La técnica pseudoexcisa en el Badegulienses / Magdaleniense arcaico de Asturias
E. Duarte Matías
Marcos de la Rasilla Vives
Joan Emili Aura Tortosa
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 27-55
Elsa DUARTE MATÍAS a, Marco de la RASILLA VIVES a y J. Emili AURA TORTOSA b
La técnica pseudoexcisa
en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
RESUMEN: Presentamos varias piezas óseas de yacimientos asturianos cuyo grabado está hecho mediante
la técnica pseudoexcisa. Algunas de ellas se incorporan por primera vez al listado del Badeguliense/
Magdaleniense arcaico franco-cantábrico, confirmando una geografía occidental amplia de ese período,
pero limitada a un número reducido de objetos en cada uno de los yacimientos. Asimismo se precisan
algunos parámetros específicos para definir la citada técnica.
PALABRAS CLAVE: Industria ósea, técnica pseudoexcisa, Badeguliense, Magdaleniense arcaico, Asturias,
península Ibérica.
Pseudo-excise carving technique during
the Badegulian / Archaic Magdalenian period in Asturias (Spain)
ABSTRACT: We present some bone tools from certain sites of Asturias whose engraving is done by the
pseudo-excise carving technique. Some ones are added for the first time in the franco-cantabrian Badegulian/
Archaic Magdalenian bone tool list, confirming a broad western geography in that period, but limited to
a small number of pieces in each site. Additionally we specify some particular parameters to define that
technique.
KEY WORDS: Bone industry, pseudo-excise carving technique, Badegoulian, Archaic Magdalenian,
Asturias, Iberian Peninsula.
a Área de Prehistoria, Departamento de Historia, Universidad de Oviedo.
elduarma@gmail.com | mrasilla@uniovi.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Recibido: 11/01/2014. Aceptado: 23/05/2014.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
1. INTRODUCCIÓN
En este artículo presentamos un análisis tecno-tipológico de varias piezas óseas de la Cueva de Llonin en
las que se ha utilizado la técnica pseudoexcisa,1 las cuales hemos comparado con otras procedentes de Cova
Rosa y del Abrigo de Cueto de la Mina (fig. 1) que muestran la misma técnica. De hecho la del segundo
yacimiento no estaba catalogada como tal.2 Además, al hilo de este estudio se establecen unos criterios
específicos para definir dicha técnica y se insiste en incorporar al Badeguliense dentro de la periodización
del paleolítico cantábrico.
Somos conscientes, sin embargo, de que el reconocimiento de esa etapa en el Cantábrico y sus posibles
filiaciones (solutrenses, magdalenienses o propiamente badegulienses) constituye un debate ya planteado
hace tiempo pero que aún está vigente (Bosselin y Djindjian, 1999; Straus y Clark, 2000; Utrilla, 2004;
Corchón, 2005; Utrilla et al., 2012; Aura et al., 2012). Con todo, lo relevante es constatar que en Llonin
se han hallado en el denominado nivel III, que está por encima de otro perteneciente al solutrense superior
(nivel IV) de la Galería, una serie de restos pertenecientes a lo que en su momento se consideró como
Magdaleniense arcaico y, más recientemente, como de tipo badeguliense, a partir de la asociación de
raclettes, azagayas tipo Le Placard, técnica pseudoexcisa y el uso de materias primas locales (Fortea et al.,
1995, 1999, 2004; Aura et al., 2012).
En función de esa circunstancia consideramos más acorde con la realidad denominar a esa etapa
Badeguliense, aunque para evitar complicaciones empleamos indistintamente ese término y el de
Magdaleniense arcaico, a la espera de que se documenten más evidencias en el Cantábrico y en la península
para poder tomar una decisión definitiva; lo que a su vez nos permitirá establecer con mayor claridad cómo
se ha articulado la transición Solutrense/Magdaleniense.
En ese sentido, ya P. E. L. Smith en su clásico libro del solutrense en Francia hace una reflexión sobre
lo que sucede con los primeros signos que anuncian una nueva “cultura” arqueológica, siempre poco
numerosos y magros, y trae a colación un enjundioso texto de Spaulding (1960: 454-455): “… una forma
típica de cambio cultural es la realización de un invento clave –una especie de avance cuántico– seguido
rápidamente por un gran número de innovaciones auxiliares unidas funcionalmente. Los cortos períodos
de cambios rápidos estarían separados por relativamente largos en relativa calma, pero naturalmente sin un
estancamiento cultural total […] Los conjuntos morfológicamente transicionales entre los tipos de cultura
que se suceden y que son netamente distintivos deben ser raros, y los conjuntos que se sitúan bien en el
interior de los límites de los tipos culturales deben ser relativamente abundantes […] Los diversos sucesos
que marcan el principio o el fin de un período se concentran en el tiempo, de tal manera que la mayoría de
los conjuntos no parecen pertenecer a dos períodos”.
Otro asunto que ha jugado un papel importante en la falta de reconocimiento de ese momento –llámese
como se llame–, situado en la región cantábrica a caballo entre el Solutrense superior y el Magdaleniense
inferior, tiene que ver con la tafonomía y con la sistematización inicial del Magdaleniense. Así, en
primer lugar, su escasa potencia en algunos casos y las discordancias erosivas existentes en ese lapso
temporal asociadas a la crisis de Lascaux han podido, respectivamente, enmascarar o eliminar eventuales
ocupaciones o depósitos de ese episodio. En segundo lugar, como la investigación consideró que el
primer Magdaleniense cantábrico había llegado desde Francia más tarde y, por tanto, su inicio a escala
1 Esta investigación estuvo integrada en el Proyecto de Investigación HAR2008-03005: “La Transición Solutrense - Magdaleniense
- Badeguliense en la Península Ibérica (19.000-15.000 BP): contrastación de los datos del Cantábrico occidental (Asturias) y del
Mediterráneo central (Valencia) (SOBAMAπ)”. Ministerio de Ciencia y Tecnología. Gobierno de España.
2 En este punto hay que traer a colación a Ducasse (2010: 360) pues incluye a Cueto de la Mina entre los yacimientos con
pseudoexcisión, pero en puridad lo incluye porque Utrilla (1986) señaló una pieza de dicho yacimiento como un paralelo
morfológico del tema decorativo (tres líneas onduladas) de la de Aitzbitarte IV. Sin embargo, la pieza a la que se refiere
Utrilla no tiene pseudoexcisión y pertenece al nivel C, esto es al Magdaleniense medio, luego no tiene nada que ver con el
asunto que nos ocupa.
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Fig. 1. Mapa de la zona cantábrica con los yacimientos estudiados. Dibujo D. Santamaría.
regional era más tardío (Magdaleniense III), se estimaron como del Magdaleniense inferior aquellos
niveles situados estratigráficamente por encima de las puntas solutrenses y por debajo de los arpones
(Jordá, 1958; González Echegaray, 1960).
Más adelante, comenzaron a verse diferencias tipológicas dentro del gran paquete del Magdaleniense
inferior y entonces se individualizó una etapa antigua, en algunos casos en contacto con el Solutrense
superior, que se denominó en esta zona Magdaleniense arcaico (Utrilla, 1981). La técnica pseudoexcisa junto
con el tema de las tres líneas onduladas vino a establecer paralelos claros con el entonces Magdaleniense 0
de Laugerie-Haute, lo cual ayudó a definir mejor esta etapa en el Cantábrico tanto desde el punto de vista
cronológico e industrial (Utrilla, 1986).
Dada la escasez generalizada de la industria ósea en el Badeguliense/ Magdaleniense arcaico y que no
han aparecido nuevos fósiles directores óseos, el modelo propuesto por Utrilla (pseudoexcisión y tres líneas
onduladas) se ha mantenido vigente a lo largo de estos años y ha sido aplicado sistemáticamente en Francia
a medida que el número de piezas con pseudoexcisión ha ido aumentando. Por otro lado, el progresivo
avance de la investigación ha modificado el modelo, puesto que ya se trata de la técnica (pseudoexcisión)
independientemente del tema (líneas onduladas); pero desde nuestro punto de vista el problema surge al
incluir dentro de dicha pseudoexcisión a piezas con una técnica distinta, sin que por otra parte pierdan su
condición de materiales badegulienses/magdalenienses arcaicos.
2. LA TÉCNICA PSEUDOEXCISA
Esta técnica fue definida por Barandiarán (1967) y matizada por él mismo con el paso de los años y el
hallazgo de nuevas piezas (Barandiarán, 1973, 1975, 1981). Los antecedentes de su identificación se
rastrean en los pies de figuras de cinceles, alisadores y azagayas del Magdaleniense I-II de Le Placard
con motivos singulares y decorados con “traits ponctués et pectinés” (Breuil, 1934: Fig. 21 y 22). Sin
embargo, el grabado de todas esas piezas no era idéntico y así se puede ver que aquellas más singulares
de Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927: 30 –Fig. 11.1–, 148 –Fig. 70.4–) y de Laugerie-Haute
(Peyrony, 1938: 50 –Fig. 39.2–) llamaron la atención de los autores y fueron descritas con mayor
detalle. Por su parte, Cheynier (1949: 227) describió el grabado de las por él denominadas ranuras
longitudinales de varias piezas de Badegoule como “plusieurs points en coup de silex; c’est-à-dire
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enlèvement d’une simple esquille triangulaire”, pero esta descripción pasó igualmente desapercibida
hasta que Utrilla (1986) hizo el compendio de las piezas con pseudoexcisión y estableció la similitud
entre la varilla de Aitzbitarte IV y varias piezas de Laugerie-Haute, Badegoule y Le Placard.
Inicialmente, Barandiarán lo define como “surco por excisión” y lo explica del siguiente modo: “Parece
que se hubiera utilizado una punta aguda de sílex (posiblemente con corte de buril) que, introducida
perpendicularmente en la materia ósea, se movía luego a modo de palanca para ‘excindir’ una pequeña
cantidad de la masa. Así se produce una excisión de huella triédrica que, agrupada con otras semejantes en
filas continuas, puede formar una línea” (Barandiarán, 1967: 359). Posteriormente, emplea ya el término
pseudoexcisión, para los trazos que “muerden profundamente en la materia córnea, hasta producir sensación
de técnica excisa” (Barandiarán, 1973: 60). Se aprecian pues una serie de atributos, como una sucesión de
trazos cortos profundos relativamente oblicuos, incisos y yuxtapuestos, cuyo resultado es una especie de
surco. Finalmente, con el hallazgo de la azagaya de Rascaño se incorporaría como gesto técnico la torsión,
que en ese caso concreto además sustituiría al movimiento de palanca (Barandiarán, 1981: 98).
Utrilla (1986) utiliza el término pseudoexcisión siguiendo a Barandiarán, pues para ella los trazos están
realizados “levantando y rehundiendo la punta del buril alternativamente” (Utrilla, 1986: 210); pero además
se centra en otros criterios tecnológicos como el orden de ejecución, que para el caso de Laugerie-Haute los
pasos son: 1. Línea corrida longitudinal, 2. Retoque de la línea anterior mediante rehundido “en pequeños
trazos que mordían el surco, (…) siguiendo la dirección longitudinal y no atacándola desde los laterales de
la línea” (Utrilla, 1986: 210), 3. Retoque con una nueva línea incisa. Por su parte, la varilla de Aitzbitarte
IV contaría con un paso 1 idéntico al descrito de Laugerie-Haute, mientras que el paso 2 sería una excisión
de la línea en trazos cortos oblicuos al surco, ya no rectos como en el anterior, y el paso 3 no existe.
La relación entre motivo decorativo, técnica y cronología permitían reconocer un fósil director para
la época más antigua del Magdaleniense e identificar así dicha etapa tanto en la zona francesa como en la
cantábrica (Utrilla, 1986).
Como señala Barandiarán (1973), una realidad palpable es que existe una variedad de formas relacionadas
con la presencia de trazos cortos yuxtapuestos y que no son fáciles de clasificar morfológicamente, lo
cual influye en la clasificación tecnológica. Así, Chollot-Varagnac sin incorporar la pseudoexcisión utiliza
términos diversos para referirse a estas líneas: formada por entalladuras (Chollot-Varagnac, 1980: 236,
nº 55.121; 240, nº 55.033; 280, nº 55.020.1) o por puntillado (ibíd.: 216, nº 55.021.11; 216, nº 55.069) o
nervaduras cantonadas de estrías oblicuas (ibíd.: 274, nº 59.480; 302, nº 55.014; 334, nº 54.996).
Por su parte, Corchón (1986, 2005) se queda tanto con la primera aproximación de Barandiarán como
con la segunda. En el primer caso, utiliza “surco por excisión” como equivalente de “ranura estriada” o
“grabado por trazo compuesto” para Aitzbitarte IV y Cova Rosa. En el segundo, la “serie de incisiones
cortas en paralelo” de la azagaya de Rascaño lo considera como pseudoexcisión (Corchón, 1986: 333) Para
esta autora, se produce primeramente la incisión que genera primeramente el surco y, posteriormente, una
profundización considerable en la materia lo cual no ocurre en el caso de Rascaño.
Fortea y otros utilizarán pseudoexcisión como Barandiarán (1973) en el caso del motivo decorativo de
una pieza de Llonin (Llonin nº 1 de este artículo), que asimilan con la pieza de Cova Rosa como “paralelo
técnico más próximo” (Fortea et al., 1995: 34).
Por último, los estudios recientes son más analíticos a la hora de referirse a esta técnica. Así, SéronieVivien, siguiendo la explicación tecnológica ya comentada de Cheynier, lo denomina “gravure par encoches
courtes juxtaposées” (Séronie-Vivien, 2005: 157); por su parte, Sauvet et al. como “sucesión de cortos
levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008: 48).
Además, algunos autores han propuesto interpretaciones diversas para esta técnica, relacionándola
por ejemplo con el momento de abandono de la pieza. Para Hemingway (1980: 206) se trataría de un
grabado técnico previo al de la línea continua que permitiría ganar en profundidad (preparación de ranuras);
mientras que para Barandiarán (1967, 1973) y Séronie-Vivien (2005) se trataría de una técnica decorativa
y para otros autores (Utrilla, 1986) las posibilidades son múltiples.
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La utilización del término pseudoexcisión está consolidada en la literatura científica (Utrilla, 1986;
Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010; Aura et al., 2012) y, además, es acertado porque se trata de una excisión
de materia. Obviamente, el prefijo pseudo precisa ese acto y su resultado porque no sucede exactamente
igual a lo que ocurre en la cerámica.3 Puesto que existen diferentes procedimientos técnicos que consiguen
formas similares, es necesario establecer unos criterios que permitan reconstruir ese conjunto de técnicas
y que al mismo tiempo aísle esa acción técnica (pseudoexcisión) de otras, más cuando ésta ha pasado a
proponerse como un fósil director independientemente del motivo decorativo inicialmente propuesto por
Utrilla (Utrilla, 1986, 1990, 1996, 2004; Utrilla y Martínez Bea, 2008; Sauvet et al., 2008; Ducasse, 2010;
Aura et al., 2012).
Escindir procede del latín scindere y significa cortar, dividir, separar. Por su parte, excisión es
un término que no recoge el diccionario de la RAE, pero sí lo hace con escisión que procede el
latín scissio y significa cortadura o rompimiento. Según Caro (2008) procede del latín excido, y es
empleado en la nomenclatura cerámica como “sacar o extraer cortando, con un instrumento estrecho,
duro y cortante” o “extraer con instrumento cortante parte de la pasta superficial […] sin llegar a
taladrarla” (Caro, 2008: 115). El resultado es un motivo decorativo en relieve, el cual presenta dos
niveles claramente diferenciados, un nivel superficial y uno profundo, estando este último delimitado
por paredes inclinadas o abruptas.
Aquí, la principal diferencia radica en la materia trabajada, pues la ósea no es tan blanda ni maleable
como la cerámica “a punto de oreo” y, además, las características internas del tejido óseo (grado de
osificación, canales de Havers, etc.) determinan el trazo en mayor grado que las partículas de la cerámica.
El resto de las diferencias se derivan del tipo de utensilios empleados para transformar la materia (piedra en
el caso de la materia ósea paleolítica).
Así, la materia ósea opone resistencia y por ello se realizan pequeños levantamientos encadenados
(yuxtapuestos o superpuestos), lo cual permite mayor dinamicidad y eficiencia a la hora de realizar una
“línea corrida” o contornos, pues no se aplica a rellenos de figuras, al contrario de otros recursos como las
series de tracitos cortos. La materia extraída, previamente cortada como en la excisión es sin embargo poco
espesa y poco dúctil, desarrollándose el “vaciado” en una superficie de dimensiones reducidas y, por tanto,
el efecto visual es una línea de profundidad irregular, separada o no por tramos de materia en superficie, que
produce un claroscuro irregular y poco marcado.
En este sentido, la sensación que provoca se relaciona como apuntaba Utrilla (1986) con el boquique
(i.e. morfología lineal y claroscuro). Sin embargo, el boquique diverge de la excisión cerámica (y de la
pseudoexcisión que tratamos) porque es un relieve menos acusado derivado del proceso técnico, pues no
se extrae materia sino que ésta se ve desplazada al arrastrar el instrumento por la superficie y variando
la inclinación del útil con que se decora, esto es, puntillado+incisión o punto-línea. En la Prehistoria
reciente peninsular, la cerámica puede combinar en una misma pieza excisión-incisión, excisión-boquique
(puntillado-incisión) o no, dependiendo de las áreas culturales. Algo similar encontramos en la materia
ósea, existiendo asociaciones y formas de paso entre pseudoexcisión y grabado simple (línea estriada,
trazos cortos oblicuos o pectiniforme).
Si tenemos en cuenta el procedimiento técnico, aquí se produce una extracción de materia mediante una
presión puntual, lo cual choca con, por ejemplo, las ranuras, que sería mediante pasadas continuadas del útil
(grabado profundo) y pueden contener estriaciones o trazos oblicuos posteriores. De tal modo que el término
“ranura estriada” (Corchón, 1986) no es sinónimo de pseudoexcisión, aunque exista una similitud morfológica.
Por otra parte, “surco por excisión” (Barandiarán, 1967; Corchón, 1986) implica una profundidad importante,
pero dado que estos levantamientos de materia se desarrollan más superficialmente, pocos cumplirían este
requisito y por tanto no sería adecuado denominarlo así. Tampoco es idóneo el término “muescas cortas”
3 Aunque ese término también es empleado en el lenguaje cerámico como una variedad de la excisión (Fernández-Posse, 1982;
Barrio, 1984-85).
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(Séronie-Vivien, 2005) porque una muesca se situaría en el ámbito de la incisión y no contempla la excisión
de materia. Por último, “pequeños levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008) no comporta yuxtaposición
o superposición y en el caso de no existir es difícil distinguir entre puntillado, piqueteado o entalladuras.
Pero la técnica pseudoexcisa no se ha planteado sólo en el soporte óseo ni en el mobiliar. Así, Corchón
(1986) había propuesto el uso de esta técnica en un canto de La Paloma; y en lo que se refiere al arte parietal,
se ha formulado por una parte el paralelismo técnico de este grabado con el piqueteado como por ejemplo el
de Foz Côa (Séronie-Vivien, 2005). Si bien la sensación visual es similar, la técnica no lo es, determinada
por el tipo de soporte, las herramientas y el gesto técnico empleados (piqueteado), y morfológicamente se
emparenta más con el puntillado o las entalladuras del arte mueble que con lo que nos atañe.
Por otro lado, en Llonin se ha propuesto la trasposición de la pseudoexcisión al soporte parietal mediante
pigmento (Fortea et al., 2004). Esto es verosímil en tanto que se aprecia una yuxtaposición de trazos de
silueta triangular-trapezoidal y la cronología relativa lo sitúa entre la fase Ib y la fase III, esto es, anterior
al grabado de trazo múltiple, por tanto anterior o contemporáneo del Magdaleniense inferior, este último
no representado arqueológicamente en el yacimiento (Fortea et al., 2004). Al respecto, es importante tener
en cuenta que el cambio de materia no permite los mismos resultados ni procesos técnicos, de modo que
a la hora de compararlos habrá variables que no estarán presentes y es necesario discriminar entre las
fundamentales para detallar el tipo de trasposición.
