Dos nuevos abrigos con pinturas rupestres del Sabinar (Murcia)
J. Carbonell Escobar
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JAIME CARBONELL ESCOBAR
(Alicant e)
Dos nuevos abrigos con pinturas rupestres
de el Sabinar (Provincia de Murcia)
HISTORIA DEL HALLAZGO
En una excursión de caza en las cercanías d el término de Nerpio, en
La T ejera situada en la partida de Royo Tercero, término de el Sabinar
(Murcia), conversando con e) dueño de .la misma, me interesé por la situación dEl las pinturas rupestres d~ Nerpio, que yo conocía por .las publi caciol1es, y que deseaba ver. Pero a.l hallarse La Tejera a unos quince
kilómetros de Nerpio, y las pinturas a la otra parte del pueblo, me fue
imposible visitarlas a causa de la distancia. En la conversación así inicia da E! l ci tado señor, don Juan Ma rtínez Gamboa, comentó que en las cercanías un pastorcillo había visto pintados en la pared recosa tres ciervos,
d e los que uno, tenia la cabeza inclinada hacia el 3ue.lo señalando la
existencia de «un tesoro» allí escondido, según se come>ntaba en .los alred edores. Interesado a.l máximo por la noticia, rogué a mi informador que
sa ent erase del paradero exacto de tales d ibujos, para en una próx1ma
excursión visitarlos. Y élSÍ lo hizo. En la siguiente ocas1ón, e.l señor Mar-19 -
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J. CARBONELL
tíne7 Gamboa nos acompañó al lugar de las pinturas q ue distaba de La
Tejera algo más de media hora a pie. Llegados al sitio no conseguimos
localizarlas pese a que recorrimos buena parte del barranco, pero esto
hay que achacarlo a la falta de luz, pues era la caída de la tarde y no
;ogréimos distinguirlas. En vista de que no dábamos con ellas, y por no
perder el viaje, el señor Martínez Gamboa decidió acercarse a una finca
próxima, casa de Martín Herrero, cuyo dueño era conocedor de las pinturas, a fin de hacerlo venir para que nos las indicara. Mientras hacía
e l viajE, me dediqué a buscarlas, recorriendo e l barranco por .la parte de
la scJana, observando todos Jos abrigos y lugares con posibilidad de pin tt.Jras. No tuve que andar mucho, pues a unos doscientos metros deJ lugar
donce debían estar ias que buscábamos según las indicaciones, distinguí
las pinturas del que luego llamaré Friso 1.•, que aunque no correspondían con los tres ciervos que me habían descri to, no creí que pudieran
ser o t ras diferentes a las buscadas. Llegado e.l dueño d'~ la casa de Martír. Herrero, me aseguró por la situación de las que yo había visto, que
no ¡:cdían ser las que buscábamos, pues la de los cien.os estaba en 'j tro
si t io diferente, lo que no pudo comprobar en aquel momento, ya que el
día había caído, aunque lo aseguraba en el si tio exacto, como pudimos
ver en otro via je. Le conduje entonces a las que yo había hallado, y me
aseguró que eran desconocidas, ya que las de los ciervos estaban a ras
de tierra, y estas a 1'80 metros de altura, y además e l abrigo de las primera!; miraba barranc·J arriba, mient ras que el abrigo que yo había encontrvdo miraba barr:mco aba jo.
Con las fotografia;; que había impresionado del Friso 1.0 apena$ lo
vi, comencé mis averiguaciones mostrándolas al Director del Servicio de
Investigación Prehist0rica de la Diputación de Va le ncia, a fin de trata r
de localizarlas en su3 a rchivos y biblioteca, si eran ya conocidas. Nada
encontramos que se relacionara con ellas. Entonces procedí a consultar
a los señores Samue.l de los Santos Jener, Emeterio Cuadrado, que conocían la zona, y Miguel A. García Guinea que había explorado la región
dt- Nerpio. Todos ellos terminaron d e asegurarme que dicho Friso 1." era
desconocido, y que tanto éste como el segundo estaban inédi tos. Así me
decidí a llevar a cabo su publicación.
Para ello organicé otra excursión en la que me acompañó Eustaquio
Cast ellano, compañero del Centro Excursionista de Al ican te a fin de ayudarrvte en la confecctón de los ca lcos, y en el es tudio del lugar.
