Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce.
José María Rodanés
José I. Lorenzo
Paloma Aranda
2016
[page-n-1]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 411-426.
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón
durante el Neolítico y la Edad del Bronce
José M.ª Rodanés, José I. Lorenzo y Paloma Aranda
resumen
Uno de los objetivos específicos planteados en el proyecto “Dinámica de la ocupación prehistórica del Valle Medio del Ebro
durante el Holoceno Superior” (HAR2012-36967) es el estudio del ritual de enterramiento en cuevas y abrigos. Para ello
se proponía la prospección en determinadas comarcas al mismo tiempo que se procedía a la datación absoluta y revisión de
los materiales arqueológicos y antropológicos de yacimientos ya conocidos. Con ello pretendemos mejorar el conocimiento
sobre las poblaciones prehistóricas de la zona y analizar las prácticas funerarias, basándonos en la utilización de cavidades
desde el Neolítico hasta los momentos finales de la Edad del Bronce.
p a l a b r a s c l a v e : Cuevas
sepulcrales, Neolítico, Edad del Bronce, Valle Medio del Ebro.
abstract
Burials in caves and shelters in Upper Aragon during the Neolithic and the Bronze Age. One of the specific objectives of
the project “Dynamics of prehistoric occupation of the Middle Ebro Valley during the Upper Holocene” (HAR2012-36967)
is the research on burial rituals in caves and shelters. For this purpose, a field survey was proposed in certain regions and at
the same time absolute dating and revision of archaeological and anthropological materials from known sites was carried
out. Our aims are to improve knowledge about the prehistoric population in the area and to analyse burial rituals, basing our
research on the occupation of caves from the Neolithic to the Late Bronze Age.
keywords:
Burial caves, Neolithic, Bronze Age, Middle Ebro valley.
1. LOS ENTERRAMIENTOS EN CUEVAS Y ABRIGOS
EN EL ALTO ARAGÓN: YACIMIENTOS
DE REFERENCIA
Incluimos aquellos que han sido excavados y en especial los que
cuentan con dataciones absolutas (fig. 1). Las fechas, en su mayoría, proceden de muestras de vida corta, sin embargo de poco
sirve esta precisión ante el contexto en el que se han recogido, ya
que la mayor parte de los yacimientos han sufrido una evolución
postdeposicional que hace imposible la interrelación y el análisis
pormenorizado de restos antropológicos entre sí y aún menos con
la cultura material. Estos condicionantes unidos a las sucesivas
ocupaciones en el mismo yacimiento –solo en el caso de Chaves
se trata de un conjunto cerrado– añaden incertidumbre al estudio
de los componentes que podrían definir las diferentes fases de
utilización y su relación con horizontes arqueológicos. No obstante estas dataciones, que reflejan momentos concretos como el
del fallecimiento de un individuo, permiten observar tendencias y
destacar aspectos generales que pueden ser comparados con procesos similares detectados en otros territorios (tabla 1).
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
Cavidad de acceso restringido por estar actualmente bajo las
aguas del embalse. Se accede por una pequeña boca que da
paso a una galería vertical. Entre el barro y las piedras aparecen
restos humanos y fragmentos de cerámica (fig. 2). La datación
absoluta coincidente con la tipología cerámica apoya una cronología del Bronce Reciente- Final (GrA-32959: 3115±35 BP)
(Montes et al., 2006).
Cueva de los Moros 2b (Gabasa)
Excavada por Baldellou y Utrilla en 1984. En el nivel
superior aparecieron restos humanos inconexos de un número
indeterminado de individuos. Los materiales, igualmente
revueltos, procedentes del nivel a, pertenecían a diferentes
épocas: una raedera, un hacha pulimentada y numerosos
fragmentos cerámicos de cronología neolítica, junto a cerámica
torneada y un plato de cerámica gris paleocristiana del siglo
IV-V d.C. (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón, 2006: 55;
Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
411
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 1. Situación de las cuevas
sepulcrales en el Alto Aragón.
Cueva de los Moros 5 (Gabasa)
En el mismo enclave, a escasos metros de la cueva principal
y durante la misma campaña se localizaron un cráneo humano
junto a restos líticos, elementos de adorno, una punta de flecha de hueso y un dado romano. Los materiales más numerosos
son los cerámicos que conforman un lote de 326 fragmentos de
los que 135 son a torno (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón,
2006: 55-56; Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
Cueva del Moro (Alins del Monte)
Se abre en la ladera de una pequeña cárcava que confluye en
el barranco de las Carboneras, frente al Pico Roldan. Se trata de una grieta que se continúa a través de una cámara baja
que desemboca en una sima. En el fondo se localizaron huesos
humanos junto a un interesante ajuar que en estos momentos
estamos estudiando.
Los restos aparecieron inconexos. Se han identificado un
número mínimo de once individuos, el 40% femeninos y el 60%
masculinos. Se detecta una importante mortalidad infantil que
alcanza el 45% de la muestra, sin que exista constancia de individuos maduros o seniles. No se documentan restos de mayores
de 40 años. Algunos huesos aparecieron impregnados de ocre
rojo. Se han diagnosticado caries, hipoplasias, cálculos y casos
de periodontitis.
412
Los materiales arqueológicos son numerosos, de gran relevancia y de variada tipología con diferentes cronologías. Destacan varias piezas de hoz y láminas sin retocar, así como una
serie de objetos pulimentados de pequeño tamaño. Entre los
elementos de adorno señalamos una cuenta de variscita y otra
de pasta vítrea. En hueso, dos puntas de flecha de pedúnculo y
aletas. Significativa es la presencia de tipos metálicos en bronce como un hacha plana, un puñal triangular de remaches, una
punta de flecha de pedúnculo y aletas, un punzón, un alfiler o
una fíbula aucissa. En hierro destacamos un cincel, un fragmento de llave, un asa, varios remaches y una aguja de grandes
dimensiones. La cerámica no es numerosa pero destaca la presencia de una vasija carenada y un fragmento inciso-impreso
o punto y raya junto a otros no identificables. Quizás lo más
sorprendente de este conjunto, que próximamente aparecerá
publicado, es la presencia de objetos de madera, entre los que
destacan recipientes, un peine y otros de difícil interpretación
que formarían parte de útiles compuestos, así como varios elementos de cestería.
La cronología es muy amplia. Un fragmento cerámico decorado y una cuenta de collar nos pueden situar en un contexto
neolítico con claros paralelos en cuevas cercanas, mientras que
los objetos de hierro, la fíbula y la cuenta de pasta vítrea son
claramente romanos, muy probablemente de época augustea.
El resto coincidiría con el Bronce Pleno y Reciente donde se
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Tabla 1. Cuadro de dataciones radiocarbónicas de las cuevas sepulcrales.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Datación BP
1 σ cal BC
2 σ cal BC
cal med BC
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Chaves (Bastarás)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Foz de Escalete 2 (Riglos)
San Juan (Loarre)
Rambla de Legunova (Biel)
Trocs III (Bisaurri)
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Forcas II (Graus)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
San Juan (Loarre)
San Juan (Loarre)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Moros (Alins del Monte)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de las Güixas (Villanúa)
San Juan (Loarre)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello)
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
MAMS-16163
MAMS-16159
MAMS-16168
MAMS-16164
MAMS-16166
GRA-26912
MAMS-16162
MAMS-16161
GRA-33914
MAMS-16165
MAMS-16160
MAMS-14856
BETA-332606
GRA-38270
GRA-24746
MAMS-16167
BETA-332608
GRA-38061
BETA-281899
GRA-38062
GRA-38268
GRA-3795
GRA-38063
GRA-33935
GRA-33936
GRN-26967
GRN-25997
GRA-25757
GRA-30996
BETA-337287
GRA-33938
BETA-332607
GRA-38396
GRN-25557
GRA-32959
6285±25
6280±25
6249±28
6249±25
6234±28
6230±45
6218±24
6217±25
5855±40
5035±23
5008±23
5005±27
4730±30
4620±30
4545±45
4512±25
4400±30
4370±30
4330±40
4125±30
4120±30
4110±30
4105±30
4000±35
3975±35
3900±100
3850±100
3830±45
3790±60
3520±30
3440±35
3320±30
3285±30
3210±30
3115±35
5305-5225
5305-5225
5300-5210
5295-5215
5300-5080
5300-5080
5285-5075
5470-4855
4785-4690
3935-3785
3905-3710
3895-3710
3630-3380
3500-3355
3365-3115
3345-3110
3090-2930
3015-2920
3015-2895
2860-2625
2860-2620
2855-2585
2850-2580
2570-2475
2570-2465
2560-2205
2470-2150
2400-2200
2340-2065
1895-1775
1870-1685
1640-1530
1615-1525
1505-1445
1430-1305
5315-5215
5315-5215
5310-5075
5310-5080
5305-5070
5310-5055
5295-5065
5630-4590
4830-4605
3950-3765
3935-3705
3940-3705
3635-3375
3515-3345
3490-3095
3350-3100
3265-2915
3090-2905
3085-2885
2870-2580
2870-2575
2865-2570
2865-2505
2620-2460
2580-2345
2835-2040
2580-2025
2460-2145
2460-2035
1930-1750
1880-1660
1685-1520
1630-1495
1595-1415
1490-1280
5265
5265
5255
5255
5225
5205
5160
5140
4725
3880
3785
3780
3530
3460
3215
3210
3015
2980
2955
2715
2700
2680
2670
2530
2505
2375
2310
2290
2230
1835
1750
1595
1565
1475
1380
agrupan las dataciones absolutas de maderas, cestería e inhumaciones. Sirva como ejemplo la ofrecida por una muestra de uno
de los inhumados 3520±30 BP (Beta-337287).
Cueva del Moro (Olvena)
Conocida desde las primeras décadas del siglo XX, fue excavada por V. Baldellou y P. Utrilla durante los años ochenta
del siglo pasado (Baldellou y Utrilla, 1995-1996). Desde su
descubrimiento y hasta la edición de la memoria fue objeto de
numerosas visitas, y “prospecciones” no autorizadas. El artículo de Berges y Solanilla (1966) da cuenta de la existencia
de dos paquetes de huesos, sin los cráneos, localizados en un
estrecho corredor junto a cuentas de collar y piezas líticas sin
especificar. Las síntesis de T. Andrés (1977, 1979 y 1992) sobre el fenómeno funerario en el Valle del Ebro recogen la noticia e inciden en la dificultad de asociar los materiales con los
enterramientos aunque se mantenga la hipótesis de la posible
relación con los objetos de adorno, incluso con las cerámicas
con decoración campaniforme. Las modernas excavaciones
poco pudieron aportar. Los únicos restos humanos aparecieron mayoritariamente en OV2 y descontextualizados (Utrilla
y Baldellou, 1996: 248). Se trata de una población mínima de
cuatro y estimada en seis individuos, entre los que se encuentran infantiles, juveniles y al menos dos adultos, gráciles todos
ellos (Lorenzo, 1992: 625).
413
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 2. Materiales cerámicos de
Cueva de los Huesos de Castillonroy
(Montes et al., 2006).
Forcas II (Graus)
En la base del nivel 7 y en una grieta adosada a la pared se
encontraron restos humanos correspondientes a enterramientos
de al menos cinco individuos, tres mujeres y dos hombres, en
estado muy fragmentado y sin conexión anatómica, excepto los
localizados en el cuadro 4C. Se trata de una población muy grácil (Lorenzo, 2014: 338), datándose uno de los restos durante el
Calcolítico (Beta-281899: 4330±40 BP) (Utrilla, Mazo y Domingo, 2014: 397). El ajuar se desconoce y su relación con el
resto de los niveles de la Edad del Bronce es difícil de determinar (Rodanés y Sopena, 2014: 287).
Cueva de Els Trocs (Bisaurri)
Situada a 1.500 metros de altitud, presenta tres momentos de
ocupación neolítica. La combinación de análisis arqueológicos,
arqueobotánicos y geoarqueológicos ha confirmado la ocupación estacional de la cueva por pastores trashumantes (Lancelotti et al., 2014; Rojo et al., 2013).
La primera ocupación, Trocs I, datada en el Neolítico Antiguo (Mams-16163: 6285±25 BP; Mams-16159: 6280±25 BP;
Mams-16164: 6249±25 BP; Mams-16168: 6249±28 BP; Mams16166: 6234±28 BP; Mams-16162: 6218±24 BP; Mams-16161:
6217±25 BP), presenta abundantes restos humanos asociados a
pavimentos (UE 20) y a dos estructuras de gran tamaño (64 y
414
68). Su presencia se explica por su carácter ritual o simbólico
debido a la existencia de marcas de cortes y fracturas intencionadas, cuerpos infantiles descuartizados y signos de violencia
(Rojo et al., 2013: 45).
Dentro de los depósitos, la deposición de fetos y neonatos ovicaprinos, en ocasiones junto a restos humanos, se ha
relacionado con el universo simbólico de estas comunidades
y la importancia de la actividad ganadera (Rojo et al., 2013:
45-46). Es relevante el hallazgo de un cráneo infantil datado
en 6280±25 BP (Mams-16159) sobre los restos de un feto de
ovicaprino del 6060±40 BP (Beta-295782). Se ha planteado la
hipótesis de la circulación y/o reutilización de partes del cuerpo humano con un uso ritual a lo largo de varios siglos (Rojo
et al., 2013: 17-18).
El estudio de ADN de cinco muestras de Trocs I ha permitido identificar a tres hombres y tres mujeres, la consanguineidad
entre dos de los restos masculinos, así como identificar los haplogrupos J, T, N, V y K (Haak et al., 2015).
En la fase Trocs III, datada en el primer tercio del IV milenio
cal BC, durante el Neolítico Final (Mams-16165: 5035±23 BP;
Mams-16160: 5008±23 BP; Mams-14856: 5005±27 BP; Mams16167: 4512±25 BP) se han documentados dos fosas de grandes
dimensiones de carácter rito-funerario (UUEE 38 y 69) con huesos humanos y fauna en su interior, mezclados con otros restos
arqueológicos (Rojo et al., 2013: 20).
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Cueva Negra (Olsón)
La cueva sepulcral se encuentra suspendida en unos afloramientos de arcosa intercalados con otros arcillosos. Se presenta como una balma con visera parcialmente desplomada. Los
restos humanos aparecen desarticulados y condensados en una
anchura de unos 2 metros. La potencia del depósito se reduce
a unos 40 cm. Se identifican al menos tres individuos que carecían de ajuar.
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Con un desarrollo cercano a los cien metros, se abre bajo el collado de Sampietro. Ha sido excavada por L. Montes y M. Bea
(2006 y 2007) y completada con breves campañas durante 2008
y 2009 (Montes y Domingo, 2014: 417).
