
La desigualdad social durante la Edad del Bronce en el sector septentrional de La Mancha. La Cueva del Fraile (Saelices, Cuenca)
Margarita Díaz-Andreu
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
MARGARITA DÍAZ-ANDREU*
LA DESIGUALDAD SOCIAL DURANTE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL SECTOR SEPTENTRIONAL DE LA MANCHA.
LA CUEVA DE ••EL FRAILE» (SAELICES, CUENCA) (1)
Los estudios de tipo social en la Prehistoria de la Península Ibérica constituyen todavía hoy una excepción en el panorama investigador. Los trabajos realizados por arqueólogos anglosajones (2), han tenido poco eco en trabajos posteriores, aunque ciertos
grupos hayan iniciado una línea de trabajo en este sentido (3). Este tipo de análisis histórico falta por completo en amplias zonas de la geografia peninsular, entre las que se
incluye la Meseta Sur, donde, como así resalta Martínez Navarrete (4), el estudio se limita a la descripción de los diversos hallazgos descubiertos en superficie y excavaciones
con el fin de concluir las posibles secuencias cronológicas, aunque ya se hayan iniciado
proyectos que ayudarán a cambiar este panorama (5).
• Departamento de Prehistoria, Universidad Complutense. 28040 Madrid.
(1) Agradezco a M. Fem ández-Miranda y a A. Gilman las correcciones sugeridas al original do este trabll.io; al grupo espoleo lógico Lobe·
tum, especialmente a Santiago Prieto Villar y Jullán Garcfa Turrado, el haberme facilitado el plano actual de la cueva; y a la Dra .
M. l . Martú:lez Navarrete la cesión de las figuras 4, 5 y 6.
(2) A. GILMAN y J . B. THORNES: . Land-uae and Prehistory in South-East Spain.. The London Re!learch Series in Geography, George
Allen & Unwin, London, 1985.
G. MATHERS: .Sayond the grave: the context and wider implicationa of mortuary''practices in South·East Spain•. En T. F. C.
BLAGG, R. F. J . J ONES y S. J . KEAY (eda): ·Papera in lberian Archaeology•. B. A. R. lntemational Series 193 (1), Oxford, 1984,
págs. 13-44,
R. W. CHAPMAN: -Autonomy, ranJdng and resources in Jberian Prelústory.. En C. RENFREW y S. SHENNAN (eda): •Ranking,
Retoource and Eltc:han¡e-. New Direetiona in Archaeology, Cambridge University Presa, Cambridge, 1982, páp. -46-61.
A. GILMAN: ·El a:nálisia de clue en la prehistoria del Sureste-. Ttabll.ios de Prehistoria, « , Madrid, 1987, páp. 27-34.
(3) V. LULL: .La cultura de El Argar. Un modelo para el estudio de laa formaciones cconómico-aociales prehistóricas-. Akal Editor, Colección Akal Univeraitaria, 49, Madrid, 1983.
E. NOCETE: .Jefaturas y territorio: una revisión critica•. Cuademoa de Prehistoria de la Universidad de Granada, 9, Granada,
1984, págs. 289-304.
(4) M. l . MARTÍNEZ NAVARRETE: •Morras, motillaa y castillejos: ¿unidad o pluralidad cultural durante la Eda d del Bronce en La
Mancha?•. En «Homeoll.ie a Samuel de loa Santos•, lnatituto de Estudios Albacetenaes, Excma. Diputación Provincial de Albacete,
Albacete, 1988, págs. 81-92.
(5) G. MARTÍN MORALESet ol.: •Thc Bronze Age ofLa Mancha (Spain)•. En S . STODDART y G. MATHERS (eds.l: •Development
and Decline in The Mediterranean Bronze Age•. Cambridge Universlty Presa, Cambridge (en prensa).
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El punto de partida de los análisis de tipo social en la Prehistoria ha sido desde la
década de los sesenta y bajo una epistemología neo-evolucionista, la división de los grupos humanos según se organicen en bandas, tribus, jefaturas y estados (6), siguiendo
en sus líneas generales el esquema establecido en el siglo XIX por Morgan (7) para las
sociedades llamadas primitivas. 'lbmando como caso las sociedades desiguales o jerarquizadas, Renfrew (8) define tres diferentes tipos de enfoque para abordar su estudio:
la jerarquización de asentamientos y la estructura política; el estudio de los monumentos, la movilidad y la organización social; y la jerarquización de los individuos. Dos tipos de análisis parecen ser los más adecuados para este último enfoque, el análisis de
la variación estilística y, lo que interesa especialmente para el trabajo que se va a desarrollar a continuación, el análisis de los yacimientos de tipo funerario.
El análisis de la cueva de El Fraile se engloba dentro de un estudio más amplio realizado en el Noreste de la Meseta Sur (9). En éste se muestra cómo en la Edad del
Bronce se desarrolla una sociedad de clases, cuyo momento mejor representado arqueológicamente es el Bronce Pleno. La apropiación por parte de un grupo de parte de lo
que producen otros vendrá corroborada en este momento por la no correspondencia entre la localización de los poblados de mayor tamaño y las zonas con mejores tierras para
la agricultura y la construcción de defensas en los poblados de mayor importancia dentro de la jerarquía. En este trabajo se pretende argüir que este tipo de sociedad se refleja, asimismo, en el ritual funerario.
Entre todos los yacimientos de tipo funerario no sólo del sector septentrional de La
Mancha (10), sino igualmente de la zona más meridional, la cueva de El Fraile, pese a
todos los inconvenientes que presenta por tratarse de excavaciones antiguas, parece ser
la única que ofrece datos válidos para un estudio de tipo social.
La cueva de El Fraile se sitúa en el extremo Noreste de la comarca natural de La
Mancha. En ésta desde hace algunos años se viene definiendo el •horizonte» de los castillejos, morras y motillas (11). Estas últimas, se circunscriben a La Mancha más meridional, caso que no es el de Saelices, donde parecen predominar los castillejos (12).
(6) M. H. FRtED: •The evolution of poli ti cal society. An essay in poli ti cal anthropology•. Random House, New York, 1967.
M. SAHLINS: •Las sociedadca tribales•. Editorial .Labor, Barcelona, 1984 (tercera edición).
E. R. SERVlCE: .J>rimitive Social Organiution. An Evolutionary Perspectivo•. Random House, New York, 1971 (segunda edición).
La nomenclatura que establece cada uno de los autores ea algo diferente, o incluso habrla que resaltar algún cambio en el nú·
moro do porlodos, ya que Sahlins, al contrario que en 1961 en que considera estos cuatro que se enumeran en el texto, en 1968
prescindo do laa jefaturas, por considerarlas incluidas dentro de les sociedades acgmentariaa. Para un utudio más detallado sobre
esto toma: M. GODELIER: •Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas.•. Siglo XXI, Madrid, 1985, págs. 208·209.
(7) L. H. MOROAN: .Systerns of Consanguinity and Aflinity oftbe Human Farnily•. Washington, 1871.
(8) C. RENFREW: •Socio·economic chango in ranked societies•. En C. RENFREW y S. SHENNAN (eda.): •Ranking, Reaource and Ex·
cbange•. New Directlons in Arebaeology, Cambridge University Press, Cambridge, 1982, págs. 1·8.
(9) M. DIAZ-ANDREU: .La Edad del Bronce en e1 Noreste de la Submeseta Sur. Un análisí.e sobro el inicio de la complejidad social•.
Universidad Complutense, '!Mis Doctoral, Madrid (en proparación).
(10) En DÍAZ-ANDREU: Op. cit. nota 9, se describen 13 yacimientos de tipo funerario, la rnayorla inéditos, localüados en el área septentrional de La Mancha.
(ll) G. MARTÍN MORALES: •Las fechas del Quintanar (Manera, Albacete) y la c:ronologfa absoluta de la Meseta Suro. En •Homeru\ie
al Profeeor Martm Almagro Baacb., vol. 2, Ministerio de Cultura, Madrid,l988, págs. 23-36.
T. NAJERA: •La Edad del Bronce en la Mancha occidental: reaumen de 'Thsia Doctoral•. Universidad de Granada, Granada, 1984.
MARTíNEZ NAVARRETE: Op. cit. nota 4.
Sobre la palabra -motilla. existe algune confusión. Mientres que en su uao popular es equivalente a •morra•, aunque una y otra
palabra sean mú !recuentos en determinadas regiones, su uao arqueológico parece circutiiCribinre a yacimientos situada.s en terrenoe Uanoe de tendencia pantanosa.
(12) Eata extremo ha sido confirmado en les prospecciones de la cuenca del rlo Belvfa, descrit.u en DlAz.ANDREU: Op. cit. nota 9.
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Poblados con enterramientos en su interior son la práctica mayoría. En la motilla
de El Azuer, en Ciudad Real, se hallaron quince inhumaciones en fosas adosadas a los
lienzos de los muros de las casas o de las murallas (13). Asimismo, en la provincia de
Ciudad Real, el cerro de La Encantada presenta 37 enterramientos con un ritual funerario de tipología argárica, tanto por la forma como por los ajuares asociados a éstos, lo
que imprime un carácter excepcional a este yacimiento (14). En otros poblados, sin embargo, el número de enterramientos es escaso. En la morra de El Quintanar se han encontrado seis enterramientos, y sólo uno de ellos dentro de la fortificación (15). En el
poblado de El Acequión hay contabilizado hasta ahora un único enterramiento (16) y
cuatro en la de El Retamar (17). Existen igualmente poblados en los que se han localizado hasta ahora enterramientos, como en El Recuenco (18) y en el cerro de El Cuco
(19), ambos en la provincia de Cuenca, lo que no significa que en ella no se hayan encontrado, aunque siempre de manera casual, enterramientos dentro de poblados, como
uno infantil en un pithos en El Cerro Pelao de Tébar (20).
