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PREHISTORIA Y CINE
¡Estas películas
son geniales!
Helena Bonet Rosado
Directora del Museu de Prehistòria de València
Hacer una exposición sobre la Prehistoria en el cine suponía, cuando se planteó hace un par de años,
un proyecto tan apasionante como lo eran las propias películas, a la vez que un gran reto al ser la primera vez que, en un museo y en España, se abordaba el cine de temática prehistórica desde la perspectiva de la investigación arqueológica. La iniciativa de la exposición surge cuando las comisarias, Paula
Jardón y Clara Pérez, comentan su experiencia en el asesoramiento arqueológico de la película de Jean
Jacques Annaud Su Majestad Minor (2007). Estuvieron, junto con otros colaboradores arqueólogos, en
el rodaje del film en Alicante, compartiendo con el equipo de la película una experiencia inolvidable,
trabajando en talleres experimentales sobre la talla del sílex y el pulimento de la piedra, la manufactura
de útiles de hueso, el curtido de pieles, el tejido, la alfarería o la molienda de cereales. Finalizado el
rodaje se les plantea la posibilidad de adquirir gran parte del vestuario, adornos, accesorios y enseres
originales de la película. Un bagaje espléndido y único que nos lleva a pensar en la posibilidad de
hacer una exposición sobre cine de temática arqueológica o prehistórica, puesto que la ambientación
del film se sitúa en los albores de la civilización, en un horizonte impreciso entre los tiempos Neolíticos y Calcolíticos del área mediterránea, hacia el año 3000 a.C. Naturalmente, el proyecto expositivo
pretendía ir más allá. No se limitaría a una sola película, sino que trataría de abarcar la temática de la
Prehistoria a lo largo de la historia del cine, reflexionando sobre el modo en que se recrea y se documenta la Prehistoria en el cine o sobre cuáles son las imágenes y los mensajes que las películas han
trasmitido a la sociedad sobre los albores de la humanidad. En suma, se trataba de examinar cuál ha
sido la aportación del cine y su universo de ficción a la imagen de las sociedades prehistóricas.
Si bien hay una amplia filmografía sobre cine histórico, con su pretensión de recrear escenarios
y modos de vida que fueron reales, la Prehistoria se ha elegido en menor medida precisamente por
carecer de verosimilitud histórica, por tratarse de épocas de las que resulta difícil recrear el paisaje y
aproximarse a sus protagonistas, a su hábitat y modos de vida. Perdidas en el tiempo y en el espacio,
las epopeyas que narran las películas ambientadas en las épocas prehistóricas se aproximan en su gran
mayoría al cine fantástico y de ficción, o bien a las comedias y parodias. Sólo en las últimas décadas, el
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interés de algunos directores por documentarse y asesorarse por especialistas en arqueología prehistórica, nos ha permitido disfrutar de largometrajes que consiguen una reconstrucción más fidedigna de
lo que fue la humanidad paleolítica o neolítica, en cuyo seno bien pudo discurrir la trama imaginada.
En este sentido, la exposición Prehistoria y Cine pretende dar a conocer a un público no especializado
las producciones audiovisuales que se han realizado sobre uno de los periodos de la historia de la
humanidad menos representados en el cine, a la vez que propone una reflexión sobre la dualidad del
conocimiento y de la imagen de la Prehistoria que tenemos en la actualidad.
A pesar de ser una temática poco recurrente en el cine, se han recogido más de ochenta films (ver
listado anexo) desde el primero de 1905 The prehistoric peeps (Cecil Hepworth, 1905), hasta el más
reciente Ao, le dernier néandertal (Jaques Malaterre, 2010). Sin embargo, tanto para la exposición como
para el catálogo, nuestra atención se ha centrado en las películas más emblemáticas o de mayor éxito
de público, es decir, en aquellas que podemos considerar hitos en la historia del cine y, por extensión,
en la memoria colectiva. Quedan fuera de esta muestra los documentales de divulgación científica y las
películas de animación infantil por pertenecer a géneros cinematográficos con características propias
y con una producción tan extensa que requerirían de un estudio específico. No por ello, sin embargo,
queremos quitar importancia a las numerosas series documentales que nos ilustran sobre los orígenes
de la humanidad ni a aquellos dibujos animados, como Los Picapiedra de Hanna-Barbera (1957) o la
serie animada de televisión francesa de Érase una vez (1979), que deleitaron a los niños en las décadas
de los años sesenta a ochenta del siglo pasado.
La exposición Prehistoria y Cine se estructura en cuatro espacios que dan cuentan de cómo se ha
construido nuestro imaginario colectivo sobre la Prehistoria a través del cine de este género. El primer
ámbito trata de la representación de las ideas, con la proyección de la película The First Circus (Dawley
y Sarg, 1921) sobre la pared de una cueva, haciendo referencia al Mito de la Caverna de Platón. El recorrido sigue a través de una amplia muestra de carteles de cine, libros y material cinematográfico que
ilustran la gran variedad de géneros y tratamientos que el cine de ficción ha dedicado a la Prehistoria.
El tercer ámbito recrea una sala de cine para asistir a la proyección de un audiovisual que presenta
los tópicos más generalizados sobre la Prehistoria incorporados al cine, como: la violencia, el amor
y el sexo, o la lucha con animales feroces. En el último ámbito se muestran las diferentes partes que
configuran una producción cinematográfica: localizaciones, decorados, casting, vestuario, maquillaje,
atrezzo o música, apoyándose para ello, en gran parte, en la documentación, imágenes y materiales
originales de la película Su Majestad Minor.