En el interior, junto a una estructura de piedras, aparecieron una serie de restos dispersos procedentes de un enterramiento, en el que al menos se identificó un maxilar izquierdo
con los tres molares, perteneciente a una mujer de entre 25 y
30 años. Se dató un carbón en el interior de una costra estalagmítica sin relación aparente con los restos humanos (GrA33914: 5855±40 BP).
En la entrada se practicó un sondeo que ofreció un nivel (a)
con grandes variaciones cronológicas (GrA-33938: 3440±35
BP; GrA-30996: 3790±60 BP; GrA-25757: 3830±45 BP;
GrA-33936: 3975±35 BP; GrA-33935: 4000±35 BP; GrA38063: 4105±30 BP. En él se recogió un importante conjunto
cerámico en el que destacan los recipientes con decoración
campaniforme (fig. 3).
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Cavidad cercana a Drólica, abierta sobre el arroyo Balcés. En
una sala de reducidas dimensiones a la que se accede por un
estrecho corredor aparecieron restos humanos. En una posterior
campaña durante 2007 se recogieron nuevos restos de inhumaciones junto a cinco fragmentos de cerámica manufacturada
(Montes y Domingo, 2014: 419). Se han datado tres muestras
de los enterramientos (GrN-26967: 3900±100 BP.; GrA-38062:
4125±30 BP y GrA-38061: 4370±30 BP).
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Localizada por José Gracia, A. Castán recogió restos humanos y
cerámicos que estamos estudiando en el Museo de Huesca. Con
posterioridad se tomaron muestras en la cavidad ya que las noticias mencionaban la existencia de inhumaciones individuales
sobre rocas desprendidas, impregnadas de pintura roja. La datación ofreció una fecha de 4400±30 (Beta-332608) y el análisis
de los colorantes demostró la utilización de cinabrio.
Cueva del Forcón (La Fueva)
En los acantilados de la Sierra Ferrera se abre la boca de la
cueva, de angosto recorrido, y que da acceso a un pequeño
vestíbulo donde se localizó un depósito (Zona Y) en cuyo interior se recogieron huesos humanos junto a material arqueológico (Baldellou, 1983: 152). Destaca la importante colección
de cerámicas con decoraciones impresas a las que hay que
añadir las incisas mediante triángulos, elementos de adorno
(cuentas discoideas sobre concha, una sobre hueso, otra en
piedra verde y un dentalium), varias piezas líticas en sílex y
un fragmento de útil pulimentado, así como tres punzones de
hueso y materiales romanos entre los que destaca una fíbula
en omega, fragmentos de vidrio y una cuenta de pasta vítrea.
La cueva del Forcón pudo haber sido utilizada con fines funerarios durante el Neolítico de cerámicas impresas, en la época
de ocupación de la Espluga de la Puyascada, siendo probable
que dicha utilización se repitiera en tiempos del Neolítico final
o del Eneolítico (Baldellou, 1983: 160).
Fig. 3. Cerámica campaniforme de Cueva Drólica, Sarsa de Surta (Montes y Martínez-Bea, 2006).
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Espluga de la Puyascada (San Juan de Toledo)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello, Loporzano)
Cuenta con un nivel de ocupación del Neolítico Antiguo con cerámicas impresas al que posiblemente corresponderían los restos de un posible enterramiento cuyo resto más significativo es
un premolar humano (5930±60, 5580±70, 4560±80 BP; N.O.II
CSIC-384, CSIC-382 y N.O.I I CSIC-383) (Baldellou, 1987;
Lorenzo, 1994).
Localizada por E. Vlcek en una ladera sobre el cauce del Guatizalema, se accede por una rampa cubierta con bloques desprendidos. En la zona más profunda se recogieron restos de cerámicas de la Edad del Bronce junto a huesos humanos (Lorenzo,
1994). En prospecciones posteriores, en una grieta interior entre
huesos de cabra apareció un húmero humano de un individuo
adulto, con una datación de 3210±30 BP (GrN-25557). Al fondo de una grieta apareció una calota craneana que no se pudo
extraer (Montes et al., 2004: 386-387).
Cueva de los Arnales (Tella-Sin)
Cavidad localizada por el Grupo de espeleología de Badalona,
quienes recogieron material depositado en su sede local. Posteriormente A. Conte, desde el Instituto de Aínsa, visitó el lugar
acompañado de un grupo de alumnos recogiendo materiales arqueológicos que depositaron en el Museo de Huesca. El único
cráneo conservado corresponde a un tipo mediterráneo grácil
(Lorenzo, 1994).
Cueva de Chaves (Bastarás)
Inhumación de un individuo adulto, entre 45 y 55 años, cubierto
de cantos blancos. Se encontraba en posición forzada, sentado
con las rodillas flexionadas y con las manos cruzadas sobre las
rodillas, la cabeza había caído sobre la cintura pélvica. Fue introducido en una fosa de 60 x 50 cm de diámetro, excavada en
limos del sector central, de la sala principal de la cueva. Adherido a los huesos apareció un pequeño fragmento de tejido
que pudo formar parte de la mortaja o de posibles ataduras que
mantuvieran la forzada posición (fig. 4). Como único elemento
de ajuar, en una falange de la mano derecha, portaba un anillo de
hueso de sección circular y parte del esqueleto mantenía restos
de ocre rojo. La datación absoluta (GrA-26912: 6230±45 BP)
enmarca el enterramiento durante el Neolítico Antiguo.
A ello hay que añadir que en la zona de hábitat se recogieron restos de un mínimo de siete individuos que posiblemente
pertenecieran a otras fosas dispersas por la superficie excavada
(Utrilla et al., 2008: 131-140).
El análisis genético de tres muestras permite incluir los individuos dentro del haplogrupo K y H (Gamba et al., 2011).
Fig. 4. Enterramiento en fosa de Chaves, Bastarás (Utrilla et al.,
2008).
416
Balma de Mondó (Arascués, Nueno)
Los restos aparecen en una balma abierta en la zona de contacto de un nivel de gravas trabadas con calizas y arcillas arenosas subyacentes. Gerardo Benito localizó, en 1990, unos restos esqueletales con una punta de sílex, de pedúnculo y aletas.
Los restos se encontraban ya violados, pero con posterioridad
han sido objeto de un salvaje expolio. Quedaban en posición
fragmentos craneales y partes del esqueleto de una población
numerosa en buen estado de conservación (Lorenzo, 1994). En
2013 se notificó la existencia de una nueva remoción de restos,
recogiendo nuevas evidencias.
San Juan (Loarre)
Pequeña cavidad, orientada al oeste, en el barranco de los Vallazos, de apenas 2,5 por 1,5 m, cuya excavación sacó a la luz
las inhumaciones de al menos 47 individuos, dispersos por la
cavidad de manera inconexa sin que se pudieran determinar enterramientos individualizados (Pastor y Vicente, 2009: 336).
El perfil de los inhumados se corresponde con un 50% de
masculinos y otro 50% de femeninos, con una alta mortalidad
en los primeros meses de vida (34%) aumentando un 10% al incluir los juveniles. No aparecen individuos mayores de 60 años.
El umbral de esperanza de vida se situaría entre los 30 y 35
años. Se aprecian patologías relacionadas con carencias alimentarias, enfermedades periodontales y sobrecargas de la columna
vertebral desde la primera edad adulta. No se documentan signos de violencia (Gimeno, 2009: 386).
El ajuar, muy variado, reunía una colección de objetos entre
los que destacaban los elementos en concha (21) en especial
Dentalia, Cardium y posibles gasterópodos, los fragmentos cerámicos (9), láminas en sílex (7), cuentas de collar en piedra
(4) y objetos de adorno en hueso (7) entre los que destacan colgantes trapezoidales, placas perforadas, una cuenta tubular y un
colmillo de Sus scrofa (fig. 5).
La disposición de los restos humanos y de los ajuares así
como las dataciones absolutas confirman el carácter colectivo
y acumulativo del depósito que se extendería desde el Neolítico final o inicio del Calcolítico hasta los momentos finales
del Bronce Medio (GrA-38396: 3285±30 BP; GrA-38268:
4120±30 BP; GrA-38270: 462030 BP; GrA-3795: 4110±30
BP) (Pastor y Vicente, 2009: 357). Se trataría de una sucesión
de inhumaciones primarias que se irían depositando a lo largo del tiempo, incluso en momentos puntuales se produciría
la cremación de algunos cadáveres sin que ello suponga un
cambio de ritual.
[page-n-7]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Fig. 5. Elementos del ajuar
de la cueva de San Juan,
Loarre (Pastor y Vicente,
2009).
Cueva del Oso (Rasal)
Se trata de una cavidad al pie del escarpe de la cara norte de la
Sierra de Riglos, en una situación de difícil acceso. La cavidad no
tiene un gran desarrollo. En la entrada localizamos una excavación clandestina con restos del Oso que dio nombre a la cavidad
y en el interior, en una sala, a la que se accede por una estrecha
ventana, identificamos restos humanos en buen estado de conservación (Domínguez, Magallón y Casado, 1983; Lorenzo, 1994).
Cueva de las Güixas (Villanúa)
Cavidad abierta en el macizo de Collarada. En una galería terminal, de forma dispersa, aparecieron los restos de inhumaciones correspondientes al menos a cinco individuos, entre los que
se identifican dos infantiles (Lorenzo, 1992: 625). En la entrada
y galería principal se han realizado varias campañas de excava-
ción. Las ejecutadas entre 2000 y 2004 ofrecieron información
sobre diferentes fases de ocupación. Al menos tres niveles con
variado y abundante material quedaron reflejados en los informes preliminares. El superficial de época contemporánea, el II
de época tardorromana con el singular hallazgo de un sólido de
Teodosio y el III que por las formas cerámicas se puede adscribir a los momentos medios y finales de la Edad del Bronce.
La secuencia no puede descartar la existencia de otras ocupaciones en otros lugares de la cavidad, quizás calcolíticas, a juzgar
por la presencia de elementos de adorno como un botón con
perforación en V o una punta foliácea en sílex (Gobierno de
Aragón. Informe de Bienes Culturales).
La datación absoluta de una muestra de hueso humano proporcionó una fecha posiblemente contemporánea a la ocupación
del nivel III, durante el Bronce Medio y Tardío (Beta-332607:
3320±30 BP).
417
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Cueva de la Foz de Escalete 1 (Peñas de Riglos)
Cueva de la Foz de Escalete 2 (Peñas de Riglos)
Abertura en una pared caliza a unos 8 metros de altura sobre el
cauce de la Foz. En la pequeña cámara se realizó un sondeo que
ofreció materiales cerámicos entre los que destaca un borde de
campaniforme de estilo mixto, una punta Palmela, cuatro punzones y cuentas de collar en hueso y dos útiles pulimentados
junto a láminas de sílex. El resto del conjunto inventariado (166
fragmentos) permite diferenciar 17 bordes (redondeados, apuntados, biselados y planos) correspondientes a 16 vasos de paredes lisas. Completan la muestra, un fondo plano y dos fragmentos de asas, una con depresión central y otra de sección elíptica.
Destaca la decoración impresa, digitada o con instrumento en
los labios de cinco fragmentos, y un fragmento con decoración
incisa en retícula (fig. 6). Los restos humanos pertenecían al
menos a cuatro individuos (Lorenzo y Etayo, 1985: 66; Etayo y
Lorenzo, 1985: 294).
En la margen derecha de la Foz de Escalete. Enfrentada con la
cavidad anterior, a 20 metros del cauce, sobre una grieta vertical
aparecieron, bajo unos bloques encajados en la misma diaclasa,
restos humanos de más de 5 individuos. Hay que destacar la
presencia de tres cráneos casi completos y dos mandíbulas (Lorenzo, 1986 y 1992; Rodríguez Simón, 2009).
Se han inventariado 233 fragmentos cerámicos, sin que se
puedan identificar perfiles completos. Destacan 16 bordes con
formas redondeadas y planas y 8 fondos planos. La mayoría de
los fragmentos son lisos. Las escasas decoraciones coinciden
con digitaciones o impresiones con instrumento en los labios o
en cordones, a los que habría que añadir unas líneas incisas en
un fondo plano (fig. 7).
La datación de uno de los inhumados nos proporcionó una
fecha de 4730±30 BP (Beta-332606).
Fig. 6. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
418
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Los restos de un enterramiento aparecieron en el talud de relleno de
un abrigo. En la campaña del año 2000 se excavó la zona superior
del relleno (nivel 1), identificándose al menos tres individuos de
sexos y edades distintos. Al año siguiente se profundizó en el nivel 2, que al igual que en la campaña anterior ofreció restos óseos
junto a fauna, cerámica y una industria lítica en la que destaca el
componente geométrico (Montes, Cuchi y Domingo, 2000: 9596). Una muestra de huesos humanos fue datada en 3850±100 BP
(GrN-25997), mientras que el nivel 2 ofreció una mayor antigüedad 6010±45 BP (GrA-19294) y 6045±45 BP (GrA-19295).
Rambla de Legunova (Biel)
Abrigo rocoso con la visera desplomada descubierto en 2002. En
la ladera se localizó un potente depósito donde aparecieron restos
humanos de al menos tres individuos, dos infantiles y un adulto.
Los restos materiales fueron escasos, apenas tres fragmentos de
cerámicas lisas, restos de talla en sílex y una lámina de 13 cm de
longitud. La datación absoluta (GrA-24746: 4545±45 BP) sitúa
los enterramientos en el Neolítico Final o inicios del Calcolítico.
No queremos terminar este repertorio, todavía incompleto,
sin citar los comentarios de Felipe Donayre (1873) que, en su
Bosquejo de una descripción física y geológica de la provincia
de Zaragoza, encargado por la Comisión del Mapa Geológico de
España, cita su descubrimiento de la Caverna de Biel, cerca del
Pie de Mulo: “En el término de Biel, y cerca del Pié de Mulo,
existe una caverna de difícil acceso, en la que hemos encontrado
multitud de huesos...”, y explica que se trata de restos de fauna
y humanos. En la encuesta realizada en Biel y Luesia la cavidad
resulta desconocida (Lorenzo, 1994).
Fig. 7. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
419
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
2. ESTUDIO HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICO
DE LOS ENTERRAMIENTOS EN ABRIGOS
Y CUEVAS DEL ALTO ARAGÓN
2.1. Prácticas funerarias
Utilizaremos el concepto de prácticas funerarias frente al de ritual
funerario por considerar que este último tiene unas connotaciones
en el que las creencias, que presumiblemente las hubo, juegan un
papel determinante pero muy difícil de desvelar. Es evidente que
las sepulturas siempre demuestran algo. El hecho de inhumar a
los muertos pasa por ser uno de los mejores criterios para demostrar la existencia de conceptos religiosos. No existe ningún pueblo conocido en el que la inhumación no haya ido acompañada de
manifestaciones religiosas (Leroi-Gourhan, 1981: 18). “Cuando
se trata de la muerte de un ser humano los fenómenos fisiológicos
no lo son todo, pues al acontecimiento humano se sobreañade un
conjunto complejo de creencias, emociones y actos que le dan
un carácter propio. Ante el hecho de la vida que se extingue nos
enfrentamos con un lenguaje particular” (Hertz, 1990: 15), imposible de comprender desde fuera de la propia tradición cultural.