De esta visión general expuesta se podría concluir la hetereogeneidad de los rituales de enterramiento en la comarca de La Mancha. En principio se distinguen dos grandes áreas. La primera, localizada en La Mancha meridional, está constituida por poblados con enterramientos de tipo individualizado, en fosas o en pithoi, con ajuares que
evidencian poco contraste de riqueza entre ellos (21), en el que se observan individuos
de todas las edades. La segunda área, situada en el extremo Norte de la comarca, estaría caracterizada por enterramientos depositados exclusivamente en cuevas. Sin embargo, un análisis más profundo indica que esta aparente dualidad puede deberse a
otra serie de factores externos, como la inexistencia de cuevas naturales en el área más
meridional. Sería ilusorio considerar representativos de la población total los enterramientos encontrados dentro de los poblados. Claramente éstos son una muestra pequeña de la colectividad, a la que correspondería un tipo diferente de ritual funerario.
A este respecto, y aunque de cronología probablemente más antigua, habría que referirse al enterramiento colectivo encontrado en 1.575 en El Toboso (Toledo), en el que se
localizaron gran número de individuos en una cueva o silo (parece, por tanto, un lugar
excavado) tapada con una piedra, situados los cadáveres con la cabeza hacia el Este, y
con un ajuar consistente por lo menos en hachas pulimentadas (22). Es notoria la escasez de enterramientos (y en general de cualquier tipo de yacimiento) calcolfticos en La
Mancha, por lo que est a noticia puede resultar de interés como posible precedente ero(13) NAJERk Op. cit. nota 11.
(14) H. ROMERO SALAS y J . SÁNCHEZ ?.'!ESEGUER: .La facies necrópolis de La Encantada: aproldmación a au eatratigralia-. Actas
del! Congreso de Rlttoria de Castilla-La Mancha, vol. S, 1988, págs. 139-149.
(15) MARTIN MORALES tt aL: Op. cit. nota 5.
(16) MARTIN MORALES et aL: Op . cil. nota 5.
(17) R. COLMENAREJO HERNÁNDEZ et al.: • La motilla de Santa Maria del Retamar (Argamaaílla de Alba, Ciuda d Real•. Oretum.
ID, Ciudad Real, 1987, págs. 80.108, pág. 66.
(18) M. l. MARTÍNEZ NAVARRETE: •La Edad del Bronce en la S ubmeseta Suboriental.•. Universidad Complutense, Serie Thaia Doctoralea, Madrid, 1988, pág. 2.218.
(19) H. ROMERO SALAS y J . SANCHEZ MESEGUER: •El Cerro del Cuco o de la Coronilla: un yacimiento del área auroriental de La
Mancha.•. Actaa dell Congreso de Hiatoria de Castilla-La Mancha, vol. 2, 1988, p4p. 335-342.
(20) MARTfNEz NAVARRETE: Op. cit. nota 18. págs. 2.319-2.330.
(2 1) MARTlN MORALES t t aL: Op. cit. nota 5.
(22) J . ZARCO: ·Relación de puebloe del obiapado de Cuenca-. & cma. Diputación de Cuenca, Cuenca, 1983, pág. 519.
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F ig. 1.-Sl tuac'. o de la Cue va d el Fraile.
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nológico en esta comarca y como muestra de cómo la dificultad de hallar yacimientos de
este tipo puede falsear las conclusiones a las que se llega con los datos disponibles. Es
posible que el resto de la población de las morras, motillas y castillejos fuera enterrada
en este tipo de yacimiento como el de El 'lbboso, dificil de encontrar hoy en día. Lo que
sí que parece distinguir a estas dos áreas es el hecho de que por lo menos unos pocos tenían el derecho a ser enterrados en los poblados (o no tenían acceso a serlo de otra
forma), lo que aleja a las poblaciones de La Mancha meridional de la idea del lugar de
ritual de enterramiento común para todos los individuos.
El conjunto de datos funerarios de la comarca de La Mancha parece escaso a la hora
de abordar un estudio de conjunto del ritual de enterramiento y sus posibles implicaciones de tipo social. Mientras tanto, si los datos son extrapolables, la cueva de El Fraile
parece ser la única información que, pese a todas las deficiencias que presenta, refleja
en mayor medida la sociedad de la Edad del Bronce en esta comarca. Es de esperar que
futuras excavaciones permitan obtener datos más detallados sobre yacimientos de carácter funerario en esta comarca.
DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA DEL FRAILE
La cueva de El Fraile de Saelices (Cuenca) (23) es una cavidad situada en terreno
calcáreo, localizada en uno de los ramales meridionales de la Sierra de Altomira (fig. 1),
al Oeste de la provincia de Cuenca. Su descubrimiento se produjo en 1892, y fue excavada por Eduard Capelle y Pelayo Quintero y Atauri. Las excavaciones fueron publicadas en extenso, aunque con más detalle las efectuadas hasta 1904, fecha en que Capelle, junto a la comunidad de jesuitas del monasterio de Uclés, se transladó a Francia
(24). De los trabajos posteriores realizados por Quintero la información es más escasa (25).
(23) La cueva de El Fraile ea también conocida como cueva de Segóbriga, de Saelices o cueva del Morlie.
(24) E. CAPELLE: •Eapagne-Uclés. La grot.tc préhistorique de Segóbriga•. Lettres d'Uclés U, Segunda Serie, 1892-93, págs. 241-265
y 435-448.
E. CAPELLE: •La Cueva prehiat.órica de Segóbriga•. Anales de la Sociedad Espatlola de Historia Natural, tom. XXlll, 1893,
págs. 241· 266.
E. CAPELLE: .Notes sur quelques découvertes próhistoriques autour de Segóbriga dana I'E3pagne Centrale•. Anales de la Sociedad Espal\ola do Historia Natural, tom. XXIII, núm. 2, 1894, pág. 1 y ss.
E. CAPELLE: •La estación prehiat.órica de Segóbriga. l. Uclés prebist.órico•. Bolctrn do la Seciedad Eapailola de Excursiones,
tom.. m, núm. 28, 1895 a, págs. 71 -78.
E. CAPELLE: oLa estación prehist.órica de Segóbriga (continuación). Ul. Residuos alimenticios•. Boletín de la Sociedad Espaftolo de Excursiones, tom. 111, núm. 80, 1895b, págs. 15-16.
E. CAPELLE: •La estación prehist.órica de Segóbriga (continuación). rv. Armas, instrumentos•. BoleUn de la Sociedad Espailola
de Exc:uraionea, tom. 111, núm. 35, 1896, págs. 220·222.
E. CAPELLE: oLa estación prehiet.órica de Segóbrigao. Boletín de la Sociedad Espailola de Exeuraiones, t.om. V, núm. 49, 1897a,
pá¡¡w. 19·21.
E . CAPELLE: •La eatacióo prehiat.óric:a de Segóbriga (continuación)•. Boletín de la Sociedad Espailola de Exc:un~iones, t.om.. V,
núm. 60, 1897b, pá¡¡w. 84--36.
E. CAPELI,E: •La estación prehist.órica de Segóbriga (conclusión).. Boletín de la Sociedad Eapailola de Excursiones, t.om. V,
núm. 51, 1897c, pá¡¡w. 56-59.
P. QUINTERO: •"Noticias•. Carta del primero de septiembre notificando el descubrimiento de la cueva de Segóbriga... Boletín de
la Real Academia de la HJatoria, XXI, 1892, pág. 251.
P. QUlNTERO: ~xeureióo a la cueva prehistórica de s.,g6briga•. Boletín de la Sociedad Eapaflola de Excursiones, tom. l ,
núm. 10, 1893, p4ga. 125 y u .
(25) P. QUINTERO: •Ud~. ExcaYaclonea efectuadas en distintas épocas y noticia de alguna8 antigüedades•. Imprenta de Manuel Alva·
ru, Cádiz, 1913.
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Fig. 2..-Plano de la Cueva del Fraile publicado por Capelle. E • entrada; S .. sepultura; F =hogar; O =
sala rellenada con d epósito; C =cocina; 1 =columna de piedra; K ,. lijoekkenmoedding; L "' lí·
mite d e la zona arqueológica.
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GALERIA
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Fig. S.-Plano de la Cueva d el Fraile realizad o en 1977, algo modificado.
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Fig.
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estratigráfica de la primera sala a la derecha de la e.o trada, según Quintero (C.apelle,
1894), algo modificado. A = tierra con vestigios; B =capa con carbones; C = nivel de ce.n izas
mezcladas con carbón; D • tierra rojiza; E = restos de calizas más o menos soldadas entre sí; F
• rocas adheridas a las paredes, b~o las que salen las galerías secundarias.
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La cueva de El Fraile es un yacimiento de tipo funerario. Con esta afirmación descarto, al igual que hace Martínez N avarrete (26), la posibilidad de que se tratara de
una cueva de habitación, como apuntan en alguna ocasión sus excavadores. Varias características confirman esta consideración, la fundamental sus mínimas condiciones de
habitabilidad. La cueva adopta la forma de un estrecho corredor con una inclinación
bastante acusada, prácticamente una gatera (flgs. 2 y 3). Por otra parte, existen indicios de que la cueva fue cerrada intencionalmente, pues según Capelle (27), «se había
construido una pared [en la entrada] hacia una profundidad de unos 4 ó 5 metros con
enormes piedras trabadas en una arcilla amarillenta, de una gran consistencia». Esta
arcilla era la misma que se había utilizado para trabar los muros del interior de la
cueva (28), lo que parece probar su coetaneidad con los mismos.
El análisis de la distribución espacial llevado a cabo en la cueva de El Fraile (29)
demuestra que este yacimiento presentaba cuatro espacios diferenciados según el ritual
con el que eran depositados los individuos. En el 'p rimero, situado junto a la entrada, se
disponen los cadáveres sobre la superficie (flgs. 4 y 5). Como ajuar presentan algunas
conchas, varios objetos de metal (30), industria de sílex y cuarcita, y diversos vasos cerámicos. En el segundo espacio, el ritual de enterramiento consiste en inhumaciones en
pithoi (fig. 6), entre las que se incluye por lo menos a un individuo infantil (31) con conchas, marfil, punzones de hueso y un fragmento de amianto. No parece que poseyeran
metal puesto que Quintero (32) lo sitúa todo en el primer espacio y en el caso concreto
de dos enterramientos se especifica que no poseían ningún objeto de este material (33).
