El aprovechamiento de recursos malacológicos marinos durante la Edad del Bronce en el levante de la Península Ibérica
Alicia Luján Navas
Francisco Javier Jover Maestre
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Alicia LUJÁN NAVAS* y Francisco Javier JOVER MAESTRE**
EL APROVECHAMIENTO DE RECURSOS MALACOLÓGICOS
MARINOS DURANTE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
RESUMEN: Se pretende mostrar la importancia de los recursos malacológicos en el ámbito
mediterráneo de la península Ibérica durante el desarrollo de la Edad del Bronce, a partir del análisis de las prácticas de consumo, modificación y uso de las conchas. La información disponible en
la zona del Levante de la península Ibérica constituye un ejemplo significativo.
PALABRAS CLAVE: Uso, consumo, malacología, Edad del Bronce, Mediterráneo, península
Ibérica.
ABSTRACT: Malacological remains during Bronze Age in Levante areas of Iberian
Peninsula. In this article we present the malacological remains of the humans groups of Eastern part
of Iberian Peninsula during Bronze Age. The study of consumption, use and modification of marine
shells inform us about the importance of this objects for this prehistoric society. The information of
Levante areas are good exemple.
KEY WORDS: Use, consumption, shell, Bronze Age, Mediterranean of Iberian Peninsula.
* Museo Arqueológico de Calpe. C/ Francisco Zaragoza, 2. 03710 Calpe (Alicante). alicialujannavas@hotmail.com
** Área de Prehistoria. Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filología Griega y Filología Latina.
Universidad de Alicante. Campus de Sant Vicent del Raspeig. Ap. 99. 03080 Alicante. javier.jover@ua.es
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
1. INTRODUCCIÓN
Frente a la importante tradición de estudios malacológicos en la península Ibérica en
el ámbito de los grupos cazadores y recolectores (Moreno Nuño, 1995: 354; Álvarez,
2008), han sido muy pocos los análisis específicos efectuados para la Edad del Bronce.
Esta falta de interés, probablemente motivada por la escasez del número de evidencias
malacológicas y el protagonismo entre los investigadores de otros elementos de la cultura material, en especial el metal, ha limitado valorar su importancia en el ámbito de
comunidades campesinas ya plenamente consolidadas (Jover, 1999a). No en vano, los
caparazones de moluscos marinos, modificados o no, junto al metal o el marfil –entre
otros–, siguieron siendo una de las materias primas necesarias para la reproducción ideológica de aquellos grupos, aunque en su mayor parte tuvieron que ser obtenidos mediante procesos de intercambio (Marx, 1991; Jover, 1999a; Jover y López, 2004).
Con el presente texto pretendemos exponer algunas consideraciones sobre el aprovechamiento de la malacofauna de origen marino durante la Edad del Bronce en el marco
de la fachada mediterránea de la península Ibérica, mostrando su importancia así como
algunas de sus posibilidades interpretativas, ya que si bien es cierto que la estimación tradicional que de ella ha ofrecido la investigación era su consideración como elemento destinado al ornamento, la realidad es que también pudo emplearse como arteuso1 y/o artefacto, dentro de prácticas sociales y culturales singulares.
2. SOBRE LA DETERMINACIÓN DEL CONSUMO, PRODUCCIÓN Y USO
DE LA MALACOFAUNA MARINA
En el plano teórico, el aprovechamiento de recursos malacológicos marinos durante
la Prehistoria implicó la realización de diversos procesos de trabajo que supusieron desde
la recolección inicial en zonas rocosas o en los cordones arenosos, el posible consumo de
su carne, su transporte y la modificación de los caparazones (Jover, 1999b), hasta su desecho o abandono intencional como ajuar en contextos funerarios.
La recolección de los mismos se pudo realizar desde un principio, o bien con fines
bromatológicos, o bien directamente para su aprovechamiento como instrumento o adorno modificando o no su morfología, aunque ambas acciones no son excluyentes y pudieron darse de modo sucesivo. No obstante, la presencia de moluscos en asentamientos
situados a mucha distancia del litoral obliga a considerar que su distribución e intercambio fueron procesos de trabajo necesarios en la producción (Jover, 1999b).
1. M. Ruiz (1999) utiliza este término para designar al grupo de conchas que son resultado directo del consumo, y que posteriormente serán utilizados con otros fines, como la elaboración de utensilios o complementos. Se estaría refiriendo a un
consumo de tipo no productivo en su empleo como alimento.
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Por este motivo, a la hora de abordar el estudio de las evidencias malacológicas, el
primer elemento a valorar en relación con el hecho de si fueron o no consumidos es el
que tiene que ver con si sus características lo permiten. Muchas de las especies de las que
existen caparazones aprovechados como ornamentos o instrumentos en los yacimientos
arqueológicos presentan carnes duras, lo que ha posibilitado que varios autores las consideraran incomibles (Sánchez, 1982; Rico y Martín, 1989).
Este hecho ya lo consideramos como altamente determinante para reconocer si su
intercambio o, simplemente aprovechamiento, se realizó para usos ornamentales o como
recurso alimenticio. No obstante, el consumo de especies con carnes potencialmente
comestibles no imposibilita que una vez consumidos, las conchas puedan ser empleadas
–reutilizadas– para otros menesteres, hayan sido o no modificadas, como de hecho se
constata en numerosos yacimientos (Luján, 2005).
Por otro lado, las especies consumidas proceden en su gran mayoría de litorales rocosos, lo que llevado a la práctica no debía representar una elevada inversión de trabajo, tan
sólo tendrían que resolver su transporte, siempre que no se optara por un consumo in situ,
disipando en gran medida la cuestión en torno al número tan restringido de ejemplares
comestibles recuperados en niveles arqueológicos, y posterior ingestión, ya que para
algunas especies se ha señalado repetidamente la necesidad de aplicar técnicas, ya conocidas desde el Paleolítico, que posibilitarían su consumo frescos, cocidos, asados, ahumados o macerados con hierbas (Gómez-Tabanera, 1971; Vega de la Torre, 1985).
A la hora de establecer una clasificación de las especies más consumidas debemos
recurrir a la información aportada por los yacimientos excavados en extensión. El estudio de los grupos taxonómicos (Lindner, 1977; Fletcher y Falkner, 1993; Pla, 2000) hallados en los yacimientos muestra que los más consumidos fueron los tróquidos y los patélidos, especies características de sustratos rocosos de las zonas costeras emergidas y litorales. No obstante, tampoco se puede excluir el consumo de otras especies menos representadas como algunos cárdidos, taididos y murícidos.
En cuanto a los bivalvos, aunque la investigación los considera potencialmente
comestibles, hay quien apunta que géneros como la Glycymeris,2 cuyas conchas con o sin
perforación aparecen muy frecuentemente en los yacimientos de la Edad del Bronce,
posiblemente no formaran parte de la alimentación al ser recolectados post mortem en los
cordones arenosos, donde son depositados por la marea, siendo ésta la principal responsable del desgaste de la superficie, así como del horadamiento del natis que presentan
muchas de las valvas (Ruiz, 1999; Luján, 2004a; Barciela, 2006). Incluso en el estudio
de algunos yacimientos como Fuente Álamo (Manhart et al., 2000: 234) donde el registro malacológico es muy elevado, se ha señalado no sólo el alto grado de desgaste de las
2. En la historiografía tradicional es frecuente el uso del término Pectúnculo para referirse a esta misma especie, por lo que
en algunos casos hemos conservado su empleo.
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Fig. 1.- Mapa de distribución de los yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto con evidencias malacológicas
marinas. 1. Moncín (Borja, Zaragoza); 2. Loma del Lomo (Cogolludo, Guadalajara); 3. El Recuenco (Cervera del Llano,
Cuenca); 4. El Castillo (Frías de Albarracín, Teruel); 6. Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón); 6. Lloma de
Betxí (Paterna, Valencia); 7. Cerro de la Encantada (Granatula de Calatrava, Ciudad Real); 8. Muntanya Assolada (Alzira,
Valencia); 9. Cap Prim (Xàbia, Alicante); 10. Mina de Don Ricardo (Tíriez, Albacete); 11. Cerro de El Cuchillo (Almansa,
Albacete); 12. Cabezo Redondo (Villena, Alicante); 13. Terlinques (Villena, Alicante);14. Tabayá (Aspe, Alicante);
15. San Antón (Orihuela, Alicante); 16. Cerro de las Viñas (Coy, Murcia); 17. Rincón de Almendricos (Lorca, Murcia);
18. El Oficio; 19. El Picacho (Oria, Almería); 20. Fuente Álamo (Cuevas de Almanzora, Almería);
21. El Argar (Cuevas de Almanzora, Almería); 22. Gatas (Gatas, Almería).
conchas de bivalvos, sino también de gasterópodos. Esta característica es suficientemente indicadora de que buena parte de los mismos no fueron recolectados en vida, descartando su aprovechamiento como fuente de alimentación.
Sin embargo, conscientes del escaso interés como ingredientes nutricionales para
estos momentos, muy limitado a unos pocos asentamientos próximos a la costa, como
bien se ha puesto de manifiesto en el asentamiento argárico de Gatas (Ruiz, 1999: 361374), situado a menos de 5 km del litoral, optamos por hacer hincapié en otras utilidades
para explicar la recolección, transporte, modificación y uso de estos moluscos (fig. 1).
Cuando utilizamos el concepto de artefacto (Ruiz, 1999) para los restos malacológicos partimos de la existencia de una serie de ejemplares que fueron recolectados expre—84—
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samente y/o reutilizados en la elaboración de utensilios, constituyendo objetos con señales de manipulación antrópica, o al menos con huellas de uso (Bosch et al., 1999; Ruiz,
1999), lo que nos permite analizar los rasgos técnicos ejecutados y obtener más información sobre la capacidad tecnológica desarrollada (Pascual, 1995).
No obstante, estos rasgos parecen extremarse especialmente en el caso de los adornos, mientras que para el resto de utensilios tienden a aprovecharse las formas enteras,
especialmente con el mantenimiento de los bordes y/o ápices, de lo que deducimos que
la forma y el tamaño determinan la utilización de la especie, constituyendo un rasgo clave
en las pautas seguidas para la recolección.
En cualquier caso, tampoco podemos olvidar que en los contextos arqueológicos
también se documenta una buena cantidad de conchas de moluscos sin ninguna transformación, en estado natural, así como abundantes lúnulas (Ruiz, 1999; Luján, 2005). Estos
conjuntos o elementos aislados podrían ser explicados como materia prima en reserva,
seguramente para la elaboración de colgantes, cuentas de collar u otros elementos ornamentales.
Entre las características que debemos tener en cuenta a la hora de clasificar un molusco marino como un ornato (Vidal y López, 1943; Taborín, 1974) se encuentra la de presentar evidencias de modificaciones antrópicas, que en la práctica se manifiestan como
perforaciones, escotaduras o facetado de las piezas e, incluso, la total transformación del
soporte original. Estas modificaciones del soporte permiten ensartarlos o mantenerlos en
suspensión.
En cuanto a las perforaciones, no obstante, es necesario tener presente que no todas
fueron el resultado de la intencionalidad humana, sino que, por el contrario, muchas se
producen por causas naturales como las que ocasionan organismos litófagos o también
fruto de la erosión marina, como ha sido corroborado en diversos yacimientos (Manhart
et al., 2000; Luján, 2005), resultando muy complejo establecer con certeza su origen sin
ayuda de observación microscópica (Barciela, 2006).
Lo que parece evidente es que estos grupos humanos supieron aprovechar aquellos
ejemplares ya perforados y cuando se vieron en la necesidad, desarrollaron una serie de
técnicas para su horadamiento, dándose una predisposición a utilizar cierta zona de la
concha: los dorsos y ápice en los pequeños gasterópodos y el umbo en los bivalvos (Soler
Mayor, 1990).
En definitiva, encontramos colgantes u adornos sobre concha en todos los horizontes
cronológicos pero su presencia e importancia cuantitativa difiere según el contexto, destacando para la Edad del Bronce el uso mayoritario de conchas de los géneros Glycymeris
y Cerastoderma como muestran los documentados en yacimientos tanto costeros como
del interior peninsular (Siret y Siret, 1890; Manhart et al., 2000; Luján, 2004a), aunque
algunos adornos muy característicos del Neolítico y Calcolítico regional como son los
brazaletes sobre pectúnculo y los anillos (Pascual, 1998), dejan de elaborarse a partir de
estos momentos.
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3. CIRCULACIÓN, USO Y CONSUMO DE CAPARAZONES MARINOS:
LOS CORREDORES DEL VINALOPÓ Y ALMANSA COMO UNIDADES
DE ANÁLISIS
Para ejemplificar las apreciaciones teóricas realizadas, queremos exponer de forma
extensa algunas consideraciones sobre dos territorios interconectados y bien conocidos
como son el Corredor del río Vinalopó y el de Almansa.
Se trata de dos pasillos naturales comunicados entre sí que constituyen la principal
vía de paso entre la costa alicantina y el interior meseteño, especialmente con La Mancha.
El corredor de Almansa conecta por el Este con las tierras valencianas a través de diversos puertos –Ayora y Almansa–, separados por el macizo de Caroig, mientras que al Sur
se abre al altiplano de Yecla y Jumilla, y al Sureste se comunica directamente con la
Cubeta de Villena, unidad física integrante del Corredor del Vinalopó. No en vano, es por
estos corredores por donde, desde época medieval se estableció el camino con Castilla y,
desde el siglo XIX, discurren las principales vías –red ferroviaria y viaria– entre Madrid
y la costa alicantina. Ambos corredores interconectados y con una distancia superior a los
100 km con dirección Sureste-Noroeste, han desempeñado a lo largo de la Historia una
encrucijada al ser un camino obligado entre el litoral y el interior peninsular (Ponce,
1989).
Estos territorios, transversales a la disposición de las principales estribaciones montañosas del sistema Prebético que lo hacen con dirección Suroeste-Noreste, constituyen
un territorio bien conocido. Las prospecciones realizadas han permitido documentar un
número ingente de asentamientos de la Edad del Bronce, tanto en el corredor del
Vinalopó (Jover, López y Segura, 1989; Jover, López y López, 1995; Segura y Jover,
1997), como en el de Almansa (Hernández y Simón, 1994), alcanzando una cifra superior a 200 enclaves (fig. 2).
