Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
Juan José Gordón Baeza
2016
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 61-85
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Juan José GORDÓN BAEZA a
Procesado y consumo humano de los lepóridos
en el Solutrense de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, Alicante)
RESUMEN: El presente artículo expone los datos obtenidos tras el estudio arqueozoológico y tafonómico
realizado sobre un conjunto de fauna perteneciente al nivel XIII de la Cova de les Cendres, datado entre
20220-23135 cal BP y adscrito al Solutrense evolucionado II. A partir del análisis y descripción de las
fracturas, mordeduras, marcas líticas, alteraciones digestivas y termoalteraciones observadas, se caracterizan
las estrategias perseguidas en el procesado y el consumo de los lepóridos. Finalmente, se señalan las
similitudes y diferencias en el procesado de estas presas con respecto a las fases previas (Gravetiense) y
posteriores (Magdaleniense) de este mismo yacimiento.
PALABRAS CLAVE: Arqueozoología, tafonomía, procesado, marcas de corte, fracturas, digestión, fuego,
lepóridos, Solutrense, Cova de les Cendres.
Human processing and consumption of leporids
in the Solutrean at Cendres’s Cave (Teulada-Moraira, Alicante)
ABSTRACT: The present article provides data obtained from the archaeozoological and taphonomic
study of a set of fauna originated at level XIII of Cendres’s Cave, dated from 20220 to 23135 cal BP and
assigned to the Evolved II Solutrean. From the analysis and description of the observed fractures, bites, lytic
marks, digestive and thermal alterations, we will typify the strategies used on the feeding processing and
consumption of leporids. Finally, it is indicated the similarities and differences during the process of these
preys in relation to previous (Gravettian) and following (Magdalenian) phases develop on this site.
KEYWORDS: Archaeozoology, taphonomy, processing, cut marks, fractures, digestion, fire, leporids,
Solutrean, Cendres’s Cave.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
juan.gordon.baeza@gmail.com
Recibido: 25/04/2016. Aceptado: 28/06/2016.
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J. J. Gordón Baeza
1. INTRODUCCIÓN
Durante el Paleolítico superior y Epipaleolítico las pequeñas presas y, en especial, los lepóridos desempeñaron
un importante papel dentro de los grupos cazadores-recolectores de la fachada mediterránea, tal y como lo
demuestran los estudios realizados (Aura y Pérez Ripoll, 1992; Aura et al., 2002; Pérez Ripoll y Martínez
Valle, 2001; Pérez Ripoll y Villaverde, 2015; Villaverde et al., 1996, 2010).
Las estrategias de caza de los grupos humanos y sus modelos de ocupación del territorio se transformaron.
Dejaron atrás la caza diversificada para centrarse fundamentalmente en dos taxones: la cabra y el ciervo,
lo cual exigía el control del hábitat de estos dos herbívoros. Como consecuencia, redujeron notablemente
su movilidad, lo que repercutió en la revalorización de los recursos estáticos, muy abundantes y con una
tasa de reproducción elevada, como los lepóridos (Pérez Ripoll, 2002, 2005; Pérez Ripoll y Martínez Valle,
2001; Villaverde et al., 2007).
Un buen ejemplo de la importancia de estas pequeñas presas lo constituye la Cova de les Cendres (fig. 1).
Se trata de una cavidad situada en Alicante, a unos 50 m.s.n.m, dentro de una vertiente escarpada hacia el Este.
La cueva se articula en dos espacios. La parte exterior cuenta con una elevada bóveda de gran amplitud y bien
iluminada, con grandes bloques de piedra desprendidos de la visera. El descenso de esta bóveda por su lado
Oeste da acceso a una segunda sala de unos 600 m2 donde se encuentra la superficie de excavación.
Este yacimiento posee una de las secuencias más completas de las fases avanzadas del Pleistoceno
superior del Mediterráneo peninsular, con niveles estratigráficos pertenecientes al Magdaleniense, al
Solutrense y al Gravetiense, sin que se haya alcanzado todavía la base. Hasta la actualidad se han registrado
ocho niveles adscritos a la secuencia del Paleolítico superior (Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010,
2012; Villaverde y Román, 2013).
El área de excavación se encuentra dividida en dos sectores (A y B), además del sondeo, conformando
una superficie total de 20,5 m2. El sector B consta de los cuadros A, B, C y D - 18, 19, 20 y 21, y presenta
niveles del Gravetiense, del Solutrense y del Magdaleniense.
Los trabajos arqueozoológicos desarrollados en la Cova de les Cendres se han centrado fundamentalmente
en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005; Villaverde et al., 2007, 2010; Villaverde y Román,
2013) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999, 2000; Villaverde et al., 1999, 2010, 2012;
Pérez Ripoll, 2002; Real, 2012, 2013). En cambio, son escasos los datos que disponemos para el Solutrense
(Villaverde et al., 1999, 2010).
El presente trabajo pretende ampliar la información que se dispone de esta parte de la secuencia, en
concreto, lo que atañe a las estrategias adoptadas en el procesado y consumo de lepóridos. Para ello se
ha realizado un estudio arqueozoológico y tafonómico de los conjuntos. Aunque la muestra analizada se
Fig. 1. Localización del yacimiento
de la Cova de les Cendres (TeuladaMoraira, Alicante).
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corresponde con una sola capa arqueológica de un metro cuadrado de superficie, la densidad de material
óseo en esta secuencia del yacimiento es tan elevada que ha permitido contar con una buena representación
de fauna, formada por 2.905 restos.
2. METODOLOGÍA
El conjunto de fauna estudiado procede del sector B, cuadro C20, nivel XIII, capa 11. Este nivel pertenece
a la secuencia del Solutrense evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, que cuenta con una potencia total
aproximada de unos 30 cm.
La recogida de los restos ha sido sistemática ya que los sedimentos fueron flotados y tamizados, lo
cual ha permitido contar con una amplia representación de elementos pequeños como dientes, falanges y
metacarpos. El estado de conservación del material es en general bueno, sin concreciones calcáreas, por lo
que el tratamiento se ha limitado a una limpieza superficial con agua.
En primer lugar, se ha procedido a la clasificación anatómica de los huesos en base a criterios de
anatomía comparada a partir de la consulta de diversos atlas y bibliografía especializada (Schmid, 1972;
Barone, 1976; López Martínez, 1989; Lyman, 1994; Callou, 1997; Hillson, 1999, 2005; France, 2008) y de
la colección de referencia del Gabinet de Fauna Quaternària del Museu de Prehistòria de València.
Para conocer la estructura de edad se han seguido los patrones de osificación sintetizados por Sanchis
(2012) a partir de los datos recopilados por Gardeisen y Valenzuela (2004). Se ha calculado el NR (Número
de Restos), el NISP (Número de Restos Identificados), el NMI (Número Mínimo de Individuos) matizado
en caso de huesos no completos por la categoría de su morfotipo correspondiente, y el NME (Número
Mínimo de Elementos) (Lyman, 1994, 2008). El porcentaje de representación (%R) de cada elemento
anatómico se ha establecido a partir de Dodson y Wexlar (1979).
Los índices de fragmentación del conjunto se han obtenido a partir de la proporción entre el NME y el
NR, tanto a nivel general como por elementos esqueléticos. Se han clasificado los restos óseos por categorías
en morfotipos. También se han caracterizado sus roturas distinguiendo entre fracturas producidas en fresco
de manera intencionada y roturas en seco o fragmentación postdeposicional no intencionada, siguiendo la
terminología propuesta por Morales et al. (2008) y los trabajos de Villa y Mahieu (1991) y Sanchis (2012).
Por lo que atañe a las marcas antrópicas, se han analizado las producidas por mordeduras siguiendo los
criterios de Cochard (2004), Pérez Ripoll (2005) y Sanchis et al. (2011). Se ha anotado el tipo de marca, su
origen, la localización en el elemento esquelético, su morfología, intensidad, cantidad y sus dimensiones.
La manipulación de las presas por parte de los grupos humanos para su aprovechamiento ha producido,
además de una amplia gama de mordeduras, marcas de corte como consecuencia del empleo de instrumental
lítico. Se ha considerado la tipología de las marcas, su frecuencia, disposición, morfología, localización
anatómica y grado de intensidad de acuerdo a estudios anteriores de lagomorfos (por ejemplo, Pérez Ripoll,
1992, 1993, 2001, 2005; Sanchis, 2010, 2012; Sanchis et al., 2011).
En este conjunto de lepóridos se diferencian dos tipos fundamentales de marcas líticas: las incisiones y los
raspados, y se ha tenido en cuenta su localización en cada hueso, así como su orientación de cara a inferir posibles
fases del procesado carnicero: pelado, desarticulación y descarnado. Para la interpretación y valoración de las
marcas se han consultado diversos trabajos de experimentación (Lloveras et al., 2009a, 2011; Sanchis, 2012).
Por otro lado, para el estudio de los restos afectados por el fuego se han consultado los trabajos de
Nicholson (1993), Fernández-Jalvo y Perales (1990) y Stiner et al. (1995). Se han registrado categorías
según los niveles de coloración, su localización y el grado de afectación sobre la superficie; también los
casos en que el fuego ha producido daños o incluso pérdidas en las estructuras óseas.
Por último, algunos huesos de lepóridos están afectados por los ácidos segregados durante la
digestión, produciendo porosidad o pitting sobre la superficie ósea, pulido, adelgazamiento de los
bordes de fractura o incluso pérdidas óseas. Se ha registrado y caracterizado esta alteración siguiendo
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a Andrews (1990), Guillem y Martínez Valle (1991), Martínez Valle (1996), Lloveras (2011), Sanchis
(1999, 2000, 2001, 2012), Sanchis y Pascual (2011), Yravedra (2004, 2006), Lloveras et al. (2008a,
2008b, 2009b) y Lloveras y Nadal (2015).
En el examen y análisis de estas alteraciones se ha empleado una lupa binocular modelo Nikon SMZ-10A
(entre 10 y 50 aumentos). Las imágenes generales han sido tomadas con una cámara réflex digital Nikon a
través de una lente macro. Finalmente, las fotografías de detalle han sido capturadas con la lupa binocular
Leica M165 C mediante el software Leica Application Suit que permite alcanzar hasta 120 aumentos.
3. RESULTADOS
El conjunto de fauna del cuadro C20 está formado por 2.905 restos, de los cuales 2.329 corresponden
a lepóridos, es decir, representan el 80,2% de toda la muestra. Dentro de esta categoría se han podido
determinar anatómicamente 1.966 elementos (84,4%). El resto, debido a la elevada tasa de fragmentación,
ha sido agrupado bajo la categoría de Indeterminados anatómicamente.
El NMI lo ha proporcionado la hemimandíbula izquierda con un total de 28 ejemplares. Un valor muy
próximo a este lo aporta también el tercer premolar inferior izquierdo (P3), con 26 especímenes.
Los elementos con mayor índice de representación en la muestra –%R– son la hemimandíbula (96,4%),
la ulna (67,8%) y el astrágalo (66,1%). Resulta llamativa la amplia representación del resto de los elementos
craneales (maxilares 64,3% y dentición 40,8%).
La relación entre el NME y el NR en la muestra estudiada es del 0,34. Los huesos largos anteriores
(húmero: 0,35; radio: 0,39; ulna: 0,52) están menos fragmentados que los posteriores (fémur: 0,17; tibia:
0,20). El conjunto aparece muy fragmentado (85,8%), con diferentes valores según los elementos. Afecta
a los cinco huesos largos principales, de manera que no encontramos ninguno completo. Lo mismo sucede
en los elementos craneales y en las dos cinturas.
Por tanto, sólo encontramos huesos completos en cuatro categorías: esqueleto axial, huesos del tarso,
metapodios y falanges (fig. 2). Encabezan esta clasificación las falanges (86,2%) y los metacarpos (86,1%).
Le siguen los huesos del tarso (75,5%) –sobre todo calcáneos y centrotarsales–, los metatarsos (35,5%)
y, por último, las vértebras y costillas (10,9%). Por lo que atañe al esqueleto axial, sólo 3 costillas están
completas, así como 3 vértebras cervicales y 7 lumbares.
Fig. 2. Porcentajes de elementos completos.
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Atendiendo a rangos de tamaño, predominan los elementos con una longitud de entre 10-20 mm (46,2%),
seguidos de restos de huesos de muy reducidas dimensiones, con un tamaño inferior a los 10 mm (24,2%).
Muy pocos alcanzan los 30-40 mm (7,2%) y sólo 60 huesos superan los 40 mm (4%), fundamentalmente
diáfisis de tibia; de hecho, dos de ellas han aportado unas dimensiones de 78 y 79,3 mm y constituyen los
restos más grandes. La longitud media del conjunto es de 17,4 mm.
3.1. Clasificación por morfotipos
En las hemimandíbulas se observa el predominio de tres morfotipos. Abundan los fragmentos de ramus
(34,6%) y de diastema (32,1%). También destacan las porciones centrales con cavidad alveolar donde se
inserta la serie molar (16,7%). En cambio, sólo dos hemimandíbulas (2,6%) conservan parte del diastema
y del ramus con la serie molar completa (tabla 1).
En la escápula dominan las partes articulares con fragmentos de cuerpo (18,7%), así como las porciones
de cuerpo (23,4%) y sus bordes (37,5%). Sólo tres escápulas presentan en su epífisis la cavidad glenoidea
completa (4,7%). En los coxales existe cierto equilibrio entre las partes proximales (ilion) y distales
(isquion). Tres elementos conservan el acetábulo aislado (10,3%), mientras que ocho cinturas (27,6%)
mantienen parcialmente el ramus del isquion junto al acetábulo y el ilion, aunque con la cresta incompleta.
La mayoría de metacarpos aparecen completos (fig. 3); en cambio, son abundantes las mitades proximales
de metatarsos. Por otro lado, 6 diáfisis carecen de partes articulares y 9 de mitades distales. Predominan, por
tanto, las mitades proximales, si bien también hay extremos distales y diáfisis aisladas (tabla 2).
