Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia) según los apuntes manuscritos del cronista Luis Cebrián Mezquita.
María Asunción Martínez Pérez
Ferran Arasa Gil
2018
[page-n-1]
Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXII, Valencia, 2018, p. 261-283
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
María Asunción MARTÍNEZ PÉREZ a y Ferran ARASA I GIL b
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana
de la Boatella (Valencia) según los apuntes
manuscritos del cronista Luis Cebrián Mezquita
RESUMEN: En este artículo damos a conocer la información contenida en las notas manuscritas que
redactó el cronista de la ciudad de Valencia Luis Cebrián Mezquita cuando, entre 1916 y 1917, se realizaron
importantes hallazgos arqueológicos en las obras de construcción del Mercado Central. Entre ellos
destaca un considerable número de tumbas de diferentes tipos pertenecientes a la necrópolis romana de la
Boatella, situada al SO de la ciudad. Esta documentación, en su mayor parte inédita, permite probar que el
descubrimiento de dicha necrópolis se produjo casi 30 años antes de lo que hasta ahora se había considerado.
De esta manera también queremos destacar los importantes esfuerzos que este erudito valencianista realizó
para intentar preservar el Patrimonio Arqueológico de la ciudad.
PALABRAS CLAVE: Mercado Central, cronista, necrópolis, Boatella, tumba.
First findings from the Roman necropolis of La Boatella (Valencia)
according to the handwritten notes of the chronicler Luis Cebrián Mezquita
ABSTRACT: In this article we present the handwritten notes written by the chronicler of the city of Valencia
Luis Cebrián Mezquita when, between 1916 and 1917, important archaeological findings were made during
the construction of the Mercado Central. Among them outstands an important number of different types of
tombs belonging to the Roman necropolis of la Boatella, located SW of the city. This documentation, mostly
unpublished, allows us to prove that the discovery of this necropolis took place almost 30 years before what
had been considered. In this way we also want to highlight the important efforts that this Valencian scholar
made to try to preserve the Archaeological Heritage of the city.
KEYWORDS: Mercado Central, chronicler, necropolis, Boatella, tomb.
a
Programa de doctorado en Geografía e Historia del Mediterráneo desde la Prehistoria a la Edad Moderna. Facultat de
Geografia i Història, Universitat de València.
asun_l16@hotmail.com
b Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
Ferran.Arasa@uv.es
Recibido: 02/05/2018. Aceptado: 05/07/2018.
[page-n-2]
262
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Luís Cebrián Mezquita (1851-1934) fue una figura destacada de la Renaixença valenciana. Médico de
profesión, fue además escritor, periodista, historiador, político y un gran activista cultural que participó en
la fundación de la sociedad valencianista Lo Rat Penat en 1878 y firmó Les Normes de Castelló en 1932
(Vicent y Hormigos, 2009; Arasa, 2014-2015). A la muerte del periodista y escritor T. Llorente en 1911 el
ayuntamiento le nombró cronista de la ciudad (Anónimo, 1911), y desde su fundación en 1915 fue miembro
del Centro de Cultura Valenciana. En su etapa como médico en Almenara (la Plana Baixa, Castellón), entre
1874 y 1882 se aproximó a la arqueología, llegando a estudiar diversos yacimientos de esta población y de
La Llosa. Sus trabajos quedaron plasmados en diversos manuscritos que –como casi toda su obra histórica–
nunca llegaron a publicarse. Solo algunos autores coetáneos, como su amigo y colega A. Chabret (1888),
cronista de Sagunto, y el mismo T. Llorente (1887), pudieron consultar sus trabajos sobre Almenara y se
refieren a ellos en sus obras más conocidas. Sus principales aportaciones arqueológicas tratan sobre la villa
romana de la Muntanyeta dels Estanys, que describió y en la que realizó excavaciones en una necrópolis,
y el recinto fortificado del Puig del Cid, ambos en Almenara; además dejó anotaciones sobre el Castell de
esta población y la villa romana del Pla (La Llosa).
Tras su muerte en 1934 (Anónimo, 1935), su archivo personal y su gran biblioteca, compuesta por
más de 11.000 volúmenes (Almela, 1931), pasaron a manos de su hijo L. Cebrián Ibor (1884-1941), que
fue archivero de la Diputación de Valencia. En 1982, su nieta M.ª D. Cebrián Herrero donó la mayor
parte de su archivo a la Universidad de Navarra, donde actualmente se conserva en la sección de Fondos
Personales, Fondo Luís Cebrián Mezquita (AGUN, FLCM). La existencia en dicho fondo de unas notas
sobre los hallazgos arqueológicos realizados en los trabajos previos a la construcción del nuevo Mercado
Central de Valencia (fig. 1) en los años 1916-17 (Cebrián, 1916-1917), fue dada a conocer inicialmente
por J. Corell que publicó un artículo dando a conocer una de las tres inscripciones funerarias que allí se
Fig. 1. Infografía de la ciudad de Valentia con la
situación del Mercado Central y el trazado de la
Vía Augusta. A partir de Archivo SIAM.
APL XXXII, 2018
[page-n-3]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
263
encontraron (Corell, 1995: 147-148; IRPV V 75), y más adelante las incluyó en su corpus epigráfico de
Valentia (IRPV V 58, 74 y 75). Excepto las noticias sobre estos epígrafes, el resto de información que
contienen sus anotaciones ha permanecido inédita hasta ahora. Pasados ya cien años del descubrimiento
de las primeras sepulturas de esta necrópolis, presentamos los hallazgos que el cronista pudo documentar
entre octubre de 1916 y agosto de 1917.
1. LA DOCUMENTACIÓN DE LUIS CEBRIÁN MEZQUITA
La documentación referida a estos hallazgos está formada por diversas anotaciones y correspondencia, toda
ella manuscrita (Cebrián, 1916-1917). Algunas de las notas aportan escasa información o no tienen ningún
interés, por lo que no las describimos. La parte principal está formada por cuatro textos más extensos sobre
los hallazgos realizados en las obras. El primero se titula Excavaciones en el Mercado y ocupa 18 páginas
de un pequeño cuaderno de hojas cuadriculadas escrito a tinta que debió empezar a redactar a principios
de 1917, con referencias retrospectivas a hallazgos anteriores (fig. 2). Empieza con una anotación sobre
el hallazgo de una inscripción funeraria en octubre de 1916 (IRPV V 74), en la que alude a su publicación
en la prensa local, que también figura en la “Crónica” del Archivo de Arte Valenciano (Anónimo, 1916).
A continuación siguen distintas anotaciones escalonadas en el tiempo, con los hallazgos que se van
produciendo: En Febrero. 1917, se menciona el hallazgo de una sepultura y una inscripción (IRPV V
58), que también aparece en el artículo del periódico Las Provincias (LP) que veremos más adelante;
Croquis de los pórticos del Mercado Nuevo, con un texto explicativo sobre la planta y dimensiones de
esta construcción; Sepulturas, en relación a los hallazgos producidos entre los meses de enero y febrero;
Más sepulturas, un texto retrospectivo referido a los hallazgos de tumbas en el mes de diciembre de 1916;
Lápida 3ª, sobre el hallazgo de la tercera y última inscripción (IRPV V 75); Cerámica antigua, sobre
las diferentes clases de este material que había encontrado; Más sepulturas romanas, sobre el hallazgo
de nuevas tumbas; y un croquis del antiguo mercado con la disposición de los puestos numerados y la
localización de algunas de las tumbas halladas.
El segundo texto es un borrador con numerosas tachaduras que está escrito a tinta sobre 7 cuartillas
lisas apaisadas y otra cuadriculada, numeradas en parte a lápiz, que se titula Las excabaciones del
Mercado Central, en el que a modo de crónica redactada en tercera persona describe los hallazgos
producidos en las excavaciones para alojar los sótanos del futuro mercado, entre otros las inscripciones
IRPV V 58 y 75; este texto se corresponde con el publicado en el periódico LP el 22/04/1917. El tercer
texto está escrito a tinta sobre 12 cuartillas lisas apaisadas y numeradas, en algunos casos escritas
también por la otra cara. Es el borrador, con tachaduras, de una memoria sin fecha dirigida al director
del diario LP, T. Llorente Falcó, hijo del anterior cronista, quien por lo expresado se la debía haber
pedido para publicar en el Almanaque anual del periódico, aunque nunca llegó a publicarse; tanto por su
contenido como por su redacción, es un texto muy parecido al anterior aunque más prolijo en detalles.
El cuarto documento y más extenso, con un total de 40 páginas sin numerar, es una memoria de gran
interés para el conocimiento de la topografía histórica de esta zona céntrica de la ciudad y la historia
del propio mercado titulada explícitamente Notas para la historia de la plaza del Mercado de Valencia.
Va acompañado de otro documento de 8 páginas apaisadas escrito sobre hojas cuadriculadas que lleva
por título “La Pescadería” y firma Luis Minguet el 14 de octubre de 1916. Posiblemente se trata de
la memoria que se comprometió a entregar al ayuntamiento y repetidamente cita en sus anotaciones,
pero que no incluye la parte correspondiente a los hallazgos arqueológicos. Del resto destacamos los
siguientes documentos:
- Hoja de papel liso con el nombre del cronista y su dirección escrito a tinta y la siguiente anotación
escrita encima a lápiz de dos colores: Objetos recogidos por el Cronista en el derribo del Convento de
San Gregorio y Casa del Mercado.
APL XXXII, 2018
[page-n-4]
264
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 2. Primera página del cuaderno de
L. Cebrián titulado Excavaciones en
el Mercado (1917), con el dibujo de la
inscripción CIL II2/14, 66 = IRPV V, 74
(AGUN, FLCM).
- Hoja de papel liso escrita a lápiz con el título Calcos de cerámica en la que aparecen varios nombres,
términos y expresiones latinas y una breve explicación de su significado.
- Hoja de papel pautado escrita a lápiz con los textos con letras mayúsculas de dos de las inscripciones
halladas (IRPV V, 58 y 75).
- Hoja de papel liso escrita a lápiz en la que se transcribe el texto de una inscripción funeraria moderna y
se hace referencia a otras que debieron pertenecer a la iglesia del Convento de Santa María Magdalena.
- Hoja impresa en cuyo reverso figura una anotación a lápiz de la que se deduce el hallazgo de cerámica
andalusí en las excavaciones del mercado.
- Invitación a su nombre de la sociedad cultural Lo Rat Penat con fecha de 29 de marzo de 1917, con
anotaciones a lápiz en ambas caras y a dos columnas sobre nuevos hallazgos de sepulturas.
- Hoja impresa en cuyo reverso está escrito el texto y las medidas de la inscripción IRPV V, 74.
- Hoja impresa en cuyo reverso figura escrito a lápiz, entre otras anotaciones, el croquis y las medidas de
un fragmento de cornisa romana.
- Hoja impresa en cuyo reverso está escrito a tinta un texto sobre la inscripción IRPV V, 74.
- Hoja en blanco doblada con el texto escrito a lápiz de la inscripción IRPV V, 58.
- Hoja impresa doblada en cuyo reverso figura escrito a lápiz, entre otras anotaciones, un dibujo con las
medidas de la inscripción IRPV V, 58.
- Hoja escrita en cuyo reverso puede leerse el texto de la inscripción IRPV V, 75, además de varias
anotaciones escritas a lápiz tachadas, entre ellas el texto de la inscripción IRPV V, 58.
APL XXXII, 2018
[page-n-5]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
265
- Cuartilla con membrete escrita a mano, en cuyo reverso figura escrito a lápiz un texto sobre la inscripción
IRPV V, 74.
- Oficio de la Alcaldía con fecha de 7 de octubre de 1916, firmado por el alcalde F. Gurrea Olmos (191617) y dirigido al Cronista de la ciudad, para presentar al contratista de la obra del Mercado Central
con el fin de que le permita visitar las obras para levantar el plano de la vieja construcción y vigilar
la aparición de objetos de interés histórico. Existe una copia en el AHMV (Sección Monumentos, año
1916, Caja 16).1
- Oficio de la Alcaldía con fecha de 7 de diciembre de 1916, firmado por el alcalde F. Gurrea Olmos
(1916-17) y dirigido al Cronista de la ciudad, en el que se le comunica que ha dispuesto que se le
entreguen los fragmentos cerámicos hallados en el subsuelo del Mercado para su estudio.
- Oficio de la Alcaldía con fecha de 18 de octubre de 1917 y la firma ilegible, pero que debe corresponder
a J. Martínez Aloy (1917), en el que se le comunica que se ha dispuesto el ingreso en el Museo de Bellas
Artes de siete piezas labradas aparecidas en las obras del Mercado, y el depósito de los restos cerámicos
en las Torres de Serranos.
- Cuartilla lisa escrita a tinta por ambas caras que encabeza su nombre en la que figura una relación de
objetos de interés arqueológico de época medieval y moderna que debían preservarse.
- Recorte del periódico LP del 11/4/1917 en el que se explica el desarrollo de los trabajos y se da la noticia
del hallazgo de las inscripciones IRPV V, 58 y 75.
2. EL MERCADO CENTRAL DE VALENCIA
Como puede verse en el plano de V. Tosca de 1704,2 la antigua plaza del Mercado de Valencia tenía una
forma irregular y alargada y estaba rodeada por importantes edificios que han llegado hasta nuestros días
como la Lonja de la Seda y la Iglesia de los Santos Juanes, y otros que desaparecieron como los conventos
de Nuestra Señora de la Merced y de Santa María Magdalena (fig. 3). Como destaca J. L. Piñón (1988:
167), esta plaza se caracterizaba por una importante intensidad monumental y por su singularidad de plaza
porticada, única en una ciudad sin tradición de pórticos. Durante siglos, su función fue la de acoger el
mercado al aire libre de la ciudad. Una imagen del callejero y los distintos edificios existentes a su alrededor
con anterioridad al inicio de las primeras transformaciones de la plaza puede verse en el Plano geométrico
de la ciudad de Valencia del Cid de F. Pastor (1831).
Según noticia del arquitecto A. Sancho de 1855, con anterioridad a 1836 la ciudad de Valencia contaba
con un total de 46 conventos, 24 de ellos intramuros, que ocupaban una sexta parte de su superficie (Taberner,
2005: 225). Tras la supresión de las instituciones religiosas y el inicio del proceso de enajenación en 1836,
quedaron reducidos a 28. El convento de Santa María Magdalena fue subastado en 1837 y demolido al año
siguiente (Pingarrón, 2005-2006: 275-277). Todavía aparece mencionado y representado en el plano de la
primera edición de la guía Valencia en la mano (1825: 70); en la edición de 1852 (p. 87) se dice que en
octubre de 1838 había finalizado su demolición. También puede verse en el Plano geométrico de la ciudad
de Valencia llamada del Cid de F. Ferrer (1831) (fig. 4). Se refiere a él V. Boix (1849: 166) en su Manual
del viajero y explica que –después de su demolición– una parte de su “magnífico panteón” había quedado
conservado bajo el nuevo mercado.
La ciudad estaba necesitada de nuevas infraestructuras y el mercado fue una de las requeridas. El lugar
elegido para la construcción del Mercado Nuevo fue el solar de Convento de Santa María Magdalena, que
ya estaba en funcionamiento en diciembre de 1839 y contaba con 112 puestos (Taberner, 2005: 227). La
nueva instalación no tuvo una buena acogida por parte de los agricultores, que siguieron vendiendo en la
1
2
No hemos podido localizar en el AHMV otra documentación sobre estos hechos que el mencionado oficio, lo que resulta extraño
si tenemos en cuenta que se trataba del cronista municipal.
Sobre la cartografía histórica de la ciudad de Valencia puede verse la edición de Llopis y Perdigón (2010).
APL XXXII, 2018
[page-n-6]
266
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 3. Detalle del plano Valentia edetanorum aliis contestanorum, vulgo del Cid de V. Tosca
(1704), con la localización del Convento de Santa María Magdalena.
Fig. 4. Detalle del Plano geométrico de la ciudad de Valencia llamada del Cid de F. Ferrer
(1831), con la localización del Convento de Santa María Magdalena.
APL XXXII, 2018
[page-n-7]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
267
plaza. Una descripción de la plaza del Mercado y de las instalaciones del Mercado Nuevo en la década
de 1840 figura en la obra de P. Madoz (1982: 244). También T. Llorente (1889, II: 129-131) describe
brevemente el edificio y el ambiente del mercado al aire libre. Su planta aparece representada en planos
de la época como el Plano topográfico de la ciudad de Valencia del Cid de V. Montero (1860) y el Plano
de Valencia del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (1869) (fig. 5). Su emplazamiento y precisa descripción
figuran en las Notas para la historia de la plaza del Mercado de L. Cebrián, que incluye también un croquis
del mismo y de la pescadería anexa. La nueva instalación mantenía en gran medida la idea de mercado
clásico de tipo italiano que, con un esquema en U, combinaba el espacio comercial al aire libre con unos
pórticos que cobijaban los puestos de venta (Aguilar, 1990: 149-155).
Pronto se quedó pequeño para las necesidades de la ciudad y anticuado para las crecientes exigencias
higiénicas que demandaban un mercado cerrado, por lo que en 1869 se presentó un primer proyecto para
la construcción de un nuevo mercado en el antiguo convento de San Cristóbal, en la calle del Mar, al que
sucedieron otros dos en 1874. Finalmente se decidió su emplazamiento en el antiguo mercado, para cuya
construcción se presentaron dos proyectos en 1883 y 1907, que fueron desestimados. Finalmente, en 1914
se aprobó el presentado por los arquitectos A. Soler i March y F. Guàrdia i Vidal, formados en la Escuela
de Arquitectura de Barcelona y colaboradores de Ll. Domènech i Montaner, autor del proyecto del Palau
de la Música Catalana, quienes diseñaron un amplio edificio de estilo modernista (Benito, 1992: 219-223).
Las obras se adjudicaron a la empresa de Barcelona Barenys, Puig y Cía., dirigida por el arquitecto J.
M.ª Barenys Gambui. Tras considerables retrasos por problemas con la entrega del solar, los trabajos de
derribo de inmuebles y de excavación del subsuelo comenzaron a finales de 1916 y poco tiempo después
los arquitectos propusieron que se ampliara el sótano a toda la planta del nuevo edificio, cambio que el
ayuntamiento aceptó; con las modificaciones empezaron los enormes encarecimientos de la obra que
llevaron a que el presupuesto final sobrepasara el triple del inicial, de 2 a 6,2 millones de pesetas. En
Fig. 5. Detalle del Plano de Valencia del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (1869), con la
localización del Mercado Nuevo.
APL XXXII, 2018
[page-n-8]
268
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
1919, a causa de desacuerdos por los honorarios, los redactores del proyecto abandonaron la dirección y
la obra se encargó al arquitecto municipal E. Viedma. Su construcción se prolongó mucho más tiempo del
previsto, e incluyó algunos cambios en el proyecto inicial (Esteban y Palaia, 1983; Hidalgo, 2013), hasta
que finalmente se inauguró el 23 de enero de 1928. Su planta puede verse en el plano catastral encargado
por el ayuntamiento en 1929 (fig. 6).
La superficie que comprendía el proyecto del Mercado Central exigía una mayor dotación de suelo que
la disponible en el solar del anterior mercado, por lo que también se procedió al derribo del convento de San
Gregorio (Boix, 1849: 164-165), de finales del siglo XVII, y dos manzanas de casas, a las que se sumaba una
tercera ya derruida, hasta obtener un solar de más de 8.000 m2. Aprovechando la visita del monarca Alfonso
XIII con motivo de la clausura de la Exposición Nacional de 1910, todavía sin proyecto adjudicado, se realizó
el acto protocolario de inicio de los trabajos de demolición el 24 de octubre de este año, cuando con una piqueta
Fig. 6. Detalle del Plano del Término Municipal de Valencia (1929-1944), hoja 45-IV, donde figura el Mercado
Central.