Sin embargo, quizás el aspecto más destacado es que en la actualidad contamos con
un número relativamente elevado de asentamientos excavados en extensión distribuidos
a lo largo de ambos corredores. Así, en el curso bajo del Vinalopó se actuó en el asentamiento argárico de Caramoro I (Ramos Fernández, 1988; González y Ruiz, 1995), interpretado como un fortín de pequeño tamaño, situado sobre el curso del río a escasos kilómetros de la costa. A pesar de haber sido documentado prácticamente en su extensión y
haberse estudiado y publicado los materiales, entre los que se encuentran un gran repertorio de formas cerámicas, botones y brazaletes de marfil, diversos objetos metálicos, líticos y faunísticos, solamente fueron registradas dos conchas perforadas (Ramos
Fernández, 1988: 97).
Más al norte, y en la cuenca media del Vinalopó, situada a algo más de 25 km de la
costa, se han venido realizando excavaciones arqueológicas en los asentamientos de
Tabayá (Hernández, 1990; Hernández y López 1992), Lloma Redona (Navarro Mederos,
1988) y La Horna (Hernández, 1994). Del primero conocemos algunos ejemplares pro—86—
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Fig. 2.- Mapa de distribución de yacimientos de la Edad del Bronce en los corredores de Almansa, Vinalopó y Camp
d’Alacant citados en el texto. 1. Cerro de El Cuchillo; 2. Peñicas; 3. Cabezo Redondo; 4. Terlinques; 5. Cerro de la
Campana; 6. El Zambo; 7. Lloma Redona; 8. La Horna; 9. Tabayá; 10. Caramoro I; 11. Serra Grossa;
12. Illeta dels Banyets.
cedentes de recogidas superficiales depositados en el Museo Arqueológico de Novelda.
Lo mismo sucede de El Zambo (Novelda) (Navarro, 1982). En la Lloma Redona, yacimiento de unos 200 m2, únicamente conocemos la constatación de 5 Glycymeris sp. perforados (Navarro, 1982: 27), una Cerastoderma y una Columbella rustica (Navarro,
1988: 80). Por el contrario, de La Horna sí conocemos el conjunto malacológico registrado en las excavaciones (Hernández, 1994).
En el Alto Vinalopó, en concreto en la Cubeta de Villena, situada a unos 50-60 km
en línea recta del litoral, contamos con la información malacológica obtenida en las excavaciones que venimos realizando en Terlinques (Jover y López, 1999; Luján, 2005), junto
a los elementos recuperados en una cata efectuada por J.M. Soler García (1953, 1986) en
Peñicas. A ambos debemos unir las conchas documentadas en las excavaciones de J.M.
Soler García (1987) en Cabezo Redondo, yacimiento de más de 1,5 ha de extensión, adscrito al Bronce Tardío (Hernández, 1997, 2001).
Por último, en el Corredor de Almansa, a algo más de 90 km de la costa, solamente
se ha excavado el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al., 1994), del que
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recientemente se ha realizado un amplio estudio de los objetos de adorno (Barciela,
2006).
Con las bases de periodización actuales y las dataciones absolutas disponibles de
estos yacimientos (Hernández et al., 1994; Jover, 1999a), podemos convenir que mientras yacimientos como Terlinques estuvieron ocupados de forma ininterrumpida entre c.
2100 y 1500 BC, otros, como la Lloma Redona, Cerro del Cuchillo, La Horna y Cabezo
Redondo pudieron ocuparse a partir de c. 1800 BC finalizando su ocupación hacia 1500
BC, con la excepción de Cabezo Redondo que se mantuvo hasta aproximadamente el
1200 BC (Hernández, 1997; Jover, 1999a).
Por tanto, estos corredores constituyen un marco excepcional como unidad de observación territorial, puesto que los trabajos de prospección y, especialmente de excavación,
han permitido disponer de una información de calidad equiparable.
Por otro lado, también consideramos necesario indicar que únicamente en Cabezo
Redondo se ha señalado la presencia de objetos malacológicos empleados como elementos de ajuar en prácticas funerarias (Soler García, 1987), a pesar de que en el Cerro del
Cuchillo se ha documentado un amplio número de inhumaciones individuales en cista en
el interior del poblado (Hernández et al., 1994) y diversas inhumaciones en grietas en La
Horna (Hernández, 1994). Y, por otro lado, en Terlinques, yacimiento que fue excavado
en 1969 por J.M. Soler y E. Fernández Moscoso (1970) y desde 1997 se vienen realizando excavaciones de forma ininterrumpida, no se ha documentado ningún tipo de práctica funeraria en el interior del asentamiento (Jover y López, 1999; Jover et al., 2001;
Jover y López, 2004).
De la evaluación de los conjuntos malacológicos (tabla 1 y fig. 3) podemos señalar:
–
–
Todas las evidencias proceden de contextos de hábitat, fundamentalmente, de
ambientes domésticos. Caramoro I, Lloma Redona, La Horna, Terlinques y Cerro del
Cuchillo han sido excavados ampliamente y, en general, el número de elementos
malacológicos es escaso teniendo en cuenta el volumen sedimentario sobre el que se
ha actuado. Incluso en el Cerro del Cuchillo el número de evidencias es equiparable
al resto si excluimos las cuentas de collar circulares con perforación central que en
su mayor parte formarían parte de un solo colgante.
El número de evidencias no disminuye en los yacimientos situados a mayor distancia de la costa, sino que al menos, en algunos de ellos como es el Cerro del Cuchillo,
a algo más de 90 km del litoral, su número aumenta. No obstante, en otros yacimientos ubicados a mayor distancia de la costa como El Castillo de Frías de
Albarracín (Teruel) (Harrison et al., 1998), Moncín (Borja, Zaragoza) (Harrison et
al., 1994), El Recuenco (Chapa et al., 1979) o Cerro de la Encantada (Granatula de
Calatrava, Ciudad Real) (Sánchez y Galán, 2004), donde los trabajos arqueológicos
han afectado a buena parte de su superficie, su presencia es muy escasa, limitada a
algún caparazón de bivalvo o gasterópodo.
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Tabla 1.- Diversos datos de interés sobre los principales yacimientos con malacofauna
en los corredores del Vinalopó y Almansa.
Yacimiento
Caramoro 1
Lloma
Redona
Extensión
450m
2
Distancia
costa
15km
Contexto
Hábitat
argárico
Procedencia
Excavación
(Ramos, 1988)
Excavación
200m 2
20 km
Hábitat
(Navarro,
1988)
Materiales
-2 Glycymeris sp. con el
natis perforado
Uso
Ornamental
Total.· 2
-5 Glycumeris sp. con el
natis perforado
-1 Cerastoderma
-1 Columbella rustica
Ornamental
Total: 7
Excavación
La Horna
1.000 m2
30 km
Hábitat
(Hernández,
1994)
-3 Cerastoderma edule
-2 Columbel/a rustica
- 1 Lurio lurida
-1 Coralliophila
lammelosa
-7 Glycymeris g lycymeris
-2 Monodonta turbinata
- 1 Patella caendea
- 1 Rudicardium
tuberculatum
-2 Venerupis decussata
Ornamental
Total: 20
Excavación
Terlinqu es
1.300 m2
50 km
Hábitat
(Jovcr y
López, 1999;
Luján, 2005)
—89—
-2 Conus mediterraneus
-2 Glycymeris g lycymeris
- 1 Cerastoderma edule
con perforación
-1 Cerastoderma edule
fragmentado
- 1 Cypraeidae
-2 Columbella rustica
-2 Conus medilerraneus
con ápice truncado
-1 Cypraeidae perforada
- 1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en e l
umbo
-1 Margine/la sp.
-1 Cerastoderma edule
rubefactado
-1 Columbel/a rustica.
-1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en umbo
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
-1 Columbella rústica con
perforac ión dorsal
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
- 1 Fragmento de
Cerastoderma edule
-1 Conus medilerraneus
con perforación apical
-1 Cypraeidae
Ornamental
Artefacto:
sección de
fibras
vegetales
blandas
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Yacimiento
Exte nsión
Distancia
costa
Contexto
Procedencia
MBteri.ales
Uso
-2 Fragmentos de indet.
Toral: 25
Pe ñicas
600m 2
56 km
Hábitat
Excavación:
cata 2 x 2m
(Soler, 1953)
- 1 colgante sobre labio de
Gasterópodo
indeterminado
-1 colgante de Pecten
pulimentado
- 1 fragmento de Carditm1
edule
-4 fragmentos de
Glycymeris sp., 1 de ellos
con ápice perforado
-1 borde de Gasterópodo Ornamental
indeterminado
- 1 Lurio perforada
dorsalrnente
-1 colgante fragmentado,
de fonna cuadrada sobre
lámina de concha
indetern1inada
- 1 Conus medÍ/erroneus
con perforación apical
Total: 11
Excavación
Cerro de El
Cu chillo
T a bayá
1.000 m2
1 ha
96 km
20 km
Hábitat
Hábitat
(Hcmández ct
al., 1994;
Barciela,
2006)
Superlicial y
expoliació111
(Jovcr el a l.,
1989)
—90—
-138 cuentas de collar
discoidales con
perforación central
-9 cuentas de collar en
proceso de fabricación
-11 Cerastoderma
perforadas en el natis por
abrasión
-3 Glycymeris perforados
en el natis
-4 valvas erosionadas s in Ornamental
perforación (lúnulas)
-4 Ceraslodermas edule
-4 fragmentos de
Cerasroderma edule
-3 fragmentos de
Glycymeris
-S fragmentos de bivalvos
indeterminados
Total: 181
-5 valvas erosionadas de
Glycymeris gú•c. con
perforación delumbo
- 1 lúnu la de Glycymeris
glyc. con perforación
-1 Colgante sobre lúnula
de Glycymeris gfyc. con
Ornamental
pequeño orificio
- 1 valva de Cerastoderma
edule erosionada con
perforación del umbo
-1 Conus medilerraneus
con desgaste de zona
apical
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
–
–
11
Del estudio de los ejemplares malacológicos hallados en estos yacimientos apreciamos que las especies de mayor representatividad corresponden a bivalvos de mediano –Glycymeris– y pequeño tamaño –Cerastoderma– considerados aptos para la elaboración de colgantes, modificados o no.
En los yacimientos del Vinalopó están especialmente bien representados algunos gasterópodos de reducidas dimensiones, como la Columbella rustica, Conus mediterraneus o Luria lurida, empleados como cuentas o complementos, pero con la salvedad
de que no asistimos al hallazgo de composiciones malacológicas complejas, como las
acumulaciones de cuentas sobre Marginella o Trivia europea, que aparecen habitualmente en ajuares funerarios calcolíticos (Pascual, 1998; Soler, 2002). Se trata
más bien de caparazones aislados que podrían estar cosidos a la vestimenta o de ele—91—
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Fig. 3.- Relación en valores absolutos de malacofauna en diversos yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto.
–
–
mentos integrantes de collares o pulseras junto a otros elementos. Especial importancia adquiere la presencia de este tipo de gasterópodos en Terlinques ya que su
número supone más del 50 % de las evidencias junto a los bivalvos.
Por otro lado especies como los Dentalium, muy habituales en contextos funerarios
argáricos (Siret y Siret, 1890), están ausentes en los yacimientos estudiados. En este
punto conviene mencionar que en contextos funerarios argáricos los gasterópodos
como Conus, escafópodos como Dentalium y caparazones de bivalvos son empleados habitualmente como cuentas de collar combinados junto a otras de diversas materias primas, especialmente de hueso, vértebras, serpentina, cobre, marfil e incluso
plata (Siret y Siret, 1890). Este tipo de collares está ausente en la cuenca del Vinalopó
y en el Corredor de Almansa.
Por otro lado, si los gasterópodos de pequeño tamaño están especialmente representados en los yacimientos no argáricos del valle medio y Alto del Vinalopó como
Terlinques o Peñicas, en el Cerro del Cuchillo, situado en el corredor de Almansa, no
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
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Fig. 4.- Selección de algunas de las cuentas de collar (nº 1, 2, 3 y 4) y caparazones en reserva erosionados (nº 6 y 7)
del yacimiento del Cerro de El Cuchillo (Dibujos de V. Barciela, 2006).
se constata la presencia de éstos. Esta diferencia se suma a otras ya constatadas
–prácticas funerarias en el interior de los departamentos, diferente repertorio cerámico–, al mismo tiempo que se trata del único asentamiento donde se ha documentado
la elaboración y uso de cuentas de collar discoidales de perforación central sobre
concha (Barciela, 2006) (fig. 4). En este sentido, la ausencia –o escasa presencia– de
cuentas de collar discoidales en los yacimientos del Vinalopó y en el ámbito argárico es un claro indicador de los usos y la gestión que cada grupo cultural hizo de este
tipo de recurso.
Así, especial interés muestra el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al.,
1994; Barciela, 2006). Se trata de un poblado organizado en torno a un pasillo o calle
central alrededor de la que se disponen al menos 14 departamentos o unidades habitacionales. En bastantes departamentos, como se recoge en la figura 5, se constata la presencia de cuentas de collar discoidales con perforación central elaboradas sobre malacofauna, aunque se concentran especialmente en el nº I. Únicamente en los departamentos XI y, posiblemente XIII, se han documentado Cerastoderma, Glycymeris y lúnulas, probablemente sobre Glycymeris (fig. 6). Es destacable el registro de 8 caparazones
de Cerastoderma edule con el natis perforado en el departamento XIII –capa II del corte
—93—
[page-n-94]
14
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 5.- Distribución porcentual de la malacofauna documentada en el Cerro de El Cuchillo, siguiendo el trabajo de V.
Barciela (2006).
Fig. 6.- Adornos del Cerro de El Cuchillo. 1, 2, 5, 7 y 8,
Cerastoderma edule; 3 y 4, Glycymeris glycymeris; 6, Cassis undulata.
—94—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
15
7-2–, posiblemente integrantes todos ellos de un colgante, aunque la presencia de otros
elementos como cuentas y más caparazones de bivalvos en el mismo, ha hecho considerar a V. Barciela (2006: 144) que pudiera tratarse de una zona de trabajo destinada a
la elaboración de adornos de malacofauna.
Si la presencia de lúnulas y demás caparazones de bivalvos son habituales en buena
parte de los asentamientos del corredor del Vinalopó, la elaboración de cuentas de collar
discoidales sobre este tipo de materia es una característica bastante singular en el marco
peninsular, ya que la mayor parte de las documentadas en yacimientos de la Edad del
Bronce están elaboradas sobre diferentes tipos de rocas y hueso. Junto al excepcional
conjunto de cuentas del Cerro del Cuchillo, por el momento, solamente podemos citar
136 cuentas documentas en la Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón)
(Palomar 1995: 162), yacimiento de difícil adscripción cronocultural, otras 4 cuentas
documentadas en El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) y una en
Moncín (Harrison et al., 1994: 196, fig. 12.3), ésta última elaborada con la concha de un
molusco terrestre –Margaritifera margaritifera.
