El consumo del gato salvaje (felis silvestris) y otros carnívoros en el mirador (Sierra de Atapuerca, Burgos): contextualización y posibles interpretaciones
Palmira Saladié
Jordi Nadal
Josep Maria Vergès
2017
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EL CONSUMO DE GATO SALVAJE (FELIS SILVESTRIS)
Y OTROS CARNÍVOROS EN EL MIRADOR (SIERRA
DE ATAPUERCA, BURGOS): CONTEXTUALIZACIÓN Y
POSIBLES INTERPRETACIONES
Patricia Martín, Palmira Saladié, Jordi Nadal y Josep Maria Vergès
ABSTRACT
Wild cat (Felis silvestris) was consumed in Neolithic levels (sixth millennium
cal BC) of El Mirador Cave. Foxes, badgers and domestic dog consumption
has been also identified in Neolithic and Bronze Age levels of this cave. The
taphonomic analysis of complete surface of carnivore remains let record cut
marks, tooth marks, bone breakage and heating modifications (burning and
boiling). Wild cats were boiled and their flesh and their marrow were consumed. Carnivore was represented by very low number of remains. They thus
constitute occasional practices that could be attributed to the opportunistic
means to obtain meat in crisis periods and/or alternative to domestic animals consumption.
INTRODUCCIÓN
La presencia de carnívoros salvajes o domésticos en contextos de hábitat neolíticos o de la Edad del Bronce no suele ser habitual, al ser los ungulados domésticos y salvajes los principales recursos alimenticios de estas comunidades. Por otra parte, la aparición de estas especies en dichos conjuntos, ha sido
asociada habitualmente con su uso peletero (Méniel, 1987; Sanchis y Sarrión,
2004; Pérez Ripoll, 2006; Chiquet, 2009).
En la cueva de El Mirador se ha documentado el procesamiento y consumo del gato salvaje en dos niveles del Neolítico antiguo (VI milenio cal AC) y
de otros carnívoros, recuperados tanto en niveles neolíticos como de la Edad
Interaccions entre felins i humans. III Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2017): 243-268.
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
del Bronce. Aunque éste no es un caso aislado en el contexto peninsular y en
estas cronologías, se trata de una práctica poco habitual (Sanchis y Sarrión,
2004; Miracle, 2006; Liesau et al., 2014; Llorente et al., 2014; Llorente, 2015).
El gato salvaje es también procesado en varios yacimientos mesolíticos
del centro y norte de Europa (Bridault y Chiquet, 2000; Strid, 2000; Crezzini
et al., 2014) mientras que en yacimientos protohistóricos e históricos se documenta fundamentalmente el aprovechamiento de los perros domésticos.
Es el caso del consumo documentado en yacimientos galos de la Edad del
Hierro (Horard-Herbin, 2014) o en asentamientos romanos (Wilkens, 2002),
en este último caso, relacionados, eso sí, con prácticas funerarias o rituales.
A diferencia de los contextos domésticos, la presencia de carnívoros en estructuras de este tipo es relativamente abundante en cronologías neolíticas
y de la Edad del Bronce en la península ibérica, especialmente en el caso del
perro. Sus cuerpos suelen aparecer completos y en conexión anatómica o bien
por segmentos (Blasco et al., 1991; García-Moncó, 2008; Ramos, 2009; Valera
et al., 2010; Albizuri, 2011; Liesau, 2011; Liesau et al., 2014 entre otros), pero
raramente se documenta su aprovechamiento o consumo.
En este trabajo, se presenta el estudio completo de los restos de gato salvaje y otros carnívoros recuperados en la cueva de El Mirador que contempla
aspectos zooarqueológicos y tafonómicos y aborda una interpretación sobre el
origen de estos animales en el conjunto así como la motivación de su consumo.
LA CUEVA DE EL MIRADOR Y EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
La cueva de El Mirador se encuentra en la vertiente del extremo sur de la
sierra de Atapuerca, a una altura de 1033 msnm y dominando visualmente
todo el valle del río Arlanzón. Las excavaciones sistemáticas se iniciaron en
el año 1999 y continúan en la actualidad. Durante la primera década de intervenciones se realizó un sondeo de 6 m2, en la parte central de la cavidad,
donde se documentó una secuencia holocena de 6 m de profundidad. En el
año 2009 se inició la excavación de otros dos sondeos localizados en el NW
(Sector 100) y NE (Sector 200) de la cueva y adosados a la pared de la misma. El principal objetivo era documentar el desarrollo de la cavidad en el
sistema kárstico así como posibles variaciones estratigráficas en diferentes
zonas (Vergès et al., 2016).
Tanto en el sondeo central como en el Sector 100 se han documentado secuencias sedimentarias asociadas con el uso de la cueva como redil para el gana-
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
do, debido a la acumulación de restos de estiércol y restos vegetales asociados con
el lecho y la alimentación del rebaño (fumier) (Vergès et al., 2002, 2008, 2016).
Las dataciones obtenidas en el sondeo central así como el material arqueológico
indican una ocupación de la cavidad, desde los inicios del Neolítico, primer cuarto del del VI milenio cal AC, hasta el Bronce medio, a finales del II milenio cal AC,
con una interrupción en el Calcolítico y el inicio de la Edad del Bronce (Vergès et
al., 2002, 2008, 2016). De la misma manera, las dataciones y el conjunto arqueológico recuperados en el Sector 100 hasta el momento, indican un uso de la cueva
como redil durante el Bronce medio (Vergès et al., 2016).
El material arqueológico, fundamentalmente cerámicas e industria lítica,
es escaso y aparece muy fragmentado. Este hecho ha dificultado una adscrip-
Nivel
II mil.
IV mil.
V mil.
VI mil.
MIR103
MIR104
MIR105
MIR106
MIR3
MIR4
MIR5
MIR6
MIR7
MIR8
MIR9
MIR10
MIR11
MIR12
MIR13
MIR14
MIR15
MIR16
MIR17
MIR18
MIR19
MIR20
MIR21
MIR22
MIR23
MIR24
Sector excavación
Sector 100
Sector 100
Sector 100
Sector 100
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Datación (cal AC)
1500-1340
1410-1510
*
1720-1520
*
1440-1120/1780-1580
*
3680-3400
*
3820-3620
3990-3710
*
4350-3990
*
4360-4200
4390-4230
*
4730-4370
*
5130-4890
5260-4900
5120-4840
5440-5240
5250-4890
5380-5180
5110-4870/6020-5820
NR
total
132
77
593
62
221
560
19
62
13
46
161
107
1364
465
352
269
303
1386
91
762
740
425
630
110
130
80
NISP
total
45
25
209
21
56
172
11
28
4
24
71
41
179
130
135
138
96
434
35
276
229
140
277
46
45
34
NISP
carnívoros
3
0
4
0
2
5
0
0
0
0
0
1
4
0
0
0
0
5
2
1
5
1
3
0
0
1
CUADRO 1. Número de restos identificados a nivel taxonómico (NISP) de El Mirador,
distribuido por niveles.
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
ción cultural clara de buena parte de los niveles neolíticos del sondeo central
por lo que, en este trabajo, estos han sido clasificados en tres grandes períodos cronológicos, teniendo en cuenta las dataciones obtenidas: VI milenio
(MIR24-MIR18), V milenio (MIR17-MIR11) y IV milenio (MIR10-5) (cuadro 1).
La importancia de la actividad ganadera se manifiesta también a través de
la abundancia de los restos faunísticos procedentes de animales domésticos,
en especial de los ovicaprinos. En concreto, destaca el elevado número de
restos fetales y neonatales de ovejas y cabras, que indican un uso de la cueva
como redil de cría y paridera (Martín et al., 2016).
Los estudios arqueobotánicos confirman el desarrollo de actividades ganaderas y agrícolas tanto en el interior de la cavidad como en sus alrededores
(Euba et al., 2016; Rodríguez et al., 2016; Vergès et al., 2016). Junto con las
tierras de cultivo, el entorno más inmediato de El Mirador estaría compuesto
por vegetación de ribera y montañosa (fundamentalmente abedules y abetos)
así como por bosques mixtos de roble y encina (Allué y Euba, 2008).
Además de su uso como redil, la cueva fue empleada también como espacio sepulcral, durante el Calcolítico y la Edad del Bronce. En concreto, se ha
documentado un sepulcro colectivo en el sector 200 (Vergès et al., 2016) y un
depósito con restos humanos canibalizados (Cáceres et al., 2007).
MATERIAL Y MÉTODOS
Los restos de gato salvaje y carnívoros estudiados en este trabajo proceden de
11 de los 23 niveles arqueológicos documentados en el sondeo central y dos de
los seis niveles excavados hasta el año 2013 en el Sector 100 (cuadro 1). Todos
ellos han sido recuperados dispersos en estos niveles junto con otros fragmentos de fauna pertenecientes a diversas especies, salvajes y domésticas.
De los 9592 restos recuperados en estos niveles, 33 han sido identificados
como carnívoros (0,3%) y 24 presentan algún tipo de modificación humana
(0,2%), tres de ellos pertenecen a gatos salvajes. Este estudio se ha basado
en el análisis taxonómico, anatómico y tafonómico de los restos, éste último
centrado en las modificaciones de origen antrópico.
La edad de muerte de los individuos ha sido establecida mediante criterios de erupción dental (Piérard, 1967; Barone, 1969; Schmidt, 1972) y fusión
ósea (Piérard, 1967; Barone, 1969).
El análisis tafonómico se ha llevado a cabo empleando criterios macroscópicos y microscópicos (lupa binocular modelo OPTHEC 120 Hz, 60x y ESEM
246
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
modelo ESEM FEI QUANTA). De esta manera, se han identificado alteraciones relacionadas con el procesamiento y consumo de los restos: marcas de corte,
mordeduras humanas y evidencias de fracturación antrópica y procesamiento
culinario. Para la determinación y definición de todas ellas se ha tenido en cuenta
conjuntamente diferentes rasgos así como la información proporcionada por estudios actualistas, con el objetivo de evitar posibles problemas de equifinalidad.