Como es habitual en las exposiciones del Museo de Prehistoria, esta muestra se complementa con
el presente catálogo que recoge siete contribuciones de reconocidos especialistas en diferentes campos
de la arqueología prehistórica, cinematografía o sociología. En ellos se abordan algunos de los aspectos más destacados y debatidos de las películas ambientadas en la Prehistoria, como la relación entre
el conocimiento científico y la ficción, la representación de la naturaleza humana y de su evolución,
los paisajes y las faunas de los tiempos cuaternarios, el tratamiento de la mujer, la importancia de las
bandas sonoras o los orígenes del cine de ficción prehistórica. Finaliza el libro con una entrevista a Jean
Jacques Annaud, realizada con motivo de esta exposición, en la que comparte con nosotros experiencias y reflexiones en torno a su larga y variada filmografía.
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Tarzan y su hijo (Tarzan finds a son, Ricahrd Thorpe, 1939)
Es incuestionable la importancia que tuvo la gran pantalla para las generaciones que nacimos a mediados
del siglo xx. Vimos tantas de aquellas películas llenas de fantasías e ideales románticos, donde el héroe,
la dama, el peligro y la aventura nos transportaban a mundos fantásticos, que bien podemos afirmar que
el celuloide forjó los sueños, ilusiones y mitos de aquellas generaciones. El cine era, y es, placer, entretenimiento, fábrica de sensaciones y, para muchos de nosotros, en sus salas y pantallas tuvimos la ventana
desde la que asomarse al exterior. «Películas de indios y vaqueros, de romanos, de amor, de guerra, de
miedo o españolas», así es como clasificábamos las películas que se hacían en los cines de barrio o en las
terrazas de verano. Películas toleradas para menores, censuradas, buenas, malas, malísimas, en blanco y
negro, en «technicolor» y hasta en «cinemascope». Películas que devorábamos en las tardes del domingo,
junto con montañas de pipas, en largas sesiones de dos, tres y hasta cuatro títulos, en aquellos enormes
cines todos ellos hoy desaparecidos. A los niños les gustaban las «pelis» de guerra y de miedo y a las niñas
las de amor, pero a todos, absolutamente a todos, nos gustaban las de «aventuras». Tarzán y su hijo (Tarzan
finds a son, Richard Thorpe, 1939) 1 , Las minas del Rey Salomón (King Salomon’s mines, Compton Bernett
y Andrew Marton, 1950), Viaje al centro de la Tierra (Journey to the center of the Earth, Henry Levin, 1959),
Cleopatra (Cleopatra, Joseph L. Mankiewicz, 1963) o ¡Hatari! (Hatari!, Howard Hawks, 1962) fueron al-
¡Estas películas son geniales!
¿Qué nos ha aportado la confluencia Cine-Prehistoria?
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Helena Bonet Rosado
gunas de nuestras preferidas, mezclándose en
nuestra imaginación excitantes aventuras en
países exóticos, grandes pasiones, misterios,
tesoros ocultos, personajes malos y buenos. Es
curioso cómo sabíamos todos los nombres de
las «estrellas» de Hollywood, pero ni uno sólo
de los directores. Tal vez sean aquellas películas de romanos, de selvas y de safaris las que
despertaron en muchos de nosotros la afición
por la arqueología y por los viajes exóticos.
Es verdad que entre aquellos títulos que
dejaron huella en nuestra memoria había
bastantes películas de «romanos», con pretensiones de ilustración histórica, sobre todo
las referidas a la vida de Cristo –algunas de
las cuales seguimos viendo todas las semanas
santas desde entonces, como Ben-Hur (BenHur, William Wyler, 1959) y La Túnica sagrada (The Robe, Henry Koster, 1953), además de
los Diez mandamientos (The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956)–. Sin embargo, los periodos históricos precedentes eran
los grandes ausentes. Sólo los cinéfilos po2 Los Picapiedra. El mapa misterioso. Películas Hanna-Barberá T. XXII.
Colección Jovial. Ed. Recreativas. © Producciones Hanna-Barberá,
dían haber visto algunos clásicos, como His
1973
Prehistoric Past de Charlie Chaplin (1914) o
Las tres edades de Buster Keaton (1923), en películas de 8 o super 8, conseguidas en casas de alquiler,
como la tienda de El Fonógrafo que frecuentaba con mis padres y que estuvo abierta en la calle Quart
de Valencia hasta mediados de los 70.
En Estados Unidos y en algunos países de Europa, se habían estrenado bastantes películas sobre
temática prehistórica pero en España conocíamos la Prehistoria casi exclusivamente a través de los tebeos, como las historietas de Hug el troglodita (Jorge Gasset Rubio) en el Tio Vivo (Dibujantes Españoles
Reunidos), o los dibujos ya mencionados de Los Picapiedra 2 que nos descubrieron una ingeniosa y
divertida Edad de Piedra sin ninguna pretensión de realidad. Habría que esperar a finales de los años
sesenta para que el gran público contemplara por primera vez en la pantalla, a través de una gran producción estadounidense, un film ambientado en la Prehistoria: Hace un millón de años de Don Chaffey
(1966). En aquella época de censura franquista, los jóvenes no olvidarían la espectacular presencia
de Raquel Welch en bikini de pieles que, junto a Ursula Andress saliendo del agua con igual atuendo
blanco en James Bond contra el doctor No (Dr. No, Terence Young, 1962), se convirtieron en las sex simbol
femeninas de los años sesenta. No fue únicamente su protagonista lo que hizo inolvidable Hace un
millón de años, sino el que, para frustración del mundo académico, lo que iba a quedar grabado en el
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2001: una odisea del espacio (2001: a space odyssey, Stanley Kubrick, 1968)
imaginario colectivo de varias generaciones de espectadores era un sinfín de barbaridades históricas
y medioambientales y unos escenarios y conductas carentes de la mínima veracidad. Lo cierto es que,
a raíz de esta película, proliferaron en la década de los setenta las películas de mujeres prehistóricas
cortadas por el mismo patrón. Pero ninguna alcanzaría el éxito de Hace un millón de años y, si alguna
de ellas se estrenó en España, pasaría sin pena ni gloria.
