análisis traceológico
(cuadro III.78).
Cuadro III.75. Materiales líticos y óseos por metro cúbico,
peso e índice de relación del nivel II. NRL: número de restos líticos.
NRH: número de restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
Caliza
Cuarcita
Otros
-
-
-
-
-
Canto
III.2.3.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
en el yacimiento. Sin embargo la existencia de un porcentaje
del 13% de restos de talla pudiera enmascarar un agotamiento de elementos nucleares. Igualmente se aprecia la
ausencia de percutores. Entre los elementos producidos es
lógica la primacía de los pequeños productos frente a los
configurados y entre éstos el alto valor de los retocados
apunta a una actividad importante de transformación,
aunque no exhaustiva. Los índices de producción (99,7),
configuración (0,24) y transformación (0,87) indican el alto
porcentaje de material no configurado, en especial los
pequeños restos cuya recuperación ha sido posible gracias a
las características de la sedimentación (cuadro III.76).
Sílex
Percutor
III.2.3.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
M. Prima
1
-
-
-
1
Núcleo
35 (100)
-
-
-
35
Resto talla 367 (99,4)
Total
1
1
-
369
Debris
1943 (99,7)
-
6
-
1949
P. lascas
484 (98,9)
1
4
-
489
Lascas
353 (98,6)
1
4
7
365
P. retoc.
307 (99)
-
3
8
318
Total
3490 (98,9)
3 (0,1)
18 (0,5)
15 (0,4)
3526
Cuadro III.77. Materias primas y categorías líticas del nivel II.
Fresco Semip.
Sílex
2
68
Pátina
Desilif. Decalc. Termoalt. Total
2077
48
-
1295
3490
Caliza
2
-
-
-
1
-
3
Cuarcita
18
-
-
-
-
-
18
Otros
15
-
-
-
-
-
15
Total
37(1) 68(1,9) 2103(58,9) 48(1,3)
1
1295 (36,7) 3526
Cuadro III.78. Alteración de la materia prima lítica del nivel II.
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
Nivel II
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
0
1
35
369
1949
489
365
318
(2,7)
(97,2)
(13,1)
(69,4)
(17,4)
(53,4)
(0)
Total
3526
(46,5)
%
36 (1 )
2807 (79,6)
Cuadro III.76. Categorías estructurales líticas del nivel II.
154
683 (19,3)
3526
[page-n-168]
III.2.3.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
Resto Talla
ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 24,9 x 20 x 12,2
mm, con valor central (mediana) de 23,5 x 19 x 11 mm. Los
valores modales son poco significativos debido a lo reducido
de la muestra. El rango o recorrido entre valores es ligeramente superior para la longitud. La desviación típica muestra
una ligera y mayor dispersión respecto de la media en la
longitud. El coeficiente de dispersión acusa la variación entre
las tres medidas del grosor. La forma de la distribución
respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o apuntada para la longitud y el grosor, por los valores
positivos; la anchura en cambio es platicúrtica o achatada. El
grado de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha,
de todas las categorías consideradas: longitud, anchura,
grosor, índices de alargamiento y carenado y el peso, indica
una asimetría positiva con mayor concentración de valores a
la derecha de la media (cuadro III.79).
Núcleo
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
2,32
7,72
Media
24,9
20
12,2
1,3
Mediana
23,5
19
11
1,3
2
6,5
Moda
22
17
10
1,2
1,8
6
Mínimo
16
11
7
0,6
1,2
2,3
Máximo
41
30
22
2,3
4,1
22,7
Rango
25
19
15
1,7
2,9
20,4
Desviación típica
6,2
4,6
3,6
0,4
0,7
4,9
Cf. V. Pearson
25%
23%
30%
31%
32%
63%
Curtosis
0,7
-0,4
0,7
0,1
1,9
3,4
Cf. A. Fisher
1
0,4
0,9
0,5
1,3
2
Válidos
33
33
33
33
33
33
Cuadro III.79. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel II.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Los restos de talla identificados presentan en el nivel II
como medidas de tendencia central una media aritmética de
17,1 x 15,6 x 12,5 mm, con valor central (mediana) de 17 x
16 x 12 mm. El rango o recorrido entre valores es amplio y
similar en las tres dimensiones longitud, anchura y grosor.
La desviación típica muestra la uniformidad de todas las
categorías. El coeficiente de dispersión acusa la variabilidad
del grosor que es mayor que las otras dos categorías, la
longitud y anchura. La forma de la distribución respecto a su
apuntamiento (curtosis) es bastante leptocúrtica o puntiaguda para la anchura y menor para la longitud, y mesocúrtica para el grosor. El grado de asimetría de la distribución,
a izquierda o derecha respecto de su media, indica que todas
las categorías muestran una concentración a la derecha. Las
categorías consideradas: longitud, anchura, grosor, índice de
alargamiento, índice de carenado y peso indican una asimetría positiva, con concentración de valores a la derecha de la
media (cuadro III.80).
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
17,1
15,6
12,5
1,1
1,6
4,7
Mediana
17
16
12
1
1,1
2,9
Moda
17
12
12
1
1
2,6
Mínimo
6
4
2
0,3
0,8
0,3
Máximo
35
33
27
3,1
8
25,3
Rango
29
29
25
2,8
7,2
25
Desviación típica
5,5
4,7
4,5
0,3
1
4,4
Cf. V Pearson
.
32%
30%
36%
27%
63%
94%
Curtosis
0,6
1,7
0
11,7
15,9
7,2
Cf. A. Fisher
0,9
0,9
0,2
0,3
3,1
2,6
Válidos
369
369
369
369
369
369
Cuadro III.80. Análisis tipométrico de los restos de talla del nivel II.
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 20,8 x 19,9 x 5,4 mm, con valor
central (mediana) de 20 x 20 x 5 mm. Los valores modales,
casi idénticos, corresponden a una distribución simétrica
donde coinciden media, mediana y moda. El rango o recorrido entre valores es similar, aunque mayor en la longitud.
La desviación típica muestra uniformidad entre las categorías longitud y anchura. El coeficiente de dispersión acusa
una mayor variabilidad del grosor respecto de la longitud y
anchura. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente leptocúrtica o puntiaguda en
las tres categorías. El grado de asimetría de la distribución
indica que todas las categorías muestran una concentración
a la derecha, con asimetría menor en la anchura. El peso
muestra una amplia dispersión o variación, aunque ello no
impide una concentración de valores en asimetría positiva
(cuadro III.81).
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 23,6 x 21,6 x 8,4
mm, con valor central (mediana) de 22 x 21 x 8 mm. Los
Lasca
Media
Long. Anch.
20,8
Gr.
IA
IC
Peso
19,9
5,4
1,1
4,5
2,9
Mediana
20
20
5
1
4
2,3
Moda
20
20
5
1
2
4,8
Mínimo
7
9
1
0,3
1,2
0,4
Máximo
49
39
17
3,5
22
24,5
Rango
42
30
16
3,2
21,1
24,1
Desviación típica
5
5,1
2,4
0,4
2,3
2,5
Cf. V Pearson
.
24%
26%
44%
36%
51%
86%
Curtosis
3,5
0,9
1,8
2,1
12,7
27,1
Cf. A. Fisher
0,9
0,5
1,1
1,1
2,5
4,3
Válidos
365
365
365
365
365
365
Cuadro III.81. Análisis tipométrico de las lascas del nivel II.
155
[page-n-169]
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la longitud. La desviación típica ofrece
una uniformidad entre longitud y anchura. El coeficiente de
dispersión acusa la variabilidad del grosor y la homogeneidad entre longitud y anchura. La forma de la distribución
respecto a su apuntamiento (curtosis) es más leptocúrtica o
puntiaguda en la categoría longitud. El grado de asimetría de
la distribución indica que todas las categorías se concentran
a la derecha (cuadro III.82).
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos totales de los componentes de la estructura industrial son valores generales aproximativos de un conjunto
sólo parcialmente comparable por su distinta ubicación en la
cadena operativa. A efectos de evaluar la dimensión tipométrica, se aprecia que los datos de tendencia central se sitúan
en torno a los 2 cm en sus categorías de longitud y anchura
y de 1 cm para el grosor. Las categorías longitud y anchura
muestran una gran homogeneidad en todos los muestreos
estadísticos. El grosor es el valor que difiere de los anteriores pero no excesivamente. La variación de la dispersión
es patente en esta categoría y en sus correspondientes
índices de carenado. El peso, como en otros niveles, es la
categoría de más alta dispersión. La asimetría de la distribución de todas las categorías siempre se concentra a derecha
con gran semejanza entre sus valores.
La tipometría de las categorías estructurales respecto de
la materia prima muestra que la cuarcita es la roca utilizada
de mayor tamaño, en ausencia de caliza. Los productos retocados, independientemente de la materia prima en que están
elaborados, indican valores tipométricos mayores que los de
las lascas. Ello es prueba de que son elegidas las lascas
grandes para su transformación mediante el retoque,
circunstancia corroborada también por un peso mayor. Las
mayores diferencias entre lascas y productos retocados de la
misma materia prima se producen en la cuarcita y por tanto
su elección podría ser más específica, aunque hay que tener
Pr. Retocado
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
23,6
21,6
8,4
1,2
3,2
5,7
Mediana
22
21
8
1,1
2,8
4,2
Moda
22
17
7
1
4
4
Mínimo
8
6
2
0,4
0,4
0,3
Máximo
78
51
31
3,5
11,5
69,8
Rango
70
45
29
3,1
11,1
69,5
Desviación típica
7,3
6,7
3,7
0,5
1,5
5,9
Cf. V. Pearson
31%
31%
44%
41%
52%
103%
Curtosis
10
1,7
4,8
03
6,3
49,1
Cf. A. Fisher
1,9
0,8
1,4
1,4
1,9
5,5
Válidos
294
294
294
294
294
294
Cuadro III.82. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel II.
156
presente la baja representación de la muestra. El coeficiente
de dispersión no presenta apenas variabilidad respecto de las
categorías estructurales.
III.2.3.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos, a través de los negativos dejados en éstos, indican
que todos los elementos producidos y configurados presentan unas dimensiones inferiores a 4 cm, con los valores más
altos de 2 a 3 cm, que representan una media del 90%. Esta
distribución presenta una mayor tendencia hacia soportes
más pequeños conforme las fases de explotación del núcleo
avanzan (cuadro III.83).
Longitud
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
-
-
-
-
Inicial
-
2
2
4
Explotado
-
-
8
8
Agotado
1
2
15
18
Total
1 (3,3%)
4 (13,3%)
25 (83,3%)
30
Anchura
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
-
-
-
-
Inicial
-
2
2
4
Explotado
-
1
7
8
Agotado
-
-
18
18
Total
-
3 (10%)
27 (90%)
30
Cuadro III.83. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel II.
La morfología de los elementos producidos muestra una
exclusividad de formas con cuatro lados, ligeramente
mayores las lascas cortas que las largas. Notoria es la
ausencia de formas con tres lados o triangulares; ello indica
la ausencia de productos apuntados como soporte a transformar. Respecto de la fase de explotación de los núcleos,
más del 80% están explotados o agotados, circunstancia que
indica la alta presión ejercida en la producción lítica, acompañada y aumentada posteriormente con su transformación
mediante retoque. El valor más repetido es el agotado, que
supera el 45%.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos indica un predominio de la utilización de una superficie o cara (unifacial) en un 73%, frente a un 21% de los
bifaciales. La dirección del debitado en la superficie correspondiente muestra un equilibrio entre la obtención de una
amplia lasca (preferencial), múltiples unipolares y centrípetas. Esta dirección clarifica el proceso general que se
muestra centrípeto en un 35%, preferencial en el 29% y
unipolar en un 35% de los casos. La dirección de las superficies de preparación confirma, con un 41% de valores
[page-n-170]
centrípetos, frente a un 23% de unipolares, que la gestión
centrípeta es la predominante en el nivel II. Las distintas
modalidades y sus características de gestión respecto de la
cadena operativa muestran un claro predominio de los unifaciales y una buena presencia de los bifaciales, con alta incidencia de los indeterminados (cuadro III.84)
O. Extracción Decalotado 1º Orden 2º Orden 3º Orden
Total
Lasca
5 (1,3)
3 (0,8)
130 (35,6) 227 (62,2)
365
P. retocado
6 (1,8)
4 (2,6)
160 (50,3) 148 (46,5)
318
290 (42,4) 375 (54,9)
683
Total
18 (2,6)
Cuadro III.85. Orden de extracción de los productos configurados del
nivel II.
Fases
Explotación
Testado Inicial Explotado Agotado
<25% 25-50% 51-75%
>75%
Total
Unifacial/Unipolar
-
-
4
3
Unifacial/Preferencial
-
-
-
2
2
Unifacial/Bipolar
-
-
1
-
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas con valores de un
68%, a mucha distancia de las facetadas con un 6%. La
mayor elaboración de los productos configurados de 3º
orden no muestra una complejidad relevante en los talones,
circunstancia que tampoco sucede con los productos retocados. Las superficies diedras, mayoritarias entre las facetadas, confirman la elección principal de superficies lisas.
La corticalidad en los talones es relevante y ajustada a la
búsqueda de la mayor tipometría. Las superficies suprimidas
(8%) corresponden mayoritariamente a piezas transformadas mediante el retoque y por tanto a ese proceso corresponde la especificidad de eliminar el talón (cuadro III.86).
Los talones más amplios se correlacionan con las fases
más avanzadas del proceso de explotación y transformación.
En general no se observan diferencias significativas en los
valores estadísticos entre productos no retocados y retocados, salvo una ligera mayor proporción de talones largos y
estrechos –más estilizados– en los productos retocados
(cuadro III.87).
7
1
Unifacial/Ortogonal
-
1
1
-
2
Unifacial/Centrípeto
-
1
1
2
4
UNIFACIALES
-
2
7
7
16 (72,7)
Bifacial/Preferencial
-
-
-
3
3
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
Bifacial/Centrípeto
-
-
-
-
-
BIFACIALES
-
-
1
3
4 (18,2)
Trifacial/Centrípeto
-
-
1
-
1
MULTIFACIALES
-
1
-
-
1 (4,5)
Total
3 (18,2)
9 (36,4) 10 (45,4)
3 (18,2)
19 (81,8)
22
Cuadro III.84. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel II.
III.2.3.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
La corticalidad
La corticalidad tiene una mayor presencia en los
productos retocados (54%) frente a los no retocados (36%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría ya
comentada. Esta corticalidad para los elementos producidos
presenta una proporción pequeña (0-25% de córtex con un
57%), mayoritaria entre todas las piezas. Respecto de su
ubicación, más del 70% de los productos presentan córtex en
un lado y el 23% las piezas lo tienen en dos lados (cuadros
III.88 y III.89).
El orden de extracción
El orden de extracción de los productos configurados
muestra la lógica proporción y presencia ascendente de
elementos en su orden de extracción. Una característica a
señalar es la mayor elección de soportes amplios para su
transformación en retocados. Hay mayor proporción de
lascas retocadas de 1º y 2º orden que no retocadas, circunstancia que se invierte en las piezas de 3º orden o ausentes de
córtex (cuadro III.85).
Superficie
Cortical
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetado
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
-
2
1
-
-
-
-
3
Lasca 2º O
23 (20,5)
57
16
3
-
2
1
112
Lasca 3º O
-
111
49
11
2
4
4
181
Pr. ret. 1º O
-
3
-
-
-
-
1
4
Pr. ret. 2º O
45 (36,6)
41
7
2
2
3
23
123
Pr. ret. 3º O
-
54
10
5
5
7
12
93
68
268 (76,6)
83 (23,6)
21 (70)
9 (30)
16
41
Total
68 (13,4)
Plana
Facetada
351 (69,3)
30 (5,9)
Ausente
57 (11,2)
506
Cuadro III.86. Preparación de la superficie talonar en los productos configurados del nivel II.
157
[page-n-171]
Los formatos de longitud y anchura de los productos
corticales muestran que las mayoritarias longitud y anchura
se sitúan entre 2-3 cm (55%) y se obtienen principalmente a
partir de piezas con córtex inferior al 50%.
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, básicamente entre 1 y 2 (55%). Destaca la particularidad de los
productos retocados que muestran un predominio de la cateTalón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
3
Lasca 2º O
9,7
3,6
43
3,4
2,2
104
55
Lasca 3º O
10,4
4,3
46
3,7
2,1
107
106
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O
12,2
4,7
71,1
3,2
2,3
107
47
Pr. ret. 3º O
12,9
4,5
72,4
3,3
2,2
104
64
Cuadro III.87. Tipometría del talón en los productos configurados del
nivel II. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
Grado
Corticalidad
0
1
2
3
Total
5 (4)
125
S
Lasca
89 (71,2) 17 (13,6) 14 (11,2)
4
218
Ca
1
-
-
-
-
-
Cu
4
-
-
-
-
goría de 1-2 (66,5%), seguida de la de 3-4 aristas (25%),
entre las piezas de 3º orden. Sin embargo en todas las categorías existe un predomino de pocos levantamientos por
superficie, circunstancia que se explicaría por la búsqueda
de la máxima tipometría posible.
La cara ventral
La cara ventral muestra que casi un 90% de los bulbos
están presentes con nitidez. Aquellos que resaltan de forma
más prominente representan un 8,6% y los suprimidos casi
un 9%, posiblemente por su prominencia. Respecto del
orden de extracción se aprecia una mayor presencia de bulbos marcados en los productos retocados respecto de las lascas. También es significativa la categoría de bulbo suprimido
entre los productos retocados, que indica una transformación
más avanzada y equilibrada (cuadro III.90).
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos, con un
72,5% frente a los simétricos con un 27,5%. La principal
categoría simétrica es la trapezoidal, muy próxima de la
triangular. La asimetría en cambio invierte los valores con
categoría triangular predominante, con un 51% del total. La
sección trapezoidal asimétrica se vincula mejor con los
productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de debitado, la total simetría (90º) se da en el 78% de las piezas y
algo más entre las de 2º orden, independientemente de si
están o no retocadas (cuadro III.91).
-
223
89 (71,2) 17 (13,6) 14 (11,2)
5 (4)
125 (36)
75 (56,8) 35 (26,5) 18 (13,6)
Pr. retoc.
S
107
4 (3)
132
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Total
Ca
-
-
-
-
-
-
Presente
243 (82,4)
5
1
429 (82,3)
Cu
3
-
-
-
-
-
110
Total
333
75 (56,8) 35 (26,5) 18(13,6%)
164
52
32
4 (3) 132(54,5)
9
257
Cuadro III.88. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad en
los productos configurados del nivel II.
S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Marcado
50 (9,7)
1
-
51 (9,8)
Suprimido
240 (7,8)
1
-
41 (7,8)
Total
513
7
1
521
Cuadro III.90. Características del bulbo según la materia prima del
nivel II.
Longitud
>39
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
Total
<50% - >50%
5 (3,5) - 0
5 (1,7) - 0
<50% - >50%
6 (4,1) – 1 (0,7)
12 (8,5) – 11 (7,8)
15 (5,3) – 16 (5,6)
<50% - >50%
66 (45,8) – 22 (15,2)
62 (44,2) – 16 (11,4)
44 (15,5) – 24 (8,4)
<50% - >50%
38 (26,3) – 11 (7,6)
32 (22,8) – 2 (1,4)
19 (6,7) – 11 (3,8)
144
140
284
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
<50->50
2-0
<50 - >50
4 (2,9) - 1
16 (11,4) - 0
<50 - >50
63 (47) – 16 (11,9)
57 (40,7) – 15 (10,7)
<50 - >50
43 (32) – 7 (5,2)
42 (30) – 8 (5,7)
134
140
Total
2-0
20 (7,3) - 1
120 (43,8) – 31 (11,3)
85 (31) - 15 (5,4)
274
Cuadro III.89. Grado de corticalidad según los formatos de longitud y anchura de los productos configurados del nivel II.
158
[page-n-172]
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección
Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
3 (5,1)
2 (3,44)
1 (1,72)
43 (74,13)
9 (15,5)
-
58
Lasca 3º O
13 (13)
18 (18)
5 (5)
47 (47)
17 (17)
-
100
Pr. ret. 2º O
7 (6,5)
8 (7,47)
2 (1,86)
72 (67,2)
18 (16,8)
-
107
Pr. ret. 3º O
12 (15)
10 (12,5)
14 (17,5)
17 (21,25)
26 (32,5)
1 (1,25)
80
38 (11)
22 (6,37)
179 (51,8)
70 (20,2)
1 (0,28)
35 (10,14)
Total
95 (27,5)
250 (72,5)
345
Cuadro III.91. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel II.
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 60% de la muestra, seguida de los gajos o segmentos esféricos con un 18,6%
y por último la forma triangular con un 10%. Respecto del
orden de extracción, se observa el predominio de las cuadrangulares largas en todas las fases de la cadena operativa.
Hay pues una elección de lascas largas con cuatro lados y
sección trapezoidal asimétrica en los elementos configurados. La morfología técnica que informa de la presencia de
productos desbordados y sobrepasados indica que los
primeros representan el 17% y los segundos el 3,2%. La
mayor incidencia se da en los productos de 3º orden (cuadro
III.92).
Proporción
Corto
Medio
Largo Laminar
Total
1º O
3
2
-
-
5
2º O
105 (75,5)
32 (23)
2 (1,4)
-
139
3º O
79 (80,6)
15 (15,3) 4 (4,1)
-
98
Total
187 (77,2)
49 (20,2) 6 (2,4)
-
242
Cuadro III.93. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel II.
Extensión
M. Marg. Marg.
Entr.
Prof.
M. Prof.
Total
50-80º
90º
100º-130º
6
70
1
86
Lasca 3º O
14
124
2
9
81
1
10
56
8
80
39 (9,3)
331 (78,6)
51 (12,1)
421
-
-
3
51
(26,5)
43
(22,4)
82
(42,7)
13
(6,7)
3 (1,5)
192
3º O
13(10,5)
37
(29,3)
60
(47,6)
16
(12,6)
-
126
66 (20,5)
81
(25,2)
142
(44,2)
29
(9,1)
3 (0,9)
104
Pr. ret. 3º O
-
151
Pr. ret. 2º O
1
Total
Lasca 2º O
2
2º O
Grados
1º O
Cuadro III.92. Ángulo del eje de debitado del nivel II.
III.2.3.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque, como asociación de levantamientos, en el
nivel II muestra que el 73% de estas formas son denticuladas, seguidas de las escamosas con un 16% y un 11% de
escaleriformes. La proporción de las dimensiones aisladas
de estos elementos muestra que la categoría “corto” (más
ancho que largo) representa el 77%, igual de largo que ancho
un 20,2% y largo en sólo el 2,4%, con ausencia de laminar.
La extensión del retoque afecta modificando las piezas
mediante las categorías entrante (44%) y marginal (45,8%),
mientras que sólo es profundo en un 10%. Esta circunstancia
indica la alta transformación lítica en el nivel, ya detectada
por otros valores (cuadros III.93 y III.94).
El filo retocado
La delineación del filo es en un 52% recto, cóncavo en un
26% y convexo en el 19%. Los valores tipométricos bajos
Total
147 (45,8)
142
(44,2)
32 (9,9)
321
Cuadro III.94. Extensión del retoque según el orden de extracción del
nivel II.
favorecen los filos rectos, que precisan menos extensión para
su elaboración. Filo convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y filos
cóncavos. Respecto de la ubicación de los filos, éstos tienen
porcentajes similares en los lados izquierdo y derecho (41% y
43%), donde vuelven a ser los rectos (52%) y cóncavos (26%)
los mayoritarios, independientes de su situación. Únicamente
es reseñable que los filos transversales del lado distal
presentan una incidencia alta de cóncavos (41%), circunstancia que apunta a que este tipo de piezas están agotadas en
mayor proporción que las laterales (cuadro III.95).
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno al 43% y
41% en los lados derecho e izquierdo, y en un 15% en el lado
distal. La localización respecto de la cara dorsal es mayoritario con un 93% en la categoría directo y un 4% inverso.
Respecto de la repartición del mismo, es casi exclusivo
continuo en su elaboración (96%), y sólo algunas piezas
como las lascas con retoque muy marginal presentan esta
159
[page-n-173]
Total
Categorías
Total
-
3
Simple
136 (47,4)
5 (2,9)
171
Plano
24 (8,3)
162
Sobrelevado
121 (42)
336
Escaleriforme
7 (2,4)
Total
288
Delineación
Recto
Cóncavo Convexo Sinuoso
1º O
1
2º O
84 (49,1)
45 (26,8) 37 (22,1)
3º O
90 (55,5)
41 (25,3) 27 (16,6)
4 (2,4)
Total
175 (52,1) 87 (25,9) 65 (19,3)
9 (2,6)
-
2
Cuadro III.95. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel II.
Cuadro III.98. Modos del retoque del nivel II.
característica. La extensión de las áreas de afectación del
retoque muestra que éste es completo (proximal, mesial y
distal) en el 94% de las piezas y parcial en el 5%. Esta parcialidad afecta mayoritariamente a la mitad distal en un 77% y a
la mitad proximal en un 15%, circunstancia relacionada con
la búsqueda de un apuntamiento más o menos aguzado que
marcarían las piezas distales (cuadros III.96 y III.97).
La dimensión y el grado de transformación
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
retocados respecto del orden de extracción muestra que la
longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde
tipometría, de 2º a 3º orden, pasando de valores medios de
21,1 a 15,6 mm para la longitud y de 2,4 a 2,3 mm para la
anchura. La altura del retoque, que implica mayoritaria-
Posición
Localización
%
Lat. izquierdo
Lat. derecho
Transversal
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Total
1º O
-
2
1
4
-
-
-
4
2º O
67 (39,1)
77 (45)
27 (15,7)
268 (94)
13 (4,5)
2 (0,7)
2 (0,7)
285
3º O
71 (43,8)
66 (40,7)
25 (15,4)
103 (90,3)
6 (5,2)
1 (0,8)
4 (3,5)
114
Total
138 (41,1)
145 (43,1)
53 (15,7)
375 (93)
19 (4,7)
3 (0,7)
6 (1,4)
403
Cuadro III.96. Posición y localización del frente del retoque según el orden de extracción del nivel II.
Repartición
Continuo
Discontínuo
Parcial
Completo
P
PM
M
MD
D
T
1º O
4
-
-
-
-
-
-
-
4
2º O
136 (95,7)
6 (4,2)
1
-
-
-
7
-
134 (94,3)
3º O
128 (97)
4 (3)
1
-
1
-
3
-
84 (94,3)
10 (3,6)
2
1
-
10
-
268 (96,4)
Total
278
2 (15,39
1 (7,6)
10 (76,9)
222
222 (94,4)
Cuadro III.97. Repartición del frente del retoque según el orden de extracción del nivel II.
P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Modos de superficies retocadas
Los modos de superficies retocadas muestran un
predominio de las simples (47%) y sobreelevadas con el
42%, seguidas de las planas con un 8% y escaleriformes
(2,4%). Estas categorías se han obtenido mediante medición y posterior asignación nominal (cuadro III.98).
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, muestran que la mayoría de
ellos se elaboran con retoque simple y sobreelevado en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en los denticulados, las raederas laterales y raederas transversales. El
retoque sobreelevado es significativo entre los perforadores.
El retoque plano, minoritario en general, afecta sobre todo a
las raederas dobles (cuadro III.99).
160
mente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los
productos de 2º orden, circunstancia que se concreta con el
correspondiente y bajo índice IF. La superficie retocada
muestra que ésta es similar en las piezas de 2º y 3º orden. La
relación existente entre las posibilidades de extensión del
retoque y la dimensión elaborada apunta a que conforme
avanza la extracción y elaboración del retoque, éste se centra
más en entrar en la pieza que en alcanzar su máxima
longitud, que se produce en los productos de 2º orden. Las
posibilidades de transformación de los soportes mediante el
retoque indican que son los de 2º orden los que muestran una
mayor posibilidad dimensional (cuadro III.100).
La longitud de la superficie retocada del nivel II
presenta un valor medio de 20,3 mm que se ajusta a la
longitud de los soportes no transformados (20,8), por lo que
[page-n-174]
Lista Tipológica
Sobreelevado
Simple
Plano
Escaleriforme
Total
4. Punta levallois retocada
-
-
-
-
-
6/7. Punta musteriense
3
-
-
1
4
9/11. Raedera lateral
31 (38,2)
42 (51,8)
7 (8,6)
1 (1,2)
81
12/20. Raedera doble
12 (41,3)
11 (37,9)
6 (20,6)
0
29
21. Raedera desviada
9 (45)
9 (45)
2 (10)
-
20
22/24. Raedera transversal
7 (41,1)
8 (47)
2 (11,7)
-
17
25. Raedera sobre cara plana
2
2
1
—
5
27. Raedera dorso adelgazado
-
1
1
-
2
29. Raedera alterna
4
4
-
-
8
30/31. Raspador
5
4
1
2
12
34/35. Perforador
4
-
-
-
4
42/54. Muesca
3
-
-
-
3
20 (32,7)
38 (62,2)
1 (1,6)
2 (3,2)
61
-
43. Útil denticulado
10
-
-
10
45/50. Lasca con retoque
Cuadro III.99. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel II.
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
Pr. ret. 1º O
18,25
1,12
4,75
0,47
20,5
1,25
517
4,1
4
Pr. ret. 2º O
21,1
2,4
3,8
0,83
70
1,36
587
12,26
152
Pr. ret. 3º O
15,6
2,3
2,9
1,04
72
1,30
503
14,2
121
Cuadro III.100. Grado del retoque y orden de extracción del nivel II. LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado. HF:
altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente retocado. SR: superficie de los frentes retocados en mm2. F/RT: relación
filo/retoque. SP: superficie del sproducto en mm2. IT: índice de transformación.
la explotación es máxima en la dimensión longitud. La anchura retocada, con valor medio de 2,4 mm, representa el
12% de la anchura media de los soportes, circunstancia que
señala una decidida elaboración de categorías sobreelevadas
frente a planas o cubrientes en la superficie. Es decir, no se
fabrican piezas planas ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados, con valor de 3,4 mm, está próxima al grosor medio de los soportes, que es de 5,4 mm y por tanto
representa el 63% de esa dimensión. Ello certifica la
búsqueda de frentes simples y sobreelevados. Las superficies retocadas son muy similares en los tres lados, corroborado por el índice (F/R). La transformación mediante el
retoque sólo afecta a un 12% de la proyección de la masa
lítica en planta, y ello apunta a un alto interés en economizar
materia prima mediante una máxima explotación volumétrica (cuadro III.101).
III.2.3.3.7. LA TIPOLOGÍA
Entre los útiles mayoritarios, las raederas simples presentan una mayor proporción de convexas y porcentualmente un 31% del total. Las raederas dobles alcanzan el
3,5%, y unidas a las convergentes sitúan en un 6,5% los filos
dobles, a los que tal vez habría que añadir el 5% de raederas
desviadas. Las transversales alcanzan casi el 6% y el resto de
raederas tienen valores marginales. Los raspadores, con un
4,3%, son significativos y ausentes los buriles. Las muescas
están presentes con un 1,4% y los útiles denticulados representan la categoría dominante con un 23% (cuadro III.102).
Índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son las raederas simples, denticulados y perforadores; a
pesar de ello, no alcanzan el índice 1,5 lejano del 2 laminar.
No se aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni
siquiera con los elementos levallois, que en cambio sí muestran una diferencia significativa en el índice de carenado
(5,65), al ser las más delgadas de todas las piezas y las de
menor peso. Respecto del orden de extracción, están la
mayoría de las piezas elaboradas sobre soportes de 2º orden
o corticales, circunstancia que contrasta con las raederas
dobles, que presentan un mayor número de elementos no
corticales o de 3º orden (cuadro III.103).
Índices y grupos industriales
Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois de 1,6, lejos de la línea de corte establecida en 13 para
poder ser considerado de muy débil debitado levallois.
161
[page-n-175]
GRADO
Total
Lista Tipológica
Total
LFi
20,4
1. Lasca levallois típica
5 (1,96)
LFd
20,5
5. Punta pseudolevallois
2 (0,78)
LFt
19,8
6. Punta musteriense
1 (0,39)
LF
20,3
7. Punta musteriense alargada
1 (0,39)
AFi
2,26
9. Raedera simple recta
33 (12,94)
AFd
2,50
10. Raedera simple convexa
49 (19,21)
AFt
2,34
11. Raedera simple cóncava
3 (1,17)
AF
2,38
12. Raedera doble recta
3 (1,17)
HFi
3,27
13. Raedera doble recto-convexa
1 (0,39)
HFd
3,41
15. Raedera doble biconvexa
2 (0,78)
HFt
3,78
17. Raedera doble cóncavo-convexa
1 (0,39)
HF
3,42
18. Raedera convergente recta
1 (0,39)
IF
1,4
19. Raedera convergente convexa
7 (2,74)
SRi
54,98
21. Raedera desviada
14 (5,49)
SRd
58,17
22. Raedera transversal recta
2 (0,78)
SRtr
45,63
23. Raedera transversal convexa
14 (5,49)
SR
54,65
24. Raedera transversal cóncava
1 (0,39)
F/Ri
1,38
25. Raedera cara plana
5 (1,96)
F/Rd
1,38
27. Raedera dorso adelgazado
2 (0,78)
F/Rtr
1,26
28. Raedera retoque bifacial
1 (0,39)
F/R
1,35
29. Raedera alterna
4 (1,56)
SP
554
30. Raspador típico
6 (2,35)
IT
13,1
31. Raspador atípico
6 (2,35
34. Perforador típico
4 (1,56)
42. Muesca
4 (1,56)
43. Útil denticulado
64 (25)
44. Becs
1 (0,39)
45/50. Lasca con retoque
10 (3,9)
51. Punta de Tayac
6 (2,3)
62. Diverso
3 (1,17)
Cuadro III.101. Grado del retoque por unidad arqueológica
del nivel II.
El índice laminar, de 5,8, se sitúa entre la consideración de
débil y muy débil. El índice de facetado, de 4, también está
por debajo del 10 considerado para definir la industria como
facetada. Las agrupaciones de categorías industriales muestran que el índice levallois tipológico, de 1,9, está muy distante del 30 estimado para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II (57,2) y los índices esenciales de raedera,
con valor de 57,4, consideran su incidencia como alta, pues
supera el índice 55. El particular índice charentiense, de
25,8, permite considerar este conjunto como tal. El Grupo
III, formado por raspadores y en menor medida perforadores, presenta un índice esencial de 6,6, definido como
débil. Por último el Grupo IV con un índice de 25 se define
como alto y en el límite de esta consideración, que supera si
añadimos las muescas (26,5). Por tanto y en resumen, el
nivel II de Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre
los conjuntos de raederas del Paleolítico medio, con presencia alta de denticulados y débil incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior (cuadro III.104).
III.2.3.3.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación indica que éste es ligeramente
menor entre los productos retocados (23,3%) que entre las
162
Total
256
Cuadro III.102. Lista tipológica del nivel II.
lascas (29,8%), y entre estas últimas con equilibrio entre las
de 2º y 3º orden. La incidencia de la fracturación respecto a
los restos de talla y núcleos no es clara, como ya se ha
comentado, incluyéndose la totalidad de los primeros a
efectos de valorar su incidencia. La presencia de retoque
entre los restos de talla es poco significativa (7%). Complejo
es diferenciar si los restos de talla corresponden a fragmentos informes del proceso de talla o a fragmentos informes por transformación exhaustiva de productos configurados y retocados. La industria de este nivel presenta una
fracturación total del 28,5%, y entre los productos retocados
un 23,3% (cuadro III.105 y III.106).
[page-n-176]
I. Tipométrico
Nº
IA
IC
Peso 1º O 2º O 3º O
Lasca levallois
5
1,11
5,65
3,72
-
-
5
Punta pseudol.
2
1,1
5,41
1,35
-
-
2
Raedera simple
85
1,23
3,72
7.07
3
48
34
Raedera transv.
17
0,67
3,3
4,95
-
10
7
Raed dos frentes
29
1,03
4,04
7,61
-
9
20
Raedera inversa
5
1,02
2,92
9,16
-
3
2
Raspador
12
1,04
2,41
6,21
-
8
4
Perforador
4
0,97
2,74
3,57
-
1
2
Muesca
4
0,99
1,71
10,4
-
1
3
Denticulado
64
1,17
3,45
4,66
2
37
25
Cuadro III.103. Índices tipométricos y orden de extracción
del nivel II.
Real
Esencial
I. Levallois (IL)
Índices Industriales
1,91
-
I. Laminar (ILam)
4,97
-
I. Facetado amplio (IF)
5,8
-
I. Facetado estricto (IFs)
1,74
-
I. Levallois tipológico (ILty)
1,96
2,02
I. Raederas (IR)
55,68
57,48
-
-
I. Retoque Quina (IQ)
3,23
5,63
I. Charentiense (ICh)
25,88
26,72
Grupo I (Levallois)
1,96
2,02
Grupo II (Musteriense)
57,25
59,10
Grupo III (Paleolítico superior)
6,25
6,66
25
26,6
26,56
28,33
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son
los denticulados (27%), seguidos de las raederas simples y
dobles, con valores entorno al 20%. Raederas desviadas,
perforadores y muescas son categorías significativas de no
estar fracturadas. El grado de fractura es predominantemente
pequeño, aunque hay que tener presente la dificultad de
identificación cuanto mayor es la fracturación, con un 45%
de indeterminados. La ubicación de las fracturas se presenta
principalmente en el extremo distal de las piezas retocadas
(38,6%), especialmente en raederas simples, raederas
desviadas y denticulados. El extremo proximal no presenta
ninguna elección significativa, salvo posiblemente las
raederas dobles, con pocos ejemplares. Divididas las piezas
en dos mitades, el porcentaje de fracturación es superior
distalmente (50%) que en la mitad proximal (38,6%), y
menor en los lados (11,4%). Ello apunta a que existe una
tendencia a suprimir el extremo distal de las piezas cuya
causa puede ser funcional, de configuración o utilización.
Por último, la incidencia de la fracturación respecto de los
modos de retoque indica que existe un porcentaje similar
entre piezas con retoque simple y retoque sobreelevado fracturadas (50,7% y 40%, respectivamente). Las escasas piezas
con retoque plano no alcanzan el 10% y tienen mayor fractura distal. De reseñar es que las piezas con retoque simple
ubican las fracturas en la porción distal en casi la mitad de
las piezas (cuadros III.107, III.108 y III.109).
I. Achelense unifacial (IAu)
Grupo IV (Denticulado)
Grupo IV+Muescas
Cuadro III.104. Índices y grupos industriales líticos del nivel II.
Fracturación
Total
Lasca 1º O
4 (2,4)
Lasca 2º O
36 (21,5)
Lasca 3º O
68 (40,7)
Pr. ret 1º O
0
Pr. ret. 2º O
27 (16,1)
Pr. ret. 3º O
32 (19,1)
Productos configurados
167 (25,7)
Cuadro III.105. Fracturación de la estructura industrial según orden
de extracción del nivel II.
III.2.3.3.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo son 35 piezas, a las que habría que
sumar 10 más transformadas en productos retocados. Este
grado de transformación de un 22% puede ser considerado
alto si a los núcleos claros se añadieran los fragmentos y
restos de talla (35%). Los diferentes tipos de núcleos identificados son mayoritariamente gestionados por una sola
superficie (73% de unifaciales), frente a más caras. La dirección de debitado mayoritaria (35%) es unipolar (fig. III.38,
núm. 8, 9), aunque con valor próximo a los debitados centrípeto (fig. III.38, núm. 1, 2, 5, 6) y preferencial (fig. III.38,
núm. 3, 10, 12). Las características de las superficies de
debitado planas-convexas y las de preparación con planos
multifacetados indican la presencia de gestión levallois en la
mitad de los núcleos identificados del nivel II, y mayoritariamente centrípeta. Otros núcleos con superficies de morfología piramidal, discoide (fig. III.38, núm. 4) y los unipolares sobre gajo (fig III.38, núm. 14) se distancian de los
levallois. Así pues, una buena parte de los pocos núcleos
recuperados en el nivel II pueden se conceptualizados en la
órbita de lo que se considera levallois y con bajos valores
tipométricos.
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso), supone
un 1,4% de las lascas y un 5% de los útiles, por tanto valores
bajos. Teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas no
transformadas mediante el retoque es alto (53%), lo que su-
163
[page-n-177]
Índice Fracturación
Entera
Fract.
Total
Índice
Modos
Simple
Plano
Sobreelevado
Total
Núcleo
17
18
35
51,4%
Proximal
7
4
7
18
Lasca 1º O
3
1
4
25%
Proximomesial
2
0
1
3
Lasca 2º O
91
39
130
30%
Proximal-distal
0
0
2
2
Lasca 3º O
160
68
228
29,8%
1ª mitad
9 (39,1)
4 (17,4)
10 (43,7)
23
No retocado
254
108
362
29,8%
Mesodistal
4
1
3
8
Pr. ret 1º O
4
-
4
0
Distal
17
1
11
29
Pr. ret. 2º O
113
27
140
19,2%
2ª mitad
21 (56,7)
2 (5,4)
14 (37,8)
37
Pr. ret. 3º O
77
32
109
29,3%
Lateral
3
0
2
5
Retocado
194
59
253
23,3%
Total
33 (50,7)
6 (9,2)
26 (40)
65
Total
465
185
650
28,5%
Cuadro III.109. Fracturación y modos de retoque del nivel II.
Cuadro III.106. Fracturación de las categorías líticas según el orden
de extracción del nivel II.
Gr. Fracturación
0-25% 26-50% 50-75% >75%
Punta
Total
0
0
0
0
0
Raedera simple
8
10
1
0
19
Raedera doble
1
3
0
0
4
Raedera transversal
1
0
0
0
1
Raedera desviada
0
0
0
0
0
Raedera cara plana
2
0
1
0
3
Raspador
1
0
0
1
2
Muesca
0
0
0
0
0
Denticulado
7
6
1
0
14
Indeterminado
0
6
23
7
36
Total
20 (25,3) 25 (31,6) 26 (32,9) 8 (10,1)
79
Cuadro III.107. Grado de fracturación de los productos configurados
retocados e identificados del nivel II.
Situación
P
PM
PD
MD
D
L
Total
Punta
0
0
0
0
0
0
0
Raedera simple
2
1
2
3
9
2
19
Raed. doble/conv.
3
0
0
0
1
0
4
Raedera transv.
0
0
0
0
0
1
1
Raedera desviada
0
0
0
0
0
0
0
Raed. cara plana
1
0
0
1
1
0
3
Raspador
1
1
0
0
0
0
2
Muesca
0
0
0
0
0
0
0
Denticulado
3
1
1
1
6
2
14
Total
10
4
(22,7) (9,1)
3
5
17
5
(6,8) (11,3) (38,6) (11,3)
44
Cuadro III.108. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel II. P: proximal. PM: próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: mesodistal. D: distal. L: lateral.
164
pone un alto rechazo de elección. Las lascas levallois, con 5
ejemplares, son de excelente factura. Son de talla amplia,
con media de 26,8 mm y morfología cuadrangular larga
(100%). A reseñar la ausencia de láminas y puntas levallois.
Las puntas pseudolevallois tienen escasa incidencia y los
cuchillos de dorso natural están ausentes, aunque hay que
recordar la dificultad de valorar este tipo de útil en una
industria de pequeño formato. Por ello, si consideramos
todas las lascas con córtex opuesto a filo, ampliaríamos la
clasificación a un 4% de la lista tipo, porcentaje débil.
Las raederas simples o laterales agrupadas son 85
ejemplares, en mayor número las convexas que representan
un 19,2% del total y poco frecuentes las cóncavas (1,1%).
Tipométricamente las raederas laterales están entre los útiles
retocados de mayor formato (25,3 x 21,6 x 8,1 mm), con poca
variación respecto al orden de extracción. Las 51 piezas con
córtex, que representan el 60% de éstas, tienen un mayor
formato medio (26,1 x 22 x 8,7 mm). El soporte de estas
raederas es principalmente cuadrangular largo en un 39,7%
(fig. III.39, núm. 8, 9, 10, 11) y gajo en 29,4% (fig. III.39,
núm. 4, 5, 6, 7, 17), con un 17% de piezas desbordadas (fig.
III.39, núm. 12) y un 5% de sobrepasadas. La morfología es
asimétrica en un 84%, básicamente triangular (46%). La
morfología del retoque indica una distribución bimodal con
escamoso (45%) y denticulado (55%). Estas raederas
presentan una extensión de retoque amplio sin piezas con
retoque parcial y un 25% con retoque marginal. El retoque
directo se presenta bimodal cóncavo y recto y se distribuye en
los lados derecho (51%) e izquierdo (43%), y en su modo es
principalmente simple (45%), sobreelevado (40%) y plano
(8%). Hay dos piezas claras sobre soporte levallois. Generalmente las raederas laterales son de bella factura, bien configuradas con debitado previo variado en el que destacan el
preferencial (28%) y el unipolar (15%).
Las raederas dobles y convergentes, con 7 y 8 ejemplares, representan un 12% de las raederas. Como elementos
de mayor transformación por retoque presentan un 25% de
corticalidad. Tipométricamente son de formato amplio (28 x
24,8 x 7,1 mm). Mayoritariamente cuadrangulares largas
(73%) (fig. III.40, núm. 9, 10). Destaca la ausencia de piezas
sobrepasadas y sólo hay una desbordada. En igual proporción de simétricas que de asimétricas. La morfología del
[page-n-178]
retoque indica aquí una distribución unimodal, con denticulado y escamoso. Estas raederas también presentan una extensión amplia del retoque, con un 37% de piezas de retoque
marginal. El modo de retoque es sobreelevado (44%), simple
(41%), plano (15%). Piezas de bella factura, una sobre lasca
levallois y con distribución bimodal en el debitado dorsal,
unipolar (36%) y preferencial (36%).
Las raederas desviadas son 14 ejemplares con tipometría media de 23,6 x 27,4 x 8,9 mm, un formato algo menor
que laterales y dobles. Su morfología es variada, con un 40%
de cuadrangulares cortas y un 43% con córtex (fig. III.40,
núm. 5, 11, 13). Un 83% de las piezas son asimétricas, principalmente trapezoidales y tres piezas desbordadas. La morfología del retoque indica aquí una distribución bimodal, con
un 50% de escamoso y un 33% de denticulado. La extensión
del retoque es entrante, con un 48%, y marginal en un 36%
y sin retoque parcial ni discontinuo. El modo de retoque es
sobreelevado (58%), simple (35%) y plano (7%). Sin
soportes levallois y talones multifacetados. Su debitado
dorsal mayoritario es unipolar (55%), centrípeto (33%) y
preferencial (11%). Son piezas bien elaboradas de formato
no muy amplio, sobre lascas desviadas (42%), retoque
sobreelevado y por lo general con convergencia apuntada
(64%); también hay presente un ejemplar doble.
Las raederas alternas son 4 ejemplares con retoque
bimodal simple y sobreelevado, debitado dorsal preferencial
y morfología cuadrangular larga y corta. Todas ellas son
piezas asimétricas. También existe una raedera de dorso
adelgazado (fig. III.40, núm. 6 y 8). Las raederas transversales presentan 17 ejemplares, con tipometría de 17,3 x 25,7
x 8,7 mm. Su morfología es variada, generalmente más ancha que larga (fig. III.40, núm. 12). El debitado es variado,
trimodal (preferencial, centrípeto y unipolar) y con ausencia
de soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es
sobreelevado (50%), simple (35%) y plano (14%). Estas
piezas, mayoritariamente convexas, representan el 13% de
las raederas y un porcentaje esencial débil (6,8%). Las
raederas de cara plana, con cinco ejemplares, presentan una
baja incidencia; su morfología es bimodal cuadrangular
larga y gajo, retoque simple y sobreelevado, una pieza
desbordada y sin soportes levallois. Todas son asimétricas
triangulares.
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan en
conjunto 16 piezas, con ausencia de buriles, cuchillos de
dorso y lascas truncadas. La mayor incidencia dentro del
grupo son los raspadores, con doce ejemplares de factura
mediocre: en extremo distal de lasca (fig. III.41, núm. 1) y
en hocico (fig. III.41, núm. 2, 3, 4). El formato es pequeño
(21 x 20,6 x 11,4 mm) y su porcentaje esencial de 4,4, considerado alto. Su morfología y debitado previo son variados,
con asimetría predominante y retoque sobreelevado (46%)
en piezas mayoritariamente corticales (64%). Existe fracturación proximal y una pieza desbordada. Los perforadores,
con 4 piezas, presentan un porcentaje esencial de 1,6, considerado medio. El formato es pequeño (18 x 20 x 8,2 mm),
con piezas variadas y en escaso número generalmente denticuladas y marcadas, de muy bella factura con debitados
centrípetos. La fracturación no está presente y no hay
soportes levallois ni talones multifacetados. El aguzamiento
es cuidado y marcado, y se elabora recogiendo las condiciones morfológicas favorables del soporte, con existencia
de pequeños guijarros marinos.
Las muescas son cuatro, todas ellas retocadas. Tipométricamente son de formato medio y gruesas (24 x 23,7 x 14,7
mm), con morfología de soportes diversificados. El retoque
es mayoritariamente denticulado y el modo sobreelevado.
Son piezas denticuladas cóncavas bien elaboradas, con
extremos marcados y aguzados por rupturas de convergencia
(méplat, córtex, fractura, etc.). El debitado dorsal es variado
pero preferentemente centrípeto.
Los denticulados (fig. III.42, núm. 1 a 18) representan
los útiles mayoritarios con 64 piezas (25%). Éstos pueden
ser divididos en laterales simples (48%), dobles (34,8%),
transversales (10,8%) y alternos e inversos (6,5%). Generalmente están bien configurados, con denticulación marcada y
algunos con espinas pronunciadas. Su formato, en comparación a las raederas, es inferior (22,4 x 20,5 x 8,1 mm), con
un 58% de piezas corticales, morfología de soportes diversificados, entre los que son de reseñar los cuadrangulares
largos (29%) y cortos (15%), piezas en gajo (17%) y triangulares (13%). Las piezas son asimétricas (54%) y simétricas en un 46%. La morfología del retoque es obviamente
denticulada y el modo se presenta bimodal con un 77% de
retoque simple y un 22% de sobreelevado. La extensión del
retoque presenta un 9,5% de parcialidad y un 38% y 44% de
entrante. El debitado dorsal mayoritario es trimodal, vinculado al centripeto (centrípeto, ortogonal y bipolar) con un
35%, seguido del preferencial con otro 35% y unipolar 30%.
Hay un 13% de piezas desbordadas (fig. III.42, núm. 9) y
sobrepasadas, sin soporte levallois y un talón multifacetado.
La incidencia de denticulados sobre núcleo o resto de talla
es del 13%. La fracturación es significativa (27%), distal
(fig. III.42, núm. 12, 17), proximal, lateral o hemilasca y
mesial. La fracturación configura una ruptura de convergencia acusada que dificulta separar muescas de denticulados en su morfología final (fig. III.42, núm. 13). Las
piezas sobre gajo (23%) son relevantes (fig. III.42, núm. 8,
13). Hay piezas múltiples de configuración particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en sus vértices y que
pueden ser definidas como un morfotipo individualizado
(fig. III.42, núm. 1). Los denticulados son de cuidada elaboración en sus frentes retocados, lo que dificulta la separación
con las raederas.
III.2.3.4. VALORACIÓN DEL NIVEL II
La sedimentación del nivel II es característica de un
ambiente húmedo con abundante materia orgánica, de alta
pedogénesis y sin apenas fracción de aportación exógena o
endógena. Al igual que el nivel anterior, su formación debió
de ser “rápida”, y a efectos de estudio, es preferible considerarlo como un conjunto deposicional unitario. La superficie máxima excavada de este nivel es de 8 m2, tan sólo el
10% del área ocupacional total máxima que debió de ser de
unos 80 m2. Consecuentemente, el nivel II plantea las
mismas dificultades de interpretación que el nivel Ib y Ic,
165
[page-n-179]
derivadas del estudio de una parte restringida de la superficie original total.
El volumen excavado es bajo (1,3 m3), en el que se han
contabilizado un total de 5.182 elementos arqueológicos, lo
que supone una media de 4.048 restos/m3, con 2.754 restos
líticos/m3 y 1.293 restos faunísticos/m3. La relación de diferencia entre ambas categorías (H/L) es de 0,5. El volumen de
materiales faunísticos y líticos es lo suficientemente amplio
de cara a una contribución cuantitativa para su estudio. Esta
distribución, tanto en la industria como en los restos óseos,
presenta una concentración en los cuadros B2, B3, D2, y F2
que resulta difícil de explicar, al encontrarse en los márgenes
del área excavada. No obstante, esta concentración se
dispone, topográficamente, bajo la protección del frente de
visera. Estos cuadros presentan un ligero buzamiento de
unos 5º-10º entre los extremos E-W, y prácticamente horizontal de N a S. La sedimentación, a diferencia de otros
niveles, es muy suelta, facilitando la dispersión vertical y
horizontal de los materiales arqueológicos.
Las diferencias de distribución entre el material faunístico y lítico son heterogéneas; de ese modo, mientras que la
mayoría de las piezas líticas se concentra en el área meridional, los restos óseos lo hacen en los cuadros septentrionales. En el proceso de excavación se han detectado hogares,
identificados gracias a algunos efectos de la combustión y a
una pequeña concentración subcircular de sedimento termoalterado en la base del cuadro B2 y sobre la superficie
brechificada del nivel III. Esta alteración térmica, que afectaba al sedimento brechificado y se extendía hacia los
cuadros adjuntos, no pudo documentarse con precisión
debido a su alteración por erosión.
En cuanto a la industria lítica, ésta se caracteriza, al
igual que en los niveles anteriores, por una dinámica coherente con un alto índice de elementos producidos frente a los
de producción, destacando, particularmente, la ausencia de
percutores. La materia prima empleada es el sílex (99%),
con un alto grado de alteración que abarca a la casi totalidad
de las piezas, de las cuales un 37% corresponden a alteraciones térmicas. Los procesos de explotación de los núcleos
no se detectan con nitidez, al estar distribuidos por los
distintos cuadros sin que se aprecie relación con la principal
agrupación de restos de talla en el extremo meridional. Las
dimensiones tipométricas son: núcleo (24,9 x 20 x 12,2
mm), resto de talla (17,1 x 15,6 x 12,5 mm), lasca (20,8 x
19,9 x 5,4 mm) y producto retocado (23,6 x 21,6 x 8,4 mm).
Esto representa una media sobre el total de 19,2 x 18,7 x 8,7
mm; así pues un conjunto industrial lítico con valores por
debajo de los 2 cm para las mediciones de longitud, anchura
y grosor. El soporte de caliza, muy frecuente en el área y de
proporciones mayores, no es utilizado como recurso en el
nivel II. Por todo ello la industria puede ser considerada de
tamaño muy pequeño y con alto grado de reutilización.
Las categorías de la estructura lítica muestran que la
práctica totalidad tiene un formato de longitud y anchura
para los núcleos de hasta 4 cm. Respecto a la fase de la
cadena operativa, los mismos están explotados o agotados
(87%), son gestionados unifacialmente (73%) y con dirección de debitado variada. Las características de las superfi-
166
cies de debitado planas-convexas y las de preparación con
planos multifacetados certifican una presencia marginal de
gestión levallois en el nivel II, preferentemente centrípeta.
En los productos configurados, las plataformas talonares son
mayoritariamente planas y lisas, aunque existen las multifacetadas. La cara dorsal muestra que el grado de corticalidad
es mayor en los productos retocados (54%) que en las lascas
(36%). La morfología de los productos configurados revela
el predominio de las formas de cuatro lados que suponen el
59% de la muestra, seguida de gajos y la triangular.
Hay una producción de lascas largas con cuatro lados y
sección triangular en los útiles más elaborados y una incidencia importante de los gajos entre los productos corticales.
La simetría de la sección transversal de los productos líticos
configurados es variada y la asimetría es predominantemente triangular, en especial en las piezas corticales (80%),
circunstancia que vincula la morfología y el orden de extracción. La sección trapezoidal (simétrica o asimétrica) se
asocia mejor con los productos retocados de 3º orden. Éstos
presentan mayoritariamente una morfología denticulada de
proporción “larga”, extensión entrante y filo retocado recto.
El frente retocado es lateral, localizado en la cara dorsal
(directo), contínuo y mayoritario completo en su extensión.
Los modos muestran un predominio de los retoques simples
(47%) y sobreelevados (42%), y por último los planos (8%).
Los diferentes útiles retocados indican que gran parte de
ellos se elaboran con retoque simple o sobreelevado, en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en los denticulados y las raederas laterales, y en cambio el sobreelevado es
mayor en las raederas dobles y en los perforadores. La longitud de la superficie retocada presenta un valor medio (20,3
mm) que se ajusta a la longitud de los soportes no transformados. Por ello se puede decir que la explotación en la
dimensión longitud es máxima y que existe una decidida
elaboración bimodal de categorías simple y sobreelevada
frente a plana o cubriente en la superficie. Así pues, no se
fabrican piezas planas, ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados (3,4 mm), con valor próximo al grosor
medio de los soportes (6 mm), certifica la búsqueda de
frentes sobreelevados.
Entre las raederas simples o laterales predominan las
convexas, mientras que las raederas dobles y las convergentes alcanzan el 6%, las raederas desviadas un 5% y un
7% las transversales. Los raspadores y los perforadores son
significativos porcentualmente, en especial los primeros, y
los buriles están ausentes. Las muescas, con baja proporción, y los útiles denticulados (25%) representan la categoría
predominante. Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor son las raederas simples y los denticulados,
aunque no pueden ser consideradas laminares. No se aprecia
una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera con los
elementos levallois que, en cambio, sí muestran una diferencia significativa en el índice de carenado (5,6), siendo las
piezas más delgadas de todas. Respecto del orden de extracción, los elementos configurados están mayoritariamente
elaborados sobre soportes de 2º y 3º orden, con la diferencia
[page-n-180]
de presentar una mayoría de soportes de 3º orden las
raederas con dos frentes. Hay un predominio de elementos
corticales entre todos los útiles.
El índice de fracturación del nivel II indica que existe un
equilibrio entre las lascas y los productos retocados. La
presencia de retoque en los considerados restos de talla
alcanza al 7%. La existencia de un 23% de productos retocados con fractura indica la alta explotación y transformación de la industria del nivel. Las categorías tipológicas con
más fracturas son los denticulados y las raederas simples.
La ubicación de las fracturas se presenta sobre todo en los
extremos distales de estos útiles, con una tendencia a suprimir el ápice como método para reconfigurarlas. Las piezas con retoque simple están algo más fracturadas que las
que tienen retoque sobreelevado.
Las categorías industriales muestran que un número
significativo de los núcleos identificados son de gestión
levallois, hecho que diverge en porcentaje del bajo número
de productos configurados levallois. Posiblemente la causa
derive de un condicionante tipométrico por el cual los
núcleos proporcionen lascas muy pequeñas que no son identificadas como levallois. Los valores industriales presentan
un debitado levallois muy débil, así como el índice laminar
y el de facetado. La industria del nivel II puede definirse, por
sus características técnicas de debitado, como no laminar, no
facetada y no levallois.
El Grupo II y los altos índices esenciales de raedera con
carácter charentiense son notorios. Las raederas laterales
presentan morfología cuadrangular, asimetría triangular,
debitado preferencial y centrípeto, y retoque simple y sobreelevado. Las raederas dobles tienen morfología cuadrangular, simetría/asimetría bimodal trapezoidal y triangular
con debitado unipolar y preferencial, y retoque sobreelevado
y simple. Las raederas desviadas presentan morfología
cuadrangular, asimetría trapezoidal con debitado unipolar y
retoque mayoritario sobreelevado. Las raederas transversales
tienen morfología, debitado y simetría variadas. El Grupo
III, formado principalmente por raspadores, presenta un
índice bajo. El índice de piezas del Grupo IV es alto; los
denticulados de formato medio presentan morfología
cuadrangular, asimetría trapezoidal y retoque simple mayoritario. Hay pocas muescas con morfología diversa, debitado
centrípeto y retoque sobreelevado mayoritario. Todo ello
lleva a considerar que el nivel II de Bolomor se encuadra
entre los conjuntos de raederas del Paleolítico medio, con
presencia alta de denticulados y débil incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior.
El espacio estudiado del nivel II muestra que los núcleos
son introducidos en el yacimiento en fases no iniciales o
avanzadas y difieren de los formatos de lascas amplias que
corresponden al principio de la cadena operativa, cuya
ausencia es notoria. Éstos son transformados en un alto grado
y reutilizados, y por ello su porcentaje identificado es bajo.
Las morfologías indican una explotación sistemática avanzada. La fragmentación y reducción de la industria es importante, con existencia significativa de productos corticales que
apunta a que determinadas cadenas operativas se han iniciado
en el yacimiento desde las primeras fases. Independientemente de que las secuencias de explotación pudiesen estar o
iniciarse en otros espacios, dentro o fuera del yacimiento,
existe una cierta relación respecto a las secuencias de configuración que será abordada en el estudio de la dinámica
industrial. Las cadenas operativas líticas se muestran siempre
incompletas o fragmentadas, hecho que puede responder a
una movilidad de objetos entre diferentes y próximos lugares
de ocupación. En el nivel II esta situación es menos relevante
que en los niveles precedentes. Sin embargo, la alta concentración de vestigios arqueológicos apunta más a una entrada
y transformación de éstos en el interior que a una “exportación”. Las secuencias de configuración manifiestan una relación preferencial de soportes de mayor formato y morfologías transformadas (raederas y denticulados). La variabilidad
morfológica de los soportes no se ajusta a morfotipos seleccionados como sucede en otros niveles.
En conclusión, el nivel II a diferencia de otros, no
presenta travertinos ni concreciones carbonatadas. La sedimentación es muy suelta, facilitando la dispersión vertical y
horizontal de los materiales arqueológicos. Es de reseñar la
abundancia de elementos quemados. La mayor presencia de
material lítico puede estar condicionada por la escasa extensión excavada y precisará ser comparada con otros sectores
del yacimiento en proceso de excavación. Las estrategias de
aprovisionamiento preferencial del sílex implican la búsqueda de materia en lugares lejanos o a media distancia, dado
que este material no se localiza con abundancia en las inmediaciones del yacimiento. Las actividades desarrolladas en
este nivel podrían corresponder a cortas ocupaciones posiblemente más recurrentes temporalmente y cuyo valor más
relevante sería su intensidad. Aunque tampoco sería de
descartar ocupaciones algo más largas y menos recurrentes
afectadas por una importante dispersión de materiales.
167
[page-n-181]
Fig. III.38. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel II.
168
[page-n-182]
Fig. III.39. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas laterales del nivel II.
169
[page-n-183]
Fig. III.40. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas diversas del nivel II.
170
[page-n-184]
Fig. III.41. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raspadores, perforadores y puntas de Tayac del nivel II.
171
[page-n-185]
Fig. III.42. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel II.
172
[page-n-186]
III.2.4. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO III
El estrato III es una unidad geológica toda brechificada
en capa única con potencia media de 15-20 cm, excavada
mediante amplio troceado que se trasladó al laboratorio para
la extracción mecánica con cincel del material englobado.
Este nivel sedimentológico se halla muy bien individualizado, con formaciones estalagmíticas y travertinos en su
interior. La excavación se realizó en el año 1993 y como
otros niveles de idéntica formación geológica –edificios
travertínicos y pavimentos estalagmíticos– presenta escasos
materiales arqueológicos en sedimentos que guardan más
relación con el nivel IV que no con el II.
en el yacimiento. Sin embargo la existencia de un porcentaje
cercano al 13% de restos de talla puede enmascarar la
proporción real de núcleos. Igualmente se aprecia la ya
reiterada ausencia de percutores. Entre los elementos produ-
III.2.4.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL III
Arqueológicamente, la extensión excavada se individualiza en una unidad vinculada a sus correspondientes cuadros
(fig. III.43, III.44, III.45, III.46 y III.47):
- Unidad arqueológica 1: cuadros B2, B3, B4, D2, D3,
D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4 (15 m2).
III.2.4.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL III
La distribución de los materiales arqueológicos en los
distintos cuadros no ha podido ser individualizada en el
grado deseado para perfilar la ubicación de los mismos; la
brechificación hace muy desigual la coherente recuperación
de estos materiales (cuadro III.110).
Fig. III.44. Corte frontal occidental del nivel III. Sector occidental.
III.2.4.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
III.2.4.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
Fig. III.45. Corte sagital meridional del nivel III. Sector occidental.
Fig. III.43. Planta del yacimiento con situación de la excavación del
nivel III.
Fig. III.46. Superficie brechificada del nivel III.
Sector occidental.
173
[page-n-187]
III.2.4.2.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada se reduce a tres categorías:
sílex, caliza micrítica y cuarcita. A efectos arqueológicos
sólo el sílex tiene relevancia presentando en el nivel III un
porcentaje medio superior al 98% y siendo la roca de elección y utilización (cuadro III.112).
Materia Prima
Sílex
Caliza
Cuarcita
Total
Percutor
-
-
-
-
Canto
1
1
-
2
Núcleo
-
436
132 (97,7)
3
-
135
93 (95,8)
4
-
97
101 (98,1)
1
1
103
Total
135
1
860 (98,5)
12 (1,37)
1 (0,1)
873
821
Hueso (núm)
435 (99,7)
514
NRH m3
85
P. retocado
873
15
-
1,7
Lítica (núm)
-
2
Lascas
NRL m3
-
83 (97,6)
P. lasca
Vol. m3
15 (100)
Resto talla
Debris
Fig. III.47. Superficie excavada con el corte sagital septentrional.
Sector occidental.
NR
m3
Cuadro III.112. Materias primas y categorías líticas del nivel III.
1335
Lítica peso gr.
2014
Lítica grs/m3
1184
H/L
1,6
Cuadro III.110. Materiales líticos y óseos por metro cúbico, peso e
índice de relación del nivel III. NRL: número de restos líticos.
NRH: número de restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
cidos es lógica la primacía de los pequeños productos frente
a los configurados, y entre éstos el alto valor de los no retocados apunta a una actividad no exhaustiva de transformación. Los índices de producción (58,2), configuración (0,3)
y transformación (1,26) indican un porcentaje de material
no configurado, en especial los pequeños restos, no muy
elevado, posiblemente influido por la fuerte brechificación
que resta posibilidades de recuperación de la totalidad del
material arqueológico (cuadro III.111).
Nivel III
Percutor
Número
-
Canto
Núcleo
III.2.4.2.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 24,5 x 24,3 x 14,5
mm, con valor central (mediana) de 23 x 23,5 x 15,5 mm.
Los valores modales son poco significativos debido a lo
reducido de la muestra. El rango o recorrido entre valores es
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes
grados de intensidad en la alteración del sílex concentran en
“la pátina” el 71% de los valores, con casi nula presencia de
piezas frescas o muy alteradas (3%). En las piezas calcáreas
su alteración característica, la decalcificación, está presente,
cuya causa debemos atribuir, entre otras, al medio sedimentario húmedo del depósito. La termoalteración en las piezas
representa un 24%. Por todo ello la alteración de la unidad
III es muy alta y representa la práctica totalidad del conjunto
estudiado (98,2%) circunstancia que condiciona el análisis
traceológico (cuadro III.113).
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Total
Pr. retocado
2
15
85
436
135
97
103
(11,7)
(88,2)
(12,9)
(66,4)
(20,5)
(48,5)
(51,5)
873
%
17 (1,9)
656 (75,1)
Cuadro III.111. Categorías estructurales líticas del nivel III.
174
200 (22,9)
873
[page-n-188]
Fresco Semip. Pátina Desilif. Decal. Termoalt. Total
Sílex
-
2
623
26
-
209
860
Caliza
6
-
-
-
6
-
12
Cuarcita
1
-
-
-
-
-
1
6 (0,6)
209 (23,9)
873
dice de carenado y peso, indican una asimetría positiva con
mayor concentración de valores a la derecha de la media
(cuadro III.115).
Total
623
7 (0,8) 2 (0,2)
26 (2,9)
(71,3)
Resto Talla
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
menor para la longitud que para la anchura. La desviación
típica vuelve a mostrar la uniformidad de la longitud
respecto a una mayor variabilidad en la anchura. El coeficiente de dispersión acusa la variación de la anchura. La
forma de la distribución respecto a su apuntamiento
(curtosis) es claramente platicúrtica o achatada para la longitud, anchura y grosor, por los valores negativos. El grado
de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha, de
todas las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor,
índices de alargamiento y carenado y el peso, muestra una
asimetría positiva con mayor concentración de valores a la
derecha de la media, a excepción del grosor, con valores a
izquierda (cuadro III.114).
Núcleo
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
24,5
24,3
14,5
1,1
1,7
10,4
Mediana
23
23,5
15,5
1,03
1,7
10,1
Moda
22
19
11
-
2,2
-
Mínimo
18
12
9
0,5
1,13
3,17
Máximo
33
36
19
2,07
3
20,31
Rango
15
24
10
1,57
1,87
17,14
Desviación típica
4,52
7,36
3,22
0,46
0,51
4,58
Cf. V. Pearson
18%
30%
22%
41%
29%
44%
Curtosis
-1,03
-0,95
-1,38
-0,48
0,57
0,34
Cf. A. Fisher
0,44
0,18
-0,26
0,68
0,83
0,54
Válidos
15
15
15
15
15
19,7
17,5
10,3
1,16
2,02
5,12
Mediana
20
20
10
1
2
4,8
Moda
Cuadro III.113. Alteración de la materia prima lítica del nivel III.
20
20
10
1
2
4,8
Mínimo
10
5
2
0,8
1
0,11
Máximo
58
35
28
3,7
8
58,5
Rango
48
30
26
2,9
7
58,3
Desviación típica
6,45
4,41
3,45
0,42
3,6
7,6
Cf. V Pearson
33%
25%
33%
36%
200%
148%
Curtosis
14,3
2,8
9,3
16,4
22,5
47,1
Cf. A Fisher
3,01
0,28
2,33
3,62
4,2
6,61
Válidos
85
85
85
85
85
85
Cuadro III.115. Análisis tipométrico de los restos de talla
del nivel III.
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 22,2 x 21,5 x 6,6 mm, con valor
central (mediana) de 21 x 20 x 6 mm. Los valores modales
son semejantes y por tanto es casi una distribución simétrica
donde coincidirían media, mediana y moda. El coeficiente
de dispersión es bastante homogéneo para las tres categorías.
La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente leptocúrtica o puntiaguda en las tres
categorías. El grado de asimetría de la distribución indica
que todas las categorías muestran una concentración a la
derecha, asimetría menor en la anchura, que está próxima al
eje. El peso muestra una gran dispersión o variación que
supera el 100 porcentual, aunque ello no impide una concentración de valores en asimetría positiva (cuadro III.116).
15
Cuadro III.114. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel III.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Los restos de talla identificados presentan como
medidas de tendencia central una media aritmética de 19,7 x
17,5 x 10,3 mm, con valor central (mediana) de 20 x 20 x 10
mm. El rango o recorrido entre valores es amplio en las tres
dimensiones longitud, anchura y grosor, aunque mayor en la
longitud. El coeficiente de dispersión acusa una cierta
homogeneidad de las tres categorías, con ligera mayor variabilidad de la longitud. La forma de la distribución respecto a
su apuntamiento (curtosis) es más leptocúrtica o puntiaguda
en la longitud. El grado de asimetría de la distribución, a
izquierda o derecha respecto de su media, indica que todas
las categorías muestran una concentración a la derecha,
destacando nuevamente la longitud. Las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor, índice de alargamiento, ín-
Gr.
IA
IC
Peso
Media
Lasca
Long. Anch.
22,2
21,5
6,6
1,1
3,9
4,5
Mediana
21
20
6
1
3,6
6,8
Moda
20
20
5
1
2
4,8
Mínimo
12
8
2
0,4
1,6
0,7
Máximo
59
45
23
3,2
12,8
54,2
Rango
47
37
21
2,8
11,5
53,5
Desviación típica
7,2
6,1
3,1
0,4
2,1
6,9
Cf. V Pearson
.
32%
28%
47%
42%
55%
154%
Curtosis
8,3
2,5
7,5
4,8
3,7
37,1
Cf. A. Fisher
2,3
0,9
1,9
1,8
1,6
5,8
Válidos
97
97
97
97
97
97
Cuadro III.116. Análisis tipométrico de las lascas del nivel III.
175
[page-n-189]
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 25,6 x 22,7 x 9,7
mm, con valor central (mediana) de 25 x 21 x 10 mm. Los
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la anchura. La desviación típica muestra
una uniformidad entre las tres categorías. El coeficiente de
dispersión acusa la variabilidad del grosor. La forma de la
distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o puntiaguda en la anchura y achatada en
la longitud y el grosor. El grado de asimetría de la distribución indica que todas las categorías muestran una concentración a la derecha y próximas al eje de simetría (cuadro
III.117).
Pr. Retocado
Long. Anch.
sentan unas dimensiones inferiores a 4 cm, con los valores
más altos inferiores a 3 cm, que representan una media de
casi el 73%.
La morfología de los elementos producidos muestra una
exclusividad de formas con cuatro lados, con mayoría de
lascas largas (83%) que cortas. Curiosa es la ausencia de
formas con tres lados o triangulares; ello indica la ausencia
de productos apuntados como soporte a transformar. Respecto de la fase de explotación de los núcleos, más del 72%
están explotados o agotados, circunstancia que indica la
fuerte presión ejercida en la producción lítica, aumentada
posteriormente por su transformación mediante retoque. El
valor más repetido es el explotado, que supera el 60%
(cuadro III.118).
Gr.
IA
IC
Peso
Longitud
30-39
Testado
-
≤20-29
Total
-
-
Media
25,6
22,7
9,7
1,3
3,04
7,2
Mediana
25
21
10
1,1
2,7
5,7
Inicial
2
1
3
-
7
7
Moda
20
25
10
1
3
4,8
Explotado
Mínimo
12
8
3
0,35
1
0,5
Agotado
-
1
1
Máximo
44
62
20
14,5
7,7
26,1
Total
2 (18,2%)
9 (82,8%)
11
Rango
32
54
17
14,1
7,4
25,6
Anchura
30-39
≤20-29
Total
Desviación típica
6,6
8,1
3,8
1,3
1,3
5,03
Testado
-
-
-
Cf. V.Pearson
26%
36%
39%
103%
51%
69%
Inicial
-
3
3
Curtosis
-03
6,1
-04
85,9
1,8
1,7
Explotado
3
4
7
Cf. A. Fisher
0,3
1,6
0,4
8,9
1,2
1,2
Agotado
-
1
1
Válidos
103
103
103
103
103
103
Total
3 (27,3%)
8 (72,7%)
11
Cuadro III.117. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel III.
Cuadro III.118. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel III.
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos totales del nivel III son valores generales aproximativos de un conjunto sólo parcialmente comparable por su
distinta ubicación en la cadena operativa. A efectos de
evaluar la dimensión tipométrica se aprecia que los datos de
tendencia central se sitúan ligeramente sobre los 2 cm en sus
categorías de longitud y anchura, categorías que muestran
una gran homogeneidad en todos los muestreos estadísticos.
El grosor es el valor que difiere de los anteriores pero no
excesivamente. La variación de la dispersión es patente en
esta categoría y en sus correspondientes índices de carenado.
El peso, como en otros niveles, es la categoría de más alta
dispersión. La asimetría de la distribución de todas las categorías siempre se concentra a derecha, con gran semejanza
entre sus valores.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos indica un predominio de la utilización de una superficie o cara (unifacial) en un 63%, frente a un 27% de los
bifaciales. La dirección del debitado en la superficie correspondiente muestra mayoritariamente (54%) la obtención de
una amplia lasca (preferencial). La dirección de las superficies de preparación confirma la dominancia de valores
centrípetos. Las distintas modalidades y sus características
de gestión respecto de la cadena operativa ofrecen un claro
predominio de los unifaciales y una buena presencia de los
bifaciales, con escasa incidencia de otras categorías. Los
planos de percusión observados en los núcleos son un número reducido, con lisos mayoritarios seguidos de diedros y
facetados, éstos últimos vinculados sin duda a elementos
levallois que corresponden a fases operativas avanzadas:
núcleos explotados y agotados (cuadro III.119).
III.2.4.2.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
III.2.4.2.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos indican
que todos los elementos producidos y configurados pre-
176
El orden extracción
El orden de extracción de los productos configurados
muestra la lógica proporción y presencia ascendente de ele-
[page-n-190]
Fases
Explotación
productos retocados es relevante y ajustada a la búsqueda de
la mayor tipometría. Las superficies suprimidas (11,6%)
corresponden a piezas transformadas mediante el retoque y
por tanto a ese proceso se debe la especificidad de eliminar
el talón (cuadro III.121).
Los talones más amplios se correlacionan con las fases
más avanzadas del proceso de explotación y transformación.
Se observan ligeras diferencias en los valores estadísticos
entre productos no retocados y retocados; éstos últimos presentan talones más amplios, aunque condicionados por lo
reducido de la muestra (cuadro III.122).
Testado Inicial Explotado Agotado
Total
<25% 25-50% 51-75% >75%
Unifacial/Unipolar
-
1
1
-
2
Unifacial/Preferencial
-
-
3
-
3
Unifacial/Centrípeto
-
-
2
-
2
UNIFACIALES
-
1
6
-
7 (63,6)
Bifacial/Preferencial
-
1
-
1
2
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
BIFACIALES
-
1
1
1
3 (27,3)
MULTIFACIALES
-
1
-
-
1 (9,1)
Total
3
8
11
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Cuadro III.119. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel III.
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
-
Lasca 2º O
9,5
2,7
38,8
1,6
1,1
105
20
Lasca 3º O
12,5
4
55,7
1,6
0,8
108
39
mentos en su orden de extracción. Una característica a
señalar es la mayor elección de soportes amplios para su
transformación en retocados. Hay mayor proporción de lascas retocadas de 2º orden que no retocadas, circunstancia
que se invierte en las piezas de 3º orden o ausentes de córtex
(cuadro III.120).
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
-
Pr. ret. 2º O
16,7
5,5
115,8
0,8
0,6
109
13
Pr. ret. 3º O
13,5
5,2
80,5
0,8
0,5
103
16
Orden
Extracción
1º Orden
2º Orden
3º Orden
Total
Lasca
2
33
61
96
Pr. retocado
6
47
50
103
Total
8 (4)
80 (40,2)
101 (50,7)
Cuadro III.122. Tipometría del talón en los productos configurados
del nivel III. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
199
La corticalidad
La corticalidad muestra una mayor presencia en los
productos retocados (59%) frente a los no retocados (37%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría ya comentada. Esta corticalidad para los elementos producidos presenta
una proporción pequeña (0-25% de córtex con un 66%),
mayoritaria en todas las piezas. Respecto de su ubicación el
70% de los productos presentan córtex en un lado y en torno
al 23% las piezas que lo tienen en dos lados (cuadro III.123).
Los formatos de longitud y anchura respecto del orden
de extracción muestran que la mayor longitud, entre 2-3 cm
(50%), se obtiene principalmente a partir de piezas con
córtex inferior al 50%, circunstancia que se repite para la
anchura. A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las categoría con menos y más del 50% de córtex (cuadro III.124).
Cuadro III.120. Orden de extracción de los productos configurados
del nivel III.
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las plataformas preparadas planas y lisas con un 55% de valores, a
mucha distancia de las corticales con un 21%. La mayor
elaboración de los productos configurados de 3º orden se
traduce en una mayor complejidad en los talones de los productos retocados. La corticalidad en los talones de los
Superficie
Cortical
Plana
Facetada
Ausente
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetada
Fracturada
Suprimida
Total
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
Lasca 2º O
14
15
4
1
0
0
0
34
Lasca 3º O
0
29
6
4
0
0
2
39
Pr. ret. 1º O
-
2
-
-
-
-
-
2
Pr. ret. 2º O
17
9
2
0
0
4
8
40
Pr. ret. 3º O
0
31
Total
31 (21,2)
12
2
2
3
5
7
67 (45,8)
14 (9,5)
7 (4,8)
3 (2)
9 (6,1)
17 (11,6)
81 (55,4)
10 (6,8)
26 (17,8)
146
Cuadro III.121. Preparación de la superficie talonar en los productos configurados del nivel III.
177
[page-n-191]
Grado
Corticalidad
0
61
Ca
-
Cu
Lasca
S
-
1
2
3
4
Total
0
28 (80) 5 (14,3)
2 (5,7)
35
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
0
53
30
12 (22,6) 11 (20,7)
(56,6)
50
Ca
-
-
-
-
-
-
Cu
-
-
-
-
-
-
111
P. retocado
S
58
(65,9)
Total
17
11 (12,5) 2 (2,3)
(19,3)
88
Cuadro III.123. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad
en los productos configurados del nivel III.
S: Sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Longitud
>39
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad <50% - >50 <50%->50% <50%->50% <50%->50%
Lasca 1º O
0-1
-
-
-
1
Pr. ret. 1º O
-
0-1
0-1
-
2
Lasca 2º O
0-0
3-0
19 - 1
11 - 0
34
Pr. ret. 2º O
1-0
11 - 5
21 - 6
9-0
53
Total
1-1
14 - 6
40 - 8
19 - 0
90
Total
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Corticalidad
<50->50
<50 - >50
<50 - >50
<50 - >50
Lasca 1º O
0-1
-
-
-
Pr. ret. 1º O
0-0
-
0-1
0-1
2
Lasca 2º O
0-0
5-0
20 - 0
9-1
35
Pr. ret. 2º O
2-0
5-3
21 - 3
16 - 3
2-1
10 - 3
41 - 4
25 - 5
90
La cara ventral
La cara ventral muestra que los bulbos están presentes
con nitidez, causa motivada por el tipo de percusión utilizada que ha generado su buena definición. Aquellos que
resaltan de forma más prominente representan un 12% y los
suprimidos un 15%, posiblemente por su prominencia.
Respecto del orden de extracción se aprecia una mayor
presencia de bulbos marcados en los productos retocados
que en las lascas, ello posiblemente se vincula a una mayor
tipometría de los primeros productos. También es significativa e importante la categoría de bulbo suprimido entre los
productos retocados, indicador de la transformación más
avanzada y equilibrada hacia el uso (cuadro III.125).
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos con un 82%,
frente a los simétricos con un 18%. La principal categoría
simétrica es la triangular, muy próxima de la trapezoidal. La
categoría asimétrica predominante es también la triangular,
pero en mayor proporción; esta circunstancia es debida a la
alta presencia de los gajos. Respecto del eje de debitado, la
total simetría (90º) se da en el 80% de las piezas y en especial entre las de 2º orden retocadas (cuadros III.126 y
III.127).
52
Total
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, mayoritariamente entre 1 y 2 (50%). Destaca la particularidad de los
productos retocados de 2º orden, que muestran un mayor
número de aristas. Sin embargo, en todas las categorías
existe un predomino de pocos levantamientos por superficie,
hecho que se explicaría por la búsqueda de la máxima tipometría posible.
1
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Total
Presente
87 (72,5)
-
-
87
Marcado
15 (12,5)
-
-
15
Suprimido
18 (15)
-
-
18
Total
Cuadro III.124. Grado de corticalidad de los formatos longitud y
anchura en los productos configurados del nivel III.
120
-
-
120
Cuadro III.125. Características del bulbo según la materia prima
del nivel III.
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección Transversal
Triangular
Lasca 2º O
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
-
-
-
12 (85,71)
2 (14,28)
-
14
Lasca 3º O
3 (15)
3 (15)
-
7 (35)
6 (30)
1 (5)
20
Pr. ret. 2º O
3 (6,66)
2 (4,44)
1 (2,22)
23 (51,11)
6 (13,33)
10 (22,22)
45
Pr. ret. 3º O
3 (14,28)
2 (9,52)
2 (9,52)
8 (38,1)
5 (23,8)
1 (4,76)
21
7 (7)
3 (3)
50 (50)
19 (19)
12 (12)
9 (9)
Total
19 (19%)
82 (82%)
Cuadro III.126. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel III.
178
100
100%
[page-n-192]
Grados
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Proporción
Corto
Medio
Largo
Lam.
Total
Lasca 2º O
2
25
4
31
1º O
-
-
-
-
-
Lasca 3º O
7
29
5
41
2º O
29 (65,9)
11 (25)
4 (9,1)
-
44
Pr. ret. 2º O
3
36
1
40
3º O
22 (62,8)
11 (31,4)
2 (5,7)
-
35
Pr. ret. 3º O
2
18
3
23
Total
51 (64,5)
22 (27,8)
6 (7,6)
-
79
Total
14 (10,4)
108 (80)
13 (9,6)
135
Cuadro III.128. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel III.
Cuadro III.127. Ángulo del eje de debitado del nivel III.
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 51% de la muestra, seguida de los gajos (25,2%) y de la triangular con un
10%. Respecto del orden de extracción se observa el predominio de las cuadrangulares largas en todas las fases de la
cadena operativa. Hay pues una elección de lascas largas con
cuatro lados y sección asimétrica triangular en los elementos
configurados y especialmente en los retocados. La morfología técnica que informa de la presencia de productos
desbordados y sobrepasados indica que los primeros representan el 26% y los segundos el 7%. La mayor incidencia se
da en las lascas de 3º orden.
Extensión
M.
Marginal Entrante Profundo M. Prof.
Marginal
1º O
-
-
-
6 (12)
14 (28)
17 (34)
12 (28,5) 2 (4,7)
21 (50)
18 (19,5) 16 (13,4) 38 (41,3) 12 (13,1)
2º O
3º O
Total
34 (36,9)
-
38 (41,3)
Total
-
-
7 (14)
6 (12)
50
5 (11,9)
2 (4,7)
42
8 (8,7)
92
20 (21,7)
Cuadro III.129. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel III.
III.2.4.2.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque, como asociación de levantamientos, muestra
que el 62% de estas formas son denticuladas, seguidas de las
escamosas con un 29%; el resto es marginal. La proporción
de las dimensiones aisladas de estos elementos muestra que
la categoría “corto” (más ancho que largo) representa el
64%, el medio un 27,8%, y más largo que ancho un 7,6%,
con ausencia del laminar. La extensión del retoque afecta
modificando las piezas mediante las categorías entrante
(41%) y profundo (21%), mientras que es marginal sin
apenas modificación en un 37%. Esta circunstancia indica la
alta transformación lítica en el nivel, ya detectada por otros
valores (cuadros III.128 y III.129).
El filo retocado
La delineación del filo es en un 55% recto, cóncavo en un
31% y convexo en el 12%. Los valores tipométricos bajos
favorecen los filos rectos que precisan menos extensión para
su elaboración. Filos convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y
presencia de filos cóncavos. Respecto de la ubicación de los
filos, éstos tienen porcentaje mayor en los lados izquierdos
que en los derechos (51% y 32%), donde vuelven a ser los
rectos los mayoritarios, con independencia de su situación.
Únicamente es reseñable que los filos transversales del lado
distal presentan una incidencia alta de cóncavos (53%), hecho
que apunta a que este tipo de piezas están agotadas en mayor
proporción que las laterales (cuadro III.130).
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno al 51%
y 32% en los lados izquierdo y derecho y en un 16% en el
Delineación
Recto
Cónc.
Conv.
Cc-Cv.
Sin.
Total
1º O
-
-
-
-
-
-
1 (1,8)
55
30 (54,5)
-
50
28 (56)
105
58 (55,2)
2º O
3º O
Total
30 (54,5) 15 (27,2) 9 (16,3)
28 (56)
18 (36)
4 (8)
58 (55,2) 33 (31,4) 13 (12,3) 1 (0,9)
Cuadro III.130. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel III.
lado distal. La localización respecto de la cara dorsal es
mayoritaria, con un 92% en la categoría directo y un 8%
inverso. Respecto de la repartición del mismo, es exclusivo
continuo en su elaboración (100%). La extensión de las
áreas de afectación del retoque muestra que éste es completo
(proximal, mesial y distal) en el 77% de las piezas y parcial
en el 22%. Esta parcialidad afecta preferentemente a la
mitad distal en un 78% y a la mesial en un 26%. Circunstancia relacionada con la búsqueda de un apuntamiento más
o menos aguzado que marcarían las piezas sólo distales
(47%) (cuadros III.131 y III.132).
Los modos de superficies retocadas
Los modos o tipos de superficies retocadas presentan un
predominio de las sobreelevadas (54,5%) y las simples con
el 44,5%, el resto marginales (cuadro III.133).
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, muestran que la mayoría de
ellos se elaboran con retoque sobreelevado y simple en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado sólo en los
denticulados. El retoque plano únicamente está presente en
las raederas dobles (cuadro III.134).
179
[page-n-193]
Posición
Localización
Lat. izquierdo Lat. derecho
1º O
-
Transv.
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
-
-
-
-
-
-
-
-
2º O
31
15
9
43 (95,5)
1
-
-
1
45
3º O
23
19
8
26 (83,8)
5
-
-
-
31
Total
54 (51,4)
34 (32,3)
17 (16,2)
69 (90,7)
6 (7,8)
-
-
1 (1,3)
76
Cuadro III.131. Posición y localización del retoque según el orden de extracción del nivel III.
Repart. Continuo Discont.
Parcial
Completo
P
PM
M
MD
D
T
1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2º O
56
-
-
1
2
2
6
1
47
3º O
47
-
1
-
4
4
5
-
33
Total
107
-
1
1
6
6
11
1
80
(100)
-
4 (8,7)
Total
107
12
(26,1)
36 (78,2)
80
(60,6)
52 (39,3)
Cuadro III.132. Repartición del retoque según el orden de extracción
del nivel III. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Categorías
Total
Simple
49 (44,5)
Plano
1 (0,9)
Sobrelevado
60 (54,5)
Escaleriforme
-
Total
110
Cuadro III.133. Modos del retoque del nivel III.
Lista Tipológica
Sobreelev. Simple
4. Punta levallois retocada
-
6/7. Punta musteriense
-
9/11. Raedera lateral
12/20. Raedera doble
-
-
16 (59,2) 11 (42,3)
6 (75)
Plano Escaler. Total
-
-
-
-
-
-
27
1 (12,5) 1 (12,5)
21.- Raedera desviada
7 (58,3) 5 (41,6)
-
22/24. Raedera transversal
4 (66,6) 2 (33,4)
-
-
8
-
12
-
-
La dimensión y el grado de transformación
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
retocados respecto del orden de extracción indican que la
longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde
tipometría, pasando de valores medios de 23 a 18 mm para
la longitud y de 3 a 2,6 mm para la anchura. La altura del
retoque, que implica mayoritariamente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los productos de 2º orden,
circunstancia que se concreta con el correspondiente y bajo
índice IF. La superficie retocada indica que ésta es menor en
las piezas de 3º orden y muy destacable en las de 2º orden.
La relación existente entre las posibilidades de extensión del
retoque y la dimensión elaborada apunta a que conforme
avanza la elaboración del retoque, éste se centra más en entrar en la pieza que en alcanzar su máxima longitud, que se
produce en los productos de 2º orden. Las posibilidades de
transformación de los soportes mediante el retoque indican
que son los de 2º orden los que tienen una mayor posibilidad
dimensional (cuadro III.135).
Los índices del grado de retoque señalan que éstos son
ligeramente superiores al nivel II y por tanto es un conjunto
más retocado. La longitud de la superficie retocada del nivel
III presenta un valor medio de 21,5 mm, que se ajusta a la
longitud de los soportes no transformados y por tanto, la
explotación es máxima en la dimensión longitud. La anchura
retocada, con valor medio de 2,9 mm, representa el 14% de
la anchura media de los soportes, circunstancia que señala
una decidida elaboración de categorías sobreelevadas frente
a planas o cubrientes en la superficie. Es decir, no se
fabrican piezas planas ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados con valor de 4,5 mm está próxima al grosor
medio de los soportes, que es de 6,8 mm y por tanto representa el 66% de esa dimensión. Ello certifica la búsqueda de
6
25. Raed. sobre cara plana
-
1
-
-
1
27. Raedera dorso adelg.
-
1
-
-
1
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
29. Raedera alterna
-
-
-
-
-
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
-
30/31. Raspador
1
2
-
-
3
Pr. ret. 2º O
23,1
3,1
4,8
0,27 72,8
0,41
606
15,2
53
34/35. Perforador
3 (75)
1 (25)
-
-
4
Pr. ret. 3º O
18
2,65 3,74 0,90 52,7
0,44
592
9,3
150
2
-
-
-
2
-
-
24
-
-
5
42/54. Muesca
43. Útil denticulado
45/50. Lasca con retoque
10 (41,6) 14 (58,3)
-
5
Cuadro III.134. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel III.
180
Cuadro III.135. Grado del retoque y orden de extracción del nivel III.
LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado.
HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente
retocado. SR: superficie de los frentes retocados en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
[page-n-194]
frentes simples y sobreelevados. Las superficies retocadas
son muy similares en ambos lados, corroborado por el índice
(F/R), aunque ligeramente mayor en el izquierdo. La transformación mediante el retoque, principalmente en altura,
como se ha comentado, sólo afecta a un 14% de la proyección de la masa lítica en planta. Ello apunta a un alto interés
en economizar materia prima mediante una máxima explotación volumétrica (cuadro III.136).
III.2.4.2.7. LA TIPOLOGÍA
Entre los útiles mayoritarios las raederas simples
presentan una idéntica proporción de convexas y rectas y
porcentualmente un 30% del total. Las raederas dobles,
unidas a las convergentes, alcanzan un 4,4% con filos dobles, a los que tal vez habría que añadir el 7,8% de raederas
desviadas. Las transversales alcanzan el 6,7% y el resto de
raederas tienen valores marginales. Los raspadores y perforadores son poco significativos y ausentes los buriles. Las
muescas están poco presentes con un 2,2%, y los útiles
denticulados representan la categoría dominante con casi un
27% (cuadro III.137).
Grado
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los denticulados y raederas simples, los primeros
cercanos al 2 laminar. No se aprecia una tendencia a elaborar
piezas largas, salvo tal vez, los denticulados, que en cambio
no muestran una diferencia significativa en el índice de carenado, aunque son las piezas de menor peso. Respecto del
orden de extracción, están mayoritariamente elaboradas
sobre soportes de 2º orden, circunstancia generalizada en
todas las categorías (cuadro III.138).
Los índices y grupos industriales
Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois, de 4,4, lejos de la línea de corte establecida en 13
para que poder ser considerado de muy débil debitado levallois. El índice laminar, de 4,5, se sitúa en la consideración
de débil. El índice de facetado, de 8,2, también está por
debajo del 10 estimado para definir la industria como facetada. Las agrupaciones de categorías industriales indican
que el índice levallois tipológico, de 2,2, está muy distante
del 30 considerado para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II (52,8) y los índices esenciales de raedera,
con valor de 55,3, determinan su incidencia alta al superar el
Total
LFi
20,6
LFd
20,6
LFt
25,7
LF
21,5
AFi
2,9
Lista Tipológica
AFd
2,8
AFt
3,5
AF
2,9
HFi
4,7
HFd
4,3
HFt
4,3
HF
4,5
IF
0,86
SRi
66
SRd
56,9
SRtr
95,1
SR
88,42
F/Ri
1,53
F/Rd
1,41
F/Rtr
1,22
F/R
1,41
SP
599
IT
10,4%
2. Lasca levallois atípica
2 (2,2)
9. Raedera simple recta
14 (15,7)
10. Raedera simple convexa
13 (14,6)
11. Raedera simple cóncava
1 (1,1)
15. Raedera doble biconvexa
1 (1,1)
19. Raedera convergente convexa
3 (3,3)
21. Raedera desviada
7 (7,8)
22. Raedera transversal recta
1 (1,1)
23. Raedera transversal convexa
4 (4,4)
24. Raedera transversal. cóncava
1 (1,1)
25. Raedera cara plana
1 (1,1)
27. Raedera dorso adelgazado
1 (1,1)
31. Raspador atípico
1 (1,1)
34. Perforador típico
3 (3,3)
35. Perforador atípico
1 (1,1)
42. Muesca
2 (2,2)
43. Útil denticulado
24 (26,9)
44. Becs
1 (1,1)
45/50. Lasca con retoque
5 (5,6)
61. Canto bifacial
1 (1,1)
62. Diverso
2 (2,2)
Total
Cuadro III.136. Grado del retoque del nivel III.
Valores de media aritmética.
Total
89 (100)
Cuadro III.137. Lista tipológica del nivel III.
181
[page-n-195]
Nº
IA
IC
Peso
1º O
2º O
3º O
Lasca levallois
2
-
-
-
0
1
1
Punta pseudol.
-
-
-
-
-
-
-
Raedera simple
28
1,27
3,25
8,06
4
13
11
Raedera transv.
6
0,69
3,79
7,93
1
3
2
Raed dos frentes
11
1,08
3,18
8,71
-
4
7
Raedera inversa
1
-
-
-
-
1
-
Raspador
1
-
-
-
-
-
1
Perforador
14
0,91
3,01
6,92
-
2
2
Cuch. dorso natural
-
-
-
-
-
-
-
Muesca
2
-
-
-
1
-
1
Denticulado
24
1,86
3,36
5,81
1
14
9
Cuadro III.138. Índices tipométricos y orden de extracción
del nivel III.
50. El particular índice charentiense de 22, permite considerar este conjunto como charentiense. El Grupo III,
formado por perforadores y raspadores, presenta un índice
esencial de 5,8, definido como débil. Por último el Grupo IV,
con un índice de casi 27, se define como alto y cerca del
límite 25 considerado para éste, que alcanzaría el 30% si
añadimos las muescas. Por tanto y en resumen, el nivel III de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de raederas del Paleolítico medio, con presencia
alta de denticulados y débil incidencia de útiles del grupo
Paleolítico superior (cuadro III.139).
III.2.4.2.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación indica que éste es mayor entre
los productos retocados (28,2%) que entre las lascas
(25,7%), y especialmente entre las de 3º orden (39%). La
incidencia de la fracturación respecto de los restos de talla
y núcleos no es clara como ya se ha comentado. La
presencia de retoque en los restos de talla no es significativa (3,4%). Complejo vuelve a ser diferenciar si los restos
de talla corresponden a fragmentos informes del proceso de
talla o a fragmentos por transformación exhaustiva de productos configurados. La industria de este nivel presenta una
fracturación total del 27%, y entre los pro-ductos retocados
un 28%; nuevamente se aprecia una alta explotación y
transformación de los elementos líticos (cuadro III.140 y
III.141).
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son las
raederas transversales (50%) y desviadas (43%), y las de
menor los denticulados con un 9,5%. No hay ninguna categoría significativa de estar poco o nada fracturada si exceptuamos los denticulados. El grado de fractura es predominantemente pequeño, aunque hay que tener presente la difi-
Índice
Fracturación
Entera
Fracturada
Total
Índice
Núcleo
11
4
15
26,6%
-
-
-
33
3
36
8,3%
39
22
61
36,1%
No retocado
72
25
97
25,7%
Pr. ret 1º O
I. Levallois (IL)
-
Lasca 2º O
Lasca 3º O
Índices Industriales
Lasca 1º O
2
-
2
-
53
18,8%
Real
Esencial
Pr. ret. 2º O
43
10
4,49
-
Pr. ret. 3º O
29
19
48
39,6%
Retocado
74
29
103
28,2%
Total
157
58
215
27,4%
I. Laminar (ILam)
4,5
-
I. Facetado amplio (IF)
8,19
-
I. Facetado estricto (IFs)
2,45
-
I. Levallois tipológico (ILty)
2,25
2,33
I. Raederas (IR)
52,8
55,3
-
-
Cuadro III.140. Fracturación de las categorías líticas según orden de
extracción del nivel III.
Grado Fracturación
0-25%
26-50%
50-75%
Total
Raedera simple
I. Achelense unifacial (IAu)
4 (57,1)
2 (28,6)
1 (14,3)
7 (27%)
Raedera doble
1
-
-
1 (25%)
I. Retoque Quina (IQ)
0
0
I. Charentiense (ICh)
21,35
22,1
Raedera transversal
2
1
-
3 (50%)
Grupo I (Levallois)
2,25
2,33
Raedera desviada
3
-
-
3 (42,8%)
Grupo II (Musteriense)
52,8
55,29
Perforador
1
-
-
1 (25%)
Grupo III (Paleolítico superior)
5,61
5,88
Grupo IV (Denticulado)
26,96
28,23
Grupo IV+Muescas
29,21
30,58
Cuadro III.139. Índices y grupos industriales líticos del nivel III.
182
Denticulado
1
1
-
2 (9,5%)
Indeterminado
1
-
7
8
Total
13 (52%)
4 (16%)
8 (32%)
25
Cuadro III.141. Grado de fracturación de los productos retocados
del nivel III.
[page-n-196]
cultad de identificación cuanto mayor es la fracturación y
casi un 30% de indeterminados. La ubicación de las fracturas
se presenta preferentemente en el extremo proximal de las
piezas retocadas (50%), raederas diversas. El extremo distal,
con casi un 23%, presenta elección significativa. Divididas
las piezas en dos mitades, el porcentaje de fracturación es
superior proximalmente (56%) que en la mitad distal (36%)
y menor en los lados (8%). Ello apunta a que existe una
tendencia a suprimir el extremo proximal de las piezas cuya
causa puede ser funcional, de configuración o utilización. Por
último, la incidencia de la fracturación respecto de los modos
de retoque indica que existe un porcentaje similar entre
piezas con retoque simple y retoque sobreelevado fracturadas
(52% y 48%, respectivamente). De reseñar es que las piezas
con retoque simple ubican las fracturas en la porción distal en
más de la mitad de las piezas, circunstancia que se invierte en
el retoque sobreelevado, que afecta al 64% de la fracturación
proximal. La valoración de la fracturación en este nivel debe
tener presente una baja presencia de elementos, a diferencia
de otros niveles (cuadros III.142 y III.143).
III.2.4.2.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo son 15 piezas, a las que habría que
sumar 6 más transformadas en productos retocados con filos
sobre todo denticulados. Este grado de transformación de un
28% puede ser considerado alto. Los diferentes tipos de
Situación
P
PM
PD
MD
D
L
Total
Raedera simple
3
-
2
1
1
-
7
Raed.doble/conv.
1
-
-
-
-
-
1
Raed. transversal
3
-
-
-
1
2
6
Raedera desviada
2
-
-
-
1
-
3
Perforador
1
-
-
-
2
-
3
Denticulado
1
1
-
-
-
-
2
Total
11 (50) 1 (4,5) 2 (9,1) 1 (4,5) 5 (22,7) 2 (9,1)
22
Cuadro III.142. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel III. P: proximal. PM: próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: meso-distal. D: distal. L: lateral.
Simple
Plano
Sobreelev.
Total
Proximal
4
-
7
11
Próximo-mesial
1
-
-
1
Proximal-distal
-
-
2
2
1ª mitad
5 (35,7)
-
9 (64,3)
14 (56)
Mesodistal
1
-
-
1
Distal
5
-
3
8
2ª mitad
6 (66,6)
-
3 (33,3)
9 (36)
Lateral
2 (100)
-
-
2 (8)
Total
13 (52)
-
12 (48)
25
Cuadro III.143. Fracturación y modos de retoque del nivel III.
núcleos identificados son generalmente gestionados por una
sola superficie (64%) frente a más caras. La dirección de
debitado mayoritaria (54,5%) es preferencial (fig. III.48,
núm. 1, 3, 5, 11), seguida de valores muy próximos al 18%
los debitados centrípeto (fig. III.48, núm. 2, 6, 10 y 12) y
unipolar. Las características de las superficies de debitado
planas-convexas y las de preparación con planos multifacetados indican la presencia de gestión levallois mayoritariamente centrípeta en el nivel III. Otros núcleos con superficies de morfología globular (fig. III.48, núm. 10) y discoide
(fig. III.48, núm. 2) se distancian de los levallois.
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso) supone
un 2% de las lascas y un 2,2% de los útiles, por tanto valores
bajos. Teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas no
transformadas mediante el retoque es alto (48,5%). Las lascas levallois, con 2 ejemplares, son de factura atípica. De
reseñar la ausencia de láminas y puntas levallois, al igual que
las pseudolevallois y los cuchillos de dorso. Por ello, si consideramos todas las lascas con córtex opuesto al filo,
ampliaríamos la clasificación a un 3% de la lista tipo, porcentaje débil.
Las raederas simples o laterales agrupadas son 28
ejemplares, en idéntica proporción de rectas y convexas que
representan un 29,2% del total, y poco frecuentes las cóncavas (1,1%). Tipométricamente las raederas laterales están
entre los útiles retocados de mayor formato (28,3 x 22,9 x
10,1 mm), con variación respecto al orden de extracción. Las
17 piezas con córtex, que representan el 63% de éstas, tienen
un formato medio menor que las de 3º orden (29,4 x 24,2 x
9,1 mm), lo que apunta a su mayor selección. El soporte de
estas raederas es preferentemente cuadrangular largo en un
39% (fig. III.49, núm. 5, 8) y gajo en 30% (fig. III.49, núm.
2, 9), con un 19% de piezas desbordadas y un 5% de sobrepasadas (fig. III.49, núm. 4). Asimétricas en un 88%, principalmente triangulares (61%). La morfología del retoque
indica una distribución bimodal, con escamoso (80%) y
denticulado (20%), y sin escaleriforme. Estas raederas
presentan una extensión de retoque amplia, con retoque
parcial (15%) y un 26% con retoque marginal. El retoque
directo se distribuye en los lados izquierdo (74%) y derecho
(26%), y en su modo es principalmente sobreelevado (55%)
y simple (45%). No hay piezas claras con retoque plano, ni
sobre soporte levallois ni talón multifacetado. Generalmente
las raederas laterales son de bella factura, bien configuradas,
con debitado previo variado en el que destacan el preferencial (43%) y el unipolar (35%).
Las raederas dobles y convergentes (fig. III.50, núm. 3,
10), con uno y tres ejemplares, representan casi un 9% de las
raederas. Son elementos de poca corticalidad. Tipométricamente son de formato medio (26,7 x 24 x 11,7 mm), con
morfología variada y ausencia de piezas desbordadas y sobrepasadas. Las raederas desviadas son 7 ejemplares con tipometría media de 21,6 x 25,7 x 9,6 mm, un formato menor que
laterales y dobles. Las formas son diversificadas y sin gajos
(fig. III.50, núm. 1, 4, 5, 6, 7). En igual proporción simétricas
y asimétricas, y una pieza desbordada. La morfología del
183
[page-n-197]
retoque indica aquí una distribución unimodal, con un 90%
de escamoso y apenas un 10% de escaleriforme, y sin denticulado. La extensión del retoque es amplia, con un 28,6% de
retoque parcial y otro 14% de marginal. El modo de retoque
es sobreelevado (62%) y simple (38%). Se observa un talón
multifacetado y ausencia de soporte levallois. Su debitado
dorsal mayoritario es preferencial (66%) y bipolar (30%).
Son piezas bien elaboradas de formato no muy amplio, sobre
lascas desviadas (30%), retoque sobreelevado y por lo
general con convergencia apuntada (40%); también están
presentes los ejemplares dobles (20%).
Las raederas transversales presentan 6 ejemplares con
tipometría de 17,1 x 29,2 x 8,6 mm. Su morfología es variada, generalmente más ancha que larga (fig. III.50, núm. 8, 9,
11). El debitado también es variado; todas ellas asimétricas
y con ausencia de soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es sobreelevado y simple. Estas piezas
generalmente convexas representan el 13% de las raederas y
un porcentaje esencial débil (7%). Las raederas de cara
plana presentan una baja incidencia: sólo una pieza cuadrangular larga con retoque simple y talón suprimido (fig.
III.50, núm. 12).
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan en conjunto 13 piezas, con ausencia de buriles, cuchillos de dorso y
lascas truncadas e incidencia principal de perforadores (92%).
Los raspadores sólo contabilizan un ejemplar en hocico (fig.
III.51, núm. 2) y los perforadores cuatro piezas de formato
medio (24,5 x 22,7 x 9,2 mm), donde la longitud y anchura
están equilibradas (fig. III.51, núm. 3, 4, 5, 7).
Las muescas son dos retocadas y tipométricamente de
formato medio. Los denticulados representan el grupo de
útiles mayoritario con 24 piezas (26,9%). Éstos pueden ser
divididos en laterales simples (62%), dobles (10%), transversales (5%), alternos e inversos (5%), y sobre núcleo o
resto de talla (19%). Generalmente están bien configurados,
con denticulación marcada y algunos con espinas pronunciadas. Su formato en comparación con las raederas es inferior (24,3 x 19,5 x 9,3 mm), con un 66% de piezas corticales, morfología de soportes diversificados, entre los que
son de reseñar los gajos (50%), cuadrangulares largos
(37%) y cortos (6%) y triangulares (6%). Las piezas son
asimétricas (81%) y simétricas en un 19%. La morfología
del retoque es obviamente denticulada y el modo se
presenta bimodal, con un 66% de retoque simple y un 33%
de sobreelevado sin escaleriforme. La extensión del retoque
presenta un 33% de parcialidad y otro 33% de retoque
marginal. El debitado dorsal mayoritario es el centrípeto
con un 40%, seguido del unipolar (33%) y del preferencial
con un 26%. Hay un 25% de piezas desbordadas y sobrepasadas, sin soporte levallois ni talones multifacetados. La
incidencia de denticulados sobre núcleo o resto de talla es
del 19%. La fracturación es proximal y poco significativa
(9%). Las piezas sobre gajo son relevantes (fig. III.52, núm.
1, 6, 7, 10, 12, 13, 14). Hay piezas múltiples de configuración particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en
sus vértices y que pueden ser definidas como un morfotipo
individualizado (fig. III.51, núm. 9).
184
III.2.4.3. LA VALORACIÓN DEL NIVEL III
El sedimento del nivel III es característico de un ambiente
cálido y húmedo sin apenas fracción de aportación exógena ni
endógena, y posterior recubrimiento litoquímico en forma de
pavimento estalagmítico difuso.
El nivel III fue excavado en una superficie de 13 m2, pero
con un bajo volumen (1,7 m3); representa el 10% del área
ocupacional total estimada para el pasado, de unos 100 m2. Se
han contabilizado un total de 2.269 elementos arqueológicos,
lo que supone una media de 1.335 restos/m3, entre restos
líticos (514/m3) y óseos (821/m3). La relación de diferencia
entre ambas categorías (H/L) es de 1,6. El volumen de materiales óseos y líticos (1.396 y 873) es lo suficientemente
amplia para el estudio propuesto.
La dispersión del material arqueológico presenta una
concentración lítica y ósea en el extremo S (cuadros B2, B3,
D2, F2) y otra ósea más dispersa, en el extremo W (cuadros
H3, H4, J3, J4). El mayor número de restos líticos se
concentra en las áreas interiores, mientras que los restos
óseos se acumulan hacia el exterior del yacimiento. La excavación no ha detectado hogares, aunque un tercio del registro
arqueológico está termoalterado (24% de las piezas líticas y
el 70% de las óseas).