Tabla 1. Categorías de fragmentación de las hemimandíbulas y las cinturas según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
NR
%
Hemimandíbula
Completa
Frag. Diastema+serie molar+frag. Ramus
Diastema
Frag. Diastema
Porción anterior con serie molar
Porción central con serie molar
Porción posterior con serie molar
Fragmento de ramus
0
2
1
25
13
9
1
27
0
2,56
1,28
32,05
16,66
11,53
1,28
34,61
Escápula
Completa
Parte articular completa
Parte articular fragmentada
Parte articular + fragmento cuerpo
Frag. parte articular + frag. cuerpo
Fragmento de cuerpo
Borde de cuerpo
0
3
4
12
6
15
24
0
4,68
6,25
18,75
9,37
23,43
37,50
Coxal
Completo
Ilion
Ilion + acetábulo
Acetábulo
Frag. de Ilion + acetábulo + isquion
Isquion
0
9
1
3
8
8
0
31,03
3,44
10,34
27,58
27,58
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Fig. 3. Fracturas sobre los metatarsos (arriba). Los metacarpos se conservan mayoritariamente completos (abajo).
Tabla 2. Categorías de fragmentación de los metapodios, los huesos del tarso, las extremidades y los elementos
axiales según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
Metacarpo 2
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 3
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 4
Completo
Mitad proximal
Metarcarpo 5
Completo
Metacarpo indet. Mitad distal
Diáfisis
Falange 1
Completa
Parte proximal
Parte distal
Falange 2
Completa
Parte proximal
Diáfisis
Parte distal
Falange 3
Completa
Parte distal
Astrágalo
Completo
Mitad proximal
Mitad distal
Calcáneo
Completo
Mitad proximal
Fragmento medio
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NR
%
9
2
6
2
7
1
2
9
6
50
5
10
44
4
1
3
35
1
26
9
1
13
2
2
81,81
18,19
75
25
87,5
12,5
100
60
40
76,92
7,69
15,38
84,61
7,69
1,92
5,76
97,22
2,78
72,22
25
2,77
76,47
11,76
11,76
Fragmentación
Huesos del tarso Completo
Fragmento
Metatarso 2
Completo
Mitad proximal
Metatarso 3
Completo
Mitad proximal
Metatarso 4
Completo
Mitad proximal
Metartaso 5
Completo
Mitad proximal
V. cervical
Completa
Fragmento cuerpo
V. torácica
Completa
Fragmento cuerpo
V. lumbar
Completa
Fragmento cuerpo
Apófisis
Completa
Costillas
Parte articular
Fragmento cuerpo
NR
%
14
4
2
4
4
8
4
9
8
10
3
4
0
3
7
30
30
3
30
186
77,77
22,23
33,33
66,66
33,33
66,67
30,76
69,23
44,44
55,55
42,85
57,15
0
100
10,44
44,77
44,77
1,36
13,69
84,93
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Entre los fragmentos de astrágalos prevalecen las mitades proximales (25%), mientras que en el calcáneo
y en los dos huesos del tarso restantes existe una amplia variabilidad.
Las falanges constituyen la categoría de huesos completos más numerosa con más mitades distales
fragmentadas (14) que proximales (9). Dentro del esqueleto axial, son escasas las vértebras que conservan
sus apófisis completas. Por último, pocas costillas preservan la parte articular (13,7%), de manera que
predominan los fragmentos de cuerpo (84,9%).
En el húmero y en los dos huesos largos del miembro posterior raramente las partes articulares
permanecen unidas a las diáfisis (tabla 3). Aparecen de manera sistemática fracturas sobre los extremos de
las diáfisis dando lugar a un gran número de cilindros. Mientras que en húmero y tibia las epífisis distales
superan a las proximales, lo contrario ocurre en el fémur. Por otro lado, predominan las epífisis incompletas,
excepto en la distal de tibia (20 completas/13 fracturadas) y en la de húmero (15/12). Esto responde a las
densidades óseas específicas de cada elemento (Pavao y Stahl, 1999).
Abundan los cilindros completos de húmero (40,2%), mientras que en fémur (13,8%) y tibia (20,4%)
son más escasos. Por el contrario, en estos dos últimos huesos cobran mayor entidad los fragmentos de
diáfisis longitudinales.
El radio y la ulna ofrecen morfotipos particulares. En ambos las partes proximales (articulación más
porción de diáfisis proximal) superan al número de articulaciones aisladas (radio: 24/7; ulna: 28/10).
Además, se observa el predominio claro de las mitades proximales respecto a las distales.
Tabla 3. Categorías de fragmentación de los huesos largos según NR y sus porcentajes.
Completo
Epífisis proximal completa
Epífisis proximal fragmento
Parte proximal + diáfisis 1/2
Frag. parte proximal + diáfisis 1/2
Diáfisis completa
Fragmento diáfisis cilindro
Fragmento diáfisis longitudinal
Epífisis distal completa
Epífisis distal fragmento
Parte distal + diáfisis 1/2
Frag. Parte distal + diáfisis 1/2
Húmero
NR
%
0
0
1 1,03
10 10,31
1 1,03
39 40,21
9 9,28
15 15,46
12 12,37
10 10,31
-
Radio
NR
%
0
0
3 5,45
1 1,82
20 36,36
23 41,82
1 1,82
1 1,82
2 3,64
2 3,64
2 3,64
Ulna
NR
0
1
9
8
16
12
4
-
%
0
2
18
16
32
24
8
-
Fémur
NR
%
0
0
7 6,42
28 25,69
7 6,42
15 13,76
37 33,94
4 3,67
11 10,09
-
Tibia
NR
%
0
0
4 3,17
15 11,90
1 0,79
26 20,36
38 30,16
20 15,87
13 10,32
7 5,56
2 1,59
3.2. Fracturas, alteraciones de origen mecánico y señales dentales
En general los elementos craneales presentan roturas mixtas, es decir, tanto fracturas en fresco como
fragmentación postdeposicional. Sin embargo, en muchos casos no ha sido posible discriminar el origen
de estas roturas con claridad. Las hemimandíbulas también muestran fracturas mixtas, especialmente a la
altura del ramus y del diastema.
En las escápulas predominan las fracturas en fresco sobre los cuerpos y en los bordes. Igualmente se
observan en el cuello y en el proceso articular (fig. 4).
La mayoría de húmeros han sido fracturados en fresco por la parte proximal y por la distal separando las
articulaciones de la diáfisis (fig. 5). Por tanto, abundan los cilindros y, en menor medida, los fragmentos
longitudinales. En las líneas de fractura se observan muescas opuestas como resultado de la presión ejercida
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Fig. 4. Fracturas y alteraciones
mecánicas sobre las escápulas.
Fig. 5. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el húmero.
por las cúspides de los premolares y de los molares, tanto superiores como inferiores, sobre el hueso. Las partes
distales, por su estructura más compacta, han resistido mejor que las proximales. Finalmente, sólo dos roturas son
recientes mostrando una coloración mucho más clara al resto de la cortical y unos bordes irregulares y astillados.
Un cilindro y un fragmento longitudinal de húmero contienen muescas (tabla 4). El primero de ellos
se trata de una diáfisis de 31,97 mm que presenta hacia el extremo distal, en la línea de fractura, una sola
muesca con forma triangular y con unas dimensiones de 2,45 x 2,94 mm (fig. 6). Además, esta misma pieza
muestra incisiones oblicuas y paralelas entre sí. El segundo húmero con este tipo de alteración mecánica es
un fragmento longitudinal perteneciente a la mitad distal de una diáfisis de 22,89 mm. La cara lateral cuenta
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Tabla 4. Elementos anatómicos con muescas, hundimientos, horadaciones, arrastres
dentales y punciones.
Muesca
Húmero
Fémur
Coxal
Tibia
Metacarpo
Metatarso
Hundimiento
2
Arrastres
Punciones
1
2
2
Horadación
1
1
1
1
1
1
2
1
Fig. 6. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la cara lateral de la diáfisis del
húmero (a). Muesca y detalle del borde de fractura sobre la parte distal de una diáfisis de húmero (b y d). Horadación
sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado (c).
con múltiples muescas de tamaño variable (2,22 x 0,85 mm; 1,85 x 0,59 mm; 3,41 x 1,34 mm; 2,40 x 0,55
mm) y de morfología triangular. Además, en el extremo opuesto, frente a ellas, se identifica otra menos
marcada que debe estar asociada al primer conjunto de muescas. También se ha encontrado una horadación
de tamaño considerable (6,75 x 3,17 mm) sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado.
En los radios y ulnas las fracturas se concentran sobre la diáfisis proximal y se debieron producir en
fresco (fig. 7). Las ulnas, además, presentan la tuberosidad del olécranon incompleta en la mayoría de
ocasiones; sólo una (2%) lo mantiene intacto.
En los coxales se observan fracturas en fresco aunque también ha actuado la fragmentación
postdeposicional, que afecta a las partes más frágiles, como la cresta del ilion. En la cara lateral del cuerpo
del isquion de un coxal termoalterado se extienden finos arrastres dentales cortos y transversales.
Los huesos largos posteriores siguen unos patrones de fractura similares a los comentados para el
húmero. Dos fragmentos longitudinales de fémur contienen muescas (fig. 8). Sobre un cilindro fracturado
perteneciente a la zona medial y con una longitud de 39,95 mm se observa una muesca de forma triangular y
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Fig. 7. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el radio y la ulna.
Fig. 8. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la diáfisis del fémur (c). Punciones
sobre la cortical producidas por las cúspides dentales y asociadas a las muescas anteriores (a). Detalle de estas punciones
(b). Muesca sobre un fragmento longitudinal de fémur (d).
con unas dimensiones de 4,95 x 0,91 mm. Frente a ella se identifican marcas de arrastre dental. Son múltiples,
transversales y con recorrido corto pero con surcos de gran intensidad sobre la cortical. El segundo fémur es
un fragmento de diáfisis y tiene una longitud de 43,95 mm. Sobre la línea de fractura presenta dos pequeñas
muescas semicirculares (1,13 x 0,54 mm y 1,21 x 0,61 mm, respectivamente) separadas entre sí por 0,57
mm. Frente a ellas, a la misma altura, se perciben múltiples punciones sobre la cortical.
Asimismo, un fragmento longitudinal de tibia de 48,44 mm presenta este tipo de alteraciones mecánicas
(fig. 9). Se observan dos muescas unilaterales y de morfología marcadamente triangular sobre la línea de
fractura con unas proporciones de 1,85 x 0,52 mm y 2,19 x 0,61 mm. En el extremo contrario, frente a ellas,
aparecen dos hundimientos junto al borde. Finalmente, se ha identificado una pequeña muesca de 1,08 x
0,79 mm en la línea de fractura del extremo distal de un cilindro de tibia con una longitud de 33,18 mm.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
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Fig. 9. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Dos muescas sobre la diáfisis de la tibia (a). Hundimientos
sobre la cortical producidos por las cúspides dentales y asociados a las muescas anteriores (b). Muesca sobre la parte
distal de un cilindro de tibia (c). Marcas producidas por la acción dental sobre el coxal (d).
Los huesos del tarso presentan pocas fracturas en fresco (<25%). Entre los metapodios –sobre todo
metatarsos– se observan tanto roturas postdeposicionales con ángulos rectos como en fresco. Dos metatarsos
completos muestran en la superficie numerosas alteraciones mecánicas (fig. 10). El primero de ellos se trata
de un metatarso V de 29,52 mm y termoalterado. En un lateral de la cortical se extienden múltiples marcas
de arrastre paralelas y cortas que recorren la diáfisis. El otro hueso (un metatarso II) mide 38,34 mm y
presenta toda la cortical repleta de intensas marcas dentales planas, cortas y en sentido transversal junto a
múltiples punciones. Del mismo modo, un metacarpo presenta pequeños arrastres hacia la mitad distal; son
cortos y de base plana.
Las falanges están poco fragmentadas. El elevado índice de extremidades termoalteradas ha dificultado
la identificación de la naturaleza de las fracturas. Sólo dos de ellas son en fresco. Finalmente, en las vértebras
predomina la fragmentación postdeposicional, tanto en los cuerpos vertebrales como en las apófisis.
Por tanto, en el conjunto estudiado se observa un interés discriminatorio hacia determinadas partes
del esqueleto. De este modo, se fractura sistemáticamente –en fresco– las cinturas y los principales cinco
huesos largos (húmero, radio, ulna, fémur y tibia) separando las partes articulares de las diáfisis (fig. 11).
Los tres huesos con más aporte nutricional muestran, además, muescas producidas durante la fracturación
de las diáfisis para acceder a la médula ósea. El resultado es el predominio de cilindros, de partes distales
de húmero y de tibia, de partes proximales de fémur y de mitades proximales tanto de radios como de ulnas,
éstas últimas con el olécranon mordido.
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 10. Alteraciones
mecánicas por
arrastres dentales
sobre un metatarso
termoalterado (a y
b). Metatarso con la
cortical repleta de
marcas (c).
Fig. 11. Elementos esqueléticos con
predominio de fracturas en fresco
producidas por mordedura (verde) y con
fracturas mixtas, tanto postdeposicionales
como por mordedura (naranja). Modificado
a partir de Cochard, 2004.
En cambio, apenas se fracturan los huesos pequeños que ocupan zonas marginales (falanges, astrágalo,
calcáneo, centrotarsal) o aquellos donde la cantidad de carne y grasa que contienen es reducida (maxilar,
metacarpos, costillas). En estos elementos las roturas son mixtas y responden fundamentalmente a causas de
tipo postdeposicional. Finalmente, un coxal y tres metapodios muestran indicios de haber sido mordisqueados
con los incisivos para limpiar el hueso de las pequeñas porciones de carne y de grasa adheridas.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
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3.3. Marcas líticas
Se han localizado marcas líticas sobre 33 restos (tabla 5), lo que representa en suma el 4,8% del total
estudiado. Sobre un frontal se disponen dos incisiones cortas y paralelas que recorren longitudinalmente
la superficie del hueso. Se trata del único fragmento de neurocráneo con este tipo de marcas (fig. 12).