No obstante, su producción no debe extrañarnos si tenemos en cuenta que con anterioridad a la Edad del Bronce ya se constataba su presencia, especialmente como elementos de ajuar en contextos funerarios (Soler Díaz, 2002).
Otro conjunto destacado lo representa Terlinques (fig. 7), donde el registro evidencia
una serie de claras diferencias con respecto al Cerro del Cuchillo y otros yacimientos más
septentrionales. La malacofauna hallada corresponde principalmente a pequeños gasterópodos como Conus mediterraneus y Columbella rustica, especies que destacan numéricamente frente a las valvas de Glycymeris o Cerastoderma, ampliamente dominantes en
yacimientos más septentrionales como la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) (De Pedro,
1998), donde su conjunto representa más del 80 % del total (fig. 8). En Terlinques, junto
a los gasterópodos de pequeño tamaño y demás caparazones de bivalvos, documentados
siempre de forma aislada en los rellenos sedimentarios de los diferentes departamentos
excavados hasta el momento, destaca la total ausencia de cuentas de collar trabajadas –tipo
discoidal con perforación central–. Todo lo contrario que sucede en el Cerro del Cuchillo,
donde los gasterópodos pequeños están ausentes y el número de cuentas de collar discoidales es muy elevado, siendo el objeto fundamental del uso de la malacofauna.
De todo lo expuesto, podemos inferir que la demanda social y uso que cada grupo
realizó de los recursos malacológicos fue muy diferente, en clara consonancia con otras
prácticas culturales y sociales singulares ya señaladas. Mientras en la zona argárica la
presencia de caparazones en ambientes domésticos está centrada mayoritariamente en
bivalvos, y en contextos funerarios la presencia de moluscos marinos está extendida
como cuentas integrantes de collares o pulseras junto a otras cuentas de diversos materiales; en el medio y alto Vinalopó, una zona claramente no argárica (Jover y López,
1999, 2004), es habitual el uso de gasterópodos de pequeño tamaño, documentados
exclusivamente en ambientes domésticos.
—95—
[page-n-96]
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 7.- Selección de adornos malacológicos de Terlinques. 1, Glycymeris glycymeris; 2,
Cerastoderma edule; 3, Luria lurida; 4, Columbella rustica; 5, Conus mediterraneus.
Fig. 8.- Algunos ejemplares malacológicos de la Lloma de Betxí (De Pedro, 1998). 1,
Glycymeris glycmeris; 2-8, Cerastoderma edule con el natis recortado; 9, Cypraeidae.
—96—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
17
Todo lo contrario que ocurre en yacimientos más septentrionales como la Lloma de
Betxí (De Pedro, 1998), donde casi de modo exclusivo recurren al uso de caparazones de
bivalvos, u en otros más occidentales, como el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), donde
se tiende al empleo de los caparazones marinos para elaborar cuentas de collar discoidales con perforación central.
Por otro lado, del análisis anterior hemos individualizado un yacimiento como
Cabezo Redondo (Soler García, 1987), principalmente por tratarse de un asentamiento
del Bronce Tardío (Hernández, 2001) y por la singularidad de su registro. Situado a unos
56 km de la costa y basándonos en la información recabada en las excavaciones realizadas por J.M. Soler García (1987) en una superficie superior a los 1.000 m2, fueron registrados 158 objetos malacológicos ampliamente repartidos en ámbitos domésticos y como
elementos de ajuar en depósitos funerarios efectuados, tanto en el interior de las zonas de
hábitat, como en diversas covachas de la cima. De todo el conjunto (tabla 2 y fig. 9), destaca la mayor presencia de restos en los departamentos VII, XV y XVIII, lo que también
coincide con una mayor abundancia de evidencias materiales de todo tipo con respecto al
resto de ambientes (Soler García, 1987).
De no haber sido excavados otros yacimientos coetáneos de la zona podríamos considerar que durante esta fase se produjo una reactivación del uso de adornos malacológicos. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad, ya que en el Cerro de la Campana
de Yecla (Nieto y Clemente, 1983: 298), solamente se documentó un caparazón de
Marginella Philippi Monts, y en La Peña de Sax (Hernández y Pérez, 2005), situado a
unos 11 km de Cabezo Redondo y a unos 45 km de la costa, en el que se realizaron diversas catas, no se cita la documentación de evidencias malacológicas.
Cabezo Redondo supone toda una excepción, puesto que el índice de especies y la
variedad de los ejemplares encontrados supera al resto de los asentamientos del ámbito
regional, lo que nos conduce a plantearnos la existencia de grandes diferencias de acceso a este tipo de productos entre asentamientos o, al menos, permiten plantear la hipótesis de que algunos núcleos, como Cabezo Redondo, pudieron funcionar como centros
redistribuidores en el ámbito territorial.
En este sentido, en yacimientos donde el área de excavación ha sido también muy
amplia, caso de La Horna (Hernández, 1994), Lloma de Betxí (De Pedro, 1998), Muntanya Assolada (Martí, 1983), o el propio Terlinques (Jover y López, 2004), el número de
evidencias y la variedad de especies, como hemos podido valorar con anterioridad, es
mucho menor.
Y, por otro lado, no podemos obviar que Cabezo Redondo es también uno de los
pocos yacimientos, si no el único, en el que se realizó una ocultación de un tesoro de oro
–Tesorillo del Cabezo Redondo– (Soler García, 1987), además de haberse registrado
materias primas de procedencia muy lejana (Hernández, 2001).
Del análisis del conjunto malacológico documentado en Cabezo Redondo (fig. 10)
podemos señalar el dominio de las especies consideradas como de amplia duración, pues—97—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Tabla 2.- Relación de malacofauna hallada en Cabezo Redondo procedente
de las excavaciones efectuadas por J.M. Soler (1987).
Contexto
Ubicación
Hábitat
Dep. l
Hábitat
Hábitat
Materiales
Uso
-1 fragmento de Glycymeris
Adorno
Dep.rll
-1 Glycymeris perforado y con borde recortado
- 1 Pútpura con pequel1a rotura en la boca
Adorno
Dep. IV
-1
el
-1
-1
Trochus nacarado, roto por una perforación en
borde de la boca
G/ycymeris perforado. 1 Fragmento de otro
Cypraeidae partida longitudinalmente
Adorno
Hábitat
Dep. V
-1 Glycymeris perforado
-1 Pate/la con gran orificio
-1 fragmento de Espondilus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 fragmento recortado de Conus
-1 Anomia, probablemente "pateliformis", con dos
orificios, uno en el gancho y otro en elnatis
-1 "Fusus"
-2 Nassas perforadas y otra cortada por la última
espira
Adorno
Hábitat
Dep. VI
Hábitat
Dep. VH
Hábitat
Dep. vm
Hábitat
Dep.IX
Hábitat
Dep.X
Funerario
Cueva en zona
noroeste
Hábitat
Dep.XI.
Dep.X.
- 1 Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-2 fragmentos de Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris perforado
-1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
- 1 fragmento de Venus
- 1 fragmento de Glycymeris
- 1 Glycymeris perforado
- 1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
-5 fragmentos de Glycymeris, algunos de ellos
perforados
-1 fragmento grande de concha sin determinar
-3 fragmentos de Glycymeris
-1 Trochus con el interior nacarado
-1 0/iva rota por la boca
-Varias Nassas perforadas por frotación
-1 fragmento de Denta/han
- 1 fragmento indeterminado
Adorno
Adorno
-1 Lurio lurida perforada
Adorno
-1 fragmento de Cassis nacarado
Adorno
-1 Pequeña caracola sin perforar
-1 G/ycymeris roto por la perforación
- 1 fragmento de Glvcvmeris perforado
Una columna estalagmítica dividía la cavidad en
dos cámaras. En la primera de ellas apareció un
esqueleto con los huesos removidos pero
claramente en posición flexionada, en una especie
de cista. Al sur de la columna apareció otro
esqueleto, incompleto y muy removido.
-1 colgante de G/ycymeris
-2 Cypraeidae perforadas
- 1 Co/umbella perforada
—98—
Adorno
Ajuar
Adorno
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
Contexto
Hábitat
Hábitat
Funerario
Ubicació n
Materiales
-1 Conus perforado
-5 fragmentos de Glycymeris
Oep. XII
-1 fragmento de Purpuro
-1 borde de G~ycymeris
-1 Cerastoderma sin perforar
-1 Pmpura con perf
oración en el ápice
-1 pequeña caracola indetern1inada
-1 fragmento de borde de Glycy meris.
Dep. XIII
-1 Columbe/la perforada
-1 Cypraeidae p
-1 Conus perforado en el ápice
Enterramiento 1 - 1 colgante de forma oval sobre Pecten
Infantil
- 1 colgante sobre la espira de un gasterópodo
Hábitat
Dcp. X IV
Hábitat
Dep. XV
Hábitat
Dep. XVI
llábitat
Dep. XVIII
funerario
Cantera del SE
-2 Conus perforados en el ápice
-1 Cypraeidae con orificio ovoide
- 1 Glycymeris entero
-2 fragmentos de otros Glycymeris
- 1 concha cónica, sin clasificar, con perforación o
rotura cuadrada
-1 Columbe/la con pequeña perforación
-1 fragmento de Spondilus muy desgastado
-1 Glycymeris
-6 fragmentos de Venus
- 1 Conus perforado
- 1 Cerastoderma con perforación en el ápice
-1 caracola indeterminada sin perforación
-8 G/ycymeris con perforación en el umbo
-1 fragmento de Glycymeris
-4 fragmentos de Glycymeris
-1 Cypraeidae perforada
-1 Trozo de Glycymeris
-2 Gasterópodos indetcm1inados sin perforar
-1 fragmento de Púrpura muy desgastado
-1 fragmento de GII'C¡•meris perforado
-1 Pwpura sin perforar
-1 Purpura con gran perforación
- 1 Pequeño fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris sin perforación
-1 fragmento de G/ycy meris
- 1 fragmento de caracol fosi lizado
-1 Gasterópodo indetermi nado puntiagudo con
rotura cuadrada
-1 Glycymeris perforado y con todo el borde
recortado
-1 Púrpura con gran orificio
-1 Conus perforado, partido longitudinalmente
-1 G/ycymeris con orificio
-1 Conus roto en cuatro fragmentos
-6 G/ycymeris agrupados con perforación
- 1 fragmento de Glycymeris
-2 Columbellas perforadas
- 1 fragmento de G/}•c¡•meris
-1 Conus perforado. Por su proximidad al lugar de
estos hallazgos mencionaremos una cuema
g lobular algo aplanada, de piedra verdosa con
manchas cla ras
—99—
19
Uso
Adorno
Ajuar
Ajuar
Adorno
Adorno
Adorno
Adorno
Ajuar
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20
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 9.- Distribución porcentual de malacofauna por contextos en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
to que las hallamos como habituales a lo largo de la Prehistoria reciente. Se trata de conchas del género Glycymeris, que alcanzan el porcentaje más elevado, seguidas normalmente por las Cerastoderma. También constatamos la existencia de la Cypraeidae, y dentro de esta familia destaca el empleo de la Luria lurida, y la Columbella rustica, numéricamente superior a otros gasterópodos. Especies que, por otro lado, también se habían
constatado en los yacimientos del Bronce Pleno en la cuenca del río Vinalopó (tabla 1;
fig. 11).
—100—
[page-n-101]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
21
Fig. 10 .- Porcentajes relativos de especies de malacofauna en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
Fig. 11.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento de Cabezo Redondo (Museo Arqueológico de Villena).
—101—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
No obstante, pese a lo visto, asistimos a una reducción, tanto cuantitativa como cualitativa, puesto que las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo
que en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación de los tipos de adornos,
manteniéndose los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, perforados
en el umbo o natis– y desapareciendo aquellos collares o pulseras para los que eran necesarias una gran cantidad de cuentas –pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente–.
Sin embargo, el empleo de cuentas obtenidas mediante el recorte y pulido de los bivalvos parece perdurar, especialmente en las zonas más al interior, como muestra el abundante registro ornamental del Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006).
De todo lo analizado podemos deducir que las especies malacológicas registradas con
una presencia regular, salvo pequeñas variaciones en los porcentajes, como sería el caso
de especies como Glycymeris glycymeris, Conus mediterraneus o la Columbella rustica,
van a sufrir un claro descenso con respecto a las fases previas a la Edad del Bronce. Las
especies de pequeño tamaño experimentarán una progresiva disminución hasta casi su
entrada en desuso durante el Bronce Final (Luján, 2005), lo que podría ser consecuencia
de una variación en los criterios ornamentales de las nuevas entidades sociales que parecen ir constituyéndose en los momentos finales de la Edad del Bronce y que, en la práctica, se materializa en la sustitución de los caparazones marinos por otros, alóctonos y de
distinta naturaleza, como el metal y el marfil. Así, en el Bronce Final, los elementos ornamentales más abundantes no serán los colgantes ni los collares de cuentas, sino que el porcentaje mayor vendrá representado por el grupo de pulseras y los aretes de metal, hallándose, aunque en número reducido, algunas cuentas de collar o adornos para la vestimenta sobre malacofauna –Marginella, Columbella rustica, Luria lurida.
4. SOBRE EL USO DE LOS CAPARAZONES MARINOS DURANTE LA EDAD
DEL BRONCE EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Una aproximación a la malacofauna hallada en distintos yacimientos arqueológicos
pertenecientes a la Edad del Bronce en la fachada mediterránea de la península Ibérica,
revela una primera inferencia, que no es otra que la de corroborar que la recolección de
moluscos marinos no se realizó con una finalidad bromatológica, como se ha podido
corroborar en diversos asentamientos, con la excepción de aquellos muy próximos a los
lugares costeros, como se ha evidenciado en Gatas (Ruiz, 1999: 366), a pesar de lo cual,
su consumo no pasó de ser un mero complemento puntual de la dieta.
Esta circunstancia, coherente por otra parte, también se constata en grupos productores de alimentos. Basta recordar la abundancia de restos malacológicos para consumo
humano en yacimientos neolíticos cercanos a la costa como El Barranquet de Oliva
(Esquembre et al., 2008) con casi 20.000 restos, frente a cualquier yacimiento neolítico
—102—
[page-n-103]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
23
situado a varios kilómetros al interior como la Cova Sant Martí (Torregrosa y López,
2004; Luján, 2004b) o la Cova l’Or (Martí et al., 1977, 1980) donde su número no llega
al centenar.