3. METODOLOGÍA
Las diferentes clasificaciones y descripciones tecnológicas recogidas en el punto anterior han prestado
atención tanto a la diversidad morfológica de los trazos (o levantamientos) como a su asociación y
composición; pero identificamos tres aspectos básicos que concentran buena parte de las dificultades que
plantea su sistematización, repercutiendo sobre la definición de la técnica pseudoexcisa:
1. Los trazos cortos carecen de un análisis en el que se compute su forma, sección y profundidad y han
sido descritos de forma diversa (puntillado, piqueteado, entalladura, muesca, línea cosida, línea quebrada,
tracitos cortos).
2. Otro tanto ocurre con la relación entre los trazos cortos. Su sucesión, la separación o el grado de
superposición entre ellos, y la zona de contacto, si es que existe, entre unos y otros.
3. En los casos en que los trazos cortos se asocian a una línea larga, tanto en su exterior como en
su interior, a veces no se especifica la diferencia entre surco, ranura o línea simple; y además existen
distintos tipos de relación entre esa línea larga y los trazos cortos lo que ha dado lugar al establecimiento
de diferentes términos (pectiniforme, alambre de espino, dentado) cuya diferencia no está suficientemente
computada para formalizar la distinción entre ellos.
Para poder especificar nuestro punto de vista, partimos de una caracterización tecnológica, que coincide
con la primera descripción de Barandiarán (1967) y con la ejecución de la excisión como en la cerámica,
según la cual esta técnica consiste en una sucesión de levantamientos de materia (excisión) mediante la
aplicación del útil en varios movimientos para cada trazo resultante (fig. 2):
1. Incisión perpendicular en la materia generándose un trazo corto de profundidad variable (de mayor a
menor) a lo largo de su recorrido (fig. 2, A1), o bien mediante una incisión oblicua en la materia que permite
ir ganando profundidad a medida que se realiza el trazo (fig. 2, B1).
2. Movimiento de vaivén y posible torsión que permita enganchar una parte de materia para escindirla
posteriormente (fig. 2, A2 y B2).
3. Levantamiento y extracción de la materia acumulada (fig. 2, A3 y B3).
4. Las posibilidades posteriores a este trazo son diversas, pudiendo yuxtaponerse o superponerse el
trazo siguiente a la pared corta o larga este levantamiento.
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A
B
Fig. 2. Propuesta de los gestos
y acciones técnicas en la
pseudoexcisión.
Hay que tener en cuenta que un trazo aislado puede haber sido realizado con este mismo procedimiento,
aunque es muy difícil de observar. En tal caso hablaremos de levantamiento o trazo pseudoexciso y de
pseudoexcisión cuando se trate de varios levantamientos continuados.
Por otra parte, se observan dos tipos morfológicos en la pseudoexcisión tal como apuntó Utrilla (1986):
1. Aquélla en la que la superposición o yuxtaposición se produce en los lados cortos de los levantamientos,
caso de Aitzbitarte IV (fig. 3, A).
2. Aquélla en la que los lados largos se superponen o yuxtaponen a una parte de los largos, caso de
Rascaño (fig. 3, B).
El análisis del material que nos ocupa se ha realizado mediante lupas binoculares (Nikon SMZ-100 y
Nikon SMZ-800, ambas con oculares de 10x), si bien no se ha seguido de forma íntegra la reconstrucción de
la dirección del trazo según los criterios propuestos por Fritz (1999) y Rivero (2010) porque habitualmente
la propia técnica elimina ciertas huellas y las piezas están alteradas. No obstante, siempre que estuvieran
presentes se ha utilizado el orden de superposición y la localización de los remanentes de materia para la
reconstrucción de la dirección del trazo.
A
B
Fig. 3. Tipos morfológicos: A. Tipo 1, Aitzbitarte IV (según Utrilla, 1986). B. Tipo 2, Rascaño
(según Barandiarán, 1981).
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Tabla 1. Variables analizadas de la morfología del grabado.
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Teniendo en cuenta la problemática antes presentada, hemos establecido unos parámetros que definen la
pseudoexcisión si se dan de forma conjunta, permitiéndonos a su vez distinguirla de otros recursos técnicos
y de las diversas morfologías.4 Por tanto, para nosotros los rasgos que definen la pseudoexcisión y que
permiten evaluar las diferencias con otros tipos de grabado son los siguientes:
1. Yuxtaposición o superposición entre levantamientos en sus lados cortos o en parte de los lados largos.
2. Levantamientos alargados pero de reducidas dimensiones y estrechos, con una profundidad variable
entre la parte proximal y la distal (sección longitudinal asimétrica) (tabla 1).
4. YACIMIENTOS Y ANÁLISIS
4.1. Llonin
Es un yacimiento con varias zonas de excavación y una cronología larga tanto en el yacimiento (Musteriense,
Gravetiense, Solutrense, Magdaleniense, Aziliense y Edad del Bronce) como en el arte parietal (del
Gravetiense al Magdaleniense superior) (Fortea et al., 1995, 1999, 2004). Las piezas que estudiamos han
aparecido en el nivel III de la Galería que consiste en una pequeña sala conectada con el vestíbulo a
través de un estrecho pasillo y con la sala grande a través de un conducto (fig. 4). Este nivel, excavado en
una extensión de unos 5m², tiene un espesor medio de 30 cm, encontrándose a muro un nivel Solutrense
superior y a techo uno Magdaleniense superior también en curso de estudio por uno de nosotros (EDM).
Como ya se ha dicho, el nivel III se caracteriza por la existencia de numerosos restos de combustión
y piezas líticas principalmente en cuarcita, que cuentan con escasa microlaminaridad y una reducida
laminaridad, así como un utillaje con predominio de los raspadores, las piezas astilladas y el grupo de las
lascas retocadas, raederas y denticulados, además de contar con raclettes y azagayas de Placard.
Las piezas con técnica pseudoexcisa seleccionadas se encontraban al menos a ~10 cm por debajo del
techo del nivel III, coincidiendo con la mayor acumulación de raclettes y piezas astilladas, lo cual elimina
–o amortigua– una posible contaminación con el Solutrense superior (nivel IV). Las piezas analizadas son:
1. Llonin nº 1. Azagaya biapuntada losángica con decoración zoomorfa (fig. 5).
Se trata de una azagaya completa biapuntada con silueta de forma losángica de asta (111,6 x 14,4 x 4,5
mm). Fue clasificada por Fortea et al. (1995: 34) como varilla, puesto que es “demasiado frágil para ser una
azagaya” (ídem, 1995: 34). Sin embargo, si nos atenemos a sus caracteres morfológicos silueta, sección y perfil,
tipológicamente encaja en la azagaya (Hahn, 1988). La anchura máxima se localiza a 43,62 mm de la base
coincidiendo con su espesor máximo y su perfil es recto. Por su parte, la sección de sus extremos es circular.
Carecemos asimismo de criterios para clasificarla como varilla (Feruglio, 1992), pues no tiene bordes
paralelos y, además, ambas extremidades están apuntadas y ambas caras están muy trabajadas. Ciertamente,
la sección central es ovalada-aplanada (“plano-convexa muy aplanada”, según Fortea et al., 1995: 34),
aspecto asociado generalmente a las varillas, pero hay que tener en cuenta que este tipo de sección es
un rasgo común del tecno-complejo óseo del nivel III de Llonin. Las azagayas y los fragmentos que
tipométricamente encajan en este grupo (fragmentos apuntados –proximales o distales– y fragmentos
mesiales) cuentan con un diámetro de sección comprendido entre 4 y 14 mm de anchura (la moda de la
anchura es 5 mm) y aquéllas con sección ovalada (o tendente a ovalada; agrupando aquí las clasificadas en
el estudio como: ovalada irregular, subcircular y subrectangular) suponen el 75% de los efectivos (n= 40).
Al igual que en la pieza en estudio, se registran cambios de sección en los extremos apuntados, pasando a
circular en un 15% de los casos. Este tipo de secciones también son abundantes en el Cantábrico en Rascaño
5 (Barandiarán, 1981) y La Riera 16-8 (González Morales, 1986).
4 Además, hay que tener en cuenta la existencia de una variabilidad formal relacionada con la situación en la que estaban las piezas
en el momento de su abandono: en curso de fabricación o de uso y su posterior conservación.
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Fig. 4. Planos de los yacimientos en estudio. Arriba: Izq. Cova Rosa. Dcha. Cueto de la Mina. Abajo: Llonin.
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Fig. 5. Llonin nº 1. Azagaya losángica con decoración zoomorfa. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías E. Duarte.
Las marcas funcionales no aportan mucha información, pues encontramos brillos en toda la pieza que,
asociados a las marcas de raspado y pulido, pueden estar relacionadas tanto con la manufactura como con
el uso. No obstante, ha sido muy modificada pues no conserva partes corticales y apenas tejido esponjoso
(<10% en la cara inferior). Por otra parte, la ausencia de fracturas y el carácter romo de sus extremos
apuntados (con estrías y pulidos) sugiere un posible uso como punzón (LeMoine, 1997). También presenta
brillos en el resto de la pieza, pero alterados por la conservación a causa de numerosas cupulillas de
disolución y marcas de raíces, así como concreción y coloraciones irregulares, debidas a la proximidad
con fuentes de calor y al sedimento carbonoso. A todo ello se añaden algún saltado actual producto de las
labores de excavación.
Contiene un grabado en la mitad superior izquierda, que mide 35,8 x 7,0 mm. Se trata de un cuadrúpedo
con rabo, cuerpo y cuello largos que contrastan con la cabeza y las patas cortas. Según la posición subvertical
de las patas delanteras y la escasa individualización del lomo de la cabeza y el cuello, se asemeja a un
carnívoro (mustélido) en postura semierguida, en acción de oteo (fig. 11, 11). Su perspectiva es lineal con
representación de la pata trasera a modo de una pata por par. Tiene un perfil muy esquemático, donde se
pueden observar principalmente la cabeza (en la parte superior), la pata trasera y la cola (en la inferior),
esta última equivalente a un tercio de la longitud total del cuerpo. Carece de otros caracteres anatómicos, a
excepción del trazo irregular del lomo (lateral derecho del grabado) y los trazos oblicuos del interior, que
podrían hacer alusión al tipo de pelaje.
La técnica del grabado del trazo lateral derecho (nuestro lomo o línea cérvico-dorsal) fue señalada por
Fortea et al. (1995: 37) como pseudoexcisa, mientras que el resto de trazos no fueron descritos como tal.
Este estudio tampoco lo ha confirmado, pues en la pata trasera (fig. 5, 1), la cabeza, el hocico y los trazos
interiores (pelaje) (fig. 5, 2) encontramos grabado lineal de sección en V. En el cuello, el grabado tiene
sección en U y se produce un ligero relieve diferencial (fig. 5, 3), con varios enganches y salidas del útil.
En la cola el paso de la pseudoexcisión al grabado lineal se realiza mediante dos líneas relativamente largas
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y, por último, la parte inferior es una línea más ancha y profunda que el resto de la figura, con sección V
asimétrica sin paredes abruptas con varias pasadas de útil, donde no hay restos de pseudoexcisión (si la
hubo, ha sido borrada).
El grabado pseudoexciso tiene una trama apretada (8 levantamientos en 2 cm) y un grado elevado de
superposición, pues cada levantamiento elimina los restos del trazo anterior (remanente) y la intersección
entre dichos levantamientos se produce a un nivel intermedio entre la superficie de la pieza y la parte
más profunda de cada levantamiento. Éstos son de dimensiones pequeñas (4 x 1,5-2 mm), con una
profundidad variable, proximal 0,5 mm y distal 0,5-1 mm. La silueta es un rectángulo obtusángulo. La
sección longitudinal es en V asimétrica, con pared abrupta en la parte distal, y la transversal también en V
asimétrica con pared abrupta izquierda. Esta línea ha sido realizada desde la cabeza hacia la cola, primero
los trazos que ganan en profundidad y posteriormente se realiza el levantamiento de materia, tal y como
indican las salidas del útil (fig. 5, 4) y las marcas de la pared izquierda (fig. 5, 5). En ambos extremos de la
línea pseudoexcisa se han realizado retoques, con trazos en dirección opuesta (fig. 5, 6 y 5, 7), para enlazar
con los trazos siguientes (hocico y rabo). La pseudoexcisión seguiría pues el Modelo 1 y es posterior a la
regularización de la superficie (fig. 5, 8).
2. Llonin nº 2. Varilla (fig. 6).
Fragmento transversal mesial de varilla ovalada irregular (74,8 x 15,4 x 8,0 mm), que apareció rota en
la excavación, a 7 cm de distancia un fragmento del otro. No se producen cambios de sección a lo largo de
toda la pieza, sus bordes son paralelos, relativamente convergentes hacia el extremo distal, y su perfil es
arqueado. La cara inferior no está muy trabajada, puesto que conserva una parte importante en superficie
(90%) y profundidad (~3 mm) de tejido esponjoso. La parte central de la cara inferior no está regularizada
pero sí las zonas próximas a los bordes. Las fracturas no son determinantes (irregulares, en dientes de
sierra), por lo que excluimos el impacto como causa de la fractura y aquí se podría barajar un amplio
Fig. 6. Llonin nº 2. Varilla. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle de E. Duarte.
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abanico de posibilidades (p. ej. flexión). Las marcas de raspado y de abrasión se registran a lo largo de
toda la pieza. En general, la conservación es mala y presenta disgregación en la parte proximal, cambios de
coloración (rubefacción) y concreción que afecta en parte al grabado.
El motivo decorativo son dos líneas longitudinales de las que parte una serie de trazos oblicuos paralelos
(pectiniforme doble), ocupando la mitad proximal de la pieza (34,4 x 5,7 mm, medidas máximas del
conjunto). Ambas líneas están relativamente centradas en el campo gráfico, de modo que la distancia entre
ellas es equiparable a la existente entre cada una de ellas y cada borde de la pieza (~4 mm). En ambos
casos, la línea larga cuenta con una delineación recta un poco sinuosa y es anterior a los trazos cortos (fig.
6, 1). Éstos parten de la primera, registrándose salidas del útil en algún caso (fig. 6, 2) y enganche del útil
(fig. 6, 3), en el caso de la línea de la derecha. En esta última, se puede señalar la dirección, de abajo hacia
arriba, por las salidas del útil (fig. 6, 4), mientras que en el caso de la línea izquierda es dudoso, aunque el
pequeño código de barras de la pared derecha lleva a sospechar una misma dirección. Los trazos pequeños
son equidistantes unos de otros (2 mm). Se trata de un grabado de poca profundidad (<0,5 mm), que se
mantiene constante a lo largo de cada trazo, así como su longitud (2 mm), y de trazos poco anchos (0,6 mm
máx.) con una sección transversal en V asimétrica con una pared casi abrupta, abrupta en algunos trazos
(fig. 6, 5). Así, los trazos cortos de la parte superior de la línea izquierda tienden a una silueta semicircular
y la parte curva de cada uno de ellos llega a tocar con la parte recta del siguiente, generando sensación de
pseudoexcisión. Se trata en realidad de un cambio de inclinación del útil (fig. 6, 6). El resto de los trazos
generan una silueta lineal.
3. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica (fig. 7).
Azagaya biapuntada de sección ovalada. Está casi entera (80,8 x 8,8 x 4,7 mm). La parte distal muestra
un lustre y su extremo está redondeado, mientras que la proximal tiene una pequeña fractura en lengüeta en
charnela (6 mm) que se puede relacionar con un impacto (Pétillon, 2006). La forma de esta pieza es tendente
Fig. 7. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle E. Duarte.
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a la losángica, su anchura máxima se localiza a 23 mm de la base y su espesor máximo a 30 mm también
de la base (y, por tanto, anchura y espesor máximos no coinciden en el mismo punto), la cual consiste en un
aplastamiento. La sección se hace circular hacia el extremo distal. Los bordes son convergentes convexos
asimétricos y el perfil ligeramente arqueado (1,5 mm flecha).
Esta pieza ha sido muy trabajada, siendo las marcas de abrasión y pulido las que mejor se conservan.
Las primeras se concentran en los bordes, más marcadas en el lado izquierdo. Por su parte, las estrías se
concentran en el extremo distal de la cara dorsal. El brillo de la pieza está acentuado por su estado de
conservación, pues se encuentra totalmente rubefactada. Sin embargo, la materia no llega a desintegrarse, al
contrario de lo que ocurre en otras piezas del nivel. No conserva parte cortical y el tejido esponjoso, apenas
existente, se concentra en la cara ventral (<10%). Conserva algunas partes con concreción.
En la parte distal, sobre la superficie lisa/ligeramente convexa de la cara dorsal encontramos un grabado,
sometido a pulido posterior (y acaso uso) que a causa de ello se ha difuminado, de modo que sólo se puede
ver actualmente una pequeña parte con un grabado más profundo.
Describe una forma abierta, con dimensiones máximas de 43 x 8,1 mm. Hacia la base de la azagaya
encontramos dos líneas paralelas, divergentes en su parte más distal donde cada una “engancha” con una
línea convexa, con forma general de óvalo abierto (fig. 7, 2). Este motivo recuerda al cuadrúpedo de Llonin
nº 1, en tanto que conjunción de masa y apéndice alargado (¿a modo de cola?). Dado que no se puede
observar la parte distal, pasamos a considerarla como una figura incompleta.
El pulido y la intensa rubefacción hacen que sea difícil afirmar que al menos una parte del grabado se
haya hecho mediante pseudoexcisión, pero en la otra parte se puede distinguir dicha técnica por tener una
serie de trazos pequeños alargados de silueta rectangular y superpuestos, con una sección longitudinal en
V asimétrica y una trama apretada (5 levantamientos en 1 cm) (fig. 7, 1 a 3). Nosotros pensamos, y estaba
de acuerdo J. Fortea cuando se comenzó a fotografiar (marzo 2009) y a estudiar el material, que tiene esa
técnica aunque con una mínima reserva.
4.2. Cova Rosa
Este yacimiento fue excavado por F. Jordá y A. Gómez Fuentes entre 1975 y 1979 (fig. 4). Anteriormente,
Jordá había regularizado un corte dejado por actuaciones incontroladas previas (Utrilla, 1981; Jordá et al.,
1982). Los materiales procedentes de las primeras actividades fueron estudiados y publicados por Jordá
(1976, 1977), así como por Barandiarán (1973), Corchón (1986), Straus (1983), Utrilla (1981), González
Sainz (1989) y Adán (1997).
La problemática de esta pieza reside en su dudosa procedencia estratigráfica. De ahí que a lo largo de los
años haya sido adscrita a diversos horizontes culturales según su decoración y su tipología, y, por tanto, se
hayan ido acumulando incorrecciones sobre su origen y su clasificación cultural. Con todo, el mismo Jordá
fue cambiando su adscripción crono-cultural, Magdaleniense inferior primero y, luego, Solutrense superior,
que Corchón asociaría con el Magdaleniense medio, a partir de criterios formales. Jordá no da información
sobre la recogida de esta pieza, mientras que Utrilla y Straus mantienen posturas enfrentadas (tabla 2).
Puesto que Barandiarán escribe en su catálogo “En Museo Arqueológico de Oviedo: capa 6ª” (1973: 117)
suponemos que la pieza tenía una etiqueta que acreditaba su procedencia, lo cual explica el hecho de que Straus
no viera ningún problema en relacionarla con esa capa y dar por buena la estratigrafía, aunque Utrilla presenta
dudas al respecto por tratarse de una zona revuelta y que, según una comunicación personal con Jordá, él había
realizado la atribución cultural de la misma atendiendo a criterios morfológicos (Utrilla, 1981: 59).
Podemos concluir que aunque no quede claro que la pieza provenga del nivel superficial, sabemos
que fue recogida durante las primeras actuaciones arqueológicas de Jordá que consistieron en la limpieza
y regularización del corte dejado por las acciones furtivas (1957 según Jordá, 1976; 1958 según Straus,
1983; 1959 según Jordá et al., 1982). Podría haber sido recogida por tanto en superficie o en alguno de
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Tabla 2. Adscripción cultural de la azagaya-varilla de Cova Rosa según diferentes autores y publicaciones.
Autor
Nivel / Campaña
Horizonte cultural
Referencia
Jordá
-
SS
1976: 149
-
SS
1977: 99
-
MI
1982: 36 y 175
-
SS sic Jordá
1981: 1
-
SS o MM
2007: 424
Capa 6ª
MM sic Corchón
1973: 117
-
MM
1975: Lám. 1.2
Capa 6ª
MM
1981: 98 y 136
-
MM provisional
1971: 34
-
MI o MM
1986: 356
Utrilla
EEF / 1ª actuación
MI sic Jordá / MM sic Corchón
1981: 58
Straus
Capa 6ª / 1958
S
1983: 41
Escortell
-
MI
1988: 21
Adán
EEF
S sic Jordá / MI o MM sic Corchón
1997: 155
Fortea et al.
