Sobre el origen extrapeninsular de algunos tipos de puntas de flecha de la Edad del Bronce
J. M. Kayser Aguilar
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXV (Valencia, 2004)
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JOSÉ MARÍA KAYSER AGUILAR*
SOBRE EL ORIGEN EXTRAPENINSULAR DE ALGUNOS
TIPOS DE PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
RESUMEN: A lo largo de la Edad del Bronce están atestiguados los contactos entre la
Península Ibérica y diferentes áreas del Mediterráneo. Las puntas de flecha se convierten en una
de las armas más extendidas en el Mediterráneo. El análisis de sus paralelos morfológicos y tipologicos aporta interesantes datos sobre estas relaciones y permite plantear la posibilidad de contactos directos.
PALABRAS CLAVE: Puntas de Flecha, Península Ibérica, Edad del Bronce, contactos mediterráneos.
ABSTRACT: Throughout the Bronze Age are attested contacts between the Iberian Peninsula
and differents areas of the Mediterranean. The arrow-heads are converted in one of the most
extended weapons into the Mediterranean. The analysis its morphologic and typhologic parallel
provides interesting data on these relationships and permits to outline the possibility of direct
contacts.
KEY WORDS: Arrow-heads, Iberian Peninsula, Bronze Age, Mediterranean´s Relationship.
* Becario predoctoral de la Fundación Caja de Madrid.
Quiero agradecer el apoyo y la colaboración del Dr. Alfredo Mederos Martín, quien pacientemente revisó este artículo y sin
cuyas valiosas ideas y aportaciones este trabajo no hubiese sido posible.
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Ante las limitaciones a las que nos enfrentamos al aproximarnos a la Edad de Bronce
el armamento se ha convertido en uno de los elementos claves. Es la base tanto para elaborar cronologías como para rastrear las relaciones comerciales y culturales que los diferentes
ámbitos peninsulares establecieron con los focos mediterráneos, centroeuropeos y, muy
especialmente, atlánticos. La naturaleza de estos contactos y su intensidad serán muy diferentes, alcanzando en el Bronce Final su máxima expresión, cuando a los contactos culturales se unen los aportes étnicos.
En la elaboración de la secuencia de la Edad del Bronce el papel de las armas, como base
de la cronología comparada, es una de las claves. En especial a partir del Bronce Final, las
espadas, alabardas o hachas se convierten en indicadores culturales. Las espadas del Bronce
Final son uno de los casos más significativos, pese a que contamos con un número muy reducido de ejemplares carentes, en la mayoría de los casos, de contexto arqueológico; han sido
utilizadas como auténticos fósiles guías cronológicos, siendo claves para buscar las conexiones atlánticas y centroeuropeas, rastreando el origen de los tipos que se reproducen en la
Península Ibérica. Similar es el caso de las hachas (Monteagudo, 1977) que con una cronología más amplia, permiten establecer una evolución a lo largo de la Edad del Bronce.
El caso de las puntas de flecha ha sido diferente, pues debido a distintas causas han permanecido en un segundo plano, de forma que, hasta este momento, nunca se ha planteado
un estudio global. Las razones de esta situación hay que buscarlas, por una parte, en ser
objetos poco llamativos, centrándose todos los esfuerzos en el estudio de otras armas más
espectaculares. Por otra parte, los problemas que presentan estas piezas suponen, también,
un importante freno para emprender su sistematización y estudio. Nosotros hemos emprendido recientemente este trabajo (Kayser, 2002) y como resultado del mismo contamos con
una base mínima que, aunque tendrá que ser revisada a la luz de nuevos hallazgos, nos permite establecer un marco de referencia tanto tipológico como cronológico para las puntas
de flecha de la Península Ibérica.
El principal problema al que nos enfrentamos al intentar buscar los paralelos y el origen de los diferentes tipos de puntas de flecha es la escasez de atributos definitorios y la
excesiva sencillez de las formas. Esto implica la amplia perduración cronológica y geográfica de muchos de los tipos, impidiendo, en la práctica, llegar a conclusiones definitivas.
Partiendo de la base que, en la Península Ibérica, las puntas de flecha presentan una distribución eminentemente mediterránea, hemos de suponer que la mayoría de los tipos foráneos tienen su origen en el Mediterráneo. Resulta altamente significativo la escasez de este
tipo de armas en el mundo del Bronce Atlántico, aunque este hecho está en perfecta consonancia con la situación de toda la fachada atlántica europea, donde las puntas de flecha no
son objetos frecuentes.
Por el contrario son muy abundantes tanto en el Mediterráneo como en el sur y el centro de Europa, desde donde algunos tipos llegarán a la Península Ibérica a través de los pun—128—
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tos intermedios que suponen el Sur de Francia y las islas del Mediterráneo Central. De esta
manera, son éstas las áreas en las que debemos rastrear las posibles relaciones con los tipos
peninsulares. Para comenzar nuestra aproximación es conveniente realizar un breve repaso
a la situación de la investigación y los principales trabajos que sirven de referencia para
estas áreas.
En el ámbito europeo destaca el trabajo de Mercer (1970), quien se centra en las últimas fases de la Edad del Bronce e inicios del Hierro de todo el continente europeo. Su tipología resulta funcional para su área de estudio, pero dado que estos tipos tienen una distribución muy limitada, es poco útil para establecer paralelos con los ejemplares de la
Península Ibérica.
El autor se detiene, también, en una serie de tipos cuyo origen hay que buscarlo en el
Mediterráneo Oriental y que presentan una amplia distribución tanto en Europa Occidental
como en la Península Ibérica, apuntando la posibilidad de un origen común. En líneas generales, el trabajo de Mercer ofrece escasas posibilidades para el análisis de las puntas de flecha
de la Península Ibérica, reduciéndose las referencias a nuestro ámbito a citas marginales. Se
limita a mencionar los ejemplares argáricos, y la penetración en la zona noroeste de Cataluña
de algunos tipos centroeuropeos, apuntando ya la estrecha relación de esta zona con el sudeste francés, principal vía de comunicación entre el mundo centroeuropeo y la Península Ibérica.
Más próxima resulta la tipología establecida por Briard y Mohen (1983), quienes dedican un detenido y detallado estudio de la “familia” de las puntas de flecha. Su análisis no
se reduce únicamente a las puntas metálicas ya que incluye, también, las líticas, permitiéndonos apreciar la continuidad de los tipos. Además, hay que tener en cuenta que algunos de
los tipos franceses están íntimamente relacionados con los que aparecen en el nordeste de
la Península Ibérica, rastreando en esta área geográfica el origen de algunos de ellos.
Sin embargo, la zona que ha suscitado más trabajos es, sin duda, el área de la Grecia
continental y el Egeo, donde destacan los trabajos de Buchholz (1962) y Avila (1981), quienes recogen un gran número de piezas bien enmarcadas culturalmente. Ambos elaboran
tipologías completas en las que podemos encontrar paralelos con las piezas de la Península
Ibérica. Así, es posible establecer, en algunos casos, una relación directa, al menos en lo
estrictamente tipológico, entre ambas orillas del Mediterráneo. También de gran interés es
el trabajo de Catling (1964) que recoge piezas chipriotas cuya relación con la Península
parece más que evidente.
Por el contrario, y desgraciadamente, carecemos de análisis de amplias zonas que, sin
duda, resultan claves para entender la dispersión de los diferentes tipos de puntas de flecha
en el Mediterráneo. Especialmente graves son las ausencias de Italia, las Islas del
Mediterráneo Central y las costas del Norte de África.
En la Península Ibérica las primeras noticias sobre puntas metálicas aparecen reflejadas
muy tempranamente, en los trabajos de los hermanos Siret (1890), donde se recogen ejem—129—
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plares de los yacimientos de El Oficio, Lugarico Viejo y El Argar, en éste último junto a
puntas óseas. También, en La España Prehistórica (2001) Luis Siret recoge nuevas puntas
de flecha de Los Eriales (185), el Argar (207), Lugarico Viejo (Fig: 60), Ifre (Fig: 61/21), el
Algar (Fig: 63/37-38-39) y El Oficio (Fig: 70/14)
Desde estas primeras publicaciones hasta un momento reciente de la investigación es
interesante rastrear cómo y dónde se han publicado las puntas de flecha. Este aspecto es de
gran importancia para comprender algunos de los problemas que plantea nuestro estudio.
Por una parte encontramos un gran número de hallazgos descontextualizados, publicados
como piezas aisladas y que apenas facilitan información. La procedencia de estas piezas es,
en la mayoría de los casos, ajena a la labor de arqueólogos y se debe a la actividad de coleccionistas y aficionados locales. En otros casos se trata de hallazgos superficiales en el transcurso del trabajo de campo en los que el investigador se ha limitado a dar noticia de la aparición de la pieza sin entrar en un estudio detallado al carecer de contexto arqueológico.
El primer intento de establecer una tipología de las puntas de flechas peninsulares se
debe a Emeterio Cuadrado (1950), que en el I Congreso Nacional de Arqueología presentó
un breve estudio tipológico sobre las armas argáricas publicadas por los Siret. Su trabajo
abarca un área muy restringida, analizando un número escaso de piezas por lo que no puede
establecer ninguna conclusión de carácter general que supere la mera descripción de las piezas argáricas. Lamentablemente, su esfuerzo no obtuvo respuesta por parte de la investigación, de forma que las puntas de flecha que iban apareciendo siguieron publicándose sin
emprenderse un análisis minucioso.
En 1958, España se suma a una iniciativa de la Unión Internacional de Ciencias
Prehistóricas y Protohistoricas (UISPP), puesta en marcha con la ambiciosa intención de
estudiar y dar a conocer los principales conjuntos de materiales arqueológicos en el ámbito
internacional. El Instituto Español de Prehistoria del CSIC, bajo la dirección del Dr.
Almagro Basch, emprendería esta tarea de la que nacen los Inventaria Archaeologica, cuyos
cuatro primeros fascículos se dedican al depósito de la Ría de Huelva (Almagro Basch,
1958), para seguir, en los años siguientes, publicándose los principales depósitos metálicos
peninsulares.
Un análisis crítico de este trabajo, con la perspectiva que nos brindan las cuatro décadas transcurridas desde su publicación, nos muestra que, pese a las limitaciones propias de
la arqueología de su época, facilita un inventario amplio y bien documentado con gran
número de datos. Se echa, quizás, en falta una aproximación desde otros puntos de vista,
además del descriptivo, aunque justo es reconocer que éste no es el objetivo del trabajo. La
validez de este inventario queda patente al comprobar cómo ha sido rigurosamente respetado en trabajos recientes (Ruiz-Gálvez Priego, 1995).
Por otra parte, hay que destacar aquí la importancia de una serie de yacimientos especialmente significativos por el número y calidad de las piezas que en ellos han aparecido,
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así como por la información que nos facilitan. En primer lugar, cabe mencionar las puntas
procedentes del depósito de la Ría de Huelva, conocidas desde antiguo y publicadas en
varias ocasiones (Almagro Basch, 1940 y 1958; Ruiz-Gálvez Priego, 1995), que al estar
incluidas en un depósito cerrado, proporcionan valiosos datos tanto cronológicos como culturales. En el poblado de Moncín (Borja, Zaragoza), los trabajos de Harrison, Moreno y
Legge (1987 y 1994) han proporcionado una numerosa colección de puntas de flecha, de
diversa tipología, especialmente importantes por contar con una serie de dataciones de C14,
que permiten situar con precisión algunos de los tipos peninsulares estudiados.
En este mismo sentido, hay que interpretar los datos que proporciona el yacimiento alicantino del Cabezo Redondo (Soler García, 1986), destacando la presencia de puntas de una
tipología muy característica por su hoja ojival, cuya concentración en tierras alicantinas es
altamente significativa. La cronología radiocarbónica del yacimiento nos ayuda a datar en
el Bronce Tardío este tipo en la costa levantina.
Sin embargo, ninguno de los trabajos anteriormente citados, pese a contar con un número importante de piezas, abordaron su sistematización, limitándose a describirlas, informar
de las circunstancias del hallazgo y, en el mejor de los casos, establecer paralelismos.
Entre los trabajos de síntesis el primero que prestó atención a las puntas de flecha fue
el de Blance (1971: 148-150), quien abordó el problema del origen de las puntas de Palmela;
a ella se deben, además, los primeros análisis metalográficos de puntas de flecha (1959),
abriendo un camino que hoy está empezando a dar numerosos e interesantes resultados.
En los años sesenta el mayor impulso de la investigación sobre metalurgia prehistórica
se debe al equipo formado por Junghans, Sangmeister y Schröeder que en sus diferentes trabajos (1960, 1968 y 1974) aportaron una visión global del desarrollo de la metalurgia en
Europa.
Germán Delibes en su estudio sobre El vaso campaniforme en la Meseta Norte española (1977) dedica un breve espacio para las llamadas “puntas de Palmela”, analizando los
ejemplares más representativos y estableciendo una tipología, que hasta la actualidad, ha
sido aceptada sin apenas discusión.
En fechas más recientes una serie de investigadores han impulsado los estudios sobre
distintos aspectos de la arqueometalurgia de la prehistoria española. Dentro de esta corriente los trabajos regionales han sido claves para completar nuestros conocimientos. La zona
levantina es una de las zonas más estudiadas, destacando los trabajos de Lerma (1981) y
González Prats (1996). Mención aparte merece la gran síntesis que recientemente ha realizado Simón (1998), donde aborda, con detenimiento y con unos planteamientos modernos,
la metalurgia prehistórica de la zona valenciana, convirtiéndose en un ejemplo para trabajos posteriores. Las Islas Baleares cuentan con el estudio de Delibes y Fernández Miranda
(1988) donde las armas, y entre ellas las puntas de flecha, se estudian con rigor. De igual
forma el nordeste peninsular cuenta con el estudio de Ruiz Zapatero (1985), que recoge los
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ejemplares tardíos dentro de su estudio de los Campos de Urnas. En Aragón, por su parte,
los esfuerzos de Sesma (1986) y Rodanés y Mazo (1985), estos últimos para la zona de
Huesca, han conseguido llenar el vacío existente. De la misma forma que el trabajo de
Jimeno y Fernández Moreno (1992) sobre la metalurgia soriana.
La fachada atlántica ha sido objeto de numerosos estudios (Coffyn, 1985; Ruiz-Gálvez
Priego, 1984 y 1995). La obra de Coffyn (1985) es un excelente trabajo basado en las piezas metálicas del Bronce Final peninsular. En él se describen y estudian detalladamente los
diferentes útiles y armas de la zona atlántica, pero se ignora totalmente la presencia tanto de
las puntas de flecha como de otra serie de armas arrojadizas que, como en el caso de las puntas de Palmela, son muy abundantes en la zona analizada. Por su parte, en el trabajo de RuizGálvez Priego (1984) los elementos metálicos de bronce son los protagonistas. Las puntas
de flecha ocupan, de nuevo, una posición casi marginal que en cierta forma obedece a la
escasez, aunque no inexistencia, de este tipo de arma en la zona más occidental de la
Península Ibérica en los momentos en los que se centra el estudio, el Bronce Final.
El mismo caso lo volvemos a encontrar en el trabajo de Fernández Manzano (1986),
que en su intento por sistematizar los diferentes materiales metálicos de la Meseta Norte
durante el Bronce Final, olvida las puntas de flecha; piezas que por su número, importancia
y significado deberían, sin duda, aparecer recogidas.
Finalmente, hay que detenerse en los trabajos de Hernando Grande (1988 y 1992)
donde analiza las armas metálicas de la Meseta. Es éste el único trabajo que se detiene en
establecer una tipología para las puntas de flecha, aunque desgraciadamente está limitada a
un área geográfica muy concreta, la Meseta.
Mención aparte merece la atención dedicada a las puntas de flecha de anzuelo o à barbillon, de cronología ya orientalizante. Los primeros trabajos corresponden a García Guinea
(1967) y a Sánchez Meseguer (1974), centrándose el primero en buscar paralelos próximoorientales para el origen de este tipo de armas y el segundo en establecer una tipología válida hasta la fecha. La aparición de nuevos y numerosos ejemplares en distintos trabajos
arqueológicos ha provocado la publicación de varios artículos dedicados a estos nuevos
hallazgos, tal es el caso de los trabajos de Quesada (1989), Mancebo y Ferrer Albelda
(1988-1989) y Mancebo (1996).