La mayor parte de las evidencias malacológicas de origen marino documentadas en
los yacimientos arqueológicos tiende a corresponderse con especies de bajo aprovechamiento cárnico, además de que los caparazones fueron utilizados principalmente como
adornos. Una buena parte presentan perforaciones naturales o importantes procesos erosivos en la superficie de las conchas, indicativo todo ello de que estas valvas fueron recolectadas post mortem en los cordones arenosos litorales y no fueron aprovechados como
recurso alimenticio (Manhart et al., 2000: 234).
Conscientes en todo momento del escaso interés como ingredientes nutricionales
para este periodo histórico, optamos por hacer hincapié en otras utilidades para explicar
la presencia de estos moluscos en los yacimientos arqueológicos, como podrían ser su
empleo para la elaboración de artefactos.
En los conjuntos malacológicos documentados en asentamientos de la Edad del
Bronce, resulta escasa, por no decir, prácticamente nula, la constatación del uso de caparazones de moluscos como instrumentos de trabajo. En las publicaciones de yacimientos
o materiales de la Edad del Bronce no se hace mención (Ayala, 1991; De Pedro, 1998;
Manhart et al., 2000). Incluso en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006) estudiado microscópicamente, no se ha señalado su presencia. Solamente en Gatas se han constatado
ejemplares con señales de uso (Ruiz, 1999), indicándose su empleo habitual como instrumentos de trabajo a lo largo de la secuencia de ocupación. Por este motivo, las evidencias de Terlinques (Luján, 2005), adquieren mayor importancia si cabe. Al menos dos
ejemplares de Glycymeris glycymeris presentan un pulido lustroso muy profundo en sus
bordes, claramente redondeados por uso (fig. 12). Además, su asociación con bobinas de
hilo de junco y a capazos de estiba de esparto repletos de cereales permiten considerar su
empleo en el trabajo con vegetales blandos (Luján, 2004a), aunque tampoco podemos
descartar su empleo como raspadores para alisar pieles (Mansur-Franchomme, 1984), ya
que el tipo de tramas y pulidos puede ser muy similar sobre este tipo de materias primas.
Pero, sin duda, el máximo interés de la malacofauna reside en la consideración que
de ésta ha hecho la arqueología como una de las materias primas empleadas en la confección de adornos y posibles amuletos3 (Batista, 2001; Pascual, 1996).
Si partimos del hecho de que parece darse una total supremacía de las formas naturales, poco o nada modificadas, convenimos en una triple clasificación según la aparien-
3. C. Batista (2001) considera que un ejemplar de Columbella rustica striata que presentaba la espira grabada debía contener un sentido propiciatorio o religioso para su portador.
—103—
[page-n-104]
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 12.- Glycymeris glycymeris rubefactadas, con lustre de cereal en el borde,
documentadas en la unidad habitacional nº 1 de Terlinques.
cia de los moluscos, encontrando formas alargadas –Dentalium, Turritela, Cerithium
rupestre–, redondas de tipo aplanado –Cardiidae, Glycymeris, Donax– y globulares
–Theodoxus, Muricidae, Trivia, Natica, Littorina.
Así, la comparación de los diferentes conjuntos estudiados (Manhart et al., 2000;
Luján, 2004a; 2005; Barciela, 2006) muestran el uso continuado de las mismas especies,
con pequeñas variaciones en su representatividad, lo que podría derivar de las mismas
exigencias estéticas del grupo (Luján, 2005).
Como ya mencionamos con anterioridad, los colgantes configuran un grupo de objetos de adorno de morfología y tamaño muy variado pero que participan en común de la
presencia de un elemento de suspensión. Podemos dividir dichos colgantes en aquellos
que se realizan sobre formas enteras o escasamente modificadas (Taborin, 1974, 1993),
donde se destaca la selección y uso mayoritario de caparazones de moluscos marinos
–bivalvos y gasterópodos– (fig. 13), y aquellos otros enormemente modificados donde es
imposible reconocer la especie sobre la que fueron elaborados.
No obstante, las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo que
en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación en la tipología de los adornos, manteniéndose básicamente los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, Glycymeris y Cardiidae perforados en el umbo de forma natural o artificial– y
reduciéndose aquellos collares o pulseras para los que eran necesarios una gran cantidad
de pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente o cuentas obtenidas mediante el
recorte y pulido de otros ejemplares malacológicos de mayor tamaño.
Pese a lo indicado, no siempre es así ya que en algunos poblados como el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) o El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) se
ha constatado la elaboración sistemática de cuentas de collar discoidales con perforación
central sobre este tipo de materia, impidiendo la identificación de las especies empleadas
la amplia manipulación efectuada sobre los soportes iniciales.
Otra de las cuestiones que ha llamado nuestra atención es la observación realizada
—104—
[page-n-105]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
25
Fig. 13.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento argárico de Tabayá (Aspe, Alicante).
Obsérvense las erosiones post mortem presentes en los caparazones de Glycymeris y Cerastoderma situados
a la derecha de la imagen (materiales depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda).
por D. Serrano y F. García (1986), quienes introducen la posibilidad de que no se adquiera la pieza malacológica una vez que ésta se encuentra finalizada, sino que en realidad el
intercambio y distribución se lleve a cabo exclusivamente con la materia prima, recurso
que explicaría la presencia de conchas sin utilizar en los yacimientos. En este sentido, la
presencia en diversos yacimientos del interior peninsular de cuentas de collar en proceso
de elaboración como en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), Cabezo Redondo (Luján,
2005) o de lúnulas como las constatadas en Gatas (Ruiz, 1999), Tabayá (fig. 14) o en el
Cerro del Cuchillo, así lo indican.
Pero de ser así, que cada grupo elabore sus propios adornos y/o utensilios, en muchos
casos es sorprendente el paralelismo y la repetición de los patrones en las distintas zonas,
ya que se repiten los modelos. Así, una vez que se dispone de los soportes matriz, éstos
se destinan a la confección de diversos elementos de adorno, entre los que señalamos la
confección de colgantes simples, en su mayoría ejemplares de bivalvos con un orificio
—105—
[page-n-106]
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Fig. 14.- Lúnulas de diferentes tamaños documentadas en Tabayá.
que posibilita su suspensión mediante una fibra vegetal o tira de cuero de la que carecemos de registro arqueológico, y de combinaciones más complejas, como muestran algunos collares o pulseras/tobilleras, realizados sobre gasterópodos enteros –Conus, Columbella, Trivia– o cuentas de concha trabajada de tipo cilíndrico o tubular, que incluso, en
algunos grupos arqueológicos muy concretos como es el argárico, pueden llegar a combinarse con elementos de diferentes materias primas, como lítico, hueso, vértebras, marfil, yeso, cobre o plata como se constata en al menos 78 sepulturas de El Argar y en menor
medida, en otros yacimientos como Zapata, El Oficio, Fuente Álamo y Gatas (Siret y
Siret, 1890) (fig. 15).
Otros usos apuntados plantean la posibilidad de que estas cuentas pudieran coserse
de algún modo a la vestimenta o a los tocados (Papi, 1989), como apreciamos en paralelos etnográficos canarios, destacando el hallazgo de una diadema de cuero con espiras de
Conus sp., asociada a una momia de Guayadeque (Navarro y Arco, 1987), en la que
dichos autores creen apreciar un distintivo jerárquico dentro del grupo social, opinión
respaldada por textos etnohistóricos (Abreu, 1977), donde se cita el uso de una diadema
o corona semejante por el rey de Lanzarote.
En cualquier caso, en el análisis efectuado se han resaltado diferencias palpables en
el uso de los caparazones marinos en los territorios estudiados. Mientras en el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) los caparazones eran trabajados intensamente para la elaboración de cuentas de collar discoidales, en las tierras del Vinalopó no argáricas
–Terlinques, Peñicas (Luján, 2005)– se priorizaba el uso de pequeños gasterópodos como
elementos de adorno y en la cuenca del Turia, en yacimientos como la Lloma de Betxí
—106—
[page-n-107]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
27
Fig. 16.- Adornos funerarios de Cabezo Redondo
(Soler García, 1987).
Fig. 15.- Lámina 53 del Álbum de Las primeras edades del
metal en el Sudeste de España (Siret y Siret, 1890).
Elementos de ajuar de las tumbas 133, 480, 485, 493, 496,
499, 517, 526, 559, 579 y 592.
(De Pedro, 1998), las preferencias eran puestas hacia el uso de bivalvos –Cerastoderma
edule y Glycymeris glycymeris– perforados para la configuración de colgantes. Estas
diferencias también pueden ponerse en relación con otras pautas culturales y sociales singulares entre estos territorios, como por ejemplo son las prácticas funerarias, que permiten respaldar la hipótesis de hallarnos ante distintos grupos arqueológicos.
Por otro lado, en el Bronce Tardío se observa el mantenimiento de las redes de intercambio y distribución de recursos malacológicos existentes en las fases previas, especialmente para su uso como adornos, observable en yacimientos como Cabezo Redondo
(Soler García, 1987). La abundante presencia de recursos malacológicos y su amplia
variedad indica cierta facilidad en su adquisición, ya que en casi todos los departamen—107—
[page-n-108]
28
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
tos se ha documentado un conjunto considerable de restos y especies y, en los contextos
funerarios de la cima y cantera tampoco se observa un acceso diferencial. Las conchas
llegarían a través del intercambio como materia prima sin transformar, ya que existen
algunos exoesqueletos sin ningún tipo de modificación que pueden interpretarse como
soportes en reserva, como también ha sido sugerido para el Cerro del Cuchillo (Barciela,
2006).
Únicamente el yacimiento de Cabezo Redondo (Soler García, 1987) supone una
excepción a tener en cuenta, puesto que el índice de especies y la variedad de los ejemplares encontrados supera en mucho al resto de los asentamientos arqueológicos adscritos al Bronce Tardío, lo que podríamos explicar si considerásemos que se trata de un centro de redistribución territorial de diferentes tipos de materias primas y productos
(Hernández, 2001). Esto nos conduce a plantearnos la existencia, en un mismo periodo,
de asentamientos con grandes diferencias, entre las que debemos destacar, no sólo el
tamaño y el porcentaje de materiales recuperados, sino también el papel que debía desarrollar éste respecto al resto de asentamientos del ámbito regional, así como su posible
relación con las tierras del Sureste y del interior peninsular a través de diversas rutas por
las que se extenderían no sólo materias primas o productos de metal, marfil o malacofauna, sino sus creencias e ideología.
De este modo, la clase social dominante residente en Cabezo Redondo también incluyó entre los elementos de ajuar los adornos malacológicos siguiendo las tradiciones argáricas (fig. 16). En este sentido, son numerosas las tumbas argáricas (Siret y Siret, 1890;
Hernández y Dug, 1977; Ayala, 1991) donde se ha constatado su presencia entre las que
basta citar, además de la urna nº 2 con un Glycymeris sp. perforado y la nº 3 con una
concha de la familia Cypraeidae también perforada en El Picacho (Hernández y Dug,
1977), la presencia de Glycymeris sp. en las tumbas de El Argar 113, 441, 447, 450, 451
y 664 (Siret y Siret, 1890), de un Conus perforado verticalmente formando parte de una
pulsera con cuentas de hueso en una tumba en urna en el Cerro de las Viñas (Ayala, 1991)
o la tumba 28 de Gatas que presentaba un ajuar malacológico exterior formado por siete
conchas encajadas y otra de la misma especie como ajuar interno (Ruiz, 1999: 371).
Por tanto, el empleo y el valor social e ideológico de los recursos malacológicos se
mantendrá hasta momentos avanzados de la Edad del Bronce, pudiendo combinarse el
uso de pequeñas cuentas con piezas de metal, como se puede observar en el hallazgo de
un collar compuesto por 73 pequeños conos de oro, 3 Conus mediterraneus y 2 discos de
marfil perforados en su zona central, en el yacimiento de San Antón, Orihuela (Furgús,
1937: 63, lám. I, fig. 1ª; Jover y López, 1997: 64, fig. 9).
Al mismo tiempo, la información disponible para toda la zona central de la fachada
oriental de la península Ibérica permite corroborar que a lo largo de la Edad del Bronce
asistimos a una paulatina reducción de adornos realizados sobre malacofauna, tanto en
asentamientos de hábitat, como en contextos funerarios, donde este proceso se hace más
evidente, alcanzando su punto más álgido en el Bronce Final (González Prats, 1978), que
—108—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
29
bien podría explicarse como resultado directo de la aparición de los adornos metálicos y
que, poco a poco, se irán imponiendo en la confección de elementos ornamentales,
pudiendo combinar éstos con cuentas sobre malacofauna. En cualquier caso, a partir de
la fase Orientalizante y sobre todo, en el mundo ibérico, se abandona casi por completo
su uso. Ya no se constatan instrumentos ni adornos sobre malacofauna, y a lo sumo, se
mantuvo su empleo como recurso alimenticio o elemento decorativo en viviendas en
yacimientos próximos a la costa como es el caso de El Oral (Abad y Sala, 2001).
En definitiva, además del valor estético de muchos de los caparazones, debemos considerar el contenido simbólico e ideológico implícito. Su presencia en numerosos contextos domésticos de asentamientos de muy diversos tamaños y ubicaciones, y especialmente, en contextos funerarios, plantea su amplia aceptación social y la existencia de
relaciones sociales y económicas muy consolidadas entre diferentes comunidades, lo que
en la práctica podría reforzarse mediante el establecimiento de políticas matrimoniales
y/o de lazos de sangre que llevarían consigo la circulación de personas y con ellas, sus
adornos. No obstante, como hemos pretendido evidenciar, cada grupo seleccionó un tipo
de especies, otorgándole un uso diferenciado. Pero esta es una cuestión en la que todavía
es necesario profundizar con mejores y mayores registros.
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1
ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXVII (Valencia, 2008)
Alicia LUJÁN NAVAS* y Francisco Javier JOVER MAESTRE**
EL APROVECHAMIENTO DE RECURSOS MALACOLÓGICOS
MARINOS DURANTE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
RESUMEN: Se pretende mostrar la importancia de los recursos malacológicos en el ámbito
mediterráneo de la península Ibérica durante el desarrollo de la Edad del Bronce, a partir del análisis de las prácticas de consumo, modificación y uso de las conchas. La información disponible en
la zona del Levante de la península Ibérica constituye un ejemplo significativo.
