Infancia, museología y arqueología. Reflexiones en torno a los museos arqueológicos y el público infantil
María Isabel Izquierdo Peraile
C. López Ruiz
Lourdes Prados Torreira
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 401-418
Isabel IZQUIERDO PERAILE a, Clara LÓPEZ RUIZ b y Lourdes PRADOS TORREIRA b
Infancia, museología y arqueología.
Reflexiones en torno a los museos arqueológicos
y el público infantil
RESUMEN: Este trabajo presenta una reflexión sobre los museos arqueológicos y el público infantil desde un
planteamiento interdisciplinar, entre la investigación en arqueología y la práctica museológica. Concretamente
se analiza la exposición en el museo como espacio público que se articula a través de un discurso y se expresa
a través de una colección y distintos recursos museográficos. A partir de recientes líneas de investigación y
propuestas arqueológicas sobre la población infantil en las sociedades del pasado y desde conceptos museológicos
contemporáneos, que son más permeables a la representación de la sociedad en los museos, se plantean nuevos
retos y perspectivas en los museos arqueológicos actuales. Partimos de datos recientes sobre las audiencias en
museos para valorar esa necesaria proyección y visibilidad del público infantil en el relato de la exposición. Se
comentan, asimismo, diversos ejemplos de aplicación museográfica de estas ideas en diferentes recursos y soportes
de la instalación expositiva en museos arqueológicos y exposiciones temporales españolas de última generación.
PALABRAS CLAVE: Infancia, museología, arqueología, museografía, público, exposición.
Childhood, museology and archaeology:
Comments on the archaeological museums and children visitors
ABSTRACT: This paper presents a reflection about the archaeological museums and children visitors
from an interdisciplinary point of view, between the archaeological research and the museological practice.
Concretely the exhibition in the museum is analyzed as a public space that is articulated by means of an
script and it expresses across a collection and different museographical resources. From recent proposals
about archaeological research of children in past societies and from contemporary museological concepts,
more permeable to the representation of the society in the museums, we propose new challenges and
perspectives in the archaeological museums today. With recent statistics about museum audiences, we have
looked at the necessary projection and visibility of children visitors in the exhibition itself. We will examine
likewise some examples of the museographical application of these ideas on different exhibition elements
in some of the latest archaeological museums and temporary exhibitions in Spain.
KEY WORDS: Childhood, museology, archaeology, museography, audience, exhibition.
a
b
Secretaría de Estado de Cultura, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
isabel.izquierdo@mecd.es
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid.
clara.lopezruiz@uam.es | lourdes.prados@uam.es
Recibido: 15/10/2013. Aceptado: 26/03/2014.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
1. PRESENTACIÓN: MUSEOS E INFANCIA 1
Esta reflexión sobre los museos arqueológicos y el público infantil se aborda desde un planteamiento
interdisciplinar, entre la investigación en arqueología y la práctica museológica, que se entrecruzan en la
exposición como espacio público articulado a través de un discurso y expresado a través de una colección
complementada con unos recursos museográficos. Nuevas propuestas en cuanto a la investigación de la
población infantil en las sociedades del pasado desde recientes planteamientos arqueológicos y conceptos
museológicos contemporáneos, más permeables a la representación de la sociedad, brindan conjuntamente
nuevos retos y abren perspectivas en los museos que custodian testimonios de la cultura material del pasado
de la humanidad, los museos de historia o de arqueología.
Los museos son, en general, instituciones culturales que desde su origen como templos del saber
reservado a unos pocos, han sufrido distintas transformaciones. En la actualidad tratan de convertirse en un
espacio integrador abierto a la sociedad, cada vez más compleja, cosmopolita y plural. Su nueva función
social propicia un proceso regenerador y una nueva dimensión pedagógica. Este proceso fue y sigue siendo
lento. Con el nacimiento de la denominada “Nueva Museología” se establecieron nuevos conceptos de
museo en relación con la comunidad. En este sentido cabe citar experiencias como los ecomuseos en
Europa y Canadá, los museos de barrio en Estados Unidos y los museos comunitarios en América Latina.
A partir de estos últimos, y aplicando los principios del denominado “museo integral”, nace el “museo
escolar”, ideado por Larrauri (Decarli, 2003: 9). El museo se materializa como un centro de educación
y de difusión cultural y patrimonial, capaz de transmitir una serie de valores universales al público que
lo visita, en especial el infantil. De esta manera, en su faceta más social, el museo puede convertirse en
una herramienta educadora en el respeto por el patrimonio y en la igualdad.2 Es necesario señalar que no
existe en los museos un tipo de público homogéneo sino que este varía en cuanto a edad, educación, sus
propios intereses, formación, expectativas, etc. En este estudio nos centraremos en un segmento universal
de público de museos, el público infantil (4-12 años).
Si hacemos memoria, los primeros intentos por integrar al público infantil fueron protagonizados por los
museos norteamericanos, pioneros en este campo, debido a su proyección educativa. No podemos obviar
los ejemplos pioneros del Brooklyn Children’s Museum (Nueva York, 1899) o del Boston Children’s
Museum (1913). Asimismo los museos nórdicos –especialmente los escandinavos– formaron parte de
esa vanguardia educativa con la creación de museos al aire libre que trataban de acercarse a la cultura
popular. Sin embargo, los museos que tradicionalmente han tratado de aproximar sus colecciones al público
infantil han sido los museos científicos, esencialmente pedagógicos, que mediante la experimentación y la
manipulación, han acercado los procesos científicos, sobre todo a los más pequeños. Además, asistimos a
una gran oferta museística de instituciones cuya temática se encuentra en estrecha relación con el público
infantil, tales como los museos del juguete, de origen también norteamericano; de dinosaurios o del
ferrocarril que permiten una conexión directa con los visitantes más pequeños, convirtiéndose en destino
educativo, lúdico y turístico para familias y grupos escolares.
Como adelantábamos anteriormente, en este trabajo hemos fijado nuestra atención en el mundo infantil
partiendo también del análisis valorativo de las audiencias, para el caso de los museos españoles, teniendo
en cuenta los datos estadísticos del Laboratorio Permanente de Público de Museos (en adelante LPPM) de
1
2
Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “La discriminación de la mujer: los orígenes del problema. La función
social y educativa de los museos arqueológicos en la lucha contra la violencia de género” (2013-2015), 035/12, financiado
por el Instituto de la Mujer (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad). El texto constituye una versión ampliada
de la contribución al Sixth International Conference of the Society for the Study of Childhood in the Past, Children and their
living spaces, Sharing spaces, Sharing experiences (2012 – Universidad de Granada), Sección Children’s places at museums,
organizado por M. Sánchez Romero (Prados, Izquierdo y López Ruiz, en prensa).
Destacar, en este sentido, las diferentes experiencias de integración y educación de un museo de nueva generación, Espacio
Interactivo Memoria y Futuro “PIPIRIPI” (La Paz, Bolivia).
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la Secretaría de Estado de Cultura.3 En esta relación entre los museos y el público infantil (segundo curso
de Educación Infantil y Educación Primaria), de edad inferior a 12 años, todavía queda un largo camino
por recorrer, en general, en los museos y, en particular, en los museos arqueológicos. Así por ejemplo, el
retrato robot de la composición general del público visitante en los museos estatales estudiados refleja un
70,5% de adultos y jóvenes en visita individual; tan sólo 8,2% de adultos y jóvenes en grupos escolares;
5,7% de adultos y jóvenes en otros grupos organizados; 10,5% de público infantil en visita familiar y
5,1% en grupo escolar. La cifra general de público infantil es de 15,6% en los museos estatales españoles.
En algunos museos arqueológicos se eleva significativamente esta media como en el Museo Nacional
y Centro de Investigación de Altamira (22,5%); en otros está ligeramente por debajo (14% del Museo
Arqueológico Nacional, antes de su cierre por obras). Llama la atención que, al menos hasta los 12 años, el
segmento de población infantil va al museo más en visita individual o familiar que en visita escolar. Parece
relevante recordar el valor de la percepción de la visita al museo como una actividad social. En el caso de
la visita familiar, la interacción social es un componente básico porque las criaturas indagan, preguntan y
las personas mayores responden, por lo que es importante que la propia exposición les facilite esta labor
de acercar el sentido de los bienes culturales a la experiencia infantil brindando y aportando respuestas
precisas. Se trata de evitar que la visita al museo sea una ocasión de aprendizaje fallida y, lo que sería aún
peor, que pueda generar una sensación de fracaso. Observar, preguntar, comparar, comentar, son acciones,
entre otras, que, cuando se comparten entre los miembros del grupo, pueden convertir la visita en una
experiencia muy gratificante y con gran capacidad de captación (AAVV, 2011: 72) (fig. 1).
Las visitas de grupos escolares a los museos estatales constituyen un 13,4% del total, de las cuales un
38,4% son visitas infantiles (de menores de 12 años). Desde esta media, hay una casuística diversa entre
los museos arqueológicos, por encima, como el caso del Museo de Altamira (15%) o por debajo, en el
caso del Museo Arqueológico Nacional (7,1%, insistimos, antes de su cierre al público). Es esclarecedora,
además, una mirada atrás a las estadísticas de público. En relación con otros estudios previos en los mismos
museos estatales (AAVV, 2011: 82) en los últimos diez años, en estos museos no se han captado visitantes
jóvenes que compensen el evidente y creciente envejecimiento general de los visitantes, por lo que se
Fig. 1. Público infantil
y museos arqueológicos.
Fotografía C. López Ruiz.
3
http://www.mcu.es/museos/MC/Laboratorio/index.html (cifras correspondientes a 2013).
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sugiere una serie de recomendaciones, que parece oportuno recordar, que compensen el escaso público
infantil y aumenten el atractivo de la visita en familia, tales como incrementar los servicios para realizar
esta visita de forma confortable y divertida; tener en cuenta el punto de vista infantil a la hora del diseño
de las exposiciones y las actividades; promover y promocionar la iniciación a la visita a museos como una
práctica cultural en familia y aumentar la oferta de actividades para el público infantil y familiar, de forma
que permita crear un hábito de visita en el futuro y un paulatino relevo generacional entre los visitantes,
entre otras (AAVV, 2011: 250). Complementariamente, a través de otra investigación promovida por el
LPMM acerca de qué imágenes se asocian a los museos (AAVV, 2013: 10) sabemos que un tercio de la
población no visita este tipo de instituciones nunca o casi nunca y que dicho segmento de la población
percibe taxativamente los museos como lugares no adecuados para ir con niños.
Estas son algunas consideraciones de partida sobre el público infantil que se han de tener en cuenta a
la hora de abordar el caso de los museos de arqueología. Los ejemplos y reflexiones que se presentan a
continuación se orientan desde la investigación arqueológica, fundamentalmente, del mundo prehistórico
y protohistórico, donde se ha avanzado sobremanera en la última década en estas líneas orientadas al
reconocimiento de los segmentos sociales tradicionalmente invisibles en el registro arqueológico, desde
distintos posicionamientos teóricos.
2. MUSEOS DE ARQUEOLOGÍA Y PÚBLICO INFANTIL
Los museos arqueológicos se nutren de cultura material, un activo esencial para el conocimiento humano
y un vehículo de comunicación excepcional. Los objetos “petrifican” experiencias pasadas, como evoca
Ballart (2012) en su reflexión sobre la construcción de significados de los objetos de museo. En ese sentido,
su potencial informativo y emotivo es elevado. Las colecciones arqueológicas se ordenan y articulan en
función del guión expositivo, que rara vez reconoce como protagonista al segmento de población infantil.
No debe sorprendernos comprobar cómo la infancia, en general, los niños pertenecientes a diversas culturas
geográficas o históricas, apenas están presentes en los discursos expositivos de los museos, dado que
asimismo resultan prácticamente invisibles en la propia investigación arqueológica (Brookshaw, 2010).