En la actualidad, la arqueometalurgia está proporcionando una gran cantidad de datos
novedosos, lo que hay que agradecer en gran medida a los trabajos de análisis de materiales llevado a cabo por el equipo formado por Rovira, Consuegra y Montero (1997). El panorama que se nos presenta en este momento es, de esta forma, razonablemente optimista siendo uno de los campos más dinámicos de la actual arqueología española.
Las puntas de flecha que encontramos en la Península Iberica presentan una gran diversidad tipologica, adaptando, en un primer momento, los tipos líticos del Calcolítico al nuevo
material. Las posibilidades tecnológicas que éste brinda fueron rápidamente aprovechadas
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para modificar los tipos más sencillos añadiendo distintos atributos. De esta forma, desde
los momentos iniciales del Bronce Antiguo encontramos un número elevado de tipos que
irán evolucionando hasta el Bronce Tardío, momento en que se produce la máxima diversificación de este tipo de armas.
En líneas generales podemos diferenciar cuatro grandes familias de puntas de flecha,
basándonos en la morfología de su hoja. Así, diferenciamos entre puntas foliáceas, triangulares, ojivales y à barbillon. Tanto las foliáceas como las triangulares tienen su origen directo en las puntas líticas calcolíticas, aunque su evolución será rápida, adquiriendo los nuevos
tipos personalidad propia.
Establecer una tipología para el conjunto de todas estas piezas es una labor complicada, ya que, dentro de los grupos teóricos la variedad es enorme haciendo, en muchos casos,
imposible establecer conclusiones significativas. La sencillez morfológica es otro de los
obstáculos para su caracterización, contribuyendo a que, en los tipos más sencillos, sea
imposible establecer conclusiones significativas. Por suerte, éste no es el caso de todos los
tipos, lo que nos permite aproximarnos a la cronología o la dispersión geográfica de las piezas más elaboradas.
Aunque el origen directo de los tipos más antiguos haya que relacionarlo con la tradición previa de las puntas líticas, algunos de los atributos, que pronto adoptarán, y muchos
de los tipos que irán apareciendo según avance el Bronce Medio, tienen directos paralelos
fuera de la Península Ibérica. El gran problema que se nos plantea es establecer hasta qué
punto son válidos estos paralelos, ya que la sencillez morfológica, característica de las puntas de flecha, hace que se adopten soluciones tipológicas muy similares en distintos lugares
sin que ello implique, necesariamente, ningún tipo de relación. Como es lógico, la situación
es más delicada cuanto más sencilla es la morfología del tipo analizado y más alejado es el
paralelo, ofreciéndonos mayor seguridad las piezas mas complejas y los atributos menos
comunes.
De esta manera, cuando buscamos paralelos de las piezas peninsulares, debemos tener
en cuenta estas limitaciones, admitiendo que la similitud morfológica no tiene porque implicar contactos culturales directos. Sin embargo, la presencia en todo el Mediterráneo de tipos
muy similares no puede corresponder siempre a la casualidad, más cuando a partir del
Bronce Final quedan patentes los contactos directos entre los diferentes ámbitos del
Mediterráneo como se refleja, también, en la dispersión de las puntas de tipo Mailhac que
desde el Egeo se extenderán con los Campos de Urnas en el Mediterráneo Occidental. En
las siguientes líneas presentamos un rápido análisis de los paralelos mediterráneos de los
diferentes tipos de puntas de flecha que encontramos en la Península Ibérica; la validez de
las relaciones que proponemos es en algunos casos evidente, mientras que, en otras ocasiones, las similitudes no pasan del plano estrictamente morfológico.
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PUNTAS DE FLECHA FOLIÁCEAS
Comenzamos por analizar la familia de las puntas de flecha foliáceas (tipo II), que se
caracterizan, de forma genérica, por presentar una hoja lanceolada sin aletas. Su morfología
es muy simple y se repite desde las puntas líticas paleolíticas hasta piezas medievales, lo que
hace prácticamente imposible establecer paralelos. El origen inmediato de las puntas del
Bronce Antiguo hay que buscarlo en las numerosas puntas de flecha calcolíticas que, elaboradas en sílex, preceden a las puntas aquí estudiadas. Debe entenderse que las piezas líticas
fueron sustituidas paulatinamente por las metálicas, primero empleando el cobre y más adelante el bronce. Sin embargo, durante todo el Calcolítico, son las de sílex las que predominan, apareciendo en todas las áreas donde, más adelante, aparecerán las metálicas, como, por
ejemplo, en la cultura de los Millares, el área levantina o los dólmenes de la Meseta.
Las puntas en hueso deben considerarse coetáneas a las metálicas, compartiendo, con
frecuencia, tipología. En muchos casos estas puntas óseas aparecen junto a las metálicas
como ocurre en los poblados del Bronce Medio del Cerro de la Encina (Arribas et alii, 1977),
el Cerro de la Encantada (Fonseca, 1984-1985) o la Cueva del Moro (Olvena), ésta última
con una cronología posterior 1090±35 a.C. (Rodanés, 1995), ya dentro del Bronce Final II.
Fuera de la Península Ibérica este tipo no es muy abundante. El paralelo más cercano
lo encontramos en el Sur de Francia, en el Languedoc Occidental, donde aparece en el yacimiento de Haute Ariège (Guilaine, 1972: 56), cuya cronología se remonta al Bronce
Antiguo, algo anterior a la de los ejemplares de la Península Ibérica. En Europa Central
Eckhardt (1996: 179) lo define como forma 8, atribuyéndole una cronología más tardía, en
los últimos momentos del Bronce Final. Relacionadas con estas piezas centroeuropeas
encontramos el mismo tipo en la cultura de Terramare (Provenzano, 1996-97: 60), esta vez
sobre material óseo.
El Mediterráneo Oriental nos ofrece numerosos paralelos, más concretamente el área de
Grecia y el Egeo, bien estudiadas por Branigan (1974: 130), que las incluye en su tipo III b.
Las encontramos en Ialysos (Buchholz y Karageorghis, 1962: 54), Rodas, Thermi (Avila,
1981: 106; Branigan, 1974: 130), Haghios Ioannis (Avila, 1981: 106) y en la primera fase
de la ciudad de Troya (Branigan, 1974: 130).
Una de las variantes de las puntas foliáceas (tipo II PP) presenta una patente similitud
con las puntas de Palmela, con las que comparten muchas características; diferenciándose,
únicamente, por su tamaño más reducido y la disminución de la longitud proporcional del
pedúnculo. Podemos considerar que este tipo de punta de flecha aparece como una adaptación del tipo Palmela, tras haber experimentado diferentes modificaciones para optimizar su
morfología a su nueva funcionalidad. En el Egeo encontramos dos piezas muy similares en
Delfos (Avila, 1981: 112, fig: 55/1120) y Kamilari (Branigan, 1974: 164, fig: 10/499-500),
datadas entre el Micénico Medio y el Micénico Final.
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Mapa 1.- Mapa de distribución de las puntas de flecha foliáceas (tipo II) y foliáceas con nervio central (II N).
Un caso muy particular es el de las puntas de flecha óseas de la Cueva del Moro (Olvena),
que Rodanés (1995: 183) describe como: “cónicas o puntas con pedúnculo, bordes rectos y
sección oval”. Carecemos de paralelos en la propia Península Ibérica pero son muy características del Bronce Medio-Tardío del norte de Italia, siendo uno de los objetos característicos
de la Cultura de Terramare. De esta área proceden los ejemplares de Camponi (Salzani et alii,
1992: 79), Montale, Castione y S. Rosa-Poviglio (Provenzano, 1996-97: 61). Este foco se
relaciona con las piezas del occidente de suiza (Pape, 1982) con una cronología mucho más
imprecisa, que abarca del Neolítico Final al Bronce Medio (Rodanés, 1995: 183).
PUNTAS DE FLECHA TRIANGULARES
Las puntas de flecha de hoja triangular forman la familia más extendida, tanto en número de ejemplares como en variedad tipológica, lo que implica que, a la hora de buscar paralelos, encontramos una situación muy desigual en la que nos enfrentamos a dos extremos,
unos tipos que permiten rastrear contactos claros y otros que carecen de cualquier tipo de
valor en este sentido. Un breve repaso a los posibles paralelos de los diferentes tipos de puntas triangulares dejará patente el complicado panorama al que nos enfrentamos.
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Comenzando por uno de los tipos más simples, el de las puntas de hoja triangular y
hombros marcados (tipo III A) es problemático, aunque contamos con numerosos paralelos, siendo muy difícil establecer relaciones debido a su sencillez morfológica.
Los paralelos más cercanos los hallamos en la propia Península Ibérica en donde piezas muy semejantes a las aquí estudiadas se realizan sobre material óseo. Su cronología y
distribución geográfica es similar, lo que indica que ambos materiales se emplearon indistintamente. Buenos ejemplos los encontramos en Moncín (Harrison et alii, 1986), en la
Solacueva de Lacozmonte (Barrandiarán, 1968) y en la Motilla de Santa María de Retamar
(Colmenarejo et alii, 1987), ésta última especialmente significativa ya que ejemplares óseos
y metálicos aparecieron en el mismo contexto cultural.
Fuera de la Península Ibérica el área más próxima que ha proporcionado puntas de flecha de este tipo es, de nuevo, el Sur de Francia. La pieza más antigua se encuentra en el dolmen calcolítico de Puyraveau (Joussaume, 1976: 357, fig: 3/32), para seguir apareciendo
durante el Bronce Antiguo, encontrando piezas de este tipo en La Coumette (Briard y
Mohen, 1976: 97; Guilaine, 1972: 318, fig: 12/13) y en Couiza (Briard y Mohen, 1983: 97;
Guilaine, 1972: 317, fig: 12/14), ambas en la región del Aude y en el depósito italiano de
Bibrata, en Teramo (Almagro Basch, 1960: 762). Perduran durante toda la Edad del Bronce
en la misma zona, como demuestra su presencia en el yacimiento de Montlaur (Guilaine,
1972: 318, fig: 125/2) con una cronología del Bronce Final III b. Muy relacionadas con
estas piezas debemos situar las estudiadas por Eckhardt (1996: 182) en la Europa Central,
(tipo 1, variante B), aunque su relación con las puntas peninsulares es muy lejana. En la cultura de Terramare (Provenzano, 1996-97: 60) aparecen puntas de flecha triangulares con
hombros marcados; sin embargo, su sección cónica o incluso circular las aleja de las piezas
metálicas, con las que no podemos relacionarlas.
Difíciles de justificar, para este momento, son los paralelos con el Egeo, área en la que
podemos encontrar piezas de estas características en Menidi (Avila, 1981: 103), Termon
(Avila, 1981: 103), Troya (Branigan, 1974), Micenas (Avila, 1981: 103) y Raphina (Branigan,
1974: 174, fig: 10/512). También aparece una punta de este tipo en la necrópolis chipriota de
Ayios Nikolaus (Balthazar, 1986: 402), en este caso con una cronología del Bronce Antiguo.
En Cerdeña encontramos una punta de este tipo en Filottrano (Ferrarese, 1980), elaborada en
hueso, datada en el Bronce Medio y que aparece, aún, junto a puntas líticas.
Del mundo Egeo provienen los escasos paralelos que añaden nervio central (tipo III A
N). Los ejemplos más próximos debemos buscarlos en Micenas (Avila, 1981: 112, fig:
28/758c), Menidi (Avila, 1981: 106, fig: 27/30-31) y Delfos (Avila, 1981: 106, fig: 55/11321148-1153-1165). En el sur de Francia sólo tenemos un ejemplar, de estas características, en
Viols-le-Fort (Roudil, 1972), con una cronología del Bronce Final, coetánea al momento de
mayor difusión de este tipo en la Península Ibérica. Son más abundantes en la Europa
Central, con esta misma cronología, como ha señalado Eckhardt (1996: 174), quien lo defi—136—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 2.- Mapa de distribución de las puntas de flecha triangulares con hombros marcados (tipo III A).
ne como tipo 1, variante B de su tipología. Por último, debemos detenernos en un ejemplar
siciliano, perteneciente a la Cultura de Thapsos, procedente de la necrópolis de Cozzo del
Pantano (Tusa, 1983: 413, fig: 23), aunque su morfología se aleja de los ejemplares de la
Península Iberica.
En el caso de las puntas con pedúnculo largo (tipo III A PL) no se pueden establecer
paralelos morfológicos exactos, pero sí rastrear por el Mediterráneo una serie de piezas que
guardan alguna semejanza, sobre todo por la longitud del pedúnculo. A pesar de todo es
prácticamente imposible establecer el tipo de relación existente. En Europa sólo encontramos piezas similares en las llanuras centroeuropeas, pero la relación entre estas piezas, que
Eckhardt (1996: 178) denomina Forma 5, y las que aparecen en la Península Ibérica se nos
antoja muy lejana tanto por los aspectos morfológicos como culturales.
Varios yacimientos griegos han proporcionado piezas que recuerdan vagamente a las
peninsulares, aunque la longitud del pedúnculo es inferior. Además, las puntas de Esparta,
Delfos y Hagio Ionais tienen una clara tendencia a marcar un incipiente nervio central que
las aleja, aún más, de las piezas de la Península Ibérica.
En las costas atlánticas de Mauritania aparecen puntas de flecha con un pedúnculo similar al aquí analizado en los yacimientos de Barrauya y Mereie (Sáez Martín, 1949: 113, fig:
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1/3). Sin embargo, presentan aletas incipientes y su tamaño es bastante superior a los ejemplares peninsulares, lo que nos impide mantener la idea de Sáez Martín (1949: 114-118) de
una relación directa entre ambos tipos.
Mapa 3.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con hombros marcados y nervio central (tipo III A N) y pedúnculo
largo (III A PL).
Las puntas con pedúnculo ancho (III A PA) tienen pocos paralelos fuera de la
Península Ibérica. En el sur de Francia encontramos ejemplares semejantes en los yacimientos de Racassols (Junghans et alii, 1968; Roudil, 1972, fig: 16/4) y de la Station de la
Bourbouille (Roudil, 1972), ambos en el Languedoc Oriental, datándose el primero de ellos
en el Bronce Antiguo, muy anterior a la cronología de las piezas del Sur de los Pirineos. A
estas piezas podemos añadir otra punta de flecha elaborada sobre hueso aparecida en Mas
d’Azil (Séronie-Vivien, 1968) que por lo demás comparte la misma tipología.
El tipo de punta con hoja triangular y aletas desarrolladas (tipo III B 1) es, sin duda,
el más extendido. En la propia Península Ibérica encontramos el paralelo más cercano en las
puntas de flecha sobre material óseo que aparecen por toda la Península, siendo el Bronce
Medio el momento de máxima difusión. En el Valle del Ebro las encontramos en Frías de
Albarracín con una cronología en torno al 1520 a.C. según sus excavadores (Atrián Jordán,
1974), en el poblado de Moncín (Harrison et alii, 1987), en la Cueva del Moro (Utrilla y
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Baldellou, 1982) y en Villanueva de Sigena (Séronie-Vivien, 1968). La Cueva del Moro
(Rodanés, 1995) nos aporta una cronología de 1090 ± 35 a.C. En Cataluña aparecen en la
Cova d’Encantades de Martís (Rueda i Torres, 1985) y más al sur, en Castellón en la Cova
Puntassa (Gusi et alii, 1996; Simón, 1998) con una cronología del Bronce Tardío, al igual
que en la Meseta Norte en la segoviana cueva de los Enebralejos (Municio y Piñón, 1990).
Las tenemos, de nuevo, en la Motilla de Azuer (Nájera et alii, 1979), en el Cerro de la
Campana en Murcia (Fonseca, 1984-1985), en los Husos (Apellániz, 1974) y en Sákulo
(Andrés, 1981), en el País Vasco.
Fuera de la Península Ibérica aparecen en dos ámbitos, el sur de Francia y el área griega. En el primero este tipo de punta de flecha es muy frecuente. Cronológicamente abarcan
toda la Edad del Bronce, según palabras de Clottes y Constantini (1976: 474): “Peu typiques sont les pointes de flèches de forme triangulaire à soi allongée, dont les plus anciennes datent probablement du Bronze Ancien, et qui se maintiendrant jusqu’au Bronze Final.”