PALABRAS CLAVE: Uso, consumo, malacología, Edad del Bronce, Mediterráneo, península
Ibérica.
ABSTRACT: Malacological remains during Bronze Age in Levante areas of Iberian
Peninsula. In this article we present the malacological remains of the humans groups of Eastern part
of Iberian Peninsula during Bronze Age. The study of consumption, use and modification of marine
shells inform us about the importance of this objects for this prehistoric society. The information of
Levante areas are good exemple.
KEY WORDS: Use, consumption, shell, Bronze Age, Mediterranean of Iberian Peninsula.
* Museo Arqueológico de Calpe. C/ Francisco Zaragoza, 2. 03710 Calpe (Alicante). alicialujannavas@hotmail.com
** Área de Prehistoria. Departamento de Prehistoria, Arqueología, Historia Antigua, Filología Griega y Filología Latina.
Universidad de Alicante. Campus de Sant Vicent del Raspeig. Ap. 99. 03080 Alicante. javier.jover@ua.es
—81—
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2
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
1. INTRODUCCIÓN
Frente a la importante tradición de estudios malacológicos en la península Ibérica en
el ámbito de los grupos cazadores y recolectores (Moreno Nuño, 1995: 354; Álvarez,
2008), han sido muy pocos los análisis específicos efectuados para la Edad del Bronce.
Esta falta de interés, probablemente motivada por la escasez del número de evidencias
malacológicas y el protagonismo entre los investigadores de otros elementos de la cultura material, en especial el metal, ha limitado valorar su importancia en el ámbito de
comunidades campesinas ya plenamente consolidadas (Jover, 1999a). No en vano, los
caparazones de moluscos marinos, modificados o no, junto al metal o el marfil –entre
otros–, siguieron siendo una de las materias primas necesarias para la reproducción ideológica de aquellos grupos, aunque en su mayor parte tuvieron que ser obtenidos mediante procesos de intercambio (Marx, 1991; Jover, 1999a; Jover y López, 2004).
Con el presente texto pretendemos exponer algunas consideraciones sobre el aprovechamiento de la malacofauna de origen marino durante la Edad del Bronce en el marco
de la fachada mediterránea de la península Ibérica, mostrando su importancia así como
algunas de sus posibilidades interpretativas, ya que si bien es cierto que la estimación tradicional que de ella ha ofrecido la investigación era su consideración como elemento destinado al ornamento, la realidad es que también pudo emplearse como arteuso1 y/o artefacto, dentro de prácticas sociales y culturales singulares.
2. SOBRE LA DETERMINACIÓN DEL CONSUMO, PRODUCCIÓN Y USO
DE LA MALACOFAUNA MARINA
En el plano teórico, el aprovechamiento de recursos malacológicos marinos durante
la Prehistoria implicó la realización de diversos procesos de trabajo que supusieron desde
la recolección inicial en zonas rocosas o en los cordones arenosos, el posible consumo de
su carne, su transporte y la modificación de los caparazones (Jover, 1999b), hasta su desecho o abandono intencional como ajuar en contextos funerarios.
La recolección de los mismos se pudo realizar desde un principio, o bien con fines
bromatológicos, o bien directamente para su aprovechamiento como instrumento o adorno modificando o no su morfología, aunque ambas acciones no son excluyentes y pudieron darse de modo sucesivo. No obstante, la presencia de moluscos en asentamientos
situados a mucha distancia del litoral obliga a considerar que su distribución e intercambio fueron procesos de trabajo necesarios en la producción (Jover, 1999b).
1. M. Ruiz (1999) utiliza este término para designar al grupo de conchas que son resultado directo del consumo, y que posteriormente serán utilizados con otros fines, como la elaboración de utensilios o complementos. Se estaría refiriendo a un
consumo de tipo no productivo en su empleo como alimento.
—82—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
3
Por este motivo, a la hora de abordar el estudio de las evidencias malacológicas, el
primer elemento a valorar en relación con el hecho de si fueron o no consumidos es el
que tiene que ver con si sus características lo permiten. Muchas de las especies de las que
existen caparazones aprovechados como ornamentos o instrumentos en los yacimientos
arqueológicos presentan carnes duras, lo que ha posibilitado que varios autores las consideraran incomibles (Sánchez, 1982; Rico y Martín, 1989).
Este hecho ya lo consideramos como altamente determinante para reconocer si su
intercambio o, simplemente aprovechamiento, se realizó para usos ornamentales o como
recurso alimenticio. No obstante, el consumo de especies con carnes potencialmente
comestibles no imposibilita que una vez consumidos, las conchas puedan ser empleadas
–reutilizadas– para otros menesteres, hayan sido o no modificadas, como de hecho se
constata en numerosos yacimientos (Luján, 2005).
Por otro lado, las especies consumidas proceden en su gran mayoría de litorales rocosos, lo que llevado a la práctica no debía representar una elevada inversión de trabajo, tan
sólo tendrían que resolver su transporte, siempre que no se optara por un consumo in situ,
disipando en gran medida la cuestión en torno al número tan restringido de ejemplares
comestibles recuperados en niveles arqueológicos, y posterior ingestión, ya que para
algunas especies se ha señalado repetidamente la necesidad de aplicar técnicas, ya conocidas desde el Paleolítico, que posibilitarían su consumo frescos, cocidos, asados, ahumados o macerados con hierbas (Gómez-Tabanera, 1971; Vega de la Torre, 1985).
A la hora de establecer una clasificación de las especies más consumidas debemos
recurrir a la información aportada por los yacimientos excavados en extensión. El estudio de los grupos taxonómicos (Lindner, 1977; Fletcher y Falkner, 1993; Pla, 2000) hallados en los yacimientos muestra que los más consumidos fueron los tróquidos y los patélidos, especies características de sustratos rocosos de las zonas costeras emergidas y litorales. No obstante, tampoco se puede excluir el consumo de otras especies menos representadas como algunos cárdidos, taididos y murícidos.
En cuanto a los bivalvos, aunque la investigación los considera potencialmente
comestibles, hay quien apunta que géneros como la Glycymeris,2 cuyas conchas con o sin
perforación aparecen muy frecuentemente en los yacimientos de la Edad del Bronce,
posiblemente no formaran parte de la alimentación al ser recolectados post mortem en los
cordones arenosos, donde son depositados por la marea, siendo ésta la principal responsable del desgaste de la superficie, así como del horadamiento del natis que presentan
muchas de las valvas (Ruiz, 1999; Luján, 2004a; Barciela, 2006). Incluso en el estudio
de algunos yacimientos como Fuente Álamo (Manhart et al., 2000: 234) donde el registro malacológico es muy elevado, se ha señalado no sólo el alto grado de desgaste de las
2. En la historiografía tradicional es frecuente el uso del término Pectúnculo para referirse a esta misma especie, por lo que
en algunos casos hemos conservado su empleo.
—83—
[page-n-84]
4
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 1.- Mapa de distribución de los yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto con evidencias malacológicas
marinas. 1. Moncín (Borja, Zaragoza); 2. Loma del Lomo (Cogolludo, Guadalajara); 3. El Recuenco (Cervera del Llano,
Cuenca); 4. El Castillo (Frías de Albarracín, Teruel); 6. Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón); 6. Lloma de
Betxí (Paterna, Valencia); 7. Cerro de la Encantada (Granatula de Calatrava, Ciudad Real); 8. Muntanya Assolada (Alzira,
Valencia); 9. Cap Prim (Xàbia, Alicante); 10. Mina de Don Ricardo (Tíriez, Albacete); 11. Cerro de El Cuchillo (Almansa,
Albacete); 12. Cabezo Redondo (Villena, Alicante); 13. Terlinques (Villena, Alicante);14. Tabayá (Aspe, Alicante);
15. San Antón (Orihuela, Alicante); 16. Cerro de las Viñas (Coy, Murcia); 17. Rincón de Almendricos (Lorca, Murcia);
18. El Oficio; 19. El Picacho (Oria, Almería); 20. Fuente Álamo (Cuevas de Almanzora, Almería);
21. El Argar (Cuevas de Almanzora, Almería); 22. Gatas (Gatas, Almería).
conchas de bivalvos, sino también de gasterópodos. Esta característica es suficientemente indicadora de que buena parte de los mismos no fueron recolectados en vida, descartando su aprovechamiento como fuente de alimentación.
Sin embargo, conscientes del escaso interés como ingredientes nutricionales para
estos momentos, muy limitado a unos pocos asentamientos próximos a la costa, como
bien se ha puesto de manifiesto en el asentamiento argárico de Gatas (Ruiz, 1999: 361374), situado a menos de 5 km del litoral, optamos por hacer hincapié en otras utilidades
para explicar la recolección, transporte, modificación y uso de estos moluscos (fig. 1).
Cuando utilizamos el concepto de artefacto (Ruiz, 1999) para los restos malacológicos partimos de la existencia de una serie de ejemplares que fueron recolectados expre—84—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
5
samente y/o reutilizados en la elaboración de utensilios, constituyendo objetos con señales de manipulación antrópica, o al menos con huellas de uso (Bosch et al., 1999; Ruiz,
1999), lo que nos permite analizar los rasgos técnicos ejecutados y obtener más información sobre la capacidad tecnológica desarrollada (Pascual, 1995).
No obstante, estos rasgos parecen extremarse especialmente en el caso de los adornos, mientras que para el resto de utensilios tienden a aprovecharse las formas enteras,
especialmente con el mantenimiento de los bordes y/o ápices, de lo que deducimos que
la forma y el tamaño determinan la utilización de la especie, constituyendo un rasgo clave
en las pautas seguidas para la recolección.
En cualquier caso, tampoco podemos olvidar que en los contextos arqueológicos
también se documenta una buena cantidad de conchas de moluscos sin ninguna transformación, en estado natural, así como abundantes lúnulas (Ruiz, 1999; Luján, 2005). Estos
conjuntos o elementos aislados podrían ser explicados como materia prima en reserva,
seguramente para la elaboración de colgantes, cuentas de collar u otros elementos ornamentales.
Entre las características que debemos tener en cuenta a la hora de clasificar un molusco marino como un ornato (Vidal y López, 1943; Taborín, 1974) se encuentra la de presentar evidencias de modificaciones antrópicas, que en la práctica se manifiestan como
perforaciones, escotaduras o facetado de las piezas e, incluso, la total transformación del
soporte original. Estas modificaciones del soporte permiten ensartarlos o mantenerlos en
suspensión.
En cuanto a las perforaciones, no obstante, es necesario tener presente que no todas
fueron el resultado de la intencionalidad humana, sino que, por el contrario, muchas se
producen por causas naturales como las que ocasionan organismos litófagos o también
fruto de la erosión marina, como ha sido corroborado en diversos yacimientos (Manhart
et al., 2000; Luján, 2005), resultando muy complejo establecer con certeza su origen sin
ayuda de observación microscópica (Barciela, 2006).
Lo que parece evidente es que estos grupos humanos supieron aprovechar aquellos
ejemplares ya perforados y cuando se vieron en la necesidad, desarrollaron una serie de
técnicas para su horadamiento, dándose una predisposición a utilizar cierta zona de la
concha: los dorsos y ápice en los pequeños gasterópodos y el umbo en los bivalvos (Soler
Mayor, 1990).
En definitiva, encontramos colgantes u adornos sobre concha en todos los horizontes
cronológicos pero su presencia e importancia cuantitativa difiere según el contexto, destacando para la Edad del Bronce el uso mayoritario de conchas de los géneros Glycymeris
y Cerastoderma como muestran los documentados en yacimientos tanto costeros como
del interior peninsular (Siret y Siret, 1890; Manhart et al., 2000; Luján, 2004a), aunque
algunos adornos muy característicos del Neolítico y Calcolítico regional como son los
brazaletes sobre pectúnculo y los anillos (Pascual, 1998), dejan de elaborarse a partir de
estos momentos.
—85—
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6
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
3. CIRCULACIÓN, USO Y CONSUMO DE CAPARAZONES MARINOS:
LOS CORREDORES DEL VINALOPÓ Y ALMANSA COMO UNIDADES
DE ANÁLISIS
Para ejemplificar las apreciaciones teóricas realizadas, queremos exponer de forma
extensa algunas consideraciones sobre dos territorios interconectados y bien conocidos
como son el Corredor del río Vinalopó y el de Almansa.
Se trata de dos pasillos naturales comunicados entre sí que constituyen la principal
vía de paso entre la costa alicantina y el interior meseteño, especialmente con La Mancha.
El corredor de Almansa conecta por el Este con las tierras valencianas a través de diversos puertos –Ayora y Almansa–, separados por el macizo de Caroig, mientras que al Sur
se abre al altiplano de Yecla y Jumilla, y al Sureste se comunica directamente con la
Cubeta de Villena, unidad física integrante del Corredor del Vinalopó. No en vano, es por
estos corredores por donde, desde época medieval se estableció el camino con Castilla y,
desde el siglo XIX, discurren las principales vías –red ferroviaria y viaria– entre Madrid
y la costa alicantina. Ambos corredores interconectados y con una distancia superior a los
100 km con dirección Sureste-Noroeste, han desempeñado a lo largo de la Historia una
encrucijada al ser un camino obligado entre el litoral y el interior peninsular (Ponce,
1989).
Estos territorios, transversales a la disposición de las principales estribaciones montañosas del sistema Prebético que lo hacen con dirección Suroeste-Noreste, constituyen
un territorio bien conocido. Las prospecciones realizadas han permitido documentar un
número ingente de asentamientos de la Edad del Bronce, tanto en el corredor del
Vinalopó (Jover, López y Segura, 1989; Jover, López y López, 1995; Segura y Jover,
1997), como en el de Almansa (Hernández y Simón, 1994), alcanzando una cifra superior a 200 enclaves (fig. 2).
Sin embargo, quizás el aspecto más destacado es que en la actualidad contamos con
un número relativamente elevado de asentamientos excavados en extensión distribuidos
a lo largo de ambos corredores. Así, en el curso bajo del Vinalopó se actuó en el asentamiento argárico de Caramoro I (Ramos Fernández, 1988; González y Ruiz, 1995), interpretado como un fortín de pequeño tamaño, situado sobre el curso del río a escasos kilómetros de la costa. A pesar de haber sido documentado prácticamente en su extensión y
haberse estudiado y publicado los materiales, entre los que se encuentran un gran repertorio de formas cerámicas, botones y brazaletes de marfil, diversos objetos metálicos, líticos y faunísticos, solamente fueron registradas dos conchas perforadas (Ramos
Fernández, 1988: 97).