Las marcas de corte se han identificado valorando su morfología y localización en la superficie del hueso y en el elemento anatómico. De esta manera
ha sido posible distinguir diferentes fases del procesamiento de las carcasas
(Binford, 1981; Shipman y Rose, 1983; Nilssen, 2000).
Las mordeduras humanas han sido determinadas mediante criterios morfológicos y métricos (Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Pickering et al., 2013;
Saladié et al., 2013) y la información proporcionada por trabajos metodológicos previos (Gifford-González, 1989; White y Toth, 1991; Botella et al., 2000;
Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Pickering et al., 2013; Saladié et al., 2014),
por estudios actualistas (Binford, 1981; Brain, 1981; Jones, 1993; White y Toth,
1991; Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Andrés et al., 2012; Pickering et al.,
2013; Saladié et al., 2013) y etnoarqueológicos (Binford, 1981; Brain, 1981) y por
trabajos previos centrados en el propio conjunto faunístico y de los restos humanos de El Mirador (Cáceres et al., 2007; Saladié, 2009; Saladié et al., 2013).
En concreto, se ha tenido en consideración la morfología de las marcas, su
localización en el hueso y su coexistencia con otras modificaciones asociadas
con el proceso de consumo, como pueden ser el peeling, el desconchado o
flaking del hueso o la presencia de microestriaciones en los surcos.
Los criterios métricos se han empleado para calcular el índice de circularidad (p= área mínima/área máxima) en las depresiones de morfología creciente. Según los estudios (Saladié, 2009) las depresiones humanas presentan un
índice igual o menor a 0,5 mientras que las depresiones de otros omnívoros y
las de los carnívoros presentan un índice de 0,7 (Selvaggio, 1994; Saladié, 2009).
Las evidencias de fracturación se centran en las marcas de percusión consistentes en puntos de impacto o abrasiones provocadas por dicha percusión,
algunas de ellas además asociadas con muescas concoidales y peeling (Blumenschine y Selvaggio, 1988; Blumenschine, 1994).
El procesamiento culinario de los carnívoros de El Mirador se ha identificado, fundamentalmente, a través de las marcas de hervido. Algunos restos presentan también marcas de cremación, sin embargo, el origen de dicha
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
alteración puede ser asociado tanto con dicho procesamiento como con las
quemas periódicas de estiércol en la cavidad.
La distinción de los huesos hervidos también es compleja. A nivel macroscópico, los restos hervidos presentan un aspecto translúcido y una superficie
y bordes de fractura pulidos y redondeados (White, 1992; Botella et al., 2000).
Los estudios microscópicos mediante microscopía óptica de barrido ambiental relacionan los huesos hervidos con superficies corticales con un aspecto
más suave (Bosch et al., 2011; Truillo-Mederos et al., 2012; Solari et al., 2015).
RESULTADOS
En la secuencia de El Mirador, se han recuperado tres restos de gato salvaje
(Felis silvestris), todos ellos en niveles neolíticos, de los cuales dos de ellos
presentan evidencias de procesamiento y consumo.
En el nivel MIR19 (VI milenio cal AC), se ha documentado un fragmento
de maxilar izquierdo perteneciente a un individuo inmaduro con evidencias
de cremación.
En el nivel MIR20, con una cronología del VI milenio cal AC, se ha recuperado una hemimandíbula izquierda con evidencias de fracturación, consumo
y hervido (figura 1). El consumo antrópico de este individuo se ha identificado a través de un surco poco profundo, de sección cuadrada y trazado
sinuoso localizado en la cara lingual, cerca del foramen mandibular (figura 1:
a, b). La fracturación de este mismo elemento se ha documentado gracias a
la estriación causada por una percusión. Ésta se localiza en la cara vestibular
de la hemimandíbula y bajo los forámenes mentonianos (figura 1: c). Relacionada con esta misma percusión, se ha observado un desconchamiento en
el esmalte del canino, concretamente, en su cara vestibular (figura 1: d). Este
es atribuible al impacto absorbido por esta pieza durante el proceso de fracturación.
En el nivel MIR17, datado en el V milenio cal AC, se ha identificado una
depresión en un escafolunar derecho. Esta se encuentra en la superficie cortical de la cara inferior del hueso (figuras 1: e, f, g).
Junto con los restos de gato salvaje, otras tres especies de carnívoros presentan evidencias de procesamiento y consumo antrópico: el perro doméstico (Canis
familiaris), el zorro (Vulpes vulpes) y el tejón (Meles meles) (figura 2). También
destaca la presencia de una vértebra de carnívoro indeterminado recuperada en
el nivel neolítico MIR21 y un fragmento de mandíbula de Mustela sp., recuperado
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
en el nivel neolítico MIR10, ambos con evidencias de haber sido hervidos.
El perro es el que ha ofrecido una información más completa sobre su
procesamiento y consumo. Así, ha sido posible documentar su desarticula-
FIGURA 1. Descripción, localización e interpretación de las alteraciones identificadas
en los restos de gato salvaje (Felis silvestris).
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
FIGURA 2. Descripción, localización e interpretación de las alteraciones identificadas
en los restos de perro (Canis familiaris), zorro (Vulpes vulpes) y tejón (Meles meles).
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
ción, descarnación, fracturación, hervido y consumo. La desarticulación ha
sido posible documentarla en el nivel neolítico MIR18 y en el nivel MIR4,
datado en la Edad del Bronce (figura 2: 1). En MIR18, se ha hallado una tibia
que presenta marca de corte localizada en la cara craneal del maléolo medial
(figura 2: 1a). En MIR4, las marcas de corte se localizan en sendos fragmentos
de húmero (un fragmento de la epífisis proximal y un fragmento que incluye
la diáfisis y la epífisis distal), probablemente pertenecientes a un mismo individuo (figuras 2: 1c, 1d). Las incisiones se encuentran en la cara posterior del
hueso, a la altura de la inserción del músculo ancóneo (n=2), en la cara lateral
del epicóndilo, a la altura de la inserción del músculo ulnar (n=1), y en la cara
medial del hueso, a la altura de la inserción del músculo pronator (n=1). A
todas ellas, se unen dos tajos localizados en la cabeza del húmero. También
en MIR4, se ha documentado una vértebra torácica que presenta incisiones
localizadas en el proceso articular (=3). En este mismo elemento, han sido
identificadas incisiones en el proceso espinoso (n=6) y entre este y el cuerpo
vertebral (n=1) que indican un proceso de descarnación. Este proceso ha sido
también evidenciado a través de las marcas localizadas en la diáfisis del fragmento de húmero de este mismo nivel y del fragmento de radio recuperado
en MIR105 (figura 2: 1f). El consumo de los nutrientes internos del hueso se
evidencia de nuevo en la tibia localizada en MIR18 a través de una abrasión
(figura 2: 1b) y una lasca parásita localizadas en la cara craneal de la diáfisis y a
través del fragmento de diáfisis de húmero encontrado en MIR4, que presenta claras marcas de fracturación antrópica. Las alteraciones macroscópicas y
microscópicas relacionadas con el hervido de los huesos se aprecian en todos
los restos de perro encontrados con la excepción del fragmento de maxilar
recuperado en MIR103 (Martín et al., 2014).
Las evidencias de consumo antrópico han sido halladas en un atlas
(MIR19), en un segundo metacarpo y la vértebra torácica de MIR4, en el fragmento de maxilar de MIR103 y en un fragmento de radio (MIR105). El atlas
presenta un crushing en la superficie cortical, entre el foramen transverso y
el ángulo de la fosa articular caudal (figura 2: 1g) y un peeling clásico, bajo el
foramen transverso.
El segundo metacarpo presenta una depresión poco profunda en la superficie dorsal de la epífisis proximal. Sus medidas (2,31 x 1,32 mm) y el índice de
circularidad (p= 0,5) la sitúan dentro del rango de las mordeduras humanas.
En la vértebra torácica se ha identificado una fractura en la apófisis, provo-
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
cada por las piezas dentales al entrar en contacto con el hueso (saw-toothed
edge). El fragmento de maxilar presenta un surco estrecho y fondo irregular,
situado sobre el Dp3 (figura 2: 1h). Por último, en el fragmento de radio se
puede observar un surco de origen antrópico, con trayectoria discontinua y
fondo irregular, localizado en la cara anterior de la diáfisis (figura 2: 1f).
Los restos de zorro presentan evidencias de haber sido despellejados,
fracturados, hervidos o consumidos.
El despellejamiento ha sido documentado en sendos restos de MIR21 y
MIR16. Se trata de una primera falange con una marca de corte en la cara plantar y de un fragmento de maxilar con una incisión sobre el M1 (figura 2: 2a).
Las evidencias de hervido se han identificado en los fragmentos de maxilar de MIR16, así como en el radio recuperado en MIR103.
El consumo de la carne y de los nutrientes internos del hueso se han documentado a través del borde crenulado de morfología angular y una depresión
localizados en uno de los fragmentos de maxilar de MIR16 (figura 2: 2b). En
MIR11, el fragmento de parietal presenta muescas, un negativo de extracción
de lasca medular y fisuras que se pueden relacionar tanto con la fracturación
como con el mordido. Por último, en el radio localizado en MIR103, se ha documentado un surco poco profundo, de recorrido discontinuo (figura 2: 2c),
en la cara posterior de la diáfisis, y diez depresiones en la cara anterior de la
epífisis distal (figura 2: 2d).
Tan sólo se ha recuperado un resto de tejón (nivel MIR24) con evidencias
de consumo y hervido. Se trata de un fragmento de radio que presenta un
removido parcial del tejido trabecular de la epífisis proximal asociado a un colapso de la superficie cortical, localizado en la misma zona (figura 2: 3a). También se han identificado tres depresiones con morfología de media luna y un
índice de circularidad de 0,5, todas ellas ubicadas en la diáfisis (figura 2: 3b).
DISCUSIÓN
El contexto de El Mirador y de la península ibérica
Los restos de gato salvaje y otros carnívoros estudiados en este trabajo han sido recuperados en los niveles neolíticos (VI-IV mil. cal AC) y de la Edad del Bronce (II
mil. cal AC) de la cueva de El Mirador. Estos fueron originados por diferentes ocupaciones durante las cuales la cavidad fue empleada como redil para el ganado.