Las piezas más antiguas, datadas en el Bronce Antiguo, las encontramos en la región de
Les Causses conviviendo, aún, con piezas líticas muy similares. En la región de Lot aparecen dos puntas de este tipo en contextos funerarios, en los dólmenes de St. Chels y
d’Avignac (Clottes y Constantini, 1976: 471, fig: 1/29-30). Otra pieza muy similar, en la
misma zona, es la procedente de Ravin de la Gourgue (Clottes y Constantini, 1976: 471, fig:
1/31).
Al igual que en la Península Ibérica, el Bronce Medio supone el periodo de mayor difusión de este tipo de puntas; las encontramos en todo el arco Mediterráneo francés en yacimientos como Forêt de Compiègne (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/3), Caranda (Briard y
Mohen, 1976: 97, fig: 2/4), la Grotte de Niaux (Guilaine, 1972: 135, fig: 41/2), la Grotte
Murée de Montpezat (Courtin, 1976: 449, fig: 3/10) en la región de Haute-Provence, Les
Roches à Buoux (Courtin, 1976: 449, fig: 3/11) en Vaucluse, la Grotte d’Enlène (Guilaine
1976: 527, fig: 4/13) y Grotte du Monna (Clottes y Constantini, 1976: 474, fig: 2/4). Aunque
son escasas, cuando más nos alejamos de la costa mediterránea seguimos encontrando alguna pieza aislada en el interior de Francia, como la pieza aparecida en Eguisheim (Zumstein,
1976: 631) en el Alto Rhin.
Las piezas más recientes se adentran en la Edad del Hierro, como la punta de La
Vallongue (Arcelin, 1976: 658, fig: 1/30) en Saint Rémy. Aparecen junto a piezas de tipología clásica nuevas evoluciones de marcado carácter local, de esta forma, el desarrollo de
las aletas y el pedúnculo sufren diversas variaciones como vemos en la punta del yacimiento
de Tamarib (Arcelin, 1976: 660, fig: 2/32).
Además, son frecuentes las imitaciones de estas piezas sobre materia ósea como ha
señalado Séronie-Vivien (1968), quien las denomina tipo I en su tipología. Al igual que los
ejemplares metálicos, su cronología abarca toda la edad del Bronce. Las piezas más antiguas se datan en el Bronce Antiguo; a este momento pertenecen las puntas de la Grotte de
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J. M. KAYSER AGUILAR
Rieufourcaud (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 1/3) y de la Grotte des Châtaigniers à Vingrau
(Guilaine, 1976: 523, fig: 1/3), que ha proporcionado una cronología de 1480 ± 120 a.C. El
Bronce Medio supone el momento de mayor difusión de este tipo, encontrándose numerosas piezas en Mas d´Azil, Le Cros, la Grotte du Noyer (Clottes y Constantini, 1976: 475,
fig: 3/27), Roucadour (Clottes y Constantini, 1976: 475, fig: 3/28), la Grotte de la Bergeire
(Clottes y Constantini, 1976: 475, fig: 3/29), Bergeire (Séronie-Vivien, 1968: 546, fig: 2/4),
Cabaneaux Ossements (Séronie-Vivien, 1968: 546, fig: 2/2), Perte du Cros (Séronie-Vivien,
1968: 546, fig: 2/5), y Lombrive (Séronie-Vivien, 1968: 546, fig: 2/8). La pieza más moderna sobre materia ósea la encontramos en la Grotte du Noyer (Clottes y Constantini, 1976:
475) datada en el Bronce Final II.
Relacionadas con el foco francés aparecen piezas del mismo tipo en el centro de
Europa, aunque con una cronología algo posterior que engloba el Bronce Final y se extiende hasta los primeros momentos de la cultura hallstática, como ha señalado Eckhardt (1996:
176), que las denomina Tipo 1, variante A de su tipología. Aunque en Italia no son frecuentes las puntas de flecha metálicas, encontramos ejemplares de este tipo en el Museo Pigorini
(Barker, 1971).
En el mundo griego son bastante abundantes; Buchholz las recoge en su tipología
(1962) definiéndolas como grupo VI b al que atribuye una cronología muy amplia que abarca desde el Micénico Inicial hasta el Micénico Final. En la Grecia continental Avila nos da
buenos ejemplos de estas piezas en Prosymna, Malthi, Philakopy, Langada, Vergina (Avila,
1981: 112, fig: 54/1075-1078) y Lamb (Avila, 1981: 106), datándolas entre el último
momento del Heládico Final II hasta el Heládico Final III c. En el Bronce Final chipriota
(Catling, 1964: 131) aparecen puntas de flecha de similar tipología.
Para las piezas con nervio central (tipo III B 1 N) el sur de Francia es, de nuevo, el
mejor referente para nuestros ejemplares ya que es el paralelo más próximo tanto geográfica como cronológicamente. En el Bronce Medio aparece en Orange (Briard y Mohen, 1976:
97, fig: 97/6), Banon (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/8) en la región de los Bajos Alpes y
en la Grotte d´Enlène (Guilaine, 1972: 189; 1976: 527, fig: 4/13). Bastante posterior es la
pieza aparecida en Masac (Guilaine, 1972: 219) para la que se ha propuesto una cronología
del Bronce Final IIIb. Con esta misma cronología las encontramos en la Europa Central
donde han sido estudiadas por Eckhardt (1996: 180) correspondiendo con su tipo 2, variante A. Más problemáticos, aunque deban ser tenidos en consideración, quedan los posibles
paralelos con las piezas del Egeo en donde encontramos piezas de similar morfología en
Menidi, Esparta y Delfos (Avila, 1981: 106).
Como ocurría con las piezas de hombros marcados, las de aletas desarrolladas con
pedúnculo ancho (tipo III B 1 PA), tampoco son abundantes fuera de la Península Ibérica.
Encontramos puntas de flecha de esta tipología en el sur de Francia en los yacimientos del
Bronce Medio de Froidmot-sur-Aisne (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2 nº 1) y Vaucluse
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 4.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con aletas desarrolladas (tipo III B 1).
(Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/2) que podemos considerar relacionadas con los ejemplares de la Península Ibérica. Una de las escasas puntas de flecha metálicas aparecidas en
Cerdeña pertenece a este tipo. Procede de la tumba XX de la necrópolis de Anghelu Ruju
(Taramelli, 1909), adscrita a la fase final de la Cultura de Bonnanaro. Para Ferrarese (1974:
121) esta pieza es heredera de la rica tradición local de puntas líticas de la isla. Casi idéntica a esta ultima pieza encontramos otra en el sur de Francia en la Station de la Bourbouille
(Roudil, 1972, fig: 26).
Más alejadas morfológicamente se encuentran una serie de piezas que proceden del
yacimiento griego de Langada (Avila, 1981: 111), con el mismo tipo de pedúnculo, lo que
supone un sistema de enmangue similar en ambos casos.
El pedúnculo engrosado (tipos III B 1 PE y III B 2 PE), muy característico de la
fachada atlántica peninsular, ofrece pocos referentes, ninguno en el mundo atlántico europeo. Las piezas con aletas desarrolladas cuentan con paralelos en el yacimiento francés de
la Grotte de la Source, con una cronología del Bronce Medio (Guilaine, 1972: 134, fig:
41/4) que presenta una punta sobre materia ósea, y en el yacimiento griego de Esparta
(Avila, 1981: 107), donde apareció un ejemplar con pedúnculo engrosado que ya anuncia el
desarrollo del nervio central que formará el grupo VII c de Buchholz. Sobre material óseo
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Mapa 5.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con aletas desarrolladas y nervio central (tipo III B 1 N) y
pedúnculo ancho (III B 1 PA).
son muy interesantes las piezas del norte de Italia, pertenecientes a la Cultura de Terramare
(Provenzano, 1996-7: 60).
Los paralelos para las piezas de aletas incipientes debemos buscarlos en el mundo del
Egeo, donde evolucionan a tipos más desarrollados como son el VII a, b y c de la tipología
de Buchholz (1962: 11). Su relación con los ejemplares de la Península Ibérica es muy difícil de sustentar sin la ayuda de otra serie de evidencias arqueológicas. Buenos ejemplos de
estas piezas los tenemos en el yacimiento rodio de Ialysos (Buchholz y Karageorghis, 1962:
54). También aparecen en Grecia en Esparta, Prosymna y Langada (Avila, 1981: 110). Para
Avila la cronología de estas piezas es muy amplia, las piezas más antiguas corresponden al
inicio del Heládico Final II prolongándose hasta un momento tan avanzado como el
Heládico Final III c (Avila: Tafel 64).
Uno de los casos más interesantes es el de las puntas con pedúnculo subtriangular
(tipo III B 1 PS) que aparecen en muy distintas zonas, desde el mundo Egeo hasta las costas del África Atlántica. En el Egeo las encontramos en algunas tumbas micénicas
(Salzmann y Biliotti, 1868; Buchholz y Karageorgis, 1962: 11), en Langada (Avila, 1981:
111) y en la isla de Rodas en el yacimiento de Ialysos (Catling, 1964: 132). También en el
Sur de Francia desde el Bronce Final II en la Grotte du Gaougnas (Guilaine, 1972: 257, fig:
91/1) y en el Bronce Final III b en la Tombe de Can Ceriès (Guilaine, 1972: 317, fig: 125/1).
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Mapa 6.- Mapa de distribución de las puntas de flecha foliáceas (tipo III B 2 PE) y triangulares (tipo III B 1 PE) con pedúnculo engrosado.
Sin embargo, el área con la que podemos establecer unas relaciones más estrechas es
con el Norte de África. La costa atlántica mauritana es la región que más ejemplares proporciona, los yacimientos de Mereie, Dar Tichit, Assabai, Dar Fartotat y Villa Cisneros
(Sáez Martín, 1949: 113, fig: 1), en el antiguo Río de Oro, han proporcionado buenos ejemplos. Esto supone aceptar unas estrechas interrelaciones entre el mundo de la Edad del
Bronce del sudeste de la Península Ibérica y una amplia zona del Norte de África.
Por otra parte, hay que mencionar una pieza procedente de El Argar (Siret, 1890: lám. 26,
nº 52) que tiene la peculiaridad de poseer un pedúnculo bifurcado, un caso excepcional en la
Península Ibérica, para el que se encuentran numerosos paralelos en el Egeo dentro del grupo
VI a de la tipología de Buchholz (1962: 11), cuya cronología abarca entre el Micénico II y el
Micénico III b, y que abre la posibilidad de contactos entre esta área y el mundo Argárico.
Aunque el tipo de hoja triangular y aletas incipientes (tipo III B 2) es morfológicamente muy sencillo, no existe un excesivo número de paralelos. En la Península Ibérica,
durante el Bronce Medio, volvemos a encontrar puntas de flecha sobre materia ósea de esta
tipología compartiendo ámbito geográfico con los ejemplares metálicos. Así aparecen en el
Cerro de la Encantada (Fonseca, 1984-85) y en la Cueva de Pedro Fernández (Fonseca,
1984-85). El valle del Ebro nos proporciona igualmente piezas de este tipo aunque con una
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cronología algo posterior como demuestra su presencia en la Cueva del Moro (Rodanés,
1995) datada en 1090 ± 35 a.C. El sur de Francia ha proporcionado piezas muy similares
aunque, en este caso, con una cronología más antigua. De esta forma la pieza de la Grotte
des Châtaigniers à Vingrau (Guilaine, 1976: 523, fig: 1/4) se data en el Bronce Antiguo, con
una cronología absoluta de 1480 ± 120 B.C. Séronie-Vivien (1968) incluye estas puntas en
su tipología, en el grupo I b, ofreciéndonos diferentes ejemplos en el Dolmen des Lacs
(Séronie-Vivien, 1968: 547, fig: 3/12), Châtaigniers (Séronie-Vivien, 1968: 547, fig: 3/11 a,
b y c) y en la Grotte de la Valette III (Séronie-Vivien 1968: 547, fig: 3/9).
Fuera de la Península Ibérica este tipo de punta de flecha es muy frecuente en el mundo
Egeo como atestigua su presencia en Menidi, Micenas (Avila, 1981: 112, fig: 54/1085),
Delfos (Avila, 1981: 112, fig: 54/1090-1117), Atenas (Avila, 1981: 112, fig: 54/1074),
Maiuri, Dawkins, Prosymna y Vergina (Avila, 1981: 106). El papel intermedio que debieron jugar las islas del Mediterráneo Central se deja apenas adivinar gracias a un ejemplar
aparecido en el depósito siciliano de Lipari (Giardino, 1995). En Francia no son tan frecuentes como las piezas con aletas desarrolladas y suelen ser más tardías como la pieza de
Beaufort-en-Vallée (Cordier, 1976: 579, fig: 3/17), datada en el Bronce Final.
Tampoco las piezas con nervio (tipo III B 2 N) ofrecen abundantes paralelos.
Encontramos puntas de flecha de estas características en el sur de Francia desde el Bronce
Antiguo como demuestra la punta aparecida en la Grotte de la Camière à la Montade (Courtin,
1976: 446, fig: 1/19) en Marsella. En el Bronce Medio siguen apareciendo en diferentes yacimientos franceses como Moislin (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/5) en la región del Somme
y en Avignon (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/7). El origen de este tipo de flechas habría que
buscarlo en los yacimientos griegos de Menidi (Avila, 1981: 112, fig: 29/821-822), Micenas
o Delfos (Avila, 1981: 106). La punta de Massac (Guilaine, 1972, fig: 125/4), datada en el
Bronce Final, anuncia ya las formas características de las puntas de Mailhac.
PUNTAS DE FLECHA OJIVALES
La tercera gran familia de puntas de flecha la componen las piezas de hoja ojival (tipo
IV), el tipo más extendido presenta aletas desarrolladas (tipo IV B 1), muy características
del Bronce Tardío del Levante peninsular. Este tipo de punta de flecha está muy extendido
por el Mediterráneo, aunque su mayor concentración, fuera de la Península Ibérica, se produce en el Egeo, en donde podemos encontrar ejemplares muy similares a los aquí estudiados que Branigan, (1974) incluyó en su tipología como II a. Son buenos ejemplos las piezas aparecidas en la fase II g de Troya (Branigan, 1974: 164, fig: 10/501), Langada, Micenas
(Avila, 1981: 112, fig: 29/772a), Esparta y Menidi (Avila, 1981: 111, fig: 29/818). Nos es
imposible, con los datos disponibles hoy en día, profundizar más en este problema o esta—144—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 7.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con aletas incipientes (tipo III B 2) y con nervio central (III B 2 N).
blecer el grado de vinculación entre las piezas de la Península Ibérica y las griegas, aunque
no parece en principio totalmente descartable su parentesco.
Además, podemos encontrar este tipo en otras zonas del Mediterráneo más próximas a
nosotros, aunque en menor cantidad que en el Egeo. Así aparecen en el mediodía francés en
los yacimientos de la Grotte de la Vache (Guilaine, 1972: 135, fig: 41/1), Grotte de Labeil
(Roudil, 1972) y la Grotte de Berdeihac (Guilaine, 1972: 135, fig: 41/3), para los que se propone una cronología del Bronce Medio, algo más antigua a la de nuestras piezas. Algo posterior es la punta aparecida en el dolmen de la Branche (Roudil, 1972), datada en el Bronce
Final. En Sicilia encontramos una punta similar en la Grotta di Formosa I (Ferrarese, 1981b:
67), perteneciente a la Cultura de Bonnanaro. El Museo de Ancona posee una punta de flecha de este tipo procedente del yacimiento de Filottrano (Ferrarese, 1980), elaborado, en
este caso, sobre materia ósea.
Mayor dificultad presenta para nuestra interpretación una punta de flecha de este tipo,
actualmente perdida, procedente del yacimiento de Tabelbala en el sur de Orán (Rhulmann,
1932; Sáez Martín, 1949: 113) que Rhulmann describe de la forma siguiente: “l’interpretation de cet objet ne semble guére posible. Cette pointe, primitivement de forme triangulare
ou plutôt ogivale, découpée dans une feville de bronze, présentait une cassure ancienne au
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J. M. KAYSER AGUILAR
Mapa 8.- Mapa de distribución de las puntas de flecha ojivales (tipo IV).
somernet”. Esta pieza plantea serios problemas ya que, como el autor confiesa, su procedencia exacta es desconocida, por lo que aunque tipológicamente se asemeja a las peninsulares no podemos establecer conclusiones al respecto.