Los procesos de explotación no se detectan con nitidez
y los pocos núcleos existentes están distribuidos por los
cuadros que tienen una mayor concentración de restos
líticos. La estructura lítica muestra una dinámica coherente
en la que sólo se echan en falta los percutores. Las proporciones señalan el alto índice de elementos producidos frente
a los de producción. La materia prima, como roca de elección y utilización, es el sílex, con alto grado de alteración
que abarca a la casi totalidad de las piezas. Las dimensiones
tipométricas son: núcleo (24,5 x 24,3 x 14,5 mm), resto de
talla (19,7 x 17,5 x 10,3 mm), lasca (22,2 x 21,5 x 6,6 mm)
y producto retocado (25,6 x 22,7 x 9,7 mm). Esto representa
para el total una media de 20,3 x 19,2 x 9 mm; así pues un
conjunto industrial lítico con valores en torno de los 2 cm
para las mediciones de longitud, anchura y grosor. Por ello la
industria puede ser considerada de tamaño muy pequeño.
Las categorías de la estructura lítica indican que la práctica totalidad tiene un formato de longitud y anchura para los
núcleos de hasta 4 cm. Éstos están explotados o agotados
(73%), son gestionados unifacialmente (64%) y con dirección de debitado variada, aunque mayormente preferencial
(54%). Las características de las superficies de debitado
planas-convexas y las de preparación con planos multifacetados certifican una presencia marginal de gestión levallois
en el nivel III, preferentemente centrípeta. En los productos
configurados las plataformas talonares son mayoritariamente
planas y lisas, aunque existen las multifacetadas. La corticalidad es ligeramente mayor en los productos retocados (59%)
que en las lascas (37%). La morfología de las lascas revela el
predominio de las formas de cuatro lados (51%), seguida de
los gajos (25%) y la triangular. Hay una cierta elección de
lascas con cuatro lados y sección triangular en los útiles más
elaborados y una incidencia importante de los gajos entre los
productos corticales. La simetría de la sección transversal de
las lascas muestra un ligero predominio de la categoría trian-
[page-n-198]
gular frente a la trapezoidal. La asimetría también triangular
es predominante (61%), circunstancia que vincula la morfología y el orden de extracción. La sección triangular se asocia
mejor con los productos retocados del nivel III que tienen una
morfología denticulada, proporción “corta”, extensión
entrante y filo recto mayoritarios.
Los frentes retocados son laterales, localizados en la
cara dorsal (directo), continuos y generalmente completos
en su extensión. Los modos indican un predominio de los
sobreelevados (54,5%) y simples (44,5%), y por último los
planos (1%). Los diferentes útiles retocados se elaboran con
retoque sobreelevado o simple, en este orden, aunque con
algunas diferencias reseñables. El retoque simple es más
utilizado que el sobreelevado sólo en los denticulados; en el
resto domina el sobreelevado, en especial en las raederas
dobles. La longitud de la superficie retocada presenta un
valor medio (21,5 mm) que se ajusta a la longitud de los
soportes no transformados. Por ello se puede decir que la
explotación en “longitud” es máxima con una decidida
elaboración bimodal de las categorías sobreelevadas y
simples frente a planas o cubrientes en las superficies líticas.
Así pues, no se fabrican piezas planas ni la transformación
mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura
de los frentes retocados (4,5 mm), con valor próximo al
grosor medio de los soportes (6,6 mm), certifica la búsqueda
de frentes sobreelevados.
Las raederas simples presentan un equilibrio de rectas y
convexas. Las raederas dobles, unidas a las convergentes,
son el 5,5%, las raederas desviadas un 7,8% y algo menor las
transversales (6,6%). Los raspadores y perforadores son
poco significativos y ausentes los buriles, al igual que los
cuchillos de dorso. Los útiles denticulados representan la
categoría predominante (24%). Las piezas retocadas con
índice de alargamiento mayor son los denticulados (1,8),
seguidos de raederas laterales y perforadores. No se aprecia
una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera con los
pocos elementos levallois. Respecto del orden de extracción,
los elementos configurados están mayoritariamente elaborados sobre soportes de 2º y 3º orden, con la diferencia de
presentar una mayoría de soportes de 3º orden las raederas
con dos frentes. Hay un predominio de elementos corticales
entre las raederas laterales y los denticulados.
El índice de fracturación del nivel III indica que éste es
muy similar entre lascas y productos retocados, ligeramente
mayor en éstos últimos. La existencia de un 28% de
productos retocados fracturados indica la alta explotación y
transformación de la industria del nivel. Las categorías tipológicas con mayor fracturación son las raederas y las menos
los denticulados. La ubicación de las fracturas se presenta
preferentemente en los extremos proximales de las raederas,
circunstancia que difiere de otros niveles, y las piezas con
retoque sobreelevado o simple están fracturadas en idéntica
proporción.
Las categorías industriales indican que un número significativo de los núcleos identificados presentan una gestión
levallois, hecho que diverge porcentualmente del bajo
número de productos configurados levallois. Los valores
industriales presentan un muy bajo índice levallois, al igual
que el índice laminar y el de facetado. Así pues, la industria
del nivel III, por sus características técnicas de debitado, se
puede definir como no laminar, no facetada y no levallois.
El Grupo II y los índices de raedera consideran su incidencia como alta y asignable a una facies charentiense. Las
raederas laterales presentan morfologías de gajo y cuadrangular, asimetría triangular con debitados preferencial y
unipolar, y su retoque es sobreelevado y simple. Las raederas
dobles ofrecen pocos ejemplares y las raederas desviadas
tienen morfología variada, simetría triangular y trapezoidal,
debitado preferencial y retoque mayoritario sobreelevado.
Las raederas transversales presentan morfología cuadrangular, debitado variado y asimetría triangular. El Grupo III,
formado por perforadores y un raspador, presenta un índice
bajo. El Grupo IV presenta un índice medio, con denticulados de morfologías en gajo y cuadrangular, asimetría triangular y retoque simple y sobreelevado mayoritarios. Hay
pocas muescas. El nivel III de Bolomor puede considerarse
dentro de los conjuntos de raederas del Paleolítico medio,
con presencia alta de denticulados y débil incidencia de
útiles del grupo Paleolítico superior.
El espacio estudiado del nivel III muestra que los núcleos
son introducidos en el yacimiento en fases no iniciales o
avanzadas. Además, son transformados en un alto grado y
reutilizados, por ello su porcentaje identificado es bajo. La
fragmentación y reducción de la industria es importante, con
existencia de pocos productos de corticalidad extensa que
apunta a que las cadenas operativas se han iniciado en otros
espacios, dentro o fuera del yacimiento. Sin embargo, el
córtex “residual” afecta a casi la mitad de la industria. Por
ello las secuencias de explotación y configuración guardan
diferencias que no pueden ser explicadas, en un nivel en el
que predominan las pequeñas morfologías finales muy transformadas. Las secuencias de configuración manifiestan una
relación preferencial de soportes de mayor formato y morfologías transformadas (raederas y denticulados). La variabilidad morfológica de los soportes no se ajusta a morfotipos
seleccionados. Las cadenas operativas líticas se muestran
fragmentadas, hecho que puede responder a una movilidad de
objetos entre diferentes y próximos lugares de ocupación.
En conclusión, el nivel III presenta un proceso postdeposicional en el que juega un papel determinante la construcción de un pavimento estalagmítico que afecta a la sedimentación. Esta acción ha condicionado en extremo el proceso de excavación y la recuperación de los materiales
arqueológicos. Las estrategias de aprovisionamiento preferencial del sílex implican una frecuentación de cierta lejanía
del yacimiento como en otros niveles. Las actividades desarrolladas en este nivel podrían corresponder a cortas ocupaciones, posiblemente igual que sucede con otros niveles
próximos.
185
[page-n-199]
Fig. III.48. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel III.
186
[page-n-200]
Fig. III.49. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas laterales del nivel III.
187
[page-n-201]
Fig. III.50. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas diversas del nivel III.
188
[page-n-202]
Fig. III.51. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raspadores y perforadores del nivel III.
189
[page-n-203]
Fig. III.52. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel III.
190
[page-n-204]
III.2.5. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO IV
El estrato IV, en el sector occidental, presenta una
potencia media de 50 cm, coloración rojiza oscura y textura
areno-limosa. Las características morfoestructurales (color,
fracción, composición, alteración, etc.) lo definen como una
unidad litoestratigráfica con sedimentación característica de
“terra rosa”. La disposición del mismo presenta mayor
potencia hacia el interior del yacimiento. La excavación
arqueológica se realizó en las campañas de los años 199498, levantando seis capas correspondientes a los cuadros A2,
B2, B3, B4, D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4,
entre las cotas 200-250 cm. El abundante material óseo y
lítico recuperado quedó registrado mediante levantamiento
tridimensional.
III.2.5.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL IV
A nivel arqueológico la extensión excavada se individualiza en seis unidades arqueológicas (fig. III.53, III.54,
III.55, III.56, III.57, III.58 y III.59):
Fig. III.55. Corte sagital meridional del nivel IV. Sector occidental.
Fig. III.56. Superficie excavada del nivel IV. Cuadros meridionales.
Sector occidental.
Fig. III.53. Planta del yacimiento con situación de la excavación
del nivel IV.
Fig. III.54. Corte frontal occidental del nivel IV. Sector occidental.
Fig. III.57. Superficie excavada del nivel IV. Cuadros septentrionales.
Sector occidental.
191
[page-n-205]
lado a las dos primeras capas de todos los cuadros y a las
capas 3 a 6 del resto. Por ello, y a falta de estudios espaciales, existe la posibilidad de la presencia de dos unidades
geoarqueológicas, separadas y con secuencia temporal deposicional diferente (cuadro III.144).
Capas
1
2
3
4
5-6
Total
Vol. m3
1,25
1,33
1,03
0,83
0,83
5,28
NRL m3
783
603
753
1066
435
718
Lítica
802
766
885
361
3793
4330
5648
7031
8509
3604
5724
Hueso
5413
7513
7242
7062
2991
30223
NR m3
5113
6251
7784
9575
4039
6442
Lítica peso gr.
1797
1972
2298
2893
1183
10143
Lítica grs./m3
1434
1482
2231
3485
1425
1921
H/L
Fig. III.58. Estructuras de combustión en la capa 4 del nivel IV.
Sector occidental.
979
NRH m3
5,5
9,3
9,4
7,9
8,2
7,9
Cuadro III.144. Materiales líticos y óseos por metro cúbico, peso e
índice de relación del nivel IV. NRL: número de restos líticos.
NRH: número de restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
III.2.5.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
Fig. III.59. Detalle de una estructura de combustión.
- Unidad arqueológica 1: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4 (14 m2).
- Unidad arqueológica 2: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4 y J3 (13 m2).
- Unidad arqueológica 3: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2, F3, H2 y H3 (10 m2).
- Unidad arqueológica 4: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2 y F3 (8 m2)
- Unidad arqueológica 5: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3 y F2 (6 m2).
- Unidad arqueológica 6: cuadro B4 (1 m2).
III.2.5.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL IV
La distribución de los materiales arqueológicos indica la
existencia de dos concentraciones que corresponden por un
192
III.2.5.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
en el yacimiento. Sin embargo los restos de talla pueden
enmascar en parte la presencia de éstos. Igualmente se aprecia la ausencia de percutores. Entre los elementos producidos es lógica la primacía de los pequeños productos no
configurados frente a los configurados, y entre éstos el alto
valor de los no retocados que apunta a una actividad no
exhaustiva de transformación. La comparación de las series
litológicas silícea y calcárea indica que ésta última posee un
mayor número de elementos configurados, y entre éstos las
lascas representan el 83%. Es decir, una decidida elaboración de productos líticos con filos vivos donde el retoque es
poco buscado y sólo presente en el 16% de las piezas calcáreas (cuadro III.145).
Los índices de producción, configuración y transformación indican diferencias en las distintas unidades, que en su
conjunto son poco significativas. Así, una menor presencia
de productos no configurados (de menor talla) en las capas
5 y 6 se deba a la imposibilidad de recuperar la casi totalidad
de ellos. Las diferencias entre las capas cuyos valores se
promedian indican la artificialidad de su separación (cuadro
III.146).
III.2.5.3.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada la forman tres categorías:
sílex, caliza y cuarcita. De forma muy marginal existe alguna
pieza de calcedonia, cuarzo y arenisca que completan el
[page-n-206]
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
Nivel IV
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
2
11
51
308
1639
675
684
423
(17,2)
(79,7)
(11,7)
(62,5)
(25,7)
(61,7)
(38,2)
(3,1)
Total
3793
%
64 (1,7)
2622 (69,1)
1107 (29,2)
Cuadro III.145. Categorías estructurales líticas del nivel IV.
Capas
1
2
3
4
5/6
Media
M. Prima
IP
46,6
89,1
127,6
110,6
51,5
74,3
IC
0,27
0,34
0,45
0,56
0,70
0,42
ICT
0,8
0,7
0,6
0,4
0,5
0,6
Sílex
Caliza
Cuarcita
Otros
Total
Percutor
-
2
-
-
2
Canto
1
9
-
1
11
Núcleo
37 (72,5)
14 (27,5)
-
-
51
Resto talla 217 (70,4)
89 (28,8)
1
1
308
Debris
1622 (98,8)
44 (2,7)
1
1
1668
P. lasca
Cuadro III.146. Índices estructurales del nivel IV.
IP: índice de producción. IC: índice de configuración.
ICT: índice configurado de transformación.
625 (92,6)
43 (6,3)
3 (0,4)
1
675
Lasca
cuadro litológico. A efectos arqueológicos sólo éstas tienen
relevancia y se utilizan en los cálculos correspondientes. El
sílex, con porcentaje medio superior al 84%, se muestra
como la roca de elección y utilización. La caliza está presente
con casi el 15%, muy especialmente entre los productos
configurados y no retocados (43%), lo que indica que es una
roca de elección para estos elementos. Posiblemente su presencia por primera vez significativa en los niveles del OIS 5
se deba a la presión ejercida sobre las fuentes de aprovisionamiento. La caliza se presenta diversificada en su coloración, aunque siempre con la misma textura micrítica. De
reseñar es la aparición de calizas azules que representan el
13,4% de éstas (cuadros III.147 y III.148).
P. retoc.
Total
378 (55,3) 294 (42,9)
6 (0,7)
1
684
334 (78,9)
58 (13,7)
7 (1,6)
3
423
3214 (84,6) 553 (14,6)
18 (0,5)
8 (0,2)
3793
Cuadro III.147. Materias primas y categorías líticas del nivel IV.
415 (75,3)
Caliza azul
74 (13,4)
Caliza crema
32 (5,8)
Caliza marrón
24 (4,3)
Caliza roja
6 (1,1)
Total
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes grados
de intensidad en la alteración del sílex concentran en “la
pátina” el 61% de los valores, con nula presencia de piezas
frescas y un 5,5% de muy alteradas. Las piezas calcáreas y su
alteración característica, la decalcificación, son importantes
(42%), cuya causa debemos atribuir al medio sedimentario del
depósito muy húmedo y cálido. La termoalteración en las
piezas representa el 16% del sílex, con alguna pieza calcárea.
Por todo ello la alteración del nivel es muy alta y supone casi
el 90% del conjunto estudiado, circunstancia que condiciona
el análisis traceológico (cuadro III.149).
Caliza verde
551
Cuadro III.148. Diferentes tipos de calizas según coloración
del nivel IV.
III.2.5.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
ESTRUCTURALES
Los núcleos presentan en el nivel IV como medidas de
tendencia central una media aritmética de 27,8 x 24,2 x 15,1
mm, con valor central (mediana) de 27 x 22 x 14 mm. Los
valores modales son poco significativos debido a lo reducido
de la muestra. El rango entre valores es ligeramente mayor
Fresco
Semipátina
Pátina
Desilificación
Decalcificación
Termoalteración
Total
Sílex
-
35 (1,1)
2289 (69,9)
261 (8,1)
-
629 (19,5)
3214
Caliza
305 (59,7)
3
32 (5,7)
-
210 (37,9)
3
553
Cuarcita
18
-
-
-
-
-
18
Otros
-
1
3
2
-
1
8
Total
323 (10,1)
39 (1,02)
2326 (61,3)
263 (6,9)
210 (5,5)
633 (16,6)
3793
Cuadro III.149. Alteración de la materia prima lítica del nivel IV.
193
[page-n-207]
para la longitud respecto a la anchura. La desviación típica
vuelve a mostrar una ligera y mayor variabilidad para la
longitud. El coeficiente de dispersión indica ligeras variaciones entre todas las medidas, salvo el peso. La forma de la
distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es leptocúrtica para las tres categorías, por los valores positivos. El
grado de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha,
de todas las categorías consideradas: longitud, anchura,
grosor, índices de alargamiento y carenado y el peso,
muestra una asimetría positiva con mayor concentración de
valores a la derecha de la media (cuadro III.150).
Resto Talla
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
17,9
13,6
8,2
1,34
2,36
3,3
Mediana
16
12
8
1,22
2
1,81
Moda
14
12
9
1,17
1,56
1,81
Mínimo
5
4
1,5
0,78
1,07
0,16
Máximo
46
32
22
4
8,67
30,62
Rango
41
28
20,5
3,22
7,6
30,46
Desviación típica
7,59
5,51
3,37
0,40
1,04
4,19
Cf. V Pearson
.
42%
40%
41%
30%
46%
127%
Curtosis
Núcleo
Long. Anch.
1,2
6,97
0,85
14,2
6,82
15,98
Gr.
IA
IC
Peso
Cf. A. Fisher
1,04
0,93
0,70
3,04
2,39
3,46
Válidos
308
308
308
308
308
308
Media
27,8
24,2
15,1
1,21
1,86
13,9
Mediana
27
22
14
1,15
1,84
10,6
Moda
15
22
12
1,4
2
3,8
Mínimo
15
14
9
0,37
1,07
3,67
Máximo
54
45
29
3,06
3,3
84,56
Rango
39
31
20
2,69
2,41
80,89
Desviación típica
9,27
7,3
3,95
0,45
0,54
13,18
Cf. V. Pearson
33%
30%
26%
37%
32%
95%
Curtosis
0,7
0,1
2,1
4,9
1,1
16,3
Cf. A. Fisher
0,88
0,8
1,18
1,59
1,04
3,52
Válidos
51
51
51
51
51
51
Cuadro III.150. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel IV.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Cuadro III.151. Análisis tipométrico de los restos de talla del nivel IV.
longitud y anchura. La forma de la distribución con relación
a su apuntamiento (curtosis) es claramente leptocúrtica en
las tres categorías. El grado de asimetría de la distribución
indica en todas las categorías una concentración a la derecha
con asimetría menor en la longitud, que está más próxima al
eje de simetría. El peso muestra una gran variación que
supera el 100 porcentual, aunque ello no impide una concentración de valores en asimetría positiva (cuadro III.152).
Los restos de talla presentan como medidas de tendencia
central una media aritmética de 17,9 x 13,6 x 8,2 mm, con
valor central (mediana) de 16 x 12 x 8 mm. El rango entre
valores es amplio en las tres dimensiones longitud, anchura
y grosor, aunque mayor en la longitud. La desviación típica
muestra una ligera y mayor variabilidad de la longitud. El
coeficiente de dispersión acusa la variabilidad de las tres
categorías. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) no es homogénea, más leptocúrtica en la
categoría anchura. El grado de asimetría de la distribución, a
izquierda o derecha respecto de su media, revela que todas
las categorías tienen una concentración a la derecha muy
similar. Las categorías consideradas: longitud, anchura,
grosor, índice de alargamiento, índice de carenado y peso,
indican una asimetría positiva con mayor concentración de
valores a la derecha de la media (cuadro III.151).
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 24,2 x 22,5 x 6,6 mm, con valor
central (mediana) de 22 x 21 x 6 mm. Los valores modales
están próximos a los anteriores en la longitud, anchura y
grosor, y por tanto, es casi una distribución simétrica donde
coincidirían media, mediana y moda. La mayor divergencia
de la longitud se explicaría por una concentración de lascas
largas. El rango entre valores es similar, aunque mayor en la
anchura. La desviación típica muestra uniformidad entre las
categorías longitud y anchura. El coeficiente de dispersión
acusa una ligera mayor variabilidad del grosor respecto de la
194
Gr.
IA
IC
Peso
Media
Lasca
Long. Anch.
22,2
21,5
6,6
1,1
3,9
4,5
Mediana
21
20
6
1
3,6
6,8
Moda
20
20
5
1
2
4,8
Mínimo
12
8
2
0,4
1,6
0,7
Máximo
59
45
23
3,2
12,8
54,2
Rango
47
37
21
2,8
11,5
53,5
Desviación típica
7,2
6,1
3,1
0,4
2,1
6,9
Cf. V Pearson
.
32%
28%
47%
42%
55%
154%
Curtosis
8,3
2,5
7,5
4,8
3,7
37,1
Cf. A. Fisher
2,3
0,9
1,9
1,8
1,6
5,8
Válidos
97
97
97
97
97
97
Cuadro III.152. Análisis tipométrico de las lascas del nivel IV.
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 26,7 x 24,1 x 9,2
mm, con valor central (mediana) de 25 x 23 x 8 mm. Los
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la longitud. La desviación típica muestra
una uniformidad entre longitud y anchura. El coeficiente de
dispersión acusa la homogeneidad entre longitud, anchura y
grosor. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es más leptocúrtica en la longitud. El grado de asimetría de la distribución indica en todas las catego-
[page-n-208]
rías una concentración a la derecha y próximas al eje de
simetría (cuadro III.153).
Núcleo
S
Ca
Lasca
Cu
S
Ca
Pr. Retocado
Cu
S
Ca
Cu
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
26,7
24,1
9,2
1,18
3,3
8,62
Mediana
25
23
8
1,11
3
20
21
7
1
3
7
8
2
0,41
0,94
0,37
Máximo
87
56
27
3,3
13,5
88,45
Rango
80
48
25
2,89
12,98
9,16
8,52
4,2
0,42
1,56
34%
35%
45%
36%
51%
112%
Curtosis
5,8
0,8
1,4
1,5
7,8
18,1
Cf. A. Fisher
1,65
0,82
1,02
0,95
1,97
3,53
Válidos
405
405
405
405
405
A
23,5 26,1
-
20,7 24,8 19,5 22,4 34,2 24,8
G
13,8 18,1
-
5,5
8,1
7
8,7
11,9 11,8
9,66
Cf. V. Pearson
20,8 28,5 24,5 24,7 37,6 27,4
88,08
Desviación típica
-
4,75
Mínimo
24,3 37,1
5,51
Moda
Media
L
Pr. Retocado
405
P
10
24,3
-
3,2
8,8
4,6
6,5
20,8
9,8
El conjunto lítico de todas las categorías con medidas
superiores a 10 mm presenta como valores de tendencia
central una media aritmética de 21,1 x 18,6 x 6,7 mm, con
valor central (mediana) de 19 x 17 x 6 mm. Los valores
modales separados de la media acusan la variabilidad de las
categorías, diferentes entre ellas. El rango entre valores es
ligeramente mayor en la longitud. La desviación típica
muestra una variabilidad homogénea entre la longitud y la
anchura. El coeficiente de dispersión, también homogéneo,
es mayor en el grosor y especialmente en el peso. La forma
de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es
claramente leptocúrtica, y el grado de asimetría es positivo
con concentración de valores a la derecha de la media.
Los valores tipométricos respecto de la materia prima
indican que las mayores dimensiones pertenecen a las
calizas en todas las categorías consideradas, seguidas de las
cuarcitas. Por último, el sílex es la materia que presenta unos
valores más bajos (cuadro III.154).
III.2.5.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos indican
que prácticamente todos los elementos producidos y configurados presentan unas dimensiones inferiores a 5 cm, con
los valores más altos de 2 a 3 cm, que representan una media
del 64%. Esta distribución tiene una mayor tendencia hacia
soportes más pequeños conforme avanzan las fases de
explotación del núcleo (cuadro III.155).
La morfología de los elementos producidos muestra una
mayoría de formas con cuatro lados que representa el 91%,
ligeramente mayores las lascas largas que las cortas. La
ausencia de formas triangulares indica que no se buscan pro-
Mediana
-
20
28
21
24
35,5
25
24,5
-
21
23
20
21
33,5
27
G
14
18
-
5
7
4,5
8
11
12
9,4
19,5
-
2,3
5,1
2,4
4,7
L
26% 26%
-
29% 32% 36% 29% 31% 32%
A
28% 33%
-
30% 40% 21% 32% 26% 24%
G
14% 27%
-
43% 47% 79% 44% 43% 39%
P
9%
84%
-
94% 132% 114% 88% 81% 52%
L
Cf. Pearson
38,5
22
P
Cf. Fisher
25
0,18 0,25
-
0,98 0,80
A
0,72 0,71
-
0,60 1,26 -0,43 0,73 0,15 -0,50
G
0,46 0,68
-
1,11 1,24 0,88 0,92 0,82 1,41
P
Cuadro III.153. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel IV.
L
A
1,52 2,17
-
2,87
-
379
Válidos
37
14
Total
51
4,1
294
1,1
0,83
15,2 10,1
1,9
1,87
1,79 2,53 1,83 0,15
6
335
679
58
7
400
Cuadro III.154. Análisis tipométrico de la estructura industrial por
materias primas del nivel IV. S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Longitud
Testado
≥50-59
-
40-49
30-39
-
-
≤20-29
-
Total
-
Inicial
-
-
1
4
5
Explotado
1
2
4
10
17
Agotado
-
-
-
3
3
Total
≥50-59
≤20-29
Anchura
Testado
1
-
2 (8)
5 (20)
40-49
30-39
-
-
17 (68)
-
25
Total
-
Inicial
-
-
3
2
5
Explotado
-
2
4
11
17
Agotado
-
-
1
2
3
Total
-
2 (8)
8 (32)
15 (60)
25
Cuadro III.155. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel IV.
ductos apuntados como soportes a transformar. Respecto de
la fase de explotación de los núcleos, el 80% están explotados o agotados, circunstancia que indica la fuerte presión
ejercida en la producción lítica. El valor más repetido es el
explotado, con el 68%.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos determinados indica un predominio de la utilización
de una superficie o cara (unifacial) en un 72%, frente a un
195
[page-n-209]
16% de los bifaciales. La dirección del debitado muestra un
equilibrio bimodal entre la obtención de una amplia lasca
(preferencial) y la centrípeta. Esta dirección clarifica el
proceso, que se muestra dual, centrípeto en un 35% y preferencial en otro 35% de los casos. La dirección de las superficies de preparación confirma que con un 61% de valores
centrípetos frente a un 16% de unipolares, la gestión centrípeta es la predominante en el nivel IV Las distintas modali.
dades y sus características de gestión respecto de la cadena
operativa indican un alto predominio de los unifaciales y una
presencia de los bifaciales mucho menor, con alta incidencia
de los indeterminados (cuadro III.156).
Fases
Explotación
Testado Inicial Explotado Agotado
Total
<25% 25-50% 51-75% >75%
Unifacial/Unipolar
-
3
1
-
4
Unifacial/Preferencial
Unifacial/Bipolar
-
-
7
1
8
-
1
1
-
2
Unifacial/Centrípeto
-
1
3
-
4
UNIFACIALES
-
5
12
1
18 (72)
Bifacial/Preferencial
-
-
-
1
1
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
Bifacial/Centrípeto
-
-
1
1
2
BIFACIALES
-
-
2
2
4 (16)
MULTIFACIALES
-
-
3
-
3 (12)
INDETERMINADO
-
-
-
-
21 (45,6)
Total
5
20
25
Cuadro III.156. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel IV.
Los planos de percusión en los núcleos son una muestra
reducida pero con la presencia mayoritaria de elementos diedros (53%) y facetados (41%), éstos últimos vinculados generalmente a debitado levallois y a fases operativas avanzadas,
aunque también están presentes en algún núcleo inicial.
III.2.5.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
El orden de extracción
En los productos configurados se observa la lógica proporción y presencia ascendente de elementos en su orden de
extracción. Una característica a señalar es la mayor elección
de soportes amplios para su transformación en retocados.
Hay mayor proporción de lascas retocadas de 2º orden que no
retocadas, circunstancia que se invierte en las piezas de 3º
orden o ausentes de córtex. La comparación de las series
silícea (38%) y calcárea (18%) indica que ésta última posee
un inferior número de productos de 2º orden, hecho no coherente con el mayor número de piezas corticales del inicio de
la cadena operativa. Ello en parte es debido sin duda a la dificultad de identificar las superficies corticales (cuadro
III.157).
196
Orden
Extracción
1º Orden
2º Orden
3º Orden
Total
Lasca
37 (5,3)
198 (28,9)
449 (65,6)
684
Pr. retocado
18 (2,5)
170 (40,1)
242 (57,2)
423
Total
48 (4,3)
368 (33,2)
691 (62,4)
1107
Cuadro III.157. Orden de extracción de los productos configurados
del nivel IV.
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas con un 71% de valores, a mucha distancia de las facetadas con un 7%. La mayor
elaboración de los productos configurados de 3º orden no
tiene una complejidad relevante en los talones, circunstancia
que tampoco sucede con los productos retocados. Las superficies diedras mayoritarias entre las facetadas confirman la
elección preferente de superficies lisas. La corticalidad en
los talones es relevante y ajustada a la búsqueda de la mayor
tipometría. Las superficies suprimidas (6%) corresponden a
piezas transformadas mediante el retoque. La comparación
de las series líticas silícea y calcárea indica que ésta última
no presenta talones multifacetados, es decir, existe una menor elaboración acompañada de la también inferior presencia de talones suprimidos que certifica una materia prima
menos transformada. La mayor presencia de talones corticales silíceos obedecería a un mayor aprovechamiento de
esta materia prima (cuadro III.158).
Los talones más amplios se relacionan con las fases más
avanzadas del proceso de explotación y transformación. Se
observan diferencias en los valores estadísticos entre productos no retocados y retocados, en éstos últimos más amplios. La comparación de las series líticas silícea y calcárea
revela que las dimensiones de ésta última duplican a los de
la silícea, con menores valores en el ángulo de percusión y
el índice de regulación (cuadro III.159).
La corticalidad
La corticalidad tiene una mayor presencia en los
productos retocados (40%) frente a los no retocados (32%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría. Esta
corticalidad para los elementos producidos presenta una
proporción pequeña (0-25% de córtex con un 57%), mayoritaria en todas las piezas. Respecto de su ubicación, un 72%
de los productos presentan córtex en un lado y en torno al
20% lo tienen en dos lados. La materia prima no presenta
una variación significativa en esta cuestión, aunque hay que
recordar la baja proporción de piezas no silíceas (cuadro
III.160).
Los formatos de longitud y anchura, respecto del orden
de extracción, indican que la mayoritaria longitud entre 23 cm (48,6%) se obtiene principalmente a partir de piezas
con córtex inferior al 50%, circunstancia que se repite para
la anchura. A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las
categoría con menos y más del 50% de córtex (cuadro
III.161).
[page-n-210]
Superficie
Cortical
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetado
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
2
4
2
1
1
-
-
10
Lasca 2º O
54 (32,9)
74 (45,1)
25 (15,2)
7 (4,2)
2 (1,2)
1
1
164
Lasca 3º O
-
250 (71,2)
63 (17,9)
14 (3,9)
14 (3,9)
6 (1,7)
4 (1,1)
351
Pr. ret. 1º O
-
4
-
-
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O
47 (32,8)
56 (39,1)
3 (2,1)
2 (1,4)
2 (1,4)
9 (6,3)
24 (16,7)
143
Pr. ret. 3º O
-
107 (64,1)
10 (5,9)
9 (5,3)
9 (5,3)
9 (5,3)
23 (13,7)
167
495 (58,9)
103 (12,2)
33 (3,9)
28 (3,3)
25 (2,9)
52 (6,2)
Total
Plana
103 (12,2)
Facetada
598 (71,3)
Ausente
61 (7,2)
77 (9,1)
839
Cuadro III.158. Preparación de la superficie talonar respecto de los productos configurados del nivel IV.
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Lasca 1º O
14,6
4,6
74,3
3,1
2,2
108º
10
Lasca 2º O
11,5
4,4
60,9
3,1
2,1
107º
73
Lasca 1º O
0-1
0-1
0-8
0-8
18
Lasca 3º O
12,8
4,2
65,9
3,8
2,1
104º
253
Pr. ret. 1º O
0-1
0-2
0-2
0-0
5
5-4
34-12
110-22
110-23
320
Longitud
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad <50%->50% <50%->50% <50%->50% <50%->50%
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
4
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
13,7
4,6
89,8
3,8
3,1
109º
63
Pr. ret. 2º O
6-9
38-8
112-20
26-2
221
Pr. ret. 3º O
16,4
6
128,6
3,1
1,8
104º
111
Total
11-15
72-23
222-52
136-33
564
Total
13,5
4,6
81,9
3,5
2,1
105º
513
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Cuadro III.159. Tipometría del talón en los productos configurados
del nivel IV. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
Lasca 1º O
0-0
0-2
0-4
0-4
10
Pr. ret. 1º O
0-0
0-2
0-2
0-1
5
Lasca 2º O
7-2
17-6
64-16
53-1
166
Pr. ret. 2º O
Grado
Corticalidad
0
1
2
3
4
Total
Lasca
S
236 90 (64,7) 19 (13,6) 16 (11,5) 14 (10,1)
139
Ca
207 24 (35,3) 9 (13,2) 16 (23,5) 19 (27,9)
Pr. retocado
33-9
96-17
43-3
206
10-4
50-19
160-39
96-9
387
Cuadro III.161. Grado de corticalidad de los formatos longitud y
anchura en los productos configurados del nivel IV.
68
Cu
1
2
3
-
-
5
444 116(54,7) 31(14,6) 32(15,1) 33 (15,5) 212(32,3)
Total
3-2
Total
S
176 91 (59,5) 44 (28,7) 16 (10,4)
2
153
Ca
44
5 (35,7)
2 (14,2)
6 (42,8)
1
14
Cu
3
2
2
-
-
4
253 98 (57,3) 48 (28,1) 22 (12,8)
214
79
54
3 (1,7) 171(40,3)
36
383
Cuadro III.160. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad
en los productos configurados del nivel IV.
S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, preferentemente entre 1 y 2 (57%). Destacan los productos retocados
de 3º orden, con un mayor número de aristas. Sin embargo
en todas las categorías existe un predomino de pocos levantamientos por superficie, hecho que se explicaría por la
búsqueda de la máxima tipometría posible.
La cara ventral
La cara ventral muestra que un 88% de los bulbos están
presentes con nitidez, causa motivada por el tipo de percusión utilizada que ha generado su buena definición en una
adecuada materia prima. Aquellos que resaltan de forma más
prominente representan un 14% y los suprimidos un 8%.
Respecto del orden de extracción se aprecia una mayor
presencia de bulbos marcados en los productos retocados
con relación a las lascas; ello se vincula a una mayor tipometría de los primeros productos. También es significativa la
categoría de bulbo suprimido entre los productos retocados,
indicador de la transformación más avanzada y equilibrada
hacia el uso (cuadro III.162).
La simetría
La sección transversal de los productos configurados
muestra un predominio de los asimétricos con un 72%, frente
a los simétricos con un 27%. La principal categoría simétrica
es la trapezoidal, muy próxima de la triangular con valores
equilibrados. La asimetría en cambio presenta la categoría
197
[page-n-211]
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Total
Presente
649 (79,4)
9 (1,1)
159 (19,5)
817 (80,9)
Marcado
117 (91,4)
1 (0,8)
10 (7,8)
128 (12,7)
Suprimido
58 (90,6)
1 (1,5)
5 (7,8)
64 (6,3)
Total
824
11
174
1009
III.2.5.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
Cuadro III.162. Características del bulbo según la materia prima
del nivel IV.
triangular como dominante, con un 61%. La sección trapezoidal asimétrica se relaciona mejor con los productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de debitado, la total
simetría (90º) se da en el 78% de las piezas y en especial
entre las de 2º orden, que llegan a alcanzar el 80%, independientemente de si están o no retocadas. La comparación de
las series líticas silícea y calcárea indica que ésta última es
ligeramente más simétrica y en la primera son más representativas las secciones trapezoidales (cuadros III.163 y
III.164).
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 47% de la muestra,
seguida de los gajos o segmentos esféricos con un 28% y la
triangular con un 14%. Respecto del orden de extracción se
observa el predominio de los gajos entre las de 2º orden y las
cuadrangulares largas en las de 3º orden. Hay pues una elección predominante de gajos en las primeras fases de la cadena
operativa y de lascas largas con cuatro lados y sección triangular asimétrica en los elementos configurados. La comparación de las series líticas silícea y calcárea indica que los
valores entre ambas son similares.
RETOCADOS
El retoque
El retoque presenta el 74% de formas denticuladas,
seguidas de las escamosas con un 22% y un 4% de escaleriformes. La proporción muestra que la categoría “corto” (más
ancho que largo o igual) representa el 74%. El medio un
22% y más largo que ancho sólo el 4%. La extensión del
retoque afecta modificando las piezas mediante las categorías entrante (46%) y profundo (20%), y es marginal sin modificación en un 33%. Esta circunstancia indica la alta transformación lítica en el nivel, ya detectada por otros valores.
La comparación de las series líticas silícea y calcárea indica
que ésta última presenta valores de gran predominio de la
morfología denticulada, con ausencia de la escaleriforme,
así como el descenso de la escamosa. En resumen una baja
presencia de los retoques más complejos y extendidos en la
serie calcárea. Respecto de la proporción, los valores son
similares y notoria es la mayor extensión del retoque
marginal y menor el entrante de las piezas de caliza (cuadros
III.165 y III.166).
El filo retocado
La delineación del filo es en un 56% recto, cóncavo en
un 25% y convexo en el 13%. Los valores tipométricos bajos
favorecen los filos rectos, que precisan menos extensión para
su elaboración. Filos convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y
presencia de filos cóncavos. Respecto de la ubicación de los
filos, éstos tienen porcentajes similares en los lados derecho
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
5 (3,9)
5 (3,9)
3 (2,3)
109 (85,8)
5 (3,9)
-
127
Lasca 3º O
32 (11,8)
41 (15,2)
25 (9,2)
148 (54,8)
24 (8,8)
-
270
Pr. ret. 2º O
5 (3,6)
8 (5,7)
2 (1,4)
111 (79,8)
8 (5,7)
5 (3,6)
139
Pr. ret. 3º O
31 (17,8)
26 (14,9)
13 (7,5)
67 (38,5)
34 (19,5)
3 (1,7)
174
73 (10,3)
80 (11,3)
43 (6,1)
435 (61,3)
71 (10)
8 (1,1)
710
Total
196 (27,6)
514 (72,4)
Cuadro III.163. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel IV.
Grados
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Lasca 2º O
18 (11,4)
129 (81,6)
11 (6,9)
158
Lasca 3º O
31 (9)
271 (79)
41 (11,9)
343
Pr. ret. 2º O
14 (10,9)
103 (80,5)
11 (8,5)
128
Pr. ret. 3º O
27 (17,4)
114 (73,5)
14 (9)
155
Total
90 (11,4)
617 (78,7)
77 (9,8)
784
Cuadro III.164. Ángulo de debitado del nivel IV.
198
Proporción
Corto
Medio
Largo
Laminar
Total
1º O
3
1
-
-
4
2º O
125 (71,8)
41 (23,5)
8 (4,6)
-
174
3º O
162 (75,7)
44 (20,5)
7 (3,3)
1 (0,4)
214
Total
290 (73,9)
86 (21,9)
15 (3,8)
1 (0,2)
392
290 (73,9)
86 (21,9)
16 (4,1)
392
Cuadro III.165. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel IV.
[page-n-212]
Extensión
Muy
Muy
Marginal Entrante Profundo
Marginal
Profundo
1º O
1
1
-
-
Total
Repart.
Continuo Discont.
3
25 (13,2) 29 (15,3) 92 (48,6) 36 (19,1)
7 (3,7)
189
3º O
51 (19,9) 42 (16,4) 117 (45,7) 33 (12,9) 13 (5,1)
256
77 (17,2) 72 (16,1) 209 (46,6) 69 (15,4) 21 (4,6)
209 (46,6)
e izquierdo (44% y 38%), donde vuelven a ser los rectos
(56%) y cóncavos (23%) los mayoritarios, con independencia
de su situación. Los filos del lado distal, tras los rectos, presentan una incidencia alta de cóncavos (31%), circunstancia
que apunta a que este tipo de piezas están agotadas en mayor
proporción que las laterales (cuadro III.167).
Delineación
Recto
Cóncavo
Convexo
Sinuoso
Total
1º O
2
-
1
1
4
106 (53)
2º O
53 (26,5)
29 (14,5)
12 (6)
200
3º O
176 (58,1) 74 (24,4)
40 (13,2)
13 (4,3)
303
Total
284 (56,1) 127 (25,1) 70 (13,8)
26 (5,1)
-
-
-
-
2º O
163
8
8
5
231
11
11
5
14
-
19
19 10
-
394
(96,1)
38
(3,9)
MD D
10
3º O
90 (20,1)
Cuadro III.166. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel IV.
-
-
M
1º O
448
149 (33,2)
Completo
P PM
1
2º O
Total
Parcial
2
-
2
4
8
6
129 (75,8)
4
22
4
160 (72,7)
8
29
24
(28,1) (23,3)
Total
T
32 10
291
50 (48,5)
103 (26,14)
291 (73,8)
Cuadro III.169. Repartición del retoque según el orden de extracción
del nivel IV. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Los modos o tipos de superficies retocadas
Los modos de superficies retocadas revelan un predominio de las sobreelevadas (48%) y simples (46%), seguidas de las planas (2,9%) y escaleriformes (2,5%). Estos
valores no varían significativamente en las distintas
unidades arqueológicas. La comparación de las series líticas
silícea y calcárea indica la ausencia de los modos plano y
escaleriforme en las piezas calcáreas y el alto predominio
del retoque simple en las mismas (cuadro III.170).
507
Cuadro III.167. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel IV.
Categorías
Simple
Plano
La ubicación del frente del retoque
El frente retocado se sitúa en torno al 44% y 38% en los
lados derecho e izquierdo, y en un 16% en el lado distal. La
localización es mayoritaria con un 86% en la categoría directo y un 8% inverso. Respecto de la repartición del mismo,
es casi exclusivo continuo en su elaboración (96%), y sólo
alguna pieza como las lascas con retoque muy marginal
presentan esta característica. La extensión de las áreas de
afectación del retoque muestra que éste es completo
(proximal, mesial y distal) en el 73% de las piezas y parcial
en el 26%. Esta parcialidad afecta mayoritariamente a la
mitad distal en un 48% y a la mitad proximal en un 28%.
Circunstancia relacionada con la búsqueda de un apuntamiento más o menos aguzado que marcarían las piezas sólo
distales (31%) (cuadros III.168 y III.169).
1
2
1º O
2
2
4
5/6
55 (49,5) 40 (37,7) 50 (46,7) 52 (47,7)
-
4 (3,7)
3 (2,8)
6 (5,5)
Sobrelevado 53 (47,7) 59 (55,6) 52 (48,5) 48 (44,1)
Escaleriforme 3 (2,7)
Total
Total
8
205(46,3)
-
13 (2,9)
1
213(48,2)
3 (2,8)
2 (1,8)
3 (2,7)
-
11 (2,5)
106
111
107
109
9
442
Cuadro III.170. Modos del retoque del nivel IV.
Los útiles retocados, de la lista tipo indican que la mayoría de ellos se elaboran con retoque sobreelevado y simple
en este orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El
retoque simple es más utilizado que el sobreelevado en
denticulados y raederas desviadas, y al contrario en raederas
laterales y perforadores. El retoque plano, minoritario en
general, afecta a raederas laterales y transversales, al igual
que el escaleriforme (cuadro III.171).
Posición
Lat. izquierdo Lat. derecho
3
Localización
Transversal
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
-
3
1
-
-
-
4
2º O
74 (37)
86 (43)
40 (20)
144 (90)
11 (6,8)
-
2 (1,2)
3 (1,8)
160
3º O
120 (39,6)
138 (45,5)
45 (14,8)
177 (83,4)
21 (9,9)
-
12 (5,6)
2 (0,9)
212
Total
196 (38,6)
226 (44,5)
85 (16,7)
324 (86,1)
33 (8,7)
-
14 (3,7)
5 (1,3)
376
Cuadro III.168. Posición y localización del frente del retoque según el orden de extracción del nivel IV.
199
[page-n-213]
Lista Tipológica
Sobreelev. Simple
Plano Escaler. Total
4. Punta levallois retocada
-
-
-
-
-
6/7. Punta musteriense
4
-
-
1
5
9/11. Raedera lateral
51 (54,2) 29 (30,8) 6 (6,4) 8 (8,5)
12/20. Raedera doble
10 (50) 10 (50)
-
-
94
20
21. Raedera desviada
18 (42,8) 21 (50) 1 (2,3) 2 (4,7)
42
22/24. Raedera transversal
8 (42,1) 8 (42,1) 1 (5,2) 2(10,5)
19
25. Raedera sobre cara plana
1
5
27. Raedera dorso adelgazado
1
1
29. Raedera alterna
3
2
-
-
5
30/31. Raspador
6
2
-
2
10
-
2
19
-
-
20
34/35. Perforador
-
11
43. Útil denticulado
9
6
-
1
13 (68,4) 4 (21,1)
42/54. Muesca
-
3
54 (35,7) 91 (60,2) 3 (1,9) 3 (1,9) 151
45/50. Lasca con retoque
-
31
-
-
3
Cuadro III.171. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel IV.
La dimensión y el grado de transformación del retoque
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
respecto del orden de extracción muestra que la longitud y la
anchura decrecen ligeramente conforme la pieza pierde tipometría, pasando de valores medios de 21,9 a 21,7 mm para
la longitud y de 3,1 a 2,8 mm para la anchura. La altura del
retoque se da especialmente en los productos de 2º orden
(4,5). La superficie retocada muestra que ésta es idéntica
entre las piezas de 2º y 3º orden. La relación existente entre
las posibilidades de extensión y la dimensión elaborada
apunta a que conforme avanza la elaboración del retoque,
éste se centra más en entrar en la pieza que en alcanzar su
máxima longitud (cuadro III.172).
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O 21,96 3,11 4,55 0,88 67,57 1,43 655,29 15,14 190
Pr. ret. 3º O 21,74 2,87 3,92 0,88 67,58 1,44 715,17 14,62 256
Cuadro III.172. Grado del retoque y orden de extracción del nivel IV.
LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado.
HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente
retocado. SR: superficie de todos los frentes retocados en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP superficie del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
La comparación de las series líticas silícea y calcárea
indica para ésta última que los grados de retoque son
mayores en la longitud, como corresponde a su mayor tipometría. En cambio la anchura y la altura del retoque es
menor, como corresponde a piezas menos elaboradas,
circunstancia que se aprecia claramente en el bajísimo índice
de transformación (0,13) de las piezas calcáreas. Igualmente
es mayor la relación entre el filo vivo y el filo retocado, es
decir, una mayor presencia del primero.
200
Las distintas categorías de grado vinculadas al retoque
indican que no existen diferencias significativas en las
mismas, corroborado por el índice F/R. Los índices del
grado de retoque revelan que éstos son inferiores en las
últimas capas y por tanto las mismas son un conjunto menos
retocado. La longitud de la superficie retocada presenta un
valor medio de 21,7 mm que se ajusta a la longitud de los
soportes no transformados (24,2 mm), y por tanto la explotación se puede considerar máxima en la dimensión longitud. La anchura retocada, con valor medio de 2,9 mm,
representa el 12,8% de la anchura media de los soportes,
hecho que señala una decidida elaboración de categorías
sobreelevadas frente a planas o cubrientes en la superficie.
Es decir, no se fabrican piezas planas ni la transformación
mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura
de los frentes retocados con valor de 4,2 mm no está muy
lejos del grosor medio de los soportes, que es de 6,6 mm y
por tanto representa el 63,6% de esa dimensión. Ello certifica la búsqueda de frentes simples y sobreelevados. La
transformación mediante el retoque, principalmente en
altura sólo afecta a un 18,7% de la proyección de la masa
lítica en planta. Ello apunta a un alto interés en economizar
materia prima mediante una máxima explotación volumétrica. Los diferentes índices indican una compensación entre
las capas 1 y 2 que puede obedecer a la diferenciación artificial de las mismas. Los valores de longitud, anchura y relación entre filo y retoque son similares. En cambio se puede
matizar un descenso de la altura del retoque, la superficie de
los productos y el índice de transformación, que es menor en
las últimas capas (cuadro III.173).
III.2.5.3.7. LA TIPOLOGÍA
Entre los útiles mayoritarios las raederas simples
presentan una proporción equilibrada de convexas y rectas,
porcentualmente un 22,5% del total. Las raederas dobles,
unidas a las convergentes, alcanzan el 2,1%, a las que tal vez
habría que añadir el 4,8% de las raederas desviadas. Las
transversales alcanzan el 4% y el resto de raederas tienen
valores marginales. Los raspadores y perforadores, con valores inferiores al 3%, son poco significativos, con un único
buril. Las muescas están presentes con un 5,1% y los útiles
denticulados constituyen la categoría predominante con casi
un 37%. La comparación de las series líticas silícea y
calcárea indica para ésta última que tres morfotipos, denticulados, lascas con retoque y muescas, representan con el
73% la gran elaboración calcárea (cuadro III.174).
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los cuchillos de dorso, las lascas levallois, perforadores,
y raederas simples; a pesar de ello no alcanzan el índice 2
laminar. No se aprecia una tendencia a elaborar piezas
largas, ni siquiera con los elementos levallois, que en cambio
sí indican que son las más delgadas de todas las piezas con
diferencia y también las de menor peso. Respecto del orden
de extracción, están mayoritariamente elaboradas sobre
soportes de 3º orden, circunstancia que contrasta con las
raederas simples, que presentan un mayor número de
elementos corticales (cuadro III.175).
[page-n-214]
Grado
1
2
3
4
5/6
Total
Lista Tipológica
Sílex
Caliza
Cuarcita
Total
LFi
22,87
19,88
23,13
21,23
20,47
21,59
1. Lasca levallois típica
4
-
-
4 (0,97)
LFd
22,37
21,81
22,82
22,22
21,29
22,18
2. Lasca levallois atípica
4
-
-
4 (0,97)
LFt
21,31
18,84
22
22,76
LF
22,32
20,43
22,80
21,94
24,5
21,23
5. Punta pseudolevallois
4
2
1
7 (1,71)
21,33
21,79
6. Punta musteriense
3
-
-
3 (0,73)
AFi
2,67
3,6
2,76
2,3
2,04
2,72
8. Limaces
2
-
-
2 (0,48)
AFd
3,02
3,76
2,8
3,89
2,2
3
AFt
2,84
3,84
3,17
3,52
1,66
3,27
47 (13,8)
2 (3,3)
-
49 (11,98)
10. Raedera simple convexa 40 (11,7)
2 (3,3)
1
43 (10,51)
AF
2,87
3,71
2,84
2,73
2,05
2,93
11. Raedera simple cóncava
5
-
6 (1,46)
9. Raedera simple recta
1
HFi
4,38
4,6
3,81
4,25
2,95
4,08
12. Raedera doble recta
4
-
-
4 (0,97)
HFd
4,43
5,32
3,67
3,72
3,2
4,16
13. Raedera doble rect-cv.
2
-
-
2 (0,48)
HFt
4,36
5,2
3,88
4,94
3,66
4,58
19. Raedera converg. conv.
3
-
-
HF
4,39
4,3
3,76
4,12
3,15
4,21
21. Raedera desviada
20 (5,86)
-
IF
0,80
0,93
0,91
0,89
0,82
0,87
22. Raedera transv. recta
9
2
-
11 (2,68)
SRi
65,32
79,6
80,42
54,78
51,04
67,69
23. Raedera transv. conv.
5
-
-
5 (1,22)
-
3 (0,73)
20 (4,88)
SRd
75,4
89,1
69,47
69,4
48,62
72,50
25. Raedera cara plana
4
1
-
5 (1,22)
SRtr
64
71,8
70,82
79,71
56
70,37
27. Raedera dorso adelg.
1
-
-
1 (0,24)
SR
69,97
82,44
70,09
65,05
50,4
70,38
29. Raedera alterna
2
2
-
4 (0,97)
F/Ri
1,22
1,48
1,44
1,64
1,66
1,48
30. Raspador típico
3
1
-
4 (0,97)
F/Rd
1,34
1,55
1,37
1,47
1,29
1,42
31. Raspador atípico
5
1
-
6 (1,46)
F/Rtr
1,67
1,44
1,35
1,47
1,66
1,49
32. Buril típico
1
-
-
1 (0,24)
F/R
1,37
1,50
1,4
1,53
1,49
1,46
33. Buril atipico
1
-
-
1 (0,24)
SP
602,2
611,5
718
745,5
715,2
674,5
34. Perforador típico
4
-
-
4 (0,97)
IT
11,44
17,14
10,98
9,93
7,63
11,75
35. Perforador atípico
3
1
-
4 (0,97)
37. Cuchillo dorso atípico
-
1
-
1 (0,24)
38. Cuchillo dorso natural
4
-
2
6 (1,46)
16 (4,7)
5 (8,3)
-
21 (5,13)
Cuadro III.173. Grado del retoque del nivel IV.
42. Muesca
Los índices y grupos industriales
Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois (2,3), lejos de la línea de corte establecida en 13
para poder ser considerada de muy débil debitado levallois.
El índice laminar de 2,4 se sitúa en la consideración de muy
débil. El índice de facetado de 8 también está por debajo del
10 considerado para definir la industria como facetada. Las
agrupaciones de categorías industriales indican que el índice
levallois tipológico de 1,9 está muy distante del 30 considerado para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II
(40,3) y los índices esenciales de raedera con valor de 40
estiman su incidencia como media, que es alta a partir de 50.
El particular índice charentiense de 14, lejos del 20, permite
considerar este conjunto como no charentiense. El Grupo
III, formado principalmente por raspadores y perforadores,
presenta un índice esencial de 5,2, definido como débil. Por
último el Grupo IV, con un índice de 37, se define como muy
alto al superar el límite 35, que aumenta a casi 42 si
añadimos las muescas. Por tanto y en resumen, el nivel IV de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de denticulados del Paleolítico medio, con
presencia media de raederas y baja incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior (cuadro III.176).
43. Útil denticulado
2
149 (36,43)
2
-
-
2 (0,48)
10 (2,9)
11 (18)
-
21 (5,1)
51. Punta de Tayac
6
-
1
7 (1,71)
54. Muesca en extremo
1
-
-
1 (0,24)
62. Diverso
8
-
-
8 (1,95)
341
61
7
409
44. Becs
45/50. Lasca con retoque
Total
118(34,6) 29 (48,3)
Cuadro III.174. Lista tipológica y series litológicas del nivel IV.
III.2.5.3.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación del nivel IV indica que éste es
similar entre los productos retocados (13,9%) y entre las
lascas (13,8%), más numerosas las de 3º orden entre los
primeros. La incidencia de la fracturación respecto a los
restos de talla y núcleos no es clara, como ya se ha comentado, incluyéndose la totalidad de los primeros a efectos de
valorar su incidencia. La presencia de retoque en los restos
de talla no es significativa (1,6%). Complejo vuelve a ser
diferenciar si los restos de talla corresponden a fragmentos
del proceso de talla o a fragmentos por transformación
201
[page-n-215]
I. Tipométricos
Nº
IA
IC
Peso
1º O
2º O
3º O
Lasca levallois
8
1,52
6,9
2,18
-
1
7
Punta pseudol.
7
0,85
5,42
3,15
-
1
6
Raedera simple
98
1,25
3,33
8,13
1
56
41
Raedera transv.
17
0,76
4,83
11,88
-
11
6
Raed. dos frentes
10
1,17
4,23
6,31
-
4
6
Raedera inversa
5
1,27
3,9
22,33
-
3
2
Raedera desviada
19
0,95
3,71
6,94
-
7
12
Raspador
10
0,97
2,03
11,1
-
5
5
Perforador
8
1,28
2,81
5,17
-
3
5
Cuch. dorso nat.
5
1,91
4,21
5,86
-
5
-
Muesca
22
1,18
3,03
8,39
-
10
12
Denticulado
149
1,21
3,59
7,96
1
46
102
Fracturación
Entera
Fracturada
Total
Índice
Núcleo
26
25
51
49,01
Lasca 1º O
12
-
12
0
Lasca 2º O
196
17
213
7,98
Lasca 3º O
408
31
439
7,06
No retocado
616
48
664
13,83
Pr. ret. 1º O
4
-
4
0
Pr. ret. 2º O
155
23
178
12,92
Pr. ret. 3º O
200
35
235
14,89
Retocado
359
58
417
13,90
Total
975
106
1081
9,80
Cuadro III.177. Fracturación de la estructura industrial según orden
de extracción del nivel IV.
Cuadro III.175. Índices tipométricos y orden de extracción
del nivel IV.
Índices Industriales
Real
Esencial
I. Levallois (IL)
2,34
-
I. Laminar (ILam)
2,43
-
I. Facetado amplio (IF)
8
-
I. Facetado estricto (IFs)
3,67
-
I. Levallois tipológico (ILty)
1,95
2,1
I. Raederas (IR)
37,4
40,26
I. Achelense unifacial (IAu)
0,48
0,52
I. Retoque Quina (IQ)
1,95
2,1
I. Charentiense (ICh)
14,42
15,52
Grupo I (Levallois)
1,95
2,1
Grupo II (Musteriense)
40,34
43,42
Grupo III (Paleol. superior)
4,88
5,26
Grupo IV (Denticulado)
36,43
39,21
Grupo IV+Muescas
41,8
45
medio, aunque hay que tener presente la dificultad de identificar éste cuanto mayor es. La ubicación de las fracturas se
presenta mayoritaria en la mitad proximal (35,8%) de las
piezas retocadas, especialmente en muescas y raederas simples. Divididas las piezas en dos mitades, el porcentaje de
fracturación es superior en la mitad proximal (47,1%) que en
la mitad distal (39,6%), y menor en los lados (13,2%). Ello
apunta a que existe una tendencia a suprimir los extremos de
las piezas, en especial el proximal, cuya causa puede ser
funcional, de configuración o utilización. Por último, la incidencia de las fracturas respecto de los modos de retoque
indica que existe un porcentaje mayor de éstas con retoque
sobreelevado (65,1%) frente al simple (34,8%). De reseñar
es que las piezas con retoque simple ubican las fracturas
preferentemente en la porción meso-distal frente a las sobreelevadas que las presentan en la porción próximo-mesial
(cuadros III.178, III.179 y III.180).
Cuadro III.176. Índices y grupos industriales líticos del nivel IV.
exhaustiva de productos configurados y retocados. La industria de este nivel presenta una fracturación total del 9,8%, y
entre los productos retocados un 13,9%. La comparación de
las series líticas silícea y calcárea indica que la fracturación
es mayor en la última serie (cuadro III.177).
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son
las muescas (23,8%) y raederas simples (23,4%), seguidas
de denticulados (43%); el resto presenta pocos ejemplares.
No hay ninguna categoría significativa de estar poco o nada
fracturada. El grado de fracturación es predominantemente
202
III.2.5.3.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo corresponden a 51 piezas, a las que
habría que sumar 10 piezas más transformadas en productos
retocados con filos mayoritarios denticulados y sobreelevados. Este grado de transformación es de un 16,4% y puede
ser considerado bajo. Los diferentes tipos de núcleos identificados son mayoritariamente gestionados por una sola
superficie o unifacial (88%) frente a más caras (35% de bifaciales). La dirección de debitado es bimodal, con 34,5% de
centrípeta (fig. III.60, núm. 6; fig. III.61, núm. 1, 3, 4, 6), y
34,5% preferencial (fig. III.60, núm. 3, 4, 9; fig. III.61, núm.
2, 7), seguidas de unipolar en un 19,2% (fig. III.60, núm. 1,
5), un 11,5% de ortogonal y por último bipolar (fig. III.60,
núm. 7). Las características de las superficies de debitado
planas-convexas y las de preparación con planos multifacetados (40%) indican la presencia de gestión levallois mayoritariamente centrípeta en el nivel. Otros núcleos con superficies de morfología indeterminada, poliédrica, discoide
(fig. III.60, núm. 2; fig. III.61, núm. 6) y los gajos (fig.
III.61, núm. 5) se distancian de los levallois. Así pues, una
[page-n-216]
Grado
0-25% 26-50% 50-75% >75%
Total
Punta
-
-
-
-
-
Raedera simple
7
12
3
1
23 (23,46)
-
1 (16,6)
Raedera doble
-
1
-
Raedera transversal
1
-
-
Raedera desviada
1
1
Raedera cara plana
1
-
Raspador
-
1
Perforador
1
1
-
1 (6,25)
-
-
2 (10)
-
-
1 (20)
-
-
1 (10)
-
-
2 (20)
Muesca
1
3
-
1
5 (23,8)
Denticulado
7
14
-
-
21 (13,8)
Indeterminado
-
-
2
1
3
5 (8,3)
3 (5)
60
Total
19 (31,6) 33 (55)
Cuadro III.178. Grado de fracturación de los productos retocados
del nivel IV.
Situación
P
PM
PD
MD
D
L
Total
Punta
-
-
-
-
-
-
-
Raedera simple
2
5
[page-n-2]
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERIE DE TRABAJOS VARIOS
Núm. 108
LA COVA DEL BOLOMOR
(Tavernes de la Valldigna, Valencia)
LAS INDUSTRIAS LÍTICAS DEL PLEISTOCENO MEDIO
EN EL ÁMBITO DEL MEDITERRÁNEO PENINSULAR
Por
JOSEP FERNÁNDEZ PERIS
VALENCIA
2007
[page-n-3]
ISSN 1989-540
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALENCIA
SERVICIO DE INVESTIGACIÓN PREHISTÓRICA
S E R I E D E T R A B A J O S VA R I O S
Núm. 108
Foto portada: Boca de la Cova del Bolomor.
ISBN: 978-84-7795-486-6
Depósito legal: V-5300-2007
Imprime:
Artes Gráficas J. Aguilar, S.L. • Benicadell, 16 - 46015 Valencia
Tel. 963 494 430 • Fax 963 490 532
e-mail: publicaciones@graficas-aguilar.com
[page-n-4]
A María Pilar Fumanal
in memoriam
[page-n-5]
[page-n-6]
PRÓLOGO
Pocos yacimientos europeos tienen una estratigrafía
arqueológica tan completa como la de la Cova del Bolomor.
Sus más de siete metros de potencia, con diecisiete unidades
sedimentarias que abarcan una parte sustancial del Pleistoceno medio y el inicio del Pleistoceno superior, han proporcionado abundantes restos líticos y óseos, algunos restos
fósiles de los homínidos que frecuentaron la cavidad y
evidencias de la utilización del fuego que resultan, al referirnos a esas cronologías, de una elevada trascendencia.
Tan larga secuencia no pasó inadvertida a los pioneros
de la arqueología prehistórica en las tierras valencianas,
como lo evidencian las referencias a la cavidad de Juan
Vilanova y Piera, Leandro Calvo o el mismo Henri Breuil.
Pero lo cierto es que el yacimiento fue, por desgracia,
objeto de actividades mineras que afectaron seriamente a
una parte importante del relleno sedimentario y permaneció
luego casi olvidado durante una buena parte del siglo
veinte. Esta situación, precedida de alguna intervención
puntual de la que apenas se conocen los resultados, es la
que presentaba la Cova del Bolomor a mediados de los años
ochenta del siglo pasado, fechas en las que se consideró la
oportunidad y el interés científico de iniciar la excavación
sistemática de su relleno.
La idea se fue gestando a partir de diversas visitas efectuadas al yacimiento por Josep Fernández Peris en compañía
de María Pilar Fumanal y de Michèle Dupré, y con todos
ellos tuve la oportunidad de cambiar impresiones sobre la
secuencia y el interés de conocer con mayor detalle unos
niveles que apuntaban claramente a cronologías del Pleistoceno medio, ampliando así el registro por entonces conocido
en el ámbito valenciano. Aquellos años coincidieron con el
inicio de mis propios trabajos arqueológicos en la Cova
Negra de Xàtiva, en cuyo equipo participaban las dos investigadoras citadas, y pronto se consideró conveniente
conformar un grupo investigador capaz de abordar esta
nueva y atractiva excavación.
La iniciativa resultaba prometedora, pero a la vez difícil,
pues es imposible ignorar las dificultades que conlleva la
excavación de una yacimiento de esas características. Se
trataba de una empresa que se intuía de larga duración, que
exigiría la inversión continuada de muchos esfuerzos y
cuyos frutos sólo iban a ser palpables tras años de laboriosa
actividad de campo. En torno a la figura de Josep Fernández
Peris se agruparon entonces una buena parte de los investigadores que participaban en el proyecto de Cova Negra,
muchos centrados en esas fechas en la realización de sus
respectivas tesis doctorales, y con posterioridad se han ido
añadiendo otros jóvenes investigadores que han aportado al
proyecto ilusión y trabajo.
Vistos los resultados obtenidos a lo largo de esos años,
ya casi veinte después del inicio de las excavaciones, justo es
reconocer que el equipo de dirección y los logros obtenidos
han cumplido plenamente las expectativas creadas. Una
buena parte de la actividad arqueológica de campo desarrollada en Bolomor desde el año 1989 ha estado codirigida por
Josep Fernández Peris y Pere Miquel Guillem Calatayud,
quienes han aprovechado la labor realizada para configurar,
total o parcialmente, sus respectivas tesis doctorales. De
hecho, el libro que ahora prologan estas líneas constituye la
adecuación para su publicación de la Tesis doctoral presentada por Josep Fernández Peris el año 2006 en la Universitat
de València. Y en todo ese proceso, el papel dinamizador y de
verdadera alma mater del proyecto y la excavación ha correspondido, sin duda alguna, a Josep Fernández Peris.
Resulta pertinente dedicar unas líneas a este aspecto ya
que, aunque pueda parecer obvio, no es en absoluto banal.
He mencionado las dificultades de excavación de un yacimiento como el de la Cova del Bolomor. Estas dificultades
son consecuencia no sólo de la amplitud de la secuencia,
sino de la situación misma en la que se encontraba el yacimiento al comenzar las intervenciones en el año 1989. El
vaciado de una parte del relleno dejaba a la vista una parte
V
[page-n-7]
importante de la estratigrafía, una situación que propició la
realización de un refresco del corte destinado a la determinación de las posibilidades arqueológicas de los distintos
niveles y a una primera evaluación de su cronología y
proceso de formación. La amplitud de la secuencia permitía
entrever la duración y la magnitud de cualquier iniciativa de
excavación que se planteara ir más allá de esta primera aproximación a la estratigrafía. En cualquier caso, es de justicia
señalar que en esas primeras campañas el papel desempeñado por M.P. Fumanal resultó fundamental y los objetivos
muy pronto conseguidos.
Fruto del trabajo realizado en esas primeras campañas, en
las que además se inició también la excavación en extensión
de dos zonas del sector oeste de la cavidad, fueron las primeras noticias sólidamente construidas de la secuencia arqueológica del yacimiento, publicadas ya en 1993 y 1994, y una
adecuada valoración de las posibilidades que abría su excavación y el interés de su cronología. Rafael Martínez Valle y
Pere M. Guillem Calatayud contribuyeron también con sus
trabajos a la síntesis de los primeros resultados, con aportaciones importantes en el campo de la arqueozoología y la tafonomía.
Esta fase dio paso a otra, dirigida a extraer las tierras
revueltas consecuencia de los antiguos trabajos de cantería
con la finalidad de comprender la geometría del relleno sedimentario del yacimiento y evaluar las posibilidades de excavación en extensión en nuevos sectores. La visión que se
tiene en la actualidad de la Cova del Bolomor no sería la
misma sin el trabajo emprendido en esos años, y la actual
excavación en extensión del sector norte no se encontraría en
el prometedor estado en el que ahora está si esa costosa actividad no se hubiera llevado a término.
Sin querer entrar en estas líneas en los detalles que
quedan recogidos perfectamente en las páginas que
Fernández Peris dedica a este tema, sí que deseo resaltar que
en todo momento la visión de trabajo a largo plazo ha sido
perfectamente asumida en las excavaciones llevadas a cabo
en el yacimiento y que la programación de los trabajos
arqueológicos ha sido totalmente coherente con esa idea. El
resultado consiste en la posibilidad de excavación en extensión en varios sectores diferenciados, con acceso en cada
uno de ellos a distintos niveles de la secuencia.
Un segundo aspecto a resaltar es la atención prestada a
la incorporación de nuevos investigadores al equipo, así
como la potenciación de las líneas de trabajo que un yacimiento excavado con modernas metodologías debe contemplar. En torno al proyecto vinculado al Servicio de Investigación Prehistórica de la Diputación de Valencia, Josep
Fernández Peris ha ido sumando colaboraciones que están
ofreciendo en estas fechas resultados de alto interés, algunos
en prensa a la hora de escribir estas líneas. Las aportaciones
de Alfred Sanchis al estudio de los lagomorfos y las marcas
antrópicas que implican su consumo, los de Ruth Blasco a la
fauna del nivel XII, con la identificación de procesos de
trampling en el yacimiento y una adecuada caracterización
de la economía y la tafonomía de esos periodos, los de Pablo
Sañudo al estudio espacial del nivel IV y los de Felipe Cuartero a la tecnología lítica del nivel IV, se suman a las que en
VI
su día publicaron también R. Martínez Valle sobre la fauna
o Pere M. Guillem sobre la microfauna. Si la finalidad de la
investigación es avanzar en el conocimiento y difundir los
resultados obtenidos mediante su publicación, esta meta se
está logrando con un muy adecuado cumplimiento en
Bolomor.
El estudio que se presenta en este volumen constituye,
asimismo, un avance fundamental al conocimiento de los
materiales líticos documentados en los distintos niveles de la
secuencia, con una sustancial información sobre la fauna
asociada, las estructuras de combustión documentadas y la
secuencia paleoambiental y cronológica. Una información
que los trabajos en curso permitirá ampliar y contrastar a la
hora de definir los procesos de ocupación del yacimiento,
pero que ya constituye una aportación de primer orden al
conocimiento de la tecnología lítica del periodo comprendido entre ca . 350.000 y 100.000 años.
La importancia de los datos proporcionados hasta la
fecha por las excavaciones y estudios efectuados en la Cova
del Bolomor es indudable y en el trabajo realizado por
Josep Fernández Peris se avanzan datos globales de gran
interés. En primer lugar, los casi trescientos mil años a los
que remite el relleno estratigráfico permiten obtener una
visión diacrónica de considerable amplitud para un periodo
clave en la secuencia arqueológica europea conocido a
partir de pocas secuencias de tanta potencia. Un periodo
que remite a una parte sustancial de la historia de los neandertales y que resulta crucial, por tanto, para una valoración
de la evolución del comportamiento de esas poblaciones en
la zona meridional europea. La excavación en extensión
llevada ya a término en algunos niveles está permitiendo
obtener información de primer orden para la caracterización
de las actividades económicas, tanto en lo que se refiere a
la obtención del alimento como a la producción y variedad
del instrumental lítico. Los datos apuntan hacia un perfil
cazador caracterizado por una cierta amplitud de especies y
una marcada presencia de animales de tamaño medio y
grande, con una escasa documentación de carnívoros y un
papel reducido, pero constante, de las pequeñas presas. Esta
situación, matizada por la constatación de la existencia de
las marcas dejadas por los carnívoros en los restos óseos de
las excavaciones en curso en alguno de los niveles de menor
presencia humana, como sería el nivel X, deberá ser objeto
de estudio y profundización en los próximos trabajos,
puesto que la definición del ritmo y duración de las ocupaciones del yacimiento constituyen algunas de las cuestiones
más trascendentales a la hora de definir los patrones de
movilidad y de ocupación del territorio. A su vez, el incremento de las evidencias arqueológicas, tanto líticas como
óseas en los niveles que corresponden a las fases terminales
del Pleistoceno medio e iniciales del Pleistoceno superior,
resulta coincidente con lo conocido a partir de la excavación
de otros yacimientos de similar cronología y obliga a una
reflexión sobre el grado de afianzamiento de las poblaciones neandertales en la zona meridional europea y el éxito
de su actividad cazadora.
Se aportan, a su vez, datos consistentes en el trabajo que
ahora presentamos sobre la homogeneidad industrial de la
[page-n-8]
secuencia de Bolomor, si bien no dejan tampoco de señalarse algunas agrupaciones industriales que, fundamentalmente, sirven para diferenciar los niveles superiores (I-V) de
los inferiores (XIII-XVII). Estos últimos limitados por la
extensión de la superficie excavada.
La ausencia de industrias achelenses en un contexto
cronológico del Pleistoceno medio superior e inicios del
Pleistoceno superior constituye otro de los rasgos más interesantes de Bolomor. La situación encuentra sus paralelos en
otros yacimientos del ámbito mediterráneo peninsular y
francés, tales como la Cuesta de la Bajada, la Baume Bonne
o la Caune de l’Aragó, y resulta del máximo interés a la hora
de valorar las tradiciones industriales del Pleistoceno medio
en el ámbito europeo meridional. Este tema es objeto de
reflexión en la última parte del libro, tras un repaso de las
características de los yacimientos de similar cronología en el
ámbito peninsular y francés.
Interpretadas algunas pulsaciones en las partes anatómicas representadas o en la mayor o menor presencia del
macroutillaje y el grado de transformación del material retocado en relación con las pautas de ocupación del yacimientos, resultará necesario profundizar en el futuro sobre
estos temas, incorporando cuestiones tan decisivas en la
interpretación de los distintos niveles como las variaciones
producidas por la localización de las áreas de actividad, la
influencia del fuego y la amplitud temporal misma de las
ocupaciones.
En relación con este último aspecto, han sido especialmente trascendentes los datos obtenidos del empleo del
fuego en diversos niveles de la secuencia. El ritmo de los
hallazgos, ligado al propio proceso de excavación, permite
conocer hoy la realidad de su documentación desde el nivel
XIII, aunque se indica en este mismo trabajo la existencia de
elementos que atestiguarían la presencia del fuego desde el
nivel XV, lo que nos sitúa en momentos muy tempranos de
la secuencia. Bolomor aporta en ese campo una precisión
secuencial que resulta muy necesaria en la valoración de uno
de los grandes hitos en la evolución del Pleistoceno medio
europeo. Es indudable que una correlación entre las pautas
de ocupación del yacimiento, la orientación cazadora de los
distintos niveles y el uso del fuego constituye una línea de
investigación prioritaria que pocos yacimientos europeos
pueden facilitar en este momento.
Presente y futuro de la investigación sobre la Cova del
Bolomor se derivan de la lectura de este trabajo, que se ha de
convertir en una referencia obligada tanto a nivel estrictamente regional como para el ámbito europeo meridional. Un
peso fundamental del presente de Bolomor recae en la muy
cuidada presentación de la industria lítica y su valoración.
Este apartado, especialmente detallado y realizado de acuerdo con la más moderna metodología, constituye un logro en
sí mismo y merece una muy viva felicitación. Mientras que
el futuro de Bolomor remite a los resultados interdisciplinares que las excavaciones en extensión van a favorecer y se
deduce también del esfuerzo de contextualización con el que
se complementa el estudio tecno-tipológico. Esta reflexión,
que ocupa una parte sustancial del libro, ha debido elaborarse a partir de una bibliografía desigual y en muchas
ocasiones insuficientemente detallada en relación con el
propio estudio efectuado en Bolomor. Estas circunstancias
limitan, sin duda, la capacidad de comparación y síntesis,
pero permiten comprender los márgenes en los que se mueve
la investigación actual. Bolomor no constituye un fenómeno
aislado, sino que traduce unas pautas de gestión de los
recursos líticos y bióticos, del sistema de ocupación del
territorio y del modo de vida de la cronología a la que
remiten sus niveles, que encuentran claro paralelo en otros
yacimientos contemporáneos. La escasez de secuencias de
esa entidad explica la importancia de los resultados obtenidos en el yacimiento, la oportunidad de una valoración
diacrónica de los resultados. Es obvio, por tanto, el esfuerzo
que se ha de realizar en precisar la cronología de los distintos
niveles y en caracterizar las pautas de ocupación del yacimiento. Así como la repercusión que los datos que se
obtengan va a tener en el panorama de la investigación internacional.
Siendo importante el presente de Bolomor, como lo
testimonia la información que este trabajo nos ofrece, las
perspectivas de futuro son muy prometedoras. Pero como
decíamos líneas arriba, el avance de la investigación en un
yacimiento de estas características requiere constancia y una
planificación cuidadosa del trabajo, así como la publicación
de los resultados obtenidos. El libro que ahora presentamos
permite concluir que estos requisitos se están cumpliendo
muy adecuadamente. Es por eso que mis últimas palabras
quieren ser de felicitación al SIP, tanto por la inclusión de la
excavación de Bolomor en su programa de investigación
arqueológica de campo, como por la publicación ahora de
los resultados obtenidos en las excavaciones realizadas en
los últimos años. Una atención por tan importante yacimiento arqueológico que se ha completado, además, con su
protección y la inversión en la infraestructura necesaria para
la realización de una excavación arqueológica moderna.
Valentín Villaverde Bonilla
Catedrático de Prehistoria
Universitat de València
VII
[page-n-9]
[page-n-10]
AGRADECIMIENTOS
El presente trabajo no hubiera sido posible sin la intervención de diversas personas y entidades. El departamento
de Prehistoria de la Universitat de València donde estudié
y me ilusioné en mis primeros pasos de futuro arqueólogo.
El Servei d’Investigació Prehistòrica de la Diputació de
València, que aceptó e hizo realidad las primeras campañas
de excavaciones con las que nació el proyecto Bolomor de la
mano de su director Bernat Martí, y a Helena Bonet que
actualmente apoya su continuidad. A Joaquim Juan Cabanilles y al personal del Museo de Prehistoria por su ayuda en
la materialización de esta publicación y en el inventario de
los materiales.
Los trabajos de todos estos años, aunque sea tópico, no
son obra de una persona y detrás de los mismos está el
esfuerzo de un equipo, de varias generaciones de estudiantes
y licenciados que dedicaron una parte valiosa de su tiempo.
Quiero recordar las maravillosas ilusiones y vivencias
compartidas con Carmen Guna, Yolanda Faus, Adolfo Ribes,
Laura Fortea, Gloria Sanchís, Laura Hortelano, Juan Moragues, Luis Zalvidea, Francisca Pérez, Sara Sanmatías, José
Yravedra, Iván de Castro, Raül Felis, Felipe Cuartero,
Anuska Nebot, y de otros muchos a los que pido perdón por
su no inclusión.
Han contribuido en la investigación de Bolomor y
merecen mi reconocimiento: Inocencio Sarrión, Alfred
Sanchís y Rafael Martínez por sus clasificaciones faunísticas. Michèle Dupré, que buscó durante años una curva
polínica que no pudo encontrar. Trinidad Torres por su desinteresada contribución en las dataciones absolutas. Brooks
Ellwood por la elaboración de la curva de susceptibilidad
magnética. Carlos Verdasco por la microsedimentología.
Susana Alonso por la realización de los maravillosos dibujos
de las piezas líticas, y a todos los compañeros e investiga-
dores que en este momento inician su andadura en el
proyecto Bolomor, a ellos, mi mayor consideración y apoyo.
Especialmente quiero reconocer la ayuda inestimable de
unos buenos amigos, como son Policarp Garay que me ha
asesorado en la geología y el medio físico. A Pere Guillem
por su compañía como co-director y asesor de los tests estadísticos. A Emili Aura por sus consejos y visión del mundo
paleolítico. A Pablo Sañudo por colaborar en la informatización de las tediosas bases de datos de la industria lítica, a
Ruth Blasco por su entrega al duro proceso de excavación y
a Virginia Barciela a quien debo yo y el lector la corrección
de un texto reiterativo que es más legible.
A Valentín Villaverde por su impulso en el inicio de las
excavaciones y por asumir la dirección de la tesis. A los
componentes del tribunal, que tan amablemente se han prestado a evaluarla: M.ª Pilar Utrilla, Eudald Carbonell,
Gerardo Vega, Manuel Santonja y Emili Aura.
Un recuerdo entrañable para María Pilar Fumanal: su
gran contribución a la investigación sólo fue comparable al
vital entusiasmo y decisión con que se volcó en los
momentos de crisis, para que el proyecto Bolomor fuera por
encima de todo una realidad.
A mi familia por el tiempo que les he robado con mi
obsesiva dedicación y a los amigos del trabajo por su apoyo
incondicional durante estos largos años. Un especial recuerdo para Guillermo y Sergio Martí por su presencia y
ánimo constante al final de cada campaña.
Por último, este escrito no sólo simboliza un largo recorrido científico por la historia de un yacimiento arqueológico, sino un recorrido de sacrificio personal y, al mismo
tiempo, de ilusión compartida con muchas personas, sin la
cual difícilmente este momento habría sido posible.
Benimaclet, 16 de abril de 2006
IX
[page-n-11]
[page-n-12]
ÍNDICE
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
1
I. El marco físico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.1. El paleopaisaje y los corredores naturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.2. Los depósitos continentales: glacis, conos y terrazas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.3. Los depósitos kársticos y su aportación bioestratigráfica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.4. La paleogeografía litoral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.4.1. Los depósitos marinos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.4.2. Variación de la línea de costa: evolución e implicaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
I.5. Consideraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
3
3
8
11
13
13
16
18
El yacimiento arqueológico Cova del Bolomor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.1. Historia previa a las intervenciones arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.2. Intervenciones arqueológicas (1989-2003) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.3. Contexto geológico y geográfico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.4. Geomorfología y evolución paleokárstica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.4.1. La cavidad y su evolución . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5. Cronoestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.1. Sectores, niveles y unidades estratigráficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.2. Sedimentología y fases climáticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.3. La susceptibilidad magnética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4. La bioestratigrafía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.1. Los micromamíferos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.2. Los macromamíferos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.3. Otros restos bióticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.4.4. Implicaciones paleoclimáticas de la fauna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.5.5. Dataciones radiométricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.6. Paleoantropología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.6.1. Otros restos antropológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.7. Yacimientos del contexto regional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
II.8. Anexo. Tablas de representación de los restos faunísticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
23
23
26
30
33
35
36
36
46
47
47
47
48
49
52
52
53
54
55
59
II.
XI
[page-n-13]
III. Las industrias líticas de la Cova del Bolomor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1. La Metodología aplicada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.1. La estructura industrial lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.2. La materia prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.3. La tipometría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.4. El análisis morfotécnico del elemento de explotación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.5. El análisis morfotécnico del elemento producido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.6. El análisis morfotécnico del elemento retocado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.1.7. La fracturación lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2. Las unidades espaciales arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.1. El nivel arqueológico Ia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.2. El nivel arqueológico Ib/Ic . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.3. El nivel arqueológico II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.4. El nivel arqueológico III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.5. El nivel arqueológico IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.6. El nivel arqueológico V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.7. El nivel arqueológico VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.8. El nivel arqueológico VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.9. Los niveles arqueológicos VIII-XI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.10. El nivel arqueológico XII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.11. El nivel arqueológico XIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.12. El nivel arqueológico XV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.2.13. El nivel arqueológico XVII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3. Dinámica y variación diacrónica de la industria lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.1. Los materiales arqueológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.2. La estructura industrial lítica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.3. La materia prima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.4. La tipometría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.5. La gestión de los núcleos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.6. Orden de extracción de los elementos producidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.7. La superficie del talón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.8. La corticalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.9. Los bulbos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.10. La simetría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.11. Los productos retocados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.12. La tipología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.13. Los índices y grupos industriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.14. La fracturación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.3.15. Resultados obtenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
III.4. Anexo. Aplicación estadística mediante análisis de conglomerado (cluster analysis)
a las series tecnotipológicas de la secuencia arqueológica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.
87
87
88
88
91
91
94
95
97
98
99
131
153
173
191
215
237
251
258
260
288
303
318
345
345
345
348
350
358
360
361
363
364
365
367
373
378
380
382
403
409
409
411
416
420
421
422
Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
435
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
XII
La contextualización
IV.1. Las industrias del Pleistoceno medio de la Península Ibérica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.1. Yacimientos en medios sedimentarios continentales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.2. Yacimientos en medios kársticos: cuevas y abrigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.1.3. Consideraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2. Las industrias del Pleistoceno medio de Europa meridional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2.1. Yacimientos en medios kársticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
IV.2.2. Consideraciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
447
[page-n-14]
INTRODUCCIÓN
La vertiente mediterránea constituye una de las áreas de
la Península Ibérica con mayor número de yacimientos
documentados adscritos al Pleistoceno. Estos yacimientos
se encuentran en diferentes estados de conservación y
estudio, a pesar de lo cual se ha podido llevar a cabo una
interesante labor de investigación sobre el Paleolítico de la
zona y realizar un profundo análisis diacrónico de toda la
secuencia regional, con valoraciones precisas acerca de las
variaciones en los modos de vida que se producen durante
este lapso temporal. El resultado ha sido la sistematización
de una serie climatoestratigráfica vinculada al proceso de
desarrollo de las antiguas comunidades humanas que
poblaron este territorio (Pérez Ripoll 1977, Villaverde 1984,
1992, 1995, Villaverde y Fumanal 1990, Villaverde y
Martínez 1992, Fumanal 1993, 1995, Fernández 1994,
Fernández et al. 1994, Aura 1995, Martínez 1995, Guillem
1995, entre otros).
El proyecto Bolomor, aunque iniciado en 1982, arranca
con la excavación e investigación en 1989 del yacimiento
epónimo; proyecto que ha permitido observar, por primera
vez en estas tierras mediterráneas, los cambios paleoclimáticos, bioestratigráficos y antrópicos a lo largo de una larga
secuencia temporal. Además, es éste uno de los escasos
yacimientos arqueológicos de Europa que posee una estratigrafía pleistocena amplia, donde es posible contextualizar
los datos con los de otros yacimientos peninsulares y europeos, contribuyendo de forma importante al análisis de los
patrones humanos de selección de hábitat o a los procesos
generales de adaptación y subsistencia.
El proceso que se estudia en el presente trabajo se
encuadra temporalmente entre el 350.000 y el 100.000 BP
–Pleistoceno medio reciente e inicios del Pleistoceno superior–. Desde el punto de vista espacial, la Cova del Bolomor
se ubica en un corredor natural –La Valldigna–, localizado
junto al litoral y en el centro-meridional de las tierras valencianas, cuyas características físicas resultan determinantes
en la contextualización de la génesis y evolución del yacimiento. De ahí que el medio físico sea uno de los aspectos
mejor analizados en este trabajo, como base para la posterior
interpretación del registro arqueológico.
El tema central de este libro es el análisis de la industria
lítica del yacimiento Cova del Bolomor. El aprovechamiento
y utilización de los diferentes tipos de materias primas ha
permitido abordar la intensa relación entre medio físico y la
conducta humana. La variabilidad de la industria lítica en
los distintos niveles de la secuencia estratigráfica se
presenta dependiente de los cambios en su gestión y
economía, con todo lo que ello implica en cuanto a la explotación, transformación, aplicación y abandono, así como su
estrecha relación con el uso y funcionalidad de la cavidad.
No obstante, no se trata de un análisis aislado; en realidad la
industria lítica actúa como punto de partida y elemento de
cohesión entre todas aquellas variables esenciales para el
conocimiento de las características básicas de los tipos de
ocupación –análisis zooarqueológico, tafonómico, uso de
hogares, entre otros–. Del mismo modo, este trabajo permite
abordar aspectos conceptuales de extraordinaria relevancia,
dada la importante carga de definición cultural que se ha
concedido a las industrias líticas en la investigación. Así, se
cuestiona o matiza la existencia de algunas entidades culturales, cimentadas en la presencia/ausencia de determinados
útiles guía, al mismo tiempo que se lleva a cabo una valoración de los criterios empleados en la investigación para
realizar un tipo de construcciones intelectuales que no
siempre obedecen a un análisis diacrónico y espacial de la
variabilidad tecnológica y tipológica de estas industrias.
El texto se estructura en cinco capítulos en torno a tres
elementos principales de discusión: el medio físico, el yacimiento y la contextualización. El primero de ellos hace referencia al medio físico regional, considerando todos aquellos
depósitos con industrias antiguas y la potencialidad de cada
uno de ellos. El intento de reconstrucción del contexto cons-
1
[page-n-15]
tituye uno de los pilares básicos del presente trabajo, en el
que se presta especial atención a las concepciones sincrónicas y diacrónicas, y a las dimensiones espaciales y temporales, inherentes, por otro lado, a todo proceso de investigación. El objetivo principal del mismo ha sido relacionar el
medio físico con el poblamiento humano, situando en el
espacio y tiempo del Pleistoceno medio las actividades de
las comunidades paleolíticas. Los resultados revelan la
importancia de los entornos geográficos para los momentos
tratados. A su vez articulan las inferencias de los patrones
generales de subsistencia con los corredores naturales y
cavidades kársticas.
El segundo objetivo consiste en la investigación del
yacimiento Cova del Bolomor, cuerpo principal de análisis,
mediante sus aspectos más generales y el estudio exhaustivo
de la industria lítica. Éste se inicia precisamente con los
aspectos teóricos y metodológicos, cuya vinculación a lo
largo de la historia de la investigación sobre el Paleolítico
antiguo resulta determinante para comprender el estado de
la cuestión y proponer nuevas estrategias de análisis. Las
directrices básicas de algunas de estas propuestas que se
plantean y aplican en el trabajo consisten en relacionar todas
las variables que definen el comportamiento humano,
haciendo especial hincapié en la industria lítica y teniendo
en cuenta el grado de información que se puede alcanzar en
función del registro arqueológico y del proceso de documentación.
En cada uno de los niveles del yacimiento se ha llevado
a cabo un estudio pormenorizado de sus características y de
las particularidades de la industria lítica. De ese modo, cotejando minuciosamente los datos, se abordan cuestiones como
la existencia o no de esquemas conceptuales de tecnología
lítica a lo largo del Pleistoceno medio; la posible vinculación
de la variabilidad tecnológica a factores tecnoeconómicos
ligados a los esquemas operativos y/o a los elementos estructurales del sistema de producción; la relación entre la industria elaborada con esquemas operativos más o menos
complejos y su posición cronológica; la dificultad de comparación entre las industrias elaboradas en diferentes materias
primas; la valoración de homogeneidad de las características
industriales de diferentes niveles o la comparación de los
diferentes registros cuantitativos de la secuencia. Por último
era preciso, para comprender los procesos industriales, el
análisis de los resultados obtenidos en el marco de un planteamiento diacrónico, de “dinámica evolutiva”, que permitiera generalizar y sintetizar unas conclusiones.
El tercer y último punto está constituido por una reflexión final sobre todas estas cuestiones, aunque se centra
principalmente en dos aspectos: el resumen de las caracte-
2
rísticas de todos los niveles de la Cova del Bolomor y la
contextualización de estos mismos datos en base a las semejanzas y diferencias con otros yacimientos. El objetivo principal en este análisis ha sido, por tanto, establecer el grado
de variabilidad tecnotipológica de la industria lítica entre los
distintos niveles litoestratigráficos de la secuencia de la
cavidad, mediante el planteamiento de diferentes hipótesis
que hacen referencia a la variabilidad sincrónica y/o diacrónica y a los valores que influyeron en la misma, al igual que
situar dicha información en el contexto general del Pleistoceno medio y superior inicial de la Península Ibérica y del
resto de Europa.
La valoración de los resultados obtenidos queda a juicio
del lector y creo conveniente realizar algunas consideraciones autocríticas sobre el mismo. El trabajo, muy a mi
pesar, se ha alargado excesivos años, debido a un lento
proceso de excavación, por lo que ha sido difícil adaptarse a
las nuevas líneas de investigación y análisis. La gran
cantidad de material estudiado ha impedido, a su vez, el
tratamiento pormenorizado de diferentes aspectos de la
industria lítica, sintetizando características y valores en
aquellos rasgos más significativos. Este planteamiento ha
llevado a que casi dos décadas después del inicio de las
excavaciones muchas cuestiones aún no tengan una
respuesta definitiva.
La Cova del Bolomor, lejos de haber desvelado todos
sus entresijos, aún supone un gran reto. Muchos de los
niveles están comenzando a ser excavados en extensión, en
los que se pretende hacer análisis espaciales, y otros materiales a ser estudiados con la misma exhaustividad que las
industrias líticas. De cualquier modo, un solo yacimiento no
puede resolver el conocimiento de esta importante etapa en
la historia de la evolución humana, por lo que se hace cada
vez más necesario el análisis de otras secuencias pleistocenas y profundas reflexiones para las que serán necesarios
muchos más años de trabajo.
El presente estudio constituye una versión revisada de
mi Tesis Doctoral, realizada en la Universitat de València.
Los aspectos finales de este trabajo han sido redactados en
los años 2005 y 2006, aunque el inicio del mismo arranca en
1990 y ha estado estrechamente vinculado al ritmo de excavación de la Cova del Bolomor. De ese modo, se han eliminado algunos capítulos y se han sintetizado otros, centrando
el discurso en aquellos aspectos y aportaciones que podrían
ser de mayor interés para un lector especializado. No
obstante, todo aquel apasionado de la Prehistoria que no sea
un iniciado podrá encontrar también una línea de lectura
algo más sencilla en los capítulos de síntesis y valoraciones.
[page-n-16]
I. EL MARCO FÍSICO
El espacio en el que se han desarrollado las actividades
antrópicas pleistocenas es un conjunto de elementos naturales interrelacionados, es decir, de variables de un sistema
medioambiental que configuran lugares físicos susceptibles
de transformarse en nichos ecológicos. La conexión existente entre ellos está condicionada por la diversidad geográfica, resultado final del proceso evolutivo del territorio, el
cual influye, en mayor o menor grado, en las pautas del
comportamiento humano. El territorio y su estudio es pues,
algo más que un mero marco topográfico estático donde
fijar los acontecimientos prehistóricos. Si queremos aproximarnos a los patrones conductuales de los primeros homínidos debemos considerar la arqueología como la disciplina
que estudia la dinámica ecológica humana, un área de coincidencia interdisciplinar (historia, geografía, geología...),
donde el contexto cuaternario ha afectado a las condiciones
biogeográficas del territorio y consecuentemente a la
presencia humana. La red fluvial, las cuevas kársticas o el
endorreísmo, configuran un espacio-marco para el hombre
que no es una «naturaleza muerta» (Rosselló 1995).
La relación «hombre-territorio» durante el Pleistoceno
es difícil de abordar en detalle desde el presente y menos aún
sus implicaciones socioeconómicas, dados los escasos yacimientos regionales atribuibles al Pleistoceno medio. Sin
embargo, esta cuestión es abordada como punto de partida
para posteriores investigaciones que valoren las características y procesos del medioambiente biofísico. Esta visión
encuentra enlaces en las aportaciones propuestas para los
Site Catchement Analysis (Jarman et al. 1972), donde el
análisis de territorios y áreas de captación del medio fisiográfico se entienden como un elemento configurador de las
comunidades humanas asentadas sobre el mismo.
El recorrido biofísico del espacio valenciano se realiza
desde el marco geológico-estructural y la descripción fisiográfica actual del territorio para centrarse en los diferentes
depósitos sedimentarios: glacis, conos, terrazas fluviales y
marinas y cuevas que han soportado la presencia antrópica.
El estudio relaciona el hombre con el territorio mediante el
análisis de los corredores naturales, el paleopaisaje, la variación de la línea de costa y los datos ambientales del registro
fósil.
Los estudios peninsulares de estas características se han
desarrollado y han ido en aumento desde la década de 1980.
En las áreas del Cantábrico (De la Rasilla 1983), Cataluña
(Carbonell y Mora 1984), Submesetas (Espadas 1988, Díez
2000), Murcia (Montes 1984, 1989, López Campuzano
1994, 1996) y País Valenciano (Gusi 1974, 1980, Davidson
y Bailay 1984, Mochales 1991, 1991a, 1997, Aura et al.
1994, Villaverde et al. 1997, etc.).
I.1.
EL PALEOPAISAJE Y LOS CORREDORES
NATURALES
Los cambios evolutivos paleoambientales del Cuaternario permiten ser interpretados a través de dos medios diferentes actuales: el continental y el litoral. El área mediterránea de estudio presenta variaciones climáticas con episodios fríos vs frescos responsables de fases de relleno de los
valles (Calvo et al. 1986, Fumanal 1990) y períodos más
templados con formación de suelos rojos (Carmona et al.
1989, Fumanal y Carmona 1995). Estas situaciones han
generado una morfogénesis con dinámica fluvial activa,
intermitente y puntual; donde los mantos detríticos rellenaron depresiones en momentos fríos que fueron incididas
por los ríos en las fases interglaciares/anaglaciares, dando
lugar a la formación de terrazas, posteriormente desmanteladas (Butzer et al. 1983, Carmona 1990, Segura 1990). La
red fluvial valenciana tuvo diversas etapas: activa meteorización en las cabeceras durante los períodos fríos, con
relleno de las cuencas altas, y encajonamiento de los cauces
distales buscando la regularización de los perfiles por el bajo
nivel de base marino. Durante las fases templadas se invierte
3
[page-n-17]
la situación, con un vaciado aguas arriba, mientras avanza el
límite marino que da lugar a una formación de llanos
aluviales costeros y deposición de materiales finos en espacios que antes eran de cuenca media (Viñal 1991, Fumanal
et al. 1993).
Los sectores litorales valencianos son altamente sensibles a las fluctuaciones climáticas y subsidiarios de los
episodios generales cálidos/fríos, a los que se añade el fuerte
impacto de la actuación geotectónica (Martínez Gallego et
al. 1992, Fumanal et al. 1993b, Rey et al. 1993). El bajo
gradiente de la plataforma continental o el distinto comportamiento neotectónico de los tramos litorales han generado
una franja variable ampliamente emergida en las bajas
glacioeustáticas, o un paisaje recortado, invadido por el
medio marino, en las altas (Badal et al. 1991). Estas situaciones propias de los medios sedimentarios de transición
(llanos aluviales, sistemas de restinga-albufera, glacis,
conos aluviales) han variado sus respuestas deposicionales a
lo largo del Pleistoceno, de acuerdo con la variable línea
costera mediterránea (Mateu et al. 1985).
Los corredores naturales son considerados en este
estudio elementos del medio físico que por sus características geográficas facilitan la comunicación biótica territorial, en oposición a otras áreas que, en mayor o menor grado,
la dificultan. Las unidades estructurales que conforman la
geografía valenciana imprimen una distribución en la
geometría de los relieves y una orientación en el trazado y
dirección de los corredores cuyo resultado es un marco
paisajístico específico. El estudio de todos estos aspectos y
de su ubicación constituye un punto de partida imprescindible en el análisis de las relaciones espaciales «hombreterritorio» tan importantes en todo estudio prehistórico. Tras
una primera ordenación de los corredores naturales valencianos (Fernández Peris 1990, Aura et al. 1994) se presenta
la actualización y modificación de los mismos:
El corredor del Baix Maestrat articula, desde la
desembocadura del río Ebro, tres áreas próximas: la Cataluña interior, la litoral y el área septentrional del País Valenciano, constituyendo un importante punto de confluencia
territorial peninsular. El curso ascendente del río Ebro
comunica el área costera con la Cataluña interior y occidental, entre tierras aragonesas y el Montsant. A su vez, el
corredor litoral enlaza el Bajo Ebro con el Camp de Tarragona y la Cataluña oriental y litoral. Hacia el sur estas áreas
confluyen a través de la estribación occidental e interior del
Montsià en tierras valencianas, en el Pla de Vinaròs. Este
llano está formado por los aluviones de los ríos Sénia,
Cérvol, Calig y rambla de Alcalà que a su vez enlazan la
costa con las estribaciones montañosas del interior. El Sénia
es, de entre éstos, el que mejor comunica la costa con el
interior. Corresponde este corredor con la llamada Fossé
Médian de Canerot y «Fosa Vilafamés-Sant Mateu-Tortosa»
de Mateu. Es el mayor corredor septentrional valenciano
con un recorrido de unos 100 km y se sigue a través de las
poblaciones de Sant Mateu, Coves de Vinromà, Cabanes y
Vilafamés. Se halla enmarcado por distintos relieves montañosos, al NW La Serratella y la Serra d’en Galceran; al SE,
la Serra de la Vall Ampla, Talaies de la Salzadella y de les
4
Coves. Meridionalmente se presenta cerrado por el Desert
de les Palmes o Serra de les Santes. La superación de este
relieve montañoso hacia el llano de Castelló encuentra un
paso más fácil a través del río Sec, configurando el eje Pobla
Tornesa-Borriol-llano de Castelló.
En el extremo meridional del corredor del Baix Maestrat
se encuentra el yacimiento Cova del Tossal de la Font (Vilafamés), a escasa altura sobre el valle en una ladera, con depósitos coluviales exógenos del Pleistoceno medio y superior.
Actualmente se encuentra en proceso de excavación y ha
proporcionado industria lítica y restos antropológicos.
El corredor de Alcalà corresponde a la depresión Fossé
de Alcalá (Canerot 1974), una típica fosa de orientación catalánide, abierta al norte y cerrada al sur por el Desert de les
Palmes (Mateu 1982). Este corredor presenta una escasa
amplitud y un recorrido N-S de 30 km. La Serra d’Irta (537
m) es el principal accidente geográfico: contrafuerte adosado
al mar, dificulta la comunicación litoral hacia el sur que debe
desarrollarse por su vertiente occidental, entre ésta y Les
Talaies d’Alcalà, para desembocar en el llano TorreblancaOrpesa. Las estribaciones de la Serra del Desert de les Palmes
dificultan la conexión meridional, que se muestra más
cómoda a través del interior. Las sierras de Irta y del Desert
de les Palmes, últimos bloques del Baix Maestrat, originan
una costa alta con pequeñas calas. Los relieves circundantes
son por el W Les Talaies d’Alcalà (Serra Valldàngel), Murs,
Serra d’Orpesa y Serra de les Santes; por el E la Serra d’Irta.
Transversalmente los cursos de ríos o ramblas establecen una
comunicación entre valles. Tal es el caso del barranco de
Barbeguera, río Cérvol, barranco de l’Aigua y rambla de
Cervera en el entorno de los llanos de Vinaròs. A ello puede
añadirse el recorrido de colectores mayores como la rambla
Carbonera, río Montlleó, río de Les Coves de Sant Miquel y
río Sec.
En el corredor de Alcalà se localizan algunos hallazgos
superficiales de industria lítica de atribución paleolítica,
como el bifaz de Orpesa (Esteve 1956). También la cavidad
Cau d’en Borràs o Cova Roja presenta un depósito paleontológico del Pleistoceno medio.
El corredor del Alt Maestrat es un estrecho territorio
que se articula según el eje configurado por las poblaciones
de Sant Mateu, Tírig, Albocàsser y La Barona. Corresponde
a la «Depresión Tírig-La Barona» de Canerot (1974), el más
serrano e interior de los corredores septentrionales y se halla
adosado a los más importantes contrafuertes orientales del
Maestrat. Los macizos montañosos de Les Useres y Costur
dificultan el tránsito hacia el sur. El corredor se acopla al
valle de las ramblas Carbonera, de la Viuda y río Millars
hasta la Plana de Castelló al S y conecta por el N con el
amplio llano de Vinaròs. Los relieves que lo circundan son,
al W, las sierras de Espaneguera y Morral del Buitre y, al S,
las de En Galceran-Alturas de las Cotiendas.
El corredor del Millars se adapta al río Millars de clara
directriz ibérica y al desarrollo de las estribaciones septentrionales de la Serra d’Espadà y comunica el llano de
Castelló con las tierras del interior. Hacia su curso medio la
cuenca deja de ser transitable y se encaja fuertemente; a la
altura de las poblaciones de Fanzara-Toga, a unos 300 m de
[page-n-18]
altitud y 30 km de la costa. Sus afluentes, el Vilafamés y el
Villahermosa, no llegan a vertebrar accesos con tierras
aragonesas del interior, presentando profundas gargantas.
Las terrazas de la cuenca baja, más cercanas a la costa
(Vila-real), presentan algunos yacimientos con industrias
líticas de atribución musteriense en un área en la que
confluyen diversos corredores. También en los primeros
contrafuertes septentrionales de la Serra d’Espadà se ubica
el yacimiento pleistoceno de El Pinar (Artana), en un depósito aluvial del barranco Solaig.
El corredor del Palancia presenta un recorrido ascendente hacia el interior por el que discurre el río del mismo
nombre y amplio valle (vega de Segorbe) que articula la
comarca denominada Alto Palancia. Constituye la mejor
aproximación natural hacia los páramos de Teruel y el Bajo
Aragón. Presenta un cómodo recorrido hasta la población de
Jérica, donde se encaja su cauce, a una altitud de 400 m y a
unos 50 km de la costa. A partir de este lugar, la profundización de su curso deviene en la búsqueda de un camino
alternativo por superficies de relieve más suaves hacia las
cuestas del Ragudo, entre los páramos de El Toro (800 m) y
la Sierra de Pina (1401 m). El Ragudo es el único elemento
físico que dificulta la comunicación, con un desnivel de 300
m, frente a los páramos de Barracas situados a 1000 m. El
“escalón” del Ragudo constituye el extremo occidental de la
macroestructura del valle del río Palancia (Pérez Cueva
1988), que se halla bien delimitado por las sierras de Espadà
al norte y Calderona al sur.
En el corredor del Palancia se sitúan varios yacimientos
al aire libre asociados principalmente a terrazas fluviales y
con características propias de industrias musterienses.
También se documentan en la cabecera de la cuenca, en el
área de Pina de Montalgrado, y de forma más numerosa en
la cuenca media: Barranco Arguinas, Barranco Somat,
Rambla Rovira y Hoya Albaida (Segorbe); Las Navas
(Altura), Rambla Cerverola (Vall d’Uixó) y otros (Casabó y
Rovira 2002). En la cuenca baja próximo al mar se ubica el
yacimiento de Casa Blanca I, importante depósito paleontológico del tránsito Plio-Pleistoceno en medio kárstico.
El corredor del Turia se adapta al curso del río Turia y
configura la comarca natural de Los Serranos. Al igual que
otros ríos presenta un desarrollo NW-SE, propio de las directrices ibéricas en las que se enclava. Desde la costa hacia el
interior, entre los llanos de Llíria y Quart, transita por un
amplio valle hasta la población de Gestalgar, donde
profundas gargantas imposibilitan el acceso. Éste se efectúa
desviándose al norte (antiguo camino real de Chelva), tras
superar el suave relieve del área Casinos-La Losa, ajustándose al desarrollo del río Tuéjar, de amplia vega. El barranco
del Prado y la rambla de las Roturas facilitarían la comunicación hacia Titaguas, Aras de Alpuente y Santa Cruz de
Moya, para enlazar con los páramos de Teruel y Rincón de
Ademúz. En su conjunto, dada su orografía, el acceso hacia
el interior peninsular es complicado.
El corredor del Turia presenta varios yacimientos de
adscripción musteriense, principalmente situados en la cuenca
media, tanto en depósitos continentales como kársticos: en
Calles, Losa y Cueva de la Quebrada (Chelva). En la cuenca
baja y en contacto con el llano también se ubica alguna localidad con industria lítica en depósitos aluviales (Riba-roja).
El corredor de la Plana de Utiel vertebra la comarca
natural del mismo nombre que concluye en la fosa de Siete
Aguas. Se trata de una orografía suave que queda cerrada
lateralmente por los relieves de las sierras Malacara
(1119 m) y Cabrera (804 m), y al E por el denominado
portillo de Buñol, que salva un desnivel de 250 m. A pesar
de que la fosa de Siete Aguas representa actualmente el tránsito entre la Meseta y la llanura valenciana, su buena accesibilidad es reciente, ya que hasta el siglo XIX no permitía el
paso de carruajes (camino de las Cabrillas), el cual se realizaba por el valle de Montesa (camino Real de Madrid).
En el corredor de la Plana de Utiel se han localizado
algunos yacimientos en depósitos aluviales con características musterienses y materia prima lítica explotada en cuarcita (Siete Aguas).
El corredor del Magre y Baix Xúquer corresponde a
un típico río mediterráneo de inaccesible tránsito terrestre.
Desde su desembocadura hasta los primeros contrafuertes
montañosos presenta un recorrido de cota baja por terrenos
aluviales, encajándose rápidamente a partir de la antigua
población de Tous. Su afluente, el Magre, presenta una
mejor comunicación hacia el área de la llanura de RequenaUtiel, aunque la orografía que le envuelve, sierras Martés y
Malacara, motiva un fuerte encajamiento y recorrido meandriforme. Los afluentes del Magre –río Buñol, Millars, entre
otros– son muy tortuosos y encajados.
El corredor del río Magre presenta un número considerable de yacimientos al aire libre con industrias líticas de
atribución musteriense en la cuenca media y baja (Martínez
1997). Principalmente se sitúan en los depósitos continentales de la margen izquierda del corto río Sec: Camí de
Passelvir, Lloma de Carrions y Rambla del Riu Sec
(Catadau). En ambas márgenes del río Magre entre Llombai
y Torís se localizan una veintena de yacimientos entre los
que destacan las terrazas del Castell d’Alcalà (Montserrat),
La Sabotea (Torís) y El Palmeral (Montroi). Muchos de
estos yacimientos son áreas de talla y aprovisionamiento
donde se explota la cuarcita como materia prima.
El corredor litoral del Millars a la Marina es el tránsito considerado estrictamente litoral que queda limitado, en
la actualidad, por las sierras de Vilafamés y Desert de les
Palmes al norte, adaptándose al interior a través del corredor
del Baix Maestrat. Sin embargo, este eje litoral constituye la
columna vertebradora del territorio valenciano, al que se
vinculan estructuralmente la mayor parte de vías naturales
de comunicación. El amplio llano de Castelló enlaza con el
delta del Millars y la comunicación de este corredor hacia el
sur se estrecha entre las elevaciones orientales de la Serra
d’Espadà y el área de marjal (Estanys de Almenara). Se trata
de una vía histórica de paso obligado, es decir, una especie
de «cuello de botella» de 6 km de anchura formado por
pequeños bloques fallados (cerros de Xilxes y Almenara)
que establecen la separación con el Baix Palancia. En época
histórica estuvo jalonado por fuertes baluartes defensivos
(Almenara y Sagunt). La comunicación con el interior es
limitada y se circunscribe a la vertiente septentrional de la
5
[page-n-19]
Serra d’Espadà: Artana, Eslida y Aín, a través del río Sec. En
la vertiente sur de esta sierra sucede otro tanto con el río
Belcaire: Vall d’Uixó y Fondeguilla, mientras que la llanura
aluvial de Sagunt apenas se eleva pocos metros, al pie de
abruptos cerros montañosos, circunstancia a valorar con
respecto a los niveles de variación de costa en una franja
estrecha. La llanura central valenciana influye en un amplio
territorio al estar abierta en todas direcciones. Su anchura es
cercana a los 40 km, distancia precisa para encontrar la cota
de 500 m. Se suele dividir en dos áreas: al norte del Turia
hasta el llano de Sagunt, con la desembocadura del río
Palancia, y al sur hasta el Xúquer y el promontorio de
Cullera, con la Albufera en medio. El llano de Valencia juega
el papel de epicentro de distintas zonas que configuran el
óvalo central, como articulación territorial nuclear del territorio valenciano (Goy y Zazo 1974).