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
FIGURA 3. Comparativa de los porcentajes de NISP de los carnívoros y herbívoros de
los niveles neolíticos de El Mirador.
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
FIGURA 4. Comparativa de los porcentajes de NISP de los carnívoros y herbívoros de
los niveles de la Edad del Bronce de El Mirador.
El NISP de todos estos carnívoros es muy bajo, especialmente si lo comparamos con el de los ungulados domésticos y salvajes, y representa entre el
1% y el 2% del total de restos identificados taxonómicamente en las cuatro
fases cronológicas identificadas (figuras 3 y 4). Por lo tanto, su procesamiento y consumo, es una práctica de carácter puntual y excepcional dentro de la dinámica general de las ocupaciones de El Mirador (Martín et al.,
2009, 2016; Martín, 2015).
Se ha documentado el procesamiento y consumo humano de gato salvaje
así como de otros carnívoros salvajes, tejón y zorro, y del perro. Todas estas
evidencias tafonómicas son similares a las observadas en los ungulados domésticos y salvajes que conforman la base de la dieta de El Mirador.
En concreto, y en el caso del gato, estas actividades se han identificado en
las ocupaciones más antiguas de la secuencia neolítica, datadas a finales del
VI milenio y el V milenio cal AC. Una mandíbula con evidencias de hervido y
fracturación y la mordedura localizada en un escafolunar permiten plantear
el consumo antrópico de esta especie.
El procesamiento culinario y consumo de los tejones presenta también
un carácter puntual y limitado a la ocupación neolítica más antigua (nivel
MIR24). Por último, dentro de su excepcionalidad, el procesamiento antrópico de zorros y, especialmente, de perros, es más prolongado en el tiempo,
habiendo sido identificado tanto en los niveles neolíticos como en los del
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
Bronce. En el caso de los zorros, ha sido posible documentar además su despellejamiento, hecho que abre la posibilidad de plantear no sólo su uso como
fuente de nutrientes sino también de un producto secundario como es la piel.
El perro, por su parte, es el carnívoro mejor representado de la secuencia y
por ello, también el que ofrece una mayor información sobre aprovechamiento antrópico. De esta manera, se ha identificado su desarticulación, descarnación, fracturación, hervido y consumo.
Al igual que en El Mirador, la presencia de carnívoros en yacimientos neolíticos y de la Edad del Bronce de la península ibérica es escasa y los porcentajes de NISP son muy bajos. En lo que se refiere a las zonas de hábitat, cabe
mencionar la excepción de Cova Fosca donde se han encontrado 1445 restos
en las ocupaciones del Neolítico antiguo y 18 restos en las del Neolítico medio
(Llorente et al. 2014; Llorente, 2015).
De esta manera, El Mirador forma parte de un reducido número de yacimientos neolíticos y de la Edad del Bronce en los que se ha documentado el
tratamiento antrópico de las carcasas de carnívoros, siendo esta afirmación extensible tanto al contexto peninsular como al europeo (cuadro 2). Si además
nos centramos en el procesamiento y consumo de félidos, el número de citas se
reduce considerablemente. Cabe mencionar el posible uso peletero del lince en
el Abric de la Falguera (Alicante) (Pérez Ripoll, 2006) así como el aprovechamiento antrópico del gato salvaje en las ocupaciones del Neolítico antiguo de
Cova Fosca (Castellón) (Llorente et al., 2014; Llorente, 2015). En este segundo
yacimiento, donde, como ya se ha mencionado anteriormente, destaca el número de restos de carnívoros. En concreto, se han identificado marcas antrópicas en la marta, el tejón y zorro. A diferencia de El Mirador, se aprecia que
el aprovechamiento de los carnívoros es regular y su importancia en la dieta,
aunque no es básica, sí que es relevante (Llorente et al., 2014; Llorente, 2015).
Aunque fuera del ámbito peninsular y del contexto de las cuevas redil, destaca también la referencia de Vigne y Guilaine (2004) sobre las marcas de corte y
fracturación identificadas en varios restos de gato (tres mandíbulas y un húmero) del Neolítico precerámico del yacimiento chipriota de Shillourokambos, que
evidencian la desarticulación y despellejamiento del animal. En estos mismos
niveles, se han recuperado también sendos fragmentos de tibia de zorro con marcas de corte que indican la desarticulación y descarnación de este animal.
El resto de referencias suelen centrarse en el procesamiento del perro doméstico (Sanchis y Sarrión, 2004; Miracle, 2006; Liesau et al., 2014), entre las
255
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256
Liesau et al. 2014
Sanchis y Sarrión, 2004
Driesch y Boessneck, 1980
Sanchis y Sarrión, 2004
Sanchis y Sarrión, 2004
Miracle, 2006
Milz, 1986
Vigne y Guilaine, 2004
Chiquet, 2009
Llorente et al., 2014; Llorente, 2015
Pérez Ripoll, 2006
Driesch y Boessneck, 1980
Sanchis y Sarrión, 2004
Milz, 1986
Iborra y Martínez, 2009
Friesch, 1987
Referencia bibliográfica
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Les Jovades
Los Palacios
Lloma de Betxí
Pic dels Corbs
Pupićina
Terrera del Reloj
Shillourokambos
Grotte Gardon
Cova Fosca
Especie
lince
perro
perro
perro
zorro
perro
gato, marta,
Castellón
Neolítico antiguo
tejón y zorro
tejón, marta,
Francia
Neolítico antiguo, Neolítico medio
garduña
Palencia
Bronce medio
perro
Alicante
Eneolítico
perro
Ciudad Real Bronce-Cultura del Argar
perro
Valencia
Bronce
perro
Valencia
Bronce
perro
Croacia
Neolítico, Bronce
perro
Granada
Bronce-Cultura del Argar
perro
Chipre
Neolítico precerámico
gato, zorro
Alicante
Ciudad Real
Alicante
Granada
Alicante
Granada
Abric de la Falguera
Azuer
Cabezo Redondo
Castellón Alto
Cendres
Cerro de la Encina
Neolítico
Bronce-Cultura del Argar
Bronce final
Bronce-Cultura del Argar
Neolítico antiguo
Bronce-Cultura del Argar
Localización Cronología
Yacimiento
PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
[page-n-15]
El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
que destaca especialmente, el trabajo de Sanchis y Sarrión (2004) sobre los cánidos de los yacimientos valencianos eneolíticos y de la Edad del Bronce. En
sendas fosas de la Edad del Bronce del yacimiento de la Huelga (Palencia), se
han encontrado restos de perro con huellas antrópicas junto con restos de otros
animales (vacas, ovejas y cabras, cerdos y conejos) (Liesau et al., 2014). Atendiendo a las características de estos depósitos, los autores plantean para ellos un
posible carácter ritual difícil de precisar. También se han documentado marcas
de corte en restos de perro en algunos yacimientos argáricos y del Bronce final
del sudeste peninsular (Driesch y Boessneck, 1980; Milz, 1986; Friesch, 1987).
Es necesario resaltar también, las citas sobre el aprovechamiento y procesamiento de carnívoros en otras cuevas redil como el del perro en Pupićina
(Croacia) (Miracle, 2006), el del zorro en Cendres (Alicante) (Iborra y Martínez, 2009), el del tejón y de la marta o la garduña en Grotte Gardon (Francia)
(Chiquet, 2009) o el ya mencionado caso del lince en el Abric de la Falguera
(Pérez Ripoll, 2006) (cuadro 2).
Todos estos estudios citados se centran fundamentalmente en el análisis de
marcas de corte, fracturación y termoalteraciones por lo que, aunque el consumo de estos animales se presupone, no se han identificado evidencias directas.
Sin embargo, en El Mirador, ha sido posible identificar el consumo a través de
las mordeduras y otras marcas de dientes humanos. Se trata de alteraciones
difíciles de identificar y que presentan equifinalidad con respecto a las marcas
dejadas por otros agentes (Saladié et al., 2014). Sin embargo, el óptimo estado de conservación de las superficies corticales de los restos de El Mirador ha
permitido aunar criterios morfológicos, anatómicos y métricos para la identificación de este tipo de alteraciones (Binford, 1981; Brain, 1981; Fernández-Jalvo
and Andrews, 2011; Andrés et al., 2012; Saladié et al., 2013; Pickering et al., 2013).
Estas son además relativamente abundantes en el resto del conjunto faunístico
sino también en un porcentaje importante de los restos humanos recuperados
en el nivel del Bronce MIR4 (Cáceres et al., 2007; Saladié et al., 2009, 2013) que
además presentan también otras evidencias de haber sido canibalizados.
Datos etológicos, etnográficos y posibles interpretaciones
A la hora de abordar una interpretación sobre las motivaciones de la captación,
procesamiento y consumo del gato salvaje y otros carnívoros en El Mirador, es
fundamental valorar los datos etnográficos, que informan sobre la interacción
entre estos y los grupos de pastores, así como contemplar aspectos etológicos.
257
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
El gato salvaje es un animal solitario y crepuscular aunque también es frecuente que se encuentre activo durante todo el día. Se trata de una especie que se
adapta perfectamente en medios heterogéneos (García, 2004) como el mosaico
vegetal que se habría configurado en el entorno más inmediato de la cueva de El
Mirador: tierras de cultivo, bosques mixtos de robles y zonas de ribera (Euba et
al., 2016; Expósito et al., 2017; Rodríguez et al., 2016; Vergès et al., 2016).
Una plasticidad ecológica similar es la que presentan las dos otras especies de carnívoros salvajes procesadas y consumidas en El Mirador, los tejones
(Virgós, 2005) y, especialmente, los zorros (López-Martín, 2010). Considerando que el perro doméstico es la especie que completa el conjunto de carnívoros consumidos en El Mirador, es posible afirmar que se trata de diferentes
episodios de aprovechamiento de los recursos proporcionados por las inmediaciones de la cavidad mediante la práctica de la caza.