Llama la atención que, a pesar de saber que su presencia fue habitual en casi todos los espacios
cotidianos (la casa, el poblado, los espacios de trabajo, etc.), apenas se refleja su existencia en los estudios
realizados con metodología arqueológica. Este hecho supone una doble pérdida ya que su aproximación
a través de los restos de su cultura material podría paliar, en parte, su ausencia de los textos históricos
(McKerr, 2008). Pero, la falta de identificación precisa de sus huellas en el registro arqueológico no solo
tiene que ver con un problema metodológico sino también conceptual, que lo asemeja mucho a esa conocida
aparente invisibilidad de las mujeres. De hecho, en muchos casos, el interés por la infancia en los estudios
arqueológicos deriva de la propia evolución de los estudios de arqueología y género. Como parte de la
renovación metodológica de la investigación en arqueología de las últimas dos décadas, y sobre todo,
gracias a las tendencias postprocesuales que han hecho especial hincapié en la importancia del individuo
como agente social, se ha puesto en valor también la reflexión desde el género o la edad.
2.1. Los valores de la cultura material
Si hablamos de museos de arqueología o de historia –pero también podríamos plantear el caso de los de
antropología o etnografía– cuya colección se nutre fundamentalmente de cultura material, contamos con
objetos cargados de significado que pueden propiciar, además, el fomento de una serie de valores sociales
ya que, al margen de aspectos atractivos como la curiosidad, el romanticismo, la magia o el misterio por
el conocimiento del pasado, la arqueología, en palabras de G. Clark (citado en Ruiz Zapatero, 2010), hace
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ver la Historia desde una perspectiva amplia y promociona la solidaridad humana al ocuparse desde las
“grandes obras” a los restos de basura a través de fuentes directas, inmediatas; proporcionar evidencias
sobre identidades e inquietudes básicas de los seres humanos, permitiendo conectar con otros intereses y
materias, fomentar el respeto sobre el valor colectivo del patrimonio, y despertar la conciencia social frente
al racismo, la xenofobia o las desigualdades sociales. Esos fragmentos materiales del pasado representan
una materia prima sin igual, como vehículo de conocimiento y comunicación. A ello se une la creciente
presencia de la arqueología en la sociedad, en los medios de comunicación de masas, como fenómeno
reciente que se expresa asimismo a través de formatos, medios y soportes diversos (Ruiz Zapatero, 2012),
sin olvidar el lenguaje cinematográfico,4 así como distintas iniciativas de divulgación histórica on line.5
Partiendo, pues, de ese concepto de cultura material y del creciente interés de la sociedad por la
arqueología, parece oportuna una reflexión sobre cómo esos testimonios del pasado, son seleccionados,
preparados, documentados y presentados en el museo, adquiriendo un protagonismo dentro del discurso
expositivo que, en última instancia, refleja una visión del mundo y de la sociedad, visión que los faculta
para ser un órgano de cultura, un espacio de interpretación y de renovación (Grau, 2012). La selección de
las piezas y esa visión del discurso es clave, por tanto, para saber qué historia o historias se cuentan, qué
valores se transmiten, cómo se ordena el relato, quién se representa o es protagonista y quien se queda
fuera de la fotografía. Y desde este planteamiento, los museos arqueológicos, como espacios históricos
y de comunicación social, constituyen un medio para fomentar valores, para expresar ideas y también
para visibilizar segmentos sociales, tradicionalmente invisibles. La exposición permanente ofrece múltiples
posibilidades de sensibilización e interacción con el público visitante o el usuario del museo. En este ámbito
se brindan grandes oportunidades para ofrecer al público narraciones y discursos integradores donde
distintos grupos sociales y étnicos; grupos de género y también de edad pueden y deben estar presentes.
A propósito de quiénes son los protagonistas de la Historia y quién se ha quedado tradicionalmente fuera
de la foto, en otros textos de reciente publicación (Izquierdo, López y Prados, 2012; Prados, Izquierdo y
López, 2013) centrábamos nuestra atención en la necesidad de hacer presentes a las mujeres en los relatos
del pasado en los museos. Insistíamos en que las metas finales eran desterrar los tradicionales mensajes que
asimilan a los hombres con las tareas principales y a las mujeres con una actitud pasiva; explicar y expresar
que la división del trabajo –en su especialización sexual o de género– indica diferencia y no preeminencia o
jerarquización en las tareas por cada grupo, tal y como ha supuesto la arqueología tradicional y ha reflejado
la museología también tradicional; y, en síntesis, alejarnos de ese discurso de la invisibilidad, inferioridad o
escasa función social o importancia de las mujeres (Sada, 2010). Pues bien, en este texto centramos nuestra
atención en el público infantil desde su presencia o ausencia en la propia estructura y organización de
contenidos en el discurso arqueológico hasta la materialización del guión en las salas de exposición a través
de distintos recursos museográficos de apoyo a la colección. Partiendo de todo el potencial informativo
y comunicativo que la cultura material posee, consideramos a continuación algunas líneas temáticas de
interés en esta materia.
4 Un popular ejemplo, de producción made in Spain (2012) corresponde a una de las películas infantiles de animación de mayor éxito
en nuestro país Las aventuras de Tadeo Jones, protagonizada por un joven obrero que sueña con convertirse en un arqueólogoexplorador. Aunque cargada de visiones estereotipadas sobre el profesional de la arqueología y evidentes sesgos de género, destaca
el reconocimiento en los medios de la disciplina arqueológica, su popularidad y atractivo social. Su éxito entre el público infantil,
esencialmente, a partir de los cuatro años, ha animado a Mediaset España y Lightbox Entertainment a extender la fama de Tadeo a
la pequeña pantalla con la creación de la serie de animación Descubre con Tadeo, que con capítulos diarios de dos minutos y bajo
el asesoramiento de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), contribuye a la divulgación de la educación
y al conocimiento de la ciencia arqueológica.
5 Un ejemplo reciente es la publicación de la página web Pequeñeces de la Historia. Infancia, Arqueología e Historia para grandes
y pequeños (http://pequehistoria.com/index.html), un marco abierto para la divulgación arqueológica entre los más pequeños.
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2.2. Discurso arqueológico y representación infantil
A propósito del discurso general en los museos arqueológicos y de la representación infantil, cabe señalar
dos consideraciones previas que atañen, tanto al objeto, como al propio sujeto de la investigación, que
han repercutido negativamente en la investigación arqueológica de la población infantil en el pasado y,
consecuentemente, en la presentación de estas narrativas en los museos. En primera instancia, desde la
metodología arqueológica y el trabajo de campo, se ha de citar un problema de conservación de restos
arqueológicos. En el caso de la población infantil es posible que en muchos yacimientos los restos
materiales asociados a este segmento de edad no se hayan preservado por tratarse de materias primas
perecederas o restos más frágiles. En segundo lugar, es posible también que el personal investigador no
haya documentado este tipo de restos en la excavación porque no se hayan identificado como tales o por
el carácter general y efímero de las actividades realizadas por las criaturas (Wileman, 2005: 8), o incluso
porque sus intereses estratégicos en la investigación del yacimiento ni siquiera contemplen estos temas
vinculados al grupo social. Se puede decir que la producción científica hegemónica sobre el discurso y las
interpretaciones del pasado, el mainstream en arqueología, apenas ha considerado tradicionalmente estas
líneas de investigación, más que en los últimos años.
En este sentido, Lillehammer (2010) señala tres campos principales en los que se ha centrado la
denominada arqueología de la infancia: en el reflejo de cómo los niños y las niñas experimentan su propio
mundo; en el planteamiento de cómo son las relaciones que mantienen el mundo infantil y el adulto; y, por
último, en las explicaciones sobre cómo entienden los adultos el mundo infantil. De forma general podemos
destacar una serie de ámbitos temáticos generales de representación, con protagonismo destacado en el
discurso arqueológico, que pasan por el reestudio de la cultura material y las imágenes tradicionalmente
asociadas a la infancia y la revisión de actividades, funciones y contextos –de hábitat, funerarios y rituales–
con presencia infantil.
La cultura material tradicionalmente asociada a la esfera infantil es un claro ejemplo de cómo la
investigación arqueológica se desarrolla, en muchas ocasiones, con patrones preconcebidos. Así, nos
encontramos con que su representación suele limitarse a los juguetes (fig. 2). Se han considerado igualmente
Fig. 2. Cultura material e infancia.
Muñecas romanas del Museo de Albacete.
Fotografía C. López Ruiz.
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los objetos del mundo adulto miniaturizados y aquellos artefactos que pertenecen al cuidado de lactantes
o al grupo de primera infancia, correspondientes a la alimentación, el vestido y el adorno infantil. De este
conjunto, muchas veces enmascarado o perdido por su naturaleza orgánica, se han destacado, sin duda,
los juguetes. En palabras de Brookshaw (2010: 218) suponen la forma favorita que tienen los adultos de
representar la cultura material infantil. Estos objetos pudieron ser fabricados por los adultos o por los propios
niños. Los juegos nos permiten justamente una aproximación a su papel como mediadores entre el mundo
infantil y el adulto (Sánchez Romero, 2010). También permiten rastrear su utilización, como aprendizaje,
no solo de destrezas sino de roles y comportamientos, la forma de entender su comunidad, su territorio,
sus creencias e identidad, etc. De hecho, en muchas ocasiones dudamos del significado de las miniaturas:
¿Pueden ser juguetes elaborados por o para niños, como parte de procesos de aprendizaje, por ejemplo,
algunos útiles que pueden servir como instrumentos de trabajo, o las pequeñas cerámicas, posiblemente
elaboradas por los propios niños? ¿Se trata de una cuestión que viene definida y depende del contexto en el
que aparezca el objeto? Por ejemplo, una miniatura de una vasija en un santuario puede tener una lectura
simbólica –una miniatura sustituye el objeto en su tamaño real–; pero en un poblado su interpretación
podría vincularse al ámbito infantil. La cultura material nos abre, por tanto, a nuevos planteamientos sobre
la función y los significados de las piezas en función de la diversidad de sus contextos.
Las representaciones iconográficas infantiles, por otra parte, presentes en monumentos funerarios, exvotos
en los santuarios, cerámicas o pequeños objetos en los hábitats, etc. aportan, a pesar de su escasez en contextos
antiguos, gran cantidad de información. A través de estas imágenes podemos apreciar códigos identitarios
que se reflejan en la escala de representación, vestimenta, peinado, tocado, adorno, maquillaje, tatuajes, etc.
Algunos difícilmente pueden apreciarse en el registro arqueológico y pueden ser el medio de expresión de ritos
de paso entre una edad y otra, para definir categorías de edad como construcciones culturales. Así por ejemplo,
la apariencia femenina en el imaginario ibérico peninsular se muestra codificada mediante características
del vestido, peinado y adorno. Igualmente, aunque muy escasas, las imágenes del grupo familiar, donde se
juega con las escalas de representación, aportan una valiosa información. La mujer, junto al varón, aparece
representada en una escala equivalente entre sí y mayor respecto a otras representaciones juveniles o infantiles,
como parte del fenómeno de visibilización de relaciones sociales de las estructuras ciudadanas, presentes por
ejemplo en los santuarios ibéricos a partir del siglo III a.C. (Izquierdo, 2013).
Dentro de las tendencias temáticas de mayor alcance de la arqueología en los últimos años, cabe
destacar los análisis sobre las actividades de subsistencia y mantenimiento, la organización espacial de
los objetos y la definición de áreas de actividad, ámbitos en los que la población infantil ha jugado un
papel esencial, poco conocido no obstante y poco investigado, en todas las sociedades del pasado. Entre
las esferas de trabajo más importantes incluiríamos las vinculadas a las actividades de mantenimiento de
la comunidad, tales como la transformación y elaboración de alimentos, el cuidado de los miembros de
la comunidad, la realización de ciertas artesanías como elaboración de la cerámica, cestería, tejido, etc.
(González Marcén et al., 2007; Sánchez Romero, 2007 y 2008a y b). Y en dichas actividades, sin duda, los
niños y las niñas tendrían un importante protagonismo (Králik et al., 2008). Lo mismo podríamos decir de
cualquier otra actividad decisiva para la comunidad y que requiriera un proceso de aprendizaje como la
caza, la elaboración de utillaje lítico, etc. Por ejemplo, la caza en las sociedades prehistóricas sería una labor
de grupo en la que intervendría toda la comunidad: varones, mujeres, población infantil y anciana. Cada
uno de estos grupos posiblemente tendría una tarea específica, desde la vigilancia y localización del animal,
la propia caza del mismo, su despiece, el tratamiento y el traslado de la carne, etc. (fig. 3).
