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Este libro se editó con motivo de la
exposición temporal «Prehistoria y
Cómic», inaugurada en junio de 2016.
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Presidente
Jorge Rodríguez Gramage
Animaciones 3D
Ángel Sánchez Molina
Audiovisuales
Grabación, edición y montaje
Render Comunicación, SL
Empresas colaboradoras de la producción
Diputado de Cultura
Xavier Rius i Torres
Diseño gráfico de la exposición
Vanesa Mora Casanova
MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Diseño del material impreso
Marc Granell Artal
Directora
Helena Bonet Rosado
Jefe de la Unidad de Difusión, Didáctica y
Exposiciones
Santiago Grau Gadea
EXPOSICIÓN
Proyecto expositivo
Museo de Prehistoria de Valencia
Comisariado
Helena Bonet Rosado
Álvaro Pons Moreno
Equipo de trabajo
Francisco Chiner Vives
Eva Ferraz García
Santiago Grau Gadea
Vanesa Mora Casanova
Begoña Soler Mayor
Con la colaboración de
Josep Lluís Pascual Benito
Bernat Martí Oliver
Alfred Sanchis Serra
Diseño, instalación y montaje
Francisco Chiner Vives
Imagen del cartel y cubierta del catálogo
Paco Roca
Didáctica
Laura Fortea Cervera
Eva Ripollés Adelantado
Ayudante de montaje
Amadeo Moliner Blay
Fondos expuestos
Museo de Prehistoria de Valencia
Colección Helena Bonet Rosado
Emmanuel Roudier
Miguel Quesada
Antonio Fraguas «Forges»
Mikel Begoña e Iñaki Martínez «Iñaket»
Ortifus
Mireia Pérez
Philuc
Museo Arqueológico Municipal Camil
Visedo Moltó de Alcoi
Impresión del material de difusión
Imprenta Provincial de la Diputación de
Valencia
Transporte de la obra
TTI
Seguros
Muñiz y Asociados. Generali Seguros
Traducciones inglés y francés
Lambe & Nieto
Marc Tiffagom
Producción
Museo de Prehistoria de Valencia
Reinadecorazones Espacios para el Ocio y
la Cultura
PUBLICACIÓN
Proyecto editorial y coordinación
Museo de Prehistoria de Valencia
Agradecimientos
Cecilio Alonso Alonso
Emili Aura Tortosa
Jorge Iván Arguiz
Suresh Ariaratnam
Gilles Bourgarel
Adam Brockbank
Maggie Calt
Chantal Chéret
Lora Fountain & Associates
Judit Foz Povill
Gloria García
Manuel Gozalbes Fernández de Palencia
Manel Granell
Ben Haggarty
Tanino Liberatore
Cristina Rihuete
Jose María Segura Martí
Museu Arqueològic Son Fornés
Dude Comics
Editorial Toxosoutos
El Patio editorial
Grupo Planeta
Nota de los editores
Los autores y los editores de este libro
comunican a los derechohabientes de las
ilustraciones o de otro tipo de imágenes
no encontradas, que pueden ponerse en
contacto con la editorial para acreditar su
propiedad intelectual o de otra índole.
Contacto: Museo de Prehistoria de Valencia,
tel: 963 883 627 y gestio.exposicio@dival.es.
Equipo de edición
Joaquín Abarca Pérez
ISBN: 978-84-7795-762-1
Autores de los artículos
Helena Bonet Rosado
Ernestina Badal García
Santiago Grau Gadea
Antoni Guiral Conti
Vicky Menor Cuenca
Didier Pasamonik
Álvaro Pons Moreno
Pedro Porcel Torrens
Emmanuel Roudier
Gonzalo Ruiz Zapatero
Begoña Soler Mayor
Joaquín Soler Navarro
© de los textos: los autores, 2016.
Traducción al valenciano y corrección
Unitat de Normalització Lingüística de la
Diputació de València
Diseño y maquetación
Marc Granell Artal
Impresión
Pentagraf
DL: V 1292-2016
© de las imágenes: los autores, 2016.
© de la edición: Museo de Prehistoria de
Valencia. Diputación de Valencia, 2016.
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presentación
Helena Bonet Rosado
Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
Helena Bonet Rosado
Primero la ciencia… después, la ficción
Ernestina Badal García y Joaquín Soler Navarro
Ilustración prehistórica y tebeo de prehistoria:
¿Caminos divergentes o convergentes?
Gonzalo Ruiz Zapatero
La prehistoria en el tebeo infantil
Antoni Guiral Conti
BARBAS, GARROTES Y DINOSAURIOS:
LOS CAVERNÍCOLAS DE PAPEL
Pedro Porcel Torrens
Prehistoria en los cómics americanos
Álvaro Pons Moreno
ENTRE PEDAGOGÍA Y PARODIA, LA PREHISTORIA EN
EL CÓMIC FRANCÓFONO
Didier Pasamonik
¡GRACIAS LUCY!
Begoña Soler Mayor
El cómic como recurso didáctico para el
aprendizaje de la prehistoria en los museos
Santiago Grau Gadea
Conversaciones con Emmanuel Roudier
Helena Bonet Rosado
Catálogo de selección de cómics
Vicky Menor Cuenca
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
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Helena Bonet Rosado
El mito del antepasado-mono posee raíces perdidas en la penumbra
(...) Los capiteles y los bestiarios, las historietas dibujadas en las revistas y los monstruos de las ferias, despliegan una imagen del hombre
que pertenece a la psicología de las profundidades. Esta imagen (...)
todavía en nuestros días causa satisfacción a los letrados, pero que
posee sus “dobles” populares en el abominable hombre de las nieves
y en el Tarzán de las comiquitas y cines de barrio.
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra.
Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1971, p. 29.
La experiencia expositiva de «Prehistoria y Cine», inaugurada en el Museo de
Prehistoria en 2012 (Jardón et al., 2012), nos permitió observar la estrecha
relación que existía entre el cine y el cómic con planteamientos muy similares
a la hora de transmitir el pasado y, más concretamente, la prehistoria. Ambos
géneros nos remiten a un mundo de ficción prehistórica donde se puede ver
una serie de tópicos que han perdurado a lo largo de más de un siglo. Ahora,
la exposición dedicada a «Prehistoria y Cómic» retoma esta temática y ofrece
una doble mirada, desde el cómic y desde la propia prehistoria, a través de
una serie de iconos presentes en nuestro imaginario, que nos remiten directamente a los tiempos más remotos. El discurso de la exposición compagina
la visión que los autores de cómics nos han legado sobre la prehistoria y
nuestra reflexión, como arqueólogos, sobre este género en su aproximación a
la temática prehistórica. Esta mirada dual se presenta a través de seis iconos
universales que nos trasladan a los inicios de la historia de la humanidad y
cuyo examen nos permite contrastar ficción y realidad. Los hemos titulado:
la especie humana, el útil, el fuego, un mundo de fieras, el arte y el megalitismo. Cualquier lector identifica la imagen de un troglodita, de un hueso
empuñado como arma, un mamut, o un dolmen, como una referencia a los
tiempos prehistóricos y, en un sentido más amplio, como una evocación de
lo primitivo y lo ancestral. Estos ítems recurrentes se evidencian incluso hoy
en día en el arte urbano, expresión estética y social de un planeta inmerso
en un profundo proceso de transformación.
Los tebeos, los cómics, y en general el mundo de las viñetas, han gozado de
una extraordinaria difusión entre el público infantil y juvenil, a pesar de su
consideración como subproducto cultural, hasta bien entradas las últimas
décadas del siglo pasado. Será a partir de los años 60 cuando se asista a la
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
11
reivindicación artística del cómic, llegando a ser considerado como el noveno arte (López, 2013), todo ello favorecido, en gran parte, por la difusión que
estaba alcanzando el cine y la democratización del arte entre amplios sectores
de la población. Figuras del pop art como Andy Warhol, Roy Lichtenstein o
Richard Hamilton se apropiaron de la iconografía de arquetipos procedentes
del mundo del cómic (Gasca y Mensuro, 2014: 7). Hoy en día, la estética del
cómic ha invadido importantes sectores del mundo de la publicidad y del
diseño, pero su verdadero reconocimiento artístico se está impulsando desde
las galerías de arte y los museos de arte contemporáneo, en donde cada día es
más frecuente ver en sus salas dibujos originales de autores de tebeos y cómics.
En este periodo de creciente reconocimiento e impulso creativo experimentado
por el cómic, se observa un escaso interés de este género por la prehistoria,
tal vez con excepción de las ilustraciones satíricas para las que los tiempos
prehistóricos han sido uno de los escenarios más recurrentes donde ambientar todo tipo de humor. Sin embargo, a priori, los albores de la humanidad
parecen un marco idóneo para narrar historias fantásticas, de misterio,
incluso de terror, al imaginarse como un mundo ancestral y enigmático que
permite todo tipo de licencias históricas y narrativas. Y así parece haberse
reconocido en las últimas décadas, en las que los medios de comunicación
-prensa, revistas, redes sociales, documentales y el propio cine- han jugado
un papel determinante en la difusión de los descubrimientos científicos.
La importancia de los nuevos descubrimientos arqueológicos y su difusión
han despertado en el público un mayor interés hacia la prehistoria, del que
han participado, como no podía ser de otra manera, los autores de las historietas gráficas y las editoriales. Este potencial narrativo ha supuesto un antes
y un después en el cómic histórico ambientado en la prehistoria ya que trata
de relatar el pasado de una forma diferente, con grandes posibilidades de
difusión y al alcance de todos los públicos gracias a su potente grafismo y a
su específica forma narrativa.
En este artículo hemos querido detenernos, a modo de introducción de la
exposición «Prehistoria y Cómic», en algunos aspectos que han contribuido
a crear un imaginario colectivo que se ve reflejado en las historietas y narraciones gráficas: temas como el arte prehistórico, las reconstrucciones científicas sobre los primeros seres humanos y su relación con las ilustraciones
y la narrativa fantástica.
El Homo sapiens es la única especie del planeta que ha mostrado inquietud
y necesidad de comunicar sus pensamientos y sensaciones a través de la
imagen. Como especie social que es, ha buscado formas para representar
y transmitir su mundo cognoscitivo, y esa inquietud y materialización de
Las primeras narraciones
gráficas. El arte prehistórico
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12
1
Helena Bonet Rosado
Plaqueta grabada de la Cova del Parpalló
(Gandia). Hacia el 12.000 a. C.
Museu de Prehistòria de València.
L’art préhistorique en bande dessinée,
de Éric Le Brun, vol. 2, 2013, donde se hace
referencia a las plaquetas pintadas de la
Cueva del Parpalló.
su pensamiento la conocemos a través del arte prehistórico. Las primeras
manifestaciones de pinturas rupestres se remontan a los inicios del periodo
del Paleolítico superior, hace unos 35.000 años, dejando verdaderas obras
maestras como las pinturas de la Cueva de los Sueños de Chauvet (Ardéche,
Francia). En las cuevas con arte parietal del sur de Francia y norte de España, las secuencias de grandes animales -caballos, bisontes, leones, cabras,
toros- pintados o grabados en las profundidades de las galerías muestran un
realismo y un dinamismo propio del lenguaje narrativo. Recientemente, las
investigaciones sobre las escenas del arte paleolítico han dado un nuevo giro
al estudiar la representación del movimiento en las figuras de los animales,
vinculando las primeras imágenes de la humanidad a un arte narrativo en 3D.
Marc Azéma, arqueólogo y cineasta, nos enseña que los artistas prehistóricos
ya utilizaban en sus pinturas y grabados algunas técnicas que recuerdan a las
de la animación actual, de modo que eran capaces de crear dibujos animados en tres dimensiones, gracias al volumen de las paredes sobre las que se
pintaron, a la superposición y duplicación de trazos y figuras, y al efecto de
movimiento que produciría la iluminación de las antorchas (Azéma, 2011).
En tierras valencianas, esta capacidad del hombre paleolítico de transmitir
experiencias a través del arte la tenemos muy bien representada en uno de
los conjuntos más importantes de arte mueble prehistórico: la colección de
miles de plaquetas pintadas y grabadas de la Cova del Parpalló de Gandia,
datadas entre el 21.000 y el 12.000 a.C. Algunas de ellas muestran escenas que
evocan movimiento, como la plaqueta que recrea el amamantamiento de un
cervatillo, con el detalle del doble dibujo de la cabeza que busca la ubre de
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
la madre, o la plaqueta con dos ciervas a la carrera, y también la grabada por
ambas caras, en una de las cuales dos cervatillos corren entre las patas de
su madre, mientras que en el reverso, en animación coordinada, un caballo
inclina la cabeza para lamerse la pata
1
(Villaverde, 1994: figs. 35, 140 y 157 ).
Pero donde el arte narrativo alcanza su mayor dinamismo y expresividad
es en los conjuntos de arte rupestre pospaleolítico del arco mediterráneo
peninsular, llamado arte rupestre levantino. Sin duda, es la manifestación
artística más genuina de nuestra prehistoria, excepcionalmente representada en los abrigos valencianos, y declarada Patrimonio de la Humanidad en
1998. Es un arte que se expresa en las paredes de los abrigos rocosos al aire
libre, en donde la figura humana cobra un gran protagonismo, orquestando
escenas de caza, enfrentamientos y desfiles de guerreros, o escenas de la vida
cotidiana, como la recolección de la miel de la Cueva de la Araña de Bicorp.