Exceptuando el perro, y tal y como lo reflejan los datos etnográficos, la
caza tradicional de estas especies, ha sido relativamente habitual en la península ibérica y se ha realizado mediante diferentes técnicas de trampeo (lazos,
trampas, venenos, etc.) (Cecilia, 1991). No es de extrañar que, en el caso de El
Mirador, la caza de estos carnívoros se produjera de la misma manera.
Por otra parte, los datos etnográficos informan también sobre la constante amenaza que para el rebaño han supuesto históricamente los carnívoros
salvajes. El lobo es considerado la principal amenaza, tal y como lo recoge
Columela en su Re Rustica o se plasma en las Ordenanzas de la Mesta de 1512,
donde se contempla el pago de recompensas para quien mate a este animal
(Rodríguez, 2001). Sin embargo, se considera también altamente peligrosos
a pequeños carnívoros, como zorros o gatos quienes pueden llegar a matar a
los corderos y pueden herir seriamente a los adultos (Represa, 1998). Por otra
parte, el estrés que causan estos ataques a los rebaños es el origen también de
abortos en las hembras gestantes (Aguirre, 1991; Represa, 1998).
La abundancia de restos fetales y neonatales de ovicaprino en la cueva
de El Mirador, ha sido interpretada como un indicio de los abortos que se
habrían producido en el rebaño y, con ello, del uso de la cueva como redil de
las hembras gestantes y paridera (Martín et al., 2016). Según los datos etnográficos, se trataría por tanto de una población sensible al ataque de cualquier
tipo de alimaña a la que el pastor intentaría dar caza. Por lo tanto, tampoco
se puede descartar que el origen de una parte de estos abortos hubiera sido
producido por la interacción de estos animales y el ganado.
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
Dentro de un mismo proceso de salvaguarda del producto y aprovechamiento del entorno podría encontrarse la caza de los ungulados salvajes
(ciervos, corzos y jabalíes), que podrían haber supuesto una amenaza para
los cultivos. En El Mirador, prácticas agrícolas y ganaderas se desarrollan en
paralelo, apreciándose una intensificación de las primeras en las ocupaciones de la Edad del Bronce (Expósito, 2007) y un sensible aumento de la caza
de ungulados (Martín, 2015). Teniendo en cuenta que la captura tradicional
de las alimañas suele producirse por trampeo, tampoco es descartable que
su captura se hubiera producido de forma fortuita en episodios de caza no
selectiva de animales pequeños-medianos, entre los que también se podrían
encontrar conejos o liebres, a su vez presentes (aunque en bajo número) en el
conjunto de El Mirador (Martín, 2015).
Más allá del modo de aprovisionamiento de los gatos salvajes y otros carnívoros, tanto en El Mirador como en otros yacimientos contemporáneos,
cabe preguntarse el porqué de su aprovechamiento y el consumo de su carne.
El aporte de biomasa de estos individuos en El Mirador es insignificante, si
se tiene en cuenta el aportado por las vacas y cérvidos así como por los ovicaprinos (Martín, 2015).
Más allá del típico aprovechamiento peletero de estos animales, no descartable en el caso de los carnívoros documentados en El Mirador, el interés
de este trabajo se centra especialmente en el aprovechamiento y consumo de
su masa muscular. La carne de gato (salvaje o doméstico) ha sido o es todavía
consumida en varias regiones del mundo, como la asiática (Corea, China,
Vietnam) (Barlett y Clifton, 2003; Podberscek, 2007 y 2009), Sudamérica y
las islas del Pacífico (Perú, Hawai, Taití, Argentina, Perú) y del océano Índico
(Madagascar) (Czaja et al., 2015).
El consumo de gato en la península ibérica al menos desde la Edad Media
se refleja en el dicho popular «dar gato por liebre» que recogen numerosos
autores, incluyendo El Quijote o varias obras del Siglo de Oro, que hablan
de cómo en los establecimientos populares se ofrecía la carne de este animal
(Rodríguez, 2007), asociándose por lo tanto, a épocas de escasez o de guerra.
En relación a este consumo de subsistencia, son múltiples las referencias sobre el consumo de carnívoros en general y perros domésticos en particular,
durante estos períodos de crisis (Beech, 1995; Murphy, 2001).
En este sentido, y por lo que respecta al consumo de gato, destaca el patrón observado, aún en la actualidad en Madagascar. Este país se caracteri-
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
za por una inestabilidad política y escasez de recursos que se ha traducido
en una desnutrición de parte de la población en los últimos años. Los gatos
(salvajes y domésticos), aunque no son cazados o criados con este fin, son
consumidos de forma oportunista, aprovechando momentos en los que se
dispone de un fácil acceso a este animal: ataques a los animales domésticos,
gatos atropellados en las cunetas, etc. (Czaja et al., 2015).
En Corea, los gatos (domésticos o salvajes) son empleados con un fin gastronómico. En concreto, es muy apreciado un licor de gato al que se le atribuyen propiedades para combatir la artritis y el reúma (Podberscek, 2009).
Entre el resto de carnívoros, el consumo del perro o ‘cinofagia’ es el más
habitual. Además de su ya mencionado consumo ritual o del que se realiza en
épocas de escasez, éste se documenta también en contextos donde el acceso
a otras fuentes de proteínas, como ungulados de pequeño y mediano tamaño, es limitado. Es el caso de los ambientes desérticos, costeros o insulares
(Harcourt, 1974; Wing, 1978; Bonte, 2004; Podberscek, 2009; Serra Mallol,
2010). También es necesario contemplar el consumo que de estos animales
hacen algunas culturas que consideran que tienen propiedades especiales,
como medicinales, nutritivas o estéticas (Beech, 1995; Faddegon, 2004; De
Grossi y Minniti, 2006).
Teniendo en cuenta los datos de El Mirador, la hipótesis más probable
para explicar el consumo del gato salvaje, y del resto de carnívoros, es que se
trata de un aprovechamiento de tipo oportunista y con un objetivo culinario y
nutritivo. El ejemplo del consumo de gato de Madagascar es el que probablemente más se acerque al patrón observado en El Mirador.
Sin embargo, es difícil precisar cuál es la motivación de este tipo de consumo. No se puede descartar el desarrollo de episodios de crisis del rebaño
o conflictos. Atendiendo a los datos etnográficos, se presupone un volumen
pequeño de los rebaños (menos de 100 cabezas) (Dahl y Hjort, 1976; Seguí,
1999) y, como ya se ha mencionado, se han documentado abortos en El Mirador (Martín et al., 2016). A esta afirmación se une el hecho de que algunos
restos de individuos fetales presentan también evidencias de consumo, lo
que podría ser un indicador de problemas en el proceso de cría. Sin embargo,
y aunque es un hecho difícil de corroborar a nivel arqueológico, el porcentaje de restos fetales de El Mirador podría entrar entre el 2-3% de abortos espontáneos que se producen en los rebaños actuales (García-González, 1979;
Cambero, 1999; Martín et al., 2016).
260
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
Otra posible explicación al consumo puntual de gatos y carnívoros es que
éste tuviera origen en una maximización del aprovechamiento del entorno
para la obtención de carne. La caza, incluida la de estos animales, sería un buen
instrumento para el mantenimiento del rebaño, es decir, para evitar o minimizar el sacrificio del ganado. La productividad, en estos sistemas, es mayor si se
mantiene al animal doméstico vivo (Ryder, 1993; Halstead, 1993). Buena parte
de las fuentes etnográficas informan que, en sistemas de subsistencia o producción familiar, los rebaños son considerados un excedente vivo no caduco o un
seguro del propio sistema económico que se sacrifica sólo en caso de necesidad
(Dahl y Hjort, 1976; Redding, 1981; Halstead, 1993; Ryder, 1993; Seguí, 1999).
La base de la dieta de estos grupos suele depender de la producción agrícola y
los productos secundarios ofrecidos por el rebaño, mientras que el consumo
de carne es menos habitual (Solecki, 1979; Halstead, 1993, 1996; Seguí, 1999;
Halstead, 2006) y, cuando es posible, es complementado por la caza.
Por último, cabe plantear la posibilidad de que la carne de estos carnívoros recibiera una consideración especial por parte de estos grupos neolíticos y
de la Edad del Bronce, tal y como ocurre en algunas culturas ya mencionadas
(Podberscek, 2009). Ésta es una práctica difícil de constatar a nivel arqueológico, pero no ha de ser descartada. Sin embargo, sí que se ha de desechar
la posibilidad de que el consumo de estas especies pueda atribuirse a un tratamiento ritual o funerario de los mismos, también a semejanza de otros yacimientos del Bronce como La Huelga. El contexto en el que aparecen no
cumple con las características que definen a este tipo de conjuntos (Groot,
2008): no aparecen en conexión anatómica, ni en un contexto funerario o en
asociación directa con restos humanos.
CONCLUSIONES
En la cueva de El Mirador se ha documentado el procesamiento y consumo
del gato salvaje y de otros carnívoros salvajes (zorro y tejón) y domésticos
(perro). Se trata de unas prácticas excepcionales en el contexto de la cavidad,
pero que se repiten puntualmente a lo largo de toda la secuencia del Neolítico
y de la Edad del Bronce.
Aunque esta práctica no es habitual, se han encontrado otros ejemplos tanto
en yacimientos contemporáneos de la península ibérica como en otras cuevas
redil. Sin embargo, el caso de El Mirador es el primero en el que ha sido posible
identificar evidencias directas de consumo humano (mordeduras, peeling, etc.).
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
Teniendo en cuenta el contexto del yacimiento así como datos etnográficos y etológicos, la explicación más probable a este tipo de comportamiento
es que responde a un tipo de consumo oportunista. Todos estos carnívoros
son una amenaza histórica del rebaño y su caza no sólo constituye una medida de protección del mismo sino también una fuente de proteínas y de otras
materias primas alternativa a las proporcionadas por el ganado.