Son muy escasos los ejemplares de este tipo con nervio (tipo IV B 1 N) que podemos
relacionar con este tipo fuera de la Península Ibérica, y entre ellas en el área griega las
encontramos tanto en Delfos (Avila, 1981: 112, fig: 55/1121-1124-1128), como en Micenas
(Avila, 1981: 112).
Aunque son escasas en la Península Ibérica las puntas ojivales sin pedúnculo (tipo IV)
que sólo encontramos en el yacimiento alicantino del Cabezo Redondo (Simón, 1998), tienen
sus paralelos más directos en Grecia, correspondiendo al tipo III de Buchholz (1962: Tabla 7),
cuya cronología se remonta al neolítico cerámico prolongándose hasta el Heládico Final I.
PUNTAS DE FLECHA DE TIPO MAILHAC
Un caso totalmente diferente es el de las puntas de Mailhac que en sus dos variantes,
foliformes y triangulares, son características del tránsito de la Edad del Bronce a la del
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 9.- Mapa de distribución de las puntas de flecha de tipo Mailhac. Foliáceas y triangulares.
Hierro. Las piezas más antiguas de este tipo se encuentran en el mundo griego, donde han
sido estudiadas por Buchholz (1962) quien las denomina VII a, características entre el
Heládico Final II y el Heládico Final III c.
Aunque su origen más remoto haya que buscarlo en el Mediterráneo Oriental, las piezas de la Península Ibérica tienen un paralelo mucho más cercano y directo en las puntas de
flecha de Mailhac I del Sur de Francia, muy abundantes en el Languedoc y que, sin duda,
están estrechamente emparentadas con las que aparecen en la zona catalana.
En el área francesa las puntas de Mailhac foliáceas cuentan con una cronología muy
precisa, el Bronce Final, siendo características a partir de la fase II b hasta el final del periodo, lo que concuerda perfectamente con la cronología propuesta para nuestras piezas cuya
procedencia directa estaría en esta zona.
Entre otros, podemos encontrar piezas de este tipo en los yacimientos franceses de la
región del Aude en Alliat, Narbone y Veraza (Briard y Mohen, 1983: 101, fig: 1/10-13). Al
igual que en el Languedoc Occidental, donde aparecen en Lardern (Guilaine, 1972: 318, fig:
125/14), en la Grotte de la Vache (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/15), en Java (Guilaine,
1972: 318, fig: 125/16), y en la Grotte III de la Velette (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/17).
En el Egeo son, también, frecuentes piezas de este tipo, que encontramos en Chipre
(Catling, 1964: 131), Delfos y Epano Englianos (Avila, 1981: 112, fig: 28/752-753), Thermi
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(Avila, 1981: 112, fig: 28/754), Kato Phana (Avila, 1981: 112, fig: 28/755-758b), Haghios
Ioannis (Avila, 1981: 112, fig: 28/756-758a), Phylakopi (Avila, 1981: 112, fig: 28/766),
Tebas (Avila, 1981: 112, fig: 28/767) y Knossos (Avila, 1981: 112, fig: 28/757-758). Para
Avila la cronología de este tipo abarca desde el Heládico Final III A y III B.
Aunque más alejadas de la Península Ibérica, son igualmente abundantes estas piezas
en todo el área centroeuropea correspondiéndose al tipo 2, variante F de la tipología propuesta por Eckhardt (1996: 179).
En el Egeo la variante de hoja triangular con aletas desarrolladas es muy frecuente, con
una pervivencia muy amplia, encontrándose desde el Heládico Final II hasta el Heládico
Final III b. Corresponde al grupo VII c de la tipología propuesta por Buchholz (1962).
Tenemos ejemplos en Esparta, Langada (Avila, 1981: 106, fig: 28/770-765) Philakopy
(Avila, 1981: 106, fig: 28/746) Micenas, Esparta (Avila, 1981: 106, fig: 28/741-743-748),
Ialysos (Avila, 1981: 106, fig: 28/749), Delfos (Avila, 1981: 110, fig: 55/1149-1151) y en el
Bronce Final chipriota (Catling, 1964: 131).
Su dispersión por el occidente de Europa y el Mediterráneo fue muy amplia, destacando la
enorme aceptación de este tipo de arma en el sur de Francia, desde donde pasará a la Península
Ibérica. Como ya hemos dicho, para las piezas francesas, Guilaine (1972: 317) defiende la
denominación de puntas de tipo Mailhac con una cronología de Bronce Final III b.
En la región de Aude encontramos piezas de este tipo en Roquefort des Corbières (Briard
y Mohen, 1976: 101, fig: 1/1), Bizet (Briard y Mohen, 1976, fig: 101/2-3), St-Pierre des
Champs (Briard y Mohen, 1976: 101, fig: 1/4), Mailhac (Briard y Mohen, 1976, fig: 101/5),
dos sin procedencia conocida de la región del Aude (Briard y Mohen, 1976: 101, fig: 1/6-7) y
Alliat Champs (Briard y Mohen, 1976: 101, fig: 1/8-9). En el Languedoc Occidental aparecen
en Montpezat (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/5), Boussecos (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/7),
Forodonos (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/8), en la Grotte de la Vache (Guilaine, 1972: 318), en
el Museo de Narbona (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/10-11), Grotte de la Vache (Guilaine, 1972:
318, fig: 125/15), y en el nivel I del oppidum de Cayla (Roudil y Guilaine, 1976: 468, fig: 6/15),
datada en el Bronce Final III b. Además las encontramos en Alliat (Briard y Mohen, 1976), en
la región de Ariège y en Saint-Paul-de-Fenovillet, en los Pirineos Orientales (Guilaine, 1972:
318, fig: 125/13; Briard y Mohen, 1976).
PUNTAS DE FLECHA DE ANZUELO Y DOBLE FILO
Las puntas de anzuelo y doble filo o à barbillon como también se han denominado,
suponen el final de la tradición del Bronce Final, siendo un elemento totalmente foráneo
unido a la llegada a nuestras costas de los primeros colonizadores fenicios, estando íntimamente relacionada su distribución con el de los asentamientos de estas poblaciones.
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Sin embargo, este tipo de puntas de flecha tienen una historia mucho más amplia que
abarca grandes regiones tanto del Mediterráneo Oriental como de la Europa Occidental. Los
ejemplares más antiguos, datados entre los siglos XIII y el X a.C., los encontramos en
Centroeuropa (Mercer, 1970; Quesada, 1989: 168), aunque sólo podemos establecer una
relación lejana, a través del mundo escita del Este de Europa. Estas puntas de flecha presentan unas hojas más planas y anchas, mientras que el arpón se sitúa en el extremo inferior
del cubo. Este primer grupo no guarda una relación directa con los ejemplares que aparecen
en nuestros yacimientos, sin embargo, sí podemos considerar que éste puede ser el origen
del anzuelo, como atributo, aplicado a las puntas de flecha.
Para la mayoría de los investigadores (García Guinea, 1967: 76; Sánchez Meseguer,
1974: 94; Ramón, 1983: 318; González Prats, 1983: 243) se puede identificar un área
amplia de la Europa del Este, al Norte del Cáucaso, que correspondería con el mundo escita, en torno al siglo VIII a.C. De esta forma, las piezas más antiguas se concentran en torno
al Mar Negro (Kirovograd, Certomlyk, Adigea, Samtravo, Verkhnaya Koban) y su expansión fue rápida por lo que a finales del siglo VIII a.C. aparecen ya en Anatolia (Esmirna,
Troya, Bogazkoy, Gordion, Alisar) y Grecia (Atenas, Olimpia, Delos).
En el siglo VII a.C. siguen extendiéndose, se hacen frecuentes en el mundo griego
(Asine, Delos y Troya) y aparecen en Egipto (Menfis y Naucratis). Es, en este momento,
cuando encontramos las primeras piezas en Occidente, apareciendo en el sur de Francia
(Nantes, Fontvieille), la península Ibérica e Italiana (Palinuro, Populonia, Sicilia y Mozia),
aunque en esta última sean escasas como reconoce Giardino (1995: 227): “A differenza di
quanto osservabile nella Pensola Iberica, in area italiana questo tipo di punta di freccia appare scarsamente documentato.”
A.M. Snodgrass (1964: 148), sin embargo, no comparte el mismo criterio, situando el
área nuclear en el Próximo Oriente, desde donde llegarían tanto al mundo escita como al
Mediterráneo Occidental. Sea cual fuera el origen su propagación por el Mediterráneo
Oriental fue rápida, tanto en el mundo griego como en el fenicio, donde con el tiempo sufrirían su propia evolución dando lugar a las puntas de triple filo. El paso siguiente, desde el
Próximo Oriente a la Península Ibérica, está mucho más claro al ser introducidas por las propias poblaciones que comenzaban a asentarse en el mediodía peninsular. De esta forma, las
encontramos en colonias y poblados de fuerte influencia fenicia y seguirán empleándose
durante el periodo púnico.
En la propia Península Ibérica, elaboradas en materia ósea, encontramos algunas piezas
muy significativas que también podrían incluirse en las que hemos denominado genéricamente como “pedúnculo de tubo”, ya que su pedúnculo emplea como medio de enmangue
el mismo sistema de cañón hueco con un leve engrosamiento, para formar una “hoja” que
no podemos denominar como tal, ya que está formada por el estrechamiento desde su arranque hasta la punta, manteniendo siempre una sección circular o cónica. A este modelo
—149—
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Mapa 10.- Mapa de distribución de las puntas de flecha de anzuelo y doble filo.
corresponden algunas puntas de flecha procedentes de los yacimientos de Moncín (Harrison
et alii, 1986) y las Bardenas Reales. Son de gran interés por ser las primeras en emplear esta
solución para el enmangue de las puntas de flecha, pese a no poder relacionarlas directamente con las puntas aquí estudiadas, ni geográficamente, ni cronológicamente, ya que la
pieza procedente de Moncín pertenece al Bronce Medio y la de las Bardenas Reales no permite extraer ninguna conclusión de carácter cronológico.
CONCLUSIONES
Aunque es muy difícil establecer la naturaleza de los contactos y el grado de relación
entre los tipos, por lo general de morfología muy sencilla, queda patente la eminente distribución mediterránea de los tipos que podemos relacionar con los que encontramos en la
Península Ibérica.
El origen último de muchos de los tipos característicos de la Edad del Bronce en el
Mediterráneo hay que buscarlos en la Mesopotamia del III milenio y en el mundo Egipcio.
En ambos son numerosos los ejemplos tanto en el registro arqueológico como en las repre—150—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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sentaciones artísticas. De esta manera, tenemos constancia de que el arco era empleado
tanto en la guerra como en la caza, siendo muy apreciado por la nobleza como se refleja en
las escenas reales de caza. Los textos, también, reflejan la importancia de los arqueros como
muestra el que recoge Dalley (1984: 148): “Certainly arrows were very common: ShamshiAdad wrote to Yasmah-Addu asking for 10000 bronze arrowheads, samrutum, each weighing 6 shekels, (48g), but there was not enough bronze at Mari, so the Asyirian king had to
supply his son with bronze, in exchange for silver at the current rate.”
Su dispersión por el Mediterráneo oriental fue rápida, alcanzando una amplia difusión
y diversidad tipologica tanto en Chipre como en Grecia. En el mundo Egeo, el arco y las
flechas experimentaron una amplia diversificación tipológica, dando lugar a una gran variedad de formas de enmangue, aletas y nervio central. El número de piezas recuperadas en el
mundo minoico habla por sí solo de la importancia que, en este momento, alcanzaron este
tipo de arma como reconoce Dickinson (1994: 205-6): “Another development worth
nothing is growing popularity of bronze arrowheads; the recording of quantities of missile
heads in the Knossos Lineal B text. Suggest that their use more of a feature of warfare at
this time than the rare early Late Bronze representations of archers might suggest.”
En Italia las puntas de flecha metálicas no tuvieron el mismo éxito. Durante todo el
Bronce Antiguo y Medio son escasas, siendo predominantes las líticas hasta el fin del
Bronce Medio. Sin embargo, la existencia de puntas metálicas queda patente gracias a la
presencia de dos moldes para fabricar puntas de flecha, uno en Bolonia y otro en
Modena; el primero procede de Toscanella (Ferrarese, 1981b; Le Fèvre, 1992: 157),
datado en el Bronce Antiguo, diseñado para fabricar, entre otros objetos, una punta de
aletas desarrolladas (tipo III B 1). El segundo fue hallado en Gorzano (Le Fèvre, 1992:
101), y está preparado para fabricar cuatro puntas triangulares con aletas desarrolladas y
nervio central (tipo III B 1 N).
Sin embargo, las puntas de flecha metálicas no son objetos abundantes en la península
italiana, aunque Ferrarese (1980: 298) incluye el arco y las flechas entre el armamento
característico del mundo nurágico: “Punte di lancia, puntali, punte di freccia, archi, pugnali, spade, stocchi, costituivano le armi alle quali era affidata la difesa della vita, della fagmilia e dei beni delle tribù nuragiche”. Aunque su compleja arquitectura defensiva invita a
pensar que el papel del arco fue destacado, la evidencia arqueológica no confirma este
punto. La explicación es difícil, para Ferrarese (1980: 298): “Allo stesso modo non è posible identificare, nelle frecce che armano gli archi, le acuminatissime punte di bronzo, troppo picole per poter essere riprodotte; va inoltre detto che, per effetto di cattiva conservazione, in moltissimi bronzetti di arcieri, la punta di freccia non è visible perché, evidentemente più fragile, è maggiormente soggetta ad andare distrutta.” Esta teoría no nos convence, ya que las puntas de flecha no son objetos invisibles para la arqueología como
demuestran los numerosos hallazgos de este tipo de armas en todo el Mediterráneo.
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La situación en las Islas del Mediterráneo Central, tanto en Cerdeña como en Sicilia, es
similar al resto de Italia: frente a la amplísima pervivencia de las puntas de flecha líticas
apenas encontramos piezas elaboradas sobre metal. De una tipología siempre sencilla, limitándose a piezas triangulares de aletas desarrolladas que reproducen los tipos líticos locales.
El caso de Francia es muy distinto. Al igual que en la Península Ibérica podemos diferenciar dos áreas, una con abundante presencia de puntas de flecha y otra donde su presencia es escasa. Coinciden, a grandes rasgos, con la Francia atlántica y mediterránea. Por otra
parte, la situación del interior y el este de Francia está más relacionada con las corrientes
centroeuropeas. Mientras en la Francia atlántica se desarrolla una rica y compleja metalurgia, las puntas de flecha siguen fabricándose en silex, a diferencia de la Península Iberica,
donde a partir de la aparición de las puntas metálicas las líticas sufren un rápido retroceso.
Esta situación lleva a Guilaine (1972: 56) a reconocer que: “Les pointes de flèches plates,
en cuivre, sont rares dans le Chalcolithique et le Bronze ancien Français”.
Guilaine (1972: 137) defiende, al igual que Briard, Cordier y Millotte, la penetración
de este tipo de objetos hacia el interior del continente por vía fluvial. Esta tesis se apoya en
que la gran mayoría de los hallazgos se concentran en las cuencas del Somme, Sena, Loira
y la costa Mediterránea. El arco mediterráneo francés es, sin duda, el área más relacionada
con la Península Ibérica; muchos tipos son similares, ofreciendo una continuidad cultural
con el área catalana y el levante peninsular. Aunque estas relaciones son patentes a lo largo
de toda la Edad del Bronce, se hacen más evidentes en el Bronce Final, cuando con la irrupción de los grupos de Campos de Urnas penetrarán, primero en Cataluña y posteriormente
en el Valle del Ebro, las puntas de tipo Mailhac.
Las relaciones entre los tipos ibéricos y las piezas de la Europa Central son más difíciles de establecer y aunque no de forma directa, es evidente que los contactos existieron tanto
a través de Francia como del norte de Italia. El sur de Francia recibe fuertes influjos centroeuropeos que unidos a los Mediterráneos pasarán, de forma indirecta, a la Península
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XXV (Valencia, 2004)
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JOSÉ MARÍA KAYSER AGUILAR*
SOBRE EL ORIGEN EXTRAPENINSULAR DE ALGUNOS
TIPOS DE PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
RESUMEN: A lo largo de la Edad del Bronce están atestiguados los contactos entre la
Península Ibérica y diferentes áreas del Mediterráneo. Las puntas de flecha se convierten en una
de las armas más extendidas en el Mediterráneo. El análisis de sus paralelos morfológicos y tipologicos aporta interesantes datos sobre estas relaciones y permite plantear la posibilidad de contactos directos.