Frente a la vida cotidiana, los contextos funerarios y rituales han sido un campo de mayor reconocimiento
infantil. Hasta épocas muy recientes las sociedades han debido afrontar un alto porcentaje de pérdida de
población infantil, tanto durante la gestación, como entorno a su nacimiento y primeros meses de vida. La
madre muchas veces aparece unida al fallecimiento del bebé en la etapa peripuerperal. Correspondientes
a la Prehistoria y la Protohistoria peninsular, contamos con numerosos estudios en esta línea (Sánchez
Romero, 2008a; Rueda et al., 2008). Los enterramientos infantiles pueden incluir restos óseos y ajuares
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Fig. 3. Escena de caza prehistórica, según ilustración de D. Álvarez Cueto
procedente de la exposición permanente del Museo Arqueológico Regional de la
Comunidad de Madrid. Fotografía: C. López Ruiz.
o depósitos de objetos, reunidos y amortizados en la tumba con fines rituales o escatológicos. La mayor
aportación de los datos arqueológicos vinculados con la infancia, suelen proceder del registro funerario. En
el caso de los restos antropológicos, a las dificultades que plantean algunos rituales, como la cremación,
se une la fragilidad de los propios huesos, el problema de la determinación del sexo biológico, sin olvidar
otros factores físicos que han provocado que éstos pasen desapercibidos en excavaciones poco rigurosas en
el pasado (Chapa, 2003: 117).
En muchas ocasiones, la población infantil ocupa espacios funerarios diferentes al resto de la población,
por ejemplo, bajo las propias casas, siguiendo rituales también diferentes, como la inhumación frente a la
cremación, en un tratamiento diferencial que aporta claves sobre la propia organización social, el pensamiento
y la ideología de los grupos del pasado. Los ritos se suman a los análisis antropológicos, espaciales, de
ajuares con novedosos datos. A modo de ejemplo, excavaciones recientes en necrópolis protohistóricas
como la vaccea de Las Ruedas, Pintia (Padilla de Duero/Peñafiel, Valladolid) están ofreciendo nuevas
hipótesis a partir del análisis de enterramientos infantiles y femeninos, sobre la riqueza y el estatus a través
de la herencia (fig. 4). En cuanto a los ajuares, los enterramientos infantiles pueden incluir pequeños objetos
de adorno, como joyas, campanitas, cerámicas, en ocasiones, juguetes, amuletos, pero también objetos
vinculados al mundo adulto, como algunas armas, o restos del banquete funerario, ya que son los adultos
los que realizan los rituales funerarios y los que nos transmiten la idea que ellos quieren proyectar de ese
individuo infantil en su tumba (cf. para el caso ibérico, Prados, 2012). Fuera de la Península ibérica, algunos
estudios temáticos y territoriales, en este sentido, de necrópolis de la antigua Grecia, sur de Italia, Sicilia,
Galia o África están proporcionando indicadores de tumbas o rituales específicos para las poblaciones
infantiles de gran interés (Hermary y Dubois, 2012).
Podemos afirmar, en resumen, como desde los contextos funerarios, religiosos o de hábitat; desde
la cultura material específica de la infancia o las propias evidencias infantiles sobre soportes diversos,
existe todo un mundo por explorar, investigar y, por tanto, representar (fig. 5). El papel de los museos
arqueológicos, en este sentido, puede ser crucial. Parece importante plantear la necesidad de incorporar
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Fig. 4. Enterramiento infantil correspondiente
a la tumba núm. 127b de la necrópolis vaccea
de Las Ruedas, Pintia (Padilla de Duero/
Peñafiel, Valladolid), según Sanz y Romero
(2010: 409, fig. 3).
Fig. 5. Enterramiento
campaniforme, según
ilustración de D. Álvarez
Cueto procedente de la
exposición permanente del
Museo Arqueológico Regional
de la Comunidad de Madrid.
Fotografía: C. López Ruiz.
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estas líneas en la agenda y planificación de la investigación, así como en los procesos de revisión de
colecciones en los museos donde se custodian bienes culturales susceptibles de este análisis que pueden
revertir, además, en la propia exposición del museo. Objetos que pueden estar relacionados con la infancia y
que han sido despreciados hasta el momento, por desconocimiento, desinterés, o por alejada posición teórica
o campo de investigación. A partir de estas revisiones de fondos procedentes de yacimientos o colecciones
museográficas, las instalaciones expositivas pueden enriquecer sus narrativas y visibilizar esa parte de la
sociedad tradicionalmente olvidada en los museos, esa “minoría universal en todas las sociedades”, como
acertadamente define Brookshaw (2010: 217) al público infantil, poniendo de relieve el valor fundamental
de las colecciones museísticas y las posibilidades que brinda para la exposición.
3. DE LA MUSEOLOGÍA A LA MUSEOGRAFÍA
El lenguaje de la exposición incorpora, junto a los objetos, toda una serie de recursos de comunicación que
apoyan la transmisión del discurso (Hernández, 2010: 216-221), hoy en día imprescindibles en toda instalación
expositiva. Estos recursos pueden adoptar la forma de textos, de diverso carácter y formato; ilustraciones, de
carácter explicativo, documental, evocativo; fotografías, animaciones; diagramas, mapas, planos, cronologías,
y otro tipo de elementos gráficos; esculturas, modelos, maquetas y otros recursos en tres dimensiones; así
como nuevas tecnologías más o menos interactivas y/o multimedia, entre otros. Todos los recursos de la
exposición, en su espacio arquitectónico y museográfico –accesos, recorridos, forma de salas, acabados
en suelo, paredes y techos, texturas, colores, iluminación, confort y ambientación general– propician una
determinada experiencia en la visita. Desde la percepción infantil, destacaremos la importancia de la escala
–alturas de las bandejas expositoras de objetos en vitrinas, de los textos, tamaño de letra, altura y accesibilidad
de los elementos interactivos o manipulables–, así como el mundo de los sentidos –gamas cromáticas en la
arquitectura expositiva, interiores de vitrina y elementos gráficos, adecuada iluminación; locuciones atractivas,
ambientación acústica, sonidos significativos; recursos complementarios olfativos, táctiles, etc.– entre otros
factores que condicionan la comprensión, el confort y el disfrute del recorrido expositivo.
Los grafismos de la exposición plantean numerosas posibilidades para la representación infantil. Existe
todavía un largo trecho que recorrer ya que, muchas veces, si bien los datos y pautas para ilustrar el paisaje, las
casas, las cerámicas, etc. son muy precisos y minuciosos, sin embargo, apenas se aportan indicaciones sobre
qué personas, mujeres y hombres, se representan; de qué edad son; qué clase de actividades están realizando;
en qué actitudes o gestos; si deben aparecer como protagonistas o en una situación secundaria dentro de las
escenas, etc. (Querol, 2008). Estos pequeños matices son extraordinariamente importantes ya que calan en el
público de los museos y transmiten ideas sobre valores, roles o funciones y relaciones sociales, en especial en
los niños, que conforman el pilar fundamental de la sociedad del futuro. A modo de ejemplo, como exposición
permanente, destacaremos las ilustraciones del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid en
Alcalá de Henares o el Museo Arqueológico de Asturias en Oviedo (2011) con niños en su entorno cotidiano.
Destacan en este último ejemplo las grandes escenas por su eficacia comunicativa (fig. 6). Las criaturas se
encuentran en su núcleo familiar y forman parte de las actividades y de la vida cotidiana más allá de la cueva.
Por su parte, las exposiciones temporales en materia arqueológica empiezan a incorporar estas temáticas
en su contenido y forma museográfica. Así por ejemplo, la muestra reciente del Museo Arqueológico
Regional de Madrid, “Los últimos carpetanos. El oppidum de El Llano de la Horca (Santorcaz, Madrid)”
(2012), evoca importantes aspectos de la vida de la Segunda Edad del Hierro en el centro peninsular,
tomando como paradigma el yacimiento de El Llano de la Horca (Ruiz Zapatero et al., 2012). De este
mismo museo destacamos la exposición inaugurada en diciembre de 2012, “Arte sin artistas: Una mirada al
Paleolítico” donde la imagen que anuncia la exposición y es portada del catálogo, representa simbólicamente
a una mujer con un bebé pintando en la cueva, mientras otro niño los observa, donde más allá de la postura
o el gesto concreto, interesa destacar el protagonismo femenino de la escena.
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Infancia, museología y arqueología
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Fig. 6. Escena familiar
correspondiente al periodo
Asturiense, procedente la
exposición permanente del Museo
Arqueológico de Asturias (2011).
Ilustración J. Chien, Ministerio de
Cultura.
Imágenes de criaturas en tres dimensiones correspondientes a pasados remotos están cada vez más
presentes en los museos como elemento divulgador de la ciencia. Sin duda, la representación del niño
neandertal de cuatro años, a partir del molde del cráneo hallado en Roc-de-Marsal (Périgord) (40.000
B.P.) que exhibe el Museo Nacional de Prehistoria de Les Eyzies-de-Tayac en Dordogne (2008), de la
escultora Elisabeth Daynès, constituye verdaderamente una obra de arte llena de sensibilidad. También en
la instalación del Museo de la Evolución Humana de Burgos (MEH, 2010), la misma escultora realizó otra
extraordinaria “reconstrucción” escultórica del homínido Homo ergaster, conocida como niño de Turkana,
aunque en realidad se trata de un joven, de gran fuerza expresiva. Asimismo el Museo de Almería (2006)
ofrece una escenografía de gran formato y carácter espectacular, un grupo escultórico en soporte metálico
de lenguaje contemporáneo, El Círculo de la vida, donde una mujer protagoniza una escena de parto. Por
otra parte, modelos, dioramas o maquetas, de formato más tradicional, también pueden incorporar criaturas
en las escenas representadas. Una propuesta reciente la ofrece también el Museo de la Evolución Humana
en cuya instalación permanente se encuentran dioramas y maquetas con criaturas. Igualmente, el mismo
museo presentó recientemente una atractiva exposición temporal PlayEvolución. Atapuerca y el MEH en
paisaje playmobil (2012) sobre el mundo de Atapuerca, de gran éxito, sin ánimo de ser exhaustivas.6
Las producciones audiovisuales, por otro lado, sin duda aportan un plus a la exposición presentando
la imagen en movimiento, efectos acústicos, locuciones, ambientaciones, que enriquecen y matizan
la experiencia de la visita. Otros recursos interactivos, manipulables y multimedia, con mayor o menor
componente tecnológico, adaptados a los más pequeños, ofrecen muchas posibilidades de comunicación y
pueden permitir al público infantil conectar con el pasado de una manera sencilla. Para el primero de los
casos, citaremos algunos audiovisuales del Museo Arqueológico de Córdoba (2011) (fig. 7) o del Museo
Monográfico Puig des Molins de Ibiza, de reciente inauguración (2012), que cuentan entre sus protagonistas
niñas que nos conducen en ese viaje al más allá, desde la época fenicia al presente, logrando una conexión
eficaz –incluso restándole un tanto de dramatismo al tema de la muerte– con el público visitante (fig. 8).
Otro recurso polivalente se observa en la instalación del Museo Arqueológico de Asturias (2011), de amplia
accesibilidad, el denominado “i-punto”, de interacción a partir de diversos elementos sensitivos. Contiene
6 No podemos obviar en esta línea, la producción de exposiciones temporales del propio Museo de Prehistoria de Valencia,
sensibilizado con estas líneas de trabajo: http://www.museuprehistoriavalencia.es. No se citan los ejemplos del recientemente
inaugurado (31 de marzo de 2014) Museo Arqueológico Nacional (MAN), que fue posterior a la entrega de este manuscrito.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Fig. 7. Fotograma de la producción audiovisual “Las estatuas romanas no tienen cabeza” del
Museo Arqueológico de Córdoba (2010). Ilustración P. Velarde, Secretaría de Estado de Cultura.
Fig. 8. Fotograma de la producción audiovisual del Museo del Puig des Molins, Ibiza (2012).
Arena Comunicación Audiovisual, Secretaría de Estado de Cultura.
réplicas de cultura material, maquetas y elementos manipulativos de carácter olfativo y auditivo, así como
interactivos de carácter lúdico. La interactividad, ligada a la funcionalidad, o la virtualidad en algunos
casos, sin olvidar la sostenibilidad, se suma a la educación, la experimentación y lo lúdico.
