Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
Alberto Lorrio Alvarado
María Pilar Iborra Eres
Marc Granell
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 213-238
Alberto J. LORRIO a, Pilar IBORRA ERES b y M.ª Dolores SÁNCHEZ DE PRADO a
Depósitos rituales de fauna en el oppidum
prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
RESUMEN: Se analizan tres depósitos faunísticos identificadas en el oppidum de El Molón, cuyas
características y localización sugieren su relación con prácticas rituales. Dos proceden de contextos
domésticos, en cada caso dos suidos menores de un mes depositados en el interior de una pequeña fosa.
Presentan marcas de carnicería y evidencias de cocinado y consumo, en una comida o banquete ritual,
relacionada con cultos vinculados al ámbito familiar, quizás fundacionales. El tercero se documentó bajo
la torre que defendía el lado sur del acceso principal al poblado. Incluía dos hemimandíbulas con marcas
de descarnado pertenecientes a una oveja y a un cerdo de la misma edad (4 años), ambas del lado derecho.
Aparecieron en el interior de una fosa sellada por un encachado de piedras, pudiendo interpretarse como una
ofrenda fundacional de carácter público. Los dos primeros conjuntos se fechan hacia finales del siglo III o
el siglo II a.C., mientras que el tercero se relaciona con la remodelación del sistema defensivo de la puerta
principal hacia finales del siglo II o el primer cuarto del I a.C.
PALABRAS CLAVE: Segunda Edad del Hierro, Molón, depósitos fundacionales, sacrificio de fauna, cerdo,
oveja, banquetes rituales.
Ritual deposits of animals from El Molón (Camporrobles, Valencia)
ABSTRACT: : Three faunal deposits from the oppidum of El Molón are analysed which characteristics and
placement suggest to be related to ritual practices. Two of them are of domestic origin, in each case two
piglets of one month of age approximately, which were placed inside a small pit. They present evidence of
having been butchered, cooked and eaten in a ritual banquet linked to familial worship, maybe foundational.
The third one was traced under the south tower of the main access to the settlement. It had two hemimandibles
of a sheep and a pig of the same age (4 years old) both being from the right side of it. They were found
inside a sealed pit covered with an irregular stone pavement, which could be interpreted as a foundational
offering of public nature. The first two groups have been dated being from the end of the III or II century
B.C., whereas the third one is associated to the renovation of the defensive system of the main gate towards
the end of the II or the first quarter of the I century B.C.
KEY WORDS: Late Iron Age, Molón, foundation deposits, animal sacrifice, pig, sheep, ritual banquets.
a
b
Universidad de Alicante.
alberto.lorrio@ua.es | loli.sanchez@ua.es
mpiborraeres@gmail.com
Recibido: 17/02/2014. Aceptado: 29/04/2014.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
1. INTRODUCCIÓN 1
El Molón es un destacado asentamiento prerromano localizado en el extremo noroccidental de la comarca
valenciana de Requena-Utiel, en el límite con la provincia de Cuenca, que ocuparía una posición privilegiada
en una zona de frontera entre los pueblos ibéricos, al Sur y al Este, y los celtíberos, al Norte (fig. 1, A).
Ofrece una larga secuencia de ocupación a lo largo del primer milenio a.C., entre los siglos VIII/VII y
la segunda mitad del I, abandonándose en torno al año 40 a.C. Su máximo apogeo lo alcanzaría a partir
del siglo IV, cuando se fortifica con potentes defensas que le proporcionaron un aspecto monumental,
configurándose a partir de ese momento como un pequeño oppidum que jerarquizaría un territorio que
incluía las llanadas en torno a las lagunas, hoy desecadas, que se localizaban en las inmediaciones de la
villa de Camporrobles (fig. 1, B). Durante la época romana el lugar debió mantenerse habitado aunque las
evidencias son escasas. Mayor importancia tuvo la intensa ocupación islámica, entre los siglos VIII y X
Fig. 1. A, Plano de localización de El Molón. B, El Molón y la laguna de la ‘balsa’, hacia 1960. C, Planta del poblado durante
su etapa plena y final (ss. IV-I a.C.), con la localización de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna estudiados.
1 Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto HAR2010-20479 del Ministerio de Ciencia e Innovación “Bronce
Final-Edad del Hierro en el Levante y el Sureste de la Península Ibérica: Cambio cultural y procesos de etnogénesis”.
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d.C., que afectaría de forma notable a los restos constructivos de épocas precedentes, a veces reutilizados
como cimentación de las nuevas edificaciones o desmantelados por completo, a lo que hay que añadir las
importantes alteraciones debidas a los abundantes silos identificados.
Desde el inicio de las excavaciones en El Molón por la Universidad de Alicante en 1995 se ha pretendido
estudiar de forma integral el asentamiento (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009), con especial
atención, por lo que respecta a la ocupación protohistórica, al potente sistema defensivo, a su urbanismo, al
estudio de determinados departamentos singulares o al conjunto de cisternas rupestres (Lorrio, 2007; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009; Lorrio et al., 2011; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). También
se han analizado ciertos espacios y prácticas rituales, como una posible cueva-santuario (Moneo, 2001), la
necrópolis del poblado (Lorrio, 2001) o los enterramientos infantiles, tres individuales y uno doble (fig. 1, C),
localizados bajo el suelo de las viviendas (Lorrio et al., 2010). A ellos añadimos ahora tres depósitos faunísticos,
cuyo carácter ritual puede deducirse tanto de sus características, como de los contextos de deposición. Dos
de estos depósitos “especiales” (A5/504 y C16/16008) se localizaron en otras tantas viviendas, mientras que
el tercero (B8.1a/8032) está en relación con el sistema defensivo del acceso principal al poblado (fig. 1, C).
2. EL DEPARTAMENTO A5 Y SU ENTORNO
El Sector A constituye la zona más occidental de la meseta superior de la muela. Además de una ‘caseta’
relacionada con el aeródromo cercano en uso durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1939, se observaban en
superficie diferentes restos constructivos, por lo común pertenecientes a la ocupación islámica del cerro.
Algunos correspondían al muro perimetral del poblado islámico y otros a viviendas de esta misma época,
separadas por espacios libres de construcciones (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008; Lorrio, Almagro-Gorbea
y Sánchez de Prado, 2009: 44 ss.). Las intervenciones arqueológicas en este Sector se centraron allí donde
los derrumbes y algunos alineamientos de piedras permitían suponer la presencia de restos constructivos
altomedievales, con el objeto de analizar la organización urbanística del asentamiento durante esta fase, aunque
las frecuentes reutilizaciones de los restos constructivos de la Edad del Hierro por parte de las comunidades
islámicas permitieran hacer igualmente una aproximación al urbanismo prerromano de la zona.
Durante la campaña de 1995 se intervino en la zona al noreste de la ‘caseta’ (Sector A5), donde eran
visibles en superficie los restos de un lienzo que cabía relacionar con el cierre perimetral del recinto
islámico más occidental (UEM 502) (fig. 2, A-B). La intervención se limitó a documentar el trazado
de la estructura, retirando el nivel superficial. El material recuperado remite a las fases más recientes
del yacimiento, con restos de vasijas de época islámica junto a producciones ibéricas, además de dos
pequeños fragmentos de barniz negro correspondientes a la producción tardía de Cales, formas Lamboglia
2 y 3, características de la etapa final del poblado prerromano (Lorrio y Sánchez de Prado, e.p.). En la
campaña de 2000 se amplió la intervención en este Sector, al plantearse una cuadrícula de 8 x 5 m, que
permitió documentar parcialmente un espacio habitacional de época prerromana (A5.1), delimitado por
los restos de dos estructuras murarias conservadas en cimentación y con un alto grado de deterioro, dada
la escasa sedimentación que presenta esta zona (fig. 2, C). El muro que cerraba el departamento hacia el
sureste (UEM 503) aprovechaba como cimentación la base rocosa previamente tallada, lo que permitió
documentarlo a lo largo de 3,55 m. Presentaba una orientación NO-SE, y conservaba algún bloque calizo
de la primera hilada en su extremo noroeste, estando casi perdido en su tramo sureste. Hacia el noroeste,
el departamento debió quedar delimitado por un muro que permitiera salvar el fuerte desnivel de la zona,
cuyos restos se conservaban parcialmente en el extremo norte de la cuadrícula, aunque reaprovechados por
el lienzo del muro perimetral de época islámica (UEM 502), algo habitual en El Molón, con ejemplos en el
propio Sector A (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008: fig. 5,2; Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado,
2009: 51). Esto explicaría su trazado ligeramente curvilíneo y el sistema de construcción aterrazado que
presenta en algunas zonas. Conservaba una longitud total de unos 4 m, con un primer tramo, al oeste, de
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Fig. 2. A-B, Vista del sector A5 en 1995, al inicio y al final de la campaña, con el paramento UEM 502 en primer
término y la zona de localización del depósito ritual. C, Planta de la cuadrícula A5 (campaña de 2000), con el depósito
de fauna A5/UE 504. D-E, Vista de la fosa y detalle de los hallazgos.
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2,60 m formado por un paramento medieval de bloques calizos de buen tamaño, apoyados contra la roca
natural, por lo que únicamente conservan la cara exterior, y otro de 2,80 m, prerromano en su cimentación,
separado del anterior por una interrupción de 0,80 m, estando perdido en el resto de su trazado.
El departamento A5.1 se encontraba muy arrasado. La roca (UE 513) afloraba en algunas zonas,
conservando un escaso nivel de sedimento. En su interior se documentaron varias zonas afectadas por una
fuerte alteración térmica, dos de ellas de formas irregulares (UE 506 y 508), y la tercera, circular, delimitada
por pequeñas piedras (UE 507), lo que permite identificarlo con un hogar. Todas ellas se relacionan con un
nivel de uso (UE 505) bajo el que se identificaron acumulaciones de guijarros (UE 511) que rellenan las
irregularidades de la roca, algo habitual en El Molón, al presentar una base geológica muy irregular. Hacia el
suroeste de la zona excavada se localizó el derrumbe de una pared de adobes de 16 x 25 cm (UE 509), que
cubría parcialmente una de las placas rubefactadas (UE 508). Lamentablemente el material arqueológico
recuperado era muy escaso y ofrecía poca fiabilidad al proceder en su mayoría de los niveles más superficiales.
Como en la intervención anterior remitía a las etapas tardorrepublicana e islámica.2
Durante esta campaña de 2000 se identificó una pequeña fosa (UE 504) al norte de la UEM 502 (fig. 2, C),
por debajo del nivel superficial (UE 501) y del correspondiente al derrumbe de las construcciones prerromanas
compuesto por la disgregación de los adobes (UE 515). Presentaba unos 25 cm de diámetro y estaba rellena
por un sedimento de tono anaranjado donde se depositaron los restos de dos cerdos (Sus domesticus), menores
de 1 mes, una vez consumidos (vid. infra), con las mandíbulas, agrupadas en dos conjuntos, colocadas en
la parte superior (fig. 2, D-E). Lamentablemente el hallazgo se localiza próximo a la línea de ruptura de
pendiente, lo que ha afectado notablemente a la conservación de las estructuras prerromanas en esta zona (fig.
2, A-B). No obstante, parece localizarse al exterior del departamento A5.1, posiblemente bajo el suelo de lo
que debe interpretarse como una estancia contigua, que debía localizarse en esta zona, a diferente profundidad.
La pendiente en ese punto lo permite, observándose actualmente, entre el departamento A5.1 y la abrupta
ladera oeste del cerro, dos estrechas franjas de terreno de unos 2 m de anchura, separadas por un pequeño
desnivel, con una superficie ‘útil’ de unos 100 m2.
3. EL DEPARTAMENTO C16
El departamento C16 se localiza en el Sector C o zona oriental del poblado, la que mayor información ha
proporcionado respecto al urbanismo de la etapa protohistórica, pues es la que menos se vio afectada por la
ocupación islámica, a pesar de lo cual numerosos silos y fosas de expolio han alterado de forma importante las
construcciones de épocas precedentes (fig. 3, A).
En esta zona3 se ha identificado un edificio de grandes dimensiones (C10-C12) y un posible espacio de carácter
cultual (C14), que vienen a completar la información sobre el urbanismo del Sector, del que ya se conocían
una cisterna rupestre, que ocupa el centro de la plataforma más oriental del cerro, y diversos departamentos
de disposición perimetral, adosados y parcialmente integrados en la muralla donde se desarrollarían diversas
actividades (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 15 ss.; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013).
El edificio C10-C12, una vivienda de élite relacionada con quien ejercía el poder en el oppidum, dada su
situación y dimensiones, fue construido hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio y Sánchez de
Prado, e.p.), con una orientación ligeramente diferente a la que presentaban los edificios anteriores (C14 y
C14.1), en lo que constituyó una reordenación del Sector, que afectó a otros departamentos de la zona, como
2 El material de la UE 500 proporcionó algunos fragmentos de la cerámica ibérica característica de estos momentos, como un
kalathos troncocónico con decoración pintada en el cuerpo y con dientes de lobo sobre el borde en ala, una base anular con pestaña
interna o las características páteras de borde reentrante, junto a un vaso de paredes finas, tipo Mayet II, además de restos de vasijas
islámicas, presentes de forma habitual en esos niveles más superficiales.
3 La zona localizada al sur de la cisterna rupestre del Sector C ha sido objeto de excavación entre 2008 y 2011, completada durante
2013 con motivo de la consolidación de las estructuras identificadas.
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Fig. 3. Sector C: plano general (A) y vistas de las viviendas al sur de la cisterna rupestre, desde el sureste (B) y desde el
noroeste (C), con la localización del depósito de fauna –1– y de la inhumación infantil –2–. D-E, Detalle del depósito
de fauna (D) y del enterramiento de perinatal (E).
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el C1, un lagar reconvertido en almacen (Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). La construcción del nuevo edificio
llevó parejo el desmantelamiento de las viviendas precedentes, dada la escasa potencia de la zona, pues la
roca aflora a unos pocos centímetros, como confirma el muro oriental del nuevo edificio (UEM C10b-10007),
que cortaba algunas de estas construcciones previas (C10b-10044), a la vez que rectificaba la orientación
de otras (C11-11029-11047), cuyos restos serían reaprovechados en el trazado de esta nueva estructura. La
remodelación no afectó sin embargo a un departamento localizado en la zona más oriental del Sector (C14),
para el que cabe plantear un carácter cultual debido a: 1) la presencia en su interior de un ‘pozo’ rupestre,
que aprovechaba una grieta natural, cuya boca, circular, había sido intencionalmente acondicionada; 2) su
forma rectangular alargada y su carácter exento, con un espacio o pasillo a su alrededor; y 3) su orientación,
con las esquinas en relación con los puntos cardinales.4 Se trata de una edificación que cabe relacionar con
la planificación del Sector llevada a cabo a mediados del siglo IV a.C., cuando se construyó la muralla y las
edificaciones contiguas (Lorrio, 2007).
Aunque las abundantes alteraciones medievales –tanto los silos, como las fosas de expolio, que
desmantelaron en parte los muros prerromanos– dificultan la interpretación del conjunto, no impiden
identificar una vivienda compleja (C10/C12), con unas dimensiones de 15,5 x 8 m, formada por al menos tres
departamentos (C10b, C10a/c/C12 y C11) (fig. 3, A-C):
1) La estancia C10b es la mayor y principal. Ocupa la zona oriental y ofrece forma ligeramente trapezoidal,
con unas dimensiones internas de 9 (NO-SE) x 4 m (NE-SO), sin evidencia de compartimentación interna, y
los restos de un hogar muy alterado en su centro. Hacia el noreste queda delimitada por la UEM C10b-10007,
un muro que se adosaba a una construcción anterior, parcialmente desmantelada al construirlo, aunque se
mantuvo en su zona más meridonal (C11-11029/11047), donde se localizaba el acceso a la estancia. Hacia
el noroeste el muro había desaparecido practicamente por completo, pues sólo quedaban evidencias de su
trazado en los recortes de la roca. Hacia el sureste se conservaban los restos del muro de cierre, medianero con
un nuevo departamento (C11).
2) La estancia C11 se conoce de forma muy incompleta, pues la fuerte erosión de la zona ha impedido
delimitarla con claridad hacia el noreste y el suroeste, quedando evidencias de su cierre sureste por los recortes
en la roca para encajar el zócalo de la estructura. Sus dimensiones serían de unos 5 m (NO-SE) por unos 8
(NE-SO). Ocupando una posición central se identificaron los restos de una placa de hogar.