El tramo meridional está limitado por el Xúquer al norte
y la Serra del Benicadell al sur. La articulación costera es
clara en el contacto entre la llanura litoral y los primeros
contrafuertes montañosos de las sierras Corbera y
Mondúver. Comunica perfectamente el bajo Xúquer con la
desembocadura del Serpis. El corredor es ancho y bajo, la
conexión con la Canal de Montesa se realiza o bien a través
del valle de la Barraca o mejor bordeando la Serra de
Corbera por su vertiente septentrional (Favara, Llaurí,
Alzira). En el centro del mismo se abre la depresión transversal de La Valldigna que comunica La Safor con La Ribera
Alta y que presenta el yacimiento de la Cova del Bolomor.
El Serpis, con clara orientación bética, es un punto de conexión entre la costa y la hoya de Alcoi. Presenta un fuerte
encajamiento y no es de fácil tránsito. Hasta la población de
Vilallonga comunica muy bien con la costa. En La Marina
Alta, el corredor parcialmente costero discurre adosado
occidentalmente a los contrafuertes montañosos, debido a la
presencia de relieves como el Montgó (762 m) en DéniaXàbia y La Llorença (443 m) en Benitatxell que desvían el
tránsito hacia el interior. Concluye este corredor ante la
Serra de Bèrnia y el majestuoso Penyal d’Ifac (328 m),
alineación montañosa que se comporta como una barrera
natural transversal a la costa e imposibilita el fácil acceso,
obligado hoy en día a través de la garganta del Mascarat.
Aquí concluye la buena accesibilidad que desde Cataluña y
tras enlazar con el óvalo valenciano, vertebra la franja
costera mediterránea. Toda una serie de pequeños ríos y
barrancos se adentran hacia el interior montañoso: Girona,
Xaló, Gorgos, etc. Esta misma situación se produce al sur de
la Serra Bèrnia con el Algar-Guadalest, Sella-Gorga, Sec,
etc., todos ellos de difícil comunicación viaria.
Este amplio corredor presenta numerosos yacimientos
del Pleistoceno medio y superior vinculados al mismo, en
especial kársticos: Cova del Bolomor, Cova Foradada, Cova
de les Calaveres, Penya Roja, Cova del Corb, Coveta del
Puntal del Gat, Benissa, etc. También son numerosos los
dépositos de vertebrados fósiles en cuevas cuyo estudio está
pendiente de realizar, así como la posible atribución antrópica de alguno de ellos.
El corredor del Valle de Cofrentes, de dirección N-S,
configura la comarca natural que recibe el mismo nombre o
6
valle de Ayora, poblaciones que delimitan sus extremos. Este
corredor abierto a la Mancha a través de Almansa, discurre por
Ayora, Teresa, Jarafuel, Jalance y Cofrentes. Al E queda totalmente cerrado por la plataforma del Caroig, que es seccionada
profundamente por el Xúquer. Al sur se abren pequeñas comunicaciones hacia las superficies erosionadas de Albacete, como
el corredor o cañada de Jarafuel. A nivel físico es la conclusión
de la llanura de Almansa, situada unos 200 m más alta que el
extremo norte del valle. Su recorrido aproximado es de unos
25 km. El río Cabriel es una continuación del Xúquer, tan
encajado y mucho más meandriforme, nada adecuado para su
utilización como vía de comunicación.
El corredor del Valle de Cofrentes presenta varios yacimientos situados en terrazas fluviales del Xúquer y Cabriel
con industrias líticas y restos paleontológicos.
El corredor de la Canal de Navarrés es un corto eje
que configura la comarca natural del mismo nombre.
Presenta unos 15 km de recorrido, una anchura media de 3
km y altitud en torno a 200 m. Se halla bien delimitado por
relieves montañosos: al norte el eje Solana-Charcúm (350
m), con el río Escalona en su base, al W el macizo del Caroig
(400 m) y al E las montañas que lo separan de la fosa del
Xúquer (Sumacàrcer, Montot, etc.). El poblamiento actual se
ajusta a la dirección del mismo (SE-NW): Estubeny, Anna,
Chella, Bolbaite, Navarrés y Quesa. La importancia de este
valle, desde el punto de vista prehistórico y para los
momentos tratados, proviene del carácter general de zona
llana y deprimida, en la que se han generado espacios mal
drenados con abundancia de recursos hídricos superficiales,
como señalan los abundantes niveles travertínicos (lago de la
Ereta, la Albufereta de Anna, etc.). El nivel topográfico
general del valle, asignado al Pleistoceno medio, junto a
manifestaciones sedimentarias de espacios húmedos (La
Roca et al. 1990), nos indican unos buenos condicionantes
geográficos de hábitat en un área muy bien comunicada con
el corredor de Montesa y la cuenca del río Albaida.
El corto corredor de la Canal de Navarrés, muy vinculado al Valle de Montesa, presenta entre otros en su extremo
norte el yacimiento musteriense de Las Fuentes (Navarrés),
ubicado en una antigua área lacustre.
El corredor de Montesa articula la comarca natural de
La Costera, sobre La Canal o Valle de Montesa, recorrida
por el río Cànyoles. Se presenta abierto al SW a la meseta
manchega y al NE a la hoya de Xàtiva, desde donde conecta
con dificultades con la fosa de La Valldigna. La zona septentrional presenta pequeños corredores que proporcionan un
posible paso hacia el interior. Se trata de la rambla del
Riajuelo y del curso bajo del Bolbaite-Sellent que permiten
el acceso al corredor de la Canal de Navarrés. En su extremo
occidental conecta con zonas de amplios glacis que se
extienden en la cabecera del Vinalopó. Por el W se accede al
corredor de la Vall d’Albaida drenado por el río Clariano. La
Vall de Montesa es la comunicación más fácil y natural entre
las tierras castellanas y las centrales valencianas. Su anchura
y suaves relieves han hecho de la misma la gran vía de
comunicación hacia el interior peninsular.
El corredor de Montesa presenta algunas localizaciones
aisladas de industrias líticas con formatos de macroutillaje
en las terrazas pleistocenas del río Cànyoles.
[page-n-20]
El corredor de la Vall de Albaida se desarrolla paralelo
y próximo al de la Vall de Beneixama y viene configurado
por el área deprimida enmarcada por las sierras Grossa y La
Solana, que da nombre y estructura a la comarca natural de
La Vall d’Albaida. Su extremo SW se halla abierto al
corredor del Vinalopó, y el NE está cerrado por el macizo
del Mondúver y la Serra de Benicadell. Presenta un recorrido aproximado de 40 km y 4 km de anchura media. El
territorio adquiere una morfología subcircular consecuencia
de la erosión y drenaje en materiales blandos de los múltiples aportes que configuran la cuenca del río Albaida. Éste
se abre paso hacia el norte a través del Estret de les Aigües
para enlazar con el Xúquer en el corredor de Montesa. Hacia
el E, a través del río Vernissa, se accede a la costa. El recorrido en dirección SW, parcialmente ocupado por el río
Clariano, tributario del Albaida, va adquiriendo altitud, de
250 a 600 m, para enlazar ya en su extremo occidental con
el corredor del Vinalopó.
El corredor de la Vall de Albaida concentra en un
estrecho paso –Estret de les Aigües–, que comunica el
corredor de Montesa con la Vall d’Albaida, los yacimientos
musterienses de Cova Negra, Cova de la Petxina y Cova del
Túnel o Samit (Xàtiva).
El corredor de la Vall de Beneixama y la Foia de Alcoi
representa la unión entre la hoya de Alcoi y el Vinalopó,
enmarcado entre las sierras de Solana-Benicadell al N y
Salinas-Fontanelles-Mariola al S. El área de Alcoi presenta
fuertes relieves montañosos que definen el espacio que se ha
venido a denominar hoya de Alcoi. Hacia el E el fácil tránsito queda interrumpido por el abrupto desfiladero del río
Serpis que se abre paso hacia la plana de Gandia entre las
sierras de Safor y Gallinera. Hacia el S las estructuras se
complican y adoptan direcciones diversificadas debido a un
conjunto de sierras: Alfaro, Serrella, Aitana, Ferrer y otras,
surcadas por valles estrechos y pasos angostos que conectan
difícilmente con los grandes corredores. La mejor articulación comarcal del área se realiza hacia occidente con el eje
Bocairent-Beneixama-Villena por el que discurre el curso
alto del río Vinalopó. Este eje muestra un amplio y cómodo
corredor de unos 40 km de recorrido. La ruta de conexión
óptima parece situarse a los pies de los contrafuertes septentrionales de la Serra Mariola con un recorrido que enlaza las
poblaciones Alcoi-Cocentaina-Muro-Agres. Otras comunicaciones locales, como la desarrollada a través del río Polop,
debieron tener importancia en tiempos prehistóricos.
La hoya de Alcoi presenta numerosos yacimientos
considerados musterienses en diferentes medios sedimentarios kársticos, aluviales, lacustres, coluviales, etc. (Barciela
y Molina 2005). En cuevas y abrigos se sitúan: El Salt, Abric
del Pastor, Cova del Teular y Cova Beneito; y al aire libre:
Alt de la Capella, El Calvo, La Solana, La Alquerieta, La
Borra, Aigüeta Amarga, Cerro del Sargent, El Cantalar, La
Criola, La Gleda, Solana de Carbonell, así como numerosos
yacimientos paleontológicos vinculados a los depósitos del
río Serpis y cuevas (Molí Mató de Agres).
El corredor del Vinalopó enlaza en su extremo septentrional con la meseta de Caudete, de paisaje típicamente
manchego, con la cuenca endorreica de Almansa y el valle de
Montesa; lo que se denomina el Alto Vinalopó. El Medio
Vinalopó es el tramo de corredor comprendido entre Villena
y Novelda y el Bajo Vinalopó corresponde al tramo Noveldallano de Elx. Este corredor se inicia en los núcleos endorreicos de Villena-Biar para llegar al mar atravesando perpendicularmente un conjunto de alineaciones montañosas en
sentido SE-NW: Salines, Onil, Umbría, l’Alguenya, Cid,
Crevillent, Tabaià y Àguiles. Al S los relieves montañosos no
son obstáculo para el tránsito humano ya que la cuenca baja
del Vinalopó conecta mediante pequeños relieves (sierras de
Orihuela y de Callosa) con la cuenca del Bajo Segura. La
cabecera del Vinalopó articula al E el corredor de la Vall de
Beneixama hacia la hoya de Alcoi. Más al sur, entre las
sierras de Onil y l’Alguenya, se entra en el corredor de la
Foia de Castalla, área semicerrada recorrida por el río Sec. El
valle del Vinalopó es el mejor acceso desde la Meseta e interior peninsular al Mediterráneo, a través de anchas cuencas
con acusadas formas áridas y pequeños corredores que se
adentran hacia el SW en territorio murciano.
El corredor del Vinalopó a lo largo de su recorrido y
vinculados a los depósitos del río de igual nombre presenta
numerosos conjuntos líticos paleolíticos al aire libre, considerados como áreas de talla y aprovisionamiento musterienses: La Coca, Peñón de Ofre, Castillo del Río, Cerro Los
Cánovas, Barranco Canalosa o las terrazas de la Sierra de los
Madriles, entre otros. También se documenta un yacimiento
musteriense en medio kárstico: Cueva del Cochino (Villena)
y depósitos continentales paleontológicos de vertebrados
fósiles (Sax).
El corredor del Camp de Alacant y Vega Baja es el
tramo litoral comprendido entre la Serra Bèrnia y el llano de
Alacant. Presenta contrafuertes montañosos costeros que
dificultan el tránsito, que se desvía al área prelitoral. El Bajo
Segura, el llano d’Alacant y el sector meridional litoral de la
Marina Alta configuran una amplia llanura que ve desembocar los ríos Vinalopó y Segura. El llano d’Alacant con una
anchura de 10 km, todavía participa de relieves montañosos
con escasa aportación aluvial de los modestos ríos Sec,
Montnegre, Rambujar, etc. La Vega Baja queda configurada
por el campo de Elx y el Bajo Segura, punto de confluencia
de los sedimentos del Segura y Vinalopó, al que convergen
distintos territorios, montañosos (sierras septentrionales y
occidentales) y litorales (llano de Alacant, área de Guardamar). Esta zona enlaza con el campo de Cartagena y
Mediterráneo meridional. El valle del Segura es la ruta que,
a través del eje ascendente Murcia-Totana-Lorca, se dirige a
la Alta Andalucía.
En este corredor se ubica el controvertido yacimiento de
Hurchillo en una ladera sobre el río Segura y algún depósito
paleontológico de vertebrados fósiles en medio aluvial
(Guardamar).
Valoraciones generales
Las tierras septentrionales situadas al N de la Serra
d’Espadà se modulan a través de tres principales corredores
naturales, paralelos a la costa y, a su vez, parcialmente articulados. La comunicación por zonas llanas o de suaves
7
[page-n-21]
relieves es el componente principal, con ausencia de grandes
barreras montañosas y cursos de agua relevantes. La comunicación costa-interior es más difícil que la litoral, sobre
todo por el desarrollo montañoso que, con directriz Ibérica
(NW-SE) o Costero Catalánide (NE), corta las vías de tránsito, reforzada, además, por una diferente altitud y ausencia
de amplias cuencas fluviales que seccionen los macizos. La
rambla de la Viuda y el río Montlleó son una pequeña excepción, como entradas al Maestrat. En cambio, el macizo del
Desert de les Palmes divide los llanos litorales (TorreblancaOrpesa y Castelló) y limita la accesibilidad litoral N-S.
Los corredores septentrionales son tierras sin áreas llanas
amplias, dominios solapados, adosados, etc. (Mateu 1982).
Del Ebro a la desembocadura del Millars, el relieve no
presenta dificultades para el tránsito N-S, el cual se realiza
paralelo a la costa a través de los dispositivos estructurales
mencionados.
Las tierras centrales entre la Serra d’Espadà y el
Mondúver presentan alineaciones paralelas a la costa condicionadas por diferentes direcciones tectónicas. La red fluvial
corta el relieve encajándose en sentido NW-SE, cuyas principales arterias son por el N el Millars, accidentado y tortuoso,
y por el S, el río Sec de Borriana y el valle del Palancia
(antiguo camino real de Zaragoza), que se abre paso entre las
sierras de Espadà y Calderona. Más al S están los valles de
los ríos Turia, Magre y Xúquer. En sus cuencas medias y
bajas se abren amplios espacios que, en dirección NW-SE,
permiten un acceso fácil a la llanura litoral a través de las
depresiones del Camp de Llíria, atravesado éste por las
ramblas Castellarda y Escorihuela, del barranco de Carraixet
y del Pla de Quart al S. El llano litoral, con sus formaciones
de restinga-albufera, vertebran el paso a la comunicación
entre los dominios del N y S del territorio valenciano.
Los corredores meridionales corresponden al dominio
bético, con direcciones estructurales totalmente diferentes a
las anteriores, lo que se refleja en los accesos entre una serie
de valles longitudinales de dirección SW-NE, primeras vías
de comunicación natural de este sector. Ocasionalmente
aparecen seccionados por cursos fluviales en sentido
perpendicular u ortogonal, hecho que proporciona esporádicos accesos intramontanos. El valle del Vinalopó es el eje
vertebrador que permite la comunicación entre estas tierras,
enmarcando por poniente la salida y entrada a todas ellas. El
estudio de las características de los condicionantes geográficos continentales del territorio –vías naturales de comunicación o corredores en sentido amplio– permite desarrollar
una clasificación de los corredores en función de su importancia en época prehistórica:
- Corredores de conexión regional: aquellos que
permiten una comunicación amplia e importante, principalmente con tierras no valencianas, Corredor del
Baix Maestrat, Corredor litoral (Millars-La Marina),
Corredor de Montesa, Corredor del Vinalopó y
Corredor del Bajo Segura.
- Corredores de conexión comarcal: aquellos que articulan la comunicación interior del territorio, Corredor
de Alcalà, Corredor del Millars, Corredor del Palancia,
Corredor del Turia, Corredor del Magre, Corredor de
8
Cofrentes, Corredor de la Canal de Navarrés, Corredor
de la Vall de Albaida, Corredor de la Vall de Beneixama, Corredor del Camp de Alacant.
- Corredores de conexión local: corresponden al último
escalafón de interconexión configurando las redes de
tránsito locales del territorio, son numerosos y cortos
de recorrido, Corredor del Bergantes, Corredor de
Jarafuel, Corredor de la Foia de Castalla, Corredor del
Vernissa, entre otros.
Las tierras valencianas se vertebran en un eje principal,
la fachada litoral mediterránea. El tránsito por la base de los
primeros contrafuertes montañosos, bordeando las zonas de
marjal y albuferas, es extremadamente cómodo. Este gran
eje costero concluye, en la actualidad, en el denominado Tall
del Mascarat, límite meridional de su proyección, donde
confluyen los relieves montañosos de La Marina con sus
acantilados y el mar. Estas barreras no existirían en
momentos pleistocenos de regresión marina, en los que
debió darse un amplio corredor natural de desarrollo N-S a
lo largo de todo el litoral valenciano, enlazando bien con
Cataluña y Murcia. Por el contrario, la comunicación costainterior E-W, siempre fue difícil debido a la existencia de
cuencas fluviales profundas y de fuerte pendiente, lógicamente no transitables o cuanto menos incómodas. Sólo los
valles de tres ríos muestran condiciones excepcionales de
comunicación: Palancia, Vinalopó y Segura. El tramo bajo
del Segura y del Vinalopó configuran la salida natural de la
Alta Andalucía y Murcia al Mediterráneo valenciano, e
igualmente la comunicación con el litoral meridional a
través del Campo de Cartagena.
La complejidad del territorio se sintetiza en la dualidad
existente entre dos conjuntos de espacios. Por un lado las
«áreas cerradas» con un tortuoso relieve con diferente orografía: el Maestrat al norte y las sierras centro-meridionales
(Alcoià, Comtat, Marinas) al sur. Por otro, «áreas abiertas»
resultado de la confluencia de importantes corredores naturales, de norte a sur: el delta del Ebro, el llano central valenciano, el altiplano del Vinalopó-Almansa y la Vega Baja del
Segura (fig. I.1). Estos espacios caracterizados por su unidad
medioambiental son susceptibles de albergar nichos ecológicos y su consideración es necesaria para la reconstrucción
de los ecosistemas regionales del pasado.
I.2.
LOS DEPÓSITOS CONTINENTALES:
GLACIS, CONOS Y TERRAZAS
Los depósitos sedimentarios cuaternarios del sector
septentrional valenciano al N del río Millars se circunscriben
en un paisaje de host y graben marcado por la línea de falla
Tortosa-Onda (Simón 1984, Martínez Gallego et al. 1987),
responsable de la existencia de los corredores naturales paralelos al mar. La red de drenaje se acomoda a estas estructuras
y genera la acumulación de sedimentos cuaternarios. Éstos
presentan cuatro niveles admitidos entre el Pleistoceno y el
Holoceno. El más antiguo, escasamente representado, podría
corresponder al inicio del Pleistoceno inferior: terrazas, conos
y glacis (T3/C3/G3). Es una facies de conglomerado con
cantos de gran tamaño y matriz rojiza. Los T2/C2/G2, atri-
[page-n-22]
Fig. I.1. Condicionantes orográficos y su relación con los yacimientos del Paleolítico medio.
buidos al Pleistoceno inferior-medio y ampliamente representados, están formados por materiales heterométricos con
matriz limo-arcillosa y coronados por una potente costra, que
puede presentar diferentes facies. En el Pleistoceno superior
(T1/C1) desaparecen los encostramientos sin glacis localizados, disminuye el tamaño de los cantos que son menos heterométricos y aumenta la proporción de matriz. Cierran la
secuencia los niveles Co/To, atribuidos al Holoceno y
formados por materiales finos (Segura 1995, Rosselló 1995).
Las fosas litorales con depósitos aluviales del Sénia,
Cérvol, Cervera, Coves, etc., presentan grandes abanicos
con sedimentación plio-cuaternaria –conglomerados y arcillas rojas– que tapizan sus márgenes. La sedimentación al N
del Millars es escasa con aportes coluviales, fluviales y
kársticos. Los depósitos encostrados del Pleistoceno inferior-medio se presentan cerca de las laderas y los del Pleistoceno superior-Holoceno en las áreas centrales de las fosas.
La actividad neotectónica favorece la colmatación de las
fosas con una potencia de cerca de los 100 m en el área
costera (Segura 1995). La mejor seriación estudiada pertenece a la Rambla de Cervera, un depósito que se sitúa a +40
m y en el que se encajan varios niveles de terrazas. La más
antigua (T3), de conglomerados y muy erosionada, da paso
a la T2 perteneciente al Pleistoceno inferior-medio con
potente costra superficial, gran heterometría de los cantos y
escasa matriz. Encajada en este nivel está la T1 del Pleistoceno superior con materiales sueltos, cantos más pequeños y
abundante matriz limo-arcillosa. Cierra la secuencia la
9
[page-n-23]
terraza holocena (To) formada por materiales finos (Canerot
et al. 1973, Segura 1995).
La terraza que más se repite en el valle del Millars es
la T2, formada por gravas intercaladas con materiales finos
y amplios encostramientos y fuertemente encostrada en el
techo (desde Ribesalbes a Montanejos). Aguas arriba de
esta última población, aparece coronada por una potente
cubierta de tobas (Pérez Cueva 1988). En la Plana de
Castelló, los conos (C2), se adosan a los relieves y se
extienden por toda la depresión, pero desaparecen de la
superficie al estar recubiertos por materiales más
modernos. El valle del Palancia, un sinclinal con escalones
que pierden altitud hacia el mar, presenta un nivel general
de terrazas (T2) desde Segorbe a Gilet, que desaparece en
las llanuras costeras, bajo materiales más modernos
(Estrela 1986).
La “depresión valenciana”, enmarcada entre las cordilleras Ibérica y Béticas, es un área deprimida entre dos
grandes sistemas plegados. Las deformaciones generadas
por las fases neotectónicas definieron ambientes morfoestructurales en los que se produce la sedimentación: depresiones tectónicas, valles de ríos y llanura aluvial litoral. El
depósito más antiguo y de menor desarrollo es una costra
calcárea con morfología de glacis sobre el Terciario. Los
niveles del Pleistoceno medio y superior adoptan la morfología de abanico y están ampliamente desarrollados
(Carmona 1995, 1995a). Los niveles mejor estudiados en
estas depresiones tectónicas son los abanicos de la fosa de
Casinos, con material de relleno del Pleistoceno medio en el
sector noroccidental, y en el central y oriental del Pleistoceno superior (Martínez Gallego et al. 1987, March 1992,
Carmona 1995a), y los conos del Barranc del Carraixet
–piedemonte de la Calderona– en contacto con la plataforma
neógena de Llíria, que presentan cuatro niveles morfogenéticos escalonados entre el Villafranquiense y el Pleistoceno
superior con morfología de glacis, abanicos o terrazas
(Martínez Gallego et al. 1987, Pérez Cueva 1988, Estrela
1989, Carmona 1995a).
Los valles de los ríos Turia, Xúquer y afluentes principales desarrollan sus terrazas, a veces continuadas por glacis
(Pleistoceno medio), a lo largo de sus cursos medios y bajos.
El hundimiento progresivo de la llanura aluvial explicaría los
abanicos pleistocenos (Rosselló 1995a). En el río Turia,
diversos estudios distinguen una seriación morfoestructural
sedimentaria (Carmona 1982, Pérez Cueva 1988, Martínez
Gallego 1986, Carmona et al. 1993, Carmona 1995a). El río,
al entrar en la depresión terciaria valenciana y tras pasar el
área triásica de Bugarra, presenta un nivel del Pleistoceno
inferior muy desmantelado y encostrado que se encaja en el
Pleistoceno medio, cuyas terrazas también encostradas están
coronadas por un glacis que incluye un nivel de suelo rojo,
generalizado en la cuenca. Las terrazas del Pleistoceno superior son de menor entidad y sin encostramiento e intercalan
limos y arcillas de un suelo rojo poco evolucionado. Aguas
abajo, en la confluencia de la Rambla Castellarda, a este nivel
del Pleistoceno medio se superpone el Pleistoceno superior.
En las terrazas del valle del Xúquer, antes de su salida a la
llanura costera, se localizan en el río Sallent cuatro niveles, el
10
de mayor extensión con fisonomía de cono; en el Albaida,
tres terrazas pleistocenas, la más común con fisonomía de
glacis (G2) del Pleistoceno medio. Su afluente el río Magro
presenta una secuencia de niveles pleistocenos (inferior,
medio y superior) que concuerda con las secuencias del río
Turia, y conforme el río se aproxima a la llanura costera, los
niveles más modernos del Pleistoceno superior se superponen a los más antiguos (Ibañez 1992, Carmona 1995a).
Las tierras meridionales valencianas al S del río Serpis
presentan cuatro niveles de terrazas frecuentes, denominadas glacis-terrazas A, B, C, y D de más moderna a más
antigua. La seriación general sería la siguiente (Cuenca y
Walker 1995):
Terraza A: presenta cinco tramos, los tres más antiguos
del Pleistoceno superior entre 12-40 ka. En la Vall d’Alcoi se
citan tres terrazas a 8-12, 23-28 y 70-100 m que pueden
correlacionarse con las A, B y C (Bernabé 1973, Estrela
1986, Fumanal 1994).
Terraza B: se localiza a una altura media de 35 m de los
cauces. Las facies que presenta dependen de la naturaleza y
distancia de las fuentes de alimentación: al pie de los relieves montañosos se muestra bajo la forma de coluviones
poco evolucionados, a veces encostrados a techo. En la
«zona media» los coluviones evolucionan a depósitos
aluviales y al aproximarse al eje fluvial aparecen aluviones
con clastos y se pierden los encostramientos. La edad inferior de estas terrazas la marcan los depósitos de playa T2 y
T3 en la Cala dels Borratxos, datada entre 140-120 ka (Zazo
et al. 1981) y la superior una amplia serie de dataciones
entre 45-32 ka (Cuenca et al. 1986).
Terrazas D y C: sus aluviones presentan granulometría
amplia desde bloques a fracción de arena fina, que se adosan
de forma muy discontinua a las laderas. Son de cronología
dudosa, pero asignables al Pleistoceno medio. La del río
Segura en Guardamar proporcionó Elephas antiquus
(Montenat 1973) y fue datada por ESR en 490 ka (Cuenca et
al. 1986). Estas terrazas de los valles de Elda, Vinalopó
(Sax) y Serpis (Ermita de Polop) se sitúan entre 75-80 m la
terraza C y entre 110-120 m la terraza D.
Valoraciones generales
Los depósitos cuaternarios continentales valencianos de
origen fluvial se asocian a tres grandes conjuntos generalizados de glacis (G2-3), conos (C1-3) y terrazas (T1-3), por
sus similares características texturales y estructurales, a
pesar de una diferente altura. La edad de los diferentes depósitos se ha establecido por criterios regionales, dada la
ausencia de dataciones cronométricas. En el tránsito PlioPleistoceno se formaron glacis en las cuencas altas de los
grandes ríos del Sistema Ibérico. En el Pleistoceno inferior
se desarrollaron terrazas T3, formadas por grandes cantos y
matriz rojiza, ahora erosionadas, que enlazan con superficies
de erosión G3. Durante el Pleistoceno medio se constituyen
glacis, terrazas y abanicos fluviales, bien representados en
todas las cuencas, con cantos heterométricos y matriz limoarcillosa. El nivel del Pleistoceno superior se suele encajar
en el nivel topográfico anterior; presenta menos potencia
detrítica y constituye niveles de terraza generalizada en las
[page-n-24]
cuencas; el material no aparece encostrado y suele subdividirse en varias plataformas. Desde el punto de vista climático es el mejor conocido: su comienzo viene marcado por
una serie de paleosuelos durante las fases interglaciares del
estadio isotópico 5.
Los sistemas de terrazas fluviales de las zonas ibéricas
y béticas presentan una disparidad, cuyo origen estaría en la
distinta actividad orogénica de las cadenas Ibérica y Bética
durante el Pleistoceno. Los sectores Prebético y Subbético
muestran una elevación generalizada –zona de surrección–
a razón de 25 cm/ka, según indica la altitud de la distintas
terrazas: 35 m de la terraza B (140 ka), 75 m de la terraza
C (300 ka) y 120 m de la terraza D (480 ka) (Cuenca y
Walker 1995). En cambio en el Bético, el sector entre Santa
Pola, Elx, Orihuela y Guardamar ha funcionado como zona
subsidente durante la mayor parte del Pleistoceno y se ha
rellenado con los aportes del Vinalopó y Segura. La divisoria la marca el eje Alicante-Serra de Crevillent, que
presenta una franja de basculamiento que afecta a estas
terrazas, dificultando su reconocimiento, principalmente de
las más antiguas. La misma posee fallas en la plataforma
paralelas al trazado costero entre Vila Joiosa y Campello
(Fumanal et al. 1993b, Rey et al. 1993, Cuenca y Walker
1995). La secuencia sedimentaria no está bien establecida y
la edad de los depósitos pleistocenos, en especial los más
antiguos, es dudosa; sin embargo determinadas circunstancias y valores parecen mostrar cierta similitud a lo largo del
territorio. Existe una gran dicotomía entre tierras altas del
interior y llanas litorales, las primeras con un acusado
relieve y cursos fluviales encajados en angostos valles que
hace muy difícil la conservación de formas de acumulación
extensas; sólo aparecen abanicos o conos que bordean los
ríos o valles y con escasa potencia sedimentaria. Por el
contrario las llanuras litorales y prelitorales presentan
amplios depósitos visibles al pie de las estribaciones montañosas (Pleistoceno inferior-medio), hallándose recubiertos
por materiales más recientes (Pleistoceno superior-Holoceno) en las áreas más deprimidas y en dirección a la costa.
Esta franja litoral presenta un espesor de sedimentos muy
grande, con las vertientes roturadas que dificultan sistematizar niveles de terrazas altas.
El ámbito cronológico del estudio corresponde a los
depósitos continentales que se han desarrollado en forma de
suelos susceptibles de registrar la presencia humana durante
las etapas del Pleistoceno inferior al superior. Los depósitos
continentales T3/C3/G3, atribuidos al primero, son muy
escasos y sin apenas información. Los depósitos T2/C2/G2,
adscritos al Pleistoceno medio, a diferencia de los anteriores
se hallan ampliamente repartidos y comienzan ha proporcionar datos en función de su mayor investigación. Estos
depósitos son los primeros en facilitar una somera secuencia
paleoclimática que muestra un ambiente con sucesión de
fases frescas con procesos de meteorización que dan lugar a
depósitos poco evolucionados y canchales al pie de los
cantiles. Alternan con episodios templados-cálidos con diferente humedad, que propicia la edafogénesis (paleosuelos),
características aplicables a los depósitos iniciales del Pleistoceno superior (fig. I.2).
I.3.
LOS DEPÓSITOS KÁRSTICOS Y SU
APORTACIÓN BIOESTRATIGRÁFICA
Las cavidades kársticas presentan un medio sedimentario altamente desarrollado en tierras valencianas, dada la
gran extensión del roquedo calizo. Más de la mitad de la
superficie territorial está constituida por rocas carbonatadas,
susceptibles de endokarstificación –cavernamiento– cuya
prueba son los diez mil de estos fenómenos registrados
(Fernández et al. 1978, 1980). Las cuevas valencianas con
frecuencia albergan potentes depósitos detríticos, generalmente bien conservados con existencia de fauna, niveles
estalagmíticos, buenas posibilidades de datación, que las
convierte en un elemento muy importante para elaborar
fases climatoestratigráficas. Muchas de estas antiguas cavidades han sido descubiertas al ser seccionadas por canteras,
carreteras, líneas de ferrocarril o la propia erosión de los
cantiles o farallones donde se sitúan. La relación más significativa de éstas es la siguiente:
Cau d’en Borràs (Orpesa). Esta cavidad se sitúa en los
primeros contrafuertes montañosos frente a la llanura de
Orpesa. Está formada por una estrecha diaclasa con boca de
1,8 x 1,3 m y 8 m de profundidad. Presenta un conjunto
faunístico compuesto por Hemitragus bonali, lince, pantera,
linx, canis, úrsido pequeño, équido, cáprido, bóvido, óvido,
puercoespín, Apodemus sp, Oryctolagus, aves. La atribución
cronológica de esta asociación faunística es situada en el
Pleistoceno medio. La existencia de cantos rodados con
señales de desconchado generó su atribución antrópica
(Carbonell et al. 1981, 1987, Gusi et al. 1982). La falta de
relación del material lítico con el faunístico y la inexistencia
de confirmación tafonómica, inciden en la consideración del
yacimiento como paleontológico (Fernández 1990, 1994).
Complejo kárstico Casa Blanca (Almenara). Es un
conjunto de cavidades fósiles originadas y colmatadas a
partir del Plioceno. Se hallan situadas en el último cerro
prelitoral junto a los Estanys de Almenara a 1,5 km del mar.
Su altitud varía entre los 15-30 m, presentando el depósito
principal unos 15 m de potencia. Estas antiguas cavidades
rellenas de sedimentación fueron sacadas a luz por canteras
y en gran parte destruidas con posterioridad. Se han encontrado seis de estos depósitos, siendo Casa Blanca I la que
mayor información bioestratigráfica y paleoambiental ha
proporcionado. La sedimentación es esencialmente arcillosa
y brechificada con cantos calizos de 1 a 15 cm y pequeños
fragmentos de sílex. La asociación de la macrofauna
también es típica de este momento: Equus stenonis, Gazellospira torticornis, Cervus cf. philisi, Ursus etruscus,
Pachycrocuta cf. brevirostris y otros. En base a la microfauna, con Allophaiomys deucalion como especie más antigua, y a la asociación faunística de Ursus etruscus, Canis
etruscus, Pachycrocuta cf. brevirostris, Equus stenonis,
Gazellospira torticortis y Dama nesti, entre otros, fue puesta
en relación con el Villafranquiense medio (2,7 a 1,6 m.a.),
fase MN-17 de Mein (Soto y Morales 1985). Sin embargo
también ha sido incluida en un momento posterior, en la
Biozona MnQ-1, con cronología aproximada de 1,4 m.a.
(Agustí y Moyà Solà 1991). Este registro paleontológico es
11
[page-n-25]
Fig. I.2. Principales depósitos fluviales pleistocenos.
actualmente el más completo que poseemos sobre el tránsito
Plio-Pleistoceno y su altitud nos indica un valor para la línea
de costa pleistocena (Martínez 1995). El yacimiento, tras las
primeras excavaciones (1983-85), fue considerado como
prehistórico y su hipotética industria de gran antigüedad
(Olaria 1984). Posteriormente se ha llegado a la conclusión
de que se trata de un yacimiento paleontológico (Gusi 1988,
Ginés y Pons-Moya 1986).
Muntanyeta dels Sants (Sueca). Es un antiguo conjunto
de cavidades kársticas de importante desarrollo y fuerte
potencia –según los mantos estalagmíticos aún existentes–
que fueron desmanteladas en los años 1920-30 para obtener
gravas utilizadas en el firme de las carreteras de la zona. El
12
depósito actual –uno de los varios que debieron existir–,
corresponde a un residuo basal que se sitúa a una cota entre
5 y 10 m de altitud. Se han identificado varias especies de
fauna: Ursus deningeri, Canis etruscus y cf. Cervus elaphoides, situando el yacimiento en términos cronológicos
entre 1,4 y 0,9 m.a. (Sarrión 1984, Martínez 1995). Un dato
de gran interés es la identificación fotográfica (Sarrión 1984)
de un fémur derecho humano en la publicación de P.
Burguera (1921), procedente del yacimiento, en paradero
desconocido y que podría alcanzar la cronología de 1 m.a.
Cova del Llentiscle (Vilamarxant). Es un yacimiento
kárstico situado en la ladera meridional del monte La
Rodana, a 250 m de altitud, en los primeros relieves monta-
[page-n-26]
ñosos occidentales de la llanura valenciana. La cavidad en
forma de fractura desarrollada en calizas triásicas presenta
una boca actual de 2,4 x 1,5 m, con 32 m de recorrido y 13
m de profundidad. Ha funcionado como sima-trampa recogiendo en su interior abundante material faunístico, entre el
que es de destacar: Dicerorhinus aff. etruscus, Equus
stenonis, Cervus sp, Felix linx spelaea, Testudo sp. La situación bioestratigráfica del D. etruscus, que debió ocupar las
áreas perimediterráneas desde el Villafranquiense hasta la
primera parte del Pleistoceno medio, define la cronología
del yacimiento (Sarrión 1980).
Cova de la Bassa de Sant Llorenç (Cullera). Se trata
de una pequeña cavidad con boca cenital en origen,
destruida parcialmente por una cantera y situada a 20 m de
altitud en una colina al E de la Bassa de Sant Llorenç.
Corresponde bioestratigráficamente a un momento posterior a la Muntanyeta dels Sants. La presencia de Meles
thorali y la similitud de los restos de Canis lupus con los
Canis lupus lunellensis de Lunel-Viel, han situado el yacimiento en el Mindel-Riss (Sarrión 1984).
El Castell (Cullera). Es un yacimiento sobre una fractura kárstica colmatada de sedimentación, situada a 125 m
de altitud y cerca de la cumbre donde se ubica el Santuari de
la Mare de Déu del Castell. Se han identificado especies
como Megaceros sp, Canis sp (cf. etruscus), Prolagus sp y
Allophaiomys chalinei. Se le atribuye una misma biozonación que el yacimiento de la Muntanyeta dels Sants de Sueca
(Sarrión 1984).
Cova del Molí Mató (Agres). Situada en la Serra
Mariola, presenta un paquete sedimentario que se generó al
actuar la cavidad como sumidero y recoger mediante arroyadas coluviales diversos materiales faunísticos, todos ellos
fuertemente rodados. El conjunto de fauna con Dama cf.
clactoniana, Ursus arctos, Ursus preartos y Crocuta
spelaea, junto a la especie predominante Capra pyrenaica,
llevaron a situar el yacimiento en el Riss final o Riss-Würm
(Sarrión et al. 1987), atribución matizada posteriormente a
partir de las dataciones realizadas por ESR (241-279 ka)
sobre material óseo (Cuenca et al. 1986) que lo sitúan en un
periodo interestadial (Sarrión 1990).
Otros yacimientos sin datos publicados y en fase de
estudio (Sarrión c.p.) presentan fauna pleistocena, como
Cala de la Barra (Xàbia), entre 20-30 m de altitud, en un
cantil rocoso considerado del Villafranquiense superior. El
Cantal del Fondo de Ambolo, cerca del anterior, la Sima del
Pla de les Llomes (Serra), en plena Serra Calderona, a 570 m
de altitud, la Cantera de áridos del Mondúver y un amplio
conjunto que cavidades que poseen material fósil de vertebrados y que recorren las sierras valencianas: Cabanes, Villanueva de Viver, Caudiel, Fanzara, Castelló, Castielfabib,
Nàquera, Serra, Olocau, Yátova, Alzira, Carcaixent, Catadau,
Corbera, Millares, Navarrés, La Font de la Figuera, Vallada,
Bocairent, Simat, Gandia, Elda, etc. Los yacimientos paleontológicos kársticos y en cotas bajas, como los litorales de
La Ribera, indican un nivel del mar bajo. Fenómeno también
observado en las fisuras colmatadas por debajo del nivel
marino. Esta circunstancia es un argumento a favor de un
área de subsidencia sin procesos emergentes que pusieran al
descubierto terrazas marinas (Sarrión 1984) (fig. I.3).
Valoraciones generales
La aportación bioestratigráfica de las cavidades valencianas es fundamental para el conocimiento de la evolución
y características de las comunidades de vertebrados fósiles.
La distribución de estos depósitos abarca diferente ubicación orográfica y una amplia presencia cronológica a lo
largo del Plioceno y Pleistoceno.
El mayor desarrollo de la morfogénesis de los procesos
kársticos valencianos corresponde a tiempos precuaternarios. El inicio corresponde a finales del Terciario con fuerte
descenso de las superficies piezométricas desde el Plioceno
(conductos colgados, poljes reactivados, cavidades desfondadas, etc.) y se asocia a un clima de tipo tropical cálidohúmedo y fuerte pluviosidad. A partir del Pleistoceno inferior –aceptado su inicio en 1,6 m.a. (Haq et al. 1977)–, la
fase más intensa generó poljes y organización de cavidades
entre 800-400 ka y durante el Pleistoceno medio se produjo
un descenso de los cauces hipogeos y un relleno en dos o
tres fases (Gualda 1988, Garay 1990, 1995a, Garay et al.
1995, Fumanal 1995, Rosselló 1995). La mayor parte de
estos depósitos corresponden a fallas y diaclasas abiertas
«simas-trampa», generalmente de boca estrecha y larga a
modo de grieta, a veces cubiertas por vegetación y que
captan todo tipo de material exógeno, biológico o no.
Algunas de estas fracturas de orientación predominante N-S
presentan rellenos con brechas y restos óseos que permiten
su datación a partir de 1,8 m.a. (Villafranquiense superior),
como son: Casa Blanca I, Sima del Pla de les Llomes, Cova
del Llentiscle, entre otras (Garay 1995a).
I.4.
LA PALEOGEOGRAFÍA LITORAL
El litoral mediterráneo valenciano es un espacio de transición entre los dominios de ámbito terrestre y marino. Se
trata de un territorio amplio, cambiante y de compleja articulación con la información arqueológica, ya que su configuración ha variado de forma notoria en el Pleistoceno inferior/medio. Su estudio resulta imprescindible para entender
tanto la evolución de la plataforma continental como sus
formas morfoestructurales: estuarios, deltas, albuferas y
marismas. La plataforma o shelf se extiende, en esta zona,
hasta unos 60 km de la costa. Entre las isobatas de -20/-40
m se denomina plataforma interna, media entre -40 y -100
m y externa hasta unos -150 m.
I.4.1. LOS DEPÓSITOS MARINOS
El estudio de los depósitos marinos se vincula con el
registro estratigráfico continuo pleistoceno mediante la
obtención de testigos sedimentológicos de los fondos oceánicos –Escala Isotópica del Océano (OIS)–, cuya muestra
estándar más utilizada es la número V28-238 del Plateau
Salomon. Existen también otras secuencias oceánicas en
áreas tropicales, fundamentadas en depósitos de arrecifes
coralinos de gran estabilidad geodinámica (Shackleton y
Opydyke 1973, Chapell 1974). Nuestro estudio, condicionado por el desarrollo de la investigación y las características de los registros que poseemos, nos conduce a emplear
como herramienta de trabajo la clásica división marina:
13
[page-n-27]
Fig. I.3. Principales depósitos kársticos pleistocenos con fauna fósil vertebrada.
Calabriense, Siciliense, Tirreniense, etc., y su relación con
los estadios isotópicos y las dataciones radiométricas. Los
estudios regionales fueron iniciados por Jiménez Cisneros
(1906) con el descubrimiento del yacimiento de la Albufereta (Alacant). La práctica totalidad de los depósitos litorales
–marinos y continentales– con información cronológica y
bioestratigráfica se circunscriben al área acantilada bética y
han sido durante los últimos años ampliamente estudiados.
Estos depósitos han dado lugar a la elaboración de un
número elevado de estratigrafías glacioeustásicas, situadas
en áreas subsidentes que modifican la situación de los depósitos marinos sobre los que están basadas y por tanto controvertidas.
14
Los depósitos bioestratigráficos marinos más antiguos
del territorio valenciano son considerados del Tirreniense I o
Paleotirreniense (Mindel-Riss) y se documentan en el Cap de
les Hortes, a +18 m con fauna de Strombus bubonicus y dataciones superiores a 200 ka. En la Cala dels Tests (Benitatxell)
se ha datado con U/Th un depósito de arena con fauna
marina situado a unos +50 m en 344.148 ± 60.405 BP, afectado por fenómenos tectónicos (Viñals y Fumanal 1990), y
en la Cala de la Granadella (Xàbia), la parte basal de una
terraza fluvial en contacto con la playa ha proporcionado la
edad de U/Th 229 ± 2,8 ka. El yacimiento de la Albufereta
presenta dos niveles de playas discordantes atribuidos al
Pleistoceno medio, al igual que en el Cap de les Hortes. Estos
depósitos presentarían dos niveles: tirrenienses poco o nada
[page-n-28]
encostrados a +1/+3 m con fauna cálida, datados en 221 y 85
ka, y niveles con costra situados entre 0/+68 m a causa de
intensa neotectónica y con fauna templada sin Estrombus
bubonicus, como la cantera de Santa Pola datada en más de
250 ka y Cap de l’Horta (Montenat 1973, Dumas 1977,
Gaibar 1975 y Rosselló 1985).
Los cantiles de La Marina, costa de Xàbia y desembocadura del Gorgos (sondeos Xàbia 1 a 5) han sido estudiados
mediante secuencias estratigráficas de los sondeos y perfiles
y con el apoyo cronológico de las dataciones cronométricas
en series siempre continentales, sin datos del Pleistoceno
inferior –a excepción de depósitos kársticos–. La serie más
antigua (Xàbia 3) con edad de 490 ka y situada a -30 m se
relaciona con la terraza T1 (+18/+20 m) del río Gorgos. En
el Muntanyar Alt la serie Xàbia 2 (a -27/-25 m), con edad de
190-172 ka, se atribuye al estadio isotópico 7 (Fumanal
1995b). Al estadio 7 de Emiliani (251-195 ka), se asignan
entre -20/-31 m de altitud dos pulsaciones marinas de naturaleza transgresiva, separadas por una fase regresional, con
facies continental de poco espesor. Al OIS 6, representado
por una fase de regresión marina, corresponde una acumulación fluvial entre -15/-20 m con un encostramiento a -17 m
que podría corresponder a los superficiales que coronan los
depósitos C2, al N del Millars (Segura et al. 1995). En la
llanura valenciana, los sondeos de la albufera de PuçolAlboraia han situado depósitos correspondientes al OIS 6,
entre -18/-20 m. Este primer episodio tirreniense se asocia al
OIS 7a/7c (Goy et al. 1993, Zazo et al. 1993).
Los depósitos fósiles y sondeos eléctricos han permitido
elaborar la reconstrucción paleogeográfica y paleoambiental
del último interglaciar: el Tirreniense II (estadio 5e de la
notación isotópica), con un buen número de depósitos, posiblemente el mejor documentado y que se relaciona en líneas
generales con un clima templado. Acotado cronológicamente entre 127-75 ka, se subdivide en tres fases templadas:
5e (125 ka), 5c (98 ka) y 5a (82 ka), y dos fases frías: 5d
(110 ka) y 5b (89 ka) (Shackleton 1969, Pujol y Turon 1986).
En la albufera de Torreblanca, las dos pulsaciones a -12/-15
m y -10/-6 m correspondientes a una potente transgresión se
asignan al mismo. Al igual que en la albufera de PuçolAlboraia con depósito de espesor superior a 5 m y que se
sitúa entre -13/-18 m. Sobre ella hay un nivel de calcoarenita
con potencia inferior a 2 m y posible facies de duna fósil
(Segura et al. 1995). En la secuencia de la Marjal de Pego
han sido reconocidos diversos subestadios del Tirreniense II,
entre los que el OIS 5e es el nivel más antiguo identificado
y aparece a -50 m (sondeo Pego 3) con calcarenitas, fauna
marina y facies de restinga-albufera. Su extensión es amplia
según los perfiles ecosísmicos realizados en la plataforma
interna (Fumanal et al. 1993). Otras pulsaciones positivas
menores (subestadios 5c y 5a) han sido también registradas
en las secuencias y con facies lagunares. El OIS 5c se
encuentra situado a -45 m (sondeo Pego 1), con una edad
cronométrica de 112.000 ± 17.000 BP y 119.000 ± 18.000
BP. El subestadio 5a se caracteriza por una importante
secuencia estratigráfica, cuyo techo está a -25 m. Alternando
con estos máximos marinos, hay niveles regresivos (subestadios 5d y 5b) con limos y arcillas relacionados con forma-
ciones de paleolagunas. Los momentos de mayor descenso
marino y rigor climático se revelan por la desecación de los
fondos lagunares y el empobrecimiento de la fauna bentónica (Viñals 1995). El segundo episodio tirreniense con
presencia ya de Strombus bubonicus presentaría dos subestadios (5e/5c) o tres subestadios (5a), en el que el último
sería neotirreniense.
La bahía de Moraira ocupa una depresión del prebético
litoral donde se formó una albufera con restinga en el Pleistoceno medio. Esta restinga fósil situada al sur del puerto de
Moraira ha proporcionado varias dataciones de U/Th, entre
87.000 ± 2.500 y 187.000 ± 10.000 BP. La misma presenta
una barra de edad eemiense que se formó con materiales
oolíticos y una duna fósil en la que se levanta El Castell,
antiguo torreón datada en 132 ka. Teniendo en cuenta estas
cronologías, entre otras valoraciones, los depósitos de Moraira se interpretan como eemienses (Viñals, 1995a). Los
paleodepósitos del acantilado de la Cala de les Cendres
(perfil II), en Moraira, se han datado por TL en 112.000 ±
17.000 BP y representarían una pulsación positiva del
estadio isotópico 5 correspondiente a un edificio dunar
situado a +60/65 m (Fumanal y Viñals 1988). Otros depósitos y niveles de menor entidad se sitúan en Cap de l’Horta
a +7 m, datado en 85.000 BP y la rasa de +15 m de l’Illa
Plana (Rosselló 1980). La duna fósil del Perellonet, dentro
del óvalo valenciano, podría pertenecer a este último interglaciar, así como algún nivel marino del Cap de Cullera
(Goy et al. 1987). En la provincia de Castellón, las dunas
fósiles de Torre de la Sal (Mateu 1982) y el también citado
cuaternario marino bajo el mar de Orpesa (Gigout 1960). El
Tirreniense II de las áreas meridionales valencianas se sitúa
a escasos metros sobre el mar actual. También en Cataluña
(Geltrú, Garraf y Cap Salou) se localiza entre +1/+4 m, e
idéntica situación se da en la costa de Murcia y Almería. En
Mallorca se ha fechado una playa algo más alta a +9/+15 m
y 125.000 ± 10.000 BP (Butzer 1975). Las italianas meridionales con edad de 129-128 ka se sitúan a +4/+5 m (Brancaccio et al. 1974), confirmando una cierta uniformidad
mediterránea occidental para estos momentos.
Los depósitos considerados Neotirrenienses asignados
al Pleistoceno superior (estadios isotópicos 4, 3 y 2) presentan una regresión marina general con descenso máximo
del nivel del mar en torno a -100 m. En la Marjal de Pego, se
inicia la regresión en el OIS 4 con humedad que mantiene la
presencia de agua en la laguna que acaba desecándose,
proceso datado (Pego 7) en 72.000 ± 11.000 BP y 68.000 ±
10.000 BP. El estadio isotópico 3 con rasgos más templados,
en Pego 6 tiene cronologías de 68.000 ± 9.000 BP y en Pego
9, 55.000 ± 8.000 BP. El estadio isotópico 2 es el más riguroso (Viñals 1995). Los depósitos de los sondeos de la albufera de Torreblanca situados entre -5/-8 m son considerados
de los estadios 4, 3 y 2 (Segura et al. 1995).
Valoraciones generales
El Pleistoceno inferior está escasamente representado en
los depósitos valencianos. Es posible que algunos de los
depósitos conservados en las zonas acantiladas con facies
continentales de coluvios o conos, correspondan al mismo.
15
[page-n-29]
Los testigos del Pleistoceno medio reciente de los estadios
isotópicos 9 a 6 no se han encontrado en las áreas donde
predomina la subsidencia; en cambio, en un sector más
estable como el de Xàbia, estos depósitos muestran dos
pulsaciones marinas que alternan con fases de sedimentación continental. El Pleistoceno superior (estadios isotópicos
5 a 2) está bien representado en todos los sectores con un
nivel alto que corresponde al interglacial eemiense (OIS 5e)
y depósitos con facies de restinga en las costas bajas que se
relacionan con dunas en los tramos acantilados. Los estadios
isotópicos 4, 3 y 2 son generalmente regresivos o regresionales con predominio de facies continentales, lagunares y
eólicas (fig. I.4).
I.4.2.
VARIACIÓN DE LA LÍNEA DE COSTA:
EVOLUCIÓN E IMPLICACIONES
Las variaciones del nivel marino son el resultado de
múltiples factores geodinámicos, astronómicos y climáticos.
Se considera eustasia o eustatismo al conjunto de movimientos negativos o positivos del nivel del mar, debidos a
una variación del volumen de las depresiones oceánicas
(hundimientos e intensa sedimentación del fondo) o del
volumen global de agua que fluctúa según la cantidad liberada por los casquetes glaciales (glacioeustasia); condicionada por variaciones climáticas y en relación al parecer con
factores astronómicos: manchas solares y ciclos de Milankovitch en los que la temperatura de la Tierra varía por
Fig. I.4. Principales depósitos litorales y marinos pleistocenos.
16
[page-n-30]
cambios regulares en la inclinación del eje y en órbita alrededor del sol. Excentricidad periódica de 95 ka, oblicuidad
cada 42 ka y precesión equinoccial que dura 21 ka (Lowe y
Walter 1997, Faure y Keraudren 1987).
Hoy es aceptado que el nivel del mar no depende de los
movimientos eustáticos sino del equilibrio entre estos y los
desplazamientos neotectónicos que presentan una alta variabilidad de factores causales. Por tanto, no existe una única
curva universal que defina el nivel marino cuaternario. Los
niveles marinos gradantes o regresivos de cada zona no
apuntan más que a tendencias generales con discrepancias
más o menos importantes, por lo que determinar el nivel
marino de cada lugar y época resulta muy complejo (Pardo
y Sanjaume 2001). Es obvio que una variación del nivel de
las aguas marinas y por tanto de la línea de costa pudo llegar
a modificar los condicionantes geográficos, determinando
variaciones en los ecosistemas y en la explotación de
recursos bióticos por el hombre en el Pleistoceno. Los
cambios en los niveles marinos han cubierto y descubierto
alternativamente grandes porciones de nuestro territorio
litoral. La superficie de erosión continental estuvo condicionada no sólo a los mudables niveles de base, sino también al
sistema morfogenético (frío-cálido, seco-húmedo) correspondiente. La fuerte subsidencia contribuyó a preservar el
registro arqueológico, aunque en momentos de descenso del
nivel marino la plataforma quedó expuesta y resultó erosionada al igual que los yacimientos arqueológicos (fig. I.5).
La evolución del sector ibérico litoral se puede observar
a través del estudio de la llanura o depresión valenciana que
constituye una cuenca deposicional terciaria que funciona
desde el Mioceno como zona distensiva o subsidente
ayudada por un sistema de fallas NE-SW y con importante
potencia de sedimentación cercana a 200 m, que suavizó los
efectos de la subsidencia. Ésta es más diferencial que general, como corresponde a un sector fragmentado en bloques
fallados. Durante el Plioceno se desarrollaron deltas en los
principales ríos que aportaron sedimentos con crecimiento y
progradación de la plataforma. En el óvalo valenciano, la
plataforma ha subsidido de forma importante durante el
Pleistoceno con hundimiento del sistema de terrazas y la
desaparición de los niveles tirrenienses bajo el mar. Una
serie de fracturas distensivas –un sistema de graben en
graderío– paralelo a la costa y con hundimiento diferencial
ha producido la forma general del óvalo valenciano (Rey
1995), y dan como resultado un hundimiento desigual de las
pequeñas llanuras litorales con mayor subsidencia donde se
sitúan las albuferas funcionales (Segura et al. 1995). Los
depósitos del óvalo más antiguos localizados, mediante
sondeos, parecen corresponder al Pleistoceno superior, e
indicarían la gran transgresión correspondiente al estadio 5
(75-128 ka) y cuatro pulsaciones entre -18 y -6 m; costras
travertínicas de la Albufera de Valencia a -15 m (Rosselló
1972, 1979) y finos en la playa de Tavernes de la Valldigna
a -8 m (Viñals 1995).
La evolución del sector bético litoral es diferente y más
compleja que la del ibérico. En la cuenca del Gorgos se
produce un hundimiento en el Pleistoceno inferior/medio
(Martínez Gallego et al. 1992). El sector de La Marina
Fig. I.5. Curva eustática del Mediterráneo peninsular y su relación
con los estadios isotópicos (Rosselló 1996).
presenta costas claramente altas y hundimiento de dovelas
de los tramos costeros meridionales –bahía de Moraira–
posiblemente en el Pleistoceno medio o inferior y una estabilidad tectónica durante el Pleistoceno superior (Viñals
1995a). Más al sur, los estudios neotectónicos indican el
colapso y levantamiento de las cuencas del bajo Segura y
Bajo Vinalopó y la ondulación postirreniana del Carabassí
(Gaibar y Cuerda 1969, Fumanal et al. 1991, 1993, 1993a).
Durante el Pleistoceno inferior/medio la franja litoral
valenciana experimentó un fuerte hundimiento con retroceso
del frente costero. Este hundimiento diferencial, en el sector
sur de la llanura valenciana –área de La Valldigna– y en base
a la información que proporciona el material lítico de origen
fluvial recuperado en la Cova del Bolomor, parece acentuarse con posterioridad a los estadios isotópicos 9-8, dando
a entender en los mismos una escasa sedimentación y subsidencia con posibles etapas regresionales menos acentuadas
(Fernández et al. 1999). En el Pleistoceno superior y etapas
regresivas marinas se construyen depósitos dunares que
serán cubiertos por sedimentos coluviales. Los depósitos del
Pleistoceno inferior/medio corresponden a fases coluviales
desarrolladas durante bajas glacioeustáticas y los depósitos
del Pleistoceno superior en cambio muestran series dunares
muy amplias (Fumanal 1995a). Las variaciones generales
del nivel marino pleistoceno en el Mediterráneo occidental,
según la actual documentación, muestran una gran amplitud,
entre +250 m y -150 m. Para momentos pliocuaternarios o
precalabrienses la máxima transgresión se situaría entre
+120/+200 m, como indican los estudios del SE francés
(Miskovsky 1974, Chaline 1982, entre otros). La informa-
17
[page-n-31]
ción sobre momentos iniciales del Pleistoceno medio (depósitos calabrienses y sicilienses) es imprecisa en cuanto a su
desarrollo evolutivo y dataciones. El registro anterior a 300
ka es incompleto y con distorsiones cronológicas muy
fuertes (Butzer e Isaac 1975, Butzer 1989).
Las señales de variación del nivel marino en las costas
valencianas han quedado reflejadas en el sector acantilado
meridional que se presenta relativamente estable desde una
perspectiva geodinámica. En el acantilado fósil del Cap de
Santa Pola, según Sanjaume (1985: 344-345), el primer
escarpe a +100 m corresponde al Plioceno superior, la
segunda fase de crecimiento se ubica a +30/+40 m y se relaciona faunísticamente con el Tirreniense I (Mindel/Riss).
El tercer estadio, ya a nivel actual del mar, sería Eutirreniense (Riss/Würm). Los niveles más altos localizados en
Mallorca, pliocenos o sicilienses (pre-Mindel), se sitúan a
una altura de +60/+110 m, aunque su reconocimiento no es
seguro. Probablemente la rasa del Cap de Sant Antoni podría
corresponder a este momento (Rosselló 1980). Para Gaibar
y Cuerda, (1969), serían asignables al Calabriense los
niveles de +120 m del Cap de Santa Pola, de +85 m de la
Serra del Colmenar y de +76 m de El Molar. Mientras que el
nivel de +81 m del Cap de Santa Pola se relacionaría con el
Siciliense. Según estas apreciaciones, el mar calabriense se
situaría a unos 40 m por encima del siciliense y así, durante
el Pleistoceno inferior, con fuerte imprecisión documental,
se registró una o varias pulsaciones positivas del mar, con
valores aproximados entre +60/+120 m. Aunque en tiempos
pliocuaternarios o inicios de éste la variación pudo superar
los +200 m, como indicarían ciertas rasas de Xàbia
(Fumanal 1995a, 1995b).
Para momentos del Pleistoceno medio ya se dispone de
numerosas dataciones cronométricas y consecuentemente
los datos son más precisos. El mar tirreniense en sus inicios
presentaría una pulsación positiva con dataciones entre 200300 ka y alturas imprecisas de +15/+40 m. En Cataluña los
niveles considerados del Tirreniense I de Cap Roig,
Palamòs, Tossa, Blanes, etc., se sitúan igualmente en altitudes entre +12/+35 m (Goy y Zazo 1974: 76). Las últimas
fases del Pleistoceno medio (estadios isotópicos 8, 7, 6)
tienen una amplia representación en la costa. La amplitud de
la regresión marina relacionada con la glaciación rissiense
presenta discrepancias según autores, entre -115/-120 m y
-137/-159 m, como señala Rosselló (1980: 127), pero la
mayoría coinciden en que no fue inferior a -100 m, sin sobrepasar los -150 m (Cuerda 1975: 97). Dentro de esta visión,
según Mateu (1985: 62), en base a estudios micropaleontológicos de sondeos marinos efectuados en Baleares, se
produce la unión en una sola isla de Mallorca, Menorca y
Cabrera, coincidiendo con la máxima regresión rissiense que
sitúa a -150 m, frente a la würmiense de -110 m. Sin
embargo, como muestra de la complejidad y multitud de factores a tener presentes en este tipo de estudios, está la existencia de un nivel a -200 m con datación U-Th de 18 ka
frente al Cap de Creus (Girona). Parece que la situación de
esta playa fósil a tal profundidad se debería a desnivelaciones de un sistema de fallas (Goy y Zazo 1974).
El desencadenamiento de mecanismos eólicos está
vinculado con las oscilaciones eustáticas. Existen numerosas
18
dunas y cordones dunares sumergidos sobre la plataforma
del golfo de Valencia a 60 m (Maldonado 1985), confirmando la lógica extrapolación de una de las principales
consecuencias de la regresión rissiense a efectos de paleodepósitos que fue la creación, al menos bien documentada en
Baleares, de extensas y potentes formaciones dunares. Las
grandes oscilaciones glacioeustaticas produjeron importantes efectos dinámicos al principio de las regresiones y al
final de las transgresiones (Dumas 1977).
Según los estudios morfosedimentarios obtenidos en la
Marjal de Pego, la cumbre cronológica de las pulsaciones
tirrenienses –episodio 5– indica un nivel del mar alto, aunque no tanto como en el Flandriense –seguramente por
causas neotectónicas y no eustáticas– (Viñals 1995), que se
situaría por extrapolación para el área valenciana en torno a
72 ka (Dupré et al. 1989).
Las costas valencianas presentan durante el Pleistoceno
un hundimiento generalizado, resultado de las diferencias
entre la neotectónica y la subsidencia. Este hundimiento no
es uniforme y se debe matizar su alcance y características
dependiendo del sector estudiado. En las cuencas neógenas
de Valencia y el Bajo Segura predomina la subsidencia,
mientras que los sectores acantilados de las béticas
presentan una elevación positiva. El índice general de este
contrajuego para el territorio es más bien subsidente o negativo. El movimiento de bloques ha generado una desigual
presencia de depósitos pleistocenos, generalizados entre el
Cap de la Nau y la Serra Gelada, y escasos cuando no
ausentes al N y S de este sector.
Vistos a nivel general los conocimientos que poseemos
sobre posibles variaciones marinas y su reflejo en depósitos
fósiles valencianos y áreas próximas, el estudio de la batimetría completa la visión configuradora de un nuevo
contexto geográfico. El País Valenciano posee una plataforma de gradiente regular y uniforme con extensión media
de 65 km, hasta el borde de la misma a 140 m de profundidad, a partir del cual la pendiente se incrementa notablemente y se reduce a 25 km frente a la costa acantilada de
Dénia-Xàbia. Las cartas batimétricas indican en la mayoría
de las áreas una superficie suavemente inclinada hasta
alcanzar la rotura de pendiente que se sitúa a 140-160 m de
profundidad y a 35 km de la costa (Rey 1995). Los perfiles
de pendiente se muestran muy suaves y mantenidos, entre
0,5 y 4 %. Estos valores de gradiente tan poco acentuados y
la escasa profundidad certifican una significativa uniformidad. Entre Cullera y Moncòfar, la isobata de -80 m se
presenta muy uniforme a 20 km de la costa actual. En
Gandia a 18 km, Dénia a 8 km y en el Cap de la Nau a 6 km
(fig. I.6 y I.7).
I.5.
CONSIDERACIONES
Los elementos morfosintéticos que mejor explican,
resumen y definen el relieve valenciano desde nuestra óptica
arqueológica es la gran diversidad física y los fuertes
dualismos existentes en el seno del territorio: litoral-interior,
llanura-montaña, costa llana-acantilada, directrices ibéricasbéticas, etc. El territorio valenciano es un variado y abiga-
[page-n-32]
Fig. I.6. Supuesta evolución de la línea de costa pleistocena respecto
de las isobatas actuales.
rrado conjunto orográfico, configurado por diversos dominios estructurales-tectónicos, agentes morfogenéticos,
factores climáticos y proximidad al Mediterráneo. Este
marco geográfico no uniforme es la suma de distintas orografías carentes de un gran elemento territorial que unifique
«en torno a él» el sistema medioambiental. Únicamente
globaliza la «frontera mediterránea», que motiva la realidad
de una importante circunstancia histórico-geográfica con
raíz paleoambiental: el País Valenciano es un corredor
adosado a relieves m ontañosos frente al Mediterráneo. Esta
diversidad territorial valenciana condiciona la morfología
sintética –tipos morfológicos de paisajes– y la descripción
del propio territorio. El estudio de la misma no se puede
realizar exclusivamente desde las unidades morfo-estructurales o del dualismo contrapuesto del relieve y, por ello, la
«frontera mediterránea» vuelve a ser el eje general sobre el
que se articula el estudio biofísico.
El sistema geoestructural del territorio no ha variado de
forma relevante, según todos los indicadores, desde los
tiempos pleistocenos. Con la debida prudencia que imponen
diferentes líneas de costa, enmascaramientos tectónicos,
distintos desarrollos hidrográficos, grados de encajamiento,
aportes fluviales, se puede afirmar que la mayoría de áreas
que facilitan la comunicación territorial en la actualidad son
las mismas –aunque modificadas– que las que se usaron en
el Pleistoceno, a excepción de las generadas como consecuencia de la variación de línea de costa.
Los depósitos cuaternarios valencianos se desarrollan
principalmente y por este orden en medios continentales,
kársticos y marinos. Los depósitos continentales más generalizados son fundamentalmente de origen fluvial y se
asocian a tres grandes conjuntos de glacis, conos y terrazas.
La secuencia sedimentaria de los mismos no está aún bien
establecida y la edad de los más antiguos no es precisa, dada
la ausencia de dataciones cronométricas, sin embargo, se
acepta la correlación regional por sus similares características texturales y estructurales. Estos depósitos se ven afectados por la gran dicotomía entre tierras altas del interior y
llanas litorales; las primeras, de acusado relieve y cursos
fluviales encajados, hacen muy difícil la conservación de
formas de acumulación sedimentarias extensas y/o potentes,
y sólo aparecen abanicos o conos que bordean ríos y valles
angostos. Por el contrario, las llanuras litorales y prelitorales
presentan depósitos más amplios (Pleistoceno inferiormedio), visibles al pie de las estribaciones montañosas y
muy recubiertos por materiales más recientes (Pleistoceno
superior-Holoceno) en las áreas deprimidas y en dirección a
la costa. Esta franja litoral muy afectada por todo tipo de
actividades antrópicas presenta vertientes roturadas de abancalamientos escalonados que impiden o dificultan el reconocimiento de niveles de terrazas. Este dualismo reaparece
en sistemas de terrazas fluviales que muestran fuertes diferencias, atribuidas a la distinta actividad orogénica. La tectónica regional también influye en la presencia y características de los depósitos sedimentarios. Así el sector ibérico
muestra una acusada subsidencia y los sectores Prebético y
Subbético una elevación generalizada. En cambio, el Bético
estricto ha funcionado como zona subsidente durante la
mayor parte del Pleistoceno.
Los depósitos continentales valencianos atribuidos al
Pleistoceno inferior son muy escasos, apenas proporcionan
información paleoambiental y se hallan muy lejos de los datos bioestratigráficos proporcionados por depósitos kársticos de esta edad, todos sin registro conocido de presencia
humana. Los depósitos continentales atribuidos al Pleistoceno medio, a diferencia de los anteriores, se hallan ampliamente repartidos y comienzan ha proporcionar datos bioestratigráficos –aún muy escasos– en función de su mayor
investigación.
Nuestro interés arqueológico por los depósitos pleistocenos continentales, aparte de su indisociable aportación
geomorfológica, reside en la posibilidad de presentar niveles
en forma de “paleosuelos”, susceptibles de albergar datos
sobre la presencia humana. Únicamente se conocen algunos
conjuntos líticos superficiales de atribución musteriense en
las cuencas del Vinalopó, Xúquer, Palancia y Millars. Estos
registros están expuestos a una serie de condicionantes
desfavorables como es la falta de asociación sincrónica entre
los depósitos y las industrias, entre éstas y los inexistentes
datos bioestratigráficos.
Todo indica que los depósitos vinculados a la red hidrográfica valenciana no presentan una gran potencialidad de
19
[page-n-33]
Fig. I.7. Reconstrucción del territorio en el máximo climático del Pleistoceno medio (OIS 6).
información paleolítica, a excepción de la vinculada al aprovisionamiento de materias primas. Las características morfogenéticas con ausencia de cuencas medias amplias en la red
fluvial, donde apenas hay transición entre el interior y el
litoral, es otro valor negativo a valorar. La existencia de depósitos sin protección o cobertera, en áreas de fuerte erosión
como son las cabeceras de las cuencas, dificulta la presencia
de materiales en posición primaria, por desmantelamiento o
arrastre. La brevedad deposicional de los mismos –en especial
los paleosuelos– no es prometedora y menos aún las áreas
litorales y prelitorales, que muestran los condicionantes de
una acusada acción antrópica y fuerte relleno sedimentario.
Las cavidades kársticas, en cambio, presentan una alta
potencialidad; prueba de ello es que la mayoría de yaci-
20
mientos paleolíticos están localizados en este medio sedimentario. Sus favorables características como receptáculos
estratificados y preservadores les confieren una gran importancia para elaborar fases paleoclimáticas, mucho mayor que
cualquier otro medio físico valenciano. La morfogénesis de
las mismas, iniciada en el Villafranquiense superior, concluyó su desarrollo principal en el Pleistoceno medio. La
génesis bioestratigráfica, sin intervención antrópica o de
carnívoros, se debe a la circunstancia de que la mayor parte
de estos depósitos corresponden a “simas-trampa”, diaclasas
o grietas de boca estrecha que captan todo tipo de material
exógeno, biológico o no, y finalizan muchas colmatadas. Así
pues, el medio kárstico constituye un elemento altamente
biótico y muy utilizado para el hábitat primitivo en tierras
[page-n-34]
valencianas, aunque hay que tener presente que este predominio de la ubicación kárstica constriñe por su notoria
presencia la amplia diversidad de asentamientos y entornos,
que es igual a la del propio territorio.
Los sectores litorales y los depósitos marinos valencianos son altamente sensibles a las fluctuaciones del mar y
a la actuación neotectónica. El bajo gradiente de la plataforma y el diferente comportamiento neotectónico de los
tramos litorales originan una franja ampliamente emergida
en las bajas glacioeustáticas, o un paisaje invadido y recortado por el medio marino, en las altas. Los medios sedimentarios –llanos aluviales, sistemas de restinga-albufera,
glacis, conos aluviales– se adaptan de acuerdo a esta variable línea costera mediterránea. Durante el Pleistoceno
inferior/medio la franja litoral valenciana experimentó un
fuerte hundimiento diferencial con retroceso del frente
costero, resultado de las diferencias entre la neotectónica y
la subsidencia. En las cuencas neógenas de Valencia y el
bajo Segura predomina la subsidencia mientras que los
sectores acantilados de las béticas presentan una elevación
positiva. El resultado general de este contrajuego para el
territorio es más bien subsidente o negativo. El movimiento
de bloques ha generado una desigual presencia de depósitos
marinos, generalizados entre el Cap de la Nau y la Serra
Gelada y escasos cuando no ausentes al N y S de este sector.
Los depósitos del Pleistoceno inferior/medio corresponden a
fases coluviales desarrolladas durante bajas glacioeustáticas
y a depósitos dunares cubiertos por sedimentos coluviales en
las etapas regresivas marinas. Mientras que los depósitos del
Pleistoceno superior muestran series dunares amplias.
Los yacimientos marinos valencianos son los que
presentan una menor potencialidad de albergar información
paleolítica general, en comparación con otros medios sedimentarios tratados. En los sectores ibérico y bético estricto,
zonas subsidentes, los depósitos del Pleistoceno medio/
superior se hallan cubiertos por materiales más modernos y
sólo son reconocibles mediante sondeos, entre 10-20 m de
profundidad. Las escasas terrazas tirrenienses de las costas
acantiladas presentan una reducida extensión y potencia, y
en ellas únicamente se han localizado fauna fósil marina y
huellas de ungulados.
Las posibles relaciones entre el medio físico y el poblamiento paleolítico humano precisan una atención especial a
las variables externas a los yacimientos: características
físicas y estructurales del territorio, tipos de depósitos y
edad, entornos biofísicos, posibilidades de vertebración
regional, distribución cartográfica de los yacimientos, etc.
Son especialmente importantes las características de los ejes
que vertebran la comunicación de los grupos de cazadoresrecolectores prehistóricos, ejes vertebradores de entornos y
medios ecológicos. La ubicación de los yacimientos sirve de
marco a la distribución de los asentamientos, el carácter
ocupacional y sus características paleoeconómicas.
La relación hombre-territorio durante el Paleolítico
antiguo ha sido frecuentemente valorada como sujeta a parámetros físicos que constriñen y reflejan una hostilidad del
medio (alta altitud, mala orientación, falta de agua), consecuencia de una supuesta incapacidad o limitación adaptativa
de los antiguos homínidos. El estudio regional es contrario a
estos planteamientos, que deben ser relativizados por
presentar una fuerte y rígida interdependencia orográfica en
el seno de una evolución paleogeográfica no estática. Sin
embargo, estas variables sí pueden ser significativas a la
hora de evaluar su uso estacional y funcional, en relación al
medioambiente, aunque por el momento no poseamos suficientes referencias. Hay que tener presente que las valoraciones que desarrollamos sobre la secuencia regional están
cimentadas con los datos que proporcionan los asentamientos en cuevas y abrigos, con un gran vacío documental
de yacimientos al aire libre y que en buena lógica deben
complementar la visión global del espacio adaptativo de
estas primitivas comunidades de homínidos. La diversidad
paleoambiental –dominando un valle, al pie de un farallón,
bajo la protección de una visera de cueva, etc.–, puesta en
relación con la ocupación territorial antrópica, no hace sino
reflejar la orografía del propio territorio que se muestra altamente contrastado y que comprende situaciones diversas.
Las ocupaciones antiguas presentan una geomorfología y
topografía genérica, de una diversidad igual a la de los territorios frecuentados o recorridos.
El estudio de la incidencia de los corredores naturales
respecto del poblamiento antiguo valenciano se plasmó en
una representación cartográfica con las diferentes «potencialidades biofísicas» (Aura et al. 1994) (fig. I.1). Ésta reúne
la información de distintas altitudes, rupturas y gradientes
orográficos, reconstrucción paleogeográfica, mapas geológicos, cartografía viaria histórica, fotografía aérea, ortoimágenes espaciales, etc. A estas se añaden las diferencias de
ubicación entre yacimientos del Paleolítico medio y superior
a partir de distintos elementos como altitudes, rupturas y
gradientes orográficos, reconstrucción paleogeográfica y
otros, que indican la existencia de un parámetro sobresaliente, la tasa de altitud relativa, como relación existente
entre la altitud del espacio de hábitat kárstico y la del espacio recorrido (corredor) para momentos del Pleistoceno
superior inicial (< 2). Este valor relacional presenta un
aumento en los escasos yacimientos del Pleistoceno medio
(2 a 10) y se dispara con la presencia de valores superiores a
10 en conjuntos del Paleolítico superior. Esta variación
importante del comportamiento acontece con la llegada del
Hombre moderno, donde no es tan nítida la vinculación
entre los asentamientos y las áreas de fácil tránsito. La
explotación de otros ecotomos, posiblemente más variados y
especializados, apoyada en una mayor y mejor tasa poblacional, tecnología, cultura y sistema social, hizo que se
actuara sobre otros territorios anteriormente no explotados.
Cada día parece más claro que al final del Paleolítico medio
se produce un cambio relevante con ocupación de áreas más
complejas desde un punto de vista ecológico. Sin embargo,
la ocupación de estas áreas más serranas se vincula a la
proximidad de los grandes ejes.
La práctica totalidad de los yacimientos valencianos
considerados del Paleolítico antiguo se ajustan bien al
desarrollo de los corredores y áreas limítrofes, o lo que es
lo mismo, existe una significativa ausencia de este tipo de
registros en áreas de difícil articulación territorial como el
21
[page-n-35]
Maestrat y sierras centro-meridionales, circunstancia que
futuras prospecciones deberán precisar. Esta relación con
las vías naturales de comunicación –corredores– presenta
una información muy significativa entre los asentamientos
anteriores al 30.000 BP (Fernández Peris 1990, 1994, Aura
et al. 1994, Fernández y Villaverde 2001). La imbricación
de los yacimientos en los grandes ejes es explicable como
la óptima adaptación a la variabilidad medioambiental de
estos grupos de cazadores-recolectores en un espacio biofísico que proporciona la máxima y única posibilidad de
subsistencia: movilidad, información y variabilidad (Aura
et al. 1994). La movilidad territorial de estos grupos se
debió ajustar estructuralmente a los corredores, y por tanto,
ésta no fue circular, radial o lineal como citan diversos
autores para los neandertales en otras regiones, sino recurrente y específica al desarrollo de los ejes. Estos entornos
ecológicos diversificados debieron representar a nivel
económico abundantes y variados recursos (llanura y
montaña; marjal y bosque, etc.). La búsqueda del esporádico lugar de hábitat debió de estar supeditada –entre otros
aspectos– a la obtención de elementos de información
económica y a la procura de protección o refugio.
Los yacimientos paleolíticos regionales, con una información paleoambiental y paleoeconómica muy limitada,
presentan, a pesar de todo, unos de los registros cronoestratigráficos mejor conocidos de la Península. Entre los yacimientos atribuibles al Paleolítico medio y Paleolítico superior se observan fuertes diferencias en los tamaños, entornos
y usos de los distintos asentamientos (Villaverde y Martínez
1992, Aura y Pérez Ripoll 1992). En el Paleolítico medio se
asiste a una continua pérdida de efectivos de los grandes
ungulados que conducirá a una marcada polarización en el
ciervo y la cabra durante el Paleolítico superior. Esta situación supone una estrategia económica de caza sobre ciervos
y cabras que tuvo que realizarse mediante la elección de los
enclaves apropiados para el acceso a estos recursos y que
debió implicar cambios en la implantación de los grupos
sobre el territorio (Aura et al. 1994).
El territorio valenciano en el Pleistoceno debe ser considerado como un marco espacial coordenado en el que las
opciones estratégicas de los cazadores-recolectores no plantean preferencias estáticas, sino que éstas son versátiles y
adecuadas en distinto grado a sus necesidades adaptativas. Las
estrategias de alta movilidad que corresponden a estos
momentos están contrapuestas a otras de búsqueda y predilección intencional por un área determinada (ocupación
22
costera frente a penetración interior en altura), o de biotopos
considerados variados frente a otros que no lo son (territorios
contrastados frente a grandes llanos). Por ello, posiblemente la
etología homínida no se dirige hacia una circunstancia
concreta predeterminada, sino que busca los elementos potencialmente más interesantes que pueda proporcionar ese territorio durante su recorrido. Cuando los datos muestran un
hecho relevante y reiterado, como es una situación determinada de los asentamientos sobre el terreno circundante, ésta
no se puede explicar exclusivamente por elementos individualizados como la presencia de agua o las comunicaciones más
fáciles y rápidas, sino por la conjunción general óptima de
elementos favorables que proporciona el territorio. La nítida
vinculación del hombre con el espacio no puede ser enmascarada con actuales observaciones subjetivas sobre lugares de
aguada, biotopo adecuado, alta insolación, etc. El hábitat y el
asentamiento deben verse como un elemento de carácter
general no restrictivo, inserto en un espacio cuya principal
plasmación para momentos del Pleistoceno medio y superior
inicial es el «corredor natural» (Fernández y Villaverde 2001).
La distribución cartográfica muestra una concentración
de yacimientos en el área comprendida entre los corredores
de la Canal de Montesa y Vinalopó con el Mediterráneo.
Estos ejes pueden ser considerados la mejor comunicación
con el interior peninsular, a través de la Submeseta sur, delimitando un espacio –comarcas centromeridionales– que
combina diferentes zonaciones ecológicas y accesos interior-costa. El estudio de éstos y sus variables puede ayudar a
comprender las características del principal núcleo conocido
de poblamiento paleolítico en el País Valenciano.
Los indicios paleolíticos más antiguos y conocidos en
tierras valencianas corresponden al Pleistoceno medio.
Éstos son escasos y se sitúan en el área costera, con explotación de las amplias llanuras prelitorales. Esta situación se
apoya también en la existencia allí de numerosos depósitos
paleontológicos –Orpesa, Vilavella, Almenara, Sueca,
Cullera, Xàbia, etc.– que vendrían a confirmar la existencia
de abundantes recursos bióticos. Los espacios que configuran los corredores naturales y la ubicación en los mismos
de medios kársticos constituyen los elementos más prometedores en la ubicación de nuevos yacimientos del Pleistoceno
medio. La prospección sistemática y general de los depósitos fluviales en su salida a los llanos prelitorales constituye
un potencial desconocido que deberá abordarse en el futuro
para poder interpretar de forma global las características del
poblamiento antiguo.
[page-n-36]
II. EL YACIMIENTO ARQUEOLÓGICO COVA DEL BOLOMOR
El topónimo “El Bolomor” no es frecuente en las
fuentes documentales de La Valldigna; cuando aparece hace
referencia a la partida, barranco y fuente del Bolomor. El
escrito más antiguo que conocemos es un documento de
1693, que sitúa esta partida municipal (Toledo 1992: 57).
Posiblemente el significado de Bolomor se pueda vincular
con «salida de aguas», correspondiendo al impetuoso e irregular drenaje hacia La Valldigna de la vertiente norte del
macizo del Mondúver. La cavidad adoptaría el nombre
Bolomor al relacionarse con estos elementos geográficos de
mayor entidad y difusión.
II.1.
lógicos de esta importante cueva osífera junto al naturalista
Eduardo Boscá (Vilanova 1893: 13 y 21). Los materiales
recogidos por Vilanova fueron donados para la creación de
las colecciones del Museo Arqueológico Nacional (exp.
1868/51), números 21 y 22: «hachas de calizas silíceas de
las cuevas del Bolomort (Tavernes de Valldigna)» y número
23: «brechas huesosas con piedras del id» (fig. II.2), y constituyen parte de los primeros fondos fundacionales de esta
institución (Cacho y Martos 2002: 385). Los datos proporcionados por Leandro Calvo, geólogo y religioso aragonés
afincado en Gandia, que exploró la cueva en varias
ocasiones desde la década de 1880 (Calvo 1908), sirvieron
HISTORIA PREVIA A LAS
INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS
La información escrita más antigua conocida sobre la
Cova del Bolomor hace referencia a la búsqueda en el interior de la cavidad de inexistentes tesoros por los vecinos del
pueblo de Tavernes de la Valldigna en torno a la década de
1860, relato que recoge Leandro Calvo en el diario comarcal
Litoral (nº 183-1884) de Gandia:
«Estimulados los habitantes de la Vall por la codicia y
creídos sin duda que se destinaba en otro tiempo el dinero
para enriquecer a los muertos, trabajaron para desencantar
a la fuerza de los barrenos los tesoros escondidos en aquel
Cementerio de Moros. No contentos con despeñar tanta
preciosidad ... –dientes de carniceros, ciervos, algún paquidermo y también pequeños pedazos angulosos de pedernal
blanco– ..., continuaron excavando hasta las entrañas del
monte la rendija cada vez más angosta. La generación
presente ya se da por desengañada, y Dios haga que los venideros conserven lo poco que los presentes han respetado».
Esta actividad posiblemente ya había finalizado cuando
en el verano de 1867 el catedrático de geología Juan Vilanova y Piera (fig. II.1) explora y recoge materiales arqueo-
Fig. II.1. Juan Vilanova y Piera (1821-1893).
23
[page-n-37]
En el año 1923, a consecuencia del descubrimiento de la
necrópolis de la Cova del Barranc de les Foietes en un
barranco contiguo y a escasa distancia de Bolomor, el ayuntamiento solicitó la presencia de una comisión del Colegio
de Doctores de Madrid para examinar las cavidades prehistóricas del valle, y en noviembre de 1924 el Dr. Carrillo y el
alcalde y médico de Tavernes Francisco Valiente exploraban
la cueva (Barras de Aragón y Sánchez 1925: 155-157):
«Encontróse allí una gran oquedad, semejante a la
entrada de una gruta, como de unos 10 m de elevación. En
sentido opuesto a la pendiente de la ladera montañosa hay
un entrante en forma de rapidísimo declive, y a la derecha
entrando se ve como el comienzo de una sima cuya boca
mide aproximadamente dos metros de diámetro. Pero lo
verdaderamente notable y digno de consideración y estudio
es el hecho de que las paredes y techo de la oquedad están
constituidas por un conglomerado de caliza y huesos de
diferentes especies animales, en forma de durísima roca. Su
variedad es grandísima: huesos largos, cortos, planos,
trozos de mandíbulas, asta y molares de gran tamaño pertenecientes a especies herbívoras y caninos de especies carnívoras. Prolijamente examinó el Dr. Carrillo este conglomerado sin hallar en el mismo un solo vestigio humano».
Fig. II.2. Inventario de la colección Vilanova y Piera. Museo Arqueológico Nacional (Exp. 1868/51).
para plasmar una primera y somera descripción estratigráfica en el libro Simas y Cavernas de España (1896: 343) del
geólogo Gabriel Puig y Larraz:
«El suelo de la cavidad está constituido por un depósito
de arcilla roja entremezclada con huesos de animales y fragmentos de instrumentos de pedernal, comprendido dicho
depósito por dos capas de caliza estalagmítica, una inferior
a él y otra superior. En el país al depósito fosilífero le llaman
el Cementerio de los Moros».
Durante la primera mitad del siglo XX naturalistas e investigadores visitan y comentan el depósito brechificado con
industria y fauna. Así, en el año 1913 el abatte Henri Breuil
visitó La Valldigna con Leandro Calvo (Blay 1967), y en 1932
Luis Pericot recogió un lote de materiales de la Cova del
Bolomor que fueron depositados por H. Breuil en el Institut de
Paléontologie Humaine de Paris (Bru y Vidal 1960). A principios del siglo XX Bolomor es ya considerado junto a Cova de
les Meravelles, Cova del Parpalló y Cova Negra como un importante yacimiento que «confirmaba la presencia del hombre
prehistórico» en tierras valencianas (Boscá 1901, 1916, Barras
de Aragón y Sánchez 1925), aunque era considerado como un
conchero –Kjoekkenmoeddings– siguiendo la tendencia de la
época (Fletcher 1976: 18) (archivo SIP). Posiblemente el catedrático de Ciencias Naturales Eduardo Boscá visitó la cavidad
en varias ocasiones, pues poseía una colección de materiales de
la misma de la que existe un depósito de fragmentos óseos en
los fondos de la Facultad de Biología de Valencia. El mismo
clasificó los restos faunísticos de ciervo y caballo como Equus
adamaticus (Pericot 1942: 277, Sarrión 1990: 30).
24
En esta misma época la publicación Topografía médica
de Tabernes de Valldigna recoge las dimensiones de la
cavidad (Grau Bono 1927: 22):
«Es notable esta oquedad, cuyas dimensiones son de tres
metros de anchura por otros tantos de profundidad… según
autorizadas opiniones debió servir de morada al hombre
primitivo».
A principios de 1930, la Secció d’Antropologia i
Prehistòria del Centre de Cultura Valenciana exploró la
cueva ingresando en la institución un lote de materiales
arqueológicos procedentes de ésta (C.C.V. 1931). Hacia
1935 y sin que haya podido ser localizada ninguna documentación escrita, tuvieron lugar amplias actividades de
extracción de piedra mediante vaciado con dinamita de una
importante parte del depósito arqueológico. Esta actividad
minera arrancó bloques cúbicos de varias toneladas de peso
y otros cilíndricos de 95 cm de diámetro, que fueron bajados
con cadenas tiradas por bueyes hacia el pueblo. Parte de las
mismas al parecer se utilizaron para elaborar las mesas de
piedra del desaparecido casino, según testimonios orales.
Las actividades vinculadas a la «búsqueda de tesoros»
de 1860-70, según se desprende del relato de L. Calvo, se
realizaron mediante la utilización de barrenos intentando
profundizar «hacia las entrañas cada vez más angostas».
Estas labores requirieron medios, organización y presupuesto económico, afectando a sectores como la galería y/o
la sima que reúnen las condiciones de grieta angosta. Sin
duda alguna estas actividades se desarrollaron durante largo
tiempo, tal vez favorecidas por algún hallazgo metálico
protohistórico o por la obstinación fantasiosa. Cuando en
1880 Leandro Calvo visita la cueva, el «suelo» estaba
formado por un depósito de arcilla roja entre dos niveles
estalagmíticos. La primera valoración que implica esta
descripción es que no existía de forma extensa el nivel
[page-n-38]
arqueológico I, de color negro intenso y fácil erosión. El
nivel rojo citado puede corresponder a diferentes niveles
cálidos o de terra rossa como el nivel IV o el XIII, ambos
limitados por paquetes estalagmíticos. Probablemente se
trate del primero. En 1924 la entrada a la cavidad se realizaba por la parte central como en la actualidad, y ésta
mostraba una altura de 10 m con fuerte declive a la derecha
(al sur) y con presencia allí de la sima, de dos metros de
boca. La existencia recalcada de fuertes depósitos osíferos
en techos y paredes debe referirse al Sector Norte. Los datos
de V. Grau que también corresponden al año 1924, indican
una escasa anchura para la cueva, por lo que es posible que
una parte del depósito central de la cavidad aún existiera.
Hacia 1935 debieron producirse las actividades mineras
en busca de los mantos estalagmíticos basales para su explotación industrial. Se utilizaron barrenos, con extracción de
bloques y escalonamiento con trincheras del Sector Norte. En
el extremo sur se produjo la perforación del pozo de 3,5 m y
95 cm de diámetro mediante barrenado. Las actividades de los
años 1930 debieron ser intensas y abandonadas al agotarse la
cantera pétrea. Estas labores produjeron transformaciones y
acondicionamiento para la extracción de piedra y el vertido de
tierras al barranco como desecho. La fuerte rampa que existe
en el Sector Oeste es debida al vertido sedimentario, mientras
que la extracción pétrea corresponde al Sector N que aún
muestra bloques abandonados de la actividad minera.
La excavación arqueológica ha permitido obtener información de estas actividades que muestran la existencia de una
dinámica que consiste en perforar para posteriormente
rellenar la perforación y desarrollar una nueva en sus proximidades. Esta actuación genera en muchos sitios una estratigrafía “invertida”. Existen oquedades generadas por la actividad de un sólo operario con las dimensiones justas para él y
su herramienta (pico). La misma estuvo muy planificada pues
el abancalamiento encontrado ha sido cuidado y se observa la
existencia de restos de yeso que debieron apuntalar andamiajes. Los fragmentos de botijos, cazuelas con restos óseos
y fragmentos metálicos de las herramientas hablan de una
actividad importante y con numerosos operarios. Todas estas
labores a lo largo de los siglos XIX y XX hicieron desaparecer
cerca de un 70% del depósito arqueológico.
El yacimiento, a partir de la década de 1970, recibe una
cierta atención bajo la óptica principal de su catalogación. El
S.I.P. en 1975 le incluye entre sus visitas (Fletcher 1976: 18),
llegando a recoger sedimentos en 1977 (Fletcher 1978: 19) y
practica una cata de urgencia de 1 m que afectó a los niveles
superiores (estrato I, cuadro B4) por J. Aparicio, quedando el
depósito arqueológico considerado de «industria íntegramente musteriense, estando presente la técnica levalloisiense y que los tipos son pequeños» (Fletcher 1978: 19,
1982: 72).
En junio de 1982, como consecuencia de la exploración
subacuática que realicé en Clot de la Font a requerimiento del
ayuntamiento de Tavernes, visité varias cuevas del término
municipal acompañado por miembros del Centro Excursionista de la localidad. Hoy aún recuerdo la fuerte impresión
que causó aquella majestuosa estratigrafía con huesos e
industria lítica en un ilusionado estudiante de prehistoria. Ese
mismo día notifiqué al Departamento de Prehistoria de la
Fig. II.3. La entrada del yacimiento en 1982.
Universitat de València aquel hallazgo: «el primer paleolítico
inferior en tierras valencianas con industria tayaciense»,
como se consideraba entonces. Seguidamente busqué durante
varios años el respaldo necesario con el fin de crear un
equipo multidisciplinar de estudio y la presentación de un
proyecto que pudiera hacer factible la excavación arqueológica. Éste fue asumido e impulsado por M.ª P. Fumanal y se
Fig. II.4. Vista interior del yacimiento.
25
[page-n-39]
aprobó por la Conselleria de Cultura en el año 1989, iniciándose la primera campaña de excavación a finales de aquel
mismo otoño, dirigida por Pere Guillem y Josep Fernández y
vinculada al Servicio de Investigación Prehistórica de la
Diputación de Valencia (Fernández Peris 2001).
II.2.
LAS INTERVENCIONES ARQUEOLÓGICAS
(1989-2003)
Las intervenciones arqueológicas corresponden a las
campañas de excavación que desde el año 1989 hasta 2003
se realizaron de forma planificada durante treinta días al año
y con el correspondiente permiso de la Conselleria de
Cultura de la Generalitat Valenciana. Los resúmenes de estas
actuaciones anuales forman parte de las memorias de excavación correspondientes y el material arqueológico del
presente estudio corresponde a las mismas.
El yacimiento, al inicio de las intervenciones, se hallaba
totalmente cubierto de una fuerte vegetación arbustiva y
arbórea junto a un relleno sedimentario caótico consecuencia de las actuaciones mineras y erosivas (fig. II.3 y II.4).
Campaña de 1989
La primera campaña se desarrolló entre los días 8 de
noviembre y 4 de diciembre. Las actuaciones iniciales
consistieron en acondicionar el área de actuación arqueológica y el acceso al yacimiento. El principal objetivo planteado fue el de documentar detalladamente la secuencia
estratigráfica del Sector Occidental. Se procedió a regularizar el depósito sedimentológico y a confeccionar el levantamiento planimétrico general. La secuencia estratigráfica se
dividió en XV niveles provisionales de los que se excavaron
el VI, VII, VIII, IX, X, XI y XII, numerados arqueológicamente de I a VIII. La excavación se centró en los cuadros
A2, A3 y A4, mediante capas de 10 cm. Los niveles fueron
analizados para su posterior estudio microfaunístico, sedimentológico, palinológico y para la obtención de dataciones
absolutas (fig. II.5).
Campaña de 1990
La excavación de este año no se realizó por falta de presupuesto económico. En el mes de enero se procedió al cierre y
protección del yacimiento mediante vallado metálico.
Fig. II.5. El Sector Oeste antes del inicio de las excavaciones en 1989.
Campaña de 1991
La segunda campaña se desarrolló entre los días 22
de marzo y 22 de abril. Los objetivos se dirigieron a
completar el estudio de la secuencia estratigráfica con la
mínima afectación en extensión. Se consideraron tres
conjuntos de diferente diacronía: niveles estratigráficos
superiores, intermedios e inferiores. Los superiores (I a V)
con potencia de 150 m, afectaron a los cuadros B3 y B4. La
excavación de los niveles intermedios (XIII-XV), con
potencia de 220 cm, se desplazó al sur (cuadros A3 y A2).
Los niveles inferiores (XV-XVII) se excavaron mediante los
cuadros C1, C1’, C2’ y C3’, buscando la regularización
Fig. II.6. Intervención arqueológica secuencial en 1991.
26
[page-n-40]
respecto del corte estratigráfico general. Los mismos finalizaron en un manto estalagmítico basal y estaban afectados
parcialmente por las antiguas obras mineras.
Esta campaña de excavaciones generó modificaciones
estratigráficas: el nivel I se dividió en Ia, Ib y Ic debido a la
individualización de dos niveles arcillosos y uno brechificado. El nivel XIII a su vez en XIIIa, XIIIb y XIIIc por la
existencia de tres niveles con variación de fracción y brechificación. En los niveles inferiores, el momento de caída de
bloques pasó a ser considerado nivel XVI, bajo el cual el
XVII se dividió en XVIIa, XVIIb y XVIIc, correspondientes
a dos niveles arcillosos y otro de plaquetas (b). Para toma de
muestras se extrajeron materiales sedimentológicos de los
niveles inferiores y el análisis polínico afectó a los niveles I
al XIV (fig. II.6 y II.7).
las que raíces, madrigueras y un substrato brechoso e irregular (Ib) condicionaron el proceso de excavación. Los
cuadros con sedimentación no alterada se excavaron de
acuerdo a un levantamiento tridimensional. En determinados cuadros el nivel Ia estaba totalmente erosionado como
en B2, y en otros incluso hasta el estrato Ib como en el
cuadro D2. Las brechas del nivel presentaron una morfología tubular propia de travertinos, muy erosionados y sin
apenas material arqueológico. Las características morfoestratigráficas determinaron el cierre de los cuadros D5, H5,
J3, J4 y J5 (6 m2) y la apertura de B2, D2, F2 y H2 (4 m2),
quedando el yacimiento con una extensión media de 14 m2.
Campaña de 1992
La tercera campaña de desarrolló entre los días 11 de
abril y 5 de mayo. El objetivo fue buscar una adecuada área
de excavación en extensión de los niveles más recientes del
yacimiento (Sector Occidental). Tras la limpieza superficial
de tierras removidas entre 3 y 40 cm se procedió a la excavación propiamente dicha dividida en tres niveles sedimentarios –a, b y c– que correspondían a los cuadros B2, D2,
D3, D4, D5, F2, F3, F4, F5, H2, H3, H4, H5, J3, J4 y J5 (16
m2). El nivel Ia se excavó mediante seis capas de 8 cm, en
Campaña de 1993
La cuarta campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 14 de octubre y 15 de noviembre. Se procedió a la
limpieza de los niveles inferiores para buscar áreas no afectadas por las antiguas remociones. Tras el vaciado parcial
del Sector Sur se constató que todo el depósito estaba allí
revuelto. En los niveles superiores se excavaron los estratos
Ia, Ib y Ic, a través de los correspondientes cuadros B2, B3,
B4, D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4. Se abandonaron definitivamente los cuadros B5, D5, F5 y J5 debido
a su potente brechificación.
El estrato II presentó coloración gris característica de un
volcado de cenizas y con pérdida de potencia hacia el oeste.
Fig. II.7. Análisis polínico de los niveles VI a XII.
Fig. II.8. Estructuras de combustión de los niveles IV y XI.
27
[page-n-41]
El estrato III, con fuerte brechificación, formaba un pavimento compacto que sellaba los niveles subyacentes. Éste se
levantó en capa única, con espesor variable entre 15-20 cm.
La profundización de los estratos I, II, y III confirmó la afectación del registro arqueológico por procesos postdeposicionales (raíces, madrigueras, brechas, etc.). En la base de la
secuencia se profundizó hasta comprobar que no existía
estratigrafía in situ por debajo del nivel estratigráfico XVII,
en toda el área sur. Distintos niveles de la secuencia fueron
analizados para la determinación de dataciones por los
métodos de Aminoácidos, Torio-Uranio y Termoluminiscencia.
Campaña de 1994
La quinta campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 4 de septiembre y 2 de octubre. Las tareas de excavación se centraron en los niveles IV y XV-XVIIa. Se
abrieron 11 m2: cuadros B2, B3, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3,
H4 y J3. Igualmente se procedió al cierre definitivo de los
cuadros D5, F5, H5 y J5 (4 m2), quedando el área con una
extensión de 12 m2. En los cuadros F3, F4, H3 y H4 del
estrato IV se documentaron estructuras de combustión (fig.
II.8). En los niveles inferiores se procedió a regularizar el
corte sagital actuando sobre los estratos XV, XVI y XVII.
Aquí la excavación se centró en los cuadros C3´, C4´, C5´y
E5´ (4 m2) del estrato XVII muy brechificado.
Campaña de 1995
La excavación de este año no se realizó por falta de
presupuesto económico.
Campaña de 1996
La sexta campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 7 de octubre y 3 de noviembre. Los objetivos se
centraron en incidir secuencialmente en la estratigrafía y se
paralizó la excavación en extensión iniciada en 1992. Los
niveles IV al X, con potencia total de 150 cm, se excavaron
a través de los cuadros B3 y B4 con el levantamiento de 22
capas. Igualmente se procedió al cierre definitivo de los
cuadros J3, J4 y H4 (3 m2), quedando el área con una extensión media de 11 m2.
Los niveles XI al XIV, con potencia de 220 cm, se
excavaron a través de los cuadros B4, A1, A2 y A3 (4 m2),
y mediante 25 capas con potencia variable dependiendo de
las características sedimentológicas de cada capa, así como
de la presencia o no de materiales. Los niveles XV al XVII,
con potencia de 240 cm, se excavaron mediante los cuadros
A1, A2, A3, C2, C3´y C4´ (6 m2) y el levantamiento de 38
capas. El nivel X, formado por plaquetas gravitacionales,
es estéril por su génesis. Igualmente el estrato XVI que
corresponde a la mayor presencia de grandes bloques y que
se vincula al hundimiento del techo de la cueva. El estrato
XVIIb, nivel pétreo que sellaba los niveles subyacentes,
fue levantado mecánicamente, apareciendo el XVIIc fuertemente brechificado. Esto hizo que los cuadros C5’-E5’
fueran abandonados.
28
Campaña de 1997
La séptima campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 22 de septiembre y 20 de octubre. Los objetivos se
centraron en la secuencia litoestratigráfica y en la actuación
por primera vez en el Sector Oriental. La excavación de este
sector buscó acceder a otros niveles más profundos sin necesidad de actuar sobre los potentes paquetes sobrepuestos. El
nivel IV se excavó a través de los cuadros D2, D3, D4, F2, F3
y F4 (6 m2) y seis capas de 10 cm. El nivel V apareció con
mayor potencia hacia el interior del yacimiento. En la línea
de reducir el área de excavación, escalonar ésta y acelerar los
ritmos de trabajo en profundidad se cerraron los cuadros H2,
H3 y H4 (3 m2). El estrato XIII del área oriental con potencia
de 220 cm se excavó a través de los cuadros N4, N5, O4, O5,
Q4 y Q5 (6 m2).
La actuación en el Sector Oriental junto a la pared de la
cueva dio como resultado la existencia de una gran perforación y escombrera de las antiguas obras. Tras la limpieza de
todo este revuelto de 15 m2 apareció un “testigo” intacto de
2 m2 correspondiente a los cuadros parciales N4 a Q5, que
se excavó en sus primeras capas. Se procedió a la realización
de un sondeo en los cuadros O6-Q6 (2 m2) para saber su
máxima profundidad, que fue de 5 m, con aparición del nivel
XVII. Para individualizar la remoción o escombrera se abrió
una zanja en los cuadros G4-G7 a I4-I7 (8 m2). La extracción
de todo el revuelto se realizó mediante paquetes sedimentológicos de diferente coloración (XIII, I sub XIII y sub I A).
Estos depósitos poseían rasgos de “estratigrafía inversa”,
consecuencia del volcado minero. Se extrajeron unos 30 m3
de tierras removidas que fueron cribadas con malla de 1 cm.
Campaña de 1998
La octava campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 15 de septiembre y 13 de octubre. Los objetivos se
centraron en la excavación de los estratos IV y V a través de
los cuadros A2, B2, D2, D3, F2 y F3 (6 m2). El primero (IV),
con potencia media de 30-50 cm, excavando las últimas
capas entre las cotas 230-260, quedando finalizado. El segundo (V) mediante tres capas de 10 cm y con brechificación basal. Se hizo efectivo el abandono de los cuadros D4 y
F4, donde una potente brecha imposibilita la excavación y
bajo los que existe el gran bloque de hundimiento de visera.
En la línea de reducir el área de excavación se cerraron los
cuadros B1, D1, F1, H1, H2, H3 y H4 (7 m2), quedando una
extensión de 6 m2.
La actuación en el área oriental fue ganando profundidad y extensión hacia el Norte y Este, apareciendo una
galería a 5 m de profundidad con un recorrido de 15 m. Esta
gran remoción de unos 100 m3 de tierras fue cribada proporcionando abundante material arqueológico, que quedó inventariado en 161.178 huesos y piezas líticas.
Campaña de 1999
La novena campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 13 de septiembre y 10 de octubre. Los objetivos se
centraron en la excavación del estrato V, que finalizó en la
capa 4 y dio paso a uno de los más potentes pavimentos
[page-n-42]
brechificados del yacimiento, el estrato VI. Éste se levantó
en bloque con una potencia de 25 cm, fue troceado y se
extrajeron de él escasos materiales arqueológicos. El estrato
VII se excavó en 6 m2 mediante once capas y poco material
arqueológico, entre las cotas 250-350. El estrato VIII, individualizado por su brechificación, se excavó en capa única
de 15 cm y sin materiales arqueológicos. Igualmente, el
estrato IX, menos brechificado y con lajas pétreas, se levantó en capa única y sin materiales arqueológicos. El estrato X
corresponde a un nivel pétreo de plaquetas desprendidas del
techo. El último nivel excavado en este sector fue la primera
capa del XI, también sin materiales. En las otras áreas del
yacimiento, únicamente se actuó sobre una remoción existente junto a N4-Q5 (4 m2).
Campaña de 2000
La décima campaña de excavaciones se desarrolló entre
los días 18 de septiembre y 16 de octubre. Los objetivos se
centraron en la excavación de los estratos XI, XII, XIII, XIV
y XV. Éstos, con potencia de 420 cm, se excavaron a través
de los cuadros A2, B2, B3, D2, D3, F2, F3, N4, N5, O4, Q3,
Q4 y Q5 (12 m2) y mediante el levantamiento de capas artificiales con potencia media de 10 cm. En el Sector Occidental se excavó el estrato XI con cinco capas y escasos
restos óseos. El nivel XII se excavó igualmente mediante
cinco capas en los cuadros B2, B3, D2, D3, F2 y F3 (6 m2).
En el Sector Oriental y junto a la pared de la cueva se excavaron 19 capas (cotas 630-775), afectando a los cuadros N4,
N5, O4, O5, Q3, Q4 y Q5 (5 m2) y con reducción de la
superficie en profundidad al aflorar el manto estalagmítico.
dental, oriental y septentrional, a través de la excavación de
los estratos XII, XIII y XV El Sector Occidental se excavó
.
mediante los cuadros A2, A3, B2, B3, D2, D3, F2 y F3 (7 m2)
del estrato XIII, con las capas 5, 6 y 7 (cotas 500-530). En el
Sector Norte se excavó el estrato XII, fuertemente brechificado y mediante los cuadros G8, G9, K8, K9 (3 m2), documentando detalladamente este fuerte y rico pavimento arqueológico de difícil extracción. En el Sector Oriental, tras los
cuadros N, los O4 y O5 se vieron muy reducidos al ir en
aumento el manto estalagmítico. Se excavaron tres capas: 9,
10 y 11, con cotas entre 790-820 y se procedió al levantamiento topográfico con una estación total.
Campaña de 2003
La décimo tercera campaña de excavaciones se desarrolló entre los días 16 de septiembre y 12 de octubre. Los
objetivos y trabajos fueron la continuación de la excavación
de los estratos XII, XIII y XV. En el Sector Occidental se
excavó el estrato XIII, capas 8 a 11 (cotas 530-570) de los
cuadros A2, A3, A4, B2, B3, B4, D2, D3, F2 y F3. En el
Sector Norte la excavación del estrato XII, fuertemente
brechificado, fue mediante los cuadros G8, G9 e I9. En el
Sector Oriental, al aumentar el manto estalagmítico se redu-
Campaña de 2001
La undécima campaña de excavaciones se desarrolló
entre los días 10 de septiembre y 9 de octubre. Los objetivos
se centraron en abrir un tercer sector para aumentar el área
de actuación. Se regularizaron los cortes sagital y frontal del
área septentrional y oriental de la cueva. El estrato XII se
excavó mediante las capas 6 y 7 (cotas 440-460) y dió paso
al estrato XIII, sobre el que se actuó en las tres primeras
capas (cotas 470-500). En el Sector Norte, una vez cuadriculada el área, se regularizó el corte sagital. Los cuadros
excavados fueron E8, E9, G8, G9, K8 y K9, la mayoría con
extensión parcial, por lo que el área real de excavación fue
de unos 3 m2. Se excavó el estrato XI en capa única donde
aparecieron dos hogares en los cuadros I9 y K9. Levantados
éstos y realizados los análisis se inició la excavación del
estrato XII, fuertemente brechificado. En el Sector Oriental
únicamente se excavaron las capas 7 y 8 del estrato XV
(cotas 770-790), mediante los cuadros O4, O5, Q4, y Q5 (4
m2). En las tareas de limpieza se actuó en el área occidental
del yacimiento que da al barranco, para individualizar los
bloques existentes y relacionar con el colapso de la visera.
La escasa sedimentación existente y removida se consideró
como Remoción exterior.
Campaña de 2002
La duodécima campaña de excavaciones se desarrolló
entre los días 16 de septiembre y 14 de octubre. Los objetivos
y trabajos fueron la continuación en los tres sectores: occi-
Fig. II.9. Situación del yacimiento Cova del Bolomor.
29
[page-n-43]
jo la extensión del mismo a 2 m2. Se excavaron las capas 12
y 13 del estrato XV y se procedió a la apertura de los
cuadros O6, 07, Q6 y Q7 tras la limpieza de la sedimentación removida que los cubría. Ésta corresponde al “Ia sub
XIII”, sigla que equivale al nivel sedimentario Ia.
II.3.
CONTEXTO GEOLÓGICO Y GEOGRÁFICO
La Cova del Bolomor se sitúa en la fachada septentrional
del Macizo del Mondúver y en la vertiente meridional de la
depresión de La Valldigna, dentro del extremo más nororiental de la Zona Prebética (fig. II.9 y II.10). Este macizo es
estructuralmente un domo anticlinal (Domo Jaraco) constituído por calizas y dolomías cretácicas sobre materiales jurásicos poco aflorantes y con un substrato de arcillas y yesos
del Trias en facies Keuper (Champetier 1972). La Valldigna y
el Macizo del Mondúver pertenecen al extremo nororiental
de la Unidad Hidrogeológica Serra Grossa, que se inserta en
el dominio de las Cordilleras Béticas (Pulido 1979). La Valldigna es el límite estructural entre los dominios Ibérico y
Bético. El Prebético nororiental se caracteriza por una sucesión de pliegues-fallas orientadas ENE-WSW, cuyo anticlinorio más septentrional es la Serra Grossa y en cuyo extremo
NE está el Macizo del Mondúver. La Serra de Corbera con
dirección NW-SE es el contrafuerte al otro lado del valle. La
Valldigna se puede considerar la prolongación de la Canal de
Montesa y coincide con la línea del Guadalquivir, el gran
accidente tectónico de zócalo que marca el límite de las
sierras béticas y que coincide con la denominada falla sudvalenciana (Brinkmann 1931) (fig. II.11).