En esta sala se localiza por primera vez trigo y los restos óseos de ciervo, buey y caballo. Para el tercer espacio resulta difícil determinar si realmente contenía enterramiento o si se trata de un espacio donde se desarrolló otro ritual funerario distinto,
pues los restos humanos hallados consistían en tres cráneos acompañados de trigo, almendras, bellotas, huesos de buey, ciervo, corzo, otras especies domésticas y silvestres,
molinos de mano y diversos colorantes, sin que se depositara el resto de los huesos ni
ningún otro tipo de ajuar. En el último espacio, el más profundo de la cueva, bajo una
estructura de piedra, llamada «dolmen» por los excavadores, se había enterrado a un
adulto al parecer femenino y a un niño, y como ajuar se describe los restos de un ciervo
depositado a la entrada de la sala y una capa de trigo de 2 ó 3 cm. de alto por 2 ó 3 m.
de ancho y largo.
MARTÍNEZ NAVARRETE: Op. cit. nota 18.
CAPELLE: Op. cit. nota 24, 1894, pág. 45.
CAPELLE: Op. cit. nota 24, 1894, pág. 54.
Se ha realizado un análisis exhaustivo e n DlA.z.ANDREU: Op. cil. nota 9.
Los objetos de metal consistían en un hacha, un •puñal, dos largas aguj as <> taladrDS, una punta pequefla de lanza o viratón (y) dos
de flecha• (QUINTERO: Op. cit. nota 25, pág. 35).
(31) El sex<> y la edad fueron deducid<>s por el catedrático de zoología de los vertebrados Sr. Mart!nez Sáenz, del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, al que se le enviaron los restos óseos para su análisis. Sólo se cita la presencia de una mujer en el cuarto espacio
o sala del •dolmen•. Los datos sobre edad son más abundantes. Los niflos se restringen a los pithoi y a la sala del •dolmen., mientras que los adultos están presentes en todos los espaci<>s.
(32) QUINTERO: Op. cit. nota 25, pág. 32.
(33) CAPELLE: Op. cit. nota 24, 1897c, pág. 59.
(26)
(27)
(28)
(29)
(30)
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Fig. 5.-Corte vertical de la galería principal, según Quintero (CapeUe, 1894), algo modificado. A =
parte libre; B =capa de rocas; C =tierra con cadáveres y numerosos vestigios; D • estrato de
carbón; E = pequeños niveles de fosfato de cal; F = capas de cenizas; G • tierra rojiza; H restos calizos; 1 =rocas.
=
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Fig. 6.-Pithos. Dibujo según Quintero (CapeUe, 1894), algo modificado.
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EL ANALISIS SOCIAL DE LA CUEVA DEL FRAILE
El análisis social a través de las prácticas mortuorias ha sido desarrollado bajo un
enfoque funcionalista a partir de los trabajos de Binford (34) y Saxe (35). Binford distinguía entre la persona social, compuesta por las identidades sociales mantenidas en
vida y consideradas como apropiadas después de la muerte, y la composición y tamaño
del grupo social que reconocía el status del fallecido. En el ritual funerario la participación colectiva dependía del rango relativo que la persona social poseía en vida, lo que
quedaba plasmado en el registro arqueológico. Goldstein (36), siguiendo esta línea funcionalista, destaca que el examen de la componente espacial en los sitios funerarios
ofrece información por lo menos sobre dos grandes aspectos. En primer lugar, el grado
de estructuración y orden del área de enterramiento refleja los principios organizativos
del conjunto de una sociedad. Por otra parte, las relaciones espaciales entre los individuos en una necrópolis representan los diferentes status, grupos familiares, grupos de
descendencia o clases especiales, dependiendo estas relaciones espaciales de otras dimensiones de distinto tipo que hay que tomar en cuenta.
Críticas posteriores de diverso carácter se muestran más prudentes a la hora de realizar anáÍisis del ritual funerario. O'Shea (37) subraya que el arqueólogo debe tener
presente varios aspectos, como que la información con la que cuenta no es completa, ya
que parte del ritual puede no ser observado directamente, por ejemplo por haber sido
realizado en otro lugar; que los problemas de conservación limitan el conocimiento del
ritual; o que la identificación del ritual puede conllevar grandes dificultades a la hora
de discriminar y explicar el patrón funerario. Chapman y Randsborg (38) consideran
que el status no tiene porqué hallarse reflejado en el ritual funerario, sino que puede
ser suprimido como una forma de ideología, lo que no impide al arqueólogo evaluar el
grado en el que el ritual funerario refleja la estructura social, ya que ésta se puede averiguar a través de datos complementarios como el patrón de asentamiento. La arqueología radical o post-procesual (39) advierte que los conceptos de papel (role), persona social, o estructura social son sólo descriptivos y no explicativos. En una crítica desde la
base pretenden abandonar los conceptos· del neo-evolucionismo para considerar a la sociedad como un conjunto, un campo abierto de relaciones, una articulación indeterminada, en el que prima lo político. Me considero totalmente de acuerdo con Kristiansen
(34) L. R. BINFORD: •Mortuary practices: tbeir utudy and tbeir potential•. En L. R. BINFORD (ed.): ·An Archaeological Perspective..
Seminar Presa, London, 1972.
(35) A. SAXE: · Social dimensiona of mortuary practiees in a Mesolitbic population from Wadi Halla, Sudan•. En J . A. BROWN (ed.):
«Approachea to tbc Social Dímenaiona of Mortuary Practieea-. Memoira of tbc Society for American Archaeology, 25, Waahington
D.C., l971.
(36) L. GOLDSTErN: •One-dimenaional archaeology and multidimenaional people: spatial organiaation and mortuary analysis•. En R.
W. CHAPMAN, J . KINNES y K. RANDSBORG (eds): .II'he Archaeology of Death•. New Oirectiona in Archaeology, Cambridge Uni·
veraity Preaa, Cambridge, 1981, págs. 53·70, pág. 57.
(37) J . O'SHEA: .social c:onfigurationa and tbe archaeologicalstudy ofmortuary practiccs: a cue atudy•. En R. W. CHAPMAN, J. KJN.
Nl:S y K. RANDSBORG (eds.): •The Archaeology of Dealho. New Directiona in Archa.eology, Cambridge University Press, Cam·
bridge, 1981, págs. 39..f)2, pág. 40.
(38) R. W. CHAPMAN y K. RANDSBORG: •Approachea to the archaeology of deatho. En R. W. CHAPMAN, J . KINNES y K. RANJ>S.
BORG (eda.): .II'he Archaeology ofDealho. New Directiollll in Archaeology, Cambridge Univeraity Presa, Cambridge, 1981, pág. 14.
(39) M. SHANKS y C. TILLEY: .social Theory and Archaeologyo. Polity Preaa, Cambridge, 1987. En especial el capitulo 2.
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(40) en su respuesta a las afirmaciones de Shanks y Tilley, ya que me parece dificil que
pueda haber una comprensión y explicación particular y contextualizada sin contar con
categorías abstractas de la sociedad y de la historia.
En este trabajo se pretende realizar un análisis social bajo presupuestos marxianos.
Se intenta comprobar si en la sociedad que se estudia existen diferencias socio-económicas de algún tipo entre los individuos, como así parece reflejar el estudio del patrón de
asentamiento (41), y en qué consisten éstas, para más tarde establecer una hipótesis de
por qué puede haber surgido la desigualdad, y en su caso, la división en clases de la sociedad. Para responder a la primera cuestión parece fundamental atender a la correlación espacial de los enterramientos y sus ajuares dentro de la cueva de El Fraile. Se
pueden analizar varios aspectos, la energía invertida, la simbología material de los objetos y el número de personas enterradas en cada uno de los espacios de enterramiento,
además de la distribución por sexo y por edad dentro de la cueva.
El principio de gasto de energía (42) propone que a mayor rango del fallecido corresponderá una mayor implicación de la colectividad y por tanto una mayor cantidad de
energía volcada en el ritual de enterramiento. Atendiendo a la situación, al continente,
en que se deposita a los enterrados en la cueva de El Fraile, se observa que a mayor
profundidad corresponde un mayor gasto de energía. Los enterramientos del primer espacio son inhumaciones exentas, para pasar en el segundo a enterramientos en pithoi,
lo que implica ya la elaboración de éstos y su transporte, y por último al cuarto, con el
llamado «dolmen», en cualquier caso una construcción compuesta por lajas de piedra laterales con otra grande superior, elementos que probablemente fueron introducidos
hasta el interior de la cueva desde fuera de ella, lo que supone un trabajo adicional. No
incluyo en este análisis al tercer espacio por no ser considerado propiamente como área
de enterramiento, sino resultado de algún tipo de ritual.
La asociación de ajuares con cada individuo se puede analizar de forma similar según el mismo principio. Esta no parece que existiera en el primer espacio: el ajuar debió ser colectivo, aunque la mala conservación y el tipo de excavación efectuada puede
que hayan falseado los datos. En el segundo, por lo menos en un pithos se especifica el
ajuar asociado. En la sala del «dolmen» destaca la elaborada colocación de parte de un
ciervo junto a la entrada y la gran cantidad de trigo, lo que indica una mayor preocupación en el ritual de enterramiento. Incluso ]a localización del tercer espacio entre los
enterramientos en pithoi y el «dolmen» podría no ser casual, y estar asociada con uno
de estos dos espacios, o con ambos, en todo caso excluyendo al primero. Por último, la
profundidad implica un mayor gasto de energía, considerando el esfuerzo que supone
avanzar por la inclinada galería principal a rastras. Estas tres zonas, continente en el
que se deposita al fallecido, asociación ajuar-individuo y profundidad, indican un aumento de inversión de energía del primer al cuarto es pacio, que parece razonable suponer sea correlativo al rango social.
(40) K. KRJSTIANSEN: .n.e black. and the red: Shanlu! & Tilley's programme for a radical archaeology-. Antiquity, 62, 1988, págs. 473-482.
(41) DÍAZ-ANllREU: Op. cit. nota 9.
(42) BINFORD: Op. cil. nota 34.