PALABRAS CLAVE: Puntas de Flecha, Península Ibérica, Edad del Bronce, contactos mediterráneos.
ABSTRACT: Throughout the Bronze Age are attested contacts between the Iberian Peninsula
and differents areas of the Mediterranean. The arrow-heads are converted in one of the most
extended weapons into the Mediterranean. The analysis its morphologic and typhologic parallel
provides interesting data on these relationships and permits to outline the possibility of direct
contacts.
KEY WORDS: Arrow-heads, Iberian Peninsula, Bronze Age, Mediterranean´s Relationship.
* Becario predoctoral de la Fundación Caja de Madrid.
Quiero agradecer el apoyo y la colaboración del Dr. Alfredo Mederos Martín, quien pacientemente revisó este artículo y sin
cuyas valiosas ideas y aportaciones este trabajo no hubiese sido posible.
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J. M. KAYSER AGUILAR
Ante las limitaciones a las que nos enfrentamos al aproximarnos a la Edad de Bronce
el armamento se ha convertido en uno de los elementos claves. Es la base tanto para elaborar cronologías como para rastrear las relaciones comerciales y culturales que los diferentes
ámbitos peninsulares establecieron con los focos mediterráneos, centroeuropeos y, muy
especialmente, atlánticos. La naturaleza de estos contactos y su intensidad serán muy diferentes, alcanzando en el Bronce Final su máxima expresión, cuando a los contactos culturales se unen los aportes étnicos.
En la elaboración de la secuencia de la Edad del Bronce el papel de las armas, como base
de la cronología comparada, es una de las claves. En especial a partir del Bronce Final, las
espadas, alabardas o hachas se convierten en indicadores culturales. Las espadas del Bronce
Final son uno de los casos más significativos, pese a que contamos con un número muy reducido de ejemplares carentes, en la mayoría de los casos, de contexto arqueológico; han sido
utilizadas como auténticos fósiles guías cronológicos, siendo claves para buscar las conexiones atlánticas y centroeuropeas, rastreando el origen de los tipos que se reproducen en la
Península Ibérica. Similar es el caso de las hachas (Monteagudo, 1977) que con una cronología más amplia, permiten establecer una evolución a lo largo de la Edad del Bronce.
El caso de las puntas de flecha ha sido diferente, pues debido a distintas causas han permanecido en un segundo plano, de forma que, hasta este momento, nunca se ha planteado
un estudio global. Las razones de esta situación hay que buscarlas, por una parte, en ser
objetos poco llamativos, centrándose todos los esfuerzos en el estudio de otras armas más
espectaculares. Por otra parte, los problemas que presentan estas piezas suponen, también,
un importante freno para emprender su sistematización y estudio. Nosotros hemos emprendido recientemente este trabajo (Kayser, 2002) y como resultado del mismo contamos con
una base mínima que, aunque tendrá que ser revisada a la luz de nuevos hallazgos, nos permite establecer un marco de referencia tanto tipológico como cronológico para las puntas
de flecha de la Península Ibérica.
El principal problema al que nos enfrentamos al intentar buscar los paralelos y el origen de los diferentes tipos de puntas de flecha es la escasez de atributos definitorios y la
excesiva sencillez de las formas. Esto implica la amplia perduración cronológica y geográfica de muchos de los tipos, impidiendo, en la práctica, llegar a conclusiones definitivas.
Partiendo de la base que, en la Península Ibérica, las puntas de flecha presentan una distribución eminentemente mediterránea, hemos de suponer que la mayoría de los tipos foráneos tienen su origen en el Mediterráneo. Resulta altamente significativo la escasez de este
tipo de armas en el mundo del Bronce Atlántico, aunque este hecho está en perfecta consonancia con la situación de toda la fachada atlántica europea, donde las puntas de flecha no
son objetos frecuentes.
Por el contrario son muy abundantes tanto en el Mediterráneo como en el sur y el centro de Europa, desde donde algunos tipos llegarán a la Península Ibérica a través de los pun—128—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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tos intermedios que suponen el Sur de Francia y las islas del Mediterráneo Central. De esta
manera, son éstas las áreas en las que debemos rastrear las posibles relaciones con los tipos
peninsulares. Para comenzar nuestra aproximación es conveniente realizar un breve repaso
a la situación de la investigación y los principales trabajos que sirven de referencia para
estas áreas.
En el ámbito europeo destaca el trabajo de Mercer (1970), quien se centra en las últimas fases de la Edad del Bronce e inicios del Hierro de todo el continente europeo. Su tipología resulta funcional para su área de estudio, pero dado que estos tipos tienen una distribución muy limitada, es poco útil para establecer paralelos con los ejemplares de la
Península Ibérica.
El autor se detiene, también, en una serie de tipos cuyo origen hay que buscarlo en el
Mediterráneo Oriental y que presentan una amplia distribución tanto en Europa Occidental
como en la Península Ibérica, apuntando la posibilidad de un origen común. En líneas generales, el trabajo de Mercer ofrece escasas posibilidades para el análisis de las puntas de flecha
de la Península Ibérica, reduciéndose las referencias a nuestro ámbito a citas marginales. Se
limita a mencionar los ejemplares argáricos, y la penetración en la zona noroeste de Cataluña
de algunos tipos centroeuropeos, apuntando ya la estrecha relación de esta zona con el sudeste francés, principal vía de comunicación entre el mundo centroeuropeo y la Península Ibérica.
Más próxima resulta la tipología establecida por Briard y Mohen (1983), quienes dedican un detenido y detallado estudio de la “familia” de las puntas de flecha. Su análisis no
se reduce únicamente a las puntas metálicas ya que incluye, también, las líticas, permitiéndonos apreciar la continuidad de los tipos. Además, hay que tener en cuenta que algunos de
los tipos franceses están íntimamente relacionados con los que aparecen en el nordeste de
la Península Ibérica, rastreando en esta área geográfica el origen de algunos de ellos.
Sin embargo, la zona que ha suscitado más trabajos es, sin duda, el área de la Grecia
continental y el Egeo, donde destacan los trabajos de Buchholz (1962) y Avila (1981), quienes recogen un gran número de piezas bien enmarcadas culturalmente. Ambos elaboran
tipologías completas en las que podemos encontrar paralelos con las piezas de la Península
Ibérica. Así, es posible establecer, en algunos casos, una relación directa, al menos en lo
estrictamente tipológico, entre ambas orillas del Mediterráneo. También de gran interés es
el trabajo de Catling (1964) que recoge piezas chipriotas cuya relación con la Península
parece más que evidente.
Por el contrario, y desgraciadamente, carecemos de análisis de amplias zonas que, sin
duda, resultan claves para entender la dispersión de los diferentes tipos de puntas de flecha
en el Mediterráneo. Especialmente graves son las ausencias de Italia, las Islas del
Mediterráneo Central y las costas del Norte de África.
En la Península Ibérica las primeras noticias sobre puntas metálicas aparecen reflejadas
muy tempranamente, en los trabajos de los hermanos Siret (1890), donde se recogen ejem—129—
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J. M. KAYSER AGUILAR
plares de los yacimientos de El Oficio, Lugarico Viejo y El Argar, en éste último junto a
puntas óseas. También, en La España Prehistórica (2001) Luis Siret recoge nuevas puntas
de flecha de Los Eriales (185), el Argar (207), Lugarico Viejo (Fig: 60), Ifre (Fig: 61/21), el
Algar (Fig: 63/37-38-39) y El Oficio (Fig: 70/14)
Desde estas primeras publicaciones hasta un momento reciente de la investigación es
interesante rastrear cómo y dónde se han publicado las puntas de flecha. Este aspecto es de
gran importancia para comprender algunos de los problemas que plantea nuestro estudio.
Por una parte encontramos un gran número de hallazgos descontextualizados, publicados
como piezas aisladas y que apenas facilitan información. La procedencia de estas piezas es,
en la mayoría de los casos, ajena a la labor de arqueólogos y se debe a la actividad de coleccionistas y aficionados locales. En otros casos se trata de hallazgos superficiales en el transcurso del trabajo de campo en los que el investigador se ha limitado a dar noticia de la aparición de la pieza sin entrar en un estudio detallado al carecer de contexto arqueológico.
El primer intento de establecer una tipología de las puntas de flechas peninsulares se
debe a Emeterio Cuadrado (1950), que en el I Congreso Nacional de Arqueología presentó
un breve estudio tipológico sobre las armas argáricas publicadas por los Siret. Su trabajo
abarca un área muy restringida, analizando un número escaso de piezas por lo que no puede
establecer ninguna conclusión de carácter general que supere la mera descripción de las piezas argáricas. Lamentablemente, su esfuerzo no obtuvo respuesta por parte de la investigación, de forma que las puntas de flecha que iban apareciendo siguieron publicándose sin
emprenderse un análisis minucioso.
En 1958, España se suma a una iniciativa de la Unión Internacional de Ciencias
Prehistóricas y Protohistoricas (UISPP), puesta en marcha con la ambiciosa intención de
estudiar y dar a conocer los principales conjuntos de materiales arqueológicos en el ámbito
internacional. El Instituto Español de Prehistoria del CSIC, bajo la dirección del Dr.
Almagro Basch, emprendería esta tarea de la que nacen los Inventaria Archaeologica, cuyos
cuatro primeros fascículos se dedican al depósito de la Ría de Huelva (Almagro Basch,
1958), para seguir, en los años siguientes, publicándose los principales depósitos metálicos
peninsulares.
Un análisis crítico de este trabajo, con la perspectiva que nos brindan las cuatro décadas transcurridas desde su publicación, nos muestra que, pese a las limitaciones propias de
la arqueología de su época, facilita un inventario amplio y bien documentado con gran
número de datos. Se echa, quizás, en falta una aproximación desde otros puntos de vista,
además del descriptivo, aunque justo es reconocer que éste no es el objetivo del trabajo. La
validez de este inventario queda patente al comprobar cómo ha sido rigurosamente respetado en trabajos recientes (Ruiz-Gálvez Priego, 1995).
Por otra parte, hay que destacar aquí la importancia de una serie de yacimientos especialmente significativos por el número y calidad de las piezas que en ellos han aparecido,
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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así como por la información que nos facilitan. En primer lugar, cabe mencionar las puntas
procedentes del depósito de la Ría de Huelva, conocidas desde antiguo y publicadas en
varias ocasiones (Almagro Basch, 1940 y 1958; Ruiz-Gálvez Priego, 1995), que al estar
incluidas en un depósito cerrado, proporcionan valiosos datos tanto cronológicos como culturales. En el poblado de Moncín (Borja, Zaragoza), los trabajos de Harrison, Moreno y
Legge (1987 y 1994) han proporcionado una numerosa colección de puntas de flecha, de
diversa tipología, especialmente importantes por contar con una serie de dataciones de C14,
que permiten situar con precisión algunos de los tipos peninsulares estudiados.
En este mismo sentido, hay que interpretar los datos que proporciona el yacimiento alicantino del Cabezo Redondo (Soler García, 1986), destacando la presencia de puntas de una
tipología muy característica por su hoja ojival, cuya concentración en tierras alicantinas es
altamente significativa. La cronología radiocarbónica del yacimiento nos ayuda a datar en
el Bronce Tardío este tipo en la costa levantina.
Sin embargo, ninguno de los trabajos anteriormente citados, pese a contar con un número importante de piezas, abordaron su sistematización, limitándose a describirlas, informar
de las circunstancias del hallazgo y, en el mejor de los casos, establecer paralelismos.
Entre los trabajos de síntesis el primero que prestó atención a las puntas de flecha fue
el de Blance (1971: 148-150), quien abordó el problema del origen de las puntas de Palmela;
a ella se deben, además, los primeros análisis metalográficos de puntas de flecha (1959),
abriendo un camino que hoy está empezando a dar numerosos e interesantes resultados.
En los años sesenta el mayor impulso de la investigación sobre metalurgia prehistórica
se debe al equipo formado por Junghans, Sangmeister y Schröeder que en sus diferentes trabajos (1960, 1968 y 1974) aportaron una visión global del desarrollo de la metalurgia en
Europa.
Germán Delibes en su estudio sobre El vaso campaniforme en la Meseta Norte española (1977) dedica un breve espacio para las llamadas “puntas de Palmela”, analizando los
ejemplares más representativos y estableciendo una tipología, que hasta la actualidad, ha
sido aceptada sin apenas discusión.
En fechas más recientes una serie de investigadores han impulsado los estudios sobre
distintos aspectos de la arqueometalurgia de la prehistoria española. Dentro de esta corriente los trabajos regionales han sido claves para completar nuestros conocimientos. La zona
levantina es una de las zonas más estudiadas, destacando los trabajos de Lerma (1981) y
González Prats (1996). Mención aparte merece la gran síntesis que recientemente ha realizado Simón (1998), donde aborda, con detenimiento y con unos planteamientos modernos,
la metalurgia prehistórica de la zona valenciana, convirtiéndose en un ejemplo para trabajos posteriores. Las Islas Baleares cuentan con el estudio de Delibes y Fernández Miranda
(1988) donde las armas, y entre ellas las puntas de flecha, se estudian con rigor. De igual
forma el nordeste peninsular cuenta con el estudio de Ruiz Zapatero (1985), que recoge los
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J. M. KAYSER AGUILAR
ejemplares tardíos dentro de su estudio de los Campos de Urnas. En Aragón, por su parte,
los esfuerzos de Sesma (1986) y Rodanés y Mazo (1985), estos últimos para la zona de
Huesca, han conseguido llenar el vacío existente. De la misma forma que el trabajo de
Jimeno y Fernández Moreno (1992) sobre la metalurgia soriana.
La fachada atlántica ha sido objeto de numerosos estudios (Coffyn, 1985; Ruiz-Gálvez
Priego, 1984 y 1995). La obra de Coffyn (1985) es un excelente trabajo basado en las piezas metálicas del Bronce Final peninsular. En él se describen y estudian detalladamente los
diferentes útiles y armas de la zona atlántica, pero se ignora totalmente la presencia tanto de
las puntas de flecha como de otra serie de armas arrojadizas que, como en el caso de las puntas de Palmela, son muy abundantes en la zona analizada. Por su parte, en el trabajo de RuizGálvez Priego (1984) los elementos metálicos de bronce son los protagonistas. Las puntas
de flecha ocupan, de nuevo, una posición casi marginal que en cierta forma obedece a la
escasez, aunque no inexistencia, de este tipo de arma en la zona más occidental de la
Península Ibérica en los momentos en los que se centra el estudio, el Bronce Final.
El mismo caso lo volvemos a encontrar en el trabajo de Fernández Manzano (1986),
que en su intento por sistematizar los diferentes materiales metálicos de la Meseta Norte
durante el Bronce Final, olvida las puntas de flecha; piezas que por su número, importancia
y significado deberían, sin duda, aparecer recogidas.
Finalmente, hay que detenerse en los trabajos de Hernando Grande (1988 y 1992)
donde analiza las armas metálicas de la Meseta. Es éste el único trabajo que se detiene en
establecer una tipología para las puntas de flecha, aunque desgraciadamente está limitada a
un área geográfica muy concreta, la Meseta.
Mención aparte merece la atención dedicada a las puntas de flecha de anzuelo o à barbillon, de cronología ya orientalizante. Los primeros trabajos corresponden a García Guinea
(1967) y a Sánchez Meseguer (1974), centrándose el primero en buscar paralelos próximoorientales para el origen de este tipo de armas y el segundo en establecer una tipología válida hasta la fecha. La aparición de nuevos y numerosos ejemplares en distintos trabajos
arqueológicos ha provocado la publicación de varios artículos dedicados a estos nuevos
hallazgos, tal es el caso de los trabajos de Quesada (1989), Mancebo y Ferrer Albelda
(1988-1989) y Mancebo (1996).