APL XXXII, 2018
[page-n-9]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
269
de plata dio varios golpes en la pared del edificio número 24 de la plaza del Mercado. Después de la definitiva
adjudicación del proyecto arquitectónico, las obras se inauguraron solemnemente el día 30 de diciembre de
1915, según recoge L. Cebrián, aunque no fue hasta la segunda mitad de julio de 1916 cuando comenzó el
derribo del Mercado Nuevo. Los trabajos de excavación para la construcción de los sótanos del nuevo edificio
comenzaron hacia finales de este año y se prolongaron durante buena parte de 1917. La superficie que finalmente
ocupó el edificio es de 8.160 m2, mientras que el sótano tiene 7.690 m2 y 4 m de altura.
Es en este periodo cuando se produjeron los hallazgos arqueológicos que recoge L. Cebrián en sus
anotaciones y de los que informó la prensa en algunos artículos publicados a lo largo de un año, entre
octubre de 1916 y el mismo mes de 1917. Pocos años después J. Martínez Aloy (s. a.: 630) publicó una
breve referencia a estos hallazgos: “Allí han aparecido cipos sepulcrales del tiempo de los romanos y otros
muchos objetos, muy interesantes, según se dice, de cuyo estudio ha sido encargado el docto cronista
de la ciudad don Luis Cebrián”. Más adelante, N. P. Gómez Serrano (1932: 75), en su obra sobre las
excavaciones realizadas en Valencia se refería de nuevo a ellos: “Ha segut una llastima que les excavacions
tan refondes del Mercat Central no haguen segut curosa i sistemáticamente estudiades i si ho han segut
que no’s publiquen, ja qu’ens donarien una forta llum per a resoldre certs problemas del passat valencià”.
Otra referencia a las excavaciones en la zona del Mercado Central, aunque muy breve y sin especificar
el tipo de hallazgos, fue publicada por González Martí (1952: 77-78) en su estudio sobre la cerámica
valenciana. Finalmente, M. Tarradell (1962: 7-8), en su trabajo sobre las investigaciones en la ciudad
romana de Valentia se refiere a estas excavaciones lamentándose igualmente de que “(…) se perdieron
datos importantes, como las tumbas y cerámicas aparecidas cuando las obras del nuevo Mercado Central,
por falta de alguna institución dedicada al estudio de las antigüedades locales, con suficiente fuerza legal
para actuar sobre los propietarios de los terrenos afectados”.
3. EL DESARROLLO DE LAS OBRAS
En este apartado trataremos de ver la perspectiva de L. Cebrián sobre el desarrollo de los trabajos a partir de
sus notas manuscritas. En primer lugar, los tres oficios de la alcaldía antes mencionados permiten conocer los
pasos que dio el cronista en relación con el inicio de las obras y los objetos recuperados en ellas. Inicialmente
debió dirigirse al alcalde para solicitar un permiso con el que poder entrar en el recinto de las obras y hacer un
seguimiento arqueológico. La respuesta fue el oficio del alcalde F. Gurrea del 7 de octubre de 1916 dirigido
al cronista para que lo presentara al contratista, en el que explica que: “Con motivo del derribo de los pórticos
del antiguo Mercado, es posible que se encuentren algunos objetos de interés histórico, y sobre todo conviene
que quede fijada la topografía que ha de modificarse con la nueva construcción. Espero, pues, que facilitará el
acceso del Sr. Cronista a las nuevas obras y no pondrá V. dificultad alguna al cumplimiento de su cometido”.
Más adelante, el 5 de diciembre de este mismo año el Cronista se dirigió de nuevo al alcalde, quien le contestó
el 7 de diciembre comunicándole que “ha dispuesto que el Sobrestante Sr. Roca se incaute de los tiestos
cerámicos que han aparecido en el subsuelo del Mercado Central, los cuales serán entregados a V. S. para su
inmediato estudio, clasificación y ulterior destino”. Finalmente, el 18 de octubre de 1917, el nuevo alcalde J.
Martínez Aloy le comunica que “he dispuesto que ingresen en el Museo Provincial de Bellas Artes, las siete
piezas labradas, dos de ellas con inscripción latina, que han aparecido en las obras del subsuelo del Mercado
Central, y al propio tiempo he ordenado que los restos cerámicos hallados en las mencionadas excavaciones,
se depositen en las Torres de Serranos, sin perjuicio de facilitarlos a V. S. á medida que vaya necesitándolos
para su estudio y clasificación”.
De particular interés es el texto que envió a T. Llorente para el Almanaque del periódico Las Provincias,
del que extractaremos algunos párrafos que juzgamos de mayor interés. Empieza explicando las dificultades
con que se ha encontrado y el alcance y ritmo de los trabajos, y continúa con una observación relevante
como es la identificación del brazo secundario del río Turia:
APL XXXII, 2018
[page-n-10]
270
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Ya conoce V. los grandes obstáculos e inconvenientes con que se ha luchado durante las obras,
en contra de una ordenada y detenida inspección, por la forma en que han venido haciéndose los
trabajos, que naturalmente, y por interés legítimo de la contrata no han podido de ningún modo
realizarse con la parsimonia, el orden y la correccion imprescindibles en las excavaciones hechas
ad hoc y sin más fin que el descubrimiento de objetos y datos arqueológicos. El empuje dado a las
obras ha sido por lo común de tal intensidad y tan acelerado, que en ninguna hora del día dejaban
de haber veinticinco ó treinta carros saliendo y entrando en el Mercado, para la carga de tierras
y escombros, mientras que varias brigadas de trabajadores, les daban abasto, se ocupaban en la
roturacion y desmonte, con la apertura de zanjas, con el derribo muchas veces en bloque de grandes
paredones del terreno, y con la destruccion á pico ó por medio de barrenos de fuertes murallones de
antigua piñonada [algunos de cinco metros de anchura], cimentados en lo más hondo, que habían de
ir desapareciendo, apenas se manifestaban.
No obstante esto y la prontitud con que por momentos variaba la forma y el aspecto de los tajos,
desapareciendo en ellos, apenas de aparecidos, los objetos y los detalles más dignos de conservación y de
estudio, con la ayuda eficaz y la buena intencion de los directores de los trabajos, se me ha permitido y
he procurado, (…) no solo ver y examinar con detención todo lo que me ha parecido importante, sino que
de ello ha sido posible reunir planos, calcos, fotografías, dibujos (algunos iluminados), notas geológicas,
medidas y cuantos datos he juzgado necesarios ó útiles para ulteriores estudios y para la redaccion de la
Memoria histórica del Mercado, que pienso dedicar al excmo. Ayuntamiento.
Lo vaciado en el terreno mide cuatro metros y medio de profundidad y se extiende –fuera de una estrecha
faja que queda alrededor– por todo el ancho espacio limitado hoy por las casetas últimamente construidas
como valla para el nuevo alzado de las obras. En tan extensa excavacion han podido apreciarse las distintas
alturas y calidad uniforme de las cuatro capas de tierras de acarreo, que indudablemente han venido rellenado
todo este espacioso local desde tiempos muy antiguos. No es este tiempo ni lugar oportunos para exponer
pruebas y detalles; pero bien puedo afirmarle, que después de estos trabajos de cava, ha quedado plenamente
confirmada la vieja tradición de que por nuestra plaza del Mercado transcurría uno de los brazos de nuestro
río; y aun más puede asegurarse que el fondo de su cauce, que seguía la dirección y ocupaba propiamente
el lugar en que hoy está el arroyo principal y más extenso de la plaza, era profundo y dejaba en su ribera
del lado de Poniente un ensanchamiento primero del río, un alto margen después, y un prolongado declive
en tiempos sucesivos, limitado por la histórica eminencia, que llevó el nombre de la Boatella y originó el
de la propia puerta de la ciudad en la calle San Vicente. Por el ángulo del SO, sin embargo, por entre la
desaparecida Pescadería y el Repeso, en dirección a la plazuela del Molino de na Rovella, las capas de
arcilla y arena tenían mayor espesor y llegaban á tanta altura, que parecían denunciar allí el término de la
mencionada eminencia y el estancamiento ó el paso de las aguas en una antigüedad muy remota (…).
Los hallazgos arqueológicos han sido muchos más de los que se esperaban. Unos se refieren al legendario
monasterio de Magdalenas, que ha sido reedificado varias veces y en cuyo solar se han encontrado,
además de numerosas obras de cimentacion, muchas piedras con moldurajes góticos y dos pequeñas basas
de columnitas románicas; (…) un panteón antiguo, completamente enterrado, de las monjas, sin duda;
otro más moderno, también subterraneo de la clausura, con inscripciones funerarias hasta de 1836; dos
carnarios ó enterramientos, pertenecientes á la desaparecida iglesia; y restos inesperados de cerámica,
rotos y maltrechos, pero de gran interés y dignos de meditado estudio, (…).
Los otros hallazgos se refieren a épocas más antiguas, y en primer término los constituyen numerosos
restos de cerámica, pedazos (…) de ladrillos, ánforas, grandes tinajas, de pequeños vasos y gran número
de piedras trabajadas en la forma ordinaria de sillar. Casi todos aquellos trozos son de procedencia romana:
los hay con labores y ornamentación de gusto griego y los menos, alguno muy curioso –un fragmento de
ánfora con multiples adornos de relieve- pertenecen á la época árabe. Pero lo más interesante ha sido, sin
duda, el hallazgo de una espaciosa zona de enterramientos humanos, con muchas y variadas sepulturas
–pasan de ciento– de distintas formas, aunque todas romanas, en pésimo estado de conservación ó
totalmente deshechas la mayor parte.
APL XXXII, 2018
[page-n-11]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
271
Sigue una breve descripción de los tipos de tumbas y de los hallazgos más importantes como los
epígrafes funerarios, que abordaremos en el apartado siguiente.
Este texto permite hacerse una idea de las limitadas posibilidades de trabajo del cronista, que por
entonces contaba ya con 65 años, que durante meses debió atender –primero– los trabajos de derribo
de algunos edificios de interés, y después la excavación de una enorme superficie en la que apareció
un importante complejo de ruinas de diferentes épocas situadas a diferente profundidad. De todos los
trabajos de documentación que se mencionan en el texto, como planos, fotografías, dibujos, etc, sólo
hemos podido localizar los conservados en su archivo personal –textos y algunos croquis– que sirven de
base a este artículo.
Entre las notas sueltas que completan la documentación, una se refiere al hallazgo de una inscripción
funeraria de 1821 sobre un pequeño ladrillo procedente del panteón moderno del Convento de Santa María
Magdalena, en la que podía leerse: “Murió Sor Rosalía Navarro el día 25 de Agosto del año 1821, de edad
de 58 años. R.I.P.”; y añade que se encontraron dos más de 1836, además de otras de azulejos, rotas. Cabe
señalar que la fecha de las últimas inhumaciones es un año anterior a la enajenación del convento (1837),
que como hemos dicho fue derribado en 1838, sobre cuyos cimientos se levantó en parte el Mercado Nuevo
(Boix, 1949: 166). Lo cuenta el mismo L. Cebrián en sus Notas para la historia de la plaza del Mercado
de Valencia: “Permaneció este convento hasta el año 1837, en que sus religiosas fueron agregadas a la
comunidad de Santa Catalina de Sena, de monjas dominicas”. Sobre este convento puede verse la obra de
V. Beaumont (1725), quien explica que en 1240 el escribano B. de Brinchio donó una casa que tenía en la
Boatella, y afrontaba con el mercado, a Sor Adelaida de Romaní, priora de dicho convento. La construcción
de su iglesia finalizó en 1641, y su reforma en 1763, según rezaba una inscripción existente en la puerta
recayente al mercado.
En otra anotación menciona las excavaciones del arquitecto R. Velázquez Bosco en el palacio
de Medina Azahara, en las que se había encontrado cerámica del Califato de Córdoba, del siglo X,
“parecida á la del Mercado”; se refiere a “un fragmento de ánfora con multiples adornos en relieve”
anteriormente mencionado. L. Cebrián debió leer la noticia en alguna publicación en la que aparecía
una ilustración que le permitió establecer la analogía. Es una mención de interés que demuestra la
ocupación de esta zona en el periodo andalusí. Por el emplazamiento, y según los hallazgos realizados
en excavaciones próximas como la actualmente en curso en un solar cercano, pudo estar ocupada por
un área residencial a partir del siglo XI tal vez perteneciente al arrabal extramuros de la Boatella, que
debía estar situado al oeste del camino que se dirigía hacia el sur, no lejos de la puerta homónima,
que estaba protegido por un muro en el que se abrían dos puertas (Barceló, 2000: 43; Ferrandis, 2016:
430 y 601). Por otra parte, “los fuertes murallones de antigua piñonada [algunos de cinco metros de
anchura]” que menciona no pueden corresponder a la muralla andalusí, que discurría por el lado norte
de la plaza del Mercado, adosada a la parte trasera de la Lonja (Pascual y Martí, 2002: 301; Ferrandis,
2016: 460-462).
La prensa de la época se hizo eco desde octubre de 1916 y hasta el mismo mes de 1917 de los
hallazgos realizados en los trabajos de excavación del sótano del futuro Mercado Central. La primera
noticia la proporcionan La Correspondencia de Valencia (LCdV) y Las Provincias (LP) el 18/10/1916,
cuando en la crónica de la reunión del CCV que había tenido lugar el día anterior dieron cuenta de que
su presidente, J. Martínez Aloy, informó de que al derribar uno de los edificios vecinos a la que fue
sede de Lo Rat Penat se encontró una inscripción romana (CIL II2/14, 66 = IRPV V, 74), así como dos
osarios del antiguo convento de Santa María Magdalena, varias monedas, azulejos y otros objetos de
interés. En 1917 LCdV, LP y el Diario de Valencia (DdV) informaron el 17 de febrero de la reunión del
CCV que había tenido lugar el día anterior, en la que el cronista de la ciudad dio cuenta de los hallazgos
arqueológicos de las obras del Mercado Central, singularmente de una inscripción romana, y anunció la
redacción de una memoria sobre dichos hallazgos. LCdV informaba el 17 de marzo del hallazgo de restos
de una religiosa en una tumba. Con fecha del 5 de abril el DdV recogió la noticia de la celebración de la
APL XXXII, 2018
[page-n-12]
272
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
sesión reglamentaria de la Real Academia de Bellas Artes, en la que J. Martínez Aloy dio cuenta de sus
reuniones con el cronista L. Cebrián en las que le informó de los hallazgos y del pronto ingreso en el
Museo de las dos nuevas inscripciones romanas encontradas.
El 11 de abril LP publicó íntegro el texto cuyo borrador se conserva entre los papeles del cronista.
También LCdV publicó una síntesis de los hallazgos realizados, que por la precisión de la información
recogida debía tener la misma procedencia. Este periódico recogía el 21 de abril la noticia de que el
contratista de las obras retenía los objetos hallados en las excavaciones y no los entregaba al ayuntamiento,
por la que el alcalde F. Gurrea había llamado al cronista, quien le manifestó que aquel había entregado
algunos y el resto lo haría próximamente. Esta misma información la reproducía LP al día siguiente. El 18
de octubre, este diario daba cuenta de que el alcalde J. Martínez Aloy, de acuerdo con el contratista y el
cronista de la ciudad, habían decidido que siete piedras encontradas en las excavaciones –entre las que se
encontraban las dos inscripciones romanas– ingresaran provisionalmente en el Museo Provincial, y que el
resto de los hallazgos se depositaran en las Torres de Serranos. Al día siguiente, El Pueblo reproducía esta
misma información. Finalmente, el 29 de octubre LCdV daba cuenta de una información del alcalde según
la cual se habían depositado en las Torres de Serranos un total de 1.279 fragmentos cerámicos, de los que
el cronista estaba estudiando los de mayor interés, y concluía que los descubrimientos parecían no tener la
importancia que se les suponía.
4. LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA
La necrópolis de la Boatella es el cementerio de mayor tamaño de la colonia romana de Valentia (fig. 1). Sin
embargo, hasta el momento ha sido uno de los menos estudiados, ya que los trabajos que se han publicado sobre
él han sido siempre estudios parciales (Aranda, 1948; Cueves, 1948; Ribera, 1983; Ribera y Soriano, 1987;
Soriano, 1989; Albiach y Soriano, 1996; García Prósper y Sáez, 1999; González Villaescusa, 2001). Distintas
razones han imposibilitado hasta el momento la realización de un estudio general sobre la necrópolis.3 Una de las
primeras cuestiones a tratar es la historia de la investigación, sobre la que resulta de gran interés la información
que incluimos en estas páginas por ser en buena parte inédita. Pero antes de analizarla expondremos una breve
síntesis sobre sus principales características. Se localiza al suroeste de la ciudad, a una distancia de poco más de
0,5 km. Su superficie puede calcularse en aproximadamente 16.000 m2, que es la comprendida por las actuales
calles Músico Peydró y Linterna, la plaza de la ciudad de Brujas, el Mercado Central y una parte de la Avenida
del Oeste. Posiblemente estaba vinculada a un posible camino secundario que en dirección oeste arrancaría de
la Vía Augusta en su trayecto por la actual calle San Vicente Mártir.4
El paisaje de la necrópolis estuvo caracterizado por la presencia de uno de los brazos secundarios del río
Turia a su paso por esta zona, que es la causa del acentuado desnivel que lo caracteriza (Carmona, 2009: 27-28).
El terreno formaba una vaguada que transcurría por la zona del actual Mercado Central en dirección a la plaza
del Ayuntamiento, hacia la calle de las Barcas, y confluía con el cauce del río Turia a la altura de la rambla de
Predicadors. La presencia de este paleocauce provocó la inundación de la ciudad en varias ocasiones entre los
siglos II a. C. y III d. C., lo que pudo afectar a la necrópolis de la Boatella en sus primeros años de uso.
Este cementerio se ha fechado entre finales del siglo II y el VI d. C. (Soriano, 1989). Sin embargo, una
vez realizado el estudio de materiales, y hasta que finalicemos el estudio de sepulturas, podemos precisar que
su cronología no debió sobrepasar el siglo V d. C. Durante este periodo acogió a más de 200 enterramientos
que siguen el ritual de la inhumación y que corresponden a un mínimo de 12 tipos de tumbas, entre las que
son mayoritarias las de cubierta de tegulae plana y a doble vertiente, de losas y con fosa simple. Además, se
han identificado tres tipos de contenedores funerarios: sarcófago, ataúd de madera y ánfora. Otros aspectos
3
4
El estudio de esta necrópolis es el tema de la tesis doctoral de M.ª A. Martínez Pérez, dirigida por el profesor F. Arasa.
Agradecemos la información proporcionada por M.ª Jesús Ortega a este respecto.
APL XXXII, 2018
[page-n-13]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
273
que podemos destacar son que todas las sepulturas (de entre las que se conservan planos, dibujos o notas) se
orientaban en dirección oeste-este, un aspecto general en el mundo romano a partir del periodo imperial; que
en su mayoría eran enterramientos simples, salvo algunas excepciones en las que se pudieron enterrar entre
dos y siete individuos en una misma sepultura; que únicamente se detectan dos ejemplos de superposición de
tumbas; y que en ella se enterraron tanto individuos adultos como infantiles, estos preferentemente sepultados
en enchytrismoi. En relación con ello podemos señalar que el número de sepulturas de individuos de corta edad
es muy poco representativo si tenemos en cuenta la alta mortalidad infantil de la época, un aspecto que también
se ha podido constatar en otras necrópolis de la ciudad (García Prósper, 2015; Martínez Pérez, 2016).
En cuanto a los ajuares, aunque posiblemente la mayoría de tumbas no tenían, se componen
mayoritariamente de recipientes con formas cerradas fabricados en vidrio y cerámica, junto con alguna
forma abierta y, raramente, algunos adornos personales. En el caso de los recipientes de vidrio se trata, en
su mayoría, de piezas de tocador o destinadas al servicio y consumo de líquidos (botellas, jarras y vasos),
función que coincide con la de los recipientes cerámicos (botellas, jarras, vasos y cuencos).
La última intervención con resultado positivo desarrollada en la zona de la necrópolis se produjo
en julio de 2018 (Levante, 18/07/2018). En cuanto a su inicio, hasta ahora se había considerado que los
primeros hallazgos funerarios se produjeron en 1945 con la apertura de la Avenida del Oeste. Sin embargo,
como hemos visto, en realidad fue casi 30 años antes, a finales de 1916, cuando el cronista de la ciudad
L. Cebrián Mezquita pudo documentar por vez primera los restos que con seguridad podemos atribuir a
este cementerio.