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a
SABINAR
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11
SITUACION DE LAS PINTURAS
A.l oeste de la provincia de Murcia, cerca de la linde con la de Albacete, se halla el pueblo de Sabinar, aJ que se llega pN la carretera de
Ca ravaca a Nerpio. Está comprend ido en la hoja núm. 889 del mapa topo·
gráfico a escala 1: 50.000 del Instituto Geográfico y Catastral, entre las
coordenadas 402 - 403 y 7 34 - 7 35 (fig. 1). Hacia el suroeste de
Sabinar, a cuatro kilómetros, se halla e.l barranco de la Cañadica de Andréc;, en cuya solana se hallan las pinturas ba jo e) Calar de Jas Tapias.
El barranco está repartido entre la hoja 888 y la 889, de las que no he
podrdo ver la primera. Su fondo lo recorre un camino llamado Cami:1o
de Nerpio (Lám. 1).
P;~ra
llegar a las pinturas se toma la carretera de Sabinar a Nerpio,
y a unes 500 metros r.ace a la izquierda un camino carretero, transitable
para automóviles, que conduce a la casa de Martín Herrero, a 2 kilómetros de Sabinar. Pasada ésta sigue e l camino durante dos kilómetros más
hilst3 la cantera de l e!r que se hallan las prnturas. Este no es muy largo, pues tendrá unos
tres 1<-ilómetros a lo sumo, y a kilómetro y medio de la cantera confluye
con otros, formando un morro en el que localicé un poblado de la Edad
de l Bronce, del que hablaré más adelante. Las paredes no son muy escarpadas, mas con todo, la solana está constituida por un cortado de unos
ocho metros de alto, en cuya base se abren una serie de abrigos (fig. 2) .
Desde la cantera. en dirección barranco abajo, a unos cuatrocientos
metros aproximada:~~cnte, hallamos un camino de herradura que descien de al centro del barranco para enlazar con el otro camino ya citado. Este
cami~o pasa entre los dos abrigos, quedando aguas arriba e.l de.l Friso
número 2, a unos 50 metros, y aguas aba jo eJ del Friso número 1, a unos
150 rl"etros. Más abajo del barranco hay otros dos abrigos con restos de
pintura, tan perdidas, que no fue posible obtener calco ni fotografía.
Por último, al final del barranco, en la vertiente de la umbría, donde
conf!uye con Jos otros dos barrancos, se encuentra e l citado poblado de
la Edad de.l Bronce, sobre un morro cerrado en la parte que mira a tierra
pcr u:-ra recia muralla de mampuesto seco de hasta tres metros de grosor e:l é!)gunos puntos, conservada hasta una altura máxima de 1'60 me-21-
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CARBONELL
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tros. Aún se advierten en su interior y en superficie las huellas de las
paredes de las cabañas. de forma rectangular y de unos dos metros en
cuadro. Recogí tiestos de cerámica basta, a mano, con núcleos requemados y abundante desgrasant e, lisa, que junto con lo característico de la
situación me hicieron clasificarlo en la época que señalo (lám. IV) .
111
DESCRIPCION DE LAS PINTURAS
Con estas noticias me dirigí al Director del Museo Arqueológ ico Provincia! de A.licante, don Enrique Llobregat, quien me indicó la mejor
forma de proceder al calco d e las pint uras. Provis tos de los materiales
necesarios, hicimos un nuevo viaje Eustaquio Castellano y yo, que empleamos en realizar nuevas fotografías de los conj un to3 y del lugar, así
como ciiapositivas en co.lor. Por ú ltimo, realizamos el calco de los frisos
por medio de hojas de papel ce lofán.
Una vez realizado el calco, lo llevamos a Al icante, nuestro lugar de
residencia, y lo deposité en el Museo Arqueológico, a fin d e poder real izar allí el estudio. El señor Llobregat tomó a su cargo la tarea de trasladar los calcos del celofán a material defini t ivo, y son los que se presentan tln las fig uras :3 y 4. Igualmente rea!izó la descripción y análisis de
lo~ dos abrigos, ta.l como más adelan te se refle ja .