-
S, MI, MM “según autores”
1995: 38
Rodríguez Muñoz
Barandiarán
Corchón
Nivel / campaña: EEF: Escombrera de excavación furtiva.
Horizonte cultural: S: Solutrense; SS: Solutrense superior; MI: Magdaleniense inferior; MM: Magdaleniense medio.
los niveles que define Jordá durante la regularización del corte, pero hay que tener en cuenta que dicha
división estratigráfica ofrecía dudas (Utrilla, 1981: 59) y por tanto considerarla perteneciente a uno de esos
niveles sería igualmente arbitrario. Además, esa zona de trabajo de Jordá se efectuó en el corte dejado por
las actuaciones furtivas previas (Jordá, 1977: 66, Fig. inf.). Existiría pues una elevada probabilidad de que
los materiales se hubieran mezclado durante el tiempo transcurrido entre dichas actuaciones furtivas y la
regularización de Jordá, dado que era una zona expuesta al borde de la cata donde los agentes naturales y
antrópicos habrían tenido gran incidencia (bien por movimiento natural de las piezas al verse sometidas a
los fenómenos climáticos, bien por el simple pisoteo humano y animal, pues siempre ha sido un complejo
kárstico muy concurrido [Rodríguez Calvo, 1993]).
Por tanto, la procedencia estratigráfica de esta pieza es incierta, si bien queda abierta la posibilidad de que
en Cova Rosa hubiera existido un nivel Badeguliense/ Magdaleniense arcaico del que la pieza en cuestión
procediera originalmente. Por los estudios líticos, las capas 2, 3 y 4 pertenecerían a un Magdaleniense
indefinido (Utrilla, 1981), la capa 5, arcillosa, sería estéril (Utrilla, 1981) y la 6 al Solutrense (Straus, 1983).
Sin embargo, los análisis factoriales realizados por Bosselin y Djindjian (1999), a partir de los datos de Utrilla
(1981), han ubicado Cova Rosa (capas 2, 3 y 4) en su Badeguliense cantábrico, a pesar de carecer de raclettes
(Utrilla, 2004: 257) y otros materiales de tipo Badeguliense/ Magdaleniense arcaico (Aura et al., 2012: 77).
La pieza analizada es:
1. Varilla (fig. 8).
Se trata de una varilla con extremo distal roto (160,5 x 17,5 x 11,0 mm), tal y como han señalado algunos
autores (Corchón, 1971; Jordá, 1976, 1977; Jordá et al., 1982; Straus, 1983; Escortell, 1988) aunque otros
lo han interpretado como una punta o azagaya (Barandiarán, 1973, 1981; Rodríguez Muñoz, 1981; Utrilla,
1981; Corchón, 1986; Adán, 1997).
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Fig. 8. Varilla de Cova Rosa. Dibujo según Corchón (1986). Fotografías E. Duarte.
Nos inclinamos por considerarla como varilla por la sección ovalada, la anchura considerablemente
mayor en comparación con el resto de azagayas del yacimiento (Utrilla, 1981) y que la cara inferior está
poco trabajada a excepción del extremo proximal redondeado con aplastamiento. Conserva el tejido
esponjoso de forma casi completa en su cara inferior y sólo han sido trabajados los bordes, mediante
raspado y abrasión, además de la citada parte proximal, adelgazada y un tanto apuntada. A 40 mm del
extremo proximal se produce un afilamiento de los bordes. En ese extremo y en el distal la pieza conserva
una fractura en dientes de sierra. La pieza está restaurada de antiguo porque según Utrilla había aparecido
rota en dos fragmentos (Utrilla, 1981). La sección es plano-convexa en la parte del aplastamiento y ovalada
en el resto de la pieza. El perfil es ligeramente curvo (2 mm flecha) y los bordes son rectilíneos tendentes a
convexos, describiendo una silueta subrectangular. El máximo espesor de la pieza se encuentra en la parte
distal. Cuanto más hacia la parte distal nos encontramos, los bordes son más redondeados (tendentes a lo
abrupto) y la pieza es más espesa.
Como ya se ha comentado, tiene marcas de raspado en los laterales y también en la cara superior, tanto
de abrasión como de pulido, predominando en la parte proximal el segundo sobre la primero.
En cuanto al motivo decorativo, se trata de “un ‘cuerpo’ rectangular con sendos apéndices delante y
detrás (corto el uno, muy largo el otro)” (Barandiarán, 1973: 116), que ha sido clasificado mayoritariamente
como un motivo vegetal (Jordá, 1976, 1977, 1983; Rodríguez Muñoz, 1981; Jordá et al., 1982; Straus,
1983; Escortell, 1988). Otras interpretaciones son la de un pez estilizado (Barandiarán, 1973) o una flecha
compuesta (Corchón, 1986). La línea longitudinal que discurre por el eje central de la pieza se desarrolla
ocupando casi todo el campo gráfico. La forma cerrada rectangular está compuesta por una sucesión de
trazos oblicuos en disposición radial. En su interior se encuentran restos de sedimento o mineral ferruginoso.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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La técnica ha sido clasificada como pseudoexcisa y esta pieza ha constituido uno de los prototipos de la
misma (Barandiarán, 1973, 1981). Al igual que en el caso de Llonin nº 1, sólo una parte del motivo puede
ser considerada como pseudoexcisión, la línea larga.
Se trata de una trama muy apretada, 9 levantamientos en 2 cm, con una yuxtaposición muy estrecha que se
produce principalmente entre la parte inferior del lateral izquierdo de cada levantamiento, confluyendo hacia
el lateral derecho del levantamiento siguiente. En la parte inferior de la pieza, en los primeros 30 mm partiendo
de la base, vemos sin embargo la superposición en los lados estrechos, del tipo a la vista en la pieza Llonin nº
1. Los levantamientos (medidas 3,5 x 2 mm) tienen una silueta en rectángulo obtusángulo que se estrechan
hacia la parte superior. La sección longitudinal es en V asimétrica con pared abrupta en la parte superior o
distal y profundidad variable, 1 mm en la parte distal y casi inexistente en la proximal. La sección transversal
es en U con fondo en pendiente, siendo más profunda la parte izquierda que la derecha. Los trazos se juntan
en el medio en el lateral derecho con la parte distal del siguiente. La silueta se estrecha un poco en la parte
proximal de cada levantamiento, lo cual sumado a la sección longitudinal de profundidad mayor en la parte
proximal (fig. 8, 1) y a la existencia de escalones en el interior de algunos levantamientos (fig. 8, 2), junto
con las líneas marcadas en la pared derecha (fig. 8, 3) nos lleva a deducir que la ejecución arranca desde la
parte proximal derecha y se desarrolla desde abajo hacia arriba. Por tanto, el trazo se realiza según el Modelo
2 propuesto y la morfología se corresponde con el Tipo 2 (Rascaño) aunque en la parte proximal combina el
Tipo 1 (Aitzbitarte IV), el citado Tipo 2 y se aprecia la forma de paso entre ambos.
En contraposición a la línea descrita por la pseudoexcisión, el cuerpo rectangular del motivo está
formado por pequeños trazos que cuentan con una sección transversal constante en U. Comparados con
los levantamientos de la línea, son un poco más largos (8 mm), el doble más anchos (4 mm) y menos
profundos, lo cual indica un cambio de inclinación del útil respecto a la línea (fig. 8, 4).
4.3. Cueto de la Mina
El yacimiento fue excavado por el Conde de la Vega del Sella (1916) y posteriormente por Rasilla (Rasilla y
Hoyos, 1988) (fig. 4). Las dos piezas analizadas aparecieron en los subtramos 1 y 2 del nivel E (Solutrense
superior) de las primeras excavaciones. Con todo, en la sigla de una de ellas (Cueto de la Mina nº 1) pone
que pertenece al subtramo 1, luego estaba en la parte superior del nivel.
Aquí hay que tener en cuenta ciertos problemas estratigráficos que afectan tanto al nivel E como al
D (Magdaleniense inferior) en la primera sección, es decir en la covacha, y que pueden enmascarar un
nivel del periodo Badeguliense/Magdaleniense arcaico. Vega del Sella comenta que la separación entre el
tramo superior del nivel E del nivel D era complicada, pues: “…apenas estaba delimitado, siendo por tanto
de temer la transgresión de elementos de uno a otro nivel, especialmente por algunas oquedades que se
presentaban en las orillas de la pared…” (Vega del Sella, 1916: 29) y la “…capa magdaleniense, de unos
50 centímetros de espesor, se sobreponía al solutrense; en el interior de la cueva estaba en contacto, sin
separación visible, y con idéntica coloración oscura, por lo que no se podía distinguir uno de otro…” (Vega
del Sella, 1916: 45).
Así explicamos la existencia de una elipse, una azagaya con silueta losángica, un fragmento de varilla con
pseudoexcisión y una azagaya de Placard en los tramos superiores del nivel E y varias azagayas de Placard
en el nivel D (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII, XXV, XXVI, XXXII y Fig. 15), elementos igualmente
presentes por ejemplo en el nivel III de Llonin. En cuanto a la colección lítica, Vega del Sella parece haberse
quedado con las piezas más significativas de los niveles solutrenses y magdalenienses, destacando las puntas
solutrenses en el nivel E y los raspadores abultados, buriles y laminillas con dorso para el D.5
5 Por otra parte, se ha excluido del estudio una varilla de Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916: Lám. XXV, 7; Aura et al., 2012:
Fig. 3, 6) porque, aunque pudiera tener pseudoexcisión, su grado de alteración (térmica, bioturbación, etc.) no permite analizar las
variables aquí propuestas.
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Las piezas analizadas son:
1. Cueto de la Mina nº 1 (Nº Inv. MNCN: 5963). Varilla (fig. 9).
Fragmento mesial de varilla (21,2 x 9,6 x 0,4 mm) (Vega del Sella, 1916). El borde lateral derecho
se conserva sólo en la parte proximal de la pieza y las fracturas son indeterminables. La sección es
subcuadrangular y la cara superior presenta un amplio hundimiento longitudinal, mientras que los bordes
son relativamente convexos.
Está muy afectada por la disgregación de materia y, por tanto, la observación de la decoración no
es óptima. Ésta (21,2 x 4,3 mm) se desarrolla a lo largo de todo el fragmento y consiste en dos líneas
longitudinales paralelas que se encuentran muy cerca una de otra, sobre todo hacia el centro de la pieza,
siendo la distancia entre ellas (1,2 mm) más corta que entre cada una y los bordes de la pieza (~2 mm). En la
parte derecha de esta misma cara, bajo la sigla S.S.1, hay una tercera línea, aunque muy perdida (fig. 9, 1).
De las tres líneas, sólo se analizan tecnológicamente la de la izquierda y la del centro por ser las que mejor
se conservan aunque la última está en peor estado que la izquierda.
La línea de la izquierda tiene una trama no apretada (6 levantamientos en 2 cm). Las dimensiones medias
de cada levantamiento son 3,5 x 1,2 mm. La silueta de los levantamientos es un rectángulo obtusángulo y
éstos se encuentran superpuestos, ya que no se ven espacios sin grabado y la línea abrupta corta siempre la
inclinada. La sección longitudinal es en V asimétrica abrupta la parte distal, así como la sección transversal,
en V asimétrica con la pared izquierda bastante abrupta y con marcas del filo del útil (fig. 9, 2). La sección
longitudinal está en pendiente y tiene una profundidad distal de <1 mm y la proximal es casi inexistente. A lo
largo de la línea este escalonamiento se marca bien en el fondo de los levantamientos y es menos acentuada
en la pared izquierda, donde se van sucediendo los trazos transversales, que indican una ejecución del
conjunto desde arriba hacia abajo. Aun así, sería necesario ver las rebabas en el fondo y las salidas del útil
en superficie, como en el caso de Llonin nº 1, y que no son observables principalmente debido a la peor
conservación de la pieza. La morfología del levantamiento inferior de la línea izquierda se ve una forma en
U en el fondo del trazo (fig. 9, 3), que apoya la hipótesis del Modelo 1, y la línea del centro, aunque menos
marcada, sigue el mismo modelo (fig. 9, 1).
2. Cueto de la Mina nº 2 (Nº Inv. MNCN: 485). Varilla o azagaya (fig. 10).
Fragmento mesial de varilla o azagaya, pues la sección y anchura de la misma tiene unas dimensiones
intermedias entre las varillas y azagayas del conjunto (Vega del Sella, 1916; Corchón, 1986) de sección
ovalada irregular, con la cara inferior poco trabajada (19,6 x 5,7 x 3,3 mm). Las fracturas, en dientes de
sierra, son indeterminables. Presenta marcas de abrasión aunque su conservación es bastante mala, pues
cuenta con numerosas cupulillas de disolución, bioturbaciones y fisuras.
Fig. 9. Cueto de la Mina nº 1. Varilla. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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Fig. 10. Cueto de la Mina nº 2. Varilla o azagaya. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
La decoración consiste en dos series de trazos cortos oblicuos paralelos que no se tocan entre sí y que
forman bandas longitudinales que se desarrollan a lo largo de todo el fragmento conservado. Si comparamos
la trama de la banda derecha con la pieza anterior, ésta no es apretada: 5 trazos en 2 cm. La línea de la
izquierda se desarrolla en el interior de un surco natural. Se trata de una yuxtaposición distante, pues entre
trazo y trazo median 2 mm. Las medidas medias de los trazos son 3,4 x 2,5 mm. La profundidad es regular
en cada trazo, <1 mm.
La silueta es triangular-lenticular y la sección longitudinal recta y la transversal en V simétrica, mientras
que la longitudinal es en V asimétrica. Algunos trazos de la línea derecha tienen una sección longitudinal
en V asimétrica, siendo semiabrupta la pared distal y se parecen a alguno de los levantamientos de Cueto
de la Mina nº 1, por lo que podría ser un trazo pseudoexciso (fig. 10, 1, 2b y 2c). Sin embargo, carece de
remanente en ese punto y la silueta no es rectangular. En el resto de los trazos no se ve un levantamiento
claro de materia ni una sección longitudinal con una pared abrupta, por lo que esto sugiere un cambio de
inclinación del útil con apariencia pseudoexcisa, tal y como observamos en Llonin nº 2. La silueta y el
punto más profundo hacia el centro de los trazos, sobre todo el 8 de la línea de la derecha (fig. 10, 2a),
parece indicar el piqueteado.
5. PARALELOS
Como ya hemos visto, de las piezas que hemos estudiado sólo la nº 1 de Llonin, la de Cova Rosa y la nº 1
de Cueto de la Mina contienen pseudoexcisión, más una parte de la pieza de Llonin nº 3 con las reservas
señaladas (figs. 5, 8, 9 y 7). De ellas, ninguna tiene el mismo motivo decorativo, pero vemos un rasgo
común: la realización de la pseudoexcisión tiende a hacerse en líneas rectas dispuestas a lo largo del eje más
largo y en las caras más anchas, sobre soportes con sección aplanada-oval.
Si comparamos Llonin nº 1 con Llonin nº 3, ambas líneas tienen una trama similar (~4 y 5 levantamientos
en 1 cm respectivamente) y la figura es parecida a muy grandes rasgos, pues se trata de una forma cerrada con
una parte ancha y otra estrecha y alargada, a modo de apéndice, aunque la nº 3 tiende a la forma circular y la
nº 1 a la rectangular. No podemos afinar más por las razones de conservación ya aludidas de la segunda pieza.
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Los paralelos con piezas de otros yacimientos que tienen técnica pseudoexcisa, según la propuesta
de Utrilla (1986), a la vez que ilustraciones y descripciones detalladas se presentan en la tabla 3,
independientemente de si tienen o no líneas longitudinales superpuestas. Todas ellas cuentan con: 1.
Sucesión de levantamientos en yuxtaposición o superposición en sus lados estrechos o anchos y 2. Silueta
rectangular-trapezoidal y sección irregular de dichos levantamientos.
Hay otros posibles paralelos, no señalados previamente, pero al contar sólo con ilustraciones es más
complicado afinar de modo que las incluimos de forma provisional en la tabla 4. No obstante, el tipo
de sucesión yuxtapuesta de los trazos en las partes proximal y distal y las secciones longitudinales con
profundidad en pendiente de los mismos, a partir de las sombras que se aprecian en las ilustraciones, nos
lleva a considerar que también tienen técnica pseudoexcisa.
Estos criterios obligan a reducir algo más el catálogo de piezas con pseudoexcisión expuesto por SéronieVivien (2005), ya criticado por Ducasse (2010), en relación con los ejemplares de Isturitz. En cuanto a los
de Laugerie-Basse, dado que no contamos con buenas reproducciones de las piezas, existe la posibilidad de
que se tratara de ranuras estriadas, tal y como se observan en algunas piezas de este yacimiento o en Mas
d’Azil (Chollot-Varagnac, 1980), que serían abundantes en el Magdaleniense superior-final y, por tanto,
más acordes con la cronología propuesta desde antiguo para este yacimiento. En el caso de Le Chaffaud,
también de cronología dudosa, los trazos cortos y finos y la existencia de líneas largas de las que éstos
Tabla 3. Paralelos con pseudoexcisión clara.
Yacimiento
Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/HC
Referencia
Le Placard
Az
D
-
1 LC
Sup
Ps
MI p
(1) 217:
55.021.11
Az/Va
M
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 237: 54.995
Ci
P
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 303: 55.014
Va
P
PCx 3 LO + puntos
Sup
Ps+¿Pq? MI p
(1) Fig. 96
LM
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(1) Fig. 99
¿Va?
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(2) Fig. 21, 3º
por la izda.
¿Va?
M
-
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(3) Fig. 9.1
Ci
D
-
3 LO
Sup
Ps
II/Ba
(1) 275: 59.480
Va
D
Ov
1 LR + puntos
Sup
Ps+Pq
II/Ba
(4) Pl. XII.1
AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
9a/Ba
(5) Fig. 2.5
AzBS
C
Ov
3 LOb
Inf
Ps
8c/Ba
(5) Fig. 2.1
AzBS
Badegoule
Pégourié
Jolivet
TP
-
1 LR + incisiones oblicuas
Sup
Ps+In
B o C / ¿Ba?
(5) Fig. 4.9
Laugerie-Haute AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
Ic/MI
(6) Fig. 2
Aitzbitarte IV
Va
M
PCx 3 LO
Sup
Ps
IV/Ba
(6) Fig. 1
Rascaño
AzBS
P
Ov
Sup
Ps Tipo2 5/¿Ba?
1 LC
(7) Fig. 43.2
Tipo (tipología): Az: Azagaya; AzBS: Azagaya bisel simple; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): C: Completa; D: Distal; M:
Marginal; P: Proximal; TP: Transversal proximal. Sc (sección): Ov: Ovalada; PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC:
Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LOb: Líneas oblicuas; LR: Líneas rectas. CD (cara decorada): Inf: Inferior; Sup: Superior. Tecno
(tecnología de la MF): In: Incisión; Pq: Piqueteado; Ps: Pseudoexcisión. N/HC (nivel y horizonte cultural): Ba: Badeguliense; MI p:
Magdaleniense I posible. Referencia: (1) Chollot-Varagnac, 1980; (2) Breuil, 1937; (3) Breuil y Saint-Périer, 1927; (4) Cheynier, 1939;
(5) Séronie-Vivien, 2005; (6) Utrilla, 1986; (7) Barandiarán, 1981.
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parten se asemejan más al pectiniforme que a la pseudoexcisión y su parecido con el ejemplar de El Gato 2
es notable (Utrilla et al., 2012). Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen ejemplares con motivos
pisciformes con pseudoexcisión (tabla 3), por lo que no excluimos que se trate de esa técnica. No obstante,
es necesario estudiarlos con la metodología propuesta.
En el conjunto de piezas con pseudoexcisión clara, los motivos decorativos son múltiples y las
recurrencias escasas (tabla 3). El más repetido es sin duda el de las tres líneas onduladas, pudiendo estar
asociado o no a otros trazos y formar una figura un tanto más compleja.