Los afloramientos rocosos que rodean La Valldigna
corresponden a los dominios ya citados, sin apenas diferencias estratigráficas entre ellos. Prácticamente la totalidad de
los relieves montañosos corresponden al periodo Cretácico.
El corte geológico más interesante y completo es el de
Jaraco (fig. II.12) que representa una amplia secuencia estratigráfica desde el Jurásico al Campaniense inferior (Garay
1998). Tres tramos son significativos desde el punto de vista
del interés arqueológico que nos atañe: la base jurásica con
calizas micríticas ampliamente explotadas en Bolomor. El
tramo C8 de calizas grises del Coniacense-Santonense con
Fig. II.10. Vista aérea del yacimiento.
Fig. II.11. Geomorfología regional.
30
Fig. II.12. Secuencia geológica del sector de La Valldigna-Mondúver.
[page-n-44]
Fig. II.13. Mapa topográfico I.C.V. Escala 1: 10.000.
Fig. II.17. El yacimiento desde la entrada del barranco.
Fig. II.14. Ortoimagen de la ubicación de la Cova del Bolomor.
Fig. II.18. El yacimiento desde el interior del barranco.
Fig. II.15. El yacimiento desde el Mondúver.
Fig. II.16. El yacimiento desde La Valldigna.
Fig. II.19. Detalle de la boca del yacimiento.
31
[page-n-45]
nódulos de sílex. Por último el tramo C9 con dolomías
arenosas del Santonense-Campaniense inferior, donde se
ubica el yacimiento.
La materia prima pétrea es un elemento vital para el
desarrollo de las comunidades paleolíticas; esta circunstancia implica la localización de las fuentes de aprovisionamiento de la misma y éstas se vinculan principalmente a las
características litológicas del relieve. Litología y materias
primas son pues elementos de una misma realidad. El sílex
hallado en la Cova del Bolomor se presenta en forma de
nódulos y cantos de pequeño tamaño. En el área próxima al
yacimiento, los depósitos primarios localizados de sílex
corresponden al citado nivel de calizas grises del piso geológico Coniacense-Santonense, en cuya base y ocasionalmente
aparecen nódulos de sílex. También en la base del Dogger
(en áreas más lejanas) existen buenos riñones de sílex. Por
último, en los niveles del Santoniense también aparece, pero
con baja calidad en interestratificaciones sabulosas con
granos cuarcíticos. El actual litoral de arena incluye
pequeños nódulos de sílex cuyo origen no se puede relacionar con los depósitos primarios anteriores. Este sílex
aparece a lo largo de la costa y es posible que guarde relación con las antiguas cuencas continentales y aportación a lo
largo de la historia geológica de los ríos más próximos
(Xúquer, Vaca y Serpis), pero también puede proceder de
otros más lejanos, dada su amplia repartición actual.
Los materiales estudiados indican una procedencia
Primaria, Permotriásica y Wealdense para los distintos clastos cuarcíticos hallados en Bolomor. No existen estratos primarios cuarcíticos vinculados a la cuenca valenciana del
Xúquer, aunque sí secundariamente depósitos de cuenca
terciaria, datados como Helveciense-Tortoniense y de edad
Plioceno superior (Formación Jaraguas). Éstos son principalmente depósitos de conglomerado con elementos calcáreos cretácicos y jurásicos y cantos cuarcíticos con matriz
margo-arcillosa poco consistente. Las cuarcitas rojizas de
componente ferruginoso se vinculan bien a niveles Permotriásicos, al igual que las verdes, aunque éstas últimas
pudieran guardar mejor relación con depósitos de grauwacas
primarios. Las cuarcitas grises y amarillas, con clastos de
menor volumetría, parecen asociarse claramente a la facies
Weald, bien representada en la cuenca media del Xúquer.
Todos los cantos están muy rodados, con morfologías subesféricas y sin impactos mecánicos en las superficies corticales, lo que indica un abundante flujo hídrico en la génesis
de su modelado. No presentan morfologías rodadas planas,
características de los cantos marinos. Parece obvio su transporte principal por el Xúquer a lo largo de su historia geológica, desde su cabecera hasta el área baja o litoral, donde
fueron captadas y transformadas por el hombre.
Las calizas halladas en la Cova del Bolomor son micríticas y proceden de bancos tableados de color azul y verde de
edad Oxfordiense, situados principalmente en la vertiente
oriental de la Serra de les Agulles, aunque presentan una
amplia distribución en las comarcas de La Ribera y La Safor.
Muchas de estas piezas se hallan erosionadas y decalcificadas, siendo difícil reconocer las superficies corticales en
comparación al sílex y cuarcita. La presencia de clastos coluviales con aristas redondeadas, no subesféricos, dificulta la
clasificación de los posibles modelados rodados fluviales o
marinos. Sin embargo, determinadas piezas presentan una
innegable morfología marina plana, aunque son escasas a lo
largo de la secuencia litoestratigráfica de Bolomor.
Fig. II.20. Geomorfología de La Valldigna-Mondúver (Rosselló 1968).
32
[page-n-46]
La cavidad se sitúa en la margen derecha del barranco
del Bolomor, partida de La Ombria, a 2 km al SE de la
población de Tavernes de la Valldigna (fig. II.13 a II.19). La
cueva presenta una extensión de 35 m de larga con desarrollo N-S y 17 m de ancha E-W (600 m2). Sus coordenadas
geográficas según la Hoja núm. 770-IV (29-30) del Instituto
Geográfico Nacional, Ed. 1979, Escala 1:25.000, son: 0º 15´
03” de longitud Este, 39º 08´ 39” de latitud Norte y a 100 m
sobre el nivel del mar. El entorno corresponde a un amplio
farallón rocoso vertical que forma parte del flanco meridional de la depresión tectónica de La Valldigna, frente a los
mayores contrafuertes calcáreos de las sierras de Les
Agulles y de Corbera que la limitan al N. Desde su boca,
emplazada a modo de balcón colgado sobre el valle, se
domina una amplia área septentrional hasta el promontorio
de Cullera. Ésta se visualiza perpendicular al valle, de fondo
plano casi a nivel del mar y cruzada por el corto río Vaca.
Este territorio está formado por una prolongada restinga
hacia el sur que arranca de la Serra de Cullera y cierra la
franja de marjal, frecuentemente anegada. Al mismo se
contrapone por poniente un relieve montañoso dual (ibérico
hacia el NW y bético hacia el SW) con alturas entre 800-600
m. En el relieve bético densamente karstificado se encajan
barrancos de fuerte pendiente, como el del Bolomor, en cuya
salida al valle vierte la Fonteta del Bolomor y sus aguas
generan un pequeño cauce a La Valldigna y río de la Vaca.
Esta surgencia es el principal aporte hídrico kárstico del
entorno de Bolomor, que descarga los flujos hipogeos circulantes entre las calizas.
El clima actual de la zona es típicamente mediterráneo,
tipo Csa (Strahler 1979). La C representa una temperatura
media en el mes más frío entre 18 y -3º C, la s se refiere a
que posee una estación seca durante el verano, y la a se
vincula a una temperatura media en el mes más caluroso
superior a 22º C. La temperatura media es de 17,2º C con
variación mensual entre 11º C (diciembre/enero) y 25º C
(julio/agosto). Los datos pluviométricos de las estaciones
próximas (Gandia, Barx, Simat, Benifairó) clasifican el
clima como de tipo mediterráneo templado. La elaboración
de isoyetas medias anuales sitúan al yacimiento con una
precipitación anual de 800 mm. Las precipitaciones quedan
concentradas principalmente a lo largo del otoño y, en menor
medida, durante la primavera, mientras que son menos
frecuentes en verano. En el registro de estos elevados valores
juega un papel muy importante la orografía comarcal: las
sierras se interponen a los vientos del NE y se favorece la
caída de lluvias, convirtiendo el lugar en uno de los lugares
más húmedos de las tierras valencianas. Así pues, el yacimiento queda enclavado en una llanura litoral lluviosa. Nos
encontramos en una zona de clima semiárido donde los
procesos geomórficos (morfoclimáticos) dominantes son el
agua, la alteración de la roca, los procesos erosivos, etc., que
originan conos, aluviones, pendientes, etc.
La vegetación actual que rodea el barranco es típicamente mediterránea, adaptada a la sequía estival, perennifolia, de hojas pequeñas y coriáceas. Los antiguos carrascales climáticos han desaparecido, resultado de un largo
proceso de degradación (incendios, pastoreo, prácticas agrícolas, talas abusivas, erosión, etc.). Hoy predominan los
campos de cultivo y una vegetación arbustiva con romero,
tomillo, jaras, palmito, etc. El barranco del Bolomor, por su
topografía y orientación, es un magnífico ejemplo de refugio
de vegetación en el que crece el fresno de flor (Fraxinus
ornus), durillo (Viburnum tinus), madreselva (Lonicera
implexa), zarzaparrilla (Smilax aspera), aladierno (Rhamnus
alaternus), cade (Juniperus oxycedrus) y sabina negral
(Juniperus phoenicea), representantes del antiguo bosque
mediterráneo.
II.4.
GEOMORFOLOGÍA Y EVOLUCIÓN
PALEOKÁRSTICA
El marco geomorfológico de la Valldigna está configurado por los relieves ibéricos de la Serra de les Creus al N,
muy denudados y con fuerte gradación hacia el valle, y el
macizo bético del Mondúver al S. El centro ocupado por el
valle está cubierto de potentes materiales sedimentarios
cuaternarios. Por el este La Valldigna queda abierta al
Mediterráneo en un ambiente de marismas y dunas que
enlaza con el llano litoral. Cova del Bolomor forma parte
EDAD
S. ALPINA
CLIMA
PROCESO
RESULTADO
0.1 m.a.
Würm
Frío y húmedo
Relleno y pedogénesis
Rellenos de cueva
0.12 m.a.
Riss-Würm
Cálido
Litogénesis y karstificación
Red de drenaje definitiva
0.35 m.a.
Riss
Frío y húmedo
Brechificación y karstificación
Relleno de brechas
0.6 m.a.
Mindel-Riss
Cálido y templado
Litogénesis y karstificación?
Costras y coladas
Mindel
Frío y húmedo
Brechificación
Red de drenaje
Günz-Mindel
Cálido y templado
Litogénesis calcítica
Costras y coladas
Günz
Frío moderado
Fase tectónica y brechificación
Fracturas abiertas
Donau-Günz
Cálido
Karstificación
Paleokarst
1.1 m.a.
3 m.a.
Pre-Günz
Frío moderado
Karstificación
Paleokarst
8 m.a.
Sin glaciación
Oscilaciones cálidas
Karstificación intensa
Paleokarst
Cuadro II.1. Ensayo de correlación de las formas kársticas del Mondúver (Garay 1990). Modificado.
33
[page-n-47]
Fig. II.21. Geomorfología del área de la Cova del Bolomor
(Roselló 1968).
de este marco y más concretamente en la margen derecha
de un pequeño cañón kárstico de dirección N-S, en el
extremo septentrional del Mondúver. El relieve topográfico
de 300-400 m de altitud se presenta amesetado y altamente
karstificado, cubierto de campos de dolinas y cruzado por
sistemas de diaclasación y cañones kársticos que funcionan
como cortas torrenteras que crean conos de deyección en el
contacto con el valle. Esta situación genera una orografía
muy contrastada entre el llano y la montaña, entre los dos
elementos topográficos que definen nuestro yacimiento
arqueológico: la Valldigna y el Mondúver (fig. II.20 y
II.21).
El Macizo del Mondúver presenta formas de paisaje
paleokárstico propias de tipos climáticos diferentes de los
actuales. Son de reseñar los denominados “pináculos” o
columnas rocosas aisladas que alcanzan hasta los 15 m de
altura y que se relacionan bien con las formas de karst
tropical (pinnacle karst). Igualmente los campos de dolinas
cónicas se vinculan con otras formas tropicales (cockpit
karst) e incluso algunos cerros cónicos aislados (kegel karst)
(Garay 1990). El clima del Mioceno superior-Plioceno, en el
ámbito de las Cordilleras Béticas, debió ser similar al Villafranquiense. Este clima durante un periodo tan dilatado sería
la causa de una intensa karstificación general con diferentes
sistemas morfoclimáticos, en función principalmente de la
altitud (Pezzi 1975). En la Cordillera Ibérica la karstificación se relaciona con la «superficie de erosión finipontiense» y el paso del Plioceno al Cuaternario (Gutiérrez y Peña
1975). Igualmente en Baleares la formación de importantes
cavidades acontece en un clima tropical precuaternario
(Ginés y Ginés 2002). Es evidente pues que el karst mediterráneo ha heredado formas de relieve propias de un karst
tropical húmedo (poljés, mogotes, cavernas, etc.) datados del
Terciario y con una fuerte evolución de los mismos durante
el posterior Pleistoceno.
Una de las formas endokársticas que mejor orientan
sobre la evolución del paleokarst son las dolinas. Numerosas
de éstas presenta el área estudiada en el entorno de Bolomor,
con fracturas fosilizadas por brechas que amplían su incidencia a laderas y conos de deyección. Estas fracturas de
orientación predominante N-S cortan las dolinas de forma
Fig. II.22. Planimetría del yacimiento Cova del Bolomor.
34
[page-n-48]
aleatoria, circunstancia que las sitúa cronológicamente con
posterioridad a las mismas, ya que si no fuera así, éstas
habrían incidido determinando la morfología, dirección y
posición de los sumideros en las mismas. Las brechas certifican una segunda fase de activación de los procesos de
erosión kársticos. Estos depósitos brechificados parecen
asociarse a climas rigurosos, posiblemente de tipo periglaciar, y su orientación general es NNE-SSW a N-S. Es
frecuente también observar la existencia de estas brechas en
laderas y conos de deyección, en especial en la salida de los
barrancos a la Valldigna, y suelen estar organizadas en un
paleosuelo con capa superficial muy oscura y de elevado
componente arcilloso. También son frecuentes los «diques
brechosos» formados por brechas rubefactas y concrecciones calcíticas con varias decenas de metros de longitud.
La evolución del paleokarst del Mondúver (cuadro II.1)
tiene como momento inicial de nuestro interés el Mioceno
superior-Plioceno, periodo que aporta un efecto importante
en el proceso inicial de karstificación respecto de las formas
que nos han sido transmitidas por la evolución geológica.
Estos momentos aportan al sector el carbonato cálcico y el
clima cálido capaz de favorecer la evaporación y por tanto
generaron importantes formas kársticas que se vieron afectadas en el Cuaternario antiguo por fracturas de orientación
N-S. En tiempos pleistocenos la instauración de climas más
rigurosos propiciaría la generación y acumulación de
brechas que rellenaron cavidades, laderas y conos de deyección. Cementaciones y encostramientos en el proceso genético de las mismas podría relacionarse con periodos de clima
mas benigno (interglaciares e interestadiales). Estos depósitos brechificados han sufrido procesos de karstificación y
reexcavación posteriores en un clima húmedo y cálido o
templado. Finalmente en el Würm se originarían los depósitos más recientes, tanto rellenos de cuevas como suelos de
tipo periglaciar de laderas y conos de deyección.
En resumen, la karstificación que ha sufrido el territorio
presenta dos fases principales. Una con clima tropical
húmedo y atribuida al Plioceno inferior, y otra cuaternaria,
de ubicación exacta desconocida pero que se vincula a un
momento climático húmedo, templado o cálido. Éste, por su
duración, encontraría mejor acomodo en los interglaciares
Mindel-Riss o Riss-Würm.
II.4.1. LA CAVIDAD Y SU EVOLUCIÓN
Los grupos de fenómenos subterráneos identificados en
el Macizo del Mondúver son: cuevas surgentes con actividad
hídrica, sumideros y simas de la zona de absorción o recarga
del karst y cavidades colgadas por encima del nivel piezométrico (cavernas residuales o relictas). Cova del Bolomor
Fig. II.24. Reconstrucción de la evolución cuaternaria del marco
físico y Cova del Bolomor.
Fig. II.23. Planta del yacimiento con la distribución interna de sus
elementos estructurales y sedimentológicos.
35
[page-n-49]
puede considerarse entre éstas últimas, aunque funcionalmente en el aparato kárstico actúa como elemento de transición entre las cavidades absorbentes y las surgentes, eso sí
de forma parcial y temporal (fig. II.22).
La evolución de la Cova del Bolomor a grandes rasgos
ha podido ser la siguiente (cuadro II.2): una fase de formación interna en la que se formaría la oquedad condicionada
por las características de la estratificación, donde la disolución y fisuración serían mayores en sus vertientes E y S.
Creación de un fuerte manto estalagmítico de cristalización
muy compacto y sin elementos exógenos (E. XVIIIb) que
indicaría unas condiciones ambientales constantes, adecuadas y durante un amplio espacio de tiempo. Esto apunta
a que la incipiente caverna no estaba abierta al exterior, o al
menos no existía una boca amplia. La cronología de esta
primera y amplia fase genética bien pudiera situarse en los
momentos cálidos del Mioceno final-Plioceno (8-3 m.a). Un
cambio hipogeo posterior e importante se produciría con la
primera incorporación al depósito kárstico de pequeños
elementos exteriores que indican la abertura de una boca o
conducto al exterior (E. XVIIIa), posiblemente abierta en el
sector norte donde existe una menor potencia del roquedo y
una estructura litológica favorable. Este acontecimiento, por
sus características, podría ser puntual y cronológicamente
asignable ya al Pleistoceno medio, momento que el estudio
en detalle deberá precisar.
Las fases tectónicas de fracturación atribuidas al Cuaternario antiguo serían las que originarían la diaclasa basal que
actúa de sumidero principal de la cueva y que ya existiría en
el momento de abertura de la boca al exterior. En aquel
periodo el actual barranco del Bolomor no poseía su morfología actual. La ladera tendría una mayor proyección hacia el
valle y estarían instalados conductos kársticos funcionales
en el área que hoy ocupa el barranco. Estos conductos, cuyos
restos basales pueden observarse en la ladera de enfrente,
podrían tener vinculación con la actual Cova del Bolomor y
configurar una amplio aparato endokárstico, hoy totalmente
desmantelado. El retroceso progresivo de la fachada norte de
esta vertiente y la transformación de las formas exokársticas
del mencionado aparato, que se hecha a faltar –dolinas,
poljé, etc.–, darían origen al actual cañón kárstico de fuerte
verticalidad que seccionaría el cavernamiento, dejando
colgado y residual a modo de balcón lateral el pequeño
abrigo hoy conocido como Cova del Bolomor. Entre la
captura y el hundimiento de la bóveda debió mediar un
tiempo geológico relativamente corto. A partir del estrato
XV la potente incorporación de materiales alóctonos nos
indica una amplia abertura de la cavidad al exterior y una
mayor incidencia de la ladera. Al inicio del Riss, en base a la
geomorfología del entorno y la estratigrafía del relleno, el
yacimiento ofrecería con toda seguridad unas dimensiones
mayores, mermadas tras el colapso de grandes bloques
parietales y de la antigua bóveda, que la han reducido al
espacio actual. Este hundimiento cenital (nivel XVI, ca 300
ka) podría relacionarse por sus características con fenómenos sísmicos. Este “conducto cavernario” funcionó como
sumidero, condición que aún perdura, ya que en el fondo se
abre una oquedad vertical que permite el paso del agua hacia
áreas inferiores del aparato kárstico (fig. II. 23 y II.24).
II.5.
CRONOESTRATIGRAFÍA
Los depósitos sedimentarios acumulados en yacimientos kársticos en forma de estratos de diferente configuración, espesor y cronología configuran una cronoestratigrafía. Su origen está relacionado con ciclos de erosión,
transporte y sedimentación, que ha ido modelando lentamente el paisaje geográfico en el que se inserta el yacimiento. El análisis del depósito sedimentario se traduce en
una litoestratigrafía con significado climático como es el
caso que se presenta en Cova del Bolomor.
II.5.1. SECTORES, NIVELES Y UNIDADES
ESTRATIGRÁFICAS
Las actuaciones arqueológicas que se han desarrollado
en Cova del Bolomor han generado una dialéctica metodológica que se ajusta a una división topográfica en extensión
y en profundidad: sectores de excavación y niveles estratigráficos (cuadro II.3 y II.4).
EDAD
S. ALPINA
CLIMA
PROCESO
RESULTADO
0.1 m.a.
Wurm
Frío y húmedo
Relleno y pedogénesis
Rellenos de cueva. Paleosuelo negro
0.12 m.a.
Riss-Wurm
Cálido y húmedo
Litogénesis y karstificación
Red de drenaje definitiva, costras y
travertinos. Activación hídrica
0.15 m.a.
Riss III
Frío
Brechificación y karstificación
Relleno de brechas, plaquetas
0.25 m.a.
Riss II-III
Cálido y templado
Litogénesis y karstificación
Costras y coladas. Activación hídrica.
Terra rossa.
0.3 m.a.
Riss II
Frío y húmedo
Brechificación
Red de drenaje y hundimiento de la visera
de la cueva
0.35 m.a.
Riss I-II
Cálido y templado
Litogénesis calcítica
Costras y coladas
0.5 m.a.
Mindel
Frío y húmedo
Brechificación
Red de drenaje. Captura por el barranco
1 m.a.
Gunz
Frío moderado
Fase tectónica y brechificación
Diaclasación interna E-W
3-8 m.a.
Sin glaciación
Oscilaciones cálidas
Litogénisis y karstificación intensa
Formación manto estalagmítico basal.
Cavidad no abierta
Cuadro II.2. Ensayo de evolución kárstica del Mondúver, según los datos de Cova del Bolomor.
36
[page-n-50]
El relleno sedimentario de Cova del Bolomor está
formado en su mayor parte por material alóctono de origen
coluvial y –en menor medida– a través de conductos abiertos
en paredes o techo. A estos aportes se suman otros autóctonos gravitatorios procedentes de desprendimientos cenitales o de procesos de meteorización. La serie sedimentaria
que se apoya en el roquedo cretácico se inicia con potentes
niveles litoquímicos, en forma de mantos de calcita apilados,
en los que se alternan capas de carbonato puro cristalizado
con otras que incluyen materiales detríticos y microrrestos
faunísticos. Esta acumulación ocupa todo el suelo de la
cavidad, desde la entrada hasta el punto más interior, con
coladas adaptadas a una topografía irregular y con formaciones estalagmíticas procedentes de goteos cenitales. Sobre
este primer relleno se apilan nuevos materiales con proyección subhorizontal y potencia variable según el lugar entre 4
y 8 m. La estratigrafía de este cuerpo sedimentario detrítico,
estudiada por M.P. Fumanal (1993) sería en síntesis, de
techo a muro, en el sector occidental que es el de referencia
para todo el yacimiento la siguiente (fig. II.25 a II.28):
Nivel 0: está constituido por un paquete sedimentario
con potencia variable entre 3-50 cm que inicia la secuencia
estratigráfica, pero cuyo origen es debido al vertido de las
antiguas labores de remoción que se realizaron en el yacimiento. Compuesto por tierras y clastos que pertenecen
principalmente al nivel estratigráfico XIII. Este nivel no se
considera a efectos de estudio arqueológico.
Nivel I: la serie estratigráfica se inicia propiamente con
este nivel que presenta una potencia de 50 cm y una clara
complejidad que motivó su separación interna en tres tramos
o niveles: Ia, Ib y Ic.
- Ia: consiste en sedimentos finos, oscuros –negros–,
sueltos, de escasa o nula fracción y que se acomodan
al nivel encostrado inferior rellenando las oquedades y
desniveles.
Sectores de Excavación
Correspondencia
Estratigráfica
Sector Occidental (1)
VI a XVII
Sector Este
XIII a XVII
Sector Sur
XII a XVII
Nivel II: tramo con potencia de 20-30 cm que se
presenta masivo, con escasa fracción y sedimento arenolimoso transportados por arroyadas leves y de coloración
oscura –grisácea–. Se añade una pequeña cantidad de clastos
que se engloban en las brechas intercaladas. El ambiente
climático muestra una clara disponibilidad hídrica, con un
reparto de precipitaciones tal vez estacional, pero su aspecto
más constante parece ser el de un entorno suave.
Nivel III: tramo de 20 cm de potencia que está formado
por una brecha carbonatada con estructura masiva que
incluye pequeños cantos dispersos y alterados. Presenta un
contacto normal con el nivel IV, aunque pueden señalarse
ocasionalmente finas laminaciones horizontales de carbonato cálcico. Esta brecha presenta características muy similares a las del nivel VI.
Nivel IV: de entre 30-40 cm de potencia, está formado
por pequeños cantos dispersos en una matriz formada por un
60% de arena, levemente cementada de color ocre-amarillento. Los gruesos en general angulosos están algo alterados y su litología es caliza. Esta discreta proporción de
fracción gruesa disminuye respecto al nivel V. Ello parece
apuntar hacia cierta reactivación de los procesos morfogenéticos (no acusada en comparación con momentos precedentes) y parece desenvolverse en un ambiente posiblemente
fresco y algo mas árido que la situación anterior.
Nivel V: con potencia entre 30-40 cm es un nivel netamente arenoso que responde a flujos de energía creciente
hacia el techo con discreta proporción de fracción gruesa y
angulosa alterada. Aparece de color oscuro por la inclusión de
materia orgánica y restos de carbón. Se estructura ocasionalmente en agregados carbonatados de tamaño canto y grava.
I a XVII
Sector Norte
- Ib: es una brecha rica en restos óseos, que ocupa una
superficie irregular y localmente forma estructuras
tubulares o cilíndricas de varios centímetros de
diámetro.
- Ic: se presenta con un material arcilloso, ocasionalmente suelto, acompañado por escasa fracción gruesa;
esta composición queda enmascarada por la presencia
de grandes agregados carbonatados.
Cuadro II.3. Sectores de excavación y su relación estratigráfica.
(1) También llamado Área Superior o Sector Oeste.
Estratos
Niveles
I a XI
Niveles Superiores
XII a XIV
Niveles Intermedios
XV a XVII
Niveles Inferiores
Cuadro II.4. Niveles estratigráficos de la Cova del Bolomor.
Nivel VI: tramo de 20-30 cm de potencia totalmente
brechificado que incluye pequeños cantos dispersos. Se trata
de una brecha carbonatada de estructura interna masiva, con
abundante fracción fina que engloba pequeños cantos calcáreos, homométricos y de formas poliédricas. Es un nivel
continuo con máxima compactación dentro del conjunto
litoestratigráfico. La curva de frecuencia señala una circulación persistente de flujos moderados que transportan materiales arenosos bien seleccionados en los tamaños medios.
El movimiento intersticial de aguas muy saturadas en carbonatos a lo largo de periodos de estabilidad dará como resultado una fuerte cementación. Con total ausencia de indicadores de clima frío, el factor que protagoniza este tramo es
la humedad oscilante en un medio templado.
37
[page-n-51]
Fig. II.25. Vista general del Sector Oeste.
Fig. II.26. Excavación de los niveles I-XII.
38
Fig. II.27. Excavación de los niveles XIII-XVII.
[page-n-52]
39
Fig. II.28. Estratigrafía general longitudinal. Cuadros A-G.
[page-n-53]
Nivel VII: con potencia de 40-50 cm está formado por
pequeños cantos, gravas y arenas angulosos, a los que se
añade un material fino que parece significar cierta variación
hacia un entorno algo mas fresco y agresivo, aunque lejos de
las manifestaciones de las unidades XVII o XII. Enriquecido
en materia orgánica, sus materiales principalmente finos
forman agregados arcillosos con leve carbonatación. Los escasos cantos son poliédricos, pequeños y angulosos. Su
contacto con el nivel inferior es normal.
Nivel VIII: tramo de 10-20 cm de potencia con materiales finos encostrados, formando fragmentos de tamaño de
canto y grava a los que se unen otros elementos brechoides,
carbonatados, en posición secundaria. Material detrítico fino
introducido por flujos hídricos de suave energía en arroyadas
difusas o débiles concentradas. En el techo de este nivel se
desarrolla un delgado suelo estalagmítico que sella el depósito previo y que presenta una estructura laminar y forma
ocasionalmente pequeños gours. Momento estable y húmedo en que cesa la sedimentación detrítica dando paso a la
formación estalagmítica.
Nivel IX: con potencia entre 30-40 cm, formado en su
mayoría por pequeñas gravas de morfología variada y cierta
evolución. La matriz, rica en limos y arcillas, está suelta, con
un contenido bajo en carbonatos. Se estructura en pequeños
agregados. Material detrítico fino introducido por flujos
hídricos de suave energía en arroyadas difusas o débiles
concentradas.
Nivel X: Está formado por bloques aplanados dispuestos
horizontalmente sobre la superficie previa. Este nuevo
episodio gravitacional puede seguirse en todos los perfiles.
Episodio gravitacional que no interrumpe al parecer la continuidad de las características de las capas entre las que se
aloja (IX-XI). Sólo se observa una cierta pérdida de horizontalidad en la parte externa, puesto que en esta zona los
desplomes, más abundantes, presentan un aspecto caótico.
Nivel XI: con potencia entre 25-30 cm su estructura
general es masiva y en contacto normal con el nivel XII.
Disminuye considerablemente el porcentaje de gruesos que
en su mayoría son grandes agregados muy compactados.
Material detrítico fino introducido por flujos hídricos de
suave energía en arroyadas difusas o débiles concentradas.
En la base del nivel aparece una laminación oscura, que
puede obedecer a restos orgánicos, asimismo reconocible en
otros puntos del perfil.
Nivel XII: tramo de 50-70 cm de potencia en contacto
normal con una acumulación de grandes cantos en forma de
lajas, plaquetas de gelifracción y bloques, todos ellos muy
angulosos y con aristas frescas. Se disponen horizontalmente al suelo y entre sus intersticios la matriz es mínima.
Predominio de elementos angulosos, aristados y de bordes
frescos entre los que se cuentan abundantes plaquetas de
gelifracción en situación horizontal a la base, sin aparentes
traslaciones postdeposicionales; las condiciones rigurosas
40
afectan al marco inmediato. La fracción fina está prácticamente ausente, y apenas rellena esporádicamente los intersticios, o forma delgadas capas interpuestas. Se subdivide en
tres tramos cuya diferencia estriba en que entre el inferior
(XIIc) y el superior (XIIa), muy similares, se intercala un
episodio de plaquetas de gelifracción y bloques (XIIb).
- XIIa: plaquetas y bloques con mayor proporción de
finos.
- XIIb: formado por grandes lajas de desprendimiento
cenital que podrían ser consecuencia de una activa
destrucción de la roca por procesos hielo-deshielo que
sistemáticamente aparecen horizontales a la base.
Contexto marcadamente frío en dicha fase postdeposicional.
- XIIc: plaquetas y bloques con mayor proporción de
finos.
Nivel XIII: tramo de 110-120 cm de potencia en
contacto neto con el nivel XIV. Los gruesos, de morfología
marcadamente aplanada, son angulosos y subangulosos, e
incluyen fragmentos de revestimiento estalactítico cenital.
Aparecen en elevada proporción (70-80%), aunque forman
alineaciones o subniveles que alternan con otros solamente
arcillosos en una secuencia rítmica. La matriz es muy rica en
carbonatos en la base (XIIIc), que disminuyen hacia la zona
media (XIIIb), y vuelve a cementarse a techo (XIIIa). Dentro
de un entorno húmedo en su comienzo, la meteorización
mecánica de las calizas se manifiesta de nuevo, formando
aportes de cantos y gravas que alternan con pasadas de finos,
en su mayoría fragmentos de revestimiento estalactítico
cenital o bien elementos parietales de morfología aplanada.
- XIIIa: abundantes bloques con matriz cementada.
Climáticamente inicia la degradación del nivel XII.
- XIIIb: desaparecen los gruesos y predominan los
finos que corresponden a un climático suave.
- XIIIc: matriz fina predominante muy rica en carbonatos que corresponde a un climático cálido y húmedo.
Nivel XIV: tramo con potencia de 45-50 cm formado
exclusivamente por fracción fina, arenosa, de color rojizo y
estructura interna laminar, con notable carbonatación postsedimentaria de tipo pulverulento. Se observan numerosos
agregados microscópicos con pequeños cuarzos redondeados y brillantes. La instalación del XIV presenta un cambio
gradual pero muy acusado de las condiciones climáticas.
Desaparece por completo la fracción gruesa, en favor de un
sedimento fino, vehiculizado por continuos procesos de
arroyada de cierta energía. Esto se refleja asimismo en las
estructuras laminares del depósito, de trazo paralelo al suelo.
- XIVa: carbonatación arenosa.
- XIVb: fuerte carbonatación arenosa.
Nivel XV: tramo con potencia entre 130-160 cm.
Acomoda su base (XVb), en contacto neto, a la posición
[page-n-54]
Fig. II.29. Cuerpo sedimentario detrítico de la secuencia de Bolomor
(Fumanal 1993).
Fig. II.30. Cuerpo sedimentario con gruesos de la secuencia de
Bolomor (Fumanal 1993).
inclinada del nivel precedente, pasando gradualmente a una
proyección horizontal que perdurará ya en el resto del perfil.
Fuerte nivel de cantos (60%) y gravas (20%), en su mayoría
aplanados pero de bordes evolucionados engastados en una
matriz arenoarcillosa, entre los que se reconocen fragmentos
de estalactitas. Presentan una pátina de carbonato por todas
las caras y ofrecen una disposición desordenada y ocasionalmente cierta imbricación. La cementación general es
elevada en la base y disminuye notablemente hacia la parte
superior (XVa), donde abundan agregados arcillosos.
Potente estrato rico en cantos de 2 a 3 cm y gravas de
morfología aplanada y bordes algo desgastados. Los granos
arenosos presentan similar apariencia. Su disposición desordenada con leves orientaciones indica la dirección del transporte hacia el interior. La carbonatación superficial de los
cantos y su inclusión en una masa arcillosa sugieren la
actuación de procesos solifluidales con aparición de alguna
laminación carbonatada que indica el funcionamiento de
flujos hídricos, de mínima competencia. De nuevo nos encontramos con la introducción de materiales que fueron
meteorizados en zonas con cierto alejamiento respecto a su
punto de deposición final. Por tanto el ambiente coetáneo al
deposito parece fresco (sin los rigores que implican una
activa meteorización física del entorno inmediato), y
húmedo, al menos estacionalmente, lo que permite la disolución/concreción de los carbonatos del medio.
Fig. II.31. Propuesta de relación de los niveles de Bolomor con la
curva oceánica.
41
[page-n-55]
Fig. II.32. Columna litoestratigráfica (Fumanal 1993).
Fig. II.34. Excavación de los niveles I a XII (2002).
42
Fig. II.33. Vista sagital del Sector Oeste.
Fig. II.35. Excavación de los niveles I a XIII (2006).
[page-n-56]
Fig. II.36. Vista frontal del Sector Oeste con excavación de los niveles I a XIII en 2006.
Fig. II.37. Vista sagital del Sector Norte en el inicio de la excavación en 2006.
43
[page-n-57]
Fig. II.38. Datos de MSEC para Bolomor con fases isotópicas,
dataciones absolutas y niveles arqueológicos. Según B. Ellwood.
Fig. II.40. Correlación gráfica de Bolomor con los datos de MSEC en
la Composite Cave Standard (CCS) para Europa. La línea negra
representa el segmento de tiempo excavado en Bolomor en relación a
los CCS europeos. Los números representan los estadios isotópicos de
oxígeno. La línea diagonal discontinua representa la extensión de
correlación –line of correlation– (LOC) para acomodar los datos de
Bolomor. Las flechas representan la proyección de los datos de
Bolomor a través del LOC en los CCS. Según B. Ellwood.
Fig. II.39. Gráfico cronométrico con representación de edades
absolutas (diamantes) y sus límites (líneas discontinuas).
Representación de los límites inferior y superior de MSEC
(cuadrados). Una línea de regresión relaciona los datos. Según B.
Ellwood.
- XVa: gravas con cementación alta y agregados arcillosos.
- XVb: abundancia de cantos y gravas evolucionados.
Nivel XVI: corresponde a un episodio gravitacional de
caída de grandes bloques cenitales consecuentes al hundimiento de la visera de la cavidad. Estos bloques de potencia
variable, entre 0,5 y 5 m, pueden seguirse en distintos sectores del yacimiento y se sitúan sobre el sedimento del nivel
44
XVII de forma horizontal. Paleoclimáticamente impreciso
como muchos procesos de este tipo, podría relacionarse con
la continuación del frío del nivel XVII, aunque hay que
recordar que en nuestras latitudes están documentados
frecuentes desplomes cenitales de cuevas que se sospecha se
vinculan a fenómenos sísmicos.
Nivel XVII: este tramo con potencia de 70 cm cierra la
secuencia a muro de la litoestratigrafía conocida y su
complejidad motivó la separación interna en tres tramos o
subniveles, especialmente por su contenido en fracción
gruesa: XVIIa, XVIIb, XVIIc.
- XVIIa: tramo formado por un importante porcentaje
de gruesos que se muestran frescos, aristados y de
buen tamaño en una matriz arcillosa. Entre ellos
destaca la presencia de elementos aplanados y muy an-
[page-n-58]
Niveles
Erinaceus
S. minutus
Sorex sp.
Talpa
Neomys sp.
Crocidura
Scirius
Eliomys
Allocricetus
Apodemus
Arvicola
Microtus
Total
Ic
II
III
IV
V
-
VII VIII-IX
XI
XII
-
1
-
-
-
-
1,7
-
-
-
1
1
-
4
7
2,9
6,2
-
1,9
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
XIII
XIV
XV
XVII
Total
-
1
-
1
-
7,6
-
2
-
5
1,8
-
3,1
-
3
1
-
-
-
-
-
-
4,7
1,1
2
2
2
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1,3
0,7
-
2
-
-
-
-
1,5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
1
-
-
-
-
-
-
3
1,3
-
2
-
1,8
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
13
24
18
7
1
2
6
1
13
2
5,8
-
-
-
9,1
5,1
16,3
6,5
14
7,6
8
14,1
5,5
6,6
2,7
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
0
1
-
-
1,7
-
-
-
-
-
-
-
-
1,7
1
-
-
5
4
21
5
2
5
9
2
26
7
2,9
-
-
2,7
2,7
8
10
15,3
20
10,4
11,1
14
-
-
-
-
4
5
2
-
-
-
20
12
-
-
-
-
-
3,2
10
15,3
-
-
-
11
6
130
78
184
19
5
11
45
13
80
31
43,1
68,7
54,5
64,8
63,1
69,5
38
38,4
44
50,9
46,4
43,2
2
-
2
8
7
6
1
-
1
1
-
10
3
-
18,1
3,6
4,7
2,2
2
-
4
1,8
-
45,3
4
90
2
42,4
5,8
3
10,8
19
6
9,5
-
17
4,1
9
4
2
36
25
24
11
3
6
26
2
31
16
26,4
25
18,1
17,4
17
9,2
22
23,1
24
29,3
11,1
16.8
16
11
200
147
264
50
13
25
88
18
185
73
43
632
41
21,9
34
87
195
112
Cuadro II.5. Distribución del NMI de micromamíferos (números y porcentajes) de los distintos niveles (P. Guillém 1994).
NMI: número mínimo de individuos identificados.
gulosos. Es un aporte en el que sobresalen clastos
calizos aristados y sin evolución, es decir, gelifractos
desprendidos de áreas inmediatas. Todo ello sugiere
una fase inicial húmeda, de temperaturas frescas,
durante la que se acumularon materiales provenientes
de zonas externas, que se suaviza al máximo en la
subunidad siguiente (b) para degradarse luego de
forma brusca.
- XVIIb: tramo en contacto normal con el nivel XVIIc
que ve disminuir levemente el contenido de cantos y en
mayor proporción el de gravas, y donde las temperaturas frescas se suavizan al máximo. Continúa
mostrando una elevada cantidad de fracción fina arcillosa, rojiza, más cementada que en el caso anterior
(XVIIc). Arcillas fuertemente encostradas se reafirman donde se minimizan los gruesos, dando lugar a
una capa de textura franca (actuación de arroyadas
muy difusas), cohesionada posteriormente en poliedros de diversos calibres.
- XVIIc: tramo compuesto por cantos calizos y gravas
de pequeño tamaño subangulosos o angulosos, entre
los que se encuentran algunas plaquetas. La matriz que
los engloba aparece suelta, aunque forma pequeños
agregados con cemento calcáreo. Inicialmente y de
forma principal presenta fracciones finas entre las que
se alojan algunos cantos y gravas con revestimiento
carbonatado de su contorno que indica que han sufrido
movilizaciones. Las curvas e histogramas de frecuencias señalan que este desplazamiento se realizó en el
seno de un flujo denso. Hay que considerar que el
gráfico textural refleja un elevado porcentaje de tales
elementos, pero en buena parte son fragmentos de arcillas encostrados fuertemente. Entre esta fase y la anterior existe un contacto neto que posiblemente corresponde a un largo lapso temporal con hiatus sedimentario. El nivel XVII señala la abertura de la caverna a
las influencias externas, posibilitando por primera vez
unas condiciones de habitabilidad para la posterior
utilización por comunidades prehistóricas.
Nivel XVIII: está formado por un grueso manto estalagmítico basal, fuerte pavimento calcítico cristalizado con
potencia variable y que en algunos puntos supera los 300 cm
(sector sur). Esta gruesa formación litoquímica ha sido dividida en dos episodios, considerados en principio como
niveles A y B.
45
[page-n-59]
Fig. II.41. Dendograma de clasificación de los niveles de Cova del
Bolomor a partir de la distancia euclídea (P. Guillém 1999).
- XVIIIa (nivel B): supone la incorporación al cuerpo
calcítico de elementos detríticos finos alóctonos y
microrestos faunísticos. Esta circunstancia indicaría un
cambio en el medio hipogeo con comunicación al exterior, directa o de cierta amplitud, o a través de
conductos secundarios. Este episodio sólo ha sido
reconocido en el sector norte.
- XVIIIb (nivel A): manto estalagmítico que se apoya
directamente sobre la roca caliza y que tiene un grosor
variable entre 100-300 cm dependiendo del lugar que
corresponde a una prolongada precipitación de C02Ca.
Este cuerpo calcítico “puro” de génesis en un medio
cerrado se construye en un relieve topográfico interno
desprovisto de sedimentos. Presenta una geometría de
cubeta y estructura laminar en el sector norte o actual
zona externa de la cavidad y con fuerte buzamiento
hacia el sur con morfología de colada estalagmítica
descendente de topografía irregular y que concluye en
el sumidero, lugar de absorción que aprovecha el fenómeno de fracturación más relevante.
II.5.2. SEDIMENTOLOGÍA Y FASES CLIMÁTICAS
El depósito kárstico de la Cova del Bolomor presenta
unas implicaciones paleoclimáticas que proceden de datos
elaborados principalmente a partir de la sedimentología (fig.
II.29 y II.30), macrofauna y microfauna (Fumanal 1993,
Fernández et al. 1994, Fumanal 1995, Guillem 1995,
Martínez-Valle 1995, Fernández et al. 1997, 1998, 1999,
1999a, Fernández y Villaverde 2001; Fernández Peris 2001a,
2003). Estas fases climáticas son:
Fase Bolomor I (niveles XVII, XVI y XV). Conjunto
basal que se corresponde con un ciclo climático fresco de
cierta humedad, al menos estacionalmente, durante el cual se
acumulan materiales provenientes de zonas externas y se
registra una brechificación del sedimento. Nos encontramos
en la base con la introducción de materiales que fueron
meteorizados en zonas de cierto alejamiento respecto a su
punto de deposición final. El ambiente parece fresco (sin los
rigores que implican una activa meteorización física del
entorno inmediato), y húmedo, al menos estacionalmente, lo
que permite la disolución-concreción de carbonatos del
46
Fig. II.42. Dendograma de clasificación de las especies de Cova del
Bolomor a partir de la distancia euclídea (P. Guillém 1999).
medio. Cronológicamente debe inscribirse dentro del estadio
isotópico 8 y 9 (Riss inicial alpino).
Fase Bolomor II (niveles XIV y XIII). Período climático con rasgos interestadiales, templado-cálidos y estacionalmente muy húmedos, que ha permitido el encharcamiento periódico de la cueva. Un cambio gradual pero muy
acusado de las condiciones climáticas se marca con la instalación del nivel XIV. Los parámetros ambientales cambian
notablemente y la remisión de las manifestaciones rigurosas
anteriores es total, dando paso a la actuación de flujos
hídricos suaves que introducen materiales de cierta selección. El contacto neto con el nivel siguiente, XIII, parece
indicar la decapitación del techo sedimentario del conjunto
anterior, en principio suave, XIII c y b, etapa templadacálida y estacionalmente muy húmeda. Cronológicamente se
inscribe dentro del estadio isotópico 7 (Riss II-III alpino).
Fase Bolomor III (niveles XII a VIII). Episodio climático con oscilación fresca y húmeda, que paulatinamente
evoluciona hacia una situación más rigurosa y árida (nivel
XII). Posteriormente remite poco a poco y se instala finalmente un clima templado y muy húmedo (nivel VIII). Se
inicia a continuación un nuevo episodio climático, en principio suave (XIIIa) que va a degradarse progresivamente hasta
culminar en la capa XII, remitiendo en XI-X-IX-VIII. Dentro
de un entorno fresco y húmedo en su comienzo, gradualmente
se accede a una etapa muy rigurosa y árida en la secuencia
materializada en el nivel XII. Estas condiciones ceden paulatinamente hasta finalizar el ciclo en el nivel VIII, momento en
que se instala de nuevo un clima templado y muy húmedo.
Estaríamos ante el estadio isotópico 6 o Riss III alpino.
Fase Bolomor IV (niveles VII a I). Representa el tramo
superior de la secuencia con oscilaciones templadas y húmedas propias del último interglaciar. Un periodo globalmente suave, con lapsos frescos poco marcados (niveles VII
a III) que provocan la acumulación de pequeños cantos,
resultado de la meteorización de la bóveda de la cavidad por
la acción del hielo-deshielo. La elevada humedad también ha
provocado la inundación parcial de la cueva y la brechificación de los sedimentos. Los indicadores ambientales de
[page-n-60]
signo frío, sobre todo en relación con los que caracterizan
los períodos anteriores, se atenúan notablemente. Por otra
parte, parece generalizarse un régimen climático que reviste
condiciones de ciclicidad, es decir, se suceden lapsos aún
frescos (niveles VII-VI, V-IV-III) durante los que se acumula
un material detrítico de pequeño calibre, subanguloso, que
se interrumpe dando paso a una circulación hídrica de flujos
continuos y muy carbonatados que encostran el techo de los
niveles VI, III y Ic. Nos encontramos con un periodo globalmente suave, con degradaciones poco marcadas, durante el
que persiste una humedad alta y oscilante. Esta fase se relaciona con el estadio isotópico 5e o el Riss-Würm alpino
(figs. II.33 a II.37).
Estos valores se traducen en una secuencia que queda
resumida, de base a techo, en cuatro fases paleoclimáticas
(Fumanal 1993) y posteriormente se ha elaborado una
propuesta de ajuste de la secuencia estratigráfica terrestre
discontinua de Bolomor a la secuencia oceánica continua
(fig. II.31 y II.32).
II.5.3. LA SUSCEPTIBILIDAD MAGNÉTICA
La susceptibilidad magnética (MS) relaciona las propiedades magnéticas conservadas de los sedimentos de Bolomor
con la estimación del paleoclima y las correlaciones con
otros yacimientos. Utilizando la MS y la cicloestratigrafía
(EC) se presenta una estructura paleoclimática basada en este
método (MSEC) mediante correlación gráfica (fig. II.38).
Este edificio se relaciona con el registro isotópico del
oxígeno marino (OIS). Brooks B. Ellwood del Paleomagnetism Laboratory at Lousiana State University propone que el
MSEC puede usarse como una metodología independiente,
junto a otros métodos convencionales como la sedimentología y palinología, para buscar los cambios del paleoclima.
En Bolomor este estudio incluye una sucesión continua
temporal desde el OIS 9 al 5d. El gráfico cronométrico
muestra que la acumulación sedimentaria ha sido casi
uniforme por debajo de la fase isotópica 6b y con tasa de
acumulación ligeramente menor que durante la fase isotópica 5 (fig. II.39 y II.40).
II.5.4. LA BIOESTRATIGRAFÍA
Los datos biológicos de todo tipo que proporciona la
sedimentación de la amplia secuencia de Bolomor configuran un cuerpo documental “bioestratigráfico” que tras su
examen es incorporado al estudio multidisciplinar del resto
del edificio investigativo. Principalmente los elementos
tratados se agrupan en dos grandes categorías: los micromamíferos y los macromamíferos.
II.5.4.1. LOS MICROMAMÍFEROS
El muestreo microfaunístico y estudio realizado en 1991
por Pere Guillém (Fernández et al. 1994, 1999) proporcionó
en el sector occidental 1124 individuos (insectívoros y
roedores) que se han identificado en doce especies: Erinaceus europaeus (erizo común), Sorex minutus (musaraña
enana), Sorex sp., Neomis sp. (musgaño), Crocidura suaveolens (musaraña), Talpa europaea (topo), Sciurus vulgaris
(ardilla), Eliomys quercinus (lirón careto), Allocricetus
bursae (hámster), Arvicola sapidus (rata de agua), Microtus
brecciensis (topillo mediterráneo) y Apodemus sp. (ratón de
bosque) (cuadro II.5).
Los niveles proporcionaron un número de individuos
suficiente como para poder interpretarlos desde el punto de
vista climático, a excepción de II, III, VI, X-XIa, X-XIb, XII
y XIV, y por contaminación los niveles Ia y Ib. Las especies
localizadas no indican condiciones climáticas extremadamente frías, circunstancia acorde con un ambiente perimediterráneo. Allocricetus bursae es el taxón más ligado a condiciones climáticas áridas y frías junto a Sorex minutus, que
tiene unos requerimientos ambientales de tipo medioeuropeo actual. El resto de las especies son ubícuidas y están
ligadas a unos requerimientos estrictos como: formación de
bosques (Sciurus vulgaris), presencia de cursos de agua
(Arvicola sapidus), etc.
Este estudio de los micromamíferos estableció la
secuencia cronoclimática y su localización bioestratigráfica
en base a dos especies: Allocricetus bursae (hámster) y
Microtus brecciensis (topillo mediterráneo). Los molares de
A. bursae a partir de su morfología se situarían cerca de las
poblaciones de Arago, La Fage y Cueva del Agua. La talla de
M. brecciensis es comparable a la de otras poblaciones del
Pleistoceno medio, Saint Estève Janson, Orgnac 3, Cúllar de
Baza, El Higuerón y Áridos. Los restos de Bolomor tienen
un carácter más evolucionado que estos últimos yacimientos
en base a la anchura de los molares y los triángulos cerrados
del M3 inferior. La morfología de los mismos se aproxima
mucho a los molares de Orgnac 3 y por todo ello la ubicación microfaunística nos sitúa en cronologías del Pleistoceno medio reciente.
Climáticamente se observa una diferencia en las asociaciones faunísticas de los niveles superiores (Bolomor IV)
con presencia de Sorex minutus e inferiores (Bolomor I) con
Allocricetus bursae. Ello apunta a un mayor grado de temperatura y humedad en los primeros. La presencia de Allocricetus bursae está indicando unas características climáticas
más áridas confirmada por los más bajos porcentajes de
Microtinos. En cambio, la parte superior de la secuencia
apunta hacia un incremento de la humedad por el elevado
porcentaje de éstos. La asociación faunística del nivel XIII
es propia de condiciones climáticas templadas y muy
húmedas. No aparece ningún indicador de condiciones
“frías“ (Sorex minutus) ni tampoco áridas (Allocricetus
bursae ), y sin embargo es el momento en el que los Microtinos alcanzan los porcentajes más elevados de la secuencia
(30%). En los niveles XV a XVII (Bolomor I) Allocricetus
bursae sigue estando presente, ahora bien, Talpa europaea
marca el desarrollo de unas condiciones climáticas más
húmedas. En el nivel XVII el porcentaje de Microtinos es
elevado, confirmando su carácter húmedo.
La interpretación paleoclimática se ha contrastado a
partir de un análisis cluster y se ha elaborado un dendograma (fig. II.41). Los resultados indican que el mayor nivel
de similitud procede de las distintas capas de un mismo nivel
estratigráfico. Un segundo estadio vendría marcado por el
grado de humedad y templanza. De este modo quedan agrupados, por una parte, los niveles Ic y XIII, dos momentos
templados y muy húmedos, y por otra, los niveles VIII-IX,
47
[page-n-61]
XV y XVII, climáticamente menos húmedos que los anteriores y más frescos. El resto de los niveles (IV, V y VII)
tendrían unas connotaciones climáticas intermedias.
Las características ecológicas de cada especie se han
analizado también a partir de un cluster (fig. II.42). En este
dendograma se observan varios grupos: Talpa, Erinaceus,
Sciurus, Neomys y Sorex sp., especies con afinidades
ambientales medioeuropeas. Sorex minutus y Arvicola con
afinidades climáticas húmedas y algunas frescas (grupo
Sorex). Allocricetus, Eliomys y Crocidura como especies de
espacios despejados. Microtus y Apodemus son las clases
más abundantes e indican la dicotomía entre mayor
(Microtus) o menor humedad (Apodemus). Los paisajes
vegetales se deducen de sus biotopos, donde el hámster es un
taxón que ocupa praderas secas de climas frescos, el lirón
zonas arboladas abiertas y pedregosas y Crocidura vive en
lugares arbustivos, bordes de bosque o praderas secas
(Guillem 1999).
II.5.4.2. LOS MACROMAMÍFEROS
La Cova del Bolomor constituye un yacimiento fundamental para conocer la evolución de la fauna de mamíferos
del Pleistoceno medio y superior en el Mediterráneo peninsular. El estudio de los restos óseos recuperados hasta ahora
ha permitido identificar numerosas especies de macromamíferos, cuya distribución a lo largo de la secuencia y sus
frecuencias relativas indican el desarrollo de cambios
ambientales en el entorno del yacimiento y la incidencia de
la actuación antrópica (anexo II.8, cuadros II.10 a II.38).
El primer aspecto que conviene tratar respecto de la
presencia de restos de especies de macromamíferos es la
incidencia de los carnívoros en la secuencia del yacimiento
(Fernández Peris 2004). Los datos disponibles muestran una
escasa incidencia de carnívoros, en relación a la abundante
presencia de fauna de herbívoros. La potencial incidencia
del agente carnívoro sobre cualquier registro arqueológico
pleistoceno, en general, no puede ser puesta en duda; sin
embargo, la importancia y características de esta actuación
puede ser muy desigual y obliga a una precisión particular.
Uno de éstos es la Cova del Bolomor, donde las condiciones
fisiográficas (paleoambientales y ecológicas) del hábitat
deben ser consideradas como importantes elementos explicativos de la casi nula incidencia de los carnívoros en su
particular registro arqueológico. A estas características
físicas se añade la fuerte presencia humana, principalmente
en los niveles del OIS 5 (niveles I-V), una ocupación intensiva, la más alta del contexto regional del Paleolítico medio
con 4.126 registros por m3 (883 líticos y 3.243 faunísticos).
Esta situación induce a pensar en un patrón de explotación
“intenso” que favorecería una fuerte presión antrópica sobre
los carnívoros del valle y áreas circundantes, en los
momentos de ocupación del hábitat.
Confirmada la gran acción y responsabilidad antrópica
en la acumulación de restos faunísticos de herbívoros,
conviene explicitar la variabilidad de los mismos respecto a
otros taxones y su correlación con la secuencia paleoclimática. La representatividad de las distintas partes anatómicas
aportadas por la acción humana completan un cuadro explicativo mínimo que nos aproxima a las características económicas de los momentos tratados. Los estudios específicos y
en detalle superan el marco del presente estudio y por tanto
no son abordados. El primer elemento relevante, tal y como
se ha comentado, es la baja o casi nula presencia de carnívoros, circunscritos a especies de no gran talla y alta potencialidad de acumulaciones óseas. Esta circunstancia se
acompaña de un gran volumen de restos óseos, decenas de
miles, que están procesados por técnicas antrópicas de fracturación. A su vez existe una alta variabilidad de especies
que superan la docena, diferente de la especificidad cinegética carnívora. Todo ello configura un marco espacial de alta
antropización.
La distribución faunística planteada en el presente
estudio agrupa cinco categorías faunísticas como base
estructurada del desarrollo explicativo. Tres de ellas hacen
referencia a los herbívoros procesados por el hombre (meso,
macro y megafauna). La cuarta categoría es la de los carnívoros que incide en la confirmación de la aportación antrópica y por último la quinta o de la microfauna referida a los
pequeños restos no aportados por el hombre y que marcan
las fases de ocupación/desocupación. Las tres primeras categorías se han identificado por la comparación morfológica y
métrica con materiales paleontológicos de referencia
(fósiles, subactuales y actuales), es el caso de la determinación de taxones específicos y ha sido posible gracias a la
dedicación de Inocencio Sarrión y Alfred Sanchis. En el
caso de no ser posible este nivel de identificación se han
agrupado en función del grosor de las corticales óseas
(A meso, B macro, C mega), que a su vez hace referencia a
una agrupación genérica basada en el peso (A: menos de 300
kg, B: entre 300-800 kg y C: más de 800 kg).
Nivel. Cota (m)
Paleodosis
fr. m m Gy
K (%)
U (ppm)
Th (ppm)
Limo arenoso
II - 0.8 m
50-31 (139)
0.32
0.74
3.57
0.1
1.15
121+/-18
Limo rojo
XIIIa - 3.8 m
56-31 (139)
0.40
1.29
4.42
0.1
1.61
152+/-23
Arena limosa
XIVa - 4.8 m
50 (254)
0.21
1.00
2.83
0.08
1.09
233+/-35
Arena limosa
XIVb - 5.0 m
50-31(292)
0.28
1.00
4.00
0.1
1.30
225+/-34
Muestra sedimento
Contenido de Dosis anual
agua
Gy/Ka
Fecha TL ka
BP
Cuadro II.6. Paleodosis determinada por el método regeneración de termoluminiscencia en los granos poliminerales de fracciones 50-31 y 5031µ m. Los contenidos de potasio, uranio y sodio han sido determinados por el método de espectrometría γ. El contenido medio del agua es igual
al peso agua/peso de sedimento seco. La dosis anual es la dosis efectiva corregida al efecto de absorción de radicación por el agua:
d=d γ+dβ+0,1dα. La fecha de TL= paleodosis/dosis anual.
48
[page-n-62]
Los mesofauna, cérvidos, cápridos y suidos, representan
valores que superan el 60% de las colecciones de la secuencia, a excepción del nivel XVII en que desciende al
47%. Esta representación del 60% está dominada por los
cérvidos, que suponen casi los dos tercios, completada por
los cápridos con valores inferiores al 20% y los suidos,
exclusivos del OIS 5, que no alcanzan el 10%. Esta distribución faunística muestra que el ciervo es el elemento más
presente. Durante los distintos niveles del último interglaciar
(niveles I a V) su incidencia representa más del 40% del total
de la fauna consumida, aspecto éste que se reproduce también en las fases más antiguas con valores entre 30-50%.
Es por tanto, independientemente del momento climático de la secuencia, el recurso genérico más abundante. A él
se añaden otros pequeños cérvidos con porcentajes bajos
que sitúan en conjunto el consumo en torno al 50%, incidencia que desciende en los niveles inferiores a un 30%.
La macrofauna, équidos y bóvidos principalmente,
muestra una desigual distribución, donde el predominio de
un determinado taxón es a cargo de otro y viceversa. La
presencia del uro en la parte alta de la secuencia contrasta
con el relevo por el caballo en la parte baja. Esta circunstancia apunta a un condicionante paleoclimático posiblemente acompañado por una alta preferencia antrópica. La
megafauna, con valores siempre inferiores al 5% y por tanto
poco significativos, muestra una presencia igualmente con
vínculos paleoclimáticos en los que destaca el hipopótamo
en la parte reciente y el rinoceronte en la antigua. A efectos
de distribución y relación paleoclimática, el jabalí, el asno,
el corzo y el hipopótamo sólo están presentes en los niveles
del último interglaciar, mientras que el megaceros es casi
exclusivo del inicio de la secuencia (OIS 8/9).
Respecto a la representatividad de las distintas partes
anatómicas de los elementos faunísticos, es decir, aquellas
que han sobrevivido a los distintos procesos postdeposicionales, se aprecia que entre la mesofauna hay un predominio
de extremidades proximales a lo largo de la secuencia (niveles
III-XVII). Esta tendencia se invierte en la fauna más grande
(macro y mega) en que predominan los elementos de la
cabeza. Sin embargo hay que tener presente la metodología
utilizada en los estudios identificativos, donde distintas partes
anatómicas “son sesgadas” al identificar mejor o en mayor
proporcionalidad unas respecto de otras. Éste es el caso de los
dientes (cabeza) y restos de extremidades distales (metapo-
Inventario
Nº SIP
HCB-01
dios, falanges, carpales, etc.). Esta circunstancia debe ser
tenida en cuenta cuando se relacionen categorías próximas.
Esto es debido a la ausencia del NMI (número mínimo de
individuos identificados), que es un parámetro de mayor cualificación. De todas formas las extremidades proximales y las
cabezas en la mesofauna, junto a cabezas y extremidades
proximales en la macro/megafauna, configuran unas pautas
de consumo generalistas a lo largo de la secuencia. Ello no
quita la existencia de variabilidad más reducida en la escala
temporal, como es el caso de los dos primeros niveles, en los
que las extremidades distales cobran importancia independientemente de las distintas especies. El elemento anatómico
más marginal, por ser el menos aportado o hallado, es el
tronco (el componente axial) que tiene una representación
algo mayor entre la macrofauna respecto de la mesofauna.
Es difícil interpretar dinámicas “evolutivas” de presencia/ausencia de los diferentes taxones a lo largo de la
secuencia, aunque podría apuntarse sobre la base de la alta
importancia de la mesofauna, con presencia constante (especialmente cérvidos –ciervo–), que se asiste a una pérdida de
la significación del caballo desde los niveles inferiores a los
superiores. Esta circunstancia se correlaciona con el
aumento del uro. La macrofauna presenta una cierta “homogeneidad” porcentual en torno al 30% a lo largo de la
secuencia. La megafauna recoge esta circunstancia, aunque
con marginalidad y con pérdida de importancia del rinoceronte hacia los niveles superiores (figs. 43 a 56).
II.5.4.3. OTROS RESTOS BIÓTICOS
La presencia y estudio malacológico de pequeñas
conchas de bivalvos marinos contribuye a la valoración de
cambios en la línea de costa y su relación con las oscilaciones climáticas. Esta procedencia se debe a la deposición
en forma de egagrópila por aves marinas (cormoranes,
pardelas, paiños y gaviotas, entre otros) que se alimentan de
peces y moluscos. Estos pequeños moluscos se han documentado en los niveles V, VII, XIII, XIV y XV de la
secuencia, cuyas características apuntan a momentos de
clima benigno y posible mayor proximidad del mar
(Fernández et al. 1999). También se incorporan a esta documentación restos dentales y vertebrales de peces (nivel I).
Otros moluscos continentales (caracoles y caracolas), como
rumina y melanopsis, marcan un medio húmedo en sus
correspondientes niveles (Ia, Ib, Ic, IV, VIIb y XIIIc).
Descripción
Situación
Estrato
Año
OIS
58902
Diafisis de peroné
F3-EIV-brecha
III
1993
5e
HCB-02
68368
Molar inferior izquierdo (M2)
B4-EV-C4/nº 31
IV
1994
5e
HCB-03
82250-74
Molar deciduo sup. dcho (dm2)
Remoción I sub. XIII
Ia?
1997
5e?
HCB-04
82250-74
Canino inferior izquierdo (C1)
Remoción I sub. XIII
Ia?
1997
5e?
(C1)
HCB-05
82278
Canino superior izquierdo
Remoción XIII
XIII?
1997
7?
HCB-06
82260
Fragmento de parietal
Remoción I sub. XIII
Ia?
1997
5e?
HCB-07
24122
Fragmento de parietal
Remoción
VI?
2006
5e?
Cuadro II.7. Inventario antropológico de HCB (Homínido Cova Bolomor).
49
[page-n-63]
Fig. II.45. Molares de Palaeoloxodon antiquus. Niveles IV y XVII.
Fig. II.43. Falanges y fragmentos dentales de
Hippopotamus anphybius.
Fig. II.46. Maxilares de Equus ferus. Niveles IV y XVII.
Fig. II.44. Fragmento de maxilar de Stephanorhinus hemitoechus.
Nivel XVII.
50
Fig. II.47. Maxilar de Equus ferus. Nivel XII.
[page-n-64]
Fig. II.51. Fragmentos óseos de pez y de bivalvos marinos. Nivel I.
Fig. II.48. Restos óseos de Sus scrofa. Niveles I a V.
Fig. II.52. Maxilar de Macaca sylvana. Nivel XII.
Fig. II.49. Molares de Equus hydruntinus. Nivel IV.
Fig. II.53. Gasterópodos continentales. Niveles I, VII y XIII.
Fig. II.50. Fragmento de asta de Cervus elaphus. Nivel XVII.
Fig. II.54. Impacto de percusión en tibia de Cervus elaphus. Nivel XII.
51
[page-n-65]
Fig. II.55. Troceados de falanges y diáfisis de herbívoros. Niveles I a V.
Fig. II.56. Marcas de corte en metápodo de Cervus elaphus. Nivel XII.
Ante la ausencia de datos palinológicos, los restos antrocológicos hallados en forma de semillas fosilizadas, ha
permitido documentar la presencia de dos especies vegetales: Celtis australis (almez) y Prunus spinosa (endrino),
que colonizaron lugares distintos. El almez necesita suelos
húmedos y se asocia a olmedas que circundarían la ribera del
río de la Vaca en las fases climáticas Bolomor II y IV. El
endrino es frecuente en robledales que podrían extenderse
por la depresión de la Valldigna y ocupar las umbrías de las
montañas, al menos durante las pulsaciones frescas del
estadio isotópico 5 (Fase Bolomor IV).
II.5.4.4. IMPLICACIONES PALEOCLIMÁTICAS DE LA FAUNA
El estudio de los restos óseos recuperados hasta ahora ha
permitido identificar numerosas especies faunísticas cuya
distribución a lo largo de la secuencia y sus frecuencias relativas indican el desarrollo de cambios ambientales en el
entorno del yacimiento.
- Fase Bolomor I (niveles XV a XVII). Se observa a
rasgos generales el predominio del caballo que alcanza
los más altos valores de la secuencia acompañado del
ciervo. Junto a ellos la presencia del rinoceronte de
estepa también con sus más altos valores, y el megaceros, nos indicarían la existencia de climas frescos y
52
algo húmedos en esta parte de la secuencia, al estar
estas especias ligadas a los mismos. Los micromamíferos, por su parte, reflejan el desarrollo de distintos
nichos ecológicos: el Allocricetus bursae ocupó espacios de vegetación abiertos y secos, y la Talpa europaea praderas húmedas, corroborando unas condiciones climáticas frescas y menos húmedas.
- Fase Bolomor II (niveles XIII a XIV). Las condiciones anteriores frescas y menos húmedas se transformarían en unas características de mayor húmedad y
calor con fuerte presencia de cérvidos e importante
descenso del caballo con aparición de tortugas. Las
condiciones de alta humedad y encharcamiento de la
cueva dificultaron la buena habitabilidad.
- Fase Bolomor III (niveles VIII a XII). Las anteriores
condiciones de climas cálidos y húmedos tenderían
hacia un clima más seco y riguroso, tal y como indican
la desaparición del megaceros y la importancia que
adquieren los caballos.
- Fase Bolomor IV (niveles I a VII). Caracterizada por
la aparición de especies de marcado carácter templado: el elefante, el hipopótamo, el jabalí, el uro y el
asno, cuya presencia estaría indicando, junto a un
incremento de las temperaturas y la humedad, la expansión de las zonas forestales en el entorno del yacimiento. La presencia del hipopótamo se vincula a la
existencia de zonas lagunares de una cierta entidad,
áreas frecuentadas también por el uro. El Equus
hydruntinus es un équido propio de las faunas de
clima templado y húmedo, de características interestadiales o interglaciares al igual que el jabalí, que se
ciñen exclusivamente a esta fase.
II.5.5. DATACIONES RADIOMÉTRICAS
La información cronométrica expresada en dígitos numéricos y con una franja indeterminada de los mismos
asociada, tiene la consideración expositiva de “edad absoluta”, aunque ello no suponga que el contexto vinculado o la
pieza considerada se formaran en ese preciso instante o
fecha. Su principal valor para el estudio reside en ser un referente cuantificable, una “ubicación cronométrica” en la que
situar la contextualización a estudio. Estas dataciones, estos
métodos y sus resultados deben ir acompañados de otros que
contrasten los valores cronométricos considerados. El reduccionismo en este campo también conduce a posiciones de
debilidad demostrativa y no se pueden ocultar nuestras
carencias metodológicas en un relativo valor cuantificado
“absoluto”. En el yacimiento de Bolomor se han desarrollado diversas actuaciones encaminadas a la obtención de
dataciones por métodos radioactivos, analizándose:
- Muestras de arcillas de los correspondientes niveles
para la aplicación del método de termoluminiscencia (TL)
por Wanda Stanska-Prószzynska y Hanna PrószzynskaBordas (Laboratorio de Sedimentología de la Facultad de
Geografía y Ciencias Regionales. Universidad de Varsovia.
Polonia) (cuadro II.6)
Nivel II: 121.000 ± 18.000 BP.
[page-n-66]
Nivel XIIIa: 152.000 ± 23.000 BP.
Nivel XIVb: 233.000 ± 35.000 BP.
Nivel XIVa: 225.000 ± 34.000 BP.
Estas dataciones, por su coherencia y adecuación a otros
métodos, han sido consideradas sin objeción como válidas.
- Muestras óseas de los niveles IV V XII, XIII, XV y
, ,
XVII, analizadas por G. Belluomini (Dipartimento di Scienze
della Terra de la Universidad “La Sapienza” de Roma):
Nivel IV-V: 390.000 ± 100.000 BP.
Nivel XVII: 525.000 ± 125.000 BP.
Estas dataciones se han obtenido de masa ósea de herbívoros (nivel IV-V) y de esmalte dentario (nivel XVII), por
racemización (aminoácidos). El laboratorio considera más
adecuado este último material. El intervalo entre las medidas
de los niveles superiores (IV-V) y los inferiores (XVII)
presenta un intervalo de 0,14 ± 0,1 y la constante cinética
para el yacimiento es 3,57 x 10-7 yrs -1. Los valores obtenidos son considerados altos. Igualmente la indeterminación
es excesivamente amplia. Pese a ello el valor 525.000
descontada la franja negativa de edad sitúa la fecha próxima
a los valores considerados para el momento deposicional del
OIS 9 en el que se ubica y por tanto se ha procedido a su
inclusión en las publicaciones pero con las reversas correspondientes.
- Muestras carbonatadas para el método radiactivo de
Torio-Uranio (Th-U), recogidas y elaboradas por R. Julia
(Instituto de Geología Jaime Almera, Barcelona) aunque
sobrepasaron los límites del método (comunicación verbal):
Estas seis fechas, según el laboratorio, presentan un bajo
nivel de confianza (68%). Además, la cronometría no es
consistente entre las propias cifras ni respecto del orden estratigráfico y la indeterminación es excesivamente alta como
reconoce el laboratorio. La fuerte variabilidad es incomprensible respecto a niveles inferiores con cronología más reciente
que los superiores. Igualmente, lapsos de temporalidad tan
altos en un mismo nivel no son adecuados. La ubicación de
todos estos valores en el OIS 5 no se corresponde al mismo y
están muy alejados. Por tanto estos datos sólo pueden ser el
resultado de un problema metodológico del análisis de termoluminiscencia y son rechazados como tales.
En 2005 se realizaron dataciones mediante racemización sobre gasterópodos en el estrato XIII capa 11 (OIS 7),
que proporcionaron una fecha de 229 ± 53 ka. Correspondiente al estrato XII y sobre molar de équido la cifra dio
<180 ka (Trinidad Torres, Laboratorio de Estratigrafía Molecular, Madrid). Todas ellas concordantes con otros metodos
previamente empleados y su ubicación en la estratigrafía.
II.6.
PALEOANTROPOLOGÍA
Los restos antropológicos hallados actualmente en
Bolomor (2006) contabilizan siete piezas óseas con atribución genérica a Homo sapiens neanderthalensis. Su procedencia corresponde a elementos situados en la litoestratigrafía y recuperados mediante excavación tridimensional, y
a otros que proceden del cribado de tierras removidas de las
antiguas actuaciones mineras (cuadro II.7).
HCB-01: Diáfisis de peroné de 48,7 mm. Corresponde
a un individuo adulto bien situado en el nivel III (OIS
5e), con datación ante quem de 121.000 ± 18.000 BP.
No permite mayores valoraciones (fig. II.57).
Nivel XV: >350.000 BP.
Esta datación se ajusta a las características del momento
deposicional OIS 8 en el que se ubica, aunque no presenta
un valor determinado.
En el año 1996 se procedió a la recogida de una amplia
serie de piezas líticas de sílex quemadas para su datación
tras la calibración de la radiactividad de los correspondientes
niveles sedimentarios. El estudio, realizado por N.C.
Debenham (Quaternary TL Survey de Nottingham), presentó
los siguientes valores:
Nivel I: 320.000 ± 33.000 BP.
Nivel II: 324.000 ± 31.000 BP.
Nivel II: 435.000 ± 48.000 BP.
Nivel IV: 398.000 ± 48.000 BP.
Nivel IV: 235.000 ± 21.000 BP.
Nivel IV: 268.000 ± 27.000 BP.
Fig. II.57. Diáfisis de peroné. HCB-01. Nivel III.
53
[page-n-67]
HCB-05: Canino superior izquierdo (C1). Claramente
arcaico, es similar morfológicamente a los de Atapuerca
y Krapina. Posible individuo masculino. Esta pieza fue
encontrada en la remoción Ia-Sub XIII en contacto con
la remoción XIII. La brecha adherida a la misma corresponde al nivel XIII (fig. II.59, arriba).
HCB-06: Fragmento de parietal (22 x 18 mm) coincidente con la sutura coronal.
HCB-07: Fragmento de parietal (109 x 116 mm) incrustado en brecha desprendida, en proceso de estudio
(fig. II.60) (Sarrión 2006).
Fig. II.58. Molar inferior izquierdo. HCB-02. Nivel IV.
El conjunto de restos óseos fósiles humanos hallados en
la Cova del Bolomor es ante todo una muestra reducida y
fragmentada en la que destacan los elementos dentales frente
a los postcraneales. Los siete restos pueden ser atribuidos a
otros tantos individuos en función de sus características
físicas, edad de muerte y ubicación estratigráfica. Todas las
piezas, excepto la HCB-05, pueden asignarse al OIS 5; la
HCB4 pudiera ser más moderna al situarse en un contexto
removido que contiene algún elemento postpaleolítico.
HCB-05, por las características sedimentológicas que lleva
adheridas y la remoción donde fue hallada (Remoción XIII),
se relaciona con los niveles XII-XV y no sería descartable su
ubicación en el OIS 7. Este resto claramente arcaico difiere
métricamente de los neandertales y se relaciona bien con
otros de Atapuerca y Krapina, por ello podría ser considerado H. heidelbergensis, pero lo limitado de la pieza impide
por el momento la atribución (cuadro II.8).
II.6.1. OTROS RESTOS ANTROPOLÓGICOS
La presente relación abarca aquellos restos cuya cronología pudiera situarse en el Pleistoceno medio y por tanto no
se incluyen los numerosos restos de neandertales de Cova
Negra (Xàtiva) o los del Salt (Alcoi).
Fig. II.59. Molar (HCB-03) y caninos (HCB-04 y HCB-05)
procedentes de remoción.
HCB-02: Molar inferior izquierdo (M2) correspondiente a un individuo de unos 5 años de edad. Bien
situado en nivel IV (OIS 5e), con datación ante quem
de 121.000 ± 18.000 BP (fig. II.58).
HCB-03: Molar deciduo superior derecho (dm2)
correspondiente a un individuo de 6-9 meses de edad
(fig. II.59, izquierda).
HCB-04: Canino inferior izquierdo (C1) muy similar a
los humanos actuales. Posible individuo femenino (fig.
II.59, derecha).
54
Fig. II.60. Fragmento de parietal en el interior de brecha.
[page-n-68]
M2-MD
M2 BL
dm2 MD
dm2 BL
C1 MD
C1 BL
HCB-02
11,9
10,3
-
-
-
HCB-03
-
-
-
10,1
-
-
HCB-04
-
-
-
-
7,0
7,7
-
-
HCB-05
-
-
-
-
-
-
8,9
10,1
Sima de los Huesos (media)
11,2
10,5
-
-
7,7
8,7
8,8
9,9
-
C1 MD
C1 BL
-
-
-
-
Neandertales (media)
11,5
10,8
9,8
10,5
7,8
8,8
8,2
9,5
Humanos modernos fósiles (media)
11,3
10,9
9,6
10,5
7,1
8,3
8,0
8,9
Humanos recientes (media)
10,7
10,3
9,0
9,7
6,6
7,7
7,6
8,3
Cuadro II.8. Tamaño comparativo de los dientes de Bolomor (HCB). MD: diámetro mesiodistal. BL: diámetro bucolingual (Arsuaga et al. 2001).
Cova del Tossal de la Font (Vilafamés). Yacimiento que
proporcionó a finales de los años 1970 dos restos antropológicos procedentes de un potente relleno brechificado bajo un
nivel de cantos. Una mitad distal de húmero izquierdo con
epífisis completa y un fragmento de coxal derecho con gran
parte de la cavidad cotiloidea (Gusi et al. 1980, 1982, 1982a,
1984, 1992). Estos restos fueron estudiados posteriormente
(Arsuaga y Bermúdez de Castro 1984, Carretero 1994). Sus
características métrico-morfológicas son propias de hóminidos fósiles del Pleistoceno medio final y Pleistoceno superior inicial. Por tanto bien pudieran atribuirse a neandertales
clásicos o a neandertales tempranos como los existentes en
los niveles superiores de Bolomor.
La Muntanyeta dels Sants o Benisants (Sueca). Este
yacimiento o mejor los restos que de él quedan corresponde a
la base de una antigua cueva desmantelada como cantera por el
hombre. En la obra “Historia de Sueca...” aparece la fotografía
de un húmero humano como elemento paleontológico del
depósito; esta identificación y estudio por I. Sarrión (1984) ha
asignado al depósito una edad de 0,9-1,5 ka con asociación de
Ursus deningeri, Canis etruscus y cf. Cervus elaphoides. Las
limitaciones del hallazgo, en paradero desconocido, resultan
obvias a la hora de profundizar en la valoración del mismo,
habida cuenta de que el lugar de procedencia fue desmantelado
y en la actualidad sólo queda una pequeña parte de la sedimentación basal original, que es de donde se han obtenido los restos
faunísticos citados (Burguera 1921, Martínez Valle 1995).
Otros antiguos hallazgos con imprecisa documentación
son el hueso humano procedente de una toba existente junto a
las terrazas del río Mijares en la Virgen de Gracia (Vila-real)
en 1929 (Sos Baynat 1981). El radio humano incrustado en la
toba de la caverna de Cortés en Alcoi en la década de 1860
(Martí Casanova 1864) y la supuesta tibia fósil hallada en El
Castellar (Alcoi) también a finales del s. XIX. Todos estos
restos paleoantropológicos se hallan en paradero desconocido.
II.7.
YACIMIENTOS DEL CONTEXTO REGIONAL
Los primeros datos atribuibles al Paleolítico inferior en
tierras valencianas corresponden a los materiales de la antigua colección de Juan Vilanova y Piera de finales del siglo
XIX, depositada en el Museo Arqueológico Nacional: «bre-
cha ósea de Penya Roja, fragmento de hacha chelense de
Orihuela y útiles de sílex y brecha ósea de Tavernes de la
Valldigna» (Fletcher, 1949: 343-348). Al inicio del siglo XX
algunos estudiosos de la geología y paleontología se preocupan de la búsqueda de testimonios de épocas remotas.
Entre éstos destaca el geólogo Leandro Calvo, quien aportó
información sobre depósitos brechosos arqueológicos: Cova
del Corb, Cova de les Calaveres y Cova de Bolomor (Puig y
Larraz 1896, Calvo 1908). El naturalista Eduardo Boscá
(1916: 7), también reseñó la existencia de un yacimiento
paleolítico en Oliva con «sílex pequeños y ninguno en forma
de almendra». Henri Breuil, quien en 1913 exploró una
treintena de cavernas valencianas en busca de restos prehistóricos, cita la existencia de brechas con huesos e industria.
Este autor estudia en 1931 los materiales de Cova Negra y
les atribuye una carácter tayaciense, en relación con las
excavaciones que por entonces realizaba D. Peyrony en La
Micoque (Pla 1965).
Las prospecciones del Padre Belda (1945) y Luis Pericot
en el yacimiento de Els Dubots (Alcoi) concluyen que existe
«una pátina cheleo-achelense muy antigua con lascas de
tipo clactoniense. Podemos hablar con seguridad de la
presencia en la comarca de Alcoy del paleolítico inferior...»
(Pericot 1946: 49). La valoración del Clactoniense en Alcoi
ha persistido hasta la actualidad (Aparicio, 1980: 16 y 1989:
85). En la década de los años 1940 existe el convencimiento
de un Paleolítico inferior en Cova Negra por la determinación de Elephas iolensis (Royo 1942) y las valoraciones
industriales de F. Jordá (1947), quien fija la secuencia de
Cova Negra: sitúa como anteriores al Würm el Tayaciense
(sin nivel) y el Matritense I (Nivel E, musteriense pobre de
tendencia tayaciense, del Riss-Würm). Esta tendencia tayaciense será abandonada en 1955 al plantear el estado de la
cuestión del Paleolítico inferior valenciano, señalando la
escasez de materiales (Jordá 1949: 104).
En la década de los años 1950 se excava Cova Negra
(Xàtiva); inicialmente el hallazgo de tres bifaces generó su
asignación al Paleolítico inferior, «a momentos finales del
acheulense con una equivalencia a unos 200.000 años»
(Fletcher 1952: 14), para concluir una definitiva asignación
musteriense del yacimiento y aceptación general, a excepción de H. de Lumley (1969, 1971) y M.A. de Lumley
55
[page-n-69]
(1973), quienes tras valorar el parietal humano como Homo
Anteneandertalis, postulan una cronología rissiense del
relleno y un carácter tayaciense de la industria. En 1956, F.
Esteve publica el hallazgo del bifaz de Oropesa (Castellón),
que clasifica como amigdaloide y relaciona con un Abbevillense final o un Achelense inferior. Este útil ha sido durante
décadas la referencia que sustentaba la presencia del Achelense y del Paleolítico inferior en tierras valencianas (Esteve
1956, Gusi 1974 y 1980). Los escasos hallazgos de las dos
últimas décadas atribuidos al Pleistoceno medio no han
aportado por su entidad avances significativos a la investigación de los momentos antiguos, hasta el inicio de las excavaciones en Bolomor.
Cau d’en Borràs (Orpesa)
Yacimiento que se localiza en el interior de una cavidad
subterránea desarrollada a través de una diaclasa que configura un abrigo-sima. Posee dos bocas, la actual de entrada de
1,8 x 1,3 m, con un estrecho corredor de 5,5 m, y la que se
sitúa sobre la vertical de la sima, de la que proviene principalmente el relleno sedimentológico. Presenta una potencia
estratigráfica de 8 m individualizada en 14 niveles. Se
deduce la existencia de niveles osíferos sin piezas líticas
(niveles 5, 8, 10 y 12), frente al nivel 9, considerado de relación entre fauna e industria y situado en la cota -5,80 m y
con 20 cm de potencia (Carbonell et al. 1981: 8 y 1987:
431). La ubicación del yacimiento en el interior de una sima
con profundidad de más de 6 m y anchura máxima de 2 m,
imposibilita unas mínimas condiciones de acceso y hábitat.
Los autores reconocen estas limitaciones y explican que los
restos han sido arrojados por los homínidos al interior.
El análisis taxonómico de la secuencia estratigráfica, sin
especificar nivel, ha proporcionado: lince, pantera, gato salvaje, cánido pequeño, úrsido pequeño, équido, puercoespín,
topo, conejo, aves, Apodemus sp., Microtus sp., cáprido,
bóvidos, ovido y Hemitragus bonali. En base a la determinación de éste último, el yacimiento se ha situado en el
Mindel final. El conjunto lítico está compuesto por un
núcleo, dos percutores, dos choppers y una lasca (Carbonell
et al. 1981: 10). Por nuestra parte, examinadas las piezas
depositadas en el Museo de Bellas Artes de Castellón, valoramos este reducido conjunto lítico como de tremenda
simpleza tecnológica y con incidencia de acciones mecánicas. La carencia de una evidente intencionalidad, con
ausencia de superficies preparadas para la percusión, una
tendencia no clara del filo, la ausencia de cualquier rasgo
tecnológico definitorio (efectos de la acción de un percutor
sobre un canto, claramente dirigido y con nitidez en la
extracción, etc.), así como la desfiguración debida a causas
naturales, completan una visión que no apunta a una manipulación antrópica. A falta de un estudio detallado de la
fauna recuperada, de los procesos kársticos, sedimentológicos y estratigráficos de la cavidad-yacimiento, y de la
explicación del origen de los cantos, parece oportuno no
descalificar el yacimiento, si bien el origen natural del depósito y por tanto la consideración paleontológica, tal vez un
cubil de carnívoros, constituye una hipótesis muy sólida a
considerar (Fernández Peris 1994, 2004).
56
Casa Blanca I (Almenara)
Yacimiento situado en el último cerro prelitoral sobre
los Estanys de Almenara, a 1,5 km del mar. Se trata en su
conjunto de varias cavidades kársticas fósiles colmatadas
por materiales y sacadas a luz por canteras. Se han encontrado cuatro de estos depósitos, siendo Casa Blanca I el más
rico en fauna. La sedimentación es esencialmente arcillosa y
brechificada con cantos calizos de 1-15 cm y pequeños fragmentos de sílex. En base a la microfauna con Allophaiomys
deucalion, el depósito tendría una edad de 2,7 a 1,6 m.a.
(Villafranquiense medio). La asociación de la macrofauna
también es típica de este momento: Equus stenonis, Gazellospira torticornis, Cervus cf. philisi, Ursus etruscus,
Pachycrocuta cf. brevirostris y otros.
En un principio el yacimiento fue considerado como
prehistórico y su hipotética industria como la más antigua de
la Península, tras las tres primeras campañas de excavaciones 1983-85 (Olaria 1984). Posteriormente se ha llegado
a la conclusión de estar ante un yacimiento paleontológico
(Gusi 1988: 127, Ginés y Pons-Moya 1986), pendiente del
estudio de la reconstrucción de la génesis kárstica y de sus
características litoestratigráficas.
Cova del Tossal de la Font (Vilafamés)
Se trata de un amplio complejo subterráneo de varios km
de recorrido y cuya boca se abre a 360 m de altitud, dando
paso a un depósito brechificado de gran extensión y profundidad. La estratigrafía de un corte “frontal” de 10 m de
potencia ha permitido distinguir, en función del tamaño de
los bloques y de la matriz, 9 niveles. El aspecto general es de
brechificación con acumulación importante de bloques.
En base al estudio microfaunístico del Cricetulus (Allocricetus), relacionado con poblaciones del Pleistoceno medio final en el SW de Francia, y los restos antropológicos
anteneandertales, según M.A. de Lumley, el yacimiento se
consideró como perteneciente al Pleistoceno medio (Gusi et
al. 1980: 21). El estudio posterior de los restos antropológicos (mitad inferior de un húmero y un fragmento de
coxal), indica la dificultad de fijar la situación cronológica
en base a los mismos (Arsuaga y Bermúdez de Castro 1984:
33). Los restos faunísticos son escasos: Crocuta spelaea,
Lynx spelaea y Cuon sp., además de un équido, un cérvido
y un ovicáprido. La microfauna ha proporcionado las
siguientes especies: Apodemus aff. flavicolis, Mus sp.,
Rattus sp., Cricetulus (Allocricetus) bursae, Pitimys sp., y
Eliomys q. quercinus. En base a la misma, en especial la
presencia de Cricetulus (Allocricetus) bursae, se propone
una edad Riss-Würm sin descartar un Würm antiguo o
Würm I-II (Gusi et al. 1984: 14). A partir de 2005 se han
reiniciado las excavaciones en el yacimiento.
Las escasas piezas líticas halladas hasta la fecha han
sido clasificadas como dos raederas y dos puntas. Aparecieron en relación con los restos antropológicos y paleontológicos y de su estudio se concluye la posible pertenencia a
«una fase muy final del Achelense superior de tipo micoquiense (Riss-Würm final/Würm I) o al tecno-complejo
Musteriense típico (Würm I-II)» (Gusi et al. 1984: 16). En
[page-n-70]
las memorias de excavaciones de las campañas 1984-85 se
aprecia una consideración como yacimiento atribuible al
Paleolítico medio (Gusi 1988a). Por nuestra parte y tras
examinar las piezas, el conjunto se resume en cuatro útiles
de sílex: raedera de dorso adelgazado, raedera desviada
doble, raedera simple convexa y lasca levallois típica. En el
estado actual de investigación del yacimiento, no se poseen
datos suficientes que apunten hacia su ubicación en
momentos cronológicos correspondientes al Pleistoceno
medio en una cavidad con ocupación o utilización muy
esporádica y fuerte incidencia de carnívoros.
El Pinar (Artana)
Yacimiento al aire libre situado en una amplia llanura
aluvial cruzada por el barranco de Solaig, en las proximidades
de la población de Artana. La explotación de áridos sacó a luz
numerosas piezas líticas destruyendo gran parte del yacimiento, en el que se han realizado excavaciones entre los años
1984-86. Se han documentado tres niveles estratigráficos
principales. El superior posiblemente de edad holocena con
potencia de 1 a 2 m y cantos redondeados de arenisca y caliza.
El medio formado por capas de arcillas con sílex y potencia
de hasta 5 m, y el inferior con cantos rodados y arcillas, fuertemente brechificados y estériles que constituyen la base
sobre la que se asienta el manto arcilloso. En las excavaciones
apareció gran cantidad de material, mayoritariamente no
tallado ni retocado (Casabó 1988: 155-157). La industria se
caracteriza por poseer índices levallois, laminar y de facetado
muy bajos. Las raederas son los útiles predominantes, seguidos de los denticulados con incidencia de algunas puntas de
Tayac y puntas de Quinson que darían al conjunto un cierto
aire “arcaico” (Casabó y Rovira 1991). Se han obtenido dataciones por termoluminiscencia sobre las arcillas, con fechas
entre 87.000 ± 13.000 BP y 116.000 ± 17.000 BP, proponiendo la ocupación en relación con la primera fecha, en el
Würm I. Este yacimiento en una terraza fluvial participa de la
problemática inherente a estos depósitos, sin asociación
faunística, mala materia prima, posible área de aprovisionamiento y presencia de industrias de otras épocas.
Cova del Corb (Ondara)
Ubicada en el extremo oriental de la Serra Segaria, en el
último relieve montañoso frente al mar. Desde su boca situada a una altitud de 200 m se divisa gran parte de la llanura
costera de las comarcas de La Safor y La Marina. El yacimiento fue dado a conocer por Leandro Calvo como
«guarida de época prehistórica, según indican algunas astillas de piedra chispa empotradas en la cueva» (Calvo 1908:
188); visitado por H. Breuil en abril de 1913 con recogida de
material (Jeannel y Racovitza 1914: 506, Breuil y Obermaier
1914: 252-253) y finalmente clasificado como yacimiento
con útiles de tipo “Le Moustier” (Obermaier 1916: 197,
Carballo 1924: 70).
El depósito prehistórico está formado por un amplio
testigo brechoso adosado al escarpe del farallón con una
potencia máxima de 3 m de muro a techo, anchura máxima
de 2 m y una extensión aproximada de 10 m. Se halla
ubicado en el área de contacto de una antigua resurgencia
kárstica. La brecha corresponde al depósito de un abrigo
rocoso cuya cornisa ha sido completamente desmantelada
por la erosión que ha volcado sobre la ladera distintos materiales, entre otros, del Paleolítico superior y medievales. La
brecha se presenta bastante homogénea, “muy pétrea” y sin
excesivas variaciones estratigráficas, de textura y fracción.
Su tendencia es visualmente areno-arcillosa fuertemente
encostrada y con tendencia a aumento de cantos hacia su
techo. En la misma se observan englobados restos líticos y
faunísticos. El depósito presenta visualmente momentos fértiles y estériles, los primeros con escaso material y algún
sílex o hueso quemado, sin líneas de hogar o alteración sedimentaria producida por éste.
El conjunto lítico que ha podido ser examinado procedente de la desmantelación erosiva está formado por una
treintena de piezas, todas ellas de sílex patinado o desilificado. Entre los útiles hay un fuerte predominio de las
raederas diversificadas con retoque simple, talón liso y de
técnica no levallois. No existe macroutillaje, ni microlitismo
ni elementos sobreelevados. Todo ello da al conjunto un aire
muy “musteriense” –charentiense–. El conjunto faunístico
cercano a 220 restos óseos es suficientemente indicador de
las características bioestratigráficas del mismo (cuadro II.9).
La notoria presencia de carnívoros está en consonancia
con una ocupación muy esporádica, como parece mostrar el
registro. Los herbívoros predominantes son cabra y uro junto
al asno y tortuga, que configuran un momento climático cálido. La microfauna presenta Microtus brecciensis que por
sus características sería evolucionado pero más antiguo que
los del Würm antiguo de Cova Negra.
Estaríamos pues ante un yacimiento del Paleolítico
medio con ocupación muy esporádica y puntual en un momento cálido situado entre el OIS 7 o el último interglaciar
y las primeras fases húmedas del Würm antiguo (Würm I/II
o OIS 5a, 85/71 ka), acomodándose posiblemente mejor en
este último, aunque ello es especulativo. Esta ocupación
comporta la utilización del fuego en un espacio en gran parte
desaparecido que difícilmente puede ser fiel reflejo de las
características primarias del depósito.
COVA DEL CORB
NRI
Dama clactoniana
Cervus elaphus
Capra pyrenaica
Bos primigenius
Equus ferus
Equus hydruntinus
HERBÍVOROS
Crocuta sp
Panthera sp
Felis sp
Canis lupus
CARNÍVOROS
5 (2,7%)
3 (1,6%)
33 (17,7%)
12 (6,4%)
3 (1,6%)
2 (1,08%)
166 (89,25%)
3 (1,6%)
2 (1,08)
6 (3,2%)
9 (4,8%)
20 (10,75%)
Cuadro II.9. Porcentaje faunístico de la Cova del Corb
(Sarrión 1991). NRI: número de restos identificados.
57
[page-n-71]
Cova de les Calaveres (Benidoleig)
Presenta una boca orientada al NNW sobre el amplio
cauce del río Girona, a 100 m de altitud y en las inmediaciones de la población. El yacimiento se ubica principalmente en la terraza de la desembocadura de un cauce
hipogeo que fue dado a conocer por H. Breuil tras el hallazgo de un «petit coup de poing ovoïde en roche quartzeuse» que señaló como perteneciente al paléolithique
ancien (Breuil y Obermaier 1914: 251-252, Jeannel y Racovitza 1914), hallazgo y asignación difundida en la obra
“El Hombre Fósil” (Obermaier 1916: 197 y 1925: 219). El
abatte Breuil en 1913 observó dos niveles brechosos principales, el superior que asignó al Paleolítico superior y el inferior que no precisó con fauna y «silex taillé peu caractérisé,
très lustré et usé». Esta circunstancia le indujo a solicitar
permiso de excavación a la Junta Superior de Excavaciones
y Antigüedades, permiso que se le otorgó el 17 de octubre de
1914. A causa de la guerra europea, la misma no se materializó (Pla 1965: 282-283).
Las primeras excavaciones oficiales serían realizadas
en 1931-32 por J.J. Senent, secretario de la Comisión de
Monumentos Histórico-Artísticos de la provincia de Alicante. Las mismas se centraron en la brecha osífera cercana a
la entrada y proporcionaron cuatro estratos: «el superior
con restos de culturas anteriores al Paleolítico (ibérica y de
los metales), sigue la brecha osífera con espesor variable de
12 a 20 cm y con restos de fauna cuaternaria y sílex
tallados de la época al parecer musteriense y auriñaciense.
Debajo de ésta existe una capa negruzca menos dura con
restos análogos a los de la brecha osífera y finalmente sigue
a esta última el firme de la caliza del terreno» (C.P.M.H.A.
de la provincia de Alicante, libro de Actas, sesión 24-XII1931 y Aparicio et al. 1982: 15).
Los materiales de la excavación fueron estudiados por
H. Breuil en visita a Alicante (C.P.M.H.A. del 6-VI-1932),
con resultados inéditos y desconocidos. El yacimiento
adquirió una cierta relevancia por aquellas fechas según
diversos artículos divulgativos (Gómez 1931, 1931a, 1932,
C.C.V. 1931, Jiménez de Cisneros 1932) y cobran importancia ante la escasez de datos publicados de la excavación.
En visita al yacimiento, Jiménez de Cisneros comenta que
en la galería donde se ubican las brechas se excavó para el
desagüe de la cueva un largo canal en tiempos precedentes a
las primeras excavaciones: «Gran cantidad de escombros fue
lanzada a la proximidad de la entrada de la cueva, y esta
escombrera fue la parte estudiada primeramente y donde se
recogieron pedernales labrados, dientes diversos y fragmentos de hueso en su mayoría indeterminables..., se han
encontrado huesos largos, de diáfisis gruesísima. Desde
luego supuse que se trataba de un herbívoro muy grande, y
el abbate Breuil, que los ha visto después, opina que son de
Hippopotamus. Se encuentran cuernas de ciervo (Cervus
elaphus) muy grandes y robustas; he encontrado una cabeza
de húmero de grandes dimensiones perteneciente a esta
especie. Se encuentran también dientes de caballo, de un
suido (Sus cristatus ?) y pequeños huesos que parecen de un
roedor». También comenta la existencia de toscos sílex y
que las especies son propias de un clima húmedo (Jiménez
58
de Cisneros 1932: 417-422). Según Gómez Serrano (1932:
221), J.J. Senent halló abundantes huesos de «cérvols,
cavall, elephas?, rhinoceros? y pedrenyes (puntes musterenques, rascadors, amorfes)». Además señala que se están
excavando materiales “in situ” del interior.
De estas excavaciones apenas se posee información, no
existe publicación de las mismas, aunque se desprende que
se recuperaron abundantes restos faunísticos y líticos, no
inventariados y en gran parte perdidos. Los escasos materiales depositados en distintos museos (Alacant, Alcoi y
Valencia), en especial óseos (hipopótamo, elefante y rinoceronte), y la existencia de algún útil, encajarían bien en momentos antiguos. De la donación de H. Breuil al S.I.P. de
Valencia en 1931 existe un lote de restos faunísticos clasificado por él mismo: molares de Cervus elaphus, Cervus,
Equus, Sayga y Hyaena; así como huesos varios de Cervus
elaphus, Rupicapra pirenaica, Lepus cuniculus, Bos, Equus,
Sus scrofa, Ursus speleus, Rhinoceros frabulls y una gran
falange de felino.
En 1977 se realizaron las únicas excavaciones recientes
hasta el momento muy limitadas por el registro existente. Los
conjuntos industriales recuperados, atribuidos al Paleolítico
superior y al Mesolítico I (Aparicio 1982: 20), no han dado
una respuesta satisfactoria sobre la existencia o no de niveles
atribuibles al musteriense o anteriores, aunque el estudio
sedimentológico no descarta que los niveles V a VII sean
musterienses (Fumanal 1982: 56). En 1999, a consecuencia
de las obras de electrificación de la cavidad turística, pude
estudiar las características del suelo de hormigón, que transformó las primeras estancias de la cueva en fábrica de explosivos durante la Guerra Civil (1936-39) (Brú y Vidal 1960:
14). Este suelo presenta un nivel hormigonado con mortero
inicial de 8 cm y muy mala calidad sobre un conjunto de
grava y cal de unos 15 cm, todo ello sobre un potente relleno
nivelador superior a 1 m de gruesos bloques (de origen interno y externo). Entre el material de relleno se aprecian brechas arqueológicas cuyas características y ubicación se podría averiguar levantando el hormigón y sacando el escombro
pétreo. En base a fotografías antiguas (1931) y al desarrollo
del cauce, se puede considerar que el área oriental del atrio es
posiblemente la que pudiera guardar algún testigo brechoso,
dado que se incidió mayormente para el drenaje de aguas
sobre el lado contrario. Sin embargo y dada la gran destrucción que se realizó en las paredes mediante barrenos y cincelándolas verticalmente, es muy difícil que quedan depósitos
arqueológicos antiguos (Pleistoceno medio o superior inicial)
“in situ” y menos de cierta entidad. De todos los datos anteriores se desprende que durante los últimos 300 años se ha
extraído material sedimentario del interior (explotación
hídrica) generando una escombrera con materiales arqueológicos; de ella creemos proceden la mayoría de los materiales
más antiguos localizados en los distintos museos. El yacimiento queda hoy en una situación muy difícil para futuras y
amplias investigaciones.
Yacimientos de los valles de Alcoi
Se trata de numerosos yacimientos al aire libre y con una
repartición geográfica amplia aprovechando áreas lacustres,
[page-n-72]
terrazas fluviales y glacis. Tradicionalmente, desde que
Belda y Pericot en 1945 señalaran la existencia de Paleolítico
inferior en la zona –clactoniense–, en un momento en que se
intentaba correlacionar la antigüedad de los útiles con las
características de su pátina, la misma se ha venido considerando en bibliografía. El comentario detallado de cada yacimiento sería exhaustivo por lo que sólo reseño algunos con su
nombre: En la Hoya de Polop (Mas Roig, El Calvo, La
Cordeta, L’Alquerieta, Barranc d’Aigüeta Amarga, La
Borra); los yacimientos de Beniaia (La Gleda, La Solana de
la Criola, La Carbonera, Les Ronxes, La Lloma del Moll);
El Cantalar, Els Dubots, las Terrazas del Serpis (Alcoi),
El Cerro del Sargent, La Carroja, El Fondo de l’Urbá, etc.
Pericot 1946, Villaverde 1984, Aparicio 1980 y 1989, Faus
1990). Tras el estudio de estos materiales, depositados principalmente en el Museo de Alcoi, los yacimientos mencionados son principalmente áreas de talla con mezcla de restos
industriales de distintas cronologías; en ningún momento he
apreciado conjunto alguno estratificado, datos faunísticos o
que pudiera relacionarse con el Paleolítico antiguo. La gran
mayoría corresponden a áreas de talla y aprovisionamiento
con fuerte predominio de restos de talla y núcleos centrípetos; sobre los útiles y por comparación con otros yacimientos regionales posiblemente correspondan a momentos
avanzados del Würm antiguo.
Hurchillo
Yacimiento al aire libre ubicado en la Loma de Bigastro,
a 107 m de altitud y sobre la población de igual nombre. Fue
dado a conocer por el geólogo Ch. Montenat (1973) y posteriormente publicado con asignación a la Pebble culture
(Cuenca et al. 1982). También se asigna a un Achelense inferior (Montes 1983 y 1986). Este es un yacimiento controvertido; sus investigadores propusieron una cronología referencial de 28.000 BP y su relación con industrias de variado
tipo: Pebble culture evolué, Camposaquiense y Gándaras de
Budiño.
Tras visitar el yacimiento y examinar la colección del
Museo de Novelda, observamos una falta de recogida metódica de materiales, que se han centrado en localizar piezas
“significativas”, olvidando los millares que se esparcen por
la zona. La materia prima en su totalidad es cuarcita; el
soporte está constituido por cantos rodados, por lo general
ovoides, de coloración violáceo-rojiza y con variada tipometría. La primera valoración que debe realizarse es que existe
talla intencional lítica en el yacimiento, independientemente
de la existencia de gran número de guijarros fracturados por
causas naturales que dan origen a superficies de exfoliación
planas, correspondientes a diferentes vetas de mineralización.
Por lo observado, es un yacimiento superficial no estratificado y sin asociación faunística, en un lugar donde
existen materiales cerámicos romanos. El conjunto lítico no
tiene una característica tecnológica definida y predominan
los núcleos y restos de talla. La materia prima es de mala
calidad y dificulta ver bien las improntas del proceso de
talla. Existe un muy escaso número de útiles, todos ellos mal
caracterizados como morfotipos; alguna tosca raedera y
denticulado parecen ser los más significativos, así como los
nódulos con talla grosera para la extracción de amplias
lascas con cierto apuntamiento de los mismos. Estamos ante
un área de talla de características tecnológicas, cronológicas
y culturales imprecisas. Nuestra postura es especulativa y de
hecho no sería descartable su adscripción holocena, por lo
que tenemos muchas reservas en su inclusión en un Paleolítico antiguo; únicamente un estudio en profundidad de la
totalidad de los materiales podrá definir el mismo.
II.8.
ANEXO. TABLAS DE REPRESENTACIÓN DE
LOS RESTOS FAUNÍSTICOS
Los siguientes cuadros (II.10 a II.38) corresponden a las
categorías faunísticas identificadas en el Sector Oeste del
yacimiento. Es un inventario provisional elaborado sobre el
número de restos, taxones y partes anatómicas. La cuantificación del número mínimo de individuos (NMI) y los
correspondientes estudios tafonómicos se están llevando a
cabo en la actualidad, así como el análisis faunístico de otros
sectores del yacimiento. La presente relación ha sido posible
gracias a la contribución de Inocencio Sarrión, Alfred
Sanchis, Rafael Martínez y Ruth Blasco.
59
[page-n-73]
Capas
1
2
3
4
5
6
LC
Total
Cervus elaphus
97
102
27
8
28
1
8
271 (49,9%)
Dama sp.
2
5
-
-
-
-
2
9 (1,6%)
Cervidae
4
5
1
-
4
5
1
20 (3,6%)
Hemitragus sp.
1
3
-
-
-
-
-
4 (0,7%)
Capridae
13
7
5
3
6
1
1
36 (6,6%)
Sus scrofa
4
6
2
1
1
-
3
17 (3,1%)
Mesomamífero
121
128
35
12
39
7
15
357 (65,9%)
Mesomam. indet.
553
366
233
38
42
3
-
1235
Equus ferus
8
12
5
-
-
2
1
28 (5,1%)
Equus hydruntinus
1
-
-
1
1
-
-
3 (0,5%)
Bos primigenius
51
45
14
3
25
2
6
146 (26,9%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero
60
57
19
4
26
4
7
177 (32,6%)
Macrom. indet.
67
51
15
3
5
-
-
141
Elephantidae
1
1
-
-
-
-
-
2 (0,3%)
Hippopotamus sp.
2
2
-
-
-
-
-
4 (0,7%)
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero
3
3
-
-
-
-
-
6 (1,1%)
Megamamífero indet.
2
5
1
-
1
-
-
49
Elephantidae
1
1
-
-
-
-
-
2 (0,3%)
Canis sp.
1
-
-
-
-
-
-
1 (0,2%)
Canis lupus
1
-
-
-
-
-
-
1 (0,2%)
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoro
2
-
-
-
-
-
-
2 (0,4%)
Avifauna
6
8
2
5
9
2
-
32
Oryctolagus cuniculus
46
90
22
2
6
1
-
167
Testudo sp.
151
260
13
12
27
2
-
465
Otros
40
-
-
15
13
-
-
68
Micromamífero
275
358
37
34
55
5
-
764
Fragmentos indeterm.
3260
5631
1683
750
1318
190
-
12832
4343
6599
2023
841
1486
209
22
15523
Total
Cuadro II.10. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico Ia. Sector occidental.
60
[page-n-74]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Extrem. distales
Mt
FG
HC
Total
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
97
1
-
-
-
2
1
2
8
14
109
24
2
271
Dama sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
6
1
9
Cervidae
-
6
-
-
-
-
-
-
-
3
1
2
8
-
20
Hemitragus sp.
1
2
-
-
-
-
-
-
-
8
-
-
1
-
4
Capridae
-
9
-
-
-
-
1
-
2
2
1
3
9
-
27
Sus scrofa
-
10
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
4
2
17
Mesomamífero indet.
3
5
15
12
1
1
47
9
17
24
22
3
2
161
Mesomamífero
133 (26,02%)
33 (6,45%)
Rd/Ul Tb/Fb
128 (25,04%)
216 (42,27%)
510
Equus ferus
1
16
-
-
-
1
-
-
-
2
5
-
3
-
28
Equus hydruntinus
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
3
Bos primigenius
-
116
-
-
-
-
-
1
1
1
3
21
1
2
146
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
2
2
-
4
-
1
2
7
2
2
7
2
-
1
32
Macromamífero
139 (66,5%)
8 (3,83%)
23 (11%)
39 (18,66%)
209
Elephantidae
-
1
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
2
Hippopotamus sp.
-
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4
Stephanorhinus hemitoech.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero ind.
-
1
-
1
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
3
Megamamífero
6 (66,6%)
Canis sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Felis sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Lynx sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macaca sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Carnívoro
2
Total
278 (38,27%)
1 (11,1%)
42 (5,76%)
1 (11,1%)
121 (16,6%)
1 (11,1%)
287 (39,37%)
9
728
Cuadro II.11. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico Ia. Cr: cráneo. Dt: diente. Vt: vértebra. Ct: costilla. Cx: coxal.
Pv: pelvis. Ep: escápula. Hm: húmero. Fm: fémur. Rd/Ul: radio/ulna. Tb/Fb: tibia/fíbula. Rt: rótula.
Mt: metapodo. Fg: falange. HC: hueso compacto.
61
[page-n-75]
Capas
Ib
Ic-c1
Ic-c2
Ic-c3
Ic-LC
Total
Cervus elaphus
1
6
6
4
1
18 (34,6%)
Dama sp.
-
-
-
-
3
3 (5,7%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
-
1
2
-
4 (7,7%)
Hemitragus sp.
-
-
-
-
1 (1,9%)
Capridae
-
1
-
1
-
2 (2,8%)
Sus scrofa
-
-
-
1
-
1 (1,9%)
Mesomamífero
2
8
7
8
4
29 (55,7%)
Mesomamífero indet.
12
13
10
8
-
43
Equus ferus
-
2
-
1
1
4 (7,7%)
Equus hydruntinus
2
-
-
-
-
2 (3,8%)
Bos primigenius
-
6
3
1
1
11 (21,1%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
Macromamífero
2
8
3
2
2
17 (32,7%)
Macromamífero indet.