FRISO PR IMERO
Estilística y t écnic.:ament e hay que situarlo dentro del ciclo de l arte
rupestre esquemático, lo que hace a ún más sorprendente su presencia
tan cercana al otro abrigo que responde al est ilo clásico levantino.
Si tuado a una alt ura aproximada de 1'80 met ros en la pared del abrigo oc:upa un área de unos setenta centímetros de alta, por ochenta centímetros de larga (fig. 3, Lám. 1, 2 y 3 y Lám . 11 ).
El grupo lo forman tres distintos tipos de figuras : anima.les, antropomorfos y núcleos punteados. Haciendo la descripción de arriba aba jo y
de izquierda a derecha, vemos en primer lugar un área oblonga recubterta de puntos, a la que sigue, t ras un espacio en blanco, otra área r:1ás
reducida y de forma e ircular, t ambién de puntos, y otra más pequeña
y seme jante a la de recha. Ent re est as dos ú ltimas se sitúa una figura an-24 -
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Fi¡. 3.- Pinturas del friso 1.o (a 112)
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Fía. 4. -Pinturas del friso 2.0 (a 1/2)
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EL SABINAR
7
tropornorfa masculina, con brazos y piernas abiertos. Por último, en esta
zona superior hay que señalar la presencia de un cuad~úpedo inmediatamente debajo del último grupo de puntos.
El registro centra_ del friso está formado por una serie de cuadr~pe
l
dos, cérvidos al parecer, por las cornamentas, que caminan hacia la derecha del espectador. El primero está muy perdido y sólo se conserva la
ccrnarn(~nta, el segundo, completo y muy bello, protege a un cervato que
rl'archa delante de él. Por último, en el extremo derf!cho hay un gran
antropomorfo coronado de plumas, al que de inmediato llamé «eJ Hechicero>,.
En j¡;¡ parte inferior las pinturas están más perdidas, se advierten restos de grupos de puntos como los del reg istro alto, y una figura que según
mi impresión se trata de un antropomorfo que salta, mientras Llobregat
supone que es un cérvido perdido en parte, y que corresponde al grupo
de los del registro central.
Las pinturas de t0do el abrigo están efectuadas en una sola tonalid<~d
dn sier.a obscuro, todavía _lo suficientemente intenso v bien conservado
como para permitir una visión muy clara de las mismas.
Más al interior del abrigo, en su fondo, había otros resto:; de pinturas, muy perdidas, de las que se podía reconocer un grupo de trazos vertica!e~ un1dos en su parte superior.
FRISO SEGUNDO
Como queda dicho, por su estilo hay que incluirlo dentro del grupo
levantino. Se halla en la pared del fondo del abrigo inmediatamente encima de una elevación del suelo del mismo, que forma un a modo de
esca lón delante de las pinturas (fig. 4, Lám. 1, 4 y Lám. 111).
En este friso podemos distinguir claramente por la técnica dos grupos de figuras, las que están efectuadas por solo un trazo en e.l contorno, y las que tienen contorno pintado y relleno el interior.
la
De las primeras son la cierva de _ extremidad izquierda del friso
y la cabeza y cornamenta del ciervo que aparece debajo d.e .la figu ra mejor comervada, a.l cent ro dej conjunto. Todas las derr.ás figuras tienen
el contorno relleno. De ést as, procediendo d~ izquierda a derecha tenemos
las siguien tes: los cuartos delant eros, cabeza y cuello de un, al parecer,
cáprido. Un gran ciervo, parado, con la cornamenta vista en perspectiva
frontal, 5obre el que :;e advierte un pequeño cáprido. Detrás de él lo1archa, con la cabeza agachada una cierva de la que sólo se conservan la
cabeza, cuello y cuartos delanteros hasta medio cuerpo. Entre los dos
e inmediatamente debajo, hay un antropomorfo portador de arco, que
mira a _lé! derecha del espectador, con las piernas f lexi:madas.
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S
J.
CARBONELL
Se éldvierten en Ei friso restos de más pinturas, pero irreconocibles al
mome11to de efectuar el calco porque estaban notablemente perd1das.
Todo el friso está efectuado en un mismo color, sepia, más obscuro por
Cfimparación a.l de l Friso 1.0 •
El con junto ocupa un área de 1'10 metros de longitud por 0'50 metros d~ altura, en lo que hoy se conserva.