El primer concepto, relacionado con las prácticas, se remite al
conjunto de acciones que se realizan con el difunto o a las que se
somete el cadáver en sus diferente fases del proceso y que pueden
dejar constancia en el registro arqueológico, desde la elección del
lugar de enterramiento, su posición, tratamiento del cuerpo o del
esqueleto, ajuar y ofrendas que le acompañan. Esto nos permite
definir una serie de variables y rasgos que ya seleccionamos en
el estudio del Valle Medio del Ebro que ayudan a comprender el
fenómeno funerario y su evolución (Rodanés, 1999: 177). Algunas de las más significativas para los yacimientos que estamos
tratando las resumimos a continuación:
- No haremos distinción entre cuevas y abrigos ya que ha
quedado demostrado que el ritual practicado es similar, cambiando únicamente las dimensiones o la profundidad de las
estructuras naturales. Coexisten los dos tipos y contamos con
buenos ejemplos de abrigos con escaso recorrido como Paco
Pons, Rambla de Legunova, Forcas II o Gabasa 2b y 5, si bien es
cierto que en el Valle Medio del Ebro, por las características del
terreno, son más frecuentes las cuevas de grandes dimensiones,
excepto en las comarcas del Bajo Aragón por motivos geológicos evidentes (Rodanés, 1999: 180).
- En los yacimientos analizados se da un claro predominio de la
función exclusivamente sepulcral. La hemos documentado en San
Juan, Los Moros de Alins del Monte, Los Cristales, Los Murciélagos, Los Huesos, las dos cuevas de Foz de Escalete, los dos abrigos
de Gabasa o las menos conocidas de cueva Negra, Campodarbe,
Arnales, Oso, Mondó o Pie de Mulo. En muchos de estos ejemplos
se cumplen algunas de las premisas que se han venido manejando
para los yacimientos de este tipo, descartando lugares accesibles
con espacios amplios (Armendáriz y Etxeberria, 1983: 331).
- La función mixta de los lugares que acogen en su interior hábitat y enterramiento tiene una representación menor. En éstos las
condiciones de habitabilidad son mejores y en algunos casos hay
una superposición de enterramientos en los mismos niveles de
ocupación (Paco Pons, Legunova o Forcas II), mientras en otros
se producen en lugares distintos (Chaves o Las Güixas).
- La inhumación está presente en la totalidad de los yacimientos analizados. Solo en San Juan de Loarre se ha documentado restos de cremaciones, que como bien apuntan las
420
autoras de la publicación, no necesariamente formarían parte
del ritual sino que podrían ser considerados como una medida
práctica o profiláctica provocada por la necesidad de utilizar
el espacio para nuevos enterramientos. En este caso, además,
al no ser una cueva de tipo mixto, no puede atribuirse a una
cremación parcial causada por la presencia de hogares u otras
actividades propias de un hábitat.
- No existe un patrón definido en la disposición de las inhumaciones. La única estructura clara es la fosa de Chaves.
En el resto los enterramientos aparecían dispersos en galerías
secundarias como en las Güixas o de reducidas dimensiones
como Los Cristales, en el fondo de simas como Los Moros de
Alins, en grietas exteriores como Foz de Escalete I, interiores
como Los Murciélagos, o en zonas de paso y corredores como
Moro de Olvena.
- Es difícil identificar individuos en conexión anatómica
como sucede en el 80% de los enterramientos de este tipo en el
Valle Medio del Ebro (Rodanés, 1999: 186). Por ello la relación
entre los restos humanos y los materiales arqueológicos son difíciles de precisar. Habitualmente, cuando identificamos un yacimiento funerario los objetos se consideran parte del ajuar, si
bien sería más correcto hablar de materiales asociados. En este
estudio el único caso indudable sería el anillo que portaba el inhumado en la fosa de Chaves. En otros casos, aunque la función
funeraria de todo el depósito sea indiscutible, el ajuar de cada
individuo o el de cada fase es imposible de determinar. Salvo
que se trate de un enterramiento múltiple pero simultáneo con
una cronología idéntica para todo el conjunto –hecho que no
se produce en ninguno de los casos analizados–, el carácter secuencial o acumulativo unido a la evolución postdeposicional,
impide relacionar directamente las inhumaciones con las fases
prehistóricas o históricas documentadas a través de la tipología
de los materiales o de las seriaciones de dataciones absolutas.
- Ciertamente curiosa es la asociación de fetos o neonatos
ovicaprinos en relación con los huesos humanos de la cueva
de Els Trocs (Rojo et al., 2013: 17-18). Igualmente sugerentes, aunque no las compartimos, son las arriesgadas interpretaciones del carácter ritual y simbólico de marcas de corte o
fracturas intencionadas, cuerpos supuestamente descuartizados
o con signos de violencia (Rojo et al., 2013: 45), o la presencia
de restos humanos en el interior de niveles de habitación (Chaves y Espluga de la Puyascada), también explicada por rituales
que tendrían “como protagonista al cuerpo humano difunto o
sacrificado para la ocasión”, interpretándose, incluso, “como
auténticas reliquias que circularían entre los distintos grupos o
yacimientos” (Rojo, 2014: 55).
- Más claro sería el ritual inferido a través del estudio de
huesos con restos de ocre identificado en Chaves y la cueva
del Moro de Alins o de cinabrio en Campodarbe que estamos
analizando y estudiando en estos momentos. El fenómeno está
documentado en distintos yacimientos y diferentes ámbitos con
sugerentes interpretaciones rituales (Delibes, 2000; Hunt-Ortiz
et al., 2011; López, Miguel y Arnay, 2012).
En el Valle Medio del Ebro los enterramientos en cuevas
no deben ser considerados como exclusivos o representativos
de un periodo. La cueva como receptáculo funerario se ha utilizado a lo largo de la prehistoria, al menos desde el Paleolítico
Medio. Se podría decir que es una constante o una alternativa
si se quiere a los tipos que se consideran habituales en cada
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
cultura. Coexisten como veremos con las fosas neolíticas, con
los monumentos megalíticos, con fosas colectivas, con enterramientos individuales campaniformes o con hoyos de la Edad del
Bronce. Mucho se ha escrito sobre la alternativa, por ejemplo,
de las cuevas frente a los sepulcros megalíticos, o de la profusión de cuevas durante el Calcolítico, con campaniforme o no,
o durante la Edad del Bronce. Sin embargo son escasas las cavidades, excepto las artificiales, que puedan considerarse como
auténticos panteones y como referentes para una comunidad.
Este podría ser el caso en nuestra zona de San Juan de Loarre
o Moro de Alins, que a lo largo del tiempo han mantenido su
carácter sepulcral para las comunidades que poblarían el entorno, prolongándose su utilización durante sucesivas fases y con
diferentes horizontes arqueológicos que aparecen contrastados
por sus dataciones o por la tipología de sus materiales.
2.2. Una visión diacrónica
Las recientes investigaciones, tanto prospecciones como excavaciones, en las comarcas septentrionales de las provincias
de Huesca y Zaragoza sitúan esta zona como una de las mejor
conocidas del Valle del Ebro. Se demuestra como ya habíamos
anunciado (Rodanés, 1999: 179) que la desigual distribución
de hallazgos, entre zonas que presentan similitudes geológicas,
está más relacionada con la intensidad y sistematización de las
investigaciones que con las características del propio paisaje.
En el Valle Medio del Ebro, exceptuando los singulares restos neandertales de la cueva de Los Moros de Gabasa (Lorenzo
y Montes, 2001) o el molar de la cueva de Alquerdi en Navarra
(Barandiarán y Cava, 2008: 43) y descartando definitivamente
la cronología paleolítica de la mandíbula de Molinos (Rodanés
y Lorenzo, 2014), el enterramiento más antiguo se localizó en el
abrigo de Aizpea en Navarra. Corresponde a una mujer de unos
30 años colocada en posición replegada y acostada sobre su lado
derecho, junto a la pared del fondo del abrigo y bajo una acumulación de bloques. Se data en 6600±50 BP coincidiendo con el
final del Mesolítico geométrico (Barandiarán y Cava, 2008: 51).
En el Alto Aragón la ocupación funeraria de las cuevas se
extiende desde el Neolítico hasta el Bronce Tardío y Final, con
posteriores ocupaciones no necesariamente funerarias en época
romana. Se documentan todas las fases propuestas para el Valle
Medio del Ebro (Rodanés, 1999). Igualmente tienen correspondencia las identificadas en la Comunidad Valenciana (fase 1 a
6), con la salvedad de que el corpus de referencia se basaba
esencialmente en el estudio de las inhumaciones múltiples de
facies calcolítica por lo que ya de entrada quedaron fuera algunos yacimientos con otras cronologías (Soler, 2002: 69).
Los primeros enterramientos catalogados en el Alto Aragón
tienen lugar a finales del VI milenio cal BC en Trocs I y Chaves. Ambos contextos son diferentes. La primera cavidad, independientemente de la interpretación ritual ya señalada, acoge a
varios individuos en un fenómeno similar en algunos aspectos
al que encontramos en la cueva de Can Sadurní con un nivel
sepulcral datado en 6421±34 BP en un contexto neolítico cardial
(Gamba et al., 2011). Exceptuando el singular caso de las inhumaciones del Mesolítico final del Cingle del Mas Nou (Olaria,
2014), supone el inicio de lo que será la utilización de cavidades
con enterramientos múltiples que, en Cataluña, luego encontraremos en L’Avellaner (5830±100 BP), en Les Grioteres o en El
Pasteral (5270±70) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30; Gibaja
et al., 2010: 53). También en Levante aparecen enterramientos
de este tipo en cavidades como el encontrado en una grieta de
la cueva de La Sarsa (6341±30 BP), confirmándose la utilización posterior de cuevas naturales como San Martí con al menos
cinco enterrados (5740±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014:
31) u otras en las que es más difícil la relación directa entre cerámicas cardiales e inhumaciones (Soler, 2002: 71).
Por el contrario la inhumación de Chaves nos pone en relación con enterramientos en fosa, ligeramente más antiguos en
Cataluña, como la sepultura de la plaza de la Vila de Madrid en
el Casco Antiguo de Barcelona (6440±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30), Costamar en Castellón (Flors, 2010) o más
al interior como las encontradas en el poblado de Los Arcos en
Navarra, que se extienden a lo largo de más de un siglo y cuya
fecha más antigua coincide plenamente con la ofrecida por la
cueva oscense (6230±50 BP) (García-Gazólaz y Sesma, 2008:
52-58) o las cuatro documentadas de Paternanbidea que refleja
un mismo horizonte pero con una mayor variedad en el ritual:
enterramientos dobles, simultáneo y acumulativo, o múltiples,
junto a una gran riqueza en los ajuares (enterramiento 1, individuo 2: 6090±40 BP; enterramiento 2, individuo A: 5960±40 BP)
(García-Gazólaz, 2008: 59-65).
Ambos sistemas de enterramiento, en cavidades o en fosa,
van a tener continuidad a lo largo del tiempo en diferentes territorios. En Cataluña, la fosa se convertirá en el elemento diferencial de la cultura por excelencia del Neolítico Medio, mientras
que en otros lugares las cavidades serán el lugar habitual. Este
es el caso del Valle del Ebro donde compartirán protagonismo
con las manifestaciones megalíticas cuyo origen habría que situarlo desde finales del V milenio y comienzos del IV cal BC,
destacando el apogeo del fenómeno en el Nordeste peninsular a
finales de este mismo milenio.
Trocs III, enmarcada en la primera mitad del IV milenio cal
BC, sería exponente de su utilización en los momentos avanzados del Neolítico. Quizá también se pudieran incluir con más
reservas (pueden ser incluso anteriores) las fases iniciales no
datadas de El Forcón, Gabasa 2b y 5. Los materiales conocidos
son heterogéneos y difícilmente asimilables de forma individualizada a los enterramientos. Las fechas de Trocs III son plenamente comparables con las proporcionadas por otras formas
sepulcrales en Cataluña como la Mina 6-pozo1g de Can Tintorer
(5070±100 BP), Fosa F6 de Cal Oliaire (5080±80 BP), silo B12
de Bòbila Madurell (5010±80 BP) o Mina 90 de Gavà-Ferrers
(5000±40 BP) por citar algunos ejemplos significativos (Gibaja
et al., 2010: 53). En diferente ámbito pero con cronologías comparables, encontramos cuevas como San Juan ante Portam Latinam con un enterramiento múltiple, simultáneo, de al menos
338 individuos con visibles huellas de violencia que pueden responder a enfrentamientos entre diferentes grupos que poblaron
las tierras riojanas a finales del Neolítico (Vegas, 2008: 235).
El aumento demográfico y la presión sobre el medio se hace
patente en estos momentos, generando conflictos que aparecen
reflejados en enterramientos como el comentado y en otros que
tendrán su mayor representación durante el Calcolítico en la
mayor parte de la Península Ibérica.
En el estado actual de las investigaciones no podemos definir las primeras fase de la metalurgia en el Valle del Ebro o lo
que es lo mismo, la transición Neolítico-Calcolítico. Recuérdese
que ha sido habitual en la historiografía el término de Neoeneo421
[page-n-12]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
lítico (Andrés, 1977 y 1979). No tenemos elementos de juicio
ni yacimientos significativos, bien funerarios bien de hábitat,
para marcar el paso de uno a otro ni para hacer una seriación
interna como propusimos en 1999, utilizando como elemento
diferencial la presencia o ausencia de cerámica campaniforme
(Rodanés, 1999: 233-236). Los lugares que conocemos en el
Alto Aragón durante la segunda mitad del IV milenio cal BC
como Foz de Escalete 2, San Juan de Loarre y Rambla de Legunova ofrecen materiales poco significativos. Por la coincidencia
de las dataciones, que no por sus materiales, incluimos aquí los
enterramientos de Forcas II o el momento más antiguo de Los
Cristales. Podríamos, asimismo, asimilar a esta fase, en sus momentos más recientes y con serias dudas, el abrigo de Foz de
Escalete 1, con campaniforme mixto y una punta Palmela como
elementos significativos, así como El Moro de Olvena que presenta adornos similares al enterramiento de San Juan de Loarre,
o Drólica con un singular vaso con decoración campaniforme
inciso-impresa, quizás anterior a las decoraciones ofrecidas por
la ya citada cueva de Olvena o el abrigo de Forcas.