3) La estancia C10a/c/C12 se localiza hacia el suroeste, quedando separada de la sala principal por un muro
medianero (C10-10004/C11-11009), con un nuevo acceso, prácticamente alineado con el del lado noreste.
Presenta planta trapezoidal, con una anchura de unos 2,40 m, al noroeste, que se estrecha de forma progresiva
hacia el sureste, con 2,20 m, sin que pudiera documentarse su cierre dada la presencia de silos medievales.
Hacia el noroeste el muro C10c-10030 delimitaba la estancia y hacia el suroeste hacía lo propio el C10c10024, medianero con un nuevo departamento (C16). En su interior se documentó un banco adosado al muro
norte y la base de una plataforma cuadrangular sobre la que se recuperaron algunas bellotas carbonizadas.
El departamento C16 se localizaba contiguo a la vivienda C10/C12, de la que la separa el muro medianero
C10c-10024, habiendo parcialmente excavada en 2010. Parece tratarse de una casa diferente, toda vez que el
nivel del suelo se encontraba algo más elevado, unos 10 cm, lo que cabe relacionar con el desnivel del terreno,
más bajo hacia el este, sin que se evidencie acceso alguno entre ambas viviendas en la zona conservada.
En su interior se identificaron diversos niveles correspondientes a los derrumbes de los alzados del muro
C10c-10024 (UE 16001 y 16002), que cubrían lo que se ha interpretado como el suelo del departamento (UE
16003), documentándose los restos de una placa de hogar (UE 16005), así como dos pequeñas fosas:
4 Su carácter singular explicaría que no se viera afectado por la construcción del nuevo edificio, al contrario de lo que sucedió
con el departamento localizado inmediatamente al norte, cuyos muros aparecen cortados y desmantelados. Cabe suponer que
mantuviera sus funciones hasta el abandono del poblado, aunque apareció prácticamente vacío, habiéndose recuperado tan sólo
algunas cerámicas a mano, en mayor porcentaje en los niveles de regularización de la base rocosa (10068), así como pequeños
fragmentos a torno informes decorados con bandas y filetes de tono vinoso.
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A) La UE 16006 (fig. 3, D) presentaba forma irregular con tendencia circular y unas dimensiones de 20 x
30 cm. En su relleno (UE 16007) se encontraron los restos de dos pequeños suidos (Sus domesticus) neonatos,
menores de 1 mes (16008), con señales de haber sido consumidos (vid. infra).
B) Algo más al noroeste, se identificó una segunda fosa (UE 16015a) abierta en el terreno y rellenada (UE
16015b) con el mismo tipo de sedimento, por lo que resultaba difícil de diferenciar, como en el caso anterior.
Contenía una inhumación infantil (UE 16014) que apareció junto al muro C10c-10024, prácticamente en la
esquina norte de la estancia –el muro noroeste había sido desmantelado por completo-, bajo un sedimento muy
granuloso y con guijarros (UE 16013) que servía para la regularización de esta zona y sobre el que apoya el
muro citado (fig. 3, E). En el relleno de la fosa se recuperaron, además, tres fragmentos cerámicos informes,
uno realizado a mano y otros dos a torno pintados, que parecen remitir a la etapa inicial del Ibérico Pleno.
Por lo que respecta a la cronología del depósito de fauna y de la inhumación perinatal, hay que señalar que
el importante edificio C10/C12, y por tanto también el departamento C16, se construyeron hacia finales del
siglo III o a inicios del II a.C., estando en funcionamiento a lo largo de toda esa centuria (Lorrio y Sánchez
de Prado, e.p.). Así lo confirma el hallazgo en sus niveles de uso de los restos de dos recipientes de barniz
negro correspondientes a producciones de campaniense A, un pie anular indeterminado y el borde de un
plato Lamboglia 36/Morel 1312a, que parecen corresponder a tipos de su fase clásica-media, fechada entre
el 180-100 a.C., cuando alcanza su mayor difusión. Por su parte, el abandono de la vivienda C10/C12 remite
a un momento ya del siglo I a.C., dada la presencia de un borde de ánfora, tipo Lamboglia 2, en el nivel de
derrumbe, con numerosos hallazgos en las tierras valencianas, como demuestra que resulte el ánfora más
característica de los niveles sertorianos de Valentia (Ribera y Marín, 2004-05: 276). No obstante, el tipo
seguiría en uso posteriormente, encontrándolo en algunos silos de Ampurias fechados hacia el 40-30 a.C. e,
incluso, hacia el cambio de era (Aquilué et al., 2002: figs. 10 y 11).
4. EL SECTOR B: LAS REMODELACIONES DEL SISTEMA DEFENSIVO
Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA TORRE SUR
El complejo sistema defensivo de El Molón, construido en un momento avanzado del siglo IV a.C.
(Lorrio, 2007; Lorrio et al., 2011), parece que fue objeto de remodelaciones significativas hacia finales
del siglo II o inicios del I a.C., lo que hay que poner en relación con los importantes acontecimientos
militares que afectaron de forma determinante a la comarca de Requena-Utiel. Las obras más destacadas
las encontramos en la zona de la puerta principal del poblado, con la amortización del tramo final de la
muralla y de la potente torre que defenderían la antigua entrada, que con los datos que poseemos parece
que se limitaría a una simple interrupción del lienzo defensivo (Lorrio, 2007: 216 y 218, fig. 3; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 34-35) (fig. 4, A-B).
El acceso al poblado se realizaba por la ladera oeste, siguiendo un camino de unos 2 m de ancho, que
presenta en el tramo final un pasillo recortado en la roca de 13,30 m de largo por 2,25 m de ancho. En esta
zona y otros puntos del camino se localizan dos carriladas paralelas que confirman la circulación de carros;
tienen 0,13 m de ancho y están separadas entre sí 1,24 m, prosiguiendo hacia el interior del recinto. El acceso
estaba delimitado por los lienzos de muralla que convergen desde el norte y el oeste en ese punto, situándose
la puerta principal, ya remodelada, hacia la mitad del pasillo rupestre, protegida por dos torres de planta
cuadrangular que flanquearían la entrada. Se conservan los restos de dos entalladuras paralelepípedas, donde
quedarían encajados cada uno de los dos batientes de este portón o puerta carretera, que tendría una anchura
aproximada de 2,10 m y un grosor de unos 0,25 m, pudiendo alcanzar los 3 m de altura.
De la torre norte no quedan restos, salvo la plataforma rocosa, en ligero talud hacia el camino, sobre
la que se habría levantado la estructura, de tamaño inferior a la que defendería el otro lado. La torre sur
está prácticamente desmantelada, observándose en la roca los entalles que servirían de asiento para los
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Fig. 4. La puerta principal y sus defensas: A, restitución ideal (siglos II-I a.C.). B, Planta del sector B8.1a (siglos IV-I a.C.),
con la zona donde se localizó el depósito. C, Plantas del proceso de excavación de la fosa: 1, encachado 8025; 2, fosa
8032/8033, con los restos faunísticos; 3, sección de la fosa y su cubierta. D-E, Detalle del nivel 8021 (D), que cubría el
encachado 8025 (E). F, Detalle de los restos de fauna en el interior de la fosa. G, Materiales más significativos.
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sillares, lo que permite aventurar su planta, cuadrangular, y sus dimensiones, que serían de 10,50 NE-SO
por 4,80 m NO-SE. Tan sólo conserva los restos del paramento oriental, principalmente por el hecho de
haber servido de cimentación al muro perimetral islámico. En su interior se han detectado alineaciones
de piedras mal careadas paralelas al muro este, que cabe considerar como parte estructural de la torre,
algunas de ellas levantadas sobre los restos de la antigua muralla de la fase plena del poblado, amortizada
como hemos señalado al realizar la nueva construcción (fig. 4, B).
La excavación de los niveles situados al este de la torre durante la campaña de 2001 permitió
documentar la fosa de cimentación de esta estructura defensiva (B8.1-843). La fosa cortaba niveles
anteriores, habiéndose individualizado un potente estrato de regularización (B8.1-807), que proporcionó
un conjunto de materiales entre los que destaca un fragmento de un plato de pescado de campaniense
A (Morel 1122-25/Lamboglia 23), junto a diversas producciones de cerámica ibérica, como tinajillas,
pequeñas páteras, un kalathos de cuerpo troncocónico o un plato de ala que resulta una clara imitación
de la forma Lamboglia 6. Por debajo, se identificó un relleno (B8.1-817) en el que cabe resaltar los restos
de dos ánforas, de las que se han recuperado un asa correspondiente a un ánfora itálica tipo Dressel
y el pivote de otra con un apéndice abotonado parcialmente hueco, relacionado con una producción
ebusitana, el tipo T.8.1.3.3 de Ramón (1995: 224 s., fig. 100). Esta ánfora se fecha a partir del 120/100
a.C., lo que permite ofrecer un terminus post quem para la construcción de la torre sur, cuya fosa de
cimentación cortaba la citada unidad. Esta fecha quedaría corroborada por la presencia de un mortero con
reborde vertical y vertedera, tipo 7b de Vegas, en uno de los niveles inferiores (B8.2-8202) relacionado,
así mismo, con la construcción de la torre, un recipiente bien documentado entre los materiales de época
sertoriana registrados en Valentia, o en los conjuntos de la Tienda del Alfarero de Ilici (Elche, Alicante)
y el departamento 79 de Libisosa (Lezuza, Albacete) (Valentia: Ribera y Marín, 2004-05: 278; Ilici: Sala,
1992: fig. 50, E-126, 128, 120-130; Libisosa: Hernández, 2008: 169, fig. 15; Uroz, 2012: fig. 191, d).
Durante la campaña de 2007 se localizó, en relación con los niveles de construcción de esta torre, un
hallazgo singular, que por sus características cabe interpretar como un depósito fundacional. Se trata de
una fosa abierta en el terreno (B8.1a-8033), rellena por un sedimento de tonalidad grisácea (UE 8032)
(fig. 4, C, 2-3) que proporcionó dos restos faunísticos, cuya singularidad no deja lugar a dudas sobre su
carácter “especial”, además de escasos materiales formando parte del relleno. Todo ello estaba cubierto
con una capa de piedras de pequeño tamaño (UE 8025), dispuestas a modo de encachado (fig. 4, C, 1 y E)
que apareció sellada por un nivel (UE 8021) que parece corresponder al relleno de la estructura (fig. 4, B
y D). La fosa presenta forma semicircular, con un diámetro entre 0,80 y 0,90, y una profundidad de unos
0,20 m, quedando adosada a una alineación de cinco bloques calizos de tamaño medio, entre 0,25 y 0,35
m, dispuestos con una orientación norte-sur (UE 8014). En su interior se recuperaron dos hemimandíbulas
(fig. 4, F) pertenecientes a dos animales domésticos (Ovis aries y Sus domesticus) de la misma edad (4
años) e igual lateralidad (el lado derecho). Estaban depositadas en la misma zona de la fosa, junto a
dos grandes bloques de piedra, con la dentición hacia abajo, en una cota inferior la correspondiente a
la oveja. En el relleno (fig. 4, G) se documentaron una veintena de fragmentos cerámicos informes de
pequeñas dimensiones, además de la parte superior de una tinajilla sin hombro (nº 1), Grupo II.2.2, y un
caliciforme (nº 2), Grupo III.4.1.2 de Mata y Bonet (1992), tipos bien documentados en el Ibérico Pleno,
como atestigua su presencia entre el material procedente de Villares IV (Mata, 1991: fig. 41-12), aunque
seguirán en momentos posteriores, dado su registro en el Sector F de la Serreta (Grau, 1996: fig. 11,4),
que ha proporcionado un repertorio característico del siglo III a.C., y en los niveles de abandono de El
Castellet de Bernabé (Lliria, Valencia), en torno al 200 a.C. (Guérin, 2003: fig. 131 y 145). Junto a ello,
los restos de una base plana de cerámica oxidante, posiblemente parte de una jarra (nº 3), y un fragmento
de una placa de hierro con una perforación (nº 4).
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
223
5. ESTUDIO DE LOS DEPÓSITOS
A continuación se analizan los tres conjuntos de fauna recuperados en otros tantos contextos “especiales”
de El Molón: los denominados A5/UE 504 y C16/16008, procedentes de fosas localizadas en viviendas, y el
B8.1a/8032, recuperado en la base de una de las torres de la muralla. El número de restos analizados en total
es de 176 (tabla 1), entre los que se incluyen huesos enteros y fragmentos óseos que pertenecen a dos especies;
el cerdo (Sus domesticus) y la oveja (Ovis aries).
La identificación taxonómica y anatómica se ha realizado con nuestra colección de referencia depositada
en el Área de Arqueología y Paleontología del IVC+R (CulturArts), utilizando también los trabajos de
Halstead, Collins e Isaakidou (2002). Para asignar la edad hemos seguido el método desarrollado por Grant
(1982) referente a la erupción y grado de desgaste de los dientes, así como los grupos de edad establecidos
por Pérez Ripoll (1999) para las ovejas y cabras. Se ha considerado también el grado de osificación de las
epífisis y diáfisis (Ullrey et al., 1965; Prummel, 1987). Para tomar las medidas de los restos hemos seguido
los criterios de Driesch (1976).
Una parte de los restos estudiados presenta marcas de carnicería producidas por la manipulación antrópica
durante el procesado carnicero, como incisiones, cortes y fracturas, así como mordeduras producidas durante
el consumo (Lyman, 1994; Pérez Ripoll, 2005). También son patentes otras marcas postdeposicionales
ocasionadas por agentes de carácter biológico, raíces y bacterias (Lyman, 1994).
Tabla 1. Número de restos de los taxones identificados en cada uno de los contextos analizados.
C16/16008
A5 UE 504
B8 1a/8032
Total
Sus domesticus
Ovis aries
78
96
1
1
175
1
Total
78
96
2
176
5.1. Depósito A5/504
El conjunto que hemos analizado está formado por 96 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos
(Sus domesticus) neonatos, menores de 1 mes (tabla 2). Uno de ellos, de mayor talla, está representado por un
número mayor de restos. El segundo individuo, de pocas semanas de vida, cuenta con una menor presencia de
elementos. También hay 43 fragmentos de costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 5, A).
Se trata de esqueletos casi completos que presentan un buen estado de conservación, circunstancia que
ha permitido documentar marcas de desarticulación y descarnado. Éstas se observan en la mayor parte de los
huesos de las diferentes unidades anatómicas, incluso sobre la superficie lateral de los metapodios, lo que
nos indica que aunque sean animales de pocas semanas de vida, fueron desarticulados y consumidos antes de
depositar sus huesos (fig. 5, B).
Algunos huesos han adquirido un color marrón, debido a las alteraciones por fuego. En el individuo 1
estas marcas de cremación están presentes en la tuberosidad del isquion de la pelvis derecha, así como en los
cóndilos occipitales y las bulas timpánicas. También en la superficie distal del húmero izquierdo, en su lado
craneal, y en algunas costillas aparecen termo alteraciones. Estas son la evidencia de un asado previo a su
consumo. Por lo que se refiere al segundo individuo no hay estas pruebas de la acción del fuego en sus huesos.
La escasa incidencia del fuego sobre los huesos pudo ser debida a que los animales fueron asados sin
apenas contacto con las llamas depositándolos sobre las ascuas o mediante el uso de un horno de tierra, aunque
ignoramos cual de las dos técnicas pudo emplearse en el cocinado de los animales.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Tabla 2. Representación anatómica de los restos recuperados en A5/504
(DR: elementos derechos; IZ: elementos izquierdos; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Bulla timpanica
Hueso oido
Cóndilo occip.
Maxilar
Hueso nasal
Mandíbula
Costillas
Vértebras
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodios
Sesamoideo
Falange 1
Falange 2
Total
IZ
1
1
2
2
1
1
2
2
1
10
2
10
2
1
2
FRG
2
2
1
1
1
1
5
1
2
2
1
27
26
20
4
7
1
2
3
43
Total
5
2
2
4
4
1
3
40
4
4
3
3
1
3
3
1
7
1
2
3
96
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Las marcas se localizan en la rama horizontal, superficie basal. Se trata de finas incisiones
paralelas producidas en el descarnado que hemos identificado en el individuo 1.
- Escápula: En el primer individuo las marcas consisten en cortes profundos localizados en ambas escápulas.
Estas se distribuyen por el cuello, el borde caudal y la espina escapular (fig. 5, B, a). En el individuo 2 las
observamos sobre la escápula izquierda en el borde caudal y sobre el cuello donde hay una fractura (fig. 5, B,
b). Todas ellas están relacionadas con la desarticulación y el descarnado.