No existen tampoco paralelos en la morfología del grabado entre las piezas estudiadas y las recogidas en
las tablas 3 y 4. Sin embargo, si atendemos a la decoración de algunas piezas de época Solutrense superior
o Magdaleniense inferior, sin atrevernos a atribuirlas al Badeguliense por la antigüedad de algunas de las
excavaciones, encontramos alguna similitud que pasamos a tratar (fig. 11):
- Llonin nº 1 (fig. 5).
Como decíamos más arriba, este cuadrúpedo se asemeja a un carnívoro (mustélido) en acción de oteo
(fig. 11, 1 y 11), pero en el Cantábrico no hemos encontrado por ahora un paralelo directo. De hecho, los
cuadrúpedos aislados no abundan y menos en piezas funcionales. Sólo podemos señalar, muy lejanamente,
una azagaya de La Paloma con un cuadrúpedo de perfil (Barandiarán, 1971) y otra con un signo enigmático
de Cueto de la Mina, nivel E (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII). Descrito inicialmente por Vega del Sella
como un pez (Vega del Sella, 1916: 22) o por Corchón (1986: 264) como “ramiforme en forma de ‘cola’ o de
‘penacho’”, en el motivo de Cueto de la Mina (fig. 11, 3) se puede observar una línea larga a la izquierda, que
podría corresponderse con el lomo y la cola de un cuadrúpedo. A la derecha, otra línea un tanto convexa y que
cuenta con una línea oblicua en cada extremo, a modo de pata por par. La cabeza no es perceptible. Se parece
a Llonin en que se trata de un cuerpo y rabo alargados, junto con unas patas cortas, de forma cuadrangular.
En el caso de La Paloma (fig. 11, 2) además del cuadrúpedo hay una cabeza animal. El primero está de
perfil y tiene una representación de pata por par. El lomo y el rabo están realizados por medio de una sola
Tabla 4. Paralelos con pseudoexcisión posible.
Yacimiento Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/
HC
Referencia*
Le Placard
Va/Ci
M
-
4 LR + elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
195: 55.069
Ci
M
-
3 LR + trazos oblicuos
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
195: 55.015
Al
TM
-
2 LC + trazos oblicuos
= Animal posible
Sup
¿Ps?+In
¿MI?
195: 55.046
Va/Ci
TD
-
3 LC + LR
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
217: 55.069
Va
TM
-
2 LO = Serpentiforme
Sup
¿Ps?
¿MI?
237: 55.121
Va/Az
¿TD?
-
3 LR
Sup
¿Ps?
¿MI?
241: 55.129
Va
TM
PCx 2 motivos bífidos
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.992
Va
TM
-
2 LO
Sup
¿Ps?
Posible línea cosida
¿MI?
241: 55.033
¿Az/Va?
TM
-
Elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.996
Tipo (tipología): Al: Alisador; Az: Azagaya; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): M: Marginal; TD: Transversal distal; TM:
Transversal mesial. Sc (sección): PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC: Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LR:
Líneas rectas. CD (cara decorada): Sup: Superior. Tecno (tecnología de la MF): Gs: Grabado simple; In: Incisión; Ps: Pseudoexcisión.
N/HC (nivel y horizonte cultural): MI: Magdaleniense I.
* Todas pertenecen a Chollot-Varagnac, 1980: en la tabla se indica la página y el nº de referencia.
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Fig. 11. Paralelos del cuadrúpedo de Llonin nº 1: 1. Llonin nº 1, dibujo A. Fernández Rey. 2. La Paloma (Barandiarán,
1971). 3. Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916). 4-9. Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927). 10. Laugerie-Haute
(Peyrony, 1939). 11. Mustélido: Armiño (Mustela erminea) (Vázquez y Díaz, 2006). Las piezas nº 1-3 y 11 no tienen
escala y las nº 3-4 están reflejadas del original hacia la izquierda.
línea. Al contrario que el ejemplo anterior, tiene representada la cabeza. Se diferencia del de Llonin en que
las patas están mucho más inclinadas, tiene un lomo más corto y cuenta con la curvatura del lomo en el
tren anterior, además de que la cabeza mira al frente en vez de hacia abajo y es más detallada, se trataría
de un caballo y procedería del “Magdaleniense superior” de las excavaciones de Hernández-Pacheco
(Barandiarán, 1971).
Tras una recopilación de los motivos decorativos en piezas adscritas al Badeguliense en Francia,
independientemente de su técnica, encontramos unos diseños en Laugerie-Haute y Le Placard que forzando
algo tienen alguna similitud con estos cantábricos.
En un cincel de Laugerie-Haute (fig. 11, 10), Breuil veía una representación de un asta de reno, que sin
embargo para D. y E. Peyrony podría tratarse de “un profil d’animal très schématisé: tête longue, œil rond,
pattes portées en avant, dans la position d’une bête, s’arc boutant et tirant quelque chose avec la gueule,
grosse queue tendue dans le prolongement du corps et petites ponctuations indiquant le poil” (Peyrony,
1938: Fig. 39.1). Aquí, si cambiamos la interpretación y vemos la cabeza donde D. y E. Peyrony sitúan la
cola, tendríamos una serie de coincidencias con la figura de Llonin: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con
representación de pata por par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo,
esto es, línea quebrada que da sensación de representación del pelaje en el contorno, 5. Representación del
pelaje en la parte interior del contorno mediante trazos cortos oblicuos. En la de Laugerie-Haute faltaría la
cabeza, pues la pieza está rota, y contaría con un menor grado de esquematismo que la de Llonin.
En Le Placard (fig. 11, 4-9) hay unas piezas con unas representaciones interpretadas por los autores
como estilizaciones de serpientes, “le contour, marqué par deux traits parallèles, porte une saillie qui doit
figurer le pénis” (Breuil y Saint-Périer, 1927: Fig. 69.1-4, 6-7). Si tomamos como la cola el apéndice del
extremo proximal tenemos igualmente: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con representación de pata por
par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo, esto es, línea quebrada
que da sensación de representación del pelaje en el contorno. Aquí todas carecerían de cabeza de forma
intencional puesto que las piezas no están rotas en la zona donde se localizaría la cabeza.
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- Cova Rosa (fig. 8).
Dado que este motivo había sido emparentado principalmente con los motivos vegetales (véase apartado
4.2.), este tipo de representaciones no constituye un tema recurrente en el Paleolítico (Leroi-Gourhan,
1995) ni de forma aislada ni asociada a animales. En el caso que nos ocupa, es verosímil su parecido con
plantas con infloración en espiga, tal y como señaló Jordá (1976, 1977, 1983) y que son abundantes en esta
zona geográfica.
No hemos encontrado ningún paralelo directo, no en vano no se había propuesto ninguno hasta el
momento. Es más común encontrar varias líneas con tendencia curva asociadas a otros trazos y formando
otro tipo de figuras (tablas 3 y 4). De éstos, el más similar es un pisciforme de Le Placard (Breuil y SaintPérier, 1927: Fig. 9.1.), lo cual apoyaría en cierta medida la interpretación de Barandiarán (1973) como
estilización de pez y además se trata de un tema decorativo frecuente en este periodo.
- Cueto de la Mina nº 1 (fig. 9).
Hay que tener en cuenta que se trata de un fragmento muy pequeño y que le falta una parte de la derecha.
No podemos saber si esta pieza tenía más líneas, al estilo de la azagaya de Pégourié (nivel 9a). El caso
es que el tema de las dos líneas rectilíneas no es común, siendo, sin embargo, frecuentes una o tres líneas
(tablas 3 y 4).
Por último, se puede observar en varios yacimientos atribuibles a este periodo la convivencia de
la pseudoexcisión (independientemente de su motivo decorativo) y el grabado simple con el motivo
pectiniforme, como ya señaló en su momento Utrilla (1986) a propósito de las similitudes formales de la
pseudoexcisión y algunas piezas de Badegoule (tal es el caso de Llonin III, Rascaño 5 y Badegoule II).
Incluso se documenta la convivencia entre la pseudoexcisión y el motivo ramiforme (como en Llonin III)
y, con más dudas, las series de trazos cortos paralelos que forman bandas longitudinales (Cueto de la Mina,
Parpalló), estos últimos similares a las “marcas de caza” solutrenses. Por otro lado, en otros yacimientos
de este horizonte cultural están presentes el pectiniforme y/o el ramiforme sin que se haya identificado la
pseudoexcisión como en El Gato (Utrilla et al., 2012) o en Lachaud (Cheynier, 1965: 36).
Entonces, este sería el momento (Badeguliense/Magdaleniense arcaico) de aparición tanto de la
pseudoexcisión como del motivo pectiniforme y probablemente del ramiforme, los cuales se desarrollaran
plenamente a partir del Magdaleniense inferior. Con todo, falta comprobar lo que sucede en los yacimientos
franceses y mediterráneos.
La distribución territorial de las piezas con pseudoexcisión (fig. 12) abarca por ahora desde La Charente
(Le Placard) hasta el Sella (Cova Rosa) en el occidente cantábrico, pasando por la Dordoña y el Lot (LaugerieHaute, Jolivet, Badegoule y Pégourié).6 Entre la Dordoña-Lot y el comienzo de la cornisa cantábrica (Aitzbitarte
IV) existe un vacío territorial importante (~300 km en línea recta), que abarca principalmente Las Landas y
los Pirineos donde por el momento se han documentado muy pocos yacimientos de cronología adscribible al
Badeguliense (Banks et al., 2011). Concretando más, la presencia del Badeguliense/Magdaleniense arcaico
con piezas pseudoexcisas en estratigrafías claras se reduce, de momento, a los yacimientos de Llonin, Rascaño
y Pégourié; mientras que en estratigrafías poco claras, bien por excavación antigua o por los avatares que han
sufrido las colecciones, podemos asignar a ese episodio los yacimientos de Cueto de la Mina,7 Aitzbitarte IV,
Laugerie-Haute, Badegoule, y Le Placard. No obstante, contrasta el número de yacimientos adscribibles al
Badeguliense sensu lato, tanto en Francia (Banks et al., 2011) como en la Península ibérica (Aura et al., 2012),
con la escasez de los mismos donde existe pseudoexcisión.
6
A partir de los criterios definidos en este texto, cabe la posibilidad de que haya pseudoexcisión en Volcán del Faro y en principio se
descarta para la pieza de Parpalló (Aura et al., 2012: fig. 3.8). Su descripción y discusión será retomada en un artículo más amplio.
7 A este conjunto pueden añadirse Jolivet y, sin olvidar su grave problemática, Cova Rosa.
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Fig. 12. Distribución de las piezas con pseudoexcisión en la Península Ibérica y Francia. A la cantidad de piezas
anotadas deben añadirse ocho posibles en Le Placard.
Además, es necesario tener en cuenta, según los yacimientos que conocemos en la actualidad, que
durante esta época no se elaboraba una amplia producción ósea si lo comparamos con el Magdaleniense
inferior y el medio, aunque es relativamente mayor que en el solutrense, y ello sumado a que ésta se
conserva en pocos yacimientos. Por tanto, con la información disponible el carácter de los marcadores
propuestos, y los que puedan proponerse, no podrá ser equiparado al de épocas posteriores.
Por otra parte, la abrumadora concentración en Le Placard podría llevarnos a considerar este yacimiento
como el núcleo de la pseudoexcisión (al estilo de Isturitz o Mas d’Azil durante el Magdaleniense medio [Utrilla
y Martínez Bea, 2008; Rivero, 2010]). Lamentablemente, no conocemos si todas las piezas pertenecen a un
mismo nivel ni tampoco su posición estratigráfica clara en el conjunto del yacimiento, aunque los nuevos
estudios podrán aportar datos importantes (Dujardin y Pinçon, 2000; Clottes et al., 2011).
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6. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
Las piezas estudiadas añaden dos ejemplares claros (Llonin nº 1 y Cueto de la Mina nº 1) y una parte de otra
(Llonin nº 3) a la lista de piezas con pseudoexcisión inscritas en el Badeguliense/Magdaleniense arcaico.
Se han propuesto unos parámetros específicos para diferenciar esta técnica de otras, con el objetivo de
eliminar confusión y de evaluar si se trata de una técnica exclusiva de esta época y que permita, al mismo
tiempo, ver los cambios que se producen en cronologías posteriores y en otros soportes. En este análisis se han
visto dos modalidades de ejecución, así como dos tipos morfológicos resultantes, estos últimos ya contemplados
en su momento por Utrilla (1986). De ellos, el Tipo 1 (Aitzbitarte IV) es más evidente que el Tipo 2 (Rascaño)
en el que resulta más difícil aislar algunas variables (como ocurre con el ejemplar de Cova Rosa).
En lo que se refiere a la forma de ejecución, conviven los dos modelos y, en el caso de Cova Rosa, se
observa el paso de uno a otro. Además en Llonin nº 1, Cova Rosa y Cueto de la Mina nº 1 coincide una factura
de arriba abajo tal y como hemos orientado las piezas. Igualmente, no se ha añadido ningún tipo nuevo de
soporte. Así, se sigue tratando de soportes alargados en los que se decora una sola cara (Utrilla, 1986).
En cuanto al carácter funcional o no de la pseudoexcisión, ninguna de las estudiadas cuenta con microlitos
o, aparentemente, resinas. Además, ninguna de las líneas con trazo pseudoexciso alcanza una profundidad
notable (siempre <1 mm) como para ser contenedora de elementos, del tipo de las registradas en algunos
yacimientos (Santamaría et al., 2001; Pétillon et al., 2011), ni se localiza en otra cara que no sea la más
ancha, todo lo cual nos lleva a rechazar, a falta de más datos, la hipótesis funcional de la pseudoexcisión.
Por otro lado, no estamos de acuerdo con la interpretación tecnológica de Hemingway (1980) según la
cual la pseudoexcisión es una preparación para hacer ranuras. Así, en Le Placard, donde se ha recopilado
un mayor número de piezas con pseudoexcisión (y teniendo en cuenta todos sus problemas estratigráficos),
las piezas con ranuras deberían dominar o al menos constituir un número elevado. Sin embargo, si tomamos
como muestra las piezas recogidas por Chollot-Varagnac (1980), vemos que sólo una pieza es clasificada
como “rainure” y otra como “nervure”, ¿acaso sólo hubieran quedado en el yacimiento las piezas que
estaban en curso de fabricación, puesto que la pseudoexcisión, según Hemingway, sería un paso previo
a la profundización final de la ranura? A mayor abundamiento, en Llonin no hay piezas con ranuras, hay
pseudoexcisión y ésta representa una figura completa.
Como paralelos tecnológicos se han recogido catorce, asumidos por la comunidad científica (Utrilla,
1986; Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010), y ocho con posibilidad de serlo. No obstante, es necesario
estudiarlos directamente con la metodología propuesta y seguir profundizando en el estudio tecnológico
con nuevas técnicas de observación (MEB, microtopografía 3D, escáner micro-CT), dadas las limitaciones
con que nos hemos encontrado y que aportará nuevos datos sobre la relación entre los dos tipos de
pseudoexcisión señalados y el trazo simple de tipo pectiniforme.
Los motivos decorativos realizados mediante la técnica pseudoexcisa muestran una variabilidad
abundante y un carácter marcadamente no figurativo aunque existen serpentiformes y pisciformes. A éstos
se puede añadir el cuadrúpedo de Llonin nº 1, para el cual, por otra parte, no hemos encontrado paralelos
claros. En esta pieza se observa además un claroscuro producto de la pseudoexcisión, reproduciendo la
sensación del pelaje del animal, que se combina con otros recursos técnicos como un leve relieve diferencial.
Por otra parte, si la asociación de motivos no figurativos es frecuente en el Magdaleniense (Corchón,
1986) en las piezas del Badeguliense no lo es. Ésta se realiza entre líneas, curvas por ejemplo, que pueden
llegar a formar un motivo relativamente complejo (pez, mustélido, etc.) pero siempre en un mismo campo
gráfico y sin invadir otras caras de la pieza.
En el caso del pectiniforme estudiado en Llonin nº 2, este motivo decorativo se realiza en grabado
simple, no en pseudoexcisión, y está presente en varios yacimientos atribuibles a esta época, a veces
conviviendo con la pseudoexcisión en un mismo yacimiento. Aquí, el pectiniforme estudiado de la varilla
de Llonin no tiene nada que ver con el de la placa ósea del Magdaleniense superior del mismo yacimiento
(Duarte et al., 2012).
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Como ya se ha comentado, algunas de las piezas estudiadas se corresponden con el Badeguliense, tal
y como se ha venido definiendo en la zona cantábrica (Utrilla, 1981, 2004; Rasilla, 1994; Fortea et al.,
1999, 2004; Bosselin y Djindjian, 1999; Sauvet et al., 2008; Aura et al., 2012), a pesar de que algunos
autores no reconozcan este horizonte en la Península ibérica (Corchón, 2005; Banks et al., 2011). Con todo,
la pseudoexcisión refuerza las similitudes entre los yacimientos estudiados y otros cantábricos con los
franceses (Utrilla, 1986) y, posiblemente, con otros yacimientos peninsulares (Aura et al., 2012).
La pseudoexcisión, el pectiniforme y la diversificación de los tipos óseos constituyen novedades
respecto al Solutrense, y en relación al Magdaleniense se establecen distancias debido a la complejización
de la decoración, de la morfología del grabado y de los morfotipos que se produce en ese momento. Faltaría
comprobar la continuidad de la pseudoexcisión a partir del Magdaleniense inferior.
No obstante, hay que tener en cuenta que la industria ósea y el arte mobiliar y parietal atribuidos con
certeza a este momento son escasos. Así, existe un sesgo relacionado con las vicisitudes que ha seguido el
reconocimiento de este periodo y es muy probable que una parte de sus materiales aún estén catalogados como
solutrenses o magdalenienses, por lo que es necesaria una revisión a fondo de las colecciones y estratigrafías
problemáticas, así como una eventual datación directa de las piezas. Debido a estas circunstancias y quizá
también a causa de lo exiguo de los yacimientos, parece que la producción artística no ha sido intensa ni en
lo mueble ni en lo parietal, pero convendrá integrar los datos conocidos con los nuevos para plantear una más
completa evaluación de estas producciones (se denominen badegulienses, magdalenienses arcaicos o de esa
parte que se encuentra entre el final del Solutrense y el Magdaleniense inferior). Por último, en un gran número
de yacimientos no se han conservado muchos restos orgánicos (p. ej. Bassin parisien), lo cual no permite
actualmente una buena caracterización tecno-tipológica del conjunto óseo ni tampoco la determinación de
marcadores culturales franco-peninsulares de la magnitud de los propuestos para el Magdaleniense (véase
recopilación en Duarte, e. p.), por lo que las nuevas excavaciones aportarán datos muy valiosos.
AGRADECIMIENTOS
A Javier Fortea que como codirector de las investigaciones en la Cueva de Llonin tenía que haber participado en este
artículo y por haberse dado cuenta de la singularidad de las piezas de Cueto de la Mina. A David Santamaría Álvarez
(Universidad de Oviedo) y a María D. Simón Vallejo (Museo de Frigiliana, Málaga) por su colaboración e intercambio
de información y opiniones. A José M.ª Rodanés Vicente y M.ª Fernanda Blasco Sancho (Universidad de Zaragoza) por
facilitar a EDM el estudio de la industria lítica y ósea del yacimiento de El Gato. A José Javier Fernández Moreno, Jorge
Camino Mayor y Beatriz García Alonso del Museo Arqueológico de Asturias; a Begoña Sánchez Chillón y Patricia
Pérez Dios del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid; a Helena Bonet Rosado y Josep Lluís Pascual Benito
del Museo de Prehistoria de Valencia-SIP; a Pau García Borja y María I. Borao Álvarez (Universidad de Valencia).
BIBLIOGRAFÍA
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Principado de Asturias, Oviedo.
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Iberia”. Quaternary International, 272-273, p. 150-165.
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BARANDIARÁN, I. (1967): El Paleomesolítico del Pirineo occidental. Monografías Arqueológicas 2, Universidad
de Zaragoza, Zaragoza.
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Archivo de Prehistoria Levantina
Vol. XXX, Valencia, 2014, p. 27-55
Elsa DUARTE MATÍAS a, Marco de la RASILLA VIVES a y J. Emili AURA TORTOSA b
La técnica pseudoexcisa
en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
RESUMEN: Presentamos varias piezas óseas de yacimientos asturianos cuyo grabado está hecho mediante
la técnica pseudoexcisa. Algunas de ellas se incorporan por primera vez al listado del Badeguliense/
Magdaleniense arcaico franco-cantábrico, confirmando una geografía occidental amplia de ese período,
pero limitada a un número reducido de objetos en cada uno de los yacimientos. Asimismo se precisan
algunos parámetros específicos para definir la citada técnica.