-
5
4
9
1
19
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
1
1
2 (3,8%)
Stephanorhinus hemitoech.
-
1
-
-
-
1 (1,9%)
Megamamífero
-
1
-
1
1
3 (5,7%)
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
2
-
-
1
3 (5,7%)
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
Carnívoro
-
2
-
-
1
3 (5,7%)
Avifauna
-
-
2
1
-
3
18
5
2
2
1
28
Testudo sp.
-
7
-
3
-
10
Otros
-
9
-
-
-
9
Microfauna
18
21
4
6
1
50
Frag. indeterm.
68
641
271
326
-
1306
102
699
299
360
10
1470
Oryctolagus cuniculus
Total
-
Cuadro II.12. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos Ib-Ic. Sector occidental.
62
[page-n-76]
63
-
-
15 (31,9%)
-
-
-
-
13 (59,1%)
-
-
-
Sus scrofa
Mesomam. indet
Mesomamíferos
Equus ferus
Equus hydruntinus
Bos primigenius
Macrom. indet.
Macromamíferos
Elephantidae
Hippopotamus sp.
Rhinocerus sp.
-
-
Capridae
1
-
-
-
Felis sp.
Meles meles
Ursus arctos
Hienidae
Macacus sp.
Total
2
-
-
-
1
-
-
-
1
2
-
1
6
2
4
2
1
-
1
-
33 (44,6%)
-
Canis lupus
Carnívoros
-
Canis sp.
3
-
Hemitragus sp.
Megamamíferos
-
Cervidae
3
-
Dama sp
8
Dt
-
Cr
Cabeza
Cervus elaphus
Partes Anatómicas
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
3
-
-
-
-
-
-
Ct
5 (6,7%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2 8 (9,1%)
-
-
-
-
3 (19,1%)
-
-
-
-
-
-
-
Cx
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Pv
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ep
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3
-
-
-
-
-
-
Hm
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1
Fm
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3 (13,6%)
-
-
-
-
12 (25,5%)
-
-
1
-
-
-
1
FG
15 (20,2%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
3
-
-
1
-
-
-
4
-
5
Mt
21 (28,3%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Rt
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
1
-
-
7
-
-
-
-
-
3
Tb/Fb
Extrem. distales
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3 (13,6%)
1
-
-
-
17 (36,1%)
2
-
-
-
-
-
-
Rd/Ul
Extremidades proximales
Cuadro II.13. Partes anatómicas identificadas. Niveles arqueológicos Ib y Ic. Sector occidental.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Vt
Tronco
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
HC
74
3
-
-
-
-
-
-
-
3
1
2
-
22
6
10
2
4
47
19
1
1
1
4
3
18
Total
[page-n-77]
Nivel
II
III
Cervus elaphus
7 (25%)
55 (36,9%)
Dama sp.
1(3,6%)
2 (1,3%)
-
-
Cervidae
1 (3,6%)
4 (2,6%)
Hemitragus sp.
1 (3,6%)
4 (2,6%)
Capridae
4 (14,3%)
5 (3,1%)
Sus scrofa
-
7 (4,7%)
14 (50%)
77 (51,6%)
45
300
Equus ferus
1 (3,6%)
5 (3,3%)
Equus hydruntinus
1 (3,6%)
-
Bos primigenius
12 (42,8%)
61 (40,9%)
Megaloceros sp.
-
-
Macromamíferos
14 (50%)
66 (44,3%)
Macromamíferos indet.
2
78
Elephantidae
-
-
Hippopotamus sp.
-
3 (2%)
Stephanorhinus hemitoechus
-
1 (0,6%)
Megamamíferos
-
4 (2,6%)
Megamamíferos indet.
-
2
Canis sp.
-
-
Canis lupus
-
-
Felis sp.
-
-
Meles meles
-
-
Ursus arctos
-
2 (1,3%)
Hienidae
-
-
Macacus sp.
-
-
Carnívoros
-
2 (1,3%)
Avifauna
-
Oryctolagus cuniculus
5
52
Testudo sp.
9
67
Otros
-
Capreolus capreolus
Mesomamíferos
Mesomamíferos indet.
Micromamíferos
14
Fragmentos indeterminados
Total
119
1364
1558
1451
2206
Cuadro II.14. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos II y III. Sector occidental.
64
[page-n-78]
65
-
-
-
-
7 (38,8%)
-
-
-
-
-
14 (93,3%)
-
-
Hemitragus sp.
Capridae
Sus scrofa
Mesomamífero indet.
Mesomamíferos
Equus ferus
Equus hydruntinus
Bos primigenius
Megaloceros sp.
Macromamíferoinde.
Macromamíferos
Elephantidae
Hippopotamus sp.
-
-
Megamamífero indet.
-
-
Meles meles
Ursus arctos
Hienidae
Carnívoros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
11
1
1
-
-
1
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Vt
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Ct
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Fm
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (15%)
-
-
-
-
-
1 (5,5%)
-
-
-
-
-
-
-
-
Rd/Ul
2 (6,1%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hm
2 (6,1%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ep
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Pv
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Tb/Fb
Extremidades proximales
-
-
-
-
-
2 (11,1%)
-
-
-
-
-
-
-
-
Cx
Tronco
Cuadro II.15. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico II. Sector occidental.
21 (63,6%)
-
Felis sp.
Total
-
Canis lupus
Macacus sp.
-
Canis sp.
Megamamíferos
-
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
Rupicapra rupicapra
-
-
Cervidae
-
-
5
-
Dt
Dama sp.
Cr
Cabeza
Cervus elaphus
Partes Anatómicas
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Rt
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Mt
-
-
-
-
-
-
-
-
8 (24,2%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
8 (44,4%)
1
-
3
-
-
-
1
-
FG
Extrem. distales
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
HC
-
-
-
-
-
-
-
-
-
33
-
-
-
-
15
1
-
12
1
1
18
4
-
4
1
1
1
7
Total
[page-n-79]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
1
19
-
-
-
2
1
1
-
5
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
2
-
-
-
-
-
1
Rupicapra rupicapra
-
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
2
-
-
-
-
Capridae
-
-
-
-
-
Sus scrofa
-
5
-
-
Mesomamífero indet.
3
2
5
15
Mesomamíferos
36 (26,8%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
4
-
18
4
-
55
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
1
-
-
4
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
-
1
-
-
-
-
1
4
-
-
-
-
1
-
-
3
-
-
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
7
-
-
3
7
5
6
8
-
1
1
1
57
26 (19,4%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
39 (29,1%)
33 (24,6%)
134
Equus ferus
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
3
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
4
43
-
-
-
-
-
-
-
4
5
-
4
1
-
60
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
2
2
1
2
-
1
1
2
2
1
8
-
-
-
-
22
Macromamiferos
54 (61,3%)
5 (5,6%)
23 (26,1%)
6 (6,8%)
88
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
3
Rhinocerus sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
2
Megamamíferos
3 (50%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
2
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
1 (50%)
-
1 (50%)
-
2
94 (40,8%)
31 (13,4%)
65 (28,2%)
40 (17,4%)
230
Total
-
2 (33,3%)
1 (33,3%)
Cuadro II.16. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico III. Sector occidental.
66
6
-
[page-n-80]
Capas
1
2
3
4
5
6
Total
Cervus elaphus
45
67
30
50
10
3
205 (34%)
Dama sp.
2
2
3
-
1
-
8 (1,3%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
6
14
11
14
2
-
47 (7,8%)
Hemitragus sp.
3
2
1
-
-
-
6 (1%)
Capridae
9
17
10
10
3
-
49 (8%)
Sus scrofa
10
25
12
31
18
1
97 (16,1%)
Mesomamíferos
75
127
67
105
34
4
412 (68,3%)
Mesomamífero indet.
475
690
1343
940
249
3
3700
Equus ferus
4
1
4
-
-
-
9 (1,5%)
Equus hydruntinus
-
1
-
-
-
-
1 (0,1%)
Bos primigenius
32
41
27
33
16
1
150 (24,8%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
36
43
31
33
16
1
160 (26,5%)
Macromamífero indet.
87
93
76
152
44
-
452
Elephantidae
1
-
-
-
1
-
2 (0,3%)
Hippopotamus sp.
5
6
4
-
5
-
20 (3,3%)
Stephanorhinus hemitoechus
1
-
1
-
1
-
3 (0,5%)
Megamamíferos
7
6
5
-
7
-
25 (4,1%)
Megamamífero indet.
-
10
3
4
-
-
17
Canis sp.
2
1
-
1
-
-
4 (0,6%)
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
1
-
-
-
-
-
1 (0,1%)
Hienidae
-
1
-
-
-
-
1 (0,1%)
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
3
2
-
1
-
-
6 (1%)
Avifauna
10
38
37
35
3
1
124
Oryctolagus cuniculus
364
460
587
465
112
2
1990
Testudo sp.
77
135
124
95
26
-
457
-
68
28
9
-
-
105
Micromamíferos
451
701
776
604
141
3
2676
Fragmentos indeterminados
2756
5789
5017
4778
1645
145
20130
3890
7461
7318
6617
2129
156
20954
Otros
Total
Cuadro II.17. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico IV. Sector occidental.
67
[page-n-81]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
2
41
-
-
-
1
2
14
2
8
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
17
-
-
-
-
-
1
Hemitragus sp.
4
-
-
-
-
-
-
Capridae
1
25
1
-
-
-
Sus scrofa
1
48
-
1
-
Mesomamífero indet.
28
87
30
68
-
Mesomamíferos
257 (28,6%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
9
-
90
21
13
203
1
-
-
-
4
1
8
1
1
2
-
19
5
-
47
-
-
1
-
-
-
-
1
6
-
4
1
4
3
-
12
7
5
63
1
2
2
-
8
2
-
10
19
3
97
3
18
58
31
31
75
-
25
6
13
473
127 (14,1%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
259 (28,8%)
254 (28,3%)
897
Equus ferus
-
6
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
3
-
-
10
Equus hydruntinus
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
8
84
-
1
-
-
-
2
1
4
10
-
10
6
4
130
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
8
14
6
31
-
1
5
27
6
6
25
-
3
4
3
Macromamíferos
122 (43,7%)
44 (15,7%)
98 (35,1%)
Elephantidae
-
2
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
18
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
2
-
-
-
-
1
Megamamífero indet.
-
1
1
-
-
-
-
Megamamíferos
23 (69,7%)
-
-
33 (11,8%)
139
279
-
-
18 (3%)
-
-
-
-
2
-
1
-
1
-
-
20
-
-
-
-
-
-
-
-
3
-
3
-
2
1
-
8
5 (15,1%)
33
Canis sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
1
-
-
-
-
Hienidae
-
1
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
Carnívoros
3 (50%)
-
1 (16,6%)
2 (33,3%)
6
405 (33,6%)
189 (15,7%)
363 (30,1%)
293 (24,3%)
1204
Total
-
1
-
-
-
2
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4 (12,1%)
-
Cuadro II.18. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico IV. Sector occidental.
68
[page-n-82]
Capas
1
2
3
4
5
Total
Cervus elaphus
11
2
4
-
1
18 (25,3%)
Dama sp.
5
1
-
-
-
6 (8,4%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
1
1
-
-
-
2 (2,8%)
Capridae
17
-
1
-
1
19 (26,7%)
Sus scrofa
3
-
-
-
-
3 (4,2%)
Mesomamíferos
37
4
5
-
2
48 (67,6%)
Mesomamífero indet.
737
33
2
3
18
793
Equus ferus
2
-
-
-
-
2 (2,8%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
16
-
-
-
-
16 (22,5%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
18
-
-
-
-
18 (25,3%)
Macromamífero indet.
51
-
1
-
-
52
Elephantidae
1
-
1
-
-
2
Hippopotamus sp.
2
-
-
-
-
2
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
3
-
1
-
-
4 (5,6%)
Megamamífero indet.
18
-
-
-
-
18
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
1
1
Hienidae
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
-
-
-
-
1
1 (1,4%)
Avifauna
18
-
-
-
-
18
Oryctolagus cuniculus
258
38
-
-
1
297
Testudo sp.
81
2
-
-
1
84
-
1
-
-
-
1
Micromamíferos
357
41
-
-
2
400
Fragmentos indeterminados
3364
288
64
99
209
4024
4585
366
73
102
232
5358
Otros
Total
Cuadro II.19. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico V. Sector occidental.
69
[page-n-83]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
4
-
-
-
-
-
2
-
-
Dama sp.
-
4
-
-
-
-
-
-
1
Cervidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
1
-
-
-
-
-
Capridae
-
8
-
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
2
14
1
5
-
Mesomamíferos
33 (30%)
Equus ferus
-
1
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
12
-
-
-
-
-
-
1
-
2
-
1
-
-
16
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
-
2
-
1
-
1
-
3
2
-
6
-
-
-
-
15
Macromamíferos
Rt
Mt
FG
HC
Total
3
-
6
1
2
18
-
-
-
1
-
-
6
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
2
-
-
-
-
-
-
8
1
2
19
-
-
-
-
1
-
-
1
1
-
3
-
1
9
1
6
11
-
2
-
-
52
7 (6,3%)
15 (45,4%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
44 (40%)
2 (6,1%)
26 (23,6%)
15 (45,4%)
110
1 (3%)
33
Elephantidae
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Hippopotamus sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
2
Stephanorhinus hemit.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
3
Megamamíferos
3 (42,8%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
TOTAL
1 (14,3%)
2 (28,5%)
1 (14,3%)
1
-
-
-
1
51 (33,7%)
10 (6,6%)
61 (40,4%)
28 (18,5%)
151
Cuadro II.20. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico V. Sector occidental.
70
7
[page-n-84]
Niveles
VI
VIII
Cervus elaphus
3
-
Dama sp.
-
-
Capreolus capreolus
-
-
Cervidae
-
-
Hemitragus sp.
-
-
Capridae
1
-
Sus scrofa
-
-
Mesomamíferos
3
-
Mesomamífero indet.
5
-
Equus ferus
-
-
Equus hydruntinus
-
-
Bos primigenius
3
1
Megaloceros sp.
-
-
Macromamíferos
3
1
Macromamífero indet.
1
-
Elephantidae
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
Stephanorhinus hemitoechus
-
-
Megamamíferos
-
-
Megamamífero indet.
-
-
Canis sp.
-
-
Canis lupus
-
-
Felis sp.
-
-
Meles Meles
-
-
Ursus arctos
-
-
Hienidae
-
-
Macacus sp.
-
-
Carnívoros
-
-
Avifauna
-
-
Oryctolagus cuniculus
-
-
Testudo sp.
-
-
Otros
-
-
Micromamíferos
-
-
72
-
84
1
Fragmentos indeterminados
Total
Cuadro II.21. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos VI-VIII. Sector occidental.
71
[page-n-85]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
1
-
-
-
-
-
-
1
-
Dama sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
-
-
-
-
-
-
Capridae
-
-
-
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
-
-
-
1
-
Mesomamíferos
1
Rt
Mt
FG
HC
Total
-
-
1
-
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
-
-
-
3
1
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
3
1
6
Equus ferus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
3
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
1
3
-
4
1
-
4
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hem.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
-
-
-
-
-
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
Total
-
-
-
-
-
4
1
4
1
10
Cuadro II.22. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Niveles arqueológicos VI-VIII. Sector occidental.
72
[page-n-86]
Capas
1
2
3
4
5
6
LS
Total
Cervus elaphus
-
3
2
3
4
-
12
24 (41,3%)
Dama sp.
-
-
2
-
-
-
-
2 (3,4%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
1
1
-
-
2 (3,4%)
Hemitragus sp.
5
-
-
-
-
-
-
5 (8,6%)
-
-
-
2
1
-
3 (5,1%)
Capridae
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
5
3
4
4
7
1
12
36 (62,1%)
Mesomam. indet.
-
-
8
7
17
10
10
52
Equus ferus
1
-
1
3
3
6
1
15 (25,8%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
-
-
-
3
-
2
5 (8,6%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
1
-
1
3
6
6
3
20 (34,4%)
Macromamífero indet.
-
-
2
-
2
1
3
8
Elephantidae
-
-
-
-
1
-
-
1 (1,7%)
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemitoechus
1
-
-
-
-
-
-
1 (1,7%)
Megamamíferos
1
-
-
-
1
-
-
2 (3,4%)
Megamamífero indet.
-
-
1
-
-
-
-
1
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
-
-
-
-
-
-
-
-
Avifauna
-
1
1
2
-
-
-
4
Oryctolagus cuniculus
-
4
15
10
5
-
2
36
Testudo sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
Micromamíferos
-
5
16
12
5
-
2
40
Fragmentos indeterm.
2
18
16
-
5
-
1
2
9
26
47
26
43
18
31
200
Total
Cuadro II.23. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XII. Sector occidental.
73
[page-n-87]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
3
-
-
-
3
1
1
-
-
Dama sp.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
-
-
-
-
-
-
1
Hemitragus sp.
-
-
-
-
-
-
-
Capridae
-
-
-
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
2
1
4
6
-
Mesomamíferos
7 (11,3%)
Equus ferus
2
4
-
-
-
-
1
-
1
-
3
-
2
-
2
15
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
-
-
3
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
-
-
1
2
1
-
-
-
-
1
-
1
-
-
6
Macromamíferos
7 (29,1%)
Elephantidae
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hem.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
1 (50%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
Total
Rt
Mt
FG
HC
Total
9
-
7
-
-
24
-
-
-
-
-
1
2
-
-
-
-
1
-
-
2
-
-
-
-
-
1
4
-
5
-
2
-
-
1
-
-
-
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
6
3
-
2
-
-
-
26
16 (25,8%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
-
25 (40,3%)
5 (20,8%)
14 (22,5%)
7 (29,1%)
-
5 (20,8%)
-
24
1 (50%)
-
-
-
-
-
-
15 (17,1%)
21 (23,8%)
32 (36,3%)
20 (22,7%)
88
Cuadro II.24. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XII. Sector occidental.
74
62
[page-n-88]
Nivel
Capas
XIIIa
XIIIb
XIIIc
1
2
3
4
5
6
7
9
10
11
Total
Cervus elaphus
32
7
1
2
4
1
-
3
1
-
51 (53,1%)
Dama sp.
1
3
-
1
-
-
-
-
-
-
5 (5,2%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
1
-
-
-
-
-
2
-
-
1 (1,04%)
Hemitragus sp.
-
-
1
1
2
1
1
-
6
-
12 (12,5%)
Capridae
1
-
2
1
-
-
-
-
-
1
5 (5,2%)
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
34
11
4
6
6
2
1
5
7
1
77 (80,2%)
Mesomamífero indet.
135
25
15
5
39
5
2
-
13
-
239
Equus ferus
7
2
-
-
1
-
-
-
-
1
11 (11,4%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
1
1
-
-
-
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamíferos
8
3
-
-
1
-
-
-
-
1
13 (13,5%)
Macromamífero indet.
21
1
-
3
-
-
-
-
-
-
25
Elephantidae
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus
1
-
1
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
3
-
1
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
7
1
-
-
-
-
Canis sp.
-
-
-
1
-
Canis lupus
-
-
1
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
-
4 (4,2%)
-
-
-
8
-
-
-
-
1 (1,04%)
-
-
-
-
-
1 (1,04%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
-
-
1
1
-
-
-
-
-
-
2 (2,1%)
Avifauna
-
-
-
-
-
-
-
2
-
-
2
19
6
1
-
4
12
15
75
50
-
182
Testudo sp.
-
2
-
-
1
1
-
-
-
-
4
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
19
8
1
-
5
13
15
77
50
-
188
59
143
26
26
-
1
-
-
15
3
273
286
192
48
41
51
21
18
82
85
5
829
Oryctolagus cuniculus
Micromamíferos
Fragmentos indeterm.
Total
Cuadro II.25. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XIII. Sector occidental.
75
[page-n-89]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
-
13
1
1
-
-
3
1
3
3
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
1
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
-
1
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
7
-
-
-
-
Capridae
-
2
1
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
4
2
3
6
Mesomamíferos
32 (25,8%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
8
-
14
1
3
51
1
-
-
-
-
1
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
1
-
3
-
-
-
-
-
-
3
1
-
11
-
-
1
-
-
-
-
-
1
-
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
3
5
4
6
15
-
-
-
-
48
18 (14,5%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
49 (39,5%)
25 (20,1%)
124
Equus ferus
-
7
-
-
-
1
1
2
-
-
-
-
-
-
-
11
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
2
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macromamífero indet.
5
-
3
4
-
1
3
-
2
-
1
-
1
1
1
22
Macromamíferos
13 (37,1%)
13 (37,1%)
5 (14,3)
4 (11,4%)
35
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
1
-
2
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
Megamamífero indet.
-
1
-
-
-
1
-
1
-
2
2
-
-
-
-
7
Megamamíferos
2 (20%)
Canis sp.
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (10%)
6 (60%)
1 (10%)
10
Macacus sp.
-
-
-
-
-
Carnívoros
1 (50%)
-
1 (50%)
-
2
48 (28,07%)
32 (18,71%)
61 (35,6%)
30 (17,54%)
171
Total
Cuadro II.26. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XIII. Sector occidental.
76
[page-n-90]
Capas
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
LS
Total
Cervus elaphus
4
1
1
4
2
-
3
-
3
7
22
3
50 (37,6%)
Dama sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
4
-
4 (3%)
Capreolus capreol.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
-
-
1
-
-
-
1
-
-
1
1
5 (3,7%)
Hemitragus sp.
5
-
-
1
-
3
-
-
2
3
7
2
23 (17,3%)
Capridae
1
1
1
1
-
-
-
-
-
-
2
1
7 (5,2%)
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
11
2
2
7
2
3
3
1
5
10
32
7
85 (63,9%)
Mesomam. indet.
11
8
4
12
3
9
10
14
13
15
97
6
202
Equus ferus
6
1
1
1
1
1
2
1
1
5
20
1
41 (30,8%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (0,7%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
2 (1,5%)
Macromamíferos
7
1
1
1
1
1
2
1
1
5
22
1
44 (33,1%)
Macromam indet.
5
1
-
2
-
1
3
3
-
9
12
-
36
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
1
1
3 (2,2%)
Megamamíferos
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
1
1
3 (2,2%)
Megamam. indet.
1
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
3
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1 (0,7%)
Carnívoros
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1 (0,7%)
Avifauna
-
-
1
1
-
-
-
1
-
4
4
11
22
46
5
48
15
6
24
18
34
35
93
755
77
1156
Testudo sp.
-
-
1
2
-
-
-
-
-
-
-
1
4
Otros
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
5
-
5
Micromamíferos
46
5
50
18
6
24
18
35
35
97
764
89
1177
Fragm. indeterm.
104
-
10
45
1
15
-
8
9
47
127
37
403
185
17
68
85
13
53
37
62
63
183
1055
141
1962
Oryctolagus cuniculus
Total
Cuadro II.27. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XV. Sector occidental.
77
[page-n-91]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
2
17
-
-
-
-
-
3
1
2
Dama sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
1
1
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
12
1
-
-
-
Capridae
-
2
1
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
Mesomamífero indet.
3
5
5
20
Mesomamíferos
45 (26,4%)
Rt
Mt
FG
HC
Total
10
-
18
3
1
57
-
1
-
-
1
-
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
4
-
-
-
1
1
-
3
4
3
25
-
-
2
-
-
-
-
2
1
-
8
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
4
7
4
5
17
-
1
-
-
72
32 (18,8%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
55 (32,3%)
38 (22,3%)
170
Equus caballus
1
25
-
1
-
-
1
2
-
2
5
-
3
1
-
41
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
3
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
4
Megaloceros sp.
-
2
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
Macromamífero indet.
-
-
5
3
-
-
2
1
1
-
3
-
2
-
1
18
Macromamíferos
31 (47,7%)
12 (18,4%)
15 (23,1%)
7 (10,7%)
65
Elephantidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
-
2
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamífero indet.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Megamamíferos
2 (66,6%)
Canis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
-
1
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1 (33,3%)
-
3
Macacus sp.
-
1
-
-
-
Carnívoros
1 (50%)
-
1 (50%)
-
2
79 (34,3%)
44 (19,1%)
62 (26,9%)
45 (19,5%)
230
Total
Cuadro II.28. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XV. Sector occidental.
78
[page-n-92]
Nivel
XVIIa
Capas
XVIIc
XVII
1
2
3
LS
1
2
3
4
5
6
LS
LS
Cervus elaphus
18
47
14
3
36
50
9
2
1
6
1
5
192 (32,6%)
Dama sp.
5
4
4
-
-
-
-
-
-
-
-
-
13 (2,2%)
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Cervidae
4
19
-
-
4
1
2
1
-
-
-
-
31 (5,27%)
Hemitragus sp.
5
2
1
-
4
1
3
-
-
-
-
-
16 (2,7%)
Capridae
9
7
-
-
1
7
2
-
1
-
-
-
27 (4,6%)
Sus scrofa
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Mesomamíferos
41
79
19
3
45
59
16
3
2
6
1
5
279 (47,4%)
Mesomamífero indet.
227
346
15
35
112
140
105
12
7
8
2
31
1040
Equus ferus
50
54
7
6
36
59
36
2
2
4
-
4
260 (44,2%)
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
-
-
-
2
1
-
-
-
-
-
-
3 (0,5%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
2
1
3
-
-
-
-
-
6 (1,02%)
Macromamíferos
50
54
7
6
40
61
39
2
2
4
-
4
265 (45,1%)
Macromamíf. indet.
38
60
12
5
40
40
58
2
1
5
3
2
269
Elephantidae
-
3
-
-
-
4
-
-
-
1
-
-
8 (1,3%)
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
8
15
-
-
1
2
-
-
-
-
-
-
26 (4,4%)
Megamamíferos
8
18
-
-
1
6
-
-
-
1
-
-
34 (5,7%)
Megamam. indet.
-
2
-
-
-
9
2
-
-
-
-
1
14
Canis sp.
2
1
1
-
-
1
1
-
-
-
-
-
6 (1,02%)
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles Meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Hienidae
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macacus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
2
1
1
-
-
1
1
-
-
-
-
-
6 (1,02%)
Avifauna
6
3
5
1
2
3
4
2
-
-
-
-
25
463
511
355
73
30
132
50
14
1
17
5
30
1681
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Otros
250
3
3
-
-
-
-
-
-
-
-
-
256
Micromamíferos
719
517
363
74
32
135
54
16
1
17
5
30
1963
Fragm. indeterm.
147
228
57
60
658
350
274
20
52
51
52
100
2049
1232
1305
474
183
928
801
549
55
65
92
63
173
6093
Oryctolagus cuniculus
Testudo sp.
Total
Cuadro II.29. Restos faunísticos identificados (NRI). Nivel arqueológico XVII. Sector occidental.
79
[page-n-93]
Partes Anatómicas
Cabeza
Tronco
Extremidades proximales
Cr
Dt
Vt
Ct
Cx
Pv
Ep
Hm
Fm
Cervus elaphus
23
37
1
5
-
2
1
12
4
12
Dama sp.
1
1
-
-
-
-
-
1
1
Capreolus capreolus
-
-
-
-
-
-
-
-
11
6
-
-
-
-
-
Hemitragus sp.
-
3
-
-
-
-
Capridae
2
6
-
-
-
Sus scrofa
-
-
-
-
50
11
25
74
Cervidae
Mesomamífero indet.
Mesomamíferos
Rt
Mt
FG
HC
Total
29
1
47
7
4
185
1
1
-
4
3
-
13
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2
-
6
2
-
27
1
1
1
3
1
-
2
2
2
16
1
-
8
1
-
2
-
1
4
1
26
-
151 (25,4%)
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
1
4
8
49
19
23
56
-
5
-
1
326
123 (20,7%)
Rd/Ul Tb/Fb
Extrem. distales
228 (38,4%)
91 (15,3%)
593
Equus ferus
8
126
5
6
1
3
-
16
9
12
21
-
12
7
6
232
Equus hydruntinus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Bos primigenius
-
1
-
-
-
-
-
-
1
-
1
-
-
-
-
3
Megaloceros sp.
-
3
-
-
-
-
-
-
-
4
-
-
-
-
2
9
Macromamífero indet.
8
13
9
27
-
1
4
13
5
2
4
-
2
-
-
88
Macromamíferos
159 (47,9%)
56 (16,8%)
88 (26,5%)
29 (8,7%)
332
Elephantidae
-
6
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
6
Hippopotamus sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Stephanorhinus hem.
-
26
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
26
Megamamífero indet.
-
-
2
-
-
-
-
-
-
-
1
-
-
-
-
3
Megamamíferos
32 (91,4%)
2 (5,7%)
1 (2,8%)
-
35
Canis sp.
-
-
1
5
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
6
Canis lupus
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Felis sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Meles meles
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Ursus arctos
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Macaca sp.
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Carnívoros
Total
-
6 (100%)
-
-
6
342 (34,5%)
187 (19,3%)
317 (32,8%)
120 (12,4%)
966
Cuadro II.30. Partes anatómicas faunísticas identificadas. Nivel arqueológico XVII. Sector occidental.
80
[page-n-94]
Niveles
Ia
Ib-Ic
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
Total
Cervus elaphus
49,9
34,6
25
36,9
34
25,3
41,3
53,1
38,1
32,6
37,1
Dama sp.
1,6
5,7
3,6
1,3
1,3
8,4
3,4
5,2
3,05
2,2
3,5
Cervidae
3,6
7,7
3,6
2,6
7,8
0
3,4
1,04
3,8
5,27
3,8
Hemitragus sp.
0,7
1,9
3,6
2,6
1
2,8
8,6
12,5
17,5
2,7
5,4
Capridae
6,6
3,8
14,3
3,1
8
26,7
5,1
5,2
5,3
4,6
8,2
Sus scrofa
3,1
1,9
0
4,7
16,1
4,2
0
0
0
0
3
Mesomamíferos
65,7
55,7
50
51,6
68,1
67,6
62,1
80,2
64,9
47,4
61,33
Equus ferus
5,1
7,7
3,6
3,3
1,5
2,8
25,8
11,4
31,3
44,2
13,67
Equus hydruntinus
0,5
3,8
3,6
0
0,1
0
0
0
0
0
0,8
Bos primigenius
26,9
21,1
42,8
40,9
24,8
22,5
8,6
2,1
0,7
0,5
19,1
Megaloceros sp.
0
0
0
0
0
0
0
0
0
1,02
0,1
Macromamíferos
32,6
32,7
50
44,3
26,5
25,3
34,4
13,5
32,1
45,1
33,6
Elephantidae
0,3
0
0
0
0,3
2,8
4,7
2,1
0
1,3
1,1
Hippopotamus sp.
0,7
3,8
0
2
3,3
2,8
0
0
0
0
1,2
0
1,9
0
0,6
0,5
0
1,7
2,1
2,3
4,4
1,3
1,1
5,7
0
2,6
4,1
5,6
3,4
4,2
2,3
5,7
3,4
Canis sp.
1
0
0
0
4
0
0
1
0
6
1,2
Canis lupus
0
0
0
0
0
0
0
1
0
0
0,1
Felis sp.
1
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0,1
Meles Meles
0
3
0
0
0
0
0
0
0
0
0,2
Ursus arctos
0
0
0
2
1
1
0
0
0
0
0,4
Hienidae
0
0
0
0
1
0
0
0
0
0
0,1
Macacus sp.
0
0
0
0
0
0
0
0
1
0
0,1
Carnívoros
0,4
5,7
0
1,3
1
1,4
0
2,1
0,7
1,02
1,3
Stephanorhinus hemitoechus
Megamamíferos
Cuadro II.31. Restos faunísticos identificados (NRI). Niveles arqueológicos I-XVII. Sector occidental.
81
[page-n-95]
Nivel
Ia
Ib-c
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
Cabeza
Ex. distal
97
(35,8)
3
(1,1)
22
(8,1)
149
(54,9)
8
(44,4)
0
(0)
4
(22,2)
6
(33,3)
5
(71,4)
0
(0)
0
(0)
2
(28,5)
20
(36,3)
3
(5,4)
10
(18,1)
22
(40)
43
(21,2)
3
(1,5)
32
(15,8)
124
(61,3)
4
(22,2)
0
(0)
5
(27,7)
9
(50)
3
(12,5)
4
(16,6)
10
(41,6)
7
(29,1)
13
(25,4)
5
(9,8)
15
(29,4)
18
(35,2)
19
(33,3)
0
(0)
16
(28)
22
(38,6)
60
(32,4)
9
(4,8)
58
(31,3)
58
(31,3)
Total
271
55
202
18
24
51
57
185
Cabeza
Ex. distal
18
3
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
7
1
(11,1)
0
(0)
0
(0)
8
(88,9)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(100)
2
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
43
(21,1)
3
(1,4)
33
(16,2)
124
(61,1)
4
(66,6)
0
(0)
1
(16,6)
1
(16,6)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
2
(40)
0
(0)
2
(40)
1
(20)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
2
(15,3)
0
(0)
4
(30,6)
7
(53,8)
Total
9
3
1
2
2
5
4
13
Cabeza
0
(0)
0
(0)
0
(0)
4
(100)
5
(71,4)
0
(0)
0
(0)
2
(28,5)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
203
20
(35,1)
0
(0)
11
(19,2)
26
(45,6)
6
6
(30)
0
(0)
3
(15)
11
(55)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
1
(50)
3
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
19
(55,8)
0
(0)
6
(17,6)
9
(26,4)
Ciervo
Tronco
Ex. prox.
Cervidae
Gamo
Tronco
Ex. prox.
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
20
4
7
4
57
0
4
34
Ex. distal
104
(34,6)
3
(1)
25
(8,3)
168
(56)
11
(44)
0
(0)
4
(16)
10
(40)
10
(66,6)
0
(0)
0
(0)
5
(33,3)
24
(39,3)
3
(4,9)
11
(18)
23
(37,7)
106
(22,9)
6
(1,2)
76
(16,4)
274
(59,3)
8
(33,3)
0
(0)
6
(25)
10
(41,6)
2
4
(14,2)
4
(14,2)
11
(39,2)
9
(32,1)
3
Cabeza
18
(30,5)
5
(8,4)
17
(28,8)
19
(32,2)
23
(35,3)
0
(0)
18
(27,6)
24
(36,9)
81
(24,9)
9
(3,8)
68
(29,3)
74
(31,8)
Total
300
25
15
61
462
24
28
59
65
Cabeza
Ex. distal
3
(75)
0
(0)
0
(0)
1
(25)
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(100)
2
(50)
0
(0)
1
(25)
1
(25)
4
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
1
(33,3)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
5
(100)
7
(63,6)
0
(0)
0
(0)
4
(36,3)
12
(48)
1
(4)
2
(8)
10
(40)
232
3
(18,7)
1
(6,2)
6
(37,5)
6
(37,5)
Total
4
1
1
4
6
2
5
11
25
16
Cabeza
Cervidos
Total
8
(40)
0
(0)
3
(15)
9
(45)
20
10
(58,8)
0
(0)
1
(5,8)
6
(35,2)
17
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
1
(25)
0
(0)
0
(0)
3
(75)
5
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
1
(25)
3
(75)
7
5
(71,4)
0
(0)
0
(0)
2
(28,5)
7
24
(42,8)
1
(1,8)
9
(16)
22
(39,3)
62
49
(50,5)
4
(4,1)
12
(12,3)
32
(32,9)
97
8
(61,8)
0
(0)
0
(0)
5
(38,5)
15
0
(0)
0
(0)
1
(33,3)
2
(66,6)
3
0
(0)
0
(0)
3
(100)
0
(0)
8
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(40)
1
(20)
1
(20)
1
(20)
16
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(25)
1
(12,5)
2
(25)
3
(37,5)
33
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
6
(31,5)
1
(5,2)
7
(36,8)
5
(26,3)
35
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
Tronco
Ex. prox.
Cápridos
Tar
Tronco
Ex. prox.
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Cabeza
Jabalí
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Cuadro II.32. Relación de partes anatómicas de los diferentes taxones en los niveles arqueológicos.
82
[page-n-96]
Nivel
Caballo
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Cabeza
Uro
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Elefante
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Hipopótamo
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Rinoceronte
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
I
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
21
(65,6)
1
(3,1)
2
(6,2)
8
(25)
32
122
(76,2)
1
(0,6)
6
(3,7)
31
(19,3)
160
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
6
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
6
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
11
(91,6)
0
(0)
0
(0)
1
(8,3)
12
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
3
(60)
0
(0)
1
(20)
1
(20)
5
47
(77)
0
(0)
9
(14,7)
5
(8,1)
61
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(66,6)
0
(0)
0
(0)
1
(33,3)
3
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
6
(60)
0
(0)
1
(10)
3
(30)
10
92
(70,7)
1
(0,7)
7
(5,3)
30
(23,1)
130
2
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
2
18
(90)
1
(5)
0
(0)
1
(5)
20
2
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
0
(0)
3
1
(50)
0
(0)
1
(50)
0
(0)
2
12
(75)
0
(0)
3
(18,7)
1
(6,2)
16
2
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
2
0
(0)
1
(50)
0
(0)
1
(50)
2
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
6
(40)
1
(6,6)
4
(26,6)
4
(26,6)
15
1
(33,3)
0
(0)
2
(66,6)
0
(0)
3
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
(100)
1
7
(63,6)
2
(18,1)
2
(18,1)
0
(0)
11
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
2
0
(0)
0
(0)
1
(100)
0
(0)
1
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
1
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
1
26
(63,4)
2
(4,8)
9
(21,9)
4
(9,7)
41
3
(75)
0
(0)
1
(25)
0
(0)
4
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
2
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
0
(0)
3
134
(57,7)
15
(6,4)
58
(25)
25
(10,7)
232
1
(33,3)
0
(0)
2
(66,6)
0
(0)
3
6
(100)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
6
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
(0)
0
26
(96,2)
0
(0)
1
(3,7)
0
(0)
27
Cuadro II.33. Relación de partes anatómicas de los diferentes taxones en los niveles arqueológicos.
83
[page-n-97]
OIS
5e
Cervidae
8
8-9
24 (41,37%)
51 (53,12%)
50 (38,16%)
192 (32,65%)
29 (2,21%)
Dama sp.
7
574 (43,78%)
Cervus elaphus
6
2 (3,44%)
5 (5,2%)
4 (3,05%)
13 (2,21%)
76 (5,8%)
Capridae
1 (1,04%)
5 (3,8%)
31 (5,27%)
28 (48,27%)
57 (59,37%)
59 (45,03%)
136 (23,12%)
18 (1,37%)
Hemitragus sp.
2 (3,4%)
680 (51,86%)
CERVIDOS
5 (8,6%)
12 (12,5)
23 (17,55%)
16 (2,72%)
115 (8,6%)
3 (5,17%)
5 (5,12%)
7 (5,3%)
27 (4,6%)
CAPRIDOS
133 (19,55%)
8 (13,79%)
17 (17,7%)
30 (22,9%)
43 (7,31%)
Sus scrofa
125 (9,53%)
-
-
-
-
Mesomamíferos
938 (71,54%)
36 (62,06%)
77 (80,2%)
85 (64,88 %)
279 (47,44%)
49 (3,73%)
15 (25,86%)
11 (11,45%)
41 (31,29%)
260 (44,21%)
7 (05%)
-
-
-
-
Equus ferus
Equus hydruntinus
Bos primigenius
396 (30,2%)
5 (8,62%)
2 (2,08%)
1 (0,76%)
3 (0,51%)
Megaloceros sp.
-
-
-
-
6 (1,02%)
Macromamíferos
452 (34,47%)
20 (34,48%)
13 (13,54%)
42 (32,06%)
265 (45,06%)
Elephantidae
6 (0,45%)
1 (1,7%)
2 (3,5%)
-
8 (1,36%)
Hippopotamus sp.
31 (2,36%)
-
-
-
-
Stephanorhinus hemit.
5 (0,38%)
1 (1,04%)
2 (2,08%)
3 (2,29%)
26 (4,42%)
Megamamíferos
42 (3,23%)
2 (3,44%)
4 (4,16%)
3 (2,29%)
34 (5,78%)
Carnívoros
14 (1,06%)
-
2 (2,08%)
1 (0,76%)
6 (1,02%)
1404
56
92
128
550
TOTAL
Cuadro II.34. Restos faunísticos identificados y agrupados en la secuencia oceánica (OIS).
Nivel
Ia
Ib-c
II
III
IV
V
XII
XIII
XV
XVII
134
(26,2)
33
(6,4)
104
(20,3)
240
(46,9)
15
(31,9)
3
(6,3)
17
(36,1)
12
(25,5)
7
(38,8)
2
(11,2)
1
(5,5)
8
(44,4)
36
(26,8)
26
(19,4)
39
(29,1)
33
24,6)
257
(28,6)
127
(14,1)
259
(28,8)
254
(28,3)
33
(30)
7
(6,3)
44
(40)
26
(23,6)
7
(11,29)
16
(25,81)
25
(40,32)
14
(22,58)
32
(25,81)
18
(14,52)
49
(39,52)
25
(20,16)
45
(26,47)
32
(18,82)
55
(32,35)
38
(22,35)
151
(25,46)
123
(20,74)
228
(38,45)
91
(15,35)
511
47
18
134
897
110
62
124
170
593
139
(66,5)
8
(3,8)
16
(7,6)
46
(22)
13
(27,6)
28
(59,5)
3
(6,3)
3
(6,3)
14
(93,3)
1
(6,6)
54
61,3)
5
(5,6)
23
(26,1)
6
(6,8)
122
(41)
44
(14,8)
98
(32,9)
33
(11,1)
15
(45,4)
2
(6,06)
15
(45,4)
1
(3,03)
7
(29,17)
5
(20,83)
7
(29,17)
5
(20,83)
13
(37,14)
13
(37,14)
5
(14,29)
4
(11,43)
31
(47,69)
12
(18,46)
15
(23,08)
7
(19,77)
159
(47,89)
56
(16,87)
88
(26,57)
29
(8,73)
Total
209
47
15
88
297
33
24
35
65
332
Cabeza
5
(100)
3
(100)
0
3
(50)
Tronco
0
0
0
0
Ex. prox.
0
0
0
Ex. distal
0
0
0
2
(33,3)
1
(16,6)
23
(46)
18
(36)
5
(10)
4
(8)
3
(42,8
1
(14,2)
2
(4)
1
(14,2)
1
(50)
0
(0)
0
(0)
1
(50)
2
(20)
1
(10)
6
(60)
1
(10)
2
(66,6)
0
(0)
1
(33,3)
0
(0)
32
(91,43)
2
(5,71)
1
(2,86)
0
(0)
Total
5
3
0
6
50
7
2
10
3
35
Mesomamíferos
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
Total
Megamamíferos
Macromamíferos
Cabeza
Tronco
Ex. prox.
Ex. distal
0
0
Cuadro II.35. Relación de partes anatómicas agrupadas por peso y respecto de los niveles arqueológicos.
84
[page-n-98]
Categorías Faunísticas - Especies
Nivel
1ª
2ª
3ª
4ª
5ª
I
ciervo
uro
tar
caballo
jabalí
II
uro
ciervo
tar
caballo
gamo
III
uro
ciervo
tar
jabalí
caballo
IV
ciervo
uro
jabalí
tar
hipopótamo
V
tar
ciervo
uro
jabalí
hipopótamo
XII
ciervo
caballo
tar
uro
elefante
XIII
ciervo
tar
caballo
uro
rinoceronte
XV
ciervo
caballo
tar
gamo
rinoceronte
XVII
caballo
ciervo
tar
rinoceronte
gamo
Cuadro II.36. Representatividad de los taxones faunísticos en la secuencia: Ciervo, uro, caballo, tar, jabalí, gamo, rinoceronte, hipopótamo y
elefante. Se ha vinculado los restos de cervidae a ciervo y los de capridae al tar.
Categorías
1ª
2ª
3ª
4ª
5ª
I
meso
macro
meso
macro
meso
II
macro
meso
meso
macro
meso
III
macro
meso
meso
meso
macro
IV
meso
macro
meso
meso
mega
V
meso
meso
macro
meso
mega
XII
meso
macro
meso
macro
mega
XIII
meso
meso
macro
macro
mega
XV
meso
macro
meso
meso
mega
XVII
macro
meso
meso
mega
meso
Cuadro II.37. Representatividad de las categorías faunísticas: mesomamífero, macromamífero, megamamífero.
Mesomamífero
Macromamífero
Megamamífero
Nivel
1ª
2ª
3ª
4ª
1ª
2ª
3ª
4ª
1ª
2ª
3ª
4ª
I
ED
C
EP
T
C
ED
T
EP
C
-
-
-
II
ED
C
T
EP
C
ED
-
-
-
-
-
-
III
EP
C
ED
T
C
EP
ED
T
C
EP
ED
-
IV
EP
C
ED
T
C
EP
T
ED
C
T
EP
ED
V
EP
C
ED
T
C
EP
T
ED
C
EP
T
ED
XII
EP
T
ED
C
C
EP
T
ED
C
ED
-
-
XIII
EP
C
ED
T
C
T
EP
ED
EP
C
T
ED
XV
EP
C
ED
T
C
EP
T
ED
C
EP
T
ED
XVII
EP
C
T
ED
C
EP
T
ED
C
T
EP
ED
Cuadro II.38. Representatividad de las partes anatómicas según las categorías faunísticas: mesomamífero, macromamífero, megamamífero.
C: cabeza. T: tronco. EP: extremidades proximales. ED: extremidades distales.
85
[page-n-99]
[page-n-100]
III. LAS INDUSTRIAS LÍTICAS DE LA COVA DEL BOLOMOR
El principal objetivo de estudio es el análisis de aquellos
ítems relacionados con la acción humana, tanto objetos de
utilización como objetos de transformación. No obstante,
también se han tenido en consideración aquellos elementos
exclusivamente medioambientales, ya que condicionan la
ocupación de la cavidad y su conocimiento resulta fundamental para la correcta contextualización de los materiales
arqueológicos. Las diferentes características y grados de
manipulación permiten ordenarlos en categorías, algunas de
las cuales no están representadas, por el momento, en el
registro arqueológico de la Cova del Bolomor (cuadro III.1).
III.1. LA METODOLOGÍA APLICADA
El objetivo concreto de este trabajo es el conjunto de
productos líticos recuperados en las excavaciones realizadas
en el yacimiento entre los años 1989 y 2003, aunque se hace
referencia a su relación con los materiales de otros sectores
o las características de sus contextos sedimentarios. El mate-
rial procede de las unidades arqueológicas excavadas en el
Sector Occidental y para su estudio se han aplicado distintas
aproximaciones metodológicas, consideradas relevantes
desde un punto de vista tanto teórico como práctico, de cara
a afrontar los objetivos planteados. De ese modo, el discurso
estructurado y elaborado, desde las hipótesis del investigador, va acompañado de observaciones analíticas y tratamientos estadísticos que articulan objetivamente la variabilidad de los datos, categorías y criterios. En dichos análisis
se presta atención cualitativa y cuantitativa a cualquier
característica, atributo o estado de los distintos elementos,
basándose en la larga experiencia de otros investigadores, de
la que soy partícipe a través de la bibliografía, y de mi propia
experiencia.
La observación analítica individualizada permite, por
tanto, la medición y clasificación de productos arqueológicos, mientras que su tratamiento estadístico posibilita la
identificación de fenómenos objetivos, requisito fundamental para ser contrastados con otros conjuntos o, dado el
POSIBLES OBJETOS DE LA UNIDAD ARQUEOLÓGICA
MEDIOAMBIENTALES
ANTRÓPICOS DE UTILIZACIÓN O TRANSFORMACIÓN
No transformados
Deposición natural geológica
o
biológica por acción
sedimentológica sin
intervención antrópica
Sin trazas de uso
Transformados
Con trazas de uso
Estructura ecosocial
Manuports
Enlosados
Empedrados
Bloques hogar, etc
Debitados
Retocados
Estructura industrial antrópica
Percutores
Yunques
Retocadores
Huesos, etc
Núcleos
Lascas/láminas
Restos de talla y debris
Útiles transformados
(líticos, óseos y vegetales)
Cuadro III.1. Posibles objetos de la unidad arqueológica.
87
[page-n-101]
caso, ser reinterpretados. En este sentido, una valoración
cuantitativa de los objetos líticos, en relación a su distribución espacial en el seno de la unidad deposicional arqueológica, es también un parámetro importante para establecer
comparaciones intra e intersite, como reflejo de la intensidad y/o duración de las actividades humanas. Esta valoración se concreta mediante la proporción de registros líticos
por unidad arqueológica. La variabilidad de estos valores
puede ayudar a detectar la presencia de diferentes agentes en
la dinámica teórica y deposicional de los objetos líticos.
Igualmente el índice de restos óseos/restos líticos (H/L)
proporciona una visión comparativa interna del conjunto de
elementos registrados.
La clasificación y cuantificación de los datos de la
industria lítica se ha realizado mediante la elaboración de
una ficha estándar que recoge las variables a tener en cuenta
en el análisis general. El número de fichas elaboradas
asciende a 35.000 y los campos existentes por ficha son 70.
Dentro de cada campo se relacionan un número de variables
limitado que asciende a 360. La computarización de todos
estos datos se ha desarrollado mediante una base de datos
FileMaker Pro acompañada de una hoja de cálculo Excel
para el tratamiento gráfico y el programa estadístico SPSS
que permiten realizar aquellos cálculos que se han considerado necesarios.
III.1.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
El estudio de la estructura industrial precisa definir los
conceptos instrumentales empleados para que no puedan ser
usados desde perspectivas contrapuestas que invaliden su
concepción teórica (Pie y Vila 1991). Así pues, el uso de una
terminología tecnológica –mayoritariamente francesa y, a
menudo, de difícil traducción– se convierte en una necesidad
metodológica. En la misma se recurre a expresiones originales o a neologismos, como es el caso de los dos principios
de talla o fabricación del utillaje façonnage y débitage, cuya
propuesta de traducción por desbastar y debitar (Merino
1994) es empleada en el presente estudio. Igualmente ocurre
con otros términos alusivos a conceptos o modos de explotación volumétrica (levallois, discoide, entre otros) o a
métodos de debitado o de producción (lineal, recurrente)
(Boëda 1986).
La estructura industrial recoge la totalidad de los materiales líticos manipulados y transformados por el hombre. Dos
grandes grupos de objetos configuran la estructura industrial
lítica de Bolomor: los elementos de producción o explotación
(núcleos, cantos y percutores) y los elementos producidos que
se obtienen por interacción de los primeros. Uno de los principales objetivos es discriminar los registros líticos en las correspondientes categorías estructurales establecidas (percutores,
cantos, núcleos, restos de talla, debris, pequeñas lascas, lascas
y productos retocados), puesto que su ausencia/presencia diferencial resulta de excepcional importancia.
Se han considerado productos configurados todos aquellos que se han obtenido intencionalmente mediante debitado. Éstos se agrupan en dos categorías: productos retocados y no retocados o lascas/láminas. La diferenciación
entre ambas está en función de la existencia o no de retoque.
88
Se han valorado como productos no configurados el resto de
categorías consecuentes a la preparación y manipulación de
los productos configurados, clasificándolos en tres categorías según sus atributos morfológicos y tipométricos: restos
de talla o fragmentos no identificables, debris o productos
líticos inferiores a 10 mm y pequeñas lascas con tipometría
entre 11-19 mm. La separación entre las categorías “pequeñas lascas” y “lascas”, como elementos de configuración,
está sujeta a un cierto grado de subjetividad, pero los bajos
valores tipométricos de la industria aconsejan esta diferenciación.
La distinción entre elementos de producción y
elementos producidos nos puede aproximar a las actividades
desarrolladas en el yacimiento Cova del Bolomor. Tres
índices nos indican la proporcionalidad de estas actividades:
- Índice de Producción (IP) o relación entre el número
de soportes producidos y el número de núcleos
(número soportes/número núcleos).
- Índice de Configuración (IC) o relación entre el
número de soportes configurados y no configurados
(número soportes configurados/número soportes no
configurados).
- Índice Configurado de Transformación (ICT) o
relación entre el número de soportes configurados
retocados y no retocados. Expresa un mayor grado
cualitativo del proceso de configuración y transformación compleja del utillaje.
Los índices anteriores son valorados en cada unidad
arqueológica para observar la diferencia entre los distintos
niveles. Valoraciones estadísticas como la media o la moda
aportan valores comparativos para relacionar las variaciones
diacrónicas y sus dinámicas.
III.1.2. LA MATERIA PRIMA
La materia prima lítica está considerada como el
producto bruto pétreo que proporciona la naturaleza para su
utilización por el hombre. En los inicios de la arqueología se
empleaban los términos “bloque-matriz” y “núcleo” como
sinónimos desde el punto de vista conceptual (Mortillet
1883, Hamal y Servais 1921, etc.). Progresivamente, estos
términos darán paso al de “masa de materia prima” que
viene definido como «…bloque de donde se han sacado
lascas…» o «…toda masa de materia prima debitada…»
(Tixier 1963, Leroi Gourhan 1964...). Actualmente la definición de materia prima lítica admite algunos matices, sobre
todo en su diferenciación con los núcleos propiamente
dichos. De ese modo puede ser considerada como el volumen pétreo duro que permite su captación y utilización como elemento de producción lítica. Un concepto empleado en
el presente estudio es la denominada “dicotomía litotécnica”
como división litológica de los tipos de soportes con características tecnofuncionales y morfológicas que coexisten en
un determinado espacio donde el macroutillaje se realiza en
caliza y los útiles sobre lasca en sílex.
[page-n-102]
Las características litológicas
Los análisis litológicos de la materia prima son, generalmente, de carácter macro o microscópico y se centran en las
características epigénicas de las rocas sedimentarias duras:
análisis de la estructura, formación y contenido paleontológico, que permiten situar geológicamente el lugar de procedencia. Determinados análisis muy específicos y complejos
profundizan en estas cuestiones. Desde la microscopía electrónica para conocer la diagénesis pétrea o el sencillo
método de diferente densimetría, hasta otros más sofisticados y con escasa aplicación arqueológica: estudio de
elementos traza (Luedtke 1978), método de difracción de
rayos X, la activación de neutrones, la absorción atómica, la
termoluminiscencia, entre otros (Earle y Ericson 1977).
La localización exacta de las diferentes fuentes de aprovisionamiento lítico es una tarea compleja, por las numerosas variables discriminantes entre las probables áreasfuente y las dificultades inherentes a la naturaleza de los
afloramientos. La investigación se enfoca a la determinación
mineralógica de los soportes líticos mediante análisis que
orientan sobre determinadas categorías mineralógicas que
son asociadas a un contexto geológico (Carrión et al. 1998).
Una vez identificado el tipo particular de materia prima,
individualizada por sus características genéticas, biológicas
y estructurales, se busca su origen en el interior del contexto
geológico regional, en su particular litoteca. Obviamente, la
ausencia en nuestro caso de un corpus lítico regional de este
tipo imposibilita, por el momento, la aplicación práctica;
pero sin embargo esta “constitución litológica” puede ser
individualizada y agrupada en conjuntos diferentes a la
espera de determinar su origen geográfico.
La falta de estudios litológicos especializados en el
entorno de Bolomor se acompaña de otras dificultades como
son las características físicas de los repertorios líticos que,
dada su alteración físico-química, impiden en gran medida
determinar la ubicación o procedencia concreta de los
mismos. Resulta imposible, en la mayoría de los casos,
conocer la estructura y características litológicas de muchos
de los conjuntos líticos. Nuestro método actual está acotado,
por tanto, a una valoración macroscópica que agrupa unos
pocos tipos de rocas: sílex, caliza y cuarcita, constituyendo
el 99% de la materia lítica utilizada en Bolomor (Fernández
et al. 1994, 1997).
Sílex: roca compuesta mayoritariamente por óxido de
silicio (SiO2) con dureza entre 6,5-7 en la escala de Mohs,
peso específico entre 2,3-2,7 y con fractura concoidea
procedente de la sustitución iónica del calcio por sílice en las
arcillas carbonatadas antes de su compactación. En esta categoría se agrupan todas las variedades de rocas formadas
por agregación silícea y con alto índice de silicio. El sílex
hallado en la Cova del Bolomor se presenta en forma de
nódulos y cantos de pequeño tamaño procedentes de depósitos primarios que corresponden al nivel de calizas grises
del piso geológico Coniacense-Santonense, en cuya base
ocasionalmente existen nódulos de sílex. También en la base
del Dogger hay buenos riñones de sílex y en las interestratificaciones sabulosas con granos cuarcíticos de los niveles
Santonienses, aunque es de baja calidad. El actual litoral are-
noso incluye alguna de estas piezas y su morfología indica,
a veces parcialmente, el modelado rodado, dada la gran
dureza del sílex, que se muestra mejor en las superficies
corticales calcáreas. El origen primario de estos elementos
líticos se desconoce. Posiblemente guarde relación con antiguas cuencas continentales y la aportación a lo largo de la
historia geológica de los ríos más próximos (Xúquer, Vaca y
Serpis) o incluso de otros más lejanos, dada su amplia
dispersión.
Caliza: roca calcárea con alto porcentaje de carbonato
cálcico (CaCO2), dureza de 3 en la escala de Mohs, peso
específico de 2,6-2,8 y fractura concoidea. Su coloración
está en función de las impurezas que contenga. Las halladas
en Bolomor son mayoritariamente micríticas y proceden de
bancos tableados azules y verdes de edad Oxfordiense,
situados principalmente en la vertiente oriental de la Serra
de les Agulles, aunque presentan una amplia distribución en
las comarcas próximas de La Ribera y La Safor. La
presencia de clastos coluviales con aristas redondeadas, no
subesféricos, dificulta la clasificación de los posibles modelados rodados fluviales o marinos. Sin embargo, determinadas piezas presentan una innegable morfología marina
plana, aunque son escasas a lo largo de la secuencia litoestratigráfica. Estos elementos micríticos son los que potencialmente mejor responden, por su menor dureza, al modelado abrasivo marino.
Cuarcita: roca sedimentaria o metamórfica formada
por granos de cuarzo y cemento silíceo y dureza en la escala
de Mohs de 7. Las halladas en Bolomor proceden de terrenos de edad Primaria, erosionados y redepositados en varios
ciclos geológicos en cuencas secundarias, terciarias y cuaternarias, y parte de ellos vertidos al mar por los ríos. Los
materiales estudiados indican una procedencia Primaria,
Permotriásica y Wealdense para los distintos clastos. No
existen estratos primarios cuarcíticos vinculados a la cuenca
valenciana del Xúquer, aunque sí secundariamente depósitos
de cuenca terciaria, datados como Helveciense-Tortoniense
y de edad Plioceno superior (Formación Jaraguas). Éstos son
principalmente depósitos de conglomerado con elementos
calcáreos cretácicos y jurásicos y cantos cuarcíticos con
matriz margo-arcillosa poco consistente. Las cuarcitas rojizas de componente ferruginoso se vinculan bien a niveles
Permotriásicos, al igual que las verdes, aunque éstas últimas
pudieran guardar mejor relación con depósitos de grauwacas
primarios. Las cuarcitas grises y amarillas, con clastos de
menor volumetría, parecen asociarse claramente a la facies
Weald, bien representada en la cuenca media del Xúquer.
Todos los cantos están muy rodados, con morfologías subesféricas y sin impactos mecánicos en las superficies corticales, lo que indica un abundante flujo hídrico en la génesis
de su modelado. No presentan morfologías rodadas planas,
características de los cantos marinos. Parece obvio su transporte principal por el Xúquer a lo largo de su historia geológica, desde su cabecera hasta el área baja o litoral, donde
fueron captadas y transformadas por el hombre.
Otras rocas silíceas han sido bien determinadas como
la calcedonia y el cuarzo (cristalino y filoniano), diversos
89
[page-n-103]
tipos de areniscas de color gris y rojizo y alguna roca ígnea
como la ofita. Su presencia es testimonial en el porcentaje
lítico de Bolomor. Las distintas materias líticas de Bolomor
han sido clasificadas en categorías morfoestructurales, a las
que se ha añadido el valor medio correspondiente al
volumen y peso específico de las mismas (cuadro III.2). La
obtención de estos valores se ha realizado mediante la medición de un número suficientemente representativo de las
distintas categorías líticas. Se presenta la relación entre los
diferentes tipos de materias primas y las categorías estructurales de las unidades arqueológicas dentro de los correspondientes niveles. Estos resultados tienen sus correspondientes
aplicaciones estadísticas.
Materia prima
Volumen/gr.
Peso específico
(gramo/volumen)
Caliza cristalina
0,34
2,92
Calcedonia
0,35
2,90
Cuarcita granulosa
granate
0,36
2,78
Cuarcita granulosa verde
0,37
2,68
Caliza micrítica
0,38
2,61
Cuarcita amarilla/gris
0,39
2,57
Sílex fresco
0,40
2,50
Sílex alterado (1)
0,41
2,43
Sílex patinado
0,43
2,34
Sílex desilificado
0,44
2,28
Cuadro III.2. Características de la materia prima de la Cova del
Bolomor. (1) Suma el sílex patinado y el desilificado.
En términos arqueológicos generales se observa un
tratamiento diferencial de las materias primas, según se trate
de materiales alóctonos o de procedencia local, con un aprovechamiento de materias primas de muy buena calidad para
la talla, no sólo de adquisición inmediata, sino buscados
específicamente para tal efecto. La captación de estos materiales en el paisaje supone una importante movilidad por
parte de los grupos cazadores-recolectores.
Las alteraciones líticas
Las alteraciones líticas son las modificaciones de las
propiedades mecánicas y químicas de una roca por transformación de todos o parte de los elementos que la constituyen.
Estas alteraciones postdeposicionales experimentadas por los
objetos nos informan de los procesos sufridos en el registro
arqueológico. Los tipos principales considerados, mediante
observación macroscópica, en Bolomor son: pátina, erosión y
termoalteración, que se correlacionan bien con los principales
factores de alteración pétrea: presión, temperatura y factores
químicos (Shepherd 1972, Rottländer R.C. 1975, Masson
1981, 1981a, entre otros).
Pátina: es la alteración de la superficie de los objetos
líticos consistente en un cambio de coloración y brillo de
90
diferentes tonalidades, generalmente blancas y amarillas, que
afecta en profundidad al objeto. La presencia de la pátina
obedece a procesos de deshidratación y su penetración en el
interior del objeto depende de la composición química del
terreno y de la exposición a los agentes atmosféricos. Los
factores principales que intervienen en este proceso son la
textura y composición mineralógica del sílex, la porosidad y
los efectos químicos de la sedimentación. La textura y
composición mineralógica favorece o no la resistencia al
ataque químico de los iones del sedimento. La porosidad
constituye una red anastomósica que junto con el agua intersticial facilita la entrada de iones capaces de disolver el sílice
(Doce y Rodon 1991). La diferente porosidad, 1/7000 mm
para el sílex y 1/280.000 mm para la calcedonia –valores
mineralógicos estándar– (Texier 1981) es causa de que esta
última roca tenga una muy baja alteración en comparación al
sílex. Este tipo de alteración puede presentar diferentes
grados desde el óptimo estado de la pieza o fresco: semipátina, pátina plena y desilificación. Esta última se produce con
el cambio estructural interno de la pieza y la consecuente
pérdida de peso. La desilificación puede explicarse por la
destrucción de gran número de microfibras cristalinas de
sílice por acción conjunta de agua, materia orgánica y raíces
de plantas. Se ha diferenciado la pátina completa, en la totalidad de la pieza, de la parcial o semipátina. Igualmente se ha
buscado la presencia de doble pátina, que indicaría un tiempo
de modificación entre ambas. A partir de los remontajes se
pueden observar la existencia o no de grados de pátina diferentes de un mismo elemento.
Erosión: es la alteración resultado de un rodamiento
mecánico, principalmente por acción hídrica. A este tipo de
alteración se añade la afectación fisioquímica de los agentes
naturales (decalcificación en las rocas carbonatadas). La
acción del agua no sólo debe ser considerada como erosión
mecánica sino también como química.
Termoalteración: es la alteración que se produce como
consecuencia de la exposición a altas temperaturas de los
ob97jetos líticos, lo que conlleva la modificación de su
aspecto o estructura. El fuerte cambio de temperatura actúa
acelerando la descomposición del agua (hidrólisis). Se han
establecido dos tipos principales de manifestaciones que a
veces pueden presentarse de forma conjunta y que afectan
principalmente al sílex (Gruet 1954, Texier 1981):
- Fisuras y modificación del color y brillo del objeto.
- Levantamientos térmicos o cúpulas características.
La cuantificación y valoración de las diferentes alteraciones de Bolomor se realiza mediante la relación de los
diferentes tipos de materia prima litológica y las categorías
de las alteraciones de las unidades arqueológicas agrupadas
en su correspondiente nivel. Igualmente se relacionan los
modos de alteraciones (pátina, semipátina, desilificación,
termoalteración y fresco o no alterado) del sílex y la caliza
en sus unidades arqueológicas correspondientes. La cuarcita
no se incluye por no presentar alteraciones fiables susceptibles de ser observadas macroscópicamente.
[page-n-104]
III.1.3. LA TIPOMETRÍA
La tipometría de las categorías estructurales consiste en
obtener valores métricos de las dimensiones fundamentales
del objeto lítico (longitud, anchura y grosor). La obtención
de estas medidas implica la orientación previa mediante un
criterio establecido único y su valor homogéneo expresado
en milímetros. El análisis tipométrico de Bolomor incluye
además unos índices que expresan la relación entre las
dimensiones fundamentales: índice de alargamiento (IA)
resultado de dividir la longitud (L) por la anchura (A) del
objeto, e índice de carenado (IC) o cociente entre la menor
medida (de longitud o anchura) y el máximo grosor (Laplace
1972). El índice de carenado para los núcleos será la división
de la anchura por el grosor. A éstos se añade el peso en
gramos como valor de mayor proximidad al parámetro de
globalidad –tridimensional–. La variable peso constituye
uno de los atributos más significativos en relación a los estadios de la cadena de producción lítica.
La pieza lítica a medir se inscribe en un rectángulo
imaginario cuyos lados expresan la longitud (paralela al eje
de percusión) y la anchura (perpendicular a dicho eje). El
grosor se inscribe entre dos ejes paralelos óptimos respecto
a la horizontal entre los que se sitúa longitudinalmente la
pieza. La experimentación señala que el formato de las
lascas es un valor que guarda relación muy estrecha con el
desarrollo temporal de las secuencias de explotación y por
tanto es un buen indicador de la fase del proceso operativo
al que corresponden los objetos. Uno de los fenómenos más
observado y reiterado es la disminución tipométrica progresiva de las lascas a medida que avanza la explotación
(Magne 1989, Mauldin y Amick 1989). Es decir, las lascas
de mayor tamaño tienden a corresponder a las primeras fases
de la secuencia, disminuyendo el formato conforme el
tamaño del núcleo se va reduciendo, aunque hay que tener
presente la relación entre los atributos formales del objeto y
el proceso técnico del que derivan. También es cierto que
elementos de pequeño formato siempre son frecuentes a lo
largo de la secuencia, pero su proporción tiende a aumentar
a medida que disminuye el tamaño del núcleo.
El tamaño máximo de la lasca viene condicionado por el
tamaño del núcleo. Conforme el núcleo se reduce la posibilidad de obtener elementos de mayor tamaño es menos
frecuente, por lo que es más probable en cualquier secuencia
de explotación que los formatos pequeños sean más numerosos que los grandes. Parece obvio que cuanto mayor sea el
tamaño de la lasca mejor representará la fase del proceso de la
cadena operativa. La aplicación de criterios de clasificación
tipométrica y la comparación de guarismos puros entre yacimientos es un criterio no exento de error, dado que los valores
métricos de las piezas líticas dependen de factores tecnológicos y geológicos como las estrategias de explotación lítica,
el tamaño de la materia prima disponible y utilizada y el grado
de aprovechamiento de la misma. Las etapas del proceso de
producción lítico pueden ser identificadas a través del estudio
morfotipométrico. En este sentido, el amplio predominio de
productos líticos pequeños, la mayor representatividad de
formatos poco espesos y cortos, la concentración en categorías de bajo peso y, fundamentalmente, la alta proporción de
lascas de 3º orden y la inmensa cantidad de micro restos de
talla identificados, sugieren actividades de talla vinculadas
con los últimos estadios de reducción lítica.
La elaboración de formatos tipométricos es una herramienta útil, cuando no imprescindible, para valorar la
dimensión espacial de los objetos. Existen dos tendencias
sobre la forma de establecer categorías volumétricas o de
formato. Por una parte se pueden desarrollar categorías en
base a los límites o distancias en el interior de los
conjuntos del mismo yacimiento, a partir de medidas de
tendencia central basadas en la dispersión de la longitud y
anchura. Esta medición precisa conlleva una dificultad a la
hora de comparar con otros yacimientos por lo que, y a
pesar de que existen múltiples factores que intervienen en
los condicionantes tipométricos, parece aconsejable establecer parámetros rígidos como elementos homogéneos de
comparación. Por ello, se ha optado por utilizar gráficas de
uso común que relacionan nítidamente formatos de alargamiento y tamaño.
El análisis tipométrico de Bolomor relaciona las categorías estructurales (percutor, núcleo, lasca y producto retocado) con una amplia serie de valores métricos y de índices
correspondientes: longitud, anchura, grosor, índice de alargamiento, índice de carenado, peso. Estos resultados tendrán
sus correspondientes y posteriores aplicaciones estadísticas:
mediana, media, rango, desviación, curtosis y oblicuidad.
También se relacionan, de cara a completar la configuración
del análisis tipométrico, estos valores estadísticos con la
estructura industrial y las materias primas de cada nivel
arqueológico.
III.1.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DEL
ELEMENTO DE EXPLOTACIÓN
El objetivo del análisis morfotécnico de las industrias de
Cova del Bolomor es determinar las características morfológicas y tecnológicas de cada una de las categorías estructurales que han sido individualizadas atendiendo a un criterio
temporal dentro de la cadena operativa. La ordenación en
elementos de producción o explotación y elementos producidos sigue, por tanto, un criterio coherente con el proceso
productivo.
Los elementos de explotación son los percutores y
núcleos, aunque una valoración más amplia abarca también
a los manuport como potenciales elementos en la cadena
productiva. Entre los percutores se incluyen todos aquellos
elementos que aunque tengan una definición más precisa, a
veces problemática, han podido intervenir en el proceso de
producción (yunques, retocadores, entre otros). Todos ellos
muestran señales de actividad antrópica.
Los percutores
Los objetos considerados percutores en Bolomor son
cantos rodados por acción fluvial o marina que tienen forma
regular esférica, ovoide u oblonga, con ángulos apuntados o
redondeados. Los estigmas de su utilización son diferentes
trazas en las partes sobresalientes de su superficie (ángulos,
aristas o extremos), desde ligeros puntos de impacto hasta
amplios levantamientos. Las formas, dimensiones, materia
91
[page-n-105]
prima y señales de utilización de estas piezas presentan unas
características bien definidas y constantes, tanto como para
que puedan ser considerados útiles con un uso especializado.
Los percutores han sido, tradicionalmente, definidos
como martillo natural para debitar o retocar la piedra dura y
pueden ser empleadas materias como guijarros, hueso, asta,
madera, marfil, entre otros (Tixier 1963). Su estudio no está
exento de problemas, ya que a pesar de ser la función y la
prueba de esta actividad la que debe marcar su estudio –los
percutores deben estar caracterizados por las trazas de utilización que llevan–, su clasificación se ha realizado, en
cambio, en base a las características de sus diferencias
morfológicas: simples, apuntados, activos, pasivos, etc.
(Rutot 1909, Bordes 1961, Chavaillon 1979, Tixier et al.
1980, Brézillon 1983...). La propuesta que consigue integrar
mejor estos dos aspectos fundamentales es la llevada a cabo
por Leroi-Gourhan (1943, 1971), que vincula el tipo de
percusión con las trazas dejadas. En este sentido, el estudio
de los percutores, sus características –tales como la forma, el
tamaño, el peso, la materia prima y las señales o trazas de los
impactos en su superficie– y la relación de las mismas entre
sí resulta de gran importancia.
La función del percutor de mano con sus trazas de uso
ha sido debidamente confirmada por la experimentación,
por lo que los caracteres observados macroscópicamente y
vinculados a su función constituyen valores aceptables. La
función polivalente y su variabilidad morfológica hacen
difícil su individualización frente a otros elementos
próximos (yunque, retocador, etc.). De hecho, los percutores
destinados a la talla lítica pueden ser confundidos con otros
que se utilizan para fracturar huesos, frutos secos e incluso
como morteros; o con aquellos soportes que han servido de
yunques, tal y como muestran las trazas en su superficie. El
peso es uno de los criterios que permiten la diferenciación,
pues se considera que los percutores suelen presentar un
peso inferior a 600 gr para ser efectivos en su función
(Chavaillon 1979). El tamaño y su morfología, más o menos
adaptable a la mano, también son criterios de separación.
Los percutores de talla pequeña, cuyo destino funcional
principal se cree fue el retoque, han sido diferenciados con
la denominación retocadores y su problemática reside en
que determinadas operaciones técnicas (diferentes del
retoque) se acomoden bien a las reducidas dimensiones de
éstos. No estamos hablando de retocadores o compresores
por presión; el término retocador es una acepción amplia que
incluye presión y percusión (Beaune 1997). Generalmente
no exceden de 100 gr y de 10 cm de longitud y presentan
morfologías planas y contornos generalmente utilizados. La
materia prima es otro valor a considerar y su elección parece
menos sistemática que en los percutores de tamaño grande,
posiblemente porque la percusión lanzada, cuanto mayor es
el tamaño y peso, precisa una mayor dureza para así evitar la
fracturación. La materia prima debe ser adecuada a su función; esta presenta una variabilidad que debe ser explicada
por las fuentes de aprovisionamiento lítico y por sus usos
varios. La polivalencia frecuente de un mismo soporte daría
a entender que la materia prima no es específica –poco especializada– para una función determinada.
92
La presencia de percutores en yacimientos europeos del
Paleolítico antiguo no es numerosa, incluso en áreas de talla.
Esta circunstancia debe ser puesta en contraste con otros
factores (estrategias de gestión de los recursos, características de la ocupación, etc.). El tipo de percusión utilizada en
los niveles de Bolomor, observada microscópicamente,
corresponde a la denominada lanzada a mano, ejercida por
un apuntamiento que genera una señal o traza, cuyo tamaño
tras el impacto depende de la energía empleada. Las concentraciones (puntos, impactos, cúpulas) y modalidades (puntiforme, lineal y difusa) de estas marcas de golpeo se clasifican según Leroi-Gourhan (1943, 1971) y S. de Beaune
(1997, 2000).
En Bolomor la materia prima empleada en la elaboración de los percutores es muy poco variada y está caracterizada por el uso de rocas duras con grano muy fino como la
caliza cristalina o esparítica y, a su vez, por una ausencia de
las de grano grueso que no posibilitan unas superficies de
impacto nítido. Las trazas de utilización son las típicas
señales puntiformes y ligeros desconchados circunscritos a
los extremos de las caras. La cuantificación y valoración de
los percutores y sus características relacionan cuatro valores
métricos: longitud, anchura, grosor y peso, y tres morfotecnológicos: litología, morfología y piqueteados. Estos valores
se presentan en las unidades arqueológicas correspondientes. Además se valoran y cuantifican las características
de los impactos (puntiformes, estrías, desconchados), las
superficies de utilización (una cara, dos caras, tres caras,
contorno), la integridad de los percutores (entero, 3/4, 1/2),
el grado de intensidad de los impactos (ligera, media,
intensa), entre otros.
Los núcleos
Los núcleos son considerados los elementos de producción o explotación más relevantes en la definición de la
estructura industrial a estudio. La definición de núcleo utilizada descarta el establecimiento de tipos basada en la
búsqueda de una descripción morfológica, sin atender a la
secuencia operatoria y con el objetivo de clasificar piezas
sueltas. Este planteamiento restrictivo condujo a una cierta
uniformidad con escasa variabilidad entre éstos. Hoy se
considera como una masa lítica preparada para servir de
base a la extracción de piezas en el marco de su cadena
operativa con características petrológicas y tecnológicas
definidas. Aunque es obvio que toda masa de materia lítica
tallada adquiere el carácter de núcleo, las necesidades de la
extracción obligan a dar a éste la forma y proporciones favorables para la talla, por lo cual estas piezas deben presentar
extracciones claras que no formen un filo o parte activa.
Igualmente la intencionalidad cognitiva como elemento de
producción debe prevalecer en la base conceptual de núcleo.
Como consecuencia de ello, es preciso indagar en las distintas fases de las cadenas operativas donde la superficie de
percusión o preparación (SP) y el modo de gestión de la
superficie de debitado (SD) sean determinantes en la obtención de diferentes categorías de núcleos. Por tanto, debe ser
aplicado un agrupamiento doble basado en la fase de desarrollo dentro de la cadena operativa y en los modos de ges-
[page-n-106]
tión y características de la SD, en la que juegue un importante papel la dirección del eje de debitado y su relación con
las características de la SP. Del mismo modo, debe tenerse
en cuenta el objetivo original de obtención de un producto
lítico de morfología regular con buen filo y una recurrente
producción de varias lascas a partir de una misma serie de
debitado. Las actividades que corresponden a los diferentes
momentos del proceso de producción de instrumentos líticos
se pueden resumir en: descortezar nódulos, reducción de
núcleos, extracción de soportes, formalización de instrumentos, regularización y mantenimientos de filos.
La explotación de los núcleos y la correspondiente
producción de elementos líticos pueden depender de
diversos factores:
es decir, con relación L/A próxima o igual a 1. La ausencia
de un tipo de debitado en alguna fase concreta de la cadena
operativa (ej. inicial) conduce a valorar la aplicación de esta
gestión en otras fases (avanzadas). Igualmente, la ausencia
de un debitado avanzado o agotado (ej. unipolar) lleva a
valorar como ausente este modo de gestión. La presencia de
índices de carenado en los núcleos con valores superiores a
2 (planos o muy planos) indica que los nódulos elegidos son
preferentemente planos, circunstancia que se puede acompañar de un determinado debitado inicial (Fernández Peris
1998). Los valores métricos de los núcleos se relacionan con
sus respectivas fases de gestión (testado, inicial, explotado,
agotado) y estas categorías se agrupan en las correspondientes unidades arqueológicas.
Factores conductuales:
- De la materia prima y el tamaño de los núcleos. A
mayor tamaño del núcleo, mayor número de productos
a obtener.
- Del grado de aprovechamiento o economía de materia
prima. A mayor explotación del núcleo mayor número
de productos obtenidos.
- Del método de explotación utilizado. Por ejemplo, los
métodos recurrentes levallois (centrípetos) generan
más productos que los lineales, en una misma fase de
agotamiento.
- De las estrategias de movilidad de la materia prima. El
aumento de productos transportados frente a los
núcleos aumenta el número de éstos.
Las extracciones del núcleo
Las extracciones del núcleo corresponden a las que se
generan en la superficie de debitado (SD). Éstas permiten
distinguir las secuencias y tipo de explotación: unipolares,
bipolares, multipolares, ortogonales y centrípetas; así como
el grado de explotación. Los núcleos iniciales con amplia
lasca preferencial, generalmente cortical y poco espesa,
proporcionan el menor número de extracciones por núcleo,
mientras que extracciones radiales (centrípetas) aportan un
mayor número de lascas, a costa de una baja tipometría. Hay
que recordar que estos valores corresponden al negativo
dejado sobre la SD del núcleo y que éste siempre es inferior
métricamente al soporte desprendido. La alta proporción de
lascas de 3º orden, sumado a ciertos atributos como la regularización del frente de extracción y la preparación de la
superficie de percusión, suponen el desarrollo de actividades
vinculadas con la extracción de formas configuradas (debitadas) para su posterior transformación (retocadas) y uso. La
extracción de soportes orientada fundamentalmente hacia
materias primas de calidad y fuentes de abastecimiento
distantes, junto a un amplio predominio de tamaños pequeños en las lascas de 3º orden, permite suponer un aprovechamiento intenso de los soportes cuyas dimensiones resultaron más aptas para la confección de instrumentos.
La morfología, el número y la disposición de los levantamientos informan de su simetría y desarrollo respecto al
eje radial o centrípeto, complementando las secuencias y
tipo de gestión de las SD. La gran mayoría de los levantamientos presenta una morfología cuadrangular (cuatro
lados) que puede ser más larga que ancha –larga– o, por el
contrario, con valores L/A cercanos a 1 y de mayor anchura
–corta–. En Bolomor los levantamientos ovales y triangulares son escasos. La morfología gajo o segmento esférico es
frecuente y corresponde a las lascas de 2º orden típico que
presentan un filo opuesto a una superficie cortical. Por todo
ello podemos afirmar que los sistemas tecnológicos empleados no producen puntas como soporte primario, aunque
esto no está en contradicción con que algún soporte cuadrangular se trasforme en «útil de morfología triangular». La
relación lascas/núcleo respecto a las fases de gestión
(testado, inicial, explotado, agotado) sirve para ubicar las
morfologías de los elementos configurados en las fases de la
cadena operativa.
Factores postdeposicionales:
- Todos aquellos que hayan alterado la deposición primigenia. Cualquiera de estos factores puede ser en mayor
o menor grado responsable de la obtención de un
determinado índice.
Las variables morfotécnicas son las que discriminan las
características de configuración del objeto. El modo de
actuación en la superficie de debitado en relación a la superficie de percusión y la fase de explotación correspondiente
generan unas características específicas. Estos planos de
actuación se denominan:
- Superficie de preparación o percusión (SP), en la que
se aplica la percusión para obtener los productos de
debitado.
- Superficie de lascado o debitado (SD) o plano que
contiene las extracciones de estos productos.
La tipometría del núcleo
El escaso número de ejemplares y su distribución en los
niveles de Bolomor aconseja no agrupar éstos por unidades
arqueológicas. La tipometría y explotación de los núcleos
indica que determinadas gestiones (ej. ortogonal) son exclusivas iniciales, al no hallarse en las formas agotadas, y
además se aplican cuando la SD del núcleo es muy regular,
93
[page-n-107]
Las fases de explotación y el modo de configuración
Las diferentes fases de explotación tienen un carácter
secuencial de gran importancia pues indican el grado de
transformación al que ha sido sometido el elemento de
producción: testado o fase de comprobación, inicial o fase
de inicio, explotado o fase plena del proceso y agotado o en
el límite de su capacidad productiva.
La configuración del núcleo caracteriza la morfología de
la superficie de lascado en relación a la superficie de percusión. La orientación de los núcleos viene marcada por el eje
de debitado principal de la SD. Los tipos de núcleos se
agrupan en categorías en función de sus características morfológicas y secuenciales. El estudio de Bolomor, más que tipos
de núcleos, intenta abordar “formas nucleares de actuación”
relacionadas con otras categorías líticas. La relación de
núcleos se realiza en las distintas unidades arqueológicas y
respecto de la fase de explotación considerada. Las denominaciones levallois, discoide, etc., corresponden a las ampliamente debatidas en la literatura arqueológica y el estado de
agotamiento del núcleo es obtenido de dividir la volumetría
original en cuatro segmentos paralelos y equidistantes (<25%,
25-50%, 51-75% y >75%). Los núcleos más agotados son
aquellos en los que la explotación, recurrencia y preferencialidad han sido más aplicadas (ej. preferenciales y centrípetos).
Determinadas gestiones pueden corresponder a fases intermedias de las cadenas operativas (ej. gestión bipolar).
Los planos de percusión del núcleo
Los planos de percusión o preparación como superficies
que reciben el impacto extractivo se asocian al estado de
agotamiento del núcleo y a la complejidad y ordenación de
elaboración (cortical, liso, diedro, facetado). En Bolomor,
los planos de percusión multifacetados están presentes en las
fases avanzadas de explotación y pueden mostrar vinculaciones a determinadas gestiones (ej. preferenciales), que
además suelen coincidir con procesos de mayor elaboración.
Esta misma circunstancia puede producirse también en los
núcleos iniciales, aunque de forma particular (ej., en los
ortogonales).
III.1.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DEL
ELEMENTO PRODUCIDO
El elemento producido es aquel producto lítico obtenido
de un núcleo y, en el caso de que esté configurado, se le ha
denominado producto de debitado “intencionado”. Por tanto,
debitar es producir elementos configurados líticos (lascas)
con una distinción secuencial. Las lascas son elementos
producidos –debitados– por la percusión (Laplace 1968). Su
longitud debe ser inferior a dos veces su anchura (lámina
tipométrica) y técnicamente se distinguen las de preparación, debitado y retoque (Tixier 1963). Dada la dificultad en
Bolomor de discernir correctamente la totalidad de los
productos de preparación y debitado, se han establecido las
siguientes categorías:
- Lasca de decalotado: producto de debitado con
reverso y talón cortical.
- Lasca de 1º orden: producto de debitado con reverso
cortical y talón preparado o semicortical.
94
- Lasca de 2º orden: producto de debitado con córtex
parcial en su cara superior.
- Lasca de 3º orden: producto de debitado sin córtex.
Los productos configurados (lascas y productos retocados) se han relacionado con el correspondiente orden de
extracción (decalotado, 1º orden, 2º orden, 3º orden). En
ocasiones se han unido las categorías lasca de decalotado y
lasca de 1º orden con la denominación de esta última.
La superficie del talón
La superficie de la pieza lítica (superficie de percusión)
situada en la porción proximal y perpendicular al eje de
percusión es comúnmente denominada talón. El predominio
de talones lisos identificados en la muestra de Bolomor
constituye una evidencia del estadio de la secuencia productiva, en tanto que éstos se vinculan fundamentalmente con la
talla por percusión lanzada, más relacionada con la obtención de soportes. En cambio, los estadios más avanzados
relacionados con la extracción de formas configuradas
muestran un mayor porcentaje de superficies talonares
complejas. La modalidad de talla en la producción de instrumentos líticos de Bolomor es principalmente la percusión
directa (lanzada) con percutor duro. La utilización de una
percusión más precisa, tal vez con percutor no pétreo, podría
estar vinculada a la presencia de porcentajes significativos
de talones puntiformes o de muy bajo grosor que habría que
contrastar con la calidad de materia prima.
Los productos líticos configurados de Bolomor se han
relacionado con la preparación de la superficie talonar
(cortical, plana, facetada, ausente) y los correspondientes
talones, con sus características morfologías: cortical, semicortical, liso puntiforme, diedro, triedro, multifacetado, fracturado y suprimido). Igualmente se presentan las características del talón en los productos configurados: longitud (L),
anchura (A), superficie (IS o longitud por anchura), índice
de alargamiento (IA o longitud/anchura), índice de regulación de la periferia del núcleo (IRPN o grosor lasca/anchura)
y AN o ángulo. Por último, la incidencia de los accidentes de
talla es indicadora de los gestos técnicos del debitado:
golpes fallidos, terminaciones en charnela, talones fracturados o fisurados, entre otros.
La cara dorsal y la corticalidad
El dorso es el anverso de la pieza lítica obtenida
mediante debitado y presenta las señales previas de esta actividad en su superficie. Esta cara de morfología convexa
general suele presentar o bien una superficie sin aristas (cortical), que corresponde a lascas de decalotado y de primer
orden, o una o varias aristas que son el negativo de los
extremos de los anteriores levantamientos. La cara dorsal es
la principal superficie de producción de los elementos líticos
configurados.
La presencia de córtex en las lascas se vincula a las
fases iniciales de la secuencia operativa lítica, en las que la
proporción de elementos corticales es mayor respecto a otras
fases más avanzadas. El análisis de los tipos morfológicos de
lascas de fuerte corticalidad (iniciales) debe presentar una
[page-n-108]
relación inversa entre la proporción de superficie cortical y
su representatividad en la muestra. Por ello es posible inferir
si el traslado de materias primas al yacimiento se realizó
posteriormente o no a un descortezado relevante. Las estrategias de producción que no se vinculan a un completo
descortezado nodular presentan un mayor potencial de
productos corticales. Las diferencias en los porcentajes de
corticalidad no deben ser interpretadas exclusivamente
como presencia más o menos intensa de las primeras fases
de la cadena operativa. Éstas también pueden deberse a una
diferente intensidad de la explotación de los nódulos donde
a mayor explotación mayor posibilidad de producción
cortical. La corticalidad es, por tanto, un buen indicador de
la segmentación de los procesos operativos.
Los grados de corticalidad considerados en el estudio de
Bolomor hacen referencia a cinco categorías:
- Grado 0: Sin córtex en la pieza (lasca de 3º O).
- Grado 1: Hasta un 25% del anverso con córtex (lasca
de 2º O).
- Grado 2: De un 25-50% del anverso con córtex (lasca
de 2º O).
- Grado 3: De un 50-75% del anverso con córtex (lasca
de 2º O).
- Grado 4: Todo el anverso cortical, lasca de decalotado
con toda su superficie cortical y lasca de 1º orden con
el talón no cortical.
Una fórmula para valorar el desarrollo de la secuencia
de explotación es considerar el tamaño de las lascas corticales en las distintas categorías o grados de corticalidad.
Una relación positiva entre lascas con formatos grandes y
presencia de córtex, que aumenta en relación al tamaño, es
un indicador óptimo del grado de desarrollo de un proceso
de talla concreto. Por tanto, formato tipométrico y corticalidad son dos variables que se conjugan para aproximarnos a
identificar la fase de la cadena operativa tratada. El estudio
de Bolomor muestra el análisis morfotécnico de corticalidad
(grado y situación) respecto a la estructura industrial y a la
materia prima. También se ha relacionado el grado de corticalidad respecto a la longitud y anchura de los productos
configurados.
Las extracciones
El número de extracciones previas –negativos– que
muestra la cara dorsal nos informa del desarrollo de la
secuencia de explotación y de la complejidad previa a la
obtención de un producto predeterminado. Circunstancia a
valorar tecnológicamente en algunos soportes como los
considerados levallois, donde se relacionan el número de
levantamientos (aristas) con los productos configurados.
La cara ventral
El reverso de la pieza lítica obtenida mediante debitado
es siempre considerado ventral y bulbar. Las características
morfotécnicas de la cara ventral pueden mostrar aspectos
tecnológicos del debitado. La presencia de bulbos difusos, el
dominio de talones poco espesos y la baja frecuencia de
fracturas sobre las plataformas de percusión son atributos
que pueden ser asociados a una técnica de talla. Los tipos de
bulbo (difusos o marcados) son indicadores de acciones de
percusión-talla que se pueden relacionar, entre otros, con la
elección de determinadas calidades de materias primas (ej.
calizas de grano fino o micríticas). Las características bulbares en el estudio de Bolomor se presentan relacionadas:
simple-difuso (SD), simple-marcado (SM), doble presente
(DP), doble marcado (DM), triple presente (TP), triple marcado (TM) y suprimido (S); respecto de los productos configurados y las materias primas.
La simetría
La simetría de la sección transversal de las piezas líticas
es un valor importante para poder discernir los elementos
configurados de los que no lo son. Ésta también interviene
en aspectos cualitativos referentes a la estandarización del
utillaje e incluso en aspectos tecnológicos de inclusión en las
listas tipológicas. Los ejes de lascado y simetría, así como
las secciones de los objetos líticos, ayudan a esta determinación. Orientar un objeto es darle una posición en relación a
un sistema de referencias. La noción de orientación tridimensional: derecho, izquierdo, distal, proximal –todas estas
porciones del espacio–, reclama una precisión de las referencias, y este sistema de referencias es el de los ejes. La
orientación es, por tanto, indispensable para comparar los
objetos entre ellos. Por otro lado, el eje de simetría es uno de
los elementos base, tanto del estudio como de la clasificación tipológica (Dauvois 1976):
- El eje de debitado o de percusión es un criterio de
orientación en un elemento que debe estar previamente
definido para poder mesurar las piezas líticas. Esta
orientación se realiza en base al eje de percusión como
línea imaginaria que pasa por el punto de impacto y
separa el bulbo en dos partes iguales (Bordes
1961:16). El eje es único y con valor constante de 90º.
- El eje de simetría o morfológico es la línea imaginaria
que divide la pieza en dos mitades simétricas pasando
por el punto de percusión y el extremo distal de la
pieza. El eje puede presentar valores entre 1º y 179º
dependiendo de si su proyección se sitúa hacia la
derecha o hacia la izquierda respecto del eje de
lascado.
En los niveles de Bolomor, el análisis morfométrico de
la simetría de la sección transversal (triangular, trapezoidal,
convexa, irregular) se ha relacionado con los productos
líticos configurados e, igualmente, con la medición del eje
de debitado y eje morfológico.
III.1.6. EL ANÁLISIS FORMOTÉCNICO DEL
ELEMENTO RETOCADO
El elemento retocado es considerado como aquel
producto lítico sobre el que se ha elaborado un retoque
intencional antrópico. Generalmente éste se realiza sobre
soportes configurados como fase culminativa de la cadena
95
[page-n-109]
operativa. La aproximación al retoque mediante valores
cuantitativos complementa la subjetividad y aleatoriedad de
las descripciones morfológicas y, por tanto, la aplicación
métrica ayuda a evaluar el grado de homogeneidad del
retoque. Tras varias propuestas de partida, con planteamientos muy amplios en los criterios a utilizar, se observa lo
poco operativos que resultan algunos de ellos para el
conjunto estudiado, pues superan la viabilidad del mismo y
se ha optado por su no inclusión. Me refiero a todos los
caracteres micromorfológicos cuyo estudio está en plena
expansión (Prost 1990, 1993), al igual que otros macromorfológicos.
Los criterios utilizados en el análisis morfotécnico de
los productos retocados de Bolomor son:
- Cuantitativos: longitud, anchura, altura, ángulo de
incidencia del retoque, proporción del retoque, superficie retocada y superficie del soporte.
- Cualitativos: Materia prima, forma del soporte, tipo
técnico del retoque, tipo de útil, tipo de talón, superficie opuesta al retoque, morfología y delineación del
retoque.
La longitud del retoque es la que expresa su nombre; la
anchura y el ángulo corresponden a la medida media obtenida en tres puntos que se identifica con el carácter mayoritario. Los aspectos técnicos del retoque se han hecho
siguiendo a Tixier et al. (1980), al igual que los caracteres
del mismo: posición, localización, repartición, delineación,
extensión, inclinación y morfología. La cuantificación
eficaz de la superficie retocada implica valorar correctamente el soporte y las modificaciones que ha sufrido en las
primeras fases de talla. Tres elementos han sido considerados fundamentales en el análisis de los productos retocados y configuran una síntesis de sus características: el
retoque como elemento particular e individual, el filo retocado o parte activa y el frente o superficie retocada.
El retoque
El retoque es el resultado de la operación que a través
del debitado repara, rectifica o acomoda los objetos líticos
dotándolos de la forma definitiva de útil y consiste en la
acción de dar forma al producto de debitado (Heinzelin
1962, Laplace 1968). El retoque es un caracter del utillaje
con definición ambigua dada su amplitud conceptual –cualquier levantamiento lítico con valor tipométrico aceptado
podría ser incluido–. También es considerado una modificación de una parte del soporte y, por tanto, relacionado con su
localización y su delineación, aunque tecnológicamente no
guarde relación con la modificación de un filo. Retoque y
función son dos variables inseparables en las que subyace
una fuerte carga cognitiva, ya que el retoque es función y
funcionamiento del soporte. Por estas características, el
retoque como elemento, ante todo, del sistema de producción, se le considera con valor cultural (Yvorra 2000). La
aplicación del mismo y su variabilidad a determinados
soportes se inscriben en esquemas conceptuales complejos y
elaborados. La problemática que presenta es la identifica-
96
ción de caracteres fiables que hacen necesaria la búsqueda
de criterios homogéneos sobre la variabilidad del retoque y
su relación con los soportes elegidos.
El estudio de Bolomor relaciona la morfología del
retoque (escamoso, escaleriforme, paralelo, subparalelo,
denticulado y en muesca), la proporción (corto, medio, largo
y laminar) y la amplitud (marginal, muy marginal, entrante,
profundo y muy profundo) respecto de las categorías de los
productos de debitado.
El filo retocado
La fuerte asociación entre determinadas materias y
objetos con retoque recurrente (reactivación lítica) permite
visualizar cómo las actividades de regularización y mantenimiento de filos líticos estuvieron orientados principalmente
hacia las materias primas de muy buena calidad para la talla.
Este es un principio cualitativo generalmente admitido. Igualmente es frecuente que las etapas iniciales de la cadena operativa no estén representadas en las materias primas de mayor
calidad disponibles. Así pues, en el estudio de Bolomor se
relaciona la delineación del filo del retoque (recto, cóncavo,
convexo y sinuoso) con las categorías de debitado. Igualmente
se presenta el ángulo del filo del retoque respecto al orden de
extracción de los productos líticos.
La superficie y ubicación del retoque
El frente del retoque es la superficie configurada que ha
sido expuesta a esta actividad y nos indica la morfología útil
del objeto lítico, así como la intencionalidad en la extensión
y ubicación de esa superficie considerada funcionalmente
como cortante. La aplicación del retoque sobre el soporte
crea un “diedro” con inclinación variable dependiendo de la
intensidad de la actividad.
Posición, localización y repartición nos indican la ubicación del retoque respecto del filo configurado y su posición
de talla, así como la mayor o menor complejidad en el desarrollo de varios filos retocados. La morfología y la proporción indican las características específicas del hacer tecnológico. La posición del retoque (lado izquierdo, lado
derecho, lado distal o transversal y lado proximal) y su localización (directo, inverso, bifacial, alterno y alternante) se
presentan en relación a las categorías de los productos de
debitado. Igualmente se presenta, en relación con éstos, la
repartición del frente retocado (continuo, discontinuo y
parcial).
Los tipos de retoques
Los tipos de retoques se han considerado siguiendo el
conocido y extendido modelo de Laplace (1968, 1972),
aunque con pequeñas modificaciones. Los modos o tipos de
retoques quedan simplificados en cuatro categorías para los
distintos niveles de Bolomor. Estas agrupaciones se han
realizado en base a una medición métrica para evitar la
subjetividad en la valoración del retoque:
- El modo simple considera aquél que afecta sólo al
filo y con un grado de inclinación inferior a 45º. La
medición de la relación anchura/altura del frente debe
ser 1 o muy próximo, la altura preferentemente superior a la anchura y ésta última con valor inferior a 5.
[page-n-110]
- El modo plano presenta la relación anchura/altura
siempre superior a 1 con grado de inclinación inferior
a 45º y filos rasantes que entran en las piezas, por lo
general delgadas.
- El modo sobreelevado con ángulo superior a 45º
afecta al filo y al plano; son piezas espesas y la relación anchura/altura es inferior a 1.
- El modo escaleriforme corresponde a un grado de
inclinación superior a 75º, afecta al filo y plano, y la
relación anchura/altura es inferior a 0,6 o negativa; son
piezas muy espesas con frente abrupto.
La dimensión del retoque y el grado de transformación
La dimensión del frente del retoque es un valor muy útil
que informa sobre la función y grado de agotamiento del
soporte (Kuhn 1990). Ésta expresa la reducción del objeto
lítico como soporte configurado original y puede especificar
el grado de agotamiento o reutilización del objeto con las
connotaciones de cambios morfológicos que ello supone
(Dibble 1987, 1987a, 1988, 1988a). El grado de transformación no es sino una reducción en valores tipométricos del
objeto. Para poder valorar esta incidencia en el estudio de
Bolomor se utilizan tres parámetros: extensión, amplitud y
profundidad del frente retocado o superficie afectada por
éste. Diferentes índices ayudan a entender esta incidencia:
- LF: longitud del frente retocado.
- AF: anchura del frente retocado.
- HF: altura del frente retocado.
- IF: relación anchura/altura del frente retocado. Inclinación del retoque.
- SR: superficie retocada, longitud por anchura del
frente retocado (izquierdo, derecho y transversal), en
cm2.
- F/RT: relación filo/retoque, longitud de la lasca
(filo)/longitud del frente retocado (izquierdo, derecho
y transversal). A mayor índice F/R menor aprovechamiento del filo propio de la lasca, es decir, menor desarrollo potencial de la pieza.
- IT: índice de transformación como proporción de
superficie retocada respecto del soporte no transformado, obtenido mediante el cociente superficie retocada/superficie total de la pieza (SP) por 100.
Los grados de retoque se han analizado en los respectivos niveles arqueológicos de Bolomor, así como su relación con las categorías de los productos retocados.
La tipología
La tipología surge como la necesidad de elaborar clasificaciones taxonómicas y descriptivas previas a los estudios
funcionales. La tipología utilizada en Bolomor es una nomenclatura de carácter meramente morfológico, no pretende
ninguna inferencia funcional. Es el estudio de una “población” considerada homogénea de artefactos que comparten
una gama sistemática recurrente de estados de atributos den-
tro de un conjunto politético (Clark 1968). Por tanto, es una
clasificación estrictamente taxonómica que intenta buscar y
definir valores con carácter irreductible o variables epistémicamente independientes dentro de un marco de referencia
específico. A estos complejos de valores se consideran las
series politéticas diferentes observadas conjunta y repetidamente en artefactos individuales. No es posible plantear una
tipología funcional; la función de los objetos no sólo
depende de la forma de los mismos sino también de variables culturales no controladas. Además las formas son polifuncionales, por lo que es inviable establecer categorías tipológico-funcionales (Calvo 2002).
La utilización del término tipo en el presente estudio es
meramente tipológica (artefacto tipo específico) y no es
sinónimo de ninguna función de uso. Las categorías “tipos”
se agrupan en las correspondientes listas tipológicas donde
el tipo es un artefacto que comparte una serie de atributos
con una afinidad menor que el subtipo o variante del artefacto con un elevado nivel de afinidad (Clark 1968). Se plantean diferentes subtipos concernientes en especial a raederas, denticulados y perforadores cuyos atributos permitan
este agrupamiento específico. Los tipos se encuadran en las
categorías propuestas por F. Bordes (1961).
La utilización de la méthode Bordes no obedece a posiciones ideológicas sino pragmáticas, al ser el método
comparativo más extendido y de fácil comprensión y utilización. Metodológicamente es preciso aceptar un modelo de
sistematización que homogeneice las clasificaciones de
utillaje lítico. Valorar la validez de los distintos criterios
utilizados en las propuestas tipológicas imperantes es un
esfuerzo que supera los límites del presente estudio. Se han
realizado modificaciones concernientes a estructuraciones
particulares sobre aspectos ligados a factores morfológicos o
tecnológicos, como la agrupación de los frentes retocados
dobles o perfilar determinados atributos. También se han
matizado aquellas variables que se consideran esenciales en
los grupos tipológicos y se han buscado elementos de mayor
complejidad y síntesis en el seno del conjunto tipológico
estudiado.
Los índices tipológicos e industriales son una forma de
sistematización de la realidad tipológica, un modo de
circunscribir lo concreto, de interpretar los atributos. Se
presentan estos índices líticos junto a otros métricos (índice
de alargamiento e índice de carenado) y con respecto a la
secuencia productiva u orden de extracción.
III.1.7. LA FRACTURACIÓN LÍTICA
La fracturación de las piezas líticas configuradas y que
poseen retoque es un indicador de la reutilización del instrumental lítico como elemento técnico de una determinada
ocupación intensiva y/o prolongada del hábitat. La fracturación también puede deberse a causas naturales postdeposicionales o a causas antrópicas no intencionales (accidentes de
talla, fracturación térmica, pisoteo, etc.) o buscadas, como es
el caso de la reconfiguración del objeto. La fracturación
intencional y con aplicación de una metodología técnica
particular es un aspecto estilístico que conviene retener. Las
características tecnológicas entre las piezas soporte como
97
[page-n-111]
elementos de producción y las piezas de desecho clarifican
los procesos operativos dinámicos de la transformación del
utillaje y pueden explicar pautas conductuales antrópicas.
El grado de fracturación en el estudio de Bolomor se
divide en cuatro categorías y los productos retocados correspondientes a cada unidad arqueológica considerada. Igualmente se relacionan los distintos tipos fracturados, la ubicación (distal, mesial, proximal y lateral) y los modos de retoques correspondientes.
III.2. LAS UNIDADES ESPACIALES
ARQUEOLÓGICAS
Las unidades espaciales arqueológicas hacen referencia
a espacios físicos e interpretativos de actuación arqueológica práctica y teórica. El proceso se inicia en la unidad
arqueológica que corresponde al segmento o porción espacial de excavación considerada como capa artificial
–unidad cartesiana de excavación– dentro de la unidad
geológica o litoestratigráfica correspondiente. En las excavaciones de Bolomor se han utilizado, salvo excepciones,
unidades arqueológicas con una potencia media teórica de
10 cm y extensión de 1 m2 para cada cuadro vinculado. Las
unidades arqueológicas son independientes en su numeración y correlación, aunque siempre se insertan en las
unidades geológicas que condicionan su desarrollo y por
tanto cada unidad geológica presenta sus correspondientes
SECUENCIA GEOLÓGICA
Estrato
Unidad
geológico
geológica
Ia
Ib
I
Ic
II
II
III
III
IV
IV
V
V
VI
VI
VII
VII
VIII-IX
VIII-IX
X
X
XI
XI
XIIa
XII
XIIb
XIIc
XIIIa
XIII
XIIIb
XIIIc
XIV
XIV
XVa
XV
XVb
XVI
XVI
XVIIa
XVII
XVIIb
XVIIc
XVIII
XVIII
Estrato
arqueológico
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII-IX
Bloques
XI
XII
XIII
XIV
XV
Bloques
XVII
Estalagmítico
unidades arqueológicas. De esta forma la aparición de
nuevos niveles o unidades puede ser abordada con mejor
resolución en el proceso de excavación. Ante esta nomenclatura hablaremos preferentemente de estrato y unidad
geológicos para referirnos a la secuencia litoestratigráfica y
nivel o capa para la arqueológica. También se hace referencia a la unidad total (arqueológica o geológica) como
aquella que abarca su correspondiente espacio en la totalidad del yacimiento. El nivel estratigráfico será aquel que
sintetiza el estrato o nivel litoestratigráfico (geológico) y el
estrato arqueológico en su totalidad, independientes de su
ubicación espacial concreta. La unidad geoarqueológica es
aquella porción de espacio que interpretativamente se ha
considerado que presenta una mayor concentración de
materiales arqueológicos respecto a otros espacios que la
limitan y que teóricamente representan momentos de desocupación. Su individualización se realiza mediante el estudio de la dispersión de los ítems arqueológicos.
Los conjuntos industriales del yacimiento corresponden a
distintos sectores cuya secuencia litoestratigráfica general (I a
XVII) se puede correlacionar. También existen remociones
sedimentológicas que aportan materiales parcialmente
descontextualizados y cuya información separada debe ser
considerada como acompañante de la estratificada. El estudio
propuesto es básicamente de carácter diacrónico e intenta establecer e interpretar los posibles procesos de cambio en los
sistemas morfotécnicos de producción lítica (cuadro III.3).
SECUENCIA ARQUEOLÓGICA
Nivel
Unidades
arqueológico
arqueológicas
Ia
6
Ib
1
Ic
3
II
1
III
1
IV
6
V
4
VI
1
VII
8
VIII-IX
8
Bloques
Bloques
XI
3
XIIa
2
Bloques
Bloques
XIIc
3
XIIIa
3
XIIIb
5
XIIIc
3
XIV
1
XVa
5
XVb
6
Bloques
Bloques
XVIIa
3
Bloques
Bloques
XVIIc
3
Estalagmítico
Estalagmítico
Cuadro III.3. Correlación secuencial geológica y arqueológica de la Cova del Bolomor.
98
Unidades
geoarqueológicas
Bloques
Bloques
Bloques
Bloques
Estalagmítico
[page-n-112]
III.2.1. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO Ia
El nivel arqueológico Ia sólo se conserva en la actualidad en el sector occidental del yacimiento; desapareció en
el resto de sectores a consecuencia de las actividades
mineras. Previamente al inicio de excavación se retiró un
nivel cubriente de materiales denominado unidad superficial
o nivel 0. Este nivel, techo de la secuencia sedimentaria,
registra eventos de diferente cronología desde el paleolítico
a nuestros días y ha soportado vertidos de las actividades
mineras procedentes de la extracción de tierras de las áreas
orientales del yacimiento. En su conjunto estos acarreos
mineros corresponden a niveles arqueológicos con escasa
presencia de elementos quemados y en su gran mayoría
pertenecen al conjunto XVII-XII.
El estrato I se presenta dividido en tres niveles sedimentarios o unidades geológicas Ia, Ib y Ic, que representan
a nivel geológico de identificación las unidades litoestratigráficas deposicionales primarias. Estas unidades, por sus
características morfoestructurales (color, fracción, composición, alteración, etc.), pueden ser identificadas e individualizadas en la secuencia. La unidad Ia muestra una
potencia media de 30-40 cm, coloración negra, textura
limosa y se excavó mediante seis capas artificiales de 8 cm
aproximadamente. En 1992 se inició la excavación en
extensión y en 1993 se levantaron las últimas capas que
presentaban una mayor potencia en los cuadros H2 y J3, así
como en determinadas áreas más deprimidas pertenecientes
a los cuadros F4 y H3 (fig. III.1).
III.2.1.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL Ia
La extensión excavada se individualiza en seis unidades
arqueológicas y la unidad superficial removida (unidad
arqueológica 0) que las cubría (fig. III.2, III.3, III.4 y III.5):
Fig. III.1. Planta de la cueva con situación de la excavación
del nivel Ia.
Fig. III.2. Corte frontal occidental del nivel Ia. Sector occidental.
- Unidad arqueológica superficial: corresponde a la
limpieza superficial del área formada por tierras
rojizas con cantos y potencia variable entre 2 y 50 cm.
Totalmente removida, proporcionó elementos metálicos y algún fragmento cerámico junto a abundantes
materiales líticos y óseos paleolíticos. El levantamiento se efectuó por cuadros de 1 m2, recogiendo el material en criba (18 m2).
- Unidad arqueológica 1: cuadros B3, B4, D3, D4, D5,
F2, F3, F4, F5, H2, H3, H4, H5 y J5 (15 m2).
Fig. III.3. Corte sagital septentrional del nivel Ia. Sector occidental.
99
[page-n-113]
dros de 25 cm2 y recogida en criba. Estas circunstancias
adversas se centran principalmente en las dos primeras
unidades arqueológicas.
Los materiales antrópicos de utilización faunísticos y
líticos presentan unas dimensiones cuantitativas y porcentuales altas. La comparación se realiza por operatividad
sobre elementos de ubicación en el mismo espacio, aunque
ello reste un porcentaje a la cuantificación mayor. Con esto
queremos decir que aunque los restos computados sean
19.068, a ellos se deberían añadir otros elementos recuperados de las regularizaciones de los cortes o de las limpiezas
superficiales (cuadro III.4).
Capas
Fig. III.4. Corte sagital meridional del nivel Ia. Sector occidental.
1
2
3
4
5
6
Total
Vol. m3
NRL m3
Lítica
(núm)
NRH m3
Hueso
(núm)
NR m3
Lítica
peso gr.
Lítica
grs/m3
H/L
0,864
1033
0,81
2460
0,81
587
0,358
603
0,616
1417
0,21
386
3,618
1251
893
1993
476
216
873
81
4528
4460
7720
2460
2250
2330
560
4018
3854
6254
1989
806
1434
203
14540
5490
10180
3050
2860
3750
950
5280
3594
7368
1604
783
4545
410
14710
4159
9096
1981
2187
7378
1952
4055
4,33
3,14
4,17
3,7
1,64
1,43
3,2
Cuadro III.4. Materiales líticos y faunísticos por metro cúbico, peso e
índice de relación del nivel Ia. NRL: número restos líticos.