4. PROGRAMACIÓN EDUCATIVA ADAPTADA AL SEGMENTO INFANTIL
La programación adaptada al público infantil en los museos constituye hoy una oferta de ocio ineludible
para las familias. Un gran número de museos son conscientes, en la medida de su capacidad y recursos, que
deben adaptar su oferta de forma personalizada al público infantil para poder llevar a cabo de manera más
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Infancia, museología y arqueología
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fácil su labor educativa. Paulatinamente, los museos se van incorporando a las agendas de las familias y de
las escuelas como espacios culturales y de ocio para visitar. Si bien los niños suelen visitar los museos con
la escuela, de forma progresiva, padres y madres los acompañan y participan activamente de las actividades
de estos centros. La tarea de crear departamentos pedagógicos en los años noventa del siglo pasado poco
a poco ha ido dando sus frutos. Plantearemos dos reflexiones, a propósito de los materiales destinados al
público infantil y las propias actividades didácticas desarrolladas en los museos (fig. 9).
Las escuelas infantiles, por una parte, demandan al mundo editorial materiales para trabajar una
aproximación temprana a estas instituciones culturales. Complementariamente, por tanto, a los discursos
de la exposición y su museografía, es necesario plantear acciones y estrategias educativas que revisen los
discursos tradicionales, materializadas en recursos didácticos diversos, presentes, afortunadamente, cada
vez más en el mundo digital. En esta línea son esenciales las ideas previas que se trabajan en la escuela,
por lo que la revisión de los textos y los materiales escolares constituyen tareas decisivas que se completan
con la visita al museo. En este sentido la editorial Anaya cuenta con un método destinado a niños de
segundo ciclo de Educación Infantil que trabaja la Prehistoria en las aulas durante todo un trimestre. Este
proyecto, documentado científicamente, trabaja aspectos relacionados con la evolución, las herramientas,
los enterramientos, el arte, la cerámica y el adorno personal, y presenta, a grandes rasgos, escenas paritarias
de la vida prehistórica donde hombres, mujeres y población infantil desarrollan un papel activo en el seno
del grupo pescando, recolectando, o simplemente jugando.
Quisiéramos insistir en este punto en relación con las publicaciones para el público infantil que ofrecen los
museos ya que, como señala Ruiz Zapatero (2012: 60), es necesaria una mayor implicación de las instituciones
y del personal investigador. Toda una línea de trabajo por desarrollar en España, la de los manuales de
divulgación para el público infantil, fundamentales para su educación, esenciales, por tanto, para los museos.
Fig. 9. Acción didáctica en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ARQUA. Secretaría
de Estado de Cultura. Fotografía I. Izquierdo.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Algunos manuales sobre Prehistoria disponibles para niños y niñas con edades comprendidas entre los 5 y
12 años –correspondiente al último curso del ciclo de Educación Infantil y al ciclo de Primaria– muestran las
relaciones de género en el pasado desde diferentes perspectivas –y en ocasiones cargadas de estereotipos–,
con especial hincapié en la vida cotidiana de las sociedades prehistóricas, la caza y la recolección y más
tarde la ganadería y la agricultura, el tipo de hábitat, el vestido, el arte e incluso el mundo funerario. Los
textos, sencillos, se acompañan de ilustraciones dinámicas en las que los personajes infantiles se convierten
en protagonistas de la historia y participan activamente en el mundo de los adultos, aprendiendo por imitación
las tareas que realizarán en el futuro. Entre ellos destaca Mi primer libro de la Prehistoria. Cuando el mundo
era un niño (Arsuaga, 2008) con ilustraciones cargadas de simbolismo (fig. 10), o Viviendo la Prehistoria en
el Valle de Lozoya (Mendoza, 2011), editado por el Museo Arqueológico Regional de Madrid, que adentra al
lector infantil en un yacimiento prehistórico de la mano de dos niños neandertales.
La educación en los museos, por otra parte, puede convertirse en un agente de transformación social
y la revisión de los discursos de la exposición puede contribuir de manera concreta y real, a ese paulatino
cambio social. También la acción cultural, didáctica y educativa colabora, en gran medida, con este objetivo.
Como ejemplo de actividades y acción didáctica infantil, citaremos los recorridos, talleres y actividades
diversas que se programan en las agendas mensuales o trimestrales de los museos. Una mirada a la agenda
de los museos estatales7 evidencia, a pesar de la actual coyuntura de austeridad, la presencia de actividades
y visitas temáticas infantiles, talleres familiares, juegos y otras actividades lúdicas de interés. Así, destacan
las propuestas del Museo de Altamira, donde es posible preparar una visita “a medida” de las necesidades
de cada visitante –adultos particulares, familias con niños, profesores, profesionales del turismo, medios de
comunicación, investigadores, etc.–. Al margen de la exposición permanente “Los tiempos de Altamira”, la
Museoteca es un espacio exclusivamente para las familias con niños interesados en aprender más, jugando,
leyendo, creando juntos. En ARQUA, Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, se ofrecen
talleres específicos para cada ciclo educativo –infantil, primaria, ESO, Bachiller y talleres para familias–.
Otro ejemplo a considerar es el Museo de América que muestra una programación infantil destacada con
programación de cuentacuentos infantiles, proyección de películas infantiles, escuela de verano, talleres y
actividades específicas.
Como otros ejemplos de esta acción educativa constante, y accesible además a través de Internet,
citaremos las actividades, los materiales e iniciativas del Museo de Prehistoria de Valencia, cuyos contenidos
(fig. 11) pueden consultarse íntegramente en su página web.8 También el Museo Romano de Oiasso9 que
cuenta con recursos para el profesorado, educadores, con programas educativos y materiales, accesibles a
través de la Red. El Museo de Arqueología de Cataluña en Barcelona10 ofrece por su parte talleres infantiles
y familiares, de experimentación y descubrimiento. Este museo, junto con Arqueoxarxa, la Red de museos
y yacimientos arqueológicos de Cataluña, realizó por ejemplo toda una serie de interesantes acciones en
torno a la película de animación Las Aventuras de Tadeo Jones para fomentar el conocimiento y disfrute
de la arqueología entre el público infantil, por citar algunos ejemplos destacados. También el Museo
Arqueológico Regional (MAR) de la Comunidad de Madrid programa visitas guiadas para público infantil,
en muchos casos con actores que interpretan diversos personajes históricos.11 Como paralelo europeo, uno
de los ejemplos más citado por su éxito con el público infantil son las “visitas narradas” del Museo Quai
Branly,12 en París, por citar algunos ejemplos significativos.
7
8
9
10
11
12
http://www.mcu.es/museos/index.html. Insistimos, previa reapertura del MAN.
http://www.museuprehistoriavalencia.es/didactica_museo.html.
http://www.irun.org/oiasso/home.aspx?tabid=89.
http://www.mac.cat/Educacio.
http://www.madrid.org/cs/Satellite?pagename=Museos%2FPage%2FMUSE_home&language=es.
http://www.quaibranly.fr/es/programmation/visitas-guiadas/visitas-narradas.html.
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Infancia, museología y arqueología
Fig. 10. Familia neandertal, según Arsuaga (2008: 39).
Ilustración S. Cabello.
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Fig. 11. Portada de la propuesta didáctica sobre
La Bastida de les Alcusses (Moixent). Texto: L.
Fortea y E. Ripollés. Diseño: A. Sánchez. Museo
de Prehistoria de Valencia.
5. REFLEXIONES FINALES
Nuestro objetivo en este texto ha sido destacar cómo los museos arqueológicos pueden jugar un papel esencial
como espacios educativos y de difusión del patrimonio cultural dirigidos al público infantil. Al constituirse
en centros de transmisión de la memoria de una comunidad, son por lo tanto, espacios de construcción de su
cultura, indispensable para la educación de los niños y niñas y, al mismo tiempo, herramienta básica para la
educación en la igualdad. En general, la infancia, por diversas razones, ha estado enmascarada o limitada en
su representación en los museos. No debe sorprendernos comprobar cómo el mundo infantil apenas se percibe
en los discursos expositivos de los museos arqueológicos. Sin embargo, sabemos que la falta de identificación
precisa de sus huellas en el registro arqueológico no solo tiene que ver con un problema metodológico sino
también con el punto de partida teórico, que lo asemeja mucho a la aparente invisibilidad de las mujeres en la
Historia. De esta forma, los museos arqueológicos pueden jugar un papel esencial en la revisión de contextos
históricos a través de la investigación, con nuevos planteamientos sobre sus colecciones, y no solo aquellas
tradicionalmente relacionadas con la infancia como los juguetes, sino con la cultura material vinculada a
sus diversas etapas biológicas, su vida cotidiana en comunidad, sus juegos y aprendizaje, sus creencias o los
rituales relacionados con su muerte. Pueden suponer, por tanto, una ventana para descubrir las claves de la
organización social e ideológica de cualquier grupo humano del pasado.
Más allá de las funciones de documentación e investigación, en el campo de la difusión, si bien los
programas educativos han ido ampliando su oferta infantil, se debe realizar un esfuerzo mucho mayor para
que los museos arqueológicos resulten atractivos para este segmento de la población. Prueba de ello es que
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
la estadística revela que en los últimos diez años no se ha incrementado significativamente el número de
visitas infantiles a los museos. Además, no deja de sorprendernos que la población infantil frecuente más
los museos con su familia que en visitas escolares. Ello nos lleva a plantear, por una parte, la necesaria
interacción entre museos y centros educativos y, por otra, la necesidad de proporcionar materiales didácticos
dirigidos específicamente a estas visitas familiares o a los grupos escolares. La propia imagen del museo,
percibido de partida como un espacio cultural no adecuado para ir con niños pequeños, precisa un cambio
significativo que ha de manifestarse a muchos niveles, en las salas de exposición y en otras áreas públicas
del museo, en su acogida y en sus servicios públicos.
A nivel expositivo, el montaje museográfico permanente debe permitir a los niños crear su propio conocimiento
a través de la interacción con las piezas expuestas con la ayuda de los educadores (Pastor, 2004). Se trataría, por
tanto, de fomentar un aprendizaje activo dentro del museo. La museografía, con todos sus componentes, en armonía
con su concepto estético y formal, debe ser completamente accesible; presentar un diseño que permita observar
las colecciones con comodidad; leer los textos sin dificultades y proporcionar herramientas de conocimiento para
las distintas franjas de edad, sin olvidar que la preparación previa del itinerario se considera esencial. Asimismo,
la organización de exposiciones temporales con temáticas afines al público infantil es un reto pendiente y en este
sentido los museos arqueológicos pueden ser realmente enriquecedores y sugerentes.
Paralelamente, las actividades destinadas al público infantil deben propiciar el aprendizaje a través
del juego y el descubrimiento. Aprovechar las capacidades de exploración e innovación de la infancia
constituye un reto para la acción didáctica. En este contexto de la difusión no es posible obviar el uso de
las nuevas tecnologías, con un gran potencial para el desarrollo de aplicaciones para tabletas y dispositivos
móviles (exposición “a la carta”, visitas temáticas a la exposición, catálogo del museo adaptado a cada
edad, juegos para el móvil, etc.), que los más pequeños manejan con facilidad y soltura de forma intuitiva,
natural y creativa. Pero, al margen de la colección, de forma complementaria, no hemos de olvidar que unas
adecuadas instalaciones, infraestructuras, equipamientos y servicios en el museo propiciarán en las familias
y en los niños una experiencia, un confort y un grado de satisfacción mayor. En relación con el público
infantil será necesario contar con un espacio de acogida amplio que permita planificar la visita, con taquillas
a la altura de los más pequeños; elementos tales como fuentes, bancos y puntos de descanso, aseos adaptados
y espacios de cuidado infantil; salas polivalentes para llevar a cabo talleres de todo tipo, presentaciones y
otras actividades, así como para almacenar el material necesario para actividades educativas. Asimismo el
museo puede conectar con el público infantil a través de sus servicios públicos ya sea ofertando un menú
infantil en la cafetería, cuidando al máximo la imagen que proyecta al exterior u ofreciendo en la tiendalibrería material especializado como libros de divulgación infantiles, guías didácticas, cuentos, disfraces,
juegos, entre otros, en coherencia con su propia identidad institucional.
En definitiva, una relación a tres bandas, entre la arqueología, la museología y la museografía, por
construir y fortalecer entre los museos y el público infantil, que evidencia la necesaria apertura de estas
instituciones al conjunto de la sociedad.