PALABRAS CLAVE: Industria ósea, técnica pseudoexcisa, Badeguliense, Magdaleniense arcaico, Asturias,
península Ibérica.
Pseudo-excise carving technique during
the Badegulian / Archaic Magdalenian period in Asturias (Spain)
ABSTRACT: We present some bone tools from certain sites of Asturias whose engraving is done by the
pseudo-excise carving technique. Some ones are added for the first time in the franco-cantabrian Badegulian/
Archaic Magdalenian bone tool list, confirming a broad western geography in that period, but limited to
a small number of pieces in each site. Additionally we specify some particular parameters to define that
technique.
KEY WORDS: Bone industry, pseudo-excise carving technique, Badegoulian, Archaic Magdalenian,
Asturias, Iberian Peninsula.
a Área de Prehistoria, Departamento de Historia, Universidad de Oviedo.
elduarma@gmail.com | mrasilla@uniovi.es
b Departament de Prehistòria i Arqueologia, Universitat de València.
emilio.aura@uv.es
Recibido: 11/01/2014. Aceptado: 23/05/2014.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
1. INTRODUCCIÓN
En este artículo presentamos un análisis tecno-tipológico de varias piezas óseas de la Cueva de Llonin en
las que se ha utilizado la técnica pseudoexcisa,1 las cuales hemos comparado con otras procedentes de Cova
Rosa y del Abrigo de Cueto de la Mina (fig. 1) que muestran la misma técnica. De hecho la del segundo
yacimiento no estaba catalogada como tal.2 Además, al hilo de este estudio se establecen unos criterios
específicos para definir dicha técnica y se insiste en incorporar al Badeguliense dentro de la periodización
del paleolítico cantábrico.
Somos conscientes, sin embargo, de que el reconocimiento de esa etapa en el Cantábrico y sus posibles
filiaciones (solutrenses, magdalenienses o propiamente badegulienses) constituye un debate ya planteado
hace tiempo pero que aún está vigente (Bosselin y Djindjian, 1999; Straus y Clark, 2000; Utrilla, 2004;
Corchón, 2005; Utrilla et al., 2012; Aura et al., 2012). Con todo, lo relevante es constatar que en Llonin
se han hallado en el denominado nivel III, que está por encima de otro perteneciente al solutrense superior
(nivel IV) de la Galería, una serie de restos pertenecientes a lo que en su momento se consideró como
Magdaleniense arcaico y, más recientemente, como de tipo badeguliense, a partir de la asociación de
raclettes, azagayas tipo Le Placard, técnica pseudoexcisa y el uso de materias primas locales (Fortea et al.,
1995, 1999, 2004; Aura et al., 2012).
En función de esa circunstancia consideramos más acorde con la realidad denominar a esa etapa
Badeguliense, aunque para evitar complicaciones empleamos indistintamente ese término y el de
Magdaleniense arcaico, a la espera de que se documenten más evidencias en el Cantábrico y en la península
para poder tomar una decisión definitiva; lo que a su vez nos permitirá establecer con mayor claridad cómo
se ha articulado la transición Solutrense/Magdaleniense.
En ese sentido, ya P. E. L. Smith en su clásico libro del solutrense en Francia hace una reflexión sobre
lo que sucede con los primeros signos que anuncian una nueva “cultura” arqueológica, siempre poco
numerosos y magros, y trae a colación un enjundioso texto de Spaulding (1960: 454-455): “… una forma
típica de cambio cultural es la realización de un invento clave –una especie de avance cuántico– seguido
rápidamente por un gran número de innovaciones auxiliares unidas funcionalmente. Los cortos períodos
de cambios rápidos estarían separados por relativamente largos en relativa calma, pero naturalmente sin un
estancamiento cultural total […] Los conjuntos morfológicamente transicionales entre los tipos de cultura
que se suceden y que son netamente distintivos deben ser raros, y los conjuntos que se sitúan bien en el
interior de los límites de los tipos culturales deben ser relativamente abundantes […] Los diversos sucesos
que marcan el principio o el fin de un período se concentran en el tiempo, de tal manera que la mayoría de
los conjuntos no parecen pertenecer a dos períodos”.
Otro asunto que ha jugado un papel importante en la falta de reconocimiento de ese momento –llámese
como se llame–, situado en la región cantábrica a caballo entre el Solutrense superior y el Magdaleniense
inferior, tiene que ver con la tafonomía y con la sistematización inicial del Magdaleniense. Así, en
primer lugar, su escasa potencia en algunos casos y las discordancias erosivas existentes en ese lapso
temporal asociadas a la crisis de Lascaux han podido, respectivamente, enmascarar o eliminar eventuales
ocupaciones o depósitos de ese episodio. En segundo lugar, como la investigación consideró que el
primer Magdaleniense cantábrico había llegado desde Francia más tarde y, por tanto, su inicio a escala
1 Esta investigación estuvo integrada en el Proyecto de Investigación HAR2008-03005: “La Transición Solutrense - Magdaleniense
- Badeguliense en la Península Ibérica (19.000-15.000 BP): contrastación de los datos del Cantábrico occidental (Asturias) y del
Mediterráneo central (Valencia) (SOBAMAπ)”. Ministerio de Ciencia y Tecnología. Gobierno de España.
2 En este punto hay que traer a colación a Ducasse (2010: 360) pues incluye a Cueto de la Mina entre los yacimientos con
pseudoexcisión, pero en puridad lo incluye porque Utrilla (1986) señaló una pieza de dicho yacimiento como un paralelo
morfológico del tema decorativo (tres líneas onduladas) de la de Aitzbitarte IV. Sin embargo, la pieza a la que se refiere
Utrilla no tiene pseudoexcisión y pertenece al nivel C, esto es al Magdaleniense medio, luego no tiene nada que ver con el
asunto que nos ocupa.
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Fig. 1. Mapa de la zona cantábrica con los yacimientos estudiados. Dibujo D. Santamaría.
regional era más tardío (Magdaleniense III), se estimaron como del Magdaleniense inferior aquellos
niveles situados estratigráficamente por encima de las puntas solutrenses y por debajo de los arpones
(Jordá, 1958; González Echegaray, 1960).
Más adelante, comenzaron a verse diferencias tipológicas dentro del gran paquete del Magdaleniense
inferior y entonces se individualizó una etapa antigua, en algunos casos en contacto con el Solutrense
superior, que se denominó en esta zona Magdaleniense arcaico (Utrilla, 1981). La técnica pseudoexcisa junto
con el tema de las tres líneas onduladas vino a establecer paralelos claros con el entonces Magdaleniense 0
de Laugerie-Haute, lo cual ayudó a definir mejor esta etapa en el Cantábrico tanto desde el punto de vista
cronológico e industrial (Utrilla, 1986).
Dada la escasez generalizada de la industria ósea en el Badeguliense/ Magdaleniense arcaico y que no
han aparecido nuevos fósiles directores óseos, el modelo propuesto por Utrilla (pseudoexcisión y tres líneas
onduladas) se ha mantenido vigente a lo largo de estos años y ha sido aplicado sistemáticamente en Francia
a medida que el número de piezas con pseudoexcisión ha ido aumentando. Por otro lado, el progresivo
avance de la investigación ha modificado el modelo, puesto que ya se trata de la técnica (pseudoexcisión)
independientemente del tema (líneas onduladas); pero desde nuestro punto de vista el problema surge al
incluir dentro de dicha pseudoexcisión a piezas con una técnica distinta, sin que por otra parte pierdan su
condición de materiales badegulienses/magdalenienses arcaicos.
2. LA TÉCNICA PSEUDOEXCISA
Esta técnica fue definida por Barandiarán (1967) y matizada por él mismo con el paso de los años y el
hallazgo de nuevas piezas (Barandiarán, 1973, 1975, 1981). Los antecedentes de su identificación se
rastrean en los pies de figuras de cinceles, alisadores y azagayas del Magdaleniense I-II de Le Placard
con motivos singulares y decorados con “traits ponctués et pectinés” (Breuil, 1934: Fig. 21 y 22). Sin
embargo, el grabado de todas esas piezas no era idéntico y así se puede ver que aquellas más singulares
de Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927: 30 –Fig. 11.1–, 148 –Fig. 70.4–) y de Laugerie-Haute
(Peyrony, 1938: 50 –Fig. 39.2–) llamaron la atención de los autores y fueron descritas con mayor
detalle. Por su parte, Cheynier (1949: 227) describió el grabado de las por él denominadas ranuras
longitudinales de varias piezas de Badegoule como “plusieurs points en coup de silex; c’est-à-dire
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
enlèvement d’une simple esquille triangulaire”, pero esta descripción pasó igualmente desapercibida
hasta que Utrilla (1986) hizo el compendio de las piezas con pseudoexcisión y estableció la similitud
entre la varilla de Aitzbitarte IV y varias piezas de Laugerie-Haute, Badegoule y Le Placard.
Inicialmente, Barandiarán lo define como “surco por excisión” y lo explica del siguiente modo: “Parece
que se hubiera utilizado una punta aguda de sílex (posiblemente con corte de buril) que, introducida
perpendicularmente en la materia ósea, se movía luego a modo de palanca para ‘excindir’ una pequeña
cantidad de la masa. Así se produce una excisión de huella triédrica que, agrupada con otras semejantes en
filas continuas, puede formar una línea” (Barandiarán, 1967: 359). Posteriormente, emplea ya el término
pseudoexcisión, para los trazos que “muerden profundamente en la materia córnea, hasta producir sensación
de técnica excisa” (Barandiarán, 1973: 60). Se aprecian pues una serie de atributos, como una sucesión de
trazos cortos profundos relativamente oblicuos, incisos y yuxtapuestos, cuyo resultado es una especie de
surco. Finalmente, con el hallazgo de la azagaya de Rascaño se incorporaría como gesto técnico la torsión,
que en ese caso concreto además sustituiría al movimiento de palanca (Barandiarán, 1981: 98).
Utrilla (1986) utiliza el término pseudoexcisión siguiendo a Barandiarán, pues para ella los trazos están
realizados “levantando y rehundiendo la punta del buril alternativamente” (Utrilla, 1986: 210); pero además
se centra en otros criterios tecnológicos como el orden de ejecución, que para el caso de Laugerie-Haute los
pasos son: 1. Línea corrida longitudinal, 2. Retoque de la línea anterior mediante rehundido “en pequeños
trazos que mordían el surco, (…) siguiendo la dirección longitudinal y no atacándola desde los laterales de
la línea” (Utrilla, 1986: 210), 3. Retoque con una nueva línea incisa. Por su parte, la varilla de Aitzbitarte
IV contaría con un paso 1 idéntico al descrito de Laugerie-Haute, mientras que el paso 2 sería una excisión
de la línea en trazos cortos oblicuos al surco, ya no rectos como en el anterior, y el paso 3 no existe.
La relación entre motivo decorativo, técnica y cronología permitían reconocer un fósil director para
la época más antigua del Magdaleniense e identificar así dicha etapa tanto en la zona francesa como en la
cantábrica (Utrilla, 1986).
Como señala Barandiarán (1973), una realidad palpable es que existe una variedad de formas relacionadas
con la presencia de trazos cortos yuxtapuestos y que no son fáciles de clasificar morfológicamente, lo
cual influye en la clasificación tecnológica. Así, Chollot-Varagnac sin incorporar la pseudoexcisión utiliza
términos diversos para referirse a estas líneas: formada por entalladuras (Chollot-Varagnac, 1980: 236,
nº 55.121; 240, nº 55.033; 280, nº 55.020.1) o por puntillado (ibíd.: 216, nº 55.021.11; 216, nº 55.069) o
nervaduras cantonadas de estrías oblicuas (ibíd.: 274, nº 59.480; 302, nº 55.014; 334, nº 54.996).
Por su parte, Corchón (1986, 2005) se queda tanto con la primera aproximación de Barandiarán como
con la segunda. En el primer caso, utiliza “surco por excisión” como equivalente de “ranura estriada” o
“grabado por trazo compuesto” para Aitzbitarte IV y Cova Rosa. En el segundo, la “serie de incisiones
cortas en paralelo” de la azagaya de Rascaño lo considera como pseudoexcisión (Corchón, 1986: 333) Para
esta autora, se produce primeramente la incisión que genera primeramente el surco y, posteriormente, una
profundización considerable en la materia lo cual no ocurre en el caso de Rascaño.
Fortea y otros utilizarán pseudoexcisión como Barandiarán (1973) en el caso del motivo decorativo de
una pieza de Llonin (Llonin nº 1 de este artículo), que asimilan con la pieza de Cova Rosa como “paralelo
técnico más próximo” (Fortea et al., 1995: 34).
Por último, los estudios recientes son más analíticos a la hora de referirse a esta técnica. Así, SéronieVivien, siguiendo la explicación tecnológica ya comentada de Cheynier, lo denomina “gravure par encoches
courtes juxtaposées” (Séronie-Vivien, 2005: 157); por su parte, Sauvet et al. como “sucesión de cortos
levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008: 48).
Además, algunos autores han propuesto interpretaciones diversas para esta técnica, relacionándola
por ejemplo con el momento de abandono de la pieza. Para Hemingway (1980: 206) se trataría de un
grabado técnico previo al de la línea continua que permitiría ganar en profundidad (preparación de ranuras);
mientras que para Barandiarán (1967, 1973) y Séronie-Vivien (2005) se trataría de una técnica decorativa
y para otros autores (Utrilla, 1986) las posibilidades son múltiples.
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La utilización del término pseudoexcisión está consolidada en la literatura científica (Utrilla, 1986;
Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010; Aura et al., 2012) y, además, es acertado porque se trata de una excisión
de materia. Obviamente, el prefijo pseudo precisa ese acto y su resultado porque no sucede exactamente
igual a lo que ocurre en la cerámica.3 Puesto que existen diferentes procedimientos técnicos que consiguen
formas similares, es necesario establecer unos criterios que permitan reconstruir ese conjunto de técnicas
y que al mismo tiempo aísle esa acción técnica (pseudoexcisión) de otras, más cuando ésta ha pasado a
proponerse como un fósil director independientemente del motivo decorativo inicialmente propuesto por
Utrilla (Utrilla, 1986, 1990, 1996, 2004; Utrilla y Martínez Bea, 2008; Sauvet et al., 2008; Ducasse, 2010;
Aura et al., 2012).
Escindir procede del latín scindere y significa cortar, dividir, separar. Por su parte, excisión es
un término que no recoge el diccionario de la RAE, pero sí lo hace con escisión que procede el
latín scissio y significa cortadura o rompimiento. Según Caro (2008) procede del latín excido, y es
empleado en la nomenclatura cerámica como “sacar o extraer cortando, con un instrumento estrecho,
duro y cortante” o “extraer con instrumento cortante parte de la pasta superficial […] sin llegar a
taladrarla” (Caro, 2008: 115). El resultado es un motivo decorativo en relieve, el cual presenta dos
niveles claramente diferenciados, un nivel superficial y uno profundo, estando este último delimitado
por paredes inclinadas o abruptas.
Aquí, la principal diferencia radica en la materia trabajada, pues la ósea no es tan blanda ni maleable
como la cerámica “a punto de oreo” y, además, las características internas del tejido óseo (grado de
osificación, canales de Havers, etc.) determinan el trazo en mayor grado que las partículas de la cerámica.
El resto de las diferencias se derivan del tipo de utensilios empleados para transformar la materia (piedra en
el caso de la materia ósea paleolítica).
Así, la materia ósea opone resistencia y por ello se realizan pequeños levantamientos encadenados
(yuxtapuestos o superpuestos), lo cual permite mayor dinamicidad y eficiencia a la hora de realizar una
“línea corrida” o contornos, pues no se aplica a rellenos de figuras, al contrario de otros recursos como las
series de tracitos cortos. La materia extraída, previamente cortada como en la excisión es sin embargo poco
espesa y poco dúctil, desarrollándose el “vaciado” en una superficie de dimensiones reducidas y, por tanto,
el efecto visual es una línea de profundidad irregular, separada o no por tramos de materia en superficie, que
produce un claroscuro irregular y poco marcado.
En este sentido, la sensación que provoca se relaciona como apuntaba Utrilla (1986) con el boquique
(i.e. morfología lineal y claroscuro). Sin embargo, el boquique diverge de la excisión cerámica (y de la
pseudoexcisión que tratamos) porque es un relieve menos acusado derivado del proceso técnico, pues no
se extrae materia sino que ésta se ve desplazada al arrastrar el instrumento por la superficie y variando
la inclinación del útil con que se decora, esto es, puntillado+incisión o punto-línea. En la Prehistoria
reciente peninsular, la cerámica puede combinar en una misma pieza excisión-incisión, excisión-boquique
(puntillado-incisión) o no, dependiendo de las áreas culturales. Algo similar encontramos en la materia
ósea, existiendo asociaciones y formas de paso entre pseudoexcisión y grabado simple (línea estriada,
trazos cortos oblicuos o pectiniforme).
Si tenemos en cuenta el procedimiento técnico, aquí se produce una extracción de materia mediante una
presión puntual, lo cual choca con, por ejemplo, las ranuras, que sería mediante pasadas continuadas del útil
(grabado profundo) y pueden contener estriaciones o trazos oblicuos posteriores. De tal modo que el término
“ranura estriada” (Corchón, 1986) no es sinónimo de pseudoexcisión, aunque exista una similitud morfológica.
Por otra parte, “surco por excisión” (Barandiarán, 1967; Corchón, 1986) implica una profundidad importante,
pero dado que estos levantamientos de materia se desarrollan más superficialmente, pocos cumplirían este
requisito y por tanto no sería adecuado denominarlo así. Tampoco es idóneo el término “muescas cortas”
3 Aunque ese término también es empleado en el lenguaje cerámico como una variedad de la excisión (Fernández-Posse, 1982;
Barrio, 1984-85).
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
(Séronie-Vivien, 2005) porque una muesca se situaría en el ámbito de la incisión y no contempla la excisión
de materia. Por último, “pequeños levantamientos oblicuos” (Sauvet et al., 2008) no comporta yuxtaposición
o superposición y en el caso de no existir es difícil distinguir entre puntillado, piqueteado o entalladuras.
Pero la técnica pseudoexcisa no se ha planteado sólo en el soporte óseo ni en el mobiliar. Así, Corchón
(1986) había propuesto el uso de esta técnica en un canto de La Paloma; y en lo que se refiere al arte parietal,
se ha formulado por una parte el paralelismo técnico de este grabado con el piqueteado como por ejemplo el
de Foz Côa (Séronie-Vivien, 2005). Si bien la sensación visual es similar, la técnica no lo es, determinada
por el tipo de soporte, las herramientas y el gesto técnico empleados (piqueteado), y morfológicamente se
emparenta más con el puntillado o las entalladuras del arte mueble que con lo que nos atañe.
Por otro lado, en Llonin se ha propuesto la trasposición de la pseudoexcisión al soporte parietal mediante
pigmento (Fortea et al., 2004). Esto es verosímil en tanto que se aprecia una yuxtaposición de trazos de
silueta triangular-trapezoidal y la cronología relativa lo sitúa entre la fase Ib y la fase III, esto es, anterior
al grabado de trazo múltiple, por tanto anterior o contemporáneo del Magdaleniense inferior, este último
no representado arqueológicamente en el yacimiento (Fortea et al., 2004). Al respecto, es importante tener
en cuenta que el cambio de materia no permite los mismos resultados ni procesos técnicos, de modo que
a la hora de compararlos habrá variables que no estarán presentes y es necesario discriminar entre las
fundamentales para detallar el tipo de trasposición.
3. METODOLOGÍA
Las diferentes clasificaciones y descripciones tecnológicas recogidas en el punto anterior han prestado
atención tanto a la diversidad morfológica de los trazos (o levantamientos) como a su asociación y
composición; pero identificamos tres aspectos básicos que concentran buena parte de las dificultades que
plantea su sistematización, repercutiendo sobre la definición de la técnica pseudoexcisa:
1. Los trazos cortos carecen de un análisis en el que se compute su forma, sección y profundidad y han
sido descritos de forma diversa (puntillado, piqueteado, entalladura, muesca, línea cosida, línea quebrada,
tracitos cortos).
2. Otro tanto ocurre con la relación entre los trazos cortos. Su sucesión, la separación o el grado de
superposición entre ellos, y la zona de contacto, si es que existe, entre unos y otros.