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CARBONELL.-El Sabin a !' de Mul'cia
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CARBONELL.-El Sabinar de Murcia
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CARBONELL.-El Sabinar de Murcia
Muralla del poblado de la Edad del Bronce
LAM. IV.
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JAIME CARBONELL ESCOBAR
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Dos nuevos abrigos con pinturas rupestres
de el Sabinar (Provincia de Murcia)
HISTORIA DEL HALLAZGO
En una excursión de caza en las cercanías d el término de Nerpio, en
La T ejera situada en la partida de Royo Tercero, término de el Sabinar
(Murcia), conversando con e) dueño de .la misma, me interesé por la situación dEl las pinturas rupestres d~ Nerpio, que yo conocía por .las publi caciol1es, y que deseaba ver. Pero a.l hallarse La Tejera a unos quince
kilómetros de Nerpio, y las pinturas a la otra parte del pueblo, me fue
imposible visitarlas a causa de la distancia. En la conversación así inicia da E! l ci tado señor, don Juan Ma rtínez Gamboa, comentó que en las cercanías un pastorcillo había visto pintados en la pared recosa tres ciervos,
d e los que uno, tenia la cabeza inclinada hacia el 3ue.lo señalando la
existencia de «un tesoro» allí escondido, según se come>ntaba en .los alred edores. Interesado a.l máximo por la noticia, rogué a mi informador que
sa ent erase del paradero exacto de tales d ibujos, para en una próx1ma
excursión visitarlos. Y élSÍ lo hizo. En la siguiente ocas1ón, e.l señor Mar-19 -
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J. CARBONELL
tíne7 Gamboa nos acompañó al lugar de las pinturas q ue distaba de La
Tejera algo más de media hora a pie. Llegados al sitio no conseguimos
localizarlas pese a que recorrimos buena parte del barranco, pero esto
hay que achacarlo a la falta de luz, pues era la caída de la tarde y no
;ogréimos distinguirlas. En vista de que no dábamos con ellas, y por no
perder el viaje, el señor Martínez Gamboa decidió acercarse a una finca
próxima, casa de Martín Herrero, cuyo dueño era conocedor de las pinturas, a fin de hacerlo venir para que nos las indicara. Mientras hacía
e l viajE, me dediqué a buscarlas, recorriendo e l barranco por .la parte de
la scJana, observando todos Jos abrigos y lugares con posibilidad de pin tt.Jras. No tuve que andar mucho, pues a unos doscientos metros deJ lugar
donce debían estar ias que buscábamos según las indicaciones, distinguí
las pinturas del que luego llamaré Friso 1.•, que aunque no correspondían con los tres ciervos que me habían descri to, no creí que pudieran
ser o t ras diferentes a las buscadas. Llegado e.l dueño d'~ la casa de Martír. Herrero, me aseguró por la situación de las que yo había visto, que
no ¡:cdían ser las que buscábamos, pues la de los cien.os estaba en 'j tro
si t io diferente, lo que no pudo comprobar en aquel momento, ya que el
día había caído, aunque lo aseguraba en el si tio exacto, como pudimos
ver en otro via je. Le conduje entonces a las que yo había hallado, y me
aseguró que eran desconocidas, ya que las de los ciervos estaban a ras
de tierra, y estas a 1'80 metros de altura, y además e l abrigo de las primera!; miraba barranc·J arriba, mient ras que el abrigo que yo había encontrvdo miraba barr:mco aba jo.
Con las fotografia;; que había impresionado del Friso 1.0 apena$ lo
vi, comencé mis averiguaciones mostrándolas al Director del Servicio de
Investigación Prehist0rica de la Diputación de Va le ncia, a fin de trata r
de localizarlas en su3 a rchivos y biblioteca, si eran ya conocidas. Nada
encontramos que se relacionara con ellas. Entonces procedí a consultar
a los señores Samue.l de los Santos Jener, Emeterio Cuadrado, que conocían la zona, y Miguel A. García Guinea que había explorado la región
dt- Nerpio. Todos ellos terminaron d e asegurarme que dicho Friso 1." era
desconocido, y que tanto éste como el segundo estaban inédi tos. Así me
decidí a llevar a cabo su publicación.