J . A. TAlNTER: •Social inference and mortuary practices: an experiment in oumerical cluaification•. World Archaeology, 7,
1976, págs. 1· 16.
-375-
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14
M. DÍAZ-ANDREU
Un segundo argumento a aplicar en el análisis social de la cueva de El Fraile consiste en la aceptación de que determinados artefactos y atributos simbolicen status (43).
El conjunto del ajuar depositado en la cueva de El Fraile no se reparte de manera homogénea en la cavidad. Así, mientras que en el primer espacio predominan los útiles de
trabajo (lascas de sílex y cuarcita, instrumentos y armas de metal), en la sala del «dolmen» abundan los restos relacionados con la alimentación: el trigo y restos de un ciervo
en su entrada. La segunda sala es intermedia, comparte con los enterramientos exentos
la presencia de las conchas y del sílex, y con la sala del «dolmen» la presencia de trigo y
de restos de animales, aunque en menor proporción, y además cuenta con la presencia
de marfil. Si se establece el orden aducido en el primer argumento, mayor rango social
a mayor profundidad, se obtiene la secuencia de símbolos de menor a mayor rango de
cuarcita y metal; sílex y conchas; marfil; trigo y animales. Este orden contrasta frontalmente con algunas teorías manejadas para explicar el nacimiento y estabilidad de la
desigualdad social, consistente en la apropiación de los metales y objetos exóticos por
parte de una élite (44). Sin embargo lo que se propone aquí es aceptar que en determinadas sociedades el significado del metal puede reflejar una estructura socio-económica
característica distinta, por ejemplo, a las del Sureste, y simbolizar esfuerzo manual y
por lo tanto menor rango social. El marfil, para el que es necesario pensar en un intercambio, es más, dificil de justificar en un lugar intermedio, y no en el de rango social superior. Lo único que puede salvar este dilema es considerar que los productos primarios, trigo y otros productos vegetales, animales domésticos y de caza, poseen mayor
poder simbólico de autoridad. Este idea se puede apoyar además en la existencia del
tercer espacio, lugar no aprovechado como lugar de enterramiento y donde sin embargo
abundan estos productos, a modo de antesala a la del «dolmen». El ajuar basado en productos alimenticios simbilizaría el control de los recursos primarios por parte de un sector dominante de la sociedad, lo que parece coincidir con el estudio espacial emprendido
en esta comarca (45) en el que a mayor rango de un yacimiento no se corresponden necesariamente las mejores tierras, lo que indica una explotación económica de unos grupos sobre otros, con el fin de extraer de ellos el excedente necesario para la supervivencia de la comunidad mayor (46).
La secuencia de rango social establecida se confirma con un tercer argumento: el
número de personas que comparten cada espacio, que muestra una pirámide social en
cuyo vértice se establecen los individuos de mayor rango social. 'Ibmando el número mínimo de individuos deducido de las descripciones de Capelle y Quintero, éste decrece de
10 ó 12 en el primer espacio (de confirmarse los enterramientos en la sala a la derecha
de la entrada, lo que me parece probable, habría que doblar esta cantidad), a cinco en el
segundo y dos en el cuarto.
(4:!) S. SHENNAN: •Thc social o.r ganiaation at Branc-. Antiquity, 49, 1976, págs. 279-8.
(44) CHAPAtAN: Op . cit. not.a 2.
Otraa teorlaa, ein embargo, ban quitado importancia a la apropiación como eauaa , considerándola más bien como conaceuencia,
como muetlra de lndic:c de riqueza (OILMAN y THORNES: Op. cit. not.a 2; MATHERS: Op. cit. not.a 2).
(46) DlAz..ANDREU: Op. cit. not.a 9.
(46) Lo que no aignífica que ett.a simbología sea adoptada en todas las sociedades con un patrón de uent.amiento aemejante.
-376-
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CUEVA DEL FRAILE
15
Un punto más conflictivo, por lo fragmentario de los datos, lo constituye la distribución de los individuos en la cueva según su edad y sexo. Resalta la ausencia de niños en
el primer espacio, donde habría mayor probabilidad de encontrarlos, por ser mayor allí
el número de enterrados. Esto podría mostrar, como hipótesis, una diferenciación por
edades en la distribución del enterramiento, que, tomando en cuenta el ajuar asociado
a cada espacio podría indicar que los niños quedarían excluidos del trabajo manual, lo
que a través de analogías etnográficas no resulta extraño (47). Por otra parte, sólo se
especifica el enterramiento de un individuo femenino en el espacio más profundo de la
cueva (48). Este hecho obliga a reconsiderar la hipótesis hasta ahora mantenida de a
mayor profundidad mayor rango social, puesto que es una contradicción que una mujer
ocupe el mayor rango social en una sociedad primitiva, que considera a la mujer como
parte del capital agrario primitivo (49), como un medio de producción que asegura la reproducción del grupo y ayuda a su supervivencia, dado que es objeto de transacción con
otras comunidades (50). De confirmarse que el individuo situado en este cuarto espacio
fuera una mujer, se habría producido una manipulación ideológica del sistema social
real, una trasgresión del status real del individuo. Resultaría atractivo, aunque arriesgado, atribuir este hecho a una representación de una estructura de filiación matrilineal (51).
Sin embargo, la conftrmación de que el individuo enterrado fuera una mujer no contradiría la secuencia de rango social, si se considera como indirecta la correlación individuo-status. Quizá haya que entender dos divisiones fundamentales basadas en el primer espacio la primera y en el resto de la cueva la segunda. Así se explicaría más
fácilmente el hallazgo de objetos que implican importancia social y poder económico en
un lugar intermedio de la jerarquía, como puede ser el marfil asociado a los pithoi.
La jerarquía social observada en el área septentrional de La Mancha no es un proceso único, sino que se imbrica dentro de un cambio social más general en el que se
puede incluir toda la comarca y, aún más, todo el continente europeo. Recientemente
(52) se ha supuesto para la comarca manchega que la causa del desarrollo de la jerarquía social se ocasiona por el efecto producido por la introducción de nuevos sistemas
agrícolas de tipo mediterráneo. Estos ocasionarían la competencia en el acceso a la explotación de la ganadería y de las tierras de labor, por lo que se necesitaría la seguridad
ofrecida por los lugares fortificados. No parece de hecho que el desarrollo de la metalur(47) Ex.latcn multitud de sociedades estructuradas de esa manera, como en el área de Baringo (Kerua), donde loarutlos viven sin obligaciones hasta la pubertad, en la que los varones se conlliertcn en "'lloranoo, ea decir, guerreroa dedicados a la defensa de la tribu y al
atcque de otras tribus para conseguir ganado que irá a parar a loa hombrea adultos. Estos son loe Wlicoe que tienen derecho a la
posesión de ganado y mujeres (I. HODDER: •Symbola in Action. Ethnoarchaeological Studlea oC Material CultuNl•. New Studica in
Archaeology, Cambridge Uruveraity Prua, Cambridge, 1982).
(48) La deaapariclón de loa materiales impide confirmar las estimaciones del Sr. Martlnez y Sllcll%, del Muaec de Cienclu Naturales de
Madrid.
(49) J. VlCENT: ·Aapectoa sociales y económicos del comienzo de la metalurgia en la comarca del NO de Murcia: un modelo para la definición del cambio cultural•. Universidad Autónoma de Madrid, Tesis Doctoral (inéditc), Madrid, 1989.
(50) Un análisis sobre el papel de la mujer en las sociedades de Una.jea se encuentra en C. MEILLASOUX: · Femmee, greniers et capitaWOo. FranQOie Mapero, Parla, 1979 y en GODELIER; Op. ciL nota 6, págs. 26 y 27.
G. E. M. de STE. CROIX: .La lucha de clases en el mundo griego antiguo-. Editorial Critica, Barcelona, 1988, págs. 122-136, Tealiza un estudio aobre la división de clases basada en el sexo en la Antigüedad.
(51) Resultc extratla la escasa atención prestada a la existencia de tumbas de individuos remcninoa eon a.juarea ricoe en el mundo argá-
rico.
(52)
MARTI:N MORALES~~ aL: Op. eiL nota 5.
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18
M. DÍAZ-ANDREU
gia del cobre y del bronce afectara en este cambio hacia la desigualdad social, problema
al que ya se ha aludido específicamente en el análisis de la cueva de El Fraile.
Habría que resaltar de forma complementaria a la introducción de los nuevos sistemas agrícolas el papel que ejercería el cambio de sistema agrícola y la violencia que
esto ocasionaría a finales del Bronce Inicial y durante todo el Bronce Pleno. La inversión de trabajo para explotar los nuevos cultivos no debió ser tan grande como la que se
hubo de realizar en el Sureste, por lo que parecen, en principio, menos necesarias las
élites que, bajo la función original de salvaguardar la inversión, pudieran en último término tener la fuerza para apropiarse del excedente de los productos primarios. Ahora
bien, la territorialización que supone la introducción de estos nuevos cultivos en contraposición al sistema de rozas, llevaría a la oposición frontal entre los grupos que ejercieran distintas formas de cultivo. El espacio empleado para la agricultura de tala y
quema se vería limitado por el establecimiento de forma pennanente por parte de la(s)
comunidad(es) vecina(s), lo que supondría la inmovilización del grupo, una sobreexplotación obligada del medio ecológico y, por tanto, a la larga el decrecimiento de la productividad de la tierra y colapso de su sistema económico. De esta forma los nuevos sistemas agrícolas progresivamente se lograrían implantar y con ellos la estructura
socio-económica a ellos asociada, con el establecimientoa de las élites para salvaguardar la inversión en un principio de los grupos limítrofes con sistemas agrícolas diferentes y en último término de vecinos codiciosos que practicaran la misma agricultura mediterránea. La cueva de El Fraile representa la simbología funeraria de este nuevo
sistema social.
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ARCHIVO DE PREHISTORIA LEVANTINA
Vol. XX (Valencia, 1990)
MARGARITA DÍAZ-ANDREU*
LA DESIGUALDAD SOCIAL DURANTE LA EDAD DEL BRONCE
EN EL SECTOR SEPTENTRIONAL DE LA MANCHA.