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10
EL CONSUMO DE GATO SALVAJE (FELIS SILVESTRIS)
Y OTROS CARNÍVOROS EN EL MIRADOR (SIERRA
DE ATAPUERCA, BURGOS): CONTEXTUALIZACIÓN Y
POSIBLES INTERPRETACIONES
Patricia Martín, Palmira Saladié, Jordi Nadal y Josep Maria Vergès
ABSTRACT
Wild cat (Felis silvestris) was consumed in Neolithic levels (sixth millennium
cal BC) of El Mirador Cave. Foxes, badgers and domestic dog consumption
has been also identified in Neolithic and Bronze Age levels of this cave. The
taphonomic analysis of complete surface of carnivore remains let record cut
marks, tooth marks, bone breakage and heating modifications (burning and
boiling). Wild cats were boiled and their flesh and their marrow were consumed. Carnivore was represented by very low number of remains. They thus
constitute occasional practices that could be attributed to the opportunistic
means to obtain meat in crisis periods and/or alternative to domestic animals consumption.
INTRODUCCIÓN
La presencia de carnívoros salvajes o domésticos en contextos de hábitat neolíticos o de la Edad del Bronce no suele ser habitual, al ser los ungulados domésticos y salvajes los principales recursos alimenticios de estas comunidades. Por otra parte, la aparición de estas especies en dichos conjuntos, ha sido
asociada habitualmente con su uso peletero (Méniel, 1987; Sanchis y Sarrión,
2004; Pérez Ripoll, 2006; Chiquet, 2009).
En la cueva de El Mirador se ha documentado el procesamiento y consumo del gato salvaje en dos niveles del Neolítico antiguo (VI milenio cal AC) y
de otros carnívoros, recuperados tanto en niveles neolíticos como de la Edad
Interaccions entre felins i humans. III Jornades d’arqueozoologia.
Museu de Prehistòria de València (2017): 243-268.
[page-n-2]
PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
del Bronce. Aunque éste no es un caso aislado en el contexto peninsular y en
estas cronologías, se trata de una práctica poco habitual (Sanchis y Sarrión,
2004; Miracle, 2006; Liesau et al., 2014; Llorente et al., 2014; Llorente, 2015).
El gato salvaje es también procesado en varios yacimientos mesolíticos
del centro y norte de Europa (Bridault y Chiquet, 2000; Strid, 2000; Crezzini
et al., 2014) mientras que en yacimientos protohistóricos e históricos se documenta fundamentalmente el aprovechamiento de los perros domésticos.
Es el caso del consumo documentado en yacimientos galos de la Edad del
Hierro (Horard-Herbin, 2014) o en asentamientos romanos (Wilkens, 2002),
en este último caso, relacionados, eso sí, con prácticas funerarias o rituales.
A diferencia de los contextos domésticos, la presencia de carnívoros en estructuras de este tipo es relativamente abundante en cronologías neolíticas
y de la Edad del Bronce en la península ibérica, especialmente en el caso del
perro. Sus cuerpos suelen aparecer completos y en conexión anatómica o bien
por segmentos (Blasco et al., 1991; García-Moncó, 2008; Ramos, 2009; Valera
et al., 2010; Albizuri, 2011; Liesau, 2011; Liesau et al., 2014 entre otros), pero
raramente se documenta su aprovechamiento o consumo.
En este trabajo, se presenta el estudio completo de los restos de gato salvaje y otros carnívoros recuperados en la cueva de El Mirador que contempla
aspectos zooarqueológicos y tafonómicos y aborda una interpretación sobre el
origen de estos animales en el conjunto así como la motivación de su consumo.
LA CUEVA DE EL MIRADOR Y EL CONTEXTO ARQUEOLÓGICO
La cueva de El Mirador se encuentra en la vertiente del extremo sur de la
sierra de Atapuerca, a una altura de 1033 msnm y dominando visualmente
todo el valle del río Arlanzón. Las excavaciones sistemáticas se iniciaron en
el año 1999 y continúan en la actualidad. Durante la primera década de intervenciones se realizó un sondeo de 6 m2, en la parte central de la cavidad,
donde se documentó una secuencia holocena de 6 m de profundidad. En el
año 2009 se inició la excavación de otros dos sondeos localizados en el NW
(Sector 100) y NE (Sector 200) de la cueva y adosados a la pared de la misma. El principal objetivo era documentar el desarrollo de la cavidad en el
sistema kárstico así como posibles variaciones estratigráficas en diferentes
zonas (Vergès et al., 2016).
Tanto en el sondeo central como en el Sector 100 se han documentado secuencias sedimentarias asociadas con el uso de la cueva como redil para el gana-
244
[page-n-3]
El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
do, debido a la acumulación de restos de estiércol y restos vegetales asociados con
el lecho y la alimentación del rebaño (fumier) (Vergès et al., 2002, 2008, 2016).
Las dataciones obtenidas en el sondeo central así como el material arqueológico
indican una ocupación de la cavidad, desde los inicios del Neolítico, primer cuarto del del VI milenio cal AC, hasta el Bronce medio, a finales del II milenio cal AC,
con una interrupción en el Calcolítico y el inicio de la Edad del Bronce (Vergès et
al., 2002, 2008, 2016). De la misma manera, las dataciones y el conjunto arqueológico recuperados en el Sector 100 hasta el momento, indican un uso de la cueva
como redil durante el Bronce medio (Vergès et al., 2016).
El material arqueológico, fundamentalmente cerámicas e industria lítica,
es escaso y aparece muy fragmentado. Este hecho ha dificultado una adscrip-
Nivel
II mil.
IV mil.
V mil.
VI mil.
MIR103
MIR104
MIR105
MIR106
MIR3
MIR4
MIR5
MIR6
MIR7
MIR8
MIR9
MIR10
MIR11
MIR12
MIR13
MIR14
MIR15
MIR16
MIR17
MIR18
MIR19
MIR20
MIR21
MIR22
MIR23
MIR24
Sector excavación
Sector 100
Sector 100
Sector 100
Sector 100
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Sondeo central
Datación (cal AC)
1500-1340
1410-1510
*
1720-1520
*
1440-1120/1780-1580
*
3680-3400
*
3820-3620
3990-3710
*
4350-3990
*
4360-4200
4390-4230
*
4730-4370
*
5130-4890
5260-4900
5120-4840
5440-5240
5250-4890
5380-5180
5110-4870/6020-5820
NR
total
132
77
593
62
221
560
19
62
13
46
161
107
1364
465
352
269
303
1386
91
762
740
425
630
110
130
80
NISP
total
45
25
209
21
56
172
11
28
4
24
71
41
179
130
135
138
96
434
35
276
229
140
277
46
45
34
NISP
carnívoros
3
0
4
0
2
5
0
0
0
0
0
1
4
0
0
0
0
5
2
1
5
1
3
0
0
1
CUADRO 1. Número de restos identificados a nivel taxonómico (NISP) de El Mirador,
distribuido por niveles.
245
[page-n-4]
PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
ción cultural clara de buena parte de los niveles neolíticos del sondeo central
por lo que, en este trabajo, estos han sido clasificados en tres grandes períodos cronológicos, teniendo en cuenta las dataciones obtenidas: VI milenio
(MIR24-MIR18), V milenio (MIR17-MIR11) y IV milenio (MIR10-5) (cuadro 1).
La importancia de la actividad ganadera se manifiesta también a través de
la abundancia de los restos faunísticos procedentes de animales domésticos,
en especial de los ovicaprinos. En concreto, destaca el elevado número de
restos fetales y neonatales de ovejas y cabras, que indican un uso de la cueva
como redil de cría y paridera (Martín et al., 2016).
Los estudios arqueobotánicos confirman el desarrollo de actividades ganaderas y agrícolas tanto en el interior de la cavidad como en sus alrededores
(Euba et al., 2016; Rodríguez et al., 2016; Vergès et al., 2016). Junto con las
tierras de cultivo, el entorno más inmediato de El Mirador estaría compuesto
por vegetación de ribera y montañosa (fundamentalmente abedules y abetos)
así como por bosques mixtos de roble y encina (Allué y Euba, 2008).
Además de su uso como redil, la cueva fue empleada también como espacio sepulcral, durante el Calcolítico y la Edad del Bronce. En concreto, se ha
documentado un sepulcro colectivo en el sector 200 (Vergès et al., 2016) y un
depósito con restos humanos canibalizados (Cáceres et al., 2007).
MATERIAL Y MÉTODOS
Los restos de gato salvaje y carnívoros estudiados en este trabajo proceden de
11 de los 23 niveles arqueológicos documentados en el sondeo central y dos de
los seis niveles excavados hasta el año 2013 en el Sector 100 (cuadro 1). Todos
ellos han sido recuperados dispersos en estos niveles junto con otros fragmentos de fauna pertenecientes a diversas especies, salvajes y domésticas.
De los 9592 restos recuperados en estos niveles, 33 han sido identificados
como carnívoros (0,3%) y 24 presentan algún tipo de modificación humana
(0,2%), tres de ellos pertenecen a gatos salvajes. Este estudio se ha basado
en el análisis taxonómico, anatómico y tafonómico de los restos, éste último
centrado en las modificaciones de origen antrópico.
La edad de muerte de los individuos ha sido establecida mediante criterios de erupción dental (Piérard, 1967; Barone, 1969; Schmidt, 1972) y fusión
ósea (Piérard, 1967; Barone, 1969).
El análisis tafonómico se ha llevado a cabo empleando criterios macroscópicos y microscópicos (lupa binocular modelo OPTHEC 120 Hz, 60x y ESEM
246
[page-n-5]
El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
modelo ESEM FEI QUANTA). De esta manera, se han identificado alteraciones relacionadas con el procesamiento y consumo de los restos: marcas de corte,
mordeduras humanas y evidencias de fracturación antrópica y procesamiento
culinario. Para la determinación y definición de todas ellas se ha tenido en cuenta
conjuntamente diferentes rasgos así como la información proporcionada por estudios actualistas, con el objetivo de evitar posibles problemas de equifinalidad.
Las marcas de corte se han identificado valorando su morfología y localización en la superficie del hueso y en el elemento anatómico. De esta manera
ha sido posible distinguir diferentes fases del procesamiento de las carcasas
(Binford, 1981; Shipman y Rose, 1983; Nilssen, 2000).