En esos años el contrapunto que podríamos llamar «intelectual» a estas películas fue 2001: una odisea del espacio de Stanley Kubrick (1968), cuya escena inicial, los simios descubriendo y tocando el liso
monolito y lanzando un hueso al aire cuya ascensión seguimos a cámara lenta, motivó muchas tardes
de profundos debates entre los estudiantes, sin que llegásemos a ponernos de acuerdo sobre cuál era el
mensaje que nos quería trasmitir el gran Kubrick: sin duda, la película se iniciaba recordándonos que
el útil, la herramienta fue una de las cosas que nos hizo humanos 3 . Sin embargo, la atención de la
mayoría de los cinespectadores seguía atrapada por las imágenes de feroces dinosaurios y humanos luchando por la supervivencia, tal y como habían mostrado todas las películas desde los inicios del cine
mudo hasta los años ochenta. Incluso la comedia Cavernícola de Carl Gottlieb (1981), a nuestro modo
de ver una de las mejores parodias sobre las películas de ambientación prehistórica realizadas en las
décadas precedentes, despertó interés, casi exclusivamente, por ser su protagonista el beatle Ringo Starr.
En todo caso, no tuvo el éxito ni de hecho resiste la comparación con otras comedias ambientadas en
época romana, como Golfus de Roma de Richard Lester (1966) La vida de Brian de Monty Phyton (1979)
o La loca historia del mundo de Mel Brooks (1981).
Cuando se estrena en 1982 la película En busca del fuego de Jean Jacques Annaud, ésta nos cautivó. Y
no sólo a arqueólogos e historiadores, sino también al gran público, sobre todo al europeo mucho más
exigente con el cine histórico que otros. Por primera vez se conjugaba aquí rigor histórico y asesoramiento científico con la narración de una historia que podíamos compartir y sentir, unos exteriores magníficos
y las dosis adecuadas de aventura, acción y suspense, además de toques de humor. Ya nada será igual.
Una nueva imagen de la humanidad en los tiempos prehistóricos entraba en el cine por la puerta grande.
¡Estas películas son geniales!
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PREHISTORIA Y CINE
Tras los pasos de En busca del fuego se han estrenado un buen número de películas hasta nuestros
días pero, desgraciadamente, ya las hemos visto con mentalidad arqueóloga y mirada adulta, lejos de la
inocencia y la magia de la infancia. En estas últimas décadas se tiende a abandonar aquel primer tipo de
películas que remitía a una parodia de los tiempos prehistóricos, a excepción de alguna incursión poco
afortunada como Año uno de Harold Ramis (2009), para tratar de hacer un cine de ficción prehistórica
ya rigurosamente documentado. Por comentar sólo la producción más reciente, tal sería el caso de Ao le
dernier néandertal de Jacques Malaterre (2010), observamos que ahora, al pretender narrar historias que
resulten creíbles en tanto se ajustan a los conocimientos de la arqueología prehistórica, las películas
se van pareciendo cada vez más a los documentales de divulgación científica. La preocupación por no
caer en «errores prehistóricos» parece que se antepone a la originalidad del guión y el ritmo de la trama.
Contrapunto de este cine europeo que invita al espectador a aprender y a reflexionar sobre la evolución
y la diversidad de los comportamientos humanos, el cine estadounidense nos seguirá sorprendiendo
con películas fantásticas e irreales, como 10.000 BC de Roland Emmerich (2008), cuyo despliegue de
recursos y de efectos especiales tienen como único objetivo el entretenimiento del público.
Helena Bonet Rosado
Reflexiones sobre imaginario, Prehistoria y museos
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La preparación de la exposición Prehistoria y Cine nos ha dado la ocasión de disfrutar de verdaderas
joyas cinematográficas que, como la mayoría de arqueólogos, desconocíamos porque no gozaron del
privilegio de los grandes carteles que anunciaban los «estrenos». Al tratarse de cine de ficción o de
evasión, estas producciones suelen permitirse más licencias que las referidas a otros periodos históricos abusando de toda clase de tópicos, con superwomen prehistóricas, hombres-lobo/neandertales,
seres monstruosos y dinosaurios, que protagonizan las aventuras más diversas. Muchas de ellas las he
encontrado geniales, algunas por recordarme la infancia, muchas por sus excesos y ocurrencias, por
sumergirnos en mundos misteriosos y fantásticos, unas pocas por ser obras maestras del cine mudo o
clásico, y otras por su originalidad sobre la que se han inspirado muchas películas posteriores.
Sin duda, la sorpresa más positiva han sido las filmaciones del cine mudo que han dejado imágenes
y escenas inolvidables: recordemos a Buster Keaton en Las tres edades (1923), vestido de troglodita, calzado con las enormes pantuflas de pieles, oteando el horizonte encima de la cabeza del brontosaurio, o
el duelo de esgrima con garrotes con sus capas de pieles; al simpar Charlot, eterno enamorado, vestido
de hombre de las cavernas sin abandonar su bastón y bombín en el cortometraje Charlot prehistórico
(1914). Pero especialmente entrañables, y mucho menos conocidos, son los cortos de Willis O´Brien, The
dinosaur and the missing link (1915), Prehistory poultry (1916) o R.F.D. 10.000 BC (1916), realizados con
muñecos de animación de barro o plastilina. Destacar de este último corto personajes y secuencias que
claramente inspiraron los dibujos animados de Los Picapiedra, como el cartero (futuro Pedro) que reparte
el correo en un coche de piedra tirado por un dinosaurio. Obviamente, nada hay aquí de prehistórico.