3. En los casos en que los trazos cortos se asocian a una línea larga, tanto en su exterior como en
su interior, a veces no se especifica la diferencia entre surco, ranura o línea simple; y además existen
distintos tipos de relación entre esa línea larga y los trazos cortos lo que ha dado lugar al establecimiento
de diferentes términos (pectiniforme, alambre de espino, dentado) cuya diferencia no está suficientemente
computada para formalizar la distinción entre ellos.
Para poder especificar nuestro punto de vista, partimos de una caracterización tecnológica, que coincide
con la primera descripción de Barandiarán (1967) y con la ejecución de la excisión como en la cerámica,
según la cual esta técnica consiste en una sucesión de levantamientos de materia (excisión) mediante la
aplicación del útil en varios movimientos para cada trazo resultante (fig. 2):
1. Incisión perpendicular en la materia generándose un trazo corto de profundidad variable (de mayor a
menor) a lo largo de su recorrido (fig. 2, A1), o bien mediante una incisión oblicua en la materia que permite
ir ganando profundidad a medida que se realiza el trazo (fig. 2, B1).
2. Movimiento de vaivén y posible torsión que permita enganchar una parte de materia para escindirla
posteriormente (fig. 2, A2 y B2).
3. Levantamiento y extracción de la materia acumulada (fig. 2, A3 y B3).
4. Las posibilidades posteriores a este trazo son diversas, pudiendo yuxtaponerse o superponerse el
trazo siguiente a la pared corta o larga este levantamiento.
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A
B
Fig. 2. Propuesta de los gestos
y acciones técnicas en la
pseudoexcisión.
Hay que tener en cuenta que un trazo aislado puede haber sido realizado con este mismo procedimiento,
aunque es muy difícil de observar. En tal caso hablaremos de levantamiento o trazo pseudoexciso y de
pseudoexcisión cuando se trate de varios levantamientos continuados.
Por otra parte, se observan dos tipos morfológicos en la pseudoexcisión tal como apuntó Utrilla (1986):
1. Aquélla en la que la superposición o yuxtaposición se produce en los lados cortos de los levantamientos,
caso de Aitzbitarte IV (fig. 3, A).
2. Aquélla en la que los lados largos se superponen o yuxtaponen a una parte de los largos, caso de
Rascaño (fig. 3, B).
El análisis del material que nos ocupa se ha realizado mediante lupas binoculares (Nikon SMZ-100 y
Nikon SMZ-800, ambas con oculares de 10x), si bien no se ha seguido de forma íntegra la reconstrucción de
la dirección del trazo según los criterios propuestos por Fritz (1999) y Rivero (2010) porque habitualmente
la propia técnica elimina ciertas huellas y las piezas están alteradas. No obstante, siempre que estuvieran
presentes se ha utilizado el orden de superposición y la localización de los remanentes de materia para la
reconstrucción de la dirección del trazo.
A
B
Fig. 3. Tipos morfológicos: A. Tipo 1, Aitzbitarte IV (según Utrilla, 1986). B. Tipo 2, Rascaño
(según Barandiarán, 1981).
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Tabla 1. Variables analizadas de la morfología del grabado.
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Teniendo en cuenta la problemática antes presentada, hemos establecido unos parámetros que definen la
pseudoexcisión si se dan de forma conjunta, permitiéndonos a su vez distinguirla de otros recursos técnicos
y de las diversas morfologías.4 Por tanto, para nosotros los rasgos que definen la pseudoexcisión y que
permiten evaluar las diferencias con otros tipos de grabado son los siguientes:
1. Yuxtaposición o superposición entre levantamientos en sus lados cortos o en parte de los lados largos.
2. Levantamientos alargados pero de reducidas dimensiones y estrechos, con una profundidad variable
entre la parte proximal y la distal (sección longitudinal asimétrica) (tabla 1).
4. YACIMIENTOS Y ANÁLISIS
4.1. Llonin
Es un yacimiento con varias zonas de excavación y una cronología larga tanto en el yacimiento (Musteriense,
Gravetiense, Solutrense, Magdaleniense, Aziliense y Edad del Bronce) como en el arte parietal (del
Gravetiense al Magdaleniense superior) (Fortea et al., 1995, 1999, 2004). Las piezas que estudiamos han
aparecido en el nivel III de la Galería que consiste en una pequeña sala conectada con el vestíbulo a
través de un estrecho pasillo y con la sala grande a través de un conducto (fig. 4). Este nivel, excavado en
una extensión de unos 5m², tiene un espesor medio de 30 cm, encontrándose a muro un nivel Solutrense
superior y a techo uno Magdaleniense superior también en curso de estudio por uno de nosotros (EDM).
Como ya se ha dicho, el nivel III se caracteriza por la existencia de numerosos restos de combustión
y piezas líticas principalmente en cuarcita, que cuentan con escasa microlaminaridad y una reducida
laminaridad, así como un utillaje con predominio de los raspadores, las piezas astilladas y el grupo de las
lascas retocadas, raederas y denticulados, además de contar con raclettes y azagayas de Placard.
Las piezas con técnica pseudoexcisa seleccionadas se encontraban al menos a ~10 cm por debajo del
techo del nivel III, coincidiendo con la mayor acumulación de raclettes y piezas astilladas, lo cual elimina
–o amortigua– una posible contaminación con el Solutrense superior (nivel IV). Las piezas analizadas son:
1. Llonin nº 1. Azagaya biapuntada losángica con decoración zoomorfa (fig. 5).
Se trata de una azagaya completa biapuntada con silueta de forma losángica de asta (111,6 x 14,4 x 4,5
mm). Fue clasificada por Fortea et al. (1995: 34) como varilla, puesto que es “demasiado frágil para ser una
azagaya” (ídem, 1995: 34). Sin embargo, si nos atenemos a sus caracteres morfológicos silueta, sección y perfil,
tipológicamente encaja en la azagaya (Hahn, 1988). La anchura máxima se localiza a 43,62 mm de la base
coincidiendo con su espesor máximo y su perfil es recto. Por su parte, la sección de sus extremos es circular.
Carecemos asimismo de criterios para clasificarla como varilla (Feruglio, 1992), pues no tiene bordes
paralelos y, además, ambas extremidades están apuntadas y ambas caras están muy trabajadas. Ciertamente,
la sección central es ovalada-aplanada (“plano-convexa muy aplanada”, según Fortea et al., 1995: 34),
aspecto asociado generalmente a las varillas, pero hay que tener en cuenta que este tipo de sección es
un rasgo común del tecno-complejo óseo del nivel III de Llonin. Las azagayas y los fragmentos que
tipométricamente encajan en este grupo (fragmentos apuntados –proximales o distales– y fragmentos
mesiales) cuentan con un diámetro de sección comprendido entre 4 y 14 mm de anchura (la moda de la
anchura es 5 mm) y aquéllas con sección ovalada (o tendente a ovalada; agrupando aquí las clasificadas en
el estudio como: ovalada irregular, subcircular y subrectangular) suponen el 75% de los efectivos (n= 40).
Al igual que en la pieza en estudio, se registran cambios de sección en los extremos apuntados, pasando a
circular en un 15% de los casos. Este tipo de secciones también son abundantes en el Cantábrico en Rascaño
5 (Barandiarán, 1981) y La Riera 16-8 (González Morales, 1986).
4 Además, hay que tener en cuenta la existencia de una variabilidad formal relacionada con la situación en la que estaban las piezas
en el momento de su abandono: en curso de fabricación o de uso y su posterior conservación.
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Fig. 4. Planos de los yacimientos en estudio. Arriba: Izq. Cova Rosa. Dcha. Cueto de la Mina. Abajo: Llonin.
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Fig. 5. Llonin nº 1. Azagaya losángica con decoración zoomorfa. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías E. Duarte.
Las marcas funcionales no aportan mucha información, pues encontramos brillos en toda la pieza que,
asociados a las marcas de raspado y pulido, pueden estar relacionadas tanto con la manufactura como con
el uso. No obstante, ha sido muy modificada pues no conserva partes corticales y apenas tejido esponjoso
(<10% en la cara inferior). Por otra parte, la ausencia de fracturas y el carácter romo de sus extremos
apuntados (con estrías y pulidos) sugiere un posible uso como punzón (LeMoine, 1997). También presenta
brillos en el resto de la pieza, pero alterados por la conservación a causa de numerosas cupulillas de
disolución y marcas de raíces, así como concreción y coloraciones irregulares, debidas a la proximidad
con fuentes de calor y al sedimento carbonoso. A todo ello se añaden algún saltado actual producto de las
labores de excavación.
Contiene un grabado en la mitad superior izquierda, que mide 35,8 x 7,0 mm. Se trata de un cuadrúpedo
con rabo, cuerpo y cuello largos que contrastan con la cabeza y las patas cortas. Según la posición subvertical
de las patas delanteras y la escasa individualización del lomo de la cabeza y el cuello, se asemeja a un
carnívoro (mustélido) en postura semierguida, en acción de oteo (fig. 11, 11). Su perspectiva es lineal con
representación de la pata trasera a modo de una pata por par. Tiene un perfil muy esquemático, donde se
pueden observar principalmente la cabeza (en la parte superior), la pata trasera y la cola (en la inferior),
esta última equivalente a un tercio de la longitud total del cuerpo. Carece de otros caracteres anatómicos, a
excepción del trazo irregular del lomo (lateral derecho del grabado) y los trazos oblicuos del interior, que
podrían hacer alusión al tipo de pelaje.
La técnica del grabado del trazo lateral derecho (nuestro lomo o línea cérvico-dorsal) fue señalada por
Fortea et al. (1995: 37) como pseudoexcisa, mientras que el resto de trazos no fueron descritos como tal.
Este estudio tampoco lo ha confirmado, pues en la pata trasera (fig. 5, 1), la cabeza, el hocico y los trazos
interiores (pelaje) (fig. 5, 2) encontramos grabado lineal de sección en V. En el cuello, el grabado tiene
sección en U y se produce un ligero relieve diferencial (fig. 5, 3), con varios enganches y salidas del útil.
En la cola el paso de la pseudoexcisión al grabado lineal se realiza mediante dos líneas relativamente largas
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y, por último, la parte inferior es una línea más ancha y profunda que el resto de la figura, con sección V
asimétrica sin paredes abruptas con varias pasadas de útil, donde no hay restos de pseudoexcisión (si la
hubo, ha sido borrada).
El grabado pseudoexciso tiene una trama apretada (8 levantamientos en 2 cm) y un grado elevado de
superposición, pues cada levantamiento elimina los restos del trazo anterior (remanente) y la intersección
entre dichos levantamientos se produce a un nivel intermedio entre la superficie de la pieza y la parte
más profunda de cada levantamiento. Éstos son de dimensiones pequeñas (4 x 1,5-2 mm), con una
profundidad variable, proximal 0,5 mm y distal 0,5-1 mm. La silueta es un rectángulo obtusángulo. La
sección longitudinal es en V asimétrica, con pared abrupta en la parte distal, y la transversal también en V
asimétrica con pared abrupta izquierda. Esta línea ha sido realizada desde la cabeza hacia la cola, primero
los trazos que ganan en profundidad y posteriormente se realiza el levantamiento de materia, tal y como
indican las salidas del útil (fig. 5, 4) y las marcas de la pared izquierda (fig. 5, 5). En ambos extremos de la
línea pseudoexcisa se han realizado retoques, con trazos en dirección opuesta (fig. 5, 6 y 5, 7), para enlazar
con los trazos siguientes (hocico y rabo). La pseudoexcisión seguiría pues el Modelo 1 y es posterior a la
regularización de la superficie (fig. 5, 8).
2. Llonin nº 2. Varilla (fig. 6).
Fragmento transversal mesial de varilla ovalada irregular (74,8 x 15,4 x 8,0 mm), que apareció rota en
la excavación, a 7 cm de distancia un fragmento del otro. No se producen cambios de sección a lo largo de
toda la pieza, sus bordes son paralelos, relativamente convergentes hacia el extremo distal, y su perfil es
arqueado. La cara inferior no está muy trabajada, puesto que conserva una parte importante en superficie
(90%) y profundidad (~3 mm) de tejido esponjoso. La parte central de la cara inferior no está regularizada
pero sí las zonas próximas a los bordes. Las fracturas no son determinantes (irregulares, en dientes de
sierra), por lo que excluimos el impacto como causa de la fractura y aquí se podría barajar un amplio
Fig. 6. Llonin nº 2. Varilla. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle de E. Duarte.
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abanico de posibilidades (p. ej. flexión). Las marcas de raspado y de abrasión se registran a lo largo de
toda la pieza. En general, la conservación es mala y presenta disgregación en la parte proximal, cambios de
coloración (rubefacción) y concreción que afecta en parte al grabado.
El motivo decorativo son dos líneas longitudinales de las que parte una serie de trazos oblicuos paralelos
(pectiniforme doble), ocupando la mitad proximal de la pieza (34,4 x 5,7 mm, medidas máximas del
conjunto). Ambas líneas están relativamente centradas en el campo gráfico, de modo que la distancia entre
ellas es equiparable a la existente entre cada una de ellas y cada borde de la pieza (~4 mm). En ambos
casos, la línea larga cuenta con una delineación recta un poco sinuosa y es anterior a los trazos cortos (fig.
6, 1). Éstos parten de la primera, registrándose salidas del útil en algún caso (fig. 6, 2) y enganche del útil
(fig. 6, 3), en el caso de la línea de la derecha. En esta última, se puede señalar la dirección, de abajo hacia
arriba, por las salidas del útil (fig. 6, 4), mientras que en el caso de la línea izquierda es dudoso, aunque el
pequeño código de barras de la pared derecha lleva a sospechar una misma dirección. Los trazos pequeños
son equidistantes unos de otros (2 mm). Se trata de un grabado de poca profundidad (<0,5 mm), que se
mantiene constante a lo largo de cada trazo, así como su longitud (2 mm), y de trazos poco anchos (0,6 mm
máx.) con una sección transversal en V asimétrica con una pared casi abrupta, abrupta en algunos trazos
(fig. 6, 5). Así, los trazos cortos de la parte superior de la línea izquierda tienden a una silueta semicircular
y la parte curva de cada uno de ellos llega a tocar con la parte recta del siguiente, generando sensación de
pseudoexcisión. Se trata en realidad de un cambio de inclinación del útil (fig. 6, 6). El resto de los trazos
generan una silueta lineal.
3. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica (fig. 7).
Azagaya biapuntada de sección ovalada. Está casi entera (80,8 x 8,8 x 4,7 mm). La parte distal muestra
un lustre y su extremo está redondeado, mientras que la proximal tiene una pequeña fractura en lengüeta en
charnela (6 mm) que se puede relacionar con un impacto (Pétillon, 2006). La forma de esta pieza es tendente
Fig. 7. Llonin nº 3. Azagaya biapuntada losángica. Dibujo E. Duarte. Fotografía J. Fortea. Fotografías detalle E. Duarte.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
a la losángica, su anchura máxima se localiza a 23 mm de la base y su espesor máximo a 30 mm también
de la base (y, por tanto, anchura y espesor máximos no coinciden en el mismo punto), la cual consiste en un
aplastamiento. La sección se hace circular hacia el extremo distal. Los bordes son convergentes convexos
asimétricos y el perfil ligeramente arqueado (1,5 mm flecha).
Esta pieza ha sido muy trabajada, siendo las marcas de abrasión y pulido las que mejor se conservan.
Las primeras se concentran en los bordes, más marcadas en el lado izquierdo. Por su parte, las estrías se
concentran en el extremo distal de la cara dorsal. El brillo de la pieza está acentuado por su estado de
conservación, pues se encuentra totalmente rubefactada. Sin embargo, la materia no llega a desintegrarse, al
contrario de lo que ocurre en otras piezas del nivel. No conserva parte cortical y el tejido esponjoso, apenas
existente, se concentra en la cara ventral (<10%). Conserva algunas partes con concreción.
En la parte distal, sobre la superficie lisa/ligeramente convexa de la cara dorsal encontramos un grabado,
sometido a pulido posterior (y acaso uso) que a causa de ello se ha difuminado, de modo que sólo se puede
ver actualmente una pequeña parte con un grabado más profundo.
Describe una forma abierta, con dimensiones máximas de 43 x 8,1 mm. Hacia la base de la azagaya
encontramos dos líneas paralelas, divergentes en su parte más distal donde cada una “engancha” con una
línea convexa, con forma general de óvalo abierto (fig. 7, 2). Este motivo recuerda al cuadrúpedo de Llonin
nº 1, en tanto que conjunción de masa y apéndice alargado (¿a modo de cola?). Dado que no se puede
observar la parte distal, pasamos a considerarla como una figura incompleta.
El pulido y la intensa rubefacción hacen que sea difícil afirmar que al menos una parte del grabado se
haya hecho mediante pseudoexcisión, pero en la otra parte se puede distinguir dicha técnica por tener una
serie de trazos pequeños alargados de silueta rectangular y superpuestos, con una sección longitudinal en
V asimétrica y una trama apretada (5 levantamientos en 1 cm) (fig. 7, 1 a 3). Nosotros pensamos, y estaba
de acuerdo J. Fortea cuando se comenzó a fotografiar (marzo 2009) y a estudiar el material, que tiene esa
técnica aunque con una mínima reserva.
4.2. Cova Rosa
Este yacimiento fue excavado por F. Jordá y A. Gómez Fuentes entre 1975 y 1979 (fig. 4). Anteriormente,
Jordá había regularizado un corte dejado por actuaciones incontroladas previas (Utrilla, 1981; Jordá et al.,
1982). Los materiales procedentes de las primeras actividades fueron estudiados y publicados por Jordá
(1976, 1977), así como por Barandiarán (1973), Corchón (1986), Straus (1983), Utrilla (1981), González
Sainz (1989) y Adán (1997).
La problemática de esta pieza reside en su dudosa procedencia estratigráfica. De ahí que a lo largo de los
años haya sido adscrita a diversos horizontes culturales según su decoración y su tipología, y, por tanto, se
hayan ido acumulando incorrecciones sobre su origen y su clasificación cultural. Con todo, el mismo Jordá
fue cambiando su adscripción crono-cultural, Magdaleniense inferior primero y, luego, Solutrense superior,
que Corchón asociaría con el Magdaleniense medio, a partir de criterios formales. Jordá no da información
sobre la recogida de esta pieza, mientras que Utrilla y Straus mantienen posturas enfrentadas (tabla 2).
Puesto que Barandiarán escribe en su catálogo “En Museo Arqueológico de Oviedo: capa 6ª” (1973: 117)
suponemos que la pieza tenía una etiqueta que acreditaba su procedencia, lo cual explica el hecho de que Straus
no viera ningún problema en relacionarla con esa capa y dar por buena la estratigrafía, aunque Utrilla presenta
dudas al respecto por tratarse de una zona revuelta y que, según una comunicación personal con Jordá, él había
realizado la atribución cultural de la misma atendiendo a criterios morfológicos (Utrilla, 1981: 59).
Podemos concluir que aunque no quede claro que la pieza provenga del nivel superficial, sabemos
que fue recogida durante las primeras actuaciones arqueológicas de Jordá que consistieron en la limpieza
y regularización del corte dejado por las acciones furtivas (1957 según Jordá, 1976; 1958 según Straus,
1983; 1959 según Jordá et al., 1982). Podría haber sido recogida por tanto en superficie o en alguno de
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41
Tabla 2. Adscripción cultural de la azagaya-varilla de Cova Rosa según diferentes autores y publicaciones.
Autor
Nivel / Campaña
Horizonte cultural
Referencia
Jordá
-
SS
1976: 149
-
SS
1977: 99
-
MI
1982: 36 y 175
-
SS sic Jordá
1981: 1
-
SS o MM
2007: 424
Capa 6ª
MM sic Corchón
1973: 117
-
MM
1975: Lám. 1.2
Capa 6ª
MM
1981: 98 y 136
-
MM provisional
1971: 34
-
MI o MM
1986: 356
Utrilla
EEF / 1ª actuación
MI sic Jordá / MM sic Corchón
1981: 58
Straus
Capa 6ª / 1958
S
1983: 41
Escortell
-
MI
1988: 21
Adán
EEF
S sic Jordá / MI o MM sic Corchón
1997: 155
Fortea et al.
-
S, MI, MM “según autores”
1995: 38
Rodríguez Muñoz
Barandiarán
Corchón
Nivel / campaña: EEF: Escombrera de excavación furtiva.