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Isabel IZQUIERDO PERAILE a, Clara LÓPEZ RUIZ b y Lourdes PRADOS TORREIRA b
Infancia, museología y arqueología.
Reflexiones en torno a los museos arqueológicos
y el público infantil
RESUMEN: Este trabajo presenta una reflexión sobre los museos arqueológicos y el público infantil desde un
planteamiento interdisciplinar, entre la investigación en arqueología y la práctica museológica. Concretamente
se analiza la exposición en el museo como espacio público que se articula a través de un discurso y se expresa
a través de una colección y distintos recursos museográficos. A partir de recientes líneas de investigación y
propuestas arqueológicas sobre la población infantil en las sociedades del pasado y desde conceptos museológicos
contemporáneos, que son más permeables a la representación de la sociedad en los museos, se plantean nuevos
retos y perspectivas en los museos arqueológicos actuales. Partimos de datos recientes sobre las audiencias en
museos para valorar esa necesaria proyección y visibilidad del público infantil en el relato de la exposición. Se
comentan, asimismo, diversos ejemplos de aplicación museográfica de estas ideas en diferentes recursos y soportes
de la instalación expositiva en museos arqueológicos y exposiciones temporales españolas de última generación.
PALABRAS CLAVE: Infancia, museología, arqueología, museografía, público, exposición.
Childhood, museology and archaeology:
Comments on the archaeological museums and children visitors
ABSTRACT: This paper presents a reflection about the archaeological museums and children visitors
from an interdisciplinary point of view, between the archaeological research and the museological practice.
Concretely the exhibition in the museum is analyzed as a public space that is articulated by means of an
script and it expresses across a collection and different museographical resources. From recent proposals
about archaeological research of children in past societies and from contemporary museological concepts,
more permeable to the representation of the society in the museums, we propose new challenges and
perspectives in the archaeological museums today. With recent statistics about museum audiences, we have
looked at the necessary projection and visibility of children visitors in the exhibition itself. We will examine
likewise some examples of the museographical application of these ideas on different exhibition elements
in some of the latest archaeological museums and temporary exhibitions in Spain.
KEY WORDS: Childhood, museology, archaeology, museography, audience, exhibition.
a
b
Secretaría de Estado de Cultura, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
isabel.izquierdo@mecd.es
Departamento de Prehistoria y Arqueología, Universidad Autónoma de Madrid.
clara.lopezruiz@uam.es | lourdes.prados@uam.es
Recibido: 15/10/2013. Aceptado: 26/03/2014.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
1. PRESENTACIÓN: MUSEOS E INFANCIA 1
Esta reflexión sobre los museos arqueológicos y el público infantil se aborda desde un planteamiento
interdisciplinar, entre la investigación en arqueología y la práctica museológica, que se entrecruzan en la
exposición como espacio público articulado a través de un discurso y expresado a través de una colección
complementada con unos recursos museográficos. Nuevas propuestas en cuanto a la investigación de la
población infantil en las sociedades del pasado desde recientes planteamientos arqueológicos y conceptos
museológicos contemporáneos, más permeables a la representación de la sociedad, brindan conjuntamente
nuevos retos y abren perspectivas en los museos que custodian testimonios de la cultura material del pasado
de la humanidad, los museos de historia o de arqueología.
Los museos son, en general, instituciones culturales que desde su origen como templos del saber
reservado a unos pocos, han sufrido distintas transformaciones. En la actualidad tratan de convertirse en un
espacio integrador abierto a la sociedad, cada vez más compleja, cosmopolita y plural. Su nueva función
social propicia un proceso regenerador y una nueva dimensión pedagógica. Este proceso fue y sigue siendo
lento. Con el nacimiento de la denominada “Nueva Museología” se establecieron nuevos conceptos de
museo en relación con la comunidad. En este sentido cabe citar experiencias como los ecomuseos en
Europa y Canadá, los museos de barrio en Estados Unidos y los museos comunitarios en América Latina.
A partir de estos últimos, y aplicando los principios del denominado “museo integral”, nace el “museo
escolar”, ideado por Larrauri (Decarli, 2003: 9). El museo se materializa como un centro de educación
y de difusión cultural y patrimonial, capaz de transmitir una serie de valores universales al público que
lo visita, en especial el infantil. De esta manera, en su faceta más social, el museo puede convertirse en
una herramienta educadora en el respeto por el patrimonio y en la igualdad.2 Es necesario señalar que no
existe en los museos un tipo de público homogéneo sino que este varía en cuanto a edad, educación, sus
propios intereses, formación, expectativas, etc. En este estudio nos centraremos en un segmento universal
de público de museos, el público infantil (4-12 años).
Si hacemos memoria, los primeros intentos por integrar al público infantil fueron protagonizados por los
museos norteamericanos, pioneros en este campo, debido a su proyección educativa. No podemos obviar
los ejemplos pioneros del Brooklyn Children’s Museum (Nueva York, 1899) o del Boston Children’s
Museum (1913). Asimismo los museos nórdicos –especialmente los escandinavos– formaron parte de
esa vanguardia educativa con la creación de museos al aire libre que trataban de acercarse a la cultura
popular. Sin embargo, los museos que tradicionalmente han tratado de aproximar sus colecciones al público
infantil han sido los museos científicos, esencialmente pedagógicos, que mediante la experimentación y la
manipulación, han acercado los procesos científicos, sobre todo a los más pequeños. Además, asistimos a
una gran oferta museística de instituciones cuya temática se encuentra en estrecha relación con el público
infantil, tales como los museos del juguete, de origen también norteamericano; de dinosaurios o del
ferrocarril que permiten una conexión directa con los visitantes más pequeños, convirtiéndose en destino
educativo, lúdico y turístico para familias y grupos escolares.
Como adelantábamos anteriormente, en este trabajo hemos fijado nuestra atención en el mundo infantil
partiendo también del análisis valorativo de las audiencias, para el caso de los museos españoles, teniendo
en cuenta los datos estadísticos del Laboratorio Permanente de Público de Museos (en adelante LPPM) de
1
2
Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación “La discriminación de la mujer: los orígenes del problema. La función
social y educativa de los museos arqueológicos en la lucha contra la violencia de género” (2013-2015), 035/12, financiado
por el Instituto de la Mujer (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad). El texto constituye una versión ampliada
de la contribución al Sixth International Conference of the Society for the Study of Childhood in the Past, Children and their
living spaces, Sharing spaces, Sharing experiences (2012 – Universidad de Granada), Sección Children’s places at museums,
organizado por M. Sánchez Romero (Prados, Izquierdo y López Ruiz, en prensa).
Destacar, en este sentido, las diferentes experiencias de integración y educación de un museo de nueva generación, Espacio
Interactivo Memoria y Futuro “PIPIRIPI” (La Paz, Bolivia).
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Infancia, museología y arqueología
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la Secretaría de Estado de Cultura.3 En esta relación entre los museos y el público infantil (segundo curso
de Educación Infantil y Educación Primaria), de edad inferior a 12 años, todavía queda un largo camino
por recorrer, en general, en los museos y, en particular, en los museos arqueológicos. Así por ejemplo, el
retrato robot de la composición general del público visitante en los museos estatales estudiados refleja un
70,5% de adultos y jóvenes en visita individual; tan sólo 8,2% de adultos y jóvenes en grupos escolares;
5,7% de adultos y jóvenes en otros grupos organizados; 10,5% de público infantil en visita familiar y
5,1% en grupo escolar. La cifra general de público infantil es de 15,6% en los museos estatales españoles.
En algunos museos arqueológicos se eleva significativamente esta media como en el Museo Nacional
y Centro de Investigación de Altamira (22,5%); en otros está ligeramente por debajo (14% del Museo
Arqueológico Nacional, antes de su cierre por obras). Llama la atención que, al menos hasta los 12 años, el
segmento de población infantil va al museo más en visita individual o familiar que en visita escolar. Parece
relevante recordar el valor de la percepción de la visita al museo como una actividad social. En el caso de
la visita familiar, la interacción social es un componente básico porque las criaturas indagan, preguntan y
las personas mayores responden, por lo que es importante que la propia exposición les facilite esta labor
de acercar el sentido de los bienes culturales a la experiencia infantil brindando y aportando respuestas
precisas. Se trata de evitar que la visita al museo sea una ocasión de aprendizaje fallida y, lo que sería aún
peor, que pueda generar una sensación de fracaso. Observar, preguntar, comparar, comentar, son acciones,
entre otras, que, cuando se comparten entre los miembros del grupo, pueden convertir la visita en una
experiencia muy gratificante y con gran capacidad de captación (AAVV, 2011: 72) (fig. 1).
Las visitas de grupos escolares a los museos estatales constituyen un 13,4% del total, de las cuales un
38,4% son visitas infantiles (de menores de 12 años). Desde esta media, hay una casuística diversa entre
los museos arqueológicos, por encima, como el caso del Museo de Altamira (15%) o por debajo, en el
caso del Museo Arqueológico Nacional (7,1%, insistimos, antes de su cierre al público). Es esclarecedora,
además, una mirada atrás a las estadísticas de público. En relación con otros estudios previos en los mismos
museos estatales (AAVV, 2011: 82) en los últimos diez años, en estos museos no se han captado visitantes
jóvenes que compensen el evidente y creciente envejecimiento general de los visitantes, por lo que se
Fig. 1. Público infantil
y museos arqueológicos.
Fotografía C. López Ruiz.
3
http://www.mcu.es/museos/MC/Laboratorio/index.html (cifras correspondientes a 2013).
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
sugiere una serie de recomendaciones, que parece oportuno recordar, que compensen el escaso público
infantil y aumenten el atractivo de la visita en familia, tales como incrementar los servicios para realizar
esta visita de forma confortable y divertida; tener en cuenta el punto de vista infantil a la hora del diseño
de las exposiciones y las actividades; promover y promocionar la iniciación a la visita a museos como una
práctica cultural en familia y aumentar la oferta de actividades para el público infantil y familiar, de forma
que permita crear un hábito de visita en el futuro y un paulatino relevo generacional entre los visitantes,
entre otras (AAVV, 2011: 250). Complementariamente, a través de otra investigación promovida por el
LPMM acerca de qué imágenes se asocian a los museos (AAVV, 2013: 10) sabemos que un tercio de la
población no visita este tipo de instituciones nunca o casi nunca y que dicho segmento de la población
percibe taxativamente los museos como lugares no adecuados para ir con niños.
Estas son algunas consideraciones de partida sobre el público infantil que se han de tener en cuenta a
la hora de abordar el caso de los museos de arqueología. Los ejemplos y reflexiones que se presentan a
continuación se orientan desde la investigación arqueológica, fundamentalmente, del mundo prehistórico
y protohistórico, donde se ha avanzado sobremanera en la última década en estas líneas orientadas al
reconocimiento de los segmentos sociales tradicionalmente invisibles en el registro arqueológico, desde
distintos posicionamientos teóricos.
2. MUSEOS DE ARQUEOLOGÍA Y PÚBLICO INFANTIL
Los museos arqueológicos se nutren de cultura material, un activo esencial para el conocimiento humano
y un vehículo de comunicación excepcional. Los objetos “petrifican” experiencias pasadas, como evoca
Ballart (2012) en su reflexión sobre la construcción de significados de los objetos de museo. En ese sentido,
su potencial informativo y emotivo es elevado. Las colecciones arqueológicas se ordenan y articulan en
función del guión expositivo, que rara vez reconoce como protagonista al segmento de población infantil.
No debe sorprendernos comprobar cómo la infancia, en general, los niños pertenecientes a diversas culturas
geográficas o históricas, apenas están presentes en los discursos expositivos de los museos, dado que
asimismo resultan prácticamente invisibles en la propia investigación arqueológica (Brookshaw, 2010).
Llama la atención que, a pesar de saber que su presencia fue habitual en casi todos los espacios
cotidianos (la casa, el poblado, los espacios de trabajo, etc.), apenas se refleja su existencia en los estudios
realizados con metodología arqueológica. Este hecho supone una doble pérdida ya que su aproximación
a través de los restos de su cultura material podría paliar, en parte, su ausencia de los textos históricos
(McKerr, 2008). Pero, la falta de identificación precisa de sus huellas en el registro arqueológico no solo
tiene que ver con un problema metodológico sino también conceptual, que lo asemeja mucho a esa conocida
aparente invisibilidad de las mujeres. De hecho, en muchos casos, el interés por la infancia en los estudios
arqueológicos deriva de la propia evolución de los estudios de arqueología y género. Como parte de la
renovación metodológica de la investigación en arqueología de las últimas dos décadas, y sobre todo,
gracias a las tendencias postprocesuales que han hecho especial hincapié en la importancia del individuo
como agente social, se ha puesto en valor también la reflexión desde el género o la edad.