También ha sido interesante descubrir las numerosas versiones que se han hecho a lo largo de décadas
sobre «mundos olvidados», basadas en la novela A. Conan Doyle, y comprobar cómo sigue siendo El
mundo perdido de Harry Hoyt y Willis O’Brien (1925) sin duda la mejor de todas ellas 4 . Harán falta más
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de setenta años para que se proyecte un
remake que esté a su altura, Parque Jurásico
(1993) de Steven Spielberg.
No olvidemos que las imágenes
de las sociedades prehistóricas que nos
brindan las películas son el fruto de la
creación de directores y guionistas. Y
como tal creación, el cine es capaz de
mostrarnos mundos imaginarios nunca
antes vistos pero posibles o no, al igual
que la literatura nos deleitó con Julio
Verne. Por ello, su aportación es muy importante ya que contribuye a moldear las
imágenes que poblarán la mente de los
espectadores y, en el caso que ahora nos
ocupa, las formas y perfiles del pasado.
4 El Mundo Perdido (The lost world, Harry O. Hoyt, 1925)
De ahí la importancia de reflexionar
sobre la imagen de las sociedades prehistóricas que nos transmiten algunas de estas películas, de las que
destacaremos dos características. En primer lugar, la elección de un escenario «prehistórico» se considera
con frecuencia como el más apropiado para la parodia, en la que lo prehistórico simplemente añade un
disfraz. Es el caso de un numeroso grupo de películas en el que encontramos desde creaciones notables,
como las clásicas anteriormente mencionadas, hasta las comedias italianas de los años setenta que terminan inclinándose del lado de lo histriónico-grotesco. Si bien, entre ellas cabría destacar Grunt (1983) de
Andy Luotto, que nos sumerge en un divertido mundo «hippy prehistórico» con personajes surrealistas
disfrazados con pañales, de abeja maya o de brujo hipnotizador con zancos de drag queen, por no hablar
de las ingeniosas escenas sobre el descubrimiento del boomerang, el baile de claqué con unos improvisados zapatos de piedra o el descubrimiento de la cocaína con las amapolas, para terminar en un espectacular número musical en una cueva-discotequera.
En este apartado, tal vez la película más difícil de encasillar, sería Su Majestad Minor de Jean Jacques
Annaud (2007), ambientada a mitad camino entre la Prehistoria y la Historia, en una isla del Egeo durante el Neolítico. Se trata de un relato irónico sobre el poder, con una historia donde se mezcla mitología y fantasía contada con un humor irreverente y provocador que nos recuerda en varias secuencias
al Satyricon (1969) de Federico Fellini.
Y, una segunda característica, es cómo una parte de estas películas se aproxima a lo prehistórico a
través de la imagen que Occidente tenía sobre las sociedades tradicionales, las entonces llamadas «primitivas actuales». La conexión entre Prehistoria y «primitivismo» se da en la mayoría de las películas
pero tal vez donde mejor se vea reflejada es en películas como Hace un millón de años de Hal Roach
(1939) y en Prehistoric women (1950) de Gregory C. Tallas. El encanto de ambas reside en su semejanza con las películas de Tarzán, el mayor héroe «salvaje» de la historia del celuloide. Los directores
utilizaron el éxito de esta saga de aventuras de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, ambientada
¡Estas películas son geniales!
PREHISTORIA Y CINE
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en la selva africana, para acoplarlo a la Prehistoria. Así, en Prehistoric women viven en cabañas en los
árboles, usan lianas y luchan contra panteras. El hombre, como descubridor y dueño del fuego, es decir
el poder, se convierte en el dominador, primero de las fieras y después de las mujeres. Es el eterno enfrentamiento del héroe y el monstruo (léase también fiera), del hombre frente a la naturaleza salvaje,
de lo conocido frente a lo desconocido (léase también el otro, el diferente), que encontramos en todas
las iconografías y leyendas desde la Prehistoria hasta nuestros días. Y así en las películas de ficción
prehistórica, el hombre sapiens se enfrenta al monstruo, al otro, que habita en una naturaleza salvaje
e inhóspita y cuya imagen puede variar desde dinosaurios y neandertales hasta las propias mujeres.
La reflexión final nos encamina de nuevo al mito de la caverna para preguntarnos sobre el papel
del museo en la trasmisión de la imagen de la humanidad prehistórica en tanto que el museo custodia
los restos de aquellas sociedades y los estudia, proyectando su «sombra» sobre la pared del fondo de la
cueva. Ver cómo ha tratado y trasmitido el cine la imagen de los hombres y mujeres de la Prehistoria y
cómo la sociedad ha asimilado este mensaje, a lo largo de 100 años, nos lleva a la realidad del museo
y de la historia de la investigación. Nuestro compromiso con la sociedad es múltiple, pues, además
de llevar una labor investigadora y patrimonial, somos conscientes que ser un centro educativo por el
que pasan al año miles de visitantes, la mayoría escolares, a los que por medio del lenguaje expositivo
de paneles y audiovisuales, de los talleres didácticos, de las recreaciones y teatralizaciones históricas y
de los propios objetos, les estamos trasmitiendo no sólo información histórica, sino también nuestra
propia lectura. En este sentido, un correcto tratamiento del paisaje, de la fauna y del comportamiento
de los grupos humanos que habitaron nuestras tierras durante la Prehistoria es fundamental. Al museo
le corresponde, pues, romper con tópicos y estereotipos, separar ficción de realidad. Esperamos que
esta exposición y libro contribuyan a ello.
Helena Bonet Rosado
The End
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¡Estas películas
son geniales!