Las mordeduras humanas han sido determinadas mediante criterios morfológicos y métricos (Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Pickering et al., 2013;
Saladié et al., 2013) y la información proporcionada por trabajos metodológicos previos (Gifford-González, 1989; White y Toth, 1991; Botella et al., 2000;
Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Pickering et al., 2013; Saladié et al., 2014),
por estudios actualistas (Binford, 1981; Brain, 1981; Jones, 1993; White y Toth,
1991; Fernández-Jalvo y Andrews, 2011; Andrés et al., 2012; Pickering et al.,
2013; Saladié et al., 2013) y etnoarqueológicos (Binford, 1981; Brain, 1981) y por
trabajos previos centrados en el propio conjunto faunístico y de los restos humanos de El Mirador (Cáceres et al., 2007; Saladié, 2009; Saladié et al., 2013).
En concreto, se ha tenido en consideración la morfología de las marcas, su
localización en el hueso y su coexistencia con otras modificaciones asociadas
con el proceso de consumo, como pueden ser el peeling, el desconchado o
flaking del hueso o la presencia de microestriaciones en los surcos.
Los criterios métricos se han empleado para calcular el índice de circularidad (p= área mínima/área máxima) en las depresiones de morfología creciente. Según los estudios (Saladié, 2009) las depresiones humanas presentan un
índice igual o menor a 0,5 mientras que las depresiones de otros omnívoros y
las de los carnívoros presentan un índice de 0,7 (Selvaggio, 1994; Saladié, 2009).
Las evidencias de fracturación se centran en las marcas de percusión consistentes en puntos de impacto o abrasiones provocadas por dicha percusión,
algunas de ellas además asociadas con muescas concoidales y peeling (Blumenschine y Selvaggio, 1988; Blumenschine, 1994).
El procesamiento culinario de los carnívoros de El Mirador se ha identificado, fundamentalmente, a través de las marcas de hervido. Algunos restos presentan también marcas de cremación, sin embargo, el origen de dicha
247
[page-n-6]
PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
alteración puede ser asociado tanto con dicho procesamiento como con las
quemas periódicas de estiércol en la cavidad.
La distinción de los huesos hervidos también es compleja. A nivel macroscópico, los restos hervidos presentan un aspecto translúcido y una superficie
y bordes de fractura pulidos y redondeados (White, 1992; Botella et al., 2000).
Los estudios microscópicos mediante microscopía óptica de barrido ambiental relacionan los huesos hervidos con superficies corticales con un aspecto
más suave (Bosch et al., 2011; Truillo-Mederos et al., 2012; Solari et al., 2015).
RESULTADOS
En la secuencia de El Mirador, se han recuperado tres restos de gato salvaje
(Felis silvestris), todos ellos en niveles neolíticos, de los cuales dos de ellos
presentan evidencias de procesamiento y consumo.
En el nivel MIR19 (VI milenio cal AC), se ha documentado un fragmento
de maxilar izquierdo perteneciente a un individuo inmaduro con evidencias
de cremación.
En el nivel MIR20, con una cronología del VI milenio cal AC, se ha recuperado una hemimandíbula izquierda con evidencias de fracturación, consumo
y hervido (figura 1). El consumo antrópico de este individuo se ha identificado a través de un surco poco profundo, de sección cuadrada y trazado
sinuoso localizado en la cara lingual, cerca del foramen mandibular (figura 1:
a, b). La fracturación de este mismo elemento se ha documentado gracias a
la estriación causada por una percusión. Ésta se localiza en la cara vestibular
de la hemimandíbula y bajo los forámenes mentonianos (figura 1: c). Relacionada con esta misma percusión, se ha observado un desconchamiento en
el esmalte del canino, concretamente, en su cara vestibular (figura 1: d). Este
es atribuible al impacto absorbido por esta pieza durante el proceso de fracturación.
En el nivel MIR17, datado en el V milenio cal AC, se ha identificado una
depresión en un escafolunar derecho. Esta se encuentra en la superficie cortical de la cara inferior del hueso (figuras 1: e, f, g).
Junto con los restos de gato salvaje, otras tres especies de carnívoros presentan evidencias de procesamiento y consumo antrópico: el perro doméstico (Canis
familiaris), el zorro (Vulpes vulpes) y el tejón (Meles meles) (figura 2). También
destaca la presencia de una vértebra de carnívoro indeterminado recuperada en
el nivel neolítico MIR21 y un fragmento de mandíbula de Mustela sp., recuperado
248
[page-n-7]
El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
en el nivel neolítico MIR10, ambos con evidencias de haber sido hervidos.
El perro es el que ha ofrecido una información más completa sobre su
procesamiento y consumo. Así, ha sido posible documentar su desarticula-
FIGURA 1. Descripción, localización e interpretación de las alteraciones identificadas
en los restos de gato salvaje (Felis silvestris).
249
[page-n-8]
PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
FIGURA 2. Descripción, localización e interpretación de las alteraciones identificadas
en los restos de perro (Canis familiaris), zorro (Vulpes vulpes) y tejón (Meles meles).
250
[page-n-9]
El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
ción, descarnación, fracturación, hervido y consumo. La desarticulación ha
sido posible documentarla en el nivel neolítico MIR18 y en el nivel MIR4,
datado en la Edad del Bronce (figura 2: 1). En MIR18, se ha hallado una tibia
que presenta marca de corte localizada en la cara craneal del maléolo medial
(figura 2: 1a). En MIR4, las marcas de corte se localizan en sendos fragmentos
de húmero (un fragmento de la epífisis proximal y un fragmento que incluye
la diáfisis y la epífisis distal), probablemente pertenecientes a un mismo individuo (figuras 2: 1c, 1d). Las incisiones se encuentran en la cara posterior del
hueso, a la altura de la inserción del músculo ancóneo (n=2), en la cara lateral
del epicóndilo, a la altura de la inserción del músculo ulnar (n=1), y en la cara
medial del hueso, a la altura de la inserción del músculo pronator (n=1). A
todas ellas, se unen dos tajos localizados en la cabeza del húmero. También
en MIR4, se ha documentado una vértebra torácica que presenta incisiones
localizadas en el proceso articular (=3). En este mismo elemento, han sido
identificadas incisiones en el proceso espinoso (n=6) y entre este y el cuerpo
vertebral (n=1) que indican un proceso de descarnación. Este proceso ha sido
también evidenciado a través de las marcas localizadas en la diáfisis del fragmento de húmero de este mismo nivel y del fragmento de radio recuperado
en MIR105 (figura 2: 1f). El consumo de los nutrientes internos del hueso se
evidencia de nuevo en la tibia localizada en MIR18 a través de una abrasión
(figura 2: 1b) y una lasca parásita localizadas en la cara craneal de la diáfisis y a
través del fragmento de diáfisis de húmero encontrado en MIR4, que presenta claras marcas de fracturación antrópica. Las alteraciones macroscópicas y
microscópicas relacionadas con el hervido de los huesos se aprecian en todos
los restos de perro encontrados con la excepción del fragmento de maxilar
recuperado en MIR103 (Martín et al., 2014).
Las evidencias de consumo antrópico han sido halladas en un atlas
(MIR19), en un segundo metacarpo y la vértebra torácica de MIR4, en el fragmento de maxilar de MIR103 y en un fragmento de radio (MIR105). El atlas
presenta un crushing en la superficie cortical, entre el foramen transverso y
el ángulo de la fosa articular caudal (figura 2: 1g) y un peeling clásico, bajo el
foramen transverso.
El segundo metacarpo presenta una depresión poco profunda en la superficie dorsal de la epífisis proximal. Sus medidas (2,31 x 1,32 mm) y el índice de
circularidad (p= 0,5) la sitúan dentro del rango de las mordeduras humanas.
En la vértebra torácica se ha identificado una fractura en la apófisis, provo-
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
cada por las piezas dentales al entrar en contacto con el hueso (saw-toothed
edge). El fragmento de maxilar presenta un surco estrecho y fondo irregular,
situado sobre el Dp3 (figura 2: 1h). Por último, en el fragmento de radio se
puede observar un surco de origen antrópico, con trayectoria discontinua y
fondo irregular, localizado en la cara anterior de la diáfisis (figura 2: 1f).
Los restos de zorro presentan evidencias de haber sido despellejados,
fracturados, hervidos o consumidos.
El despellejamiento ha sido documentado en sendos restos de MIR21 y
MIR16. Se trata de una primera falange con una marca de corte en la cara plantar y de un fragmento de maxilar con una incisión sobre el M1 (figura 2: 2a).
Las evidencias de hervido se han identificado en los fragmentos de maxilar de MIR16, así como en el radio recuperado en MIR103.
El consumo de la carne y de los nutrientes internos del hueso se han documentado a través del borde crenulado de morfología angular y una depresión
localizados en uno de los fragmentos de maxilar de MIR16 (figura 2: 2b). En
MIR11, el fragmento de parietal presenta muescas, un negativo de extracción
de lasca medular y fisuras que se pueden relacionar tanto con la fracturación
como con el mordido. Por último, en el radio localizado en MIR103, se ha documentado un surco poco profundo, de recorrido discontinuo (figura 2: 2c),
en la cara posterior de la diáfisis, y diez depresiones en la cara anterior de la
epífisis distal (figura 2: 2d).
Tan sólo se ha recuperado un resto de tejón (nivel MIR24) con evidencias
de consumo y hervido. Se trata de un fragmento de radio que presenta un
removido parcial del tejido trabecular de la epífisis proximal asociado a un colapso de la superficie cortical, localizado en la misma zona (figura 2: 3a). También se han identificado tres depresiones con morfología de media luna y un
índice de circularidad de 0,5, todas ellas ubicadas en la diáfisis (figura 2: 3b).
DISCUSIÓN
El contexto de El Mirador y de la península ibérica
Los restos de gato salvaje y otros carnívoros estudiados en este trabajo han sido recuperados en los niveles neolíticos (VI-IV mil. cal AC) y de la Edad del Bronce (II
mil. cal AC) de la cueva de El Mirador. Estos fueron originados por diferentes ocupaciones durante las cuales la cavidad fue empleada como redil para el ganado.