Los yacimientos que hemos incluido en esta etapa, amplia y
poco definida, coinciden en espacio y tiempo con sepulcros como
Barranco de la Mina Vallfera (4760±190 BP y 4320±200 BP), La
Capilleta en Paules de Sarsa, Ainsa (4360±35 BP) o Caseta de las
Balanzas en Almazorre, Barcabo (3795±35 BP) (Royo y Gómez
1992, 1996; Rodanés, 1992: 492), mientras que en el resto de
Aragón y Valle Medio del Ebro, las cuevas con fechas similares
se distribuyen desde las más antiguas de Los Husos (4730±110
BP) con cifras similares a la que estudiamos de Foz de Escalete 2,
Peña Larga (4470±160 BP) y Abauntz (4370±70 BP y 4240±140
BP) hasta las bajoaragonesas de Balsa Nueva (3960±35 BP) o
Cortada II (3865±35 BP) (Rodanés, 1999: 231).
Esta etapa, como ya hemos avanzado, coincide con la utilización masiva de cuevas naturales con enterramientos múltiples
en todo el ámbito mediterráneo y gran parte del interior peninsular. Es el caso de numerosas cavidades catalanas como el nivel 9 de Can Sadurní con más de 300 inhumaciones primarias,
con ricos ajuares entre los que se incluyen cerámicas con decoración campaniforme, y una serie de dataciones que comienzan
a finales del IV milenio y se extienden por la primera mitad del
III cal BC (Martínez y Edo, 2011) o las numerosas catalogadas en Levante (Soler, 2002), con excepcionales hallazgos en
la comunidad de Murcia como el Camino del Molino con más
de 1.300 individuos con fechas que se encuadran en la primera
mitad del III milenio cal BC (Lomba, 2009).
Durante la Edad del Bronce se incluirían el resto de los yacimientos anteriormente catalogados con dataciones a partir de
la segunda mitad del III milenio, centradas mayoritariamente en
la primera mitad del II cal BC. Desde Drólica, Cristales, Paco
Pons, Los Moros de Alins, San Juan de Loarre, Los Murciélagos o la más reciente de Los Huesos de Castillonroy. En estos
momentos se simultanean con otras formas de sepultura como
reutilización de megalitos, cistas o fosas, prolongándose hasta
la aparición de Campos de Urnas (Ruiz Zapatero, 1985: 359).
Con esta cronología se identifica el conjunto más numeroso
del Valle Medio del Ebro. Muchas de estas cavidades se atribuían genéricamente al Calcolítico. Los materiales que acompañan a los enterramientos suelen ser esencialmente cerámicos y
coinciden con los horizontes propios de cada territorio. A pesar
de que el número es considerable, la secuencia en Álava o Na422
varra es complicada por la indefinición del periodo y la dificultad de interrelacionar hábitat y enterramientos. Es factible, por
el contrario, la identificación con el horizonte Cogotas I sobre
todo en La Rioja (Tragaluz o Los Lagos) o Zaragoza (Moncín)
o con el Bronce turolense con secuencias que abarcarían desde
Baticambras o Negra de Albalate del Arzobispo hasta las más
recientes de Sima del Ruidor (Rodanés, 1999: 237).
Muchas de estas cavidades fueron frecuentadas en época
histórica. No sabemos a ciencia cierta si tuvieron una utilización sepulcral o más bien sirvieron como refugio temporal en
momentos de inestabilidad. Durante época altoimperial (siglos
I-III) se utilizaron el Forcón, Els Trocs, Forcas II y la cueva del
Moro de Alins, mientras que durante el Bajo Imperio (siglos IVVI) se encontraron restos en Moro de Olvena, Moros de Gabasa
o Las Güixas (Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014). El fenómeno
está muy documentado en el Valle Medio del Ebro, en especial
las de datación más reciente, con ejemplos significativos en el
Alto Ebro y País Vasco (Rodanés, 1997 y 1999).
3. PALEODEMOGRAFÍA
Dentro del territorio aragonés, ha sido estudiado el ADN de restos humanos de la cueva de Els Trocs (Haak et al., 2015) y de
Chaves (Gamba et al., 2011).
En el estudio de ADN de Chaves se identificaron los haplogrupos H y K, contrastando con el haplogrupo U5 frecuente en
individuos datados durante el mesolítico en Aizpea o Mas Nou
(Utrilla y Domingo, 2014: 353; Olaria, 2014: 366) y sugiriendo
su llegada coincidiendo con la expansión del Neolítico desde el
Próximo Oriente, junto con los haplogrupos N* y X1, identificados en otras cuevas del mismo estudio (Gamba et al., 2011: 10).
En el reciente estudio de Haak et al. (2015), el análisis de
muestras de ADN procedentes de Els Trocs I junto a otras de
Alemania y Hungría sugiere la existencia de un antepasado común para los europeos del Neolítico Antiguo (Haak et al., 2015:
69). Ello ha permitido plantear la hipótesis del origen de la expansión neolítica desde el Próximo Oriente, bien a través del
Mediterráneo hasta la Península Ibérica o a través del Danubio
hasta Hungría y Alemania (Haak et al., 2015: 5, 9).
Los datos son insuficientes, la metodología y la recogida
de muestras se deberá perfeccionar, pero cada vez parece más
evidente que los estudios marcan una tendencia en la que se
debe contemplar la presencia de gentes con antecedentes más
o menos directos en el Próximo Oriente, con claras diferencias
con las poblaciones anteriores, que configuran el substrato, lo
que reforzaría las hipótesis mantenidas por los modelos mixtos
en los que se incide en la difusión démica y cultural (Rodanés y
Picazo, 1995: 60-67).
Se ha detectado una modificación en la base antropológica de
las poblaciones del Valle Medio del Ebro que parece coincidir con
cambios en la cultura material que, a su vez, denotan modificaciones económicas y sociales. A partir del Neolítico podríamos decir
que se instala mayoritariamente el “pool” mediterráneo, con individuos en algunos casos de mayor robustez como el inhumado
en la fosa de Chaves, con persistencias de formas del mesolítico
visibles en la protuberancia superciliar que casi forma un torus
(Els Trocs, Chaves), pero con una mayoría de enterramientos en
los que predominan los individuos gráciles y de bóvedas bajas,
que caracterizarán el grupo mediterráneo de tipología dolicocrá-
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
nea. A partir del Calcolítico el aumento demográfico es apreciable
y la población de tipo mediterráneo aparece generalizada (Foz de
Escalete, Forcas, Olvena…). Estas poblaciones ocupaban toda la
superficie del Valle, generándose una cierta regionalización pero
siempre con vinculaciones mediterráneas y del sur de Francia. A
partir de este periodo aparecen tipos mesocráneos y en algunos
casos (El Estrechuelo, Borja), tipos braquicráneos, más robustos
y cortos de talla.
3.1. Paleopatología
La enfermedad periodontal es claramente apreciable en el enterramiento de Chaves. Se documenta tanto por la pérdida de
piezas dentales y afección alveolar como por los potentes depósitos de sarro que ocupan espacios radiculares –por debajo del
cuello anatómico–, indicativos de la presencia de reabsorción
alveolar. Esta hiperhenia gingival se detecta en adultos y aparece muy extendida en las poblaciones pirenaicas, por lo que
consideramos que está relacionada con la dieta, el tipo de aguas
y carencia minerales.
Las cuevas de San Juan de Loarre (Gimeno, 2009: 389) y
especialmente los casos inéditos de Foz de Escalete ofrecen un
claro testimonio de estas patologías. En Foz de Escalete 1 aparecieron 3 piezas dentales con surcos de desgaste artificial en el
cuello fisiológico de las mismas. Se localizan en dos incisivos
inferiores centrales, derecho e izquierdo y un canino inferior derecho. Los surcos de los incisivos parecen corresponder al mismo individuo (Lorenzo, 1986). Se trata de trayectorias oblicuas,
de arriba abajo, situados por debajo del cuello anatómico. Coinciden con las observaciones de Bermúdez de Castro y Arsuaga
(1983) quienes las relacionan con la paradontosis y el uso de
palillos de dientes (Rosas et al., 2011). Podría tratarse también
del uso de fibras vegetales o tendones, similares al hilo dental.
Etxeberria (1986) ya había documentado prácticas similares en
la Edad del Bronce en Gobaederra y Urratxa 3 (Gobera, Vizcaya). En Foz de Escalete 2 se ha estudiado una mandíbula masculina de 25 a 35 años de edad, muy robusta. Presenta un reborde
alveolar externo entre M2 y M3. Las piezas dentales cuentan
con depósitos de sarro en ambas caras. El desgaste es plano y
de dominancia superior. Presenta un osteoma en la cara alveolar interna entre P2 y M1d, sin relación con caries en la pieza
correspondiente. Hay caries del grado 2 en M2ID en el borde
del plano oclusal con el vestibular y se perdieron ante-mortem
I1ID, CII y P1II. A este caso habría que añadir un fragmento de
maxilar con proceso gingivítico importante y un absceso abierto
que fistulizó hacia seno maxilar y cara vestibular. Igualmente
interesante es el caso del cráneo FE 2 nº1, correspondiente a
un individuo femenino de entre 55 a 60 años de edad. La sinóstosis sutural interna está muy avanzada excepto en la sutura
lamdoidea pero es visible en todo su desarrollo exterior. En sus
proximidades pero no articulada se encontraba una mandíbula
(FE 2, nº 308), con proceso gingivítico y reabsorción bilateral
en M3. Se trata de un individuo ligeramente dolicocráneo (I.C.
73.92) con un orificio circular sobre asterio derecho compatible
con un fuerte golpe de 20,78 mm. Por último, FE 2, nº 100, que
se identifica con un cráneo masculino de un adulto de 30 a 35
años de edad con un mesocráneo alto (I.C. 79.66), que presenta
una frente con marcados superciliares y ligeramente retirada,
cara cuadrangular pequeña con abertura piriforme estrecha, bóveda alta y curvo-occipital. Debemos destacar un Inion con fosa
suprainiaca muy marcada y plano nucal. Presenta osteomas ligeros sobre los parietales y el maxilar cuenta con la reabsorción
desde Pm2 a M3 de carácter bilateral.
Otra de las patologías frecuentes en poblaciones de la época
es la artrosis presente en individuos adultos del mismo modo que
las fracturas con supervivencia. En la cueva del Oso de Rasal,
contamos con un metatarso 5 derecho con una fractura consolidada transversal a altura media de la diáfisis sin traslación mecánica. Es una fractura limpia y bien consolidada. En Foz de Escalete 2 aparecieron sendas vértebras, dorsal y lumbar, con lesiones
artrósicas, aplastamiento y producción de corona osteofítica. El
hecho está igualmente documentado en San Juan de Loarre con
presencia de vértebras bicóncavas o de espina de pez, vinculadas
a procesos osteoporósicos (Gimeno, 2009: 389).
Por último queremos destacar la singularidad del tercer cráneo de FE2 que corresponde a un joven de 25 a 30 años, mesocráneo, de rasgos muy gráciles, con frontal abovedado. Presenta una
trepanación occipital (Lacroix, 1972; Perrot, 1975-1976; Campillo, 1992) en una localización inusual ya que alcanza desde el
contacto con la sutura lambdoidea derecha pars 2, hasta pasado
el inion (fig. 8). Aunque no se conserva la totalidad de la zona
afectada el desarrollo de la lesión desciende bajo la línea nucal
y la protuberancia nucal externa, lo que afectaría a ligamentos
y músculos bucales. La zona afectada está dividida en dos focos
elípticos irregulares de arriba abajo, de unos 36,82 mm. El axial
tiene una anchura preservada de 28,9 mm y el externo de 19,8
mm. La zona intermedia tiene una anchura de 35,6 mm. El espesor mínimo del occipital en la zona intervenida es de 2,90 mm.
Aflora en toda la superficie diploe biselando suavemente en los
bordes, sin huellas de cortes vivos y no alcanza la tabla interna
en ninguna zona preservada. Es una lesión irregular con salientes suavizados no compatible con otros casos en los que se ha
propuesto que la lesión corresponda a un corte con hacha o arma
blanca. En el borde de contacto de la sutura lambdoidea izquierda
aparecen incisiones paralelas compatibles con labores fricativas
Fig. 8. Trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz de Escalete 2.
423
[page-n-14]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
BIBLIOGRAFÍA
Fig. 9. Radiografía de trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz
de Escalete 2.
intensas. El cráneo en norma superior cuenta con una deformación fronto izquierda, parietal derecha, intra vitam. La interpretación, a la luz del estudio radiológico, en el que no se evidencia
callo óseo, ni reacción osteológica alguna, nos conduce más que
a una intervención terapéutica a un scalp, es decir a un desgarro
post craneal con afección de colgajos que pudo producirse por
ataques de perros o golpe sobre corte irregular de gran fuerza (fig.
9). Es posible que hubiera un intento reparativo que tendría relación con los cortes superpuestos sobre parietal. La zona no es la
habitual en trepanaciones ya que los senos occipitales son muy
finos y la zona cerebral muy sensible. Además la prensa de Herófilo tiene un grosor muy variable que dificultaría su intervención.
El que la lesión afecte a una zona musculada del cuello y a que
la afección no llegue a perforar el cráneo, ni exista supervivencia
nos inclina por una lesión por scalp de manera accidental, con
una supervivencia muy corta.
En resumen, de las muestras analizadas en profundidad, podemos concluir que la enfermedad que se nos presenta de manera
más generalizada es la parodontosis, en grados de afección muy
elevados, con pérdida de piezas generalizada y aparición de fístulas. La existencia de surcos extrafisiológicos en Foz de Escalete
I coincide con la piorrea y con signos de estrés en la población.
La artrosis vertebral es la segunda alteración patológica reseñable. Al mismo tiempo que encontramos osteomas difusos
que indican ligeras lesiones craneales, contusiones y traumatismos con consolidación de fracturas y una gran lesión craneal
compatible con un accidente y una posible actuación reparadora, sin que hasta la fecha hayamos identificados signos de violencia resultado de conflictos bélicos como, por ejemplo, en la
cueva riojana de San Juan ante Portan Latinam.
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(eds.): IV Congreso del Neolítico Peninsular (Alicante 27-30
noviembre 2006), tomo II. Museo Arqueológico de Alicante,
Alicante, p. 131-140.
[page-n-17]
Del neolític a l’edat del bronze en el Mediterrani occidental.
Estudis en homenatge a Bernat Martí Oliver.
TV SIP 119, València, 2016, p. 411-426.