En la actualidad, la arqueometalurgia está proporcionando una gran cantidad de datos
novedosos, lo que hay que agradecer en gran medida a los trabajos de análisis de materiales llevado a cabo por el equipo formado por Rovira, Consuegra y Montero (1997). El panorama que se nos presenta en este momento es, de esta forma, razonablemente optimista siendo uno de los campos más dinámicos de la actual arqueología española.
Las puntas de flecha que encontramos en la Península Iberica presentan una gran diversidad tipologica, adaptando, en un primer momento, los tipos líticos del Calcolítico al nuevo
material. Las posibilidades tecnológicas que éste brinda fueron rápidamente aprovechadas
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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para modificar los tipos más sencillos añadiendo distintos atributos. De esta forma, desde
los momentos iniciales del Bronce Antiguo encontramos un número elevado de tipos que
irán evolucionando hasta el Bronce Tardío, momento en que se produce la máxima diversificación de este tipo de armas.
En líneas generales podemos diferenciar cuatro grandes familias de puntas de flecha,
basándonos en la morfología de su hoja. Así, diferenciamos entre puntas foliáceas, triangulares, ojivales y à barbillon. Tanto las foliáceas como las triangulares tienen su origen directo en las puntas líticas calcolíticas, aunque su evolución será rápida, adquiriendo los nuevos
tipos personalidad propia.
Establecer una tipología para el conjunto de todas estas piezas es una labor complicada, ya que, dentro de los grupos teóricos la variedad es enorme haciendo, en muchos casos,
imposible establecer conclusiones significativas. La sencillez morfológica es otro de los
obstáculos para su caracterización, contribuyendo a que, en los tipos más sencillos, sea
imposible establecer conclusiones significativas. Por suerte, éste no es el caso de todos los
tipos, lo que nos permite aproximarnos a la cronología o la dispersión geográfica de las piezas más elaboradas.
Aunque el origen directo de los tipos más antiguos haya que relacionarlo con la tradición previa de las puntas líticas, algunos de los atributos, que pronto adoptarán, y muchos
de los tipos que irán apareciendo según avance el Bronce Medio, tienen directos paralelos
fuera de la Península Ibérica. El gran problema que se nos plantea es establecer hasta qué
punto son válidos estos paralelos, ya que la sencillez morfológica, característica de las puntas de flecha, hace que se adopten soluciones tipológicas muy similares en distintos lugares
sin que ello implique, necesariamente, ningún tipo de relación. Como es lógico, la situación
es más delicada cuanto más sencilla es la morfología del tipo analizado y más alejado es el
paralelo, ofreciéndonos mayor seguridad las piezas mas complejas y los atributos menos
comunes.
De esta manera, cuando buscamos paralelos de las piezas peninsulares, debemos tener
en cuenta estas limitaciones, admitiendo que la similitud morfológica no tiene porque implicar contactos culturales directos. Sin embargo, la presencia en todo el Mediterráneo de tipos
muy similares no puede corresponder siempre a la casualidad, más cuando a partir del
Bronce Final quedan patentes los contactos directos entre los diferentes ámbitos del
Mediterráneo como se refleja, también, en la dispersión de las puntas de tipo Mailhac que
desde el Egeo se extenderán con los Campos de Urnas en el Mediterráneo Occidental. En
las siguientes líneas presentamos un rápido análisis de los paralelos mediterráneos de los
diferentes tipos de puntas de flecha que encontramos en la Península Ibérica; la validez de
las relaciones que proponemos es en algunos casos evidente, mientras que, en otras ocasiones, las similitudes no pasan del plano estrictamente morfológico.
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J. M. KAYSER AGUILAR
PUNTAS DE FLECHA FOLIÁCEAS
Comenzamos por analizar la familia de las puntas de flecha foliáceas (tipo II), que se
caracterizan, de forma genérica, por presentar una hoja lanceolada sin aletas. Su morfología
es muy simple y se repite desde las puntas líticas paleolíticas hasta piezas medievales, lo que
hace prácticamente imposible establecer paralelos. El origen inmediato de las puntas del
Bronce Antiguo hay que buscarlo en las numerosas puntas de flecha calcolíticas que, elaboradas en sílex, preceden a las puntas aquí estudiadas. Debe entenderse que las piezas líticas
fueron sustituidas paulatinamente por las metálicas, primero empleando el cobre y más adelante el bronce. Sin embargo, durante todo el Calcolítico, son las de sílex las que predominan, apareciendo en todas las áreas donde, más adelante, aparecerán las metálicas, como, por
ejemplo, en la cultura de los Millares, el área levantina o los dólmenes de la Meseta.
Las puntas en hueso deben considerarse coetáneas a las metálicas, compartiendo, con
frecuencia, tipología. En muchos casos estas puntas óseas aparecen junto a las metálicas
como ocurre en los poblados del Bronce Medio del Cerro de la Encina (Arribas et alii, 1977),
el Cerro de la Encantada (Fonseca, 1984-1985) o la Cueva del Moro (Olvena), ésta última
con una cronología posterior 1090±35 a.C. (Rodanés, 1995), ya dentro del Bronce Final II.
Fuera de la Península Ibérica este tipo no es muy abundante. El paralelo más cercano
lo encontramos en el Sur de Francia, en el Languedoc Occidental, donde aparece en el yacimiento de Haute Ariège (Guilaine, 1972: 56), cuya cronología se remonta al Bronce
Antiguo, algo anterior a la de los ejemplares de la Península Ibérica. En Europa Central
Eckhardt (1996: 179) lo define como forma 8, atribuyéndole una cronología más tardía, en
los últimos momentos del Bronce Final. Relacionadas con estas piezas centroeuropeas
encontramos el mismo tipo en la cultura de Terramare (Provenzano, 1996-97: 60), esta vez
sobre material óseo.
El Mediterráneo Oriental nos ofrece numerosos paralelos, más concretamente el área de
Grecia y el Egeo, bien estudiadas por Branigan (1974: 130), que las incluye en su tipo III b.
Las encontramos en Ialysos (Buchholz y Karageorghis, 1962: 54), Rodas, Thermi (Avila,
1981: 106; Branigan, 1974: 130), Haghios Ioannis (Avila, 1981: 106) y en la primera fase
de la ciudad de Troya (Branigan, 1974: 130).
Una de las variantes de las puntas foliáceas (tipo II PP) presenta una patente similitud
con las puntas de Palmela, con las que comparten muchas características; diferenciándose,
únicamente, por su tamaño más reducido y la disminución de la longitud proporcional del
pedúnculo. Podemos considerar que este tipo de punta de flecha aparece como una adaptación del tipo Palmela, tras haber experimentado diferentes modificaciones para optimizar su
morfología a su nueva funcionalidad. En el Egeo encontramos dos piezas muy similares en
Delfos (Avila, 1981: 112, fig: 55/1120) y Kamilari (Branigan, 1974: 164, fig: 10/499-500),
datadas entre el Micénico Medio y el Micénico Final.
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 1.- Mapa de distribución de las puntas de flecha foliáceas (tipo II) y foliáceas con nervio central (II N).
Un caso muy particular es el de las puntas de flecha óseas de la Cueva del Moro (Olvena),
que Rodanés (1995: 183) describe como: “cónicas o puntas con pedúnculo, bordes rectos y
sección oval”. Carecemos de paralelos en la propia Península Ibérica pero son muy características del Bronce Medio-Tardío del norte de Italia, siendo uno de los objetos característicos
de la Cultura de Terramare. De esta área proceden los ejemplares de Camponi (Salzani et alii,
1992: 79), Montale, Castione y S. Rosa-Poviglio (Provenzano, 1996-97: 61). Este foco se
relaciona con las piezas del occidente de suiza (Pape, 1982) con una cronología mucho más
imprecisa, que abarca del Neolítico Final al Bronce Medio (Rodanés, 1995: 183).
PUNTAS DE FLECHA TRIANGULARES
Las puntas de flecha de hoja triangular forman la familia más extendida, tanto en número de ejemplares como en variedad tipológica, lo que implica que, a la hora de buscar paralelos, encontramos una situación muy desigual en la que nos enfrentamos a dos extremos,
unos tipos que permiten rastrear contactos claros y otros que carecen de cualquier tipo de
valor en este sentido. Un breve repaso a los posibles paralelos de los diferentes tipos de puntas triangulares dejará patente el complicado panorama al que nos enfrentamos.
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J. M. KAYSER AGUILAR
Comenzando por uno de los tipos más simples, el de las puntas de hoja triangular y
hombros marcados (tipo III A) es problemático, aunque contamos con numerosos paralelos, siendo muy difícil establecer relaciones debido a su sencillez morfológica.
Los paralelos más cercanos los hallamos en la propia Península Ibérica en donde piezas muy semejantes a las aquí estudiadas se realizan sobre material óseo. Su cronología y
distribución geográfica es similar, lo que indica que ambos materiales se emplearon indistintamente. Buenos ejemplos los encontramos en Moncín (Harrison et alii, 1986), en la
Solacueva de Lacozmonte (Barrandiarán, 1968) y en la Motilla de Santa María de Retamar
(Colmenarejo et alii, 1987), ésta última especialmente significativa ya que ejemplares óseos
y metálicos aparecieron en el mismo contexto cultural.
Fuera de la Península Ibérica el área más próxima que ha proporcionado puntas de flecha de este tipo es, de nuevo, el Sur de Francia. La pieza más antigua se encuentra en el dolmen calcolítico de Puyraveau (Joussaume, 1976: 357, fig: 3/32), para seguir apareciendo
durante el Bronce Antiguo, encontrando piezas de este tipo en La Coumette (Briard y
Mohen, 1976: 97; Guilaine, 1972: 318, fig: 12/13) y en Couiza (Briard y Mohen, 1983: 97;
Guilaine, 1972: 317, fig: 12/14), ambas en la región del Aude y en el depósito italiano de
Bibrata, en Teramo (Almagro Basch, 1960: 762). Perduran durante toda la Edad del Bronce
en la misma zona, como demuestra su presencia en el yacimiento de Montlaur (Guilaine,
1972: 318, fig: 125/2) con una cronología del Bronce Final III b. Muy relacionadas con
estas piezas debemos situar las estudiadas por Eckhardt (1996: 182) en la Europa Central,
(tipo 1, variante B), aunque su relación con las puntas peninsulares es muy lejana. En la cultura de Terramare (Provenzano, 1996-97: 60) aparecen puntas de flecha triangulares con
hombros marcados; sin embargo, su sección cónica o incluso circular las aleja de las piezas
metálicas, con las que no podemos relacionarlas.
Difíciles de justificar, para este momento, son los paralelos con el Egeo, área en la que
podemos encontrar piezas de estas características en Menidi (Avila, 1981: 103), Termon
(Avila, 1981: 103), Troya (Branigan, 1974), Micenas (Avila, 1981: 103) y Raphina (Branigan,
1974: 174, fig: 10/512). También aparece una punta de este tipo en la necrópolis chipriota de
Ayios Nikolaus (Balthazar, 1986: 402), en este caso con una cronología del Bronce Antiguo.
En Cerdeña encontramos una punta de este tipo en Filottrano (Ferrarese, 1980), elaborada en
hueso, datada en el Bronce Medio y que aparece, aún, junto a puntas líticas.
Del mundo Egeo provienen los escasos paralelos que añaden nervio central (tipo III A
N). Los ejemplos más próximos debemos buscarlos en Micenas (Avila, 1981: 112, fig:
28/758c), Menidi (Avila, 1981: 106, fig: 27/30-31) y Delfos (Avila, 1981: 106, fig: 55/11321148-1153-1165). En el sur de Francia sólo tenemos un ejemplar, de estas características, en
Viols-le-Fort (Roudil, 1972), con una cronología del Bronce Final, coetánea al momento de
mayor difusión de este tipo en la Península Ibérica. Son más abundantes en la Europa
Central, con esta misma cronología, como ha señalado Eckhardt (1996: 174), quien lo defi—136—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 2.- Mapa de distribución de las puntas de flecha triangulares con hombros marcados (tipo III A).
ne como tipo 1, variante B de su tipología. Por último, debemos detenernos en un ejemplar
siciliano, perteneciente a la Cultura de Thapsos, procedente de la necrópolis de Cozzo del
Pantano (Tusa, 1983: 413, fig: 23), aunque su morfología se aleja de los ejemplares de la
Península Iberica.
En el caso de las puntas con pedúnculo largo (tipo III A PL) no se pueden establecer
paralelos morfológicos exactos, pero sí rastrear por el Mediterráneo una serie de piezas que
guardan alguna semejanza, sobre todo por la longitud del pedúnculo. A pesar de todo es
prácticamente imposible establecer el tipo de relación existente. En Europa sólo encontramos piezas similares en las llanuras centroeuropeas, pero la relación entre estas piezas, que
Eckhardt (1996: 178) denomina Forma 5, y las que aparecen en la Península Ibérica se nos
antoja muy lejana tanto por los aspectos morfológicos como culturales.
Varios yacimientos griegos han proporcionado piezas que recuerdan vagamente a las
peninsulares, aunque la longitud del pedúnculo es inferior. Además, las puntas de Esparta,
Delfos y Hagio Ionais tienen una clara tendencia a marcar un incipiente nervio central que
las aleja, aún más, de las piezas de la Península Ibérica.
En las costas atlánticas de Mauritania aparecen puntas de flecha con un pedúnculo similar al aquí analizado en los yacimientos de Barrauya y Mereie (Sáez Martín, 1949: 113, fig:
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J. M. KAYSER AGUILAR
1/3). Sin embargo, presentan aletas incipientes y su tamaño es bastante superior a los ejemplares peninsulares, lo que nos impide mantener la idea de Sáez Martín (1949: 114-118) de
una relación directa entre ambos tipos.
Mapa 3.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con hombros marcados y nervio central (tipo III A N) y pedúnculo
largo (III A PL).
Las puntas con pedúnculo ancho (III A PA) tienen pocos paralelos fuera de la
Península Ibérica. En el sur de Francia encontramos ejemplares semejantes en los yacimientos de Racassols (Junghans et alii, 1968; Roudil, 1972, fig: 16/4) y de la Station de la
Bourbouille (Roudil, 1972), ambos en el Languedoc Oriental, datándose el primero de ellos
en el Bronce Antiguo, muy anterior a la cronología de las piezas del Sur de los Pirineos. A
estas piezas podemos añadir otra punta de flecha elaborada sobre hueso aparecida en Mas
d’Azil (Séronie-Vivien, 1968) que por lo demás comparte la misma tipología.
El tipo de punta con hoja triangular y aletas desarrolladas (tipo III B 1) es, sin duda,
el más extendido. En la propia Península Ibérica encontramos el paralelo más cercano en las
puntas de flecha sobre material óseo que aparecen por toda la Península, siendo el Bronce
Medio el momento de máxima difusión. En el Valle del Ebro las encontramos en Frías de
Albarracín con una cronología en torno al 1520 a.C. según sus excavadores (Atrián Jordán,
1974), en el poblado de Moncín (Harrison et alii, 1987), en la Cueva del Moro (Utrilla y
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Baldellou, 1982) y en Villanueva de Sigena (Séronie-Vivien, 1968). La Cueva del Moro
(Rodanés, 1995) nos aporta una cronología de 1090 ± 35 a.C. En Cataluña aparecen en la
Cova d’Encantades de Martís (Rueda i Torres, 1985) y más al sur, en Castellón en la Cova
Puntassa (Gusi et alii, 1996; Simón, 1998) con una cronología del Bronce Tardío, al igual
que en la Meseta Norte en la segoviana cueva de los Enebralejos (Municio y Piñón, 1990).
Las tenemos, de nuevo, en la Motilla de Azuer (Nájera et alii, 1979), en el Cerro de la
Campana en Murcia (Fonseca, 1984-1985), en los Husos (Apellániz, 1974) y en Sákulo
(Andrés, 1981), en el País Vasco.
Fuera de la Península Ibérica aparecen en dos ámbitos, el sur de Francia y el área griega. En el primero este tipo de punta de flecha es muy frecuente. Cronológicamente abarcan
toda la Edad del Bronce, según palabras de Clottes y Constantini (1976: 474): “Peu typiques sont les pointes de flèches de forme triangulaire à soi allongée, dont les plus anciennes datent probablement du Bronze Ancien, et qui se maintiendrant jusqu’au Bronze Final.”