También una hemimandíbula izquierda muestra un raspado longitudinal y leve que recorre la cara lingual.
Una porción central de hemimandíbula presenta en la cara lateral una serie de incisiones oblicuas y cortas
que recorren todo el cuerpo con una intensidad media.
Dos coxales cuentan con incisiones. En el primero de ellos se observan diversas estrías cortas muy
intensas en sentido transversal y oblicuo dispuestas sobre la cara caudal del ilion. Otro coxal presenta una
incisión longitudinal larga sobre el cuerpo del isquion.
Ocho huesos largos del miembro anterior están afectados por marcas líticas. Sobre la diáfisis proximal
de un húmero, en la cara medial, aparecen varios raspados cortos con tendencia oblicua junto a alguna
incisión. Otros tres cilindros de húmero fragmentados presentan raspados e incisiones oblicuas de intensidad
media junto a las líneas de fractura en los extremos.
Una diáfisis de radio muestra en la cara dorsal múltiples incisiones cortas de recorrido oblicuo que
han creado un surco leve sobre la cortical; otra diáfisis cuenta con varias incisiones cortas y en sentido
transversal con una intensidad media. Sobre un fragmento de diáfisis de ulna, en su cara lateral, se sitúa
una serie de raspados con tendencia oblicua y muy marcados. Igualmente se han determinado diversas
incisiones intensas y en sentido oblicuo sobre la cara medial de la parte proximal de una ulna.
Por lo que respecta a los huesos largos posteriores, predominan las incisiones. Sólo un cilindro de fémur
presenta también raspados de intensidad media y en sentido oblicuo hacia el extremo distal junto a la línea de
fractura. La disposición de las incisiones es mayoritariamente oblicua, aunque también se hallan marcas en
sentido transversal. Se extienden siempre por la diáfisis muy cerca de la línea de fractura. Cuatro tibias están
afectadas por marcas de corte. Tres diáfisis concentran las incisiones en los extremos, mientras que sobre la
parte central de un cilindro se ha identificado una agrupación de tres surcos muy marcados en sentido oblicuo,
uno de ellos más largo que el resto. En cuanto a marcas de desarticulación, sólo un calcáneo contiene este tipo
de evidencias. Se trata de pequeñas incisiones transversales y cortas que recorren la cara dorsal.
Finalmente, el desollado de los lepóridos provoca marcas no sólo en la zona craneal, sino también
en los metapodios. En este sentido, dos metacarpos y cuatro metatarsos contienen incisiones cortas y de
intensidad media/fuerte repartidas por las diáfisis. También sobre una falange primera se observa una
incisión longitudinal y larga.
Tabla 5. Cuantificación de los conjuntos de marcas sobre
los elementos óseos y su representación porcentual.
Cantidad
Neurocráneo
Hemimandíbula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia
Calcáneo
Metacarpo
Metatarso
Falange
1
2
5
2
2
2
9
4
1
2
4
1
%
5,56
3,70
14,29
8
5,26
6,90
42,86
12,90
5,56
6,25
7,69
0,64
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 12. Incisiones paralelas y longitudinales sobre un frontal de neurocráneo (a). Múltiples incisiones oblicuas sobre la cara
lateral de una hemimandíbula (b) y sobre la diáfisis de unos húmeros (c, d y f). Raspados sobre la cara medial de un húmero
(h). Incisiones cortas y transversales sobre un radio (g). Incisiones oblicuas sobre la cara medial de una ulna (e).
3.4. Termoalteraciones
Un 17,3%1 de los restos presentan signos de termoalteración puntual, parcial o total, que han afectado de
manera desigual a los diferentes elementos anatómicos (fig. 13). Las alteraciones se concentran en dos
huesos largos del miembro anterior: el radio (48%) y la ulna (26,3%) y, en menor medida, en el fémur
(23,8%), tibia (19,3%) y húmero (17,1%). En cambio, es prácticamente inexistente en el esqueleto axial;
1
Valor calculado a partir del NME de las partes anatómicas que presentamos en la tabla de datos; por tanto, no se ha considerado
la dentición.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
17,6
22,3
20,3
16,1
Fig. 13. Distribución de las
termoalteraciones por grupos
anatómicos.
CR - Craneal
MA - Miembro Anterior
AX - Esqueleto Axial
MP - Miembro Posterior
EX - Extremidades.
7,0
CR
MA
AX
MP
EX
sólo cinco costillas y una vértebra lumbar presentan huellas de fuego muy localizadas en la superficie
exterior del hueso. Las termoalteraciones están bien representadas en la parte craneal, especialmente en
fragmentos de neurocráneo y maxilar (22,2%). Las cinturas muestran unos valores moderados, siendo
mayor el número de coxales afectados por el fuego (10,3%) que el de las escápulas (6,7%).
Por otro lado, se observa un notable contraste entre los metapodios; mientras que un 21,1% de los
metatarsos están afectados, sólo un 3,1% de los metacarpos presentan estas mismas evidencias. Finalmente,
las falanges (22,3%) y los huesos del tarso –en especial, el astrágalo (16,2%) y el calcáneo (16,7%)–
también cuentan con un elevado índice de huesos termoalterados.
Las coloraciones más numerosas en la muestra están vinculadas a la carbonización (negro) y a su
estadio previo (marrón-negro) (tabla 6). Entre ambas suman el 85,6% del total de huesos termoalterados.
14 restos presentan un color grisáceo oscuro porque han sido expuestos al fuego con una intensidad elevada
Tabla 6. Huesos afectados por termoalteraciones según coloración y porcentaje de representación respecto al NME.
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
Total
MarrónNegro
1
7
2
4
12
7
3
4
5
1
4
1
2
1
1
8
20
Negro
NegroGris
Gris
3
4
4
7
83
18
4
10
2
Blanco
1
1
GrisBlanco
1
2
1
1
1
1
5
1
1
2
Total
termoalt.
4
7
2
6
12
10
3
5
6
1
5
6
3
1
1
11
35
%
termoalt.
22,22
12,96
6,67
17,14
48
26,32
10,34
23,81
19,35
2,27
11,63
16,22
16,67
5,26
3,13
21,15
22,29
118
17,28
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Tabla 7. Distribución de las termoalteraciones totales y parciales. Véase el contraste entre la termoalteración total
y parcial en dos de los huesos largos del miembro anterior.
Total
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Parcial
Puntual
3
7
0
3
3
3
3
1
4
0
0
2
3
7
5
0
4
1
0
1
0
0
2
2
0
0
0
Total
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
TOTAL
Parcial
Puntual
0
1
6
2
0
2
9
27
74
0
3
1
0
0
0
1
6
33
1
0
0
0
1
0
1
3
11
pero sin llegar a calcinarse. Una falange primera muestra una tonalidad gris clara muy próxima al blanco,
mientras que, finalmente, sólo 2 elementos han alcanzado la calcinación, adquiriendo un aspecto totalmente
blanquecino: una tibia distal y una ulna con el olécranon fracturado pero manteniendo la epífisis y la mitad
aproximadamente de la diáfisis.
La mayoría de los elementos termoalterados presenta toda la superficie afectada (62,7%), adoptando
una coloración relativamente uniforme por su cara interna y externa. En la muestra estudiada este patrón
está especialmente representado por las falanges, pero también por los metatarsos, por la hemimandíbula
y por el astrágalo (tabla 7 y fig. 14). Todos los huesos de la parte craneal excepto uno se incluyen en esta
categoría y muestran coloraciones predominantemente marrones, si bien un fragmento de maxilar aparece
completamente carbonizado. También lo está la cabeza de un fémur y dos fragmentos de astrágalo.
Sin embargo, 33 restos ofrecen termoalteraciones parciales (28%) y 11 puntuales (9,3%) que afectan
exclusivamente a un área concreta. Se concentran en dos huesos largos (ulna y radio) y también en algunas
falanges. En los radios es llamativa la rotura sistemática de la diáfisis hacia la parte distal y la presencia
de termoalteración sobre la misma línea de fractura. Este patrón es exactamente idéntico en la ulna que,
además, cuenta con el olécranon fracturado.
Fig. 14. Elementos esqueléticos con
predominio de termoalteración total (azul) y
parcial (rojo). Modificado a partir de Cochard,
2004.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
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Dos epífisis de escápula muestran una quemadura localizada en la cavidad glenoidea; un centrotarsal cuenta
con el borde ligeramente termoalterado. También se han identificado termoalteraciones puntuales sobre la epífisis
distal de los húmeros –dos en la tróclea y el epicóndilo lateral, y una extendida por la línea de fractura–, del fémur
y alrededor de la tibia, tanto en las articulaciones como en las líneas de fractura sobre las diáfisis.
En definitiva, siguiendo los grados de termoalteración propuestos por Stiner et al. (1995), la muestra de
lepóridos está dominada por restos no afectados por el fuego (grado 0); sin embargo, un 17,3% sí lo están,
predominando los elementos sometidos a la carbonización (grado 3) y su fase previa (grado 2) con coloraciones
que oscilan entre el marrón y el negro. Mientras que las alteraciones totales se extienden fundamentalmente por
las extremidades y los metapodios, las parciales y puntuales inciden sobre los huesos largos.
3.5. Alteraciones digestivas
Se han determinado seis huesos (0,9%) con señales de digestión. Dos partes articulares distales de húmero
están afectadas por procesos digestivos de manera moderada (fig. 15). La porosidad (pitting) afecta a la fosa
radial y se extiende por las trócleas; también los epicóndilos han perdido parte de la estructura. Además, la
cortical de ambos huesos es brillante, los bordes de fractura están redondeados y las paredes del tejido óseo
se han adelgazado.
Fig. 15. Alteraciones digestivas sobre la parte distal del húmero (a, b), la mitad proximal de la falange (c, d) y del radio (e).
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 8. Elementos óseos afectados por alteraciones digestivas.
Húmero
Húmero
Radio
Metatarso 2
Falange 1
Falange 1
Porción
Distal
Distal
Proximal
Proximal
Proximal
Proximal
Tamaño (mm)
11,41
12,66
8,29
11,26
7,79
6,26
Intensidad
Moderada
Moderada
Ligera
Ligera
Fuerte
Ligera
Una parte proximal de radio presenta estas mismas evidencias, aunque la porosidad se manifiesta
de manera más ligera alrededor del borde del cuello. Por otro lado, un fragmento de metatarso segundo
cuenta con pitting en el extremo proximal. La línea de fractura tiene ángulos suavizados y las aristas están
redondeadas como consecuencia de la digestión.
Más alterada está la mitad proximal de una falange primera que ha perdido gran parte de materia ósea
por la zona articular. Por último, otra falange no muestra pitting por la superficie pero sí el característico
pulido; además, tiene la línea de fractura redondeada y las paredes más delgadas de lo habitual.
En suma, sólo seis elementos óseos de pequeño tamaño muestran alteraciones digestivas con un grado
de intensidad que oscila entre ligero y fuerte; el fragmento digerido más grande tiene unas dimensiones de
12,66 mm (tabla 8).
4. DISCUSIÓN
A partir del Gravetiense en los yacimientos de la zona central del Mediterráneo ibérico los restos de
lepóridos cuentan con una serie de evidencias que señalan un procesado y consumo antrópico sistemático
y recurrente. En la muestra estudiada del nivel solutrense de Cendres se observan marcas de descarnado
con el propósito de cortar la carne y/o filetearla, raspados para separar las porciones adheridas al hueso,
mordeduras para partir los elementos óseos y acceder a la médula y a la parte gelatinosa, e incluso arrastres
dentales producidos durante el repelado de los huesos más pequeños como los metapodios. Este proceso
carnicero intenso ha sido igualmente descrito en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005;
Villaverde et al., 2007; Villaverde y Román, 2004) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999;
Villaverde et al., 2010, 2012; Real, 2013) de la Cova de les Cendres.
4.1. La extracción de la piel
El procesado del conejo empieza con el desollado. Las marcas de pelado que se han detectado en una
hemimandíbula, en seis metapodios y en una falange indican que la piel del animal era desollada con ayuda
de instrumental lítico y aprovechada, probablemente, para confeccionar elementos de abrigo (Villaverde et al.,
2012). Las experimentaciones llevadas a cabo por Sanchis (2012) han comprobado que para la extracción de
la piel resulta eficaz comenzar por la zona ano-genital en dirección a la cabeza hasta llegar al cuello. Durante
este proceso, la piel se puede estirar sin dificultad excepto en determinadas partes donde se requiere el uso de
un útil lítico para la separación. Estos cortes son especialmente necesarios a la altura de los metapodios, pero
también en la mandíbula y en la parte anterior del cráneo. Según los trabajos de experimentación (Lloveras et
al., 2009a; Lloveras et al., 2011; Sanchis, 2012) en la zona de la bóveda craneana del animal y en la mandíbula
se imprimen marcas líticas sobre la superficie ósea debido a la escasa masa cárnica que las cubre. Son cortes
normalmente transversales y de intensidad variable que buscan facilitar la separación de la piel.
APL XXXI, 2016
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
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4.2. La desarticulación, descarnado, fracturación y acceso a la médula
Una vez retirada la piel que envuelve al animal se procede a la desarticulación. Los trabajos experimentales
(Lloveras et al., 2009a; Sanchis, 2012) han comprobado que mordiendo los músculos y tendones insertados
en el olécranon se libera la articulación húmero-ulnar. Pero en esta tarea también se puede recurrir a útiles
líticos. De este modo, un calcáneo presenta marcas líticas que se asocian con la desarticulación del pie.
Con respecto al descarnado, tanto Pérez Ripoll (por ejemplo 2002, 2005) como Sanchis y Fernández
Peris (2008) han comprobado que durante el consumo inmediato de los paquetes cárnicos asados al fuego y
sin deshuesar, la carne se separa del hueso sin dificultades y no se requiere de ningún instrumento más allá
de los dientes. En cambio, para conservar carne no deshuesada y en crudo se requiere el empleo de un útil
lítico que permita separar la carne adherida al hueso. Por lo tanto, una gran cantidad de marcas líticas puede
sugerir el consumo diferido de la carne fileteada y deshuesada, mientras que un número reducido de marcas
puede estar relacionado con el consumo inmediato de los paquetes cárnicos no deshuesados y asados.