Más al norte, y en la cuenca media del Vinalopó, situada a algo más de 25 km de la
costa, se han venido realizando excavaciones arqueológicas en los asentamientos de
Tabayá (Hernández, 1990; Hernández y López 1992), Lloma Redona (Navarro Mederos,
1988) y La Horna (Hernández, 1994). Del primero conocemos algunos ejemplares pro—86—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
7
Fig. 2.- Mapa de distribución de yacimientos de la Edad del Bronce en los corredores de Almansa, Vinalopó y Camp
d’Alacant citados en el texto. 1. Cerro de El Cuchillo; 2. Peñicas; 3. Cabezo Redondo; 4. Terlinques; 5. Cerro de la
Campana; 6. El Zambo; 7. Lloma Redona; 8. La Horna; 9. Tabayá; 10. Caramoro I; 11. Serra Grossa;
12. Illeta dels Banyets.
cedentes de recogidas superficiales depositados en el Museo Arqueológico de Novelda.
Lo mismo sucede de El Zambo (Novelda) (Navarro, 1982). En la Lloma Redona, yacimiento de unos 200 m2, únicamente conocemos la constatación de 5 Glycymeris sp. perforados (Navarro, 1982: 27), una Cerastoderma y una Columbella rustica (Navarro,
1988: 80). Por el contrario, de La Horna sí conocemos el conjunto malacológico registrado en las excavaciones (Hernández, 1994).
En el Alto Vinalopó, en concreto en la Cubeta de Villena, situada a unos 50-60 km
en línea recta del litoral, contamos con la información malacológica obtenida en las excavaciones que venimos realizando en Terlinques (Jover y López, 1999; Luján, 2005), junto
a los elementos recuperados en una cata efectuada por J.M. Soler García (1953, 1986) en
Peñicas. A ambos debemos unir las conchas documentadas en las excavaciones de J.M.
Soler García (1987) en Cabezo Redondo, yacimiento de más de 1,5 ha de extensión, adscrito al Bronce Tardío (Hernández, 1997, 2001).
Por último, en el Corredor de Almansa, a algo más de 90 km de la costa, solamente
se ha excavado el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al., 1994), del que
—87—
[page-n-88]
8
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
recientemente se ha realizado un amplio estudio de los objetos de adorno (Barciela,
2006).
Con las bases de periodización actuales y las dataciones absolutas disponibles de
estos yacimientos (Hernández et al., 1994; Jover, 1999a), podemos convenir que mientras yacimientos como Terlinques estuvieron ocupados de forma ininterrumpida entre c.
2100 y 1500 BC, otros, como la Lloma Redona, Cerro del Cuchillo, La Horna y Cabezo
Redondo pudieron ocuparse a partir de c. 1800 BC finalizando su ocupación hacia 1500
BC, con la excepción de Cabezo Redondo que se mantuvo hasta aproximadamente el
1200 BC (Hernández, 1997; Jover, 1999a).
Por tanto, estos corredores constituyen un marco excepcional como unidad de observación territorial, puesto que los trabajos de prospección y, especialmente de excavación,
han permitido disponer de una información de calidad equiparable.
Por otro lado, también consideramos necesario indicar que únicamente en Cabezo
Redondo se ha señalado la presencia de objetos malacológicos empleados como elementos de ajuar en prácticas funerarias (Soler García, 1987), a pesar de que en el Cerro del
Cuchillo se ha documentado un amplio número de inhumaciones individuales en cista en
el interior del poblado (Hernández et al., 1994) y diversas inhumaciones en grietas en La
Horna (Hernández, 1994). Y, por otro lado, en Terlinques, yacimiento que fue excavado
en 1969 por J.M. Soler y E. Fernández Moscoso (1970) y desde 1997 se vienen realizando excavaciones de forma ininterrumpida, no se ha documentado ningún tipo de práctica funeraria en el interior del asentamiento (Jover y López, 1999; Jover et al., 2001;
Jover y López, 2004).
De la evaluación de los conjuntos malacológicos (tabla 1 y fig. 3) podemos señalar:
–
–
Todas las evidencias proceden de contextos de hábitat, fundamentalmente, de
ambientes domésticos. Caramoro I, Lloma Redona, La Horna, Terlinques y Cerro del
Cuchillo han sido excavados ampliamente y, en general, el número de elementos
malacológicos es escaso teniendo en cuenta el volumen sedimentario sobre el que se
ha actuado. Incluso en el Cerro del Cuchillo el número de evidencias es equiparable
al resto si excluimos las cuentas de collar circulares con perforación central que en
su mayor parte formarían parte de un solo colgante.
El número de evidencias no disminuye en los yacimientos situados a mayor distancia de la costa, sino que al menos, en algunos de ellos como es el Cerro del Cuchillo,
a algo más de 90 km del litoral, su número aumenta. No obstante, en otros yacimientos ubicados a mayor distancia de la costa como El Castillo de Frías de
Albarracín (Teruel) (Harrison et al., 1998), Moncín (Borja, Zaragoza) (Harrison et
al., 1994), El Recuenco (Chapa et al., 1979) o Cerro de la Encantada (Granatula de
Calatrava, Ciudad Real) (Sánchez y Galán, 2004), donde los trabajos arqueológicos
han afectado a buena parte de su superficie, su presencia es muy escasa, limitada a
algún caparazón de bivalvo o gasterópodo.
—88—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
9
Tabla 1.- Diversos datos de interés sobre los principales yacimientos con malacofauna
en los corredores del Vinalopó y Almansa.
Yacimiento
Caramoro 1
Lloma
Redona
Extensión
450m
2
Distancia
costa
15km
Contexto
Hábitat
argárico
Procedencia
Excavación
(Ramos, 1988)
Excavación
200m 2
20 km
Hábitat
(Navarro,
1988)
Materiales
-2 Glycymeris sp. con el
natis perforado
Uso
Ornamental
Total.· 2
-5 Glycumeris sp. con el
natis perforado
-1 Cerastoderma
-1 Columbella rustica
Ornamental
Total: 7
Excavación
La Horna
1.000 m2
30 km
Hábitat
(Hernández,
1994)
-3 Cerastoderma edule
-2 Columbel/a rustica
- 1 Lurio lurida
-1 Coralliophila
lammelosa
-7 Glycymeris g lycymeris
-2 Monodonta turbinata
- 1 Patella caendea
- 1 Rudicardium
tuberculatum
-2 Venerupis decussata
Ornamental
Total: 20
Excavación
Terlinqu es
1.300 m2
50 km
Hábitat
(Jovcr y
López, 1999;
Luján, 2005)
—89—
-2 Conus mediterraneus
-2 Glycymeris g lycymeris
- 1 Cerastoderma edule
con perforación
-1 Cerastoderma edule
fragmentado
- 1 Cypraeidae
-2 Columbella rustica
-2 Conus medilerraneus
con ápice truncado
-1 Cypraeidae perforada
- 1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en e l
umbo
-1 Margine/la sp.
-1 Cerastoderma edule
rubefactado
-1 Columbel/a rustica.
-1 Glycymeris g lycymeris
con perforación en umbo
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
-1 Columbella rústica con
perforac ión dorsal
- 1 Conus mediterraneus
con perforación apical
- 1 Fragmento de
Cerastoderma edule
-1 Conus medilerraneus
con perforación apical
-1 Cypraeidae
Ornamental
Artefacto:
sección de
fibras
vegetales
blandas
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10
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Yacimiento
Exte nsión
Distancia
costa
Contexto
Procedencia
MBteri.ales
Uso
-2 Fragmentos de indet.
Toral: 25
Pe ñicas
600m 2
56 km
Hábitat
Excavación:
cata 2 x 2m
(Soler, 1953)
- 1 colgante sobre labio de
Gasterópodo
indeterminado
-1 colgante de Pecten
pulimentado
- 1 fragmento de Carditm1
edule
-4 fragmentos de
Glycymeris sp., 1 de ellos
con ápice perforado
-1 borde de Gasterópodo Ornamental
indeterminado
- 1 Lurio perforada
dorsalrnente
-1 colgante fragmentado,
de fonna cuadrada sobre
lámina de concha
indetern1inada
- 1 Conus medÍ/erroneus
con perforación apical
Total: 11
Excavación
Cerro de El
Cu chillo
T a bayá
1.000 m2
1 ha
96 km
20 km
Hábitat
Hábitat
(Hcmández ct
al., 1994;
Barciela,
2006)
Superlicial y
expoliació111
(Jovcr el a l.,
1989)
—90—
-138 cuentas de collar
discoidales con
perforación central
-9 cuentas de collar en
proceso de fabricación
-11 Cerastoderma
perforadas en el natis por
abrasión
-3 Glycymeris perforados
en el natis
-4 valvas erosionadas s in Ornamental
perforación (lúnulas)
-4 Ceraslodermas edule
-4 fragmentos de
Cerasroderma edule
-3 fragmentos de
Glycymeris
-S fragmentos de bivalvos
indeterminados
Total: 181
-5 valvas erosionadas de
Glycymeris gú•c. con
perforación delumbo
- 1 lúnu la de Glycymeris
glyc. con perforación
-1 Colgante sobre lúnula
de Glycymeris gfyc. con
Ornamental
pequeño orificio
- 1 valva de Cerastoderma
edule erosionada con
perforación del umbo
-1 Conus medilerraneus
con desgaste de zona
apical
[page-n-91]
RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
–
–
11
Del estudio de los ejemplares malacológicos hallados en estos yacimientos apreciamos que las especies de mayor representatividad corresponden a bivalvos de mediano –Glycymeris– y pequeño tamaño –Cerastoderma– considerados aptos para la elaboración de colgantes, modificados o no.
En los yacimientos del Vinalopó están especialmente bien representados algunos gasterópodos de reducidas dimensiones, como la Columbella rustica, Conus mediterraneus o Luria lurida, empleados como cuentas o complementos, pero con la salvedad
de que no asistimos al hallazgo de composiciones malacológicas complejas, como las
acumulaciones de cuentas sobre Marginella o Trivia europea, que aparecen habitualmente en ajuares funerarios calcolíticos (Pascual, 1998; Soler, 2002). Se trata
más bien de caparazones aislados que podrían estar cosidos a la vestimenta o de ele—91—
[page-n-92]
12
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 3.- Relación en valores absolutos de malacofauna en diversos yacimientos de la Edad del Bronce citados en el texto.
–
–
mentos integrantes de collares o pulseras junto a otros elementos. Especial importancia adquiere la presencia de este tipo de gasterópodos en Terlinques ya que su
número supone más del 50 % de las evidencias junto a los bivalvos.
Por otro lado especies como los Dentalium, muy habituales en contextos funerarios
argáricos (Siret y Siret, 1890), están ausentes en los yacimientos estudiados. En este
punto conviene mencionar que en contextos funerarios argáricos los gasterópodos
como Conus, escafópodos como Dentalium y caparazones de bivalvos son empleados habitualmente como cuentas de collar combinados junto a otras de diversas materias primas, especialmente de hueso, vértebras, serpentina, cobre, marfil e incluso
plata (Siret y Siret, 1890). Este tipo de collares está ausente en la cuenca del Vinalopó
y en el Corredor de Almansa.
Por otro lado, si los gasterópodos de pequeño tamaño están especialmente representados en los yacimientos no argáricos del valle medio y Alto del Vinalopó como
Terlinques o Peñicas, en el Cerro del Cuchillo, situado en el corredor de Almansa, no
—92—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
13
Fig. 4.- Selección de algunas de las cuentas de collar (nº 1, 2, 3 y 4) y caparazones en reserva erosionados (nº 6 y 7)
del yacimiento del Cerro de El Cuchillo (Dibujos de V. Barciela, 2006).
se constata la presencia de éstos. Esta diferencia se suma a otras ya constatadas
–prácticas funerarias en el interior de los departamentos, diferente repertorio cerámico–, al mismo tiempo que se trata del único asentamiento donde se ha documentado
la elaboración y uso de cuentas de collar discoidales de perforación central sobre
concha (Barciela, 2006) (fig. 4). En este sentido, la ausencia –o escasa presencia– de
cuentas de collar discoidales en los yacimientos del Vinalopó y en el ámbito argárico es un claro indicador de los usos y la gestión que cada grupo cultural hizo de este
tipo de recurso.
Así, especial interés muestra el yacimiento del Cerro del Cuchillo (Hernández et al.,
1994; Barciela, 2006). Se trata de un poblado organizado en torno a un pasillo o calle
central alrededor de la que se disponen al menos 14 departamentos o unidades habitacionales. En bastantes departamentos, como se recoge en la figura 5, se constata la presencia de cuentas de collar discoidales con perforación central elaboradas sobre malacofauna, aunque se concentran especialmente en el nº I. Únicamente en los departamentos XI y, posiblemente XIII, se han documentado Cerastoderma, Glycymeris y lúnulas, probablemente sobre Glycymeris (fig. 6). Es destacable el registro de 8 caparazones
de Cerastoderma edule con el natis perforado en el departamento XIII –capa II del corte
—93—
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14
A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 5.- Distribución porcentual de la malacofauna documentada en el Cerro de El Cuchillo, siguiendo el trabajo de V.
Barciela (2006).
Fig. 6.- Adornos del Cerro de El Cuchillo. 1, 2, 5, 7 y 8,
Cerastoderma edule; 3 y 4, Glycymeris glycymeris; 6, Cassis undulata.
—94—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
15
7-2–, posiblemente integrantes todos ellos de un colgante, aunque la presencia de otros
elementos como cuentas y más caparazones de bivalvos en el mismo, ha hecho considerar a V. Barciela (2006: 144) que pudiera tratarse de una zona de trabajo destinada a
la elaboración de adornos de malacofauna.
Si la presencia de lúnulas y demás caparazones de bivalvos son habituales en buena
parte de los asentamientos del corredor del Vinalopó, la elaboración de cuentas de collar
discoidales sobre este tipo de materia es una característica bastante singular en el marco
peninsular, ya que la mayor parte de las documentadas en yacimientos de la Edad del
Bronce están elaboradas sobre diferentes tipos de rocas y hueso. Junto al excepcional
conjunto de cuentas del Cerro del Cuchillo, por el momento, solamente podemos citar
136 cuentas documentas en la Cueva del Abrigo I de las Peñas (Navajas, Castellón)
(Palomar 1995: 162), yacimiento de difícil adscripción cronocultural, otras 4 cuentas
documentadas en El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) y una en
Moncín (Harrison et al., 1994: 196, fig. 12.3), ésta última elaborada con la concha de un
molusco terrestre –Margaritifera margaritifera.