- Ulna: En la ulna izquierda del segundo individuo se localizan cortes profundos sobre el olecranon y en la
porción distal de la diáfisis (fig. 5, B, c) realizadas durante el proceso de desarticulación.
- Húmero: En el individuo 1, las marcas se localizan en la porción distal de la diáfisis del húmero izquierdo,
en las superficies craneal y lateral (fig. 6, a). En el individuo 2 en el húmero derecho, en la porción proximal
de la diáfisis, en su cara craneal y en el húmero izquierdo sobre la porción distal de la diáfisis, también en la
superficie craneal, que corresponden al descarnado de los huesos.
- Pelvis: En el individuo 1 observamos marcas de desarticulación en la cresta iliaca, en la superficie lateral y
en la superficie dorsal del isquion, debajo del acetábulo (fig. 6, c).
- Fémur: En el fémur izquierdo del individuo 1 las marcas de descarnado se localizan en la mitad de la diáfisis,
en las superficies medial y caudal. En el individuo 2 en el fémur derecho, en la porción proximal de la diáfisis,
en la superficie caudal (fig. 6, b).
- Tibia: Hay una fractura en la diáfisis de la tibia derecha del individuo 1, producida por una mordedura
humana que ha dejado su impronta.
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
225
A
B
Fig. 5. Depósito A5/UE 504: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas
marcas de carnicería identificadas (B).
5.2. La fosa C16/16008
El conjunto analizado está formado por 78 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos (Sus
domesticus) neonatos, menores de 1 mes; uno de ellos una hembra según la morfología de los caninos (tabla
3). Hay 51 fragmentos de cráneo, costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 7, A).
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 6. Marcas de carnicería sobre restos de Sus domesticus (A5/UE 504).
El estado de conservación de los huesos es deficiente ya que en muchos casos la cortical está muy afectada
por los procesos postdeposicionales, como consecuencia de la escasa consistencia del tejido óseo, al tratarse
de individuos neonatos. Adherida a algunos restos se encuentra una capa fina e irregular de color blanco, que
tras su análisis hemos podido determinar como carbonato cálcico (CO3CA). Esta capa debió formarse tras una
posible inundación de la fosa o tras la cubrición de los restos con un sedimento más húmedo y con contenidos
orgánicos y minerales diferentes a la matriz excavada, lo que produjo una precipitación del carbonato cálcico
sobre los huesos.
Los restos presentan marcas de carnicería que evidencian la desarticulación de las diferentes unidades del
esqueleto y el consumo. También hay marcas de mordeduras humanas.
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Fractura sobre la rama horizontal detrás del D4.
- Escápula: Incisiones finas y profundas que se localizan sobre el cuello, tanto en la superficie lateral como en
la medial y también en el borde caudal de la superficie medial. Las interpretamos como consecuencia de la
desarticulación de la escápula del tronco del animal (fig. 7, B, a).
- Húmero: Las marcas consisten en incisiones finas poco profundas que se localizan en la porción proximal
de la diáfisis, en las superficies craneal y medial, así como en la porción media de la diáfisis en la superficie
lateral. Estas marcas se relacionan con el descarnado del hueso. También hemos observado una incisión
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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Tabla 3. Representación anatómica de los restos recuperados en C16/16008
(DR: elementos derecho; IZ: elementos izquierdo; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Caninos
Incisivo
Vértebra
Costilla
Escápula
Húmero
Radio
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodio
Calcáneo
Astragalo
Falange D
Total
IZ
FG
Total
10
2
10
2
2
2
1
1
36
3
3
4
3
3
2
3
1
1
1
78
2
2
1
1
36
2
1
2
1
1
1
2
2
2
2
1
1
3
1
1
7
14
1
57
profunda en la fracción distal de la diáfisis, en la superficie lateral, que relacionamos con la desarticulación
del húmero y la ulna (fig. 7, B, c). En la parte proximal de un húmero izquierdo se observan mordeduras
humanas (fig. 8, a).
- Radio: Hemos identificado incisiones finas y de diferente longitud. Las de la superficie dorsal son las
más largas, aparecen en disposición paralela y las relacionamos con el descarnado (fig. 7, B, b). Hay una
incisión de trayectoria más corta en el extremo proximal de disposición oblicua que podría vincularse con la
desarticulación.
- Ulna: Presenta cortes profundos realizados sobre la superficie articular de la ulna, en el olecranon producidos
durante la desarticulación.
- Fémur: En la porción media de la diáfisis, en la superficie caudal, hay cortes profundos que se disponen en
sentido horizontal y oblicuo (fig. 7, B, d), producidos durante el descarnado.
- Tibia: Hemos identificado fracturas (cortes) que han separado el extremo proximal del resto de la diáfisis.
5.3. Depósito de la torre B8.1a/8032
En el conjunto analizado hemos identificado dos mandíbulas pertenecientes a una oveja (Ovis aries) y un
cerdo (Sus domesticus).
- Oveja (Ovis aries): Hemimandíbula derecha con un desgaste correspondiente a una edad de 4 años (grupo
IV a, Perez Ripoll, 1999). La asignación taxonómica la hemos realizado considerando la morfología de los
premolares (Halstead, Collins y Isaakidou, 2002). La mandíbula presenta marcas de carnicería en la superficie
lingual; un corte fino de cierta longitud de trayectoria oblicua a la serie dental (fig. 9, a). Las medidas obtenidas
se describen en la tabla 4.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A
B
Fig. 7. Depósito C16/16008: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas marcas
de carnicería identificadas (B).
- Cerdo (Sus domesticus): Hemimandíbula derecha de un individuo de sexo masculino que presenta un
desgaste correspondiente a una edad de 4 años (MWS: m1=f; m2=e; m3=c según Grant, 1982). Presenta
marcas de carnicería en las superficies lingual y labial. En la superficie lingual hay un corte fino de cierta
longitud y de trayectoria perpendicular a la serie dental. También en la superficie labial se observa un corte
fino y corto localizado cerca del foramen mentonar (fig. 9, b). Las medidas de la mandíbula se pueden
observar en la tabla 5.
APL XXX, 2014
[page-n-229]
229
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
Fig. 8. Marcas de mordeduras
humanas sobre restos de Sus
domesticus:
a, C16/16008;
b, A5 UE 504.
a
b
Fig. 9. Marcas de carnicería
localizadas sobre:
a, mandíbula derecha de Ovis
aries;
b, mandíbula derecha de Sus
domesticus recuperada en el
depósito de la torre B8.1a/8032.
Tabla 4. Medidas de mandíbula de la oveja (Ovis aries) de B8.1a/8032.
Mandíbula
4
8
9
11
12
15a
15b
15c
Lm3
Am3
B8 1a/8032
110,5
47
21,7
33,5
58,5
35
20
13
20
7
Tabla 5. Medidas de mandíbula del cerdo (Sus domesticus) de B8.1a/8032.
Mandíbula
7a
8
9a
16a
16b
16c
B8 1a/8032
98,5
66,7
34
49,4
41
41,5
APL XXX, 2014
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230
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
6. VALORACIÓN DE LOS RESTOS ANALIZADOS
Las características del material analizado, es decir: los taxones elegidos, la parte esquelética seleccionada, la
edad, el sexo y las marcas observadas sobre los restos, junto a otros aspectos que caracterizan o se integran en
esos contextos, son factores a considerar para realizar las interpretaciones del conjunto (Grant, 1991; Wilson,
1992; Hill, 1995). En el caso de las muestras analizadas de El Molón concurren una serie de rasgos que nos
llevan a considerarlos depósitos “especiales”, expresión de un ritual, como pudo ser una comida ceremonial,
y no simples restos de alimentación.
Los animales elegidos, la oveja y el cerdo, son dos especies que desempeñaban un rol importante en
la economía durante la época ibérica (Iborra, 2004). El registro faunístico de El Molón pone de manifiesto
la existencia de una cabaña variada, en la que destacan los ovicaprinos, con mayor presencia de ovejas
que de cabras, mientras que el ganado vacuno y el de cerda serían especies secundarías, importantes por
lo que respecta al aporte cárnico, observándose un aumento generalizado del consumo de cerdo durante
la Segunda Edad del Hierro (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 36, a partir de los datos
de Iborra). Sin embargo, los contextos aquí estudiados evidencian un claro predominio de los suidos sobre
los ovicaprinos, lo que parece más lógico si se considera la capacidad reproductiva de estas dos especies,
con varias crías la primera y una o dos la segunda, por lo que tendría un menor coste económico para
la comunidad el sacrificio de un cerdo lechal, aunque justamente el hecho de que el cerdo sea el animal
sacrificial más barato, hace que su sacrificio no fuera conclusivo (Burkert, 2013: 393). En cualquier caso,
la decisión de sacrificar un cerdo a una edad tan temprana resulta poco productiva, y sólo se explica por la
exigencia del ritual (Allegro et al., 2008: 119).
La práctica de sacrificios de animales formaba parte de la religiosidad o creencias de los pueblos ibéricos.
Así lo confirman algunas noticias ofrecidas por las fuentes literarias (Str. IV, 1, 5), las representaciones
iconográficas de tales rituales, o el hallazgo en santuarios de restos óseos de animales o de útiles sacrificiales
como cuchillos (Moneo, 2003: 275 ss.; Cabrera, 2010; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: 43 ss.). Las ofrendas
de animales en espacios domésticos y santuarios, tanto de animales completos como de alguna de sus partes
(pars pro toto), corresponden en su mayoría a ovicápridos, aunque también se documenten suidos y, en
menor medida, vacunos, ciervos y caballos, además de perros y aves. Destacan los hallazgos del Noreste,
principalmente el área catalana (Barrial, 1990; Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990; Albizuri y Nadal, 1992;
Casellas, 1995; Barberá, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Pons y Vargas, 2002: 537 ss.; Valenzuela, 2008;
Albizuri, 2011; Graells y Sardá, 2011: 175 s.; Belmonte et al. 2013; Nieto, 2013) y el Levante (Gusi, 1989
y 1995; Oliver, 2006; Iborra, 2004 y 2013), ahora incrementados con los datos de El Molón. El sacrificio de
animales debió ser una práctica común en las festividades y ceremonias, tanto en cultos públicos como privados,
pudiendo relacionarse con festivales en honor a deidades, nacimientos, ritos de fertilidad, substitutivos del ser
humano y como ofrendas para sellar pactos y hostilidades (Jarman, 1973; Méniel, 1992; Chiraldi, 2008).
En El Molón los diferentes contextos nos permiten caracterizar dos tipos de depósitos rituales: uno,
asociado con el ámbito doméstico, donde se observan patrones y asociaciones repetidas, que responde
a ritos bien conocidos en el área ibérica, y otro, relacionado con la construcción de una de las torres que
defendía el acceso principal al poblado, claramente excepcional por sus características en el panorama
protohistórico peninsular.
A. Depósitos asociados a espacios domésticos
Los conjuntos C16/16008 y A5/504 son pequeñas fosas excavadas en el pavimento de las casas. Cada una de
ellas contenía en exclusividad restos de dos esqueletos de cerdos neonatos, que habían sido desmembrados,
cocinados y consumidos, tras lo cual se depositaron en el interior de una fosa. Ambos depósitos resultan
prácticamente idénticos, pues coinciden: 1) en la elección de los animales –misma especie, igual número
APL XXX, 2014
[page-n-231]
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
231
de individuos y edad de muerte, siendo menos concluyentes los datos sobre el sexo, sólo determinado en
uno de los ejemplares de C16, una hembra–, 2) en el tratamiento de los animales –descuartizados, asados
y consumidos–, y 3) en la forma en la que se depositaron los restos –en un hoyo, bajo el suelo de una
vivienda, junto a uno de sus muros–. Todo ello confirma que responden a un ritual bien conocido, sujeto a
unas normas establecidas.
Buena parte de sus huesos presentan marcas de desarticulación y descarnado, mediante un instrumento
cortante, que cabe suponer sería el cuchillo, al que cabe otorgar un carácter sacrificial. Tras su asado, cuya
evidencia serían los huesos parcialmente quemados, los animales fueron consumidos, quedando marcas
antrópicas de mordeduras. Los esqueletos estaban incompletos, lo que implica que en el momento de hacer
el depósito se separaron algunos restos óseos, aunque no parece que hubiera una selección intencionada, toda
vez que están representadas todas las partes del animal (fig. 5, A y fig. 7, A).
El hecho de que, después del consumo, los huesos fueran depositados en un hoyo intencionadamente
excavado, que cabe interpretar como un bóthros destinado a albergar la ofrenda, y después fueran cubiertos
por tierra para sellar o preservar la actuación realizada, indica un tratamiento especial de los restos. En el
caso del departamento C16 el agujero abierto en la tierra está situado junto al hogar doméstico que podría
haber sido utilizado como eschára o altar donde se habría realizado el sacrificio, como en Alorda Park
(Calafell, Tarragona). Este edifico se consideró como un santuario (Sanmartí y Santacana, 1987; 1992:
41 ss.), posiblemente de tipo doméstico gentilicio (Moneo, 2003: 212 ss.), ya que el hoyo representaría el
bóthros destinado al culto al antepasado, en el que se realizaban los correspondientes sacrificios, en este caso
preferentemente de ovicápridos, vinculados con el hogar doméstico (Moneo, 2003: 409 s.; Almagro-Gorbea
y Lorrio, 2011: 48, Apéndice 4E).
La repetición de esta práctica por diversas unidades familiares de El Molón permite su consideración de
manera conjunta, pudiéndose tal vez relacionar el depósito de restos de cerdos lechales con cultos y fiestas
específicos, de los que conocemos algunos ejemplos en la Antigüedad. La edad de muerte de los individuos
nos indica en qué momento del año se realizó el sacrificio. Suele traerse a colación la cita del agrónomo
Columela (Re Rusticae, cap. IX), según la cual los partos en los cerdos se producían hacia mayo (vid., para el
caso de Els Vilars, Nieto, 2013: 142).
Es posible que los animales identificados en El Molón hubieran sido sacrificados entre finales de mayo
y junio, de acuerdo con el calendario de Columela. En estos meses de primavera se celebrarían festivales
agrícolas, de carácter público, aunque también hay que considerar los de carácter privado y familiar, a los que
igualmente podrían estar asociados estos hallazgos.
En otros yacimientos el hallazgo de cerdos se ha vinculado con festivales como las Tesmoforias
dedicado a Deméter y a su hija Kore/Perséfone (Kron, 1992; Bookidis y Stroud, 1997; Di Stefano, ed.,
2008; Burkert, 2013: 392 ss.). Los análisis faunísticos confirman la presencia de lactantes, juveniles y
animales menores de dos años, observándose en los restos estudiados en diferentes santuarios marcas
de carnicería y evidencias de su exposición al fuego, como parte probablemente de rituales de paso a la
pubertad (Allegro et al., 2008: 119 s.).
En el ámbito ibérico los depósitos faunísticos, en general protagonizados por ovicápridos, se han
relacionado con celebraciones de carácter fundacional como podría ser la construcción de un nuevo edificio o
su remodelación (Graells y Sardà, 2011: 173-175), toda vez que estos ritos podrían incluir banquetes (Barberà
y Sanmartí, 1976-1978: 298 ss.; Sanmartí y Santacana, 1992: 298 ss.; Moneo, 2003: 377 s.; Oliver, 2006:
213; Cabrera, 2010: 166 s.). No obstante, esto no siempre está claro, pues en algunos casos aparecen varios
depósitos sincrónicos de similares características en una misma habitación (Miró y Molist, 1990: 316 y 318).
Una interpretación similar, en relación con ritos de amortización relacionados con el cambio de actividad
del recinto, se ha señalado para las inhumaciones infantiles (Guérin et al., 1989: 71 ss.; una interpretación
diferente en Guérin, 2003: 330 ss.). Este pudiera ser el caso del departamento C1 de El Molón, donde en el
interior de una cubeta relacionada con el procesado del vino se depositaron dos neonatos (fig. 1, C y fig. 3, A),
lo que se ha puesto en relación con la amortización de este espacio industrial y su cambio de funcionalidad, un
APL XXX, 2014
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232
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
hecho que se produjo hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio et al., 2010: 252; Lorrio y Sánchez
de Prado, 2013), una fecha que coincide grosso modo con las remodelaciones documentadas en diversos
sectores del poblado, entre ellas la que conllevó la construcción de la vivienda C16, donde igualmente se
identificó la inhumación de un perinatal (fig. 3, A y E). Esta asociación resulta de gran interés, toda vez
que los ‘sacrificios’ infantiles (vid., en contra, Graells y Sardà, 2011: 174-175) podían ir acompañados o ser
sustituidos por el de animales jóvenes, especialmente ovicápridos, de claro valor profiláctico (Oliver y Gómez
Bellard, 1989: 59; Almagro-Gorbea y Moneo, 2000: 157).