NRH: número restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
Fig. III.5. Superficie inicial excavada del nivel Ia. Sector occidental.
- Unidad arqueológica 2: cuadros B3, B4, D3, D4, D5,
F2, F3, F4, F5, H2, H3, H4, H5, J4 y J5 (14 m2).
- Unidad arqueológica 3: cuadros B4, D3, D5, F2, F3,
F4, F5, H2, H3, H4, H5, J3, J4 y J5 (14 m2).
- Unidad arqueológica 4: cuadros F3, F4, F5, H3, H4,
J3 y J4 (6 m2).
- Unidad arqueológica 5: cuadros F3, F4, H3, H4, J3 y
J4 (6 m2).
- Unidad arqueológica 6: cuadros F4, J3 y J4 (3 m2).
III.2.1.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL Ia
La existencia de numerosas raíces, varias madrigueras y
un substrato totalmente brechoso e irregular (unidad Ib), han
condicionado el proceso de excavación mermando las valoraciones y estudios espaciales. Por ello en los cuadros en que
la sedimentación no se presentaba alterada se excavó con
levantamiento tridimensional y en el resto mediante subcua-
100
III.2.1.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
Los materiales incluidos en el presente estudio son
todos aquellos que han sido manipulados o transformados
por el hombre y se han recuperado mediante las tareas de
excavación del nivel arqueológico Ia.
III.2.1.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción (1,3%) respecto de los producidos (98,7%). Por ello se puede considerar que el núcleo
como soporte productivo no ha sido introducido en cantidad
importante en el yacimiento. Sin embargo la existencia de un
porcentaje cercano al 16% de restos de talla que pudieran
enmascarar un gran agotamiento de elementos nucleares
hace ser prudente al respecto. Igualmente se aprecia la
ausencia de percutores. Entre los elementos producidos es
lógica la primacía de los pequeños productos (74,7%) frente
a los configurados (23,9%). Entre éstos, el alto valor de los
retocados (46,6%) apunta a una actividad de transformación
importante (cuadros III.5 y III.6).
III.2.1.3.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada muestra tres categorías:
sílex, caliza micrítica y cuarcita. De forma muy marginal
existe alguna pieza de arenisca, cuarzo y calcedonia que
[page-n-114]
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
Nivel Ia
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
0
12
47
554
1885
947
578
505
(21,6)
(78,3)
(16,3)
(55,6)
(27,9)
(53,3)
(46,6)
(0)
Total
4528
%
59 (1,3)
3386 (74,77)
1083 (23,9)
4528
Cuadro III.5. Categorías estructurales líticas del nivel Ia.
1
2
3
4
5
6
Media
IP
89,2
164,6
46,5
69,6
123
15
95,1
IC
0,36
0,24
0,46
0,30
0,34
0,40
0,31
ICT
0,67
0,91
1,18
1,12
1,01
0,83
0,87
Cuadro III.6. Índices estructurales líticos del nivel Ia.
IP: índice de producción. IC: índice de configuración.
ICT: índice configurado de transformación.
completan el cuadro litológico. A efectos arqueológicos
únicamente las tres primeras tienen relevancia y son las
categorías a considerar en los cálculos correspondientes. El
sílex en el nivel Ia, con porcentajes superiores al 96%, se
muestra como la roca de elección y utilización. La caliza
está presente mayoritariamente entre las lascas sin retoque
y la cuarcita entre los productos retocados con presencia de
córtex (cuadro III.7).
Las alteraciones líticas
Las seis categorías consideradas representan diferentes
grados de intensidad de alteración, de menor a mayor y
vinculados en especial al mayoritario sílex. La pátina tiene
una alta presencia; es una alteración con color predominante
blanco y en menor cantidad crema con superficie lisa de
brillo característico. Ésta representa el 65% de las piezas
aunque supera el 80% si se añade la categoría “termoalterada”. La semipátina o pátina ligera que permite ver el alma
del sílex tiene muy escasa presencia. Las piezas muy alteradas (desfiguradas) que han perdido su estructura interior
con ausencia importante de peso también son escasas. Las
piezas consideradas frescas o sin alteración (2,5%), su valor
es mucho menor si restamos las cuarcitas, todas ellas consideradas como no alteradas. Las piezas calcáreas y su alteración característica, la decalcificación, afecta a más de la
mitad de las mismas, circunstancia acorde al medio húmedo
del depósito en el que a mayor profundidad hay mayor alteración, pasando de 1/3 en la capa 1 a casi el 90% en la capa
3. La termoalteración en las piezas representa 1/3 del total,
en especial en el sílex y es prácticamente ausente en la
caliza, donde es difícil de detectar. Por todo ello la alteración
de la unidad Ia es muy alta y representa casi la totalidad del
conjunto estudiado, circunstancia que condiciona el análisis
traceológico (cuadro III.8).
III.2.1.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan en el nivel Ia, como
medidas de tendencia central, una media aritmética de 27,5
x 26,5 x 10,5 mm con valor central (mediana) de 28 x 26 x
10 mm. Los valores modales son poco significativos debido
a lo reducido de la muestra, por lo que no podemos hablar de
una clase modal ni de multimodalidad. El rango o recorrido
entre valores es corto en la longitud y amplio en la anchura.
La distribución muestra unos umbrales de dispersión y sus
distancias a la mediana y rango próximos, lo que se acerca a
una distribución normal o campana de Gauss. La desviación
M. Prima
Sílex
Caliza
Cuarcita
Otro
Total
Percutor
-
-
-
-
-
Canto
10
(83,3)
1
(8,3)
1
(8,3)
-
12
Núcleo
46
(97,8)
1
(2,2)
-
-
47
Resto talla
527
(95,1)
14
(2,5)
10
(1,8)
3
(0,5)
554
Debris
1858
(98,5)
11
(0,5)
14
(0,7)
2
(0,1)
1885
Sílex
8
(0,2)
29
(0,6)
2897
(66,5)
77
(1,7)
-
1350
(31)
4353
P. lasca
924
(97,5)
14
(1,4)
9
(0,9)
-
947
Caliza
40
(40)
-
-
-
58
(58)
2
(2)
100
Lasca
508
(87,8)
53
(9,1)
16
(2,7)
1
(0,1)
578
Cuarcita
67
(100)
-
-
-
-
-
67
P. retocado
477
(94,4)
6
(1,1)
17
(3,3)
5
(0,9)
505
Otros
-
-
-
-
8
(100)
-
8
Total
4350
(96,1)
100
(2,2)
67
(1,4)
11
(0,2)
4528
Total
115
(2,5)
29
(0,6)
2897
(63,9)
77
(1,7)
66
(1,4)
1352
(29,8)
4528
Cuadro III.7. Materias primas y categorías líticas del nivel Ia.
Fresco Semipát. Pátina Desilif. Decalc. Termoal. Total
Cuadro III.8. Alteración de la materia prima lítica del nivel Ia.
101
[page-n-115]
típica presenta la uniformidad de la longitud respecto a una
mayor variabilidad en la anchura. El error típico es alto
debido a lo reducido de la muestra. El coeficiente de dispersión que permitirá comparaciones con distribuciones de
otros niveles también acusa esta variación en la anchura y el
grosor. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente platicúrtica o achatada por
los valores negativos. El grado de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha respecto de su media en las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor, índice de
alargamiento, índice de carenado y peso presenta una asimetría positiva con mayor concentración de valores a la derecha
de la media. El peso de los núcleos es el valor más asimétrico de todas las categorías con valores extremos
–outliers– muy altos (cuadro III.9).
mayor medida como longitud. La variación del rango
también obedece a circunstancias parecidas, donde la menor
medida se atribuye al grosor. El grado de asimetría de la
distribución, a izquierda o derecha respecto de su media
tiene en todas las categorías una concentración a la derecha.
Las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor,
índice de alargamiento, índice de carenado y peso presentan
una asimetría positiva con mayor concentración de valores a
la derecha de la media (cuadro III.10).
Las lascas presentan en el nivel Ia como medidas de
Resto Talla
Long.
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
17,6
14,6
8,3
1,23
2,89
3,84
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
27,5
26,5
10,5
1,1
2,8
11,03
Mediana
28
26
10
1,05
2,6
7,1
Moda
17
18
10
0,65
3,2
4,2
Mínimo
14
11
4
0,43
1,4
2,3
Máximo
46
44
24
2,5
8,2
55,6
Rango
32
33
20
2,06
6,8
53,2
Disp. central
13
14,5
5
0,52
1,51
9,54
Desv. típica
9,06
8,32
4,29
0,47
1,3
11,16
Error típico
1,38
1,26
0,65
0,07
0,2
32%
31%
40%
42%
46%
66%
Curtosis
-0,68
-0,89
1,44
0,62
5,6
0,45
0,3
1,21
1,04
0,71
2,35
Válidos
43
43
43
43
43
43
1,15
3,25
1,01
4
1,15
3,75
0,93
5
4
1
0,36
1,07
0,3
Máximo
62
35
22
4
12,5
34,27
Rango
57
31
21
3,63
11,42
34,24
Disp. central
8
6
9
0,15
2,1
5,8
5,4
Cf. A. Fisher
4
12
1,7
Cf. V. Pearson
13
15
Mínimo
Long.
15
Moda
Núcleo
Mediana
Cuadro III.9. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel Ia.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Los restos de talla identificados presentan en el nivel Ia
como medidas de tendencia central una media aritmética de
17,6 x 14,6 x 8,3 mm con valor central (mediana) de 15 x 13
x 4 mm. Los valores modales son poco significativos debido
a lo reducido de la muestra por lo que no podemos hablar de
multimodalidad. El rango o recorrido entre valores es
amplio en la longitud, anchura y grosor, aunque el doble en
el primero. La distribución tiene unos umbrales de dispersión y sus distancias a la mediana y rango, próximos, lo que
se acerca a una distribución normal o campana de Gauss. La
desviación típica muestra la uniformidad de todas las categorías. El error típico es bajo debido a lo amplio de la
muestra. El coeficiente de dispersión acusa la variabilidad
del grosor, doble que en la longitud y anchura. La forma de
la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es
claramente divergente, muy leptocúrtica o puntiaguda en la
longitud y platicúrtica o achatada en el grosor. Esto es
debido posiblemente a la arbitrariedad en la orientación de
las piezas que no poseen un elemento de referencia donde
situar el eje y por tanto es usual el recurso de considerar la
102
Desv. típica
5,9
4,8
5,9
0,27
1,31
4,83
Error típico
0,25
0,2
0,25
0,01
0,05
0,20
Cf. V Pearson
.
33%
32%
71%
22%
45%
125%
Curtosis
6,2
1,04
-0,82
22,39
5,4
4,92
Cf. A. Fisher
1,4
0,75
0,84
3,38
1,07
1,96
Válidos
554
554
554
554
554
554
Cuadro III.10. Análisis tipométrico de los restos de talla del nivel Ia.
tendencia central una media aritmética de 22,1 x 21,2 x 5,9
mm con valor central (mediana) de 21 x 21 x 5 mm. Los
valores modales están muy próximos a los anteriores y es
casi una distribución simétrica donde coinciden media,
mediana y moda. El rango o recorrido entre valores es
similar, aunque mayor en la anchura. La distribución tiene
los umbrales de dispersión y sus distancias a la mediana y
rango próximos, lo que se acerca a una distribución normal
o campana de Gauss. La desviación típica muestra la uniformidad de todas las categorías. El error típico es bajo debido
a lo amplio de la muestra. El coeficiente de dispersión acusa
la variabilidad del grosor, mayor que en la longitud y la
anchura. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o puntiaguda
en las tres categorías. El grado de asimetría de la distribución tiene en todas las categorías una concentración a la
derecha, asimetría menor en la longitud y la anchura que
están muy próximas al eje de simetría. El peso muestra una
gran dispersión o variación que supera el 100 porcentual,
aunque ello no impide una concentración de valores en
asimetría positiva (cuadro III.11).
Los productos retocados presentan en el nivel Ia como
medidas de tendencia central una media aritmética de 25,7 x
23,3 x 8,3 mm con valor central (mediana) de 24,7 x 22 x 8
mm. Los valores modales están muy próximos a los anteriores y es casi una distribución simétrica. El rango muestra
[page-n-116]
Lasca
Long.
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Pr. Retocado
Long.
Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
22,1
21,2
5,9
1,1
4,3
4,06
Media
25,7
23,3
8,3
1,18
3,64
6,75
Mediana
21
21
5
1,04
4
2,7
Mediana
24,7
22
8
1,12
3,16
4,8
Moda
20
22
5
1
4
2,5
Moda
22
22
7
1
5
2,16
Mínimo
7
2
1
0,31
0,38
0,12
Mínimo
8
4
1
0,36
1
0,15
Máximo
48
52
19
8,5
22
53
Máximo
50
60
21
4,75
37
43,32
Rango
41
50
18
8,1
21,6
52,9
Rango
42
56
20
4,38
36
43,16
Disp. central
7
8
3
0,56
2,15
3,25
Disp. central
10
8
4
0,52
1,88
4,92
Desv. típica
5,71
6,31
2,78
0,59
2,16
4,89
Desv. típica
7,58
7,24
3,51
0,45
2,37
6,1
Error típico
0,24
0,26
0,11
0,025
0,09
0,20
Error típico
0,35
0,33
0,16
0,02
0,11
0,28
Cf. V Pearson
.
25%
29%
47%
53%
50%
120%
Cf. V Pearson
.
29%
31%
42%
38%
65%
90%
Curtosis
1,9
1,8
3,4
44,9
11,5
35,11
Curtosis
0,44
2,74
0,78
9,88
85,5
9,07
Cf. A. Fisher
0,93
0,53
1,6
4,64
2,13
5,06
Cf. A. Fisher
0,75
1,11
0,80
2,06
6,95
2,64
Válidos
562
562
562
562
562
562
Válidos
463
463
463
463
463
463
Cuadro III.11. Análisis tipométrico de las lascas del nivel Ia.
Cuadro III.12. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel Ia.
un mayor recorrido en la anchura. La distribución tiene unos
umbrales de dispersión y sus distancias a la mediana y rango
próximos, lo que se acerca a una distribución normal o
campana de Gauss. La desviación típica presenta una uniformidad entre longitud y anchura. El error típico es bajo debido
a lo amplio de la muestra. El coeficiente de dispersión acusa
la variabilidad del grosor, mayor que la longitud y anchura, y
más relevante en los índices de carenado. La forma de la
distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o puntiaguda en las tres categorías y
mayor en la anchura. El grado de asimetría de la distribución
de todas las categorías tiene una concentración a la derecha y
próxima al eje de simetría (cuadro III.12).
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos de núcleos, restos de talla, lascas y productos retocados en conjunto del nivel Ia, sólo son parcialmente comparables. A efectos de evaluar la dimensión tipométrica se
aprecia que los datos de tendencia central se sitúan por
debajo de los 2 cm para las mediciones de longitud, anchura
y grosor. Las características tipométricas de la longitud y la
anchura guardan una alta relación en las mediciones estadísticas. La asimetría de la distribución siempre se concentra a
derecha, donde el valor más asimétrico es el grosor, circunstancia obvia por su diferente potencialidad volumétrica
dentro de unas diferentes categorías estructurales.
La tipometría de las categorías estructurales respecto de
la materia prima muestra a través de los valores estadísticos
que la caliza es la roca utilizada de mayor tamaño. Sigue la
cuarcita y por último a distancia el sílex. Los núcleos no
pueden ser comparados respecto de la materia prima dado
que son todos menos uno de sílex. Los productos retocados,
independientemente de la materia prima en que están elaborados, indican valores tipométricos mayores que los de las
lascas. Ello es prueba de que son elegidas las lascas grandes
para su transformación mediante el retoque, circunstancia
corroborada también por un peso mayor. Las mayores dife-
rencias entre lascas y productos retocados de la misma
materia prima se producen en la cuarcita y por tanto su elección podría ser más específica, aunque hay que tener presente la baja representación de la muestra. El coeficiente de
dispersión no presenta apenas variabilidad respecto de las
categorías estructurales. El grado de asimetría de la distribución en todas las categorías tiene una concentración a la
derecha y próxima al eje de simetría, con cierta diferencia en
los productos calcáreos retocados que se concentran a la
izquierda (cuadro III.13).
III.2.1.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos tienen
unas dimensiones inferiores a 4 cm, con los valores más
altos de 2 a 3 cm que representan el 70%. Esta distribución
presenta una mayor tendencia hacia soportes más pequeños
conforme las fases de explotación del núcleo avanzan
(cuadro III.14).
La morfología de los elementos producidos presenta una
mayoría de formas con cuatro lados, más del 80%. La
ausencia de formas triangulares o con tres lados es notoria;
ello indica la no búsqueda de productos apuntados como
soporte a transformar. Respecto de la fase de explotación de
los núcleos, más del 90% están explotados o agotados,
circunstancia que confirma la alta presión ejercida en la
producción lítica, aumentada posteriormente con su transformación mediante retoque. El valor más repetido es el
explotado, que supera el 60%.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos determinados presenta la utilización mayoritaria de
una superficie o cara (unifacial) en un 76%, frente a un 12%
de la bifacial. La dirección del debitado muestra un predo-
103
[page-n-117]
Núcleo
Lasca
Pr. Retocado
Ca
Cu
S
Ca
Cu
S
Ca
Cu
L
27,5
40
-
21,6
26,5
21,2
25,2
36,5
32,5
A
26,5
47
-
20,8
24
23
22,9
26
30,2
G
10,5
19
-
5,7
7,6
6,5
8,2
9,7
9,6
P
Media
S
11,03
42,9
-
3,3
7,6
3,9
6,3
12,5
12,6
28
-
-
21
27,5
21
24
40
33
26
-
-
21
22
23
22
28
30
G
Mediana
L
A
10
-
-
5
6,5
6
8
8
9
7,1
-
-
2,6
5,1
2,8
4,5
7,5
10,3
13
-
-
7
11,7
8,5
10
7,5
15
A
D. central
P
L
14,5
-
-
7
10,5
11,7
9
12
14
-
-
3
5
4,2
4
0,5
6
9,54
-
-
2,08
6,1
4,1
4,6
8,4
8,3
L
32%
-
-
23%
29%
29%
28%
24%
28%
A
31%
-
-
27%
41%
34%
30%
31%
31%
G
40%
-
-
45%
48%
51%
40%
52%
38%
P
66%
-
-
77%
111%
73%
87%
89%
79%
L
0,45
-
-
0,75
0,25
0,22
0,76
-1,43
0,06
A
0,3
-
-
0,11
0,63
0,57
1,1
-0,3
0,88
G
1,21
-
1,68
1,02
1,09
0,79
2,47
-0,43
P
2,35
-
-
2,78
2,47
1,46
2,77
1,87
1,23
42
Cf. .Fisher
5
P
Pearson
G
1
-
489
52
16
431
7
18
Total
43
562
463
Cuadro III.13. Análisis tipométrico de la estructura industrial por materias primas del nivel Ia. S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita
≤20-29
Total
-
-
1
-
2
2
7
16
25
Agotado
-
5
Anchura
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
1
-
-
1
Inicial
-
2
1
3
Explotado
-
6
19
25
predominante en el nivel Ia. Las distintas modalidades y sus
características de gestión respecto de la cadena operativa
indican un más claro predominio de los unifaciales y la relevancia de los indeterminados, que alcanzan casi el 35% de
los casos. Esto último apunta a un proceso de reutilización y
explotación con características tecnológicas no definidas
(cuadro III.15).
Los planos de percusión observados en los núcleos son
una muestra reducida, pero que evidencia la presencia de
facetado vinculado a elementos levallois que corresponden a
fases operativas avanzadas.
Agotado
-
-
13
13
III.2.1.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
Longitud
40-49
30-39
Testado
1
Inicial
-
Explotado
2
8
13
Cuadro III.14. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel Ia.
minio en la obtención de una amplia lasca o preferencial
(48%), influida por una baja tipometría de los soportes de
producción. Esta dirección en parte enmascara el proceso
general que se muestra dual, centrípeto en un 26% y unipolar
en un 22% de los casos. La dirección de las superficies de
preparación confirma, con un 79% de valores centrípetos
frente a un 21% de unipolares, que la gestión centrípeta es la
104
PRODUCIDOS
El orden extracción
El orden de extracción de los productos configurados
presenta la lógica ascendente de elementos líticos en su
orden de extracción. Una característica a señalar es la mayor
elección de soportes amplios para su transformación en retocados. Hay mayor proporción de lascas retocadas de 1º y 2º
orden que no retocadas, circunstancia que se invierte en las
piezas de 3º orden o sin córtex (cuadro III.16).
[page-n-118]
Fases
Explotación
Testado
<25%
Inicial
25-50%
Unifacial/Unip.
-
1
3
-
Unifacial/Prefer.
-
-
5
4
9 (20,45)
Unifacial/Bipolar
-
-
1
-
1 (2,2)
Unifacial/Ortog.
-
-
-
1
1 (2,2)
Unifacial/Centr.
-
1
2
1
firman la mayor producción de superficies lisas. La corticalidad en los talones es alta y relacionada con la búsqueda de
la mayor tipometría lítica. Las superficies suprimidas
corresponden a piezas transformadas mediante el retoque y
por tanto a ese proceso corresponde la especificidad de
eliminar el talón (cuadro III.17).
Los talones más amplios en el sentido de longitud se
correlacionan con el proceso de explotación y transformación. La mayor superficie corresponde a los productos retocados de 2º orden. El grosor o anchura del talón en cambio
está más supeditado a la fase de explotación, donde los
talones gruesos corresponden a las dos primeras fases
(productos corticales). Los mayores ángulos de percusión
corresponden a los productos de 1º orden que precisan un
impacto contundente que recoja la mayor proporción del
soporte, entre 110º-115º. En general, donde las diferencias
se presentan significativas respecto de los valores estadísticos es en la comparación entre productos no retocados y
retocados. Éstos últimos presentan una mayor superficie
talonar, un menor alargamiento, una superficie más estrecha
respecto del soporte (más equilibrada) y un ángulo de percusión ligeramente mayor, entre 105º-110º (cuadro III.18).
4 (9,09)
4 (9,09)
UNIFACIALES
Explot. Agotado
51-75% >75%
Total
2
11
6
19 (40,9)
Bifacial/Prefer.
-
-
-
2
2 (4,55)
Bifacial/Centríp.
-
-
1
-
1 (2,27)
BIFACIALES
-
-
1
2
3 (6,82)
MULTIFACIAL
-
-
3
-
3 (6,82)
INDETERM.
1
-
9
5
15 (34,1)
1
(2,27)
2
(4,55)
24
(52,27)
13
(29,55)
Total
3 (6,82)
37 (81,82)
40 (100)
Cuadro III.15. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel Ia.
Orden
Extracción
1º O
2º O
3º O
Total
Lasca
18 (3,2)
177 (31,6)
364 (65,1)
559
Pr. retocado
28 (8,5)
180 (40,4)
227 (51)
445
Total
56 (5,5)
357 (35,5)
591 (58,8)
La corticalidad
La corticalidad tiene su mayor presencia en los
productos retocados, confirmando la ya comentada búsqueda de una amplia tipometría. Esta corticalidad, para los
elementos producidos, presenta una proporción pequeña (025% de córtex), mayoritaria en todas las piezas. Respecto a
su ubicación, casi un 70% de los productos presentan córtex
en un lado y nunca alcanza el 20% las piezas que lo tienen
en dos lados. La materia prima no muestra una variación
significativa en esta cuestión, pero hay que recordar la baja
proporción de piezas no silíceas (cuadro III.19).
Los formatos de longitud y anchura respecto del orden
de extracción indican que la mayoritaria longitud entre 2-3
cm se obtiene principalmente a partir de piezas con córtex
inferior al 50%, circunstancia que se repite para la anchura.
A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las categorías
con menos y más del 50% de córtex, mientras que los
formatos pequeños presentan un predominio de poca corticalidad (<50%) (cuadro III.20).
1004
Cuadro III.16. Orden de extracción de los elementos líticos
producidos del nivel Ia.
La superficie talonar
La superficie talonar presenta un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas con un valor del 68%,
a mucha distancia de las facetadas con un 6,5%. La mayor
elaboración de los productos configurados de 3º orden no
indica una complejidad relevante en los talones, circunstancia que tampoco sucede con los productos retocados. Las
superficies diedras, mayoritarias entre las facetadas, con-
Superficie
Cortical
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetado
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
-
4
-
-
-
-
-
4
Lasca 2º O
97 (54,8%)
123 (69,5%)
19 (10,7%)
4 (2,2%)
1 (0,5%)
3 (1,6%)
1 (0,5%)
177
Lasca 3º O
-
226 (68,2%)
50 (15,1%)
24 (7,2%)
4 (1,2%)
2 (0,6%)
5 (1,5%)
331
Pr. ret. 1º O
4 (30%)
5 (38,4%)
2 (15%)
-
-
-
2(15%)
13
Pr. ret. 2º O
71 (32,5%)
56 (25,6%)
13 (5,9%)
7 (3,2%)
2 (0,9%)
8 (3,6%)
20 (9,1%)
218
Pr. ret. 3º O
-
119 (52,8%)
11 (4,8%)
10 (4,4%)
9 (4%)
9 (4%)
16 (7,1%)
225
172 (18,5%)
533 (57,5%)
95 (10,2%)
45 (4,8%)
16 (1,7%)
22 (2,3%)
44 (4,7%)
927
Total
172 (18,5%)
Plana
Facetada
628 (67,7%)
61 (6,5%)
Ausente
66 (7,1%)
(100%)
Cuadro III.17. Preparación de la superficie talonar respecto de los productos configurados del nivel Ia.
105
[page-n-119]
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Lasca 1º O
10
5,3
57
2,1
1,3
115º
4
Lasca 2º O
10,7
3,7
46,5
3,8
2,2
103º
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, mayoritariamente entre 1-2 (58%) y 3-4 (36%). Destaca la particularidad de los productos retocados de 3º orden que indican un
equilibrio entre la categoría de 1-2 (45%) y la de 3-4 aristas
(41%), resultado de la fase de desarrollo técnico. El resto de
categorías con cinco o más aristas apenas alcanza el 6%.
Total
86
Lasca 3º O
10,9
3,9
48,9
3,7
1,9
103º
190
Pr. ret. 1º O
12,6
4,6
68,6
3,1
2,7
110º
6
Pr. ret. 2º O
13,6
5
87,4
3,1
2,6
108º
52
Pr. ret. 3º O
12,9
4,5
74,1
3,5
2,5
105º
120
Cuadro III.18. Tipometría del talón en los productos configurados del
nivel Ia. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
Grado
Corticalidad
2
3
4
Total
318
114
(65,9)
24
(13,8)
18
(10,4)
17
(9,8)
173
(88,2)
Caliza
40
8
(66,6)
4
(33,3)
-
-
12
(6,1)
Cuarc.
6
6
(60)
-
4 (40)
-
10
(5,1)
Otro
-
-
-
-
1
1
(0,5)
364
128
(65,3)
28
(14,2)
22
(11,2)
18
(9,1)
196
(47,4)
Sílex
212
117
(57,9)
38
(18,8)
32
(15,8)
15
(7,4)
202
(93,1)
Caliza
6
-
-
-
-
-
Cuarc.
5
7
(58,3)
2
(16,6)
3 (25)
-
12
(5,5)
Otro
-
-
2
(66,6)
-
1
(33,3)
3
(1,3)
223
Pr. retocado
1
Sílex
Lasca
Nº
124
(57,1)
42
(19,3)
35
(16,1)
16
(7,3)
217
(52,5)
587
252
70
57
34
413
(100)
Tot.
La cara ventral
La cara ventral muestra que más del 80% de los bulbos
están presentes con nitidez, causa motivada por el tipo de
percusión utilizada que ha generado su buena definición.
Aquellos que resaltan de forma más prominente representan
un 12% y los suprimidos un 6%, posiblemente por su excesiva prominencia. Si sumamos ambos valores la incidencia es
inferior al 20%. Respecto del orden de extracción se aprecia
una mayor presencia de bulbos marcados en los productos
retocados respecto de las lascas; ello se vincula a una mayor
tipometría de los primeros productos. También es significativa la categoría de bulbo suprimido entre los productos retocados, indicadora de una transformación más avanzada y de
un equilibrio morfotécnico más adecuado (cuadro III.21).
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos con casi el
75% frente a los simétricos con un 25%. La principal categoría simétrica es la trapezoidal muy próxima a la triangular.
La asimetría en cambio presenta la categoría triangular
como predominante con casi el 50% del total. Estos valores
son superados en las piezas de 2º orden, circunstancia que
relaciona la morfología y el orden de extracción. La sección
trapezoidal (simétrica o asimétrica) se vincula mejor con los
productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de debitado, la total simetría (90º) se da en casi el 80% de las piezas
y en especial entre las de 2º orden, que llegan ha alcanzar
el 93%, independientemente de si están o no retocadas.
Cuadro III.19. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad en
los productos configurados del nivel Ia.
Longitud
50-59
40-49
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
Total
<50% - >50%
-
<50% - >50%
1 (0,6)-1 (0,6)
1 (5) - 0
2 (0,9) – 1 (0,4)
30-39
20-29
<50% - >50%
<50% - >50%
0-3
0 - 5 (38,4)
0 - 5 (38,4)
6 (3,5)-8 (4,7)
83 (48,8) - 33 (19,4)
7 (35) - 3 (15)
7 (35) - 2 (10)
13 (6,3) – 16 (7,7) 90 (43,7) - 43 (20,8)
20-29
<20
Total
<50% - >50%
0 - 3 (23)
32 (18,8) - 6 (3,5)
1 (5) - 0
33 (16) - 9 (4,3)
3
13
170
20
206
Anchura
50-59
40-49
30-39
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
<50->50
0-1
<50->50
1-1
-
<50->50
0-4
15 (8,8) - 5 (2,9)
2 (10) - 0
<50 - >50
<50 - >50
0-1
0-2
0-7
0-2
68 (40) - 20 (11,7) 39 (22,9) - 21 (12,3)
6 (30) - 2 (10)
7 (35) - 2 (10)
<20
3
13
170
20
Total
0 - 1 (0,4)
1-1
17 (8,2) - 9 (4,3)
74 (35,9) - 30 (14,5) 36 (17,4) - 27 (13,1)
206
Cuadro III.20. Grado de corticalidad de los formatos longitud y anchura en los productos configurados del nivel Ia.
106
[page-n-120]
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Otra
Total
Presente
624
(92,6)
22
(3,2)
27
(4)
1
(0,1)
674
(82,1)
Marcado
94
(98)
1
(1)
1
(1)
-
96
(11,7)
Suprimido
49
(96,1)
-
2
(0,9)
-
51
(6,2)
Total
767
23
30
1
821
los segundos el 2,5%. La mayor incidencia de la misma
cercana al 20% se da en los productos retocados de 3º orden.
Cuadro III.21. Características del bulbo según la materia prima
del nivel Ia.
La asimetría izquierda y derecha representan valores equilibrados en torno al 10%. Las piezas con mayor asimetría
corresponden a productos de 3º orden, transformados por el
retoque o no (cuadros III.22 y III.23).
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen la mitad de la
muestra, seguida de la triangular con un 22% y por último
los gajos o segmentos esféricos con un 12%. Respecto del
orden de extracción se observa el predominio de las
cuadrangulares cortas en las piezas de 2º orden, que se
invierte a cuadrangular larga en las de 3º orden; esta circunstancia se acentúa en los productos retocados. Hay una cierta
producción de lascas largas con cuatro lados y sección trapezoidal en los útiles más elaborados. La morfología técnica
que informa de la presencia de productos desbordados y
sobrepasados indica que los primeros representan el 15% y
III.2.1.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque muestra que casi el 70% de estas formas son
denticuladas, seguidas de las escamosas con un 25%; el resto
es marginal. La proporción de las dimensiones de estos
elementos indica que la categoría “corto” (más ancho que
largo) representa el 71%, igual de largo que ancho (medio) en
un 23% y largo o laminar (doble o más) en sólo el 5,5%. La
extensión del retoque afecta modificando las piezas mediante
las categorías entrante (50%) y profundo (24%), mientras que
sólo es marginal sin modificación en un 25%. Esta circunstancia reafirma la alta transformación ya detectada por otros
valores en el nivel (cuadros III.24 y III.25).
El filo retocado
El filo que genera la intersección entre la superficie
retocada y el extremo de la pieza muestra que la delineación
de este filo es en un 57% recto, cóncavo en un 26% y
convexo en el 10%. Los valores tipométricos bajos favorecen los filos rectos que precisan menos extensión para su
elaboración. Filos convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y
también filos cóncavos. Respecto de la ubicación de los
filos, éstos tienen porcentajes similares en los lados izquierdo y derecho, donde vuelven a ser los rectos y cóncavos los
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección
Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
4 (5,4)
8 (10,8)
2 (2,7)
42 (56,7)
18 (24,3)
-
74
Lasca 3º O
18 (12,6)
22 (15,5)
1 (0,7)
68 (47,8)
32 (22,5)
1 (0,7)
141
Pr. retocado 2º O
15 (10)
10 (6,7)
1 (0,6)
85 (57)
37 (24,8)
1 (0,6)
148
Pr. retocado 3º O
16 (10,5)
28 (18,4)
9 (5,9)
52 (34,2)
54 (35,5)
2 (1,3)
159
68 (12,9)
13 (2,4)
247 (47)
141 (26,8)
4 (0,7)
53 (10,1)
Total
134 (25,5)
392 (74,6)
526
Cuadro III.22. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel Ia.
Grado Simetría
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Lasca 1º O
-
3
-
3
Lasca 2º O
5
144 (93,5)
10
159
Lasca 3º O
40
249 (77,8)
31
320
Pr. retocado 1º O
2
9 (75)
1
19
131 (81,3)
11
161
Pr. retocado 3º O
19
129 (73,3)
28
176
Total
85 (10,2)
662 (79,6)
81 (9,7)
831
Corto
Medio
Largo
Laminar
Total
1º O
6
(50)
4
(33,3)
2
(16,6)
-
12
2º O
131
(65,8)
54
(27,1)
12
(6)
2
(1)
199
3º O
133
(78,7)
31
(18,3)
5
(2,9)
-
169
Total
270
(71)
89
(23,4)
19
(5)
2
(0,5)
380
12
Pr. retocado 2º O
Proporción
Cuadro III.23. Ángulo del eje de debitado del nivel Ia.
Cuadro III.24. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel Ia.
107
[page-n-121]
Extensión
M. Marg. Marg.
Entr.
Prof.
M. Prof.
Total
1º O
-
2
(16,6)
7
(58,3)
3
(25)
-
12
2º O
13
(7,3)
18
(10,2)
91
(51,7)
34
(19,3)
20
(11,3)
176
3º O
26
(14,3)
35
(19,3)
89
(49,2)
25
(13,8)
6
(3,3)
181
Total
39
(10,5)
55
(14,9)
187
(50,6)
62
(16,8)
26
(7)
369
Cuadro III.25. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel Ia.
mayoritarios, con independencia de su situación. Únicamente es reseñable que los filos del lado distal presentan una
mayoría de cóncavos, circunstancia que apunta a que este
tipo de piezas están agotadas o muy agotadas y siempre en
mayor proporción que las laterales (cuadro III.26).
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno a un 40%
en los lados izquierdo y derecho y en un 14% en el lado
distal. La localización en la cara dorsal es mayoritaria con un
91% (categoría directo) y el resto afecta de forma diferente a
la cara ventral. Respecto de la repartición del mismo es casi
exclusivo continuo en su elaboración y sólo alguna pieza
como las lascas con retoque muy marginal presentan retoque
discontinuo. La extensión de las áreas de afectación del
retoque indica que éste es completo (proximal, mesial y
distal) en casi el 80% de las piezas y parcial en el 20%. Esta
parcialidad afecta mayoritariamente a la mitad distal (48%) y
a la mitad proximal (34%). Ello es explicable por la búsqueda
de un apuntamiento más o menos aguzado que marcarían las
piezas sólo distales (34%) (cuadros III.27 y III.28).
Delineación
Recto
Cónc.
1º O
13
(81,3)
3
(18,7)
Conv. Cc-Cv
Sinuoso
Total
-
-
-
16
2º O
117
(52,4)
56
(25,1)
27
(12,1)
2
(0,9)
21
(9,4)
223
3º O
143
(59,8)
66
(27,6)
22
(9,2)
3
(1,2)
5
(2,1)
239
Total
273
(57,2)
125
(26,2)
49
(10,2)
5
(1)
25
(5,2)
478
Cuadro III.26. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel Ia.
Los modos o tipos de superficies retocadas
Los modos o tipos de superficies retocadas indican un
predominio de las sobreelevadas con casi el 50%, seguidas
de las simples (42%) y por último las planas (8%). Estos
valores no varían significativamente en las distintas
unidades arqueológicas. Estas categorías se han obtenido
mediante medición numeral y posterior asignación nominal.
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, indican que la mayoría de
ellos se elaboran con retoques sobreelevado y simple en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en las puntas
musterienses, raederas de cara plana, raederas de dorso adelgazado y raederas alternas, es decir, en especial en aquellos
útiles en el que el retoque afecta a la superficie ventral o con
la peculiaridad de la búsqueda de un apuntamiento distal. El
retoque plano, minoritario en general, afecta a puntas,
raederas laterales, raederas de cara plana y raederas de dorso
adelgazado (cuadros III. 29 y III.30).
La dimensión y el grado de transformación del retoque
La dimensión y el grado de transformación que se
produce en los útiles retocados respecto del orden de extracción muestra que la longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde tipometría pasando de valores medios
de 24 a 21 mm para la longitud y de 3,6 a 2,6 mm para la
anchura. La altura del retoque, que implicaría mayoritariamente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los
productos de 2º y 1º orden. La superficie retocada muestra
que ésta es menor en las piezas de 3º orden y muy destacable
en las de 2º orden, que recogen los frentes retocados más
amplios (SP 670 mm2). La relación existente entre las posibilidades de extensión del retoque y la dimensión elaborada
apunta a que conforme avanza la extracción y elaboración
del retoque, éste se centra más en entrar en la pieza que en
alcanzar su máxima longitud, que se produce en los
productos de 1º orden. La posibilidad de transformación de
los soportes mediante el retoque indica que son los de 2º
orden los que tienen una mayor posibilidad de explotación
dimensional (cuadro III.31).
Las distintas categorías de grado vinculadas al retoque
en las distintas unidades arqueológicas indican que no
existen diferencias significativas en las mismas. La longitud
de la superficie retocada presenta un valor medio de 22 mm
que se ajusta a la longitud de los soportes no transformados,
cuya media es igualmente de 22 mm. Por ello se puede decir
que la explotación en la dimensión longitud es máxima. La
Posición
Localización
Lat. izq.
Lat. derecho
Transv.
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
1º O
7 (43,7)
7 (43,7)
2 (12,5)
10 (91)
-
-
1
-
11
2º O
95 (43,7)
97 (44,7)
25 (11,5)
149 (87,1)
2 (1,1)
3 (1,7)
9 (5,2)
8 (4,6)
171
3º O
97 (40,5)
109 (45,6)
33 (13,8)
164 (85,8)
13 (6,8)
-
10 (5,2)
4 (2,1)
191
Total
199 (41,6)
213 (44,5)
66 (13,8)
323 (91,5)
15 (4,2)
3 (0,8)
20 (5,6)
12 (3,4)
373
Cuadro III.27. Posición y localización del retoque según el orden de extracción del nivel Ia.
108
[page-n-122]
Repart. Cont. Disc.
Parcial
Completo
P
PM
M
MD
1º O
15
-
-
2
-
2
1
209
1
8
6
5
6
18
135 (75,8)
3º O
179
1
8
4
9
4
19
162 (78,6)
403
2
16
12
14
12
3
4
5
6
Total
44
(36)
81
(45,5)
29
(37,6)
9
49
(40,1)
6
218
(41,5)
Plano
9
(7,3)
14
(7,8)
9
(11,6)
1
8
(6,5)
2
43
(8,2)
Sobreel.
65
(53,2)
80
(44,9)
35
(45,4)
12
59
(48,3)
8
259
(49,3)
Escaler.
3
(2,4)
1
(0,5)
1
(1,3)
-
1
(0,8)
0
6
(1,1)
Total
121
176
74
22
117
16
526
11 (68,7)
2º O
2
Simple
D
1
28
Total
405
28 (34,1)
14 (17)
40 (40,7)
308 (79)
Cuadro III.28. Repartición del retoque según el orden de extracción
del nivel Ia. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal.
Lista Tipológica
Sobrelevado
4. Punta levallois retocada
Simple
Cuadro III.29. Modos del retoque del nivel Ia.
Plano
Escaleriforme
Total
-
1
1
-
2
6/7. Punta musteriense
7 (36,8)
8 (42,1)
4 (21)
-
19
9/11. Raedera lateral
41 (42,7)
36 (37,5)
17 (17,7)
2 (2)
96
12/20. Raedera doble
12 (63,15)
6 (31,57)
1 (5,26)
-
19
21. Raedera desviada
24 (68,57)
11 (31,42)
-
-
35
9 (60)
3 (20)
3 (20)
-
15
25. Raedera sobre cara plana
1 (14,28)
5 (71,42)
1 (14,28)
-
7
27. Raedera dorso adelgazado
1 (20)
3 (50)
2 (30)
-
6
6 (35,29)
9 (52,94)
2 (11,76)
-
17
-
22/24. Raedera transversal
29. Raedera alterna
30/31. Raspador
4 (50)
3 (37,5)
1 (12,5)
34/35. Perforador
17 (70,8)
6 (25)
1 (4,1)
42/54. Muesca
15 (68,18)
6 (27,27)
-
1 (4,5)
22
43. Útil denticulado
96 (51,9)
84 (45,4)
5 (2,7)
-
185
-
19 (100)
-
-
19
45/50. Lasca con retoque
8
24
Cuadro III.30. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel Ia.
anchura retocada con valor medio de 3 mm representa el
15% de la anchura media de los soportes, circunstancia que
señala una decidida elaboración de categorías sobreelevadas
frente a planas o cubrientes en la superficie. Es decir, no se
fabrican piezas planas ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados con valor de 4 mm está muy próxima al
grosor medio de los soportes, que es de 6 mm y por tanto
representa el 70% de esa dimensión. Nuevamente se certiGrado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
P R.1º O
24,11
3,64
4,41
0,82
64,95
1,1
640
10,1
P R 2º O
23,36
3,58
4,75
0,90
92,86
1,39
670
13,8
P R 3º O
20,74
2,66
3,40
0,86
59,30
1,42
576
10,3
Cuadro III.31. Grado del retoque y orden de extracción del nivel Ia.
LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado.
HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente
retocado. SR: superficie de los frentes retocados en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP: superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
fica la búsqueda de frentes sobreelevados. Las superficies
retocadas son ligeramente mayores en los lados izquierdos,
circunstancia que el índice (F/R) muestra en todas las
unidades arqueológicas. La transformación mediante el
retoque, principalmente en altura como se ha comentado,
sólo afecta a un 12% de la proyección de la masa lítica en
planta. Ello apunta a un fuerte interés en economizar materia
prima mediante una máxima explotación volumétrica de la
misma (cuadro III.32).
III.2.1.3.7. LA TIPOLOGÍA
Los útiles mayoritarios son las raederas simples, que
guardan una equilibrada proporción entre rectas y convexas
con valor porcentual de un 10% del total en cada categoría.
Las raederas dobles alcanzan el 2,5%, y unidas a las convergentes sitúan en un 5% los filos dobles. Esta misma incidencia presentan las raederas desviadas y un 3% las transversales, que son mayoritariamente convexas. El resto de
raederas tienen valores cercanos al 1%. Los raspadores, con
1,3%, son poco significativos y ausentes los buriles. En
109
[page-n-123]
cambio los perforadores tienen mayor incidencia (3,4%).
Las muescas están bien presentes con un 5%, y los útiles
denticulados constituyen la categoría dominante con un 32%
(cuadro III.33).
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los raspadores, muescas y raederas simples; a pesar de
ello no alcanzan el índice 1,5, lejano del 2 laminar. No se
aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera
con los elementos levallois, que en cambio sí indican una
diferencia significativa en el índice de carenado, al ser las
más delgadas de todas las piezas con diferencia. Respecto
del orden de extracción, están mayoritariamente elaboradas
sobre soportes de 3º y 2º orden, circunstancia que se invierte
en las raederas transversales, raspadores y muescas, que
presentan un predominio de elementos corticales (cuadro
III.34).
Los índices y grupos industriales
Los valores industriales del nivel Ia presentan un muy
bajo índice levallois de 2,6, lejos de la línea de corte establecida en 13 para poder ser considerado de muy débil debitado levallois. El índice laminar con valores de casi 5 se sitúa
entre la consideración de débil y muy débil. El índice de
facetado con 7 también está muy por debajo del 10, considerado para definir la industria como facetada. Las agrupaciones de categorías industriales indican que el índice levallois tipológico de 3 está muy distante del 30 considerado
para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II y los
índices esenciales de raedera con valor casi de 44 consideran
su incidencia como media y alta a partir de 50. El índice
charentiense de 13 está lejos del 20 que permite su asignaLista Tipológica
Total
1. Lasca levallois típica
9 (1,9)
2. Lasca levallois atípica
3 (0,6)
4. Punta levallois retocada
2 (0,4)
5. Punta pseudolevallois
8 (1,7)
6. Punta musteriense
7 (1,7)
7. Punta musteriense alargada
3 (0,6)
4
5
6
23
22,19
20,45
21,8
23,39
17,4
22,17
LFd
22
19,4
19,75
19,72
23,26
20,28
20,82
LFt
17,68
18,66
26,9
23,33
24,38
22,5
22,19
LF
22,93
20,18
22,2
19,8
24,16
19,57
22,17
AFi
3,68
3,33
2,1
2,6
2,53
2
2,84
AFd
3,45
2,77
2,64
2,68
3,14
2,71
2,93
AFt
3,62
2,83
4,4
4,33
2,80
1,5
3,6
AF
3,78
2,97
2,75
2,8
2,94
2,28
3,11
HFi
5,1
3,79
2,72
3,8
3,62
3,5
3,8
HFd
4,38
3,80
3,3
3,31
4,32
4,78
3,82
HFt
4,25
2,54
6
4,33
4,83
3
4,39
HF
4,92
3,57
3,53
3,42
4,27
4,07
4,1
IF
0,89
0,95
0,90
0,93
0,78
0,6
0,88
SRi
101,54
82,93
61,28
66,6
64,17
54,85
75,3
SRd
90,44
61,31
56,67
53,86
81,34
21,5
68,72
SRtr
83,42
67
112,72
99,66
94,97
63,78
91,5
SR
94,25
71
63,22
64,44
77,82
44
76,1
F/Ri
1,24
1,48
1,2
1,35
1,26
1,24
1,33
F/Rd
1,29
1,57
1,6
1,53
1,40
1,75
1,46
F/Rtr
1,28
1,60
1,35
1,8
1,20
1
1,41
F/R
1,3
1,54
1,41
1,53
1,32
1,28
1,4
SP
638,8
580,3
609,6
591,2
682,6
462,8
620,8
9,5%
12,25%
11. Raed. simple cóncava
8 (1,7)
5 (1,1)
2 (0,4)
3 (0,6)
17. Raed. doble cóncavo-convexa
2 (0,4)
19. Raed. convergente convexa
11 (2,3)
21. Raedera desviada
23 (4,9)
22. Raed. transversal recta
2 (0,4)
23. Raed. transversal convexa
13 (2,8)
25. Raedera cara plana
6 (1,3)
27. Raed. dorso adelgazado
3 (0,6)
29. Raedera alterna
8 (1,7)
30. Raspador típico
5 (1,1)
31. Raspador atípico
1 (0,2)
34. Perforador típico
15 (3,2)
35. Perforador atípico
1 (0,2)
38. Cuch. dorso natural
1 (0,2)
40. Lasca truncada
1 (0,2)
Media
LFi
46 (9,9)
15. Raed. doble biconvexa
3
10. Raed. simple convexa
13. Raed. doble recto-convexa
2
48 (10,3)
12. Raedera doble recta
1
9. Raedera simple recta
IT
14,75% 12,23% 10,37% 10,89% 11,40%
Cuadro III.32. Grado del retoque por unidad arqueológica
del nivel Ia.
110
42. Muesca
23 (4,9)
43. Útil denticulado
168 (36,3)
45/50. Lasca retoque
19 (4,1)
51. Punta de Tayac
1 (0,2)
54. Muesca extremo
3 (0,6)
59. Canto unifacial
2 (0,4)
61. Canto bifacial
1 (0,2)
62. Diverso
9 (1,9)
Total
462
Cuadro III.33. Lista tipológica del nivel Ia.
[page-n-124]
2º O
3º O
Lasca levallois
9
1,19
7,66
4,23
-
-
-
P. pseudolevall.
8
0,9
3,47
3,87
-
-
-
Raedera simple
91
1,29
3,89
7,15
6
41
44
Raed. transv.
15
0,78
3,40
12,08
2
8
5
R. dos frentes
47
1,06
3,69
8,62
4
19
24
Raed. inversa
6
1,12
3,85
6,91
0
2
4
Raspador
7
1,40
3,17
10,35
2
3
1
Perforador
16
1,05
3,49
5,9
1
6
9
C. dorso nat.
1
-
-
-
-
-
-
Muesca
25
1,24
3,24
7,16
2
13
146
1,14
3,61
5,75
10
60
76
4,92
-
I. Facetado amplio (IF)
7,08
-
1,85
-
I. Levallois tipológico (ILty)
2,99
3,18
41,9
43,59
I. Retoque Quina (IQ)
1,35
3,33
I. Charentiense (ICh)
12,84
13,63
2,56
2,61
Grupo II (Musteriense)
41,9
43,59
Grupo III (Paleolítico superior)
5,19
5,39
36,36
37,75
Grupo IV+Muescas
41,12
42,65
Índices Industriales
10
Denticulado
I. Laminar (ILam)
Grupo IV (Denticulado)
1º O
-
Grupo I (Levallois)
Peso
2,58
I. Raederas (IR)
IC
Esencial
I. Facetado estricto (IFs)
IA
Real
I. Levallois (IL)
Núm
Cuadro III.34. Índices tipométricos, peso y orden de extracción
del nivel Ia.
ción. El Grupo III, formado principalmente por perforadores
y en menor medida raspadores, presenta un índice esencial
de 5, considerado débil hasta 9 y definido como alto a partir
de 12. Por último el Grupo IV, con un índice de 37, se define
como muy alto al superar el límite 35 considerado para dar
paso a la categoría alta. Por tanto y en resumen el nivel Ia de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de denticulados del Paleolítico medio, con débil
presencia de útiles del grupo Paleolítico superior y con una
incidencia media de raederas (cuadro III.35).
III.2.1.3.8. LA FRACTURACIÓN LÍTICA
La fracturación intencional de los productos configurados
y retocados supone un paso adelante en el proceso de aprovechamiento y transformación de los utensilios; es la antesala
del abandono y el final del proceso técnico operativo.
El índice de fracturación del nivel Ia indica que éste es
mayor entre los productos retocados (35%) que entre las
lascas (22%). Entre éstas últimas más numerosas las fracturadas de 3º orden, que parece lógico por una mayor manipulación en la que intervendrían los accidentes de talla. La
incidencia de la fracturación respecto a los restos de talla y
núcleos es una cuestión de difícil solución, ya que los criterios para su inclusión en esta categoría no son claros. Sin
embargo sí es significativa la presencia de retoque en los
considerados restos de talla, que alcanza el 15% de estos
productos. Complejo vuelve a ser diferenciar si los restos de
talla corresponden a fragmentos informes del proceso de
talla o a fragmentos informes por transformación exhaustiva
de productos configurados y retocados. De todo ello se
desprende que una industria que presenta un 35% de pro-
Cuadro III.35. Índices y grupos industriales líticos del nivel Ia.
ductos retocados fracturados, a los que añadir un 18% de
fragmentos informes con retoque, indica la alta explotación
de la misma (cuadro III.36).
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son las
raederas dobles (45%), seguidas de las raederas simples
(24%) y los denticulados (21%). Esto apunta a que las posibilidades de transformación para reconfigurar los útiles
presenta mejores condiciones en las piezas complejas desde
el punto de vista de estar más retocadas. Este grado de fracturación es predominantemente pequeño, aunque hay que
tener presente la dificultad de identificación cuanto mayor es
éste. Un elemento poco fracturado son las raederas desviadas. La ubicación de las fracturas se presenta mayoritaria en
los extremos distales de las piezas retocadas, raederas
simples y denticulados, que representan casi la mitad de las
fracturas. El extremo proximal, donde se ubica el talón, es la
siguiente ubicación con más fracturas, en especial raederas
Índice de Fracturación
Entera
Fract.
Índice
Total
Núcleo
24
23
48,9%
47
Lasca 1º O
3
0
0%
3
Lasca 2º O
154
37
19,37%
191
Lasca 3º O
302
73
24,17%
375
No retocado
483
133
21,6%
616
Pr. ret 1º O
9
4
44,4%
13
Pr. ret. 2º O
135
43
31,8%
178
Pr. ret. 3º O
167
63
37,7%
230
Retocado
311
110
35,3%
421
Total
794
243
23,4%
1037
Cuadro III.36. Fracturación de las categorías líticas según orden de
extracción del nivel Ia.
111
[page-n-125]
simples. Divididas las piezas en dos mitades, el porcentaje de
fracturación es similar para estas dos categorías. Por todo ello
se aprecia que existe una tendencia a suprimir los extremos
de las piezas como método para reconfigurar éstas. Por
último la incidencia de la fracturación respecto de los modos
de retoque indica que las piezas con retoque simple son
mucho más fracturadas distalmente (62%) que en el extremo
proximal (32%). Los tipos sobreelevados no presentan diferencias, tienen un porcentaje igual de ubicación en la fracturación distal y proximal (44% y 42%). Las escasas piezas con
retoque plano presentan una destacada fracturación proximal
(83%), favorecida posiblemente por la incidencia de los
dorsos rebajados, los bulbos suprimidos y los retoques
inversos (cuadros III.37, III.38 y III.39).
P
PM
PD
MD
R. simple
6
(28,5)
2
(9,5)
1
(4,7)
3
7
(14,2) (33,3)
R. dobl/cv
2
3
1
1
Grado de
Fracturación
0-25%
26-50%
50-75%
>75%
Total
Punta
-
-
-
-
-
Raed. simple
11
12
1
-
24
Raedera doble
5
3
2
-
10
Raed. transv.
-
-
-
-
-
R. desviada
1
1
-
-
2
R. cara plana
1
-
-
-
1
Raspador
-
-
-
-
-
Perforador
1
1
-
-
2
Muesca
1
1
-
-
2
Denticulado
18
13
2
-
33
-
-
Indeterm.
Total
38 (44,1) 32 (37,2)
-
10
10
6 (6,9)
10 (11,6)
86 (100)
Cuadro III.37. Grado de fracturación de los productos retocados
del nivel Ia.
112
L
Total
2
(9,5)
21
3
-
10
R. transv.
1
-
-
-
1
-
2
R. desviada
-
1
-
-
1
-
2
R. cara plana
-
-
-
-
1
-
1
Perforador
-
1
-
-
2
-
3
Muesca
-
1
-
-
1
-
2
Denticulado
5
(18,5)
1
(3,7)
10
(37)
5
(18,5)
27
Total
III.2.3.1.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso), supone
un 3% de las lascas y un 5% de los útiles, por tanto valores
bajos, teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas no
transformadas mediante el retoque es alto (57%). Las lascas
levallois con 12 ejemplares son mayoritariamente típicas
(fig. III.8, núm. 1, 2, 3, 9, 11, 12, 14) frente a las atípicas
(fig. III.8, núm. 4, 5 y 7). Generalmente de excelente factura y en algún caso con talones multifacetados, son de talla
amplia superando la media de 25 mm y con morfología
cuadrangular larga (50%). A reseñar la ausencia de láminas
levallois. Como punta levallois retocada se han incluido dos
piezas de 3º orden poco típicas con retoque simple parcial
(fig. III.9, núm 1 y 2). Por tanto estas puntas pueden considerarse como muy raras. Las puntas pseudolevallois, con 8
ejemplares, presentan una baja proporción para una gestión
centrípeta donde las piezas desviadas tienen una cierta incidencia y por lo general son de pequeña talla (fig. III.8, núm.
6). Los cuchillos de dorso natural, con un sólo ejemplar,
tienen escasa presencia, aunque hay que recordar la difi-
D
3
3
(11,1) (11,1)
14
9
(27,1) (16,3)
5
(9,1)
7
26
7
(12,7) (47,3) (12,7)
68
(100)
Cuadro III.38. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel Ia. P: proximal. PM próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: meso-distal. D: distal. L: lateral.
Simple
Proximal
Plano
Sobreelev.
Total
8 (21,6)
5 (83,3)
5 (25)
18
Próximomesial
2 (16,6)
-
10 (50)
12
Proximal-distal
2 (16,6)
-
5 (25)
5
1ª mitad
12 (32,4)
5 (83,3)
20 (44,4)
37
Mesodistal
7
1
1
9
Distal
16 (43,2)
-
18 (40)
34
2ª mitad
23 (62,1)
1 (16,6)
19 (42,2)
43
Lateral
2 (5,4)
-
6 (13,3)
8
Total
37
6
45
88
Cuadro III.39. Fracturación y modos de retoque del nivel Ia.
cultad de valorar este tipo de útil en una industria de
pequeño formato, donde sólo hay 4 piezas de más de 3 cm.
Por ello, si consideramos todas las lascas con córtex
opuesto a filo, ampliaríamos la clasificación a un 6% de la
lista tipo, porcentaje igualmente débil.
Las puntas musterienses presentan 9 ejemplares (2%)
con piezas poco típicas, por desviadas, con escasa simetría
de sus bordes y configuración de apuntamiento abierto (fig.
III.9, núm. 3, 5, 6, 7, 10 y 11). Destaca sólo una punta sobre
lasca levallois y talón multifacetado (fig. III.9, núm. 4). No
existen limaces ni proto-limaces. Las puntas más largas
corresponden a elementos corticales (fig. III.9, núm. 7).
Las raederas simples o laterales agrupadas son 102
ejemplares, en igual proporción de rectas y convexas que
representan un 21% del total y menos frecuentes las
cóncavas (8, 1,7%) (fig. III.11, núm. 12, 13 y 14). Tipométricamente las raederas laterales están entre los útiles retocados de mayor formato (27,7 x 23,1 x 8,6 mm), y más aún
las 52 piezas con córtex que representan el 52% de éstas y
que tienen un formato medio de 28,6 x 23,5 x 9,4 mm. El
so-porte de estas raederas es mayoritariamente cuadran-
[page-n-126]
gular largo en un 30% (fig. III.10, núm. 1, 3, 4, 6, 10, 11)
y gajo en otro 30% (fig. III.10, núm. 8, 9, 12; fig. III.11,
núm. 3), con un 15% de piezas desbordadas (fig. III.10,
núm. 11 y fig. III.11, núm. 1, 4) y un 2% de sobrepasadas
(fig. III.10, núm 3). La sección transversal es asimétrica en
un 80%, principalmente triangular. La morfología del
retoque indica una distribución bimodal del escamoso y
denticulado con un 42% cada uno, a distancia del escaleriforme (13%). Estas raederas presentan una extensión
amplia de retoque, con sólo un 9% de las piezas que tienen
retoque parcial y un 15% con retoque marginal. El retoque
directo se distribuye a partes iguales en los lados izquierdo
y derecho y en su modo es principalmente sobreelevado
(40%), simple (36%) y plano (17%). Sólo cinco piezas se
elaboran sobre soporte levallois (fig. III.10, núm. 4, 10 y
fig. III.11, núm. 2) y cuatro tienen talón facetado (fig.
III.10, núm. 2 y fig. III.11, núm. 9). Generalmente las
raederas laterales son de bella factura, bien configuradas
con debitado previo variado en el que destacan el unipolar
y el preferencial con un 27% cada uno.
Las raederas dobles y convergentes presentan 25 ejemplares (14%), en igual proporción en cada una de las dos
categorías. Éstas son los elementos de transformación por
retoques más amplios y poseen un 50% de corticalidad. Tipométricamente son de “gran formato” (27,8 x 24,3 x 9 mm) y
las corticales los mayores formatos del nivel Ia (30,5 x 25,7
x 10,7 mm). Mayoritariamente cuadrangulares largas (30%)
(fig. III.12, núm. 2, 3 y 4). Destaca la casi ausencia de piezas
desbordadas (fig. III.12, núm. 7) y sobrepasadas. En igual
proporción de simétricas que de asimétricas. La morfología
del retoque indica aquí una distribución unimodal con un
54% de escamoso y apenas un 12% de denticulado. Estas
raederas también presentan una extensión amplia del retoque,
con una sola pieza parcial y cuatro con retoque marginal (fig.
III.13, núm. 11, 12). El modo de retoque es sobreelevado
(62%), simple (30%) y no se observa el escaleriforme. Sólo
dos piezas sobre lasca levallois y un talón multifacetado (fig.
III.13, núm. 7). Son de bella factura y con debitado dorsal
mayoritario preferencial (42%) (fig. III.13, núm. 4, 5, 6, 7, 8
y 9) y el resto muy distribuido.
Las raederas desviadas son 23 ejemplares con tipometría media de 24,8 x 27,1 x 8,7 mm y un formato algo menor
que laterales y dobles. Son más anchas (65%) que largas y
hay 11 piezas con córtex. La morfología es diversificada,
con muy pocos gajos y dominio de cuadrangulares largas y
triangulares (fig. III.14, núm. 3, 5, 7, 8). Un 70% son asimétricas y sin piezas sobrepasadas o desbordadas. La morfología del retoque indica aquí una distribución unimodal, con
un 75% de escamoso y apenas un 10% de denticulado. La
extensión del retoque es amplia, con un 15% de retoque
parcial y otro 15% de marginal. El modo de retoque es
sobreelevado (66%), simple (33%) y no se observa retoque
plano ni escaleriforme. Tampoco hay soportes levallois ni
talones multifacetados. El debitado dorsal mayoritario es
centrípeto (54%), con cierta incidencia del ortogonal (30%)
y ausencia del preferencial. Son piezas bien elaboradas de
formato no muy amplio, algo más de la mitad elaboradas
sobre lascas desviadas, retoque sobreelevado y por lo gene-
ral con convergencia apuntada (43%); también están presentes los ejemplares dobles (18%).
Las raederas alternas son 8 ejemplares (fig. III.14,
núm. 4, 9, 10, 11, 12) que incluyen las alternantes (fig.
III.13, núm. 6), de formato amplio como ocurría con las laterales y dobles (30 x 24 x 8 mm). El retoque predominante en
cambio es simple y el debitado dorsal preferencial (fig.
III.14, núm. 9, 10, 11, 12). Su morfología principal es la
cuadrangular larga.
Las raederas transversales presentan 15 ejemplares
con tipometría de 25 x 33 x 10,7 mm. Su morfología es
variada, con elementos pentagonales (fig. III.12, núm. 7) y
más anchas que largas. Principalmente son asimétricas y por
lo general agotadas por un exhaustivo retoque en piezas con
córtex (75%) y alta procedencia de nódulos marinos (fig.
III.12, núm. 8). El debitado es mayoritariamente preferencial
(fig. III.12, núm. 1, 4 y 6) y unipolar, y con ausencia de
soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es
sobreelevado (60%), con escasa incidencia de retoque
parcial y marginal y piezas desbordadas (fig. III.12, núm. 1,
3, 6 y 7). Estas piezas mayoritariamente convexas representan casi el 8% de las raederas y un porcentaje esencial
débil (3,4%).
Las raederas de cara plana y dorso adelgazado
presentan un baja incidencia, del 1% y 0,6% respectivamente (8 piezas). Las de dorso adelgazado (fig. III.12, núm
9, 10) están más elaboradas y con formato amplio que
supera los 3 cm. Las de cara plana con 26 mm de longitud
presentan retoque inverso, generalmente simple y marginal
(fig. III.12, núm. 11, 12, 13) y algún soporte levallois.
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, buril,
perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan un
conjunto de 24 piezas y una incidencia del 5%, principalmente perforadores. Los raspadores son 6 ejemplares de
factura mediocre: 5 corticales, 4 en extremo distal de lasca y
otro sobre lasca de decalotado. Los buriles están ausentes.
Los perforadores (fig. III.15), con 16 piezas, presentan un
porcentaje esencial de 3,6, considerado como débil. Son de
formato pequeño (23,5 x 22,6 x 8,5 mm), donde la longitud
y anchura están equilibradas. Son piezas asimétricas (90%),
de las que un 27% presentan córtex y soporte mayoritario
triangular (33%), seguido del cuadrangular corto (25%). La
morfología del retoque es denticulado y escaleriforme y el
modo sobreelevado y simple. Son piezas denticuladas
marcadas de muy bella factura con debitados diversificados
pero preferentemente centrípetos. Su fracturación es escasa
al igual que la presencia de piezas desbordantes.
Las muescas son 25, de las cuales 3 son muesca en
extremo y un 20% clactonienses frente a un 75% de muescas
retocadas. Tipométricamente son de formato medio (26 x 22
x 9 mm), con un 52% de piezas corticales, morfología de
soportes diversificados y asimétricas (75%). La morfología
del retoque es mayoritario denticulado (65%) y escaleriforme (22%), y el modo sobreelevado (70%) y simple
(25%). Son piezas denticuladas cóncavas bien elaboradas,
con extremos marcados y aguzados por rupturas de convergencia (méplat, córtex, fractura, etc.). El debitado dorsal es
variado pero preferentemente centrípeto, con un 10% de
113
[page-n-127]
piezas desbordadas, un soporte levallois y sin talones multifacetados. Como en otros tipos, hay una cierta incidencia
(12%) de apoyo sobre méplat (fig. III.16, núm. 7, 15 y 16) y
elaboración (30%) sobre restos de talla o núcleos (fig. III.16,
núm. 9). Alguna pieza recuerda la denominada “técnica de
microburil” (fig. III.16, núm. 13).
Los denticulados representan el grupo de útiles mayoritario con 168 piezas (36,3%). Éstos pueden ser divididos
en laterales simples (62%), dobles (20%), transversales (8%)
y alternos (5%). Generalmente están bien configurados, con
denticulación marcada y algunos con espinas pronunciadas.
Su formato en comparación a las raederas es inferior (23,8 x
22,2 x 8,1 mm), con un 48% de piezas corticales, morfología
de soportes diversificados en los que son de reseñar los
cuadrangulares largos (37%) y especialmente los gajos que
alcanzan un 24%. Las piezas son asimétricas (79%). La
morfología del retoque es obviamente denticulada y el modo
se presenta bimodal con casi un 50% para los retoques
sobreelevado y simple y ausencia del escaleriforme. La
extensión del retoque presenta un 22% de parcialidad y un
5% de retoque marginal. El debitado dorsal es mayoritario
preferencial (42%) y unipolar (27%), con un 11% de piezas
desbordadas (fig. III.17, núm. 5, 9; fig. III.17, núm. 8, 11) y
sobrepasadas (fig. III.17, núm 1), tres soportes levallois y
dos talones multifacetados. Hay una incidencia alta de denticulados sobre núcleo o resto de talla (18%). La fracturación
es significativa (18%) con ubicación distal (fig. III.19, núm.
1, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13 15, 16 y 17), proximal (fig.
III.19, núm. 2, 4), lateral o hemilasca (fig. III.19, núm. 14) y
mesial (fig. III.19, núm. 3). La fracturación configura una
ruptura de convergencia acusada como pasaba con las
muescas, de las que es difícil separar algunos denticulados
apoyados en méplat (fig. III.19, núm. 11, 12). Las piezas
sobre gajo son relevantes (fig. III.18, núm. 1, 2, 3, 5, 9; fig.
III.19, núm. 5, 6, 9, 15). Hay piezas múltiples de configuración particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en
sus vértices y que pueden ser definidas como un morfotipo
individualizado (fig. III.18, núm. 13, 14). Los denticulados
son de cuidada elaboración en sus frentes retocados, circunstancia que dificulta la separación con las raederas; prueba de
ello es la igual proporción de bulbos suprimidos en ambas
categorías (10%).
III.2.1.4. LA VALORACIÓN DEL NIVEL Ia
La sedimentación de este nivel arqueológico es característica de un ambiente húmedo con elevada pedogénesis sin
apenas fracción pétrea ni otros elementos de aportación
exógena ni endógena. La estructura topográfica del nivel
registra en su interior un depósito travertínico con baja
energía y escasa sedimentación gravitacional. Este depósito
puede ser considerado un conjunto de edificios bioconstruidos sobre morfologías tubulares (helechos, juncos,
herbáceas, etc.) que no presentan material arqueológico en
su interior. Los elementos vegetales configurados a modo de
haces presentan disposición paralela y ligero buzamiento
hacia el SE. El nivel es un paleosuelo con humus que se halla
muy alterado por madrigueras y actividades de pequeños
mamíferos y reptiles. Las características de esta sedimenta-
114
ción muy suelta favorecen la dispersión vertical y horizontal
de los materiales arqueológicos. Es difícil discernir con
fiabilidad los posibles eventos ocupacionales que se produjeron y es sin duda el nivel arqueológico de la secuencia que
mejor refleja el efecto palimpsesto.
El nivel Ia fue excavado en una superficie máxima de 15
m2 (capa 1) y mínima de 3 m2 (capa 6), lo que supone una
extensión media de 10 m2. Ésta representa el 10% del área
ocupacional total considerada en el pasado, que debió de ser
de unos 100 m2. Por tanto, es una parte restringida de la
superficie arqueológica original. Se han contabilizado un
total de 19.068 elementos arqueológicos, lo que supone una
media de 5.280 restos/m3, entre restos líticos (1.251/m3) y
óseos (4.018/m3), considerados los primeros mayores de 1
cm. Es decir, 53 materiales por cuadro y capa. La distribución de los mismos se presenta desigual, tanto en la industria como en los restos óseos, con dos concentraciones
centradas en los cuadros H2 y F5, sin que se halla podido
averiguar la causa, al estar en los márgenes del área excavada. La diferencia de profundidad entre los cuadros supone
un ligero buzamiento de cinco grados de W a E y prácticamente horizontal de N a S. Las tres primeras capas proporcionaron intrusiones verticales de elementos modernos (tres
pequeños fragmentos cerámicos) y fauna actual no fósil
vinculada a la sedimentación de las madrigueras.
La excavación no ha detectado hogares, aunque un tercio
del material arqueológico está termoalterado por la incidencia
de los mismos. La cantidad de materiales óseos y líticos
(14.540 y 4.528) es lo suficientemente amplia para el estudio
propuesto del nivel Ia. Valores a retener son un volumen excavado de 3,6 m3 con un alto porcentaje de materiales óseos y
líticos que suman un total de 5.280/m3. La relación de diferencia entre ambas categorías es de 3,2.
En cuanto a la industria lítica, los procesos de explotación de los núcleos no se detectan con nitidez en los distintos
cuadros, con ausencia de éstos en los septentrionales, presencia de restos de talla en los occidentales y una concentración de ambos en los meridionales. Por tanto, la ubicación de
los núcleos no coincide con las concentraciones principales
de talla. La estructura lítica en la relación interna de sus
componentes indica que ésta es coherente y sólo se echan en
falta los percutores. Las proporciones señalan el alto índice
de elementos producidos frente a los de producción.
La materia prima como roca de elección y utilización es
el sílex, lo que hace poco significativas al resto (caliza y
cuarcita). El sílex se muestra con un alto grado de alteración
que abarca a la casi totalidad del conjunto, del cual un tercio
corresponde a alteraciones térmicas. Por ello la alta alteración silícea del nivel Ia condiciona el análisis traceológico y
dificulta especialmente los remontajes líticos. A efectos de
evaluar la dimensión tipométrica, se aprecia que los datos de
tendencia central son: núcleo (27 x 26 x 10 mm), resto de
talla (17 x 14 x 8 mm), lasca (22 x 21 x 6 mm) y producto
retocado (26 x 23 x 8 mm). Esto representa para el total una
media de 19 x 17 x 6 mm; así pues un conjunto industrial
lítico con valores por debajo de los 2 cm para las mediciones
de longitud, anchura y grosor. El soporte de caliza muy
frecuente en el área y de proporciones mayores no es utili-
[page-n-128]
zado como recurso generalizado. Por ello la industria puede
ser considerada de tamaño muy pequeño y con alto grado de
reutilización.
Los formatos de los núcleos tienen una tipometría entre
3-4 cm, tanto en longitud como anchura. Los mismos están
explotados o agotados y son gestionados unifacialmente y
con dirección de debitado centrípeta de forma mayoritaria.
Las características de las superficies de debitado planasconvexas y las de preparación con planos multifacetados
certifican la presencia de gestión levallois en el nivel Ia,
preferentemente centrípeta. En los productos configurados
las plataformas de los talones son mayoritariamente planas y
lisas. La cara dorsal muestra que el grado de corticalidad es
mayor en los productos retocados. Los formatos de longitud
y anchura respecto del orden de extracción indican que la
mayor longitud se obtiene principalmente a partir de piezas
con córtex.
La morfología de las lascas revela el predominio de las
formas de cuatro lados, que suponen la mitad de la muestra,
seguidas de la triangular y por último los gajos o segmentos
esféricos. Hay una cierta elección de lascas largas con
cuatro lados y sección trapezoidal en los útiles más elaborados. La simetría de la sección transversal indica un predominio de dos tercios de los asimétricos frente a un tercio de
los simétricos, cuya categoría principal es la trapezoidal
muy próxima a la triangular. La asimetría en cambio
presenta la categoría triangular como predominante. Estos
valores son superados en las piezas corticales, circunstancia
que correlaciona la morfología y el orden de extracción. La
sección trapezoidal se vincula mejor con los productos retocados de 3º orden y las piezas con mayor asimetría corresponden a productos de 3º orden, con o sin retoque. Los
productos retocados indican morfología denticulada, extensión entrante y filo recto. Este frente retocado es lateral,
localizado en la cara dorsal –directo–, continuo y mayoritariamente completo en su extensión. Los modos de retoques
indican un predominio de los sobreelevados, simples y por
último los planos. Los diferentes útiles se elaboran con
retoque sobreelevado o simple, en este orden, aunque con
algunas diferencias reseñables. El retoque simple es más
utilizado que el sobreelevado en las puntas musterienses,
raederas de cara plana, raederas de dorso adelgazado y
raederas alternas. El retoque plano, minoritario en general,
afecta a puntas, raederas laterales, raederas de cara plana y
raederas de dorso adelgazado.
La longitud del retoque presenta un valor que se ajusta
a la longitud de los soportes. Por ello se puede decir que la
elaboración en la dimensión longitud es máxima y hay una
decidida elección de categorías sobreelevadas frente a planas
o cubrientes en la superficie. Así pues, no se fabrican piezas
planas ni la transformación mediante el retoque tiende a ello,
sino al contrario. La altura de los frentes retocados, con
valor muy próximo al grosor medio de los soportes, certifica
la búsqueda de frentes sobreelevados. Todo ello apunta a un
fuerte interés en economizar materia prima mediante una
máxima explotación volumétrica. Entre los útiles mayoritarios, las raederas simples guardan una equilibrada proporción entre rectas y convexas. Las raederas dobles unidas a
las convergentes representan el 5%. Esta misma incidencia
tienen las desviadas y algo menor las transversales, que son
mayoritariamente convexas. Los raspadores son poco significativos y ausentes los buriles. En cambio los perforadores
tienen una alta incidencia. Las muescas están bien presentes
y los útiles denticulados representan la categoría predominante. Las piezas retocadas con índice de alargamiento
mayor son los raspadores, muescas y raederas simples, a
pesar de ello, lejos de poder ser considerados laminares. No
se aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera
con los elementos levallois, que en cambio sí tienen una
diferencia significativa en el índice de carenado al ser las
piezas más delgadas de todas. Respecto al orden de extracción las raederas transversales, los raspadores y las muescas
están mayoritariamente elaboradas sobre soportes corticales.
El índice de fracturación del nivel Ia es mayor en los
productos retocados que en las lascas, y entre estas últimas
son más numerosas las de 3º orden. El nivel presenta un
tercio de productos retocados fracturados y numerosos fragmentos informes con retoque que indican la alta explotación
y transformación de la industria. Los útiles con mayor fracturación son las raederas dobles, raederas simples y denticulados. Un elemento poco fracturado son las raederas
desviadas. La ubicación de las fracturas se presenta mayoritaria en los extremos distales de raederas simples y denticulados que representan casi la mitad de la muestra. Existe una
tendencia a suprimir los extremos de las piezas como
método para reconfigurar éstas, y las piezas con retoque
simple están mucho más fracturadas distalmente que en el
extremo proximal. La mayor parte de los núcleos identificados presentan una gestión levallois, hecho que diverge en
porcentaje del bajo número de productos configurados levallois. Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois, al igual que el índice laminar y el de facetado. Así
pues, la industria del nivel Ia por sus características técnicas
de debitado se puede definir como no laminar, no facetada y
no levallois.
El Grupo II y los índices esenciales de raedera tienen
valores medios. Las raederas laterales de formato amplio
presentan morfología cuadrangular larga y asimetría triangular
con un debitado dorsal unipolar y preferencial y retoques
sobreelevado y simple. Las raederas dobles de formato amplio
presentan morfología cuadrangular larga y simetría/asimetría
trapezoidal y triangular. El debitado dorsal es preferencial y el
retoque principalmente sobreelevado. Las raederas desviadas
de formato medio presentan asimetría con morfología cuadrangular larga y triangular. El debitado es centrípeto y el retoque
mayoritario sobreelevado. Las raederas transversales de
formato medio presentan morfología variada –pentagonal–,
asimetría trapezoidal/triangular y debitado preferencial con
retoque sobreelevado. El Grupo III está formado principalmente por perforadores de formato pequeño, morfología y
simetría variada, y raspadores en menor medida. El debitado
dorsal es centrípeto y el retoque sobreelevado.
Por último, el Grupo IV presenta un índice muy alto. Las
muescas de formato medio tienen morfología diversa, asimetría triangular, debitado centrípeto y retoque sobreelevado
mayoritario. Los denticulados en cambio, de formato pequeño,
115
[page-n-129]
presentan morfología cuadrangular, asimetría triangular y
retoque sobreelevado y simple. En resumen, el nivel Ia de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los conjuntos
del Paleolítico medio con alta incidencia de denticulados, débil
presencia de útiles del grupo Paleolítico superior, en especial
perforadores, y con una incidencia media de raederas.
Los núcleos posiblemente son introducidos en el yacimiento en fases de explotación no iniciales o avanzadas y
difieren de los formatos de lascas amplias que corresponden
al principio de la cadena operativa. Los núcleos son transformados en un alto grado y reutilizados, y por ello tal vez no
estén presentes. Sus morfologías indican una explotación
sistemática avanzada y una cuestión relevante reside en saber
si la fragmentación es parte de una sistemática operativa no
detectada. La alta fragmentación y reducción de la industria
va acompañada de productos corticales transformados y
abandonados de mayor formato, que posiblemente formen
parte del equipamiento personal o individual introducido en
el yacimiento. El sílex es utilizado en actividades de talla; la
existencia de pocos productos de alta corticalidad apunta a
que las cadenas operativas se han iniciado en otros espacios,
dentro o fuera del yacimiento. Por ello, las secuencias de
explotación y configuración guardan diferencias que no
pueden ser explicadas, en un nivel en el que predominan
las pequeñas morfologías finales muy transformadas. Las
secuencias de configuración manifiestan una relación preferencial de soportes de mayor formato y morfologías transformadas –raederas, denticulados…– y la variabilidad morfoló-
116
gica de los soportes no se ajusta a morfotipos seleccionados.
En conclusión, el nivel Ia presenta procesos de alteración postdeposicional importantes entre los que destacan las
madrigueras de pequeños mamíferos. Los depósitos travertínicos, la alta pedogénesis y la ubicación bajo la línea de
ruptura de la visera de la cueva son factores distorsionantes
a valorar. Las estrategias de aprovisionamiento lítico son
exclusivas para el sílex e indican una cierta lejanía superior
a 5 km. Las cadenas operativas líticas se presentan fragmentadas, hecho que puede responder a una movilidad de
objetos entre diferentes y próximos lugares de ocupación.
Sin embargo, la alta concentración de vestigios arqueológicos apunta a una mayor entrada de éstos –intrasite– que no
a una “exportación” intersite.
La falta de estudios imposibilita conocer si las actividades técnicas desarrolladas en este espacio físico –nivel Ia–
son complementadas o no en otros lugares, ni tampoco se
puede caracterizar las zonas de acumulación ni su interrelación, así como si existieron áreas de actividad funcionalmente diferenciadas. Saber si existió una ocupación completa o no del espacio es una cuestión difícil, pero diversos
aspectos apuntan a que ésta debió de ser amplia. Bolomor Ia
no parece un lugar de paso muy breve por el volumen y
transformación del material lítico; posiblemente sea un lugar
de hábitat con una ocupación de corta duración en el que se
han desarrollado actividades antrópicas diversas, complejas
e intensas.
[page-n-130]
Fig. III.6. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel Ia.
117
[page-n-131]
Fig. III.7. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel Ia.
118
[page-n-132]
Fig. III.8. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Lascas del nivel Ia.
119
[page-n-133]
Fig. III.9. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Puntas del nivel Ia.
120
[page-n-134]
Fig. III.10. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas simples rectas del nivel Ia.
121
[page-n-135]
Fig. III.11. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas simples convexas y cóncavas del nivel Ia.
122
[page-n-136]
Fig. III.12. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas transversales, de dorso adelgazado y de cara plana del nivel Ia.
123
[page-n-137]
Fig. III.13. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas dobles y convergentes del nivel Ia.
124
[page-n-138]
Fig. III.14. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas alternas y desviadas del nivel Ia.
125
[page-n-139]
Fig. III.15. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Perforadores del nivel Ia.
126
[page-n-140]
Fig. III.16. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Muescas del nivel Ia.
127
[page-n-141]
Fig. III.17. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel Ia.
128
[page-n-142]
Fig. III.18. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel Ia.
129
[page-n-143]
Fig. III.19. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados con fracturas del nivel Ia.
130
[page-n-144]
III.2.2. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO Ib-Ic
El estrato I se presenta dividido en tres niveles: Ia, Ib y
Ic. Las unidades Ib y Ic, cuya excavación se realizó en los
años 1992-93, deben ser consideradas como un conjunto.
Ello es debido a que el material del nivel Ib se hallaba adosado a la base de las brechas y en contacto con la primera capa
del nivel Ic. Además estas brechas son estériles pues su
componente principal es un travertino que recubre antiguos
vegetales y el troceado del mismo mostró la ausencia de
materiales arqueológicos en su interior. El nivel Ib, brechoso
e irregular, se presenta fuertemente erosionado y ha condicionado en extremo el proceso de excavación, mermando las
valoraciones espaciales. Los cuadros en los que la sedimentación no se presentaba alterada se excavaron mediante
levantamiento tridimensional y el resto en subcuadros de 33
cm2 y recogida en criba.
III.2.2.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL Ib-Ic
La extensión excavada se individualiza en cuatro
unidades arqueológicas que se vinculan a los cuadros (figs.
III.20, III.21, III.22, III.23, III.24 y III.25):
- Unidad arqueológica 0 (nivel Ib): cuadros D3, D4,
F3, F4, H4 (5 m2).
- Unidad arqueológica 1 (nivel Ic): cuadros B2, B3,
B4, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4 (13 m2).
- Unidad arqueológica 2 (nivel Ic): cuadros B3, B4,
D3, D4, F3, F4, H2, H3, H4, J3, J4 (11 m2).
Fig. III.21. Superficie inicial con brechas del nivel Ib
(cuadros B3 a B5). Sector occidental.
- Unidad arqueológica 3 (nivel Ic): cuadros B3, B4,
D3, D4 y H2 (5 m2).
Fig. III.22. Superficie excavada del nivel Ic y brechas del Ib
(cuadros H3/J3). Sector occidental.
Fig. III.20. Planta del yacimiento con situación de la excavación
del nivel Ib/Ic.
III.2.2.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL Ib/Ic
La distribución de los registros arqueológicos en las
distintas capas no ha podido ser individualizada en el grado
deseado para detallar la ubicación de los materiales arqueológicos respecto de las unidades deposicionales. Ello es
debido al alto número de materiales no situados tridimensionalmente. Sin embargo distintos cuadros presentan una
similar concentración de materiales. La capa 0 corresponde
al nivel Ib y el resto a tres unidades del Ic.
131
[page-n-145]
Fig. III.25. Corte frontal occidental del estrato I (cuadro D3).
Sector occidental.
Capas
0
1
2
3
Total
Vol. m3
0,4
1,35
0,65
0,6
3
NRL m3
212
123
521
600
557
Lítica
85
889
339
360
1673
NRH m3
175
547
488
493
474
Hueso
70
739
317
296
1422
m3
NR
Fig. III.23. Superficie excavada del nivel Ib/Ic (cuadros orientales).
Sector occidental. Vista desde el techo de la cueva.
387
1205
1009
1093
1031
Lítica peso gr.
171
2079
763
664
3677
Lítica grs/m3
427
1540
1173
1106
1225
H/L
0,82
0,83
0,94
0,82
0,85
Cuadro III.40. Materiales líticos y óseos por metro cúbico,
peso e índice de relación del nivel Ib/Ic. NRL: número de restos
líticos. NRH: número de restos óseos. H/L:relación hueso/lítica.
Fig. III.24. Corte frontal occidental del nivel Ib/Ic. Sector occidental.
La relación hueso/lítica correspondiente al mismo
espacio considerado muestra una distribución uniforme a lo
largo de las distintas unidades, con un número de restos faunísticos algo inferior a los líticos en cada capa. El menor
número de materiales de la capa 0 tiene su explicación en sus
características sedimentológicas (cuadro III.40).
III.2.2.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
III.2.2.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
132
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
en el yacimiento. Sin embargo, la existencia de un porcentaje cercano al 25% de restos de talla que pudieran enmascarar un gran agotamiento de elementos nucleares hace ser
prudente al respecto. Igualmente se aprecia la ausencia de
percutores. Entre los elementos producidos es lógica la primacía de los pequeños productos frente a los configurados y
entre éstos el alto valor de los no retocados apunta a una actividad no exhaustiva de transformación.
Los índices de producción, configuración y transformación indican diferencias en las unidades que en su conjunto
son poco significativas pero explicables. Así, una menor presencia de productos no configurados en el nivel Ib (brecha)
se deba a la imposibilidad de recuperar la casi totalidad de
los mismos. Las diferencias entre las capas 2 y 3, cuyos
valores se promedian, indican la artificialidad en la separación de las unidades (cuadro III.41 y III.42).
[page-n-146]
Nivel Ib/Ic
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Total
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
1
2
17
322
710
247
228
146
(10)
(85)
(25,1)
(55,5)
(19,3)
(60,9)
(5)
1673
(39,1)
%
20 (1,2)
1279 (76,5)
374 (22,3)
1673
Cuadro III.41. Categorías estructurales líticas del nivel Ib/Ic.
Capas
0
1
2
3
Media
IP
84
98,8
56,5
120
88
IC
0,75
0,30
0,24
0,25
0,29
ICT
0,61
0,67
0,61
1,03
0,73
Cuadro III.42. Índices estructurales del nivel Ib/Ic.
IP: índice de producción. IC: índice de configuración.
ICT: índice configurado de transformación.
medio sedimentario del depósito muy carbonatado, poco
ácido y menos húmedo que el nivel precedente Ia. La termoalteración en las piezas representa casi 1/3 del total, en especial en el sílex y en alguna pieza calcárea. Por todo ello la
alteración de la unidad Ib/Ic es muy alta y representa la práctica totalidad del conjunto estudiado (98,4%), circunstancia
que condiciona el análisis traceológico (cuadro III.44).
Fresco
La litología
La materia prima utilizada se reduce en la práctica a sólo
tres categorías: sílex, caliza micrítica y cuarcita. De forma
muy marginal existe alguna pieza de calcedonia y de ofita que
completan el cuadro litológico. A efectos arqueológicos sólo
las tres primeras tienen relevancia y son las categorías a considerar en los cálculos correspondientes. El sílex en el nivel
Ib/Ic, con porcentaje superior al 98%, se muestra como la roca
de elección y utilización. La caliza está presente por igual en
todas las categorías estructurales; en cambio la cuarcita es
mayoritaria entre los productos configurados y retocados
(71%), por lo que indica que es una roca de elección. Posiblemente su baja presencia se deba a la dificultad o escasez de las
fuentes de aprovisionamiento (cuadro III.43).
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes
grados de intensidad en la alteración del sílex concentran en
“la pátina” el 65% de los valores, con casi nula presencia de
piezas frescas o muy alteradas. En las piezas calcáreas la
decalcificación está ausente, causa que debemos atribuir al
M. Prima
Sílex
Caliza
Cuarcita
Otros
Total
Canto
-
1
1
-
2
Núcleo
17 (100)
Resto talla 318 (98,7)
-
-
-
17
4
-
-
322
-
712
Debris
709 (99,6)
1
2
P. lascas
245 (99,2)
1
1
-
247
Lascas
204 (96,2)
3
4
1
212
P. retoc.
152 (94,4)
3
6
-
161
14 (0,84)
1
1673
Total
1645 (98,3) 13 (0,78)
Cuadro III.43. Materias primas y categorías líticas del nivel Ib/Ic.
Semip.
Pátina
Sílex
III.2.2.3.2. LA MATERIA PRIMA
Desilif. Termoalt.
Total
-
1
1080
109
455
1645
Caliza
12
-
-
-
1
13
Cuarcita
14
-
-
-
-
14
Otros
1
-
-
-
-
1
Total
27
(1,6)
1
1080
(64,7)
109
(6,5)
456
(27,7)
1673
Cuadro III.44. Alteración de la materia prima del nivel Ib/Ic.
III.2.2.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 25,8 x 24,6 x 14,4
mm, con valor central (mediana) de 25 x 25 x 14 mm. Los
valores modales son poco significativos debido a lo reducido
de la muestra. El rango entre valores es similar para la
longitud y la anchura. La desviación típica vuelve a mostrar
la uniformidad de la longitud respecto a una ligera y mayor
variabilidad en la anchura. La forma de la distribución
respecto a su apuntamiento (curtosis) es platicúrtica o achatada para la longitud y leptocúrtica o apuntada para el grosor
y anchura, por los valores positivos. El grado de asimetría de
la distribución, a izquierda o derecha, de todas las categorías
consideradas: longitud, anchura, grosor, índices de alargamiento y carenado y el peso, muestra una asimetría positiva
con mayor concentración de valores a la derecha de la media
(cuadro III.45).
Los restos de talla identificados presentan como medidas de tendencia central una media aritmética de 15,9 x
12,8 x 8,8 mm, con valor central (mediana) de 15 x 12 x 9
mm. El rango o recorrido entre valores es amplio en las tres
dimensiones longitud, anchura y grosor, aunque mayor en la
longitud. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es homogénea, poco leptocúrtica en las
tres categorías. El grado de asimetría de la distribución indi-
133
[page-n-147]
Núcleo
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
25,8
24,6
14,4
1,1
2
15,5
Mediana
25
25
14
1,1
1,9
11
Moda
22
22
14
-
1,9
-
Mínimo
17
18
5
0,6
1
3,2
Máximo
35
38
28
1,6
5
24,4
Rango
18
20
23
1
4,1
21,2
Desviación típica
4,8
5,4
5,1
0,3
0,9
5,9
Cf. V. Pearson
19%
22%
35%
28%
46%
38%
Curtosis
-0,67
1,47
2,18
-0,04
6,8
0,17
Cf. A. Fisher
0,1
1,2
0,9
-0,2
2,2
0,9
Válidos
17
17
17
17
17
17
Cuadro III.45. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel Ib/Ic.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
ca que todas las categorías muestran una concentración a la
derecha muy similar. Las categorías consideradas: longitud,
anchura, grosor, índice de alargamiento, índice de carenado
y peso, indican una asimetría positiva con mayor concentración de valores a la derecha de la media (cuadro III.46).
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 20,6 x 19,5 x 5,5 mm, con valor
central (mediana) de 20 x 20 x 5 mm. Los valores modales
difieren en la longitud pero están muy próximos a los anteriores en la anchura y grosor, por tanto es casi una distribución simétrica donde coincidirían media, mediana y moda.
La divergencia de la longitud se explicaría por una concentración de lascas cortas. El rango o recorrido entre valores es
similar, aunque mayor en la anchura. El coeficiente de
dispersión acusa una ligera mayor variabilidad del grosor
respecto de la longitud y anchura. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente
leptocúrtica o puntiaguda en las categorías longitud y
anchura, y platicúrtica o achatada en el grosor. El grado de
Resto Talla
Media
Long. Anch.
15,9
12,8
asimetría de la distribución indica que todas las categorías
muestran una concentración a la derecha, asimetría menor
en el grosor que está próximo al eje de simetría. El peso
muestra una gran dispersión o variación que supera el 100
porcentual, aunque ello no impide una concentración de
valores en asimetría positiva (cuadro III.47).
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 26,4 x 23,9 x 8,4
mm, con valor central (mediana) de 26 x 22 x 8 mm. Los
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la anchura. El coeficiente de dispersión
acusa la variabilidad del grosor y la homogeneidad entre
longitud y anchura. La forma de la distribución es ligeramente leptocúrtica en las tres categorías y mayor en el
grosor. El grado de asimetría de la distribución indica que
todas las categorías muestran una concentración a la derecha
y próximas al eje de simetría (cuadro III.48).
Lasca
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
4,27
3,1
Media
20,6
19,5
5,5
1,16
Mediana
20
20
5
1,1
4
2,3
Moda
16
20
5
1,5
3,2
1,1
Mínimo
7
8
1,5
0,5
1,3
0,2
Máximo
50
61
12
3,2
13,5
43,2
Rango
43
53
10,5
2,7
12,2
43
Desviación típica
5,6
6,6
2,2
0,4
1,9
3,2
Cf. V Pearson
27%
34%
40%
34%
47%
103%
Curtosis
4,1
8,9
-0,2
2,2
2,9
53,6
Cf. A Fisher
1,1
1,4
0,6
1
1,3
5,9
Válidos
212
212
212
212
212
212
Cuadro III.47. Análisis tipométrico de las lascas del nivel Ib/Ic.
Gr.
IA
IC
Peso
Pr. Retocado
8,8
1,3
2,2
2,8
Media
26,4
23,9
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
8,4
1,17
3,7
7,3
Mediana
15
12
9
1,2
1,8
1,7
Mediana
26
22
8
1,2
3,2
4,9
Moda
13
10
9
1,3
1,4
1,4
Moda
22
22
5
1
4
2,1
Mínimo
6
4
1
0,6
0,9
0,1
Mínimo
12
11
1
0,4
1
0,5
Máximo
38
27
20
4,3
10
14,2
Máximo
48
50
25
2,5
22
38
Rango o recorrido
32
23
19
3,7
9,1
14,1
Rango o recorrido
36
39
24
2,1
21,1
37,5
Desviación típica
5,2
4,2
4,2
0,4
1,3
3,1
Desviación típica
7,8
7,1
4
0,4
2,3
6,8
Cf. V Pearson
33%
33%
48%
31%
59%
111%
Cf. V Pearson
30%
30%
47%
34%
61%
93%
Curtosis
0,5
0,2
0,7
24,9
8,5
3,4
Curtosis
0,2
0,7
1,9
0,6
29,1
6
Cf. A Fisher
0,8
0,7
0,6
4,3
2,5
2
Cf. A Fisher
0,6
0,8
1,1
0,5
4,3
2,3
Válidos
322
322
322
322
322
322
Válidos
147
147
147
147
147
147
Cuadro III.46. Análisis tipométrico de los restos de talla
del nivel Ib/Ic.
134
Cuadro III.48. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel Ib/Ic.
[page-n-148]
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos totales del nivel Ib/Ic son valores generales aproximativos de un conjunto sólo parcialmente comparable
por su distinta ubicación en la cadena operativa. A efectos
de evaluar la dimensión tipométrica, se aprecia que los
datos de tendencia central se sitúan por debajo de los 2 cm
en sus categorías de longitud, anchura y grosor. Sin
embargo los valores tienden a situarse cerca de este límite.
Las categorías longitud y anchura muestran una gran
homogeneidad en todos los muestreos estadísticos. El
grosor es el valor que más difiere de los anteriores pero no
excesivamente. La variación de la dispersión es patente en
esta categoría y en sus correspondientes índices de carenado. El peso, como en otros niveles, es la categoría de más
alta dispersión. La asimetría de la distribución de todas las
categorías siempre se concentra a derecha, con gran semejanza entre sus valores.
III.2.2.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos indican
que prácticamente todos los elementos producidos y configurados presentan unas dimensiones inferiores a 4 cm, con
los valores más altos de 2 a 3 cm que representan una media
del 82%. Esta distribución presenta una mayor tendencia
hacia soportes más pequeños conforme las fases de explotación del núcleo avanzan (cuadro III.49).
La morfología de los elementos producidos muestra
una mayoría de formas con cuatro lados que representa el
93%, ligeramente mayores las lascas largas que las cortas.
Respecto de la fase de explotación de los núcleos, más del
88% están explotados o agotados, circunstancia que indica
la alta presión ejercida en la producción lítica, acompañada
y aumentada posteriormente con su transformación
mediante retoque. El valor más repetido es el explotado,
que supera el 50%.
Longitud
≥50-59
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
-
-
-
-
-
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos indica un predominio de la utilización de una superficie o cara (unifacial) en un 60%, frente a un 26% de los bifaciales. La dirección del debitado muestra un equilibrio entre la
obtención de una amplia lasca (preferencial), múltiples unipolares y centrípetas. Esta dirección clarifica el proceso general
que se muestra dual, centrípeto en un 70% y unipolar en un
30% de los casos. La dirección de las superficies de preparación confirma, con un 70% de valores centrípetos frente a un
30% de unipolares, que la gestión centrípeta es la predominante en el nivel Ib/Ic. Las distintas modalidades y sus características de gestión respecto de la cadena operativa muestran
un claro predominio de los unifaciales y una buena presencia
de los bifaciales, con escasa incidencia de los indeterminados
(cuadro III.50).
Los planos de percusión observados en los núcleos son
una muestra reducida, pero con predominio de facetados
(50%) y diedros (42%) que evidencia la presencia de elementos levallois que corresponden a fases operativas avanzadas, aunque éstos también están ya presentes en núcleos
iniciales.
III.2.2.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
El orden de extracción
El orden de extracción de los productos configurados
muestra la lógica proporción y presencia ascendente de
elementos en su orden de extracción. Una característica a
señalar es la mayor producción de soportes amplios para su
transformación en retocados; hay mayor proporción de
lascas retocadas de 1º y 2º orden que no retocadas, circunstancia que se invierte en las piezas de 3º orden o ausentes de
córtex (cuadro III.51).
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas, con un 68% de
valores, a mucha distancia de las facetadas con un 11%.
La mayor elaboración de los productos configurados de 3º
Fases
Explotación
Testado Inicial Explotado Agotado
<25% 25-50% 51-75%
>75%
Total
Inicial
-
-
1
1
2
Unifacial/Unipolar
-
2
2
1
5
Explotado
-
-
2
7
9
Unifacial/Preferencia
l
-
3
-
4
Agotado
-
-
1
5
6
UNIFACIALES
1
2
5
1
9 (60)
Total
-
-
4 (23,5)
13 (76,5)
17
Bifacial/Preferencial
-
-
1
-
1
Anchura
≥50-59
40-49
30-39
≤20-29
Total
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
Testado
-
-
-
-
-
Bifacial/Centrípeto
-
-
1
1
2
Inicial
-
-
1
1
2
BIFACIALES
-
-
3
1
4 (26,6)
-
-
1
1
2
Explotado
-
-
1
-
9
Trifacial/Centrípeto
Agotado
-
-
-
6
6
TRIFACIALES
-
-
1
1
2 (13,3)
Total
-
-
2 (11,7)
15 (88,3)
17
Total
1
2
9
3
15
Cuadro III.49. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel Ib/Ic.
Cuadro III.50. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel Ib/Ic.
135
[page-n-149]
Orden
Extracción
1º Orden
2º Orden
3º Orden
Total
Lascas
7 (3,3)
58 (27,3)
147 (69,3)
212
Pr. retocado
6 (3,9)
62 (41,6)
81 (54,3)
149
Total
13 (3,6)
120 (33,2)
228 (63,1)
361
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
4
Lasca 2º O
9
3
40,2
3,1
2,2
107º
36
Lasca 3º O
3,4
2,2
108º
59
-
-
-
-
2
12,2
4,2
63,8
2,9
3,4
108º
18
13,9
4,9
94,8
3,7
2,2
109º
43
Cuadro III.53. Tipometría del talón en los productos configurados del
nivel Ib/Ic. L: longitud. A: anchura. S: superficie.
IA: índice alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia
del núcleo. AN: ángulo de percusión.
orden no muestra una complejidad relevante en los talones,
circunstancia que tampoco sucede con los productos retocados. Las superficies diedras, mayoritarias entre las facetadas, confirman la producción más amplia de superficies
lisas. La corticalidad en los talones es relevante y ajustada a
la búsqueda de la mayor tipometría. Las superficies suprimidas (8%) corresponden a piezas transformadas mediante
el retoque y por tanto a ese proceso corresponde la especificidad de eliminar el talón (cuadro III.52).
Los talones más amplios se relacionan con las fases más
avanzadas del proceso de explotación y transformación. En
general no se observan diferencias significativas en los
valores estadísticos entre productos no retocados y retocados, posiblemente por lo reducido de la muestra (cuadro
III.53).
Grado
Corticalidad
2
3
4
Total
151
43
(66,1)
13
(20)
3
(4,6)
6
(9,2)
65
2
-
1
-
-
1
Cuarc.
1
-
2
1
-
3
Otro
-
1
-
-
-
1
154
44
(62,8)
16
(22,8)
4
(5,7)
6
(8,5)
70
(31,25)
Sílex
89
34
(54,8)
16
(25,8)
10
(16,1)
2
(3,2)
62
Caliza
2
1
-
-
-
1
Cuarc.
3
2
1
-
-
3
Otro
-
-
-
-
-
-
94
Lasca
1
Caliza
Pr. retocado
0
Sílex
La corticalidad
La corticalidad muestra una mayor presencia en los
productos retocados (40%) frente a los no retocados (30%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría ya
comentada. Esta corticalidad para los elementos producidos
presenta una proporción pequeña (0-25% de córtex con un
47%), mayoritaria en todas las piezas. Respecto a su ubicación, más del 80% de los productos presentan córtex en un
lado y en torno al 15% las piezas que lo tienen en dos lados.
La materia prima no presenta una variación significativa en
esta cuestión, pero nuevamente hay que recordar la baja
proporción de piezas no silíceas (cuadro III.54).
Los formatos de longitud y anchura respecto del orden
de extracción muestran que la mayoritaria longitud entre 23 cm (50%) se obtiene principalmente a partir de piezas con
córtex inferior al 50%, circunstancia que se repite para la
Cortical
34,8
-
Pr. ret. 3º O
Superficie
3,1
-
Pr. ret. 2º O
Cuadro III.51. Orden de extracción de los productos configurados
del nivel Ib/Ic.
9,2
Pr. ret. 1º O
36
(55,3)
17
(26,1)
10
(15,3)
2 (3,1)
65
(40,88)
248
80
(47,6)
33
(19,6)
14
(8,3)
8
(4,7)
168
Total
Cuadro III.54. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad en
los productos configurados del nivel Ia.
Plana
Facetada
Ausente
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetada
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
-
3
-
1
-
-
-
4
Lasca 2º O
17 (28,3)
26 (43,3)
6 (10)
5 (8,3)
3
1
2
60
Lasca 3º O
-
70 (61,4)
26 (22,8)
12 (10,5)
5
1
-
114
Pr. ret. 1º O
1
1
1
1
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O
21 (40,3)
18 (34,6)
3
1
-
-
9
52
68
Pr. ret. 3º O
Total
-
43 (63,2)
9 (13,2)
4 (5,8)
1
-
11
39
161(53,3)
45 (14,9)
24 (7,9)
9 (2,9)
2
22
39 (12,9)
206 (68,2)
33 (10,9)
24 (7,9)
Cuadro III.52. Preparación de la superficie talonar en los productos configurados del nivel Ib/Ic.
136
302
[page-n-150]
anchura. A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las categorías con menos y más del 50% de córtex (cuadro III.55).
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, mayoritariamente entre 1 y 2 (58%). Destaca la particularidad de los
productos retocados de 2º orden que muestran un equilibrio
entre la categoría de 1-2 (47%) y la de 3-4 (41%) aristas. Sin
embargo en todas las categorías existe un predomino de
pocos levantamientos por superficie (92% menos de 5
aristas), circunstancia que se explicaría por la búsqueda de la
máxima tipometría posible.
La cara ventral
La cara ventral muestra que un 90% de los bulbos están
presentes con nitidez, causa motivada por el tipo de percusión utilizada que ha generado su buena definición. Aquellos
que resaltan de forma más prominente representan un 17% y
los suprimidos un 6%, posiblemente por su prominencia.
Respecto del orden de extracción se aprecia una mayor
presencia de bulbos marcados en los productos retocados
que en las lascas; ello posiblemente se vincula a una mayor
tipometría de los primeros productos. También es significaLongitud
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad <50% ->50% <50%->50% <50% ->50% <50% - >50%
tiva la categoría de bulbo suprimido (20%) entre los
productos retocados, indicador de la transformación más
avanzada y equilibrada hacia el uso (cuadro III.56).
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Otra
Total
Presente
242
8
5
1
256
Marcado
64
-
1
-
65
Suprimido
26
-
-
-
26
Total
332
8
6
1
347
Cuadro III.56. Características del bulbo según la materia prima
del nivel Ib/Ic.
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos, con un
70%, frente a los simétricos, con un 29%. La principal categoría simétrica es la triangular, muy próxima de la trapezoidal. La asimetría en cambio invierte los valores con categoría trapezoidal ligeramente dominante, con un 35% del
total. La sección trapezoidal asimétrica se vincula mejor con
los productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de
debitado, la total simetría (90º) se da en el 77% de las piezas
y en especial entre las de 2º orden, que llegan a alcanzar el
83%, independientemente de si están o no retocadas
(cuadros III.57 y III.58).
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 60% de la
muestra, seguida de la triangular con un 18% y por último
los gajos o segmentos esféricos con un 13%. Respecto del
orden de extracción se observa el predominio de las
Lasca 1º O
-
-
0-1
0-3
4
Pr. ret. 1º O
-
0-3
-
-
3
Lasca 2º O
2-1
4-2
27 - 10
10 - 7
63
Pr. ret. 2º O
2-2
11 - 11
17 - 13
9-1
66
Total
4-3
15 - 16
44 - 24
19 - 11
136
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Lasca 1º O
-
-
0-2
0-2
4
Grados
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Pr. ret. 1º O
0-1
-
0-3
0
3
Lasca 2º O
4
35 (83,3)
3
42
Lasca 2º O
1-1
8-1
22 - 8
18 - 10
69
Lasca 3º O
10
76 (77,5)
12
98
4
31 (81,5)
3
38
Pr. ret. 2º O
1-1
7-5
20 - 13
10 - 8
65
Pr. ret. 2º O
Total
2-3
15 - 6
42 - 26
28 - 20
141
Pr. ret. 3º O
11
45 (71,4)
7
63
Total
29 (12)
187 (77,5)
25 (10,3)
241
Cuadro III.55. Grado de corticalidad de los formatos longitud y
anchura en los productos configurados del nivel Ib/Ic.
Cuadro III.58. Ángulo de debitado del nivel Ib/Ic.
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
2 (7,6)
2 (7,6)
2
10 (38,4)
9 (34,6)
1
26
Lasca 3º O
9 (12,5)
4 (5,5)
6
30 (41,6)
20 (27,7)
3
72
Pr. ret. 2º O
4 (6)
5 (7,5)
1
9 (23,6)
15 (39,4)
4
38
Pr. ret. 3º O
12 (18,1)
10 (15,1)
2
14 (21,2)
27 (40,9)
1
66
27 (13,3)
21 (10,4)
11 (5,4)
63 (31,2)
71 (35,1)
9 (4,4)
Total
59 (29,2)
143 (70,8)
202
Cuadro III.57. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel Ib/Ic.
137
[page-n-151]
cuadrangulares largas en todas las fases de la cadena operativa. Hay pues una producción de lascas largas con cuatro
lados y sección trapezoidal en los elementos configurados.
La morfología técnica, que informa de la presencia de
productos desbordados y sobrepasados, indica que los
primeros representan el 16% y los segundos el 3%. La mayor
incidencia, cercana al 21%, se da en las lascas de 3º orden.
III.2.2.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque, como asociación de levantamientos, en el
nivel Ib/Ic muestra que el 62% de estas formas son denticuladas, seguidas de las escamosas con un 29%; el resto es
marginal. La proporción de las dimensiones aisladas de estos
elementos indica que la categoría “corto” (más ancho que
largo) representa el 61,6%, igual de largo que ancho en un
32,3% y largo o laminar (doble o más) en sólo el 6%. La
extensión del retoque afecta modificando las piezas
mediante las categorías entrante (47%) y profundo (18,5%),
mientras que sólo es marginal sin modificación en un 32%.
Esta circunstancia indica la alta transformación lítica en el
nivel, ya detectada por otros valores (cuadros III.59 y III.60).
El filo retocado
La delineación del filo es en casi un 50% recto, cóncavo
en un 30% y convexo en el 16%. Filos convexos escasos
Proporción
Corto
Medio
Largo
Laminar
Total
1º O
2
1
-
-
3
2º O
25 (53,2)
19 (40,4)
3 (6,4)
-
47
3º O
34 (69,4)
12 (24,5)
2 (4,1)
1 (2)
49
Total
61 (61,6)
32 (32,3)
5 (5)
1 (1)
99
Cuadro III.59. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel Ib/Ic.
Extensión
1º O
Muy
Muy
Marginal Entrante Profundo
Marginal
profundo
-
-
1
2º O
3 (7,1)
3º O
6 (12,2) 11 (22,4) 25 (51)
Total
9 (9,7)
-
Total
4 (9,5)
42
-
49
4 (4,3)
10 (23,8) 19 (45,2) 6 (14,2)
1
92
7 (14,9)
21 (22,8) 44 (47,8) 13 (14,1)
apuntan a una mayor reutilización, con entrada en la superficie de la pieza y filos cóncavos. Respecto de la ubicación
de los filos, éstos tienen porcentajes similares en los lados
izquierdo y derecho (40% y 43%), donde vuelven a ser los
rectos (50%) y cóncavos (28%) los mayoritarios, con independencia de su situación. Únicamente es reseñable que los
filos transversales del lado distal presentan una incidencia
alta de cóncavos (41%), circunstancia que apunta a que este
tipo de piezas están agotadas en mayor proporción que las
laterales (cuadro III.61).