En este sentido, el número de marcas líticas que hemos localizado y que se concentran en tres de los
principales huesos largos (14,3% de los húmeros, 42,9% de los fémures y 12,9% de las tibias) sugiere
que una parte de la carne de estas pequeñas presas era fileteada con el objetivo de secarla o ahumarla.
Mediante esta técnica –que también se ha identificado en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2005) y
magdalenienses (Real, 2013)– la carne podía ser conservada y consumida posteriormente.
Además, se han fracturado sistemáticamente los húmeros, fémures y tibias con la intención de obtener
los tejidos blandos de su interior; esto es, la médula y la grasa. Precisamente, estos tres elementos son
los que presentan una cavidad medular mayor. En cambio, los más pequeños se han conservado enteros,
fundamentalmente los metacarpos, los huesos del tarso y las falanges.
Las ulnas y radios, que apenas contienen médula, muestran escasas marcas de corte pero aparecen muy
termoalterados, lo cual sugiere que se asaron los paquetes de carne sin deshuesar. En contraste, los otros tres
huesos largos debieron ser deshuesados y se fracturaron en crudo para aprovechar la médula.
Como en otras acumulaciones de lepóridos (Pérez Ripoll, 2001, 2002 y 2004), el principal modo de
fractura ha sido la mordedura, que imprime una o dos muescas sobre la cortical originadas por la presión
de las cúspides dentales superiores e inferiores sobre el hueso. También se han localizado hundimientos
sobre la superficie ósea, punciones y arrastres dentales junto a marcas líticas que confirman el origen
antrópico de estas mordeduras. El resultado de esta fracturación ha sido la formación de un gran número
de cilindros y fragmentos longitudinales de diáfisis, sobre todo en húmeros, tibias y fémures, aunque
también en radios y ulnas. Las epífisis han sido igualmente mordidas, de modo que las menos densas
–como la proximal del húmero– apenas se han preservado. Abundan, en cambio, epífisis distales de
tibia, de húmero y proximales de fémur.
4.3. El mordisqueo de los huesos
Nada se desperdicia. Hasta la última porción de carne es mordisqueada. Se trata de una acción repetitiva
de los incisivos con desplazamientos laterales y longitudinales para aprovechar la carne y la grasa que
permanecen adheridos al hueso y que no han podido desprenderse de otra manera. En esta operación las
manos pueden ayudar a deslizar el hueso o bien sostenerlo mientras los dientes participan activamente. El
resultado son pequeñas estrías en sentido transversal con un surco leve, plano y corto.
En el conjunto solutrense estudiado, la cara lateral del isquion de un coxal, un metacarpo y dos
metatarsos muestran esta clase de alteraciones mecánicas sobre la cortical. Confirman el interés incluso
por las partes más marginales del esqueleto de los lepóridos, ya que se repela hasta la última porción de
carne. Esto mismo se ha detectado en el nivel gravetiense de la Cova de les Cendres donde, además de los
metapodios, también algunos radios muestran marcas de mordisqueo (com. personal M. Pérez Ripoll).
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J. J. Gordón Baeza
En ocasiones el número de arrastres llega a ser exagerado, cubriendo prácticamente toda la cortical
del hueso, como en un metatarso II del nivel solutrense estudiado. Por la morfología de los surcos se
relaciona probablemente con la actividad humana y no deja de ser un dato de interés debido a la cantidad
de estrías que envuelven a estos huesos.
Por otro lado, las diferencias observadas entre los metapodios anteriores y posteriores son evidentes en
todos los aspectos estudiados. Los metatarsos presentan un número de fragmentos más elevado; también
reúnen un mayor número de arrastres dentales y punciones, marcas líticas y termoalteraciones. Incluso
cuentan con un elemento afectado por alteraciones digestivas. En cambio, la mayoría de metacarpos están
completos, sólo dos ejemplares presentan incisiones líticas producidas durante el pelado y termoalteración
total, probablemente con un origen accidental. En ninguno se observan indicios de digestión y las huellas
dentales son escasas. Este contraste puede ser consecuencia de un aprovechamiento más intenso de los
metatarsos que, con una mayor cavidad medular y envoltura cárnica, están más sometidos al procesado que
incluye la fracturación intencionada de los huesos, el asado de los paquetes cárnicos, el mordisqueo y la
ingesta accidental de pequeñas porciones óseas.
4.4. Uso del fuego
Los huesos afectados por el fuego en contextos arqueológicos han sido interpretados como una señal
inequívoca de la actividad humana (Lyman, 1994; Stiner et al., 1995). No obstante, como han demostrado
algunos trabajos (Asmussen, 2009; Cain, 2005; Mallol et al., 2013; Pérez Luís, 2015), no necesariamente
todas las termoalteraciones se produjeron de forma intencionada ni tampoco existe una relación directa
entre fuego y presencia humana.
Las experimentaciones de Fernández Peris et al. (2007) y Lloveras et al. (2009a) realizadas con el asado
de paquetes de carne de lepóridos confirman que los extremos de los elementos, las superficies marginales
y las líneas de fractura son las dos zonas más expuestas al fuego y, por tanto, recogen el mayor número de
termoalteraciones. Este último trabajo ha observado que, además de cambios en la coloración de los huesos,
los elementos del neurocráneo y los incisivos pueden fragmentarse debido a la exposición al calor.
A partir de estos datos, podemos inferir las principales estrategias de asado de los paquetes cárnicos para
su consumo, así como otras prácticas relacionadas con el uso del fuego. En el conjunto solutrense estudiado
hemos detectado que el 17,3% de los huesos están afectados. Es un porcentaje mayor en comparación
con los niveles magdalenienses, donde se ha estimado que el 11% del material presenta algún tipo de
termoalteración (Real, 2013).
Predominan las tonalidades marrones y negras, es decir, el estadio de carbonización y su fase previa,
mientras que son escasos los huesos blanquecinos y grisáceos. El índice de restos calcinados (11%) es
muy similar al del magdaleniense (12%) estudiado por Real (2013). Atendiendo a la localización de la
termoalteración diferenciamos dos categorías cuyo patrón se repite en la muestra. Las alteraciones totales
que se extienden por todo el hueso afectan a elementos de la cabeza y a partes marginales del esqueleto,
como el astrágalo, el calcáneo, los metapodios y las falanges. Este fenómeno se produce bien cuando
los huesos son arrojados al hogar una vez desprovistos de carne o bien cuando se trata de un fuego no
intencionado el que ha causado estas alteraciones. En cambio, las parciales y puntuales se extienden sobre
todo por el radio y la ulna, mientras que afectan en menor medida a la escápula, el húmero y el fémur.
Este tipo de exposición al fuego limitada a un borde de fractura o articulación, o bien con la superficie
afectada por dos coloraciones diferentes se ha podido originar por prácticas intencionadas de procesos de
asado de la carne. El hueso todavía con carcasa cárnica entra en contacto con el fuego y el tejido blando
que lo envuelve (carne, tendones, cartílagos…) protege la superficie al actuar como barrera. Sin embargo,
sobre la parte ósea desprovista de este tejido así como en los extremos por donde se ha fracturado el hueso,
el fuego incide directamente.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
81
4.5. La ingesta accidental de pequeños huesos
Diversos estudios neotafonómicos sobre predadores de lepóridos peninsulares (por ejemplo las recopilaciones
efectuadas por Sanchis, 2012; Lloveras y Nadal, 2015) han puesto de manifiesto las características de las
alteraciones digestivas por parte de aves rapaces y pequeños carnívoros, que no son coincidentes con la
pauta observada en el conjunto de Cendres. Las primeras engullen fragmentos de mayor tamaño a los
identificados en la muestra y alteran la cortical del hueso con numerosos impactos de pico. Por su parte, los
carnívoros en general presentan grados de digestión más intensos. Además, no hemos identificado ninguna
evidencia de ocupación de la cueva por parte de predadores no humanos. En cambio, los escasos restos
digeridos coinciden con elementos mordidos.
Por estos motivos, y a falta de trabajos experimentales que lo confirmen, consideramos que fueron los
humanos quienes pudieron ingerir de manera accidental junto con porciones de carne estos fragmentos de
partes articulares.
Pero la presencia de alteraciones digestivas relacionadas con el consumo humano no se limita al nivel
XIII. En conjuntos de fauna gravetiense (Sanchis et al., 2016), y magdaleniense (com. personal de M. Pérez
Ripoll y C. Real) de la Cova de les Cendres también se han localizado pequeños fragmentos, sobre todo
partes articulares, que muestran estas mismas corrosiones.
5. CONCLUSIONES
En este trabajo se han presentado los resultados del estudio zooarqueológico y tafonómico de un conjunto
formado por 2329 restos de lepóridos, que representan el 80,2% del total de la fauna recuperada. Aunque
los materiales proceden de una superficie de excavación reducida, la cantidad de restos ha permitido extraer
nuevos datos sobre los patrones de procesado y consumo de estas pequeñas presas en el nivel solutrense de
la Cova de les Cendres.
Se observa un patrón de fracturación que refleja la actividad antrópica y que es muy intenso en las
cinturas, en los principales huesos largos tanto anteriores como posteriores y en los metatarsos. En todos
ellos predominan las fracturas realizadas en fresco.
También existen evidencias mecánicas de las tres principales fases del procesado de las presas. Las
escasas marcas de pelado se localizan tanto en la zona craneal como en los segmentos marginales de
los miembros, especialmente en los metatarsos. Mucho más numerosas son las incisiones y los raspados
originados por el descarnado de las carcasas, mientras que las marcas de desarticulación quedan patentes
en la superficie de un calcáneo.
Los humanos que ocuparon la Cova de les Cendres durante el Solutrense asaron los paquetes cárnicos
contenidos en los radios y las ulnas para consumirlos de inmediato. Estos huesos, debilitados por el
efecto de las llamas, pudieron fragmentarse de manera sistemática y accidental durante el propio asado
o bien fracturarse al ser manipulados y mordidos. Esto explica las recurrentes marcas de fuego en las
líneas de fractura de ambos elementos óseos y las escasas marcas líticas que muestran. Los huesos de la
cabeza también pudieron estar expuestos al fuego para consumir sus partes blandas, provocando así una
alta fragmentación.
Por otro lado, la carne de los tres huesos con mayor cavidad medular (húmero, tibia y fémur) fue
fileteada con el fin de guardar alimento. Por ello aparece un elevado número de marcas líticas de descarnado.
También mordieron estos huesos para acceder a la médula en crudo. La consecuencia de esta práctica
es el gran número de cilindros y de fragmentos longitudinales con muescas, punciones, hundimientos y
horadaciones detectados. Estos huesos fueron arrojados después al fuego o bien desechados, pudiendo
quedar termoalterados de manera accidental o en su uso como combustible.
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J. J. Gordón Baeza
Las partes con menor porción de carne como los metapodios y, sobre todo, los metatarsos, se repelaron
con ayuda de los dientes. Durante la ingesta de los pedazos de carne pudieron tragar algún fragmento óseo
de reducidas dimensiones. Tanto los huesos con poco alimento como las falanges fueron arrojados al fuego
o bien se quemaron de manera involuntaria, de modo que son escasas las evidencias de manipulación
antrópica pero predominan las termoalteraciones totales.
En conclusión, los datos obtenidos en este trabajo sugieren un procesado muy intenso en el que se obtienen
todos los recursos disponibles de los lepóridos, desde el pellejo, la carne, la médula y grasas, incluso el
aprovechamiento de los huesos como combustible. En este sentido, muestra importantes similitudes con el
procesado de otros conjuntos faunísticos de la secuencia paleolítica de este yacimiento. Sin embargo, el fuego
debió desempeñar ahora mayor protagonismo que en momentos anteriores, durante el Gravetiense (Pérez
Ripoll, 2004; Sanchis et al., 2016). Este matiz a partir del Solutrense implica un punto de inflexión, ya que el
uso del fuego para preparar los paquetes cárnicos continuó siendo relevante, más tarde, en el Magdaleniense,
a juzgar por los materiales termoalterados estudiados por Real (2013, en preparación).
No obstante, será necesario continuar y ampliar el estudio arqueozoológico y tafonómico de la
fauna solutrense de la Cova de les Cendres con nuevos trabajos (Gordón Baeza, en preparación) para
confirmar o matizar estas conclusiones. Igualmente conveniente será comparar los resultados obtenidos
con nuevos análisis realizados sobre los niveles gravetienses (Sanchis et al., 2016) y magdalenienses (Real,
en preparación), que ayudarán a caracterizar y completar la evolución de las estrategias de procesado y
consumo de los lepóridos a lo largo de la secuencia paleolítica de este yacimiento.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Valentín Villaverde, director de la Cova de les Cendres, las facilidades prestadas para poder estudiar
este conjunto de fauna. Igualmente agradecidos estamos con Manuel Pérez Ripoll, por sus sugerencias y conocimientos,
y con Alfred Sanchis por toda la ayuda ofrecida tanto en el campo metodológico como teórico.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXXI, Valencia, 2016, p. 61-85
ISSN: 0210-3230 / eISSN: 1989-0508
Juan José GORDÓN BAEZA a
Procesado y consumo humano de los lepóridos
en el Solutrense de la Cova de les Cendres
(Teulada-Moraira, Alicante)
RESUMEN: El presente artículo expone los datos obtenidos tras el estudio arqueozoológico y tafonómico
realizado sobre un conjunto de fauna perteneciente al nivel XIII de la Cova de les Cendres, datado entre
20220-23135 cal BP y adscrito al Solutrense evolucionado II. A partir del análisis y descripción de las
fracturas, mordeduras, marcas líticas, alteraciones digestivas y termoalteraciones observadas, se caracterizan
las estrategias perseguidas en el procesado y el consumo de los lepóridos. Finalmente, se señalan las
similitudes y diferencias en el procesado de estas presas con respecto a las fases previas (Gravetiense) y
posteriores (Magdaleniense) de este mismo yacimiento.