La práctica de consumir y realizar depósitos rituales de cerdos en contextos domésticos está bien
documentada a lo largo de la Edad del Hierro en un amplio espacio geográfico centrado preferentemente,
aunque no de forma exclusiva (Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, f y Apéndice 4, F; Graells y Sardà,
2011: 174), en las tierras del Noreste y del Levante peninsular (Albizuri, 1990; Iborra, 2004; Oliver, 2006:
212; Valenzuela, 2008; Nieto, 2013). Los casos más próximos a los de El Molón son los esqueletos de cerdos
neonatos recuperados en la habitación 5 de El Torrelló del Boverot (Almassora, Castellón), en contextos del
siglo VII a.C., y en la habitación A de La Morranda (El Ballestar, Castellón), yacimiento del siglo II-I a.C.
(Iborra, 2004: 348). Aunque en ambos casos el estado de conservación de los restos no permitió verificar si
existían marcas de consumo, su coincidencia en los demás aspectos con los depósitos de El Molón es evidente,
más en el caso de La Morranda, al coincidir incluso en su cronología, pudiendo defender igualmente el mismo
carácter doméstico y su vinculación al ámbito familiar.
En otros asentamientos ibéricos también se han identificado depósitos con cerdos completos, algunos de
ellos con marcas de consumo, aunque de edades mayores, desde infantiles hasta adultos (Iborra, 2004: 336 y
348), como en La Seña (Villar del Arzobispo, Valencia), El Puntal del Llops (Olocau, Valencia) y Los Villares
(Caudete de las Fuentes, Valencia). En la costa central de Cataluña, el yacimiento de Alorda Park presenta en
varios recintos de los siglos V-II a.C., entre otras, fosas que contenían los restos de cerdos de entre 6 y 9 meses
de vida y de 12-24 meses (Valenzuela, 2008). En Els Vilars (Arbeca, Lleida), ya en el área ilergeta, se han
descrito diferentes depósitos con restos de cerdo de los siglos VIII al V a.C., aunque las edades de muerte sean
mayores, entre 6 y 18 meses, y difiera también la selección de los restos enterrados, con animales completos
o partes de ellos (cráneos o extremidades) (Nieto, 2013: 139 ss.). La presencia de cerdos se ha señalado,
igualmente, en algunos contextos rituales del Bajo Aragón, como la habitación 2 de San Antonio (Mazaleón,
Teruel) o El Piuró del Barranc Fondo (Mazaleón), asociados a una inhumación infantil (Graells y Sardà, 2011:
175). Es interesante, igualmente, señalar los hallazgos de El Puig de la Nau (Benicarló, Castellón), donde las
ofrendas de animales, al igual que las inhumaciones infantiles, se hallaron bajo los pavimentos y junto a los
muros (Oliver, 2006: 209). Destaca el recinto 38000, con una serie de enterramientos infantiles y de animales
bajo el nivel de pavimento que remiten a ca. 450-425 a.C. (Oliver, 2006: 34, Tab. 1). Se trata de varios
depósitos en los que se han encontrados restos de cerdos con edades comprendidas entre 6 meses (UE 38038)
y un año o año y medio (UE 38033 o 38035). A ellos cabe añadir los documentados en otras zonas del poblado,
como en el recinto 40000, donde el cerdo aparece asociado a una oveja, o en el 59000, donde se enterró un
cerdo bajo el pavimento de la casa, lo que se ha interpretado como un rito fundacional (Oliver, 2006: 212).
Además de los cerdos, los ovicaprinos participan también en depósitos de carácter ritual (Barrial, 1990;
Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990 y 2011; Casellas, 1995; Barberà, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Iborra,
2004; Valenzuela 2008; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, e y Apéndice 4, E; Nieto, 2013). En el
caso de El Molón, una mandíbula de oveja testimonia el papel simbólico de esta especie en un acto que se
ha relacionado con la construcción, o remodelación, de las fortificaciones que defendían la puerta principal
y, en última instancia, con la defensa del poblado (vid. infra). En los contextos domésticos de otros poblados
aparecen enterramientos de ovejas completas o de alguna de sus partes anatómicas, como ofrendas en algunos
casos consumidas y en otros no. Muchas veces sus restos acompañan a no natos o neonatos humanos como
ocurre en la vivienda B del Puig de Alcoi (Alicante) (Grau y Segura, 2013; Iborra, 2013: 214-218) y en
poblados del área de la costa catalana, donde se relacionan con ofrendas rituales en las que los animales se
depositaban eviscerados pero no eran consumidos (Albizuri, 2011).
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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De acuerdo con lo visto, dentro del ámbito doméstico de los poblados, los restos de animales que aparecen
en pequeñas fosas debajo de los pavimentos, o asociados a elementos constructivos pueden ser expresión
de diferentes rituales y tener diferentes significados (Graells y Sardà, 2011: 173-175). Los taxones elegidos,
las unidades anatómicas seleccionadas y sobre todo el tipo de alteraciones (marcas de descuartizado y de
consumo, fuego...) que presenten los restos, así como su posible asociación con otros materiales van a permitir
discriminar si se trata de una comida o banquete ritual, lo que con seguridad fue el caso de los dos depósitos de
El Molón que hemos analizado, relacionados con algún tipo de celebración ritual o simbólica.
B. Depósito asociado a la fortificación de la puerta principal
Un caso por completo diferente es el depósito B8.1a/8032, formado por dos restos pertenecientes a otros tantos
taxones: la oveja y el cerdo. Unos restos que presentan en común: 1) la elección del hueso –las mandíbulas–,
2) la sincronía en la edad de sacrificio, cuatro años en ambos casos, 3) la lateralidad, derecha en las dos
hemimandíbulas depositadas, 4) las marcas de carnicería y 5) la posición que presentaban en el interior de la
fosa, pues las dos aparecieron hincadas entre las piedras de la muralla, con la dentición hacia abajo (fig. 4, F).
Los restos se encontraron sellados por un encachado de piedras de pequeñas dimensiones (UE 8025),
cubierto a su vez por una acumulación de piedras de tamaño mediano (UE 8021), que parecen formar parte
del relleno de la torre, por lo que puede considerarse un contexto cerrado asociado a la remodelación del
sistema defensivo que protegía el acceso principal del poblado, que conllevó la construcción de dos potentes
torres que flanqueaban la puerta (fig. 4, A-E). Se trata de un depósito voluntario e irreversible, realizado
antes o en el momento de la construcción de la torre sur, por lo que debe interpretarse como una ofrenda
fundacional, un hecho de carácter simbólico relacionado con la arquitectura defensiva del poblado, por lo
que su carácter parece ser público y colectivo, y su finalidad protectora (von Nicolai, 2009: 85-86). Cabe
suponer que la ceremonia habría incluido el consumo de ambos animales, lo que igualmente se ha señalado
para el caso de los depósitos de cráneos y patas de ovicápridos, toda vez que, como señalan Miró y Molist
(1990: 316), se trata, como en el caso de El Molón, de las partes del animal que menos aprovechamiento
cárnico ofrecen, reservándose el resto para la posible comida ritual. No podemos descartar que los restos
cerámicos recuperados en la fosa, muy fragmentados y conservados de forma parcial, pudieran relacionarse
con el servicio utilizado en el banquete, al tratarse de un recipiente de almacenamiento de alimentos, ya sean
sólidos, semisólidos o líquidos (fig. 4, G, 1), un vaso para beber (fig. 4, G, 2) y una posible jarra (fig. 4, G, 3),
recipientes directamente relacionados con el consumo de bebidas como el vino (Mata et al., 1997: 48 ss.). La
producción de vino en El Molón está documentada desde el siglo IV a.C. a partir de la presencia de un lagar
(Lorrio y Sánchez de Prado, 2013), aunque las evidencias de su comercialización sean bastante anteriores,
el siglo VI a.C., como confirma el hallazgo de recipientes anfóricos de procedencia fenicia en el yacimiento.
Los depósitos de la Edad del Hierro relacionados con puertas y fortificaciones resultan relativamente
habituales y variados (Buchsenschutz y Ralston, 2007; von Nicolai, 2009). Como señala Alfayé (2007: 9 ss.),
la delimitación y construcción del perímetro amurallado estuvo revestida en la Antigüedad de un carácter
mágico-simbólico, con especial atención a los accesos, realizándose rituales, de carácter cíclico o excepcional,
que incluirían depósitos votivos con el objeto de reforzar “la inviolabilidad y la sacralidad del límite urbano a
través del establecimiento de un vínculo privilegiado entre esa estructura y los poderes numinosos”, depósitos
que podían interpretarse “como rituales edilicios con los que se pretendía garantizar la estabilidad de la
estructura y que poseían igualmente un carácter protector, purificador y sacralizador”.
El depósito de El Molón se relaciona, por su posición, con los depósitos localizados bajo las fortificaciones,
caracterizados por tratarse de conjuntos cerrados en posición primaria e irreversibles, depositados antes o
durante los trabajos de construcción de la muralla (von Nicolai, 2009: 77). No obstante, encontramos algunos
depósitos que por sus características resultan similares al que analizamos, aunque se relacionen con la
arquitectura de la fortificación, por lo que se han depositado durante el proceso de erección de las defensas,
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
y no necesariamente antes como en El Molón. Un ejemplo se documenta en el oppidum de Mont Vully,
Suiza, donde un maxilar inferior completo de un bóvido de unos 5 años se encontró en uno de los agujeros
de poste de la puerta, construida hacia el 120 a.C., ambas piezas mandibulares dispuestas verticalmente,
con una inversión izquierda-derecha (von Nicolai, 2009: 79, fig. 4). Otro caso interesante, en este caso
por las especies seleccionadas, son los depósitos asociados a la puerta de la fortificación de Crickley Hill
(Gloucestershire, Inglaterra), donde en diferentes hoyos se recuperaron cráneos de cabra, a la derecha de la
entrada, y mandíbulas de jabalí, a la izquierda (Dixon, dir., 1994; Buchsenschutz y Ralston, 2007: 761, fig. 8).
Igualmente, se observan casos de lateralidad, en concreto el lado derecho, en la selección de los restos óseos
de la fauna sacrificada en santuarios de Francia y el Sur de Inglaterra (Méniel, 2012: 14).
En cualquier caso, no es un tipo de hallazgo frecuente en la Península Ibérica, en gran medida por la falta
de excavaciones en el interior de las estructuras defensivas. La intervención en El Molón pudo realizarse al
tratarse de un sector especialmente afectado por la ocupación islámica que utilizó este espacio como cantera,
dada su proximidad a la zona de hábitat y la relativa facilidad de extracción de los bloques de mampostería
de las construcciones defensivas del sector. No obstante, se conocen algunos depósitos, generalmente
considerados como rituales, asociados a torres y murallas tanto en el ámbito ibérico, como en el celtibérico
y su entorno, aunque tanto las especies elegidas como la selección de restos y su localización difieran de las
ofrendadas en El Molón. Este es el caso de los depósitos relacionados con las estructuras de defensa de Alorda
Park, con un cráneo y las extremidades de un ovicáprido en el recinto Z y un perro en el Y, depositados bajo
los pavimentos de los dos recintos de la torre YZ (Belarte y Sanmartí, 1997: 12). También de algunos de los
depósitos con fauna que, como señala Alfayé (2007: 31 s.), deben interpretarse como ritos de fundación o de
protección de la fortificación, como el del Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel), de época tardorrepublicana, que
incluía animales incinerados, principalmente ovicápridos, introducidos en ollas, depositados con anteridad a
la construcción de la muralla (Francho y Hernández, 2003-04: 373 ss.), o los de La Hoya (Laguardia, Álava),
donde se identificaron diversas astas de ciervo incrustadas en la base de la muralla (Llanos, 2005: 33, fig. 55).
7. CONCLUSIONES
Las diferentes campañas de excavación llevadas a cabo en El Molón han permitido identificar unos depósitos
especiales con restos faunísticos que cabe relacionar con actividades rituales de sacrificio, cuya cada vez más
frecuente documentación pone de manifiesto la relativa normalidad de estas prácticas durante la época ibérica.
Dos de los depósitos proceden de otros tantos contextos domésticos. Incluían, en cada caso, dos suidos
jóvenes, de apenas un mes de vida, que tras su sacrificio, desmembramiento y cocinado habrían sido
consumidos en una comida o banquete ritual, y finalmente enterrados y depositados en una fosa abierta en la
tierra, próxima en uno de los casos a un hogar, donde se habría realizado el sacrificio. Las fosas se localizaron
junto a uno de los muros de la vivienda, y una de ellas además en las cercanías de un enterramiento infantil.
Ambos tipos de depósitos –fosas con animales e inhumaciones perinatales– se ha interpretado como ofrendas
que se realizaban antes de la construcción de nuevos edificios o de su remodelación con el fin de asegurarse
los parabienes de la divinidad. Un buen ejemplo lo tenemos en los enterramientos infantiles localizados en el
poblado, entre los que destaca la inhumación doble, probablemente de gemelos, que se realizó en el interior
de un departamento de la zona oriental, originalmente un lagar (C1), que cambiaría de funcionalidad hacia
finales del siglo III o a inicios del II a.C., momento en el que se realizó el ritual de enterramiento, en este
caso en el interior de la cubeta de decantación. De igual forma, el depósito de fauna y la inhumación infantil
localizadas en C16 se relacionan con una vivienda cuya construcción se vincula con las remodelaciones ya
comprobadas en C1, llevadas a cabo hacia fines del siglo III-inicios del II a.C., aunque no puede descartarse su
cronología posterior pues este espacio habitacional habría estado en uso a lo largo del siglo II, abandonándose
en un momento indeterminado del siglo I a.C. Más complejo es el caso del depósito localizado en A5, idéntico
al de C16, aunque estos depósitos de fauna en estos ambientes domésticos parecen corresponder al mismo
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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horizonte que los enterramientos infantiles, dos de los cuales, individuales, se localizaron bajo el suelo de
otros tantos departamentos contiguos localizados en la zona alta del poblado (B5.1 y B5.2), que remiten a un
momento posterior al siglo III a.C., cuando se reestructura este sector.
Finalmente, el depósito localizado en B8.1a se relaciona sin duda con la construcción de la torre sur,
hacia finales del siglo II o, más bien, ya a inicios del I a.C., respondiendo, por tanto, a un acto ritual de
fundación. Presenta claras diferencias respecto a los anteriores. Aquí se han depositado de forma intencionada,
nuevamente, dos animales, pero en este caso se trata de un cerdo y una oveja adultos de la misma edad, de
los que se han seleccionado únicamente las mandíbulas del lado derecho que fueron colocadas de forma
muy determinada, hincadas en la misma posición. Seguramente los animales habrían sido consumidos en un
banquete ritual, depositándose en la fosa una parte de los mismos, correspondiente a una zona de escaso aporte
cárnico, en el que posiblemente se harían consumido bebidas, quizás vino, cuyo servicio podría haber sido
amortizado en el interior de la fosa.
Durante el Ibérico Tardío, el oppidum de El Molón sufrió una serie de reestructuraciones y remodelaciones
de sus espacios, que habrían conllevado la realización de rituales propiciatorios de los que han quedado pruebas
arqueológicas a través de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna documentados, corroborando,
una vez más, la estrecha relación entre ambas manifestaciones, que nos permiten aproximarnos a la
religiosidad de estas poblaciones. Nuevamente, hacia fines del siglo II o inicios del I a.C., cuando importantes
acontecimientos bélicos asolaban esta comarca, se vuelve a documentar una importante reestructuración, en
este caso de las estructuras defensivas de la puerta principal. Bajo la torre sur se localizó un depósito en el
que fueron enterrados, tras su sacrificio, los restos de dos animales adultos cuidadosamente seleccionados
y colocados en una fosa, una ofrenda ritual que constituye una manifestación más del carácter protector y
mágico que se desprende de estos depósitos “especiales”.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 213-238
Alberto J. LORRIO a, Pilar IBORRA ERES b y M.ª Dolores SÁNCHEZ DE PRADO a
Depósitos rituales de fauna en el oppidum
prerromano de El Molón (Camporrobles, Valencia)
RESUMEN: Se analizan tres depósitos faunísticos identificadas en el oppidum de El Molón, cuyas
características y localización sugieren su relación con prácticas rituales. Dos proceden de contextos
domésticos, en cada caso dos suidos menores de un mes depositados en el interior de una pequeña fosa.