No obstante, su producción no debe extrañarnos si tenemos en cuenta que con anterioridad a la Edad del Bronce ya se constataba su presencia, especialmente como elementos de ajuar en contextos funerarios (Soler Díaz, 2002).
Otro conjunto destacado lo representa Terlinques (fig. 7), donde el registro evidencia
una serie de claras diferencias con respecto al Cerro del Cuchillo y otros yacimientos más
septentrionales. La malacofauna hallada corresponde principalmente a pequeños gasterópodos como Conus mediterraneus y Columbella rustica, especies que destacan numéricamente frente a las valvas de Glycymeris o Cerastoderma, ampliamente dominantes en
yacimientos más septentrionales como la Lloma de Betxí (Paterna, Valencia) (De Pedro,
1998), donde su conjunto representa más del 80 % del total (fig. 8). En Terlinques, junto
a los gasterópodos de pequeño tamaño y demás caparazones de bivalvos, documentados
siempre de forma aislada en los rellenos sedimentarios de los diferentes departamentos
excavados hasta el momento, destaca la total ausencia de cuentas de collar trabajadas –tipo
discoidal con perforación central–. Todo lo contrario que sucede en el Cerro del Cuchillo,
donde los gasterópodos pequeños están ausentes y el número de cuentas de collar discoidales es muy elevado, siendo el objeto fundamental del uso de la malacofauna.
De todo lo expuesto, podemos inferir que la demanda social y uso que cada grupo
realizó de los recursos malacológicos fue muy diferente, en clara consonancia con otras
prácticas culturales y sociales singulares ya señaladas. Mientras en la zona argárica la
presencia de caparazones en ambientes domésticos está centrada mayoritariamente en
bivalvos, y en contextos funerarios la presencia de moluscos marinos está extendida
como cuentas integrantes de collares o pulseras junto a otras cuentas de diversos materiales; en el medio y alto Vinalopó, una zona claramente no argárica (Jover y López,
1999, 2004), es habitual el uso de gasterópodos de pequeño tamaño, documentados
exclusivamente en ambientes domésticos.
—95—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 7.- Selección de adornos malacológicos de Terlinques. 1, Glycymeris glycymeris; 2,
Cerastoderma edule; 3, Luria lurida; 4, Columbella rustica; 5, Conus mediterraneus.
Fig. 8.- Algunos ejemplares malacológicos de la Lloma de Betxí (De Pedro, 1998). 1,
Glycymeris glycmeris; 2-8, Cerastoderma edule con el natis recortado; 9, Cypraeidae.
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Todo lo contrario que ocurre en yacimientos más septentrionales como la Lloma de
Betxí (De Pedro, 1998), donde casi de modo exclusivo recurren al uso de caparazones de
bivalvos, u en otros más occidentales, como el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), donde
se tiende al empleo de los caparazones marinos para elaborar cuentas de collar discoidales con perforación central.
Por otro lado, del análisis anterior hemos individualizado un yacimiento como
Cabezo Redondo (Soler García, 1987), principalmente por tratarse de un asentamiento
del Bronce Tardío (Hernández, 2001) y por la singularidad de su registro. Situado a unos
56 km de la costa y basándonos en la información recabada en las excavaciones realizadas por J.M. Soler García (1987) en una superficie superior a los 1.000 m2, fueron registrados 158 objetos malacológicos ampliamente repartidos en ámbitos domésticos y como
elementos de ajuar en depósitos funerarios efectuados, tanto en el interior de las zonas de
hábitat, como en diversas covachas de la cima. De todo el conjunto (tabla 2 y fig. 9), destaca la mayor presencia de restos en los departamentos VII, XV y XVIII, lo que también
coincide con una mayor abundancia de evidencias materiales de todo tipo con respecto al
resto de ambientes (Soler García, 1987).
De no haber sido excavados otros yacimientos coetáneos de la zona podríamos considerar que durante esta fase se produjo una reactivación del uso de adornos malacológicos. Sin embargo, nada está más lejos de la realidad, ya que en el Cerro de la Campana
de Yecla (Nieto y Clemente, 1983: 298), solamente se documentó un caparazón de
Marginella Philippi Monts, y en La Peña de Sax (Hernández y Pérez, 2005), situado a
unos 11 km de Cabezo Redondo y a unos 45 km de la costa, en el que se realizaron diversas catas, no se cita la documentación de evidencias malacológicas.
Cabezo Redondo supone toda una excepción, puesto que el índice de especies y la
variedad de los ejemplares encontrados supera al resto de los asentamientos del ámbito
regional, lo que nos conduce a plantearnos la existencia de grandes diferencias de acceso a este tipo de productos entre asentamientos o, al menos, permiten plantear la hipótesis de que algunos núcleos, como Cabezo Redondo, pudieron funcionar como centros
redistribuidores en el ámbito territorial.
En este sentido, en yacimientos donde el área de excavación ha sido también muy
amplia, caso de La Horna (Hernández, 1994), Lloma de Betxí (De Pedro, 1998), Muntanya Assolada (Martí, 1983), o el propio Terlinques (Jover y López, 2004), el número de
evidencias y la variedad de especies, como hemos podido valorar con anterioridad, es
mucho menor.
Y, por otro lado, no podemos obviar que Cabezo Redondo es también uno de los
pocos yacimientos, si no el único, en el que se realizó una ocultación de un tesoro de oro
–Tesorillo del Cabezo Redondo– (Soler García, 1987), además de haberse registrado
materias primas de procedencia muy lejana (Hernández, 2001).
Del análisis del conjunto malacológico documentado en Cabezo Redondo (fig. 10)
podemos señalar el dominio de las especies consideradas como de amplia duración, pues—97—
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Tabla 2.- Relación de malacofauna hallada en Cabezo Redondo procedente
de las excavaciones efectuadas por J.M. Soler (1987).
Contexto
Ubicación
Hábitat
Dep. l
Hábitat
Hábitat
Materiales
Uso
-1 fragmento de Glycymeris
Adorno
Dep.rll
-1 Glycymeris perforado y con borde recortado
- 1 Pútpura con pequel1a rotura en la boca
Adorno
Dep. IV
-1
el
-1
-1
Trochus nacarado, roto por una perforación en
borde de la boca
G/ycymeris perforado. 1 Fragmento de otro
Cypraeidae partida longitudinalmente
Adorno
Hábitat
Dep. V
-1 Glycymeris perforado
-1 Pate/la con gran orificio
-1 fragmento de Espondilus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 fragmento recortado de Conus
-1 Anomia, probablemente "pateliformis", con dos
orificios, uno en el gancho y otro en elnatis
-1 "Fusus"
-2 Nassas perforadas y otra cortada por la última
espira
Adorno
Hábitat
Dep. VI
Hábitat
Dep. VH
Hábitat
Dep. vm
Hábitat
Dep.IX
Hábitat
Dep.X
Funerario
Cueva en zona
noroeste
Hábitat
Dep.XI.
Dep.X.
- 1 Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-2 fragmentos de Glycymeris
-1 fragmento de Venus
-1 fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris perforado
-1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
- 1 fragmento de Venus
- 1 fragmento de Glycymeris
- 1 Glycymeris perforado
- 1 fragmento de Glycymeris con perforación rota
-5 fragmentos de Glycymeris, algunos de ellos
perforados
-1 fragmento grande de concha sin determinar
-3 fragmentos de Glycymeris
-1 Trochus con el interior nacarado
-1 0/iva rota por la boca
-Varias Nassas perforadas por frotación
-1 fragmento de Denta/han
- 1 fragmento indeterminado
Adorno
Adorno
-1 Lurio lurida perforada
Adorno
-1 fragmento de Cassis nacarado
Adorno
-1 Pequeña caracola sin perforar
-1 G/ycymeris roto por la perforación
- 1 fragmento de Glvcvmeris perforado
Una columna estalagmítica dividía la cavidad en
dos cámaras. En la primera de ellas apareció un
esqueleto con los huesos removidos pero
claramente en posición flexionada, en una especie
de cista. Al sur de la columna apareció otro
esqueleto, incompleto y muy removido.
-1 colgante de G/ycymeris
-2 Cypraeidae perforadas
- 1 Co/umbella perforada
—98—
Adorno
Ajuar
Adorno
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
Contexto
Hábitat
Hábitat
Funerario
Ubicació n
Materiales
-1 Conus perforado
-5 fragmentos de Glycymeris
Oep. XII
-1 fragmento de Purpuro
-1 borde de G~ycymeris
-1 Cerastoderma sin perforar
-1 Pmpura con perf
oración en el ápice
-1 pequeña caracola indetern1inada
-1 fragmento de borde de Glycy meris.
Dep. XIII
-1 Columbe/la perforada
-1 Cypraeidae p
Enterramiento 1 - 1 colgante de forma oval sobre Pecten
Infantil
- 1 colgante sobre la espira de un gasterópodo
Hábitat
Dcp. X IV
Hábitat
Dep. XV
Hábitat
Dep. XVI
llábitat
Dep. XVIII
funerario
Cantera del SE
-2 Conus perforados en el ápice
-1 Cypraeidae con orificio ovoide
- 1 Glycymeris entero
-2 fragmentos de otros Glycymeris
- 1 concha cónica, sin clasificar, con perforación o
rotura cuadrada
-1 Columbe/la con pequeña perforación
-1 fragmento de Spondilus muy desgastado
-1 Glycymeris
-6 fragmentos de Venus
- 1 Conus perforado
- 1 Cerastoderma con perforación en el ápice
-1 caracola indeterminada sin perforación
-8 G/ycymeris con perforación en el umbo
-1 fragmento de Glycymeris
-4 fragmentos de Glycymeris
-1 Cypraeidae perforada
-1 Trozo de Glycymeris
-2 Gasterópodos indetcm1inados sin perforar
-1 fragmento de Púrpura muy desgastado
-1 fragmento de GII'C¡•meris perforado
-1 Pwpura sin perforar
-1 Purpura con gran perforación
- 1 Pequeño fragmento de Glycymeris
-1 Glycymeris sin perforación
-1 fragmento de G/ycy meris
- 1 fragmento de caracol fosi lizado
-1 Gasterópodo indetermi nado puntiagudo con
rotura cuadrada
-1 Glycymeris perforado y con todo el borde
recortado
-1 Púrpura con gran orificio
-1 Conus perforado, partido longitudinalmente
-1 G/ycymeris con orificio
-1 Conus roto en cuatro fragmentos
-6 G/ycymeris agrupados con perforación
- 1 fragmento de Glycymeris
-2 Columbellas perforadas
- 1 fragmento de G/}•c¡•meris
-1 Conus perforado. Por su proximidad al lugar de
estos hallazgos mencionaremos una cuema
g lobular algo aplanada, de piedra verdosa con
manchas cla ras
—99—
19
Uso
Adorno
Ajuar
Ajuar
Adorno
Adorno
Adorno
Adorno
Ajuar
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 9.- Distribución porcentual de malacofauna por contextos en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
to que las hallamos como habituales a lo largo de la Prehistoria reciente. Se trata de conchas del género Glycymeris, que alcanzan el porcentaje más elevado, seguidas normalmente por las Cerastoderma. También constatamos la existencia de la Cypraeidae, y dentro de esta familia destaca el empleo de la Luria lurida, y la Columbella rustica, numéricamente superior a otros gasterópodos. Especies que, por otro lado, también se habían
constatado en los yacimientos del Bronce Pleno en la cuenca del río Vinalopó (tabla 1;
fig. 11).
—100—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
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Fig. 10 .- Porcentajes relativos de especies de malacofauna en Cabezo Redondo (Soler García, 1987).
Fig. 11.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento de Cabezo Redondo (Museo Arqueológico de Villena).
—101—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
No obstante, pese a lo visto, asistimos a una reducción, tanto cuantitativa como cualitativa, puesto que las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo
que en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación de los tipos de adornos,
manteniéndose los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, perforados
en el umbo o natis– y desapareciendo aquellos collares o pulseras para los que eran necesarias una gran cantidad de cuentas –pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente–.
Sin embargo, el empleo de cuentas obtenidas mediante el recorte y pulido de los bivalvos parece perdurar, especialmente en las zonas más al interior, como muestra el abundante registro ornamental del Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006).
De todo lo analizado podemos deducir que las especies malacológicas registradas con
una presencia regular, salvo pequeñas variaciones en los porcentajes, como sería el caso
de especies como Glycymeris glycymeris, Conus mediterraneus o la Columbella rustica,
van a sufrir un claro descenso con respecto a las fases previas a la Edad del Bronce. Las
especies de pequeño tamaño experimentarán una progresiva disminución hasta casi su
entrada en desuso durante el Bronce Final (Luján, 2005), lo que podría ser consecuencia
de una variación en los criterios ornamentales de las nuevas entidades sociales que parecen ir constituyéndose en los momentos finales de la Edad del Bronce y que, en la práctica, se materializa en la sustitución de los caparazones marinos por otros, alóctonos y de
distinta naturaleza, como el metal y el marfil. Así, en el Bronce Final, los elementos ornamentales más abundantes no serán los colgantes ni los collares de cuentas, sino que el porcentaje mayor vendrá representado por el grupo de pulseras y los aretes de metal, hallándose, aunque en número reducido, algunas cuentas de collar o adornos para la vestimenta sobre malacofauna –Marginella, Columbella rustica, Luria lurida.
4. SOBRE EL USO DE LOS CAPARAZONES MARINOS DURANTE LA EDAD
DEL BRONCE EN EL LEVANTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
Una aproximación a la malacofauna hallada en distintos yacimientos arqueológicos
pertenecientes a la Edad del Bronce en la fachada mediterránea de la península Ibérica,
revela una primera inferencia, que no es otra que la de corroborar que la recolección de
moluscos marinos no se realizó con una finalidad bromatológica, como se ha podido
corroborar en diversos asentamientos, con la excepción de aquellos muy próximos a los
lugares costeros, como se ha evidenciado en Gatas (Ruiz, 1999: 366), a pesar de lo cual,
su consumo no pasó de ser un mero complemento puntual de la dieta.
Esta circunstancia, coherente por otra parte, también se constata en grupos productores de alimentos. Basta recordar la abundancia de restos malacológicos para consumo
humano en yacimientos neolíticos cercanos a la costa como El Barranquet de Oliva
(Esquembre et al., 2008) con casi 20.000 restos, frente a cualquier yacimiento neolítico
—102—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
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situado a varios kilómetros al interior como la Cova Sant Martí (Torregrosa y López,
2004; Luján, 2004b) o la Cova l’Or (Martí et al., 1977, 1980) donde su número no llega
al centenar.