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
FIGURA 3. Comparativa de los porcentajes de NISP de los carnívoros y herbívoros de
los niveles neolíticos de El Mirador.
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
FIGURA 4. Comparativa de los porcentajes de NISP de los carnívoros y herbívoros de
los niveles de la Edad del Bronce de El Mirador.
El NISP de todos estos carnívoros es muy bajo, especialmente si lo comparamos con el de los ungulados domésticos y salvajes, y representa entre el
1% y el 2% del total de restos identificados taxonómicamente en las cuatro
fases cronológicas identificadas (figuras 3 y 4). Por lo tanto, su procesamiento y consumo, es una práctica de carácter puntual y excepcional dentro de la dinámica general de las ocupaciones de El Mirador (Martín et al.,
2009, 2016; Martín, 2015).
Se ha documentado el procesamiento y consumo humano de gato salvaje
así como de otros carnívoros salvajes, tejón y zorro, y del perro. Todas estas
evidencias tafonómicas son similares a las observadas en los ungulados domésticos y salvajes que conforman la base de la dieta de El Mirador.
En concreto, y en el caso del gato, estas actividades se han identificado en
las ocupaciones más antiguas de la secuencia neolítica, datadas a finales del
VI milenio y el V milenio cal AC. Una mandíbula con evidencias de hervido y
fracturación y la mordedura localizada en un escafolunar permiten plantear
el consumo antrópico de esta especie.
El procesamiento culinario y consumo de los tejones presenta también
un carácter puntual y limitado a la ocupación neolítica más antigua (nivel
MIR24). Por último, dentro de su excepcionalidad, el procesamiento antrópico de zorros y, especialmente, de perros, es más prolongado en el tiempo,
habiendo sido identificado tanto en los niveles neolíticos como en los del
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
Bronce. En el caso de los zorros, ha sido posible documentar además su despellejamiento, hecho que abre la posibilidad de plantear no sólo su uso como
fuente de nutrientes sino también de un producto secundario como es la piel.
El perro, por su parte, es el carnívoro mejor representado de la secuencia y
por ello, también el que ofrece una mayor información sobre aprovechamiento antrópico. De esta manera, se ha identificado su desarticulación, descarnación, fracturación, hervido y consumo.
Al igual que en El Mirador, la presencia de carnívoros en yacimientos neolíticos y de la Edad del Bronce de la península ibérica es escasa y los porcentajes de NISP son muy bajos. En lo que se refiere a las zonas de hábitat, cabe
mencionar la excepción de Cova Fosca donde se han encontrado 1445 restos
en las ocupaciones del Neolítico antiguo y 18 restos en las del Neolítico medio
(Llorente et al. 2014; Llorente, 2015).
De esta manera, El Mirador forma parte de un reducido número de yacimientos neolíticos y de la Edad del Bronce en los que se ha documentado el
tratamiento antrópico de las carcasas de carnívoros, siendo esta afirmación extensible tanto al contexto peninsular como al europeo (cuadro 2). Si además
nos centramos en el procesamiento y consumo de félidos, el número de citas se
reduce considerablemente. Cabe mencionar el posible uso peletero del lince en
el Abric de la Falguera (Alicante) (Pérez Ripoll, 2006) así como el aprovechamiento antrópico del gato salvaje en las ocupaciones del Neolítico antiguo de
Cova Fosca (Castellón) (Llorente et al., 2014; Llorente, 2015). En este segundo
yacimiento, donde, como ya se ha mencionado anteriormente, destaca el número de restos de carnívoros. En concreto, se han identificado marcas antrópicas en la marta, el tejón y zorro. A diferencia de El Mirador, se aprecia que
el aprovechamiento de los carnívoros es regular y su importancia en la dieta,
aunque no es básica, sí que es relevante (Llorente et al., 2014; Llorente, 2015).
Aunque fuera del ámbito peninsular y del contexto de las cuevas redil, destaca también la referencia de Vigne y Guilaine (2004) sobre las marcas de corte y
fracturación identificadas en varios restos de gato (tres mandíbulas y un húmero) del Neolítico precerámico del yacimiento chipriota de Shillourokambos, que
evidencian la desarticulación y despellejamiento del animal. En estos mismos
niveles, se han recuperado también sendos fragmentos de tibia de zorro con marcas de corte que indican la desarticulación y descarnación de este animal.
El resto de referencias suelen centrarse en el procesamiento del perro doméstico (Sanchis y Sarrión, 2004; Miracle, 2006; Liesau et al., 2014), entre las
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256
Liesau et al. 2014
Sanchis y Sarrión, 2004
Driesch y Boessneck, 1980
Sanchis y Sarrión, 2004
Sanchis y Sarrión, 2004
Miracle, 2006
Milz, 1986
Vigne y Guilaine, 2004
Chiquet, 2009
Llorente et al., 2014; Llorente, 2015
Pérez Ripoll, 2006
Driesch y Boessneck, 1980
Sanchis y Sarrión, 2004
Milz, 1986
Iborra y Martínez, 2009
Friesch, 1987
Referencia bibliográfica
CUADRO 2. Síntesis de los yacimientos peninsulares y europeos de cronología neolítica y de la Edad del Bronce en los que se ha documentado el procesamiento o consumo de alguna especie de carnívoro.
La Huelga
Les Jovades
Los Palacios
Lloma de Betxí
Pic dels Corbs
Pupićina
Terrera del Reloj
Shillourokambos
Grotte Gardon
Cova Fosca
Especie
lince
perro
perro
perro
zorro
perro
gato, marta,
Castellón
Neolítico antiguo
tejón y zorro
tejón, marta,
Francia
Neolítico antiguo, Neolítico medio
garduña
Palencia
Bronce medio
perro
Alicante
Eneolítico
perro
Ciudad Real Bronce-Cultura del Argar
perro
Valencia
Bronce
perro
Valencia
Bronce
perro
Croacia
Neolítico, Bronce
perro
Granada
Bronce-Cultura del Argar
perro
Chipre
Neolítico precerámico
gato, zorro
Alicante
Ciudad Real
Alicante
Granada
Alicante
Granada
Abric de la Falguera
Azuer
Cabezo Redondo
Castellón Alto
Cendres
Cerro de la Encina
Neolítico
Bronce-Cultura del Argar
Bronce final
Bronce-Cultura del Argar
Neolítico antiguo
Bronce-Cultura del Argar
Localización Cronología
Yacimiento
PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
que destaca especialmente, el trabajo de Sanchis y Sarrión (2004) sobre los cánidos de los yacimientos valencianos eneolíticos y de la Edad del Bronce. En
sendas fosas de la Edad del Bronce del yacimiento de la Huelga (Palencia), se
han encontrado restos de perro con huellas antrópicas junto con restos de otros
animales (vacas, ovejas y cabras, cerdos y conejos) (Liesau et al., 2014). Atendiendo a las características de estos depósitos, los autores plantean para ellos un
posible carácter ritual difícil de precisar. También se han documentado marcas
de corte en restos de perro en algunos yacimientos argáricos y del Bronce final
del sudeste peninsular (Driesch y Boessneck, 1980; Milz, 1986; Friesch, 1987).
Es necesario resaltar también, las citas sobre el aprovechamiento y procesamiento de carnívoros en otras cuevas redil como el del perro en Pupićina
(Croacia) (Miracle, 2006), el del zorro en Cendres (Alicante) (Iborra y Martínez, 2009), el del tejón y de la marta o la garduña en Grotte Gardon (Francia)
(Chiquet, 2009) o el ya mencionado caso del lince en el Abric de la Falguera
(Pérez Ripoll, 2006) (cuadro 2).
Todos estos estudios citados se centran fundamentalmente en el análisis de
marcas de corte, fracturación y termoalteraciones por lo que, aunque el consumo de estos animales se presupone, no se han identificado evidencias directas.
Sin embargo, en El Mirador, ha sido posible identificar el consumo a través de
las mordeduras y otras marcas de dientes humanos. Se trata de alteraciones
difíciles de identificar y que presentan equifinalidad con respecto a las marcas
dejadas por otros agentes (Saladié et al., 2014). Sin embargo, el óptimo estado de conservación de las superficies corticales de los restos de El Mirador ha
permitido aunar criterios morfológicos, anatómicos y métricos para la identificación de este tipo de alteraciones (Binford, 1981; Brain, 1981; Fernández-Jalvo
and Andrews, 2011; Andrés et al., 2012; Saladié et al., 2013; Pickering et al., 2013).
Estas son además relativamente abundantes en el resto del conjunto faunístico
sino también en un porcentaje importante de los restos humanos recuperados
en el nivel del Bronce MIR4 (Cáceres et al., 2007; Saladié et al., 2009, 2013) que
además presentan también otras evidencias de haber sido canibalizados.
Datos etológicos, etnográficos y posibles interpretaciones
A la hora de abordar una interpretación sobre las motivaciones de la captación,
procesamiento y consumo del gato salvaje y otros carnívoros en El Mirador, es
fundamental valorar los datos etnográficos, que informan sobre la interacción
entre estos y los grupos de pastores, así como contemplar aspectos etológicos.
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
El gato salvaje es un animal solitario y crepuscular aunque también es frecuente que se encuentre activo durante todo el día. Se trata de una especie que se
adapta perfectamente en medios heterogéneos (García, 2004) como el mosaico
vegetal que se habría configurado en el entorno más inmediato de la cueva de El
Mirador: tierras de cultivo, bosques mixtos de robles y zonas de ribera (Euba et
al., 2016; Expósito et al., 2017; Rodríguez et al., 2016; Vergès et al., 2016).
Una plasticidad ecológica similar es la que presentan las dos otras especies de carnívoros salvajes procesadas y consumidas en El Mirador, los tejones
(Virgós, 2005) y, especialmente, los zorros (López-Martín, 2010). Considerando que el perro doméstico es la especie que completa el conjunto de carnívoros consumidos en El Mirador, es posible afirmar que se trata de diferentes
episodios de aprovechamiento de los recursos proporcionados por las inmediaciones de la cavidad mediante la práctica de la caza.