Presentan marcas de carnicería y evidencias de cocinado y consumo, en una comida o banquete ritual,
relacionada con cultos vinculados al ámbito familiar, quizás fundacionales. El tercero se documentó bajo
la torre que defendía el lado sur del acceso principal al poblado. Incluía dos hemimandíbulas con marcas
de descarnado pertenecientes a una oveja y a un cerdo de la misma edad (4 años), ambas del lado derecho.
Aparecieron en el interior de una fosa sellada por un encachado de piedras, pudiendo interpretarse como una
ofrenda fundacional de carácter público. Los dos primeros conjuntos se fechan hacia finales del siglo III o
el siglo II a.C., mientras que el tercero se relaciona con la remodelación del sistema defensivo de la puerta
principal hacia finales del siglo II o el primer cuarto del I a.C.
PALABRAS CLAVE: Segunda Edad del Hierro, Molón, depósitos fundacionales, sacrificio de fauna, cerdo,
oveja, banquetes rituales.
Ritual deposits of animals from El Molón (Camporrobles, Valencia)
ABSTRACT: : Three faunal deposits from the oppidum of El Molón are analysed which characteristics and
placement suggest to be related to ritual practices. Two of them are of domestic origin, in each case two
piglets of one month of age approximately, which were placed inside a small pit. They present evidence of
having been butchered, cooked and eaten in a ritual banquet linked to familial worship, maybe foundational.
The third one was traced under the south tower of the main access to the settlement. It had two hemimandibles
of a sheep and a pig of the same age (4 years old) both being from the right side of it. They were found
inside a sealed pit covered with an irregular stone pavement, which could be interpreted as a foundational
offering of public nature. The first two groups have been dated being from the end of the III or II century
B.C., whereas the third one is associated to the renovation of the defensive system of the main gate towards
the end of the II or the first quarter of the I century B.C.
KEY WORDS: Late Iron Age, Molón, foundation deposits, animal sacrifice, pig, sheep, ritual banquets.
a
b
Universidad de Alicante.
alberto.lorrio@ua.es | loli.sanchez@ua.es
mpiborraeres@gmail.com
Recibido: 17/02/2014. Aceptado: 29/04/2014.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
1. INTRODUCCIÓN 1
El Molón es un destacado asentamiento prerromano localizado en el extremo noroccidental de la comarca
valenciana de Requena-Utiel, en el límite con la provincia de Cuenca, que ocuparía una posición privilegiada
en una zona de frontera entre los pueblos ibéricos, al Sur y al Este, y los celtíberos, al Norte (fig. 1, A).
Ofrece una larga secuencia de ocupación a lo largo del primer milenio a.C., entre los siglos VIII/VII y
la segunda mitad del I, abandonándose en torno al año 40 a.C. Su máximo apogeo lo alcanzaría a partir
del siglo IV, cuando se fortifica con potentes defensas que le proporcionaron un aspecto monumental,
configurándose a partir de ese momento como un pequeño oppidum que jerarquizaría un territorio que
incluía las llanadas en torno a las lagunas, hoy desecadas, que se localizaban en las inmediaciones de la
villa de Camporrobles (fig. 1, B). Durante la época romana el lugar debió mantenerse habitado aunque las
evidencias son escasas. Mayor importancia tuvo la intensa ocupación islámica, entre los siglos VIII y X
Fig. 1. A, Plano de localización de El Molón. B, El Molón y la laguna de la ‘balsa’, hacia 1960. C, Planta del poblado durante
su etapa plena y final (ss. IV-I a.C.), con la localización de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna estudiados.
1 Este trabajo se ha realizado dentro del marco del proyecto HAR2010-20479 del Ministerio de Ciencia e Innovación “Bronce
Final-Edad del Hierro en el Levante y el Sureste de la Península Ibérica: Cambio cultural y procesos de etnogénesis”.
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
215
d.C., que afectaría de forma notable a los restos constructivos de épocas precedentes, a veces reutilizados
como cimentación de las nuevas edificaciones o desmantelados por completo, a lo que hay que añadir las
importantes alteraciones debidas a los abundantes silos identificados.
Desde el inicio de las excavaciones en El Molón por la Universidad de Alicante en 1995 se ha pretendido
estudiar de forma integral el asentamiento (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009), con especial
atención, por lo que respecta a la ocupación protohistórica, al potente sistema defensivo, a su urbanismo, al
estudio de determinados departamentos singulares o al conjunto de cisternas rupestres (Lorrio, 2007; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009; Lorrio et al., 2011; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). También
se han analizado ciertos espacios y prácticas rituales, como una posible cueva-santuario (Moneo, 2001), la
necrópolis del poblado (Lorrio, 2001) o los enterramientos infantiles, tres individuales y uno doble (fig. 1, C),
localizados bajo el suelo de las viviendas (Lorrio et al., 2010). A ellos añadimos ahora tres depósitos faunísticos,
cuyo carácter ritual puede deducirse tanto de sus características, como de los contextos de deposición. Dos
de estos depósitos “especiales” (A5/504 y C16/16008) se localizaron en otras tantas viviendas, mientras que
el tercero (B8.1a/8032) está en relación con el sistema defensivo del acceso principal al poblado (fig. 1, C).
2. EL DEPARTAMENTO A5 Y SU ENTORNO
El Sector A constituye la zona más occidental de la meseta superior de la muela. Además de una ‘caseta’
relacionada con el aeródromo cercano en uso durante la Guerra Civil, entre 1937 y 1939, se observaban en
superficie diferentes restos constructivos, por lo común pertenecientes a la ocupación islámica del cerro.
Algunos correspondían al muro perimetral del poblado islámico y otros a viviendas de esta misma época,
separadas por espacios libres de construcciones (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008; Lorrio, Almagro-Gorbea
y Sánchez de Prado, 2009: 44 ss.). Las intervenciones arqueológicas en este Sector se centraron allí donde
los derrumbes y algunos alineamientos de piedras permitían suponer la presencia de restos constructivos
altomedievales, con el objeto de analizar la organización urbanística del asentamiento durante esta fase, aunque
las frecuentes reutilizaciones de los restos constructivos de la Edad del Hierro por parte de las comunidades
islámicas permitieran hacer igualmente una aproximación al urbanismo prerromano de la zona.
Durante la campaña de 1995 se intervino en la zona al noreste de la ‘caseta’ (Sector A5), donde eran
visibles en superficie los restos de un lienzo que cabía relacionar con el cierre perimetral del recinto
islámico más occidental (UEM 502) (fig. 2, A-B). La intervención se limitó a documentar el trazado
de la estructura, retirando el nivel superficial. El material recuperado remite a las fases más recientes
del yacimiento, con restos de vasijas de época islámica junto a producciones ibéricas, además de dos
pequeños fragmentos de barniz negro correspondientes a la producción tardía de Cales, formas Lamboglia
2 y 3, características de la etapa final del poblado prerromano (Lorrio y Sánchez de Prado, e.p.). En la
campaña de 2000 se amplió la intervención en este Sector, al plantearse una cuadrícula de 8 x 5 m, que
permitió documentar parcialmente un espacio habitacional de época prerromana (A5.1), delimitado por
los restos de dos estructuras murarias conservadas en cimentación y con un alto grado de deterioro, dada
la escasa sedimentación que presenta esta zona (fig. 2, C). El muro que cerraba el departamento hacia el
sureste (UEM 503) aprovechaba como cimentación la base rocosa previamente tallada, lo que permitió
documentarlo a lo largo de 3,55 m. Presentaba una orientación NO-SE, y conservaba algún bloque calizo
de la primera hilada en su extremo noroeste, estando casi perdido en su tramo sureste. Hacia el noroeste,
el departamento debió quedar delimitado por un muro que permitiera salvar el fuerte desnivel de la zona,
cuyos restos se conservaban parcialmente en el extremo norte de la cuadrícula, aunque reaprovechados por
el lienzo del muro perimetral de época islámica (UEM 502), algo habitual en El Molón, con ejemplos en el
propio Sector A (Lorrio y Sánchez de Prado, 2008: fig. 5,2; Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado,
2009: 51). Esto explicaría su trazado ligeramente curvilíneo y el sistema de construcción aterrazado que
presenta en algunas zonas. Conservaba una longitud total de unos 4 m, con un primer tramo, al oeste, de
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 2. A-B, Vista del sector A5 en 1995, al inicio y al final de la campaña, con el paramento UEM 502 en primer
término y la zona de localización del depósito ritual. C, Planta de la cuadrícula A5 (campaña de 2000), con el depósito
de fauna A5/UE 504. D-E, Vista de la fosa y detalle de los hallazgos.
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2,60 m formado por un paramento medieval de bloques calizos de buen tamaño, apoyados contra la roca
natural, por lo que únicamente conservan la cara exterior, y otro de 2,80 m, prerromano en su cimentación,
separado del anterior por una interrupción de 0,80 m, estando perdido en el resto de su trazado.
El departamento A5.1 se encontraba muy arrasado. La roca (UE 513) afloraba en algunas zonas,
conservando un escaso nivel de sedimento. En su interior se documentaron varias zonas afectadas por una
fuerte alteración térmica, dos de ellas de formas irregulares (UE 506 y 508), y la tercera, circular, delimitada
por pequeñas piedras (UE 507), lo que permite identificarlo con un hogar. Todas ellas se relacionan con un
nivel de uso (UE 505) bajo el que se identificaron acumulaciones de guijarros (UE 511) que rellenan las
irregularidades de la roca, algo habitual en El Molón, al presentar una base geológica muy irregular. Hacia el
suroeste de la zona excavada se localizó el derrumbe de una pared de adobes de 16 x 25 cm (UE 509), que
cubría parcialmente una de las placas rubefactadas (UE 508). Lamentablemente el material arqueológico
recuperado era muy escaso y ofrecía poca fiabilidad al proceder en su mayoría de los niveles más superficiales.
Como en la intervención anterior remitía a las etapas tardorrepublicana e islámica.2
Durante esta campaña de 2000 se identificó una pequeña fosa (UE 504) al norte de la UEM 502 (fig. 2, C),
por debajo del nivel superficial (UE 501) y del correspondiente al derrumbe de las construcciones prerromanas
compuesto por la disgregación de los adobes (UE 515). Presentaba unos 25 cm de diámetro y estaba rellena
por un sedimento de tono anaranjado donde se depositaron los restos de dos cerdos (Sus domesticus), menores
de 1 mes, una vez consumidos (vid. infra), con las mandíbulas, agrupadas en dos conjuntos, colocadas en
la parte superior (fig. 2, D-E). Lamentablemente el hallazgo se localiza próximo a la línea de ruptura de
pendiente, lo que ha afectado notablemente a la conservación de las estructuras prerromanas en esta zona (fig.
2, A-B). No obstante, parece localizarse al exterior del departamento A5.1, posiblemente bajo el suelo de lo
que debe interpretarse como una estancia contigua, que debía localizarse en esta zona, a diferente profundidad.
La pendiente en ese punto lo permite, observándose actualmente, entre el departamento A5.1 y la abrupta
ladera oeste del cerro, dos estrechas franjas de terreno de unos 2 m de anchura, separadas por un pequeño
desnivel, con una superficie ‘útil’ de unos 100 m2.
3. EL DEPARTAMENTO C16
El departamento C16 se localiza en el Sector C o zona oriental del poblado, la que mayor información ha
proporcionado respecto al urbanismo de la etapa protohistórica, pues es la que menos se vio afectada por la
ocupación islámica, a pesar de lo cual numerosos silos y fosas de expolio han alterado de forma importante las
construcciones de épocas precedentes (fig. 3, A).
En esta zona3 se ha identificado un edificio de grandes dimensiones (C10-C12) y un posible espacio de carácter
cultual (C14), que vienen a completar la información sobre el urbanismo del Sector, del que ya se conocían
una cisterna rupestre, que ocupa el centro de la plataforma más oriental del cerro, y diversos departamentos
de disposición perimetral, adosados y parcialmente integrados en la muralla donde se desarrollarían diversas
actividades (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 15 ss.; Lorrio y Sánchez de Prado, 2013).
El edificio C10-C12, una vivienda de élite relacionada con quien ejercía el poder en el oppidum, dada su
situación y dimensiones, fue construido hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio y Sánchez de
Prado, e.p.), con una orientación ligeramente diferente a la que presentaban los edificios anteriores (C14 y
C14.1), en lo que constituyó una reordenación del Sector, que afectó a otros departamentos de la zona, como
2 El material de la UE 500 proporcionó algunos fragmentos de la cerámica ibérica característica de estos momentos, como un
kalathos troncocónico con decoración pintada en el cuerpo y con dientes de lobo sobre el borde en ala, una base anular con pestaña
interna o las características páteras de borde reentrante, junto a un vaso de paredes finas, tipo Mayet II, además de restos de vasijas
islámicas, presentes de forma habitual en esos niveles más superficiales.
3 La zona localizada al sur de la cisterna rupestre del Sector C ha sido objeto de excavación entre 2008 y 2011, completada durante
2013 con motivo de la consolidación de las estructuras identificadas.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 3. Sector C: plano general (A) y vistas de las viviendas al sur de la cisterna rupestre, desde el sureste (B) y desde el
noroeste (C), con la localización del depósito de fauna –1– y de la inhumación infantil –2–. D-E, Detalle del depósito
de fauna (D) y del enterramiento de perinatal (E).
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el C1, un lagar reconvertido en almacen (Lorrio y Sánchez de Prado, 2013). La construcción del nuevo edificio
llevó parejo el desmantelamiento de las viviendas precedentes, dada la escasa potencia de la zona, pues la
roca aflora a unos pocos centímetros, como confirma el muro oriental del nuevo edificio (UEM C10b-10007),
que cortaba algunas de estas construcciones previas (C10b-10044), a la vez que rectificaba la orientación
de otras (C11-11029-11047), cuyos restos serían reaprovechados en el trazado de esta nueva estructura. La
remodelación no afectó sin embargo a un departamento localizado en la zona más oriental del Sector (C14),
para el que cabe plantear un carácter cultual debido a: 1) la presencia en su interior de un ‘pozo’ rupestre,
que aprovechaba una grieta natural, cuya boca, circular, había sido intencionalmente acondicionada; 2) su
forma rectangular alargada y su carácter exento, con un espacio o pasillo a su alrededor; y 3) su orientación,
con las esquinas en relación con los puntos cardinales.4 Se trata de una edificación que cabe relacionar con
la planificación del Sector llevada a cabo a mediados del siglo IV a.C., cuando se construyó la muralla y las
edificaciones contiguas (Lorrio, 2007).
Aunque las abundantes alteraciones medievales –tanto los silos, como las fosas de expolio, que
desmantelaron en parte los muros prerromanos– dificultan la interpretación del conjunto, no impiden
identificar una vivienda compleja (C10/C12), con unas dimensiones de 15,5 x 8 m, formada por al menos tres
departamentos (C10b, C10a/c/C12 y C11) (fig. 3, A-C):
1) La estancia C10b es la mayor y principal. Ocupa la zona oriental y ofrece forma ligeramente trapezoidal,
con unas dimensiones internas de 9 (NO-SE) x 4 m (NE-SO), sin evidencia de compartimentación interna, y
los restos de un hogar muy alterado en su centro. Hacia el noreste queda delimitada por la UEM C10b-10007,
un muro que se adosaba a una construcción anterior, parcialmente desmantelada al construirlo, aunque se
mantuvo en su zona más meridonal (C11-11029/11047), donde se localizaba el acceso a la estancia. Hacia
el noroeste el muro había desaparecido practicamente por completo, pues sólo quedaban evidencias de su
trazado en los recortes de la roca. Hacia el sureste se conservaban los restos del muro de cierre, medianero con
un nuevo departamento (C11).
2) La estancia C11 se conoce de forma muy incompleta, pues la fuerte erosión de la zona ha impedido
delimitarla con claridad hacia el noreste y el suroeste, quedando evidencias de su cierre sureste por los recortes
en la roca para encajar el zócalo de la estructura. Sus dimensiones serían de unos 5 m (NO-SE) por unos 8
(NE-SO). Ocupando una posición central se identificaron los restos de una placa de hogar.
3) La estancia C10a/c/C12 se localiza hacia el suroeste, quedando separada de la sala principal por un muro
medianero (C10-10004/C11-11009), con un nuevo acceso, prácticamente alineado con el del lado noreste.
Presenta planta trapezoidal, con una anchura de unos 2,40 m, al noroeste, que se estrecha de forma progresiva
hacia el sureste, con 2,20 m, sin que pudiera documentarse su cierre dada la presencia de silos medievales.