2.1. Los valores de la cultura material
Si hablamos de museos de arqueología o de historia –pero también podríamos plantear el caso de los de
antropología o etnografía– cuya colección se nutre fundamentalmente de cultura material, contamos con
objetos cargados de significado que pueden propiciar, además, el fomento de una serie de valores sociales
ya que, al margen de aspectos atractivos como la curiosidad, el romanticismo, la magia o el misterio por
el conocimiento del pasado, la arqueología, en palabras de G. Clark (citado en Ruiz Zapatero, 2010), hace
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Infancia, museología y arqueología
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ver la Historia desde una perspectiva amplia y promociona la solidaridad humana al ocuparse desde las
“grandes obras” a los restos de basura a través de fuentes directas, inmediatas; proporcionar evidencias
sobre identidades e inquietudes básicas de los seres humanos, permitiendo conectar con otros intereses y
materias, fomentar el respeto sobre el valor colectivo del patrimonio, y despertar la conciencia social frente
al racismo, la xenofobia o las desigualdades sociales. Esos fragmentos materiales del pasado representan
una materia prima sin igual, como vehículo de conocimiento y comunicación. A ello se une la creciente
presencia de la arqueología en la sociedad, en los medios de comunicación de masas, como fenómeno
reciente que se expresa asimismo a través de formatos, medios y soportes diversos (Ruiz Zapatero, 2012),
sin olvidar el lenguaje cinematográfico,4 así como distintas iniciativas de divulgación histórica on line.5
Partiendo, pues, de ese concepto de cultura material y del creciente interés de la sociedad por la
arqueología, parece oportuna una reflexión sobre cómo esos testimonios del pasado, son seleccionados,
preparados, documentados y presentados en el museo, adquiriendo un protagonismo dentro del discurso
expositivo que, en última instancia, refleja una visión del mundo y de la sociedad, visión que los faculta
para ser un órgano de cultura, un espacio de interpretación y de renovación (Grau, 2012). La selección de
las piezas y esa visión del discurso es clave, por tanto, para saber qué historia o historias se cuentan, qué
valores se transmiten, cómo se ordena el relato, quién se representa o es protagonista y quien se queda
fuera de la fotografía. Y desde este planteamiento, los museos arqueológicos, como espacios históricos
y de comunicación social, constituyen un medio para fomentar valores, para expresar ideas y también
para visibilizar segmentos sociales, tradicionalmente invisibles. La exposición permanente ofrece múltiples
posibilidades de sensibilización e interacción con el público visitante o el usuario del museo. En este ámbito
se brindan grandes oportunidades para ofrecer al público narraciones y discursos integradores donde
distintos grupos sociales y étnicos; grupos de género y también de edad pueden y deben estar presentes.
A propósito de quiénes son los protagonistas de la Historia y quién se ha quedado tradicionalmente fuera
de la foto, en otros textos de reciente publicación (Izquierdo, López y Prados, 2012; Prados, Izquierdo y
López, 2013) centrábamos nuestra atención en la necesidad de hacer presentes a las mujeres en los relatos
del pasado en los museos. Insistíamos en que las metas finales eran desterrar los tradicionales mensajes que
asimilan a los hombres con las tareas principales y a las mujeres con una actitud pasiva; explicar y expresar
que la división del trabajo –en su especialización sexual o de género– indica diferencia y no preeminencia o
jerarquización en las tareas por cada grupo, tal y como ha supuesto la arqueología tradicional y ha reflejado
la museología también tradicional; y, en síntesis, alejarnos de ese discurso de la invisibilidad, inferioridad o
escasa función social o importancia de las mujeres (Sada, 2010). Pues bien, en este texto centramos nuestra
atención en el público infantil desde su presencia o ausencia en la propia estructura y organización de
contenidos en el discurso arqueológico hasta la materialización del guión en las salas de exposición a través
de distintos recursos museográficos de apoyo a la colección. Partiendo de todo el potencial informativo
y comunicativo que la cultura material posee, consideramos a continuación algunas líneas temáticas de
interés en esta materia.
4 Un popular ejemplo, de producción made in Spain (2012) corresponde a una de las películas infantiles de animación de mayor éxito
en nuestro país Las aventuras de Tadeo Jones, protagonizada por un joven obrero que sueña con convertirse en un arqueólogoexplorador. Aunque cargada de visiones estereotipadas sobre el profesional de la arqueología y evidentes sesgos de género, destaca
el reconocimiento en los medios de la disciplina arqueológica, su popularidad y atractivo social. Su éxito entre el público infantil,
esencialmente, a partir de los cuatro años, ha animado a Mediaset España y Lightbox Entertainment a extender la fama de Tadeo a
la pequeña pantalla con la creación de la serie de animación Descubre con Tadeo, que con capítulos diarios de dos minutos y bajo
el asesoramiento de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), contribuye a la divulgación de la educación
y al conocimiento de la ciencia arqueológica.
5 Un ejemplo reciente es la publicación de la página web Pequeñeces de la Historia. Infancia, Arqueología e Historia para grandes
y pequeños (http://pequehistoria.com/index.html), un marco abierto para la divulgación arqueológica entre los más pequeños.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
2.2. Discurso arqueológico y representación infantil
A propósito del discurso general en los museos arqueológicos y de la representación infantil, cabe señalar
dos consideraciones previas que atañen, tanto al objeto, como al propio sujeto de la investigación, que
han repercutido negativamente en la investigación arqueológica de la población infantil en el pasado y,
consecuentemente, en la presentación de estas narrativas en los museos. En primera instancia, desde la
metodología arqueológica y el trabajo de campo, se ha de citar un problema de conservación de restos
arqueológicos. En el caso de la población infantil es posible que en muchos yacimientos los restos
materiales asociados a este segmento de edad no se hayan preservado por tratarse de materias primas
perecederas o restos más frágiles. En segundo lugar, es posible también que el personal investigador no
haya documentado este tipo de restos en la excavación porque no se hayan identificado como tales o por
el carácter general y efímero de las actividades realizadas por las criaturas (Wileman, 2005: 8), o incluso
porque sus intereses estratégicos en la investigación del yacimiento ni siquiera contemplen estos temas
vinculados al grupo social. Se puede decir que la producción científica hegemónica sobre el discurso y las
interpretaciones del pasado, el mainstream en arqueología, apenas ha considerado tradicionalmente estas
líneas de investigación, más que en los últimos años.
En este sentido, Lillehammer (2010) señala tres campos principales en los que se ha centrado la
denominada arqueología de la infancia: en el reflejo de cómo los niños y las niñas experimentan su propio
mundo; en el planteamiento de cómo son las relaciones que mantienen el mundo infantil y el adulto; y, por
último, en las explicaciones sobre cómo entienden los adultos el mundo infantil. De forma general podemos
destacar una serie de ámbitos temáticos generales de representación, con protagonismo destacado en el
discurso arqueológico, que pasan por el reestudio de la cultura material y las imágenes tradicionalmente
asociadas a la infancia y la revisión de actividades, funciones y contextos –de hábitat, funerarios y rituales–
con presencia infantil.
La cultura material tradicionalmente asociada a la esfera infantil es un claro ejemplo de cómo la
investigación arqueológica se desarrolla, en muchas ocasiones, con patrones preconcebidos. Así, nos
encontramos con que su representación suele limitarse a los juguetes (fig. 2). Se han considerado igualmente
Fig. 2. Cultura material e infancia.
Muñecas romanas del Museo de Albacete.
Fotografía C. López Ruiz.
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Infancia, museología y arqueología
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los objetos del mundo adulto miniaturizados y aquellos artefactos que pertenecen al cuidado de lactantes
o al grupo de primera infancia, correspondientes a la alimentación, el vestido y el adorno infantil. De este
conjunto, muchas veces enmascarado o perdido por su naturaleza orgánica, se han destacado, sin duda,
los juguetes. En palabras de Brookshaw (2010: 218) suponen la forma favorita que tienen los adultos de
representar la cultura material infantil. Estos objetos pudieron ser fabricados por los adultos o por los propios
niños. Los juegos nos permiten justamente una aproximación a su papel como mediadores entre el mundo
infantil y el adulto (Sánchez Romero, 2010). También permiten rastrear su utilización, como aprendizaje,
no solo de destrezas sino de roles y comportamientos, la forma de entender su comunidad, su territorio,
sus creencias e identidad, etc. De hecho, en muchas ocasiones dudamos del significado de las miniaturas:
¿Pueden ser juguetes elaborados por o para niños, como parte de procesos de aprendizaje, por ejemplo,
algunos útiles que pueden servir como instrumentos de trabajo, o las pequeñas cerámicas, posiblemente
elaboradas por los propios niños? ¿Se trata de una cuestión que viene definida y depende del contexto en el
que aparezca el objeto? Por ejemplo, una miniatura de una vasija en un santuario puede tener una lectura
simbólica –una miniatura sustituye el objeto en su tamaño real–; pero en un poblado su interpretación
podría vincularse al ámbito infantil. La cultura material nos abre, por tanto, a nuevos planteamientos sobre
la función y los significados de las piezas en función de la diversidad de sus contextos.
Las representaciones iconográficas infantiles, por otra parte, presentes en monumentos funerarios, exvotos
en los santuarios, cerámicas o pequeños objetos en los hábitats, etc. aportan, a pesar de su escasez en contextos
antiguos, gran cantidad de información. A través de estas imágenes podemos apreciar códigos identitarios
que se reflejan en la escala de representación, vestimenta, peinado, tocado, adorno, maquillaje, tatuajes, etc.
Algunos difícilmente pueden apreciarse en el registro arqueológico y pueden ser el medio de expresión de ritos
de paso entre una edad y otra, para definir categorías de edad como construcciones culturales. Así por ejemplo,
la apariencia femenina en el imaginario ibérico peninsular se muestra codificada mediante características
del vestido, peinado y adorno. Igualmente, aunque muy escasas, las imágenes del grupo familiar, donde se
juega con las escalas de representación, aportan una valiosa información. La mujer, junto al varón, aparece
representada en una escala equivalente entre sí y mayor respecto a otras representaciones juveniles o infantiles,
como parte del fenómeno de visibilización de relaciones sociales de las estructuras ciudadanas, presentes por
ejemplo en los santuarios ibéricos a partir del siglo III a.C. (Izquierdo, 2013).
Dentro de las tendencias temáticas de mayor alcance de la arqueología en los últimos años, cabe
destacar los análisis sobre las actividades de subsistencia y mantenimiento, la organización espacial de
los objetos y la definición de áreas de actividad, ámbitos en los que la población infantil ha jugado un
papel esencial, poco conocido no obstante y poco investigado, en todas las sociedades del pasado. Entre
las esferas de trabajo más importantes incluiríamos las vinculadas a las actividades de mantenimiento de
la comunidad, tales como la transformación y elaboración de alimentos, el cuidado de los miembros de
la comunidad, la realización de ciertas artesanías como elaboración de la cerámica, cestería, tejido, etc.
(González Marcén et al., 2007; Sánchez Romero, 2007 y 2008a y b). Y en dichas actividades, sin duda, los
niños y las niñas tendrían un importante protagonismo (Králik et al., 2008). Lo mismo podríamos decir de
cualquier otra actividad decisiva para la comunidad y que requiriera un proceso de aprendizaje como la
caza, la elaboración de utillaje lítico, etc. Por ejemplo, la caza en las sociedades prehistóricas sería una labor
de grupo en la que intervendría toda la comunidad: varones, mujeres, población infantil y anciana. Cada
uno de estos grupos posiblemente tendría una tarea específica, desde la vigilancia y localización del animal,
la propia caza del mismo, su despiece, el tratamiento y el traslado de la carne, etc. (fig. 3).