Estas primeras narraciones, de hace unos 7.000 a 5.000 años, materializan
escenas de una vida diaria cuyos contextos orales se han perdido para siempre.
En algunos paneles sus creadores quisieron plasmar secuencias narrativas,
como en el abrigo del Barranc de la Palla en Tormos (Marina Alta) donde un
cazador sigue el rastro de sangre y las huellas dejadas por un ciervo herido
(Hernández et al., 1988: 223), o la curiosa escena de la Cova Remigia en Ares
del Maestrat (Sarria, 1989: 12-14), donde un toro malherido por una flecha
persigue a un cazador que se da a la fuga.
Las pinturas paleolíticas y neolíticas son las primeras narraciones ilustradas
de la humanidad y así lo explica gráficamente el guionista e ilustrador norteamericano Will Eisner en su libro La narración gráfica (2002). Sin embargo, en
la mayoría de los cómics su acercamiento al arte prehistórico es tangencial
y anecdótico, incluso a veces es un elemento meramente decorativo y con
nula documentación sobre la pintura parietal prehistórica (Gasca y Mensuro,
2014: 25), como podemos ver en Altamiro de la cueva (1965) de Joan Bernet
o en B. C. de Johnny Hart (1957), por citar solo a personajes muy conocidos.
Vemos cómo en la mayoría de los tebeos y cómics es frecuente, por no decir
recurrente, la mezcla de imágenes del arte rupestre paleolítico, como las
manos y los grandes mamíferos, con las esbeltas figuras humanas del arte
neolítico levantino
2
. Excepción a esta tendencia general sería el volumen
de La légende de la grotte de Niaux (2009) de Jean-François Lécureux y André Chéret, donde la narración discurre entre el misterio de la entrada a la
cueva y el grupo humano protector de sus magníficas pinturas paleolíticas.
El álbum destinado al público infantil Ticayou, le petit cro-magon (2009) de
Éric Le Brun y Priscille Mahieu ofrece una visión muy didáctica sobre el arte
paleolítico, pero, sin duda, L’art préhistorique en bande dessinée (2012 y 2013)
de Éric Le Brun es el trabajo más completo y de mayor rigor científico sobre
el arte prehistórico europeo. Luis Gasca y Asier Mensuro en La pintura en el
cómic (2014: 40-41), tras analizar los principales ejemplos, destacan el cómic
13
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Helena Bonet Rosado
14
2
Girighiz, de Enzo Lunari.
Libri edizioni, Milano, 1972.
Rupestres (2011), donde seis autores nos ofrecen su visión del mundo mágico
y sensorial del arte paleolítico a través de su propia experiencia en relación
con las cuevas del sur de Francia.
El hombre prehistórico a
través de la ilustración. El
poder de la imagen
Si bien las pinturas en las cuevas paleolíticas se remontan a unos 35.000 años,
con figuras de animales y signos, la imagen más antigua que tenemos del ser
humano se fecha hace unos 15.000 o 20.000 años, en el Paleolítico superior
avanzado. Ante la enorme riqueza de animales representados en las cuevas,
llama la atención la práctica ausencia de figuras humanas de cualquier tipo,
ya sea aisladas o compartiendo panel con la fauna. Las excepciones que
confirman la regla son los conocidos chamanes, o hechiceros danzantes,
ataviados con pieles y cornamentas de la cueva de Les Trois Frères (Ariège,
Francia), o el hombre pájaro de la cueva de Lascaux (Dordoña, Francia).
Mayor antigüedad se atribuye a las pequeñas figuras que se tallan en asta,
marfil, piedra o madera, conocidas como «venus paleolíticas», que muestran
el importante papel de la mujer en aquellas sociedades prehistóricas. Pero
desconocemos de qué forma imaginaban los inicios del mundo y de los seres
vivos. Habrá que esperar a tiempos históricos, con la aparición de la escritura
y las civilizaciones urbanas, para tener evidencias artísticas y narrativas de
cómo se conciben los orígenes de la humanidad.
Si en las civilizaciones antiguas y en el mundo clásico el origen del mundo
y de la humanidad se explican a través de diferentes mitos y leyendas, con
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
el cristianismo será el Génesis el que sustituirá a cualquier especulación sobre la creación del mundo y el ser humano. Lo ancestral se identificará con
monstruos, demonios y seres semihumanos en contraposición con «nuestros
primeros padres», de raza blanca, como único origen de la especie humana.
Este panorama cambiará paulatinamente, a partir del Renacimiento, con el
descubrimiento de nuevos continentes y con las cada vez más numerosas
expediciones a todos los rincones del planeta. Estos mundos abrirán un
amplio universo de extrañas criaturas, de muy diversas razas y gentes, que
si bien finalmente se considerarán humanas, en muchos casos lo serán
como salvajes frente a los conquistadores, los civilizados. Stephanie Moser
recoge las imágenes e ilustraciones más significativas e inquietantes de estas
épocas donde lo divino, lo humano, lo exótico y lo atávico se hibridan hasta
ofrecer imágenes como la de L’Homme sauvage ou l’État de nature de Jean
Bourdichon (hacia 1500), donde una familia, con el cuerpo recubierto de
pelo, posa delante de una gruta en un ambiente bucólico (Moser, 1998: 51).
En esta nueva Edad Moderna, filósofos, científicos, historiadores y librepensadores comenzarán, cada vez más, a plantearse interrogantes sobre la primera
humanidad, aunque será durante el siglo xviii, el siglo de la Ilustración, cuando
se dé el gran salto en el conocimiento científico de la historia natural. Los
avances en los estudios de geología y zoología y, en especial, la publicación
de la clasificación de los seres vivos de Carl Linneo en 1735, contribuirán
a que la imagen del hombre bíblico dé paso, poco a poco, al concepto de
primate. Linneo, en su obra Systema Naturae, incluye hombres y monos en
un mismo orden, los antropomorfos, que luego renombrará como primates.
La pertenencia del hombre al ámbito de la zoología tejió un largo periodo
de discusiones y de críticas de sus contemporáneos científicos sembrando
el precedente de los futuros debates sobre la evolución de nuestra especie.
(Nuñez et al., 2012: 96). La aparición a principios del siglo xix de restos fósiles
humanos permitirá ampliar los conocimientos sobre los primeros homínidos,
a la vez que la paleontología humana se irá consolidando a lo largo de ese siglo.
Junto al avance del conocimiento científico aparecen las primeras ilustraciones
que recrean los tiempos y ambientes prehistóricos, ofreciendo imágenes de
seres de aspecto simiesco como representantes de la naciente especie humana.
Así, podemos contemplarlo en la primera imagen del hombre fósil
3
publi-
cada en 1838 por el biólogo, zoólogo y geólogo francés Pierre Boitard en Le
Magasin Universel. En este trabajo, Boitard, basándose en los restos humanos
fósiles hallados en Europa en décadas anteriores, reconstruye la figura del
primer hombre con rasgos simiescos y características morfológicas similares
a pueblos indígenas de África, Oceanía y Sudamérica (Boitard, 1838: 240). Solo
dos años después se dará a conocer en España en la revista de divulgación
Semanario Pintoresco Español (19/1/1840, n.º 3: 17-19). El artículo de Boitard
suscitó grandes críticas, y de hecho resultó ser una primera contribución a
15
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16
3
Helena Bonet Rosado
L’ Homme fossile, de Pierre Boitard.
Le Magasin Universel, vol. 5, París, 1838.
la teoría evolucionista, bastantes años antes de la publicación de El origen
de las especies de Darwin, en 1859.
Póstumamente, Boitard, en 1861, publica Paris avant les hommes, una versión
novelada del artículo de Le Magasin Universel, un texto de divulgación paleontológica, donde se representa una nueva imagen del hombre primigenio con
su familia, de aspecto igualmente simiesco y negroide, que, erróneamente, se
ha considerado muchas veces como la primera ilustración del hombre fósil.
El autor describe su encuentro con el grupo familiar de la siguiente manera:
«La mujer se escondió al fondo de la cueva llevando a su pequeño fuertemente
aferrado a su pecho. Sin embargo, el macho dio un rugido gutural y feroz, me
lanzó una mirada centelleante, se levantó sobre sus patas traseras, empuñó
con las de delante el tomajau de sílex, y, de un salto furioso, se abalanzó
hacia mi levantando el arma terrible sobre mi cabeza. En ese instante, grité
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
17
Mr. Punch’s Prehistory Peeps, de E.T. Reed.
London, Bradbury, Agnew, and Cº,1894.
de terror, pues acababa de reconocer a la especie más peligrosa de todos los
monstruos… era un hombre.» (Boitard, 1861: 218)
El profundo debate que se desató en la segunda mitad del siglo xix entre
creacionistas y evolucionistas se verá bien reflejado en las publicaciones
académicas, pero también en las revistas divulgativas de la época, donde la
sátira y las caricaturas de un Darwin de aspecto simiesco perdurarán hasta
bien entrado el siglo xx. En este sentido, cabe mencionar la visión de la prehistoria que ofrece el británico E. T. Reed en Mr. Punch’s Prehistory Peeps (1894),
precedente del cómic caricaturesco (Ruiz Zapatero, 1997: 287), abordando
todos los tópicos iconográficos de los tiempos prehistóricos. En veintiséis
láminas, hombres vestidos con pieles y largas melenas, provistos de porras,
arcos con flechas y hachas de piedra, que conviven con un bestiario a caballo
entre los dinosaurios y los dragones de los cuentos medievales, llevan a cabo
muchas de las actividades del presente. En muchas de las láminas se parodia
a la sociedad inglesa, como en las divertidas imágenes de la tertulia literaria
campestre; la visita a la Royal Academy de altas personalidades del mundo
del arte transformadas en trogloditas
4
; el discurso, se supone que sobre la
evolución humana, pronunciado ante un público de hombres mono soñolientos; los partidos de béisbol y de fútbol, donde las porterías son dólmenes;
así como las carreras de dinosaurios, o las cacerías con bestias inimaginables.
A estos primeros intentos de poner rostro y cuerpo al hombre primigenio, le
seguirían otras imágenes no menos conocidas, como la familia de pitecantropos de Gabriel von Max (1894), o el antecessor de Franti ek Kupka (1909),
reconstrucción asesorada por el paleontólogo francés Marcellin Boule tras los
4
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18
5
Helena Bonet Rosado
Ritual de caza, de Rudolph Zallinger en
La epopeya del Hombre, Time, Barcelona,
1962.
hallazgos de los restos fósiles neandertales de Chapelle-aux-Saints (Corrèze,
Francia). Mientras, de forma coetánea, los investigadores creacionistas seguirán representando a los primeros humanos a semejanza del hombre actual,
manteniendo el modelo romántico de ilustración, aunque muestren una mayor
documentación sobre los modos de vida de acuerdo con los nuevos hallazgos
de hábitats e instrumentos prehistóricos. Lo vemos en las magníficas ilustraciones de Emile Bayard en la obra de Louis Figuier L’Homme primitif (1882),
donde la historia de la humanidad se inicia en «la época de los mamuts y de
los osos», negando como explicación de nuestro origen la teoría darwinista
de un pasado en común con el mono, «...era necesario refutar la teoría que
da una explicación tan miserable a nuestro origen, nosotros consideramos al
hombre en el momento que fue arrojado, débil y enfermizo, a la tierra, rodeado
de una naturaleza inclemente y salvaje». (Figuier, 1882: 29 y 34).
A mediados del siglo xx, el más conocido ilustrador de la prehistoria, el checo
ˇ
Zdenek Burian, realizó, en colaboración con el paleontólogo Joseph Augusta,
cientos de recreaciones de distintos pasajes de la historia de la humanidad
(Augusta y Burian, 1960). Sus magníficos dibujos han ilustrado manuales y
salas de museos de todo el mundo, siendo sus figuras humanas y sus escenas
de caza imitadas o reproducidas por infinidad de dibujantes (Velasco, 2001:
8). Rudolph Zallinger, otro gran ilustrador de la prehistoria, es casi exclusivamente conocido por el gran público por su famosa secuencia evolutiva del
hombre titulada la «marcha del progreso», de 1965. Sin embargo, Zallinger
tuvo una gran influencia en la divulgación prehistórica durante las décadas
de los años 50 y 60 por sus realistas ilustraciones, editadas en España en
1962 por Time Life en La epopeya del Hombre
5
. Todas estas imágenes, claro
reflejo de los avances de la investigación, han inspirado e influenciado a los
posteriores paleoartistas a la hora de recrear la prehistoria y, por extensión,
[page-n-22]
19
Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
a los ilustradores de libros educativos y obras de divulgación. Y son muchas
las escenas de estos artistas que reconocemos en los cómics realistas cuando
recrean, por ejemplo, la caza de mamuts, la danza ritual del oso, el chamán
pintando en las paredes de la cueva, etc. Unas escenas de las que en muchos
casos desconocemos la autoría, o el original, pero que forman ya parte de
nuestro imaginario colectivo.
En las últimas décadas, la imagen del hombre prehistórico se ha visto revolucionada por la investigación paleoantropológica y, en especial, por la aplicación de las nuevas tecnologías informáticas a las reconstrucciones faciales
y de otras partes del cuerpo a partir de los restos fósiles. Todo ello permite
tener imágenes muy próximas a la realidad de cómo sería nuestra especie,
desde los primeros homínidos hasta los neandertales. Documentación que
ha sido espléndidamente recogida en cómics como Lucy. L’espoir de Tanino
Liberatore y Patrick Norbert (2007).