Horizonte cultural: S: Solutrense; SS: Solutrense superior; MI: Magdaleniense inferior; MM: Magdaleniense medio.
los niveles que define Jordá durante la regularización del corte, pero hay que tener en cuenta que dicha
división estratigráfica ofrecía dudas (Utrilla, 1981: 59) y por tanto considerarla perteneciente a uno de esos
niveles sería igualmente arbitrario. Además, esa zona de trabajo de Jordá se efectuó en el corte dejado por
las actuaciones furtivas previas (Jordá, 1977: 66, Fig. inf.). Existiría pues una elevada probabilidad de que
los materiales se hubieran mezclado durante el tiempo transcurrido entre dichas actuaciones furtivas y la
regularización de Jordá, dado que era una zona expuesta al borde de la cata donde los agentes naturales y
antrópicos habrían tenido gran incidencia (bien por movimiento natural de las piezas al verse sometidas a
los fenómenos climáticos, bien por el simple pisoteo humano y animal, pues siempre ha sido un complejo
kárstico muy concurrido [Rodríguez Calvo, 1993]).
Por tanto, la procedencia estratigráfica de esta pieza es incierta, si bien queda abierta la posibilidad de que
en Cova Rosa hubiera existido un nivel Badeguliense/ Magdaleniense arcaico del que la pieza en cuestión
procediera originalmente. Por los estudios líticos, las capas 2, 3 y 4 pertenecerían a un Magdaleniense
indefinido (Utrilla, 1981), la capa 5, arcillosa, sería estéril (Utrilla, 1981) y la 6 al Solutrense (Straus, 1983).
Sin embargo, los análisis factoriales realizados por Bosselin y Djindjian (1999), a partir de los datos de Utrilla
(1981), han ubicado Cova Rosa (capas 2, 3 y 4) en su Badeguliense cantábrico, a pesar de carecer de raclettes
(Utrilla, 2004: 257) y otros materiales de tipo Badeguliense/ Magdaleniense arcaico (Aura et al., 2012: 77).
La pieza analizada es:
1. Varilla (fig. 8).
Se trata de una varilla con extremo distal roto (160,5 x 17,5 x 11,0 mm), tal y como han señalado algunos
autores (Corchón, 1971; Jordá, 1976, 1977; Jordá et al., 1982; Straus, 1983; Escortell, 1988) aunque otros
lo han interpretado como una punta o azagaya (Barandiarán, 1973, 1981; Rodríguez Muñoz, 1981; Utrilla,
1981; Corchón, 1986; Adán, 1997).
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42
E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 8. Varilla de Cova Rosa. Dibujo según Corchón (1986). Fotografías E. Duarte.
Nos inclinamos por considerarla como varilla por la sección ovalada, la anchura considerablemente
mayor en comparación con el resto de azagayas del yacimiento (Utrilla, 1981) y que la cara inferior está
poco trabajada a excepción del extremo proximal redondeado con aplastamiento. Conserva el tejido
esponjoso de forma casi completa en su cara inferior y sólo han sido trabajados los bordes, mediante
raspado y abrasión, además de la citada parte proximal, adelgazada y un tanto apuntada. A 40 mm del
extremo proximal se produce un afilamiento de los bordes. En ese extremo y en el distal la pieza conserva
una fractura en dientes de sierra. La pieza está restaurada de antiguo porque según Utrilla había aparecido
rota en dos fragmentos (Utrilla, 1981). La sección es plano-convexa en la parte del aplastamiento y ovalada
en el resto de la pieza. El perfil es ligeramente curvo (2 mm flecha) y los bordes son rectilíneos tendentes a
convexos, describiendo una silueta subrectangular. El máximo espesor de la pieza se encuentra en la parte
distal. Cuanto más hacia la parte distal nos encontramos, los bordes son más redondeados (tendentes a lo
abrupto) y la pieza es más espesa.
Como ya se ha comentado, tiene marcas de raspado en los laterales y también en la cara superior, tanto
de abrasión como de pulido, predominando en la parte proximal el segundo sobre la primero.
En cuanto al motivo decorativo, se trata de “un ‘cuerpo’ rectangular con sendos apéndices delante y
detrás (corto el uno, muy largo el otro)” (Barandiarán, 1973: 116), que ha sido clasificado mayoritariamente
como un motivo vegetal (Jordá, 1976, 1977, 1983; Rodríguez Muñoz, 1981; Jordá et al., 1982; Straus,
1983; Escortell, 1988). Otras interpretaciones son la de un pez estilizado (Barandiarán, 1973) o una flecha
compuesta (Corchón, 1986). La línea longitudinal que discurre por el eje central de la pieza se desarrolla
ocupando casi todo el campo gráfico. La forma cerrada rectangular está compuesta por una sucesión de
trazos oblicuos en disposición radial. En su interior se encuentran restos de sedimento o mineral ferruginoso.
APL XXX, 2014
[page-n-43]
La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
43
La técnica ha sido clasificada como pseudoexcisa y esta pieza ha constituido uno de los prototipos de la
misma (Barandiarán, 1973, 1981). Al igual que en el caso de Llonin nº 1, sólo una parte del motivo puede
ser considerada como pseudoexcisión, la línea larga.
Se trata de una trama muy apretada, 9 levantamientos en 2 cm, con una yuxtaposición muy estrecha que se
produce principalmente entre la parte inferior del lateral izquierdo de cada levantamiento, confluyendo hacia
el lateral derecho del levantamiento siguiente. En la parte inferior de la pieza, en los primeros 30 mm partiendo
de la base, vemos sin embargo la superposición en los lados estrechos, del tipo a la vista en la pieza Llonin nº
1. Los levantamientos (medidas 3,5 x 2 mm) tienen una silueta en rectángulo obtusángulo que se estrechan
hacia la parte superior. La sección longitudinal es en V asimétrica con pared abrupta en la parte superior o
distal y profundidad variable, 1 mm en la parte distal y casi inexistente en la proximal. La sección transversal
es en U con fondo en pendiente, siendo más profunda la parte izquierda que la derecha. Los trazos se juntan
en el medio en el lateral derecho con la parte distal del siguiente. La silueta se estrecha un poco en la parte
proximal de cada levantamiento, lo cual sumado a la sección longitudinal de profundidad mayor en la parte
proximal (fig. 8, 1) y a la existencia de escalones en el interior de algunos levantamientos (fig. 8, 2), junto
con las líneas marcadas en la pared derecha (fig. 8, 3) nos lleva a deducir que la ejecución arranca desde la
parte proximal derecha y se desarrolla desde abajo hacia arriba. Por tanto, el trazo se realiza según el Modelo
2 propuesto y la morfología se corresponde con el Tipo 2 (Rascaño) aunque en la parte proximal combina el
Tipo 1 (Aitzbitarte IV), el citado Tipo 2 y se aprecia la forma de paso entre ambos.
En contraposición a la línea descrita por la pseudoexcisión, el cuerpo rectangular del motivo está
formado por pequeños trazos que cuentan con una sección transversal constante en U. Comparados con
los levantamientos de la línea, son un poco más largos (8 mm), el doble más anchos (4 mm) y menos
profundos, lo cual indica un cambio de inclinación del útil respecto a la línea (fig. 8, 4).
4.3. Cueto de la Mina
El yacimiento fue excavado por el Conde de la Vega del Sella (1916) y posteriormente por Rasilla (Rasilla y
Hoyos, 1988) (fig. 4). Las dos piezas analizadas aparecieron en los subtramos 1 y 2 del nivel E (Solutrense
superior) de las primeras excavaciones. Con todo, en la sigla de una de ellas (Cueto de la Mina nº 1) pone
que pertenece al subtramo 1, luego estaba en la parte superior del nivel.
Aquí hay que tener en cuenta ciertos problemas estratigráficos que afectan tanto al nivel E como al
D (Magdaleniense inferior) en la primera sección, es decir en la covacha, y que pueden enmascarar un
nivel del periodo Badeguliense/Magdaleniense arcaico. Vega del Sella comenta que la separación entre el
tramo superior del nivel E del nivel D era complicada, pues: “…apenas estaba delimitado, siendo por tanto
de temer la transgresión de elementos de uno a otro nivel, especialmente por algunas oquedades que se
presentaban en las orillas de la pared…” (Vega del Sella, 1916: 29) y la “…capa magdaleniense, de unos
50 centímetros de espesor, se sobreponía al solutrense; en el interior de la cueva estaba en contacto, sin
separación visible, y con idéntica coloración oscura, por lo que no se podía distinguir uno de otro…” (Vega
del Sella, 1916: 45).
Así explicamos la existencia de una elipse, una azagaya con silueta losángica, un fragmento de varilla con
pseudoexcisión y una azagaya de Placard en los tramos superiores del nivel E y varias azagayas de Placard
en el nivel D (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII, XXV, XXVI, XXXII y Fig. 15), elementos igualmente
presentes por ejemplo en el nivel III de Llonin. En cuanto a la colección lítica, Vega del Sella parece haberse
quedado con las piezas más significativas de los niveles solutrenses y magdalenienses, destacando las puntas
solutrenses en el nivel E y los raspadores abultados, buriles y laminillas con dorso para el D.5
5 Por otra parte, se ha excluido del estudio una varilla de Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916: Lám. XXV, 7; Aura et al., 2012:
Fig. 3, 6) porque, aunque pudiera tener pseudoexcisión, su grado de alteración (térmica, bioturbación, etc.) no permite analizar las
variables aquí propuestas.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Las piezas analizadas son:
1. Cueto de la Mina nº 1 (Nº Inv. MNCN: 5963). Varilla (fig. 9).
Fragmento mesial de varilla (21,2 x 9,6 x 0,4 mm) (Vega del Sella, 1916). El borde lateral derecho
se conserva sólo en la parte proximal de la pieza y las fracturas son indeterminables. La sección es
subcuadrangular y la cara superior presenta un amplio hundimiento longitudinal, mientras que los bordes
son relativamente convexos.
Está muy afectada por la disgregación de materia y, por tanto, la observación de la decoración no
es óptima. Ésta (21,2 x 4,3 mm) se desarrolla a lo largo de todo el fragmento y consiste en dos líneas
longitudinales paralelas que se encuentran muy cerca una de otra, sobre todo hacia el centro de la pieza,
siendo la distancia entre ellas (1,2 mm) más corta que entre cada una y los bordes de la pieza (~2 mm). En la
parte derecha de esta misma cara, bajo la sigla S.S.1, hay una tercera línea, aunque muy perdida (fig. 9, 1).
De las tres líneas, sólo se analizan tecnológicamente la de la izquierda y la del centro por ser las que mejor
se conservan aunque la última está en peor estado que la izquierda.
La línea de la izquierda tiene una trama no apretada (6 levantamientos en 2 cm). Las dimensiones medias
de cada levantamiento son 3,5 x 1,2 mm. La silueta de los levantamientos es un rectángulo obtusángulo y
éstos se encuentran superpuestos, ya que no se ven espacios sin grabado y la línea abrupta corta siempre la
inclinada. La sección longitudinal es en V asimétrica abrupta la parte distal, así como la sección transversal,
en V asimétrica con la pared izquierda bastante abrupta y con marcas del filo del útil (fig. 9, 2). La sección
longitudinal está en pendiente y tiene una profundidad distal de <1 mm y la proximal es casi inexistente. A lo
largo de la línea este escalonamiento se marca bien en el fondo de los levantamientos y es menos acentuada
en la pared izquierda, donde se van sucediendo los trazos transversales, que indican una ejecución del
conjunto desde arriba hacia abajo. Aun así, sería necesario ver las rebabas en el fondo y las salidas del útil
en superficie, como en el caso de Llonin nº 1, y que no son observables principalmente debido a la peor
conservación de la pieza. La morfología del levantamiento inferior de la línea izquierda se ve una forma en
U en el fondo del trazo (fig. 9, 3), que apoya la hipótesis del Modelo 1, y la línea del centro, aunque menos
marcada, sigue el mismo modelo (fig. 9, 1).
2. Cueto de la Mina nº 2 (Nº Inv. MNCN: 485). Varilla o azagaya (fig. 10).
Fragmento mesial de varilla o azagaya, pues la sección y anchura de la misma tiene unas dimensiones
intermedias entre las varillas y azagayas del conjunto (Vega del Sella, 1916; Corchón, 1986) de sección
ovalada irregular, con la cara inferior poco trabajada (19,6 x 5,7 x 3,3 mm). Las fracturas, en dientes de
sierra, son indeterminables. Presenta marcas de abrasión aunque su conservación es bastante mala, pues
cuenta con numerosas cupulillas de disolución, bioturbaciones y fisuras.
Fig. 9. Cueto de la Mina nº 1. Varilla. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
45
Fig. 10. Cueto de la Mina nº 2. Varilla o azagaya. Dibujo A. Fernández Rey. Fotografías J. Fortea.
La decoración consiste en dos series de trazos cortos oblicuos paralelos que no se tocan entre sí y que
forman bandas longitudinales que se desarrollan a lo largo de todo el fragmento conservado. Si comparamos
la trama de la banda derecha con la pieza anterior, ésta no es apretada: 5 trazos en 2 cm. La línea de la
izquierda se desarrolla en el interior de un surco natural. Se trata de una yuxtaposición distante, pues entre
trazo y trazo median 2 mm. Las medidas medias de los trazos son 3,4 x 2,5 mm. La profundidad es regular
en cada trazo, <1 mm.
La silueta es triangular-lenticular y la sección longitudinal recta y la transversal en V simétrica, mientras
que la longitudinal es en V asimétrica. Algunos trazos de la línea derecha tienen una sección longitudinal
en V asimétrica, siendo semiabrupta la pared distal y se parecen a alguno de los levantamientos de Cueto
de la Mina nº 1, por lo que podría ser un trazo pseudoexciso (fig. 10, 1, 2b y 2c). Sin embargo, carece de
remanente en ese punto y la silueta no es rectangular. En el resto de los trazos no se ve un levantamiento
claro de materia ni una sección longitudinal con una pared abrupta, por lo que esto sugiere un cambio de
inclinación del útil con apariencia pseudoexcisa, tal y como observamos en Llonin nº 2. La silueta y el
punto más profundo hacia el centro de los trazos, sobre todo el 8 de la línea de la derecha (fig. 10, 2a),
parece indicar el piqueteado.
5. PARALELOS
Como ya hemos visto, de las piezas que hemos estudiado sólo la nº 1 de Llonin, la de Cova Rosa y la nº 1
de Cueto de la Mina contienen pseudoexcisión, más una parte de la pieza de Llonin nº 3 con las reservas
señaladas (figs. 5, 8, 9 y 7). De ellas, ninguna tiene el mismo motivo decorativo, pero vemos un rasgo
común: la realización de la pseudoexcisión tiende a hacerse en líneas rectas dispuestas a lo largo del eje más
largo y en las caras más anchas, sobre soportes con sección aplanada-oval.
Si comparamos Llonin nº 1 con Llonin nº 3, ambas líneas tienen una trama similar (~4 y 5 levantamientos
en 1 cm respectivamente) y la figura es parecida a muy grandes rasgos, pues se trata de una forma cerrada con
una parte ancha y otra estrecha y alargada, a modo de apéndice, aunque la nº 3 tiende a la forma circular y la
nº 1 a la rectangular. No podemos afinar más por las razones de conservación ya aludidas de la segunda pieza.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Los paralelos con piezas de otros yacimientos que tienen técnica pseudoexcisa, según la propuesta
de Utrilla (1986), a la vez que ilustraciones y descripciones detalladas se presentan en la tabla 3,
independientemente de si tienen o no líneas longitudinales superpuestas. Todas ellas cuentan con: 1.
Sucesión de levantamientos en yuxtaposición o superposición en sus lados estrechos o anchos y 2. Silueta
rectangular-trapezoidal y sección irregular de dichos levantamientos.
Hay otros posibles paralelos, no señalados previamente, pero al contar sólo con ilustraciones es más
complicado afinar de modo que las incluimos de forma provisional en la tabla 4. No obstante, el tipo
de sucesión yuxtapuesta de los trazos en las partes proximal y distal y las secciones longitudinales con
profundidad en pendiente de los mismos, a partir de las sombras que se aprecian en las ilustraciones, nos
lleva a considerar que también tienen técnica pseudoexcisa.
Estos criterios obligan a reducir algo más el catálogo de piezas con pseudoexcisión expuesto por SéronieVivien (2005), ya criticado por Ducasse (2010), en relación con los ejemplares de Isturitz. En cuanto a los
de Laugerie-Basse, dado que no contamos con buenas reproducciones de las piezas, existe la posibilidad de
que se tratara de ranuras estriadas, tal y como se observan en algunas piezas de este yacimiento o en Mas
d’Azil (Chollot-Varagnac, 1980), que serían abundantes en el Magdaleniense superior-final y, por tanto,
más acordes con la cronología propuesta desde antiguo para este yacimiento. En el caso de Le Chaffaud,
también de cronología dudosa, los trazos cortos y finos y la existencia de líneas largas de las que éstos
Tabla 3. Paralelos con pseudoexcisión clara.
Yacimiento
Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/HC
Referencia
Le Placard
Az
D
-
1 LC
Sup
Ps
MI p
(1) 217:
55.021.11
Az/Va
M
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 237: 54.995
Ci
P
-
3 LO + trazos oblicuos=
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(1) 303: 55.014
Va
P
PCx 3 LO + puntos
Sup
Ps+¿Pq? MI p
(1) Fig. 96
LM
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(1) Fig. 99
¿Va?
M
-
3 LC + LC cortas = ¿asta?
Sup
Ps
MI p
(2) Fig. 21, 3º
por la izda.
¿Va?
M
-
Pisciforme
Sup
Ps+In
MI p
(3) Fig. 9.1
Ci
D
-
3 LO
Sup
Ps
II/Ba
(1) 275: 59.480
Va
D
Ov
1 LR + puntos
Sup
Ps+Pq
II/Ba
(4) Pl. XII.1
AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
9a/Ba
(5) Fig. 2.5
AzBS
C
Ov
3 LOb
Inf
Ps
8c/Ba
(5) Fig. 2.1
AzBS
Badegoule
Pégourié
Jolivet
TP
-
1 LR + incisiones oblicuas
Sup
Ps+In
B o C / ¿Ba?
(5) Fig. 4.9
Laugerie-Haute AzBS
P
Ov
3 LO
Inf
Ps
Ic/MI
(6) Fig. 2
Aitzbitarte IV
Va
M
PCx 3 LO
Sup
Ps
IV/Ba
(6) Fig. 1
Rascaño
AzBS
P
Ov
Sup
Ps Tipo2 5/¿Ba?
1 LC
(7) Fig. 43.2
Tipo (tipología): Az: Azagaya; AzBS: Azagaya bisel simple; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): C: Completa; D: Distal; M:
Marginal; P: Proximal; TP: Transversal proximal. Sc (sección): Ov: Ovalada; PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC:
Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LOb: Líneas oblicuas; LR: Líneas rectas. CD (cara decorada): Inf: Inferior; Sup: Superior. Tecno
(tecnología de la MF): In: Incisión; Pq: Piqueteado; Ps: Pseudoexcisión. N/HC (nivel y horizonte cultural): Ba: Badeguliense; MI p:
Magdaleniense I posible. Referencia: (1) Chollot-Varagnac, 1980; (2) Breuil, 1937; (3) Breuil y Saint-Périer, 1927; (4) Cheynier, 1939;
(5) Séronie-Vivien, 2005; (6) Utrilla, 1986; (7) Barandiarán, 1981.
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La técnica pseudoexcisa en el Badeguliense / Magdaleniense arcaico de Asturias
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parten se asemejan más al pectiniforme que a la pseudoexcisión y su parecido con el ejemplar de El Gato 2
es notable (Utrilla et al., 2012). Por otro lado, hay que tener en cuenta que existen ejemplares con motivos
pisciformes con pseudoexcisión (tabla 3), por lo que no excluimos que se trate de esa técnica. No obstante,
es necesario estudiarlos con la metodología propuesta.
En el conjunto de piezas con pseudoexcisión clara, los motivos decorativos son múltiples y las
recurrencias escasas (tabla 3). El más repetido es sin duda el de las tres líneas onduladas, pudiendo estar
asociado o no a otros trazos y formar una figura un tanto más compleja.