5. LOS HALLAZGOS DE 1916-1917
Como hemos visto, la construcción del nuevo edificio del Mercado Central conllevó la expropiación y
derribo de numerosos edificios y la desaparición de calles como la Dels Conills o de las Magdalenas. L.
Cebrián describe estos viales y se refiere a los edificios que se mantuvieron en pie, prestando especial
atención al origen de sus denominaciones. En el caso de la primera, relaciona su nombre con el pequeño
tamaño de las viviendas y el nombre de las familias que vivieron en ella; y en el de las Magdalenas, que
tomó el nombre del mencionado convento, destaca que se podían encontrar pequeños comercios, sobre todo
de segunda mano, y casas pobres; la única excepción era el edificio que fue sede de la asociación cultural Lo
Rat Penat, que se encontraba en el lado oeste de la calle y hacía esquina con la plaza del Casal.
Las primeras sepulturas aparecieron en diciembre de 1916: “Desde el mes de Diciembre de 1916, luego
que la excabacion en el Mercado Nuevo fué adelantando y pasó del circuito que ocupaba la iglesia de las
Magdalenas, á una profundidad entre dos y dos y medio metros, fueron apareciendo varias sepulturas, al
parecer romanas”. A pesar de que en el texto remitido a T. Llorente habla de un centenar de sepulturas, en
sus anotaciones contabiliza sólo 35, tanto individuales como colectivas, de las que describe 22. En cuanto
al límite del área funeraria, explica que “una supuesta diagonal, que, desde un poco más al Oeste de la
puerta de entrada al Mercado Nuevo por la plazuela que daba ingreso á la que fue Pescadería, terminase en
la misma unión del tercio medio con el tercio septentrional de la desaparecida calle “dels Conills”, marcaría
perfectamente el límite oriental de la zona en que han encontrado dichos enterramientos, sembrados sin
orden ni plan, al parecer, en todo el espacio comprendido por la excavación hácia la casa del Repeso”. Sobre
su profundidad y características, añade: “Todas estas sepulturas han aparecido completamente enterradas, á
una profundidad variable entre dos y tres metros con su eje mayor –de unos dos metros– dirigido de Ocaso
á Oriente y con los esqueletos en posición supina y la cabeza en la parte de Poniente”.
En el mismo texto siguen unas consideraciones sobre los distintos tipos de tumbas encontradas y sus ajuares:
Unas estaban formadas de sillares más ó menos perfectos, algunas con restos de bordones y molduras,
procedentes sin duda de edificios ó monumentos greco-romanos más antiguos; pero sin que ninguno
de estos fragmentos, pequeños y rotos y mal conservados, pudiera fijar en absoluto la época y carácter
APL XXXII, 2018
[page-n-14]
274
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
de dichas viejas edificaciones. Otras estaban constituidas por tégulas romanas de tamaño común ó
por ladrillos antiguos de extraordinario grandor (71 cm de lado por 10 de profundidad); las más con
la cubierta horizontal, algunas con la techumbre angular en forma de barraca; unas con muretes de
mampostería ordinaria, otras con ladrillos cóncavo convexos en los extremos y una, compuesta de
grandes sillares, revestida por dentro con piezas rectangulares de barro cocido (…). Muchas de estas
sepulturas se hallaron removidas, con los restos humanos en pésimo estado de conservación. Tan solo
en tres de estas tumbas han aparecido otros tantos ungüentarios de vidrio y uno de barro cocido; y en
otra se encontró una sortija rota con piedra cuadrangular muy deteriorada. Todas ellas contenían un
solo cadáver excepto dos de las fabricadas con grandes sillares: en ambas se hallaron huesos de siete ú
ocho esqueletos, colocados en desorden y al parecer sin existir ninguno de aquellos completo.
Los materiales y tipos de las tumbas que describe son similares a los documentados en las excavaciones
más recientes. También son coincidentes las características como la orientación oeste-este, la posición
del cadáver en decúbito supino y el número y tipo de materiales utilizados como ajuar (vidrio, cerámica
y joyas). Estos se depositaron en el Museo Provincial de Bellas Artes y en las Torres de Serranos; sin
embargo, de todos ellos únicamente hemos conseguido localizar el conjunto epigráfico.5 L. Cebrián se
refiere a un “atlas” con dibujos de las piezas que tampoco hemos podido localizar, por lo que únicamente
contamos con el dibujo de uno de los ungüentarios vítreos que realiza a mano alzada, de cuerpo piriforme.
En cuanto a los aspectos antropológicos, más relacionados con la formación del cronista, las referencias
a los esqueletos son de carácter general y se limitan a su posición, estado de conservación, en ocasiones
con menciones de algunos huesos en particular, y con más detalle a las medidas y restos conservados del
difunto enterrado en la sepultura nº 12. Esta escasa información que recoge puede explicarse, además de
por el estado de conservación, si tenemos en cuenta las condiciones de trabajo anteriormente apuntadas y
el gran número de sepulturas y restos que aparecieron.
De los elementos constructivos que se encontraban reutilizados en algunas sepulturas representa
dos en sus anotaciones: un fragmento de cornisa de 36 cm de altura, 63 cm de anchura y 104 cm de
profundidad, rota por la parte inferior, con dos molduras; y un sillar irregular de 62 cm de altura, 98 de
anchura y 37 de profundidad en el que puede verse en su cara anterior una banda curvada de 22 cm de
anchura orientada a la izquierda, y en el lateral derecho estrías verticales que por la regularidad con que
se representan podrían pertenecer a una pilastra. Además, menciona otro con una moldura de media caña
en la sepultura doble (nº 2-3). En el caso de la tumba nº 1, manifiesta expresamente que estaba construida
“de piedras trabajadas, cuadrangulares y de distintas dimensiones, que parecían no haberse trabajado
para aquel sitio”.
Ahora pasaremos a describir las sepulturas que L. Cebrián consideró más importantes y de las que
aporta algún tipo de información.6 Para ello hemos diferenciado las tres zonas en las que señala el hallazgo
de enterramientos: el espacio comprendido entre las calles Dels Conills y de las Magdalenas, el Mercado
Nuevo y la zona de la Pescadería (fig. 7). En la primera de estas zonas se localizaron nueve tumbas.
Tumba 1: localizada “muy cerca (á Poniente, hácia el Repeso) de las sepulturas ó carnarios” del Convento
de Santa María Magdalena, a unos 2 m de profundidad. Estaba construida con sillares reutilizados. En
su interior se localizó un esqueleto en mal estado de conservación acompañado de un vaso cerámico
y un ungüentario vítreo, ambos fragmentados, que constituirían el ajuar del difunto. “Al lado de esta
sepultura, echada de lado y completamente enterrada, á la misma altura de la fosa”, se encontró el
ara funeraria encargada por Cassia Accepta para si misma y para su marido, L. Casius Urbicus (fig.
8), que puede fecharse en el siglo II (CIL II2/14, 53 = IRPV V, 58). La proximidad entre la sepultura
y la inscripción y el buen estado de conservación de aquella nos llevan a pensar que la segunda pudo
5 Las tres inscripciones halladas fueron estudiadas por J. Corell (2009 = IRPV V) y, actualmente, se encuentran en los almacenes
del Museo de Bellas Artes de Valencia, a cuya dirección agradecemos que nos permitiese estudiarlas.
6 En la numeración hemos intentado seguir el mismo orden que el cronista.
APL XXXII, 2018
[page-n-15]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
Fig. 7. Croquis del Mercado Nuevo del cuaderno
de L. Cebrián titulado Excavaciones en el Mercado
(1917), con la localización aproximada de algunas
de las sepulturas halladas (AGUN, FLCM).
275
Fig. 8. Página del cuaderno de L. Cebrián titulado
Excavaciones en el Mercado (1917), con el dibujo del ara
funeraria dedicada a L. Casius Urbicus (CIL II2/14, 53 =
IRPV V, 58) (AGUN, FLCM).
APL XXXII, 2018
[page-n-16]
276
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 9. Página del cuaderno de L. Cebrián
titulado Excavaciones en el Mercado
(1917), con los croquis de la sepultura
doble (nº 2-3) y de otra sencilla (nº 4)
(AGUN, FLCM).
haberse encontrado in situ, de manera que esta tumba sería la única que podría fecharse en el siglo II d.
C. Sin embargo, dado que la inscripción estaba enterrada a la misma altura de la fosa y de que menciona
a un matrimonio, cuando los restos hallados correspondían a un solo individuo, nos lleva a considerar
con cautela la relación entre ambas.
Tumbas 2 y 3: estaban situadas en el lado del Mercado Nuevo que daba a la calle de las Magdalenas, cerca
del Repeso (fig. 7). Se trata de una sepultura doble hallada a unos 80 cm de profundidad y construida
con sillares de distintas medidas (fig. 9), entre los cuales había uno con una moldura de media caña.
La longitud de las cámaras era de 190 cm, la anchura de la del lado izquierdo era de 59 cm y la del
derecho de 70 cm; la altura de los muros era cercana a 1 m y su grosor era irregular, de unos 37 cm
de promedio. Es la única sepultura de estas características constatada en toda la necrópolis, pues aunque las tumbas de sillares son frecuentes, no conocemos ninguna otra doble. Esta particularidad nos
lleva a pensar que se trataba de una sepultura familiar. Suponemos que eran dos los difuntos, aunque
L. Cebrián únicamente hace referencia al negativo estado de conservación de los huesos, sin especificar
el número de individuos.
Tumba 4: se encontró a 3 m hacia el oeste de la anterior, “un poco más profunda”. Estaba construida en su
totalidad de tegulae, unas dispuestas verticalmente y otras en posición horizontal. Sus medidas, una vez
levantada la cubierta, eran de 2 x 0,40 m y su profundidad de 1 m. Como en el caso anterior, el estado de
conservación del esqueleto era bastante deficiente, lo que también se observaba en la propia cubierta.
Dado que no se indica, suponemos que no se encontraron objetos en su interior.
Tumba 5: se encontró “allí cerca” y estaba construida de sillares y revestida en el interior de “ladrillos
ó barro cocido” un tanto irregulares con unas dimensiones máximas de 78 x 22 x 3,5 cm, de los que
APL XXXII, 2018
[page-n-17]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
277
recuperó 10, decorados en una de sus caras con “una espiga, grabada con la punta de los dedos y
en negro”. Resultan extrañas las proporciones de las piezas cerámicas, así como su escaso grosor.
No menciona ajuar.
Tumba 6: sepultura de localización desconocida con cubierta plana de ladrillos de 71 x 71 x 10 cm. Piezas
parecidas fueron utilizadas también en las sepulturas localizadas en las excavaciones desarrolladas
entre 1945 y 1963. No tenía ajuar.
Debemos señalar que realmente L. Cebrián contabiliza nueve sepulturas, de las que solamente describe
seis. Estas se localizaban en el espacio comprendido entre las calles Dels Conills y Magdalenas. Por todo
ello, y a pesar de que su descripción aparece en una nota independiente, incluimos la siguiente sepultura
localizada en la calle de las Magdalenas.
Tumba 7: se encontró a 1,20 m de profundidad frente a la caseta nº 48 del Mercado Nuevo, en el centro
de esta calle. Estaba construida con seis sillares de piedra azul que presentaban unas medidas de cinco
palmos y medio y dos dedos de longitud (129 cm), tres y un cuarto de altura (74 cm) y un palmo y un
cuarto de grosor (28 cm).7 Los muros de los lados cortos tenían cuatro palmos y un dedo de ancho y de
altura (94 cm). En ella se contabilizaron entre 10 y 12 individuos, orientados de oeste a este.
En la zona del Mercado Nuevo se localizaron diez sepulturas más, algunas de las cuales hemos podido
ubicar de manera aproximada gracias al croquis realizado por L. Cebrián (fig. 7).
Tumba 8: sepultura de tegulae. El esqueleto estaba completo y bien conservado en comparación con el
resto de casos. Sin ajuar.
Tumba 9: sepultura de tegulae de localización desconocida en la que se encontró una “sortija (aro y piedra
cuadrangular empañada y con los ángulos redondeados en forma de rectángulo)”, al parecer bastante
deteriorada. Como ocurría con el resto de materiales, desconocemos su paradero actual, aunque sabemos que en esos momentos la guardaba el mismo cronista.
Tumba 10: sepultura de sillares de localización desconocida. Posiblemente con un solo individuo, sin ajuar.
Tumba 11: sepultura de sillares. Posiblemente sin ajuar. En su interior se localizaron los esqueletos de
al menos siete personas, todos ellos mezclados y sin ningún orden. En una de las intervenciones más
recientes también se localizó una sepultura múltiple de este tipo en la zona más cercana al actual
Mercado Central, en la que algunos individuos sí se encontraban en posición primaria (Herreros, 2008).
Tumba 12: sepultura de sillares de localización desconocida, posiblemente sin ajuar. Como en la anterior, se localizaron restos de siete u ocho individuos, cuyos huesos se encontraban desordenados.
Tanto en este caso como en el anterior resulta extraño que ninguno de los individuos se encontrase
en posición primaria.8
Tumba 13: sepultura en forma de cista de tegulae encontrada a 2,5 m de profundidad; las de las paredes
medían 49 x 37,5 cm y las del piso y la cubierta 49 x 41 cm. El individuo fue depositado con las manos
unidas sobre el abdomen en una estructura de madera para cuya fabricación se utilizaron 12 clavos
de hierro (de los que el cronista guardaba tres). Posiblemente se trataba de una lectica¸ pues todos los
clavos se encontraron en posición vertical, seis a cada lado del cadáver (Alfayé, 2009: 428; Martínez
Pérez, 2018: 149). En el caso de tratarse de un ataúd su distribución podría haber sido similar, pero su
posición no sería solamente vertical. Posiblemente sin ajuar. El individuo medía 1,62 cm de altura.
Tumba 14: sepultura de sillares cercana a la anterior, posiblemente sin ajuar.
Tumba 15: sepultura de sillares cercana a las anteriores, posiblemente sin ajuar.
Tumba 16: sepultura de sillares cercana a las anteriores, posiblemente sin ajuar.9
7
8
9
Entendemos que las medidas son aproximadas; hemos utilizado una equivalencia de 1 palmo = 23 cm.
En otra de las excavaciones realizadas en la zona se localizaron los restos removidos y sin conexión anatómica de un número
importante de individuos que fueron depositados en el interior de una fosa simple. Actualmente, esta sepultura/estructura se encuentra
en estudio, por lo que todavía no podemos avanzar conclusiones, pero una diferencia clave es que se trata de una fosa simple y no de
una estructura funeraria que ha requerido una mayor elaboración, como es el caso de las sepulturas 11 y 12
L. Cebrián habla de “tres o cuatro sepulturas, hechas de sillares”, por lo que hemos decidido incluir tres tumbas a pesar de ser una
cifra indeterminada.
APL XXXII, 2018
[page-n-18]
278
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Tumba 17: Sepultura de sillares localizada junto a la Estructura nº 1, posiblemente sin ajuar.
Estructura 1: construcción de planta cuadrangular de 2 m de anchura y 1,65 m de profundidad, de la que
únicamente se conservaban dos muretes de mampostería. L. Cebrián la interpreta como una balsa, que no
debía estar relacionada con la necrópolis, sino con lo que podría tratarse de un área industrial que también
se documentó en la intervención de la plaza de la ciudad de Brujas y que debía ser posterior a la necrópolis (Herreros, 2008). Una de las estructuras localizadas en esta excavación continuaba hacia el Mercado
Central, pero no podemos afirmar con seguridad que se trate de la misma que describe el cronista.
Como ocurría en otra de sus notas, en esta parte de la documentación hace referencia a “14 ó 15”
sepulturas construidas de sillares, tegulae y “ladrillos hechos ad hoc”, dispuestos tanto en las paredes y la
base como en la cubierta. No obstante, únicamente se centra en la Estructura 1 y las últimas cuatro tumbas
que describíamos.
La tercera y última zona de sepulturas se encontraba en la zona sur del solar del futuro Mercado Central
(según se interpreta en las notas, aproximadamente a 1,5 m de distancia del límite de las obras), lo que
impidió excavarlas en su totalidad. Posiblemente eran las que se encontraban en relación con la vía de
comunicación secundaria mencionada anteriormente.
Tumba 18: sepultura con imbrices (“tejas curvas”) en la cabecera, que no pudo excavarse por encontrarse en el límite de la obra, concretamente entre las casetas nº 33 y 34, y por tanto, cercana a las
sepulturas nº 13 y 16.
Tumba 19: tumba localizada ante las casetas nº 34 y 35. Estaba construida con tegulae (“teja de ladrillo”).
No pudo excavarse por “estar de través en el mismo linde” de la excavación.
Tumba 20: localizada el 31 de marzo de 1917 a 3 m de distancia de las casetas nº 37 y 38 y situada a 1,30
m de profundidad. Estaba construida con paredes de sillares y cubierta y suelo de tegulae; los sillares
medían un palmo y medio de alto por uno de ancho (34,5 x 23 cm).
Tumba 21: se encontró a 2 m de la anterior. Sepultura de sillares de piedra azul.
Tumba 22: se localizó a 40 cm de la anterior, pero en el mismo plano. Sepultura de muretes de ladrillos,
suelo de “ladrillo horizontal” y cubierta a doble vertiente, que tenía una altura aproximada de 50 cm.
Estructura 2: murete de palmo y medio de espesor que L. Cebrián denomina como “malecón”, situado
ante la caseta nº 33, por tanto, al lado de la Pescadería y junto a la sepultura nº 19. Desconocemos su
función, aunque se encontraba junto a una sepultura; en esta dirección, en la zona de la Plaza de la
Merced, continuando la calle de las Calabazas hacia el este, todavía se han encontrado tumbas de esta
necrópolis.
En esta zona, algunas de las sepulturas pueden localizarse aproximadamente a partir de la relación que
el cronista establece con las casetas del Mercado Nuevo. De modo que sabemos que se encontraban en la
zona este de la Pescadería.
6. CONCLUSIONES
Teniendo en cuenta todos los datos aportados podemos establecer una serie de conclusiones. En primer lugar,
y como hemos indicado anteriormente, conocemos la localización de algunas de las sepulturas gracias a uno
de los croquis que L. Cebrián incluye entre sus anotaciones: en algunos casos las referencias son las casetas
del Mercado Nuevo, las letras con las que numera las sepulturas o la cercanía entre unas y otras. En cuanto
a la organización interna, sabemos que las sepulturas se disponían siguiendo la propia diagonal marcada por
el Mercado Nuevo, y compartiendo características organizativas con el resto de la necrópolis: distribución
en grupos con espacios entre unos y otros. Debido a la falta de datos, no podemos saber a qué se deberían
esos espacios, pero si observamos el croquis de la figura 7 se puede ver la línea recta, en dirección norte-sur,
que forman las sepulturas; lo que significa que, al menos en esa parte de la necrópolis, los enterramientos se
dispusieron de manera ordenada, posiblemente siguiendo caminos internos (diverticula).
APL XXXII, 2018
[page-n-19]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
279
En conjunto se excavó una “espaciosa zona de enterramientos humanos, con muchas y varios metros de
anchura (…)” comprendida entre las calles Dels Conills al norte, el Molino de na Rovella al este y la Pescadería
al sur; al oeste suponemos que no se localizaron enterramientos, sino los desniveles del brazo secundario del
Turia. Las zonas de tumbas contiguas se excavaron entre 1945 y 1947, cuando se exhumaron más de 100
enterramientos con materiales fechados entre los siglos II y IV d. C.; en 1957, al menos otras dos sepulturas, una
de ellas fechada entre los siglos II y III d. C.; y en 2008, un enterramiento colectivo construido de sillares.
En cuanto al recuento de sepulturas, se ha podido individualizar un escaso número, a pesar de que el
cronista habla de más de 100, sobre todo si tenemos en cuenta que la superficie excavada fue de 8.160 m2. Y
es que, a pesar del importante trabajo realizado por L. Cebrián, el hecho de que se trate de anotaciones y de
que no llegara a realizar una valoración de conjunto hace difícil formarse una idea exacta de todo lo hallado.