PALABRAS CLAVE: Arqueozoología, tafonomía, procesado, marcas de corte, fracturas, digestión, fuego,
lepóridos, Solutrense, Cova de les Cendres.
Human processing and consumption of leporids
in the Solutrean at Cendres’s Cave (Teulada-Moraira, Alicante)
ABSTRACT: The present article provides data obtained from the archaeozoological and taphonomic
study of a set of fauna originated at level XIII of Cendres’s Cave, dated from 20220 to 23135 cal BP and
assigned to the Evolved II Solutrean. From the analysis and description of the observed fractures, bites, lytic
marks, digestive and thermal alterations, we will typify the strategies used on the feeding processing and
consumption of leporids. Finally, it is indicated the similarities and differences during the process of these
preys in relation to previous (Gravettian) and following (Magdalenian) phases develop on this site.
KEYWORDS: Archaeozoology, taphonomy, processing, cut marks, fractures, digestion, fire, leporids,
Solutrean, Cendres’s Cave.
a
Departament de Prehistòria, Arqueologia i Història Antiga, Universitat de València.
juan.gordon.baeza@gmail.com
Recibido: 25/04/2016. Aceptado: 28/06/2016.
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62
J. J. Gordón Baeza
1. INTRODUCCIÓN
Durante el Paleolítico superior y Epipaleolítico las pequeñas presas y, en especial, los lepóridos desempeñaron
un importante papel dentro de los grupos cazadores-recolectores de la fachada mediterránea, tal y como lo
demuestran los estudios realizados (Aura y Pérez Ripoll, 1992; Aura et al., 2002; Pérez Ripoll y Martínez
Valle, 2001; Pérez Ripoll y Villaverde, 2015; Villaverde et al., 1996, 2010).
Las estrategias de caza de los grupos humanos y sus modelos de ocupación del territorio se transformaron.
Dejaron atrás la caza diversificada para centrarse fundamentalmente en dos taxones: la cabra y el ciervo,
lo cual exigía el control del hábitat de estos dos herbívoros. Como consecuencia, redujeron notablemente
su movilidad, lo que repercutió en la revalorización de los recursos estáticos, muy abundantes y con una
tasa de reproducción elevada, como los lepóridos (Pérez Ripoll, 2002, 2005; Pérez Ripoll y Martínez Valle,
2001; Villaverde et al., 2007).
Un buen ejemplo de la importancia de estas pequeñas presas lo constituye la Cova de les Cendres (fig. 1).
Se trata de una cavidad situada en Alicante, a unos 50 m.s.n.m, dentro de una vertiente escarpada hacia el Este.
La cueva se articula en dos espacios. La parte exterior cuenta con una elevada bóveda de gran amplitud y bien
iluminada, con grandes bloques de piedra desprendidos de la visera. El descenso de esta bóveda por su lado
Oeste da acceso a una segunda sala de unos 600 m2 donde se encuentra la superficie de excavación.
Este yacimiento posee una de las secuencias más completas de las fases avanzadas del Pleistoceno
superior del Mediterráneo peninsular, con niveles estratigráficos pertenecientes al Magdaleniense, al
Solutrense y al Gravetiense, sin que se haya alcanzado todavía la base. Hasta la actualidad se han registrado
ocho niveles adscritos a la secuencia del Paleolítico superior (Villaverde, 2001; Villaverde et al., 2010,
2012; Villaverde y Román, 2013).
El área de excavación se encuentra dividida en dos sectores (A y B), además del sondeo, conformando
una superficie total de 20,5 m2. El sector B consta de los cuadros A, B, C y D - 18, 19, 20 y 21, y presenta
niveles del Gravetiense, del Solutrense y del Magdaleniense.
Los trabajos arqueozoológicos desarrollados en la Cova de les Cendres se han centrado fundamentalmente
en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005; Villaverde et al., 2007, 2010; Villaverde y Román,
2013) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999, 2000; Villaverde et al., 1999, 2010, 2012;
Pérez Ripoll, 2002; Real, 2012, 2013). En cambio, son escasos los datos que disponemos para el Solutrense
(Villaverde et al., 1999, 2010).
El presente trabajo pretende ampliar la información que se dispone de esta parte de la secuencia, en
concreto, lo que atañe a las estrategias adoptadas en el procesado y consumo de lepóridos. Para ello se
ha realizado un estudio arqueozoológico y tafonómico de los conjuntos. Aunque la muestra analizada se
Fig. 1. Localización del yacimiento
de la Cova de les Cendres (TeuladaMoraira, Alicante).
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[page-n-3]
Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
63
corresponde con una sola capa arqueológica de un metro cuadrado de superficie, la densidad de material
óseo en esta secuencia del yacimiento es tan elevada que ha permitido contar con una buena representación
de fauna, formada por 2.905 restos.
2. METODOLOGÍA
El conjunto de fauna estudiado procede del sector B, cuadro C20, nivel XIII, capa 11. Este nivel pertenece
a la secuencia del Solutrense evolucionado II o Solútreo-gravetiense I, que cuenta con una potencia total
aproximada de unos 30 cm.
La recogida de los restos ha sido sistemática ya que los sedimentos fueron flotados y tamizados, lo
cual ha permitido contar con una amplia representación de elementos pequeños como dientes, falanges y
metacarpos. El estado de conservación del material es en general bueno, sin concreciones calcáreas, por lo
que el tratamiento se ha limitado a una limpieza superficial con agua.
En primer lugar, se ha procedido a la clasificación anatómica de los huesos en base a criterios de
anatomía comparada a partir de la consulta de diversos atlas y bibliografía especializada (Schmid, 1972;
Barone, 1976; López Martínez, 1989; Lyman, 1994; Callou, 1997; Hillson, 1999, 2005; France, 2008) y de
la colección de referencia del Gabinet de Fauna Quaternària del Museu de Prehistòria de València.
Para conocer la estructura de edad se han seguido los patrones de osificación sintetizados por Sanchis
(2012) a partir de los datos recopilados por Gardeisen y Valenzuela (2004). Se ha calculado el NR (Número
de Restos), el NISP (Número de Restos Identificados), el NMI (Número Mínimo de Individuos) matizado
en caso de huesos no completos por la categoría de su morfotipo correspondiente, y el NME (Número
Mínimo de Elementos) (Lyman, 1994, 2008). El porcentaje de representación (%R) de cada elemento
anatómico se ha establecido a partir de Dodson y Wexlar (1979).
Los índices de fragmentación del conjunto se han obtenido a partir de la proporción entre el NME y el
NR, tanto a nivel general como por elementos esqueléticos. Se han clasificado los restos óseos por categorías
en morfotipos. También se han caracterizado sus roturas distinguiendo entre fracturas producidas en fresco
de manera intencionada y roturas en seco o fragmentación postdeposicional no intencionada, siguiendo la
terminología propuesta por Morales et al. (2008) y los trabajos de Villa y Mahieu (1991) y Sanchis (2012).
Por lo que atañe a las marcas antrópicas, se han analizado las producidas por mordeduras siguiendo los
criterios de Cochard (2004), Pérez Ripoll (2005) y Sanchis et al. (2011). Se ha anotado el tipo de marca, su
origen, la localización en el elemento esquelético, su morfología, intensidad, cantidad y sus dimensiones.
La manipulación de las presas por parte de los grupos humanos para su aprovechamiento ha producido,
además de una amplia gama de mordeduras, marcas de corte como consecuencia del empleo de instrumental
lítico. Se ha considerado la tipología de las marcas, su frecuencia, disposición, morfología, localización
anatómica y grado de intensidad de acuerdo a estudios anteriores de lagomorfos (por ejemplo, Pérez Ripoll,
1992, 1993, 2001, 2005; Sanchis, 2010, 2012; Sanchis et al., 2011).
En este conjunto de lepóridos se diferencian dos tipos fundamentales de marcas líticas: las incisiones y los
raspados, y se ha tenido en cuenta su localización en cada hueso, así como su orientación de cara a inferir posibles
fases del procesado carnicero: pelado, desarticulación y descarnado. Para la interpretación y valoración de las
marcas se han consultado diversos trabajos de experimentación (Lloveras et al., 2009a, 2011; Sanchis, 2012).
Por otro lado, para el estudio de los restos afectados por el fuego se han consultado los trabajos de
Nicholson (1993), Fernández-Jalvo y Perales (1990) y Stiner et al. (1995). Se han registrado categorías
según los niveles de coloración, su localización y el grado de afectación sobre la superficie; también los
casos en que el fuego ha producido daños o incluso pérdidas en las estructuras óseas.
Por último, algunos huesos de lepóridos están afectados por los ácidos segregados durante la
digestión, produciendo porosidad o pitting sobre la superficie ósea, pulido, adelgazamiento de los
bordes de fractura o incluso pérdidas óseas. Se ha registrado y caracterizado esta alteración siguiendo
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J. J. Gordón Baeza
a Andrews (1990), Guillem y Martínez Valle (1991), Martínez Valle (1996), Lloveras (2011), Sanchis
(1999, 2000, 2001, 2012), Sanchis y Pascual (2011), Yravedra (2004, 2006), Lloveras et al. (2008a,
2008b, 2009b) y Lloveras y Nadal (2015).
En el examen y análisis de estas alteraciones se ha empleado una lupa binocular modelo Nikon SMZ-10A
(entre 10 y 50 aumentos). Las imágenes generales han sido tomadas con una cámara réflex digital Nikon a
través de una lente macro. Finalmente, las fotografías de detalle han sido capturadas con la lupa binocular
Leica M165 C mediante el software Leica Application Suit que permite alcanzar hasta 120 aumentos.
3. RESULTADOS
El conjunto de fauna del cuadro C20 está formado por 2.905 restos, de los cuales 2.329 corresponden
a lepóridos, es decir, representan el 80,2% de toda la muestra. Dentro de esta categoría se han podido
determinar anatómicamente 1.966 elementos (84,4%). El resto, debido a la elevada tasa de fragmentación,
ha sido agrupado bajo la categoría de Indeterminados anatómicamente.
El NMI lo ha proporcionado la hemimandíbula izquierda con un total de 28 ejemplares. Un valor muy
próximo a este lo aporta también el tercer premolar inferior izquierdo (P3), con 26 especímenes.
Los elementos con mayor índice de representación en la muestra –%R– son la hemimandíbula (96,4%),
la ulna (67,8%) y el astrágalo (66,1%). Resulta llamativa la amplia representación del resto de los elementos
craneales (maxilares 64,3% y dentición 40,8%).
La relación entre el NME y el NR en la muestra estudiada es del 0,34. Los huesos largos anteriores
(húmero: 0,35; radio: 0,39; ulna: 0,52) están menos fragmentados que los posteriores (fémur: 0,17; tibia:
0,20). El conjunto aparece muy fragmentado (85,8%), con diferentes valores según los elementos. Afecta
a los cinco huesos largos principales, de manera que no encontramos ninguno completo. Lo mismo sucede
en los elementos craneales y en las dos cinturas.
Por tanto, sólo encontramos huesos completos en cuatro categorías: esqueleto axial, huesos del tarso,
metapodios y falanges (fig. 2). Encabezan esta clasificación las falanges (86,2%) y los metacarpos (86,1%).
Le siguen los huesos del tarso (75,5%) –sobre todo calcáneos y centrotarsales–, los metatarsos (35,5%)
y, por último, las vértebras y costillas (10,9%). Por lo que atañe al esqueleto axial, sólo 3 costillas están
completas, así como 3 vértebras cervicales y 7 lumbares.
Fig. 2. Porcentajes de elementos completos.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
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Atendiendo a rangos de tamaño, predominan los elementos con una longitud de entre 10-20 mm (46,2%),
seguidos de restos de huesos de muy reducidas dimensiones, con un tamaño inferior a los 10 mm (24,2%).
Muy pocos alcanzan los 30-40 mm (7,2%) y sólo 60 huesos superan los 40 mm (4%), fundamentalmente
diáfisis de tibia; de hecho, dos de ellas han aportado unas dimensiones de 78 y 79,3 mm y constituyen los
restos más grandes. La longitud media del conjunto es de 17,4 mm.
3.1. Clasificación por morfotipos
En las hemimandíbulas se observa el predominio de tres morfotipos. Abundan los fragmentos de ramus
(34,6%) y de diastema (32,1%). También destacan las porciones centrales con cavidad alveolar donde se
inserta la serie molar (16,7%). En cambio, sólo dos hemimandíbulas (2,6%) conservan parte del diastema
y del ramus con la serie molar completa (tabla 1).
En la escápula dominan las partes articulares con fragmentos de cuerpo (18,7%), así como las porciones
de cuerpo (23,4%) y sus bordes (37,5%). Sólo tres escápulas presentan en su epífisis la cavidad glenoidea
completa (4,7%). En los coxales existe cierto equilibrio entre las partes proximales (ilion) y distales
(isquion). Tres elementos conservan el acetábulo aislado (10,3%), mientras que ocho cinturas (27,6%)
mantienen parcialmente el ramus del isquion junto al acetábulo y el ilion, aunque con la cresta incompleta.
La mayoría de metacarpos aparecen completos (fig. 3); en cambio, son abundantes las mitades proximales
de metatarsos. Por otro lado, 6 diáfisis carecen de partes articulares y 9 de mitades distales. Predominan, por
tanto, las mitades proximales, si bien también hay extremos distales y diáfisis aisladas (tabla 2).