Las piezas más antiguas, datadas en el Bronce Antiguo, las encontramos en la región de
Les Causses conviviendo, aún, con piezas líticas muy similares. En la región de Lot aparecen dos puntas de este tipo en contextos funerarios, en los dólmenes de St. Chels y
d’Avignac (Clottes y Constantini, 1976: 471, fig: 1/29-30). Otra pieza muy similar, en la
misma zona, es la procedente de Ravin de la Gourgue (Clottes y Constantini, 1976: 471, fig:
1/31).
Al igual que en la Península Ibérica, el Bronce Medio supone el periodo de mayor difusión de este tipo de puntas; las encontramos en todo el arco Mediterráneo francés en yacimientos como Forêt de Compiègne (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/3), Caranda (Briard y
Mohen, 1976: 97, fig: 2/4), la Grotte de Niaux (Guilaine, 1972: 135, fig: 41/2), la Grotte
Murée de Montpezat (Courtin, 1976: 449, fig: 3/10) en la región de Haute-Provence, Les
Roches à Buoux (Courtin, 1976: 449, fig: 3/11) en Vaucluse, la Grotte d’Enlène (Guilaine
1976: 527, fig: 4/13) y Grotte du Monna (Clottes y Constantini, 1976: 474, fig: 2/4). Aunque
son escasas, cuando más nos alejamos de la costa mediterránea seguimos encontrando alguna pieza aislada en el interior de Francia, como la pieza aparecida en Eguisheim (Zumstein,
1976: 631) en el Alto Rhin.
Las piezas más recientes se adentran en la Edad del Hierro, como la punta de La
Vallongue (Arcelin, 1976: 658, fig: 1/30) en Saint Rémy. Aparecen junto a piezas de tipología clásica nuevas evoluciones de marcado carácter local, de esta forma, el desarrollo de
las aletas y el pedúnculo sufren diversas variaciones como vemos en la punta del yacimiento
de Tamarib (Arcelin, 1976: 660, fig: 2/32).
Además, son frecuentes las imitaciones de estas piezas sobre materia ósea como ha
señalado Séronie-Vivien (1968), quien las denomina tipo I en su tipología. Al igual que los
ejemplares metálicos, su cronología abarca toda la edad del Bronce. Las piezas más antiguas se datan en el Bronce Antiguo; a este momento pertenecen las puntas de la Grotte de
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Rieufourcaud (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 1/3) y de la Grotte des Châtaigniers à Vingrau
(Guilaine, 1976: 523, fig: 1/3), que ha proporcionado una cronología de 1480 ± 120 a.C. El
Bronce Medio supone el momento de mayor difusión de este tipo, encontrándose numerosas piezas en Mas d´Azil, Le Cros, la Grotte du Noyer (Clottes y Constantini, 1976: 475,
fig: 3/27), Roucadour (Clottes y Constantini, 1976: 475, fig: 3/28), la Grotte de la Bergeire
(Clottes y Constantini, 1976: 475, fig: 3/29), Bergeire (Séronie-Vivien, 1968: 546, fig: 2/4),
Cabaneaux Ossements (Séronie-Vivien, 1968: 546, fig: 2/2), Perte du Cros (Séronie-Vivien,
1968: 546, fig: 2/5), y Lombrive (Séronie-Vivien, 1968: 546, fig: 2/8). La pieza más moderna sobre materia ósea la encontramos en la Grotte du Noyer (Clottes y Constantini, 1976:
475) datada en el Bronce Final II.
Relacionadas con el foco francés aparecen piezas del mismo tipo en el centro de
Europa, aunque con una cronología algo posterior que engloba el Bronce Final y se extiende hasta los primeros momentos de la cultura hallstática, como ha señalado Eckhardt (1996:
176), que las denomina Tipo 1, variante A de su tipología. Aunque en Italia no son frecuentes las puntas de flecha metálicas, encontramos ejemplares de este tipo en el Museo Pigorini
(Barker, 1971).
En el mundo griego son bastante abundantes; Buchholz las recoge en su tipología
(1962) definiéndolas como grupo VI b al que atribuye una cronología muy amplia que abarca desde el Micénico Inicial hasta el Micénico Final. En la Grecia continental Avila nos da
buenos ejemplos de estas piezas en Prosymna, Malthi, Philakopy, Langada, Vergina (Avila,
1981: 112, fig: 54/1075-1078) y Lamb (Avila, 1981: 106), datándolas entre el último
momento del Heládico Final II hasta el Heládico Final III c. En el Bronce Final chipriota
(Catling, 1964: 131) aparecen puntas de flecha de similar tipología.
Para las piezas con nervio central (tipo III B 1 N) el sur de Francia es, de nuevo, el
mejor referente para nuestros ejemplares ya que es el paralelo más próximo tanto geográfica como cronológicamente. En el Bronce Medio aparece en Orange (Briard y Mohen, 1976:
97, fig: 97/6), Banon (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/8) en la región de los Bajos Alpes y
en la Grotte d´Enlène (Guilaine, 1972: 189; 1976: 527, fig: 4/13). Bastante posterior es la
pieza aparecida en Masac (Guilaine, 1972: 219) para la que se ha propuesto una cronología
del Bronce Final IIIb. Con esta misma cronología las encontramos en la Europa Central
donde han sido estudiadas por Eckhardt (1996: 180) correspondiendo con su tipo 2, variante A. Más problemáticos, aunque deban ser tenidos en consideración, quedan los posibles
paralelos con las piezas del Egeo en donde encontramos piezas de similar morfología en
Menidi, Esparta y Delfos (Avila, 1981: 106).
Como ocurría con las piezas de hombros marcados, las de aletas desarrolladas con
pedúnculo ancho (tipo III B 1 PA), tampoco son abundantes fuera de la Península Ibérica.
Encontramos puntas de flecha de esta tipología en el sur de Francia en los yacimientos del
Bronce Medio de Froidmot-sur-Aisne (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2 nº 1) y Vaucluse
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 4.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con aletas desarrolladas (tipo III B 1).
(Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/2) que podemos considerar relacionadas con los ejemplares de la Península Ibérica. Una de las escasas puntas de flecha metálicas aparecidas en
Cerdeña pertenece a este tipo. Procede de la tumba XX de la necrópolis de Anghelu Ruju
(Taramelli, 1909), adscrita a la fase final de la Cultura de Bonnanaro. Para Ferrarese (1974:
121) esta pieza es heredera de la rica tradición local de puntas líticas de la isla. Casi idéntica a esta ultima pieza encontramos otra en el sur de Francia en la Station de la Bourbouille
(Roudil, 1972, fig: 26).
Más alejadas morfológicamente se encuentran una serie de piezas que proceden del
yacimiento griego de Langada (Avila, 1981: 111), con el mismo tipo de pedúnculo, lo que
supone un sistema de enmangue similar en ambos casos.
El pedúnculo engrosado (tipos III B 1 PE y III B 2 PE), muy característico de la
fachada atlántica peninsular, ofrece pocos referentes, ninguno en el mundo atlántico europeo. Las piezas con aletas desarrolladas cuentan con paralelos en el yacimiento francés de
la Grotte de la Source, con una cronología del Bronce Medio (Guilaine, 1972: 134, fig:
41/4) que presenta una punta sobre materia ósea, y en el yacimiento griego de Esparta
(Avila, 1981: 107), donde apareció un ejemplar con pedúnculo engrosado que ya anuncia el
desarrollo del nervio central que formará el grupo VII c de Buchholz. Sobre material óseo
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Mapa 5.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con aletas desarrolladas y nervio central (tipo III B 1 N) y
pedúnculo ancho (III B 1 PA).
son muy interesantes las piezas del norte de Italia, pertenecientes a la Cultura de Terramare
(Provenzano, 1996-7: 60).
Los paralelos para las piezas de aletas incipientes debemos buscarlos en el mundo del
Egeo, donde evolucionan a tipos más desarrollados como son el VII a, b y c de la tipología
de Buchholz (1962: 11). Su relación con los ejemplares de la Península Ibérica es muy difícil de sustentar sin la ayuda de otra serie de evidencias arqueológicas. Buenos ejemplos de
estas piezas los tenemos en el yacimiento rodio de Ialysos (Buchholz y Karageorghis, 1962:
54). También aparecen en Grecia en Esparta, Prosymna y Langada (Avila, 1981: 110). Para
Avila la cronología de estas piezas es muy amplia, las piezas más antiguas corresponden al
inicio del Heládico Final II prolongándose hasta un momento tan avanzado como el
Heládico Final III c (Avila: Tafel 64).
Uno de los casos más interesantes es el de las puntas con pedúnculo subtriangular
(tipo III B 1 PS) que aparecen en muy distintas zonas, desde el mundo Egeo hasta las costas del África Atlántica. En el Egeo las encontramos en algunas tumbas micénicas
(Salzmann y Biliotti, 1868; Buchholz y Karageorgis, 1962: 11), en Langada (Avila, 1981:
111) y en la isla de Rodas en el yacimiento de Ialysos (Catling, 1964: 132). También en el
Sur de Francia desde el Bronce Final II en la Grotte du Gaougnas (Guilaine, 1972: 257, fig:
91/1) y en el Bronce Final III b en la Tombe de Can Ceriès (Guilaine, 1972: 317, fig: 125/1).
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 6.- Mapa de distribución de las puntas de flecha foliáceas (tipo III B 2 PE) y triangulares (tipo III B 1 PE) con pedúnculo engrosado.
Sin embargo, el área con la que podemos establecer unas relaciones más estrechas es
con el Norte de África. La costa atlántica mauritana es la región que más ejemplares proporciona, los yacimientos de Mereie, Dar Tichit, Assabai, Dar Fartotat y Villa Cisneros
(Sáez Martín, 1949: 113, fig: 1), en el antiguo Río de Oro, han proporcionado buenos ejemplos. Esto supone aceptar unas estrechas interrelaciones entre el mundo de la Edad del
Bronce del sudeste de la Península Ibérica y una amplia zona del Norte de África.
Por otra parte, hay que mencionar una pieza procedente de El Argar (Siret, 1890: lám. 26,
nº 52) que tiene la peculiaridad de poseer un pedúnculo bifurcado, un caso excepcional en la
Península Ibérica, para el que se encuentran numerosos paralelos en el Egeo dentro del grupo
VI a de la tipología de Buchholz (1962: 11), cuya cronología abarca entre el Micénico II y el
Micénico III b, y que abre la posibilidad de contactos entre esta área y el mundo Argárico.
Aunque el tipo de hoja triangular y aletas incipientes (tipo III B 2) es morfológicamente muy sencillo, no existe un excesivo número de paralelos. En la Península Ibérica,
durante el Bronce Medio, volvemos a encontrar puntas de flecha sobre materia ósea de esta
tipología compartiendo ámbito geográfico con los ejemplares metálicos. Así aparecen en el
Cerro de la Encantada (Fonseca, 1984-85) y en la Cueva de Pedro Fernández (Fonseca,
1984-85). El valle del Ebro nos proporciona igualmente piezas de este tipo aunque con una
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cronología algo posterior como demuestra su presencia en la Cueva del Moro (Rodanés,
1995) datada en 1090 ± 35 a.C. El sur de Francia ha proporcionado piezas muy similares
aunque, en este caso, con una cronología más antigua. De esta forma la pieza de la Grotte
des Châtaigniers à Vingrau (Guilaine, 1976: 523, fig: 1/4) se data en el Bronce Antiguo, con
una cronología absoluta de 1480 ± 120 B.C. Séronie-Vivien (1968) incluye estas puntas en
su tipología, en el grupo I b, ofreciéndonos diferentes ejemplos en el Dolmen des Lacs
(Séronie-Vivien, 1968: 547, fig: 3/12), Châtaigniers (Séronie-Vivien, 1968: 547, fig: 3/11 a,
b y c) y en la Grotte de la Valette III (Séronie-Vivien 1968: 547, fig: 3/9).
Fuera de la Península Ibérica este tipo de punta de flecha es muy frecuente en el mundo
Egeo como atestigua su presencia en Menidi, Micenas (Avila, 1981: 112, fig: 54/1085),
Delfos (Avila, 1981: 112, fig: 54/1090-1117), Atenas (Avila, 1981: 112, fig: 54/1074),
Maiuri, Dawkins, Prosymna y Vergina (Avila, 1981: 106). El papel intermedio que debieron jugar las islas del Mediterráneo Central se deja apenas adivinar gracias a un ejemplar
aparecido en el depósito siciliano de Lipari (Giardino, 1995). En Francia no son tan frecuentes como las piezas con aletas desarrolladas y suelen ser más tardías como la pieza de
Beaufort-en-Vallée (Cordier, 1976: 579, fig: 3/17), datada en el Bronce Final.
Tampoco las piezas con nervio (tipo III B 2 N) ofrecen abundantes paralelos.
Encontramos puntas de flecha de estas características en el sur de Francia desde el Bronce
Antiguo como demuestra la punta aparecida en la Grotte de la Camière à la Montade (Courtin,
1976: 446, fig: 1/19) en Marsella. En el Bronce Medio siguen apareciendo en diferentes yacimientos franceses como Moislin (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/5) en la región del Somme
y en Avignon (Briard y Mohen, 1976: 97, fig: 2/7). El origen de este tipo de flechas habría que
buscarlo en los yacimientos griegos de Menidi (Avila, 1981: 112, fig: 29/821-822), Micenas
o Delfos (Avila, 1981: 106). La punta de Massac (Guilaine, 1972, fig: 125/4), datada en el
Bronce Final, anuncia ya las formas características de las puntas de Mailhac.
PUNTAS DE FLECHA OJIVALES
La tercera gran familia de puntas de flecha la componen las piezas de hoja ojival (tipo
IV), el tipo más extendido presenta aletas desarrolladas (tipo IV B 1), muy características
del Bronce Tardío del Levante peninsular. Este tipo de punta de flecha está muy extendido
por el Mediterráneo, aunque su mayor concentración, fuera de la Península Ibérica, se produce en el Egeo, en donde podemos encontrar ejemplares muy similares a los aquí estudiados que Branigan, (1974) incluyó en su tipología como II a. Son buenos ejemplos las piezas aparecidas en la fase II g de Troya (Branigan, 1974: 164, fig: 10/501), Langada, Micenas
(Avila, 1981: 112, fig: 29/772a), Esparta y Menidi (Avila, 1981: 111, fig: 29/818). Nos es
imposible, con los datos disponibles hoy en día, profundizar más en este problema o esta—144—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 7.- Mapa de distribución de las puntas de flecha con aletas incipientes (tipo III B 2) y con nervio central (III B 2 N).
blecer el grado de vinculación entre las piezas de la Península Ibérica y las griegas, aunque
no parece en principio totalmente descartable su parentesco.
Además, podemos encontrar este tipo en otras zonas del Mediterráneo más próximas a
nosotros, aunque en menor cantidad que en el Egeo. Así aparecen en el mediodía francés en
los yacimientos de la Grotte de la Vache (Guilaine, 1972: 135, fig: 41/1), Grotte de Labeil
(Roudil, 1972) y la Grotte de Berdeihac (Guilaine, 1972: 135, fig: 41/3), para los que se propone una cronología del Bronce Medio, algo más antigua a la de nuestras piezas. Algo posterior es la punta aparecida en el dolmen de la Branche (Roudil, 1972), datada en el Bronce
Final. En Sicilia encontramos una punta similar en la Grotta di Formosa I (Ferrarese, 1981b:
67), perteneciente a la Cultura de Bonnanaro. El Museo de Ancona posee una punta de flecha de este tipo procedente del yacimiento de Filottrano (Ferrarese, 1980), elaborado, en
este caso, sobre materia ósea.
Mayor dificultad presenta para nuestra interpretación una punta de flecha de este tipo,
actualmente perdida, procedente del yacimiento de Tabelbala en el sur de Orán (Rhulmann,
1932; Sáez Martín, 1949: 113) que Rhulmann describe de la forma siguiente: “l’interpretation de cet objet ne semble guére posible. Cette pointe, primitivement de forme triangulare
ou plutôt ogivale, découpée dans une feville de bronze, présentait une cassure ancienne au
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J. M. KAYSER AGUILAR
Mapa 8.- Mapa de distribución de las puntas de flecha ojivales (tipo IV).
somernet”. Esta pieza plantea serios problemas ya que, como el autor confiesa, su procedencia exacta es desconocida, por lo que aunque tipológicamente se asemeja a las peninsulares no podemos establecer conclusiones al respecto.