LA CUEVA DE ••EL FRAILE» (SAELICES, CUENCA) (1)
Los estudios de tipo social en la Prehistoria de la Península Ibérica constituyen todavía hoy una excepción en el panorama investigador. Los trabajos realizados por arqueólogos anglosajones (2), han tenido poco eco en trabajos posteriores, aunque ciertos
grupos hayan iniciado una línea de trabajo en este sentido (3). Este tipo de análisis histórico falta por completo en amplias zonas de la geografia peninsular, entre las que se
incluye la Meseta Sur, donde, como así resalta Martínez Navarrete (4), el estudio se limita a la descripción de los diversos hallazgos descubiertos en superficie y excavaciones
con el fin de concluir las posibles secuencias cronológicas, aunque ya se hayan iniciado
proyectos que ayudarán a cambiar este panorama (5).
• Departamento de Prehistoria, Universidad Complutense. 28040 Madrid.
(1) Agradezco a M. Fem ández-Miranda y a A. Gilman las correcciones sugeridas al original do este trabll.io; al grupo espoleo lógico Lobe·
tum, especialmente a Santiago Prieto Villar y Jullán Garcfa Turrado, el haberme facilitado el plano actual de la cueva; y a la Dra .
M. l . Martú:lez Navarrete la cesión de las figuras 4, 5 y 6.
(2) A. GILMAN y J . B. THORNES: . Land-uae and Prehistory in South-East Spain.. The London Re!learch Series in Geography, George
Allen & Unwin, London, 1985.
G. MATHERS: .Sayond the grave: the context and wider implicationa of mortuary''practices in South·East Spain•. En T. F. C.
BLAGG, R. F. J . J ONES y S. J . KEAY (eda): ·Papera in lberian Archaeology•. B. A. R. lntemational Series 193 (1), Oxford, 1984,
págs. 13-44,
R. W. CHAPMAN: -Autonomy, ranJdng and resources in Jberian Prelústory.. En C. RENFREW y S. SHENNAN (eda): •Ranking,
Retoource and Eltc:han¡e-. New Direetiona in Archaeology, Cambridge University Presa, Cambridge, 1982, páp. -46-61.
A. GILMAN: ·El a:nálisia de clue en la prehistoria del Sureste-. Ttabll.ios de Prehistoria, « , Madrid, 1987, páp. 27-34.
(3) V. LULL: .La cultura de El Argar. Un modelo para el estudio de laa formaciones cconómico-aociales prehistóricas-. Akal Editor, Colección Akal Univeraitaria, 49, Madrid, 1983.
E. NOCETE: .Jefaturas y territorio: una revisión critica•. Cuademoa de Prehistoria de la Universidad de Granada, 9, Granada,
1984, págs. 289-304.
(4) M. l . MARTÍNEZ NAVARRETE: •Morras, motillaa y castillejos: ¿unidad o pluralidad cultural durante la Eda d del Bronce en La
Mancha?•. En «Homeoll.ie a Samuel de loa Santos•, lnatituto de Estudios Albacetenaes, Excma. Diputación Provincial de Albacete,
Albacete, 1988, págs. 81-92.
(5) G. MARTÍN MORALESet ol.: •Thc Bronze Age ofLa Mancha (Spain)•. En S . STODDART y G. MATHERS (eds.l: •Development
and Decline in The Mediterranean Bronze Age•. Cambridge Universlty Presa, Cambridge (en prensa).
-363 -
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2
M. DfAz..ANDREU
El punto de partida de los análisis de tipo social en la Prehistoria ha sido desde la
década de los sesenta y bajo una epistemología neo-evolucionista, la división de los grupos humanos según se organicen en bandas, tribus, jefaturas y estados (6), siguiendo
en sus líneas generales el esquema establecido en el siglo XIX por Morgan (7) para las
sociedades llamadas primitivas. 'lbmando como caso las sociedades desiguales o jerarquizadas, Renfrew (8) define tres diferentes tipos de enfoque para abordar su estudio:
la jerarquización de asentamientos y la estructura política; el estudio de los monumentos, la movilidad y la organización social; y la jerarquización de los individuos. Dos tipos de análisis parecen ser los más adecuados para este último enfoque, el análisis de
la variación estilística y, lo que interesa especialmente para el trabajo que se va a desarrollar a continuación, el análisis de los yacimientos de tipo funerario.
El análisis de la cueva de El Fraile se engloba dentro de un estudio más amplio realizado en el Noreste de la Meseta Sur (9). En éste se muestra cómo en la Edad del
Bronce se desarrolla una sociedad de clases, cuyo momento mejor representado arqueológicamente es el Bronce Pleno. La apropiación por parte de un grupo de parte de lo
que producen otros vendrá corroborada en este momento por la no correspondencia entre la localización de los poblados de mayor tamaño y las zonas con mejores tierras para
la agricultura y la construcción de defensas en los poblados de mayor importancia dentro de la jerarquía. En este trabajo se pretende argüir que este tipo de sociedad se refleja, asimismo, en el ritual funerario.
Entre todos los yacimientos de tipo funerario no sólo del sector septentrional de La
Mancha (10), sino igualmente de la zona más meridional, la cueva de El Fraile, pese a
todos los inconvenientes que presenta por tratarse de excavaciones antiguas, parece ser
la única que ofrece datos válidos para un estudio de tipo social.
La cueva de El Fraile se sitúa en el extremo Noreste de la comarca natural de La
Mancha. En ésta desde hace algunos años se viene definiendo el •horizonte» de los castillejos, morras y motillas (11). Estas últimas, se circunscriben a La Mancha más meridional, caso que no es el de Saelices, donde parecen predominar los castillejos (12).
(6) M. H. FRtED: •The evolution of poli ti cal society. An essay in poli ti cal anthropology•. Random House, New York, 1967.
M. SAHLINS: •Las sociedadca tribales•. Editorial .Labor, Barcelona, 1984 (tercera edición).
E. R. SERVlCE: .J>rimitive Social Organiution. An Evolutionary Perspectivo•. Random House, New York, 1971 (segunda edición).
La nomenclatura que establece cada uno de los autores ea algo diferente, o incluso habrla que resaltar algún cambio en el nú·
moro do porlodos, ya que Sahlins, al contrario que en 1961 en que considera estos cuatro que se enumeran en el texto, en 1968
prescindo do laa jefaturas, por considerarlas incluidas dentro de les sociedades acgmentariaa. Para un utudio más detallado sobre
esto toma: M. GODELIER: •Economía, fetichismo y religión en las sociedades primitivas.•. Siglo XXI, Madrid, 1985, págs. 208·209.
(7) L. H. MOROAN: .Systerns of Consanguinity and Aflinity oftbe Human Farnily•. Washington, 1871.
(8) C. RENFREW: •Socio·economic chango in ranked societies•. En C. RENFREW y S. SHENNAN (eda.): •Ranking, Reaource and Ex·
cbange•. New Directlons in Arebaeology, Cambridge University Press, Cambridge, 1982, págs. 1·8.
(9) M. DIAZ-ANDREU: .La Edad del Bronce en e1 Noreste de la Submeseta Sur. Un análisí.e sobro el inicio de la complejidad social•.
Universidad Complutense, '!Mis Doctoral, Madrid (en proparación).
(10) En DÍAZ-ANDREU: Op. cit. nota 9, se describen 13 yacimientos de tipo funerario, la rnayorla inéditos, localüados en el área septentrional de La Mancha.
(ll) G. MARTÍN MORALES: •Las fechas del Quintanar (Manera, Albacete) y la c:ronologfa absoluta de la Meseta Suro. En •Homeru\ie
al Profeeor Martm Almagro Baacb., vol. 2, Ministerio de Cultura, Madrid,l988, págs. 23-36.
T. NAJERA: •La Edad del Bronce en la Mancha occidental: reaumen de 'Thsia Doctoral•. Universidad de Granada, Granada, 1984.
MARTíNEZ NAVARRETE: Op. cit. nota 4.
Sobre la palabra -motilla. existe algune confusión. Mientres que en su uao popular es equivalente a •morra•, aunque una y otra
palabra sean mú !recuentos en determinadas regiones, su uao arqueológico parece circutiiCribinre a yacimientos situada.s en terrenoe Uanoe de tendencia pantanosa.
(12) Eata extremo ha sido confirmado en les prospecciones de la cuenca del rlo Belvfa, descrit.u en DlAz.ANDREU: Op. cit. nota 9.
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CUEVA DEL FRAILE
3
Poblados con enterramientos en su interior son la práctica mayoría. En la motilla
de El Azuer, en Ciudad Real, se hallaron quince inhumaciones en fosas adosadas a los
lienzos de los muros de las casas o de las murallas (13). Asimismo, en la provincia de
Ciudad Real, el cerro de La Encantada presenta 37 enterramientos con un ritual funerario de tipología argárica, tanto por la forma como por los ajuares asociados a éstos, lo
que imprime un carácter excepcional a este yacimiento (14). En otros poblados, sin embargo, el número de enterramientos es escaso. En la morra de El Quintanar se han encontrado seis enterramientos, y sólo uno de ellos dentro de la fortificación (15). En el
poblado de El Acequión hay contabilizado hasta ahora un único enterramiento (16) y
cuatro en la de El Retamar (17). Existen igualmente poblados en los que se han localizado hasta ahora enterramientos, como en El Recuenco (18) y en el cerro de El Cuco
(19), ambos en la provincia de Cuenca, lo que no significa que en ella no se hayan encontrado, aunque siempre de manera casual, enterramientos dentro de poblados, como
uno infantil en un pithos en El Cerro Pelao de Tébar (20).
De esta visión general expuesta se podría concluir la hetereogeneidad de los rituales de enterramiento en la comarca de La Mancha. En principio se distinguen dos grandes áreas. La primera, localizada en La Mancha meridional, está constituida por poblados con enterramientos de tipo individualizado, en fosas o en pithoi, con ajuares que
evidencian poco contraste de riqueza entre ellos (21), en el que se observan individuos
de todas las edades. La segunda área, situada en el extremo Norte de la comarca, estaría caracterizada por enterramientos depositados exclusivamente en cuevas. Sin embargo, un análisis más profundo indica que esta aparente dualidad puede deberse a
otra serie de factores externos, como la inexistencia de cuevas naturales en el área más
meridional. Sería ilusorio considerar representativos de la población total los enterramientos encontrados dentro de los poblados. Claramente éstos son una muestra pequeña de la colectividad, a la que correspondería un tipo diferente de ritual funerario.