Delineación
Recto
Cónc.
Conv.
Cc-Cv.
Total
1º O
3
-
-
-
3
33 (60)
13 (23,6)
9 (16,3)
2º O
-
55
3º O
39 (43,8) 32 (35,9) 15 (16,8)
3 (3,3)
89
Total
73 (49,6) 45 (30,6) 24 (16,3)
3 (2)
147
Cuadro III.61. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel Ib/Ic.
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno al 50%
y 40% en los lados derecho e izquierdo, y en un 8% en el
lado distal. La localización respecto de la cara dorsal es
mayoritario con un 94% en la categoría directo y un 4%
inverso. Respecto de la repartición del mismo, es casi
exclusivo continuo en su elaboración (96%) y sólo alguna
pieza como las lascas con retoque muy marginal presentan
esta característica. La extensión de las áreas de afectación
del retoque muestra que éste es completo (proximal, mesial
y distal) en el 74% de las piezas y parcial en el 25%. Esta
parcialidad afecta mayoritariamente a la mitad distal en un
63% y a la mitad proximal en un 28%, circunstancia relacionada con la búsqueda de un apuntamiento más o menos
aguzado que marcarían las piezas sólo distales (20%)
(cuadros III.62 y III.63).
Los modos o tipos de superficies retocadas
Los modos o tipos de superficies retocadas muestran un
predominio de las simples (47%) y sobreelevadas, con el
43%, seguidas de las planas con un 6% y escaleriformes
(3,6%). Estos valores no varían significativamente en las
distintas unidades arqueológicas.
Cuadro III.60. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel Ib/Ic.
Posición
Localización
Lat. izquierdo Lat. derecho Transversal
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
-
-
3
1º O
1
2
-
3
-
-
2º O
34
34
8
70
5
-
-
1
76
3º O
37
56
7
95
3
-
1
-
99
Total
72 (40,2)
92 (51,3)
15 (8,3)
168 (93,8)
8 (4,4)
-
1 (0,5)
1 (0,5)
178
Cuadro III.62. Posición y localización del retoque según el orden de extracción del nivel Ib/Ic.
138
[page-n-152]
Repartición
Continuo
Discontinuo
Parcial
Completo
P
1º O
5
M
MD
D
T
-
-
PM
-
-
2
-
-
2
2º O
70
4
2
7
2
5
2
1
51
3º O
105
3
2
2
2
9
7
3
80
Total
180
7
4
9
4
16
9
4
133
(96,2)
Total
(3,8)
13 (28,2)
8 (17,4)
187 (100)
29 (63)
46 (25,7)
133 (74,3)
Cuadro III.63. Repartición del frente del retoque según el orden de extracción del nivel Ib/Ic. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, muestran que la mayoría de
ellos se elaboran con retoque sobreelevado y simple, en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en las raederas
laterales, aunque de forma no muy destacada. El retoque
plano, minoritario en general, afecta a raederas laterales,
dobles y desviadas (cuadros III.64 y III.65).
Modos
0
1
2
3
Total
Simple
5 (45,4)
47 (43,5)
16 (45,7)
23 (57,5)
91 (46,9)
Plano
-
6 (5,5)
2 (5,7)
4 (10)
12 (6,1)
Sobreelev.
5 (45,4)
52 (48,1)
17 (48,5)
10 (25)
84 (43,2)
Escalerif.
1 (9)
3 (2,7)
-
3 (7,5)
7 (3,6)
Total
11
108
35
40
194
Cuadro III.64. Modos del retoque de las unidades arqueológicas
del nivel Ib/Ic.
Lista Tipológica
Sobreelev. Simple
Plano
Escaler. Total
4. Punta levallois retocada
-
1
-
-
1
6/7. Punta musteriense
2
2
-
-
4
9/11. Raedera lateral
11 (33,3) 15(45,4) 7 (21,2)
-
33
12/20. Raedera doble
16 (61,5) 7 (21,2) 3 (11,5)
-
26
21. Raedera desviada
10 (62,5) 5 (31,2) 1 (6,2)
-
16
22/24. Raedera transversal
2
3
-
-
5
25. Raedera cara plana
1
-
-
-
1
27. Raedera dorso adelga.
-
-
-
-
-
29. Raedera alterna
-
3
-
-
3
30/31. Raspador
-
3
-
-
3
34/35. Perforador
1
2
-
-
3
42/54. Muesca
5
3
-
-
8
-
4 (6,8)
58
-
-
9
La dimensión y el grado de transformación del retoque
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
retocados respecto del orden de extracción muestra que la
longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde
tipometría, pasando de valores medios de 22 a 21 mm para
la longitud y de 3 a 2,4 mm para la anchura. La altura del
retoque, que implica mayoritariamente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los productos de 2º orden,
circunstancia que se concreta en un bajo índice IF. La superficie retocada es menor en las piezas de 1º y 3º orden y muy
destacable en las de 2º orden. La relación existente entre las
posibilidades de extensión del retoque y la dimensión elaborada apunta a que conforme avanza la extracción y elaboración del retoque, éste se centra más en entrar en la pieza que
en alcanzar su máxima longitud, que se produce en los
productos de 1º orden. Las posibilidades de transformación
de los soportes mediante el retoque indica que son los de 2º
orden los que muestran una mayor posibilidad dimensional
(cuadro III.66).
Las distintas categorías de grado vinculadas al retoque
en las distintas unidades arqueológicas muestran que no
existen diferencias significativas, a excepción de la capa 0 o
nivel Ib, que presenta diferencias respecto del resto. Los
índices del grado de retoque muestran que éstos son inferiores a las capas del Ic y por tanto es un conjunto menos
retocado. La longitud de la superficie retocada de Ib/Ic
presenta un valor medio de 21,5 mm que se ajusta a la
longitud de los soportes no transformados, por lo que la
explotación es máxima en la dimensión longitud. La anchura
retocada con valor medio de 2,9 mm representa el 12% de la
anchura media de los soportes, circunstancia que señala una
43. Útil denticulado
45/50. Lasca con retoque
25 (43,1) 29 (50)
-
9
Cuadro III.65. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel Ib/Ic.
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
Pr. ret. 1º O
20
3
3
1,1
57,3 1,36
837
6,8
3
Pr. ret. 2º O 22,38 3,48 4,77 0,84 93,23 1,43
667
16,52
70
Pr. ret. 3º O 20,75 2,45 3,36 0,90 84,22 1,46
606
13,45
88
Cuadro III.66. Grado del retoque y orden de extracción del nivel
Ib/Ic. LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente
retocado. HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura
del frente retocado. SR: superficie total retocada en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP: superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
139
[page-n-153]
decidida elaboración de categorías sobreelevadas frente a
planas. Es decir, no se fabrican piezas planas ni la transformación mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario.
La altura de los frentes retocados, con valor de 3,9 mm, no
está próxima al grosor medio de los soportes que es de 8,4
mm y por tanto representa el 46% de esa dimensión. Ello
certifica la búsqueda de frentes simples y sobreelevados. Las
superficies retocadas son muy similares en ambos lados,
corroborado por el índice (F/R) en todas las unidades arqueológicas. La transformación mediante el retoque, principalmente en altura, como se ha comentado, sólo afecta a un
12% de la proyección de la masa lítica en planta. Ello apunta
a un fuerte interés en economizar materia prima mediante
una máxima explotación volumétrica (cuadro III.67).
mente un 21,8% del total. Las raederas dobles alcanzan el
3,6%, y unidas a las convergentes sitúan en un 8,2% los filos
dobles. Las transversales alcanzan el 3% y el resto de raederas tienen valores marginales. Los raspadores y perforadores son poco significativos y ausentes los buriles. Las
muescas están presentes con un 3,6%, y los útiles denticulados representan la categoría predominante con casi un
28% (cuadro III.68).
Lista Tipológica
0
1
2
3
Total
1. Lasca levallois típica
1
2
-
1
4 (2,41)
2. Lasca levallois atípica
-
-
1
2
3 (1,8)
III.2.2.3.7. LA TIPOLOGÍA
3. Punta levallois
-
-
1
-
1 (0,6)
Entre los útiles dominantes, las raederas simples presentan una mayor proporción de convexas y porcentual-
4. Punta levallois retocada
-
-
1
-
1 (0,6)
5. Punta pseudolevallois
1
-
-
-
1 (0,6)
6. Punta musteriense
-
2
-
-
2 (1,2)
7. Punta musteriense alarg.
-
1
-
-
9. Raedera simple recta
Grado
0
1
2
2
1 (0,6)
7
1
-
10 (6,1)
3
Total
10. Raedera simple convexa
2
10
5
5
22 (13,2)
1
1
1
4 (2,41)
LFi
12,66
23,11
20,9
24,9
22,52
11. Raedera simple cóncava
1
LFd
19,25
22,34
19,35
21,42
21,49
13. Raedera doble rect-cv.
-
-
1
-
1 (0,6)
LFt
14
17,7
22,7
19,57
19,26
15. Raedera doble biconv.
-
1
-
2
3 (1,8)
1
-
-
1 (0,6)
-
-
1
-
1
-
1 (0,6)
LF
15,88
22,13
20,62
22,21
21,52
16. Raedera doble bicónc.
-
AFi
1,5
3,18
3,13
2,45
2,95
17. Raedera doble cc.-conv.
-
AFd
1,87
3,1
2,5
3,32
2,95
18. Raedera converg. recta
AFt
4
2
2,85
3,21
2,71
19. Raedera converg. conv.
-
6
-
1
7 (4,2)
AF
2,2
3
2,79
3
2,91
21. Raedera desviada
-
5
4
-
9 (5,4)
HFi
3
4,88
3,12
2,54
4,06
22. Raedera transv. recta
-
1
1
-
2 (1,2)
HFd
2,37
3,97
3,4
3,25
3,67
23. Raedera transv. conv.
-
3
-
-
3 (1,8)
HFt
5
3
4,64
4,78
4,07
25. Raedera cara plana
-
2
-
-
2 (1,2)
HF
3,16
4,22
3,6
3,34
3,87
29. Raedera alterna
-
1
-
1
2 (1,2)
-
-
2 (1,2)
-
1 (0,6)
IF
0,76
0,82
0,91
1,36
0,94
30. Raspador típico
1
1
SFi
19
88,11
70,31
66
75,99
31. Raspador atípico
1
1
-
1
3 (1,8)
SFd
36,87
78,7
54,92
80,35
72,66
34. Perforador típico
-
1
1
-
2 (1,2)
SFtr
60
37,5
74
75,28
59,23
35. Perforador atípico
-
-
1
-
1 (0,6)
SR
36,05
76,91
64,39
72,06
71,78
38. Cuchillo dorso natural
-
-
-
2
2 (1,2)
F/Ri
1,65
1,25
1,35
1,45
1,33
40. Lasca truncada
-
-
-
1
1 (0,6)
F/Rd
1,24
1,43
1,77
1,54
1,50
42. Muesca
1
3
1
1
6 (3,6)
F/Rtr
2,28
1,7
1,13
1,12
1,43
43. Útil denticulado
3
25
5
13
46 (27,7)
F/R
1,61
1,39
1,48
1,42
1,43
44. Becs
-
1
-
-
1 (0,6)
45/50. Lasca con retoque
1
6
-
2
9 (5,4)
51. Punta de Tayac
1
1
-
-
2 (1,2)
62. Diverso
-
2
-
-
2 (1,2)
14
83
25
44
166
SP
489,9
635,5
618,6
621,1
619
IT
10,1%
15,3%
11,1%
11,2%
13,2%
Cuadro III.67. Grado del retoque por unidad arqueológica del nivel
Ib/Ic. LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente
retocado. HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura
del frente retocado. SR: superficie total retocada en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP: superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
140
Total
Cuadro III.68. Lista tipológica de las unidades arqueológicas
del nivel Ib/Ic.
[page-n-154]
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los raspadores, muescas y raederas simples; a pesar de
ello no alcanzan el índice 1,5 lejano del 2 laminar. No se
aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera
con los elementos levallois, que en cambio sí muestran una
diferencia significativa en el índice de carenado al ser las
más delgadas de todas las piezas con diferencia y las de
menor peso. Respecto del orden de extracción, están mayoritariamente elaboradas sobre soportes de 3º orden, circunstancia que contrasta con las raederas simples, que presentan
mayor número de elementos corticales (cuadro III.69).
Nº
IA
IC
Peso
1º O
2º O
3º O
Lasca levallois
7
1,18
6,87
2,36
0
1
6
Raedera simple
36
1,2
4,57
7,02
2
19
15
III.2.2.3.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación del nivel Ib/Ic es menor entre
los productos retocados (30,8%) que entre las lascas
(48,8%), y entre éstas más numerosas las de 3º orden. La
incidencia de la fracturación respecto a los restos de talla y
núcleos no es clara, como ya se ha comentado. La presencia
de retoque en los restos de talla no es significativa (2%).
Complejo vuelve a ser diferenciar si los restos de talla
corresponden a fragmentos informes del proceso de talla o a
fragmentos informes por transformación exahustiva de productos configurados y retocados. La industria de este nivel
presenta una fracturación total del 41%, que entre los
productos retocados alcanza un 31%; nuevamente se aprecia
una alta explotación y transformación de los elementos
líticos (cuadro III.71).
Índices Industriales
Real
Esencial
3,47
-
4
-
I. Facetado amplio (IF)
11,87
-
I. Facetado estricto (IFs)
3,23
-
Raedera transv.
5
0,75
3,85
4,14
-
2
3
Raed dos frentes
23
1,19
3,68
11,32
-
7
16
Raedera inversa
2
-
-
-
-
2
-
Raspador
5
1,32
4,54
8,08
-
2
3
Cuch. dorso nat.
2
-
-
-
-
2
-
Muesca
6
1,24
3,36
8,11
1
2
3
I. Levallois tipológico (ILty)
4,82
5,37
Denticulado
46
1,18
3,1
5,82
-
20
26
I. Raederas (IR)
40,36
44,97
I. Retoque Quina (IQ)
3,4
7,3
I. Charentiense (ICh)
16,2
18,1
Grupo I (Levallois)
2,4
2,6
Grupo II (Musteriense)
42,7
47,6
Grupo III (Paleolítico superior)
5,4
6,1
Grupo IV (Denticulado)
27,7
30,8
Grupo IV+Muescas
31,3
34,9
Cuadro III.69. Índices tipométricos, peso y orden de extracción
del nivel Ib/Ic.
Los índices y grupos industriales
Los valores del nivel Ib/Ic presentan un muy bajo índice
levallois de 3,4, lejos de la línea de corte establecida en 13
para poder ser considerado de muy débil debitado levallois.
El índice laminar de 4 se sitúa entre la consideración de
débil y muy débil. El índice de facetado es de 11, por encima
del 10 fijado para definir la industria como facetada. Las
agrupaciones de categorías muestran que el índice levallois
tipológico de 4,8 está muy distante del 30 considerado para
asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II (42,7) y los
índices esenciales de raedera con valor de 45 estiman su
incidencia como media, considerada alta a partir de 50. El
particular índice charentiense de 16, lejos del 20, permite
considerar este conjunto como no charentiense. El Grupo
III, formado principalmente por raspadores y en menor
medida perforadores, presenta un índice esencial de 6,1,
definido como débil. Por último el Grupo IV, con un índice
de 30,8, se define como alto y cerca del límite 35 considerado para dar paso a la categoría muy alta, que alcanzaría si
añadimos las muescas. Por tanto y en resumen, el nivel Ib/Ic
de Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de denticulados del Paleolítico medio con
presencia media de raederas y baja incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior (cuadro III.70).
I. Levallois (IL)
I. Laminar (ILam)
Cuadro III.70. Índices y grupos industriales líticos del nivel Ib/Ic.
Fracturación
Entera
Fracturada
Total
Índice
Núcleo
11
6
17
35,3%
Lasca 1º O
2
2
4
50%
Lasca 2º O
30
28
58
48,2%
Lasca 3º O
45
72
147
48,9%
No retocado
77
102
209
48,8%
Pr. ret 1º O
5
1
6
16,6%
Pr. ret. 2º O
44
18
62
29,1%
Pr. ret. 3º O
54
27
81
33,3%
Retocado
103
46
149
30,8%
Total
180
148
358
41,3%
Cuadro III.71. Fracturación de las categorías líticas según orden de
extracción del nivel Ib/Ic.
141
[page-n-155]
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son
los denticulados (43%), seguidos de las raederas desviadas,
simples y dobles con valores en torno al 30%. Las tres
puntas clasificadas se hallan todas fracturadas distalmente.
No hay ninguna categoría significativa de estar poco o nada
fracturada. El grado de fractura es predominantemente pequeño. La ubicación de las fracturas se presenta mayoritaria
en el extremo distal de las piezas retocadas (40,5%), especialmente en puntas, raederas desviadas y denticulados. El
extremo proximal no presenta ninguna elección significativa. Divididas las piezas en dos mitades, el porcentaje de
fracturación es superior distalmente (51,8%) que en la mitad
proximal (31,4%), y menor en los lados (16,6%). Ello apunta a que existe una tendencia a suprimir el extremo distal de
las piezas cuya causa puede ser funcional, de configuración
o utilización. Por último, la incidencia de la fracturación
respecto de los modos de retoque indica que existe un
porcentaje similar entre piezas con retoque simple y retoque
sobreelevado fracturadas (42,6% y 48,1%, respectivamente).
Las escasas piezas con retoque plano no alcanzan el 10% y
tienen fractura distal. De reseñar es que las piezas con
retoque simple ubican las fracturas en la porción proximal
en casi la mitad de casos. La valoración de la fracturación en
este nivel debe tener presente una baja presencia de
elementos, a diferencia de otros niveles (cuadros III.72,
III.73 y III.74).
III.2.2.3.9. ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo son 17 piezas a las que habría que
sumar 7 más transformadas en productos retocados con filos
sobretodo denticulados. Este grado de transformación de un
28% puede ser considerado alto. Los diferentes tipos de
núcleos identificados son mayoritariamente gestionados por
una sola superficie (60% de unifaciales) frente a más caras.
La dirección de debitado dominante (38,5%) es unipolar
(fig. III.26, núm. 10, 11), aunque con valores muy próximos
a los debitados centrípeto (fig. III.26, núm. 2, 3, 9) y preferencial (fig. III.26, núm 5, 7), también con un 30%.
La dirección bipolar tiene escasa incidencia (fig. III.26,
núm 6), así como la preferencial. Las características de las
superficies de debitado planas-convexas y las de preparación
con planos multifacetados indican la presencia de gestión
levallois mayoritariamente centrípeta en el nivel Ib/Ic. Otros
núcleos con superficies de morfología piramidal (fig. III.26,
núm. 4), discoide (fig. III.26, núm 9) y los unipolares sobre
gajo (fig III.26, núm 1, 10, 11) se distancian de los levallois.
Así pues una buena parte de los pocos núcleos recuperados
en el nivel Ib-Ic pueden se conceptualizados en la órbita de lo
que se considera levallois y con bajos valores tipométricos.
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso), supone
un 4,8% de las lascas y un 6,6% de los útiles, por tanto
valores bajos. Teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas
no transformadas mediante el retoque es alto (61%), lo que
supone un alto rechazo de elección. Las lascas levallois con
142
Gr. Fracturación
0-25% 26-50% 50-75%
>75%
Total
Punta
3
-
-
-
3
Raedera simple
5
6
-
-
11
Raedera doble
1
-
-
1
2
Raedera transv.
-
1
-
-
1
Raedera desviada
3
-
-
-
3
Muesca
2
-
-
-
2
Denticulado
8
10
2
-
20
Indeterminado
1
2
-
5
8
Total
23 (46)
19 (38)
2 (4)
6 (12)
50
Cuadro III.72. Grado de fracturación en los productos retocados
del nivel Ib/Ic.
Situación
P
PM
MD
D
L
Total
Punta
-
-
-
3
-
3
Raedera simple
2
2
3
3
1
11
R. doble/converg.
1
-
-
1
1
3
Raed. transversal
-
-
-
-
1
1
Raedera desviada
-
-
-
3
-
3
Denticulado
4
2
2
6
3
17
Total
7 (18,4) 4 (10,5) 5 (13,1) 16 (42,1) 6 (15,7)
38
Cuadro III.73. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel Ib/Ic. P: proximal. PM: próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: meso-distal. D: distal. L: lateral.
Simple
Plano
Sobreelev.
Total
Proximal
6
-
6
12
Próximomesial
2
-
3
8
Proximal-distal
-
-
-
-
1ª mitad
8 (47)
-
9 (53)
17 (31,4)
Mesodistal
1
2
8
11
Distal
10
3
4
17
2ª mitad
11 (29,2)
5 (17,8)
12 (42,8)
28 (51,8)
Lateral
4 (44,4)
-
5 (55,6)
9 (16,6)
Total
23 (42,6)
5 (9,2)
26 (48,1)
54
Cuadro III.74. Fracturación y modos de retoque del nivel Ib/Ic.
7 ejemplares son de excelente factura (fig. III.27, núm. 5 y
9). Son de talla amplia con media de 24,8 mm y con morfología cuadrangular larga (50%). De reseñar la ausencia de
láminas levallois. Como punta levallois retocada se ha incluido una pieza de 3º orden con retoque simple (fig. III.27,
núm 1). Las puntas pseudolevallois (fig. III.27, núm 7) y
los cuchillos de dorso natural tienen escasa incidencia,
aunque hay que recordar la dificultad de valorar este tipo de
útil en una industria de pequeño formato; sólo hay 8 piezas
de más de 3 cm. Por ello, si consideramos todas las lascas
[page-n-156]
con córtex opuesto a filo, ampliaríamos la clasificación a un
5% de la lista tipo, porcentaje débil. Las puntas musterienses, con dos ejemplares (1,8%), están presentes con
piezas poco típicas, por desviadas, escasa simetría de sus
bordes y configuración de apuntamiento, una de ellas sobre
lámina (fig. III.27, núm. 2, 3). No existen limaces ni protolimaces. Una pieza no muy típica se ha incluido entre las
puntas de Tayac (fig. III.27, núm. 6).
Las raederas simples o laterales agrupadas suman 36
ejemplares, en mayor proporción de convexas que representan un 13,2% del total y poco frecuentes las cóncavas
(2,4%). Tipométricamente las raederas laterales están entre
los útiles retocados de mayor formato (27,5 x 23,7 x 7,8
mm), sin apenas variación respecto al orden de extracción.
Las 21 piezas con córtex representan el 58% de éstas y
tienen un formato medio de 27,2 x 23,1 x 7,7 mm. El soporte
de estas raederas es mayoritariamente cuadrangular largo en
un 39% (fig. III.28, núm. 2, 3) y gajo en 30% (fig. III.28,
núm. 5, 6, 9), con un 19% de piezas desbordadas y un 5% de
sobrepasadas. Asimétricas en un 88%, principalmente trapezoidales (53%). La morfología del retoque indica una distribución bimodal con escamoso (29%) y denticulado (62%), a
distancia del escaleriforme con un 4,5%. Estas raederas
presentan una extensión de retoque amplia, sin piezas con
retoque parcial y un 24% con retoque marginal. El retoque
directo se distribuye en los lados derecho (56%) e izquierdo
(43%) y en su modo es principalmente simple (45%), sobreelevado (33%) y plano (21%). No hay piezas claras sobre
soporte levallois ni talón multifacetado. Generalmente las
raederas laterales son de bella factura, bien configuradas con
debitado previo variado en el que destacan el preferencial
(36%) y el unipolar (26%), el resto configuran fases del
centrípeto (bipolar, ortogonal y centrípeto).
Las raederas dobles y convergentes con 6 y 8 ejemplares, representando un 21% de las raederas. Como elementos de mayor transformación por retoque presentan un
57% de corticalidad. Tipométricamente son de gran formato
(32 x 27,5 x 10,6 mm). Mayoritariamente cuadrangulares
largas (36%) (fig. III.29, núm. 2, 6). Destaca la ausencia de
piezas desbordadas y sobrepasadas. En igual proporción de
simétricas que de asimétricas. La morfología del retoque
indica aquí una distribución unimodal con un 73% de escamoso y un 26% de denticulado. Estas raederas también
presentan una extensión amplia del retoque, con un 35% de
piezas con retoque parcial. El modo de retoque es sobreelevado (59%), simple (26%), plano (14,8%). No se observa el
escaleriforme. Sin piezas sobre lasca levallois ni talón multifacetado. Son de bella factura y con debitado dorsal principalmente unipolar (44%) y preferencial (33%).
Las raederas desviadas son 10 ejemplares con tipometría media de 26,4 x 25 x 8,3 mm, un formato algo menor
que laterales y dobles. En igual proporción (50%) son
anchas y largas y no hay piezas con córtex. Las formas son
diversificadas sin gajos y dominio de cuadrangulares cortas
y largas (fig. III.29, núm. 1, 3, 9). Un 90% de las piezas son
asimétricas. Dos piezas sobrepasadas o desbordadas. La
morfología del retoque indica aquí una distribución
unimodal con un 80% de escamoso y apenas un 10% de
denticulado. La extensión del retoque es amplia con un 15%
de retoque parcial y otro 20% de marginal. El modo de
retoque es sobreelevado (66%), simple (33%). Se observa un
soporte levallois y ausencia de talones multifacetados. Su
debitado dorsal mayoritario es centrípeto (40%), con cierta
incidencia del ortogonal (10%) y presencia del preferencial
(30%). Son piezas bien elaboradas de formato no muy
amplio, sobre lascas desviadas (30%), retoque sobreelevado
y por lo general con convergencia apuntada (40%); también
están presentes los ejemplares dobles (20%).
Las raederas alternas son 2 ejemplares (fig. III.29,
núm. 7) con retoque predominante simple, debitado dorsal
preferencial y morfología cuadrangular larga. Las raederas
transversales presentan 5 ejemplares con tipometría de 17,8
x 25,2 x 8 mm. Su morfología es variada, generalmente más
ancha que larga (fig. III.29, núm. 8). El debitado es variado
y con ausencia de soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es simple y sobreelevado. Estas piezas,
mayoritariamente convexas, representan un porcentaje esencial débil (3 %). Las raederas de cara plana presentan una
baja incidencia con dos piezas, una cuadrangular larga con
retoque simple, talón cortical y desbordada.
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan en
conjunto 9 piezas con ausencia de buriles e incidencia principal de raspadores, con cuatro ejemplares de factura mediocre: todos en extremo distal de lasca (fig. III.30, núm. 8,
9, 10), uno en hocico (fig. III.30, núm. 7) y otro circular (fig.
III.30, núm. 5). Los perforadores suman tres piezas que
suponen un porcentaje esencial de 1,8, considerado débil. La
fracturación no está documentada y hay una buena presencia
de piezas desbordantes y sobrepasadas (50%). No hay soportes levallois ni talones multifacetados. El apuntamiento es
de cortas proporciones, con existencia de pequeños guijarros
marinos como soportes (fig. III.30, núm. 6).
Las muescas son seis (fig. III.32, núm. 1, 3, 4), todas
ellas retocadas. Tipométricamente son de formato medio
(27,1 x 25,3 x 9,1 mm), con un 50% de piezas corticales,
morfología de soportes diversificados y asimétricas. La
morfología del retoque es básicamente denticulado (66%) y
el modo sobreelevado (63%) y simple (37%). Son piezas
denticuladas cóncavas bien elaboradas con extremos marcados y aguzados por rupturas de convergencia (méplat,
córtex, fractura, etc.). El debitado dorsal es variado pero
preferentemente centrípeto, con alguna pieza desbordada y
sin soporte levallois ni talones multifacetados. Como en
otros tipos, hay una cierta incidencia (20%) sobre restos de
talla o núcleos y fragmentos.
Los denticulados (fig. III.31 y III.32) representan el
grupo de útiles mayoritario con 46 piezas (31,2%). Éstos
pueden ser divididos en laterales simples (58%), dobles
(21%), transversales (13%) y alternos e inversos (6%). Generalmente están bien configurados, con denticulación marcada y algunos con espinas pronunciadas. Su formato en
comparación a las raederas es inferior (24,4 x 22,1 x 8,5
mm), con un 43% de piezas corticales, morfología de
soportes diversificados, entre los que son de reseñar los
cuadrangulares largos (45%) y cortos (27,5%) y pocas piezas
143
[page-n-157]
en gajo (13,7%) y triangulares (13,7%). Las piezas son
asimétricas (63%) y simétricas en un 37%. La morfología del
retoque es obviamente denticulada y el modo se presenta
bimodal, con un 50% de retoque simple y un 43% de sobreelevado, frente a un 7% de escaleriforme. La extensión del
retoque presenta un 19% de parcialidad y un 6% de retoque
marginal. El debitado dorsal mayoritario es el vinculado al
centrípeto, con un 50%, seguido del unipolar 35% y del
preferencial con un 14%. Hay un 9% de piezas desbordadas
(fig. III.31, núm. 6) y sobrepasadas (fig. III.31, núm 10), un
soporte levallois y sin talones multifacetados. La incidencia
de denticulados sobre núcleo o resto de talla es del 13%. La
fracturación es muy significativa (39%), distal (fig. III.32,
núm. 5, 7, 10), proximal (fig. III.32, núm. 2, 8, 12), lateral o
hemilasca (fig. III.32, núm. 11) y mesial. La fracturación
configura una ruptura de convergencia acusada que dificulta
separar muescas de denticulados en su morfología final (fig.
III.32, núm. 8, 12). Las piezas sobre gajo son relevantes (fig.
III.31, núm. 4, 11). Hay piezas múltiples de configuración
particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en sus
vértices y que pueden ser definidas como un morfotipo individualizado (fig. III.27, núm. 4 y fig. III.31, núm. 2). Los
denticulados son de cuidada elaboración en sus frentes retocados, dificultando la separación con las raederas.
III.2.2.4. VALORACIÓN DEL NIVEL Ib-Ic
La sedimentación de este nivel arqueológico es característica de un ambiente húmedo con abundante materia orgánica y, por tanto, elevada pedogénesis; así como escasa fracción de aportación exógena o endógena. El nivel registra un
depósito travertínico (Ib) con baja energía hídrica formado
por un conjunto de bioconstrucciones con morfologías tubulares (helechos, juncos, herbáceas, etc.) sin material arqueológico en su interior.
El nivel fue excavado en una extensión de 8 m2 (una
superficie máxima de 13 m2 –capa 1– y mínima de 5 m2
–nivel Ib y capa 3–); ésta representa únicamente el 10% del
área ocupacional máxima, que pudo alcanzar los 100 m2 y
el volumen excavado los 3 m3. Los elementos arqueológicos documentados son 3.095, lo que supone una media
de 1.031 restos/m3, de los cuales 557/m3 son piezas líticas
y 474/m3 restos óseos. Es decir, 23 elementos por cuadro y
capa. La relación de diferencia entre ambas categorías (F/I)
es de 0,8. Las cantidades de materiales óseos y líticos
(1.422 y 1.673) son lo suficientemente amplias de cara a
una contribución cuantitativa en el estudio del nivel Ib/Ic.
Esta distribución se presenta desigual, tanto en la industria
como en los restos óseos, con dos concentraciones localizadas en los extremos NE (cuadros B3, B4 y D4) y SW
(cuadros F2, H2, y J3) del área que representan, respectivamente, el 37% y 33% de los elementos. Esta distribución, que se dispone topográficamente paralela al frente de
visera, podría haber estado condicionada por la presencia
de los edificios travertínicos en su zona media y el correspondiente buzamiento hacia el E, que generaría un ligero
flujo hacia los extremos, mayor al NE. La sedimentación,
está sellada por una fuerte carbonatación que engloba
algunos travertinos.
144
El proceso erosivo, mecánico y fisioquímico, hace
difícil discernir los posibles eventos ocupacionales que se
produjeron en el nivel Ib/Ic. En la excavación no se han
detectado hogares, aunque un tercio del registro arqueológico está termoalterado (28% de las piezas líticas y el 32%
de las óseas).
En cuanto a la industria lítica, se caracteriza por un alto
índice de elementos producidos frente a los de explotación,
destacando, la ausencia de percutores. La materia prima
empleada es de forma mayoritaria, el sílex. El soporte de
caliza, muy frecuente en el área y de proporciones mayores,
no es utilizado como recurso generalizado en el nivel Ib/Ic.
Las piezas de sílex tienen un alto grado de alteración que
abarca a la casi totalidad del conjunto, de las cuales un tercio
corresponden a alteraciones térmicas.
Las áreas del yacimiento donde se realizaron los
procesos de explotación de los núcleos no se detectan con
nitidez, al estar distribuidos éstos por los distintos cuadros y
no existir vinculación con los lugares de mayor concentración de restos de talla. A efectos de evaluar la dimensión
tipométrica, los datos de tendencia central son: núcleo (26 x
25 x 14 mm), resto de talla (16 x 13 x 9 mm), lasca (21 x 20
x 6 mm) y producto retocado (26 x 24 x 8 mm); lo que representa para el total una media de 19 x 17 x 7 mm. Así pues,
el conjunto industrial lítico puede considerarse de tamaño
muy pequeño –con valores por debajo de los 2 cm para las
mediciones de longitud, anchura y grosor– y con alto grado
de reutilización.
Los núcleos presentan unos formatos de longitud y
anchura de hasta 4 cm y están explotados o agotados (88%).
La gestión es unifacial (60%) con dirección de debitado
variada, presencia marginal de gestión levallois centrípeta y
planos multifacetados de preparación. Las lascas presentan
talones principalmente lisos, aunque existen facetados y la
cara dorsal de las piezas muestra que el grado de corticalidad es ligeramente mayor en los productos retocados
(40%) que en las lascas (30%). La morfología de los
productos configurados revela el predominio de las formas
de cuatro lados (60%), seguida de la triangular y gajos. Hay
una producción de lascas largas con cuatro lados y sección
trapezoidal en los útiles más elaborados, con incidencia
importante de los gajos. La simetría de la sección transversal
de los productos líticos configurados también muestra un
ligero predominio de la categoría triangular frente a la trapezoidal. La asimetría, en cambio, invierte esta dominancia,
donde estos valores son más notorios en las piezas corticales, circunstancia que relaciona la morfología y el orden
de extracción. La sección trapezoidal se vincula mejor con
los productos retocados, que se caracterizan, mayoritariamente, por una morfología denticulada, proporción “corta”,
extensión entrante y filo retocado recto. Esta circunstancia
reafirma la alta transformación ya detectada por otros
valores en el nivel.
El frente retocado es lateral, localizado en la cara dorsal
(directo), continuo y, de forma mayoritaria, completo en su
extensión. Los modos muestran un predominio de los
simples (47%) y sobreelevados (43%), y por último los
planos (6%). Los diferentes útiles retocados se elaboran con
[page-n-158]
retoque simple o sobreelevado, aunque con algunas diferencias reseñables. El primero es más utilizado que el sobreelevado en las raederas laterales, y éste en cambio es mayor en
las dobles y desviadas. La longitud del retoque presenta un
valor medio (21,5 mm) que se ajusta a la misma dimensión
de los soportes no transformados. Por ello puede decirse que
la explotación en “longitud” es máxima y que se da con
elaboración bimodal de las categorías simple y sobreelevada. Así pues, no se fabrican piezas planas ni la transformación mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario.
La altura de los frentes retocados (4 mm), con valor próximo
al grosor medio de los soportes (6 mm), certifica la
búsqueda igualmente de frentes sobreelevados.
Entre los útiles mayoritarios, las raederas simples
presentan un alto dominio de las convexas, seguidas de las
dobles y convergentes (8%), y las raederas desviadas (5%) y
algo menor las transversales. Los raspadores y los perforadores son poco significativos y no existen buriles. Los útiles
denticulados representan la categoría dominante con casi el
30%. Las piezas retocadas con mayor índice de alargamiento
son los raspadores, muescas y raederas simples, aunque lejos
de considerarse laminares. No se aprecia una tendencia a
elaborar piezas largas, ni siquiera con los elementos levallois, que en cambio sí muestran una diferencia en el índice
de carenado (6,8), siendo las piezas más delgadas. Respecto
al orden de extracción, los elementos configurados están
mayoritariamente elaborados sobre soportes de 3º y 2º
orden, con la diferencia de que las raederas con dos frentes
presentan una mayoría de soportes de 3º orden. En cambio,
se constata un predominio de elementos corticales entre las
raederas laterales.
El índice de fracturación del nivel Ib/Ic es mayor en las
lascas que en los productos retocados, y las categorías tipológicas más fracturadas son denticulados, raederas simples y
raederas dobles. La ubicación de las fracturas es mayoritaria
en los extremos distales de raederas simples y denticulados,
con tendencia a suprimir los mismos como método para
transformarlas. Las piezas con retoque sobreelevado están
mucho más fracturadas que las de retoque simple. Las categorías industriales reflejan una gestión levallois significativa
en los núcleos identificados y un débil debitado levallois.
Los valores industriales presentan un bajo índice laminar
con un facetado mínimo, aunque con formas diedras. Así
pues, la industria del nivel Ib/Ic puede definirse, por sus
características técnicas de debitado, como no facetada, no
laminar y no levallois.
El Grupo II y los índices esenciales de raedera consideran su incidencia como media. Las raederas laterales
presentan morfología cuadrangular y asimetría trapezoidal
con un debitado preferencial y centrípeto, y su retoque es
simple y sobreelevado. Las raederas dobles presentan
morfología cuadrangular y simetría/asimetría bimodal trapezoidal y triangular, con un debitado unipolar y preferencial,
y retoque sobreelevado. Las raederas desviadas, de menor
formato que las anteriores, presentan morfología cuadrangular y asimetría triangular y trapezoidal, con debitado
centrípeto y retoque sobreelevado. Las raederas transversales, de formato medio, presentan variadas morfologías,
debitados y simetrías. El índice de materiales pertenecientes
al Grupo III, formado principalmente por raspadores y
perforadores, es bastante bajo. Finalmente, el índice de
piezas del Grupo IV es alto, con denticulados de morfología
cuadrangular, asimetría trapezoidal y retoque simple y
sobreelevado. Las muescas presentan morfología diversa,
debitado centrípeto y retoque sobreelevado mayoritario.
En resumen, se puede decir que el nivel Ib/Ic remite
tipológicamente a los conjuntos de lascas del Paleolítico
medio, con denticulados, débil presencia de útiles del grupo
Paleolítico superior e incidencia media de raederas. El
espacio estudiado del nivel indica que los productos retocados no tienen concentraciones particulares y que su distribución es aleatoria. Los núcleos son introducidos en el yacimiento en fases no iniciales o avanzadas y difieren de los
formatos de lascas amplias. Los núcleos son explotados en
un alto grado y reutilizados, por ello su porcentaje es bajo.
Las morfologías observadas muestran una explotación avanzada y sería conveniente saber si la fragmentación es parte
de una sistemática operativa no detectada. La fragmentación
y reducción de la industria es importante, con existencia de
pocos productos con córtex extenso, que apuntan a que las
cadenas operativas se han iniciado en otros espacios, dentro
o fuera del yacimiento. Por ello, las secuencias de explotación y configuración guardan diferencias, en un nivel en el
que predominan las pequeñas morfologías finales líticas
muy transformadas. Las secuencias de configuración manifiestan una relación preferencial de soportes de mayor
formato y morfologías transformadas (raederas y denticulados), y la variabilidad morfológica de los soportes no se
ajusta a morfotipos que puedan ser considerados seleccionados.
En conclusión, el nivel Ib-Ic presenta procesos de alteración postdeposicionales, travertinos y encostramientos
estalagmíticos. El proceso erosivo cenital del farallón, cuya
línea de visera coincide con la proyección del nivel, ha generado un resultado negativo por su impacto a modo de
“cortina de agua”. Las estrategias de aprovisionamiento
preferencial del sílex implican desplazamientos a cierta
distancia del yacimiento, dado que este material no se localiza con abundancia en las inmediaciones.
Las cadenas operativas líticas se muestran fragmentadas, hecho que puede responder a una movilidad de
objetos entre diferentes y próximos lugares de ocupación.
Sin embargo, la alta concentración de vestigios arqueológicos apunta más a una entrada y transformación de éstos en
el interior. Los estudios actuales no permiten saber si las
actividades técnicas desarrolladas en el nivel Ib/Ic eran
complementadas o no en otros lugares. Igualmente es difícil
pronunciarse sobre las características de la ocupación del
espacio interior; tal vez pudo ser amplia, dado el volumen,
transformación y concentración de los restos documentados.
El hábitat posiblemente funcionó como un lugar con una
ocupación de corta duración en el que se desarrollaron actividades diversas.
145
[page-n-159]
Fig. III.26. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel Ib/Ic.
146
[page-n-160]
Fig. III.27. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Lascas y puntas del nivel Ib/Ic.
147
[page-n-161]
Fig. III.28. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas laterales del nivel Ib/Ic.
148
[page-n-162]
Fig. III.29. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas dobles, convergentes, transversales y desviadas del nivel Ib/Ic.
149
[page-n-163]
Fig. III.30. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raspadores, perforadores, punta de Tayac y lasca truncada del nivel Ib/Ic.
150
[page-n-164]
Fig. III.31. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel Ib/Ic.
151
[page-n-165]
Fig. III.32. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados y muescas del nivel Ib/Ic.
152
[page-n-166]
III.2.3. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO II
El estrato II se halla individualizado por sus características morfoestructurales (color, fracción, composición, alteración, etc.) en una unidad litoestratigráfica. Posiblemente la
menos potente y extensa de todo el yacimiento. La excavación
se realizó en los años 1992-93 y desde el punto de vista del
presente estudio es valorada como una única unidad arqueológica. El nivel II se presenta limoso, erosionado y afectado
por madrigueras, especialmente hacia el sur, y muy brechificado al norte. Hacia el oeste pierde rápidamente potencia y
desaparece. Todas estas circunstancias han condicionado el
proceso de excavación, y sólo una reducida área del mismo
pudo ser excavada mediante levantamiento tridimensional,
mermando las valoraciones espaciales.
hacia el este y mínima de 5 cm al oeste (fig. III.33, III.34,
III.35, III.36 y III.37):
- Unidad arqueológica 1 (nivel II): cuadros B2, B3,
D2, D3, D4, F2, F3, F4 (8 m2).
III.2.3.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL II
A nivel arqueológico, la extensión excavada se individualiza en una única unidad con potencia máxima de 20 cm
Fig. III.35. Corte sagital meridional del nivel II. Sector occidental.
Fig. III.36. Superficie inicial del nivel II. Sector occidental.
Fig. III.33. Planta del yacimiento con situación de la excavación.
Fig. III.34. Corte frontal occidental del nivel II. Sector occidental.
Fig. III.37. Detalle basal del nivel II con estructura de combustión.
Sector occidental.
153
[page-n-167]
III.2.3.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL II
La distribución de los materiales arqueológicos no ha
podido ser individualizada y por tanto tampoco la ubicación
de éstos respecto de las unidades deposicionales. Ello es
debido al alto número de materiales no situados tridimensionalmente. La relación hueso/lítica correspondiente al mismo
espacio considerado muestra un número de restos óseos
bastante inferior a los líticos (cuadro III.75).
Vol. m3
1,28
NRL m3
2754
Lítica (núm)
3526
NRH m3
1293
Hueso (núm)
1656
NR m3
4048
Lítica peso gr.
10034
Lítica grs/m3
1540
H/L
0,47
III.2.3.3.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada se reduce prácticamente a sólo
tres categorías: sílex, caliza micrítica y cuarcita. De forma
muy marginal existe alguna pieza de calcedonia y de cristal de
roca que completan el cuadro litológico. A efectos arqueológicos sólo las tres primeras tienen relevancia y son las categorías a considerar en los cálculos correspondientes. El sílex en
el nivel II, con porcentaje medio del 99%, se muestra como la
roca de elección y utilización (cuadro III.77).
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes
grados de intensidad en la alteración del sílex concentran en
“la pátina” el 59% de los valores, con casi nula presencia de
piezas frescas y 1,3% de muy alteradas (desilificadas). La
termoalteración en las piezas alcanza más de 1/3 del total.
Por todo ello la alteración del nivel II es muy alta y representa la práctica totalidad del conjunto estudiado (97%),
circunstancia que condiciona el análisis traceológico
(cuadro III.78).
Cuadro III.75. Materiales líticos y óseos por metro cúbico,
peso e índice de relación del nivel II. NRL: número de restos líticos.
NRH: número de restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
Caliza
Cuarcita
Otros
-
-
-
-
-
Canto
III.2.3.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
en el yacimiento. Sin embargo la existencia de un porcentaje
del 13% de restos de talla pudiera enmascarar un agotamiento de elementos nucleares. Igualmente se aprecia la
ausencia de percutores. Entre los elementos producidos es
lógica la primacía de los pequeños productos frente a los
configurados y entre éstos el alto valor de los retocados
apunta a una actividad importante de transformación,
aunque no exhaustiva. Los índices de producción (99,7),
configuración (0,24) y transformación (0,87) indican el alto
porcentaje de material no configurado, en especial los
pequeños restos cuya recuperación ha sido posible gracias a
las características de la sedimentación (cuadro III.76).
Sílex
Percutor
III.2.3.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
M. Prima
1
-
-
-
1
Núcleo
35 (100)
-
-
-
35
Resto talla 367 (99,4)
Total
1
1
-
369
Debris
1943 (99,7)
-
6
-
1949
P. lascas
484 (98,9)
1
4
-
489
Lascas
353 (98,6)
1
4
7
365
P. retoc.
307 (99)
-
3
8
318
Total
3490 (98,9)
3 (0,1)
18 (0,5)
15 (0,4)
3526
Cuadro III.77. Materias primas y categorías líticas del nivel II.
Fresco Semip.
Sílex
2
68
Pátina
Desilif. Decalc. Termoalt. Total
2077
48
-
1295
3490
Caliza
2
-
-
-
1
-
3
Cuarcita
18
-
-
-
-
-
18
Otros
15
-
-
-
-
-
15
Total
37(1) 68(1,9) 2103(58,9) 48(1,3)
1
1295 (36,7) 3526
Cuadro III.78. Alteración de la materia prima lítica del nivel II.
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
Nivel II
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
0
1
35
369
1949
489
365
318
(2,7)
(97,2)
(13,1)
(69,4)
(17,4)
(53,4)
(0)
Total
3526
(46,5)
%
36 (1 )
2807 (79,6)
Cuadro III.76. Categorías estructurales líticas del nivel II.
154
683 (19,3)
3526
[page-n-168]
III.2.3.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
Resto Talla
ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 24,9 x 20 x 12,2
mm, con valor central (mediana) de 23,5 x 19 x 11 mm. Los
valores modales son poco significativos debido a lo reducido
de la muestra. El rango o recorrido entre valores es ligeramente superior para la longitud. La desviación típica muestra
una ligera y mayor dispersión respecto de la media en la
longitud. El coeficiente de dispersión acusa la variación entre
las tres medidas del grosor. La forma de la distribución
respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o apuntada para la longitud y el grosor, por los valores
positivos; la anchura en cambio es platicúrtica o achatada. El
grado de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha,
de todas las categorías consideradas: longitud, anchura,
grosor, índices de alargamiento y carenado y el peso, indica
una asimetría positiva con mayor concentración de valores a
la derecha de la media (cuadro III.79).
Núcleo
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
2,32
7,72
Media
24,9
20
12,2
1,3
Mediana
23,5
19
11
1,3
2
6,5
Moda
22
17
10
1,2
1,8
6
Mínimo
16
11
7
0,6
1,2
2,3
Máximo
41
30
22
2,3
4,1
22,7
Rango
25
19
15
1,7
2,9
20,4
Desviación típica
6,2
4,6
3,6
0,4
0,7
4,9
Cf. V. Pearson
25%
23%
30%
31%
32%
63%
Curtosis
0,7
-0,4
0,7
0,1
1,9
3,4
Cf. A. Fisher
1
0,4
0,9
0,5
1,3
2
Válidos
33
33
33
33
33
33
Cuadro III.79. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel II.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Los restos de talla identificados presentan en el nivel II
como medidas de tendencia central una media aritmética de
17,1 x 15,6 x 12,5 mm, con valor central (mediana) de 17 x
16 x 12 mm. El rango o recorrido entre valores es amplio y
similar en las tres dimensiones longitud, anchura y grosor.
La desviación típica muestra la uniformidad de todas las
categorías. El coeficiente de dispersión acusa la variabilidad
del grosor que es mayor que las otras dos categorías, la
longitud y anchura. La forma de la distribución respecto a su
apuntamiento (curtosis) es bastante leptocúrtica o puntiaguda para la anchura y menor para la longitud, y mesocúrtica para el grosor. El grado de asimetría de la distribución,
a izquierda o derecha respecto de su media, indica que todas
las categorías muestran una concentración a la derecha. Las
categorías consideradas: longitud, anchura, grosor, índice de
alargamiento, índice de carenado y peso indican una asimetría positiva, con concentración de valores a la derecha de la
media (cuadro III.80).
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
17,1
15,6
12,5
1,1
1,6
4,7
Mediana
17
16
12
1
1,1
2,9
Moda
17
12
12
1
1
2,6
Mínimo
6
4
2
0,3
0,8
0,3
Máximo
35
33
27
3,1
8
25,3
Rango
29
29
25
2,8
7,2
25
Desviación típica
5,5
4,7
4,5
0,3
1
4,4
Cf. V Pearson
.
32%
30%
36%
27%
63%
94%
Curtosis
0,6
1,7
0
11,7
15,9
7,2
Cf. A. Fisher
0,9
0,9
0,2
0,3
3,1
2,6
Válidos
369
369
369
369
369
369
Cuadro III.80. Análisis tipométrico de los restos de talla del nivel II.
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 20,8 x 19,9 x 5,4 mm, con valor
central (mediana) de 20 x 20 x 5 mm. Los valores modales,
casi idénticos, corresponden a una distribución simétrica
donde coinciden media, mediana y moda. El rango o recorrido entre valores es similar, aunque mayor en la longitud.
La desviación típica muestra uniformidad entre las categorías longitud y anchura. El coeficiente de dispersión acusa
una mayor variabilidad del grosor respecto de la longitud y
anchura. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente leptocúrtica o puntiaguda en
las tres categorías. El grado de asimetría de la distribución
indica que todas las categorías muestran una concentración
a la derecha, con asimetría menor en la anchura. El peso
muestra una amplia dispersión o variación, aunque ello no
impide una concentración de valores en asimetría positiva
(cuadro III.81).
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 23,6 x 21,6 x 8,4
mm, con valor central (mediana) de 22 x 21 x 8 mm. Los
Lasca
Media
Long. Anch.
20,8
Gr.
IA
IC
Peso
19,9
5,4
1,1
4,5
2,9
Mediana
20
20
5
1
4
2,3
Moda
20
20
5
1
2
4,8
Mínimo
7
9
1
0,3
1,2
0,4
Máximo
49
39
17
3,5
22
24,5
Rango
42
30
16
3,2
21,1
24,1
Desviación típica
5
5,1
2,4
0,4
2,3
2,5
Cf. V Pearson
.
24%
26%
44%
36%
51%
86%
Curtosis
3,5
0,9
1,8
2,1
12,7
27,1
Cf. A. Fisher
0,9
0,5
1,1
1,1
2,5
4,3
Válidos
365
365
365
365
365
365
Cuadro III.81. Análisis tipométrico de las lascas del nivel II.
155
[page-n-169]
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la longitud. La desviación típica ofrece
una uniformidad entre longitud y anchura. El coeficiente de
dispersión acusa la variabilidad del grosor y la homogeneidad entre longitud y anchura. La forma de la distribución
respecto a su apuntamiento (curtosis) es más leptocúrtica o
puntiaguda en la categoría longitud. El grado de asimetría de
la distribución indica que todas las categorías se concentran
a la derecha (cuadro III.82).
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos totales de los componentes de la estructura industrial son valores generales aproximativos de un conjunto
sólo parcialmente comparable por su distinta ubicación en la
cadena operativa. A efectos de evaluar la dimensión tipométrica, se aprecia que los datos de tendencia central se sitúan
en torno a los 2 cm en sus categorías de longitud y anchura
y de 1 cm para el grosor. Las categorías longitud y anchura
muestran una gran homogeneidad en todos los muestreos
estadísticos. El grosor es el valor que difiere de los anteriores pero no excesivamente. La variación de la dispersión
es patente en esta categoría y en sus correspondientes
índices de carenado. El peso, como en otros niveles, es la
categoría de más alta dispersión. La asimetría de la distribución de todas las categorías siempre se concentra a derecha
con gran semejanza entre sus valores.
La tipometría de las categorías estructurales respecto de
la materia prima muestra que la cuarcita es la roca utilizada
de mayor tamaño, en ausencia de caliza. Los productos retocados, independientemente de la materia prima en que están
elaborados, indican valores tipométricos mayores que los de
las lascas. Ello es prueba de que son elegidas las lascas
grandes para su transformación mediante el retoque,
circunstancia corroborada también por un peso mayor. Las
mayores diferencias entre lascas y productos retocados de la
misma materia prima se producen en la cuarcita y por tanto
su elección podría ser más específica, aunque hay que tener
Pr. Retocado
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
23,6
21,6
8,4
1,2
3,2
5,7
Mediana
22
21
8
1,1
2,8
4,2
Moda
22
17
7
1
4
4
Mínimo
8
6
2
0,4
0,4
0,3
Máximo
78
51
31
3,5
11,5
69,8
Rango
70
45
29
3,1
11,1
69,5
Desviación típica
7,3
6,7
3,7
0,5
1,5
5,9
Cf. V. Pearson
31%
31%
44%
41%
52%
103%
Curtosis
10
1,7
4,8
03
6,3
49,1
Cf. A. Fisher
1,9
0,8
1,4
1,4
1,9
5,5
Válidos
294
294
294
294
294
294
Cuadro III.82. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel II.
156
presente la baja representación de la muestra. El coeficiente
de dispersión no presenta apenas variabilidad respecto de las
categorías estructurales.
III.2.3.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos, a través de los negativos dejados en éstos, indican
que todos los elementos producidos y configurados presentan unas dimensiones inferiores a 4 cm, con los valores más
altos de 2 a 3 cm, que representan una media del 90%. Esta
distribución presenta una mayor tendencia hacia soportes
más pequeños conforme las fases de explotación del núcleo
avanzan (cuadro III.83).
Longitud
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
-
-
-
-
Inicial
-
2
2
4
Explotado
-
-
8
8
Agotado
1
2
15
18
Total
1 (3,3%)
4 (13,3%)
25 (83,3%)
30
Anchura
40-49
30-39
≤20-29
Total
Testado
-
-
-
-
Inicial
-
2
2
4
Explotado
-
1
7
8
Agotado
-
-
18
18
Total
-
3 (10%)
27 (90%)
30
Cuadro III.83. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel II.
La morfología de los elementos producidos muestra una
exclusividad de formas con cuatro lados, ligeramente
mayores las lascas cortas que las largas. Notoria es la
ausencia de formas con tres lados o triangulares; ello indica
la ausencia de productos apuntados como soporte a transformar. Respecto de la fase de explotación de los núcleos,
más del 80% están explotados o agotados, circunstancia que
indica la alta presión ejercida en la producción lítica, acompañada y aumentada posteriormente con su transformación
mediante retoque. El valor más repetido es el agotado, que
supera el 45%.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos indica un predominio de la utilización de una superficie o cara (unifacial) en un 73%, frente a un 21% de los
bifaciales. La dirección del debitado en la superficie correspondiente muestra un equilibrio entre la obtención de una
amplia lasca (preferencial), múltiples unipolares y centrípetas. Esta dirección clarifica el proceso general que se
muestra centrípeto en un 35%, preferencial en el 29% y
unipolar en un 35% de los casos. La dirección de las superficies de preparación confirma, con un 41% de valores
[page-n-170]
centrípetos, frente a un 23% de unipolares, que la gestión
centrípeta es la predominante en el nivel II. Las distintas
modalidades y sus características de gestión respecto de la
cadena operativa muestran un claro predominio de los unifaciales y una buena presencia de los bifaciales, con alta incidencia de los indeterminados (cuadro III.84)
O. Extracción Decalotado 1º Orden 2º Orden 3º Orden
Total
Lasca
5 (1,3)
3 (0,8)
130 (35,6) 227 (62,2)
365
P. retocado
6 (1,8)
4 (2,6)
160 (50,3) 148 (46,5)
318
290 (42,4) 375 (54,9)
683
Total
18 (2,6)
Cuadro III.85. Orden de extracción de los productos configurados del
nivel II.
Fases
Explotación
Testado Inicial Explotado Agotado
<25% 25-50% 51-75%
>75%
Total
Unifacial/Unipolar
-
-
4
3
Unifacial/Preferencial
-
-
-
2
2
Unifacial/Bipolar
-
-
1
-
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas con valores de un
68%, a mucha distancia de las facetadas con un 6%. La
mayor elaboración de los productos configurados de 3º
orden no muestra una complejidad relevante en los talones,
circunstancia que tampoco sucede con los productos retocados. Las superficies diedras, mayoritarias entre las facetadas, confirman la elección principal de superficies lisas.
La corticalidad en los talones es relevante y ajustada a la
búsqueda de la mayor tipometría. Las superficies suprimidas
(8%) corresponden mayoritariamente a piezas transformadas mediante el retoque y por tanto a ese proceso corresponde la especificidad de eliminar el talón (cuadro III.86).
Los talones más amplios se correlacionan con las fases
más avanzadas del proceso de explotación y transformación.
En general no se observan diferencias significativas en los
valores estadísticos entre productos no retocados y retocados, salvo una ligera mayor proporción de talones largos y
estrechos –más estilizados– en los productos retocados
(cuadro III.87).
7
1
Unifacial/Ortogonal
-
1
1
-
2
Unifacial/Centrípeto
-
1
1
2
4
UNIFACIALES
-
2
7
7
16 (72,7)
Bifacial/Preferencial
-
-
-
3
3
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
Bifacial/Centrípeto
-
-
-
-
-
BIFACIALES
-
-
1
3
4 (18,2)
Trifacial/Centrípeto
-
-
1
-
1
MULTIFACIALES
-
1
-
-
1 (4,5)
Total
3 (18,2)
9 (36,4) 10 (45,4)
3 (18,2)
19 (81,8)
22
Cuadro III.84. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel II.
III.2.3.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
La corticalidad
La corticalidad tiene una mayor presencia en los
productos retocados (54%) frente a los no retocados (36%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría ya
comentada. Esta corticalidad para los elementos producidos
presenta una proporción pequeña (0-25% de córtex con un
57%), mayoritaria entre todas las piezas. Respecto de su
ubicación, más del 70% de los productos presentan córtex en
un lado y el 23% las piezas lo tienen en dos lados (cuadros
III.88 y III.89).
El orden de extracción
El orden de extracción de los productos configurados
muestra la lógica proporción y presencia ascendente de
elementos en su orden de extracción. Una característica a
señalar es la mayor elección de soportes amplios para su
transformación en retocados. Hay mayor proporción de
lascas retocadas de 1º y 2º orden que no retocadas, circunstancia que se invierte en las piezas de 3º orden o ausentes de
córtex (cuadro III.85).
Superficie
Cortical
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetado
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
-
2
1
-
-
-
-
3
Lasca 2º O
23 (20,5)
57
16
3
-
2
1
112
Lasca 3º O
-
111
49
11
2
4
4
181
Pr. ret. 1º O
-
3
-
-
-
-
1
4
Pr. ret. 2º O
45 (36,6)
41
7
2
2
3
23
123
Pr. ret. 3º O
-
54
10
5
5
7
12
93
68
268 (76,6)
83 (23,6)
21 (70)
9 (30)
16
41
Total
68 (13,4)
Plana
Facetada
351 (69,3)
30 (5,9)
Ausente
57 (11,2)
506
Cuadro III.86. Preparación de la superficie talonar en los productos configurados del nivel II.
157
[page-n-171]
Los formatos de longitud y anchura de los productos
corticales muestran que las mayoritarias longitud y anchura
se sitúan entre 2-3 cm (55%) y se obtienen principalmente a
partir de piezas con córtex inferior al 50%.
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, básicamente entre 1 y 2 (55%). Destaca la particularidad de los
productos retocados que muestran un predominio de la cateTalón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
3
Lasca 2º O
9,7
3,6
43
3,4
2,2
104
55
Lasca 3º O
10,4
4,3
46
3,7
2,1
107
106
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O
12,2
4,7
71,1
3,2
2,3
107
47
Pr. ret. 3º O
12,9
4,5
72,4
3,3
2,2
104
64
Cuadro III.87. Tipometría del talón en los productos configurados del
nivel II. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
Grado
Corticalidad
0
1
2
3
Total
5 (4)
125
S
Lasca
89 (71,2) 17 (13,6) 14 (11,2)
4
218
Ca
1
-
-
-
-
-
Cu
4
-
-
-
-
goría de 1-2 (66,5%), seguida de la de 3-4 aristas (25%),
entre las piezas de 3º orden. Sin embargo en todas las categorías existe un predomino de pocos levantamientos por
superficie, circunstancia que se explicaría por la búsqueda
de la máxima tipometría posible.
La cara ventral
La cara ventral muestra que casi un 90% de los bulbos
están presentes con nitidez. Aquellos que resaltan de forma
más prominente representan un 8,6% y los suprimidos casi
un 9%, posiblemente por su prominencia. Respecto del
orden de extracción se aprecia una mayor presencia de bulbos marcados en los productos retocados respecto de las lascas. También es significativa la categoría de bulbo suprimido
entre los productos retocados, que indica una transformación
más avanzada y equilibrada (cuadro III.90).
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos, con un
72,5% frente a los simétricos con un 27,5%. La principal
categoría simétrica es la trapezoidal, muy próxima de la
triangular. La asimetría en cambio invierte los valores con
categoría triangular predominante, con un 51% del total. La
sección trapezoidal asimétrica se vincula mejor con los
productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de debitado, la total simetría (90º) se da en el 78% de las piezas y
algo más entre las de 2º orden, independientemente de si
están o no retocadas (cuadro III.91).
-
223
89 (71,2) 17 (13,6) 14 (11,2)
5 (4)
125 (36)
75 (56,8) 35 (26,5) 18 (13,6)
Pr. retoc.
S
107
4 (3)
132
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Total
Ca
-
-
-
-
-
-
Presente
243 (82,4)
5
1
429 (82,3)
Cu
3
-
-
-
-
-
110
Total
333
75 (56,8) 35 (26,5) 18(13,6%)
164
52
32
4 (3) 132(54,5)
9
257
Cuadro III.88. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad en
los productos configurados del nivel II.
S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Marcado
50 (9,7)
1
-
51 (9,8)
Suprimido
240 (7,8)
1
-
41 (7,8)
Total
513
7
1
521
Cuadro III.90. Características del bulbo según la materia prima del
nivel II.
Longitud
>39
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
Total
<50% - >50%
5 (3,5) - 0
5 (1,7) - 0
<50% - >50%
6 (4,1) – 1 (0,7)
12 (8,5) – 11 (7,8)
15 (5,3) – 16 (5,6)
<50% - >50%
66 (45,8) – 22 (15,2)
62 (44,2) – 16 (11,4)
44 (15,5) – 24 (8,4)
<50% - >50%
38 (26,3) – 11 (7,6)
32 (22,8) – 2 (1,4)
19 (6,7) – 11 (3,8)
144
140
284
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad
Lasca 1º O
Pr. ret. 1º O
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
<50->50
2-0
<50 - >50
4 (2,9) - 1
16 (11,4) - 0
<50 - >50
63 (47) – 16 (11,9)
57 (40,7) – 15 (10,7)
<50 - >50
43 (32) – 7 (5,2)
42 (30) – 8 (5,7)
134
140
Total
2-0
20 (7,3) - 1
120 (43,8) – 31 (11,3)
85 (31) - 15 (5,4)
274
Cuadro III.89. Grado de corticalidad según los formatos de longitud y anchura de los productos configurados del nivel II.
158
[page-n-172]
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección
Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
3 (5,1)
2 (3,44)
1 (1,72)
43 (74,13)
9 (15,5)
-
58
Lasca 3º O
13 (13)
18 (18)
5 (5)
47 (47)
17 (17)
-
100
Pr. ret. 2º O
7 (6,5)
8 (7,47)
2 (1,86)
72 (67,2)
18 (16,8)
-
107
Pr. ret. 3º O
12 (15)
10 (12,5)
14 (17,5)
17 (21,25)
26 (32,5)
1 (1,25)
80
38 (11)
22 (6,37)
179 (51,8)
70 (20,2)
1 (0,28)
35 (10,14)
Total
95 (27,5)
250 (72,5)
345
Cuadro III.91. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel II.
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 60% de la muestra, seguida de los gajos o segmentos esféricos con un 18,6%
y por último la forma triangular con un 10%. Respecto del
orden de extracción, se observa el predominio de las cuadrangulares largas en todas las fases de la cadena operativa.
Hay pues una elección de lascas largas con cuatro lados y
sección trapezoidal asimétrica en los elementos configurados. La morfología técnica que informa de la presencia de
productos desbordados y sobrepasados indica que los
primeros representan el 17% y los segundos el 3,2%. La
mayor incidencia se da en los productos de 3º orden (cuadro
III.92).
Proporción
Corto
Medio
Largo Laminar
Total
1º O
3
2
-
-
5
2º O
105 (75,5)
32 (23)
2 (1,4)
-
139
3º O
79 (80,6)
15 (15,3) 4 (4,1)
-
98
Total
187 (77,2)
49 (20,2) 6 (2,4)
-
242
Cuadro III.93. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel II.
Extensión
M. Marg. Marg.
Entr.
Prof.
M. Prof.
Total
50-80º
90º
100º-130º
6
70
1
86
Lasca 3º O
14
124
2
9
81
1
10
56
8
80
39 (9,3)
331 (78,6)
51 (12,1)
421
-
-
3
51
(26,5)
43
(22,4)
82
(42,7)
13
(6,7)
3 (1,5)
192
3º O
13(10,5)
37
(29,3)
60
(47,6)
16
(12,6)
-
126
66 (20,5)
81
(25,2)
142
(44,2)
29
(9,1)
3 (0,9)
104
Pr. ret. 3º O
-
151
Pr. ret. 2º O
1
Total
Lasca 2º O
2
2º O
Grados
1º O
Cuadro III.92. Ángulo del eje de debitado del nivel II.
III.2.3.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque, como asociación de levantamientos, en el
nivel II muestra que el 73% de estas formas son denticuladas, seguidas de las escamosas con un 16% y un 11% de
escaleriformes. La proporción de las dimensiones aisladas
de estos elementos muestra que la categoría “corto” (más
ancho que largo) representa el 77%, igual de largo que ancho
un 20,2% y largo en sólo el 2,4%, con ausencia de laminar.
La extensión del retoque afecta modificando las piezas
mediante las categorías entrante (44%) y marginal (45,8%),
mientras que sólo es profundo en un 10%. Esta circunstancia
indica la alta transformación lítica en el nivel, ya detectada
por otros valores (cuadros III.93 y III.94).
El filo retocado
La delineación del filo es en un 52% recto, cóncavo en un
26% y convexo en el 19%. Los valores tipométricos bajos
Total
147 (45,8)
142
(44,2)
32 (9,9)
321
Cuadro III.94. Extensión del retoque según el orden de extracción del
nivel II.
favorecen los filos rectos, que precisan menos extensión para
su elaboración. Filo convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y filos
cóncavos. Respecto de la ubicación de los filos, éstos tienen
porcentajes similares en los lados izquierdo y derecho (41% y
43%), donde vuelven a ser los rectos (52%) y cóncavos (26%)
los mayoritarios, independientes de su situación. Únicamente
es reseñable que los filos transversales del lado distal
presentan una incidencia alta de cóncavos (41%), circunstancia que apunta a que este tipo de piezas están agotadas en
mayor proporción que las laterales (cuadro III.95).
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno al 43% y
41% en los lados derecho e izquierdo, y en un 15% en el lado
distal. La localización respecto de la cara dorsal es mayoritario con un 93% en la categoría directo y un 4% inverso.
Respecto de la repartición del mismo, es casi exclusivo
continuo en su elaboración (96%), y sólo algunas piezas
como las lascas con retoque muy marginal presentan esta
159
[page-n-173]
Total
Categorías
Total
-
3
Simple
136 (47,4)
5 (2,9)
171
Plano
24 (8,3)
162
Sobrelevado
121 (42)
336
Escaleriforme
7 (2,4)
Total
288
Delineación
Recto
Cóncavo Convexo Sinuoso
1º O
1
2º O
84 (49,1)
45 (26,8) 37 (22,1)
3º O
90 (55,5)
41 (25,3) 27 (16,6)
4 (2,4)
Total
175 (52,1) 87 (25,9) 65 (19,3)
9 (2,6)
-
2
Cuadro III.95. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel II.
Cuadro III.98. Modos del retoque del nivel II.
característica. La extensión de las áreas de afectación del
retoque muestra que éste es completo (proximal, mesial y
distal) en el 94% de las piezas y parcial en el 5%. Esta parcialidad afecta mayoritariamente a la mitad distal en un 77% y a
la mitad proximal en un 15%, circunstancia relacionada con
la búsqueda de un apuntamiento más o menos aguzado que
marcarían las piezas distales (cuadros III.96 y III.97).
La dimensión y el grado de transformación
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
retocados respecto del orden de extracción muestra que la
longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde
tipometría, de 2º a 3º orden, pasando de valores medios de
21,1 a 15,6 mm para la longitud y de 2,4 a 2,3 mm para la
anchura. La altura del retoque, que implica mayoritaria-
Posición
Localización
%
Lat. izquierdo
Lat. derecho
Transversal
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Total
1º O
-
2
1
4
-
-
-
4
2º O
67 (39,1)
77 (45)
27 (15,7)
268 (94)
13 (4,5)
2 (0,7)
2 (0,7)
285
3º O
71 (43,8)
66 (40,7)
25 (15,4)
103 (90,3)
6 (5,2)
1 (0,8)
4 (3,5)
114
Total
138 (41,1)
145 (43,1)
53 (15,7)
375 (93)
19 (4,7)
3 (0,7)
6 (1,4)
403
Cuadro III.96. Posición y localización del frente del retoque según el orden de extracción del nivel II.
Repartición
Continuo
Discontínuo
Parcial
Completo
P
PM
M
MD
D
T
1º O
4
-
-
-
-
-
-
-
4
2º O
136 (95,7)
6 (4,2)
1
-
-
-
7
-
134 (94,3)
3º O
128 (97)
4 (3)
1
-
1
-
3
-
84 (94,3)
10 (3,6)
2
1
-
10
-
268 (96,4)
Total
278
2 (15,39
1 (7,6)
10 (76,9)
222
222 (94,4)
Cuadro III.97. Repartición del frente del retoque según el orden de extracción del nivel II.
P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Modos de superficies retocadas
Los modos de superficies retocadas muestran un
predominio de las simples (47%) y sobreelevadas con el
42%, seguidas de las planas con un 8% y escaleriformes
(2,4%). Estas categorías se han obtenido mediante medición y posterior asignación nominal (cuadro III.98).
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, muestran que la mayoría de
ellos se elaboran con retoque simple y sobreelevado en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en los denticulados, las raederas laterales y raederas transversales. El
retoque sobreelevado es significativo entre los perforadores.
El retoque plano, minoritario en general, afecta sobre todo a
las raederas dobles (cuadro III.99).
160
mente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los
productos de 2º orden, circunstancia que se concreta con el
correspondiente y bajo índice IF. La superficie retocada
muestra que ésta es similar en las piezas de 2º y 3º orden. La
relación existente entre las posibilidades de extensión del
retoque y la dimensión elaborada apunta a que conforme
avanza la extracción y elaboración del retoque, éste se centra
más en entrar en la pieza que en alcanzar su máxima
longitud, que se produce en los productos de 2º orden. Las
posibilidades de transformación de los soportes mediante el
retoque indican que son los de 2º orden los que muestran una
mayor posibilidad dimensional (cuadro III.100).
La longitud de la superficie retocada del nivel II
presenta un valor medio de 20,3 mm que se ajusta a la
longitud de los soportes no transformados (20,8), por lo que
[page-n-174]
Lista Tipológica
Sobreelevado
Simple
Plano
Escaleriforme
Total
4. Punta levallois retocada
-
-
-
-
-
6/7. Punta musteriense
3
-
-
1
4
9/11. Raedera lateral
31 (38,2)
42 (51,8)
7 (8,6)
1 (1,2)
81
12/20. Raedera doble
12 (41,3)
11 (37,9)
6 (20,6)
0
29
21. Raedera desviada
9 (45)
9 (45)
2 (10)
-
20
22/24. Raedera transversal
7 (41,1)
8 (47)
2 (11,7)
-
17
25. Raedera sobre cara plana
2
2
1
—
5
27. Raedera dorso adelgazado
-
1
1
-
2
29. Raedera alterna
4
4
-
-
8
30/31. Raspador
5
4
1
2
12
34/35. Perforador
4
-
-
-
4
42/54. Muesca
3
-
-
-
3
20 (32,7)
38 (62,2)
1 (1,6)
2 (3,2)
61
-
43. Útil denticulado
10
-
-
10
45/50. Lasca con retoque
Cuadro III.99. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel II.
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
Pr. ret. 1º O
18,25
1,12
4,75
0,47
20,5
1,25
517
4,1
4
Pr. ret. 2º O
21,1
2,4
3,8
0,83
70
1,36
587
12,26
152
Pr. ret. 3º O
15,6
2,3
2,9
1,04
72
1,30
503
14,2
121
Cuadro III.100. Grado del retoque y orden de extracción del nivel II. LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado. HF:
altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente retocado. SR: superficie de los frentes retocados en mm2. F/RT: relación
filo/retoque. SP: superficie del sproducto en mm2. IT: índice de transformación.
la explotación es máxima en la dimensión longitud. La anchura retocada, con valor medio de 2,4 mm, representa el
12% de la anchura media de los soportes, circunstancia que
señala una decidida elaboración de categorías sobreelevadas
frente a planas o cubrientes en la superficie. Es decir, no se
fabrican piezas planas ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados, con valor de 3,4 mm, está próxima al grosor medio de los soportes, que es de 5,4 mm y por tanto
representa el 63% de esa dimensión. Ello certifica la
búsqueda de frentes simples y sobreelevados. Las superficies retocadas son muy similares en los tres lados, corroborado por el índice (F/R). La transformación mediante el
retoque sólo afecta a un 12% de la proyección de la masa
lítica en planta, y ello apunta a un alto interés en economizar
materia prima mediante una máxima explotación volumétrica (cuadro III.101).
III.2.3.3.7. LA TIPOLOGÍA
Entre los útiles mayoritarios, las raederas simples presentan una mayor proporción de convexas y porcentualmente un 31% del total. Las raederas dobles alcanzan el
3,5%, y unidas a las convergentes sitúan en un 6,5% los filos
dobles, a los que tal vez habría que añadir el 5% de raederas
desviadas. Las transversales alcanzan casi el 6% y el resto de
raederas tienen valores marginales. Los raspadores, con un
4,3%, son significativos y ausentes los buriles. Las muescas
están presentes con un 1,4% y los útiles denticulados representan la categoría dominante con un 23% (cuadro III.102).
Índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son las raederas simples, denticulados y perforadores; a
pesar de ello, no alcanzan el índice 1,5 lejano del 2 laminar.
No se aprecia una tendencia a elaborar piezas largas, ni
siquiera con los elementos levallois, que en cambio sí muestran una diferencia significativa en el índice de carenado
(5,65), al ser las más delgadas de todas las piezas y las de
menor peso. Respecto del orden de extracción, están la
mayoría de las piezas elaboradas sobre soportes de 2º orden
o corticales, circunstancia que contrasta con las raederas
dobles, que presentan un mayor número de elementos no
corticales o de 3º orden (cuadro III.103).
Índices y grupos industriales
Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois de 1,6, lejos de la línea de corte establecida en 13 para
poder ser considerado de muy débil debitado levallois.
161
[page-n-175]
GRADO
Total
Lista Tipológica
Total
LFi
20,4
1. Lasca levallois típica
5 (1,96)
LFd
20,5
5. Punta pseudolevallois
2 (0,78)
LFt
19,8
6. Punta musteriense
1 (0,39)
LF
20,3
7. Punta musteriense alargada
1 (0,39)
AFi
2,26
9. Raedera simple recta
33 (12,94)
AFd
2,50
10. Raedera simple convexa
49 (19,21)
AFt
2,34
11. Raedera simple cóncava
3 (1,17)
AF
2,38
12. Raedera doble recta
3 (1,17)
HFi
3,27
13. Raedera doble recto-convexa
1 (0,39)
HFd
3,41
15. Raedera doble biconvexa
2 (0,78)
HFt
3,78
17. Raedera doble cóncavo-convexa
1 (0,39)
HF
3,42
18. Raedera convergente recta
1 (0,39)
IF
1,4
19. Raedera convergente convexa
7 (2,74)
SRi
54,98
21. Raedera desviada
14 (5,49)
SRd
58,17
22. Raedera transversal recta
2 (0,78)
SRtr
45,63
23. Raedera transversal convexa
14 (5,49)
SR
54,65
24. Raedera transversal cóncava
1 (0,39)
F/Ri
1,38
25. Raedera cara plana
5 (1,96)
F/Rd
1,38
27. Raedera dorso adelgazado
2 (0,78)
F/Rtr
1,26
28. Raedera retoque bifacial
1 (0,39)
F/R
1,35
29. Raedera alterna
4 (1,56)
SP
554
30. Raspador típico
6 (2,35)
IT
13,1
31. Raspador atípico
6 (2,35
34. Perforador típico
4 (1,56)
42. Muesca
4 (1,56)
43. Útil denticulado
64 (25)
44. Becs
1 (0,39)
45/50. Lasca con retoque
10 (3,9)
51. Punta de Tayac
6 (2,3)
62. Diverso
3 (1,17)
Cuadro III.101. Grado del retoque por unidad arqueológica
del nivel II.
El índice laminar, de 5,8, se sitúa entre la consideración de
débil y muy débil. El índice de facetado, de 4, también está
por debajo del 10 considerado para definir la industria como
facetada. Las agrupaciones de categorías industriales muestran que el índice levallois tipológico, de 1,9, está muy distante del 30 estimado para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II (57,2) y los índices esenciales de raedera,
con valor de 57,4, consideran su incidencia como alta, pues
supera el índice 55. El particular índice charentiense, de
25,8, permite considerar este conjunto como tal. El Grupo
III, formado por raspadores y en menor medida perforadores, presenta un índice esencial de 6,6, definido como
débil. Por último el Grupo IV con un índice de 25 se define
como alto y en el límite de esta consideración, que supera si
añadimos las muescas (26,5). Por tanto y en resumen, el
nivel II de Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre
los conjuntos de raederas del Paleolítico medio, con presencia alta de denticulados y débil incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior (cuadro III.104).
III.2.3.3.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación indica que éste es ligeramente
menor entre los productos retocados (23,3%) que entre las
162
Total
256
Cuadro III.102. Lista tipológica del nivel II.
lascas (29,8%), y entre estas últimas con equilibrio entre las
de 2º y 3º orden. La incidencia de la fracturación respecto a
los restos de talla y núcleos no es clara, como ya se ha
comentado, incluyéndose la totalidad de los primeros a
efectos de valorar su incidencia. La presencia de retoque
entre los restos de talla es poco significativa (7%). Complejo
es diferenciar si los restos de talla corresponden a fragmentos informes del proceso de talla o a fragmentos informes por transformación exhaustiva de productos configurados y retocados. La industria de este nivel presenta una
fracturación total del 28,5%, y entre los productos retocados
un 23,3% (cuadro III.105 y III.106).
[page-n-176]
I. Tipométrico
Nº
IA
IC
Peso 1º O 2º O 3º O
Lasca levallois
5
1,11
5,65
3,72
-
-
5
Punta pseudol.
2
1,1
5,41
1,35
-
-
2
Raedera simple
85
1,23
3,72
7.07
3
48
34
Raedera transv.
17
0,67
3,3
4,95
-
10
7
Raed dos frentes
29
1,03
4,04
7,61
-
9
20
Raedera inversa
5
1,02
2,92
9,16
-
3
2
Raspador
12
1,04
2,41
6,21
-
8
4
Perforador
4
0,97
2,74
3,57
-
1
2
Muesca
4
0,99
1,71
10,4
-
1
3
Denticulado
64
1,17
3,45
4,66
2
37
25
Cuadro III.103. Índices tipométricos y orden de extracción
del nivel II.
Real
Esencial
I. Levallois (IL)
Índices Industriales
1,91
-
I. Laminar (ILam)
4,97
-
I. Facetado amplio (IF)
5,8
-
I. Facetado estricto (IFs)
1,74
-
I. Levallois tipológico (ILty)
1,96
2,02
I. Raederas (IR)
55,68
57,48
-
-
I. Retoque Quina (IQ)
3,23
5,63
I. Charentiense (ICh)
25,88
26,72
Grupo I (Levallois)
1,96
2,02
Grupo II (Musteriense)
57,25
59,10
Grupo III (Paleolítico superior)
6,25
6,66
25
26,6
26,56
28,33
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son
los denticulados (27%), seguidos de las raederas simples y
dobles, con valores entorno al 20%. Raederas desviadas,
perforadores y muescas son categorías significativas de no
estar fracturadas. El grado de fractura es predominantemente
pequeño, aunque hay que tener presente la dificultad de
identificación cuanto mayor es la fracturación, con un 45%
de indeterminados. La ubicación de las fracturas se presenta
principalmente en el extremo distal de las piezas retocadas
(38,6%), especialmente en raederas simples, raederas
desviadas y denticulados. El extremo proximal no presenta
ninguna elección significativa, salvo posiblemente las
raederas dobles, con pocos ejemplares. Divididas las piezas
en dos mitades, el porcentaje de fracturación es superior
distalmente (50%) que en la mitad proximal (38,6%), y
menor en los lados (11,4%). Ello apunta a que existe una
tendencia a suprimir el extremo distal de las piezas cuya
causa puede ser funcional, de configuración o utilización.
Por último, la incidencia de la fracturación respecto de los
modos de retoque indica que existe un porcentaje similar
entre piezas con retoque simple y retoque sobreelevado fracturadas (50,7% y 40%, respectivamente). Las escasas piezas
con retoque plano no alcanzan el 10% y tienen mayor fractura distal. De reseñar es que las piezas con retoque simple
ubican las fracturas en la porción distal en casi la mitad de
las piezas (cuadros III.107, III.108 y III.109).
I. Achelense unifacial (IAu)
Grupo IV (Denticulado)
Grupo IV+Muescas
Cuadro III.104. Índices y grupos industriales líticos del nivel II.
Fracturación
Total
Lasca 1º O
4 (2,4)
Lasca 2º O
36 (21,5)
Lasca 3º O
68 (40,7)
Pr. ret 1º O
0
Pr. ret. 2º O
27 (16,1)
Pr. ret. 3º O
32 (19,1)
Productos configurados
167 (25,7)
Cuadro III.105. Fracturación de la estructura industrial según orden
de extracción del nivel II.
III.2.3.3.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo son 35 piezas, a las que habría que
sumar 10 más transformadas en productos retocados. Este
grado de transformación de un 22% puede ser considerado
alto si a los núcleos claros se añadieran los fragmentos y
restos de talla (35%). Los diferentes tipos de núcleos identificados son mayoritariamente gestionados por una sola
superficie (73% de unifaciales), frente a más caras. La dirección de debitado mayoritaria (35%) es unipolar (fig. III.38,
núm. 8, 9), aunque con valor próximo a los debitados centrípeto (fig. III.38, núm. 1, 2, 5, 6) y preferencial (fig. III.38,
núm. 3, 10, 12). Las características de las superficies de
debitado planas-convexas y las de preparación con planos
multifacetados indican la presencia de gestión levallois en la
mitad de los núcleos identificados del nivel II, y mayoritariamente centrípeta. Otros núcleos con superficies de morfología piramidal, discoide (fig. III.38, núm. 4) y los unipolares sobre gajo (fig III.38, núm. 14) se distancian de los
levallois. Así pues, una buena parte de los pocos núcleos
recuperados en el nivel II pueden se conceptualizados en la
órbita de lo que se considera levallois y con bajos valores
tipométricos.
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso), supone
un 1,4% de las lascas y un 5% de los útiles, por tanto valores
bajos. Teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas no
transformadas mediante el retoque es alto (53%), lo que su-
163
[page-n-177]
Índice Fracturación
Entera
Fract.
Total
Índice
Modos
Simple
Plano
Sobreelevado
Total
Núcleo
17
18
35
51,4%
Proximal
7
4
7
18
Lasca 1º O
3
1
4
25%
Proximomesial
2
0
1
3
Lasca 2º O
91
39
130
30%
Proximal-distal
0
0
2
2
Lasca 3º O
160
68
228
29,8%
1ª mitad
9 (39,1)
4 (17,4)
10 (43,7)
23
No retocado
254
108
362
29,8%
Mesodistal
4
1
3
8
Pr. ret 1º O
4
-
4
0
Distal
17
1
11
29
Pr. ret. 2º O
113
27
140
19,2%
2ª mitad
21 (56,7)
2 (5,4)
14 (37,8)
37
Pr. ret. 3º O
77
32
109
29,3%
Lateral
3
0
2
5
Retocado
194
59
253
23,3%
Total
33 (50,7)
6 (9,2)
26 (40)
65
Total
465
185
650
28,5%
Cuadro III.109. Fracturación y modos de retoque del nivel II.
Cuadro III.106. Fracturación de las categorías líticas según el orden
de extracción del nivel II.
Gr. Fracturación
0-25% 26-50% 50-75% >75%
Punta
Total
0
0
0
0
0
Raedera simple
8
10
1
0
19
Raedera doble
1
3
0
0
4
Raedera transversal
1
0
0
0
1
Raedera desviada
0
0
0
0
0
Raedera cara plana
2
0
1
0
3
Raspador
1
0
0
1
2
Muesca
0
0
0
0
0
Denticulado
7
6
1
0
14
Indeterminado
0
6
23
7
36
Total
20 (25,3) 25 (31,6) 26 (32,9) 8 (10,1)
79
Cuadro III.107. Grado de fracturación de los productos configurados
retocados e identificados del nivel II.
Situación
P
PM
PD
MD
D
L
Total
Punta
0
0
0
0
0
0
0
Raedera simple
2
1
2
3
9
2
19
Raed. doble/conv.
3
0
0
0
1
0
4
Raedera transv.
0
0
0
0
0
1
1
Raedera desviada
0
0
0
0
0
0
0
Raed. cara plana
1
0
0
1
1
0
3
Raspador
1
1
0
0
0
0
2
Muesca
0
0
0
0
0
0
0
Denticulado
3
1
1
1
6
2
14
Total
10
4
(22,7) (9,1)
3
5
17
5
(6,8) (11,3) (38,6) (11,3)
44
Cuadro III.108. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel II. P: proximal. PM: próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: mesodistal. D: distal. L: lateral.
164
pone un alto rechazo de elección. Las lascas levallois, con 5
ejemplares, son de excelente factura. Son de talla amplia,
con media de 26,8 mm y morfología cuadrangular larga
(100%). A reseñar la ausencia de láminas y puntas levallois.
Las puntas pseudolevallois tienen escasa incidencia y los
cuchillos de dorso natural están ausentes, aunque hay que
recordar la dificultad de valorar este tipo de útil en una
industria de pequeño formato. Por ello, si consideramos
todas las lascas con córtex opuesto a filo, ampliaríamos la
clasificación a un 4% de la lista tipo, porcentaje débil.
Las raederas simples o laterales agrupadas son 85
ejemplares, en mayor número las convexas que representan
un 19,2% del total y poco frecuentes las cóncavas (1,1%).
Tipométricamente las raederas laterales están entre los útiles
retocados de mayor formato (25,3 x 21,6 x 8,1 mm), con poca
variación respecto al orden de extracción. Las 51 piezas con
córtex, que representan el 60% de éstas, tienen un mayor
formato medio (26,1 x 22 x 8,7 mm). El soporte de estas
raederas es principalmente cuadrangular largo en un 39,7%
(fig. III.39, núm. 8, 9, 10, 11) y gajo en 29,4% (fig. III.39,
núm. 4, 5, 6, 7, 17), con un 17% de piezas desbordadas (fig.
III.39, núm. 12) y un 5% de sobrepasadas. La morfología es
asimétrica en un 84%, básicamente triangular (46%). La
morfología del retoque indica una distribución bimodal con
escamoso (45%) y denticulado (55%). Estas raederas
presentan una extensión de retoque amplio sin piezas con
retoque parcial y un 25% con retoque marginal. El retoque
directo se presenta bimodal cóncavo y recto y se distribuye en
los lados derecho (51%) e izquierdo (43%), y en su modo es
principalmente simple (45%), sobreelevado (40%) y plano
(8%). Hay dos piezas claras sobre soporte levallois. Generalmente las raederas laterales son de bella factura, bien configuradas con debitado previo variado en el que destacan el
preferencial (28%) y el unipolar (15%).
Las raederas dobles y convergentes, con 7 y 8 ejemplares, representan un 12% de las raederas. Como elementos
de mayor transformación por retoque presentan un 25% de
corticalidad. Tipométricamente son de formato amplio (28 x
24,8 x 7,1 mm). Mayoritariamente cuadrangulares largas
(73%) (fig. III.40, núm. 9, 10). Destaca la ausencia de piezas
sobrepasadas y sólo hay una desbordada. En igual proporción de simétricas que de asimétricas. La morfología del
[page-n-178]
retoque indica aquí una distribución unimodal, con denticulado y escamoso. Estas raederas también presentan una extensión amplia del retoque, con un 37% de piezas de retoque
marginal. El modo de retoque es sobreelevado (44%), simple
(41%), plano (15%). Piezas de bella factura, una sobre lasca
levallois y con distribución bimodal en el debitado dorsal,
unipolar (36%) y preferencial (36%).
Las raederas desviadas son 14 ejemplares con tipometría media de 23,6 x 27,4 x 8,9 mm, un formato algo menor
que laterales y dobles. Su morfología es variada, con un 40%
de cuadrangulares cortas y un 43% con córtex (fig. III.40,
núm. 5, 11, 13). Un 83% de las piezas son asimétricas, principalmente trapezoidales y tres piezas desbordadas. La morfología del retoque indica aquí una distribución bimodal, con
un 50% de escamoso y un 33% de denticulado. La extensión
del retoque es entrante, con un 48%, y marginal en un 36%
y sin retoque parcial ni discontinuo. El modo de retoque es
sobreelevado (58%), simple (35%) y plano (7%). Sin
soportes levallois y talones multifacetados. Su debitado
dorsal mayoritario es unipolar (55%), centrípeto (33%) y
preferencial (11%). Son piezas bien elaboradas de formato
no muy amplio, sobre lascas desviadas (42%), retoque
sobreelevado y por lo general con convergencia apuntada
(64%); también hay presente un ejemplar doble.
Las raederas alternas son 4 ejemplares con retoque
bimodal simple y sobreelevado, debitado dorsal preferencial
y morfología cuadrangular larga y corta. Todas ellas son
piezas asimétricas. También existe una raedera de dorso
adelgazado (fig. III.40, núm. 6 y 8). Las raederas transversales presentan 17 ejemplares, con tipometría de 17,3 x 25,7
x 8,7 mm. Su morfología es variada, generalmente más ancha que larga (fig. III.40, núm. 12). El debitado es variado,
trimodal (preferencial, centrípeto y unipolar) y con ausencia
de soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es
sobreelevado (50%), simple (35%) y plano (14%). Estas
piezas, mayoritariamente convexas, representan el 13% de
las raederas y un porcentaje esencial débil (6,8%). Las
raederas de cara plana, con cinco ejemplares, presentan una
baja incidencia; su morfología es bimodal cuadrangular
larga y gajo, retoque simple y sobreelevado, una pieza
desbordada y sin soportes levallois. Todas son asimétricas
triangulares.
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan en
conjunto 16 piezas, con ausencia de buriles, cuchillos de
dorso y lascas truncadas. La mayor incidencia dentro del
grupo son los raspadores, con doce ejemplares de factura
mediocre: en extremo distal de lasca (fig. III.41, núm. 1) y
en hocico (fig. III.41, núm. 2, 3, 4). El formato es pequeño
(21 x 20,6 x 11,4 mm) y su porcentaje esencial de 4,4, considerado alto. Su morfología y debitado previo son variados,
con asimetría predominante y retoque sobreelevado (46%)
en piezas mayoritariamente corticales (64%). Existe fracturación proximal y una pieza desbordada. Los perforadores,
con 4 piezas, presentan un porcentaje esencial de 1,6, considerado medio. El formato es pequeño (18 x 20 x 8,2 mm),
con piezas variadas y en escaso número generalmente denticuladas y marcadas, de muy bella factura con debitados
centrípetos. La fracturación no está presente y no hay
soportes levallois ni talones multifacetados. El aguzamiento
es cuidado y marcado, y se elabora recogiendo las condiciones morfológicas favorables del soporte, con existencia
de pequeños guijarros marinos.
Las muescas son cuatro, todas ellas retocadas. Tipométricamente son de formato medio y gruesas (24 x 23,7 x 14,7
mm), con morfología de soportes diversificados. El retoque
es mayoritariamente denticulado y el modo sobreelevado.
Son piezas denticuladas cóncavas bien elaboradas, con
extremos marcados y aguzados por rupturas de convergencia
(méplat, córtex, fractura, etc.). El debitado dorsal es variado
pero preferentemente centrípeto.
Los denticulados (fig. III.42, núm. 1 a 18) representan
los útiles mayoritarios con 64 piezas (25%). Éstos pueden
ser divididos en laterales simples (48%), dobles (34,8%),
transversales (10,8%) y alternos e inversos (6,5%). Generalmente están bien configurados, con denticulación marcada y
algunos con espinas pronunciadas. Su formato, en comparación a las raederas, es inferior (22,4 x 20,5 x 8,1 mm), con
un 58% de piezas corticales, morfología de soportes diversificados, entre los que son de reseñar los cuadrangulares
largos (29%) y cortos (15%), piezas en gajo (17%) y triangulares (13%). Las piezas son asimétricas (54%) y simétricas en un 46%. La morfología del retoque es obviamente
denticulada y el modo se presenta bimodal con un 77% de
retoque simple y un 22% de sobreelevado. La extensión del
retoque presenta un 9,5% de parcialidad y un 38% y 44% de
entrante. El debitado dorsal mayoritario es trimodal, vinculado al centripeto (centrípeto, ortogonal y bipolar) con un
35%, seguido del preferencial con otro 35% y unipolar 30%.
Hay un 13% de piezas desbordadas (fig. III.42, núm. 9) y
sobrepasadas, sin soporte levallois y un talón multifacetado.
La incidencia de denticulados sobre núcleo o resto de talla
es del 13%. La fracturación es significativa (27%), distal
(fig. III.42, núm. 12, 17), proximal, lateral o hemilasca y
mesial. La fracturación configura una ruptura de convergencia acusada que dificulta separar muescas de denticulados en su morfología final (fig. III.42, núm. 13). Las
piezas sobre gajo (23%) son relevantes (fig. III.42, núm. 8,
13). Hay piezas múltiples de configuración particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en sus vértices y que
pueden ser definidas como un morfotipo individualizado
(fig. III.42, núm. 1). Los denticulados son de cuidada elaboración en sus frentes retocados, lo que dificulta la separación
con las raederas.
III.2.3.4. VALORACIÓN DEL NIVEL II
La sedimentación del nivel II es característica de un
ambiente húmedo con abundante materia orgánica, de alta
pedogénesis y sin apenas fracción de aportación exógena o
endógena. Al igual que el nivel anterior, su formación debió
de ser “rápida”, y a efectos de estudio, es preferible considerarlo como un conjunto deposicional unitario. La superficie máxima excavada de este nivel es de 8 m2, tan sólo el
10% del área ocupacional total máxima que debió de ser de
unos 80 m2. Consecuentemente, el nivel II plantea las
mismas dificultades de interpretación que el nivel Ib y Ic,
165
[page-n-179]
derivadas del estudio de una parte restringida de la superficie original total.
El volumen excavado es bajo (1,3 m3), en el que se han
contabilizado un total de 5.182 elementos arqueológicos, lo
que supone una media de 4.048 restos/m3, con 2.754 restos
líticos/m3 y 1.293 restos faunísticos/m3. La relación de diferencia entre ambas categorías (H/L) es de 0,5. El volumen de
materiales faunísticos y líticos es lo suficientemente amplio
de cara a una contribución cuantitativa para su estudio. Esta
distribución, tanto en la industria como en los restos óseos,
presenta una concentración en los cuadros B2, B3, D2, y F2
que resulta difícil de explicar, al encontrarse en los márgenes
del área excavada. No obstante, esta concentración se
dispone, topográficamente, bajo la protección del frente de
visera. Estos cuadros presentan un ligero buzamiento de
unos 5º-10º entre los extremos E-W, y prácticamente horizontal de N a S. La sedimentación, a diferencia de otros
niveles, es muy suelta, facilitando la dispersión vertical y
horizontal de los materiales arqueológicos.
Las diferencias de distribución entre el material faunístico y lítico son heterogéneas; de ese modo, mientras que la
mayoría de las piezas líticas se concentra en el área meridional, los restos óseos lo hacen en los cuadros septentrionales. En el proceso de excavación se han detectado hogares,
identificados gracias a algunos efectos de la combustión y a
una pequeña concentración subcircular de sedimento termoalterado en la base del cuadro B2 y sobre la superficie
brechificada del nivel III. Esta alteración térmica, que afectaba al sedimento brechificado y se extendía hacia los
cuadros adjuntos, no pudo documentarse con precisión
debido a su alteración por erosión.
En cuanto a la industria lítica, ésta se caracteriza, al
igual que en los niveles anteriores, por una dinámica coherente con un alto índice de elementos producidos frente a los
de producción, destacando, particularmente, la ausencia de
percutores. La materia prima empleada es el sílex (99%),
con un alto grado de alteración que abarca a la casi totalidad
de las piezas, de las cuales un 37% corresponden a alteraciones térmicas. Los procesos de explotación de los núcleos
no se detectan con nitidez, al estar distribuidos por los
distintos cuadros sin que se aprecie relación con la principal
agrupación de restos de talla en el extremo meridional. Las
dimensiones tipométricas son: núcleo (24,9 x 20 x 12,2
mm), resto de talla (17,1 x 15,6 x 12,5 mm), lasca (20,8 x
19,9 x 5,4 mm) y producto retocado (23,6 x 21,6 x 8,4 mm).
Esto representa una media sobre el total de 19,2 x 18,7 x 8,7
mm; así pues un conjunto industrial lítico con valores por
debajo de los 2 cm para las mediciones de longitud, anchura
y grosor. El soporte de caliza, muy frecuente en el área y de
proporciones mayores, no es utilizado como recurso en el
nivel II. Por todo ello la industria puede ser considerada de
tamaño muy pequeño y con alto grado de reutilización.
Las categorías de la estructura lítica muestran que la
práctica totalidad tiene un formato de longitud y anchura
para los núcleos de hasta 4 cm. Respecto a la fase de la
cadena operativa, los mismos están explotados o agotados
(87%), son gestionados unifacialmente (73%) y con dirección de debitado variada. Las características de las superfi-
166
cies de debitado planas-convexas y las de preparación con
planos multifacetados certifican una presencia marginal de
gestión levallois en el nivel II, preferentemente centrípeta.
En los productos configurados, las plataformas talonares son
mayoritariamente planas y lisas, aunque existen las multifacetadas. La cara dorsal muestra que el grado de corticalidad
es mayor en los productos retocados (54%) que en las lascas
(36%). La morfología de los productos configurados revela
el predominio de las formas de cuatro lados que suponen el
59% de la muestra, seguida de gajos y la triangular.
Hay una producción de lascas largas con cuatro lados y
sección triangular en los útiles más elaborados y una incidencia importante de los gajos entre los productos corticales.
La simetría de la sección transversal de los productos líticos
configurados es variada y la asimetría es predominantemente triangular, en especial en las piezas corticales (80%),
circunstancia que vincula la morfología y el orden de extracción. La sección trapezoidal (simétrica o asimétrica) se
asocia mejor con los productos retocados de 3º orden. Éstos
presentan mayoritariamente una morfología denticulada de
proporción “larga”, extensión entrante y filo retocado recto.
El frente retocado es lateral, localizado en la cara dorsal
(directo), contínuo y mayoritario completo en su extensión.
Los modos muestran un predominio de los retoques simples
(47%) y sobreelevados (42%), y por último los planos (8%).
Los diferentes útiles retocados indican que gran parte de
ellos se elaboran con retoque simple o sobreelevado, en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado en los denticulados y las raederas laterales, y en cambio el sobreelevado es
mayor en las raederas dobles y en los perforadores. La longitud de la superficie retocada presenta un valor medio (20,3
mm) que se ajusta a la longitud de los soportes no transformados. Por ello se puede decir que la explotación en la
dimensión longitud es máxima y que existe una decidida
elaboración bimodal de categorías simple y sobreelevada
frente a plana o cubriente en la superficie. Así pues, no se
fabrican piezas planas, ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados (3,4 mm), con valor próximo al grosor
medio de los soportes (6 mm), certifica la búsqueda de
frentes sobreelevados.
Entre las raederas simples o laterales predominan las
convexas, mientras que las raederas dobles y las convergentes alcanzan el 6%, las raederas desviadas un 5% y un
7% las transversales. Los raspadores y los perforadores son
significativos porcentualmente, en especial los primeros, y
los buriles están ausentes. Las muescas, con baja proporción, y los útiles denticulados (25%) representan la categoría
predominante. Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor son las raederas simples y los denticulados,
aunque no pueden ser consideradas laminares. No se aprecia
una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera con los
elementos levallois que, en cambio, sí muestran una diferencia significativa en el índice de carenado (5,6), siendo las
piezas más delgadas de todas. Respecto del orden de extracción, los elementos configurados están mayoritariamente
elaborados sobre soportes de 2º y 3º orden, con la diferencia
[page-n-180]
de presentar una mayoría de soportes de 3º orden las
raederas con dos frentes. Hay un predominio de elementos
corticales entre todos los útiles.
El índice de fracturación del nivel II indica que existe un
equilibrio entre las lascas y los productos retocados. La
presencia de retoque en los considerados restos de talla
alcanza al 7%. La existencia de un 23% de productos retocados con fractura indica la alta explotación y transformación de la industria del nivel. Las categorías tipológicas con
más fracturas son los denticulados y las raederas simples.
La ubicación de las fracturas se presenta sobre todo en los
extremos distales de estos útiles, con una tendencia a suprimir el ápice como método para reconfigurarlas. Las piezas con retoque simple están algo más fracturadas que las
que tienen retoque sobreelevado.
Las categorías industriales muestran que un número
significativo de los núcleos identificados son de gestión
levallois, hecho que diverge en porcentaje del bajo número
de productos configurados levallois. Posiblemente la causa
derive de un condicionante tipométrico por el cual los
núcleos proporcionen lascas muy pequeñas que no son identificadas como levallois. Los valores industriales presentan
un debitado levallois muy débil, así como el índice laminar
y el de facetado. La industria del nivel II puede definirse, por
sus características técnicas de debitado, como no laminar, no
facetada y no levallois.
El Grupo II y los altos índices esenciales de raedera con
carácter charentiense son notorios. Las raederas laterales
presentan morfología cuadrangular, asimetría triangular,
debitado preferencial y centrípeto, y retoque simple y sobreelevado. Las raederas dobles tienen morfología cuadrangular, simetría/asimetría bimodal trapezoidal y triangular
con debitado unipolar y preferencial, y retoque sobreelevado
y simple. Las raederas desviadas presentan morfología
cuadrangular, asimetría trapezoidal con debitado unipolar y
retoque mayoritario sobreelevado. Las raederas transversales
tienen morfología, debitado y simetría variadas. El Grupo
III, formado principalmente por raspadores, presenta un
índice bajo. El índice de piezas del Grupo IV es alto; los
denticulados de formato medio presentan morfología
cuadrangular, asimetría trapezoidal y retoque simple mayoritario. Hay pocas muescas con morfología diversa, debitado
centrípeto y retoque sobreelevado mayoritario. Todo ello
lleva a considerar que el nivel II de Bolomor se encuadra
entre los conjuntos de raederas del Paleolítico medio, con
presencia alta de denticulados y débil incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior.
El espacio estudiado del nivel II muestra que los núcleos
son introducidos en el yacimiento en fases no iniciales o
avanzadas y difieren de los formatos de lascas amplias que
corresponden al principio de la cadena operativa, cuya
ausencia es notoria. Éstos son transformados en un alto grado
y reutilizados, y por ello su porcentaje identificado es bajo.
Las morfologías indican una explotación sistemática avanzada. La fragmentación y reducción de la industria es importante, con existencia significativa de productos corticales que
apunta a que determinadas cadenas operativas se han iniciado
en el yacimiento desde las primeras fases. Independientemente de que las secuencias de explotación pudiesen estar o
iniciarse en otros espacios, dentro o fuera del yacimiento,
existe una cierta relación respecto a las secuencias de configuración que será abordada en el estudio de la dinámica
industrial. Las cadenas operativas líticas se muestran siempre
incompletas o fragmentadas, hecho que puede responder a
una movilidad de objetos entre diferentes y próximos lugares
de ocupación. En el nivel II esta situación es menos relevante
que en los niveles precedentes. Sin embargo, la alta concentración de vestigios arqueológicos apunta más a una entrada
y transformación de éstos en el interior que a una “exportación”. Las secuencias de configuración manifiestan una relación preferencial de soportes de mayor formato y morfologías transformadas (raederas y denticulados). La variabilidad
morfológica de los soportes no se ajusta a morfotipos seleccionados como sucede en otros niveles.
En conclusión, el nivel II a diferencia de otros, no
presenta travertinos ni concreciones carbonatadas. La sedimentación es muy suelta, facilitando la dispersión vertical y
horizontal de los materiales arqueológicos. Es de reseñar la
abundancia de elementos quemados. La mayor presencia de
material lítico puede estar condicionada por la escasa extensión excavada y precisará ser comparada con otros sectores
del yacimiento en proceso de excavación. Las estrategias de
aprovisionamiento preferencial del sílex implican la búsqueda de materia en lugares lejanos o a media distancia, dado
que este material no se localiza con abundancia en las inmediaciones del yacimiento. Las actividades desarrolladas en
este nivel podrían corresponder a cortas ocupaciones posiblemente más recurrentes temporalmente y cuyo valor más
relevante sería su intensidad. Aunque tampoco sería de
descartar ocupaciones algo más largas y menos recurrentes
afectadas por una importante dispersión de materiales.
167
[page-n-181]
Fig. III.38. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel II.
168
[page-n-182]
Fig. III.39. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas laterales del nivel II.
169
[page-n-183]
Fig. III.40. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas diversas del nivel II.
170
[page-n-184]
Fig. III.41. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raspadores, perforadores y puntas de Tayac del nivel II.
171
[page-n-185]
Fig. III.42. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel II.
172
[page-n-186]
III.2.4. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO III
El estrato III es una unidad geológica toda brechificada
en capa única con potencia media de 15-20 cm, excavada
mediante amplio troceado que se trasladó al laboratorio para
la extracción mecánica con cincel del material englobado.
Este nivel sedimentológico se halla muy bien individualizado, con formaciones estalagmíticas y travertinos en su
interior. La excavación se realizó en el año 1993 y como
otros niveles de idéntica formación geológica –edificios
travertínicos y pavimentos estalagmíticos– presenta escasos
materiales arqueológicos en sedimentos que guardan más
relación con el nivel IV que no con el II.
en el yacimiento. Sin embargo la existencia de un porcentaje
cercano al 13% de restos de talla puede enmascarar la
proporción real de núcleos. Igualmente se aprecia la ya
reiterada ausencia de percutores. Entre los elementos produ-
III.2.4.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL III
Arqueológicamente, la extensión excavada se individualiza en una unidad vinculada a sus correspondientes cuadros
(fig. III.43, III.44, III.45, III.46 y III.47):
- Unidad arqueológica 1: cuadros B2, B3, B4, D2, D3,
D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4 (15 m2).
III.2.4.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL III
La distribución de los materiales arqueológicos en los
distintos cuadros no ha podido ser individualizada en el
grado deseado para perfilar la ubicación de los mismos; la
brechificación hace muy desigual la coherente recuperación
de estos materiales (cuadro III.110).
Fig. III.44. Corte frontal occidental del nivel III. Sector occidental.
III.2.4.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
III.2.4.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
Fig. III.45. Corte sagital meridional del nivel III. Sector occidental.
Fig. III.43. Planta del yacimiento con situación de la excavación del
nivel III.
Fig. III.46. Superficie brechificada del nivel III.
Sector occidental.
173
[page-n-187]
III.2.4.2.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada se reduce a tres categorías:
sílex, caliza micrítica y cuarcita. A efectos arqueológicos
sólo el sílex tiene relevancia presentando en el nivel III un
porcentaje medio superior al 98% y siendo la roca de elección y utilización (cuadro III.112).
Materia Prima
Sílex
Caliza
Cuarcita
Total
Percutor
-
-
-
-
Canto
1
1
-
2
Núcleo
-
436
132 (97,7)
3
-
135
93 (95,8)
4
-
97
101 (98,1)
1
1
103
Total
135
1
860 (98,5)
12 (1,37)
1 (0,1)
873
821
Hueso (núm)
435 (99,7)
514
NRH m3
85
P. retocado
873
15
-
1,7
Lítica (núm)
-
2
Lascas
NRL m3
-
83 (97,6)
P. lasca
Vol. m3
15 (100)
Resto talla
Debris
Fig. III.47. Superficie excavada con el corte sagital septentrional.
Sector occidental.
NR
m3
Cuadro III.112. Materias primas y categorías líticas del nivel III.
1335
Lítica peso gr.
2014
Lítica grs/m3
1184
H/L
1,6
Cuadro III.110. Materiales líticos y óseos por metro cúbico, peso e
índice de relación del nivel III. NRL: número de restos líticos.
NRH: número de restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
cidos es lógica la primacía de los pequeños productos frente
a los configurados, y entre éstos el alto valor de los no retocados apunta a una actividad no exhaustiva de transformación. Los índices de producción (58,2), configuración (0,3)
y transformación (1,26) indican un porcentaje de material
no configurado, en especial los pequeños restos, no muy
elevado, posiblemente influido por la fuerte brechificación
que resta posibilidades de recuperación de la totalidad del
material arqueológico (cuadro III.111).
Nivel III
Percutor
Número
-
Canto
Núcleo
III.2.4.2.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
ESTRUCTURALES
Los núcleos identificados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 24,5 x 24,3 x 14,5
mm, con valor central (mediana) de 23 x 23,5 x 15,5 mm.
Los valores modales son poco significativos debido a lo
reducido de la muestra. El rango o recorrido entre valores es
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes
grados de intensidad en la alteración del sílex concentran en
“la pátina” el 71% de los valores, con casi nula presencia de
piezas frescas o muy alteradas (3%). En las piezas calcáreas
su alteración característica, la decalcificación, está presente,
cuya causa debemos atribuir, entre otras, al medio sedimentario húmedo del depósito. La termoalteración en las piezas
representa un 24%. Por todo ello la alteración de la unidad
III es muy alta y representa la práctica totalidad del conjunto
estudiado (98,2%) circunstancia que condiciona el análisis
traceológico (cuadro III.113).