Hacia el noroeste el muro C10c-10030 delimitaba la estancia y hacia el suroeste hacía lo propio el C10c10024, medianero con un nuevo departamento (C16). En su interior se documentó un banco adosado al muro
norte y la base de una plataforma cuadrangular sobre la que se recuperaron algunas bellotas carbonizadas.
El departamento C16 se localizaba contiguo a la vivienda C10/C12, de la que la separa el muro medianero
C10c-10024, habiendo parcialmente excavada en 2010. Parece tratarse de una casa diferente, toda vez que el
nivel del suelo se encontraba algo más elevado, unos 10 cm, lo que cabe relacionar con el desnivel del terreno,
más bajo hacia el este, sin que se evidencie acceso alguno entre ambas viviendas en la zona conservada.
En su interior se identificaron diversos niveles correspondientes a los derrumbes de los alzados del muro
C10c-10024 (UE 16001 y 16002), que cubrían lo que se ha interpretado como el suelo del departamento (UE
16003), documentándose los restos de una placa de hogar (UE 16005), así como dos pequeñas fosas:
4 Su carácter singular explicaría que no se viera afectado por la construcción del nuevo edificio, al contrario de lo que sucedió
con el departamento localizado inmediatamente al norte, cuyos muros aparecen cortados y desmantelados. Cabe suponer que
mantuviera sus funciones hasta el abandono del poblado, aunque apareció prácticamente vacío, habiéndose recuperado tan sólo
algunas cerámicas a mano, en mayor porcentaje en los niveles de regularización de la base rocosa (10068), así como pequeños
fragmentos a torno informes decorados con bandas y filetes de tono vinoso.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A) La UE 16006 (fig. 3, D) presentaba forma irregular con tendencia circular y unas dimensiones de 20 x
30 cm. En su relleno (UE 16007) se encontraron los restos de dos pequeños suidos (Sus domesticus) neonatos,
menores de 1 mes (16008), con señales de haber sido consumidos (vid. infra).
B) Algo más al noroeste, se identificó una segunda fosa (UE 16015a) abierta en el terreno y rellenada (UE
16015b) con el mismo tipo de sedimento, por lo que resultaba difícil de diferenciar, como en el caso anterior.
Contenía una inhumación infantil (UE 16014) que apareció junto al muro C10c-10024, prácticamente en la
esquina norte de la estancia –el muro noroeste había sido desmantelado por completo-, bajo un sedimento muy
granuloso y con guijarros (UE 16013) que servía para la regularización de esta zona y sobre el que apoya el
muro citado (fig. 3, E). En el relleno de la fosa se recuperaron, además, tres fragmentos cerámicos informes,
uno realizado a mano y otros dos a torno pintados, que parecen remitir a la etapa inicial del Ibérico Pleno.
Por lo que respecta a la cronología del depósito de fauna y de la inhumación perinatal, hay que señalar que
el importante edificio C10/C12, y por tanto también el departamento C16, se construyeron hacia finales del
siglo III o a inicios del II a.C., estando en funcionamiento a lo largo de toda esa centuria (Lorrio y Sánchez
de Prado, e.p.). Así lo confirma el hallazgo en sus niveles de uso de los restos de dos recipientes de barniz
negro correspondientes a producciones de campaniense A, un pie anular indeterminado y el borde de un
plato Lamboglia 36/Morel 1312a, que parecen corresponder a tipos de su fase clásica-media, fechada entre
el 180-100 a.C., cuando alcanza su mayor difusión. Por su parte, el abandono de la vivienda C10/C12 remite
a un momento ya del siglo I a.C., dada la presencia de un borde de ánfora, tipo Lamboglia 2, en el nivel de
derrumbe, con numerosos hallazgos en las tierras valencianas, como demuestra que resulte el ánfora más
característica de los niveles sertorianos de Valentia (Ribera y Marín, 2004-05: 276). No obstante, el tipo
seguiría en uso posteriormente, encontrándolo en algunos silos de Ampurias fechados hacia el 40-30 a.C. e,
incluso, hacia el cambio de era (Aquilué et al., 2002: figs. 10 y 11).
4. EL SECTOR B: LAS REMODELACIONES DEL SISTEMA DEFENSIVO
Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA TORRE SUR
El complejo sistema defensivo de El Molón, construido en un momento avanzado del siglo IV a.C.
(Lorrio, 2007; Lorrio et al., 2011), parece que fue objeto de remodelaciones significativas hacia finales
del siglo II o inicios del I a.C., lo que hay que poner en relación con los importantes acontecimientos
militares que afectaron de forma determinante a la comarca de Requena-Utiel. Las obras más destacadas
las encontramos en la zona de la puerta principal del poblado, con la amortización del tramo final de la
muralla y de la potente torre que defenderían la antigua entrada, que con los datos que poseemos parece
que se limitaría a una simple interrupción del lienzo defensivo (Lorrio, 2007: 216 y 218, fig. 3; Lorrio,
Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 34-35) (fig. 4, A-B).
El acceso al poblado se realizaba por la ladera oeste, siguiendo un camino de unos 2 m de ancho, que
presenta en el tramo final un pasillo recortado en la roca de 13,30 m de largo por 2,25 m de ancho. En esta
zona y otros puntos del camino se localizan dos carriladas paralelas que confirman la circulación de carros;
tienen 0,13 m de ancho y están separadas entre sí 1,24 m, prosiguiendo hacia el interior del recinto. El acceso
estaba delimitado por los lienzos de muralla que convergen desde el norte y el oeste en ese punto, situándose
la puerta principal, ya remodelada, hacia la mitad del pasillo rupestre, protegida por dos torres de planta
cuadrangular que flanquearían la entrada. Se conservan los restos de dos entalladuras paralelepípedas, donde
quedarían encajados cada uno de los dos batientes de este portón o puerta carretera, que tendría una anchura
aproximada de 2,10 m y un grosor de unos 0,25 m, pudiendo alcanzar los 3 m de altura.
De la torre norte no quedan restos, salvo la plataforma rocosa, en ligero talud hacia el camino, sobre
la que se habría levantado la estructura, de tamaño inferior a la que defendería el otro lado. La torre sur
está prácticamente desmantelada, observándose en la roca los entalles que servirían de asiento para los
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[page-n-221]
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
221
Fig. 4. La puerta principal y sus defensas: A, restitución ideal (siglos II-I a.C.). B, Planta del sector B8.1a (siglos IV-I a.C.),
con la zona donde se localizó el depósito. C, Plantas del proceso de excavación de la fosa: 1, encachado 8025; 2, fosa
8032/8033, con los restos faunísticos; 3, sección de la fosa y su cubierta. D-E, Detalle del nivel 8021 (D), que cubría el
encachado 8025 (E). F, Detalle de los restos de fauna en el interior de la fosa. G, Materiales más significativos.
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[page-n-222]
222
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
sillares, lo que permite aventurar su planta, cuadrangular, y sus dimensiones, que serían de 10,50 NE-SO
por 4,80 m NO-SE. Tan sólo conserva los restos del paramento oriental, principalmente por el hecho de
haber servido de cimentación al muro perimetral islámico. En su interior se han detectado alineaciones
de piedras mal careadas paralelas al muro este, que cabe considerar como parte estructural de la torre,
algunas de ellas levantadas sobre los restos de la antigua muralla de la fase plena del poblado, amortizada
como hemos señalado al realizar la nueva construcción (fig. 4, B).
La excavación de los niveles situados al este de la torre durante la campaña de 2001 permitió
documentar la fosa de cimentación de esta estructura defensiva (B8.1-843). La fosa cortaba niveles
anteriores, habiéndose individualizado un potente estrato de regularización (B8.1-807), que proporcionó
un conjunto de materiales entre los que destaca un fragmento de un plato de pescado de campaniense
A (Morel 1122-25/Lamboglia 23), junto a diversas producciones de cerámica ibérica, como tinajillas,
pequeñas páteras, un kalathos de cuerpo troncocónico o un plato de ala que resulta una clara imitación
de la forma Lamboglia 6. Por debajo, se identificó un relleno (B8.1-817) en el que cabe resaltar los restos
de dos ánforas, de las que se han recuperado un asa correspondiente a un ánfora itálica tipo Dressel
y el pivote de otra con un apéndice abotonado parcialmente hueco, relacionado con una producción
ebusitana, el tipo T.8.1.3.3 de Ramón (1995: 224 s., fig. 100). Esta ánfora se fecha a partir del 120/100
a.C., lo que permite ofrecer un terminus post quem para la construcción de la torre sur, cuya fosa de
cimentación cortaba la citada unidad. Esta fecha quedaría corroborada por la presencia de un mortero con
reborde vertical y vertedera, tipo 7b de Vegas, en uno de los niveles inferiores (B8.2-8202) relacionado,
así mismo, con la construcción de la torre, un recipiente bien documentado entre los materiales de época
sertoriana registrados en Valentia, o en los conjuntos de la Tienda del Alfarero de Ilici (Elche, Alicante)
y el departamento 79 de Libisosa (Lezuza, Albacete) (Valentia: Ribera y Marín, 2004-05: 278; Ilici: Sala,
1992: fig. 50, E-126, 128, 120-130; Libisosa: Hernández, 2008: 169, fig. 15; Uroz, 2012: fig. 191, d).
Durante la campaña de 2007 se localizó, en relación con los niveles de construcción de esta torre, un
hallazgo singular, que por sus características cabe interpretar como un depósito fundacional. Se trata de
una fosa abierta en el terreno (B8.1a-8033), rellena por un sedimento de tonalidad grisácea (UE 8032)
(fig. 4, C, 2-3) que proporcionó dos restos faunísticos, cuya singularidad no deja lugar a dudas sobre su
carácter “especial”, además de escasos materiales formando parte del relleno. Todo ello estaba cubierto
con una capa de piedras de pequeño tamaño (UE 8025), dispuestas a modo de encachado (fig. 4, C, 1 y E)
que apareció sellada por un nivel (UE 8021) que parece corresponder al relleno de la estructura (fig. 4, B
y D). La fosa presenta forma semicircular, con un diámetro entre 0,80 y 0,90, y una profundidad de unos
0,20 m, quedando adosada a una alineación de cinco bloques calizos de tamaño medio, entre 0,25 y 0,35
m, dispuestos con una orientación norte-sur (UE 8014). En su interior se recuperaron dos hemimandíbulas
(fig. 4, F) pertenecientes a dos animales domésticos (Ovis aries y Sus domesticus) de la misma edad (4
años) e igual lateralidad (el lado derecho). Estaban depositadas en la misma zona de la fosa, junto a
dos grandes bloques de piedra, con la dentición hacia abajo, en una cota inferior la correspondiente a
la oveja. En el relleno (fig. 4, G) se documentaron una veintena de fragmentos cerámicos informes de
pequeñas dimensiones, además de la parte superior de una tinajilla sin hombro (nº 1), Grupo II.2.2, y un
caliciforme (nº 2), Grupo III.4.1.2 de Mata y Bonet (1992), tipos bien documentados en el Ibérico Pleno,
como atestigua su presencia entre el material procedente de Villares IV (Mata, 1991: fig. 41-12), aunque
seguirán en momentos posteriores, dado su registro en el Sector F de la Serreta (Grau, 1996: fig. 11,4),
que ha proporcionado un repertorio característico del siglo III a.C., y en los niveles de abandono de El
Castellet de Bernabé (Lliria, Valencia), en torno al 200 a.C. (Guérin, 2003: fig. 131 y 145). Junto a ello,
los restos de una base plana de cerámica oxidante, posiblemente parte de una jarra (nº 3), y un fragmento
de una placa de hierro con una perforación (nº 4).
APL XXX, 2014
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
223
5. ESTUDIO DE LOS DEPÓSITOS
A continuación se analizan los tres conjuntos de fauna recuperados en otros tantos contextos “especiales”
de El Molón: los denominados A5/UE 504 y C16/16008, procedentes de fosas localizadas en viviendas, y el
B8.1a/8032, recuperado en la base de una de las torres de la muralla. El número de restos analizados en total
es de 176 (tabla 1), entre los que se incluyen huesos enteros y fragmentos óseos que pertenecen a dos especies;
el cerdo (Sus domesticus) y la oveja (Ovis aries).
La identificación taxonómica y anatómica se ha realizado con nuestra colección de referencia depositada
en el Área de Arqueología y Paleontología del IVC+R (CulturArts), utilizando también los trabajos de
Halstead, Collins e Isaakidou (2002). Para asignar la edad hemos seguido el método desarrollado por Grant
(1982) referente a la erupción y grado de desgaste de los dientes, así como los grupos de edad establecidos
por Pérez Ripoll (1999) para las ovejas y cabras. Se ha considerado también el grado de osificación de las
epífisis y diáfisis (Ullrey et al., 1965; Prummel, 1987). Para tomar las medidas de los restos hemos seguido
los criterios de Driesch (1976).
Una parte de los restos estudiados presenta marcas de carnicería producidas por la manipulación antrópica
durante el procesado carnicero, como incisiones, cortes y fracturas, así como mordeduras producidas durante
el consumo (Lyman, 1994; Pérez Ripoll, 2005). También son patentes otras marcas postdeposicionales
ocasionadas por agentes de carácter biológico, raíces y bacterias (Lyman, 1994).
Tabla 1. Número de restos de los taxones identificados en cada uno de los contextos analizados.
C16/16008
A5 UE 504
B8 1a/8032
Total
Sus domesticus
Ovis aries
78
96
1
1
175
1
Total
78
96
2
176
5.1. Depósito A5/504
El conjunto que hemos analizado está formado por 96 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos
(Sus domesticus) neonatos, menores de 1 mes (tabla 2). Uno de ellos, de mayor talla, está representado por un
número mayor de restos. El segundo individuo, de pocas semanas de vida, cuenta con una menor presencia de
elementos. También hay 43 fragmentos de costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 5, A).
Se trata de esqueletos casi completos que presentan un buen estado de conservación, circunstancia que
ha permitido documentar marcas de desarticulación y descarnado. Éstas se observan en la mayor parte de los
huesos de las diferentes unidades anatómicas, incluso sobre la superficie lateral de los metapodios, lo que
nos indica que aunque sean animales de pocas semanas de vida, fueron desarticulados y consumidos antes de
depositar sus huesos (fig. 5, B).
Algunos huesos han adquirido un color marrón, debido a las alteraciones por fuego. En el individuo 1
estas marcas de cremación están presentes en la tuberosidad del isquion de la pelvis derecha, así como en los
cóndilos occipitales y las bulas timpánicas. También en la superficie distal del húmero izquierdo, en su lado
craneal, y en algunas costillas aparecen termo alteraciones. Estas son la evidencia de un asado previo a su
consumo. Por lo que se refiere al segundo individuo no hay estas pruebas de la acción del fuego en sus huesos.
La escasa incidencia del fuego sobre los huesos pudo ser debida a que los animales fueron asados sin
apenas contacto con las llamas depositándolos sobre las ascuas o mediante el uso de un horno de tierra, aunque
ignoramos cual de las dos técnicas pudo emplearse en el cocinado de los animales.
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Tabla 2. Representación anatómica de los restos recuperados en A5/504
(DR: elementos derechos; IZ: elementos izquierdos; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Bulla timpanica
Hueso oido
Cóndilo occip.
Maxilar
Hueso nasal
Mandíbula
Costillas
Vértebras
Escápula
Húmero
Radio
Ulna
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodios
Sesamoideo
Falange 1
Falange 2
Total
IZ
1
1
2
2
1
1
2
2
1
10
2
10
2
1
2
FRG
2
2
1
1
1
1
5
1
2
2
1
27
26
20
4
7
1
2
3
43
Total
5
2
2
4
4
1
3
40
4
4
3
3
1
3
3
1
7
1
2
3
96
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Las marcas se localizan en la rama horizontal, superficie basal. Se trata de finas incisiones
paralelas producidas en el descarnado que hemos identificado en el individuo 1.
- Escápula: En el primer individuo las marcas consisten en cortes profundos localizados en ambas escápulas.
Estas se distribuyen por el cuello, el borde caudal y la espina escapular (fig. 5, B, a). En el individuo 2 las
observamos sobre la escápula izquierda en el borde caudal y sobre el cuello donde hay una fractura (fig. 5, B,
b). Todas ellas están relacionadas con la desarticulación y el descarnado.
- Ulna: En la ulna izquierda del segundo individuo se localizan cortes profundos sobre el olecranon y en la
porción distal de la diáfisis (fig. 5, B, c) realizadas durante el proceso de desarticulación.