A este respecto, y aunque de cronología probablemente más antigua, habría que referirse al enterramiento colectivo encontrado en 1.575 en El Toboso (Toledo), en el que se
localizaron gran número de individuos en una cueva o silo (parece, por tanto, un lugar
excavado) tapada con una piedra, situados los cadáveres con la cabeza hacia el Este, y
con un ajuar consistente por lo menos en hachas pulimentadas (22). Es notoria la escasez de enterramientos (y en general de cualquier tipo de yacimiento) calcolfticos en La
Mancha, por lo que est a noticia puede resultar de interés como posible precedente ero(13) NAJERk Op. cit. nota 11.
(14) H. ROMERO SALAS y J . SÁNCHEZ ?.'!ESEGUER: .La facies necrópolis de La Encantada: aproldmación a au eatratigralia-. Actas
del! Congreso de Rlttoria de Castilla-La Mancha, vol. S, 1988, págs. 139-149.
(15) MARTIN MORALES tt aL: Op. cit. nota 5.
(16) MARTIN MORALES et aL: Op . cil. nota 5.
(17) R. COLMENAREJO HERNÁNDEZ et al.: • La motilla de Santa Maria del Retamar (Argamaaílla de Alba, Ciuda d Real•. Oretum.
ID, Ciudad Real, 1987, págs. 80.108, pág. 66.
(18) M. l. MARTÍNEZ NAVARRETE: •La Edad del Bronce en la S ubmeseta Suboriental.•. Universidad Complutense, Serie Thaia Doctoralea, Madrid, 1988, pág. 2.218.
(19) H. ROMERO SALAS y J . SANCHEZ MESEGUER: •El Cerro del Cuco o de la Coronilla: un yacimiento del área auroriental de La
Mancha.•. Actaa dell Congreso de Hiatoria de Castilla-La Mancha, vol. 2, 1988, p4p. 335-342.
(20) MARTfNEz NAVARRETE: Op. cit. nota 18. págs. 2.319-2.330.
(2 1) MARTlN MORALES t t aL: Op. cit. nota 5.
(22) J . ZARCO: ·Relación de puebloe del obiapado de Cuenca-. & cma. Diputación de Cuenca, Cuenca, 1983, pág. 519.
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4
M. DÍAZ-ANDREU
F ig. 1.-Sl tuac'. o de la Cue va d el Fraile.
'
1ó
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CUEVA DEL FRAILE
5
nológico en esta comarca y como muestra de cómo la dificultad de hallar yacimientos de
este tipo puede falsear las conclusiones a las que se llega con los datos disponibles. Es
posible que el resto de la población de las morras, motillas y castillejos fuera enterrada
en este tipo de yacimiento como el de El 'lbboso, dificil de encontrar hoy en día. Lo que
sí que parece distinguir a estas dos áreas es el hecho de que por lo menos unos pocos tenían el derecho a ser enterrados en los poblados (o no tenían acceso a serlo de otra
forma), lo que aleja a las poblaciones de La Mancha meridional de la idea del lugar de
ritual de enterramiento común para todos los individuos.
El conjunto de datos funerarios de la comarca de La Mancha parece escaso a la hora
de abordar un estudio de conjunto del ritual de enterramiento y sus posibles implicaciones de tipo social. Mientras tanto, si los datos son extrapolables, la cueva de El Fraile
parece ser la única información que, pese a todas las deficiencias que presenta, refleja
en mayor medida la sociedad de la Edad del Bronce en esta comarca. Es de esperar que
futuras excavaciones permitan obtener datos más detallados sobre yacimientos de carácter funerario en esta comarca.
DESCRIPCIÓN DE LA CUEVA DEL FRAILE
La cueva de El Fraile de Saelices (Cuenca) (23) es una cavidad situada en terreno
calcáreo, localizada en uno de los ramales meridionales de la Sierra de Altomira (fig. 1),
al Oeste de la provincia de Cuenca. Su descubrimiento se produjo en 1892, y fue excavada por Eduard Capelle y Pelayo Quintero y Atauri. Las excavaciones fueron publicadas en extenso, aunque con más detalle las efectuadas hasta 1904, fecha en que Capelle, junto a la comunidad de jesuitas del monasterio de Uclés, se transladó a Francia
(24). De los trabajos posteriores realizados por Quintero la información es más escasa (25).
(23) La cueva de El Fraile ea también conocida como cueva de Segóbriga, de Saelices o cueva del Morlie.
(24) E. CAPELLE: •Eapagne-Uclés. La grot.tc préhistorique de Segóbriga•. Lettres d'Uclés U, Segunda Serie, 1892-93, págs. 241-265
y 435-448.
E. CAPELLE: •La Cueva prehiat.órica de Segóbriga•. Anales de la Sociedad Espatlola de Historia Natural, tom. XXlll, 1893,
págs. 241· 266.
E. CAPELLE: .Notes sur quelques découvertes próhistoriques autour de Segóbriga dana I'E3pagne Centrale•. Anales de la Sociedad Espal\ola do Historia Natural, tom. XXIII, núm. 2, 1894, pág. 1 y ss.
E. CAPELLE: •La estación prehiat.órica de Segóbriga. l. Uclés prebist.órico•. Bolctrn do la Seciedad Eapailola de Excursiones,
tom.. m, núm. 28, 1895 a, págs. 71 -78.
E. CAPELLE: oLa estación prehist.órica de Segóbriga (continuación). Ul. Residuos alimenticios•. Boletín de la Sociedad Espaftolo de Excursiones, tom. 111, núm. 80, 1895b, págs. 15-16.
E. CAPELLE: •La estación prehist.órica de Segóbriga (continuación). rv. Armas, instrumentos•. BoleUn de la Sociedad Espailola
de Exc:uraionea, tom. 111, núm. 35, 1896, págs. 220·222.
E. CAPELLE: oLa estación prehiet.órica de Segóbrigao. Boletín de la Sociedad Espailola de Exeuraiones, t.om. V, núm. 49, 1897a,
pá¡¡w. 19·21.
E . CAPELLE: •La eatacióo prehiat.óric:a de Segóbriga (continuación)•. Boletín de la Sociedad Espailola de Exc:un~iones, t.om.. V,
núm. 60, 1897b, pá¡¡w. 84--36.
E. CAPELI,E: •La estación prehist.órica de Segóbriga (conclusión).. Boletín de la Sociedad Eapailola de Excursiones, t.om. V,
núm. 51, 1897c, pá¡¡w. 56-59.
P. QUINTERO: •"Noticias•. Carta del primero de septiembre notificando el descubrimiento de la cueva de Segóbriga... Boletín de
la Real Academia de la HJatoria, XXI, 1892, pág. 251.
P. QUlNTERO: ~xeureióo a la cueva prehistórica de s.,g6briga•. Boletín de la Sociedad Eapaflola de Excursiones, tom. l ,
núm. 10, 1893, p4ga. 125 y u .
(25) P. QUINTERO: •Ud~. ExcaYaclonea efectuadas en distintas épocas y noticia de alguna8 antigüedades•. Imprenta de Manuel Alva·
ru, Cádiz, 1913.
-367-
[page-n-368]
M. DÍAZ-ANDREU
6
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...·..·:::··:.:_
..·: ·.·~,:,:.o.
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.·
Fig. 2..-Plano de la Cueva del Fraile publicado por Capelle. E • entrada; S .. sepultura; F =hogar; O =
sala rellenada con d epósito; C =cocina; 1 =columna de piedra; K ,. lijoekkenmoedding; L "' lí·
mite d e la zona arqueológica.
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SEC CION
GALERIA
PRINCIPAL
O m.
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O.
SO m.
Fig. S.-Plano de la Cueva d el Fraile realizad o en 1977, algo modificado.
-4
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M. DÍAZ-ANDREU
- --- A
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Fig.
4.~ecci6n
estratigráfica de la primera sala a la derecha de la e.o trada, según Quintero (C.apelle,
1894), algo modificado. A = tierra con vestigios; B =capa con carbones; C = nivel de ce.n izas
mezcladas con carbón; D • tierra rojiza; E = restos de calizas más o menos soldadas entre sí; F
• rocas adheridas a las paredes, b~o las que salen las galerías secundarias.
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CUEVA DEL FRAILE
9
La cueva de El Fraile es un yacimiento de tipo funerario. Con esta afirmación descarto, al igual que hace Martínez N avarrete (26), la posibilidad de que se tratara de
una cueva de habitación, como apuntan en alguna ocasión sus excavadores. Varias características confirman esta consideración, la fundamental sus mínimas condiciones de
habitabilidad. La cueva adopta la forma de un estrecho corredor con una inclinación
bastante acusada, prácticamente una gatera (flgs. 2 y 3). Por otra parte, existen indicios de que la cueva fue cerrada intencionalmente, pues según Capelle (27), «se había
construido una pared [en la entrada] hacia una profundidad de unos 4 ó 5 metros con
enormes piedras trabadas en una arcilla amarillenta, de una gran consistencia». Esta
arcilla era la misma que se había utilizado para trabar los muros del interior de la
cueva (28), lo que parece probar su coetaneidad con los mismos.
El análisis de la distribución espacial llevado a cabo en la cueva de El Fraile (29)
demuestra que este yacimiento presentaba cuatro espacios diferenciados según el ritual
con el que eran depositados los individuos. En el 'p rimero, situado junto a la entrada, se
disponen los cadáveres sobre la superficie (flgs. 4 y 5). Como ajuar presentan algunas
conchas, varios objetos de metal (30), industria de sílex y cuarcita, y diversos vasos cerámicos. En el segundo espacio, el ritual de enterramiento consiste en inhumaciones en
pithoi (fig. 6), entre las que se incluye por lo menos a un individuo infantil (31) con conchas, marfil, punzones de hueso y un fragmento de amianto. No parece que poseyeran
metal puesto que Quintero (32) lo sitúa todo en el primer espacio y en el caso concreto
de dos enterramientos se especifica que no poseían ningún objeto de este material (33).