Tabla 1. Categorías de fragmentación de las hemimandíbulas y las cinturas según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
NR
%
Hemimandíbula
Completa
Frag. Diastema+serie molar+frag. Ramus
Diastema
Frag. Diastema
Porción anterior con serie molar
Porción central con serie molar
Porción posterior con serie molar
Fragmento de ramus
0
2
1
25
13
9
1
27
0
2,56
1,28
32,05
16,66
11,53
1,28
34,61
Escápula
Completa
Parte articular completa
Parte articular fragmentada
Parte articular + fragmento cuerpo
Frag. parte articular + frag. cuerpo
Fragmento de cuerpo
Borde de cuerpo
0
3
4
12
6
15
24
0
4,68
6,25
18,75
9,37
23,43
37,50
Coxal
Completo
Ilion
Ilion + acetábulo
Acetábulo
Frag. de Ilion + acetábulo + isquion
Isquion
0
9
1
3
8
8
0
31,03
3,44
10,34
27,58
27,58
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 3. Fracturas sobre los metatarsos (arriba). Los metacarpos se conservan mayoritariamente completos (abajo).
Tabla 2. Categorías de fragmentación de los metapodios, los huesos del tarso, las extremidades y los elementos
axiales según NR y sus porcentajes.
Fragmentación
Metacarpo 2
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 3
Completo
Mitad proximal
Metacarpo 4
Completo
Mitad proximal
Metarcarpo 5
Completo
Metacarpo indet. Mitad distal
Diáfisis
Falange 1
Completa
Parte proximal
Parte distal
Falange 2
Completa
Parte proximal
Diáfisis
Parte distal
Falange 3
Completa
Parte distal
Astrágalo
Completo
Mitad proximal
Mitad distal
Calcáneo
Completo
Mitad proximal
Fragmento medio
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NR
%
9
2
6
2
7
1
2
9
6
50
5
10
44
4
1
3
35
1
26
9
1
13
2
2
81,81
18,19
75
25
87,5
12,5
100
60
40
76,92
7,69
15,38
84,61
7,69
1,92
5,76
97,22
2,78
72,22
25
2,77
76,47
11,76
11,76
Fragmentación
Huesos del tarso Completo
Fragmento
Metatarso 2
Completo
Mitad proximal
Metatarso 3
Completo
Mitad proximal
Metatarso 4
Completo
Mitad proximal
Metartaso 5
Completo
Mitad proximal
V. cervical
Completa
Fragmento cuerpo
V. torácica
Completa
Fragmento cuerpo
V. lumbar
Completa
Fragmento cuerpo
Apófisis
Completa
Costillas
Parte articular
Fragmento cuerpo
NR
%
14
4
2
4
4
8
4
9
8
10
3
4
0
3
7
30
30
3
30
186
77,77
22,23
33,33
66,66
33,33
66,67
30,76
69,23
44,44
55,55
42,85
57,15
0
100
10,44
44,77
44,77
1,36
13,69
84,93
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
67
Entre los fragmentos de astrágalos prevalecen las mitades proximales (25%), mientras que en el calcáneo
y en los dos huesos del tarso restantes existe una amplia variabilidad.
Las falanges constituyen la categoría de huesos completos más numerosa con más mitades distales
fragmentadas (14) que proximales (9). Dentro del esqueleto axial, son escasas las vértebras que conservan
sus apófisis completas. Por último, pocas costillas preservan la parte articular (13,7%), de manera que
predominan los fragmentos de cuerpo (84,9%).
En el húmero y en los dos huesos largos del miembro posterior raramente las partes articulares
permanecen unidas a las diáfisis (tabla 3). Aparecen de manera sistemática fracturas sobre los extremos de
las diáfisis dando lugar a un gran número de cilindros. Mientras que en húmero y tibia las epífisis distales
superan a las proximales, lo contrario ocurre en el fémur. Por otro lado, predominan las epífisis incompletas,
excepto en la distal de tibia (20 completas/13 fracturadas) y en la de húmero (15/12). Esto responde a las
densidades óseas específicas de cada elemento (Pavao y Stahl, 1999).
Abundan los cilindros completos de húmero (40,2%), mientras que en fémur (13,8%) y tibia (20,4%)
son más escasos. Por el contrario, en estos dos últimos huesos cobran mayor entidad los fragmentos de
diáfisis longitudinales.
El radio y la ulna ofrecen morfotipos particulares. En ambos las partes proximales (articulación más
porción de diáfisis proximal) superan al número de articulaciones aisladas (radio: 24/7; ulna: 28/10).
Además, se observa el predominio claro de las mitades proximales respecto a las distales.
Tabla 3. Categorías de fragmentación de los huesos largos según NR y sus porcentajes.
Completo
Epífisis proximal completa
Epífisis proximal fragmento
Parte proximal + diáfisis 1/2
Frag. parte proximal + diáfisis 1/2
Diáfisis completa
Fragmento diáfisis cilindro
Fragmento diáfisis longitudinal
Epífisis distal completa
Epífisis distal fragmento
Parte distal + diáfisis 1/2
Frag. Parte distal + diáfisis 1/2
Húmero
NR
%
0
0
1 1,03
10 10,31
1 1,03
39 40,21
9 9,28
15 15,46
12 12,37
10 10,31
-
Radio
NR
%
0
0
3 5,45
1 1,82
20 36,36
23 41,82
1 1,82
1 1,82
2 3,64
2 3,64
2 3,64
Ulna
NR
0
1
9
8
16
12
4
-
%
0
2
18
16
32
24
8
-
Fémur
NR
%
0
0
7 6,42
28 25,69
7 6,42
15 13,76
37 33,94
4 3,67
11 10,09
-
Tibia
NR
%
0
0
4 3,17
15 11,90
1 0,79
26 20,36
38 30,16
20 15,87
13 10,32
7 5,56
2 1,59
3.2. Fracturas, alteraciones de origen mecánico y señales dentales
En general los elementos craneales presentan roturas mixtas, es decir, tanto fracturas en fresco como
fragmentación postdeposicional. Sin embargo, en muchos casos no ha sido posible discriminar el origen
de estas roturas con claridad. Las hemimandíbulas también muestran fracturas mixtas, especialmente a la
altura del ramus y del diastema.
En las escápulas predominan las fracturas en fresco sobre los cuerpos y en los bordes. Igualmente se
observan en el cuello y en el proceso articular (fig. 4).
La mayoría de húmeros han sido fracturados en fresco por la parte proximal y por la distal separando las
articulaciones de la diáfisis (fig. 5). Por tanto, abundan los cilindros y, en menor medida, los fragmentos
longitudinales. En las líneas de fractura se observan muescas opuestas como resultado de la presión ejercida
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 4. Fracturas y alteraciones
mecánicas sobre las escápulas.
Fig. 5. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el húmero.
por las cúspides de los premolares y de los molares, tanto superiores como inferiores, sobre el hueso. Las partes
distales, por su estructura más compacta, han resistido mejor que las proximales. Finalmente, sólo dos roturas son
recientes mostrando una coloración mucho más clara al resto de la cortical y unos bordes irregulares y astillados.
Un cilindro y un fragmento longitudinal de húmero contienen muescas (tabla 4). El primero de ellos
se trata de una diáfisis de 31,97 mm que presenta hacia el extremo distal, en la línea de fractura, una sola
muesca con forma triangular y con unas dimensiones de 2,45 x 2,94 mm (fig. 6). Además, esta misma pieza
muestra incisiones oblicuas y paralelas entre sí. El segundo húmero con este tipo de alteración mecánica es
un fragmento longitudinal perteneciente a la mitad distal de una diáfisis de 22,89 mm. La cara lateral cuenta
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
69
Tabla 4. Elementos anatómicos con muescas, hundimientos, horadaciones, arrastres
dentales y punciones.
Muesca
Húmero
Fémur
Coxal
Tibia
Metacarpo
Metatarso
Hundimiento
2
Arrastres
Punciones
1
2
2
Horadación
1
1
1
1
1
1
2
1
Fig. 6. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la cara lateral de la diáfisis del
húmero (a). Muesca y detalle del borde de fractura sobre la parte distal de una diáfisis de húmero (b y d). Horadación
sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado (c).
con múltiples muescas de tamaño variable (2,22 x 0,85 mm; 1,85 x 0,59 mm; 3,41 x 1,34 mm; 2,40 x 0,55
mm) y de morfología triangular. Además, en el extremo opuesto, frente a ellas, se identifica otra menos
marcada que debe estar asociada al primer conjunto de muescas. También se ha encontrado una horadación
de tamaño considerable (6,75 x 3,17 mm) sobre un cilindro de húmero de origen indeterminado.
En los radios y ulnas las fracturas se concentran sobre la diáfisis proximal y se debieron producir en
fresco (fig. 7). Las ulnas, además, presentan la tuberosidad del olécranon incompleta en la mayoría de
ocasiones; sólo una (2%) lo mantiene intacto.
En los coxales se observan fracturas en fresco aunque también ha actuado la fragmentación
postdeposicional, que afecta a las partes más frágiles, como la cresta del ilion. En la cara lateral del cuerpo
del isquion de un coxal termoalterado se extienden finos arrastres dentales cortos y transversales.
Los huesos largos posteriores siguen unos patrones de fractura similares a los comentados para el
húmero. Dos fragmentos longitudinales de fémur contienen muescas (fig. 8). Sobre un cilindro fracturado
perteneciente a la zona medial y con una longitud de 39,95 mm se observa una muesca de forma triangular y
APL XXXI, 2016
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 7. Fracturas y alteraciones mecánicas sobre el radio y la ulna.
Fig. 8. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Múltiples muescas sobre la diáfisis del fémur (c). Punciones
sobre la cortical producidas por las cúspides dentales y asociadas a las muescas anteriores (a). Detalle de estas punciones
(b). Muesca sobre un fragmento longitudinal de fémur (d).
con unas dimensiones de 4,95 x 0,91 mm. Frente a ella se identifican marcas de arrastre dental. Son múltiples,
transversales y con recorrido corto pero con surcos de gran intensidad sobre la cortical. El segundo fémur es
un fragmento de diáfisis y tiene una longitud de 43,95 mm. Sobre la línea de fractura presenta dos pequeñas
muescas semicirculares (1,13 x 0,54 mm y 1,21 x 0,61 mm, respectivamente) separadas entre sí por 0,57
mm. Frente a ellas, a la misma altura, se perciben múltiples punciones sobre la cortical.
Asimismo, un fragmento longitudinal de tibia de 48,44 mm presenta este tipo de alteraciones mecánicas
(fig. 9). Se observan dos muescas unilaterales y de morfología marcadamente triangular sobre la línea de
fractura con unas proporciones de 1,85 x 0,52 mm y 2,19 x 0,61 mm. En el extremo contrario, frente a ellas,
aparecen dos hundimientos junto al borde. Finalmente, se ha identificado una pequeña muesca de 1,08 x
0,79 mm en la línea de fractura del extremo distal de un cilindro de tibia con una longitud de 33,18 mm.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
71
Fig. 9. Alteraciones mecánicas por mordedura humana. Dos muescas sobre la diáfisis de la tibia (a). Hundimientos
sobre la cortical producidos por las cúspides dentales y asociados a las muescas anteriores (b). Muesca sobre la parte
distal de un cilindro de tibia (c). Marcas producidas por la acción dental sobre el coxal (d).
Los huesos del tarso presentan pocas fracturas en fresco (<25%). Entre los metapodios –sobre todo
metatarsos– se observan tanto roturas postdeposicionales con ángulos rectos como en fresco. Dos metatarsos
completos muestran en la superficie numerosas alteraciones mecánicas (fig. 10). El primero de ellos se trata
de un metatarso V de 29,52 mm y termoalterado. En un lateral de la cortical se extienden múltiples marcas
de arrastre paralelas y cortas que recorren la diáfisis. El otro hueso (un metatarso II) mide 38,34 mm y
presenta toda la cortical repleta de intensas marcas dentales planas, cortas y en sentido transversal junto a
múltiples punciones. Del mismo modo, un metacarpo presenta pequeños arrastres hacia la mitad distal; son
cortos y de base plana.
Las falanges están poco fragmentadas. El elevado índice de extremidades termoalteradas ha dificultado
la identificación de la naturaleza de las fracturas. Sólo dos de ellas son en fresco. Finalmente, en las vértebras
predomina la fragmentación postdeposicional, tanto en los cuerpos vertebrales como en las apófisis.
Por tanto, en el conjunto estudiado se observa un interés discriminatorio hacia determinadas partes
del esqueleto. De este modo, se fractura sistemáticamente –en fresco– las cinturas y los principales cinco
huesos largos (húmero, radio, ulna, fémur y tibia) separando las partes articulares de las diáfisis (fig. 11).
Los tres huesos con más aporte nutricional muestran, además, muescas producidas durante la fracturación
de las diáfisis para acceder a la médula ósea. El resultado es el predominio de cilindros, de partes distales
de húmero y de tibia, de partes proximales de fémur y de mitades proximales tanto de radios como de ulnas,
éstas últimas con el olécranon mordido.
APL XXXI, 2016
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72
J. J. Gordón Baeza
Fig. 10. Alteraciones
mecánicas por
arrastres dentales
sobre un metatarso
termoalterado (a y
b). Metatarso con la
cortical repleta de
marcas (c).
Fig. 11. Elementos esqueléticos con
predominio de fracturas en fresco
producidas por mordedura (verde) y con
fracturas mixtas, tanto postdeposicionales
como por mordedura (naranja). Modificado
a partir de Cochard, 2004.
En cambio, apenas se fracturan los huesos pequeños que ocupan zonas marginales (falanges, astrágalo,
calcáneo, centrotarsal) o aquellos donde la cantidad de carne y grasa que contienen es reducida (maxilar,
metacarpos, costillas). En estos elementos las roturas son mixtas y responden fundamentalmente a causas de
tipo postdeposicional. Finalmente, un coxal y tres metapodios muestran indicios de haber sido mordisqueados
con los incisivos para limpiar el hueso de las pequeñas porciones de carne y de grasa adheridas.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
73
3.3. Marcas líticas
Se han localizado marcas líticas sobre 33 restos (tabla 5), lo que representa en suma el 4,8% del total
estudiado. Sobre un frontal se disponen dos incisiones cortas y paralelas que recorren longitudinalmente
la superficie del hueso. Se trata del único fragmento de neurocráneo con este tipo de marcas (fig. 12).