Para ello organicé otra excursión en la que me acompañó Eustaquio
Cast ellano, compañero del Centro Excursionista de Al ican te a fin de ayudarrvte en la confecctón de los ca lcos, y en el es tudio del lugar.
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SITUACION DE LAS PINTURAS
A.l oeste de la provincia de Murcia, cerca de la linde con la de Albacete, se halla el pueblo de Sabinar, aJ que se llega pN la carretera de
Ca ravaca a Nerpio. Está comprend ido en la hoja núm. 889 del mapa topo·
gráfico a escala 1: 50.000 del Instituto Geográfico y Catastral, entre las
coordenadas 402 - 403 y 7 34 - 7 35 (fig. 1). Hacia el suroeste de
Sabinar, a cuatro kilómetros, se halla e.l barranco de la Cañadica de Andréc;, en cuya solana se hallan las pinturas ba jo e) Calar de Jas Tapias.
El barranco está repartido entre la hoja 888 y la 889, de las que no he
podrdo ver la primera. Su fondo lo recorre un camino llamado Cami:1o
de Nerpio (Lám. 1).
P;~ra
llegar a las pinturas se toma la carretera de Sabinar a Nerpio,
y a unes 500 metros r.ace a la izquierda un camino carretero, transitable
para automóviles, que conduce a la casa de Martín Herrero, a 2 kilómetros de Sabinar. Pasada ésta sigue e l camino durante dos kilómetros más
hilst3 la cantera de l e!r que se hallan las prnturas. Este no es muy largo, pues tendrá unos
tres 1<-ilómetros a lo sumo, y a kilómetro y medio de la cantera confluye
con otros, formando un morro en el que localicé un poblado de la Edad
de l Bronce, del que hablaré más adelante. Las paredes no son muy escarpadas, mas con todo, la solana está constituida por un cortado de unos
ocho metros de alto, en cuya base se abren una serie de abrigos (fig. 2) .
Desde la cantera. en dirección barranco abajo, a unos cuatrocientos
metros aproximada:~~cnte, hallamos un camino de herradura que descien de al centro del barranco para enlazar con el otro camino ya citado. Este
cami~o pasa entre los dos abrigos, quedando aguas arriba e.l de.l Friso
número 2, a unos 50 metros, y aguas aba jo eJ del Friso número 1, a unos
150 rl"etros. Más abajo del barranco hay otros dos abrigos con restos de
pintura, tan perdidas, que no fue posible obtener calco ni fotografía.
Por último, al final del barranco, en la vertiente de la umbría, donde
conf!uye con Jos otros dos barrancos, se encuentra e l citado poblado de
la Edad de.l Bronce, sobre un morro cerrado en la parte que mira a tierra
pcr u:-ra recia muralla de mampuesto seco de hasta tres metros de grosor e:l é!)gunos puntos, conservada hasta una altura máxima de 1'60 me-21-
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tros. Aún se advierten en su interior y en superficie las huellas de las
paredes de las cabañas. de forma rectangular y de unos dos metros en
cuadro. Recogí tiestos de cerámica basta, a mano, con núcleos requemados y abundante desgrasant e, lisa, que junto con lo característico de la
situación me hicieron clasificarlo en la época que señalo (lám. IV) .
111
DESCRIPCION DE LAS PINTURAS
Con estas noticias me dirigí al Director del Museo Arqueológ ico Provincia! de A.licante, don Enrique Llobregat, quien me indicó la mejor
forma de proceder al calco d e las pint uras. Provis tos de los materiales
necesarios, hicimos un nuevo viaje Eustaquio Castellano y yo, que empleamos en realizar nuevas fotografías de los conj un to3 y del lugar, así
como ciiapositivas en co.lor. Por ú ltimo, realizamos el calco de los frisos
por medio de hojas de papel ce lofán.
Una vez realizado el calco, lo llevamos a Al icante, nuestro lugar de
residencia, y lo deposité en el Museo Arqueológico, a fin d e poder real izar allí el estudio. El señor Llobregat tomó a su cargo la tarea de trasladar los calcos del celofán a material defini t ivo, y son los que se presentan tln las fig uras :3 y 4. Igualmente rea!izó la descripción y análisis de
lo~ dos abrigos, ta.l como más adelan te se refle ja .