En esta sala se localiza por primera vez trigo y los restos óseos de ciervo, buey y caballo. Para el tercer espacio resulta difícil determinar si realmente contenía enterramiento o si se trata de un espacio donde se desarrolló otro ritual funerario distinto,
pues los restos humanos hallados consistían en tres cráneos acompañados de trigo, almendras, bellotas, huesos de buey, ciervo, corzo, otras especies domésticas y silvestres,
molinos de mano y diversos colorantes, sin que se depositara el resto de los huesos ni
ningún otro tipo de ajuar. En el último espacio, el más profundo de la cueva, bajo una
estructura de piedra, llamada «dolmen» por los excavadores, se había enterrado a un
adulto al parecer femenino y a un niño, y como ajuar se describe los restos de un ciervo
depositado a la entrada de la sala y una capa de trigo de 2 ó 3 cm. de alto por 2 ó 3 m.
de ancho y largo.
MARTÍNEZ NAVARRETE: Op. cit. nota 18.
CAPELLE: Op. cit. nota 24, 1894, pág. 45.
CAPELLE: Op. cit. nota 24, 1894, pág. 54.
Se ha realizado un análisis exhaustivo e n DlA.z.ANDREU: Op. cil. nota 9.
Los objetos de metal consistían en un hacha, un •puñal, dos largas aguj as <> taladrDS, una punta pequefla de lanza o viratón (y) dos
de flecha• (QUINTERO: Op. cit. nota 25, pág. 35).
(31) El sex<> y la edad fueron deducid<>s por el catedrático de zoología de los vertebrados Sr. Mart!nez Sáenz, del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, al que se le enviaron los restos óseos para su análisis. Sólo se cita la presencia de una mujer en el cuarto espacio
o sala del •dolmen•. Los datos sobre edad son más abundantes. Los niflos se restringen a los pithoi y a la sala del •dolmen., mientras que los adultos están presentes en todos los espaci<>s.
(32) QUINTERO: Op. cit. nota 25, pág. 32.
(33) CAPELLE: Op. cit. nota 24, 1897c, pág. 59.
(26)
(27)
(28)
(29)
(30)
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Fig. 5.-Corte vertical de la galería principal, según Quintero (CapeUe, 1894), algo modificado. A =
parte libre; B =capa de rocas; C =tierra con cadáveres y numerosos vestigios; D • estrato de
carbón; E = pequeños niveles de fosfato de cal; F = capas de cenizas; G • tierra rojiza; H restos calizos; 1 =rocas.
=
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CUEVA DEL FRAILE
Fig. 6.-Pithos. Dibujo según Quintero (CapeUe, 1894), algo modificado.
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EL ANALISIS SOCIAL DE LA CUEVA DEL FRAILE
El análisis social a través de las prácticas mortuorias ha sido desarrollado bajo un
enfoque funcionalista a partir de los trabajos de Binford (34) y Saxe (35). Binford distinguía entre la persona social, compuesta por las identidades sociales mantenidas en
vida y consideradas como apropiadas después de la muerte, y la composición y tamaño
del grupo social que reconocía el status del fallecido. En el ritual funerario la participación colectiva dependía del rango relativo que la persona social poseía en vida, lo que
quedaba plasmado en el registro arqueológico. Goldstein (36), siguiendo esta línea funcionalista, destaca que el examen de la componente espacial en los sitios funerarios
ofrece información por lo menos sobre dos grandes aspectos. En primer lugar, el grado
de estructuración y orden del área de enterramiento refleja los principios organizativos
del conjunto de una sociedad. Por otra parte, las relaciones espaciales entre los individuos en una necrópolis representan los diferentes status, grupos familiares, grupos de
descendencia o clases especiales, dependiendo estas relaciones espaciales de otras dimensiones de distinto tipo que hay que tomar en cuenta.
Críticas posteriores de diverso carácter se muestran más prudentes a la hora de realizar anáÍisis del ritual funerario. O'Shea (37) subraya que el arqueólogo debe tener
presente varios aspectos, como que la información con la que cuenta no es completa, ya
que parte del ritual puede no ser observado directamente, por ejemplo por haber sido
realizado en otro lugar; que los problemas de conservación limitan el conocimiento del
ritual; o que la identificación del ritual puede conllevar grandes dificultades a la hora
de discriminar y explicar el patrón funerario. Chapman y Randsborg (38) consideran
que el status no tiene porqué hallarse reflejado en el ritual funerario, sino que puede
ser suprimido como una forma de ideología, lo que no impide al arqueólogo evaluar el
grado en el que el ritual funerario refleja la estructura social, ya que ésta se puede averiguar a través de datos complementarios como el patrón de asentamiento. La arqueología radical o post-procesual (39) advierte que los conceptos de papel (role), persona social, o estructura social son sólo descriptivos y no explicativos. En una crítica desde la
base pretenden abandonar los conceptos· del neo-evolucionismo para considerar a la sociedad como un conjunto, un campo abierto de relaciones, una articulación indeterminada, en el que prima lo político. Me considero totalmente de acuerdo con Kristiansen
(34) L. R. BINFORD: •Mortuary practices: tbeir utudy and tbeir potential•. En L. R. BINFORD (ed.): ·An Archaeological Perspective..
Seminar Presa, London, 1972.
(35) A. SAXE: · Social dimensiona of mortuary practiees in a Mesolitbic population from Wadi Halla, Sudan•. En J . A. BROWN (ed.):
«Approachea to tbc Social Dímenaiona of Mortuary Practieea-. Memoira of tbc Society for American Archaeology, 25, Waahington
D.C., l971.
(36) L. GOLDSTErN: •One-dimenaional archaeology and multidimenaional people: spatial organiaation and mortuary analysis•. En R.
W. CHAPMAN, J . KINNES y K. RANDSBORG (eds): .II'he Archaeology of Death•. New Oirectiona in Archaeology, Cambridge Uni·
veraity Preaa, Cambridge, 1981, págs. 53·70, pág. 57.
(37) J . O'SHEA: .social c:onfigurationa and tbe archaeologicalstudy ofmortuary practiccs: a cue atudy•. En R. W. CHAPMAN, J. KJN.
Nl:S y K. RANDSBORG (eds.): •The Archaeology of Dealho. New Directiona in Archa.eology, Cambridge University Press, Cam·
bridge, 1981, págs. 39..f)2, pág. 40.
(38) R. W. CHAPMAN y K. RANDSBORG: •Approachea to the archaeology of deatho. En R. W. CHAPMAN, J . KINNES y K. RANJ>S.
BORG (eda.): .II'he Archaeology ofDealho. New Directiollll in Archaeology, Cambridge Univeraity Presa, Cambridge, 1981, pág. 14.
(39) M. SHANKS y C. TILLEY: .social Theory and Archaeologyo. Polity Preaa, Cambridge, 1987. En especial el capitulo 2.
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CUEVA DEL FRAILE
(40) en su respuesta a las afirmaciones de Shanks y Tilley, ya que me parece dificil que
pueda haber una comprensión y explicación particular y contextualizada sin contar con
categorías abstractas de la sociedad y de la historia.
En este trabajo se pretende realizar un análisis social bajo presupuestos marxianos.
Se intenta comprobar si en la sociedad que se estudia existen diferencias socio-económicas de algún tipo entre los individuos, como así parece reflejar el estudio del patrón de
asentamiento (41), y en qué consisten éstas, para más tarde establecer una hipótesis de
por qué puede haber surgido la desigualdad, y en su caso, la división en clases de la sociedad. Para responder a la primera cuestión parece fundamental atender a la correlación espacial de los enterramientos y sus ajuares dentro de la cueva de El Fraile. Se
pueden analizar varios aspectos, la energía invertida, la simbología material de los objetos y el número de personas enterradas en cada uno de los espacios de enterramiento,
además de la distribución por sexo y por edad dentro de la cueva.
El principio de gasto de energía (42) propone que a mayor rango del fallecido corresponderá una mayor implicación de la colectividad y por tanto una mayor cantidad de
energía volcada en el ritual de enterramiento. Atendiendo a la situación, al continente,
en que se deposita a los enterrados en la cueva de El Fraile, se observa que a mayor
profundidad corresponde un mayor gasto de energía. Los enterramientos del primer espacio son inhumaciones exentas, para pasar en el segundo a enterramientos en pithoi,
lo que implica ya la elaboración de éstos y su transporte, y por último al cuarto, con el
llamado «dolmen», en cualquier caso una construcción compuesta por lajas de piedra laterales con otra grande superior, elementos que probablemente fueron introducidos
hasta el interior de la cueva desde fuera de ella, lo que supone un trabajo adicional. No
incluyo en este análisis al tercer espacio por no ser considerado propiamente como área
de enterramiento, sino resultado de algún tipo de ritual.
La asociación de ajuares con cada individuo se puede analizar de forma similar según el mismo principio. Esta no parece que existiera en el primer espacio: el ajuar debió ser colectivo, aunque la mala conservación y el tipo de excavación efectuada puede
que hayan falseado los datos. En el segundo, por lo menos en un pithos se especifica el
ajuar asociado. En la sala del «dolmen» destaca la elaborada colocación de parte de un
ciervo junto a la entrada y la gran cantidad de trigo, lo que indica una mayor preocupación en el ritual de enterramiento. Incluso ]a localización del tercer espacio entre los
enterramientos en pithoi y el «dolmen» podría no ser casual, y estar asociada con uno
de estos dos espacios, o con ambos, en todo caso excluyendo al primero. Por último, la
profundidad implica un mayor gasto de energía, considerando el esfuerzo que supone
avanzar por la inclinada galería principal a rastras. Estas tres zonas, continente en el
que se deposita al fallecido, asociación ajuar-individuo y profundidad, indican un aumento de inversión de energía del primer al cuarto es pacio, que parece razonable suponer sea correlativo al rango social.