También una hemimandíbula izquierda muestra un raspado longitudinal y leve que recorre la cara lingual.
Una porción central de hemimandíbula presenta en la cara lateral una serie de incisiones oblicuas y cortas
que recorren todo el cuerpo con una intensidad media.
Dos coxales cuentan con incisiones. En el primero de ellos se observan diversas estrías cortas muy
intensas en sentido transversal y oblicuo dispuestas sobre la cara caudal del ilion. Otro coxal presenta una
incisión longitudinal larga sobre el cuerpo del isquion.
Ocho huesos largos del miembro anterior están afectados por marcas líticas. Sobre la diáfisis proximal
de un húmero, en la cara medial, aparecen varios raspados cortos con tendencia oblicua junto a alguna
incisión. Otros tres cilindros de húmero fragmentados presentan raspados e incisiones oblicuas de intensidad
media junto a las líneas de fractura en los extremos.
Una diáfisis de radio muestra en la cara dorsal múltiples incisiones cortas de recorrido oblicuo que
han creado un surco leve sobre la cortical; otra diáfisis cuenta con varias incisiones cortas y en sentido
transversal con una intensidad media. Sobre un fragmento de diáfisis de ulna, en su cara lateral, se sitúa
una serie de raspados con tendencia oblicua y muy marcados. Igualmente se han determinado diversas
incisiones intensas y en sentido oblicuo sobre la cara medial de la parte proximal de una ulna.
Por lo que respecta a los huesos largos posteriores, predominan las incisiones. Sólo un cilindro de fémur
presenta también raspados de intensidad media y en sentido oblicuo hacia el extremo distal junto a la línea de
fractura. La disposición de las incisiones es mayoritariamente oblicua, aunque también se hallan marcas en
sentido transversal. Se extienden siempre por la diáfisis muy cerca de la línea de fractura. Cuatro tibias están
afectadas por marcas de corte. Tres diáfisis concentran las incisiones en los extremos, mientras que sobre la
parte central de un cilindro se ha identificado una agrupación de tres surcos muy marcados en sentido oblicuo,
uno de ellos más largo que el resto. En cuanto a marcas de desarticulación, sólo un calcáneo contiene este tipo
de evidencias. Se trata de pequeñas incisiones transversales y cortas que recorren la cara dorsal.
Finalmente, el desollado de los lepóridos provoca marcas no sólo en la zona craneal, sino también
en los metapodios. En este sentido, dos metacarpos y cuatro metatarsos contienen incisiones cortas y de
intensidad media/fuerte repartidas por las diáfisis. También sobre una falange primera se observa una
incisión longitudinal y larga.
Tabla 5. Cuantificación de los conjuntos de marcas sobre
los elementos óseos y su representación porcentual.
Cantidad
Neurocráneo
Hemimandíbula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia
Calcáneo
Metacarpo
Metatarso
Falange
1
2
5
2
2
2
9
4
1
2
4
1
%
5,56
3,70
14,29
8
5,26
6,90
42,86
12,90
5,56
6,25
7,69
0,64
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J. J. Gordón Baeza
Fig. 12. Incisiones paralelas y longitudinales sobre un frontal de neurocráneo (a). Múltiples incisiones oblicuas sobre la cara
lateral de una hemimandíbula (b) y sobre la diáfisis de unos húmeros (c, d y f). Raspados sobre la cara medial de un húmero
(h). Incisiones cortas y transversales sobre un radio (g). Incisiones oblicuas sobre la cara medial de una ulna (e).
3.4. Termoalteraciones
Un 17,3%1 de los restos presentan signos de termoalteración puntual, parcial o total, que han afectado de
manera desigual a los diferentes elementos anatómicos (fig. 13). Las alteraciones se concentran en dos
huesos largos del miembro anterior: el radio (48%) y la ulna (26,3%) y, en menor medida, en el fémur
(23,8%), tibia (19,3%) y húmero (17,1%). En cambio, es prácticamente inexistente en el esqueleto axial;
1
Valor calculado a partir del NME de las partes anatómicas que presentamos en la tabla de datos; por tanto, no se ha considerado
la dentición.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
17,6
22,3
20,3
16,1
Fig. 13. Distribución de las
termoalteraciones por grupos
anatómicos.
CR - Craneal
MA - Miembro Anterior
AX - Esqueleto Axial
MP - Miembro Posterior
EX - Extremidades.
7,0
CR
MA
AX
MP
EX
sólo cinco costillas y una vértebra lumbar presentan huellas de fuego muy localizadas en la superficie
exterior del hueso. Las termoalteraciones están bien representadas en la parte craneal, especialmente en
fragmentos de neurocráneo y maxilar (22,2%). Las cinturas muestran unos valores moderados, siendo
mayor el número de coxales afectados por el fuego (10,3%) que el de las escápulas (6,7%).
Por otro lado, se observa un notable contraste entre los metapodios; mientras que un 21,1% de los
metatarsos están afectados, sólo un 3,1% de los metacarpos presentan estas mismas evidencias. Finalmente,
las falanges (22,3%) y los huesos del tarso –en especial, el astrágalo (16,2%) y el calcáneo (16,7%)–
también cuentan con un elevado índice de huesos termoalterados.
Las coloraciones más numerosas en la muestra están vinculadas a la carbonización (negro) y a su
estadio previo (marrón-negro) (tabla 6). Entre ambas suman el 85,6% del total de huesos termoalterados.
14 restos presentan un color grisáceo oscuro porque han sido expuestos al fuego con una intensidad elevada
Tabla 6. Huesos afectados por termoalteraciones según coloración y porcentaje de representación respecto al NME.
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
Total
MarrónNegro
1
7
2
4
12
7
3
4
5
1
4
1
2
1
1
8
20
Negro
NegroGris
Gris
3
4
4
7
83
18
4
10
2
Blanco
1
1
GrisBlanco
1
2
1
1
1
1
5
1
1
2
Total
termoalt.
4
7
2
6
12
10
3
5
6
1
5
6
3
1
1
11
35
%
termoalt.
22,22
12,96
6,67
17,14
48
26,32
10,34
23,81
19,35
2,27
11,63
16,22
16,67
5,26
3,13
21,15
22,29
118
17,28
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 7. Distribución de las termoalteraciones totales y parciales. Véase el contraste entre la termoalteración total
y parcial en dos de los huesos largos del miembro anterior.
Total
Neurocráneo y maxilar
Hemimandíbula
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Coxal
Fémur
Tibia y fíbula
Parcial
Puntual
3
7
0
3
3
3
3
1
4
0
0
2
3
7
5
0
4
1
0
1
0
0
2
2
0
0
0
Total
Vértebras
Costillas
Astrágalo
Calcáneo
Huesos tarso
Metacarpos
Metatarsos
Falanges
TOTAL
Parcial
Puntual
0
1
6
2
0
2
9
27
74
0
3
1
0
0
0
1
6
33
1
0
0
0
1
0
1
3
11
pero sin llegar a calcinarse. Una falange primera muestra una tonalidad gris clara muy próxima al blanco,
mientras que, finalmente, sólo 2 elementos han alcanzado la calcinación, adquiriendo un aspecto totalmente
blanquecino: una tibia distal y una ulna con el olécranon fracturado pero manteniendo la epífisis y la mitad
aproximadamente de la diáfisis.
La mayoría de los elementos termoalterados presenta toda la superficie afectada (62,7%), adoptando
una coloración relativamente uniforme por su cara interna y externa. En la muestra estudiada este patrón
está especialmente representado por las falanges, pero también por los metatarsos, por la hemimandíbula
y por el astrágalo (tabla 7 y fig. 14). Todos los huesos de la parte craneal excepto uno se incluyen en esta
categoría y muestran coloraciones predominantemente marrones, si bien un fragmento de maxilar aparece
completamente carbonizado. También lo está la cabeza de un fémur y dos fragmentos de astrágalo.
Sin embargo, 33 restos ofrecen termoalteraciones parciales (28%) y 11 puntuales (9,3%) que afectan
exclusivamente a un área concreta. Se concentran en dos huesos largos (ulna y radio) y también en algunas
falanges. En los radios es llamativa la rotura sistemática de la diáfisis hacia la parte distal y la presencia
de termoalteración sobre la misma línea de fractura. Este patrón es exactamente idéntico en la ulna que,
además, cuenta con el olécranon fracturado.
Fig. 14. Elementos esqueléticos con
predominio de termoalteración total (azul) y
parcial (rojo). Modificado a partir de Cochard,
2004.
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
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Dos epífisis de escápula muestran una quemadura localizada en la cavidad glenoidea; un centrotarsal cuenta
con el borde ligeramente termoalterado. También se han identificado termoalteraciones puntuales sobre la epífisis
distal de los húmeros –dos en la tróclea y el epicóndilo lateral, y una extendida por la línea de fractura–, del fémur
y alrededor de la tibia, tanto en las articulaciones como en las líneas de fractura sobre las diáfisis.
En definitiva, siguiendo los grados de termoalteración propuestos por Stiner et al. (1995), la muestra de
lepóridos está dominada por restos no afectados por el fuego (grado 0); sin embargo, un 17,3% sí lo están,
predominando los elementos sometidos a la carbonización (grado 3) y su fase previa (grado 2) con coloraciones
que oscilan entre el marrón y el negro. Mientras que las alteraciones totales se extienden fundamentalmente por
las extremidades y los metapodios, las parciales y puntuales inciden sobre los huesos largos.
3.5. Alteraciones digestivas
Se han determinado seis huesos (0,9%) con señales de digestión. Dos partes articulares distales de húmero
están afectadas por procesos digestivos de manera moderada (fig. 15). La porosidad (pitting) afecta a la fosa
radial y se extiende por las trócleas; también los epicóndilos han perdido parte de la estructura. Además, la
cortical de ambos huesos es brillante, los bordes de fractura están redondeados y las paredes del tejido óseo
se han adelgazado.
Fig. 15. Alteraciones digestivas sobre la parte distal del húmero (a, b), la mitad proximal de la falange (c, d) y del radio (e).
APL XXXI, 2016
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J. J. Gordón Baeza
Tabla 8. Elementos óseos afectados por alteraciones digestivas.
Húmero
Húmero
Radio
Metatarso 2
Falange 1
Falange 1
Porción
Distal
Distal
Proximal
Proximal
Proximal
Proximal
Tamaño (mm)
11,41
12,66
8,29
11,26
7,79
6,26
Intensidad
Moderada
Moderada
Ligera
Ligera
Fuerte
Ligera
Una parte proximal de radio presenta estas mismas evidencias, aunque la porosidad se manifiesta
de manera más ligera alrededor del borde del cuello. Por otro lado, un fragmento de metatarso segundo
cuenta con pitting en el extremo proximal. La línea de fractura tiene ángulos suavizados y las aristas están
redondeadas como consecuencia de la digestión.
Más alterada está la mitad proximal de una falange primera que ha perdido gran parte de materia ósea
por la zona articular. Por último, otra falange no muestra pitting por la superficie pero sí el característico
pulido; además, tiene la línea de fractura redondeada y las paredes más delgadas de lo habitual.
En suma, sólo seis elementos óseos de pequeño tamaño muestran alteraciones digestivas con un grado
de intensidad que oscila entre ligero y fuerte; el fragmento digerido más grande tiene unas dimensiones de
12,66 mm (tabla 8).
4. DISCUSIÓN
A partir del Gravetiense en los yacimientos de la zona central del Mediterráneo ibérico los restos de
lepóridos cuentan con una serie de evidencias que señalan un procesado y consumo antrópico sistemático
y recurrente. En la muestra estudiada del nivel solutrense de Cendres se observan marcas de descarnado
con el propósito de cortar la carne y/o filetearla, raspados para separar las porciones adheridas al hueso,
mordeduras para partir los elementos óseos y acceder a la médula y a la parte gelatinosa, e incluso arrastres
dentales producidos durante el repelado de los huesos más pequeños como los metapodios. Este proceso
carnicero intenso ha sido igualmente descrito en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2004, 2005;
Villaverde et al., 2007; Villaverde y Román, 2004) y magdalenienses (Martínez Valle, 1996; Sanchis, 1999;
Villaverde et al., 2010, 2012; Real, 2013) de la Cova de les Cendres.
4.1. La extracción de la piel
El procesado del conejo empieza con el desollado. Las marcas de pelado que se han detectado en una
hemimandíbula, en seis metapodios y en una falange indican que la piel del animal era desollada con ayuda
de instrumental lítico y aprovechada, probablemente, para confeccionar elementos de abrigo (Villaverde et al.,
2012). Las experimentaciones llevadas a cabo por Sanchis (2012) han comprobado que para la extracción de
la piel resulta eficaz comenzar por la zona ano-genital en dirección a la cabeza hasta llegar al cuello. Durante
este proceso, la piel se puede estirar sin dificultad excepto en determinadas partes donde se requiere el uso de
un útil lítico para la separación. Estos cortes son especialmente necesarios a la altura de los metapodios, pero
también en la mandíbula y en la parte anterior del cráneo. Según los trabajos de experimentación (Lloveras et
al., 2009a; Lloveras et al., 2011; Sanchis, 2012) en la zona de la bóveda craneana del animal y en la mandíbula
se imprimen marcas líticas sobre la superficie ósea debido a la escasa masa cárnica que las cubre. Son cortes
normalmente transversales y de intensidad variable que buscan facilitar la separación de la piel.
APL XXXI, 2016
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
79
4.2. La desarticulación, descarnado, fracturación y acceso a la médula
Una vez retirada la piel que envuelve al animal se procede a la desarticulación. Los trabajos experimentales
(Lloveras et al., 2009a; Sanchis, 2012) han comprobado que mordiendo los músculos y tendones insertados
en el olécranon se libera la articulación húmero-ulnar. Pero en esta tarea también se puede recurrir a útiles
líticos. De este modo, un calcáneo presenta marcas líticas que se asocian con la desarticulación del pie.