- Húmero: En el individuo 1, las marcas se localizan en la porción distal de la diáfisis del húmero izquierdo,
en las superficies craneal y lateral (fig. 6, a). En el individuo 2 en el húmero derecho, en la porción proximal
de la diáfisis, en su cara craneal y en el húmero izquierdo sobre la porción distal de la diáfisis, también en la
superficie craneal, que corresponden al descarnado de los huesos.
- Pelvis: En el individuo 1 observamos marcas de desarticulación en la cresta iliaca, en la superficie lateral y
en la superficie dorsal del isquion, debajo del acetábulo (fig. 6, c).
- Fémur: En el fémur izquierdo del individuo 1 las marcas de descarnado se localizan en la mitad de la diáfisis,
en las superficies medial y caudal. En el individuo 2 en el fémur derecho, en la porción proximal de la diáfisis,
en la superficie caudal (fig. 6, b).
- Tibia: Hay una fractura en la diáfisis de la tibia derecha del individuo 1, producida por una mordedura
humana que ha dejado su impronta.
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
225
A
B
Fig. 5. Depósito A5/UE 504: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas
marcas de carnicería identificadas (B).
5.2. La fosa C16/16008
El conjunto analizado está formado por 78 huesos y fragmentos óseos que pertenecen a dos cerdos (Sus
domesticus) neonatos, menores de 1 mes; uno de ellos una hembra según la morfología de los caninos (tabla
3). Hay 51 fragmentos de cráneo, costillas y vértebras que no hemos podido individualizar (fig. 7, A).
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
Fig. 6. Marcas de carnicería sobre restos de Sus domesticus (A5/UE 504).
El estado de conservación de los huesos es deficiente ya que en muchos casos la cortical está muy afectada
por los procesos postdeposicionales, como consecuencia de la escasa consistencia del tejido óseo, al tratarse
de individuos neonatos. Adherida a algunos restos se encuentra una capa fina e irregular de color blanco, que
tras su análisis hemos podido determinar como carbonato cálcico (CO3CA). Esta capa debió formarse tras una
posible inundación de la fosa o tras la cubrición de los restos con un sedimento más húmedo y con contenidos
orgánicos y minerales diferentes a la matriz excavada, lo que produjo una precipitación del carbonato cálcico
sobre los huesos.
Los restos presentan marcas de carnicería que evidencian la desarticulación de las diferentes unidades del
esqueleto y el consumo. También hay marcas de mordeduras humanas.
Descripción de las marcas de carnicería
- Mandíbula: Fractura sobre la rama horizontal detrás del D4.
- Escápula: Incisiones finas y profundas que se localizan sobre el cuello, tanto en la superficie lateral como en
la medial y también en el borde caudal de la superficie medial. Las interpretamos como consecuencia de la
desarticulación de la escápula del tronco del animal (fig. 7, B, a).
- Húmero: Las marcas consisten en incisiones finas poco profundas que se localizan en la porción proximal
de la diáfisis, en las superficies craneal y medial, así como en la porción media de la diáfisis en la superficie
lateral. Estas marcas se relacionan con el descarnado del hueso. También hemos observado una incisión
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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Tabla 3. Representación anatómica de los restos recuperados en C16/16008
(DR: elementos derecho; IZ: elementos izquierdo; FG: fragmentos).
DR
Cráneo
Maxilar
Mandíbula
Caninos
Incisivo
Vértebra
Costilla
Escápula
Húmero
Radio
Pelvis
Fémur
Tibia
Metapodio
Calcáneo
Astragalo
Falange D
Total
IZ
FG
Total
10
2
10
2
2
2
1
1
36
3
3
4
3
3
2
3
1
1
1
78
2
2
1
1
36
2
1
2
1
1
1
2
2
2
2
1
1
3
1
1
7
14
1
57
profunda en la fracción distal de la diáfisis, en la superficie lateral, que relacionamos con la desarticulación
del húmero y la ulna (fig. 7, B, c). En la parte proximal de un húmero izquierdo se observan mordeduras
humanas (fig. 8, a).
- Radio: Hemos identificado incisiones finas y de diferente longitud. Las de la superficie dorsal son las
más largas, aparecen en disposición paralela y las relacionamos con el descarnado (fig. 7, B, b). Hay una
incisión de trayectoria más corta en el extremo proximal de disposición oblicua que podría vincularse con la
desarticulación.
- Ulna: Presenta cortes profundos realizados sobre la superficie articular de la ulna, en el olecranon producidos
durante la desarticulación.
- Fémur: En la porción media de la diáfisis, en la superficie caudal, hay cortes profundos que se disponen en
sentido horizontal y oblicuo (fig. 7, B, d), producidos durante el descarnado.
- Tibia: Hemos identificado fracturas (cortes) que han separado el extremo proximal del resto de la diáfisis.
5.3. Depósito de la torre B8.1a/8032
En el conjunto analizado hemos identificado dos mandíbulas pertenecientes a una oveja (Ovis aries) y un
cerdo (Sus domesticus).
- Oveja (Ovis aries): Hemimandíbula derecha con un desgaste correspondiente a una edad de 4 años (grupo
IV a, Perez Ripoll, 1999). La asignación taxonómica la hemos realizado considerando la morfología de los
premolares (Halstead, Collins y Isaakidou, 2002). La mandíbula presenta marcas de carnicería en la superficie
lingual; un corte fino de cierta longitud de trayectoria oblicua a la serie dental (fig. 9, a). Las medidas obtenidas
se describen en la tabla 4.
APL XXX, 2014
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228
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
A
B
Fig. 7. Depósito C16/16008: elementos anatómicos presentes en los esqueletos de Sus domesticus (A) y algunas marcas
de carnicería identificadas (B).
- Cerdo (Sus domesticus): Hemimandíbula derecha de un individuo de sexo masculino que presenta un
desgaste correspondiente a una edad de 4 años (MWS: m1=f; m2=e; m3=c según Grant, 1982). Presenta
marcas de carnicería en las superficies lingual y labial. En la superficie lingual hay un corte fino de cierta
longitud y de trayectoria perpendicular a la serie dental. También en la superficie labial se observa un corte
fino y corto localizado cerca del foramen mentonar (fig. 9, b). Las medidas de la mandíbula se pueden
observar en la tabla 5.
APL XXX, 2014
[page-n-229]
229
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
Fig. 8. Marcas de mordeduras
humanas sobre restos de Sus
domesticus:
a, C16/16008;
b, A5 UE 504.
a
b
Fig. 9. Marcas de carnicería
localizadas sobre:
a, mandíbula derecha de Ovis
aries;
b, mandíbula derecha de Sus
domesticus recuperada en el
depósito de la torre B8.1a/8032.
Tabla 4. Medidas de mandíbula de la oveja (Ovis aries) de B8.1a/8032.
Mandíbula
4
8
9
11
12
15a
15b
15c
Lm3
Am3
B8 1a/8032
110,5
47
21,7
33,5
58,5
35
20
13
20
7
Tabla 5. Medidas de mandíbula del cerdo (Sus domesticus) de B8.1a/8032.
Mandíbula
7a
8
9a
16a
16b
16c
B8 1a/8032
98,5
66,7
34
49,4
41
41,5
APL XXX, 2014
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230
A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
6. VALORACIÓN DE LOS RESTOS ANALIZADOS
Las características del material analizado, es decir: los taxones elegidos, la parte esquelética seleccionada, la
edad, el sexo y las marcas observadas sobre los restos, junto a otros aspectos que caracterizan o se integran en
esos contextos, son factores a considerar para realizar las interpretaciones del conjunto (Grant, 1991; Wilson,
1992; Hill, 1995). En el caso de las muestras analizadas de El Molón concurren una serie de rasgos que nos
llevan a considerarlos depósitos “especiales”, expresión de un ritual, como pudo ser una comida ceremonial,
y no simples restos de alimentación.
Los animales elegidos, la oveja y el cerdo, son dos especies que desempeñaban un rol importante en
la economía durante la época ibérica (Iborra, 2004). El registro faunístico de El Molón pone de manifiesto
la existencia de una cabaña variada, en la que destacan los ovicaprinos, con mayor presencia de ovejas
que de cabras, mientras que el ganado vacuno y el de cerda serían especies secundarías, importantes por
lo que respecta al aporte cárnico, observándose un aumento generalizado del consumo de cerdo durante
la Segunda Edad del Hierro (Lorrio, Almagro-Gorbea y Sánchez de Prado, 2009: 36, a partir de los datos
de Iborra). Sin embargo, los contextos aquí estudiados evidencian un claro predominio de los suidos sobre
los ovicaprinos, lo que parece más lógico si se considera la capacidad reproductiva de estas dos especies,
con varias crías la primera y una o dos la segunda, por lo que tendría un menor coste económico para
la comunidad el sacrificio de un cerdo lechal, aunque justamente el hecho de que el cerdo sea el animal
sacrificial más barato, hace que su sacrificio no fuera conclusivo (Burkert, 2013: 393). En cualquier caso,
la decisión de sacrificar un cerdo a una edad tan temprana resulta poco productiva, y sólo se explica por la
exigencia del ritual (Allegro et al., 2008: 119).
La práctica de sacrificios de animales formaba parte de la religiosidad o creencias de los pueblos ibéricos.
Así lo confirman algunas noticias ofrecidas por las fuentes literarias (Str. IV, 1, 5), las representaciones
iconográficas de tales rituales, o el hallazgo en santuarios de restos óseos de animales o de útiles sacrificiales
como cuchillos (Moneo, 2003: 275 ss.; Cabrera, 2010; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: 43 ss.). Las ofrendas
de animales en espacios domésticos y santuarios, tanto de animales completos como de alguna de sus partes
(pars pro toto), corresponden en su mayoría a ovicápridos, aunque también se documenten suidos y, en
menor medida, vacunos, ciervos y caballos, además de perros y aves. Destacan los hallazgos del Noreste,
principalmente el área catalana (Barrial, 1990; Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990; Albizuri y Nadal, 1992;
Casellas, 1995; Barberá, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Pons y Vargas, 2002: 537 ss.; Valenzuela, 2008;
Albizuri, 2011; Graells y Sardá, 2011: 175 s.; Belmonte et al. 2013; Nieto, 2013) y el Levante (Gusi, 1989
y 1995; Oliver, 2006; Iborra, 2004 y 2013), ahora incrementados con los datos de El Molón. El sacrificio de
animales debió ser una práctica común en las festividades y ceremonias, tanto en cultos públicos como privados,
pudiendo relacionarse con festivales en honor a deidades, nacimientos, ritos de fertilidad, substitutivos del ser
humano y como ofrendas para sellar pactos y hostilidades (Jarman, 1973; Méniel, 1992; Chiraldi, 2008).
En El Molón los diferentes contextos nos permiten caracterizar dos tipos de depósitos rituales: uno,
asociado con el ámbito doméstico, donde se observan patrones y asociaciones repetidas, que responde
a ritos bien conocidos en el área ibérica, y otro, relacionado con la construcción de una de las torres que
defendía el acceso principal al poblado, claramente excepcional por sus características en el panorama
protohistórico peninsular.
A. Depósitos asociados a espacios domésticos
Los conjuntos C16/16008 y A5/504 son pequeñas fosas excavadas en el pavimento de las casas. Cada una de
ellas contenía en exclusividad restos de dos esqueletos de cerdos neonatos, que habían sido desmembrados,
cocinados y consumidos, tras lo cual se depositaron en el interior de una fosa. Ambos depósitos resultan
prácticamente idénticos, pues coinciden: 1) en la elección de los animales –misma especie, igual número
APL XXX, 2014
[page-n-231]
Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
231
de individuos y edad de muerte, siendo menos concluyentes los datos sobre el sexo, sólo determinado en
uno de los ejemplares de C16, una hembra–, 2) en el tratamiento de los animales –descuartizados, asados
y consumidos–, y 3) en la forma en la que se depositaron los restos –en un hoyo, bajo el suelo de una
vivienda, junto a uno de sus muros–. Todo ello confirma que responden a un ritual bien conocido, sujeto a
unas normas establecidas.
Buena parte de sus huesos presentan marcas de desarticulación y descarnado, mediante un instrumento
cortante, que cabe suponer sería el cuchillo, al que cabe otorgar un carácter sacrificial. Tras su asado, cuya
evidencia serían los huesos parcialmente quemados, los animales fueron consumidos, quedando marcas
antrópicas de mordeduras. Los esqueletos estaban incompletos, lo que implica que en el momento de hacer
el depósito se separaron algunos restos óseos, aunque no parece que hubiera una selección intencionada, toda
vez que están representadas todas las partes del animal (fig. 5, A y fig. 7, A).
El hecho de que, después del consumo, los huesos fueran depositados en un hoyo intencionadamente
excavado, que cabe interpretar como un bóthros destinado a albergar la ofrenda, y después fueran cubiertos
por tierra para sellar o preservar la actuación realizada, indica un tratamiento especial de los restos. En el
caso del departamento C16 el agujero abierto en la tierra está situado junto al hogar doméstico que podría
haber sido utilizado como eschára o altar donde se habría realizado el sacrificio, como en Alorda Park
(Calafell, Tarragona). Este edifico se consideró como un santuario (Sanmartí y Santacana, 1987; 1992:
41 ss.), posiblemente de tipo doméstico gentilicio (Moneo, 2003: 212 ss.), ya que el hoyo representaría el
bóthros destinado al culto al antepasado, en el que se realizaban los correspondientes sacrificios, en este caso
preferentemente de ovicápridos, vinculados con el hogar doméstico (Moneo, 2003: 409 s.; Almagro-Gorbea
y Lorrio, 2011: 48, Apéndice 4E).
La repetición de esta práctica por diversas unidades familiares de El Molón permite su consideración de
manera conjunta, pudiéndose tal vez relacionar el depósito de restos de cerdos lechales con cultos y fiestas
específicos, de los que conocemos algunos ejemplos en la Antigüedad. La edad de muerte de los individuos
nos indica en qué momento del año se realizó el sacrificio. Suele traerse a colación la cita del agrónomo
Columela (Re Rusticae, cap. IX), según la cual los partos en los cerdos se producían hacia mayo (vid., para el
caso de Els Vilars, Nieto, 2013: 142).
Es posible que los animales identificados en El Molón hubieran sido sacrificados entre finales de mayo
y junio, de acuerdo con el calendario de Columela. En estos meses de primavera se celebrarían festivales
agrícolas, de carácter público, aunque también hay que considerar los de carácter privado y familiar, a los que
igualmente podrían estar asociados estos hallazgos.
En otros yacimientos el hallazgo de cerdos se ha vinculado con festivales como las Tesmoforias
dedicado a Deméter y a su hija Kore/Perséfone (Kron, 1992; Bookidis y Stroud, 1997; Di Stefano, ed.,
2008; Burkert, 2013: 392 ss.). Los análisis faunísticos confirman la presencia de lactantes, juveniles y
animales menores de dos años, observándose en los restos estudiados en diferentes santuarios marcas
de carnicería y evidencias de su exposición al fuego, como parte probablemente de rituales de paso a la
pubertad (Allegro et al., 2008: 119 s.).
En el ámbito ibérico los depósitos faunísticos, en general protagonizados por ovicápridos, se han
relacionado con celebraciones de carácter fundacional como podría ser la construcción de un nuevo edificio o
su remodelación (Graells y Sardà, 2011: 173-175), toda vez que estos ritos podrían incluir banquetes (Barberà
y Sanmartí, 1976-1978: 298 ss.; Sanmartí y Santacana, 1992: 298 ss.; Moneo, 2003: 377 s.; Oliver, 2006:
213; Cabrera, 2010: 166 s.). No obstante, esto no siempre está claro, pues en algunos casos aparecen varios
depósitos sincrónicos de similares características en una misma habitación (Miró y Molist, 1990: 316 y 318).
Una interpretación similar, en relación con ritos de amortización relacionados con el cambio de actividad
del recinto, se ha señalado para las inhumaciones infantiles (Guérin et al., 1989: 71 ss.; una interpretación
diferente en Guérin, 2003: 330 ss.). Este pudiera ser el caso del departamento C1 de El Molón, donde en el
interior de una cubeta relacionada con el procesado del vino se depositaron dos neonatos (fig. 1, C y fig. 3, A),
lo que se ha puesto en relación con la amortización de este espacio industrial y su cambio de funcionalidad, un
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
hecho que se produjo hacia finales del siglo III o inicios del II a.C. (Lorrio et al., 2010: 252; Lorrio y Sánchez
de Prado, 2013), una fecha que coincide grosso modo con las remodelaciones documentadas en diversos
sectores del poblado, entre ellas la que conllevó la construcción de la vivienda C16, donde igualmente se
identificó la inhumación de un perinatal (fig. 3, A y E). Esta asociación resulta de gran interés, toda vez
que los ‘sacrificios’ infantiles (vid., en contra, Graells y Sardà, 2011: 174-175) podían ir acompañados o ser
sustituidos por el de animales jóvenes, especialmente ovicápridos, de claro valor profiláctico (Oliver y Gómez
Bellard, 1989: 59; Almagro-Gorbea y Moneo, 2000: 157).