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón
durante el Neolítico y la Edad del Bronce
José M.ª Rodanés, José I. Lorenzo y Paloma Aranda
resumen
Uno de los objetivos específicos planteados en el proyecto “Dinámica de la ocupación prehistórica del Valle Medio del Ebro
durante el Holoceno Superior” (HAR2012-36967) es el estudio del ritual de enterramiento en cuevas y abrigos. Para ello
se proponía la prospección en determinadas comarcas al mismo tiempo que se procedía a la datación absoluta y revisión de
los materiales arqueológicos y antropológicos de yacimientos ya conocidos. Con ello pretendemos mejorar el conocimiento
sobre las poblaciones prehistóricas de la zona y analizar las prácticas funerarias, basándonos en la utilización de cavidades
desde el Neolítico hasta los momentos finales de la Edad del Bronce.
p a l a b r a s c l a v e : Cuevas
sepulcrales, Neolítico, Edad del Bronce, Valle Medio del Ebro.
abstract
Burials in caves and shelters in Upper Aragon during the Neolithic and the Bronze Age. One of the specific objectives of
the project “Dynamics of prehistoric occupation of the Middle Ebro Valley during the Upper Holocene” (HAR2012-36967)
is the research on burial rituals in caves and shelters. For this purpose, a field survey was proposed in certain regions and at
the same time absolute dating and revision of archaeological and anthropological materials from known sites was carried
out. Our aims are to improve knowledge about the prehistoric population in the area and to analyse burial rituals, basing our
research on the occupation of caves from the Neolithic to the Late Bronze Age.
keywords:
Burial caves, Neolithic, Bronze Age, Middle Ebro valley.
1. LOS ENTERRAMIENTOS EN CUEVAS Y ABRIGOS
EN EL ALTO ARAGÓN: YACIMIENTOS
DE REFERENCIA
Incluimos aquellos que han sido excavados y en especial los que
cuentan con dataciones absolutas (fig. 1). Las fechas, en su mayoría, proceden de muestras de vida corta, sin embargo de poco
sirve esta precisión ante el contexto en el que se han recogido, ya
que la mayor parte de los yacimientos han sufrido una evolución
postdeposicional que hace imposible la interrelación y el análisis
pormenorizado de restos antropológicos entre sí y aún menos con
la cultura material. Estos condicionantes unidos a las sucesivas
ocupaciones en el mismo yacimiento –solo en el caso de Chaves
se trata de un conjunto cerrado– añaden incertidumbre al estudio
de los componentes que podrían definir las diferentes fases de
utilización y su relación con horizontes arqueológicos. No obstante estas dataciones, que reflejan momentos concretos como el
del fallecimiento de un individuo, permiten observar tendencias y
destacar aspectos generales que pueden ser comparados con procesos similares detectados en otros territorios (tabla 1).
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
Cavidad de acceso restringido por estar actualmente bajo las
aguas del embalse. Se accede por una pequeña boca que da
paso a una galería vertical. Entre el barro y las piedras aparecen
restos humanos y fragmentos de cerámica (fig. 2). La datación
absoluta coincidente con la tipología cerámica apoya una cronología del Bronce Reciente- Final (GrA-32959: 3115±35 BP)
(Montes et al., 2006).
Cueva de los Moros 2b (Gabasa)
Excavada por Baldellou y Utrilla en 1984. En el nivel
superior aparecieron restos humanos inconexos de un número
indeterminado de individuos. Los materiales, igualmente
revueltos, procedentes del nivel a, pertenecían a diferentes
épocas: una raedera, un hacha pulimentada y numerosos
fragmentos cerámicos de cronología neolítica, junto a cerámica
torneada y un plato de cerámica gris paleocristiana del siglo
IV-V d.C. (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón, 2006: 55;
Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
411
[page-n-2]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 1. Situación de las cuevas
sepulcrales en el Alto Aragón.
Cueva de los Moros 5 (Gabasa)
En el mismo enclave, a escasos metros de la cueva principal
y durante la misma campaña se localizaron un cráneo humano
junto a restos líticos, elementos de adorno, una punta de flecha de hueso y un dado romano. Los materiales más numerosos
son los cerámicos que conforman un lote de 326 fragmentos de
los que 135 son a torno (Utrilla y Baldellou, 1984: 11; Ramón,
2006: 55-56; Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014: 700).
Cueva del Moro (Alins del Monte)
Se abre en la ladera de una pequeña cárcava que confluye en
el barranco de las Carboneras, frente al Pico Roldan. Se trata de una grieta que se continúa a través de una cámara baja
que desemboca en una sima. En el fondo se localizaron huesos
humanos junto a un interesante ajuar que en estos momentos
estamos estudiando.
Los restos aparecieron inconexos. Se han identificado un
número mínimo de once individuos, el 40% femeninos y el 60%
masculinos. Se detecta una importante mortalidad infantil que
alcanza el 45% de la muestra, sin que exista constancia de individuos maduros o seniles. No se documentan restos de mayores
de 40 años. Algunos huesos aparecieron impregnados de ocre
rojo. Se han diagnosticado caries, hipoplasias, cálculos y casos
de periodontitis.
412
Los materiales arqueológicos son numerosos, de gran relevancia y de variada tipología con diferentes cronologías. Destacan varias piezas de hoz y láminas sin retocar, así como una
serie de objetos pulimentados de pequeño tamaño. Entre los
elementos de adorno señalamos una cuenta de variscita y otra
de pasta vítrea. En hueso, dos puntas de flecha de pedúnculo y
aletas. Significativa es la presencia de tipos metálicos en bronce como un hacha plana, un puñal triangular de remaches, una
punta de flecha de pedúnculo y aletas, un punzón, un alfiler o
una fíbula aucissa. En hierro destacamos un cincel, un fragmento de llave, un asa, varios remaches y una aguja de grandes
dimensiones. La cerámica no es numerosa pero destaca la presencia de una vasija carenada y un fragmento inciso-impreso
o punto y raya junto a otros no identificables. Quizás lo más
sorprendente de este conjunto, que próximamente aparecerá
publicado, es la presencia de objetos de madera, entre los que
destacan recipientes, un peine y otros de difícil interpretación
que formarían parte de útiles compuestos, así como varios elementos de cestería.
La cronología es muy amplia. Un fragmento cerámico decorado y una cuenta de collar nos pueden situar en un contexto
neolítico con claros paralelos en cuevas cercanas, mientras que
los objetos de hierro, la fíbula y la cuenta de pasta vítrea son
claramente romanos, muy probablemente de época augustea.
El resto coincidiría con el Bronce Pleno y Reciente donde se
[page-n-3]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Tabla 1. Cuadro de dataciones radiocarbónicas de las cuevas sepulcrales.
Yacimiento
Ref. laboratorio
Datación BP
1 σ cal BC
2 σ cal BC
cal med BC
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Chaves (Bastarás)
Trocs I (Bisaurri)
Trocs I (Bisaurri)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Trocs III (Bisaurri)
Foz de Escalete 2 (Riglos)
San Juan (Loarre)
Rambla de Legunova (Biel)
Trocs III (Bisaurri)
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Forcas II (Graus)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
San Juan (Loarre)
San Juan (Loarre)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de los Moros (Alins del Monte)
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Cueva de las Güixas (Villanúa)
San Juan (Loarre)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello)
Cueva de los Huesos (Castillonroy)
MAMS-16163
MAMS-16159
MAMS-16168
MAMS-16164
MAMS-16166
GRA-26912
MAMS-16162
MAMS-16161
GRA-33914
MAMS-16165
MAMS-16160
MAMS-14856
BETA-332606
GRA-38270
GRA-24746
MAMS-16167
BETA-332608
GRA-38061
BETA-281899
GRA-38062
GRA-38268
GRA-3795
GRA-38063
GRA-33935
GRA-33936
GRN-26967
GRN-25997
GRA-25757
GRA-30996
BETA-337287
GRA-33938
BETA-332607
GRA-38396
GRN-25557
GRA-32959
6285±25
6280±25
6249±28
6249±25
6234±28
6230±45
6218±24
6217±25
5855±40
5035±23
5008±23
5005±27
4730±30
4620±30
4545±45
4512±25
4400±30
4370±30
4330±40
4125±30
4120±30
4110±30
4105±30
4000±35
3975±35
3900±100
3850±100
3830±45
3790±60
3520±30
3440±35
3320±30
3285±30
3210±30
3115±35
5305-5225
5305-5225
5300-5210
5295-5215
5300-5080
5300-5080
5285-5075
5470-4855
4785-4690
3935-3785
3905-3710
3895-3710
3630-3380
3500-3355
3365-3115
3345-3110
3090-2930
3015-2920
3015-2895
2860-2625
2860-2620
2855-2585
2850-2580
2570-2475
2570-2465
2560-2205
2470-2150
2400-2200
2340-2065
1895-1775
1870-1685
1640-1530
1615-1525
1505-1445
1430-1305
5315-5215
5315-5215
5310-5075
5310-5080
5305-5070
5310-5055
5295-5065
5630-4590
4830-4605
3950-3765
3935-3705
3940-3705
3635-3375
3515-3345
3490-3095
3350-3100
3265-2915
3090-2905
3085-2885
2870-2580
2870-2575
2865-2570
2865-2505
2620-2460
2580-2345
2835-2040
2580-2025
2460-2145
2460-2035
1930-1750
1880-1660
1685-1520
1630-1495
1595-1415
1490-1280
5265
5265
5255
5255
5225
5205
5160
5140
4725
3880
3785
3780
3530
3460
3215
3210
3015
2980
2955
2715
2700
2680
2670
2530
2505
2375
2310
2290
2230
1835
1750
1595
1565
1475
1380
agrupan las dataciones absolutas de maderas, cestería e inhumaciones. Sirva como ejemplo la ofrecida por una muestra de uno
de los inhumados 3520±30 BP (Beta-337287).
Cueva del Moro (Olvena)
Conocida desde las primeras décadas del siglo XX, fue excavada por V. Baldellou y P. Utrilla durante los años ochenta
del siglo pasado (Baldellou y Utrilla, 1995-1996). Desde su
descubrimiento y hasta la edición de la memoria fue objeto de
numerosas visitas, y “prospecciones” no autorizadas. El artículo de Berges y Solanilla (1966) da cuenta de la existencia
de dos paquetes de huesos, sin los cráneos, localizados en un
estrecho corredor junto a cuentas de collar y piezas líticas sin
especificar. Las síntesis de T. Andrés (1977, 1979 y 1992) sobre el fenómeno funerario en el Valle del Ebro recogen la noticia e inciden en la dificultad de asociar los materiales con los
enterramientos aunque se mantenga la hipótesis de la posible
relación con los objetos de adorno, incluso con las cerámicas
con decoración campaniforme. Las modernas excavaciones
poco pudieron aportar. Los únicos restos humanos aparecieron mayoritariamente en OV2 y descontextualizados (Utrilla
y Baldellou, 1996: 248). Se trata de una población mínima de
cuatro y estimada en seis individuos, entre los que se encuentran infantiles, juveniles y al menos dos adultos, gráciles todos
ellos (Lorenzo, 1992: 625).
413
[page-n-4]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Fig. 2. Materiales cerámicos de
Cueva de los Huesos de Castillonroy
(Montes et al., 2006).
Forcas II (Graus)
En la base del nivel 7 y en una grieta adosada a la pared se
encontraron restos humanos correspondientes a enterramientos
de al menos cinco individuos, tres mujeres y dos hombres, en
estado muy fragmentado y sin conexión anatómica, excepto los
localizados en el cuadro 4C. Se trata de una población muy grácil (Lorenzo, 2014: 338), datándose uno de los restos durante el
Calcolítico (Beta-281899: 4330±40 BP) (Utrilla, Mazo y Domingo, 2014: 397). El ajuar se desconoce y su relación con el
resto de los niveles de la Edad del Bronce es difícil de determinar (Rodanés y Sopena, 2014: 287).
Cueva de Els Trocs (Bisaurri)
Situada a 1.500 metros de altitud, presenta tres momentos de
ocupación neolítica. La combinación de análisis arqueológicos,
arqueobotánicos y geoarqueológicos ha confirmado la ocupación estacional de la cueva por pastores trashumantes (Lancelotti et al., 2014; Rojo et al., 2013).
La primera ocupación, Trocs I, datada en el Neolítico Antiguo (Mams-16163: 6285±25 BP; Mams-16159: 6280±25 BP;
Mams-16164: 6249±25 BP; Mams-16168: 6249±28 BP; Mams16166: 6234±28 BP; Mams-16162: 6218±24 BP; Mams-16161:
6217±25 BP), presenta abundantes restos humanos asociados a
pavimentos (UE 20) y a dos estructuras de gran tamaño (64 y
414
68). Su presencia se explica por su carácter ritual o simbólico
debido a la existencia de marcas de cortes y fracturas intencionadas, cuerpos infantiles descuartizados y signos de violencia
(Rojo et al., 2013: 45).
Dentro de los depósitos, la deposición de fetos y neonatos ovicaprinos, en ocasiones junto a restos humanos, se ha
relacionado con el universo simbólico de estas comunidades
y la importancia de la actividad ganadera (Rojo et al., 2013:
45-46). Es relevante el hallazgo de un cráneo infantil datado
en 6280±25 BP (Mams-16159) sobre los restos de un feto de
ovicaprino del 6060±40 BP (Beta-295782). Se ha planteado la
hipótesis de la circulación y/o reutilización de partes del cuerpo humano con un uso ritual a lo largo de varios siglos (Rojo
et al., 2013: 17-18).
El estudio de ADN de cinco muestras de Trocs I ha permitido identificar a tres hombres y tres mujeres, la consanguineidad
entre dos de los restos masculinos, así como identificar los haplogrupos J, T, N, V y K (Haak et al., 2015).
En la fase Trocs III, datada en el primer tercio del IV milenio
cal BC, durante el Neolítico Final (Mams-16165: 5035±23 BP;
Mams-16160: 5008±23 BP; Mams-14856: 5005±27 BP; Mams16167: 4512±25 BP) se han documentados dos fosas de grandes
dimensiones de carácter rito-funerario (UUEE 38 y 69) con huesos humanos y fauna en su interior, mezclados con otros restos
arqueológicos (Rojo et al., 2013: 20).
[page-n-5]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Cueva Negra (Olsón)
La cueva sepulcral se encuentra suspendida en unos afloramientos de arcosa intercalados con otros arcillosos. Se presenta como una balma con visera parcialmente desplomada. Los
restos humanos aparecen desarticulados y condensados en una
anchura de unos 2 metros. La potencia del depósito se reduce
a unos 40 cm. Se identifican al menos tres individuos que carecían de ajuar.
Cueva Drólica (Sarsa de Surta)
Con un desarrollo cercano a los cien metros, se abre bajo el collado de Sampietro. Ha sido excavada por L. Montes y M. Bea
(2006 y 2007) y completada con breves campañas durante 2008
y 2009 (Montes y Domingo, 2014: 417).