En conjunto, señala la presencia de tres tipos de sepulturas: de sillares (algunas de ellas revestidas con
ladrillos o “tableros de barro”), de muretes de mampostería y de tegulae, en las que estas últimas formaban
parte de las paredes, el suelo y la cubierta, que era plana o a doble vertiente, aunque desconocemos el
número de cada una de ellas. En el caso de las construidas con sillares, señala que estos debían proceder de
otros monumentos y que entre ellos se veían algunos con molduras. Otras sepulturas estaban cubiertas por
“grandes ladrillos, hechos ad hoc, puestos en posición horizontal como también sucedía en la pared o suelo
de las mismas”. Así lo hemos interpretado en la tumba nº 6.
En consecuencia, suponemos que estos serían los tipos sepulcrales existentes en la zona, pues no hace
referencia a otros. Entre las que han podido identificarse, las sepulturas construidas de sillares son las
más abundantes (65%), seguidas de las tumbas de tegulae (25%).10 Las sepulturas de grandes ladrillos
suponen una excepción respecto al resto (5%), ya que es un tipo poco común en el Imperio; al igual que
las construidas con muretes de ladrillos (5%). Se trata de tipos presentes en el resto de solares intervenidos
entre 1945 y 2008, así como en otras necrópolis valentinas, salvo por el revestimiento de “tableros de
barro”. En relación con ello, deben tenerse en cuenta las propuestas cronológicas que se han hecho para
estos tipos sepulcrales en el País Valenciano o la Tarraconensis, sobre todo si consideramos la ausencia de
materiales que puedan datarse (González Villaescusa, 2001; Sevilla Conde, 2014). En general, la cronología
propuesta para las sepulturas de tegulae se establece entre los siglos II y V d.C.; mientras que las cistas
de estos mismos materiales tienen su momento de mayor esplendor entre los siglos III y IV d. C., aunque
continúan utilizándose incluso hasta el siglo VII, siendo esta cronología coincidente con el uso de bipedales
como cubierta funeraria; finalmente, las tumbas de sillares son más tardías, pues se fechan a partir de finales
del siglo IV.
Se recuperaron tres inscripciones funerarias, todas ellas completas. La primera apareció en octubre
de 1916 en “un espacio cuadrangular [paralelo a un sótano excavado con anterioridad] que denunciaba
otra estancia, excabada en el terreno, pero que no pudo ser subterránea, porque era de poca profundidad:
unos tres palmos (69 cm). En este espacio y en el punto A fue donde se halló la lápida” (fig. 10). Es una
placa de mármol que fue reutilizada como soporte escriptuario, con una dedicatoria a Cn. L(---) G(---)
que se caracteriza por su carácter un tanto tosco y puede fecharse entre los siglos II y III (CIL II2/14, 66
= IRPV V, 74). La segunda es un ara de piedra caliza hallada cerca de la tumba 1 y dedicada a L. Cassius
Urbicus que puede fecharse en el siglo II (CIL II2/14, 53 = IRPV V, 58). Y la tercera es una losa de piedra
caliza fragmentada, localizada al sur del sótano en el que se encontró la primera y dedicada a L. Magidius
Gallus, que se fecha también en el siglo II (CIL II2/14, 69 = IRPV V, 75). En conjunto los tres epígrafes
se fechan entre los siglos II y III d.C. Aunque esta cronología se aviene con la de la primera fase de la
necrópolis, estas inscripciones no se encontraban en posición primaria, por lo que podrían proceder de otra
10 En este recuento hemos incluido únicamente las sepulturas numeradas, por lo que los resultados son aproximativos. Entre las
sepulturas de sillares se recoge la nº 5, con revestimiento interno, mientras que entre las de tegulae no diferenciamos entre cubierta
plana y a doble vertiente. No hemos incluido las tumbas nº 18 y 20 porque desconocemos el tipo de la primera, y se combinan dos
tipos de materiales en su construcción en el caso de la segunda.
APL XXXII, 2018
[page-n-20]
280
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 10. Croquis del cuaderno de L. Cebrián
titulado Excavaciones en el Mercado
(1917), con la planta del subterráneo de la
casa en la que se encontró la inscripción
(A) (AGUN, FLCM).
necrópolis cercana como la de la calle San Vicente Mártir. Podría tratarse de un caso parecido al de las
piezas recuperadas en la excavación de 2007-2008, como las aras o la escultura encontradas en el interior
de un pozo de cronología posterior (Cebrián y Herreros, 2008; Arasa, Jiménez y Herreros, 2015).
Por último, podemos destacar que la mayoría de enterramientos carecían de ajuares. Solo
se recuperaron algunas piezas en la tumba nº 8, donde sabemos que se halló un anillo, aunque
desconocemos su posición concreta; la nº 1, donde se encontraron dos recipientes de vidrio y cerámica;
y dos sepulturas más con ungüentarios de vidrio de las que no podemos aportar más información, ni si
quiera el número de piezas o su tipo.
7. CONSIDERACIONES FINALES
Desde finales del siglo XIX y durante el primer cuarto del XX, las escasas actuaciones relacionadas con el
Patrimonio Arqueológico que tuvieron lugar en Valencia fueron iniciativa de estudiosos del arte y archiveros
como J. Martínez Aloy, L. Tramoyeres y R. Chabás, que publicaron sus estudios y los nuevos hallazgos
que se producían en revistas y artículos de prensa. Particularmente activo se mostró el primero, que entre
1894 y 1914 publicó numerosos artículos en el Almanaque del diario Las Provincias dando a conocer las
APL XXXII, 2018
[page-n-21]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
281
novedades sobre epigrafía y arqueología de la ciudad. A partir de 1922 esta tarea la asumió J. L. Almunia.
En 1915 se fundó el Centro de Cultura Valenciana (CCV), patrocinado por la Diputación Provincial, del
que fue decano J. Martínez Aloy hasta su muerte en 1924. Le siguió L. Cebrián hasta 1927 (Roca, 1996).
Con su reorganización en este mismo año se acordó la publicación de una revista semestral que habría de
titularse Anales y se establecieron las secciones de Historia y Arqueología y de Prehistoria y Antropología;
esta última pasó a dirigirla N. P. Gómez Serrano, quien publicó en la revista diversos trabajos. Años más
tarde fue precisamente este autor quien, por encargo del CCV, publicó un primer estudio de conjunto sobre
los hallazgos arqueológicos en la ciudad de Valencia (Gómez Serrano, 1932).
En 1921 el catedrático de Arqueología, Epigrafía y Numismática de la Universidad de Valencia
(UV) L. Gonzalvo París fundó un Laboratorio de Arqueología que mantuvo una irregular actividad
formativa y de prospección en esta década (Aura, en Bonet et al., 2006: 33-46). El paso definitivo hacia
la institucionalización de la arqueología valenciana llegó pocos años después con la concurrencia en 1927
de dos hechos determinantes: la fundación del Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) y su Museo
de Prehistoria por iniciativa de I. Ballester (Hernández Pérez y Enguix, en Bonet et al., 2006: 17-32) y la
llegada a la UV del profesor L. Pericot, con quien se introdujeron los estudios de prehistoria y se formaron
los primeros arqueólogos. Este fue nombrado subdirector del SIP en 1928, con lo que se formalizaron las
estrechas relaciones que desde entonces han mantenido ambas instituciones.
Los trabajos de L. Cebrián en las excavaciones realizadas para la construcción del Mercado Central
de la ciudad, un precedente de los actuales seguimientos arqueológicos, deben entenderse en un contexto
caracterizado por la ausencia de especialistas en el que los hallazgos eran documentados por profesionales
de disciplinas afines a la arqueología. En el mejor de los casos estos trabajos finalizaban con la recuperación
de las piezas más significativas y la publicación de algún artículo dando a conocer la noticia. En las obras
del Mercado Central se descubrieron un conjunto de restos de gran complejidad pertenecientes a diversas
épocas que iban desde la romana hasta el siglo XIX. De estos descubrimientos se ocupó el cronista de la
ciudad, una persona de amplia cultura con una importante dedicación a la historia y cierta experiencia
arqueológica, que en el curso de unas obras de gran envergadura, e intentando conciliar los intereses de la
investigación y del contratista, supo seleccionar y preservar un importante lote de fragmentos cerámicos,
las tres inscripciones romanas que se hallaron y otros elementos arquitectónicos posteriores, así como
documentar los diferentes tipos de tumbas de la necrópolis y detalles como la orientación y la posición
de los restos humanos, además de reconocer la antigua topografía de la zona y realizar un esbozo de la
estratigrafía arqueológica.
La prensa de la época recogió algunas noticias de los principales descubrimientos, pero como sucedió
con la mayor parte de sus obras, sus notas quedaron inéditas y la información referente a los primeros
hallazgos de la necrópolis de la Boatella no se han dado a conocer hasta ahora. Por ello, durante décadas
en la bibliografía científica se consideró que las primeras tumbas se localizaron en 1945 en las obras de
apertura de la Avenida del Oeste. Cuando ya se ha cumplido más de un siglo de estos descubrimientos, con
este trabajo nuestro objetivo no ha sido otro que el de dar a conocer dicha información y destacar la labor
que desempeñó L. Cebrián en el seguimiento arqueológico de unas obras que pusieron al descubierto un
área arqueológica de enorme extensión y complejidad. Como es evidente, sus aportaciones no son sólo de
interés para el estudio de esta necrópolis, sino que lo son también para el conocimiento de la historia de la
ciudad en un amplio periodo que alcanza el siglo XIX.
Los datos generales que pueden extraerse de las notas del cronista, más allá del número de sepulturas, su
tipología y los ajuares, son de gran relevancia por cuanto nos permiten establecer los límites aproximados
de la necrópolis en su zona norte y formular una hipótesis sobre su desarrollo cronológico, así como
plantear el posible uso de parte de la necrópolis como un área artesanal en época tardoantigua. Finalmente,
los hallazgos que aquí presentamos confirman la extensión del área sepulcral de la Boatella hasta la zona del
Mercado Central, hecho que viene a corroborar que se trata del mayor cementerio de la ciudad de Valentia
en época romana.
APL XXXII, 2018
[page-n-22]
282
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
AGRADECIMIENTOS
Queremos mostrar nuestro agradecimiento al personal del Archivo General de la Universidad de Navarra por la atención
y la amabilidad con que han respondido siempre a nuestras peticiones.
BIBLIOGRAFÍA
AGUN = Relación de Fondos Personales. Luís Cebrián Mezquita (FLCM). Universidad de Navarra (UN). Archivo
General. Pamplona.
AHMV = Arxiu Històric Municipal de València.
ALBIACH DESCALS, R. y SORIANO, R. (1996): “El cementerio romano meridional: nuevos y viejos datos”. Saitabi,
46, p. 101-122.
ALFAYÉ VILLA, S. (2009): “Nails for the dead a polysemic account of an Ancient Funerary Practice”. En R. Lindsa
Gordon y F. Marco Simón (coords.): Magical Practice in the Latin West. Papers from the International Conference
Held at the University of Zaragoza. Vol. II, Boston, p. 427-456.
ALMELA Y VIVES, F. (1931): “Don Luis Cebrián Mezquita”. La Semana Gráfica, 7 de marzo, València.
ANÓNIMO (1911): “D. Luis Cebrian y Mezquita, nuevo Cronista de Valencia”. Las Provincias. Almanaque para 1912,
p. 165-166.
ANÓNIMO (1916): “Crónica”. Archivo de Arte Valenciano, 2, p. 157.
ANÓNIMO (1935): “Don Luis Cebrián Mezquita, cronista de Valencia”. Las Provincias. Almanaque para 1935,
p. 490-491.
AGUILAR CIVERA, I. (1990): El orden industrial en la ciudad. Valencia en la segunda mitad del siglo XIX. Valencia.
ARANDA, C. (1947): “Ajuar funerario de la necrópolis de la Boatella (Valencia)”. Boletín Arqueológico del Sudeste
Español, 8-11, p. 271-274.
ARASA I GIL, F. (2014-2015): “Lluís Cebrian Mezquita: l’arqueologia en l’obra d’un destacat representant de la
Renaixença”. Saitabi, 64-65, p. 183-202.
ARASA I GIL, F.; JIMÉNEZ SALVADOR, J.L. y HERREROS HERNÁNDEZ, T. (2015): “Una escultura de Fortuna
hallada en la necrópolis de La Boatella (Valencia)”. Madrider Mitteilungen, 56, p. 270-295.
AURA TORTOSA, J.E. (2006): “La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia: entre la
Escuela Superior de Diplomática y ‘por la ciencia hacia Dios’ (1921-1940)”. Arqueología en Blanco y Negro. La
labor del SIP 1927-1950. Museu de Prehistòria de València, València, p. 33-46.
BARCELÓ TORRES, M.ªC. (2000): “Valencia islámica: paisaje y espacio urbano”. Historia de la ciudad I. Recorrido
histórico por la arquitectura y el urbanismo de la ciudad de Valencia. S. Dauksis y F. Taberner (eds.), Valencia, p. 40-50.
BENITO GOERLICH, D. (1992): Arquitectura del eclecticismo en Valencia. Vertientes de la arquitectura valenciana
entre 1875 y 1925. Valencia.
BOIX, V. (1849): Manual del Viagero y Guía de los forasteros en Valencia. Valencia.
BONET ROSADO, H.; DE PEDRO MICHÓ, M.J.; SÁNCHEZ MOLINA, A. y FERRER GARCÍA, C. (coords.)
(2006): Arqueología en Blanco y Negro. La labor del SIP 1927-1950. Museu de Prehistòria de València, Valencia.
CARMONA, P. (2009): “La transformación del río Turia y el litoral deltaico”. En J. Hermosilla Pla (coord.): La ciudad
de Valencia. Historia, geografía y arte en la ciudad de Valencia. Vol. II, Valencia, p. 52-55.
CEBRIÁN FERNÁNDEZ, R. y HERREROS HERNÁNDEZ, T. (2008): “Las aras de la necrópolis de La Boatella”.
Archivo de Prehistoria Levantina, 27, p. 303-317.
CEBRIÁN MEZQUITA, L. (1916-1917): Notas manuscritas sobre hallazgos arqueológicos en el Mercado Central de
Valencia, entre los años 1916 y 1917. AGUN, FLCM.
CHABRET FRAGA, A. (1888): Sagunto. Su historia y monumentos. Barcelona.
CIL II2/14 = ALFÖLDY, G.; MAYER, M. y STYLOW, A.U. (eds.) (1995): Corpus inscriptionum latinarum II:
Inscriptiones Hispaniae latinae. Editio altera. Pars XIV: Conventus Tarraconensis. Fasciculus primus: pars
meridionalis Conventus Tarraconensis (CIL II2/14), fasc. 1. Berlín.
CORELL I VICENT, J. (1995): “Inscripcions inèdites i revisades de València i Sagunt”. Anuari de Filologia, XVIII,
p. 147-161.
CUEVES, D. (1947): “Elementos constructivos romanos encontrados en la necrópolis de la Boatella”. Boletín
Arqueológico del Sudeste Español, 8-11, p. 275-278.
APL XXXII, 2018
[page-n-23]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
283
ESTEBAN CHAPAPRÍA, J. y PALAIA PÉREZ, L. (1983): El Mercado Central de Valencia. Formación y evolución
del entorno histórico del mercado. Madrid.
FERRANDIS MONTESINOS, J. (2016): Las murallas de Valencia. Historia, arquitectura y arqueología. Análisis
y estado de la cuestión. Propuestas para su puesta en valor y divulgación de sus preexistencias. Tesis Doctoral,
Universidad Politécnica de Valencia.
GARCÍA, H. (2018): “Las obras del aparcamiento de Brujas redescubren un cementerio romano”. Levante, 18/07/2018.
GARCÍA PRÓSPER, E. (2015): Los ritos funerarios de la necrópolis romana de la calle Quart de Valencia (siglos II
a. C.- III d. C.). Tesis doctoral, Universitat de València.
GARCÍA PRÓSPER, E. y SÁEZ LANDETE, M.J. (1999): “Nueva campaña de excavaciones en la necrópolis romana
de La Boatella”. XXV Congreso Nacional de Arqueología. Valencia, p. 306-313.
GÓMEZ SERRANO, N.P. (1932): D’arqueologia: excavacions de Valencia ab motiu dels seus canterellat i eixamples,
ara de bellnou portats alafi. València.
GONZÁLEZ MARTÍ, M. (1952): Cerámica del Levante Español, I. Alicatados y azulejos. Barcelona.
GONZÁLEZ VILLAESCUSA, R. (2001): El mundo funerario romano en el País Valenciano. Monumentos funerarios
y sepulturas entre los siglos I a. de C. - VII d. de C. Madrid-Alicante.
HERREROS HERNÁNDEZ, T. (2008): Intervención arqueológica: ejecución de las obras de la línea T-2.
Infraestructura de la Estación Mercat (Valencia). Memoria inédita, Archivo SIAM.
HIDALGO DELGADO, F. (2013): El Mercado Central de Valencia. Desde su construcción a su rehabilitación.
Valencia.
IRPV V = CORELL I VICENT, J. (2009): Inscripcions romanes del País Valencià. V. Valentia i el seu territorio.
València.
LLOPIS ALONSO, A. y PERDIGÓN FERNÁNDEZ, L. (2010): Cartografía histórica de la ciudad de Valencia (16081944). UPV, Valencia.
LLORENTE OLIVARES, T. (1887): Valencia. Sus monumentos y arte; su naturaleza e historia, I. Barcelona.
MACHANCOSES LÓPEZ, M. (2015): Topografía urbana de la Valentia romana altoimperial: ciudad y suburbio.
Tesis doctoral, Universitat de València.
MADOZ, P. (1982): Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Alicante, Castellón y Valencia, II. Valencia.
MARTÍNEZ ALOY, J. (s. a.): Provincia de Valencia, I. Geografía General del Reino de Valencia. F. Carreras y Candi
(dir.), Barcelona.
MARTÍNEZ PÉREZ, M.A. (2016): “La necrópolis de Orriols (Valencia): ejemplos de ritual funerario en época romana
(siglos II-IV d. C.)”. Lucentum, 35, p. 171-191.
MARTÍNEZ PÉREZ, M.A. (2018): “Un lectus funebris en el bustum de la necrópolis de Orriols (Valencia)”. En L.
Aguado et al. (eds.): Actas de las IX Jornadas de Jóvenes Investigadores en Arqueología. Santander, p. 147-153.
PASCUAL, J. y MARTÍ, J. (2002): “El recinto fortificado de la Valencia musulmana”. Mil Anos de Fortificaçoes na
Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Palmela, p. 291-309.
PINGARRÓN-ESAÍN, F. (2005-2006): “Derribos, ventas y destinos de conventos suprimidos de la ciudad de Valencia
y de los enajenados entre 1837 y 1839”. Ars Longa, 14-15, p. 271-301.
PIÑÓN, J.L. (1988): Los orígenes de la Valencia moderna. Notas sobre la reedificación urbana de la primera mitad
del siglo XIX. Valencia.
RIBERA LACOMBA, A. y SORIANO SÁNCHEZ, R. (1987): “Enterramientos de la antigüedad tardía en Valencia”.
Lucentum, 6, p. 139-164.
ROCA TRAVER, F.A. (1996): La Real Academia de Cultura Valenciana. Valencia.
SEVILLA CONDE, A. (2014): Funus Hispaniense. Espacios, usos y costumbres funerarias en la Hispania Romana.
Oxford.
SORIANO SÁNCHEZ, R. (1989): “La necrópolis de la Boatella: elementos para su cronología”. Saguntum-PLAV, 22,
p. 393-412.
TABERNER PASTOR, F. (2005): “La historia de la ciudad a través de la cartografía”. Historia de la ciudad IV. Memoria
urbana. Valencia, p. 220-234.
TARRADELL, M. et al. (1962): La ciudad romana de Valencia. Estudios varios. Papeles del Laboratorio de Arqueología
de Valencia, 1, Valencia.
VICENT CAVALLER, J.A. y HORMIGOS SÁNCHEZ, P. (2009): “Lluís Cebrian Mesquita. Recerques al voltant de la
Muntanyeta dels Estanys (Almenara)”. Orleyl, 6, p. 85-113.