El poder de la imaginación, esa capacidad humana para representar mentalmente historias o imágenes que no existen en la realidad, es, como el
arte, exclusivo del hombre. Y esa facultad de hacer volar la imaginación le
ha permitido crear para la literatura universal epopeyas, leyendas y novelas
fantásticas, desde la Odisea, de Homero, hasta la novela épica del El señor de
los anillos, de J. R. R. Tolkien (1937-1949). En este sentido la novela de ficción,
término que se originó a mediados del siglo xix, para describir en la literatura
los elementos de ficción con una terminología científica, ha creado historias,
personajes, paisajes y animales que nos sumergen en mundos imaginarios y
ha construido narraciones que han perdurado hasta nuestros días.
Las grandes novelas de aventuras de mediados y finales del siglo xix, como
Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, editada en 1864 en pleno debate
sobre la teoría de la evolución, La máquina del tiempo de Herbert George
Wells (1895), un mundo futurible marcado por las diferencias de clases, o, ya
en 1912, el Mundo perdido de Arthur Conan Doyle, son buenos ejemplos de
ello. Con varias versiones cinematográficas de gran éxito, todas ellas están
ambientadas en el mundo actual desde donde el protagonista, solo o acompañado de un equipo de científicos y aventureros, viaja a través del tiempo,
bien hacia periodos prediluvianos, bien hacia un futuro interplanetario,
descubriendo nuevos mundos imaginarios y fantásticos. A pesar de la buena
acogida por parte del gran público de estas novelas de ficción, son pocas las
versiones realizadas en tebeos o cómics, como la de Viaje al centro de la Tierra
ilustrada por Chiqui de la Fuente, ya en 1987. Lo que es evidente, en todo caso,
es que estas novelas han sido un referente, consciente o inconscientemente,
para ilustradores y guionistas a la hora de ambientar personajes y paisajes
prehistóricos, tanto en el mundo de la narrativa, como en el de las viñetas.
La novela de ficción de
ambientación prehistórica
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20
Helena Bonet Rosado
Otra novela, poco conocida pero de gran interés, es la obra de Jack London
Antes de Adan (1907), que nos ofrece una lectura muy avanzada para su época
sobre el origen del hombre. Desafiando a los «hombres de los árboles» y a
«los hombres del fuego», el protagonista, un «cuasi hombre», vive una larga
aventura en búsqueda de su identidad, de su propio proceso evolutivo. El
protagonista revive en sueños la historia de su Yo profundo, Colmillo Largo,
su otro yo, y nos transmite la ansiedad que le causa su doble personalidad y
la búsqueda de sus orígenes.
La novela más célebre ambientada en la prehistoria, que se lee todavía con
enorme deleite, es La guerre du feu de Joseph-Henri Rosny aîné (1911),
conocida internacionalmente por la versión cinematográfica dirigida por
Jean-Jacques Annaud (1981). Es uno de los pocos ejemplos, si no el único,
en el que una novela de ambientación prehistórica sirve de inspiración a
posteriores ediciones de cómic, desde la versión por entregas de Martine
Berthelemy en la revista Le Journal de Mickey (1953), el cómic de René Pellos
de 1976, hasta los tres volúmenes de Emmanuel Roudier recientemente
editados (2012-2014). Los personajes humanos y semihumanos que se
describen en La guerre du feu -los wah, los enanos rojos, los gigantes de
pelo azul o los devoradores de hombres- los reconocemos en numerosos
tebeos y cómics.
Y, como referente de muchas otras novelas y personajes de ficción, no podía
faltar el prolífico escritor americano Edgar Rice Burroughs, autor de las sagas
de El Mundo de Pellucidar (1915)
6
, Tarzán de los monos (1912 y 1914) o Cave
Girl (1913). Estos personajes inspiraron, y siguen inspirando, un sinfín de
héroes y heroínas de aspecto supuestamente prehistórico pero ambientados
en la selva africana, donde conviven con pueblos indígenas, muchos de ellos
equiparados en su modo de vida y actitudes a supuestos primeros estadios
prehistóricos del hombre. El éxito de Tarzán, el mayor héroe salvaje de la historia del celuloide, sumó el componente selvático a la prehistoria de ficción.
En las últimas décadas ha cambiado sustancialmente el concepto de la novela de ficción de ambientación prehistórica. El superventas de El clan del
oso cavernario de la americana Jean Marie Auel, publicado en 1980, inició la
saga de Los hijos de la tierra con un éxito de superventas sin precedentes en
el mundo editorial. Llevada al cine por el director Michael Chapman en 1986,
no tuvo la acogida esperada, como le ocurrió también a la novela francesa Ao
le dernier néandertal de Marc Klapczynski (2007), una espectacular aventura
sobre el destino de los últimos neandertales, pero cuya adaptación cinematográfica por Jacques Malaterre en 2010 tampoco tuvo el éxito deseado. El collar
de Neandertal (1999) y Al otro lado de la niebla (2005) de Juan Luis Arsuaga
abren en España una línea de novelas entre divulgación científica y ficción
ambientadas en la prehistoria, donde el peso de los descubrimientos en el
yacimiento de Atapuerca es innegable. Algunos novelistas se han atrevido a
[page-n-24]
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21
Tarzán. Pellucidar, el mundo fantástico,
de Edgar Rice Burroughs.
Serie la Selva, Pantera 4, Hispano Americana
de Ediciones, S.A., Barcelona, 1949.
seguir esta temática, entre los que cabría destacar a Lorenzo Mediano con Tras
la huella del hombre rojo (2005) donde, una vez más, la narración se centra
en el encuentro entre dos especies diferentes, neandertales y cromañones.
Estas novelas abordan, ante todo, aspectos de la evolución humana y temas
de actualidad, haciendo especial hincapié en las últimas investigaciones
en torno a la extinción de los neandertales. Sin embargo, el celo por una
rigurosa documentación científica y la preocupación por estar al día en las
últimas investigaciones obliga a una mayor rigidez narrativa, resultando
guiones algo repetitivos y similares entre sí. Poco originales en comparación
con aquellas novelas fantásticas, de una imaginación desbordante, pero eso
sí, con escenarios y personajes que poco tienen que ver con la prehistoria.
Trogloditas, hombres mono, tarzanes y, por fin, la especie humana; así es
como ven los guionistas y los dibujantes a sus protagonistas en las historietas.
6
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Helena Bonet Rosado
22
Los tebeos y los cómics transmiten valores e ideologías no sólo a través de la
imagen sino también del mensaje escrito, del guion, mediante esos diálogos
encapsulados en bocadillos o en los pies de viñetas. De modo que ese doble
mensaje, a través de la imagen y del texto, convierte las narraciones gráficas
en un referente y un modelo para miles de lectores.
Los protagonistas
prehistóricos en los cómics
Un recorrido visual por los cómics de temática prehistórica muestra la gran
variedad de representaciones humanas que aparecen a lo largo de un siglo.
Arquetipos que, por otro lado, están estrechamente marcados por la época,
el género y el público al que van dirigidos. En este viaje por la prehistoria, el
hombre y la mujer no han caminado solos, han interactuado con el medio; de
ahí que el mundo vegetal y animal tengan un protagonismo casi tan importante como el hombre. Los paisajes hostiles, desde los grandes hielos hasta
las impenetrables selvas, pasando por la aridez extrema de los desiertos, son
eternos adversarios del ser humano, lo que le permite, a éste mostrar su valor,
enfrentándose a continuos riesgos y aventuras. Los grandes mamíferos y las
fieras representan los peligros más extremos, pero también son la base de la
subsistencia, el animal cazado y el consumido, y es por ello que los animales
están presentes en todos los cómics. Con todo, aun siendo sabedores de que
todos estos elementos son inseparables, vamos a centrarnos ahora en cómo
los cómics han retratado al hombre y la mujer prehistóricos, cuyas imágenes
agrupamos en cuatro estereotipos.
La imagen caricaturesca
El troglodita es por excelencia el estereotipo en el tebeo caricaturesco, humorístico e infantil y, tal vez, quien mejor resume los tópicos y atributos
identitarios del hombre prehistórico. Estos aparecen bien resumidos, por
ejemplo, en el personaje el Troglodita tímido de Raf (Mortadelo. Especial
Prehistoria, 1985: 22), donde en la primera viñeta tenemos al robusto y poco
inteligente troglodita melenudo, ataviado con pieles, porra en mano, un plato
de comida con huesos y, de fondo paisajístico, un pterodáctilo que sobrevuela un dolmen. En los tebeos españoles, lo que vemos desde las primeras
viñetas de las aventuras del TBO
7
y de Daca y Toma (1938), en multitud de
chistes de todas las épocas y en un largo repertorio de pequeños y simpáticos
personajes cavernícolas como el Troglodito de Schimdt (1958), El Troglodita
Manolo de Raf, autor también de la portada del número especial de prehistoria
de Mortadelo, n.º 47, 1978, o los más célebres Altamiro de la cueva (1965) de
Joan Bernet Toledano y Hug, el troglodita (1965) de Jordi Gosset.
En las tiras de humor y viñetas americanas, el cavernícola Alley Oop, creado en
7
El origen de algunas cosas. TBO.
Año XIV, n.º 701. Barcelona, 1928.
1934 por V. T. Hamlin
8
(Trucutú en la versión hispana), compagina su carácter
bonachón con el comportamiento de bruto. A lomos de su dinosaurio y hacha
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23
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24
8
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Alley Oop, de Vincent T. Hamlin.
All new stories. Dell, New York, 1962.
en mano, se convirtió en un icono americano de la cultura pop, como luego lo
serían Los Picapiedra, creados como serie de animación en 1960 por HannaBarbera. Una imagen opuesta, pequeños e inteligentes cavernícolas, son el
personaje de B. C. de Johnny Hart, donde lo importante de las tiras cómicas
es la narración y los gags; o Altamiro de la cueva, donde el periodo histórico es
mera anécdota, ya que la mayoría de estos personajes funcionarían igualmente
ambientados en cualquier otro periodo histórico. En general, el paisaje
ocupa aquí un papel muy secundario, reduciéndose a un mero decorado,
mientras que los animales, en cambio, cobran un mayor protagonismo. Se
humanizan y forman parte del reparto de actores en numerosas historietas
como los mamuts de Girighiz (1972) de Enzo Lunari, o los amables animales
de compañía representados por las mascotas Dinny de Alley Oop o Dino de
Los Picapiedra.
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9
Caveman, de Tayyar Özkan.
Dude Comics, Barcelona, 2001.
En este apartado podríamos incluir The Cartoon History of the Universe
(1978) del matemático e ilustrador Larry Gonick, que, a través de un dibujo
lleno de humor, narra la historia de la humanidad. El autor utiliza la caricatura y la narrativa gráfica para difundir los últimos conocimientos sobre la
prehistoria de forma pedagógica a la vez que divertida. En esta misma línea,
el humorista gráfico Forges en La Historia de aquí (1980) parodia el mundo
de la prehistoria e ilustra todos sus tópicos como nadie. Sus conversaciones
hilarantes, juegos de palabras y personajes forgianos, han llegado hasta el
imaginario colectivo de varias generaciones de españoles. Por el contrario, en
Caveman, del turco Tayyar Özkan (2001), encontramos una feroz parodia de la
sociedad actual. Con un enérgico lenguaje narrativo mudo muestra cómo las
pasiones más bajas del ser humano, la violencia o el individualismo, no han
cambiado desde la prehistoria hasta nuestra supuesta sociedad civilizada.
9
25
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26
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En este género satírico y humorístico, las mujeres aparecen igualmente estereotipadas, aunque bastante peor consideradas: arrastradas por los pelos,
gordas y gruñonas, o como objetos de deseo que hacen babear a sus compañeros de viñetas. Las picapiedras Wilma y Betty, con sus modelitos de pieles y
preocupaciones domésticas, a pesar de ser más listas que sus parejas, lo cual
no es muy difícil, ofrecen la imagen de esposa ideal, ama de casa. A finales de
los años 70, en el tebeo infantil solo una niña, Roquita, de Jordi Gosset, puede
considerarse un personaje con carisma que, sin llegar al reconocimiento de
Hug, el troglodita del mismo autor, llegó a inmortalizarse con su sopa de huesos.
La imagen simiesca
La referencia al hombre mono es recurrente en aquellos tebeos fantásticos y
de ficción, en los que el protagonista, siempre un hombre moderno y occidental, se enfrenta a seres simiescos que remiten al eslabón perdido. Barrero
(2011) señala la fascinación que ha despertado siempre entre nosotros la
imagen de aquel eslabón perdido, entre la bestia y el hombre civilizado, que
se ha ido construyendo con imágenes fantaseadas a lo largo del siglo xx, por
supuesto sin contrastar con la ciencia, y que ha resultado, como no podía
ser de otro modo, un estereotipo.
La representación del hombre prehistórico como ser monstruoso, medio hombre medio mono, remite a las leyendas y a la propia historia de la investigación
sobre la evolución de la humanidad, como hemos visto anteriormente. El
interés y la atracción que despertó la leyenda del yeti, el abominable hombre
de las nieves, que popularizaron a mediados del siglo xix los montañeros que
escalaron el Everest, contribuyó en gran medida a crear esa imagen aterradora
y misteriosa que la cultura popular vinculó erróneamente a nuestros orígenes.