Frente a la vida cotidiana, los contextos funerarios y rituales han sido un campo de mayor reconocimiento
infantil. Hasta épocas muy recientes las sociedades han debido afrontar un alto porcentaje de pérdida de
población infantil, tanto durante la gestación, como entorno a su nacimiento y primeros meses de vida. La
madre muchas veces aparece unida al fallecimiento del bebé en la etapa peripuerperal. Correspondientes
a la Prehistoria y la Protohistoria peninsular, contamos con numerosos estudios en esta línea (Sánchez
Romero, 2008a; Rueda et al., 2008). Los enterramientos infantiles pueden incluir restos óseos y ajuares
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Fig. 3. Escena de caza prehistórica, según ilustración de D. Álvarez Cueto
procedente de la exposición permanente del Museo Arqueológico Regional de la
Comunidad de Madrid. Fotografía: C. López Ruiz.
o depósitos de objetos, reunidos y amortizados en la tumba con fines rituales o escatológicos. La mayor
aportación de los datos arqueológicos vinculados con la infancia, suelen proceder del registro funerario. En
el caso de los restos antropológicos, a las dificultades que plantean algunos rituales, como la cremación,
se une la fragilidad de los propios huesos, el problema de la determinación del sexo biológico, sin olvidar
otros factores físicos que han provocado que éstos pasen desapercibidos en excavaciones poco rigurosas en
el pasado (Chapa, 2003: 117).
En muchas ocasiones, la población infantil ocupa espacios funerarios diferentes al resto de la población,
por ejemplo, bajo las propias casas, siguiendo rituales también diferentes, como la inhumación frente a la
cremación, en un tratamiento diferencial que aporta claves sobre la propia organización social, el pensamiento
y la ideología de los grupos del pasado. Los ritos se suman a los análisis antropológicos, espaciales, de
ajuares con novedosos datos. A modo de ejemplo, excavaciones recientes en necrópolis protohistóricas
como la vaccea de Las Ruedas, Pintia (Padilla de Duero/Peñafiel, Valladolid) están ofreciendo nuevas
hipótesis a partir del análisis de enterramientos infantiles y femeninos, sobre la riqueza y el estatus a través
de la herencia (fig. 4). En cuanto a los ajuares, los enterramientos infantiles pueden incluir pequeños objetos
de adorno, como joyas, campanitas, cerámicas, en ocasiones, juguetes, amuletos, pero también objetos
vinculados al mundo adulto, como algunas armas, o restos del banquete funerario, ya que son los adultos
los que realizan los rituales funerarios y los que nos transmiten la idea que ellos quieren proyectar de ese
individuo infantil en su tumba (cf. para el caso ibérico, Prados, 2012). Fuera de la Península ibérica, algunos
estudios temáticos y territoriales, en este sentido, de necrópolis de la antigua Grecia, sur de Italia, Sicilia,
Galia o África están proporcionando indicadores de tumbas o rituales específicos para las poblaciones
infantiles de gran interés (Hermary y Dubois, 2012).
Podemos afirmar, en resumen, como desde los contextos funerarios, religiosos o de hábitat; desde
la cultura material específica de la infancia o las propias evidencias infantiles sobre soportes diversos,
existe todo un mundo por explorar, investigar y, por tanto, representar (fig. 5). El papel de los museos
arqueológicos, en este sentido, puede ser crucial. Parece importante plantear la necesidad de incorporar
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Infancia, museología y arqueología
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Fig. 4. Enterramiento infantil correspondiente
a la tumba núm. 127b de la necrópolis vaccea
de Las Ruedas, Pintia (Padilla de Duero/
Peñafiel, Valladolid), según Sanz y Romero
(2010: 409, fig. 3).
Fig. 5. Enterramiento
campaniforme, según
ilustración de D. Álvarez
Cueto procedente de la
exposición permanente del
Museo Arqueológico Regional
de la Comunidad de Madrid.
Fotografía: C. López Ruiz.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
estas líneas en la agenda y planificación de la investigación, así como en los procesos de revisión de
colecciones en los museos donde se custodian bienes culturales susceptibles de este análisis que pueden
revertir, además, en la propia exposición del museo. Objetos que pueden estar relacionados con la infancia y
que han sido despreciados hasta el momento, por desconocimiento, desinterés, o por alejada posición teórica
o campo de investigación. A partir de estas revisiones de fondos procedentes de yacimientos o colecciones
museográficas, las instalaciones expositivas pueden enriquecer sus narrativas y visibilizar esa parte de la
sociedad tradicionalmente olvidada en los museos, esa “minoría universal en todas las sociedades”, como
acertadamente define Brookshaw (2010: 217) al público infantil, poniendo de relieve el valor fundamental
de las colecciones museísticas y las posibilidades que brinda para la exposición.
3. DE LA MUSEOLOGÍA A LA MUSEOGRAFÍA
El lenguaje de la exposición incorpora, junto a los objetos, toda una serie de recursos de comunicación que
apoyan la transmisión del discurso (Hernández, 2010: 216-221), hoy en día imprescindibles en toda instalación
expositiva. Estos recursos pueden adoptar la forma de textos, de diverso carácter y formato; ilustraciones, de
carácter explicativo, documental, evocativo; fotografías, animaciones; diagramas, mapas, planos, cronologías,
y otro tipo de elementos gráficos; esculturas, modelos, maquetas y otros recursos en tres dimensiones; así
como nuevas tecnologías más o menos interactivas y/o multimedia, entre otros. Todos los recursos de la
exposición, en su espacio arquitectónico y museográfico –accesos, recorridos, forma de salas, acabados
en suelo, paredes y techos, texturas, colores, iluminación, confort y ambientación general– propician una
determinada experiencia en la visita. Desde la percepción infantil, destacaremos la importancia de la escala
–alturas de las bandejas expositoras de objetos en vitrinas, de los textos, tamaño de letra, altura y accesibilidad
de los elementos interactivos o manipulables–, así como el mundo de los sentidos –gamas cromáticas en la
arquitectura expositiva, interiores de vitrina y elementos gráficos, adecuada iluminación; locuciones atractivas,
ambientación acústica, sonidos significativos; recursos complementarios olfativos, táctiles, etc.– entre otros
factores que condicionan la comprensión, el confort y el disfrute del recorrido expositivo.
Los grafismos de la exposición plantean numerosas posibilidades para la representación infantil. Existe
todavía un largo trecho que recorrer ya que, muchas veces, si bien los datos y pautas para ilustrar el paisaje, las
casas, las cerámicas, etc. son muy precisos y minuciosos, sin embargo, apenas se aportan indicaciones sobre
qué personas, mujeres y hombres, se representan; de qué edad son; qué clase de actividades están realizando;
en qué actitudes o gestos; si deben aparecer como protagonistas o en una situación secundaria dentro de las
escenas, etc. (Querol, 2008). Estos pequeños matices son extraordinariamente importantes ya que calan en el
público de los museos y transmiten ideas sobre valores, roles o funciones y relaciones sociales, en especial en
los niños, que conforman el pilar fundamental de la sociedad del futuro. A modo de ejemplo, como exposición
permanente, destacaremos las ilustraciones del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid en
Alcalá de Henares o el Museo Arqueológico de Asturias en Oviedo (2011) con niños en su entorno cotidiano.
Destacan en este último ejemplo las grandes escenas por su eficacia comunicativa (fig. 6). Las criaturas se
encuentran en su núcleo familiar y forman parte de las actividades y de la vida cotidiana más allá de la cueva.
Por su parte, las exposiciones temporales en materia arqueológica empiezan a incorporar estas temáticas
en su contenido y forma museográfica. Así por ejemplo, la muestra reciente del Museo Arqueológico
Regional de Madrid, “Los últimos carpetanos. El oppidum de El Llano de la Horca (Santorcaz, Madrid)”
(2012), evoca importantes aspectos de la vida de la Segunda Edad del Hierro en el centro peninsular,
tomando como paradigma el yacimiento de El Llano de la Horca (Ruiz Zapatero et al., 2012). De este
mismo museo destacamos la exposición inaugurada en diciembre de 2012, “Arte sin artistas: Una mirada al
Paleolítico” donde la imagen que anuncia la exposición y es portada del catálogo, representa simbólicamente
a una mujer con un bebé pintando en la cueva, mientras otro niño los observa, donde más allá de la postura
o el gesto concreto, interesa destacar el protagonismo femenino de la escena.
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Infancia, museología y arqueología
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Fig. 6. Escena familiar
correspondiente al periodo
Asturiense, procedente la
exposición permanente del Museo
Arqueológico de Asturias (2011).
Ilustración J. Chien, Ministerio de
Cultura.
Imágenes de criaturas en tres dimensiones correspondientes a pasados remotos están cada vez más
presentes en los museos como elemento divulgador de la ciencia. Sin duda, la representación del niño
neandertal de cuatro años, a partir del molde del cráneo hallado en Roc-de-Marsal (Périgord) (40.000
B.P.) que exhibe el Museo Nacional de Prehistoria de Les Eyzies-de-Tayac en Dordogne (2008), de la
escultora Elisabeth Daynès, constituye verdaderamente una obra de arte llena de sensibilidad. También en
la instalación del Museo de la Evolución Humana de Burgos (MEH, 2010), la misma escultora realizó otra
extraordinaria “reconstrucción” escultórica del homínido Homo ergaster, conocida como niño de Turkana,
aunque en realidad se trata de un joven, de gran fuerza expresiva. Asimismo el Museo de Almería (2006)
ofrece una escenografía de gran formato y carácter espectacular, un grupo escultórico en soporte metálico
de lenguaje contemporáneo, El Círculo de la vida, donde una mujer protagoniza una escena de parto. Por
otra parte, modelos, dioramas o maquetas, de formato más tradicional, también pueden incorporar criaturas
en las escenas representadas. Una propuesta reciente la ofrece también el Museo de la Evolución Humana
en cuya instalación permanente se encuentran dioramas y maquetas con criaturas. Igualmente, el mismo
museo presentó recientemente una atractiva exposición temporal PlayEvolución. Atapuerca y el MEH en
paisaje playmobil (2012) sobre el mundo de Atapuerca, de gran éxito, sin ánimo de ser exhaustivas.6
Las producciones audiovisuales, por otro lado, sin duda aportan un plus a la exposición presentando
la imagen en movimiento, efectos acústicos, locuciones, ambientaciones, que enriquecen y matizan
la experiencia de la visita. Otros recursos interactivos, manipulables y multimedia, con mayor o menor
componente tecnológico, adaptados a los más pequeños, ofrecen muchas posibilidades de comunicación y
pueden permitir al público infantil conectar con el pasado de una manera sencilla. Para el primero de los
casos, citaremos algunos audiovisuales del Museo Arqueológico de Córdoba (2011) (fig. 7) o del Museo
Monográfico Puig des Molins de Ibiza, de reciente inauguración (2012), que cuentan entre sus protagonistas
niñas que nos conducen en ese viaje al más allá, desde la época fenicia al presente, logrando una conexión
eficaz –incluso restándole un tanto de dramatismo al tema de la muerte– con el público visitante (fig. 8).
Otro recurso polivalente se observa en la instalación del Museo Arqueológico de Asturias (2011), de amplia
accesibilidad, el denominado “i-punto”, de interacción a partir de diversos elementos sensitivos. Contiene
6 No podemos obviar en esta línea, la producción de exposiciones temporales del propio Museo de Prehistoria de Valencia,
sensibilizado con estas líneas de trabajo: http://www.museuprehistoriavalencia.es. No se citan los ejemplos del recientemente
inaugurado (31 de marzo de 2014) Museo Arqueológico Nacional (MAN), que fue posterior a la entrega de este manuscrito.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Fig. 7. Fotograma de la producción audiovisual “Las estatuas romanas no tienen cabeza” del
Museo Arqueológico de Córdoba (2010). Ilustración P. Velarde, Secretaría de Estado de Cultura.
Fig. 8. Fotograma de la producción audiovisual del Museo del Puig des Molins, Ibiza (2012).
Arena Comunicación Audiovisual, Secretaría de Estado de Cultura.
réplicas de cultura material, maquetas y elementos manipulativos de carácter olfativo y auditivo, así como
interactivos de carácter lúdico. La interactividad, ligada a la funcionalidad, o la virtualidad en algunos
casos, sin olvidar la sostenibilidad, se suma a la educación, la experimentación y lo lúdico.