APL XXXII, 2018
[page-n-24]
[page-n-25]
Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXII, Valencia, 2018, p. 261-283
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
María Asunción MARTÍNEZ PÉREZ a y Ferran ARASA I GIL b
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana
de la Boatella (Valencia) según los apuntes
manuscritos del cronista Luis Cebrián Mezquita
RESUMEN: En este artículo damos a conocer la información contenida en las notas manuscritas que
redactó el cronista de la ciudad de Valencia Luis Cebrián Mezquita cuando, entre 1916 y 1917, se realizaron
importantes hallazgos arqueológicos en las obras de construcción del Mercado Central. Entre ellos
destaca un considerable número de tumbas de diferentes tipos pertenecientes a la necrópolis romana de la
Boatella, situada al SO de la ciudad. Esta documentación, en su mayor parte inédita, permite probar que el
descubrimiento de dicha necrópolis se produjo casi 30 años antes de lo que hasta ahora se había considerado.
De esta manera también queremos destacar los importantes esfuerzos que este erudito valencianista realizó
para intentar preservar el Patrimonio Arqueológico de la ciudad.
PALABRAS CLAVE: Mercado Central, cronista, necrópolis, Boatella, tumba.
First findings from the Roman necropolis of La Boatella (Valencia)
according to the handwritten notes of the chronicler Luis Cebrián Mezquita
ABSTRACT: In this article we present the handwritten notes written by the chronicler of the city of Valencia
Luis Cebrián Mezquita when, between 1916 and 1917, important archaeological findings were made during
the construction of the Mercado Central. Among them outstands an important number of different types of
tombs belonging to the Roman necropolis of la Boatella, located SW of the city. This documentation, mostly
unpublished, allows us to prove that the discovery of this necropolis took place almost 30 years before what
had been considered. In this way we also want to highlight the important efforts that this Valencian scholar
made to try to preserve the Archaeological Heritage of the city.
KEYWORDS: Mercado Central, chronicler, necropolis, Boatella, tomb.
a
Programa de doctorado en Geografía e Historia del Mediterráneo desde la Prehistoria a la Edad Moderna. Facultat de
Geografia i Història, Universitat de València.
asun_l16@hotmail.com
b Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
Ferran.Arasa@uv.es
Recibido: 02/05/2018. Aceptado: 05/07/2018.
[page-n-2]
262
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Luís Cebrián Mezquita (1851-1934) fue una figura destacada de la Renaixença valenciana. Médico de
profesión, fue además escritor, periodista, historiador, político y un gran activista cultural que participó en
la fundación de la sociedad valencianista Lo Rat Penat en 1878 y firmó Les Normes de Castelló en 1932
(Vicent y Hormigos, 2009; Arasa, 2014-2015). A la muerte del periodista y escritor T. Llorente en 1911 el
ayuntamiento le nombró cronista de la ciudad (Anónimo, 1911), y desde su fundación en 1915 fue miembro
del Centro de Cultura Valenciana. En su etapa como médico en Almenara (la Plana Baixa, Castellón), entre
1874 y 1882 se aproximó a la arqueología, llegando a estudiar diversos yacimientos de esta población y de
La Llosa. Sus trabajos quedaron plasmados en diversos manuscritos que –como casi toda su obra histórica–
nunca llegaron a publicarse. Solo algunos autores coetáneos, como su amigo y colega A. Chabret (1888),
cronista de Sagunto, y el mismo T. Llorente (1887), pudieron consultar sus trabajos sobre Almenara y se
refieren a ellos en sus obras más conocidas. Sus principales aportaciones arqueológicas tratan sobre la villa
romana de la Muntanyeta dels Estanys, que describió y en la que realizó excavaciones en una necrópolis,
y el recinto fortificado del Puig del Cid, ambos en Almenara; además dejó anotaciones sobre el Castell de
esta población y la villa romana del Pla (La Llosa).
Tras su muerte en 1934 (Anónimo, 1935), su archivo personal y su gran biblioteca, compuesta por
más de 11.000 volúmenes (Almela, 1931), pasaron a manos de su hijo L. Cebrián Ibor (1884-1941), que
fue archivero de la Diputación de Valencia. En 1982, su nieta M.ª D. Cebrián Herrero donó la mayor
parte de su archivo a la Universidad de Navarra, donde actualmente se conserva en la sección de Fondos
Personales, Fondo Luís Cebrián Mezquita (AGUN, FLCM). La existencia en dicho fondo de unas notas
sobre los hallazgos arqueológicos realizados en los trabajos previos a la construcción del nuevo Mercado
Central de Valencia (fig. 1) en los años 1916-17 (Cebrián, 1916-1917), fue dada a conocer inicialmente
por J. Corell que publicó un artículo dando a conocer una de las tres inscripciones funerarias que allí se
Fig. 1. Infografía de la ciudad de Valentia con la
situación del Mercado Central y el trazado de la
Vía Augusta. A partir de Archivo SIAM.
APL XXXII, 2018
[page-n-3]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
263
encontraron (Corell, 1995: 147-148; IRPV V 75), y más adelante las incluyó en su corpus epigráfico de
Valentia (IRPV V 58, 74 y 75). Excepto las noticias sobre estos epígrafes, el resto de información que
contienen sus anotaciones ha permanecido inédita hasta ahora. Pasados ya cien años del descubrimiento
de las primeras sepulturas de esta necrópolis, presentamos los hallazgos que el cronista pudo documentar
entre octubre de 1916 y agosto de 1917.
1. LA DOCUMENTACIÓN DE LUIS CEBRIÁN MEZQUITA
La documentación referida a estos hallazgos está formada por diversas anotaciones y correspondencia, toda
ella manuscrita (Cebrián, 1916-1917). Algunas de las notas aportan escasa información o no tienen ningún
interés, por lo que no las describimos. La parte principal está formada por cuatro textos más extensos sobre
los hallazgos realizados en las obras. El primero se titula Excavaciones en el Mercado y ocupa 18 páginas
de un pequeño cuaderno de hojas cuadriculadas escrito a tinta que debió empezar a redactar a principios
de 1917, con referencias retrospectivas a hallazgos anteriores (fig. 2). Empieza con una anotación sobre
el hallazgo de una inscripción funeraria en octubre de 1916 (IRPV V 74), en la que alude a su publicación
en la prensa local, que también figura en la “Crónica” del Archivo de Arte Valenciano (Anónimo, 1916).
A continuación siguen distintas anotaciones escalonadas en el tiempo, con los hallazgos que se van
produciendo: En Febrero. 1917, se menciona el hallazgo de una sepultura y una inscripción (IRPV V
58), que también aparece en el artículo del periódico Las Provincias (LP) que veremos más adelante;
Croquis de los pórticos del Mercado Nuevo, con un texto explicativo sobre la planta y dimensiones de
esta construcción; Sepulturas, en relación a los hallazgos producidos entre los meses de enero y febrero;
Más sepulturas, un texto retrospectivo referido a los hallazgos de tumbas en el mes de diciembre de 1916;
Lápida 3ª, sobre el hallazgo de la tercera y última inscripción (IRPV V 75); Cerámica antigua, sobre
las diferentes clases de este material que había encontrado; Más sepulturas romanas, sobre el hallazgo
de nuevas tumbas; y un croquis del antiguo mercado con la disposición de los puestos numerados y la
localización de algunas de las tumbas halladas.
El segundo texto es un borrador con numerosas tachaduras que está escrito a tinta sobre 7 cuartillas
lisas apaisadas y otra cuadriculada, numeradas en parte a lápiz, que se titula Las excabaciones del
Mercado Central, en el que a modo de crónica redactada en tercera persona describe los hallazgos
producidos en las excavaciones para alojar los sótanos del futuro mercado, entre otros las inscripciones
IRPV V 58 y 75; este texto se corresponde con el publicado en el periódico LP el 22/04/1917. El tercer
texto está escrito a tinta sobre 12 cuartillas lisas apaisadas y numeradas, en algunos casos escritas
también por la otra cara. Es el borrador, con tachaduras, de una memoria sin fecha dirigida al director
del diario LP, T. Llorente Falcó, hijo del anterior cronista, quien por lo expresado se la debía haber
pedido para publicar en el Almanaque anual del periódico, aunque nunca llegó a publicarse; tanto por su
contenido como por su redacción, es un texto muy parecido al anterior aunque más prolijo en detalles.
El cuarto documento y más extenso, con un total de 40 páginas sin numerar, es una memoria de gran
interés para el conocimiento de la topografía histórica de esta zona céntrica de la ciudad y la historia
del propio mercado titulada explícitamente Notas para la historia de la plaza del Mercado de Valencia.
Va acompañado de otro documento de 8 páginas apaisadas escrito sobre hojas cuadriculadas que lleva
por título “La Pescadería” y firma Luis Minguet el 14 de octubre de 1916. Posiblemente se trata de
la memoria que se comprometió a entregar al ayuntamiento y repetidamente cita en sus anotaciones,
pero que no incluye la parte correspondiente a los hallazgos arqueológicos. Del resto destacamos los
siguientes documentos:
- Hoja de papel liso con el nombre del cronista y su dirección escrito a tinta y la siguiente anotación
escrita encima a lápiz de dos colores: Objetos recogidos por el Cronista en el derribo del Convento de
San Gregorio y Casa del Mercado.
APL XXXII, 2018
[page-n-4]
264
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 2. Primera página del cuaderno de
L. Cebrián titulado Excavaciones en
el Mercado (1917), con el dibujo de la
inscripción CIL II2/14, 66 = IRPV V, 74
(AGUN, FLCM).
- Hoja de papel liso escrita a lápiz con el título Calcos de cerámica en la que aparecen varios nombres,
términos y expresiones latinas y una breve explicación de su significado.
- Hoja de papel pautado escrita a lápiz con los textos con letras mayúsculas de dos de las inscripciones
halladas (IRPV V, 58 y 75).
- Hoja de papel liso escrita a lápiz en la que se transcribe el texto de una inscripción funeraria moderna y
se hace referencia a otras que debieron pertenecer a la iglesia del Convento de Santa María Magdalena.
- Hoja impresa en cuyo reverso figura una anotación a lápiz de la que se deduce el hallazgo de cerámica
andalusí en las excavaciones del mercado.
- Invitación a su nombre de la sociedad cultural Lo Rat Penat con fecha de 29 de marzo de 1917, con
anotaciones a lápiz en ambas caras y a dos columnas sobre nuevos hallazgos de sepulturas.
- Hoja impresa en cuyo reverso está escrito el texto y las medidas de la inscripción IRPV V, 74.
- Hoja impresa en cuyo reverso figura escrito a lápiz, entre otras anotaciones, el croquis y las medidas de
un fragmento de cornisa romana.
- Hoja impresa en cuyo reverso está escrito a tinta un texto sobre la inscripción IRPV V, 74.
- Hoja en blanco doblada con el texto escrito a lápiz de la inscripción IRPV V, 58.
- Hoja impresa doblada en cuyo reverso figura escrito a lápiz, entre otras anotaciones, un dibujo con las
medidas de la inscripción IRPV V, 58.
- Hoja escrita en cuyo reverso puede leerse el texto de la inscripción IRPV V, 75, además de varias
anotaciones escritas a lápiz tachadas, entre ellas el texto de la inscripción IRPV V, 58.
APL XXXII, 2018
[page-n-5]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
265
- Cuartilla con membrete escrita a mano, en cuyo reverso figura escrito a lápiz un texto sobre la inscripción
IRPV V, 74.
- Oficio de la Alcaldía con fecha de 7 de octubre de 1916, firmado por el alcalde F. Gurrea Olmos (191617) y dirigido al Cronista de la ciudad, para presentar al contratista de la obra del Mercado Central
con el fin de que le permita visitar las obras para levantar el plano de la vieja construcción y vigilar
la aparición de objetos de interés histórico. Existe una copia en el AHMV (Sección Monumentos, año
1916, Caja 16).1
- Oficio de la Alcaldía con fecha de 7 de diciembre de 1916, firmado por el alcalde F. Gurrea Olmos
(1916-17) y dirigido al Cronista de la ciudad, en el que se le comunica que ha dispuesto que se le
entreguen los fragmentos cerámicos hallados en el subsuelo del Mercado para su estudio.
- Oficio de la Alcaldía con fecha de 18 de octubre de 1917 y la firma ilegible, pero que debe corresponder
a J. Martínez Aloy (1917), en el que se le comunica que se ha dispuesto el ingreso en el Museo de Bellas
Artes de siete piezas labradas aparecidas en las obras del Mercado, y el depósito de los restos cerámicos
en las Torres de Serranos.
- Cuartilla lisa escrita a tinta por ambas caras que encabeza su nombre en la que figura una relación de
objetos de interés arqueológico de época medieval y moderna que debían preservarse.
- Recorte del periódico LP del 11/4/1917 en el que se explica el desarrollo de los trabajos y se da la noticia
del hallazgo de las inscripciones IRPV V, 58 y 75.
2. EL MERCADO CENTRAL DE VALENCIA
Como puede verse en el plano de V. Tosca de 1704,2 la antigua plaza del Mercado de Valencia tenía una
forma irregular y alargada y estaba rodeada por importantes edificios que han llegado hasta nuestros días
como la Lonja de la Seda y la Iglesia de los Santos Juanes, y otros que desaparecieron como los conventos
de Nuestra Señora de la Merced y de Santa María Magdalena (fig. 3). Como destaca J. L. Piñón (1988:
167), esta plaza se caracterizaba por una importante intensidad monumental y por su singularidad de plaza
porticada, única en una ciudad sin tradición de pórticos. Durante siglos, su función fue la de acoger el
mercado al aire libre de la ciudad. Una imagen del callejero y los distintos edificios existentes a su alrededor
con anterioridad al inicio de las primeras transformaciones de la plaza puede verse en el Plano geométrico
de la ciudad de Valencia del Cid de F. Pastor (1831).
Según noticia del arquitecto A. Sancho de 1855, con anterioridad a 1836 la ciudad de Valencia contaba
con un total de 46 conventos, 24 de ellos intramuros, que ocupaban una sexta parte de su superficie (Taberner,
2005: 225). Tras la supresión de las instituciones religiosas y el inicio del proceso de enajenación en 1836,
quedaron reducidos a 28. El convento de Santa María Magdalena fue subastado en 1837 y demolido al año
siguiente (Pingarrón, 2005-2006: 275-277). Todavía aparece mencionado y representado en el plano de la
primera edición de la guía Valencia en la mano (1825: 70); en la edición de 1852 (p. 87) se dice que en
octubre de 1838 había finalizado su demolición. También puede verse en el Plano geométrico de la ciudad
de Valencia llamada del Cid de F. Ferrer (1831) (fig. 4). Se refiere a él V. Boix (1849: 166) en su Manual
del viajero y explica que –después de su demolición– una parte de su “magnífico panteón” había quedado
conservado bajo el nuevo mercado.
La ciudad estaba necesitada de nuevas infraestructuras y el mercado fue una de las requeridas. El lugar
elegido para la construcción del Mercado Nuevo fue el solar de Convento de Santa María Magdalena, que
ya estaba en funcionamiento en diciembre de 1839 y contaba con 112 puestos (Taberner, 2005: 227). La
nueva instalación no tuvo una buena acogida por parte de los agricultores, que siguieron vendiendo en la
1
2
No hemos podido localizar en el AHMV otra documentación sobre estos hechos que el mencionado oficio, lo que resulta extraño
si tenemos en cuenta que se trataba del cronista municipal.
Sobre la cartografía histórica de la ciudad de Valencia puede verse la edición de Llopis y Perdigón (2010).
APL XXXII, 2018
[page-n-6]
266
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 3. Detalle del plano Valentia edetanorum aliis contestanorum, vulgo del Cid de V. Tosca
(1704), con la localización del Convento de Santa María Magdalena.
Fig. 4. Detalle del Plano geométrico de la ciudad de Valencia llamada del Cid de F. Ferrer
(1831), con la localización del Convento de Santa María Magdalena.
APL XXXII, 2018
[page-n-7]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
267
plaza. Una descripción de la plaza del Mercado y de las instalaciones del Mercado Nuevo en la década
de 1840 figura en la obra de P. Madoz (1982: 244). También T. Llorente (1889, II: 129-131) describe
brevemente el edificio y el ambiente del mercado al aire libre. Su planta aparece representada en planos
de la época como el Plano topográfico de la ciudad de Valencia del Cid de V. Montero (1860) y el Plano
de Valencia del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (1869) (fig. 5). Su emplazamiento y precisa descripción
figuran en las Notas para la historia de la plaza del Mercado de L. Cebrián, que incluye también un croquis
del mismo y de la pescadería anexa. La nueva instalación mantenía en gran medida la idea de mercado
clásico de tipo italiano que, con un esquema en U, combinaba el espacio comercial al aire libre con unos
pórticos que cobijaban los puestos de venta (Aguilar, 1990: 149-155).
Pronto se quedó pequeño para las necesidades de la ciudad y anticuado para las crecientes exigencias
higiénicas que demandaban un mercado cerrado, por lo que en 1869 se presentó un primer proyecto para
la construcción de un nuevo mercado en el antiguo convento de San Cristóbal, en la calle del Mar, al que
sucedieron otros dos en 1874. Finalmente se decidió su emplazamiento en el antiguo mercado, para cuya
construcción se presentaron dos proyectos en 1883 y 1907, que fueron desestimados. Finalmente, en 1914
se aprobó el presentado por los arquitectos A. Soler i March y F. Guàrdia i Vidal, formados en la Escuela
de Arquitectura de Barcelona y colaboradores de Ll. Domènech i Montaner, autor del proyecto del Palau
de la Música Catalana, quienes diseñaron un amplio edificio de estilo modernista (Benito, 1992: 219-223).
Las obras se adjudicaron a la empresa de Barcelona Barenys, Puig y Cía., dirigida por el arquitecto J.
M.ª Barenys Gambui. Tras considerables retrasos por problemas con la entrega del solar, los trabajos de
derribo de inmuebles y de excavación del subsuelo comenzaron a finales de 1916 y poco tiempo después
los arquitectos propusieron que se ampliara el sótano a toda la planta del nuevo edificio, cambio que el
ayuntamiento aceptó; con las modificaciones empezaron los enormes encarecimientos de la obra que
llevaron a que el presupuesto final sobrepasara el triple del inicial, de 2 a 6,2 millones de pesetas. En
Fig. 5. Detalle del Plano de Valencia del Cuerpo de Ingenieros del Ejército (1869), con la
localización del Mercado Nuevo.
APL XXXII, 2018
[page-n-8]
268
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
1919, a causa de desacuerdos por los honorarios, los redactores del proyecto abandonaron la dirección y
la obra se encargó al arquitecto municipal E. Viedma. Su construcción se prolongó mucho más tiempo del
previsto, e incluyó algunos cambios en el proyecto inicial (Esteban y Palaia, 1983; Hidalgo, 2013), hasta
que finalmente se inauguró el 23 de enero de 1928. Su planta puede verse en el plano catastral encargado
por el ayuntamiento en 1929 (fig. 6).
La superficie que comprendía el proyecto del Mercado Central exigía una mayor dotación de suelo que
la disponible en el solar del anterior mercado, por lo que también se procedió al derribo del convento de San
Gregorio (Boix, 1849: 164-165), de finales del siglo XVII, y dos manzanas de casas, a las que se sumaba una
tercera ya derruida, hasta obtener un solar de más de 8.000 m2. Aprovechando la visita del monarca Alfonso
XIII con motivo de la clausura de la Exposición Nacional de 1910, todavía sin proyecto adjudicado, se realizó
el acto protocolario de inicio de los trabajos de demolición el 24 de octubre de este año, cuando con una piqueta
Fig. 6. Detalle del Plano del Término Municipal de Valencia (1929-1944), hoja 45-IV, donde figura el Mercado
Central.
APL XXXII, 2018
[page-n-9]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
269
de plata dio varios golpes en la pared del edificio número 24 de la plaza del Mercado. Después de la definitiva
adjudicación del proyecto arquitectónico, las obras se inauguraron solemnemente el día 30 de diciembre de
1915, según recoge L. Cebrián, aunque no fue hasta la segunda mitad de julio de 1916 cuando comenzó el
derribo del Mercado Nuevo. Los trabajos de excavación para la construcción de los sótanos del nuevo edificio
comenzaron hacia finales de este año y se prolongaron durante buena parte de 1917. La superficie que finalmente
ocupó el edificio es de 8.160 m2, mientras que el sótano tiene 7.690 m2 y 4 m de altura.