Helena Bonet Rosado
Directora del Museu de Prehistòria de València
Hacer una exposición sobre la Prehistoria en el cine suponía, cuando se planteó hace un par de años,
un proyecto tan apasionante como lo eran las propias películas, a la vez que un gran reto al ser la primera vez que, en un museo y en España, se abordaba el cine de temática prehistórica desde la perspectiva de la investigación arqueológica. La iniciativa de la exposición surge cuando las comisarias, Paula
Jardón y Clara Pérez, comentan su experiencia en el asesoramiento arqueológico de la película de Jean
Jacques Annaud Su Majestad Minor (2007). Estuvieron, junto con otros colaboradores arqueólogos, en
el rodaje del film en Alicante, compartiendo con el equipo de la película una experiencia inolvidable,
trabajando en talleres experimentales sobre la talla del sílex y el pulimento de la piedra, la manufactura
de útiles de hueso, el curtido de pieles, el tejido, la alfarería o la molienda de cereales. Finalizado el
rodaje se les plantea la posibilidad de adquirir gran parte del vestuario, adornos, accesorios y enseres
originales de la película. Un bagaje espléndido y único que nos lleva a pensar en la posibilidad de
hacer una exposición sobre cine de temática arqueológica o prehistórica, puesto que la ambientación
del film se sitúa en los albores de la civilización, en un horizonte impreciso entre los tiempos Neolíticos y Calcolíticos del área mediterránea, hacia el año 3000 a.C. Naturalmente, el proyecto expositivo
pretendía ir más allá. No se limitaría a una sola película, sino que trataría de abarcar la temática de la
Prehistoria a lo largo de la historia del cine, reflexionando sobre el modo en que se recrea y se documenta la Prehistoria en el cine o sobre cuáles son las imágenes y los mensajes que las películas han
trasmitido a la sociedad sobre los albores de la humanidad. En suma, se trataba de examinar cuál ha
sido la aportación del cine y su universo de ficción a la imagen de las sociedades prehistóricas.
Si bien hay una amplia filmografía sobre cine histórico, con su pretensión de recrear escenarios
y modos de vida que fueron reales, la Prehistoria se ha elegido en menor medida precisamente por
carecer de verosimilitud histórica, por tratarse de épocas de las que resulta difícil recrear el paisaje y
aproximarse a sus protagonistas, a su hábitat y modos de vida. Perdidas en el tiempo y en el espacio,
las epopeyas que narran las películas ambientadas en las épocas prehistóricas se aproximan en su gran
mayoría al cine fantástico y de ficción, o bien a las comedias y parodias. Sólo en las últimas décadas, el
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interés de algunos directores por documentarse y asesorarse por especialistas en arqueología prehistórica, nos ha permitido disfrutar de largometrajes que consiguen una reconstrucción más fidedigna de
lo que fue la humanidad paleolítica o neolítica, en cuyo seno bien pudo discurrir la trama imaginada.
En este sentido, la exposición Prehistoria y Cine pretende dar a conocer a un público no especializado
las producciones audiovisuales que se han realizado sobre uno de los periodos de la historia de la
humanidad menos representados en el cine, a la vez que propone una reflexión sobre la dualidad del
conocimiento y de la imagen de la Prehistoria que tenemos en la actualidad.
A pesar de ser una temática poco recurrente en el cine, se han recogido más de ochenta films (ver
listado anexo) desde el primero de 1905 The prehistoric peeps (Cecil Hepworth, 1905), hasta el más
reciente Ao, le dernier néandertal (Jaques Malaterre, 2010). Sin embargo, tanto para la exposición como
para el catálogo, nuestra atención se ha centrado en las películas más emblemáticas o de mayor éxito
de público, es decir, en aquellas que podemos considerar hitos en la historia del cine y, por extensión,
en la memoria colectiva. Quedan fuera de esta muestra los documentales de divulgación científica y las
películas de animación infantil por pertenecer a géneros cinematográficos con características propias
y con una producción tan extensa que requerirían de un estudio específico. No por ello, sin embargo,
queremos quitar importancia a las numerosas series documentales que nos ilustran sobre los orígenes
de la humanidad ni a aquellos dibujos animados, como Los Picapiedra de Hanna-Barbera (1957) o la
serie animada de televisión francesa de Érase una vez (1979), que deleitaron a los niños en las décadas
de los años sesenta a ochenta del siglo pasado.
La exposición Prehistoria y Cine se estructura en cuatro espacios que dan cuentan de cómo se ha
construido nuestro imaginario colectivo sobre la Prehistoria a través del cine de este género. El primer
ámbito trata de la representación de las ideas, con la proyección de la película The First Circus (Dawley
y Sarg, 1921) sobre la pared de una cueva, haciendo referencia al Mito de la Caverna de Platón. El recorrido sigue a través de una amplia muestra de carteles de cine, libros y material cinematográfico que
ilustran la gran variedad de géneros y tratamientos que el cine de ficción ha dedicado a la Prehistoria.
El tercer ámbito recrea una sala de cine para asistir a la proyección de un audiovisual que presenta
los tópicos más generalizados sobre la Prehistoria incorporados al cine, como: la violencia, el amor
y el sexo, o la lucha con animales feroces. En el último ámbito se muestran las diferentes partes que
configuran una producción cinematográfica: localizaciones, decorados, casting, vestuario, maquillaje,
atrezzo o música, apoyándose para ello, en gran parte, en la documentación, imágenes y materiales
originales de la película Su Majestad Minor.