Con respecto al descarnado, tanto Pérez Ripoll (por ejemplo 2002, 2005) como Sanchis y Fernández
Peris (2008) han comprobado que durante el consumo inmediato de los paquetes cárnicos asados al fuego y
sin deshuesar, la carne se separa del hueso sin dificultades y no se requiere de ningún instrumento más allá
de los dientes. En cambio, para conservar carne no deshuesada y en crudo se requiere el empleo de un útil
lítico que permita separar la carne adherida al hueso. Por lo tanto, una gran cantidad de marcas líticas puede
sugerir el consumo diferido de la carne fileteada y deshuesada, mientras que un número reducido de marcas
puede estar relacionado con el consumo inmediato de los paquetes cárnicos no deshuesados y asados.
En este sentido, el número de marcas líticas que hemos localizado y que se concentran en tres de los
principales huesos largos (14,3% de los húmeros, 42,9% de los fémures y 12,9% de las tibias) sugiere
que una parte de la carne de estas pequeñas presas era fileteada con el objetivo de secarla o ahumarla.
Mediante esta técnica –que también se ha identificado en los niveles gravetienses (Pérez Ripoll, 2005) y
magdalenienses (Real, 2013)– la carne podía ser conservada y consumida posteriormente.
Además, se han fracturado sistemáticamente los húmeros, fémures y tibias con la intención de obtener
los tejidos blandos de su interior; esto es, la médula y la grasa. Precisamente, estos tres elementos son
los que presentan una cavidad medular mayor. En cambio, los más pequeños se han conservado enteros,
fundamentalmente los metacarpos, los huesos del tarso y las falanges.
Las ulnas y radios, que apenas contienen médula, muestran escasas marcas de corte pero aparecen muy
termoalterados, lo cual sugiere que se asaron los paquetes de carne sin deshuesar. En contraste, los otros tres
huesos largos debieron ser deshuesados y se fracturaron en crudo para aprovechar la médula.
Como en otras acumulaciones de lepóridos (Pérez Ripoll, 2001, 2002 y 2004), el principal modo de
fractura ha sido la mordedura, que imprime una o dos muescas sobre la cortical originadas por la presión
de las cúspides dentales superiores e inferiores sobre el hueso. También se han localizado hundimientos
sobre la superficie ósea, punciones y arrastres dentales junto a marcas líticas que confirman el origen
antrópico de estas mordeduras. El resultado de esta fracturación ha sido la formación de un gran número
de cilindros y fragmentos longitudinales de diáfisis, sobre todo en húmeros, tibias y fémures, aunque
también en radios y ulnas. Las epífisis han sido igualmente mordidas, de modo que las menos densas
–como la proximal del húmero– apenas se han preservado. Abundan, en cambio, epífisis distales de
tibia, de húmero y proximales de fémur.
4.3. El mordisqueo de los huesos
Nada se desperdicia. Hasta la última porción de carne es mordisqueada. Se trata de una acción repetitiva
de los incisivos con desplazamientos laterales y longitudinales para aprovechar la carne y la grasa que
permanecen adheridos al hueso y que no han podido desprenderse de otra manera. En esta operación las
manos pueden ayudar a deslizar el hueso o bien sostenerlo mientras los dientes participan activamente. El
resultado son pequeñas estrías en sentido transversal con un surco leve, plano y corto.
En el conjunto solutrense estudiado, la cara lateral del isquion de un coxal, un metacarpo y dos
metatarsos muestran esta clase de alteraciones mecánicas sobre la cortical. Confirman el interés incluso
por las partes más marginales del esqueleto de los lepóridos, ya que se repela hasta la última porción de
carne. Esto mismo se ha detectado en el nivel gravetiense de la Cova de les Cendres donde, además de los
metapodios, también algunos radios muestran marcas de mordisqueo (com. personal M. Pérez Ripoll).
APL XXXI, 2016
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80
J. J. Gordón Baeza
En ocasiones el número de arrastres llega a ser exagerado, cubriendo prácticamente toda la cortical
del hueso, como en un metatarso II del nivel solutrense estudiado. Por la morfología de los surcos se
relaciona probablemente con la actividad humana y no deja de ser un dato de interés debido a la cantidad
de estrías que envuelven a estos huesos.
Por otro lado, las diferencias observadas entre los metapodios anteriores y posteriores son evidentes en
todos los aspectos estudiados. Los metatarsos presentan un número de fragmentos más elevado; también
reúnen un mayor número de arrastres dentales y punciones, marcas líticas y termoalteraciones. Incluso
cuentan con un elemento afectado por alteraciones digestivas. En cambio, la mayoría de metacarpos están
completos, sólo dos ejemplares presentan incisiones líticas producidas durante el pelado y termoalteración
total, probablemente con un origen accidental. En ninguno se observan indicios de digestión y las huellas
dentales son escasas. Este contraste puede ser consecuencia de un aprovechamiento más intenso de los
metatarsos que, con una mayor cavidad medular y envoltura cárnica, están más sometidos al procesado que
incluye la fracturación intencionada de los huesos, el asado de los paquetes cárnicos, el mordisqueo y la
ingesta accidental de pequeñas porciones óseas.
4.4. Uso del fuego
Los huesos afectados por el fuego en contextos arqueológicos han sido interpretados como una señal
inequívoca de la actividad humana (Lyman, 1994; Stiner et al., 1995). No obstante, como han demostrado
algunos trabajos (Asmussen, 2009; Cain, 2005; Mallol et al., 2013; Pérez Luís, 2015), no necesariamente
todas las termoalteraciones se produjeron de forma intencionada ni tampoco existe una relación directa
entre fuego y presencia humana.
Las experimentaciones de Fernández Peris et al. (2007) y Lloveras et al. (2009a) realizadas con el asado
de paquetes de carne de lepóridos confirman que los extremos de los elementos, las superficies marginales
y las líneas de fractura son las dos zonas más expuestas al fuego y, por tanto, recogen el mayor número de
termoalteraciones. Este último trabajo ha observado que, además de cambios en la coloración de los huesos,
los elementos del neurocráneo y los incisivos pueden fragmentarse debido a la exposición al calor.
A partir de estos datos, podemos inferir las principales estrategias de asado de los paquetes cárnicos para
su consumo, así como otras prácticas relacionadas con el uso del fuego. En el conjunto solutrense estudiado
hemos detectado que el 17,3% de los huesos están afectados. Es un porcentaje mayor en comparación
con los niveles magdalenienses, donde se ha estimado que el 11% del material presenta algún tipo de
termoalteración (Real, 2013).
Predominan las tonalidades marrones y negras, es decir, el estadio de carbonización y su fase previa,
mientras que son escasos los huesos blanquecinos y grisáceos. El índice de restos calcinados (11%) es
muy similar al del magdaleniense (12%) estudiado por Real (2013). Atendiendo a la localización de la
termoalteración diferenciamos dos categorías cuyo patrón se repite en la muestra. Las alteraciones totales
que se extienden por todo el hueso afectan a elementos de la cabeza y a partes marginales del esqueleto,
como el astrágalo, el calcáneo, los metapodios y las falanges. Este fenómeno se produce bien cuando
los huesos son arrojados al hogar una vez desprovistos de carne o bien cuando se trata de un fuego no
intencionado el que ha causado estas alteraciones. En cambio, las parciales y puntuales se extienden sobre
todo por el radio y la ulna, mientras que afectan en menor medida a la escápula, el húmero y el fémur.
Este tipo de exposición al fuego limitada a un borde de fractura o articulación, o bien con la superficie
afectada por dos coloraciones diferentes se ha podido originar por prácticas intencionadas de procesos de
asado de la carne. El hueso todavía con carcasa cárnica entra en contacto con el fuego y el tejido blando
que lo envuelve (carne, tendones, cartílagos…) protege la superficie al actuar como barrera. Sin embargo,
sobre la parte ósea desprovista de este tejido así como en los extremos por donde se ha fracturado el hueso,
el fuego incide directamente.
APL XXXI, 2016
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Procesado y consumo humano de los lepóridos en el Solutrense de la Cova de les Cendres
81
4.5. La ingesta accidental de pequeños huesos
Diversos estudios neotafonómicos sobre predadores de lepóridos peninsulares (por ejemplo las recopilaciones
efectuadas por Sanchis, 2012; Lloveras y Nadal, 2015) han puesto de manifiesto las características de las
alteraciones digestivas por parte de aves rapaces y pequeños carnívoros, que no son coincidentes con la
pauta observada en el conjunto de Cendres. Las primeras engullen fragmentos de mayor tamaño a los
identificados en la muestra y alteran la cortical del hueso con numerosos impactos de pico. Por su parte, los
carnívoros en general presentan grados de digestión más intensos. Además, no hemos identificado ninguna
evidencia de ocupación de la cueva por parte de predadores no humanos. En cambio, los escasos restos
digeridos coinciden con elementos mordidos.
Por estos motivos, y a falta de trabajos experimentales que lo confirmen, consideramos que fueron los
humanos quienes pudieron ingerir de manera accidental junto con porciones de carne estos fragmentos de
partes articulares.
Pero la presencia de alteraciones digestivas relacionadas con el consumo humano no se limita al nivel
XIII. En conjuntos de fauna gravetiense (Sanchis et al., 2016), y magdaleniense (com. personal de M. Pérez
Ripoll y C. Real) de la Cova de les Cendres también se han localizado pequeños fragmentos, sobre todo
partes articulares, que muestran estas mismas corrosiones.
5. CONCLUSIONES
En este trabajo se han presentado los resultados del estudio zooarqueológico y tafonómico de un conjunto
formado por 2329 restos de lepóridos, que representan el 80,2% del total de la fauna recuperada. Aunque
los materiales proceden de una superficie de excavación reducida, la cantidad de restos ha permitido extraer
nuevos datos sobre los patrones de procesado y consumo de estas pequeñas presas en el nivel solutrense de
la Cova de les Cendres.
Se observa un patrón de fracturación que refleja la actividad antrópica y que es muy intenso en las
cinturas, en los principales huesos largos tanto anteriores como posteriores y en los metatarsos. En todos
ellos predominan las fracturas realizadas en fresco.
También existen evidencias mecánicas de las tres principales fases del procesado de las presas. Las
escasas marcas de pelado se localizan tanto en la zona craneal como en los segmentos marginales de
los miembros, especialmente en los metatarsos. Mucho más numerosas son las incisiones y los raspados
originados por el descarnado de las carcasas, mientras que las marcas de desarticulación quedan patentes
en la superficie de un calcáneo.
Los humanos que ocuparon la Cova de les Cendres durante el Solutrense asaron los paquetes cárnicos
contenidos en los radios y las ulnas para consumirlos de inmediato. Estos huesos, debilitados por el
efecto de las llamas, pudieron fragmentarse de manera sistemática y accidental durante el propio asado
o bien fracturarse al ser manipulados y mordidos. Esto explica las recurrentes marcas de fuego en las
líneas de fractura de ambos elementos óseos y las escasas marcas líticas que muestran. Los huesos de la
cabeza también pudieron estar expuestos al fuego para consumir sus partes blandas, provocando así una
alta fragmentación.
Por otro lado, la carne de los tres huesos con mayor cavidad medular (húmero, tibia y fémur) fue
fileteada con el fin de guardar alimento. Por ello aparece un elevado número de marcas líticas de descarnado.
También mordieron estos huesos para acceder a la médula en crudo. La consecuencia de esta práctica
es el gran número de cilindros y de fragmentos longitudinales con muescas, punciones, hundimientos y
horadaciones detectados. Estos huesos fueron arrojados después al fuego o bien desechados, pudiendo
quedar termoalterados de manera accidental o en su uso como combustible.
APL XXXI, 2016
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82
J. J. Gordón Baeza
Las partes con menor porción de carne como los metapodios y, sobre todo, los metatarsos, se repelaron
con ayuda de los dientes. Durante la ingesta de los pedazos de carne pudieron tragar algún fragmento óseo
de reducidas dimensiones. Tanto los huesos con poco alimento como las falanges fueron arrojados al fuego
o bien se quemaron de manera involuntaria, de modo que son escasas las evidencias de manipulación
antrópica pero predominan las termoalteraciones totales.
En conclusión, los datos obtenidos en este trabajo sugieren un procesado muy intenso en el que se obtienen
todos los recursos disponibles de los lepóridos, desde el pellejo, la carne, la médula y grasas, incluso el
aprovechamiento de los huesos como combustible. En este sentido, muestra importantes similitudes con el
procesado de otros conjuntos faunísticos de la secuencia paleolítica de este yacimiento. Sin embargo, el fuego
debió desempeñar ahora mayor protagonismo que en momentos anteriores, durante el Gravetiense (Pérez
Ripoll, 2004; Sanchis et al., 2016). Este matiz a partir del Solutrense implica un punto de inflexión, ya que el
uso del fuego para preparar los paquetes cárnicos continuó siendo relevante, más tarde, en el Magdaleniense,
a juzgar por los materiales termoalterados estudiados por Real (2013, en preparación).
No obstante, será necesario continuar y ampliar el estudio arqueozoológico y tafonómico de la
fauna solutrense de la Cova de les Cendres con nuevos trabajos (Gordón Baeza, en preparación) para
confirmar o matizar estas conclusiones. Igualmente conveniente será comparar los resultados obtenidos
con nuevos análisis realizados sobre los niveles gravetienses (Sanchis et al., 2016) y magdalenienses (Real,
en preparación), que ayudarán a caracterizar y completar la evolución de las estrategias de procesado y
consumo de los lepóridos a lo largo de la secuencia paleolítica de este yacimiento.
AGRADECIMIENTOS
Agradecemos a Valentín Villaverde, director de la Cova de les Cendres, las facilidades prestadas para poder estudiar
este conjunto de fauna. Igualmente agradecidos estamos con Manuel Pérez Ripoll, por sus sugerencias y conocimientos,
y con Alfred Sanchis por toda la ayuda ofrecida tanto en el campo metodológico como teórico.
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