En el interior, junto a una estructura de piedras, aparecieron una serie de restos dispersos procedentes de un enterramiento, en el que al menos se identificó un maxilar izquierdo
con los tres molares, perteneciente a una mujer de entre 25 y
30 años. Se dató un carbón en el interior de una costra estalagmítica sin relación aparente con los restos humanos (GrA33914: 5855±40 BP).
En la entrada se practicó un sondeo que ofreció un nivel (a)
con grandes variaciones cronológicas (GrA-33938: 3440±35
BP; GrA-30996: 3790±60 BP; GrA-25757: 3830±45 BP;
GrA-33936: 3975±35 BP; GrA-33935: 4000±35 BP; GrA38063: 4105±30 BP. En él se recogió un importante conjunto
cerámico en el que destacan los recipientes con decoración
campaniforme (fig. 3).
Cueva de los Cristales (Sarsa de Surta)
Cavidad cercana a Drólica, abierta sobre el arroyo Balcés. En
una sala de reducidas dimensiones a la que se accede por un
estrecho corredor aparecieron restos humanos. En una posterior
campaña durante 2007 se recogieron nuevos restos de inhumaciones junto a cinco fragmentos de cerámica manufacturada
(Montes y Domingo, 2014: 419). Se han datado tres muestras
de los enterramientos (GrN-26967: 3900±100 BP.; GrA-38062:
4125±30 BP y GrA-38061: 4370±30 BP).
Cueva de la Sierra (Campodarbe)
Localizada por José Gracia, A. Castán recogió restos humanos y
cerámicos que estamos estudiando en el Museo de Huesca. Con
posterioridad se tomaron muestras en la cavidad ya que las noticias mencionaban la existencia de inhumaciones individuales
sobre rocas desprendidas, impregnadas de pintura roja. La datación ofreció una fecha de 4400±30 (Beta-332608) y el análisis
de los colorantes demostró la utilización de cinabrio.
Cueva del Forcón (La Fueva)
En los acantilados de la Sierra Ferrera se abre la boca de la
cueva, de angosto recorrido, y que da acceso a un pequeño
vestíbulo donde se localizó un depósito (Zona Y) en cuyo interior se recogieron huesos humanos junto a material arqueológico (Baldellou, 1983: 152). Destaca la importante colección
de cerámicas con decoraciones impresas a las que hay que
añadir las incisas mediante triángulos, elementos de adorno
(cuentas discoideas sobre concha, una sobre hueso, otra en
piedra verde y un dentalium), varias piezas líticas en sílex y
un fragmento de útil pulimentado, así como tres punzones de
hueso y materiales romanos entre los que destaca una fíbula
en omega, fragmentos de vidrio y una cuenta de pasta vítrea.
La cueva del Forcón pudo haber sido utilizada con fines funerarios durante el Neolítico de cerámicas impresas, en la época
de ocupación de la Espluga de la Puyascada, siendo probable
que dicha utilización se repitiera en tiempos del Neolítico final
o del Eneolítico (Baldellou, 1983: 160).
Fig. 3. Cerámica campaniforme de Cueva Drólica, Sarsa de Surta (Montes y Martínez-Bea, 2006).
415
[page-n-6]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Espluga de la Puyascada (San Juan de Toledo)
Cueva de los Murciélagos (Vadiello, Loporzano)
Cuenta con un nivel de ocupación del Neolítico Antiguo con cerámicas impresas al que posiblemente corresponderían los restos de un posible enterramiento cuyo resto más significativo es
un premolar humano (5930±60, 5580±70, 4560±80 BP; N.O.II
CSIC-384, CSIC-382 y N.O.I I CSIC-383) (Baldellou, 1987;
Lorenzo, 1994).
Localizada por E. Vlcek en una ladera sobre el cauce del Guatizalema, se accede por una rampa cubierta con bloques desprendidos. En la zona más profunda se recogieron restos de cerámicas de la Edad del Bronce junto a huesos humanos (Lorenzo,
1994). En prospecciones posteriores, en una grieta interior entre
huesos de cabra apareció un húmero humano de un individuo
adulto, con una datación de 3210±30 BP (GrN-25557). Al fondo de una grieta apareció una calota craneana que no se pudo
extraer (Montes et al., 2004: 386-387).
Cueva de los Arnales (Tella-Sin)
Cavidad localizada por el Grupo de espeleología de Badalona,
quienes recogieron material depositado en su sede local. Posteriormente A. Conte, desde el Instituto de Aínsa, visitó el lugar
acompañado de un grupo de alumnos recogiendo materiales arqueológicos que depositaron en el Museo de Huesca. El único
cráneo conservado corresponde a un tipo mediterráneo grácil
(Lorenzo, 1994).
Cueva de Chaves (Bastarás)
Inhumación de un individuo adulto, entre 45 y 55 años, cubierto
de cantos blancos. Se encontraba en posición forzada, sentado
con las rodillas flexionadas y con las manos cruzadas sobre las
rodillas, la cabeza había caído sobre la cintura pélvica. Fue introducido en una fosa de 60 x 50 cm de diámetro, excavada en
limos del sector central, de la sala principal de la cueva. Adherido a los huesos apareció un pequeño fragmento de tejido
que pudo formar parte de la mortaja o de posibles ataduras que
mantuvieran la forzada posición (fig. 4). Como único elemento
de ajuar, en una falange de la mano derecha, portaba un anillo de
hueso de sección circular y parte del esqueleto mantenía restos
de ocre rojo. La datación absoluta (GrA-26912: 6230±45 BP)
enmarca el enterramiento durante el Neolítico Antiguo.
A ello hay que añadir que en la zona de hábitat se recogieron restos de un mínimo de siete individuos que posiblemente
pertenecieran a otras fosas dispersas por la superficie excavada
(Utrilla et al., 2008: 131-140).
El análisis genético de tres muestras permite incluir los individuos dentro del haplogrupo K y H (Gamba et al., 2011).
Fig. 4. Enterramiento en fosa de Chaves, Bastarás (Utrilla et al.,
2008).
416
Balma de Mondó (Arascués, Nueno)
Los restos aparecen en una balma abierta en la zona de contacto de un nivel de gravas trabadas con calizas y arcillas arenosas subyacentes. Gerardo Benito localizó, en 1990, unos restos esqueletales con una punta de sílex, de pedúnculo y aletas.
Los restos se encontraban ya violados, pero con posterioridad
han sido objeto de un salvaje expolio. Quedaban en posición
fragmentos craneales y partes del esqueleto de una población
numerosa en buen estado de conservación (Lorenzo, 1994). En
2013 se notificó la existencia de una nueva remoción de restos,
recogiendo nuevas evidencias.
San Juan (Loarre)
Pequeña cavidad, orientada al oeste, en el barranco de los Vallazos, de apenas 2,5 por 1,5 m, cuya excavación sacó a la luz
las inhumaciones de al menos 47 individuos, dispersos por la
cavidad de manera inconexa sin que se pudieran determinar enterramientos individualizados (Pastor y Vicente, 2009: 336).
El perfil de los inhumados se corresponde con un 50% de
masculinos y otro 50% de femeninos, con una alta mortalidad
en los primeros meses de vida (34%) aumentando un 10% al incluir los juveniles. No aparecen individuos mayores de 60 años.
El umbral de esperanza de vida se situaría entre los 30 y 35
años. Se aprecian patologías relacionadas con carencias alimentarias, enfermedades periodontales y sobrecargas de la columna
vertebral desde la primera edad adulta. No se documentan signos de violencia (Gimeno, 2009: 386).
El ajuar, muy variado, reunía una colección de objetos entre
los que destacaban los elementos en concha (21) en especial
Dentalia, Cardium y posibles gasterópodos, los fragmentos cerámicos (9), láminas en sílex (7), cuentas de collar en piedra
(4) y objetos de adorno en hueso (7) entre los que destacan colgantes trapezoidales, placas perforadas, una cuenta tubular y un
colmillo de Sus scrofa (fig. 5).
La disposición de los restos humanos y de los ajuares así
como las dataciones absolutas confirman el carácter colectivo
y acumulativo del depósito que se extendería desde el Neolítico final o inicio del Calcolítico hasta los momentos finales
del Bronce Medio (GrA-38396: 3285±30 BP; GrA-38268:
4120±30 BP; GrA-38270: 462030 BP; GrA-3795: 4110±30
BP) (Pastor y Vicente, 2009: 357). Se trataría de una sucesión
de inhumaciones primarias que se irían depositando a lo largo del tiempo, incluso en momentos puntuales se produciría
la cremación de algunos cadáveres sin que ello suponga un
cambio de ritual.
[page-n-7]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Fig. 5. Elementos del ajuar
de la cueva de San Juan,
Loarre (Pastor y Vicente,
2009).
Cueva del Oso (Rasal)
Se trata de una cavidad al pie del escarpe de la cara norte de la
Sierra de Riglos, en una situación de difícil acceso. La cavidad no
tiene un gran desarrollo. En la entrada localizamos una excavación clandestina con restos del Oso que dio nombre a la cavidad
y en el interior, en una sala, a la que se accede por una estrecha
ventana, identificamos restos humanos en buen estado de conservación (Domínguez, Magallón y Casado, 1983; Lorenzo, 1994).
Cueva de las Güixas (Villanúa)
Cavidad abierta en el macizo de Collarada. En una galería terminal, de forma dispersa, aparecieron los restos de inhumaciones correspondientes al menos a cinco individuos, entre los que
se identifican dos infantiles (Lorenzo, 1992: 625). En la entrada
y galería principal se han realizado varias campañas de excava-
ción. Las ejecutadas entre 2000 y 2004 ofrecieron información
sobre diferentes fases de ocupación. Al menos tres niveles con
variado y abundante material quedaron reflejados en los informes preliminares. El superficial de época contemporánea, el II
de época tardorromana con el singular hallazgo de un sólido de
Teodosio y el III que por las formas cerámicas se puede adscribir a los momentos medios y finales de la Edad del Bronce.
La secuencia no puede descartar la existencia de otras ocupaciones en otros lugares de la cavidad, quizás calcolíticas, a juzgar
por la presencia de elementos de adorno como un botón con
perforación en V o una punta foliácea en sílex (Gobierno de
Aragón. Informe de Bienes Culturales).
La datación absoluta de una muestra de hueso humano proporcionó una fecha posiblemente contemporánea a la ocupación
del nivel III, durante el Bronce Medio y Tardío (Beta-332607:
3320±30 BP).
417
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
Cueva de la Foz de Escalete 1 (Peñas de Riglos)
Cueva de la Foz de Escalete 2 (Peñas de Riglos)
Abertura en una pared caliza a unos 8 metros de altura sobre el
cauce de la Foz. En la pequeña cámara se realizó un sondeo que
ofreció materiales cerámicos entre los que destaca un borde de
campaniforme de estilo mixto, una punta Palmela, cuatro punzones y cuentas de collar en hueso y dos útiles pulimentados
junto a láminas de sílex. El resto del conjunto inventariado (166
fragmentos) permite diferenciar 17 bordes (redondeados, apuntados, biselados y planos) correspondientes a 16 vasos de paredes lisas. Completan la muestra, un fondo plano y dos fragmentos de asas, una con depresión central y otra de sección elíptica.
Destaca la decoración impresa, digitada o con instrumento en
los labios de cinco fragmentos, y un fragmento con decoración
incisa en retícula (fig. 6). Los restos humanos pertenecían al
menos a cuatro individuos (Lorenzo y Etayo, 1985: 66; Etayo y
Lorenzo, 1985: 294).
En la margen derecha de la Foz de Escalete. Enfrentada con la
cavidad anterior, a 20 metros del cauce, sobre una grieta vertical
aparecieron, bajo unos bloques encajados en la misma diaclasa,
restos humanos de más de 5 individuos. Hay que destacar la
presencia de tres cráneos casi completos y dos mandíbulas (Lorenzo, 1986 y 1992; Rodríguez Simón, 2009).
Se han inventariado 233 fragmentos cerámicos, sin que se
puedan identificar perfiles completos. Destacan 16 bordes con
formas redondeadas y planas y 8 fondos planos. La mayoría de
los fragmentos son lisos. Las escasas decoraciones coinciden
con digitaciones o impresiones con instrumento en los labios o
en cordones, a los que habría que añadir unas líneas incisas en
un fondo plano (fig. 7).
La datación de uno de los inhumados nos proporcionó una
fecha de 4730±30 BP (Beta-332606).
Fig. 6. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
418
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
Abrigo de Paco Pons (Biel)
Los restos de un enterramiento aparecieron en el talud de relleno de
un abrigo. En la campaña del año 2000 se excavó la zona superior
del relleno (nivel 1), identificándose al menos tres individuos de
sexos y edades distintos. Al año siguiente se profundizó en el nivel 2, que al igual que en la campaña anterior ofreció restos óseos
junto a fauna, cerámica y una industria lítica en la que destaca el
componente geométrico (Montes, Cuchi y Domingo, 2000: 9596). Una muestra de huesos humanos fue datada en 3850±100 BP
(GrN-25997), mientras que el nivel 2 ofreció una mayor antigüedad 6010±45 BP (GrA-19294) y 6045±45 BP (GrA-19295).
Rambla de Legunova (Biel)
Abrigo rocoso con la visera desplomada descubierto en 2002. En
la ladera se localizó un potente depósito donde aparecieron restos
humanos de al menos tres individuos, dos infantiles y un adulto.
Los restos materiales fueron escasos, apenas tres fragmentos de
cerámicas lisas, restos de talla en sílex y una lámina de 13 cm de
longitud. La datación absoluta (GrA-24746: 4545±45 BP) sitúa
los enterramientos en el Neolítico Final o inicios del Calcolítico.
No queremos terminar este repertorio, todavía incompleto,
sin citar los comentarios de Felipe Donayre (1873) que, en su
Bosquejo de una descripción física y geológica de la provincia
de Zaragoza, encargado por la Comisión del Mapa Geológico de
España, cita su descubrimiento de la Caverna de Biel, cerca del
Pie de Mulo: “En el término de Biel, y cerca del Pié de Mulo,
existe una caverna de difícil acceso, en la que hemos encontrado
multitud de huesos...”, y explica que se trata de restos de fauna
y humanos. En la encuesta realizada en Biel y Luesia la cavidad
resulta desconocida (Lorenzo, 1994).
Fig. 7. Material cerámico de Foz
de Escalete 2, Peñas de Riglos.