También la mítica película King Kong (1933), un habitante de una perdida isla
prehistórica, contribuiría a forjar esa imagen terrible pero humanizada de los
grandes primates. Todo ello ha proporcionado un enorme caudal imaginativo
a la hora de crear enemigos y situaciones terroríficas en las que se establece
una clara equivalencia entre lo primitivo, lo atávico y lo monstruoso.
Así lo vemos en numerosos cómics de todas las épocas y géneros, donde
el malvado es un ser simiesco y brutal que surge de las profundidades, o
del más allá, y cuya única arma suele ser una gran maza capaz de abrir la
cabeza del contrincante de un solo golpe mortal. Los superhéroes americanos, Superman y Batman, también defienden a la humanidad de gigantes
cavernícolas venidos de remotos mundos, siempre con una gran porra en
la mano
10
. Incluso Flash Gordon pelea contra hombres mono venidos de
El satélite de los Skorpi (1980). Brutales monos antropizados, parlantes, los
vemos en los tebeos españoles de los años 50 y 60, luchando contra personajes medievales en El Jabato o El Capitán Trueno, pero quien mejor ilustra
estos primeros hombres prehistóricos es Miquel Quesada en las cubiertas y
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10
Batman. Superman DC National Comics, 115.
New York, 1958.
viñetas de Pequeño Pantera Negra (1958). Señalar que esta imagen simiesca
es siempre masculina, cuando el sexo femenino toma las riendas del mal es
siempre bajo el aspecto de una bruja malvada, pero que puede convertirse
en una belleza seductora, o bien en una anciana decrépita.
Si bien este tipo de hombre primitivo es recurrente en los cómics de ficción y
de misterio de todas las épocas, véase Delito en la Prehistoria o El misterio de
Stonehenge de la serie Martin Mystere, de Castelli y Alessandrini (1982), en las
últimas décadas este estereotipo ha cambiado sustancialmente debido a la
difusión y divulgación de los avances científicos sobre la evolución humana.
La visión ingenua e infantil de aquellos hombres mono es cada vez menos
frecuente, y ahora los Austalopithecus, el Homo erectus, Homo habilis, el antecessor o los neandertales van abandonando sus roles de bestias peligrosas para
convertirse en verdaderos protagonistas humanos de sus historias. Una vez
más, cómics como Lucy. L’espoir de Norbert y Liberatore, On a marché sur la
Terre de Houot (1990) o Néandertal de Roudier (2007-2011) se acercan con una
gran sensibilidad y humanidad a la vida y pasiones de estos primeros humanos.
27
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La imagen tarzanesca
La influencia de la figura de Tarzán, el rey de la selva, de Edgar Rice Burroughs
(1912) en el mundo del cómic es innegable. A partir de los años 20 del siglo xx
el hombre prehistórico seguirá manteniendo su aspecto simiesco pero aparecerá una nueva figura a modo del mito del «buen salvaje» de Rousseau: un
hombre libre, noble y plenamente integrado en la naturaleza que irá tomando
cada vez más protagonismo. La publicación de las novelas de jungla de este
mismo autor, The Cave Girl (1913) y El eterno salvaje (1925), confirman el éxito
de este género con una aportación muy importante: la introducción de la
mujer salvaje prehistórica como protagonista y heroína. Por supuesto, estas
imágenes de hombre y mujer prehistóricos, responden en realidad al hombre
actual y occidental que habita en la jungla y que nada tiene de prehistórico,
ni siquiera las armas defensivas. En este tipo de cómics veremos el eterno
enfrentamiento del héroe contra simios humanizados y fieras salvajes, pero
también contra tribus africanas ambientadas en su pasado.
En España, el máximo exponente de este perfil tarzanesco es Purk, el hombre
de piedra (1950), de Manuel Gago, seguidos de Piel de lobo y Castor, todos
ellos ambientados en una mítica prehistoria llena de licencias. Tamar (1961)
de Ricardo Acedo y Antonio Borrell, en realidad es una copia de la saga de
Tarzán donde igual que su progenitor lucha contra trogloditas y toda clase
de fieras salvajes incluidos los dinosaurios.
Rahan, el héroe del guionista Roger Lécureux y del dibujante André Chéret
(1969) ha sido leído por tres generaciones de franceses y traducido a más de
17 lenguas. Es el personaje que mejor representa el éxito de esta caracterización del hombre salvaje y tarzanesco del paleolítico
11
. Con su taparrabos
de cuero, su cuchillo de marfil y su collar de garras de oso vuela a través
de las viñetas con un gran dinamismo y fuerza corporal, solo comparable
con el guerrero prehistórico norteamericano Tor. De los álbumes de Rahan
cabe destacar los dedicados a yacimientos y cuevas paleolíticas francesas,
como L’homme de Tautavel (1997), Le secret du Solutré (2008) o La légende
de la grotte de Niaux (2009). En el primer volumen, Chéret realiza también
el guion y nos narra una emotiva historia de amistad entre Rahan y Tau-toa,
un preneandertal de la cueva de Tautavel.
También en la década de los años 70, el ilustrador italo-argentino Juan Zanotto
y los guionistas Ray Collins y Diego Navarro, crean el personaje prehistórico
de Henga, el cazador (1974) (Yor en Italia y España) que viaja, acompañado
de su compañera Ka-laa, entre dos civilizaciones distintas en un mundo
primitivo ambientado en el Neolítico y el futuro. A partir de 1975 se gesta la
saga Hor, el hijo de Henga, que conservará las mismas características que la
historieta original entre mundos prehistóricos y futuros. Poco conocida en
otros países fuera de Italia y Argentina, esta serie fantástica de ciencia ficción
[page-n-32]
Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
29
fue llevada al cine sin demasiado éxito en 1983, Yor, el cazador del futuro, por
Rahan, de R. Lécureux y A. Chéret.
Tomo 10 de la edición integral en blanco y
negro de la editorial Soleil, 2014.
el director Antonio Margheriti (Barrero, 2011).
Lógicamente es en Estados Unidos donde la figura de Tarzán dará lugar a un
mayor número de personajes muy similares entre sí y que tendrán una gran
acogida a partir de los años 60 y 70, como Korak, el hijo de Tarzán, Ka-Zar con
su novia la diablesa Shanna, o Kong, el salvaje, que se enfrentarán a todo tipo
de cavernícolas, fieras y dinosaurios en supuestos periodos prehistóricos, o
Tragg y los dioses del cielo, donde se mezcla ciencia ficción y prehistoria (Barrero,
2011). Pero, sin duda, Tor, in the world 1,000,000 years ago (1953), creado por Joe
Kubert, es el guerrero prehistórico que tuvo mayor éxito, muy influenciado por
la película de 1940 dirigida por Hal Roach (Golden Caster, 2013). Es éste uno de
los personajes más queridos por Kubert, que le acompañó a lo largo de toda su
vida artística hasta su muerte en 2012. Anthro (1968), el primer niño cromañón
nacido de padres neandertales, o Naza, Stone Age Warrior, se apartan de la
influencia tarzanesca, creando un personaje prehistórico propio
12
. También
será en Estados Unidos donde triunfarán, a partir de los años 50, las heroínas
11
[page-n-33]
30
12
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Naza. Stone Age Warrior. Ice entombed
monsters. Ilustraciones de Jack Sparling.
Dell, New York, 1966.
de perfil selvático con un fuerte componente erótico, como Cave Girl, Rima, o
Shanna, todas ellas valientes guerreras ataviadas con escasas pieles de felino.
Otro tipo de héroe prehistórico que incluimos en este apartado, aunque no se
ambienta en la selva ni su perfil es el del buen salvaje, son los indios americanos
prehistóricos. Hay que recordar que hasta bien entrado el siglo xx, los indios
de las praderas se consideraban los primeros pobladores de América, por
lo que los autores de cómics no dudaron en crear superhéroes prehistóricos indios. Así nace, en 1954, Turok, son of stone (en castellano Turok, el
guerrero de piedra), un verdadero piel roja paleolítico que lucha contra
hombres cavernícolas y fauna prehistórica americana, pero sobre todo
contra animales antediluvianos.
La imagen realista
La escuela franco-belga, con su tradición de cómics históricos, es la que mejor recrea e ilustra la prehistoria. Guionistas e ilustradores se asesoran sobre
los últimos avances de la investigación prehistórica, visitan los yacimientos
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
y museos e, incluso, colaboran con prestigiosos prehistoriadores. Tounga,
(1961), en las ediciones españolas Tunga, fue creado por el ilustrador belga
Édouard Aidans y se puede considerar como el precedente del cómic realista
prehistórico que compagina la ficción y la documentación arqueológica, con
una fauna creíble, contemporánea al Paleolítico medio y superior (Vich, 1997:
16). Pero será el guionista e ilustrador André Houot, con sus cuatro volúmenes
sobre Chroniques de la nuit des temps (1987-1992), el primero que narra la
historia de la humanidad desde sus orígenes hasta la Edad del Bronce con
una clara voluntad pedagógica y con el asesoramiento científico
13
.
El maestro de la bande dessinée de la narración ilustrada sobre la prehistoria
es Emmanuel Roudier. Desde la publicación de Vo’hounâ en 2002, definida
por su autor como una narración mágico-realista sobre neandertales y
cromañones, ha estado en contacto con numerosos arqueólogos franceses,
asesorándose sobre la fauna, la flora y el clima, además de seguir de cerca
las últimas propuestas de reconstrucciones anatómicas y faciales de los
neandertales. Este interés, unido a su pasión por la prehistoria, ha dado
como resultado magníficas ilustraciones y ambientaciones de la prehistoria
europea, como las de su álbum más conocido de Néandertal (editado en
castellano en 2012). Los avances de la investigación prehistórica también se
reflejan en la imagen y las acciones de los protagonistas de otros excepcionales cómics, como el ya mencionado álbum de Lucy. L’espoir de P. Norbert
y T. Liberatore (2007), una historia de supervivencia y amor protagonizada
por los primeros homínidos. El cómic de Matthieu Bonhomme L’âge de
raison (2002) nos presenta un homínido en el alba de su historia, en el que
prevalecen más los impulsos del deseo, la amistad y la violencia sobre la
razón. La fuerza narrativa y el colorido de este cómic hacen que resulten
innecesarias las palabras para trasmitirnos su mensaje sobre la violencia y
las pasiones humanas, como también ocurre en el comic igualmente mudo
Neanderthal, del norteamericano Frank Frazetta (2009)
14
.
En Mesolith (2010), los británicos Ben Haggarty y Adam Brockbank, crean un
ambiente mágico, en el que se entrelazan las situaciones de peligro, sueños
y pesadillas, pero en un mundo real de los cazadores-recolectores del mesolítico y neolítico. Destacaremos, en el ámbito peninsular, el interesante
álbum Ötzi. Por un puñado de ámbar (2015) de Mikel Begoña y el ilustador
Iñaket, un cómic de aventuras, un «wéstern calcolítico» como gusta definirlo
a sus autores (www.rtve.es › Noticias › Especiales › El cómic en RTVE.es),
sobre la momia descubierta en los Alpes italianos, de hace 5.000 años
15
.
Todos estos cómics son un buen ejemplo de cómo la suma de una rigurosa
documentación científica, una original narrativa y unas potentes ilustraciones,
pueden convertir este arte secuencial en un excelente manual gráfico de la
prehistoria. Y en este sentido, los museos somos cada vez más conscientes
31
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32
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[page-n-36]
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13
Tête-Brûlée. Chroniques de la nuit des temps,
de André Houot.
Editorial Le Lombart, Bruxelles, 1989.
Neanderthal de Frank Frazetta.
Image Comic, Berkeley, 2009.
14
del potencial comunicativo que tienen la imagen y la narración gráfica
como transmisores de conocimiento, de ahí la importancia de que exista
una estrecha colaboración entre ilustradores y los conservadores-investigadores del museo en el desarrollo de un correcto discurso expositivo. Un
buen ejemplo a seguir desde las instituciones es el álbum El bosc negre. Una
aventura talaiòtica de Max y Pau (2007), editado por el Museo Arqueológico
de Son Fornés, en Montuïri (Mallorca) y ambientado ya en el umbral de la
protohistoria. El guion está escrito por los propios responsables científicos
del museo y relata la vida cotidiana en el poblado talayótico de Son Fornés,
hace unos 2.000 años. También el cómic Explorador en la Sierra de Atapuerca
(2004) de Jesús Quintanapalla, editado por la Fundación Atapuerca, cuenta
33
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34
15
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Ötzi. Por un puñado de ámbar,
de Mikel Begoña e Iñaket.
Norma Editorial, Madrid, 2015.
con la asesoría científica de Juan Carlos Díez. En esta misma línea, el Museo
de Prehistoria de Valencia ha editado dos cuentos, El misterio de la cueva
(2006) y El encuentro entre dos mundos (2013), argumentados por Eva Ripollés y Laura Fortea, arqueólogas-monitoras del Museo, y con ilustraciones
de Gerard Miquel, donde los niños protagonistas viven los cambios que se
suceden en el devenir de los tiempos prehistóricos. La excelente acogida
de estos trabajos entre el público infantil y familiar demuestra el valor de
la narración gráfica como recurso comunicativo y museográfico para acercarnos a la prehistoria. Por esto, desde estas líneas, reivindicamos la magia
de la imagen y del arte secuencial como medio para construir relatos sobre
la prehistoria por su lenguaje internacional y su capacidad para suscitar y
evocar emociones.
[page-n-38]
Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
35
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Ediciones Glénat.