No existen tampoco paralelos en la morfología del grabado entre las piezas estudiadas y las recogidas en
las tablas 3 y 4. Sin embargo, si atendemos a la decoración de algunas piezas de época Solutrense superior
o Magdaleniense inferior, sin atrevernos a atribuirlas al Badeguliense por la antigüedad de algunas de las
excavaciones, encontramos alguna similitud que pasamos a tratar (fig. 11):
- Llonin nº 1 (fig. 5).
Como decíamos más arriba, este cuadrúpedo se asemeja a un carnívoro (mustélido) en acción de oteo
(fig. 11, 1 y 11), pero en el Cantábrico no hemos encontrado por ahora un paralelo directo. De hecho, los
cuadrúpedos aislados no abundan y menos en piezas funcionales. Sólo podemos señalar, muy lejanamente,
una azagaya de La Paloma con un cuadrúpedo de perfil (Barandiarán, 1971) y otra con un signo enigmático
de Cueto de la Mina, nivel E (Vega del Sella, 1916: Lám. XXII). Descrito inicialmente por Vega del Sella
como un pez (Vega del Sella, 1916: 22) o por Corchón (1986: 264) como “ramiforme en forma de ‘cola’ o de
‘penacho’”, en el motivo de Cueto de la Mina (fig. 11, 3) se puede observar una línea larga a la izquierda, que
podría corresponderse con el lomo y la cola de un cuadrúpedo. A la derecha, otra línea un tanto convexa y que
cuenta con una línea oblicua en cada extremo, a modo de pata por par. La cabeza no es perceptible. Se parece
a Llonin en que se trata de un cuerpo y rabo alargados, junto con unas patas cortas, de forma cuadrangular.
En el caso de La Paloma (fig. 11, 2) además del cuadrúpedo hay una cabeza animal. El primero está de
perfil y tiene una representación de pata por par. El lomo y el rabo están realizados por medio de una sola
Tabla 4. Paralelos con pseudoexcisión posible.
Yacimiento Tipo
Fr
Sc
MF
CD
Tecno
N/
HC
Referencia*
Le Placard
Va/Ci
M
-
4 LR + elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
195: 55.069
Ci
M
-
3 LR + trazos oblicuos
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
195: 55.015
Al
TM
-
2 LC + trazos oblicuos
= Animal posible
Sup
¿Ps?+In
¿MI?
195: 55.046
Va/Ci
TD
-
3 LC + LR
Sup
¿Ps?+Gs
¿MI?
217: 55.069
Va
TM
-
2 LO = Serpentiforme
Sup
¿Ps?
¿MI?
237: 55.121
Va/Az
¿TD?
-
3 LR
Sup
¿Ps?
¿MI?
241: 55.129
Va
TM
PCx 2 motivos bífidos
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.992
Va
TM
-
2 LO
Sup
¿Ps?
Posible línea cosida
¿MI?
241: 55.033
¿Az/Va?
TM
-
Elipse
Sup
¿Ps?
¿MI?
335: 54.996
Tipo (tipología): Al: Alisador; Az: Azagaya; Ci: Cincel; Va: Varilla. Fr (fracturas): M: Marginal; TD: Transversal distal; TM:
Transversal mesial. Sc (sección): PCx: Plano-convexa. MF (morfología del grabado): LC: Líneas curvas; LO: Líneas onduladas; LR:
Líneas rectas. CD (cara decorada): Sup: Superior. Tecno (tecnología de la MF): Gs: Grabado simple; In: Incisión; Ps: Pseudoexcisión.
N/HC (nivel y horizonte cultural): MI: Magdaleniense I.
* Todas pertenecen a Chollot-Varagnac, 1980: en la tabla se indica la página y el nº de referencia.
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E. Duarte Matías, M. de la Rasilla Vives y J. E. Aura Tortosa
Fig. 11. Paralelos del cuadrúpedo de Llonin nº 1: 1. Llonin nº 1, dibujo A. Fernández Rey. 2. La Paloma (Barandiarán,
1971). 3. Cueto de la Mina (Vega del Sella, 1916). 4-9. Le Placard (Breuil y Saint-Périer, 1927). 10. Laugerie-Haute
(Peyrony, 1939). 11. Mustélido: Armiño (Mustela erminea) (Vázquez y Díaz, 2006). Las piezas nº 1-3 y 11 no tienen
escala y las nº 3-4 están reflejadas del original hacia la izquierda.
línea. Al contrario que el ejemplo anterior, tiene representada la cabeza. Se diferencia del de Llonin en que
las patas están mucho más inclinadas, tiene un lomo más corto y cuenta con la curvatura del lomo en el
tren anterior, además de que la cabeza mira al frente en vez de hacia abajo y es más detallada, se trataría
de un caballo y procedería del “Magdaleniense superior” de las excavaciones de Hernández-Pacheco
(Barandiarán, 1971).
Tras una recopilación de los motivos decorativos en piezas adscritas al Badeguliense en Francia,
independientemente de su técnica, encontramos unos diseños en Laugerie-Haute y Le Placard que forzando
algo tienen alguna similitud con estos cantábricos.
En un cincel de Laugerie-Haute (fig. 11, 10), Breuil veía una representación de un asta de reno, que sin
embargo para D. y E. Peyrony podría tratarse de “un profil d’animal très schématisé: tête longue, œil rond,
pattes portées en avant, dans la position d’une bête, s’arc boutant et tirant quelque chose avec la gueule,
grosse queue tendue dans le prolongement du corps et petites ponctuations indiquant le poil” (Peyrony,
1938: Fig. 39.1). Aquí, si cambiamos la interpretación y vemos la cabeza donde D. y E. Peyrony sitúan la
cola, tendríamos una serie de coincidencias con la figura de Llonin: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con
representación de pata por par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo,
esto es, línea quebrada que da sensación de representación del pelaje en el contorno, 5. Representación del
pelaje en la parte interior del contorno mediante trazos cortos oblicuos. En la de Laugerie-Haute faltaría la
cabeza, pues la pieza está rota, y contaría con un menor grado de esquematismo que la de Llonin.
En Le Placard (fig. 11, 4-9) hay unas piezas con unas representaciones interpretadas por los autores
como estilizaciones de serpientes, “le contour, marqué par deux traits parallèles, porte une saillie qui doit
figurer le pénis” (Breuil y Saint-Périer, 1927: Fig. 69.1-4, 6-7). Si tomamos como la cola el apéndice del
extremo proximal tenemos igualmente: 1. Perfil de cuadrúpedo alargado con representación de pata por
par, 2. Cola larga, 3. Una parte alargada: el cuello o el tronco, 4. Trazo no continuo, esto es, línea quebrada
que da sensación de representación del pelaje en el contorno. Aquí todas carecerían de cabeza de forma
intencional puesto que las piezas no están rotas en la zona donde se localizaría la cabeza.
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- Cova Rosa (fig. 8).
Dado que este motivo había sido emparentado principalmente con los motivos vegetales (véase apartado
4.2.), este tipo de representaciones no constituye un tema recurrente en el Paleolítico (Leroi-Gourhan,
1995) ni de forma aislada ni asociada a animales. En el caso que nos ocupa, es verosímil su parecido con
plantas con infloración en espiga, tal y como señaló Jordá (1976, 1977, 1983) y que son abundantes en esta
zona geográfica.
No hemos encontrado ningún paralelo directo, no en vano no se había propuesto ninguno hasta el
momento. Es más común encontrar varias líneas con tendencia curva asociadas a otros trazos y formando
otro tipo de figuras (tablas 3 y 4). De éstos, el más similar es un pisciforme de Le Placard (Breuil y SaintPérier, 1927: Fig. 9.1.), lo cual apoyaría en cierta medida la interpretación de Barandiarán (1973) como
estilización de pez y además se trata de un tema decorativo frecuente en este periodo.
- Cueto de la Mina nº 1 (fig. 9).
Hay que tener en cuenta que se trata de un fragmento muy pequeño y que le falta una parte de la derecha.
No podemos saber si esta pieza tenía más líneas, al estilo de la azagaya de Pégourié (nivel 9a). El caso
es que el tema de las dos líneas rectilíneas no es común, siendo, sin embargo, frecuentes una o tres líneas
(tablas 3 y 4).
Por último, se puede observar en varios yacimientos atribuibles a este periodo la convivencia de
la pseudoexcisión (independientemente de su motivo decorativo) y el grabado simple con el motivo
pectiniforme, como ya señaló en su momento Utrilla (1986) a propósito de las similitudes formales de la
pseudoexcisión y algunas piezas de Badegoule (tal es el caso de Llonin III, Rascaño 5 y Badegoule II).
Incluso se documenta la convivencia entre la pseudoexcisión y el motivo ramiforme (como en Llonin III)
y, con más dudas, las series de trazos cortos paralelos que forman bandas longitudinales (Cueto de la Mina,
Parpalló), estos últimos similares a las “marcas de caza” solutrenses. Por otro lado, en otros yacimientos
de este horizonte cultural están presentes el pectiniforme y/o el ramiforme sin que se haya identificado la
pseudoexcisión como en El Gato (Utrilla et al., 2012) o en Lachaud (Cheynier, 1965: 36).
Entonces, este sería el momento (Badeguliense/Magdaleniense arcaico) de aparición tanto de la
pseudoexcisión como del motivo pectiniforme y probablemente del ramiforme, los cuales se desarrollaran
plenamente a partir del Magdaleniense inferior. Con todo, falta comprobar lo que sucede en los yacimientos
franceses y mediterráneos.
La distribución territorial de las piezas con pseudoexcisión (fig. 12) abarca por ahora desde La Charente
(Le Placard) hasta el Sella (Cova Rosa) en el occidente cantábrico, pasando por la Dordoña y el Lot (LaugerieHaute, Jolivet, Badegoule y Pégourié).6 Entre la Dordoña-Lot y el comienzo de la cornisa cantábrica (Aitzbitarte
IV) existe un vacío territorial importante (~300 km en línea recta), que abarca principalmente Las Landas y
los Pirineos donde por el momento se han documentado muy pocos yacimientos de cronología adscribible al
Badeguliense (Banks et al., 2011). Concretando más, la presencia del Badeguliense/Magdaleniense arcaico
con piezas pseudoexcisas en estratigrafías claras se reduce, de momento, a los yacimientos de Llonin, Rascaño
y Pégourié; mientras que en estratigrafías poco claras, bien por excavación antigua o por los avatares que han
sufrido las colecciones, podemos asignar a ese episodio los yacimientos de Cueto de la Mina,7 Aitzbitarte IV,
Laugerie-Haute, Badegoule, y Le Placard. No obstante, contrasta el número de yacimientos adscribibles al
Badeguliense sensu lato, tanto en Francia (Banks et al., 2011) como en la Península ibérica (Aura et al., 2012),
con la escasez de los mismos donde existe pseudoexcisión.
6
A partir de los criterios definidos en este texto, cabe la posibilidad de que haya pseudoexcisión en Volcán del Faro y en principio se
descarta para la pieza de Parpalló (Aura et al., 2012: fig. 3.8). Su descripción y discusión será retomada en un artículo más amplio.
7 A este conjunto pueden añadirse Jolivet y, sin olvidar su grave problemática, Cova Rosa.
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Fig. 12. Distribución de las piezas con pseudoexcisión en la Península Ibérica y Francia. A la cantidad de piezas
anotadas deben añadirse ocho posibles en Le Placard.
Además, es necesario tener en cuenta, según los yacimientos que conocemos en la actualidad, que
durante esta época no se elaboraba una amplia producción ósea si lo comparamos con el Magdaleniense
inferior y el medio, aunque es relativamente mayor que en el solutrense, y ello sumado a que ésta se
conserva en pocos yacimientos. Por tanto, con la información disponible el carácter de los marcadores
propuestos, y los que puedan proponerse, no podrá ser equiparado al de épocas posteriores.
Por otra parte, la abrumadora concentración en Le Placard podría llevarnos a considerar este yacimiento
como el núcleo de la pseudoexcisión (al estilo de Isturitz o Mas d’Azil durante el Magdaleniense medio [Utrilla
y Martínez Bea, 2008; Rivero, 2010]). Lamentablemente, no conocemos si todas las piezas pertenecen a un
mismo nivel ni tampoco su posición estratigráfica clara en el conjunto del yacimiento, aunque los nuevos
estudios podrán aportar datos importantes (Dujardin y Pinçon, 2000; Clottes et al., 2011).
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6. CONCLUSIONES Y PERSPECTIVAS
Las piezas estudiadas añaden dos ejemplares claros (Llonin nº 1 y Cueto de la Mina nº 1) y una parte de otra
(Llonin nº 3) a la lista de piezas con pseudoexcisión inscritas en el Badeguliense/Magdaleniense arcaico.
Se han propuesto unos parámetros específicos para diferenciar esta técnica de otras, con el objetivo de
eliminar confusión y de evaluar si se trata de una técnica exclusiva de esta época y que permita, al mismo
tiempo, ver los cambios que se producen en cronologías posteriores y en otros soportes. En este análisis se han
visto dos modalidades de ejecución, así como dos tipos morfológicos resultantes, estos últimos ya contemplados
en su momento por Utrilla (1986). De ellos, el Tipo 1 (Aitzbitarte IV) es más evidente que el Tipo 2 (Rascaño)
en el que resulta más difícil aislar algunas variables (como ocurre con el ejemplar de Cova Rosa).
En lo que se refiere a la forma de ejecución, conviven los dos modelos y, en el caso de Cova Rosa, se
observa el paso de uno a otro. Además en Llonin nº 1, Cova Rosa y Cueto de la Mina nº 1 coincide una factura
de arriba abajo tal y como hemos orientado las piezas. Igualmente, no se ha añadido ningún tipo nuevo de
soporte. Así, se sigue tratando de soportes alargados en los que se decora una sola cara (Utrilla, 1986).
En cuanto al carácter funcional o no de la pseudoexcisión, ninguna de las estudiadas cuenta con microlitos
o, aparentemente, resinas. Además, ninguna de las líneas con trazo pseudoexciso alcanza una profundidad
notable (siempre <1 mm) como para ser contenedora de elementos, del tipo de las registradas en algunos
yacimientos (Santamaría et al., 2001; Pétillon et al., 2011), ni se localiza en otra cara que no sea la más
ancha, todo lo cual nos lleva a rechazar, a falta de más datos, la hipótesis funcional de la pseudoexcisión.
Por otro lado, no estamos de acuerdo con la interpretación tecnológica de Hemingway (1980) según la
cual la pseudoexcisión es una preparación para hacer ranuras. Así, en Le Placard, donde se ha recopilado
un mayor número de piezas con pseudoexcisión (y teniendo en cuenta todos sus problemas estratigráficos),
las piezas con ranuras deberían dominar o al menos constituir un número elevado. Sin embargo, si tomamos
como muestra las piezas recogidas por Chollot-Varagnac (1980), vemos que sólo una pieza es clasificada
como “rainure” y otra como “nervure”, ¿acaso sólo hubieran quedado en el yacimiento las piezas que
estaban en curso de fabricación, puesto que la pseudoexcisión, según Hemingway, sería un paso previo
a la profundización final de la ranura? A mayor abundamiento, en Llonin no hay piezas con ranuras, hay
pseudoexcisión y ésta representa una figura completa.
Como paralelos tecnológicos se han recogido catorce, asumidos por la comunidad científica (Utrilla,
1986; Séronie-Vivien, 2005; Ducasse, 2010), y ocho con posibilidad de serlo. No obstante, es necesario
estudiarlos directamente con la metodología propuesta y seguir profundizando en el estudio tecnológico
con nuevas técnicas de observación (MEB, microtopografía 3D, escáner micro-CT), dadas las limitaciones
con que nos hemos encontrado y que aportará nuevos datos sobre la relación entre los dos tipos de
pseudoexcisión señalados y el trazo simple de tipo pectiniforme.
Los motivos decorativos realizados mediante la técnica pseudoexcisa muestran una variabilidad
abundante y un carácter marcadamente no figurativo aunque existen serpentiformes y pisciformes. A éstos
se puede añadir el cuadrúpedo de Llonin nº 1, para el cual, por otra parte, no hemos encontrado paralelos
claros. En esta pieza se observa además un claroscuro producto de la pseudoexcisión, reproduciendo la
sensación del pelaje del animal, que se combina con otros recursos técnicos como un leve relieve diferencial.
Por otra parte, si la asociación de motivos no figurativos es frecuente en el Magdaleniense (Corchón,
1986) en las piezas del Badeguliense no lo es. Ésta se realiza entre líneas, curvas por ejemplo, que pueden
llegar a formar un motivo relativamente complejo (pez, mustélido, etc.) pero siempre en un mismo campo
gráfico y sin invadir otras caras de la pieza.
En el caso del pectiniforme estudiado en Llonin nº 2, este motivo decorativo se realiza en grabado
simple, no en pseudoexcisión, y está presente en varios yacimientos atribuibles a esta época, a veces
conviviendo con la pseudoexcisión en un mismo yacimiento. Aquí, el pectiniforme estudiado de la varilla
de Llonin no tiene nada que ver con el de la placa ósea del Magdaleniense superior del mismo yacimiento
(Duarte et al., 2012).
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Como ya se ha comentado, algunas de las piezas estudiadas se corresponden con el Badeguliense, tal
y como se ha venido definiendo en la zona cantábrica (Utrilla, 1981, 2004; Rasilla, 1994; Fortea et al.,
1999, 2004; Bosselin y Djindjian, 1999; Sauvet et al., 2008; Aura et al., 2012), a pesar de que algunos
autores no reconozcan este horizonte en la Península ibérica (Corchón, 2005; Banks et al., 2011). Con todo,
la pseudoexcisión refuerza las similitudes entre los yacimientos estudiados y otros cantábricos con los
franceses (Utrilla, 1986) y, posiblemente, con otros yacimientos peninsulares (Aura et al., 2012).
La pseudoexcisión, el pectiniforme y la diversificación de los tipos óseos constituyen novedades
respecto al Solutrense, y en relación al Magdaleniense se establecen distancias debido a la complejización
de la decoración, de la morfología del grabado y de los morfotipos que se produce en ese momento. Faltaría
comprobar la continuidad de la pseudoexcisión a partir del Magdaleniense inferior.
No obstante, hay que tener en cuenta que la industria ósea y el arte mobiliar y parietal atribuidos con
certeza a este momento son escasos. Así, existe un sesgo relacionado con las vicisitudes que ha seguido el
reconocimiento de este periodo y es muy probable que una parte de sus materiales aún estén catalogados como
solutrenses o magdalenienses, por lo que es necesaria una revisión a fondo de las colecciones y estratigrafías
problemáticas, así como una eventual datación directa de las piezas. Debido a estas circunstancias y quizá
también a causa de lo exiguo de los yacimientos, parece que la producción artística no ha sido intensa ni en
lo mueble ni en lo parietal, pero convendrá integrar los datos conocidos con los nuevos para plantear una más
completa evaluación de estas producciones (se denominen badegulienses, magdalenienses arcaicos o de esa
parte que se encuentra entre el final del Solutrense y el Magdaleniense inferior). Por último, en un gran número
de yacimientos no se han conservado muchos restos orgánicos (p. ej. Bassin parisien), lo cual no permite
actualmente una buena caracterización tecno-tipológica del conjunto óseo ni tampoco la determinación de
marcadores culturales franco-peninsulares de la magnitud de los propuestos para el Magdaleniense (véase
recopilación en Duarte, e. p.), por lo que las nuevas excavaciones aportarán datos muy valiosos.
AGRADECIMIENTOS
A Javier Fortea que como codirector de las investigaciones en la Cueva de Llonin tenía que haber participado en este
artículo y por haberse dado cuenta de la singularidad de las piezas de Cueto de la Mina. A David Santamaría Álvarez
(Universidad de Oviedo) y a María D. Simón Vallejo (Museo de Frigiliana, Málaga) por su colaboración e intercambio
de información y opiniones. A José M.ª Rodanés Vicente y M.ª Fernanda Blasco Sancho (Universidad de Zaragoza) por
facilitar a EDM el estudio de la industria lítica y ósea del yacimiento de El Gato. A José Javier Fernández Moreno, Jorge
Camino Mayor y Beatriz García Alonso del Museo Arqueológico de Asturias; a Begoña Sánchez Chillón y Patricia
Pérez Dios del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid; a Helena Bonet Rosado y Josep Lluís Pascual Benito
del Museo de Prehistoria de Valencia-SIP; a Pau García Borja y María I. Borao Álvarez (Universidad de Valencia).
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