419
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J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
2. ESTUDIO HISTÓRICO-ARQUEOLÓGICO
DE LOS ENTERRAMIENTOS EN ABRIGOS
Y CUEVAS DEL ALTO ARAGÓN
2.1. Prácticas funerarias
Utilizaremos el concepto de prácticas funerarias frente al de ritual
funerario por considerar que este último tiene unas connotaciones
en el que las creencias, que presumiblemente las hubo, juegan un
papel determinante pero muy difícil de desvelar. Es evidente que
las sepulturas siempre demuestran algo. El hecho de inhumar a
los muertos pasa por ser uno de los mejores criterios para demostrar la existencia de conceptos religiosos. No existe ningún pueblo conocido en el que la inhumación no haya ido acompañada de
manifestaciones religiosas (Leroi-Gourhan, 1981: 18). “Cuando
se trata de la muerte de un ser humano los fenómenos fisiológicos
no lo son todo, pues al acontecimiento humano se sobreañade un
conjunto complejo de creencias, emociones y actos que le dan
un carácter propio. Ante el hecho de la vida que se extingue nos
enfrentamos con un lenguaje particular” (Hertz, 1990: 15), imposible de comprender desde fuera de la propia tradición cultural.
El primer concepto, relacionado con las prácticas, se remite al
conjunto de acciones que se realizan con el difunto o a las que se
somete el cadáver en sus diferente fases del proceso y que pueden
dejar constancia en el registro arqueológico, desde la elección del
lugar de enterramiento, su posición, tratamiento del cuerpo o del
esqueleto, ajuar y ofrendas que le acompañan. Esto nos permite
definir una serie de variables y rasgos que ya seleccionamos en
el estudio del Valle Medio del Ebro que ayudan a comprender el
fenómeno funerario y su evolución (Rodanés, 1999: 177). Algunas de las más significativas para los yacimientos que estamos
tratando las resumimos a continuación:
- No haremos distinción entre cuevas y abrigos ya que ha
quedado demostrado que el ritual practicado es similar, cambiando únicamente las dimensiones o la profundidad de las
estructuras naturales. Coexisten los dos tipos y contamos con
buenos ejemplos de abrigos con escaso recorrido como Paco
Pons, Rambla de Legunova, Forcas II o Gabasa 2b y 5, si bien es
cierto que en el Valle Medio del Ebro, por las características del
terreno, son más frecuentes las cuevas de grandes dimensiones,
excepto en las comarcas del Bajo Aragón por motivos geológicos evidentes (Rodanés, 1999: 180).
- En los yacimientos analizados se da un claro predominio de la
función exclusivamente sepulcral. La hemos documentado en San
Juan, Los Moros de Alins del Monte, Los Cristales, Los Murciélagos, Los Huesos, las dos cuevas de Foz de Escalete, los dos abrigos
de Gabasa o las menos conocidas de cueva Negra, Campodarbe,
Arnales, Oso, Mondó o Pie de Mulo. En muchos de estos ejemplos
se cumplen algunas de las premisas que se han venido manejando
para los yacimientos de este tipo, descartando lugares accesibles
con espacios amplios (Armendáriz y Etxeberria, 1983: 331).
- La función mixta de los lugares que acogen en su interior hábitat y enterramiento tiene una representación menor. En éstos las
condiciones de habitabilidad son mejores y en algunos casos hay
una superposición de enterramientos en los mismos niveles de
ocupación (Paco Pons, Legunova o Forcas II), mientras en otros
se producen en lugares distintos (Chaves o Las Güixas).
- La inhumación está presente en la totalidad de los yacimientos analizados. Solo en San Juan de Loarre se ha documentado restos de cremaciones, que como bien apuntan las
420
autoras de la publicación, no necesariamente formarían parte
del ritual sino que podrían ser considerados como una medida
práctica o profiláctica provocada por la necesidad de utilizar
el espacio para nuevos enterramientos. En este caso, además,
al no ser una cueva de tipo mixto, no puede atribuirse a una
cremación parcial causada por la presencia de hogares u otras
actividades propias de un hábitat.
- No existe un patrón definido en la disposición de las inhumaciones. La única estructura clara es la fosa de Chaves.
En el resto los enterramientos aparecían dispersos en galerías
secundarias como en las Güixas o de reducidas dimensiones
como Los Cristales, en el fondo de simas como Los Moros de
Alins, en grietas exteriores como Foz de Escalete I, interiores
como Los Murciélagos, o en zonas de paso y corredores como
Moro de Olvena.
- Es difícil identificar individuos en conexión anatómica
como sucede en el 80% de los enterramientos de este tipo en el
Valle Medio del Ebro (Rodanés, 1999: 186). Por ello la relación
entre los restos humanos y los materiales arqueológicos son difíciles de precisar. Habitualmente, cuando identificamos un yacimiento funerario los objetos se consideran parte del ajuar, si
bien sería más correcto hablar de materiales asociados. En este
estudio el único caso indudable sería el anillo que portaba el inhumado en la fosa de Chaves. En otros casos, aunque la función
funeraria de todo el depósito sea indiscutible, el ajuar de cada
individuo o el de cada fase es imposible de determinar. Salvo
que se trate de un enterramiento múltiple pero simultáneo con
una cronología idéntica para todo el conjunto –hecho que no
se produce en ninguno de los casos analizados–, el carácter secuencial o acumulativo unido a la evolución postdeposicional,
impide relacionar directamente las inhumaciones con las fases
prehistóricas o históricas documentadas a través de la tipología
de los materiales o de las seriaciones de dataciones absolutas.
- Ciertamente curiosa es la asociación de fetos o neonatos
ovicaprinos en relación con los huesos humanos de la cueva
de Els Trocs (Rojo et al., 2013: 17-18). Igualmente sugerentes, aunque no las compartimos, son las arriesgadas interpretaciones del carácter ritual y simbólico de marcas de corte o
fracturas intencionadas, cuerpos supuestamente descuartizados
o con signos de violencia (Rojo et al., 2013: 45), o la presencia
de restos humanos en el interior de niveles de habitación (Chaves y Espluga de la Puyascada), también explicada por rituales
que tendrían “como protagonista al cuerpo humano difunto o
sacrificado para la ocasión”, interpretándose, incluso, “como
auténticas reliquias que circularían entre los distintos grupos o
yacimientos” (Rojo, 2014: 55).
- Más claro sería el ritual inferido a través del estudio de
huesos con restos de ocre identificado en Chaves y la cueva
del Moro de Alins o de cinabrio en Campodarbe que estamos
analizando y estudiando en estos momentos. El fenómeno está
documentado en distintos yacimientos y diferentes ámbitos con
sugerentes interpretaciones rituales (Delibes, 2000; Hunt-Ortiz
et al., 2011; López, Miguel y Arnay, 2012).
En el Valle Medio del Ebro los enterramientos en cuevas
no deben ser considerados como exclusivos o representativos
de un periodo. La cueva como receptáculo funerario se ha utilizado a lo largo de la prehistoria, al menos desde el Paleolítico
Medio. Se podría decir que es una constante o una alternativa
si se quiere a los tipos que se consideran habituales en cada
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Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
cultura. Coexisten como veremos con las fosas neolíticas, con
los monumentos megalíticos, con fosas colectivas, con enterramientos individuales campaniformes o con hoyos de la Edad del
Bronce. Mucho se ha escrito sobre la alternativa, por ejemplo,
de las cuevas frente a los sepulcros megalíticos, o de la profusión de cuevas durante el Calcolítico, con campaniforme o no,
o durante la Edad del Bronce. Sin embargo son escasas las cavidades, excepto las artificiales, que puedan considerarse como
auténticos panteones y como referentes para una comunidad.
Este podría ser el caso en nuestra zona de San Juan de Loarre
o Moro de Alins, que a lo largo del tiempo han mantenido su
carácter sepulcral para las comunidades que poblarían el entorno, prolongándose su utilización durante sucesivas fases y con
diferentes horizontes arqueológicos que aparecen contrastados
por sus dataciones o por la tipología de sus materiales.
2.2. Una visión diacrónica
Las recientes investigaciones, tanto prospecciones como excavaciones, en las comarcas septentrionales de las provincias
de Huesca y Zaragoza sitúan esta zona como una de las mejor
conocidas del Valle del Ebro. Se demuestra como ya habíamos
anunciado (Rodanés, 1999: 179) que la desigual distribución
de hallazgos, entre zonas que presentan similitudes geológicas,
está más relacionada con la intensidad y sistematización de las
investigaciones que con las características del propio paisaje.
En el Valle Medio del Ebro, exceptuando los singulares restos neandertales de la cueva de Los Moros de Gabasa (Lorenzo
y Montes, 2001) o el molar de la cueva de Alquerdi en Navarra
(Barandiarán y Cava, 2008: 43) y descartando definitivamente
la cronología paleolítica de la mandíbula de Molinos (Rodanés
y Lorenzo, 2014), el enterramiento más antiguo se localizó en el
abrigo de Aizpea en Navarra. Corresponde a una mujer de unos
30 años colocada en posición replegada y acostada sobre su lado
derecho, junto a la pared del fondo del abrigo y bajo una acumulación de bloques. Se data en 6600±50 BP coincidiendo con el
final del Mesolítico geométrico (Barandiarán y Cava, 2008: 51).
En el Alto Aragón la ocupación funeraria de las cuevas se
extiende desde el Neolítico hasta el Bronce Tardío y Final, con
posteriores ocupaciones no necesariamente funerarias en época
romana. Se documentan todas las fases propuestas para el Valle
Medio del Ebro (Rodanés, 1999). Igualmente tienen correspondencia las identificadas en la Comunidad Valenciana (fase 1 a
6), con la salvedad de que el corpus de referencia se basaba
esencialmente en el estudio de las inhumaciones múltiples de
facies calcolítica por lo que ya de entrada quedaron fuera algunos yacimientos con otras cronologías (Soler, 2002: 69).
Los primeros enterramientos catalogados en el Alto Aragón
tienen lugar a finales del VI milenio cal BC en Trocs I y Chaves. Ambos contextos son diferentes. La primera cavidad, independientemente de la interpretación ritual ya señalada, acoge a
varios individuos en un fenómeno similar en algunos aspectos
al que encontramos en la cueva de Can Sadurní con un nivel
sepulcral datado en 6421±34 BP en un contexto neolítico cardial
(Gamba et al., 2011). Exceptuando el singular caso de las inhumaciones del Mesolítico final del Cingle del Mas Nou (Olaria,
2014), supone el inicio de lo que será la utilización de cavidades
con enterramientos múltiples que, en Cataluña, luego encontraremos en L’Avellaner (5830±100 BP), en Les Grioteres o en El
Pasteral (5270±70) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30; Gibaja
et al., 2010: 53). También en Levante aparecen enterramientos
de este tipo en cavidades como el encontrado en una grieta de
la cueva de La Sarsa (6341±30 BP), confirmándose la utilización posterior de cuevas naturales como San Martí con al menos
cinco enterrados (5740±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014:
31) u otras en las que es más difícil la relación directa entre cerámicas cardiales e inhumaciones (Soler, 2002: 71).
Por el contrario la inhumación de Chaves nos pone en relación con enterramientos en fosa, ligeramente más antiguos en
Cataluña, como la sepultura de la plaza de la Vila de Madrid en
el Casco Antiguo de Barcelona (6440±40 BP) (Martí y Juan-Cabanilles, 2014: 30), Costamar en Castellón (Flors, 2010) o más
al interior como las encontradas en el poblado de Los Arcos en
Navarra, que se extienden a lo largo de más de un siglo y cuya
fecha más antigua coincide plenamente con la ofrecida por la
cueva oscense (6230±50 BP) (García-Gazólaz y Sesma, 2008:
52-58) o las cuatro documentadas de Paternanbidea que refleja
un mismo horizonte pero con una mayor variedad en el ritual:
enterramientos dobles, simultáneo y acumulativo, o múltiples,
junto a una gran riqueza en los ajuares (enterramiento 1, individuo 2: 6090±40 BP; enterramiento 2, individuo A: 5960±40 BP)
(García-Gazólaz, 2008: 59-65).
Ambos sistemas de enterramiento, en cavidades o en fosa,
van a tener continuidad a lo largo del tiempo en diferentes territorios. En Cataluña, la fosa se convertirá en el elemento diferencial de la cultura por excelencia del Neolítico Medio, mientras
que en otros lugares las cavidades serán el lugar habitual. Este
es el caso del Valle del Ebro donde compartirán protagonismo
con las manifestaciones megalíticas cuyo origen habría que situarlo desde finales del V milenio y comienzos del IV cal BC,
destacando el apogeo del fenómeno en el Nordeste peninsular a
finales de este mismo milenio.
Trocs III, enmarcada en la primera mitad del IV milenio cal
BC, sería exponente de su utilización en los momentos avanzados del Neolítico. Quizá también se pudieran incluir con más
reservas (pueden ser incluso anteriores) las fases iniciales no
datadas de El Forcón, Gabasa 2b y 5. Los materiales conocidos
son heterogéneos y difícilmente asimilables de forma individualizada a los enterramientos. Las fechas de Trocs III son plenamente comparables con las proporcionadas por otras formas
sepulcrales en Cataluña como la Mina 6-pozo1g de Can Tintorer
(5070±100 BP), Fosa F6 de Cal Oliaire (5080±80 BP), silo B12
de Bòbila Madurell (5010±80 BP) o Mina 90 de Gavà-Ferrers
(5000±40 BP) por citar algunos ejemplos significativos (Gibaja
et al., 2010: 53). En diferente ámbito pero con cronologías comparables, encontramos cuevas como San Juan ante Portam Latinam con un enterramiento múltiple, simultáneo, de al menos
338 individuos con visibles huellas de violencia que pueden responder a enfrentamientos entre diferentes grupos que poblaron
las tierras riojanas a finales del Neolítico (Vegas, 2008: 235).
El aumento demográfico y la presión sobre el medio se hace
patente en estos momentos, generando conflictos que aparecen
reflejados en enterramientos como el comentado y en otros que
tendrán su mayor representación durante el Calcolítico en la
mayor parte de la Península Ibérica.
En el estado actual de las investigaciones no podemos definir las primeras fase de la metalurgia en el Valle del Ebro o lo
que es lo mismo, la transición Neolítico-Calcolítico. Recuérdese
que ha sido habitual en la historiografía el término de Neoeneo421
[page-n-12]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
lítico (Andrés, 1977 y 1979). No tenemos elementos de juicio
ni yacimientos significativos, bien funerarios bien de hábitat,
para marcar el paso de uno a otro ni para hacer una seriación
interna como propusimos en 1999, utilizando como elemento
diferencial la presencia o ausencia de cerámica campaniforme
(Rodanés, 1999: 233-236). Los lugares que conocemos en el
Alto Aragón durante la segunda mitad del IV milenio cal BC
como Foz de Escalete 2, San Juan de Loarre y Rambla de Legunova ofrecen materiales poco significativos. Por la coincidencia
de las dataciones, que no por sus materiales, incluimos aquí los
enterramientos de Forcas II o el momento más antiguo de Los
Cristales. Podríamos, asimismo, asimilar a esta fase, en sus momentos más recientes y con serias dudas, el abrigo de Foz de
Escalete 1, con campaniforme mixto y una punta Palmela como
elementos significativos, así como El Moro de Olvena que presenta adornos similares al enterramiento de San Juan de Loarre,
o Drólica con un singular vaso con decoración campaniforme
inciso-impresa, quizás anterior a las decoraciones ofrecidas por
la ya citada cueva de Olvena o el abrigo de Forcas.