[page-n-39]
[page-n-10]
Este libro se editó con motivo de la
exposición temporal «Prehistoria y
Cómic», inaugurada en junio de 2016.
DIPUTACIÓN DE VALENCIA
Presidente
Jorge Rodríguez Gramage
Animaciones 3D
Ángel Sánchez Molina
Audiovisuales
Grabación, edición y montaje
Render Comunicación, SL
Empresas colaboradoras de la producción
Diputado de Cultura
Xavier Rius i Torres
Diseño gráfico de la exposición
Vanesa Mora Casanova
MUSEO DE PREHISTORIA DE VALENCIA
Diseño del material impreso
Marc Granell Artal
Directora
Helena Bonet Rosado
Jefe de la Unidad de Difusión, Didáctica y
Exposiciones
Santiago Grau Gadea
EXPOSICIÓN
Proyecto expositivo
Museo de Prehistoria de Valencia
Comisariado
Helena Bonet Rosado
Álvaro Pons Moreno
Equipo de trabajo
Francisco Chiner Vives
Eva Ferraz García
Santiago Grau Gadea
Vanesa Mora Casanova
Begoña Soler Mayor
Con la colaboración de
Josep Lluís Pascual Benito
Bernat Martí Oliver
Alfred Sanchis Serra
Diseño, instalación y montaje
Francisco Chiner Vives
Imagen del cartel y cubierta del catálogo
Paco Roca
Didáctica
Laura Fortea Cervera
Eva Ripollés Adelantado
Ayudante de montaje
Amadeo Moliner Blay
Fondos expuestos
Museo de Prehistoria de Valencia
Colección Helena Bonet Rosado
Emmanuel Roudier
Miguel Quesada
Antonio Fraguas «Forges»
Mikel Begoña e Iñaki Martínez «Iñaket»
Ortifus
Mireia Pérez
Philuc
Museo Arqueológico Municipal Camil
Visedo Moltó de Alcoi
Impresión del material de difusión
Imprenta Provincial de la Diputación de
Valencia
Transporte de la obra
TTI
Seguros
Muñiz y Asociados. Generali Seguros
Traducciones inglés y francés
Lambe & Nieto
Marc Tiffagom
Producción
Museo de Prehistoria de Valencia
Reinadecorazones Espacios para el Ocio y
la Cultura
PUBLICACIÓN
Proyecto editorial y coordinación
Museo de Prehistoria de Valencia
Agradecimientos
Cecilio Alonso Alonso
Emili Aura Tortosa
Jorge Iván Arguiz
Suresh Ariaratnam
Gilles Bourgarel
Adam Brockbank
Maggie Calt
Chantal Chéret
Lora Fountain & Associates
Judit Foz Povill
Gloria García
Manuel Gozalbes Fernández de Palencia
Manel Granell
Ben Haggarty
Tanino Liberatore
Cristina Rihuete
Jose María Segura Martí
Museu Arqueològic Son Fornés
Dude Comics
Editorial Toxosoutos
El Patio editorial
Grupo Planeta
Nota de los editores
Los autores y los editores de este libro
comunican a los derechohabientes de las
ilustraciones o de otro tipo de imágenes
no encontradas, que pueden ponerse en
contacto con la editorial para acreditar su
propiedad intelectual o de otra índole.
Contacto: Museo de Prehistoria de Valencia,
tel: 963 883 627 y gestio.exposicio@dival.es.
Equipo de edición
Joaquín Abarca Pérez
ISBN: 978-84-7795-762-1
Autores de los artículos
Helena Bonet Rosado
Ernestina Badal García
Santiago Grau Gadea
Antoni Guiral Conti
Vicky Menor Cuenca
Didier Pasamonik
Álvaro Pons Moreno
Pedro Porcel Torrens
Emmanuel Roudier
Gonzalo Ruiz Zapatero
Begoña Soler Mayor
Joaquín Soler Navarro
© de los textos: los autores, 2016.
Traducción al valenciano y corrección
Unitat de Normalització Lingüística de la
Diputació de València
Diseño y maquetación
Marc Granell Artal
Impresión
Pentagraf
DL: V 1292-2016
© de las imágenes: los autores, 2016.
© de la edición: Museo de Prehistoria de
Valencia. Diputación de Valencia, 2016.
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presentación
Helena Bonet Rosado
Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
Helena Bonet Rosado
Primero la ciencia… después, la ficción
Ernestina Badal García y Joaquín Soler Navarro
Ilustración prehistórica y tebeo de prehistoria:
¿Caminos divergentes o convergentes?
Gonzalo Ruiz Zapatero
La prehistoria en el tebeo infantil
Antoni Guiral Conti
BARBAS, GARROTES Y DINOSAURIOS:
LOS CAVERNÍCOLAS DE PAPEL
Pedro Porcel Torrens
Prehistoria en los cómics americanos
Álvaro Pons Moreno
ENTRE PEDAGOGÍA Y PARODIA, LA PREHISTORIA EN
EL CÓMIC FRANCÓFONO
Didier Pasamonik
¡GRACIAS LUCY!
Begoña Soler Mayor
El cómic como recurso didáctico para el
aprendizaje de la prehistoria en los museos
Santiago Grau Gadea
Conversaciones con Emmanuel Roudier
Helena Bonet Rosado
Catálogo de selección de cómics
Vicky Menor Cuenca
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
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Helena Bonet Rosado
El mito del antepasado-mono posee raíces perdidas en la penumbra
(...) Los capiteles y los bestiarios, las historietas dibujadas en las revistas y los monstruos de las ferias, despliegan una imagen del hombre
que pertenece a la psicología de las profundidades. Esta imagen (...)
todavía en nuestros días causa satisfacción a los letrados, pero que
posee sus “dobles” populares en el abominable hombre de las nieves
y en el Tarzán de las comiquitas y cines de barrio.
André Leroi-Gourhan, El gesto y la palabra.
Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, 1971, p. 29.
La experiencia expositiva de «Prehistoria y Cine», inaugurada en el Museo de
Prehistoria en 2012 (Jardón et al., 2012), nos permitió observar la estrecha
relación que existía entre el cine y el cómic con planteamientos muy similares
a la hora de transmitir el pasado y, más concretamente, la prehistoria. Ambos
géneros nos remiten a un mundo de ficción prehistórica donde se puede ver
una serie de tópicos que han perdurado a lo largo de más de un siglo. Ahora,
la exposición dedicada a «Prehistoria y Cómic» retoma esta temática y ofrece
una doble mirada, desde el cómic y desde la propia prehistoria, a través de
una serie de iconos presentes en nuestro imaginario, que nos remiten directamente a los tiempos más remotos. El discurso de la exposición compagina
la visión que los autores de cómics nos han legado sobre la prehistoria y
nuestra reflexión, como arqueólogos, sobre este género en su aproximación a
la temática prehistórica. Esta mirada dual se presenta a través de seis iconos
universales que nos trasladan a los inicios de la historia de la humanidad y
cuyo examen nos permite contrastar ficción y realidad. Los hemos titulado:
la especie humana, el útil, el fuego, un mundo de fieras, el arte y el megalitismo. Cualquier lector identifica la imagen de un troglodita, de un hueso
empuñado como arma, un mamut, o un dolmen, como una referencia a los
tiempos prehistóricos y, en un sentido más amplio, como una evocación de
lo primitivo y lo ancestral. Estos ítems recurrentes se evidencian incluso hoy
en día en el arte urbano, expresión estética y social de un planeta inmerso
en un profundo proceso de transformación.
Los tebeos, los cómics, y en general el mundo de las viñetas, han gozado de
una extraordinaria difusión entre el público infantil y juvenil, a pesar de su
consideración como subproducto cultural, hasta bien entradas las últimas
décadas del siglo pasado. Será a partir de los años 60 cuando se asista a la
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
11
reivindicación artística del cómic, llegando a ser considerado como el noveno arte (López, 2013), todo ello favorecido, en gran parte, por la difusión que
estaba alcanzando el cine y la democratización del arte entre amplios sectores
de la población. Figuras del pop art como Andy Warhol, Roy Lichtenstein o
Richard Hamilton se apropiaron de la iconografía de arquetipos procedentes
del mundo del cómic (Gasca y Mensuro, 2014: 7). Hoy en día, la estética del
cómic ha invadido importantes sectores del mundo de la publicidad y del
diseño, pero su verdadero reconocimiento artístico se está impulsando desde
las galerías de arte y los museos de arte contemporáneo, en donde cada día es
más frecuente ver en sus salas dibujos originales de autores de tebeos y cómics.
En este periodo de creciente reconocimiento e impulso creativo experimentado
por el cómic, se observa un escaso interés de este género por la prehistoria,
tal vez con excepción de las ilustraciones satíricas para las que los tiempos
prehistóricos han sido uno de los escenarios más recurrentes donde ambientar todo tipo de humor. Sin embargo, a priori, los albores de la humanidad
parecen un marco idóneo para narrar historias fantásticas, de misterio,
incluso de terror, al imaginarse como un mundo ancestral y enigmático que
permite todo tipo de licencias históricas y narrativas. Y así parece haberse
reconocido en las últimas décadas, en las que los medios de comunicación
-prensa, revistas, redes sociales, documentales y el propio cine- han jugado
un papel determinante en la difusión de los descubrimientos científicos.
La importancia de los nuevos descubrimientos arqueológicos y su difusión
han despertado en el público un mayor interés hacia la prehistoria, del que
han participado, como no podía ser de otra manera, los autores de las historietas gráficas y las editoriales. Este potencial narrativo ha supuesto un antes
y un después en el cómic histórico ambientado en la prehistoria ya que trata
de relatar el pasado de una forma diferente, con grandes posibilidades de
difusión y al alcance de todos los públicos gracias a su potente grafismo y a
su específica forma narrativa.
En este artículo hemos querido detenernos, a modo de introducción de la
exposición «Prehistoria y Cómic», en algunos aspectos que han contribuido
a crear un imaginario colectivo que se ve reflejado en las historietas y narraciones gráficas: temas como el arte prehistórico, las reconstrucciones científicas sobre los primeros seres humanos y su relación con las ilustraciones
y la narrativa fantástica.
El Homo sapiens es la única especie del planeta que ha mostrado inquietud
y necesidad de comunicar sus pensamientos y sensaciones a través de la
imagen. Como especie social que es, ha buscado formas para representar
y transmitir su mundo cognoscitivo, y esa inquietud y materialización de
Las primeras narraciones
gráficas. El arte prehistórico
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12
1
Helena Bonet Rosado
Plaqueta grabada de la Cova del Parpalló
(Gandia). Hacia el 12.000 a. C.
Museu de Prehistòria de València.
L’art préhistorique en bande dessinée,
de Éric Le Brun, vol. 2, 2013, donde se hace
referencia a las plaquetas pintadas de la
Cueva del Parpalló.
su pensamiento la conocemos a través del arte prehistórico. Las primeras
manifestaciones de pinturas rupestres se remontan a los inicios del periodo
del Paleolítico superior, hace unos 35.000 años, dejando verdaderas obras
maestras como las pinturas de la Cueva de los Sueños de Chauvet (Ardéche,
Francia). En las cuevas con arte parietal del sur de Francia y norte de España, las secuencias de grandes animales -caballos, bisontes, leones, cabras,
toros- pintados o grabados en las profundidades de las galerías muestran un
realismo y un dinamismo propio del lenguaje narrativo. Recientemente, las
investigaciones sobre las escenas del arte paleolítico han dado un nuevo giro
al estudiar la representación del movimiento en las figuras de los animales,
vinculando las primeras imágenes de la humanidad a un arte narrativo en 3D.
Marc Azéma, arqueólogo y cineasta, nos enseña que los artistas prehistóricos
ya utilizaban en sus pinturas y grabados algunas técnicas que recuerdan a las
de la animación actual, de modo que eran capaces de crear dibujos animados en tres dimensiones, gracias al volumen de las paredes sobre las que se
pintaron, a la superposición y duplicación de trazos y figuras, y al efecto de
movimiento que produciría la iluminación de las antorchas (Azéma, 2011).
En tierras valencianas, esta capacidad del hombre paleolítico de transmitir
experiencias a través del arte la tenemos muy bien representada en uno de
los conjuntos más importantes de arte mueble prehistórico: la colección de
miles de plaquetas pintadas y grabadas de la Cova del Parpalló de Gandia,
datadas entre el 21.000 y el 12.000 a.C. Algunas de ellas muestran escenas que
evocan movimiento, como la plaqueta que recrea el amamantamiento de un
cervatillo, con el detalle del doble dibujo de la cabeza que busca la ubre de
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
la madre, o la plaqueta con dos ciervas a la carrera, y también la grabada por
ambas caras, en una de las cuales dos cervatillos corren entre las patas de
su madre, mientras que en el reverso, en animación coordinada, un caballo
inclina la cabeza para lamerse la pata
1
(Villaverde, 1994: figs. 35, 140 y 157 ).
Pero donde el arte narrativo alcanza su mayor dinamismo y expresividad
es en los conjuntos de arte rupestre pospaleolítico del arco mediterráneo
peninsular, llamado arte rupestre levantino. Sin duda, es la manifestación
artística más genuina de nuestra prehistoria, excepcionalmente representada en los abrigos valencianos, y declarada Patrimonio de la Humanidad en
1998. Es un arte que se expresa en las paredes de los abrigos rocosos al aire
libre, en donde la figura humana cobra un gran protagonismo, orquestando
escenas de caza, enfrentamientos y desfiles de guerreros, o escenas de la vida
cotidiana, como la recolección de la miel de la Cueva de la Araña de Bicorp.