Como es habitual en las exposiciones del Museo de Prehistoria, esta muestra se complementa con
el presente catálogo que recoge siete contribuciones de reconocidos especialistas en diferentes campos
de la arqueología prehistórica, cinematografía o sociología. En ellos se abordan algunos de los aspectos más destacados y debatidos de las películas ambientadas en la Prehistoria, como la relación entre
el conocimiento científico y la ficción, la representación de la naturaleza humana y de su evolución,
los paisajes y las faunas de los tiempos cuaternarios, el tratamiento de la mujer, la importancia de las
bandas sonoras o los orígenes del cine de ficción prehistórica. Finaliza el libro con una entrevista a Jean
Jacques Annaud, realizada con motivo de esta exposición, en la que comparte con nosotros experiencias y reflexiones en torno a su larga y variada filmografía.
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Tarzan y su hijo (Tarzan finds a son, Ricahrd Thorpe, 1939)
Es incuestionable la importancia que tuvo la gran pantalla para las generaciones que nacimos a mediados
del siglo xx. Vimos tantas de aquellas películas llenas de fantasías e ideales románticos, donde el héroe,
la dama, el peligro y la aventura nos transportaban a mundos fantásticos, que bien podemos afirmar que
el celuloide forjó los sueños, ilusiones y mitos de aquellas generaciones. El cine era, y es, placer, entretenimiento, fábrica de sensaciones y, para muchos de nosotros, en sus salas y pantallas tuvimos la ventana
desde la que asomarse al exterior. «Películas de indios y vaqueros, de romanos, de amor, de guerra, de
miedo o españolas», así es como clasificábamos las películas que se hacían en los cines de barrio o en las
terrazas de verano. Películas toleradas para menores, censuradas, buenas, malas, malísimas, en blanco y
negro, en «technicolor» y hasta en «cinemascope». Películas que devorábamos en las tardes del domingo,
junto con montañas de pipas, en largas sesiones de dos, tres y hasta cuatro títulos, en aquellos enormes
cines todos ellos hoy desaparecidos. A los niños les gustaban las «pelis» de guerra y de miedo y a las niñas
las de amor, pero a todos, absolutamente a todos, nos gustaban las de «aventuras». Tarzán y su hijo (Tarzan
finds a son, Richard Thorpe, 1939) 1 , Las minas del Rey Salomón (King Salomon’s mines, Compton Bernett
y Andrew Marton, 1950), Viaje al centro de la Tierra (Journey to the center of the Earth, Henry Levin, 1959),
Cleopatra (Cleopatra, Joseph L. Mankiewicz, 1963) o ¡Hatari! (Hatari!, Howard Hawks, 1962) fueron al-
¡Estas películas son geniales!
¿Qué nos ha aportado la confluencia Cine-Prehistoria?
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Helena Bonet Rosado
gunas de nuestras preferidas, mezclándose en
nuestra imaginación excitantes aventuras en
países exóticos, grandes pasiones, misterios,
tesoros ocultos, personajes malos y buenos. Es
curioso cómo sabíamos todos los nombres de
las «estrellas» de Hollywood, pero ni uno sólo
de los directores. Tal vez sean aquellas películas de romanos, de selvas y de safaris las que
despertaron en muchos de nosotros la afición
por la arqueología y por los viajes exóticos.
Es verdad que entre aquellos títulos que
dejaron huella en nuestra memoria había
bastantes películas de «romanos», con pretensiones de ilustración histórica, sobre todo
las referidas a la vida de Cristo –algunas de
las cuales seguimos viendo todas las semanas
santas desde entonces, como Ben-Hur (BenHur, William Wyler, 1959) y La Túnica sagrada (The Robe, Henry Koster, 1953), además de
los Diez mandamientos (The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956)–. Sin embargo, los periodos históricos precedentes eran
los grandes ausentes. Sólo los cinéfilos po2 Los Picapiedra. El mapa misterioso. Películas Hanna-Barberá T. XXII.
Colección Jovial. Ed. Recreativas. © Producciones Hanna-Barberá,
dían haber visto algunos clásicos, como His
1973
Prehistoric Past de Charlie Chaplin (1914) o
Las tres edades de Buster Keaton (1923), en películas de 8 o super 8, conseguidas en casas de alquiler,
como la tienda de El Fonógrafo que frecuentaba con mis padres y que estuvo abierta en la calle Quart
de Valencia hasta mediados de los 70.
En Estados Unidos y en algunos países de Europa, se habían estrenado bastantes películas sobre
temática prehistórica pero en España conocíamos la Prehistoria casi exclusivamente a través de los tebeos, como las historietas de Hug el troglodita (Jorge Gasset Rubio) en el Tio Vivo (Dibujantes Españoles
Reunidos), o los dibujos ya mencionados de Los Picapiedra 2 que nos descubrieron una ingeniosa y
divertida Edad de Piedra sin ninguna pretensión de realidad. Habría que esperar a finales de los años
sesenta para que el gran público contemplara por primera vez en la pantalla, a través de una gran producción estadounidense, un film ambientado en la Prehistoria: Hace un millón de años de Don Chaffey
(1966). En aquella época de censura franquista, los jóvenes no olvidarían la espectacular presencia
de Raquel Welch en bikini de pieles que, junto a Ursula Andress saliendo del agua con igual atuendo
blanco en James Bond contra el doctor No (Dr. No, Terence Young, 1962), se convirtieron en las sex simbol
femeninas de los años sesenta. No fue únicamente su protagonista lo que hizo inolvidable Hace un
millón de años, sino el que, para frustración del mundo académico, lo que iba a quedar grabado en el
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PREHISTORIA Y CINE
2001: una odisea del espacio (2001: a space odyssey, Stanley Kubrick, 1968)
imaginario colectivo de varias generaciones de espectadores era un sinfín de barbaridades históricas
y medioambientales y unos escenarios y conductas carentes de la mínima veracidad. Lo cierto es que,
a raíz de esta película, proliferaron en la década de los setenta las películas de mujeres prehistóricas
cortadas por el mismo patrón. Pero ninguna alcanzaría el éxito de Hace un millón de años y, si alguna
de ellas se estrenó en España, pasaría sin pena ni gloria.