FRISO PR IMERO
Estilística y t écnic.:ament e hay que situarlo dentro del ciclo de l arte
rupestre esquemático, lo que hace a ún más sorprendente su presencia
tan cercana al otro abrigo que responde al est ilo clásico levantino.
Si tuado a una alt ura aproximada de 1'80 met ros en la pared del abrigo oc:upa un área de unos setenta centímetros de alta, por ochenta centímetros de larga (fig. 3, Lám. 1, 2 y 3 y Lám . 11 ).
El grupo lo forman tres distintos tipos de figuras : anima.les, antropomorfos y núcleos punteados. Haciendo la descripción de arriba aba jo y
de izquierda a derecha, vemos en primer lugar un área oblonga recubterta de puntos, a la que sigue, t ras un espacio en blanco, otra área r:1ás
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tropornorfa masculina, con brazos y piernas abiertos. Por último, en esta
zona superior hay que señalar la presencia de un cuad~úpedo inmediatamente debajo del último grupo de puntos.
El registro centra_ del friso está formado por una serie de cuadr~pe
l
dos, cérvidos al parecer, por las cornamentas, que caminan hacia la derecha del espectador. El primero está muy perdido y sólo se conserva la
ccrnarn(~nta, el segundo, completo y muy bello, protege a un cervato que
rl'archa delante de él. Por último, en el extremo derf!cho hay un gran
antropomorfo coronado de plumas, al que de inmediato llamé «eJ Hechicero>,.
En j¡;¡ parte inferior las pinturas están más perdidas, se advierten restos de grupos de puntos como los del reg istro alto, y una figura que según
mi impresión se trata de un antropomorfo que salta, mientras Llobregat
supone que es un cérvido perdido en parte, y que corresponde al grupo
de los del registro central.
Las pinturas de t0do el abrigo están efectuadas en una sola tonalid<~d
dn sier.a obscuro, todavía _lo suficientemente intenso v bien conservado
como para permitir una visión muy clara de las mismas.
Más al interior del abrigo, en su fondo, había otros resto:; de pinturas, muy perdidas, de las que se podía reconocer un grupo de trazos vertica!e~ un1dos en su parte superior.
FRISO SEGUNDO
Como queda dicho, por su estilo hay que incluirlo dentro del grupo
levantino. Se halla en la pared del fondo del abrigo inmediatamente encima de una elevación del suelo del mismo, que forma un a modo de
esca lón delante de las pinturas (fig. 4, Lám. 1, 4 y Lám. 111).
En este friso podemos distinguir claramente por la técnica dos grupos de figuras, las que están efectuadas por solo un trazo en e.l contorno, y las que tienen contorno pintado y relleno el interior.
la
De las primeras son la cierva de _ extremidad izquierda del friso
y la cabeza y cornamenta del ciervo que aparece debajo d.e .la figu ra mejor comervada, a.l cent ro dej conjunto. Todas las derr.ás figuras tienen
el contorno relleno. De ést as, procediendo d~ izquierda a derecha tenemos
las siguien tes: los cuartos delant eros, cabeza y cuello de un, al parecer,
cáprido. Un gran ciervo, parado, con la cornamenta vista en perspectiva
frontal, 5obre el que :;e advierte un pequeño cáprido. Detrás de él lo1archa, con la cabeza agachada una cierva de la que sólo se conservan la
cabeza, cuello y cuartos delanteros hasta medio cuerpo. Entre los dos
e inmediatamente debajo, hay un antropomorfo portador de arco, que
mira a _lé! derecha del espectador, con las piernas f lexi:madas.
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Se éldvierten en Ei friso restos de más pinturas, pero irreconocibles al
mome11to de efectuar el calco porque estaban notablemente perd1das.
Todo el friso está efectuado en un mismo color, sepia, más obscuro por
Cfimparación a.l de l Friso 1.0 •
El con junto ocupa un área de 1'10 metros de longitud por 0'50 metros d~ altura, en lo que hoy se conserva.
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CARBONELL.-El Sabinar de Murcia
LAM. 111
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CARBONELL.-El Sabinar de Murcia
Muralla del poblado de la Edad del Bronce
LAM. IV.
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