Estas primeras narraciones, de hace unos 7.000 a 5.000 años, materializan
escenas de una vida diaria cuyos contextos orales se han perdido para siempre.
En algunos paneles sus creadores quisieron plasmar secuencias narrativas,
como en el abrigo del Barranc de la Palla en Tormos (Marina Alta) donde un
cazador sigue el rastro de sangre y las huellas dejadas por un ciervo herido
(Hernández et al., 1988: 223), o la curiosa escena de la Cova Remigia en Ares
del Maestrat (Sarria, 1989: 12-14), donde un toro malherido por una flecha
persigue a un cazador que se da a la fuga.
Las pinturas paleolíticas y neolíticas son las primeras narraciones ilustradas
de la humanidad y así lo explica gráficamente el guionista e ilustrador norteamericano Will Eisner en su libro La narración gráfica (2002). Sin embargo, en
la mayoría de los cómics su acercamiento al arte prehistórico es tangencial
y anecdótico, incluso a veces es un elemento meramente decorativo y con
nula documentación sobre la pintura parietal prehistórica (Gasca y Mensuro,
2014: 25), como podemos ver en Altamiro de la cueva (1965) de Joan Bernet
o en B. C. de Johnny Hart (1957), por citar solo a personajes muy conocidos.
Vemos cómo en la mayoría de los tebeos y cómics es frecuente, por no decir
recurrente, la mezcla de imágenes del arte rupestre paleolítico, como las
manos y los grandes mamíferos, con las esbeltas figuras humanas del arte
neolítico levantino
2
. Excepción a esta tendencia general sería el volumen
de La légende de la grotte de Niaux (2009) de Jean-François Lécureux y André Chéret, donde la narración discurre entre el misterio de la entrada a la
cueva y el grupo humano protector de sus magníficas pinturas paleolíticas.
El álbum destinado al público infantil Ticayou, le petit cro-magon (2009) de
Éric Le Brun y Priscille Mahieu ofrece una visión muy didáctica sobre el arte
paleolítico, pero, sin duda, L’art préhistorique en bande dessinée (2012 y 2013)
de Éric Le Brun es el trabajo más completo y de mayor rigor científico sobre
el arte prehistórico europeo. Luis Gasca y Asier Mensuro en La pintura en el
cómic (2014: 40-41), tras analizar los principales ejemplos, destacan el cómic
13
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Helena Bonet Rosado
14
2
Girighiz, de Enzo Lunari.
Libri edizioni, Milano, 1972.
Rupestres (2011), donde seis autores nos ofrecen su visión del mundo mágico
y sensorial del arte paleolítico a través de su propia experiencia en relación
con las cuevas del sur de Francia.
El hombre prehistórico a
través de la ilustración. El
poder de la imagen
Si bien las pinturas en las cuevas paleolíticas se remontan a unos 35.000 años,
con figuras de animales y signos, la imagen más antigua que tenemos del ser
humano se fecha hace unos 15.000 o 20.000 años, en el Paleolítico superior
avanzado. Ante la enorme riqueza de animales representados en las cuevas,
llama la atención la práctica ausencia de figuras humanas de cualquier tipo,
ya sea aisladas o compartiendo panel con la fauna. Las excepciones que
confirman la regla son los conocidos chamanes, o hechiceros danzantes,
ataviados con pieles y cornamentas de la cueva de Les Trois Frères (Ariège,
Francia), o el hombre pájaro de la cueva de Lascaux (Dordoña, Francia).
Mayor antigüedad se atribuye a las pequeñas figuras que se tallan en asta,
marfil, piedra o madera, conocidas como «venus paleolíticas», que muestran
el importante papel de la mujer en aquellas sociedades prehistóricas. Pero
desconocemos de qué forma imaginaban los inicios del mundo y de los seres
vivos. Habrá que esperar a tiempos históricos, con la aparición de la escritura
y las civilizaciones urbanas, para tener evidencias artísticas y narrativas de
cómo se conciben los orígenes de la humanidad.
Si en las civilizaciones antiguas y en el mundo clásico el origen del mundo
y de la humanidad se explican a través de diferentes mitos y leyendas, con
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
el cristianismo será el Génesis el que sustituirá a cualquier especulación sobre la creación del mundo y el ser humano. Lo ancestral se identificará con
monstruos, demonios y seres semihumanos en contraposición con «nuestros
primeros padres», de raza blanca, como único origen de la especie humana.
Este panorama cambiará paulatinamente, a partir del Renacimiento, con el
descubrimiento de nuevos continentes y con las cada vez más numerosas
expediciones a todos los rincones del planeta. Estos mundos abrirán un
amplio universo de extrañas criaturas, de muy diversas razas y gentes, que
si bien finalmente se considerarán humanas, en muchos casos lo serán
como salvajes frente a los conquistadores, los civilizados. Stephanie Moser
recoge las imágenes e ilustraciones más significativas e inquietantes de estas
épocas donde lo divino, lo humano, lo exótico y lo atávico se hibridan hasta
ofrecer imágenes como la de L’Homme sauvage ou l’État de nature de Jean
Bourdichon (hacia 1500), donde una familia, con el cuerpo recubierto de
pelo, posa delante de una gruta en un ambiente bucólico (Moser, 1998: 51).
En esta nueva Edad Moderna, filósofos, científicos, historiadores y librepensadores comenzarán, cada vez más, a plantearse interrogantes sobre la primera
humanidad, aunque será durante el siglo xviii, el siglo de la Ilustración, cuando
se dé el gran salto en el conocimiento científico de la historia natural. Los
avances en los estudios de geología y zoología y, en especial, la publicación
de la clasificación de los seres vivos de Carl Linneo en 1735, contribuirán
a que la imagen del hombre bíblico dé paso, poco a poco, al concepto de
primate. Linneo, en su obra Systema Naturae, incluye hombres y monos en
un mismo orden, los antropomorfos, que luego renombrará como primates.
La pertenencia del hombre al ámbito de la zoología tejió un largo periodo
de discusiones y de críticas de sus contemporáneos científicos sembrando
el precedente de los futuros debates sobre la evolución de nuestra especie.
(Nuñez et al., 2012: 96). La aparición a principios del siglo xix de restos fósiles
humanos permitirá ampliar los conocimientos sobre los primeros homínidos,
a la vez que la paleontología humana se irá consolidando a lo largo de ese siglo.
Junto al avance del conocimiento científico aparecen las primeras ilustraciones
que recrean los tiempos y ambientes prehistóricos, ofreciendo imágenes de
seres de aspecto simiesco como representantes de la naciente especie humana.
Así, podemos contemplarlo en la primera imagen del hombre fósil
3
publi-
cada en 1838 por el biólogo, zoólogo y geólogo francés Pierre Boitard en Le
Magasin Universel. En este trabajo, Boitard, basándose en los restos humanos
fósiles hallados en Europa en décadas anteriores, reconstruye la figura del
primer hombre con rasgos simiescos y características morfológicas similares
a pueblos indígenas de África, Oceanía y Sudamérica (Boitard, 1838: 240). Solo
dos años después se dará a conocer en España en la revista de divulgación
Semanario Pintoresco Español (19/1/1840, n.º 3: 17-19). El artículo de Boitard
suscitó grandes críticas, y de hecho resultó ser una primera contribución a
15
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16
3
Helena Bonet Rosado
L’ Homme fossile, de Pierre Boitard.
Le Magasin Universel, vol. 5, París, 1838.
la teoría evolucionista, bastantes años antes de la publicación de El origen
de las especies de Darwin, en 1859.
Póstumamente, Boitard, en 1861, publica Paris avant les hommes, una versión
novelada del artículo de Le Magasin Universel, un texto de divulgación paleontológica, donde se representa una nueva imagen del hombre primigenio con
su familia, de aspecto igualmente simiesco y negroide, que, erróneamente, se
ha considerado muchas veces como la primera ilustración del hombre fósil.
El autor describe su encuentro con el grupo familiar de la siguiente manera:
«La mujer se escondió al fondo de la cueva llevando a su pequeño fuertemente
aferrado a su pecho. Sin embargo, el macho dio un rugido gutural y feroz, me
lanzó una mirada centelleante, se levantó sobre sus patas traseras, empuñó
con las de delante el tomajau de sílex, y, de un salto furioso, se abalanzó
hacia mi levantando el arma terrible sobre mi cabeza. En ese instante, grité
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
17
Mr. Punch’s Prehistory Peeps, de E.T. Reed.
London, Bradbury, Agnew, and Cº,1894.
de terror, pues acababa de reconocer a la especie más peligrosa de todos los
monstruos… era un hombre.» (Boitard, 1861: 218)
El profundo debate que se desató en la segunda mitad del siglo xix entre
creacionistas y evolucionistas se verá bien reflejado en las publicaciones
académicas, pero también en las revistas divulgativas de la época, donde la
sátira y las caricaturas de un Darwin de aspecto simiesco perdurarán hasta
bien entrado el siglo xx. En este sentido, cabe mencionar la visión de la prehistoria que ofrece el británico E. T. Reed en Mr. Punch’s Prehistory Peeps (1894),
precedente del cómic caricaturesco (Ruiz Zapatero, 1997: 287), abordando
todos los tópicos iconográficos de los tiempos prehistóricos. En veintiséis
láminas, hombres vestidos con pieles y largas melenas, provistos de porras,
arcos con flechas y hachas de piedra, que conviven con un bestiario a caballo
entre los dinosaurios y los dragones de los cuentos medievales, llevan a cabo
muchas de las actividades del presente. En muchas de las láminas se parodia
a la sociedad inglesa, como en las divertidas imágenes de la tertulia literaria
campestre; la visita a la Royal Academy de altas personalidades del mundo
del arte transformadas en trogloditas
4
; el discurso, se supone que sobre la
evolución humana, pronunciado ante un público de hombres mono soñolientos; los partidos de béisbol y de fútbol, donde las porterías son dólmenes;
así como las carreras de dinosaurios, o las cacerías con bestias inimaginables.
A estos primeros intentos de poner rostro y cuerpo al hombre primigenio, le
seguirían otras imágenes no menos conocidas, como la familia de pitecantropos de Gabriel von Max (1894), o el antecessor de Franti ek Kupka (1909),
reconstrucción asesorada por el paleontólogo francés Marcellin Boule tras los
4
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18
5
Helena Bonet Rosado
Ritual de caza, de Rudolph Zallinger en
La epopeya del Hombre, Time, Barcelona,
1962.
hallazgos de los restos fósiles neandertales de Chapelle-aux-Saints (Corrèze,
Francia). Mientras, de forma coetánea, los investigadores creacionistas seguirán representando a los primeros humanos a semejanza del hombre actual,
manteniendo el modelo romántico de ilustración, aunque muestren una mayor
documentación sobre los modos de vida de acuerdo con los nuevos hallazgos
de hábitats e instrumentos prehistóricos. Lo vemos en las magníficas ilustraciones de Emile Bayard en la obra de Louis Figuier L’Homme primitif (1882),
donde la historia de la humanidad se inicia en «la época de los mamuts y de
los osos», negando como explicación de nuestro origen la teoría darwinista
de un pasado en común con el mono, «...era necesario refutar la teoría que
da una explicación tan miserable a nuestro origen, nosotros consideramos al
hombre en el momento que fue arrojado, débil y enfermizo, a la tierra, rodeado
de una naturaleza inclemente y salvaje». (Figuier, 1882: 29 y 34).
A mediados del siglo xx, el más conocido ilustrador de la prehistoria, el checo
ˇ
Zdenek Burian, realizó, en colaboración con el paleontólogo Joseph Augusta,
cientos de recreaciones de distintos pasajes de la historia de la humanidad
(Augusta y Burian, 1960). Sus magníficos dibujos han ilustrado manuales y
salas de museos de todo el mundo, siendo sus figuras humanas y sus escenas
de caza imitadas o reproducidas por infinidad de dibujantes (Velasco, 2001:
8). Rudolph Zallinger, otro gran ilustrador de la prehistoria, es casi exclusivamente conocido por el gran público por su famosa secuencia evolutiva del
hombre titulada la «marcha del progreso», de 1965. Sin embargo, Zallinger
tuvo una gran influencia en la divulgación prehistórica durante las décadas
de los años 50 y 60 por sus realistas ilustraciones, editadas en España en
1962 por Time Life en La epopeya del Hombre
5
. Todas estas imágenes, claro
reflejo de los avances de la investigación, han inspirado e influenciado a los
posteriores paleoartistas a la hora de recrear la prehistoria y, por extensión,
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19
Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
a los ilustradores de libros educativos y obras de divulgación. Y son muchas
las escenas de estos artistas que reconocemos en los cómics realistas cuando
recrean, por ejemplo, la caza de mamuts, la danza ritual del oso, el chamán
pintando en las paredes de la cueva, etc. Unas escenas de las que en muchos
casos desconocemos la autoría, o el original, pero que forman ya parte de
nuestro imaginario colectivo.
En las últimas décadas, la imagen del hombre prehistórico se ha visto revolucionada por la investigación paleoantropológica y, en especial, por la aplicación de las nuevas tecnologías informáticas a las reconstrucciones faciales
y de otras partes del cuerpo a partir de los restos fósiles. Todo ello permite
tener imágenes muy próximas a la realidad de cómo sería nuestra especie,
desde los primeros homínidos hasta los neandertales. Documentación que
ha sido espléndidamente recogida en cómics como Lucy. L’espoir de Tanino
Liberatore y Patrick Norbert (2007).