Exceptuando el perro, y tal y como lo reflejan los datos etnográficos, la
caza tradicional de estas especies, ha sido relativamente habitual en la península ibérica y se ha realizado mediante diferentes técnicas de trampeo (lazos,
trampas, venenos, etc.) (Cecilia, 1991). No es de extrañar que, en el caso de El
Mirador, la caza de estos carnívoros se produjera de la misma manera.
Por otra parte, los datos etnográficos informan también sobre la constante amenaza que para el rebaño han supuesto históricamente los carnívoros
salvajes. El lobo es considerado la principal amenaza, tal y como lo recoge
Columela en su Re Rustica o se plasma en las Ordenanzas de la Mesta de 1512,
donde se contempla el pago de recompensas para quien mate a este animal
(Rodríguez, 2001). Sin embargo, se considera también altamente peligrosos
a pequeños carnívoros, como zorros o gatos quienes pueden llegar a matar a
los corderos y pueden herir seriamente a los adultos (Represa, 1998). Por otra
parte, el estrés que causan estos ataques a los rebaños es el origen también de
abortos en las hembras gestantes (Aguirre, 1991; Represa, 1998).
La abundancia de restos fetales y neonatales de ovicaprino en la cueva
de El Mirador, ha sido interpretada como un indicio de los abortos que se
habrían producido en el rebaño y, con ello, del uso de la cueva como redil de
las hembras gestantes y paridera (Martín et al., 2016). Según los datos etnográficos, se trataría por tanto de una población sensible al ataque de cualquier
tipo de alimaña a la que el pastor intentaría dar caza. Por lo tanto, tampoco
se puede descartar que el origen de una parte de estos abortos hubiera sido
producido por la interacción de estos animales y el ganado.
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
Dentro de un mismo proceso de salvaguarda del producto y aprovechamiento del entorno podría encontrarse la caza de los ungulados salvajes
(ciervos, corzos y jabalíes), que podrían haber supuesto una amenaza para
los cultivos. En El Mirador, prácticas agrícolas y ganaderas se desarrollan en
paralelo, apreciándose una intensificación de las primeras en las ocupaciones de la Edad del Bronce (Expósito, 2007) y un sensible aumento de la caza
de ungulados (Martín, 2015). Teniendo en cuenta que la captura tradicional
de las alimañas suele producirse por trampeo, tampoco es descartable que
su captura se hubiera producido de forma fortuita en episodios de caza no
selectiva de animales pequeños-medianos, entre los que también se podrían
encontrar conejos o liebres, a su vez presentes (aunque en bajo número) en el
conjunto de El Mirador (Martín, 2015).
Más allá del modo de aprovisionamiento de los gatos salvajes y otros carnívoros, tanto en El Mirador como en otros yacimientos contemporáneos,
cabe preguntarse el porqué de su aprovechamiento y el consumo de su carne.
El aporte de biomasa de estos individuos en El Mirador es insignificante, si
se tiene en cuenta el aportado por las vacas y cérvidos así como por los ovicaprinos (Martín, 2015).
Más allá del típico aprovechamiento peletero de estos animales, no descartable en el caso de los carnívoros documentados en El Mirador, el interés
de este trabajo se centra especialmente en el aprovechamiento y consumo de
su masa muscular. La carne de gato (salvaje o doméstico) ha sido o es todavía
consumida en varias regiones del mundo, como la asiática (Corea, China,
Vietnam) (Barlett y Clifton, 2003; Podberscek, 2007 y 2009), Sudamérica y
las islas del Pacífico (Perú, Hawai, Taití, Argentina, Perú) y del océano Índico
(Madagascar) (Czaja et al., 2015).
El consumo de gato en la península ibérica al menos desde la Edad Media
se refleja en el dicho popular «dar gato por liebre» que recogen numerosos
autores, incluyendo El Quijote o varias obras del Siglo de Oro, que hablan
de cómo en los establecimientos populares se ofrecía la carne de este animal
(Rodríguez, 2007), asociándose por lo tanto, a épocas de escasez o de guerra.
En relación a este consumo de subsistencia, son múltiples las referencias sobre el consumo de carnívoros en general y perros domésticos en particular,
durante estos períodos de crisis (Beech, 1995; Murphy, 2001).
En este sentido, y por lo que respecta al consumo de gato, destaca el patrón observado, aún en la actualidad en Madagascar. Este país se caracteri-
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
za por una inestabilidad política y escasez de recursos que se ha traducido
en una desnutrición de parte de la población en los últimos años. Los gatos
(salvajes y domésticos), aunque no son cazados o criados con este fin, son
consumidos de forma oportunista, aprovechando momentos en los que se
dispone de un fácil acceso a este animal: ataques a los animales domésticos,
gatos atropellados en las cunetas, etc. (Czaja et al., 2015).
En Corea, los gatos (domésticos o salvajes) son empleados con un fin gastronómico. En concreto, es muy apreciado un licor de gato al que se le atribuyen propiedades para combatir la artritis y el reúma (Podberscek, 2009).
Entre el resto de carnívoros, el consumo del perro o ‘cinofagia’ es el más
habitual. Además de su ya mencionado consumo ritual o del que se realiza en
épocas de escasez, éste se documenta también en contextos donde el acceso
a otras fuentes de proteínas, como ungulados de pequeño y mediano tamaño, es limitado. Es el caso de los ambientes desérticos, costeros o insulares
(Harcourt, 1974; Wing, 1978; Bonte, 2004; Podberscek, 2009; Serra Mallol,
2010). También es necesario contemplar el consumo que de estos animales
hacen algunas culturas que consideran que tienen propiedades especiales,
como medicinales, nutritivas o estéticas (Beech, 1995; Faddegon, 2004; De
Grossi y Minniti, 2006).
Teniendo en cuenta los datos de El Mirador, la hipótesis más probable
para explicar el consumo del gato salvaje, y del resto de carnívoros, es que se
trata de un aprovechamiento de tipo oportunista y con un objetivo culinario y
nutritivo. El ejemplo del consumo de gato de Madagascar es el que probablemente más se acerque al patrón observado en El Mirador.
Sin embargo, es difícil precisar cuál es la motivación de este tipo de consumo. No se puede descartar el desarrollo de episodios de crisis del rebaño
o conflictos. Atendiendo a los datos etnográficos, se presupone un volumen
pequeño de los rebaños (menos de 100 cabezas) (Dahl y Hjort, 1976; Seguí,
1999) y, como ya se ha mencionado, se han documentado abortos en El Mirador (Martín et al., 2016). A esta afirmación se une el hecho de que algunos
restos de individuos fetales presentan también evidencias de consumo, lo
que podría ser un indicador de problemas en el proceso de cría. Sin embargo,
y aunque es un hecho difícil de corroborar a nivel arqueológico, el porcentaje de restos fetales de El Mirador podría entrar entre el 2-3% de abortos espontáneos que se producen en los rebaños actuales (García-González, 1979;
Cambero, 1999; Martín et al., 2016).
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El consumo de gato salvaje (Felis silvestris) y otros carnívoros en el Mirador
Otra posible explicación al consumo puntual de gatos y carnívoros es que
éste tuviera origen en una maximización del aprovechamiento del entorno
para la obtención de carne. La caza, incluida la de estos animales, sería un buen
instrumento para el mantenimiento del rebaño, es decir, para evitar o minimizar el sacrificio del ganado. La productividad, en estos sistemas, es mayor si se
mantiene al animal doméstico vivo (Ryder, 1993; Halstead, 1993). Buena parte
de las fuentes etnográficas informan que, en sistemas de subsistencia o producción familiar, los rebaños son considerados un excedente vivo no caduco o un
seguro del propio sistema económico que se sacrifica sólo en caso de necesidad
(Dahl y Hjort, 1976; Redding, 1981; Halstead, 1993; Ryder, 1993; Seguí, 1999).
La base de la dieta de estos grupos suele depender de la producción agrícola y
los productos secundarios ofrecidos por el rebaño, mientras que el consumo
de carne es menos habitual (Solecki, 1979; Halstead, 1993, 1996; Seguí, 1999;
Halstead, 2006) y, cuando es posible, es complementado por la caza.
Por último, cabe plantear la posibilidad de que la carne de estos carnívoros recibiera una consideración especial por parte de estos grupos neolíticos y
de la Edad del Bronce, tal y como ocurre en algunas culturas ya mencionadas
(Podberscek, 2009). Ésta es una práctica difícil de constatar a nivel arqueológico, pero no ha de ser descartada. Sin embargo, sí que se ha de desechar
la posibilidad de que el consumo de estas especies pueda atribuirse a un tratamiento ritual o funerario de los mismos, también a semejanza de otros yacimientos del Bronce como La Huelga. El contexto en el que aparecen no
cumple con las características que definen a este tipo de conjuntos (Groot,
2008): no aparecen en conexión anatómica, ni en un contexto funerario o en
asociación directa con restos humanos.
CONCLUSIONES
En la cueva de El Mirador se ha documentado el procesamiento y consumo
del gato salvaje y de otros carnívoros salvajes (zorro y tejón) y domésticos
(perro). Se trata de unas prácticas excepcionales en el contexto de la cavidad,
pero que se repiten puntualmente a lo largo de toda la secuencia del Neolítico
y de la Edad del Bronce.
Aunque esta práctica no es habitual, se han encontrado otros ejemplos tanto
en yacimientos contemporáneos de la península ibérica como en otras cuevas
redil. Sin embargo, el caso de El Mirador es el primero en el que ha sido posible
identificar evidencias directas de consumo humano (mordeduras, peeling, etc.).
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PATRICIA MARTÍN, PALMIRA SALADIÉ, JORDI NADAL Y JOSEP MARIA VERGÈS
Teniendo en cuenta el contexto del yacimiento así como datos etnográficos y etológicos, la explicación más probable a este tipo de comportamiento
es que responde a un tipo de consumo oportunista. Todos estos carnívoros
son una amenaza histórica del rebaño y su caza no sólo constituye una medida de protección del mismo sino también una fuente de proteínas y de otras
materias primas alternativa a las proporcionadas por el ganado.
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