Son muy escasos los ejemplares de este tipo con nervio (tipo IV B 1 N) que podemos
relacionar con este tipo fuera de la Península Ibérica, y entre ellas en el área griega las
encontramos tanto en Delfos (Avila, 1981: 112, fig: 55/1121-1124-1128), como en Micenas
(Avila, 1981: 112).
Aunque son escasas en la Península Ibérica las puntas ojivales sin pedúnculo (tipo IV)
que sólo encontramos en el yacimiento alicantino del Cabezo Redondo (Simón, 1998), tienen
sus paralelos más directos en Grecia, correspondiendo al tipo III de Buchholz (1962: Tabla 7),
cuya cronología se remonta al neolítico cerámico prolongándose hasta el Heládico Final I.
PUNTAS DE FLECHA DE TIPO MAILHAC
Un caso totalmente diferente es el de las puntas de Mailhac que en sus dos variantes,
foliformes y triangulares, son características del tránsito de la Edad del Bronce a la del
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Mapa 9.- Mapa de distribución de las puntas de flecha de tipo Mailhac. Foliáceas y triangulares.
Hierro. Las piezas más antiguas de este tipo se encuentran en el mundo griego, donde han
sido estudiadas por Buchholz (1962) quien las denomina VII a, características entre el
Heládico Final II y el Heládico Final III c.
Aunque su origen más remoto haya que buscarlo en el Mediterráneo Oriental, las piezas de la Península Ibérica tienen un paralelo mucho más cercano y directo en las puntas de
flecha de Mailhac I del Sur de Francia, muy abundantes en el Languedoc y que, sin duda,
están estrechamente emparentadas con las que aparecen en la zona catalana.
En el área francesa las puntas de Mailhac foliáceas cuentan con una cronología muy
precisa, el Bronce Final, siendo características a partir de la fase II b hasta el final del periodo, lo que concuerda perfectamente con la cronología propuesta para nuestras piezas cuya
procedencia directa estaría en esta zona.
Entre otros, podemos encontrar piezas de este tipo en los yacimientos franceses de la
región del Aude en Alliat, Narbone y Veraza (Briard y Mohen, 1983: 101, fig: 1/10-13). Al
igual que en el Languedoc Occidental, donde aparecen en Lardern (Guilaine, 1972: 318, fig:
125/14), en la Grotte de la Vache (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/15), en Java (Guilaine,
1972: 318, fig: 125/16), y en la Grotte III de la Velette (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/17).
En el Egeo son, también, frecuentes piezas de este tipo, que encontramos en Chipre
(Catling, 1964: 131), Delfos y Epano Englianos (Avila, 1981: 112, fig: 28/752-753), Thermi
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(Avila, 1981: 112, fig: 28/754), Kato Phana (Avila, 1981: 112, fig: 28/755-758b), Haghios
Ioannis (Avila, 1981: 112, fig: 28/756-758a), Phylakopi (Avila, 1981: 112, fig: 28/766),
Tebas (Avila, 1981: 112, fig: 28/767) y Knossos (Avila, 1981: 112, fig: 28/757-758). Para
Avila la cronología de este tipo abarca desde el Heládico Final III A y III B.
Aunque más alejadas de la Península Ibérica, son igualmente abundantes estas piezas
en todo el área centroeuropea correspondiéndose al tipo 2, variante F de la tipología propuesta por Eckhardt (1996: 179).
En el Egeo la variante de hoja triangular con aletas desarrolladas es muy frecuente, con
una pervivencia muy amplia, encontrándose desde el Heládico Final II hasta el Heládico
Final III b. Corresponde al grupo VII c de la tipología propuesta por Buchholz (1962).
Tenemos ejemplos en Esparta, Langada (Avila, 1981: 106, fig: 28/770-765) Philakopy
(Avila, 1981: 106, fig: 28/746) Micenas, Esparta (Avila, 1981: 106, fig: 28/741-743-748),
Ialysos (Avila, 1981: 106, fig: 28/749), Delfos (Avila, 1981: 110, fig: 55/1149-1151) y en el
Bronce Final chipriota (Catling, 1964: 131).
Su dispersión por el occidente de Europa y el Mediterráneo fue muy amplia, destacando la
enorme aceptación de este tipo de arma en el sur de Francia, desde donde pasará a la Península
Ibérica. Como ya hemos dicho, para las piezas francesas, Guilaine (1972: 317) defiende la
denominación de puntas de tipo Mailhac con una cronología de Bronce Final III b.
En la región de Aude encontramos piezas de este tipo en Roquefort des Corbières (Briard
y Mohen, 1976: 101, fig: 1/1), Bizet (Briard y Mohen, 1976, fig: 101/2-3), St-Pierre des
Champs (Briard y Mohen, 1976: 101, fig: 1/4), Mailhac (Briard y Mohen, 1976, fig: 101/5),
dos sin procedencia conocida de la región del Aude (Briard y Mohen, 1976: 101, fig: 1/6-7) y
Alliat Champs (Briard y Mohen, 1976: 101, fig: 1/8-9). En el Languedoc Occidental aparecen
en Montpezat (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/5), Boussecos (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/7),
Forodonos (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/8), en la Grotte de la Vache (Guilaine, 1972: 318), en
el Museo de Narbona (Guilaine, 1972: 318, fig: 125/10-11), Grotte de la Vache (Guilaine, 1972:
318, fig: 125/15), y en el nivel I del oppidum de Cayla (Roudil y Guilaine, 1976: 468, fig: 6/15),
datada en el Bronce Final III b. Además las encontramos en Alliat (Briard y Mohen, 1976), en
la región de Ariège y en Saint-Paul-de-Fenovillet, en los Pirineos Orientales (Guilaine, 1972:
318, fig: 125/13; Briard y Mohen, 1976).
PUNTAS DE FLECHA DE ANZUELO Y DOBLE FILO
Las puntas de anzuelo y doble filo o à barbillon como también se han denominado,
suponen el final de la tradición del Bronce Final, siendo un elemento totalmente foráneo
unido a la llegada a nuestras costas de los primeros colonizadores fenicios, estando íntimamente relacionada su distribución con el de los asentamientos de estas poblaciones.
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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Sin embargo, este tipo de puntas de flecha tienen una historia mucho más amplia que
abarca grandes regiones tanto del Mediterráneo Oriental como de la Europa Occidental. Los
ejemplares más antiguos, datados entre los siglos XIII y el X a.C., los encontramos en
Centroeuropa (Mercer, 1970; Quesada, 1989: 168), aunque sólo podemos establecer una
relación lejana, a través del mundo escita del Este de Europa. Estas puntas de flecha presentan unas hojas más planas y anchas, mientras que el arpón se sitúa en el extremo inferior
del cubo. Este primer grupo no guarda una relación directa con los ejemplares que aparecen
en nuestros yacimientos, sin embargo, sí podemos considerar que éste puede ser el origen
del anzuelo, como atributo, aplicado a las puntas de flecha.
Para la mayoría de los investigadores (García Guinea, 1967: 76; Sánchez Meseguer,
1974: 94; Ramón, 1983: 318; González Prats, 1983: 243) se puede identificar un área
amplia de la Europa del Este, al Norte del Cáucaso, que correspondería con el mundo escita, en torno al siglo VIII a.C. De esta forma, las piezas más antiguas se concentran en torno
al Mar Negro (Kirovograd, Certomlyk, Adigea, Samtravo, Verkhnaya Koban) y su expansión fue rápida por lo que a finales del siglo VIII a.C. aparecen ya en Anatolia (Esmirna,
Troya, Bogazkoy, Gordion, Alisar) y Grecia (Atenas, Olimpia, Delos).
En el siglo VII a.C. siguen extendiéndose, se hacen frecuentes en el mundo griego
(Asine, Delos y Troya) y aparecen en Egipto (Menfis y Naucratis). Es, en este momento,
cuando encontramos las primeras piezas en Occidente, apareciendo en el sur de Francia
(Nantes, Fontvieille), la península Ibérica e Italiana (Palinuro, Populonia, Sicilia y Mozia),
aunque en esta última sean escasas como reconoce Giardino (1995: 227): “A differenza di
quanto osservabile nella Pensola Iberica, in area italiana questo tipo di punta di freccia appare scarsamente documentato.”
A.M. Snodgrass (1964: 148), sin embargo, no comparte el mismo criterio, situando el
área nuclear en el Próximo Oriente, desde donde llegarían tanto al mundo escita como al
Mediterráneo Occidental. Sea cual fuera el origen su propagación por el Mediterráneo
Oriental fue rápida, tanto en el mundo griego como en el fenicio, donde con el tiempo sufrirían su propia evolución dando lugar a las puntas de triple filo. El paso siguiente, desde el
Próximo Oriente a la Península Ibérica, está mucho más claro al ser introducidas por las propias poblaciones que comenzaban a asentarse en el mediodía peninsular. De esta forma, las
encontramos en colonias y poblados de fuerte influencia fenicia y seguirán empleándose
durante el periodo púnico.
En la propia Península Ibérica, elaboradas en materia ósea, encontramos algunas piezas
muy significativas que también podrían incluirse en las que hemos denominado genéricamente como “pedúnculo de tubo”, ya que su pedúnculo emplea como medio de enmangue
el mismo sistema de cañón hueco con un leve engrosamiento, para formar una “hoja” que
no podemos denominar como tal, ya que está formada por el estrechamiento desde su arranque hasta la punta, manteniendo siempre una sección circular o cónica. A este modelo
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Mapa 10.- Mapa de distribución de las puntas de flecha de anzuelo y doble filo.
corresponden algunas puntas de flecha procedentes de los yacimientos de Moncín (Harrison
et alii, 1986) y las Bardenas Reales. Son de gran interés por ser las primeras en emplear esta
solución para el enmangue de las puntas de flecha, pese a no poder relacionarlas directamente con las puntas aquí estudiadas, ni geográficamente, ni cronológicamente, ya que la
pieza procedente de Moncín pertenece al Bronce Medio y la de las Bardenas Reales no permite extraer ninguna conclusión de carácter cronológico.
CONCLUSIONES
Aunque es muy difícil establecer la naturaleza de los contactos y el grado de relación
entre los tipos, por lo general de morfología muy sencilla, queda patente la eminente distribución mediterránea de los tipos que podemos relacionar con los que encontramos en la
Península Ibérica.
El origen último de muchos de los tipos característicos de la Edad del Bronce en el
Mediterráneo hay que buscarlos en la Mesopotamia del III milenio y en el mundo Egipcio.
En ambos son numerosos los ejemplos tanto en el registro arqueológico como en las repre—150—
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PUNTAS DE FLECHA DE LA EDAD DEL BRONCE
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sentaciones artísticas. De esta manera, tenemos constancia de que el arco era empleado
tanto en la guerra como en la caza, siendo muy apreciado por la nobleza como se refleja en
las escenas reales de caza. Los textos, también, reflejan la importancia de los arqueros como
muestra el que recoge Dalley (1984: 148): “Certainly arrows were very common: ShamshiAdad wrote to Yasmah-Addu asking for 10000 bronze arrowheads, samrutum, each weighing 6 shekels, (48g), but there was not enough bronze at Mari, so the Asyirian king had to
supply his son with bronze, in exchange for silver at the current rate.”
Su dispersión por el Mediterráneo oriental fue rápida, alcanzando una amplia difusión
y diversidad tipologica tanto en Chipre como en Grecia. En el mundo Egeo, el arco y las
flechas experimentaron una amplia diversificación tipológica, dando lugar a una gran variedad de formas de enmangue, aletas y nervio central. El número de piezas recuperadas en el
mundo minoico habla por sí solo de la importancia que, en este momento, alcanzaron este
tipo de arma como reconoce Dickinson (1994: 205-6): “Another development worth
nothing is growing popularity of bronze arrowheads; the recording of quantities of missile
heads in the Knossos Lineal B text. Suggest that their use more of a feature of warfare at
this time than the rare early Late Bronze representations of archers might suggest.”
En Italia las puntas de flecha metálicas no tuvieron el mismo éxito. Durante todo el
Bronce Antiguo y Medio son escasas, siendo predominantes las líticas hasta el fin del
Bronce Medio. Sin embargo, la existencia de puntas metálicas queda patente gracias a la
presencia de dos moldes para fabricar puntas de flecha, uno en Bolonia y otro en
Modena; el primero procede de Toscanella (Ferrarese, 1981b; Le Fèvre, 1992: 157),
datado en el Bronce Antiguo, diseñado para fabricar, entre otros objetos, una punta de
aletas desarrolladas (tipo III B 1). El segundo fue hallado en Gorzano (Le Fèvre, 1992:
101), y está preparado para fabricar cuatro puntas triangulares con aletas desarrolladas y
nervio central (tipo III B 1 N).
Sin embargo, las puntas de flecha metálicas no son objetos abundantes en la península
italiana, aunque Ferrarese (1980: 298) incluye el arco y las flechas entre el armamento
característico del mundo nurágico: “Punte di lancia, puntali, punte di freccia, archi, pugnali, spade, stocchi, costituivano le armi alle quali era affidata la difesa della vita, della fagmilia e dei beni delle tribù nuragiche”. Aunque su compleja arquitectura defensiva invita a
pensar que el papel del arco fue destacado, la evidencia arqueológica no confirma este
punto. La explicación es difícil, para Ferrarese (1980: 298): “Allo stesso modo non è posible identificare, nelle frecce che armano gli archi, le acuminatissime punte di bronzo, troppo picole per poter essere riprodotte; va inoltre detto che, per effetto di cattiva conservazione, in moltissimi bronzetti di arcieri, la punta di freccia non è visible perché, evidentemente più fragile, è maggiormente soggetta ad andare distrutta.” Esta teoría no nos convence, ya que las puntas de flecha no son objetos invisibles para la arqueología como
demuestran los numerosos hallazgos de este tipo de armas en todo el Mediterráneo.
—151—
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La situación en las Islas del Mediterráneo Central, tanto en Cerdeña como en Sicilia, es
similar al resto de Italia: frente a la amplísima pervivencia de las puntas de flecha líticas
apenas encontramos piezas elaboradas sobre metal. De una tipología siempre sencilla, limitándose a piezas triangulares de aletas desarrolladas que reproducen los tipos líticos locales.
El caso de Francia es muy distinto. Al igual que en la Península Ibérica podemos diferenciar dos áreas, una con abundante presencia de puntas de flecha y otra donde su presencia es escasa. Coinciden, a grandes rasgos, con la Francia atlántica y mediterránea. Por otra
parte, la situación del interior y el este de Francia está más relacionada con las corrientes
centroeuropeas. Mientras en la Francia atlántica se desarrolla una rica y compleja metalurgia, las puntas de flecha siguen fabricándose en silex, a diferencia de la Península Iberica,
donde a partir de la aparición de las puntas metálicas las líticas sufren un rápido retroceso.
Esta situación lleva a Guilaine (1972: 56) a reconocer que: “Les pointes de flèches plates,
en cuivre, sont rares dans le Chalcolithique et le Bronze ancien Français”.
Guilaine (1972: 137) defiende, al igual que Briard, Cordier y Millotte, la penetración
de este tipo de objetos hacia el interior del continente por vía fluvial. Esta tesis se apoya en
que la gran mayoría de los hallazgos se concentran en las cuencas del Somme, Sena, Loira
y la costa Mediterránea. El arco mediterráneo francés es, sin duda, el área más relacionada
con la Península Ibérica; muchos tipos son similares, ofreciendo una continuidad cultural
con el área catalana y el levante peninsular. Aunque estas relaciones son patentes a lo largo
de toda la Edad del Bronce, se hacen más evidentes en el Bronce Final, cuando con la irrupción de los grupos de Campos de Urnas penetrarán, primero en Cataluña y posteriormente
en el Valle del Ebro, las puntas de tipo Mailhac.
Las relaciones entre los tipos ibéricos y las piezas de la Europa Central son más difíciles de establecer y aunque no de forma directa, es evidente que los contactos existieron tanto
a través de Francia como del norte de Italia. El sur de Francia recibe fuertes influjos centroeuropeos que unidos a los Mediterráneos pasarán, de forma indirecta, a la Península
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