El poder de la imaginación, esa capacidad humana para representar mentalmente historias o imágenes que no existen en la realidad, es, como el
arte, exclusivo del hombre. Y esa facultad de hacer volar la imaginación le
ha permitido crear para la literatura universal epopeyas, leyendas y novelas
fantásticas, desde la Odisea, de Homero, hasta la novela épica del El señor de
los anillos, de J. R. R. Tolkien (1937-1949). En este sentido la novela de ficción,
término que se originó a mediados del siglo xix, para describir en la literatura
los elementos de ficción con una terminología científica, ha creado historias,
personajes, paisajes y animales que nos sumergen en mundos imaginarios y
ha construido narraciones que han perdurado hasta nuestros días.
Las grandes novelas de aventuras de mediados y finales del siglo xix, como
Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, editada en 1864 en pleno debate
sobre la teoría de la evolución, La máquina del tiempo de Herbert George
Wells (1895), un mundo futurible marcado por las diferencias de clases, o, ya
en 1912, el Mundo perdido de Arthur Conan Doyle, son buenos ejemplos de
ello. Con varias versiones cinematográficas de gran éxito, todas ellas están
ambientadas en el mundo actual desde donde el protagonista, solo o acompañado de un equipo de científicos y aventureros, viaja a través del tiempo,
bien hacia periodos prediluvianos, bien hacia un futuro interplanetario,
descubriendo nuevos mundos imaginarios y fantásticos. A pesar de la buena
acogida por parte del gran público de estas novelas de ficción, son pocas las
versiones realizadas en tebeos o cómics, como la de Viaje al centro de la Tierra
ilustrada por Chiqui de la Fuente, ya en 1987. Lo que es evidente, en todo caso,
es que estas novelas han sido un referente, consciente o inconscientemente,
para ilustradores y guionistas a la hora de ambientar personajes y paisajes
prehistóricos, tanto en el mundo de la narrativa, como en el de las viñetas.
La novela de ficción de
ambientación prehistórica
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20
Helena Bonet Rosado
Otra novela, poco conocida pero de gran interés, es la obra de Jack London
Antes de Adan (1907), que nos ofrece una lectura muy avanzada para su época
sobre el origen del hombre. Desafiando a los «hombres de los árboles» y a
«los hombres del fuego», el protagonista, un «cuasi hombre», vive una larga
aventura en búsqueda de su identidad, de su propio proceso evolutivo. El
protagonista revive en sueños la historia de su Yo profundo, Colmillo Largo,
su otro yo, y nos transmite la ansiedad que le causa su doble personalidad y
la búsqueda de sus orígenes.
La novela más célebre ambientada en la prehistoria, que se lee todavía con
enorme deleite, es La guerre du feu de Joseph-Henri Rosny aîné (1911),
conocida internacionalmente por la versión cinematográfica dirigida por
Jean-Jacques Annaud (1981). Es uno de los pocos ejemplos, si no el único,
en el que una novela de ambientación prehistórica sirve de inspiración a
posteriores ediciones de cómic, desde la versión por entregas de Martine
Berthelemy en la revista Le Journal de Mickey (1953), el cómic de René Pellos
de 1976, hasta los tres volúmenes de Emmanuel Roudier recientemente
editados (2012-2014). Los personajes humanos y semihumanos que se
describen en La guerre du feu -los wah, los enanos rojos, los gigantes de
pelo azul o los devoradores de hombres- los reconocemos en numerosos
tebeos y cómics.
Y, como referente de muchas otras novelas y personajes de ficción, no podía
faltar el prolífico escritor americano Edgar Rice Burroughs, autor de las sagas
de El Mundo de Pellucidar (1915)
6
, Tarzán de los monos (1912 y 1914) o Cave
Girl (1913). Estos personajes inspiraron, y siguen inspirando, un sinfín de
héroes y heroínas de aspecto supuestamente prehistórico pero ambientados
en la selva africana, donde conviven con pueblos indígenas, muchos de ellos
equiparados en su modo de vida y actitudes a supuestos primeros estadios
prehistóricos del hombre. El éxito de Tarzán, el mayor héroe salvaje de la historia del celuloide, sumó el componente selvático a la prehistoria de ficción.
En las últimas décadas ha cambiado sustancialmente el concepto de la novela de ficción de ambientación prehistórica. El superventas de El clan del
oso cavernario de la americana Jean Marie Auel, publicado en 1980, inició la
saga de Los hijos de la tierra con un éxito de superventas sin precedentes en
el mundo editorial. Llevada al cine por el director Michael Chapman en 1986,
no tuvo la acogida esperada, como le ocurrió también a la novela francesa Ao
le dernier néandertal de Marc Klapczynski (2007), una espectacular aventura
sobre el destino de los últimos neandertales, pero cuya adaptación cinematográfica por Jacques Malaterre en 2010 tampoco tuvo el éxito deseado. El collar
de Neandertal (1999) y Al otro lado de la niebla (2005) de Juan Luis Arsuaga
abren en España una línea de novelas entre divulgación científica y ficción
ambientadas en la prehistoria, donde el peso de los descubrimientos en el
yacimiento de Atapuerca es innegable. Algunos novelistas se han atrevido a
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
21
Tarzán. Pellucidar, el mundo fantástico,
de Edgar Rice Burroughs.
Serie la Selva, Pantera 4, Hispano Americana
de Ediciones, S.A., Barcelona, 1949.
seguir esta temática, entre los que cabría destacar a Lorenzo Mediano con Tras
la huella del hombre rojo (2005) donde, una vez más, la narración se centra
en el encuentro entre dos especies diferentes, neandertales y cromañones.
Estas novelas abordan, ante todo, aspectos de la evolución humana y temas
de actualidad, haciendo especial hincapié en las últimas investigaciones
en torno a la extinción de los neandertales. Sin embargo, el celo por una
rigurosa documentación científica y la preocupación por estar al día en las
últimas investigaciones obliga a una mayor rigidez narrativa, resultando
guiones algo repetitivos y similares entre sí. Poco originales en comparación
con aquellas novelas fantásticas, de una imaginación desbordante, pero eso
sí, con escenarios y personajes que poco tienen que ver con la prehistoria.
Trogloditas, hombres mono, tarzanes y, por fin, la especie humana; así es
como ven los guionistas y los dibujantes a sus protagonistas en las historietas.
6
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Los tebeos y los cómics transmiten valores e ideologías no sólo a través de la
imagen sino también del mensaje escrito, del guion, mediante esos diálogos
encapsulados en bocadillos o en los pies de viñetas. De modo que ese doble
mensaje, a través de la imagen y del texto, convierte las narraciones gráficas
en un referente y un modelo para miles de lectores.
Los protagonistas
prehistóricos en los cómics
Un recorrido visual por los cómics de temática prehistórica muestra la gran
variedad de representaciones humanas que aparecen a lo largo de un siglo.
Arquetipos que, por otro lado, están estrechamente marcados por la época,
el género y el público al que van dirigidos. En este viaje por la prehistoria, el
hombre y la mujer no han caminado solos, han interactuado con el medio; de
ahí que el mundo vegetal y animal tengan un protagonismo casi tan importante como el hombre. Los paisajes hostiles, desde los grandes hielos hasta
las impenetrables selvas, pasando por la aridez extrema de los desiertos, son
eternos adversarios del ser humano, lo que le permite, a éste mostrar su valor,
enfrentándose a continuos riesgos y aventuras. Los grandes mamíferos y las
fieras representan los peligros más extremos, pero también son la base de la
subsistencia, el animal cazado y el consumido, y es por ello que los animales
están presentes en todos los cómics. Con todo, aun siendo sabedores de que
todos estos elementos son inseparables, vamos a centrarnos ahora en cómo
los cómics han retratado al hombre y la mujer prehistóricos, cuyas imágenes
agrupamos en cuatro estereotipos.
La imagen caricaturesca
El troglodita es por excelencia el estereotipo en el tebeo caricaturesco, humorístico e infantil y, tal vez, quien mejor resume los tópicos y atributos
identitarios del hombre prehistórico. Estos aparecen bien resumidos, por
ejemplo, en el personaje el Troglodita tímido de Raf (Mortadelo. Especial
Prehistoria, 1985: 22), donde en la primera viñeta tenemos al robusto y poco
inteligente troglodita melenudo, ataviado con pieles, porra en mano, un plato
de comida con huesos y, de fondo paisajístico, un pterodáctilo que sobrevuela un dolmen. En los tebeos españoles, lo que vemos desde las primeras
viñetas de las aventuras del TBO
7
y de Daca y Toma (1938), en multitud de
chistes de todas las épocas y en un largo repertorio de pequeños y simpáticos
personajes cavernícolas como el Troglodito de Schimdt (1958), El Troglodita
Manolo de Raf, autor también de la portada del número especial de prehistoria
de Mortadelo, n.º 47, 1978, o los más célebres Altamiro de la cueva (1965) de
Joan Bernet Toledano y Hug, el troglodita (1965) de Jordi Gosset.
En las tiras de humor y viñetas americanas, el cavernícola Alley Oop, creado en
7
El origen de algunas cosas. TBO.
Año XIV, n.º 701. Barcelona, 1928.
1934 por V. T. Hamlin
8
(Trucutú en la versión hispana), compagina su carácter
bonachón con el comportamiento de bruto. A lomos de su dinosaurio y hacha
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8
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Alley Oop, de Vincent T. Hamlin.
All new stories. Dell, New York, 1962.
en mano, se convirtió en un icono americano de la cultura pop, como luego lo
serían Los Picapiedra, creados como serie de animación en 1960 por HannaBarbera. Una imagen opuesta, pequeños e inteligentes cavernícolas, son el
personaje de B. C. de Johnny Hart, donde lo importante de las tiras cómicas
es la narración y los gags; o Altamiro de la cueva, donde el periodo histórico es
mera anécdota, ya que la mayoría de estos personajes funcionarían igualmente
ambientados en cualquier otro periodo histórico. En general, el paisaje
ocupa aquí un papel muy secundario, reduciéndose a un mero decorado,
mientras que los animales, en cambio, cobran un mayor protagonismo. Se
humanizan y forman parte del reparto de actores en numerosas historietas
como los mamuts de Girighiz (1972) de Enzo Lunari, o los amables animales
de compañía representados por las mascotas Dinny de Alley Oop o Dino de
Los Picapiedra.
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9
Caveman, de Tayyar Özkan.
Dude Comics, Barcelona, 2001.
En este apartado podríamos incluir The Cartoon History of the Universe
(1978) del matemático e ilustrador Larry Gonick, que, a través de un dibujo
lleno de humor, narra la historia de la humanidad. El autor utiliza la caricatura y la narrativa gráfica para difundir los últimos conocimientos sobre la
prehistoria de forma pedagógica a la vez que divertida. En esta misma línea,
el humorista gráfico Forges en La Historia de aquí (1980) parodia el mundo
de la prehistoria e ilustra todos sus tópicos como nadie. Sus conversaciones
hilarantes, juegos de palabras y personajes forgianos, han llegado hasta el
imaginario colectivo de varias generaciones de españoles. Por el contrario, en
Caveman, del turco Tayyar Özkan (2001), encontramos una feroz parodia de la
sociedad actual. Con un enérgico lenguaje narrativo mudo muestra cómo las
pasiones más bajas del ser humano, la violencia o el individualismo, no han
cambiado desde la prehistoria hasta nuestra supuesta sociedad civilizada.
9
25
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En este género satírico y humorístico, las mujeres aparecen igualmente estereotipadas, aunque bastante peor consideradas: arrastradas por los pelos,
gordas y gruñonas, o como objetos de deseo que hacen babear a sus compañeros de viñetas. Las picapiedras Wilma y Betty, con sus modelitos de pieles y
preocupaciones domésticas, a pesar de ser más listas que sus parejas, lo cual
no es muy difícil, ofrecen la imagen de esposa ideal, ama de casa. A finales de
los años 70, en el tebeo infantil solo una niña, Roquita, de Jordi Gosset, puede
considerarse un personaje con carisma que, sin llegar al reconocimiento de
Hug, el troglodita del mismo autor, llegó a inmortalizarse con su sopa de huesos.
La imagen simiesca
La referencia al hombre mono es recurrente en aquellos tebeos fantásticos y
de ficción, en los que el protagonista, siempre un hombre moderno y occidental, se enfrenta a seres simiescos que remiten al eslabón perdido. Barrero
(2011) señala la fascinación que ha despertado siempre entre nosotros la
imagen de aquel eslabón perdido, entre la bestia y el hombre civilizado, que
se ha ido construyendo con imágenes fantaseadas a lo largo del siglo xx, por
supuesto sin contrastar con la ciencia, y que ha resultado, como no podía
ser de otro modo, un estereotipo.
La representación del hombre prehistórico como ser monstruoso, medio hombre medio mono, remite a las leyendas y a la propia historia de la investigación
sobre la evolución de la humanidad, como hemos visto anteriormente. El
interés y la atracción que despertó la leyenda del yeti, el abominable hombre
de las nieves, que popularizaron a mediados del siglo xix los montañeros que
escalaron el Everest, contribuyó en gran medida a crear esa imagen aterradora
y misteriosa que la cultura popular vinculó erróneamente a nuestros orígenes.