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Total
Pr. retocado
2
15
85
436
135
97
103
(11,7)
(88,2)
(12,9)
(66,4)
(20,5)
(48,5)
(51,5)
873
%
17 (1,9)
656 (75,1)
Cuadro III.111. Categorías estructurales líticas del nivel III.
174
200 (22,9)
873
[page-n-188]
Fresco Semip. Pátina Desilif. Decal. Termoalt. Total
Sílex
-
2
623
26
-
209
860
Caliza
6
-
-
-
6
-
12
Cuarcita
1
-
-
-
-
-
1
6 (0,6)
209 (23,9)
873
dice de carenado y peso, indican una asimetría positiva con
mayor concentración de valores a la derecha de la media
(cuadro III.115).
Total
623
7 (0,8) 2 (0,2)
26 (2,9)
(71,3)
Resto Talla
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
menor para la longitud que para la anchura. La desviación
típica vuelve a mostrar la uniformidad de la longitud
respecto a una mayor variabilidad en la anchura. El coeficiente de dispersión acusa la variación de la anchura. La
forma de la distribución respecto a su apuntamiento
(curtosis) es claramente platicúrtica o achatada para la longitud, anchura y grosor, por los valores negativos. El grado
de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha, de
todas las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor,
índices de alargamiento y carenado y el peso, muestra una
asimetría positiva con mayor concentración de valores a la
derecha de la media, a excepción del grosor, con valores a
izquierda (cuadro III.114).
Núcleo
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
24,5
24,3
14,5
1,1
1,7
10,4
Mediana
23
23,5
15,5
1,03
1,7
10,1
Moda
22
19
11
-
2,2
-
Mínimo
18
12
9
0,5
1,13
3,17
Máximo
33
36
19
2,07
3
20,31
Rango
15
24
10
1,57
1,87
17,14
Desviación típica
4,52
7,36
3,22
0,46
0,51
4,58
Cf. V. Pearson
18%
30%
22%
41%
29%
44%
Curtosis
-1,03
-0,95
-1,38
-0,48
0,57
0,34
Cf. A. Fisher
0,44
0,18
-0,26
0,68
0,83
0,54
Válidos
15
15
15
15
15
19,7
17,5
10,3
1,16
2,02
5,12
Mediana
20
20
10
1
2
4,8
Moda
Cuadro III.113. Alteración de la materia prima lítica del nivel III.
20
20
10
1
2
4,8
Mínimo
10
5
2
0,8
1
0,11
Máximo
58
35
28
3,7
8
58,5
Rango
48
30
26
2,9
7
58,3
Desviación típica
6,45
4,41
3,45
0,42
3,6
7,6
Cf. V Pearson
33%
25%
33%
36%
200%
148%
Curtosis
14,3
2,8
9,3
16,4
22,5
47,1
Cf. A Fisher
3,01
0,28
2,33
3,62
4,2
6,61
Válidos
85
85
85
85
85
85
Cuadro III.115. Análisis tipométrico de los restos de talla
del nivel III.
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 22,2 x 21,5 x 6,6 mm, con valor
central (mediana) de 21 x 20 x 6 mm. Los valores modales
son semejantes y por tanto es casi una distribución simétrica
donde coincidirían media, mediana y moda. El coeficiente
de dispersión es bastante homogéneo para las tres categorías.
La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es claramente leptocúrtica o puntiaguda en las tres
categorías. El grado de asimetría de la distribución indica
que todas las categorías muestran una concentración a la
derecha, asimetría menor en la anchura, que está próxima al
eje. El peso muestra una gran dispersión o variación que
supera el 100 porcentual, aunque ello no impide una concentración de valores en asimetría positiva (cuadro III.116).
15
Cuadro III.114. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel III.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Los restos de talla identificados presentan como
medidas de tendencia central una media aritmética de 19,7 x
17,5 x 10,3 mm, con valor central (mediana) de 20 x 20 x 10
mm. El rango o recorrido entre valores es amplio en las tres
dimensiones longitud, anchura y grosor, aunque mayor en la
longitud. El coeficiente de dispersión acusa una cierta
homogeneidad de las tres categorías, con ligera mayor variabilidad de la longitud. La forma de la distribución respecto a
su apuntamiento (curtosis) es más leptocúrtica o puntiaguda
en la longitud. El grado de asimetría de la distribución, a
izquierda o derecha respecto de su media, indica que todas
las categorías muestran una concentración a la derecha,
destacando nuevamente la longitud. Las categorías consideradas: longitud, anchura, grosor, índice de alargamiento, ín-
Gr.
IA
IC
Peso
Media
Lasca
Long. Anch.
22,2
21,5
6,6
1,1
3,9
4,5
Mediana
21
20
6
1
3,6
6,8
Moda
20
20
5
1
2
4,8
Mínimo
12
8
2
0,4
1,6
0,7
Máximo
59
45
23
3,2
12,8
54,2
Rango
47
37
21
2,8
11,5
53,5
Desviación típica
7,2
6,1
3,1
0,4
2,1
6,9
Cf. V Pearson
.
32%
28%
47%
42%
55%
154%
Curtosis
8,3
2,5
7,5
4,8
3,7
37,1
Cf. A. Fisher
2,3
0,9
1,9
1,8
1,6
5,8
Válidos
97
97
97
97
97
97
Cuadro III.116. Análisis tipométrico de las lascas del nivel III.
175
[page-n-189]
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 25,6 x 22,7 x 9,7
mm, con valor central (mediana) de 25 x 21 x 10 mm. Los
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la anchura. La desviación típica muestra
una uniformidad entre las tres categorías. El coeficiente de
dispersión acusa la variabilidad del grosor. La forma de la
distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es ligeramente leptocúrtica o puntiaguda en la anchura y achatada en
la longitud y el grosor. El grado de asimetría de la distribución indica que todas las categorías muestran una concentración a la derecha y próximas al eje de simetría (cuadro
III.117).
Pr. Retocado
Long. Anch.
sentan unas dimensiones inferiores a 4 cm, con los valores
más altos inferiores a 3 cm, que representan una media de
casi el 73%.
La morfología de los elementos producidos muestra una
exclusividad de formas con cuatro lados, con mayoría de
lascas largas (83%) que cortas. Curiosa es la ausencia de
formas con tres lados o triangulares; ello indica la ausencia
de productos apuntados como soporte a transformar. Respecto de la fase de explotación de los núcleos, más del 72%
están explotados o agotados, circunstancia que indica la
fuerte presión ejercida en la producción lítica, aumentada
posteriormente por su transformación mediante retoque. El
valor más repetido es el explotado, que supera el 60%
(cuadro III.118).
Gr.
IA
IC
Peso
Longitud
30-39
Testado
-
≤20-29
Total
-
-
Media
25,6
22,7
9,7
1,3
3,04
7,2
Mediana
25
21
10
1,1
2,7
5,7
Inicial
2
1
3
-
7
7
Moda
20
25
10
1
3
4,8
Explotado
Mínimo
12
8
3
0,35
1
0,5
Agotado
-
1
1
Máximo
44
62
20
14,5
7,7
26,1
Total
2 (18,2%)
9 (82,8%)
11
Rango
32
54
17
14,1
7,4
25,6
Anchura
30-39
≤20-29
Total
Desviación típica
6,6
8,1
3,8
1,3
1,3
5,03
Testado
-
-
-
Cf. V.Pearson
26%
36%
39%
103%
51%
69%
Inicial
-
3
3
Curtosis
-03
6,1
-04
85,9
1,8
1,7
Explotado
3
4
7
Cf. A. Fisher
0,3
1,6
0,4
8,9
1,2
1,2
Agotado
-
1
1
Válidos
103
103
103
103
103
103
Total
3 (27,3%)
8 (72,7%)
11
Cuadro III.117. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel III.
Cuadro III.118. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel III.
El conjunto lítico y los correspondientes valores tipométricos totales del nivel III son valores generales aproximativos de un conjunto sólo parcialmente comparable por su
distinta ubicación en la cadena operativa. A efectos de
evaluar la dimensión tipométrica se aprecia que los datos de
tendencia central se sitúan ligeramente sobre los 2 cm en sus
categorías de longitud y anchura, categorías que muestran
una gran homogeneidad en todos los muestreos estadísticos.
El grosor es el valor que difiere de los anteriores pero no
excesivamente. La variación de la dispersión es patente en
esta categoría y en sus correspondientes índices de carenado.
El peso, como en otros niveles, es la categoría de más alta
dispersión. La asimetría de la distribución de todas las categorías siempre se concentra a derecha, con gran semejanza
entre sus valores.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos indica un predominio de la utilización de una superficie o cara (unifacial) en un 63%, frente a un 27% de los
bifaciales. La dirección del debitado en la superficie correspondiente muestra mayoritariamente (54%) la obtención de
una amplia lasca (preferencial). La dirección de las superficies de preparación confirma la dominancia de valores
centrípetos. Las distintas modalidades y sus características
de gestión respecto de la cadena operativa ofrecen un claro
predominio de los unifaciales y una buena presencia de los
bifaciales, con escasa incidencia de otras categorías. Los
planos de percusión observados en los núcleos son un número reducido, con lisos mayoritarios seguidos de diedros y
facetados, éstos últimos vinculados sin duda a elementos
levallois que corresponden a fases operativas avanzadas:
núcleos explotados y agotados (cuadro III.119).
III.2.4.2.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
III.2.4.2.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos indican
que todos los elementos producidos y configurados pre-
176
El orden extracción
El orden de extracción de los productos configurados
muestra la lógica proporción y presencia ascendente de ele-
[page-n-190]
Fases
Explotación
productos retocados es relevante y ajustada a la búsqueda de
la mayor tipometría. Las superficies suprimidas (11,6%)
corresponden a piezas transformadas mediante el retoque y
por tanto a ese proceso se debe la especificidad de eliminar
el talón (cuadro III.121).
Los talones más amplios se correlacionan con las fases
más avanzadas del proceso de explotación y transformación.
Se observan ligeras diferencias en los valores estadísticos
entre productos no retocados y retocados; éstos últimos presentan talones más amplios, aunque condicionados por lo
reducido de la muestra (cuadro III.122).
Testado Inicial Explotado Agotado
Total
<25% 25-50% 51-75% >75%
Unifacial/Unipolar
-
1
1
-
2
Unifacial/Preferencial
-
-
3
-
3
Unifacial/Centrípeto
-
-
2
-
2
UNIFACIALES
-
1
6
-
7 (63,6)
Bifacial/Preferencial
-
1
-
1
2
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
BIFACIALES
-
1
1
1
3 (27,3)
MULTIFACIALES
-
1
-
-
1 (9,1)
Total
3
8
11
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Cuadro III.119. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel III.
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
-
Lasca 2º O
9,5
2,7
38,8
1,6
1,1
105
20
Lasca 3º O
12,5
4
55,7
1,6
0,8
108
39
mentos en su orden de extracción. Una característica a
señalar es la mayor elección de soportes amplios para su
transformación en retocados. Hay mayor proporción de lascas retocadas de 2º orden que no retocadas, circunstancia
que se invierte en las piezas de 3º orden o ausentes de córtex
(cuadro III.120).
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
-
Pr. ret. 2º O
16,7
5,5
115,8
0,8
0,6
109
13
Pr. ret. 3º O
13,5
5,2
80,5
0,8
0,5
103
16
Orden
Extracción
1º Orden
2º Orden
3º Orden
Total
Lasca
2
33
61
96
Pr. retocado
6
47
50
103
Total
8 (4)
80 (40,2)
101 (50,7)
Cuadro III.122. Tipometría del talón en los productos configurados
del nivel III. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
199
La corticalidad
La corticalidad muestra una mayor presencia en los
productos retocados (59%) frente a los no retocados (37%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría ya comentada. Esta corticalidad para los elementos producidos presenta
una proporción pequeña (0-25% de córtex con un 66%),
mayoritaria en todas las piezas. Respecto de su ubicación el
70% de los productos presentan córtex en un lado y en torno
al 23% las piezas que lo tienen en dos lados (cuadro III.123).
Los formatos de longitud y anchura respecto del orden
de extracción muestran que la mayor longitud, entre 2-3 cm
(50%), se obtiene principalmente a partir de piezas con
córtex inferior al 50%, circunstancia que se repite para la
anchura. A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las categoría con menos y más del 50% de córtex (cuadro III.124).
Cuadro III.120. Orden de extracción de los productos configurados
del nivel III.
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las plataformas preparadas planas y lisas con un 55% de valores, a
mucha distancia de las corticales con un 21%. La mayor
elaboración de los productos configurados de 3º orden se
traduce en una mayor complejidad en los talones de los productos retocados. La corticalidad en los talones de los
Superficie
Cortical
Plana
Facetada
Ausente
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetada
Fracturada
Suprimida
Total
Lasca 1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
Lasca 2º O
14
15
4
1
0
0
0
34
Lasca 3º O
0
29
6
4
0
0
2
39
Pr. ret. 1º O
-
2
-
-
-
-
-
2
Pr. ret. 2º O
17
9
2
0
0
4
8
40
Pr. ret. 3º O
0
31
Total
31 (21,2)
12
2
2
3
5
7
67 (45,8)
14 (9,5)
7 (4,8)
3 (2)
9 (6,1)
17 (11,6)
81 (55,4)
10 (6,8)
26 (17,8)
146
Cuadro III.121. Preparación de la superficie talonar en los productos configurados del nivel III.
177
[page-n-191]
Grado
Corticalidad
0
61
Ca
-
Cu
Lasca
S
-
1
2
3
4
Total
0
28 (80) 5 (14,3)
2 (5,7)
35
-
-
-
-
-
-
-
-
-
-
0
53
30
12 (22,6) 11 (20,7)
(56,6)
50
Ca
-
-
-
-
-
-
Cu
-
-
-
-
-
-
111
P. retocado
S
58
(65,9)
Total
17
11 (12,5) 2 (2,3)
(19,3)
88
Cuadro III.123. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad
en los productos configurados del nivel III.
S: Sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Longitud
>39
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad <50% - >50 <50%->50% <50%->50% <50%->50%
Lasca 1º O
0-1
-
-
-
1
Pr. ret. 1º O
-
0-1
0-1
-
2
Lasca 2º O
0-0
3-0
19 - 1
11 - 0
34
Pr. ret. 2º O
1-0
11 - 5
21 - 6
9-0
53
Total
1-1
14 - 6
40 - 8
19 - 0
90
Total
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Corticalidad
<50->50
<50 - >50
<50 - >50
<50 - >50
Lasca 1º O
0-1
-
-
-
Pr. ret. 1º O
0-0
-
0-1
0-1
2
Lasca 2º O
0-0
5-0
20 - 0
9-1
35
Pr. ret. 2º O
2-0
5-3
21 - 3
16 - 3
2-1
10 - 3
41 - 4
25 - 5
90
La cara ventral
La cara ventral muestra que los bulbos están presentes
con nitidez, causa motivada por el tipo de percusión utilizada que ha generado su buena definición. Aquellos que
resaltan de forma más prominente representan un 12% y los
suprimidos un 15%, posiblemente por su prominencia.
Respecto del orden de extracción se aprecia una mayor
presencia de bulbos marcados en los productos retocados
que en las lascas, ello posiblemente se vincula a una mayor
tipometría de los primeros productos. También es significativa e importante la categoría de bulbo suprimido entre los
productos retocados, indicador de la transformación más
avanzada y equilibrada hacia el uso (cuadro III.125).
La simetría
La sección transversal de los productos líticos configurados muestra un predominio de los asimétricos con un 82%,
frente a los simétricos con un 18%. La principal categoría
simétrica es la triangular, muy próxima de la trapezoidal. La
categoría asimétrica predominante es también la triangular,
pero en mayor proporción; esta circunstancia es debida a la
alta presencia de los gajos. Respecto del eje de debitado, la
total simetría (90º) se da en el 80% de las piezas y en especial entre las de 2º orden retocadas (cuadros III.126 y
III.127).
52
Total
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, mayoritariamente entre 1 y 2 (50%). Destaca la particularidad de los
productos retocados de 2º orden, que muestran un mayor
número de aristas. Sin embargo, en todas las categorías
existe un predomino de pocos levantamientos por superficie,
hecho que se explicaría por la búsqueda de la máxima tipometría posible.
1
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Total
Presente
87 (72,5)
-
-
87
Marcado
15 (12,5)
-
-
15
Suprimido
18 (15)
-
-
18
Total
Cuadro III.124. Grado de corticalidad de los formatos longitud y
anchura en los productos configurados del nivel III.
120
-
-
120
Cuadro III.125. Características del bulbo según la materia prima
del nivel III.
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección Transversal
Triangular
Lasca 2º O
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
-
-
-
12 (85,71)
2 (14,28)
-
14
Lasca 3º O
3 (15)
3 (15)
-
7 (35)
6 (30)
1 (5)
20
Pr. ret. 2º O
3 (6,66)
2 (4,44)
1 (2,22)
23 (51,11)
6 (13,33)
10 (22,22)
45
Pr. ret. 3º O
3 (14,28)
2 (9,52)
2 (9,52)
8 (38,1)
5 (23,8)
1 (4,76)
21
7 (7)
3 (3)
50 (50)
19 (19)
12 (12)
9 (9)
Total
19 (19%)
82 (82%)
Cuadro III.126. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel III.
178
100
100%
[page-n-192]
Grados
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Proporción
Corto
Medio
Largo
Lam.
Total
Lasca 2º O
2
25
4
31
1º O
-
-
-
-
-
Lasca 3º O
7
29
5
41
2º O
29 (65,9)
11 (25)
4 (9,1)
-
44
Pr. ret. 2º O
3
36
1
40
3º O
22 (62,8)
11 (31,4)
2 (5,7)
-
35
Pr. ret. 3º O
2
18
3
23
Total
51 (64,5)
22 (27,8)
6 (7,6)
-
79
Total
14 (10,4)
108 (80)
13 (9,6)
135
Cuadro III.128. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel III.
Cuadro III.127. Ángulo del eje de debitado del nivel III.
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 51% de la muestra, seguida de los gajos (25,2%) y de la triangular con un
10%. Respecto del orden de extracción se observa el predominio de las cuadrangulares largas en todas las fases de la
cadena operativa. Hay pues una elección de lascas largas con
cuatro lados y sección asimétrica triangular en los elementos
configurados y especialmente en los retocados. La morfología técnica que informa de la presencia de productos
desbordados y sobrepasados indica que los primeros representan el 26% y los segundos el 7%. La mayor incidencia se
da en las lascas de 3º orden.
Extensión
M.
Marginal Entrante Profundo M. Prof.
Marginal
1º O
-
-
-
6 (12)
14 (28)
17 (34)
12 (28,5) 2 (4,7)
21 (50)
18 (19,5) 16 (13,4) 38 (41,3) 12 (13,1)
2º O
3º O
Total
34 (36,9)
-
38 (41,3)
Total
-
-
7 (14)
6 (12)
50
5 (11,9)
2 (4,7)
42
8 (8,7)
92
20 (21,7)
Cuadro III.129. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel III.
III.2.4.2.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
RETOCADOS
El retoque
El retoque, como asociación de levantamientos, muestra
que el 62% de estas formas son denticuladas, seguidas de las
escamosas con un 29%; el resto es marginal. La proporción
de las dimensiones aisladas de estos elementos muestra que
la categoría “corto” (más ancho que largo) representa el
64%, el medio un 27,8%, y más largo que ancho un 7,6%,
con ausencia del laminar. La extensión del retoque afecta
modificando las piezas mediante las categorías entrante
(41%) y profundo (21%), mientras que es marginal sin
apenas modificación en un 37%. Esta circunstancia indica la
alta transformación lítica en el nivel, ya detectada por otros
valores (cuadros III.128 y III.129).
El filo retocado
La delineación del filo es en un 55% recto, cóncavo en un
31% y convexo en el 12%. Los valores tipométricos bajos
favorecen los filos rectos que precisan menos extensión para
su elaboración. Filos convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y
presencia de filos cóncavos. Respecto de la ubicación de los
filos, éstos tienen porcentaje mayor en los lados izquierdos
que en los derechos (51% y 32%), donde vuelven a ser los
rectos los mayoritarios, con independencia de su situación.
Únicamente es reseñable que los filos transversales del lado
distal presentan una incidencia alta de cóncavos (53%), hecho
que apunta a que este tipo de piezas están agotadas en mayor
proporción que las laterales (cuadro III.130).
La ubicación del frente del retoque
El frente o superficie retocada se sitúa en torno al 51%
y 32% en los lados izquierdo y derecho y en un 16% en el
Delineación
Recto
Cónc.
Conv.
Cc-Cv.
Sin.
Total
1º O
-
-
-
-
-
-
1 (1,8)
55
30 (54,5)
-
50
28 (56)
105
58 (55,2)
2º O
3º O
Total
30 (54,5) 15 (27,2) 9 (16,3)
28 (56)
18 (36)
4 (8)
58 (55,2) 33 (31,4) 13 (12,3) 1 (0,9)
Cuadro III.130. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel III.
lado distal. La localización respecto de la cara dorsal es
mayoritaria, con un 92% en la categoría directo y un 8%
inverso. Respecto de la repartición del mismo, es exclusivo
continuo en su elaboración (100%). La extensión de las
áreas de afectación del retoque muestra que éste es completo
(proximal, mesial y distal) en el 77% de las piezas y parcial
en el 22%. Esta parcialidad afecta preferentemente a la
mitad distal en un 78% y a la mesial en un 26%. Circunstancia relacionada con la búsqueda de un apuntamiento más
o menos aguzado que marcarían las piezas sólo distales
(47%) (cuadros III.131 y III.132).
Los modos de superficies retocadas
Los modos o tipos de superficies retocadas presentan un
predominio de las sobreelevadas (54,5%) y las simples con
el 44,5%, el resto marginales (cuadro III.133).
Los diferentes útiles retocados, individualizados en
categorías mediante la lista tipo, muestran que la mayoría de
ellos se elaboran con retoque sobreelevado y simple en este
orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El retoque
simple es más utilizado que el sobreelevado sólo en los
denticulados. El retoque plano únicamente está presente en
las raederas dobles (cuadro III.134).
179
[page-n-193]
Posición
Localización
Lat. izquierdo Lat. derecho
1º O
-
Transv.
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
-
-
-
-
-
-
-
-
2º O
31
15
9
43 (95,5)
1
-
-
1
45
3º O
23
19
8
26 (83,8)
5
-
-
-
31
Total
54 (51,4)
34 (32,3)
17 (16,2)
69 (90,7)
6 (7,8)
-
-
1 (1,3)
76
Cuadro III.131. Posición y localización del retoque según el orden de extracción del nivel III.
Repart. Continuo Discont.
Parcial
Completo
P
PM
M
MD
D
T
1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
-
2º O
56
-
-
1
2
2
6
1
47
3º O
47
-
1
-
4
4
5
-
33
Total
107
-
1
1
6
6
11
1
80
(100)
-
4 (8,7)
Total
107
12
(26,1)
36 (78,2)
80
(60,6)
52 (39,3)
Cuadro III.132. Repartición del retoque según el orden de extracción
del nivel III. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Categorías
Total
Simple
49 (44,5)
Plano
1 (0,9)
Sobrelevado
60 (54,5)
Escaleriforme
-
Total
110
Cuadro III.133. Modos del retoque del nivel III.
Lista Tipológica
Sobreelev. Simple
4. Punta levallois retocada
-
6/7. Punta musteriense
-
9/11. Raedera lateral
12/20. Raedera doble
-
-
16 (59,2) 11 (42,3)
6 (75)
Plano Escaler. Total
-
-
-
-
-
-
27
1 (12,5) 1 (12,5)
21.- Raedera desviada
7 (58,3) 5 (41,6)
-
22/24. Raedera transversal
4 (66,6) 2 (33,4)
-
-
8
-
12
-
-
La dimensión y el grado de transformación
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
retocados respecto del orden de extracción indican que la
longitud y la anchura decrecen conforme la pieza pierde
tipometría, pasando de valores medios de 23 a 18 mm para
la longitud y de 3 a 2,6 mm para la anchura. La altura del
retoque, que implica mayoritariamente a las piezas sobreelevadas, se da especialmente en los productos de 2º orden,
circunstancia que se concreta con el correspondiente y bajo
índice IF. La superficie retocada indica que ésta es menor en
las piezas de 3º orden y muy destacable en las de 2º orden.
La relación existente entre las posibilidades de extensión del
retoque y la dimensión elaborada apunta a que conforme
avanza la elaboración del retoque, éste se centra más en entrar en la pieza que en alcanzar su máxima longitud, que se
produce en los productos de 2º orden. Las posibilidades de
transformación de los soportes mediante el retoque indican
que son los de 2º orden los que tienen una mayor posibilidad
dimensional (cuadro III.135).
Los índices del grado de retoque señalan que éstos son
ligeramente superiores al nivel II y por tanto es un conjunto
más retocado. La longitud de la superficie retocada del nivel
III presenta un valor medio de 21,5 mm, que se ajusta a la
longitud de los soportes no transformados y por tanto, la
explotación es máxima en la dimensión longitud. La anchura
retocada, con valor medio de 2,9 mm, representa el 14% de
la anchura media de los soportes, circunstancia que señala
una decidida elaboración de categorías sobreelevadas frente
a planas o cubrientes en la superficie. Es decir, no se
fabrican piezas planas ni la transformación mediante el
retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura de los
frentes retocados con valor de 4,5 mm está próxima al grosor
medio de los soportes, que es de 6,8 mm y por tanto representa el 66% de esa dimensión. Ello certifica la búsqueda de
6
25. Raed. sobre cara plana
-
1
-
-
1
27. Raedera dorso adelg.
-
1
-
-
1
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
29. Raedera alterna
-
-
-
-
-
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
-
30/31. Raspador
1
2
-
-
3
Pr. ret. 2º O
23,1
3,1
4,8
0,27 72,8
0,41
606
15,2
53
34/35. Perforador
3 (75)
1 (25)
-
-
4
Pr. ret. 3º O
18
2,65 3,74 0,90 52,7
0,44
592
9,3
150
2
-
-
-
2
-
-
24
-
-
5
42/54. Muesca
43. Útil denticulado
45/50. Lasca con retoque
10 (41,6) 14 (58,3)
-
5
Cuadro III.134. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel III.
180
Cuadro III.135. Grado del retoque y orden de extracción del nivel III.
LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado.
HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente
retocado. SR: superficie de los frentes retocados en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP superficie total del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
[page-n-194]
frentes simples y sobreelevados. Las superficies retocadas
son muy similares en ambos lados, corroborado por el índice
(F/R), aunque ligeramente mayor en el izquierdo. La transformación mediante el retoque, principalmente en altura,
como se ha comentado, sólo afecta a un 14% de la proyección de la masa lítica en planta. Ello apunta a un alto interés
en economizar materia prima mediante una máxima explotación volumétrica (cuadro III.136).
III.2.4.2.7. LA TIPOLOGÍA
Entre los útiles mayoritarios las raederas simples
presentan una idéntica proporción de convexas y rectas y
porcentualmente un 30% del total. Las raederas dobles,
unidas a las convergentes, alcanzan un 4,4% con filos dobles, a los que tal vez habría que añadir el 7,8% de raederas
desviadas. Las transversales alcanzan el 6,7% y el resto de
raederas tienen valores marginales. Los raspadores y perforadores son poco significativos y ausentes los buriles. Las
muescas están poco presentes con un 2,2%, y los útiles
denticulados representan la categoría dominante con casi un
27% (cuadro III.137).
Grado
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los denticulados y raederas simples, los primeros
cercanos al 2 laminar. No se aprecia una tendencia a elaborar
piezas largas, salvo tal vez, los denticulados, que en cambio
no muestran una diferencia significativa en el índice de carenado, aunque son las piezas de menor peso. Respecto del
orden de extracción, están mayoritariamente elaboradas
sobre soportes de 2º orden, circunstancia generalizada en
todas las categorías (cuadro III.138).
Los índices y grupos industriales
Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois, de 4,4, lejos de la línea de corte establecida en 13
para que poder ser considerado de muy débil debitado levallois. El índice laminar, de 4,5, se sitúa en la consideración
de débil. El índice de facetado, de 8,2, también está por
debajo del 10 estimado para definir la industria como facetada. Las agrupaciones de categorías industriales indican
que el índice levallois tipológico, de 2,2, está muy distante
del 30 considerado para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II (52,8) y los índices esenciales de raedera,
con valor de 55,3, determinan su incidencia alta al superar el
Total
LFi
20,6
LFd
20,6
LFt
25,7
LF
21,5
AFi
2,9
Lista Tipológica
AFd
2,8
AFt
3,5
AF
2,9
HFi
4,7
HFd
4,3
HFt
4,3
HF
4,5
IF
0,86
SRi
66
SRd
56,9
SRtr
95,1
SR
88,42
F/Ri
1,53
F/Rd
1,41
F/Rtr
1,22
F/R
1,41
SP
599
IT
10,4%
2. Lasca levallois atípica
2 (2,2)
9. Raedera simple recta
14 (15,7)
10. Raedera simple convexa
13 (14,6)
11. Raedera simple cóncava
1 (1,1)
15. Raedera doble biconvexa
1 (1,1)
19. Raedera convergente convexa
3 (3,3)
21. Raedera desviada
7 (7,8)
22. Raedera transversal recta
1 (1,1)
23. Raedera transversal convexa
4 (4,4)
24. Raedera transversal. cóncava
1 (1,1)
25. Raedera cara plana
1 (1,1)
27. Raedera dorso adelgazado
1 (1,1)
31. Raspador atípico
1 (1,1)
34. Perforador típico
3 (3,3)
35. Perforador atípico
1 (1,1)
42. Muesca
2 (2,2)
43. Útil denticulado
24 (26,9)
44. Becs
1 (1,1)
45/50. Lasca con retoque
5 (5,6)
61. Canto bifacial
1 (1,1)
62. Diverso
2 (2,2)
Total
Cuadro III.136. Grado del retoque del nivel III.
Valores de media aritmética.
Total
89 (100)
Cuadro III.137. Lista tipológica del nivel III.
181
[page-n-195]
Nº
IA
IC
Peso
1º O
2º O
3º O
Lasca levallois
2
-
-
-
0
1
1
Punta pseudol.
-
-
-
-
-
-
-
Raedera simple
28
1,27
3,25
8,06
4
13
11
Raedera transv.
6
0,69
3,79
7,93
1
3
2
Raed dos frentes
11
1,08
3,18
8,71
-
4
7
Raedera inversa
1
-
-
-
-
1
-
Raspador
1
-
-
-
-
-
1
Perforador
14
0,91
3,01
6,92
-
2
2
Cuch. dorso natural
-
-
-
-
-
-
-
Muesca
2
-
-
-
1
-
1
Denticulado
24
1,86
3,36
5,81
1
14
9
Cuadro III.138. Índices tipométricos y orden de extracción
del nivel III.
50. El particular índice charentiense de 22, permite considerar este conjunto como charentiense. El Grupo III,
formado por perforadores y raspadores, presenta un índice
esencial de 5,8, definido como débil. Por último el Grupo IV,
con un índice de casi 27, se define como alto y cerca del
límite 25 considerado para éste, que alcanzaría el 30% si
añadimos las muescas. Por tanto y en resumen, el nivel III de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de raederas del Paleolítico medio, con presencia
alta de denticulados y débil incidencia de útiles del grupo
Paleolítico superior (cuadro III.139).
III.2.4.2.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación indica que éste es mayor entre
los productos retocados (28,2%) que entre las lascas
(25,7%), y especialmente entre las de 3º orden (39%). La
incidencia de la fracturación respecto de los restos de talla
y núcleos no es clara como ya se ha comentado. La
presencia de retoque en los restos de talla no es significativa (3,4%). Complejo vuelve a ser diferenciar si los restos
de talla corresponden a fragmentos informes del proceso de
talla o a fragmentos por transformación exhaustiva de productos configurados. La industria de este nivel presenta una
fracturación total del 27%, y entre los pro-ductos retocados
un 28%; nuevamente se aprecia una alta explotación y
transformación de los elementos líticos (cuadro III.140 y
III.141).
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son las
raederas transversales (50%) y desviadas (43%), y las de
menor los denticulados con un 9,5%. No hay ninguna categoría significativa de estar poco o nada fracturada si exceptuamos los denticulados. El grado de fractura es predominantemente pequeño, aunque hay que tener presente la difi-
Índice
Fracturación
Entera
Fracturada
Total
Índice
Núcleo
11
4
15
26,6%
-
-
-
33
3
36
8,3%
39
22
61
36,1%
No retocado
72
25
97
25,7%
Pr. ret 1º O
I. Levallois (IL)
-
Lasca 2º O
Lasca 3º O
Índices Industriales
Lasca 1º O
2
-
2
-
53
18,8%
Real
Esencial
Pr. ret. 2º O
43
10
4,49
-
Pr. ret. 3º O
29
19
48
39,6%
Retocado
74
29
103
28,2%
Total
157
58
215
27,4%
I. Laminar (ILam)
4,5
-
I. Facetado amplio (IF)
8,19
-
I. Facetado estricto (IFs)
2,45
-
I. Levallois tipológico (ILty)
2,25
2,33
I. Raederas (IR)
52,8
55,3
-
-
Cuadro III.140. Fracturación de las categorías líticas según orden de
extracción del nivel III.
Grado Fracturación
0-25%
26-50%
50-75%
Total
Raedera simple
I. Achelense unifacial (IAu)
4 (57,1)
2 (28,6)
1 (14,3)
7 (27%)
Raedera doble
1
-
-
1 (25%)
I. Retoque Quina (IQ)
0
0
I. Charentiense (ICh)
21,35
22,1
Raedera transversal
2
1
-
3 (50%)
Grupo I (Levallois)
2,25
2,33
Raedera desviada
3
-
-
3 (42,8%)
Grupo II (Musteriense)
52,8
55,29
Perforador
1
-
-
1 (25%)
Grupo III (Paleolítico superior)
5,61
5,88
Grupo IV (Denticulado)
26,96
28,23
Grupo IV+Muescas
29,21
30,58
Cuadro III.139. Índices y grupos industriales líticos del nivel III.
182
Denticulado
1
1
-
2 (9,5%)
Indeterminado
1
-
7
8
Total
13 (52%)
4 (16%)
8 (32%)
25
Cuadro III.141. Grado de fracturación de los productos retocados
del nivel III.
[page-n-196]
cultad de identificación cuanto mayor es la fracturación y
casi un 30% de indeterminados. La ubicación de las fracturas
se presenta preferentemente en el extremo proximal de las
piezas retocadas (50%), raederas diversas. El extremo distal,
con casi un 23%, presenta elección significativa. Divididas
las piezas en dos mitades, el porcentaje de fracturación es
superior proximalmente (56%) que en la mitad distal (36%)
y menor en los lados (8%). Ello apunta a que existe una
tendencia a suprimir el extremo proximal de las piezas cuya
causa puede ser funcional, de configuración o utilización. Por
último, la incidencia de la fracturación respecto de los modos
de retoque indica que existe un porcentaje similar entre
piezas con retoque simple y retoque sobreelevado fracturadas
(52% y 48%, respectivamente). De reseñar es que las piezas
con retoque simple ubican las fracturas en la porción distal en
más de la mitad de las piezas, circunstancia que se invierte en
el retoque sobreelevado, que afecta al 64% de la fracturación
proximal. La valoración de la fracturación en este nivel debe
tener presente una baja presencia de elementos, a diferencia
de otros niveles (cuadros III.142 y III.143).
III.2.4.2.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo son 15 piezas, a las que habría que
sumar 6 más transformadas en productos retocados con filos
sobre todo denticulados. Este grado de transformación de un
28% puede ser considerado alto. Los diferentes tipos de
Situación
P
PM
PD
MD
D
L
Total
Raedera simple
3
-
2
1
1
-
7
Raed.doble/conv.
1
-
-
-
-
-
1
Raed. transversal
3
-
-
-
1
2
6
Raedera desviada
2
-
-
-
1
-
3
Perforador
1
-
-
-
2
-
3
Denticulado
1
1
-
-
-
-
2
Total
11 (50) 1 (4,5) 2 (9,1) 1 (4,5) 5 (22,7) 2 (9,1)
22
Cuadro III.142. Ubicación de la fracturación en los productos
retocados del nivel III. P: proximal. PM: próximo-mesial.
PD: próximo-distal. M: mesial. MD: meso-distal. D: distal. L: lateral.
Simple
Plano
Sobreelev.
Total
Proximal
4
-
7
11
Próximo-mesial
1
-
-
1
Proximal-distal
-
-
2
2
1ª mitad
5 (35,7)
-
9 (64,3)
14 (56)
Mesodistal
1
-
-
1
Distal
5
-
3
8
2ª mitad
6 (66,6)
-
3 (33,3)
9 (36)
Lateral
2 (100)
-
-
2 (8)
Total
13 (52)
-
12 (48)
25
Cuadro III.143. Fracturación y modos de retoque del nivel III.
núcleos identificados son generalmente gestionados por una
sola superficie (64%) frente a más caras. La dirección de
debitado mayoritaria (54,5%) es preferencial (fig. III.48,
núm. 1, 3, 5, 11), seguida de valores muy próximos al 18%
los debitados centrípeto (fig. III.48, núm. 2, 6, 10 y 12) y
unipolar. Las características de las superficies de debitado
planas-convexas y las de preparación con planos multifacetados indican la presencia de gestión levallois mayoritariamente centrípeta en el nivel III. Otros núcleos con superficies de morfología globular (fig. III.48, núm. 10) y discoide
(fig. III.48, núm. 2) se distancian de los levallois.
El porcentaje de elementos configurados y no transformados (lascas) que se incluyen en la lista tipo (lascas levallois, puntas pseudolevallois y cuchillos de dorso) supone
un 2% de las lascas y un 2,2% de los útiles, por tanto valores
bajos. Teniendo en cuenta que el porcentaje de lascas no
transformadas mediante el retoque es alto (48,5%). Las lascas levallois, con 2 ejemplares, son de factura atípica. De
reseñar la ausencia de láminas y puntas levallois, al igual que
las pseudolevallois y los cuchillos de dorso. Por ello, si consideramos todas las lascas con córtex opuesto al filo,
ampliaríamos la clasificación a un 3% de la lista tipo, porcentaje débil.
Las raederas simples o laterales agrupadas son 28
ejemplares, en idéntica proporción de rectas y convexas que
representan un 29,2% del total, y poco frecuentes las cóncavas (1,1%). Tipométricamente las raederas laterales están
entre los útiles retocados de mayor formato (28,3 x 22,9 x
10,1 mm), con variación respecto al orden de extracción. Las
17 piezas con córtex, que representan el 63% de éstas, tienen
un formato medio menor que las de 3º orden (29,4 x 24,2 x
9,1 mm), lo que apunta a su mayor selección. El soporte de
estas raederas es preferentemente cuadrangular largo en un
39% (fig. III.49, núm. 5, 8) y gajo en 30% (fig. III.49, núm.
2, 9), con un 19% de piezas desbordadas y un 5% de sobrepasadas (fig. III.49, núm. 4). Asimétricas en un 88%, principalmente triangulares (61%). La morfología del retoque
indica una distribución bimodal, con escamoso (80%) y
denticulado (20%), y sin escaleriforme. Estas raederas
presentan una extensión de retoque amplia, con retoque
parcial (15%) y un 26% con retoque marginal. El retoque
directo se distribuye en los lados izquierdo (74%) y derecho
(26%), y en su modo es principalmente sobreelevado (55%)
y simple (45%). No hay piezas claras con retoque plano, ni
sobre soporte levallois ni talón multifacetado. Generalmente
las raederas laterales son de bella factura, bien configuradas,
con debitado previo variado en el que destacan el preferencial (43%) y el unipolar (35%).
Las raederas dobles y convergentes (fig. III.50, núm. 3,
10), con uno y tres ejemplares, representan casi un 9% de las
raederas. Son elementos de poca corticalidad. Tipométricamente son de formato medio (26,7 x 24 x 11,7 mm), con
morfología variada y ausencia de piezas desbordadas y sobrepasadas. Las raederas desviadas son 7 ejemplares con tipometría media de 21,6 x 25,7 x 9,6 mm, un formato menor que
laterales y dobles. Las formas son diversificadas y sin gajos
(fig. III.50, núm. 1, 4, 5, 6, 7). En igual proporción simétricas
y asimétricas, y una pieza desbordada. La morfología del
183
[page-n-197]
retoque indica aquí una distribución unimodal, con un 90%
de escamoso y apenas un 10% de escaleriforme, y sin denticulado. La extensión del retoque es amplia, con un 28,6% de
retoque parcial y otro 14% de marginal. El modo de retoque
es sobreelevado (62%) y simple (38%). Se observa un talón
multifacetado y ausencia de soporte levallois. Su debitado
dorsal mayoritario es preferencial (66%) y bipolar (30%).
Son piezas bien elaboradas de formato no muy amplio, sobre
lascas desviadas (30%), retoque sobreelevado y por lo
general con convergencia apuntada (40%); también están
presentes los ejemplares dobles (20%).
Las raederas transversales presentan 6 ejemplares con
tipometría de 17,1 x 29,2 x 8,6 mm. Su morfología es variada, generalmente más ancha que larga (fig. III.50, núm. 8, 9,
11). El debitado también es variado; todas ellas asimétricas
y con ausencia de soportes levallois y talones multifacetados. El retoque es sobreelevado y simple. Estas piezas
generalmente convexas representan el 13% de las raederas y
un porcentaje esencial débil (7%). Las raederas de cara
plana presentan una baja incidencia: sólo una pieza cuadrangular larga con retoque simple y talón suprimido (fig.
III.50, núm. 12).
Los útiles de tipo Paleolítico superior (raspador, perforador, cuchillo de dorso y lasca truncada) presentan en conjunto 13 piezas, con ausencia de buriles, cuchillos de dorso y
lascas truncadas e incidencia principal de perforadores (92%).
Los raspadores sólo contabilizan un ejemplar en hocico (fig.
III.51, núm. 2) y los perforadores cuatro piezas de formato
medio (24,5 x 22,7 x 9,2 mm), donde la longitud y anchura
están equilibradas (fig. III.51, núm. 3, 4, 5, 7).
Las muescas son dos retocadas y tipométricamente de
formato medio. Los denticulados representan el grupo de
útiles mayoritario con 24 piezas (26,9%). Éstos pueden ser
divididos en laterales simples (62%), dobles (10%), transversales (5%), alternos e inversos (5%), y sobre núcleo o
resto de talla (19%). Generalmente están bien configurados,
con denticulación marcada y algunos con espinas pronunciadas. Su formato en comparación con las raederas es inferior (24,3 x 19,5 x 9,3 mm), con un 66% de piezas corticales, morfología de soportes diversificados, entre los que
son de reseñar los gajos (50%), cuadrangulares largos
(37%) y cortos (6%) y triangulares (6%). Las piezas son
asimétricas (81%) y simétricas en un 19%. La morfología
del retoque es obviamente denticulada y el modo se
presenta bimodal, con un 66% de retoque simple y un 33%
de sobreelevado sin escaleriforme. La extensión del retoque
presenta un 33% de parcialidad y otro 33% de retoque
marginal. El debitado dorsal mayoritario es el centrípeto
con un 40%, seguido del unipolar (33%) y del preferencial
con un 26%. Hay un 25% de piezas desbordadas y sobrepasadas, sin soporte levallois ni talones multifacetados. La
incidencia de denticulados sobre núcleo o resto de talla es
del 19%. La fracturación es proximal y poco significativa
(9%). Las piezas sobre gajo son relevantes (fig. III.52, núm.
1, 6, 7, 10, 12, 13, 14). Hay piezas múltiples de configuración particular, sobreelevadas con fuertes apuntamientos en
sus vértices y que pueden ser definidas como un morfotipo
individualizado (fig. III.51, núm. 9).
184
III.2.4.3. LA VALORACIÓN DEL NIVEL III
El sedimento del nivel III es característico de un ambiente
cálido y húmedo sin apenas fracción de aportación exógena ni
endógena, y posterior recubrimiento litoquímico en forma de
pavimento estalagmítico difuso.
El nivel III fue excavado en una superficie de 13 m2, pero
con un bajo volumen (1,7 m3); representa el 10% del área
ocupacional total estimada para el pasado, de unos 100 m2. Se
han contabilizado un total de 2.269 elementos arqueológicos,
lo que supone una media de 1.335 restos/m3, entre restos
líticos (514/m3) y óseos (821/m3). La relación de diferencia
entre ambas categorías (H/L) es de 1,6. El volumen de materiales óseos y líticos (1.396 y 873) es lo suficientemente
amplia para el estudio propuesto.
La dispersión del material arqueológico presenta una
concentración lítica y ósea en el extremo S (cuadros B2, B3,
D2, F2) y otra ósea más dispersa, en el extremo W (cuadros
H3, H4, J3, J4). El mayor número de restos líticos se
concentra en las áreas interiores, mientras que los restos
óseos se acumulan hacia el exterior del yacimiento. La excavación no ha detectado hogares, aunque un tercio del registro
arqueológico está termoalterado (24% de las piezas líticas y
el 70% de las óseas).
Los procesos de explotación no se detectan con nitidez
y los pocos núcleos existentes están distribuidos por los
cuadros que tienen una mayor concentración de restos
líticos. La estructura lítica muestra una dinámica coherente
en la que sólo se echan en falta los percutores. Las proporciones señalan el alto índice de elementos producidos frente
a los de producción. La materia prima, como roca de elección y utilización, es el sílex, con alto grado de alteración
que abarca a la casi totalidad de las piezas. Las dimensiones
tipométricas son: núcleo (24,5 x 24,3 x 14,5 mm), resto de
talla (19,7 x 17,5 x 10,3 mm), lasca (22,2 x 21,5 x 6,6 mm)
y producto retocado (25,6 x 22,7 x 9,7 mm). Esto representa
para el total una media de 20,3 x 19,2 x 9 mm; así pues un
conjunto industrial lítico con valores en torno de los 2 cm
para las mediciones de longitud, anchura y grosor. Por ello la
industria puede ser considerada de tamaño muy pequeño.
Las categorías de la estructura lítica indican que la práctica totalidad tiene un formato de longitud y anchura para los
núcleos de hasta 4 cm. Éstos están explotados o agotados
(73%), son gestionados unifacialmente (64%) y con dirección de debitado variada, aunque mayormente preferencial
(54%). Las características de las superficies de debitado
planas-convexas y las de preparación con planos multifacetados certifican una presencia marginal de gestión levallois
en el nivel III, preferentemente centrípeta. En los productos
configurados las plataformas talonares son mayoritariamente
planas y lisas, aunque existen las multifacetadas. La corticalidad es ligeramente mayor en los productos retocados (59%)
que en las lascas (37%). La morfología de las lascas revela el
predominio de las formas de cuatro lados (51%), seguida de
los gajos (25%) y la triangular. Hay una cierta elección de
lascas con cuatro lados y sección triangular en los útiles más
elaborados y una incidencia importante de los gajos entre los
productos corticales. La simetría de la sección transversal de
las lascas muestra un ligero predominio de la categoría trian-
[page-n-198]
gular frente a la trapezoidal. La asimetría también triangular
es predominante (61%), circunstancia que vincula la morfología y el orden de extracción. La sección triangular se asocia
mejor con los productos retocados del nivel III que tienen una
morfología denticulada, proporción “corta”, extensión
entrante y filo recto mayoritarios.
Los frentes retocados son laterales, localizados en la
cara dorsal (directo), continuos y generalmente completos
en su extensión. Los modos indican un predominio de los
sobreelevados (54,5%) y simples (44,5%), y por último los
planos (1%). Los diferentes útiles retocados se elaboran con
retoque sobreelevado o simple, en este orden, aunque con
algunas diferencias reseñables. El retoque simple es más
utilizado que el sobreelevado sólo en los denticulados; en el
resto domina el sobreelevado, en especial en las raederas
dobles. La longitud de la superficie retocada presenta un
valor medio (21,5 mm) que se ajusta a la longitud de los
soportes no transformados. Por ello se puede decir que la
explotación en “longitud” es máxima con una decidida
elaboración bimodal de las categorías sobreelevadas y
simples frente a planas o cubrientes en las superficies líticas.
Así pues, no se fabrican piezas planas ni la transformación
mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura
de los frentes retocados (4,5 mm), con valor próximo al
grosor medio de los soportes (6,6 mm), certifica la búsqueda
de frentes sobreelevados.
Las raederas simples presentan un equilibrio de rectas y
convexas. Las raederas dobles, unidas a las convergentes,
son el 5,5%, las raederas desviadas un 7,8% y algo menor las
transversales (6,6%). Los raspadores y perforadores son
poco significativos y ausentes los buriles, al igual que los
cuchillos de dorso. Los útiles denticulados representan la
categoría predominante (24%). Las piezas retocadas con
índice de alargamiento mayor son los denticulados (1,8),
seguidos de raederas laterales y perforadores. No se aprecia
una tendencia a elaborar piezas largas, ni siquiera con los
pocos elementos levallois. Respecto del orden de extracción,
los elementos configurados están mayoritariamente elaborados sobre soportes de 2º y 3º orden, con la diferencia de
presentar una mayoría de soportes de 3º orden las raederas
con dos frentes. Hay un predominio de elementos corticales
entre las raederas laterales y los denticulados.
El índice de fracturación del nivel III indica que éste es
muy similar entre lascas y productos retocados, ligeramente
mayor en éstos últimos. La existencia de un 28% de
productos retocados fracturados indica la alta explotación y
transformación de la industria del nivel. Las categorías tipológicas con mayor fracturación son las raederas y las menos
los denticulados. La ubicación de las fracturas se presenta
preferentemente en los extremos proximales de las raederas,
circunstancia que difiere de otros niveles, y las piezas con
retoque sobreelevado o simple están fracturadas en idéntica
proporción.
Las categorías industriales indican que un número significativo de los núcleos identificados presentan una gestión
levallois, hecho que diverge porcentualmente del bajo
número de productos configurados levallois. Los valores
industriales presentan un muy bajo índice levallois, al igual
que el índice laminar y el de facetado. Así pues, la industria
del nivel III, por sus características técnicas de debitado, se
puede definir como no laminar, no facetada y no levallois.
El Grupo II y los índices de raedera consideran su incidencia como alta y asignable a una facies charentiense. Las
raederas laterales presentan morfologías de gajo y cuadrangular, asimetría triangular con debitados preferencial y
unipolar, y su retoque es sobreelevado y simple. Las raederas
dobles ofrecen pocos ejemplares y las raederas desviadas
tienen morfología variada, simetría triangular y trapezoidal,
debitado preferencial y retoque mayoritario sobreelevado.
Las raederas transversales presentan morfología cuadrangular, debitado variado y asimetría triangular. El Grupo III,
formado por perforadores y un raspador, presenta un índice
bajo. El Grupo IV presenta un índice medio, con denticulados de morfologías en gajo y cuadrangular, asimetría triangular y retoque simple y sobreelevado mayoritarios. Hay
pocas muescas. El nivel III de Bolomor puede considerarse
dentro de los conjuntos de raederas del Paleolítico medio,
con presencia alta de denticulados y débil incidencia de
útiles del grupo Paleolítico superior.
El espacio estudiado del nivel III muestra que los núcleos
son introducidos en el yacimiento en fases no iniciales o
avanzadas. Además, son transformados en un alto grado y
reutilizados, por ello su porcentaje identificado es bajo. La
fragmentación y reducción de la industria es importante, con
existencia de pocos productos de corticalidad extensa que
apunta a que las cadenas operativas se han iniciado en otros
espacios, dentro o fuera del yacimiento. Sin embargo, el
córtex “residual” afecta a casi la mitad de la industria. Por
ello las secuencias de explotación y configuración guardan
diferencias que no pueden ser explicadas, en un nivel en el
que predominan las pequeñas morfologías finales muy transformadas. Las secuencias de configuración manifiestan una
relación preferencial de soportes de mayor formato y morfologías transformadas (raederas y denticulados). La variabilidad morfológica de los soportes no se ajusta a morfotipos
seleccionados. Las cadenas operativas líticas se muestran
fragmentadas, hecho que puede responder a una movilidad de
objetos entre diferentes y próximos lugares de ocupación.
En conclusión, el nivel III presenta un proceso postdeposicional en el que juega un papel determinante la construcción de un pavimento estalagmítico que afecta a la sedimentación. Esta acción ha condicionado en extremo el proceso de excavación y la recuperación de los materiales
arqueológicos. Las estrategias de aprovisionamiento preferencial del sílex implican una frecuentación de cierta lejanía
del yacimiento como en otros niveles. Las actividades desarrolladas en este nivel podrían corresponder a cortas ocupaciones, posiblemente igual que sucede con otros niveles
próximos.
185
[page-n-199]
Fig. III.48. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Núcleos del nivel III.
186
[page-n-200]
Fig. III.49. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas laterales del nivel III.
187
[page-n-201]
Fig. III.50. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raederas diversas del nivel III.
188
[page-n-202]
Fig. III.51. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Raspadores y perforadores del nivel III.
189
[page-n-203]
Fig. III.52. Industria lítica de la Cova del Bolomor. Denticulados del nivel III.
190
[page-n-204]
III.2.5. EL NIVEL ARQUEOLÓGICO IV
El estrato IV, en el sector occidental, presenta una
potencia media de 50 cm, coloración rojiza oscura y textura
areno-limosa. Las características morfoestructurales (color,
fracción, composición, alteración, etc.) lo definen como una
unidad litoestratigráfica con sedimentación característica de
“terra rosa”. La disposición del mismo presenta mayor
potencia hacia el interior del yacimiento. La excavación
arqueológica se realizó en las campañas de los años 199498, levantando seis capas correspondientes a los cuadros A2,
B2, B3, B4, D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4,
entre las cotas 200-250 cm. El abundante material óseo y
lítico recuperado quedó registrado mediante levantamiento
tridimensional.
III.2.5.1. EL ÁREA EXCAVADA DEL NIVEL IV
A nivel arqueológico la extensión excavada se individualiza en seis unidades arqueológicas (fig. III.53, III.54,
III.55, III.56, III.57, III.58 y III.59):
Fig. III.55. Corte sagital meridional del nivel IV. Sector occidental.
Fig. III.56. Superficie excavada del nivel IV. Cuadros meridionales.
Sector occidental.
Fig. III.53. Planta del yacimiento con situación de la excavación
del nivel IV.
Fig. III.54. Corte frontal occidental del nivel IV. Sector occidental.
Fig. III.57. Superficie excavada del nivel IV. Cuadros septentrionales.
Sector occidental.
191
[page-n-205]
lado a las dos primeras capas de todos los cuadros y a las
capas 3 a 6 del resto. Por ello, y a falta de estudios espaciales, existe la posibilidad de la presencia de dos unidades
geoarqueológicas, separadas y con secuencia temporal deposicional diferente (cuadro III.144).
Capas
1
2
3
4
5-6
Total
Vol. m3
1,25
1,33
1,03
0,83
0,83
5,28
NRL m3
783
603
753
1066
435
718
Lítica
802
766
885
361
3793
4330
5648
7031
8509
3604
5724
Hueso
5413
7513
7242
7062
2991
30223
NR m3
5113
6251
7784
9575
4039
6442
Lítica peso gr.
1797
1972
2298
2893
1183
10143
Lítica grs./m3
1434
1482
2231
3485
1425
1921
H/L
Fig. III.58. Estructuras de combustión en la capa 4 del nivel IV.
Sector occidental.
979
NRH m3
5,5
9,3
9,4
7,9
8,2
7,9
Cuadro III.144. Materiales líticos y óseos por metro cúbico, peso e
índice de relación del nivel IV. NRL: número de restos líticos.
NRH: número de restos óseos. H/L: relación hueso/lítica.
III.2.5.3. LA INDUSTRIA LÍTICA
Fig. III.59. Detalle de una estructura de combustión.
- Unidad arqueológica 1: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4, J3 y J4 (14 m2).
- Unidad arqueológica 2: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2, F3, F4, H2, H3, H4 y J3 (13 m2).
- Unidad arqueológica 3: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2, F3, H2 y H3 (10 m2).
- Unidad arqueológica 4: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3, D4, F2 y F3 (8 m2)
- Unidad arqueológica 5: cuadros A2/B2, A3/B3, B4,
D2, D3 y F2 (6 m2).
- Unidad arqueológica 6: cuadro B4 (1 m2).
III.2.5.2. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DEL NIVEL IV
La distribución de los materiales arqueológicos indica la
existencia de dos concentraciones que corresponden por un
192
III.2.5.3.1. LA ESTRUCTURA INDUSTRIAL LÍTICA
La estructura industrial muestra un bajísimo porcentaje
de elementos de producción respecto de los producidos. Por
ello se puede considerar que el núcleo como soporte productivo no ha sido introducido de forma cuantitativa importante
en el yacimiento. Sin embargo los restos de talla pueden
enmascar en parte la presencia de éstos. Igualmente se aprecia la ausencia de percutores. Entre los elementos producidos es lógica la primacía de los pequeños productos no
configurados frente a los configurados, y entre éstos el alto
valor de los no retocados que apunta a una actividad no
exhaustiva de transformación. La comparación de las series
litológicas silícea y calcárea indica que ésta última posee un
mayor número de elementos configurados, y entre éstos las
lascas representan el 83%. Es decir, una decidida elaboración de productos líticos con filos vivos donde el retoque es
poco buscado y sólo presente en el 16% de las piezas calcáreas (cuadro III.145).
Los índices de producción, configuración y transformación indican diferencias en las distintas unidades, que en su
conjunto son poco significativas. Así, una menor presencia
de productos no configurados (de menor talla) en las capas
5 y 6 se deba a la imposibilidad de recuperar la casi totalidad
de ellos. Las diferencias entre las capas cuyos valores se
promedian indican la artificialidad de su separación (cuadro
III.146).
III.2.5.3.2. LA MATERIA PRIMA
La litología
La materia prima utilizada la forman tres categorías:
sílex, caliza y cuarcita. De forma muy marginal existe alguna
pieza de calcedonia, cuarzo y arenisca que completan el
[page-n-206]
ELEMENTO PRODUCIDO
No configurado
Configurado
Nivel IV
ELEMENTO DE PRODUCCIÓN
Categoría
Percutor
Canto
Núcleo
R. talla
Debris
P. lasca
Lasca
Pr. retocado
Número
2
11
51
308
1639
675
684
423
(17,2)
(79,7)
(11,7)
(62,5)
(25,7)
(61,7)
(38,2)
(3,1)
Total
3793
%
64 (1,7)
2622 (69,1)
1107 (29,2)
Cuadro III.145. Categorías estructurales líticas del nivel IV.
Capas
1
2
3
4
5/6
Media
M. Prima
IP
46,6
89,1
127,6
110,6
51,5
74,3
IC
0,27
0,34
0,45
0,56
0,70
0,42
ICT
0,8
0,7
0,6
0,4
0,5
0,6
Sílex
Caliza
Cuarcita
Otros
Total
Percutor
-
2
-
-
2
Canto
1
9
-
1
11
Núcleo
37 (72,5)
14 (27,5)
-
-
51
Resto talla 217 (70,4)
89 (28,8)
1
1
308
Debris
1622 (98,8)
44 (2,7)
1
1
1668
P. lasca
Cuadro III.146. Índices estructurales del nivel IV.
IP: índice de producción. IC: índice de configuración.
ICT: índice configurado de transformación.
625 (92,6)
43 (6,3)
3 (0,4)
1
675
Lasca
cuadro litológico. A efectos arqueológicos sólo éstas tienen
relevancia y se utilizan en los cálculos correspondientes. El
sílex, con porcentaje medio superior al 84%, se muestra
como la roca de elección y utilización. La caliza está presente
con casi el 15%, muy especialmente entre los productos
configurados y no retocados (43%), lo que indica que es una
roca de elección para estos elementos. Posiblemente su presencia por primera vez significativa en los niveles del OIS 5
se deba a la presión ejercida sobre las fuentes de aprovisionamiento. La caliza se presenta diversificada en su coloración, aunque siempre con la misma textura micrítica. De
reseñar es la aparición de calizas azules que representan el
13,4% de éstas (cuadros III.147 y III.148).
P. retoc.
Total
378 (55,3) 294 (42,9)
6 (0,7)
1
684
334 (78,9)
58 (13,7)
7 (1,6)
3
423
3214 (84,6) 553 (14,6)
18 (0,5)
8 (0,2)
3793
Cuadro III.147. Materias primas y categorías líticas del nivel IV.
415 (75,3)
Caliza azul
74 (13,4)
Caliza crema
32 (5,8)
Caliza marrón
24 (4,3)
Caliza roja
6 (1,1)
Total
Las alteraciones de la estructura lítica
Las cinco categorías consideradas como diferentes grados
de intensidad en la alteración del sílex concentran en “la
pátina” el 61% de los valores, con nula presencia de piezas
frescas y un 5,5% de muy alteradas. Las piezas calcáreas y su
alteración característica, la decalcificación, son importantes
(42%), cuya causa debemos atribuir al medio sedimentario del
depósito muy húmedo y cálido. La termoalteración en las
piezas representa el 16% del sílex, con alguna pieza calcárea.
Por todo ello la alteración del nivel es muy alta y supone casi
el 90% del conjunto estudiado, circunstancia que condiciona
el análisis traceológico (cuadro III.149).
Caliza verde
551
Cuadro III.148. Diferentes tipos de calizas según coloración
del nivel IV.
III.2.5.3.3. LA TIPOMETRÍA DE LAS CATEGORÍAS
ESTRUCTURALES
Los núcleos presentan en el nivel IV como medidas de
tendencia central una media aritmética de 27,8 x 24,2 x 15,1
mm, con valor central (mediana) de 27 x 22 x 14 mm. Los
valores modales son poco significativos debido a lo reducido
de la muestra. El rango entre valores es ligeramente mayor
Fresco
Semipátina
Pátina
Desilificación
Decalcificación
Termoalteración
Total
Sílex
-
35 (1,1)
2289 (69,9)
261 (8,1)
-
629 (19,5)
3214
Caliza
305 (59,7)
3
32 (5,7)
-
210 (37,9)
3
553
Cuarcita
18
-
-
-
-
-
18
Otros
-
1
3
2
-
1
8
Total
323 (10,1)
39 (1,02)
2326 (61,3)
263 (6,9)
210 (5,5)
633 (16,6)
3793
Cuadro III.149. Alteración de la materia prima lítica del nivel IV.
193
[page-n-207]
para la longitud respecto a la anchura. La desviación típica
vuelve a mostrar una ligera y mayor variabilidad para la
longitud. El coeficiente de dispersión indica ligeras variaciones entre todas las medidas, salvo el peso. La forma de la
distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es leptocúrtica para las tres categorías, por los valores positivos. El
grado de asimetría de la distribución, a izquierda o derecha,
de todas las categorías consideradas: longitud, anchura,
grosor, índices de alargamiento y carenado y el peso,
muestra una asimetría positiva con mayor concentración de
valores a la derecha de la media (cuadro III.150).
Resto Talla
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
17,9
13,6
8,2
1,34
2,36
3,3
Mediana
16
12
8
1,22
2
1,81
Moda
14
12
9
1,17
1,56
1,81
Mínimo
5
4
1,5
0,78
1,07
0,16
Máximo
46
32
22
4
8,67
30,62
Rango
41
28
20,5
3,22
7,6
30,46
Desviación típica
7,59
5,51
3,37
0,40
1,04
4,19
Cf. V Pearson
.
42%
40%
41%
30%
46%
127%
Curtosis
Núcleo
Long. Anch.
1,2
6,97
0,85
14,2
6,82
15,98
Gr.
IA
IC
Peso
Cf. A. Fisher
1,04
0,93
0,70
3,04
2,39
3,46
Válidos
308
308
308
308
308
308
Media
27,8
24,2
15,1
1,21
1,86
13,9
Mediana
27
22
14
1,15
1,84
10,6
Moda
15
22
12
1,4
2
3,8
Mínimo
15
14
9
0,37
1,07
3,67
Máximo
54
45
29
3,06
3,3
84,56
Rango
39
31
20
2,69
2,41
80,89
Desviación típica
9,27
7,3
3,95
0,45
0,54
13,18
Cf. V. Pearson
33%
30%
26%
37%
32%
95%
Curtosis
0,7
0,1
2,1
4,9
1,1
16,3
Cf. A. Fisher
0,88
0,8
1,18
1,59
1,04
3,52
Válidos
51
51
51
51
51
51
Cuadro III.150. Análisis tipométrico de los núcleos del nivel IV.
Gr: grosor. IA: índice alargamiento. IC: índice carenado.
Cuadro III.151. Análisis tipométrico de los restos de talla del nivel IV.
longitud y anchura. La forma de la distribución con relación
a su apuntamiento (curtosis) es claramente leptocúrtica en
las tres categorías. El grado de asimetría de la distribución
indica en todas las categorías una concentración a la derecha
con asimetría menor en la longitud, que está más próxima al
eje de simetría. El peso muestra una gran variación que
supera el 100 porcentual, aunque ello no impide una concentración de valores en asimetría positiva (cuadro III.152).
Los restos de talla presentan como medidas de tendencia
central una media aritmética de 17,9 x 13,6 x 8,2 mm, con
valor central (mediana) de 16 x 12 x 8 mm. El rango entre
valores es amplio en las tres dimensiones longitud, anchura
y grosor, aunque mayor en la longitud. La desviación típica
muestra una ligera y mayor variabilidad de la longitud. El
coeficiente de dispersión acusa la variabilidad de las tres
categorías. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) no es homogénea, más leptocúrtica en la
categoría anchura. El grado de asimetría de la distribución, a
izquierda o derecha respecto de su media, revela que todas
las categorías tienen una concentración a la derecha muy
similar. Las categorías consideradas: longitud, anchura,
grosor, índice de alargamiento, índice de carenado y peso,
indican una asimetría positiva con mayor concentración de
valores a la derecha de la media (cuadro III.151).
Las lascas presentan como medidas de tendencia central
una media aritmética de 24,2 x 22,5 x 6,6 mm, con valor
central (mediana) de 22 x 21 x 6 mm. Los valores modales
están próximos a los anteriores en la longitud, anchura y
grosor, y por tanto, es casi una distribución simétrica donde
coincidirían media, mediana y moda. La mayor divergencia
de la longitud se explicaría por una concentración de lascas
largas. El rango entre valores es similar, aunque mayor en la
anchura. La desviación típica muestra uniformidad entre las
categorías longitud y anchura. El coeficiente de dispersión
acusa una ligera mayor variabilidad del grosor respecto de la
194
Gr.
IA
IC
Peso
Media
Lasca
Long. Anch.
22,2
21,5
6,6
1,1
3,9
4,5
Mediana
21
20
6
1
3,6
6,8
Moda
20
20
5
1
2
4,8
Mínimo
12
8
2
0,4
1,6
0,7
Máximo
59
45
23
3,2
12,8
54,2
Rango
47
37
21
2,8
11,5
53,5
Desviación típica
7,2
6,1
3,1
0,4
2,1
6,9
Cf. V Pearson
.
32%
28%
47%
42%
55%
154%
Curtosis
8,3
2,5
7,5
4,8
3,7
37,1
Cf. A. Fisher
2,3
0,9
1,9
1,8
1,6
5,8
Válidos
97
97
97
97
97
97
Cuadro III.152. Análisis tipométrico de las lascas del nivel IV.
Los productos retocados presentan como medidas de
tendencia central una media aritmética de 26,7 x 24,1 x 9,2
mm, con valor central (mediana) de 25 x 23 x 8 mm. Los
valores modales están próximos a los anteriores y es casi una
distribución simétrica. El rango entre valores muestra un
mayor recorrido en la longitud. La desviación típica muestra
una uniformidad entre longitud y anchura. El coeficiente de
dispersión acusa la homogeneidad entre longitud, anchura y
grosor. La forma de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es más leptocúrtica en la longitud. El grado de asimetría de la distribución indica en todas las catego-
[page-n-208]
rías una concentración a la derecha y próximas al eje de
simetría (cuadro III.153).
Núcleo
S
Ca
Lasca
Cu
S
Ca
Pr. Retocado
Cu
S
Ca
Cu
Long. Anch.
Gr.
IA
IC
Peso
Media
26,7
24,1
9,2
1,18
3,3
8,62
Mediana
25
23
8
1,11
3
20
21
7
1
3
7
8
2
0,41
0,94
0,37
Máximo
87
56
27
3,3
13,5
88,45
Rango
80
48
25
2,89
12,98
9,16
8,52
4,2
0,42
1,56
34%
35%
45%
36%
51%
112%
Curtosis
5,8
0,8
1,4
1,5
7,8
18,1
Cf. A. Fisher
1,65
0,82
1,02
0,95
1,97
3,53
Válidos
405
405
405
405
405
A
23,5 26,1
-
20,7 24,8 19,5 22,4 34,2 24,8
G
13,8 18,1
-
5,5
8,1
7
8,7
11,9 11,8
9,66
Cf. V. Pearson
20,8 28,5 24,5 24,7 37,6 27,4
88,08
Desviación típica
-
4,75
Mínimo
24,3 37,1
5,51
Moda
Media
L
Pr. Retocado
405
P
10
24,3
-
3,2
8,8
4,6
6,5
20,8
9,8
El conjunto lítico de todas las categorías con medidas
superiores a 10 mm presenta como valores de tendencia
central una media aritmética de 21,1 x 18,6 x 6,7 mm, con
valor central (mediana) de 19 x 17 x 6 mm. Los valores
modales separados de la media acusan la variabilidad de las
categorías, diferentes entre ellas. El rango entre valores es
ligeramente mayor en la longitud. La desviación típica
muestra una variabilidad homogénea entre la longitud y la
anchura. El coeficiente de dispersión, también homogéneo,
es mayor en el grosor y especialmente en el peso. La forma
de la distribución respecto a su apuntamiento (curtosis) es
claramente leptocúrtica, y el grado de asimetría es positivo
con concentración de valores a la derecha de la media.
Los valores tipométricos respecto de la materia prima
indican que las mayores dimensiones pertenecen a las
calizas en todas las categorías consideradas, seguidas de las
cuarcitas. Por último, el sílex es la materia que presenta unos
valores más bajos (cuadro III.154).
III.2.5.3.4. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
DE PRODUCCIÓN
Los núcleos
Los formatos tipométricos de las lascas obtenidas de los
núcleos a través de los negativos dejados en éstos indican
que prácticamente todos los elementos producidos y configurados presentan unas dimensiones inferiores a 5 cm, con
los valores más altos de 2 a 3 cm, que representan una media
del 64%. Esta distribución tiene una mayor tendencia hacia
soportes más pequeños conforme avanzan las fases de
explotación del núcleo (cuadro III.155).
La morfología de los elementos producidos muestra una
mayoría de formas con cuatro lados que representa el 91%,
ligeramente mayores las lascas largas que las cortas. La
ausencia de formas triangulares indica que no se buscan pro-
Mediana
-
20
28
21
24
35,5
25
24,5
-
21
23
20
21
33,5
27
G
14
18
-
5
7
4,5
8
11
12
9,4
19,5
-
2,3
5,1
2,4
4,7
L
26% 26%
-
29% 32% 36% 29% 31% 32%
A
28% 33%
-
30% 40% 21% 32% 26% 24%
G
14% 27%
-
43% 47% 79% 44% 43% 39%
P
9%
84%
-
94% 132% 114% 88% 81% 52%
L
Cf. Pearson
38,5
22
P
Cf. Fisher
25
0,18 0,25
-
0,98 0,80
A
0,72 0,71
-
0,60 1,26 -0,43 0,73 0,15 -0,50
G
0,46 0,68
-
1,11 1,24 0,88 0,92 0,82 1,41
P
Cuadro III.153. Análisis tipométrico de los productos retocados
del nivel IV.
L
A
1,52 2,17
-
2,87
-
379
Válidos
37
14
Total
51
4,1
294
1,1
0,83
15,2 10,1
1,9
1,87
1,79 2,53 1,83 0,15
6
335
679
58
7
400
Cuadro III.154. Análisis tipométrico de la estructura industrial por
materias primas del nivel IV. S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Longitud
Testado
≥50-59
-
40-49
30-39
-
-
≤20-29
-
Total
-
Inicial
-
-
1
4
5
Explotado
1
2
4
10
17
Agotado
-
-
-
3
3
Total
≥50-59
≤20-29
Anchura
Testado
1
-
2 (8)
5 (20)
40-49
30-39
-
-
17 (68)
-
25
Total
-
Inicial
-
-
3
2
5
Explotado
-
2
4
11
17
Agotado
-
-
1
2
3
Total
-
2 (8)
8 (32)
15 (60)
25
Cuadro III.155. Formatos de longitud y anchura de los núcleos según
la fase de utilización del nivel IV.
ductos apuntados como soportes a transformar. Respecto de
la fase de explotación de los núcleos, el 80% están explotados o agotados, circunstancia que indica la fuerte presión
ejercida en la producción lítica. El valor más repetido es el
explotado, con el 68%.
La gestión de las superficies de explotación de los
núcleos determinados indica un predominio de la utilización
de una superficie o cara (unifacial) en un 72%, frente a un
195
[page-n-209]
16% de los bifaciales. La dirección del debitado muestra un
equilibrio bimodal entre la obtención de una amplia lasca
(preferencial) y la centrípeta. Esta dirección clarifica el
proceso, que se muestra dual, centrípeto en un 35% y preferencial en otro 35% de los casos. La dirección de las superficies de preparación confirma que con un 61% de valores
centrípetos frente a un 16% de unipolares, la gestión centrípeta es la predominante en el nivel IV Las distintas modali.
dades y sus características de gestión respecto de la cadena
operativa indican un alto predominio de los unifaciales y una
presencia de los bifaciales mucho menor, con alta incidencia
de los indeterminados (cuadro III.156).
Fases
Explotación
Testado Inicial Explotado Agotado
Total
<25% 25-50% 51-75% >75%
Unifacial/Unipolar
-
3
1
-
4
Unifacial/Preferencial
Unifacial/Bipolar
-
-
7
1
8
-
1
1
-
2
Unifacial/Centrípeto
-
1
3
-
4
UNIFACIALES
-
5
12
1
18 (72)
Bifacial/Preferencial
-
-
-
1
1
Bifacial/Bipolar
-
-
1
-
1
Bifacial/Centrípeto
-
-
1
1
2
BIFACIALES
-
-
2
2
4 (16)
MULTIFACIALES
-
-
3
-
3 (12)
INDETERMINADO
-
-
-
-
21 (45,6)
Total
5
20
25
Cuadro III.156. Fases de explotación y categorías de los núcleos
del nivel IV.
Los planos de percusión en los núcleos son una muestra
reducida pero con la presencia mayoritaria de elementos diedros (53%) y facetados (41%), éstos últimos vinculados generalmente a debitado levallois y a fases operativas avanzadas,
aunque también están presentes en algún núcleo inicial.
III.2.5.3.5. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS ELEMENTOS
PRODUCIDOS
El orden de extracción
En los productos configurados se observa la lógica proporción y presencia ascendente de elementos en su orden de
extracción. Una característica a señalar es la mayor elección
de soportes amplios para su transformación en retocados.
Hay mayor proporción de lascas retocadas de 2º orden que no
retocadas, circunstancia que se invierte en las piezas de 3º
orden o ausentes de córtex. La comparación de las series
silícea (38%) y calcárea (18%) indica que ésta última posee
un inferior número de productos de 2º orden, hecho no coherente con el mayor número de piezas corticales del inicio de
la cadena operativa. Ello en parte es debido sin duda a la dificultad de identificar las superficies corticales (cuadro
III.157).
196
Orden
Extracción
1º Orden
2º Orden
3º Orden
Total
Lasca
37 (5,3)
198 (28,9)
449 (65,6)
684
Pr. retocado
18 (2,5)
170 (40,1)
242 (57,2)
423
Total
48 (4,3)
368 (33,2)
691 (62,4)
1107
Cuadro III.157. Orden de extracción de los productos configurados
del nivel IV.
La superficie talonar
La superficie talonar muestra un predominio de las
plataformas preparadas planas y lisas con un 71% de valores, a mucha distancia de las facetadas con un 7%. La mayor
elaboración de los productos configurados de 3º orden no
tiene una complejidad relevante en los talones, circunstancia
que tampoco sucede con los productos retocados. Las superficies diedras mayoritarias entre las facetadas confirman la
elección preferente de superficies lisas. La corticalidad en
los talones es relevante y ajustada a la búsqueda de la mayor
tipometría. Las superficies suprimidas (6%) corresponden a
piezas transformadas mediante el retoque. La comparación
de las series líticas silícea y calcárea indica que ésta última
no presenta talones multifacetados, es decir, existe una menor elaboración acompañada de la también inferior presencia de talones suprimidos que certifica una materia prima
menos transformada. La mayor presencia de talones corticales silíceos obedecería a un mayor aprovechamiento de
esta materia prima (cuadro III.158).
Los talones más amplios se relacionan con las fases más
avanzadas del proceso de explotación y transformación. Se
observan diferencias en los valores estadísticos entre productos no retocados y retocados, en éstos últimos más amplios. La comparación de las series líticas silícea y calcárea
revela que las dimensiones de ésta última duplican a los de
la silícea, con menores valores en el ángulo de percusión y
el índice de regulación (cuadro III.159).
La corticalidad
La corticalidad tiene una mayor presencia en los
productos retocados (40%) frente a los no retocados (32%),
confirmando la búsqueda de una amplia tipometría. Esta
corticalidad para los elementos producidos presenta una
proporción pequeña (0-25% de córtex con un 57%), mayoritaria en todas las piezas. Respecto de su ubicación, un 72%
de los productos presentan córtex en un lado y en torno al
20% lo tienen en dos lados. La materia prima no presenta
una variación significativa en esta cuestión, aunque hay que
recordar la baja proporción de piezas no silíceas (cuadro
III.160).
Los formatos de longitud y anchura, respecto del orden
de extracción, indican que la mayoritaria longitud entre 23 cm (48,6%) se obtiene principalmente a partir de piezas
con córtex inferior al 50%, circunstancia que se repite para
la anchura. A mayor tipometría, mayor equilibrio entre las
categoría con menos y más del 50% de córtex (cuadro
III.161).
[page-n-210]
Superficie
Cortical
Talón
Cortical
Liso
Puntiforme
Diedro
Multifacetado
Fracturado
Suprimido
Total
Lasca 1º O
2
4
2
1
1
-
-
10
Lasca 2º O
54 (32,9)
74 (45,1)
25 (15,2)
7 (4,2)
2 (1,2)
1
1
164
Lasca 3º O
-
250 (71,2)
63 (17,9)
14 (3,9)
14 (3,9)
6 (1,7)
4 (1,1)
351
Pr. ret. 1º O
-
4
-
-
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O
47 (32,8)
56 (39,1)
3 (2,1)
2 (1,4)
2 (1,4)
9 (6,3)
24 (16,7)
143
Pr. ret. 3º O
-
107 (64,1)
10 (5,9)
9 (5,3)
9 (5,3)
9 (5,3)
23 (13,7)
167
495 (58,9)
103 (12,2)
33 (3,9)
28 (3,3)
25 (2,9)
52 (6,2)
Total
Plana
103 (12,2)
Facetada
598 (71,3)
Ausente
61 (7,2)
77 (9,1)
839
Cuadro III.158. Preparación de la superficie talonar respecto de los productos configurados del nivel IV.
Talón
L
A
S
IA
IRPN
AN
Total
Lasca 1º O
14,6
4,6
74,3
3,1
2,2
108º
10
Lasca 2º O
11,5
4,4
60,9
3,1
2,1
107º
73
Lasca 1º O
0-1
0-1
0-8
0-8
18
Lasca 3º O
12,8
4,2
65,9
3,8
2,1
104º
253
Pr. ret. 1º O
0-1
0-2
0-2
0-0
5
5-4
34-12
110-22
110-23
320
Longitud
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Corticalidad <50%->50% <50%->50% <50%->50% <50%->50%
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
4
Lasca 2º O
Pr. ret. 2º O
13,7
4,6
89,8
3,8
3,1
109º
63
Pr. ret. 2º O
6-9
38-8
112-20
26-2
221
Pr. ret. 3º O
16,4
6
128,6
3,1
1,8
104º
111
Total
11-15
72-23
222-52
136-33
564
Total
13,5
4,6
81,9
3,5
2,1
105º
513
Anchura
40-49
30-39
20-29
<20
Total
Cuadro III.159. Tipometría del talón en los productos configurados
del nivel IV. L: longitud. A: anchura. S: superficie. IA: índice
alargamiento. IRPN: índice de regulación de la periferia del núcleo.
AN: ángulo de percusión.
Lasca 1º O
0-0
0-2
0-4
0-4
10
Pr. ret. 1º O
0-0
0-2
0-2
0-1
5
Lasca 2º O
7-2
17-6
64-16
53-1
166
Pr. ret. 2º O
Grado
Corticalidad
0
1
2
3
4
Total
Lasca
S
236 90 (64,7) 19 (13,6) 16 (11,5) 14 (10,1)
139
Ca
207 24 (35,3) 9 (13,2) 16 (23,5) 19 (27,9)
Pr. retocado
33-9
96-17
43-3
206
10-4
50-19
160-39
96-9
387
Cuadro III.161. Grado de corticalidad de los formatos longitud y
anchura en los productos configurados del nivel IV.
68
Cu
1
2
3
-
-
5
444 116(54,7) 31(14,6) 32(15,1) 33 (15,5) 212(32,3)
Total
3-2
Total
S
176 91 (59,5) 44 (28,7) 16 (10,4)
2
153
Ca
44
5 (35,7)
2 (14,2)
6 (42,8)
1
14
Cu
3
2
2
-
-
4
253 98 (57,3) 48 (28,1) 22 (12,8)
214
79
54
3 (1,7) 171(40,3)
36
383
Cuadro III.160. Análisis morfotécnico de los grados de corticalidad
en los productos configurados del nivel IV.
S: sílex. Ca: caliza. Cu: cuarcita.
Las extracciones
El número de aristas que recoge la cara dorsal está en
relación con el número de levantamientos previos, preferentemente entre 1 y 2 (57%). Destacan los productos retocados
de 3º orden, con un mayor número de aristas. Sin embargo
en todas las categorías existe un predomino de pocos levantamientos por superficie, hecho que se explicaría por la
búsqueda de la máxima tipometría posible.
La cara ventral
La cara ventral muestra que un 88% de los bulbos están
presentes con nitidez, causa motivada por el tipo de percusión utilizada que ha generado su buena definición en una
adecuada materia prima. Aquellos que resaltan de forma más
prominente representan un 14% y los suprimidos un 8%.
Respecto del orden de extracción se aprecia una mayor
presencia de bulbos marcados en los productos retocados
con relación a las lascas; ello se vincula a una mayor tipometría de los primeros productos. También es significativa la
categoría de bulbo suprimido entre los productos retocados,
indicador de la transformación más avanzada y equilibrada
hacia el uso (cuadro III.162).
La simetría
La sección transversal de los productos configurados
muestra un predominio de los asimétricos con un 72%, frente
a los simétricos con un 27%. La principal categoría simétrica
es la trapezoidal, muy próxima de la triangular con valores
equilibrados. La asimetría en cambio presenta la categoría
197
[page-n-211]
Bulbo
Sílex
Cuarcita
Caliza
Total
Presente
649 (79,4)
9 (1,1)
159 (19,5)
817 (80,9)
Marcado
117 (91,4)
1 (0,8)
10 (7,8)
128 (12,7)
Suprimido
58 (90,6)
1 (1,5)
5 (7,8)
64 (6,3)
Total
824
11
174
1009
III.2.5.3.6. EL ANÁLISIS MORFOTÉCNICO DE LOS PRODUCTOS
Cuadro III.162. Características del bulbo según la materia prima
del nivel IV.
triangular como dominante, con un 61%. La sección trapezoidal asimétrica se relaciona mejor con los productos retocados de 3º orden. Respecto del eje de debitado, la total
simetría (90º) se da en el 78% de las piezas y en especial
entre las de 2º orden, que llegan a alcanzar el 80%, independientemente de si están o no retocadas. La comparación de
las series líticas silícea y calcárea indica que ésta última es
ligeramente más simétrica y en la primera son más representativas las secciones trapezoidales (cuadros III.163 y
III.164).
La morfología de los productos revela el predominio de
las formas de cuatro lados, que suponen el 47% de la muestra,
seguida de los gajos o segmentos esféricos con un 28% y la
triangular con un 14%. Respecto del orden de extracción se
observa el predominio de los gajos entre las de 2º orden y las
cuadrangulares largas en las de 3º orden. Hay pues una elección predominante de gajos en las primeras fases de la cadena
operativa y de lascas largas con cuatro lados y sección triangular asimétrica en los elementos configurados. La comparación de las series líticas silícea y calcárea indica que los
valores entre ambas son similares.
RETOCADOS
El retoque
El retoque presenta el 74% de formas denticuladas,
seguidas de las escamosas con un 22% y un 4% de escaleriformes. La proporción muestra que la categoría “corto” (más
ancho que largo o igual) representa el 74%. El medio un
22% y más largo que ancho sólo el 4%. La extensión del
retoque afecta modificando las piezas mediante las categorías entrante (46%) y profundo (20%), y es marginal sin modificación en un 33%. Esta circunstancia indica la alta transformación lítica en el nivel, ya detectada por otros valores.
La comparación de las series líticas silícea y calcárea indica
que ésta última presenta valores de gran predominio de la
morfología denticulada, con ausencia de la escaleriforme,
así como el descenso de la escamosa. En resumen una baja
presencia de los retoques más complejos y extendidos en la
serie calcárea. Respecto de la proporción, los valores son
similares y notoria es la mayor extensión del retoque
marginal y menor el entrante de las piezas de caliza (cuadros
III.165 y III.166).
El filo retocado
La delineación del filo es en un 56% recto, cóncavo en
un 25% y convexo en el 13%. Los valores tipométricos bajos
favorecen los filos rectos, que precisan menos extensión para
su elaboración. Filos convexos escasos apuntan a una mayor
reutilización con entrada en la superficie de la pieza y
presencia de filos cóncavos. Respecto de la ubicación de los
filos, éstos tienen porcentajes similares en los lados derecho
Simétrica
Asimétrica
Total
Sección Transversal
Triangular
Trapezoidal
Convexa
Triangular
Trapezoidal
Irregular
Lasca 2º O
5 (3,9)
5 (3,9)
3 (2,3)
109 (85,8)
5 (3,9)
-
127
Lasca 3º O
32 (11,8)
41 (15,2)
25 (9,2)
148 (54,8)
24 (8,8)
-
270
Pr. ret. 2º O
5 (3,6)
8 (5,7)
2 (1,4)
111 (79,8)
8 (5,7)
5 (3,6)
139
Pr. ret. 3º O
31 (17,8)
26 (14,9)
13 (7,5)
67 (38,5)
34 (19,5)
3 (1,7)
174
73 (10,3)
80 (11,3)
43 (6,1)
435 (61,3)
71 (10)
8 (1,1)
710
Total
196 (27,6)
514 (72,4)
Cuadro III.163. Análisis morfométrico de la simetría de la sección transversal del nivel IV.
Grados
50º-80º
90º
100º-130º
Total
Lasca 2º O
18 (11,4)
129 (81,6)
11 (6,9)
158
Lasca 3º O
31 (9)
271 (79)
41 (11,9)
343
Pr. ret. 2º O
14 (10,9)
103 (80,5)
11 (8,5)
128
Pr. ret. 3º O
27 (17,4)
114 (73,5)
14 (9)
155
Total
90 (11,4)
617 (78,7)
77 (9,8)
784
Cuadro III.164. Ángulo de debitado del nivel IV.
198
Proporción
Corto
Medio
Largo
Laminar
Total
1º O
3
1
-
-
4
2º O
125 (71,8)
41 (23,5)
8 (4,6)
-
174
3º O
162 (75,7)
44 (20,5)
7 (3,3)
1 (0,4)
214
Total
290 (73,9)
86 (21,9)
15 (3,8)
1 (0,2)
392
290 (73,9)
86 (21,9)
16 (4,1)
392
Cuadro III.165. Proporción del retoque según el orden de extracción
del nivel IV.
[page-n-212]
Extensión
Muy
Muy
Marginal Entrante Profundo
Marginal
Profundo
1º O
1
1
-
-
Total
Repart.
Continuo Discont.
3
25 (13,2) 29 (15,3) 92 (48,6) 36 (19,1)
7 (3,7)
189
3º O
51 (19,9) 42 (16,4) 117 (45,7) 33 (12,9) 13 (5,1)
256
77 (17,2) 72 (16,1) 209 (46,6) 69 (15,4) 21 (4,6)
209 (46,6)
e izquierdo (44% y 38%), donde vuelven a ser los rectos
(56%) y cóncavos (23%) los mayoritarios, con independencia
de su situación. Los filos del lado distal, tras los rectos, presentan una incidencia alta de cóncavos (31%), circunstancia
que apunta a que este tipo de piezas están agotadas en mayor
proporción que las laterales (cuadro III.167).
Delineación
Recto
Cóncavo
Convexo
Sinuoso
Total
1º O
2
-
1
1
4
106 (53)
2º O
53 (26,5)
29 (14,5)
12 (6)
200
3º O
176 (58,1) 74 (24,4)
40 (13,2)
13 (4,3)
303
Total
284 (56,1) 127 (25,1) 70 (13,8)
26 (5,1)
-
-
-
-
2º O
163
8
8
5
231
11
11
5
14
-
19
19 10
-
394
(96,1)
38
(3,9)
MD D
10
3º O
90 (20,1)
Cuadro III.166. Extensión del retoque según el orden de extracción
del nivel IV.
-
-
M
1º O
448
149 (33,2)
Completo
P PM
1
2º O
Total
Parcial
2
-
2
4
8
6
129 (75,8)
4
22
4
160 (72,7)
8
29
24
(28,1) (23,3)
Total
T
32 10
291
50 (48,5)
103 (26,14)
291 (73,8)
Cuadro III.169. Repartición del retoque según el orden de extracción
del nivel IV. P: proximal. PM: próximo-mesial. M: mesial.
MD: meso-distal. D: distal. T: transversal.
Los modos o tipos de superficies retocadas
Los modos de superficies retocadas revelan un predominio de las sobreelevadas (48%) y simples (46%), seguidas de las planas (2,9%) y escaleriformes (2,5%). Estos
valores no varían significativamente en las distintas
unidades arqueológicas. La comparación de las series líticas
silícea y calcárea indica la ausencia de los modos plano y
escaleriforme en las piezas calcáreas y el alto predominio
del retoque simple en las mismas (cuadro III.170).
507
Cuadro III.167. Delineación del filo del retoque según el orden de
extracción del nivel IV.
Categorías
Simple
Plano
La ubicación del frente del retoque
El frente retocado se sitúa en torno al 44% y 38% en los
lados derecho e izquierdo, y en un 16% en el lado distal. La
localización es mayoritaria con un 86% en la categoría directo y un 8% inverso. Respecto de la repartición del mismo,
es casi exclusivo continuo en su elaboración (96%), y sólo
alguna pieza como las lascas con retoque muy marginal
presentan esta característica. La extensión de las áreas de
afectación del retoque muestra que éste es completo
(proximal, mesial y distal) en el 73% de las piezas y parcial
en el 26%. Esta parcialidad afecta mayoritariamente a la
mitad distal en un 48% y a la mitad proximal en un 28%.
Circunstancia relacionada con la búsqueda de un apuntamiento más o menos aguzado que marcarían las piezas sólo
distales (31%) (cuadros III.168 y III.169).
1
2
1º O
2
2
4
5/6
55 (49,5) 40 (37,7) 50 (46,7) 52 (47,7)
-
4 (3,7)
3 (2,8)
6 (5,5)
Sobrelevado 53 (47,7) 59 (55,6) 52 (48,5) 48 (44,1)
Escaleriforme 3 (2,7)
Total
Total
8
205(46,3)
-
13 (2,9)
1
213(48,2)
3 (2,8)
2 (1,8)
3 (2,7)
-
11 (2,5)
106
111
107
109
9
442
Cuadro III.170. Modos del retoque del nivel IV.
Los útiles retocados, de la lista tipo indican que la mayoría de ellos se elaboran con retoque sobreelevado y simple
en este orden, aunque con algunas diferencias reseñables. El
retoque simple es más utilizado que el sobreelevado en
denticulados y raederas desviadas, y al contrario en raederas
laterales y perforadores. El retoque plano, minoritario en
general, afecta a raederas laterales y transversales, al igual
que el escaleriforme (cuadro III.171).
Posición
Lat. izquierdo Lat. derecho
3
Localización
Transversal
Directo
Inverso
Bifacial
Alterno
Alternante
Total
-
3
1
-
-
-
4
2º O
74 (37)
86 (43)
40 (20)
144 (90)
11 (6,8)
-
2 (1,2)
3 (1,8)
160
3º O
120 (39,6)
138 (45,5)
45 (14,8)
177 (83,4)
21 (9,9)
-
12 (5,6)
2 (0,9)
212
Total
196 (38,6)
226 (44,5)
85 (16,7)
324 (86,1)
33 (8,7)
-
14 (3,7)
5 (1,3)
376
Cuadro III.168. Posición y localización del frente del retoque según el orden de extracción del nivel IV.
199
[page-n-213]
Lista Tipológica
Sobreelev. Simple
Plano Escaler. Total
4. Punta levallois retocada
-
-
-
-
-
6/7. Punta musteriense
4
-
-
1
5
9/11. Raedera lateral
51 (54,2) 29 (30,8) 6 (6,4) 8 (8,5)
12/20. Raedera doble
10 (50) 10 (50)
-
-
94
20
21. Raedera desviada
18 (42,8) 21 (50) 1 (2,3) 2 (4,7)
42
22/24. Raedera transversal
8 (42,1) 8 (42,1) 1 (5,2) 2(10,5)
19
25. Raedera sobre cara plana
1
5
27. Raedera dorso adelgazado
1
1
29. Raedera alterna
3
2
-
-
5
30/31. Raspador
6
2
-
2
10
-
2
19
-
-
20
34/35. Perforador
-
11
43. Útil denticulado
9
6
-
1
13 (68,4) 4 (21,1)
42/54. Muesca
-
3
54 (35,7) 91 (60,2) 3 (1,9) 3 (1,9) 151
45/50. Lasca con retoque
-
31
-
-
3
Cuadro III.171. Modos del retoque de la lista tipológica del nivel IV.
La dimensión y el grado de transformación del retoque
La dimensión y el grado de transformación de los útiles
respecto del orden de extracción muestra que la longitud y la
anchura decrecen ligeramente conforme la pieza pierde tipometría, pasando de valores medios de 21,9 a 21,7 mm para
la longitud y de 3,1 a 2,8 mm para la anchura. La altura del
retoque se da especialmente en los productos de 2º orden
(4,5). La superficie retocada muestra que ésta es idéntica
entre las piezas de 2º y 3º orden. La relación existente entre
las posibilidades de extensión y la dimensión elaborada
apunta a que conforme avanza la elaboración del retoque,
éste se centra más en entrar en la pieza que en alcanzar su
máxima longitud (cuadro III.172).
Grado
LF
AF
HF
IF
SR
F/R
SP
IT
Nº
Pr. ret. 1º O
-
-
-
-
-
-
-
-
4
Pr. ret. 2º O 21,96 3,11 4,55 0,88 67,57 1,43 655,29 15,14 190
Pr. ret. 3º O 21,74 2,87 3,92 0,88 67,58 1,44 715,17 14,62 256
Cuadro III.172. Grado del retoque y orden de extracción del nivel IV.
LF: longitud del frente retocado. AF: anchura del frente retocado.
HF: altura del frente retocado. IF: relación anchura/altura del frente
retocado. SR: superficie de todos los frentes retocados en mm2.
F/R: relación filo/retoque. SP superficie del producto en mm2.
IT: índice de transformación.
La comparación de las series líticas silícea y calcárea
indica para ésta última que los grados de retoque son
mayores en la longitud, como corresponde a su mayor tipometría. En cambio la anchura y la altura del retoque es
menor, como corresponde a piezas menos elaboradas,
circunstancia que se aprecia claramente en el bajísimo índice
de transformación (0,13) de las piezas calcáreas. Igualmente
es mayor la relación entre el filo vivo y el filo retocado, es
decir, una mayor presencia del primero.
200
Las distintas categorías de grado vinculadas al retoque
indican que no existen diferencias significativas en las
mismas, corroborado por el índice F/R. Los índices del
grado de retoque revelan que éstos son inferiores en las
últimas capas y por tanto las mismas son un conjunto menos
retocado. La longitud de la superficie retocada presenta un
valor medio de 21,7 mm que se ajusta a la longitud de los
soportes no transformados (24,2 mm), y por tanto la explotación se puede considerar máxima en la dimensión longitud. La anchura retocada, con valor medio de 2,9 mm,
representa el 12,8% de la anchura media de los soportes,
hecho que señala una decidida elaboración de categorías
sobreelevadas frente a planas o cubrientes en la superficie.
Es decir, no se fabrican piezas planas ni la transformación
mediante el retoque tiende a ello, sino al contrario. La altura
de los frentes retocados con valor de 4,2 mm no está muy
lejos del grosor medio de los soportes, que es de 6,6 mm y
por tanto representa el 63,6% de esa dimensión. Ello certifica la búsqueda de frentes simples y sobreelevados. La
transformación mediante el retoque, principalmente en
altura sólo afecta a un 18,7% de la proyección de la masa
lítica en planta. Ello apunta a un alto interés en economizar
materia prima mediante una máxima explotación volumétrica. Los diferentes índices indican una compensación entre
las capas 1 y 2 que puede obedecer a la diferenciación artificial de las mismas. Los valores de longitud, anchura y relación entre filo y retoque son similares. En cambio se puede
matizar un descenso de la altura del retoque, la superficie de
los productos y el índice de transformación, que es menor en
las últimas capas (cuadro III.173).
III.2.5.3.7. LA TIPOLOGÍA
Entre los útiles mayoritarios las raederas simples
presentan una proporción equilibrada de convexas y rectas,
porcentualmente un 22,5% del total. Las raederas dobles,
unidas a las convergentes, alcanzan el 2,1%, a las que tal vez
habría que añadir el 4,8% de las raederas desviadas. Las
transversales alcanzan el 4% y el resto de raederas tienen
valores marginales. Los raspadores y perforadores, con valores inferiores al 3%, son poco significativos, con un único
buril. Las muescas están presentes con un 5,1% y los útiles
denticulados constituyen la categoría predominante con casi
un 37%. La comparación de las series líticas silícea y
calcárea indica para ésta última que tres morfotipos, denticulados, lascas con retoque y muescas, representan con el
73% la gran elaboración calcárea (cuadro III.174).
Los índices tipométricos
Las piezas retocadas con índice de alargamiento mayor
son los cuchillos de dorso, las lascas levallois, perforadores,
y raederas simples; a pesar de ello no alcanzan el índice 2
laminar. No se aprecia una tendencia a elaborar piezas
largas, ni siquiera con los elementos levallois, que en cambio
sí indican que son las más delgadas de todas las piezas con
diferencia y también las de menor peso. Respecto del orden
de extracción, están mayoritariamente elaboradas sobre
soportes de 3º orden, circunstancia que contrasta con las
raederas simples, que presentan un mayor número de
elementos corticales (cuadro III.175).
[page-n-214]
Grado
1
2
3
4
5/6
Total
Lista Tipológica
Sílex
Caliza
Cuarcita
Total
LFi
22,87
19,88
23,13
21,23
20,47
21,59
1. Lasca levallois típica
4
-
-
4 (0,97)
LFd
22,37
21,81
22,82
22,22
21,29
22,18
2. Lasca levallois atípica
4
-
-
4 (0,97)
LFt
21,31
18,84
22
22,76
LF
22,32
20,43
22,80
21,94
24,5
21,23
5. Punta pseudolevallois
4
2
1
7 (1,71)
21,33
21,79
6. Punta musteriense
3
-
-
3 (0,73)
AFi
2,67
3,6
2,76
2,3
2,04
2,72
8. Limaces
2
-
-
2 (0,48)
AFd
3,02
3,76
2,8
3,89
2,2
3
AFt
2,84
3,84
3,17
3,52
1,66
3,27
47 (13,8)
2 (3,3)
-
49 (11,98)
10. Raedera simple convexa 40 (11,7)
2 (3,3)
1
43 (10,51)
AF
2,87
3,71
2,84
2,73
2,05
2,93
11. Raedera simple cóncava
5
-
6 (1,46)
9. Raedera simple recta
1
HFi
4,38
4,6
3,81
4,25
2,95
4,08
12. Raedera doble recta
4
-
-
4 (0,97)
HFd
4,43
5,32
3,67
3,72
3,2
4,16
13. Raedera doble rect-cv.
2
-
-
2 (0,48)
HFt
4,36
5,2
3,88
4,94
3,66
4,58
19. Raedera converg. conv.
3
-
-
HF
4,39
4,3
3,76
4,12
3,15
4,21
21. Raedera desviada
20 (5,86)
-
IF
0,80
0,93
0,91
0,89
0,82
0,87
22. Raedera transv. recta
9
2
-
11 (2,68)
SRi
65,32
79,6
80,42
54,78
51,04
67,69
23. Raedera transv. conv.
5
-
-
5 (1,22)
-
3 (0,73)
20 (4,88)
SRd
75,4
89,1
69,47
69,4
48,62
72,50
25. Raedera cara plana
4
1
-
5 (1,22)
SRtr
64
71,8
70,82
79,71
56
70,37
27. Raedera dorso adelg.
1
-
-
1 (0,24)
SR
69,97
82,44
70,09
65,05
50,4
70,38
29. Raedera alterna
2
2
-
4 (0,97)
F/Ri
1,22
1,48
1,44
1,64
1,66
1,48
30. Raspador típico
3
1
-
4 (0,97)
F/Rd
1,34
1,55
1,37
1,47
1,29
1,42
31. Raspador atípico
5
1
-
6 (1,46)
F/Rtr
1,67
1,44
1,35
1,47
1,66
1,49
32. Buril típico
1
-
-
1 (0,24)
F/R
1,37
1,50
1,4
1,53
1,49
1,46
33. Buril atipico
1
-
-
1 (0,24)
SP
602,2
611,5
718
745,5
715,2
674,5
34. Perforador típico
4
-
-
4 (0,97)
IT
11,44
17,14
10,98
9,93
7,63
11,75
35. Perforador atípico
3
1
-
4 (0,97)
37. Cuchillo dorso atípico
-
1
-
1 (0,24)
38. Cuchillo dorso natural
4
-
2
6 (1,46)
16 (4,7)
5 (8,3)
-
21 (5,13)
Cuadro III.173. Grado del retoque del nivel IV.
42. Muesca
Los índices y grupos industriales
Los valores industriales presentan un muy bajo índice
levallois (2,3), lejos de la línea de corte establecida en 13
para poder ser considerada de muy débil debitado levallois.
El índice laminar de 2,4 se sitúa en la consideración de muy
débil. El índice de facetado de 8 también está por debajo del
10 considerado para definir la industria como facetada. Las
agrupaciones de categorías industriales indican que el índice
levallois tipológico de 1,9 está muy distante del 30 considerado para asignar conjuntos de facies levallois. El Grupo II
(40,3) y los índices esenciales de raedera con valor de 40
estiman su incidencia como media, que es alta a partir de 50.
El particular índice charentiense de 14, lejos del 20, permite
considerar este conjunto como no charentiense. El Grupo
III, formado principalmente por raspadores y perforadores,
presenta un índice esencial de 5,2, definido como débil. Por
último el Grupo IV, con un índice de 37, se define como muy
alto al superar el límite 35, que aumenta a casi 42 si
añadimos las muescas. Por tanto y en resumen, el nivel IV de
Bolomor puede ser por su tipología ubicado entre los
conjuntos de denticulados del Paleolítico medio, con
presencia media de raederas y baja incidencia de útiles del
grupo Paleolítico superior (cuadro III.176).
43. Útil denticulado
2
149 (36,43)
2
-
-
2 (0,48)
10 (2,9)
11 (18)
-
21 (5,1)
51. Punta de Tayac
6
-
1
7 (1,71)
54. Muesca en extremo
1
-
-
1 (0,24)
62. Diverso
8
-
-
8 (1,95)
341
61
7
409
44. Becs
45/50. Lasca con retoque
Total
118(34,6) 29 (48,3)
Cuadro III.174. Lista tipológica y series litológicas del nivel IV.
III.2.5.3.8. LA FRACTURACIÓN INDUSTRIAL
El índice de fracturación del nivel IV indica que éste es
similar entre los productos retocados (13,9%) y entre las
lascas (13,8%), más numerosas las de 3º orden entre los
primeros. La incidencia de la fracturación respecto a los
restos de talla y núcleos no es clara, como ya se ha comentado, incluyéndose la totalidad de los primeros a efectos de
valorar su incidencia. La presencia de retoque en los restos
de talla no es significativa (1,6%). Complejo vuelve a ser
diferenciar si los restos de talla corresponden a fragmentos
del proceso de talla o a fragmentos por transformación
201
[page-n-215]
I. Tipométricos
Nº
IA
IC
Peso
1º O
2º O
3º O
Lasca levallois
8
1,52
6,9
2,18
-
1
7
Punta pseudol.
7
0,85
5,42
3,15
-
1
6
Raedera simple
98
1,25
3,33
8,13
1
56
41
Raedera transv.
17
0,76
4,83
11,88
-
11
6
Raed. dos frentes
10
1,17
4,23
6,31
-
4
6
Raedera inversa
5
1,27
3,9
22,33
-
3
2
Raedera desviada
19
0,95
3,71
6,94
-
7
12
Raspador
10
0,97
2,03
11,1
-
5
5
Perforador
8
1,28
2,81
5,17
-
3
5
Cuch. dorso nat.
5
1,91
4,21
5,86
-
5
-
Muesca
22
1,18
3,03
8,39
-
10
12
Denticulado
149
1,21
3,59
7,96
1
46
102
Fracturación
Entera
Fracturada
Total
Índice
Núcleo
26
25
51
49,01
Lasca 1º O
12
-
12
0
Lasca 2º O
196
17
213
7,98
Lasca 3º O
408
31
439
7,06
No retocado
616
48
664
13,83
Pr. ret. 1º O
4
-
4
0
Pr. ret. 2º O
155
23
178
12,92
Pr. ret. 3º O
200
35
235
14,89
Retocado
359
58
417
13,90
Total
975
106
1081
9,80
Cuadro III.177. Fracturación de la estructura industrial según orden
de extracción del nivel IV.
Cuadro III.175. Índices tipométricos y orden de extracción
del nivel IV.
Índices Industriales
Real
Esencial
I. Levallois (IL)
2,34
-
I. Laminar (ILam)
2,43
-
I. Facetado amplio (IF)
8
-
I. Facetado estricto (IFs)
3,67
-
I. Levallois tipológico (ILty)
1,95
2,1
I. Raederas (IR)
37,4
40,26
I. Achelense unifacial (IAu)
0,48
0,52
I. Retoque Quina (IQ)
1,95
2,1
I. Charentiense (ICh)
14,42
15,52
Grupo I (Levallois)
1,95
2,1
Grupo II (Musteriense)
40,34
43,42
Grupo III (Paleol. superior)
4,88
5,26
Grupo IV (Denticulado)
36,43
39,21
Grupo IV+Muescas
41,8
45
medio, aunque hay que tener presente la dificultad de identificar éste cuanto mayor es. La ubicación de las fracturas se
presenta mayoritaria en la mitad proximal (35,8%) de las
piezas retocadas, especialmente en muescas y raederas simples. Divididas las piezas en dos mitades, el porcentaje de
fracturación es superior en la mitad proximal (47,1%) que en
la mitad distal (39,6%), y menor en los lados (13,2%). Ello
apunta a que existe una tendencia a suprimir los extremos de
las piezas, en especial el proximal, cuya causa puede ser
funcional, de configuración o utilización. Por último, la incidencia de las fracturas respecto de los modos de retoque
indica que existe un porcentaje mayor de éstas con retoque
sobreelevado (65,1%) frente al simple (34,8%). De reseñar
es que las piezas con retoque simple ubican las fracturas
preferentemente en la porción meso-distal frente a las sobreelevadas que las presentan en la porción próximo-mesial
(cuadros III.178, III.179 y III.180).
Cuadro III.176. Índices y grupos industriales líticos del nivel IV.
exhaustiva de productos configurados y retocados. La industria de este nivel presenta una fracturación total del 9,8%, y
entre los productos retocados un 13,9%. La comparación de
las series líticas silícea y calcárea indica que la fracturación
es mayor en la última serie (cuadro III.177).
La fracturación de los productos retocados
Las categorías tipológicas con mayor fracturación son
las muescas (23,8%) y raederas simples (23,4%), seguidas
de denticulados (43%); el resto presenta pocos ejemplares.
No hay ninguna categoría significativa de estar poco o nada
fracturada. El grado de fracturación es predominantemente
202
III.2.5.3.9. EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA INDUSTRIA
Los elementos de producción que han sido identificados
en la categoría núcleo corresponden a 51 piezas, a las que
habría que sumar 10 piezas más transformadas en productos
retocados con filos mayoritarios denticulados y sobreelevados. Este grado de transformación es de un 16,4% y puede
ser considerado bajo. Los diferentes tipos de núcleos identificados son mayoritariamente gestionados por una sola
superficie o unifacial (88%) frente a más caras (35% de bifaciales). La dirección de debitado es bimodal, con 34,5% de
centrípeta (fig. III.60, núm. 6; fig. III.61, núm. 1, 3, 4, 6), y
34,5% preferencial (fig. III.60, núm. 3, 4, 9; fig. III.61, núm.
2, 7), seguidas de unipolar en un 19,2% (fig. III.60, núm. 1,
5), un 11,5% de ortogonal y por último bipolar (fig. III.60,
núm. 7). Las características de las superficies de debitado
planas-convexas y las de preparación con planos multifacetados (40%) indican la presencia de gestión levallois mayoritariamente centrípeta en el nivel. Otros núcleos con superficies de morfología indeterminada, poliédrica, discoide
(fig. III.60, núm. 2; fig. III.61, núm. 6) y los gajos (fig.
III.61, núm. 5) se distancian de los levallois. Así pues, una
[page-n-216]
Grado
0-25% 26-50% 50-75% >75%
Total
Punta
-
-
-
-
-
Raedera simple
7
12
3
1
23 (23,46)
-
1 (16,6)
Raedera doble
-
1
-
Raedera transversal
1
-
-
Raedera desviada
1
1
Raedera cara plana
1
-
Raspador
-
1
Perforador
1
1
-
1 (6,25)
-
-
2 (10)
-
-
1 (20)
-
-
1 (10)
-
-
2 (20)
Muesca
1
3
-
1
5 (23,8)
Denticulado
7
14
-
-
21 (13,8)
Indeterminado
-
-
2
1
3
5 (8,3)
3 (5)
60
Total
19 (31,6) 33 (55)
Cuadro III.178. Grado de fracturación de los productos retocados
del nivel IV.
Situación
P
PM
PD
MD
D
L
Total
Punta
-
-
-
-
-
-
-
Raedera simple
2
5