(40) K. KRJSTIANSEN: .n.e black. and the red: Shanlu! & Tilley's programme for a radical archaeology-. Antiquity, 62, 1988, págs. 473-482.
(41) DÍAZ-ANllREU: Op. cit. nota 9.
(42) BINFORD: Op. cil. nota 34.
J . A. TAlNTER: •Social inference and mortuary practices: an experiment in oumerical cluaification•. World Archaeology, 7,
1976, págs. 1· 16.
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M. DÍAZ-ANDREU
Un segundo argumento a aplicar en el análisis social de la cueva de El Fraile consiste en la aceptación de que determinados artefactos y atributos simbolicen status (43).
El conjunto del ajuar depositado en la cueva de El Fraile no se reparte de manera homogénea en la cavidad. Así, mientras que en el primer espacio predominan los útiles de
trabajo (lascas de sílex y cuarcita, instrumentos y armas de metal), en la sala del «dolmen» abundan los restos relacionados con la alimentación: el trigo y restos de un ciervo
en su entrada. La segunda sala es intermedia, comparte con los enterramientos exentos
la presencia de las conchas y del sílex, y con la sala del «dolmen» la presencia de trigo y
de restos de animales, aunque en menor proporción, y además cuenta con la presencia
de marfil. Si se establece el orden aducido en el primer argumento, mayor rango social
a mayor profundidad, se obtiene la secuencia de símbolos de menor a mayor rango de
cuarcita y metal; sílex y conchas; marfil; trigo y animales. Este orden contrasta frontalmente con algunas teorías manejadas para explicar el nacimiento y estabilidad de la
desigualdad social, consistente en la apropiación de los metales y objetos exóticos por
parte de una élite (44). Sin embargo lo que se propone aquí es aceptar que en determinadas sociedades el significado del metal puede reflejar una estructura socio-económica
característica distinta, por ejemplo, a las del Sureste, y simbolizar esfuerzo manual y
por lo tanto menor rango social. El marfil, para el que es necesario pensar en un intercambio, es más, dificil de justificar en un lugar intermedio, y no en el de rango social superior. Lo único que puede salvar este dilema es considerar que los productos primarios, trigo y otros productos vegetales, animales domésticos y de caza, poseen mayor
poder simbólico de autoridad. Este idea se puede apoyar además en la existencia del
tercer espacio, lugar no aprovechado como lugar de enterramiento y donde sin embargo
abundan estos productos, a modo de antesala a la del «dolmen». El ajuar basado en productos alimenticios simbilizaría el control de los recursos primarios por parte de un sector dominante de la sociedad, lo que parece coincidir con el estudio espacial emprendido
en esta comarca (45) en el que a mayor rango de un yacimiento no se corresponden necesariamente las mejores tierras, lo que indica una explotación económica de unos grupos sobre otros, con el fin de extraer de ellos el excedente necesario para la supervivencia de la comunidad mayor (46).
La secuencia de rango social establecida se confirma con un tercer argumento: el
número de personas que comparten cada espacio, que muestra una pirámide social en
cuyo vértice se establecen los individuos de mayor rango social. 'Ibmando el número mínimo de individuos deducido de las descripciones de Capelle y Quintero, éste decrece de
10 ó 12 en el primer espacio (de confirmarse los enterramientos en la sala a la derecha
de la entrada, lo que me parece probable, habría que doblar esta cantidad), a cinco en el
segundo y dos en el cuarto.
(4:!) S. SHENNAN: •Thc social o.r ganiaation at Branc-. Antiquity, 49, 1976, págs. 279-8.
(44) CHAPAtAN: Op . cit. not.a 2.
Otraa teorlaa, ein embargo, ban quitado importancia a la apropiación como eauaa , considerándola más bien como conaceuencia,
como muetlra de lndic:c de riqueza (OILMAN y THORNES: Op. cit. not.a 2; MATHERS: Op. cit. not.a 2).
(46) DlAz..ANDREU: Op. cit. not.a 9.
(46) Lo que no aignífica que ett.a simbología sea adoptada en todas las sociedades con un patrón de uent.amiento aemejante.
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CUEVA DEL FRAILE
15
Un punto más conflictivo, por lo fragmentario de los datos, lo constituye la distribución de los individuos en la cueva según su edad y sexo. Resalta la ausencia de niños en
el primer espacio, donde habría mayor probabilidad de encontrarlos, por ser mayor allí
el número de enterrados. Esto podría mostrar, como hipótesis, una diferenciación por
edades en la distribución del enterramiento, que, tomando en cuenta el ajuar asociado
a cada espacio podría indicar que los niños quedarían excluidos del trabajo manual, lo
que a través de analogías etnográficas no resulta extraño (47). Por otra parte, sólo se
especifica el enterramiento de un individuo femenino en el espacio más profundo de la
cueva (48). Este hecho obliga a reconsiderar la hipótesis hasta ahora mantenida de a
mayor profundidad mayor rango social, puesto que es una contradicción que una mujer
ocupe el mayor rango social en una sociedad primitiva, que considera a la mujer como
parte del capital agrario primitivo (49), como un medio de producción que asegura la reproducción del grupo y ayuda a su supervivencia, dado que es objeto de transacción con
otras comunidades (50). De confirmarse que el individuo situado en este cuarto espacio
fuera una mujer, se habría producido una manipulación ideológica del sistema social
real, una trasgresión del status real del individuo. Resultaría atractivo, aunque arriesgado, atribuir este hecho a una representación de una estructura de filiación matrilineal (51).
Sin embargo, la conftrmación de que el individuo enterrado fuera una mujer no contradiría la secuencia de rango social, si se considera como indirecta la correlación individuo-status. Quizá haya que entender dos divisiones fundamentales basadas en el primer espacio la primera y en el resto de la cueva la segunda. Así se explicaría más
fácilmente el hallazgo de objetos que implican importancia social y poder económico en
un lugar intermedio de la jerarquía, como puede ser el marfil asociado a los pithoi.
La jerarquía social observada en el área septentrional de La Mancha no es un proceso único, sino que se imbrica dentro de un cambio social más general en el que se
puede incluir toda la comarca y, aún más, todo el continente europeo. Recientemente
(52) se ha supuesto para la comarca manchega que la causa del desarrollo de la jerarquía social se ocasiona por el efecto producido por la introducción de nuevos sistemas
agrícolas de tipo mediterráneo. Estos ocasionarían la competencia en el acceso a la explotación de la ganadería y de las tierras de labor, por lo que se necesitaría la seguridad
ofrecida por los lugares fortificados. No parece de hecho que el desarrollo de la metalur(47) Ex.latcn multitud de sociedades estructuradas de esa manera, como en el área de Baringo (Kerua), donde loarutlos viven sin obligaciones hasta la pubertad, en la que los varones se conlliertcn en "'lloranoo, ea decir, guerreroa dedicados a la defensa de la tribu y al
atcque de otras tribus para conseguir ganado que irá a parar a loa hombrea adultos. Estos son loe Wlicoe que tienen derecho a la
posesión de ganado y mujeres (I. HODDER: •Symbola in Action. Ethnoarchaeological Studlea oC Material CultuNl•. New Studica in
Archaeology, Cambridge Uruveraity Prua, Cambridge, 1982).
(48) La deaapariclón de loa materiales impide confirmar las estimaciones del Sr. Martlnez y Sllcll%, del Muaec de Cienclu Naturales de
Madrid.
(49) J. VlCENT: ·Aapectoa sociales y económicos del comienzo de la metalurgia en la comarca del NO de Murcia: un modelo para la definición del cambio cultural•. Universidad Autónoma de Madrid, Tesis Doctoral (inéditc), Madrid, 1989.
(50) Un análisis sobre el papel de la mujer en las sociedades de Una.jea se encuentra en C. MEILLASOUX: · Femmee, greniers et capitaWOo. FranQOie Mapero, Parla, 1979 y en GODELIER; Op. ciL nota 6, págs. 26 y 27.
G. E. M. de STE. CROIX: .La lucha de clases en el mundo griego antiguo-. Editorial Critica, Barcelona, 1988, págs. 122-136, Tealiza un estudio aobre la división de clases basada en el sexo en la Antigüedad.
(51) Resultc extratla la escasa atención prestada a la existencia de tumbas de individuos remcninoa eon a.juarea ricoe en el mundo argá-
rico.
(52)
MARTI:N MORALES~~ aL: Op. eiL nota 5.
- 3n-
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18
M. DÍAZ-ANDREU
gia del cobre y del bronce afectara en este cambio hacia la desigualdad social, problema
al que ya se ha aludido específicamente en el análisis de la cueva de El Fraile.
Habría que resaltar de forma complementaria a la introducción de los nuevos sistemas agrícolas el papel que ejercería el cambio de sistema agrícola y la violencia que
esto ocasionaría a finales del Bronce Inicial y durante todo el Bronce Pleno. La inversión de trabajo para explotar los nuevos cultivos no debió ser tan grande como la que se
hubo de realizar en el Sureste, por lo que parecen, en principio, menos necesarias las
élites que, bajo la función original de salvaguardar la inversión, pudieran en último término tener la fuerza para apropiarse del excedente de los productos primarios. Ahora
bien, la territorialización que supone la introducción de estos nuevos cultivos en contraposición al sistema de rozas, llevaría a la oposición frontal entre los grupos que ejercieran distintas formas de cultivo. El espacio empleado para la agricultura de tala y
quema se vería limitado por el establecimiento de forma pennanente por parte de la(s)
comunidad(es) vecina(s), lo que supondría la inmovilización del grupo, una sobreexplotación obligada del medio ecológico y, por tanto, a la larga el decrecimiento de la productividad de la tierra y colapso de su sistema económico. De esta forma los nuevos sistemas agrícolas progresivamente se lograrían implantar y con ellos la estructura
socio-económica a ellos asociada, con el establecimientoa de las élites para salvaguardar la inversión en un principio de los grupos limítrofes con sistemas agrícolas diferentes y en último término de vecinos codiciosos que practicaran la misma agricultura mediterránea. La cueva de El Fraile representa la simbología funeraria de este nuevo
sistema social.
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