Los yacimientos que hemos incluido en esta etapa, amplia y
poco definida, coinciden en espacio y tiempo con sepulcros como
Barranco de la Mina Vallfera (4760±190 BP y 4320±200 BP), La
Capilleta en Paules de Sarsa, Ainsa (4360±35 BP) o Caseta de las
Balanzas en Almazorre, Barcabo (3795±35 BP) (Royo y Gómez
1992, 1996; Rodanés, 1992: 492), mientras que en el resto de
Aragón y Valle Medio del Ebro, las cuevas con fechas similares
se distribuyen desde las más antiguas de Los Husos (4730±110
BP) con cifras similares a la que estudiamos de Foz de Escalete 2,
Peña Larga (4470±160 BP) y Abauntz (4370±70 BP y 4240±140
BP) hasta las bajoaragonesas de Balsa Nueva (3960±35 BP) o
Cortada II (3865±35 BP) (Rodanés, 1999: 231).
Esta etapa, como ya hemos avanzado, coincide con la utilización masiva de cuevas naturales con enterramientos múltiples
en todo el ámbito mediterráneo y gran parte del interior peninsular. Es el caso de numerosas cavidades catalanas como el nivel 9 de Can Sadurní con más de 300 inhumaciones primarias,
con ricos ajuares entre los que se incluyen cerámicas con decoración campaniforme, y una serie de dataciones que comienzan
a finales del IV milenio y se extienden por la primera mitad del
III cal BC (Martínez y Edo, 2011) o las numerosas catalogadas en Levante (Soler, 2002), con excepcionales hallazgos en
la comunidad de Murcia como el Camino del Molino con más
de 1.300 individuos con fechas que se encuadran en la primera
mitad del III milenio cal BC (Lomba, 2009).
Durante la Edad del Bronce se incluirían el resto de los yacimientos anteriormente catalogados con dataciones a partir de
la segunda mitad del III milenio, centradas mayoritariamente en
la primera mitad del II cal BC. Desde Drólica, Cristales, Paco
Pons, Los Moros de Alins, San Juan de Loarre, Los Murciélagos o la más reciente de Los Huesos de Castillonroy. En estos
momentos se simultanean con otras formas de sepultura como
reutilización de megalitos, cistas o fosas, prolongándose hasta
la aparición de Campos de Urnas (Ruiz Zapatero, 1985: 359).
Con esta cronología se identifica el conjunto más numeroso
del Valle Medio del Ebro. Muchas de estas cavidades se atribuían genéricamente al Calcolítico. Los materiales que acompañan a los enterramientos suelen ser esencialmente cerámicos y
coinciden con los horizontes propios de cada territorio. A pesar
de que el número es considerable, la secuencia en Álava o Na422
varra es complicada por la indefinición del periodo y la dificultad de interrelacionar hábitat y enterramientos. Es factible, por
el contrario, la identificación con el horizonte Cogotas I sobre
todo en La Rioja (Tragaluz o Los Lagos) o Zaragoza (Moncín)
o con el Bronce turolense con secuencias que abarcarían desde
Baticambras o Negra de Albalate del Arzobispo hasta las más
recientes de Sima del Ruidor (Rodanés, 1999: 237).
Muchas de estas cavidades fueron frecuentadas en época
histórica. No sabemos a ciencia cierta si tuvieron una utilización sepulcral o más bien sirvieron como refugio temporal en
momentos de inestabilidad. Durante época altoimperial (siglos
I-III) se utilizaron el Forcón, Els Trocs, Forcas II y la cueva del
Moro de Alins, mientras que durante el Bajo Imperio (siglos IVVI) se encontraron restos en Moro de Olvena, Moros de Gabasa
o Las Güixas (Utrilla, Laborda y Sebastián, 2014). El fenómeno
está muy documentado en el Valle Medio del Ebro, en especial
las de datación más reciente, con ejemplos significativos en el
Alto Ebro y País Vasco (Rodanés, 1997 y 1999).
3. PALEODEMOGRAFÍA
Dentro del territorio aragonés, ha sido estudiado el ADN de restos humanos de la cueva de Els Trocs (Haak et al., 2015) y de
Chaves (Gamba et al., 2011).
En el estudio de ADN de Chaves se identificaron los haplogrupos H y K, contrastando con el haplogrupo U5 frecuente en
individuos datados durante el mesolítico en Aizpea o Mas Nou
(Utrilla y Domingo, 2014: 353; Olaria, 2014: 366) y sugiriendo
su llegada coincidiendo con la expansión del Neolítico desde el
Próximo Oriente, junto con los haplogrupos N* y X1, identificados en otras cuevas del mismo estudio (Gamba et al., 2011: 10).
En el reciente estudio de Haak et al. (2015), el análisis de
muestras de ADN procedentes de Els Trocs I junto a otras de
Alemania y Hungría sugiere la existencia de un antepasado común para los europeos del Neolítico Antiguo (Haak et al., 2015:
69). Ello ha permitido plantear la hipótesis del origen de la expansión neolítica desde el Próximo Oriente, bien a través del
Mediterráneo hasta la Península Ibérica o a través del Danubio
hasta Hungría y Alemania (Haak et al., 2015: 5, 9).
Los datos son insuficientes, la metodología y la recogida
de muestras se deberá perfeccionar, pero cada vez parece más
evidente que los estudios marcan una tendencia en la que se
debe contemplar la presencia de gentes con antecedentes más
o menos directos en el Próximo Oriente, con claras diferencias
con las poblaciones anteriores, que configuran el substrato, lo
que reforzaría las hipótesis mantenidas por los modelos mixtos
en los que se incide en la difusión démica y cultural (Rodanés y
Picazo, 1995: 60-67).
Se ha detectado una modificación en la base antropológica de
las poblaciones del Valle Medio del Ebro que parece coincidir con
cambios en la cultura material que, a su vez, denotan modificaciones económicas y sociales. A partir del Neolítico podríamos decir
que se instala mayoritariamente el “pool” mediterráneo, con individuos en algunos casos de mayor robustez como el inhumado
en la fosa de Chaves, con persistencias de formas del mesolítico
visibles en la protuberancia superciliar que casi forma un torus
(Els Trocs, Chaves), pero con una mayoría de enterramientos en
los que predominan los individuos gráciles y de bóvedas bajas,
que caracterizarán el grupo mediterráneo de tipología dolicocrá-
[page-n-13]
Enterramientos en cuevas y abrigos en el Alto Aragón durante el Neolítico y la Edad del Bronce
nea. A partir del Calcolítico el aumento demográfico es apreciable
y la población de tipo mediterráneo aparece generalizada (Foz de
Escalete, Forcas, Olvena…). Estas poblaciones ocupaban toda la
superficie del Valle, generándose una cierta regionalización pero
siempre con vinculaciones mediterráneas y del sur de Francia. A
partir de este periodo aparecen tipos mesocráneos y en algunos
casos (El Estrechuelo, Borja), tipos braquicráneos, más robustos
y cortos de talla.
3.1. Paleopatología
La enfermedad periodontal es claramente apreciable en el enterramiento de Chaves. Se documenta tanto por la pérdida de
piezas dentales y afección alveolar como por los potentes depósitos de sarro que ocupan espacios radiculares –por debajo del
cuello anatómico–, indicativos de la presencia de reabsorción
alveolar. Esta hiperhenia gingival se detecta en adultos y aparece muy extendida en las poblaciones pirenaicas, por lo que
consideramos que está relacionada con la dieta, el tipo de aguas
y carencia minerales.
Las cuevas de San Juan de Loarre (Gimeno, 2009: 389) y
especialmente los casos inéditos de Foz de Escalete ofrecen un
claro testimonio de estas patologías. En Foz de Escalete 1 aparecieron 3 piezas dentales con surcos de desgaste artificial en el
cuello fisiológico de las mismas. Se localizan en dos incisivos
inferiores centrales, derecho e izquierdo y un canino inferior derecho. Los surcos de los incisivos parecen corresponder al mismo individuo (Lorenzo, 1986). Se trata de trayectorias oblicuas,
de arriba abajo, situados por debajo del cuello anatómico. Coinciden con las observaciones de Bermúdez de Castro y Arsuaga
(1983) quienes las relacionan con la paradontosis y el uso de
palillos de dientes (Rosas et al., 2011). Podría tratarse también
del uso de fibras vegetales o tendones, similares al hilo dental.
Etxeberria (1986) ya había documentado prácticas similares en
la Edad del Bronce en Gobaederra y Urratxa 3 (Gobera, Vizcaya). En Foz de Escalete 2 se ha estudiado una mandíbula masculina de 25 a 35 años de edad, muy robusta. Presenta un reborde
alveolar externo entre M2 y M3. Las piezas dentales cuentan
con depósitos de sarro en ambas caras. El desgaste es plano y
de dominancia superior. Presenta un osteoma en la cara alveolar interna entre P2 y M1d, sin relación con caries en la pieza
correspondiente. Hay caries del grado 2 en M2ID en el borde
del plano oclusal con el vestibular y se perdieron ante-mortem
I1ID, CII y P1II. A este caso habría que añadir un fragmento de
maxilar con proceso gingivítico importante y un absceso abierto
que fistulizó hacia seno maxilar y cara vestibular. Igualmente
interesante es el caso del cráneo FE 2 nº1, correspondiente a
un individuo femenino de entre 55 a 60 años de edad. La sinóstosis sutural interna está muy avanzada excepto en la sutura
lamdoidea pero es visible en todo su desarrollo exterior. En sus
proximidades pero no articulada se encontraba una mandíbula
(FE 2, nº 308), con proceso gingivítico y reabsorción bilateral
en M3. Se trata de un individuo ligeramente dolicocráneo (I.C.
73.92) con un orificio circular sobre asterio derecho compatible
con un fuerte golpe de 20,78 mm. Por último, FE 2, nº 100, que
se identifica con un cráneo masculino de un adulto de 30 a 35
años de edad con un mesocráneo alto (I.C. 79.66), que presenta
una frente con marcados superciliares y ligeramente retirada,
cara cuadrangular pequeña con abertura piriforme estrecha, bóveda alta y curvo-occipital. Debemos destacar un Inion con fosa
suprainiaca muy marcada y plano nucal. Presenta osteomas ligeros sobre los parietales y el maxilar cuenta con la reabsorción
desde Pm2 a M3 de carácter bilateral.
Otra de las patologías frecuentes en poblaciones de la época
es la artrosis presente en individuos adultos del mismo modo que
las fracturas con supervivencia. En la cueva del Oso de Rasal,
contamos con un metatarso 5 derecho con una fractura consolidada transversal a altura media de la diáfisis sin traslación mecánica. Es una fractura limpia y bien consolidada. En Foz de Escalete 2 aparecieron sendas vértebras, dorsal y lumbar, con lesiones
artrósicas, aplastamiento y producción de corona osteofítica. El
hecho está igualmente documentado en San Juan de Loarre con
presencia de vértebras bicóncavas o de espina de pez, vinculadas
a procesos osteoporósicos (Gimeno, 2009: 389).
Por último queremos destacar la singularidad del tercer cráneo de FE2 que corresponde a un joven de 25 a 30 años, mesocráneo, de rasgos muy gráciles, con frontal abovedado. Presenta una
trepanación occipital (Lacroix, 1972; Perrot, 1975-1976; Campillo, 1992) en una localización inusual ya que alcanza desde el
contacto con la sutura lambdoidea derecha pars 2, hasta pasado
el inion (fig. 8). Aunque no se conserva la totalidad de la zona
afectada el desarrollo de la lesión desciende bajo la línea nucal
y la protuberancia nucal externa, lo que afectaría a ligamentos
y músculos bucales. La zona afectada está dividida en dos focos
elípticos irregulares de arriba abajo, de unos 36,82 mm. El axial
tiene una anchura preservada de 28,9 mm y el externo de 19,8
mm. La zona intermedia tiene una anchura de 35,6 mm. El espesor mínimo del occipital en la zona intervenida es de 2,90 mm.
Aflora en toda la superficie diploe biselando suavemente en los
bordes, sin huellas de cortes vivos y no alcanza la tabla interna
en ninguna zona preservada. Es una lesión irregular con salientes suavizados no compatible con otros casos en los que se ha
propuesto que la lesión corresponda a un corte con hacha o arma
blanca. En el borde de contacto de la sutura lambdoidea izquierda
aparecen incisiones paralelas compatibles con labores fricativas
Fig. 8. Trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz de Escalete 2.
423
[page-n-14]
J. M.ª Rodanés, J. I. Lorenzo y P. Aranda
BIBLIOGRAFÍA
Fig. 9. Radiografía de trepanación occipital, cráneo FE2 de Foz
de Escalete 2.
intensas. El cráneo en norma superior cuenta con una deformación fronto izquierda, parietal derecha, intra vitam. La interpretación, a la luz del estudio radiológico, en el que no se evidencia
callo óseo, ni reacción osteológica alguna, nos conduce más que
a una intervención terapéutica a un scalp, es decir a un desgarro
post craneal con afección de colgajos que pudo producirse por
ataques de perros o golpe sobre corte irregular de gran fuerza (fig.
9). Es posible que hubiera un intento reparativo que tendría relación con los cortes superpuestos sobre parietal. La zona no es la
habitual en trepanaciones ya que los senos occipitales son muy
finos y la zona cerebral muy sensible. Además la prensa de Herófilo tiene un grosor muy variable que dificultaría su intervención.
El que la lesión afecte a una zona musculada del cuello y a que
la afección no llegue a perforar el cráneo, ni exista supervivencia
nos inclina por una lesión por scalp de manera accidental, con
una supervivencia muy corta.
En resumen, de las muestras analizadas en profundidad, podemos concluir que la enfermedad que se nos presenta de manera
más generalizada es la parodontosis, en grados de afección muy
elevados, con pérdida de piezas generalizada y aparición de fístulas. La existencia de surcos extrafisiológicos en Foz de Escalete
I coincide con la piorrea y con signos de estrés en la población.
La artrosis vertebral es la segunda alteración patológica reseñable. Al mismo tiempo que encontramos osteomas difusos
que indican ligeras lesiones craneales, contusiones y traumatismos con consolidación de fracturas y una gran lesión craneal
compatible con un accidente y una posible actuación reparadora, sin que hasta la fecha hayamos identificados signos de violencia resultado de conflictos bélicos como, por ejemplo, en la
cueva riojana de San Juan ante Portan Latinam.
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