Es en este periodo cuando se produjeron los hallazgos arqueológicos que recoge L. Cebrián en sus
anotaciones y de los que informó la prensa en algunos artículos publicados a lo largo de un año, entre
octubre de 1916 y el mismo mes de 1917. Pocos años después J. Martínez Aloy (s. a.: 630) publicó una
breve referencia a estos hallazgos: “Allí han aparecido cipos sepulcrales del tiempo de los romanos y otros
muchos objetos, muy interesantes, según se dice, de cuyo estudio ha sido encargado el docto cronista
de la ciudad don Luis Cebrián”. Más adelante, N. P. Gómez Serrano (1932: 75), en su obra sobre las
excavaciones realizadas en Valencia se refería de nuevo a ellos: “Ha segut una llastima que les excavacions
tan refondes del Mercat Central no haguen segut curosa i sistemáticamente estudiades i si ho han segut
que no’s publiquen, ja qu’ens donarien una forta llum per a resoldre certs problemas del passat valencià”.
Otra referencia a las excavaciones en la zona del Mercado Central, aunque muy breve y sin especificar
el tipo de hallazgos, fue publicada por González Martí (1952: 77-78) en su estudio sobre la cerámica
valenciana. Finalmente, M. Tarradell (1962: 7-8), en su trabajo sobre las investigaciones en la ciudad
romana de Valentia se refiere a estas excavaciones lamentándose igualmente de que “(…) se perdieron
datos importantes, como las tumbas y cerámicas aparecidas cuando las obras del nuevo Mercado Central,
por falta de alguna institución dedicada al estudio de las antigüedades locales, con suficiente fuerza legal
para actuar sobre los propietarios de los terrenos afectados”.
3. EL DESARROLLO DE LAS OBRAS
En este apartado trataremos de ver la perspectiva de L. Cebrián sobre el desarrollo de los trabajos a partir de
sus notas manuscritas. En primer lugar, los tres oficios de la alcaldía antes mencionados permiten conocer los
pasos que dio el cronista en relación con el inicio de las obras y los objetos recuperados en ellas. Inicialmente
debió dirigirse al alcalde para solicitar un permiso con el que poder entrar en el recinto de las obras y hacer un
seguimiento arqueológico. La respuesta fue el oficio del alcalde F. Gurrea del 7 de octubre de 1916 dirigido
al cronista para que lo presentara al contratista, en el que explica que: “Con motivo del derribo de los pórticos
del antiguo Mercado, es posible que se encuentren algunos objetos de interés histórico, y sobre todo conviene
que quede fijada la topografía que ha de modificarse con la nueva construcción. Espero, pues, que facilitará el
acceso del Sr. Cronista a las nuevas obras y no pondrá V. dificultad alguna al cumplimiento de su cometido”.
Más adelante, el 5 de diciembre de este mismo año el Cronista se dirigió de nuevo al alcalde, quien le contestó
el 7 de diciembre comunicándole que “ha dispuesto que el Sobrestante Sr. Roca se incaute de los tiestos
cerámicos que han aparecido en el subsuelo del Mercado Central, los cuales serán entregados a V. S. para su
inmediato estudio, clasificación y ulterior destino”. Finalmente, el 18 de octubre de 1917, el nuevo alcalde J.
Martínez Aloy le comunica que “he dispuesto que ingresen en el Museo Provincial de Bellas Artes, las siete
piezas labradas, dos de ellas con inscripción latina, que han aparecido en las obras del subsuelo del Mercado
Central, y al propio tiempo he ordenado que los restos cerámicos hallados en las mencionadas excavaciones,
se depositen en las Torres de Serranos, sin perjuicio de facilitarlos a V. S. á medida que vaya necesitándolos
para su estudio y clasificación”.
De particular interés es el texto que envió a T. Llorente para el Almanaque del periódico Las Provincias,
del que extractaremos algunos párrafos que juzgamos de mayor interés. Empieza explicando las dificultades
con que se ha encontrado y el alcance y ritmo de los trabajos, y continúa con una observación relevante
como es la identificación del brazo secundario del río Turia:
APL XXXII, 2018
[page-n-10]
270
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Ya conoce V. los grandes obstáculos e inconvenientes con que se ha luchado durante las obras,
en contra de una ordenada y detenida inspección, por la forma en que han venido haciéndose los
trabajos, que naturalmente, y por interés legítimo de la contrata no han podido de ningún modo
realizarse con la parsimonia, el orden y la correccion imprescindibles en las excavaciones hechas
ad hoc y sin más fin que el descubrimiento de objetos y datos arqueológicos. El empuje dado a las
obras ha sido por lo común de tal intensidad y tan acelerado, que en ninguna hora del día dejaban
de haber veinticinco ó treinta carros saliendo y entrando en el Mercado, para la carga de tierras
y escombros, mientras que varias brigadas de trabajadores, les daban abasto, se ocupaban en la
roturacion y desmonte, con la apertura de zanjas, con el derribo muchas veces en bloque de grandes
paredones del terreno, y con la destruccion á pico ó por medio de barrenos de fuertes murallones de
antigua piñonada [algunos de cinco metros de anchura], cimentados en lo más hondo, que habían de
ir desapareciendo, apenas se manifestaban.
No obstante esto y la prontitud con que por momentos variaba la forma y el aspecto de los tajos,
desapareciendo en ellos, apenas de aparecidos, los objetos y los detalles más dignos de conservación y de
estudio, con la ayuda eficaz y la buena intencion de los directores de los trabajos, se me ha permitido y
he procurado, (…) no solo ver y examinar con detención todo lo que me ha parecido importante, sino que
de ello ha sido posible reunir planos, calcos, fotografías, dibujos (algunos iluminados), notas geológicas,
medidas y cuantos datos he juzgado necesarios ó útiles para ulteriores estudios y para la redaccion de la
Memoria histórica del Mercado, que pienso dedicar al excmo. Ayuntamiento.
Lo vaciado en el terreno mide cuatro metros y medio de profundidad y se extiende –fuera de una estrecha
faja que queda alrededor– por todo el ancho espacio limitado hoy por las casetas últimamente construidas
como valla para el nuevo alzado de las obras. En tan extensa excavacion han podido apreciarse las distintas
alturas y calidad uniforme de las cuatro capas de tierras de acarreo, que indudablemente han venido rellenado
todo este espacioso local desde tiempos muy antiguos. No es este tiempo ni lugar oportunos para exponer
pruebas y detalles; pero bien puedo afirmarle, que después de estos trabajos de cava, ha quedado plenamente
confirmada la vieja tradición de que por nuestra plaza del Mercado transcurría uno de los brazos de nuestro
río; y aun más puede asegurarse que el fondo de su cauce, que seguía la dirección y ocupaba propiamente
el lugar en que hoy está el arroyo principal y más extenso de la plaza, era profundo y dejaba en su ribera
del lado de Poniente un ensanchamiento primero del río, un alto margen después, y un prolongado declive
en tiempos sucesivos, limitado por la histórica eminencia, que llevó el nombre de la Boatella y originó el
de la propia puerta de la ciudad en la calle San Vicente. Por el ángulo del SO, sin embargo, por entre la
desaparecida Pescadería y el Repeso, en dirección a la plazuela del Molino de na Rovella, las capas de
arcilla y arena tenían mayor espesor y llegaban á tanta altura, que parecían denunciar allí el término de la
mencionada eminencia y el estancamiento ó el paso de las aguas en una antigüedad muy remota (…).
Los hallazgos arqueológicos han sido muchos más de los que se esperaban. Unos se refieren al legendario
monasterio de Magdalenas, que ha sido reedificado varias veces y en cuyo solar se han encontrado,
además de numerosas obras de cimentacion, muchas piedras con moldurajes góticos y dos pequeñas basas
de columnitas románicas; (…) un panteón antiguo, completamente enterrado, de las monjas, sin duda;
otro más moderno, también subterraneo de la clausura, con inscripciones funerarias hasta de 1836; dos
carnarios ó enterramientos, pertenecientes á la desaparecida iglesia; y restos inesperados de cerámica,
rotos y maltrechos, pero de gran interés y dignos de meditado estudio, (…).
Los otros hallazgos se refieren a épocas más antiguas, y en primer término los constituyen numerosos
restos de cerámica, pedazos (…) de ladrillos, ánforas, grandes tinajas, de pequeños vasos y gran número
de piedras trabajadas en la forma ordinaria de sillar. Casi todos aquellos trozos son de procedencia romana:
los hay con labores y ornamentación de gusto griego y los menos, alguno muy curioso –un fragmento de
ánfora con multiples adornos de relieve- pertenecen á la época árabe. Pero lo más interesante ha sido, sin
duda, el hallazgo de una espaciosa zona de enterramientos humanos, con muchas y variadas sepulturas
–pasan de ciento– de distintas formas, aunque todas romanas, en pésimo estado de conservación ó
totalmente deshechas la mayor parte.
APL XXXII, 2018
[page-n-11]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
271
Sigue una breve descripción de los tipos de tumbas y de los hallazgos más importantes como los
epígrafes funerarios, que abordaremos en el apartado siguiente.
Este texto permite hacerse una idea de las limitadas posibilidades de trabajo del cronista, que por
entonces contaba ya con 65 años, que durante meses debió atender –primero– los trabajos de derribo
de algunos edificios de interés, y después la excavación de una enorme superficie en la que apareció
un importante complejo de ruinas de diferentes épocas situadas a diferente profundidad. De todos los
trabajos de documentación que se mencionan en el texto, como planos, fotografías, dibujos, etc, sólo
hemos podido localizar los conservados en su archivo personal –textos y algunos croquis– que sirven de
base a este artículo.
Entre las notas sueltas que completan la documentación, una se refiere al hallazgo de una inscripción
funeraria de 1821 sobre un pequeño ladrillo procedente del panteón moderno del Convento de Santa María
Magdalena, en la que podía leerse: “Murió Sor Rosalía Navarro el día 25 de Agosto del año 1821, de edad
de 58 años. R.I.P.”; y añade que se encontraron dos más de 1836, además de otras de azulejos, rotas. Cabe
señalar que la fecha de las últimas inhumaciones es un año anterior a la enajenación del convento (1837),
que como hemos dicho fue derribado en 1838, sobre cuyos cimientos se levantó en parte el Mercado Nuevo
(Boix, 1949: 166). Lo cuenta el mismo L. Cebrián en sus Notas para la historia de la plaza del Mercado
de Valencia: “Permaneció este convento hasta el año 1837, en que sus religiosas fueron agregadas a la
comunidad de Santa Catalina de Sena, de monjas dominicas”. Sobre este convento puede verse la obra de
V. Beaumont (1725), quien explica que en 1240 el escribano B. de Brinchio donó una casa que tenía en la
Boatella, y afrontaba con el mercado, a Sor Adelaida de Romaní, priora de dicho convento. La construcción
de su iglesia finalizó en 1641, y su reforma en 1763, según rezaba una inscripción existente en la puerta
recayente al mercado.
En otra anotación menciona las excavaciones del arquitecto R. Velázquez Bosco en el palacio
de Medina Azahara, en las que se había encontrado cerámica del Califato de Córdoba, del siglo X,
“parecida á la del Mercado”; se refiere a “un fragmento de ánfora con multiples adornos en relieve”
anteriormente mencionado. L. Cebrián debió leer la noticia en alguna publicación en la que aparecía
una ilustración que le permitió establecer la analogía. Es una mención de interés que demuestra la
ocupación de esta zona en el periodo andalusí. Por el emplazamiento, y según los hallazgos realizados
en excavaciones próximas como la actualmente en curso en un solar cercano, pudo estar ocupada por
un área residencial a partir del siglo XI tal vez perteneciente al arrabal extramuros de la Boatella, que
debía estar situado al oeste del camino que se dirigía hacia el sur, no lejos de la puerta homónima,
que estaba protegido por un muro en el que se abrían dos puertas (Barceló, 2000: 43; Ferrandis, 2016:
430 y 601). Por otra parte, “los fuertes murallones de antigua piñonada [algunos de cinco metros de
anchura]” que menciona no pueden corresponder a la muralla andalusí, que discurría por el lado norte
de la plaza del Mercado, adosada a la parte trasera de la Lonja (Pascual y Martí, 2002: 301; Ferrandis,
2016: 460-462).
La prensa de la época se hizo eco desde octubre de 1916 y hasta el mismo mes de 1917 de los
hallazgos realizados en los trabajos de excavación del sótano del futuro Mercado Central. La primera
noticia la proporcionan La Correspondencia de Valencia (LCdV) y Las Provincias (LP) el 18/10/1916,
cuando en la crónica de la reunión del CCV que había tenido lugar el día anterior dieron cuenta de que
su presidente, J. Martínez Aloy, informó de que al derribar uno de los edificios vecinos a la que fue
sede de Lo Rat Penat se encontró una inscripción romana (CIL II2/14, 66 = IRPV V, 74), así como dos
osarios del antiguo convento de Santa María Magdalena, varias monedas, azulejos y otros objetos de
interés. En 1917 LCdV, LP y el Diario de Valencia (DdV) informaron el 17 de febrero de la reunión del
CCV que había tenido lugar el día anterior, en la que el cronista de la ciudad dio cuenta de los hallazgos
arqueológicos de las obras del Mercado Central, singularmente de una inscripción romana, y anunció la
redacción de una memoria sobre dichos hallazgos. LCdV informaba el 17 de marzo del hallazgo de restos
de una religiosa en una tumba. Con fecha del 5 de abril el DdV recogió la noticia de la celebración de la
APL XXXII, 2018
[page-n-12]
272
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
sesión reglamentaria de la Real Academia de Bellas Artes, en la que J. Martínez Aloy dio cuenta de sus
reuniones con el cronista L. Cebrián en las que le informó de los hallazgos y del pronto ingreso en el
Museo de las dos nuevas inscripciones romanas encontradas.
El 11 de abril LP publicó íntegro el texto cuyo borrador se conserva entre los papeles del cronista.
También LCdV publicó una síntesis de los hallazgos realizados, que por la precisión de la información
recogida debía tener la misma procedencia. Este periódico recogía el 21 de abril la noticia de que el
contratista de las obras retenía los objetos hallados en las excavaciones y no los entregaba al ayuntamiento,
por la que el alcalde F. Gurrea había llamado al cronista, quien le manifestó que aquel había entregado
algunos y el resto lo haría próximamente. Esta misma información la reproducía LP al día siguiente. El 18
de octubre, este diario daba cuenta de que el alcalde J. Martínez Aloy, de acuerdo con el contratista y el
cronista de la ciudad, habían decidido que siete piedras encontradas en las excavaciones –entre las que se
encontraban las dos inscripciones romanas– ingresaran provisionalmente en el Museo Provincial, y que el
resto de los hallazgos se depositaran en las Torres de Serranos. Al día siguiente, El Pueblo reproducía esta
misma información. Finalmente, el 29 de octubre LCdV daba cuenta de una información del alcalde según
la cual se habían depositado en las Torres de Serranos un total de 1.279 fragmentos cerámicos, de los que
el cronista estaba estudiando los de mayor interés, y concluía que los descubrimientos parecían no tener la
importancia que se les suponía.
4. LA NECRÓPOLIS DE LA BOATELLA
La necrópolis de la Boatella es el cementerio de mayor tamaño de la colonia romana de Valentia (fig. 1). Sin
embargo, hasta el momento ha sido uno de los menos estudiados, ya que los trabajos que se han publicado sobre
él han sido siempre estudios parciales (Aranda, 1948; Cueves, 1948; Ribera, 1983; Ribera y Soriano, 1987;
Soriano, 1989; Albiach y Soriano, 1996; García Prósper y Sáez, 1999; González Villaescusa, 2001). Distintas
razones han imposibilitado hasta el momento la realización de un estudio general sobre la necrópolis.3 Una de las
primeras cuestiones a tratar es la historia de la investigación, sobre la que resulta de gran interés la información
que incluimos en estas páginas por ser en buena parte inédita. Pero antes de analizarla expondremos una breve
síntesis sobre sus principales características. Se localiza al suroeste de la ciudad, a una distancia de poco más de
0,5 km. Su superficie puede calcularse en aproximadamente 16.000 m2, que es la comprendida por las actuales
calles Músico Peydró y Linterna, la plaza de la ciudad de Brujas, el Mercado Central y una parte de la Avenida
del Oeste. Posiblemente estaba vinculada a un posible camino secundario que en dirección oeste arrancaría de
la Vía Augusta en su trayecto por la actual calle San Vicente Mártir.4
El paisaje de la necrópolis estuvo caracterizado por la presencia de uno de los brazos secundarios del río
Turia a su paso por esta zona, que es la causa del acentuado desnivel que lo caracteriza (Carmona, 2009: 27-28).
El terreno formaba una vaguada que transcurría por la zona del actual Mercado Central en dirección a la plaza
del Ayuntamiento, hacia la calle de las Barcas, y confluía con el cauce del río Turia a la altura de la rambla de
Predicadors. La presencia de este paleocauce provocó la inundación de la ciudad en varias ocasiones entre los
siglos II a. C. y III d. C., lo que pudo afectar a la necrópolis de la Boatella en sus primeros años de uso.
Este cementerio se ha fechado entre finales del siglo II y el VI d. C. (Soriano, 1989). Sin embargo, una
vez realizado el estudio de materiales, y hasta que finalicemos el estudio de sepulturas, podemos precisar que
su cronología no debió sobrepasar el siglo V d. C. Durante este periodo acogió a más de 200 enterramientos
que siguen el ritual de la inhumación y que corresponden a un mínimo de 12 tipos de tumbas, entre las que
son mayoritarias las de cubierta de tegulae plana y a doble vertiente, de losas y con fosa simple. Además, se
han identificado tres tipos de contenedores funerarios: sarcófago, ataúd de madera y ánfora. Otros aspectos
3
4
El estudio de esta necrópolis es el tema de la tesis doctoral de M.ª A. Martínez Pérez, dirigida por el profesor F. Arasa.
Agradecemos la información proporcionada por M.ª Jesús Ortega a este respecto.
APL XXXII, 2018
[page-n-13]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
273
que podemos destacar son que todas las sepulturas (de entre las que se conservan planos, dibujos o notas) se
orientaban en dirección oeste-este, un aspecto general en el mundo romano a partir del periodo imperial; que
en su mayoría eran enterramientos simples, salvo algunas excepciones en las que se pudieron enterrar entre
dos y siete individuos en una misma sepultura; que únicamente se detectan dos ejemplos de superposición de
tumbas; y que en ella se enterraron tanto individuos adultos como infantiles, estos preferentemente sepultados
en enchytrismoi. En relación con ello podemos señalar que el número de sepulturas de individuos de corta edad
es muy poco representativo si tenemos en cuenta la alta mortalidad infantil de la época, un aspecto que también
se ha podido constatar en otras necrópolis de la ciudad (García Prósper, 2015; Martínez Pérez, 2016).
En cuanto a los ajuares, aunque posiblemente la mayoría de tumbas no tenían, se componen
mayoritariamente de recipientes con formas cerradas fabricados en vidrio y cerámica, junto con alguna
forma abierta y, raramente, algunos adornos personales. En el caso de los recipientes de vidrio se trata, en
su mayoría, de piezas de tocador o destinadas al servicio y consumo de líquidos (botellas, jarras y vasos),
función que coincide con la de los recipientes cerámicos (botellas, jarras, vasos y cuencos).
La última intervención con resultado positivo desarrollada en la zona de la necrópolis se produjo
en julio de 2018 (Levante, 18/07/2018). En cuanto a su inicio, hasta ahora se había considerado que los
primeros hallazgos funerarios se produjeron en 1945 con la apertura de la Avenida del Oeste. Sin embargo,
como hemos visto, en realidad fue casi 30 años antes, a finales de 1916, cuando el cronista de la ciudad
L. Cebrián Mezquita pudo documentar por vez primera los restos que con seguridad podemos atribuir a
este cementerio.
5. LOS HALLAZGOS DE 1916-1917
Como hemos visto, la construcción del nuevo edificio del Mercado Central conllevó la expropiación y
derribo de numerosos edificios y la desaparición de calles como la Dels Conills o de las Magdalenas. L.