También la mítica película King Kong (1933), un habitante de una perdida isla
prehistórica, contribuiría a forjar esa imagen terrible pero humanizada de los
grandes primates. Todo ello ha proporcionado un enorme caudal imaginativo
a la hora de crear enemigos y situaciones terroríficas en las que se establece
una clara equivalencia entre lo primitivo, lo atávico y lo monstruoso.
Así lo vemos en numerosos cómics de todas las épocas y géneros, donde
el malvado es un ser simiesco y brutal que surge de las profundidades, o
del más allá, y cuya única arma suele ser una gran maza capaz de abrir la
cabeza del contrincante de un solo golpe mortal. Los superhéroes americanos, Superman y Batman, también defienden a la humanidad de gigantes
cavernícolas venidos de remotos mundos, siempre con una gran porra en
la mano
10
. Incluso Flash Gordon pelea contra hombres mono venidos de
El satélite de los Skorpi (1980). Brutales monos antropizados, parlantes, los
vemos en los tebeos españoles de los años 50 y 60, luchando contra personajes medievales en El Jabato o El Capitán Trueno, pero quien mejor ilustra
estos primeros hombres prehistóricos es Miquel Quesada en las cubiertas y
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10
Batman. Superman DC National Comics, 115.
New York, 1958.
viñetas de Pequeño Pantera Negra (1958). Señalar que esta imagen simiesca
es siempre masculina, cuando el sexo femenino toma las riendas del mal es
siempre bajo el aspecto de una bruja malvada, pero que puede convertirse
en una belleza seductora, o bien en una anciana decrépita.
Si bien este tipo de hombre primitivo es recurrente en los cómics de ficción y
de misterio de todas las épocas, véase Delito en la Prehistoria o El misterio de
Stonehenge de la serie Martin Mystere, de Castelli y Alessandrini (1982), en las
últimas décadas este estereotipo ha cambiado sustancialmente debido a la
difusión y divulgación de los avances científicos sobre la evolución humana.
La visión ingenua e infantil de aquellos hombres mono es cada vez menos
frecuente, y ahora los Austalopithecus, el Homo erectus, Homo habilis, el antecessor o los neandertales van abandonando sus roles de bestias peligrosas para
convertirse en verdaderos protagonistas humanos de sus historias. Una vez
más, cómics como Lucy. L’espoir de Norbert y Liberatore, On a marché sur la
Terre de Houot (1990) o Néandertal de Roudier (2007-2011) se acercan con una
gran sensibilidad y humanidad a la vida y pasiones de estos primeros humanos.
27
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La imagen tarzanesca
La influencia de la figura de Tarzán, el rey de la selva, de Edgar Rice Burroughs
(1912) en el mundo del cómic es innegable. A partir de los años 20 del siglo xx
el hombre prehistórico seguirá manteniendo su aspecto simiesco pero aparecerá una nueva figura a modo del mito del «buen salvaje» de Rousseau: un
hombre libre, noble y plenamente integrado en la naturaleza que irá tomando
cada vez más protagonismo. La publicación de las novelas de jungla de este
mismo autor, The Cave Girl (1913) y El eterno salvaje (1925), confirman el éxito
de este género con una aportación muy importante: la introducción de la
mujer salvaje prehistórica como protagonista y heroína. Por supuesto, estas
imágenes de hombre y mujer prehistóricos, responden en realidad al hombre
actual y occidental que habita en la jungla y que nada tiene de prehistórico,
ni siquiera las armas defensivas. En este tipo de cómics veremos el eterno
enfrentamiento del héroe contra simios humanizados y fieras salvajes, pero
también contra tribus africanas ambientadas en su pasado.
En España, el máximo exponente de este perfil tarzanesco es Purk, el hombre
de piedra (1950), de Manuel Gago, seguidos de Piel de lobo y Castor, todos
ellos ambientados en una mítica prehistoria llena de licencias. Tamar (1961)
de Ricardo Acedo y Antonio Borrell, en realidad es una copia de la saga de
Tarzán donde igual que su progenitor lucha contra trogloditas y toda clase
de fieras salvajes incluidos los dinosaurios.
Rahan, el héroe del guionista Roger Lécureux y del dibujante André Chéret
(1969) ha sido leído por tres generaciones de franceses y traducido a más de
17 lenguas. Es el personaje que mejor representa el éxito de esta caracterización del hombre salvaje y tarzanesco del paleolítico
11
. Con su taparrabos
de cuero, su cuchillo de marfil y su collar de garras de oso vuela a través
de las viñetas con un gran dinamismo y fuerza corporal, solo comparable
con el guerrero prehistórico norteamericano Tor. De los álbumes de Rahan
cabe destacar los dedicados a yacimientos y cuevas paleolíticas francesas,
como L’homme de Tautavel (1997), Le secret du Solutré (2008) o La légende
de la grotte de Niaux (2009). En el primer volumen, Chéret realiza también
el guion y nos narra una emotiva historia de amistad entre Rahan y Tau-toa,
un preneandertal de la cueva de Tautavel.
También en la década de los años 70, el ilustrador italo-argentino Juan Zanotto
y los guionistas Ray Collins y Diego Navarro, crean el personaje prehistórico
de Henga, el cazador (1974) (Yor en Italia y España) que viaja, acompañado
de su compañera Ka-laa, entre dos civilizaciones distintas en un mundo
primitivo ambientado en el Neolítico y el futuro. A partir de 1975 se gesta la
saga Hor, el hijo de Henga, que conservará las mismas características que la
historieta original entre mundos prehistóricos y futuros. Poco conocida en
otros países fuera de Italia y Argentina, esta serie fantástica de ciencia ficción
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
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fue llevada al cine sin demasiado éxito en 1983, Yor, el cazador del futuro, por
Rahan, de R. Lécureux y A. Chéret.
Tomo 10 de la edición integral en blanco y
negro de la editorial Soleil, 2014.
el director Antonio Margheriti (Barrero, 2011).
Lógicamente es en Estados Unidos donde la figura de Tarzán dará lugar a un
mayor número de personajes muy similares entre sí y que tendrán una gran
acogida a partir de los años 60 y 70, como Korak, el hijo de Tarzán, Ka-Zar con
su novia la diablesa Shanna, o Kong, el salvaje, que se enfrentarán a todo tipo
de cavernícolas, fieras y dinosaurios en supuestos periodos prehistóricos, o
Tragg y los dioses del cielo, donde se mezcla ciencia ficción y prehistoria (Barrero,
2011). Pero, sin duda, Tor, in the world 1,000,000 years ago (1953), creado por Joe
Kubert, es el guerrero prehistórico que tuvo mayor éxito, muy influenciado por
la película de 1940 dirigida por Hal Roach (Golden Caster, 2013). Es éste uno de
los personajes más queridos por Kubert, que le acompañó a lo largo de toda su
vida artística hasta su muerte en 2012. Anthro (1968), el primer niño cromañón
nacido de padres neandertales, o Naza, Stone Age Warrior, se apartan de la
influencia tarzanesca, creando un personaje prehistórico propio
12
. También
será en Estados Unidos donde triunfarán, a partir de los años 50, las heroínas
11
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30
12
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Naza. Stone Age Warrior. Ice entombed
monsters. Ilustraciones de Jack Sparling.
Dell, New York, 1966.
de perfil selvático con un fuerte componente erótico, como Cave Girl, Rima, o
Shanna, todas ellas valientes guerreras ataviadas con escasas pieles de felino.
Otro tipo de héroe prehistórico que incluimos en este apartado, aunque no se
ambienta en la selva ni su perfil es el del buen salvaje, son los indios americanos
prehistóricos. Hay que recordar que hasta bien entrado el siglo xx, los indios
de las praderas se consideraban los primeros pobladores de América, por
lo que los autores de cómics no dudaron en crear superhéroes prehistóricos indios. Así nace, en 1954, Turok, son of stone (en castellano Turok, el
guerrero de piedra), un verdadero piel roja paleolítico que lucha contra
hombres cavernícolas y fauna prehistórica americana, pero sobre todo
contra animales antediluvianos.
La imagen realista
La escuela franco-belga, con su tradición de cómics históricos, es la que mejor recrea e ilustra la prehistoria. Guionistas e ilustradores se asesoran sobre
los últimos avances de la investigación prehistórica, visitan los yacimientos
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y museos e, incluso, colaboran con prestigiosos prehistoriadores. Tounga,
(1961), en las ediciones españolas Tunga, fue creado por el ilustrador belga
Édouard Aidans y se puede considerar como el precedente del cómic realista
prehistórico que compagina la ficción y la documentación arqueológica, con
una fauna creíble, contemporánea al Paleolítico medio y superior (Vich, 1997:
16). Pero será el guionista e ilustrador André Houot, con sus cuatro volúmenes
sobre Chroniques de la nuit des temps (1987-1992), el primero que narra la
historia de la humanidad desde sus orígenes hasta la Edad del Bronce con
una clara voluntad pedagógica y con el asesoramiento científico
13
.
El maestro de la bande dessinée de la narración ilustrada sobre la prehistoria
es Emmanuel Roudier. Desde la publicación de Vo’hounâ en 2002, definida
por su autor como una narración mágico-realista sobre neandertales y
cromañones, ha estado en contacto con numerosos arqueólogos franceses,
asesorándose sobre la fauna, la flora y el clima, además de seguir de cerca
las últimas propuestas de reconstrucciones anatómicas y faciales de los
neandertales. Este interés, unido a su pasión por la prehistoria, ha dado
como resultado magníficas ilustraciones y ambientaciones de la prehistoria
europea, como las de su álbum más conocido de Néandertal (editado en
castellano en 2012). Los avances de la investigación prehistórica también se
reflejan en la imagen y las acciones de los protagonistas de otros excepcionales cómics, como el ya mencionado álbum de Lucy. L’espoir de P. Norbert
y T. Liberatore (2007), una historia de supervivencia y amor protagonizada
por los primeros homínidos. El cómic de Matthieu Bonhomme L’âge de
raison (2002) nos presenta un homínido en el alba de su historia, en el que
prevalecen más los impulsos del deseo, la amistad y la violencia sobre la
razón. La fuerza narrativa y el colorido de este cómic hacen que resulten
innecesarias las palabras para trasmitirnos su mensaje sobre la violencia y
las pasiones humanas, como también ocurre en el comic igualmente mudo
Neanderthal, del norteamericano Frank Frazetta (2009)
14
.
En Mesolith (2010), los británicos Ben Haggarty y Adam Brockbank, crean un
ambiente mágico, en el que se entrelazan las situaciones de peligro, sueños
y pesadillas, pero en un mundo real de los cazadores-recolectores del mesolítico y neolítico. Destacaremos, en el ámbito peninsular, el interesante
álbum Ötzi. Por un puñado de ámbar (2015) de Mikel Begoña y el ilustador
Iñaket, un cómic de aventuras, un «wéstern calcolítico» como gusta definirlo
a sus autores (www.rtve.es › Noticias › Especiales › El cómic en RTVE.es),
sobre la momia descubierta en los Alpes italianos, de hace 5.000 años
15
.
Todos estos cómics son un buen ejemplo de cómo la suma de una rigurosa
documentación científica, una original narrativa y unas potentes ilustraciones,
pueden convertir este arte secuencial en un excelente manual gráfico de la
prehistoria. Y en este sentido, los museos somos cada vez más conscientes
31
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13
Tête-Brûlée. Chroniques de la nuit des temps,
de André Houot.
Editorial Le Lombart, Bruxelles, 1989.
Neanderthal de Frank Frazetta.
Image Comic, Berkeley, 2009.
14
del potencial comunicativo que tienen la imagen y la narración gráfica
como transmisores de conocimiento, de ahí la importancia de que exista
una estrecha colaboración entre ilustradores y los conservadores-investigadores del museo en el desarrollo de un correcto discurso expositivo. Un
buen ejemplo a seguir desde las instituciones es el álbum El bosc negre. Una
aventura talaiòtica de Max y Pau (2007), editado por el Museo Arqueológico
de Son Fornés, en Montuïri (Mallorca) y ambientado ya en el umbral de la
protohistoria. El guion está escrito por los propios responsables científicos
del museo y relata la vida cotidiana en el poblado talayótico de Son Fornés,
hace unos 2.000 años. También el cómic Explorador en la Sierra de Atapuerca
(2004) de Jesús Quintanapalla, editado por la Fundación Atapuerca, cuenta
33
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15
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Ötzi. Por un puñado de ámbar,
de Mikel Begoña e Iñaket.
Norma Editorial, Madrid, 2015.
con la asesoría científica de Juan Carlos Díez. En esta misma línea, el Museo
de Prehistoria de Valencia ha editado dos cuentos, El misterio de la cueva
(2006) y El encuentro entre dos mundos (2013), argumentados por Eva Ripollés y Laura Fortea, arqueólogas-monitoras del Museo, y con ilustraciones
de Gerard Miquel, donde los niños protagonistas viven los cambios que se
suceden en el devenir de los tiempos prehistóricos. La excelente acogida
de estos trabajos entre el público infantil y familiar demuestra el valor de
la narración gráfica como recurso comunicativo y museográfico para acercarnos a la prehistoria. Por esto, desde estas líneas, reivindicamos la magia
de la imagen y del arte secuencial como medio para construir relatos sobre
la prehistoria por su lenguaje internacional y su capacidad para suscitar y
evocar emociones.
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Prehistoria y cómic: La magia de la imagen
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