En esos años el contrapunto que podríamos llamar «intelectual» a estas películas fue 2001: una odisea del espacio de Stanley Kubrick (1968), cuya escena inicial, los simios descubriendo y tocando el liso
monolito y lanzando un hueso al aire cuya ascensión seguimos a cámara lenta, motivó muchas tardes
de profundos debates entre los estudiantes, sin que llegásemos a ponernos de acuerdo sobre cuál era el
mensaje que nos quería trasmitir el gran Kubrick: sin duda, la película se iniciaba recordándonos que
el útil, la herramienta fue una de las cosas que nos hizo humanos 3 . Sin embargo, la atención de la
mayoría de los cinespectadores seguía atrapada por las imágenes de feroces dinosaurios y humanos luchando por la supervivencia, tal y como habían mostrado todas las películas desde los inicios del cine
mudo hasta los años ochenta. Incluso la comedia Cavernícola de Carl Gottlieb (1981), a nuestro modo
de ver una de las mejores parodias sobre las películas de ambientación prehistórica realizadas en las
décadas precedentes, despertó interés, casi exclusivamente, por ser su protagonista el beatle Ringo Starr.
En todo caso, no tuvo el éxito ni de hecho resiste la comparación con otras comedias ambientadas en
época romana, como Golfus de Roma de Richard Lester (1966) La vida de Brian de Monty Phyton (1979)
o La loca historia del mundo de Mel Brooks (1981).
Cuando se estrena en 1982 la película En busca del fuego de Jean Jacques Annaud, ésta nos cautivó. Y
no sólo a arqueólogos e historiadores, sino también al gran público, sobre todo al europeo mucho más
exigente con el cine histórico que otros. Por primera vez se conjugaba aquí rigor histórico y asesoramiento científico con la narración de una historia que podíamos compartir y sentir, unos exteriores magníficos
y las dosis adecuadas de aventura, acción y suspense, además de toques de humor. Ya nada será igual.
Una nueva imagen de la humanidad en los tiempos prehistóricos entraba en el cine por la puerta grande.
¡Estas películas son geniales!
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PREHISTORIA Y CINE
Tras los pasos de En busca del fuego se han estrenado un buen número de películas hasta nuestros
días pero, desgraciadamente, ya las hemos visto con mentalidad arqueóloga y mirada adulta, lejos de la
inocencia y la magia de la infancia. En estas últimas décadas se tiende a abandonar aquel primer tipo de
películas que remitía a una parodia de los tiempos prehistóricos, a excepción de alguna incursión poco
afortunada como Año uno de Harold Ramis (2009), para tratar de hacer un cine de ficción prehistórica
ya rigurosamente documentado. Por comentar sólo la producción más reciente, tal sería el caso de Ao le
dernier néandertal de Jacques Malaterre (2010), observamos que ahora, al pretender narrar historias que
resulten creíbles en tanto se ajustan a los conocimientos de la arqueología prehistórica, las películas
se van pareciendo cada vez más a los documentales de divulgación científica. La preocupación por no
caer en «errores prehistóricos» parece que se antepone a la originalidad del guión y el ritmo de la trama.
Contrapunto de este cine europeo que invita al espectador a aprender y a reflexionar sobre la evolución
y la diversidad de los comportamientos humanos, el cine estadounidense nos seguirá sorprendiendo
con películas fantásticas e irreales, como 10.000 BC de Roland Emmerich (2008), cuyo despliegue de
recursos y de efectos especiales tienen como único objetivo el entretenimiento del público.
Helena Bonet Rosado
Reflexiones sobre imaginario, Prehistoria y museos
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La preparación de la exposición Prehistoria y Cine nos ha dado la ocasión de disfrutar de verdaderas
joyas cinematográficas que, como la mayoría de arqueólogos, desconocíamos porque no gozaron del
privilegio de los grandes carteles que anunciaban los «estrenos». Al tratarse de cine de ficción o de
evasión, estas producciones suelen permitirse más licencias que las referidas a otros periodos históricos abusando de toda clase de tópicos, con superwomen prehistóricas, hombres-lobo/neandertales,
seres monstruosos y dinosaurios, que protagonizan las aventuras más diversas. Muchas de ellas las he
encontrado geniales, algunas por recordarme la infancia, muchas por sus excesos y ocurrencias, por
sumergirnos en mundos misteriosos y fantásticos, unas pocas por ser obras maestras del cine mudo o
clásico, y otras por su originalidad sobre la que se han inspirado muchas películas posteriores.
Sin duda, la sorpresa más positiva han sido las filmaciones del cine mudo que han dejado imágenes
y escenas inolvidables: recordemos a Buster Keaton en Las tres edades (1923), vestido de troglodita, calzado con las enormes pantuflas de pieles, oteando el horizonte encima de la cabeza del brontosaurio, o
el duelo de esgrima con garrotes con sus capas de pieles; al simpar Charlot, eterno enamorado, vestido
de hombre de las cavernas sin abandonar su bastón y bombín en el cortometraje Charlot prehistórico
(1914). Pero especialmente entrañables, y mucho menos conocidos, son los cortos de Willis O´Brien, The
dinosaur and the missing link (1915), Prehistory poultry (1916) o R.F.D. 10.000 BC (1916), realizados con
muñecos de animación de barro o plastilina. Destacar de este último corto personajes y secuencias que
claramente inspiraron los dibujos animados de Los Picapiedra, como el cartero (futuro Pedro) que reparte
el correo en un coche de piedra tirado por un dinosaurio. Obviamente, nada hay aquí de prehistórico.