Cebrián describe estos viales y se refiere a los edificios que se mantuvieron en pie, prestando especial
atención al origen de sus denominaciones. En el caso de la primera, relaciona su nombre con el pequeño
tamaño de las viviendas y el nombre de las familias que vivieron en ella; y en el de las Magdalenas, que
tomó el nombre del mencionado convento, destaca que se podían encontrar pequeños comercios, sobre todo
de segunda mano, y casas pobres; la única excepción era el edificio que fue sede de la asociación cultural Lo
Rat Penat, que se encontraba en el lado oeste de la calle y hacía esquina con la plaza del Casal.
Las primeras sepulturas aparecieron en diciembre de 1916: “Desde el mes de Diciembre de 1916, luego
que la excabacion en el Mercado Nuevo fué adelantando y pasó del circuito que ocupaba la iglesia de las
Magdalenas, á una profundidad entre dos y dos y medio metros, fueron apareciendo varias sepulturas, al
parecer romanas”. A pesar de que en el texto remitido a T. Llorente habla de un centenar de sepulturas, en
sus anotaciones contabiliza sólo 35, tanto individuales como colectivas, de las que describe 22. En cuanto
al límite del área funeraria, explica que “una supuesta diagonal, que, desde un poco más al Oeste de la
puerta de entrada al Mercado Nuevo por la plazuela que daba ingreso á la que fue Pescadería, terminase en
la misma unión del tercio medio con el tercio septentrional de la desaparecida calle “dels Conills”, marcaría
perfectamente el límite oriental de la zona en que han encontrado dichos enterramientos, sembrados sin
orden ni plan, al parecer, en todo el espacio comprendido por la excavación hácia la casa del Repeso”. Sobre
su profundidad y características, añade: “Todas estas sepulturas han aparecido completamente enterradas, á
una profundidad variable entre dos y tres metros con su eje mayor –de unos dos metros– dirigido de Ocaso
á Oriente y con los esqueletos en posición supina y la cabeza en la parte de Poniente”.
En el mismo texto siguen unas consideraciones sobre los distintos tipos de tumbas encontradas y sus ajuares:
Unas estaban formadas de sillares más ó menos perfectos, algunas con restos de bordones y molduras,
procedentes sin duda de edificios ó monumentos greco-romanos más antiguos; pero sin que ninguno
de estos fragmentos, pequeños y rotos y mal conservados, pudiera fijar en absoluto la época y carácter
APL XXXII, 2018
[page-n-14]
274
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
de dichas viejas edificaciones. Otras estaban constituidas por tégulas romanas de tamaño común ó
por ladrillos antiguos de extraordinario grandor (71 cm de lado por 10 de profundidad); las más con
la cubierta horizontal, algunas con la techumbre angular en forma de barraca; unas con muretes de
mampostería ordinaria, otras con ladrillos cóncavo convexos en los extremos y una, compuesta de
grandes sillares, revestida por dentro con piezas rectangulares de barro cocido (…). Muchas de estas
sepulturas se hallaron removidas, con los restos humanos en pésimo estado de conservación. Tan solo
en tres de estas tumbas han aparecido otros tantos ungüentarios de vidrio y uno de barro cocido; y en
otra se encontró una sortija rota con piedra cuadrangular muy deteriorada. Todas ellas contenían un
solo cadáver excepto dos de las fabricadas con grandes sillares: en ambas se hallaron huesos de siete ú
ocho esqueletos, colocados en desorden y al parecer sin existir ninguno de aquellos completo.
Los materiales y tipos de las tumbas que describe son similares a los documentados en las excavaciones
más recientes. También son coincidentes las características como la orientación oeste-este, la posición
del cadáver en decúbito supino y el número y tipo de materiales utilizados como ajuar (vidrio, cerámica
y joyas). Estos se depositaron en el Museo Provincial de Bellas Artes y en las Torres de Serranos; sin
embargo, de todos ellos únicamente hemos conseguido localizar el conjunto epigráfico.5 L. Cebrián se
refiere a un “atlas” con dibujos de las piezas que tampoco hemos podido localizar, por lo que únicamente
contamos con el dibujo de uno de los ungüentarios vítreos que realiza a mano alzada, de cuerpo piriforme.
En cuanto a los aspectos antropológicos, más relacionados con la formación del cronista, las referencias
a los esqueletos son de carácter general y se limitan a su posición, estado de conservación, en ocasiones
con menciones de algunos huesos en particular, y con más detalle a las medidas y restos conservados del
difunto enterrado en la sepultura nº 12. Esta escasa información que recoge puede explicarse, además de
por el estado de conservación, si tenemos en cuenta las condiciones de trabajo anteriormente apuntadas y
el gran número de sepulturas y restos que aparecieron.
De los elementos constructivos que se encontraban reutilizados en algunas sepulturas representa
dos en sus anotaciones: un fragmento de cornisa de 36 cm de altura, 63 cm de anchura y 104 cm de
profundidad, rota por la parte inferior, con dos molduras; y un sillar irregular de 62 cm de altura, 98 de
anchura y 37 de profundidad en el que puede verse en su cara anterior una banda curvada de 22 cm de
anchura orientada a la izquierda, y en el lateral derecho estrías verticales que por la regularidad con que
se representan podrían pertenecer a una pilastra. Además, menciona otro con una moldura de media caña
en la sepultura doble (nº 2-3). En el caso de la tumba nº 1, manifiesta expresamente que estaba construida
“de piedras trabajadas, cuadrangulares y de distintas dimensiones, que parecían no haberse trabajado
para aquel sitio”.
Ahora pasaremos a describir las sepulturas que L. Cebrián consideró más importantes y de las que
aporta algún tipo de información.6 Para ello hemos diferenciado las tres zonas en las que señala el hallazgo
de enterramientos: el espacio comprendido entre las calles Dels Conills y de las Magdalenas, el Mercado
Nuevo y la zona de la Pescadería (fig. 7). En la primera de estas zonas se localizaron nueve tumbas.
Tumba 1: localizada “muy cerca (á Poniente, hácia el Repeso) de las sepulturas ó carnarios” del Convento
de Santa María Magdalena, a unos 2 m de profundidad. Estaba construida con sillares reutilizados. En
su interior se localizó un esqueleto en mal estado de conservación acompañado de un vaso cerámico
y un ungüentario vítreo, ambos fragmentados, que constituirían el ajuar del difunto. “Al lado de esta
sepultura, echada de lado y completamente enterrada, á la misma altura de la fosa”, se encontró el
ara funeraria encargada por Cassia Accepta para si misma y para su marido, L. Casius Urbicus (fig.
8), que puede fecharse en el siglo II (CIL II2/14, 53 = IRPV V, 58). La proximidad entre la sepultura
y la inscripción y el buen estado de conservación de aquella nos llevan a pensar que la segunda pudo
5 Las tres inscripciones halladas fueron estudiadas por J. Corell (2009 = IRPV V) y, actualmente, se encuentran en los almacenes
del Museo de Bellas Artes de Valencia, a cuya dirección agradecemos que nos permitiese estudiarlas.
6 En la numeración hemos intentado seguir el mismo orden que el cronista.
APL XXXII, 2018
[page-n-15]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
Fig. 7. Croquis del Mercado Nuevo del cuaderno
de L. Cebrián titulado Excavaciones en el Mercado
(1917), con la localización aproximada de algunas
de las sepulturas halladas (AGUN, FLCM).
275
Fig. 8. Página del cuaderno de L. Cebrián titulado
Excavaciones en el Mercado (1917), con el dibujo del ara
funeraria dedicada a L. Casius Urbicus (CIL II2/14, 53 =
IRPV V, 58) (AGUN, FLCM).
APL XXXII, 2018
[page-n-16]
276
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 9. Página del cuaderno de L. Cebrián
titulado Excavaciones en el Mercado
(1917), con los croquis de la sepultura
doble (nº 2-3) y de otra sencilla (nº 4)
(AGUN, FLCM).
haberse encontrado in situ, de manera que esta tumba sería la única que podría fecharse en el siglo II d.
C. Sin embargo, dado que la inscripción estaba enterrada a la misma altura de la fosa y de que menciona
a un matrimonio, cuando los restos hallados correspondían a un solo individuo, nos lleva a considerar
con cautela la relación entre ambas.
Tumbas 2 y 3: estaban situadas en el lado del Mercado Nuevo que daba a la calle de las Magdalenas, cerca
del Repeso (fig. 7). Se trata de una sepultura doble hallada a unos 80 cm de profundidad y construida
con sillares de distintas medidas (fig. 9), entre los cuales había uno con una moldura de media caña.
La longitud de las cámaras era de 190 cm, la anchura de la del lado izquierdo era de 59 cm y la del
derecho de 70 cm; la altura de los muros era cercana a 1 m y su grosor era irregular, de unos 37 cm
de promedio. Es la única sepultura de estas características constatada en toda la necrópolis, pues aunque las tumbas de sillares son frecuentes, no conocemos ninguna otra doble. Esta particularidad nos
lleva a pensar que se trataba de una sepultura familiar. Suponemos que eran dos los difuntos, aunque
L. Cebrián únicamente hace referencia al negativo estado de conservación de los huesos, sin especificar
el número de individuos.
Tumba 4: se encontró a 3 m hacia el oeste de la anterior, “un poco más profunda”. Estaba construida en su
totalidad de tegulae, unas dispuestas verticalmente y otras en posición horizontal. Sus medidas, una vez
levantada la cubierta, eran de 2 x 0,40 m y su profundidad de 1 m. Como en el caso anterior, el estado de
conservación del esqueleto era bastante deficiente, lo que también se observaba en la propia cubierta.
Dado que no se indica, suponemos que no se encontraron objetos en su interior.
Tumba 5: se encontró “allí cerca” y estaba construida de sillares y revestida en el interior de “ladrillos
ó barro cocido” un tanto irregulares con unas dimensiones máximas de 78 x 22 x 3,5 cm, de los que
APL XXXII, 2018
[page-n-17]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
277
recuperó 10, decorados en una de sus caras con “una espiga, grabada con la punta de los dedos y
en negro”. Resultan extrañas las proporciones de las piezas cerámicas, así como su escaso grosor.
No menciona ajuar.
Tumba 6: sepultura de localización desconocida con cubierta plana de ladrillos de 71 x 71 x 10 cm. Piezas
parecidas fueron utilizadas también en las sepulturas localizadas en las excavaciones desarrolladas
entre 1945 y 1963. No tenía ajuar.
Debemos señalar que realmente L. Cebrián contabiliza nueve sepulturas, de las que solamente describe
seis. Estas se localizaban en el espacio comprendido entre las calles Dels Conills y Magdalenas. Por todo
ello, y a pesar de que su descripción aparece en una nota independiente, incluimos la siguiente sepultura
localizada en la calle de las Magdalenas.
Tumba 7: se encontró a 1,20 m de profundidad frente a la caseta nº 48 del Mercado Nuevo, en el centro
de esta calle. Estaba construida con seis sillares de piedra azul que presentaban unas medidas de cinco
palmos y medio y dos dedos de longitud (129 cm), tres y un cuarto de altura (74 cm) y un palmo y un
cuarto de grosor (28 cm).7 Los muros de los lados cortos tenían cuatro palmos y un dedo de ancho y de
altura (94 cm). En ella se contabilizaron entre 10 y 12 individuos, orientados de oeste a este.
En la zona del Mercado Nuevo se localizaron diez sepulturas más, algunas de las cuales hemos podido
ubicar de manera aproximada gracias al croquis realizado por L. Cebrián (fig. 7).
Tumba 8: sepultura de tegulae. El esqueleto estaba completo y bien conservado en comparación con el
resto de casos. Sin ajuar.
Tumba 9: sepultura de tegulae de localización desconocida en la que se encontró una “sortija (aro y piedra
cuadrangular empañada y con los ángulos redondeados en forma de rectángulo)”, al parecer bastante
deteriorada. Como ocurría con el resto de materiales, desconocemos su paradero actual, aunque sabemos que en esos momentos la guardaba el mismo cronista.
Tumba 10: sepultura de sillares de localización desconocida. Posiblemente con un solo individuo, sin ajuar.
Tumba 11: sepultura de sillares. Posiblemente sin ajuar. En su interior se localizaron los esqueletos de
al menos siete personas, todos ellos mezclados y sin ningún orden. En una de las intervenciones más
recientes también se localizó una sepultura múltiple de este tipo en la zona más cercana al actual
Mercado Central, en la que algunos individuos sí se encontraban en posición primaria (Herreros, 2008).
Tumba 12: sepultura de sillares de localización desconocida, posiblemente sin ajuar. Como en la anterior, se localizaron restos de siete u ocho individuos, cuyos huesos se encontraban desordenados.
Tanto en este caso como en el anterior resulta extraño que ninguno de los individuos se encontrase
en posición primaria.8
Tumba 13: sepultura en forma de cista de tegulae encontrada a 2,5 m de profundidad; las de las paredes
medían 49 x 37,5 cm y las del piso y la cubierta 49 x 41 cm. El individuo fue depositado con las manos
unidas sobre el abdomen en una estructura de madera para cuya fabricación se utilizaron 12 clavos
de hierro (de los que el cronista guardaba tres). Posiblemente se trataba de una lectica¸ pues todos los
clavos se encontraron en posición vertical, seis a cada lado del cadáver (Alfayé, 2009: 428; Martínez
Pérez, 2018: 149). En el caso de tratarse de un ataúd su distribución podría haber sido similar, pero su
posición no sería solamente vertical. Posiblemente sin ajuar. El individuo medía 1,62 cm de altura.
Tumba 14: sepultura de sillares cercana a la anterior, posiblemente sin ajuar.
Tumba 15: sepultura de sillares cercana a las anteriores, posiblemente sin ajuar.
Tumba 16: sepultura de sillares cercana a las anteriores, posiblemente sin ajuar.9
7
8
9
Entendemos que las medidas son aproximadas; hemos utilizado una equivalencia de 1 palmo = 23 cm.
En otra de las excavaciones realizadas en la zona se localizaron los restos removidos y sin conexión anatómica de un número
importante de individuos que fueron depositados en el interior de una fosa simple. Actualmente, esta sepultura/estructura se encuentra
en estudio, por lo que todavía no podemos avanzar conclusiones, pero una diferencia clave es que se trata de una fosa simple y no de
una estructura funeraria que ha requerido una mayor elaboración, como es el caso de las sepulturas 11 y 12
L. Cebrián habla de “tres o cuatro sepulturas, hechas de sillares”, por lo que hemos decidido incluir tres tumbas a pesar de ser una
cifra indeterminada.
APL XXXII, 2018
[page-n-18]
278
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Tumba 17: Sepultura de sillares localizada junto a la Estructura nº 1, posiblemente sin ajuar.
Estructura 1: construcción de planta cuadrangular de 2 m de anchura y 1,65 m de profundidad, de la que
únicamente se conservaban dos muretes de mampostería. L. Cebrián la interpreta como una balsa, que no
debía estar relacionada con la necrópolis, sino con lo que podría tratarse de un área industrial que también
se documentó en la intervención de la plaza de la ciudad de Brujas y que debía ser posterior a la necrópolis (Herreros, 2008). Una de las estructuras localizadas en esta excavación continuaba hacia el Mercado
Central, pero no podemos afirmar con seguridad que se trate de la misma que describe el cronista.
Como ocurría en otra de sus notas, en esta parte de la documentación hace referencia a “14 ó 15”
sepulturas construidas de sillares, tegulae y “ladrillos hechos ad hoc”, dispuestos tanto en las paredes y la
base como en la cubierta. No obstante, únicamente se centra en la Estructura 1 y las últimas cuatro tumbas
que describíamos.
La tercera y última zona de sepulturas se encontraba en la zona sur del solar del futuro Mercado Central
(según se interpreta en las notas, aproximadamente a 1,5 m de distancia del límite de las obras), lo que
impidió excavarlas en su totalidad. Posiblemente eran las que se encontraban en relación con la vía de
comunicación secundaria mencionada anteriormente.
Tumba 18: sepultura con imbrices (“tejas curvas”) en la cabecera, que no pudo excavarse por encontrarse en el límite de la obra, concretamente entre las casetas nº 33 y 34, y por tanto, cercana a las
sepulturas nº 13 y 16.
Tumba 19: tumba localizada ante las casetas nº 34 y 35. Estaba construida con tegulae (“teja de ladrillo”).
No pudo excavarse por “estar de través en el mismo linde” de la excavación.
Tumba 20: localizada el 31 de marzo de 1917 a 3 m de distancia de las casetas nº 37 y 38 y situada a 1,30
m de profundidad. Estaba construida con paredes de sillares y cubierta y suelo de tegulae; los sillares
medían un palmo y medio de alto por uno de ancho (34,5 x 23 cm).
Tumba 21: se encontró a 2 m de la anterior. Sepultura de sillares de piedra azul.
Tumba 22: se localizó a 40 cm de la anterior, pero en el mismo plano. Sepultura de muretes de ladrillos,
suelo de “ladrillo horizontal” y cubierta a doble vertiente, que tenía una altura aproximada de 50 cm.
Estructura 2: murete de palmo y medio de espesor que L. Cebrián denomina como “malecón”, situado
ante la caseta nº 33, por tanto, al lado de la Pescadería y junto a la sepultura nº 19. Desconocemos su
función, aunque se encontraba junto a una sepultura; en esta dirección, en la zona de la Plaza de la
Merced, continuando la calle de las Calabazas hacia el este, todavía se han encontrado tumbas de esta
necrópolis.
En esta zona, algunas de las sepulturas pueden localizarse aproximadamente a partir de la relación que
el cronista establece con las casetas del Mercado Nuevo. De modo que sabemos que se encontraban en la
zona este de la Pescadería.
6. CONCLUSIONES
Teniendo en cuenta todos los datos aportados podemos establecer una serie de conclusiones. En primer lugar,
y como hemos indicado anteriormente, conocemos la localización de algunas de las sepulturas gracias a uno
de los croquis que L. Cebrián incluye entre sus anotaciones: en algunos casos las referencias son las casetas
del Mercado Nuevo, las letras con las que numera las sepulturas o la cercanía entre unas y otras. En cuanto
a la organización interna, sabemos que las sepulturas se disponían siguiendo la propia diagonal marcada por
el Mercado Nuevo, y compartiendo características organizativas con el resto de la necrópolis: distribución
en grupos con espacios entre unos y otros. Debido a la falta de datos, no podemos saber a qué se deberían
esos espacios, pero si observamos el croquis de la figura 7 se puede ver la línea recta, en dirección norte-sur,
que forman las sepulturas; lo que significa que, al menos en esa parte de la necrópolis, los enterramientos se
dispusieron de manera ordenada, posiblemente siguiendo caminos internos (diverticula).
APL XXXII, 2018
[page-n-19]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
279
En conjunto se excavó una “espaciosa zona de enterramientos humanos, con muchas y varios metros de
anchura (…)” comprendida entre las calles Dels Conills al norte, el Molino de na Rovella al este y la Pescadería
al sur; al oeste suponemos que no se localizaron enterramientos, sino los desniveles del brazo secundario del
Turia. Las zonas de tumbas contiguas se excavaron entre 1945 y 1947, cuando se exhumaron más de 100
enterramientos con materiales fechados entre los siglos II y IV d. C.; en 1957, al menos otras dos sepulturas, una
de ellas fechada entre los siglos II y III d. C.; y en 2008, un enterramiento colectivo construido de sillares.
En cuanto al recuento de sepulturas, se ha podido individualizar un escaso número, a pesar de que el
cronista habla de más de 100, sobre todo si tenemos en cuenta que la superficie excavada fue de 8.160 m2. Y
es que, a pesar del importante trabajo realizado por L. Cebrián, el hecho de que se trate de anotaciones y de
que no llegara a realizar una valoración de conjunto hace difícil formarse una idea exacta de todo lo hallado.