La práctica de consumir y realizar depósitos rituales de cerdos en contextos domésticos está bien
documentada a lo largo de la Edad del Hierro en un amplio espacio geográfico centrado preferentemente,
aunque no de forma exclusiva (Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, f y Apéndice 4, F; Graells y Sardà,
2011: 174), en las tierras del Noreste y del Levante peninsular (Albizuri, 1990; Iborra, 2004; Oliver, 2006:
212; Valenzuela, 2008; Nieto, 2013). Los casos más próximos a los de El Molón son los esqueletos de cerdos
neonatos recuperados en la habitación 5 de El Torrelló del Boverot (Almassora, Castellón), en contextos del
siglo VII a.C., y en la habitación A de La Morranda (El Ballestar, Castellón), yacimiento del siglo II-I a.C.
(Iborra, 2004: 348). Aunque en ambos casos el estado de conservación de los restos no permitió verificar si
existían marcas de consumo, su coincidencia en los demás aspectos con los depósitos de El Molón es evidente,
más en el caso de La Morranda, al coincidir incluso en su cronología, pudiendo defender igualmente el mismo
carácter doméstico y su vinculación al ámbito familiar.
En otros asentamientos ibéricos también se han identificado depósitos con cerdos completos, algunos de
ellos con marcas de consumo, aunque de edades mayores, desde infantiles hasta adultos (Iborra, 2004: 336 y
348), como en La Seña (Villar del Arzobispo, Valencia), El Puntal del Llops (Olocau, Valencia) y Los Villares
(Caudete de las Fuentes, Valencia). En la costa central de Cataluña, el yacimiento de Alorda Park presenta en
varios recintos de los siglos V-II a.C., entre otras, fosas que contenían los restos de cerdos de entre 6 y 9 meses
de vida y de 12-24 meses (Valenzuela, 2008). En Els Vilars (Arbeca, Lleida), ya en el área ilergeta, se han
descrito diferentes depósitos con restos de cerdo de los siglos VIII al V a.C., aunque las edades de muerte sean
mayores, entre 6 y 18 meses, y difiera también la selección de los restos enterrados, con animales completos
o partes de ellos (cráneos o extremidades) (Nieto, 2013: 139 ss.). La presencia de cerdos se ha señalado,
igualmente, en algunos contextos rituales del Bajo Aragón, como la habitación 2 de San Antonio (Mazaleón,
Teruel) o El Piuró del Barranc Fondo (Mazaleón), asociados a una inhumación infantil (Graells y Sardà, 2011:
175). Es interesante, igualmente, señalar los hallazgos de El Puig de la Nau (Benicarló, Castellón), donde las
ofrendas de animales, al igual que las inhumaciones infantiles, se hallaron bajo los pavimentos y junto a los
muros (Oliver, 2006: 209). Destaca el recinto 38000, con una serie de enterramientos infantiles y de animales
bajo el nivel de pavimento que remiten a ca. 450-425 a.C. (Oliver, 2006: 34, Tab. 1). Se trata de varios
depósitos en los que se han encontrados restos de cerdos con edades comprendidas entre 6 meses (UE 38038)
y un año o año y medio (UE 38033 o 38035). A ellos cabe añadir los documentados en otras zonas del poblado,
como en el recinto 40000, donde el cerdo aparece asociado a una oveja, o en el 59000, donde se enterró un
cerdo bajo el pavimento de la casa, lo que se ha interpretado como un rito fundacional (Oliver, 2006: 212).
Además de los cerdos, los ovicaprinos participan también en depósitos de carácter ritual (Barrial, 1990;
Miró y Molist, 1990; Albizuri, 1990 y 2011; Casellas, 1995; Barberà, 1998; Agustí y Casellas, 1999; Iborra,
2004; Valenzuela 2008; Almagro-Gorbea y Lorrio, 2011: fig. 18, A, e y Apéndice 4, E; Nieto, 2013). En el
caso de El Molón, una mandíbula de oveja testimonia el papel simbólico de esta especie en un acto que se
ha relacionado con la construcción, o remodelación, de las fortificaciones que defendían la puerta principal
y, en última instancia, con la defensa del poblado (vid. infra). En los contextos domésticos de otros poblados
aparecen enterramientos de ovejas completas o de alguna de sus partes anatómicas, como ofrendas en algunos
casos consumidas y en otros no. Muchas veces sus restos acompañan a no natos o neonatos humanos como
ocurre en la vivienda B del Puig de Alcoi (Alicante) (Grau y Segura, 2013; Iborra, 2013: 214-218) y en
poblados del área de la costa catalana, donde se relacionan con ofrendas rituales en las que los animales se
depositaban eviscerados pero no eran consumidos (Albizuri, 2011).
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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De acuerdo con lo visto, dentro del ámbito doméstico de los poblados, los restos de animales que aparecen
en pequeñas fosas debajo de los pavimentos, o asociados a elementos constructivos pueden ser expresión
de diferentes rituales y tener diferentes significados (Graells y Sardà, 2011: 173-175). Los taxones elegidos,
las unidades anatómicas seleccionadas y sobre todo el tipo de alteraciones (marcas de descuartizado y de
consumo, fuego...) que presenten los restos, así como su posible asociación con otros materiales van a permitir
discriminar si se trata de una comida o banquete ritual, lo que con seguridad fue el caso de los dos depósitos de
El Molón que hemos analizado, relacionados con algún tipo de celebración ritual o simbólica.
B. Depósito asociado a la fortificación de la puerta principal
Un caso por completo diferente es el depósito B8.1a/8032, formado por dos restos pertenecientes a otros tantos
taxones: la oveja y el cerdo. Unos restos que presentan en común: 1) la elección del hueso –las mandíbulas–,
2) la sincronía en la edad de sacrificio, cuatro años en ambos casos, 3) la lateralidad, derecha en las dos
hemimandíbulas depositadas, 4) las marcas de carnicería y 5) la posición que presentaban en el interior de la
fosa, pues las dos aparecieron hincadas entre las piedras de la muralla, con la dentición hacia abajo (fig. 4, F).
Los restos se encontraron sellados por un encachado de piedras de pequeñas dimensiones (UE 8025),
cubierto a su vez por una acumulación de piedras de tamaño mediano (UE 8021), que parecen formar parte
del relleno de la torre, por lo que puede considerarse un contexto cerrado asociado a la remodelación del
sistema defensivo que protegía el acceso principal del poblado, que conllevó la construcción de dos potentes
torres que flanqueaban la puerta (fig. 4, A-E). Se trata de un depósito voluntario e irreversible, realizado
antes o en el momento de la construcción de la torre sur, por lo que debe interpretarse como una ofrenda
fundacional, un hecho de carácter simbólico relacionado con la arquitectura defensiva del poblado, por lo
que su carácter parece ser público y colectivo, y su finalidad protectora (von Nicolai, 2009: 85-86). Cabe
suponer que la ceremonia habría incluido el consumo de ambos animales, lo que igualmente se ha señalado
para el caso de los depósitos de cráneos y patas de ovicápridos, toda vez que, como señalan Miró y Molist
(1990: 316), se trata, como en el caso de El Molón, de las partes del animal que menos aprovechamiento
cárnico ofrecen, reservándose el resto para la posible comida ritual. No podemos descartar que los restos
cerámicos recuperados en la fosa, muy fragmentados y conservados de forma parcial, pudieran relacionarse
con el servicio utilizado en el banquete, al tratarse de un recipiente de almacenamiento de alimentos, ya sean
sólidos, semisólidos o líquidos (fig. 4, G, 1), un vaso para beber (fig. 4, G, 2) y una posible jarra (fig. 4, G, 3),
recipientes directamente relacionados con el consumo de bebidas como el vino (Mata et al., 1997: 48 ss.). La
producción de vino en El Molón está documentada desde el siglo IV a.C. a partir de la presencia de un lagar
(Lorrio y Sánchez de Prado, 2013), aunque las evidencias de su comercialización sean bastante anteriores,
el siglo VI a.C., como confirma el hallazgo de recipientes anfóricos de procedencia fenicia en el yacimiento.
Los depósitos de la Edad del Hierro relacionados con puertas y fortificaciones resultan relativamente
habituales y variados (Buchsenschutz y Ralston, 2007; von Nicolai, 2009). Como señala Alfayé (2007: 9 ss.),
la delimitación y construcción del perímetro amurallado estuvo revestida en la Antigüedad de un carácter
mágico-simbólico, con especial atención a los accesos, realizándose rituales, de carácter cíclico o excepcional,
que incluirían depósitos votivos con el objeto de reforzar “la inviolabilidad y la sacralidad del límite urbano a
través del establecimiento de un vínculo privilegiado entre esa estructura y los poderes numinosos”, depósitos
que podían interpretarse “como rituales edilicios con los que se pretendía garantizar la estabilidad de la
estructura y que poseían igualmente un carácter protector, purificador y sacralizador”.
El depósito de El Molón se relaciona, por su posición, con los depósitos localizados bajo las fortificaciones,
caracterizados por tratarse de conjuntos cerrados en posición primaria e irreversibles, depositados antes o
durante los trabajos de construcción de la muralla (von Nicolai, 2009: 77). No obstante, encontramos algunos
depósitos que por sus características resultan similares al que analizamos, aunque se relacionen con la
arquitectura de la fortificación, por lo que se han depositado durante el proceso de erección de las defensas,
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A. J. Lorrio, P. Iborra Eres y M. D. Sánchez de Prado
y no necesariamente antes como en El Molón. Un ejemplo se documenta en el oppidum de Mont Vully,
Suiza, donde un maxilar inferior completo de un bóvido de unos 5 años se encontró en uno de los agujeros
de poste de la puerta, construida hacia el 120 a.C., ambas piezas mandibulares dispuestas verticalmente,
con una inversión izquierda-derecha (von Nicolai, 2009: 79, fig. 4). Otro caso interesante, en este caso
por las especies seleccionadas, son los depósitos asociados a la puerta de la fortificación de Crickley Hill
(Gloucestershire, Inglaterra), donde en diferentes hoyos se recuperaron cráneos de cabra, a la derecha de la
entrada, y mandíbulas de jabalí, a la izquierda (Dixon, dir., 1994; Buchsenschutz y Ralston, 2007: 761, fig. 8).
Igualmente, se observan casos de lateralidad, en concreto el lado derecho, en la selección de los restos óseos
de la fauna sacrificada en santuarios de Francia y el Sur de Inglaterra (Méniel, 2012: 14).
En cualquier caso, no es un tipo de hallazgo frecuente en la Península Ibérica, en gran medida por la falta
de excavaciones en el interior de las estructuras defensivas. La intervención en El Molón pudo realizarse al
tratarse de un sector especialmente afectado por la ocupación islámica que utilizó este espacio como cantera,
dada su proximidad a la zona de hábitat y la relativa facilidad de extracción de los bloques de mampostería
de las construcciones defensivas del sector. No obstante, se conocen algunos depósitos, generalmente
considerados como rituales, asociados a torres y murallas tanto en el ámbito ibérico, como en el celtibérico
y su entorno, aunque tanto las especies elegidas como la selección de restos y su localización difieran de las
ofrendadas en El Molón. Este es el caso de los depósitos relacionados con las estructuras de defensa de Alorda
Park, con un cráneo y las extremidades de un ovicáprido en el recinto Z y un perro en el Y, depositados bajo
los pavimentos de los dos recintos de la torre YZ (Belarte y Sanmartí, 1997: 12). También de algunos de los
depósitos con fauna que, como señala Alfayé (2007: 31 s.), deben interpretarse como ritos de fundación o de
protección de la fortificación, como el del Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel), de época tardorrepublicana, que
incluía animales incinerados, principalmente ovicápridos, introducidos en ollas, depositados con anteridad a
la construcción de la muralla (Francho y Hernández, 2003-04: 373 ss.), o los de La Hoya (Laguardia, Álava),
donde se identificaron diversas astas de ciervo incrustadas en la base de la muralla (Llanos, 2005: 33, fig. 55).
7. CONCLUSIONES
Las diferentes campañas de excavación llevadas a cabo en El Molón han permitido identificar unos depósitos
especiales con restos faunísticos que cabe relacionar con actividades rituales de sacrificio, cuya cada vez más
frecuente documentación pone de manifiesto la relativa normalidad de estas prácticas durante la época ibérica.
Dos de los depósitos proceden de otros tantos contextos domésticos. Incluían, en cada caso, dos suidos
jóvenes, de apenas un mes de vida, que tras su sacrificio, desmembramiento y cocinado habrían sido
consumidos en una comida o banquete ritual, y finalmente enterrados y depositados en una fosa abierta en la
tierra, próxima en uno de los casos a un hogar, donde se habría realizado el sacrificio. Las fosas se localizaron
junto a uno de los muros de la vivienda, y una de ellas además en las cercanías de un enterramiento infantil.
Ambos tipos de depósitos –fosas con animales e inhumaciones perinatales– se ha interpretado como ofrendas
que se realizaban antes de la construcción de nuevos edificios o de su remodelación con el fin de asegurarse
los parabienes de la divinidad. Un buen ejemplo lo tenemos en los enterramientos infantiles localizados en el
poblado, entre los que destaca la inhumación doble, probablemente de gemelos, que se realizó en el interior
de un departamento de la zona oriental, originalmente un lagar (C1), que cambiaría de funcionalidad hacia
finales del siglo III o a inicios del II a.C., momento en el que se realizó el ritual de enterramiento, en este
caso en el interior de la cubeta de decantación. De igual forma, el depósito de fauna y la inhumación infantil
localizadas en C16 se relacionan con una vivienda cuya construcción se vincula con las remodelaciones ya
comprobadas en C1, llevadas a cabo hacia fines del siglo III-inicios del II a.C., aunque no puede descartarse su
cronología posterior pues este espacio habitacional habría estado en uso a lo largo del siglo II, abandonándose
en un momento indeterminado del siglo I a.C. Más complejo es el caso del depósito localizado en A5, idéntico
al de C16, aunque estos depósitos de fauna en estos ambientes domésticos parecen corresponder al mismo
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Depósitos rituales de fauna en el oppidum prerromano de El Molón
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horizonte que los enterramientos infantiles, dos de los cuales, individuales, se localizaron bajo el suelo de
otros tantos departamentos contiguos localizados en la zona alta del poblado (B5.1 y B5.2), que remiten a un
momento posterior al siglo III a.C., cuando se reestructura este sector.
Finalmente, el depósito localizado en B8.1a se relaciona sin duda con la construcción de la torre sur,
hacia finales del siglo II o, más bien, ya a inicios del I a.C., respondiendo, por tanto, a un acto ritual de
fundación. Presenta claras diferencias respecto a los anteriores. Aquí se han depositado de forma intencionada,
nuevamente, dos animales, pero en este caso se trata de un cerdo y una oveja adultos de la misma edad, de
los que se han seleccionado únicamente las mandíbulas del lado derecho que fueron colocadas de forma
muy determinada, hincadas en la misma posición. Seguramente los animales habrían sido consumidos en un
banquete ritual, depositándose en la fosa una parte de los mismos, correspondiente a una zona de escaso aporte
cárnico, en el que posiblemente se harían consumido bebidas, quizás vino, cuyo servicio podría haber sido
amortizado en el interior de la fosa.
Durante el Ibérico Tardío, el oppidum de El Molón sufrió una serie de reestructuraciones y remodelaciones
de sus espacios, que habrían conllevado la realización de rituales propiciatorios de los que han quedado pruebas
arqueológicas a través de las inhumaciones infantiles y los depósitos de fauna documentados, corroborando,
una vez más, la estrecha relación entre ambas manifestaciones, que nos permiten aproximarnos a la
religiosidad de estas poblaciones. Nuevamente, hacia fines del siglo II o inicios del I a.C., cuando importantes
acontecimientos bélicos asolaban esta comarca, se vuelve a documentar una importante reestructuración, en
este caso de las estructuras defensivas de la puerta principal. Bajo la torre sur se localizó un depósito en el
que fueron enterrados, tras su sacrificio, los restos de dos animales adultos cuidadosamente seleccionados
y colocados en una fosa, una ofrenda ritual que constituye una manifestación más del carácter protector y
mágico que se desprende de estos depósitos “especiales”.
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