La mayor parte de las evidencias malacológicas de origen marino documentadas en
los yacimientos arqueológicos tiende a corresponderse con especies de bajo aprovechamiento cárnico, además de que los caparazones fueron utilizados principalmente como
adornos. Una buena parte presentan perforaciones naturales o importantes procesos erosivos en la superficie de las conchas, indicativo todo ello de que estas valvas fueron recolectadas post mortem en los cordones arenosos litorales y no fueron aprovechados como
recurso alimenticio (Manhart et al., 2000: 234).
Conscientes en todo momento del escaso interés como ingredientes nutricionales
para este periodo histórico, optamos por hacer hincapié en otras utilidades para explicar
la presencia de estos moluscos en los yacimientos arqueológicos, como podrían ser su
empleo para la elaboración de artefactos.
En los conjuntos malacológicos documentados en asentamientos de la Edad del
Bronce, resulta escasa, por no decir, prácticamente nula, la constatación del uso de caparazones de moluscos como instrumentos de trabajo. En las publicaciones de yacimientos
o materiales de la Edad del Bronce no se hace mención (Ayala, 1991; De Pedro, 1998;
Manhart et al., 2000). Incluso en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006) estudiado microscópicamente, no se ha señalado su presencia. Solamente en Gatas se han constatado
ejemplares con señales de uso (Ruiz, 1999), indicándose su empleo habitual como instrumentos de trabajo a lo largo de la secuencia de ocupación. Por este motivo, las evidencias de Terlinques (Luján, 2005), adquieren mayor importancia si cabe. Al menos dos
ejemplares de Glycymeris glycymeris presentan un pulido lustroso muy profundo en sus
bordes, claramente redondeados por uso (fig. 12). Además, su asociación con bobinas de
hilo de junco y a capazos de estiba de esparto repletos de cereales permiten considerar su
empleo en el trabajo con vegetales blandos (Luján, 2004a), aunque tampoco podemos
descartar su empleo como raspadores para alisar pieles (Mansur-Franchomme, 1984), ya
que el tipo de tramas y pulidos puede ser muy similar sobre este tipo de materias primas.
Pero, sin duda, el máximo interés de la malacofauna reside en la consideración que
de ésta ha hecho la arqueología como una de las materias primas empleadas en la confección de adornos y posibles amuletos3 (Batista, 2001; Pascual, 1996).
Si partimos del hecho de que parece darse una total supremacía de las formas naturales, poco o nada modificadas, convenimos en una triple clasificación según la aparien-
3. C. Batista (2001) considera que un ejemplar de Columbella rustica striata que presentaba la espira grabada debía contener un sentido propiciatorio o religioso para su portador.
—103—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
Fig. 12.- Glycymeris glycymeris rubefactadas, con lustre de cereal en el borde,
documentadas en la unidad habitacional nº 1 de Terlinques.
cia de los moluscos, encontrando formas alargadas –Dentalium, Turritela, Cerithium
rupestre–, redondas de tipo aplanado –Cardiidae, Glycymeris, Donax– y globulares
–Theodoxus, Muricidae, Trivia, Natica, Littorina.
Así, la comparación de los diferentes conjuntos estudiados (Manhart et al., 2000;
Luján, 2004a; 2005; Barciela, 2006) muestran el uso continuado de las mismas especies,
con pequeñas variaciones en su representatividad, lo que podría derivar de las mismas
exigencias estéticas del grupo (Luján, 2005).
Como ya mencionamos con anterioridad, los colgantes configuran un grupo de objetos de adorno de morfología y tamaño muy variado pero que participan en común de la
presencia de un elemento de suspensión. Podemos dividir dichos colgantes en aquellos
que se realizan sobre formas enteras o escasamente modificadas (Taborin, 1974, 1993),
donde se destaca la selección y uso mayoritario de caparazones de moluscos marinos
–bivalvos y gasterópodos– (fig. 13), y aquellos otros enormemente modificados donde es
imposible reconocer la especie sobre la que fueron elaborados.
No obstante, las cantidades obtenidas en contextos arqueológicos disminuyen, lo que
en parte posiblemente podamos atribuir a una modificación en la tipología de los adornos, manteniéndose básicamente los colgantes sobre una única pieza –bivalvos generalmente, Glycymeris y Cardiidae perforados en el umbo de forma natural o artificial– y
reduciéndose aquellos collares o pulseras para los que eran necesarios una gran cantidad
de pequeños gasterópodos biperforados dorsalmente o cuentas obtenidas mediante el
recorte y pulido de otros ejemplares malacológicos de mayor tamaño.
Pese a lo indicado, no siempre es así ya que en algunos poblados como el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) o El Castillo de Frías de Albarracín (Harrison et al., 1998) se
ha constatado la elaboración sistemática de cuentas de collar discoidales con perforación
central sobre este tipo de materia, impidiendo la identificación de las especies empleadas
la amplia manipulación efectuada sobre los soportes iniciales.
Otra de las cuestiones que ha llamado nuestra atención es la observación realizada
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Fig. 13.- Adornos sobre malacofauna pertenecientes al yacimiento argárico de Tabayá (Aspe, Alicante).
Obsérvense las erosiones post mortem presentes en los caparazones de Glycymeris y Cerastoderma situados
a la derecha de la imagen (materiales depositados en el Museo Arqueológico Municipal de Novelda).
por D. Serrano y F. García (1986), quienes introducen la posibilidad de que no se adquiera la pieza malacológica una vez que ésta se encuentra finalizada, sino que en realidad el
intercambio y distribución se lleve a cabo exclusivamente con la materia prima, recurso
que explicaría la presencia de conchas sin utilizar en los yacimientos. En este sentido, la
presencia en diversos yacimientos del interior peninsular de cuentas de collar en proceso
de elaboración como en el Cerro del Cuchillo (Barciela, 2006), Cabezo Redondo (Luján,
2005) o de lúnulas como las constatadas en Gatas (Ruiz, 1999), Tabayá (fig. 14) o en el
Cerro del Cuchillo, así lo indican.
Pero de ser así, que cada grupo elabore sus propios adornos y/o utensilios, en muchos
casos es sorprendente el paralelismo y la repetición de los patrones en las distintas zonas,
ya que se repiten los modelos. Así, una vez que se dispone de los soportes matriz, éstos
se destinan a la confección de diversos elementos de adorno, entre los que señalamos la
confección de colgantes simples, en su mayoría ejemplares de bivalvos con un orificio
—105—
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Fig. 14.- Lúnulas de diferentes tamaños documentadas en Tabayá.
que posibilita su suspensión mediante una fibra vegetal o tira de cuero de la que carecemos de registro arqueológico, y de combinaciones más complejas, como muestran algunos collares o pulseras/tobilleras, realizados sobre gasterópodos enteros –Conus, Columbella, Trivia– o cuentas de concha trabajada de tipo cilíndrico o tubular, que incluso, en
algunos grupos arqueológicos muy concretos como es el argárico, pueden llegar a combinarse con elementos de diferentes materias primas, como lítico, hueso, vértebras, marfil, yeso, cobre o plata como se constata en al menos 78 sepulturas de El Argar y en menor
medida, en otros yacimientos como Zapata, El Oficio, Fuente Álamo y Gatas (Siret y
Siret, 1890) (fig. 15).
Otros usos apuntados plantean la posibilidad de que estas cuentas pudieran coserse
de algún modo a la vestimenta o a los tocados (Papi, 1989), como apreciamos en paralelos etnográficos canarios, destacando el hallazgo de una diadema de cuero con espiras de
Conus sp., asociada a una momia de Guayadeque (Navarro y Arco, 1987), en la que
dichos autores creen apreciar un distintivo jerárquico dentro del grupo social, opinión
respaldada por textos etnohistóricos (Abreu, 1977), donde se cita el uso de una diadema
o corona semejante por el rey de Lanzarote.
En cualquier caso, en el análisis efectuado se han resaltado diferencias palpables en
el uso de los caparazones marinos en los territorios estudiados. Mientras en el Cerro del
Cuchillo (Barciela, 2006) los caparazones eran trabajados intensamente para la elaboración de cuentas de collar discoidales, en las tierras del Vinalopó no argáricas
–Terlinques, Peñicas (Luján, 2005)– se priorizaba el uso de pequeños gasterópodos como
elementos de adorno y en la cuenca del Turia, en yacimientos como la Lloma de Betxí
—106—
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
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Fig. 16.- Adornos funerarios de Cabezo Redondo
(Soler García, 1987).
Fig. 15.- Lámina 53 del Álbum de Las primeras edades del
metal en el Sudeste de España (Siret y Siret, 1890).
Elementos de ajuar de las tumbas 133, 480, 485, 493, 496,
499, 517, 526, 559, 579 y 592.
(De Pedro, 1998), las preferencias eran puestas hacia el uso de bivalvos –Cerastoderma
edule y Glycymeris glycymeris– perforados para la configuración de colgantes. Estas
diferencias también pueden ponerse en relación con otras pautas culturales y sociales singulares entre estos territorios, como por ejemplo son las prácticas funerarias, que permiten respaldar la hipótesis de hallarnos ante distintos grupos arqueológicos.
Por otro lado, en el Bronce Tardío se observa el mantenimiento de las redes de intercambio y distribución de recursos malacológicos existentes en las fases previas, especialmente para su uso como adornos, observable en yacimientos como Cabezo Redondo
(Soler García, 1987). La abundante presencia de recursos malacológicos y su amplia
variedad indica cierta facilidad en su adquisición, ya que en casi todos los departamen—107—
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A. LUJÁN NAVAS y F.J. JOVER MAESTRE
tos se ha documentado un conjunto considerable de restos y especies y, en los contextos
funerarios de la cima y cantera tampoco se observa un acceso diferencial. Las conchas
llegarían a través del intercambio como materia prima sin transformar, ya que existen
algunos exoesqueletos sin ningún tipo de modificación que pueden interpretarse como
soportes en reserva, como también ha sido sugerido para el Cerro del Cuchillo (Barciela,
2006).
Únicamente el yacimiento de Cabezo Redondo (Soler García, 1987) supone una
excepción a tener en cuenta, puesto que el índice de especies y la variedad de los ejemplares encontrados supera en mucho al resto de los asentamientos arqueológicos adscritos al Bronce Tardío, lo que podríamos explicar si considerásemos que se trata de un centro de redistribución territorial de diferentes tipos de materias primas y productos
(Hernández, 2001). Esto nos conduce a plantearnos la existencia, en un mismo periodo,
de asentamientos con grandes diferencias, entre las que debemos destacar, no sólo el
tamaño y el porcentaje de materiales recuperados, sino también el papel que debía desarrollar éste respecto al resto de asentamientos del ámbito regional, así como su posible
relación con las tierras del Sureste y del interior peninsular a través de diversas rutas por
las que se extenderían no sólo materias primas o productos de metal, marfil o malacofauna, sino sus creencias e ideología.
De este modo, la clase social dominante residente en Cabezo Redondo también incluyó entre los elementos de ajuar los adornos malacológicos siguiendo las tradiciones argáricas (fig. 16). En este sentido, son numerosas las tumbas argáricas (Siret y Siret, 1890;
Hernández y Dug, 1977; Ayala, 1991) donde se ha constatado su presencia entre las que
basta citar, además de la urna nº 2 con un Glycymeris sp. perforado y la nº 3 con una
concha de la familia Cypraeidae también perforada en El Picacho (Hernández y Dug,
1977), la presencia de Glycymeris sp. en las tumbas de El Argar 113, 441, 447, 450, 451
y 664 (Siret y Siret, 1890), de un Conus perforado verticalmente formando parte de una
pulsera con cuentas de hueso en una tumba en urna en el Cerro de las Viñas (Ayala, 1991)
o la tumba 28 de Gatas que presentaba un ajuar malacológico exterior formado por siete
conchas encajadas y otra de la misma especie como ajuar interno (Ruiz, 1999: 371).
Por tanto, el empleo y el valor social e ideológico de los recursos malacológicos se
mantendrá hasta momentos avanzados de la Edad del Bronce, pudiendo combinarse el
uso de pequeñas cuentas con piezas de metal, como se puede observar en el hallazgo de
un collar compuesto por 73 pequeños conos de oro, 3 Conus mediterraneus y 2 discos de
marfil perforados en su zona central, en el yacimiento de San Antón, Orihuela (Furgús,
1937: 63, lám. I, fig. 1ª; Jover y López, 1997: 64, fig. 9).
Al mismo tiempo, la información disponible para toda la zona central de la fachada
oriental de la península Ibérica permite corroborar que a lo largo de la Edad del Bronce
asistimos a una paulatina reducción de adornos realizados sobre malacofauna, tanto en
asentamientos de hábitat, como en contextos funerarios, donde este proceso se hace más
evidente, alcanzando su punto más álgido en el Bronce Final (González Prats, 1978), que
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RECURSOS MALACOLÓGICOS MARINOS EN LA EDAD DEL BRONCE
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bien podría explicarse como resultado directo de la aparición de los adornos metálicos y
que, poco a poco, se irán imponiendo en la confección de elementos ornamentales,
pudiendo combinar éstos con cuentas sobre malacofauna. En cualquier caso, a partir de
la fase Orientalizante y sobre todo, en el mundo ibérico, se abandona casi por completo
su uso. Ya no se constatan instrumentos ni adornos sobre malacofauna, y a lo sumo, se
mantuvo su empleo como recurso alimenticio o elemento decorativo en viviendas en
yacimientos próximos a la costa como es el caso de El Oral (Abad y Sala, 2001).
En definitiva, además del valor estético de muchos de los caparazones, debemos considerar el contenido simbólico e ideológico implícito. Su presencia en numerosos contextos domésticos de asentamientos de muy diversos tamaños y ubicaciones, y especialmente, en contextos funerarios, plantea su amplia aceptación social y la existencia de
relaciones sociales y económicas muy consolidadas entre diferentes comunidades, lo que
en la práctica podría reforzarse mediante el establecimiento de políticas matrimoniales
y/o de lazos de sangre que llevarían consigo la circulación de personas y con ellas, sus
adornos. No obstante, como hemos pretendido evidenciar, cada grupo seleccionó un tipo
de especies, otorgándole un uso diferenciado. Pero esta es una cuestión en la que todavía
es necesario profundizar con mejores y mayores registros.
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