En conjunto, señala la presencia de tres tipos de sepulturas: de sillares (algunas de ellas revestidas con
ladrillos o “tableros de barro”), de muretes de mampostería y de tegulae, en las que estas últimas formaban
parte de las paredes, el suelo y la cubierta, que era plana o a doble vertiente, aunque desconocemos el
número de cada una de ellas. En el caso de las construidas con sillares, señala que estos debían proceder de
otros monumentos y que entre ellos se veían algunos con molduras. Otras sepulturas estaban cubiertas por
“grandes ladrillos, hechos ad hoc, puestos en posición horizontal como también sucedía en la pared o suelo
de las mismas”. Así lo hemos interpretado en la tumba nº 6.
En consecuencia, suponemos que estos serían los tipos sepulcrales existentes en la zona, pues no hace
referencia a otros. Entre las que han podido identificarse, las sepulturas construidas de sillares son las
más abundantes (65%), seguidas de las tumbas de tegulae (25%).10 Las sepulturas de grandes ladrillos
suponen una excepción respecto al resto (5%), ya que es un tipo poco común en el Imperio; al igual que
las construidas con muretes de ladrillos (5%). Se trata de tipos presentes en el resto de solares intervenidos
entre 1945 y 2008, así como en otras necrópolis valentinas, salvo por el revestimiento de “tableros de
barro”. En relación con ello, deben tenerse en cuenta las propuestas cronológicas que se han hecho para
estos tipos sepulcrales en el País Valenciano o la Tarraconensis, sobre todo si consideramos la ausencia de
materiales que puedan datarse (González Villaescusa, 2001; Sevilla Conde, 2014). En general, la cronología
propuesta para las sepulturas de tegulae se establece entre los siglos II y V d.C.; mientras que las cistas
de estos mismos materiales tienen su momento de mayor esplendor entre los siglos III y IV d. C., aunque
continúan utilizándose incluso hasta el siglo VII, siendo esta cronología coincidente con el uso de bipedales
como cubierta funeraria; finalmente, las tumbas de sillares son más tardías, pues se fechan a partir de finales
del siglo IV.
Se recuperaron tres inscripciones funerarias, todas ellas completas. La primera apareció en octubre
de 1916 en “un espacio cuadrangular [paralelo a un sótano excavado con anterioridad] que denunciaba
otra estancia, excabada en el terreno, pero que no pudo ser subterránea, porque era de poca profundidad:
unos tres palmos (69 cm). En este espacio y en el punto A fue donde se halló la lápida” (fig. 10). Es una
placa de mármol que fue reutilizada como soporte escriptuario, con una dedicatoria a Cn. L(---) G(---)
que se caracteriza por su carácter un tanto tosco y puede fecharse entre los siglos II y III (CIL II2/14, 66
= IRPV V, 74). La segunda es un ara de piedra caliza hallada cerca de la tumba 1 y dedicada a L. Cassius
Urbicus que puede fecharse en el siglo II (CIL II2/14, 53 = IRPV V, 58). Y la tercera es una losa de piedra
caliza fragmentada, localizada al sur del sótano en el que se encontró la primera y dedicada a L. Magidius
Gallus, que se fecha también en el siglo II (CIL II2/14, 69 = IRPV V, 75). En conjunto los tres epígrafes
se fechan entre los siglos II y III d.C. Aunque esta cronología se aviene con la de la primera fase de la
necrópolis, estas inscripciones no se encontraban en posición primaria, por lo que podrían proceder de otra
10 En este recuento hemos incluido únicamente las sepulturas numeradas, por lo que los resultados son aproximativos. Entre las
sepulturas de sillares se recoge la nº 5, con revestimiento interno, mientras que entre las de tegulae no diferenciamos entre cubierta
plana y a doble vertiente. No hemos incluido las tumbas nº 18 y 20 porque desconocemos el tipo de la primera, y se combinan dos
tipos de materiales en su construcción en el caso de la segunda.
APL XXXII, 2018
[page-n-20]
280
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
Fig. 10. Croquis del cuaderno de L. Cebrián
titulado Excavaciones en el Mercado
(1917), con la planta del subterráneo de la
casa en la que se encontró la inscripción
(A) (AGUN, FLCM).
necrópolis cercana como la de la calle San Vicente Mártir. Podría tratarse de un caso parecido al de las
piezas recuperadas en la excavación de 2007-2008, como las aras o la escultura encontradas en el interior
de un pozo de cronología posterior (Cebrián y Herreros, 2008; Arasa, Jiménez y Herreros, 2015).
Por último, podemos destacar que la mayoría de enterramientos carecían de ajuares. Solo
se recuperaron algunas piezas en la tumba nº 8, donde sabemos que se halló un anillo, aunque
desconocemos su posición concreta; la nº 1, donde se encontraron dos recipientes de vidrio y cerámica;
y dos sepulturas más con ungüentarios de vidrio de las que no podemos aportar más información, ni si
quiera el número de piezas o su tipo.
7. CONSIDERACIONES FINALES
Desde finales del siglo XIX y durante el primer cuarto del XX, las escasas actuaciones relacionadas con el
Patrimonio Arqueológico que tuvieron lugar en Valencia fueron iniciativa de estudiosos del arte y archiveros
como J. Martínez Aloy, L. Tramoyeres y R. Chabás, que publicaron sus estudios y los nuevos hallazgos
que se producían en revistas y artículos de prensa. Particularmente activo se mostró el primero, que entre
1894 y 1914 publicó numerosos artículos en el Almanaque del diario Las Provincias dando a conocer las
APL XXXII, 2018
[page-n-21]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
281
novedades sobre epigrafía y arqueología de la ciudad. A partir de 1922 esta tarea la asumió J. L. Almunia.
En 1915 se fundó el Centro de Cultura Valenciana (CCV), patrocinado por la Diputación Provincial, del
que fue decano J. Martínez Aloy hasta su muerte en 1924. Le siguió L. Cebrián hasta 1927 (Roca, 1996).
Con su reorganización en este mismo año se acordó la publicación de una revista semestral que habría de
titularse Anales y se establecieron las secciones de Historia y Arqueología y de Prehistoria y Antropología;
esta última pasó a dirigirla N. P. Gómez Serrano, quien publicó en la revista diversos trabajos. Años más
tarde fue precisamente este autor quien, por encargo del CCV, publicó un primer estudio de conjunto sobre
los hallazgos arqueológicos en la ciudad de Valencia (Gómez Serrano, 1932).
En 1921 el catedrático de Arqueología, Epigrafía y Numismática de la Universidad de Valencia
(UV) L. Gonzalvo París fundó un Laboratorio de Arqueología que mantuvo una irregular actividad
formativa y de prospección en esta década (Aura, en Bonet et al., 2006: 33-46). El paso definitivo hacia
la institucionalización de la arqueología valenciana llegó pocos años después con la concurrencia en 1927
de dos hechos determinantes: la fundación del Servicio de Investigación Prehistórica (SIP) y su Museo
de Prehistoria por iniciativa de I. Ballester (Hernández Pérez y Enguix, en Bonet et al., 2006: 17-32) y la
llegada a la UV del profesor L. Pericot, con quien se introdujeron los estudios de prehistoria y se formaron
los primeros arqueólogos. Este fue nombrado subdirector del SIP en 1928, con lo que se formalizaron las
estrechas relaciones que desde entonces han mantenido ambas instituciones.
Los trabajos de L. Cebrián en las excavaciones realizadas para la construcción del Mercado Central
de la ciudad, un precedente de los actuales seguimientos arqueológicos, deben entenderse en un contexto
caracterizado por la ausencia de especialistas en el que los hallazgos eran documentados por profesionales
de disciplinas afines a la arqueología. En el mejor de los casos estos trabajos finalizaban con la recuperación
de las piezas más significativas y la publicación de algún artículo dando a conocer la noticia. En las obras
del Mercado Central se descubrieron un conjunto de restos de gran complejidad pertenecientes a diversas
épocas que iban desde la romana hasta el siglo XIX. De estos descubrimientos se ocupó el cronista de la
ciudad, una persona de amplia cultura con una importante dedicación a la historia y cierta experiencia
arqueológica, que en el curso de unas obras de gran envergadura, e intentando conciliar los intereses de la
investigación y del contratista, supo seleccionar y preservar un importante lote de fragmentos cerámicos,
las tres inscripciones romanas que se hallaron y otros elementos arquitectónicos posteriores, así como
documentar los diferentes tipos de tumbas de la necrópolis y detalles como la orientación y la posición
de los restos humanos, además de reconocer la antigua topografía de la zona y realizar un esbozo de la
estratigrafía arqueológica.
La prensa de la época recogió algunas noticias de los principales descubrimientos, pero como sucedió
con la mayor parte de sus obras, sus notas quedaron inéditas y la información referente a los primeros
hallazgos de la necrópolis de la Boatella no se han dado a conocer hasta ahora. Por ello, durante décadas
en la bibliografía científica se consideró que las primeras tumbas se localizaron en 1945 en las obras de
apertura de la Avenida del Oeste. Cuando ya se ha cumplido más de un siglo de estos descubrimientos, con
este trabajo nuestro objetivo no ha sido otro que el de dar a conocer dicha información y destacar la labor
que desempeñó L. Cebrián en el seguimiento arqueológico de unas obras que pusieron al descubierto un
área arqueológica de enorme extensión y complejidad. Como es evidente, sus aportaciones no son sólo de
interés para el estudio de esta necrópolis, sino que lo son también para el conocimiento de la historia de la
ciudad en un amplio periodo que alcanza el siglo XIX.
Los datos generales que pueden extraerse de las notas del cronista, más allá del número de sepulturas, su
tipología y los ajuares, son de gran relevancia por cuanto nos permiten establecer los límites aproximados
de la necrópolis en su zona norte y formular una hipótesis sobre su desarrollo cronológico, así como
plantear el posible uso de parte de la necrópolis como un área artesanal en época tardoantigua. Finalmente,
los hallazgos que aquí presentamos confirman la extensión del área sepulcral de la Boatella hasta la zona del
Mercado Central, hecho que viene a corroborar que se trata del mayor cementerio de la ciudad de Valentia
en época romana.
APL XXXII, 2018
[page-n-22]
282
M. A. Martínez Pérez y F. Arasa i Gil
AGRADECIMIENTOS
Queremos mostrar nuestro agradecimiento al personal del Archivo General de la Universidad de Navarra por la atención
y la amabilidad con que han respondido siempre a nuestras peticiones.
BIBLIOGRAFÍA
AGUN = Relación de Fondos Personales. Luís Cebrián Mezquita (FLCM). Universidad de Navarra (UN). Archivo
General. Pamplona.
AHMV = Arxiu Històric Municipal de València.
ALBIACH DESCALS, R. y SORIANO, R. (1996): “El cementerio romano meridional: nuevos y viejos datos”. Saitabi,
46, p. 101-122.
ALFAYÉ VILLA, S. (2009): “Nails for the dead a polysemic account of an Ancient Funerary Practice”. En R. Lindsa
Gordon y F. Marco Simón (coords.): Magical Practice in the Latin West. Papers from the International Conference
Held at the University of Zaragoza. Vol. II, Boston, p. 427-456.
ALMELA Y VIVES, F. (1931): “Don Luis Cebrián Mezquita”. La Semana Gráfica, 7 de marzo, València.
ANÓNIMO (1911): “D. Luis Cebrian y Mezquita, nuevo Cronista de Valencia”. Las Provincias. Almanaque para 1912,
p. 165-166.
ANÓNIMO (1916): “Crónica”. Archivo de Arte Valenciano, 2, p. 157.
ANÓNIMO (1935): “Don Luis Cebrián Mezquita, cronista de Valencia”. Las Provincias. Almanaque para 1935,
p. 490-491.
AGUILAR CIVERA, I. (1990): El orden industrial en la ciudad. Valencia en la segunda mitad del siglo XIX. Valencia.
ARANDA, C. (1947): “Ajuar funerario de la necrópolis de la Boatella (Valencia)”. Boletín Arqueológico del Sudeste
Español, 8-11, p. 271-274.
ARASA I GIL, F. (2014-2015): “Lluís Cebrian Mezquita: l’arqueologia en l’obra d’un destacat representant de la
Renaixença”. Saitabi, 64-65, p. 183-202.
ARASA I GIL, F.; JIMÉNEZ SALVADOR, J.L. y HERREROS HERNÁNDEZ, T. (2015): “Una escultura de Fortuna
hallada en la necrópolis de La Boatella (Valencia)”. Madrider Mitteilungen, 56, p. 270-295.
AURA TORTOSA, J.E. (2006): “La creación del Laboratorio de Arqueología de la Universidad de Valencia: entre la
Escuela Superior de Diplomática y ‘por la ciencia hacia Dios’ (1921-1940)”. Arqueología en Blanco y Negro. La
labor del SIP 1927-1950. Museu de Prehistòria de València, València, p. 33-46.
BARCELÓ TORRES, M.ªC. (2000): “Valencia islámica: paisaje y espacio urbano”. Historia de la ciudad I. Recorrido
histórico por la arquitectura y el urbanismo de la ciudad de Valencia. S. Dauksis y F. Taberner (eds.), Valencia, p. 40-50.
BENITO GOERLICH, D. (1992): Arquitectura del eclecticismo en Valencia. Vertientes de la arquitectura valenciana
entre 1875 y 1925. Valencia.
BOIX, V. (1849): Manual del Viagero y Guía de los forasteros en Valencia. Valencia.
BONET ROSADO, H.; DE PEDRO MICHÓ, M.J.; SÁNCHEZ MOLINA, A. y FERRER GARCÍA, C. (coords.)
(2006): Arqueología en Blanco y Negro. La labor del SIP 1927-1950. Museu de Prehistòria de València, Valencia.
CARMONA, P. (2009): “La transformación del río Turia y el litoral deltaico”. En J. Hermosilla Pla (coord.): La ciudad
de Valencia. Historia, geografía y arte en la ciudad de Valencia. Vol. II, Valencia, p. 52-55.
CEBRIÁN FERNÁNDEZ, R. y HERREROS HERNÁNDEZ, T. (2008): “Las aras de la necrópolis de La Boatella”.
Archivo de Prehistoria Levantina, 27, p. 303-317.
CEBRIÁN MEZQUITA, L. (1916-1917): Notas manuscritas sobre hallazgos arqueológicos en el Mercado Central de
Valencia, entre los años 1916 y 1917. AGUN, FLCM.
CHABRET FRAGA, A. (1888): Sagunto. Su historia y monumentos. Barcelona.
CIL II2/14 = ALFÖLDY, G.; MAYER, M. y STYLOW, A.U. (eds.) (1995): Corpus inscriptionum latinarum II:
Inscriptiones Hispaniae latinae. Editio altera. Pars XIV: Conventus Tarraconensis. Fasciculus primus: pars
meridionalis Conventus Tarraconensis (CIL II2/14), fasc. 1. Berlín.
CORELL I VICENT, J. (1995): “Inscripcions inèdites i revisades de València i Sagunt”. Anuari de Filologia, XVIII,
p. 147-161.
CUEVES, D. (1947): “Elementos constructivos romanos encontrados en la necrópolis de la Boatella”. Boletín
Arqueológico del Sudeste Español, 8-11, p. 275-278.
APL XXXII, 2018
[page-n-23]
Los primeros hallazgos en la necrópolis romana de la Boatella (Valencia)
283
ESTEBAN CHAPAPRÍA, J. y PALAIA PÉREZ, L. (1983): El Mercado Central de Valencia. Formación y evolución
del entorno histórico del mercado. Madrid.
FERRANDIS MONTESINOS, J. (2016): Las murallas de Valencia. Historia, arquitectura y arqueología. Análisis
y estado de la cuestión. Propuestas para su puesta en valor y divulgación de sus preexistencias. Tesis Doctoral,
Universidad Politécnica de Valencia.
GARCÍA, H. (2018): “Las obras del aparcamiento de Brujas redescubren un cementerio romano”. Levante, 18/07/2018.
GARCÍA PRÓSPER, E. (2015): Los ritos funerarios de la necrópolis romana de la calle Quart de Valencia (siglos II
a. C.- III d. C.). Tesis doctoral, Universitat de València.
GARCÍA PRÓSPER, E. y SÁEZ LANDETE, M.J. (1999): “Nueva campaña de excavaciones en la necrópolis romana
de La Boatella”. XXV Congreso Nacional de Arqueología. Valencia, p. 306-313.
GÓMEZ SERRANO, N.P. (1932): D’arqueologia: excavacions de Valencia ab motiu dels seus canterellat i eixamples,
ara de bellnou portats alafi. València.
GONZÁLEZ MARTÍ, M. (1952): Cerámica del Levante Español, I. Alicatados y azulejos. Barcelona.
GONZÁLEZ VILLAESCUSA, R. (2001): El mundo funerario romano en el País Valenciano. Monumentos funerarios
y sepulturas entre los siglos I a. de C. - VII d. de C. Madrid-Alicante.
HERREROS HERNÁNDEZ, T. (2008): Intervención arqueológica: ejecución de las obras de la línea T-2.
Infraestructura de la Estación Mercat (Valencia). Memoria inédita, Archivo SIAM.
HIDALGO DELGADO, F. (2013): El Mercado Central de Valencia. Desde su construcción a su rehabilitación.
Valencia.
IRPV V = CORELL I VICENT, J. (2009): Inscripcions romanes del País Valencià. V. Valentia i el seu territorio.
València.
LLOPIS ALONSO, A. y PERDIGÓN FERNÁNDEZ, L. (2010): Cartografía histórica de la ciudad de Valencia (16081944). UPV, Valencia.
LLORENTE OLIVARES, T. (1887): Valencia. Sus monumentos y arte; su naturaleza e historia, I. Barcelona.
MACHANCOSES LÓPEZ, M. (2015): Topografía urbana de la Valentia romana altoimperial: ciudad y suburbio.
Tesis doctoral, Universitat de València.
MADOZ, P. (1982): Diccionario geográfico-estadístico-histórico de Alicante, Castellón y Valencia, II. Valencia.
MARTÍNEZ ALOY, J. (s. a.): Provincia de Valencia, I. Geografía General del Reino de Valencia. F. Carreras y Candi
(dir.), Barcelona.
MARTÍNEZ PÉREZ, M.A. (2016): “La necrópolis de Orriols (Valencia): ejemplos de ritual funerario en época romana
(siglos II-IV d. C.)”. Lucentum, 35, p. 171-191.
MARTÍNEZ PÉREZ, M.A. (2018): “Un lectus funebris en el bustum de la necrópolis de Orriols (Valencia)”. En L.
Aguado et al. (eds.): Actas de las IX Jornadas de Jóvenes Investigadores en Arqueología. Santander, p. 147-153.
PASCUAL, J. y MARTÍ, J. (2002): “El recinto fortificado de la Valencia musulmana”. Mil Anos de Fortificaçoes na
Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Palmela, p. 291-309.
PINGARRÓN-ESAÍN, F. (2005-2006): “Derribos, ventas y destinos de conventos suprimidos de la ciudad de Valencia
y de los enajenados entre 1837 y 1839”. Ars Longa, 14-15, p. 271-301.
PIÑÓN, J.L. (1988): Los orígenes de la Valencia moderna. Notas sobre la reedificación urbana de la primera mitad
del siglo XIX. Valencia.
RIBERA LACOMBA, A. y SORIANO SÁNCHEZ, R. (1987): “Enterramientos de la antigüedad tardía en Valencia”.
Lucentum, 6, p. 139-164.
ROCA TRAVER, F.A. (1996): La Real Academia de Cultura Valenciana. Valencia.
SEVILLA CONDE, A. (2014): Funus Hispaniense. Espacios, usos y costumbres funerarias en la Hispania Romana.
Oxford.
SORIANO SÁNCHEZ, R. (1989): “La necrópolis de la Boatella: elementos para su cronología”. Saguntum-PLAV, 22,
p. 393-412.
TABERNER PASTOR, F. (2005): “La historia de la ciudad a través de la cartografía”. Historia de la ciudad IV. Memoria
urbana. Valencia, p. 220-234.
TARRADELL, M. et al. (1962): La ciudad romana de Valencia. Estudios varios. Papeles del Laboratorio de Arqueología
de Valencia, 1, Valencia.
VICENT CAVALLER, J.A. y HORMIGOS SÁNCHEZ, P. (2009): “Lluís Cebrian Mesquita. Recerques al voltant de la
Muntanyeta dels Estanys (Almenara)”. Orleyl, 6, p. 85-113.
APL XXXII, 2018
[page-n-24]
[page-n-25]