También ha sido interesante descubrir las numerosas versiones que se han hecho a lo largo de décadas
sobre «mundos olvidados», basadas en la novela A. Conan Doyle, y comprobar cómo sigue siendo El
mundo perdido de Harry Hoyt y Willis O’Brien (1925) sin duda la mejor de todas ellas 4 . Harán falta más
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de setenta años para que se proyecte un
remake que esté a su altura, Parque Jurásico
(1993) de Steven Spielberg.
No olvidemos que las imágenes
de las sociedades prehistóricas que nos
brindan las películas son el fruto de la
creación de directores y guionistas. Y
como tal creación, el cine es capaz de
mostrarnos mundos imaginarios nunca
antes vistos pero posibles o no, al igual
que la literatura nos deleitó con Julio
Verne. Por ello, su aportación es muy importante ya que contribuye a moldear las
imágenes que poblarán la mente de los
espectadores y, en el caso que ahora nos
ocupa, las formas y perfiles del pasado.
4 El Mundo Perdido (The lost world, Harry O. Hoyt, 1925)
De ahí la importancia de reflexionar
sobre la imagen de las sociedades prehistóricas que nos transmiten algunas de estas películas, de las que
destacaremos dos características. En primer lugar, la elección de un escenario «prehistórico» se considera
con frecuencia como el más apropiado para la parodia, en la que lo prehistórico simplemente añade un
disfraz. Es el caso de un numeroso grupo de películas en el que encontramos desde creaciones notables,
como las clásicas anteriormente mencionadas, hasta las comedias italianas de los años setenta que terminan inclinándose del lado de lo histriónico-grotesco. Si bien, entre ellas cabría destacar Grunt (1983) de
Andy Luotto, que nos sumerge en un divertido mundo «hippy prehistórico» con personajes surrealistas
disfrazados con pañales, de abeja maya o de brujo hipnotizador con zancos de drag queen, por no hablar
de las ingeniosas escenas sobre el descubrimiento del boomerang, el baile de claqué con unos improvisados zapatos de piedra o el descubrimiento de la cocaína con las amapolas, para terminar en un espectacular número musical en una cueva-discotequera.
En este apartado, tal vez la película más difícil de encasillar, sería Su Majestad Minor de Jean Jacques
Annaud (2007), ambientada a mitad camino entre la Prehistoria y la Historia, en una isla del Egeo durante el Neolítico. Se trata de un relato irónico sobre el poder, con una historia donde se mezcla mitología y fantasía contada con un humor irreverente y provocador que nos recuerda en varias secuencias
al Satyricon (1969) de Federico Fellini.
Y, una segunda característica, es cómo una parte de estas películas se aproxima a lo prehistórico a
través de la imagen que Occidente tenía sobre las sociedades tradicionales, las entonces llamadas «primitivas actuales». La conexión entre Prehistoria y «primitivismo» se da en la mayoría de las películas
pero tal vez donde mejor se vea reflejada es en películas como Hace un millón de años de Hal Roach
(1939) y en Prehistoric women (1950) de Gregory C. Tallas. El encanto de ambas reside en su semejanza con las películas de Tarzán, el mayor héroe «salvaje» de la historia del celuloide. Los directores
utilizaron el éxito de esta saga de aventuras de los años cuarenta y cincuenta del siglo xx, ambientada
¡Estas películas son geniales!
PREHISTORIA Y CINE
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PREHISTORIA Y CINE
en la selva africana, para acoplarlo a la Prehistoria. Así, en Prehistoric women viven en cabañas en los
árboles, usan lianas y luchan contra panteras. El hombre, como descubridor y dueño del fuego, es decir
el poder, se convierte en el dominador, primero de las fieras y después de las mujeres. Es el eterno enfrentamiento del héroe y el monstruo (léase también fiera), del hombre frente a la naturaleza salvaje,
de lo conocido frente a lo desconocido (léase también el otro, el diferente), que encontramos en todas
las iconografías y leyendas desde la Prehistoria hasta nuestros días. Y así en las películas de ficción
prehistórica, el hombre sapiens se enfrenta al monstruo, al otro, que habita en una naturaleza salvaje
e inhóspita y cuya imagen puede variar desde dinosaurios y neandertales hasta las propias mujeres.
La reflexión final nos encamina de nuevo al mito de la caverna para preguntarnos sobre el papel
del museo en la trasmisión de la imagen de la humanidad prehistórica en tanto que el museo custodia
los restos de aquellas sociedades y los estudia, proyectando su «sombra» sobre la pared del fondo de la
cueva. Ver cómo ha tratado y trasmitido el cine la imagen de los hombres y mujeres de la Prehistoria y
cómo la sociedad ha asimilado este mensaje, a lo largo de 100 años, nos lleva a la realidad del museo
y de la historia de la investigación. Nuestro compromiso con la sociedad es múltiple, pues, además
de llevar una labor investigadora y patrimonial, somos conscientes que ser un centro educativo por el
que pasan al año miles de visitantes, la mayoría escolares, a los que por medio del lenguaje expositivo
de paneles y audiovisuales, de los talleres didácticos, de las recreaciones y teatralizaciones históricas y
de los propios objetos, les estamos trasmitiendo no sólo información histórica, sino también nuestra
propia lectura. En este sentido, un correcto tratamiento del paisaje, de la fauna y del comportamiento
de los grupos humanos que habitaron nuestras tierras durante la Prehistoria es fundamental. Al museo
le corresponde, pues, romper con tópicos y estereotipos, separar ficción de realidad. Esperamos que
esta exposición y libro contribuyan a ello.
Helena Bonet Rosado
The End
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