4. PROGRAMACIÓN EDUCATIVA ADAPTADA AL SEGMENTO INFANTIL
La programación adaptada al público infantil en los museos constituye hoy una oferta de ocio ineludible
para las familias. Un gran número de museos son conscientes, en la medida de su capacidad y recursos, que
deben adaptar su oferta de forma personalizada al público infantil para poder llevar a cabo de manera más
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Infancia, museología y arqueología
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fácil su labor educativa. Paulatinamente, los museos se van incorporando a las agendas de las familias y de
las escuelas como espacios culturales y de ocio para visitar. Si bien los niños suelen visitar los museos con
la escuela, de forma progresiva, padres y madres los acompañan y participan activamente de las actividades
de estos centros. La tarea de crear departamentos pedagógicos en los años noventa del siglo pasado poco
a poco ha ido dando sus frutos. Plantearemos dos reflexiones, a propósito de los materiales destinados al
público infantil y las propias actividades didácticas desarrolladas en los museos (fig. 9).
Las escuelas infantiles, por una parte, demandan al mundo editorial materiales para trabajar una
aproximación temprana a estas instituciones culturales. Complementariamente, por tanto, a los discursos
de la exposición y su museografía, es necesario plantear acciones y estrategias educativas que revisen los
discursos tradicionales, materializadas en recursos didácticos diversos, presentes, afortunadamente, cada
vez más en el mundo digital. En esta línea son esenciales las ideas previas que se trabajan en la escuela,
por lo que la revisión de los textos y los materiales escolares constituyen tareas decisivas que se completan
con la visita al museo. En este sentido la editorial Anaya cuenta con un método destinado a niños de
segundo ciclo de Educación Infantil que trabaja la Prehistoria en las aulas durante todo un trimestre. Este
proyecto, documentado científicamente, trabaja aspectos relacionados con la evolución, las herramientas,
los enterramientos, el arte, la cerámica y el adorno personal, y presenta, a grandes rasgos, escenas paritarias
de la vida prehistórica donde hombres, mujeres y población infantil desarrollan un papel activo en el seno
del grupo pescando, recolectando, o simplemente jugando.
Quisiéramos insistir en este punto en relación con las publicaciones para el público infantil que ofrecen los
museos ya que, como señala Ruiz Zapatero (2012: 60), es necesaria una mayor implicación de las instituciones
y del personal investigador. Toda una línea de trabajo por desarrollar en España, la de los manuales de
divulgación para el público infantil, fundamentales para su educación, esenciales, por tanto, para los museos.
Fig. 9. Acción didáctica en el Museo Nacional de Arqueología Subacuática, ARQUA. Secretaría
de Estado de Cultura. Fotografía I. Izquierdo.
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I. Izquierdo Peraile, C. López Ruiz y L. Prados Torreira
Algunos manuales sobre Prehistoria disponibles para niños y niñas con edades comprendidas entre los 5 y
12 años –correspondiente al último curso del ciclo de Educación Infantil y al ciclo de Primaria– muestran las
relaciones de género en el pasado desde diferentes perspectivas –y en ocasiones cargadas de estereotipos–,
con especial hincapié en la vida cotidiana de las sociedades prehistóricas, la caza y la recolección y más
tarde la ganadería y la agricultura, el tipo de hábitat, el vestido, el arte e incluso el mundo funerario. Los
textos, sencillos, se acompañan de ilustraciones dinámicas en las que los personajes infantiles se convierten
en protagonistas de la historia y participan activamente en el mundo de los adultos, aprendiendo por imitación
las tareas que realizarán en el futuro. Entre ellos destaca Mi primer libro de la Prehistoria. Cuando el mundo
era un niño (Arsuaga, 2008) con ilustraciones cargadas de simbolismo (fig. 10), o Viviendo la Prehistoria en
el Valle de Lozoya (Mendoza, 2011), editado por el Museo Arqueológico Regional de Madrid, que adentra al
lector infantil en un yacimiento prehistórico de la mano de dos niños neandertales.
La educación en los museos, por otra parte, puede convertirse en un agente de transformación social
y la revisión de los discursos de la exposición puede contribuir de manera concreta y real, a ese paulatino
cambio social. También la acción cultural, didáctica y educativa colabora, en gran medida, con este objetivo.
Como ejemplo de actividades y acción didáctica infantil, citaremos los recorridos, talleres y actividades
diversas que se programan en las agendas mensuales o trimestrales de los museos. Una mirada a la agenda
de los museos estatales7 evidencia, a pesar de la actual coyuntura de austeridad, la presencia de actividades
y visitas temáticas infantiles, talleres familiares, juegos y otras actividades lúdicas de interés. Así, destacan
las propuestas del Museo de Altamira, donde es posible preparar una visita “a medida” de las necesidades
de cada visitante –adultos particulares, familias con niños, profesores, profesionales del turismo, medios de
comunicación, investigadores, etc.–. Al margen de la exposición permanente “Los tiempos de Altamira”, la
Museoteca es un espacio exclusivamente para las familias con niños interesados en aprender más, jugando,
leyendo, creando juntos. En ARQUA, Museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena, se ofrecen
talleres específicos para cada ciclo educativo –infantil, primaria, ESO, Bachiller y talleres para familias–.
Otro ejemplo a considerar es el Museo de América que muestra una programación infantil destacada con
programación de cuentacuentos infantiles, proyección de películas infantiles, escuela de verano, talleres y
actividades específicas.
Como otros ejemplos de esta acción educativa constante, y accesible además a través de Internet,
citaremos las actividades, los materiales e iniciativas del Museo de Prehistoria de Valencia, cuyos contenidos
(fig. 11) pueden consultarse íntegramente en su página web.8 También el Museo Romano de Oiasso9 que
cuenta con recursos para el profesorado, educadores, con programas educativos y materiales, accesibles a
través de la Red. El Museo de Arqueología de Cataluña en Barcelona10 ofrece por su parte talleres infantiles
y familiares, de experimentación y descubrimiento. Este museo, junto con Arqueoxarxa, la Red de museos
y yacimientos arqueológicos de Cataluña, realizó por ejemplo toda una serie de interesantes acciones en
torno a la película de animación Las Aventuras de Tadeo Jones para fomentar el conocimiento y disfrute
de la arqueología entre el público infantil, por citar algunos ejemplos destacados. También el Museo
Arqueológico Regional (MAR) de la Comunidad de Madrid programa visitas guiadas para público infantil,
en muchos casos con actores que interpretan diversos personajes históricos.11 Como paralelo europeo, uno
de los ejemplos más citado por su éxito con el público infantil son las “visitas narradas” del Museo Quai
Branly,12 en París, por citar algunos ejemplos significativos.
7
8
9
10
11
12
http://www.mcu.es/museos/index.html. Insistimos, previa reapertura del MAN.
http://www.museuprehistoriavalencia.es/didactica_museo.html.
http://www.irun.org/oiasso/home.aspx?tabid=89.
http://www.mac.cat/Educacio.
http://www.madrid.org/cs/Satellite?pagename=Museos%2FPage%2FMUSE_home&language=es.
http://www.quaibranly.fr/es/programmation/visitas-guiadas/visitas-narradas.html.
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Fig. 10. Familia neandertal, según Arsuaga (2008: 39).
Ilustración S. Cabello.
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Fig. 11. Portada de la propuesta didáctica sobre
La Bastida de les Alcusses (Moixent). Texto: L.
Fortea y E. Ripollés. Diseño: A. Sánchez. Museo
de Prehistoria de Valencia.
5. REFLEXIONES FINALES
Nuestro objetivo en este texto ha sido destacar cómo los museos arqueológicos pueden jugar un papel esencial
como espacios educativos y de difusión del patrimonio cultural dirigidos al público infantil. Al constituirse
en centros de transmisión de la memoria de una comunidad, son por lo tanto, espacios de construcción de su
cultura, indispensable para la educación de los niños y niñas y, al mismo tiempo, herramienta básica para la
educación en la igualdad. En general, la infancia, por diversas razones, ha estado enmascarada o limitada en
su representación en los museos. No debe sorprendernos comprobar cómo el mundo infantil apenas se percibe
en los discursos expositivos de los museos arqueológicos. Sin embargo, sabemos que la falta de identificación
precisa de sus huellas en el registro arqueológico no solo tiene que ver con un problema metodológico sino
también con el punto de partida teórico, que lo asemeja mucho a la aparente invisibilidad de las mujeres en la
Historia. De esta forma, los museos arqueológicos pueden jugar un papel esencial en la revisión de contextos
históricos a través de la investigación, con nuevos planteamientos sobre sus colecciones, y no solo aquellas
tradicionalmente relacionadas con la infancia como los juguetes, sino con la cultura material vinculada a
sus diversas etapas biológicas, su vida cotidiana en comunidad, sus juegos y aprendizaje, sus creencias o los
rituales relacionados con su muerte. Pueden suponer, por tanto, una ventana para descubrir las claves de la
organización social e ideológica de cualquier grupo humano del pasado.
Más allá de las funciones de documentación e investigación, en el campo de la difusión, si bien los
programas educativos han ido ampliando su oferta infantil, se debe realizar un esfuerzo mucho mayor para
que los museos arqueológicos resulten atractivos para este segmento de la población. Prueba de ello es que
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la estadística revela que en los últimos diez años no se ha incrementado significativamente el número de
visitas infantiles a los museos. Además, no deja de sorprendernos que la población infantil frecuente más
los museos con su familia que en visitas escolares. Ello nos lleva a plantear, por una parte, la necesaria
interacción entre museos y centros educativos y, por otra, la necesidad de proporcionar materiales didácticos
dirigidos específicamente a estas visitas familiares o a los grupos escolares. La propia imagen del museo,
percibido de partida como un espacio cultural no adecuado para ir con niños pequeños, precisa un cambio
significativo que ha de manifestarse a muchos niveles, en las salas de exposición y en otras áreas públicas
del museo, en su acogida y en sus servicios públicos.
A nivel expositivo, el montaje museográfico permanente debe permitir a los niños crear su propio conocimiento
a través de la interacción con las piezas expuestas con la ayuda de los educadores (Pastor, 2004). Se trataría, por
tanto, de fomentar un aprendizaje activo dentro del museo. La museografía, con todos sus componentes, en armonía
con su concepto estético y formal, debe ser completamente accesible; presentar un diseño que permita observar
las colecciones con comodidad; leer los textos sin dificultades y proporcionar herramientas de conocimiento para
las distintas franjas de edad, sin olvidar que la preparación previa del itinerario se considera esencial. Asimismo,
la organización de exposiciones temporales con temáticas afines al público infantil es un reto pendiente y en este
sentido los museos arqueológicos pueden ser realmente enriquecedores y sugerentes.
Paralelamente, las actividades destinadas al público infantil deben propiciar el aprendizaje a través
del juego y el descubrimiento. Aprovechar las capacidades de exploración e innovación de la infancia
constituye un reto para la acción didáctica. En este contexto de la difusión no es posible obviar el uso de
las nuevas tecnologías, con un gran potencial para el desarrollo de aplicaciones para tabletas y dispositivos
móviles (exposición “a la carta”, visitas temáticas a la exposición, catálogo del museo adaptado a cada
edad, juegos para el móvil, etc.), que los más pequeños manejan con facilidad y soltura de forma intuitiva,
natural y creativa. Pero, al margen de la colección, de forma complementaria, no hemos de olvidar que unas
adecuadas instalaciones, infraestructuras, equipamientos y servicios en el museo propiciarán en las familias
y en los niños una experiencia, un confort y un grado de satisfacción mayor. En relación con el público
infantil será necesario contar con un espacio de acogida amplio que permita planificar la visita, con taquillas
a la altura de los más pequeños; elementos tales como fuentes, bancos y puntos de descanso, aseos adaptados
y espacios de cuidado infantil; salas polivalentes para llevar a cabo talleres de todo tipo, presentaciones y
otras actividades, así como para almacenar el material necesario para actividades educativas. Asimismo el
museo puede conectar con el público infantil a través de sus servicios públicos ya sea ofertando un menú
infantil en la cafetería, cuidando al máximo la imagen que proyecta al exterior u ofreciendo en la tiendalibrería material especializado como libros de divulgación infantiles, guías didácticas, cuentos, disfraces,
juegos, entre otros, en coherencia con su propia identidad institucional.
En definitiva, una relación a tres bandas, entre la arqueología, la museología y la museografía, por
construir y fortalecer entre los museos y el público infantil, que evidencia la necesaria apertura de estas
instituciones al conjunto de la sociedad.
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